>735t 1833 ■ H ^m¡^m ■ * «¡¥ ■ i^L (s « ■ «ttf M^g vP2. ■ ^ #S •v'^ ^m .:>*i iMñ m> H I ■ r flDetoca flDcríco. \ I \ \ EX7Z. s DE LA INDIA. PARTE PRIMER.! O SEA ENSAYO SOBRE LA HIGIENE PUBLICA Y PRIVADA. #or <^táW\$t0 §©♦ ^ttMi DOCTOR t-N M DIC1NA, ÜIRECTOR DEL'HOSPIT.L MILITAR DE S. CARLOS EN VER \CHÜZ, Y SOCIO DE v'.RÍAS SOCIEDADES DE MEDICINA Y CIENTÍFICA» DE EUROPA Y AM-R1CA.* IMPRENTA DE FÉI TS MENDARTE ' ANO 1»E 1632. ADVERTENCIA AL PUBLTCO. * Este tratado sohre el cholera mor- íus se compone de tres partes que se imprimirán y se en- tregarán separadamente. La primera que hoy se ofrece al pvblico es la higiene: esta trata de los medios de resguar- darse general y particularmente de la invasión de la en- fermedad. La segunda comprehi-nderá la* Patología y la Terapéutica, que se ocupan, la una de la naturaleza délas causas y de los síntomas de la enferme- dad, y la otra de los remedios para curarla. La tercera en fin será, la Clínica, 6 recopilación de las observaciones prácticas hechas en to- dti.i partes por lajacultad en la variedad de casos que se han presentado. El precio de la subscrición por la higiene será, de tres pesos, pagaderos á laentrcg,!, // ,in peso por el resto de la obra qie se dará á la imprenta tan luego como las subscriciones cuí/ran su precio. WCB C.l DEDICATORIA, MI Sír. T*v- tñ. 3h.«ie $t'iñ, erecto? *rnerat tal tuerto u ^aa^au uiiUtai*. fe/cvft/w fior ¿a co7?jf¿a/n= iza venera/a¿ Ao7Z70do ca/^ao coe au^afaTt cae ¿a diiuoco /iccáuca, Áaaecd d¿ao e¿ /¿v<¿= rnero e?? /¿recaven ¿o-.i rcedaoj a r/i¿e ¿a, e¿f/i07z¿a, &n e^ta iJle/cc'o&ca ¿¿ da/ría- 777,0r= ■¿¿llera 0/0/, &7ití)7iced 77¿¿//u cfartamfe 7/ ano= nanec&a¿o, CV\Ó\eva movbus; en> ed= 'ti/matar (/cew de /a c¿eo7x:ia, /¿romo'u&r- W*J óótiKUOd u ¿a>d ¿sivejiiaaccoiwd C07iccc¿= IV cemfed á mo^ów "edie fimd ao {a 71 om¿/¡oda (hz7K0d¿ü7Z. ¿sYwn'cncw e¿ ¿tizSzuI/o aaao feor 7tz¿ c¿¿a7zo &effe, eda ¿7?2f/¿orían= ■¿e TTiaíerfa fia d¿ao aedae eyzíójTjced c¿ co?id= íaTiée ocfefo c&e 7n¿d 7neai¿ic¿07ied, c¿/7¿od ércc iod o-z/rezco rixm aó f¿e¿á¿¿co. •^ Sz)¿aoiaod adm¿z/()?<- edfa acalcad ¿a &n fi^ueva ac ¿a acta co7Zd¿= 7¿> au 7^edfie¿c¿odo afwecfo- ac¿e Od firOTtóc teda DouceU IISWBCKDIKBCBÍICDKi Hace mas de un año que el Gobierno de la Federación convocó en Méjico juntas de médicos con el fin de dis- cutir y determinar los medios preservativos que se debii 11 adoptar contra el chóleía mor- bos, en caso de su invasión en este pais. Creimos entonces que nuestro deber ecsijia nuestra participación á tan loables trabajos, y empezamos á escribir un opúsculo manus- crito que nos pioponhmos remitir al 8r Di- rector General del cuerpo de sanidad mili- tai: teníamos ya en nuestro poder multitud de materiales, frutos de ruestros estudios, de muchos aíios atrás, en varias obras escri- tas por los n édicos irgleses ( estos son, los doctores Jameson, Taylor, Corbin, Kennis, Bayle, Marsehall, Ainslie, Br<;wii, 8eot, Ken- nedy, «h.hnson, Ht.wkius, &c , &c.) La obri- ta ya estaba adelantada, cuando las rápidas irrupciones del cholera moibus en Alemania, Inglaterra, 'Francia y los Estüdos Unidos han hecho salir á luz uu ¡sin número de obras, Blas moderna*!, mas completas y r>nr consi- g dente de mayor interés: estas han vellido progresivamente á nuestro poder y en g an proveen.) 1*3 nuestra ob¡*i, q i^ h >m >s reo a- pu^to, aumentado y enriquecido de extrac- tos útiles, y de las ideas de los mas sabios profesores de la Europa y de la América, en cmnto e¿ relativo á la Patología, la Te- rapéutica, &j. de esa enfermedad. Ademas de esas recopi- laciones, también hemos vertido nuestras pro- pias ideas sobre varia- materias, y aun aven- turado á veces observaciones crítica: en una palabra, nada se ha omitido de cuanto se ha creído necesario, para dar á la obra todo el interés y toda la utilidad posible; y hornos procurado espresarnos en uu estilo ¿en^ilio, claro y lacónico. La gratitud nos impone una obligación para con nuestro sabio y res- petable amigo, el Dr Chabert: la desempe- ñamos con la mayor satisfacción, agradecién- dole públicamente los avi os importantes, y las observaciones prácticas y críticas con que vir nos ha favorecido durante el curso , y en gran provecho de nuestra composición. Cuanto ha sido escrito sobre el cholera morbus por nuestros eru- ditos compañeros en la facultad en Méjico, lleva sin duda el sello de la ciencia, del es- tudio y del mas sano juicio; pero precisa- dos á consignar sus observaciones en un diario político, ese cuadro en que las pu- blicaban estaba demasiado limitado, y a*í las investigaciones que han publicado, no han sido suficientes para manifestar cuanto se sa- be sobre el cholera morbus, y dar la idea mas ecsacta posible de la patognoniouia de esa enfermedad. OMGT^f Y PROGRESOS OTX CHOLERA - MORBUS. El cholera tomó su naci- miento en las embocaduras del Ganges, y después de haber cubierto de luto sus rive- ras en radios de asombrosa estensíon, bajó so- bre la Europa. ¡Cosa notable! Siguió ese azo- te, en su marcha implacable y sedienta de homicidio, cuasi los mismos rumbos por don- de vinieron en varias épocas las hordas de no menos homicidas bárbaros á inundar el occi- dente. Son espantosos los efectos que can-a: se celan sus menores movimiento : aún remo- to, la idea del peligro infunde un temor gene- ral. Si se nprocsima, todo tiembla y huye des- pavorido: llena de espanto las mas florecien- tes provincias, invade las ciudades mas popu- losas, las deja cuasi desierta*, y cebado de innumerables víctimas, parece abandonarlas. ¡Engañosa esperanza! Su clemencia es incier- ta, es peligrosa; á veces vuelve la plaga con nueva ira, y arrebata cuantos habían perdona- do sus primeros golpes: hay ciudades que la han visto á diez épocas distintas vibrar *u ter- X ribleguadaña en su desconsolado recinto. Aca- so se creería que los mares, los ríos, las sier- ras, los montes, la esterilidad del suelo, pue- den atajar sus progresos; no: esa peste es de monte y rivera, sus efectos son universales: ella atraviesa los mares, cruza los rios, los si- gue en su corriente, y remonta á su nacimien- to; trepa las montañas hasta sus cumbres, y re- corre los valles hasta en sus mas recónditos recesos. Sus paradas las hace donde se le presentan grandes congregaciones de hom- bres: se apodera de todos los caminos , de to- das las comunicaciones comerciales: sigue los ejércitos, pasa adelante, vuelve atrás, se mul- tiplica, subdivide,y súrcalos países en todas di- recciones, sembrando la desolación y el ester- minio. La ciencia, cuyas obser- vaciones siguen desde muchos años los deso- lados rastros del cholera morbus en los inmen- sos países que ha recorrido, lo ha visto fre- cuentemente salvar considerables distancias, sin que hasta ahora se haya podido atinar que influencias han hecho que haya abandonado repeutinamüate un pais para ir á invadir otro XI muy distante, sin viciar los intermedios Lo que se sabe generalmente es que las relacio- nes entre los pueblos, las comunicaciones mer- cantiles, y los movimientos de los ejércitos han contribuido muy poderosamente a su pro- pagación. Esa enfermedad es con- genial con todos climas; los fríos mas riguro- sos, los calores mas escesivos, nada preserva de sus ataques: En fin se puede decir que to- do cielo es favorable 6, su desarrollo: se le vé siempre y en todas partes estallar con es- tremada violencia. La suciedad ó el desaseo, y la intemperancia, escitan toda su saña; y don- de quiera que se hallen reunidas esas causas, cuantos casos se manifiestan, presentan otras tantas víctimas. El cholera no es, como la viruela en nuestros climas , una especie de contagio doméstico, que hiere en silencio, y arrebata sus víctimas en la obscuridad de sus hogares. Es una gran calamidad pública que compromete todas las transacciones, todos los vínculos sociales, y que infunde terror y cons- ternación en todo el género humano. A la me- XII ñor sospechi, zarpan las escuadras y apare- jai en desorden para playas mas benignas. A su ¡iproc unacion, se dispersan formidables 'ejércitos, y hoyen como después de una der- rota Los soberanos se aislan en sus palacios; poblaciones enteras abandonan sus casas ciu- dades y aliéis, huyen despavoridas á refu- giarse en los montes, y sierras. Su nom- bre solo ha tenido mas fuerza, en todo el orien- te , que el talismán mas formidable. El ha hecho abandonar los harems de Ioj sultanes, los bazares de tráfico, las pago las de los bra- mines; convirtiendo en silenciosas soledades esos centros de voluptuosidades, concurso, y bullicio. Su poder se estiende á, los eventos políticos y militares: el cholera ha obligado álos persas á levantar el sitio de Erzeroum , y á hacer la paz con los otomanos: ha persegui- do los ejércitos británicos durante la guerra contra H dg.ir, y en sus campañas contra los birmanes. T.d ha sido el temor que ha infun- dido, que h >n cesado todas las romerías reli- giosas al famoso templo de Jaggrenah, y d mas de un millón de peregrinos que con- currían anualmente de todas partes á visitar Xllí lo, hoy no acuden bastantes para las ceremo- nias del cuito, y para arrastrar el carro colo- sal de los ídolos. La mortandad causada en Java y las Malucas por las repetidas irrup- ciones de esa plaga, ha reducido de tal mane- ra los productos de esas ricas colonias, que los gastos que originan esceden hoy sus ré- ditos. Sus estragos en China han causado una ruinosa disminución en el comercio de los ru- so-, al gran mercado de Kiateha Ellos han sido ta naien uuos poderosos auc.siliares de los heroicos polacos en sus guerras del año pa- sado contra los rusos; la desorganización de algunas provincias rusas, el agotamiento de las finanzas, y la mortandad, habiendo cooperado a los triunfos de los primeros. Los progresos del chole- ra morbus son mucho mas rápidos que los de ningún contagio de que lo¿ hombres conser- ven la memoria. Sería por demás el dar aquí la historia cronolo-gei gtafo-estadística de los progresos del cholera morbus. Primero porque todo el mundo la conoce, ó debe co- nocerla, habiendo podido leerla en todas las XIV gacetas, y los innumerables opúsculos que sobre eso se han dado á luz. Lo segundo porque nunca pasaría de una inútil compila- ción; pues que de todos los hechos observa- dos, no ha sacado hasta ahora la ciencia nin- gunos principios de utilidad positiva. En efec- to ¿ qué adelantamos con saber que en tal, ó, cuál mes ó año, perecieron en Ca)cutta, Ban- galore, Cuttack , Yumna, &c. &c, tantos y mas cuantos millares de víctimas, si tenemos actualmente la plaga á nuestras puertas? Salvando pues todo el itinerario, y perdonándole al lector la reta- hila de mil nombres ecsóticos, teatros de los estragos del cholera morbus , bastará decir que ha recorrido, en menos de un año, toda la península de la India que, entre los gol- fos de Bengala y Camboye, presenta una an- chura de 450 leguas. Nueve meses le han si- do suficientes para estenderse Norte y Sur, de Ganjam al cabo Comorin, á 800 leguas del punto donde principió sus mortíferas pe- regrinaciones. En menos de dos años ha recorrido una línea itineraria de mas de 400 XV leguas que, desde el fondo del golfo pérsi- co, lo ha traído á las playas del Mediterrá- neo. En catorce años, el cho- lera se ha estendijo en una área de 2150 le- guas del Norte al Sur, y 2000 de Oriente á Occidente. La mortandad que ha causado ha sido estimada por aprocsimacion, y de los que han perecido presentamos los resultados si- guientes: En el Indostan, la sesta parte de la pobla- ción general. En Arabia, la tercera parte de los habitantes de las ciudades, En Pérsia, la sesta parte de la población. En Siria, la décima parte de idem. En Rusia, la vigésima de la población de todas las provincias que han sido invadidas por esa peste. Se calculan á lo menos á cuarenta millones, el número de las victimas del cholera morbus, sin que estén inclusos los resultados de sus estragos en Alemania, In- glatena, Fianciay los Estados-Unidos. Tenemos sobre esos últi- XVI mos países informaciones estadísticas de la m ¡yor esactitud; pero estando aun el cholera en permanencia en algunos de ellos, escusa- monos de agregar sus datos á los resultados generales que presentamos. Las últimas cartas de New York anuncian 300 nuevos casos del cho- lera, sobre los cuales 100 han sido mortales. Tal es el resumen de cuantos informes han llegado á nuestras no- ti ias sobre los viages y las lamentables ha- zañas de esa terrible plaga, que viene á ocu- par el primer lugar en la nomenclatura, 3 a demasiado numero-a, de los males que arre- b vían ó emponzoñan la vida del hombre. En efecto nunca tuvo la sociedad humana ene- miso mas atroz: Como el fabuloso Briareo que blandí» á la vez cien espadas, y en to- das direcciones daba la muerte, por los cua- tro puntos cardinales del mundo se abalan- za su fiera saña al género humano. Cual otro ángel esterminador, su soplo destruye los ejér- citos, yerma las ciudades, y asóla los caruoos: su marcha la señalan los vastos cementerios, que, cual lúgubres trofeos, deja tras sí, co- XVTI nao si su misión no fuera sino Ta egpcncíon sobre nosotros de una sentencia de destruc- ción universal! Grandes é impenetrables son los decretos de la Provi lencia; pero gran les también son sus favores y beneficios! Si de sus leyes generales, que no nos es dado comprender, y que son in nurables, nacen li- gónos resulta los que, en nuestra ignorancia, nuestro orgullo, y nuestro egoísmo, califica- mos de calamidades generales, siempre su pa- ternal y próvida mano señala el remedio que ha de conservar al hombre, la mas noble de sus obras. El alto grado á que ha permitido á los filósofos elevar su discurso, y sus descu- brimientos en las ciencias físicas, ya ha pro- porcionado preservativos y antídotos seguros contra multitud de males que nuestra rusti- cidad é ignorancia primitivas habían concep- tuado de azotes irresistibles é incurables Su benéfica asistencia no ha de fritar á nuestros esfuerzos para atajar el cholera - morbus, neu- tralizar y destruir su principio. Ya ese terrible enem go ha llamado sob»*e sí la atención de todos los sabios del mundo, es el principal obgeto de #* xvni las observaciones de todos los cuerpos facul- tativos Nosotros, á quienes distancias, ó cau- sas desconocidas, han librado hasta ahora de sus furores, no por eso hemos de estar ocio- sos; las causas de nuestra seguridad, siendo desconocidas, ni se pueden precaver, ni tam- poco perpetuar: y en cuanto á las distancias, ya sabemos con cuanta rapidez las salva esa enfermedad; así una engañosa confianza pudie- ra sernos funesta. A mas del celo natural por nuestra propia conservación, la humanidad y la filantropía reclaman la cooperación de to- dos á tan nobles trabajos. Bajo esas impresiones obligatorias nos hemos determinado á pu- blicar esta obra sobre la semiologia, la tera- péutica, &c. &c del cholera morbus; princi- piando por la parte higiénica, por conside- rarla de mas inmediata utilidad en las circuns- tancias actuales de este pais Dígnese la Na- ción megicana recibirla en obsequio y como una prueba de mi profunda gratitud por la confianza con que se ha servido honrarme su Gobierno poniendo á mi dirección eJ hospital militar de esta ciudad de Veracruz. Acojan XIX con benignidad mis compañeros en la facultad este ensayo, que podrá ser para nosotros to- dos un germen fructífero de obras mas ilus- tradas; entre tanto, conozco que necesita toda su indulgencia Si al ver la incertidumbre de los sistemas generales en su aplicación á las enfermedades mas comunes, esclamaba hace tres mil años, el sabio de Cos, nuestro maestro común, Vita brevis, ars longa, ocasio prceceps, experiencia fallax, judictum difficile, ¿ qué di- ría hoy al presentársele en la palestra ese gi- gante descomunal? .... Su aforismo envuelve duda y recomienda estudio; apliquemos su sabiduría al fin que nos proponemos de di- lucidar el carácter del cholera morbus, y pre- servar esta República de sus desastres Mu- cho espero para confirmarme en mis ideas y principios ó para corregirlos, de l«s luces de mis compañeros; recibiré con agradecimiento sus avisos, y rectificaré con humildad cuanto hubiere lugar, diciendo con el orador romano: Errare humanum est; errores autem Jateri, propé divinum. jE^lOS antiguos deificaron la salud, y bajo el nombre de Hijia, la colocaron entre sus dioses; se le erigió un altar en el templo de Epidauro; en los sa- crificios que se le ofrecía no humeaba la cruenta sangre, ni sahumaban los aires los perfumes de oriente; un altar cubierto de flores, alegres danzas de sencillas zagalas, y la música del pastoril caramillo celebraban sus fiestas. Hijia, es inseparable compañera de la libertad; moral pura, arre- glo y buenas costumbres eran sus atributos. Las épocas de mayor degrada- ción del jénero humano por el vicio y el desorden han si- do también las de las epidemias mas destructivas; de don- de se puede inferir que la salud jeneral no puede ecsistir constantemente con la esírema esclavitud. El siglo 14. ° que fué cubierto de las tinieblas de la ignorancia y de la barbarie, fué cuando aparecieron las mas numerosas y las mus terribles plagas; la libertad, la igualdad de derechos están asociados á la industria, los progresos y el adelanta- miento; po que de allí dependen la cultura del suelo, y el bienestar del pueblo; los alimentos son sanos y abundantes; a 2 todas las necesidades se hallan cubiertas; por manera que el hombre pueda fáeilmente resguardarse de la inclemencia del aire y de la intemperie de las estaciones; libre del te- mor de la codicia de los tiranos, no tiene el hombre porque ocultar sus conveniencias, su suntuosidad; sino que disfru- ta en' paz de sus bienes, escuchando solo la voz de las ne- cesidades, ó la inclinación de sus gustos. La hermosa y saludable Grecia vio aterrarse su clima con la pérdida de su libertad y la rui- na de sus ciudades: las cercanías de Roma que antigua- mente contaban con orgullo cien poblaciones florecientes, hoy las cubren silenciosas ruinas interceptadas por pocas y miserables aldeilias, triste albergue de indolentes vasa- llos, cuyo rostro liéva e) sello de la esclavitud, de la mise- ria y de las enfermedades. Compárese este cuadro con el que presenta la Holanda! Su suelo no era, poco hace, si- no un vasto pantano; pero el libre, el industrioso y frugal Bátavo lo ha sabido convertir en fértiles campiñas y en florecientes ciudades. En todos los códigos de leyes que se han promulgado por el bien general, se hallarán pre- ceptos para preservar la salud y prevenir las enfermeda- des. La diversidad de climas ha producido variaciones consiguientes, pero muy notables, en este ramo de legisla- ción. Los preceptos de Hijiene dados por Moisés, y por Mahoma fueron leyes imperativas, y esa cuestión es del mayor interés para todo ciudadano; ya sea que solo con- sidere su bien individual, ó que se interese a la prospe- ridad jencral del cuerpo político. Se pudiera pensar a primera vis- 3 la que este ensayo sobre Hijiene es una digresión inútil, ó cuando menos intempestiva, en una obra que traía esclu- sivamcnte del Cólera; pero sabemos por cuantos autores han escrito sobre esta enfermedad que los medios ra- cioivUes de higiene son de la mayor importancia, para librarse de su acometimiento: luego esta materia no es inútil; ni lo puede ser de manera alguna, puesto que las reglas que i'ebe comprender no se limitan á una sola enfermedad, pero abrazan cuantas puedan afligirnos. Medios generales de higiene en las enfermedades. Si la higiene se aplica esclusi- vamente al hombre en estado de salud, no sucede lo mis- mo con los medios higiénicos: estos sen necesarios al hom- bre enfermo, y le son aun mas indispensables que al hom- bre sano: este puede á veces ecsimirse de ellos, sin te- ner por que arrepentirse, mientras aquel nunca lo ven- fica impunemente. No solo los socorros higiénicos son de una grande utilidad al enfermo, sino que le sir- ven aun mas que todo loque propiamente se llama me- dicamentos: podrán quedar dudas sobre la eficacia de los remedios, mas nadie podrá jamas dudar.de la de los me- dios higiénicos. Con la asistencia de esos solos aucsilia- res, y sin aplicación de medicamentos, las mas de las en- fermedades agudas pueden terminarse felizmente; mientras sin su cooperación los medicamentos los mas adecuados, y aplicados con el mayor juicio, siempre serian infruc tuosos; y no se tenga esto por una suposición, es una 4 verdad que han comfirmado y que confirman aún ca- da dia hechos inumerables. En los paises donde no hay Médicos y donde por consiguiente no se emplean medi- camentos, sue:en las mas vces ha< er uso de remedios Contrarios; sin embargo la naturaleza ayudada por los maiios higiénicos que dicta una páctica rutinera siempre fundada sobre la esperiencia ó el senado común, consi- gue en muchos casos no solo vencer la enfermedad, si- no neutralizar el efecto de los remedios que tiraba á agravarla. En circunstancias conlrarias en que no les falca á los enfermos ni medicamentos ni hábiles f.sicos pa. ra administrarlas, pero en que no ss les puede propor- cionar ningunos socorros higiénicos, se vé no solamente las enfermedades graves cuasi sin escep.;ion terminar en la muerte, pero aun las mas sencillas convertirse en afecciones mortales. El amojonamiento de los enfermos en sidos demasiado reducidos ó mal ventilados, la cor- rupción- del aire por falta absoluta de limpieza, la ca- rencia de ropas y vestiduras, la es, osicion al frió, á la lluvia, la inecsactitud en la observancia del régimen, el desaliento &c. , &c. siempre que hayan obrado en con- currencia, han constantemente producido ese efecto. Re- petidos ejemplos de esta aserción han ofrecido los hos- pitales militares durante las últimas guerras en la Europa. En fin, en muchas de las enfermedades agudas, en .-ier- tas viruelas, en algunos tiphus ¡egulares, el médico jui- cioso se limifa comunmente á la aplicación de los medios-je* nerales y se abstiene prudentemenio de .oda especie de re- medios activos, porque ninguno está indicado. 5 Atenciones generales en las enfermedades epidémicas* Los enfermos invadidos de un afecto epidémico deberán colocarse en cuartos ó salas espa- ciosos, y bien abiertos, de modo á poder ventilarlos con facilidad.= Lá temperatura deberá ser moderada templán- dose durante el verano con resguardarlos de los rayos del Sol, ó con frecuentes roceadas de agua fresca; y eleván- dose en el invierno por medio de estufas. Se entiende tam- bién que el grado de esa temperatura debe variar según el carácter de la enfermedad y el estado particular de calor en el cnfcrmo.= Poca luz conviene en las enfermedades acompañadas de escitacion en las fuerzas; si al contrario, hay depresión, una luz viva es preferible. — La esposicion del doliente al Oeste y al Sur, se recomienda en el primer caso; en el segundo, al Este y al Norte. Cuando se ha corrompido el aire del aposento, cuando los miasmas que despide el enfermo y las materias escretadas ecsalan un olor f¿íido, y sobre todo cuando se manifiestan principios contagiosos, se debe, por el enfermo mismo y por los que le rodean, acudir á las fumigaciones particularmente las del Chloruro: ofrecen no solo la ventaja de disiparse los malos olores, sino que, segun las teorías modernas^ neutralizan y consumen iodos los miasmas y partículas nocivas esparci- das en el aire. Si el enfermo es>á en un aposento reducido, húmedo, ó que sirva igualmente de habitación á otros mu- chos individuos, se le debe sacar de alli, á pesar de los in convenientes que presente su traslación, y situarle en .parte mas cómoda. Innumerables ejemplos tenemos de individuos acometidos de una enfermedad grave, que han sido sacac.es 6 de los hospitales para llevarlos á una gran distancia; no so- lo el transporte no ha empeorado su situación, pero su traslación ha sido acompañada de una mejora gradual, nota- ble cada dia, hasta su total restablecimiento. Las obser- vaciones de Lind sirven particularmente de comprobantes á esta aserción. Es de la mayor importancia que los enfermos acometidos de efectos epidémicos estén con to. do el aseo posible, y por consiguiente es indispensable el mudarlos frecuentemente de ropas; este principio hoy ge- neralmente admitido, ha sido mncho tiempo reprobado; y lo que hay de mas notable en la antigua preocupación que lo desaprobaba, es que era precisamente en las fiebres erup- tivas y contagiosas, en la viruela en particular, donde mas se impregnan las camisas y demás ropages de la materia de los granos, donde por consiguiente mas se necesita el cambiarlos, esos eran los casos en que mas se recomenda- ba el abstenerse de ello. El mudarse la ropa, siempre que no se repita demasiado y sin necesidad, y siempre que no incomode al enfermo, no ofrece ningún inconveniente; y se. puede hacer aun en medio de la transpiración, tomando las precauciones necesarias. Se debe también dar cierta aten- ción á las camas de los enfermos: los colchones de lana son los que aquí se usan mas generalmente; sin embargo los de crin son preferibles si el calor fuese muy elevado; nunca se deben usar colchones de plumas. Frecuentemente es ne- cesario acomodar la cama con substancias propias é. percibir las materias cscretadas; otras veces de tenderla de un lienzo impermeable; otras de colocar en ella almoadas 7 ul efecto de evitar la presión que pudiera ser dañosa en ciertas partes adoloridas: las camas han de variar en sus formas según las clases de les afectos; si el doliente ha de «•uardar constantemente una misma posición, conviene un plano horizontal; en los ataques, ó amagos de congestión cerebral, al contrario, es menester dar á la cama una in- clinacion suficiente para que la cabeza esté mucho mas elevada que lo restante del cuerpo. Se debe también colocar entre las atenciones generales que pertenecen á esta sección la aplicación de paños calientes sobre todo el cuerpo ó algu- nas de sus partes en caso de un enfriamiento general ó parcial; sin olvidarse de las cajas y tubos de estaño llenes de agua caliente &, El uso de ios alimentos y de las bebidas es de suma importancia en las enfermedades epidé- micas. Hay dos estremos igualmente contrarios que con igual cuidado se han de evitar; el de dar demasiado, y el de no dar bastante alimento. Declamando contra esos dos es- tremos, decia con razón Ramuzzini, que los pobres gene- ralmente sucumbían en sus enfermedades por haber comido demasiado, y los ricos por observar una dieta demasiado rigurosa. Hipócrates opinaba que habia menos peligro en eesederse un poco en los alimentos necesarios á los enfer- ,mos, que en sujetarlos á una muy severa abstinencia. En las enfermedades epidémicas se debe procurar seguir un camino medio; proscribir toda especie de alimentos sólidos, permitir algunas substancias nutritivas, pero lijeras y de fácil digestión, como caldos animales, frutas rosas, jaleas vejetales, cuya cantidad se varía en razón de la inminen- 8 bia de los síntomas, de la necesidad del enfermo, y de su régimen habitual. En el primer período de las enfermedades epidémicas, se pueden permitir algunos alimentos, para in- terrumpir menos súbitamente los hábitos del estado de sa- lud, y porque entonces todavía puede el enfermo digerir- los con facilidad; en la violencia de los síntomas, la die- ta debe ser mas severa, y aun á veces abstinencia abso- luta es necesaria: el uso intempestivo de alimentos, dice un célebre profesor, alimenta la enfermedad, y no al enfermo; en su declinación, se debe volver gradualmente á su uso, con juicio y discreción. Es de la mayor importancia en las afecciones agudas el quitar al momento del aposento de los enfermos todas las materias escretadas ; el sudor también enfriándose sobre su cuerpo, produce g.aves in- convenientes; las orinas y las materias fecales ya altera- das por la enfermedad, y predispuestas \ una rápida cor- rupcion, dan al aire las mas ofensivas calidades; y las materias vomitadas tienen además el inconveniente de pro- voear por su aspee o y hediondez á nuevos vomites, ó paaoos esfuerzos. Cuando la orina ó los esc remen: os se despiden involuntariamente, su coníac-o al cuerpo de los entermos es todavía mas nocivo; por un lado parte se puede absorver por los poros del cutis, por otro es s '^a-, terias pro lucen rápidame te escoriación es álos tegumen- tos del sacrurn, y provocan la formaeion de osearas siem- pre peligrosas y á veces mortales. Se suele generalmente aconse- jar en las enfermedades epidémicas el des ansa v la per- manencia cuasi continua en cama; es sin embargo útil 9 qucr los enfermos se levanten cuotidianamente, y que se les coloque, según el estado de sus fuerzas, bien sea so- bre otra cama, bien sea en un sillón, donde permanecen hasta que, por la incomodidad que sientan, conozcan la necesidad de volver á su posición horizontal. Sidenham opinaba por el levantarse cada dia y consideraba este uso como un escelente medio para prevenir y combatir el de- lirio, liemos visto anteriormente que el movimiento pasi- vo no era tan perjudicial á los febricitantes como se pudie- ra creer, y puede ser que se haya desechado demasiado ese medio, cuyas ventajas han sido demostradas mas de una vez por la casualidad ó la necesidad. Es de la mayor importancia el cambiar algunas veces de posición á aquellos enfermos cu- ya debilidad les imposibilita el moverse y voltearse por sí solos; el descuido de esta recomendación causaría cuasi irremisiblemente la formación de escaras en las partes comprimidas mucho tiempo, y todos los males que son con- siguientes. El sueño es generalmente favo- rable en las enfermedades epidémicas; es menester, en con- secuencia, alejar cuanto pudiera perturbarlo, haciendo im- presión sobre los órganos, los sentidos, ó el moral del en- fermo: se debe guardar de interrumpirle intempestivamen- te, para ofrecerle remedios, ó con otros fines , á menos que su sueño dure demasiado. Cuando no viene espontánea- menve, se le puede llamar ó estimular haciendo levantar el enfermo hacia la noche y haciendo su cama; y cuando no bastan e>tos recursos, administrándole, si no hay incon- b 10 veniente, algún medicamento propio para conseje • ••■■ 'S?