IB *y ,1 *"** / \ \¿jf.:' ^ii: • '' 1/ *£;*. *' ^£**-.1É¡ <*?\V < i'>i i- - - m ARMY MEDICAL, LLBRARY WASHINGTON Foundod 1836 Section Number -^Cf..$J_/C. Fosm 113o, W. D., S. G. O. 3—10543 (Reviaed June 13, 1936) é ELEMENTOS 9 cSe ID»,. W SSeciaido ©E iua. Edición de "Las Tris Garnnííns." GUADALAJARA. Tip. del gob., á cargo de Luis P. Yidatirri. i S G O. W6C 64<>e I8Í0 ADVERTENCIA, Éstas lecciones, con algunas variaciones, fueron preseniadas en el Instituto á la junta para su aprobación y publicación que alcan- zaron, habiéndolas acojido bondadosamente, , aunque no pudo tener lugar su publicación: J me es por lo mismo muy satisfactorio presen- v tar aquí á dichos señores, los homenajes de £ mi gratitud. Dichas lecciones están tomadas casi en su v. mayor parte, para la terapéutica especial, de la obra de Trousseau y Pid^ux, de que son un estracto: tal obra no puede elogiarse de- ^ bidamente y según lo merece; pero bastará decir que á una medicina hipocrática ilus- trada, reúne una justa apreciación y racional ^ aprovechamiento de los trabajos de Brous- ^ sais, Hanheman, &c, siendo aplicable á Hues- ca tro suelo; pero la que sin embargo y á pesalr de traer puntos de patología general, &c, fe- lizmente dilucidados, carecen de Ja tera- péutica general, esta fué trabajada sobre otra» obras. Espero que los hombres verdaderamente vabios, vean en esto un esfuerzo mas, aun- que mínimo por la juventud, &c, que por lo —II— que vé al reverso de estos, aunque á objeto mejor y á una distancia como la que hay de una casi traducción á una obra original, y del sustituto de Magendíe á mí, puede decirse con C. Bernard "Maintenant je ne dissimule "pas qié un livre.... puisse donner. ... pri- "se á la critique sterile de res parasites scien- "tifiques qui, inlputesants á v'mtitfáiré par eux- "memes s' acrochent ordinairement aux ou- "vrages desautres, pour les attaquer et cher- "cher ainsi 1' occasion de fairé párler á' éüx "on comprend que cette considération hé "merite pás meme dé se preoccupéY... ." ELEMENTOS — DE— GENERALIDADES. _LJA terapéutica, cuyo nombre viene del griego terapeio, que significa yo cuido, es aque- lla parte de la medicina, que tiene por obje- to el tratamiento de las enfermedades; es decir, que ella dá los preceptos para la elec- ción y administración de los medios curati- vos de ellas, enseñando la naturaleza de las medicaciones que determinan, con la opor- tunidad de su uso; porque no basla saber distinguir una especie mdrbida de otra, y tener á la disposición escelentes remedios, sino que ademas se necesita saberlos em- —6— plear á propósito, que es en lo que consiste la habilidad del práctico: no es el remedio únicamente el que procura la curación, sino la oportunidad de su uso: de otra suerte, bastaría un tratado de materia médica, y los que tal liaren, no se distinguen, á la verdad, de un charlatán ni de una vieja. La impor- tancia de la terapéutica esta bien recono- cida: llegar p1 conocimiento de las indicacio- nes curativas, ó de la oportunidad de tal ó cual modo de tratamiento, tal es el objeto supremo de la medicina; él es al que se di- rijen todos los estudios y conocimientos mé- dicos: mientras que el individuo se conserva en estado de salud, los esfuerzos del hom- bre del arte, no pueden estenderse á mas, que á conservar ese estado, haciendo guar- dar los preceptos de la higiene, y cuando mas los de la Profilaxia; pero este estado es muy frecuentemente alterado, y órganos ó funciones, cuya serie y conjunto tendía á un íin común: la conservación del individuo, se distrae entnóces de ese objeto y aun no es raro verlos, dado un germen de enfermedad, ó rotos los vínculos que los unian, que por el contrario tienden á su destrucción: y hé aquí, en una palabra, la fuente perenne de los multiplicados casos en que se necesita de los socorros de la terapéutica; y para decir- lo de una vez, el ser organizado tanto el ve- getal romo el animal yel hombre, tienden á perecer y perecen, en efecto, por el uso ó gastamien-ío de sus órganos, ó por causas es- tonias a ellos y diferentes de esta: en cuan- —7— to al hombre que hace nuestro objeto, es muy raro lo primero, ó la muerte senil, mien- tras que lo segundo es lo común: evitar el rompimiento de los vínculos que unen al es- píritu con la materia; la vida al organismo; las leyes de la naturaleza viva con las de la materia inerte: la muerte, en una palabra, tal es el fin de la terapéutica: para satisfaz cer completamente este objeto, se necesitan condiciones que ven al organismo mismo, y otras que miran á los agentes que se emplean; así para lo primero es necesario el mas exac- to y profundo conocimiento délos órganos del cuerpo humano, su posición, relaciones, etc. (anatomía), el de los actos y movimien- tos que desempeñan, modificaciones que en sí y en sus actos sufren, según sus diferen- tes circunstancias, así como en cuanto á los líquidos que los reparan (fisiología); las aber- raciones que tanto los órganos, corno las fun- ciones puedan esperimentar (patología); sus causas y modo de obrar (etiología); sus me- dios de manifestación (sintomatología); etc., etc,: para lo segundo, el conocimiento de los agentes todos que obran sobre la economía en estado normal, y el modo como obran, bien por sus propiedades físicas, mecánicas, etc. (higiene), ó bien de las sustancias to- das de los reinos todos de la naturaleza, ca- paces de aprovecharse por las modificacio- nes que imprimen al organismo (materia mé- dica), en virtud de su naturaleza ó por sus combinaciones, etc., etc.; pero no siempre bastan estos conocimientos para llenar com- —8— pletamente el objeto de la Terapéutica: su- cede á veces que la ciencia del diagnóstico nos muestra á la enfermedad como un de- creto indefectible de muerte, del que no se puede apelar: es una degeneración de tejido en un órgano importante, la grangena, una tisis en su tercer período, etc.; Ja curación en su mas estricto sentido es imposible, y la ciencia, hasta ahora, no posee medios que puedan conducir á la economía, al órgano ó al tejido enfermo al estado de salud: ¿que- da, pues, entonces la terapéutica de fría es- pectadora y sin objeto? de ninguna suerte: ella procura, en tal caso, paliar Jas enferme- dades, hacer la vida mas llevadera y dismi- nuir en lo posible el mal. Considerada en su conjunto la terapéuti- ca, lleva el nombre de general; pero si des- ciende á objetos particulares, toma el nom- bre de especial, y así dividiremos nuestros estudios; también puede distinguirse en te- rapéutica de los vegetales, de los animales ó veterinaria y humana. CAPÍTULO PRIMERO. ARTICULO I. Terapéutica general. El objeto de la terapéutica es: curar, pre- servar ó paliar las enfermedades, lo que se consigue al auxilio de agentes, llamados, por lo tanto, terapéuticos, los que pueden ser fi- —9— sicos é morales: les primeros los estudia Ih. física, la química, electrología, botánica, zoo- logía, etc.: ellos son numerosos y pueden pertenecer á la Higiene ó á la farmacolo* gía, ójá una y otra al mismo^tiempo; los se- gundos se toman del estudio del hombre sa> no ó enfermo; pero viviendo en sociedad, sometido á las pasiones y al influjo de sus facultades intelectuales; su estudio es muy ventajoso al -médico, para apreciar la natu- raleza, causas, marcha, ^etc, de las enfer- medades. El resultado de la acción de tales agentes, ó los efectos terapéuticos, son: inmediatos ó directos, ó secundarios y consecutivos; los primeros se observan tanto en el hombre sa- no como en el enfermo, son la consecuencia obligada; pero mas ó menos pronta y siem- pre directa del agente empteado; los segun- dos resultan principal ó únicamente del es- tado particular del sugeto ó de la alteración mórbida: así, practicando una sangría, su efecto inmediato y directo es disminuir la ¡masa de la sangre, su acción sobre los vasos (acción febril), y de aquí la facilidad de la respiración y la disminución del calor ani- mal; el secundario y consecutivo, ó terapéu- tico, es favorecer la resolución de una fleg- masía pulmonar; v. g., si existe. El modo de acción de Tos agentes, tanto físicos como morales, es levantar ó deprimir la acción or- gánica, pues aunque hay acciones especifi- cas, no se conoce su modo, ni se comprende le otro: aquella no es meaos patente para la — 10— quina y electricidad, que para el placer, con- fianza, gusto y esperanza; para el frió y be- llad^m, que para la tristeza, temor ó des- aliento: la acción de los morales podrá ser lenta; pero no por eso ps menos patente é indefectible. La reunión de agentes ó medios que, aun- que de distinta naturaleza, tienden á un mismo fin y producen un mismo resultado en general, se llama Medicación; Método es aquella operación del entendimiento, que preside en el espíritu del médico y antece- de al uso de todo agente terapéutico, en cu- ya virtud procede á la curación de la enfer- medad, atacando los elementos de ella ó su conjunto, ó bien limitándose á observar aten- tamente los males causados ó sus manifesta- ciones, para ocurrir á ellos, según las leyes fisiológicas. l'odria decirse qu¿ el Trata- miento no es mas que la medicación aplica- da á tal ó cuai enfermedad, en este ó aquel individuo., á lo menos así se evitaría la con- fusión que, en mi juicio, ha reinado hasta ahora, usándose indiferentemente de las pa- labras anteriores. El objeto de la medicación, es: procurar si no inmediata, al menos muy próximamen- te, un efecto particular, que no es mas que un intermedio por donde se debe pasar pa- ra llegar al objeto definitivo, que es la cura- ción, alivio, etc., de la enfermedad. Con la palabra medicación, se designan los cambios inmediatos que la acción de los medicamen- tos determina, mientras que puede decirse, -11— que por la de tratamiento, se espresa el con- junto de precauciones que se toman, medi- caciones que se usan y prácticas á que se recurre para determinar ó prerisar la cura- ción de una enfermedad, disminuir por gra- dos el daño con que amenaza, calmar los su- frimientos que ocasiona, atenuar ó disipar las consecuencias que puede traer: su obje- to, como el de la terapéutica, es curar, pre- servar ó paliar las enfermedades: en el pri- mer caso, la terapéutica es verdaderamen- te activa; en el segundo higiénica, y paliati- va en el tercero. Los sucesos en medicina, dependen de la instrucción adquirida, del juicio, prudencia y tino prácticos; a pesar de eso, hay casos esencialmente desgracia- dos que dependen del género de enfermedad, docilidad de los enfermos, asistencia, etc. Barthez reduce á tres los métodos cono- cidos, usados en la curación de las enferme- dades, y que según Lordat, son: primero, el método natural, llamado después mejor, es- peciante; segundo, el analítico, llamado tam- bién sintomático; y por otros, aunque impro- piamente, racional, puesto que el raciocinio no está escluido de los otros, ni se razona menos bien en ellos que en éste; tercero, el empírico, ó mejor dicho, el sintético. MÉTODO ESPECTANTE. $ 1.° Llámanse así todos aquellos méto- dosque tienen por objeto favorecer, acelerar ó regularizar la n.archa de las enfermedades —15- que tienden á una solución feliz; también se han llamado naturales con akision a lo que se propone uno en ellos, que es secundar á la naturaleza y hacer sus operaciones mas se- guras, ya retardándolas, ya precisándolas Ó ya cambiando la proporción de los actos ele- mentales de que se componen. Este méto- do se usa, cuando una enfermedad tiene un curso regular, determinado, rápido, como en una fiebre efímera, viruela benigna, herida simple; ó bien en una enfermedad grave sin síntoma alguno^alarmante y tendiendo á una terminación feliz; ó por último, en el caso de una enfermedad oscura, sin cosa urgen- te y en que basta colocar al enfermo en con- diciones higiénicas convenientes y favora- bles, aguardando todo de los esfuerzos de la naturaleza, pues es aquí donde especialmente puede decirse: "medicus natura, minister ct in- terpres, si natura non obtemperat, natura non imperat:" en este caso no puede llamarse el médico inactivo, poroue puede corregir y está en espectativa /le ello, los errores da la fuerza medícatriz: tal método fué puesto en voga por Hipócrates, por cuyo motivo, los que lo adoptaron después, se llamaron Hipocratistas: convino mucho en la infancia del arte, en que eran conocidos muy pocos específicos. MÉTODO ANALÍTICO. § 2. ° Este método consiste en descom- poner una enfermedad ó concurso de sínto- —13— mas en sus elementos, esto es, en muchos gru- pos secundarios; contra cada uno de los cua- les se dirije un medicamento apropiado, ya si- multánea, ya sucesivamente. Se usa cuando la naturaleza no opera esfuerzo alguno salu- dable, cuando obra con debilidad y lentitud, de suerte que sus tentativas fatigan en pura pérdida; y por último, cuando los movimien- tos naturales añaden ellos mismos á la gra- vedad de la enfermedad. Es de difícil apli- cación, porque exije el análisis, que presen- ta dificultades, prestándose ademas á Ja arbi- trariedad; pero, si requiere un trabajo mas que los otros, cual es Ja descomposición de la enfermedad, nuestro espíritu, en cambio, parece tomar por él un conocimiento mas íntimo de las circunstancias de la enferme- dad, penetrando mas íntimamente en las operaciones secretas de la naturaleza: en es- te caso todo es debido al médico. Se recur- re á él en enfermedades que no tienden por sí mismas á una terminación feliz, y en las que no se sabe curar por una medicación es- pecífica: para citar un ejemplo de la descom- posición de una enfermedad en la mayor parte de sus elementos, se pueden tomar la mayor parte de los catarros, particularmen- te aquellos que vuelven periódicamente; en ellos Barthez halla primero una superabun- dancia de humores serosos; segundo un mo- vimiento fluxionario que ios lleva especial- mente sobre las mucosas de la nariz ó del pulmón; tercero una modifioacion de la ac- ción vital de estas membranas, que las pone 2 >s _ __14_ en armonía con los otros actos elementale- y los hace concurrir al mismo objeto, es des cír, á la escrecion de las materias redrn- danfces, pero que puede degenerar en irrita- ción escesiva ó en atonía; así también en Ja coqueluche ó bronquitis convulsiva se pue- de combatir la congestión sanguínea, si es notable, por una aplicación de sanguijuelas; la de los fluidos blancos por emeto-catárti- cos suaves á doses fraccionadas; y el ele- mento nervioso por algún estupefaciente. En el método analítico no siempre se ata- can todos Jos elementos á la vez, y cuando se hace no se dirijen contra todos, medios igualmente enérgicos: el grande arte es es- cojér aquellos que es mas intersante anona- dar, y determinar el orden en que conviene combatirlos. MÉTODO SINTÉTICO. § 3. ° En losjmteriores se percibe el modo de utilidad de los medios empleados, es decir; la relación de las indicaciones que se tiene que llenar ó satisfacer con las afecciones y determinaciones inmediatamente ocasiona- das por estos medios; así vemos que una fluxión artificial ocasionada por la sangre unida á otros atractivos, descompone una inflamación completa destruyendo Ja fluxsion natural que entra en la constitución de esta enfermedad; no así en el método sinté- tico o empírico en el que sus efectos inme- diatos y primitivos, no tienen con la cura- —15— cion de la enfermedad una relación que nues- tro espíritu pueda comprender, aunque la esperiencia sin embargo ha certificado su eficacia, que es lo que se llama método em- pírico: en este método el entendimiento mira todos los accidentes de una enfermedad co- mo formando un solo concurso indivisible de síntomas, una sola entidad mórbida, contra la que se dirije, considerada así en conjun- to, una medicación llamada específica: tal método es, no solo el mas eficaz, sino el mas natural; administrado á propósito, dá los me- jores resultados; pero son pocos los específi- cos de enfermedades que hay conocidos co- mo el mercurio, vacuna, quina, etc., los cua- les nunca podrán confundirse con los espe- cíficos orgánicos ó funcionales tan útiles en el método analítico, como lo es la higiene en el especiante, de cuya última ciase son los'hiperexenteragogos, exonefragogos, etc. Sirva de ejemplo del método en cuestión, un. individuo que se presenta con ulceritas so- bre el prepucio, de fondo agrisado, sórdido, con un tumorsito en la ingle de forma oblon- ga, sin'coloración en rojo, pero duro y lige- ramente sensible; y cuyo individuo ademas, recuerda haber tenido relaciones quince dias antes con una muger sospechosa: de todo esto y aun algo mas, si se quiere, se forma la idea de una afección única llamada sífi- lis, y de que parte la necesidad del método llamado antisifilítico: se ignora cómo una cantidad mínima de sal mercurial puede ha- cer desaparecer como por encanto todos los — 16— accidentes de la sífilis; pero la esperiencia demuestra diariamente su suprema eficacia; Barthez comprendió aquí tres especies que distinguió en imitatrices, perturbadores y específicos. Se presentan á veces casos ambiguos ó dudosos que no pueden referirse á especies mórbidas conocidas, entonces el médico prescribe, no por acaso, sino con discerni- miento, una medicación que tiene por obje- to hacer resaltar los caracteres de la enfer- medad, y esclarecer el diagnóstico: su con- ducta entonces, se ha comparado muy bien á la del químico que descubre una sustan- cia por medio de un reactivo: tal conducta está apoyada en el axioma terapéutico de que "las acciones tanto morbíficas, como medi- cinales retachan sobre el órgano enfermo;" en otros casos desgraciadamente muy numero- sos, después de agotados todos los medios racionales, sin obtener resultado alguno, por cualquier motivo, que no es de nuestro obje- to esplicar, tiene que recurrjrse á un trata- miento indirecto, por el que se propone im- primir á la economía ó á la parte enferma, únicamente una sacudida para producir una perturbación ventajosa y curativa: tal era el objeto que se proponían los antiguos meto- distas al inventar el círculo metasyncrítico; y tal el que se tiene todos los dias, al rece- tar los baños de mar, viajes, aguas minerales, hidroterapia, etc., es un método que no puede tacharse de irracional, confesado por la cien- cia y que se establece según los hábitos, etc. -17— En otras veces, finalmente, con objeto ere atacar una enfermedad que se resiste, se empican medios cuya acción no puede es- plicarse sino por una sustitución, es decir;. que se produce una afección de intensidad, marcha, duración, etc., conocida para des- alojar en aquel mismo punto la que existia, cuando menos, desconocida en alguna de tales circunstancias, salvo siempre para la que se produce, la reacción incalculable de las propiedades vitales, contra la causa irri- tante: á él debe referirse la Homeopatía fun- dada en el axioma de "similia similibus curan- tur" y tal sustitución se verifica en la apli- cación de un vejigatorio para fijar una erisi- pela, en el uso del nitrato de plata en coli- rio, etc. Es necesario para su uso tener pre- sente las diferentes especies de irritación como Ja inflamatoria, secretoria, nerviosa, etc.; y que aunque la acción de los diferen- tes tejidos de un órgano compuesto, sean varias, como en uno secretar, en el nervioso sentir, etc., y que irritado uno se irritan los demás; pero que esto no impide que pueda estarlo uno masque los otros, así como pue- den alterarse sus funciones, pudiéndose, por decirlo, así, anonadar la acción de uno por la preponderancia del otro: para manejarlo bien se necesita conocer perfectamente al ene- migo que se tiene que combatir, y las armas que se van á manejar. Puede, por último, usarse aveces de muchos métodos en un mismo enfermo así, si se queja un sujeto de falta de apetito, sin aumento de — 18- sed, con debilidad general, soñolencia in- vencible, hallándose todo lo demás en esta- do normal, se le prescribe pediluvio sinapi- sado, semidieta, un ligero purgante y paseo después de la comida: se tiene el uso del método espectante; á los tres ó cuatro dias no se ha observado mejoría alguna, la debi- lidad aumenta y hay mayor soñolencia: se le receta una sangría de ocho onzas, pediluvio, semidieta, ligero purgante para el otro di a: en tal caso no es mas que un método analí- co; sin embargo, al cabo de algunos dias tampoco se nota mejoría, hay mayor debili- dad, el adormecimiento viene después de comer, á las tres de la tarde; y visto el en- fermo á esa hora se le observa la cara en- cendida, no presenta ni frecuencia de pulso, ni calor extraordinario; sacudido, abre los ojos, contesta lentamente pero bien, y vuel- ve á dormirse, esto se manifiesta todos los dias, según noticias, entre las once y las do- ce, cesando á las seis ó siete de la tarde sin ser precedido de calosfrío, ni seguido de su- dor: prescripción: sulfato quinino.gr. vj para tomar en la tarde, y otra dosis igual en Ja mañana á las nueve, con cuyo método dis- minuye el mal siguiéndose después la cura- ción; y lié aquí el método sintético! Tam- bién cuando se extirpa un tumor de la ma- ma se procede por el método sintético; pero aproximados los labios de la herida, y pues- to el método adecuado con su régimen, es espectante; con todo, durante la adhesión puede sobrevenir una fiebre inflamatoria que —19— exija la sangría, etc., y entonces se pasa al analítico. Finalmente, cuando se ataca la podredumbre por medio de cáusticos, etc., se usa de un método perturbador por el que se procura que la úlcera pase á simple. ARTICULO II. En la prescripción de los medicamentos se presenta un objeto á que se quiere llegar por medio de las acciones medicinales, y se llama Indicación, la lesión que reclama esto, se nombra Indicante, y el medicamento ó medio á cuyo auxilio se opera el cambio re- clamado por el estado del enferno, se dice Indicado. La naturaleza de la enfermedad, ó la especie de modificación vital que deter- mina los fenómenos mórbidos esteriores, de- be constantemente ser la base de las indica- ciones curativas; y como puede presentarse en diferentes condiciones, estas Ja modifi- can sin cambiarla: esto es uno de Jos pun- tos mas interesantes de la terapéutica así: saber en qué consiste la lesión de Jos órga- nos afectados, es el punto esencial en la prác- tica, hacer cesar la turbación sobrevenida en las acciones orgánicas y destruir la altera- ción de los tejidos lo es en la terapéutica: las ciscunstancias que mas comunmente con- tribuyen á modificar las indicaciones en el tratamiento de Jas enfermedades son: por una parte la edad, temperamento, sexo, pro- fesiones, hábitos, clima; por otra, la causa, —20— intensidad, período y sitio de las enferme- dades, constitución médica, etc. EDAD. § 1. ° Esta no solo influye, como es muy sabido, en las doses de los medicamentos, sino que ademas presenta puntos que deben tomar- se en cuentaasí, debe tenerse presente que en los niños las simpatías son mas numerosas y escitables, en virtud de la mayor susceptibi- lidad ó predominio del sistema nervioso, siendo en ellos también muy enérgica la ac- ción vital del estómago é intestinos; que Ja marcha de las irritaciones en los mismos es mas rápida; y por último, que Ja secreción de las mucosas irritadas tiene una singular tendencia á coagularse en membranas anor- males, que obstruyen los canales, que son asiento de la enfermedad; por otra parte, se- gún las observaciones de Cruveilhier la mu- cosa digestiva en ellos está mas espuesta á reblandecerse y desorganizarse, pasando al estado gelatinoso. La sangría, pues, puede usarse en los dichos, aunque siempre pro- porcionadamente; en cuanto á los revulsivos obran con energía; la dieta es muy eficaz y la medicina debe ser sencilla, proscribiendo los medicamentos mny activos, teniendo pre- sente que son fáciles para las convulsiones sobre todo en la época de la dentición. Los medios higiénicos son los mas capaces de corregir sus enfermedades crónicas, muy ra- ras por otra parte en ellos. En los vieios -21 — Tas alteraciones de los órganos son mas pro- fundas, ellas son el resultado de irritaciones crónicas, determinadas por la repetición lar- go tiempo continuada de las estimulaciones que acompañan, aun al ejercicio normal de las funciones, haciéndose por lo mismo notar menos; los aparatos pueden mas frecuente- mente estar de alguna manera alterados. En sus enfermedades es raro sea necesario una medicación antiflogística, la irritación en ellos puede ser vivaz, pero no intensa ni.profun- da, habiendo mejor de ordinario un aumen- to de las fuerzas actuales, y raras veces de las potenciales: su dieta debe ser menos lar- ga y aun á veces menos rigurosa, bastando muchas ocasiones el régimen, junto con el uso de tópicos adecuados,, aunen inflama- ciones intensas. La tisis es menos temible en los viejos, que en los jóvenes, lo que se comprende muy bien; y muchas enfermeda- des solo afectan á tal ó cual período de la vida. SEXO § 2.° Bien sea que las diferencias del sexo entrañen en los órganos, ó bien que ade- mas concurra á ello elgénero de vida, etc.. no por eso es menos cierto que en las muge- res, la constitución es mas movible y suscep- tible; que el útero es un órgano predomi- nante, centro activo de numerosas simpatías, que participa de casi todas las impresiones esteriores que modifica: "Muíier propter ule- —22- rum est id quod est," que el género de vida entra mucho en cuenta con respecto al sexo; y por último, que mientras en el hombre co- mo hombre puede considerarse la cavidad del pecho como su centro, en la muger co- mo muger lo es el útero y sus anexos. Mu- chas enfermedades pueden terminar á la sola aparición de los menstruos y en la épo- ca crítica se ven aparecer, repentinamente ó no, muchas degeneraciones ú otros desór- denes, mientras que cuando dicha época ha pasado felizmente, la muger puede con mas probabilidad prolongar bastante su existen- cia: una irritación que los suspenda, es tan- to mas intensa, cuanto que las acciones vita- les y materiales que á él se dirijian, se con- centran en las partes nuevamente afectadas. Hay mugeres en quienes la mas ligera falta en el régimen en el tiempo de la menstrua- ción, se Ja suspende, mientras que hay otras en quienes los mayores desórdenes no son capaces de interrumpir su curso: en el tra- tamiento, pues, debe respetarse hasta cierto punto el curso de las reglas, y obrar según la urgencia mayor ó menor del caso, si no ha sido interumpido,ó llamarse si lo ha sido. Nada diremos en particular de las enferme- dades á que mas especialmente está espues- to cada sexo, lo que ciertamente es una fuente de saber, las que asientan y depen- den de la naturaleza, y tal vez funciones del órgano pueden ser esclusivas, habiendo otras á que acaso concurra el género de vida, edu- cación, ocupaciones, etc., y pueden no serlo. —23— Los cólicos periódicos, las afecciones cance- rosas, el prolapsus del útero, etc., etc., son enfermedades del sexo débil; el cálculo de la vejiga es mas común en el otro sexo, la fi- mosis, etc., etc., son del fuerte: podrájdescu- brirse alguna analogía entre algunas, pero nunca carecen de cierta singularidad. TEMPERAMENTO. § 3. ° En los sanguíneos son mas fáci- les las congestiones, las hemorragias natura- les y las inflamaciones francas: en conse- cuencia la sangría de cualquiera especie es- tá indicada, la medicación llamada antiflojís- tica, los evacuantes y la dieta, refrescante y mucilaginosa. En los nerviosos, las simpatías son numerosas, fácilmente dispertables é in- tensas: en ellos no guardan relación los fenó- menos de irritación local, siendo apenas sensi- bles, con el dolor que puede ser muy violento y aun desarrollarse espasmos, convulsiones, etc., con mucha rapidez: la reacción entonces es nerviosa, no vascular: los llamados presen- timientos son una ilusión: debe usarse de cal- mantes anodinos, dulcificantes, antispasmó- dicos, de los mucilaginosos sobriamente, los ácidos no prueban bien, la dieta debe ser poco severa, y si hay necesidad de deplesio- nes sanguíneas son preferibles las locales, aunque en los tales, suelen originar urtica- ria; en suma no debe perderse de vista que cuanto mas se debilita al enfermo, tanto ma- yor es su eretismo nervioso. En los linfáti- —24— eos las simpatías son raras, poco notables, sus enfermedades tienen una singular tenden- cia á la cronicidad y latencia, así como á fi- jarse sobre los vasos blancos, á desnaturali- zar los movimientos nutritivos y á provocar la formación de tejidos nuevos, que se des truyen ellos mismos, á veces muy lentamen- te; no hay que confiar en Ja falta de calor local considerable, ni en la poca ó ninguna escitacion del sistema sanguíneo, los preser - fimientos ó faltan, ó son- temibles. Puede usarse de la sangría general al principio de las enfermedades ó en sus exacerbaciones, y de la local corta y repetida, débense en general proscribir los mucilaginosos, los fe- culentos poco azotizados y los ácidos, el uso de los revulsivos principalmente á perma- nencia es muy útil, así como el de los reso- lutivos, cuando las partes están blandas ó insensibles á la presión; la dieta debe ser tal, como diremos al hablar de la duración de las enfermedades, debiendo ser algo se- vera al principio y en casos de raaccion, pe- ro no refrigerante y raras veces mucilagino- sa: los tónicos amargos, los aromáticos° son útiles, así como los alterantes alguna vez, pero sobriamente sin prolongar mucho su acción, también son útiles Jos específicos. que levantan la acción orgánica. IDIOSINCRACIA. § 4. ° El predominio de acción limita- do á uno ó alguno de los órganos, romo e\ —25— corazón, estómago, hígado, pulmón, piel, etc., tiene por efecto constante el convertir las partes que son su asiento, en otros tantos centros á donde converjen y retachan todas las irradiaciones simpáticas; y como tales simpatías pueden á la larga alterar la testu- ra de las partes, puede establecerse, que to- das las veces que han adquirido cierta in- tensidad y persistido durante algunos dias, es necesario combatirlas, como si fueran pri- mitivas. El conocimiento de las idiosine- racias conduce á descubrir la dirección es- pecial que afectan las simpatías y los cono- cimientos fisiólogo-patológicos que fluyen, permiten esplicar, porque en ciertos casos, todas las impresiones retachan sobre tal ó cual órgano afectándolo especialmente. Du- rante las enfermedades debe fijarse la aten- ción sobre las visceras predominantes y no confundir los síntomas cuyo asiento son, con los de la afección mórbida primitiva que los ha desarrollado. En cuanto á la indicación debe uno tratar de alejar ó combatir las so- breescitaciones que tienden á desarrollarse en el órgano cuva acción y sensibilidad están habitualmente exaltadas; á veces con todo, cuando está á lo esterior y es poco impor- tante se puede en las irritaciones viscerales peligrosas, hacer un punto saludable de re- vulsión, como en los gotosos, reumáticos ó herpéticos en quienes puede establecerse con ventaja irritaciones en las articulaciones, piel, etc., para desalojar las fijadas en las visceras. 3 —26— En cuanto á los efectos determinados por la debilitación de los órganos ó por su insu- ficiencia de acción, .hasta ahora solo se ha observado languidez é inercia propagada de ellos á los otros, no por simpatía sino por pri- vación de materiales nutritivos, ó esceso de escitacion y energía á consecuencia de dicha debilidad; mas adviértase que en las enfer- medades agudas la debilidad es secundaria. FUERZA Ó DEBILIDAD. f 5. ° El estado de debilidad en el in* dividuo puede ser general ó consecuencia de una irritación local: en el primer caso pue- den y deben separarse las causas debilitan- tes, usándose de un régimen tónico y ana- léptico, con medicamentos de la misma na- turaleza: muchos flujos, quizá los mas, no reconocen otro origen, en el segundo caso disminuyase la irritación donde existe, pu- diendo convenir en otros entonar al mismo tiempo los órganos debilitados como por vía dé revulsión, debiéndose advertir que aun cuando haya una debilitación general, como en el primer caso, los órganos internos ma- nifiestan cierto esceso de acción y de mayor susceptibilidad. La medicación en los su- jetos .vigorosos debe ser activa, enérgica- la absorción en ellos es mas difícil, al paso que en las personas débiles es mas activa están mas espuestas al contagio, siendo en las mis- mas de mas consecuencia las faltas de red- aren, sus enfermedades pueden afectar ó si- -27— mular cierta especie de periodicidad: su sis- tema nervioso está como en eretismo. APETITOS ETC. § 6.° Pocas personas hay que no ten- gan alguna antipatía ó simpatía especial por alguna cosa, así uno es afecto á tal ó cual sustancia y nunca le daña, ó bien le es á pe- sar de eso nociva; otro por el contrario siem- pre que toma tal otra, se enferma ó le dá ciertos resultados; éste apenas se espone al sol1 ligeramente y le duele la cabeza, aquel siempre que toma bagre le ocasiona misere- re, á uno la leche siempre lo purga, mien- tras que no es raro estriña á otro el melon- zapote; las cataplasmas de nuestra malva en unos producen eritema, en otros las sangui- juelas, etc., etc. Debe tenerse presente todo esto y aun puede á veces utilizarse: la me- dida exacta de bondad ó perversidad de los apetitos, en estado de enfermedad se toma y mide por la comparación de la naturaleza de la enfermedad y el modo de obrar de la sustancia ó acto, y órgano sobre el que obra. HÁBITOS. § 7. ° Estos pueden versarse acerca del'régimen, alimentos, vestidos, etci, y ape- titos particulares dos puntos esenciales hay que considerar aquí y que los abarca á todos: el primero es el de las modificaciones que imprimen á la economía y que es muy inte- —28— resante tener presente para establecer los preceptos terapéuticos; el segundo que por regla general ellos deben siempre respetar- se, pues no sin razón se ha dicho que cons- tituyen una segunda naturaleza; pero este respeto, por otra parte, debe seguir una pro- porción inversa con lo pernicioso de ellos, y también su daño puede con seguridad medir- se por su moralidad: hay hábitos hasta cierto punto inocentes, mientras que los hay queata- can muy directamente los órganos ó Jas fun- ciones mas esenciales para la vida, siendo por otra parte fácil probar que mientras mas per- niciosos, son mas inmorales; entre los prime- ros los liay que no tienen un formal obstácu- lo, como el que v. g. se habitúa á comer á una hora determinada que no se granjea mas inconveniente que el que trastornado este régimen, su economía se trastorna, mientras que guardado fielmente no presenta incon- venientes; al paso que aquel que hace de la noche día, Jucha á brazo partido con la natu- raleza y se halla aislado: el borracho, el lu- jurioso son de mas y mas perniciosas cos- tumbres: el primero está espuesto á desór- denes de Ja inervación, á Ja corea alcohólica, apoplegía, afecciones gastro-hepáticas é idio- tismo; el segundo á desórdenes semejantes ala consunción, reblandecimientos, parálisis' El glotón á la apoplegía y desórdenes en el aparato gastrointestinal: éste no soporta mu- cha dieta, así como el que está acostumbra- do á mucho abrigo fácilmente se resfria —29— PROFESIONES. 5 8.° En cada profesión debe tenerse presente los órganos que por ella entran en acción, tanto como aquellos cuya acción pue- de ser impedida: así los escribanos que tra- bajan con el cuerpo doblado, ó encorvado se han considerado como espuestos á la tisis, etc., si esto lo han hecho desde jó venes pue- de ser mas seguro, porque tal posición impi- de la libre respiración y el completo desar- rollo de los pulmones y su perfecta nutrición por el obstáculo á la libre llegada d" la san- gre: el ejercicio de los músculos que ponen en acción entra en poco y puede dar lugar á reumatismos, neuroses, etc.; los panaderos están espuestos á la pulmonía, bien por los esfuerzos al amasar, bien por el calor del horno; los rancheros á la fiema!uria; los car- gadores á las hernias; los repasadores en las minas á los varices, etc.; los fundidores a! en- venenamiento por el plomo, etc.; también los cocheros y rancheros sufren varices. La te- rapéutica debe contrariar estos efectos, cu- rarlos: la higiene prevenirlos é impedirlos: podría esto referirse á las causas de las en- fermedades; pero habria esta diferencia que aquí es una causa que obra constantemente y produce alteraciones profundas, imprimién- doles un carácter del mismo modo. CAUSAS. § 9. ° Es interesante Ja indagación de —30— la causa de las enfermedades: primero por el diferente modo de obrar de los distintos agentes, así una insolación obra sobre la piel y de preferencia en Ja cabeza, pudiendo oca- sionar erisipelas, aracnoidites, etc., el frió obra en la piel igualmente, pero por su ac- ción arrastra á toda la economía, bien para la reacción,^pien para Ja mortificación, sien- do una sustracción de calórico, el aparato cir- culatorio y respiratorio, etc., sufren mas es- pecialmente: su acción se esplica mas, á pro- porción que las partes tienen menos vida, d están mas distantes del centro circulatorio, las glándulas no quedan exentas de su ac- ción. Los venenos ó ponzoñas llevan su ac- ción en general al sistema nervioso; los virus á diferentes aparatos como se ve con el ly- sico, sifilítico, etc.; segundo, por descubrir dónde y cómo obran, así una compresión continuada obra mecánicamente, impidien- do el desarrollo del órgano sobre quien se ejerce, ó la libertad en sus actos ó funcio- nes; el estado de sitio de una población tiene una acción moral sobre sus habitantes, etc.; tercero, por saber si todavía siguen obrando, en cuyo caso la terapéutica enseña que en vano se propinarán medicamentos heroicos y usarán enérgicos tratamientos en una en- fermedad cuya causa persiste; mientras que en otros casos deben remediarse, primero, ciertos síntomas consecutivos para poder es- tablecer con esperanza de suceso el método apropiado, como en el tratamiento antel- míntico, en que primero- debe calmarse en -31 — algunos casos la gastritis que de ordinario existe, para que puedan producir su efecto-' los específicos. SITIO. § 10. ° Este conocimiento es indispen- sable en la aplicación del método sintético y en las aplicaciones tópicas ó locales; así co- mo para salvar algunas contraindicaciones, así: en las enfermedades de los órganos paL renquimatosos, se prefiere la sección déla vena, mientras que en las de los membra- nosos, io es la aplicación de sanguijuelas; que se colocan en tal ó cual región, según que la ocupa ó simpatiza con ella el órga- no enfermo; reconocidas también ciertas en- fermedades del corazón, puede ó no pró^ pinarse con éxito la digital; en otras la es- tricnina, etc., proscribiéndose en la de la ve- jiga el uso de las cantáridas, en otras el del cloroformo, etc. INTENSIDAD. § 11. ° Una enfermedad por su sola- in- tensidad, puede ser grave y al contrario: un caso de intensidad exije un método activo, una medicina heroica ó enérgica; mientras que la mediocridad permite mas suavidad y menos prontitud: en el primer caso tiene lu- gar el ocíasló prceceps déA Hipócrates; eií el segundó, el1 método espectante ó4iipócráti- co. La cronicidad ó agütfézU' délas enfer: —32- medades, podría hasta cierto punto referirse á este lugar, aunque esta no se mida por la intensidad ni por la duración ó tiempo, sino mejor por la lesión ó manifestación del sis- tema nervioso sensitivo. TIEMPO. § 12.° La periodicidad, continuidad ó remitencia, presentan indicaciones muy mar- cadas: la remitencia que no debe confundir- se con la exacerbación, existe, en mi juicio, por la imperfección de nuestros conocimien- tos; desaparecerá después, dejando en el cuadro á la periodicidad y continuidad; lo mismo puede decirse de las intermitentes atipicas y espúreas ó perniciosas, de las que muchas lo son por desconocerse su verdade- ra naturaleza. También puede referirse aquí la agudez que exíje medicamentos de corto alcance, teniendo en la cronicidad su princi- pal lugar la higiene, los alterantes; y siendo necesario cambiarla naturaleza viciada en sus actos, y reconstituir, en suma, la máquina. PERIODO. § 13. ° Pueden asentarse acerca de este punto, reglas terapéuticas de una utilidad incontestable, así primeramente: hay enfer- medades que tienen en ciertos períodos una singular tendencia á la supuración, á la de- generación, etc.; en tales casos y en tal tiem- po, es cuando debe oponérseles lo mas opor- —33— tuno y enérgico, á fin de impedir tal paso» ó terminación, teniendo en cuenta su pro- fundidad, importancia del órgano, etc.; así como la mayor ó menor facilidad que pueda tener para un tránsito semejante: al contra- rio, pasada la enfermedad al período de su- puración ó degeneración, el tratamiento de- be ser diferente: en segundo lugar, hay en- fermedades que por circunstancias particu- lares son mas peligrosas en su período pri- mero, último, etc.; en tal caso redóblese la vigilancia; y finalmente, según Forget, aun- la agonía tiene su tratamiento, porque varía según las enfermedades, y un tratamiento apropiado, modifica los síntomas mór,bidosr de donde se deduce que en todos los casos debe combatirse,, pues que se ignora, cuáles- son aquellos en que los socorros son radical- mente impotentes: los medios curativos, por otra parte, varían poco, cualquiera que sea el aparato mas gravemente afectado: casi to- dos entran en la medicación estimulante di- recta ó indirecta. Es esencial obrar con vi- gor y perseverancia, modificando los proce- dimientos según Jas indicaciones y efectos observados. La primera indicación es, dis- pertar la sensibilidad, pues ella se aplica ai la parálisis, al síncope y á la asfixia, debién- dose, ademas, en esta última, cuando viene por espuma brónquica ó asfixia lenta> por in- guritacion pulmonar pasiva, qjue es-la forma mas común y grave de la agonía*, no solo- estraer el moco de los bronquios y suscitar Ja tos, sino aplicar con energía y de un mo- —34— do sostenido, los estimulantes internos, como el vino, alcohol á pequeñas doses repetidas, juntamente con muchos vejigatorios sobre el tórax, los sinapismos, fricciones estimu- lantes, etc., sin que se deba prescindir de to- do, mas que por la cesación de los latidos del corazón. CLIMA. § 14. ° Dos son los casos en que puede tener lugar la terapéutica general de los cli- mas, á saber: cuando se tratan los naturales del pais donde se eje(ce la medicina, en cu- yo caso deben estudiarse bien las condicio- nes topográficas, teniendo presentes los re- sultados de la influencia continuada de un mismo agente sobre unos mismos órganos y las enfermedades endémicas; ó bien cuando se tiene que tratar á estranjeros al suelo, y entonces de lu¿go á luego se tiene que pre- servar á los órganos, délos ataques que el clima, cuya influencia ha sido bien estu- diada, tiende á dirijirles, así los habitantes de un pais caliente en otro frío, usarán de mucho abrigo; comenzarán por habituarse al uso de bebidas calientes y ligeramente esri- tantes; de alimentos mas fuertes, etc., mien- tras que los de un pais frío en otro que es ca- liente, abandonarán poco á poco el uso de los alcohólicos, tendrán mas sobriedad,1 usa- rán de baños templados, etc. Ademas,' para los habitantes de lrgares frios, la dosis dé medicamentos escitantes, estimulantes, tó- —35— nicos, etc., debe ser mayor y menor la de los opuestos; y al revés para los de lugares calientes, á quienes conviene una dieta me- nos severa; la medicación refrigerante, te- nue para los primeros; lo opuesto para los se- gundos. También pueden estudiarse los climas en 16 particular, á cuyo fin pueden considerarse divididos en meridionales y septentrionales, subdivididos los primeros en calientes y se- cos, y calientes y húmedos; y los segundos en fríos y secos, y frios y húmedos. Si lue- go se echa una ojeada acerca de cómo se presenta en ellos el estado fisiológico y el patológico, se vendrá fácilmente á los pre- ceptos terapéuticos. Meridionales calientes y secos. En estos, el aparato digestivo no tiene mu- cha fuerza, aunque sí mucha actividad: las digestiones son fáciles; pero principalmente prontas, así es que debe comerse poco á la vez y frecuentemente: obrando el calor y la sequedad como los escitantes, la acción pro- pulsiva del corazón está exaltada, la circu- lación es acelerada, el pulso vivo, grande y frecuente, pareciendo tener cierta especifi- cidad sobre el corazón: aquí reinan las pal- pitaciones; la respiración es, pues, mas fre- cuente; y la sangre, aunque en un tiempo dado atraviese mas número de veces el pul- món, etc., no por eso es mas perfecta, aun- que tal vez sea mas estimulante: el sistema —3(3— absorbente se halla en notable actividad, coc- ino se comprende: primero, porque en enfer- medades causadas por relajamientos de taL sistema, se recomienda un aire caliente: se- cundo, que las contagiosas se comunican mas fácilmente en un tiempo caliente; y por úl- timo, que en una constitución admosférica, caliente y seca, se enflaquece. En tales cli- mas, la nutrición tiene muy poca actividad, lo que es debido á que el quilo de las diges- tiones es muy ligero, por la poca fuerza de los órganos digestivos, aunque en descuento tenga una cualidad muy estimulante, depen- diente de la bilis, cuya secreción se hace por torrentes; y la sangre, que no es mas que el quilo modificado, no puede ser rica, es poco espesa, casi nunca causa plétora, y cuando se bailan sus apariencias, no es sino la rarefac- tiva (ad vasa) de Baumes, á que es necesa- rio cierta lentitud en los movimientos de los líquidos y en los de los sólidos para que es- tos puedan apropiarse los materiales repara- dores que tienen los primeros, lo que es in- compatible con el orden de cosas de tales lugares. La sensibilidad vital está muy exaltada, lo mismo la moral, así que las pasio- nes se encienden fácilmente, su impetuosi- dad se semeja á un torrente, cuyo curso nadie puede detener: el amor es un verdadero de- lirio, cuyo término es solo la muerte frecuen- temente, creyéndose que allí no existe la galantería ó coquetería, que es el arte de hacer el papel de amoroso, cuando se está mas lejos de serlo. Como en dichos lu^a- Error in Pagínation: P. 37-48 omitted ¡n numbering —49— ^ . res, la suma de las fuerzas agentes de la po- tencia vital, escede con mucho á la de las radicales, cuyo reservatorio está empobreci- do, de aquí resulta exaltada la facultad con- tráctil de los músculos, siendo sus movimien- tos prontos, libres, fáciles; pero muy luego sigue la fatiga y de aquí la tendencia al re- poso, que constituye ese carácter de los ha- bitantes de tales climas, como se ve en nues- tros costeños como los de Zihuatlan, etc. Cada clima produce un elemento morbífico que se manifiesta ordinariamente por fiebres que reinan comunmente en cada pais, don- de la temperatura del aire, y su estado higro- métrico, tienen un carácter bien pronuncia- do. Cuando una fiebre es estacionaria en un pais, imprime su carácter á casi todas las enfermedades que alií se desarrollan, ó mas bien, las acompaña ella; casi siempre las en- fermedades no febriles (si no dependen de una causa individual) tienen ordinariamente el mismo carácter de la fiebre madre, y re- claman el mismo tratamiento. La de luga- res secos y calientes, se manifiesta por los síntomas siguientes: calor muy acre y pene- trante, lipiria, polidipsia, lengua seca, rugo- sa y amarillenta, orinas de un amarillo oscu- ro y fétidas, pulso muy pequeño, oprimido y débil: la sangre estraida de la vena, es de un rojo muy vivo, y la costra se cubre de una grande cantidad de suero amarillento, está muy disúelto y tiene el color del vino de Borgoña, de suerte que su abundancia con- f-.)í»wt.>n la «:^nnr"iau e?ja í^brp, desnu la ñ j i ¿C 2 I- ti —50— toda complicación es continente, la piel es- tá amarilla, los ojos primero encendidos y brillantes, se cargan en seguida de bilis, des- pués se ponen sucios y tiernos; hay delirio, angustias, inquietudes, insomnio ó sueño fa- tigante, cuyoestado no es mas que el máxi- mum del estado fisiológico, que consiste en una afección biliosa general, acompañada de un eretismo escesivo; y constituye lo que mu- chos autores han llamado fiebre ardiente; de este eretismo escesivo á la atonia mas com- pleta, no hay mas que un paso, porque es- tando muy tirantes los vínculos ó ataduras de la vida", no dilatan en romperse; y hé aquí lo que dá lugar á la degeneración pútrida: cuando esta fiebre no es muy intensa, se ter- mina por sudor, y en los sugetos débiles por parótidas, de donde se deduce que en tales climas, predomina la fuerza concéntrica, y que por la piel es por donde las críses tienen allí frecuentemente lugar, lo que debe tener- se muy presente, si no se quiere cambiar por el práctico de la naturaleza en sus actos sa- ludables. El tratamiento de la fiebre ardien- te desnuda á toda complicación, consiste en temperantes, refrescantes, antisépticos, frios; en una palabra, medicamentos que tien- dan á refrenar la impetuosidad de las fuerzas agentes ó actuales, á corregir la diátesis bi- liosa, y á prevenir la degeneración pútrida: solo cuando hay complicación de inflamación local, ó un estado saburral de las primeras vías, es permitido recurrir: en el primer ca- so á la sangría, la que no debe ser ni abun- —51— dante, ni muy repetida, atendiéndose á que las inflamaciones de tales lugares, nunca son bien legítimas y á que las fuerzas radicales están muy debilitadas; en el segundo á los eméticos y purgantes, acerca de los cuales la irritación estrema de toda la economía, y so- bre todo, la del tubo digestivo hace una ley al práctico de no administrar sino los mas suaves. No pudiendo usar los tónicos, sino cuando la irritación ha decaído. Es digno de observarse que las tendencias de las fleg- manias es á terminar por gangrena, cuya ter- minación, lejos de prevenirla la sangría, la aceleradlo que prueba que las flegmasías de los países calientes y secos, son de una natu- raleza muy diferente á las de los frios y se- cos, y si el suceso ó insuceso de los métodos curativos, es el mejor medio de determinar la naturaleza de las enfermedades/puede concluirse que en las flegmasías de lugares frios y secos, hay esceso de fuerzas radicales con opresión de'las agentes, y en los calien- tes y secos, defecto de las primeras y exal- tación de las segundas, por lo que se debe ser muy sobrio en el uso de la sangría. Moderar la intensidad de la fiebre a fin de provocar una resolución feliz, corregir la diátesis biliosa, ó evacuar suavemente la bi- lis, si existe en las primeras vías, y oponerse á la degeneración pútrida de los humores, tan común bajo un cielo ardiente: tales son las indicaciones que presenta en general es- ta numerosa familia de enfermedades: se ve, pues, que el tratamiento de las flegmasías en —52— dichos logares, es en el fondo el mismo que el de la fiebre que en ellos reina comunmen- te, lo que no es estraño, pues que el elemen- to morbífico es el mismo. Los espasmos son allí muy comunes, y para combatirlos con suceso, es necesario comenzar por combatir la sequedad de toda la máquina, que es un resultado de la del pais, no siendo raro ver exasperarse tales enfermedades por la admi- nistración de los antispasmódicos calientes, que los rutineros prodigan con tanta confian- za; solo después de haber disminuido bien la irritación de toda la economía, por las bebi- das humectantes, pueden convenir aquellos, y los tónicos ó mas bien, es necesario curar el espasmo por la administración de medios suaves y humectantes, y oponerse á su retor- no por el uso prudente de los tónicos, que obran aumentando las fuerzas radicales, pues- to que los espasmos son hijos de la debilidad. La ictericia que se encuentra muy comun- mente en dichos lugares, y que frecuente- mente depende de un espasmo de los ór- ganos biliares, no admite otro tratamien- to, todas las veces que depende de otra causa que la indicada para los espasmos en general, en cuyo caso, aunque reconoce por causa una obstrucción del hígado, con todo, es necesario aun entonces, no emplear si no los mas suaves fundentes, precedidos de los temperantes, porque tales obstrucciones es- tán siempre acompañadas de irritación gene- ral y local, que persistiendo, por poco activos que sean los fundentes, la agravarían. El —53— cerebro es uno de los órganos sobre cuya manera de ser, influye mas una temperatura caliente y seca: está muv sujeto á los espas- mos, que, llevados al mas alto grado, produ- cen la apoplegía nerviosa, que es la que se encuentra frecuentemente en los individuos espuestos á la acción de una atmósfera ar- diente: dicha apoplegía debe tratarse por pe- diluvios y á veces también podrán convenir á título de relajantes generales, baños tibios enteros; pero atendiendo que no sean ni muy calientes, ni muy frios, porque entonces, de- cidiendo un aflujo de humores hacia la ca- beza, no dejarían de aumentar el mal: las la- vativas de agua tibia, pueden ser muy útiles por el relajamiento de los intestinos que pro- ducen y que pueden muy bien comunicarse ai cerebro, y tener efectos sorprendentes. La administración del opio en una afección so- porosa, parecería muy ridicula á los que no son médicos; sin embargo, este es muy útil en algunos casos de apoplejía nerviosa. Cada clima imprime á los vegetales y ani- males, caracteres que los hacen fácilmente distinguir de los de los otros, y las enferme- dades, estos frutos de nuestras imprudencias y de las intemperies del aire, llevan también profundamente grabada la impresión del sue- lo que las vio nacer: todo tiende á conven- cernos, que cada pais debe tener su código terapéutico, como lo tiene civil, y que sería tan absurdo querer tratar la perinumonía v. g., del francés y del egipcio, del mejicano y del yankee por los mismos medios, como —54— pretender gobernarlos por las mismas leyes. El elemento bilioso, es el elemento morbífi- co, que refuerza la irritación y los espasmos que le acompañan, y labílis que goza tan gran papel en las enfermedades de estos lugares (cuando no dependen de causas individuales) puede estar acumulada en las primeras vías, ó estendida en toda la economía: hacerla co- lar afuera, mejor que espelerla bruscamente, cuando está acumulada en las primeras vías, llevarla á estas, cuando está estendida en toda la economía, favoreciendo la acción de su órgauo secretor y la de los conductos es- cretores, para poderla evacuar luego, opo- nerse á la degeneración pútrida de los humo- res, moderar la exaltación de las fuerzas agen- tes de la potencia vital, á fin de que el re servatorio de sus fuerzas radicales no se ago- te, aumentar estas por la administración de tónicos moderados, cuando la irritación ha decaído: (porque antes obrarían como esti- mulantes, y solo aumentarían el mal) tales son las indicaciones que en dichos lugares provocan frecuentemente la aplicación de las leyes terapéuticas. Si hay países donde la medicación moral sea de una grande utili- dad, es en los lugares calientes y secos, por- que las/pasiones hacen allí nacer frecuente- mente enfermedades, y las entretienen. Allí mismo, por el insuceso que tienen las opera- ciones de pequeña cirujía, parece que la na- turaleza advierte el daño que traerán las grandes: de aquellas, las mas en uso son la sangría contraindicada por el defecto de las —55— fuerzas radicales, los vejigatorios que lo es- tán por el estado bilioso que favorece la dege- neración pútrida y las fuentes que en general no deben usarse, porque aumentan la seque- dad de toda la economía. Ademas, una poten- cia vital cuyos actos son turbados por las me- nores causas, y cuyas fuerzas radicales están en defecto, no podrían resistir á las fuertes sacudidas de una grande operación quirúrgi- ca, según lo que se ve suceder en los luga- res templados, cuando hay necesidad de prac- ticar una grande operación en lo fuerte del estío: felizmente tres grandes manantiales de estas operacianes son allí desconocidos, y son la sífilis inveterada, el vicio estrofuloso y los cálculos vesicales. Meridionales calientes y húmedos. Los habitantes de dichos lugares digieren mal, porque un tubo digestivo relleno siem- pre de materias mucosas, recibiendo conti- nuamente por simpatía el relajamiento que el aire húmedo y caliente opera sobre la piel, no puede ser propio para hacer digestiones completas, ni fáciles, ni prontas; el apetito es tardío, como embotado; los escrementos muy abundantes y húmedos. El aparato circulatorio está enervado, las contracciones del corazón son débiles y tardías, el pulso raro y blando: esta debilidad del corazón y arterias afecta también al sistema capilar, y es por eso que aquí no se vé el tinte florido de las caras que se halla en otros climas, de —56— donde resulta que las flegmasías cuando tie- nen lugar, son siempre de un carácter pasivo y atónico. La lentitud en los actos mecáni- cos de la respiración debe producir una im- perfección en los fenómenos fisiológicos de esta función; y en efecto, la oxigenación de la sangre que tiene por objeto, está en razón directa, ceteris paribus, del número de ins- piraciones y espiraciones en un tiempo da- do, por consiguiente todas las veces que los actos mecánicos de ella se hagan lentamen- te, le: sangre contendrá poco oxígeno, perde- rá de su cualidad estimulante; y por otra parte un pulmón relajado por la influencia de un aire caliente y húmedo, no está en es- tado de hacer sufrir un estado de elabora- ción perfecta al fluido atmosférico; y hé aquí otra causa de la mala qonstítucion de la san- gre en los habitantes de dichos lugares. En la absorción, el sistema absorbente es activo, en la imbibición es puramente pasivo y los líquidos entran á la economía como á pesar de la potencia vital: en estos climas, pues, la absorción está muy debilitada, mientras que la imbibición está muy aumentada, de donde resulta la introducción de una gran cantidad de agua en la máquina animal, introducción que las pocas fuerzas de la potencia vital no puede impedir y que debe necesariamente aumentar su debilidad radical. Los apara- tos secretores y exhalantes participan tam- bién del relajamiento general de la econo- mía; así es que las secreciones.y exhalacio- nes se debilitan esceptuando las de la gragfi —57— y jugos mucosos, que son en gran cantidad y que no contribuyen poco á aumentar la iner- cia que caracteriza á los habitantes de estos climas. La secreción de la orina como su- plementaria de la traspiración cutánea, es muy abundante en dichos lugares, aunque no esté en relación con la gran cantidad de líquido que la máquina contiene. A juzgar por la primera impresión que causa la vista de los habitantes de estos lugares, se podía creer que su'nutrición se hace muy bien en ellos; pero no debe olvidarse que bajo esa gordura engañadora, se oculta una debilidad radical, ni es necesaria mucha sagacidad pa- ra conocer, observando esa misma gordura, que es debida á unasuperabundancia de jugos mal elaborados, producto necesario de las malas digestiones y ds una sanguificacion im- perfecta. La sensibilidad moral también es- tá muy poco desarrollada, las facultades ce- rebrales muy debilitadas, el buen sentido no es muy común en estos climas, y acaso el genio nunca se encuentra, el amor es muy moderado, sus habitantes perezosos, no tie- nen otra ambición que entregarse al reposo: en tales climas se hallan particularmente muchos que mueren de mentecatez. Sien- do necesaria cierta cohesión en las fibras musculares para que los músculos puedan ejecutar libremente sus movimientos y no pudiendo existir en los paises donde reina tal temperatura: de aquí la debilidad de las contracciones musculares. En cuanto al es- tado patológico se ha dicho muy general- —58— mente que los habitantes de los lugares.ca- lientes tienen un temperamento bilioso: la ojeada que acabamos de echar sobre los ha- bitantes de los lugares calientes y húmedos manifiesta que su temperamento no es bilio- so, sino mejor pituitoso como lo había obser- vado Hipócrates en los habitantes de la ri- bera del Faso: todo temperamento es de he- cho un paso hacia ciertas enfermedades á las que imprimen su carácter, y esto es aun mas cierto para los temperamentos que son efecto de la acción de un clima cuya temperatura es uniforme siempre. Las enfermedades de dichos habitantes deben ser, pues, pituitosas; y el primer escalón del estado patológico en «sos paises debe ser la fiebre mucosa que es precedida de un ligero calosfrió, al que su- cede un calor desigual en todo el cuerpo, cuyo calor es un poco acre; pero se aleja po- co del estado natural; el pulso es poGo fre- cuente, á veces aun es mas raro y lento que en el estado de salud; pero es ordinariamen- te intermitente; las orinas son abundantes, pálidas y acuosas, la lengua se presenta blanca, húmeda y se seca en el curso de la enfermedad; la sangre sacada de la vena se cubre de una costra mucosa, que es mas blanda que la inflamatoria y que parece com- puesta de pequeñas láminas delgadas y ba- ñadas de un suero amarillento; su parte roja está disuelta allí; la piel está pálida, lívida y empastada de jugos mucosos; hay nauseas vómitos pituitosos, adipsia, ansiedad y dolor al epigastrio, cefalalgia, delirio tranquilo y —59— estúpido, véitigos, algunas veces con sínco- pe, pesantez, insomnio y complicación de gusanos. Desembarazar pues el tubo diges- tivo de las materias de que ordinariamente está sobrecargado, levantar las fuerzas de la potencia vital muy debilitadas bajo tal clima á fin de obtener una solución feliz: tales son las principales indicaciones que presenta la fiebre mucosa en su estado de simplicidad: la complicación mas frecuente de ella son los gusanos y esa entra en estas indicaciones ge- nerales. En esta fiebre, tanto las fuerzas ra- dicales, como las agentes, están en defecto, por lo que es necesario emplear estimulantes y tónicos para dispertar la acción de las unas y aumentar la suma de las otras: es necesario, pues, escitar los movimientos de la naturale- za y el relajamiento general que acompaña á la fiebre mucosa hace una ley al práctico de evacuar las saburras pituitosas, cuya ac- ción sobre el tubo digestivo podrá ser com- parado, á lo menos en muchos casos á la de un tópico emoliente sobre la piel. Los nec- sos de la vida están muy relajados y esto ha- ce que la fiebre mucosa degenere allí fre- cuentemente en pútrida, porque una poten- cia vital debilitada, no puede luchar venta- josamente contra las leyes del gran mundo (macrocosmo) y estas terminan por sobrepu- jar á las del pequeño (microcosmo). La pu- tridez que sigue á la fiebre ardiente, co- mo la que sigue á la mucosa, se acompaña ordinariamente de los mismos síntomas; pe- ro es necesario guardarse de aplicarles el —60— mismo tratamiento: la primera indica el uso de ios ácidos; mientras la segunda re- quiere el del amoniaco y sus sales, de los vejigatorios, y aunque la liebre mucosa tam- bién se observa en los cfimas calientes y se- cos, frios y secos; pero allí no reina, sino que es una enfermedad intercurrente, y por con- siguiente subordinada á la liebre estaciona- ria, que, como se lía visto, es la ardiente pa- ra los primeros y la inflamatoria para los se- gundos, sin que ose alguno sostener que una enfermedad iutercurrer¿te deba ser tratada como una estacionaria: añádase á esto que la pituitosa en lugares frios y. secos ó calien- tes y secos no degenera tan fácilmente en pótrida, como la de los calientes y húmedos. Siendo dicha fiebre la estacionaria c'e los lu- gares calientes y húmedos, tiene bajo su de- pendencia las otras enfermedades que allí reinan, por consiguiente los males de cabe- za, de los ojos, las toses, los flujos de vien- tre, etc., que aparecen en tales lugares, exi- jen el mismo método curativo de la fiebre estacionaria, que es debida á la constitución médice, y la comparación de los síntomas y marcha de la angina, perineumonía, pleure- sía, y sobre todo de los medios frecuente- mente opuestos que se emplean con el ma- yor insuceso en los diferentes climas para curar estas enfermedades, dá una prueba in- equívoca de la diferencia que debe de exis- tir en la práctica de la medicina, según los paises. — 61 — Septentrionales frios y secos. Cuanto mas lejano está un pais del astro que arregla el curso de las estaciones, tanto menos goza de los beneficios del calórico y de la luz; pero si sus habitantes no viven como en los lugares calientes y secos, bajo la influencia de estos dos estimulantes, en descuento están ellos espuestos á la acción del frió que obra como tónico, aunque siem- pre hay mucha diferencia de una atmósfera iría y seca á otra fría y "húmeda. El apara- to digestivo en la primera goza de gran fuer- za, digiere fácilmente las materias alimenti- cias y parece estraer todos los principios nutritivos que contienen, lo que hace que los habitantes de dichos lugares arrojen es- crementos pocos y duros; las contracciones del corazón son vigorosas, el pulso es duro, fuerte, pero no frecuente; y así debe de ser, porque una grande suma de fuerzas, casi nunca es acompañada