QUINTA ESENCIA DE LA VERDADERA MEDICINA CURATIVA. QUINTA ESENCIA I)E LA VERDADERA MEDICINA CURATIVA, Ó EL VELO DESCUBIERTO DE LOS ARCANOS EN LA CIENCIA MEDICA. Analizada, practicada y observada en ambos hemisfe- rios por diferentes respetables héroes, observadores de /a Naturaleza. Ratificada por una exacta ob- servación práctica de seis años, en un sin número de enfermos de ambos sexos y edades. POR DON PEDRO MARTINEZ, H 9 Profesor en Química, Cirugía y Medicina, encargado por el Superior Gobierno de la sanidad del Puerto de esta Capital. Los enfermos alguna vez sanan sin . Médico, por crisis de la Naturale- za; pero no, generalmente, sin medicina. Iíippocrat. BUENOS-AIRES. IMPRENTA ARGENTINA, CALLE DE LAS PIEDRAS, NUMERO 31. 1829. Aviso fundamental lmpoktantísimo. Nadie debe usur de los verdaderos medi- camentos, que en esta obra se expresan, sin haberla bien leido, y comprendido. Se hallará esta obra, como también todas las clases de la verdadera Medicina curativa, en el Elaboratorio y nuevo establecimiento del autor. CALLE DE LA PAZ, NUMEROS Q3 T 05. Baronesa. i Portento grandioso !—Se disipan Las nieblas, que ofuscaban los humanos. La verdad, y experiencia, á los insanos Dolores del mortal, remedio aplican.—» Cesen de alucinar ios inhumanos, Que un sepulcro a natura le fabrican.... Un velo se descubre, y sus arcanos, O sus secretos, sin dudar se esplican. La humanidad, si se miró afligida, Después no se verá, si los mortales La ciencia estudian, que el viw fomenta Leyendo aquí, se adquirirá mas vida, Pues que con reglas muy fundamentales La salud, en las manos se presenta. DEDICATORIA A LA HUMANIDA D. ¡ Moríales racionales, o¿¿// Zo razón, la verdad augusta, se os ráe d las manos. Destinadle en vuestros corazones el altar mas reverente. Reproducidla en vuestras futuras generaciones, y haced sea la primera mate- ria de educación de vuestros hijos. j Almas sensibles, corazones tiernos, e/2 donde la virtud tiene su inmortal asiento ! ¡ Ah ! solo vosotros oiréis tal vez sin preven- ción, /« ü02 í/e/ convencimiento.—Interesad vuestra muda elocuencia, y vuestras risueñas gracias en favor de la humanidad afligida : de esa humanidad, donde hay tantos que la persiguen ; de esa humanidad, contra quien se han declarado la negra envidia, calum- nia, ?/ el amor innoble del oro, único móvil de * /os almas viles; y proclamadüo* era la verdad, con el labio de la inocencia II ¡ Antagonistas inermes, que inúlilmenier lucháis contra la evidencia ! ¡ Débiles apo- yos de la ignorancia, y los abusos de princi- pios tan obscuros, é ignorados como el centro de la tierra ; almas venales, y Corrompidas por el vicio de la educación ! j Objetos de~ execración eterna, por qué batalláis con- ira el mas intimo y luminoso convencimiento, y os contentáis, con murmurar clandestina- mente en el ultimo asilo de vuestro descanso! Decidme: ¿wo es cierto, que cuando desaten- déis el clamor de la humanidad, y hacéis de un infeliz enfermo el juguete de vuestros ca- prichos, la misma humanidad resentida os loca en eh fondo de vuestra alma, reproban- do crueldad tan inaudita f ¿Por qué no prestarse entonces al sentimiento ó impulso- intimo del corazón ? ¿ Por qué trabar con lanía impavidez la marcha benéfica del pre- sente método f Por ventura, ¿podrán mas con ¿os humanos, las vanas y sofisticas decla- maciones, que ponen en uso los que aún vagan- entre sombras, que los hechos; ? verdad ir- resistible, pero único efecto de los verdaderos principios, unidos á una dilatada esperiencia. Responded, pues, humanos degradados, si queréis ser aún mas criminales que lo que actualmente $ois, al postergar una verdad, mas clara que la luz del medio dia, por sen- izmientos innobles, é intereses privados% Parece que veo caer sobre mi inocente ca- beza vuestras injustas maldiciones. Las des- precio ; pues antes han caído muchas veces las bendiciones de los que no persiguen á la humanidad, como vosotros ; y esta es una ce- lada, que no penetran los embolados tiros de la maledicencia•« Pero si alguna vez llega á tener lugar en vuestro corazón Injusticia, el convencimiento, el triunfo de los principios, el fruto de la ex- periencia, en fin, los hechos incontrastables que prueban mis aserciones ; volved á la re- flexión, y no os ruboricéis de haber errado, pues todos los moríales somos propensos á in- currir en el error, y yo no me avergüenzo de confesar, que hasta que vi esta luz, y puse en práctica esta nueva doctrina, andube (como vosotros) palpando sombras, <? incertidumbres. ¡ Profesores hábiles y humanos, que andais > busca de la verdadera ciencia, ítj /a carrera de vuestra noble profesión habéis caminado, éw/re /«s espesas ti- nieblas l Recorred, ccw? asidua inedia III (ación, las páginas de esta obra. Pesad con madurez sus raciocinios y fundamentos ; aban- donad la parcialidad ; acordaos, que la Na- turaleza os dio la penetración para que inves- tigaseis sus secretos ; y propagad este méto- do en bien de la humanidad. ¡Lejos de vosotros, mis queridos compa- ñeros, el prestigio de las voces vagas, ó frases pomposas, é insignificantes ; pues la verdad tiene la esplicacion en sí misma. Reflexio- nad que sois los encargados, obligados, cons- tituidos, comprometidos, y juramentados á aliviar á los humanos racionales, atacados por las enfermedades. Prescindid (como yo) de deslumbraros con los pasageros bienes que presta la fortuna, en beneficio de los seres ra- cionales, adoptando en favor de ellos, y de vuestra opinión misma, la verdadera Medid- na, iluminada con la experiencia, y /o,? prin- cipios fundamentales, coto tawío acierto han establecido los héroes respetables, obser- vadores de la Naturaleza, y de la Medicina práctica. ¡Hombres dentfleos, é ilustrados, que ho- jeáis las páginas de los grandes sábios de la culta Europa ; talentos de preferencia, ver- IV V ¿ladero tesoro de las Repúblicas 7 Ayudadme con vuestra elocuente persuasión á hacer co- nocer al mundo nuevo una verdad, que no he podido investigar sino después de treinta y cinco años de observaciones prácticas. Sos- tened el augusto triunfo de los principios; emplead vuestros talentos en convencer á los incautos, que aún viven alucinados, ríe la eficacia de este grande descubrimiento; y haced de modo que vuestra bien corlada plu- ma supla la esterilidad de mi ingenio ; der- ramando, si es posible, mas luz sobre esta materia, é ilustrando sobre ella la opinión pública. ¡Hombres de sentido común; incautos, espuestos á todos los embates de la Natura- leza! Recapacitad mucho sobre el mérito de la obra que os presento, y ved que su con- tenido encierra el alivio de vuestros males físicos.—Empapaos en su doctrina ; consul- tad sus principios fundamentales con la razón natural; y mirad si hay identidad entre ellos. Si por desgracia os faltase (perdonadme esta honrada franqueza) el suficiente discerni- miento, llamad á vuestro corazón, y con el consultad los casos prácticos que van expre- sados á la conclusión de esta obra. Allí ha- VI Haréis, sino los principios, «/ ménos el bené- fico efecto que ha producido la nueva doctri- na, gwe tercio el honor de presentaros.—Ca- minad con confianza por la senda que encon- trareis demarcada, y bendecid la mano in- mortal de la Suprema Providencia, wos í#(> é?/ entendimiento para descubrir, en bene- ficio de los mortales, /oí secretos arcanos de la Naturaleza, y establecer sobre las ruinas de la ignorancia el Templo de la verdad, y el triunfo del convencimiento.. (El Autor,). a sí ® sr <o q¡> ® © © a <a a« El hallazgo de la mayor parte de los mejores, y mas útiles remedios que sirven en la medicina, se deben sin duda alguna a la casualidad, y a la observación que de ellos se ha hecho. La naturaleza suele ocultar muchas ve- ces á los que presumen de sabio?, los secre- tos que descubre á los humildes, ó á los que no los buscan. Un suceso imprevisto me ha hecho conocer los mas sublimes ; mas no ha sido capaz de darme suficiente instrucción en el verdadero método de elaborarlos y admi- nistrarlos: eso ha sido como debía, obra del exacto discernimiento en la experiencia, a costa de repetidos é industriosos principios, ensenándome á dirijir sus dosis, y á conocer sus virtudes, como sus buenos efectos; pues sabemos muy bien, que sin estas circunstan- cias no pueden ser absolutamente exactos sus resultados. 2 No es mi ánimo molestar la atención con ona digresión superflua, no; la pura verdad, y claridad por principios funda- mentales de la verdadera doctrina práctica de esta ciencia 6 facultad Química, Cirúr- gica y Médica que profeso, deben ser, y serán los únicos medios, ó. agentes promo- tores y capaces que me auxilien ; sí, que me auxilien, o presten en esta ocasión al- guna elocuencia ; pues que á mi parecer la debo necesitar. Todos sabernos, que al manifestar por la preüsa los sentimientos nobles que pue- den, y deben animar á todo individuo, con particularidad si de esta misma manifesta- ción resulta un bien general, está obligadí- simo y autorizado á colocarse en las filas para defender los derechos mas sagrados de la humanidad afligida ; por cuya razón se- ria en mí un crimen o cobardía punible é imperdonable el callar, 6 guardar silencio, al tiempo que la envidia agita por diferentes partes sus negros venenos. Que en materias especulativas se dejen arrastrar algunos de pomposos, alucinadores, é inútiles discursos^ 3 nada tiene de particular como á mí me ha sucedido, á causa de no haber tenido ante- riormente los conocimientos que ahora ; lo que sí tiene es, querer confundir lo que consta por repetidas y fieles observaciones ; esto es solo propio de los que viven preocu- pados, o mas bien diré, de los que preten- den alucinar á los incautos sofísticamente. No se crea, que el fatuo deseo de figu- rar sea capaz de conducirme á manifestar al público el plan, orden 6 método de cura- ción que he seguido de algunos años a esta parte, y debo seguir en consonancia con la verdadera doctrina práctica de varios auto- res modernos, héroes respetables de la ver- dadera medicina práctica ; indagadores, y observadores de la naturaleza, como tam- bién del modo de elaborar, y administrar para calmar, purificar, desalojar, espeler o evacuar la causa, la única causa eficiente morbífica, o mordaz de las enfermedades. En el período o espacio de cuarenta años, poco mas 6 menos, que hace ejerzo esta verdadera profesión honrosa científica, Química, Cirúrgica y Médica, he seguido. 