ESTUDIO SOBRE LAS cibchmíscibis i mm DEL CEREBRO HUMANO POR AUGUSTO ORREGO-LUCO, Profesor de Anatomía, Miembro de la Facultad de Medicina, Antiguo Médico de la Casa de Orates, Ex-Presidente de la Sociedad de Farmacia. SANTIAGO: LIBRERIA CENTRAL DE SERVAT I CA. Esquina de Huérfanos i Ahumada. 1 8 7 9. Es propiedad de los Editores quienes perseguirán ante la lei a todo el que lo reimprima sin su licencia. Imp. de la Lib. del Mercurio-SANTIAGO, Compañía, 94. A LOS PROFESORES CHARCOT Y FERRIER. Como una manifestación de respetuosa simpatia i de agradecimiento por sus trabajos sobre las enfermedades del sistema nervioso. pRREGO-puCO. INTRODUCCION, El considerable desarrollo que en los últimos años ha alcanzado el estudio de la fisiolojia i lapatolojía cerebral, hacia necesario dar mayor ensanche a los conocimientos anatómicos de este órgano. Desgraciadamente los tratados clásicos, aun los mas justamente apreciados, adolecen todos a este respecto de una profunda deficiencia i están mui lejos de representar el estado actual de nuestros conocimientos. Las monogra- fías consagradas al estudio de puntos aislados no podrían satisfacer tampoco esa deficiencia de la enseñanza clásica. La reunión de varias memorias, para abrazar bajo sus di- versos aspectos el problema anatómico i fisiolójico, forma- ría un conjunto disparatado, porque- casi todas ellas han sido concebidas desde un punto de vista diferente i a veces diametralmente opuesto. Esto nos ha obligado a reunir en un haz esos conoci- mientos esparcidos, agrupándolos al rededor de un criterio común. Sin embargo, estoi en el deber de declarar que este trabajo no es una simple compilación de lo que se ha escrito; en él he dado cabida a estudios i apreciaciones per- sonales que me obligaban a veces a apartarme de las opi- niones dominantes o a introducir elementos nuevos en el desarrollo de la discusión. En esta penosa e ingrata tarea he procurado esponer las opiniones no solo sustancialmente sino también repro- duciéndolas en sus términos testuales siempre que me ha sido posible. Para los que quieran dar mas desarrollo al estudio do los problemas que abordo, creo útil indicar los trabajos que han servido de baso al que hoi publico. P ara la anal o m i a: Cruveilhier, Anatomie:-Charcot, Sur les localisa- tions Cerebrales;-Ecker, Die Hirwindungen des Mens- chen nach eigenen^Cntersuchungen;-Fort, Le^ons sur les centres Ñeroeux;-Gratiolet, Anatomie comparée du systéme Ñeroeux.-Henle, Anathómie des Menschen', -Huguenin, Anatomie des Centres Neroeux, trad. franc.; -Huxley, Elements d' anatomie comparée, trad. franc.; -Meynert, Die Windungen der Conoexen Oberf aeche; -Pozzi, Circonoolulions cerebrales en Dict. eney. des Scienc. Med. t. 14;-Rendu i Gombault, Des localisations cerebrales en Reo. de Hayem, 1876;-Sappey, Anatomie; -Turner, On the conoolutions of the brain. II P ar a la fsiolojia : Aigre, Localisations cerebrales en Anglelerre en Reo. Mens. de Med. el Chic. 1879;-Eourdon, Recherches cli- ñiques sur les centres motear s des membres;-Carpen- ter, On the physiolojical imporl of Dr. Ferriers experi- mental inoestigations en West Rid. Lun. Asy., 1874;- Carville i Duret, Sur les fonctions des hemisphéres cerebraux en Archir. Physiologie, 1877), i varias memo- rias publicadas en el Progrés Medical:-Charcot, Le^ons sur tes localisations dans les maladiés du Ceroeau;- Charcot i Pitres, l.° Contributions a Talude des hca- lisations dans l'écorce des hemisphéres du Ceroeau en Reo. Mens. de Med. el Chic. 1877; 2.° Nmoelle conlri- bution á Tétude des localisations motrices dans lécorce des hemisphéres du Ceroeau. Ibid. 1878-79;-Dentu, Lo- calisations cerebrales et trépanation;-David Ffrrier: 1,° Les fonctions du Ceroeau, trad. franc.; 2.° On the loca- lisation of Cerebral Disease;?>7 Palhological ilustrations of brain function on West Rid. Lun. Asy., 1874; 4.° Re- cherches experimentales sur la physiologie et la patholo- gie cerebrales, trad. franc. ei Progrés Medical, 1874;- Grasset, De la localisations cerebrale;-Hitzig, Deber den heutigen Stand der Frage con der Localisation im Grosshirn, núm. 112 de la Colección de Conferencias Clínicas de Volkmann;-Hughlings-Jackson, On the lo- calisation of mooements in the brain',-Lépine, De la localisrMon dans les Maladiés Cerebrales en Archio. Gen. de Med., 1877;-Luys, Le Ceroeau et ses fonctions; -Lucas-Championniére, Elude hist. et. clin, sur la tré- panation;-Rendu i Gombault, Des localisations cere- brales en Reo. des Sciences Med., 1876;-Schiff, Lec- ciones de fisiolojia esperimenlal sobre el sistema ner- III vioso encefálico, ed. itali.;-Tarchanoff, Les centres psycho-moteurs en Reo. Mens. de Med. et. Chir. 1877;- Vulpian, LeQons sur la physiologie du sistéme Ner- veuoc. Para la topografía cráneo-cerebral: Lucas-Championniére, Eludes hist. et clin, sur la tré- panation;-Broca, Sur la topographie craneo-cerebrale; -Pozzi: l.° Des localisations cerebrales et du rapport du crane aoec le Ceroeau; 2.° Art. del Diction. encycL des Sciences Medicales, t. 22.-Discusión de la Soc. de Chir., 1877. CIBCUNVOLUCIONESI SUECOS CEEEBBALES. CAPITULO I. Lóbulos i Cisuras. I. Al abrir las meninjeas, la superficie de los hemisferios cerebrales se presenta surcada por una serie de eminen- cias cilindroides i fiexuosas, que los antiguos anatomistas comparaban con el aspecto que presenta la masa intestinal al abrir las paredes del abdomen. A esa vaga semejanza deben las eminencias de la superficie cerebral el nombre de circunvoluciones, de giros i mean- dros. Cubriendo estas circunvoluciones la superficie, se pre- sentan como ella divididas en una serie de depresiones i eminencias que corresponden a las fosas del cráneo i las aristas que las separan i limitan. Estas rejiones diversas de la masa cerebral llevan el nombre de lóbulo, desde Arnold i Burdach, nombre impropio, aun cuando se apli- que únicamente, como lo hacen Sappey i Cruveilhier, a las dos grandes porciones que separa la cisura de Silvio, por- que aun entonces los dos lóbulos están lejos de ser inde- pendientes; pero mucho mas impropia es todavía esta deno- minación cuando se aplica a cada una de las grandes divi- siones mas o menos completamente separadas por las hen- diduras profundas i constantes del cerebro. Tomando en este sentido el término de lóbulo,-que es el sentido en que lo emplean los anatomistas alemanes,-su número es igual al de las fosas que se presentan en el cráneo, i cada uno de ellos lleva el nombre de la cavidad en que se aloja. Habría por consiguiente un lóbulo frontal, otro parietal, otro temporal (que también se denomina esfe- noidal o temporo-esfenoidal) i por último un lóbulo 2 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES occipital, en cada uno de los hemisferios cerebrales. I to- davia, a estos lóbulos superficiales hai que añadir otro que no se encuentra como ellos en contacto con la pared ósea, conocido como lóbulo de la Insula o simplemente la Insula de Reü, i un órgano rudimentario en el hom- bre: el lóbulo olfativo. A estas grandes divisiones no siempre corresponden limi- tes visibles que establezcan entre ellas una separación marcada. Hai puntos en que la separación es profunda i ne- ta; pero hai otros en que dos lóbulos se continúan i en que toda separación tiene que ser artificial e imajinaria. Por nuestra parte, solo mantendremos esas divisiones, consa- gradas por el uso, dentro de los límites de una anatomía rigurosa, prescindiendo de divisiones de artificio que em- barazan el estudio inútilmente. II. Hendiduras profundas i constantes, que denomina- mos cisuras o fisuras interlobulares, forman las divisio- nes naturales de los lóbulos. Esas cisuras son los surcos primitivos, embriolójicos, i tienen una importancia i un significado en la constitución del cerebro que no tienen los surcos secundarios, que establecen divisiones incons- tantes en la superficie de los lóbulos. Estos últinas apa- recen en un periodo avanzado de la vida fetal i son mas bien que el resultado del desarrollo propio del ór- gano, una consecuencia de las condiciones esteriores que obran sobre ese desarrollo. La envoltura cerebral crece con menos rapidez que el cerebro, lo entraba i lo obliga a reflejarse sobre sí mismo en la superficie, produciéndo- se de este modo surcos i pliegues accesorios. Las cisu- ras primitivas son: l.° La Cisura de S i l v i o (S.) (Sinonimia: Fisu- ra o Fosa Silvii; Grande scissure interlobulaire, Chaus- sier.) Es la mas profunda de las cisuras del cerebro. Aparece al tercer mes de la vida fetal, separando el lóbulo frontal del lóbulo temporal en la cara inferior i cara esterna del cerebro. Principia en la base del encéfalo, en la unión del tercio anterior con los dos tercios posteriores, a los lados del chiasma de los nervios ópticos, continuando la superficie triangular i deprimida que denominó Vic d'Azir, el espa- cio perforado anterior. Desde ahí avanza transversal- mente a la cara convexa del hemisferio, donde cambia de dirección i sigue hácia arriba -i hácia atras. Poco después de aparecer en esta cara, la cisura de Sil- CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 3 vio presenta una rama que la corta en una dirección casi vertical; esta pequeña rama se llama ascendente o ante- rior (Fig. I, S") {Fisura lateralis anterior de líenle,) para distinguirla de la otra mucho mas larga que se de- nomina horizontal o posterior (Fig. I, S'} {Fisura late- ralis posterior de líenle.) El espacio que encierran estas dos ramas en su ángulo de unión se denomina operculum (Klappdeckel de los autores alemanes.) 2.° La C i s u r a de Rola n d o (Leuret) o Cisu- ra Central de Huschke (Fig. I, c.) (Sinonimia:- Fissura transversa anterior, Pansch; Postero-parielal sulcus, Huxley.) Esta cisura visible hacia el fin del quinto mes de la vi- da fetal, aparece un poco hacia atras de la parte media del borde inter-hemisférico; desde ahí se prolonga obli- cuamente hacia adelante en la cara esterna del cerebro, insinuándose en el espacio que abrazan las dos ramas de la cisura de Silvio, i alcanzando casi hasta tocar la rama posterior de esa cisura. A veces esta cisura, prolongándose hácia arriba, llega al borde superior i se presenta en la cara interna; a veces prolongándose hácia abajo se une con la cisura de Silvio, hecho raro observado por Turner. Este surco completa hácia arriba la separación del ló- bulo frontal i el parietal, perteneciendo al primero la cir- cunvolución que está delante, i la que está detras al se- gundo. 3.° La Cisura parieto-occipital. (Fig. IV, po.) Huxley, Turner i Ecker denominan así todo el surco que separa el lóbulo parietal del occipital en las superficies convexa i vertical del cerebro, dando un solo nombre a ese surco no interrumpido que algunos designan con denominaciones diversas en las dos superficies. Pansch le da también un nombre común, pero distinto: Fissura occipitalis; Huguenin, Surco occipital; Broca, Sillón occi- pital transverse; Fisurq, occipital perpendicular de Henle. Esta cisura, que aparece hácia el fin del cuarto mes, principia en la cara vertical del órgano, en el ángulo de reflexión de la fisura calcarina (Fig. IV, oc.), fisura que se dirije en la primera porción de su trayecto oblicuamen- te hácia arriba i en la segunda transversalmente hácia atras. En el ángulo que forman esas dos porciones princi- pia el surco parieto-occipital, que se dirije oblicuamente hácia el borde superior continuando la dirección de la primera porción de la fisura calcarina; llegada a ese bor- 4 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. de, la cisura parieto-occipital se continúa en la superficie convexa del cerebro (Fig. II, po), avanzando trasversal- mente hacia el surco interparietal (Fig. II, ip.} La parte de esta cisura que recorre la superficie interna de los hemisferios cerebrales se denomina parte mediana o vertical de la cisura parieto-occipital (Ecker)i (Sinonimia: Fissura posterior, Burdach, Arnold; Scissure perpendi- culaire interne, Gratiolet; Internal perpendicular fissu- re, Mashall; Fissura occipitalis perpendicularis interna, Bischoff), para distinguirla de la parte de esta misma cisu- ra que recorre la superficie esterna del cerebro, que se denomina parte superior o lateral de la cisura parieto- occipital (Ecker). (Sinonimia; Scissure perpeñdiculaire externe, Gratiolet; External perpendicular fissure, Mar- shall; Fissura occipitalis perpendicularis externa, Bis- choff.) La parte interna, la mas profunda i marcada de las dos, aparece hacia el fin del cuarto mes de la vida intrauteri- na, i forma, como ya hemos dicho, un ángulo de seno pos- terior con la fisura calcarina, abrazando entre las dos ra- mas de ese ángulo una superficie que los autores alemanes denominan l a Cuña (Fig. IV, oz,) (Zwickel), super- ficie que la cisura parieto-occipital separa de la Ante- cuña (Fig. IV, Ps') situada por arriba i delante déla cisura. La parte esterna i superior de esta cisura tiene un grado de desarrollo mui variable, presentándose a veces apenas bosquejada i formando otras por el contrario un límite pro- fundo que separa netamente el lóbulo occipital del parie- tal, dando al cerebro humano en su rejion posterior un aspecto análogo al del cerebro simio. Broca ha establecido la estrecha relación que existe entre esta parte de la cisu- ra parieto-occipital i la sutura lambdoidea. 4.° La cisura calcar in a (oc). (Sinonimia: Fis- sura calcarina Huxley; Scisure des Hippocampes, Gra- tiolet; Fissura horizontalis, Pansch; Fissura posterior u occipitalis horizontalis, Henle, Wagner; Fissura Hippo- campi, Bischoff). Se dirije de la estremidad del lóbulo oc- cipital, horizontalmente adelante, hacia la estremidad del surco parieto-occipital, con que forma ángulo en el vér- tice de la Cuña. En ese ángulo abandona su dirección transversal, se dirije oblicuamente hácia adelante i hácia abajo, acercándose a la gran hendidura en el punto en que penetran los pedúnculos cerebrales. En su parte posterior este surco se bifurca en dos pequeñas ramas diverjentes. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 5 5.° El s u r c o calloso m a rj i nal (Huxley, Bischoff, Marshall, Turner, Ecker) (Fig. IV, cm.). (Sinoni- mia: Scissure feslonnée, Pozzi; Granel sillón da tobe fronto-paríetal, Gratiolet; Saleas frontc-parielalis in- ternas, Pansch.) Este surco profundamente dibujado en la cara interna de los hemisferios cerebrales, aparece en un momento de la vida intrauterina que todavia no se ha podido precisar. Principia hacia adelante al nivel de la rodilla del cuer- po calloso, se dirije hacia atras describiendo una curva sinuosa i paralela al borde superior del mismo cuerpo, a igual distancia del borde libre de los hemisferios i el bor- de inferior del Gyras fornicatus', al llegar al morcillon del cuerpo calloso cambia de dirección, va arriba i atras hacia el borde superior, que corta oblicuamente, i se pro- longa en una estension variable de la superficie esterna. (Fig. lili, cm.) En su trayecto este surco presenta pe- queñas prolongaciones hacia arriba i hacia abajo; entre éstas se distingue una prolongación posterior casi constan- te que nace al nivel de su inflexión i se dirije hacia atras para servir en parte de límite inferior a la Antecuña. Este surco separa la circunvolución del cuerpo calloso o gyras fornicatus (Fig. IV, Gf.) de las circunvoluciones frontales, el lóbulo paracentral i la antecuña. III. Ijas cisuras que acabamos de describir forman los límites naturales que separan las diversas rejiones del cerebro, en cuyo estudio vamos ahora a entrar. Lóbulo Frontal. I. Este lóbulo ocupa la fosa frontal, formada hacia adelante por el hueso coronario i hacia abajo por la bóve- da orbitaria i las apófisis de Ingracia. Esta fosa no pre- senta en su parte superior un. límite marcado, pero está separada interiormente de la fosa esfenoidal por la arista viva i cortante que forma el borde libre de las apófisis de Ingracia. Reproduciendo el lóbulo en su porción perisféri- ca la curva de la fosa a que se amolda, presenta una ca- ra superior convexa, que corresponde al frontal; otra ca- ra inferior lijeramente cóncava, que corresponde a la bóveda orbitaria, el etmoides i las alas menores del esfe- noides, i otra cara interna, plana i. vertical que corres- ponde a la hendidura interhemisférica. Entre los escritores franceses es frecuente la división arbitraria de este lóbulo en tres lobulillos correspondien- 6 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. tes a las tres caras de su superficie. Llaman lobule orbi- taire, a la cara inferior; lobe frontal, a la cara superior i lateral; lobe fronto-parietal, a la cara interna. (1) La cisura de Rolando (surco central) forma el limite do la cara esterna en casi toda su estension, separando el lóbulo frontal del parietal; en la porción inferior de esa cara i en toda la cara inferior la cisura de Silvio lo separa del lóbulo temporal; en la cara interna el surco calloso marjinal separa las circunvoluciones de este lóbulo del Gyrus fornicadas i la antecuña. II. S u r c o s . En la cara esterna de este lóbulo encontramos tres surcos: l.° el surco frontal s up e r i o r (Ecker) (Fig. I, /'1). (Sinonimia: Supero frontal sulcus, Huxley.) Este surco se estiende lonjitudinalmente desde el cuerno frontal, donde lo limita la anastomosis de la primera con la segunda circunvolución frontal (Pozzi) hasta la cisura de Rolando (surco central) de que está separado por la anastomosis de la primera circunvolución frontal con la central anterior. (Fig. I, F 1 i 4.) Separa la primera de la segunda circunvolución frontal (Fig. I, F 1 i F 2) i es manifiestamente mas marcado en el hemisferio izquierdo que en el derecho: 2.° El surco frontal infe- rior (Ecker) (Fig. I, f 2.) (Sinonimia: Infero frontal sulcus, Huxley; Scissure surciliére. Pozzi; Sulcus fron- talis medias, Pansch.) Este surco nace en el límite ester- no de la cara inferior, al nivel de la cisura de Silvio, ga- na la cara esterna que recorre describiendo una curva transversal i casi paralela al contorno del borde superior, entre la cisura de Silvio i el surco frontal superior. Presenta en su trayecto varias prolongaciones que lo cortan en una dirección mas o menos vertical. La mas elevada de estas prolongaciones cruza la estremidad pos- terior del surco como las dos ramas de una T. Esta pro- longación, que avanza hacia arriba hasta cerca del surco frontal superior i hacia abajo hasta cerca de la rama ho- rizontal de la cisura de Silvio, con que a veces llega a confundirse, esta prolongación es conocida con el nombre de surco praecent ralis (Ecker) (Fig. I, f 3.) (1) Gratiolet, que propuso esta división, separa de este lóbulo la circunvolución central anterior, dándole por consiguiente como límite hácia atras, en la cara esterna, no la cisura de Rolando, si- no el surco praecentralis. Pozzi, siguiendo en parte la división de Gratiolet, admite en su nomenclatura el hbuli orbitaire. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 7 (Sinonimia: Antero parietal sulcus, Huxley; Seis sur e pa- rállele frontal, Pozzi; Ramo descendente del surco fron- tal 'medio, Pansch.) A veces este surco se continúa con la prolongación transversal del surco frontal superior, presentándose como un surco verdaderamente paralelo a la cisura de Rolando, pero es mas frecuente verlo inte- rrumpido en su trayecto por un pliegue de pasaje que une la segunda circunvolución frontal con la central anterior. (Fig. I, F 2 i A.) El surco frontal inferior separa la se- gunda de la tercera circunvolución frontal; el surco prae- centralis divide incompletamente a la central anterior de la segunda i tercera circunvolución frontal. En la cara inferior de este lóbulo encontramos dos sur- cos: l.° el surco olfativo (Fig. III, f 4) ocupado por el tractus i el bulbo olfatorio, recorre la superficie de esta cara paralelo a la hendidura interhemisférica. 2.° El surco ■ orbitario (Fig. III, f 5.) (Sinonimia: Sulcus cruciforme, Rolando; Sulcus tr ir adíate, Turner.) A ve- ces este surco de una figura irregular tiene la forma de una estrella de tres ramas, a veces la de una H, de una K, o mas comunmente de una oc, porque las ramas que lo forman son dos líneas curvas que se tocan por su parte mas convexa. Este surco separa la segunda de la tercera circunvolución de esta cara del lóbulo frontal. III. Ci r c u n v o l u c i o n e s.. l.° Central a nt e r i o r (Fig. I, A.) (Sinonimia: Gyrus centralis anterior; Premier pli ascendant, Gra- tiolet; Antero-parietal gyrus, Huxley; Ascending fron- tal gyrus. Turner; Frontal ascendent, de los franceses; Cuarta circunvolución frontal, de los alemanes.) Esta circunvolución cruza verticalmente la cara esterna si- guiendo la línea de la cisura de Rolando que le sirve de límite hacia atras i se continúa hacia adelante con la pri- mera, segunda i tercera circunvolución del lóbulo frontal. Esta circunvolución presenta variaciones considerables de volúmen sobre todo en su mitad inferior. En el cerebro de María Martel, cuya figura reproduce Pozzi en su impor- tante estudio, esta circunvolución se halla profundamente dividida por un surco transversal en dos segmentos, uno superior i otro inferior. Por nuestra parte hemos encon- trado varias veces una disposición análoga sobre la mesa de autopsia. Como hemos dicho, de la parte anterior de esta circun- volución arrancan las tres circunvoluciones transversales de este lóbulo, que se distinguen por el orden de superpo- 8 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES sicion en la cara esterna e interna i por su situación de dentro a afuera en la cara inferior. Las contamos como los clásicos ingleses i franceses de arriba abajo, es decir, en un orden inverso del que siguen los escritores alema- nes, que cuentan de abajo arriba, la primera circunvolu- ción de ellos equivale a la tercera de la nomenclatura que hemos adoptado. 2.° La mas elevada de la cara esterna e interna i la mas interna de la cara inferior es la P r imer a c i r- cunv olu ci o n frontal. (Fig. I, F 1.) (Sinonimia: Circunvolución frontal superior, Gyrus frontalis supe- rior, Ecker; Etage frontal superieur i Pli de la zone ex- terne, Gratiolet; Supero frontal gyrus, Huxley; Tercera circunvolución frontal, Huguenin.) En la cara inferior, la primera circunvolución frontal se denomina g y ru s r e ct u s , i en la cara interna limita hácia atras con Glóbulo oval o paracentral de' que mas tarde tendremos que ocuparnos. En la cara esterna esta circunvolución está colocada encima del surco fron- tal superior; en la interna encima del surco calloso mar- jinal, i en la inferior hácia afuera del surco olfativo. Hu- guenin i Gratiolet describen esta circunvolución como formada constantemente de dos ramas, es decir, que avan- zando el gyrus rectus de la cara inferior a la superior, se bifurca: la rama superior se continúa con el pliegue de la cara interna i la rama inferior, incompletamente separada de la otra, se continúa con la segunda frontal por delante de la estremidad anterior del surco frontal superior. 3.° La segunda c ir cunv o l u ci on f r o n- i a l (Fig. L F 2). (Sinonimia: Etage frontal moyen, Gra- tiolet; Medio frontal gyrus, Huxley; Gyrus frontalis medius, Ecker). Esta circunvolución nace en la cara inferior, donde sus espansiones se enrollan al rededor del surco orbitario; gana la cara esterna que atraviesa entro los surcos frontales superior e inferior i va a arrojarse en la circunvolución central anterior. Esta circunvolución, mui ancha i rica en pliegues, se subdivide a veces en dos o tres ramas secundarias. 4.° La tercera circunvolución frontal (Fig. L F 3) (Sinonimia: Circunvolución frontal inferior; Pli frontal inferieur o premier, o étage inferieur, Gra- tiolet; Infero frontal gyrus, Huxley; Circunvolución de Broca', Primera circunvolución frontal Huguenin.) Es- tá situada por debajo del surco frontal inferior en la cara esterna i hácia afuera del surco 'orbitario de la CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 9 cara inferior. En la cara esterna describe un arco cón- cavo hácia abajo, al rededcr de la rama ascendente de la cisura de Silvio. Debajo de ella se presenta el lóbulo de h Insula, que cubre completamente, de donde e nom- bre de operculum con que se designa este parte de la tercera circunvolución, que los franceses t: .rabien llaman Pli sourcilier (Pliegue superciliar). Hácia atras esta circunvolución se continúa con la cential an- terior por un pequeño pliegue que rodea interiormente al surco praecentralis. 5.° El lóbulo oval o paracentral *Betz) está formado por las dos circunvoluciones centrales, la anterior i la posterior, reunidas al pié de la prolongación de la cisura ele Rolando en la cara interna de los aemis- ferios. La arcada que las circunvoluciones forman de este modo, aparece como un pequeño islote que el surco calloso marjinal separa hácia atras de la antecuña i hácia abajo del gyrus fornicatus; hácia adelante un surco poco pro- fundo lo separa de la circunvolución frontal. En jeneral se presenta este lóbulo transversalmente dividido por un surco que lo cruza hácia la linea media. (Fig. 1 bis Si.) Lóbulo Parietal. I. Este lóbulo ocupa la fosa parietal de la bóveda craniana i presenta como limites cerebrales: en la cara esterna, hacia adelante el surco central que lo separa del lóbulo frontal: hacia atras - el surco parieto-occipital, que establece en el cerebro humano un límite poco mar- cado entre este lóbulo i el occipital; hacia abajo la cisura de Silvio que lo separa netamente del lóbulo temporal en la parte anterior; en la parte posterior los dos lóbulos están separados por una línea ideal que prolongue la dirección do la cisura. En la cara interna de los hemisferios co- rresponde a este lóbulo una superficie cuadrilátera, que limita hácia adelante el surco calloso marjinal i hacia atras el surco parieto-occipital. Esta superficie se en- cuentra colocada hácia arriba i adelante de las circun- voluciones que forman la Cuña, de donde el nombre de Antecuña, prcccuneus, con que Burdach la ha desig- nado. II. Surcos. El mas constante i marcado de este lóbulo es el que en su cara esterna designamos >qomo sur- co inte r-p arietal (Fig. I, ip). (Sinonimia: Sulcus ínterparietalis, Ecker; Sulcus parietalis, Pansch; Intra 10 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. parietal fisure, Tumor.) Recorre oblicuamente la super- ficie cerebr il entre la cisura de Rolando i la de Silvio, en la prime oa porción de su trayecto, i en la segunda se dirije hácú abajo i hacia atras describiendo una curva paralela al borde superior del hem: - ferio. Esta última por- ción a vece 5 solo alcanza hasta el surco parieto-occipital (po); pero Lega en jeneral hasta continuarse con el surco occipital (o). En la primera porción de su trayecto este surco esta- blece un límite incompleto entre la circunvolución cen- tral posterior (B) i la segunda parietal (P 2), i en el resto de su estension separa la primera de la segunda parietal. (P 1 de P 2). III. Circunvoluciones. Las circunvoluciones que forman este lóbulo son: l.° La Central poste- rior (B). (Sinonimia: Gyrus cent alis posterior, Ecker; Circ. transcerse meclio-parielale, ^oville; Deuxiéme pli ascendent, Gratiolet; Ascending parietal convolution, Turner; Postero parietal gyrus, Huxley). Esta circun- volución, que nace al nivel del te¡ ció posterior de la ci- sura de Silvio, se dirije hacia el borde inter-hemisférico apoyándose en la Cisura de Rolando de que forma el labio posterior, g na la cara interna del hemisferio, siempre por detras de la prolongación de la C lisura de Rolando i al nivel de su estremidad se anastomosa con la central anterior para formar con ella el lóbulo paracentral. Del borde posterior de esta circunvolución parten hacia atras en la cara esterna dos grupos de circunvoluciones que van a constituir la parietal superior e inferior, cuya constitución compleja las ha hecho designar mas comun- mente con el nombre de lobulillos. 2.° En la cara esterna de este le bulo encontramos, por encima del surco Ínter parietal, un i circunvolución for- mada por dos o mas pliegues sinu( sos, transversalmente dirijidos, es el l ob ul i 1l o parietal supe- rior (Fig. I, P G- (Sinonimia: Gyrus parielalis supe- rior, Ecker Lobule du deuxiéme pli ascendant, Gra- tiolet; Pos ero parietal ' lobule da los ingleses; Obere innere Schiitelgruppe, Bischoff.) Hacia adelante este lobulillo se continúa con la centra. posterior que se pue- de mirar c >mo su oríjen, hácia abajo está unido casi constantemente con el lobulillo parietal inferior por un pliegue de pasaje que interrumpe al surco interparietal. Pozzi no croe tan frecuente esta comunicación entre los dos lobulillos, que a su'juicio falta en la mitad de los casos. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 11 3.° En esta misma cara i por debajo del surco inter- parietal se presenta la serie de circunvoluciones que for- ma el lobulillo parietal inferior (P 2). Estas circunvoluciones se presentan agrupadas, las unas al rededor de la estremidad de la Cisura de Silvio i las otras al rededor de la estremidad del surco temporal superior (t x), que les sirven de centros respectivos. Las primeras (P 21 forman las circunvoluciones supr a-m a rj inales. (Sinonimia: Lobulus supra- marginalis, Pli marginal superieur i lobule clu pli mar- ginal superieur, Gratiolet; Gyrus parielalis tercias o inferior, Wagner; Primera circunvolución parietal, Huguenin; Lobule clu pli courbe, Pozzi; lobulus tuberis, Huschke); i las segundas (P 2') forman el pliegue curvo o gyrus angularis. (Sinonimia: An- gular gyrus, Huxley; Pli courbe, Gratiolet; Segunda circunvolución temporal, Huguenin; Vértice del pliegue curvo.) Las circunvoluciones supra-marjinales se continúan hacia adelante con la central posterior i hacia atras con la primera temporal; las segundas hacia adelante con la primera temporal i hacia atras con la temporal media i la segunda occipital (F 2 i O 2). Son estas últimas las que se unen por pliegues de pasaje al través del surco interparietal con el lobulillo parietal superior. En jeneral estos lobulilljis presentan una gran variedad difiriendo no solo de un individuo a otro, sino también do un hemisferio a otro en el mismo cerebro. 4.° En la cara interna de los hemisferios corresponde a esie lóbulo la superficie cuadrada que limita hácia adelante el surco calloso n arjinal i hácia a tras el surco parioto-occipital, que se continúa por arriba con el lobu- lillo parietal superior i es á por abajo incompletamente separada por la prolongaos n posterior del surco calloso marjinal, interrumpido por un pliegue que une las cir- cunvoluciones de la superficie cuadrada con el gyr s for- nicatus. Esta superficie es la antecuña, el Vorzwickel do los autores alemanes, el lobule quadrilatere de los franceses, el pracuneus de Burdach (Fig. IV, P x"; Fig. IV bis L C,) Lóbulo temporo-occipital. I. Considerando como un solo lóbulo toda la superficie cerebral que cubre la fosa temporal i occipital, no solo 12 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. creemos ganar en claridad sino también hacer a un lado una división estéril i arbitraria, que embaraza el estudio inútilmente trazando en el cerebro humano líneas imaji- narias, cruzadas sin interrumpirse por la misma circunvo- lución al recorrer los dos lóbulos. Esta superficie presenta en la cara esterna, un límite marcado hacia adelante i hacia arriba, la Cisura de Silvio, que la separa del lóbulo frontal i el parietal. En la cara inferior, el borde angular i redondeado que forman al unirse el plano convexo, que corresponde a la fosa tem- poral i el plano lijeramente cóncavo, que cubre la tienda del cerebelo, se puede mirar como un límite entre el ló- bulo temporal i occipital, pero las circunvoluciones de los dos se continúan sobre este borde que no corresponde a ningún surco divisorio; en la cara interna el surco parieto- occipital separa el lóbulo parietal del lóbulo occipital. II. Los surcos de la superficie esterna de este lóbulo son: 1.° El surco temporal superior (Fig. I, t 1). (Sinonimia: Saleas lemporalis superior, Ecker; Scissure temporale parallele, Gratiolet; Antero temporal sulcus, Huxley.) Este surco recorre la superficie del lóbulo des- cribiendo una curva paralela a la cisura de Silvio, insi- nuándose entre las ramas del pliegue angular, que lo separa del surco interparietal. 2.° El surco temporal m e el i o (Fig. I, t2). (Sinoni- mia: Sulcus lemporalis meclius, Ecker; Postero temporal sulcus, Huxley.) Describe en esta cara una curva paralela a la anterior, curva mui irregular i tan frecuentemente interrumpida en su trayecto por pliegues de pasaje, que ajuicio de Pozzi no merece el nombre de surco que le dan los anatómicos. 3.°ElsMrco occipital t r a n s v e r s o (Fig. II, o, a izquierda.) (Sinonimia: Sulcus occipitalis trans- versas, Ecker; Fissura occipitalis externa, Pansch; Fis- sura occipitalis perpenclicularis externa, Bischoff.) Este surco constante en el cerebro de los monos i en el de los niños hasta el octavo mes de la vida intrauterina, en que jeneralmonte se borra según Bischoff, suele persistir como una hendidura profunda i transversal hacia arriba de la cual la primera circunvolución occipital (O 1) se encorva para continuarse con la segunda (O 2). 4.° El 5 u reo occipital superior (Fig. I, o; Fig. II, a derecha, o.) (Sinonimia: Scissure occipital superieur de los franceses.) Es la prolongación de CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 13 la cisura interparietal que se insinúa entre la primera i segunda circunvolución occipital, avanzando a veces hasta el borde superior del hemisferio. (Fig. IV, o.) Los surcos de la cara inferior son: l.° El surco temporal inferior. (Fig. I i III, t 3./ (Sinonimia: Sulcus temporalis inferior, Ecker; Pre- miére scissure lemporo occipital, Pozzi.) Se dirije desde la estremidad posterior del hemisferio hácia la cisura de Silvio, que a veces toca, describiendo una curva paralela al surco temporal medio interrumpida también por plie- gues de pasaje cuyo número es en jeneral de dos o tres. 2° El s u r c o occipito-temp oral infe- r i o r (Fig. III, t 4.) (Sinonimia: Sulcus lonjitudinalis in- ferior, Huschke; Sulcus occipito-temporalis, Pansch; Fissura collaterallis, Huxley; Fissura temporalis infe- rior, Bischoff; Seconde scissure témpora occipital, Pozzi.) Este surco arranca de la parte inferior i lateral del cuerno occipital, i se dirije hácia adelante describiendo una curva de concavidad interna hasta llegar al nivel del morcillon del Cuerpo Calloso, donde cambia de direc- ción, marcha hácia afuera, describe otra curva de con- cavidad inversa a la anterior i continúa después parale- la al borde de la gran hendidura de -Bichat. A veces siguiendo esta dirección alcanza hasta la Cisura de Silvio, en cuyo labio forma una profunda talladura; otras ve- ces este surco solo avanza hasta la parte media del ló- bulo temporal i por consiguiente no separa en toda su estension el Hipocampo. (Fig. III, H.) de la circunvolu- ción occipito-temporal lateral. (Fig. III, F 4.) 3.° El surco occipital inferiorfF\g.\IX, o 2.) Este surco que avanza de la cara esterna a la in- ferior, dirijiéndose lonjitudinalmente hácia el cuerno occipital, como una continuación del temporal medio, se- para la segunda de la tercera circunvolución occipital. «Su dirección casi directa de adelante atras, su inde- pendencia i la ausencia de incisuras laterales, le dan de ordinario un aspecto característico.» (Pozzi.) Ecker denomina a este surco i al occipital superior, surcos occipitales lonjitudinales o sagitales. (Sulci occi pitali longitudinali s sagitlalid 4.