de mucha agilidad en los movimientos; el sistema capilar también goza de mucha actividad: de aquí las infla- maciones y hemorrajias activas tan comunes en esas comarcas, donde la oxigenación de la sangre es completa, pues que la respira- ción es profunda, ancha y lenta, aunque no frecuente, habiendo ademas mayor capaci- dad en los pulmones, la sangre es mas tóni- ca aunque menos estimulante que en los ha- bitantes de lugares calientes y secos. La rb-orri'm'c? po-a en la sup^rhnc cutánea; —62— pero está muy desarrollada en las superficies mucosas y principalmente sobre las vías in- testinales, como lo demuestra la corta can- tidad y dureza de los escrementos: en cuan- to á la absorción intersticial está también muy aumentada, puesto que no deja perma- necer en el tejido de los órganos los fluidos linfáticos; las exhalaciones y escreciones se hacen en muy pequeña cantidad, porque Ja potencia vital, dotada dé una muy grande fuerza, hace que el producto de las secrecio- nes sea casi todo recrementicio. LTa fuerza asimjlatriz es muy considerable, ya se con- sidere en la sangre, ya en el tejido de los órganos y los signos de una verdadera pléto- ra (ad vires) son allí muy comunes, lo que prueba la riqueza de la sangre, todas las fun- ciones se ejecutan con energía y estoes una prueba incontestable de que la nutrición de todos los aparatos orgánicos es perfecta. La sensibilidad moral es mucho menos viva en estos climas, que en los calientes y secos, los actos de la inteligencia se suceden con lenti- tud; pero lo que los hombres pierden de par- te de la imaginación, ganan de parte de la reflexión, que hace el principal mérito de los sabios del Norte, donde las pasiqnes se en- cienden lentamente, siendo necesario impre- siones fuertes para hacerlas nacer. Las fuer- zas tónicas del sistema muscular están muy desarrolladas, la contractilidad, no obstante está algo entorpecida, los movimientos aun- que mas fuertes son menos libres y precisos el ejercicio es una necesidad, sabiéndose —63— ademas que él tiene la propiedad de impe- dir la muy grande concentración de las fuer- zas vitales. Una temperatura fria y seca obra á la manera de los tónicos, aumentan- do la suma de las fuerzas radicales, y en ta- les comarcas la opresión de las fuerzas debe ser muy común en las enfermedades. La fiebre inflamatoria no es sino una exa- geración del estado fisiológico de los habi- tantes de lugares frios y secos: ella se mani- fiesta por cefalalgia obtusa y gravativa, lati- dos muy desarrollados de las carótidas y temporales, cara hinchada y roja, pulso du- ro y lleno; piel caliente y halituosa, sensa- ción espontánea de dolor y entorpecimiento de los miembros; orinas primero oscuras de color y poco abundantes, después deponien- do un sedimento blanquizco; paroxismos li- geros: esta fiebre debida al imperio de la constitución médica del pais, imprime su ca- rácter á casi todas las enfermedades que se desarrollan; porque como en el tratamiento de las tales no es á la afección local, sino mas bienal estado general déla máquina, á la fiebre concomitante (por la que la naturaleza nos muestra su estado é intenciones) que es necesai io prestar toda y la principal atención, de aquí es que el tratamiento de estas sea el mismo que el de la fiebre inflamatoria, y tal tratamiento no es otro que el antiflogístico. No solamente por defecto de fuerzas termi- nan las enfermedades funestamente, el esce- so de ellas puede también hacerlas funestas, porque el esceso de las radicales impide'el li- —64— bre ejercicio de las agentes y produce el esta- do que los prácticos llaman opresión y que si- mula muy bien á una resolución completa; mas esta resolución aparente puede hacerse real, si no se procura, destruir la opresión por me- dio de la sangría, porque el libre ejercicio de las agentes, es indispensable al entreteni- miento de las radicales. La primera indi- cación en una fiebre inflamatoria es dismi- nuir las muy grandes fuerzas de la naturale za, [ara que pueda desarrollar libremente sus actos saludablos, cuyo resultado debe ser el retorno á la salud, y el mejor medio para llenar esta indicación es la sangria; si se manifiesta tendencia á las irritaciones lo- cales, es necesario prevenirlas, y se recurri- rá aun á la sangría, que en este caso debe ser revulsiva ó local: las bebidas relajantes son los medios propios para favorecer la cri- sis de esta enfermedad, que tiene lugar al sétimo dia y que se manifiesta entonces por orinas cargadas de una especie de mucosi- dad, ó mas tarde por el sudor: las hemorra- jias son un medio del que la naturaleza se sirve muy frecuentemente para terminar di- chas fiebres: cuando la enfermedad se com- plica de embarazo de las primeras vias se recurre á los. evacuantes, aunque este medio no sirve sino para combatir un epifenómeno y no concurre sino indirectamente á la cura- ción de la enfermedad principal, solo des- pués de haber sangrado se necesita emplear los evacuantes de las primeras vias, porque antes serian nocivos. —65— La viruela aquí, cuando se presenta, no es acompañada de fiebre pútrida, como en lo? climas calientes y húmedos, sino que está bajo la dependencia de una inflamatoria, que muy frecuentemente se cura con facilidad con el método antiflogístico, nocivo en aque- llos. En los lugares frios y secos es necesa- rio sangrar copiosamente, si se quiere evitar la degeneración pútrida: la apoplegía en ellos se manifiesta ordinariamente por los síntomas siguientes: prescindiendo de los comunes, cara florida, de un rojo tirando al negro, pulso lleno, latidos muy fuertes de las tem- porales y carótidas: á la abertura del cadá- ver se hallan los vasos del cerebro y pía m¡i' dre y plexo coroides ingurgitados, frecuen- temente rotos y la sangre derramada en los ventrículos ó en las otras partes del cerebro: lleva, pues, el carácter de las enfermedades de dicho-s lugares y reclama el método anti- flogístico. La parálisis en los mismos, es o.dinariamente hemipléjica y lo mas frecuen- temente precedida ó seguida de un aiaque apopléctico: en consecuencia exije igual tra- tamiento. La hemorrajia es un medio cura- tivo que la naturaleza emplea con mucho suceso en la curación de las enfermedades inflamatorias, siendo á veces también un es- célente profiláctico del que se sirve para di- sipar ese estado intermedio entre la salud y la enfermedad, llamado plétora sanguínea, cuyo estado es muy común en estos lugares y el que puede hacerse el manantial de en- fermedades muy peligrosas: en tal caso la —66— hemorrajia, á no ser que tenga lugar por al- gún órgano importante ó que sea escesiva, no es una enfermedad: en este último caso deben emplearse bebidas nitradas, pedilu- vios ó maniluvios, según la parte que. dé lu- gar á la salida de la sangre: en el primer ca- so las sangrías revulsivas son indispensables y pueden en algunos casos ser útiles, aun en los de hemorrajia muy abundante, como único medio capaz de desviar una fluxión muy intensa: la hemorrajia, pues, cuando es una enfermedad exije el método antiflogís- tico. En todos lugares cuando se quiere practi- car una operación quirúrgica se comienza por preparar al individuo que debe sufrirla; pero ya este es débil y nervioso, y es nece- sario fortificarlo y administrarle antispasmo- dicos, para que mas robusto y menos sensi- ble pueda soportar mejor los sufrimientos inseparables de la operación; ya es una per- sona biliosa y afectada de un estado saburral de las primeras vías,-y entonces es necesa- rio recurrir á las bebidas acídulas y desem- barazar el tubo digestivo, por el empleo de evacuantes convenientes, pues que de otro modo se espondria el enfermo á caer en una fiebre maligna, resultado de los distintos es- fuerzos de la naturaleza dirijidos en sentido contrario: á saber aquel por el que comba- tiera el estado de embarazo gástrico é intes- tinal, y el otro por el que tendería á la cu- ración de la herida; ó bien el sujeto es pic- tórico, que es lo mas común en lugares íi ios —67— y secos, y entonces es necesario prepararlo por la sangría, pues, aunque en los operados la mejor fiebre que pueda sobrevenir sea la inflamatoria; pero es necesario que ella sea moderada. Las enfermedades inflamatorias, pues, son las mas comunes en estos climas, al grado que la grande viruela ó gálico, que es una enfermedad del sistema linfático, ocasionada por la acción de un virus especí- fico, se presenta aquí con la máscara de las enfermedades inflamatorias, y solo después de habérsela quitado por el método antiflo- gístico puede tratarse por el específico, de donde resulta que el método antiflogístico es la base del tratamiento de las enfermeda- des en tales climas. Septentrionales frios y húmedos. En estos climas los órganos gástricos no gozan con mucho de la fuerza que en los otros, la acción relajante de la humedad, junto con el frió es mucho mayor, tal tempe- ratura, hace predominar la fuerza concéntri- ca: es verdad que en estos lugares se tiene mas apetito y se come mas que en los ca- lientes y húmedos; mas con todo no puede desconocerse en dichos órganos mucha pe- reza y una irregularidad bien pronunciada en su acción, lo que se esplica porque en los calientes y húmedos el calor provoca una escitacion que aunque pasajera, es continua- da y cuya escitacion no puede provocar el frió por ser continuado; al paso que en estos —68— la economía tiene que luchar con agentes debilitantes á la vez, como el frío y la hu- medad, cuyos agentes se disputan la premi- nencia de donde viene la irregularidad, se- gún que el frió dá ó no lugar á reacciones: tal desorden se manifiesta muy visiblemen- te en el sistema circulatorio, siendo ele ello una prueba la irregularidad del pulso, ha- ciéndose pereibir el que se nota en la circu- lación, en eí ejercicio de la respiración, sien- do por esto imperfecta la oxigenación de la sangre. En cuanto á la absorción é imbibi- ción, esta última predomina, pues que el frió y humedad ocasiona una especie de estupor en el sistema absorbente, que lo entrega hasta cierto punto á las leyes del gran mun- do. • La suma total de las secreciones es po- co considerable, pareciendo que el contraba- lanceo del frió y humedad produce un enca- denamiento de las fuerzas, qre la potencia vital debia desplegar en los aparatos secre- tores: de aquí el estado caquéctico tan co- mún en esos climas; atendiendo al estado de los órganos digestivos y naturaleza de los alimentos que tales lugares producen se re- conocerá fácilmeute que el quilo producido por las digestiones ai medio de semejantes circunstancias no debe ser rico en materiales reparadores: por otra parte el acto de la res- piración haciéndose mal, es causa de qne este quilo nunca se trasforme en una sanare muy vivificante: de aquí ese defecto de nu- trición en los aparatos orgánicos. También los órganos de los sentidos muestran muv —69— poca actividad, las facultades cerebrales es- tán entorpecidas, las pasiones son poco vivas y hay muchos idiotas. El sistema rm&»cular- está en relajamiento, siendo por esto los mo- vimientos difíciles: de lo dicho se compren- da esa debilidad radical que se observa en las enfermedades de los habitantes de estos lugares: no es r ,;uí la suma de las fuerzas radicales, ni la de las agentes la que está en defecto, sino ambas á la vez. Las enfermedades de los lugares calientes y secos, ó frios y secos, son mas ó menos agu- das; pero las de estos, recorren sus periodos con lentitud, resultando tanto de esa debi- lidad como de la irregularidad que se ob- servan, tanto en el estado fisiológico, co- mo en el patológico, siendo á esta misma acaso, debida la rareza de críses felices. La fiebre catarral es la primogénita de la teñir peratura fria y húmeda: pocas enfermeda- des hay mas caprichosas que esta; sin em- bargo, "hé aquí el cortejo de síntomas que les acompañan frecuentemente: á la inva- sión horripilaciones frecuentes, ó frios re- petidos, sigue una curvadura general, gran propensión á los sudores generales, pero acuo- sos y que nada tienen de críticos, el pulso es blando,'frecuente y ordinariamente irre- gular, luego tos fatigante que no hace espec- torar, sino materias serosas que irritan la trasboca y parecen destilar de las fosas nasa- les sobre la laringe y las amígdalas, estornu- dos y lagrimeo frecuente, algunas veces nau- seas entrecortadas por el sentimiento del ham- —70 — bre, cólicos ligeros, frecuentemente acom- pañados de cámaras crudas y mucosas, que dejan una impresión dolorosa sobre la estre- midad inferior del recto, orinas limpias, etc. Desembarazar el estómago de las materias de que está ordinariamente sobrecargado al principio de tales fiebres, á fin de que este primer triunviro de la vida, pueda estimu- lar normalmente á los otros, á espeler la cau- sa morbífica, favorecer la fuerza escéntrica, para impedir ó desviar la fluxión de que son asiento las membranas mucosas, relevar el tono de todo el sistema para regularizar los movimientos vitales, é impedir á la maligni- dad el mezclarse: tales son en general las in- dicaciones que hay que llenar en la fiebre catarral. Queda dicho, que es necesario fa- vorecer la fuerza escéntrica; pero en general, debe uno guardarse de emplear la sangría, porque la materia de la fluxión, siendo mas serosa que sanguínea, podria mas bien agra- var que curar el mal; ademas, se advierte cierta irregularidad en la fiebre catarral, y es muy fácil que debilitando al enfermo, se corra el riesgo de que caiga en una verdade- ra ataxia; no obstante, si existe una fuerte irritación, bien podrá calmarse por bebidas mucileginosas, y sobre todo, por tópicos emo- lientes, &c; mas llenada esta primera indica- ción, se debe recurrir á las infusiones aromá- ticas, que tienen la doble ventaja de ser á la vez tónicas y diaforéticas, un aire caliente y seco, es un recurso precioso para las enfer- medades de estos climas, así como lo es otro —71— fresco para las de lugares calientes y secos, acompañadas de un eretismo nervioso y el caliente y húmedo para las de frios y secos: el caliente y seco, desvía la fluxión catarral que se dirije hacia las partes interiores, y que entretiene la fiebre. Las flegmasías de lugares frios y húmedos, se agravan clara- mente por la sangría, lo que prueba que las enfermedades de diferentes lugares, no tie- nen de común sino el nombre: Tos remedios mas convenientes contra las flegmasías de es- tos lugares, después de que ha sido calmada la irritación de que se acompaña siempre el pri- mer esfuerzo de la naturaleza, son los eméti- cos y vejigatorios: por los primeros, se des- embaraza el estómago de las impurezas de que siempre se halla sobrecargado al princi- pio de las enfermedades catarrales, al mis- mo tiempo que se eleva el tono de este ór- gano tan necesario para la feliz terminación de toda enfermedad: una de las ventajas de los eméticos en tales flegmasías, es favorecer la traspiración, que es necesario entretener por ligeros cocimientos aromáticos, mientras que los vejigatorios tienen también la doble ventaja de ser el mejor medio de desviar las fluxiones catarrales, y de escitar todos los órganos, que en dichos lugares tienden fuer- temente á la inercia. La apoplejía en estos climas, se acompaña desde el principio de debilidad de pulso, palidez de la cara, dismi- nución del calor: á la abertura del cadáver, se halla serosidad en los ventrículos del ce- rebro, así que tiene mucha afinidad con las —72— - enfermedades catarrales y los vejigatorios son: en ella de una utilidad incontestable. Los purgantes, que son el caballo de batalla de muchos, en los lugares frios y húmedos, na son de una necesidad tan absoluta, ya por- que producen una acción contraria á la que. debe escitarse, y que consiste en levantar el tono de las fuerzas frénicas, y favorecer su radiación á lo esterior, y ya también porque dichas enfermedades, tienen ordinariamente una marcha incierta,, se terminan ordinaria- mente por depósitos, y los purgantes favore- cerían esta terminación funesta, llamando á lo interior los humores, si se dan repetidas veces; esto, no obstante, se entiende aplica- dos á el tratamiento de las enfermedades agu- das, principalmente fiebres, porque en las crónicas, son medios frecuentemente muy preciosos y útiles, debiendoentóncesserfuer- tes como en general deben serlo todos los me- dicamentos que se emplean en dichos lugares, porque la potencia vital está como embota- da, y exije medios poderosos que la soliciten. En. cuanto á las enfermedades crónicas de los diferentes climas, se curan por el solo cambio de temperatura. Constitución médica. §; 15. c Aunque en lo general puede has- ta cierto punto referirse á los climas; sin em- bargo hay constituciones médicas pasajeras, como en casos de epidemias, en que el tra- tamiento de una enfermedad intercurren- —"Í3— te, merece modificarse por el reinado de aquella. Circunstancias. § 16.° Hay circunstancias especiales, á veces, ya en el enfermo, ya en las enferme- dades, que pueden exijir" algunas modifica- ciones por no carecer de influjo; así hay en- fermos sumamente medrosos y que á la mas ligera dolencia caen en abatimiento y pos- tración, mientras que otros permanecen in- diferentes en medio de los mas graves tras- tornos y si taKcircunstancia en los que no se comportan así en estado de salud, hace des- confiar justamente al mé ¡ico y estar en ata- laya, también lo hace no alarmurse en los otros; en cuanto á las enfermedades el esta- do de complicación y aun la sola coexisten- cia merece tomarse en consideración y pue- de modificar el tratamiento. Por lo que vé á la duración: una enfermedad de larga du- ración, requiere una dieta menos severa, pu- diendo serlo mas en otra de-corta duración. CAPITULO II. TERAPÉUTICA ESPECIAL. Clasificación is de soláneas, y acaso la leche de al- mendras les calma y hace bien. Todos los estupefacientes se confunden por su acción sobre el sistema nervioso y porque calman el dolor cuyo papelees tan importante en las enfermedades, que muchas veces por sí solo es causa poderosa de enfermedad, como pue- de probarse de mil maneras, así entre los agentes irritantes los hay que no causan pri- mero mas que dolor como la mostaza, no se hace aparente Ja fluxión sanguínea, sino cuando el dolor ha persistido algún tiempo, así por una medicación cualquiera se destru- — / / — Ve fa sensación de escozor que ella deja' y la sangre ya no afluye al tejido: en la nevral- giadelojo, el dolor persiste algunas veces durante una ó dos horas sin que sobrevenga congestión; pero después la sángrese dirije hacia las partes adoloridas y se ven sobreve- nir todos los síntomas de una flegmasía local, que no siempre carece de gravedad: aquí e¡ dolor ha sido ia causa de la fluxión y si al principio de fe mas violenta nevrafgia se puede entorpecer el dolor, la inflamación rio se manifiesta; en la odontalgia el dolor pre- cede á la fluxión, llegada esta, el dolor cesa, lo que prueba que la congestión sanguínea es efecto y no causa del dolor; en el reuma- tismo el doíor precede á fa fluxión y en Jos grandes desórdenes traumáticos, acaso la efi- cacia del agua íria es solo debida á que es- tupeface, impidiendo así el aflujo de sangre en las partes heridas. # Pero no solamente por desórdenes locales obra el dolor en el organismo, sino que frecuentemente tiene un relachamíento mas grave hasta los cen- tros nervioso y circulatorio. Se ha notado hace tiempo la frecuencia del tétanos des- pués de las heridas tan dolorosas de las ma- nos y de los pies; las convulsiones de los ni- ños bajo la influencia de los cólicos y dolo- res de los dientes; los accidentes nerviosos é inflamatorios, que terminan tan rápidamen- te la vida después de las grandes quemadu- ras; el delirio, la fiebre, las convulsiones luV teriformes tan frecuentes en las nevralgias de la cara; la eclampsia en las primíparas, lo —78— que muestra cuanta influepcia tiene el dolor sobre las funciones del corazón y de los va„- sos capilares, sobre las del cerebro y de ía médula y cordones nerviosos; por otra parte los vómitos en la hernia epiplóica y en el cólico nefrítico, etc., indican bastante que las funciones de los órganos de la digestión son turbados igualmente por el dolor. Esta fiebre de dolor si puede llamarse así, no tie- ne siempre esta violencia y rapidez, frecuen- temente reaparece cada día una ó dos veces según que se reproducen ios paraxismos do- lorosos, y entonces sobreviene una verdade- ra héctica de dolor, análoga á la héctica nerviosa y muy diferente de la héctica de supuración: la de dolor se nota principal- mente en los gotosos, reumáticos y los que son atacados de nevralgias graves y rebel- des, no trae como la de supuración "na con- sunción tan rápida; pero altera poco á poco los órganos, y sobrevienen por último desór- denes locales incompatibles con la vida. Calmar el dolor, es la primera indicación, y esto se consigue por los estupefacientes. que pueden aphcarse local ó directamente, mejor que por cualquier otro medio, ponién- dolos en contacto inmediato con los nervios de la parte enferma cuya sensibilidad embo- tan ó extinguen; ó bien indirectamente cuando absorvidos van á estupoúeer los cen- tros nerviosos, que ya no perciben la impre- sión dolorosa local; ó finr.lmente de un modo misto obrando sob.e ambos: el mejor es el que limita su acción á la parte dolorosa, por- —79— que así se evitan los accidentes que pueden resultar de la impresión producida por el medicamento sobre el sistema nervioso, pues cuando el dolor es muy tenaz, se vé uno precisado á aumentar la dosis del medica- mento ó á abrirle una vía mas fácil, levan- tando el epidermis, v. g.; en cuyo caso es im- posible que la sustancia medicamentosa no sea absorbida y lleve su acción sobre los cen- tros nerviosos: esta acción mista, si no siem- pre está exenta de inconvenientes, á lome- nos es mucho mas poderosa, pues que los centros se hacen menos aptos á recibir las impresiones y á rehacer contra ellas, al mis- mo tiempo que no son trasmitidas sino obtu- sas por las estremidades nerviosas; en cuan- to á la indirecta que consiste en hacer ab- sorber el medicamento, lejos del asiento del mal, es la mas frecuentemente usada por mas cómoda, aunque es menos eficaz: su ac- ción realmente es mista, porque el medica- mento no puede ser llevado por el torrente circulatorio sobre el cerebro y la médula, sin estar al mismo tiempo en contacto con todas las otras partes, y de consiguiente con la que es el asiento del dolor ó del espasmo. Hay algunos estupefacientes que tienen una acción local nula, y que no influyen en el encéfalo de una manera bien viva, y que sin embargo modifican poderosamente la intimi- dad de nuestros tejidos, como la cicuta, otros como los datura hacen cesar á veces con uua rapidez, casi prodigiosa, perturbaciones funcionales sumamente graves, sin que por —80— otra parte sea posible decir, por qué princi- pio obran, pues que los mismos, bajo otra Forma capaz de ejeicer sobre los centros una influencia evidente, quedan sin acción sobre la enfermedad, aprovechando baj > otra que no permite comprender por qué mecanismo se llega al resultado terapéutico. Fn los esteoefacientes hay que considerar la dosis y la contin tidad de acción, pues que el objeto no se consigue sino á ciertas doses: así la belladona tan útil en la manía, no lo es si no produce delirio maniaco; al contrario, al través de una violenta fiebre ¡o suscitada por el dolor, el médico entrevé la indicación de la medicación estupefaciente y debe obrar á doses moderadas, si no quiere susci- tar una fiebre mas viva. ARTICULO II. Medicación anestésica d liipoencefamie- lergética. Abarca todos aquellos medicamentos que poseen la propiedad de debilitar ó extinguir mas ó menos completamente la sensibilidad. El agente preferible es hasta ahora el cloro- formo, ya por sus cualidades físicas, como que es de un olor aromático, de un sabor mas agradable que el del éter, teniendo menor volatilidad para conservarse; y finalmente porque se necesita menos cantidad que de éter para la anestetisacion; ya en cuanto á las químicas pudiéndose fácilmente obtener —81— puro; en cuanto á su administración las venta- jas están también por el cloroformo, pudien- do ser dado muy sencillamente, obrando mas prontamente y á menores doses, pues que bastan á veces dos minutos para el clorofor- mo, mientras que no son menos de ocho pa- ra el éter; otro tanto puede decirse de sus efectos, pues que la impresión inmediata y local dei cloroformo es mejor soportada, no deten mía ni tos, ni malestar, ni sensación picante en el pecho y el periodo de escita- cion que precede á la insensibilidad casi siempre está suprimido en el cloroformo; su acción por último es mas segura. Entre las precauciones que deben obser- varse: la primera, es no hacer respirar ¡os va- pores puros, sino permitir al oxígeno del aire que penetre en el pulmón en cantidad bas- tante para que no se suspenda la hemátosis; segunda, no hacer respirar los vapores sino en el decúbito horizontal; tercera, no recur- rir á las inhalaciones si los enfermos han co- mido: durante el primer periodo ellos pre- sentan movimientos convulsivos violentos, que deben moderarse para que no vengan accidentes ni de su contension, ni de su pre- sencia: puede comenzarse por grandes inha- laciones, y graduadas después, siendo regla general que obtenida la*anestesia deben in- terrumpirá1, principalmente* si se necesita momentánea ó de algunos minuto», pues si se trata ce una operación prolongada, deben interrumpí e y volverse á ellas alternativa- mente para mantenerlos en la insensibilidad —82— por media hora ó una: durante la anestetisa- cion debe esplorarse el pulso, y si se nota de- bilitación ó lentitud notable, es necesario in- terrumpirla inmediatamente, lo mismo si pa- lidece la cara ó se descomponen las facciones; en fin, debe detenerse desde que la sensibi- lidad a las escitaciones de la piel está aboli- da y que comienza la resolución muscular, aunque los ingleses la llevan hasta la aboli- ción de todas las funciones animales y prin- cipio de anestetisacion orgánica. La tos, fenómenos espasmódicos parciales ó genera- les, y los vómitos, son accidentes que resul- tan de la acción muy brusca de las inhalacio- nes ó de condiciones particulares de los in- dividuos; no así los síntomas asfíxicos, el síncope y la sideración anestésica. La asfixia se reconoce en el desorden de la respiración, color de la sangre, coloración de la cara y de las estremidades, etc., parece que los va- pores anestésicos ademas de impedir la lle- gada del aire respirable, han penetrado al torrente circulatorio y ejercido su acción so- bre los centros nerviosos y el órgano central de la circulación, sucede lo mismo con el síncope: en algunos casos se advierte sobre- venir de golpe un desfallecimiento nervioso, arrastrando la detención de las^ contraccio- nes del corazón y dando inmediatamente una gravedad escepcional á la posición del enfermo; pero aquí (como en la asfixia de la que no hay temor, sino escediéndose de los límites á que debe llevarse la anestetisacion, ó mal conducida) ¡a sideración es la temible] -83— porque puede por la acción ya producida so- bre el órgano central de la circulación, con- vertir un síncope de algunos instantes en otro prolongado, que pueda hacerse irreme- diable. Esta acción sobre el corazón y cen- tros nerviosos hace comprender la gravedad que pueden adquirir dichos accidentes y que puede traer la muerte en corto tiempo, sien- do mejor evitarlos; mas dados ellos, basta in- terrumpir las inhalaciones en la mayoría de los casos, si el corazón late y continúa la respiración, para restablecer á los enfermos; pero sino es así y hay fenómenos asfixíeos, úsense medios que obren sobre la respira- ción, como el aire fresco, movimientos impre- sos al pecho, aspersión del agua fria, insufla- ciones de aire en el pecho, ya con soplete, ya de boca á boca, y aun la sangría, aunque se debe ser muy sobrio de ella; en caso de sín- cope se añade á estos mismos medios cuya acción se ejerce también en el corazón por el intermedio de la respiración, la posición horizontal estando la cabeza mas baja que lo demás del cuerpo, la inspiración de líqui- dos volátiles y escitantes como el amoniaco, el vinagre concentrado, algunas cucharadas á lo interior de vino caliente, fricciones con írmela ó cepillo ó aun la mano, dadas fuer- temente de las estremidades hacia el cora- zón para llevar hacia los órganos interiores lo mas de sangre posible, las ligaduras circu- lares de los miembros, perseverando sobie estos medios con tenacidad, sin abandonar al enfermo que presente estos accidentes y —S4— ft'un'lñs apariencias de la muerte, skló cuan- do hay una seguridad tal de ella. En las condiciones fisiológicas debe ha- ber contraindicaciones para su uso; pero no han sido estudiadas y las que se han dicho no son reales; no así en cuanto á las patoló- gicas, debiéndose uno abstener de la anes- tetisacion en las enfermedades de los cen- tros nerviosos; en las de los pulmones y del corazón; pero no bastará un simple catarro, ni otras afecciones pulmonares si no han acarreado una debititaction . considerable; no así en los-predispuesít>s,á congestiones cere- braiesípor rebla nacimiento del cerebro y principal mente, en los, que. presenta* lesiones orgánicas del corazón con pequenez é Ínter- mitenciadel pulso, por su facilidad para el síncope, y lo mismo y por- la misma razón en los sujetos muy debilitados por hemorra- gias, clorosis anémica llevada muy lejos. La anestesia se utiliza no sxdo por la faHa de sensibilidad que tra-e, sirk> por el relaja- miento muscular, ella ha quitado el dolor y llevado la operación á sus elementos funda- mentales: por Ja supresión de sus efectos fi- siológicos ha ganado esta en seguridad- de ejecución de parte del- cirujano, y en ino- cuidad suprimiendo la conmoción de la sen- sibilidad que podia dar lugar á terribles ac- cidentes, sin que ella dé lugar á accidentes propios ni aumente otros. Bouisson refiere á las contraindicaciones: 1. ° operacionse muy cortas y poco dolorosas: no obstante se usa en el hidrócele, ostrncci^n.de dientes, ¡n- —85— cisión, abertura de un abceso, cauterización superficial, tenotomía, paracentesis, fimosis, escicion de tumores pediculados; 2. ° en las que exigen una participación activa de par- te del enfermo, v. g.: en algunas enfermeda- des del ano y recto como en las hemorroides internas, en la estraccion de ciertos cuerpos estraños, en que el enfermo debe tomar la posición que tenia al momento del accidente, Giertas operaciones sobre el globo del ojo ó vías aéreas, en que el cirujano pide al enfer- mo la ejecución de ciertos actos particulares; sin embargo, en algunos puede no anestetisar- se mucho y en otros como en las hemorroides ser tomado el rodete hemorroidal antes de la anestecia, etc.; 3. °- aquellas en que la sensibilidad sirve de guía al cirujano, aun- que esto no sea tan rigoroso, puesto que no hay mejor guía que los conocimientos anató- micos y quirúrgicos; 4, ° en las que el dolól- es el objeto: deben ser raras ó ningunas; 5. ° las operaciones hechas en casos en que exis- tan causas anticipadas de estupor ó inmovi- lidad: son escepcionales como á consecuen- cia de heridas de cabeza. Es muy útil la anestesia en las amputacio- nes en que solo debe llegarse al anestesismo animal y no al orgánico, bien para hacer la sección de las partes blandas y hueso sola- mente, bien hasta concluir; en las operacio- nes de la trasboca y parte superior de las vías aéreas como el arrancamiento ó"escision de los pólipos de las fosas nasales y de la fa- ringe, la resección de las amígdalas, la esta- —86— niorana, las escarificaciones de la glotis, etc., como en ellas se recibe cierta cantidad de sangre en el fondo de la garganta y anesteti- sado el enfermo no es advertido de su pre- sencia por la sensación y puede asfixiarse si se anestetiza á cierto grado, deberá únicamen- te serlo á que se extinga la sensibilidad ge- neral. Entre las que reclaman mucha inmo- vilidad de parte del enfermo, destreza y ha- bilidad de |a del cirujano, están las de los ojvsr.en ellas por los anestésicos no hay mas facilidad, ni seguridad, ademas muchas no son dolorosas como la escisión del pterigion, la-formación de pupila artificial, la catarata por abatimiento, la abertura del saco lagri- mal, etc.: muchas no puede hacerse sin el concurso de la voluntad del enfermo y no compensaría la inmovilidad obtenida, al te- mor de los movimientos desordenados al momento del periodo de escitacion, de vuel- ta ó retorno;, por el contrario son muy útiles en ios niños por su indocilidad, y en las ope- raciones en que está destruida Ja vista como en el estafíloma de la cornea, estirpacion del globo del ojo y en las que se practican sobre los párpados, sobre la cavidad orbitaria y aun sobre los músculos del ojo. Lo es en la her- nia estrangulada, ya haciendo mas fácil el taxis, ya ¡quitando el dolor que suscita nue- vas contracciones y mayor resistencia de las paredes abdominales y permite por la relaja- ción dé los músculos, que los órganos hernia- dos tomen fácilmente en la cavidad abdomi- nal el lugar que perdieron, ya cuando se ha- —87— ce el desbridamiento, poniendo al abrigo de movimientos inconsiderados del enfermo y accidentes que podrían traer, y de la salida de una nueva porción de intestinos al mo- mento de la sección de la estrangulación. También lo es en la talla; porque en cuanto á la litotricia muchos se preocupan del te- mor de pinchar la mucosa vesical, cuya po- sibilidad puede ser atenuada con la habilidad de las maniobras, ademas es muy dolorosa. Leroy la recomienda cuando el cálculo está contenido en vejigas de columnas espesas y musculosas que la encierran y ocultan en sus lóculos, por la facilidad que dá para des- prender la piedra de las paredes vesicales re- lajadas. Es útil en las lujaciones y fractu- ras porque relajándose los músculos hay ne- cesidad de menos ayudantes y no la hay de tanta fuerza, habiendo menos riesgo de rotu- ras musculares, fracturas, etc.; en las fracturas cuya reducción presenta dificultades^ princi- palmente las que encuentran obstáculos en los músculos vecinos al hueso fracturado; lo es igualmente en el enderezamiento de miembros llevados en flexión viciosa, en la estension brusca de ciertos músculos con- tracturados, y generalmente cuando obsta la resistencia del sistema muscular; la operación tan ingeniosa empleada por Recamier contra la fisura al ano, que consiste en dilatar brus- camente el esfínter anal, tan fácil en la anes- tesia, seria bárbara sin ella. En cuanto al parto la anestesia quita la sensibilidad ute- rina v hace entrar el parto artificialmente —88— entre las funciones de la vida orgánica y de que no se tiene conciencia: en general nada disminuye de la fuerza y regularidad de las contracciones uterinas, las reflejas y auxilia- res de los músculos abdominales persisten, y ademas debilitan la resistencia natural de los músculos del perineo; pero la contracción del útero y músculos abdominales pueden debilitarse y aun suspenderse momentánea- mente si la anestetisacion es profunda, al principio del segundo periodo, cuando las contracciones del trabajo no están estableci- das francamente ó por una susceptibilidad particular; tampoco tiene consecuencias fu- nestas, ni daños sobre la madre, ni sobre la criatura, el pulso de aquella solo se hace un poco mas frecuente; 1 uego, empero, entra á su estado normal, ni los accidentes consecu- tivos son mas comunes, la convalecencia es mas corta, las complicaciones mas raras y menos graves. En partos naturales, buenos, de regular trabajo es innecesaria, pero si una causa natural ó fisiológica trae dolores muy vivos, una presentación del feto poco favora- ble, la rigidez del cuello ó de las partes blan- das, la estrechez de la escavacion, etc., se hace útil, estando contraindicado cuando el útero está en la inercia, cuando las contrac- ciones son lentas y débiles. . Es útil en ca- sos de segundo parto, ó instrumental de ver- sión, de estraccion artificial de la placenta y mejor aun, en operaciones sangrientas como la cesárea, algunos con todo dudan en la aplicación del fórceps, y principalmente en —89— la ceíalotribe, por temor de que la insensibi- lidad esponga al cirujano á pinchar ó rasgar las partes blandas sin poder ser advertido p'or'el dolor; pero observando las reglas para la introducción del fórceps y su salida, no hay mayor riesgo. La anestetisacion, según el objeto que uno se propone, debe llevarse á diferentes grados. Son útiles los anestésicos en terapéutica en los desórdenes de la sensibilidad, inutili- dad é inteligencia como en las nevralgias, bien ocupen los nervios esteriores, bien los plexos que ocupan los órganos de la vida de nutrición ó visceralgias, como en la nevralgia facial interna, etc., en la gastralgia, cólico ner- vioso, saturnino, nefrítico, dysmenorrea y an- gina de pecho; en los desórdenes de la motili- dad no son de efecto constante, en la hvsteria ya alivian, ya, y es lo mas ordinario, agravan; en la epilepsia es desfavorable su uso, lo es menos en la eclampsia sobre todo si su apli- cación es precedida de la sangría, en el teta- nos es dudoso, siendo útil en el que es es- pontáneo mas, que en el traumático: en los casos favorables ha habido resolución com- pleta del sistema muscular: en general su utilidad es oponiéndose á los fenómenos as- fíxicos que arrastra la contracción tónica per- manente de los músculos respiradores; sin embargo, en otros casos ha violentado la as- fixia. És útil en la coqueluche, hipo nervioso, asma, laringitis estridulosa, corea, calambres coléricos, meningitis cerebro-espinal y deli- riumtremens, lo es menos en el delirio trau- —90— mático, algo en los enagenados y nada en las lesiones de la inteligencia. Los agentes que anestetisan por inhala- ción, también lo hacen localmente, aunque no en razón directa y sí inversa de su volati- lidad, el éter clorhídrico clorado es el mejor, irrita menos y bastan quince á treinta gotas, mientras de cloroformo se requiere el doble é irrita mas. Siempre que hay un dolor vi- vo cualquiera en algún punto, ya constituya la enfermedad, ya haga parte integrante de ella, puede quitarse por cierto tiempo: la uti- lidad de la anestesia local es incontestable en los dolores superficiales, aunque según Aran también en las cavidades torácica y ab- dominal puede establecerse por medio de la piel. Es útil en casos de lumbago, de testi- culados, de contractura muscular, nevralgias faciales, cervicales, intercostales, ciáticas, ileo-escrotales, en dolores hystéricos de asiento esterior, en los dolores por oftalmías reumatismales y escrofulosas, en la jaqueca, dolor de muelas, enfermedades cutáneas pru- riginosas y para hacer abortar la orquitis; en cuanto á los profundos en los dysmenorréi- cos, cólico de plomo, hepático, nefrítico, pleuresía peritonitis, reumatismo, si no es que haya fiebre intensa ó complicación infla- matoria, en cuyo caso irá asociada á sangrías, en los dolores abdominales y calambres en el primer periodo del cólera en fricciones á la columna vertebral, en los dolores uterinos fuertes, ya por dysmenorrea, ya por flegma- —91— sía aguda ó crónica, bien por afección orgá- nica profunda. ARTICULO III. Medicación antiflogística ó hipoageio- poiética. Esta medicación tan en voga-en el sistema de Broussais, comprende todos aquellos me- dios á cuyo auxilio se lleva el organismo de- bajo de su tipo normal, esto es, aquellos por los que se disminuye la intensidad de los movimientos vitales cuando se han hecho muy enérgicos, á lo que se llega, ya sustra- yendo los estimulantes que no son indispen- sables al entretenimiento de la vida, ya dis- minuyendo la^accion de los otros y aun es- trayendo una porción de sangre, ó bien usando de agentes farmacológicos de acción varia, como los emolientes, refrescantes, etc., ó finalmente por medios mecánicos como la compresión: lo primero es del resorte de la higiene, pertenece lo demás á la terapéuti- ca quirúrgica ó mecánica, siendo lo último propio de la materia médica, si bien cada uno hace objeto, de ramos especiales, diremos algo acerca de la flebotomía terapéuticamen- te considerada. Régimen, flebotomía, far- macología y mecánica antiflogística: he aquí los cuatro capítulos á que en compendio pue- den reducirse los medios terapéuticos de la irritación. —92—- Flebotomía. Por la sangría general, la masa de la san- gre disminuye, ejecutándose una derivación súbita y fueVte, aunque de corta duración; la sangre es llamada lejos del órgano irrita- do y suspende el movimiento fluxionario de que este es asiento: la sangre es privada de su parte estimulante, la fibrina, pues, que el suero pronto se repara, ella tiene un efecto especial en los pulmones; disminuyendo la sangre, disminuye la acción que el pul- món ejercería para su conversión en arte- rial, hace por otra parte mas lento el movi- miento circulatorio, aumentando por consi- guiente el intervalo que separa cada oleada de líquido y cada movimiento de inspiración: este efecto local es, hasta cierto punto, in- dependiente del que producen las evacua- ciones sanguíneas generales, sobre todo el sistema vascular; en cuya virtud, disminuyen- do Ja cantidad de sangre que llena la arteria pulmonar, se sumerge el órgano en un esta- do de reposo, que resulta de la sustracción de una parte de la materia sobre la que de- be obrar, y vaciando al mismo tiempo las ar- terias bronquicas, se alivia á los tejidos irri- tados de una parte de la sangre arterial que los nutre y que contribuye poderosamente á entretener y acrecentar la flogosis. En la san- gría capilar, ademas de ios efectos depleti- vos, los hay revulsivos: ella se ejecuta por sanguijuelas ó por ventosas: los efectos lo- —93— cales producidos por las primeras, se compo- nen, 1. ° , de un dolor y del aflujo de sangre hacia la parte sometida á su acción: 2. ° , de un flujo sanguíneo cuya abundancia varía y que es determinado por el mismo animal que se llena, luego por la irritación que ha pro- vocado; y por último, por una especie de im- pulsión, comunicada durante su acción á los movimientos capilares: 3. ° , de una irrita- ción secundaria, ordinariamente moderada, otras veces muy intensa para atraer la supu- ración y aun desorganización parcial del te- jido celular subcutáneo y de la piel. Las ventosas determinan efectos análogos, aun- que con la notable diferencia de que el flujo sanguíneo es siempre menos abundante, me- nos fácil de entretener y prolongar, y que la irritación cutánea, ya concomitante, ya con- secutiva de la operación, es mas intensa que la que resulta de la aposición de las sangui- juelas, siendo mas estimulantes y menos de- pletivas que estas; las ventosas, como las san- guijuelas, y aun mas, ocasionan una fluxión local y una irritación mas ó menos viva, así que no se recurrirá aellas sino cuando la flogosis es intensa, el sujeto vigoroso y la escitacion vascular bastante, siendo bueno que sean precedidas de sangrías generales y que se coloquen á distancia ó en el lugar mismo inflamado, según la sensibilidad de la parte é intensidad de la inflamación: su abundancia debe ser tal que anonade el mo- vimiento inflamatorio que tiende á suceder- le; deben por último hacerse sangrar las he- —94— ridas mas ó menos tiempo y cubrirse de tó- picos emolientes. Cuando están indicadas en la ninfoma- nía deben aplicarse según Boisseau á los mal- eólos ó en el hipogastrio ó lomos como mas cerca de la matriz y ovarios, porque á la vulva escitan y causan picazón. Aplica- das al pecho ejercen una acción enteramen- te local, según la rapidez, claridad y felici- dad de sus resultados: la estrecha simpatía que une á las visceras torácicas á las regio- nes de la piel que le corresponden, dá una esplicacion satisfactoria de los efectos de las sangrías capilares sobre el parénquima pul- monar, acaso atrayendo una porción mayor ó menor de sangre en las divisiones de las arterias intercostales que parten de la aorta, disminuyen directamente la cantidad de la que debe llenar las arterias bronquinas na- cidas del mismo tronco. Esta acción pura- mente mecánica parece enteramente subor- dinada á la que tiene lugar por el interme- dio de las simpatías. También disminuyen en el pulmón la fuerza con que va la sangre atrayéndola. En los catarros pulmonares cuando la tos es dolorosa, que hay ardor al pecho se colocan encima de la parte supe- rior del esternón en el hundimiento que se- para las inserciones de los músculos esterno- mastoideos á este hueso, en cuyo lugar obran casi inmediatamente sobre la parte in- ferior de la traquea, la retención que sigue fácilmente á su acción se propaga fácilmen- te á las divisiones mas cercanas á este con- —95— ducto; si se añaden esputos sanguinolentos se usará ademas de sangrías generales. En las pulmonías, según Sidenham, Hildebrand, etc., después de la primera sangría se repro- duce la irritación, pero si aprovechó viene con menos fuerza, según Pringle al quinto ó sesto día es dañosa; pero la regla está en el pulso y respiración, aunque es cierto que mas difícilmente se resuelven después de los seis ú odios primeros dias. En la pleuresía de- ben ser mas abundantes las capilares, que se colocarán al epigastrio en la gastritis; en las inflamaciones del duodeno é hígado al hipocondrio derecho; en el izquierdo en las del vaso ó gruesa estremidad del estómago; en las de las primeras divisiones del intesti- no delgado al centro del abdomen; cuando el íleon y el ciego á las regiones iliacas; en las del grueso intestino y particularmente las de Ja porción trasversa y descendente del colon al ano, porque las arterias hemorroida- les superiores que allí se terminan, nacen del mismo tronco que la# cólicas y su de- plesion ejerce una influencia muy poderosa sobre las partes donde estos últimos ramos se ramifican. Las locales en las enfermeda- des de los órganos contenidos en la cabeza obran por el intermedio de la meníngea me- dia cuando se aplican á las regiones mastoi- deas. En las enfermedades del aparato cir- culatorio son eminentemente útiles porque obran directamente sobre todo el aparato vascular, desahogándolo en un tiempo mas ó menos corto y calmando su esceso deesti- — Co- mulación. La arteriotornía temporal obra' atrayendo una mayor cantidad de líquido en el tronco de la carótida esterna, de consi- guiente opera una derivación á espensas de la carótida interna sustrayendo así al encé- falo una parte de la sangre que la irritación llama allí: en la sangría de la yugular suce- de lo mismo, abriendo una salida al líquido proviniendo de la carótida esterna, se solici- ta á la sangre á pasar en este vaso y se esta- blece hacia fuera una especie de dívertículo momentáneo, que alivia á Ja masa cerebral: solo que la arteriotornía obra mas directa- mente sobre la carótida, interna, y la de la yugular no estiende su influencia íiasta esta última, sino al través de la red capilar de Jas partes esteriores de la cabeza, que desaho- ga primero y en las que solicita el aflujo de sangre, así que solo se prefiere la arterioto- rnía cuando la violencia de ios latidos de las temporales Ja indican. En cuanto á practi- car la sangría lejos ó cerca de las partes en- fermas, ella es tanto mas útil, cuanto mas distante se hace de la parte enferma, á no ser que la vena que se abre tenga sus radí- culas en la misma parte inflamada ó lleva la sangre de tejidos sanos en cuyo primer ca-^o la sangría puede llamarse directa, en el se- gundo relativamente al órgano enfermo indi- recta porque no obra sobre él, sino atrayen- do la sangre á otras partes. En ia sangría del brazo la red capilar del antebrazo v ar- teria braquial tienden á desviarla en su pro- vecho, en la del pié es arrastrada en la aorta —97— descendente, después en las arterias crurales y cesa por algunos instantes de llenar y dis- tender con tanta fuerza los vasos superiores; si el sujeto es débil que deba sacarse poca sangre es necesario obrar en el lugar mas cercano, cuando la abertura es pequeña obra poco sensiblemente, la absorción venosa re- para el vacío que produce, de suerte que es necesario llevar la evacuación muy lejos. Las indicaciones del uso de los antiflogís- ticos están en las enfermedades agudas, en las crónicas con ocasión de accidentes que tienen cierto grado de agudez y que se anun- cian por una escitacion mórbida del aparato circulatorio como fiebre ó inflamación de apariencia viva, congestiones sanguíneas, he- morragias, etc., accidentes agudos aunque refiriéndose á una afección crónica; ademas, en circunstancias patológicas diversas que se llaman mejor, accidentes de enfermeda- des, que enfermedades bien formadas. No es la duración de las enfermedades el ca- rácter por el que debe medirse su agudez ó cronicidad, porque una enfermedad aguda por su naturaleza, puede ser crónica por su duración, marcha y síntomas; y al contrario, una enfermedad crónica por naturaleza, pue- de ser aguda en su duración, marcha y fe- nómenos, lo que depende de las disposicio- nes mórbidas anteriores del sujeto; pues, que las enfermedades noson abstracciones. Agu- das no hay mas que las fiebres, y las flegmasías: las primeras son aquellas en que la fiebre es el síntoma común v dominante, no son he- 8 —98— reditarias, no parecen depender de un vicio de la constitución, se reproducen frecuente- mente por el contagio ó infección, atacan in- distintamente á todos los individuos, aunque cada especie afecte mas particularmente cierta edad de la vida y que muchas de ellas no recidiven en el mismo sujeto; ademas son producidas ordinariamente por influencias de tal suerte superiores hasta ahora á lo menos á la previsión y á la potencia del hombre, que cuando existen se dice que reinan y que ellas parecen mejor ser las enfermedades de las poblaciones, que de los individuos: mu- chos de estos caracteres pertenecen á las flegmasías; pero estas parecen mas frecuen- temente que las fiebres ser producidas por causas accidentales, por las vicisitudes at- mosféricas, por la influencia de los agentes de la higiene, etc.; y si ofrecen los rasgos de las fiebres no difieren esencialmente de ellas: en el curso de las fiebres se desarrollan fleg- masías; pero es consecuentemente así como la fiebre para las flegmasías, de donde flu- yen varias diferencias notables, siendo la pri- mera la latencia de las flegmasías, que se desarrollan con las pyrexias ó fiebres: la fie- bre sintomática hace al contrario esperimen- tar á los enfermos dolores, incomodidades, perturbaciones de las funciones, modificacio- nes mórbidas de la sensibilidad, mucho mas penosamente percibidas, que en las pyrexias; en las flegmasías la inflamación produce sín- tomas locales mas graves, y en la parte afec- ta desórdenes mas sensibles para el enfermo: — 99— lo que es justo, pues que en las flegmasías cuando se inflama el órgano, la inflamación lo halla*bueno con toda su sensibilidad, to- da su reacción, todas sus simpatías; no así en las flegmasías consecutivas á las pyrexias, en que ya el órgano estaba atacado por la fiebre, y la sensibilidad, simpatías, etc., se pierden en los fenómenos generales de la en- fermedad; ademas cuando se inflaman, ellos solos sufren; la segunda diferencia es que las inflamaciones consecutivas tienen mucha mas tendencia á diseminarse, á pulular en exan- temas, se terminan por supuración menos fá- cilmente, escepto cuando la fiebre es puru- lenta; y la tercera que en las flegmasías, el síntoma fiebre ofrece muchas mas indicacio- nes curativas, que en las pyrexias: estas son afecciones cuyo desarrollo regular tiene algo de necesario, si se las puede simplificar y moderar, no se las detiene, mientras que las flegmasías, pueden contenerse, y en estas escepto un caso, la fiebre es el termómetro que mide su grado. En las pyrexias la fie- bre es generalmente también, cuando no hay ataxia ni malignidad la espresion mas segura del estado mórbido y del de las fuer- zas; pero tiene otra .significación en cuanto al pronóstico y principalmente en cuanto á la terapéutica: no puede sacarse de un mis- mo grado de fiebre en una pyrexia y en una flegmasía las mismas indicaciones para la sangría, y en las flegmasías debe ser mas ac- tiva la medicina. ¡El número, ostensión é in- tensidad de Jas flegmasías en las fiebres, dá —100— mejor la medida de la gravedad de esta, que la intensidad de la fiebre en las flegmasías, lo que depende de ciertas susceptibilidades para la fiebre, y hace que este síntoma apa- rezca algunas veces muy considerable, en inflamaciones poco graves y recíprocamante: cualquiera que sea la causa del número y de la intensidad de las flegmasías en las fiebres, es necesario siempre ver en ello una prueba de suma gravedad. Cuando se presentan algunas flegmasías en el curso de las fiebres que se anuncian por dolores, desórdenes funcionales, etc., son intercurrentes, compli- caciones, mejor debidas, á la existencia de una predisposición inflamatoria, que verda- deros flegmasías de las fiebres; la sangre ofrece la costra que no se halla en las otras, en estas circunstancias escepcionales puede sangrarse mas. A veces sucede que en las flegmasías graves no se juzgan francamente ó se terminan mal y son seguidas de la pro- ducción de flegmasías múltiples mas ó me- nos latentes, con una fiebre que entonces no parece sintomática, sino que concluye por dominar la escena mórbida, deben reputarse como las de las pyrexias. |-|j Si pasamos á Ja sangre en las flegmasías: Sa fibrina aumenta; al contrario en las fiebres, y si se queda en proporción normal, tiene ten- dencia á disminuir de cantidad, lo que es- plica la naturaleza mas congestiona!, que su- purativa, mas bastarda, que franca de las flegmasías que se desarrollan en el curso de las fiebres; ademas, en las flegmasías dismi- —101— nuyen los glóbulos, en las fiebres aumenta su proporción; pero no por eso se ha de san- grar siempre en las primeras y no en las se- gundas; por otra parte las diferentes conges- tiones de los órganos parenquimatosos son mas comunes en las fiebres; así las sangrías locales y ventosas escarificadas tienen mejor oportunidad, porque evitan la sangría gene- ral: el aumento de fibrina no es propio mas que á las flegmasías francas y francamente primitivas, así en muchas especies como en la erisipela de la cara, angina catarral, y otras flegmasías de las mucosas, sobre todo si son epidémicas, la proporción de la fibrina no aumenta, aunque es verdad que son como un medio entre las fiebres y las flegmasías, entrando aquí la viruela, erytema nudoso, escarlatina y en general las fiebres erupti- vas, puede decirse con Lorris que las fiebres que se refieren á una afección primitiva de las funciones vitales elementales, producen lesiones locales especialmente inflamaciones: en ellas á poco que existen, se ven pulular congestiones, flegmasías, lesiones de nutri- ción, etc.; pero no puede decirse lo mismo de ciertas fiebres nerviosas en los hystéricos, hipocondriacos, las fiebres remitentes, las intermitentes propiamer t? dichas y una es- pecie de fiebre angioténica particular á los reumáticos y gotosos, etc. La sobreexcitación simultánea de todas las propiedades naturales de los capilares sanguí- neos, considerada independientemente de to- da causa mórbida, indica la medicación anti- —102— flogística; pero hay casos en que atendida la causa, se ve una contraindicación formal, de suerte que puede decirse que no es el género, sino la especie la que determina el agente te- rapéutico, lo mismo puede decirse de la fiebre en que el aparato de los fenómenos no está en los capilares, sino en el grande aparato de la circulación sanguínea: la íntima liga- zón de estos dos aparatos esplica la de la inflamación y de la fiebre, la que en abstrac- to no dá indicación, sino tal ó cual especie, así como la flegmasía. La sobreescitacion mórbida de los capilares sanguíneos no toma el nombre de inflamación, sino cuando es producida por una desviación anterior ó an- ticipada de las funciones, que precediendo á la desviación de los vasos capilares en la se- rie animal y en la evolución embrionaria son la razón de estos vasos y de su actividad; por esto no se admite la inflamación propia- mente dicha, allí donde la irritación de los capilares sanguíneos no está íntimamente unida á una alteración especial correspon- diente en la nutrición, testura ó produccio- nes orgánicas de la parte, fuera de estos ca- sos, cuando la sobreescitacion mórbida de los capilares sanguíneos es idiopática, que ella tiene su causa en una afección primitiva de la actividad especial de estos vasos, ó en la de órganos posteriores á ellos en la serie ani- mal y la evolución embrionaria, ella no es llamada inflamación sino fluxión, congestión sanguínea, hyperemía, etc. También las fie- bres tienen sus causas ó en la afección de —103— las partes que son anteriores al grande apa- rato circulatorio en su evolución (funciones vitales comunes, acción de los vasos capila- res) ó en la desviación de la actividad de este aparato mismo, ó en fin en la afección de otros aparatos especiales y superiores, ta- les como los diferentes centros nerviosos: las primeras son geneíalmente las mas gra- ves y es en su curso Morbi acutí totius sus- iantiaz que se forman esas flegmasías ó esas alteraciones múltiples de los sólidos y de la sangre de que hemos hablado, las fiebres continuas, fiebres graves, tifoides, etc., son de esta clase: se les podría llamar fiebres vi- tales, porque tienen su causa primera en una lesión primitiva de las funciones de la vida elemental; en la segunda clase deben colo- carse las angioténicas, que difieren también entre sí, como sus causas; y en la tercera.las diferentes fiebres nerviosas. En las flegmasías y fiebres del primer or- den puede estar indicada la medicación an- tiflogística, pero es cuando la afección gene- ral manifestada por la fiebre ó la inflamación no tiene desde su principio por carácter esencial una tendencia á la disolución de la materia orgánica, cuya tendencia se cono- ce en muchas,¡mientras que en otras la vida mórbida tiene una tendencia plástica nota- ble y estimula los tejidos y la sangre á las produccionesorganizadas, á las formaciones vasculares, etc., estas reglas pueden tener su escepcion en las condiciones individuales 6 en las de las constituciones médicas ó epi- — 104— démicas. Las sobreescitaciones mórbidas ó irritaciones idiopáticas de los capilares san- guíneos, y las del grande aparato circulatorio: ac.bas juntas, tienen sus causas especiales: forman las primeras las fluxiones, congestio- nes agudas, flogoses móviles, no supurativas, inorgánicas ó reumatoides; las segundas fie- bres angioténicas, tales como ciertas fiebres inflamatorias, las fiebres gotosas, las reuma- tismales, etc. Estas necesitan un discerni- miento delicado para la medicación antiflo- gística, son las que de todas las fiebres, así como de todas las afecciones locales de for- ma inflamatoria, ofrecen síntomas que al pun- to de vista fisiológico parecen mandar impe- riosamente las emisiones sanguíneas, porque las eausas que las producen obran inmediata- mente sobre los vasos sanguíneos mismos; pe- ro si se considera que las personas en que se observan son generalmente nerviosas, suje- tas á la gota ó reumatismo, que ademas es- tas falsas flegmasías no alteran los tejidos, no son fecundas en lesiones orgánicas, etc., que ellas son esencialmente crónicas ó cons- titucionales y capaces de recidivar, se guar- dará uno de llevar las emisiones sanguíneas tan lejos, como la escitacion vascular, y como los síntomas febriles y concurso de los cua- tro caracteres: calor, color, tumefacción y dolor podrian hacerlo creer, se percibirá bien pronto en la poca gravedad del estado general y el de las fuerzas, en la movilidad de las afecciones locales y en el buen aspec- to de las mucosas, en el carácter normal de — 105— las secreciones y de las funciones naturales». en el desarrollo rápido de ruidos mórbidos en los vasos, etc., que en semejante caso la medicación antiflogística tiene límites colo- cados mucho mas acá, del punto que parece- ría indicar una apreciación superficial de los síntomas y naturaleza de la enfermedad. Las enfermedades agudas forman orden aparte de las crónicas, difieren por eso me- jor que por el tipo ó duración, etc.: estos úl- timos caracteres pueden depender de cir- cunstancias capaces de modificar unas y< otras, pero incapaces de constituirlas, su ca- rácter diferencial es como dice Sidenhanr.: "Morbos acutos qui deum habent authorem, si- cut cronici ipsos nos." Esto es, las enfer- medades agudas reconocen por causas cosas fuera de nosotros, bien residan en influen- cias invisibles colocadas sobre la potencia de cada individuo y que no podamos reproducir en su totalidad, prevenirlas ó detenerlas por los cuidados de la higiene privada, ni por la resistencia de una salud franca ó constitución robusta; mientras que por el contrario el in- dividuo es el artífice de sus enfermedades crónicas, ellas son el fruto de nuestras im- prudencias, tienen sus raices en la constitu- ción ele cada individuo en lo que hay de fi- jo, de universa!, de permanente en cada or- ganismo y por eso son hereditarias; mientras las agudas acusan disposiciones transitorias de la economía, que el acto mismo de la enfer- medad agota y hace cesar. Los agentes de la higiene son incapaces de producir por sí — 106— mismos las enfermedades agudas, no solo las específicas, pero ni las comunes, princi- palmente las epidémicas y ser capaz de re- vestir este tipo, constituye un carácter esen- cial de las verdaderas enfermedades agudas, y aun puede creerse que una enfermedad cu- ya causa es esterior, sin ser física y sin pro- venir de una alteración, ni de un mal uso de los agentes de la higiene, no puede ser cró- nica; y recíprocamente otra cnya causa es constitucional propia al individuo, heredita- ria, no puede ser aguda, ni epidémica, reco- nociendo estas últimas por causas, influencias esteriores sin que provengan del vicio ó mal uso actual y accidental de los agentes físi- cos é higiénicos: los antiguos lo referían á la atmósfera suponiéndole algo de vital y ca- paz de alteración ó enfermedad como nues- tra vida: este principio es accidental ó esen- cial á la atmósfera, tiene su estado normal y susalteraciones, presidiendo asía lasalud, co- mo á la enfermedad de las poblaciones: de él dependen esos grandes movimientos de la salud pública llamados constituciones epi- démicas, constituciones médicas, estaciona- rias, accidentales, etc., que tienen por carác- ter bien notable comportarse como una en- fermedad individual, teniendo su oportuni- dad, invasión, estado, declinación, trasfor- maciones, cnses, anomalías, etc.: y que pare- cen indicar que una misma causa preside á su desarrollo, marcha, etc., las constitucio- nes medicas no son abstracciones, tampoco resultan de la colección de todos los casos —107— individuales nacidos bajo su influjo, así como la enfermedad individual no resulta de la co- lección de síntomas y lesiones que la carac- terizan y aunque se ignore, no por eso es oculto, ni misterioso ese quid divinum. Los agentes de la higiene, salvo su acción direc- ta física ó química, no producen las enfer- medades agudas, sino provocando su esplo- sion ó modificando los^enómenos de la causa verdaderamente eficaz y tp*e consiste siempre en una disposición mórbida cuya disposición es de dos maneras: primera, cuando las enfer- medades que nacen de ella son análogas á especies vivas, que se usan y extinguen co- mo ellas después de haber durado un tiem- po determinado: su carácter es no ser cróni- cas ni hereditarias, etc.; no así las de la se- gunda especie que podrían llamarse agudo- crónicas, teniendo sus fenómenos accesorios, lo mas frecuentemente tipo agudo y acercán- dose por su naturaleza especial á las cróni- cas, siendo mas individuales y mas ligadas á las condiciones de temperamento de higiene, de herencia, como el reumatismo articular, agudo inflamatorio, tan afin á las enferme- dades crónicas: en una palabra, en las enfer- medades agudas su naturaleza mejor que la de los síntomas es la fuente de las indicacio- nes para la sangría; en las crónicas al con- trario se toma de la naturaleza de los sínto- mas, tanto mas cuanto que ellos los que se asocian á las enfermedades constitucionales hacen enfermedades agudas, y ellos son siem- pre febriles ó inflamatorios, lo mismo cuan- —ros- do las crónicas vienen á presentar acciden- talmente esta indicación. ENFERMEDADES AGUDAS EN PAR^ T1CULAR. Inflamación es francas. — Neumonías. Inflamaciones francas ó genuinas, son aque- llas cuyo principio es el menos deletéreo erh sí, el mas natural y que menos se aleja deh estado sano, las que desorganizan menos las partes y cuyos productos tienen al contrario; mayor tendencia á organizarse, y los sínto- mas, la marcha, etc., la mayor semejanza con el cumplimiento de una función natural; to- do lo que en ellas se vé, reacción