wcB VI8IU ¡joRDfi DICTAMEN ^ / / DICTAMEN SOBRE LA CHOLERA-MORBUS, POR VíAa Y*YL.YLOVLY%X&kY V/\IBUBHA DR. DE SALAMANCA Y LOVAINA, CATEDRÁTICO QUB FUE EN LA PRIMERA DE ESTAS UNIVERSIDADES, SO- CIO DE LAS SOCIEDADES MEDICAS DE PARÍS, BRUSE- LAS, LINNEANA DE LONDRES, &C, &C, Y MEDICO DE LA LEGACIÓN MEJICANA EN INGLATERRA. ESCRITO A instancias del Exmo. Sr. D. Manuel E. de Gorostiza, y de or- den del Exmo. Sr. Ministro de Relaciones de la República de tos Estados Unidos Mejicanos. LONDRES: 1832. o en Méjico, en la oficina de Galvan á cargo de Mariano Arénalo. 4 «JHOLT^Rl-JIORBUS. Es llamada Cólera de los griegos, Cholera-morbus de los latinos, Mort de Chien de las costas de Malabar, Morbus niger Senki de los chinos, Mordexim de los ára- bes, Shani 6 Nicomhen de diferentes dialectos moder- nos de los indios, Vishuchi de sus libros santos y Trouse galante de los franceses. Esta fatal enfermedad de tiempo inmemorial, y cuya fecha se pierde en los anales de la historia médica, conocida ya antes de Esculapio, es pintada por Hipócrates de una manera muy exacta; y Areteo de Capadocia la describe de un modo tan admira- ble, que la sintomatologia tan pura, concisa y com- pleta que fija acerca de ella este autor, que escribió al principio del siglo V. comparada con las descrip- ciones del dia hechas á nuestra vista, no deja na- da que desear al observador mas escrupuloso; de consiguiente, los que escribieron después de Areteo no han hecho mas que copiarle. Galeno también la describió, diciendo que es una enfermedad aguda, con frecuentes vómitos biliosos, frecuentes deyecciones albinas, contracción de los múseulos de los miem- bros, frió de las extremidades, con pulso débil y obscura. Esta enfermedad sui generis, cuyos caracteres se anuncian siempre tan constautes como los de cual- quiera otra enfermedad esencial, se ha presentado fre- cuentemente á los observadores de todos los paises. La hemos visto atacar accidentalmente á un solo in- dividuo ó mas personas de una manera aislada, dea- arrollándose por la acción de causas predisponen- tes, particulares, idiosincráticas, y no salir de estos límites. En este estado se llama'sporádica, y no hay médico alguno, por poca experiencia que ha va tenido, que no pueda citar algún ejemplo de ella." También se ve reinar esta con bastante frecuen- 5 cia bajo la influencia de una constitución determina- da de la atmósfera á manera de enfermedad popular ó de pequeña epidemia, según dice Fouquet. Este mo- do de presentarse se llama catástico, para expresar que depende principalmente de la constitución exage- rada de las estaciones; este ha sido el que mas co- múnmente ha seguido la Cholera, y el que cita Hipó- crates en el libro VII de las epidemias, y el que Sy- denham observó en esta de Londres en 1669 y en 1676, Huxam en 1741, en París en 1730 y 1780, y en la India Superior en 1762. &c. &c. Pero en to- das estas circunstancias, la epidemia no ha pasado mas allá de la influencia de la constitución atmos- férica á que estaba íntimamente ligada. Los anales de la ciencia presentan también Cho- lera de ciertas localidades en diferentes países, llama- da Cholera-endémica; esta tampoco sale de los límites que las causas locales la han señalado. Últimamente, la Cholera existe en estado sintomá- tico ligado á diferentes casos de enfermedades agu^ das y graves, como en las fiebres remitentes é inter- mitentes cholencas, typhus, &c. &c. &c. De suerte que esta enfermedad se ha observa- do en todos tiempos bajo manera esporádica, catástica, endémica y sintomática? y que bajo todas éstas dife- rentes condiciones, jamas se ha propagado ni ha sa¿ lido de la esfera de actividad prescrita por las cir- cunstancias que produjeron su desarrollo. Pero la Cholera que se presenta en alto grado epi- démica; que se extiende, hace estragos y asóla los pue^ blos por efecto de circunstancias difíciles de apreciar ni de conocer con exactitud, bajo la acción de cau- sas ocultas que ni sabemos preveer ni oponernos á ellas, y que algunos suponen independientes cte con- diciones especiales é individuales de las vicisitudes atmosféricas, modificaciones de la estación, partícula* ridades locales, y últimamente independientes de las 6 enfermedades agudas y estados febriles, á quien vie- nen muchas veces acompañando como síntoma: la Cholera, como digo, así desenvuelta, no se ha presen- tado aun á los estudios médicos, y es justamente la que nos ocupa hoy en día. La Cholera en alto grado epidémica, hace ya cerca de quince años que está ejerciendo sus estragos en el territorio apenas descubierto de la India Superior; y para expresar mejor su carácter devastador, nom- braré algunas de las irrupciones y víctimas que ha hecho, tanto en la India como en la Europa. La rapidez de los progresos de la Cholera, dice Moreau de Jonnes, es la mayor que los hombres han visto en todas las epidemias conocidas. En su marcha geográfica ha atravesado de lugar en lugar en menos de un año toda la parte de la India que hay entre los golfos de Bengala y Cambo- ga, que es una extensión de 450 leguas, y no gastó mas que nueve meses en extenderse de S. á N. del Ganjan al Cabo Comoríno que está 300 leguas del punto donde salió. En menos de dos años ha corrido una línea ite- neraria de 400 leguas desde el fondo del golfo Pér- sico hasta la costa del Mediterráneo. En otro año atravesó del S. al N. del reino de la Pérsia, desde el golfo Ortnus hasta el Cáucaso eu una extensión de mas de 300 leguas. En dos años y medio acometió la China, de Can- tón á Pekín, siguiendo una línea de S. á N. en una extensión de mas de 400 leguas. En seis meses avanzó al imperio ruso, desde las Provincias Caspianas hasta los gobiernos de Tiber y de Jaroslaw, cerca de las provincias Bálticas á una distancia de 700 leguas del punto donde salió Luego fué á Calcuta, de allí á Bengala, á Ma- lacca, á una distancia por mar de mas de 500 le- guas. De allí á la isla de Banka 600 leguas, á Java 1 m . . f Borneo que hay' 800, á Manila de la* Filipinas y á Amboine de las Molucas, distantes 1200 leguas, á Macao y Cantón en China que son 1300, y á las is- las de Francia y de Borbon bajo el trópico de Ca- pricornio que son mas de 1500 leguas desde el pun- to de que partió. De Bombay á Máscate en Arabia á 340 leguas, y á 'raves del golfo de Sinde, o de Guzarate; á Or- mus, y á Bender, Abouskir, á la entrada del golfo Pér- sico á 800 leguas; á Bahreüm sobre la costa arábi- ca del golfo á 950 leguas, y á Banorah á 1000 le- guas de Bombay. De la costa persiana dé Mázanderam, atravesó el mar Caspio hasta Astrakan, á las embocaduras del Volga sobre la costa de NO. de este mar, á una dis- tancia de 220 leguas. De Taganvog ó de Azof hasta Sebastopol en Cri- mea, á 250 leguas; á Kerson y Odesa sobre el mar Negro á 360 leguas, y hasta las embocaduras del Da- nubio á 400 leguas del punto donde salió. Penetró por él Ganges en el interior del Indostan hasta 400 leguas de la embocadura de este rio. Por el írraonaddy hasta 150 leguas de la embo- cadura del Birman; por el Menan en el reino de Siam á unas 400 leguas al través de este reino. Por el Eufrates y el Tigre en lo interior de la Mesopotamia, á mas de 100 leguas de la embocadu- ra de estos rios. En fin, dicen que por el Volga se introdujo en lo interior del imperio ruso á unas 550 leguas de las playas del mar Caspio, donde este rio desagua. También aseguran que por medio de los viaje- ros, las tropas y las caravanas, atravesó los Gattes y el Cáucaso, que son unas de las montañas mas ele- vadas de nuestro hemisferio, y que se declaró en una a'tura bastante considerable en las vertientes del Hi- malaya y del monte Ararat. Del Delta y del Ganges, sitio de su origen e« 1817, avanzó hacia el O. hasta las Molucas, á una distancia en línea recta de 900 leguas. En 1823 sus progresos, hacia el O. la condujeron á las costas del Mediterráneo en Siria, $ unas 1100 leguas del pun- to de que salió. De suerte que en el término de cin- co añ°s los estragos que hacia esta enfermedad en los países asiáticos, abrazaban ya de E. á U. la ex- tensión de 2000 leguas; y como ya habia ejercido tam- bién sus estragos desde la frontera septentrional de la China hasta las islas del mar de África, todo la da una extensión de N. á S. de unas MJOO á 1700 leguas. En la irrupción que hizo en Rusia, avanzó 10 Í-radas de latitud ó 375 leguas hacia las regiones po- ares, y 22 grados de latitud al O. del Caspio; que considerando 11 leguas al grado, hacen 242 leguas. En seguida naso á Polonia, declarándose prime- ro eq Horodola, luego en Prusia, en Dantzig, des- pués en Brpdi, en Austria, Tarnopol, Lemberg, Viena, Hambourgo, y últimamente en Inglaterra en los pueblos siguientes: Sunderland Newcastle, Gateshead, North Shields y Tyuemouth, Houghton, Le Spring, Hudding- ton- &c. De todo esto resulta que en catorce años la Chole- ra se ha extendido de N. á S. en una área de mas de 2¿50 leguas, y de E. á U. en otra de mas de 2000. Ha recorrido en el Indos tan. Leguas cuadradas. En la presidencia de Bengala........... 43.000. En la de Madraz..................... 20.000. En la de Bombay y sus dependencias____ 3.000. En los Países nuevamente reunidos...... 8.000. Total en toda la India Británica..... 74.000. 9 En Rusia en 1830 se piopagó en 29 diferentes gobiernos, cuya superficie es de 128.000 leguas cua- dradas, ó cuatro veces y media de la extensión tie toda la Francia. ' Los progresos de la Cholera en «1 área inmeesa que está rocorriendo de quince años á esta parte, se han declarado á consecuencia de sus destructoras irrupciones, cuyo número conocido es el siguiente. Irrupciones en la costa de Bengala......... 200. ----------en las de la presidencia de Madraz. I7Í8. ----------eu fes de la de Bombay........... 55. ----------en la India Británica.........— *33. --------—en el Archipiélago de la india, y Asia oriental....................... 51. ----------en Arabia y en Persia.........-. 26. ----------en la Mesopotamia y la Siria.,,. 29. --------—en el Imperio Ruso............. 117. Total.................1089. El número de irrupciones ha variado considera- blemente en cada año. Se tuentañ. En 1817 ........ 32. 1818 1819 1820 1821 1822 1823 140. 64. 42. 64. 