- canso y sueño deseado. Las sensaciones, los afectos mo- rales y las funciones intelectuales reclaman de un modo muy particular la atención del médico. Hemos visto en qué casos puede ser la luz contraria ó favorable: el ruido y en particular todas conversaciones son siempre nocivas en el cuarto de un enfermo: si es en boz baja, rara vez de- jan de causarle alguna inquietud; si en voz alta, le can- san y no dejan reposar. Olores vivos y penetrantes son ge- neralmente peligrosos ó irritantes en las enfermedades in- flamatorias, á la par que pueden ser útiles en las adinámi- cas y algunas nevíosas. La influencia de las pasiones en los progresos de las enfermedades es tan poderosa, que el médico nada debe omitir para darlas una favorable di- rección. Con este fin debe poner cuantos medios le parezcan propios para granjearse y conservar la confianza del doliente, y cuidar sobrenianera*que nada pueda alterarla en sus ac- ciones como en sus palabras. Este primer resultado lo con- seguirá principalmente, con la paciencia y atención que le manifieste: al escucharle, y mostrándole un interés parti- cular: cualquiera que sea su opinión sobre la conclusión de la enfermedad, deberá siempre presentarle al enfermo un pronóstico favorable; cuidará de acercársele con confianza y permanecer en este estado mientras esté con él, aun cuando todo contribuyese á causarle los mayores temores: ninguna indiscreción de palabras, de ademanes, ninguna mudanza en el rostro deben revelar al doliente el peligro que h amenaza. Es igualmente indispensable el recomen- 11 dar á las personas que le rodean de nc dejar conocer in- quietud alguna, y con este motivo se debe ocultar el peli- gro nue hubiere á aquellas personas que no tuviesen re- solución ó inteligencia suficientes para callarlo. Hay cier- tos enfermos que instan siempre al médico para que les de- clare si están ó no de peligro, protestando al mismo tiem- po que no les asusta la muerte; mas esta misma aserción y mas que todo, la ansia coa que procuran saber cual será el resultado de su enfermedad, son las mejores pruebas de que no están resignados á su suerte; por tanto el médico de- be resistir á sus instancias. Con frecuencia se han visto hombres acostumbrados á arrostrar la muerte (_i\ circuns- tancias en que hubieran perecido gloriosamente, no tener ánimo suficiente para sobrellevar la idea del peligro que les amenazaba en el curso de una enfermedad, y mucho menos, por consiguiente, para oir la sentencia de una muer- te inevitable. La verdadera filosofía, ó una plena confianza en los dogmas de la religión pueden ciertamente dar á al- gunos hombres la serenidad necesaria para escuchar sin debilidad que ha llegado a! término dy su vida; pero esas cortas escepciones no destruyen la regla general: el temor de la muerte aumenta siempre la gravedad de una ssria enfermedad, y el facultativo que deja traslucir el peligro dis nintiye las probabilidades del suceso. Adviértase además que aquel que tuviera la debilidad de manifestar á un do- liente que és irremisiblemente mortal el afecto de que ado- lece, deberá atribuirse haber abreviado los dias que de- biera prolongar, y anticipado !a amargura y la desespera- ción donde debió llevar esperanza y consuelo. 12 Toda intensa aplicación moral es perjudicial durante los afectos epidémicos; se debiera pues, si necesario y posible fuese, prohibir á las enfermos el en ■ tregarse á cabilaciones de ninguna clase; mas muchas ve- ces éstas son independientes de la voluntad del enfermo, y fuera, por consiguieaíe del celo de las personas que le ro- dean; lo único que en esto se puede hacer es recomendar á los que sirven, ó asisten de no tener conversaciones se- guidas con él. En cuanto á las reglas particu- lares de Hijiene, ellas no son todas adaptables á las dife- rentes zonas de este pais; particularizaremos nuestras ob- servaciones al punto donde nos hallamos, esperando de la filantropía de nuestros compañeros en la facultad que se servirán desempeñar su parte de una obligación sagrada, modificando nuestros preceptos según las variaciones de los climas. Esta parte de nuestra obra tra- tará de las partes de Hijiene que tienen una conecsion mas íntima con el plan que nos hemos propuesto. SECCIÓN PRIMERA. De las pasiones. Aunque estemos muy lejos de creer en la absurda, brutal y degradante doctrina del ma- terialismo, no por eso sin embargo podemos dejar de co- no.',er que ecsiste entre el espíritu y la materia una co- necsion íntima, una especie de dependencia recíproca que 13 nada, sino la muerte, puede disolver: no pretendemos se- ñalar los efectos de los desórdenes físicos sobre las facul- tades intelectuales; ellos son un objeto diario de lastimo- sas observaciones; creemos que no se ha prestado bastan- te atención hasta ahora al interesante, y sin duda muy útil, estudio de la acción de las pasiones sobre la estruc- tura del cuerpo y las funciones animales. Las diferentes emociones son pa- ra el espíritu lo que los diferentes alimentos ó bebidas son para el cuerpo; ellas estimulan, deprimen, ó pertur- ban el alma; ellas tienen, ú obran los mismos electos so- bre el cuerpo; los sistemas vasculares ó nerviosos están siempre bajo la influencia de las emociones del espíritu: preséntese á nuestra imaginación alguna idea de vergüen- za, se verá rebosar la sangre en los capilares de las meji- Has: en las emociones del miedo, se observará un fenó. meno contrario. Si semejantes efectos se notan de un mo- do tan sensible en los tubos capilares, últimos límites de la vitalidad, ¡ qué turbación no deberá causar una fuerte impre- sion en la fuente de la circulación! Pudiéramos comprobar con un sin número de ejemplos muy notables los efectos de las pasiones sobre la economía animal. Nos refiere Hildanus, hablando del terror, que un hombre disfrazado en espectro abrazó de medio cuerpo á uno de sus amigos, que padecía de una gota inveterada, se lo llevó y le dejó en un sitio obscuro y solitario; desapareció el fantasma, pero fué tal el sacudimiento moral y físico en el doliente, que también desapareció la gota, para siempre . Por otra parte el terror ha producido en la circulación conmociones suficien- 14 tes para causar muertes instantáneas: en Francia atravesó sin accidente un individuo un precipicio sobre una mala tabla, pero cayó muerto al contemplar al amanecer el pe- ligro á que se habia espuesto. Millares de víctimas presentan las pesadumbres; emponzoñó mucho un amor sin esperanza la vida del inmortal cantor de Armida: una sola palabra de Luis XIV bastó para precipitar al sepulcro al príncipe de la escena del teatro francés: y Felipe V. murió de repente al recibir la noticia de la derrota de su ejército cerca de Plasencia. El terror, el pesar, el miedo, el ansia, la aílic-ion, la cólera son otras tantas fuentes de emociones mentales que producen perturbaciones en las funciones, y en la estructura del órgano central de la cir- culacion. El célebre Corvisarts asegura que durante el sistema de! terrorismo en la revolución fran- cesa los afectos al corazón eran sumamente frecuentes, en razón de las fuertes emociones que de continuo se esperi- mcntalan. La gran epidemia en Marsella cesó cuasi re- pentinamente con la presencia de dos médicos filantrópi- cos de Montpeliier, cuya humanidad despreció los peligros para consagrar sus atenciones álos habitantes de esa ciu- dad desconsolada; su ánimo, su magnanimidad surtieron el efecto que deseaban, que era el de desterrar el terror que se habia apoderado de todos. Acertó el célebre Desgenettes á curar cuasi súbitamente aquella gran porción del ejército de Napoleón, inficionada de la peste en la campaña de 15 Egipto,, cuando vieron aquellos valientes ese médico filóspr fo inocularse heroicamente, para aquietar sus temores, el virus del bubón de un enfermo. Los temibles efectos de la cóle- ra sobre el estómago, el corazón y el hígado, no son co- no<-idos; y este •onocimiento nos mueve á hacer algunas refiecsiones particulares sobre esa materia; muchas veces he.nos observado en nuestra práctica profesional las funes- tas consecuencias de esa terrible pasión, en varios puntos de la república. Sirvan estas reñtesiones para que se pro- cure moderar esa especie de rabia momentánea, perjudicial particularmente para las mugeres embarazadas, las que crian y en la crisis de la evacuación periódica. Si se quisiesen hechos, para ilustrar nuestros asertos, hallaremos muchos casos deplorables, observados por los autores los mas fi- dedignos; mas es demasiado largo el catálogo de las des- gracias causadas por esa pasión: referiremos solamente lo que ha sido el objeto de nuestras propias observaciones en este pais. El primer caso es el de una muger que, des- pués de haberse entregado á la mas violenta cólera, dio el pecho á un niño de cuatro meses que criaba; dos horas después el niño estuvo acometido de trismus y murió á las doce horas; ecsaminámos la leche de la madre, y hallamos un sabor acre, un color amarillento, y observamos que se coagulaba al esponerla á un ligero calor; tres dias después la madre fué invadida de tiricia. En otra ciudad de la re- pública presencié un hecho igual producido por la misma causa con algunas modificaciones. He aquí otro hecho que nunca puedo recordar sin un sentimiento de profundo do- lor: una muger de edad de 27 años de una constitución pie- 16 tórica, embarazada de seis meses y medio de su tercer hi. jo, estando buena y sana á las tres y media, se entregó media hora después á un acceso de cólera hasta el punto de desvariar; á las diez sintió los dolores de parto, parió á las once un niño muerto, y en apariencia asfixiado; «i. guió una hemorragia tan violenta que á las cuatro de la ma- ñana espiró la infeliz madre, víctima de su pasión. Otra, de edad de 22 años, de complesion robusta, se dejó él primer dia de sus reglas, arrebatar de una furiosa cólera contra una pretendida rival; el efecto fué que se le suspen- dió la menstruación, y que dos dias después la acometió una fiebre cerebral que, resistiendo á todos los esfuerzos del arte la arrebató rápidamente al sepulcro. Corramos un velo sobre ese cuadro de los deplorables efectos de las pasiones desordenadas. No hay dia en la práctica de la medicina en que los facultativos no sean consultados, parti- cularmente por mugeres, sobre achaques crónicos de que adolecen desde muchos años, y que confiesan ser resultados de cóleras inmoderadas. Todas las pasiones violentas, y particularmente las que hemos señalado, predisponen á las epidemias, cuando semejantes plagas gravitan sobre un pais. Procuremos conservar templanza de alma, moderación y resignación; evitemos cuan'o pueda irritarnos; huyamos de las causas para guardarnos de los efectos. De los alimentos. No hay reglas positivas que se- ñalar 'sobre los alimentos que mas convienen al hombre 17 en general para su salud; no solamente los alimento» de- ben variar según las situaciones geográficas de cada pais, pero deben aún arreglarse según las idiosincracias de ca» da individuo; las reglas que sean establecidas sobre el ré- gimen de nutrición son naturalmente falsas, por ser doma» siado esclusivas. Véase lo que dice Pitágoras; el régimen vegetal cansa por su continuidad, los órganos digestivo», afloja la circulación, produce poco calor animal, disminu- ye la actividad en la nutrición, ablanda el .ánimo, destru* ye las pasiones, debilita la actividad del entendimiento, enerva los órganos reproductores, y acaba por dar al cijerr po una constitución floja y blanda, y predispone á las en, fermedades crónicas, al escorbuto, y escrófulas mientras el régimen animal fortifica todos los órganos, vivifiea todas las funciones, escita ía digestión, acelera la circulación, produce abundancia de calor, activa la nutrición, las se- creciones &c, anima las facultades intelectuales y gene- rativas, desenvuelve el temperamento sanguino, y predis- pone á todas las flecmasías, y á todas las enfermedades agudas. En nuestra opinión, sin embar- go, esos dos diferentes regímenes son igualmente buenos según las diferentes zonas. El régimen de substancias ani- males para las zonas frias, y el de substancias vegetales para los trópicos: ambos admiten modificaciones; menos ve- getales y mas substancias animales en el Canadá; menoa substancias animales y mas vegetales en Veracruz: la na- turaleza ha proveído á todo: bajo los trópicos la vege- tación es interrumpida; el suelo nunca parece cansarse y produce constantemente las mas variadas y las mas deli- 18 eiosas frutas; en las zonas frias la naturaleza parece, du- rante la mitad del año, estar sepultada en un profundo letargo; y el frió disminuyendo la oscitación en los indivi- duos, esta no puede mantenerse mas que por alimentos suculentos y substancias estimulantes. Todo nos induce á creer que en el principio el hombre no se alimentaba mas que de los frutos de la tierra; así es que, según nos enseña la hisío. ría, los pueblos primitivos vivían esclusivamente en los paí- ses cálidos; y aun én el dia el Indou se mantiene con ar- atez y agua. Es cierto que los vegetales no se digieren con la misma prontitud que las substancias animales, pero tampoco causan una conmoción tan violenta en el sistema, ni propenden á crear el plétora, y es igualmente cierto que el alimento vegetal no causa un efecto tan enardeciente so- bre el sistema en general. Ha demostrado la esperiencia y comprueba la conformación particular de nuestros órganos digestivos que una combinación racional de vegetales y sustancias animales ( atendiendo siempre á los climas) es lo que mas conviene á la constitución general del hombre, y lo mas propio para conservar la salud en su vigor. A los europeos principalmente interesa, á su llegada aquí, el reflecsionar sobre esas ma- terias. La aplicación del principio: cazlum, non animun mu- tant, qui trans maro currunt, no sería ecsacta ni segura en sus circunstancias; un régimen bien calculado y • bien observado puede evitar muchas enfermedades. Podemos afir- mar que hemos visto en esta ciudad, cuando estaba lim- pia de todas calenturas, algunos europeos acometidos, de 19 intermitentes, sin otra causa para producirlas, mas que haberse hartado de carnes frescas. Los indios, que no vi- ven sino de vegetales, pueden, si hemos de creer la au- toridad de los módicos ingleses que han vivido en el pais, aguamar cuatro veces mas fatigas que los europeos. ¿No se observa lo mismo aquí, donde los vegetales son el prin- cipal alimento de los indígenas? Qué testura muscular! ¡ Qué fuerza no desplegan bajo enormes cargas! Sin embar- go sus alimentos reciben generalmente una perjudicial rao. dificacion en la gran caniJad de especerías ( particular- mente chile ) que les ephan. En cuanto al chile, daremos, al artículo de los estimulantes, algunas ideas sobre su ac- ción sobre el estómago, &c. De las bebidas. Los franceses son en general mas sobrios que los alemanes, porque la temperatura de Francia les dá, en sus escelentes vinos un substituto pre- ferible á los licores alcohólicos y otras fermentaciones. Bajo el cielo abrasador de España, las naranjas, limones y otras muchas frutas abundantes en zumos nectareos, llegan á un grado de madurez que no alcanzan en Fran- cia: de ellos saca la península unas bebidas refrescantes y deliciosas que hacen que sus habitantes estén general- mente opuestos á los estimulantes espirituosos y poco afec- tos al vino. Madama de Stael atribuye á las perpetuas nieblas y al rigor de los inviernos de sus climas la severidad y el carácter sombrío de los pueblos del Is or- 20 te; puede que ella tenga razón en algunos respetos: pero, ¿no serían acaso mas bien esos rasgos distintivos los efec- tos de esta lentitud de la inteligencia en los que están acostumbrados á un uso ordinario de escitantes? Las estraordinanas diferencias que se observan en el modo de vivir entre las naciones modernas de la Europa, ¿no sería probable que se hubiesen de atribuir al uso, mas ó menos adoptado del café, del té, del tabaco, &c. &c? Su introducción en el consumo uni- versal es una de tas conquistas mas notables que haya hecho el comercio: ¿quien hubiera pensado, hay tres si- glos, que tendríamos que ir á dos ó tres mil leguas, á la China, á las Américas, á buscar bebidas y alimentos ha- bituales, necesarios no solo á los habitantes de las gran- des ciudades, pero aun á las gentes campesinas? La tabla siguiente que sacamos de una gaceta francesa de medicina manifiesta la diferen- cia de consumo que ecsiste sobre varios artículos entre dos de las mayores naciones de la Europa: Consumo anual para un millón de habitantes. Artículos. Inglaterra. Francia. Azúcar, lib. , , 22.400,000. 4.270,000 Thé, , , , 1.137,000. 6,500. Café, , , , 450,000. 670,000. Vino, galones , , 310,000. 23.300,000. Licores , , , 21.170,000. 5.000,000. Tabaco , , , 845,000. 273,000. ' Aunque estas indicaciones y es- te cuadro puedan parecer ágenos á esta materia, creemos que sirve muy á propósito para demostrar que diferentes %\ climas y diferentes hábitos, requieren usos, medios y ar- bitrios diferentes: compárese la cantidad de té que se con- sume en Inglaterra, con la que se consume en Francia; el vino que se bebe en este: último pais comparativamen- te al primero; naturalmente se buscará la razón; esta es: en Francia el alimento es en general de muy fácil diges- tión por el modo con que está preparado, y cuasi se pue- de decir que está medio digerido al momento de la diges- tión; una cantidad de vino ligero y natural incita el es- tómago á principiar desde luego y sin esfuerzos la opera- cion de la chimifieacion; la asimilación se completa sin que el sistema haya esperimentado conmoción alguna; añá- dense a esto la dulzura del clima, y las costumbres na- cionales, agentes bien calculados para favorecer la acción de la nutrición. Es muy distinto en Inglaterra: siempre se halla el cuerpo en contacto con una atmósfera húmeda y fria que propende siempre á destruir la esci- tacion natural; el calor concentrado llama el apetito, y el cocinero deja al estómago el cuidado de sazonar y con- dimentar su obra; la cantidad de carnes medio cocidas que se ingieren, los licores estimulantes que las acompa- ñan dan al sistema tal sacudimiento que pudiera ser muy perjudicial, si al momento en que principia la fermentación en el estómago, no se distendiera ese órgano con copio. sas infusiones de hojas de té. En Francia todo el mundo bebe vino; en Inglaterra se beben cerveza y lieores espirituo. sos; en Francia no se necesitan los correctivos; en Ingla- térra es indispensabíe tomar té. Ahora ¿cual es la bebí» 22 da mas benéfica para la salud bajo los trópicos y en los paises cálidos? El gran secreto, la regla funda- mental para conservar la salud en los paises cálidos, es de mantener el cuerpo fresco; es preciso no olvidar la fuerza simpática que ecsiste entre la cutis y varios de los órga- nos interiores como el estómago, el hígado y los intesti- nos: y siguiendo ese principio, el sentido común debe re- velar la necesidad de evitar toda especie de bebidas calo- rosas y estimulantes, por la misma razón que hacemos cuanto podemos para resguardarnos de la alta temperatura del clima. La inducion que ha conducido al uso del vino y de los licores fuertes en los paises cáli- dos, la sostiene la circunstancia de no ser tan aparentes en realidad sus malos efectos , como se pudiera pensar; mas es positivo que.el uso de los estimulantes predispone mas bien á agravar la variedad de causas de las enferme- dades que son debidas al clima, que no produce directa- mente las enfermedades de sí mismo; consiguientemente una observación superficial coloca sus efectos en lugar de otros agentes. Pero es incontestable que el uso inmoderado de los licores, considerado moralmeníe, arrastra á todas es- pecies de vicio; y considerado medicalmente, acelera los. ataques., hace mas difíciles las curas de todas enfermeda- des, particularmente las de las regiones cálidas; porque hay, para decirlo así, un efecto específico que obra sobre los órganos que están directamente bajo la nociva influen- cia del clima. Si los habitantes del Norte, donde la at- mósfera equilibra con tanta eficacia, por su acción, los 23 electos de los desórdenes interiores producidos por la be- bida , sí, decimos esos habitantes están propensos á los afectos del hígado, ¿cómo podrán esperar librarse los que viven en paises cálidos, cuando concurren igualmente las causas internas y esternas y que cada una produce su efecto por estraordinaria simpatía? Ha prevalecido, aún en la facul- tad misma, la opinión de que durante la acción del vino ó de los licores alcohólicos sobre el sistema, se pudiera resistir mas á ciertos agentes mórbidos, cual pudieran ser el contagio, los miasmas pantanosos , el frió, &c. . Pero tengamos presente que si efectivamente así sucede, esa ventaja no dura mas tiempo que el de la escitacion arti- ficial que se produce; y que después se halla el individuo doblemente mas espuesto a su invasión y operación. En cuanto á nosotros, creemos en resumidas cuentas que mien- tras menos abandonemos el gran disolvente de la natura. leza, el agua pura, para nuestras bebidas, mas motivos de seguridad tenemos contra las epidemias y las demás en- fermedades comunes en las regiones de los trópicos. Del aire. Todos saben cual es el efecto del aire sobre la economía animal: el aire es el primer agente esterno de la vida, es el que dá el impulso á to- da la organización, y que pone en movimiento todos los re- sortes interiores; el aire, por su elasticidad, es suscepti. ble de muchas alteraciones que pueden hacerlo muy noci- vo a la salud, mientras el aire puro es uno de los ele* 24 mentos mas benéficos, ya sea para conservar la salud, yt> sea para combatir las enfermedades que viniesen á alte- rarla. El aire puro subministra á todo el sistema los ele- mentos que convienen á una activa nutrición; por el con* curso benéfico de ese agente, las contracciones del cora- zón son vivas y frecuentes, fuerte la impulsión arterial, rápida la circulación de la sangre; los capilares adquie- ren energía, su tenacidad , su contractilidad son fijas y arregladas; participa la respiración de esa actividad, los movimientos se ejecutan con soltura, se absorbe elocsíge- no en abundancia, y la sangre se descarga de gran can- tidad de carbónico; se verifica con mas regularidad la ab- sorción, las ecshalaciones son abundantes, sin ser esce- sivas; las secreciones fecundas en resultados; entonces la nutrición está en todo su desarrollo, la fuerza asimilati- va muy activa, la sangre rica de principios nutritivos, las sensaciones son vivas, las impresiones profundas; entonces no recibe el hombre mas que impresiones de vigor, placer y alegría: „Venus, eo tempore, tutissima est u ha dicho Celso. El aire miasmático, ó sea vicia- do por emanaciones nocivas es causa de muchas enfer- medades , que varían en razón de la naturaleza de las diferentes materias venenosas que se hallan en conden- sación en la atmósfera donde aspira el hombre de conti- nuo los principios indispensables á su ecsistencia, de cuya . acción es cuasi imposible el librarse. Cuando consideramos el infinito número de circunstancias que pueden facilitar el desarro. ilo de semejantes emanaciones, dejamos de admirarnos ck 25 1as muchas enfermedades que producen. Muchas condicio- nes, que importa conocer, concurren á modificar esas ema. naciones; la humedad favorece su condensación, y pare- ce aumentar su ao ion nociva la calma; la falta de ven- tilacion les permite de acumular y concentrarse en ciertas partes y corromper la temperatura , hasta el punto de hacer mortífero el ambiente. Algunas hay que pueden im- primarse con los cuerpo* sólidos, como los tejidos de la- nas, las ropas, ¡os efectos de uso, &c. y que son capaces de producir los mas graves accidentes, cuando esos efec- tos contamina»ios se hadan amon'onados en cuartos redu- cidos y cerrados, en cofres, cajas, &c. La especie de fer- mentación que se forma entonces les da una acción tan enérgica, que se les ha * muchas veces, A tiempo de dilatarse en el aire que seles abría, producir muerte ins- tantánea entre los circunstantes. Son sumamente perjudi- ciales los miasmas que despiden ¡os comunes; así como las agu'í.s estancadas, impregnadas de javon, que han serví- do A lavar las rop-^s; en una palabra ro-as las aguas es- tancadas y pútridas producen constantemente miasmas cuyo. influjo tiende á predisponer ■.[ las enfermedades, y son por escelencia los alimentos de las epidemias. Se debe añadir que el aire se corrompe en los aposentes don*le viven muchas personaSj por el hecho mismo de la respiración; porque, en una at- mósfera muy concentrada, el aire al eeshalarse del pul- món, sale cargado de un gas sumamente pernicioso, cu. yo efecto es generalmente de producir fiebres nerviosas. En un capítulo á parte trataremos de los medios de ha* cer sanas las localidades y de rarefacer el aire. d 26 De los baños. El uso de los baños es muy au- üguo: los baños fueron el objeto de un precepto especial de Moisés al pueblo Hebreo; y en Atenas baños públicos estaban abiertos á todas horas: tan necesario é imperioso era su uso, que solo se suspendía en tiempos de calamidades públicas: Esparta habia impuesto á sus ciudadanos la obli- gación de los baños: la Grecia habia consagrado su utilidad por ingeniosas ficciones; el toro de Europa y el cisne de Leda revelaban á los hombres que el agua es la madre de la fecundidad. De todos los principios de hi- giene, el aseo en la persona, y en los vestidos, la limpieza en las casas y cuanto la rodea, son los mas necesarios para conservar la salud. Consideramos los baños, en este artículo, solo como medios higiénicos. En los paises cálidos, los baños fríos no son tan ventajosos para la salud como se pudiera creer: es cierto que contrastan la influencia del calor, sus- pendiendo sus efectos durante algún tiempo, mas también nos esponen á todas las enfermedades que son el común efecto de las transiciones repentinas del frió al cater. Te- niendo cuidado de arreglar los baños á la temperatura que conviene para mantener el cutis limpio, fresco y suave; su uso modera las transpiraciones escesivas, conserva el equi. librio natural en las evacuaciones cuticulares , y partí. cipa de esta armonía en los humores la simpatía cutúneo- I^gáticft. 