febril, in- flamaciones diversas es legítimo, ni sirve de máscara á una afección específica; en otras palabra?, el fondo de la enfermedad está en relación con los síntomas, y por consiguiente puede decirse entonces, que la enfermedad se manifiesta por sus síntomas naturales, por- que combatiendo estas manifestaciones por los medios que ellas indican fisiológicamen- te, se combate del mismo golpe la naturale- za de la enfermedad; las espurias ó bastar- das son las que manifestándose por una fie- bre é intensas flegmasías, reconocen por cau- sa interna un principio específico que no es inflamatorio, ni febril, ni catarral!, ni nervio- so, ni bilioso en sí mismo, aunque pueda desarrollar todos estos estados; pero él im pone su nombre á toda la enfermedad y su —109— naturaleza á todos los síntomas inflamatorios y febriles por intensos que se los suponga, tienen de su principio generador una especi- ficidad que modifica de tal suerte su signifi- cación terapéutica, que las indicaciones que suministran fisiológicamente, son secunda- rias y están subordinadas á las que nacen del conocimiento esperimental que se tiene de su causa eficiente, bien se llame virus va- rioloso, morbiloso, escarlatinoso, etc., com- batiendo en ellas los síntomas y lesiones por los medios terapéuticos que indican fisiológi- camente, ó como se dice racionalmente, no se ataca la naturaleza, ni el fondo de la en- fermedad; y si desconociendo su especifidad se trata de hacerse maestro de la fiebre y de las flegmasías como en las francas, se qui- tan al organismo sus fuerzas que suminis- traba al principio mórbido para desarrollar- se y agotarse (ellas son llamadas necesarias) y privado de las condiciones de evolución y estincion regulares que hallaba en la fiebre é inflamación, manifiesta su potencia por los fenómenos mas incalculables y por efectos siempre graves y frecuentemente funestos: entre estas hay otra clase media y son las fie- bres y flegmasías que llamaremos constitu- cionales como las fiebres y flegmasías reu- matismales. Cuando dichas flegmasías francas ó neu- monías, vienen en un sugeto robusto, cuya costitucion no está viciada por alguna diá- tesis hereditaria, ó adquirida, etc., debe san- grarse mejor ampliamente, que tener que —110- volver sobre la sangría; puede venir sudor crítico, pulso crítico, esto es, blando, lleno, dilatado, undulante: espectoracion aunque teñida, fácil, &c, en cuyo caso, debe favore- cerse la crisis y no interrumpirse por otra sangría; pero si hay opresión de pulso y fre- cuencia; piel seca, sudor parcial, debe vol- verse á sangrar: si la enfermedad está al se- gundo gradoóal principio, que es muy recien te que su paso al segundo grado fué muy rá- pido, y el enfermo está fuerte, comiéncese con una sangría abundante, aunque algo me- nos que en el primer caso, y no se pierda tiempo para renovarla; si la enfermedad ha durado para pasar al segundo grado, y des- pués de cinco á seis dias, apenas está carac- terizado este periodo, la primera sangría se- rá menos abundante, y las que seguirán, mas precipitadas, cuanto nías avanzada esté la enfermedad, las fuerzas del enfermo y su re- sistencia vital sean menores, cualquiera que sea la causa de ella. La perineumonía fran- ca, es de todas las inflamaciones aquella en que se puede sangrar mas, pudiéndose tam- bién aproximar mas las sangrías: ella por la naturaleza de la?» funciones que desempeña el órgano inflamado y del estado anatómico que á él se refiere, ofrece á las sangrías pri- vilegios muy especiales, y que se halllan al mismo grado en alguna otra flegmasía. ¿Has- ta qué época debe de sangrarse? Se puede y debe mientras que hay indicación. Are- teo, Celso, seguidos en esto por Bocrháve, prohiben sangrar en una enfermedad aguda! —111— después del cuarto día; pero Hipócrates, san- gró á Anaxágoras el octavo dia de una pleu- resía; según Pringle, al quinto ó sesto dia es dañosa; es cierto que mas difícilmente se re- suelven después de los seis ú ocho primeros dias. Baillou, Sidenham, Stoll, Riviere y Baglivio, han imitado á Hipócrates, Triller, y Huxham, han sangrado al octavo, noveno y aun décimo dia de una pulmonía: Guy Patin al décimo tercio: es, pues, el mal y no el dia el que se ha de consultar, según el precepto de Galeno: "Quoqumque enim die, mittendi, "sanguinis, scopo>, in cegrotante inveneris in eo- "dem illud auxilium adhibeto, eliam si vegési- iCmus ab initio is extiterit;" sin embargo, cuando en la neumonía franca, existen sig- nos incontestables del tercer grado, cuando los esputos son difluentes, de color de jugo de ciruelas, [prunus doméstica] que el en- fermo siente calosfríos irregulares, que el as- pecto de la cara se pone íiéctico y terroso, que aparece diarrea, etc., debe renunciarse á ella, aunque recordando que ninguna en- fermedad se presta mas á la medicación an- tiflojística que olla. Las perineumonías de los niños, siempre repugnan el método an- tiflojístico, porque raras veces son francas y en su inmensa mayoría son catarrales ó lo- bulillares y esta forma oculta casi siempre en los adultos, como en los niños, una causa es- pecial mas ó menos funesta desde la diátesis mucosa de los niños, hasta las mas graves que presiden al sarampión, catarro agudo, (morve aigue,\ tifo, fiebres purulentas, etc., — 112— en ella son útiles los vomitorios y purgantes: el tártaro emético, la ipecacuana, y sobre to- do, el calomel, con alguna sangría alguna vez y lo mismo en la catarral falsa ó capilar de los adultos, general á veces para aliviar el aparato circulatorio de la plétora quoad espa- tium ó ad vasa. En cuanto á los viejos, hay neumonía en los viejos, y neumonía de los viejos, la primera exíje un método antiflojís- tico, aunque en ellos una sangría de mas, es irreparable, resuelta en ellos la enfermedad, no lo está todo, á veces parecen convales- cientes, y tienen un carácter difuso, y puede juntarse edema pulmonar que sigue de la re- solución imperfecta de la ingurjítacion peri- neumóeica, después puntos de neumonía lo- bular, muy móviles, y que tienen esplosiones y retrocesiones súbitas: las vesículas rare- fiadas del viejo, asimilando su pulmón al de un enfisemátoso, no siempre es fácil de ser advertido por la auscultación de la existen- cia precisa de estas pulmonías parciales y vo- lantes, se cree uno seguro, y la espectora- cion se suprime, la cara toma un tinte ama- rillo terroso, decrépito, se oye á distancia un ligero estertor traqueal en la inspiración, y este último signo es indicio de muerte, si no siempre próxima, á lo menos inevitable: de- be, pues, usarse el tártaro, los vejio-atorios etc., no puede contarse con crisis por sudor, porque no se presta á ello la piel, siendo por otra parte difícl, el moverse la espectoracion. En la neumonía de los viejos, debe usarse el tártaro, si bien á veces obra muy íuertemen- -113- te, produce colapsus que pueden traer adina- mia, y una especie de envenenamiento: el mé- todo contraestimulante, es mejor soportado, y está mas indicado para sugetos vigorosos, que para débiles é irritables, en quienes de- be de evitarse, porque son dispépticos, de estómago débil, neuropático, y el estómago es el foco de la irritabilidad y anemia que se observa; no produciendo en ellos sus electos el tártaro, determina evacuaciones esees-ivas, contracciones violentas del estómago; desar- rolla irritabilidad general, con abatimiento y emaciación rápida que no impiden la pulmo- nía, y porque también dichos enfermos, des- pués de la convalescencia, caen en una se- rie de accidentes dispépticos, anorexia, y síntomas de irritación nerviosa de las vías digestivas, que hacen de su existencia, una larga enfermedad. Reumatismo articular agudo. En este hay una diátesis, una cosa costitu- cional, no es sola la inflamación, que puede no existir, en él las membranas serosas irrita- das, forman ciertos productos inflamatorios, la fibrina se eleva á proporciones mayores que en algunas inflamaciones agudas, aunque la flegmasía reumatismal, es la menos espe- cífica; sin embargo, no es pura flegmasía, si no que su fondo es diatésico. El tipo de inflamación en general, se toma en cirujía del flegmon cuyos principales caracteres, son ser fija y supurativa, mientras que la reuma- —114— tistnal, es móvil y no supurativa, las prime- ras tienen una marcha calculable, duración corta, fin previsto y llevado por una secuela de periodos y trasformaciones, que se en- cadenan como los tiempos de una función; las otras, al contrarío, son móviles é irresolu- bles. El esceso de fibrina no es con todo lo que constituye las flegmasías, porque enton- ces no lo sería la erisipela de la cara, etc. El carácter del reumatismo, es la constitu- cionalidad, lo que se demuestra por la pro- piedad de trasmitirse por herencia, estar su- jeto á recidivas, y pasar al estado crónico; ademas, en los reumáticos, el sistema, como dicen los ingleses, está muy poco enfermo, pues que en el mas intenso, los individuos es- tán buenos, escepto su reumatismo y sus do- lores: él es á los tejidos blancos (selular, sero- so y fibroso) lo que son al mucoso las fiebres catarrales, puede decirse que es una fiebre catarral de los tejidos serosos, entre estos te- jidos, la membrana interna del aparato vas- cular de sangre roja, nos parece también ju- gar un papel muy particular en el reumatis- mo agudo: creemos que en esta enfermedad, la serosa exhala mucha serosidad y está en simpatía especial con los tejidos del mismo género, afectados mas ó menos vivamente, de fluxiones inflamatorias reumatismales: las partes blancas y serosas, están, pues, en es- ceso en esta afección, la plétora vascular y el orgasmo arterial que se observan, son debi- dos mejor al trabajo formador de este ele- mento seroso, que al aumento de loselemen- —115— tos de la sangre, que gozan de un mas alto grado de vida y organización; este estado, es- cepto el movimiento inflamatorio especial que le acompaña, semeja mejor á la plétora de ciertos cloróticos, que á la de sugetos pro- piamente pletóricos, porque es sabido que la costra de la sangre, se forma á espensas de la serosidad de ella; el aspecto y la consis- tencia costrosa de esta serosidad, en aque- llos á quienes se aplican vejigatorios en el curso de una flegmasía franca, no deja duda, la presencia de una porción considerable de fibrina en los reumáticos, solamente prue- ba la existencia de flegmasías agudas, en una enfermedad en que la sangre tiende á for- marse en mayor cantidad: la proporción de fibrina y el volumen de la costra, nunca son tan considerables como en las cloróticas afec- tadas intercurrentemente de una flegmasía aguda, y fundarse para sangrar en la exis- tencia de la costra, seria dejar exangüe al enfermo: es tanto mas fácil engañarse, cuan- to concurre la fuerza del pulso, volumen de la arteria y rijidez vibrante de ella, lo que depende de la estimación particular del ár- bol arterial: en el reumatismo agudo, la fre- cuencia de la flegmasía del endocardio y la de los ruidos arteriales, mayor en él, en igual- dad de circunstancias, que en otras enferme- dades inflamatorias, son razones para admitir esta-escitacion mórbida del sistema arterial, producida sin duda por el trabajo de sobre- .secrecion mórbida de su membrana inter- na, y sucede frecuentemente que en estoca- —na- so, la exhalación mórbida aumenta tanto ma~s en la serosa intra-vascular, cuanto mas se evacúa el sistema circulatorio, pasa lo que sucede muy frecuentemente en las grandes hemorragias: una plétora-serosa que reem- plaza y escede aun qáoad molem, la masa de la sangre que existía anteriormente, en cuyo caso, el pulso toma fuerza, elevación y vi- bratilidad, que nunca tiene en las flegmasías francas: esta pseudo fiebre inflamatoria, sien- do acompañada ademas, de un calor muy vi- vo, de las flegmasías articulares, de la pre- sencia de la costra, parece indicar la sangría, y con todo, es muy malo sangrar. Es necesa- rio no olvidarse de que es distinto reumatis- mo y estado inflamatorio: la costra, las falsas membranas de la pleura, los espesamien- tos del endocardio y derrames del pericar- dio, son productos de diátesis inflamatoria, contra los que puede usarse la sangría; pero recordando que la diátesis reumatismal no engendra flegmasías supurantes, ni desorga- nizadoras, que ademas de la diátesis inflama- toria, hay un elemento especial de naturale- za refractaria, sujeto á recidivas, lleno de movilidad, y que sujeta al estado inflamato- rio á sus maneras y caprichos: dominando el elemento reumatismal, se hace uno maestro de la enfermedad, no así el inflamatorio. ■ Se debe á las indagaciones de Bouillaud, siber, que en muchos casos el endocardio es capaz de inflamarse, espesarse y ser asien- to de todas las alteraciones que caracterizan las flegmasías de los tejidos serosos y fibro- sos, lo que es mas interesante para el pronós- tico, que para el tratamiento, porque no lo hace mas grave, ni produce casi actualmen- te desórdenes funcionales, si no es que el estrechamiento de los orificios del corazón,. determinado por el espesamiento de los te- jidos, al nivel de estos orificios y de las vál- vulas, dificulte de tal suerte la circulación) que resulten síntomas asfíxicos y disneicos, lo que es muy raro: en la mayoría de casos sin la presencia de signos físicos percibidos por el oido, no solo el enfermo, pero aun el médico, no se apercibirían de esta complica- ción-, si no es por cierta vibración del pulso. Las encisiones sanguíneas tienen poca acción - sobre ella, porque si es posible disminuir el estado inflamatorio del endocardio, cuando un ruido de fuelle comienza á hacerse oir, se pue- de suponer que esta membrana, todavía no es asiento de espesamientos é induraciones y depósito de linfa plástica, que son los carac- teres anatómicos de las flegmasías, sobre las serosas; es cierto también, que estas altera- ciones no duran mucho tiempo para formar- se, cuando la endocarditis es intensa, y que cuando existen, las sangrías tienen sobre ellas poca potencia; por lo demás, aunque esta fleg- masía es la fuente de muchas lesiones orgá- nicas consecutivas y mortales del corazón, también se la vé resolverse espontáneamen- te, aunque de todos los efectos del estado in- flamatorio reumatismal, es el mas grave y re- fractario. Suponiendo á un individuo exento de to- —118— da herencia de reumatismo ó gota, que con- trae en la primavera un reumatismo articu- lar agudo por un resfrío, que las grandes ar- ticulaciones están tumefiadas, que tiene una fiebre viva, la arteria llena y undulante, las artrites poco movibles, dolores moderados, principalmente en el reposo, en que no arran- can espontáneamente gritos, el sujeto es ata- cado por primera \ez; y en tal caso, la san- gría lo sanará, porque domina el elemento inflamatorio, y no así cuando hay predisposi- ción, bien por herencia, bien por crstitucion, en que sin reconocer causa ó aun reconoci- da, aparece un reumatismo general, siendo «tacadas las pequeñas articulaciones de pre- ferencia y en gran número, las fluxiones muy movibles, con dolores espontáneos é intole- rables, tinte pálido, orinas raras, turbias, (bourbeuses) sudores muy abundantes, de olor agrio, los intestinos, y sobre todo el es- tómago, meteorisados: en este caso, puede sangrarse; pero no es lo esencial, puede y es muy útil, el usó del sulfato quinino, á do- ses moderadas, según el método de Legroux, por el que se obtiene una sedación directa, y como de golpe del conjunto de los fenóme- nos propios de la enfermedad como el dolor, movilidad y sedación inmediata y casi espe- cífica de la circulación. La gota es una va- riedad considerable de las afecciones reuma- tismales: el reumatismo encontrando en Un organismo ciertas condiciones mas bien fisio- lógicas, que mórbidas, produce fácilmente las variedades mas corn'unes de las enferme- -119— dades gotosas, y la disposición gotosa bien formada, que es mejor la exageración mór- bida de cierto estado fisiológico, que una en- fermedad propiamente dicha, no se hace go- ta vaga ó fija, regular ó irregular, nerviosa, inflamatoria, articular, nevrálgica, ó muscu- lar, sino cuando está asociada al reumatismo, escitado por las causas determinantes de esta afección, manifestada por ella, bajo las for- mas especiales que se acaban de decir. La grávela, hemorroides, ciertas dispepsias, una tendencia hipocondriaca, la irritabilidad es- trema del carácter, la caparrosa ó un tinte caparrosado, y si puede decirse, una ca- pacidad muy grande para el dolor y el es- pasmo: tales son algunos de los efectos prin- cipales de la disposición que favorece el des- arrollo del reumatismo ó gota, una vida sen- sual y sedentaria, agitada por las pasiones del hombre social, concurre á producir el estado gotoso, en ciertas costítuciones naturalmen- te irritables: todo lo que caracteriza al reu- matismo, se halla en la gota: pero no al re- ves, aquel tiene otras asociaciones, lo hay simple, gotoso, frío ó atónico: hay artritis, blenorrágica, escarlatinosa, tifoide, remau- tismal; hay reumatismo histérico, coreico, &c, y hay mucha diferencia entre el simple y el del hemorroidario, graveloso ó costitu- cional; los niños no están exentos del reu- matismo, sí del gotoso, escepto en caso de herencia, aunque entonces tampoco aparece en la niñez, sino hasta que están en las condi- ciones en que se forma la disposición gotosa. — 120— Las mugeres están poco espuestas á la got/V principalmente regular y articular, y mucho al reumatismo, .principalmente irregular; pe- ro tienen el reumatismo puerperal, y el le- choso, ó de las nodrizas. El estado gotoso de la-economía, comienza en las vías diges- tivas, y tiende á terminarse en los riñones; el reumatismo comienza en la piel, cuyas funciones tienen con las de los riñones, una grande solidaridad, acaso este punto común,. es por donde se tocan el estado reumático, y el gotoso, esta asociación de los elementos mórbidos, es tomada, sobre el hecho en una combinación plástica de sus caracteres este- riores, es suministrada por la afinidad del reumatismo, por las articulaciones y por la de las concreciones uratadas por estas mis- mas partes en los individuos calificados de reumatisantes, antes de la formacion.de to- fos articulares, y gotosos después,,lo que se acaba de demostrar con el esceso de ácido úrico y uratos, en la gota, y el.reumatismo articular agudo, y no lo es menos, por la ana- logía estrema de la nefritis gotosa y de la reumatismal. El frió húmedo y las pertur- baciones de la traspiración cutánea, por las vicisitudes atmosférices,. son.las causas de- terminantes mas comunes de todas las en- fermedades, por diferentes que se las supon- ga del reumatismo; pero mas especialmente esta: siempre es necesario una predisposición y tal diátesis es hereditaria, ambas tienen relaciones con el sistema nervioso, revisten elt ipo intermitente y periódico, &c.; por otra —121— parte, el reumatismo si afecta á rancheros, son de aquellos ladinos y que pueden llamar- se semi-ciudadanos ó semi-cortesanos. Por último, debe tenerse presente, que toda es- pecie natural no tiene por causa, sino la crea- ción; y por causa segunda, la procreación conservadora de un tipo idéntico» Dos motivos principales hay para conside- rar la sangre en el reumatismo: la primera, su carácter esencialmente crónico; la segun- da, que afecta constantemente de alguna ma- nera el grande aparato de la circulación: él produce simultáneamente y desde el princi- pio un déficit en las fuerzas motrices y alte- rantes de este aparato de donde resulta 1. Q , una disminución en los glóbulos sanguíneos con anemia, plétora serosa, y esceso de fibri- na; 2 ° , ruidos mórbidos del corazón y de los vasos y podria añadirse una forma corres- pondiente y especial del pulso, independien- te de toda emisión sanguínea, como de toda inflamación positiva del endocardio ó peri- cardio, aunque no es de lo que se trata. El reumatismo tiene muchos modos de mani- festación, no siendo el único el inflamatorio sirviéndole el dolor, el espasmo, la con- tractura, parálisis, flujo, congestión, etc., de fenómenos, mejor que la fluxión inflama- toria y lo que es evidente para lo esterior, fo es á lo interior para el corazón y los va- sos: la fiebre particular que forma el carác- ter mas notable del reumatismo articular agudo, no es una fiebre sintomática, esto es fisiológicamente escitada por las flogoses ar- —122— %res, sino que es una fiebre reumatisma tl.cu\- smo título que lo son las artrites, loque al mK ■'luéstra !por su existencia frecuénte- se den mtes de la de ellas y después de su mente l ^ gu persistencia después de su aparición %on} es verdaderamente una fiebre desaparici ,^ pfodUcida p0r la escitacion reu- angiotenica recta ^ idiopática del grande matismal di. ^orio, pues que cada afección aparato circuí. efa ¿gte ¡nteresante aparato, irrita á su man ,matismal lo irrita determi- y la afección reu ond¡c¡ones inflamatorias es- nando en el, en e ^mí^ los fenómenos va pedales de la econ de - dichos de hypersccr * . aitiios» uc j? n ocn eso, desproporción en cion-de fibrina en esc ¿ P V estos dos elementos y S * neos, plétora serosa ene » contracc¡on v mov,m.entos alternauvos ¿ esDansion del corazón, y u » e.rai . om(íji(1„ Hp s 'is paredes, cuya vibración- espasmooica ae sv r >j . • • „■,«„ vopprptoria" puede elevar- irntacion nerviosa y secretoi id i se primero y se eleva frecuentemente por un progreso insensible hasta irrita cion inflama- toria del endocardio, cuando comienza la endocarditis es difícil precisado. JNonay ''reumatismo articular agudo, sin: que la irri- "tacion reumatismal, afecte el corazón y los '•'vasos de alguna manera y á un grado cual- "quiera: ellos y la fiebre angioténica le son "mas esenciales, que la fluxión inflamatoria "de las articulaciones.'* r€uando domina el elemento inflamatorio' viene bien la sangría, y si es común y sim- ple no hay inconveniente sino remoto en — 123— sangrar mucho ó poco; no así cuando es grave (no intenso) variedad particular del agudo, modificación especial de la diátesis por las condiciones singulares del sujeto; v. g., cuando en ellos se desarrollan endo- cardites complicadas de un desorden nervio- so considerable en la acción del corazón y de una tendencia a la formación de concre- ciones sanguíneas, porque es necesario mas que una endocarditis, para producir este for- midable accidente, que es acompañado de un ataque profundo del sistema nervioso, que ata y perturba los movimientos car- diacos: la endocarditis, la coagulabilidad mór- bida de la sangre, las formaciones plásticas de que el endocardio flogosado es el asiento, ai nivel de los orificios y sobre las válvulas hacen el resto; pero las condiciones de des- arrollo de los cuajáronos serian impotentes para producir por sí solos el efecto de que se trata; no seria imposible que una fluxión reumatismal del corazón mismo, paralizando hasta cierto punto sus contracciones, trajese este resultado; segundo en aquellos en quie- nes se desarrollan sufusiones serosas consi- derables y sofocantes de las pleuras y del pe- ricardio, neumonías si mples ó dobles con con- gestión sero-sánguínea, especie de edemas agudos del pulmón que tienen la subitanei- dad de invasión de las fluxiones reumatisma- les; tercero, aquellos en quienes se ven de- clarar los síntomas de una meningitis, que puede llamarse reumatismal y que se distin- gue de la común en que cura muy frecuen- —124— temente y que su modo de invasión, sus sín- tomas, la forma del delirio, etc., no son los de la ordinaria: en el primer caso no debe usarse el sulfato de quinina, ni los estupefa- cientes, sino de emisiones sanguíneas muy cortas y repetidas para no quitar la fuerza al corazón, debe recurrirse á los alterantes an- tiplásticos, revulsivos y á veces difusibles, debiéndose estar á la cabecera del enfermo, observando lo que haya que combatir para reparar algunas cosas; en el segundo caso de pulmonías fulminantes, derrames múltiplos, síntomas tifoideos, se recurrirá poco á la sangría y si se necesita mejor á las ventosas escarificadas, al calomel, tártaro emético y drásticos; lo mismo en el tercero sin echar mano del sulfato de quinina: en el segundo hay reumatismos en que hay endocardites, pericardites, pleuresías reumatismales, pero en que domina el elemento inflamatorio, la complicación es inflamatoria; y en suma, en que es necesario tener en consideración: 1. ° , su esencia crónica; 2. ° , sus relaciones con el estado gotoso; 3. °, el elemento inflama- torio y agudo accidentalmente asociado á estos dos primeros estados; 4. ° , á la pléto- ra serosa que se liga á la fiebre angioténica reumatismal y á las flegmasías del corazón en él. FIEBRE CATARRAL. Las fiebres catarrales tienen lugar en el curso de los inviernos húmedos y frios ó bru- —125— mosos, después de cierta duración de la in- fluencia de esta costitucion atmosférica, sin que sea necesario en la mayoría de casos, que haya habido supresión particular acci, dental y apreciable de la traspiración cutá- nea, el estado mórbido se forma lentamente- se desarrolla y juzga del mismo modo, pre- senta fenómenos de oportunidad ó síntomas precursores, y se establece en cierto modo sucesivamente; mientras que la fiebre efíme- ra, venida por una supresión de la traspira- ción, tiene invasión brusca é imprevista, por un calosfrió violento y*esto mismo la mues- tra menos grave. Cuando es simple, sin predominio del elemento inflamatorio ó pic- tórico pronunciado, sin congestión pulmonar mu^violenta, que los calosfríos vagos é irre- gulares son incesantes, y que no hay aquel adolorimiento general, con opresión de las fuerzas, hinchazón de la cara, tos rasgante, sensación de tensión y plenitud generales, entonces la sangría no solo es inútil, sino que puede ser dañosa. El estado catarral difiere del inflamatorio, en que las irritacio- nes que le acompañan no se terminan por supuración, su carácter es una estrema su- perficialidad, una movilidad y difusión sin- gulares: el sistema nervioso hace gran papel en estas fiebres, razón capital para que la me- dicación antiflogística no sea reclamada, si- no incidentalmente, el estado catarral agu- do cuenta todos los grados, desde la nevro- sis ó enfermedad sin materia, hasta la flogo- sis con elaboración y secresion de produc- ^ — 126 — tos mórbidos: en las mugeres flacas é impre- sionables la causa morbífica produce todas las anomalías de unanevrosis: calosfríos con- tinuos y erráticos, mezclados á bocanadas de calor, cefalalgia, dolores articulares y mus- culares, vagos é indefinibles, disnea, opresión de las fuerzas, eretismo singular de la sensi- bilidad cutánea y del tacto en general, fe- nesmos diversos al ano y á la vejiga, mor- mamiento gravativo sin catarro nasal, con- gestiones parciales y fugaces, sensación al- ternativa de calores acres y de refrigeracio- nes penetrantes, inquietudes febriles, dolo- res osteócopos, insomnio, etc. En otros ca- sos la causa patogénica por algunas circuns- tancias, dá Jugar á síntomas mas fijos y á los que se juntan algunos signos caracteiísticos que imprimen á la enfermedad un aspecto que á la vez semeja á las enfermedades con y sin materia: la disnea se acompañará de una tos y de un mormamiento mas fijos (rau- cedo et gravedo) y dando lugar á una desti- lación de humor tenue, acre, trasparente ir- ritando vivamente por su contacto las super- ficies sobre las que cuela, la cara abatida y ligeramente temulenta, los calosfríos mas francos, el calor mas general, la fiebre mas regular, y después á este periodo de crude- za, sucederán mas ó menos arbitrariamente, signos de cocción y solución crítica: estos son los casos mas comunes á que conviene la denominación de fiebre catarral: se verá el dominio que toma el elemento nervioso sobre el sanguíneo y plástico, observando la —127— respiración y su aparato. Trousseau y Pi- doux citan caso en que la opresión era con- siderable, los dolores torácicos angustiosos é intolerables, el malestar disneico estrémo, latos fuerte y frecuente, la espectoracion abundante, á cierta época y auscultando na- da se percibía y aun muy frecuentemente ni el ruido normal de espansi^n pulmonar: podria suponerse un doble derrame y con todo percutiendo, la sonoreidad era natural, igual. ... estos desórdenes eran debidos á que la fuerza mórbida afectaba los pulmones y todo el aparato respiratorio, mejor en sus elementos nerviosos, que en los plásticos; mejor como dotados del sentido respiratorio, que como parénquima vivo de la vida veje- tativa y asiento de actos secretorios, nutri- tivos, etc., las "vesículas pulmonares y pe- queños bronquios estaban acaso apretados, ya tónicamente, ya por intervalos (porque en los accidentes que llevamos descritos se notan muchas remisiones, seguidas de otras tantas exacerbaciones) como se vé en las ortophneas nerviosas llamadas asmas, y este estado constituía una especie de asma agu- do con coexistencia de una irritación catar- ral muy superficial. La gripa es una enfermedad, que pone muy malo al que ataca, por su carácter ner- vioso particular que la distingue: así causa malestar, dolores, sufrimientos del tacto ge- neral, de que el órgano está diseminado so- bre todas las membranas de relación y se halla allí en alguna manera confundido con —128— las partes orgánicas encargadas del cumpli- miento de los actos perspiratorios, exhalan- tes, secretorios: este sentido misto y general es el que en la gripa trae y revuelve al cen- tro sensible, la mayor cantidad de impresio- nes penosas, sensaciones incómodas, estimu- laciones dolorosas, haciéndolas esperimentar en sentido inverso de la intensidad de la afección catarral, porque todos los síntomas se mejoran sucesivamente y disipan, cuando el elemento catarral viene á pronunciar, fi- jar y desarrollar á las superficies predispues- tas la serie calculable de sus fenómenos or- dinarios, Dicho grado ó el segundo es ca- paz de matices de intensidad y formas, pero su carácter general es una mezcla de flogo- sis erytematosa, móvil, afectando principal- mente las mucosas, dolores vagos, sensacio- nes inquietantes, malestar general é íntimo, pero superficial, etc., á veces nevralgias, ver- daderos catarros nerviosos, reumatismos mus- culares ó catarros de los músculos, angi- nas ligeras, irritaciones conjuntivales y hasta reumatismos articulares muy móviles, eflo- rescencias crytematosas de la piel, etc., des- pués dominando todos estos fenómenos lo- cales una fiebre efímera mas ó menos inten- sa cortada de tiempo en tiempo por calosfríos irregulares. Aquí la sangría no está indica- da sino como medio accesorio por variar con el carácter de la costitucion médica. En el tercer grado puede tomar tal intensidad y la materia del catarro ser tan abundante, que se arroje sobre ciertos parénquimas y - 129— forme infartos cuasi inflamatorios, congestio-1 nes mucosas sanguíneas, llamadas flegmasías falsas ó bastardas, entonces conservando sus caracteres especiales, se halla acompañado: 1. ° , de congestiones cerebrales caracteriza- das por una hinchazón considerable de la cara, cefalalgia atroz, á veces delirio, pulso duro, fuerte, fiebre viva, en cuyo caso es necesario sangrar, y si hay contraindicación podrán ponerse sanguijuelas á los maleólos, sinapismos á los pies, después á los molletes y á lo bajo de los muslos: después de la sangría jarabe de éter, etc.; 2. ° , muy fre- cuentemente también se declaran pulmonías profundas y centrales que reclaman imperio- samente una ó muchas sangrías según los casos, entonces los signos físicos son enga- ñosos, hasta que la flegmasía ataca la super- ficie pulmonar, los esputos patognomónicos faltan también un grande número de veces, su viscosidad y trasparencia son los solos cambios que presentan y deben bastar para motivar el diagnóstico, cuando al mismo tiempo la fiebre es muy viva, la respiración corta, los pulmones colorados sobre todo des- igualmente, el pulso perineumónico, el tinte subasfíxico, el decúbito imposible sobre los dos lados, la respiración pueril del lado. opuesto, aquel sobre el que el enfermo se acuesta mas voluntariamente y cuando la percusión practicada sobre este último lado encuentra una oscuridad relativa de la so- noreidad normal que indica una fluxión y un atascamiento pulmonares, separados so- —130— lamente déla superficie de la viscera por una lámina mas ó menos delgada del tejido que ha quedado permeable al aire, etc.: es inte- resante distinguir este estado de cuando los síntomas que dá el aparato respiratorio, son puramente espasmódicos ó nerviosos y que no exijen la sangría; mientras los primeros la reclaman imperiosamente, teniendo no obstante presente la naturaleza principal de la enfermedad y genio de la epidemia rei- nante: esta enfermedad, á pesar del estado de fluxión neumónica, no es de naturaleza decididamente inflamatoria, es mejor puede decirse un mormamiento agudo del pulmón, que una pulmonía franca y francamente ata- cable por las sangrías, debe usarse al mismo tiempo que el método antiflogístico, el que parece convenir especialmente al estado ca- tarral y nervioso y que se reasume frecuen- temente en el uso combinado? según el pre- cepto de ájuvantibus et Icedentibus: 1. ° , de los emeto-catárticos; 2. c , de los anodinos an- tispasmódicos; 3. ° , de los diaforéticos; 4. c , y frecuentemente ulteriormente de algunas doses de quina para cortar pronto accesos de fiebre remitente, que persisten después de la desaparición de los fenómenos toráci- cos, así como para levantar las fuerzas por la languidez y enervación muscular, temblor y debilidad singular de los principales apara- tos orgánicos que caracterizan la convales- cencia de estas fiebres. En la mayor parte de los casos se necesitan sangrías; pero ade- mas de las contraindicaciones que dan la —131— edad, costitucion, idiosineracias, enferme- dades concomitantes y estado anterior del sujeto, la naturaleza de los síntomas sumi- nistra muy fuertes y ellas se refieren lo mas frecuentemente al genio de la costitucion epidémica, ese quid divinum que domina y caracteriza toda la afección, porque muchas veces es repelido todo tratamiento debilitan- te prontamente,-las emisiones sanguíneas po- nen á descubierto y en adelante sin contrape- so un estado nervioso alarmante, delirio, ataxia, postración, enfriamiento, náuseas, dis- nea y un principio de periodo asfíxico en cu- yo caso son mejores los revulsivos. La ter- cera loralización catarral consiste en ciertas anginas membranosas y tonsilares á la vez, que se desarrollan como las perineumonías falsas, la hinchazón de la mucosa de la tras- boca, del velo del paladar, de los grupos fo- liculosos que constituyen las amígdalas, cu- ya hinchazón es enorme, la úvula procidente, la deglución muy impedida, la cefalalgia in- soportable, el delirio frecuente, el pulso ve- loz y muy poco desarrollado. Aquí vienen bien ventosas escarificadas á los lados del cuello y por debajo de los ángulos maxilares, revulsivos y purgantes. Esta epidemia ó esta enfermedad popular se comporta en su totalidad y evolución completa, absolutamen- te como uno de los casos particulares de que se compone: presenta como toda fiebre tres periodos regulares, el de oportunidad carac- terizado por fenómenos mas nerviosos, que plásticos, mas irregulares, que sinérgicos; —132— otro de reacción febril mas ó menos enérgico y que aproxima hasta cierto punto la enfer- medad á las fiebres francamente inflamato- rias; y el de-escrecion en que los productos del catarro, formados y elaborados durante el periodo anterior,.son poco á poco elimina- dos. En el primero se buscarán medios que regularicen y favorezcan la reacción (antis- pasmódicos sudoríficos, calor), para hacer ce- sar el espasmo por la provocación de una fie- bre moderada y de una clave crítica, ó llama- da á la piel; en el segundo si la reacción es inmoderada se templará, por emisiones san- guíneas generales ó locales ó por ambas; en el tercero se usará de purgantes, espectoran- tes, y algunos amargos para sostener el or- ganismo en.sus. operaciones eliminadoras y fortificar el sistema nervioso contra las im- presiones que lo espoaen á accesos febriles interminables, etc. FIEBRE TÍFOÍDE. En las enfermedades agudas cuyo princi- pio ó fuerza que las engendra es agudo, co- mo los fenómenos por los que se manifiesta esta fuerza, no dura mas que ellas, no per- siste latente, después de su desaparición, se agota ó estingue de alguna manera en sus productos, en otras costituciones Ja fuerza que preside á sus fenómenos persiste después de estos latente ó trasformada, no se es- tingue sino imperfectamente en sus síntomas y productos: en los tifos la dificultad de apli- — 133— cacion de la medicación antiflogística no ver- sa en consideraciones del porvenir, sino del estado presente. La naturaleza "costitucio- nal del reumatismo lo hace capaz de recidi- vas, reliquados y de cronicidad: las enferme- dades verdaderamente agudas, si pueden de- jar tras de sí consecuencias, (sequcelce morborum) esto es lesiones ó desórdenes funcionales no mórbidos y sin relación con la afección que ha precedido; ellas no pueden dejar reliquias ó reliquados (reliquice morborum) esto es acci- dentes mórbidos de la misma naturaleza que los de la enfermedad generatriz en general: así el mal de sangrar mucho ó poco es inme- diato y mas grave, pues que se trata del su- ceso próximo, y las enfermedades agudas no tienen mas que dos terminaciones: curación ó muerte. Los inconvenientes de sangrías esce- sivas en el reumatismo, es cambiarlo en cróni- co sobre fondo anémico ó bien se espone á re- cidivas sin término, y el problema es díficili- mo, porque lo es tratar la anemia en suje- to que no soportará analépticos y estimulan- tes ó tratar flegmasías reumatismales sub- agudas en sujetos donde están contraindica- dos los antiflogísticos; si por el contrario se sangró poco y no se reemplazó la sangría por sedantes ó contraestimuíantes se permite á la flegmasía desarrollar todos sus efectos, in- vadir las visceras, modificar los tejidos afec- tados y producir así á veces lesiones irreme- diables. En las enfermedades de que hemos trata- do es raro baste el gmétodo espectante, no 11 —134— así en las fiebres propiamente dichas, cuan- to mas costitucional es una afección, mas subordinada está á condiciones individuales y mas indeterminada es, menos turba las ac- ciones fisiológicas y menos sujeta está á for- mas y á una duración específicamente defi- nida y menos también hace nacer la idea de una fuerza estraña que viene á implantar- se en el organismo, desarrollando allí su vi- da propia, naciendo y cumpliendo periodos regulares ó edades y muriendo en alguna manera después de haberse reproducido allí; así es que las enfermedades de una natura- leza bien determinada, principalmente espe- cíficas, tienen una marcha menos capaz de ser modificada, que las individuales: el mé- dico y el enfermo sufren lo que no pueden impedir, así cuando el caso es grave, es me- nos capaz de ser modificado por la terapéu- tica: el tifo presenta muchos de esos carac- teres; sin embargo, sobre él, se ejerce mas influencia que sobre la viruela y sarampión, y en su unidad de naturaleza esta pyrexia, es capaz de una muy grande variedad de formas ó espresiones sintomáticas, que las verdaderas pyrexias específicas; así es que ya se presenta con un aparato inflamatorio tan intenso, que dá la mas espresa indica- ción de las sangrías, y en otras la contrain- dicación por síntomas de adinamía ó ataxia. La fiebre tifoide no es una inflamación fran- ca, ni una fiebre franca, porque en esas los síntomas representan toda la naturaleza de la enfermedad, son su manifestación adecúa- —135— da, de suerte que la medicación indicad3 por los síntomas, lo es también por la afee" cion que los produce y que si se han apaga- do los primeros se tiene la prueba que ésta lo ha sido en proporción: la denominación de fiebte tifoide, el aspecto de los enfermos, es- tado de sus fuerzas musculares y funciones encefálicas, ha de todo tiempo llevado á tra- tarla sobre indicaciones de adinamía, en lo que también hay un error; porque ciertos envenenamientos reproducen á su manera, cada uno, este estado mórbido particular, se le halla en uno de los periodos de embria- guez alcohólica, de intoxicación por el opio, etc., la coexistencia pues de estos dos esta- dos es real, porque de su simultaneidad resul- ta un tipo nosológico bien caracterizado y perfectamente definido y que la fiebre tifoi- de forma una entidad mórbida, que no es ni estado febril esténico ó inflamatorio, produ- ciendo consecutiva é indirectamente un es- tado asténico ó tifoide, fortuitamente compli- cado de un estaco asténico febril é inflamato- rio, pues que distinguiéndose patológicamen- te estos dos elementos, no se los puede sin em- bargo separar, los Broussaistas precisados á reconocer el estado tifoide y no pudiendo es- plicarlo por la sola flegmasía intestinal, ima- ginaron cierta infección de la sangre causa- da por la reabsorción de detritus gangrenoso, de líquidos corrompidos, de materias pútri- das-contenidas en el intestino y cuya reab- sorción tiene lugar en el periodo en que el intestino está ulcerado y contiene materias — 136 — sépticas, no admiten el estado tifoide, sino en el curso del segundo septenario, así según ellos, dicho estado es accidental, fortificando ademas su teoría con flebites espilares del intestino, existiendo desde el principio y mi- nistrando de golpe el veneno; pero dicha fle- bitis seria mejor un obstáculo á la produc- ción de ese estado general, y ademas esa condición seria común á todas las flegmasías, en cuyo caso todas serian tifoides. En la fiebre tifoidea debe distinguirse: 1. ° , la afección general que forma el princi- pio y unidad; 2. ° , las diferentes alteraciones como inflamaciones, gangrenas, ulceraciones, reblandecimientos, hemorragias, septicidad de los humores, alteración profunda de la sangre, etc., que forman las determinaciones múltiples de esta unidad mórbida. La afec- ción en su unidad ó elemento general no es inflamatoria por violenta que sea y nu- merosas que sean las inflamaciones, es ti- foide como el gálico es sífilis, ni es mas necesaria la inflamación á la afección ti- foide que á la sifilítica. Ella se determi- na muy generalmente por una fiebre é in- flamaciones tifoideas, que por la especiali- dad de sus fenómenos revelan la naturaleza de dicha afección, la manifiestan por sínto- mas propios, por una coordinación particular y signos característicos, ella no lleva su in- fluencia primitiva sobre un aparato especial cualquiera ó sobre las funciones nerviosas, aun las mas generales y capaces de nu- merosas simpatías, de suerte que no es al — 137— principio una afección nerviosa, sino vital atacando primitivamente las funciones vita- les comunes ó la vida de los parénquimas que extingue algunas veces de sopetón y lo- calmente por gangrenas sin flegmasía ante- rior, ó por reblandecimientos no inflamato- rio-: á la voz tifoide no basta darle su senti- do etimológico y creer esplicada la enferme- dad por el estupor que ataca á las funciones vitales primitivamente; porque así lo están en otrcs casos diferentes, y es necesario sa- ber porqué, y como son afectados de estu- por, y esto seria conocer su naturaleza que es desconocida, y no así la naturaleza de esa causa, las condiciones de su formación y de su manifestación, así que por la voz tifoide indicamos la idea del estupor y la de la na- turaleza de la causa estupefaciente ó tifoide: hay muchas afecciones tifoides según la pri- mera de estas ideas, y no hay mas que una según la segunda y es la de que nos ocupa- mos. No se nos exijirá indagar la naturale- za de ese estado y de esas condiciones de desarrollo de la dicha afección, será bastante saber: 1. ° , que este estado es primitivamen- te general; 2. ° , que afecta primitivamente también las funciones vitales comunes; 3. c , que el modo de esta afección es el estupor de que arrebata estas mismas funciones; y no obstante como se ha dicho creerla estupefa- ciente, así como quiera, seria prohibir el mé- todo antiflogístico, la dieta severa, bebidas diluentes y temperantes, emisiones sanguí- neas, etc., que pueden llenar imperiosas m- —138— dicaciones; por consiguiente hay que consi- derar otra cosa mas importante que el estu- por, sin perder á este contodo de vista: cuan- do se ve esa postración muscular, ese embota- miento de los sentidos, esa indiferencia pro- funda á las impresiones esteriores, se juzga simplemente del estado tifoide, porque él so- lo es revelado por estos síntomas y otros que tienen el mismo sello, cuando después de es- to se observan las cualidades físicas de la sangre, el olor de las diferentes materias es- cretadas, su septicidad, los caracteres quími- cos de la orina, el estado de la lengua y de los dient?s, la tendencia de los tejidos á la gangrena, al reblandecimiento y á la ulcera- ción primitiva ó consecutivamente á inflama- ciones todas especiales, las petequias, etc., se comprende por estos signos que solo pue- den revelarla, una modificación profunda en la plasticidad ó en el estado de las funciones vegetativas, manifestada por sus productos y ademas de que este cambio íntimo, este ata- que general es de naturaleza á llevar sobre los aparatos de la nutrición ó sobre los tejidos y líquidos vivos una influencia estupefacien- te que los altera donde quiera, cuando no los mortifica localmente de un modo comple- to, si después se considera que esta afección general es acompañada generalmente de una reacción febril regular, presentando periodos muy calculables, una duración susceptible de ser aproximativamente fijada, que seme- jante en esto á las fiebres eruptivas específi- cas, sin dejar de ser la misma, se muestra á —139—' todos los grados, desde el mas benigno, has', ta el mas funesto, que estos periodos y esta marcha de la fiebre cuando es franca presen- ta en su curso una sucesión, una coordina- ción muy fisiológica y perfectamente en ar- monía con los periodos y la marcha de los\ otros fenómenos que, en una palabra en los casos simples y ordinarios aunque graves,; parece que se puede comparar esta sucesión de fenómenos mórbidos á una función, es de- cir á una serie de operaciones, tendiendo á un fin particular y dirijidas por leyes cono- cidas etc., el espíritu es irremisiblemente llevado á suponer que el organismo trabaja; según estas leyes invariables para entrar al estado sano y para resolverse en alguna ma- nera contra una causa de desorganización y de muerte; en fin, si agotando esta idea y bus- cando si esta causa eficiente es un germen, co- mo el que produce la viruela y otros exante- mas específicos, una materia mórbida viva v|- nienqo de afuera, suministrada porunorganis-; mo que habiéndola recibido de otro la tras- mite idéntica á su turno, de suerte que un contagio mas ó menos directo sea la condi- ción rigorosa sin la cual esta enfermedad no puede actualmente desarrollarse, lo que se ve no ser así, pues que se le observa nacien-» do espontáneamente, independiente de una multitud de circunstancias higiénicas y con- diciones de insalubridad que podrían creerse muy poderosas, el hombre no está sujeto á ella sino hasta cierta edad, durante cierto pe- riodo de su vida, antes y después del que es — 140— muy raro observarla, siendo hacía aquella faz de su existencia en que comienza á ser estacionaria ó á decrecer, aquella en la que cesa de estar espuesto á ella, así es que des- de la edad en que los sexos se pronuncian, hasta aquella en que el individuo nada tiene que adquirir de parte de la organización y des- arrollo corporal, esto es de quince á treinta años es lo mas frecuentemente, si se observa mas tarde es mejor en los hombres: uno de sus caracteres importantes es la inmunidad que adquieren aquellos que ya la sufrieron, si la tuvieron regular, aunque grave, que ter- minó francamente y que entraron sin acci- dentes ni reliquados en buena convalescen- cia, salen de la esperiencia mejor costituidos, mas robustos, etc., los jóvenes que se radi- can en las grandes ciudades y que tienen que esperimentar todas las consecuencias de un verdadero aclimatamiento, para quie- nes todos los agentes de la higiene son mo- dificados mas ó menos profundamente, es- tán eminentemente dispuestos á ella; ata- ca sin acepción de temperamento, y sin causas esteriores apreciables, nota que en Jas epidemias se ensaña primeramente sobre los jóvenes mas robustos, parece en general en igualdad de circunstancias, mas grave en los muy sanguíneos', en los que la fuerza plásti- ca es enérgica, la hemátosis poderosa, los ju- gos abundantes, Jos parénquimas nutridos, la vegetación exuberante y rica, gravedad que aumenta en los que hasta allí han estado exentos de afecciones graves durante las oue — 141 — el cuerpo sometido á una larga dieta, á trata- mientos evacuantes, á evacuaciones natura- les, etc., ha enflaquecido considerablemente^ renovando de algún modo su sustancia. Dicha enfermedad está caracterizada por una convalescencia larga y difícil, los sujetos comen enormemente, tardan en engordar, y se ha notado que es un signo favorable ver que se enflaquecen los enfermos sensiblemen- te y casi de golpe hacia el fin del segundo- septenario, en los casos en que la enferme- dad debe durar tres semanas ó mas. El asiento que afecta constantemente el signo- orgánico especial, la lesión anatómica singu- lar que distingue esta enfermedad, es en el intestino delgado primer órgano formado en la evolución embriogénica, el mas fundamen- tal de las visceras ó de los aparatos especia- les sirviendo á la nutrición, aquel en que la organización tiene en algún modo sus raices: de esta cavidad puede decirse mejor que de las aurículas del corazón que es el primum vivens y el vltimum moriens y en ella impri- me la enfermedad su sello propio y distinti- vo: tal es la razón porque el tubo digestivo es el aparato que tiene las relaciones mas in- mediatas con las acciones vegetativas, ningu- no entretiene con la nutrición simpatías mas estrechas, y esto se ve bien en las dispep- sias, en las enfermedades crónicas, en el có- lera para las agudas; recíprocamente cuan- do las funciones vitales elementales ó vege- tativas están primitivamente alteradas, como^ en todas las fiebres graves Morbi totius sus- —142— tantice, las lesiones mas constantes y próxi- mas, á veces las mas características, se en- cuentran en el tubo digestivo y especialmen- te en el intestino. Según Sidenham la fie- bre tifoide es determinada por una necesi- dad de la sangre de cambiar de diátesis: nos- otros creemos que no conociendo tratamien- to específico, ó en otros términos que no po- seyendo medio alguno capaz de atacar in- mediatamente su causa eficiente ó principio generador en cuyo caso bastaría observar las leyes de la naturaleza sin necesidad de pe- dir nada á la fuerza medicatriz, que ella des- plega en el curso de una fiebre yendo dere- cho al mal, seguros de apagarlo en su ger- men, reducidos á medicaciones fisiológicas y por consiguiente indirectas al frente de una enfermedad muy determinada á cuyas leyes está uno precisado á subordinar mas ó me- nos las acciones terapéuticas, no tenemos pa- ra dirijirnos seguramente en estas inevitables dificultades mejor guía que la observancia de estas leyes: esto en la teoría de Sidenham seria una palabra vana, á lo menos en cuan- to que muestra la fuerza vital capaz de do- minar el desorden, de regularizarlo y resta- blecer la salud, según la armonía que presi- de al cumplimiento de todas las funciones en general; es cierto que este orden puede ser mas ó menos turbado en la enfermedad; pe- ro no se puede hacer de este desorden un principio y una ley, no se le puede tomar por unidad, por tipo, por lo mismo que es desor- den y que no está sujeto á constancia, ni —143— Puede servir de término de comparación, así en vez de considerar con Sidenham y los na- turalistas la causa interna de la fiebre tifoi- dea como un objeto pasivo de reacción, y sus síntomas como costituyendo esta misma reac- ción, nada de mórbido ó nada que represen- te la naturaleza de la enfermedad, nosotros consideramos esta causa como un principio activo, como una fuerza mórbida y los sínto- mas, así como los estados orgánicos caracte- rísticos de la afección como las manifestacio- nes mórbidas específicas de esta fuerza; sin embargo reconocemos que la marcha fde las fiebres graves prueba, que cuando el organis- mo no está muy profundamente atacado para ser entregado á una disolución y á una ataxia funesta, las cosas pasan según el orden cal- culable y constante que se observa en el cum- plimiento de una función, como si la fuerza vital conservase bastante integridad y armo- nía para imponer sus leyes á la enfermedad, sufriendo no obstante la que la enfermedad le impone a ella: esta verdad es la brújula del práctico. En cuanto á la idea de recor- poracion saludable de Sidenham, que ve co- mo necesidad y resultado en la fiebre tifoide; diremos que por simple que sea una sífilis, se la trata positivamente, lo mismo una inter- mitente, porque se tienen medios para ha- cerlo con suceso, inquietándose muy secun- dariamente de las indicaciones individuales, y en nada de la marcha natural de la enfer- medad, lo mismo sucede con una flegmasía franca y no así la fiebre tifoide simple, y con — 144— razón, contentándose uno con observarla atentamente. La medicación antiflogística en la tifoidea está indicada cuando á sus caracteres esen- ciales reúne ó se le asocian íntimamente, lo que es muy común, síntomas de plétora fe- bril general ó si se quiere la sobreescitacion febril de-las enfermedades agudas ya esté ó no acompañada de congestiones inflamato- rias, mas ó menos vivas, esta turgescencía ti-foide, manifestada por la sobreestimulacion febril del grande aparato circulatorio y de diversos departamentos del sistema capilar sanguíneo, es muy común al principio de las fiebres graves; pero por intensas que sean es- tas manifestaciones, no son complicaciones- de la afección tifoide, distintas de ella en su principio, nacidas aparte y sobre las que en consecuencia se debe obrar separadamente por una medicación antiflogística proporcio- nada á su intensidad, porque la cantidad de estos fenómenos no representa exactamente su naturaleza, y esto es tan cierto que pue- de suceder que por ciertas condiciones indi- viduales ó epidémicas, una sola sangría sin quitar nada de su actividad á los síntomas, modifique de tal modo la fisionomía de la en- fermedad y permita á los caracteres funes- tos de la afección aparecer con tal evidencia, como si se hubiesen presentado así desde al principio y que ni se hubiera soñado en las sangrías. Es necesario mucha sagacidad y una esperiencia consumada para una exacta aplicación de la dinamometría vital, apre- —145— ciando justamente hacia qué predominio, de que orden de síntomas inclina mas particu- larmente tal ó cual enfermo; porque hay un elemento tifoide, que puede llamarse univer- sal de la enfermedad, y otro que puede lla- marse individual, (fiebre, inflamación, ataxia, bilis, &c.) y para tratar bien la fiebre tifoide, es necesario de algún modo, operar sin ce- sar la diferenciación y la integración de estos dos elementos de la enfermedad, esto es, que separándolos abstractivamente, conside- rándolos como diferentes por el pensamien- to, es necesario nunca olvidar que en el en- fermo forman ellos un todo indivisible ó un entero; si en el tratamiento se menosprecia demasiado el elemento universal, y se sacan todas las indicaciones, se espone al enfermo á la adinamía, ataxia, &c; si al contrario, se corre el riesgo de dejar al primero una acti- vidad de donde nacen esas flogoses y con- gestiones especiales que multiplican á su turno, el elemento tifoide, infectan la econo- mía atando las funciones, alteran los tejidos, y emponzoñan todas las moléculas vivas. Al principio de una fiebre grave, el solo estupor ó embriagamiento tifoide, no con- traindica el uso de emisiones sanguíneas, si están por otra parte indicadas, y se las pue- de repetir, hasta que la enfermedad esté sim- plificada, esto es,, hasta que ya no presente indicaciones, pues es sabido que ningunaoíre- ce, aun cuando sea bien caracterizada: la fie- bre sínoca, impútrida ó inflamatoria esencial de los antiguos, tiene una invasión á veces —146— 'muy'Viva, imposible de distinguir de la ti- foide simple, ó de síntomas inflamatorios y ya 'espontáneamente, ya por emisiones san- guíneas, desaparecen á los ocho, once ó quin- ce dias, al principio está uno incierto de su naturaleza: se Observa én sugetos güeros lin- fático-sanguíneos, cuando desde la invasión la piel lia dado úri sudor general y continuo: unos atribuyen á que detuvieron en su mar- cha, tina fiebre tifoide; otros, creyendo esta específica invariable en su duración, imposi- ble sin una evolución completa, y sin el cor- tejo de todos los síntomas y lesiones orgáni- cas, propias á los casos graves y completos, niegan qtte sean de la naturaleza de las "ti- fóides, aunque tampoco les señalan alguna; otros hacen de la sínoca, una especie tan dis- tífita de la tifoide, como de la viruela ó saram- pión; otros creen que la tifoid-, no siendo 'una énlermedad específica y virulenta, cómo la vi- ruela, no está comí- ella y las otras fiebres eruptivas específicas, sujeta á una marcha, á una duración, ni á periodos necesarios, que los tiene incompletos, mal formados y aun abortados, como los tiene también completos, perfectamente caracterizados, y que cumplen regularmente todas sus faces, sin que á pesar de eso, presenten en su curso alguno de esos fenómenos graves, que han merecido á la es- pecie el nombre de tifoide, y colocan entre sus variedades á la sínoca, cuya duración flo- ta entre una, dos y tres semanas á lomas, déteniándose á veces á los siete dias, ó á la nlitatl del segundo septenario, siendo para —147— ellos la sínoca á la fiebre tifoide grave, loque es la varioloide á la viruela; la colerina al cólera, &c, esto es, abandonada á sí; pero no es imposible abreviarlas por el método anti- flojístico. Sucede muchas veces que en pri- mavera, estas fiebres comienzan con mucha vivacidad y un aparato inflamatorio muy vio- lento, en sugetos jóvenes, sanguíneos, vigo- rosos, en quienes mas de una razón indica sangrar, con lo que se corta la fiebre que es- taba destinada á una marcha ulterior, fatal, y á la evolución de todos los caracteres de la fiebre grave, esto no puede negarse redon- damente, aunque es poco verosímil: tiene tantas graduaciones la fiebre tifoide, como el cólera, viruela, &c, que bien puede no afir- marse, porque hay muchos casos que mar- chan impertubables ala gravedad, á pesar de tratamientos enérjicos. Tronsseau y Pi- idoux, se inclinan á creer, que tales casos di- fieren de la tifoide mejor por su grado, que por su naturaleza, aunque no se atreven á afirmarlo y creen sea sínoca, solamente por modestia, la que curaron. Es muy probable que bajo la influencia de ciertas costitucio- nes médicas ó en algunos sugetos, el ele- mento individual domine al universal, mien- tras que en otras condiciones esporádicas ó generales, sea al revés; en el primer caso, la medicación antiflogística puede llenar todas las indicaciones principales, y el elemento ti- foide manifestarse tan débilmente, que casi desaparezcn del todo con el otro elemento, al auxilio de esta medicación; en el segundo, — Í48 — fas emisiones sanguíneas, no ofrecerán mas que un recurso secundario y mas ó menos li- mitado; también sucede frecuentemente, que el elemento universal ó tifoide, sea tan pro- nunciado, y que por consiguiente la enferme- dad sea tan bien formada ó fuertemente de- terminada, que deba marchar como una fie- bre específica, y que rehuse toda medicación antiflojística: cuando estos casos son graves, tienen talanalojía con el tifo, que muchos los confunden: como quiera que sea la medica- ción antiflojística, modera, abrevia y atenúa considerablemente, las fiebres continuas de la primera división, y las de la segunda, en que desde elprincipio se manifiesta con sus caracteres, aunque bajo máscara inflamato- ria, que indican muy espresamente tal medi- cación, en esas se busca con la dicha medi- cación, la simplificación de la fiebre, se es- pera descargarla cuando se puede, sin daño de todo lo que seria después materia á con- gestiones y flegmasías tifoides: en estos casos, pequeñas sangrías generales y locales apro- ximadas al principio, si el enfermo no mani- fiesta ni ataxia, ni adinamía, y si sobre to- do, antes de la fiebre estaba en buenas con- diciones de salud y fuerza, pueden simplificar mucho los periodos ulteriores de la enferme- dad, y moderar muy felizmente muchos de losaccidentes graves que se temen después de la primera semana. La indicación de sangrar, se toma tanto de los síntomas, como de la naturaleza de la enfermedad, y cuando la fie- bre se modera por el uso del método autillo- - 149— jístico, este pondrá límites á su indicación;* y" si no, la naturaleza de la enfermedad, porque los síntomas suministran las indicaciones, la naturaleza de la enfermedad, los arregla, juz- ga, prueba y fija el punto donde se debe dete- ner el uso de los medios propios para llenarlos. Recuérdese; 1.