43. 48. Del frente... 433. En 1824 .......• 19- Alfrente.... 433. Total de irrupciones. 1825 1826 1827 1828 J829 1830 1831 24. 5. 19. 12. 13. 131, 00. 656. 10 A pesar de los numerosos datos é invesfigacio nes que nos han proporcionado este gran número de irrupciones, se puede asegurar con fundamento, que no son ni aun la mitad de las que se han presen- tado; y que la Cholera ha asolado en el curso de los 14 últimos años, mas de 1300 ciudades, villas y al- deas del Asia y de la Europa. La mortandad que ha producido esta devasta- dora enfermedad ha sido valuada por aproximación en sus diferentes irrupciones; y varia mucho según los tiempos y los lugares, sin que se haya podido des- cubrir aun la causa; puesto que su principio destruc- tor conserva en todas partes la misma violencia, y con- duce al sepulcro en menos de dos horas á la ma- yor parte de los individuos que ataca: y esto aun en los países donde son mas limitados sus estragos. Jamas baja de una tercera parte el número de enfermos que tienen que sucumbir á ella; generalmen- te arrebata mas de la mitad, y muy frecuentemen- te los tres quintos, dos tercios, y aun los seis sép- timos. En el Indostan se llevó la sexta parte de toda la po- blación. En Arabia, un tercio de los habitantes de las ciu- dades. En Pérsia, una sexta parte de estos últimos. En Mesopotamia, de un cuarto á un tercio id. En Armenia, un quinto id. En Siria, un décimo id. En Rusia una vigésima parte de la población de las provincias que ha infestado. En Polonia y Austria, la tercera parte de los enfermos. Y en Prusia, como dos tercios de estos últimos. En Inglaterra que se ha presentado el 26 de oc- tubre último, declarándose primero en Sunderlan lle- va ya recorridos siete pueblos, acometidos 1804* in- 11 dividuos, de los que han muerto 616, curados 1066, quedando en camas 128. Las causas predisponentes de esta enfermedad, suelen ser: el habitar lugares bajos y húmedos, mal sanos, expuestos á los rayos del sol, y donde la tem- peratura atmosférica varía repentinamente en muchos grados, donde el aire por falta de curso está car- gado de materias orgánicas en putrefacción; la reu- nión de muchos individuos, y particularmente si hay entre ellos algunos enfermos; la falta de aseo, el exce- so en la mesa; el abuso de licores alchólicos, de condi- mentos picantes y demás substancias irritantes; el abu- só de la Venus; las vigilias continuadas; las fatigas del cuerpo y deí espíritu, llevadas al extremo; las afec- ciones morales tristes y depresivas, entre las que una de las mas fatales (y que muchos no pueden reme- diar) en el miedo (1): la acción de este es tal, que disminuye y aun suspende muchas veces las funcio- nes del corazón interceptando la influencia nerviosa hacia esta viscera; la circulación y sus producciones abandonan la periferia; las secreciones se alteran; las propiedades vitales pierden su equilibrio, y acumulán- dose en las visceras chilopoyéticas, producen en ellas una especie de esparmo clónico, que á la mas mí- nima causa eficiente que aparezca, desenvuelve todos los desastrosos fenómenos que constituyen la Cholera- Morbus. Las causas eficientes ú ocasionales, nos son has- ta ahora poco conocidas: unos suponen que son las alternativas repentinas de calor y frió en la atmós- fera; otros que las de las lluvias y sequedad; otros que (1) Una señora en Moscow viendo que se aproximaba la Cholera, fué tal el miedo que se apoderó de ella, que hizo un grande acopio de víveres y se encerró en su casa, no solo aislándose de todo lo restante de la pobla, cion, sino hasta de sus propios criados y parientes, de suerte que en todo ol tiempo que estuvo aislada, ella misma se servia en todo; pero á pocos dias fué atacada de la Cholera, y murió: con la particularidad que ninguno de sus parientes ni criados de la casa sufrieron de ella. 13 táf» tempestades- otros que una aberración del fluido eléctrico atmosférico, que habiendo perdido su equi- librio, ó alternando repentinamente en muchos grados de aumento ó diminución de influencia, producia el espasmo clónico en los individuos predispuestos &c. &c; otros lo atribuyen á la acción de un cierto virus invisible é impalpable, y de una naturaleza tan ocul- ta, que se ha escapado á la perspicacia de Hipócra- tes, de Areteo de Capadocia, y á las investigacio- nes de todos los demás célebres observadores que les han sucedido durante millares de años; y lo mas ad- mirable es, que ese ser de una constitución espiri- tual, creen que puede contenerse en sus progresos y estragos por medios físicos de murallas, cordones sa- nitarios, bayonetas, cuarentenas y lazaretos; otros di- cen que son unos animalucos microscópicos, que in- troducidos en la economía animal por medio de la respiración, alimentos, bebida, &c, producen todos esos desórdenes. Pero todas estas opiniones nunca pueden pasar de una mera hipótesis; la abertura de los ca- dáveres de los que mueren en esta epidemia, no nos da tampoco ningún dato para poder descubrir la cau- sa de ella. Esta enfermedad presenta los caracteres siguientes. Primer periodo. Un estado de incomodidad general acompañado de una sensación de calor y dolor en el centro epigástrico, cansancio en las extremidades; debilidad mas ó menos grande; opresión; el semblan- te del enfermo que al principio no presentaba mas que un aspecto de incomodidad, toma mas ó menos rápidamente, según las circunstancias, la expresión de una grande ansiedad, y en este momento el pulso se hace vivo, pero profundo y concentrado. Segundo. Estos primeros síntomas son algunas ve- ces acompañados^ ó al menos inmediatamente segui- dos de un dolor muy fuerte en la boca del estóma- go, el que se apodera bien pronto de todo el tubo 13 digestivo; este es él síntoma mas constante, y mas durable de todos» y se tiene como una serial patog* nomónica de la enfermedad. Tereero. En seguida empiezan las náuseas y vómi- tos repetidos, frecuentes evacuaciones albinas; una pos tracion penosa, y agotamiento de fuerzas, y un vacío de sensibilidad general. Las contracciones espasmóf dicas irregulares, y los calambres violentos se apo- deran de las extremidades inferiores: esto, junto con la fatiga producida por los repetidos vómitos y fre- cuentes evacuaciones de vientre, atormenta cruelmen- te á los enfermos. Las evacuaciones que se componían exclusiva- mente de las materias contenidas en el estómago é intestinos al principio de la enfermedad, toman muy pronto un carácter especial patognomónico, compo- niéndose de un fluido acuoso, seroso,, blanquecino, muy análogo á un cocimiento de arroz mezclado con co- pos albuminosos, ó al líquido extraído por la para* centesisi algunas veces estas materias están mas re- vueltas y como cenagosas, mezcladas de diversos co- lores grises, verdosos, &c, pero muy rara vez sanguino- lentps. Las deyecciones albinas son arrojadas muy fre- cuentemente fuera de los intestinos con una fuerza co- mo la del chorro de una jeringa, y esto aun en un periodo de la enfermedad bastante adelantado. Hay ausencia de reacción febril; el pulso es pe- queño, vacilante, irregular y nervioso; se puede de- cir que mas bien vibra, que pulsa. Esta ausencia de reacción circulatoria, aun cuando no sea mas que un síntoma negativo, constituye sin embargo uno de los ca racteres mas marcados de la enfermedad. Jamas se ha presentado en este periodo, caso alguno grave c'e epidemia cholérica en estado febril, que no haya teni- do una feliz terminación, excepto en los muy raros da complicación accidental, y de |&s poco comunes 14 terminaciones ó mutaciones en typhoides, ó en loa que la tendencia á un buen éxito se declara pronto, y se sostiene mas ó menos tiempo. Las orinas están suspensas por haber cesado en- teramente su secreción; en los cadáveres de los que han muerto de la epidemia se encuentra la vegiga enteramente vacia. Los espasmos toman rápidamente una grande in- tensidad, y recorren sucesivamente y en poco tiempo las extremidades inferiores, las superiores, los múscu- los abdominales, y últimamente los torácicos y dia- fragmáticos; pero muy rara vez se dirigen hacia los de la espalda, del semblante ni de los ríñones. Es- tos espasmos son mas bien de un carácter clónico que tónico. En seguida se declara la sordera, los atolondra- mientos, los zumbidos de oídos y el frío de todo el cuerpo. Se manifiesta un gran desconsuelo en la re- gión precordial; esta se junta á una extrema dificul- tad en la respiración y á un excesivo abatimiento de todo el sistema. El aire espirado por los enfermos, sale enteramente destituido de calor. La piel se cu- bre de un sudor frió; este, junto con la humedad au- mentan algunas veces hasta el punto que el dermis se pone arrugado, y se pliega como si la piel hubie- se estado mucho tiempo en maceracion en agua ca- liente ó cubierta de una cataplasma. En muchos ca- sos la piel, ya en su totalidad, ya en algunos de sus puntos, toma un color aplomado, azulado ó lívido. La fisonomía abatida, los ojos hundidos, cónca- vos, rodeados de un cerco lívido y todos los rasgos del semblante contraidos, dan al enfermo un aspecto cadavérico. Según la mayor parte de los observado- res, la facies de los cholencos se diferencia poco de la facies del hipocrática, y está caracterizada en ellos has- ta el punto que esta señal sola bastaria para hacer co- nocer la enfermedad. El Dr. BlahodatofT que ha obser- 15 vado la epidemia en el distrito de Samarski, gobier- no de Orembourg, dice que el semblante se pone trian- gular en todos los cholencos. El pulso se presenta recojido y concentrado, y excesivamente pequeño, de suerte que apenas se le puede encontrar, y muy frecuentemente faltan las pul- saciones en la arteria brachial, y aun apenas se per- ciben en el corazón. En este periodo, la sangre que antes era oleosa, espesa, negra y solo difícil de ex- traer de la vena, ya no puede salir ni aun exprimien- do con fuerza el vaso y en este caso solo suelen sa- lir algunas gotas. El enfermo experimenta una sed insaciable, y de- sea con ansia las bebidas frescas. La lengua y la bo- ca están sin embargo pálidas, blancas, húmedas y frias. La voz es débil y como sepulcral. Hay algunas ve- ces continuas agitaciones, que son puramente