° El surco del Hi p p o c am p o (Fig. III, h.) (Sinonimia: Fissura Hippocampi: Parte anterior de la Scissure des Hippocampes, Gratiolet; Dentate sulcus, Huxley; Parte lateral de la Gran Hendidura cerebral.) Un surco profundo contornea la base de los pedúncu- 14 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. los cerebrales, describiendo al rededor de ellos una cur- va de concavidad anterior cuyas ramas avanzan hasta la base del lóbulo frontal; ese surco es la gran hendidura cerebral i sus ramas laterales se denominan surco del Hippocampo, porque se insinúan sobre la cara interna i superior de la circunvolución de este nombre. III. C i r c u n v o l u c i o « e s . En la cara esterna: c i r c u n v o l u c i o n te m- p o r a l superior (Fig. I, T 1.). (Sinonimia: Gyrus tempo 'alis superior o inframarginalis: Gyrus tempo- ralis primus, Wagner; Antero temporal gyrus, Huxley; Pli temporal superieur o pli marginal post, Gratiolet; Preim 're circonvolution temporale, Pozzi; Partie ' infe- rieure de la circonvolution de l'enceinte, Foville.) Esta circunvolución relativamente delgada en el hombre, se encierra entre la cisura de Si Ivio i el surco temporal su- perior que la limita inferiorr lente. Hacia arriba se con- tinúa con la arcada que forma el grupo de circunvolucio- nes del lobulillo parietal inferior al rededor de la estre- midad de la cisura de Silvio. 2.a La circunvolución temporal me- dia. (Fig. I, T 2.) (Sinonimia; Gyrus temporalis me- dius o secundus, Ecker; Pli temporal moyen i partie descendant da pli courbe, Gratiolet; Medio temporal gy- rus, Huxley.) Esta circunvolución limitada por los sur- cos temporal medio e inferior, se continúa hacia arriba con el gyrus angularis i la segunda occipital. Hacia aba- jo son tan multiplicadas las anastomosis que la unen con la circunvolución temporal inferior, que Pozzi ha pro- puesto mirar estas dos circunvoluciones como dos plie- gues de una sola i misma circunvolución, que abrazarla en tal caso todo el espacio que separa el surco temporal superior de la cara esterna, del surco temporal inferior de la cara inferior. 3.a circunvolución occipital supe- rior (Fig. I, O LJ (Sinonimia: Gyrus occipitalis primus o parieto-occipitalis medialis, Ecker; Pli de passage superieur externe i pli occipital superieur, Gratiolet; First exlernal annectent gyrus, Huxley; First bridging annectent or connecting gyrus, Turner.) Pequeña circun- volución situada hacia arriba i adentro del surco occipi- tal, que se continúa hácia adelante con el lobulillo pa- rietal superior por medio de la primera circunvolución de pasaje, circunvolución mui voluminosa que rodea la estremidad del surco parieto-occipital i sirve de lazo de unión a los dos lóbulos que separa este surco. Esta cir- cunvolución de pasaje, suele ser mui reducida en sus pro- porciones, caso que se presenta en la mujer c on mas fre- cuencia que en el homl re. 4.° La segunda circunvolución occi- pital (Fig. 1,0 2.) (Sinonimia: Gyrus occ'pitalis se- cundas o parieto-occipitalis lateralis, Ecker; Pli occipi- tal moyen i deuxiéme pli de pasage externe.. Gratiolet; Gyrus occipitalis medias, Pansch; Medio occipital i se- cond external annectent gyrus, Huxley.) Desde la es- tremidad posterior se dirije hácia adelante esta circunvo- lución entre los surcos occipitales superiores o inferiores, i va a continuarse con la segunda circunvolución tempo- ral i el pliegue curvo por medio de la segunda circun- volución de pasaje. 5.° La tercera circunvolución occipi- tal. (Fig. III, O 3.) (Sinonimia: Gyrus occipitalis tercias o temporo occipitalis, Fcker; Pli occipital inferieur i troi- siéme el quatriéme pli de passage externe, Gr itiolet; Gy- rus occipitalis inferior, Pansch.) Esta circunvolución se dirije de la estremidad occipital hácia la segunda circun- volución temporal a que está unida por la segunda cir- cunvolución de pasaje. Las tres circunvoluciones occipitales parten, según la observación de Ecker, de la porción-del lóbulo que corres- ponde en la cara interna a la Cuña. 6.° El gyrus descendens (Fig. 7).) Es una circunvolución que se lirije lonjitudinalmenle desde las ramas de bifurcación ¿e la fisura calcarina hácia el vér- tice del cuerno occipital. A esta circunvolución se unen por la cara superior la primera i segunda circunvolución occipital, i por la cara, inferior, el lóbulo lingual i fusi- forme, es decir, la 4.a i 5.a occipito-temporales inferiores. En la cara inferior las circunvoluciones de este lóbulo son: l.° La t e mp o r a l inferior. (Fig, III T 3.) (Sino- nimia: Gyrus temporalis inferior, Ecker.) Esta circunvo- lución unida a la temporal media por numerosos pliegues de pasaje, tiene hácia arriba un límite incompleto en el sur- co temporal medio, pero está en cambio netamente sepa- rada hácia adentro de la primera circunvolución temporo- occipital. (Fig. ,F 4)por el surco temporal inferior. (Fig. III, t 3.) 2.° La primera circunvolución tem- por o-o ccipit al. (Fig. III, F4.) [Sinonimia: Circunvo- CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 15 16 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. lucion occipito-temporal lateral, Ecker; Lobulus fusifor- 'mis, Huschke; Premiére circonvolution temporo-occi- pitale, Pozzi.] Situada entre el surco temporal inferior [/ 3] i el surco occipito-temporal 4,] se estiende desde la estremidad anterior del lóbulo temporal a la punta del lóbulo occipital. Surcos laterales accesorios i pequeñas depresiones le dan a la superficie de esta circunvolución un asjecto complicado, que hacen todavia mas irregular las anastomosis entre esta circunvolución i la siguiente. Su figura, mas estrecha en la estremidad que en el centro, le ha valido el nombre de lóbulo fusiforme, con que habitualmente se designa. 3.° La segunda circunvolución tem- p o r o-o c c i p it al. [Fig III F 6.] [Sinonimia: Circunvo- lución occipito-temporal interna o media, Ecker; Gyrus occipilo-temporalis medialis; lobulus lingualis, Huschke; Gyrus temporalis medialis, Pansch; Seconde circonvo- lution temporo-occipital, Pozzi.] Limitada hacia afuera por el surco occipito-temporal i hácia adentro por la cisura calcarina, tiene la forma de una masa o de una len- gua, de donde su nombre de lóbulo lingual. En la estremidad del cuerno occipital se continúa con la circunvolución occipital descendente, i hácia adelante presenta a veces relaciones tan estrechas con la circunvolución del Hip- pocampo, que algunos, como Pozzi, las confunden en una sola circunvolución. Las circunvoluciones de la cara interna de este lóbulo se agrupan en la superficie triangular que abrazan el surco parieto-occipital i la cisura calcarina; esta su )er- ficie, como ya hemos dicho, se designa con el nombra de C u ñ a. [Fig. Oz.] [Sinonimia: Cuneus, Lobule occipital, Gratiolet; Internad occipital lobule, Huxley; Gyrus occi- pitalis primus, Wagner; Zwickel de los alemanes.] Je- neralmente la Cuña se presenta dividida por algunos surcos superficiales. Las relaciones que afecta la Cuña con el Lóbulo Cuadrado i la circunvolución del Hippo- campo merecen un examen especial. Dos pliegues de pa- saje establecen esa unión. Uno, mui reducido, cruza hácia la parle media el surco parieto-occipital, formando un pequeñ 3 relieve en el fondo del surco; el otro, que Ecker denomina el gyrus cunei, está profundamente situado en el fonco de la cisura calcarina, que es necesario sepnrar anchainente para hacer visible; se presenta como un cor- don que únela Cuña con el ángulo postero inferior do la Antecuña o mas bien con la prolongación del gyrus for- CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 17 nicatus que se une a la circunvolución del Hippocampo. Este cordón cruza en la profundidad el ángulo de unión del surco parieto-occipital i la cisura calcarina. Para completar el estudio de la cara interna del cere- bro, vamos a describir aparte un grupo de circunvolu- ciones que rodea el cuerpo calloso, i que, siguiendo a Pozzi, consideramos como una gran comisura, una larga circunvolución de pasaje, que une entre sí los tres lóbulos de la cara interna. Esa circunvolución hacia arriba está formada por el Gyrus fornicatus. (Fig. IV Gf), i hácia abajo por el Hippocampo [Fig. IV 77. J continuándoselas dos al rededor de la estremidad posterior del -Cuerpo Ca- lloso. 2 El gy ru s fornicatus. (Sinonimia: Circunvo- lución del Cuerpo Calloso; Circonvolution de l'ourlet, Foville; Zwinge, Cingula o Gyrus cinguli, Burdach; Ca- llosal gyrus, Huxley; Fornix periphericus, Arnold; Pli du corps calleux, pli de la zone externe, Gratiolet; Se- conde circonvolution frontale interne, ou circonvolution cretée, Pozzi.) Esta circunvolución principia al nivel de la estremidad anterior del Cuerpo Calloso, contornea esa estremidad, gana la cara superior cuyo borde sigue 2. La forma de estas dos circunvoluciones reproduce el contor- no del Cuerpo-Calloso; faltando este cuerpo, la disposición de las circunvoluciones en la cara interna varía esencialmente. En el caso observado por Malinverni, i citado porPozzi, «el cuerpo calloso no existia, los dos hemisferios estaban separados, el girus fornicatus faltaba de una manera absoluta. La disposición de los pliegues en la cara interna era la siguiente: En la parte media se veia cuatro circunvoluciones voluminosas, dirijidas de arriba a abajo, separadas por anfractuosidades profundas, i cuyo borde inferior cubría,-en lugar del cuerpo calloso ausente,-los ventrículos laterales, los tála- mos ópticos, los cuerpos estriados i la bóveda de cuatro pilares. Las cuatro circunvoluciones medias parecían constituidas por el grupo medio de las circunvoluciones [lóbulo cuadrilátero] que habían ad- quirido un desarrollo mui considerable. Delante de estas, tres cir- cunvoluciones representaban el lóbulo frontal. Detras había cinco circunvoluciones». «Malinverni lo mira como un ejemplo de deten- ción de desarrollo en el estado del encéfalo hácia el cuarto mes de la vida intra-uterina; compara esta anomalía a la disposición normal del cerebro en los ovíparos.» El hombre a quien pertenecía este cerebro pareció gozar durante su vida de la integridad de sus facul- tades intelectuales. En otros casos de ausencia o atrófia considera- ble del Cuerpo Calloso en el hombre, a que hace alusión el Prof. Vul- pian, también se habían conservado la sensibilidad i la motilidad voluntaria. Le^ons sur la physiologie du Systeme Nervew. p- 663). 18 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES? hasta llegar al nivel del morcillon, ahí jira hácia abajo i adelante describiendo una curva de concavidad anterior para unirse con la circunvolución del Hippocampo. En su trayecto el gyrus fornicatus se encuentra hácia abajo separado del Cuerpo Calloso por un surco profundo,-el seno del Cuerpo Calloso,-i limitado superiormente por el surco calloso marjinal que lo separa de la primera frontal i del lóbulo paracentral, i mas atras de la antecuña; el surco parieto-occipital lo separa de la cuña. Pero siendo estas líneas divisorias incompletas no exis- te una separación absoluta entre el gyrus fornicatus i las circunvoluciones adyacentes. Léjos de eso, este gyrus se continúa estensamente con el lóbulo cuadrado, i está unido a la cuña por un pliegue de pasaje,-la circunvo- lución de la- cuña. En el borde de esta circunvolución que toca al cuerpo calloso se dibuja una línea de sustancia blanca que con- trasta con la sustancia gris de la corteza cerebral: es la estría lonjitudinal subyacente al girus fornicatus, la tecla, que continuándose hácia atras se ensancha i va a cubrir la superficie del Hippocampo donde se denomina substancia alba relicularis, sustancia que tiene relacio- nes íntimas con el Cuerno de Ammon en que termina. Según Meynert, este haz emerje sobretodo de la corteza de la circunvolución olfativa interna. L a Circunvolución del Hippocam- p o (Fig. IV H). (Sinonimia; Gyrus Hippocampi, Subicu- lum coma Ammonis, Burdach; Circonvolution d crochet, Vic d' Azir; Pli unciforme ou temporal moyenne interne el lobule de V Hippocampe, Gratiolet; Uncinate gyrus, Huxley). Esta circunvolución que forma hácia adentro el contorno de la Hendidura de Bichat, está hácia afuera limitada por la prolongación del surco occipito-temporal, cuando esa prolongación existe, i si falta, entonces la cir- cunvolución del Hippocampo se continúa i confunde con las dos circunvoluciones occipito-temporales. Se puede considerar esta circunvolución como la pro- longación del gyrus fornicatus, continuándose las estre- midades posteriores de ámbos jiros sin ninguna línea divi- soria. La estremidad anterior del Hippocampo bruscamente replegada sobre sí misma lleva el nombre de Crochet, uncus giri fornicati o simplemente el de girus uncinatus (Fig. IV U). Esta circunvolución se presenta hácia su parte media bifurcada en dos ramas, que el Crochet une anteriormente. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 19 La rama inferior es el Hippocampo propiamente dicho, i la superior, situada por dentro de la precedente, se inclina luego hácia afuera, describiendo una curva de concavidad anterior: es el Cuerno de Ammon. Estas dos últimas circunvoluciones, el Hippocampo i el Gyrus fornicatus, tienen relaciones estrechas con las circunvoluciones i el lóbulo olfativo. Dos cordones re- dondeados i rectilíneos forman las circunvoluciones olfa- tivas,-los girus rectos,-interceptando entre ambos un espacio triangular que ocupa el tractus olfatorio. De esas dos circunvoluciones olfativas, la interna se continúa con el Gyrus fornicatus i la esterna con el Hippocampo; el tractus olfativo por su raiz interna está en conexión con la corteza de la parte frontal del Girus fornicatus i por la raiz esterna tiene conexión con la corteza del Hippo- campo. 3. Lóbulo de la Insula i Lóbulo olfativo. I. Hacia la parte esterna de la cisura de Silvio, en la superficie inferior del cerebro, encontramos el Lóbulo de la Insula, que solo se percibe separando an- chamente los dos labios. [Sinonimia: Insula de Reil; Lóbulo del Cuerpo estriado; Opertus de Arnold; Lobus centralis, Gratiolet; Lobus caudicis, intermedius; Be- deckter oder Stammlappen.] La Insula está formada por un grupo de 5 o 6 peque- ñas circunvoluciones (gyri breves de Gall] que se irradian hacia arriba i adelante, separadas por surcos mui marcados aunque poco profundos. La Insula presenta el aspecto de una pata con garras, según la viva comparación del Dr. Fort. El Antemur o, considerado por Henle como una dependencia del Cuerpo Estriado, lo miraremos como una dependencia de este lóbulo, apoyados en las razones anatómicas de Meynert i las investigaciones de Charcot. A esta capa de sustancia gris está unida una masa de células ganglionares, que forman al parecer un núcleo aislado, que ha recibido el nombre de núcleo ami g- d alin o. [Sinonimia: Amígdala, Nucleus amígdala?, Mandelkern). Está situado en un plan inferior al Ante- muro, a que lo une un tractus de sustancia gris que es- 3 Huguenin. Anatomie de. Centres Nerveua;., trad. franc. París 1879., p. 133. 20 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. tablece una transición entre estas dos partes. 4 Pre- cisando mas su situación, dice Huguenin, que este núcleo se encuentra en la estremidad del lóbulo temporal, pro- fundamente, bajo la sustancia gris de la circunvolución del Hippocampo. Solo conocemos, añade, algunos haces de fibras que tengan relación con él. Uno de esos haces es el bandelete córneo, que parece sin embargo atravesar simplemente esta aglomeración de sustancia gris para dirijirse a la corteza vecina. 5. Por ahora nos limitamos a enunciar los elementos que forman las circunvoluciones de la Insula, en cuyo estu- dio tendremos que entrar mas adelante. II. El lóbulo olfativo, rudimentario en el hombre, tiene en algunos animales proporciones enormes que guar- dan armonía coji el desarrollo de sus aptitudes fisiolójicas. Está constituido por una hinchazón ovoide i aplastada, el bulbo, a donde van a terminar los nervios de la mem- brana de Schneider, i de cuya superficie inferior parte un haz de fibras blancas, el tractus olfativo, que repre- senta en el hombre el lóbulo olfativo de los animales. La estremidad posterior de este tractus se divide en tres raí- ces: la esterna, que atraviesa la Cisura de Silvio para ir a terminar en la sustancia blanca reticulada i en la corteza del Hippocampo; la interna, que va a la estre- midad del Girus fornicatus, i la media, que desaparece en el espacio perforado poco después de nacer i no ha podido hasta ahora ser seguida. 4 Berger. Loe. cit., p. 161. 5 Huguenin. Loe, cit., p. 106. CAPITULO II. Estructura de la capa cortical. I. Un manto gris cubre la superficie de los hemisferios formando una capa continua, elástica i unida, que del vértice de las prominencias baja al fondo de las anfrac tuosidades, pasando de una circunvolución a las vecinas. Esta capa, después de cubrir la superficie esterna, se refleja, por arriba, sobre el borde superior para continuar- se en la superficie interna, i, por abajo, gana la cara in- ferior del hemisferio. En la parte anterior i posterior de la cara interna la capa gris se continúa con la que tapiza la cara inferior; pero en la parte media, después de tapizar la superficie del gyrus fornicatus, se refleja de dentro a fuera para esten- derse sobre la parte libre que presenta la superficie infe- rior del mismo jiro, llegando hasta el fondo del seno del Cuerpo Calloso, donde se termina en un borde redondeado. En la cara inferior del hemisferio la capa gris se es- tiende unida i continúa hasta el borde interno de la cir- cunvolución del Hippocampo. Allí la capa cortical se re- fleja sobre sí misma, marchando hacia abajo i hacia aden- tro, cubierta por una delgada capa de sustancia blanca, para volver de nuevo a reflejarse en sentido inverso, de manera que describe en su trayecto una curva comparable con una invertida, una de cuyas ramas se continúa con la corteza del Hippocampo, quedando la otra libre; esta última aparece en la superficie del cuerno de Ammon como una línea gris, que designamos con el nombre de fascia dentata. De modo que si comparamos la capa cortical con un saco, como la compara Gratiolet, ese saco se presenta abierto al nivel del punto en que los gruesos manojos de fibras i de vasos salen o penetran en el interior del he- misferio. En término medio esta capa, que no es uniforme, pre- 22 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES senta un espesor de 2 a 3 milímetros. Enjeneral, es mas gruesa en las rejiones anteriores que en las posteriores; mas delgada en los viejos i en las razas de pequeña esta- tura. Su color es de un gris uniforme en el cerebro de los niños recien nacidos; de un gris rosado en los primeros años de la vida; estratificada en dos zonas de color diver- so en el cerebro del adulto, la zona superior gris i la zona profunda con una coloración rojiza acentuada (Luys); en el viejo es blanco-amarillenta, por la trans- formación granulo-grasosa que desarrolla el progreso de los años.-En la raza negra las coloraciones son mas os- curas que en la raza blanca. El peso específico de la corteza cerebral es 1030-1031. Bajo el punto de vista de la composición química de la capa cortical, solo se sabe hasta ahora que varía en las diversas edades de la vida. Bibra i Schlossberger han constatado al mismo tiempo que el cerebro de los animales recien nacidos contiene mas agua que el de los animales adultos. Bibra ha encon- trado en el cerebro de un embrión humano de 10 semanas 14,9 % de materias sólidas; en uno de 37 semanas 12,1 %; en el hombre adulto 21 a 26 %. En cambio el cerebro de los recien nacidos presenta una proporción menor de gra- sa i por consiguiente de fósforo. Schlossberger ha hecho también notar que no hai ninguna diferencia en la distri- bución del agua i de la grasa entre la sustancia blanca i gris del cerebro de los recien nacidos, mientras que en los adultos la sustancia gris es mas rica en agua i la sus- tancia blanca mas rica en grasa. 6 II. Examinando un corte de la capa gris, según el procedimiento indicado por Baillarger, vemos que mirán- dolo por transparencia, se dibujan una serie de capas al- ternativamente transparentes i opacas, de fuera adentro, i mirando el corte a la luz reflejada, las capas transparen- tes aparecen grises i las opacas se ven blancas. El espesor ele estas capas varía como su número en una misma circunvolución i en las distintas rejiones. Las investigaciones microscópicas limitaron al principio su propósito simplemente a esplicar la causa de esta di- versidad de coloraciones i de aspecto que el ojo desnudo habia dado a conocer. 6 Véase Tarcbanoff, Centres Psychcmoteurs en la Rcvue Mensuelle de Med, et Chir. 1878. p. 729 de donde hemos tomado estos detalles, Berlin (1858) valiéndose de cortes sometidos a la acción del carmín, hizo ver que las capas opacas eran mas ricas en células i las transparentes mas provistas de tubos. Mas tarde los trabajos de Clarke vinieron a dar a la investigación un nuevo rumbo. Prescindiendo el observa- dor inglés de todo lo que el ojo desnudo descubría, se propuso el estudio de la capa cortical tomando en cuenta solamente lo que descubría el microscopio. Siguiendo sus huellas los histolojistas han llegado a una doble fórmula que encuentra su espresion en los trabajos de Meynert i de Luys, cuyos estudios forman la base de los conocimientos actuales sobre la estructura de la capa cortical. III. Según Luys 7 el microscopio nos descubre como últimos elementos anatómicos: la célula nerviosa; las fi- bras nerviosas; tejido conjuntivo i capilares. Las células ganglionares o nerviosas se presentan como pequeños cuerpos piramidales, dispuestos en series para- lelas que forman capas sucesivas. En la zona superior se agrupan las células de menor volumen; en la zona mas profunda se encuentran las mas voluminosas, i entre am- bas las de un volúmen intermedio; de modo que el tama- ño de estos elementos va aumentando progresiva i gradual- mente de la superficie hacia el fondo de la capa cortical. La orientación, es decir la dirección del eje de estas peque- ñas pirámides, es en todas la misma; en todas, el vértice se dirije a la periferie «como una serie de agujas imantadas en la dirección del polo,» en todas, las líneas de las bases se presentan paralelas. El color de estos elementos es amari- llo de ámbar; su número puede calcularse en muchos mi- llares. (En 1 milímetro cuadrado, Luys cuenta de 100 a 120). Estas células no presentan membrana de envoltura; es- tán constituidas por un protoplasma, verdadero reticulum formado por el entrecruzamiento do fibras delicadas que tienden a aglomerarse hacia el núcleo de la célula; este núcleo, de aspecto brillante, tiene una apariencia radiada i presenta un nucléolo que también es divisible en filamentos. De las sustancias mismas de estas células parten filamen- tos que forman entrelazándose un reticulum ambiente que une las células de la misma capa entre sí. Entre las pro- longaciones que emiten las células hai una que parte de la base i va a perderse en el sistema de las fibras eferentes, i CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 23 7. Luys. Le Cerveau et ses fonctions. Paria 1876. p. 13, 24 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. otra que parte del vértice i va a las capas superiores o al reticulum ambiente. La sustancia conjuntiva, la neuroglia, se presenta como una trama, que partiendo de las envolturas cerebrales i las vainas de los vasos se irradia como una red en cuyas mallas se engastan las células i sus prolongaciones, «como los granos de una granada en el tejido fibroso blanco que los envuelve por todas partes,» según la pintoresca com- paración de Malpigio. Estos filamentos conjuntivos envuelven las células, les sirven de sosten i de órgano protector, no solo en el inte- rior de las circunvoluciones, sino también en la superficie del hemisferio donde forman una capa continua de un espe- sor apreciable. Los capilares desprendidos de la capa profunda de las meninjeas se sumerjen en la masa nerviosa, dividiéndose en redes cuyas mallas forman al rededor de los elementos ce- lulares areolas sanguíneas. «En resúmen, según Luys, la estructura de la corteza cerebral puede ser reducida a las proposiciones siguientes: «La sustancia cortical está formada por elementos ana- tómicos fijos, esparcidos en su masa en número infinito i que son las células nerviosas cerebrales; «Estas están juxtapuestas las unas al lado de las otras i en cierto modo se dan la mano; ademas están dispuestas en zonas regularmente estratificadas unas encima de otras, forman por sus prolongaciones un reticulum en todas par- tes continuo, que es el ájente de la unidad de acción de esta multitud de elementos aislados.» 8 IV. Para Meynert la corteza cerebral no tiene la es- tructura uniforme con que la describe Luys, presentando constantemente, por el contrario, una organización diversa en ciertas rejiones. Ya Vic d'Azir había observado al ojo desnudo diferen- cias de aspecto i de estructura; había visto que en las partes del lóbulo occipital que rodean al cuerno posterior de los ventrículos laterales, la sustancia gris está dividida en dos zonas por una faja blanca que ahora designamos con el nombre de Cinta de Vio d'Azir. Al ojo desnudo también se distinguen la corteza del Cuerno de Ammon i la Insu1^ de la corteza de las otras rejiones del hemisferio. La corteza presenta un stroma en que los elementos 8. Luye. Loa. cít, p¡ 19. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 25 nerviosos se hallan englobados i que en la descripción anterior hemos llamado la neuroglia. Rokitansky lo de- nomina Ependymformation\ Kolliker, Bindesubstanz; Deiters, Schioammige Substanz; Clarke, Gelatinoso; Kup- ffer, Moleculare Substanz. Para algunos esta trama está formada por células de tejido conjuntivo, envueltas en una red de tejido celular areolar; para otros es un tejido homojéneo, puntuado por núcleos de sustancia albuminoi- dea; para otros, como Henle i Wagner, debe ser asinilada a la sustancia descrita por Stilling en la corteza del cerebelo, sustancia nerviosa compuesta principalmente por las i edes terminales de las fibras nerviosas. Meynert le niega esta cualidad de sustancia nerviosa apoyándose en consideraciones de anatomía comparada. En el hombre, el espesor de la capa de neuroglia es y^ del espesor total de la corteza; en el chimpanzé % a en el perro en el gato en el murciélago %; en la vaca «Un tejido que gana en espesor a medida que las funciones psíquicas disminuyen no puede ser órgano de estas funciones.» La estructura reticulada que da Luys a la neuroglia no ha sido comprobada por las investigaciones mas mo- dernas, que por el contrario, confirman la opinión de que está constituida por una sustancia fundamental homojénea, en c ue se encuentran granulaciones producidas, según Meynert, por la coagulación del tejido después de la muerte. Los elementos figurados de la neuroglia se presentan bajo dos formas: la primera forma es la de núcleos 19 i 11 tí], í 11 en apariencia completamente libres, con bordes netamente dibujados i a veces de doble contorno; algunos desprovistos de nucléolos i otros con uno, dos o tres. Son células embrionarias, según Deyters 'i Boíl, provistas de envoltura, según Meynert;-la segunda forma es la célula de Deyters, que se encuentra aquí como donde quiera que hai neuroglia en los órganos centrales del aparato ner- vioso. «Según Boíl, no tiene un verdadero cuerpo: algunas de esas células parecen ser en efecto simplemente el punto de intersección de fibras irradiadas en medio de las cua- les se encuentra un núcleo. Los prolongamientos son nu- merosos, mui largos, mui finos, de dirección rectilínea, i solo rara vez presentan una subdivisión. Tampoco dismi- nuyen progresivamente en espesor. He constatado la pre- sencia de elementos de esta forma particular mas frecuen- temente en la superficie de la corteza, sobre todo al 26 rededor de la entrada de los vasos, al borde de los espacios linfáticos perivasculares» ,J. Esta neuroglia f j¿aa casi esclusivamente la primera capa de la corteza cerebral [ % a del espesor total). Esa capa encierra ademas pequeñas células mui aisladas, de forma piramidal o poligonal i que presentan prolon- gamientos que Meynert ha visto dividirse. Kolliker i Arndt describen en la periferie de esta capa una red de fibras nerviosas, otra red análoga la recorre en su espesor, probablemente en relación con las prolongaciones de las células nerviosas. La segunda capa está formada por pequeñas células multipolares que ofrecen una forma piramidal en los cor- tes verticales, apretadas unas a otras i análogas a las grandes células de la capa siguiente. Esta aglomeración de células da a la capa una coloración gris mui marcada. La terce. 'a capa, tres veces mas gruesa que la anterior, presenta células análogas, pero mas diseminadas, de un volúmen mayor i que va aumentando hacia la profundidad de la corteza. Las mas superficiales tienen un diámetro de 10 u; las mas profundas alcanzan a 40 o 45 u; las primeras son las pequeñas pirámides, las últimas son las pirámides gigantes por primera vez descrita por Betz i Mierzejew ski. Las de un volúmen intermidiario, de 20 a 22 u, son las grandes pirámides. Deben su nombre a su forma, que Meynert, como ya hemos dicho, considera como el resultado del corte i no como la forma de las células intactas. Para él estas células son fusiformes. Están for- madas por un protoplasma de estructura fibrilar, que pre- senta granulaciones entre sus fibrillas 10. Según Betz, las células jigantes no solo son caracte- CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 9. Huguenin. Anatomie des Centres Nervezix. trad. fran. París 1879, p. 283. 01. «Las células de la capa cortical fueron descritas por Malpigio (1687)» He descubierto, dice el célebre anatomista, en las disecciones que he practicado en el cerebro de los animales perfectos, que la sustancia cortical del cerebro es una masa de pequeñas glándulas amontonadas i ligadas entre sí. Estas glándulas en que se insertan, o mas bien, de donde salen las raíces blancas de los nervios, son mui injeniosamente arregladas, unidas i aproximadas unas a otras Son de una forma oval, a veces un poco aplastadas, porque se opri- men unas a otras. Sale de su parte interna una fibra blanca, nerviosa, que es como su vaso propio i que se vé claramente al través de estos pequeños cuerpos transparentes i completamente blancos: de modo que la sustancia blanca del cerebro es aparentemente un tejido i un conjunto de muchas especies de pequeñas fibras unidas entre sí. (De la structure des viscéres, Paris, 1687. Citado por Luys). risticas de ciertas rejiones, sino también propias de cierta edad i mui escasas en el niño; aumentando su número mas tarde probablemente por el ejercicio funcional. Estas células encierran siempre un núcleo de forma oval o redonda, según unos; fusiforme o piramidal, según Meynert. El mismo Huguenin rechaza la opinión de Mey- nert, apoyándose en un argumento perentorio. «Mientras mas fresca es la corteza que se examina, dice el profesor de Zurich, i menos avanzado el endurecimiento, se ven menos núcleos angulosos i triangulares, i son, por el con- trario, mas frecuentes los núcleos redondos» 11. Según Berger 12 este núcleo solo existe en las células adultas o en las viejas, siendo reemplazado en las células nuevas por una cavidad central angular. El núcleo contiene un nucléolo brillante 13. De la sustancia de estas células parten prolongamien- tos que presentan su misma estructura fibrilar, como Schultze lia demostrado. Desprendidos de la célula sufren una serie de divisiones dicotómicas, cuyos iiltimos filamen- tos, seguidos por Butzke, van a formar por anastomosis una red nerviosa. Se designa estos prolongamientos que erizan la superficie celular con el nombre de prolonga- mientos del protoplasma. Ademas de estos hai cuatro constantes i peculiares:-uno que se desprende del vér- tice de la pirámide, prolongamiento del vértice o termi- nal [Spitzen forsatz, de los alemanes], otro que se des- prende de la base, prolongamiento de Deiters o central de la base, [mittlere Basalforsatz, de los alemanes], i finalmente dos que parten de los ángulos inferiores. El prolongamiento de Deiters, equivalente al que pre- sentan las células multipolares de la médula espinal, se colorea con el carmín ménos vivamente que los otros, es ' oblongado, único, indiviso, grueso, recibe después de un trayecto mas o ménos largo una envoltura de mielina i poco después una vaina de Schwann, quedando trans- formado en una fibra nerviosa, que se continua directa- mente con un tubo nervioso. La otra estremidad del pro- longamiento se inserta, según unos, entre las fibrillas que CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 27 11. Loe. cil., p. 286. 12. L'erger, Dictionnaire encvclondique des Sciences Medicales. T. XIV, p. 177. 