27 Es opinión bien equivocada la de creer que un Daño caliente debilita y espone á quien lo toma á reumas: por baíio caliente entendemos el que, al momen- to de la inmersión, no aumenta ni diminuye la acción de la circulación; un baño con estas circuns ancias, lejos de irritar ó acalorar, dá descanso, tranquilidad y energía á todos los resortes y tejidos de la periferia. La constitución orgánica del hom- bre y de la muger son demasiado distintas para que este agente higiénico ejerza sobre ambos secsos una idéntica influencia: la estremada sensibilidad de las mugeres es cau- sa de que ellas sean mucho mas susceptibles de impre- siones que los hombres; así, para ellas, la preparación de los baños requiere muchas mas precauciones, porque el ser demasiado fríos ó calientes puede dar lugar á efectos igual- mente perjudiciales. Los baños fríos se deben usar con moderación durante el verano; pueden ser muy ventajosos; las carnes se hallan en estado de robustez» todos los órganos , y todas las funciones, en actividad, lo que conviene perfectamente á la clase peculiar de la cons- titución de las mugeres; deben guardarse de los baños fríos algunos dias después y muchos dias antes del flujo mens" trual: también manda la prudencia que se abstengan de ellos durante la preñez. No sucede lo mismo con los ba- ños templados, los que podrán usar en todos tiempos, ob- servando los cuidados y precauciones convenientes. El célebre Bruce refiere, en la descripción de sus viajes en África, que cuando padecía 'ic un calor interior, y debilitado de cansancio y renríi. 28 do por el*sudor, sentía una sed inaguantable, su reme- dio era siempre un baño caliente, de donde salía tan fres- co y fortalecido como si, después de un apacible sueño, se levan i ara de la cama. Este medio de higiene es uno de los mas á propósito para restituir fortaleza al cuerpo; y combinado con las otras reglas, sirve para preservar de las influencias de las epidemias, ó á lo menos para mo- derar sus rigores. El respetable arzobispo de Sé- villa, cardenal de Salis, que murió en 1785, á la edad de 110 años, ofrece una prueba de los felices resultados que se consiguen de las observaciones higienices, diri- gidas con juicio: preguntado un dia por uno de sus ami. gos sobre el régimen que habia observado, contestó que era: ,,obrando como viejo cuando era joven, para des- pués obrar como joven cuando fuese viejo". Comparación entre los efectos de las diferentes especies de estimulantes sobre la economía animal. Los licores alcohólicos se llaman estimulantes difusibles, porque en el acto de la digestión siente el sistema un efecto instantáneo que penetra todos sus tejidos- Se llaman estimulantes perma- nentes todas aquellas substancias que aplicadas á un ór- gano particular, determinan una irritación local que se comunica luego á todos los órganos inmediatos; de esa clase son las especias, el chile, &c. 29 La naturaleza ha repartido á ca- da uno de nuestros órganos, y á todos los tejidos particu- lares, cierta parte de escitacion destinada á una corres- pondencia recíproca en sus funciones respectivas. Para mantener esa escitacion, los estimulantes son necesarios, V para conservar su equilibrio, es preciso que esos esámu. lantes sean naturales y bien adecuados al efecto que han de producir. Por ejemplo, la vista está es amulada por la luz; el oido, por el sonido, &c; pero si los estimulantes escitan mas de lo que fuere necesario, se pierde entonces el equilibrio, y de allí resulta un desorden, ó trastorno total ó parcial. Los estimulantes difusibles, cO- mo son los licores alcohólicos, &c. tomados con esceso, producen una escitacion mucho mas fuerte que la natural; aumentan la fuerza durante su acción, la que, después de desvanecida, deja el sistema en un estado de debilidad tan- to mas deprimido , cuanto que ha sido mas ecsaltada la escitacion por el estimulante ausiliar: la depresión en el sistema es un estado de mal estar, de enfermedad, que solo puede reponer, á falta de la naturaleza, un agente estimulante; pero la ausencia de eáte hace recaer el sis- tema de otros tantos grados, cuantos han sido producidos por la escitacion artificial. Las substancias alimenticias fuer- temente estimuladas por un esceso del * chile, ejercen in- mediatamente su acción sobre el estómago, y de allí se co~ munican en toda la estension del canal intestinal y á to¿ dos los agentes digestivos, sin tocar directamente al apa- rato de los otros órganos. 30 Los co'iinalar/cs di fus! bles con- ceñirán sobre el estómago y los órganos gástricos todas las fuerzas de las diferentes parles del cuerpo , particu- larmente las del cerebro, que no tardan en debilitarse. Los cs'iimulaníes permanentes ejercen también su influencia sobre el estómago, pero re- parten su, esceso de escitacion sobre el hígado, el bazo, y las glándulas mésente ricas, &c. Los efectos de los ■ estimulantes tlifusibles> tomados con esceso, son el idiotismo, la acción convulsiva del sistema- nervioso, la debilidad general, los temblores, la parálisis, la hiponcondría, &c. los efectos de los estimulantes permanentes son la- tumefacción del hígado, del bíizo, ma- las secreciones de la bilis; de donde dimanan las diarreas, las disenterias, y la predisposición á las calenturas; la de- bilitación de todo el sistema digestivo, &c. y, como los Otros estimulantes, llevan consigo un germen de muerte, cuando se toman con escaso. Todo el mundo conoce les fu- nestos- efectos del a-buso de los licores; pero bien pocos sos- pechan los efectos- peligrosos para la salu<;l producidos por el chile. Los que hacen un uso inmoderado de esa especia dirán acaso ene han conocido muchos individuos, familias, poWaci©fi©s entfcras que ¡ñguie-ndo el mismo método que caüfioamps de abusivo, han vivido mucho tiempo en un per- fecto esliado de robustez y de salud; también lo hemos obssrvado nosotros; pero asimismo hemos viste millares de dolientes, víctimas de sus escesos en esa clase de os! irnu- l antes, que según nos confesaban, habían tenido que aba». 31 donar, después de haber reconocido cuan perjudiciales les habían sido. Pero lo que hay de positivo es que las bebidas espirituosas y el chile , tomadas con es- ceso predisponen de un modo terrible á las epidemias; y esa particularidad es un objeto de higiene que debe fijar la atención, y en este momento mas que nunca. Conducta que se debe observar para librarse del Cholera. El poco riesgo en que estamos de ser acometidos del cholera debe dame:; toda confian- za: es preciso no asusterse y no pensar en aquella enfer- medad sino. para, adoptar todas las precauciones propias para preservarse: cuanto menos se terne, menos riesgos hay;. pero como la tranquilidad del ánimo es uno de los mayores preservativos, es preciso al mismo tiempo evitar cuanto' pueda producir emociones fuertes, como la cólera, el te- mor, los placeres repetidos y violentos, &c. Es esencial observar que mien- tras mas pura es la atmósfera donde se vive, menos está uno esp'assto al cholera. No podemos pues dar demasia- da atención á la salubridad de las habitaciones. As-, tén- gase cuidado de no habitar, y mucho mer.es, de no dor- mir demasiadas personas juntas en un mismo cur.r'o; de airear este per la mañana y también en el discurso del dia, abriendo las puertas y ventanas lo mas á menudo, y por el mas largo tiempo posible. Sería también muy útil el colocar en los cuartos, vases de tuucitntc capacidad llenos de agua mezclada con chloruro, como sigue: ( Tó- mese chloruro de cal seco, una onza; agua, dos cuarti- llos: échese sobre el chloruro agua sufiviente para con- vertirlo en pasta blanda; después se deslíe en la cantidad de agua indicada, se separa luego el líquido de las heces, y se conserva en vasijas de vidrio ó de barro, bien tapa- das. Se puede también hacer uso con igual acierto de agua chlorurada con el ocsido de chloruro de sodium, echando una onza de chloruro en diez ó doce onzas de agua.) El aire húmedo de las habita- ciones, en todos tiempos nocivo, es mucho mas peligroso en tiempos de cólera; es preciso abstenerse de tender las ropas á secar en las habitaciones donde se vive, y con mucha mas razón si se duerme en ellas. No solo se han de ventilar las alcobas, ó los cuartos donde se duerme, pero es igualmen- te indispensable mantener en el mejor estado posible de salubridad las demás partes de las casas y sus de- pendencias. El percibir frió está contado por los que han observado el cholera, en el número de las causas mas propias para favorecer la manifestación de esa enfermedad; es necesario de consiguiente evitarla, resguar. dando particularmente el empeine y los pies de la acción del frió. Para ese fin, es muy útil el ce- ñirse el vientre con una faja de lana, de llevar sobre el cúfis camisillas de franela, de usar calcetines de lana; se tendrá cuidado de lavar con frecuencia esos objetos siem- 33 pare que estén sucios ó húmedos : los pies se lavarán á menudo en agua caliente; y se usar m zuecos, ó galochas, siempre que el individuo ten 'a que espoaerse al frió ó á la humedad; en una palabra el calzado deberí estar siem- pre aseado y enjuto, de modo que los pies no puedan nun- ca percibir humedad. Muchas personas, particularmen- te entre las clases de pocas proporciones, tienen la mala costumbre, al levantarse ó acostarse, de poner los pies des- nados en suelo comunmente frío y húmedo , y aun de andar de ese molo. No se puede reprobar demasiado ese habito, y se advierte que sería particularmente peligroso en caso de cholera. Si hubiere riesgo, ó temor de percibir frío ó humedad durante las noches, se deberá abs- tener de dormir con las ventanas cerradas; y aun en cier. tos casos el mantener un calor templado sería muy útil. Por la misma razón será menes- ter, en cuanto se pueda, recojerse temprano en casa, y no pasar parte de las noches en las reuniones, en los caf-s, &c, observándolo con mas rigor si las noches estuviesen frías ó húmedas. Uno de los mejores medios pa- ra • desterrar la inquietud es ocuparse y llevar una vida activa, evitando sin embargo lo mas posible los es- ce**os en la fatiga. Se evitarán cuidadosamente aquellas ocupaciones que e-'sijan una intensa aplicación moral; lo me*no que todos trabajos que requisieren la privación del . sueño durante la noche. Hemos indicado la utilidad de e 34 las fajas, camisas y calcetines de lana; pero repetimos que es preciso que estén siempre en un estado de hm- pieza; el aseo es siempre indispensable á la salud. Los que. tengan proporción de tomar de cuando en cuando algunos baños de un calor templado harán muy bien en adoptar eso uso; pero solo quedarán en ellos el tiempo necesario para hmpiar el cuerpo: tendrán cuidado de enjugarse bien el cuerpo con paños calientes, y no esponerse inmediata- mente al salir á la acción del aire esterior; esta precau- ción es particularmente necesaria si el tiempo estuviese frío. Las fricciones secas son muy úti- les ; es fácil proporción Írselas frotándose uno ó hacién- dose frotar las noches, ó por mejor decir por las maña- nas y por las noches, los brazos, muslos, piernas, y todo el cuerpo durante un cuarto de hora, con un cepillo ó con una bayeta. Se entiende, además, que por lo que toca en general al modo de vestir, se deberán con- sultar las variaciones de las estaciones; pero se aconseja, en todos casos, de no ir nunca muy ligeramente vestido. Cuando reina el cholera, el modo de alimentarse es un punto de la mayor importancia; no S3 puede recomendar demasiado la sobriedad. Tenemos un gran número de ejemplos de haberse declarado el cholera después de escesos en la mesa; y está reconocido que los borrachos, mas que nadie están espuestos á esa enfer- medad. Carnes no muy cargadas de gra- sa, bien cocidas, bien asadas, pescado fresco, de fácil di- 35 gestión, huevos, el pan bien amasado y bien cocido, de- berán formar el sustento principal; nada de carnes ó pes. cados salados. Se usará con mucha moderación de salsas con total abstinencia de masas y pastelerías grasientas y pesadas al estómago. Entre los vejetales y legumbres, es preciso, en cuanto sea posible, ceñirse á los mas lige- ros y menos acuosos. (Llamamos acuosos todos aquellos que contienen mucha agua de vejetacion, como los pepi- nos, las remolachas, la lechuga, $c) no creemos deber es- cluir del uso las papas de buena calidad; aprobamos aún el de las habichuelas secas, de las lentejas, habas, guisan. tes tomados en purea, ó sea reducidos á harina, ( la en- vuelta ó película de esas legumbres secas ó verdes, no contribuye en nada á la nutrición, y tiene el inconvenien- te de no poder digerirse.) No convienen los vejetales cru- dos, como las ensaladas, los rábanos, &c. En la estación de las frutas, es menester ser muy circunspecto en el uso que se hace de ellas, principalmente si no están perfectamente ma- duras ; pues entonces pueden ser muy peligrosas ; no presentan tanto inconveniente las frutas cocidas; pero se han de comer con moderación, y nunca formar el fondo principal de las comidas. Hay ciertas clases de alimentos que son buenos de por sí, y naturalmente sanos; pero que por una disposición particular del estómago, ciertos indi- viduos digieren mal; estos, como es natural, deberán evi- tarse; cada uno, en este particular, debe estudiar su es- tómago y no violentarlo. 3G Es menester, en tiempo de chó- lera, comer menos á un tiempo que lo de costumbre; salvan. do esa diferencia con una comida mas al dia, pero que sea siempre ligera. Las bebidas merecen la ma- yor atención. Toda bebida fría, tomada cuando está el cuerpo acalorado es peligrosa; solo se debe beber cuando haya cesado la transpiración, es decir que no se debe beber frío cuando se está sudando. Las consecuencias de beber entonces son tanto mas funestas, cuanto que la be. bida es mas fria y el cuerpo mas acalorado. El agua de- be ser clara, y á toda otra es preferible el agua filtrada. Si se quiere bebería pura, es menester estimularla un po. co con vinagre ó aguardiente, en la proporción de dos cucharadas de aguardiente, ó una de vinagre, sobre dos cuartillos de agua, sobre todo si la estación es cálida, y la persona tenga que entregarse á trabaja físico que, escitando la transpiración, estimula la sed y obliga de consiguiente á beber con mayor frecuencia; entonces se debe beber poco á la vez. El agua colorada , es decir la que se le haya echado un poco de buen vino, es tam- bién bebida saludable. En fin se puede también tomar con acierto agua ligeramente aromatizada con una infusión de yerba buena ó de manzanilla ( un poquito de yerba buena, ó seis floreciias de manzanilla echadas en un cuartillo de agua hirviendo, á la que después de enfriada, se le añad otro cuartillo de agua fría.) Esta precaución de echar agua fria sobre 'a hervida es necesaria, porque esta última ha" hiendo perdido en la ebulición el aire que contenía, es mas difícil de digerir. 37 Nada es tan pernicioso c orno el abuso de los licores fuertes. Grín número de ejemplos comprueban que el cholera acomete con preferencia, no solo á los borrachos habituales, mas lanbíen á los que sin hacer de costumbre abusos de las bebidas fuertes, se de- jan ir, por circunstancias, por la fuerza del ejemplo, á un solo esceso de esta clase. El uso del aguardiente tomado puro y en ayunas, tan cemun en las clases operarías, y tan nocivo en todos tiempos, es mucho mas particularmen- te funesto cuando reina el cholera. Las personas que es- tán acostumbradas á ello, debieran cerner algo, aunque no fuera mas que un vocadito de pan antes de tragaise la copa de aguardiente. Tampoco se deberá tomar vino blanco en ayunas, y si se tomare, que sea en corta canr tidad, y con las mismas precauciones. En tiempo de cholera, y no pu- diendo abandonar el aguardiente, se le dará la preferen- cia al aguardiente amargo, es decir aguardiente donde se haya echado en infusión plantas arraigas y aromáticas; el aguardiente de agenjo es todavia mejor. El vino, tomado con moderación, es bebida muy conveniente durante las comidas y al con- cluirlüs; pero debe ser puro y de buena calidad; mas va- le beber la mitad menos y escojerlo de calidad superior. Vinos nuevos y agrios hacen mas daño qi:e provecho: el vino tinto es preferible al blsi;co; las personas cvyas proporciones les permitan de mezclarlo con aguas gaseo- sas, como el agua de seltz , natural ó ai Uncial, harán muy bien de usar de esta bebida talutííera. 38 La cerveza y la sidra, cuando son nuevas, que no han sido bien fermentadas, ó que son agrias, disponen al cólico, á la diarrea, y pueden así ser muy peligrosas. Lo mismo se aplica á les vinos nuevos, ó mostos. Conducta que se ha de observar cuando se halla algún in- dividuo invadido del cholera morbus. Multitud de hechos observados en los paises donde ha reinado el cholera, demuestran que las curas de ese mal son en razón de la prontitud de los ausilios; cuanto mas inmediatamente se acude á los remedios, mas probabilidades hay de acertar y curar feliz- mente. Es pues preciso que cada uno Conozca las primeras señales qu& indican que un indivi- duo está en inminencia de ser acometido de ese mal; con- viene pues que se manifiesten esas señales, que comun- mente aparecen durante las noches, ó por las mañanas, y son las siguientes: Descaecimiento súbito, ó sensa- ción repentina de cansancio en todos los miembros; afec- ción de pesadez 6 torpeza en la cabeza, como sucede cuando se ha respirado el vapor del carbón. Vahidos, des- vanecimientos, palidez del rostro, las mas veces de un co- lor entre azul y aplomado, con alteración particular en las facciones; se nota algo de extraordinario en las miradas; Jos ojos pierden su lustre y brillantez; pérdida de apoti-. to, mucha sed que acampana el ansia de apagarla con S9 bebidas frescas; sensaciones de opresión; de ansias en el peche, . de ardor y fuego en la boca del estómago; pun- zadas transitorias debajo de las costillas falsas, (se llaman así las que están situadas desde la boca del estómago pa- ra abajo); zurrióos en los intestinos, acompañados de có- licos, y seguirlos de relajamiento y evacuaciones, cuya operación parece á veces templar los dolores; el cutis se vuelve frío y seco, y á veces se cubre de un sudor frío; algunos enfermos sienten calofríos en el espinazo, y sen- saciones en los cabellos cerno si fuera la impresión del aire frío. Esas varias señales de la inva- sión de la enfermedad no se presentan siempre en el or- den que acabamos de indicar, ni siempre se manifiestan todas en todos los enfermos. Sea lo que fuere, cuando algunos de ellos, como la alteración de la cera, el cansancio, el ardor en el estómago, les zurridos en el estómago, ó el enfriamiento superficial deí cuerpo, se manifiestan, es me- nester al momento llamar un médico. Medios útiles antes de la venida del médico. Se escitará fuertemente el cutis, con el fin de restituirle el calor. Con este fin se colocará al enfermo desnudo entre dos frazadas de lana que se habrán calentado bien antes, y se pasará continuadamente sobre la superficie del cuerpo, por encima de la frazada supe- rior, planchas calientes, de las que se usan para la ropa, en defecto de algún calentador mas cómodo; se detendrá 40 mas tiempo ese calentador sobre el estómago , los soba- cos y el corazón. Se frotará fuertemente y bastan - te tiempo los miembros con un cepillo seco, ó con un li- nimento irriíante, por medio de un pedazo de bayeta ó franela ; esas fricciones deberán , en cuanto sea posible, hacerlas dos personas que obraran á un mismo tiempo con prontitud sobre una mitad del cuerpo, teniendo siem- pre el mayor cuidado de descubrir el enfermo lo menos posible, Consignamos aquí la fórmula del linimento que, según las mejores observaciones, ha pro- ducido los resultados mas ventajosos. Tomar: Aguardiente, un cuartillo. Vinagre fuerte, medio id. Mostaza en polvo, media onza. Alcanfor, dos dracmas. Pimienta, dos idem. Una cabeza de ajo machacada. echar el todo en un frasco bien tapado, y dejarlo en infu- sión al sol, ó en alguna parte caliente, durante tres dias, Se continuarán mucho tiempo esas fricciones, y el enfermo deberá permanecer acosta- do, y envuelto en la lana. También se podrán aplicar sina- pismos calientes en las espaldas y sobre el vientre; y también cataplasmas de harina de semilla de lino bien ca- Henees y rociadas con esencia de trementina. Últimamente se ha hecho uso con bastante acierto de unos saquUos llenos de cenizas ó 41 arena caliente, colocados sobre las partes del cuerpo, se- gun la necesidad. Ha demos- rado la esperiencia que también son muy útiles los baños de vapores avinagrados, y los mis.ñas combinados con alcanfor. Así es que, mientras se procura recalentar al enfermo por medio de las planchas y demás cosas inlicadas, se le puede preuarar un baf.o de' modo do siguiente: Se calienan guijarros, ladrillos ó pedazos de fierro hasta que se pongan rojos. Se pone debajo de una silla, ó un ¿ilion de cañas uaa vasija que contiene vi- nagre, donde algunos aconsejan se le eche aleanfur. ( Ros dragmas de alcanfor disuelo en suficiente cantidad de aguardiente, sobre dos cuartillos de vinagre ) hechas esas disposiciones, se le hace sen¡,ar al enfermo sobre el si- llón, cubriéndole, con escepcion de ia cabeza, con fraza- das de lana que han de bajar hasta los pies, qvie han le descansar también sobre lana, ú otro cuerpo de abrigo; en- tonces se echan uno tras de otros, y á intervalo» de po- eos minutos, los ladrillos, las piedras ó los pedazos de fie- rro en el vinagre, el que calen ado por este medio, se re- suelve pronto en vapores; ese baño debe durar de diez á quince minutos. Cuando levantan el doliente, lo deben restituir á su primera situación, en're las frazadas secas y calientes, y dejarlo tranquilo siempe que se haya manifesrado una transpiración moderada; y en caso que no, se seguirán las frotaciones, siempre en're las frazadas, hasta ¿a llegada del medico. Pero no es suficiente el recalen. f 42 tar el cuerpo esteriormente; lo mismo se debe hacer al interior. ¡ A ese efecto se dará á cada cuar- to de hora una n e lia tacita de alguna infusión aromáti. efí muy caliente ( como de menta piperina, ó de toronjil, he-:ha á manera de té ) y cada media hora, inmediatamen- te antes de la taza de infusión, doce ó quince gotas de un licor amoniacal, anisado y alcanforado ( que prepara- rán los boticarios del modo siguiente: ) Alcohol, doce onzas. Amoniaca líquida, de 18 grados, tres onZa¡?« Aceite esencial de menta media onza. Alcanfor, una y media dracma. lo que después de mezclarlo muy bien, se conservará en un frasco tapado de cristal. ) Las gotas se tomarán en una cucharada de agua de goma, que es un poco do jarave de goma con agua. En algunas circunstancias se han eomsegerido igualmente felices resultados con administrar eada hora ó media hora, de quince á veinte gotas de élkali volatü flúor; en una taza de. fuer te decocción de ave- na ó cebada mondada, ó en agua caliente, en su deféeto; este último medicamento no deberá sin embargo aplicarse mas de dos veces, cuando mas, antes de la llegada del médico. A falta absoluta de todos esos remedios, se podrá dar con ventaja agua pura, bebida lo mas caliente posi-- ble, y tomada en pequeñas cantidades cada vez. Aunque esos-varios reeursos se ha* yan de emplear lo mas pronto posible, será sin embargo pre- ciso de administrarlos con juicio, orden, y sin precipitación. 43 Siempre que se pueda, será im- pórtente colocar el enfermo en un cuarto separado de los oonde viven las demás personas de la familia. Tam- bien sera muy del caso el echar los efectos de su uso en una enjabonadura muy caliente. La convalescencia requiere pre. cauciones que deberá indicar el médico. Con todo no se les puede recomendar demasiado á los convalescientes la rigurosa observancia de las reglas de precaución que han Sido indicadas mas arriba; porque las personas que han si- do atacadas del cholera, están durante algún tiempo des- pues muy espuestas á recaer. Estrado de la carta de un médico de New- York, comisio. nado por las autoridades de esa ciudad á la de Montréal para ecsaminar el cholera morbus. í( Las causas, dice ese facultati. vo, que tienen tendencia á introducir desorden en el equi- librio de la salud son lo que llaman aquí los médicos las causas esciíantes de la enfermedad. Son tan numerosas como lo son los agentes que pueden obrar sobre el cuer- po humano, como los alimentos, las bebidas, la moción y el descanso, el calor y el frió, el sueño y el desvelo, las etrv.eior'S morales. &c. Si se considera con atenciow, se reconocerá que todo acierto en la cura de esa epide- mia tan destructiva depende de la dirección que se le im- prime á esas causas. u Los médicos de Montréal han a reconocido su importancia y han insistido con muche 44 l{ fundamen+o sobre el esteblefimionto de reg'as estrictas (í para naturalizarlas en cuante esa,viera en su po ter. las (í personas que aquí se han'salvado de esta enfermedad (£ deben inuy probablemente su salvación el in perio que han sabido egercer sobre las causas escitan!es. La muer- (i te ha sido la consecuencia uniforme de los escesos de te- u das clases. La menor irregularidad, ó equivocación en el l( régimen adoptado en el beber y el comer, bien en cami- u dad, bien en calidad, un egercicio violento físico ó men- u tal, &c. &c. han producido las mas funestes consecuen- 4í cias. Los que, fiados en el vigor de una fuerte consutu- u cion, se han dejado ir á los menores escesos de glotone- u ría, han generalmente pagado con su vida esa infracción. H Al con-rario, aquellos cuya constitución no ha sido alte- u rada de antemano por la intemperancia y otros malos há- ti bitos, que han sabido evitar las fatigas, las contenciones (í morales, y cuyo esputeu se ha librado de todas apre. hensiones, esos, con diferencia acaso de uno entre la mu. É{ chedumbre, se salvan de la epidemia. £í El cholera morbus se ha decía. (í rado, aquí como en todas partes, el protector de la tem- planza. Ha patro. inado esa virtud de un modo demostra- {£ tivo, y ha aíacado sus enemigos con la fuerza del rayo. (( Ha perseguido, entre todas las naciones, 1 s intemperan- {{ tes para inmolarlos, y rara vez se le han es* apado sus Cl víctimas. Aténganse á las resultas todos aquellos que to. £t máran aún con moderación licores alcohólicos, ya sea C£ para prevenir la enfermedad, ya para disminuir el sen- ££ timiento de destemplanza que pudieran esperimentar, ó a para disipar sus aprehensiones; á sus propios riesgos sa- 45 tisfar'n su guslo. Todos los médicos opinan que en la presen e epidemia nunca ha resultado bien alguno, y sí t£ mucho daño de esa prác.ica. La menor indigestión, y eran (t muy común s, se curaba inmediatamente por medio de la dieta y de bebidas mucilaginosas. £{ Los funestos efectos de medí. ti cinarse durante la epidemia, para preservarse, se han tt manifestado del modo mas positivo. Ese mal de un peli- tí gro tan inminente, precisó á las autoridades el prohibir á <£ los boticarios de espender remedios sin recetas de médi- (( (os. Se notó con mucha frecuencia durante la epidemia c< de Mon r al que muchas personas en buena salud toma- (í ban de sí mismos vomitivos, purgantes, &c, para pre- %( caverse de la enfermedad, y que los mas terribles resul- £t tados se seguían de esas precauciones. En efecto es cons- . tante que una persona en salud no puede mejorarse con las medicinas que tome. Cuasi siempre después de ha- £ b< rse tomado algún remedio fuerte para remover todas predisposición s, se seguia un ataque; parecía como que el sistema habia perdido su equilibrio por la fuerza del (£ remedio preservativo. ££ Las emociones que agitan el (t espíritu de un modo fuerte y duradero han tenido en todos tiempos un efecto perjudicial á la salud; perocui«n. n do hay una fuerte predisposición, á la epidemia, y du. {£ rante sus estragos, sus consecuencias son funestísimas. e Este espantosa enfermedad que desoía actualmente Mon- (l treal, ha producido un grado de agitación y pavor en (í el espíritu del pueblo que es difícil espresar. Los pechos t mas animosos, sin poder resistir al torrente, se rendían 46 í£ al desaliente. Muchos casos de esa enfermedad, y muchas £. mueres, han -ádo causadw par la ecsal-acim del miedo. ££ lis imposible el referir en cuantos casos se ha mam tes - ££ tado e»a predisposición, que en otras circun3-ancias no C£ hubiera tenido resultado de importancia, pero que cau- ££ sas puramente mentales han inflamado hasta el punto de ££ hacerla mortal; muehos egemplares ss pueden citar de {t ese caso." El autor concluye su carta re- firiendo 84 muertes en 24 horas. De los medios preservativos que pertenece ¿i las autorida- des disponer y á los individuos observar. La variedad de opiniones que ec- sis'e en're los mHicos acerca del mo lo de propagarse el cholera rrnrbas, no seria oe-geto de tan-a importúnela , si los partidarios de lo? varios sistemas no dis 'reparan taño Sobre los medio? mis propios pira atajar los progresos de esa enfermedad. En efec;o, rnienrras los contagion's'as in- sisten so-ore cuarentenas y cordón -s sanitarios, los quvopi- nía que se propaga esa enfermedad por infección, ó por via simplemente epidémica los consideran como inútiles. Mr. Lasss llega aún i pretender que todo ese gran apa*. rato de manidas sanitarias que s ¿ ostenta contra el clióle. ra y demis epidemias es la causa principal de su intensi- dad, por el sus o y las alarmas que inspira. Mr. Roberts de Marsella (em- pleado por el gobierno para administrar los lazaretos) par- tidario de la contagión, ha propuesio medidas muy sabias, 47 de las que vamos á manifestar algunas. Según eseiné% dico, las comunicaciones entre vecinos, sin ser interrum- pidas, deben estar sometidas á la vigilaccia y á un celo activo. Se deben establecer cordones sanitarios; pero en vez de bloquear estrechamente los paises inficionados, será conveniente dar á los cordones un recinto de algunas leguas, donde las personas y los efectos podrán con co- modidad recibir purificaciones que regularmente deberán abreviar mucho las cuarentenas. También aconseja Mr. Koberts, en los casos bien averiguados de infección, y no cuando solo los apoyan rumores populares, el estableci- miento de lazaretos provisionales y de sitios reservados; los primeros para recibir las mercancías y los individuos evidentemente inficionados, y los segundos para depositar- en ellos, bajo de tinglados, todos obgetos sospechosos. Lúe- go aconseja como medios para desinficionar , las serena- das, ó esposiciones al aire y á la lluvia, las rociadas con agua chlorurada, las fumigaciones guitonianas, sulfúreas ó áccidas, y el vinagre puro para purificar las cartasr quiere que se dividan ras ciudades populosas en seccio- nes ó cuarteles; que se organice im consejo dé sanidad, y que la policía prohiba la venta de los vestuarios y mue« Mes que hayan sido de los muertes ó enfermes, antes de haber sido suficientemente purificados: recomienda en fin, si llegare á ser necesario el estebltcin.ienio de hospita- les aucsiliares, el situarles fueio cal reein-o de las ciu- dades, y en sitios elevados, si posible fuese, y evitar ten- tó el amontonamiento de los eníeinos cerno la cunada- cion de los miasmas. tañeren en muchos puntos líes 48 medidas sanitarias recomendadas por los partidarios del sistema de infección: quieren que es'én abolidos oíos los cordones sanitarios, las cuarentenas y los medios de pu. rificaciones, por ser inútiles y molestos. Mr. Jtoñchen tie- ne aun como muy problemática su utilidad en la peste. Según ese médico, el cholera propagándose por 1- s ór- ganos de la respiración que reciben el miasma, ya es- parcido en el aire, ya concentrado en los focos de ema- nación, es muy natural que se deba dudar de la efica- cia de los cordones sanitarios y de las medidas de cua- rentena, mientras no se descubra algún arbitrio para sus- pender por el tiempo nef-esario, la respiración de los ha- hitantes de los paises amenazados. Insertamos aquí algu- nas de las medidas que propone, sin embargo, para adop- tar contra los progresos del mal: 1- ° reanimar el esta- do moral de la multitud, y socorrer el estado físico de los indigentes, por todos los medios posibles. 