maqui- nales, de que el enfermo no tiene conocimiento algu- no; y aunque conserve en estado de integridad sus facultades intelectuales, todas las propiedades vitales se hallan en un estado tal de abatimiento, que se en- trega á un abandono completo de sí mismo, y quie- re por fuerza que le dejen tranquilo, mostrándose in- diferente á todo cuanto se hace por él y á todo cuan- to pasa al rededor de su lecho. La muerte se pre- senta generalmente á las doce, quince, veinte ó vein- te y seis horas después de la invasión de la Cholera. Los vómitos y las evacuaciones de vientre se dis- minuyen, y muchas" veces se suspenden, y aun cesan de un golpe hacia el fin de la enfermedad, ó al aproxi- marse el mayor peligro de ella. La invasión se verifica generalmente durante la noche ó hacia la mañana; los demás periodos lle- gan con rapidez y muchas veces con confusión, y no puede uno atenerse á nada fijo ni regular en me- dio de esta escena de desorden y destrucción. En un gran número de casos, todas las épocas de la en- 16 fertnedad se confunden y se concluyen en muy corto tiempo; algunas veces solo se pasa una hora, dos o mas entre la invasión brusca de la enfermedad y su fatal terminación. En último análisis, el cuadro de los síntomas de la enfermedad puede resumirse de la manera siguiente. Dolores epigástricos, vómitos repetidos y frecuen- tes evacuaciones albinas, en que las materias arroja- das primero se componen de las substancias que han sido ingeridas en el estómago, y que luego salen flui- das, blanquecinas y con copos albuminosos, calam- bres violentos en las extremidades superiores é infe- riores, frió del cuerpo, supresión de orina, ía piel de las extremidades, y sobre todo la de los pies, páli- da, húmeda, fria y arrugada, descomposición de los rasgos del semblante, cara hipocrática, debilidad y des- aparición notable del pulso. La misma sintomatologia en la India, China, Ja- pon, Rusia, Polonia, "Prusia, Austria é Inglaterra, y la misma que fijaron nuestros esclarecidos antepasados, y sobre todo, Areteo de Capadocia. El modo como se presentó en Rusia, lo descri- be el Dr. Hahnemann en una carta que escribe al conde de Guidi, del tenor siguiente. „Hará como cosa de seis meses que la Cholera- „morbus se ha presentado en las fronteras de la Ga- licia, y ^egun las decisiones de la junta de sanidad „rusa, no la consideran como contagiosa; esta se ma- nifiesta aquí bajo las formas y grupos de síntomas «siguientes, y que yo he dividido en seis tipos, por- „que no se han manifestado los mismos en todos los „individuos; de suerte que en unos enfermos, la afec- ción se ha insinuado en las primeras vias; en otros „mas particularmente en el sistema sanguíneo y en el „de la respiración, y en otTos como un ataque con- tra el sistema nervioso. »Primer tipo. Vértigos, sensación de pirosis en 17 „el estómago y en la garganta, gritos involuntarios «dolorosos al tocar la boca del estómago con el de- „do, el cuerpo extendido sin ningún movimiento co- „mo si se hallase en un estado de estupor, los cjos «vidriosos, en la mayor parte retención de oiina, y «muerte. ^Segundo tipo. Resfriamiento repentino de pies «y manos con una insensibilidad completa; las ma- «nos se ponen lívidas hasta las muñecas, convulsio- «nes [Starr Krampf], catalepsia repentina y general: «muerte. „Tercer tipo. El enfermo, sin ningún presenti- «miento, es sorprendido por la catalepsia [Starr Krampf]: «muerte. „Cuarto. Dolor de cabeza y de los miembros «con tos, y una gran sensación de calor brulante en «el vientre, sudor frió, finalmente, catalepsia [Starr „Kramnf]: muerte. -* nQuinto. Una fuerte inflamación en el pecho con «evacuación de sangre por abajo, dolores muy fuer- «tes en el cerebro: muerte. „Sexto. Postración repentina de fuerzas, vómitos, «evacuaciones albinas acuosas, borborigmos en el bajo «vientre, respiración extremamente penosa y rara, cara «hipocrática con agitación y presentimiento de ago- «nía: muerte." Con corta diferencia los mismos síntomas se ob- servan en la que está actualmente ejerciendo sus es- tragos en Inglaterra. De todo lo dicho con respecto á la sintomato- logiade la Cholera, resultan las conclusiones siguientes. Primera. La Cholera ha sido observada en to- dos tiempos bajo la forma esporádica, bajo la ca- tástica, bajo la endémica y bajo la sintomática, sin que jamás haya pasado los límites detallados a las circunstancias particulares que la hicieron empezar y acabar. J 3 18 Se^'nda. I^a Cholera epidémica observada en la In Üa, no es otia que la misma Cholera descrita por lo antiguos en cuanto á la sintomatologia. Tercera. La Cholera que ha reinado en Rusia, es \i misma que la de la India. Cuarta. La Cholera de Polonia, la de Prusia, Aus- tria y la de Inglaterra, no se diferencia en nada de la que afligió á Moscow. De consiguiente, la Cholera de los antiguos, la de la India, la de Rusia, Polonia, Prusia, Austria y la de Inglaterra, son idénticas en cuanto á sus fenó- menos sintomáticos. En cuanto al pronóstico, la Cholera abandonada á los solos recursos de la naturaleza, es casi siem- pre mortal. Al contrario, en presencia del socorro del arte, si este llega á tiempo y se aplica con tino, se triunfa completamente la mayor parte de las veces, de esta destructora enfermedad. Hoffman lo habia ya observado en su tiempo, y tocante á este punto, Frank se explica del modo siguiente: Funeslus est plerumque Cholerae sibi ipsi relictce, exitus: sub artis vero prcesidio sat cito concesso, plerique ex illa, quod tanta in alio mor- bo symptomata vix sperari permitterent, sanantur. En todos los puntos en que esta epidemia ha rei- nado, la observación clínica ha notado iguales resul- tados. Dos grandes consideraciones deben sacarse co- mo pronóstico general de esta terrible enfermedad; por una parte el médico no debe dejarse alucinar por la presencia de señales las mas desesperadas, corno son la insensibilidad absoluta del pulso, el resfria- miento de la lengua y el frió glacial de la región pre- cordial &c. &c: un gran número de hechos particu- lares prueba, que los enfermos aun hallándose en es- te estado, siendo convenientemente socorridos, se han salvado. Por el contrario, el práctico ejercitado no debe 19 confiarse en las señales satisfactorias, pues esta creencia podria ser funesta. Muchas veces el esta- do que indica menos peligro en apariencia, si se sus- pende el tratamiento, y se abandona el enfermo á sí mismo, no tardará en hacerse desesperado; y esta conducta acarrearía la muerte, ó la recaída: y es generalmente la causa de que sobrevengan algunas veces las mutaciones en Tiphoides. Los vómitos son incontestablemente uno de los síntomas mas funestos de esta enfermedad, y duran ge- neralmente mucho tiempo después de haber ya cesa- do los esparmos y deyecciones albinas; y aun cuan- do la afección tome una terminación favorable, estos por su pertinacia dejan tan fatigado y abatido al en- fermo, que retardan la cura, y alargan la convalecen- cia. La aparición de la bilis en las evacuaciones, es generalmente una señal de buen agüero, y es muy raro que se verifique la cura sin la existencia de es- ta señal. Lo mismo podemos decir del curso libre de las orinas; de la aparición de sudores halituosos; de la diminución del estupor, del recobro de las fuerzas, y de la cesación de los calambres. El cálculo del peligro de la enfermedad debe sa- carse mas principalmente de los síntomas nerviosos, que de la afección catarral; esta última no tiene mas que una importancia secundaria. Se ha observado mu- chas veces, que después de haber ya cesado los vó- mitos y evacuaciones albinas, el peligro iba mas en aumento; y entonces los calambres, la agitación del enfermo, el resfriamiento del pecho y del centro epi- gástrico, y la insensibilidad del pulso, no hacían mas que aumentarse. Es también señal de buen agüero la elevación y frecuencia del pulso: esto se observa muchas veces al aproximarse la cura. 20 En un gran número de casos, el pulso toma un rhythtno natural; las extremidades recobran el senti- miento y el calor; se contienen los vómitos, y la diar- rea, cesan los calambres; y sin embargo de todo esto, si los socorros del arte no continúan á hacer los es- fuerzos convenientes para sostener y reanimar las fuer- zas, el mal hace progresos, y el enfermo sucumbe á él. Últimamente, las señales que pueden inclinar al médico á pronosticar favorablemente, son: la aparición de la fiebre y de la plenitud del pulso; la vuelta del calor natural á las extremidades; la diminución del ansia por las bebidas frias; la desaparición gradual del desconsuelo epigástrico, y de la sensación abra- sadora de la región umbilical; la cesación de los es- pasmos, de los vómitos y de la diarrea; la libre se- creción de la bilis y de las orinas; la composición del semblante, la vuelta á su estado normal del as- pecto y de las funciones de la piel; la facilidad y re- gularidad en la respiración, y que el aire espirado por el enfermo tenga su calor normal; el aspecto co- lorado de los labios, de la boca y de la lengua, y la animación de los ojos. La probabilidad del restablecimiento aumenta ó disminuye, según la constitución física, ó situación mo- ral de los enfermos, y según también las condiciones de hygiene pública y privada bajo que se hallen los acometidos de la Cholera. A esta enfermedad suelen seguirla convalecencias muy lentas y penosas, y de las que los enfermos mu- chas veces no pueden salir. La Cholera cuando no es funesta, presenta tres diferentes terminaciones: Primera, la convalecencia in- mediata seguida solamente de una gran debilidad: segunda, abundantes evacuaciones de bilis durante algunos dias, y muchas veces mezclada con sangre, y acompañada con dolores intestinales particulares, y sobre todo en el recto: tercera, por un estado fe- 21 bril, que es la peor de todas estas tres, porque suele du- rar algún tiempo bajo el carácter de biliosa, y á vo- ces termina mal. Cuando la enfermedad debe ser mortal, en este último caso, la lengua que antes presentaba un co- lor de crema, se pone árida, parda y aun negra, y sobre todo mas cargada; los dientes y los labios se cubren de una capa fuliginosa; el estado de la piel varía