4 practicado, y observado con particular aten- ción, y con la exactitud que ine ha sido po- sible, varias doctrinas y diferentes sistemas, asi en hospitales, de que he sido encargado, como también en muchísimas y diferentes casas, á enfermos de ambos sexos, y edades; siendo infinitas y diversas sus enfermedades. Unas veces asociado con verdaderos profe- sores prácticos, de quienes debo venerar sus bien fundadas y premeditadas máximas ,* y otras, por mí solo, en cuyo período d espa- cio de tiempo he notado, lo mismo que á mis colegas d compañeros debe haber- les sucedido, si con exactitud, como me persuado, han considerado d reflexionado; y es, que la mayor parte de los vanos misteriosos alucinadores, y pomposos auto- res sistemáticos, por no ser estos sólidamen- te fundados, se han sucedido con una rapidez que la parte instruida del público no ignora ; pero sí, que la imaginación admira, y que, en realidad, debe infundir espanto á los en- fermos, por ser casi siempre víctimas de ellos; sabemos muy bien, por haberlos leí- do con toda la debida, atenta, premeditada 5 y exacta reflexión, que dichos sistemas unos & otros se van sucediendo, según se van des- truyendo: dando todo esto lugar á que los hombres sensatos é ilustrados no tengan esta profesión por una verdadera ciencia, como en realidad es, y debe ser. Todos conocen, y debed conocer, esta verdad de tanta tras- cendencia, que yo por no molestar la aten- ción no hago un detalle, ó completa deno- minación de dichos autores. La razón principal es, y debe ser, la de no haber exactamente inquirido d inda- gado, y por consecuencia, ni menos haber conocido estos señores escritores sistemáticos, la única y verdadera causa eficiente de las enfermedades, producidas estas, d emana- das de la serosidad segregada, de la mala predisposición humoral; y fermentada por los agentes nocivos, que á su debido tiempo deberé esplicar. Lo cierto es, que los suso- dichos Autores se desentienden en un todo de la verdadera y única causa eficiente de las enfermedades, separándose enteramente de las huellas déla naturaleza humana, que indica esta, y exige de los observadores pro- 6 fesores lo que mas conviene á su necesidad. Tenemos varias y diferentes obras 6 doctrinas verdaderamente prácticas, que nos manifiestan por principios oon la mayor cla- ridad, hasta la evidencia perceptible, que nadie, nadie puede racionalmente dudar. Dichas obras, ó verdaderas doctrinas, son adquiridas a la cabecera de los pacientes ó enfermos, por genios respetables de la Medi- cina, indagadores y observadores de la na- turaleza ; como también del modo de ela- borar, administrar, y obrar los medicamen- tos propios á tonizar, calmar, purificar, desalojar y evacuar la dicha causa, única eficiente, morbífica, ó mordaz. Todas estas razones poderosas, suficientemente comprue- ban, que las susodichas obras, ó doctrinas verdaderas, nada dejan que desear á los profesores humanos; y que sus claros y evi- dentes principios, no solamente son preser- vativos de las diferentes enfermedades, sino es que su principal objeto, es en lo posible el de curar radical, á no ser la enfermedad absolutamente incurable 6 mortal de nece- sidad : un sin número de hechos ó casos 7 practicados, y suficientemente comprobados, de diferentes enfermedades, al parecer de difícil curación, en ambos sexos y edades ; como también sucedidos, ó acontecidos en ambos hemisferios, lo manifiestan con la mayor claridad, evidencia o verdad. Es- pondré algo, por serme indispensable, 6 de suma necesidad al cumplimiento de mi de- ber ; y para efectuarlo, se me permitirá dar principio á mi narración, ó exposición, por una premeditada y breve reflexión,, por pa- recerme no ser superfina, ni de mas en esta introducción, reduciéndola á manifestar, o mas bien diré, á recordar, que todos tene- mos un entendimiento mas ó menos perspi- caz para poder discernir, o distinguir las di- ferentes enfermedades, como también el ver- dadero plan, orden, o método de curación que podernos y debemos seguir: juntamente de examinar, sí, de examinar con la debida exactitud o prolijidad, las espresiones o in- terpretaciones nocivas hipotéticas; distin- guiéndolas por inútiles de las-muy sanas, arregladas, premeditadas, ciertas y entera- mente fundadas, por ser estas conducidas da 8 la verdadera doctrina práctica de esta cien- cia ó facultad que profeso, que con la debi- da claridad y verdad puedo y debo verter, y con lo mas sagrado de mi honor garantir. Ciertísimamente, sería faltar yo á los sagrados deberes con qüe me honra y carac- teriza esta verdadera profesión, si en esta ocasión, como en otras semejantes, no espu- siese mi débil pluma á todo aquello que mi razón o alcance pueda y deba dar alguna luz al bien de la humanidad afligida, pro- curando hacerlo lacónicamente con la debi- da energía, moderación, ingenuidad, ver- dad, y claridad ; quedando por este medio exactamente cumplido el precepto bien ar- reglado que la muy premeditada y sabia doctrina moderna de esta ciencia ordena, manda y encarga observar á todos sus ver- daderos profesores prácticos. Por cuya ex- posición, y por ser yo uno de tantos de los muchos (aunque el mas ínfimo) debo en pri- mer lugar manifestar, que la primera obli- gación del hombre es defender su existencia; O p y la de los verdaderos profesores es, no per- donar medio ó arbitrio que pueda ser útil al 9 bien de sus semejantes; todo con el fin en lo posible de preservar la vida, y evitar las muertes prematuras. Sí, tal es la voluntad de la naturaleza ; y parece que su autor, es decir, el Supremo Hacedor, se ha dignado, o mas bien diré, se ha complacido en multi- plicarnos y proporcionarnos los medios para, que podamos lograr este fin.. Bajo estos principios, que la misma ra- zón dicta, debo decir, que los verdaderos profesores conocemos, y debemos conocer o distinguir dos cúmulos emanantes distintos en todos nuestros semejantes, y en nosotros mismos, que son, el estado natural 6 de sa- lud, y el preternatural, o de enfermedad* que ambos nos manifiestan por la verdadera- y exacta reflexión y experiencia, loa mate- riales suficientes al progreso do esta dicha, ciencia. Muchas veces se hacen observado-* nes simples, que nacen todos los dias, redu- ciéndose por sí mismas por crisis, mutación, 6 metástasis favorable de la naturaleza hu-* mana. Otras recurrimos á tentativas o gs-< 10 perimentos que el arte inventa para confir- mar verdades antiguas, ó descubrir otras nuevas. Pero, para no estar obligados sin suma necesidad, con todos los conocimientos que cada profesor debe tener á multiplicar las observaciones y esperimentos debe bastar, sí, debe bastar el infinitísimo número de ca- sos prácticos observados con toda la debida exactitud, por verdaderos y respetables pro- fesores en ambos hemisferios, y que los re- sultados mismos de la experiencia los han sometido á la verdadera reflexión. De estos puntos ó consideraciones esenciales nace la necesidad del estudio de la Anatomía, 6 co- nocimiento de la estructura de los órganos del cuerpo humano; á la Fisiología que es- plica sus usos y a la Higiene que dá reglas generales para mantenerlos sanos é intactos, y á la Medicina, que indaga la na- turaleza de sus lesiones, y los medios capa- ces á la restauración,, de donde resultan la Palhologia, la Nosología, la Semeyótica, la Therapéutica, la Materia médica, y la Clí- nica ; sí, la Clínica bien observada con sus 11 numerosas divisiones y subdivisiones. Por lo mismo, yo creo y debo creer firmísima- mente el que todo facultativo pundonoroso, propendiente al auxilio, por sus conocimien- tos, de la humanidad afligida en sus diferen- tes enfermedades, no debe perdonar medio o arbitrio que pueda ser útil al mas pronto alivio de sus enfermos; juntamente, que deberá también tener un poco de amor pro- pio, que este lo estimule al estudio, para po- derse esplicar en la teoría, y que lo haga observar en la práctica, cumpliendo así con los sagrados deberes á que está obligado, constituido y encargado; dicho cumplimien- to, por poderosas razones, lo preservará, sí, lo preservará de ser abatido por algunos des- preciables, impávidos, temerarios o incautos, que con insinuaciones hipotéticas suelen, por rareza o capricho (por no decir otra cosa) tratar de eludir y obscurecer la verdad. Yo abomino, o detesto de veras la am- bigüedad, la falta de ingenuidad, y el fatuo deseo (como ya he dicho) de figurar, partí- 12 ocularmente cuando resulta en perjuicio de los adolecentcs o pacientes. Mas como es de necesidad y de mi deber manifestar por principios categóricos las convincentes y evi- dentes razones; y no concurriendo en mí la locuacidad, y elocuencia de que otros son dotados ó capaces, me ha parecido hacer mi narración en un estado de mediocridad, no dejando por esto nada de la integridad la- cónica, claridad, y verdad que me sea po- sible espticar, ofreciéndome al mismo tiem- po hacer públicamente por el mismo orden la esplanacion precisa en el caso necesario, por mi debido carácter, esponiendo también ó suplicando por el medio mas sumiso, ten- gan mis lectores la bondad de fijar la aten- ción por un momento en los estados sucesivos, por los que ha pasado en sus diversos perío- dos la doctrina de la ciencia del hombre tan antigua como él mismo, ó la ciencia Qui- rúrgica-Médica, recorriendo á lo ménos las revoluciones mas notables que han señalado las principales épocas de su historia. Esta descripción histórica consagrada á pintarnos, o á manifestarnos el origen, pro- gresos y visicitudes de la Fisiología, demues- tra con bastante claridad lo que nuestros predecesores hicieron en su favor, poniéndo- nos á los verdaderos observadores profesores, en la obligación y en el estado de adelantar en lo posible esta interesante y benéfica ciencia, que para conseguirlo es de suma necesidad nos valgamos de la indagación, observación, y reflexión á la cabecera de los pacientes ó enfermos, cumpliendo así exac- tamente con los sagrados deberes á que todo Facultativo está constituido, comprometido y juramentado. 13 La verdadera Medicina, sabemos es ad- quirida de la verdadera práctica; junta- mente sabemos también, que antes de la en- fermedad viene con precisión la predisposi- ción, y que es un estado medio entre la sa- lud y la enfermedad, siendo fermentada por los agentes nocivos, ya sean esténicos ó esti- mulantes, ó vice-versa por los asténicos, ó debilitativos, o por los de la infección; y 14 que debe verificarse el estado o grado de en- fermedad a no ser contrabalanceado su curso por el buen régimen ó medicamentos propios al efecto. Juntamente debemos conocer y distinguir las diferentes enfermedades que se verifican en el diagnosis, por los síntomas o causas secundarias, por ser estas en lo gene- ral caracterizadoras de la verdad. Todo se adquiere, como he dicho, por medio de exac- tas y largas indagaciones a la cabecera de los enfermos ; pues sin estas circunstancias absolutamente es imposible poder formar juicio sobre el verdadero Prognosis, o Pro- nostico. El querer que un enfermo esponga al Médico la causa que le hizo perder su salud es pretender que tenga conocimiento de uno de los mas difíciles ramos de la Medicina; á saber: la Bthiologia o doctrina de las cau- sas; que es lo mismo que suponer el estudio y perfecta análisis, división y subdivisión de las fuerzas que producen la vida en sus va- rias modificaciones; estudio que por desgra- 15 cia nos falta a tantos, y tantos Médicos. Me parece no debe el verdadero profesor prác- tico de manera alguna contentarse con las necias insignificativas respuestas que dan co- munmente los enfermos, é interesados ó asis- tentes, cuando se les pregunta acerca de las causas productivas de la enfermedad ; (que es lo principal) sino es, que se deben inda- gar con la mayor escrupulosidad todos los agentes, promotores nocivos, que obran so- bre el cuerpo, y hacer en esta inteligencia las respectivas particulares preguntas acerca, del cimiento, producción, o propagación del estado preternatural, o morboso; exami- nando con exactitud sobre su edad, sobre su habitación, sobre el aire que respira, so- bre los alimentos de que usa, sobre sus ejer- cicios tanto corporales como mentales, y so- bre sus pasiones 6 vicios, &c. &c.—Obsér- vese, o cotéjese también, si todas estas po- tencias o agentes obraron sobre el cuerpo en.? un grado mayor que el que se requiere para > el estado de salud; y examínese si en el i caso en que hubiese ha sido, o nc^, 16 considerable el exeso, y á su íi ha producido una enfermedad asténica por debilidad o directa, o indirecta, o bien sea una simple diátesis, una verdadera fie- masia, o formidable estenia, o de otra es- pecie.. De este modo no se obrará como hacen los fabricadores de recetas; sino es que se persuadirá con razones por principios funda- mentales á los enfermos, o á.sus interesados, del grado superlativo de interés que se toma en su salud, de los no limitados conocimien- tos que se poseen; por cuyo medio se llega- rán á distinguir las enfermedades locales de las universales; y que por último, se podrá esclamar con plena satisfacción: Ars vel scientia medica, non est conjectur alis.—El arte, o ciencia de la Medicina, no es conje- tural, como algunos han creído, y aún creen. Los humores, sí, los humores mas 6 me- nos viciados ó degenerados, por los agentes nocivos ya indicados, son, y han sido sieio^ pre el origen de las enfermedades. La san- gre, sabemos es un principio vital, y el mo- tor de la vida: su naturaleza es pura, in- corruptible é incapaz por sí de ser nociva á la salud. 