2. ° Limpiar los barrios mas populosos, adoptando las mas eficaces medi- das para restituir la salubridad al aire y á las habita ció- nes. 3. ° Aislar los enfermos en sus viviendas, cerrando las casas de modo que puedan salir las gentes sanas y no puedan enerar las personas de fuera. 4. ° Purifi-ar la atmosfera en los hospitales, y en las casas donde hay en- fermos: y establecer cuantos medios requiera la curación. 5. ° Organizar en todas p irtes socorros que se puedan ad- ministrar á domicilio con la mayor prontitud. 6. ° A lejar todas personas sanas de las casas donde p¡imipicn á for- marse focos de emanaciones. También pretende el Dr. Schnur- rer que no son los cordones sanitarios los mejores preser- 49 vativos, sino que estos residen en la apacibilidad de un bieft estar general. Todos los medios sanitarios re- comendados por el Dr. Janichen nos parecen muy útiles, pero creemos que hay aún otras precauciones que están re- conocidas como indispensables. Cuando un pais está amenazado' las autoridades locales deben redoblar con anticipación su celo y actividad para destruir todas las causas de insalubri- dad, á fin de que si la plaga llega á manifestarse, no ha- lle ninguna causa que pueda favorecer su propagación. Así es preciso celar con el mayor esmero la limpiadura y el aseo de las calles, quitar con todo esmero las inmun- dicias, los escombros de substancias vegetales y animales, Hmpiar los caños, sumideros, pozos, y todos los sitios ce- nagosos. Es indispensable destruir toda causa de infección local donde quiera que ecsista, y mantener la mas riguro- sa limpieza en los mataderos, carnicerías, plazas, merca. dos &c: la limpia de lugares comunes es punto tambiea de primera importancia. También debe egercer la autori- dad la mas esacta vigilancia sobre las clases de oficios que son causas de insalubridad. Es urgente el obligar los ve- cinos á mantener estricta limpieza en sus casas, á barrer sus patios, corrales y pasadizos. En fin sería muy útil que los propietarios hiciesen encalar interior y esteriormen- te las casas antiguas y desaseadas, particularmente los patios, los zaguanes y escaleras; también pudieran hacer- se lociones con agua chlorurada. La sana cualidad de los alimentos y de las bebidas que consume el pueblo, qut debe siempre ser obgeto del celo de la autoridad, lo do- 50 be ser con mucho mas motivo en eircunstansias de pe- ligro. El amontonamiento de la po- blación siendo una de las mayores causas de infección, se ha probado en varios paises el recurso de dispersar sobre mas amplia superficie los individuos que estaban reunidos en un solo punte. Es principalmente en los hospitales, cuarteles, cárceles y en los grandes talleres que es importan- te evitar ese amontonamiento; en todas esas partes la mas ri- gurosa limpieza es de toda necesidad, y cuando reina algu- na epidemia en un pais, se prohiben comunmente los es. pectáculos de teatros, y todas reuniones publicas. En fin las autoridades deben esiár siempre bien informadas del estado de la población, para que sean conocidos todos los casos de enfermedad. Es menester determinar con par- ticularidad, y con opinión de los médicos, el sitio de las sepulturas y el modo de los entierros; prefijar el interva- lo que ha de mediar entre el fallecimiento y la sepultu- ra, de modo que no sea ni demasiado precipitada ni re. tardada sin razón; porque la precipitación pudiera ser á veces funesta en una enfermedad en que la muerte es pron- ta y con frecuencia precedida de síncopes que pueden pa- recérsele durante mas ó menos tiempo; la tardanza en los entierros pudiera también ser fatal en una epidemia donde nos enseña la esperiencia que, en ciertas eircuns- tancias, cada persona se puede convertir en un receptácu- lo de gérmenes choléricos. Son muy esenciales las fumiga. ciones de los chloruros de cal y de sodium, como desin- fectantes ; también es útil el usarlos como preservativos, 51 aunque su eficacia no sea generalmente reconocida. Mrs. Janichin y Marin d' Arbel pretenden que se han emplea. do en Moscow sin provecho alguno. Sin embargo un quí- mico de distinción ha escrito á Mr. Lábarraque que, ccn los chloruros habia conseguido preservar enteramente una casa, con treinta personas que en ella vivían, á pesar de la frecuencia de sus comunicaciones con las demás partes inficionadas al esterior. También ha comunicado Mr. Lá- barraque á la real academia de medicina en París, que un buque de Burdeaux habiendo hecho uso de esos chlo- ruros, se man uvo cuatro meses en el puerto de Calcutta, donde reinaba el cholera, sin ser acometido, mientras se inficionaron varios otros buques. Los doctores Horn y Wagner recomiendan mucho las fumigaciones nítricas. Cuando se hubo manifestado el cholera en Moscow , se adoptaron las medidas sanitarias las mas rigurosas: Se hizo cercar de un cordón de tropas todo el distrito de esa ciudad: sobre varios puntos se for- marón establecimientos de cuarentena; la población se di- vidió en cuarenta y siete cuarteles, separados entre sí por Cercos y cuerpos de guardia, y sin comunicaciones unos con otros. Cada cuartel se puso bajo un gefe temporario quien correspondía con el gobernador general, y celaba la egecucion de las medidas que habían sido prescriptas. También se estableció un hospital provisional, cuyo ser- vicio, como el del cuartel, estaba desempeñado por un mé- dico inspector, á cuyas órdenes estaban otros médicos y alumnos. Se organizaron con prontitud socorros á domi- cilio; los inspectores formaron un consejo de medicina que 52 celebraba sesiones todos los dias. Los dueños de casas recibieron la orden mas terminante de avisar á la policía á la menor sospecha de enfermedad, puso aparatos para trans- portar los enfermos y estaban listos en todos los cuarteles. Varias ciudades del Norte donde estalló la enfermedad adeptaron cuasi iguales medidas. En los peligros inminentes, la au- toridad debe mandar distribuir gratuitamente á los pobres, chloruros, los remedios mas urgentes , y sobre todo les varios obgetos indicados para restituir el calor al cutis, á fin de que, se pueda hacer uso de ellos sin demora, y aún en la ausencia del físico. Deberá también estimu- lar á las personas que tengan proporciones para que pro- vean sus casas de los remedios necesarios. En fin, es ne- cesario mandar publicar y aún distribuir instrucciones sa- nitarias, fáciles de comprender, que contengan no solo los medios de preservarse de la enfermedad, mas también la indicación esplanatoria del modo de administrar esos pri- meros socorros. Cuando el cholera morbus prin- cipia á cesar sus estragos en un pais, es preciso conti- nuar algún tiempo las medidas sanitarias; de otro modo pudiera ser que volvieran de nuevo. Así, refiere Mr. Mo- reau de Yonen, sucedió en Kiew, donde después de haber- se quitado todas trabas á las comunicaciones á fines de noviembre, apareció de nuevo la enfermedad á los quin- ce dias, atacó á veinte y nueve personas, de Jas que arre- bató diez y seis. La esperiencia ha probado que hay esperanzas de salvarse de la enfermedadad, aún vi- 53 viendo en un sitio inficionado, siempre que se tenga cui- dado de no esponerse á las causas que predisponen á ella, Así, estando un país amenazado, se deberá cesar de vi- vir en partes bajas y húmedas, particularmente si en ellos se halla amontonada la población, y escoger las viviendas en sitios elevados y bien aireados. Es importante que se observe la mayor limpieza en las personas y los vestidos, mudando con la posible frecuencia las ropas y vestidos, lavarse á menudo el cuerpo con agua acidulada, ó chlo- rurada. También son muy útiles los baños domésticos, y se cuidará con el mayor celo la limpieza de los cuartos de dormir, particularmente si son alcobas, ventilarlas fre- cuentemente , cuidar no queden en ellos ropas sucias, ó vestimentas usadas por enfermos. Los lugares comunes de- ben también estar siempre limpios, y algunas rociadas de Chloruro serían muy útiles. No se puede recomendar de- masiado la mas estricta sobriedad: así es necesario abs- tenerse sobre todo de bebidas espirituosas, de vinos áci- dos, de alimentos indigestos, como carne de puerco, fiam- bres y pescados salados, vegetales crudos, frutas de ma- la calidad, &c. Es preferible un alimento ligeramente tó- nico, sin ser estimulante, y comer poco en las noches. Se debe principalmente evitar cuanto puede hacer refluir en los órganos interiores las fuerzas vitales de la perife- feria del cuerpo. Las pasiones de melancolía, y particu- larmente el miedo, predisponen en grado inminente al cholera; lo mismo sucede con las desveladas y los esce* sos de toda especie, de los trabajos de gabinete , y con las pasiones violentas: Se debe pues tener un especial cuidado en evitarlos: la fuerza de espíritu, el ánimo, y 54 la alegría, se pueden contar entre los mejores preserva- tivos; también es muy ventajoso un egercicio moderado, pero observando evitar el cansancio y las largas ca- minatas. Varias observaciones han demos- trado la necesidad de no esponerse á las variaciones re- pentinas de la atmósfera, al frió, á la humedad, sobre to- do están ¡o en transpiración. Es igualmente nociva la es- posicion al Sol, á la lluvia, y demás intemperies del aire. Es preciso abstenerse de todas bebidas frías, sobre todo nevadas; vestirse de un modo bien abrigado, y cubrirse por la noche. Hora y Wagner recomiendan particularmente que se mantenga siempre el calor á los pies y en el empeine. Las fricciones sobre todo el cuerpo con franela ó un cepillo pueden ser muy útiles. Se ha aconsejado también atender con mucho cuidado á las funciones riel hígado y de los intestinos y sobre todo de precaver la constipación: Con este fin los ingleses han pros» ripto los lacsativos, el ruibarbo y el calomel; pero es menester emplearlo con la mayor prudencia; mas vale limiterse á lavativas. En fin también se han probado varios remedios pr > filácticos. Así es que varios médicos han recomendado el uso de los amar- gos y aromáticos, y sobre todo el del agua acidulada con vinagre ó zumo de limón. Mr. Coster, hallando analogías gntre el cholera y algunas fiebres in ermitentes pernicio- sas, particularmente con la calen1 ura algide, de cuyas en- fermedades, según ese autor, constituiría el cholera un so- lo aceeso, ha propuesto como medio preservativo la quina 55 en pequeñas cantidad"5!, tomada por ^s mañanas en ayu- nas. Las comisiones de las i-las de Francia y de Borbon habían ya aconsejado el mismo remedio. Las personas que dedican sus cuidados á los enfermos, principalmente . ° Los que no lo han sid* sino de paso y parcialmente. 3. ° Los que han sido "omple- tamente preservados, ya sea por ciasas aven rales ó for- tuÍL.i.s, ya por efecto de medidas sanitarias. Entre los pumos que importará procurar ilustrar, especia aremos los siguientes: ¿Qué sucede cuan lo uno se ha- lla distente del eotero le acción de la enfermedad, y fue- ra déla esfera do actividad de las causas que la procrean? I Po Irá un individuo, inficionado del chotera morbus, conducido á otras partes, comunicar esa enfermedad á o; ras person is que se hallen en circuns- tancias genera imente saludables? En caso afirmativo ¿cuáles son las circu is'ancias que favorecen esa transmisión? Y en ca- so negativo, ¿cuáles las qie se le oponen ó la retardan? Un individuo sano, pero que ha vivido en medio de poblaciones inficionadas, ¿podrá, por esa sola circunstancia, llevarse consigo, en un viage, los gérmenes de la enfermedad? Cuáles son las condiciones co- nocidas que aumentan ó disminuyen esa facultad de con- taminación? ¿Las personas que no hubieran hecho mas que atravesar los paises inficionados por el cho- lera, y se hubieran librado de él, podrán percibir las ema- na' iones de la enfermedad y así transmitirlas á otros paises? ¿Un individuo atacado del cho- lera, transportado lejos del foco inficionado donde contra- Cl i0 la enfermedad, tendrá mas probabilidades de Curación que si hubiese pciuianecioo en e> sino- doñee percibió el contagio? ¿ Llegar ¡n las reuniones colecti. vas como familias, cuerpo» de tropas, &c, también infi*ro- ñados del cholera, á libertarse mas pronte del azote, ale- jándose del sitio donde han sido atacados? Los varios obgetos que hayan «ido del uso inmediato de chob ricos, como frazadas, ca- mas, &c, ¡levados fuera del sitio contagiado, ¿- onservcn mas, ó, menos tiempo la facultad de transmitir el < hólera á. las personas que tocaran esos efectos, ó que hicieran uso de ellos? Otros obgetos llevados, tocados., guardados por los enfermos, como son alhajas , muebles, libros, papeles, ¿podrán introducir la enfermedad en otras partes que estén ecsenías de todas circunstancias capaces por sí de crear un nuevo foco? Las materias animales , vegeta- les, minerales, las substancias alimenticias y otras, que procedan de los paises donde reine la enfermedad , pero sin haber estado en contacto con los enfermos, ¿podrán propagarla adonde se las lleve? Los animales domesticados , ya de cas*s, ya de corrales, que han vivido en los paises afli- gidos por el cholera, ¿podrán pasándose á otros , llevarse consigo el principio de e-a enfermedad? La solución de la mayor parte de eí-as cuestiones, nos ppresur;nos a decir o, es ardua, y fueran peligrosas todas tenuurvus para aciaua y resol- 62 verlas. Así, en cuanto á ellas, deberán los facultativos con- tentarse con anotar y aprovechar las circunstancias casua. les que, ocurridas durante el curso de la epidemia, ya por efecto de generosos sacrificios, ó de aventurados cálculos, pudieran proporcionarles documentes tanto mas preciosos, cuanto que son mas difíciles de conseguir. Hay otra serie de cuestiones que se podrán resolver mas fácilmente, y cuyos esperimentos para verificarlo no presentan peligro alguno. Se indagará si los grandes con- cursos de gentes han favorecido la estension de la enfer- medad: se ecsaminará cual ha sido el efecto de la epide- mia sobre los varios vecindarios, después de un mercado, de una feria, de una fiesta pública. A qué época ha hecho su apa- ricion el cholera, y cuanto tiempo ha reinado. Si después de haber abandonado del todo un pais, ha vuelto á parecer de nuevo , y que particularidades han acompañado su reaparición. Cual ha sido generalmente el estado de la atmósfera antes de es- tallar el cholera, durante el tigmpo que reinó, y después que cesó. Dar Un resumen de las observaciones baromé. tricas, termométricas é hidrométricas hechas durante esos intervalos. Si se les pudiera agregar observaciones elec irométricas, éstas serían también de la mayor importan- cia. Que direcciones parecía deber ¡seguir el cholera, con relación á las playas del orizonte> al atravesar él pais. Si durante el tiempo que reinó 63 eí cholera, se ha notado que ciertas personas, ciertas cla- ses te ''onstiiuciones, fuesen mas que otras espuestas á sus ataques. Y en este c*so, cuales eran las circunstancias de oficios, conste ucion, secso, edad, régimen, costumbres, proporción, &c, que favorecían ó resistían la invasión del mal. También so ecsaminarán con te- da la atención posible los importantes particulares si- guientes: Si hay un período en la enferme- dad en particular, ó una época en la epidemia en gene- ral, en que >a estension sea mas fácil y mas pronta; y si esa facultad de estension parece haberse establecido en razón directa de la violencia de la enfermedad en general. Si hay alguna razón para deci- dir si la enfermedad ha cundido siempre por via epidé. mica, ó si ha sido propagada por emanaciones proceden- tes de los enfermos, emigraciones de personas, ó transpor- tes de mercancías. Si se ha observado que el cho- lera egerciera alguna influencia sobre las enfermedades intercurrentes que reinaban en el pais, y cual ha sido esa influencia. Cuales son los datos relativa- mente al número de enfermos con respecto á la pobla- ción, y á la proporción de las curas y fallecimientos con respecto á la totalidad de individuos acometidos. Cual ha sido el método curati- vo y mas acertado. Qué modificaciones ecsigía la cu- 64 ración en las diferentes épocas de la epidemia, ó. su im va-don, á su mayor periodo, y á su declinación; como también en aquellos momentes en que la epidemia cho- lenca pre jema, cono se ha observa lo, unos movimientos tan pron o de ecsacerbacten, como de debilitación , sedi- ción ..es para confundir el m is cuidadoso observador. Cual ha sido la diferencie: pri- mero, en e' nVne-o proooreiooil de muertes y curas , y también que diferencias h» habido en la prontitud y es- labilidad délas curas 3 ir re las personas que han recibido los socorros le la teeul ad, y tes pie han sido abandona- das á la sola acción de la naturaleza. Si se ha podido formar una opi- nión fija sobr« los efectos generales d d opio, calomel, sul- faio Je qum ¡ai. siten: ra o de b'smteh, del almizcle, acei- te directo." ■TI Medidas sanitarias para el ais-r iamicnto fueron igualmente adoptadas por la Hungría, Vicna, Berlín, y en todos estos parages la secuestración ha sido una sentencia de muerte : así es que el pueblo so ha pronunciado y con razwn en S. Petersburgo, Pesth, Viena, y loteriin, y una irritación muy grande ecsiste aun en los ánimos de aquellos paises, contra los facultativos que acusan de complicidad con los gobiernos , no tanto para neutralizar los gérmenes del cholera cuanto para des- truir los de libertad, contagio mil veces mas perjudicial á los déspotas que tedas las pesies del mundo. La nulidad de cordones sanita- rios se halla aun estámpala en una caita dirigida á la academia de ciencias , con fecha í:4 de enero de 1S31 por el Sr. Martin Iterbel, en donde ¡-e d ce: <É Ser pro- bado por numerosos hechos, cpie la enfermedad no puede ser imp.rtada ni cmumcada: que el terror inspirado por la invasión imprevista del cholera á Moscow fué csusa de la idea que les vino del contagio, npesar de que los 50 mil operarios que abandonaron la ciudad de miedo, y de los cuales llevaban ya consigo porción de ellos,. los gérmenes de la enlermedad, de ¡a que murieron en las cuarentenas, no la hubiesen propagado: que el núme- ro de enfermos no era mayor en las ceicanías de las hos- pitales que en otros parages cualesquiera, y que pocos enfermaban de aquellos que asistían á las enfermas, que varios individuos se habian acostado con ch «lencos sin per esto haber contraído su enfermedad: que la opinión general en el dia en M-ieceav, es que el cholera no es contagioso, y que la opinión contraria no había sido acre-» ditada solo por relaciones de lejanas provincias, y prin- cipalmente por la de la junta sanitaria del año 1824 re- dactados á 1500 leguas del teatro de la epidemia: que el mismo gobierno esta actualmmte persu idi lo déla false- dad He hechos relatados en esa esoolición, que acaba de quitar las cuarentenas, á pesar de subsistir aun la en- fermedad, y con-ar todavía unos 20 nuevos enfermos ca- da dia, y dejarse de fumigaciones por inútiles en toda la estension de ese imperio. " La esperiencia acaba de demos- trarnos hasta la evidencia no ser infalibles las precau- ciones de cuarentena para el «hólera, pues sabemos que la tripulación de un buque que salió de Culcuta en per- fecta salud cuando reinaba en aquel punto dicha enfer- medad, en su travesía para el Cabo de esperanza y á los dos meses de hallarse en alta mar fué toda ata- cada del mismo mal: no es probable hubiese sido tan considerable el período de in< ubacion Ahora bien, su- pongamos esta enfermedad contajiosa ¿ qué clase de cua- rentena podrá contrarrestar su propagación ? En su dictamen á las autori- dades, veinte facultativos que componen la junta sanita- ria de Edimburgo se espacan del molo siguiente: í{ La junta está del todo persuadida del no contajio del cho- lera, así como de que esta enfermedad puede aparecer de repente y por causas desconocidas, " De las varias comisiones man- dadas por el Instituto de Francia y academia de medi- cina de Paris a los varios paises donde ecsistia el cho- lera, y de la mayor parte de las cuales he visto los di«- 79 támenes, todos son unánimes en asegurar no 3er contagio- so el cholera. La junta de sanidad de Londres en su dictamen al lord del almirantazgo dá por opinión su- ya no ser contagioso el cholera. Y en vista de su comisión la academia real de medicina de París, dirigiéndose al minis- tro del interior, dice, no ser contagioso el cholera. En fin cuatro facultativos man- dados por los departamentos de Nueva-York, dos por el de Albania; uno por el de Ploetesburg, á JVJontreal para ecsaminar el cholera, dicen: {{ Estamos todos de acuerdo y convenimos con los facultativos de Montreal y de Que- bec que no ecsiste tal contagio en la cholera." En un brinco se traslada el cho- lera de Londres á Paris sin dejar rastro alguno en su truirsito..!'!! Ningunas preocupaciones, ningu- ñas miras de interés ó de consideraciones particulares han influido sobre a doc riña que hemos adoptado en la im- portante cuestión de si és, ó nó, contagioso el cholera mor. bus; cuando insertemos en el Censor un artícu o sobre esa materia (1) estibamos demasiado penetrados de las obli- gaciones y responsabilidad de los médicos para pretender guiar las autoridades administrativas en las medidas sani- tarias que se debían adoptar. Declaramos al mismo tiem- (1) Cuyo artículo ha sido el mismo dia tratado de ma. gistral por los ed toses del Censor; pero el imparcial pú- blico dirá con íu¿ Jundamento. 80 po que nos respetamos demasiado para prostituir á la ve- nalidad nuestras opiniones y nuestra pluma : independen. cia, convicción y buena fé deben acompañar todas diseu- siones polémicas de esta clase; esas circunstancias las profesamos, y debemos esperarlas en nuestros contrarios: manifiesten sus opiniones los que no concordaren con no. so.ros respecto al contagio del cholera morbus, y apó- yenlas con pruebas ó autoridades mejor establecidas que las nuestras. Este será el mejor medio para ilustrar la opinión pública. Después de tanta acumulación de pruebas, concluimos repitiendo lo que hemos declarado en ei Censor: el cholera morbus no es contagioso. FIN DE LA PRIMERA PARTE. ÍNDICE DF TOS CAPÍTULOS DE ESTA PíiIMERa PARTE. Páginas. Advertencia al público. . . . . .II. J'cdicatoria . . ... . . , III. Introducción .....,, V. Ür gen y progresos del chólera-morbus . , IX. PARTE PRIMERA. Higiene ........ 1. 3'edioe generales de higiene en las enfermedades . 3. Atenciones generales en las enfermedades epidémicas. 5. SECCIÓN PRIMERA. De las pasiones . . . . . , , 12. De los aumentos. . . . . % , 16, De las bebidas . . . . . . ., 19. Del aire ........ 23. De ¡os baños ....... 26. Comparac'on entre los efectos de las diferentes es. pedes de estimulantes sobre la economía animal ....... 28, Conducta que se debe observar para librarse del ch lera morbus ...... 31. Conducta que se debe observar, cuando se halla al- guno invadido del cholera morbus . . 38, Medios titiles antes de la venida del m'dico. . 39. Estrado de la carta de un m dico de Nueva- York comisionado por las autoridades de esa ciu. dad á la de Montreal para ecsaminar el cholera morbus ...... 43, De los medios preservativos que pertenecen á las autoridades disponer, y á los individuos olservar ....... 46. ¿ Es contagioso el cholera morbus? . , . 66. Pajina. Línea. VII 16 2. 9 5. 7 6. 30 15. 5 >j 14 17. 29 21. 8 22. 13 37. 13 66. 28 67. 1 68. 12 ERRATAS. Dice. patocnomanía aterrarse roceadas almoadas, no, hallaremos, in.errumpida, digestión, inducción, vocadiío , calente , tálente , bajo la. Léase. patognomonia. al erarse. rociadas. almohadas. nos. halláramos. ininterrumpida. ingestión. ilusión. bocadito. latente. latente. bajo la influencia. ^4 *¿&&&>, i¿ DEL CllOI^UA-MOltllIJS DE LA INDIA PARTE SEGUNDA O SEA ENSAY» SOBRE LA PATOLOGÍA y terapéutica DE ESTA ENFERMEDAD. ¡fcufclícaTso jjor ortrn ttt\ CrOfeíerno ítel laíitatio te Qferacruf> POR VERACRITZ, IMPRENTA DE FFUS MENDARTEj 1833. ,©2,®©® tvuando ofrecí al público la primera parte de este tratado (la higiene) la pre- senté con un cierto grado de confianza, pues solo trataba de un asunto cuyos principios se hallan admitidos generalmente. Al presentar hoy á mis honorables colegas esta segunda parte, ecsperimento un sentimiento distinto, que nace ya de las di- ficultades de la materia que he tenido que tratar, ya de la insuficiencia y pequenez de mis talentos. Espero, no obstante, que se- rán puestos en la balanza de la crítica, los motivos que me han guiado y las dificulta- des que he tenido que vencer. Cuatro veces he hecho ya esta ta- rea, pues deseaba consignar en ella todo aquello que nos fuese llegando de mas in- teresante y mas nuevo sobre esta anomalía médica: este tratado fué principiado y con- cluido por prirn-ra vez en 1831. Esta segunda parte no es mas que una compilación de gran cantidad de materiales tanto manuscritos, como tomados IV de las diferentes obra* que han llegado á mis manos, y de los varios periódicos que he podido ecsaminar. No he citado á los autores sino cuando lo he cieido imlis- p nsable. Solo he introducido una ligera fr tccion de mis propias id .as: y cuando lo he hecho, solo ha m<1 > para e*p»e^ar du- das», 6 paia ecaponei principios W miados. 