mucho; se suceden alternativamente las ráfagas de calor y frió; el pulso se pone acelerado, como tembloroso y muy débil; á lo que sobrevienen queji- dos y gritos dolorosos; les acompaña el hipo, la agi- tación y la opresión; el enfermo pierde muy pronto el conocimiento por el efecto debilitante de esta fie- bre que cambió en nerviosa, lo mismo que por las frecuentes evacuaciones; se presentan los sudores frios, la cara hipocrática; el denique mors tragediam claudit. El plan curativo de esta enfermedad, si hacemos caso de lo que nos dicen los médicos que han ejer- cido la facultad en la India, presenta un gran vacio, y la mayor indecisión é incertidumbre. Unos dicen que la sangría es la que debe predominar entre todos los recursos terapéuticos; otros que el opio unido á los aromáticos, á los espirituosos, y á los tónicos; la ma- yor parte de ellos aseguran que el calomelano ad- ministrado en dosis exorbitantes, era la verdadera áncora de la salvación; algunos han preconizado los álkalis, otros los ácidos, &c. &c. &c; y por desgracia esta recomendación exclusiva de los medios terapéu- ticos, do prueba otra cosa, que la absoluta ignoran- cia de Ja naturaleza de la enfermedad. Cuando tomarnos en consideración los hechos par- ticulares, vemos que á los enfermos se les aplica la sangría, y sucumben; se les administra el calomela- no, y mueren; que se les da el opio, y que no por eso dejan de perecer; que se le une á este los aro- máticos, los tónicos y espirituosos, y que también se van 22 á la eternidad; y al mismo tiempo vernos otros he- chos de infinidad de individuos que han curado en varias circunstancias con cada uno de estos remedios. ¿En qué consiste esto? Yo creo que la cuestión puede resolverse de la manera siguiente. Siendo la Cholera una enfermedad agudísima que se reviste del carácter topográfico, individual y esta- cional, la indicación no solo la debemos tomar de la na- turaleza de ella, sino también de las modificaciones que toma con arreglo á todas estas circunstancias; y a*í en los sujetos jóvenes y robustos, y principalmente en la primavera, la sangría estará muy bien indicada en el principio de la enfermedad, no cuando esta va ya adelantada, porque ni el enfermo podria soportarla teniendo ya sus fuerzas casi agotadas con las exce- sivas evacuaciones; y también porque la sangre se hallaria tan espesa, que la vena no daria siquiera una gota. En los de temperamento nervioso, y principal- mente en las mugeres histéricas, los calmantes y an- tiespasmódicos, unidos á los estimulantes y espirituo- sos; en los de temperamento linfático, principalmen- te á últimos de verano y en el otoño, los tónicos uni- dos á los antiespasmódicos, y asi &c, modificando las dosis según los climas; esto es en general: el re- sultado es que esta enfermedad por leve que sea, ne- cesita siempre la asistencia y observación del médi- co, y que no hay un remedio específico para ella. Por regla general: en caso de ser uno acome- tido, excitar y reanimar la acción general, y resta- blecer el equilibrio de las propiedades vitales; estimu- lar y calentar la superficie de la piel; llamar los mo- vimientos y la vida del centro á la periferia; y ata- car el estado catarral del tubo digestivo por los me- dios que las circunstancias reclamen necesarios: es- ta es la indicación por excelencia en la Cholera- Morbus. 23 Y últimamente, combatir los síntomas en razón de su predominio relativo, es una indicación se- cundaria, no menos importante que la primera, y que propiamente se llama sintomática. Para acudir á la indicación, relativa á restable- cer el equilibrio de las propiedades vitales, debemos echar mano en primer lugar de los antiespasmódicos difusibles; y asi los médicos de Orembourg han pro- pinado con feliz suceso una mixtura de licor anodi- no mineral de HofFman, con unas gotas de la esen- cia de yerbabuena; y este remedio se hizo tan po- pular, que todos lo tomaban como propláctico. En el gran cuerpo del ejército francés quedes- embarco en las costas de Coromandel, y que fue ata- cado de la Cholera, el Dr. Noel administró con feliz resultado el álkali volátil en dosis refractas, en una infusión de melisa dulcificada con un poco de azú- car. Con el mismo fin el Dr. Deville administró en Calcuta fuertes dosis de ether sulfúrico desde el prin- cipio de la enfermedad; se han visto últimamente las ventajas que en Batavia se sacaban del uso de la mezcla de dos partes de esencia de yerbabuena (al- cholatis mcnlhae), y de una parte de láudano líquido de Sydenham, cuya prescripción seguían hasta el com- pleto restablecimiento de los enfermos. La sangría en los individuos pletóricos, jóvenes y de una complexión robusta, administrada como he dicho, en el principio de la enfermedad, hace volver inmediatamente las fuerzas, reanima la circulación en la periferia, y llama la sangre y el calor á las su- perficies pálidas y frias de la piel. Solamente bajo estas circunstancias, ha sido aconsejada y practicada la sangría; pero en los sujetos débiles de complexión, ó accidentalmente debilitados, y á una época avan- zada de la enfermedad, la sangría ha sido siempre funesta. Para combatir la afección catarral del tubo di- 21 «estivo, también recomiendan los autores una serie de remedios, entre los que, uno de los mas preconiza- dos es el calomelano unido a la goma arábiga; y el marques de Annesley lo daba á su ejército en la In- dia á la dosis de un escrúpulo cada tres horas. Pa- ra llamar la vida y el calor á la piel, los estimulan- tes externos, dando la preferencia al estímulo soste- nido por las cantháridas, también los sinapismos fuer- tes, constantemente sobre toda la extensión de la co- lumna vertebral, producen un grande efecto. El Dr. Lange, primer médico en Croustad, es- cribe al Dr. Rusel, fecha 17 de septiembre de 1831: «En el principio de la epidemia empleé el hierro ca- «liente (ferrum candens) en catorce enfermos, aplican- „do el instrumento á cada lado de la columna vertc- «bral, en la región lumbar; y lo mas remarcable era «que en el momento de la aplicación del hierro, ce- «dian los espasmos inmediatamente; el pulso empe- «zaba á ponerse mas perceptible, á volver el calor ,,á las extremidades, y á disminuir la sensación des- «agradable de ansiedad en el ganglio semilunar, lo «mismo que los vómitos y la diarrea. En algunos «fueron renovados los espasmos, y en este estado los «enfermos pedian con súplicas que se les aplicase otra «vez el hierro caliente: de los catorce enfermos que «sufrieron el experimento, curaron doce, y solo dos mu- «rieron.» Por el documento siguiente se verá el modo de curar esta enfermedad en Dunabourgh. Carta del Dr. Ewertz, médico de Dunabourgh en la Ru- sia europea, al Barón E. F. Von Graefet cirujano de cámara del rey de Prusia. Dunabourgh julio 16 de 1831.—Señor.—Aunque no disfruto el honor de conocer á V. personalmen- te, confio en que su bondad excusará la libertad que 25 me. tomo, de comunicarle el método empírrico de cu-, rar la Cholera-morbus, seguido aquí con gran suceso; y el que tal vez no le será á V. desconocido; mas habiendo visto por los papeles públicos, que en Dant- zig el número de terminaciones fatales de la Cholera, era excesivamente considerable con respecto al de los acometidos, creí de mi deber ofrecer á la conside- ración de V., en beneficio de la humanidad, el sim- ple y seguro método curativo usado en esta. Aunque no haga V. mas que ensayarlo como mero experi- mento, pues por su situación le será mas fácil po- nerlo en prueba, verifiquelo V. y quedará muy pron- to, convencido de sus prodigiosos efectos. La Cholera ó el Vómito-Disenteria índico, ni es contagiosa, como por desgracia se ha creido hasta el dia, ni tan maligna y obstinada como otras epi- demias, como lo prueba la proporción de muertos y curados (cuando no se dejan de emplear los medioá de combatirla en el periodo favorable). Sin embargo* suele hacerse fatal, cuando la ansiedad y presencia horrible del enfermo produce miedo en los que le ro- dean, é impide la asistencia necesaria: durante tam- bién la ejecución de las medidas necesarias de pre- caución contra la Cholera, creyendo que es contagio- sa, se pasa el mejor y único tiempo en que la en- fermedad debe ser combatida con felicidad; y este periodo que no se aprovecha, es irrevocable. La vi- gorosa separación de los que están buenos, no debe- ponerse en práctica, puesto que hay que ayudar al enfermo con la mayor prontitud posible, sin tener mie- do ninguno del contagio. Para acudir con tiempo á esta enfermedad, con- vendrá, que se tengan á mano en cada casa, cierta cantidad de espíritu de vino alcanforado, mezclador coi* una décima parte de tintura de capsicüni: tam- bién media libra dé hojas de yerbabuena pipeíata ó de ta comuna 4> de melisa^ ó de flor de sautío, fa 26 de manzanilla &¿c, y sobre todo buen vinagre fuerte. En el momento que una persona sea atacada de los síntomas comunes de la Cholera, como son los vértigos, la insensibilidad de todo el cuerpo, y par- ticularmente cuando las extremidades se ponen frias y azuladas, se la deben dar unas friegas por todo el cuerpo, y mas particularmente en las extremidades y en la región cardiaca con el espíritu alcanforado, hasta que vuelva la sensibilidad, y el cuerpo haya recobrado su ca- lor; enviar inmediatamente á buscar al rné lico, el que haciendo dar al instante una sangría como de 16 á 20 onzas, y queha hecho que el enfermo recobre sus senti- dos, le administrará tazas de té muy caliente, hecho con cualquiera de las yerbas mencionadas, del que beberá to- do lo que pueda. Al mismo tiempo el cuerpo es necesa- rio que esté bien envuelto en franelas y mantas calien- tes, dejando siempre la cara descubierta para que el en- fermo pueda respirar el vapor del vinagre que debe cir- cular por el aposento, desenvuelto por medio de la- drillos ó de hierros hechos ascua. Si todos estos medios han sido puestos en prác- tica con la celeridad y precaución debidas, y la trans- piración cutánea se mantiene, y el enfermo se en- trega al sueño, queda generalmente salvado. Si la enfermedad se presenta desde el principio con vómitos y diarreas violentas, ya sean estas con- temporáneas al vómito, ó ya