°, que es necesario sangrar tanto menos en una enfermedad aguda cuan- to la causa de ella dirijo sobre la sangre, y sobre los sólidos, una acción mas séptica y disolvente: 2. ° , que las sangrías cuando es- tán indicadas, deben ser tanto mas débiles y aproximadas al mismo tiempo, cuanto el en- fermo es mas débil, la enfermedad mas avan- zada, y su marcha mas necesaria: 3. ° , que en las enfermedades inflamatorias especiales de las que los medicamentos evacuantes, cos- tituyen el principal tratamiento, las espolia- ciones humorales ó indirectas, están tanto mas indicadas relativamente á las sanguíneas ó directas, cuanto el elemento especial aven- taja sobre el inflamatorio y recíprocamente. Con las sangrías se disminuye la masa de la sangre desanimalizándola, y se separan los materiales á las flegmasías y á la putridez, y esto hace decir á algunos, que la fuliginosi- dad de la lengua y otros signos de putridez, estaban rayados de Ja sintomatología de la fiebre tifoide, por el uso de la sangría golpe sobre golpe. Las indicaciones generales, sa- cadas del conocimiento de la naturaleza de la tifoide, autorizan y mandan las emisiones sanguíneas, cuando los signos y los síntomas exijen su uso; pero impiden el abuso que —150— puede hacerse, no fundándose mas que so- bre las indicaciones suministradas por los fe- nómenos, pues que al mismo tiempo que es- ta consideración lleva al médico á facilitar la obra de la naturaleza, á quitar á la orga- nización materiales viciados, y á favorecer así el movimiento metasincrítico, en tanto que la necesidad está indicada por la inten- sidad de los síntomas, al mismo tiempo ella le advierte que le es imposible de sustituir- se enteramente á la naturaleza, y que evi- tándole en alguna manera los accidentes, los sobrecargos, las dilaciones, los daños, debe dejársele cierta acción, de suerte, que cuan- do todavía hay fiebre, flegmasías, fenómenos mórbidos, en fin, pidiendo todavía la conti- nuación de la sangría que los ha moderado, viene la naturaleza á limitar y suspender su uso. Las indicaciones y contraindicaciones de Ja sangría, están en este pasaje de Si- denham. "Ind¿cationes veras ac germinas quce "in hoc morbo consurgunt, ineo versari ut san- "guinis commotio intra modum naturoe propó- "sito congruentem sistatur; ea nimirum ratio- "ne ut nec hinc plus aquo gliscat, unde pericu- "losa syplomata insequi solent, nec illinc nimium "torpeant fyc.... Adeo ut sive materiae hete- "rOgenea irrilanti sive cruori res novas motien- "ti febris ortus debeantur, indicatio utrobique "eadem existat." Por lo demás, pocas enfer- medades agudas son mas personales que la tifoide, y de todas, ella es aquella, cuyo tra- tamiento es capaz de mas modificaciones: los paises, las costituciones médicas, las circuns- —151— tancias epidémicas, imprimen á su terapéu- tica las mayores variaciones: esto en cuanto a su historia. Las formas inflamatoria, pú- trida, adinámica, atáxica, son, si se puede decir, sus formas naturales, y el paso de una á otra, también lo es. Hay una forma sim- ple, cuyo tratamiento consiste en la especta- cion; y aun cuando es acompañada de viva reacción con diátesis inflamatoria y putridez intensa; pero franca, sin algún elemento de enfermedad personal preexistente: entonces, si se sangra, el enfermo sana; pero es á pe- sar de la sangría. Erisipela de la cara. Esta es una fiebre eruptiva especial, cu- yos periodos son muy regulares y la termi- nación generalmente favorable, ella lecidiva con una facilidad y especie de periodicidad anua ó bisanua, poco común: el abuso de las sangrías en ella, solo la desnaturaliza, de- jándola con un movimiento febril persisten- te, nervioso, irresoluble, en vez de una fie- bre inflamatoria conocida y calculable y con una caquexia en vez de una convalescencia; el temor de una meningitis, es exagerado, porque el delirio, adormecimiento y como so- bresaltos de tendones, después los vómitos son comunes en ella, y si reunidos pueden hacer temer la meningitis, no bastan para caracterizarla. En casi todas las erisipelas esporádicas de la cara, cuando pasan cierto grado de intensidad, que puede hacer temer —152— algunos accidentes ó una duración y estén" sion estraordinarias, se presentan dos me* dicaciones fundamentales: la una, que solo pueden llenar las emisiones sanguíneas, la otra, los vomi-purgativos, sucede muy fre- cuentemente, que satisfaciendo á una sola, todo marcha luego por sí, tan pronto como es posible; pero la dificultad consiste de una parte, en la fiebre considerable, la cefalaljía, con congestión enorme y todos los indicios de un estado inflamatorio violento, y de otra, de una dispepsia muchos dias antes de la inva- sión y desde entonces, elemento saburral, es- tado gástrico de los mas pronunciados, etc. si este último estado no es testificado mas que por el empaste mucoso bilioso de Ja len- gua, sin recuerdo de un embarazo gástrico, anterior á la invasión de la fiebre, si la boca no está decididamente mala y que la insipi- dez y amargura no sean frecuentemente acu- sadas por el enfermo, entre las incomodida- des que le fatiguen mas, con sensación de re- cargo y de indigestión, acompañada de eruc- taciones penosas, de nauseas y de esfuerzos para vomitar, y si al mismo tiempo los sig- nos del estado inflamatorio son muy notables, se puede diferir de seguida á la indicación suministrada por estos. Es probable que los vomitivos sean inútiles, y que mas tarde so- lamente los catárticos, podían hallar su lu- gar útilmente. Con mas razón será lo mis- mo, si como sucede algunas veces, el enfer mo no ofrece otro síntoma de un estado, gás- trico, que un dolor mas ó menos vivo de epi- —153— gastrio, aumentado por la presión, después de1 una lengua de un rojo vivo á su punta, y so- bre sus bordes, presentando á su centro, un empaste nacarado, dejando traslucir por de- bajo de él la mucosa rutilante, de un aspec- to particular, que hace semejar la lengua,, á un músculo recubierto de una aponevrosis rasgada, lo que es propio á las flegmasías y todas las fiebres eruptivas, comprendiendo la tifoide, el eritema nudoso febril, &c, en es* te caso, puede hacerse una aplicación de san- guijuelas al hueco del estómago, sola ó jun- tamente con la del brazo, según el estado general, estación, temperamento, hábitos y fuerzas del enfermo: es necesario sangrar hasta satisfacción de la indicación que se pro- pone llenar, sangrando; la erisipela de la ca- ra no es una fiebre eruptiva específica, no es- tá sujeta necesariamente á una forma, dura- ción y estension invariables, de suerte, que el médico puede procurar limitarla bajo to- das relaciones, sabiendo respetar lo que no puede atacar impunemente, confiando todo á la naturaleza, se favorece algunas veces la, estension de la enfermedad, que parece mul- tiplicarse indefinidamente y fecundarse a si misma, como en las erisipelas que no son francas, y que se dirijen sobre el tronco en virtud de malas condiciones preexistentes, en cuyo caso, con los evacuantes de las vías gástricas y del aparato circulatorio, se hubie- S simplificado el estado mórbido auxilian- do los movimientos nuturales, y facilitando esa especie de metasincns.s, que se produ- —154— ce siempre mas ó menos en las afecciones fe- briles exantemáticas, principalmente en las de retornos periódicos; nada de esto ve á las erisipelas caquécticas, ni á las que aparecen á consecuencia de ciertas fiebres tifoides, ni á las de los miembros, ni á las que forman episodios mas ó menos graves en el curso de ciertos estados mórbidos agudos y prin- cipalmente crónicos. Enfermedades agudas específicas: Viruela. Específico rs lo que hace especie, y está en zoología es "un tipo de organización, for- ma y actividad rigorosamente determinada, que se multiplica en el espacio, y se perpe- túa en el tiempo por generación directa y de una manera indefinida," así es axioma de historia natural, que las especies son inco- municables entre sí, lo que sucede en la vi- ruela que se perpetúa como por verdadera generación, es incomunicable, esto es, no Co- munica con alguna otra especie, no se mez- cla ni se confunde con alguna otra diátesis específica, para formar por esta especie de amalgama, una enfermedad compuesta; por el contrario, cuando se halla en algún indivi- duo con otra enfermedad específica, marchan en una independencia completa, sin fusión y aun sin modificación en nada recíprocamen- te, así es de la vacuna, viruela, sarampión, escarlatina, sífilis, catarro agudo, rabia, y acaso la pústula maligna. Estas especies —155— tienen sus variedades y sus razas; las prime" ras producidas por las circunstancias ambien* tes ya propias á la organización en que ger* minan y se desarrollan, ya dependientes del medio que habita el individuo, &c: estas mo- dificaciones completamente esporádicas pa- recen corresponder verdaderamente a las va- riedades zoológicas, que no son en manera alguna, mas que accidentes de la especie, que pepetuadas por generación, costituyen las ra- zas. En las epidemias y endemias de las en- fermedades específicas, se ven accidentes de la especie, variedades en fin, conservadas y perpetuadas por cierto tiempo las varioloides, viruelas confluentes malignas, petequiales, &c, son ejemplos. De aquí resulta, que pro- viniendo las fiebres específicas de un germen, que en alguna manera deben perpetuar, de- jando un privilegio de inmunidad aquellos á quienes una vez les han dado, son en gene- ral,.semejantes á funciones naturales, recla- mandotambien, métodos terapéuticos natura- les: por un método natural, se propone uno en medicina imitar las reacciones saludables de la naturaleza; primero, abandonándolas á sí mismas, y rodeando al organismo de circuns- tancias favorables á su desarrollo espontáneo, cuando los fenómenos son regulares; segun- do, apagando su escesiva violencia por dife- rentes medicaciones temperantes, destinadas á reducir la acción á un grado compatible non la conservación de la vida y el cumpli- miento de la función mórbida; tercero, esti- mulando la inercia del sistema nervioso y — 156— poniéndolo al auxilio de diferentes medios* escitantes, al nivel de las necesidades de la en fermedad, sosteniendo la fiebre, animando en justos límites, los aparatos de eliminación, prestando al organismo vivo, las fuerzas que le faltan para resistir á la enfermedad, repa- rar sus pérdidas, y levantar su debilidad. En casos sencillos, las emisiones sanguí- neas, son inútiles en algunos; pero aunque se hagan inútilmente, no se interrumpe la mar- cha, en otros, se hace la erupción aun sin fie- bre: deben dejársele al enfermo sus fuerzas, los sudores abundantes que acompañan la fiebre de incubación, contraindican la sangría, porque indican que no hay temor de que sea confluente, tampoco hay cosa untiflojístiGa, que oponer á la raquialgía. lombar, dolores epigástricos y vómitos, que cesan, hecha la erupción, ó cuando comienza, tampoco hay que precipitarse por cierto grado, de soñolen- cia y estupor, señal precursora muy fiel de raiminenciade la erupción. En las benignas,. no hay mas á que ocurrir que á la medica- ción antiflojística, aunque no precisamente á sangrías, al reposo, dieta y bebidas diluen- tes: Sidenham añade, la deambulación do- méstica ó levantarse diario, y ventilación pru- dente, y hasta el segundo dia de la erupción ó sesto de la enfermedad. La confluente, aunque muy probablemen- te todos los caracteres patológicos, que. im- primen á la enfermedad el sello de la con- iuencla, dependen mas del estado del suje- to, que de la naturaleza de la causa próxi- — 157— ma ó el virus, no es menos cierto que hay entre estas dos enfermedades ó especies de viruelas otra diferencia, ademas de la intensi- dad, y que la diátesis de la confluencia pro- viene, si no de un estado mórbido específi- co, á lo menos de un estado particular muy distinto del que forma el fondo de las virue- las directas simples: este estado no es sin duda relativo á una predisposición de los in- dividuos; pues que una viruela discreta, pue- de comunicar una confluente, y recíproca- mente; pero también es necesario decir, que de la combinación del estado variólico, con es- ta crasis especial de ciertos sugetos, resulta una enfermedad compuesta, tan grave por su naturaleza, como por su violencia: siempre es imponible no convenir en que la intensidad de la reacción, la abundancia de la materia y los productos mórbidos, la profundidad y estension de las lesiones orgánicas locales, &c, no concurran en algo con Ja naturaleza deletérea del virus, á hacer esta afección una de las mas funestas ent*e las agudas. Si por un régimen y una terapéutica bien insUitui- dos, se opone uno cuanto es posible á la fe- rocidad de ella, siempre guarda todos sus ca- racteres y toda su insidiosa letalidad, se sa- be que la confluencia es suficientemente acu- sada cuando las pústulas discretas y aun ra- ras sobre toda la superficie cutánea, son con todo pequeñas y confundidas sobre la rara solamente, así que no es Ja estension Ja que les dá su gravedad: Sidenham observó una epidemia de viruela confluente sin confluen- * 13 —158— cia, esto es, que presentaba todos los caracté" res de las confluentes, escepto la confusión de las pústulas que eran discretas; pero muy pequeñas, ennegreciendo prontamente, sien- do algunas veces reemplazadas por anchas flictenas, y ademas, la precosidad de la erup- ción, haciéndose al tercer dia, la salivación, la gravedad de la afección inusitada en las discretas, &c. En las viruelas confluentes hav estado inflamatorio é inflamación, de don- de saca los caracteres individuales, por los que tiene puntos de contacto con las flegma- sías y todos los estados inflamatorios; hay ademas, disposición accidental y especial á la confluencia, en cuya virtud es distinta de to- da otra fiebre variolosa; y por último, espe- cificidad, que dominando los estados prece- dentes, puede existir independiente de ellos y que le imprimen los caracteres inaliena- bles de toda viruela y con la que nada tiene que ver la sangría, poco con la disposición accidental de que depende la confluencia, y mas con el elementoiindividual que suminis- trar^ mas indicaoiones, si se pudiese (fuera de ciertos límites que trataremos), atacarlo sin violar las contraindicaciones que impo- nen, bajo pena de funestos peligros el esta- do de confluencia y especificidad. Hay dis- cretas en las que el estado inflamatorio es exagerado en razón de ciertas condiciones de estación, costitucion médica, régimen, temperamento, &c, la sangría aun repetida durante la fiebre primaria simplifica admira- blemente la enfermedad que luego marcha —159— por sí, la erupción es facilitada, la supuración menos abundante, la fiebre secundaria mo- derada, todas las faces de la afección abre- viadas y reducidas á sus mas benignas es- presiones, la sangre está fuertemente costro- sa, el cuajaron voluminoso y consistente, y así se ha quitado á la fiebre, á la flegmasía y á la pustulacion, materiales que no podían sino agravar ó prolongar la enfermedad, y acaso dar origen á complicaciones inflama- torias funestas, y no así cuando es discreta y simple. El elemento especial de donde na- ce la confluencia, no solo no siempre indica la medicación antiflojística, sino que á ve- ces la contraindica formalmente; en ella la erupción se hace al tercer dia, es precedi- da frecuentemente de diarrea, que á cierta época fija de la enfermedad, se abre un emunetorio como suplementario al medio de la salivación, reemplazada ella misma á una época fija mas reculada por un desarrollo mas completo del exantema en ciertos pun- tos del cuerpo, que ademas por una buena terapéutica, se ha logrado atenuar el esceso de la confluencia, se retarda un dia, y las pústulas son mas anchas y menos reunidas. La buena terapéutica para Sidenham, con- siste en la deambulación y ventilación, no pareciéndole indicada la sangría, sino en los casos en que el enfermo, muy debilitado por esceso de la fiebre ó de algún sutnmiento local, no puede dejar la cama, entonces pue- de hacerse una sangría del brazo y algunas horas después, un vomitivo, luego bebidas aci- — 160— dulas, limonada mineral para que pueda eí snfermo pasearse y tomar un baño continuo de aire templado y siempre renovado, fuera de este caso, solo prescribe la sangría en su- getos jóvenes, sanguíneos ó dados á bebidas espirituosas, suftiendo especial y violenta- mente de algún órgano, ó espuestos á enor- mes é incoercibles vómitos: hay dos motivos para .ser muy reservado en las sangrías, en las confluentes, y son: la fiebre purulenta y les muertes repentinas; pero no por eso hay que abstenerse ciegamente de ella, pues su falta también puede ocasionarlos. En general, una medicación no es otra co- sa, mas que una especie de temperamento, de costitucion artificial, formados por el mé- dico, con objeto de neutralizar una disposi- ción opuesta. En las confluentes, se necesi- ta armonía y resistencia del sistema nervio- so con las funciones vegetativas, conducién- dose hábilmente en ellas, la facilidad de una sangría al principio de esta tercer manifes- tación febril que costituye la fiebre de supu- ración, que debe distinguirse bien de Ja con- comitante y de la inflamación peripustulosa, ella se eleva hacia el onceno dia, en los ro- bustos; hacia el décimosesto ó decimosépti- mo en los débiles; y es en efecto hacia el on- ceno dia que sobrevienen esas muertes súbi- tas, esa fiebre frecuentemente mortal, no es ni la del principio, i.i la de la inflamación eli- minadora, es una fiebre inflamatoria y pútrida de reabsorción, que desde que aparece, dice que nada halla mejor que una sangría de diez — 161 — á doce onzas, seguida de un purgante y dé- la administración continuada de paregóri- eos: luego aliméntese ligeramente, y den- se bebidas vinosas. Sarampión. Este nunca existe sin un catarro traqueo^ brónquino, mas o menos intenso, por cuya flegmasía interna, así como por las neumo- nías y pleuresías que sobrevienen frecuente- mente durante su curso, la medicación anti- flojística, revindica una parte importante en el tratamiento de este exantema, aunque el elemento específico pone á ello fuertes obs- táculos: la irritación brónquica es de las mas vivas, la tos rebelde rasgante, la disnea con- siderable, la neumonía viene á agregarse y es estensa, acompañada de pleuresía; el en- fermo es joven vigoroso, el estado inflamato- rio escesivo, las flegmasías pululan por todas partes, Ja fiebre es vehemente: en tal caso, están reunidos todos los elementos de indi- cación para las sangrías, se sangra y se ha- ce bien; pero luego vienen los límites de las sangrías para lo que basta que se necesite continuar la sangría por algún tiempo, á pe- sar de que alivie y haya dado toda su utili- dad, viéndose uno desarmado de ella, al fren- te de una neumonía que marcha y se estien- de, y de una fiebre indomable y de una difi- cultad respiratoria que se aumenta é inquie- ta aun cuando el organismo ofrezca todavía, iodos los síntomas de una diátesis flojistica: —162— están prohibidos ya, los mas poderosos me- dios antiflojísticos por la adinamía que tra- ducen, y el abatimiento del sistema nervio- so y la ataxia de que algunos caracteres co- mienzan á amenazar, cuando el sistema ner- vioso doblega y se turba, ya están indicados los tónicos y escitantes por esta parte; pero la sangre todavía está muy inflamatoria, los tejidos muy inflamables, la diátesis flojística morbilosa muy estensa para permitir el uso de estos medios que irritarían, en lugar de tonificar, alimentarían la fiebre y las flegma- sías, y precipitarían la desorganización, en lugar- de precisar la solución, y mantener la unidad vital. Aquí no hay estetoscopio, ni plesimetro, ni balanza, ni termómetro, la di- namometría vital, domina todos estos fenó- menos físicos, que no tienen mas importan- cia, que la que toman de ella sola: es mas exacto ocuparse de la potencia que produce y arregla todos estos efectos, que pesarlos, escucharlos y contarlos, porque en suma, ella es la que se trata de modificar y se la reintegra á pesar de la persistencia de estos efectos, que absorben todo el espíritu de nuestros grandes observadores, la exactitud consiste en escrutar con atención, el objeto especial de su estudio, aun cuando este ob- jeto no sea de aquellos que se pueda cono- cer por procedimientos é instrumentos pro- pios a las ciencias llamadas exactas, la exac- titud consiste en poner cada cosa en su lu- gar, y no ser puramente físico, químico, &c. sino fisiólogo y médico, nunca se juzgará con —163— i nstrumentos y procedimientos exactos de las enfermedades específicas, así como del estado del sistema nervioso en estas afeccio- nes, para medir la resistencia y la armonía de este sistema, para apreciar la oportunidad de un método terapéutico, capaz de atenuar los efectos de una diátesis inflamatoria espe- cífica; teniendo cuenta de la resistencia vi- tal, es necesario distinguir otra cosa que un ruido de fuelle, de otro de frote; por último, para que fuera valedera la estadística de que usan los modernos Cnidianos, que cortan la dificultad por medios aritméticos, seria nece- sario que no hubiese necesidad de ocuparse de la naturaleza de lo que se cuenta, pues como ha dicho Broussais, no es posible ha- cer salir de un.número otra cosa, que un nú- mero. Las causas específicas tienen sobre el sistema nervioso en general, una influencia estupefaciente ó perturbadora mas ó menos profunda. En la administración, pues, de un trata- miento en estas enfermedades, hay pues, in- dicaciones opuestas en algún modo; de par- te del elemento común de las enfermedades, hay que considerar que es inflamatorio y fre- cuentemente en el sarampión, sobre todo á un punto estremo; pero es necesario no olvi- dar que por debajo de este elemento é indi- caciones que suministra, hay un elemento específico que imprime á la enfermedad su naturaleza y gravedad como especifico, esto es, como debiendo pasar por todas las laces necesarias á la producción de una materia — 164— propia para engendrar una disposición seme- ; jante a ella: aquella de que proviene, es ne- cesario que haga sufrir á la organización, y que sufra el de su parte una serie de modifi- caciones particulares, que el arte casi no tie- ne poder de suspender: de aquí la indicación de no violentar este estado mórbido y del aceptar sus necesidades, procurando siem- pre prevenir é impedir los accidentes, esto es, los fenómenos funestos que se desarrollan' inútilmente y de parte del sistema nervioso y circulatorio, es necesario tener cuenta de su escitacion, por el elemento patológico co- mún, no impidiendo con todo, el estar aten- to á la acción deletérea que ejerce ó puede ejercer sobre él, este segundo elemento vi- rulento ó específico, que domina la marcha- de la enfermedad, arregla su duración, man- da el encadenamiento de sus periodos, side- ra ó desune el sistema nervioso: atacando so- lamente el elemento flojístico, se triunfa fá- cilmentet"de él; pero no se evacúa el vene- no mórbido de la sangre, de esta no hay la bastante para alimentar la fiebre, la erup- ción, las críses diversas, &c; pero si se san- gra al enfermo en Ja ataxia que viene sin el contrapeso ó moderador del sistema nervio- so que es la sangre, se ha suprimido la fie- bre, la erupción, las flegmasías, los produc- tos de secreción mórbida; pero se ha descu- bierto una neorosis específica. Hay saram- piones benignos, que aunque con bronquitis intensa, basta una medicina espectante; los hay mas graves, ya por la bronquitis profun- —165— d'a que confina con la neumonía difusa, ya* porque existe en grande estension, la reac- ción febril es intensa, las flegmasías muy vi- vas, y aun la naturaleza del virus morbiloso añade a los fenómenos ordinarios de las fleg- masías, algo de irritante y cáustico: los pro- ductos de estas flegmasías sen muy coagula- bles, así'como por el contacto del amoniaco, la acción del virus, desarrolla fácilmente la diphtéritis sobre las mucosas y abundantes exudaciones plásticas y pseudo membranosas sobre las serosas; el catarro brónquico, es co- mo purulento, lo que imprime prontamente á los gargajos, una forma y color que los ha- ce semejar á los de la tisis avanzada: en es- te caso, pequeñas sangrías que se aproxima- rán mas, si su reiteración es indispensable, se puede recomenzar ó suspender; &c, no intervirtiéndose así la marcha natural, ni se suprime, principalmente en los niños, una erupción muy móvil y delitescente, el ker- mes á veces evita la sangría, debe ademas atenderse á si se necesitan vejigatorios vo- . lantes. Los medios para fijar en la piel la irritación morbilosa, son fricciones rubefa- cientes, revulsivos á las esUemidades, y aun- que el tratamiento en algunos, sea puramen- te espectrante, exije mas sagacidad y cien- cia, que la rutina inflexible de muchos mo- dernos Riolano: "Mediáis sum, non vero medí- "carumformidarumprascriptor" decia Sid en- ham. En las fiebres exantemáticas cuya erup- ción consiste en un eritema, la repercusión — 166— de este, es mas fácil y frecuente que en las pustulosas donde la flegmasía cutánea es fija, profunda y supurativa, &c. en las prime- ras, se espondrá uno mucho con el método de Sidenham de aereacion, levantarse, &c, tan recomendables en el primer periodo de la fiebre variolosa: algunas veces la erupción se localiza, dirije en masa sobre un punto de la piel, estando lo demás apenas marcado, otras veces aunque difusas y generales, las manchas morbijosas están pálidas ó ligera- mente violadas, lo que dá á la piel el aspec- to amanzanado que tiene en algunos niños, principalmente por cierto grado de frío, en otros, la erupción va y viene, aparece y des- aparece con una brusquería é irregularidad singulares, ya es precoz, ya es tardía; en al- gunos niños apenas se cubre de algunas jas- peaduras lívidas y como por compensación, la erupción bucal y brónquica es intensa, hor- rible, confluente, en alguna manera, el tegu- mento interno, ha frustrado la piel, estos casos son los mas graves, junto con los de erupción móvil, fugaz y efímera. La erup- ción rubeólica, aparece bastante constante- mente del tercero ó cuarto dia, y felizmen- te durante estos dias de fiebre de incubación, el enfermo ofrece algunos signos seguramen- te característicos de la nataraleza de esta fiebre y especie de erupción de que será lue- go seguida, aquí el retardo de la erupción es menos favorable que su precosidad, porque generalmente la identidad de la flegmasía pulmonar ó ün estado nervioso particular li- —167— gado á una dentición laboriosa, que encuen" tra ó turba las tendencias naturales de la fie" bre eruptiva, es la causa. La erupción pue- de ser retardada, 1. ° , por la violencia de la inflamación de los órganos torácicos; y en- tonces, si el niño es vigoroso, una sangría, después revulsivos, sinapizacion á las estre- midades y generalizar la manifestación: 2. ° , por una congestión del encéfalo con adorme- cimiento, cefalaljía, estupor cortado de algu- nos ataques convulsivos. Es menos grave que el anterior y aun la frecuencia ó exacer- cerbacion de los ataques eclámpticos presa- gia de ordinario una próxima erupción; pero si dichos pródromos persisten, una sanguijue- la ó dos á los maleólos uibefacientes á la su- perficie del cuerpo paseados, un laxante, &c, rompen fácilmente la concentración fluxio- naria hacia el encéfalo, facilitándose la erup- ción: 3. ° , por una diarrea exajerada, en cu- yo caso convienen paregóricos, baños tibios, lavativas albuminosas, fricciones con agua fria avinagrada á la piel; con todo, hay diar- reas que sobreviniendo al mismo tiempo de la erupción, y coincidiendo con una fiebre muy viva, un exantema abundante y esce- sivamente rutilante, parecen anunciar una inflamabilidad intensa déla sangre,ócomodi- cen otros, un grado considerable de hemitis: ellas son el signo de una viva enteritis, pro- ducida por la misma causa que el eritema cutáneo, un verdadero sarampión del grue- so intestino, una flegmasía de esta mucosa del todo análoga á la tan específica que se — 168— ve en la boca y que forma sin duda, fijando^' se sobre la mucosa pulmonar, el catarro tra- queo -brónquico concomitante: en este caso viene bien la sangría: 4. ° , el estado nervio- so particular á que es necesario referir la mo- vilidad y alternativas funestas de la erup- ción, lo que repele la medicación antiflojís- tica, así como la coincidencia de la denti- ción difícil, en cuyo caso, convienen irritan- tes á la piel, baños templados, á veces afu- siones frescas, difusibles á lo interior, lavati- vas con vinagre, &c. no es raro venga eclam- sia, que lejos de indicar la llegada de una vi- va erupción general y franca, es síntoma de ataxia. Escarlatina. En esta, están menos indicadas las san- grías que en las anteriores, hay casos en que basta el reposo y una medicina espec- tante, nunca viene sin la angina: un'pulso frecuente y de pequenez insólita, coincidien- do con angina, hizo presagiar á Tronsseau y Pidoux, escarlatina. Esta estrema frecuen- cia con pequenez y á veces irregularidad, caracteriza la acción de los venenos mórbi- dos mas-deletéreos, infecciones, fiebres mias- máticas perniciosas. La escarlatina es una fiebre eruptiva mucho mas irregular en el desarrollo de sus fenómenos y de sus perio- dos, mucho mas insidiosa en sus tendencias, no menos grave en sus complicaciones y con- secuencias mas ó menos lejanas, que la vi- — 169— niela ó sarampión; no obstante, aquí, (Gua- dalajara, &c.) lo es mucho menos que en Eu- ropa: ni el delirio, ni las petequias, hematu- ria, &c, pueden autorizar la sangría, que son sus fenómenos concomitantes mas ordinarios: en cuanto á sus consecuencias, que son la anasarca, estrema debilitación, una caquexia especial é indeleble frecuentemente duran- te muchos años, los catarros purulentos de los ojos y orejas, los bubones, nefritis albumi- nosa, &c, tampoco autorizan á ello; sin em- bargo, podrá usarse en ciertas costituciones médicas, en ciertos genios de las epidemias; así en caso de turgescencia general, conges- tión cerebral, tumefacción dolorosa, con ri- gidez de las articulaciones, pulso muy eleva- do, \ómitos, dificultad en la erupción para generalizarse y no presentándose alguna con- traindicación, pueden usarse sangrías con tiento, porque en suma, de todas las fiebres eruptivas, la escarlatina es la que menos se presta á tal medicación, es la mas capaz de revestir la forma mas maligna, la mas irregu- lar, la que menos permite prever, la mas delitescente, la mas fácil en alteraciones or- gánicas y en cacoquimias consecutivas: las maneras remitentes de su fiebre de invasión, la irregularidad de la época de la erupción y variabilidad de sus otros fenómenos, el ata- que profundo que lleva á la vida y plastici- dad de la sangre, la sideración estraordina- ria y terrible con que arrebata y que en al- gunos casos la hace mortal en las diez pri- meras horas de su invasión, &c, son in- —170— dicios que repugnan la medicación antiflo- jística. Enfermedades crónicas. Quedan indicadas las circunstancias que pueden reclamar en las enfermedades cróni- cas, la medicación antiflojística, porque su uso es puramente de circunstancias, es acce- sorio, porque no basta que haya en una en- fermedad crónica, fiebre y flegmasía, sino que es necesario que ellos sean accidentales ó sobre añadidos en algún modo á la enfer- medad, que tengan los caracteres de la agu- deza, y no de la hectisis: esta, es "toda fie- bre ligada á una enfermedad, en que el or- ganismo usa su fuerza contra sí mismo, y se agota en acciones que todas tienden á la di- solución, y ninguna al 'restablecimiento," lo que sin embargo no conviene á toda enfer- medad incurable, ni á las agudas de especie perniciosa, como una tifoidea, atáxica, catar- ro agudo, fiebre subintrante, aguda ó coma- tosa, &c, que difieren de la fiebre héctica. En una fiebre grave, viruela, tifo, catarro, pústula maligna, peste, escarlatina, &c, el organismo está afectado por un principio mórbido mas ó menos específico, no costitu- cional, casi siempre bien determinado, y por consiguiente, bien distinto de estas diátesis comunes, que tienen por producto, la forma- ción de pus, de tubérculos, glucosis, ácido úrico, ó que se manifiestan por la aparición de dartros, afecciones reumatismales, &c- —171 — llamamos estos productos patológicos comu- nes ó generales, porque los unos como el pus, costituyen lo que todos los estados mór- bidos pueden tener de común, y los otros como el ácido úrico, azúcar diabético, son materias que el organismo hace de todas pie- zas y espontáneamente á espensas de su pro- pia sustancia; mientras los venenos mórbi- dos, semillas patogénicas ó virus, son mejor principios, que productos mórbidos, pues que en la mas pequeña cantidad contienen emi- nente ó dinámicamente las enfermedades á la manera que el semen ó el huevo contienen ó son ellos mismos la planta ó el animal: sin di- lucidar la cuestión de si estos principios se for- man espontáneamente en el organismo, y co- mo se forman allí, podemos certificarnos que el organismo es el lugar de su incubación, que penetran en él como parásitos aunque luego se manifiestan allí por una identifica- ción que revela bastante su manantial origi- nal: la enfermedad que resulta de e*ta unión, no es mas que la serie de los periodos ó de las edades mas ó menos regulares que costi- tuyen la vida de estos principios particula- res; pero lo interesante sobre todo, es á nues- tro objeto, que tienen una vida propia y que una ve?5 formados, gozan de una existencia aparte, que los hace dependientes del orga- nismo, de quien ellos pueden separarse en- tonces, sin perder una sola de sus propieda- des: esta existencia propia, tiene sus faces y su duración determinadas, como la de un ser vivo cuya duración es generalmente muy cor- — 172— ta-para que el organismo tenga el tiempo de sucumbir en el marasmo, el ngobiamiento ó la hectisis; incompatibles con la vida, la de- tienen ó envenenan sus fuentes, induciendo ei desorden en las grandes funciones, cuando la economía todavía está rica de fuerza y de materiales orgánicos: en este caso, el cuerpo animal cede evidentemente' bajo eí ataque de un principio enemigo ó de un veneno, y no de un veneno que destruye ó desorgani- za violenta, bruta!, ó químicamente, sino que mata y desorganiza según leyes todas vitales, porque él mismo es vivo, ni concebimos una enfermedad virulenta ó específica, sino como la vida ó evolución de uno de estos princi- pios y esta existencia, esta vida es para nos- oíros la verdadera enfermedad aguda. Es- tas enfermedades, pues, no son simples alte- raciones del organismo, implantadas sobre él, se reproducen allí y se desarrollan cuan- do encuentran materiales congéneros, ó de la misma naturaleza que ellas, no tenien- do desde luego en dicho organismo, mas que una existencia pasajera, estando su princi-' pió bien formado, y cuando ha llegado á su perfecta madurez, ya no puede permanecer en el organismo, y tiende necesariamente á separarse; aunque no Jo hace sino después de haberse multiplicado allí á Jo infinito á espensas de toda la materia congenera, que allí se halla, no siendo por consiguiente otra cosa la enfermedad específica, que este tra- bajo de multiplicación y de separación el que una vez operado el organismo privado —173— de toda materia propia ó capaz de reprodu- cir e^ principio mórbido, puede en adelante sufrir impunemente la influencia de este, así es que la individualización de su causa eficiente, es la que caracteriza esencialmen- te estas enfermedades, que si son frece, en te- mente incurables, es accidental no esencial- mente ó por naturaleza: el organismo en ellas, no es mas que la matriz donde se des- arrolla el principio mórbido; pero en la natu- raleza de ellas, puede el sugeto sucumbir en el curso del trabajo patológico; pero es acci- dentalmente y bajo la violencia del ataque recibido, .y en el momento en que se indivi- dualiza la enfermedad, mejor sucumbirá esen- cialmente; no así en las diátesis comunes cu- yo principio no puede adquirir propiedades especiales, ni individualizarse, porque ellos tienen el funesto poder de asimilarse toda la sustancia del organismo, y de tender inven- ciblemente á reproducirse hasta consunción, á espensas de todas las moléculas vivas, no se ve en ellas operarse la separación propia á las enfermedades específicas, esa crisis que testifica en el organismo la vita superstes in morbis depositaría de la fuerza ó de la con- ciencia de curabilidad: lo que ¡lamamos tuer- za ó principio de incurabilidad, es esa asi- milación ilimitada de la sustancia orgánica por una diátesis, cuya naturaleza es no po- derse individualizar; así se ve en la diátesis "urulento, tuberculosa, cancerosa, escorbú- tica, glucosúrica, &c, tender á trasformar ■ l-nWa consunción, toda la sustancia orgánica! —174— en pus, tubérculo, glucosis, &c. y la fiebre que se liga á estos estados, se ha llamado héctica, consuntiva, colicuativa: por inani- ción se produce artificialmente un estado se- mejante, en que todas las fuerzas tienden á la disolución, ninguna al restablecimiento. La lentitud y cronicidad, son los atributos ordinarios de la fiebre héctica; pero es muy poco raro con todo, ver la hectisis presentar todos los caracteres sintomáticos, así como la marcha rápida de las enfermedades agu- das: la tisis galopante es un ejemplo, y la fie- bre purulenta, cuya colicuación es notable por su estraordinaria precipitación: esta últi- ma, puede recorrer sus faces y terminarse por la muerte en algunos dias; la fiebre héc- tica puede reconocerse en los caiácteres se- meiológicos siguientes, según Hunter: debili- dad, pulso pequeño, frecuente y duro, reti- rada de la sangre que abandona la piel; pér- dida del apetito, frecuentemente recusación de todo alimento por el estómago, enflaque- cimiento, grande tendencia á la traspiración, sudores espontáneos cuando el enfermo está en su cama; frecuentemente una diarrea cos- titucional, orina clara. Dados estos síntomas, no hay que sacar sangre, aunque á veces ha- ya algunas indicaciones, como ciertas fleg- masías agudas, las que si son accidentales ó dominan el estado patológico, amenazando la vida del enfermo mejor por su violencia y asiento, que por la rapidez que imprimen á la hecticia, se puede consentir en calmarlos por algunas ligeras emisiones sanguíneas ge- —175— nerales ó locales, fuera de estos casos, nada de sangría, frecuentemente es necesario ali- mentar á los enfermos, á pesar á veces de grande fiebre, si lo permiten las vías diges- tivas, es el mejor medio de retardar la diso- lución,' porque en una fiebre aguda en que hay coincidencia de curabilidad, la enferme- dad termina y se verifica la eliminación, an- tes que el organismo esté agobiado; en la hecticia, no se puede contar con esta ter- minación espontánea ó esta separación, sien- do estimulado el organismo, según Hunter, á producir un efecto que está sobre sus fuer- zas, es necesario prolongar la lucha, y nada quitarle de su sustancia, sino al contrario: en una fiebre aguda, la eníermedad concluye mas pronto que" el organismo, en la hecticia al revés, de aquí es que dice Hipócrates: "considerare oportet etiam cegrotantcm nunc ad morbi vigoremvictu sufficiat, fyc." Hay cier- tas enfermedades que tienden por naturale- za á la hecticia, y cuyo principio es absolu- tamente semejante al de una enfermedad abuela común ó no específica: v. g., la tisis tuberculosa del pulmón, llamada galopante y la albuminuria aguda: es difícil llevar lue- o-o el pronóstico de estas afeccciones y des- cifrar su naturaleza costítucional ó crónica, baio el aparato febril que les imprimen la marcha y los caracteres esteriores de las en- fermedades agudas; pero sospechada su na- turaleza, no por eso se miraría como contrain- dicadas las sangrías y antiflojísticos, solamen- te deberían usarse con circunspección, y re< —176 — cordando el aforismo de Hipócrates, y sobre todo, no debiendo ser fuerte la dieta, siendo la conservación de un estado muy natural, * en las funciones de relación y en las digesti- vas, acaso uno de los caracteres generales, diferenciales mas notables, que existen en- tre estas enfermedades y las agudas, lo que ya hemos notado acerca del reumatismo agu- do, que á veces acarrea hecticia. Hay cier- tos casos de enfermedades agudas que tam- bién la acarrean como la viruela confluente, cuando la diátesis de supuración, no se limi- ta á la pustulacion específica, sino que inva- de todo el organismo, tiende á trasformarse toda la sangre en pus y de difundir sus pro- ductos por todas partes, lo que no debilita sino confirma nuestra distinción fundamen- tal, porque este pus es una materia común, que no contiene el principio específico de la enfermedad inoculable como el pus de una pústula, la afección no lo es con el que resul- ta de un abceso, consecuencia de la fundi- ción purulenta común, que tiene lugar á ve- ces, en las viruelas graves, si entonces vie- ne la hecticia, no sirve si no para marcar me- jor la diferencia establecida, porque se íes ve sucederse ambas, de manera, á no dudar, que la héctica no depende de circunstancias puramente individuales y estrañas, al princi- pio varioloso, este no es entonces la causa eficiente de la hectísis, sino su causa deter- minante. En la diátesis pulmonar, cuando la diáte- sis tuberculosa existe, la formación de sus. — 177 — productos, puede operarse en circunstancias y condiciones diferentes, que dominan eí pun- to de terapéutica de que nos ocupamos, si la tendencia tuberculosa es tan pronunciada, que espontáneamente esta materia es secre- tada en el parenquima pulmonar, sin haber sido llamada allí por una espina ó punto de irritación, y sin causar tampoco á su turno, la mas ligera irritación como cuerpo estrañO: estas tíses son lentas, el enfermo pierde y cae sin grande reacción en la caquexia: to- dos están de acuerdo en un tratamiento tó- 'nico y un regímer analéptico; en otros casos, el sugeto es irritable, sus tejidos muy dis- puestos á la flegmasía, contrae fácilmente la- fiebre, tiene hemotises frecuentes, la secre- ción de la materia tuberculosa en el pulmón, antes de todo depósito visible, es acompa- ñada de irritaciones brónquicas frecuentes, y sin solución franca y completa: tales son los individuos que en la ausencia de toda causa ocasional, contraen brónquites toscas,. tienen habitualmente hemotises, se acatar- ran, como suele decirse, en el rincón de la chimenea, esperimentan dolores de costado frecuentemente sintomáticos de pleuresías secas y parciales, neumonías circuscritas^ca- racterizadas por signos mas ó menos equívo- cos y que nunca ponen en riesgo la vida, co- mo en las ordinarias, &c; estas irritaciones y flegmasías precisan notablemente el desar- rollo de los tubérculos, estos son sus produc- tos especiales, tales irritaciones no son sim- ples v en su tratamiento es necesario tenei —178— cuenta de su causa interna, aquí hay dos in- dicaciones opuestas, llenando la una sin con- siderar la otra, no s? llena ninguna: si se quiere yugular el catarro agudo ó la peíi- neumonia, se dan fuerzas á la enfermedad, y se avanza el estado caquéctico, y si no se ocupa uno mas que de apagar sabiamente los movimientos fluxionarios y estas irritaciones, se atrae sobre el pulmón una erupción tuber- culosa precisa, abundante, después una des- organización aguda: para satisfacer la doble exigencia de estos casos, es necesario recor- dar, que la flegmasía no es mas que un ele- mento de la enfermedad cuya causa próxi- ma elude la acción de las emisiones sanguí- neas, que estas no tienen otro objeto, que templar la disposición flojística de la sangre, y hacer los tejidos menos irritables; en una palabra, que es necesario debilitar uno de los elementos de la enfermedad, sin fortifi- car el otro, y alejar el accidente ó complica- ción, sin perjudicar ni la enfermedad princi- pal, ni las fuerzas del sugeto: la energía de la medicación antiflojística, depende de la in- tensidad y carácter de los accidentes, estas irritaciones tuberculosas son refractarias, pri- mera razón para sobrellevar las fuerzas, es necesario tener después presentealgunas par- ticularidades que engañan acerca del uso de la medicación antiflojística: 1.°, estas fleg- masías agudo-crónicas, se acompañan de una sensación de calor y rasgamiento sobre el trayecto de los gruesos bronquios y por de- bajo del esternón, de una tos mas rebelde —179— que en las bronquites simples, de una opre- sión y una dificultad respiratoria muy fati- gante, de un malestar pectoral ó de una es- pecie de curvatura de todas las paredes to- rácicas, á veces se junta dolor al epigastrio, que con un enrojecimiento mas ó menos vi- vo de la punta de la lengua y una estomati- tis semejante á la que se halla en las mas de las fiebres y flegmasías, anuncia un ligero grado de gastro enteritis; añádase á esto, al- go de fiebre, un pulso ordinariamente fre- cuente, en razón de los otros elementos de pyrexía y hé aquí un aparato que parece re- clamar una medicación antiflojística muy ac- tiva; cuando la caquexia tuberculosa todavía no está manifiesta, ni está afectado sensible- mente el estado de las fuerzas, una peque- ña sangría es un escelente medio para cal- mar todos estos síntomas, y mejor todavía, algunas ventosas escarificadas entre las espal- das ó bajo las clavículas, porque aquellas suelen producir fiebre nerviosa y eretismo, que es necesario evitar por la irritabilidad de estas enfermedades, bajo la cual, la secre- ción tuberculosa se hace muy rápidamente; pero en el mayor número de casos, las com- plicaciones inflamatorias é irritaciones espe- ciales, ceden á una dieta láctea, al reposo en lugar, á una suave é invariable tempera- tura á algunos laxantes pectorales, como el maná, caldo de pollo mielado, béquicos, luroceraso, emplastos de pez de Borgona, &c, en las mugeres, sanguijuelas arriba de los muslos auxilian muy felizmente la acción — 130— de las ventosas escarificadas, aplicadas vn pequeño número sobre el pecho. En las dos categorías, la secreción tuber- culosa se hace espontáneamente y sin el con- curso de algún accidente ú ocasión esterior, solamente en la segunda, por la suma irritabi- lidad de la estofa orgánica, la secreción es- trumosa no se hace sin provocar accidentes hiperémicos é inflamatorios, sobre cuyo tra- tamiento autifloj-ístico, ya se dieron algunas reghes; en un tercer caso, los individuos con- traen catarros pulmonares agudos, neumo- nías ó pleuresías, bajo la influencia de las causas comunes de las flegmasías: v. g., la Fvccion del frió sobre el cuerpo sudando du- rante la primavera, ó del frió húmedo, du- rante el invierno y .-in la condición de un su- dor abundante súbitamente repercutido, nc habiendo ofrecido signos de diátesis tuber- culosa, terminándose, á pesar de eso, dichas flegmasías mal, se prolongan y costituyen lo que se llama reumas menospreciadas, siendo necesaria esta circunstancia provocadora pa- ra realizar la enfermedad, y poner á descu- bierto una tisis incurable, lo mas frecuente- mente los signos de tal diátesis prexistian sin que el pulso, por otra parte, jamás estu- viese afectado: aquí hay dos enfermedades que una vez r.unidas, se agravan y entretie- nen recíprocamente. La causa ocasiona! de esta flegmasía, hace á estos catarros ó estas neumonías mas inflamatorias que las anterio- res, y esto motiva un uso mas enérgico de la medicación antiflojísticn, la sangre está cos-^ —181 — trosa, la fiebre intensa, hay esputos berme- jos y viscosos en caso de neumonía y es ne- cesario obrar al principio como en una fleg- masía franca, haciendo pequeñas saigrías repetidas, por no seguir muy largo tiempo. Desórdenes mórbidos del aparato vascular. Estos estados mórbidos no costituyen en- fermedades propiamente, ofrecen en cada sugeto una fisonomía particular, sofocan tan poco la individualidad del sugeto, que fre- cuentemente no son mas que una consecuen- cia ó una exageración de esta individualidad: hay evidentemente algo de mas en una en- fermedad aguda, la que cuando es fuerte y declarada, domina las diferencias individua- les, las borra y pone casi todos los organis- mos á nivel: Jas indicaciones entonces de sangrías, son evidentes, no queda duda; no así en dichos casos en que el conocimiento individual es lo esencial, tales estados no son enfermedades agudas, aunque muy fre- cuentemente tengan en sus síntomas Ja vi- vacidad, y en su marcha la rapidez que for- ma uno de los caracteres de estas enferme- dades, tampoco son verdaderamente enfer- medades crónicas, porque si son como ellas refractarias, y si parecen nacer lentamente de vicios originales de la costitucion ó d* causas esternas que han obrado gradualmen- te, no tienen por otra parte determinaciones bastante marcadas, una marcha bastante uni- 15 —182— forme,^periodos bastante calculables, signos y lesiones bastante comparables para ser des- critos y clasificados regularmente en una no- sología; pero si no pueden referirse á unas, ni á otras, sirven frecuentemente de pródro- mos á las crónicas, y acechan al medio de Jas primeras, accidentes y complicaciones que pueden hacer necesarias las sangrías. Estas disposiciones reconocen por causa, disposi- ciones personales, lo mas frecuentemente he- reditarias, á veces adquiridas, el predominio mórbido de las propiedades fisiológicas, que forman los temperamentos, las modificacio- nes que llevan las edades ó los diversos pe- riodos de la vida, en la forma de salud pro- pia á cada uno, y otras mil circunstancias variables; como la naturaleza de los indivi- duos y que en definitiva, son los elementos de que se forman insensiblemente la mayor parte de las enfermedades crónicas. Ellos, afectando el aparato de los vasos sanguíneos, puede referírseles la plétora sanguínea gene- ral, las locales, las hemorragias ó congestio- nes, ellas son difíciles de reconocerse en los sugetos que no son sanguíneos, y en aquellos en quienes estos desórdenes no se traducen por los síntomas comunes de la plétora ó de las congestiones, sino por desórdenes funcio- nales, cuya cesación bajo la influencia de la sangría, es frecuentemente el solo medio de sospechar su naturaleza. La sangre, aunque compuesta de muchos elementos anatómicos distintos, tiene su uni- dad y vive, y vive, no solo en cada uno de —183— sus elementos, sino en su todo, esto es, co- mo sangre, estando en simpatía directa é in- mediata con sus vasos y casi ciertamente, también con el sistema nervioso; así es, que es mas que un líquido ó masa, resultando de otras cantidades reunidas, porqne es una fuer- za que desde luego produce sus fenómenos mejor por dinamismo, que por mecanismo, su cantidad, su movimiento y todas sus pro- piedades físicas generales, no son mas que la manifestación del desarrollo de su verda- dera fuerza y sus verdaderas propiedades, que son la fuerza y propiedades de la vida; pero al mismo tiempo, también las condicio- nes de la manifestación de esta fuerza y es- tas propiedades, por consiguiente, plétora, no solo significa plenitud física, que puede existir en alto grado en ciertos estados mór- bidos contrarios por su naturaleza, aquellos bajo cuya influencia se forma la plétora vi- tal, si no en sentido vital: la plétora física ó el esceso de cantidad de la masa sanguínea ó de algunos de sus elementos, está sin du- da frecuentemente junta con la vital; pero no la costituye solamente, es uno de «us ca- racteres, aunque este efecto puede hacerse y se haga á su turno, causa de alguno de los fenómenos de la plétora. Los fisiólogos fran- ceses han separado muy mecánicamente la sangre de sus vasos, no ven sus relaciones vi- tales; los alemanes, al contrario, identifican los vasos con la sangre, al modo de un tallo de monocotiledon en que hay corteza (vaso) y médula (sangre): en el primer caso, la pié- —184— tora seria desproporción física entre el líqui- do contenido y las cavidades en que circula, en la escuela solidista de Haller ó iatrome- cánica, Ja plétora es una fibra cardiaca y vascular, mas ó menos irritable, mas tirante ó mas relajada, y consiguientemente una cir- culación físicamente mas enérgica ó rápida: en el segundo caso no se concibe ni esta cir- culacion, porque seria necesario que el vaso mismo se moviese y circulase; ni aquella, porque si es t-xhuberante la sanguificacion y la capacidad anatómica y fisiológica de los vasos para ella, se desarrolla simultáneamente en la misma proporción, y si la energía vas- cular aumentada primero, después le corres- ponde la energía de la sangre, no se conce- birá tampoco corno una indigestión, si la fuer- za digestiva aumenta en proporción de la ca- lidad indigestible de los alimentos. La san- gre, aunque distinta de los vasos, no es un cuerpo estraño, ni estimula su irritabilidad como un escitante ésterno ó artificial; ella, fuera de sus vasos y aunque movida enton- ces en. tejidos vivos, pierde su vida propia, no es asimilada por estos tejidos, ni sufre por parte de ellos, ninguna de las modificaciones quo le hacen esperimentar los vasos donde circula naturalmente, así es, que tiene con ellos mas que relaciones mecánicas, mas que relaciones de frotación y de escitacion físi- cas, tienen los vasos otra función al frente de la de trasportarla pasivamente en las diferen- tes partes del cuerpo, pues concurren por su parte, á la hematosis; y aun puede decirse —185— que en ellos solos se cumple, porque desde los vasos quilíferos y linfáticos, hasta los pul- monares, desde estos hasta los capilares ge- nerales, la sangre no cesa de colar en un sis- tema continuo de vasos cerrados, á cuyo in- terior se operan incesantemente todos los progresos y trasformaciones, que costituyen la grande función, de que se trata. Estos cambios de la sangre venosa en arterial, y de esta, en venosa, se operan en las cavida- des vasculares en virtud de propiedades es- peciales de que está dotado cada departa- mento del aparato circulatorio, la hematosis pulmonar no hace escepcion, es un error creer que el aire es capaz, por sí solo, de operar tal trasformacion, esto seria imperdonable en un médico que hubiese observado lo que pa- sa en el cólera asiático, y en ciertas disneas en que el aire penetra en los pulmones, sin que se opere la hematosis rutilante; lo con- trario se observa para la hematosis venosa en algunas personas en condiciones dadas, la sanare que se escapa de las venas, es ca- si tan°roja, como la arterial: en el primer ca- so, la oxigenación, ó mejor, la hematosis ar- terial, no se hace á pesar del contacto del oxígeno: en el segundo, la carbonización ó mejor, la hematosis venosa, im tiene lugar á pesar de una nutrición enérgica, que debe- ría hacer dominar en la sangre, materias hi- drogenadas y carbonadas: tales anomalías lio pueden esplicarse, si no por la diferencia de las propiedades hematósicas inerentes a los diferentes órdenes de vasos: la sanguificacion —186— arterial, no se haría, mas con el oxígeno en vasos inertes, como sin él, en vasos vivos. La sangre, pues, hace algo mas que moverse en los vasos, no se mueve para usos mecáni- cos y por la potencia de un motor mecánico; así es, que su movimiento no debe estar so- metido á leyes con cuyas causas y efectos naturales, no tiene relación alguna, colocada si se puede decir, entre el sistema nervio- so central y la nutrición, el aparato circula- torio los representa en su función especial, tiene en el uno, la causa eficiente de sus ac- tos, en el otro la final, y sus leyes en ambos indivisiblemente, si se les aisla, se anonada, y solo entonces se puede concebir, obrando según las leyes de la hidráulica. Este apa- rato orgánico, espresaria pues, á su manera, el estado de la inervación y de la nutrición, lo manifestará simpáticamente, si Ja afección tiene su punto de partida fuera de él, óidio- páticamente, si tiene su asiento en él, por- que en este caso, no será mas que la nutri- ción afectada en uno de sus órganos espe- ciales; si el aparato circulatorio no fuese mas que irritable, nunca esperimentaria idiopáti- mente algo, ó por su propia cuenta, ni se po- drían concebir en la circulación, otros desór- denes mórbidos, que simpáticos; pero es al contrario, esperímenta afecciones idiopáticas, y es necesario evidentemente admitir, que el aparato vascular tiene en sí, la causa de las afecciones de que se trata; en seguida que esta causa se refiere á la sanguificacion, y que no es otra que el principio mismo ó la razón —187— de existencia de todos los fenómenos circu- latorios: en suma, no dudamos que los vasos sanguíneos tienen propiedades hematósicas, del mismo modo que el estómago las tiene digestivas y los intestinos: creemos ademas, que en el estado normal, ellas son el princi- pio de la circulación; y en el mórbido, el origen ó principio de las afecciones idiopá- ticas, de esta grande y universal función. Las afecciones idiopáticas hasta ahora, son muy limitadas, son solamente las enferme- dades de los tejidos de que están formados el corazón y los vasos sanguíneos, porque es- tas enfermedades de los tejidos vasculares, no son las afecciones especiales del aparato circulatorio, como la encefalitis, nevritis, mie- litis, &c, no son enfermedades nerviosas, aunque tengan su asiento en los órganos de la inervación: una doctrina médica en que un aparato tan interesante, es el único que no tiene sus afecciones idiopáticas, ya está juzgada.... un sistema en que el aparato circulatorio, es considerado como órgano^de puro movimiento, no gozando mas que de la irritabilidad de los solidistas, llevaría á qui- tar las sangrías, ó á no considerarla sino co- mo medio propio á lo mas, para llenar algu- nas indicaciones secundarias, que costituyen lo que se llama medicina sintomática, pues que los desórdenes de la circulación, no pue- den ser simpáticos, y ella no obraría por con- siguiente, sino indirectamente sobre la cau- sa del mal, no combatiría mas que un sínto- ma, debiendo ser á la enfermedad misma, ó — 18S— á la parte enferma, y no al órgano simpáti- co; las sangrías espoliativas y sedativas, no tendrían sentido, y solo podrían estar indica- das las espoliativas, así se sangraría como los Boerhavianos, para quitar obstáculos fí- sicos y desobstruir los vasos, y se ve por la utilidad directa y especial de la sangría, en una multitud de afecciones de! aparato cir- culatorio, que este tiene sus sufrimientos pro- pios é idiopáticos, ademas de sus lesiones de organización y de las afecciones nerviosas de que puede ser asiento "Naturam morborum cur aliones ostendunt." La plétora es llamada hiperemia, aumen- to de volumen; y sin embargo, el aumento de cantidad de uno de sus elementos, los glóbulos llaman poliemia, carácter puramen- te anatómico, para que tuviera valor patoló- gico, seria necesario que siempre que la san- gre contiene esceso de glóbulos, presentase ios síntomas de la plétora y al revés, y la plé- tora es un estado mórbido caracteiizado por diversos cambios de la salud, bien conocidos, y la poliemia es un estado anatómico que no arrastra consigo necesariamente estos desór- denes funcionales y recíprocamente, no es raro observar los síntomas de plétora, en su- jetos cuya sangre es nada menos que rica en glóbulos.