0>3U3h . sin?) algimos momentos de vida. 3. Perio !o ó periodo de reacción. En cierto número do en-r" típos, los s n o ¡i:s espantosos de éste periodo se disminuían sucesivamente; el 'cutis empegaba á re ni.¡ccr.se, la circulación se roponie: el pulso , vue'' > .'. ív-,- ^preciable, adquiría frecuencia y se vo;e. comeo ce 2» este ©tro periodo de la enfermedad al cual hemos llamado periodo de reacción. Muy lejos está de que la transí ion del periodo álgido al período do reacción haya sido siempre regular y bien demarcada. Frecuentemente se han tenido que icombatir, como paso del uuo al otro, una alterna ion reiterada de frío y de calor, sucedíéndose uno á otro iregularmente. Ciertas partes, aquellas que mas se acercan hacia el centro, adquirían calor, mientras que oirás, como los pies, los dedos del pie, las manos, los dedos do estas y la nariz se mantenían fríos. El enfermo sentía en estas partes comezón y como un entorpecimiento, cuando menos incómodo. Ni la duración del período de reacción, ni la del período álgido tienen nada de fijo. Se les ha visto, á veces, terminarse en la muerte ni cabo de algunas horas; otras, se han prolongado hasta tres dias, y entonces el resultado era variable. En fin, se les ha visto, á menudo, dar principio al cholera, sin que el período álgido haya aparecido. Ninguna correlación, ninguna dependencia han podido verificarse entre el periodo álgido y el período de reacción. No solamente el primero no llamaba inevitablemente al segundo, no solo el segundo no debia hacer suponer al primero, pues que se ha viso recíprocamente al uno sin el otro, pero que ni aún ecsistia todavía entre los dos, ninguna relación, sea de duración ó de vehemencia. Muy al contrario, el periodo de reacción se ha mostrado siempre completo, sostenido, regular, en los casos en que el período de concentración habia sido débil y de corta duración. 31 El periodo de reacción ha marchado baj© diversas formas. En ciertos casos, se ha establecido gradualmente; ha sido moderado mas sufi -iente. El pulso, adquiriendo sucesivamente fuerza y conservando regularidad, llegaba á ochenta ó noventa pulsaciones por minuto. Las facciones recuperaban su estado normal, ofre- ciendo, sin embargo, un poco mas de animación, mas sin tener los caracteres de la cara cholérica. Sobrevenía una hume ad suave y su lesivamente una fuerte traspira- ion y sudores abundantes, líquidos y vaporosos. Después de 24 ó 48 horas de este estado, no ha sido raro ver formarse diversas erupciones, algunas veces miliares, junto con sudores copiosos, y con frecuencia entraban. entonces los enfermos en convalecencia. El periodo de reacción era otras veces insuficiente. Marchaba con lentitud, con irregularidad ; aún to- maba* síntomas de atacsia mas ó menos graves. Entón- eos, particularmente, alternaba el frió con el calor. La cianosis apenas se debilitaba. El cutis estaba húmedo, pe-gajoso, fresco y glutinoso. El pulso irregular, apre- tado, vivo, bdtia hasta 120 y 140 veces por minuto. La respiración era frecuente, precipitada. El aliento de los enfermos contenia apenas algua calor; la lengua se po- nía árida, roja, morena, particularmente en la porción longitudinal y mediana; estaba redonda hacia la punta. Se notaba que empezaban á tener los dientes, algo de fu'iginoso, así como las encías y los labios. La orina qued;.ba suprimida. La diarrea aumentaba; las ansias epigástricas tomaban otro carácter que en el periodo ai- 22 gil o; eran agudas y sufridas con mas impaciencia. El empeine, aunque flecsible, estaba encojido, hundido y lacio. La postración de fuerzís aumentaba. El collapsus se establecía de nuevo. El enfermo caia en un estado so- ñoliento dilatado, considerable, y entonces particularmente es que se han observado señales de delirio. En fin, algunas veces, este periodo de reacción ha sido prolongado, violento ecsagerado. Presentalla en- tonces los caracteres de un estado inflamatorio mas ó menos considerable. El pulso se volvía lleno, duro fuer- te y continuo. El cutis, muy caliente, tan pronto estaba cubierto de sudores abundantes, como tan pronto conservaba una aridez estrema, ya parcial, ya general. Reinaba un zumbido considerable en los oídos. La cara tenia una apariencia cholenca y el mirar era animado. Los ojos fu rtemente inyectados se llenaban á veces de lágrimas, ¡a respiración elevada, fuerte y agitada, daba 22, 28 y hasta 36 inspiraciones por minuto. Se declaraba una verdadera cardialgía; un calor considerable de toda la región abdominal; una cefalalgia obtusa, gravativa y casi siempre susorhitaria; peí vigiho, agitación y delirio. Con esta mixtificación de la reacción, es que se han notado congestiones cerebrales, gastio-euteiois y aun verdaderas pneumonías. No ha dejado «¡o. efectuarse el Oicontrar en el misino pariente, Uiraute. la reacción algunas .d«*. las form-is que h m - rec.»iiocidn en este p.iodo. Así. en el m-mo mdivi iu .. la reacción ha sido, yi !é!.i], va v¡ bnt.i, \.--, <■■ o-i;!;.,-, y.i p-remilar. , Ai¡e. pit 1 c . tíi)',. m \a car;.den.- ico» qn acabamos 25 de manifestar, son suficientes pa*a dar a conocer al cholera, creo, no obstante, no deber omitir el describir los síntomas, tales cuales han sido observados en Inglaterra por el Sr. Dr. Kirk, hombre tan discreto como sabio, el cual se ha consagrado al bien de sus compatriotas durante todo el tiempo en que reinó esta epidemia en dicho pais, y cuyos consejos y observaciones han sido de la mayor utilidad. El Dr. Kirk que fué enviado á los diversos puntos en que ecsistía el chólera-morbus en las islas británicas, describe está enfermedad tal como ha ecsistido en aquel pais y suministra un gran número de documentos^ de los cuales ha sido provisto por todos los médicos á quienes ha tenido ocasión de visitar. Tuve ocasión* dice el Dr., de ecsaminar á una cantidad considerable de personas atacadas del cholera, cuando emptzé mi aprendizage en el conocimiento de esta enfermedad, teniendo siempre á la vista una mole viviente de cadáveres, que estaba el dia anterior tan tobusta y sana como yo, y !¡ue entonces se hallaba reducida al grado mas ínfimo de la ecsistencía humana. Con algunas escepciones, todos aquellos desdichados estaban en un estado de collapsus, sin pulso, escepto que se podía descubrir alguna pulsación en la arteria del cuello, poniendo en e'lo grande atención; tenían el cuerpo y aún la boca tan fríos como un márm >l; la respiración helada, la v z silbante, los dedos arrugados, el aspecto amoratado, las un:-!s clórele pl o á todos los ór- g;.,nos. El vix medicatrix natura reasume tO'los sus es fuer os, para restablecer ei equilibrio en todas las fun- ciones. He aquí los signos que se notan al esterior: se sien* '27 ten, al pronto, calambres; los músculos se hallan muy delineados en el cutis; los ojos, descarriados, achicados y sin alma; al caco de algunas horas, el ojo parece dis- minuido como de una cuarta parte, y á veces, aun de la mitad de su volumen; de tal suerte, que se percibe un espacio en're el párpado y el globo del ojo; á medida que la enfermedad adelanta, este síntoma hace también progresos! los ojos toman un color negro, rojizo; el paciente no vé nada, cuando está ya al punto de espirar. El rostro tiene también un aspecto particular, se adel- gaza con mucha prontitud; este síntoma es especial á esta afección. Lo que es aun mas notable es el color amo- ratado de la cara, tan pronunciado á medida que la en- fermedad hace progresos. Las estremidades se enfrian; la lengua está de ordinario blanca, ancha, lisa; la res- piración fria; el hablar dificultoso, bajo, sepulcral; las pa- labras son mas bien sopladas que pronun' iadas; los pa- eientcs se mantienen en una actitud inmóbíl, generalmente acostados sobre la espalda, la cabeza echada hacia atrás, el torso y el pecho algo inclinados hacia adelante; el color se pone mas y mas moreno, pasa á ser morado; este color comienza por las estremidades del cuerpo, avanza gradualmente hasta el torso; la ocservacion nos demuestra cada dia, que la cianosis se vuelve general. Este color varía según las personas; los individuos mo- renos tienen siempre la cianosis mas pura; se ponen ne- gros ó azulados; los sugetos de una complecsion sanguí- nea ó linfática contraen un color que se acerca mas bien á una especie de amarillo. Cuando el pulso empieza á debilitarse, los pacientes 28 caen en un estado de abatimiento, se quedan inmóbiles; el pulso es á veces nulo; los enfermos conservan, no obs> tante, alguna fuerza; aun se ven á algunos levantarse y tirarse de un lugar á otro. Son, probablemente, los tormentos que sufren, los que les hacen salir por un instante de esta pesadez de plomo. Mientras mas con» siderables son los calambres, mas pronto llega la esteniu- cion y mas antes so reviene la cesación del pulso, la cual es inmediatamente seguida de la cianosis. DE LA DIAGNÓSTICA. El carácter del cholera es tal, que no es necesario detenerse en él largo tiempo. Bastarán algunas .breves observaciones. La diarrea aun estercoral y biliosa, en un sitio ya infectado, es un síntoma que merece grande atención. En todas las partes de Europa en que la enfermedad ha penetrado, se ha visto comunmente la diarrea; ordina. ríamente ha sido un preludio del mismo cholera y lo mismo sucede aun en el dia. Cuando la diarrea debe degenerar en esta enfermedad se vuelve mas líquida y menos biliosa. Una observación diversa habia sido hecha en Rusia por los Sres. Russel y Barry: habían visto preceder un flujo de orina á los primeros síntomas específicos. Este pródromo no se ha presentado en ninguna parte, en Fran- cia ni en Inglaterra. Después de la diarrea ó sin que haya aparecido, el primer sm.oma es d dolor epigástrico. ÍNo se ha de 29 perder de vista que es profundo y que es necesario ha- cer una presión perpendicular hasta sentir ligeramente las vértebras, para provocarle cuando no es intenso. Las sensaciones del abdomen que le acompañan merecen una atención particular: según lo atesta el enfermo, los intestinos parecen hallarse dilatados por cierta cantidad de gas y, sin embargo, el vientre no está voluminoso; una sensación vaga y continua de necesidad que el paciente no puede eludir, le tiene incesantemente suspenso. Estas sensaciones analizadas por el mismo enfermo, merecen grande atención, sobre todo cuando el dolor del epigastro ccsiste al mismo tiempo. Los vómitos serosos, las deposiciones de la misma especie son característicos: mientras mas frecuentes y urgentes son estas evacuaciones, mejor declarada queda la enfermedad. Cada vómito, cada curso son precedidos y acompañados de un aumento del dolor epigástrico y seguidos de una postración estrema. Al instante desaparece el pulso, pero al pronto su alteración no se hace notable hasta el momento de la pena que precede á las evacuaciones y que les acompaña; en estos intervalos recupera su energía y sobre todo su vi'u-acion. Al mismo tiempo, tan pronto como las evacuaciones comienzan, el vientre se retrae sobre sí mismo y su per* usion es obtusa. La coloración azul empieza desde el momento en 9¿ue las evacuaciones son algo seguidas; se anunvia ea 30 las e9tremidades y se estiende poco á poco á toda la supern -.ie. A esta época, la ees avacion de las órbitas y la sombra azulosa que demarcan á los párpados son notables. Cuando la coloración azul se esparce, el pulso se vuelve filiforme, imperceptible y la temperatura baja rápidamente. A este mismo pun+o corresponde el enfriamiento de la columna de aire espirada. Fste síntoma no es al pronto ni bien pronunciado, ni uniforme; pero poco á poco se vuelve continuo y evidente. Los calambres se muestran rápidamente, cuando las evacuaciones están bien establecidas: sobrevienen particu- larmente en las piernas y en Jos muslos; pasan luco á los miembros superiores y al tronco. La corrugación del cutis de las manos, el sudor frío, las angustias, son síntomas del periodo mas avanzado. El delirio, el tétano, cuando se muestran, pertenecen también á este último periodo. Los que hayan visto á un cholérico, reconocerán fácilmente á todos los demás, pues todos se parecen dice Mr. Broussais, como si perteneciesen á una misma familia, sobre todo, en el grado mas pronunciado ó cholera fulminante. M ¡s el Sr. Orilla ha notado, así como otros muchos médicos europeos que las personas asficsiadas por el ácilo carbmico presentaban todos los síntomas esteriores del cholera. Ciertos casos de peritonitis han presentado también alguna semejanza con los del cholera. Pero la diagnóstica de dichos casos será fácil, puesto que casi siempre la peritonitis es acompañada de constipación, st Las graves y fulminantes peritonitis producen, coma el cholera, un rápido enfriamiento de las estremidades, la depresión del pulso, la ecscavacion de los ojos, la ecstincion de la voz y una postración de las mas profundas. Este género de reacción de la peritonitis es particularmente muy pronunciada, así como lo ha observado Mr. Dupuytrin, cuando es consecutiva á una hernia reprimida. En último análisis, la diagnóstica de la forma mas grave del chólera-morbus epidémico no ofrece ninguna gran dificultad. Sin embargo, en Francia y en Inglaterra se mandaban á los hospitales de los choléricos, gran número de enfermos afectados de una muy distinta enfermedad. La razón es que estos enfermos no fueron eesaminados con bastante cuidado y que no se veía mas que cholera en todas las enfermedades, aún en los casos en que nada anunciaba una afección de esta clase; y la enfermedad del ilustre Cuvier parece pertenecer á esta categoría. Pasemos, pues ya es tiempo, á la diagnóstica de la forma ligera ó leve del cholera, la cual no es muchas vé es mas que el primero de los periodos que recorre el cholera grave. La naturaleza cholérica de este grado de la enfermedad ha sido negada por algunos médicos. Este hecho demuestra que la diagnóstica de este grada de la epidemia no es tan fácil como la de la forma de que acabamos de tratar. Por lo demás, aquellos que no admiten la ecsistencia de este grado del cholera, piensan que no es otra cosa que una irritación gastro- intestinal ordinaria. No ecsiste, pues, otra dis repancia mas que en cuanto á lo que respecta á la causa que 32 produce la enfermedad; porque admitiendo que el cholera ligero ó leve consista en una irritación gastro-iniesiinal, lo único que se hace probable es que esta irritación se desenvuelva, como la que corresponde al cholera grave, bajo la influencia de la causa epidémica. Es cierto que se hace casi imposible, á menos que solo se considere á la cholerína y a las irritaciones esporádicas del tul.o digestivo bajo la única relación de 'os síntomas, de hallar diferencias fundamentales entre la primera y la? segundas. Esta distinción importa ademas muy poco, pues que el mismo método curativo conviene en ambos casos. PRONÓSTICO. El cholera es una enfermedad de las mas graves, sobre todo por la rapidez de su marcha: en algunas horas puede recorrer sus diversos periodos, y volverse funesta; ha habido ejemplares de seis de cinco de cuatro horas. Sin embargo, debe notarse que se comete ordinariamente el error de no contar sino el tiempo de las evacuaciones: los pródromos y el tiempo de los primeros síntomas han escapado á la atención. Es muy importante el coger este primer periodo: el arte todo lo puede mientras dura; la enfermedad es mucho mas grave cuando las evacuaciones se han declarado. Cuanto mas rápidos hayan sido los pródromos, tanto mas grave es la enfermedad. Evacúa iones abundantes y apresuradas son muy peligros is. Los calambres son demostrativos, pero no siempre 3$ dan la medida del peligro. La postración que sucede á Tas de» posiciones y el vivo dolor que las precede, son signos m,is posi- tivos: cuanto mas pronunciados son, tanto mayor es elpeligro. Es de muy mal agüero que el enfriamiento de los miembros suceda" rápidamente á los síntomas precedentes y que aumenten en corto tiempo. Los síntomas que anunian alguna complicación, anuncian también mayor peligro, aunque traigan indicado. ees mas evidentes. La tranquilidad del paciente que dice no sufrir ya nada, anuncia el mayor riesgo; lo mismo sucede cuando las eva uaciones han cesado y que el enfriamiento del cuerpo, el de la columna de aire espirado, el color azul y las ansias persisten. Se han visto pacientes de todas las edades, desde el niño de pecho hasta octogenarios: se les ha visto á unos y á otros sucumbir ó salvarse: no se pueden descubrir diferenci s entre ellos en cuanto á la gravedad de la enfermedad. Sin embargo, ha parecido que cuando en algunos niños, la saturación de los miasmas no es muy profunda, la reacción se establece con mas rapidez. Es probable que seria casi siempre saludable, si na fuese por la tendencia á las congestiones en efálicas, á las flogósises de las meninges y de la substancia cerebral, que se muestran tan decididas en esta edad y que muchas veces dan lugar á complicaciones de esta especie. Ha parecido imposible de hallar nada de positivo, ni entre las diferencias de secso ni entre las de onsfitucion: se han visto pere! er hombres muy robustos y al mismo tiempo salvarse mugeres delicadas. 34 No hay duda de que una enfermedad anterior, •fina convalecencia mal asegurada son predisposiciones fatales y que pueden añadir mucho á la letalidad de la enfermedad. Hay razones para creer que los que son atacados del cholera en un estado de flogosis antigua de la membrana mucosa de las vias de la alimentación, son mas maltratados: es probable que, á lo menos en Inglaterra, la mayor parte de las complicaciones do esta especie que se observaban, fuesen anteriores al cholera y que solo hayan recibido de él, un crccimien.o accidental. Caracteres Anatómicos. Las observaciones Anatómico-Patológicas h .n sumí- nis'rado a la cien cía, resubados felices; ¿mas deberemos, acuso, creer que hayan echado sólidos fundamen os en los cuales pueda apoyarse la ciencia de la medie.na? ¿está, por ventura, destinada la Anatomía á tan brillantes ha añas? ¿enseña, acaso, de una manera positiva la na- turaleza de las enfermedades osí com > el mod > mas cierto y eficaz do cur trias? ¿no puede volverse una fuente da errores ó conduebnos á resul'ados funes os? E- cierto que en gran número de enfermedades, las ob- servaciones necroscópicas han aclarado mucho 1« s sino. mas; mas, sobre el objeto del chorra, ¿>i . es por v n- tura ejorto que se ha notado una d vergeneía do p i on muy singular en la de los hombres que han interrogóla á la muerte ¡¿obre este objeóo, al parecer, con tanta pre- £5 caución? fada cual ha darlo la suya. La que yo re- feriré, la dejaré á la meditación de mis compañeros. • Mr. Dupuytrin pretende que los fdícul s mucosos del in estin >, conocidos bajo 1 >s nombres de glándulas de Peyer y de Brunner, son el sitio y tal vez la naturaleza del cholera. Mr. Broussais no ha descubierto en sus observacio- nes anatómicas mas que la influencia de la mucosa gastro- in: sanal. Mr. Gravier su discípu'o no podía encontrar otra cosa, para el honor de la doctr na de su maestro. Hay médicos, "dice Mr. Broussais, que pretenden haber "vwto traza de lesión en el sistema nervioso ó en el "encéfalo ó en la médula espinal ó en los nervios gran- J'des simpáticos; la escuela fisiológica protesta contra la ^certeza de estas aserciones." He aquí, sin embargo, lo que ha observado Mr. Hypolite Cloquet en el hos- pital de Wi'oourg en Rusia, á la abertura de un cadáver de un militar de edad de 53 años, muerto al tercer dia do la enfermedad: 24 horas después de la muerte, sus íeiiumen'o-i comunes como encogidos, particularmente en los pies y en las manos eran de un color amarillo claro, cseept> en los dedoá de las manos y de los pies, que ofrecían un tinte de un color azuloso. El facies estaba fruncido y descompuesto, la r.ebri- lema de los nervios fuertemente arrugada, encogida trans- versalmr>nte; pero sobre todo, sus visos estaban llenos de una sangre rutilante y estancada, orno si esta mem- brana se hubiese hallado ea un estado de fue:te flogosis. Es'e fenómeno era general. La médula espinal cs'aba dura en toda ¡tu estension; entre ella y sus tegumentos 36 ge observaba un derramamiento de serosidad clara. Los vasos sanguíneos que sobrenadan en su superficie esta- ban rojos y repletos. Aun habia en algunos puntos equi- móríses en el tegido celular que los rodea. La^ arterias de las bases del cerebro estaban atasca- das de sangre venosa á tal punto, que sobrenadaban libremente en la seíosidad y cogían en su circunvalación á los nervios Pneumo-gástncos. Los ventrículos ceiienian como dos grandes vasos de agua. Los plexos coroídas estaban pálidos y muy ma- cerados; los pu'mones estaban pegados á la pleura; el corazón estaba enteramente vacío y como macerado; el hígado gritaba bajo el escalpelo; la vesícula de Ja hiél estaba vacía. Un pus verdoso, pardusco v amarillento todo á la vez, dilataba el estómago cuya meaibana interna no esta.a inflamada. El intestino grande contenia una enorme cantidad de una substancia pa ectda á gachas, paeda é infecta. He aquí lo que estraigo de la relación hecha por la Pteal lcadémia de Medicina de París al ministro del interior sobre este asunto. Numerosas aberturas de cadáveres se han hecho particularmente en los hospitales. Los observadores que se han dedicado á este género de pesquisas, han señalado lesiones de distinta gravedad. Ayunos de entre ellos, sin embargo, han citado cierto número de hechos, en los cuales no se ha encontrado ninguna traza de lesión apreciable. Era particularmente en los p, uñeros días de la epidemia y cuando losenfer- 37 oaos hablan sido rápidamente arrebatados, ftn tres, clneaj ó seis horas, que no se descubrían sino pocas lesiones asignables. En general, la estension é intensión de las lesiones anatómicas han variado en razón de la duración y de la forma de la enfermedad. Al esterior, los cadáveres de los choléricos se ha* cian, sobre todo, notables, por el color violeta que pre« sentaban, por la manifestación de los músculos que se delineaban fuertemente por entre I03 tegumentos, por ua adelgazamiento considerable del rostro y de las manos, y por una fuerte contracción de los dedos. Las lesiones internas mas constantes tenían su asien- to en la cavidad abdominal y especialmente en los diver- sos puntos de la estension total del tubo digestibo. Las fauces se han visto casi siempre en estado normal. Únicamente ha ofrecido una gran sequedad en algunos de los pacientes que han sucumbido después de haber presentado síntomas de gastritis. El esófago casi siempre sano, ha sido hallado al gunas veces ligeramente rojo, y salpicado de criptas mu« eosas, mas ó menos manifiestas. El estómago, en algunos casos, no ha ofrecido nin- guna alteración sensible; mas, en la mayor parte ha sido el sitio de lesiones diversas. Se le ha encontrado ya di- lafado, ya contraído, conservando ademas, cantidades va- riables de la materia depuesta en los vómitos. Se le ha visto con la mayor frecuencia rojo ya sea por hojas ya en su totalidad y con algún ablandamiento ó sin el. En general y particularmente en los individuos que hubian sucumbido rápidamente, se ha encontrado en los 3S intestinos el líquido blanquizco, turbio, rocoso, tan uní-' versábante descrito. Este líquido era en muchos casos color de hez de vino. Aún á menudo, una capa de una ma- teria cremosa cubría la substancia interna de los intes- tinos. Sin embargo, este hecho de anatomía patológica es importante de noiarse, no solo porque e.s el mas cons- tante, sino también porque solo coi la contracción de la vejiga, no ha sido visto hasta ahora mas que en los cholencos. La mucosa intestinal ha presentado diversas altera- ciones en cuanto á la naturaleza, cuanto á la intensión y en cuanto al sitio. Las mas veces se ha observad© un ella un encarnado mas ó m3nos pronunciado, una in- yección blanca, capiliforme ó diseminada de puntos san- guíneos y algunas veces una verdadera infiltración san- guinolenta. En gran número de casos se notaba como una erupción granulosa mas ó menos abundante y un desarrollo completo de las glándulas de Brunner y de Peyer. Estas alteraciones muy sensibles en las primeras circunvoluciones del intestino delgado, se debilitaban luego, para volver á tomar una intensión creciente á medida que se acercaba uno mas á la estremidad del grande intesúno. Siempre ha sido hallada la vejiga contraida. retirada detras del pubes y vacía ó casi vacía. Esta proposición ad- mite apenas alsunas escepciones. Las mas veces la vejiga contenía también una pequeña cantidad de, materia cre- mosa, blanquizca, análoga á la de los intestinos. Se 39 !e encontraba también en ti bacinete, fn las uréteras* aún se le ha podido esprimir algunas veces del tegido propio de los ríñones. Lo restante de las observaciones de anatomía pato» K>c,ica que merecen anotación, son las siguientes. La inyección de los meninges y de la pulpa cere* bral, sobre todo en los individuos que han presentada síntomas tifoiJos; cantidades variables de serosidad clarai Viscosa, en la cavidad de la aracnoida, en las mallas de la pía-madre y en los ventrículos. El pulmón notable por la poca sargre que contenía por lo liviano y por su blancura: raramente se ha encon- trado después de otras enfermedades el pulmón en tan sano estado. El corazón y los grandes vasos rellenos de una sangre negra, medio cuajada, bastante parecida á una jalea de grosella, mucho mas os- ura que la sangre de les otros cadáveres y conteniendo evidentemente menos serosidad. Una sequedad notable de las membranas serosas en general y mas particularmente de la pleura y del pericardio. Todos ios órganos, ecsceptuando el hígndo y el puhnon, mas ó menos inyectados, amoratados ó negros. La vesícula de la hiél mas voluminosa que de costumb.e, di¡ atada por una Mus or linariamente espesa y oscura. Los nervios de ¡a vi Ja animal y ios de la vida ©rgáni a no herí presentado nada de insólito. Se han e ...minado muchas veces con mu-ho esmero 'os ganglios semi-bir.anos y se han hallado constantemente eesentos de alteración yprcciab'e. 40 En fin, en ciertas casos, cierta invección vascular del tegido huesoso, inyección que hace que los huesos de los choléricos y sus dientes presen'en el curioso fenómeno de una verdadera coloración roja, como si los individuos hubiesen sucumbido á una viva infianiaciop de ios huesos. Medios profilácticos El único método profiláctico racional y verdaderamente eficaz, consistiría, en alejar la causa especial de la epidemia, ( sublatá causa tollitur effectus) ó á lo menos, en poner en obra, medios que neutrali/.asen insensiblemente la acción de esta causa. Mas desgra- ciadamente el agente cholérico se ha bur'ado hasta ahora de todos los esfuerzos que se han hecho para determinarle. ¿Como prevenir los golpes de un enemigo tan profunda- mente oculto? Ni el raciocinio, ni el empirismo pueden proveernos de armas apropiadas, por decirlo asi, á este género de combates. Y sin embargo no son solamente los individuos aislados, sino las masas enteras de vivientes, las ciudades y aún naciones enteras á quienes se trata de salvar de la plaga cholérica. En efecto, las naciones pueden considerarse como un inmenso número de inlividuos, de los cuales los unos desde luego afectados podrían comunicar la enfermedad á o^ros, si, de un modo opuesto á la opinión que profesamos, esta epidemia se transmitiese por vía de contagio talmente dicho. Partidarios por la mayor parte, de la do trina de contagio (y á veces con fundado motivo como en el 41 tiempo de la fieVe amarilla de Barcelona) los gobiernos se imaginan haber adivinado la voz del importante enigma que nos ocupa y haber descubierto una especie de panacea contra toda introducción de epidemia, por la creación del sistema de las cuarentenas y de los cordones sanitarios. Mas ¡ay! aun los mismos gobiernos no son infalibles en materia de medicina profiláctica y los cordones que velan en nuestras fronteras no han i .