alternativas, ó ya el vómito ó diarrea solamente, con el dolor violento so- bre el corazón, sed inextinguible y movimientos es- pasmódicos en las extremidades, entonces no son tan necesarias las fricciones con el espíritu de vino al- canforado, como la pronta reproducción del calor y del sudor, acompañada de la sangría y de una fuer- te cantárida en la región del corazón. Si el ataque no es muy severo, un vegigatorio, un sinapismo ó unas raspaduras de coclearia en for- ma de cataplasma, puestas sobre el corazón y boca 27 del estómago, bastan para contenerlo; esto puede ser ayudado con algunas tazas de té muy caliente de la yerbabuena peperita, al que se le pueden añadir unas cuantas gotas del láudano líquido de Sydenham. En los casos leves en que solo se presenta una peque- ña náusea, ó un dolor ligero en el abdomen, será muy del caso, y aun suficiente una mixtura hecha con diez granos del bicarbonate de sosa ó de potasa, y vein- te granos de crémor tártaro, disuelto en un poco de agua, del que se pueden tomar pequeñas cucharadas cada hora. En muchos casos las lavativas con el co- cimiento de harina de simiente de lino, con algunas gotas de láudano, han producido un buen efecto. El verdadero punto es no perder tiempo, ya en discutir si el ataque es una verdadera Cholera asiá- tica, ó en conducir al enfermo tal vez á un hospital muy distante, sino proceder inmediatamente al plan arriba prescrito. Una vez que los primeros paro- xismos han sido combatidos con felicidad, cualquiera síntoma secundario se puede destruir fácilmente. Cualquiera que tenga el menor sentimiento de hu- manidad, puede y debe asistir á los enfermos sin el menor peligro personal, pues el autor de esta carta, que ha tenido una considerable experiencia en esta enfermedad, tienela mas perfecta convicción de que no es contagiosa. Ha tenido casos en que muchas per- sonas de la clase pobre y baja que habitaban una misma casa, fueron todas atacadas sucesivamente, y por los medios expresados salvadas todas sin comu- nicarse la epidemia. El alto grado de eficacia y de buen suceso de que gozaba en esta población el método expresado, puede deducirse de las circunstancias siguientes. En la primera aparición que hizo la Cholera en esta, que fué el 9 de junio, en una población que escasamen- te excede de 5000 almas, de 745 enfermos que hu-r bo, solo murieron 75, y-algunos de estos últimos mu-. # 28 rieron por haber sido socorridos tarde, parte por ha- ber ocultado los primeros síntomas de la enferme- dad, y parte por circunstancias accidentales. Es necesario al mismo tiempo advertir que al me- nos los nueve décimos de todos los casos menciona- dos, la mayor parte de ellos pertenecían á la clase mas baja de la sociedad, y que fueron tratados en sus propias casas ó habitaciones, ó si eran acome- tidos en la calle se le& conducia á la casa mas in- mediata donde sin el menor retardo se procedía al ex- presado plan. Aquí la enfermedad ha sido tan maligna como en cualquiera otro punto de Europa; y está demos- trado por los hechos que cuando el socorro llega tar- de, aunque sean individuos los mas sanos y robustos los atacados, perecían en el término de seis horas; mientras por el contrario, se observaba muchas ve- ces que con la pronta y prudente ayuda, volvían á sus ocupaciones ordinarias pocas horas después del ataque. Habiéndose empezado á manifestar la Cholera en la monarquía prusiana, el autor se apresura á comu- nicar su plan empírrico de cura, el que al menos en su lugar de residencia, atendido el corto número de casos fatales, en proporción á los acometidos, ha te- nido el mas feliz resultado, mas bien que con el pre- vio método por las grandes dosis de calomelanos y opio, según usan los ingleses. Y repetirá asimismo que nunca se tendrá mayor responsabilidad del im- portante tiempo perdido, que los preciosos momen- tos que se dejan de aprovechar con un enfermo ata- cado de Cholera, en que la decisión de vida ó muer- te solo depende de un momento de dilación. Tengo el honor &c.—J. W. Esverlz. La mayor parte de las substancias preconizadas para combatir esta terrible enfermedad, todas tienen por objeto el cambiar la dirección de los movuiuea- •29 tos, y llevarlos del centro á la circunferencia, como son las fricciones con linimentos, los baños de arena caliente, y de salvado quemando, los baños de va- por y los baños ordinarios de agua caliente á una temperatura casi á la efervescencia, según usaba Hi- pócrates. Siendo los vómitos, sin duda alguna, el síntoma mas pertinaz y el mas cruel de esta enfermedad, la poción antiemética de Riverio les contiene muchas veces, á la que se les puede añadir algunas gotas del láudano líquido, que junto á las lavativas del co- cimiento de cebada ó arroz también laudanizadas, y á la acción de los agentes calientes aplicados á la piel, suelen como por encanto cortar el revesino ala enfermedad: de esta manera he combatido yo con fe- liz éxito, un gran número de Choleras gravísimas en* démicas y esporádicas, que no se diferencian en na- da, según ya he dicho, de la que el vulgo llama asiá- tica é indiana. Aunque algunos dicen, y entre ellos muchos de los miembros de la Academia real de Medicina de Paris, y también los ingleses &c, que en la conva- lecencia suele quedar una especie de constipación que hay que atacar con el ruibarbo, los calomelanos ú otros purgantes &c; mi opinión es de seguir me- jor con los antiespasmódicos y calmantes durante es- te estado, y no irritar mas el tubo intestinal del po- bre enfermo, que bastante atormentado ha sido por las pertinaces evacuaciones, y demás síntomas de des- orden que ha sufrido; y ademas que empezando es- te á recobrar sus fuerzas, todas las funciones se res- tablecen naturalmente, y lo que necesita en este caso es tranquilidad física y moial, y entonarse gradual* mente y con mucha lentitud, para evitar las recaí- das que suelen ser casi siempre funestas, y no sena extraño que por la acción de un calomelano ó cual- quiera otro purgante se verificasen estas. 30 Los desgraciados, ciegos por el fatalismo (co- mo les sucede á los turcos), por la ignorancia, ó aban- donados absolutamente á la miseria, casi todos mue- ren; bien que á estos en cualquier epidemia les suce- de lo mismo. ¿La Cholera-morbus es contagiosa, ó simplemen- te epidémica? Esta cuestión tan grande, tan interesante, y al pa- recer tan difícil de resolver, atendiendo á la diver- gencia que muestran las opiniones, todas fundadas en la experiencia y razonamiento de una infinidad de ob- servadores de gran mérito, no la considero yo tan ar- dua ó imposible de resolver, corno la de la causa eficiente de la enfermedad. No obstante, vemos por una parte que las observaciones y hechos que citan una porción de hombres de mérito que han practi- cado en la India, y entre ellos el célebre Moreau de Jonnes &c. &c, que esta enfermedad siempre ha sido transmitida de un punto al otro por medio del con- tagio, llevada por el comercio, las caravanas, los ejér- citos, los grupos de peregrinos, por los fugitivos &c. &c, detallando con toda exactitud el punto donde salió, su marcha geográfica, puntos de arribo y demás cir- cunstancias de su desarrollo en el momento de lle- gar cualquiera de estos conductores que venían del lugar donde reinaba, que parece no queda duda al- guna que es contagiosa. Entre uno de los infinitos hechos que citan, es el de Calcuta del año 1826, que inmediatamente que sospecharon los habitantes que se aproximaba la epidemia, la mayor parte de ellos aban- donaron la ciudad y huyeron al campo; otros se aisla- ron, y ninguno de estos sufrió la epidemia; mientras que los otros que quedaron en comunicación con los infestados, sufrieron de ella terriblemente. Prueban también que el ejército ruso la llevó á Polonia &c. &c En fin, hay tan gran número de hechos y ra- zones, y todas de tan grande autoridad para probar que 31 la Cholera-morbus es contagiosa y llevada de un punto á otro por medio del comercio, ejércitos &c, que se necesitarían muchas semanas, y escribir muchísimo para citar todos los que he podido recoger yo solo. Concluyen últimamente los contagiouistas, que es un hecho tan evidente, el que la enfermedad se comu- nica por el simple contacto, que no merece la pe- na de exponerlo ni probarlo, y ni aun hablar de ello. Y esto se ve bien palpablemente en las conclusiones que saca Moreau de Jonnes de toda su doctrina y hechos que cita, que son las siguientes. Primera. Que la Cholera pestilencial proviene de un germen, cuyo principio es sui generis. Segunda. Que este se transmite exclusivamente por las comunicaciones con los individuos que han sido infestados por este germen, y por el uso de las co- sas que les han cubierto ó tocado. Tercera. Que este se presenta únicamente en los lugares donde se hacen estas comunicaciones. Cuarta. Que este es transportado de un lugar á otro por los buques de guerra, de comercio, por las em- barcaciones de pasage, por las caravanas, por los car- reteros, por los cuerpos de ejército, por las bandas de peregrinos, por los fugitivos, y por los individuos ais,ados • 1 ' L J J 1 Quinta. Que se extiende a bordo de los navios por las relaciones entre sus tripulaciones, y las cosas in- festadas, y que se introduce por medio de estas en los puertos de su destino. Sexta. Que esta se extiende desde las playas infes- tadas de esta manera, al través del interior de los paí- ses mas extensos, siguiendo los hombres en todas sus comunicaciones, y propagándose con una rapidez pro- porcionada á la actividad de las relaciones sociales. Séptima. Que esta penetra constantemente en un pais por aquellas fronteras que están en relación con otros países ya infestados, y que se introduce en una 32 ciudad por los barrios en que los habitantes están en relación con los países que ya habían sido desolados. Octava. Que para preservar un puerto ó una ciu- dad fronteriza, basta vigilar, é interceptar la llegada de navios ó viajantes que provienen de los lugares don- de reina la epidemia. . . Novena. Que para preservar una masa de indivi- duos que habitan una ciudad donde esta se ha intro- ducido, basta separarlos del resto de la población, é impedir que tensan con ella