17 Por una dilatada práctica, los mas mo- dernos y verdaderos Filósofos, Químicos, Fí- sicos, Médicos, han indagado, sí, han inda- gado y observado en la naturaleza estas verdades dándonos pruebas irrefragables en sus obras prácticas impresas en París, Mom- peller y en Pavía, en el año de 1824 y 1825, y en otras mas antiguas que también nos lo indican. Dichas obras, o verdaderas doctrinas, nada dejan que desear á los obser- vadores profesores, amantes de la humani- dad afligida, pues en ellas nos manifiestan y distinguen los medicamentos mas propios y adecuados para evitar y remediar en lo po- sible los males; dichos medicamentos nos los han analizado y modificado por el medio mas eficaz y sencillo en tinturas tónicas, calman- tes, purificativas y purgativas, que deben ser 18 clarificadas, y decantadas, dándonos tam- bién todos los conocimientos necesarios á su elaboración y administración.—En fin, nos han manifestado por principios, con la ma- yor claridad, evidencia o verdad, el mejor orden de ionizar, calmar, purificar y desalo- jar, espeler o evacuar la causa, la única causa eficiente, morbífica o mordaz de las enfermedades ; con cuyo método la facultad ha logrado o conseguido las mayores venta-; jas en favor de la humanidad afligida. Me ha parecido ser de suma necesidad* y de mi deber, el hacer esta esposicion, ó suscinta y verdadera narración, cumpliendo así con los sagrados deberes del ministerio que ejerzo, por haber reconocido, asistido y observado á muchísimos, ó mas bien diré, a un sin número de ambos sexos y edades, en diferentes casos 6 enfermedades, y haber visto, sí, haber visto evidentemente el buen éxito, ó felices resultados de este plan, or- den, o método curativo, que muchos de ellos no son ignorados por haber sido bastante- mente públicos, y que entre estos ha habido algunos sumamente raros. Mas sería yo un criminal, sí, lectores, sería yo un criminal si á pesar de todo esto, no advirtiese 6 declara- se los malos sucesos que pueden seguirse, y cjue algunos (aunque en corto número) he notado; pero todo ha sido producido o ema- nado de la mala administración, ó por la depravación vulgar en su uso, consecuencias efectivas que deducen o manifiestan, que para su administración es de suma necesidad é indispensable los conocimientos facultati- vos dictados por la doctrina verdadera de la ciencia Quirúrgica-Médica, como también el completo conocimiento práctico adquirido ala cabecera de los enfermos, por medio de exactas y largas observaciones indagatorias ; pues que de todo lo espuesto resulta como debe, la verdadera Medicina, arte de curar, 6 Ciencia Quirúrgica-Médica. 19 Yo, arreglado á la doctrina de los mas modernos filósofos, verdaderos autores prác- ticos de esta ciencia, observadores de ia ña- 20 turaleza, como del modo de elaborar, admi- nistrar y obrar los medicamentos; junta- mente, por mis muchas indagaciones y obser- vaciones practicadas en el período ó espacio de mas de cuarenta años que hace ejerzo esta verdadera y honrosa profesión científi- ca, debo decir, en conclusión de esta Intro- ducción, que todo observador profesor prac- tico, después de haber clasificado las enfer- medades, teniendo presente el germen, es decir, la causa eficiente, morbífica ó mordaz que las produce, como también los medica- mentos mas propios, que estos tonicen, cal- men, y evacúen, no en substancia, como al- gunos han creído, y aún creen, sí, por medio de tinturas algún tanto hidragogas, panqui- magogas, emenagogas, tónicas y estimulan- tes, que deben ser (como se ha dicho) de- cantadas, y clarificadas, para que estas obren sobre el sistema absorvente, ó basos linfáti- cos, como lo manifiestan con la mayor clari- dad el Doctor Hunter, Cruikshank, Mas- cagni, y otros respetables observadores de la naturaleza humana, que parece no dejan al 21 entendimiento nada que refutar ; resultan- do de todo esto al verdadero profesor prác- tico el evidente prognosis, ó pronóstico, que sabemos es sin contradicción la parte mas brillante de la Medicina, y la mas favora- ble á la reputación de los que la profesa- mos ; es el don maravilloso de preveer los acontecimientos futuros; es el que da al fa- cultativo práctico un carácter sobrehumano, que lo aproxima, por decirlo así, á la Divi- nidad ; es el que guiado por la semeyotica observación, y experiencia, vé muchas veces, en medio de los síntomas mas graves y ter- ribles, prepararse el triunfo de la naturaleza, ayudada de los verdaderos medicamentos, al restablecimiento de la salud ; es también el que las mas veces consuela á los enfermos inquietos y temerosos; yes, en fin, el que puede tranquilizar una familia afligida, y prometer con certeza un éxito favorable. Es verdad, que otras veces el verdadero profesor exactísimamente práctico, entre unos síntomas, en la apariencia leves, puede 22 descubrir el brazo de la muerte pronto á descargar el golpe, y absolutamente sin re- medio, sobre el miserable paciente; al que por obligación debe advertir su estado, á fin de que cumpla con los sagrados deberes que imponen la buena moral, religión, y razón. El lector puede algún tanto sorpren- derse, al ver encesta obra enteramente cam- biado el plan, orden, ó método de curación que han seguido de muchos años á esta par- te tantos, y tantos alucinadores, y pomposos autores sistemáticos. Mas el tiempo, la ver- dadera reflexión, y observación de la prác- tica, que dicten los mas hábiles, é íntegros y humanos profesores, que sigan estos claros 6 interesantes principios, deben convencer y convencerán cada vez mas y mas á los que no lo estén ; pues como mas espertos, aca- barán el edificio tan importantísimo indica- do, practicado, y observado de un limitado talento, que con la debida adhesión, y pro- pensión al bien de sus semejantes, no ha per- donado medio o arbitrio, que haya estado á 23 sus alcances o en la esfera de sus facultades, para conseguirlo. Mi esperanza es solida, y fundada en estimular á los que me sucedan ; haciendo conocer, que este es el verdadero camino, ó mas bien diré, la pura verdad, con todo el esplendor de la evidencia. Pedro Martínez* ARTICULO PRIMERO. aiiBiikitdiasvü ASHNraraA». pierde en la memoria de los tiempos el hombre que inició con sus ideas el arte de cu- rar, y que esparciendo sus luces á sus semejantes haya dicho: si las enfermedades, herencia triste de vuestra frágil existencia, cargan sobre vo- sotros, venid a mí, que os curaré, ó a lo menos aliviaré los males que hacen penosa vuestra vida. Si creemos en la historia de la medicina anti- gua, ella nos refiere que los médicos ocupaban un lugar distinguido en la corte de Salomón, y que este grande rey los premiaba con sus elo- gios y crecidas rentas. Retrogradando en la his- toria acia siglos mas remotos, vernos también á los médicos en la corte de los reyes de Egipto, que tenian por costumbre el hacer embalsamar los cadáveres de hombres que en el discurso de su existencia habían ocupado un puesto distin- guido en el estado, como se ve escrito en el Génesis., queJoseph, siendo primer ministro de 2 estado, mandó embalsama! por los dichos mó- dicos del país al patriarca Jacob. Esto nos de- muestra, que si ellos no poseían la ciencia para conservar la vida, á lo menos tenían suficiente talento para preservar de la putrefacción los he- lados restos ó cadáveres ; y era preciso que un pueblo tan celoso en la memoria de sus antepa- sados, tributase á esos hombres consideraciones proporcionadas al respeto que guardaban á las cenizas de los fenecidos. La antigua cuna de las ciencias y de las artes, es decir, el Egipto, transmitió á la Gre- cia juntamente con sus supersticiones, todo ó parte de ese respeto por esos mismos hombres, quienes no habiendo podido eximir á sus seme- jantes de los estragos del contagio, habían á lo menos hallado el medio de arrancar á la ley de destrucción los restos del cuerpo mortal. Antes que Hipócrates pareciese, corriendo los anales de la historia antigua, no se encuen- tra entre pueblo alguno el mas mínimo monu- mento capaz de servir de base á nuestras ideas sobre el mérito del arte, que puede llamarse el primero de los artes útiles; porque no se puede relegar en otra parte que en la clase de las fá- bulas lo que Homero nos ha transmitido en sus lliadas relativamente á los médicos Machaon y Podalyre. Ello es posible, que entre aquellos que se habían dedicado á indagaciones relativas á este arte, se hayan encontrado buenos obseF- 3 vadores ; pero unas simples observaciones, no son principios ; si bien que pueden alguna vez servirles de base. Al cabo de todo, cada uno observa á su antojo. En las diversas obras de este grande hom- bre, coronado con mas de veinte y cinco siglos de reputación, reina un espíritu de orden y mé- todo, que sirvió como de modelo a todos los que después de él trataron esa materia ; y puede, asegurarse que ninguno lo igualó á lo menos en esta parte. El epítome de sus observaciones, fruto de sus largos viages, fijó la atención de sus contemporáneos, aumentó su celebridad y atrajo en su escuela;muchísimos discípulos, sin hablar de sus admiradores (que no fueron po- cos) ; pero por mas grande que sea el respeto consolidado, consagrado por el espacio de vein- te y cinco siglos, nada impedirá decir, que ese ilustre fundador de la ciencia medicinal, no solo no vió todo,, ni observó todo, sino tam- bién, que profundamente ignoró el principio fundamental sobre el cual reposa todo el sistema animal, y por consiguiente el principio de la destrucción de las enfermedades humanas. A los ojos de ciertos personajes que se de- jan llevar en éxtasis sobre el mérito de un hom- bre por el motivo que atravesó su reputación el intervalo de millares de años, este juicio infali- blemente se mirará como una especie de para- doja ; se creerá aun hacerle favor no relegan- 4 dolé en la clase de las absurdidades. Un me- dico, que en la ocasión puede prevalerse de la opinión, ó del sentimiento de aquel príncipe de la medicina, se persuade tan fuertemente como un Hércules, y capaz de imponer silencio á cualesquiera que se atreviese á contradecirle en una ocurrencia urgente. El nombraría á su asistencia todas las facultades medicinales, y to- das las academias, teutónicas, batabas, francesas, irlandesas, helvéticas, fyc., para agoviar bajo el peso de sus anatemas el atrevido mortal que tuviese la osadez de arrancar el menor floronde la corona de ese grande fundador del arte me- dical ; el mas ínfimo diario científico exclamaría con voz tremenda : Cual es, pues, aquel au- daz renovador, que osa atacar una reputación que sobre-nada en el espacio de los siglos ? ¡ Como! ¿ Ese grande hombre, que no fue nombrado hasta la fecha por médico alguno sino con el acento de la veneración, no seria mas que un mortal ordinario confundido en la tumba ? Seria menester que bajase de este trono de gloria que ocupa desde tantísimos siglos, y con tanto renombre! ¿ El que aseguró los lí- mites de la ciencia; este hombre inmortal, que trilló la via á Galeno, Celso, Avicena, Averroes, Paracelso, á Boheraave mismo, y á millares de autores que son el decoro de las Bibliotecas, se vería en la triste situación de ceder el cetro que llevó durante sesenta generaciones? Vengue- 5 «103 el honor de la medicina, muriendo, si es preciso, por la gloria del que es fundador y su padre. Dios nos libre el querer echar el mas mí- nimo disfavor sobre esos sentimientos de vene- ración que los discípulos-deben tener para con sus maestros. ¡ Honor, gloria, y respeto sean iiempre prodigados al padre del arte medical!!! Pero si una nueva verdad, coronada con todo el esplendor de la evidencia, consolidada por millares de hechos conocidos, y jamas contes- tados, se manifestase, no solo en los diversos puntos de una provincia ó imperio, sino tam- bién en los diferentes climas de ambos hemisfe- rios, sobre hombres de cualesquiera edad, sexo y color que fuese, hubiera bastante (me parece á mí) para fijar la atención de un observador atento é imparcial. Un procedimiento de esta naturaleza, y de tan alta importancia, merece- ría otra cosa mas que la indiferencia y el desden de algunos semi-medicos. ¿ Si Hipócrates tiene derechos á nuestra estimación, la verdad com- probada, afirmada por la esperiencia, no tendrá también los suyos ? ¿ Acaso seria