«pedido la entrada al chólera-morbus. Debe considerarse, ademas, como muy dichoso que e' sistema preventivo ó preservativo de que se trata no haya sido llevado hasta sus últimas consecuencias, puesto que si esto hubiese sucedido , hubiera sido necesario formar un cordón sanitario, primero en contorno de las villas ó lugares infectados, luego al rededor de los barrios primitivamente inficionados, después al rededor de las calles, luego, por fin, aislar, cercar aún á los individuos mismos. Un sistema tan bárbaro, cuando no en sus principios al menos en sus consecuencias 1 ig-cas, es bien digno de los tiempos en que fué por la primera vez inventado! Sea de ello lo que fuere,- sería muy hermoso y recomen- dable de parte de los que gobiernan el que echasen los primeros fundamentos de la dcstru ;cion de unos códigos sanitarios que caen ya de vejez, y cuyas leyes descansan en proposiciones hipotéticas que las bellas investigaciones de Mr. Chervin, han concurrido tan poderosamente en estos últimos tiempos, á zapar hasta sus mas profundos cimien os. Puesto que se halla uno así desarmado contra el poder ó causa esencia! del chólera-morbus, solo nos 6 42' queda el precavernos de las causas accidentales ó aucsiliareg de este. Se han señalado ya con mucha estension en otra parte, todas las causas de esta categoría. Baste el repetir aquí que nunca podrían evitarse con demasiado cuidado los ecs;esos de régimen, los enfriamientos repentinos en seguida de un fuerte calor, la habitación en lugares infectos, embarazados; guárdese uno bien, sobre todo, de considerar las bebidas espirituosas, los vinos generosos tomados en mayor cantidad que de costumbre, las carnes montesinas, las especies, como constituyentes del mejor método preservativo. Los que tienen costum' re de un régimen muy estimulante, no deben ser condenados á renunciar completamente á los alimentos fuertes y suculentos; se les recomienda solamente que no depasen ciertos límites. En general es menester, sin embargo, dar la preferencia á los alimentos ligeros, á las carnes de volatería, á las legumbres y frutas cocidas: no es menester t.tmpoco privarse del uso de frutas crudas, cuando están bien maduras, con tal que no se coma una cantidad ecscesiva: en cuanto á las frutas de mala calidad de quo están llenos nuestros mercados y calles, la policía no podría tomar nunca medidas demasiado severas sobre este particular. Q.ue el interés y el charlatanismo ensal-en cuanto quieran sus cojinillos y sus ceñidores anti-cholérícos; que se preconicen hasta el atolondramiento el al-anfor, el hloruro, los vinagres, el elixir y el alcohol, no quedará por eso menos demostrado que todos estos medios no merecen absolutamente ninguna confianza. Aun el mismo chloruro, este príncipe de los preservativos- 43 no tiene otro resultado incontestable que el de producir irritaciones, poco graves á la verdad, sea de la gar- ganta ó del pecho, cuando se le ha usado sin regla y sin medida: no conviene sino en los casos en que es preciso desinficionar lugares de donde salen emanacionee mas ó menos fétidas, tales como las letrinas, los aposentos ú salones en que se reúne gran número de personas &c. &c. Los paseos ó la estancia en el campo, la tranquilidad de espíritu, ejercicios que distraigan sin que fatiguen, con- curren con un régimen alimenticio bien arreglado, á neutralizar su saña mortífera. Del mejor modo de alimentación durante el chólera-mórbus. Mucho se ha tratado sobre la elección de alimentos. Los médicos han sido consultados individualmente sobre este objeto; hasta los mismos gobiernos han publicado instrucciones, y cada cual revistiéndose de una autoridad médica, ha desterrado de su régimen tal ó tal substancia. Se ha visto desaparecer de las mesas el puerco, como indigesto; el pollo, como sospechoso de cholera; las yer- bas y ensaladas como crudezas mal recibidas por el es- tómago. Ademas, se han notado disidencias en estas diversas prescripciones: unos han recomendado un régimen tónico, el café, el té, algún poco de aguardiente, carnes sólidas y nutritivas; otros, al contrario, han temido irri- tar los órganos digestivos, han prohibido todas estas co- sas y ordenado un régimen refrigerante, una alimenta. cion menor que al ordin-rio. Se asombrará uno poco de estas disensiones si se reflecsiona que los médicos se 44 han precipitado al pronunciarse sobro una enfermedad do la cual, es menester confesarlo, nada sabían. ¿Dónde se halla la causa del cholera? ¿ es por ventura, en el aire, en la tierra, en el agua, en la electricidad nega- tiva ó positiva, en las influencias telurias ó sidéreas? ¿ quién lo sabe ? ¿ cómo obra esta causa ? ¿es acaso, soi.reecscitando los órganos digestivos, es alterando la san. gre, es perviviendo la acción del centro cerebro-espinal ó de los grandes nervios de la vida orgánica? ¿Quién lo sabe aún? Luego en medio de tanta ignorancia, ¿cómo estable. cer reglas, cómo señar principios, sin caer en palpables contradicciones? Si cuando las viruelas no tenían todavía un preservativo, se hu'iese dicho: se evitarán observan- do tal régimen; la persona quo hubiese seguido seme- jante consejo, no hubiera estado mas á cubierto del mal que cualesquiera, otra; y sin duda alguna los dictámenes hubieran variado mucho de facultativo á facultativo, se- gún las opiniones teóricas de cada uno de ellos. 1V0 reina un menor misterio sobre el cholera: do aquí la divergencia en la terapéutica, cuando estalló el mal, en lu6 prescripciones dieíétb as desuñadas á precaverle. La enú nnedad es nueva, formidable en sus efectos, ignorada en sus causas y modos de obrar: se necesita tiempo, es- tudios, diversas investigaciones, los esfuerzos de poblacio. nes numerosas y aplicadas, para que se lleguen á tener no iones fijas y útiles sobre los medios de . precaverla ó de curarla. No nos asombremos, pues, de oír elevarse mil voces diversas sobre un objeto entregado á núes ras discusiones y a nuesuics taicus, y sin temor de comisar 45 tu'ex nuestra ignorad ría sobre este objeto,' veamos lds pocos conocimientos positivos que se han reunido sol re el cholera desde que tomó su origen en las riveras del Ganges. Desterremos toda idea preconcebida, no tratemos de dar tono á la economía, pues nadie sabe si el cholera obra como poder asténico; no procuremos disminuir la acción circulante, pues nadie sabe si la causa cholérica es una causa de estimulación; mas sentemos algunos he- chos, frutos de una esperiencia de quince años, larga sin duda, para la humanidad que ha padecido, mos corta para ia ciencia que jio ha retirado de ella sino muy poca certidumbre. Cualesquiera teoría que se forme sobre el cholera, siempre es cierto que la afección del canal intestinal es uno de los fenómenos principales de esta enfermedad: este es un hecho patológuo que no es menester perder de vista. í n segundo lugar, en el mayor número de casos, el cholera se anuncia por una diarrea que dura mas ó menos tiempo y que es uno de los mas constantes pre- cursores de la invasión. Es una segunda observación que nos lleva hacia las fum iones digestivas. En tc-r er lugar se ha notado que las personas pro* pensas á desarreglos en la digestión, á diarreas y cuyos órganos pertene ientcs al empeine se altera! an fácilmente, eran de preferen ia atacadas del cholera. En cuarto lugar, se ha visto declararse el cholera en p rsonas muy sanes, á consecuencia de un desarreglo de régimen, del uso inmoderado de helados ó de alimen- tos de difícil digestión, mies como frutas no maduras, 46 íe~he cortada; 6 malas bebidas, como vino 6 ccrbeíA picados. En quinto y último lugar, los médicos prusianos han he "ho la observación de que los martes y miércoles pre- sentaban un aumento en el número de pacientes, por causa de los ees tesos á que se libraba el pueblo arte- sano el domingo y el luanes. Cualesquiera que sean los demás elementos que haya que considerar en el cholera, cualesquiera las causas predisponentes que se han de evitar, y sobre todo, cual- quiera que sea la parte que tome en la enfermedad, el prin ipio desconocido que la produce; la consecuencia for- zosa de nuestras observaciones es, no obstante, que los órganos digestiros hacen un papel importante en la pa- tología del cholera y que ecsijen una vigilancia especial. ¿Mas cuales son las conclusiones que sacaremos de las pocas observaciones positivas que la esperiencia nos ha suministrado? ¿qué realas dietéticas sacaremos de ellasí? ¿qué substancias alimenticias deberemos prescribir y cua- les reprobar? En tesis general, diremos: use cada cual todo aquello que hasta ahora ha observado ser bueno y útil para su tes ó mago, para su constitución y análogo á sus costum- bres; mas no se abuse de nada. Lo que es, sobre todo, necesario evitar, son lao in- digestiones y todo lo que pueda provocar la diarrea; y bien se concibe que todos no conseguirán este objeto del mismo modo y que las prevenciones que convengan á Ono, no convendrán á otro. ¿Se aconsejará, acaso, de un modo general, el abste- 47 uerso de café, de licores y de un alimén'o sólido? mas habrá es'órnalo al cual dañará semejante abstinencia y di. gcrirá peor; y se caerá en el inconveniente que se quería evitar. Las organizaciones vigorosas, acostumbradas á trabajos duros y á una fuerte alimentación; no necesitan de que se les prohiba el puerco, las carnes montesinas &c.a pues ellas digerirán estas substancias con tanta facilidad como un hombre de letras fatigado y como una muger delicada digerirían una pe huga de gallina. ¿Se aconsejará, al contrario, el uso de tónicos y de corroborantes? pero algunos estómagos delicados se resen. tiran de este régimen ; los órganos abdominales so irritarán y sobrevendrá la diarrea. No vemos pues que los cono imientos que hemos adquirido hasta ahora sobre el cholera, nos autorizen á recomendar ó prescribir tal ó tal substancia mas bien que o'ra, e scepto aquellos alimentos decididamente malos tales orno frutas no maduras, pescados corrompidos &c: el solo precepto general que nos sea permitido dar, es que cada cual siga el régimen con el cual le ha ido bien antes del cholera; estando a> mismo tiempo mas cuidodoso en no cometer ecscesos, que antes no hubieran producido sino una ligera indisposición, pero que pueden tener entón es las mas graves consecuencias: lo repetimos, evítense las indigestiones; mas para conseguirlo, no es necesario abstenerse de tal ó tal alimento; basta abstenerse de cosas que la misma esperiencia haya hecho reconocer como dañosas á la salud; no hay nadie que no haya hecho remejantes observaciones; así, por ejemplo, no es raí o ver personas en quienes la leche no deja nuiuq 48 de pro lucir una diarrea; que estas se abstengan de ella j y los que la digieren bien, continúen usándola como antes. Nada hay menos susceptible de reglas generales que el régimen alimenticio; á cada paso se presentan las idiosincrasias como ecseep iones. Todo lo que se puede recomendar en tiempo de cholera, es de evitar las indigestiones, y el mejor modo para conseguirlo es de eeguir el mismo régimen que nos ha mantenido hasta entonces en buena salud. No pronun iarémos pues sentencia de interdicción contra el ternero, por ser carne ligera y poco substanciosa; contra el puerco, como carne pesada y refractaría á la digestión; contra las ensaladas y yerbas, como cediendo dificultosamente á la acción del suco digestivo. Dirémo;: absténganse de estas cosas, si se reciben mal, mas síganse tomando, si no incomodan y si el estómago tiene vigor. En una palabra, á las saludes delicadas como á las robustas, á los hombres como á las mugeres, á todas las clases como á tocias las profesiones, debe recomendarse la sobriedad, la observación de sí mtsmo, sobre todo de lo que su misma esperiencia les haga reconocer com© nocivo á la digestión; mas de'e renunríarse á pros ribir en general tal ó tal substancia ú ordenar un régimeu que aumente ó disminuya el tono de la economía. Vívase cono se ha vivido has'a entón .es, si se han digerido bien los alienemos, y abandónese esa vigilan ña inquieta y ciega al mismo tiempo, sobre la elección de los alimentos: vigilancia que mortifica inútilmente al espíritu, pues según el proverbio antiguo: vivere medicó ai vivere tniseré. 49 ¿Débese a~aso comer hasta satisfacer su apetito!? ¿Porqué no? Comer según su apetito es llenar una necesidad de la naturaleza y esto no daña nunca; la na uraleza no es tan pérfida que haya puesto en nosotros una sensación cuya satisfacción castigase luego. Sin embargo, hay personas que comen menos que al ordinario porque han oído de ir que los ecsccsos en la mesa predisponen al cholera; mas obedecer á su apetito ¿es acaso lo mis.no que sobrecargar el estómago? ¿se llamará templado y sobrio solamente al que ayuna? Ademas,, la substracción do una porción de alimento necesario, obra de un modo poco favorable sobre la economía; y luego, la costumbre es una loy tan poderosa que mientras no sea manifiestamente nociva, no so desvía uno de ella sin algún inconveniente. He aquí cuanto puede aconsejar la medicina sobre el rCgimen alimenticio mientras dura el cholera; pues á pesar de la importancia del papel que hacen lo£ órganos digestivos en la enfermedad, está muy lejos de que sean la sola ni aun la principal vía por la cual esta plaga acometa á la econ mía; mas es ya mucho el estar imbuido de falsas observaciones, de falsos pre- ceptos que van siempre acompañados de inconvenientes; ademas de este servicio negativo, las indagaciones sobre el cholera nos enseñan á precavernos contra los desvíos de régimen, á defendernos contra las indigestiones y las diarreas y para conseguir este objeto, no nos indican m. jor medio que el de seguir el régimen que, por. nuestra propia esperiencia hayamos ju íiado eano y buoiao en otros tiempos, sai perder nunca de vista, que, ■ -.- ' 7 50 como lo dice muy bien el proverbio,"carne carne cría y peces agua fría." De la curación del chólera-morbus en e1 periodo de convalecencia. Un convaleciente no está curado; el convaleciente cholenco menos que cualesquiera otro. Es un hecho de observación vulgar que la convalecencia es tanto mas larga y peligrosa cuanto el afecto ha sido mas grave; y aun podría formarse una escala de proporción bastante ecsacta sobre la probabilidad de recobrar ó no la salu i, siguiendo la raz n inversa del peligro que han corrido los pacientes; ademas, en esta clase de afectos, cualesquiera que tenga la desgracia de recaer, no se vuelve á levantar mas; este es otro hecho que la esperiencia n > cesa de confirmar. ¡Cuan lenta y laboriosa no debe ser la progresi- n de la convalecencia en el cholera, de todas las enfermedades, tal vez, la mas terrible! Hay una multitud de he-hos que han probado esra verdad; y un número considerable de choléricos ya avanzados en la vía de la curación, han sido arrojados otra vez á la tumba por su imprudencia; en diversas circunstancias, casi un tercio de los fallecidos diariamente no reconocía otras causas. Las imprudencias han sido el origen de tantas y tan fatales recaídas, que se hace muy importante el aprender á dirigir en este estado, si no se quiere añadir á ic entidad ya tan considerable de víctimas de la epidemia, cu-as á quienes un cuwado y una asistencia mejor 51 entendidos hubieran debido salvar. Seña^mos primero los caracteres que marcan la convalecencia: los medios de dirigirla dimanan naturalmente de ellos Al momento de la convalecencia, ha cesado ya todo peligro urgente; los espantosos síntomas del doble periodo álgido y tifoido, sus formidables consecuencias, se han disipado; el ojo ha vuelto á tomar su estado normal; los vómitos,, los calambres, las dep .siciones han cesado igualmente. Los fenómenos que quedan, no inspiran ningún temor, aunque obligan á redoblar la vigilancia, ile miedo de una recaída. Son un testimonio de que el convaleciente ha estado realmente cholérico: es cierto que no se ha tenido que hacer cuando mas sino á una forma de cholera. El verdadero cholera imprime su sello en el ros-ro délos convalecientes tan profundamente oomo en el de los enfermos. El cholérico convaleciente ofrece aún largo tiempo la ecscavacion profunda de las órbitas y el color amoratado del párpado inferior; su voz continúa teniendo el metal cholérico; quédase débil y sepulcral. La fiso- nomía lleva aun impresos sus pasados padecimientos; la cara está largo tiempo pálida, retraída, ecscavada de anchos surcos; estos individuos son muy susceptibles y delicados; se estremecen á la mas ligera impresión del aire; sus noches son inquietas, su sueño estorbado por frecuentes desvarios. De dia, tienen una inclina ion invencible al sueño; están quebrantados, se creen dichosos on mantenerse en la cama, con no tener ninguna especie de fatiga, sino estarse qnieteci'os: de cuando en cuando, ligeros* cólicos recorren los intestinos y ceden á una esplosion 52 de viento por" la vo~a ó por el ano: en tocando con alguna dureza el vientre de estos convalecientes, se les vé hacer gestos en señal de la incomodidad que de ello resienten; el apetito se halla aún enteramente adormecido. Tal es el primer tiempo de la convalecencia, aquel en que se hallan los choléricos inmediatamente después de la cesación de la enfermedad. Este periodo se prolonga varios dias y se acompaña de las mas graves tormentas, pues es aquel en que la mas ligera agitación vuelve á renovar todos los peligros. La vuelta del apetito es la señal del fortalecimiento de la organización y de los progresos de la salud. Es el segundo- tiempo ó periodo de la convalecencia; con el apetito renacen-las fuerzas que aumentan con prontitud» bajo la influencia del ejercicio mas completo de las funciones digestivas y do la nutrición ; las mejillas recobran su colorido, se borran las proyecciones angulosas de la cara; se llenan las ecscavacioncs; los ojos y la voz, recuperan juntos la espresion ó marca ,dc salud; todo, en fin, vuelve á entrar en el orden. Se pasan ordinariamente varios setenarios y catorce 6 quince días lo menos, en la sucesión de estos dos periodos: durante este intervalo, y sobre todo en el primer tiempo, el convaleciente necesita de los mas asiduos cuidados, de ser o :servado de muy cerca y sugetado á una regla de con lucta muy severa, sopeña de ver renovarse todos esto-; accidentes: íí -Un cuid «dos, estas precauciones dimanan del ca- c 'i profundidad del estrago causado por la en- ít;.':¿j'.Jut-.-Íj <¿on rtvípecto á estoj los sintonías tustmctov, 5S que el or'/inismb ha sido aiacado en sus funrlaméti'tós^ tanto por la postración en que se halla echada la iner- vación, cuanto porque el tubo digestivo y los otros gran- des focos de la vida, el cerebro y el corazón son el teatro de la principal lesión. En consecuencia, se re- quiere fijar toda la atención sobre el estado de las fuer- zas radicales de la organización y sobre el modo de obrar de los órganos principales En el pri n ;r per.do de !a convalecencia, no es suficiente substraer al paciente cholenco de la acción de las variaciones de la aTiaosf.ra, de hacerle evitar el fn > de las noches y de convidarle al reposo del cuerpo y del espíritu. Esto:, preceptos vulgares, mas propios para ser dados que pa¡a ser ,-eguidos, son ¡/.dispensa- ble;s en las personas de que se habla; mas son insufi- cientes, pues que tienden a retenerlas en la languidez y abatimiento en que acaba de echarlas el cholera. Es ademas, urgente de trabajar directamente en reponerlas «le este estado; con cuyas miras, naca puede suplir á la necesidad de las tónicos, administrados y graduados de manera que no se ofenda a la delicadeza de los órga- nos digestivos. Cn la elección que puede hacerse, lo ni.ts acovo y aquello á que se acomoda mejor la irrita- bi idad del tubo O.gesuv >, es lu quina. Se conocen mis diversas preparaciones; li nv.s recomendable es el vino de esta sub-íain ia. Se le administra por cucharadas, empezando con n-ia por la mañana, y aumentándole sucesivamente hasta te s cada dia: al mismo tiempo se induce al enferme á qne ee niauic.:ga tentado tanto como pueda y se ie hace 54 levantar dos ó tres horas hacia el mediodía, desde qtre 9.iá fuerzas se lo permiten. Fricciones en los miembros eon una franela empapada en un cocimiento tónico y escitante, como la tintura de quina, ayudan al efecto de los otros medios; en fin, el alimento, al principio en muy pequeña cantidad, debe ser escogido entre las substancias mas fáciles de digestión y menos irritantes; en cuanto á e*tos dos títulos, el caldo merece la preferencia; se ha- cen tomar dos tazas al dia, primero solo, luego con una eorta cantidad de pan: por el concurso de esta clase do medios, las fuerzas se recobran rápidamente y la conva- lecencia alcanza á su segundo periodo. Al momento en que se declara el apetito, deben seguiíse practicando las prescripciemes antecedentes y ob- servando la misma vigilancia; pero lo que particularmente necesita de mayor cuidado, es el régimen: el apetito de los convalecientes choléricos se eleva rápidamente desde ti grado mas bajo hasta la voracidad. El esceso de ali- mento, al cual son frecuentemente arrastrados, es un nue- vo origen de recaídas que no puede evitarse, si no se retiene en los justos límites á su ecsagerada apetencia: en todo caso es necesario desistir algún tanto del rigor primitivo; el apetito que se declara, indica la facultad que adquiere en adelante el estómago de digerir un ali- mento mas substancioso. Las jaletinas de aves, algunas cucharadas de vino después de cada comida, son desde esie m >mento per- fectamente aplicadas; las carnes ligeras de volatería vie- nen mas tarde y siempre después de algunas .tímalas tentativas para probar la acción digestiva: de lodos mo 55 dos, las comidas serán siempre mas frecuentes que eo. pi.sas, y nunca deberá tomarse la libertad de suplir á bu número, por la cantidad del alimento. Las reglas que acabamos de trazar son todas generales; se aplican á todos los convalecientes. A los médicos toca el de- terminar las variaciones y modificaciones que puedan ec« Bijir los diversos individuos. INTRODUCCIÓN Á LA TERAPÉUTICA. Los médicos que han ido á estudiar y observar esta afección en los lugares que han sido invadidos por ella, han publicado los resultados de sus observaciones clíni- cas; otros, analizando estos diversos resultados, o mpa- íaudolos entre sí, estudiándolos en sus relaciones, han deducido de ellos consecuencias generales, principios de curación mas ó menos aplicables á la generalidad de los casos. Mas creemos que ninguno de ellos ha aclarado en lo mas mínimo la naturaleza íntima de la enfermedad, como lo demuestra la divergencia de las opiniones emi- tidas sobre el punto importante, que debe servir de báois á ía terapéutica. En efecto, mientras los unos consideran al cholera como una gastro-entéritis sobre-aguda, otros no ven ida; mas luego, su influencia sobre todos los demás órganos se declara, y se ven nacer esta multitud de fenómenos simpáticos, que aunque accesorios ó secundarios, no dejan de presentar una gran gravedad. Son calambres sumamente dolorosos en el sistema mus-ular de los miembros superiores é inferiores; espasmos clónicos de este sistema así como de los músculos abdominales -y torácicos, y dolores atroces en los plexos nerviosos de la cavidad abdominal; provenientes los unos y los otros de la sobre-ecscitacion simpática de los sistemas nervioso cerebro-espinal y gangliomario; una sed ardiente causada por la pérdida tan onsiderable de los líquidos ecsbalados; una opresión originada por la estagnación do la sangre del sistema pulmoniaco; sordera, atolondramientos ele cabeza, zumbidos de oídos &c. &c; fenómenos cuya variedad, que se mues'ra sometida á la intensión varial.de del mal, á las influencies del secso, de la edad, de las idiosincrasias de los individuos &c. &c. esplica la de los resultados de las antopsías cadavéricas. A estos s'ntomas símpati os se agrega otra multi'ud de ellos, que dcp'ndiendo directamente de la lesión primitiva y bailan ose esen ialmente ligados á ella, no presentan en los diversos individuos, las variedad- s que se o1 .-servan en lo« fenómenos móri idos que preceden, Así, el calor interno que devora á los enferri os, depende de la concentración de las fuerzas vitales sobre la mucosa gastro-intestinal; la suspensión de la secreción de la oriun, el sonido obtuso del abdomen, reunido á 64 2a acumulación de los líquidos en esta cavidad, e! enfriamiento y el descolorimiento completos y tan característicos del cutis, que dan al paciente un aspee to cadavérico, provienen también de esta concentración. Lo mismo sucede con el color cárdeno de los dedos tanto de los pies como de las manos, color que se observa también algunas veces en toda la estension del cuerpo y que solo puede tener su origen en la languidez. de la circulación sangunea y en la estagnación de la sangre venosa en las capilares cutáneas. A esta debilitación funesta de la circulación sanguínea ó mas bien del órgno central de esta circulación, es á lo que debe atribuirse tamáen el frió glacial de todo el cuerpo y sobre todo de las estremidades; la pequenez, la debilidad, la irregularidad del pulso, cuyos latidos apenas sensi! les, se hallan reducidos á un simple estreme- cimiento; la vacuidad de los ramos arteriales, la postra ion estrema de las fuerzas, las lipotimias, los desfallecimientos, que acarrean tan á menudo la muerte con una pronti. tud esírordinaria. Tal es el orden de manifestación, las mutuas relaciones, la conecsion y enlace que tienen entre sí los síntomas del cholera asiático , deducidos de la naturaleza misma del mal. Apliquemos ahora todos los hechos precedentes al método curativo, y veamos cual es, oegun estos hechos, la marcha mas racional que debe seguirse para asegurar un buen écsito. 