13. Butzke ha clasificado las células en dos variedades: «una clara, mui refrinjente, fuertemente coloreada por el ácido hiperósmico, i otra mas opaca, en que el núcleo es mas visible i que toma un color con este reactivo». forman la célula; según otros, está unida al núcleo por una terminación en gancho. Estos prolongamientos solo se presentan en las graneles pirámides i en las pirá- mides jigantes. En cuanto a los prolongamientos del vértice i de los án- gulos, forman todavía un punto oscuro de la anatomía del cerebro. Algunos creen, como Luys, que los primeros ponen en relación las células de una capa con las de la capa superior i que los segundos establecen relaciones entre las células de1 una misma capá. Para otros, como Meynert, los prolongamientos' no establecen una comuni- cación. directa entre las células, se dicotomizan, disaso- ciándose las fibrillas primitivas que los forman, para ir a terminar en una red nerviosa. Las células i los prolongamientos se presentan engas- tados en la neuroglia, ocupando espacios jeneralmente esféricos i de una capacidad mayor que el volúmen de la célula; la parte superior de estas pequeñas cavidades se alarga para rodear a la prolongación del vértice. Un núcleo esférico i grande suele encontrarse en ellas junto con la célula. Por último, las células mismas se presentan formando dos capas que se distinguen por el tamaño i el número de los elementos que contienen. En la capa mas superficial son mui numerosas i pequeñas; en la capa mas profunda presentan un diámetro mayor pero su número es mucho ménos considerable. En la zona mas inferior de esta capa es donde en ciertas rej iones se presentan las células ji- gantes. Esta capa presenta una coloración amarillenta debida al pigmento de las células i a la abundancia de los vasos capilares. La cuarta capa está constituida por células globulosas o redondeadas i rara vez triangulares, de 8 a 10 u, cu- yas prolongaciones, difícilmente visibles, pueden alcanzar a 3 o 4. No se ha podido constatar la estructura fibrilar de estos pequeños elementos, que encierran un núcleo i un nucléolo. Henle los ha hallado repartidos en número considerable en la segunda i tercera capa, pero es en la cuarta donde se acumulan. La quinta capa encierra las células fusiformes a que Meynert ha llamado la atención. Estos elementos se en- cuentran en la capa mas profunda de la corteza central i son los mismos que Robin denomina las células volumi- nosas de la volición. Tienen un diámetro de 30 u en tér- 28 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 29 mino medio i una estructura fibrilar. Presentan hácia arriba i abajo una tijera inflexión i en su eje mayor i menor un prolongamiento que no se sabe si se divide o nó, pero que se ve dirijirse hacia la periferie de la corteza. «Meynert ha observado ademas un hecho digno de llamar la atención. En el vértice de una circunvolución estas células fusiformes están colocadas verticalmente, es decir, en la dirección de las fibras de asociación que van de la Corona Radiada a la circunvolución; en la anfractuosidad comprendida entre dos circunvoluciones, se encuentran dirijidas por el contrario, siguiendo una tanjente a la corteza, es decir, que se encuentran aquí en la dirección del sistema de asociación que une las dos circunvoluciones vecinas 14. De aquí deduce Meynert, de una manera indiscutible, que estas células están intercaladas en el sistema de aso- ciación, en el plan de las fibras arqueadas. De modo que la corteza cerebral presenta tres clases de células nerviosas: las células piramidales, de la segunda i tercera capa; las células redondeadas de la cuarta i las células fusiformes de la quinta. Entre las primeras, las grandes células ganglionales presentan analojías mui mar- cadas con las-grandes células délos cuernos anteriores de la médula, i tienen por sus prolongamientos relaciones tan claras con el sistema de fibras aferentes que es lójico considerarlas como elementos motrices. La misma analo- jía existe entre los pequeños elementos redondeados de la cuarta capa i las células de los núcleos sensitivos de la médula, por lo que Meynert, las considera como elementos de sensibilidad} en cuanto a las células fusiformes, como ya hemos dicho, son elementos de asociación. VI. Entrando ahora en el estudio de las rejiones cere- brales que presentan particularidades de estructura prin- cipiaremos por la estremidad occipital, la primera que llamó la atención de los anatómicos por sus caracteres diferenciales que resaltan aun al ojo desnudo. En la estremidad occipital i en la parte interna de la anfractuosidad que da orejen al cuerno de Morand, Vic d' Azir había constatado que «en la mayor parte de los individuos» la sustancia gris se presenta dividida por una lámina blanca; Broca (1861) estableció la constancia de este hecho que caracteriza las circunvoluciones del piso 14 Huguenin, Loe., cit., p. 288 30 inferior del lóbulo occipital 16. Esta cinta blanca es de- bida a la falta de células piramidales que son las que contienen el pigmento. Las grandes pirámides faltan com- pletamente en esta rejion, solo hai pequeñas células gan- glionares apretadas, que forman una sola capa. Pero en cambio los elementos redondeados han adquirido un enor- me desarrollo, la capa que forman aumenta en espesor i se presenta dividida en tres estratas separadas por dos lá- minas de materia amorfa. En estas láminas se ven algunos elementos aislados de enormes proporciones, cuyo diámetro alcanza a ser mas que el doble del de las pirámides gi- gantes. La punta misma de esta capa celular solo presenta dos estratas, i por consiguiente una sola lámina divisoria. De modo que lo que caracteriza esta rejion es la dismi- nución de los elementos motores i el aumento de los ele- mentos sensitivos, lo que concuerda con el hecho de que van a terminar en esta rejion los hace sensitivos de la médula oblongada. En cuanto a la manera como se encuentran colocados los elementos nerviosos, Meynert los agrupa en ocho capas. La primera i la segunda que concuerdan con las ca- pas respectivas del tipo jeneral; en la tercera, en vez de las grandes células piramidales hai una capa de células re- dondeadas; en la cuarta hai algunas células piramidales poco numerosas pero notables por su volumen. Meynert las llama las células solitarias, por el aislamiento en que se hallan; la quinta presenta una nueva capa de células redondeadas; la sesta es análoga a la cuarta, i presenta como ella algunas células solitarias, en mui poco número; la sétima es otra capa mas de células redon- deadas; la octava es análoga a la capa de las células fusiformes del tipo normal. VIL En la rejion que ahora vamos a estudiar, rejion que comprende las circunvoluciones de la Insula i las partes vecinas del lóbulo frontal i esfenoidal, encontramos un desarrollo considerable de otro grupo celular, las células fusiformes, que constituyen por sí solas el antemuro i el núcleo amigdalino, que hasta hace poco eran considerados como elementos del Cuerpo Estriado. Haciendo resaltar Meynert, por una parte, la diferencia de testura que existe entre los gruesos gánglios de la base i el antemuro i el núcleo amigdalino, i su independencia CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 15. Bulletin di la Soc, d' Anthropologie, t. II; p. 313. recíproca, i por otra parte las relaciones estrechas que los ligan con la sustancia cortical ha constituido sobre una base nueva la anatomía de esta rejion. El antemuro es una lámina de sustancia gris estendida entre el núcleo lenticular i la corteza de la Insula, sepa- rada del primero por un sistema de fibras que se dirijen, las superiores de arriba a abajo, las inferiores de abajo a arriba, a penetrar en su cara interna. Este sistema de fibras, completamente independiente del núcleo lenticular, forma la cápsula esterna. La lámina de sustancia blanca que separa este órgano de la capa cortical presenta por el contrario un gran número de fibras que van directamente del uno al otro, ademas se encuentran fibras de asociación que vienen de diversas partes del cerebro i sobre todo fibras arqueadas que pertenecen a la Insula o rejiones vecinas. El núcleo amigdalino se presenta como una masa re- dondeada, pálida, intimamente unida al antemuro, cuyas relaciones por lo demas son hasta ahora poco conocidas. Esta masa de células está situada en la vecindad del lóbu- lo temporal. El antemuro i el núcleo amigdalino son esclusivamente formados por células fusiformes, es decir, por células que pertenecen al sistema de fibras de asociación, que se pre- sentan aquí en un número mucho mas considerable que en cualquier otra rejion del cerebro. Prescindiendo del enorme desarrollo de la última capa, esta rejion se amolda por completo al tipo de la estruc- tura jeneral que hemos descrito. VIII. En el cuerno de Ammon prepondera otro orden de elementos celulares:-las células motrices que presen- tan en esta rejion un desarrollo característico. Como hemos dicho, la sustancia gris de la corteza, des- pués dé cubrir la cara inferior del Hippocampo tapiza su borde interno, una parte de la cara superior i en seguida reflejándose sobre sí misma vuelve a llegar hasta el nivel del borde libre del Hippocampo, i apareciendo en la su- perficie constituye la fascia dentata, (Corps godroné, corps denté, bandelette dentellee.} Comparando la disposición de esta capa reflejada con las hojas de una serosa, diríamos que presenta dos superficies: una adherente que corresponde por fuera al Hippocam- po, por dentro al Cuerno de Ammon, i otra libre. La capa de sustancia blanca reticulada después de ta- pizar la superficie del Hippocampo, se insinúa entre las CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 31 32 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. dos hojas de sustancia gris i aumenta de espesor, llenan- do completamente la cavidad que quedaba entre las dos. De manera que al esterior entre el borde del Hippocampo i el corps godroné aparece un cordon de sustancia blan- ca, estejcordon es el subiculum, prolongación como hemos visto de la sustancia reticularis. La cara superior del Hippocampo i el Cuerno de Am- mon corresponden al ventrículo lateral, donde, se presen- tan cubiertos por otra capa de sustancia blanca que los alemanes denominan Muldenblatt (Capa de la Concha), i la parte convexa del Cuerno de Ammon cubierta por esta capa la designan con el nombre de Alveus (Vientre). Las fibras que constituyen el Muldenblatt, están en manifiesta relación con el Cuerpo Calloso. Después de tapizar el vientre la capa de la concha ga- na la cara inferior del Cuerno de Ammon, avanza sobre ella hasta encontrarse con un haz de fibras que se dirijen paralelas al eje del órgano. Este haz aplastado que toca hacia afuera la fascia dentata i cruza hacia adentro la hoja de la concha es el cuerpo franjeado, la fimbria o cuerpo bordante, la tenia o bandelete del Hippocampo. En resúmen, la superficie libre del Hippocampo i del Cuerno de Ammon se encuentran envueltas por una capa de sustancia blanca, formada por el Muldenblatt en la superficié interventricular, por la sustancia alba reí icu- laris, el subiculum i el cuerpo franjeado interiormente. Esta capa presenta una hendidura que atraviesa el corps godroné para asomar en la superficie. Lo que caracteriza la estructura de esta rejion es que desde el momento en que la capa cortical se refleja sobre el borde del Hippocampo para penetrar en la profundidad del Cuerno de Ammon, los elementos celulares quedan re- ducidos a las grandes células motrices; desapareciendo las células redondeadas i las células fusiformes. De manera que la primera capa de la corteza presenta pequeñas células transversales que pertenecen al tejido intersticial; en la segunda capa encontramos una red formada por los prolongamientos de los vértices de las grandes pirámides que ocupan la tercera capa. Estos pro- longamientos se dirijen hácia arriba i presentan divisicnes evidentes, cuyo entrelazamiento intercepta espacios peri- vasculares. Esta segunda capa fes la que Meynert desig- na con el nombre de Stratum lacunosum i Kupffer con el de Stratum reticulare. Debajo de la tercera capa en que se encuentran las pirámides jigantes no hai, como en el CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 33 tipo jeneral de la corteza, ni células redondeadas, ni fu- siformes. IX. El bulbo olfativo presenta en el hombre una corteza delgada i escasa en elementos, pero esos elementos son los mismos que en los animales que presentan un desarrollo mas considerable de este órgano; de modo que podemos trasportar al hombre los resultados obtenidos en el estu- dio de bulbos mas fáciles de analizar. En el perro encontramos cinco capas: la primera de neuroglia, ajustada al tipo jeneral, pero dominando en ella una enorme cantidad de núcleos; la segunda capa, la capa de los glomérulos, de una vascularización mui abundante, presenta pequeños cuerpos opacos Agloméra- los ) formados, según Meynert, por el apelotonamiento de un pequeño haz de fibras olfativas al rededor de una cé- lula. De estos glomérulos parten fibras que penetran en la tercera capa, la capa de las células ganglionares (Stra- tum gelatinosum de Clarke), que debe su nombre a la presencia de pequeñas células fusiformes i multipolares que van aumentando de volumen hacia el interior. En es- tas células vienen a terminar los prolongamientos que emerjen de los glomérulos. Debajo de esta capa encontra- mos otra de elementos mal definidos. Son granulaciones que no presentan prolongamientos, i por fin llegamos a la capa de fibras que constituye la capa medular, presen- tando estas fibras la particularidad de encontrarse entre ellas una gran cantidad de corpúsculos análogos a los de la cuarta capa. La estremidad del Hippocampo en que penetra la raiz esterna del tractus olfativo presenta un gran núme- ro de células globulosas (elementos de sensibilidad) que dan a esta reí ion un carácter particular. X. En resúmen, según Meynert, en el cuerno occipital i la estremidad del Hippocampo, predominan las células globulosas, que son elementos de sensibilidad; en el Cuerno de Ammon predominan las grandes células piramidales, es decir, los elementos motrices, i por último, en la rejion de la Insula son las células fusiformes, es decir, los ele- mentos de asociación los que presentan un desarrollo su- perior. Betz 16, para resumir las conclusiones de su estudio comparativo de la corteza cerebral, divide la superficie 16 Anatonúscher Nachweis Zweier Gehirncentra in Centralblatt, 1874, n, 37 i 38, citado por Charcot. 34 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. total del hemisferio en dos rej iones mas o menos separadas por la cisura de Rolando; en la anterior la corteza está caracterizada por el predominio de las grandes células piramidales sobre las globulosas; en la posterior, que comprende el lóbulo temporo-occipital, predominan, por el contrario, las globulosas sobre las piramidales. En la rejion anterior hai un departamento que encie- rra las células piramidales jigantescas i que comprende: l.° la circunvolución central anterior; 2.° la parte su- perior de la circunvolución central posterior; 3.° el lóbulo paracentral. Las pirámides jigantes no se encuentran uni- formemente distribuidas en todo este departamento, son mas numerosas sobre todo en la estremidad superior de las circunvoluciones centrales i principalmente en el lóbulo paracentral. En la rejion posterior el departamento que encierra las células globulosas mas desarrolladas comprende: l.° la Cuña; 2.° la mitad posterior del lóbulo lingual i fusifor- me; 3.° el lóbulo occipital; 4.° las dos primeras circun- voluciones temporales i el pliegue de pasaje. De esta organización especial deduce Betz que la rejion anterior es una rejion motriz, i en efecto la flsiolojía es- perimentaf ha localizado en ella los centros motores; i la clínica, como veremos mas adelante, tiende a justificar las presunciones fisiológicas. Apoyados en las mismas razo- nes anatómicas Betz i Meynert atribuyen funciones de sensibilidad a la rejion posterior. Charcot, apoyándose por su parte en hechos clínicos sagazmente interpretados, designa las parte posteriores del cerebro como sitio del sensorium. Por lo demas no creemos necesario insisi¿r en lo que hai de diverjente en las apreciaciones de Meynert i de Betz; nos bastará recordar que este último prescinde del Cuerno de Ammon al estudir la superficie cerebral. CAPITULO IIL Funciones de la Capa Cortical. I. Mientras la anatomía miraba como irregular, con- fusa i caprichosa la disposición de las circunvoluciones cerebrales; mientras no había señalado el microscopio diferencias notables en la estructura de las diversas re- jiones de la Capa Cortical, era natural que el criterio del fisiólogo se inclinase a considerar diseminadas en toda la corteza del cerebro las funciones que de ella dependían, era lójico que se resistiese a aceptar localizaciones que no tenían una base anatómica i que la prematura i des- graciada tentativa de Gall habían arrojado en el descré- dito. z Pero, ahora que una distribución fija e inalterable en sus rasgos fundamentales ha venido a reemplazar al des- orden confuso en que antes se presentaban agrupadas las circunvoluciones-del cerebro; ahora que a la estructura uniforme ha sucedido una estructura en que resaltan enormes diferencias, las condiciones del criterio varían i la lójica nos arrastra a conceder diversas funciones a las rejiones que presentan una estructura distinta. El cerebro, que ya no es un órgano uniforme para el anatomista, no puede ser un órgano uniforme para el fisiólogo. II. Sin embargo, a pesar de la anatomía i, como vere- mos mas adelante, también a pesar de la clínica, la fisio- lojia esperimental declaraba que la capa cortical desem- peña las mismas funciones en toda su estension, funciones estrictamente intelectuales i completamente ajenas a la sensibilidad i el movimiento. Mas todavía, declaraba esa capa inexcitable. «Las facultades intelectuales i percep- tivas, decía Flourens, residen en los lóbulos cerebrales; la coordinación de los movimientos de locomoción en el ce- rebelo; la excitación inmediata de las contracciones mus- 36 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. culares en la médula espinal i sus nervios.-Todo mues- tra pues, una independencia esencial entre las facultades intelectuales i las facultades locomotrices, entre la coordi- nación de los movimientos i la escitacion de las contrac- ciones musculares.-El órgano por el cual el animal percibe i quiere, no coordina ni escita", el órgano que coordina no excita i recíprocramente el que excita no coordina.-Un animal privado de sus lóbulos cerebrales pierde todas sus facultad.es intelectuales i conserva toda la regularidad de sus movimientos; un animal privado de su cerebro pierde toda la regularidad de sus movimientos i conserva todas sus facultades intelectuales.» 17 Finalmente, el mismo resumía su doctrina en las proposi- ciones siguientes: «l.°Se puede quitar, sea adelante, sea atras, sea arriba, sea al lado, una porción bastante consi- derable de los lóbulos cerebrales sin que sus funciones se pierdan. Una porción bastante restrinjida de estos lóbulos basta para el ejercicio de sus funciones; «2.° A medida que la separación se opera, .todas las fun- ciones se debilitan i estinguen gradualmente; i pasado cierto limite, quedan completamente destruidas. Los lóbu- los cerebrales concurren, pues, por su conjunto al ejer- cicio pleno i entero de sus funciones; «3.° En fin, desde que se pierde una percepción, todas se pierden; desde que desaparece una facultad, todas de- saparecen. No hai pues sitios diversos ni para las facul- tades diversas, ni para las percepciones diversas. La fa- cultad de percibir, de juzgar, de querer una cosa, reside en el mismo lugar que la de percibir, juzgar o querer otra, i por consiguiente, esta facultad, esencialmente una, reside esencialmente en un solo órgano.» Tal era la doctrina fisiolójica reinante. Los que no la aceptaban por completo no distaban mucho de ella, como Longet i el profesor Vulpian. Flourens había dicho: «Un pollo sin lóbulos cerebrales ha perdido todos sus sentidos: no ve, no oye, no huele, ni gusta, ni toca absolutamente nada.» Vulpian dice: «Un animal que ha perdido sus ló- bulos cerebrales no mira, no escucha, no olfatea, no gusta, no loca; pero todavia vé, oge, percibe los sabores i los olo- res, todavia tiene sensaciones táctiles.» I mas adelante añade: «En resúmen, a pesar de la ablación del cerebro en los animales de las diversas clases de vertebrados, la 17 P. Flourens. Recherches experimentales sur les propicies et les fonctions da Systeme Nerveux. París, 1842. p. XIII. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 37 sensibilidad persiste i se manifiesta por todas las reaccio- nes sensitivo-motrices que se pueden observar en el estado normal. Es necesario entenderlo bien: el rol del cerebro propiamente dicho consiste únicamente, respecto a la sen- sibilidad, en la elaboración intelectual de las sensaciones i su transformación en ideas». 18 I respecto a la motilidad, dice: «En resúmen, admitimos pues, respecto al rol de los hemisferios cerebrales en el mecanismo de la motilidad, que solo entran enjuego cuan- do se trata de los movimientos designados con el nom- bre de voluntarios. Insisto sobre este punto: entre los movimientos asi designados hai realmente pocos que me- rezcan este nombre propiamente hablando. Los fenómenos excito-motrices i sensitivo-motores, comprenden un gran número de movimientos que deben ser evidentemente bor- rados del número de los movimientos voluntarios; tampoco se podria clasificar entre estos movimientos los que se asocian a otros por exitacion conexa. No. quedarían en el grupo de los movimientos voluntarios, a titulo lejitimo mas que los movimientos intencionales». 19 También estaban de acuerdo los esperimentadores, con mui raras escepciones, en que la sección, el desgarramien- to, la quemadura, no se traducían en la corteza cerebral por ningún fenómeno a preciable. Los animales permanecían insensibles en presencia de estos oscilantes. Estas conclusiones se apoyaban, por una parte, en la esperimentacion que parecía demostrar que la capa no era escitable, que su ablación no ejercía influencia sobre la sen- sibilidadd solo sobre cierto orden de movimientos volun- tarios; i por otra parte, en la coexistencia de vastas lesio- nes del cerebro que no se habían traducido por síntoma alguno o que solo habían dado oríjen a síntomas insig- nificantes. Son bien conocidas las observaciones clínicas citadas en apoyo de estas conclusiones. El caso de Trousseau: un oficial que recibió un balazo en la parte anterior del cerebro, atravesándolo de sien a sien i que murió tres meses mas tarde no solo en la integridad de su intelijencia, sino también con un espíritu i una alegría poco comunes. Un caso análogo de un herido, también en la parte ante- rior del cerebro, citado por Vulpian.2 0 El caso de Bigelow: 18 Vulpian. Physiologie du Systems Nervuoc. París, 1866, p. 675. 19 Vulpian. Loc.dt., p. 688. 20 Vulpian. Loe. 711 38 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. un joven herido por una barra de fierro que, entrando en el ángulo izquierdo de la mandíbula pasó al través del vértice de la cabeza en la rejion frontal izquierda, ha- biendo atravesado la parte anterior clel hemisferio iz- quierdo. Este hombre curó rápidamente i vivió trece años sin manifestar ningún síntoma especial que pudiera ser atribuido a una lesión tan grave del cerebro. 21 III. Pero en contradicción con estas conclusiones no solo se levantaba la localización de la afasia establecida vagamente por Bouillaud, en 1825, en la rejion frontal del hemisferio izquierdo i definitivamente fijado por Broca en la parte posterior de la tercera circunvolución frontal, ' sino también la correlación que este eminente observador habia encontrado entre ciertas parálisis de los miembros i ciertas lesiones corticales. «Si volvemos por un momen- to, dice Bouillaud, sobre los síntomas que hemos consta- tado en los enfermos cuya observación reproducimos, ve- mos que en unos, un solo miembro era paralizado, que en otros la parálisis afectaba los dos miembros, que en és- tos la hemiplejía era completa, en aquéllos incompleta, de manera que, por ejemplo, el ojo, los párpados, las meji- llas, la lengua conservan el uso de sus movimientos, mien- tras que los miembros estaban completamente privados de su facultad motriz, ¿de qué pueden provenir esas diferen- cias i muchas otras que no hemos indicado? Parálisis de sitio diferente, suponen necesariamente tina alteración cuyo sitio también varia. I puesto que el sitio de la pa- rálisis varia según el sitio de la lesión cerebral, es rigo- rosamente posible reconocer el uno por el otro Si hemos cometido, añade, algunos errores en la determi- nación de las relaciones entre el sitio de las parálisis i el de las lesiones cerebrales, quedará siempre demostrado que existen en el cerebro muchos centros de movimiento como existen muchos órganos intelectuales. La pluralidad de los centros cerebrales destinados al movimiento está probada, en efecto, por la existencia de las parálisis par- ciales correspondiendo a una alteración local del cerebro, porque es evidente que si este órgano no fuera compuesto de muchos centros motores o conductores del movimiento muscular, seria imposible concebir cómo la lesión de uno de esos puntos arrastra la parálisis de una parte dada 21. Cita<lo por Ferrier. Loe. cit. p. 202. No creo necesario insistir eii que de los hechos citados solo se puede rigurosamente desprender que la parte anterior del cerebro puede ser lesionada sin perturbar las funciones intelectuales. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 39 de] cuerpo sin afectar en nada los movimientos de las otras partes. Sé que las proposiciones anteriores parecen en contradicción con los resultados de las esperiencias hechas en los animales. En efecto, es cierto que después de la ablación de sus lóbulos cerebrales, un animal toda- via puede andar, correr, mover las mandíbulas, los ojos, los párpados, etc., i no es menos positivo que la alteración de un hemisferio cerebral en el hombre da oríjen a una parálisis mas o menos estensa de los músculos volunta- rios del lado opuesto del cuerpo. ¿Es posible refutar estos hechos unos con otros? Nó, sin duda, porque hechos igual- mente positivos no son susceptibles de refutación. Conten- témonos con constatarlos, llegará el dia en que una luz nueva venga a disipar la contradicción aparente que ahora existe entre ellos.» 22 Por otra parte el estudio de la atrofia parcial del cere- bro inducía a Cotard a creer que «probablemente existe una disposición nativa de ciertas células o grupos de célu- las para ciertas funciones, i estas diferencias, probablemen- te mui débiles al principio entre los diversos elementos ner- viosos, se exajeran i caracterizan a medida que la educa- ción i el hábito de las funciones diferentes influencian las diversas rejiones del cerebro, de manera que se puede decir que la localización de las facultades cerebrales es sobre todo adquirida para cada individuo a medida que su inte- lijencia se desarrolla. 2 3 En el estudio de las convulsiones epileptiformes ligadas a una lesión de la corteza cerebral, Odier (1811), Lalle- mand (1820), Sérres (1824-1826), robustecieron o confir- maron las ideas de Bouillaud, llegando Sérres hasta escri- bir que «según una multitud de observaciones hábilmente comparadas, se podrá designar la parte del cerebro lesio- nada juzgando por el miembro afectado de parálisis o con- vulsiones. Asi, si es el brazo derecho, la alteración orgá- nica estará en el encéfalo en la porción que corresponde encima del parietal izquierdo i vice-versa.» 24 Hughlings- Jackson, estudiando estas convulsiones unilaterales i loca- lizadas, insistió vivamente en que ciertos movimientos de 22. Charcot i Pitres en su Localisatíons Corticales (Revue Men- suelle de Med. ct Chic. 1877, p. 448) han reproducido esta pájina en que Bouillaud echa resueltamente las bases déla teoría de las lo- calizaciones corticales, yendo mucho mas allá de la simple localiza- ción de la afasia como jeneralmente se cree. 23. Cotard. Atrophie Partidle du Ceroeau, Paris 1868, p. 95. 24. A- Sérres. T. III, p. 664. Citado por Charcot i Pitres. 40 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. un lado del cuerpo eran debidos a la irritación de un punto del hemisferio opuesto, eran el resultado de la escitacion de la sustancia cortical, i entró a considerar la cuestión bajo su aspecto fisiolójico. El mérito de Hughlings- Jackson sobre sus antecesores consiste en haber colocado la cuestión clínica sobre su verdadero terreno. Como se ve, la clínica proclamaba las localizaciones del movimiento voluntario en la corteza cerebral, anticipán- dose a las esperiencias fisiolójicas que mas tarde debían confirmarlas. IV. En 1870, Fritsch i Hitzig notaron que una cor- riente galvánica aplicada en la parte posterior de la ca- beza, atravesando de una apófisis mastoides a la otra, pro- vocaba movimientos de los globos oculares. Una serie do esperiencias los condujeron a creer que la aplicación de una corriente galvánica en ciertas rejiones de la superficie cerebral determinaba movimientos, correspondiendo cons- tantemente un mismo movimiento a la escitacion de'una zona determinada. «Mis propias investigaciones, dice Hitzig, al principio solo me habían conducido a saber que con corrientes débi- les se podía provocar movimientos de las estremidades, del facial i los músculos del ojo. Ademas se veia que los músculos del tronco i de la cola podían ser escitados por otros puntos de una manera inconstante. «Ferrier observó que con la excitación de una corriente fuerte aplicada en la parte anterior e inferior del cerebro del perro i del gato se producían también movimientos de masticación.» 25 Las primeras esperiencias de Ferrier pusieron también de manifiesto un hecho interesante: la rejion cortical, cu- ya escitacion determinaba los movimientos de la mandí- bula, la lengua, la boca i los músculos del cuello entre la barba i el esternón, correspondía a la rejion en que Broca había localizado en el hombre la facultad del len- guaje articulado. Por otra parte la escitacion de esta re- jion en un solo hemisferio determinaba los movimientos respectivos en los dos lados de la cara. Multiplicadas las esperiencias de Ferrier de una manera sistemada i mas estensa en el cerebro del mono, del pe- rro, del chacal, el gato, el conejo, el chancho de la India, el ratón, el pichón, las ranas i los pescados, quedaron 25. E. Hitzig. Ucber der heutigen Stand der Frage von der Loca- lisation in Grosshim in Volkmun Klinischer Vortrage, p. 967 41 comprobadas en una gran escala las dos proposiciones fundamentales de Hitzig i de Fritsch. La corteza cere- bral era escitable i a la escitacion de una rejion deter- minada correspondía un movimiento muscular también determinado.» 26 La analojia hacia sospechar que la esperimentacion en el hombre produciría resultados idénticos; pero esta ana- lojía, por razones fáciles de concebir, solo en un caso ha sido comprabada por la esperimentacion directa. El ciru- jano americano Bartholow, aprovechando la destrucción del parietal por un cancroide, introdujo agujas al través de la dura madre en la corteza cerebral e hizo pasar una corriente. Se produjeron contracciones en muchos grupos musculares del lado opuesto; pero habiendo aumentado la fuerza de la corriente, sobrevino un ataque de epilepsia seguido de coma. Tres dias después murió la enferma. 2 7 La escitacion de ciertas rejiones de la capa cortical era seguida de un movimiento. Hé aquí el hecho; ahora ¿cómo interpretar ese hecho? Desde luego ese movimiento podía ser producido no por la rejion misma que se escitaba, sino CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 26. Si los esperimentadores anteriores no habían conseguido la es- citacion de la corteza cerebral, era debido al jénero de escitantes i al método co'n que ellos procedían. «El método principalmente seguido por Fritsch i Hitzig consiste en la aplicación directa en la superficie de los hemisferios por medio de un par de electrodos romos, de la excitación producida por la ce- rradura, la abertura o la conmutación de la corriente de una pila galvánica bastante intensa para dar una sensación neta en la estre- midad de la lengua. El método empleado por Ferrier consiste tam- bién en la aplicación de los electrodos de la segunda espiral de la bobina inductiva de Dubois-Reymond, unidos a una pila de poder electro-motor igual a un oh mentó de Daniell. La resistencia en la bobina primaria era tal que Ferrier tenia una corriente de 1,9 uni- dades máximun, según la estimación del profesor Adams. La cor- riente inducida en la bobina secundaria a ocho centímetros de dis- tancia de la bobina primaria, era bastante poderosa como para pro- vocar una sensación picante, pero mui soportable, cuando los elec- trodes tocaban la punta de la lengua. La mensuracion por la lengua es la medida práctica mas fácil de la intensidad de la corriente i es el mejor procedimiento para reglar el grado de escitacion. En las es- periencias largo tiempo continuadas, el desfallecimiento del poder de la batería puede exijir una aproximación mayor de los dos cilin- dros para producir sobre la lengua la misma sensación que antes.» -Ferrier, Les fonctions du Cerveau. Trad. fran., p. 207. 27. Hemos encontrado en el Progrés Medícale de 1874, II. p. 368, la atrevida esperimentacion del cirujano americano, Bartholow que creemos digna de ser conocida en todos sus de- talles. 42 porque al través de ella iba a obrar la corriente eléctrica sobre las partes realmente motrices del cerebro. La solución de este poblema exijia una contraprueba esperimental, la esperimentacion por destrucción. Si la destrucción de un punto cuya escitacion determina un movimiento dado, trae la supresión de ese mismo movi- miento, esta contraprueba no puede dejar la menor duda sobre el verdadero carácter escito-motriz de la rejión. Como es fácil comprender, esta contra-prueba esperi- CIRCÜNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES «Mary Kafferty, edad 30 años, nacida en Irlanda, habitante de Cincinati, sirviente, entró al Good Samaritan Hospital el 26 de enero de 1874. Es una mujer de mediana estatura, salud poco floreciente, i de una intelijencia mediocre. Pertenece a una familia de cinco hijos que gozan todos de buena salud. Su padre murió de una enfermedad aguda cuyo nombre ella igno- ra, pero su madre está viva i en buena salud. La salud de Ma- ry habia sido buena hasta hace trece meses en que le apareció una pequeña ulceración, causada por la picadura de un peine, en la parte posterior del cráneo, sobre el cuero cabelludo. Siendo niña se habia caido sobre el fuego, su cuero cabelludo se quemó profundamente i no le salió pelo en ese lugar. No hai antecedentes sifilíticos, no ha tenido ataques epilépticos ni convulsiones. El dia de su entrada presenta un estado jeneral poco satis- factorio. En la unión de los bordes superiores i posteriores de los parientales se ve una ulceración de forma circular, que se estiende a izquierda a cuatro pulgadas del conducto auditivo izquierdo i a derecha a tres pulgadas i media del mismo con- ducto. La parte anterior de la úlcera se detiene a cuatro pul- gadas de la raiz de la nariz i hácia atras hasta dos pulgadas i cuarto de la protuberancia occipital esterna. El cráneo está destruido en una estension de dos pulgadas i al través de esa ancha perforación, se ven mui fácilmente los latidos del cere- bro. Los bordes de la úlcera son espesos i callosos; el fondo secreta una gran cantidad de pus; no hai dolores mui vivos. Aunque poco intelijente, Mary responde con facilidad a las preguntas que se le dirijen. Su hermana i su primo nos han confirmado la exactitud de sus datos. Ninguna vacilación en la palabra. Es de sarácter suave i le gusta reirse. Las pupilas son normales. No tiene ni dolor de cabeza, ni vértigos. La sen- sibilidad táctil es normal en todo el lado izquierdo de la cara; a derecha parece disminuida, porque los dos puntos del aeste- siómetro solo son percibidos cuando están separados una pul- gada unu de otro. Sobre la cara dorsal de las manos, siente fácilmente nn apartamiento de las dos puntas a pulgada i cuar- to. La sensibilidad para el dolor i la temperatura son norma- les. Los músculos de los miembros se contraen fácilmente bajo CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 43 mental debe ser instituida en el cerebro de animales cuyo tipo se acerque al del hombre i solo puede ser corroborada por la observación clínica que nos muestre la lesión cor- tical que determina los fenómenos que constatamos, i por las modificaciones que determina en la corteza cerebral la desaparición del incitante perisférico con que está ligada. Es decir, que la comprobación puede ser directa', mostrando que la lesión de una zona motriz ha producido en el hom- bre los mismos fenómenos que la esperimentacion había la influencia de las corrientes farádicas. La sensibilidad mus- cular es normal. Aparatos i método esperimental.- Corriente galvánica de una batería de Siemen i Halske de 10 elementos. Corriente fará- dica de la Compañía gálvano-farádica. Agujas aisladas de distinta magnitud. Con los progresos del mal se habían eliminado porciones considerables de sustancia cerebral i el cirujano había tenido que incidir profundamente el hemisferio para dar salida al pus; así es que pensamos que se podría introducir en el cerebro agujas mui finas sin ningún peligro. Estas estaban aisladas en toda su lonjitud, escepto en la punta, a fin de limitar en lo po- sible las difusiones de la corriente, como en las esperiencias de Fritsch, Hitzig i Ferrier. Nos proponíamos esplorar con prudencia, valiéndonos de las dos especies de corrientes, las diversas rejiones del cerebro, anotar con cuidado las variacio- nes de temperatura i buscar con el esfimógrafo la presión de la sangre i la tensión arterial. Desgraciadamente los progresos rápidos del mal nos impidieron entrar en todos esos detalles. Obs. I.-Para esplorar la sensibilidad de la dura madre i el cerebro.-Introdujimos en distintos puntos agujas en la dura madre i el cerebro. Siempre que tocábamos los mamelones carnosos de la úlcera causábamos dolor, pero cuando las agujas penetran en la dura madre, Mary nos dice constantemente que no sufre. Cuando han entrado en la sustancia cerebral no pro- ducen ninguna sensación dolorosa. La irritación mecánica de la sustancia cerebral no da lugar a ningún movimiento, a nin- gún fenómeno de sensibilidad en las estremidades. Obs. 2.