obscurecer la gloria de ese grande hombre el señalar con to- dos los medios posibles una verdad, que el mis- mo hubiera sido el primero en acojerla si se hu- biese ofrecido á sus ojos ? <: Uno pierde sus de- rechos á la celebridad, y á la gloria, por no haberlo visto todo ; por no haberlo conocido 6 todo ? Puede decirse, sin ultrajar las ceniza* de ese grande personaje, que por falta de haber conocido el principio fundamental, sobre qué reposa el grande arte de curar, no pudo sentar las bases de la ciencia; y este defecto de cono- cimiento lo ha puesto en la imposibilidad de establecerlas. Cualquiera que ignoia la causa no puede indicar, mas que de un modo muy vago y superficial, los medios capaces de des- truirla, ó anonadar sus efectos. El nombre de Hipócrates ha atravesado so- bre los hombros del tiempo, ó el espacio de los siglos, y su celebridad no se perderá en las ge- neraciones futuras. Utiles y sabias observa- ciones, composiciones farmacéuticas3 de que en varias ocasiones muchísimos enfermos han sa- cado las mas grandes ventajas, cuando han sido conveniente y sabiamente administradas; le han asegurado el eminente rango que ocupa. Mas en sus voluminosas producciones, en el número de sus observaciones, que sus mas ardientes par- tidarios, y sus mas acalorados apologistas indi- quen la pagina; de sus escritos en que haya de- terminado de un modo claro y preciso, ni tam- poco dejado vislumbrar, la verdadera causa de las enfermedades. Verdad es, que habla pertinente y sabia- mente de las causas ocasionales; pero esas cau- sas, no son la causa radical primitiva 6 eficiente.. Ninguno de los autores, tanto antiguos coma 7 modernos, han descripto mas bien que él los síntomas, los caracteres, los accidentes de la enfermedad ; mas él guarda un profundo silen- cio tocante á la causa de esos accidentes, de esos caracteres, y de esos síntomas ; pues luego que no se conoce la causa, sino de un modo muy imperfecto, arriesgariase tanta presunción, co- mo la de creerse capaz de destruirla: efectiva- mente faltó a ese grande hombre, á ese genio trascendiente, un conocimiento esencial é in- dispensable ; conocimiento que estaba como el encaminamiento acia una verdad fundamen- tal, una verdad tenebrosamente ignorada en los siglos anteriores. El siglo décimo séptimo de la era cristiana, vio salir del seno de las tinieblas, una verdad tan luminosa como importante :—La circulación de la sangre. Mas la sangre no circula sola ; ella [arrastra consigo materias heterogéneas, ó estrangeras á su naturaleza, como sucede des- pués de un huracán furioso; se vé la agua de un rio (poco antes clara y limpia) turbarse, espe- sarse, é impregnarse de una substancia sucia ó cenagosa, que los torrentes le han traido. Siem- pre que la sangre esta retardada, ó trabada en su marcha por la mezcla de cuerpos, ó partes que le son estrangeras, ella hace esfuerzos para depositarlas, desaciéndose de lo que retarda su curso. Todo hombre, que ejercitado en el arte de curar no reconociese estas verdades, no es- planaria jamas, sino de un modo muy imper- 8 fecto, la formación de tantos depósitos, de tan- tas congestiones humorales ; que se asientan en las diversas partes del cuerpo humano. Dejemos á Hipócrates toda su celebridad, y digamos en su loor : que si volviese á nacer hoy dia, de sus cenizas, seria el primero en tri- butar homenaje á tan importantes verdades. Entre todas las otras naciones de la antir güedad solo la Grecia se prevaleció de poseer un cuerpo de doctrina medical, cuyo mérito y utilidad parecian atestiguar algunos sucesos. Precisamente en aquellos tiempos, el genio in- quieto de los Romanos fijó sus miradas amr biciosas sobre la Patria de los Alcibiades, y de los Epaminondas. Las águilas Romanas vola- ron en las mismas Comarcas donde los Solones, y los Hicurgues, liabiau formado códigos de le- yes; en el mismo país donde Hipócrates había ejercitado y enseñado su arte. Los guerreros Romanos no creyeron poder dar mas realce, y mas pompa á sus triunfos, que alando a sus car- ros todos los productos de las bellas artes, é in- dustria. Entonces se \ierou entrar en Roma todas las obras mayores de los Phi/aias, Praxi- les, y de los Geugis, Timantes y Apeles. Aquella Capital de las Naciones subyugadas, recibió en el recinto de sus murallas, y acogió con una es- pecie de entusiasmo, á los Poetas Griegos, a los Historiadores, á los Filósofos, como también á los Médicos. . n ¿ i i . -i. .i ; . 9 Si se ha de creer al testimonio de Plinio el anciano, fue en la época de la conquista de la Grecia, cuando los Médicos tuvieron entrada en Ruma por la primera vez. Hasta ese tiempo (según parece) los Romanos no habían tenido para su uso personal sino remedios familia*es ; esta costumbre aún no ha decaído, pues se ha- lla en pueblos que no son del todo estrangeros á la civilización.—( Véase el viagc ele Schaw, mé~ dico inglés en las Reinos de Fez, Túnez, JMaroc, 8$c., impresos en la Ilaye, en 1743.)—\ "V ed aquí, pues, á los Médicos de la Grecia dueños de la primera ciudad del Mundo ! ; Cual teatro mas bello y mas brillante para el ejercicio de sus ta- lentos, pues de lo contrario eran forzados a abandonar una patria estrangera! ¿Mas qué recursos buscar, cuando se encuentra uno tras- plantado á una tierra estrada ?—Llego verdade- ramente la ocasión de hacerse sentir su indus- tria, Esos Médicos expatriados, formaron es- cuelas entre los de aquella Nación, y le comu- nicaron los preceptos que ellos mismos habían traído de las Aulas de Atenas. No tan sola- mente dieron lecciones, sino que pusieron en práctica ios preceptos que antes habían enseña- do públicamente á sus discípulos. Roma pareció entonces gozar el fruto y las ventajas de su conquista. Esos soberbios due- ños del Mundo, estrangeros, hasta entonces, á este Arte cuyo fin es volver la salud á los en- 10 Termos, se dejaron alucinar de las palabras de esos hombres, que les prometían salvar la vida, curándolos de las enfermedades ¿ De que ser- viria el conquistar el universo entero, si no se puede gozar el fruto de su conquista, y si de un dia á otro dia los laureles se vuelven cipre- ses ? El hombre coronado conloe símbolos de la victoria, aprecia estraordinariamente la vida, aunque no sea mas que para gozar de las ven- tajan de su triunfo. En ese número incalcula- ble de Médicos de todas las Naciones, con quie- nes la antigua dueña del Mundo se halló como inundada, todos no eran de una misma celebri- dad ; pero en el crecido número de ellos apa- reció, llevado al hombro de lá fama, el celebre Archagatus, quien con las curas verdaderas, ó supuestas, había hecho resonar la ciudad á los siete ¡Montes. Jamas se presentó un Medico bajo mas felices auspicios, y cargado de mas brillantes laureles. Esos antiguos Romanos, que hallaban la muerte dulce, no dejaban de amar la vida, cuando estaban de vuelta á su* hogares. Los Caballeros, los Tribunos del Pue- blo, los Senadores, así como los Cónsules mis- mos, se apresuraban á porfia para confiar el cuidado de su salud y de su vida al Dr. Archa- gatas, de modo que se hallaban tributarios de esos mismos Griegos á quienes habían subyuga- do ; y el pueblo vencedor, se encontró entre- gado á la discreción del pueblo vencido. Este 11 raro personage, reunía en sí el doble talento de la Medicina y Cirugía ; él era enemigo de pa- liativos, y su.divisa era estirpar el mal, no por la raiz, sino por donde él Lo suponía ; así, pues, ¿cuando alguno $e sus enfermos tenia un depó- sito, ya en el brazo, ya en la pierna, ó un uñero ó panadizo en el dedo, ordenaba la amputa- ción, sin. conocer que iodos .estos casos no son puramente locales: parece haber trillado el camino¿algunos Médicos, que creen, 6 hacen como si creyesen, que el asiento del mal existe donde se manifiestan sus efectos. Ese desapia- dado upe* ador; pera sin igual en el arte de cor- tar, quemar ó arrancar. Se hacia sentir un do- lor vivo y violento, camada por un depósito humoral ; desde? Juego el instrumento acerado y cortante hacia, sus, veces; amenazaban de gangrena una llaga, ó, ó una grande con- tusión,! al instante.mismo el fuego estaba en uso. Qué hubiera sidq, si se hubiese conocido en- tonces la musa del, Japón?—Sin embargo, el Pueblo* Romano, no ménos prudente en los me- dios de copservar la salud de sus ciudadanos, qne en lo& dy garantir sus conquistas, conoció que este modo de curar encerraba algo de de- masiado acerbo, demasiado bárbaro, y aún de- masiado cruel. Entonces fue cuando tuvo sen- timientos de desconfianza respecto a esos céle- bres Médicos, que se presentaban como conser- vadores de la salud humana. Este mismo, que 12 supo también colocarse en el alto rango que se bailaba, comprendió y sintió, no la inutilidad del arte considerado en sí, sino lo peligroso dé los medios, tales como los empleaban los que se llamaban depositarios de la ciencia. Algunos autores antiguos han dicho, que en aquella época fueron todos los Médicos echados de Bo- ina; y he aquí lo que Plinio el'anciano dice relativamente a los Médicos que se introdujeron en aquella gran República después de la con- quista de la Grecia : „ El Pueblo Romano, que demostró tanto anhelo en recibir las artes de la Grecia, acogió con ansia ó avidez la Medicina, hasta que desengañado por la esperiencia, tomó el partido de condenarla.” ¿ Y es este mismo el que nos ha transmitido el nombre y el meto- do curativo del grande Archagatus: Populas Romanus ñeque in accípiendis artibns lentus, me- dicince vero avidus, doñee expertam damnavit ? (Pliniuslib. 29. Proem.) Mas ese pueblo, tan inteligente y sagaz, no confundía el arte en sí con los hombres que lo ejercitaban. Non anti- gui damnabant sed artcm.—En la opinión de esos vencedores de la Grecia, tenían la prefe- rencia los remedios de Comadre sobre las doc- tas composiciones de esos Médicos que se ha- bían abrogado el título pomposo de Médicos dogmáticos, ó dogmatizantes. Es fácil juzgar, que la escuela de Hipócratés, llevada de la Grecia á Roma, perdió mucho de 13 su crédito y su celebridad. Interesaba al cuer- po de Médicos mantener una reputación vaci- lante; y fue en esas circunstancias que apareció Galeno. Impuesto este de los principios del Príncipe de la Medicina, Hipócrates, natural de Coos, dotado, como él, de un espíritu observador; meditó y reflexionó, así como todos los hom- bres de génio; y tuvo también el sentimiento de su fuerza, comprendiendo que existia en él una inspiración que le decía : tú puedes abrir los ojos á tus semejantes, tocante a una de las primeras necesidades. Tú puedes serles útil en algo, ya sea para curarlos, ya sea para aligerar el peso de sus males. Galeno habia leído con meditación los escritos de Hipócrates; estos habían sido el objeto de sus mas serias refle- xiones. Así como todos los hombres que van en pos de la verdad, Galeno desconfiaba de sus conoci- mientos adquiridos; de miedo de errar, tomó la resolución de pasar á la Grecia, con el deseo de hallar Doctores capaces de agregar nuevas luces a las que ya adornaban su entendimiento. Sus esperanzas fueron desvanecidas, porque no le quedaba ya a la Grecia mas que su antigua gloria. Entonces se determinó encaminarse acia Alejandría, que era desde algunos siglos la ca- pital del Egipto, y reputada por la primera es- cuela de Medicina del Mundo conocido Pero 14 ¿ que fruto sacó Galeno de sus fatigas y de sus viages ? <2 Qué nueva luz esparció sobre el arte de curar? Puede decirse, sin temer ultrajarla memoria, ni tampoco menospreciar su mérito, que ha trasplantado los límites de la Medicina á muy poca distancia de lo que estaban antes ; a ecepcion de algunas preparaciones farmacéu- ticas, de que ha sido, ó esta creído él inventor. Puede decirse francamente, que no ha hecho mas que seguir las huellas de su maestro, y que ha alambicado algunos de sus conceptos. Lue- go, como es bastante usual competir, y aún querer sobrepujar á los grandes hombres cuyos principios se han adoptado, Galeno, quien tal vez no hubiese existido en el mundo científico, si Hipócrates no le hubiese trillado el camino, se atrevió a formar una escuela, y mas de una vez tuvo la osadez de ponerse en oposición con el Patriarca ó Príncipe de la Medicina ; y á tal estremo llegó, qué cuando Hipócrates decía no, Galeno decia sí ; y de esta diversidad de opinio- nes nació ó tomó origen esa secta llamada Ga- lénica. • • >ir ?'