65 De la Terapéutica del chólera-mor'bas. Ecsiste en el hombre como en los demás seres Organizados, una fuerza interior que preside á todos los fenómenos de la vida, que lucha incesantemente contra todos los agentes de destrucción, y contra las leyes fisi-as v químicas; que recibe la impresión de los agentes deletéreos, les opone resistenia, desenvuelve, por consigui'mte , los síntomas de las enfermedades, determina su marcha y opera la soluríon de ellas por un mecani-mo impenetrable: todos los médicos admiten esta fuerza, sin que sean del mismo dictamen en cuanto á sus atribuciones. La curación ó el paso del estalo de enfermedad al de salud, es necesaiamente el resultado de un cambio interno sobrevenido en nuestros órganos: este cambio se halla siempre subordinado á la potencia que preside á todos los fenómenos de la vida: esta poten-ia es la naturaleza; no obstante , como una multitud de circuns- tancias pueden poner trabas ó bien favorecer á su acción, el arte concurre á la curación de una manera mas ó menos activa, dando á sus esfuercos una dirección conveniente y apartando los obstáculos que podrían perturbarla. Uno de los principios particulares de la Terapéutica es definido "la manifestación suministrada por la misma enfermedad, de lo que conviene hacer para mejorar el estado del enfermo," es la indicación: las indicaciones ir» deben ser nttná establecidas sobre teorías ni argumentos', abstractos; deben dimanar en cierto modo 9 66 de los fenómenos de la enfermedad; es menester que se presenten de sí mismas al que conoce todas las circunstancias de ella, pues es raramente necesario y muchas veces peligroso el buscar indicaciones: aquel que las busca , vé casi siempre la que el quiere halla'r, y desconoce ordinariamente la que realmente eesiste; solamente al pie del enfermo y á medida que la enfermedad se desenvuelve, es como se pueden conocer "tonsilium in arena sumere." Cuando la naturaleza de la enfermedad no es "bien conocida, los síntomas son los que dirigen principalmente al médico; pero es preciso pe ¡sar como Bayle y decir con él "no se trata aquí de aquella medicina sintomática errónea, que sin reglas y sin luces combate cualesquiera síntomas; pero de aquella medicina sintomática ilustiada, y firme en su marcha, la cual tan pronto pone remedio á síntomas espantosos y tan pronto cura la enfermedad según el conjunto de los síntomas que la aprocsiman mas á tal ó cual afección, hasta que se declara de una manera mas pronunciada." la solo me queda el esponer los métodos terapéu. ticos empleados per los diferentes médicos que han tenido que com'oatir al chólera-morbus en las diferentes partes del mundo en que ha egercido sus estragos. En la pen nsula de la India en 181S el método curativo que se oponía generalmente al cholera descrito por Ainslic, se reducía á los anti-espasmódicos, á los estimulantes empleados igualmente para el interior y esterior; al calomelanos, al opio, al tártaro emético, á la magnesia; se ponían también Yegigatorws en la cabeza 67 y en los p'es", cuando se hallaban indícalos; sinapismos en el abdomen, el ácido nítrico y los haños de arena, cargando la dosis de cada uno de estos medicamentos según las circunstancias. Mr. Scott en las fórmulas siguientes correspondientes con el método de curación adoptado. * El Dr. Gordon .ice, que él administró el á ido ni. trico con el mejor <'csito en algunos casos; "mas no es menester, dice, que este medio se oponga á la teoría que he adoptado y que ha sido seguida c m tan buen é sito:" tal era su método curativo, que era generalmente em- pleado con el mayor acierto en 1818 en Bombay. A casi todos los enfermos administraba primero al declararse la enfermedad, cuando era co,¡forme á la diag- nóstica que él se habia formado, una poción de láudano y de éter sulfúrico, de cada cosa una dracma: si esto era vomitado, lo repetía diez minutos después; cuando el Vómito habia cesado, daba una pildora de calomelanos (*) Sinapismo para el estómago, Polv, sinapi, media libra Ca: sicum t ^ cada cosa una ,jracma Gensiber S Mezclado con vinagre, al cual pueden añadirse dos onzas de aceite de trementina. Mixtura anti-espasmódica para fricciones. Mistura; camphor, una libra Tnct. opii., dos dracma-. Tinct. hyocinmi, dos dracma<¡ mezclado. Se hacen fricciones con dos onza?. Poción estimulante. Jet, Polv. capsicum, una dracma. Aq. monthea peperite, dos dracmas. Aq. 'los onzas, mezHado. Tomar una cucharada, cada media hora. R. R. 68 sespjn la fórmula siguiente: * si esto era vomitado por s-gunda vez, hacia repetir media hora mas tarde la mis- ma desis. Cuando no habia vómito, hacia tomar la po. cion siguienie f: y después que esta poción se vomitaba, ordenaba la pildora siguiente í: y si esto no surtía efecto, se le repetía al cabo de cuarenta minutos. El mismo médico recomendaba las fomentaciones emolientes calien- tes .sobre el abdomen y sobre el estómago: un vegiga- torio preparado con agua hirviendo no ha dejado de pro- ducir casi instantáneamente empollas, cuando se veía obligado á recurrir á este remedio en un momento de crisis. El mismo facultativo dice que en las Indias se empleaba á veces Ja sangría en casos en que halia mu- cho espasmo y por consiguiente fuerte reacción, y que producía un alivio positivo ó instantáneo: mucho se ha dicho en favor de este medio, "continúa el autor," y mu- cho en contra. El Dr. Powell de Iiombay dice que ha hecho á menudo, con buen écsito, la aplicación de un vegigato- rio preparado con el ácido nítrico. 'Vuando nina mucha plétora, dice el Dr. Paisley, ri. Calomel. doce granos. Guin Camphor, tres granos. (-uní opii, i.n g'ano 01. mtnthae, once golas. T -11 Tinct opii, ) , Kiher Su'phuri, \ d°3 draC' de cada una- V'n [picac, media orna. A; do.= unzas. Una cucharada cada veinte minutos, hasta que el ecspasmose haya terminado. T •*■*" Calomelanos, doce granos. E ;;ncte aa;>, cuatro granos. (¿mu cauíphor, tres ¿raaos, Mezclado. 69 cuando el nulso se sostiene, es necesario promover eva« cuaciones por ambas vías, con dos ó tres granos de *ár-« taro <'mítico;" y al momento observa: que en los suge- tos linfáticos, cuando el pulso cae de repente y amenaza un próesimo peligro; es necesario seguir el mismo método, mas con la mayor precaución; se hace uso de un emético y de un purgante suaves y unidos al vino y al espíritu do alhucema; el láudano debe estar á la mano para ganar tiempo si fuere necesario: aunque es un es- pediente peligroso el suspender las evacuaciones cuando en ellas aparece la bilis, no obstante, de dos males es preciso escoger el menor; pues el enfermo perece si hay cesación de evacuaciones, y si el espasmo y el dolor cesan: nada hay mas cierto que ésto, la naturaleza en- tonces se halla, por decirlo así, aturdida del golpe, y los ctfuo'.zos que hace por a'iviarse por medio del vomito, son particulares: se consumí rápidamente rí no es in- mediatamente, asistida por el arte de una manera eficaz; es menester entonces recurrir á medios mas enérgicos que el vino, el láudano y la alhucema; entonces los baños, calientes, lo* cordiales mas estimulantes, como el pu "che &c, fricciones con franelas calientes, así cerno tam'uc-n el opio y el calomelanos; todos estos medios deben ser inmediatamente puestos en uso. De;be hacerse p >r producir una determinación en la superficie cutánea, para hacer que se vuelva á establecer el equilibrio de la circulación y de la ecscitahilidad y con ellos una trans- p ¡ación natural (no de aqiie.1 fluido viscoso espelido fuera de ios poros por el espasmo y el dolor, sino una trans- piiuu.o.i. caaenio y auavo y ai poaiuío fuere, secreciones 70 biliosas.) El calomelanos no deb<í ser nunca omitid», pues llena tres objetos: primero, el do disminuir ia irri- tabilidad gástrica; segundo el de ccscitat la acción del hígado; tercero, el de corregir la constipación causada por el opio; do muera qu--? tai proito cmn » el espasmo ha cesado, mvhcammto* lacsa otes puedan lavar todas las secreciones mórbidas que deban ec- si tir tarde ó temprano, si se pu 'de producir una rene» cien ó que la cura se efectúe. Cuando no se puedan administrar medicinas al interior, debe ha-erse. uso del láudano en las lavativas: "he empleado, dice el mismo Dr., la sangría en tres casos des aperados, que tuvieron el mejor écsito insíantám amenté: s y de opmion. continúa, que puede ser con frecuencia un au siliar ees elente para aliviar la cabeza y otros órganos inferiores - u.mdo la sangre se carga en ellos con violencia au:t antes ele la reacción anterior , y hasta para moderar la violencia de la misma reacción". En 1824 Mr. Mongomerig, médico encargado del servicio de la ciudad y distrito de Chanda ea la India, escribe al redactor del diario de medicina de Edimburgo: "en la invasión, dice, se da una pildora compuesta de dos granos de opio y diez de calomelanos y tres de polvos de pimienta de India, y una poción compuesta de dos onzas de aguardiente, cincuenta grarios tin ura. de opio y diez granos de aceite de pimienta, tomada en una sola vez: se repite es*a poción cada media hora y la pildora cada cuarto de hora cuando los vómicos y las deoosiciones continúan. La sanaría fué raramente empleada; se acudió á ios baños calientes, á 71 los vegigatorios en el epigastro y á las ñicnoaes con tafia caliente ; ese régimen curativo tuvo tal écsito, continúa el médico, que sobre sesenta y tres pacientes que á él fueron sometidos, sanaron cincuenta y que en las aldeas circunvecinas, en que eger da esta afección los mayores estragos, solo se perdía uno sobre quince." Mr. Henderson comunica en el diario de medicina y cirugía de Edimburgo el método que empleó en la India para curar el- chólera-morbus. Después de haber espuesto como un hecho para él ya demostrado, que en los individuos atacados del cho- lera- móibus, el duodeno y el yeyuno se hallan en con tacto con una materia venenosa, sea que haya sido intro- ducida en el estómago, ó lo que le parece mucho mas probable, sea que provenga de la alteración ele las secre- ciones hepáticas, pancreáticas y esplémcas, ¡VIr. II< n ler- son pasa sucesivam nte en revista, iodos los métodos te- rapéuticos adoptados con mi or ó menor écsito en las Indias orientales, en la curación de esta terrible enfer- medad. Los mas felices re-ultados se han obtenido hasta ahora coa el uso del calomelanos, sobre todo entre los naturales del país; mas se tacha á este medicamento el tener una acción muy incierta, particularmente en los europeos; el no obrar sino muy lentamente en una en- fermedad cuyos estragos son estraordinariamente rápidos, y por último, el causar mucha irritación y espasmo en el estómago. Los narcóticos vienen en segunda línea, mas tienen el grave inconveniente de entorpecer la acción tic canal intestinal. Las sangrías han sido de alguna utilidad entre los europeos, mus solamente agregando á 72 su uso el del calomelanos. La mezcla de los estimulan- tes con I03 narcóticos parece poco racional al autor, qiien atribuye los efectos tai ventajosos que ha producido su administración, á que el uno de estos medicamentos se daba en mas alta dosis que el otro. El aceite de Ricín es el remedio que le ha parecido mas eficaz en la curación del chílera-morbus en los naturales del pais: para administrarle hace preliminarmon o colocar r.l paciento bo arriba, la cabeza baja, y co ¡lianza dándo'e una on-a y media de este aceite que con i nú a dándole en una dosis ele una onza cada vein e minuios, hasta que se hayan obtenido evacuaciones abundan'es y fáciles. Mira como muy esen :ial el hacer conservar al enferme esta postura y de im ¡edirle que haga el menor movimiento hasta que el purgante haya producido su efe do. Si por casualidad y como le sucedió solamente dos veces en todo el curso de su práctica , el vómito persistía apesar de todas estas precauciones, convendría administrar algunas gotas de láudano. Los indios tienen en esía enfermedad el canal intestinal tan entorpecido, que se necesita á veces media libra y aún mas de aceite de Ricin, para provocar evacuaciones. Ademas Mr. Henderson ase- gura no haber nunca perdido á ningano do los enfermos á quienes ha sido administrado el purgante en el tiempo conveniente &c. ¿ic. Se lee en el Monitor de 30 do marzo del año pvóe- simo pasado, publicado en Paris, la nota siguiente:—- Los diversos métodos curalivos que, hasta ahora se han empleado, no parecen haber obtenido mejor écsito unos que otros. Todos los médicos del Hótel-Dieu se avie- 73 n^n en recomendar las fricciones secas y aromáticas; dajj al interior tisanas ligeramente ecscit-e curas en los últimos. líe aquí la fórmula que fué emp'eada en estas diversas circenstancias*: debiendo ser tomada en cuat-o ve es y de tres en tres ó de cuatro en cuatro horas. Se añadía algunas veces á ello con ventaja jarabe de adormideras. Mr. Delpéche que ha hecho un viaje á Londres para observar esta enfermedad, di e: "que las opiatas y los baños calientes son á mnudo suficientes para d« tener completamente los progresos de la enfermedad. Cuando han omenzado las evacuaciones, debe emplearse la sangría, que á veces ha surtido muy buen efecto: cuando el collapsus es muy pronunciado, debe desde luego recurrirse á los estimulantes internos y estemos, á fin de que pueda practicarse la sangría." Se lee lo que sigue en un diario de Londres: "muchos medios terapéuticos han sido opuestos á esta __ .... __ *<■■<] nifrosi, una dracma, Mivtur • a - c'or, ocho onzas. Tiact opii, uace gotas. m enfemedad, tan pronta en su invasión, tan funesta en sus resultados. Los que parecen haber tenido buenos efectos ahora dos meses, pero que no hé visto aun tener buen écsito sino cuando los síntomas de la enfer- menad eran poco intensos, son las emisiones sangíneas, las bebidas calientes, las fricciones en toda la superfici© del cuerpo y ?obre todo de los miembros, con una franela empapada en vinagre alcanforado, la aplicación en el vientre de cataplasmas narcétic s y aromáticas; y enfin, al interior, la admims'racion de los diversos agentes terapéuticos, mas abajo enunciados. (Siguen una multitud de fórmulas que seria muy largo relatar.) La enfermedad en su principio es casi Siempre curable y nunca ha sido dudoso el buen écsito del siguiente método, dice Mr. Bally médico del Hótci- Dieu de Paris. Si se observan pues uno ó varios de estos síntomas, es menester al momento proceder del modo siguiente. "1. ° Conservarse constantemente en la cama lo meno» cuatro dias, después de haber añadido una ó dos cubiertas á las que antes se tenian: 2. ° Aplicar al momento ■al epigastro veinte ó cuarenta sanguijuelas, según el grado de fuerza: 3. ° Mantener siempre calientes cata- plasmas emolientes sobre el vientre: 4. ° Hae er be'-er en abundan ia una muy ligera infusión de tilo ó de malvas, de manzanilla ó de torongil caliente: 5. ° obser- Var rigurosamente una dieta absoluta." "Si con el uso de estos medios sobreviene un sudor cah'ente y copioso, y si dura varios dias, estann ya |>recubidos los periodos peligrosos de ia enfermedad, co» 81 tal que hayan sido empleados desde la primera inm'spo. sicion. No se ha de perder de vista que en el curso do una epidemia todas las indisposiciones se hallan sometidas á a influencia que las produce, y pueden degenerar en ün estado grave. Me parece que un tan feliz resultado sería obtenido por las personas que gozan aún de buena salud, si se sometiesen á este régimen profiláctico, cuando reina una epidemia. El uso de semejantes medios no podría ade- mas ser nocivo, aun cuando se aplicasen inútilmente. Puedo responder de que con un mátodo tan simple, de tan fácil egecucion, se puede, adoptándolo sin hesitación, neutralizar la plaga que asóla á la capital y echa el es- panto en los departamentos. Esta aserción positiva es fruto de una esperiencia y de un buen écsito, que no han sido desmentidos en la ciudad por ningún hecho. Mr. Alfonso Dumatray escribe al redactor del Na- ©ional: "En el curso de diez y ocho años durante los cuales he habitado diversas regiones de las dos indias y de la Nueva-Holanda, me he hallado en Filipinas y en Bengala, mientras hacía allí sus estragos el chólera-morbus. En Manila en 1820, todos los miembros de mi familia y yo mismo fuimos atacados de esta enfermedad, y de- bimos nuestra curación al Dr. Godeft'roy. El remedio que empleó, fué una poción compuesta de éter, de láu- dano y de agua flor de naranja. Durante cuatro años que permanecí después en Ben- erala en mi- hacienda, ocupando diariamente de cinco á seis cientos trabajadores indios, tuve que asistir como á doscientos casos de cholera; les curé a todos con la po- 11 82 cion arriba mencionarla. Después de haberla suavizarlo con un poco de azúcar, la hacía pasar á un vehículo como del peso de dos onzas, compuesto de agua y de íigua de aroz, de cada cosa igual cantidad. Ponía pe- gón la intención de la enfermedad, láudano de Syderdr'n desde treinta hasta noventa gotas; de éter desde quince hasta cuarenta y cinco gotas; de agua flor de naranja, una cucharada de tomar sopa: hacía tomar el todo de una sela vez, y hacía que se repitiese si los vómitos y deposiciones persistian. Anadia á este método, fuertes fricciones con alcohol; en fin, procuraba, por todos los melios posibles, hactr V lver el calor a! esterior. Lo repite, sobre do-cientos casos poco mis ó monos de cholera, no ha sucumbido una sola persona." El ec.¡tracto siguiente es sacado de una carta de Yi na con .fecha 9 de agosto do 1331.—Los judíos de Weizniz se han curado de una manera muv discreta, si se juzga á lo menos por los resultados: sobre doscientos cuarenta que fueron atacados, no murió ni uno, y yo he sido tes- tigo ocular do la eficacia de este método curativo, pues que salvé, adoptándole, á tres de mis criados que fueron atacados. Tómese un cuartillo de espíritu de vino rectificado; medio cuartillo de buen vinagre de vino; añádase una onza de alcanfor en poWo, una onza de flor de mostaza, un cuarto de onza de pimienta y una cucharadita de ajo mach xado, y en fin, una onza de cantárida en polvo: mátase todo en una botella espuesta durante las de>ee botas al sol, teniendo cuidado de menearla a menudo. 83 En cuanto una persona es ataead.i, que se meta ia* mediatamente en lu cama, que se cubra bien, y que so le froten los pies y las manos con esta mezcla, después de haberla hecho caíenur; quo durante esta operación, tomo el enfermo una muy fuerte bebida, compuesta de> man .anilla y de menta; el enfermo debe mantenerse en, este estado dos ó tres horas; las cubiertas de la cama deben ser retiradas gradualmente; el paciente se duermo y en el curso de seis á ocho horas de sueño, sobreviene una >r in-piracion, que le deja al despertarse sin dolor alguno, mas sumamente débil. El grande objeto que debe obte- nerse en esta enfermedad, es una transpiración natura!, y el equíli rio en la e ircu'acion. El Sr. Dr. River comisionado para el distrito de Bochnia, es el que dá estos documentos y concluye di- ciendo, que su propia espenencia y aun he< hos repetidos no hacen sino satisfacerle mas y mas sobre la eficacia de este remedio." El Sr. Dr. llanque médico en gefe del Hotél-Dieu de Orleans, dá un nu vo méteido al cual llama Antineu- ropátieo' según este método, se empieza administrando un baño caliente al enfermo á fin de que se ponga el cutis mas susceptible de recibir la impresión de los lmi- mientos y de los emplastos que á él deben ap'icarse. Salido del baño, se cubrirá el abdomen con un emplasto compuesto de las substancias siguiente-:* hágase derretir el todo para combinar bien todos los ingredientes: es* ■ n- AV. Diachilon, dos onzas. E-ern-t cicuta, dis onzas. Tticriac, media mu. Ci \ '■- >r, un círnno. íTlor sulphur, medio grano. 84 dase sobre un pedazo de gamuza que cubra toda la superficie del abdomen; antes de aplicarla, polvoréese con el polvo siguiente;f cúbrase la espina vertebral désele la undécima dorsal hasta el sacro; háganse fricciones en la parte de adentro de los musios, y sobre los miembros adoloridos con el linimiento siguiente J. He aquí ahora el método mas generalmente empleado en Pa- rís; será el único, aun esceptu¡¡ndo el modo fisiotógico, que espondrc en seguida, y en que terminará este ca- pítulo. Al momento en que sobreviene la diarrea, la cual se trata de combatir, se calienta al enfermo por medio del agua de arroz de escordio y de opio: cuando la asfirsia y la cianosis se pronuncian, se hace uso de baños ca- lientes, de fricciones secas con substancias aromáticas y estimulantes, de ladrillos calientes, de franela; se esti- mula continuamente el cutis para hacer volver la circula- cion; con el mismo objeto, se administran al interior be- bidas calientes de borraja, de manzanilla; aun se dá aguar. diente, ponche, acétate de amoniaco, éter, y si el pa- ciente tiene náuseas, se agrega el opio. Cuando sobreviene la reacción con un movimiento febril, se sangra, sea eon laiveta ó con sanguijuelas; muchos han hecho también uso del calomelanos unido al emético y al opio. He aquí el método curativo propuesto por Mr- An- •*----------------------------—---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- " ' -■.....i ——■ T "• Camphora pulv., un grano. Tart, antimon, un grano. Flor Sulphur, grano y medio. f tv- Aq. Distil. Cerasi, dos dracmas. Efher sulohrr. "na dracma. Extract. JJeuadonce, un escrúpulo. 85 dral. Podrán emplearse las emisiones sanguíneas en los individuos jóvenes y vigorsos; mas se deberá abstener de ellas, cuando haya desmayos y convulsiones: las san- grías aumentan constantemente los movimientos convul. sivos, á menos que estos no sean el síntoma de una me- ningitis; se podran dar fricciones en todo el cutis con una frmela seca ó empapada en un cocimiento de plantas aromáticas; se pasarán sinapi-mos por los miembros. Al interior, el opio bajo todas fo> mas, por la boca y . n la- vativas; al mismo tiempo, bebidas emolientes á una tem- peratura poco elevada. Curación terapéutica del cholera , empleada por los médi- cos de la Escuela Ecléctica de Paris. De todas las tentativas terapéuticas que se han he- cho durante la epidemia, en la ciudad y en los hospita- les, resulta como verdad dominante, que para la curación del cholera no ecsiste específico ni método esclusivo de curación. Resulta también de ellas, que la naturaleza de las cons'ituciones individuales, el modo de invasión de la en- fermedad, sus diferentes formas y la intensión de los sín- tomas que caracterizan á cada periodo, ecsijen para la curación modificaciones importantes, las cuales vamo« á señalar perteneciendo únicamente, al observador instruido el hacer útiles aplicaciones de ellas. Es particularmente de la oportunidad de los diversos moflios empleados, que se han sacado numerosos elemen- tos de buen suceso; y esta oportunidad no ha podido de« S(5 dueirse sino de un jus*o aprecio do les fnémenog mór- bidos y de las indicaciones que de ellos han debido emanar. La simple influencia epidémica qu-; se ha resentido, os una indisposición mas bien que una * nfermedad. bo- lamente ha requerido cuidados higiénicos generales. No ha impedido el vacar á sus ocupaciones. Ha sido pre- ciso evitar el frío y la humedad de las no hes y de las madrugadas. Se ha comido menos que ;;1 ordinario y so- ha usado mucha severidad en la elee ion de los alimón. tt s. Se ha tomado todas las mañanas ya una infusmn teiforme ligeramente aromática ó amargt, ya un coci- miento muciligin >so refrigerante y se ha cortado de este modo la epidemia sin otro ioforturoo. En los mas de los casos, se hi visto declararse el cholera en su primer grado de infusión tal como lo he- mos señalado mas arriba y que se ha designado bajo el nombre de cholcrina. Contra esta fase de la enfermedad es que los aucsilios del arte han sido eficaces, porque eran invocados á tiempo. Sea que el cholera haya sido anunciado por la ce- falalgia ó por los calambres, lo que no ha sucedido si-O muy raramente; sea que haya empezado por las ansias epigástricas y el vómito, lo cual ha sido mas frecuente; sea en fin que se haya declarado por los cólico* y por la diarrea, lo que se ha visto con mas regularidad, en todos estos casos, al mismo tiempo que se ha tomado en primera consideración la naturaleza de la enfermedpd, ha sido preciso atender también á la vez á la constita cion de los individuos. 87 En las personas jóvenes, robustas, de lina eenstitu-' GÍon pictórica, propensas ademas á flegmasías, las cmi. siones sanguíneas por la lanceta y por las sanguijuelas han tenido inmensas ventajas. El descanso en la cama, bebidas calmantes mucila- ginosas, vegetales mas bien que animales, frías mas bien que calientes, tales como el agua engomada, el agua ga- seosa, el hielo puro ó especies de s >rbetes de agua simp'emen e azucarada, han sido muy saluda! les. En general resultaban ventajas de dar las hedidas en muy pe. quena cantidad. Si bajo la influencia de estas condiciones patológicas, el cuerpo tendía á enfriarse, se recurría á los baños tibios de corta duración, y dados con 'as precauciones necesarias. Se ha visto á veces aumentarse la diarrea por los baños demasiado calientes, demasiado prolonga- dos ó demasiado multiplicados. Fricciones de todas clases, un aumento de calórico al rededor del cuerpo de los enfermos por varios medies, infnsioees teiformes, ligeramente aromáticas, han hecho cesar la tendencia ya marcada en es e periodo á una viciosa concentración y aun al enfriamiento: si á con- secuencia de esta concentración el puho venia á debili- tarse, si la diarrea aumentaba, su aplicaban entóneos ca- taplasmas, en cuya composición entraba la mostaza. Cuando los enfermos afectados no presentaban ni en su organización ni en el conjun'o de los fenómenos, los indicios del estado inflamatorio, ni las señales dej pre 1« minio nervioso; cuando eian de un temperamento knfatico mucoso; cuando la lengua estaba blanda, espesa 88 húmeda, cubierta de una capa amarillosa, entónecg se ha administrado el ipecacuana: y por este medie) se han visco con frecuencia los vómitos líquidos, blanquizcos, coposos, cambiarse en vómitos bilioso-; la diarrea tomar el mismo carácter ó aun cesar enteram mte; establecerle las transpiraciones; reanimarse las fuerzas, y entrar el enfermo en convalecencia. Con demasiada frecuencia se ha visto pronunciarse el periodo álgido, sea que haya sido precedido por este primer grado del cholera, sirviéndole de pródromos una serie mas ó menos abundantes de síntomas de éste; ^ea que haya aparecido súbitamente y sin signos precursores En uno y otro caso ha sido preciso recalentar por. todos ios medios posibles el cuerpo del paciente. Baños de vapor conducidos á la cama, ladrillos calientes, saqui- tos llenos de arena ó de salvado caliente, botellas do piedra arenisca llenas de agua hirviendo, alcanzan bas- tante bien este objeto. Mas separado se hubieran limitado en estos casos á elevar la temperatura del paciente; semejantes cuidados hubieran sido insuficientes,- no se hacia mas que recalen- tar un cadáver, si no se conseguía al mismo tiempo rea. nimar las fuerzas vitales. En este periodo se ha dado el hielo con muy buen écsito. Muchos mérlicos han temido en este estado de cosas, los ecscitantes espirituosos, los tónicos difusibles, y han dado entonces el café ligero y el té. Algunos sin em- bargo están satisfechos del uso del ponche helado, de los vinos generosos, del 31 álaga particularmente. Pociones 89 cordiales en poco volumen y en las cuales entraban ea dosis variadas el éter, el acétate de amoniaco y el amo- niaco en líquido, llenaban la misma indicación. Bien se entiende, sin duda y se ha esperimentadej varias veces que en los casos en que las fuerzas vitales casi ecstinguidas necesitan ser reanimadas, estos diversos ecscitantes dados instantáneamente han sido útiles: ea todos casos varios de los síntomas observados durante la enfermedad y sobre todo les lesiones anatómicas recono- cidas después de la muerte, deben inducir á no emplear estos medios sino con una suma reserva. Las ecscitaciones violentas del cutis en todo el cuer- po y sobre todo en las estension de la médula espinal por medio de vegigatorios, de sinapismos, de linimientos ■amoniacos, de agua hirviendo y de un martillo ardiente han tenido algunos buenos resultados. Es menester notar aquí con particularidad la ecsci- tacion y aun la cauterización de la columna vertebral por los medios siguientes: una faja de moleton de lana de ¡o largo de la columna vertebral y como de seis pul- gadas de ancho se empapa en una mezcla compuesta de esencia de trementina ocho partes y amoniaco líquido Una parte; se le tiende en toda la estension de la columna y se le vuelve á cubrir de otra faja doble de lienzo, humedecida en agua caliente y bien esprimida; se va pa- sando luego por encima de este lienzo, apoyando mode- radamente una plancha con un calor suficiente para ha- cer evaporar los fluidos de que se hallan impregnados los lienzos, hasta que la evaporación los haya casi secado. Se suspende entonces esta operación que ae reitera de 12 90 llora en hora, hasta que la mejora del estado del enfermo permita ó bien de cesarla ó bien dilatar su aplicación. Por otra operación se producen también violentas ru- befacciones y aun cauterizaciones vivas de estas partes, por medio de una faja de franela empapada en una mez- cla en partes iguales, de esencia de trementina y de amo- niaco y aplicada en toda la estension de la médula es- pinal. Se pasa luego sobre esta faja una plancha que determina una rubefacción mas ó menos viva del cutis. Aun entonces se han empleado con freeuencia los baños calientes á la temperatura de 23 á 30 y haota 32 grados y las cataplasmas hirviendo. Algunos módicos han recurrido á las emisiones san- guíneas, sean generales, sean locales aun en lo mas fuer- te del periodo álgido: y cuando la sangre ha podido te- ner ya una salida sea por la abertura de la lanceta, sea por la picada de las sanguijuelas, se ha visto algunas veces reanimarse los movimientos en la circunferencia, establecerse la transpiración y marchar progresivamente la enfermedad hacia la convalecencia. En algunas circunstancias, se ha podido facilitar y provocar la efusión de sangre después de una sangría metiendo el brazo ó la pierna en agua caliente, dirigien- do á la totalidad del miembro una chorrera de vapores, ó aun aplicando cataplasmas conteniendo mostaza por en- cima y por debajo de la sangría. Se