comunicación alguna. Décima. Y últimamente, que el aire atmosférico es de tal manera impotente para propagarla á alguna dis- tancia, que una familia ó una reunión de personas pue- den vivir con toda seguridad en medio de los estra- gos que esté haciendo la epidemia en la ciudad ó país, aun produciendo esta la mayor mortandad, con tal que estén estrictamente secuestrados antes de exponerse á su acción, hasta el momento que ha cesado entera- mente. &c. &c. Por otro lado vemos que los habitantes de la ludia no la tienen por contagiosa; que los rusos se vieron obligados á abandonar todas las medidas que to- maron contra el contagio, y que la experiencia les hizo qonocer que solo debían conservar las de hi- giene pública. El Dr. George Lefevre, médico de la euvbajada inglesa en S. Petersbourgh, nos escribe, y dice: que al principio, cuando se presentó la Chole- ra en Moscow, todo era miedo y confusión; pero que después de unos dias que vieron que la enfermedad no acometía en proporción del gran número de la po- blación, y que no traia un carácter tan destructor co- mo si. fuese contagiosa, empezaron á tranquilizarse: y mucho mas cuando vieron que en sus propias fami- lias y amigos, ni el médico,,, ni los asistentes, ni los parientes dpi, enfermo se contagiaban; cuando vie- non taísbüen que los nobles,, las amtoridades y los ne? gfteiafttes) se empleaban sin1 riesgp en. visitar lo$ 33 enfermos' de las casas y lazaretos; cuando vieron que en edificios que contenían cientos y cientos de indi- viduos habiendo sido uno de ellos atacado, y pasado semanas y semanas sin que ninguno de los otros sé re- sintiese de la enfermedad; y cuando los mismos mé- dicos partidarios del contagio; se fueron desen- gañando de diaen dia, que no podían ya sostener su pavorosa doctrina; todas estas cosas, como digo, con- tribuyeron á restablecer la calma al espíritu público, y la epidemia empezó á ceder en sus estragos. En Viena tampoco la declararon contagiosa; si- guieron los teatros y demás diversiones, negocios, &c, y no hizo tampoco los estragos proporcionados á la población, y también duró menos tiempo. En Alejandría, el Cairo y en todo el Alto Egip- to, acometió de una manera tan horrorosa, que ar- rebató en la primera, en el corto tiempo de 36 dias, mas de 502) almas; y en lo restante de todo el Al- to y Bajo Egipto en la temporada del verano se lle- vó unas 150®, según escribe Mr. Jomard á la Aca- demia real de Medicina de Paris. Esta epidemia que cesó de repente, fue observada por el célebre Dr. Affgelin, quien asegura que no es de ninguna ma- nera contagiosa, y una de las pruebas que cita, es el haber cesado de un golpe, después que cesaron de obrar las causan generales locales y atmosféri- cas que la sostenían; y que si hubiese sido con- tagiosa, estaría aun en circulación el miasma; pues no es posible concebir que se hubiesen apagado de un golpe y como por encanto todas las emanaciones producidas por tantos miles de enfermos y muertos, y por las ropas y demás efectos infestados; y tanto menos concebible, cuanto que estos se vendían públi- camente en las tiendas de roperías, y de trastos vie- jos del Cairo y de Alejandría, y sin haber sufrido de antemano ninguna clase de purificación, erau comprar dos y usados por los sanos (tal es la buena policía 31 turca); y ninguno se infestó después de haber cesa- do la epidemia. El célebre Dr. Fois. miembro de nuestra socie- dad, ha estado observando con mucho tesón y á san- gre fría, la epidemia que desolaba á Varsovia: para desengañarse si era contagiosa, ha respirado el alien- to de los enfermos, ha gustado las materias que es- tos vomitaban, se ha inoculado la sangre de un cho- lérico, sin haber experimentado el menor síntoma de contagio. Y últimamente, aquí en Inglaterra hace ya que reina desde el 26 de octubre último, y hasta ahora nadie ha podido probar que es contagiosa, y parece que la mayor parte están ya desengañados de lo con- trario; pues han visto palpablemente que si lo fue- se, ya no habría rincón de Inglaterra que no estu- viese infestado, porque no se ha impedido de ningu- na manera el tráfico, ni comunicación por tierra; he- mos visto llegar todos los dias los carruages y dili- gencias &c. sin ninguna ceremonia; por mar han tar- dado también muchos dias, después de desenvuelta la epidemia, en poner cuarentenas; y la que han pues- to es solo de mero cumplimiento: y á pesar de to- do esto, la epidemia no ha ganado ni en una milé- sima parte de proporción, como si fuese contagiosa; ni los estragos han sido tan grandes, como donde ha habido leyes de secuestración. Todos estos son los hechos y razonamientos que cito de una parte y de otra, para que el observa- dor juzgue á su modo: que tomados también en consi- deración por los miembros que componen la Academia real de M. de P., dicen (es necesario advertir que mu- chos de estos no son de la opinión de la mayoría): „Por desgracia para la solución de este problema ape- gamos en vano á los hechos y al razonamiento, á"la ^experiencia y á la lógica. El razonamiento y los he- ^chos, la lógica y la experiencia, se combaten, se de- 35 „bilitan, ó se destruyen recíprocamente; y el espíritu ,,libre de toda prevención^ queda sin convicción al- aguna.» Y en seguida añade: «Y aunque la Cholera «de que se trata sea primitiva y esencialmente epi- «démica^ sin embargo se puede inferir de los hechos, «que en ciertas circunstancias ha podido propagar- le por emigración de personas; y aun cuando estos «hechos no tuviesen mas valor que el de crear sos- «pechas, ó producir dudas, un deber sagrado nos «obligaría á detenernos, y á tomar medidas y pre- «cauciones en su consecuencia, pues así lo requiere «la prudencia de las naciones." Ya se deduce de este lenguage ambiguo y diplo- mático, que no se atreven á declararla no contagio- sa; y que su dictamen es meramente evasivo: conse- cuencia necesaria de haberse mezclado la política con las epidemias. En cuanto á mi opinión, la Cholera-morbus de cualquier naturaleza que sea, ya esporádica, endé- mica, catástica, sintomática, ó en alto grado epidé- mica, sostengo francamente que no ha sido ni pue- de ser de ninguna manera contagiosa. En cuanto á la esporádica, endémica, catástica y sintomática, estamos fuera de cuestión por unani- midad, pues hasta los mas pertinaces contagionis- tas convienen en que no se comunica. Conque es solo la que en la actualidad está reinando epidé- micamente en Europa, la que les tiene asustados, y la que tengo que despojar de la cualidad transmi- tiva. Aunque estaba probado que la Cholera epidémi- ca no es contagiosa, con el solo hecho, confesado por todos, de que no se diferencia en nada, en cuan- to á los fenómenos patognomónicos, de las demas^ es decir, de la esporádica, endémica, catástica y sin- tomática (que también confiesan que no son de nin- guna manera transmisibles por contacto), quiero sin. 36 embargo probárselos también por el razonamiento, ex- periencia, y por sus propias expresiones. En haciendo ver que la Cholera que asóla ac- tualmente á la Europa es epidémica, queda también re- suelto el problema, por la simple razón, de que la cues- tión sobre el contagio en las enfermedades epidémi- cas, hace ya muchísimo tiempo que está resuelta por la negativa; y ellos confiesan que es epidémica dicha Cholera, luego por sus mismas expresiones se con- tradicen. Según una buena lógica, nos vemos obligados á declarar que no existe principio alguno contagioso en la Cholera-morbus, por la simple razón de que en ningún caso ha sido probado: De non aparentibus et non cxistentibus eadem est ratio; y que todas las prue- bas que alegan en su favor los partidarios del con- tagio, que solo son el testimonio, la aserción, la au- toridad y las circunstancias, jamas se han conside- rado como pruebas en materia de medicina. A pesar de haberse observado esta epidemia du- rante muchísimos años, jamas se ha presentado una sola prueba que pueda convencer al observador es- crupuloso, para hacerle confesar que la Cholera se ha propagado por un contagio específico. ¿Se puede creer que el conocimiento de este agen- te haya podido escaparse á la sagacidad de Hipó- crates, Celso, Aschipiades, Areteo de Capadocia, y de otros célebres médicos de la antigüedad? ¿Se pue- de percibir que una enfermedad que era en su tiem- po epidémica haya cambiado de carácter y entera- mente de naturaleza, y que por una metamorfosis se haya convertido en nuestros dias en contagiosa? El solo hecho del contacto sobre que se apo- yan los partidarios de la transmisión, no puede ser una prueba de la propagación; todo al contrario, las deducciones sacadas de los resultados de la comu- nicación sin peligro con los enfermos, son pruebas sufi- 37 cientes contra su opinión. (Véase lo que he dicho de la India, Rusia, Varsovia, Viena, Alejandría, é In- glaterra, en la página 33.) Donde hay realmente un virus contagioso, no pue- de ocultarse su presencia, ó por mejor decir, es im- posible dejarlo de percibir; no es necesario la eviden- cia de la inoculación para convencer á todo el mun- do que las viruelas y el venéreo depende de virus es- pecíficos, y jamas de otra cualquier causa. Ademas, las enfermedades epidémicas y las que deben su origen á un virus específico contagioso, se diferencian una de otras en razón de sus causas, sus leyes y sus fenómenos. Las enfermedades epidémicas son unas afeccio- nes de una forma indeterminada, producidas por cau- sas capaces de obrar aisladamente sobre un solo indi- viduo y simultáneamente sobre un gran número de ellos, de atacar varias veces á la misma persona, y aun en la misma epidemia y en la misma estación (como sucede con la Cholera) (1). Un virus específico no puede hacer parte de es- tas causas. Las leyes que distinguen estas enfermedades de las contagiosas, no tienen número, y es el motivo por el que muchas veces las han confundido. Los fenó- menos con que se presentan las enfermedades epi- démicas en diversas personas, son tan diferentes en- tre sí, que es lo que ha hecho llamarlas proteas. Esta diferencia en su desarrollo, depende ente- ramente de la infinita variedad de las combinaciones, de las proporciones, y de los grados difereutes de in- tensidad con que pueden obrar sus causas, contando con la idiosincrasia individual y causas predisponentes. m En las enfermedades epidémicas, el mas alto grado 6 mayores m- traíos se verifican sobre toda la masa de individuos atacados y con ciertas circunstancias. En las contagiosas, los estragos se verifican *°i° «dmduiiU mente, en todo tiempo y con todas circunstancias. 