•••( j ... Galeno logró en Roma sucesos brillantes, di- rigió con la sabiduría de que era capaz, el uso de muchas de sus composiciones ; y es de creerse, que la confianza de los Emperadores Antonino, y Marco Aurelio, fue la recompensa merecida por las curas que habia acertado ; aunque mu- cha parte de su celebridad se debe también atri- 15 buir á la distinción que hacían de él los Gefes de aquel Estado. Galeno murió radiante de gloria, y colmado los beneficios de esos soberanos ; pero fene- ciendo, pareció llevarse á la tumba toda la ciencia Medical. Desde este liabil Médico se pasaron diez siglos sin que pueda nombrarse un solo hombre, cuya pluma haya contribuido á traernos algunas luces sobre una ciencia que está tan íntimamente unida al bien del hombre. Se encuentran en los tiempos intermedios, y afín de distancia en distancia algunos autores, que han escrito sobre la Medicina, como Avi- cena, Aheinrocs, Petrus Aponensis, Paracclso, y algunos otros mas; sus nombres, un poco obs- curos, llenan algunas columnas de nuestros le- xicógrafos ; pero búsquese en sus distintas obras, ó diversos escritos, un principio claro, fecundo, luminoso, fundamental de aquel arte, sobre el que esos hombres han escrito en los mismos vo- lúmenes, y se hallará, que no han hecho mas que envolver en tinieblas, masó menos espesas, una ciencia que de por sí ha estado oculta en- tre sombras. 16 ARTICULO II. Si se juzgase del grado de perfección de un arte ó ciencia por el número de libros que se han escrito,, bien pudiera decirse que, de to- das las que tienen por objeto conservar la salud al hombre, es la que había llegado al mas alto grado de perfección. Tan solamente con las producciones salidas de las plumas mas que fe- cundas de diferentes autores, que han escrito, sobre la medicina desde dos siglos y medio á esta parte, se podían llenar muchas bibliotecas; pero ¡ Que diluvio de sistemas! ¡ Que cúmulo ó monton de ideas mas, ó menos incoherentes ! ¿ Cuál lector tendrá bastante ánimo para en- golfarse en ese laberinto de incertidumbres, y en ese torbellino de congeturas ? Mas ¿ para qué perderse en ese inmenso hacinamiento de ideas ? Basta fijar rápidamente la vista sobre esa multitud innumerable de sistemas diferentes j opuestos unos á otros, con que los médicos 17 de nuestros dias pretenden curar radicalmente ♦ las enfermedades. Los sistemas de cien años á esta parte, se han sucedido con una rapidez que pasa la ima- ginación mas viva. La medicina del siglo úl- timo pasado, nada tiene que ver con la del si- glo en que estamos. Algunos prácticos, (y era el mayor número) en el siglo anterior, prescri- bían en el principio de las enfermedades agudas los evacuantes, que reiteraban muchas veces, y sus enfermos se hallaban mejorados.—En el dia se ha adoptado una marcha diametralmente opuesta : toda evacuación humoral está seve- ramente prohibida, apenas recetarse un emético, que algunas veces puede traer un poco de alivio, y muchísimas ocasiones también mucho mal; poniendo los humores en movimiento sin espe- tarlos de los cuerpos morbíficos. Los calmantes, la sangría, las sanguijuelas, las ventosas sajadas, las moxas, I03 cauterios, las fuentes, los sedales, y la dieta con los lochs, la leche de burra, los zumos de yerbas, los ba- ños, el opio, el agua de tila, de flor de naranja, de goma arábiga, caldo de pollo, y el mercurio por activa y pasiva. ¡Ved ahí en compendio la medicina de nuestros dias ! ¡ Práctica funesta como lo manifiestan sus resultados! !! No existe ni un medico verdaderamente pundonoroso, que de buena fe no confiese : que Ía medicina no haya sido, hasta la fecha, mas 18 que una ciencia de conjeturas; si bien que fun- dada sobre algunas observaciones. Los mas in- genuos de entre ellos, reconocen que la natu- raleza hace mas de por sí sola cuando el enfermo no sucumbe, que todos los medicamentos que por este método se le han aplicado. Veinte mil volúmenes, alo menos, de que esta compuesta 1$ colección de las obras escritas ea diversas lenguas, sobra el grande arte de curar, no han contribuido basta ahora, sino a dar luces sobre la anatomía ; pues que de dos siglos y medio a esta parte, <¡ qué nuevo descu- brimiento, qué nueva verdad se lia proclamado (se entiende, de las que son inherentes a la des- trucción de las enfermedades, ya agudas, ya crónicas) ? ¿ Qué paso, en fin, ha hecho la ciencia hacia su adelantamiento ? Hace cerca de un siglo, que todas las trompetas de la fama proclamaron la inoculación de las viruelas co- mo el mas brillante descubrimiento que se hu- biese hecho basta entonces.—Relataré su his- toria. JVIilachj JSIontangüe, esposa de un emba- jador ingles cerca de la Puerta Otomana, había seguido á su esposo e.n sus carreras diplomáticas; dotada pop la naturaleza de una imaginación vivísima, que con todo no excluía el genio de la observación, ella buscó y creyó descubrir la causa por qué las Circasas, y las Georgianas, conservaban aquella hermosura, que las hace 19 superiores a todas las mugeres del resto d«l uni- verso. Su genio indagador la hizo pensar (pie esta ventaja la debían a la inoculación. Dé vuelta a Inglaterra, le comunicó esto a un ci- rujano nombrado JWaitlancl, el cual había es- tado mucho tiempo en Turquía. El había aprendido alií el modo de inocular, y bajo los auspicios de JSlilady Montitn’giie, (que había hecho inocular un hijo suyo en Gonstantinopla,-) guiada por los conocimientos, y kt destreza del cirujano JMaitland, la inoculación fue introdu- cida en Londres en el año de 1722. Allí se hi- cieron las primeras pruebas; Tomaron cinco delincuentes sentenciados^-la- péna¿ capital ; en cuatro aparecieron las viruelas a los cinco dias; mas una muger, que estaba en el número de esos infelices, no ofreció ni un síntoma de aque- llos que acompañan regularmente a la inocula- ción; mas ella confesó, que había tenido las viruelas en su infancia. Un pueblo a quien no se le podía negar sin injusticia el raro talento de la reflexión, creyó entonces señorear este ramo de pestes, y neutralizar un mal destruc- tor, que arrancaba á la sociedad diariamente tantas, y tantas Victimas, y que dejaba i las que se escapaban de sus estragos las señales horribles de la deformidad. Las primeras tentativas fue- ron coronadas con el buen éxito. Llegó el es- tremo á tanto, que se ha llegado a decir, que de cien individuos inoculados apenas sucumbían;- 20 dos,* mientras que antes era probado, que la séptima parte de la población perecia por los efectos de este azote. Mas al momento estalló la discordia entre los médicos, y puede asegu- rarse, que se podria formar una colección muy voluminosa con las obras impresas en favor y en contra de esta practica : mas estos escritos, en- cubiertos boy dia con un espeso polvo, y per- didos en las trastiendas de las librerias, son, y serán siempre, monumento de la estravagancia de los debates doctorales, y de una terca ce- guedad. El entusiasmo de la Europa entera llegó á tanto, que no quedó academia de provincia al- guna que no fuese premiada por los que decian adelantos de este descubrimiento. Este lia sido el alto favor que lia gozado la inoculacioji du- rante medio siglo ; pero pregúntese ahora á sus mas intrépidos defensores, ó sus mas infatigables propagadores ; en fin á todos aquellos que se habían declarado los baluartes de ella : ¿ Qué ha venido á ser, ó en qué ha venido á quedar la inoculación ?—Ha caído en tal descrédito, que sus mas enfáticos defensores se avergonzarían tal vez de pronunciar su nombre. <¡ A qué atribuir una revolución tan asombrosa en el sistema me- dical ? i Cómo ha caído, no solo en falta de uso, sino también en una especie de olvido ver- gonzoso, un método investido de la mas bella recomendación, fomentado y premiado por to- 21 das las sociedades doctas del siglo, protegido de los soberanos mismos, que no han temido exponer sus personas á sus pruebas? Lo que era treinta y seis anos hace intrinsecamente bueno, y útil, ¿seria tan repentinamente nocivo, per- judicial, ó á lo menos inútil?—¿ Quien dará la solución de este nuevo problema ? Un nuevo descubrimiento, debido á la mas feliz casualidad, no ha contribuido poco á de- jar en un estado de inercia esta especie de en- tusiasmo que la mayor parte de los pueblos de la Europa habían gustado. La inoculación, que había fijado la aten- ción de todas las sociedades doctas del siglo, tembló al solo nombre de la vacuna. Este des- cubrimiento, de mas de veinte y nueve anos á esta parte, goza de tal favor, y de tan alta pre- ponderancia, que sus numerosos sucesos lo po- nen al abrigo de la duda. Sin embargo, á su propagación se opusieron grandes obstáculos en su nacimiento. Algunos profesores lo tacharon de sospechas, que tal vez se hubiesen podido lla- mar sospechas legítimas; mas no obstante esas dudas, esas sospechas, esas preocupaciones, los honores del tiempo quedaron á la vacuna. Felicitemos, pues, á Eduardo Jenner, co- mo el primero á quien se le debe tan útil descu- brimiento ; y al Parlamento Inglés, por haber recompensado con una pensión de diez mil li- bras esterlinas anuales á este medico escocés, 22 que tanto contribuyó á atenuar un azote, cuy<js¿ estragos han costado tantas lagrimas, y causado tantos desastres. Sin duda quien está propa- gando este método (la vacuna) es el padre de la humanidad. ¡ O vosotros, todos los que sois- amantes á vuestros semejantes ! Esíended esta benéfica, institución ;. favoreced esta tentativa ; aplaudid á sus felices éxitos; celebrad las ala- banzas del autór de este descubrimiento; eri- gidle estatuas,. ... . .Mas acordaos también, que uo basta á arrancar instantáneamente de los bra- zos del dolor ó de la muerte unas jóvenes victi- timas, que hubieran caido bajo sus golpes ; y que en todas cosas, es preciso considerar el fin. ¿No se podría hallar, por la primera vez, el mal al lado del bien ?—¿ Las mas preciosas ventajas, no han sido muchas, veces acompañadas de los mas graves inconvenientes, ó seguidas de los* mas tristes resultados . .... El Gobieino> en la sabiduría de sus miras, y en la rectitud de sus intenciones, ha animado con todos los medios que estaban á sus alcances la propagación de este método preservador, ha. tocado en los mas circunstanciados pormenores; en fin, ha llevado sus miras benéficas hasta fun- dar establecimientos, no solo en la capital, sino que también se ha estendido en los departamen- tos de la campaña donde se hace esta operación, (la vacuna) allí gratis; ningún gasto existe de- terminado para el que quiere gozar ó hacer gas 23 zar a los suyos una ventaja tan sumamente pre- ciosa; pero esto no quita, que un ojo atento obsérve el mal que se intenta destruir ó neutra- lizar, ni mucho menos las consecuencias que de su administración resultan. ¿ Sería acaso una temeridad atreverse a decir, que todo hombre naciendo lleva consigo un germen de corrup- ción, siempre pronto a desarrollarse, ya sea este desarrollo tarde, ya sea temprano, según el pa- ragc que habita, y aún las personas con quien anda ? Estas reflexiones, ¿ no serian tal vez de naturaleza que nos llevasen á la esplicacion de una verdad importante ? <; El germen dicho variólico, no sería una especie de levadura, que traemos naciendo, y como incorporado en nues- tra naturaleza, y haciendo parte de nuestra constitución ? Y si esto es así, está en el orden natural que tenga su irrupción, sea tarde, ó sea temprano ; mas ella precisamente se ha de ha- cer ; pues de lo contrario la masa humoral en- cerrada en el cuerpo humano, se halla en i;a estado de constreñimiento, y cuanto mas violen- ta sea la concentración, tanto mas terribles se- rán sus esfuerzos y su tendencia á la irrupción, por la razón, que la Naturaleza no puede ser interceptada en su marcha, y que ella se rie de los vanos obstáculos que se le oponen. Admi- tamos, sin embargo, que esté al alcance del hom- bre el trabar momentáneamente la marcha de la Naturaleza; mas, por grandes que sean sus 24 esfuerzos y sus tentativas, ella volverá en sus derechos. Muchas veces cree uno ver un des- orden allí donde no hay mas que una consecuen- cia de las leyes generales; las reflexiones que nacen de esta suposición, nos llevan á observa- ciones déla mas alta importancia. Fijemos por un momento la vista en las dife- rentes ciencias, ó diversas facultades, y encon- traremos, que de todas la que no ha progresado ha sido solamente la medicina; pues hasta la presente ha estado encubierta con un denso velo, y perdida en el laberinto ó caos de las conje- turas. El arte que tiene por objeto el dar la salud á los cuerpos enfermos es, 6 seria incon- trastablemente, el primero de los mas útiles. Esta ciencia seria muy bien la mas interesante de todas, pues que contribuye tanto á la feli- cidad del hombre. ¿ De qué les servirían las riquezas, si el estado de sufrimientos y enfer- medades los de los placeres que ellas pueden procurarles ? ¿ De qué sirven la energía del ánimo, y los talentos del espíritu, en un cuerpo dolorido, y valetudinario ?