- Para estudiar la acción de la corriente farádica sobre la dura madre.-Dos agujas aisladas son hundidas a izquierda sobre la dura madre. Al cerrar el circuito, sobrevienen con- tracciones mui evidentes en el brazo i la pierna del lado dere- cho. El brazo se dirije hácia afuera, los dedos se estienden i la pierna se dirije hácia adelante. Los músculos del cuello también entran en acción i la cabeza se dobla hácia el lado derecho con fuerza. Obtenemos estos efectos con la corriente mas débil i ménos intensa de la pila. Los mismos fenómenos se observan cuando se hace obrar una corriente semejante encima del lóbulo posterior derecho. 44 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. determinado en los animales; o indirecta, mostrando en el cerebro humano la atrofia del punto correspondiente a un órgano amputado, destruido o no desarrollado. A esta do- ble comprobación añadiremos otra que hasta aquí ha pasado desapercibida. La edad avanzada determina con frecuencia hundimientos parciales de la corteza cerebral, i por mi parte puedo citar dos observaciones en que esos hundimientos están ligados con los fenómenos de la pará- lisis agilans i otros dos de un valor negativo, en que su Cabeza fuertemente doblada a izquierda, los estensores del bra- zo i de la pierna izquierda entran en acción. Obs. 3. -Para estudiar la acción de la corriente farádica sobre los lóbulos posteriores del cerebro.- Una aguja revestida de un barniz aislador es hundida en el lóbulo posterior iz- quierdo, de manera que la parte no aislada penetra entera en la sustancia cerebral. Otra aguja semejante es puesta en contac- to con la dura madre a un cuarto de pulgada de la primera. Tan pronto como se cierra el circuito, se manifiestan contrac- ciones en los músculos del miembro superior i del miem- bro inferior del lado derecho, como en las observaciones pre- cedentes; se observa también una contracción lijera, pero mui neta, del orbicular de los párpados a izquierda, i una dilata- ción de las pupilas. Mary se queja de una sensación mui fuer- te i desagradable de hormigueo en los miembros del lado dere- cho i sobre todo en el brazo derecho que se frota vigorosa- mente con la mano del lado opuesto. Apesar de los sufrimien- tos reales que esperimenta, Mary sonreía como si estas espe- riencias la divirtieran. Se saca la aguja del lóbulo izquierdo i se la hace penetrar en el derecho mas o ménos en la misma dirección. Tan pronto como la corriente se establece se observan los mismos efectos sobre los miembros del lado izquierdo, sobre el orbicular dere- cho i las pupilas. Miéntras la aguja estaba en el cerebro Mary se quejaba de un vivo dolor en el cuello. Para producir efectos mas marcados aumentamos la fuerza de la corriente. Tan pron- to como pasa por las agujas, Mary parece dominada por una viva angustia i principia a llorar. La mano izquierda se estien- de vivamente como para tomar un objeto situado delante de ella, el brazo es ajitado por convulsiones clónicas, los ojos que- dan fijos i las pupilas anchamente dilatadas, los labios se po- nen azulejos i la espuma sale de su boca; la respiración se hace estertorosa, pierde el conocimiento i todo el lado izquierdo es atacado de convulsiones violentas. El ataque dura cinco mi- nutos i es seguido de coma. Treinta minutos después Mary vuelve en si misma i se queja de debilidad i de vértigos. Obs 4.- Para estudiar los efectos de la corriente farádica sobre los lóbulos posteriores.- Los efectos obtenidos fueron idénticos a los de las observaciones anteriores, pero la corrien- CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 45 presencia fuera de la zona motriz no había determinado ningún fenómeno de movimiento. Pero por mas elevado que sea el animal en que se opere tendrán necesariamente que escaparse una serie de mani- festaciones de sensibilidad i de intelijencia que el animal no puede trasmitirnos, i por otra parte, es raro encontrar en el cerebro del hombre una lesión perfectamente limi- tada i circunscrita. Doble dificultad que la sagacidad de te no fué bastante fuerte para producir ataques epilépticos. Se observó a ambos lados contracciones de los músculos estenso- res del lado opuesto del cuerpo, dolor i hormigueo de las estre- midades, sobre todo en las manos. Obs. 5.-Para estudiar los efectos de las corrientes galvánicas sobre los lóbulos posteriores.-Tres dias después de la observa- ción 4 Mary fué llevada al cuarto en que están colocados los aparatos eléctricos. Nos proponíamos esplorar los lóbulos pos- teriores con las corrientes galvánicas; pero tuvimos que aban- donar la esperiencia. Mary estaba pálida i fatigada, sus labios violáceos i tenia dificultad para andar. Se quejaba mucho de adormecimiento i hormigueo en el brazo, el hombro i el pié del lado derecho. Se servia con mucha dificultad del brazo derecho i examinándolo atentamente reconocimos que existia parésia, i rijidez de los músculos de todo el lado derecho del cuerpo. Espresaba la dificultad que sentía al andar, diciendo que estaba mui machucada. Miéntras me contestaba, estando sentada de- lante de mí, observé movimientos rítmicos de flexión i de estension en los músculos del brazo derecho. Se estendieron. luego al cuello i el hombro, que temblaban junto con el brazo, Mary se puso mui pálida, se cerraron sus ojos, perdió el cono- cimiento, iba a morir cuando la acostamos en posición hori- zontal, miéntras siguiendo mi orden el doctor Soelley la hacia respirar cloroformo. Los movimientos convulsivos cesaron in- mediatamente. Obs. 6.-Al dia siguiente Mary estaba decididamente peor. Estaba sumerjida en un estado de estupor profundo i no con- testaba. En la tarde tuvo un ataque convulsivo limitado a todo el lado derecho. Después de ese ataque perdió el conocimiento totalmente i quedó paralizada del lado derecho del cuerpo. Esta parálisis interesaba a la vez el movimiento i la sensibili- dad, porque no se podía determinar movimiento aun irritando lo mas vivamente posible la piel del lado enfermo. Los ojos estaban en estrabismo converjente, las pupilas dilatadas e inmóviles. Autopsia.-Solo se examinó el cerebro. No hai adherencias anormales de la dura madre i el cráneo. Las venas superficia- les están ingurjitadas. Una capa espesa de pus amarillo-verdoso cubre todo el hemisferio izquierdo, todo el cerebro está vas- cularizado. En el punto correspondiente a la úlcera del cráneo, 46 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. los esperimentadores i la atención afortunada de los clíni- cos ha removido ya en gran parte. V. Esperimentando Ferrier en los monos i por el doble medio de la escitacion eléctrica i la destrucción de una misma rejion, ha establecido dos órdenes de centros: unos sensitivos i otros de movimiento. Los centros sensitivos son: 1.° El gyrus sobre el hemisferio izquierdo se encuentra un exsudato-blanco- amarillento bastante espeso, no va mas allá de la cisura me- diana; en el lado derecho no se ve nada semejante. En la su- perficie del cerebro, en los puntos en que las agujas habían sido hundidas, no se veia ninguna alteración especial, ni vas- cularización, ni exsudato mas considerable. Antes de estudiar las lesiones producidas por las agujas en la pulpa cerebral, sumerj irnos el cerebro durante 24 horas en una solución de ácido crómico. Cuando estuvo suficientemente endurecido, hizimos una série de cortes horizontales, prin- cipiando por la parte superior, con el objeto de buscar las lesiones producidas en el interior de la pulpa cerebral. Fué fácil seguir a los dos lados el trayecto de las agujas. En el lado izquierdo la aguja había penetrado en el lóbulo parietal superior, (Ecker) en el gírus central posterior, (Henle) en el lóbulo postero-parietal, (Turner) a una pulgada de la cisura lonjitudinal: la aguja había entrado a una pulgada de pro- fundidad en el espesor de la sustancia cerebral. El trayecto de la aguja estaba indicado por un tractus de sustancia cerebral difluente, de dos líneas de diámetro. En el lado derecho la aguja había entrado en la misma circunvolución pero un poco mas atras, a pulgada i media de la cisura lonjitudinal. La aguja de ese lado había penetrado a mayor profundidad, pul- gada i media, i su trayecto en el lóbulo cerebral también estaba indicado por la difluencia del tejido. La sustancia cerebral vecina al trayecto de la aguja estaba completamente sana. Aparte de la conjestion vascular bastante intensa no había mas lesión que la producida por las agujas. La causa principal del ingurjitamento de las venas superficiales era un trombus del seno lonjitudinal al nivel de la úlcera. La inflamación era sobre todo manifiesta al nivel del seno lonjitudinal superior i sobre la hoz del cerebro, léjos de las agujas. Aunque paresca admisible que no se puede introducir en la pulpa cerebral las agujas mas finas sin producir una lesión, sin embargo nos pa- rece que la terminación fatal de este caso debe ser atribuida a la propagación de la inflamación de la úlcera del epitelioma al seno, a la formación de un trombus i a la inflamación de la aracnoides en los puntos en que la dura-madre había sido totalmente destruida*por la ulceración.» Bartholow. Esperimental investigation in to the function of the human brain. American Journal of the Med. Scien April 1874. angularis. \ Escitado este jiro, los ojos se dirijen al lado opuesto con desviación hacia arriba o abajo, las pupilas se contraen i hai tendencia a cerrar los ojos como en presencia de una luz viva, la cabeza sigue la dirección de los ojos, pero este último hecho no es .constante 28. La destrucción de este jiro en un lado determina la ceguera en el ojo del lado opuesto, pero la pérdida de la visión no es permanente. Para que la ceguera sea completa i per- manente es necesario que. los dos jiros sean destruidos. 2 9 La destrucción de este jiro no provoca parálisis motriz «por consiguiente, los movimientos consecutivos a la exci- tación eléctrica deben ser considerados como simples indicaciones reflejas de excitación sensitiva.»-«La des- trucción de un jiro no provoca la hemiopia o la ceguera parcial de los dos ojos, sino la ceguera completa del ojo del lado opuesto. Al paso que las lesiones del chiasma pro- ducen la hemiópia i las lesiones del centro visual producen la ceguera unilateral completa.»30 2.° La temporal superior. Escitada esta circunvolución, la oreja del lado opueto se levanta o se baja, los ojos mui abiertos se vuelven hacia el lado opuesto, las pupilas se dilatan. En la fisonomia del animal se pinta la espresion del asombro o la sorpresa que produce un ruido súbito. Del carácter de esa espresion deduce Ferrier «que esos movimientos son la manifestación esterior de la produc- ción de una sensación auditiva i que esta circunvolución es un centro de sensación auditiva.» 31 La destrucción local indica la pérdida del sentido del oido de una manera poco precisa, lo que se esplicará tomando en cuenta las dificultades que presenta la constacion de la sordera de un oido en un animal como el mono. Pero cuando la des- trucción es a los dos lados el animal «no respondia a las oscitaciones auditivas que provocan de ordinario una atención viva i una reacción sensible.» 3 2 3.° El Hippocampo i la circunvolución unciforme, cuyas estrechas relaciones anatómicas hace imposible una separación esperimental i cuya situación profunda solo permite aplicar el. procedimiento por destrucción que de- termina la pérdida do la sensación táctil del lado opuesto del cuerpo. Esta se manifiesta por la ausencia de reac- CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 47 28 Ferrier. Loe., cit., p. 231. 29 Ferrier. Loe., cit., p. 263. 30 Ferrier. Loe., cit., p. 368 i 269. 31 Ferrier. Loe., cit., p. 275. 32 Ferrier. Loe., cit., p. 279. 48 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. cion a la escitacion cutánea, i sobre todo porque el ani- mal deja de servirse de los miembros afectados para la prehensión i el tacto, sin que haya síntomas de verdadera parálisis. 3 3 Por otra parte, siempre que la sensación táctil ha estado afectada o suprimida, la autopsia ha ma- nifestado una lesión o destrucción del Hippocampo. (Fe- rrier). En apoyo de esta deducción también puede aducirse el hecho de que el resultado de la escitacion de rejiones homologas en el perro, el gato, el chacal, ha sido unifor- memente el mismo: «el animal manifiesta inquietud i mal- estar, volviendo la cabeza atras i al lado opuesto, como si esperimentara una sensación táctil desagradable, sobre todo en los miembros del lado opuesto.» 4.° El Subiculum coma Ammonis i su vecindad. La escitacion de esta rejion produce la torcion i oclusión par- cial de la nariz del mismo lado, movimiento análogo al que produce la aplicación de un olor fuerte o desagra- ble. 3 4 La destrucción de esta circunvolución determina la pérdida del gusto i del olfato. Para determinar mas netamente la rejion especialmente destinada a cada uno de estos dos órdenes de sensaciones, recurre Ferrier a consideraciones basadas en los efectos de la irritación eléctrica, al estudio del desarrollo comparativo en diversos animales, i finalmente a la observación clínica. Apoyado en estas consideraciones, cree poder localizar mas especial- mente el gusto en la parte inferior de la circunvolución frontal media i el olfato en el Subiculum. 3 5 5.° Lóbulos occipitales. La escitacion de este lóbulo no da oríjen a ningún fenómeno apreciable; pero la destruc- ción, quitándolos en masa, produce una pérdida marcada del apetito, depresión j apatía. Por lo demas persistían intactas todas las facultades de movimiento voluntario. Llama la atención la indiferencia i hasta el disgusto con que los animales apenas miran los alimentos por que ántes manifestaban una afición decidida. La consideración de este hecho sujiere a Ferrier la idea de que estos lóbulos están en relación con las sensaciones viscerales. «La causa del hambre, dice él, consiste en un estado local del estómago: en este caso la sensación pertenece verdaderamente a las sensaciones orgánicas. Las sensa- 33 Ferrier. Loe. c't., p. 284. 34 Los tractus olfativos están en relación directa con el hemisfe- rio cerebral, sin entreernzamiento. 35 Véase Ferrier. Loe., cit., p. 304 i sig. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 49 ciones orgánicas o viscerales constituyen un grupo distinto de las sensaciones táctiles o cutáneas. Es lo que establece un hecho bien conocido: cuando la sensibilidad táctil de la piel de los miembros no reacciona bajo la influencia de ningún escitante, en los casos de hemianestesia cerebral por ejemplo, una presión profunda ejercida sobre el hígado, los riñones, los ovarios o sobre las visceras internas, pro- voca el mismo dolor que en el estado normal. En tésis jeneral, el estado délas visceras no es percibido netamente por la conciencia, a no ser cuando ese estado es mui anormal, en las afecciones inflamatorias, por ejemplo. En tales casos el dolor puede ser, mas o mas, exactamente referido a la viscera afectada; pero en jeneral los estados mórbidos de las visceras se revelan por el intermedio de otros nervios sensitivos, con frecuencia distantes del sitio del mal, lo que se llama la Simpatía o Synaesthesia. «Así, un estado mórbido de los órganos de la jeneracion se manifiesta con frecuencia por una neuráljia infra- mamaria, i estados mórbidos del estómago i los intestinos por una neurosis del quinto par, dolor de cabeza, de los dientes, etc. «Pero aun cuando las visceras, a no ser en un grado avanzado de enfermedad, no tengan una espresion bien definida en la conciencia, constituyen la base principal, según que estén sanas i vigorosas o abatidas i enfermas, de esa sensación indefinible i no localizable de bienestar i mal estar, tan conocidas. «Pero como esas sensaciones de sistema trasmitidas por el pneumo-gástrico i el gran simpático son susceptibles de ser netamente localizadas, i como constituyen la base de las vagas sensaciones de alegría o abatimiento, o de oscuras ■ necesidades, deben ser representadas en los he- misferios cerebrales, centros de la conciencia i la memo- ria, i según toda probabilidad en los lóbulos occipitales. Dudo mucho que la fisiolojía esperimental pueda resolver de una manera definitiva un problema tan íntimamente ligado con lo subjetivo. «Pero la afección evidente de una de esas sensaciones de sistema, provocada por la destrucción de los lóbulos occipitales, aboga en favor de la hipótesis que he propues- to. Por otra parte, continuándose los lóbulos occipitales con los tractus sensitivos del pedúnculo cerebral, pueden ser considerados como un prolongamiento del Hippocam- pus Major. Este último tiene, como hemos dicho, relacio- nes con la sensibilidad táctil i como hai una gran analo- 50 jía entre ésta i las sensaciones viscerales, la hipótesis relativa a las funciones de los lóbulos occipitales se apo- ya a la vez en consideraciones fisiolójicas i anatómicas.» 36 Ferrier no ha tomado en cuenta en esta apreciación la mas poderosa de las razones anatómicas que abogan en favor de la hipótesis de que los lóbulos occipitales son ór- ganos de sensibilidad: esa razón es su estructura. 37 Sin embargo, las razones alegadas por Ferrier i las pre- sunciones de Meynert i de Betz están lejos de tener el carácter de una demostración completa i dejan flotante la cuestión del papel que desempeñan estos lóbulos. Ferrier mismo reconoce los vacíos de su hipótesis que considera solamente como una fuerte presunción fisiolójica. Por nuestra parte nos sentimos inclinados a estender ese carácter de vaguedad i de imprecisión sobre casi to- dos los centros sensitivos de Ferrier. Creemos su demos- tración completa por lo que hace a la visión, imperfecta respecto del oido, pero mui vaga respecto del gusto, del tacto i de la sensibilidad visceral. Las localizaciones mis- mas en las rejiones que cree ligadas con la sensibilidad no tienen la fijeza i claridad con que se presentan las de los centros motores. . La observación clínica tampoco confirma los resultados de las esperiencias del doctor Ferrier. En la hemianeste- sia de oríjen cerebral se pierden las percepciones sensiti- vas de todo el lado del cuerpo opuesto al hemisferio lesio- nado, sin esceptuar las del gusto i el olfato; i, como hemos visto, este entrecruzamiento del gusto i el olfato no existe en las lesiones de los centros corticales señala- dos por el doctor Ferrier. Para esplicar esta contradicción entre los resultados esperimentales i la observación patolójica, Ferrier invoca las conocidas esperiencias de Magendie sobre las funciones del quinto par. (Lecons sur les fonctions el les Maladies clu Systeme Nerveuoc. Tom. II. Lee. 15.) Magendie encon- tró siempre suprimido el olfato cuando se dividían los ra- mos sensitivos del quinto par. La pérdida de la sensibilidad táctil de la mucosa nasal imposibilitaba las funciones del aparato olfativo. Es esta sensibilidad táctil perdida en la hemianestesia la que arrastra la pérdida del olfato, i como esta sensibilidad es cruzada la pérdida consecutiva del ol- fato también lo es. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES 36. Ferrier. Loe.' cit., p. 313, 314, 315. 37. Véase paj. 29» CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 51 Pero si esta fuese la verdadera esplicacion tendríamos en talcáso una parálisis del olfato en los dos lados: en un lado directa , por la parálisis del centro olfativo; en el otro indirecta por la parálisis del quinto par. A esto hai que añadir un número considerable do obser- vaciones en que la autopsia ha señalado lesiones de los puntos indicados por Ferrier como centros de sensibilidad, sin que esas lesiones produjeran fenómenos que tuviesen armonía con los resultados que la esperiencia hacia aguardar. 38 Por último, Luys ha publicado dos observaciones en con- tradicción con las localizaciones de Ferrier. La primera es de una mujer sorda en cuya autopsia encontró: atrofia de las raíces del acústico i del glosofarinjeo; atrofia de las circunvoluciones parietales i espesamiento compensatorio de las frontales, sin embargo la tercera frontal notable- mente atrofiada. La segunda observación es la de una ciega en cuyo ce- rebro encontró: atrofia del nervio óptico i placas ulcerati- vas de la primera i segunda frontal. 39 VI. Un carácter menos hipotético i mas fijo es el que presentan los centros destinados a los diversos movimien- tos voluntarios de los miembros, la lengua, las mandíbu- las, los labios i los ojos. Apoyado en sus esperiencias sobre el mono, Ferrier ha establecido la siguiente topografía de los centros cortica- les: l.° El centro para los movimientos de locomoción déla pierna i el pié, en la estremidad superior de la parietal ascendente. 2.° El centro de ciertos movimientos complejos del brazo i la pierna (trepar, nadar, etc.) en la estremidad superior de la frontal ascendente. 3.° El centro para la estension del brazo i la mano, en el pié de la primera frontal. 4.° El centro para los movimientos de la mano i ante- brazo que resultan principalmente de la acción del bíceps (supinación de la mano i flexión del antebrazo) en la f rontal ascendente, detras del pié de la segunda f ron- tal. 38. Véase Memoria de Charcot i Pitres. 39. Luys. Modifications survenucs dans l'etat de té'coree cerebra- le par sude de la disparition de differents categories d'incitations periphériques, en la Gaz. des Hop. 8.° 1876. 52 5.° El centro para la elevación i abajamiento del án- gulo de la boca, en la frontal ascendente por debajo del anterior. 6.° El centro del movimiento de los labios i la lengua que sirve para la articulación, en la eslremidad poste- rior de la tercera frontal. 7.° El centro para la retracción del ángulo de la boca, en el punto en que la parietal ascendente toca la cisura de Silvio. 8.° Finalmente el centro para los movimientos de late- ralidad de la cabeza i de los ojos con elevación de los párpados i dilatación de las pupilas, en el pié de la segun- da frontal. Según Hitzig todos los centros motores se encuentran situados en la frontal ascendente, superpuestos unos de- bajo de otros. El orden en que se encuentran colodados de arriba abajo es: l.° Centro de los movimientos del miembro inferior; 2.° Centro del miembro superior; 3.° Cen- tro de los músculos de la cara; 4.° Centro de los múscu- los de la boca, lengua i mandíbulas. Mas adelante veremos cuál es el punto en que la obser- vación clínica nos induce a colocar los centros motores en el hombre, cuestión grave que entraña toda la impor- tancia práctica del estudio de las localizaciones cerebra- les. VIL Antes de entrar en la apreciación fisiolójica de los hechos esperimentalmente observados, necesitamos de- tenernos a estudiar sus caracteres. El primero es la profunda diferencia que separa al hombre i el mono de los otros animales observados. En todos, la parálisis que opera la destrucción de la zona mo- triz se limita a un grupo muscular determinado; perp en los animales inferiores la parálisis no es ni completa, ni permanente, desapareciendo después de cuatro, cinco o seis dias; al paso que en el hombre i en el mono es com- pleta i permanente, como lo prueba sobre todo la obser- vación clínica. Nos limitaremos a reproducir por ahora dos casos cita- dos por Ferrier, el primero de Lépine, que lleva por títu- lo: «destrucción total de la circunvolución parietal as- cendente; parcial del lóbulo de la Insula, de la circunvo- lución frontal ascendente, de los lóbulos parietales supe- rior e inferior. Integridad absoluta del tálamo óptico i el cuerpo estriado; hemiplejía permanente i dejeneraciones descendentes consecutivas.» En este caso la hemiplejía CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. [ CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 53 persistió durante seis años sin presentarse afectadas las diversas formas de sensibilidad. 40 El segundo caso era el de un enfermo de Gliky, que después de esperimentar ataques de convulsiones unilate- rales a izquierda, quedó completamente hemipléjico del mismo lado sin que se afectara la sensibilidad. En la autop- sia se encontró una dejeneracion caseosa que abrazaba los centros motores del hemisferio derecho sin lesión de los ganglios de la base, ni de los tractus pedunculares. 41 Hechos análogos, que seria bien fácil multiplicar, i los que mas adelante aduciremos, dejan plenamente compro- bado el carácter permanente de las parálisis de orí jen cortical en el hombre i en el mono. En los animales inferiores el resultado de la esperimen- tacion es distinto. Tomando un perro, por ejemplo, si se destruyen los centros motores por escisión o cauteri- zación, se afectarán los miembros del lado opuesto. «Si los centros del hemisferio izquierdo han sido destruidos, el animal, al tratar de ponerse en pié, cae a derecha, los miembros se repliegan bajo su cuerpo. Pero la parálisis motriz no es completa como en el mono, porque el animal consigue ponerse sobre sus pies, pero los miembros derechos tienden a desviarse i ceder, de manera que el animal res- bala, marcha sobre el dorso del pié, o lo coloca en posicio- nes anormales. La marcha, imposible al principio, es de nuevo ensayada, tendiendo siempre el animal a caer i ca- yendo con frecuencia sobre todo cuando apresura sus mo- vimientos. Pero poco a poco vuelve el imperio i el poder de los movimientos, de modo que a ménos que un movimien- to brusco muestre claramente la debilidad del lado dere- cho, seria difícil notar alguna perturbación motriz. Con frecuencia los efectos tan marcados al principio han des- aparecido mas o ménos completamente en el espacio de algunos dias. La curación, si el animal no muere de en- cefalitis, se opera con cierta rapidez.» I descendiendo mas abajo en la escala animal, encontra- mos el pichón, el pescado, la rana, en cuyas facultades de estación i locomoción no ejerce influencia la ablación de los hemisferios cerebrales como lo desmuestran las esperiencias de Flourens. Bajo la influencia de escitacio- nes periféricas, estos animales, privados de sus hemisferios, 40. Lépine. De la locali taitón des Maladies cerebrales. París, 1875. p. 33. 41. Gliky. Deutsche Archir fur Klin. Med. dic. 1875. 54 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. nadan, saltan o vuelan con la misma fuerza i precisión que antes. Para esplicar el restablecimiento mas o menos rápido de los movimientos perdidos por la destrucción de una zo- na cortical, se presentó) primero la hipotésis de las com- pensaciones, es decir, se supuso que el centi^) motor del hemisferio opuesto reemplazaba en su acción al centro suprimido. Ferrier acepta netamente bajo cierto aspecto la esplicacion que se propone, apoyándose en hechos clíni- cos de observación familiar. Es bien sabido que en los casos de hemiplejía, cuando se pide directamente al enfer- mo que levante la pierna paralizada todos sus esfuerzos son perdidos, pero consigue darle cierto movimiento si se le pide que la mueva después de mover la pierna sana. Una serie de movimientos combinados de las dos piernas, a veces le permiten levantar la pierna enferma a gran altu- ra. En este hecho ve Ferrier «un ejemplo neto del im- pulso voluntario del hemisferio sano, que pone enjuego por via de asociación núcleos motores jeneralmente escitados por el hemisferio que se encuentra actualmente enfermo.» Pero si esta hipótesis puede bastar para esplicarnos la vuelta rápida del movimiento después de la destrucción de un centro motor en los animales inferiores, es evidente- mente incapaz de esplicarnos por qué ese movimiento per- siste después de destruir los centros respectivos de ambos hemisferios, persistencia que la esperimentacion demues- tra. Destruido un solo centro, vuelve el movimiento a los pocos dias; destruidos los dos, a la parálisis inicial de los dos lados también sucede el movimiento en ambos lados. ¿Cómo esplicar este hecho con la hipótesis de las compen- saciones? ¿I cómo esplicar, por otra parte, que esas com- pensaciones se hagan en los animales inferiores i no en el hombre ni en el mono? Carville i Duret suponen que en los casos en que des- truidos los centros se restablece el movimiento, no hai compensación, sino sustitución, es decir, que otra parte vecina del mismo hemisferio se encarga de las funciones destruidas. Pero en presencia de esta hipótesis, que no puede invo- car en su apoyo mas que simples presunciones, queda siem- pre en pié la dificultad del problema. ¿Por qué esas sus- tituciones no se operan ni en el hombre ni en el mono? Para Carville i Duret toda la corteza cerebral puede recibir las impresiones periféricas i reaccionar según esas impresiones; pero estas impresiones obran de una manera CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 55 especial i mas directa sobre las rejiones en que se en- cuentran los centros motores. Estos centros se desarrollan i perfeccionan con el ejercicio funcional, con la repeti- ción de las impresiones que vienen a resonar en ellos, des- arrollo i perfección que se verifican en la raza lo mismo que en el individuo, i que Carville i Duret llaman la leí ele la localización funcional hereditaria. Las porciones vecinas de esos centros, una vez destrui- dos, dejan de ser indiferentes i entran a suplirlos por el desarrollo de propiedades que ántes tenian en estado la- tente, pasivo, por decirlo así. Las ideas de estos dos espe- rimentadores franceses han sido por ellos mismos resumi- das en tres leyes. l.° La lei de impresionabilidad jeneralizada de las re- jiones corticales motrices de las circunvoluciones; 2.° La lei de la funcionabilidad hereditaria o adqui- rida; 3.° La lei de la sustitución funcional. Pero es difícil, por una parte, admitir que en el espacio de dos o tres dias una rejion indiferente pueda desarrollar aptitudes funcionales tan completas como para sustituir en su acción una rejion destruida. I por otra parte, en presencia de esta nueva hipótesis queda siempre en pié la dificultad del problema; ¿por qué esas sustituciones no se operan ni en el hombre ni en el mono? Mas plausible que la hipótesis de Carville i Duret es la de Lépine, aunque también es incapaz de desatar el nudo de la dificultad que acabamos do apuntar. Fundándose Lépine en que la ablación que se practica en el cerebro no comprende la totalidad del centro motor, atribuye los efectos que se observa en parte a la pérdida de los elementos motores sustraídos i en parte a la perturbación que desarrolla el traumatismo; pero como esta pertur- bación es transitoria, una vez que se disipa, se restablece a lo ménos en cierto grado el movimiento, mas tarde los elementos que han escapado a la destrucción vendrían a reemplazar a los destruidos. Es decir, que para Lépine como para Carville i Duret hai sustitución, pero la sus- titución se opera dentro del mismo centro siempre destruido solo en parte i no en centros o rejiones funcionalmente distintas. Para esplicar este punto oscuro, el profesor Ferrier hace notar que mientras mas voluntarios i ménos auto- máticos son los movimientos, mas largo es el período de la infancia durante el cual el animal adquiere poco a 56 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. poco el dominio voluntario de sus miembros. Muchos ani- males inferiores tienen desde el nacimiento las facultades de movimiento enteramente organizadas. En el mono i en el hombre por el contrario, cada movimiento preciso es el resultado de una larga i laboriosa educación. Mien- tras mas dependen de la voluntad los movimientos, mas marcada i duradera es la parálisis que resulta de la des- trucción de su centro cortical. De ahí el carácter com- pleto i duradero de la parálisis consecutiva a la lesión de los centros motores en el hombre i en el mono. Mientras mas mecánicos i automáticos son los movimientos, mas insignificantes serán las perturbaciones provocadas por la destrucción de los centros de adquisición voluntaria. Por eso en el pescado, la rana, el pichón, la destrucción de los centros motores corticales tiene poco o ningún efecto. Donde la dirección voluntaria se adquiere rápidamente o donde el automatismo es hereditario o se establece rápidamente, los centros de adquisición motriz volun- taria pueden ser quitados sin perturbar ni completa ni definitivamente la facultad de locomoción. La locomo- ción es todavia posible por intermedio de los centros infe- riores en que este modo de actividad está mecánicamente organizado i puede ser puesto enjuego por diversas formas do impulso estenio e interno. 4 2 Concordando con esto, la observación patolójica muestra en el hombre una marcada diferencia entre los movimien- tos asociados de los dos lados del cuerpo i los movimientos mas independientes. Estudiando las parálisis de orijen ce- rebral, vemos: l.° que todos los movimientos no son igual- mente afectados; 2.° que recobran su integridad siguiendo un orden fijo; 3.° que el conjunto sintomático varia si se trata de una lesión cerebral o del nervio que enerva la misma rejion. Porto que respecta al grado de parálisis, es tanto menor cuanto mas asociado es un movimiento al del lado opuesto (músculos de la cara, pierna, etc.). Por lo que respecta al periodo de • su integración, es también tanto mas rápido cuanto mas asociado es el movimiento, i por la inversa, la parálisis es tanto mas profunda, completa i tar- día en su desaparición, cuanto mas independiente os el mo- vimiento afectado. En los miembros de los cuadrúpedos, cuyos movimientos son tan restrinjidos, tan asociados o alternados, que presentan un automatismo tan desarrollado los fenómenos paralíticos, obedeciendo a la misma lei, son 42 Ferrier. Loe., cit., p. 333. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 57 menos completos i permanentes que en el hombre i en el mono. Broadbent ha tratado de esplicar esta inmunidad de los movimientos bilateralmente asociados en los casos do 1 cmiplejia avanzando una hipótesis plausible: «Cuando los músculos de las partes correspondientes a las partes opuestas del cuerpo obran constantemente de concierto i no obran nunca independientes, o a lo menos no lo hacen sin dificultad, los núcleos nerviosos de esos músculos están unidos por fibras conmisurales que constituyen por lanío un solo núcleo. Este núcleo complejo recibirá fibras de cada cuerpo estriado i será habitualmente puesto en juego por uno i otro cuerpo estriado, pero podrá ser exitado por uno solo de los dos, de una manera mas o menos completa según que las conexiones conmisurales entre las dos mita- tades son mas o menos perfectas. «Según esta hipótesis, si el centro de acción voluntaria de un lado es destruido, o si se rompe un canal de impul- sión motriz, el otro trasmitirá el impulso al centro común i éste se comunicará de una manera igual a los nervios de L&s-dns lados si la fusión entre los dos núcleos-es com- pleta i no habrá parálisis, o se trasmitirá, mas o menos, completamente al nervio del lado afectado si la comuni- cación transversa no es tan perfecta, i en este caso habrá un grado correspondiente de parálisis.»43 VIII. Establecido el hecho con los caracteres que deja- mos apuntados, surje la cuestión de averiguar su mecanis- mo. ¿Qué produce esos movimientos? ¿El excitante aplicado- sobre los centros motores obra directamente sobre esos cen tros o solo obra porque la irritación es trasmitida a los gánglios motores de la base? ¿Por qué estos centros mo- tores pierden su acción bajo la influencia del cloroformo i el éter i no la conservan como los centros motores déla base? Es indudable que. la aplicación de una corriente eléc- trica sobre la corteza cerebral no limita su acción al pun- to mismo en que esa corriente es aplicada. Aquí como en todos los tejidos, se presentan los fenómenos de la difusión que. Carvile i Duret han estudiado estensamente. Estos dos esperimentadores han recojido las corrientes difundidas con ayuda de un galvanómetro i medido la desviación de la aguja, poniendo así de manifiesto la di- fusión de las corrientes en la masa cerebral. Dupuy de- 43 Broadbent. Brit. and Foreign Med. Chir. Review. April 1877. Citado por Ferrier. mostraba el mismo hecho sirviéndose de una pata galva- noscópica de rana, que aplicada sobre la parte posterior del hemisferio se contraía con violencia cuando se elec- trizaba la parte anterior del mismo hemisferio. Putman (de Boston) cree que la difusión no va mas allá de la corteza, i para apoyar su idea, se ha valido de un procedimiento injenioso. Busca un centro motor, constata sus movimientos, luego separa con el escalpelo, por una sección de dos milímetros de profundidad, el centro cons- tatado, invierte el colgajo i electriza con la misma cor- riente la superficie de sección de la capa blanca sin obte- ner ningún efecto. En seguida vuelve a colocar en su lugar el colgajo invertido i lo excita sin obtener tampoco resultado. De aquí deduce Putman que la integridad de la capa es necesaria para la producción del fenómeno i no la difusión que puede ahora verificarse como antes. Pero esta manera de ver es susceptible de una grave objeción: la de no haber tomado en cuenta el aumento de la difusión provocada por el procedimiento i no haber aumentado la corriente para equilibrar esa di- fusión. En efecto, la herida que hace Putman se cubre de sangre, líquido salino, buen conductor i que por con- siguiente, aumenta la difusión. Pero si Putman, como Carville i Duret, hubiera aumentado la corriente, habría visto reaparecer el movimiento en las mismas condiciones que antes. Mas aun, si como ellos, después de destruir un centro motor con el cauterio al calor albo hubiese apli- cado sobre la escara la misma corriente que antes deter- minaba los movimientos de ese centro, los habría visto reproducirse como cuando se excitaba la zona íntegra. Pero no se puede atribuir a fenómenos de difusión el movimiento producido por la escitacion de la corteza, desde luego, porque ese movimiento solo se produce apli- cando corrientes de cierta intensidad sobre el centro motor; en segundo lugar, porque ese movimiento solo se produce aplicando los electrodos sobre la zona motriz; aplicados sobre otro punto, la difusión eléctrica se verifica pero los resultados no aparecen. La aplicación de los elec- trodos sobre el lóbulo occipital i las rej iones anteriores no determina movimiento alguno. Por consiguiente, no se pue- de mirar estos fenómenos como un producto de la difusión eléctrica; Tampoco es lójico mirarlos como fenómenos de conduc- ción. ..Porque la escitacion de rejiones que están en ínti- ma relación con el cuerpo estriado, como la Insula de 58 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 59 Reil, no produce resultado motriz i lo produce la escita- cion de rejiones que no afectan con ese cuerpo relaciones estrechas. En segundo lugar, la escitacion de puntos ve- cinos determina resultados diversos, de modo que aceptando que los-fenómenos producidos son el resultado de la con- ducción del escitante de la corteza a los ganglios de la base, este hecho probaria que esos puntos tienen relaciones especiales i aisladas con partes diversas de esos ganglios i que su escitacion sigue siempre un canqino fijo; presen- tar localizado de este modo en la corteza el punto de es- citacion i no aceptar las localizaciones de los centros motores es una evidente inconsecuencia. Por otra parte, los caracteres con que se presentan los fenómenos hacen inadmisible la hipótesis que los atribuye a la difusión o conducción. Estos fenómenos se presentan solamente al excitar ciertas zonas de la corteza cerebral; si fueran el resultado de la difusión, debieran presentarse al excitar cualquiera. I dentro de esa zona motriz la excitación de un punto fijo determina movimientos defini- dos i diversos de los que produce la excitación de un punto vecino, lo que también es inconciliable con la difusión. Forrier se resiste a atribuir los movimientos producidos por excitación de la corteza a la conducción del excitante a los ganglios de la base, apoyado en la razón perentoria de que la excitación de esos ganglios no produce el mismo efecto que la excitación de la corteza. La irritación del cuerpo estriado, dice, es seguida de una contracción jeneral de los músculos del lado opuesto del cuerpo i es imposible aplicando directamente los .elec- trodos sobre la superficie de este órgano producir una contracción localizada on un músculo o grupo de múscu- los. La irritación del tálamo óptico da resultados absolu- tamente negativos, ningún movimiento de ninguna especie se produce al mismo lado o al lado opuesto del cuerpo. Estos resultados positivos echan por tierra las vagas aser- ciones relativas a la influencia supuesta de las corrientes conducidas a los ganglios inferiores. En cuanto a la acción de los anestésicos sobre la cor- teza cerebral, lejos de ser un argumento en contra do los centros motores es un argumento mas en su favor. Bajo la influencia del cloroformo i del éter los hemisferios pierden la excitabilidad que todavía conservan los ganglios de la base. Los anestésicos no destruyen la facultad de conducción en la fibra nerviosa; de consiguiente, si el movimiento falta a pesar de que las fibras conductrices 60 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. i los ganglios de la base conservan sus aptitudes fisio- lójicas, esto manifiesta que los centros corticales han perdido una aptitud propia, una función que antes po- seían i que ahora no poseen. Esto mismo también prueba que los fenómenos no son un simple resultado de la con- ducción, en que la corteza desempeña un papel inerte o secundario, puesto que aquí todas las condiciones de con- ductibilidad persisten i el movimiento no se produce sin embargo. Por otra parte, el profesor Ferrier ha señalado el hecho que «los anestésicos afectan de una manera di- versa los centros encefálicos lo mismo que otras condi- ciones, por ejemplo, el estado de la circulación. En el estado de anestesia los hemisferios pierden su excitabili- dad antes que los cuerpos estriados i éstos ántes que los cuerpos cuadrigéminos. Estos hechos prueban que la exci- tabilidad de los centros varía Debe recordarse que respecto de los centros nerviosos hai una evolución pro- gresiva desde el simple reflejo hasta las manifestaciones psíquicas mas elevadas i que un sistema completo de in- tegraciones i diferenciaciones puede trazarse desde los gánglios espinales i básales hasta los centros corticales, los mas elevados de todos. Fácilmente se comprende que las condiciones de excitabilidad refleja, sensitivo-motor o automática deben diferir mucho de las que tienen por base las manifestaciones psíquicas.» 4 4 De la discusión en que hemos entrado surje la idea de que los fenómenos motrices son el resultado de la acción propia de la zona cortical que excitamos i que la pará- lisis que sigue a su destrucción es la consecuencia directa de la supresión de esa acción. IX. ¿Cuál es la naturaleza de estos movimientos? El profesor Schiff cree que son de carácter reflejo i que la afección de la motilidad producida por su destrucción es esencialmente una ataxia dependiente de la pérdida de la sensibilidad táctil. Los argumentos que aduce en favor de esta opinión son: «l.° Cuando se hace obrar sobre una parte motriz una corriente de inducción, las primeras contracciones se ma- nifiestan al abrir la corriente. En el caso del cerebro sucede por el contrario que la cerradura de la corriente 44 Ferrier. Pathologiccd ilustrations of Brain funct ons, in West Riding lunatic asglum Med. Rep. 1874. p. 46 i 47. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 61 es la primera que obra. La corteza cerebral no procede pues en este caso a la manera de los aparatos motores. «2.° Si se mide el tiempo trascurrido entre la aplica- ción del excitante en la superficie del cerebro i la pro- ducción del movimiento que es su consecuencia, se reconoce que bajo este aspecto el aparato psico-motor se porta como los aparatos reflejos. La duración de la trasmisión es en efecto 7 a 11 veces mas larga de lo que seria si hubié- semos obrado sobre un nervio motor, el nervio ciático, por ejemplo, tomando en cuenta la lonjitud del trayecto que tiene que recorrer. Así, pues, la acción de las corrientes eléctricas sobre la corteza del encéfalo no es idéntica a la que ejercen sobre las partes incontestablemente mo- trices del sistema nervioso. «3.° Cuando la anestesia es completa suprime de una manera absoluta los movimientos producidos por la exci- tación de la corteza. Sin embargo, las partes motrices del sistema nervioso resisten a la acción de los anestésicos. La conservación de la sensibilidad es pues una condición necesaria para la producción de los movimientos por exci- tación de la corteza. «4.° Estos mismos movimientos desaparecen en el apné al mismo tiempo que todos los actos reflejos. «5.° Finalmente, el resultado de la supresión de estos centros es una especie de ataxia del movimiento, ataxia tan pronunciada que los perros a que se ha 'quitado el centro del miembro posterior en los dos lados, no se pue- den distinguir de los que han sufrido la sección de los cordones posteriores de la médula espinal. «Lo que se produce en los animales en estos casos no es una verdadera parálisis motriz sino la pérdida del sentido muscular, una verdadera ataxia de oríjen cerebral en relación, por consiguiente, con la destrucción de un apa- rato sensitivo.» 45 Es decir, que para Schiff la perturbación motriz es producida por la pérdida de la sensibilidad táctil. En contra de esta opinión tenemos el hecho de que después de destruidos los centros motores esa sensibilidad persiste. «Nadie, dice Ferrier, ha observado nunca la ausencia de reacción a las excitaciones táctiles que pudiera indicar la pérdida de la sensibilidad táctil, ya sea en el hombre, ya sea en los monos o los perros; i el jénero de argumento avanzado por Schiff para establecer esta pérdida de la 45 Véase Rendu i Gombault. Des lócalisations cerebrales, en Re* vue des Sciences Medicales de Hayem^ 1876, p, 343, 62 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES sensibilidad táctil no es capaz de equilibrar las indicacio- nes positivas de que esa sensibilidad se conserva. Schiff pretende que porque los animales cuyos centros corticales han sido destruidos se parecen en su marcha a los ani- males cuyas columnas medulares posteriores han sido seccionadas, i porque en este último caso la ataxia es debida a la disminución o abolición de la sensación de contacto, por estas razones la ataxia cerebral proviene de una causa análoga. Pero una simple semejanza no cons- tituye la identidad, aun cuando admitiéramos que la semejanza es llevada hasta el último límite. La seme- janza falta por completo en el caso del mono, en que no hai ataxia sino parálisis completa, i los fenómenos obser- vados en el perro, fenómenos sobre los cuales Schiff sé apoya para edificar su teoría, son evidentemente debidos a un estado de paresia motriz que no equivale a la pará- lisis completa, estado que ya ha sido esplicado».-Por consiguiente, la hipótesis de Schiff, que descansa sobre la débil base de una semejanza dudosa, es contradicha por el hecho de que existe la parálisis total del movimiento con conservación de la sensibilidad en el hombre, i por el hecho de que la sensibilidad táctil depende de una rejion completamente distinta del cerebro. 4 6 La analojía que establece Schiff entre la manera cómo funcionan los centros motores i los aparatos reflejos, es un hecho importante; pero de ese hecho no se puede des- prender la consecuencia que él deduce sin caer en un cír- culo vicioso, en una petición de principio. Seria menester probar directamente que el mecanismo de las funciones délos centros motores es un mecanismo reflejo, ántes'de establecer que los fenómenos que produce la excitación de un aparato son reflejos siempre que exijen cierto tiempo para desarrollarse, porque en contra de este principio se podría alegar precisamente lo que sucede con los centros motores. El tiempo trascurrido entre una excitación i la reacción que provoca no es un criterio tan sólidamente demostrado como para que pueda servir de base a una ar- gumentación. La manera cómo obran los centros corticales bajo la influencia de los anestésicos está en perfecta armonía con las esperiencias de Flourens, que han demostrado que los anestésicos obran primero sobre el centro, en seguida so- bre el cerebelo, la médula espinal i por último sobre la 46 Ferrier. Loe., cit,, p. 347 i 348. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 63 médula oblongada. De esas esperiencias era lójico dedu- cir que los centros corticales perderían su actividad fun- cional ántes que los ganglios de la base, lo que han com- probado las esperiencias de Schiff. I por fin, como han observado Rendu i Gombault, «fal- tan en este caso los elementos obligados de todo acto re- flejo i en particular el punto de partida sensitivo, que no se puede buscar ni en la piamadre, ordinariamente des- truida, ni en la capa cortical que es completamente in- sensible.» Hitzig i Nothnagel atribuyen los fenómenos, no como Schiff a una pérdida de la sensibilidad táctil, que no acep- tan, sino a una pérdida de la sensibilidad muscular. La analojía entre los fenómenos observados en estos casos i los que presentan el perro i el gato en la ataxia también sirve de base a esta interpretación. Pero por una parte- i este es el hecho capital-esa analojía no existe ni en el hombre ni en el mono, en quienes se presentan fenómenos de verdadera parálisis motriz, con- servándose la sensibilidad bajo todas sus formas; i por otra parte, la pérdida aislada de la sensibilidad mus- cular, conservándose las otras formas de sensibilidad tác- til, térmica, dolorosa, es, como dice Ferrier, un estado puramente hipotético cuya prueba no ha sido nunca dada. A pesar de las graves objeciones que nos impiden mirar estos fenómenos como productos reflejos, la manera de ver de Schiff i de Nothnagel tiene bajo este punto de vista un sério apoyo en las esperiencias recientes de Lépine, Bochefontaine i Brown-Sequard. Según estas esperiencias, la excitación de ciertos puntos de la zona motriz no solo determina fenómenos de movimiento en los músculos de la vida animal, sino también aumento o disminución de la tensión arterial, hipersecrecion de las glándulas salivares, contracción del bazo, del intestino, de la vejiga, dilatación de la pupila, fenómenos que según toda verosimilitud se producen por un mecanismo reflejo. «Ademas, si se considera un solo fenómeno, la contrac- ción del bazo, por ejemplo, se ve que los puntos de la cor- teza cuya excitación determina esta contracción, son múl- tiples i bastante alejados unos de otros, carácter que aproxima mas todavía estos fenómenos de los que produce la exitacion de los nervios perisféricos. De donde resulta- ría, si se admite la teoría de los centros psico-motores, «que un mismo cantón del cerebro seria al mismo tiempo un centro para movimientos voluntarios i para fenómenos 64 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. que escapan a la influencia de la voluntad. Parece, pues, mas natural admitir que los fenómenos observados en los músculos voluntarios son la consecuencia de un acto re- flejo. (Bochefontaine. Soc. biol. 27 noviembre.) Pero ¿hasta qué punto interviene en la producción de este nuevo orden de fenómenos la difusión eléctrica que hemos constatado en estos casos? En favor de la interpre- tación que proponemos aboga el hecho mismo de la di- versidad de los puntos que provocan el fenómeno. X. De la discusión que hemos desarrollado en el párra- fo anterior se desprende que todavía estamos léjos de ha- ber llegado a una solución clara i completa del mecanis- mo fisiolójico de los fenómenos constatados por Ferrier, pero se ve al mismo tiempo que hechos nuevos, uniforme i; constantemente comprobados, han venido a poner fuera de duda la excitabilidad de la corteza cerebral i la ex- istencia de los centros motores en los animales inferiores i en el mono. 4 7 La vaguedad de esta espresion es susceptible de una interpretación equívoca, siempre que no se esprese el sig- nificado en que la empleamos. Para nosotros, como para Ferrier, «el término centro motor aplicado a un punto determinado de la corteza del cerebro, significa el hecho de que esa parte está en comunicación directa con los tractus i gánglios motores, i que su función es excitar una acción muscular coordinada de una especie definida, cuya naturaleza llamamos voluntaria. Cuál pueda ser la mul- tiplicidad de conexiones que esa parte del cerebro tenga con los gánglios de la base i de la médula de donde parten los nervios que hace entrar en acción, es un punto que 47. Hemos prescindido por completo de los trabajos de Goltz, creyendo como Hitzig que esas investigaciones, importantes bajo muchos aspectos, no tienen, sin embargo, nada que hacer con la cuestión de las localizaciones cerebrales. Según Goltz, es indiferente el punto en que se opera sobre la su- perficie del cerebro, los efectos son siempre iguales: una série de perturbaciones de sensibilidad, movimiento, poder visual. Pero la primera condición en investigaciones de esta especie falta a los trabajos de Goltz. Las lesiones que ha producido no han sido netamente localizadas. Se servia de una bomba de alta presión a que adaptaba cánulas de diverso tamaño pero siempre en gran número i las hacia penetrar en el cerebro al través de perforaciones de trépa- no. Con este procedimiento no solo no podia limitar su acción a un punto circunscrito de la capa cortical, pero ni siquiera podia ence- rrerla en esa capa yendo hasta lesionar la sustancia blanca i aun los pedúnculos cerebrales a juzgar por los resultados que ha obtenido. 65 difícilmente puede revelar la simple esperimentacion fisio- lójica. Pero produce ese efecto.»48 XI. La excitación de la capa cortical fuera de la zona motriz no se traduce, según Ferrier, por ninguna manifes- tación apreciable. En la rejion antero-frontal el resultado lia sido siem- pre negativo, prescindiendo de un caso aislado en que esa excitación determinó movimientos inconstantes de los ojos, hacia arriba o hacia el lado. La destrucción de esa mis- ma rejion por el cauterio tampoco determina resultados apreciables, solo pudo notar Ferrier en estos casos un cambio de carácter difícil de formular en términos preci- sos. «Los animales operados se hacían apáticos, somno- lientos i solo respondían a las sensaciones o impresiones actuales o alternaban en su abatimiento con escursiones inquietas i sin propósito. Aun cuando no estuvieran com- pletamente privados de la intelijencia, parecían haber perdido la facultad de observación atenta e intelijente.» Por consiguiente, ni el método de excitación ni el de abla- ción indican con claridad cuál pueda ser la función fisio- lójica de los lóbulos frontales. Sin embargo, al lado de las funciones psíquicas deben desarrollarse en esta rejion funciones de un orden mo- triz; i a juzgar por sus relaciones anatómicas, bien pueden ser esas funciones de un carácter moderador, como nos in- duce a creerlo las esperiencias de Tarchanoff. Este profesor ruso, después de excitar los lóbulos ante- riores con electródes hundidos en su profundidad i con corrientes inducidas, débiles, que no provoquen por sí solas ningún movimiento, notó después de medio minuto de se- mejante excitación que se prolongaba la duración de los actos reflejos de la pata i que ésta a veces no responde a las mismas excitaciones. I cita como ejemplo la siguiente esperiencia: «Se provoca en un chancho de la India, dé 17 horas de edad, movimientos reflejos en la pata posterior con co- rrientes inducidas, alejando las bobinas 6 centímetros. Los movimientos reflejos aparecen después de 7, 8 o 9 la- tidos del metrónomo. Después de la excitación de los lóbu- los anteriores por una débil corriente inducida (estando alejadas las bobinas 10 centímetros,) la misma excitación de la pata no provocaba movimientos sino después de 50 a CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 48. Ferrier. Pathological ilustrations of Brain functión en Wes6 Riding Lunatic asylum, etc. 1874, p. 49. 66 60 latidos del metrónomo o aun quedaba sin efecto. Esta esperiencia puede ser repetida muchas veces con el mis- mo éxito. Se puede reemplazar la excitación eléctrica del cerebro por la excitación mecánica producida por el mo- vimiento de las agujas hundidas en los lóbulos anteriores; el efecto es el mismo, los actos reflejos se moderan igual- mente.» 49 Aparte de estas esperiencias, que no sabemos que hayan sido comprobadas, no poseemos ningún dato que arroje luz sobre las funciones de los lóbulos anteriores del cerebro, cuya destrucción no ha sido nunca estudiada bajo el pun- to de vista que indica Tarchanoff, ni siquiera por él mismo. XII. Pasemos ahora a estudiarla cuestión bajo el pun- to de vista de la clínica i la anatomía patolójica, punto de vista que el profesor Charcot ha abordado con la sin- gular precisión i claridad de su talento, trazando el ca- mino que debemos seguir para llegar a conclusiones ver- daderamente científicas. Pretender resolver el problema de las localizaciones corticales en el hombre prescindien- do de la clínica i la anatomía patolójica, seria según la enérjica comparación del profesor Ferrier, lo mismo que pretender representar el Hamlet suprimiendo al príncipe de Dinamarca. El estudio de la cuestión bajo este punto de vista es pues, indispensable. Si en realidad existe en el cerebro humano una zona motriz que corresponde a la zona motriz de los otros ani- males, como una consecuencia indeclinable debemos admi- tir i demostrar: l.° que las lesiones fuera de esta zona no se traducen por perturbaciones motrices, i 2.° que las lesiones dentro de esa zona se traducen siempre por per- turbaciones de la motilidad. Principiarémos por estudiar, bajo este doble aspecto, las lesiones de la capa cortical situadas fuera de la zona mo- triz, haciendo tabla rasa del pasado, para no tomar en cuenta mas que las observaciones recojidas desde que la ciencia ha estado en posesión de los elementos indispensa- bles para hacer un estudio riguroso de los hechos. Esta proscripción en masa de un enorme caudal de observaciones, que a primera vista debieran ser la base fundamental de nuestro estudio, quedará justificada con el recuerdo de un solo hecho. Cruveilhier mismo, dicen Charcot i Pitres, tan riguroso, tan preciso de ordinario CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 49. Tarchanoff. Centres Psychomoteurt en Renue Mensuelle de Med. et Chir. 1878. p. 726 i 727. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 67 en sus descripciones anatomo-patolójicas, nos ha dejado cierto número de observaciones capaces de inducir en error si no estuvieran acompañadas de láminas copiadas del natural. Para no citar mas que un solo ejemplo, éste autor refiere, en su anatomía patolójica, una observación de hemiplejía izquierda permanente. En la autopsia, dice se encontró sobre la convexidad del hemisferio derecho del cerebro un foco do reblandecimiento antiguo, que te- nia su sitio al nivel do las circunvoluciones posteriores. Examinando las figuras que representan esta lesión, se ve que lejos de tener su asiento en lo que ahora llamamos las circunvoluciones posteriores, la lesión está colocada al nivel del lóbulo parietal inferior i que ha destruido el tercio medio de la circunvolución parietal ascendente. 5 0 Si espíritus tan sobrios como el de Cruveilhier no han con- seguido evitar el escollo de una anatomía deficiente, es natural que se prescinda de trabajos recojidos por escrito- res menos severos en sus juicios i menos exijentes en sus descripciones. Esta prescindencia del pasado restrinjo mucho el núme- ro de observaciones que se puede utilizar i no permite dar un carácter definitivo a nuestros juicios, pero en cambio aleja también causas de error inevitables. XIII. Charcot i Pitres en su primera memoria (1877) han recojido 8 observaciones i en la segunda (1878) 19, de casos en que lesiones de diverso carácter se habían presentado fuera de la zona motriz sin que las acompañasen síntomas de movimiento. Son todas las observaciones que han podi- do recojer en que la lesión no afectaba un centro motor reconocido. Las partes del cerebro que manifestaban esta indepen- dencia de los fenómenos motrices, es decir los puntos en que las lesiones se han manifestado en esas 27 observa- ciones son: el lóbulo occipital, los lóbulos frontales (escepto en los puntos vecinos a su inserción en la parietal ascen- dente), la cuña, la ante-cuña, la cara inferior del lóbulo frontal (lobule orbitaire), la parte anterior de la primera, segunda i tercera frontal. Esa vasta rejion cortical ha permanecido invariable- mente indiferente en presencia de las lesiones mas diver- sas; comprimida, irritada i destruida, por tumores, esquilas, 50. Charcot i Pitres.-Localisations Corticales, eu Revue Men- suelte de Med. et Chir. 1877, p. 6. 68 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. óseas o derrames, nunca lia manifestado su reacción por medio de perturbaciones del movimiento. XIV. Por el contrario, esas perturbaciones acompañan, también de una manera invariable, la presencia de una le- sión en la zona motriz de la corteza. Toda lesión observada en la rejion que corresponde a los centros motrices es se- guida de una perturbación del movimiento en el lado opuesto del cuerpo. Esa perturbación será una parálisis cuando la lesión cortical os de naturaleza destructiva; será una convulsión o una contractura, cuando la lesión que la provoca es do carácter irritativo; será una combi- nación de parálisis i contructura, o parálisis i con- vulsión cuando la lesión ha destruido ciertos puntos i es- cita otros. Brown-Sequard ha puesto en duda últimamente la exactitud del entrecruzamiento de la acción cerebral, apoyándose en doscientos casos en que la lesión hemisfé- rica i los. fenómenos paralíticos ocupaban el mismo lado. Esos doscientos casos han sido recojidos en toda la lite- ratura médica desde la mas remota antigüedad i fácil- mente se podría también reunir millares que contradicen la opinión del eminente fisiólogo. La desproporción entre el pequeño número de observaciones que Brown-Sequard cita en su apoyo i el inmenso número que se podría adu- cir en contra suya, hace que Ferrier, crea un cálculo bajo asegurar que por cada caso de parálisis directa se pueden presentar ciento noventa i nueve de parálisis cruzada. Deducir de ese hecho escepcional una lei en con- traposición con la casi unanimidad de los hechos obser- vados no es un procedimiento aceptable, lo único a que autoriza esa escepcion es a afirmar que la lei no se obser- va de una manera invariable i rigurosa, i que por consi- guiente en un caso dado de parálisis, apoyándose sola- mente en el sitio que ocupan los fenómenos, no se puede afirmar de una manera absoluta que la lesión ocupe el hemisferio del lado opuesto, Mas lójico creemos mirar estos hechos escepcionales como la prueba de una anomalía individual i buscar su esplicacion en una irregularidad anatómica. Bajo este aspecto, dice Ferrier, las investigaciones de Pierret i de Flechsig tienen un gran alcance. Flechsig, en su acabado trabajo, Die Leitungsbahnen im Gehirn uncí Rücken- mark, 1876, ha publicado el resultado de sus investiga- ciones sobre el trayecto i las relaciones de los diver- sos cordones del cerebro i la médula espinal, prestando CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 69 una atención especial a sus períodos de desarrollo respec- tivo en el feto humano, i a la dirección i las líneas que sigue la dejeneracion secundaria producida por una lesión cerebral o espinal, según las investigaciones de Waller i Türck. Este es un método que se debe mirar como infini- tamente superior a la simple investigación anatómica o histolójica de la médula sana i completamente desarro- llada. Flechsig establece que las pirámides o cordones pira- midales son un anexo de los cordones fundamentales de la médula; i que se desarrollan siempre en un período posterior a los demas. Su desarrollo coincide con el de los hemisferios cerebrales, i faltan cuando los hemisferios no se desarrollan. Sus conexiones pueden ser seguidas hacia arriba hasta las rejiones corticales que avecinan a la ci- sura de Rolando, i hacia abajo en parte hasta la super- ficie postero-lateral i en parte hasta la superficie interna de los cordones anteriores de la médula. Estos cordones piramidales están sujetos a variaciones mui considerables respecto a su decusacion en la parte anterior e inferior de la médula oblongada; i en la proporción relativa de las fibras que se prolongan a los cordones postero-laterales i antero-internos. En regla jeneral, la mayor parte de las fibras de las pirámides bajan a la columna postero-lateral del lado opuesto, el resto va a la columna antero-interna del mismo lado. Pero escepcionalmente se invierte la re- gla i en un caso no habia ninguna decusacion.51 51. La cuestión es saber si podemos "fijar como normal un tanto por ciento en la proporción de los cordones piramidales. Es evidente que las variaciones no son escepciones casuales, sino mas bien que la variedad es la regla. Tenemos dos estre- ñios entre los cuales hai un gran número de variaciones inter- medias. Los estremos son aquellos en que las pirámides pasan completamente a las columnas laterales quedando las columnas anteriores reducidas a 0, o en que pasa un 90 por ciento a las columnas anteriores quedando las laterales reducidas a su mí- nimun. La modificación mas común es que haya cuatro cordo- nes piramidales; pero no se puede mirar como la regla, porque hai tantas modificaciones. Cómo las columnas anteriores con- tienen las fibras directas, que no se decusan, i las columnas laterales las que se entrecruzan en la decusatio pyramidxm, te- nemos los principales tipos siguientes: 1. ° Decusacion total (casos en que faltan los cordones an- teriores.) 2. ° Semi-decusacion de una pirámide i decusacion total de la otra. 70 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. Pierret ha descrito recientemente, un caso análogo.62 Los cordones sujetos a esta variación son los que, deje- neran a consecuencia de una lesión de los centros moto- res, lo que manifiesta de un modo satisfactorio que esos cordones sirven para la conducción de los impulsos del movimiento voluntario. Siendo esto así, debemos conside- rar como posible la parálisis del mismo lado que la lesión cerebral.6 3 XV. Si la lesión se estiende a toda la zona motriz, los fenómenos se presentan en todo el lado opuesto del cuerpo, sobre el facial i las dos estremidades, ofreciendo los mismos caracteres que una hemiplejía vulgar. Pero los fenómenos pueden adquirir esa difusión aun cuando la lesión que los provoque no sea tan estensa. En la Obs. VII de Charcot i Pitres, una lesión que en la zona motriz solo afectaba el tercio superior i el quinto inferior de la parietal ascendente, produjo ma hemiplejía comple- ta; 64 en la Obs. VIII, una lesión que ocupaba los dos tercios inferiores de la frontal ascendente, la mitad infe- rior de la parietal ascendente i los tres cuartos posterio- res de la segunda i tercera frenta ., produjo también una hemiplejía con contractura de los ( os miembros.66 Ferrier esplica estos hechos oh ervando que la lesión anatómica demostrada no tiene necesariamente la misma estension que el area de la perturbación funcional. Por supuesto, dice, que no hai dificultad para darse cuenta de una hemiplejía producida por una lesión súbita i limita- 3. ° Semi-decusacion de ambas pirámides. Puede ser ménos o mas de 50 por ciento de las fibras de una pirámide o de las dos las que no se decusan. La distribución puede ser simétrica. Flechsig observa en una nota que la decusacion de las pirámi- des puede faltar completamente, caso que se puede mirar como el segundo estremo. Describe un caso de esta especie en la p. 111 (núm. 33, lámina XVII, 2.) 52. Es el caso de un niño en que casi todas las fibras de la pirámide iban a los cordones anteriores hasta la mitad de la rejion dorsal. En este caso en que faltaba casi completamente la decusacion, observa Pierret, que si se hubiera presentado una parálisis producida por una hemorrájia cerebral, se ha- bria encontrado en el brazo del mismo lado, i la pierna del lado opuesto habría sido lijeramente afectada.-(Progrés Medical. Enero 22, 1876.) 53. Ferrier. On Localisation of Cerebral Dissease. p. 8. 54. Charcot i Pitres. Loe. cit., p. 118. 55. Charcot i Pitres. Loe. cit., p. 121. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 71 da de la zona motriz, tales como estravasaciones hemo- rrájicas o lesiones traumáticas. Pero a su tiempo los sín- tomas paralíticos desaparecen, quedando solamente los que produce la parte directamente destruida o lesionada. Pero cuando las lesiones tienen un carácter crónico i son anatómicamente circunscritas, ha existido en muchos ca- sos una parálisis que no guarda proporción con la parte de corteza visiblemente destruida.50 Bastan las observaciones que Charcot i Pitres han reunido, entre las muchas que podríamos citar, para esta- blecer el hecho de que una lesión es tensa de la zona mo- triz, puede producir una hemiplejía completa, incurable, que se presenta en el primer período coma la hemiplejía vulgar, con una flacidez de las masas musculares de los miembros paralizados, i en un período mas avanzado con rijidez i contractura de esos mismos miembros, contrac- tura que corresponde en estos casos a la esclerosis lateral descendente, cuyos caracteres anatomo-patolójicos son los mismos que presenta esta lesión cuando es consecutiva a la destrucción de la cápsula interna. Pero si la lesión interesa solamente una parte limitada de la zona motriz, los síntomas también se presentan limi- tados a un miembro o un grupo muscular. En estos casos la parálisis es parcial i tiene el carácter propio de presen- tarse desde el principio acompañada de una contractura transitoria, añadiéndose a veces a estos síntomas convul- siones epileptiformes mas o menos limitadas. Es lo que Charcot denomina una monopléjia propiamente dicha. A este respecto, Charcot i Pitres, recuerdan que «la hemiplejía que resulta de una lesión de las masas centra- les, interesa necesariamente, a la vez, la parte inferior de la cara, el miembro superior i en cierto grado el miembro inferior. En estos casos la hemiplejía puede ser mas o mé- nos acentuada; pero siempre es total, en el sentido de que constantemente afecta, en el lado del cuerpo opuesto a la lesión, las partes que acabamos de enumerar. En el caso de lesión limitada de la zona motriz cortical, por el con- trario, la parálisis hiere aisladamente ya la cara (rejion animada por el facial inferior), ya el miembro inferior, o el miembro superior, ya los dos miembros sin participación de la cara. La hemiplejía se puede llamar parcial o disaso- ciada.» XVI. Charcot i Pitres describen solamente como mono- 56 Ferrier. On Localitation of Cerebral Dessease. p. 55. 72 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. plejias puras una facial, otra bracpuial i una tercera crural: a estas tres añade Ferrier una monoplejia óculo- motora i la afasia, que considera una hemiparésis oro- lingual. Monoplejia oculo-motora.