58 Siendo las causas las leyes y los fenómenos de las enfermedades epidémicas y contagiosas enteramente diferentes, ó por mejor decir opuestos, es necesario que estas sean incompatibles y opuestas en naturaleza. Una enfermedad capaz de producirse por un vi* rus específico, no puedo jamas ser producida por otra cualquiera causa; y al contrario, toda enfermedad que sea capaz de ser desenvuelta por cualquiera otra cau- sa (como le sucede á la Cholera), es absolutamente imposible que sea producida por un virus específico. Estas proposiciones son evidentes, y poi consi-1 guíente incontestables. La idea de la generación de un virus específico contagioso en el curso de una enfermedad epidémi- ca, es una base demasiado tosca para establecer una doctrina de contagio. En las enfermedades epidémicas, el restablecimien- to ó la muerte pueden verificarse en cualquier pe- riodo de la enfermedad, pueden acaecer en el pri- mer instante, desde la primera hora, ó varias sema- nas ó meses después de su desarrollo, y el enfermo queda sujeto á recaidas, como sucede en la Chole- ra, &c. &c. &c. Veamos ahora cuáles son las causas, las leyes, y los fenómenos de las enfermedades contagiosas. Estas son unas afecciones, cuya forma es inva- riable y determinada, producidas por un virus espe- cífico, que pasa de una persona á otra, de estas á las cosas, y de estas otra vez á las personas, bien sea por medio del aire como vehículo, ó bien por medio de la inoculación. Estas enfermedades jamas pueden ser produci- das sino por un virus específico. El contagio ni pue- de ser oculto ni dudoso; este es siempre capaz de producir su efecto, en todo estado del aire en toda ocasión. y en todas circunstancias. JSstas enfermedades pueden ser locales y gene- 39 rales; ejemplos de las primeras son la gonorrea y el cáncer syphilítico &c, y de las segundas el sarampión y las viruelas. De consiguiente hay una diferencia remarcable, clara, é indisputable entre las enfermedades epidémi- cas y las contagiosas, y que estando dotada la Cho- lera-morbus del carácter y naturaleza de las primeras, es absolutamente imposible que haya sido, ni que ja- mas pueda ser de la de las segundas. Ademas, siendo la Cholera capaz de atacar mu- chas veces á una misma persona, si fuese contagio- sa, ¿á donde íbamos á parar? Existiría constantemen- te en un estado de circulación en la India (donde reina cuasi todos los años), mientras hubiese un so- lo individuo á quien atacar; y pudiendo ser transpor- tada, su circulación no acabaría mientras existiese un solo individuo en el mundo. Es pues claro y positivo, que solo la alteración de la atmósfera, de concierto con las demás causas apreciables topográficas é individuales, constituye la verdadera causa eficiente de la Cholera-morbus, y que es inútil recurrir á seres incomprensibles para expli- car este fenómeno, cuyo origen es tan evidente. Y esto está también probado con el solo hecho que la Cholera no ha acabado con todas las ciudades y aldeas del mundo. No hay un hecho mas proba- do, que el que la enfermedad puede afectar varias veces á un mismo individuo, durante la misma epi- demia, y en una misma estación; y aun otras tan- tas como obren las causas eficientes con la intensi- dad necesaria. Por consiguiente una enfermedad que puede atacar varias veces á un mismo individuo, se- ria incompatible con la existencia del género huma- no, si fuese contagiosa. El contagio se extendería en razón geométrica, saliendo de un punto tomado por centro, hasta toda una circunferencia; de una ciudad por ejemplo, de un campo, de un hospital, de un na- 40 vio, ó de cualquiera otra reunión de personas: de ca- da punto de estas circunferencias se formarían otras, y así sucesivamente; de suerte que la enfermedad exis- tiría, y ejercería sus estragos, mientras quedase un solo individuo en el mundo. Los que hubiesen pa- sado la epidemia, recaerían, y ninguno se escaparía de sus ataques reiterados: la enfermedad se propaga- ría hasta los países mas remotos; y se movería en un círculo perpetuo, y no terminaría sino con la ra- za humana: no se necesitaría mas que una estación para que la India se convirtiese en un desierto. Los partidarios del contagio en la Cholera vién- dose ya casi forzados á abandonar su doctrina, con- cluyen con declarar; «que poco importa que una en- fermedad epidémica provenga ó no de un principio contagioso para evitarla y contenerla, puesto que de todas maneras es peligrosa. Yo soy igualmente de la opinión, que una enfermedad no puede ser peor que ser mortal, y que una enfermedad mortal es igualmente peligrosa, ya sea producida por una atmósfera deletérea, ó por cualqnier otro agente de igual intensidad; pe- ro también digo, que es de la mayor importancia sa- ber cual de estos agentes es necesario evitar." También dicen que ese virus específico invisible é impalpable, necesita ciertas disposiciones locales, é individuales y atmosféricas, sin las que no puede sa- lir de su inacción; es decir, que ese virus es como un lanzafuego indispensable, para que todas las cau- sas eficientes de la epidemia concentradas en un pun- to conveniente, revienten como una mina al contac- to de dicho agente impalpable; de suerte que quie- ren hacernos creer (contra toda lógica) que effectus et causa eadem sit. Este absurdo quedó ya destruido cuando hablé de las leyes de las enfermedades epidé- micas y contagiosas. Podría citar otras mil pruebas fundadas todas en una verdadera experiencia para apoyar mi opinión: 41 pero creo suficiente todo cuanto he dicho para con- vencer á los médicos observadoies. Habiendo probado que no existe virus específi- co contagioso en la Cholera-morbus, no tengo nece- sidad de probar su importación ni propagación: nuU Itus entis, nullae sunt qualitates. En cuanto á las leyes de secuestración y de cua- rentenas, no diré mas sino que pecan por la misma ba.se que las del contagio; y concluiré este punto con el siguiente dilema. O los gobiernos admiten absolutamente que la Cho- lera-morbus es contagiosa, ó que no lo es; si están convencido»* de lo primero, es necesario que se ais- len enteramente, y corten toda especie de comuni- cación (y si fuese posible hasta la de los volátiles) con los países infestados ó sospechosos de la epide- mia, no solo por el corto tiempo de la formularia cua- rentena de diez, veinte, treinta, á lo mas cuarenta dias, que por mera rutina é imitación se observa, sino por meses y meses, y años y años; y quemar en segui- da todo cuanto hubiese tocado los países infestados; pues estando dotado ese agente, que solo conocen los defensores del contagio, de las admirables cualidades de reproducirse, de ocultarse en trapos, colchones viejos &c. &c, y luego salir como un gigante que se pre- senta de nuevo cuando la ocasión y las circunstaiir cias le resucitan, es claro que esa sola cuarentena de cumplimiento no podria acabar con él completa- mente. Si por el contrario, están convencidos que la en- fermedad no se comunica, ¿á qué esas leyes bárba- ras de secuestración con cordones sanitarios, cuaren- tenas y lazaretos, que no sirven mas que para inter- ceptar el comercio; aumentar el hambre, el miedo y la consternación en los pueblos; é impedir los socor- ros y ayuda á los desgraciados enfermos, todo lo que produce mas estragos que la misma epidemia? 42 Habiendo dicho sinceramente mi opinión sobre el contagio en la Cholera, concluiré esta memoria con las medidas de precaución y de hygiene pública que deben tomar las autoridades administrativas en el ca- so de amago, y en el de invasión de la epidemia, que son las mismas dadas por la Academia real de Medicina de París á su gobierno, en las presentes crí- ticas circunstancias; y añadiré por conclusión el úl- timo parte dado por la junta de sanidad, de los aco- metidos, muertos, y curados de la Cholera en este reino. Consejos á las autoridades administrativas en caso de amenaza de la epidemia. Extracto de los dados por la Aca- demia real de Medicina de Parts á su gobierno. ¿Qué conducta debe observar el gobierno en ca- so que amenace la epidemia? ¿y cuál debe ser esta en caso de invasión? La medida que la prudencia recomienda ante to- das cosas, es de hacer observar por facultativos, y con la mayor escrupulosidad los países limítrofes, con el objeto de saber con la exactitud posible, y á cada instante, todo cuanto pasa en ellos acerca de su es- tado de salud en general, y mas particularmente con res- pecto ó la Cholera-morbus. Los diarios esparcen todos los dias noticias alar- mantes sin examen ni crítica alguna, que aunque luego tienen que desmentirlas, no dejan sin embar- go de aumentar el desorden y consternación en los pueblos. Para evitar tan graves inconvenientes, se debe- rían nombrar sin pérdida de tiempo médicos ilustrados y prudentes, agregados á las embajadas y legaciones de los países infestados, y aun sospechosos de la epi- demia. Una medida semejante tomada inmediatamen- te, sena de la ruayor utilidad. Por la corresponden- 43 cía diaria de estos médicos, el gobierno recibiría los partes, á los que podría dar mas ó menos crédito, se- gún que la elección de estos profesores hubiese si- do hecha con mayor ó menor acierto. Un encargo de tanta importancia y de tan gran- de consideración, no debe fiarse á hombres que no co- nozcan la profesión médica. Se formarán juntas de sanidad en las provincias, y mas particularmente en las limítrofes de los países infestados ó que se sospechen tales. El gobierno debe tener dispuestos de antemano los lugares de observación, y los depósitos que debe establecer en caso de invasión; este es su deber, lo mismo que el del médico aconsejárselo, pues no de- be dejarse sorprender por la epidemia, ni tener que acudir atropelladamente al establecimiento de depó- sitos y hospitales &c. &c, y demás medidas de opo- sición á la extensión