—De nada sirven, sin la salud, todos los bienes temporales ó terrestres; el arte que tiene por objeto pre- caver, ó destruir las enfermedades que pueden acometer al hombre, debe considerarse con jus- tos motivos como el primero y mas importante de las artes, 6 la mas útil y necesaria de todas las ciencias humanas. 25 És lo esencial de cualquiera arte ó ciencia, reposar sobre bases fijas ó ciertas. Datos con- geturales, jamas fueron, ni serán nunca la base de una verdadera ciencia. El objeto de toda facultad científica debe ser conocido; y los principios sobre que ella reposa han de ser cier- tos y claros ; así como aquel que se dedica á una tarea requiere la certeza de llegar al fin que se dirige. Las matemáticas ; esa ciencia tan favorecida, aunque tal vez se hayan esten- dido demasiado sus atribuciones, da resultados ciertos y evidentes. De un siglo y medio á esta parte la física, bien que cercada todavía de di- ficultades insolubles y misterios impenetrables, reposa sobre principios, cuya certeza demuestra la esperiencia. La anatomía en cuanto her- mana de la cirugía, está elevada á un grado de perfección ; y mas de un cirujano inventó en su genio creador, número de instrumentos propios á facilitar las operaciones de una experimentada mano. Si la química no llegó aun al punto de des- cubrir y analizar según sus anhelos, todos los principios elementales de los cuerpos, es de es- perar que los observadores de esta ciencia lle- guen algún dia al fin propuesto. La botánica, aquella ciencia tan vana cuando únicamente se ocupa de descripciones, pero tan útil cuando consigue su fin, el de hallar ó descubrir en las plantas, y generalmente en las clases de los ve- A 26 getales, sales, sucos, aceites, resinas, &c. que puedan servir a la conservación de la especie humana; ha adquirido, mediante los trabajos de sabios observadores, lo que en los siglos an- teriores aun no se hubiera atrevido á desear. Los geologistas han penetrado en las entrañas *de la tierra para arrancar una porción de secre- tos, con la esperanza de sacar otros mas. ¿ Me atrevería a decirlo todo, sin herir el amor pro- pio de ciertas personas? Una ciencia, cuyo ob- jeto no es menos noble, pero infinitamente mas preciosa para la humanidad; una ciencia, que tiene las relaciones mas directas con la física, la química, la botánica, la historia natural; una ciencia, en una palabra, que esta íntima y esen- cialmente inherente á la conservación de la es- pecie humana, ha quedado infinitamente atrás del objeto de su nobleza, y del fin que ella se propone ; la llamaremos por su nombre propio. La medicina, en cuanto tiene por objeto el conocer la causa de las enfermedades inter- nas, no ha fluctuada hasta la fecha sino sobre un mar, continuamente batido y agitado por el torbellino de las congeturas. La medicina, en cuanto tiene por objeto la curación de los cuerpos enfermos, puedo decir, sin resentir el amor propio de algunos profesores, que ha es- tado ejercitada sin tener principio fijo y seguro. Voy á citar una prueba convincente de esta verdad.—Supongamos que se mandan llamar 27 por separado, ocho ó diez facultativos ; to- mando á cada uno de ellos su opinión á cerca del caso ; y sus pareceres, por lo general, serán distintos unos de otros. ¿ Y de donde puede provenir esta discordia, ó este defecto de inte- ligencia ? De la falta de principios ; por con- siguiente, del defecto de ciencia; pues que toda ciencia reposa sobre principios ciertos é incontestables. ¿ Está el vicio en la cosa?—No por cierto ; el vicio radical está en las personas. ¿ Cómo : el que dispensó al hombre todo cuanto necesita para satisfacer sus necesidades, le hubiera re- chazado los medios de prolongar su existencia, y franqueado los de los padecimientos ?—No ; vuelvo á repetir, no; el Criador dió á su cria- tura todo lo que podia necesitar para conser- var su existencia; sus obras son perfectas, sus designios no son friolera. Dando al hombre un cuerpo sujeto á las enfermedades, le dió al mis- mo tiempo un espíritu de reflexión y observa- ción. ¿Y no pudiera asegurarse, sin caer en lá temeridad, que las incomodidades funestas, pero positivas consecuencia de la plétora hu- moral, hayan sugerido la primera composición farmacéutica, al efecto de expeler, ó evacuar lo que podia oponerse á la conservación indi- vidual ? Al tiempo que el estómago se halla cargado de alimentos superabundantes, e indi- gestos, el instinto natural, ¿ no nos advierte 28 adoptar medidas cuya indicación sera superflua aquí ? ¿ Una voz interior y secreta, no parece hacer resonar en el fondo de nuestra alfiia, las siguientes palabras ? <f La vida es un don gra- „ tuito, un beneficio que el Griador concedió „ con preferencia á millares deseres; colocó en v tí el principio innato de tu conservación; ,, pasa tus miradas sobre la naturaleza entera, y „ hallarás en su vasto conjunto, todo lo que „ puede contribuir en prolongar tu existencia* ,, ó ponerla á cubierto de las enfermedades hu- „ manas ; usa de tu razón para meditar lo que; „ puede serte mas ventajoso, como lo que po- ,, dria serte perjudicial. Pero cuidado no caer „ en la inversa; y por juicio precipitado no „ deseches lo que puede llamarse el principio, „ ó á lo menos el motor de la vida. Rechaza, „ espulsa sin consideración los humores vicia- „ dos, ó degenerados, que son dañinos, y exis- „ ten en tí. Tú máquina entera volverá á to- „ mar un equilibrio proporcionado á tu edad, y „ á tus. facultades. Tú no serás inmortal, pero „ (mediante este método) podrás alargar tu ,, existencia, hasta la época determinada por el ,, Criador para, la duración de la vida humana/’ De muchos siglos á esta parte se ha conve- nido llamar Medicina la ciencia, ó el arte de remediar las enfermedades. Desde mucho tiem- po antes, ó después de la institución de la me- dicina, se llama del mismo nombre, una com- 29 posición ó tintura purgativa ¿No seria tal vez esa misma composición purgativa, reconocida entonces como la mas eficaz, la que efectiva- mente era, y es para combatir las enfermedades humanas, y que hubiera dado su nombre á la ciencia, dirigiéndose al mismo fin ? Es lo que debemos creer, dejando subsistir las denomi- naciones así como se establecieron, compren- diendo en ellas la de médico, quien debe por analogía llevar el nombre de la ciencia que ejerce, ó de la cosa que administra. ¡ Pero que distancia hay de las indicaciones de la naturaleza, á lo que se practica en nues- tro' tiempo ! j Que cambio en la suerte del hombre ! ¡ Como ! Su espíritu tan vivo y pene- trante, que calcula la distancia de los astros entre sí; que pronostica exactamente sus faces y revoluciones,, ¿ seria el juguete de las mas ridiculas congeturas, y de los sistemas mas ab- surdos, respecto a la salud, el mas preciosísimo bien de este mundo ? ¿ Esa ciencia, considerada tanto en si misma, cuanto en su fin, seria pues, tan ardua, que no ofrezca de todas partes mas que obstáculos y dificultades insuperables? ¿ Por qué en el espacio de tantos siglos, que pa- san de mas de veinte, los que la practican cami- nan de sistemas en sistemas, de incertidumbre en incertidumbre? ¿ Por qué los que la ejerci- eran son los primeros á efectuarlo ? e Por qué no ofrecen especie alguna de garantías á los que i 30 invocan el socorro de sus luces ? ¿ Estos pro- blemas, serian acaso insolubles ? ¿ Y no se po- dría hacer una prueba con el objeto de ver si se puede levantar el velo que, desde tantísimas ge- neraciones, tiene envuelto este importante ob- jeto de espesísimas tinieblas ? Sí por cierto; la Medicina es una verda- dera Ciencia. Grandes ingenios presintieron esta verdad; la divisaron en la distancia de los siglos; comprendían que algo faltaba al hom- bre. <¡ Pero lo que no se manifiesta en un siglo, no puede aparecer en el venidero ? ¿ Cuantas pruebas podrían darse a favor de esta verdad ? ¿ No se ha visto en los siglos que nos precedie- ron, y aún en el que nos rige, que en el tratamiento de sus enfermedades han recur- rido a las supuestas reglas de la Astroltfgía Ju- diciaria; y otros, que han pretendido que las enfermedades humanas podían curarse por de- mostraciones fundadas sobre A-j-B? Y con todo; ha habido necio que ha dado fe a tan ri- diculas estravagancias. Otros mas astutos, han pretendido hallar en la electricidad la destruc- ción de las enfermedades. Otros en fin, han creído ver en el Galvanismo hasta la prueba de la posibilidad de la resurrección de un muerto. Tales ridiculeces han hallado algunos persona- ges de bastante impudencia para arriesgarlas con el tono de la mas inconvencible audacia ; y hombres bastantes toscos para acoger semejan- 31 tes inepcias. ¿ Qué consecuencia sacaremos de esa facilidad con que se han admitido todos esos sistemas diversos, con que se han alucinado mi- llares de incautos ? ¿ Qué prueba esa amovili- dad de opiniones, y esa incertidumbre en el me- dio de curar ? Cuando aquellos que por su pro- fesión deben fijarse en un solo punto, son los primeros en arrojarse en los brazos de todos nuestros nuevos fabricadores de sistémas ; todo esto prueba que en la antigüedad, como en los tiempos modernos, lia habido un grande vacío que llenar en la Ciencia Médica.— Entre los antiguos, ese hábil naturalista (Pli- nio) que trilló el camino a Reaumur y á Bujfon, y sin el cual esos hombres grandes tal vez no hubiesen existido nunca; hablando de los anti- guos Romanos, que llegaron á dar leyes al Mun- do a la sazón conocido, decía: „ Innumera- „ bles pueblos viven sin JMédicos, pero no ente- „ lamente sin Medicina; como el pueblo Ro- ,, mano, que estubo mas de seiscientos años sin ,, Médicos!* Ese pueblo, como también otros muchos, han pues reconocido una grandísima diferencia en- tre la Medicina, considerada en sí misma, y los hombres que decían ser los depositarios de sus secretos; comprendiendo, no la utilidad del arte, ó de la ciencia en sí, sino el peligro de recurrir á los que tenían el derecho de ejerci- tarla. La diversidad de opiniones, la oposicioix 32 de dictámenes que manifestaban á la cabecera, de los enfermos, había contribuido mucho á in- fundir un sentimiento de menosprecio en el co- razón de este hombre para esos Médicos, con quien la Roma, dueña del mundo, había infes- tado á la Grecia subyugada; y he aquí, dice, el origen de tantas disputas impertinentes de parte de los Médicos cuando hablan de sus en- fermos. Ninguno de ellos quiere ser de la opi- nión de su compañero, porque no crean que se dirige por el pensamiento de él. Este espíritu de eterna contradicción en- tre los médicos, existe desde tiempos remotí- simos; prueba incontestable, que la Ciencia de los Médicos de aquellos tiempos no reposaba sobre base alguna. Esta aserción, que mas de un Médico verá como una Paradoja, llegará á ser ciertísimamente una verdad incontrastable ; y mas cuando sepan que salió de la boca del grande Hipócrates, padre y fundador de la Me- dicina dogmática. En las enfermedades agudas, es tanta la discordancia de los Médicos, que uno ordena, como muy saludable, lo que otro desecha como muy nocivo; lo que asemeja la Medicina al arte de adivinación. Petrarca, uno de los primeros genios, ha- blando de la Medicina, dice: “Yo sé muy „ bien, que aunque no hubiese en el Mundo un ,, solo hombre, la Medicina, y las otras artes, 9i no dejarían de ser lo que son; su esencia ia- 33 mortal existiría, con todo,, de un modo abs- „ tracto, y distinto de los objetos.”