-Hai casos en que la desvia- ción conjugada de los ojos se presenta como un fenómeno aislado i esa desviación solo puede ser producida por una monoplejia-aculo-motora o un monoespasmo. A juicio de Ferrier, es imposible darse cuenta del fenómeno sin admi- tir la hipótesis de una lesión irritativa del lado opuesto o de una lesión destructiva del mismo lado, en la corteza o en los haces medulares subyacentes. Tal es también la conclusión a que llegan. Hughlings-Jackson i Priestley- Smith después de una consideración atenta de los hechos. Como el restablecimiento se ha obtenido en todos los casos menos uno, la evidencia directa es mui escasa todavia para poder localizar el centro de que se trata. El caso siguiente de Choupe, citado por Landouzy, arroja alguna luz sobre la localización del centro oculo- motor en el hombre. Se trata de un muchacho de 19 años, que manifestó síntomas de una meninjitís tuberculosa, en que al dolor se añadía el vómito, etc., el síntoma mas no- table era una rotación de la cabeza i los ojos hacia la de- recha. Este movimiento podía ser vencido con un esfuerzo moderado; pero la cabeza i los ojos volvían a su posición cuando se les abandonaba a sí mismos. No existia ninguna otra parálisis ni contractura. En la autopsia se encontró una placa, superficial i sin granulaciones, del tamaño de una moneda de seis francos «en la parte superior de la circunvolución frontal media,» en el hemisferio izquierdo. Se encontraron también otras lesiones en la parte supe- rior i lateral del lóbulo esfenoidal del hemisferio opuesto; pero no se puede considerar que estas complicasen el caso. No había mas lesión cerebral. La situación exacta de la lesión en el hemisferio izquierdo no está indicada con mas precisión que en las palabras subrayadas; pero creo que pueden ser aducidas en apoyo de la teoría de que este sín- toma especial era debido a una lesión irritativa del punto que corresponde al centro oculo-motor del mono. Entre estas monoplejias oculo-motoras puede incluirse la parálisis disasociada del tercer par, descrita por Lan- douzy bajo el nombre de blephar opto sis cerebral.51 En las 57. Landouzy. Blepharoptase Cer óbrale, en Archives de Med. 1877, p- 145 i siguientes. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 73 observaciones reunidas por Landouzy la ptosis se presen- ta aislada o junto con una monoplejia o hemiplejía aso- ciada a lesiones esclusivamente corticales, situadas en un mismo hemisferio, es decir, que la ptosis es cruzada como los otros fenómenos paralíticos. De los cinco ramos que da el tercer par solo uno se manifiesta lesionado, solo en el elevador del párpado su- perior se hace sentir la influencia de la lesión cerebral. De modo que en este caso se verifica una desasociacion análoga a la que se presenta con mas frecuencia en el facial, cuyas ramas inferiores son, como veremos mas tar- de, las que mas sufren por una lesión de la capa corti- cal; pero estamos lejos todavia de poder circunscribir el centro de los movimientos del elevador ni siquiera con la precisión relativa con que podemos fijar el núcleo cortical del facial inferior. Según Landouzy, de los hechos que él ha recojido (en número de 16), se puede desprender: l.° Que el orijen o centro motor del elevador del párpado superior debe en- contrarse en la rejion posterior del lóbulo parietal; 2.° Que este orijen no confina inmediatamente con los centros motores de los miembros, puesto que la ptosis parece pre- sentarse con tanta frecuencia aislada como asociada a las perturbaciones hemipléjicas; 3.° Que entre los haces ner- viosos que constituyen por su reunión el tercer par, solo los destinados al elevador del párpado superior parecen tener conexión con los hemisferios. Sin embargo, el mismo Landouzy reconoce que los resul- tados necroscópicos son inciertos todavia i que de ellos so- lo se puede desprender lójicamente la existencia de una monoplejia palpebral ligada a una lesión de la corteza. I como conclusión clínica de los hechos que él ha recoji- do se deduce, que en presencia de una parálisis incompleta del tercer par «que obra aisladamente sobre uno o dos músculos del ojo, como dice Panas, se deberá concluir que la causa paralítica reside en la cavidad orbitaria, no léjos de la hendidura esfenoidal, en el lugar en que el nervio sale del cráneo para dividirse en muchos ramos,»5 8 siempre que el músculo paralizado no sea el elevador del párpado superior, parálisis que puede ser el resultado de una afección cortical. 59 58- Panas. 'Paralysie ds la troisieme paire. 59. Ferrier llama la atención a las causas que pueden inducir en error respecto de la ptosis unilateral. He observado, dice, que 74 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. Monoplejia facial.-Esta monoplejia se presenta casi esclusivamente limitada a la rejion facial inferior, en jeneral, unida a la monoplejia braquial o a la afasia. En mui pocos casos es una monoplejia pura i hasta ahora en ninguno ha sido producida por una lesión circunscrita se- gún Ferrier, es decir, por una lesión que no avanzara sobre el resto de la zona* motriz o no afectara alguna parte de la porción inexcitable del cerebro. Sin' embargo, el mis- mo esperimentador recuerda el caso de Gowers, que se puede mirar como típico por el cuadro sintomático i la le- sión que lo producía. Se trataba de una hemipleja izquierda que sanó gradualmente quedando solamente una parálisis mui marcada del facial inferior. Bajo la influencia de las emociones, sin embargo, los músculos funcionaban igualmente bien en los dos lados. La lesión era una estra- vasacion hemorrájica sobre i debajo de la mitad superior del surco paracentral, que oprimía las circunvoluciones vecinas, es decir, la estremidad posterior de la frontal media e inferior i la parte media de la frontal ascendente en el hemisferio derecho. Monoplejia oro-lingual.- Afasia. 6 0 -Los centros buco-linguales, dice Ferrier, tienen una acción mas o menos bilateral como lo he probado en el mono i otros animales de una manera esperimental. Por consiguiente, las lesiones destructoras de estos centros no causan pará- lisis, sino a lo sumo una lijera debilidad o hemiparésis de los movimientos oro-linguales. Como es mui sabido, las lesiones de esta rejion en el hemisferio izquierdo se asocian en jeneral con la afasia o pérdida de la palabra. Los sín- tomas de esta lesión tienen a la vez un carácter subjetivo i objetivo. El último es una hemiparésis oro-lingual, el primero es la notable afección psicolójica-la afasia. La ocurrencia de la afasia en la numerosa mayoría de los casos en conexión con una enfermedad del hemisferio en un gran número de personas un párpado (en jeneral izquier- do) cae mas que el otro sobre la córnea, circunstancia que la fatiga i la postración agravan hasta el punto de que en algunos casos resulte casi una ptosis completa. En un caso de esta espe- cie la caida del párpado superior, que no se hacia notar en el estado de salud, se desarrolló durante una enfermedad hasta el punto de hacer que un médico sospechara una lesión del tercer par. Con la vuelta de las fuerzas desapareció la ptosis.-On the localisation of Cerebral Disease. p. 60. 60 Todo este párrafo sobre la Afasia es traducido del libro de Ferrier On the localisation of Cerebral Disease, p. 89 i siguientes CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 75 izquierdo, i con la enfermedad en una rejion que corres- ponde con los centros buco-linguales en el mono, es un hecho que ya no se puede discutir. También es un hecho que en la gran mayoría de los casos la afasia está asocia- da a una hemiplejía o monoplejia derecha, mas o menos acentuada, siendo las mas frecuentes la parálisis facial o braquio-facial. Es necesario que los que niegan la validez de las in- ducciones, por lo que respecta a la relación causal, entre las lesiones indicadas i la afasia, entiendan con claridad lo que sostienen los que creen establecida esa relación. Afasia, en el sentido estrictamente limitado de la palabra, la afasia de Broca, no quiere decir la pérdida de la pala- bra por parálisis de la articulación, ni la pérdida de la palabra por una perturbación jeneral del cerebro, como un choque emocional, etc., etc., sino la incapacidad de espresar las ideas en un lenguaje articulado, i todo lo que esto implica. Ni significa tampoco, en el sentido en que está relacio- nada con una lesión de la rejion de Broca, esos desórdenes de la palabra que dependen de una falta de comprensión del significado de lo que se dice o escribe. (Calcitas et surditas nerbalis, de Kusmaul). No se sostiene que hai una absoluta restricción de la palabra al centro del hemisferio izquierdo. Esto, aun cuando es la regla, no es una regla absoluta, sino sola- mente una jeneralizacion aproximada, i por consiguiente, se pueden aceptar las escepciones sin invalidar la loca- lización del centro de la palabra en uno u otro lado, que es lo que se sostiene en realidad. Por consiguiente para destruir la localización de un centro de la palabra no basta presentar un caso de lesión del centro izquierdo sin afasia. Esto todos lo admiten, i es un hecho mui signifi- cativo que a lo ménos en muchos de los casos de afasia con enfermedad del centro derecho, los pacientes han sido zurdos. Toca a los que combaten la doctrina de las localiza- ciones, presentar un caso en que habiendo lesión bilateral de este centro no haya habido afasia. Pero apenas nece- sito decir que un caso semejante no existe. El efecto de una lesión bilateral seria, según los resul- tados de la fisiolojía esperimental, a la vez afasia i anar- tria, es decir, parálisis de la articulación. Un ejemplo notable i quizas único ha sido recordado 76 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. por el doctor Barlow. G1 Un niño de diez años de edad, que padecia de una enfermedad aórtica, de que murió intimamente, fue atacado con hemiplejia derecha, prin- cipalmente braquio-facial i afasia. De esto se recobró apa- rentemente al fln de un mes. Tres meses mas tarde fué atacado de una monoplejia braquio-facial izquierda. Esta vez no solo hubo afasia sino también parálisis de todos los movimientos voluntarios de la boca i la lengua. Sin em- bargo, la deglución refleja estaba intacta. No habia afec- ción de la sensibilidad en las partes paralizadas, ni en la piel, ni en las membranas mucosas del paladar, etc., i los músculos reaccionaban de una manera normal con la corriente farádica, «Para resumir el estado cerebral, dice el doctor Barlow, parecia estar perdido el poder del mo- vimiento voluntario sobre los músculos que intervienen en la deglución i la articulación». Esto duró hasta la muerte, habiendo mejorado un poco los brazos. La inteli- jencia era clara i la comprensión fácil. En la autopsia se encontró una lesión en cada hemisferio, i en situacio- nes que se correspondian exactamente. La rejion atacada por un reblandecimiento amarillo era: «la estremidad in- ferior de la frontal ascendente i la estremidad posterior de las frontales media e inferior.» Este caso en todos sus rasgos, ya sea que lo miremos como un esperimento patolójico que se aproxima a las condiciones de una lesión esperimental exacta i precisa, o sea que tomemos en cuenta el cuidado con que fué obser- vado i distinguido de una parálisis periférica o bulbar, es una demostración satisfactoria i concluyente de la armo- nía que existe entre la patolojía humana i la esperimen- tacion fisiolójica. Se han hecho algunos esfuerzos injeniosos, ya que no felices, para destruir la relación causal entre la lesión en la rejion de Broca i la afasia, i convertirla en una sim- ple relación de coexistencia. Como la embolia o trombosis de la arteria cerebral me- dia del lado izquierdo o de alguna de sus ramas, es quizá la causa mas frecuente de la afasia, Jaccoud i otros han insinuado la idea de que la mayor frecuencia de la afasia con lesión cerebral del lado izquierdo pudiera ser espli- cada por la mayor frecuencia de la embolia en la arteria cerebral media del lado izquierdo. Que esto es así parece un hecho indiscutible i quizás esplicable por las condicio- 61 Brit. Med. Journal, 1877, p. 103. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 77 nes físicas de la circulación. Meynert 62 encontró en treinta i ocho casos de embolia, 26 a la izquierda i 12 a la derecha; i Bertin encontró 31 casos de embolia a la izquier- da por 7 a la derecha. Pero la afasia no depende siempre de un reblandecimiento embólico; i si tomamos la relación de la frecuencia del reblandecimiento debido a cualquier causa en el hemisferio derecho e izquierdo respectivamen- te, encontramos, según la estadística de Andral, que el hemisferio derecho es mas susceptible que el izquierdo. Así, de 169 casos, 73 eran a la derecha, 63 a la izquierda i 39 en ambos hemisferios. Por lo que hace a las enfer- medades del hemisferio en jeneral, Charcot i Vulpian han encontrado que la proporción relativa entre los dos era casi igual. Encontraron 58 casos de hemiplejía izquierda con enfermedad del hemisferio derecho, i 52 casos de hemi- plejía derecha con enfermedad del izquierdo. Por lo que hace a la frecuencia relativa de la afasia con la hemi- plejía derecha e izquierda respectivamente, Seguin encon- tró, en un análisis de 266 casos de hemiplejía con afasia, 243 con hemiplejía derecha i 17 con hemiplejía izquierda; es decir, una proporción de 14, 3 por 1. Ahora bien, en la estadística de Bertin, la proporción de la embolia entre la cerebral media izquierda i derecha es de 4,4 por 1, i la asociación de afasia con lesión del hemisferio izquierdo es, según Seguin, 14,3 por 1; tenemos pues en favor de la asociación de la afasia con lesión del hemisferio izquierdo una preponderancia de 10 por 1, que no puede ser espli- cada por un hecho fortuito; i aun cuando los argumentos fundados en la frecuencia relativa de la enfermedad en el hemisferio izquierdo i derecho no hubiesen sido destruidos de esta manera, serian refutados de golpe por los casos de afasia producidos por lesiones traumáticas del hemisferio izquierdo. Se recuerda muchos casos interesantes de esta especie. Sidney Jones 63 da un caso de afasia producido poruña fractura del lado izquierdo del cráneo. Después de la muerte se encontró un abceso del tamaño de una nuez en la sustancia medular de la tercera circunvolución frontal izquierda. Simón 6 4 da el caso de un hombre sano que se cayó de un caballo i fué encontrado por el médico, afásico i sin 62 Estas estadísticas son tomadas de Kusmaul. Dii Stonmgm der Sprach?. 63 Lancet 1873, p. 449. 64 Berliner Klinische Wochenschrift, 1871. signos de parálisis. La muerte ocurrió por menijitis. Se encontró una pequeña herida con fractura depresiva del lado izquierdo del cráneo; correspondia a esto un reblan- decimiento cerebral de la tercera frontal izquierda (en que habia penetrado una esquila ósea), la segunda frontal i la Ínsula de Reil. En la clínica del doctor Wormald hemos recojido un caso análogo de fractura del cráneo con afasia. Se trataba de un hombre de 30 a 35 años de edad que se fracturó el cráneo cayendo desde lo alto de una carreta. Se presentó una afasia desde el momento del accidente. El enfermo murió trece dias después. En la autopsia encontramos un foco de reblandecimiento rojo sobre el operculum, el lóbulo de la ínsula i la estremidad anterior del lóbulo esfenoidal del lado izquierdo. Ademas habia también adherencias meningo-cerebrales i un foco de reblandecimiento sobre la parte media del lóbulo parietal superior. Un caso semejante, en que la trepanación curó al en- fermo ha sido publicado por Proust i Terillon. La esperiencia clínica es suficiente para establecer la relación entre la afasia i la lesión de la rejion de Broca como un hecho empírico; pero cuando también tomamos en consideración los hechos de la fisiolojía esperimental, la conexión entre la lesión de Broca i la afasia no es simple- mente una jeneralizacion empírica sino una lei derivada, que descansa a mi juicio en una base tan sólida como cualquier otro hecho de la medicina científica. Monoplejia crural.-Las diferencias funcionales que separan las estremidades del mono i el hombre no permi- ten establecer una rigorosa analoj ía entre los resultados esperimentales en el mono i las localizaciones en el cere- bro humano. Los ejemplos de una parálisis limitada al miembro in- ferior son raros; en jeneral esta monoplejia se presenta combinada. Ferrier solo ha reunido los casos siguientes: 1. El de Becquerel. Parálisis de la pierna izquierda, producida por una lesión «de la parte superior del hemis- ferio derecho» que consistía en granulaciones i adheren- cias. 2.° El de Rendu. Parálisis de la pierna izquierda seguida de paresia del brazo derecho. La lesión ora un exudato i una hemorrajia intersticial de las circunvolucio- nes parietales del hemisferio izquierdo, cerca de la fisu- ra lonjitudinal. Pero las membranas de ambos lados pre- sentaban signos de una inflamación tuberculosa. 3.° El de Haddon. Paresia de la pierna izquierda durante 5 meses. 78 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. . CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 79 Después debilidad del brazo izquierdo, llegando poco a po- co hasta constituir una parálisis completa de los dos miembros izquierdos. Pero antes de morir principiaba a mostrarse un debilitamiento del brazo derecho. Se encon- tró un tumor de 3 pulgadas de diámetro, nacido en la dura madre i que oprimía la estremidad superior de la frontal i parietal ascendente i las circunvoluciones pos- tero-parietales. También avanzaba hácia el otro hemisfe- rio. 4.° El de Gougenheim. Parálisis de la pierna izquier- da. Lesión de la frontal ascendente afectando especial- mente el lóbulo paracentral. 5.° Un caso de Bourneville. Una muchacha afectada a los 4 años de hemiplejía infan- til i sujeta a ataques epilépticos que partían de la pierna izquierda que estaba paralizada; la lesión ocupaba laym- te superior de la frontal ascendente, la base de la pri- mera i segunda frontal, la parte anterior del lóbulo postero-parietal i toda la superficie interna de estas re- giones. Solo el primero i el cuarto de los casos citados pueden ser considerados en rigor como ejemplos de una monople- jia crural i el primero es de una enorme vaguedad en la localización de la afección. De modo que el caso de Gou- genheim pudiera ser aducido en apoyo de la localización cortical en la misma rejion que en el cerebro del mono. Monoplejia braquial.-Este jénero de monoplejia se ha observado con mucha mas frecuencia que el anterior. Ferrier, el último que ha hecho una colección jeneral de los hechos observados, cita las observaciones siguientes: l.° Una de Raynaud. Parálisis limitada del brazo izquier- do, especialmente de los estensores. La lesión ocupaba la parietal ascendente derecha, en la posición de una línea tirada desde la segunda frontal. 2.° La de Sabourin. Pa- rálisis del brazo i mano derecha. La lesión correspondía a la unión de la parietal ascendente, i el lóbulo supramarji- nal. 3.° La de Boyer: parálisis del brazo i pierna izquierda que después de 5 dias quedó reducida solo al brazo. La lesión ocupaba la parietal i frontal ascendente. 4.° La de Ringrose-Atkins. Parálisis del brazo i la mano dere- cha en un paralítico jeneral. Las meninjeas estaban adhe- ridas i la corteza reblandecida en una rejion que compren- día «una pequeña parte de la frontal ascendente, el ter- cio medio de la parietal ascendente, estendiéndose mas hácia abajo que hácia arriba del jiro supra-marjinal i una pequeña parte del jiro angular en donde se reune con el supra-marjinal para juntarse con la parietal ascenden- 80 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. te.» 5.° Entre los casos colectados por Bourdon cita el de Pierret. Ataque apoléptico seguido de parálisis del brazo izquierdo. La lesión en la unión ele la frontal 'media con la frontal ascendente del hemisferio derecho. 6.a Un caso análogo de Darolles que se resolvió en una parálisis del brazo derecho. Lesión en la parte superior de la frontal ascendente del hemisferio izquierdo. 7.° El de Vermeil. Doble monoplejia bráquial. Lesión; dos pequeñas estrava- saciones. la una en la parte superior de la frontal as- cendente izquierda, la otra en la unión de la parietal ascendente derecha i el lóbulo parietal superior. 8.° El caso de Cotard, tan justamente rechazado por Charcot. De todos estos casos, i otros muchos de Bourdon, Char- cot i Pitres, Landouzy i Grasset, se puede desprender que el centro motor del miembro superior se encuentra en la zona que comprende la parietal ascendente i la parle su- perior de la frontal ascendente. Ferrier, añade, que en los casos en que se ha notado que la mano estuviese especialmente afectada, la lesión invadía la parietal ascendente, en armonía con la locali- zación esperimental. 65 Monoplejia braquio-crural.-En los casos observados la lesión siempre ocupa la vasta zona que corresponde al centro de los movimientos del brazo i de la pierna, esten- diéndose también fuera de ese centro en la zona inexcitable o quedando limitada dentro de su radio. Monoplejia braquio-facial.-Respecto de esta combi- nación de monoplejias ^iríamos lo mismo que de la ante- rior si no viniese comunmente a complicarla la afasia, cuando la lesión ocupa el hemisferio izquierdo. Las observaciones citadas por Ferrier en que esta com- plicación no existia son las siguientes: l.° La de Dieula- foy. Parálisis del brazo derecho i la rejion facial inferior. La lesión ocupa los haces medulares de la frontal ascen- dente izquierda, posteriores a la tercera frontal. 2.° La de Troisier. Parálisis del brazo derecho i de la cara. La lesión invadía la misma rejion que en la observación ante- rior i la siguiente. 3.° La de Hipólito Martin. Parálisis facial izquierda i paresis del brazo del mismo lado, espe- cialmente en los tres primeros dedos. La lesión en el quinto inferior de la parietal ascendente derecha. El reblandecimiento se estendia hácia la cisura de Rolando hasta un nivel con la estremidad de la segunda frontal. 65 Ferrier. On the Localisation of Cerebral Despease, p. 82. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 81 4.° Un caso de Cruveilhier, afasia con parálisis i rijidez del brazo derecho. La lesión estaba situada en el tercio inferior de la Cisura de Rolando i afectaba especial- mente la parietal ascendente. 5.° Los casos de Frey i los que cita Pitres en que la monoplejia era producida por una lesión de los haces medulares de las secciones frontal i pedículo-frontal media; i 6.° Los casos reunidos por Landouzy, Grasset i Maragliano, que Ferrier cita en globo, En el estudio de las lesiones que provocan esta mono- plejia se ve que la lesión siempre ha ocupado el tercio medio o inferior de las circunvoluciones ascendentes; punto en que la esperimentacion localizaba los centros facial i braquial en el cerebro de los monos. Para completar el cuadro de las parálisis de orijen cortical añadiremos que los movimientos comprometidos pueden ser mas limitados todavía. Lucas-ChampionnícrO cita, entre otras, las dos observaciones siguientes sacadas del Informe de los médicos Americanos sobre la Guerra de Separación:-Obs. XXII. Palabra vacilante, de una gran lentitud. El medio i anular derechos paralizados. En el índice i el dedo pequeño solo una lijera disminución de los movimientos i la sensibilidad, a consecuencia do una fractura del parietal izquierdo en la vecindad de su eminencia.-Obs. XXIIL Los miembros inferior i superior izquierdos paralizados, ménos la mano, por fractura i depresión de una parto de la tabla del parietal derecho, cerca del vortox. G0 X Vil. «El hecho de la disociaciones ciertos casos de he- Iniplejía no se había escapado'a la sagacidad de Romberg.» «He podido establecer, dice, según mi esperiencia propia i la ajena, un resultado casi sin oscepcion. Es que, cuando una parálisis aislada de un brazo o de una pierna de- pendo de una lesión encefálica, el sitio dé esta lesión es el cerebro.» Hoi, creemos que se puedo ir mas lejos, i precisando mas, afirmar que cuando la parálisis aislada de un miembro o de la cara fmonopleiia} depende de una lesión de los hemisferios cerebrales, esa lesión obra sobro un punto de la zona motriz de la corteza del cere- bro o sobre la sustancia blanca inmediatamente subya- cente. Otro carácter délas hemiplejías corticales disaso- ciadas es que las partes afectadas (cara o miembros) son (?6 Just. Lucas Champioimiere.- Etude sur la trépanation, I878, p. 90 i 91. 82 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. con frecuencia desdo el oríjen asiento de una contractura muscular precoz, mas o ménos pronunciada i mas o menos duradera.» 67 El carácter primitivo de estas contracturas es uno de los rasgos de las lesiones limitadas de la corteza cerebral, pero la lesión puede tener su sitio en la vecindad de las circunvoluciones, en las meninjeas o el epéndimo. Rendu i Gombault creen poder deducir de los hechos patolójicos, i que parece estar bien demostrado, que la contractura no exije para producirse una irritación particular de las me- ninjeas frontales, ni una irritación del epéndimo en la ve- cindad del cuerpo estriado; la misma lesión colocada bajo las meninjeas del lóbulo occipital o esfenoidal arrastra la rijidez del miembro. Bajo el punto de vista de la determina- ción de los centros motores corticales del encéfalo, la contractura no tiene, pues, en patolojia, el mismo valor que en flsiolojia. 68 A veces la lesión cortical es de naturaleza invasora limitada al principio a un punto estrecho se va ensan- chando poco a poco, i poco a poco también los fenómenos motrices se van haciendo mas estensos; de manera que llega un momento en que la parálisis invade todo el lado opuesto del cuerpo i queda constituida la hemiplejia total. Este desarrollo gradual de los fenómenos parece esclusi- vo de las lesiones corticales, a lo ménos esta es la opinión de Charcot i Pitres. También se presentan en estos casos, de lesión limitada en la zona motriz, las esclerosis secundarias de la médula, hecho en que han insistido Charcot i Pitres sobre todo bajo su aspecto teórico. Importa notar, dicen, que todas las le- siones de la corteza, aun cuando sean mui estensas i pro- fundas no dan lugar indistintamente a las dejeneraciones espinales secundarias. Así, por ejemplo, tratándose de lesio- nes corticales que tienen su asiento fuera de la zona mo- triz, aun cuando estas lesiones fuesen de fecha antigua i relativamente mui estensas, el exámen de la médula he- cho minuciosamente con ayuda del microscopio no ha descubierto ninguna especie de dejeneracion de los haces laterales. Vemos, por la inversa que lesiones de la corteza mui limitadas pero que tienen su asiento en el área de la zona motriz, traen una esclerosis mui acentuada del haz 67 Charcot i Pitres Loe., cit., p. 180. ? {68. Rendu i Gombault. Les localisations cerebrales en Rev. des Sciences Med. 1876. p. 349. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 83 lateral de] lado opuesto. Do aquí creemos que se puede concluir que hai entre la zona motriz cortical i ciertas fibras de los haces laterales do la médula relaciones mas o menos directas, que no existen para las otras partes de la corteza de los hemisferios. 6 9 XVIII. Antes de abandonar los fenómenos paralíticos de que nos hemos ocupado, i aun a riesgo de traspasar los límites de nuestro trabajo, creemos útil presentar reunidos los caracteres clínicos que distinguen las parálisis de oríjen cortical de las que dependen de una lesión central. Los que ha dado Charcot en su curso de 1875 (todavía inédi- to) son según Rendu i Gombault: l.° La tendencia que afecta la parálisis a permanecer localizada, aun cuando no sea esclusiva de las parálisis de oríjen cortical, es en ellas mucho mas frecuente. Esta parálisis se presenta casi siempre en el miembro superior i la cara, i la que proviene del cuerpo estriado ataca de preferencia el miembro infe- rior. «Aquí hai, pues, un signo diferencial importante i cuando el médico se encuentre en presencia do una paresia del miembro superior, sobrevenida sin causa apreciable i sin fenómenos de apoplejía, podrá casi apreciar con segu- ridad que la lesión tiene su asiento en la corteza cerebral.» 2.° La poca intensidad de los fenómenos paralíticos i su fugacidad. Rendu i Gombault colocan este carácter entre los señalados por Charcot; éste dice, sin embargo: «Mu- chos autores, fundándose en analojías sacadas de la fisio- lojía esperimental, han creído poder avanzar que las pa- rálisis de oríjen cortical tienen por caracteres ser incom- pletas, fugaces, variables en su intensidad i susceptibles de una curación rápida. Los hechos patológicos, en lo que concierne a lo ménos a las lesiones destructivas i estensas de la zona motriz, no confirman esta opinión.»70 3.° Los fenómenos concomitantes', suceden a convulsiones unila- terales; otras veces la parálisis estará establecida desde algún tiempo cuando estallan nuevos fenómenos convulsi- vos; la presencia de la afasia es el argumento mas decisivo en favor de este oríjen cortical. Ferrier, en su último trabajo, formula en estos térmi- nos su diagnóstico de la parálisis cortical: Prescindiendo de las indicaciones dietéticas, la manera 69. Charcoti Pitres. Loe., cit., p. 194. 70. Charcot i Pitres. Localisations motrices, Rev- Men. de Med. et Chir. 1879. p. 131. Rendu i Gombault, deben pues cometer al- gún error de apreciación al atribuir al profesar Charcot este ele- mento de diagnóstico. 84 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. de desarrollarse, e*c., no hai ningún carácter que nos permita distinguir fácilmente la hemiplejía que depende de una destrucción jeneral de la zona motriz i la hemi- plejía debida a lesiones destructivas del cuerpo estriado, especialmente las que afectan los dos tercios anterio- res de la cápsula, interna. Hai la misma afección relati- va de los diferentes movimientos; siendo mas paralizados los que dependen mas de la voluntad, a lo menos después que ha pasado el primer choque de la enfermedad. La parálisis facial se ve mas especialmente en la rejion facial inferior o en esos movimientos que son mas independien- tes; mientras que los músculos frontal i orbicular de los párpados solo son lijeramente afectados. Los movimientos de la pierna son menos paralizados que los del brazo, i los movimientos del brazo ménos que los de la mano. La sensación no es perturbada, si la lesión queda estricta- mente limitada a la corteza o a los dos tercios anterio- res de la cápsula interna; en ningún caso es perturbada la nutrición o la contralidad eléctrica de los músculos paralizados. Existe en las dos la misma tendencia al de- sarrollo de la esclerosis descendente de los cordones moto- res del pedúnculo, el puente, la médula; i al desarrollo pos- terior de la rijidez o contractura de los movimientos parali- zados. Esta rijidez tardía parece, según Charcot, Bouchard, Bastían, etc., depender esencialmente del proceso dejenera- tivo i tiene su equivalente en la esclerosis lateral de oríjen protopático. Sin embargo, Hughlings-Jackson considera esta rijidez tardía como una especie de distorsión tónica, producida por la cesación del influjo cerebral i la falta de antagonismo a la acción de los centros cerebelosos; «porque, dice él, el influjo cerebeloso queda sin contra- peso, i de ahí viene la rijidez de los músculos que en el estado de salud eran especialmente enervados por el cere- bro.» Pero si esto fuese así, debería mostrarse el anta- gonismo del influjo cerebral al principio de la parálisis, (porque la distorsión consecutiva a la cesación de un an- tagonista es siempre mas marcada al principio), mientras que en la rijidez de la hemiplejía jeneralmente pasan sema- nas i meses ántes que se manifieste. I si fuera el influjo ce- rebeloso el que obraba, traería por otra parte la rijidez de los estensores del tronco i de las piernas, por la relación mas especial del cerebelo con estos movimientos, a juzgar por las esperiencias; sin embargo, sucede todo lo contrario, porque la rijidez es mas marcada, i en la mayoría de los casos reducida, a los flexores. La rijidez parece afectar CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 85 mas los músculos mas paralizados por la lesión destruc- tiva de los hemisferios. Si se objeta,-i esta debe ser la objeción principal,-que el carácter remitente o intermi- tente de la rijidez tardía, milita contra la idea de que dependa de una lesión orgánica permanente, podemos ci- tar fenómenos análogos. El dolor neuráljico asociado a la esclerosis progresiva de los cordones posteriores no es constante sino remitente o intermitente o varía con di- versas circunstancias, que modifican la nutrición i activi- dad de los centros nerviosos. Así podemos atribuir las va- riaciones en el estado de la contractura a que dependen de una irritación producida por una mielitis crónica de los cordones motores. También es posible que en algunos casos se añada una contractura refleja, porque la irritación se estiende a los cordones de sensibilidad. Duret se inclina a atribuir la rijidez tardía esclusivamente a la irritación refleja; pero no es un carácter reconocido de los espasmos reflejos ser tónicos o continuos, sino mas bien clónicos e intermitentes. I si la irritación de los cordones de sensibi- lidad existe en el grado suficiente para sostener esa con- tracción constante i marcada, observaríamos con seguri- dad mas claramente indicaciones de una perturbación sensorial de lo que se manifiestan en los casos antiguos de hemiplejía con rijidez. Es verdad, como ha indicado Charcot, que en la escle- rosis lateral protopática, unida a la miotrófia, hai per- turbaciones sensoriales como dolores espontáneos, hor- migueo, etc., i también dolores mui marcados a la presión o tracción de los músculos, pero en esta enfermedad la esclerosis no queda limitada a los cordones laterales sino que se estiende a la sustancia gris. La esclerosis que depende de una lesión cerebral, sin embargo, queda en regla j eneral confinada a las pirámi- des, aunque en algunos casos se estienda transversalmen- te a la sustancia gris i produzca perturbaciones tróficas o de otra naturaleza.7'1 Por lo que hace a la temperatura de los miembros pa- ralizados, en las enfermedades centrales i corticales, hai alguna diferencia de opinión en cuanto a las relaciones de la corteza con el sistema vascular. Sin embargo, en jeneral se acepta que hai menos diferencia en la tempera- tura entre los dos lados cuando la parálisis depende de una enfermedad cortical que cuando depende de una en- 71. Bastían: Parálisis from brain disease. p. 173. 86 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES fermedad central, i que desaparece con mas rapidez.72 Seguramente es menos marcada que cuando depende de una lesión meso-encefálica. Se ha esperimentado en ani- males para resolver el problema, pero los resultados no concuerdan entre si. Eulemburg i Landois afirman que la parálisis vaso-motriz se presenta en el perro por la des- trucción de los centros motores corticales en este animal i en esto los apoya Hitzig. Vulpian, sin embargo, niega el hecho. I resulta de una comunicación de Küsner 7 3 que en los ratones a lo menos las lesiones corticales no produ- cen parálisis vaso-motriz. Estas discrepancias nos pare- cen mas aparentes que reales i que es aplicable a la pará- lisis vaso-motriz la misma lei que se observa respecto al grado de parálisis motriz que sigue a las lesiones cortica- les en los distintos animales i respecto a diversos movi- mientos en el mismo animal. La parálisis motriz de las lesiones corticales varia con el grado de independencia de los movimientos en los centros situados bajo la corteza. De aquí la inmunidad comparativa i el rápido restableci- miento de ciertos movimientos comparados con otros. Las observaciones de Lépine parecen establecer que esto tam- bién es aplicable a las afecciones vaso-motrices.7 4 Lépine ha mostrado que la parálisis vaso-motriz, i por consiguiente la diferencia de temperatura en la hemiplejia, es mas marcada en el brazo que en la pierna, lo mismo que la parálisis motriz es mas grande en el uno que en la otra. Que la parálisis vaso-motriz debe acompañar a la paráli- sis motriz producida por lesiones corticales, me parece que es lo que debía esperarse por lo que sabemos por la fisio- lojía de la inervación motriz i vaso-motriz; i que esta pa- rálisis vaso-motriz debiera desaparecer con mas rapidez en casos de lesiones corticales me parece que está en ar- monía con la inmunidad relativa de los movimientos or- ganizados en los centros inferiores. A las perturbaciones vaso-motrices coexistentes atribuiría yo las sensaciones de adormecimiento, etc., que con tanta frecuencia se pre- sentan en la parálisis o los espasmos producido por lesio- nes de los centros motores, mas bien que considerarlos co- mo irritación sensorial central proyectada. La hemiplejia completa desde el primer momento i per- manente no es sin embargo la forma mas común de la pa 72. Op. cit. p. 243. 