^ Una modificación orgánica, capaz de existir sin dañar á la salud, y sin ofrecer la menor base al diagnóstico, caracteriza una especie que llamaremos fisiológica, bajo la condición que habrá determinado, ó que le estarán asociados los fenómenos mórbidos — 189— de toda plétora, y aquí es el lugar de hacer observar la diferencia que ha v de la enfer- medad, al síntoma, del estado morboso á la diátesis de los actos patológicos suscitados por ella, y si los griegos tenían su nousos y pathos, los latinos su morbus y affectus ó pas- sio, nosotros podemos usar de enfermedad ó estado morboso, para designar la diátesis ó aquella disposición viciosa que reside en to- da la sustancia orgánica, y que es la condi- ción de existencia ó la causa próxima de to- das las reacciones patológicas: estas se lla- maron afecciones, porque se efectúan por me- dio del sistema nervioso, que siendo el úni- co sensible, solo él puede ser afectado, y dar lugar á síntomas: especies de modo de ser, que los animales, ó los seres dotados de uri sistema nervioso, son esclusivamente capa- ces de manifestar, y de que se ven privados los vegetales; al paso que indudablemente son susceptibles de enfermedad ó mas bien de caquexia, de mal estado, así una afección está perfectamente formada cuando estas condiciones de existencia de todo organismo animal, que es una unidad que resulta de una ley que establece una relación entre un aparato de vejetacion ó de asimilación, y un agente de inervación ó de reacciou vital, se hayan simultánea y enérgicamente uni- das, por la enfermedad, cualquiera que sea aquella sobre que la causa morbosa ha diri- jido primitivamente su influencia, v. g., ca- lentura inflamatoria simple, variolosa, tifoi- dea, perineumónica, &c. Un estado escrofu- —190— loso sin síntomas, que no se manifiesta sino por señales físicas, cuyo conjunto forma la diátesis de este nombre; un estado escorbú- tico limitado á estos caracteres; una caquexia cualquiera que no se revela sino por la alte- ración mas ó menos profunda de la sustan- cia orgánica y de todos los productos mate- riales de lo que se llama íuerza plástica: hé aquí estados morbosos, diátesis, cacoquímias, enfermedades imperfectamente formadas y sin síntomas; es decir sin fenómenos patoló- gicos, emanados del sistema nervioso, sin ca- lentura, etc.; otras veces no hay calentura ó sinergia patológica, ni diátesis ó estado mor- boso orgánico; y sin embargo, la inervación se encuentra violentamente perturbada, hay dolores, espasmos, accidentes nerviosos de toda especie, aquí solo hay síntomas: y son los nevroses. Las sinergias ó fiebres son las únicas enfermedades completas y perfecta- mente formadas, son verdaderas unidades patológicas, que resultan como nuestro or- ganismo, y tocia vida animal, de una relaciow aunque accidental y patológica entre un aparato de vegetación ó de asimilación, y un sistema de actos de inervación ó de reacción vital; pero ambos, desviados del modo fisio- lógico por una causa morbífica, cuya influen- cia ha obrado primitivamente sobre el uno ó sobre el otro. La sinergia patológica ha efectuado, porque la causa morbífica ha de- terminado, una nueva relación entre estos dos órdenes de fenómenos: en cuyo caso, to- dos los instintos fisiológicos se han cambia- — 191— do en patológicos, siendo el organismo uno en la enfermedad, como lo era antes en la salud. En las caquexias no existe esta uni- dad, los fenómenos de vegetación son los úni- cos que indican la enfermedad, los actos de inervación no toman en ellas parte alguna, la relación que une los unos con los otros, no ha cambiado todavía: estas enfermedades incompletas, no presentan sino signos ó pro- ductos y no síntomas ó actos. Pueden alte- rar tan profundamente la sustancia orgánica que se extinga la vida sin dolor y sin reac- ción vital patológica. Tampoco se nota uni- dad en las nevroses, ellas son lo opuesto de las caquexias incompletas, como ellas no presentan mas que síntomas ó actos dinámi- cos, y no signos ó estados materiales. Pue- den suspender la vida por el dolor, suspen- diéndose la inervación; ó por medio de reac- ciones nerviosas las mas violentas, sin la me- nor alteración de la sustancia orgánica. Por Último, hay estados mórbidos, mistos ó diáte- sis afectivas, en que hay coexistencia en el mismo sugeto de una caquexia y de una ne- vrosis, independientes de una misma causa próxima, sin costituir una sinergia patológi- ca ó calentura, lo que es frecuente en las, enfermedades crónicas. La plétora fisiológica deciamos ó a bsoluta es sintomática de una exuberancia de hema- tosis, en cuyo caso se nota esceso de glóbu- los; llámase fisiológica porque puede existir sin enfermedad definida, por el solo hecho de una sanguificocion muy poderosa, la salud — 192— es á cada instante turbada por accidentes que no se podrian llamar enfermedades, los temperamentos mas laudables tienen sus in- convenientes, v. g., el sanguíneo, la disposi- ción fisiológica del organismo en cuya virtud se forma una sangre muy rica y abundante, no es una enfermedad, pero puede conducir á ella va inmediatamente, ya bajo la influen- cia de diferentes causas, que sin ellas queda- ría sin efecto. En el organismo mas sano los diferentes aparatos tienen susceptibilida- des desiguales, cada uno siente á su manera la impresión de una s; ngre muy estimulante ó muy copiosa, de aquí en el cuadro dé la plétora general afecciones mas ó menos pre- dominantes, y el hecho muy común del des- arrollo súbito de síntomas de plétora en in- dividuos sometidos á una perturbación cual- quiera, antes de la que no habian resentido el mas ligero cambio, el estado anatómico eje la sangre que costituye la plétora fisiológica verosímilmente ya existia la víspera en oue se escitaron súbitamente los síntomas, y con todo un esceso de proporción en los elemen- tos de la sangre, que se mira como causa efi- ciente de los accidentes poliémie.os ninguno producía, así es que esta condición anatómi- ca no puede ser su causa eficiente, aunque es cierto que la sangre, por el esceso de su masa, exageración de su cantidad y de sus otras condiciones físicas, puede producir al- gunos accidentes que hacen parte del grupo sintomático de la plétora. —193— PRIMERA FORMA. Se halla principalmente en ciertas muge- res gordas y sanguíneas donde la exuberan- cia de la hematosis no se revela, sino por el orden de síntomas que Lordat llama anener- géticos, para indicar que su causa inmediata encadena y estupefaee los actos vitales, me- jor que escitarlos: estos sugetos tienen poca resistencia vital, con una nutrición muy po- derosa, las funciones plásticas absorben en sí toda la vitalidad, su sistema nervioso doble- ga ala menor fatiga, los sistemas huesoso y muscular están poco desarrollados; pero lo que los distingue especialmente es la moli- cie de la fibra vascular, la debilidad, la falta de tonicidad de los capilares sanguíneos, la lentitud de la circulación en sus mallas, in- dicada por el tinte rojo oscuro de los tegu- mentos, las manchas, jaspeaduras y sugilacio- nes que se notan en la piel y que la distin- guen tan sensiblemente del colorido vivo y neto de los sujetos sanguíneos donde el só- lido vivo goza de mas tono, las equimoses se producen con bastante facilidad, sus encías sangran al menor contacto, y las hemorra- gias5 pasivas vienen al menor motivo, tenien- do mucha tendencia á manifestarse los ac- cidentes escorbúticos. Las venas y arterias son pequeñas, mientras los capilares parecen sumamente desarrollados, el pulso es peque- ño, oculto, perezoso, representando estos ca- racteres poco mas ó menos los del sistema — 194- nervioso, el sueño en ellos es pesado y las facultades de la vida de relación . lentas y tórpidas. La sangría dá sangre rica en coá- gulo rejo, pero en la que los glóbulos pare- cen esceder notablemente .sobre la fibrina porque es blanda, friable, no soporta su pro- pio peso, disolviéndose fácilmenie en el suero: ella es el mejor medio de aliviarlos, pero no repetida, sus efectos inmediatos casi siempre son funestos, el síncope es muy común bajo la lanceta y su utilidad no se advierte sino después de muchos dias, de pronto hay mu- cha debilidad, atonía é inervación, el tinte pierde poco con las sangrías, los tejidos de la cara parecen como embebidos y teñidos de la materia colorante de la sangre, dicho tinte apenas se borra bajo la presión del de- do: el sistema nervioso, saliendo después de la debilidad indirecta en que lo habia pues- to la plétora, recobra su actividad y goza de los beneficios de la emisión sanguínea. El abuso de las sangrías tiene graves inconve- nientes, se determinaría una caquexia, infil- traciones, síntomas escorbúticos y profunda debilidad nerviosa: tal plétora puede con h\s antiguos llamarse quoad crassim, consiste en gran desproporción entre la riqueza de la sangre y la tonicidad vascular: el aparato cir- culatorio goza de poca energía vital, al me- nos en sus relaciones con las funciones sen- sitivas y motrices, toda su actividad está ab- sorbida por las funciones hematósicas y ve- getativas. Es necesario en general no sacar sangre, sino la indispensablemente necesaria — 195— para aliviar algunos sufrimientos locales pre- dominantes, prevenir las hemorragias graves de los órganos parenquímatosos á que están muy dispuestos, cuyo tratamiento es aplica- ble á las flegmasías, congestiones y hemor- ragias, en estos sugetos, salvo las modifica- ciones que traiga la gravedad, asienfo y otras circunstancias de estas afecciones. SEGUNDA FORMA. En esta la energía está en los vasos, las propiedades hematósicas en la anterior, do- minaban en los vasos, ahora lo que domina son las propiedades sensitivas y motrices, las arterias y venas son de un calibre muy vo- luminoso, las redes capilares son menos con- siderables, la circulación es activa, la arteria se dilata libremente, sus pulsaciones son al- tas, anchas, las congestiones, los raptos san- guíneos son fáciles, bruscos, poco tenaces, el menor esceso de sanguificacion determina luego los síntomas de la plétora, porque los vasos son muy inpresionables, resientenvi vamente las menores modificaciones que sobrevienen en las propiedades de su sangre que es un estímulo vivo, tienen mucha toni- cidad, gozan de una sensibilidad idio¡ ática muy pronunciada, esto es, susceptibilidad fi- siológica no es tanto simpática ó producida por las afecciones del sistema nervioso, co- mo por las modificaciones que se pasan en el aparato circulatorio mismo, de quien la bangre hace parte costituyente, esta es una —196— segunda variedad de temperamento sanguí- neo á que corresponde otra de plétora. Es- tos sujetos soportan mucho mejor Ja sangría á pesar de una riqueza menor en glóbulos, la tendencia á producir fibrina es mayor, que la de producir el elemento globuloso y se j-uzga por la firmeza del cuajaron de Ja san- gre, entre estos que pueden llamarse de tem- peramento vascular, se halla el mayor núme- mero de reumáticos, muchos, sin haber lle- gado á la vejez, tienen la arteria dura, grue- sa, como cartilaginosa, la osificación es muy común en semejante caso: sin pretender fun- dar la distinción de la gota y reumatismo simple sobre diferencias orgánicas, es de no- tar que en los gotosos y gota simple, cuando produce desórdenes del aparato circulatorio, son los órganos centrípetos de él, las venas y los capilares venosos que parecen en una grande actividad y que en el reumatismo agudo al contrario es el árbol arterial el asiento mas especial de la actividad mórbi- da. De todo tiempo el temperamento ner- vioso sanguíneo ha sido señalado, como fér- til en hemorragias, ciertos tísicos muy dis- puestos á las hemór.ises se colocan aquí, es- ta plétora era llamada por los antiguos ad vasa. Es necesario en ellos no ceder com- placientemente á las indicaciones que sumi- nistran les accidentes de la plétora y sínto- mas según los que se juzga de ordinario de sus accidentes, porque la impresionabilidad vascular es tal, que entra fácil y enérgica- mente en acción, bajo la influencia de las — 197— escitaciones directas las mas débiles, y dá lugar á una falsa plétora, que por sí soia se disipará ó con medios sencillos, el pulso es frecuentemente engañador; no obstante, si persisten estos síntomas, sángrese, la sección de la vena es soportada bien, y alivia lue- go, el aparato circulatorio es tan sensible que á veces bastan sangrías locales^ en tales su- getos los ruidos arteriales se desarrollan con mucha facilidad, como se nota en los reumá- ticos, ellos también tienen poca facilidad pa- ra la supuración. TERCERA FORMA. En esta se hallan reunidas las dos anterio- res, la hematosis es exuberante, la sangre rica en todos sus elementos especialmente en sus partes orgar izables, el aparato vascu- lar está en armonía de propiedades sensiti- vas y motrices, con tal actividad escesiva de la sanguificacion, el sistema circulatorio go- za á un alto grado de la totalidad de sus fuerzas y aun exageradamente. En estos, todo es proporcionado en la función de la circulación y de la hematosis, no es el apa- rato de esta función donde está el esceso ó desproporción considerado en sí mismo, sino relativamente á los otros aparatos del orga- nismo, es difícil formarse idea de la potencia hematósica de estos pletóricos por escelen- cia, la que es poco común: respiran como to- dos, no pierden menos que los demás y aun la perspiracion cutánea es generalmente muy —198— abundante ellos: en la digestión no presenta diferencias notables respecto de la de los de- mas, ni aun en ellos las funciones vegetati- vas son exuberantes, algunos son flacos y poco colorados, 9 pesar del aparato huesoso muscular muy desarrollado, y con todo en ellos la fuerza plástica de la sangre se mani- fiesta no tanto por la producción de la gor- dura, por el desarrollo de carne y grasa, cuanto por la riqueza de la sangre, todo se vuelve en ellos sangre, se dice vulgarmente, aun colocados en las condiciones higiénicas y fisiológicas menos favorables á la sanguifi- cacion, porque esta especie de formación es considerable en ellos por una disposición na- tural, no es pues fácil negar Jas propiedades hematósicas del apajrato circulatorio ó facul- tad de los vasos para formar sangre, ellos miamos, sin relación necesaria, como sin proporción con los resultados de las funcio- nes preparatorias de la hematosis como la quimificacion y quilificacion. Es de obser- varse primero, que los aparatos orgánicos y sus funciones especiales nacen simultánea y sucesivamente; no pudiendo decirse que la función es efecto del órgano; segundo, los aparatos orgánicos crecen y se desarrollan viviendo cada uno por su parte, cada uno en su lugar, en sus relaciones naturales sin parecer salir los unos de los otros en el orden en que parece cumplirse mecánica- mente los actos fisiológicos en el animal ya formado; tercero, cada órgano opera sus ac- tos, propios y forma sus productos especiales, —199— sacando de sí mismo las propiedades carac- terísticas que él imprime á los unos y á los otros; cuarto, si las palabras intususcepcion y justaposicion usadas para distinguir el mo- do de formación de los cuerpos organizados significa aigo, es en el primero, que el oiga- nismo y cada parte viva al infinito, pueden sacar de ellos mismos suscipiunt ab inlus to- dos sus actos y productos, que los materia- les que ellos reciben para esto los acrescen por fecundación, suministrando un semen á su fuerza de generación ó de intususcepcion, que el acrescentamiento por justaposicion supondría al contrario, que recibiendo todo como de afuera, el organismo no tiene, ni puede tener otras leyes, que las de los agen- tes estemos y sus modificaciones; quinto, que en cuanto á la formación del aparato vascular se observa que los vasos, la sangre y la circulación aparecen simultáneamente en el embrión y no se ve formarse primero vasos después sangre y luego una circula- ción propiamente dicha. La función de la circulación se cumple lo mismo en el adulto cuyo aparato está completamente formado, que en el embrión, porque aunque muchas circunstancias de la función estén cambia- das, la función queda esencialmente la mis- ma y no está sometida á otras leyes: el apa- rato circulatorio e^tá encargado de la san- guificacion propiamente dicha después, como durante la vida embrionaria. Hay indivi- duos en quienes la fuerza de sanguificacion propiamente dicha es muy enérgica, al gra- —200— do que todo en ellos se trasforma en sangre, parecen como afectados de una especie de colicuación ó fundición sanguínea como quien dice, así como en ciertos escrofulosos llega- dos al último grado de la fundición tubercu- losa general; pero que siguen comiendo y di- giriendo bien, toda la materia digerida, así como toda la que la absorción toma al orga- nismo, se trasforma en pus tuberculoso, co- mo en los individuos afectados de una diáte- sis hidrópica considerable, todos los materia- les venidos de afuera y adentro se convier- ten en serosidad, y en los polysárcicos en gra- sa, etc., estos hechos autorizan a creer que en tal caso, como el primero los vasos sanguí- neos tienen propiedades hematósicas tan po- derosas, que multiplican y fecundan estraor- dinariamente los materiales, que les son su- ministrados por los aparatos de la absorción quilosa y linfática. La muger embarazada co- me poco y aun vomita, con todo tiene para el producto de la concepción, y aun se pone muy pletórica, su sangre no 'está tan pobre de glóbulos, estando mas la de otras que co- men mas, una sangría no hace mas que fa- vorecer mas la plétora, como si el aparato circulatorio descargado del esceso de mate- riales que oprimían sus fuerzas se pusiese mas apto. Nada hay de asombroso en estos hechos, como en el que nos presenta la for- mación de sangre y vasos abundantes, bajo la influencia de la inflamación en una falsa membrana que no recibe mas que fluidos blancos sin proporción alguna cuantitativa —201— con la de la sangre roja incesantemente for- mada, ni sucede de otra manera en la apari- ción de las primeras ramificaciones vascula-- res rojas de la vesícula ombilical y en la del punctum saliens en el embrión, que no está costituido entonces mas que por tejidos ané- micos^ rodeados ellos mismos de fluidos sero- mucosos y sero-linfáticos á una época en que el cordón umbilical faun no está formado. De todo tiempo se han distinguido las hemor- ragias en activas y pasivas: las primeras cuan- do sale la sangre por escitacion de los vasos y por su contracción; y pasivas si por abesci- tacion y flojedad, nosotros creemos deben dis- tinguirse como las plétoras, en tres especies: las verdaderamente activas están acompaña- das de una hematosis general y acaso local muy enérgica, cuyos productos exhalados sin cesar, costituyen la hemorragia, hay pues ana- logía entre una secreción y una hemorragia, porque á veces el enfermo pierde cantidades enormes sin desfallecer, ni agotarse. La sangría en esta tercer plétora sufre menos restricciones, es preferible la sangría gene- ral á las locales que congestionan, en estas la plasticidad de la sangre hace difícil las hemorragias á consecuencia de mordedura* de las sanguijuelas. Notas sobre el diagnóstico de la plétora. Son poco conocidos los caracteres de las plétora latente ó larvea, á veces aun la plé- tora general mas pronunciada no se manifies- —202— ta por ningún síntoma ordinario ni clásico, el enfermo se queja vagamente, si no pre- senta esteriormente los atributos del tempe- ramento sanguíneo que esté poco colorado, tenga el pulso hundido, débil, que no espe- rimente por malestar mas que cierta dificul- tad de dilatar el pecho, que le obliga á dar un grande suspiro ordinariamente, ó que un dolor presivo al epigastrio, síntomas que jun- tos á veces á vértigos que en un suegto cuyo pulso es débil, el tinte mate, pueden ser to- mados por espasmos, como por signos de plé- tora, el médico queda perplejo á noser que el enfermo pida sangría con la que otras veces se ha aliviado; pero si no hay esto, se procede es- plorativamente: dados los tónicos son mal so- portados, irritan las vias digestivas, congestio- nan algún órgano y hacen estallar síntomas que descubren la plétora y si se procede á ensayar la sangría, el suceso de ella pone en vía de descubrirla. La plétora general tie- ne un signo propio, pero aislado; v. g., un sim- ple enrojecimiento de los ojos, un escozor de ellos sin enrojecimiento, este último es signo precioso, otros picazones de la piel, comezones intolerables sin enrojecimiento, ni erupción, soñolencia, en otros entorpeci- miento después de la comida, pesantez y prolongación insólitas del sueño nocturno, otras veces hinchazón y renitencia de las venas de la frente y dorso de la mano, mu- chos solo presentan tos seca, incesante, de muy g-ueso timbre á veces, en cuyo caso parece partir del fondo de los pulmones y —203— no se ejecuta sino con sacudidas considera- bles y poderosos esfuerzos de los músculos espiradores, en otros casos es menos volumi- nosa y conmueve menos el aparato circula- torio, entonces parece partir de la laringe, de cualquier modo ella es seca é impide dormir, aumen'a por la posición horizontal, principalmente por el decúbito supino, su prin'ipal carácter es ser escitada por las grandes inspiraciones, se apaga como por encanto por la sangría, otros presentan rese- quedad ele ciertas porciones de las mucosas, como las fosas nasales, la laringe, en los que llevan fuentes, la supresión de pus, reempla- zada por algunas gotas de sangre, es signo infalible; otros presentan rigidez en los ca- bellos, cierta sensibilidad del cuero cabellu- do, y un tinte amarillento de la cara, gusto de sangre en la boca y aun ciertas afonías es- pontáneas, y entorpecimiento de una de Jas estremidades. No siempre el aparato circu- latorio manifiesta él mismo sus sufrimientos, á veces los refleja sobre otros órganos. El pulso es mirado con razón, como capaz de dar los datos mas seguros, para sentar el diag- nóstico de la plétora; pero engaña muchas veces, ya indicando las que no existen, ya dejando de revelar las que hay. También hay pictóricos en quienes el pulso queda He- no, fuerte, grueso, duro, cuando se ha diferi- do á la indicación de sacar sangre, se obser- va principalmente en los que son amenaza- dos de congestiones cerebrales, ó que h m tenido ya apoplejías sanguíneas; á estos es —204— de temerse llevarlos á la anemia, por el es- ceso de las sangrías, copiosamente indicadas por un pulso que persiste indefinidamente en ser hemorrágico y cerebral, en los viejos y aun en los adultos dispuestos á la osifica- ción de las arterias, el pulso presenta una plenitud, dureza y volumen engañadores; al contrario, otros tienen las arterias natural- mente muy pequeñas, el fenómeno de la per- sistencia del. pulso íadial fuertemente com- primido encima del punto donde se Je toma, indica una energía circulatoria, capaz de pro- ducir el latido arterial, por la recurrencia de la sangre, á través del arco palmar, frecuen- temente es un buen medio de salir de duda; pero este signo es por sí solo muy engañoso, y si no está asociado á otros caracteres, pue* de indicar sangrar á personas nerviosas ó. anémicas. Plétora niórbkfa ó" diatésiea., Es la plethnr'a á cacochymia, de los-anti- guos. Las plétoras mórbidas, presentan en un grado mas pronunciado, que las fisiológi- cas, los accidentes propios á los desórdenes de la hematosis y de la circulación, que in- dican un recargo de este aparato, y llaman al uso de las evacuaciones sanguíneas, no so- lo las presentan con síntomas mas graves, y sufrimientos de una naturaleza mas espresa- mente patológica, sino que son mucho mas fecundas en afecciones de todas especies: congestiones, flegmasías, hemorragias, alte- -205— raciones orgánicas diversas; estos acciden- tes, ademas, pueden existir y existen muy frecuentemente en individuos no sanguíneos por temperamento, y cuyas afecciones no son de aquellas que por naturaleza ofrecen las indicaciones de las sangrías, no se trata aquí como en la fisiológica, de un aumento natural de la proporción normal de los gló- bulos, &c, sino de estados mórbidos, en que las propiedades vitales de la sangre, patoló- gicamente escitadas como por un veneno, producen sobre los vasos una impresión, de donde resulta una plétora artificial, que so- lo la sangría puede calmar; recíprocamente también, una susceptibilidad mayor de los va- sos para la sangre, produce de otro modo, una plétora mórbida que también reclama la sangría, así hay algunas histéricas, en quie- nes la digital, sulfato de quinina, &c, se gas- tan, por decirlo así, y su influencia es incier- ta, &c. En esta plétora se ve frecuentemen- te no manifestarse los síntomas por el apa- rato circulatorio, asiento de la afección; sino ser reflejados por otros aparatos. Cada es- pecie de plétora mórbida, tiene también al- guna cosa de especial en sus síntomas, y se descubre por formas especiales: para com- prender bien esto, es recesario recordar dos principios de patología general: 1. c , que una diátesis cualquiera, aunque marnfesta.la or- dinariamente por síntomas conocidos, y afec- tando un asiento de elección, puede sin em- bargo manifestarse en todos los puntos de la economía, y bajo formas insólitas; puede el —206— estado sintomatológico de estas afecciones, ademas, descomponerse y reducirse á un nú- mero de síntomas mucho menos considera- ble, que en las nosografías, á uno solo y aun al mas mínimo de entre ellos; 2. ° , ca- da síntoma de una diátesis, ó de una afec- ción especial cualquiera, aunque solo y ais- lado, está sin embargo marcado con el sello de esta afección ó de esta diátesis, la repre- senta por sí solo, por propiedades especiales, como el conjunto la representa, no solamen- te por el carácter particular de cada uno de sus elementos, sino también por el de su coordinación especial. La unidad de la diá- tesis, debe hallarse, tanto en cada parte á lo infinito, como en el todo, como en la enfer- medad nosográfica completa: de aquí se si- gue, que todas las diátesis pueden traducir- se por las afecciones del aparato circulatorio, que se llaman plétoras, congestiones, &c. lo que demuestra la observación. Es necesa- rio no confundir la plétora mórbida con la caquéctica, esta última, es apreciable ana- tómicamente, consiste en un aumento de la masa sanguínea, en provecho de la se- rosidad solamente, quedando los glóbulos por debajo, ó en su estado normal, es la poliemia ó plétora serosa; preferimos este nombre al de hidremia; la mórbida ó diaté- sica, puede degenerar en caquéctica; pero es distinta, consiste en una afección forma- da de los síntomas ordinarios de la plétora, y de los caracteres especiales de una diáte- sis; puede dividirse: 1. ° , en aquellas donde —207— los caracteres particulares de una afección diatésica, se manifiestan por los síntomas de la plétora, en los individuos sanguíneos que presentan al mismo tiempo las condiciones de las diferentes formas de plétora fisiológi- ca: entonces la sangre está rica en glóbulos ó bien el aparato vascular goza de una gran- de vitalidad, &c, y el enfermo presenta uni- dos á los caracteres de la plétora fisiológica, los de alguna diátesis: 2. ° , aquellas donde los caracteres particulares de una afección diatésica, se manifiestan por los síntomas de la plétora, en individuos no sanguíneos, y que están lejos de presentar naturalmente, las condiciones de las diferentes formas de la plétora fisiológica, entonces, sin que la san- gre sea rica en glóbulos, sin que el aparato vascular goze de una grande vitalidad, el en- fermo presenta los caracteres patológicos de la plétora, y sin embargo, no tiene las con- diciones anatómicas ni fisiológicas, de ella, cuya distinción es importante. La fibrina, cuyo esceso de proporción for- ma uno de los caracteres anatómicos de la inflamación franca natural de la que con Hun- ter, llamamos sana ó fisiológica, no aumenta en las flegmasías ligadas á una afección ge- neral ó una fiebre grave, á una enfermedad especial de mala naturaleza, sucede lo mis- mo de las plétoras mórbidas, relativamente á la plétora fisiológica, y que ellas pueden existir sin este aumento de cifra de los gló- bulos, que es el carácter anatómico de la plé- tora quoad crassim. La conducta del medí- —208— co, al frente de esta especie de accidentes pletóricos, es difícil en cuanto á la terapéu- tica, en cuanto á la apreciación de la opor- tunidad de las sangrías, y en cuanto al pro- nóstico: en tales sugetos, es necesario algún síntoma del cuadro, ordinariamente se mani- fiesta por alguno aislado, que no tiene el ca- rácter de una simple perturbación fisiológica, sino insólito y mórbido: un sello de enferme- dad, es casi siempre un signo de congestión sanguínea, de la parte donde asienta, cuya congestión se hace de un modo brusco, raro en las congestiones sintomáticas de la plé- tora fisiológica, también ofrecen indicaciones mas ejecutivas: el útero es muy frecuente- mente el foco de estas fluxiones sintomáti- cas, la cabeza, los pulmones, &c, están muy sujetos, y se junta casi siempre á los des- órdenes de estas diferentes partes, alguna cosa de mórbido, como un dolor muy vivo, un espasmo y otras mil sensaciones contra natura, estrañas en el cuadro de la plétora sana ó fisiológica. Los accidentes propios de la plétora mórbida, tienen también por objeto escitar muchos accidentes simpáticos: estos accidentes congestivos, afectan una mo- vilidad y anomalías de marcha y forma des- conocidas en la descripción de la plétora fi- siológica, porque esta no se eleva al estado febril, á las irritaciones, á las flegmasías, mien- tras la mórbida dura poco, por el contrario, Kin tomar un carácter mórbido; así cuando se manifiesta por los síntomas mas comunes de la plétora general, nunca es sin sensacio- —209— nes mórbidas, sin caracteres muy especiales que revelan la acción de una causa diferen- te de la que produce el simple recargo ó so- breexitacion fisiológica del aparato de los va- sos sanguíneos. Puede uno formarse una idea, cuando se dá opio á cierta dosis, y que produce plétora mórbida, que disipa la san- gría ó modifica ventajosamente en otros ca- sos: los síntomas de la plétora mórbida, se- mejan en parte á los que produce la bellado- na, el cuemecillo de centeno, esto es, consis- tirán en contricTciones dolorosas, &c; en otras, se acompañarán mejor de los accidentes que se observan después de la propinación de las preparaciones iodicas ó resinosas: serán irri- taciones con escozor de la conjuntiva, ó de las fosas nasales, comesones ardientes de al- gunos puntos de la piel, romadizos doloro- sos, fluxiones á los pechos, picoteos, prurito á la vulva, &c, estas aproximaciones auxi- lian á conocer la naturaleza de los acciden- tes pletórices y congestivos, formados bajo el influjo de un principio mórbido, de una diátesis: tales son sus caracteres generales; pero cada especie tiene los suyos propios, co- mo la afección general ó la diátesis de quien son la manifestación, aquí es difícil el diag- nóstico; pero el médico puede tomar los ele- mentos en otras fuentes diferentes de las que le ofrecen los solos síntomas actuales del es- tado mórbido, la costitucion patológica del sugeto, el recuerdo de la naturaLza de sus enfermedades anteriores y las de sus padress &c. cuando el principio mórbido y generador —210— de los accidentes congestivos, está bien for- mado y determinado, hay en el grupo sinto- matológico, y en cada síntoma de este grupo y en el solo accidente donde se manifiesta á veces toda la afección, caracteres evidente- mente representativos de su naturaleza es- pecial, y el médico sagaz puede por ellos sa- carla: así el carácter de las afecciones goto- sas, es la movilidad, la sensación costrictiva y perterebrante, la periodicidad, la sensación de distensión, la tenacidad, la venosidad, por decirlo así, sobre los músculos: al principio de la gota, producirá la sensación de calam- bre; al cerebro la de vértigo ú obnubilación con irritabilidad del carácter; en las vías di- gestivas, la anxiedad y flatulencias;: en el aparato urinario la estranguria, &c, cuyos caracteres se hallarán mas ó menos netos y completos en los síntomas de la plétora y congestiones gotosas. La intensidad que- mante del dolor, la sensación de prurito, ar- dor y acritud, caracterizan la naturaleza dar- trosa de un fenómeno mórbido, cualquiera que sea su forma; estos caracteres completa- mente subjetivos, acusarán todavia mejor la especie de la diátesis, si la persona en quien se encuentran es flaca y subida de color, si tiene la piel de la cara como jaspeada de ro- jo crudo y sin matices, el tejido de los labios frágil, el borde de los párpados latericio por una irritación crónica y seca ó no secretante, y en general, el tegumento externo sin blan- dura, y algo espeso al tacto, aunque diáfano y delicado: esto es, tanto mas seguro, cuan- —211 — to es rara la coexistencia de dos diátesis al mismo tiempo, pareciendo escluirse, á menos que se fundan en una sola, donde dominan entonces mas ó menos los caracteres de uno de los dos factores, fusiones frecuentes entre la gota y el dartros; este, y la escrófula, &c; pero cuando existe una diátesis pronun- ciada, pueden sin temor referirse á ella, to- dos los accidentes costitucionales que se ele- van en la economía. La plétora mórbida no tiene carácter ana- tómico apreciable, así es, que no debe bus- carse esceso en la proporción de tal ó cual elemento de la sangre, porque es mórbida la plétora, esto es, afección de la sangre, y de su aparato especial, y la sangre puede ser afectada como viva, sin serlo en sus relacio- nes de forma, ó cantidad de sus elementos anatómicos; las enfermedades artificiales Ó intoxicaciones que se puede hacer sufrir á la sangre, son capaces de producir en ella, y en su aparato, las perturbaciones que nos ocupan sin llevar cambios anatómicos apre- ciabas. Si coincide con la fisiológica, sán- grese ampliamente, la indicación es mas pronunciada que en la plétora fisiológica menos dudosa, úsense también los otros me- dios antiflojísticos y exutorios, pero en las mórbidas de sugetos débiles y de costitu- cion sanguínea mas bien pobre, que rica, hay perplejidad suma, siendo en tal caso, su- mamente útiles los contraestimulantes; pero los toleran poco las vías digestivas, y es ne- cesario la sangría, y si la naturaleza de algu- —212— nos de estos, tiene tendencia á resolverse por flujos-, por evacuaciones humorales ó fleg- masías supurativas habituales, y poco graves los desórdenes locales y generales del apa- rato circulatorio será mucho mejor, poique aquellos en quienes los exutorios se secan luego que se ponen, no tienen mas recurso que sangrías ó hemorragias espontáneas; otro hecho propio para demostrar que las plétoras locales ó generales de que tratarnos, son mór- bidas, esto es, sintomáticas, de un principio mórbido ó de una diátesis, es el maravilloso suceso de una hemorragia espontánea, á ve- ces mínima en cantidad, comparada al insu- ceso de las evacuaciones sanguíneas artificia- les, practicadas antes: la vuelta de la apari- ción de las reglas suprimidas, algunas gotas de sangre arrojadas por la nariz, por el ano, ópor una fuente, hacen frecuentemente caer un aparato formidable de .síntomas, que no habían podido modificar abundantes sangrías, no observándose jamás cosa semejante en la fisiológica; debiéndose, pues, en tal caso, te- ner presente la diátesis para establecer la medicación. Plétora caquéctica. En esta, en defecto de medios específicos ó directos, no deja de presentar á veces in- dicación de sangría, esta plétora que es aque- lla en que la masa de la sangre está ó pare- ce aumentada en su cantidad total, á pesar de una disminución mayor ó menor de la «I —213— proporción normal de sus partes rojas ó de"' sus glóbulos. El esceso de la masa sanguí- nea, está entonces formado por la serosidad; y en este, el agua es el elemento que esta ha principalmente aumentado, pero no es puramente cuantitativa ó quoad molem por- que no solo ofrece un estado anatómico, sino síntomas y sin estos, no existiría ni pera el enfermo, ni para el médico, ó no seria mas que un abotagamiento general, una plétora serosa puramente pasiva, alguna cosa como la anasarca, y los síntomas que presenta, acu- san una sobreestimulacion de los vasos san- guíneos, teniendo por principio ó cnusa efi- cienle, una reacción espontánea del aparato circulatorio contra la inanidad y debilidad del que la posee, acusa anemia natural ó acciden- tal mórbida ó hemorrágica, y por consecuen- cia una formación sobreabundante de sue- ro, que es su carácter anatómico, después una exacerbación de energía motriz en los Órganos circulatorios, carácter sintomático de ella. El tipo fisiológico de esta plétoia, lo presentan los que han sufrido pérdidas considerables, en algunos, aunque no todos, se desarrolla como consecuencia inmediata de la anemia propiamente dicha, una fiebre frecuentemente muy viva, que acompaña su formación, y puede inducir al práctico en graves errores, el Dr. Beaucree, que los ma> teriales de esta plétora serosa, que él llama posthemorrágica son suministrados por el agua de las bebidas, que en efecto, después de grandes pérdidas de sangre, y atormenta- —214— dos por viva sed, toman los enfermos en can- tidad; pero Trousseau y Pidoux, los han vis- to no tornar bebidas, v. g., de miedo del vó- mito en caso de hematemesis, y no obstante, al otro dia ó á los dos dias, presentaban todos los síntomas y signos de la plétora caquéc- tica, ni aun puede decirse que la evacuación de los vasos, sobreexita las propiedades ab- sorbentes de las venas y de los linfáticos, y que por ellos una lluvia de serosidades, inun- da y llena el aparato circulatorio, porque es- to no puede tener lugar en el caso de pléto- ra caquéctica espontánea, como en la cloro- sis. Las membranas serosas son los órganos formadores de la serosidad, y estando provis- to de ellas el aparato circulatorio, para pro- ducir este elemento de la sangre, no tiene necesidad, le venga de afuera; ademas, la teoría de venir de las bebidas, no esplica mas que la mitad de la plétora, no dando cuenta mas que del hecho anatómico, esto es, del esceso del suero, sin darlo del mas im- portante el elemento fisiológico: la irritabili- dad del aparato circulatorio; esta energía sen- sitiva y motriz en condiciones en que pare- cería deber estar el aparato en la impoten- cia y la languidez, y esa susceptibilidad, no la esplicarian las bebidas. Después de gran- des y bruscas espoliaciones sanguíneas, el sistema vascular entra en reacción, presen- tando los enfermos entonces, una impulsión cardiaca mas enérgica, un pulso mas desar- rollado, unaconmocion general y vibrátil,una sobreexitacion mayor y mas brusca de todo —215— el aparato circulatorio, (algo análogo ofrece el reumatismo agudo articular en su fiebre), tal reacción es espontánea, y tiene por órga- no ti do el aparato, poniendo simultáneamen- te en juego, las propiedades hematósicas y las motrices de él, para el hecho anatómico y para el fisiológico, basta una causa fisiológica, una causa intrínseca, una causa funcional ó final que es, que el aparato estenuado por grandes pérdidas, tiene necesidad de repararlas, en cuyo caso, la fuerza hematósica de este apa- rato, en virtud de las leyes de conservación comunes á todos los órganos vivos, saca de sí mismo nuevas acciones y productos nuevos, con tanta mas vivacidad, y con tanta menos moderación, regularidad y armonía, cuanto los manantiales extrínsecos de su actividad, están mas debilitados, cuya teoría es la de todos los espasmos, llamados antes por ato- nía, lo que no quita que las bebidas y ali- mentos, suministren un alimento á las nue- vas formaciones, pues solo decimos, que los Órganos circulatorios tienen una potencia de sanguilicacion, que no viven, ni obran, sino- para imprimir, y que imprimiendo sin cesar á los materiales que les lleva continuamen- te el torbellino de la nutrición, pues que es imposible fijar á priori, los límites en que se balanza esta potencia de sanguificacion, ó se contrapesa, porque ninguno puede medir fácilmente el punto donde acaba de obrar la fuerza que se llama plástica generairiz, y que nosotros llamaríamos multiplicatriz, va- riando infinitamente, según las circunstan- —216— cías y los individuos; pero lo cierto es, que si no diese mas que lo que recibe de afuera, ¡a muerte por inanición, seria tan común, co- mo es rara en las enfermedades. Todo ac- to de nutrición, hemos dicho, y de asimila- ción no es esencialmente, mas que un acto generador, desde luego la molécula alimen- ticia, ya venga de afuera, ó sea recrementi- cia, debe ser considerada, no como una mo- lécula inerte, que va á pegarse una á otra, ya aumentarla por justa posición, sino co- mo un semen que tocando la parte que es- tá destinada á acrescer ó á renovar, no ha- ce mas que fecundarla, y siembra así la vi- da y sus productos sobre todos los puntos que ella impregna: esta potencia de intusus- cepcion, varía extraordinariamente en los di- ferentes individuos, según muchas circuns- tancias interiores-dadas, siendo enérgica en uno con una ligera alimentación, y débil en otro, á pesar de alimentación abundan-te, una parte del ouilo ó de la linfa,-va á multipli- car como diez en cierto individuo la san- gre, mientras que en otro, lo hará en la pro- porción de cinco; una parte determinada de la sangre, multiplicará la carne ó grasa, co- mo veinte en una persona, y corno diez en otra. La dispepsia es común en el curso de los estados mórbidos, en que se observa la plé- tora serosa; pero aunque la imperfección de las digestiones, tenga influencia en dicha plé- tora, sobre el empobrecimiento de la san-- gre; no puede creerse que la caquexia cío* —217— rótica, sea el efecto de una mala digestión, lo mismo la hipocondría, la caquexia satur- nina, &c, cada dia se ven tísicos que comen poco, digieren mal, beben mucho, están re- ducidos á un estado caquéctico profundo, y están, sin embargo, en el marasmo, sin plé- tora serosa; mientras que otros conservan apetito, sus digestiones son buenas, no están menos caquécticos, y con todo, no son plé- tóricos. Hay muchachas jóvenes de diáte- sis tuberculosa, cuyos pulmones contienen ó no tubérculos crudos, algunas presentan to- dos los caracteres de la. clorosis, y están en las condiciones mas poderosas que se nece- sitan para la formación de la plétora serosa; y sin embargo, permanecen por mucho tiem- po en tal estado, sin presentar los fenómenos de ella. Hay bulímicos con apetito escesi- vo, digestiones rápidas y perfectas, y se juz- ga por la ausencia de todo síntoma de dis- pepsia, constipación, orinas normales, ausen- cia de sed, de sudores y de toda escrecion, que por su esceso pudiera esplicar la nece- sidad de una reparación considerable, y lo mas notable e§, que dichas personas presen- taban un poco antes, del desarrollo de la bu- limia, signos incontestables de anemia, sin causa apreciable, de suerte que parece que se ha desarrollado espontáneamente; estoes, afectado de un estado nervioso particular, el aparato circulatorio, ha sido atacado de an- hematosis, como en la hipocondría, ó en la clorosis, y habiendo sido el organismo echa- do en la inanición por la privación de una —218—, sangre suficiente, el aparato digestivo, fia' manifestado esta necesidad por un apetito escesivo y digestiones rápidas, como lo hu- biera hecho, si no se le diesen alimentos, mas que poco nutritivos, y en corta canti- dad; así es, que la hipocondría puede afec- tar de conjunto, el aparato circulatorio, y es- ta afección idiopática, puede producir la ane- mia á pesar de la perfección de las opera- ciones digestivas; pero hé aquí todavía la contraprueba: diariamente se ven personas muy gordas y muy sanguíneas, ser afectadas de una anorexía, y á quienes basta por ali- mento en el dia, algunas onzas de pan, fru- tos, legumbres ó algo de leche, que no co- men carne; y sin embargo, son pletóricos, la sangre les molesta, y es necesario sangrar- los, su aparato circulatorio tiene una fuerza de sanguificacion tan enérgica, que saca de sí mismo bastante sangre, que casi no tiene necesidad de que los materiales le sean su- ministrados por sustancias alíbiles, los órga- nos digestivos, tienen muy débil capacidad apetitiva y asimilatriz, las indigestiones son. fáciles y natural la anorexía, hay todavía otros muchos ejemplos que prueban que en la formación de la plétora serosa, el aparato circulatorio y de la hematosis, goza un papel propio, y la astenia ó el espasmo en que es- tá echado él, en ese caso, es mejor un efec- to directo de una afección mórbida, como la clorosis ó la hipocondría ó un efecto simpá- tico de la astenia de algún otro aparato im- portante. El de la digestión y el de la ge- —219— neracion, son los que ejercen sobre él una influencia mas notable; pero no hay que ol- vidar, que este aparato, como todos, tiene una escala muy estensa de susceptibilidad mórbida y de resistencia vital, y que entra .también en simpatía mas ó menos fácilmen- te^ así puede haber las causas de la caquexia y el haber resistido, y que no exista y vice- versa: fuera de esto, no puede concebirse el consentientia omnia de Hipócrates, porque el consensus supone un concurso activo, espon- táneo, una cooperación propia y espontánea de todos los órganos, de todas las partes de cada órgano y así al infinito. En la mayoría de casos, la plétora serosa repele el uso de la sangría; pero entre sus caracteres se nota la fuerza y vibración del pulso, la impulsión del corazón , debida algu- nas veces á cierto grado de hipertrofia de las paredes y de dilatación de las cavidades de este órgano, la disnea, los aturdimieutos, &c, y esto puede inducir á la sangría; pero la existencia de ruidos arteriales, la palidez, &c, desviaran de su uso; sin embargo, hay oloroses sin palidez, de una coloración fácil, muy viva, que pueden conducir á ensayos peligrosos. Las sangrías pueden estar indi- cadas en la plétora serosa que se observa en las afecciones orgánicas del corazón, llega- das á su último periodo; frecuentemente es el único medio de aliviar á los eníermos, de facilitar en ellos la circulación y respiración, &c, también pueden estar indicadas las san- grías en ciertas condiciones de las cloróte —220— cas. El fierro no cura tan seguramente la clorosis y la plétora serosa clorótica, como una buena alimentación, lo mismo sucede de la plétora serosa posthemorragica, y es, que esta no es una enfermedad; el estado cloró- tico se mejora por los ferruginosos; pero su^ pendido su uso, reaparecen los accidenta» M y se la conjura una segunda vez, ya meaos fácilmente por los mismos medios, y una ter- cera ó cuarta, tal vez no, entonces si hay plétora vascular en una costitucion fuerte, ausencia de toda lesión orgánica, cumplida ó inminente y principalmente, que la enfer- ma no tenga penas del corazón, afecciones morales, cuya influencia oculta, esplica tan frecuentemente el carácter rebelde de la clorosis, entonces una pequeña sangría vuel- ve al aparto de la hematosis su sensibilidad á la acción del fierro: este, obra directamen- te sobre las propiedades hematósicas del apa- rato vascular, como el nitro sobre las uro- poiéticas de los riñones, el iodo sobre las al- terantes del aparato linfático: es una sustan- cia en relación especial con este aparato, es- cita inmediatamente la sanguificacion, y fa- vorece particularmente laformacion del crúor y el desarrollo de las propiedades estimulan- tes de este elemento de la sangre. Final- mente, es útil la sangría en la hipocondría, principalmente en las mugeres, en quienes las congestiones mas bruscas, y á veces las mas espantosas, pueden tener lugar, princi- palmente cuando están mal regladas, cuvas congestiones asientan ordinariamente en el -221— corazón, útero, cabeza, intestinos y cuando persisten con síntomas de irritación, lo que es común, no se puede prescindir de la san- gría local, también se enciende en estas una fiebre súbita con plétora relativa, que solo la sangría general puede quitar, á pesar de que su sangre no está rica, y aunque nunca tampoco presenta ni la misma masa total, ni la misma cantidad relativa de suero, ni la misma disminución de cifra de los glóbulos, que en la clorosis, á lo menos por los carac- teres anatómicos ni fisiológicos. En las em- barazadas, la proporción de los glóbulos, es menor: este hecho parecería contraindicar la sangría, y no obstante, presentan frecuen- temente síntomas de plétora é indicaciones para la sangría, y siendo el embarazo un es- tado fisiológico, pues los glóbulos, no gozan en la nutrición de un papel tan importante, como otros elementos de la sangre, la fibri- na, v. g., porque de los elementos formadores de las partes plásticas de la sangre, debe, so- bre todo, estar rica esta en la muger, duran- te la gestación: la potencia hematósica de la sangre, puede manifestarse poruña exagera- ción en la formación de otros elementos de la sangre, á mas de los glóbulos: en los pri- meros tiempos de la preñez, muchas muge- res caen en. un estado análogo á la clorosis, aunque en ¡a segunda mitad, muchas se ha- cen pletóricas, y resienten accidentes que solo la sangría puede calmar. Los movimientos y modificaciones que es- perimenta el aparato de la hematosis, según —222— Fas edades, es interesante: pueden sangrarse los viejos de 40, 50 y aun 60 años alguna vez, y la muger después de la edad crítica, si tiene una costitucion "vegeta hábitu pleno "pictórico et plena atque laeta diabla et otiosa "imvper et deside vita ratione, animi autem ira- "cunda intemperie, varia sanitatis decrementa "ev(ñirepassim observa!ur. Tanto magis sifoe- "mina progressa átate, liberiori atque largiori "evacuationi menstauce adsuetcefuerunt----vi- "ros área 40 annuus cetatis ischiadici et coxen- "dicum dolores gonagra et podagra magis legi- "timis initiis invadunt. Auge:cunt et iriso- "lescunt etiam ullerioribns anuís: hmmorroidalia "pathenwta iisdem temporibus ludunt secnas "suas vd oceultius vel manfestius. Nephriti- "ca etiam praápue jam cakulosa in eadem tém- "pora iucidit." El predominio sucesivo de las congestiones, según las edades, es otra prueba de la vida del aparato circulatorio, no solo consiierado en su conjunto, sino co- mo formado de la reunión de pequeños siste- mas vasculares, propios de cada órgano, es incontestable que cada departamento del sis- tema capilai goza de propiedades especiales, según el órgano al que se distribuyen. No hay de común en todos, mas que el corazón, los gruesos troncos y sus principales divisio- nes, penetrando en la intimidad de cada apa- rato, los vasos se hacen parte esencial y sus propiedades se diversifican entonces, nece- sariamente, en razón de las funciones que este aparato desempeña; cada uno de ellos tiene, pues, su sistema circulatorio, que pue- • —223— de esperimentar sus afecciones propias, in- dependientes hasta cierto punto, del sistema general de la circulación; ademas, los anató- micos han observado, que en el hombre los .vasos capilares, afectan en sus últimas rami- ficaciones, al medio de los órganos, una mul- titud de disposiciones y de dibujos variables muy determinados y costantes para cada uno de ellos. Las sangrías capilares, son al sis- tema vascular de un órgano, lo que las ge- nerales al grande aparato circulatorio. Hay personas en quienes las congestiones ó las plétoras parciales pueden existir durables é intensas, sin que el sistema general de la cir- culación se conmueva y entre en simpatía, y otros en quienes esta asociación se hace con la mayor facilidad y reciprocamente; ciertos su- getos no pueden esperimentar la menor emo- ción febril, ó sobrexitacion del aparato ge- neral de la circulación, sin que luego los apa- ratos vasculares especiales de muchos órga- nos, no sean atacados de plétoras febriles lo- cales, que complican la fiebre general, de ma- vor ó menor número de congestiones. Es- tos pueden presentar indicaciones especia- les independientemente de las que se debe sacar de la fiebre ó del estado de todo el sistema. En otras, es lo contrario y a la fiebre gerreral á la sobrexitacion del gran- de aparato, ^no corresponde alguno de los pequeños especiales; en fin, hay otros en quienes una primera plétora local, mórbida ó no, aunque casi siempre lo es, suscita una multitud de otras que le corresponden, sin —224— que se observe para reanudar el interme- dio de un estado febril, ó de una sobrexi- tacion del grande aparato. Demostrada la vida de los vasos, abre ella una nueva era fisiológica y médica, y esto demuestra tam- bién, que los nervios tampoco son puros con- ductores, sino activos, &c, lo que sera el complemento de la reforma. MEDICACIÓN ASTÉNICA, INDIRECTA, IRRITANTE, SUSTITÜTIVA. Llámase medicación irritante, la ciencia de las indicaciones que la medicina llena al medio de los medicamentos irritantes: de ella pertenecen á la asténica indirecta la sus- titutiva, ú homeopática la traspositiva ó re- vulsiva y la espoliativa. La doctrina homeo- pática considerada en la idea general sobre que reposa, no merece el ridículo que le han grangeado las aplicaciones terapéuticas de los homeópatas: cuando Hanhemam emitió el principio terapéutico de similia similibus cu- rantur probó su dicho, apoyándolo en hechos tomados á la práctica de los mas esclareci- dos médicos, y no hay duda en que las fleg- masías locales curan frecuentemente por la aplicación directa de los irritantes, que cau- san una inflamación análoga, cuya inflama- ción terapéutica sustituye á la primitiva; pe- ro lo que es cierto para las enfermedades lo- cales lo es menos para las afecciones genera- les y para los remedios generales á que Hanhemam la estendió. Cuando una causa -225— morbífica es aplicada sobre el cuerpo del hombre, determina efectos que necesaria- mente están en relación con la naturaleza de la causa y con el estado de la economía: decir con Brown y Brousais que no existe mas que una causa morbífica la escitacion, y que la enfermedad no es, sino una escita- cion, dando todos los matices de la enferme- dad, la diferencia de intensidad en el e.sci- tante y el diverso modo de reacción en la economía, decir que la vida no se entretiene sino por los estimulantes y que todas las cau- sas morbíficas son estimulantes es decir una, verdad; pero una verdad que peca por su demasiada generalidad, no bastando esto, si- no siendo necesario estudiar las modificacio- nes producidas por dichas causas, estudiar la cualidad misma de ellas siendo esto lo prin- cipal, así para las enfermedades contagiosas no es la cantidad del virus sino su cualidad, la que dá su tinte particular á la enferme- dad y esa especialidad de cualidad se halla no solo en las contagiosas, también los agen- tes químicos aplicados al cuerpo llevan su especialidad, tal se observa con los cloruros de arsénico, oro y antimonio, los ácidos con- centrados, el fuego, los álcalis cáusticos, las sales de plata, etc., que ejercen sobre la piel una acción que con algún hábito se puede reconocer de quien son productos, tanto por el modo como se comportan, como por la for- ma de reacción local que sucede á una apli- cación; lo mismo sucede con los venenos, sea cual fuere su naturaleza, ni podría decirse —226— Otra cosa del virus varioloso, vacuno, escar- iatinoso, morbiloso y sifilítico, siendo estensi- vo aun para las plantas, pues que la picadu- ra de un insecto produ.ee- constantemente efectos que no pueden confundirse; sin em- bargo esto no escluye la parte que tiene la cantidad, ni la reacción ó modo de ser del organismo, que recibe la acción de la causa. Este examen es importante porque es un principio patológico qíie "á la acción de ca- da modificador, corresponde una modifica- ción especial." El terapeutista, pues, en la medicación sustitutiva, tiene que tener cuen- ta por una parte de la naturaleza del agente morbífico y ademas de su alcance, y si no puede conocer la causa, puede por la espe- riencia y aplicación de la estadística médica, apreciar su duración probable, su gravedad, su marcha, su terminación y los desórdenes que á su consecuencia dejan. Una enfer- medad de naturaleza maligna ó de duración incierta, que se prolonga invenciblemente hasta la disolución de la vida, que.puede de- jar desórdenes graves; autorizan suficiente- mente al uso de tal método; pero es necesa- rio por otra parte, que el hombre del arte conozca el arma que maneja, su índole, sus electos y que la enfermedad que se produce sea: 1. ° , capaz de desalojar á la que se com- bate, porque si no solamente se añadiría á la gravedad de la enfermedad ya existente; 2. ° , que la enfermedad artificial no sea mas grave, ni peor, bajo aspecto alguno que la que se combate; así los agentes químicos -227— que obran destruyendo la parte que tocan,- son aptos maravillosamente para hacer des- aparecer lesiones que asientan sobre tales tejidos; pero destruir no es curar, y si.á ve- ces se usan, es cuando la afección local tie- ne una gravedad é incurabilidad tal, que la destrucción del mal y tejido enfermo es in- dispensable, no siempre puede prejuzgarse la acción del modificador terapéutico, la es- periencia sola pronuncia, así podria creerse que la cal viva que escarifica en algunos mi- nutos debia de ser mas dolorosa que el clo- ruro de antimonio que obra con mas lentitud, y la esperiencia dice lo contrarió, una angi- na con ligera flegmasía local, con exudación membranosa y apenas febril y otra con apa- rato inflamatorio enérgico y fuerte reacion, parecería menos grave la primera y la espe- riencia dice lo contrario, la instilación en el ojo de una solución concentrada de tártaro estibiado apenas produce escozor, no obstan- te el ojo se inyecta lentamente, inflama y sobrevienen los fenómenos de una oftalmía de las mas graves, seguida muy frecuente- mente de la pérdida del ojo, un grano de polvo de tabaco insuflado en el ojo sobrevie- ne luego una irritación de las mas violentas, pero que desaparece en pocos minutos, así que no puede juzgarse ni por el dolor, orden de aparición, ni rapidez del desarrollo de los fenómenos mórbidos, la esperiencia solamen- te lo enseña. Entre los agentes irritantes los hay de corto alcance, es decir que deter- minan" fenómenos que desaparecen rápida- —228-r mente como el nitrato de potasa, sulfato de zinc, nitrato de mercurio, calomel, cloruros alcalinos y otros, cuyos efectos son menos fugaces como las cantáridas, tártaro estibia- do, arsénico, cáusticos poderosos, mostaza, euforbiáceas, ranunculáceas, colchicaceas, de suerte que para enfermedades ligeras pue- den usarse de los primeros, y de los segun- dos si son mas graves ó crónicas: la pústula maligna, el botón varioloso requieren un cáustico, y el carcinoma superficial de la piel agravado por irritantes superficiales, se des- truye por cáusticos que se llevan al espesor del dermis ó por irritantes como el arsénico, de acción profunda y largo tiempo conti- nuada. Hay dos escollos que evitar en el uso de los agentes sustitutivos: quedar mas acá, ó ir mas allá, siendo esto último lo peor; pero lo mas seguro y si el mal es muy temible, entonces lo primero lo es menos, porque puede salvarse el inconveniente con la pro- longación del agente sustitutor, método á veces tanto mas racional, cuanto que es im- posible corwocer á priori la sensibilidad de los tejidos y que si se comparala irritación mórbida y la sustitutiva, se verá que la pri- mera por el hecho de prexistir y que ha modifieado.el tejido por lo que ha durado, ha tomado en cierto modo derecho de domi- cilio y tiene tendencia á reproducirse, y que si el agente sustitutor no tiene de duración de acción sino seis, doce ó veinticuatro horas, durante este tiempo será en buena —229— hora sustituida la flegmasía; pero si se aban- dona, se renuevan los accidentes primitivos, por lo que es necesario renovarla antes que haya cesado la sustitución anterior, así cuan- do se trata la disenteria por lavativas con solución de nitrato de plata ó sales neutras purgantes, se templan desde las primeras in- yecciones los dolores cólicos y flujo sanguí- neo; pero á las ocho ó diez horas después, reaparecen los accidentes y antes de esto de- ben volverse á aplicar nuevas inyecciones. *•"."' La irritación sustitutiva si se hace abstrac- ción de las individualidades está en razón de la dosis del agente sustitutor, siendo por lo mismo necesario tener cuenta de lo que Brown llamaba agotamiento de la incitabili- dad, debe pues rehacerse por el reposo y ali- mentación, á proporción que"3ebe irse ago- tando ó aumentarse la acción del agente in- citante para que la incitación sea la misma aunque la incitabilidad sea menor, ó en otras palabras debe ocurrirse á los inconvenientes del hábito, de donde resulta que el hábito de la inflamación hace á uríTejtdo mas pro-^ pió para que se desarrolle en él la misma in- flamación y menos apto para recibir impre- siones estrañas, por lo que se necesita un irritante mas enérgico para operar la sustitu- ción en una enfermedad crónica, porque ade- mas de la disminución déla incitabilidad, consecuencia de la cronicidad, hay que lu- char contra una dirección por largo tiempo viciosa de las propiedades vitales en la mis- ma parte y contra una afección que ha echa- —230— do raices profundas, mientras que en las agudas la sustitución se ejecuta á menos; espensas y con agentes menos potentes y por otra parte no exije ser ejercida por tan largo tiempo. La necesidad de repetir la acción sustitutiva antes de que desaparezca la anterior, conduce á prolongarla mas allá de la curación, tanto para impedir el efecto del hábito prolongándola algunos dias y aun semanas, como porque no es prudente arran- ""^car un hábito de luego á luego, sin otra co- "^sa semejante'que lo sustituya, á no ser en ^ las enfermedades cuya gravedad puede lle- varse en pocas horas al paciente, como en la pústula maligna y oftalmía blenorrágica. El inconveniente de ir mas allá se obvia con suspendertod^ medicación, el de quedar mas acá con recomenzar de nuevo. Es ne- cesario no confundir la irritación sustitutiva con la mórbida, ni esta con aquella, porque en todo hay inconvenientes. Cuando se aplica á un tejido inflamado un modificador irritante, lo ordinario es: ó que .«Jtas-fetlTJmenos inflamatorios se aumenten in- mediatamente, ó que esperimenten una dis- minución, si disminuyen la vuelta de los ac- cidentes señalará el retorno de la flegmasía primera-y ¿a cesación de la acción sustituti- va; pero si es al contrario que el agente sus- titutor sea la ocasión de una exageración no- table en el dolor, en la secreción,'1 etc., la vuelta entonces á los fenómenos ordinarios indicará la necesidad de recurrir de nuevo al modificador terapéutico: en el primer caso —231 — es fácil juzgar, no así en el segundo, en que solo et hábito dá el tino bastante, como no siempre se trata de quitar de raiz la flegma- . sía y que por consiguiente no se puede su- poner una completa sustitución, basta^ercio- rarse á las veinticuatro, cuarenta y ocho ó sesenta y dos horas si hay una disminución notable en los accidentes primitivos para' concluir en la eficacia de la medicación, juz- gando por esperiencia y analogía por la con- fusión de los accidentes mórbidos y terapéu- ticos y como el hábito disminuye la incitabi- lidad, puede tomarse como profiláctico así las lavativas calientes disminuyen la incita- bilidad del intestino. El método sustitutivo es método de las enfermedades de la piel, siendo en ellas el tratamiento tópico el principal, y el interno solamente adyuvante, mientras que en las internas el interno es el principal; sin em- bargo la causa entra por mucho en la elec- ción de Jos medios ó agentes, así el nitrato de mercurio se prefiere en las enfermedades sifilíticas, el iodo en las escrofulosas. Las enfermedades de las mucosas se prestan tam- bién á la medicación sustitutiva: el tratamien- , to de la erisipela traumática por la pomada de nitrato de plata, el del eczema agudo por . los baños de vapor, el sublimado ó las locio- nes con agua fagedénica, el uso de los em- plastos mercuriales sobre la cara de los vl- ruelientos, las lociones, las pomadas alcali- nas, hidrargíricas, sulfurosas, en la mayor parte de las enfermedades herpéticas, el uso —232— de las lociones muy calientes, de los chorros de vapor á una temperatura muy elevada en muchas afecciones crónicas del dermis, son otras tantas aplicaciones de la medicación sustitutiva, y en cuanto á las enfermedades de las membranas mucosas se tiene el uso del nitrato de plata, de los sulfatos de cobre y de zinc, calomel, precipitado rojo, el agua muy caliente en las oftalmías, en las enfer- medades de la mucosa nasal el uso del áci- do clorhídrico, el nítrico, el cloruro seco de cal, calomel, alumbre, sulfato de cobre, ni- trato de plata en las estomatites, anginas mas graves y rebeldes; las cauterizaciones de la parte superior de la laringe en el crup, en la coqueluche; las inspiraciones de vapo- res arsenicales, clorhídricos ó mercuriales en las afecciones crónicas de la laringe y de los bronquios; el calomel, las lavativas de nitra- to de plata, de sales irritantes, del sulfuro de potasio én la disenteria, en las colites agu- das y crónicas, las inyecciones tan variadas que se practican en el canal de la uretra y en la vegiga y acaso también la acción de la ipecacuana, de los vomitivos, de ciertos pur- gantes en las flegmasías gastro-intestinales, así como el uso de los balsámicos en los flu- jos mucosos: son del resorte de la medicación sustitutiva. Medicación asténica, indirecta, irritante, revulsiva ó traspositiva. Está fúndala sobre el aforismo de Hipó- —233— crates "duobus doloribus simul obortis, non in eodem loco, vehementior obscurat alteium:" los antiguos llamaban derivación (ad latera) la medicación que tenia por objeto establecer un punto de irritación, un aflujo de humores en la inmediación de una parte enferma y revulsión (ad contraria) cuando éralo mas le- jos posible del asiento del mal Los grie- gos admitían cuatro especies de revulsiones: 1. * , de las partes superiores á las inferiores; 2. ~ , del lado derecho al izquierdo; 3. tí, de adelante atrás; 4. ^ , délo interiora lo es- terior, etc.: ahora se confunden bajo un mis- mo nombre la derivación y revulsión ó se usan promiscuamente. Los medios de re- vulsión de la naturaleza son algunas enfer- medades agudas, las que ademas de sus sín- tomas propios y causas que las han produci- do se reducen en último análisis á una fleg- masía mas ó menos intensa sobre una parte mas ó menos lejana de la afectada primitiva- mente: la revulsión aquí, es pronta y eficaz pero casi nunca está exenta de daños, con- viene distinguir esta revulsión de la retroce- sión, retropulsipn ó repercusión: las enferme- dades de revulsión obran así ó donde una irritación violenta desarrollada súbitamente sobre un órgano hace desaparecer los fenó- menos de una irritación menos viva y des- arrollada con mas lentitud sobre otro órgano, Ó la sensibilidad general hallándose escitada ror el hecho de una enfermedad nueva, se halla activada la marcha de la primera v lle- ga luego á una terminación pronta y fácil. —234— Considerada en cuanto á su asiento y efec- tos puede operarse lo mismo que Ja artificial: 1. ° , de la piel á la piel: como en la erisipe- la de' la cara, haciendo desaparecer afeccio- nes vesiculosas, pustulosas, ó escamosas fija- das sobre otros órganos, precisando la reso- lución de ciertos tubérculos y cicatrización de ciertas úlceras situadas sobre partes mas ó menos lejanas; 2. ° , de la piel á Jas muco-. sas y vice versa: como en la aparición de una afección vesiculosa, bulbosa ó pustulosa ha- ciendo cesar ya una bronquitis un catarro, etc.; ó bien una gastritis ó enteritis, hacien- do desaparecer una erupción de este género; 3. ° , de la piel á otros órganos: así Ja erisi- pela resuelve pronto ciertas.ingurgitaciones glandulares, precipita la fundición de ciertos tubérculos escrofulosos indolentes ó los re- suelve, á veces precisa la desaparición de una exóstosis, y una erisipela de la cara y cuero cabelludo; según Sabatier hizo desapa- recer una catarata incipiente, una fuerte erupción cutánea puede hacer resolver una neumonía, pleuresía; como estas pueden ha- cer desaparecer la inflamación de la piel; .4. ° , de mucosa á mucosa: lo que se ve en la diarrea disminuyendo ó haciendo cesar en ciertos casos un catarro, la oftalmía ble- morrágica haciendo cesar la uretritis, etc.; 5. °, de la mucosa á otros órganos: como la gastroenteritis haciendo cesar la pulmonía, la diarrea disipando un edema del pulmón ó un hidrotaraz, el catarro agudo de la oreja haciendo cesar una cefalea reumatismal, etc.; —235— 6. ° de órganos á órganos distintos de la piel y de las mucosas como la mamitis so- breviniendo á la metritis, la parótida que resuelve la ingurgitación inflamatoria del testículo etc. Es indudable que la primera condición para la revulsión es la sensibilidad, siendo tanto mejor, cuanto mas ella se aproxima al estado normal, no siendo eficaz sino cuando ¡a enfermedad ha sido primitivamente local; con todo, de que una parte conserve la facul- tad de sentir, de que circulen allí los fluidos y esté caliente no se sigue que no esté modifi- cada la sensibilidad ó inepta para la revul- sión: á veces no ampolla un vejigatorio en una parte movible y sensible; y por el con- trario de que la sensibilidad no se manifies- te por efectos, no se puede concluir la insen- sibilidad absoluta, pues la suspensión de la función no prueba su anonadamiento, ampo- llando muchas veces un vejigatorio en par- tes que parecen insensibles; pero en el pri- mer caso las causas que en el estado normal hubieran producido efectos determinados, no podrán bajo la influencia de estas modifica- ciones obrar lo mismo, sus efectos serán me- nores, insensibles, nulos ó diferentes de lo que deben ser. Hay un estado mórbido par- ticular en que hay suma resistencia á causas aun desorganizadoras, sin que con todo les falte la vida, pues entonces producirían estos agentes sus efectos químicos completamen- te, lo que no es así, sucediendo á veces aun eon los revulsivos internos como con un dras- —236— tico que queda sin efecto: así en general cuando la sensibilidad general está debilita- da, el efecto de los revulsivos es nulo ó in- sensible y en este último caso ningún efecto inmediato es producido: la acción pues de los revulsivos es mayor, cuanto mas se acer- que la susceptibilidad al estado normal. Producir una irritación artificial en un te- jido, con la intención de destruir la que exis- te en otro, es intentar una revulsión; y se dice que hay la tal revulsión, cuando el efec- to estimulante de los agentes ha disipado la irritación que existía en otro tejido: los me- dios á cuyo auxilio se escita la revulsión, son esteriores ó interiores: entre los primeros es- tán, 1. ° una irritación superficial mas ó me- nos fuerte y durable, v. g.: sinapismos, vegi- gatorios volantes, fricciones prolongadas ó con ciertos linimentos ó tópicos, la acción moderada del calórico radiante, de cuerpos elevados á una alta temperatura y obrando á distancia, baños locales muy calientes, simples ó compuestos, ventosas secas largo tiempo aplicadas: 2. ° , una irritación mas profunda y fenómenos inflamatorios por un tiempo mayor ó menor, v. g.: el cauterio ac- tual, moxa, agua hirviendo, el hierro á la misma temperatura, ciertos cáusticos, el se- dal, etc.: 3. ° , irritación, simple escitacion local ó primitiva con congestión de los capi- lares en una estension y profundidad varia- ble, acompañada de emisión sanguínea ma- yor ó menor, v. g.: las sanguijuelas y á veces las ventosas escarificadas: 4. ° , escitacion di- —237— recta de la sensibilidad de una parte, pu- diendo ser comunicada á otras y debida á agentes especiales, v. g : la electricidad y galvanismo. Entre los segundos se hallan, 1. ° , una escitacion mas ó menos fuerte de la sensibilidad de la mucosa digestiva, dan- do lugar á una actividad mayor de los fenó- menos fisiológicos, v. g : purgantes dulces ó suaves: 2. ° , una irritación á veces flegma- sía de una ó muchas porciones de esta mem- brana, v. g.: los drásticos ó los purgantes menos enérgicos; pero muy abundantemente administrados y frecuentemente repetidos; 3. ° , irritación ó estado inflamatorio espe- cial sobre otras mucosas diferentes de la del tubo digestivo, determinando una escresion mórbida suprimida, v. g.: sondas, bugías sim- ples ó untadas con ciertas sustancias intro- ducidas en la uretra, algunos líquidos inyec- tados en este canal, en la vagina ó conduc- to auditivo, para restablecer un flujo supri- mido; 4. ° , escitacion, irritación ó bien aun fenómenos inflamatorios, desarrollándose so- bre uno ó muchos órganos ó sobre un punto de un mismo órgano, á consecuencia de la absorción de ciertas sustancias sobre una su- perficie: en estos casos, estos órganos son mas capaces de ser modificados por los agentes que la absorción pone en relación con ellos, que no loes la superficie absorvente mis- ma, tales son el mercurio en fricciones ó convenientemente administrado á lo interior, ciertos medicamentos llamados difusibles y otras muchas sustancias; otras veces estas —238— modificaciones son especialmente ejercidas sobre la superficie absorbente misma, tal es el tártaro emético en fricción. A la piel se aplican los rubefacientes, vejigatorios, ventosas, escaróticos, sedales, fuentes, cáusticos, el fuego y aun los baños de vapor, las fricciones, etc.: á la mucosa gastrointestinal los vomitivos, purgantes, etc: estas revulsiones son poderosas por el aflujo de líquidos; pero pueden acarrear graves in- flamaciones. En cuanto á los órganos secre- torios se tienen los mercuriales, diuréticos, etc. Para que sea eficaz la irritación revul- siva ha de ser mas enérgica que la morbosa; sin embargo, no debe juzgarse de la inten- sidad de la primera, únicamente por el do- lor que la acompaña, sino por el aflujo de líquidos que determina, por su fuerza y es- tension; así la sarna, desarrollada exprofeso, ouita la etiquez, un sudor abundante ó un vejigatorio quitan la pleuresía por la esten- sion en la una, por el aflujo de líquidos en la otra, que sobrepujan á la morbosa. Las irritaciones que con facilidad ceden á la re- vulsión, son las del sistema fibroseroso, las de las serosas, después las de las mucosas del aparato respiratorio, no así las del tejido celular, de los órganos densos y de la muco- sa gastrointestinal. Cuanto mas importan- te es el órgano afectado, mas difícil es la re- vulsión, porque tiene mas juego en