—Este gran- de hombre, estaba tan convencido y persua- dido que podían existir hombres capaces de hacerse superiores á las luces de su siglo, que él ha esclamado, todo admi.ado : Busco á „ hombres, cuyo oficio ó profesión sea restaurar „ la salud decaída. Si llegase a hallar algu- ,, nos, no me contentarla con amarlos ; los ado- ,, raria, como a personas que nos dan bienes, „ que solo debemos esperar de Dios.”—No por esto debe confundirse la Medicina con los hom- bres que la ejercen; como que seria también una grande injusticia el confundir todos los Médicos en la misma categoría. Hai entre ellos, hombres muy honrados, y de mucha hu- manidad, como de mucha providad, é inte- gridad en sus procederes. Si cae en manos de estos hombres, estimables bajo cualquier res- pecto, esta obra (fruto de cerca de seis anos de observaciones exactas), yo me creeré dichoso, si puedo, por este medio, en algún tanto ser útil á mis semejantes.—No serán ciertamente de la misma clase aquellos hombres, cuyos la- bi os prorrumpan en contra de esta producción. Mas si en el número de los hombres aprecia- bles, bajo tantos respectos, se hallase uno que hubiese descubierto una grande verdad, y la hi- ciese ver la luz pública por el bien de la huma- nidad afligida; una verdad de temía establecida. 34 sobre razonamientos luminosos y probados con hechos,, y experiencias incontestables ; una ver- dad consolidada con muchísimos millares de he- chos prácticos, manifestados en ambos hemisfe- rios, en individuos de cualesquiera color, sexo ó edad; ratificada anualmente con diez mil cu- raciones, sucedidas estas no solamente sobre una enfermedad, sino también sobre todas aque- llas á que está espuesta nuestra humanidad ; de- bería decirse con propiedad : ¡ He aquí el hom- bre á quien debe llamar el enfermo que vive desde algunos años abatido con el peso de sus dolores !!! \ He aquí el hombre á quien bus- caba Petrarca ! ¡ He aquí el hombre á quien busco!—El será para mí una segunda Divinidad; sea que en su propio ingenio haya encontrado este principio conservador ; 6 sea que el Autor de la naturaleza se lo haya revelado. La Francia ha visto nacer en su seno y ha producido este grande ingenio, que ha sido el objeto de los deseos de Petrarca, Montaigne, y de otros tantos hombres celebres, que habían muy bien conocido que el arte de curar no era lo que hubiera podido ó debido ser. Las curas asombrosas conseguidas en diferen- tes partes del Mundo, pero particularmente en el País, en Nantes, en Anjou, en Maníes, en Poi- iou, en Antillas, &c., espuestas á todos los sil- bidos de la envidia ; habían quedado sin gloria,, y caído como en una especie de olvido, á mo- 35 iivo de los culpables esfuerzos de esa hediondí- sima pasión... ,¡ O Pelgas ! Tu pagaste ja co- mo hombre el tributo á la Naturaleza ; mas tu reputación atravesara el inmenso espacio de los siglos; tu memoria recibirá las bendiciones de la posteridad. Del fondo de la tumba, donde descansan tus cenizas desconocidas, recibe, sí, recibe también mi débil vasallage por tan im- portantes verdades. Recibe juntamente la ex- presión del agradecimiento de tantos millares de enfermos, que por tu método, y tus verda- deros principios, recuperan diariamente la sa- lud ; de tantas víctimas declaradas incurables, que arrancasteis, arrancas, y has de arrancar aun de las garras de una muerte prematura. El verdadero profesor Pclgas, con su amable compañero y agradecido discípulo Le Roy> han penetrado de nuestros males el origen. A ciegas, antes de estos, caminaba la Medicina — Sola de todas las ciencias, era la que no pro- gresaba. Estos grandes hombres, de la Natu- raleza arrancaron los secretos. Los males lia- bian salido de la caja de Pandora. Los han he- cho entrar de nuevo, y en ella los contienen. Sus nombres resonarán hasta en las mas remotas regiones. Estos respetables genios con sus ver- daderos principios, harán estremecer la envidia. El hombre á quien dán la vida, en ellos reco- nocerá los vencedores de la muerte. 36 ARTICULO IIL PRINCIPIOS GENERALES, Que fundan la evidencia de esta nueva doctrina. Todos los seres animados, e inanimados, tie- nen en sí el principio de degeneración á la cor- ruptibilidad para ejecutar la destrucción. Desde que el hambre nace, y aún antes de nacer, lleva consigo la propensión á la corrup- ción, y la predisposición á recibirla. Una y otra forman el principio 6 germen de descom- posición, que el Omnipotente ha colocado en el cuerpo humano para reducirlo con la des- trucción al no ser, en cuyo estado se hallaba antes de su creación ; con la diferencia que la propensión esta en la misma naturaleza; y la predisposición es un principio de desarrollo transmisible, secundario a aquella, que se ade- lanta, 6 toma mayor incremento por los agen- tes promotores nocivos, y así se desenvuelve, y forma la enfermedad. La predisposición es la primera preparación de la causa eficiente morbífica 6 mordaz para producir ios efectos, que son las enfermedades 37 en el cuerpo humano, ó vice-versa; primera preparación al movimiento, que hace la natu- raleza en su favor, esforzandose por crisis a desalojar, y expeler dicha causa eficiente mor- bífica ; por cuyo medio sanan los enfermos con este solo auxilio, y sin otro alguno; pero de todos la predisposición es siempre el es- tado medio entre la salud y la enfermedad. Muchas veces la naturaleza encuentra impedi- das sus funciones, y no puede por sí desembara- zarse ; entonces es necesario ayudarla, destru- yendo los obstáculos que se le oponen, hasta que vuelva al perfecto equilibrio que había perdido por las causas ocasionales, ó agentes promotores nocivos, que hallando una exacta analogía en la predisposición para recibirlos, ó admitirlos, obraron la obstrucción, ó impedimento de las funciones de la Naturaleza en el cuerpo hu- mano ; de suerte que con propiedad puede de- cirse, que la predisposición tiene en sí partes mínimas de corruptibilidad, pues de lo contra- rio filiaría la analogía tan necesaria, para ad- mitir los efectos causados por los agentes noci- vos, que producen el estado preternatural ó moiboso, es decir, la enfermedad. Es ciertamente sensible que haya muchos hombres que huyan de convencerse de esta ver- dad eterna, fundada en la naturaleza de las co- sas ; porque del error en que viven algunos (particularmente si son profesores en Medicina) 38 resulta la infelicidad de muchos. El ignorante mira al cielo, y por una razón evidentemente clara, no ve lo que tiene á los pies. Se despeña desde la cumbre, y se hunde en el abismo de su propia ignorancia ; en fin, cae para no levantar. De este estado no es muy fácil sacarlo; porque ni ve la luz de la razón, ni oye la voz del con- vencimiento. Hay unos, que no conocen lo que tienen en si mismos ; otros, que no quieren conocerlo ; y al- gunos, que viviendo contentos con lo que les producen sus absurdidades, alejan con intención ‘premeditada la verdad para que no entre en su corazón. ¡ Dios nos libre de hombres semejan- tes !! ! Ellos son el azote de los mortales; pero felizmente cada vez mas y mas va demostrando la experiencia la exactitud de los principios ge- nerales que se han indicado, y se explanarán á continuación; y por mucho que se desvelen los antagonistas de la verdad en propagar sus mis- terios, no conseguirán otra cosa, que hacerse conocer por unos egoistas, que prefieren su for- tuna al bien de la sociedad á quien deben su subsistencia. 39 ARTICULO IV. EXPLICACION DE LA CAUSA DE LAS ENFERMEDADES, Y DE LA DE LA MUERTE PREMATURA. (Es menester, y debemos entender por causa, la materia ó agente determinado, que produce pró- ximamente ó inmediatamente el dolor, é incomo- didad que caracteriza la enfermedad, y que acaba los dias del enfermo, poniendo fin mas ó menos pronto á su existencia.) El principio de la animación es, sin dispu- ta, uno de los secretos mas impenetrables del Criador. Pero por su inefable bondad, parece ha per- mitido al hombre que conozca la sangre, ó prin- cipio motor de la vida ; y lo ha conducido co- mo por la mano para manifestarle el medio con que puede lograr el conocimiento de la causa de sus enfermedades, y por una consecuencia necesaria el de la muerte, que es su resulta in- evitable. (Una vez conocida la causa, es muy fácil destruirla.) El autor de la naturaleza ha dado a los seres vivientes, que ha criado, la facultad de repro- 40 ducirse. ¿ Seria indiscreción, seria fuera de propósito decir, que de esta facultad hubiera resultado un exeso de población, sino hubiera limitado la duración de la vida de cada indi- viduo ? El Criador, con su divina sabiduría, señaló la cantidad del contenido de los seres criados; según la "dimensión del continente del Globo Terrestre ; y aun hizo palpables los medios que empleó para evitar este exeso de población, co- mo es fácil probar. Ningún ser criado es eterno, porque recibió en su formación, cuando salió de las manos de ■aquel, un germen de corruptibilidad transmi- sible, como también el principio de su vida. (Que la corrupción termina la existencia de iodos los seres, ó de todo lo que lia recibido vida, es una verdad incontestable.) ¿ Era aquel el primitivo fin á que el hombre hubiera sido creado ?—Una autoridad infalible no nos permite el creerlo. Pero ¿ quien podrá negar el último ? El niño recibe de sus padres el principio de vida, y con el el de muerte. Luego que llega á la edad viril, los transmite como los recibió. Nada existe con dos caracteres opuestos. De consiguiente lo bueno y lo malo, andan con la separación que exige su diferente naturaleza. El principio, pues, de la vida, no contiene den- tro de sí el principio de su propia destrucción; 41 pero concentrándoles en el mismo cuerpo, esta- bleció el autor de la Naturaleza entre ellos un punto de contacto para que el uno influyese sobre el otro, haciendo así, que el agente de la destrucción gastase ó rompiese los resortes de la vida ; que es como los seres vivientes dejan de existir. Para que el hombre llegue con el beneficio de la salud al período de la vida, llamado se- nectud, ó vejez, cuya determinación me parece en algún modo arbitraria, aunque es preciso fi- jarla desde la edad de setenta anos ; es menes- ter que su ser fisico conserve un perfecto y du- rable equilibrio; situación dichosa que no pue- de ser sino el resultado de un estado perma- nente, fijo, y por decirlo así, invariable de la propensión á la corruptibilidad innata, es decir, como el hombre la recibió en su origen. Pero esta corruptibilidad, germen natural de la destrucción de la vida, es mas ó menos propensa a la influencia de las causas corrupto- ras, ú ocasionales, de que hablare oportuna- mente. Si por efecto de esta misma influencia, aquel germen toma incremento, (como está expuesto á ello) en tal caso ; si su curso se agita, si la fermentación pútrida empieza, la enfermedad se declara con mas ó menos malignidad ; y por consecuencia de sus progresos la muerte sucede antes del término á que el individuo que fallece 42 hubiera llegado, según el principio de vida que poseia. De esto resulta la distinción que hay entre la muerte natural, consecuencia de la vejez, ó de una suficiente duración de vida, es decir, re- lativa á este mismo principio ; y la muerte pre- matura, ó contra naturaleza, que la destruye en cualquiera época de la vida por el efecto que progresivamente hace la enfermedad. Todos los seres animados tienen <cn sí mismos una porción de este agente destructor; pues a no ser así la muerte’perdonaria alguno. El hom- bre que es uno de aquellos que goza de una vida mas dilatada, lleva también consigo