73. Centralblatt fur die Med. Wissenschafien. Nov. 10, 1877. 74. La localisalions dans les Maladies Cerebrales, p. 85. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 87 rálisis que depende de una lesión cortical o de las fibras medulares subyacentes. Con mas frecuencia, la parálisis de oríjen cortical es fraccional o disasociada, o es una su- cesión de parálisis disasociadas o monopléjias. En las afecciones corticales encontramos con frecuencia una he- miplejia al principio completa i que después se reduce a una monopléjia; o una monoplejia que se hace hemiplejía por el desarrollo progresivo de la enfermedad a otros cen- tros motores. Esto último es una indicación significativa de enfermedad de la corteza. Una parálisis del movimien- to voluntario del brazo i de la pierna; del brazo i la cara; o de esta combinada con afasia, sin afección de la sensibi- lidad i sin cambios cualitativos o cuantitativos en la con- tractilidad eléctrica, o una perturbación directa de la nu- trición, puede ser considerada como dependiente de una lesión de la corteza o de las fibras medulares subyacen- tes. La monoplejia se asocia mui frecuentemente al mono- pasmo o a la rijidez temprana del músculo paralizado o de los músculos que gobiernan los centros contiguos a la lesión. A veces el miembro paralizado puede permanecer sin movimiento presentándose convulsiones en los otros. La parálisis cortical es con frecuencia movible i tran- sitoria, sobre todo la que está en conexión con una me- ninjitis superficial o una meningo-encefalitis; aparece i desaparece primero en un lado i después en el otro. Según que la lesión sea superficial o que invada toda la corteza i la médula subyacente, tenemos una parálisis transitoria o una parálisis permanente, seguida de esclerosis descen- dente i rijidez tardía. Al paso que la rijidez temprana es frecuente en las enfermedades corticales, es rara en las enfermedades cen- trales; i en este último caso se ve especialmente cuando se irritan los fascículos medulares de la rejion fronto- parietal, lo que jeneralmente sucede con los derrames hemorrájicos en los ventrículos laterales. La conciencia se pierde con ménos frecuencia en los casos de una lesión cortical súbita, que cuando una lesión análoga se desa- rrolla en los gánglios centrales. Esto se puede esplicar por la mayor tendencia, en el último caso, a un cambio de lugar del fluido cerebro espinal i por este medio se produce, un cambio en la circulación cerebral, cuyo me- canismo ha sido indicado por Duret. Como un elemento accesorio en el diagnóstico de las lesiones corticales se puede tomar en cuenta el hecho, 88 señalado por Callender i otros, que las lesiones cortica- les son mas frecuentemente acompañadas de un dolor lo- calizado en la cabeza 75; i lie observado con frecuencia que aun cuando el dolor no sea acusado espontáneamen- te, puede ser descubierto por la percucion sobre el sitio de la lesión. Si no podemos estar completamente seguros de la posi- ción de una lesión cortical que produce una hemiplejía completa, podemos considerar una monoplejia de la pierna, o del brazo i la pierna, como indicación de una lesión de la estremidad superior de las circunvoluciones ascenden- tes, cerca de la cisura lonjitudinal; la monoplejia braquial como un signo de lesión en la parte superior de la frontal ascendente i si la parálisis afecta mas particularmente la mano como un signo de lesión de la parietal ascendente; la monoplejia braquio-facial indica una lesión de la parte media de la rejion fronto-parietal; i la monoplejia facial i lingual o ésta combinada con la afasia, indica una lesión de la parte inferior de la frontal ascendente donde se le une la tercera frontal.70 XIX. Si la lesión, en vez de presentar el carácter des- tructivo que lleva a la parálisis, obra como un excitante, entonces tendremos los síntomas convulsivos que Jackson fue el primero en apreciar en toda la plenitud de su im- portancia. Estas convulsiones, que remedan el ataque epiléptico de una manera mas o menos completa, son habitualmente designadas como epileptiformes, sin embargo de que en ellas no se observa en jeneral la pérdida del conocimien- to, que es casi característica de la epilepsia verdadera. Estas convulsiones limitadas a un lado del cuerpo, un miembro o un grupo muscular, constituyen la epilepsia parcial o local de Hughlings-Jackson, que también se de- nomina epilepsia jacksoniana.7 7 En jeneral principian en un grupo de músculos i de ahí se van jeneralizando poco a poco hasta hacerse a veces ostensivas al cuerpo entero. Miéntras dura el acce- CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES 75. Callender, Barth. Hosp. Reports, 1869. 76. Ferrier. On the localisations of cerebral disease. 1878 p. 94, etc. 77 Hughlings-Jackson esplica estos fenómenos valiéndose de una teoría de Laycock conocida como teoría de las car- gas. Según esa teoría, el tejido nervioso almacena las fuerzas que le trae el movimiento de nutrición i gasta esas mismas fuerzas siempre que entra en función bajo la influencia de un CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 89 so, el enfermo puede conservar-i conserva en jeneral- la plenitud de su conciencia. Hai casos en que en unos accesos la intelijencia queda inmune i en otros es com- pletamente suspendida en el mismo individuo. La esperimentacion lia provocado ataques epileptiformes en los animales i en el hombre (caso de Bartholow) va- liéndose de la excitación eléctrica. A veces también se presentan estos ataques provocados por una lesión anti- gua de la corteza que ha sido producida artificialmente. Bajo este último aspecto son mui interesantes algunas esperíencias de Hitzig, que Charcot i Pitres han resumido en su memoria 78, de las que solo trascribiremos las dos primeras. Esperiencia 1.a El 2 de abril de 1870, se aplica una corona de trépano sobre el lado izquierdo del cráneo de una perrita i se estirpa un fragmento del tamaño de una lenteja, en el centro para los movimientos del miembro an- excitante cualquiera. Este desgaste se hace en los elementos nerviosos de una manera rápida que ha sido comparada con una descarga, en que se consume una cantidad de fluido ner- vioso,-permítaseme la espresion-perfectamente proporcio- nada al fin funcional que se realiza en el estado fisiolójico. Pero puede romperse esta armonía entre la descarga i la fun- ción de dos maneras capitales: la descarga se suprime o se exa- jera. En este último caso las fuerzas almacenadas en la célula nerviosa se hallan en equilibrio inestable, de modo que un excitante, por mas débil que sea, determina la descarga. Todavía no sabemos lo que trae esta instabilidad de la célula nerviosa; se supone en ella un cambio nutritivo, una disminución del fósforo i un aumento del ázoe. Haciéndose la célula mas azoa- da, se haría mas esplosiva. «Sea cual fuere la naturaleza del proceso patolójico, un he- cho notable, es que la lesión puede ser permanente i dar lugar solo a fenómenos pasajeros. «Lo que pasa aquí en el estado'patolójico se podría compa- rar con lo que pasa en el estado normal en los ganglios del corazón: ¿en virtud de qué esos ganglios dan impulsos rítmicos mas bien que continuos? Se debe esto a un movimiento nutri- tivo de naturaleza especial, i en tal caso ¿de qué depende esa nutrición especial? Este no es el único problema que despierta la intermitencia de las descargas. Debemos preguntarnos tam- bién cómo es que siendo la lesión permanente no existe, en el intervalo que separa las descargas, un síntoma mórbido cual- quiera. Una descarga de la sustancia cortical que produce grandes movimientos en el brazo, por ejemplo, una vez que el 78, Charcot i Pitres. Loe., cit., p. £60. 90 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. terior derecho. Terminadas las suturas, se constata que el miembro anterior derecho presenta las perturbaciones or- dinarias de la motricidad. El 4 la herida ha cicatrizado por primera intención. Las anomalías del movimiento son mas marcadas que el primer dia. El 5 una lijera presión sobre el punto en que ha tenido lugar la operación determina un vivo dolor i provoca convulsiones en la pata anterior derecha. El 16 el animal parece completamente curado. El 26 ele junio sin causa conocida, esperimenta un ataque de epilepsia que dura muchas horas, después queda triste, abatido i se resiste a comer. Ataques análo- gos se reproducen desde ese momento todos los dias o cada dos dias: con frecuencia hai muchos en el mismo dia. El 8 de julio se mata el animal. Al nivel del punto trepanado se encuentra una masa dura de tejido conjun- tivo que reune la piel, los bordes del hueso i la dura- madre i adhiere fuertemente a este nivel. Al rededor acceso pasa, no será seguida en jeneral de ninguna perturba- ción de la motricidad en el miembro afectado./ Para solucio- nar la dificultad Hughlings-Jackson hace intervenir un nuevo elemento en el problema: la teoría de las compensaciones, se- gún la cual, las partes vecinas al punto lesionado en el cerebro, que también representan los movimientos del miembro afec- tado, entran a suplir la parte enferma. «Mientras mas elevado en la jerarquía anatómica i fisiolójica es el centro nervioso que consideramos, mas considerables i diversos son los movimientos i las impresiones que están en él representadas; esta gran variedad también supone, lo que por otra parte es evidente, que ese centro nervioso encierra un nú- mero mayor de fibras i de células nerviosas. Miéntras mayor sea el número de esos elementos, menor será el resultado que produzca la destrucción de una parte de esos elementos. Si se supone el cuerpo estriado, por ejemplo, dividido de adelante atras en tres partes A, B, C, cada uno de esos tercios repre- senta la mitad correspondiente del cuerpo en diferentes grados-, de manera que si hai destrucción de A, habrá paresia de la cara, del brazo i la pierna del lado opuesto, sucederá lo mismo si hai destrucción de B o de C. Si se considera tres rejiones del cuerpo, la cara, el brazo i la pierna i las representamos por las letras x, y, z, admitiremos que cada circunvolución o cada di- visión del cuerpo estriado, A, B o C, representa no x3, y3 o o z3, sino que, por el contrario, cada división representa las tres letras, x, y, z, con coeficientes variables, por ejemplo, x3, y2 z, o x , y, z , etc. «La destrucción de un tercio del cuerpo estriado no traerá CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 91 existe un foco de reblandecimiento parduzco, rodeado el mismo de una zona reblandecida, blanca, del volúmen de una nuez pequeña, no hai mas alteraciones apreciables. Esperiencia 2.a El 30 de julio 1871 se cauteriza sobre el cerebro de un perrito, el centro para la estremidad anterior derecha, puesto a descubierto por el trépano. La herida se reune a escepcion del ángulo posterior. Inme- diatamente después de. la operación se constata en el miembro anterior derecho las perturbaciones habituales del movimiento voluntario. Ademas durante una hora se notan movimientos tónicos de ostensión de esta estremidad, sobreviniendo de una manera intermitente. El 18 de agosto, la herida está completamente curada i las perturbaciones del movimiento casi completamente disipadas. De improviso se presenta un ataque de epilepsia bien caracterizado que dura un cuarto de hora mas o menos, seguido durante una hora de espasmos en la mitad anterior derecha. pues mas que paresia, porque en los otros dos tercios también están representados los movimientos de las partes del cuerpo que han sido afectadas. Una destrucción parcial, limitada del encéfalo, no trae pues una parálisis de diferentes partes, sino una parte de parálisis, una paresia. El cuerpo estriado es un conjunto de unidades nerviosas, una reunión de pequeños cuerpos estriados, en que cada uno representa por si solo los movimientos de todo un lado, cara, brazo i pierna. «No solamente representa cada hemisferrio cerebral todos los movimientoe de la mitad opuesta del cuerpo, sino también, aunque en menor grado, los movimientos del mismo lado. Broadbent ya había emitido la hipótesis de que los músculos del tronco, cuya acción es simétrica, estaban igualmente re- presentados en los dos hemisferios. Para Jackson los músculos de cada mitad del cuerpo, es decir, los que pueden obrar inde- pendientemente de sus conjéneres del lado opuesto, también están representados en cada mitad del encéfalo. «En efecto, en ciertos casos de lesión situada a izquierda, por ejemplo, se observa una parálisis jeneral, completa, a los dos lados; la parálisis del lado derecho no tiene nada de estra- fio; en cuanto a la del lado izquierdo es verdad que se podria atribuirla a la compresión que ejerce el coágulo sobre el he- misferio derecho, o bien a que estando el enfermo completa- mente insensible, el lado izqnierdo parece paralizado. Es cierto que en estos casos hai4un estado comatoso profundo, i también confiesa Jackson que no le ha sido posible constatar una pará- lisis del lado izquierdo del cuerpo con hemorrájia del hemis- ferio izquierdo en un enfermo que, en el momento del exámen, no estuviera en ese estado comatoso. Por lo demas, lo que quie- 92 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. Los dias siguientes el perro está estraordinariamente débil, lleva la estremidad anterior derecha levantada con- tra el vientre i rechaza toda alimentación. Muerte el 21 de agosto. En la autopsia se encuentra mui inyectadas, al lado izquierdo, la dura i la pia-madre de la convexidad. Al ni- vel de la herida, la piel del cráneo está unida al cerebro por una masa de tejido conjuntivo. No hai otra adheren- cia, ni exudatos, ni derrames. En el punto en que el ce- rebro ha sido cauterizado hai un reblandecimiento blanco con un foco pardo cuneiforme, en el medio. XX. De estas esperiencias deducen los autores que las citan, que las convulsiones se pueden presentar esperi- mentalmente en dos condiciones diversas: l.° bajo la in- fluencia de una excitación directa e inmediata; 2.° bajo la influencia de una lesión permanente. Con estas dos formas esperimentales coinciden también dos formas clí- nicas: la una en que las convulsiones se muestran al prin- cipiar la enfermedad bajo la influencia de un traumatismo re mostrar es que en los casos de lesión del'.hemisferio izquier- do, por ejemplo, el lado izquierdo es debilitado, porque si es verdad que admite que los movimientos del lado izquierdo son representados en el hemisferio izquierdo, quiere probar al mismo tiempo que lo son en un grado menor que los movimien- tos del lado derecho. «Cada unidad del sistema nervioso es doble como lo es todo el sistema, o mas bien, valiéndose de una comparación química, cada molécula de actividad se compone de dos átomos. Estos dos átomos por lo demas no son semejantes, como no lo son las dos mitades del encéfalo: Gratiolet ha mostrado que las pri- meras circunvoluciones que se desarrollan son a izquierda las frontales, a la derecha las temporales i occipitales. El predo- minio de acción de la mano derecha sobre la izquierda es un argumento que corrobora la disparidad de las dos mitades del encéfalo. El hecho de que las circunvoluciones no sean simé- tricas implica una diferencia de función. En apoyo de esta idea se constata que la asimetría es tanto mas marcada cuanto mas se sube en la rejion animal i aun según que se considere las razas humanas mas perfeccionadas. Según el doctor Todd, la asimetría alcanza su máximun en el hombre que se entrega a los trabajos intelectuales. «Así nos parece que la constitución del cerebro es: l.° iden- tidad de acción de cada molécula nerviosa i estension de su acción a todas las partes del cuerpo en grados variables; 2.° acción a la vez cruzada i directa de cada hemisferio en grados variables.» (Aigre. Localisalions Cerebrales en Angleterre en Rev. Mens. de Med. et Chir. 1879, p. 65.) CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 93 u otra causa irritante i la otra en que las convulsiones se desarrollan como un síntoma tardío. 7 9 El ataque epileptiforme puede principiar por la cara o por un miembro, mui rara vez es el miembro inferior el punto de partida, en jeneral es el miembro superior. Principiando por este miembro, ordinariamente las pri- meras convulsiones se presentan en el pulgar i el índice, hecho que Hughlings-Jackson esplica de la manera siguiente: Mientras mas voluntarios, numerosos- i variados son los movimientos que ejecuta un órgano, mas susceptible también es de presentar perturbaciones de la motilidad bajo la influencia de las lesiones cerebrales. El pulgar i el índice son los instrumentos mas activos de la voluntad: son los que ejecutan los movimientos mas numerosos, mas variados, mas delicados. Por eso están mas espuestos que todas las otras rejiones del cuerpo a las convulsiones de oríjen cerebral. 8 0 Charcot i Pitres se inclinan a atribuir el hecho a la mayor estension del territorio motor del miembro superior i por consiguiente, a la mayor frecuen- cia con que es lesionado. Sea cual fuere la esplicacion, el hecho es que el acceso principia por el pulgar i el índice de donde parte en jene- ral un aura, una sensación de picadura, de hormigueo, de hielo o de dolor que se estiende por el brazo, (hai casos escepcionales en que el aura sigue una dirección inversa, en que del hombro desciende hacia la mano), después estos dedos se doblan o estienden con enerjía i de ahí la convulsión se propaga gradualmente a todo el miembro. A veces, después de uno a cinco minutos de convulsión, termina el acceso, otras, la convulsión se propaga a la cara i al miembro inferior del mismo lado o se hace jeneral. La intelijencia durante el ataque se conserva i según la observación de Charcot, si el enfermo pierde el conoci- miento cuando las convulsiones se jeneralizan, puede, cuando vuelve en sí, dar cuenta exacta-de los fenómenos que han caracterizado la primera parte del ataque. En los casos en que la pérdida del conocimiento no acompaña a los fenómenos convulsivos, Bright creía que los fenómenos eran producidos por una lesión limitada del cerebro, por ejemplo, un tumor. El número de ataques es variable, a veces los separan 79. Cbarcot i Pitres. Loe., cit., p. 362. 80. Jackson. On the anathomical investigation of epilepsy and epileptiform convulsión. En Brit. Med. Jour, 1873, 94 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. meses de intervalo, a veces dias, a veces se suceden de- jando apenas trascurrir algunos minutos entre uno i otro, llegando a constituir un etat de mal análogo al que se presenta en la epilepsia. La forma del ataque no es siempre igual en el mismo individuo. Vemos que el mismo enfermo puede perder o conservar la conciencia, presentándose en ambos casos el ataque afectando el mismo grupo muscular; vemos también que unas Veces las convulsiones quedan limitadas a un solo miembro i otras veces, en el mismo enfermo, se jene- ralizan a todo un lado, o a todo el cuerpo. Cuando el acceso principia por el miembro inferior, el aura parte del pié o la pantorrilla, i de ahí parten también las convulsiones. Pero esta forma iniciales tan rara que Charcot i Pitres solo han podido recojer un caso seguido de autopsia, (el de Griessinger). Mucho mas frecuente es que los accesos principien por la cara. « Jeneraímente el ataque principia en los músculos de los labios, la boca es tirada con fuerza al lado convul- sionado, luego los labios i los párpados son ajitados por contracciones convulsivas bruscas que pueden estenderse a los músculos de la nuca i ganar los miembros del mismo lado i aun jeneralizarse. Durante el acceso la cara i los ojos se dirijen de ordinario hácia el lado opuesto a las con- vulsiones. Con frecuencia al principio del acceso la cabeza i los ojos se dirijen al lado contrario. La lengua participa en las convulsiones i como las contracciones musculares son unilaterales, resulta que siempre es arrastrada la len- gua hácia el lado convulsionado, colocada bajo las arcadas dentarias i herida por la aproximación convulsiva de los dientes.» 81 A esta forma convulsiva tenemos que añadir otra observada varias veces por nosotros. El acceso prin- cipia por una desviación conjugada de los ojos, hácia abajo i hácia afuera. Las pupilas se dilatan, los párpados per- manecen abierto^ e inmóviles; luego la cabeza principia a describir un movimiento de rotación lento, hácia el mismo lado que se dirijen los ojos. Pero mientras la cabeza hace su rotación, los ojos quedan fijos, como si mirasen un punto inmóvil. Llegada la cabeza a su rotación estreñía, se dobla lentamente sobre la espalda. El enfermo permanece medio minuto o un minuto en esa situación forzada, sin que se observe ningún movimiento en los músculos de la cara; pasado ese tiempo, la cabeza vuelvo súbitamente a su po- 81 Charcot i Pitres. L)C.} cit., 370. sicion natural, el enfermo arroja cierta cantidad de saliva acumulada en la boca i el acceso termina. A veces en esta forma el movimiento de rotación de la cabeza no es una contracción lenta, sino una contracción convulsiva, de manera que la cabeza va como trepidando hacia el lado. En esta forma la conciencia se conserva algunas veces i se pierde otras. En jeneral son mui frecuentes las aluci- naciones de la vista i el oido en estos casos. Si la lesión que provoca los fenómenos epileptiformes es de naturaleza invasora, las convulsiones, limitadas al prin- cipio a una sola rejion, pueden irse estendiendo poco a poco. 1 a este respecto notaremos desde luego que si la lesión ha principiado por la cara, se estiendo en seguida siempre al miembro superior antes que al inferior. «La existencia de esta forma convulsiva, sobre todo cuando coincide con fenómenos paralíticos, a juicio de Charcot i Pitres, indica casi con seguridad que existe una lesión limitada de la zona motriz cortical o de las partes inmediatamente contiguas». Pero no prueba nada en cuan- to a la naturaleza de la lesión: puede ser indiferentemente la consecuencia de abcesos, tubérculos, paquimeninjitis, tumores, cisticercos, placas amarillas, etc. Para que una lesión sea capaz de determinar la epilepsia parcial, basta con que ejerza una irritación prolongada sobre la zona motriz cortical. Esta irritación puede ser el resultado de lesiones mui diversas. Ademas, i este es un punto mui im- portante, las lesiones pueden estar colocadas en las me- ninjeas, en la sustancia gris cortical misma, o en la sus- tancia blanca subyacente. 82 Pero los fenómenos pueden quedar reducidos a la con- vulsión aislada de un miembro de la cara constituyendo un Monoespasmo o Protoespasmo crural, braquial, o facial. Ferrier ha reunido en su libro Localisation of Cerebral Disease, p. 103-110, ejemplos de cada una de estas formas convulsivas de orijen cortical. Esos ejemplos, aunque es- casos, son bastantes para constatar la armonía entre la esperimentacion i la clínica, Mas adelante tendremos que aludir a algunos de los ejemplos mas notables de esta especie. En ciertos casos, movimientos coreiformes pueden ser producidos por lesiones de la capa cortical, 8 3 en otras CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 95 82 Charcot i Pitres. Loe., cit., p. 440. 83 (Jaso observado por Charcot i Pitres. Loe., cit., p? 443. 96 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES Westphall lia observado, junto con las convulsiones epi- leptiformes, movimientos que él denomina jesticulaciones automáticas, cuya forma es claramente intelijible en la siguiente observación; pero que él no se atreve a referir a una irritación de los centros motores. «Un hombre de 55 años fué observado en la clínica de Psiquiatría desde el 5 de setiembre al 33 de diciembre de 1872; a veces tenia ataques de epilepsia parcial i a veces de epilepsia verdadera. Al mismo tiempo era parético del lado izquierdo i se encontraba constantemente en un estado de postración mui marcada. En el intervalo de los ata- ques convulsivos se observaban jesticulaciones automáti- cas. Unas veces el enfermo daba vuelta su mano derecha como si moviera un molino. Otras, después de haber dado vuelta durante mucho tiempo su mano derecha sobre un eje horizontal, la lanzaba sobre su mejilla izquierda con tanta fuerza que se llegaba a sacar sangre, o hacia con la mano eljesto de tomar o golpear un objeto. Todo esto en cuanto es permitido juzgarlo de una manera automá- tica i sin que lo impulsaran sensaciones o alucinaciones. En la autopsia se encontraron muchas vesículas de cisti- cercos, situadas en la pia-madre, que comprimían la sus- tancia cerebral. En ciertos puntos penetraban en la sustancia blanca. Había muchos en las partes centrales». Samt 8 4 ha observado el mismo síntoma en paralíticos jenerales, después de ataques apoplectiformes. En un caso el enfermo parecía coser, otra vez hacia el ademan de sacar agua de un arroyo con la mano i llevarla a la boca. XXL Entrando ahora en el estudio délas lesiones que han provocado los fenómenos de convulsión i de parálisis que acabamos de recorrer, vemos que todas ellas obran sobre un punto de la zona motriz: es decir, sobre las cir- cunvoluciones frontal i parietal ascendente, el pié de la 1.a, 2.a i 3.a frontal i el lóbulo paracentral. Pero los fenómenos no son indiferentemente el resul- tado de una lesión en cualquiera de estos puntos; léjos de eso, aun cuando sea todavía reducido el número de obser- vaciones recojidas, sin embargo, ya es posible establecer una relación constante entre la lesión de ciertos puntos i un orden determinado de fenómenos. Todavía estamos lejos de la solución absoluta del problema, pero ya tenemos las bases de esa solución en el estudio comparativo de los fenó- menos i las lesiones que los provocan. 84. Citado por Charcot. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 97 Para Charcot i Pitres la parálisis limitada i la epilep- sia parcial no tienen el mismo valor para resolver el pro- blema. La parálisis de oríjen cortical, dicen, indica en efecto una supresión de funciones. Un centro es destruido, las partes que gobierna quedan paralizadas: la relación entre el síntoma i la lesión es de las mas sencillas i se pres- ta poco al error. Por el contrario, las convulsiones indican una excitación anormal de los centros que corresponden a las partes convulsionadas. La lesión entonces no obra por- que destruye un centro, sino porque ejerce a su derredor, en un radio cuya estension no es posible apreciar, una irritación suficiente para determinar las convulsiones. La relación entre el síntoma i la lesión es mucho mas com- pleja que en el caso precedente i se podría con facilidad dejarse llevar a conclusiones erróneas por apariencias engañadoras. 86 Sin embargo, si se recuerda la historia del problema, vemos que los primeros datos que lo encami- naron hácia una solución, fueron desprendidos por Hugh- lings-Jackson precisamente del estudio de esos fenóme- nos convulsivos i mas adelante tendremos ocasión de hacer notar su importancia por la manera cómo se desarrollan i jeneralizan. Pero, prescindiendo de este valor relativo de los dos órdenes de fenómenos, su estudio ha llevado a los autores a conclusiones que no coinciden por completo. Para Bernhardt, «hasta ahora solo es posible dar en masa como sitio de la lesión el dominio de las circunvolu- ciones frontal i parietal ascendente. Tal vez basándose en el principio de las contracciones en la boca o la lengua, o en la coexistencia de la afasia, se puede indicar el do- minio de la tercera circunvolución frontal, en la-vecindad de la estremidad anterior de la frontal o parietal ascen- dente.» Para Hitzig, «las lesiones del vértice del lóbulo pa- rietal son siempre acompañadas de perturbaciones de la motil idad en los miembros, i las lesiones de la base del lóbulo parietal producen perturbaciones de la motilidad en los músculos de la boca i la lengua.» Para Charcot i Pitres, «las observaciones que han reco- jido los confirman en las conclusiones de Hitzig. Demues- tran que las lesiones destructivas limitadas, que tienen su asiento en los dos tercios superiores de las circunvolu- ciones ascendentes o sobre el lóbulo paracentral, deter- 85 Charcot i Pitres. Lx., cit., p. 450. 98 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. minan una parálisis de los miembros del lado opuesto sin parálisis de la cara, i que por el contrario, las lesiones destructivas limitadas que tienen su asiento en el tercio inferior de las circunvoluciones ascendentes, determinan una parálisis del lado opuesto de la cara sin parálisis de los miembros Esto también se aplica a las convulsio- nes parciales que principian por un punto determinado de la cara o de los miembros. Cuando la epilepsia parcial principia por los miembros, la lesión tiene su asiento hácia la estremidad superior de las circunvoluciones ascendentes; cuando la epilepsia parcial principia por la cara, la lesión tiene su asiento hácia la estremidad inferior de las mis- mas circunvoluciones En el caso en que, por el con- trario, las convulsiones han principiado por la cara las lesiones tenian su asiento en la vecindad de la cisura de Silvio.» Muchas razones, añaden mas adelante los mismos au- tores, nos inducen a pensar que el centro cortical para los movimientos aislados del miembro superior del lado opuesto está situado en el tercio medio de la circunvolu- ción frontal ascendente. En efecto, siempre es en la ve- cindad de esta rejion donde se encuentran las alteraciones que determinan la epilepsia parcial que principia por el brazo. Ademas, si se estudia la manera cómo se reunen en jeneral las monoplejias, se ve que con mucha frecuencia la cara es paralizada al mismo tiempo que el miembro superior (conservando su motilidad el miembro inferior). Con mucha frecuencia también obra la parálisis sobre los dos miembros de un mismo lado con esclusion de la cara; mientras que nunca se ve una monoplejia facial unida a una monoplejia del miembro inferior sin parálisis conco- mitante del miembro superior del mismo lado. Es, pues, mui verosímil que el centro de los movimientos voluntarios aislados del miembro superior de un lado se encuentre en la vecindad del centro para los músculos de la cara que está situado en la parte inferior de las circunvoluciones ascendentes i del centro para los movimientos de los miem- bros que está colocado en la parte superior de las mis- mas circunvoluciones. Este centro debe pues encontrarse en la p^rte media de las circunvoluciones ascendentes. Si lo colocamos de preferencia en la frontal ascendente es porque, por una parte conocemos un pequeño número de ejemplos de lesiones del tercio medio de la frontal as- cendente acompañadas de monoplejia braquial, i porque, por otra parte, siempre que las lesiones estaban situadas 99 sobre el lóbulo paracentral o sobre un punto cualquiera de los superiores de la parietal ascendente, habia una parálisis de los dos miembros del lado opuesto sin mono- plejia braquial. Los monoespasmos limitados al miembro superior son hasta ahora mui poco numerosos, pero hablan unánimemen- te en favor de la localización de Ferrier. Rendu i Gom- bault han reunido seis casos de convulsiones braquiales. Cuatro pertenecen a Charcot. En uno (obs. I de la Tésis de Lépine) se trata de un foco hemorrájico de la primera frontal en su estremidad posterior; en otro (obs. II de la Tésis de Lépine) una placa amarilla cubre la primera frontal i avanza lijeramente sobre la segunda: En su curso de 1876 presentó Charcot otros dos hechos con una loca- lización idéntica. Las otras dos observaciones son de Hu- ghlings-Jackson (Medie. Times and Gaz. 1875, p. 607); en una, la lesión estaba colocada sobre la parte posterior de la primera frontal i a lo largo de la frontal ascendente; en la otra, junto con convulsiones limitadas al brazo, se presentaban ataques epileptiformes jenerales; nno de los tumores estaba sobre la frontal superior en su punto de unión con la frontal ascendente. 86 En resúmen, para Charcot i Pitres una lesión destruc- tiva situada en el tercio inferior de las circunvoluciones ascendentes determina una monoplejia facial del lado opuesto; una lesión destructiva situada en el tercio medio de la frontal ascendente determina una monoplejia del miembro superior del lado opuesto. En fin, una lesión des- tructiva sobre el lóbulo para-central, sobre el tercio su- perior de la circunvolución frontal ascendente o sobre los dos tercios superiores de la parietal ascendente determina una parálisis de los dos miembros (superior e inferior) del lado opuesto sin parálisis de la cara.87 Es decir que Charcot i Pitres aceptan las localizacio- nes para los músculos de la cara i de los miembros pro- puestas por Ferrier, pero no aceptan sin reservas el cen- tro que el esperimentador ingles ha señalado para los movimientos de los ojos; fundándose en una observación en que se encontró un reblandecimiento del lóbulo parietal inferior i el pliegue curvo sin que hubiese presentado nin- guna perturbación en los movimientos de los ojos o los pár- CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 86 Rendu i Gombault Des Localisations cerebrales, llev. des £ci. Med. 1876, p. 350. 87 Charcot i Pitres Lee., cit., p. 454. 100 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. pados. Sin embargo, en contra de esta observación i una análoga de Samt, hai otras como la de Rendu, que Charcot i Pitres declaran importante para la solución del problema, en que un reblandecimiento situado sobre el tercio infe- rior de la parietal ascendente i que avanzaba sobre el pié del lóbulo parietal inferior produjo una caida casi completa del párpado superior, i otra de Feré, que si bien es susceptible de objecciones, induce racionalmente a loca- lizar el centro de los movimientos del ojo en la rejion del pliegue curvo. En su segunda memoria Charcot i Pitres avanzan un poco mas en la limitación de los centros motores de la cara. Apoyándose en una observación propia, en un caso de Rosenthal, en los estudios de Lépine i especialmente en una observación de Barlow, Charcot i Pitres avanzan la idea de que los centros corticales para los movimientos de la parte inferior de la cara ocupan la parte inferior de la frontal ascendente i que los centros motores para la lengua están situados en el pié de la tercera frontal i en la parte vecina de la frontal ascendente. 