todas las funciones y no pueden escitarse otros sin ser escitado él mismo. Siempre debe favorecer- se la eficacia de los revulsivos por el uso de —239— los antiflojísticos, dirijidos al órgano irritado? pues que entonces es menor la intensidad que tiene que vencer la revulsión. La po- sibilidad de la revulsión está subordinada á circunstancias relativas á la naturaleza, asiento, curso, estension, etc., ée la enfer- medad. Natis raleza. Entre las lesiones locales las hay que ape- nas alteran la testura de los órganos, y cuya mobilidad es tal, que la menor perturbación basta para hacerlos cambiar de asiento, en este caso entran las nevralgias que no han ocasionado todavía la inflamación de tos ner- vios, el reumatismo á sus principios, las con- gestiones y ciertas flegmasías de la piel, co- mo la urticaria, roscóla ó alfombrilla, saram- pión, etc.: otras, por el contrario, están ca- racterizadas por una grande aderencia á los órganos tal, que algunas veces ninguna me- dicación puede vencerla, tal es la erupción variolosa y la mayor parte de las inflamacio- nes parenquirnatosas, las degeneraciones or- gánicas en que por mas esfuerzo que se ha- ga para detener por revulsivos los progresos de'una pulmonía, hepatitis ó erupción pus- tulosa de la piel ó mucosas, nunca se consi- gue no siendo así en enfermedades fugaces: en los afectos ligeros y recientes, y en las irritaciones agudas de esta clase en que se necesita producir un efecto pronto se usa- rán revulsivos cuya acción sea rápida y casi —240— siempre de cor*a duración; en las antiguas, por el contrario, se recurrirá á profundas y permanentes, porque la organización de los tejidos que están irritados por espacio de mucho tiempo, siempre padecen alteraciones muy considerables y no pueden volver á su estado natural, sino por medio de una ac- ción fuerte, continua y prolongada: también debe apropiarse la naturaleza del revulsivo á la de la enfermedad ó causa que la produ- jo, así se prefieren las sanguijuelas cuando se quiere destruir una irritación y reprodu- cir al mismo tiempo un flujo suprimido, los vejigatorios de cantáridas están contraindi- cados en las irritaciones de las vias genitou- rinarias por la acción que tiene sobre ellas, prefiriéndose las ventosas secas y escarifica- das; el moxa y cauterio actual se prefieren á los sedales y fuentes, cuando la irritación ocu- pa un lugar dotado de poca vitalidad como los huesos. Es imposible, hemos dicho, tras- portar á otro punto una inflamación flegmo- nosa; lo mismo sucede de ciertas flegmasías específicas, así en vano se querrá hacer des- aparecer una úlcera sifilítica ó una angina difterítica con un vejigatorio: la predisposi- ción dartrosa en los niños, contraindica el uso de vejigatorios, porque dan lugar á gra- ves enfermedades de la piel: ella puede sos- pecharse en los que son güeros ó bermejos, cuya piel es muy fina y blanca, y los carri- llos habitualmente colorados; aquellos que apenas se cortan y por mucho cuidado que se tenga se les supura la herida: que vienen -241— de padres herpéticos, aquellos cuya piel se irrita al derredor de la herida; pero sí pue- den usarse en los usagres de las mucosas; sin embargo no seria así, si se pudieran conside- rar como una propagación de los cutáneos, así como es exijido imperiosamente en las en- fermedades de los bronquios é intestinos que se llaman bronquitis, enteritis ó catarro pul- monar ó intestinal, y que alternan con los usagres de la piel. Asiento. Es de notar que las flegmasías agudas de las mucosas, son mas generalmente reuma- toides ó catarrales; es decir, que la irrita- ción es pasajera, poco tenaz y superficial, acaso porque la facilidad de las secreciones irritativas sobre estas membranas, trae una desengurgitacion inmediata del tejido y que en los parénquimas, las secreciones reteni- das, se hacen ellas misma causas de una nue- va irritación, así la angina catarral aguda, cede frecuentemente con u^a rapidez es- traordinaria á un vomitivo, á un purgante, á un simple sinapismo, sucediendo lo mismo de ciertas bronquites, coryzas, gastrites, en- tentes y colites, en cuyo caso probablemente la irritación era reumatismal, y no así en las enfermedades parenquimatosas. Cuando se trata de renovar una irritación esterna que ha desaparecido, se aplican en la parte que ocupaba primitivamente la enfermedad, ade- mas, en las irritaciones del cerebro y sus —242— membranas, se colocan con ventaja á las es- tremidades inferiores. Edad de la enfermedad. Al principio de una enfermedad, el revul- sivo puede aplicarse lo mas lejos posible; ó cuando están en su intensidad, en la croni- cidad y sugetos poco movibles al lugar mas cercano. No todrs las flegmasías tienen co- mo la inflamación variolosa de la piel, una tendencia invencible á la supuración, las ha/ que pueden ser puestas á raya sin gran difi- cultad y que no tienen una marcha necesa- ria; así no dudamos que en muchas circuns- tancias las pleuresías abortan sin saberlo el médico, lo mismo la pulmonía y flecmon de las amígdalas, en cuyo caso no se ha desar- rollado mas que una simple congestión bajo la influencia de una irritación tópica ó de un estado general, no siendo la lesión local tal que desarrolle un gran desorden simpático: una diarrea ligera que sobrevenga, una epis- taxis, un sudor abundante, un baño de pies, conjuran una enfermedad que hubiera sido grave sin la irritación traspositiva; pero si es mas que congestión, si existe una verdadera fluxión inflamatoria, es raro que los revulsi- vos la desalojen, mejor la agravan, si no es que sean sumamente potentes, así Vi Ipeau usa el vejigatorio para hacer abortar fleg- mones difusos del miembro abdominal, y otros que recubren t\ pecho de vejigatorios para hacer abortar pleuresías y neumonías —243- como Gendrin. Pasado el periodo agudo, si persiste la fluxión sin que íos otros fenóme- nos inflamatorias desaparezcan, es de creer que la irritación no existe aunque subsistan sus huellas, y entonces es el tiempo ventajo- so para el uso de los revulsivos, siendo de notarse que la tumefacción puede subsistir así como el dolor, lo primero por los produc- tos mórbidos derramados en las tramas pa- renquimatosas y tejido celular, lo segundo por la distensión mecánica de las partes. Estén ion. Si el estado morboso fuese uno en la eco- nomía, la trasposición se operaría con tanta mas facilidad,' cuanto la inflamación fuese menos estensa para lesiones semejantes, por- que la estension es menos importante que la naturaleza y edad de la enfermedad: se pue- de trasponer con bastante facilidad una fleg- masía catarral, ocupando un espacio inmen- so sobre una mucosa, y la revulsión mas enérgica, impotente para una ulceración, y contra el mas simple dartros. Antes de em- plear el agente revulsivo, es necesario pri- mero saber, y la esperiencia es la mejor guia, cuáles son las inflamaciones trasponibles, ad- quirida esta noción, es necesario obrar sobre una superficie tanto mas estensa, cuanto la flegmasía misma ocupe un espacio mayor, así no basta que en un catarro brónquico so- focante se aplique un vejigatorio poco esten- so á la pierna ó esternón, aunque á veces su —244— poca estension puede ser compensada por su intensidad, no pudiéndose tampoco poner en un catarro brónquico capilar un vejigatorio tan ancho como los bronquios estendidos; pero las cantáridas inflaman la piel profun- damente. En cuanto al modo de acción de los agentes traspositores, no se sabe por qué vias se verifica: ella se produce espontánea- mente ya al principio, ya á la declinación de las enfermedades, raras veces en el pe- riodo de incremento. Duración de la irritación traspositiva. Ella se divide en inmediata y mediata, la primera se juzga con rapidez, así un pedi- luvio sinapisado hace cesar instantáneamen- te un dolor de cabeza ó de garganta, un si- napismo quita pronto un dolor reumatismal superficial, un ancho vejigatorio amoniacal disipa súbitamente la ortofnea que depende del catarro brónquico, el catarro agudo des- pués de un purgante, la angina catarral des- pués de un vomitivo, la pleuresía ó pericar- ditis después de un ancho vejigatorio, mejo- ran luego. Esto es interesante saberlo por- que ordinariamente se agrava el enfermo si se insiste sobre revulsivos dolorosos, cuando al cabo de doce ó veinticuatro horas no han traído buen resultado. La revulsión lenta se aplica á las enfermedades crónicas, pero siempre tiene una acción mista, en cuanto al agente irritante aplicado á la piel fluxiona algo, pero luego opera una espoliacion den- —245— vativa porque se observa que una gran supu- ración trae marasmo, si no se nutre al enfer- mo y la atrofia del miembro donde se verifi- ca, porque para dar la supuración contribu- ye la arteria de dicho miembro, de suerte que hay irritación local, y espoliacion de la sangre en los irritantes inmediatos, la irrita- ción es lo mas, en los lentos ó mediatos la espoliacion, así es que para combatir enfer- medades agudas deben usarse los revulsivos mas rápidos, cuya acción es inmediata como para las congestiones la mostaza, calórico, urticacion, flagelación y ventosas; para lla- mar á la piel afecciones eruptivas los mismos largo tiempo continuados; para revelar fleg- masías agudas enérgicas el amoniaco, las •cantáridas; para afecciones crónicas la poma- da estibiada, el vejigatorio á demora, la fuen- te, el sedal, por eso se usan fuentes y seda- les en la región del corazón é hígado en sus hipertrofias ó en la del baso para la de este órgano. Hay casos y son muchos en que la revulsión está indicada para cierto tiempo y no mas, como en el periodo álgido del cóle- ra, pues que si se prolonga, cuando menos se hace sufrir al enfermo inútilmente, si no es que la violencia de la enfermedad se haga causa de escitacion general. Lugar de la revulsión. Es necesario escojerlo donde la irritación no sea ni mas grave, ni mas incómoda: la mucosa digestiva es la mejor después de la —246— piel, la primera por su gran superficie y abun- dante secreción, así en las anginas, catarros pulmonares y en ciertas afecciones de la piel superficiales un vomitivo ó un purgante es muy útil; en las cefaleas crónicas, congestio- nes cerebrales ó pulmonares que se repiten frecuentemente, en las oftalmías crónicas lo son los purgantes repetidos, pero si hay nece- sidad de irritar mas profundamente y con mas continuidad, se prefiere la piel cuyas funciones no son tan esenciales para la nu- trición, en cuanto á la elección de lugar ciertas partes del cuerpo están unidas con otras partes lejanas por vínculos funcionales que Si' han llamado simpatías, las que no son tan numerosas como se cree: tal es la de la* mamas y el útero. La supresión de ciertos* flujos, ciertas fluxiones de ciertos accidentes morbíficos, como el reumatismo y la gota son causa de enfermedades, entonces el te- rapéutico debe llamar el menos grave ó sus- tituirlo, así la supresión de una epistaxis ha- bitual, de un coryza crónico ha sucedido una cefalea rebelde ó un catarro de la laringe el uso de los polvos de heléboro á las fosas na- sales será conveniente; si la fluxión hemor- roidal se ha suprimido y reemplazado por accidentes, los supositorios estibiados, las ventosas á la margen del ano, pediluvios ca- lientes ó sinapisados, ventosas á los muslos, baños de asiento para llamar el flujo mens- truo serán los convenientes. Unos aconse- jan pediluvios sinapisados ó vejigatorios á las pW-mas para las irritaciones del cerebro, —247— otros ventosas á la nuca, vejigatorios seda- les, moxas; algunos en las flegmasías toráci- cas agudas ó crónicas prefieren la revulsión á las paredes del pecho, otros á los brazos ó piernas; unos en las ingurgitaciones del hí- gado irritan la mucosa digestiva principal- mente la parte inferior del recto, otros á la piel y tejido celular del hipocondrio dere- cho; algunos establecen la regla de que el revulsivo se ha de colocar entre el corazón y el punto enfermo para interrumpir de al- gún modo la circulación y derivar la sangre ó algunos de sus materiales antes que llegue al tejido inflamado; otros acostumbran para curar las congestiones, que se apliquen los •escitantes á las partes que reciben otro ór- 'den de vasos diferentes de los que terminan al órgano congestionado, así mientras que para solicitar la congestión hacia el útero cu- yos vasos ;ion alimentados por una división déla arteria ilíaca, se aplicarán á las pier- nas los revulsivos que sean capaces de lle- var la fluxión sobre las estremidades capila- resqueemanan de la femoral, que no es co- mo la hinogástrica mas que una división de la iliaca; y por el contrario se usará exacta- mente de" los mismos medios para desviar la fluxión del cerebro cuyas arterias salen de la carótida y de la subclavia. Medicación irritante espoliativa Siempre que se quita á la sangre uno ó muchos de sus elementos en mayor propor- —248— cipn que en el movimiento normal de com- posición y descomposición orgánicas, hay es- poliacion: las secreciones anormales no son mas que la exageración de las regulares, en él pues hay algo masque una secreción exa- gerada; pero sus elementos siempre son los de la sangre, los análisis demuestran en e| pus suero, albúmina, fibrina en estado de combinación nueva, de suerte que arrastra todos los principios de la sangre menos el crúor: no hablaremos aquí del tialismo, diar- rea, vómitos biliosos ó mucosos, catarros di- versos, djaforesis, diuresis, etc., que también son medios de espoliacion, sino que nos limi- taremos á la supuración. Prescindiendo de la irritación local y sim- pática que acompaña toda supuración, vea- mos á esta sola, ó la espoliacion: si la sangre llega sin algunos elementos ó ellos son em- pleados sin provecho para la nutrición, suce- de que el gasto no está en proporción de la reparación alimenticia y que los órganos tien- den á atrofiarse como sucede en las abun- dantes supuraciones, Jas esperiencias fisioló- gicas demuestran que la sangría favorece singularmente la absorción, con la supuración sucede lo mismo; pero lenta é insensiblemen- te, no siendo la resolución en las flegmasías en último resultado mas que la reabsorción intersticial en un órgano particular, como el enflaquecimiento es la reabsorción intersticial en toda la economía. En el primer estudio de la inflamación se hace una llamada activa de líquido hacia la' parte, en seguida de la —249— hinchazón vascular, la secreción intersticial aumenta y adquiere en ciertos órgano.s una abundancia estraordinaria, que en ninguna parte es tan considerable como en las gran- des y pequeñas cavidades celulares como las serosas y tejido celular propiamente dicho, en los parénquimas análogos hasta cierto pun- to al tejido celular, como el pulmón: mien- tras que la causa do la fluxión inflamatoria esto es la irritación persiste, la fluxión mis- ma está siempre en proporción superior á la absorción y la intumescencia va creciendo, pero cuando ya cesa y la armonía general de las funciones se restablece, la reabsorción se hace tamo mas rápida, cuanto que los flui- dos, derramados se hallan en cavidades mas numerosas, mas vasculares y que ellos han sido secretados en mas abundancia, así es notable que cuando el hambre que es el in- dicio mas cierto de la actividad de la reab- sorción intersticial se hace sentir en los con- valecientes, la absorción se efectúa con un aumento de intensidad en los tejidos que acaban de ser el asiento de la flegmasía, mientras es nula ó casi nula en los buenos, como sucede en el pulmón y es que la san- gre una vez con vertida en trama ó parénqui- ma vive con una vida mas enérgica, mas completa y mas individual y adquiere como los órganos vivos la propiedad de ser relrac- taria á la absorción de los vasos, mientras quedos jugos derramados en las células pa- renquimatosas no gozan todavía sino de una organización incompleta y no tienen vida —250— que la de las moléculas orgánicas, ellas tie- nen la aptitud para hacerse elemento de te- jidos, pero no tienen hasta entonces existen- cia individual, también son ellos atacados primero por la acción de las fuerzas digesti- vas intersticiales como lo son v. g., las ma- terias alimenticias contenidas en el canal in- testinal. Una supuración costante llevando una deplecion incesante del sistema sanguí- neo, hambrea sin cesar los órganos de absor- ción y favorece la resolución de los produc- tos inflamatorios derramados, de donde se sigue que es n< cesar;o dieta cuando se esta- blece un exutorio para espoliar, aunque des- pués puede moderarse, cuando ya no hay productos que reabsorber. Los exutorios hasta cierto punto hacen una depuración, porque algunos sujetos que vulgarmente se llaman bien humorados pueden cortarse im- punemente en pequeña y aun grande esten- sion sin que supure la herida, y si estos mis- mos por acaso se hacen una herida que por su tamaño, etc., supura, después de cualquier causa, cualquier rasguño se les supura, du- rando tal disposición acaso años, la sangre pues en ese caso tiene algo, tiene otra dispo- sición, en tal sujeto pues, las enfermedades intercurrentes serán fáciles para pasar á la supuración: en los que llevan fuentes cual- quier herida que se hagan no les supura por- que la sangre tiene ese dívertículo, pero si se quita la fuente es al contrario, de aquí en los que se les suprimen la utilidad del uso de purgantes, etc. De los espoliativos el —251— mejor es la fuente, después eí sedal por lo mas doloroso, pero es mejor, luego el cáusti- co: la irritación que se produce algo vale, pues puede ser traspositiva. Medicación Evacuante: Vomitiva. Todo medicamento que promueve al esle- rior una evacuación cualquiera, es un eva- cuante, de suerte que los emenagogos, diu- réticos, sudoríficos, sialagogos, epispásticos, espermatorreicos, espectorantes, vomitivos, purgantes etc.. son evacuantes; no obstante el uso restringe el nombre á los dos últimos solamente. Todo agente que ocasione vómi- to es un vomitivo: los hay que obran sobre el estómago, entonces por sinergia obran los músculos espiradores, y en tal caso obran ellos sobre el sistema nervioso de la vida ani- mal y entónses por sin ergÍKobra el estóma- go como v.g. en caso que se hagan lociones 1 ía piel Ú otra vía de una solución de eme- tico el movimiento de un buque, el vomito á consecuencia de una gran pérdida de san- o-re etc.; también los hay mistos; y.por ulti- mo'otros que pueden llamarse mecánicos co- mo por la titilación de úvula, ingestión de mucha agua, la tos y en fin la contracción voluntaria de todos los músculos esp.radores, modo escepcional en el hombre y comnn en los animales rumiantes y carnlvoros .. p . En el momento en que se va a vomitar lo» músculos respiradores del pedio y e dia- fragma se detienen al principio del tiempo —252— de la espiración y la glotis se cierra com° durante un esfuerzo, al mismo tiempo los músculos espiradores de las paredes del vien" tre se contraen y oprimen las visceras gas* tricas de todas partes, el estómago compri- mido violentamente se podría vaciar ya en el duodeno, ya en el esófago; pero como el primero participa de la presión común, las materias, no pudiendo franquear el pilero, se escapase con violencia por el cardias y son lanzadas por la boca; sin embargo la vesícu- la de la hiél comprimida ella misma vomita en el duodeno y este también se descarga en el estómago, de aquí los vómitos biliosos, porque los primeros no tienen este carácter, lo que es de notarse. Hay otros fenómenos que no son especiales sino comunes á todo esfuerzo como las congestiones cerebrales, pulmonares, las roturas ó la separación de las aponevroses abdominales, el aborto, la re- novación da las hemor agías traumáticas etc. Si la sustancia ingerida es irritante, la muco- sa gástrica irritada se hace asiento de una fluxión sanguínea considerable y todo el sis- tema vascular del tronco celiaco queda tur- gescente, de d'oride puede calcularse lo po- derosa que será la diversión sanguínea que puede hacer la congestión simultánea del hígado, baso, páncreas y estómago: tiene ademas otro efecto la irritación de la muco- sa del estómago y es aumentar no solo la se- creción de los folículos mucosos, sino tam- bién del hígado y páncreas, que puede ser considerable, concibiéndose así la despor* -253— porción de las materias ingeridas alas vomi- tadas. Los efectos generales de los vomiti- vos no son únicamente la irritación local, que no es tan ofensiva como se ha creído, sino que ademas modifican poderosamente el sis- tema nervioso, suscitando en él desórdenes, que retachan sobre toda la economía y cu- ya perturbación trae secundariamente un estado de síncope ó malestar del todo análo- go al que causa una sangría y que se mani- fiesta por palidez, tendencia á las lipotimias, pequenez del pulso, debilidad del ruido res- piratorio, enfriamiento de las estremídades, diaforesis, relajamiento de los esfínteres y de los músculos de la vida de relación, cuyo estado es de mucho ínteres terapéutico, por- que es un sedante poderoso comparable solo á la sangría y al frió con la diferencia de que aquella es eminentemente espoliatriz, pero no se puede recurrir á ella ni mucho, ni fre- cuentemente, mientras que el vomitivo de- tiene y turba las acciones nerviosas-solamen- te y deja á la economía en su capacidad reac- cional. Hay muchos estados inflamatorios en que basta'una sangría porque son superficiales, entonces la sedación pasajera del vomitivo es suficiente como en los catarros agudos de los niños, otros quieren repetidas por ser largas aunque no pongan en riesgo la vida como la coqueluche y el vomitivo puede re- petirse, otras son profundas como la neumo- nía y el vomitivo puede usarse según el mé- todo de Ri viere ú otro de que se hablará en —254— la medicación contraestimulante. El vomi- tivo espolia á ía economía, pero su debilita- ción es temporal por lo que es preferible en los niños que soportan mal la sangiía, en las mugeres que se alteran mucho con [érdidas de sangre: ellos espolian ya por la conges- tión de los vasos abdominales, ya por la se- creciones que escitan: en el momento en que los movimientos del corazón son mas débiles y que es lanzada la sangre en los va- sos en menor abundancia, los tejidos inflama- dos ó en estado solo de congestión reciben una cantidad tanto menor de sangre y si la especie de simisíncope que acompaña al vó- mito se prolonga, los elementos principales de la inflamación faltan necesariamente á ella, debe pues retroceder, pero hay otra cau- sa poderosa de cesación del aflujo inflama- torio y es la estupefacción del sistema ner- vioso que por sí sola bastaría para moderar, sino apagar del todo la flegmasía, debiendo añadirse á esto la concentración fluxionaria que se opera de parte de las visceras gástri- cas. El sudor del vomitivo no es crítico porque "sudor ule optimus qui die crítica febrera fxsol- vit, utilis autem qui larval. Malus rerofrígü dus aut qui solum cuca collum et caput exsu- dat" (Coac. 572) al contrario tiene caracte- res de los sudores malos "A sudare honor nonbonum;" (Aphor. 4, III, 7;) mas esto no quita que á su consecuencia puedan estable- cerse sudores críticos, como cuando la fie- bre de cocción ha durado suficientemente y —255— que la crisis ha sido retardada ó impedida por una complicación; pero frecuentemente esta crisis sudoral se efectúa ordinariamente después de la fiebre de reacción que sigue también ordinariamente el periodo sincopal ó lipotímico del vómito: pueden pues utili- zarse los vomitivos como agentes de reac- ción ó de sedación, lo primero por la fiebre general que se establece, después de la li- potimia que precede y acompaña al vómito cuya forma y duración variar» según el modo de darlo: si el vomitivo produjo un estado sincopal muy prenunciado que pronto se di- sipó, la reacción es fuerte, es una especie de fiebre inflamatoria ligera; pero si dura mu- cho, algunas horas ó dos ó tres dias como cuando se dá eme'ico ó ipecacuana á doses refractas, entonces solo hay sedación y no reacción; así en el sarampión, cuando no se hace bien la erupción, puede darse un vomi- tivo para escitar fiebre sudoral y el movi- miento fluxionario sobre la piel; y cuando hay complicaciones inflamatorias en los ór- ganos torácicos tan comunes en él, puede darse á doses refractas. Entre los inconvenientes que traen los es- fuerzos del vómito, están las hernias, las rupturas y las hemorragias, inconvenientes que pueden moderarse ingiriendo agua ó be- bidas en el estómago para que no se vomite en seco y las potencias musculares agoten su acción en el estómago, porque en tesis general son molestos los vómitos que se re- piten con violentos esfuerzos; son útiles á —256— Veces, es verdad, como cuando se ha tragado una sustancia venenosa ó que se ha atorado un cuerpo es muscular del útero, lo que es mas rápi- do que para cualquier purgante, como quie- ra que pase, los fenómenos orgánicos son los mismos: irritación de la mucosa, aumento del movimiento peristáltico, de las secrecio- nes gazcosas y foliculares, cólicos, aumento del flujo biliar y pancreático; finalmente diar- rea; pero si los fenómenos son los mismos, el orden de su aparición no lo es: en los irritan- tes directos la inflamación déla mucosa abre' la escena, después sobrevienen las secrecio- nes foliculares y glandulares, las flat.uosida- des y los cólicos; en los indirectos los cóli- cos comienzan, esto es, el aumento del mo- vimiento peristáltico, la congestión de la mu- cosa, las secreciones foliculaies y glandula- res vienen secundariamente: este estudio es- plica algunas anomalías aparentes que se ob- servnn, y contesta por qué el aceite de cro- tón, de ricino, el calomef hacen perder por muchos dias el apetito á los enfermos y los pone en un estado análogo al de un embara- zo gástiico, por qué las sales neutras produ- cen un efecto análogo pero muy pasajero, por qué el aloe, sen, jalapa, etc., purgan tan activamente y aun mas que las ya ciíadas sin ocasionar por parte del estómago desór- denes tan notables, por qué los euforbiaceos no pueden continuarse por mucho tiempo sin causar trastornos en la salud, mientras que los salinos y purgantes indirectos son en ge- neral inofensivos. Los purgantes están indicados en la costi- pacíon, que ya resulta de un obstáculo me- —263— cánico al curso de las materias y que está la mucha altura, que no se le puede alcanzar por el recto, en cuyo caso solo se remedia liquidando las materias, ó ya dicho obstácu- lo está cerca del recto y entonces debe qui- tarse, viniendo entonces los purgantes sola- mente comí medio dilatatorio: lo mas ordi- nariamente proviene de atonía del grueso intestino, la que reconoce muchas causas y puede ocupar la mucosa sola, ó esta y la mus- culosa, la de esta última reconoce varias cau- sas, la principal es la retension de materias estercólales, que puede ser voluntaria como en las mugeres, principalmente las que se ha- bitúan á resistir la necesidad: de lo que pue- den ceñir dos inconvenientes, una insensibi- lidad mas y mas notable á la extremidad anal del recto, y ademas la acumulación de las heces en el grueso intestino. Hay tam- bion en estas otra causa de estreñimiento y es el desarrollo de la matriz durante la ges- tación, primero enja pequeña pelvis en que comprime el recto, no permitiendo al bolo escrementicio bajar á escilar las fibras ter- minales del intestino y mas tarde apoyándo- se en la porción iliaca del colon sobre el es- trecho, impide que las materias escrementi- cías caminen hacia el ano. Las dislocacio- nes y los infartos crónicos del útero obran todavía exactamente en el minino sentido, teniendo ademas otra influencia notable y es que dichas mugeres no pueden hacer esfuer- zos violentos para la defecación sin aumen- tar su malestar é instintivamente se contie- nen, concluyendo por hacerse inhábiles pa- ra contraer con energía los músculos abdo- minales, de lo que resulta que las materias son impelidas por las contracciones de la tú- nica muscular, no vaciándose jamás comple- tamente el intestino, la túnica musculosa se distiende y el intestino concluye por presen- tar un rosario de anfractuosidades que son rudimentales en el estado normal, pero que toman entonces un desarrollo análogo al que so observa en los solípedos. Hay una ley de dinámica fisiológica y es que los múscu- los pierden su energía en razón del alarga- miento mecánico de sus fibras, de suerte que llegados al punto estremo de alargamiento, reducidas estas á una especie de membrana, no tiene mas que una contractilidad apenas apreciable, como se ve en los cadáveres de los por mucho tiempo costipados, el intestino está grueso, flaccido y distendido como una bolsa, mientras en los demás el calibre del intestino es completamente apretado y se amolda sobre las materias poco abundantes que contiene. Hay todavía una porción del intestino grueso, que puede hacerse el asien- to de una dilatación análoga y es el recto mismo sobre los esfínteres, donde se distien- de en forma de ánfora, cuyo gollete es la porción superior del recto, el vientre la par- te inferior dilatada, y el pié el ano mismo. Esta alteración de testura reconoce muchas caucas todas análogas en último resultado á las va dichas. Cuando el bolo escrentenu- cio "desciende en el recto v que se resiste a —270— ía-ganade defecar, se acumulan las materias- y distienden mecánicamente el intestino, si hay un estrechamiento del ano causado, ya por un rodete hemorroidal, ya poruña indu- ración escirrosa ó por una sífilis ó por una coarctación ewpasmódica, debida á una grie- ta ó lisura, se produce el mismo efecto y la dilatación primero temporales después con- tinua: en tal caso, pues, están indicados los purgantes que producirán un efecto inme- diato satisfactorio,, pero después viene costi- pacion según la ley de reacción tan- umver- salmente aplicable en la economía: en efecto la energía con que la economía rehace con- tra los modificadores está siempre en razón ¡nversa de la repetición de acción de esos modificadoras, de suerte que el uso de los purgantes terminará por hacer mas y mas in- sen>ible la mucosa digestiva á su acción y con mas razón á la de los agentes natural y continuamente en contacto con eí grueso in- testino, que son ¡os es-crementos, lejos pues de modificar felizmente la costipacion, ter- minarán por aumentarla y hacerla insensi- ble. La costipacion que es debida al hábi- to de resistir la necesidad de defecar, cede- rá al hábito contrario, procurando regir el cuerpo á la mas ligera necesidad, y si no se presenta la gana, procurándolo, porque los actos sociales, el ejercicio de los movimien- tos voluntarios, de los sentidos, etc., no son Ío-í únicos sometidos á la voluntad, los ape- titos mismos pueden someterse, aunque in- directamente, porque pueden sujetarse al há- —271— bito y la voluntad ordénalas habitudes como se ve con el comer, que puede uno tomar di- ferentes hábitos, lo mismo el sueño y apeti- tos venéreos: el enfermo, pues, procurará de- fecar todos los dias á tal hora y no se retira- rá del vaso, hasta que rija el cuerpo; si á pe- sar deeso no lo consigue, apliqúese un cuar- to de lavativa oleosa fria, que facilitará el res- balamiento del bolo escrementicio; estos me- dios continuos curarán si no hay lesión orgá- nica, pero si la flaccidez de la membrana musculosa es tal que ni por instantes se le puede dar el resorte necesario para auxiliar la acción espullriz de los músculos abdomi- nales, un purgante será un auxiliar que eva- cúa el intestino y deja á la túnica musculo- sa la posibilidad'de volver sobre sí misma, cuanto lo permita la contractilidad que le queda esto bastará con los medios que au- mentan la facultad contráctil del plan mus- culoso del intestino, como los tónicos, los exi- tadores como la nuez vómica, agua fria al recto y los astringentes que concurren al mismo objeto aunque de otro modo. En ca- so de atonía de la mucosa, ella puede ser de- bida al abuso de los exitantes locales que acaban por gastar la incitabilidad browonia- na y hacer al tejido poco apto para resentir la impresión de los modificadores naturales; las lavativas calientes y U>s purgantes, son las causas ordinarias de esta atonía de que re- sulta una sequedad que no permite el resba- lamiento del bolo escrementicio, debiéndose recurrir á los tópicos frios. —272— Diarrea. Al hablar de los vomitivos y de la medi- cación vomitiva, analisamos el mecanismo de Ja secreción pancreática y biliar, y lo que se dijo de) embarazo gástrico, de la gastritis bi- liosa, se aplica enteramente al embarazo in- testinal y á la diarrea aguda; esta puede te- ner su asiento en el duodeno, intestino del- gado ó el grueso: la duodenal casi siempre está ligada alembarazo gástrico y á la gas- tritis biliosa, es debida á una sobrexitacion de Ja mucosa que aumenta primero la secre- ción de los folículos tan abundantes en este intestino, y luego la secreción del hígado y del páncreas, ella es la llamada diarrea bilio- sa: como casi siempre el estómago está en- fermo al mismo tiempo, no hay apetito, y si los enfermos comen, los alimentos son vomi- tados ó atraviesan el canal intestinal sin su- frir el trabajo de la digestión, la flegmasía gastróduodenal se es'iende lo mas frecuen- temente en este caso á todo el intestino del- gado, y entonces la secreción folicular puede hacerse tan abundante como la de las glán- dulas, y la diarrea es considerable. Cuando \h irritación ocupa el ¡león, la diarrea es de- bida menos, á la exageración de la secreción de las glándulas que á la de los folículos, y entonces es menos abundante, las deyeccio- nes menos biliosas; pero lo son todavía, por- que si la irritación del duodeno es causa del mayor aflujo de los jugos vertidos por el hí- -273— gado y por el páncreas, la del estómago y del ileon retacha también aunque á un débil grado sobre estas dos glándulas. La que es debida á la irritación del intestino grueso, es siempre peco abundante; aunque los cóli- cos son mas vivos, y las deyecciones mas fre- cuentes; pero si la irritación de la mucosa del estómago, del duodeno y resto del intes- tino delgado puede ser la causa de la sobrexi- tacion del hígado y del páncreas, el jugo bi- liar y pancreático á su turno pueden causar una flegmasía de la mucosa. Si suponemos primero una irritación duodenal primitiva, que aumenta las secreciones del hígado y del páncreas, el producto de esta secreción vertida á grandes chorros en el intestino del- gado y el grueso, debe por su estrañeza cau- sar una viva irritación, en cuyo caso, la bilis es verdaderamente la causa de la en'eritis: hasta aquí se supone una inflamación aguda erytematosa de la mucosa, no una flegmasía pustulosa ó irritación crónica, porque los me- dios no son los mismos. En la diarrea agu- da que se acompaña de síntomas semejantes , á los del embarazo gástrico, que ordinaria- mente es caracterizada por una fiebre remi- tente, algunas veces muy intensa, los vomi- tivos y principalmente los emeto-catárticos traen una curación casi inmediata, que no se obtiene ron alguna otra medicación: cuando existe la misma forma de diarrea y que los vómitos, los dolores de estómago y la fiebre no son muy considerables, bastan los pur- gantes sin necesidad de recurrir antes á los —274— vomitivos; en fin, si la reacción general es muy fuerte y hay síntomas de fiebre inflamatoria, la sangría preliminar puede hallar su oportu- nidad, terminando la curación un purgante, que no obra evacuando la bilis, sino por la irritación local que sustituye á la mórbida; pero es imporiante su elección, no debiéndo- se tomar aquellos cuya acción es violenta y persiste mucho después: las sales neutras son á propósito, mientras que los fuertemente ir- itantes aumentan algunas veces la flegmasía rgastrointestinal, al paso que las sales modifi- can la mucosa en justo límite y bastan para apagar una inflamación superficial. Si la diarrea reconoce por causa una inflamación eruptiva del intestino delgado, como esta erupción tiene una marcha necesaria, al mo- do de la viruela, erisipela, escarlatina, etc., los purgantes son impotentes contra la afec- ción principal, aunque modifican ventajosa- mente el estado general del enfermo, ya opo- niéndose por su acción sustitutiva á la infla- mación que se estiende de las criptas á la mu- cosa que les rodea, ya obrando la evacuación continua de los jugos biliar, pancreático y mucoso; como medio depletivo y por consi- guiente como antiflogístico; ya, en fin, impi- diendo la renovación frecuente de estos mis- mos jugos y su alteración en ei intestino, ha- ciéndolos menos irritantes; los salinos tam- bién son los purgantes preferibles en la do- tinenteria y en la tifoide, porque los fuerte- mente irritantes están contraindicados. Queda visto que la enteritis aguda eryte- — 275— matosa cede al purgante, que ía folicuíoss rrecore invenciblemente sus faces; pero pue- den existir formas de inflamación intestinal profunda y sin marcha necesaria; v. g., la di- senteria: en este caso los purgantes débiles ño bastan, es necesario una medicación sus- titutn-a proporcionada á la intensidad del mal: las sales neutras repetidas, eí calomel, la goma guta ó lavativas de nitrato de plata; si la disenteria es poco profunda ó suscita poca reacción febril por la costitucion médi- ca del año, entonces se dice biliosa y bastan los salinos; si es mas grave, la reacción mas enérgica, se dice bilioso-inflamatoria; enton- ces los antiflogísticos estupefacientes secun- dan útilmente el uso de los purgantes, que deben ser algo mas enérgicos; si la reacción general es sostenida y muy fuerte, el régi- men antiflogístico debe ocupar el primer lu- gar; luego se pasa á purgantes los mas enér- gicos, á su frente el calomel que obra á la vez por sus cualidades tópicas sustitutivas y por las alterantes antiflogísticas. Lo dicho acerca de la costipacion no se aplica á los tumores estercorales, accidente grave, común y que frecuentemente dá lu- gar á errores de diagnóstico, y faltas de te- rapéutica: aquí es necesario considerar la causa del mal, que es evidentemente la acu- mulación de las heces; y aunque alderredor de esta causa vengan a agruparse fenóme- nos inflamatorios frecuentemente muy vio- lentos, es necesario atacar la causa: en efec- to, desde que el bolo escrementicio que dis- —276— tendia el intestino y le irritaba tan dolorosa- mentehasido espelido, todo entra en orden, á no ser que el mal haya durado mucho tiem- po y que alguna inflamación flegmonosa se halla desarrollado, como es muy común en el tejido celular de la fosa iliaca y de Ja pe- queña pelvis: en este último caso el efecto de la causa merece, él mismo, una conside- ración importante, y es necesario otro orden de medios, cuando al auxilio de Jos purgan- tes se ha previsto á la primera indicación y mas pieeisa: tales tumores hacen un papel importante en las embarazadas en quienes es muy ordinaria la costipacion y en las que la menor causa ¡rritativa se hace causa de accidentes inflamatorios muy vehementes; como las materias fecales no se acumulan or- dinariamente sino en el ciego y en la S. del colon, se comprende cómo en órganos tan vecinos al útero y sus anexos, la inflamación tadquiere una gravedad relativamente mayor, pues que puede estenderse rápidamente á la matriz, ovarios, peritoneo y tejido celular pel- viano; de aquí el precepto tan umversalmen- te adoptado de mantener el vientre libre en las embarazadas, bien al auxilio de laxantes, bien de lavativas; pero acumuladas las he- ces ya por incuria del enfermo, ya por im- previsión del médico, si sobrevienen de gol- pe dolores violentos en la región iliaca dere- cha ó izquierda, es necesario no creer desde luego en un flegmon iliaco, en una inflama- ción del ovario, en una metroperitonitis, por ¡intenso que sea el dolor local, sino que es —277— necesario atender á la causa y eliminarla, á reserva de combatir los accidentes si persis- te; aquí son tanto mas útiles los purgantes, cuanto que son útiles en una parida aún cuando el útero y peritoneo estubiesen primi- tivamente invadidos: tal acumulación es fre- cuentemente causa de peritonites parciales, flegmones de la fosa iliaca y de los ovarios; pero estas afecciones pueden depender de otra causa y algunas veces su desarrollo ha sido precedido de muchos dias de diarrea; pero aun así son útiles los purgantes; ellos, como las emisiones sanguíneas que quitan al cuerpo vivo materiales de nutrición y repa- ración, oponiéndose á la fluxión hipertrófica de la inflamación, obran de la misma mane- ra divertiendo primero una gran masa de san- gre, que acumulan en el sistema de la vena porta y que quitan temporalmente á la masa, y en seguida solicitando la evacuación dé una gran cantidad de productos de secreción, los que necesariamente se han formado á és- pensas de la sangre. La fluxión sanguínea que llaman de parte de los órganos digesti- vos, es diferente, patológicamente hablando, de la que provocaría un ancho sinapismo á la piel ú otro irritante, porque las irritacio- nes de la piel retachan sobre la econo- mía de diferente manera que las de la mu- cosa digestiva, porque mientras las primeras dan lugar á una reacción muy fuerte, las otras al contrario la deprimen mas pronto y casi no despiertan simpatías esténicas. Si la inflamación es de naturaleza superficial y temporal como erisipelas, afecciones reuma« toides, son mejores los antiflogísticos y pur- gantes que los solos antiflogísticos, porque se llega al objeto con menos pérdida de fuer- zas, y luego que se gasta en el uso de los pur- gantes la economía se halla con todos sus recursos para la cocción y para las convales- cencias. Son también útiles Jos purgantes para lla- mar las reglas, así se nota que si se purga una muger al otro dia en que cesaron sus reglas, reaparecen frecuentemente: de aquí el prer cepto de no purgar, de temor de que venga una metrorragia, de aquí Jas propiedades abortivas de los drásticos: el abuso, ademas de los purgantes, dispone á las congestiones de la estremidad del intestino. También lo son en la plétora serosa porque quitan á la san- gre el suero, sin quitar á la sangre sus ele- mentos reparadores, aunque son preferibles los diuréticos, porque pueden darse por mu- cho tiempo; se aprovechan igualmente en las hidropesías ligadas á la plétora serosa, los que determinan las evacuaciones serosas mas abundantes; esto es, los drásticos, que por eso se llamaron hidragogos, también son de- purativos óespoüativos y lo son mas que los sudoríficos. La obesidad acompaña frecuen- temente la plétora serosa, el enflaquecimien- to á la sanguínea, tiendo interesante distin- guir una de otra: si se ve un hombre de ojos salientes, inyectados, cara roja, violácea, ve- nas del cuello tuigescentes, inteligencia pe- rezosa, respiración embarazada, pulso duro, —279— apretado ó ancho y desarrollado; se cree en una plétora sanguínea, no siendo-sino serosa. Cuando la sangre muy rica en elementos re- paradores estimula escesivamente al cerebro, corazón, glándulas y tejidos elementales, hay,' por decirlo así, indigestión funcional, estoes, que los diferentes tejidos no están montados al tono de asimilación de una sangre tan ri- ca; de aquí numerosos desórdenes, todos es- ténicos; de aquí reacciones francamente in- flamatorias; en tal caso convienen sangrías, bebidas acuosas y alcalinas: la plétora enton- ces es sanguínea. MEDICACIÓN SEDANTE Ó CONTRA- ESTIMULANTE. Habiendo dejado dicho en la materia mé- dica, bastante acerca de estos medicamentos, solo añadiremos que hay circunstancias á ve- ces especiales por las que se requiere una acción solamente, sobre el calor animal y los movimientos del corazón, bastando esto pa- ra verificar la curación de una enfermedad en lo principal, en cuyo caso se halla la opor- tunidad de esta medicación, que encadena las manifestaciones de la actividad vital por una acción directa y como enemiga de la vi- da: su influencia no es uniformemente de- presiva; y muchas veces, al mismo tiempo que moderan una manifestación vital escitan otras, lo que se observa principalmente cuando su» agentes obran como venenos: la potencia se- dante y antivital de un agente, puede me- —280— dirse por su virtud diurética. Entre los medicamentos sedantes ocupa el primer lu- gar el frió por ser el mas absoluto, el más franco y radical de todos, oponiéndose á las manifestaciones de la actividad vital, enca- denando y deprimiendo los fenómenos de reacción de la manera mas sencilla ó directa, sin alcanzar este resultado por operaciones intermedias, puesto que él no es mas que la supresión de la condición, según la cual se mantiene la vida. Él obra sobre la manifes- tación inicial de todo'acto animal, la impre- sionabilidad que hace menos susceptible de sufrir la acción de los estímulos y que acaba por embotar y estinguir completamente por el intermedio de esta, obra sobre la contrac- tilidad á cuyos instrumentos sumerge en el entorpecimiento y en la inercia, en cuyo ca- so debilita necesariamente é impide la calo- ricidad y suspende los fenómenos de la afi- nidad vital ó de la plasticidad por la conge- lación, así como la acumulación escesiva de calórico los había suspendido por la combus- tión; y como el médico necesita muchas ve- ces de disminuir en las enfermeúades la ac- tividad estraordinaria de ciertas manifesta- ciones de la sensibilidad, contractilidad, ca- loricidad y plasticidad; de aquí la utilidad del frió; mas vsiendo seguida esta acción de una reacción espontánea ó natural, de aquí resulta que su uso debe se- cauto, y solo cuando haya indicación. El agua fria, el hielo, ya en bebida, lavativas, etc., son los ^medios ordinarios: debe usarse en las fleg- —281— masías traumáticas y desterrarse de las que reconocen causas internas, en las enfermeda- des con materia, calenturas esenciales é in- flamaciones del dominio de la clínica inter- na; se usa, es verdad, en las flegmasías del cerebro, de las meninges para aliviar mejor la cefalalgia frecuentemente intensa y fija, siendo dudosa su acción sobre la meningitis ó encefalitis. Es ventajosa su aplicación al abdomen en las peritonites traumáticas, el ileo y en las estrangulaciones internas que entran por su naturaleza en la clase de las traumáticas, en ciertas gastroenteritis muy intensas y aun en las que acompaña la fiebre tifoide, se puede usar con suceso en patolo- gía interna; se usa en las enfermedades sin materia, pero aun en estas- con circunspec- ción y arte, es menos oportuno en las lesio- nes de sensibilidad, que en las de la contrac- tilidad y caloricidad; así es raro usarlo en las nevralgias como tópico Frigus nervis inimi- cum: en efecto, ya ellas son de naturaleza go- tosa ó reumatismal, ó ya enseña la esperien- cia que no siempre es prudente suprimir bruscamente Jas nevralgias, no habiendo práctico que no haya recibido de la tradición, Ó de su propia esperiencia, el consejo de des- confiar de los dolores espontáneos, y que no se conduzca empíricamente y sin saberlo en su tratamiento, según Ja teoría de Trousseau y Pidoux acerca de las afecciones nerviosas espontáneas y diatésicas, que consideran co- mo siendo frecuentemente el periodo de oportunidad de las enfermedades crónicas y —282— orgánicas. En el tratamiento de los espas- mos y convulsiones, hay mas frecuentemen- te oportunidad de emplear el frió, ya en ba- ños, bebidas ó lavativas: los baños son un medio poderoso en la corea, obrando como tónico, sedante y perturbador, por su impre- sión súbita, que también es útil en la hyste- ria, pero sin abusar. El eretismo nervioso y las numerosas formas de nevroses que se re- fieren á él, presentan frecuentemente la in- dicación dei frió, en él es útil la sedación; pero la tonicidad espontánea que le sigue, no lo es menos; en los hicopondriácos son Útiles las bebidas frias y aun heladas, en los vómitos incoercibles, cólera, asiático y es- porádico, en las gastralgias sin vómitos, las bebidas atemperantes, las bebidas heladas ó fragmentos de hielo; no así en las espasmo- dicas, en las enteralgias espasmódicas y en todas las formas de cólicos nerviosos ú otros en que aprueba mejor el calor y antispasmó- dicos aromáticos Los espasmos hystéricos, ansiedades epigástricas, Actuosidades pura- mente nerviosas de las mugeres vaporosas, las palpitaciones y amenazas de ataques con- vulsivos, pueden ser atacados por lavativa» frias y lociones al epigastrio, los baños á 22° , 20° y 18° R. por cinco á diez minutos jun- to con el ejercicio y recursos de la gimnás- tica, los baños de mar, con la medicación tónica, etc. El frió en afusiones no solo obra como se- dante, sino como perturbador, está indicado en ciertas enfermedades atáxicas, ciertas fie- —283— bres esenciales con materia, en cuyo curso el estado febril y la armonía de la función patológica están suspendidos y reemplaza- dos por fenómenos nerviosos como el delirio, convulsiones, sobresalto de tendones, etc., en cuyo caso la afusión puede traer el equi- librio y armonía de dicha función ó apagar accidentes atáxicos, que se oponían al esta> blecimiento de la convalescencia; pero no hay que abusar, sino comenzar esplorando por lociones frescas, por la esposicion del en- fermo al fresco; y por último en la forma atáxica de las fiebres esenciales, de las tifoi- des, no deben usarse; traen suceso, y mucho en la eclampsia de las mugeres de parto, co- menzando por agua tibia y bajando poco á poco hasta 20° y 16° R. después de haber pasado por los 26° R. Hay cefaleas tena- ces, oftalmías intensas en que es útil un ba- ño templado, con afusiones frias á la cabeza, es también Útil el frió en las dispepsias y vó- mitos de tal estado, esto es del eretismo y en las mil anomalías que surgen principal- mente en el sistema nervioso de las vías di- gestivas. En cirujía es útil en las heridas de cabeza, fracturas cominutivas, quemadu- ras grandes, heridas por arrancamiento, etc., con precaución en las hernias para facilitar la reducción y en las invaginaciones. MEDICACIÓN HIDROTERÁPICA. Cuando se conocen todas las dificultades intrínsecas y estrínsicas de la medicina, esto —284— es, el número de enfermedades incurables, mortales ó no, la rareza de enfermos racio- nales, y la no menor de medios capaces de dirijir moral, política y médicamente á la vez Ja curación de'una enfermedad crónica, principalmente entre nosotros, que como en Francia estaba todavía en sus auges el méto- do fisiológico ó Rroússaismo, tan útil para di- rijir la curación de fas enfermedades agudas, es verdad, pero con grandes gastos, y repug- nancia de los enfermos, esto es con sangrías y dieta; pero tan impotente para dirijir la curación de las enfermedades crónicas, y reuniendo la hidroterapia todas las condicio- nes para entusiasmar al pueblo, se esplica fá- cilmente el renombre de Priessnitz, paisano de Siberia, por cuyas manos el empirismo fundó la hidroterapia, que es la historia de todas las novedades terapéuticas. El agua y el frío son agentes naturales y no se des- confía de ellos, el agua purifica >a sangre, el frió fortifica los nervios, etc.; en fin, abundan- tes sudores y erupciones furunculares hacen nacer la ¡dea de crisis, de evacuación de hu- mores pecantes, etc.: y hé aquí mas de lo necesario para esplicar esa afluencia á Grae- fíemberg, para seducir al mundo y persuadir a i'iiessnitz y á sus enfermos, que nada es mas'seneillo que la medicina y que los mé- dicos son ilusos ú hombres perniciosos, añá- dase á ésto curaciones reales, y se tendrá la razón de ese entusiasmo hidriático que co- mo dicen Trousseau y Pídoux ha cedido, y vendrá la voga á otro sistema, aunque no sin —285— haber dejado algún capítulo útil á la terapéu- tica. James Currie fué el primero que puso las bases científicas de la hidroterapia, de- mostró con el termómetro en la mano, que la acumulación mórbida del calórico, que costituye el elemento universal de toda py- rexia se halJaha sustraído del mudo mas rá- pido y ventajoso por la aplicación del agua fria á la superficie del cuerpo: rodeado de todas las garantías que la ciencia reclama, las de los hechos y las de la esperiencia, pro- clamó esta sustracción del calórico al medio del agua fria, como el remedio por esclusion en el tratamiento de las afecciones febriles, y como debiendo preferirse aun á las emi- siones sanguíneas, pudiendo solamente á ve- ces ser reemplazado por el tártaro emético y costituyendo los tres la palanca ó trípode en el tratamiento de toda afección inflama- toria, él no considera la fiebre propiamente dicha como una simple acumulación de ca~ lórico en la economía, sino como formando el síntoma predominante y como atenuando siempre el daño la sustracción de él, y aun haciendo algunas veces rápidamente desapa- recer todo síntoma mórbido, sin pérdida al- guna de fuerzas, y su sustracción como el mejor medio de tratamiento; pero no solo esto/sino que cree que el choque súbito, ins- tantáneo y violento impreso por el agua fria sobre toda la economía, hace cesar un esta- do de espasmo mórbido del sistema nervioso y de la envoltura en particular, de cuyo efec- to perturbador resulta el pronto retorno de —286- esta membrana^á sus funciones normales, cu* yo retorno se anuncia por sudores espontá- neos y en alguna manera críticos, pues que tienen por resultado impedir la acumulación mórbida ulterior del calórico. Currie admi- te como efectos del agua fria: l. ° , la sustrac- ción del calórico, efecto al que los otros mé- dicos casi no habían puesto cuidado, pero que él demostró con el termómetro en la mano; 2. ° , la modificación impresa en todo el sistema nervioso, de donde resulta también un efecto particular, trayendo la supresión de la acumulación ulterior del calórico y de consiguiente de la fiebre, estableció también una tercera verdad fundamental de grande importancia práctica y es, que la aplicación del frió á lo esterior y á lo interior es tanto menos dañosa, cuanto el calor del cuerpo es mas elevado, indica una cuarta ley, esto es, que la aplicación local esterior del agua fria hecha de cierta manera lejos de producirán efecto sedante, despierta la acción vital de estas partes y produce sobre los puntos leja- nos un efecto derivativo, así obran los baños de asiento y los de píes de agua fría. Reasu- miendo se ve: 1. ° , sustracción del calórico mórbidamente acumulado, cuyo resultado se obtiene, ya por aplicación directa del agua fria, ya estableciendo su evaporación en la superficie del cuerpo, practicando abluciones con agua tibia; 2. ° , superioridad de la apli- cación ael agua fria á causa de la acción par- ticular que produce sobre el sistema nervio- so, de donde resulta la suspensión del moví- —287— miento fisiológico; 3. ° , ventajas é inocuidad . tanto mayores de la aplicación del agua' fría, cuanto el calor del cuerpo está mas elevado; 4.°, aumento de vitalidad de las partes, obtenida al medio de la aplicación local del agua fria, de donde resultan efec- tos derivativos dignos de atención. Tam- bién demostró la utilidad de la misma, en muchas enfermedades nerviosas y convul- sivas, en las que establece como ley funda- mental emplear siempre las afusiones ó in- mersiones durante los ataques convulsivos; en las crónicas principalmente la hysteria é hipocondría; de las agudas en las que las re- comienda son las fiebres eruptivas como vi- ruela, sarampión, escarlatina,ten que el ca- lor vivo de la piel con sequedad indica su uso. La hidroterapia puede dividirse: 1. ° , mé- todo higiénico ó profiláctico; 2. ° , antiflogís- tico; 3. ° , antispasmódico; 4. ° , alterante; 5, ° , adyuvante ó auxiliar: en el primero las modificaciones llevadas á las reglas ordina- rias de la higiene consisten en el frecuente uso del agua fria en bebida, y en su aplica- ción á la superficie del cuerpo, según la hi- droterapia moderna, como medio profiláctico es necesario añadir otros medios mas enérgi- cos á los puramente higiénicos como sudores forzados, ducha ó chorro frío y grandes ba- ños frios. Se recurre en el intervalo de los accesos gotosos y personas que se creen sifi- líticas, así como en los que tienen tenden- cia á las escrófulas, tisis, etc. En el según- —288— do se obra por la sedación en virtud de su efecto sobre el sistema nervioso, junto con una derivación por Jos sudores, fricciones enérgicas hechas con agua fria ó quebranta- da al medio de sábanas frecuentemente re- novadas, trapos mojados, afusiones ó imer- siones, á veces se dá abundamente al inte- rior y cuando comiénzala disminuir el movi- miento febril y la piel ofrece signos de ma- didez se procura favorecer la traspiración, lo que no se hace sino cuando ha disminui- do la violencia de Ja inflamación en las en- fermedades agudas por la sedación: úsase en congestiones, hemorragias, fiebres esenciales ya ligeras, ya graves, en las eruptivas, afec- ciones reumatismales agudas y flegmasías in- ternas ó esternas. En el tercero se usan medios calmantes y tónicos como una ó dos sábanas, fricciones con trapos mojados, agua al interior, afusiones, imersiones, abluciones y fricciones de agua fria con la mano, duchas de corta duración ejercicio al aire: es útil en muchas lesiones del eje cerebro-espinal es- pecialmente de la médula, calambres, lesio- nes de motilidad, afecciones convulsivas, co- rea, ciertas enfermedades del útero, mamas, testículos, no así en la manía y epilepsia! En el cuarto que es el de Priessnitz se ocur- re á traspiraciones provocadas ya en cober- tores de lana secos, ya en lienzos mojados y á los que se hace inmediatamente suceder ó imersiones en un gran baño frió, ó fricciones en baños parciales, duchas frías de fuerza diversa, baños de asiento mas ó menos frios y prolongados, fricciones enérgicas con la mano mojada á la superficie del cuerpo, apli- caciones mas ó menos estensas de compre- sas, llamadas escitantes, juntos al uso inte- rior y abundante del agua. Por él se tratan todas las enfermedades crónicas, con un ré- gimen sustancioso, ejercicio al aire de todo el sistema muscular, cuanto pueda el enfer- mo, con abstinencia de toda droga; por éí se tratan algunas afecciones crónicas del encé- falo, muchas del toraz y todas las del abdo- men, la gota, el reumatismo crónico, las he- morroides, y los síntomas sifilíticos primiti- vos, secundarios ó terciarios, las enfermeda- des crónicas de la piel, las úlceras crónicas de los miembros inferiores, las fístulas uri- narias, estrechamiento de la uretra, exosto- ses, afecciones escrofulosas, etc. El quinto se usa en las que no pueden curarse, pero sí mejorarse como algunas enfermedades del corazón, ciertas afecciones pulmonares cró- nicas y diferentes parauses. En cuanto á los otros agentes contraesti- mulantes, ya se ha hablado de ellos en la ma- teria médica ea sus respectivos capítulos. MEDICACIÓN ESTÉNICA DIRECTA. Medicación Hipersplaeliiieigética. Los medicamentos antispasmódicos, colo- cados por favor, antes de Trousseau y Pi- doux en el cuadro de la materia médica, Cu- yo uso ordenado y filosófico estaba por ha- —290— liarse, menos podía costítuír una clase en lá terapéutica; mas al presente, gracias á los trabajos de los autores espresados, ocupan un lugar distinguido en esos dos ramos de la medicina; y nosotros siguiendo las huellas de tan ilustres autores, los estudiaremos con relación 1 °, al estado nervioso primitivo costituyendo por sí solo toda la enfermedad; 2. ° , en sus relaciones con el estado nervio- so como elemento, viniendo á agregarse ya á las afecciones agudas, ya á las crónicas; 3. ° , con relación al estado nervioso sinto- mático en estos dos órdenes de enfermeda- des, y finalmente algunas consideraciones ge- nerales que haremos sobre ellos considera- dos en sí mismos y comparados con otros etc. Los espasmos tienen el mismo origen que las pasiones, afecciones, sentimientos ó fenó- menos instintivos, así los antiguos decian: passio hystérica, hipochondricca, dysphnoica, mesentérica, etc., y no dijeron passio erysipe- latosa, biliosa febrias, etc. Hipócrates y Ga- leno los árabes; etc., y por último Dubois de Amicns trazando la teoría de los espas- mos dibujó la de las pasiones, Bichat tam- bién, Cabanis y Broussais desarrollando la sola verdadera teoría de las pasiones y actos instintivos, han espuesto maravillosamente la de Jos espasmos. Unos y otras emanan de los diferentes centros de acción de Ja vi- da orgánica, ambos se ejecutan sin el parti- cipio de la voluntad, que dominan mas ó menos, así vemos que un hombre encerrado por algún tiempo, en un lugar donde el aire —29 ti- esta rarefíado por el calor, es oprimido por eí tedio, la tristeza, la necesidad de dormir, ó finalmente que por cualquier causa la oxige- nación de la sangre se haga imperfectamen- te en el pulmón y de golpe una ansiedad va- ga indefinible parece elevarse del fondo del pecho y sin participación de la voluntad: la respiración se acelera un poco, las mandíbu- las se separan por grados, y como convulsi- vamente, todas las potencias inspiradoras desplegan su máximum de acción, y por este espasmo benéfico se viene á satisfacer la im- periosa necesidad de la hematosis, una can- tidad de aire considerable, si las causas opri- mentes han obrado mas largo tiempo, si el enfado ha sido mas profundo, á este primer grupo de movimientos sinérgicos, se asocian pandiculaciones, esto es, una estension for- zada y como tetánica de los miembros y del tronco, un gesto particular de la cara; si el objeto de estos esfuerzos no fuese fisiológi- co, nadie hallaría diferencia con un espasmo Ó una convulsión: ellos ademas figuran en el cuadro complicado de la hvsteria en que ce- den v. g., al éter. La causa interna separa también únicamente las palpitaciones súbi- tas con hinchazón del pecho, opresión y en- rojecimiento instantáneo de los carrillos que atacan súbitamente á una muchacha, ruyo pudor es ha ofendido y los mismos acciden- tes que en ellas también son uno de los mil caprichos del hysterismo y se quitan por un antispasmódico. Compárense las numerosas influencias que ejercen sobre la inervación —292— las visceras abdominales y torácicas, las afec- ciones del alma ya agradables y espansivas, como la alegría, placer, orgullo, etc., ya tris- tes y concentrativas como el dolor moral, miedo, espanto, etc., con los diferentes es- pasmos llamados asma, palpitaciones de co- razón, desmayos histéricos, ansiedades pre- cordiales, flatuosidades, disfagia, hipos, afonía nerviosa, volutaciones intestinales, vapores en una palabra. Nada hay que semeje masa las convulsiones que la yactitacion incesante é involuntaria de un hombre con un malestar visceral cualquiera, pero sobre todo disneico: en muchas enfermedades las^últimas escenas de la agonía son diferentes espasmosde diver- sos órganos contráctiles,! que parecen hacer un último esfuerzo para asirla \\da:JlInmor- tis agone constttutis, convulsiones sunt naturce última connamina." (Sauvages) ya Trousseau y Pidoux han demostrado la completa seme- janza que presenta una muger que resiente vivamente las impresiones que acompañan al coito, con el primero y segundo grado de la hysteria, de suerte que los ( spasmos esen- ciales son desórdenes primitivos y ordinaria- mente apiréticos de la inervación de una ó muchas de las visceras afectas á la vida de nutrición y de reproducción, desórdenes que limitados al eretismo, á la movilidad y desór- nes funcionales de estas visceras, costituyen la multitud de males llamados vapores, para tomar el de convulsiones espasmódices Cuan- do van hasta áescitar contracciones involun- tarias y movimientos desordenados parcial -293- ó generales; en los músculos habitualmente sometidos á la influencia reguladora de la voluntad, de aquí es que los antispasmódicos raras veces son aplicables á las nevroses pri- mitivas del oido, vista, etc.; en la epilepsia, tétanos, diferentes temblores metálicos, de- lirios primitivos, etc: colócanse entre los cu- rables por ellos las de la digestión, respira- ción, circulación, generación, escepto aque- llas en que el espasmo solo es un elemento, y no toda la enfermedad como la disenteria, coqueluche, pyrosis, cólera morbus, que es- tán desprovistos del carácter esencial de los primitivos, siendo este el punto de partida del aura oue se eleva siempre de los órganos contenidos en las dos grandes cavidades es- plácnicas. MOVILIDAD NERVIOSA. Es un estado intermedio al espasmo ó inervación visceral normal, toca al estado va- poroso, le precede inmediatamente, es su condición necesaria, no aguardando mas que una intensidad creciente en sus fenómenos Ó el contacto de la causa mas ligera para ele- varse hasta el mas alto grado de Ir predispo- sición á los espasmos, exagerado es enfer- medad costítucíonal, en algunas mugeres muchas veces es adquirido por una vida mue- lle y regalada, la ociosidad, dieta prolonga- da, las convalescencias de enfermedades graves, las evacuaciones escesivas de toda especie, principalmente sanguíneas, el cuida- —294— do, miedo, pasiones depresivas, la hipocon dría, abuso de baños muy calientes, todo lo que debilita en una palabra (carácter impor- tante) la energía cerebral, exaltando y ha- ciendo predominar viciosamente la inerva- ción visceral, arroja en la movilidad nervio- sa. Una impresionabilidad súbita y sin ce- sar renaciente del centro epigástrico, ansie- dades precordiales, bocanadas de calor á la cara, estremecimiento involuntario á la mas ligera sorpresa, como una puerta que se cier- ra, un toque ó una palabra no esperada de alguno que no se veía, son el origen de es- tas emociones desproporcionadas, terrores pánicos, susceptibilidades vanas y desrazo- ríadas, lloros pomada, una pusilanimidad es- cesiva, una influencia desmedida causada por la mas ligera sobrecarga eléctrica de la at- mósfera, un espanto que va hasta el síncope producido por el temor del trueno y de la tempestad, etc., tales son los caracteres por los que se la puede reconocer. A cierto gra- do ya se la puede combatir por los antispas- módicos, pero ellos no la destruyen. VAPORES, ESPASMOS. Ellos tienen caracteres variables en razón del punto de partida del aura: los antiguos reconocieron tres puntos; el epigastrio, el co- razón y los órganos genitales. Trousseau y Pidoux añaden la región que ocupa el paque- te de los intestinos delgados. Aquellos cu- ya aura parte de los órganos que concurren —295— á la digestión son los mas amovibles y que retachan menos sobre la inervación muscular. Las ansiedades epigástricas son uno de los caracteres de la movilidad nerviosa, aveces son tan incesantes é intensos que causan nau- seas, rara vez vómitos completos, cardialgía que quebranta la fuerza, sumerje en la tris- teza mas negra y caprichosa, y lo que es su efecto mas funesto, quita el apetito: se opone á las digestiones y produce una distensión gaseoza del estómago, seguida de eructacio- nes espfosivas ruidosas, no nidorosas, ni aci- das. Este estado prolongado trae gastralgias, distintas de las nevralgias francas del estó- mago por los espasmos del esófago y la dis- fagia pasajera que viene á añadirse, por su dolor menos esquisito; pero dilacerante y acompañado de un abatimiento moral, que va hasta la desesperación. En el primer grado aprovechan la valeriana, la asafétida antes y después de comer, si hay vómitos puramente espasmódicos y gastrodinia el éter á fuertes doses, el alcanfor con beleño. Hay casos en que el aura nace del hipocon- drio, acompañada de dolores punzantes y erráticos de una grande ansiedad, de yacti- tacion continua y eructaciones también con- tinuas y sin olor, con evacuaciones abundan- tes de una bilis verde, tenue y cruda, arro- jada en la mayoría de casos por arriba: este conjunto de accidentes, precedido de otrcs desórdenes nerviosos y desaliento profundo en que echan los espasmos cuya aura se ele- va de los órganos de la digestión, es el cóli- —296— co bilioso de Sidenham que muchas veces es debido á un desorden puramente espasmódi- co. Si predominan los dolores, se recurrirá á los antispasmódicos animales como el al- miscle, castóreos, el éter y aun narcóticos, en caso que venga ictericia ya no bastan los antispasmódicos. Ciertos cólicos nefríticos simulando el calculoso, son de la misma na- turaleza. Se ve mas frecuentemente mos- trarse los espasmos abdominales bajo la for- ma de ansiedad ó pasión mesentérica, como decían los antiguos cuyo estado se acompa- ña de borborigmos, intumescencia timpaniti- ca, sobreviniendo rápidamente y cesando del mismo modo, de latidos tumultuosos y vio- lentos en diferentes porciones de la corta ab- dominal: en tal caso la asafétida debe opo- nerse. Los espasmos del intestino se tradu- cen muy frecuentemente, principalmente en los hombres, por cólicos que simulan al ¡leo y operan tal deyección de las fuerzas con palidez y sudores frios, que se han visto sín- copes prolongados traer la muerte: es el cóli- co nervioso iliaco de Barthez: el castóreo, al- canfor, ámbar, succino, éter en pociones y lavativas dan buen resultado. Los espas- mos cuya aura es torácica son palpitaciones de corazón, í ofocamiento, tos convulsiva, as- ma; no debiendo colocarse el hipo porque es un accidente precursor, así como ciertas ano- malías de la fonación, ni la afonía nerviosa porque son consecuencia de ataques violen- tos de hysteria. El éter es útil en las palpi- taciones que á veces son casi continuas, le- —297— Vantan el pulso con fuerza, se acompañan en la noche de sudores profundos y debilitantes, orinas limpias, frió á los pies, pulso seco, ner- vioso cuya fuerza es desproporcionada sor- prendentemente con los choques que se ven en la región del corazón é impiden la mas pe- queña ocupación: primero, nó son síntomas de alguna lesión anatómica, pero podrán ha- cerse, presentan este carácter de gravedad mejor en los hombres, escepto en los hipo- condriacos conviene la valeriana: y asafétida. Hay un estado que Trousseau y Pidoux lla- man sufocación pudiendo llamarse asfixias es- pontáneas ó nerviosas, que no es asma, ni síntoma de alguna lesión orgánica, ni apople- gía, ni aun congestión del parénquima pul- monar, el aire entra fácilmente al fondo del pulmoq, las inspiraciones son profundas y re- petidas y una sensación de asfixia oprime á los que la sufren, parece que de golpe (por- que siempre es súbito en su invasión y cesa- ción) la sangre no se oxigena y los nervios pulmonaresestán paralizados: es común á los dos sexos, causa angustias y una melanco- lía profunda, comienza por cuatro á cinco veces al dia durando tres á cuatro minutos, después deja, pocos intervalos durante los cuales el enfermo no cesa de bostezar. Ocúr- rase al éter y agua de aZabaf. La tos con- vulsiva, e? mejor uno de los juegos de la hys- teria que un espasmo propio é independien- te- á veces, sin embargo, es aislado, y el mas rebelde: su carácter es ser convulsiva, ines- perada muy frecuentemente; pero no quinto- —298— sa ni disneica, sin espectoracion, no presen" tando mas que signos negativos á la auscul" tacion, entrecortada á veces por sofocacio" nes ó espasmos del esófago. Aprovecha el asafétida, óxido de zinc con opio ó bella- dona. No hay duda que hay asma esencial, inde- pendiente de toda lesión material de la la- ringe, pulmones, corazón y grandes vasos, no siendo su causa el catarro capilar que le acompaña en ella, puede usarse con éxito la asafétida y la goma amoniaco. A veces tam- bién el principio gotoso se reviste frecuente- mente de ella, así como ciertas evacuaciones hemorroidales, úlceras de las piernas, afec- ciones dart rosas, etc., que desaparecen y son reemplazadas por ella. El asma periódico que viene todas las noches cada quince dias V. g., y que cesa para reaparecer mas tarde, con mas duración y violencia, aumentándo- se progresivamente, se acomoda menos á la medicación antispasmódica, que los que ata- can de preferencia á hombres de menos edad, con marcha menos periódica, mejor remiten- tes que intermitentes y marchando de una manera inversa decreciendo con la edad. La hysteria en sentido rigoroso pertenece á la muger solamente, hay casos de jóvenes llegados á la pubertad en quienes el aura es- pasmódica se elevaba manifiestamente de los órganos genitales (cordones espermáticos y región de las vesículas seminales en parti- cular) etc.; pero que terminaron con el des- arrollo de dichos órganos. De todas las afee- —299— ciones espasmódicas, las de aura de origen hyst.