ha administrado también la ipecacuana en alta dosis, durante este periodo álgido ó de concentraiem. En algunos individuos se ha visto con la ipecacuana lo que se ha ob-seryado con la sangría; es decir, que la 91 naturaleza quedaba inerte bajo la acción de esta medica* cion. No habia ni náuseas ni vómitos. Mas cuando los vómitos sobrevenían, cuando eran multiplicados, eon corto intervalo de uno á otro y vio- lentos, el cutis se calentaba, el semblante se animaba, el sudor se establecía, la diarrea cesaba y el paciente pasaba frecuentemente de la situación mas alarmante á un estado favorable. Si la reacción era moderada y suficiente, si sobre- venían sudores abundantes, si los síntomas choléricos se minoraban sucesivamente, era menester mantenerse espec- tador satisfecho de este estado de cosas. Muy raramente sobre todo en la primera quiroena de la epidemia, se ha observado una marcha tan satis- factoria. Casi siempre era entonces ia reacción lenta y débil ó ecscesiva y anómala. Bajo una y otra de estas dos modificaciones del periodo de reacción, han aparecido por lo regular los síntomas tifoídos. Cuando la reacción ha sido insuficiente y mal ase. gurada, se tenía aún que combatir en cierto modo el pe- riodo álgido prolongado. Era pues menester según las indicaciones volver á empezar la serie de los diversos medios que hemos indicado contra este periodo. No ha sido raro tener que luchar contra los acci- dente s de una reacción ecsagerada, irregular. Los enfer- mos se hallaban amenazados entonces de congestiones ce- rebrales, pulmoniacas, abdominales; entonces se han visto sobrevenir síntomas tifoídos de una intensión variable. Se ha podido moderar este trabajo de reacción man- teniendo al paciente en medio de una temperatura poco 92 elevada, y haciéndole aspirar un aire renovado conve- nientemente. Entonces se ha tenido que recurrir también á las sangrías generales y mas á menudo aún á emisiones san- guíneas locales, con el fin de remediar las congestiones que tendían á formarse. Las aplicaciones de hielo sobre la cabeza pero pro- longadas seis, siete y hasta ocho horas seguidas, produ- cían efectos saludables. Otro tanto debe decirse de las cataplasmas emolientes, sean simples, ó eon láudano (lau- danisés), fomentaciones de la misma especie, y aun vc- gigatorios y sinapismos en las estremidades. Bebidas refrigerantes á la temperatura del cuarto del paciente. Las bebidas heladas y el mismo hielo completaban la serie de los medios con los cuales se ha combatido este género de accidentes. En el curso mas ó menos prolongado de cada uno de los casos de esta espantosa enfermedad, ha sido con fiecuencia preciso ocuparse de la curación especial de algunos síntomas, cuya persistencia no anadia poco á las fatigas, á los dolores y á los peligros de la enfermedad general. El mas constante de estos síntomas ha sido sin con- tradiecion la diarrea. Cuando con este síntoma ecsistían dolores é irritaciones abdominales, sanguijuelas aplicadas al ano han sido de grande aucsilio. Se ha opuesto también á la diarrea el cocimiento blanco de Sydenham, el agua de arroz helada; el mismo hielo, el ecsu'acto 0 el cocimiento de ratania; diversas 93 preparaciones de opio, sobre todo en pildoras ó á lo me- nos en un muy pequeño volumen; cuando se administra- ban como bebida se daban en alta dosis. Digamos, sin embargo, que en algunas circunstancias las preparaciones de opio y sobre todo el láudano de Sydcnham al mismo tiempo que suspendían la charróa, tenían el inconveniente de reproducir los vómitos. Medias lavativas con el cocimiento de ratania, con soluciones almidonadas, sean simples, sean unidas al opio eran muy útiles. Al esterior se ha hecho frecuente uso de sinapismos pasados sobre las estremidades inferiores, aun aplicados á todo el empeine. Estos medios no eran menos efica- ces para detener los vómitos sin contar que tendían al mismo tiempo á ecscitar y provocar la vuelta de las fuer- zas y á reanimar la circulación. Con la intención de moderar la diarrea, se ha dado ol carbón vegetal en polvos muy finos, en la dosis de- media dracma por hora; bajo la acción de es Le medio, las deposiciones no tardaban en disminuirse; pronto per- dían particularmente su carácter cholérico y se volvían puiamente biliosas. Los revulsivos cutáneos y el hielo han tenido tan buen écsito para hacer cesar la cardialgía y los vómitos, como para detener la diarrea. Estos dos medios han presentado en todo el curso de la epidemia la inmensa ventaja de atacar á los dos síntomas que constituyen una de las penosas incomodidades y uno de los urgentes peli- gros de la enfermedad. Las aplicaciones de sanguijuelas al epigastro han sa« 94 tisfe~ho á la indicación dominante procurada por bn car- dialgía y por los vómitos, cuando habia ademas smtomas de irritación gástrica. Á título de medios especiales se ha emplemdo ade- mas la poción anti-emética de Riviére en alta dosis, las preparaciones de opio, el agua gaseosa, y diversas epí- timas refrigerantes ó narcóticas. Los calambres atormentaban cruelmente á los enfer- mos; llegaban á veces hasta las convulsiones. Por lo que se han hecho los mayores esfuerzos por combatirlos por diferentes medios. En los individuos jóvenes y robustos una sangría considerable y baños de 28 grados han tenido muy buen efecto. Al interior se han dado las preparaciones de opio y el su-nitrato do bismuth. Al esterior, embrocaciones anodinas ó aún el laudado puro; cataplasmas emolientes y con opio; fricciones con la esencia de trementina ya pura ya unida al láudano y al éter acético; fricciones de hielo; fricciones secas. La ligadura circular de los miembros es también un medio muy especial por el cual se han hecho cesar á menudo los calambres; mas la ligadura ha parecido no egercer sino una acción local y no tener ninguna influen- cia saludable sobre la marcha general de la enfermedad. Al contrario, la sangría y los baños, el hielo, los eesci- tantes cutáneos, los linimiemos conteniendo opio según el caso, remediaban al pronto los calambres y correspondían alemas á las indicaciones generales de la enf rmedad. Gran número de otros medicamentos han sido em« picados aisladamente en los diversos periodos del cholera. Faltan hechos y tiempo para el justo aprecio de estos medios, y por lo tanto la Academia apenas los indica; tal es entre otros el tártaro estibiado, el hydrochlorato de sosa, el almizcle, la valeriana, el oxígeno, el chloruro y el protoxido de ázoe introducidos en las vías aéreas; el electro.-punctura, el galvanismo. Un hecho qne parece bastante bien constatado con relación á la terapéutica de \x enfermedad que nos ocupa, es que durante la primera época de la epidemia, bs ca' sos de curación han sido raros, cualesquiera que fuesen las tentativas de los médicos; y qué al contrario los ca- sos de buen écsito han aumentado á medida que nos ho- rnos ido acere mido de los dias en que ahora nos hallamos. La convalecencia de los choléricos no es en la asistencia de esta formidable enfermedad una consideración de poca importancia. Ni los cu.dados del médico, ni la vigilan- cia del paciente deben relajarse. En esta época de la. enfermedad, los esfuerzos deben tener el doble objeto de regularizar la marcha de este estado intermedio que marca la transición de la enfermedad á la salud, y de evitar el funesto accidente de las recaídas. La perturbación profunda del sistema nervioso du- rante la enfermedad, el desorden violento que ha sufrido el hem itósis y la alteración especial de las funciones diges- tivas, esplican lo bastante en que consiste la lentitud y difi. cultades que presentan los convalecientes del cholera. De es- tas tres grandes consideraciones convendrá también sacar las reglas generales para la conducta que debe observarse, para fijar el régimen y arreglar la asistencia de este periodo, 96 Una precaución principal consistirá en continuar lar- go tiempo durante la convalecencia el uso de los medios que habían combatido con ventaja los accidentes, con cuya desaparición, finaliza la enfermedad y comienza la conva- lecencia. Asi, es preciso asegurarse bien de que el pe- riodo de reacción ha sido atacado convenientemente en las diversas formas que ha tomado y también en la in- tensión variable que ha ofrecido. En los casos en que este periodo habia tomólo el ca- rácter flegmasiático, ha sido menester insistir aún durante - la convalecencia, sobre el método refrescante, sin llevar no obstante esta medicación demasiado lejos. La misma observación práctica es aplicable á las medicaciones ees- citantes tónicas cuando han sido necesarias, así como al empleo de los anti-espasmódicos difusibles, cuando la opor- tunidad de ellos ha sido bien justificada. Muchas veces en la convalecencia una hambre in- sufrible era la consecuencia de una irritación gástrica persistente; y entonces particularmente debia ser muy se- vero el régimen alimenticio. En ciertos casos la abstinencia prolongada añade aún á la debilidad de los órganos digestivos. Es menes- ter entonces aumentar el alimento, mas siempre con una prudente reserva; entonces también el agua de Selíz cor- tada con leche y tomada en pequeñas cantidades, el agua natural de Bonnes dada con las mismas precauciones y algunos amargos ligeros adelantan la convalecencia. La constipación prolongada es en la convalecencia cholérica, un accidente del cual es menester or uparse mucho. Sin duda conviene evitar los purgantes, de mie6: permaneció algunos meses. en medio del campo de la observación, en donde recogió numerosos documen- tos sobre la epidemia; tuvo ocasión de estudiarle en otros Varios puntos de Europa; le precedió en Nueva-York, en donde tomó bajo su cuidado á las personas que se Vieron atacadas. El Doctor se hallaba en Nueva-Orleans encaminándose á esta república, cuando el cholera se de- claró en aquel punto, en donde permaneció todo el tiem. po que esta plaga desoladora estuvo destruyendo una parte tan considerable de dicha población. Las observaciones del Doctor son del mayor interés; ha visto al cholera bajo una nueva forma patológica: le considera como una afección que ataca esencialmente el sistema nervioso y particularmente el nervo-s-pláncnico, 16 T22 unida á una alteración de la sangre: le dá á esta enferme- dad el nombre de Febris perniciosa larvata cho. lérica; sus medios terapéuticos se hallan fundados sobre este principio, como podrá verse por el ecstracto siguiente de su obrita. Su método de curación ha sido uno de los que han producido mejores efectos en Nueva-Orleans. "Me parece propio el relatar aquí con el fin de acla- rar y de corroborar mi opinión, algunas de las mas no- tables de mis colegas que se hallaban en Varsnvia con el mismo objeto que yo. Algunos, pues, considerando la sangre como el estímulo natural, principal, y general de la fibra orgánica, y por consiguiente como la princi. pal causa y efecto de todos los movimientos vitales, hna atribuido el progreso mórbido á una necesidad de ocsí. geno en la sangre, la cual perdiendo de este modo su estímulo natural, produce, como los venenos narcóticos, lo que es llamado asficsicm, y propone por consiguiente el ocsígeno como remedio. "Mientras por un lado no podemos negar la parte fisiológica de este razonamiento, no podemos sin embargo, por otro, admitir como un justo corolario, la induc ion de la parte patológica del mismo, pues que sabemos que la hematopoesis, como todas las demás funciones, es efecto de una acción vital modificada distintamente; cuya acción vital siendo alterada, la naturaleza de sus producios y por consiguiente de la sangre, mudan también, y su cua. lidad mórbida debe ser considerada como un efecto, y aun puede decirse como una causa secundaria, que no ad- mite una curación directa de la enfermedad principal. Cualesquiera que quisiese tener una entera certidumbre 123 de este hecho, á 9aber: que la alteración de la sangre es accesoria, no tiene mis que coger un animal, por egem- plo un conejo, y poniendo á descubierto el nervio pneumo- gástrico, cortarle ó amarrarle, y luego se verá que sien- do así alterada la respiración, la sangre conservará aún su cualidad venosa. "Habia también algunos que hacían mucho uso del calomel; si en la enfermedad de que actualmente se trata, ha sido empleado con la misma intención conque muy ven- tajosamente se ha usado en las enfermedades nerviosas de naturaleza crónica, de un curso largo é indeterminado, y en las cuales le he empleado también yo con muy buen écsito; todo el mundo debe sin embargo conocer sufi- cientemente el efecto de esta medicina para ver que no debe ser empleada en caso de cholera, requiriendo esta enfer- medad una pronta y enérgica curación por medicamen- tos adaptados para sostener y dirigir la operación de la naturaleza: si se administra, como dicen algunos, para re-ecscitar las secreciones suprimidas, esto no es entonces mas que aspirar á una cura sintomática, perdiendo de vista la enfermedad principal. "Otros, considerando que una suspensión de las secre- cipnes es la causa de la enfermedad, han propuesto el liso de misturas drásticas, diuréticas, sudoríficas, las que no pueden componer mas que una cura sintomática. "Algunos apoyándose en el principio, "Contrariis con. traria, curanlur," administran eméticos en todos casos, y de este modo disminuyen los tormentos del paciente, ace- ierando su muerte. "Por último, algunos aseguran que la esencia de la eB- 124 fermedad consiste en una inflamación del canal alimenticio. "Todo el mundo conocerá que si esto fuese asi, no sería posible engañarse en la diagnóstica; pues para que una inflamación causase una muerte violenta, sería me- nester que fuese de tal fuerza, y que se manifestase con tan numerosos síntomas, que no fuese necesario el ojo de un profesor para discernirla; y presentaría signos de una gran desorganización. Por consiguiente se sentirían dedores locales tan acerbos, que al paciente le sería im. posible soportar el mas ligero peso ó presión sobre el abdomen; una irritación general; pulso característico de esta clase de inflamación, esto es, pequeño, constantemen- te duro, tenso, y frecuente; la lengua muy encen- dida &c. &c; y finalmente, un alto grado de fiebre in- flamatoria; y al disecar el cuerpo, se encontraría gan- grena en la parte afectada, consecuencia ordinaria de toda inflamación de un curso agudísimo. "Las inyecciones que se observan en las visceras de las cavidades del cuerpo son puestas como prueba de esta opinión; mas con respecto á esto, he dicho ya que este síntoma debe ser considerado como efecto de una simple congestión; ademas, debe darse poca importancia á este signo, considerando la fuerza de la enfermedad, y la ausencia de los principales síntomas característicos de la pretendida inflamación. Finalmente, por lo que respeeta á la sangría, todos los médicos que han asis- tido esta enfermedad en Varsovia, se han convencido de sus peligrosas consecuencias. Si la sangría ha dejado de ser algunas veces peligrosa, no es esta una prueba de que deba ser siempre ventajosa, ni que sea cons- 125 tantemente usada como antiflogística; pues el sangrar una vez sin que se empleen los otros medios antiflogísticos, nunca podrá completar la curación de una inflamación declarada. Ademas, si la sangría es á veces diaforética, es decir, si favorece el movimiento ecspansivo, y con él la afluencia de la sangre hacia la periferia, no es necc sario para esto, usar en todos los casos de este solo me- dio con el único objeto de ecscitar la transpiración, y aun mucho menos, cuando la pérdida de un humor tan interesante á la economía animal, es muy peligroso, como en las afecciones perniciosas parasísticas; y nadie podría presentar un caso en que la sangría repetida haya tenido buen écsito. En mi pais, donde son tan numerosas las fiebres perniciosas, ningún médico usa la sangría, aun cuando se halla indicada por los síntomas. El mismo Dr. Searle, que ha observado el cholera en la India, y asistídole en Varsovia, ha tenido siempre resultados poco satisfactorios de la sangría. "No pretendo, sin embargo, decir con esto, que no pueda ecsistir una inflamación dimanante de la enferme* dad principal. En esto, manifestaría ignorar la teoría del nuevo restaurador de la medicina (Tommasíni) é ir contra los hechos ecshibidos por las enfermedades que siguen á las fiebres intermitentes; tales como inflama- ciones crónicas, en particular de las visceras abdomina- les, con sus varios resultados, tal romo fisconia del bazo ó del hígado, consunción de este último, hidropesía ab- dominal ó general, obstrucciones en el sistema linfático omental &c. &c; pero nunca podré admitir como la esenua de la eníérmedad, y principal causa de la muerte 126 áe un paciente cholérico, la inflamación del sistema di- gestivo. "Se me podrá objetar que coloco esta enfermedad en la clase de fiebres; pero la fiebre no siempre es sin- tomática. Quiero dar a entender que hablo de una fie're esencial, idiopática de la cual no tenemos otra definición, que la deducida de los síntomas, síntomas que ecsisten en el cholera, pero que son de corta duración, siendo muy pronto seguidos y dominados por los síntomas nerviosos, que en- cubren la presencia de la fiebre; y esta es la razón por que he añadido la espresion larvata. "Con esto se verá, que no considero la fiebre coma siempre sintomática, esto es, como efecto de una infla- mación local; sino como siendo en algunos casos la causa de la inflamación. Observaré ademas que la fiebre pa- rasística nunca toma el carácter inflamatorio, ecscepto cuando alguna inflamación local originada por la mi-ma fiebre, le hace tomar dicho carácter, y entonces se cam- bia también su naturaleza de intermitente en la de remi- tente (continua remittens.) "Soy de opinión que la esencia de las fiebres in- termitentes consiste en una irritación del sistema nervo-spláncnico; siendo la intermisión una propiedad per- teneciente á la irritación, y que la distingue de la infla- mación, la cual no adunde interrupción en su curso, cuan- do una vez se ha manifestado con sus síntomas verdade- ros y característicos. "Aunque la inflamación sea la principal y mas fre- cuente consecuencia de la acción de un estímulo mórbido seguido de una reacción mórbida, y como tal la causa 127. mas ó menos indirecta de la muerte; no se sigue de aquí que algunas veces el estímulo, sea por su cualidad su. mámente heterogénea, ó bien por su ecscésiva cantidad, pueda producir un total desorden en los poderes vitales, que ocasione una muerte súbita. Si la muerte sobre* viene repentinamente por la acción del rayo, por un vio. lento choque eléctrico, por un veneno tal como el ácido prúsico, ó un gas deletéreo, por una fuerte indigestión, ó por una violenta y repentina impresión moral &c. &c, ¿porqué no podría verificarse y afirmarse lo mismo con respecto á la causa epidémica del cholera? Y si esto no es así, ¿cómo esplicar de otro modo la violencia de la muerte de algún s pacientes choléricos? ¿Y como podría acomodarse esta supuesta inflamación con el curso violen- to y rápitlo de la enfermedad, sin producir ninguna desorganiza ion? ¿Como acomodarse con su fácil y pronta recaída? ¿Como, con los malos efectos reconocidos en e-1 método antiflogístico durante tedo el curso del parasismo, y las ventajas tan ' onocidas de los ionio-estimulantes parti- cularmente en el segundo periodo de esta enfermedad, y en el estado de convalecencia? "De lo que precede, y del grande apoyo nue recibe por hechos positivos esta manera de considerar el asunto, he sacado en conclusión, que se podría deducir de eha on método curativo racional. "He dicho que el prim» r período debe ser considerado como un estado dé ecsaltacion mórbida de la filtra. Los individuos de la profesión saben que en los casos de seme- jantes afecciones (par isístices), el us.» de medicinas b ter- nas repugna y aun choca a la naturaleza, la cual deoe 128 feer dirigida y no forzada; y por consiguiente los medios mas poderosos consisten en revulsivos, con el objeto: "1. ° De establecer un punto de contra-irritación en ítlguna parte menos noble y delicada. "2. -? De librar, por este medio, los órganos centra. les de la opresión causada por la grande afluencia de sangre hacia el centro, lo cual puede ser en sí mismo Una causa secundaria perniciosa. "Los medios de ejecutar esto son conocido»: debo, no obstante, observar que es de absoluta necesidad emplear desde un principio aquellos mas acnvos, pues los otros jjo producirán reacción alguna, ademas de que en enfer- medades como ésta, un curso medio es cuando menos infructuoso, y el tiempo es lo que hay de mas precioso. Se hace por consiguiente necesario acudir al uso del moxa, .implicado particularmente á la espalda, al pecho, y al ab. domen; poner los pies y las manos en logia muy calien- te &c, y aun debe emplearse algunas veces el hierro «aliente, cuyas grandes ventajas son conocidas en la his- toria de la medicina y de la cirugía, y cuyo uso no puede ser nunca suficientenuente recomendado en el pri- mer ataque del cholera, pues es acreedor al primer rango entre la clase de pervirtientes en las afecciones perni. ciosas parasísticas. ''Debe tenerse también sumo cuidado en que el cuerpo del paciente se mantenga caliente. "El aire del cuarto debe entretenerse puro, renován- dole constantemente por medio de un fuego fuerte y bien ■encendido. ¿eCoa .respecto a ¿a curación interna, el principal ob* 129 jeta será el de moderar la acción 4em*siado violenta dé la fibra, lo que podrá conseguirse con un uso bien diri- gido de anodinos. "Entre estos, deben ser preferidas las preparaciones de opio, como mas agradables al esiómago; y entre las diversas preparaciones, el láudano líquido de Syd' nham debe obtener la preferencia, no tan solo por su forma líquida, que es la mas conveniente, sino también parque ccisisten en esta preparación otros ingredientes que au- mentan la actividad del opio. "Esta medicina debe ser administrada en altas dosis, pero con algunos involventes, para precaver la acción demasiado violenta de la narcótica, y puede ayudársele con añadir algún otro antí-espasmódico. "Deben darse también bebidas calientes con el obje- to de introducir en el estómago el principal anodino, y uno de los primeros elementos de la vida, que es el ca- lor. Por consiguiente, deberán darse pequeñas y frecuen- tes dosis de té de menta caliente y muy flojo & &. Ni deberá tampoco descuidarse el uso de lavativas calientes emolientes y sedativas. "En el segundo periodo deberá hacerse uso de es- tas medicinas, cuya eficacia en semejantes casos es bien conocida, tales como el sulfate de quinina, la piperina, la strychnina, administradas también endérmicamente y en iavativas, en las cuales la corteza peruviana debe usar- se en substancia. Podrá ecsperimentarse también la ad-< ministracion de una corriente eléctrica. "Tengo ya dicho que la sangría general es perjudi- cial. No se debe tampoco abusar del baño caliente ge. 17 130 tieral,-por que la debilidad consecutiva no es siempre compensada por la transpira: ion, la cual es el único objeto con que es administrado. "Si el facultativo fuere tan feliz, que vea sus esfuer- zos coronados, habrá ganado ya mucho, mas no habrá puesto aun á su enfermo fuera de peligro. No debe con- fiar en las apariencias de convalecencia, por mucho que prometan. Durante este periodo de salud aparente, es que la naturaleza reúne todas sus fuerzas para poder resistir á un segundo parasismo que suele ser ordinariamente fatal. "Algunas veces la vuelta del parasismo es precavida por una inflamación que regularmente ataca al sistema nervioso, el cual, como lo hemos visto, es afectado en un grado eminente por el cholera *. Esta inflamación se manifiesta bajo la forma del tyfus, voz derivada de la voz griega tufos, estupor, y que solo indica una forma de enfermedad. Que este tyfus es de un carácter infla- matorio, se halla probado por su curso, la naturaleza de sus síntomas, la utilidad de los medios antiflogísticos, y sobre todo, por la disección del cuerpo, la cual mani- fiesta inyecciones en las grandes ramas nerviosas y den- sidad del neurilema; en las membranas de la médula es- piñal y del cerebro; aumento y efusión déla lynpha pías- tica; un grande acumulamiento de serosidad en los ven- trículos del cerebro, &c: todo esto manifiesta signos de una acción mórbida dinámico—orgánica. Esta enfer- me ad puede considerarse ser tan peligrosa como el 1 í'wk'nir Pcrier, ?os Pre*en.ta "n ejemplo ra!¡ able de esto, habiendo 8U restablecimiento del cholera terminado fatalmente en Hna fiebre cerebral, 131 tnismo cholera, y por consiguiente los médicos debefi estar muy sobre sí, y persistir en el mas activo méto- do revulsivo, tal como ventosas escarizadas, y la apli- cación de sanguijuelas á la frente, detras de las orejas, y sobre la espalda; lo cual, ademas de la ventaja deri- vada de la ecstraccion de sangre local, sirve para man- tener un punto de contra-irritación en los órganos de la periferia. La aplicación prudente y á tiempo del sul. fate de quinina no debe ser omitida, pues aunque su ac cion no es bien comprendida, ha sido sin embargo un esoe- cífico en enfermedades como esta y pondrá al paciente á cubierto de otro parasismo del cholera. Lo que se ha dicho del tyfus inflamatorio, puede con la modificación debida, aplicarse también á la inflamación de cualquier! otra parte dispuesta á él por circunstancias particulares. "Una vez asegurado de que ha cesado ya todo pe- ligro de inflamación, debe continuarse con el uso abun- dante del sulfate de quinina, unido á una dieta corro- borante y sin omitir un poquito de vino. "Me parece inútil decir, que los medios profilácticos deben ser observados mucho mas religiosamente por aquellos que escapan de la muerte, después de un ac- ceso cholérico. "No propongo estos remedios como esclusivos; solo intento hablar de ciertas indicaciones, de las cuales se podría deducir un buen método curativo; lo cual pue- de efectuarse por varios medios conducentes al mismo fin: mas cualesquiera que sean los medios empleados, nunca podida insistirse demasiado en que su uso sea pronto y diligente. 1SS ySi hay pecas 6 ningunas ventnjai «me sacar de la medicina desde el momento en que la enfermedad se ha declarado, el mejor medio de disminuir los efectos de la epidemia, será el de precaver todo aquello que pudiese ser favorable á su influencia, y esto se obten- drá con la observancia de una buena higiene". F1TS 1VE1 \a\. SÍIGUSÍU A. rJLUTH* ERRATAS. Paji- nas. 5. 9. 10. 50. 56. 58. 68. 69. >) T0. 73. >> 74. 88. 93. Después de la primera línea, léase: Estrado del Cor- reo de los E. U. Línea 8. Dice: y de limitarse, Léase: y limitarse 13 17 22 26 6 30 31 22 29 1 8 28 5 2 19 27 que lo que de evitar temer provocar dirigir en este Rennedy as determina espasmo punche d.lor, biliosas) rificadas hora, se han seca, é el ipecacuana Mas separado atacar á los de lo que y evitar temer de provocas dirigir este Kennedy las determina espasmo pom he dolor) biliosas. rizadas hora, han seca, ó la ipecacuana Mus en vano atacar los ÍNDICE DE LOS CAPÍTULOS CONTENIDOS EN ESTA SEGUNDA PARTE. Pajinas. Prólogo, ,,,,,,,,,,,,,,, III Predisposiciones del Cholera Morbus de la India . . 1 Causas ,,,,,,,,,,,,,,,, 2 De la Cholerína ,,,,,,,,,,,, 5 Síntomas característicos del Cholera ,,,,,, 11 De la Diagnóstica, ,,,,,,,,,,' 28 Pronóstico, ,,,,,,,,,,,,,, 32 Caracteres Anatómicos, >,,,,,,,,, 34 Medios Profilácticos ,,,,,,,,,,, 40 Del mejor modo de alimentación durante el chólera-morbus,^ De la curación del cholera-morbus en el periodo de con- valecencia ,,,,,,,,,,,,,, 50 Introducción á la Terapéutica >,,,,,,, 55 De la terapéutica del chólera-morbus ,,,,,, 65 Curación terapéutica del cholera, empleada por los médicos de la Escuela Ecléctica de Pa^is , , , , 85 Curación del cholera, según los principios de la Es- cuela Fisiológica de Paris. Periodo Álgido , , 97 Cuestiones de la Junta de Sanidad de Nueva-York sobre el cholera maligno, con las respuestas del Consejo especial de Medicina, juntamente con una relación so re las cansas de la cesación del cholera, , 109 Correspondencia particular sobre el cholera . , , , 121 #' ARMY MEDICAL LIBRARY nirun »un ddhupu ■■ §■ 'Mr *t *M%~ '•¿«Y ^ ¿á .';/■ ^v.t»'.^ 'Ü*r% e 'Í'j»¿*