8 8 XXII. Las investigaciones de Veysiére, repetidas entre otros por Carville i Duret, han establecido como un hecho esperimental, la participación del cerebro en los fenómenos de la sensibilidad. La esperimentacion demuestra que si se secciona la parte posterior de la cápsula interna, se produce una hemianestesia del lado opuesto del cuerpo, i que si la sección se hace en los dos tercios anteriores de la misma cápsula se desarrolla una parálisis del mo- vimiento.89 La clínica ha confirmado estos resultados esperimenta- les, dejando el hecho fuera ya de discusión las numerosas observaciones de Türck, Charcot, Bourneville, Magnan, Pitres, Rendu, Raymond, Boyer, etc. La lesión obra en este caso destruyendo las fibras que conducen las impresiones centrípetas a la capa cortical i lójicamente despiertan la sospecha de que estas fibras van a distribuirse en rejiones definidas de la corteza cerebral, análogas a las que sirven de centro de reunión a las fi- bras motoras. No estamos, sin embargo, en aptitud de poder contes- tar satisfactoriamente esta pregunta. La cuestión de los 88. Charcot i Pitres. Nouvelle Contribution a retada des localisot- tions motrices, en Revue Mens. de Med. et Chir. 1879. p. 149. 89. Veysiére. Sur l'hemianesthesie de Cause Cerebral, 1874, CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 101 centros de sensibilidad cortical, resuelta bajo el punto de vista de la analojía, apoyada en una base racional i en un hecho indiscutible, (como es la hemianestesia a que he- mos aludido), no tiene sin embargo ni una base esperi- mental inconcusa, ni una confirmación clínica irreprt)- chable. Para nosotros esos centros de sensibilidad se en- cuentran todavía en la rejion de lo incierto i lo probable. XX1I1. liemos dicho que a la demostración directa su- ministrada por la clínica podia añadirse una demostración indirecta desprendida del examen de los puntos cuya atro- fia había producido en el cerebro la supresión o la falta de desarrollo de los miembros. Oudin cree este jénero de datos los mas apropiados para conducir a una localización rigorosa. «Cuando se observa, dice, un enfermo afectado de parálisis de un miembro i se encuentra en seguida en la autopsia una lesión cualquiera de la capa cortical, se puede concluir de ahí que el centro motor del miembro ha sido atacado; pero es imposible afirmar que la lesión comprende todo el centro motor i nada mas que el centro motor. Mien- tras que si invirtiendo por decirlo así los términos de la proposición se observa en un enfermo, privado desde la infancia de uno de sus miembros, una atrofia que obra sobre un punto netamente limitado de la capa cortical, se puede concluir con muchas mas probabilidades la determi- nación exacta del centro psico-motor.»9 0 Por su parte Fe- rrier solo acepta este jénero de hechos cuando son produ- cidos por ausencia conjénita de un miembro, i no cree que la simple falta, después de haber estado mucho tiempo en plena actividad, pueda desarrollar una atrófia apre- ciable de la corteza. Porque la función de los centros mo- tores no es solamente el movimiento actual u objetivo, sino también el recuerdo de sus movimientos correspon- dientes, son la base de la ideación motriz, lo que hace creer a Ferrier que su nutrición pueda ser mantenida apesar de que haya cesado su actividad en la inervación del movimiento actual u objetivo. 9 1 Aparte de estas consideraciones teóricas que se encuen- tran contradichas por hechos que mas adelante aducire- mos, Feré ha llamado la atención a las dificultades que presenta la constatación del hecho en sí mismo. Feré 90. Oudin. Atrophie des Circonvolutions en Rev. Mena, de Med. et Chir. 1878, p. 192. 91. Ferrier. Localisations of Cerebral. Desease, p. 70. 102 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. observa que no se puede prestar una confianza absoluta ni al método para establecer la existencia de una atrofia comparando el tamaño relativo de circunvoluciones homo- logas en los dos hemisferios; ni al que se funda en el avance o retroceso de la Cisura de Rolando, en cuyo con- torno se encuentran agrupados los centros motores. En el cerebro perfectamente normal hai grandes variaciones i asimetría en las circunvoluciones i fisuras de los dos hemisferios i no hai ninguna relación absolutamente cons- tante entre la posición de la Cisura de Rolando i una re- jion dada del cráneo, o en la posición en un hemisferio comparado con el del lado opuesto. 9 2 Sin duda que las observaciones de Feré tendrían un gran peso si se tratara de apreciar atrofias de pequeñas dimensiones, pero no son aplicables a las atrofias grosé- ras que la autopsia ha demostrado en los casos de que vamos a ocuparnos. El número de observaciones es sin duda demasiado re- ducido para poder desprender de ellas mas que conclu- siones jenerales, pero todas ellas concuerdan i derivan de esa concordancia un gran valor. Entre las que se refieren a la atrofia o destrucción del miembro inferior conocemos tres que pertenecen a Luys; las dos primeras las ha publicado Bourdon i la tercera forma parte de un estudio publicado en la Gazette des Hopitauoc. La primera es la de una mujer de 75 años amputada en el tercio superior de la pierna hacia mas de 35 años: en la autopsia se encontró que el hemisferio derecho es 1 centímetro mas corto que el izquierdo. La atrofia se pre- senta de una manera mui neta sobre la parte superior de la frontal ascendente en su punto de unión con la primera frontal. La segunda observación de Luys se refiere a una mu- jer muerta a los 79 años, amputada de la pierda derecha en el tercio superior a la edad de 27 años. Autopsia de la primera frontal en su punto de implantación sobre la f rontal ascendente 9 3 La tercera de Luys es la de una mujer amputada de la 92. Feré. Comunicación ala Soc.de BicH. Enero 1878. 93. Bourdon.-Recherches cliniqnes sur les centr. motores. 1877, p. 25. 103 pierna izquierda hacia 20 anos: Autopsia-atrófia de la parte superior ele la frontal ascendente. 94 Oudin ha publicado otro hecho de una mujer muerta a los 76 años, que a la edad de 9 años i medio, a consecuen- cia de una caída, perdió el uso de su pierna derecha. La pierna se atrofió, la rodilla se dobló en ángulo recto que- dando el pié en es tensión. La pierna atrofiada tenia la mitad del grueso i el largo de la otra pierna. Autopsia. La par- te media de la cara superior de los hemisferios presenta una asimetría notable, mientras la primera frontal dere- cha, de las mismas dimensiones en toda su estension, es bastante voluminosa; la misma circunvolución a izquier- da es mui estrecha en su parte posterior, en el punto en que se une a la frontal ascendente i adelante de esta reunión. La parte anterior del lóbulo parietal superior también está atrofiada, sus circunvoluciones menos anchas que las del lado opuesto. En fin, las dos circunvoluciones parietales ascendentes, derecha e izquierda, son mui es- trechas, pero la izquierda mas todavía que la derecha, sobre todo en su tercio superior. 9 6 Landouzy ha publicado otra observación de un hombre muerto a los 45 años i que presentaba una deformidad del miembro inferior derecho desde la edad de año i medio. El miembro era mas delgado i 23 centímetros mas corto que el izquierdo. Autopsia, la parietal ascendente izquierda parece mas delgada i derecha que la del lado opuesto. Asimetría de la protuberancia cuya mitad izquierda es un poco menos abombada i menos voluminosa; asimetría evi- dente del bulbo: la disminución de volúmen es de la oliva izquierda, que apenas se dibuja, i del haz sub-olivar menos estendido que el del lado opuesto. 9 6 Entre los casos de atrófia cortical producida por am- putación o falta de desarrollo del miembro superior he- mos podido reunir: 1.° El de Chuquet, citado por Bour- don. Amputación del brazo derecho seis años antes de la muerte; atrófia del tercio superior de la parietal ascen- dente i parte correspondiente de la superficie interna del CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 94. Luys. Modifications turvenues dans Vetat de Pecoree cerebrale par suite de la supresión de differentes categoriet d'incitations peri- pheriques. Gaz. de Hop. núm. 80, 1876. 95. Oudin. Á.trophie des Circonvolutions. Rev. Mens. 1878. p- 192. Oudiu esplica la atrófia de la parietal ascendente del lado de- recho porque la enferma apenas se servia de su miembro inferior izquierdo. 96. Bourdon. Loa., (it,. p. 27. 104 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. hemisferio izquierdo. 2.° El de Boyer. Amputación del brazo izquierdo treinta años antes de la muerte. Atrofia de la estremidad superior de la parietal i frontal ascen- dente derechas. La frontal ascendente era mui delgada en toda su estension. 3.° El de Goners. Ausencia conjéni- ta de la mano i quierda. Atrofia de la parietal ascenden- te derecha. 4.° Finalmente, a estas tres observaciones po- demos añadir otra de Feré, aun cuando no tenga el mis- mo valor. Amputación del brazo izquierdo hacia treinta i siete años. La Cisura de Rolando del lado derecho 5 milí- metros mas avanzada que la del lado izquierdo, lo que hace suponer una atrofia de la parte del cerebro situada delante de esta cisura. El resúmen de las 5 observaciones de amputación o atrofia del miembro inferior nos da una lesión de la parle superior de la frontal ascendente en los tres casos de Luys i en el caso de Oudin. En los dos casos en que la am- putación habia suprimido la acción del centro correspon- diente al miembro superior, se presentó atrofiado el tercio superior de la parietal ascendente, lo mismo que en el caso de ausencia conjónita de la mano. El resultado es, pues, uniforme i deriva, como hemos dicho, una gran fuer- za de su uniformidad i de su armonía con la fisiolojía es- perimental. XXIV. Aun cuando los hechos de que ahora vamos a ocuparnos no tengan igual valor ni por su número, ni por su importancia relativa, merecen a nuestro juicio ser con- siderados como elementos ausiliares i de un carácter se- cundario en la solución que perseguimos. Examinando cuidadosamente todos los cerebros perte- necientes a hombres de mas de sesenta años, hemos reco- jido cuatro observaciones de atrofia senil limitada, en cer- ca de 50 autopsias hechas con ese objeto. En una de ellas la parte anterior de la frontal media presentaba una depresión de dos centímetros de radio en el hemisferio derecho, perfectamente constatable a la simple vista; produciendo el mismo efecto que si se hubie- ra hundido la pulpa del dedo sobre ese punto. En otro caso la depresión mucho mas grande estaba si- tuada sobre la estremidad, posterior del lóbulo lingual ocupando una superficie de 2x2% centímetros. En ninguno de estos casos se constató una pertubacion marcada del movimiento o la sensibilidad; ninguno de los dos sufrió de padecimientos cerebrales; finalmente, uno te- nia de 50 a 55 años de edad i el segundo de 60 a- 65. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. 105 En los otros dos casos se trataba de una parálisis con- vulsiva. El primero es de una mujer de 50 a C0 años de edad, atacada desde hacia dos años de un temblor constante que principió en la mano i el brazo derecho, i que después se estendió al pié i la pierna del mismo lado. El temblor persistía durante el sueño i no podía ser suspendido por la voluntad. La mano presentaba una deformación de los de- dos análoga a la del reumatismo articular crónico primi- tivo. Los flexores del brazo i antebrazo presentaban una rijídez permanente. La enfermedad había seguido una mar- cha mui rápida i silenciosa, sin producir mas que la inuti- lización funcional de los miembros que afectaba. La enferma sucumbió a una pneumonía. En la autopsia del cerebro encontramos una depresión del tercio superior de la frontal ascendente izquierda, la circunvolución se presentaba hundida lo mismo que el lóbulo oval en sus dos tercios anteriores. De manera que el borde longitudinal superior presentaba a este nivel una profunda escotadura. En el segundo caso se trataba también de una mujer de 50 a 60 años de edad. La enfermedad databa en ella desde hácia 5 años, llegando a afectar en ese tiempo la forma hemipléjica a derecha, con una fuerte contractura de las masas flexoras del brazo i de las piernas. En este caso el hemisferio izquierdo era 1,5 centímetros mas corto que el derecho, i presentaba hácia la estremidad superior de la frontal ascendente i los dos tercios superiores de la parietal ascendente una depresión, que abrazaba una superficie oval cuyo mayor diámetro era 2,75 centímetros, estendiéndose mas o menos a igual distancia a los dos lados de la Cisura de Rolando. En estos dos casos no solo había hundimiento sino tam- bién induración de la capa cortical; la convulsión rítmica era constante en los miembros afectados, escapando com- pletamente a la acción de la voluntad i perstistiendo así durante el sueño. Los síntomas quedaban en los dos casos reducidos a lasjperturbaciones del movimiento, sin dolor local, sin perturbación marcada de la nutrición, En los dos se observó la contractura i rijidez de las masas flexoras i finalmente en los dos la autopsia puso en evidencia una relación inesperada entre la perturbación motriz i el sitio 106 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. de las alteraciones seniles, situadas precisamente sobre los centros motores correspondientes. 9 7 Del conjunto de pruebas exhibidas se deduce una mane- ra concluyente e irrevocable la excitabilidad de una zona de la capa cortical, intimamente ligada a los movimientos voluntarios de ciertos grupos musculares. Elevándonos a consideraciones fisiolójicas de un orden superior también se desprende de esos hechos: Primero que el cerebro tiene una acción refleja que le es propia i que se traduce en movimientos coordinados una vez que excitantes físicos la provocan, movimientos aná- logos a los que sirven para espresar las ideas i emociones que despiertan las sensaciones esteriores. En segundo lugar, de estos hechos se desprende una esplicacion de la transformación de un movimiento volun- tario i coordinado en un movimiento automático en el hombre. Como observa Carpenter, es claro que en los per- ros, gatos, ratones, etc., los actos coordinados que resul- tan de una estimulación localizada de las circunvoluciones cerebrales, son tan verdaderamente actos reflejos del ce- rebro, como son actos reflejos de la médula las formas mas simples del movimiento. Ahora bien, el mecanismo nervioso del hombre se forma por si mismo adaptándose a la manera cómo es habitualmente puesto enjuego, i así, se puede esplicar, que cualquier manera de asociar los movimientos a que un individuo se ha habituado llega a ser tan completamente la acción refleja de centros determi- nados de su cerebro, que si pudiéramos estimular esos cen- tros por la electricidad, se producirían movimientos aná- logos a los adquiridos por esa educación especial. I desde que estamos autorizados para afirmar que esos movimientos pueden ser ejecutados de una manera inconciente, pode- mos a lo ménos mirar como concebible que puedan ser exci- tados inconscientemente, aun cuando la escitacion venga por algún órgano especial de los sentidos. El hecho siguiente, añade el fisiólogo ingles, que re- cientemente me ha comunicado un caballero de espíritu distinguido i cultivado, seria casi increíble si otros hechos análogos no nos fuesen familiares: «Era en otro tiempo, me decía, repórter de la Cámara de los Comunes, i varias veces me sucedió que habiéndome dormido, rendido por el 97. Esta circunstancia me ha hecho examinar otros casos de pará- lisis ajitante con el mayor cuidado, pero sin poder descubrir lesión guna de la capa cortical. CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES 107 cansancio hacia el fin de un debate, encontré al despertar después de un corto tiempo de la mas completa inconcien- cia, que habia continuado anotando las palabras del ora- dor. Creo, anadia, que este no es un hecho escepcional entre los reporters del parlamento.» La lectura en alta voz con un énfasis i entonación correcta o la ejecución de un trozo de música, o (como en el caso de Albert Smith) la declamación de una composición repetida con frecuencia, mientras el pensamiento consciente se absorbe por com- pleto en sus propias ideas i sentimientos, pueden ser espli- cadas de este modo, sin suponer que la intelijencia está actualmente comprometida en dos operaciones diversas en el mismo momento. 9 8 98 Carpenter, Physiological import of Dr. Ferrier investígalions, etc, En VW. Rid,Med. Report. 1874. p. 20. CAPITULO IV. Topografía Cráneo-cerebral. I. El cráneo reproduce de una manera vaga i sin de- talles la superficie cerebral que cubre, dibujando sola- mente al esterior las grandes líneas de la masa encefálica con tanta mas precisión cuanto mas inferior es el tipo de la raza i del individuo a que pertenece. En los cráneos prehistóricos, como en el cráneo de Neanderthal, se di- buja claramente al esterior la Cisura de Rolando; en los cráneos de imbéciles, idiotas, microcéfalos, en los indi- viduos que han sufrido una detención de desarrollo ce- rebral, las circunvoluciones se imprimen con cierta nete- dad en la bóveda ósea que las envuelve. Pero en las razas superiores i sobre todo en los individuos bien desa- rrollados de esas razas, necesitamos apelar a un sistema de mensuracion para poder fijar, con la seguridad que la cirujía requiere, las líneas correspondientes a las ci- suras cerebrales. Gratiolet (1857) trató de establecer relaciones entre la sutura frontal i la Cisura de Rolando, i entre la su- tura lambdoidea i la cisura occipital; desgraciadamente se valió de un procedimiento defectuoso que lo indujo en un doble error. Broca (1861) abordó de nuevo la cuestión por el pro- cedimiento de las fichas con cuyo ausilio demostró que la cisura de Rolando es mui posterior a la sutura frontal i que la sutura lambdoidea casi coincide con la cisura occi- pital. Bischoff, Heftler, Turner, Feré, Ecker, Fulhouse, etc., han ido desarrollando mas i mas nuestros conocimientos sobre la topografía cráneo-cerebral hasta llegar a con- clusiones rigorosas que nos permiten señalar con fijeza el punto de la superficie cerebral a que corresponde ün pun- to de la bóbeda craneana. 110 El procedimiento de las fichas ideado por Broca con- siste en introducir pequeños cilindros de madera por agujeros practicados en el cráneo. En seguida se separa el cráneo dejando en el cerebro los pequeños cilindros i se compara el punto en que se encuentra el orificio en el uno i la ficha en el otro. De esta manera se fijan los puntos de partida i se continúa la comparación entre nuevos agujeros i nuevas fichas hasta dibujar todo el cerebro sobre la bóveda osea. Pozzi, uno de los mas eminentes discípulos de Broca, ha resumido los resultados obtenidos con este procedimien- to en los términos siguientes: «Cisura de Rolando.-Está colocada mui atras de la sutura frontal. La estremidad superior dista 47 a 48 mi- li tros i escepcionalmente (Broca) 70 milímetros en el hombre; en la mujer 45 a 47 milímetros (FeréLa estre- midad está 28 milímetros de la sutura frontal (Heftler). «Conociendo el trayecto de la Cisura de Rolando re- lativamente en el cráneo, también se sabe la situación exacta de las circunvoluciones frontal i parietal ascen- dente que forman delante i detras los labios de esta Ci- sura. En cuanto al lóbulo oval se recordará que está si- tuado inmediatamente hácia adentro de la estremidad superior de la cisura, en la cara interna del hemisferio. «Cisura de Silvio.-Su oríjen anterior sobre la cara esterna del cerebro está situado 5 milímetros hácia atras del punto preciso del ángulo antero-inferior del parietal, donde este hueso se articula a la vez con el frontal i el esfenoidal; es el punto singular del cráneo que los an- tropolojistas denominan pterion. «El trayecto medio de la cisura coincide con el de la sutura temporo-parietal (Heftler); me ha parecido que lo traspasaba siempre mas o menos, sobre todo hácia atras. «La tercera circunvolución frontal está a caballo so- bre la rama anterior de bifurcación de la Cisura de Sil- vio, es decir que está inmediatamente cubierta por el ángulo antero-inferior del parietal. Ocupando el centro del lenguaje la parte posterior de la circunvolución, se caerá sobre él exactamente dirijiéndose, a partir del pterion. un centímetro i medio hácia atras de la sutura frontal, i dos centímetros encima de la escamosa, que, como acabo de decir coincide con la Cisura de Silvio, mas o ménos. «Cisura parieto-occipilal.-Es en jeneral paralela i subyacente a la sutura lambdoidea. Se puede encontrarla CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES circunvoluciones i surcos CEREBRALES. 111 de 1 a 4 milímetros hacia adelante o atras de la sutura o cruzando oblicuamente su dirección (Broca). Según Turner estaría siempre un poco debajo de la sutura. Pero esto proviene de que en el procedimiento de determinación empleado por este anatomista, el cerebro se deforma i hunde cambiando un poco las relaciones. «Examinando las piezas depositadas en el laboratorio de antropolojia he podido asegurarme que el punto cul- minante de la eminencia frontal corresponde casi constan- temente a la estremidad superior de la primera circun- volución frontal; el medio de la eminencia parietal corresponde a la parte superior del lóbulo del pliegue curvo (parietal inferior). El vértice de este pliegue está 3 centímetros hacia atras en término medio.» Con la edad varían constantemente algunas de las re- laciones señaladas por Pozzi. Así, en los niños de seis me- ses a tres años el lóbulo frontal llega a 42 milímetros, por detras de la sutura frontal; el lóbulo temporal se ele- va en término medio 12 milímetros encima del punto cul- minante de la sutura temporo-parietal; i el lóbulo occipi- tal avanza cerca de 15 milímetros por delante de la sutura lambdoidea. En los viejos, según Foulhouse, hai cierta exajeracion de las distancias Rolando-frontales; un lijero avance de la cisura parieto-occipital, una pequeña salida de la Cisura de Silvio encima de la escama del temporal i cierto descenso de la primera frontal con relación a la eminencia frontal que la cubre de ordinario. II. Para buscar sobre el cráneo revéstido de su capa blanda el lugar que corresponde a los centros motores, las mensuracíones que hemos dado pueden servir de guia al cirujano. Esos centros se encuentran casi todos agrupados al rededor de la Cisura de Rolando, en una zona que corres- ponde a la mitad anterior del parietal. Trazada pues sobre la cabeza la linea Rolándica podríamos fijar mui fácil- mente la situación de los centros motores adyacentes. La Cisura de Rolando situada, como ya hemos dicho, de 47 a 48 milímetros detras del bregma, describe una línea curva, de manera que su estremidad superior no corres- ponde al trazado jeneral de esa línea, i como por otra par- te esta línea, según ciertas séries de observaciones, dista 53 milímetros del bregma, vale mas excederse en el au- mento de la distancia i fijar el punto superior de la línea Rolándica 53 milímetros mas atras del bregma. El punto inferior de esa línea no tiene en su vecindad 112 CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES. un punto importante que pueda servir de punto de partida, de manera que para fijarlo necesitamos un procedimiento calculado. Con este objeto Broca observa que «colocando la cabeza horizontalmente se tire una linea horizontal detras de la apófisis orbitaria esterna, a partir desde el punto en que se mide el diámetro frontal mínimun. Tóme- se 5 centímetros sobre esta línea horizontal. Luego en su estremidad posterior, levántese una perpendicular de dos centímetros. El último punto así determinado corresponde al nivel del órgano de la palabra.» Lucas Championniére aprovechando estos datos procede del modo siguiente para fijar la estremidad inferior de la línea Rolándica: Tira la horizontal detras de la apófisis orbitaria esterna, desde el punto en que esta apófisis se encorva i se levanta para continuarse con la cresta tem- poral del frontal. Prolonga esa línea 7 centímetros hácia atras, levanta ahí una perpendicular de 3 centímetros. Este punto corresponde mas o menos a la estremidad in- ferior de la línea Rolándica. Uniendo este último punto con la estremidad superior, tenemos la dirección i el trazado de la línea. Es bien fácil encontrar con el dedo la apófisis orbitaria esterna, pero es mas difícil determinar el bregma. Entre los procedimientos mas rápidos para la fijación de este punto indicaremos dos que están basados en el hecho de que estando la cabeza en la posición de la mirada ho- rizontal, un plan vertical que pase por los dos conductos auditivos pasa también por el bregma. Lucas Championniére toma una hoja de cartón escotada de manera que la cabeza pueda entrar en la escotadura, atraviesa el cartón a la altura del ojo con un lápiz, per- pendicular al plano de la hoja, siguiendo la dirección de la mirada horizontal. Coloca el cartón sobre la cabeza pasando por los dos conductos auditivos i el vértice de la cabeza. El punto en que la parte media del cartón toca el vértice de la cabeza marca el bregma. 9 9 Broca se sirve de una escuadra flexible formada por dos láminas de acero. Hace pasar una de las ramas por deba- jo del tabique nasal i fija los estremos de la otra rama en los conductos auditivos, quedando señalado de este modo el plan aurículo-bregmático. Fijado este punto se miden hácia atras 45 a 48 milímetros según Broca, 53 Q.9 Just. Lucas Championniére.-Etude historique et clinique sur U trípanation, p. 111, CIRCUNVOLUCIONES I SURCOS CEREBRALES 113 según Lucas Championniére, para caer sobro la estremidad de la línea Rolándica. III. Trazada esa línea sobre la cabeza rapada, queda el cirujano en situación de aplicar una corona de trépano sobre el punto en que los fenómenos paralíticos o convul- sivos lo induzcan a colocar el sitio de la lesión en la capa cortical. Toca a la patolojía fijar con claridad las indicaciones del diagnóstico i a la cirujía señalar el modas operandi en tales casos. REJISTRO. Células solitarias 30. Centros motores 51, 64. - sensitivos 46, 101. - visión 47. - audición 47. - sensación táctil 47. - olfativo 48. - sensaciones viscerales 48. Chuquet, caso de 103. Cingula 17. Cinta de Vic d'Azir 24. Circonvolution á crochet 18. - cretée 17. - de l ourlet 17. frontal ascendent 7. - parietal ascendent 10. - transverse medio-parie- tal 10. Circunvoluciones 1. Circunvolución de Broca 8. - central anterior 7. - central posterior 10. - cuerpo calloso 5, 17. - frontal inferior 8. - frontal superior 8. - frontal ascendente 7. - frontal cuarta 7. - frontal primera 8. - frontal segunda 8. - frontal tercera 8. - occipito-temporal in- terna 15. - occipito-temporal late- ral 1'^. - occipito-temporal me- dia 15. - occipital (tercera) 15, Acción de los anestésicos so- bre los centros nerviosos 59 Afasia 74. Alveus 32. Amígdala 19. Antecuña 11. Antemuro 19, 31, Atrofia cerebral 101. - senil. Bandelete del Hippocampo 32. Bandelete dentellée 20. Bartholow, caso de 41. Betz. -Estructura de la capa cortical 33. Bigelow, caso de 37. Blefaroptosis cerebral 72. Bouillaud, localizaciones 38. Boyer, caso de 104. Broca procedimiento de las fichas 110. - topografía cráneo-cere- bral 11*. Brown-Sequard. Entrecruza- miento de la acción cere- bral 68. Bulbo olfativo 20. - escuadra flexible 112. Capas corticales 26. Cápsula esterna 31. Caracteres de la parálisis cor- tical 52. Carville i Duret. teoría de 55. Carpenter, caso de 107. Células fusiformes 28. - ganglionares 23. - globulosas 28. - piramidales 23. II BE.JISTRO. Circunvolución parietal aseen- ' dente 10. - parietal inferior 12. - parietal superior 11. - supramarginales 11. - temporal inferior 15. - temporo-occipital (pri- mera) 15. - temporo-occipital (se- i gunda) 16. - temporal (segunda) 11 Cisura calcarina 4. - central 3. - parieto-occipital 3. - de Rolando 3. - de Silvio 2. Contractura 71, 82. Corps denté 31. - godroné 31. Cotard. Deducciones de la atrofia cerebral 39. Cuerno de Ammon 19. Cuerpo franjeado 32. Cuneus 16. Cuña 16. Diagnóstico de la parálisis cortical 83. Difusión eléctrica 57. Elementos motrices 29. - de sensibilidad 29. Entrecruzamiento de las pirá- mides 69. Esclerosis lateral descenden- te 71, 82. Espacio perforado anterior 2. Estructura bulbo olfativo 33. - cuerno de Ammon 31. - circunvoluciones de la Insula 30. - capa cortical 'primera) 26. - capa cortical (segunda) 26. - capa cortical (tercera) 26. - capa corti al (cuarta) 28. - capa cortical (quinta) 28. Estructura estremidad occi- pital 29. - estremidad Hippocam- po 33. - oríjen cuerno de Mo- rand 29. Etage frontal inoyen 8. - inferieur 8. Fascia dentata, 21, 32. Ferrier 40, 55, 59. Fimbria 32. Fissura calcarina 4. - colateral s 13. -- hippocampi 4, 13. - horizontalis 4. - lateralis anterior 3. - occipitalis 3. - occipitalis externa 12. - occip talis horizontalis 4. - occipit. perpendicula- ris 3. - occipit. perpend. ex- terna 4. - occipit. perpend. inter- na 4. - posterior 4. - Silvii 2. - transversa anterior 3. - temporalis inferior 13. Fisure Intraparietal 10. - External perpendicu- , lar 4. Flechsig. Trayecto de los cordones en el cerebro i la médula 68. Flourcns. Funciones de 11 ca- pa cortical 35. Fornix periphericus 17. Fosa Silvii 2. Funciones del lóbulo frontal 65. Giro angular 10. - antero parietal 7. I - descendente 15. Gleky, Caso de 53. , Glomerulos 33. i Goltz, Esperiencias de 64. I Gowers, caso de 104. REJISTRO. III Gran hendidura cerebral (par- te latera') 13. Grand scisure inlerlobulaire 2. - sillón du lobe fronto- perietal 5. Gratiolet topografía cráneo- cerebral 109. Gyri breves 19. Gyrus ascending frontal 7. - centralis anterior 7. - centralis posterior 10. - cinguli 17. - cunei 96. - descendeos 15. - fornicatus 5, 11, 17. - first bridging annec- tent 14. - first external annec- tent 14. - frontalis medius 8. - frontalis superior 8. - infero frontal 8. - medio frontal 8. - medio temporal 14. - medio occipital 15. - occipalis inferior 15. - occipitalis medius 15. - occipitalis primus 14, 16. - occipitalis secundus 15. - occipito temporalis me- dialis 16. - occipitalis tercius 15. - parietalis inferior 11. - parieto occipitalis late- ralis 15. - parietalis superior 10. - parietalis tercius 11. - postero-paríetal 10. - rectus 8. - supero frontalis 8. - second external annec- tent 15. - temporalis inferior 15. - temporalis medius 14. - temporalis medialis 16. - tempero occipitalis 15. - temporalis superior 14. - un-inatus 18. Hemiplejía cortical 70. Hendidura de Bichat 10. Hippocampo 18. Hitzig, Esperiencias 40, 189, Pro edimiento 41, Teoría 63. Hughlings-Jackson 39, 188- Insula de Reil 19. Jaccoud 76. Landouzy, Blephároplose Ce- rebral 72, Observación 103. Laycock, Teoría de 88. Lépine, Teoría de, 55, Caso de 53. Línea rolándica 111. Lobe frontal 6. - fronto-parietal 6. Lobule du deuxieme pli ascen- dent 10. - de 1' Hippocampe 18. - occi pítale 16. - orbi taire 6. - du pli marginal supe- rieur 11. -» du pli courbe 11. - postero parietal 10. - quadrilatére 11. Lobulillo parietal superior 10. - parietal inferior 11. Lobulo cuadrilátero 11. - del cuerpo estriado 19. - frontal 5, funciones 65. -- fusiforme 15. - de la Insula 19. - lingual 06. - olfativo 20. Lóbulo oval 9. - paracentral 9. - parietal 9. - del pliegue curvo 11. - temporo-occipital 11. Lobulus caudicis 18. - centralis 18. - intermedius. - supra-marginalis 11. - tuberis 11. Localización funcional here- ditaria 55. Luys.-Observaciones de 51, 102. Estructura de la capa cortical 23. Malpigi°"-Estructura de la capa cortical 26. Meandros 1. Meynert.-Estructura de la capa cortical 24. Monoplegia braquial 79. - braquio-crural 80. - braquio-facial 80. - crural 78. - facial 74. - oculo-motora 72. - oro-lingual 74. - propiamente dicha 71. Monoespasmol95. Nothnagel. Teoría de, 63. Núcleo amigdalino 19, 31. Neuroglia 24. Operculum 9. Opertus 18. Orrego-Luco, caso de 78, 105. Oudin, caso de 103. Parálisis cortical, stts carac- teres 53. Pierret, caso de 70. Pli courbe 11. - de pasageext. (2mo.) 15 - de pasage sup. ext 14. - de la zone externe 17. - du corps calleux 17. - frontal inferieur 8. - marjinal superieur. - occipital inferieur 15. - occipital superieur 14. - occipital moyen 15. - sourcilier 9. - temporal moyen 13, 14. - unciforme 98. Pliegue ungular 12. - curvo 11. Pozzi, Topografía cráneo-ce- rebral I lo. Praecuneus 9, 11. Prolongamiento central de la base 27. - de Deiters 27. IV REJISTRO. Prolongamiento'del protoplas- ma 27. - del vértice 27. Pterion 110. Putman, Esperiencias de 58. Rama ascendente de la Cis. de Silvio 3. - descendente del surco frontal medio 7. - horizontal de la Cis. de Silvio 3. Schiff/Teoría de 60. Scisure festonée 5. - hippocampo 4, 13. -- occipital superieur 12. - parallele frontale 7. - perpendiculaire exter- ne 4. - perpendiculaire inter- ne 4. - temporo occipital (pre- mier e) 13. - temporo-occipital (se- conde) 13. - temporal parallele 12. Sensaciones viscerales 49. Sidney-Jones. Caso de 77. Sillone occipital transverse 3. Simón. Caso de 77. Stratum ge'atinosum 33. - lacunosum 32. - re'iculare 32. Substantia Cornu ammonis 18 Substantia alba reticularis 18, 20. Sulcus antero-parietal 7. - antero temporal 12. - cruciforme 7. -• frontalis medius 6. - fronto parietalis int. 5. - infero frontal 6. - interparietalis 9. - lonjitudinalis inf. 13. - occipit ¡ temporalis 13. - tccipít transvers. 12. - parietalis 9. - postero-parietal 3. postero-temporal 12. I - supero frontal 6. REJISTRO. V Sulcus temporalis inf. 13. - temporalis medius 12. - temporalis superior. - triradiáte 7. Surco calloso marjinal 5. - frontal inferior 6. - frontal superior 6. - hippocampo 13. - interparietal - occipital 3. - occipital inferior 13. - occipit. lonjitud. 13. - occipital superior 12. - occipito temporal in- ferior 13. - occipital transverso 12 - olfativo 7. - orbitario 7. - praecentralis 6. - sajital 13. - temporal inferior 13. - temporal medio 12. - temporal superior 12. Tarchanoff. Esperiencias 65. Tractus olfativo 20. Trayecto de los cordones en el cerebro i la médula espinal 68. Tecta 18. Tenia del Hippocampo 32. Teoría de las compensaciones 54. - Ferrier 55. - Hitzig 64. - Hughlings-Jackson 88 - Laycok 88. - Lépine 55. - Notnagel 63. - Schiff 60. - de la sustitución 55. Trousseau. Caso de 37. Uncus gyri fornicatus 18. Vértice del pliegue curvo 11. Vulpian. Funciones de la capa cortical 36. ESPLICACION DE LAS LÁMINAS. A. circunvolución central anterior. AC. antecuña. B circunvolución central posterior. C A. circun. del Cuerno de Ammori. C C. circun. del cuerpo calloso. C F. primera frontal. C surco central. C m. surco calloso marjinal. D. giro descendente. F. lóbulo frontal. F 1 ,F 2,F ¿, primera, segunda i tercera circunv. frontal. r surco frontal superior, inferior praecentral. G f. girus fornicatus. H. hippocampo. h. surco del hippocampo. i P- surco interparietal. L C. lóbulo de la Cuña. L P• lóbulo paracentral u oval. L O. lóbulo occipital. VI ESPLICACION DÉ LAS LAMINAS. O1, O2, O3, primera, segunda, tercera circunv. occipital. O Z. cuña. O. surco occipital transverso. 01 parte posterior del surco interparietal. O2 surco occipital posterior. O C. fisura calcarina. O c', O c", rama superior e inferior de id. P. lóbulo parietal. P^^P- lobulillo parietal superior, inferior. P" antecuña. P\P3 giro angular p 0. surco parieto-occipital. R. cisura de Rolando. íSs cisura de Silvio. *S', rama horizontal i ascendente de id. Se. cisura calcarina. Si. surco transverso. sp. surco temporal superior. T. lobulo temporal. T1, T 2, T3 circunv. temporal superior, media, inferior, lóbulo fusiforme. T° lóbulo lingual. tl, t2, t3, surco temporal superior, medio e inferior. ¿4 surco occipito-temporal inferior. U. giro uncinato. 1 cuerpo calloso. 2 cavidad del ventrículo lateral. 3 tálamo óptico. 4 parte anterior i esterna del pedínculo cerebral. 5 fásia dentata. LAM. I. LAM . 11. LAM.m. 'Jiy. 2.'. (éc^er.) 'f. f (9cke d/ . (écJíer.) 3. ( óc£er.) /y. ¿fof (^vi/tej Í^Óvi'<<. i LitEGidot. LidE Codot. LitEE Ca^doL.