de la epidemia. Es muy natural, según el orden de las cosas, que todas estas medidas de precaución empiecen á to- marse por las costas y fronteras: es necesario que en estas los cordones sanitarios estén vigilantes, y que observen las instituciones con fidelidad. Pero sobre este punto, las previsiones de la Academia deben ex- tenderse mas lejos. Por íntima convicción y por una- nimidad declara que las medidas preventivas de cor- dones sanitarios, deben establecerse y concentrarse so- lamente en las fronteras de los estados acometidos ó sospechosos de la Cholera, pues estos medios de se- cuestración aplicados al interior, no solo serian in- útiles sino muy peligrosos. Es necesario secuestrarse solo de las naciones extrangeras que pueden traer la epidemia; pero si la enfermedad se declara dentro de la nación, es necesario socorrerse mutuamente como verdaderos hermanos, en lugar de abandonarse uno a ° Si* á pesar de las precauciones tomadas en las M4 írónVa*", la enfermedad so declarase en el interior, se h brá verificado por via epidémica, y en este ca- so los medios higiénicos son los únicos que se de- ben establecer, porque los de secuestración serian su- perítaos. Los cordones sanitarios en las fronteras, tendrán un verdadero carácter de utilidad y de facilidad en su aplicación, sin presentar los desastrosos inconve- nientes que acarrean si se establecen y se circuns- criben al interior, y si se secuestra un departamen- to, una villa, y aun un barrio de otro. Se han visto en Varsovia y sus alrededores, pa- tentes ejemplos de todas las funestas consecuencias que acarrean esas vanas secuestraciones de villa en villa, de barrio en barrio, y de familia en familia. Los enfermos acometidos de la Cholera, deben estar diseminados engrandes distancias, colocados en sitios elevados, secos y muy ventilados; la adminis- tración tomará esta medida de antemano. Cada ciu- dad amenazada, deberá tener uno ó mas hospitales de Choléricos, según su población, y será mucho me- jor colocar los enfermos en cavañas ó tiendas de cam- paña, si la estación lo permitiese. Todos estos es- tablecimientos de cualquier naturaleza que sean, de- ben colocarse en lugares elevados, lejos de las gran- des evaporaciones de rios ó de lagos, en una super- ficie muy ventilada, y sobre un terreno seco y sano. Como los ejemplos de recaídas son bastante fre- cuentes, sobre todo cuando los enfermos convalecien- tes están colocados en medio de las influencias capa- ces de desenvolver la enfermedad, será muy esencial tener casas de convalecencia, ó lugares de asilo pa- ra los individuos recientemente curados, para que pue- dan volver al seno de sus familias, ó entrar en las poblaciones enteramente restablecidos. Es necesario pues que pase cierto tiempo entre el momento en que el convaleciente deja el foco de emanación en cu- '45 yo seno pasó toda su enfermedad, y el en que vaá-mez- clarse con el resto de la sociedad. » Como previsión general, lo que merece mayor atención y celo que de costumbre, es el régirhen de los hospitales, lo interior de las casas de detención, las grandes fábricas donde hay muchos obreros, los colegios, las grandes pensiones, los cuerpos de ejér- cito &c. &c. Que en las salas de los hospitales, las camas estén muy separadas, y que la limpieza sea grande; que se prohiba severamente el lavar ó echar mucha agua sobre los suelos de ladrillo, pues la hu- medad que resultaría seria muy perniciosa; que se evi- te el amontonar muchos presos en las diversas cár- celes, y que se aumente su limpieza; que se prohi- ba todo acumulamiento de obreros en las fábricas; que se Vigilen los cuarteles; y que los soldados se bañen lo mas frecuentemente posible; que se les dé con tiempo los pantalones y demás ropa de invier- no, que se les haga cambiar frecuentemente la cami- sa, que se les distribuya una pequeña ración de vi- no, que coman un poco mas de carne de lo acos- tumbrado y menos de legumbres; y que se tenga aun mucho mas cuidado, si es posible, con los cuerpos de tropas que forman los diversos cordones de ob- servación: todas estas precauciones tendrán los mas felices resultados. Entre los diversos puntos de higiene pública, que reclaman especiales medidas, en la suposición de la simple amenaza de la Cholera, señalaremos los co- munes, cloacas, pozos de limpieza, sumideros, fo- sos, frc. frc, y en las campañas los sitios ú hoyos don- de fermenta el estiércol. La policía de sanidad de- berá tomar tales precauciones, que durante la epide- mia, si esta invadiese, no permitirá que se pongan á limpiar ninguno de estos lugares ni á poner en movimiento la porquería que contienen; pues todos es- tos trabajos, aunque se suelen hacer sin nesgo cuan- 46 do no existe la epidemia, podrian Aumentarla y agra- varla si se hiciesen en su presencia; pero sí deben hacerlo de antemano. Los estanques, los pantanos, los arrozales, las aguas puercas de las casas &c. &c, deben también en este caso llamar muy particularmente la atención de la policía de sanidad. Seria una grande economía para el gobierno el gastar algo mas en proporcionar medios para con- servar y aumentar ó mejorar la salubridad pública y particular, que el gastar mucho menos en la construc- ción y mantenimiento de lazaretos, en establecimien- tos de cuarentenas, en organización de cordones sa- nitarios, y en pagas de directores, administradores y demás empleados de la salud pública. La administración deberá también cuidar que las casas de los pobres tengan un número suficiente de ventanas, para que puedan estar bien ventiladas. Será muy del caso atender á las subsistencias generales en el caso de estar próxima la epidemia, y será sobre todo muy prudente, dar en este punto garantía y seguridad á las numerosas poblaciones de las grandes ciudades. Consejos á la autoridad administrativa en el caso de in- vasión de la Cholera. Habiendo dado ya los consejos que creemos apli- cables á la simple circunstancia de solo la amena- za de la Cholera-morbus, diremos lo que se debe ha- cer si la enfermedad llegase á reinar en el pais. Asegurar una justa distribución de socorros mé- dicos entre los pobres. Vigilar ante todas cosas que los enfermos sean visitados y socorridos á tiempo; en esta enfermedad todos los buenos sucesos dependen de los medios 47 que se hayan puesto en práctica desde los primeros momentos de la invasión. Impedir que se hallen reunidos muchos cholen- cos en una misma sala, ó en un aposento estrecho y mal ventilado, ó lleno de personas, aunque se ha? lien estas en buena salud. Velar con extrema rigidez la limpieza dé las ca- lles; que se barran, y se laven las plazas de mercados; aseen las carnicerías, y se purifiquen los lugares co- munes, cisternas, cloacas, &c. &c; facilitar á los po- bres los medios de bañarse lo mas posible, aunque no sea mas que dos veces at mes; proporcionarles asimismo cambiar á menudo de camisa: es necesa- rio al mismo tiempo prevenirles usen de precaucio- nes con respecto á los baños y mudanzas frecuentes de camisa, para que no sientan frío, ni dejen la hu- medad mucho tiempo sobre el cuerpo. Prohibir en general todas las reuniones y asam- bleas numerosas, cualquiera que sea su motivo; la ex- periencia ha demostrado que el amontonamiento de muchas personas, tenia por resultado el aumentar y agravar la marcha de la epidemia. Cambiar provisionalmente la organización y dis- tribucioa de los mercados; será necesario sobre todo el dividirlos, multiplicarlos mucho, y tenerlos fuera de la ciudad y en sitios muy ventilados. Evacuar todos los cuarteles situados en el inte- rior de las ciudades, y hacer acampar las tropas en posiciones saludables, y á distancias convenientes. Hacer purificar las habitaciones donde ha habi- do enfermos, sea por medio de las lociones, por los chloruros, ó bien por el de las fumigaciones guyto- nianas. Dirigir especialmente las inhumaciones por con- sejo de los médicos: es necesario pues mantenerse en los justos límites, entre las que se hacen con dema- siada precipitación, y las que se retardan demasía- 48 do tiempo: las primeras serian funestas para los que mueren derrepente, ó que muchas veces solo son ata- cados de síncopes que simulan la muerte por mas ó menos tiempo; las segundas podrían ser peligrosas pa- ra las poblaciones en medio de una epidemia en que la experiencia muestra que en cierto espacio de tiem- po, cada enfermo puede hacerse un verdadero focus de emanaciones choléricas. Las reglas que deben ob- servarse en semejante caso, deben variar según la in- tensidad de la epidemia, y según también el periodo á que esta ha llegado. La conducta puede ser dife- rente al principio de la invasión de la epidemia, que mientras su mayor fuerza y su decremento; pue- de también variar en los momentos de recrudescen- cia y de mitigación que se observa algunas veces en la marcha general de ella, aun independientemen- te de las variaciones ligadas á las épocas que aca- bamos de indicar. En todo caso será una prudente precaución echar cal viva sobre los cadáveres, des- pués de colocados en el atahud. Es todo cuanto puedo decir á V. E. con respec- to á las preguntas que me hace, según las observa- ciones de los hechos y demás documentos que llevo recojidos durante mucho tiempo. Si ocurriese ó se presentase algo de nuevo en lo sucesivo con respec- to á esta materia, tendré el honor de comunicárse- lo á V. E. con la mayor brevedad posible. Dios guarde á V. E. muchos años. Londres 7 de enero de 1832. B. Hordas y Balbuena. ULTIMO parte dado por la junta central de sanidad, sobre el es-tado de la Cholera-morbus en este país. Lugares atacados de la Cho. lera. Quedaban en camasenel úl-timo parte. Gasos nuevos. Total. Curados. Muertos. Quedan en ca~ mas. Walker Toun Shin. 1 82 15 1 16 2 1 6 5 1 2 98 17 1 18 25 1 2 75 16 17 18 18 • ■. • ... 6 5 North shields and Tyne Mouth--- Houghton le Spring 12 20 Suma total del últi mo parte que es 130 32 162 24 10 128 Total de casos en toda Inglaterra desde el 26 de octubre último, 1804. Muertos, 616. Curados, lUoü V¿ue-daD LSndíri612d8e enero de 1832.-Dr. Hordas.-Exmo. Sr. D. Manuel Eduardo deGorostiza. y '•* NATIONAL LIBRARY OF MEDICINE mi in iiini i iiiiiii r 11 mi n NLII 0327b2Gb D