érico son las mas rebeldes y complica- das, las que casi solas solicitan movimientos, desordenados en el sistema muscular de la vida animal y á subyugar el centro cerebral al punto de suspender momentáneamente to- das sus atribuciones, ellos pueden simular todos los espasmos, ser la causa de todos ya aislada, ya simultáneamente. Foeminarum enim paucissimos ab omni horurri affectuum specie pronus libera sunt, si istas excipias quaz laboribus assueto? dure vitam tolerant. (Side- nham) La epilepsia no es mas que uriá modifica- ción mórbida esencial de la inervación cere- bro-raquidiana, grave, profunda, crónica ¡y refractaria, que concluye por imprimir á las funciones por cuyo desorden intermitente se anuncia, alteraciones permanentes que obli- teran todas las atribuciones del sistema ner- vioso de la Vida animal, con cierta forma con- vulsiva y apoplética, viniendo por accesos mas ó menos aproximados y que toma toda su gravedad, dicha forma, de la afección esencial tan temible de que es síntoma: ella es el morbus sacer de los antiguos, es esencial é incurable aunque pasen años sin acceso. Las convulsiones epileptifbrmes son la forma de la epilepsia convulsiva apoplética, menos la epilepsia, la esencia, el aparato fenomenal, dependen de varias causas, se llama eclamp- sia la de las mugeres de parto, y de los ni- ños-la primera se aleja mas del carácter esencial asignado al espasmo, su.tratamiento —300— tiene lugar donde quiera y en ninguna parte, lo mismo el tétanos, hidrofobia, etc., en cuan- to á los otros, junto con la danza de S. Vito carecen también muy frecuentemente del carácter que asegura el suceso de los antis- pasmódicos, estoes, el foco visceral del aura, y solo son ventajosos como medios accesorios de otros mas adecuados; así la valeriana y éter podrá usarse en la eclampsia, que cede- rá raras veces, ya por ineficacia de los medi- camentos, ya por la imposibilidad de su ad- ministración, en las convulsiones de los ni- ños, si se puede, úsese del jarabe de éter, óxido de zinc y del asafétida para la danza de S. Vito. Los accidentes de la hysteria ceden tanto mejor á los antispasmódicos, cuanto ellos son mas aislados, mas vagos, recientes y se ago- tan en mil anomalías, sobre la inervación de los diferentes órganos del vientre y del pe- cho: la hysteria se limita á ejercer su influen- cia sobre la inervación de la vida orgánica, en aquellas mugeres cuya movilidad nervio- sa es muy pronunciada, que son de una com- plexión delicada, vaporosa: en aquellas la pa- sión hystérica gana menos frecuentemente las porciones del sistema nervioso afectas á la producción de los movimientos volunta- rios, establece mejor su tiranía, como dice, Hoffman sobre las funciones vitales; pero también ella se goza bajo mil apariencias y reproduce por sí sola todos los espasmos sim- ples y dolorosos cuya aura tiene por foco otros órganos. Al segundo grado caracteri- —301— zado por las convulsiones.y la suspensión de acción de los sentidos y del centro cerebral, ataca mas frecuentemente á las mugeres po- tentes, fuertes-, que son las menos nerviosas. Foemine quibus hcec species, quce úferi strangu- latus vulgo aud.itfamiliar est temperamento sunt ut plurimum plusquam solet sanguíneo et habi- tas corporis ai viragines accedente, dice Side- nham. Los ataques convulsivos de la hysteria, no deben ser tratados ni detenidos en su mar- cha, sino cuanüo por su intensidad ó dura- ción amenazan interrumpir la ac.cion de al- guna función 'de las mas inmediatamente ne- cesarias á la vida. Si paroxismus Imvior esse solet absque ulteriori spiritum perturbationi sua sponte per transiré per mitatur (Willis); las mu- geres dada la causa que debe originarles convulsiones, desean el ataque para quedar quietas: lágrimas abundantes, orinas copio- sas y limpias, la esplosion de la cólera son también muy frecuentemente la crisis que reemplaza las convulsiones. Para volver en sí á las sufocadas por un ataque, úsense co- sas que rompan la cadena de ciertas emocio- nes instintivas patológicas, para reemplazar- las por emociones instintivas fisiológicas como cosas de olor fuerte á la nariz, y Aecio dice: os cegrce aperialur ac msdius dígitus ad vomitum proliciendum intromitatur--- et super hcec omnia, mulier magrus vociferationibus excite- tur aut vocetur. La práctica de los galenis- tas y árabes ha sido bien refutada por Sen- nerto. Los antispasmódicos no tienen enea- —302— eia en los grandes espasmos, como la cata- lepsia, éxtasis y todas las formas que ahora no se ven y de que está llena la edad media. Entre los resultados de la hysteria á conse- cuencia de sus paroxismos muy violentos, los hay que constituyen fnuevas enfermeda- des, y otros que no consisten sino en vesti- gios mas ó menos rebeldes: estos en general obedecen á los antispasmódicos; pero los pri- meros exigen medios mas enérgicos y de otro orden, ellos ó suceden á ataques inten- sos en mugeres que los esperimentan a in- tervalos muy lejanos, en cuyo caso son de dos especies; la primera, que recuerda la mo- vilidad nerviosa; la segunda, comprende la fiebre espasmódica, el estupor hystérico y diferentes desórdenes que recaen principal- mente sobre la sensibilidad y el movimiento de los órganos de relación; ó bien la otra se- rie que se nota en las mugeres que desde muy largo tiempo están á la prueba de todos los desórdenes hystéricos, que sin haber te- nido ataques completos y vehementes, los esperimentan fraccionados, incompletos, no críticos, por los que la afección espasmódica parece no ser suficientemente juzgada, pero en quienes ellos se renuevan muy frecuente- mente y al menor motivo, que ademas desde un largo tiempo también resienten casi ince- santemente la hysteria vaporosa bajo todas sus formas. En las primeras el intervalo de los ataques estando colmado por la serie sin fin de los espasmos viscerales, este estado poco á poco ataja las digestiones, altera las - 303— secreciones y retacha insensiblemente sobre todas las funciones asimilatrices: ellas antes de llegar á las lesiones orgánicas propiamen- te dichas, que son raras en ellas, pasan por una serie de desórdenes nerviosos tan conti- nuos, tan generales y tan graves que reasu- men por sí solos toda la clase de las nevro- ses, desde los espasmos tan móviles, hasta las vesanías mas rebeldes, y que otras veces la fiebre, el insomnio, etc., las conducen por la perversión de todos los actos nutritivos á una atrofia general ó á caquexias, etc., así es frecuentemente engendrada la clorosis. La movilidad cede por sí misma y puede pre- cisarse su cesación por el éter y la valeriana, la fiebre espasmódica y las diversas parauses tan caprichosas, las afonías, las amauroses, hemiplegías, etc., ceden á veces á ía valeria- na y asafétida, pero escepto la fiebre á quien ellos bastan, los medios de prinler orden son los sedantes como las afusiones frías. La se- gunda serie de accidentes consecutivos es el escollo de los antispasmódicos. Reasumiendo en fórmulas generales tene- mos: 1. ° , los espasmos esenciales, cuya in- vasión tiene lugar bruscamente, que tienen el carácter de la fugacidad y movilidad, que son abortados, incompletos y todavía al esta- do de vapores (palpitaciones, sofocamiento, globo hystérico, ansiedades viscerales, cua- lesquiera que sea el fondo del aura) que es- tán mas especialmente en relación terapéu- tica con las sustancias antispasmódicas cuy- accion tiene como ellos, por carácter, la insa —304— tantaneidad, fugacidad ó la prontitud para gastarse, que alivian pronto ó son de ningún efecto; (agua de azahar, valeriana, éter sul- fúrico); 2. ° , los espasmos pulmonales obede- cen en general á antispasmódicos de acción mas fija como las gomoresinas fétidas y á SU; frente el asafétida y goma amoniaco, la pri- mera especialmente, hace cesar las flatuosi- dades y todas las exhalaciones gaseosas, ¡no- doras en el hombre, la valeriana en la mu- ger; 3. ° , los espasmos con dolor, cuya aura es casi siempre epigástrica, hipocondriaca ó mesentérica: áqui los antispasmódicos ani- males especialmente el castóreo, también ef alcanfor, ámbar y succino tan útiles para la dismenorrea; 4. ° , la hysteria convulsiva, no exije medicación sino raras veces, sus conse- cuencias no responden á los antispasmódi- cos, sino cuando retrazan las formas vaporo- sas: su eficacia es tanto mas dudosa cuanto se aproximan mas á los altos espasmos, á las nevroses primitivas de las funciones anima- les, de las parauses, así como á las caquexias producidas por los espasmos viscerales, re- beldes y entretenidos por causas inmovibles, morales ó de otro genero. No es difícil, dice Tissot, reconocer si los nervios sufren en una enfermedad; pero si lo es ordinariamente, distinguir si están ata- cados esencialmente, si la enfermedad es propiamente nerviosa ó sj.están irritados por una causa estraña, en cuyo caso todavía es necesario saber st se debe atender solamen- te á la causa, ó si los nervios están bastante —305— irritados pa;a que se deba tener cuenta de ello en el tratamiento: veamos quécondicio- nes debe tener un aparato nervioso para exis- tir como elemento y merecer medicación an- tispasmódica, para lo cual Trosseau y ¿Mdoux completan áTissot y rectifican á Berard: 1 ? , las enfermedades agudas raras veces son en- grosadas con el elemento espasmódico porqne á causa de la rapidez de su marcha y princi- palmente de la sinergia de sus movimientos, las afecciones independientes no tienen el tiempo de injerirse en ellas: los fenómenos nerviosos entonces son casi siempre sintomá- ticos y revisten una fisonomía, que para na- da es la del espasmo esencial; ademas la po- tencia vital está absorta enteramente en su reacción orgánica. Hay un consensus de es- fuerzos que escluye á priori la presencia de actos cuyo carácter es la aberración, la cro- nicidad y la falta de fenómenos críticos; otra razón mas directamente opuesta es, que en o-eneral esta reacción viva que costituye las enfermedades agudas, es febril, y la fiebre es antipática á los espasmos febris spalmos sol- vit (Hipocr.) ios casos que hacen escepcion á esta ley se reasumen en los dichos al ha- blar del almizcle en la materia médi.a res- pecto á su uso en las neumonías y flegma- sías malignas ó atáxicas; 2. ° , en las enfer- medades crónicas principalmente apiréti- cas cuando el organismo rehaciendo apenas, contra la causa mórbida, se halla poco mas ó menos en las condiciones en que los es- pasmos le afectan primitivamente con esta —306— Otra circunstancia de que mas que su debi- lidad relativa, le predispone mucho: el ele- mento nervioso viene frecuentemente á bur- larse y puede ser atacado junto con la alte- ración principal sin que esta sea cambiada en su curso porque tal es el carácter esen- cial del elemento. Para distinguir el,¡ ele- mento del síntoma, hav medios de difieren tes órdenes, primero se debe considerar el sexo. Las mugeres desde la pubertad hasta la edad crítica, casi no tienen enfermedad crónica donde el elemento espasmo no me- rezca una atención seria, principalmente si ellas son de temperamento nervioso, móvil, llevan una vida sedentaria y muelle, y si han esperimentado emociones del alma inespe- radas y profundas, accidentes hystéricos an- teriores. Apud foeminas semper suspicandum defomite hystérico (Bagliv); segundo, si la en- fermedad afecta un órgano de muchas sim- patías, los fenómenos nerviosos puedan no ser mas que sintomáticos; pero los mas se- guros datos se toman todavía de los carac- teres de los males de nervios, la mejor prue- ba de que en el curso de una enfermedad los fenómenos espasmódicos tienen una existen- cia independiente, es la presencia del aura visceral. De aquí emanan todos los signos diferenciales que se han indicado y de los que los mas ciertos son: 1. ° , no seguir en su marcha y grados de gravedad, la marcha y grado de la afección primitiva; 2. ° , de ha- ber sobrevenido después de esta sin alguna conexión con ella y lo mas frecuentemente —307— de un modo brusco; 3. c , concluir y repro- ducirse sin causa apreciable; 4. c , terminar- se sin crisis aparentes; 5 °, dirijirse indis- tintamente sobre todos los órganos con sín- tomas tan caprichosos, tan opuestos entre sí y á la naturHleza conocida de la lesión prin- cipal, que ellos jamás se bayan visto resul- tar de ella y oue repugna considerarlos co- mo efectos de una sola misma causa; 6. ° , la de existir al mismo tiempo que muchos de los signos de movilidad nerviosa, de coinci- dir con el frió de los pies, un pulso convulsi- vo, es decir frecuente vivo, duro, seco y opri- mido, producciones gaseosas é inodoras en el tubo digestivo, orinas abundarte* y claras, insípidas é inodoras, debilitantes según Boer- have al punto que creia que se disipaba con ellas una gran cantidad de espíritus ani- males; 7. c , de desaparecer en general si la enfermedad hasta entonces crónica, reviste una forma aguda y pyrética y de aumentar- se y multiplicarse si esta enfermedad es tra- tada por sangrías inmoderadas. En todos es- tos casos el elemento nervioso reclama el uso de los antispasmódicos por la misma ra- zón, según las mismas leyes y el mismo mo- do de administración que cuando la afección espasmódi.a es toda la enfermedad, lo que destruye el axioma de la medicina orgánica subíala causa tolhtur effeclus, así hay casos en oue existe una lesión orgánica de las visce- ras torácic-'s y un asma en cuyo caso la afec- ción espasmódica tiene su rura en el órgano ó sistema de órganos donde asienta la lesión 2b -308— material: desde que la anatomía ha traspasa- do sus límites, el asma no es mas que un sín- toma, repetidas veces dicen Trousseau y Pidoux vieron enfermos afectados de lesiones pulmonares ó cardiacas avanzadas, ser alivia- dos de asmas nerviosos asociados á estas le- siones, por los antispasmódicos, ya no tenían asma y solo conservaban entonces con su in- curable lesión desórdenes funcionales pro- porcionados y que seguían imperturbable- mente todos los grados de la afección orgá- nica; en tal caso los antispasmódicos no des- truyen mas que el elemento sobreañadido y dejan el síntoma. Lo que prueba que en estos casos el asma no es el síntoma, es, que es esencialmente intermitente, que ha muy frecuentemente existido después de la lesión y sin conformarse á sus desarrollos sucesivos que mas frecuentemente todavía ha prexisti- do y tenido una muy grande parteen la pro- ducción de la enfermedad de que se le hace derivar, que sobreviene entonces en condi- ciones y bajo influencias esternas é internas que podían producirlo por sí solas é indepen- dientemente de las lesiones materiales, que no han obrado sino como causas determinan- tes, que él tiene todos los caracteres del as- ma primitivo, y que semeja tanto al asma síntoma, como las convulsiones de la menin- gitis aguda á Jas de un ataque de hysteria. Se ha dicho que la terapéutica estribaba to- da en el diagnóstico, y es cierto; pero no se dá ese nombre de diagnóstico á la grosera noción que enseña la escuela anatómica. —309— La clorosis puede ser causa y efecto de afecciones espasmódicas intensas y prolon- gadas, lo mas frecuentemente en ella los es- pasmos, son sintomáticos y desaparecen sus- cesivamente bajo la influencia del tratamien- to marcial: á veces con todo tienen bastante predominio para exijir el uso de la valeria- na, como medio de hacer posible y secundar la acción de las preparaciones de fierro, que solas son mas radicalmente curativas. Los fenómenos nerviosos que aparecen en el cur- so de las enfermedades agudas, son casi siem- pre sintomáticos, las afecciones de esta cla- se que-no son espasmos, son en su mayoría inflamaciones, fiebres ó nevralgias: estas úl- timas aun frecuentemente agudas por sus síntomas, son en general crónicas por su marcha, puede decirse que nunca los sínto- mas nerviosos, que se observan en las infla- maciones agudas y las fiebres que no son ner- viosas, tienen el aspecto y carácter del es- pasmo. Estos síntomas, cuando tienen lu- gar, son si 'mpre la espresion de alteracio- nes funcionales del sistema cerebro-espinal, á pierios que la ataxia sobrevenga: sucede lo mismo de estos síntomas en las fiebres gra- ves y exantemas agudos. En las enferme- dades crónicas costituidas por lesiones orgá- nicas sin fiebre, no es raro ver fenómenos nerviosos sintomáticos y ligados á la enfer- medad principal, como un efecto á su causa, mejorarse considerablemente bajo la influen- cia de los antispasmódicos llevados á altas doses, su utilidad principal es oponerse á que —310— el síntoma no obre luego cómo causa de au- mento de la lesión primitiva, cuyo círculo vicioso es muy común en las enfermedades del corazón y de los pulmones. En los adul- tos y en los viejos afectados de espasmos, cuya aura es alternativamente torácica y so- bre todo abdominal, son ellos muy frecuente- mente sintomáticos de la gota irregular. Wyth colocaba entre las causas mas comu- nes y poderosas de los espasmos, la presen- cia en la sangre del principio de la gota Mus- grave, Cullen y Barthez han especificado es- tos casos y lian elogiado la asafétida, alcan- for y almizcle pa'-a apagar estas manifesta- ciones gotosas que se dirijen, ya sobre el pul- món para producir el asma, ó sobre el cora- zón para causar palpitaciones dolorasas, li- potimias frecuentes, ó sobre el estómago é intestinos y originar eructaciones intermina- bles y cólicos atroces. En el vértigo goto- so, recomiendan Musgrave y Barthez la va- leriana; así como los antispasmódicos todos que llaman antigotosos, como los éteres, asa- fétida, almizcle, alcanfor, etc., contra la an- gina de pecho considerada por ellos como una traducción frecuentemente del estadogo- toso irregular, así como ciertas apoplegías; Stoll hacia un uso feliz de la valeriana en una especie de danza de S. V'ito que creía sintomática de la gota. Todos estos gran- des prácticos que enseñaban el arte de no curar la gota sino mantenerla en las articula- ciones, cuya terapéutica se contentaba con: "cambiar h gota irregular y visceral en gota —311- fija y articular no han querido jamás, mis que conjurar la forma y el lugar del síntoma:" en el método analítica de tratamiento qtl? con- viene al caso mas simple, donde la sola ca- quexia gotosa produce males de nervios, es necesario paliar asiduamente los síntomas por antispasmódicos antigotosos. Por últi- mo, puede establecerse el precepto siguien- te: es siempre útil y legítimo hacer uso de los antispasmódicos en las enfermedades cró- nicas, siempre que se observen en ellas fe- nómenos espasmódícos aUo predomínalas y cuando el estado del tubo digestivo no se opone. Las circunstancias en que la observación nos muestra á la inervación, presidiendo á las funciones orgánicas, desviada y perver- tida, según el modo especial que caracte- riza el estado espasmódico, son: 1. ° , la pri- vación de materiales sobre los que operen los órganos de la vida nutritiva, y en cuya elaboración debe contenerse su acción. En efecto, nada desarrolla mas infaliblemente la movilidad nerviosa y las afecciones espas- módicas, que la abstinencia prolongada, la dieta muy severa, las espoliaciones humora- les y sanguíneas, llevadas muy lejos; asi se pueden crear á voluntad, mugeres vaporosas é histéricas, hombres flatolentos y llenos de espasmos, de males de nervios é hipocon- driacos: 2. ° , otra causa muy eficaz del es a- do espasmódico, son las pasiones, y mucho mas, las depresivas que arrojan en el abati- miento como el miedo, todas las ansiedades —312— morales, las afecciones tristes, la envidia, el odio desgraciado, &c, que las espansivas es- timulantes y que duplican la energía vital como la cólera, el orgullo, la ambición, el amor feliz. Esta causa, como la primera, des- * vía de los actos nutritivos, la vitalidad de las visceras, porque nada suspende tanto, é inter- vierte las elaboraciones nutritivas, como las pasiones, que hemos dicho, desarrollan el es- tado espasmódico esencial: 3. ° , la presencia en el organismo del principio gotoso, princi- palmente «-uandocomienzaáser engendrado, y que produce los fenómenos de la gota vaga, fijaó errática. Se ven muchos hombres (y to- das las mugeres están lejos de estar al abri- go) sufrir por muchos años, dolores ó espas- mos los mas varindos y numerosos que termi- nan por un ataque de gota articular regular ó en un flujo hemorroidal, y aun por simples mariscos que no sangran, y todos los acciden- tes de gota vaga, se disipan en el momento: 4. ° , un predominio costítucíonal, un esceso de desarrollo primitivo y congenial de la iner- vación visceral de los centros que allí presi- den. Se ve uno obligado á suponer y admi- tir este hecho, cuando la diátesis espasmódi- ca no depende de alguna de las condiciones que pasamos en revista. En tales personas, las estaciones calientes, la mansión por lar- go tiempo prolongada de una temperatura elevada, &c, determinan muchas enferme- dades vaporosas y espasmódicas, al mismo tiempo que estas circunstancias debilitan las funciones asimilatrices y echan en la lan^ui- —313— dez, á todos los órganos encargados de los actos de la vida nutritiva: 5. ° , el predomi- nio absoluto y como tiránico de la inervación de un órgano ó de un aparato tal como el de la generación en la muger, durante todo el periodo concedido á este aparato, para el grande acto de la reproducción; sobre todo, en la época en que este sistema va á entrar en posesión de sus importantes atribuciones. Esta condición de desarrollo de las enferme- dades espasmódicas, es la mas frecuente y fecunda y á quien es debida la hysteria y sus innumerables fenómenos. Los antispasmó- dicos sin saberse cómo, ni por qué, ellos tie- nen la propiedad de apagar ó regularizar de una manera directa ó inmediata la inerva- ción visceral ó ganglionar: su potencia varia según las causas, n<í los de la primera serie tan común é infalible en sus efectos, tienen una acción, pero pasajera y solo paliativa; pero importante para conjurar los acciden- tes, y permitir el uso de medicaciones radi- cales que consisten en la rehabilitación de las funciones vegetativas, creando una sangre rica y obrando de modo que la potencia vi- tal, sea toda empleada en hacerla servir á los actos de la nutrición. En los de la se- gunda serie, mientras obran las causas, los antispasmódicos son de poco socorro; pero ellas a veces, después de obrar por mucho tiempo dejan reliquias, un estado de exas- peración y de desorden, que una vez adqui- rido, persiste por sí mismo, como un retaene indefinido: es un temperamento nervioso ac- —314— cidental: entóncesson útiles, yantes: el triun- fo de la razón, es el mejor modificador tera- péutico. En las del tercero, son muy útiles, y en el cuarto gozan como en el quinto de la prerogativa de medicación esencial, por- que no hay otro elemento que predomine; to- do está en el estado espasmódico primitivo, la enfermedad es simple y la medicación de- be de serlo, esto es, no debe consistir mas que en un »olo orden de medios, cualesquie- ra que ellos sean, porque no pretendemos que los agentes de que tratamos, sean los Únicos que puedan oponerse á las afecciones espasmódicas, porque también puede esperar- se mucho de poderosas distracciones del es- píritu, de una alimentación fuertemente re paradora, y ampliamente gastada por ejerci- cios gimnásticos bien ordenados y todos los medios que pueden dirijir la inervación vis- ceral teda entera hacia las funciones nutriti- vas, así como cuando no puede recurrirse á ellos, los antispasmódicos quedan como úni- cos: ellos, como los agentes cuya virtud es superficial y no produce modificaciones ma- teriales, es fugaz y pronta para gastarse, su efecto es pronto ó nulo, escepto las «-ornas fétidas. & Es un error creer en Ja inocuidad de las nevroses, porque la gravedad de una enfer- medad, casi nunca está en los síntomas ó for- mas, sino en su causa diatésica general así ellas pueden producir caquexias y lesiones orgánicas: la sustancia nerviosa goza esen- cialmente y por sí misma, de propiedades —315 — sensibles representativas y afectivas, cuyas' propiedades le son innatas, y ella está com- puesta de ellas, si puede decirse, sin sacar- las inmediatamente de la sangre; mas en las circunstancias ordinarias, tiene necesidad 1e su impresión reparadora y estimulante, ella se la asimila y saca tan poco sus propiedades sensibles, que al contrario se las eomunioa: es necesario, sin duda, que haya en la san- gre elementos apropiados; pero ni la ss, y la que trae necesariamente un desorden grave en las funciones de la parte; si la rotura tiene lugar por una violencia es- terior, no puede dejar de ser seguida de un trabajo mórbido fluxionario al punto enfer- mo, la que bien haya seguido ó precedido á la lesión mórbida, no tiene con todo mas que una duración muy limitada, y desde que des- aparece, los tejidos que habiajnvadido están aptos para volvt-r á tomar sus funciones.'Ha- bía aquí, pues, una doble causa para la pará- lisis, la rotura primero de ¡as fibras medula- res, y luego la fluxión que habia invadido las fibras mismas no rotas; por consiguiente, se comprende posible una mejora si no una cu- ración total; pero todavía hay otra cosa que considerar, y es que un haii de fibras medu- —323— lates bastante grueso, sirve para trasmitir á5 una parte del cuerpo las órdenes de la vo- luntad y los movimientos que son su espre- sion, y sucede muy frecuentemente que no todo él haz está destruido por el derrame sanguíneo, y la parálisis, no obstante ser com- pleta, lo que es debido no solo al estado fluxionario, sino principalmente á que, si v.g., mil fibras sirven á la animación de un mús- culo, y que por una lesión cualquiera los nue- ve décimos cesan para siempre en sus fun- ciones, desde luego los otros cien st-rán insu- ficientes casi completamente para trasmitir las impresiones y voliciones, y la sensibilidad quedará casi completamente estinguida, y apenas durante los mayores esfuerzos se sen- tirá ponerse un poco rígidas las fibras mus- culares, al medio de las vaynas aponevróti- cas, pero poco á poco esta* fibras persisten- tes adquieren una actividad suplementaria, reemplazando muy bien á las que no funcio- nan; no porque como dice Tiedeman las par- tes divididas de un nervio ó centro nervio- so se regeneran, por el intermedio de una materia evidentemente de naturaleza nervio- sa tan apta para funcionar como el tejido normal, sino como dice Heurteloup, la ener- iría nerviosa de las partes persistentes, se au- menta v suple á la acción de las partes d.vi- didas, como sucede en la circulación sanguí- nea- debe, pues, recurrirse á los eX.tantes para estimular las funciones de las partes ner- "TcaTeiemento, á cada aparato, á cada —324— órgano está confiada una suma de funciones normales; pero si se les obliga á funcionar mas, poco a poco adquieren mas capacidad funcional, ejecutando luego diez tantos mas que antes del ejercicio exagerado á que se las ha sometido, así el estómago del glotón, el ojo en otros, se hacen mas activos, el gim- nástico, etc.; y es que se perfeccionan anató- mica y funcionalmente, y es que el volumen de los elementos orgánicos aumenta en ra- zón de la actividad de las funciones que se las hace ejecutar; los nervios, las fibras es- pandidas en renchimientos nerviosos, entran en la regla común. De todas las condicio- nes, la mas propia á dar esta capacidad fun- cional en las partes sanas que han quedado, es el ejercicio del órgano et cargado de esta función, y esta es la dificultad porque: ¿cómo trasmitir á los filetes nerviosos a las porcio- nes situadas entre la periferia y la lesión del Órgano central, la modificación' en cuya vir- tud las porciones que están sanas serán obli- gadas a funciones exageradas? solo por ¡os exitadores, porque si representamos por cien el número de fibras toiales á que el cerebro presta influencia, y que noventa de estas ya no tienen comunicación con el órgano cen- tral, diez solamente estarán en relación y obrará sobre ellas, no por la masa total del cerebro, sino por la sola porción en que se espanden las fibras persistentes, cuya in- fluencia, por grande que sea la tensión* de la voluntad, no puede esceder una medida muy limitada, porque eí cerebro no puede funcio- —325— nar sin cesar, porque se fatiga como todos los órganos activos; pero si durante el tiem- po de reposo del cerebro, un agente exita- dor como la electricidad ó la nuez vómica, mantienen artificialmente el haz de fibras nerviosas persistentes en una actividad fun- cional incesante, se comprende que según la ley fisiológica ya espuesta, la capacidad fun- cional aumentará en proporción, y luego por este medio la actividad aumentada de un pequeño número de fibras, vendrá en com- pensación de la disminución de su masa; pe- ro no es esto todo, si el agente exítador lle- va su acción no solamente sobre las fibras que emergen del cerebro, sino sobre la mé- dula entera y sobre los filetes mas delgados, se reconoce que el árbol nervioso se hará mas apto á recobrar sus funciones y por ello serán facilitadas las comunicaciones anasto- mósicas. El cerebro ha sido considerado justamente como el asiento del entendimien- to y de la voluntad, como el sensorio común, y en consecuencia, como el exitador de los movimientos y de la sensibilidad; pero las bellas esperieneias de Calmeil, demuestran que la médula espinal participa también de las funciones del cerebro, siendo, aunque á un menor grado, el asiento de algunas voli- cione.i y por consecuencia de un poco de en- tendimiento: en cuanto á los nervios son, has- ta cierto punto asimilables al cerebro de los vertebrados en las clases de animales inferio- res; pero nada prueba sea lo mismo en estos últimos, y según eso se concibe, que las para- —326— lises son tanto mas irremediables cuanto ellas han alterado la testura del órgano mas po- tente, como las que dependen de las lesio- nes de los nervios: son en general muy fáci- les de curar, y aquellas que reconocen por causa una enfermedad de la médula, son menos rebeldes y se concibe cómo los agen- tes exitadores son tan útiles, cuando obran concurrentemente con el cerebro sobre la médula enferma ó los nervios, y tan inefica- ces cuando no tienen que ayudar sino suplir la acción cerebral perdida. Llegamos á las parauses cuyas causas ana- tómicas se nos escapan enteramente, como cuando ha tenido lugar á consecuencia de una conmoción del cerebro ó de la médula, de una congestión ó de una flegmasía; ó fi- nalmente, por cualquiera otra modificación que haya persistido por espacio de algún tiempo, en cuyo caso las partes que recibían influencia en otro tiempo de la porción en- ferma de uno de los centros ó del conductor nervioso, quedan paralizados aun en el caso en que el órirano inervador haya vuelto á condiciones anatómicas, tales que puedan verificar sus funciones; aquí la cesación mo- mentánea de la influencia exitatriz del cere- bro ó médula, ha hecho cesar la aptitud fun- cional de los nervios periféricos o de la mé- dula misma. Ahora pues, si durante un lar- go tiempo las i o. presiones va no se trasmi- ten por los conductores nerviosos, estos pier- den todavía su aptitud funcional; así la ce- guera producida por la catarata, deja algunas —327— veces después de sí una amaurosis qíie per- siste mando la lente cristalina ha quitad..se Ó deprimídose, así el abuso de la continencia produce la impotencia ó la frijr¡dez:'á estas formas ue parauses se oponen los exitadores- con un suceso casi costante, la nuez vómica, la electricidad, la sobacion, ■ la flagelación po- drán emplearse sucesivamente y combinados entre sí. En esta misma clase es necesario colocar las producidas por la acción tóxica de las preparaciones- saturninas ó mercuria- les, porque aquí aunque su causa haya sido ya eliminada, la parálisis persiste y los exitan- tes prueban muy bien. Cada dia se ve la pa- rálisis producida por defecto» de exitant.es in- ternos (influjo del cerebro, de la médula) ó estemos (las impresiones esteriores); ahora, por el contrario, la veremos suceder al abuso de Ua función, así lá impotencia venérea por esceso de placeres, la muscular por fatigas^ escesivas, la senil por e| ejercicio largo tiem- po continuado de los órganos: en cuanto á las dos primeras son verdaderas parauses, se curan ordinariamente sin los socorros del ar- te por los esfuerzos solos de la naturaleza, desde que por el reposo y alimentación la incitabilidad agotada se restablece; pero siempre son útiles la sobacion, ya por presión, ya por malaxación ó bien por percusión, la fia- gelacion y el manoseo; pero cuando el repo- so y alimentación no bastan, los enfermos entran en la clase de los viejos y en ellos los exitadores no tienen mas que una acción temporal aunque evidente, acción que en —328— personas jóvenes puede todavía algunas ve- ces volver por largo tiempo á los órganos la capacidad funcional que habían perdido, su- puesto que no haya nuevos escesos. Hay parauses d"bidas á una aberración del influjo nervioso, así en las liystéricas, en las personas á quienes han puesto en un es- tado de espasmo grave depleciones sanguí- neas, exageradas, no es raro ver sobrevenir súbitamente parauses locales, que algunas veces no ocupan mas que un ramo nervioso, algunas veces solamente los ramillos perifé- ricos: entonces los exitantes locales, hacen el principal papel curativo, en primer lugar la electricidad galvánica y la electropuntu- ra-y la sola electricidad si es superficial. En los enfriamientos parciales que se olnervan en algunas bystéricas, la electricidad por fricciones ó por chispas. En cuanto á la pará- lisis de los movimientos orgánicos íntimos ó la atonía, será apreciada en la medicación exitnnte ó estimulante; á esta forma convie- nen los exitantes; pero los ganglios del tris- plácnico, los ramos que del emanan, las fi- bras musculares en que distribuyen el movi- miento, pueden ser el asiento de modifica- ciones que para no ser idénticas á las del sistema nervioso de la vida animal, tienen con ellas mucha analogía; aquí los exitado- res, es verdad, no tienen una influencia tan inmediata y evidentemente útil como en las que hemos hablado; con todo, la vegiga y el Útero hacen escepcion: en efecto, la nuez vó- mica en las de la vegiga y del esófago, el —329— cuernecillo en la inercia de la matriz, tienen una eficacia tan grande como otros exitado- res sobre los músculos de la vida de relación; pero en la del estómago é intestinos cuyo diagnóstico es muy difícil y que no serecono- ce bien, sino en la producción rápida de ga- ces que distienden al intestino demasiado, la nuez vómica y electropunctura son muy Útiles. La elección de exitadores está su-' borninada á ciertas condiciones relativas á la especialidad de acción de cada uno de ellos y al asiento de la lesión nerviosa, bas- tando lo dicho para hacer resaltar las indica- ciones especiales de cada uno; así los strych- nos están mejor aconsejados en parauses de- pendientes de una lesión de los centros ner- viosos, la electricidad y electropunctura en las que dependen de una enfermedad de los conductores; la flagelación cuando la paráli- sis afecta los órganos genitales; el cuerneci- llo en la del útero: es de observarse que aquellos exitadores que se emplean al inte- terior y que anteriormente absorbidos van á llevar a todas las partes de la economía su influencia, pueden en ciertas circunstancias no ser sino difícilmente soportadas y despier- tan algunas veces en órganos sanos, estimu- laciones tanto mas enérgicas, cuanto las do- ses tienen necesidad de ser mas fuertes, á fin de despertar la sensibilidad adormecida en otros puntos; este inconveniente poco gra- ve en general, puede serlo en algunos casos y entonces es necesario recurrir á aquellos, que como la electricidad y electropunctura -330— ptieden ser dirijidos á voluntad sobre uda parte y sobre ella solamente. Medicación estimulante ó Hiwerageio- poiética. La vida no solo se entretiene por los esti- mulantes, sino que supuesta la vida en los tejidos, las modificaciones espeoífi'casulel es- tado vital ocupan un lugar eminente, por- que no se ve tanto con poca como con mu- cha luz, y hav abolición de sentimiento y de movimiento por defecto romo por esceso de sangre en el cerebro, y los exitantes soit* re- lativos al estado de la economía; así, si la piel está á 26; c R. una afusión a 28. c R.. esci- tará; pues si la piel está á 29. ° R., la misma causará frió, debilitará, &c: Broussais ha di- cho: "cuanto mas un órgano está irritado, nías el es irritable." ¡Bíown, "cuanto mas un Órgá'rto- es incitado, menos el es incitable;" este tiene razón en el orden fisiológico, y al- gunas veces en el patológico, aquel la1 tiene en el: patológico: los exitantes sin escepcion, aumentan la irritación local. Para nosotros, como para la escuela hipocrática, la fiebre es siempre una condición de curación en cier- tas enfermedades, la condición sine qua non de la cocción morbífica y ya se sabe que cocción es sinónimo de digestión en Hipócra- tes, que designaba por ella la de los alimentos y de los principios morbíficos, creía, y nos- otros con él, que el principio morbífico intro- ducido en la economía, suscitaba ffn trabajo —331— análogo, al que suscita el alimento introdu- cido en el estómago, la diferencia entre el alimento yeKprincipio morbífico es, que el primero'es*apropiado á la sustancia del hom- bre, no'causa mas que una perturbación pa- sajera de que triunfa fácilmente el organis- mo, mientras que el otro es estraño á la eco- nomía, revuelve y turba y de ahí la fiebre: la digestión alimenticia es primero en las primeras vías, esto es, en el tubo digesti- vo, la causa de un trabajo de reacción local: en las segundas, esto es, en los vasos, oca- sión de una escitacion general ó de una fie- bre de digestión, fiebre causada por la escita- cion general, que la estrañeza del fluido ali- menticio provoca en todos los tejidos de la economía, porque los diferentes líquidos to- mados por los vasos á la superficie del intes- tino, no son de tal suerte apropiados á nues- tros tejidos, que deban de sopetón é integral- mente, asimilarse á^nuestra sustancia: el ali- mento de las segundas vías, como el de Jas primeras, debe de sufrir una depuración, y como las heces-son los residuos de la prime- ra digestión, las orinas, los smlo.es, la pers- piraciom pulmonar, son Ios-de la segunda: su- pongamos que las moléculas orgánicas no fuesen influenciadas por los líquidos alimen- ticios absorbidos v que estos productos que- dan encerrados en la sangre é infiltrados en los tejidos, á cuya nutrición d'eben servir to- dos los fenómenos serán por lo mismo dete- nidos y este estado será incompatible con la vida; pero si el médico al auxilio de escitan* —332— tes, monta el organismo al tono necesario para que responda donde quiera, á la impre- sión de los jugos digestivos, veremos enton- ces la tiama huesosa, asimilar las sales calcá- reas; á los músculos, apoderarse de la fibri- na; y á los diferentes emunctoríos, dar paso á todo lo que no puede servirá la nutrición. Del mismo modo para las causas morbíficas, si un elemento mórbido, es introducido en la economía, penetrará con la sangre en to- das partes, y suscitará una reacción tanto mas enérgica, cuanto será por su naturaleza me- nos asimilable y mas escítante: esta fiebre pondrá los diferentes emunctorios en rela- ción funcional con los productos que hay que eliminar, y la naturaleza así se desembaraza- rá de las causas mórbidas, en cuyo sentido debe entenderse la cocción hipocrática de las enfermedades; si la escitacion general es muy viva, que los centros ó conductores nervio- sos de la vida interior, sean modificados a tal punto, que ya no envien á los órganos el in- flujo necesario al cumplimiento de las funcio- nes cuarteadoras, el deber del médico será moderar esía escitacion; pero si al contrario, por la naturaleza séptica del principio mor- bífico ó por la influencia del tratamiento, la escitacion general está debajo del tipo nor- mal y el sistema nervioso ganglionar que pre- side á las secreciones, no es enérgicamente estimulado lo bastante, el médico entonces deberá por los escitantes, dispertar la fiebre necesaria al cumplimiento de la función se- cretoria, esto es, en el supuesto de que el —333— principio morbífico, no ha causado en los ór ganos mas que esas perturbaciones pasajeras en los actos íntimos de la circulación capilar y de la inervación, que todavía no son infla- mación, solo entonces puede ser asimilado al alimento y puede aplicársele el gran prin- cipio de la cocción hipocrática: mas si se su- pone que dicho principio ha obrado mas par- ticularmente en el pulmón y ha costituido una fluxión de pecho, la causa entonces se- rá de poca importancia, el efecto local ocu- pará un lugar patológico bastante grande, y la fiebre de reacción, por fuerte que sea, de- be ser asimilada á aquella de que acabamos de hablar: los productos mórbidos fabricados en el punto irritado y reabsorbidos, son una causa de fiebre como la ingestión de un veneno, como el principio morbífico de que hablábamos: la conducta del médico, se re- duce á moderar la fluxión local, templan- do Ja intensidad de la fiebie; favorecer la re- solución de los productos mórbidos reabsor- vidos, lo mas frecuentemente lejos que tener que escitar la íiebe, es necesario templarla porque la causa es enérgica y fuertemente escUante por sí misma y la cocción de estos productos mórbidos que circulan en tan gran masa, en la economía, imposible ó á lo menos muy difícil, no será facilitada, sino por gran- des evacuaciones sanguíneas ó humorales; pe* ro aquí, cuno en el caso mas sencillo, puede suceder que el sistema nervioso flnquee, que las fuerzas sean insuficientes para la diges- tión de los productos mórbidos y pera !a ecc- —334— eiort final y que sea necesario eseitár la fie- bre, para concluir con la eliminación definiti- va de los productos mórbidos reabsorbidos. Es raro que al principio de las enfermeda- des agudas, se presente ia indicación de los escitantes; en este caso, la fiebre es mas bien bastante enérgica, que débil; pero al fin de las pirexias y flegmasías, cuanao la incitabi- lidad de todos los aparatos está de algún modo gastada por el ejercicio sucesivo y á cada instante repetido de la digestión mórbi- da y por las medicaciones debilitantes qué se han hecho, sucede que cada elemento or- gánico tiene necesidad de un nuevo estimu- lante, como el estómago laxo, por la misma alimentación-V'que los escitantes entonces Auelven al sisfcema nervioso cerebro espinal ygangiionar; la aptitud para'influir en los otros- elementos orgánicos; al fin, pues, de las enfermedades agudas, cuando ha rebaja- do la fiebre y se efectúa lentamente la reso- lución de las fuerzas, es cuando es necesario emplear los escitantes generales. Algunas veces-Ios-tópicos irritantes aplicados á la in- mediación de las partes inflamadas, aumen- tan localmente el-movimiento de resolución, Como en los tumores indolentes; en otras, cuando parece disminuida la incitabilidad Browniaua y que diseminada la- reaceion fe- bril, se agravan los demás síntomas, se ocur- re á los sinapismos, vejigatorios volantes, &c., cuya medicación se llama irritante escitativa; también los escitantes generales, f vorecen la asimilación completa de los productos mór^ —335— bulos no asimilables; sin embargo, hay enfer- medades agudas, en las que la causa ha obra' do con espantosa intensidad, al mismo tiem- po, sobre el sistema nervioso que ella side' ra, y sobre ciertos órganos que congestiona», y en los que simula una flegmasía, v. g., el cólera eit que el sistenia nervioso es ataca' do de golpe de tal impotencia, que la econo- mía está impropia para toda cocción y que el organismo va á sucumbir oprimido bajo la causa morbífica que lo sobrecarga y que no puede ser eliminada, como un estómago ata- cado de alimentos y hecho inhábil para todo acto de digestión: entonces se necesitan fuer- tes escitantes, para volver a la fibra lavitali-' dad, sin la que la cansa morbífica no podrá• ser eliminada (elemento de indicación) el cólera está en primer lugar, entre las enfer- medades que exijen escitantes, la neumonía! y el reumatismo articular-agudo, al último: cuanto mas larga es ■ una enfermedad en er cumplimiento de sus faces-, tanto mas nece- sarias son á la economía, fuerzas para bastad 4 estas cocciones sucesivas é incesantes, ne- cesitadas por la absorción, largo tiempo con- tinuada de productos mórlndos nuevos, asl< en la fiebre tifoide y viruela-confluente, el uso de escitantes, está frecuentemente indi- cado, independientemente de la naturaleza séptica de la causa, solamente por el hecho de la lentitud de las evoluciones mórbidas,, mientras que en la pulmonía, sarampión y vi- i-oela discreta, casi siempre están esclusiva* mente indicados los temperantes. —336— La larga duración de la enfermedad, es un elemento de la indicación de los escitantes; pero este elemento es mucho menos impor- tante que el que se saca de la septicidad mis- ma de la causa mórbida, como es un ejem- plo la peste y el tifus: de lo dicho resulta, que la indicación de los estimulantes, se juz- ga menos, según los síntomas locales, que se- gún el estado general. Nunca cuando una fiebre vascular se muestra con energía, que el pulso está lleno y que las secreciones se hacen regularmente, se recunirá á los esci- tantes, aun cuando no fuese posible descu- brir lesión alguna importante, mientras que se ocurrirá á muy enérgicos, si al mismo tiempo que la aucultacion permite descubrir una perineumonía muy estensa, se ve el pul- so débil y pequeño, la respiración lenta, la piel enfriada y las fuerzas musculares depri- midas, aun cuando se aumentase la fluxión del pecho, porque raras veces en definitiva se muere por el pulmón, y sí, frecuentemen- te por estupefacción general, que ataca to- dos los elementos orgánicos, extingue todas las aptitudes funcionales de las moléculas elementales, como las de los tejidos y délos aparatos: en la pulmonía, la estension del mal no es sin importancia mayor ó menor, pero no es ciertamente el elemento principal, pueá se ven morir con un lóbulo hepatisado y so- brevivir otros, con fluxiones inflamatorias, que invaden todo un pulmón y los desórde- nes generales no corresponden á la lesión local, siendo intensos en unos y no en otros; —337— así es que, si los desórdenes generales em- patióos ó sintomáticos, costituyen el verda- dero daño, muriendo el enfermo porsillos, aunque la respiración esté poco dañada, de- be usarse la medicación que los haga cesar, aun cuando ella deba agravar el estado lo- cal, igualmente debe decirse el tratamiento debilitante ó escitante, es oportuno en tal es- tado de la economía ligado á, la neumonía, á la fiebre tifoide, y no como dice la escuela anatómica, el tratamiento debilitante convie- ne á la neumonía, el escitante en la fiebre ti- foide, ni de un modo absoluto: los escitantes están indicados en la vejez, contraindicados en la infancia ó edad adulta, también debe te- nerse cuenta del hábito, porque si bajo la in- fluencia de las causas excitantes mas enérgicas el individuo en el estado de salud no rehace, sino blandamente, cuando en el estado de en- fermedad á estas causas escitantes ordinarias, se sustituyen las escitantes mórbidas, estas serán tan importantes para suscitar la fie- bre, como el alcol lo era desde largo tiempo, v. g., en los borrachos en quienes la escita^ ciorí febril, causada poruña erisipela, fleg- mon, ántrax y aun un reumatismo articular y una pulmonía es tan poco enérgica, que es impotente para la digestión de productos mórbidos, haciéndose necesarios los escotan- tes, aun aquellos mismos á que el organismo está acostumbrado, y entonces la escitacion alcólica y la mórbida deben reunirse y obrar de acuerdo, y si la causa morbífica es sépti- ca, los exitantes deberán ser ios mas pode- —338— rosos: estos estados pertenecen á la astenia de Brown,' adinamía de Pinel: veamos ahora lo que hay en la ataxia: esta, está caracteri- zada por los síntomas de la malignidad en que están mas ó menos indicados; La elección de los estimulantes, es impor- tante y difícil de dar reglas para eilo, por mil circunstancias:, los simples y generales como el calórico, alcol, amoniaco, vino, bebidas fer- mentadas, aguas gaseosas, &c, están mas es- pecialmente indicados en el estado de debi- lidad general, caracterizado por un abati- miento uniforme de toda la economía: los an- tispasmódicos como éteres, labiadas, umbe- líferas aromáticas, &c, deben preferirse en ¡os fenómenos de pos trato ion,-.acompañados de síntomas atáxicos y esa caprichosidad y desarmonía que caracterizan al estad» ner- vioso ó espasmódico que complica las afec- ciones agudas. Hay dos modos de concebir* la acción de los estimulantes especiales, .por- que ó provocan una escitacion general, con crisis especial, ó bien ejercen una acción elec- tiva inmediata sobre tal ó cual aparato, orgá- nico: en el primer caso, puede considerarse. el agente medicinal como un elemento mor bífico, que después de haber estimulado to- dos los órganos con los que la sangre lo po- ne en contacto, se halla mas especialmente en relación de afinidad electiva, con tal ó cual emunctorio, así el.virus, varioloso puede en el orden patológico ser considerado como un espitante especial de la piel, bien que deter- mine una fiebre general y por consiguiente -339- unn exitacion múltiple. En el orden tera- péutico pueden compararse los sudoríficos á los agentes mórbidos, como el virus vario- loso, morbiloso, esearlatinoso, &c, cieitos su- doríficos ejercen al mismotiempor, una acción general y especial, tales son los mas puros co- mo el calórico, amoniaco y alcólicos, otros pa- rece que no ejercen una acción genera!j-'ya ' sea que pase desapercibida, ya que quede sirt efecto; ellos de luego á luego activan las funciones secretorias de la piel,-como los su- doríficos propiamente dichos: la indicación de estos úlii'mos, parece debe de existir cuan- do hay fiebre viva, y que los emunctoríos quedan cerrados á la eliminación de los pro- ductos mórbidos, si se es-it-ase en efecto la traspiración, la economía se hallaría aliviada; pero iíFesperreneia demuesta que estos esci- lantes como los diuréticos y los emenagogos se hacen entonces verdaderamente escalan- tes o-enerales y que casi siempre pierden-en encaso, las cualidades especiales por las que se distinguen cuando el organismo en equilibrio no es turbado por la fiebre; en las enfermedades crónicas costitucionales, está principalmente indicado el uso de los sudo- ríficos, así la sífilis, «l reumatismo, la gota atónica, escrófula, caquexia mercurial, diá- tesis purulenta reclaman su uso: favorecien- do lá tendencia hacia la piel los sudoríficos presentan á cada instante, la sangre y los productos mórbidos que contiene, a! roas vas- to emuuctorio de la economía y c«d i d«ai, 4 cada instante, es eliminado algo de la causa —340— morbífica y por lo mismo, que estos medica- mentos no depuran sino lentamente y en de- tall, deben usarse principalmenie en las en- fermedades crónicas, en que la causa es in- herenie y se regenera tan fácilmente, obran- do pur largo tiempo en el mismo sentido, asi en las sífilis eostitueionaíes y en los reuma- tismos, se continuarán los sudoríficos por tres, seis y diez meses y aun mas, teniendo cui- dado de inter-umpir su uso, para volver lue- go á él. Los sudoríficos que obran como esci- tantes generales, el calórico, amoniaco y alcó- licos, íiO podrían como los de que acabamos de hablar, ser continuados por largo tiempo, para destruir una causa mórbidas fija: desude que no obran sino poruña fiebre intermedia- ria, es claro que ejercen sobre la economía, una influencia análoga á la que causa un ac- ceso de fiebre efímera, cuya influencia no puede dejar de ser funesta; pero cuando el principio mórbido es de naturaleza vago y fijado á la economía, por raices poco profun- das, entonces están indicados los sudoríficos escitantes. También en el reumatismo cró- nico, gota atónica, sífilis coslitucional, los pri- meros son aplicables, mientras los otros lo son en el reumatismo fibroso y gota no febril, como lo prueba la utilidad incontestable de los baños de vapor en estas dos últimas for- mas de enfermedad. No nos atreveríamos á afirmar que los sudoríficos no escitantes,.no obran sino por sus propiedades sudoríficas, probablemente poseen virtudes neutralizan- tes especiales, en cuya virtud modifican eJ —341— agente mórbido, y aunque tal idea no puede probarse directamente, adquiere cierta pro- babilidad cuando se ven estos medicamen- tos, no siempre provocar crisis por sudores y obrar, no obstante, aunque con mas lentitud. Lo dicho se aplica a los diuréticos y eme- nagogos; casi todos los medicamentos esci- tant.es aumentan el sudor, las orinas, el flu- jo menstruo; peo hay agentes mas especia- les como los sudoríficos, los diuréticos y los eme nagogos de que hemos hablada ya: du- rante la fiebre cuando las funciones nervio- sas están empleadas en el cumplimiento de nuevas funciones, es imposible dirijir su ac- ción hacia tal ó cual aparato, así los emena- gogos no deben emplearse sino cuando el orgasmo febril ha pasado enteramente: la mayor parte de los diuréticos son irritantes tópicos al mismo tiempo, y como tales infla- man frecuentemente la mucosa digestiva con la que se les pone en contacto, por lo que no pueden ser administrados de esta mane- ra, cuando hay señales de flegmasía gastro- intestinal y que se teme se exaceibe; por otra parte desde que los diuréticos purgan, no son absorbidos, ni procuran mas que la supersecrecion de la mucosa digestiva, así cuando el intestino está sano y poco irrita- ble deben darse de modo que no produzcan abundantes evacuaciones alvinas; si el estó- mago é intestino están enfermos queda otra vía para la absorción y es la piel, obtetiiéu: dose en efecto evacuaciones urinarias abun dantes frecuentemente, con fomentaciones al —342— vientre de tintura de escila, digital ó con 'el cocimiento de ellas. El modo de obrar de los diuréticos en las enfermedades crónicas, es perfectamente análogo al de los sudorífi- cos, solo que es- mas• enérgico, rápido " no necesita de ser sostenido por tan largo'tiem- po, ni aun podría sostenerse mucho, impune- mente: porque se irritaría el riñon y la mu- cosa digestiva. Los emenagogos son toda- vía menos especiales que los sudoríficos y los diuréticos1, lo que se concibe comparando la-naturaleza de los órganos de escrecidn: la psiel traspira siempre, los ríñones siempre se- cretan orina, desde el principio de la vida in- trauterina hasta ia muerte, de donde resul- ta que hay en estos órganos aptitud funcio- nal continua, que no tiene necesidad mas que de la mas ligera ocasión para se? escitada, no siendo así parala meslruacion, pues que la muger no está reglada sino durante un ■'■'■ ter- cio de su vida poco mas ó menos, y duranSe este corto periodo la-secreción sanguínea no tiene lugar sino durante cincuenta ó sesen- ta dias^en ebcurso del año, así es, que la mestruacion es una función pasajera, inter- mitente, accidental, la cambian tantas con- diciones, que se concibe fácilmente-todas las dificultades'que embarazan al terapéutico cuando quiere aumentarla ó regularizaría, así pa a que un medicamento em^riag^go lo sea realmente, son necesarias condiciones ge- nerales de salud sobre las que es necesario insistir aouí. La función mestraal no es dé tal suerte necesaria áda costitucion de la- —343— muger adulta que ella deba ejercerse siem- pre, así es que fácilmente se turba, cuando la armonía general lo ha sido gravemente, y mientras tales desórdenes existen, en vano se auerria volver las reglas, siendo la prime- ra condición restablecer el equilibrio gene- ral y entonces elescitante especial del útero se hace en la balanza un peso importante, no solo cuando hay hebre y que son ataca- dos de una flegmasía antagonista órganos le- janos, tardarán en restablecerse las funciones uterinas, sino cuando como en la clorosis la sangre se halle en tales condiciones, que ya no esté á propósito para ejercer en la matriz y los otros órganos el estímulo necesario al cumplimiento de sus funciones, y si en esta singular enfermedad vemos las funciones cos- tantes tales como la calorificación, inerva- ción, diuresis, diaforésis tan caprichosa y te- nazmente pervertidas, qué será para una fun- ción tan accidental como la mestruacion? En el caso en que una fiebre ó una flegma- sía antagonista se oponga á la "función més- trua, el médico deberá ocuparse de comba- tir esta fiebre ó esta flegmasía, y en el caso en que la pléctora sea la causa, se liaran mas fáciles las condicionesdel flujo uterino, dismi- nuyendo la masa de la sangre ó atenuando su plasticidad; v si por el contrario, la clorosis es la causa deftrastorno de tal función, se recur- rirá á los tónicos, á los marciales que recosti- tnyen la sangre. Los medios propios para combatir la fiebre, la flegmasía, la pléctora y la clorosis, aunque tan opuestos entre si, se- —344— rán no emenagogos sino agentes de recosti- tucion normal, y por consiguiente, agentes que colocarán la economía, en condiciones tales, que el útero resentirá eficazmente la impresión de los escitantes especiales. La observación enseña, que para que una enfermedad se termine natural y felizmente, el organismo debe desplegar cierto grado de energía, fuera del cual, ya mas acá, ya mas allá, los fenómenos mórbidos son muy inten- sos ó muy lentos, escesivos ó insuficientes; pero siempre en ambos casos funestos: en el 1. °, los enfermos son conducidos á la muer- te, ó por una especie de agotamiento indi- recto de la resistencia vital ó por la,desor- ganización rápida del tejido de algún apara- to principal ó por alteración y sobreanimali- sacion de los humores y principalmente de la sangre: en el 2.°, tiene lugar el mismo resultado; pero de otra manera, la languidez de los movimientos vitales, deja al sujeto ba- jo la influencia de una causa mórbida, de una diátesis, que consume progresivamente la resistencia vital, la agota directamente ataca y destruye sordamente la testura de alguna viscera importante en fin, vicia y em- pobrece la sangre, despojándola poco á po- co de sus elementos plásticos y vivificantes- en el primer caso, el organismo periclita y perece por esceso; en el 2. °, por defecto: en este, la enfermedad estenúa la organización ia vicia y pone fuera de servicio; en aquel' el organismo por su esceso de reacción se usa' se agota á sí mismo y sucumbe: aquí es ne' —345— cesario moderar esta reacción ó espoliar es- ta organización; allí está indicado escitar la reacción y restaurar el organismo: si este no fuese mas que una máquina, se limitaría la materia médica á dos agentes, el calórico y el frió; pero no es así, porque, todos los esci- tantes y todos los sedantes, gozan invaria- blemente de algunas propiedades específicas, mas ó menos notables, que complican en al- guna manera las propiedades escitantes ó se- dantes, en cuya virtud estas sustancias me- dicinales, son succedáneas de lo caliente y de lo frió, pues que esta especificidad de ac- ción, les viene de su naturaleza, esto es, de su especificidad, de composición íntima, que no es exactamente idéntica en alguno. En el organismo animal, también independien- temente del mas y del menos, de la fuerza y de la debilidad, del calor y del frió, hay numerosas funciones, infinitas especificida- des: estas propiedades especiales están en relación con el fin de cada movimiento orgá- nico y no con este movimiento mismo, que considerando física é independientemente de la función ó del fin á cuyo cumplimiento con- curre y con el que se identifica por sí mis- mo, nada tiene de especial. La piedra de escollo de los solidistasó dicotomistas, es la especificidad: y p^cas enfermedades hay que solo consistan "en una astenia franca y sim- ple, tales estados mejor son consecuencias de'enfermedad si se eseptúa el síncope, que es un accidente ó síntoma y no enfermedad: la clase de debilidades se limita á convales- — 346— cencias, efectos de pérdidas escesivas, fatiga» violentas, privaciones prolongadas ce muchas cosas no naturales, cuyos estados nada tie- nen de específico. En Jas debilidades con- secutivas á enfermedades agudas, no bastan simplemente escitantes, es necesario tóni- cos, marciales, &c, porque aquellos agota- rían la nevrosidad, gastando las fuerzas agen- tes, y es necesario al mismo tiempo reparar la organización ó restaurar ¡as fuerzas radi- cales, y esto solo se consigue por agentes es- peciales, por materias asimilables, propias al entretenimiento y ejercicio de las funciones debilitadas, combinando con ellas los esti- mulantes, porque el sistema nervioso profun- damente debilitado, estará algunas veces im- potente para obrar ó rehacer sobre estos ma- teriales especiales, á cuya elaboración debe concurrir: así estos tónicos analépticos, y pe- netrados, v. g., de cierto grado de calórico, lle- van consigo el estimulante general (el calóri- co) que se dirije á la incitabilidad general y la sustancia especial [materia alimenticia] que se dirije á la función especial, [digestión] el uno no es mas que el condimento y pasaporte del otro: en esta combinación del estimulan- te general y del tónico especial, hay todo lo necesario para obrar sobre las dos condicio- nes de toda función orgánica, en un ser pro- visto de sistema nervioso, el uno pone al di- cho sistema al nivel de las necesidades de la función, el otro suministra á esta su obje- to especial. En las enfermedades simples, con indica- -347— cion de estimular, la cosa es sencilla; pero si hay diátesis ó un estado nervioso, precursor de una enfermedad diatésica ú orgánica gra- ve, una afección espontánea ó una mezcla de estas dos condiciones, y que al mismo tiem- po el abatimiento del sistema nervioso, la debilidad de algún aparato ó de todo el or- ganismo, presentan un lado á la medicación escilante, cuyos casos pertenecen á las enfer- medades crónicas, entonce- es necesario des- confiar de los escitantes, sin repelerlos, dife- rir á las indicaciones de su uso; pero con so- briedad, teniendo siempre el ojo fijo sobre la lengua del enfermo, el dedo sobre su pul- so y costante la atención sobre sus nocbes y su sueño, es necesario, sobre todo, sustituir cuanto sea posible los tónicos analépticos á los escitantes ó combinarlos: que si el apara- to digestivo repele los primeros, raras veces deben emplearse los solos escitantes: la ma- teria médica ofrece para estos casos, si no específicos, al menos modificadores que reú- nen á la virtud escitante, alguna propiedad especial mas ó menos acomodada á tal ó cual estado mórbido: las aguas de Vichy son esci- tantes; pero tienen algo mas, parecen conte- ner principios favorables á la digestión, cuan- do se trata de modificar tal ó cual secreción, se hallan escitantes; pero escitando la glándu- la se modifica su función y producto, tómen- se alcólicos ó fuertes infusiones de labiadas ó estimulantes de algunos otros, y se escita- rá y aun irritará la acción de las glándulas; pero nada mas se habrán irritado, y aun —348— al grado de suspender mas ó menos su ac- ción, esto es, disminuir la cantidad de sus productos, y esto es lo que todos los dias ha- ce el vino con las glándulas salivares, las cantáridas sobre los riñones, &c; pero el io- do y el mercurio, también son escitantes, es- timulan la acción de las glándulas; pero reú- nen á su propiedad estimulante, otra que mo- difica la glándula, cambia, fluidifica sus pro- ductos, les imprime otras cualidades y esto cada uno á su modo: el iodo diferentemente del mercurio, este que el oro, este que la por tasa, barita, &c. la camomila será mas apro- piada á tal dispepsia que el vino, mostaza, &c; así hay casos en que es necesario buscar, ademas de la acción escitante, otra especial: las enfermedades ligadas al predominio de la costitucion linfática, suministran muchos ejemplos, ellas ofrecen ciertamente un ele- mento de debilidad, pero es imposible ver én ellas únicamente eso, y aunque esa indi- cación merece la atención, es necesario no ol- vidar el vicio de la organización á cuya na- turaleza está subordinado el elemento asté- nico, el uso esciusivo de los remedios calien* tes, no hace mas que irritar tales organiza- ciones, encendiendo una fiebre mas consun- tiva, que crítica, principalmente cuando, co- mo es muy coman, dichos sugetos son ner- viosos, irritables al mismo tiempo que delga- dos y moles, entonces, estimulando pura y sencillamente, solo se fortifica la diátesis, en- tregándole así misma, en tal individuo el temperamento y costitucion no están en ar- —349— monía, como en el que simultáneamente es escrofuloso y apático, esto es, que su siste- ma nervioso es mole y perezoso como sus te* jidos, frío como su sangre, en cuyo caso, es* timulando al sistema nervioso, se atacan los progresos de la diátesis, mientras que en el otro, se exagera todavía mas, la desarmonía funesta que existe entre el temperamento y la costitucion, entre el sistema nervioso y las funciones vegetativas: contra tal enfer- medad no hay estimulante específico, solo medicamentos que modifiquen igualmente las dos condiciones de la afección, porque se ha- lla mas fácilmente un escitante del sistema nervioso, que un modificador plástico; pero algunas sustanciasamargas escitantes se apro- ximan á ello, combínese una habitación en un pais seco y caliente á una alimentación reparadora, y á dichos amargos secúndense estos medios por la influencia de la gimnás- tica, y se obtendrá cuanto es posible, la si- multaneidad de acción que se busca; añáda- se á esto, el uso de plantas antiscorbúticas, en quienes se hallan asociados felizmente los modificadores deseados, habiendo una esti- mulación moderada, y principios apropiados á la especialidad diatésica de las escrófulas* también las preparaciones de nogal, tienen en tales casos una utilidad especial, así co- mo en los niños es útil el jarabe antiscorbú- tico. Las flegmasías crónicas pasan incesan- temente de este estado al agudo y de este á aquel en los ojos, orejas, pecho, piel, hue- sos,&c, revelan casi todas en los niños, el —350— vicio escrofuloso: estos estados mórbidos que no siempre se refieren al vicio escrofuloso, porque las escrófulas no siempre aparecen con sus signos clásicos, no abandonan al.ni- ño, sino para volverlo á atacar adolescente con otras formas, afectarlo adulto bajo nom- bres y aspectos ^que desvian al práctico; y viejo, en fin, afligirlo de enfermedades incu- rables, si no mortales, cuya naturaleza y orí- gen quedan desconocidos. Algunos sustituyen á los antiscorbúticos escitantes antiscrofulosos sacados del reino mineral, los metales introducidos química- mente en la sangre, deben ser la última ra- tio de la terapéutica médica, como aplica- dos físicamente, lo son de la cirujía: está bue- no su uso para hacer purgar y vomitar, pues- to que no hacen mas que pasar por la econo- mía y son eliminados; pero cuando deben quedar y obrar no solo sobre el sistema ner- vioso que los repele como enemigos y estra- ños, sino modificar la organización, es nece- sario siempre mirar doblemente, porque ellos disuelven y alteran la materia viviente, dice Sidenham, mejor que revuelven los espíritus vitales,el vejetal también esasimilable, mien- tras que el mineral no lo es, así que deben preferirse los vejetales á los minerales, sin rechazar estos, los antiscrofulosos, ademas, son escitantes; pero no todos los escitantes son antiscrofulosos. A veces hay indicación de provocar la diaforesis; pero no siempre es- tá toda la enfermedad en la rareza de las orinas y en la existencia de un derrame se- -351— roso, no todo está en la escitacion, sino enf el modo de escitar y en el resultado que no depende de la escitacion, sino del que la es- citacion mejor depende: son, pues, necesa- rios escico- razon, ni en el pulmón, ni en el cerebro; pe- ro volvamos á los efectos primitivos del mie- do. Este frió glacial se halla al principio de las enfermedades malignas mas graves y ca- racterísticas, el ataque directo llevado á las fuerzas radicales de la economía que presi- de á la resistencia vital vá luego á revelar- se por incoherencias funcionales, las siner- gias están quebrantadas y en esto consiste la ataxia, y si estas sinergias rotas son las de las funciones vitales, habrá malignidad, pu- dores frios parciales, diarrea, orinas limpias involuntarias, la voluntad de hablar sin pa- labra, esfuerzos para huir y los pies fatalmen- te pegados al suelo, los cjos sin lágrimas, la —364— boca seca, las causas de dolores físicos, una quemadura, un golpe, una herida no resenti- das, etc., tal es una parte del cuadro. Los movimientos de la respiración estarán sin coordinación con los del corazón, latidos enérgicos y parciales de arterias tendrán lu- gar, se verá aparecer la ictericia, el instinto* de conservación estará pervertido y sin po- tencia, etc : hé aquí la vida incierta y pron- ta á desfallecer, dos onzas de vino tomadas pueden reanudar las sinergias y afirmar la resistencia vital. Algunas sustancias vene- nosas como diferentes venenos ó ponzoñas sépticas suministradas por los animales confió- los venenos de los ofidianos-, las plantas vi- rosas como el tabaco, estramonio, beleño, etc., producen síntomas análogos á los de las- enfermedades malignas y que prueban un ataque directo llevado á las fuerzas radicales. Es importante distinguir la resolución de la opresión de las fuerzas, así dos hombres es- tán fríos, pálidos, sin movimiento, sensibili- dad, ni cono-cirniento, el uno porque comió mucho, y el otro porque no come hace cua- tro dias, el primero tiene sus fuerzas concen- tradas aunque no las tiene en acción, está» encadenadas, que sea evacuado y se desple- gan súbito: el otro no las tiene ea accioa porque ya no las tiene en potencia, dándole un cordial, un caldo renacen pero poco á po- eo. "Las fuerzas radicales de todo el siste- ma están resueltas, en una enfermedad aguda cuando las causas manifiestas que la han pre- parado y producido han afectado ,profunda- —365— mente estas fuerzas y herido directamente las funciones de muchos órganos y que ellas están solamente oprimidas, cuando las lesio- nes particulares de los órganos que costituyen los diferentes síntoma» de esta* enfermedad son enteramente dependientes de la lesión de un solo órgano. Si un veneno de los di- chos es llevado á la circulación y de allí á todos los órganos los ataca de languidez ó arroja en él desorden é incoherencia de fun- ciones, este principio deletéreo, enemigo de lá vida, presente donde quiera y donde quie- ra en contacto inmediato ha emponzoñado simultáneamente todos los aparatos, todas las moléculas vivas, no siendo ya ninguno capaz de una acción natural, puede conside- rarse entonces el organismo como una reu- nión de seres todi s individualmente empon- zoñados y cuyas acciones aisladas sin un con- junto, discordantes, son tanto mas funestas cuanto mas numerosas porque cada una de ellas usa de la vitalidad sin provecho para el consensus, para el bien general. Hay reso- lución. Una viscera importante es atacada de una flegmasía violenta y ya sea ausencia de la influencia fisiológica, que por la naturale- za de sus funciones el irradiaba á los otros aparatos, ya sea esceso de reacción general, desigualmente tolerada por estos aparatos, el caso es que reina un gran desorden en el organismo, los actos generales y particulares de él sufren y periclitan por exageración, por insuficiencia ó depravación funcionales, Suponemos que nada hay específico, sino qus —366— estaba perfectamente sano. Aquí la lesión' orgánica turba, debilita ó exagera la acción de las otras funciones de una ú otra manera; de las que hemos indicado, los óiganos es tía ños á la alteración idiopática no hacen mas que simpatizar con aquel que es el asiento primitivo y único de la enfermedad, y esta no ha afectado las funciones de este ór- gano sino secundariamente, esto es después de haber afectado su tejido: aquí hay opre- sión y aunque las fuerzas están heridas no lo son todas directamente porque la cau- sa no está presente á todos los órganos, si suponemos que la causa que ha inflamad" á un órgano ataca á muchos importantes como en algunos estados inflamatorios generales, habrá resolución de fuerzas pero resolución por opresión. La malignidad es producida de dos modos: en el primero, es debida á causas antivitales por sí mismas, como las pasiones tristes, ve- nenos sépticos y ciertas influencias morbííi- ficas que se notan principalmente en las epi- demias, aquí la causa es casi todo; en el se- gundo, está de parte del individuo y lasxon- diciones mancomunes dependen de una de- bilitación de Jas fuerzas radicales producida á la larga por las enfermedades anteriores, escesos, evacuaciones sanguíneas exagera- das, etc., una causa mórbida cualquiera que viene á atacar á la economía en tales condi- ciones, podrá determinar afecciones que re- visten un carácter de malignidad. Para re- conocer una enfermedad maligna dice Bar- —367— fhez es necesario examinar si ha sido produ- cida por causas graves ó largo tiempo conti- nuadas, de las que unas hayan esencialmen- te debilitado el sistema de las fuerzas, lle- vando un gran desorden en la armonía y su- cesión de las funciones, y otras en la forma- ción primitiva de la enfermedad, hiriendo particularmente muchos órganos diversos: así unas son el defecto de alimentos, pérdi- das escesivas por la traspiración, &c; otras son largas omisiones del ejercicio de las fuer- zas de muchos órganos y sus evidentes dis- tracciones por esfuerzos simultáneos en di- versos sentidos. Sanctorio notó bien que las fi -bres malignas son determinadas: 1.°, cuando se cometen muchos escesos á la vez de las cosas no naturales, como de la mesa, de la venus y pasiones del alma: 2. ° , cuan- do los errores del régimen que han precedi- do han, por decirlo así, atormentado la na- turaleza en sentidos contrarios, llevando los unos las impresiones sobre las visceras y los otros sobre los órganos esteriores. "Cuando el sistema de las fuerzas vitales es afectado fuertemente y al mismo tiempo, por las sim- patías de las acciones de dos órganos, cuyos esfuerzos no están ligados d uno al otro, pero se hacen en se?itidos diversos ó contrarios, estas simpatías tienden á determinar rite raciones simultáneas en las fuerzas de Jos principales órganos que son el cerebro, el corazón y las visceras reunidas en la región epigástrica, estas alteraciones son, ó contrarias ó estre- mamente diversas entre sí, por el modo y por —368— el grado. • La unidad de afección necesaria para el ejercicio de las fuerzas de cada órga- no principal, debe faltar entonces, lo que trae- rá prontamente la interceptación de las funcio- nes esenciales á la vida. Así la armonía pato- lógica, es el mas seguro garante de benigni- dad, la desarmonía de la malignidad. En cuanto á sus caracteres generales, marcha, terminación: hela aquí, trazada por Reca- mier " En las fiebres atáxieas, la resisten- cia vital es viva ó perezosa; pero esencial- mente débil y dispuesta á apagarse, cuales- quiera que sea la forma asténica ó esténica de los fenómenos, que están fuerte ó débil- mente dibujados y sin relación exacta entre sí, su marcha es incoherente, las terminacio- nes difíciles, la acción de los agentes morbí- ficos y terapéuticos, ya en mal, ya en bien, es sin proporción con su cantidad aparente con los fenómenos producidos. En las bió- sicas atáxicas, la acción vital oprimida, (me- jor deprimida) ó exagerada, carece de resis- tencia y tiende á extinguirse, ya que produz- ca fenómenos del frió y del calor, ó los de una secreción llevada al esceso, esto es lo que se vé en las fiebres álgidas á que sucum- ben los enfermos en el frió ó la sedación, en las ardientes en que el calor y sobreestimu- lacion, dan la muerte, y en los sudamina que hacen perecer poruña pérdida escesiva. Los fenómenos no tienen relación entre sí, la sen- sación de un calor ardiente, aliándose al frió, el de un frió glacial al de calor, un sudor ca- liente á un pulso apretado ó frecuente, irre- —369— guiar, &c, lo que está evidentemente liga- do á la combinación de las anomalías del tacto general y de las funciones vitales comu- nes, con cuya ocasión se observa el enroje- cimiento variado, bermejo, lívido ó el sudor de regiones de la piel, que están frias. En cuanto á los fenómenos, se observan las for- mas siguientes: 1.°, el predominio esclusivo de los fenómenos de uno de los tres estadios de frió ó de sobresedacion, de calor ó de sobre- estimulacion y de retención ó secreción: 2? , la mezcla incoherente de estos tres órdenes de fenómenos, llevados muy lejos, así el calor el mas fuerte, con el pulso mas débil, &c: 3? , la alternativa de estos mismos síntomas, al mas alto grado de intensidad, un frió escesi- vo, haciendo lugar á un calor ardiente: 4?, la moderación y regularidad aparente de los fenómenos, durante los primeros periodos de la enfermedad y su gravedad fatal é impre- vista á una época mas avanzada, sin causa costante, y sobre todo,1 proporcionada, como en las fiebres lentas nerviosas. Las causas obran sin proporción con los efectos que les siguen, como un paseo cerca de un pantano, &c, los agentes terapéuticos que parecen indicados, no producen frecuentemente los efectos que les son propios y que se desean, produciéndolos funestos y que frecuentemen- te no pueden preverse, ni impedirse, las ter- minaciones son incompletas ó funestas, como cuando las flegmasías internas graves, reem- plazan las secreciones críticas que se debía aguardar, ó cuando se ve la gangrena atacar — 37G-— con ó sin inflamación antecedente ó conco- mitante las mucosas bucal, gutural, gástrica intestinal, la piel en lugares donde no ha su- frido compresión ó diversos órganos espe- ciales de las funciones respiratorias, circula- torias, digestivas, sexuales, &e. En las ata- xias febriles, feambien se observa á veces las mayores anomalías de las funciones vitales especiales de la respiración, circulación, &c; así la propensión de las funciones vitales- comunes á su estincion, que costituye el ver- dadero desorden vital ó la ataxia, no debe medirse solamente por el tumulto de los fe- nómenos, sino por el estado de la resistencia vital: todo engaña acerca de eso y puede ins- pirar una seguridad funesta. Se designa por el nombre de ataxia un estado de desorden vital, en que la vida está amenazada general y localmente, cualesquiera que sea la violen- cia ó modelación aparente de los síntomas. Un lumbre de 35 años bien costituido, es- perimenta síntomas lipotímicos, que están y se repiten al otro dia á la misma hora, no se toma precaución, y vuelven y sucumbe al otro, la necropsia no enseña lesión física á que puedan atribuirse. Una señorita de 19 años esperimenta semejantes, y después del se- gundo ataque, se violentan á darle la quina á alta dosis, y el tercero, es casi nulo el ata- que, y luego se cura. Cualesquiera que sea la forma áigida, ardiente, sudatoria, deliran- te, espasmódica, paralítica, comatosa, ortóf- neica, colérica, disentérica, hemorrágica, pleurítica, neumónica, gastrálgica,. dolorosa,, —371— &c, que tome la enfermedad, el resultado es* el mismo: aquí lo útil es conocer el modo de invasión, la vuelta inopinada de los acciden- tes y su progresión, sobre cuyo valor se es- tá de acuerdo: lo dicho acerca de las inter- mitentes atáxicas, debe entenderse de las continuas y remitentes atáxicas. Se ha di- cho, no hay síntomas sin lesión orgánica; pares bien, en tal caso, determínese la lesión orgánica presunta: en un niño en convulsión á consecuencia de cosquillas que se le hicie- ron en los pies, en un lipotímico que se re- cobra con algunas gotas de agua fria á la ca- ra, la posición horizontal, &c: no hay forma de síntomas tan graves que no pueda hacer ver, .sobreviniendo y cesando por agentes in- capaces de producir la inflamación ó hacer- la cesar, y con mas razón insuficiente para producir la menor lesión orgánica, el estado atáxico febril; debe, pues, ser considerado bajo el punto de vista de la resistencia r> energía vital, y no solamente bajo el de la vivacidad, de la lentitud ó del desorden de los fenómenos que lo acompañan: esto es, en la ataxia febril, es necesario considerar: l ? , la tendencia local ó general á la extinción próxima de la vida, tendencia que dura has- ta la cesación del último fenómeno de la ataxia por poco importante que parezca: 2. ° , la variedad de las formas de los fenómenos, ya con turbulencia, ya con colapsus, y ya, en fin con una aparente moderación, sin que el daño real para la vida, sea menor en un ca- sa que en otro. Hay, oue?, ataxia cuando —372— la resistencia vital está amenazada próxima- mente sin afección local evidente y primiti- va á que pueda atribuirse los accidentes. El talento de saber reconocer una enfer- medad maligna á su principio, la penetración todavía mas preciosa que al medio de una enfermedad benigna ó grave, descubre ten- dencias atáxicas y deduce la indicación po- sitiva de los tónicos radicales, son los ad- mirables privilegios de nuestra profesión: ' 'Proinde ubi talium affectionum nituram, quan- "tum scilicet vires corporis superant cognoverit "simulque et si qnid divini in morbis inest hu- "jus quoque providentiam ediscere oportet. Hac "enim ratione mérito sibi admirationcm et bo- "ni medid existimationem conciliaverit." (Hi- pocr Pracnot.) este quid diviunm, es la malig- nidad, así también aconseja "Si quid in mor- bis" praiter rationem eveniat non fidendum." En efecto, es necesario desconfiar de lo que se separa de la marcha regular de la natura- leza, de accidentes que no tienen relación evidente con la costitucion conocida del en- fermo, con el género de afección que presen- ta, y la influencia determinada por la obser- vación de los modificadores internos y ester- nos que obran sobre él: por eso la armonía patológica, la conservación de las sinergias, son los atributos de la fuerza medicatriz, es- ta es calculable en su marcha y en el enca- denamiento de sus actos y al contrario la ataxia. La fuerza medicatriz no tiene mas que algunas vías francas para restablecer el orden fisiológico, la ataxia, la malignidad que —373— podria llamarse con Stahl un delirio y una distracción de la fuerza medicatriz "inmalig- nis" "anima obliviscitur et decipit: ñeque dein- ceps nec tuctur nec vigilat" (Stahl), la ataxia, por el contrario, tiene mil vías imprevistas para llevar á la muerte. Cuando la natura- leza está en pleno vigor, dice Grimaud, sus movimientos son perfectamente arreglados, medidos, se presentan constantemente en el mismo orden, y son desde luego muy fáciles de seguir y conocer; pero no es así cuando esperimenla aberraciones profundas, porque el número es indefinido,, y como tiende á la conservación por procedimientos sencillos, y que siempre son los mismos, marcha á su des- trucción por caminos cuyo número es impo- sible fijar, así Hipócrates dice in morbis mi- nus periclitantur iis quorum natura el celati el habitui et tempori magis similis fuer ít morbus quam iis quibus horum nullifuerit similis. En tales enfermedades se reconoce la ne- cesidad de medios específicos, esto es, que produzcan efectos terapéuticos inmediatos, no precedidos de efectos fisiológicos, tal me- dicamento por escelencía, es la quina: Barthez dice los acrescentamientos de estas fuerzas, (las radicales) se hace de un modo directo por la acción de diferentes fortificantes, que pueden llevarse inmediatamente sobre estas fuerzas. Es tan natural que remedios forti- ficantes como la quina, v. g., puedan aumen- tar directamente las fuerzas radicales del principio vital, como lo es que los venenos puedan atacarlas directamente y aun des- —374— truirlas. Hipócrates señala en los medica" mentos con que curaba esas especies de fie- bres la propiedad de fijar el estado de las fuerzas orgánicas, y guarecer la resistencia vital contra el retorno del acceso febril: Ha- rum autem febrium ternaria scilicet et quarta- na {rnedicamínta hanc habentfacultatem, ut his epotis, corpus in loco sit, hoc est, in consueta calidilate etfrigiditate juxta locum consistat, ñeque-prceter naturam incalescat ñeque refrige- retur (De adfect. cap. 4 ) De este modo- obran estos medicamentos, dando á la eco- nomía esa estabilidad .de energía, por lo cual deben darse entre los accesos, que es cuan- do las funciones gozan de toda su estabili- dad y armonía pora que la fijen, la esperien- cia también prueba que se vive hasta cierto punto impunemente en un pais pantanoso donde reinan intermitentes, si se toma regu- larmente la quina como profiláctico, debe darse lo mas lejos del tiempo del acceso, pa- ra que lo impida. El mercurio no preserva del contagio venéreo, dando al organismo la facultad de ser inaccesible á la influencia mórbida, sino que altera la causa que lo pro- duce existiendo ya, la quina deja frecuente- mente subsistir la causa con toda su intensi- dad; pero pone al organismo en medida de resistir. Las mismas causas que producen las inter- mitentes, producen también las remitentes y aun continuas como se ha visto principal- mente en Algeria. Pai.a Pinel, la intermi- tente difiere de la continua ordo intensio- —375— nis et remisionis (Galeno). El tipo no es la enfermedad, porque todas las enfermedades son capaces de revestir el mismo tipo y re- cíprocamente: los tipos mas variados pueden ser sintomáticos déla misma enfermedad, considerada ya en el mismo sugeto, ya en distintos: el tipo, ya sea intermitente, ya sea periódico, pertenece esencialmente al orfortificar, hay una lesión particular, existiendo en virtud de una predisposición, que puede ser muy antigua y muy enrai- zada, y sobre la que el tónico no tendrá fre- cuentemente acción. Desde luego habia or- den en el desorden, una tendencia, esfuer- zos saludables, y esto era el signo y garante de una afección mas simple, de un estado normal mas fácil de restablecer: ahora lió aquí una caprichosa localizacion de la afec- ción mórbida, no es la economía la que se levanta entera con esfuerzos coordinados, es un nervio, una función especial que está per- vertida, hay necesidad de una acción tera- péutica mas poderosa y sostenida, necesitan- -383— dose doses triples y cuádruples de quina y una tenacidad, inconcebibles en la medica- ción, para triunfar de una fiebre larvea, y ade- mas, un uso profiláctico del mismo remedio muy perseverante: algunas veces sucede que después de muchos accesos de la forma lar- vea que ha resistido y no ha cedido sino im- perfectamente á la quina, eí organismo vie- ne á rehacer por una fiebre general, y la en- medad obedece entonces á doses muy mode- radas del específico. Se confunde muy fre- cuentemente la perniciosa con la larvea, cuan- do el accidente particular que costituye la forma larvea, toma una intensidad conside- rable y una esperiencia amenazante; pero es de saberse que la fiebre queda larvea, mien- tras que se limita á producir un desorden especial, aislado, al que no toman parte la» fuerzas radicales, y mientras las sinergias ge- nerales se conservan, cualquiera que sea la intensidad de este accidente local. La per- niciosidad existe, siempre que al mismo tiem- po se declaran uno ó muchos desórdenes fun- cionales especiales, cuya concomitancia no es por otra paite necesaria, hay rotura de las sinergias en las funciones vitales comunes, propensión á la extinción vital directa, ame- naza insidiosa de la muerte: aquí los tónicos gozan de toda su eficacia, tanto mas, cuanto la resolución de las fuerzas radicales, ataque mas las funciones vitales comunes sin lesión funcional especial, como sucede en las per- niciosas álgidas, lipotímicas, diaforéticas,&c, que como dice Barthez, solo es necesario im- —384— primir á las fuerzas radicales resistencia vital. La potencia terapéutica de los tónicos va- ría según la naturaleza de la causa de las enfermedades intermitentes y malignas, así las que son debidas á los miasmas pantano- sos cceteris paribus ceden mejor que lasque se desarrollan sin causa conocida en perso- nas nerviosas, en las grandes ciudades estas últimas son también en general mas irregu- lares en sus espresiones sintomáticas, su ti- po y marcha. No basta para caracterizar la fiebre larvea, la periodicidad de los accesos, sus intermitencias bien completas y el suce- so del sulfato de quinina, así no es raro ver nevralgias faciales en personas que nunca han estado espuestas á las influencias palus- tres, manifestarse por accesos periódicos y ceder al quinino: cuando una nevralgia cual- quiera es intermitente y periódica bastan doses medianas de quinino por lo común, si es periódicamente remitente, las doses se- rán mayores, siendo necesario si es continua con exacerbaciones irregulares, aumentar mucho las doses hasta obtener efectos fisio- lógicos del medicamento sobre el sistema nervioso como retintín, sordera, estupor y á veces delirio, es inútil ir mas allá porque al- gunos retintines de oídos, un ligero estupor, la lentitud del pulso, tales son los límites de los efectos fisiológicos de que no se debe esceder. Las nevralgias faciales periódicas en ninguna parte son mas comunes que en los países frios, húmedos y paludéános á la vez, y no es en las regiones calientes y pan» —385— tañdsas donde mas se encuentran las fiebres larveas: las enfermedades paludeanas de los países meridionales son de todas las mas gra- ves, allí es donde se observa principalmente la perniciosidad de las fiebres y esa variedad de accidentes funestos donde van como á darse cita las pyrexias endémicas, temibles al hombre y mortales á casi todos los séresi vivos no aclimatados, allí es donde en virtud de la intensidad de la infección las fiebres toman un tipo continuo y degeneran en di- senterias, en afecciones cerebrales, en fleg- masías del hígado y que se contraen esas diatéses casi incurables que modifican tan profundamente el organismo, que ya parece no estar apto á dejarse impresionar por otras causas morbíficas y á prestarse á la manifes- tación de ciertas otras diatéses. Es notable que no 'es'fen los países pantanosos de fiebres graves, de infección deletérea, donde se en- cuentran esas nevralgias faciales periódicas, que se llaman fiebres larveas y que quebran-# ta tan seguramente el quinino, se las obser- va en dos circunstancias: 1.*, como efecto lejano de una afección paludeana moderada, recibida anteriórménie, así no son raras en individuos que después de haber habitado lugares pantanosos templados y esperimén- tado allí ó no, intermitentes van á grandes «iudades, la influencia del frió húmedo tiene en este caso la potencia muy cierta de mani- festar estas reminiscencias mórbidas palu- deanas, larvadas, bajo la forma de nn acci- dente reumatismal: esta asociación de dos —386— influencias patogénicas para producir uns afección mista, testigo de cierta degenera- ción del estado mórbido engeiidrado por los mieísmas pantanosos: la eficacia del sulfato quinino aquí está en razón inversa de la an- tigüedad de la acción miasmática y del abastardamiento que esta impresión mórbi- da sufre en el organismo: 2. tí , también se observan frecuentemente las afecciones pa- ludeanas larveas, bajo las nevralgias faciales y principalmente supraorbitarias y oculares en los lugares á la vez pantanosos y fríos y húmedos, donde la costancia de la humedad fria tiene casi tanta parte, como el* miasma en la producción de las enfermedades endé- micas. No basta una nevralgia facial inter- mitente para costituir una fiebre larvea, si- no que es necesario que en un punto cir- cunscrito del organismo, en una parte viva por mínima que sea, en un ramo nervioso, v. g., esté reunido en pequeño, todo el apa- rato de un acceso de fiebre, es necesario que la fuerza mórbida específica que se manifies- ta comunmente por esta conmoción sinérgi- ca de todo el sistema vascular que se llama un acceso de fiebre, concentrándose en un punto de este sistema, esté allí representada específicamente, esto es, por fenómenos aná- logos á los que habria determinado, si hubie- se tomado su forma ordinaria, es necesario todavía mas, porque todos los fenómenos de una fiebre local pueden manifestarse en un acceso de nevralgia supraorbitaria, sin que esta sea lo que se llama una fiebre larvea, -387— esto es, sintomática de una afección paludea- na; sin embargo, es necesario confesar que estos caí aderes de una fiebre local asocia- dos al dolor nevrálgico, la chemosis, la conti- nuidad del acceso una vez comenzado, las pulsaciones febriles de la arteria del ojo, principalmente si hay allí al principio algo de calosfrió, que la intermitencia y periodi- cidad se muestran francas y perfectas y que su tipo sea terciano ó doble terciano, etc, sonprejuzgados en favor de la existencia de una fiebre larvea; pero cuanto mas se aleje de la época en que la influencia miasmática ha sido resentida, mas por consecuencia la afección que ha resultad'» habrá tenido el tiempo de debilitarse y degenerar ya por si misma, ya por la acción de otras disposicio- nes mórbidas; peí o también se verá borrar- se esta netitud de tipo, de estadios y de sín- tomas, y menos decididamente curativa será la medicación quíníca; si por el contrarío la fiebre larvea está en toda su pureza, si ella se declara bajo la influencia inmediata del miasma paludeano, hab»-á allí también en el conjunto todo especial de sus fenómenos, de | sus caracteres, fenómenos capaces de acusar, acaso su naturaleza, á un observador sagaz, aun cuando no tuviese para formar su diag- nóstico ni los datos de Ja etiología, ni el co- nocimiento del tipo de los accidentes mórbi- dos, y es que en este caso el acceso larvado por una nevralgia no se separa completamen- te de cierto sello, que el principio paludea- no imprime sobre la coordinación de los —388— síntomas y sobre cada uno en particular, aun cuando no hubiese mas que uno solo: un práctico en las fiebres de pantanos no nece- sita frecuentemente para reconocer si tiene que tratar una intermitente miasmática de saber el tipo, ni conocer los antecedentes, y aun puede pasarse de observar el bazo. Hay tres enferrnedades generales contra las que poseemos recursos terapéuticos ma- ravillosos; pero cuyos límites es bueno cono- cer, ellas son la sífilis y contra ella el mercu- rio, el fierro para la clorosis y la quina para las enfermedades palúdeanas. Es un error' creer en la desaparición Completa de la diá- tesis palustre, cuando sus manifestaciones primitivas han sido conjuradas por la quina; así como el creer en la eradicacion de la sí- filis costítucíonal cuando el mercurio ha cu- rado accidentes sifilíticos; y creer la cura- ción de la disposición clorótica, cuándo por el fierro se ha hecho desaparecer los carac- teres esteriores de esta afección: cuándo la acción del miasma paludeano ha sido larga é intensa, que ha tenido el tiempo de modi- ficar profundamente la economía, la quina ha podido destruir la fiebre, deshinchar el bazo, arrancar al hombre de una muerte cier- ta é inminente, alejándole para siempre acei- dentes perniciosos y sin ello inexora'blerrieti- te funestos; pero no le es dado borrar la im- presión, lo mas frecuentemente indeleble, que elagante deletéreo de los pantanos deja en la economía. En estos casos fes cuando aun retirado el organismo del medio de las in- —389— fluencias miasmáticas, es atormentado de mil modos por enfermedades paludeanas degene- radas, rebeldes á cualquier otro medio que la quina y aun á'ella, está sin embargo, las mo- dera'primero; pero luego renacen, y luego también es impotente; otras veces pasan lar- gos intervalos desde los últimos ataques de fiebre de pantanos al grado que ya ni se cree en ella juzgándose del todo libre y curado radicalmente el sujeto; pero si sobreviene al- guna enfermedad aguda, afecta un tipo re- mitente y aun á veces se acompaña de sín- tomas perniciosos, que, desviarán al médico, si ignora los antecedentes del enfermo ó no tiene la idea de referirles lo que tiene á la vista. Lo que decimos del carácter refrac- tario de la enfermedad paludeana ó diátesis indeleble, se halla frecuentemente eri las nevralgias que de ella dependen, concluyen por resistir á la quina y aun se exasperan. Todos Jos estados mórbidos que aunque con- tinuos, ofrecen caracteres atribuidos á la: malignidad ó ataxia, reclaman los tónicos específicos, aunque su acción no es tan segu- ra, acaso porque ño hay el reposo del orga- nismo que en la intermitencia ó mejor por la naturaleza de la enfermedad; con todo 6Íempre que las causas de estas enferme- dades continuas, con malignidad, hayan de- bilitado primitivamente las fuerzas radica- les de la economía y que no consistan en mateiias venenosas ó sépticas venidas de afuera ó engendradas en el organismo, siem- pre que estas causas hayan obrado en glo- —390— bo sobre el sistema nervioso que preside á la resistencia vital y á las sinergias, ellos tendrán bastante eficacia. Estos estados mór- bidos pueden ser primitivos y constituir to- da la enfermedad, como en ciertas fiebres nerviosas atáxicas desarrolladas por causas morales muy vivas, etc., en un organismo profundamente debilitado, mas frecuente- mente complican otras enfermedades como se vé en los heridos afectados de podredumbre de hospital ó en los que en el curso de los accidentes traumáticos vienen á >er afecta- dos por une vas tristes ó que habiendo per- dido el sentido por una herida que les ha quitado el conocimiento por algún tiempo no , lo recobran, sino para sentirse mutilados ó esclavos ó desbonrados: es importante dis- tinguir estos de los que se desarrollan por otras causas, como los accidentes atáxicos que complican las grandes heridas supuran- tes, los que se ven en las tifoideas y consti- pen la forma atáxica, á ellos se puede apli- car acerca del uso de los tónicos lo que ha dicho uno de nosotros (Trousseau y Pidoux) de la forma atáxica de las fiebres enterome- sentéricas. "La especie atáxica es la mas mortal de todas. La fiebre en esta forma es reemplazada ó acompañada por síntomas ner- viosos, que, como en las nevroses simples, ya no ceden á simples modificadores del siste- ma nervioso, sino que entretenidos por una causa que no está en nuestro poder neutra- lizar, persisten y matan mientras que el or- ' ganismo no entra en el conjunto de leñóme- —391 — nos de reacción febril que son compatibles con la terminación favorable de la enferme- dad," no obstante, pueden sacarse ventajas de los tónicos radicales, como los fortifican- tes para el sistema nervioso para reintegrar- lo en su coordinación y relaciones. , La pro- piedad de que goza la quina de fortificar el organismo contra la influencia de los miasmas paludeanos, es diferente de la que opone á los venenos mórbidos, habiéndolos entre ellos sobre cuya influencia deletérea no tiene acción, tales son aquellos que se in- dividualizan fuertemente en la economía ó que tienen caracteres específicos, su virtud tónica nevrosténica se ejerce menos eficaz- mente en las fiebres pútridas y tifoides, ella no está acaso privada de todo efecto contra las fiebres purulentas, si no es que los suje- tos estén en condiciones individuales endé- micas ó epidémicas muy funestas. Es útil en las fiebres puerperales en que induce á su uso la remitencia de los accidentes, su forma perniciosa y la evidencia de un estado mór- bido general. Al dar los tónicos en las en- fermedades continuas con malignidad, suele estar el organismo tan abatido que ni se le- vanta su acción, entonces es necesario insis- tir y dar vino ó éter, y si se logra suscitar la fiebre, puede tenerse como salvo el enfermo porque no se muere con fiebre. En cuanto á su uso como estomáquicos, y fortificantes generales en otras enfermeda- des se ha abusado bastante de ellos; Brous- saisi dice: "La indicación de solicitar al es- —392— tómago por los tónicos, no se saca de la de- bilidad, ni del enflaquecimiento, sino mejor de la palidez y anchura de la lengua, así co- mo de la sensación de languidez y de la len- titud de la digestión, cuando se ha usado de alimentos poco estimulantes. Puede también resultar de los dolores de estómago, eructos, borborigmos y cólicos, que acompañan estas especies de digestiones, cuando estos acci- dentes desaparecen con alimentos de una propiedad mas irritante." (Prop. 115) La debilidad general sin flegmasía, no exíje si- no buenos alimentos y una dosis moderada de vino si la digestión se ejecuta; mas si se hace con trabajo, son necesarios los amargos. (Prop. 446) Cuando la gastroenteritis mas violenta, se prolonga hasta un cierto punto, la debilidad suministra indicaciones, que es necesario llenar con materiales alíbiles, para prevenir la muerte por inedia, porque llega una época en que la digestión es posible, á pesar de la persistencia de la inflamación, sin producir la exasperación de esta;" (Prop. 441) pero no es solo en estos casos en que se ocur- re á ellos, de los otros puede verse en las umbelíferas y labiadas en la materia médi- ca." Las hidropesías que provienen de la mala asimilación, desaparecen por los tóni- cos, el aire seco, caliente, luminoso, los bue- nos alimentos y los remedios del escorbuto, si esta enfermedad coexiste. (Prop. 395) Las hidropesías que son debidas al sitio, á las he- morragias y á las otras causas de debilita- ción, se curan por los tónicos, los buenos ali- —393— mentos, el vino, el alcol y los diurético* ac tivos, cuando no existe desorganización en las visceras; pero es necesario mucho cuida- do para graduar la restauración. (Prop 396) Cualquiera que sea la debilidad que acom- paña á las irritaciones, (restringiendo esta pa- labra á significar un grado cualquiera de in- flamación aguda ó crónica, porque acordán- dole la latitud viciosa que tiene en el len- guaje de Broussais, no podría sancionarse es- ta proposición) estas suministran solas las in- dicaciones, mientras que son bastante violen- tas para exasperarse por la ingestión de ma- teriales alíbiles y medicamentos estimulan- tes; luego que lo contrario tiene lugar la de- bilidad, suministra indicaciones que se com- binan con las que dependen de la irritación; en fin, cuando esta ha cesado, la debilidad se hace la enfermedad principal; pero la ir- ritabilidad de los órganos, exije grandes pre- cauciones en el uso de los estimulantes." (Prop: 428) Las convulsiones y los dolores cualquiera qne sea el nombre que se les dé, dejan á su consecuencia una debilidad que suministra algunas veces sola, las indicacio- nes." (Prop. 429) El parto es algunas veces seguido de una debilidad que se aumenta progresivamente hasta la muerte, y que su- ministra sola, las indicaciones, aunque ella eea un producto de la irritación. (Prop. 4do) La debilidad con flegmasía, situada en otra parte distinta del canal digestivo, exije ali- mentos ligeros y que dejen poco residuo, si la flegmasía es aguda; pero proscribe los es- —394— timulantes cuya irritación se repetiría en el Órgano inflamado, si la flegmasía es crónica: esta debilidad exije alimentos sustanciosos, pero siempre de fácil digestión. En cuanto á los tónicos, no convienen sino á doses lige- ras y momentáneamente" (Prop. 447) La de- bilidad con un catarro que consume por una espectoracion muy copiosa y sin fiebre, pide alimentos sustanciosos y de fácil digestión, con el empleo de tónico-astringentes á do- ses muy medidas, tales son la quina, el li- quen, el acetato de plomo." (Prop. 448) La debilidad con colitis aguda, no exije mas que el tratamiento indicado para esta enfer- medad; pero en el caso de cronicidad, nece- sita féculas despojadas de todo lo que pueda dejar residuo en el colon y el uso moderado del vino tinto, para retenerlos alimentos del estómago, porque la irritación del colon, los llama hacia este intestino, antes de su asimi- lación y hacen ellos allí el oficio de purgan- tes." (Prop. 450.) La debilidad producida por hemorragias escesivas, exije alimentos gela- tinosos, albuminosos y feculentos, con un po- co de vino tinto, algunos astringentes y tó- nicos fijos; pero repele los alimentos de alto gusto. Los estimulantes difusibles, no con- vienen sino inmediatamente después de las grandes hemorragias." (Prop. 441.) El suceso de la medicación tónica, depen- de en gran parte de las condiciones higiéni- cas y estado moral de los individuos, la man- sión en las grandes ciudades desarrolla pna diátesis de irritabilidad, y con todo, dicho —395- estado indica el uso de ellos, es necesario á tales individuos la rusticación, que abando- nen tales poblaciones, los ciudadanos recla- man el uso de los tónicos, en el régimen or- dinario de la vida, en las indisposiciones ha- bituales de sugetos débiles, en las enferme- dades crónicas, no así el aldeano. Las fie- bres enteromesentéricíiS, revisten á veces la forma adinámica en que está indicado el uso de los tónicos: uno de los caracteres esencia- les de las adinámicas, es el anonadamiento primitivo y considerable, en que colocan á las funciones animales, y sobre todo, la con- tractilidad muscular, sometida á la voluntad, es común á todas sus formas, y es lo mas cos- tante; pero limitado á los aparatos de la vida animal, no costituye la variedad adinámica de fiebres graves, ni basta para indicar el uso de los tónicos, por esto se toma del "abati- miento de las funciones orgánicas, las mas inmediatamente necesarias al mantenimien- to de la vida," porque cuando solo atacan Jas funciones esteriores, puede estar y está liga- da á una reacción general: para que costitu- ya, pues, la forma adinámica y requiera tó- nicos, es necesario el anonadamiento de las fuerzas vítales, junto con el de las junciones locomotrices, y es necesario, sobre todo, que el trabajo febril esté suspendido ó notable- mente rebajado del grado rigorosamente ne- cesario para el cumplimiento pleno y regular de esta larga serie de operaciones patológi- cas cuyo conjunto se llama fiebre tifoide. La putridez está caracterizada de una ma- —396— ñera general, por una estrema disposición de los sólidos y fluidos, sobre todo, á revestir una crasis que se ha comparado mas pinto- resca que científicamente, á la que se imagi- na en tejidos vivos que tenderían á escapar á las afinidades de la química vital, para obe- decer á las de la muerte. Galeno ha juzga- do así: " Atque hec putredo non simpliciter pu- tredo censetur sed etiam habet aliquid concoctio- nis; rnanente enim adhuc coquendi facúltate va- sorum putreseens, tune humor ad talem altera- tionem deducitur," 8fc, muestra luego ios di- ferentes grados de dominio respectivo dees- tos dos estados tan opuestos, la descomposi- ción pútrida absoluta y Ja persistencia de un resto de facultad plástica en los vasos, des- de una ligera tendencia séptica, hasta la di- solución casi consumada. La putridez es compatible con un calor muy elevado "Om- nisfebris quo magis est calida, co magis est pú- trida" (Bochrave) Con una turgescencia é in- yección vivas de la piel y de las mucosas, un gran desarrollo del pecho, en una pala- bra, una fiebre muy ardiente, y no es otra cosa el causus de los antiguos; mientras en la ausencia de estos fenómenos consiste la adinamía, la complicación de uno y otro, no contraindica el uso de los tónicos. El estu- dio de Ja marcha y de las soluciones natura- les y felices de la afección tifoide, prueba que el concurso de cierto orden de fenóme- nos febriles, cuya forma, grado, armonía, du- ración y modos de terminación, son conoci- dos por la observación, á lo menos en lo que —397— tienen de general, prueba, decimos, que este concurso de fenómenos, debe inevitablemen- te desarrollarse y que un gran daño comien- za desde el momento en que se abaten mu- cho, se suspenden ó se pervierten, el orga- nismo periclita por defecto de reacción y la indicación es franca, es necesario que el hom- bre del arte natural minister et interpres re- constituya febricitante á su enfermo, aban- donado por la fiebre "Namque hoc tempore, di- ce Sidenham, quo magis calefecerim, co magis concoctionem accekravero," y es cierto, porque sobre el grado de calor orgánico, debe me- dirse el grado de reacción febril, y resisten- cia vital, como es necesario tomar este fe- nómeno fundamental en consideración 'pa- ra juzgar la adinamía y su grado; otro signo muy importante y que coincide frecuente- mente con la caida de la fiebre y la verdade- ra adinamía es la crudeza de las orinas: son blancas, casi limpias y naturales como dice Sidenham y Huxham "cruda sine sedimento et instar cerevisice alba; y las febriles, princi- palmente en la terminación de la enferme- dad, deben tener caracteres opuestos. A veces los enfermos desean fortificantes. "Ae- ger cupit roborantia et vinum, dice Sauvages: noctu syinptomata ingravtscunt" es otro ca- rácter de la adinamía. La indicación de los tónicos, se presenta frecuente é imperiosa- mente en las enfermedades de los viejos y se puede ver el tratamieuto de las enferme- dades mentales por los tónicos, por Guis- lain en la gaxette medícale. En las afecciones —398— escrofulosas, convienen los analépticos, tóni- cos, gimnásticos, baños de mar y el uso de amargos en pequeñas cantidades á interva- los, son los medicamentos eminentemente propios. Los tónicos eran tenidos por los an- tiguos, como alexífarmacos espele venenos ó depurativos; en efecto, no son neutralizantes de ellos, sino que dando fuerzas á la econo- mía, para digerir y eliminar los productos mórbidos; con todo, tienen una acción anti- séptica directa, el organismo, auxiliado por ellos, elimina una porción de miembro agan- grenado, pues que las leyes vitales costitu- yendo la providencia interior del órgano, ope- ra las trasformaciones, los refinamientos, eli- minaciones, depuraciones y frecuentemente no es necesario sino moderar ó reanimar la escitacion, á propósito para que ellos aprove- chen en este trabajo: Ja triaca es muy útil, Sidenham la alaba mucho, la usaba en las en- fermedades nerviosas, y dice: "Theriaca An- dromaca vel sola, si crebros diuque usurpetur, magnum est in hoc malo (hysteria) remedium. Ñeque vero in hoc solo, sed in aliis quam pluri- mis á caloris et concoctionis sive digestionis de- fectu ortis, omriium forte potentissimum qua hactenus nobis innotuére ut áplerisque fastidia- tur; quod et per vid gata sit et á tot saciáis jam cognita:. también la elogia Bordeu. MEDICACIÓN ESTÉNICA INDIRECTA. MEDíCACIOri ALTERANTE 0 DYASVIACÜOSINAPTOPOIETICA. Es aquella cuyos agentes desnaturalizan la sangre y humores, haciéndolos menos pro^ —39S— pios para la nutrición intersticial, y á sumi- nistrar elementos á las flegmasías: acaso ha- cen imposible la generación de productos ac- cidentales epigenéticos. Su indicación vie- ne cuando la economía está profundamente conmovida, cuando un órgano de suma im- portancia está invadido ó que la multiplici- dad de los accidentes locales, equivale en úl- timo resultado, á una vasta lesión única, ó por Último, cuando un mal crónico en su marcha'/ formas, de naturaleza rebelde y tenaz, ha to- mado raices en la economía, de suerte que en el último resultado pueden usarse tanto en enfermedades agudas, como en las cróni- cas: como de los alterantes unos liquidan la sangre y Ja atenúan inmediatamente, sin es- citacion anterior como el mercurio y los al- calinos, el nitrato de potasa y sin fenómenos intermediarios; y los otros, antes de produ- cir su efecto alterante, escitan una irritación general mas ó menos viva, siempre y tanto mas, cuanto se procura obtener mas pronta- mente el efecto que se desea como el arsé- nico, iodo, oro y platino que no convienen en las enfermedades agudas; y siendo distinto el alcance de ellos, no se usan indistintamen- te así los alcalinos son los mas pasajeros, sus efectos persisten poco, porque son asimilados Ó eliminados, ellos son preferibles cuando puede suponerse que la costitucion del en- fermo puede sufrir, desde que cae la infla- mación, así como el mercurio solo en suge- tos vigorosos, cuyas reacciones son sosteni- das, y cuyas flegmasías deben tener conti- —400— nuidad. Cuando un mal ha echado profun- das raices, que los accidentes se aumentan con lentitud ó quedan estacionarias, que los órganos esenciales para la vida están com- prometidos, ó que una afección hasta enton- ces local, amenaza generalizarse ; entonces es necesario el uso de los alterantes, que ya se oponen á la causa que neutralizan, y las lesiones producidas por ella, se curan des- pués por los solos esfuerzos de la naturaleza; ya la causa que se gasta por los progresos de la edad ó de cualquiera otra manera imposi- ble de conocer, ha dejado trazas de su paso, cuya curación espontánea, es si no imposible, á lo menos muy larga y muy difícil, y el al- terante cura estos efectos, sin haber obrado lo mas del tiempo sobre la causa, así el mer curio, oro y iodo, neutraliza la causa sifilíti- ca, mientras que el oro y iodo, no obran si- no sobre los accidentes de las escrófulas, ó en otros términos, estos medicamentos des- truyen á la vez, la causa sifilítica, cuando se ha presentado evidentemente y los acciden- tes sintomáticos que la acompañan, y por el contrario, en la edad en que las escrófulas hacen aun progresos y en que por consiguien- te existe todavía como causa real en la eco- nomía, estos medios parecen mucho menos eficaces que en la época en que solo resta que combatir las alteraciones orgánicas mas ó menos graves que han sido la consecuen- cia de los ataques sucesivos del vicio escro- fuloso. La sangría también es un medio al- terante sin fenómenos intermedios. —401— En el modo de obrar de los alterantes so- bre los vicios y los virus hay algo de especí- fico, pues que ningún intermedio evidente hay entre el efecto y la causa El modo de ser de un medicamento con relación á la economía en el estado de salud, nada hace prejuzgar de su acción curativa, como se ve en el mercurio para la sífilis, y el iodo para las escrófulas; no es así cuando se les consi- dera independientemente de su modo de obrar específico con relación á las enferme- dades crónicas comunes, así en el uso de las aguas de Vichy en los infartos crónicos del hígado, se sabe que este recibe una cantidad inmensa de sangre que está encargado de elaborar y cuando está enfermo y se le en- vía sangre hecha evidentemente alcalina me- nos coagulable y menos tenaz por las sales de sosa, la circulación se verificará en el me- jor, y la facilidad de la ejecución de la fun- ción pondrá al instrumento de esta, en me- jores condiciones de curabilidad, lo que si no es así, á lo menos puede suponerse, así en la diabetis azucarada en que la sangre está menos alcalina, los ju^os salivares, ácci- dos y en que la fécula se convierte en glu- cosis desde que llega al estómago, mas rápi- da y completamente que en el estado nor- mal y absorbida circula eu los vasos sin ha- llar'una cantidad suficiente de álcali libre que no esté descompuesto, pasa á las orinas al estado de azúcar de uva, no sin haber por su contacto con los órganos todos produ- cido graves desórdenes funcionales, y al nn -402— una caquexia que se traduce al fin por lesio- nes orgánicas muy graves; y si la enferme- dad no está muy avanzada, los alcalinos y notablemente el bicarbonato de sosa ó de magnesia Impiden de una manera cierta la trasformacion sacarina ó á lo menos permite que el azúcar sea asimilado y descompuesto en el torrente circulatorio, de suerte á no ser arrojados por la.> orinas y al mismo tiem- po disminuyen los sudores y reaparecen las fuerzas. En las afecciones tifoideas están contraindicados y esto no solo en la dotinen- teritis, sino en toda enfermedad acompaña- da de síntomas tifoideos. Es necesario ad- mitir como lo habían hecho presentir algu- nos médicos ingeniosos, que muchas enfer- medades crónicas y aun agudas, pueden con- siderarse en su espresion local como eí re- sultado de una producción accidental bas- tante análoga á las del moho ó los hongos y á ios liqúenes, en cuyo caso la nueva pro- ducción es debida á una semilla morbosa, que viene á germinar en la economía á es- pensas de los jugos que la empapan y se desarrolla ó en la superficie ó en el espesor de nuestros tejidos y constituye estas lesio- nes locales que incomodan ya mecánicamen- te, ya por la inflamación que determinan ó ya por la reabsorción de los productos en que se resuelven y cuya secreción provocan. Así se esplica muy bien el modo de curar de los alterantes en la mayor parte de las en- fermedades crónicas, como herpes, cánceres, escrófulas cuya causa se destruye por el -403— mercurio, arsénico y oro á la manera que es- tos agentes tóxicos harían perecer el moho liqúenes y hongos que se desarrollan, sobre los elementos orgánicos que se descomponen, y aun sobre aquellos que no se encuentran todavía en este caso. Son notables los efec- tos del mercurio en la peritonitis puerperal y reumatismo sinovial: Texier y Gendrin han probado, que se obtienen rápidos y felices resultados dando al dia hasta una onza de subcarbonato de sosa ó nitrato de potasa á los enfermos atacados de la mas rebelde y mas inflamatoria de las inflamaciones agu- das que es el reumatismo articular febril. Leonardo Oliva. 34 V : ¡} ■ ..,x.;>--'- Error in Pagination: p. 405-406 omitted in numbering IM1CE DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTA OBRA. Paga Generalidades: Etimología de la pala- bra terapéutica. Objeto. Importan- cia. Condiciones para su estudio. División......................... 5> Capítulo I. Artículo I. Terapéutica ge- neral: Agentes, Efectos, Método, Me- dicación, Tratamiento.............. & Método Espectante....'............. H —Analítico.....................■•• 12 —Sintético.......................... I4 —Esplorador.......................• 1® Artículo II. Indicación, Indicante, Indi- cado............,................. 19 Edad.............................. f Sexo.............................. j\ Temperamento..................... jf1 ldiosincracia....................... ~j* Fuerza ó debilidad.................. £> Apetitos.......................... ~J Hábitos.......................... ~a Profesiones........................ ^* —408— Págs, Causas.......................<. .. . 29 Sitio.............................. 31 Intensidad....................... 31 Tiempo........................... 32 Periodo............................ 32 Clima............................. 34 Meridionales calientes y secos........ 35 Meridionales calientes y húmedos..... 55 Septentrionales frios y secos.......... 61 Septentrionales frios y húmedos...... 67 Constitución médica................ 72 Circunstancias...................... 73- Capítulo II. Terapéutica especial. Cla- sificación de las acciones terapéuticas. »" Medicaciones, su división. . ........ 73 Artículo I. Medicación hipoergética, di- recta, hiponeuriergética............ 75 Artículo II. Medicación hipoencefa- myelergétiea. Precauciones, Indica- ciones, .Contraindicaciones, Utilidad. 80 Artículo III. Medicación antiflogística .:. ó hipoageiopoiética............. . . 91 Flebotomía....................... 92 Enfermedades agudas. Inflamaciones i«fy francas. Neumonías. ............. . 103' Reumatismo articular, agudo...... ... 113 Fiebre catarral...................... 124 -tifoide...........,................ . 133 Erisipela de la cara.............. .... 151 Enfermedades agudas, específicas. Vi- güela,...,.........,........... 154? Sgíampion.......................... 1S1 —409— Paga. Escarlatina......................... 16$ Enfermedades crónicas. Fiebre héctica. Tisis............................ 170 Desórdenes mórbidos del aparato vas- cular........................... 1.81; Plétora. Enfermedad. Afección...... 18& Plétora fisiológica, primera íorma......193. Segunda forma..................... 195, Tercera forma.......,............. 197 Notas sobre eldiagnóstico de la plétora. 201 Plétora mórbida ó diatésica..........204 Plétora caquéctica..................212 Medicación asténica, indirecta, irritante, sustitutiva ú homeopática..........224 Medicación revulsiva ó transpositiva. — 232 Naturaleza...................•>---239 Aliento.....,. ..................... ^11 Edad dé la enfermedad.............. 242 Estension...................•...... ^43 Duración de la irritación traspositiva. . 244 Lugar de la revulsión...............245 Medicación irritante espoliativa.. .. ... 24< Medicación evacuante, vomitiva. Incon- venientes. Saburra gástrica. Fiebre biliosa..................:........251 Medicación purgante. Indicaciones.... 2b4 D„ . .__...... 2/¿- íarr 279 28: Medicación sedante ó contraestimu- lante............................ , —Hidroterapia............•.....•• 4Co Medicación esténica, directa, hiperspla- chnergética... ..................~8 —410— Págar^ Movilidad nerviosa.................. 293 Vapores. Espasmos................. 294 Cólico bilioso.......................295 —nervioso iliaco.......*........... 296 Palpitaciones.......................296 Sufocación......................... 297 Tos convulsiva...................... 297 Asma, hysteria..................... 298 Epilepsia..........................299 Vesanias, locura....................318 Medicación escitatriz ó hyperencepha- mielergética.....................320 Parauses..........................321 Medicación estimulante ó hyperageio- poiética.......................... 330 Eleceion de los escitantes............ 338 Medicación tónica ó nevrosteniopoiética 355 Fiebre maligna, malignidad..........361 Su causa determinante.............. 367 Específico: quina, propiedades que la distinguen.......................373 Otras indicaciones de los tónicos...... 391 Medicación alterante................ 398 Su indicación......................399> QipfQ^ HUTAS HAS NOTABLE Págs. Líns. 50 23- -dice: práctico de, léase: práctico á. 117 15- -dice: encisiones. léase: emisiones. 121 25- -dice: cry te matosas, léase: ery tema- tosas 194 7- -dice: suero, láase: suero. 213 30- -dice: Beaucree, léase: Beau cree. 222 10- -dice: mmstaue, léase: menstrua. 224 23- —dice: á, léase: de. 239 17- -dice: roscóla, léase roseóla. 245 15- - dice: revelar, léase: reveler. 246 23- -dice: así, léase: así á. 248 32- -dice: estudio, léase: estadio. 252 10- —dice: escápase, léase: escapan. 263 1- -dice: esta la, léase: esta á. 296 1- -dice: bilioso, léase: nervioso. id. 16- -dice: corta, léase: aorta. 299 5- -dice: y á, léase: y tienden á. 321 19- -dice: ellos, léase: ellas. 333 28- —dice: imposible, léase: es imposible. id. 29- -dice: no será, léase: y no será. 337 1- -dice: empatióos, léase: simpáticos. id. o- -dice: porsillos, léase: por ellos. 345 24- -dice: rado considerando, léase: conside- 351 32- -dice: luxionar, léase: fluxionar. 371 10- -dice: presunta: léase: presunta, 373 4- -dice: tuctor, léase: tuetur. 381 6- - dice: llama rase, léase: llamaráse. 13— dice: uuevas, léase: nuevas. 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