la causa de su fin, cuya malignidad no conoce, sino llegado el caso de manifestarse la enfermedad, a que esta generalmente mas expuesto que las otras criaturas. Advertiré, y.el común de los hombres ve con admiración, que muchos jóvenes en la fuerza y vigor de la edad, cuyo color anuncia el tem- peramento mas robusto, están a menudo mas propensos a los ataques de la corruptibilidad, y por consiguiente á la enfermedad, que muchas personas de mal eolor, y de una complexión endeble. Ciertos individuos nacen con mayor cantidad de corrupción que otros. Estos, siempre están enfermos ; y es raro que vivan hasta una avan- zada edad, á menos que su constitución ó te ni- 43 pera-miento no adquiera mejoras en la carrera de su vida. Otros, al contrario, ven la primera luz con un estado de ecepeion, que podría llamarse pri- vilegio. La causa de la destrucción emplea cu ellos mas de un siglo para producir su efecto. Pero sobre los mas, obra por el contrario con prontitud, y muchas-veces produce todo su efecto antes que los individuos nazcan. Aun- que tan variada, en su modo de obrar, no muda de naturaleza; es siempre la misma, y tal cual el Supremo Ser ha determinado que sea» Ninguno puede dejar de confesar, que las partes carnosas, cartilaginosas, nerviosas, y hue- sosas de los cuerpos denominados sólidos, están inmediatamente subordinadas a la otra parte llamada los fluidas, á los que deben su forma- ción, su substancia, y su acrecentamiento, pues que todo procede de un fluido, como único principio y nadie ignora que estas dos partes constituyen nuestro ser material.. Distingamos entre los fluidos indicados, Fa especie destinada para la conservación de la existencia, y la que puede ser el instrumento de la destrucción de la vida, siendo la mas es- puesta a corromperse por su esencia. El ser de todos los seres al dar la vida á sus criaturas, les impuso la indispensable necesidad de alimentarse para conservarla. Examinemos el uso que hace la naturaleza de 44 los alimentos, y como estos se separan por el trabajo de la digestión. La primera parte de los alimentos, ó lo que es lo mismo, su aceite, ó quinta esencia, sirve para formar lo que se llama quilo, Este se fil- tra en la circulación, para mantener la cantidad necesaria de sangre á la sustancia de todas las partes sólidas del mortal, y para resarcir las pér- didas que hace continuamente este fluido motor de la vida. La segunda parte, demasiado grosera para transformarse en quilo, convierte su primera porción en bilis, fiema, y finido humoral; re- sultando de la segunda una materia viscosa ó mucosa. Esta última queda pegada a las mem- branas interiores del tubo intestinal, denomi- nado comunmente estómago, y a los intestinos; mientras que la primera porción tiene lugar de filtrarse en la circulación. La tercera parte, que no es buena para nada, se expele ; y produce la materia fecal, ó depo- siciones diarias. En el cuerpo humano, los humores no son menos naturales que la sangre. No estamos en- fermos precisamente por tener humores, como cree el vulgo, sino porque estos se degeneran ; ó en otros términos, porque la fermentación acida ó pútrida se introduce en ellos ; y se corrompen primero que cualquiera otra parte, porque en ellos es donde esta el gérmen de cor- ruptibilidad que el Criador puso por su mano. 45 para que hubiese un termino á la vida de todo ser criado. Cuando este germen de destrucción recibe cierta extensión ó adquiere cierta fuerza por las causas corruptoras, de que ya se ha tra- tado y van á indicarse, según el mayor ó menor influjo de estas se acorta ó prolonga la vida del hombre. La experiencia demuestra esta ver- dad, que confirman las observaciones que se pueden hacer durante el estado de la enferme- dad, y mas todavía las que se hacen después de la muerte del enfermo. • El mal olor, señal indubitable de la altera- ción de las materias corruptibles, no aguarda que la muerte se verifique para exhalarse. La precede siempre, y casi generalmente la infec- ción es un presagio de ella, que nos vemos ade- mas precisados á reconocer como su causa, so- bre todo si se inspecciona anatómicamente el cadáver. La prueba de que los humores son, como se acaba de decir, las partes mas corruptibles del cuerpo, es, que son escrementicios ; y si no lo fueran no se evacuarían por la via ordinaria, sea naturalmente, ó bien por consecuencia de un estímulo propio. ¿Su corruptibilidad, no es la causa de la infección que se halla en ellos, y que es siempre relativa á los progresos de su degeneración ? Esta es la razón por que la ma- teria fecal despide, como he observado muchí- simas veces, un olor mas ó menos hediondo, y por esto, en el estado de enfermedad las deposL- 46 eiones por las grandes vías, el sudor, y aun Iat simple transpiración, llevan malcrías cargadas de exhalaciones fétidas, que incomodan al en- fermo, y mucho mas á las personas que le asis- ten. Estas verdades, que se enlazan con otras no menos importantes, no pueden ser descono- cidas sino por un mentecato,, ó un hombre que por obstinado quiera luchar contra la evidencia. Admítase en buena hora, que no hay vicio en los humores mientras que el individuo que los contiene en sus visceras, 6 en otras partes, esta en estado de salud. Pero no es posible ne- gar, ni debemos: olvidar nunca, que si bien al principio, aunque ya. adulterado, no incomo- dan, desde el momento en que se esperimenta el dolor,, ó que nos hallamos en una situación en todo conforme a este mismo estado de salud, es claro, y evidente, que están mas ó menos adelan- tados en la corruptibilidad ; pues es indubita- ble, que la causa precede siempre al efecto. Esta verdad, es una ley fundamental de la na- turaleza. Si algunas de las funciones naturales se Ínter- rumpen, 6 se suprimen ; si del estado de salud se pasa al de dolor, ó dé verdadera enfermedad,, es porque en la corruptibilidad de los humores estos pierden, por la depravación que lian espe- rimentado, toda ó parte de su bondad; causa principal ó única de la salud, que no se puede recobrar si esta misma especie de humores, ya degenerados, no se restablece con perfección 47 fastas materias, ó en el acto de degeneración* ó ya corrompidas, toman un carácter de acri- monia, de calor ardiente, y hasta corrosivo, que las hace mordicantes, y ocasionan á la parte car- nosa, membranosa, ó ya sea tendinosa, una sen- sación mas ó menos dolorosa y difícil de tolerar, que suele llegar a ser hasta insoportable. Mu- chas veces degeneran en putrefacción, otras no; pero rara vez dejan de ir acompañadas de exe- sivo calor, 6 acrimonia sensible en la parte que atacan; y depravadas en uno y otro caso, son susceptibles de adquirir el mas alto grado de malignidad. Eli este estado de degeneración, y por esta misma acción, causan los humores todos los ma- les, todos los dolores, todas las incomodidades, ó mas bien diré, todas las enfermedades internas, sea cual fuese su especie y carácter. En este estado, y por causa de él, estas materias resisten abiertamente á los esfuerzos de la naturaleza, que por su parte no puede absolutamente resis- tir á ellas, por la tenacidad que ya han recibido de la corruptibilidad ; en cuyo caso la enferme- dad, -precedida por la predisposición, se decla- ra /^manifiesta. Esto es lo que propiamente aquí se le da el nombre de origen de las enfermedades. Resta señalar sus emanaciones para completar la descripción de la causa, de la única causa de das enfermedades del cuerpo humano. .Esta acrimonia, este calor ardiente, 6 cor- 48 rosivo, este instrumento en fin, que se forma de sí mismo en la corruptibilidad degenerada, produce todas las incomodidades ó enfermedades en general, y aun la misma muerte ; se compone de una parte de la masa de los humores, expri- mida del todo de ellos. Llámese esta parte exprimida serosidad. Sino se escribiese esta obra para aquella clase mas numerosa, que aunque ignora las palabras, juz- ga con exactitud de los hechos, se daría á esta materia una denominación conocida de los au- tores clásicos; pero me veo forzado á redu- cirme en un todo al alcance de mis lectores, para quienes está destinada esta producción, como también á mis pocas luces. Llamaremos también á esta serosidad fluxión, porque esta materia aunque muy clara, y ex- tremadamente sutil, es susceptible definir, co- mo en efecto fluye en la parte donde el dolor, ó la enfermedad se ha manifestado. Fluye, supuesto que se filtra como el quilo en los basos, qué existe en ellos como la san- gre, y circula en ellos, como ella, y con ella. lEsta.fluxión, con la masa general de los hu- mores de donde toma su origen y su consisten- cia, y de quien tiene su naturaleza, forma el completo de la causa, de la única causa eficiente morbífica, ó mordaz de las enfermedades del cuerpo humano, sobre qué se ejercita la pro- fesión que ejerzo, arte de curar, 6 Ciencia Medica. 49 ARTICULO V. CAUSA DE LA MUERTE PREMATURA. De resultas de una enfermedad demasiado larga, los humores, ya degenerados, ya en es- tado de corruptibilidad, ó en una verdadera putrefacción, por su larga permanencia en las cabidades, corrompen, según la expresión vul- gar, las entrañas, 6 visceras, que los contienen ó encierran ; y la serosidad, causa eficiente del dolor, ó enfermedad experimentada, y de todo desorden que se reúne con aquellos, enardece, contrae, corroe las partes que ataca, destruye la economía animal, y con ella la sangre 6 prin- cipio motor de la vida ; y el enfermo ve enton- ces acercarse el término de la duración de su existencia. Tal es la causa de la muerte prematura, que debe denominarse, contra naturaleza. La inspección anatómica de los cadáveres, prueba evidentemente, que la muerte es siem- pre producida por la depravación, ó putrefac- ción, ulceración, gangrena, daño de las partes que lian sido principal residencia de la enfer- 50 medad; ó por estenuacion, obstrucción de los fluidos,, compresión de los vasos, decaimiento ó cesación absoluta de la circulación de la sangre. ¿ Cómo explicar esta contradicción de los grandes anatómicos, cuyas obras sirven de norte a la mayor parte de los prácticos de nuestros dias ? Dicen, que han visto por la inspección anatómica las visceras, ó entrañas de los cadá- veres, que han examinado obstruidas, supuradas, gangrenadas, corroídas, extenuadas, encogidas, endurecidas, y la mayor parte de los vasos en el mismo estado ; y afirman al mismo tiempo, que las causas próximas, é inmediatas de las enfermedades, estarán siempre ocultas, y que su indagación es mas propia para engañar que para instruir ; y que no se puede hablar sino de las causas antecedentes y remotas.... ¿ Y que otra causa, que la que se acaba de indicar, ha producido en las visceras los daños mortales que se hallan en ellas; y que estos mismos maestros del arte han observado ? ¿Es una omisión de su parte ? No se debe creer : la buena fe, la ingenuidad, son y deben ser las prendas de hombres que ejercen tan honrosa profesión : en otro caso, no serian lo que deben ser. ¿ Es por no haber examinado á fondo ? En este caso, el presente método dará la luz sufi- ciente ; y los enfermos, que pueden y deben observarlo, se hallarán mejor. t Hombres cuer- 51 dos, humano?, y de buena fe ! Prescindid de pasiones innobles, y reflexionad : es indudable que la mayor parte de los prácticos no se ocu- pan sino de lo superficial, ó lo que es lo mismo, no hablan nunca á fondo; es decir, de la causa interna de las enfermedades ; de esta causa que produce el mal, ó el dolor, de que se queja el paciente, y los estragos ó desórdenes que acar- rean la muerte á una edad tal vez que tiene to- davía muchos derechos, por su juventud, á, la vida. Es igualmente cierto, que son insufi- cientes, y atentatorios á ella, los métodos cura- tivos que se fundan sobre esta falsa regla; y no puede ser de otro modo, como puedo demos- trarlo, 52 ARTICULO VI CAUSAS DE LA CORRUPCION DE LOS HUMORES. Todos los efectos tienen sus causas: este prin- cipio es indisputable. Nadie puede asegurar, que con arreglo á esta verdad eterna, es preciso dirigirse a la investigación de todas. La causa de la muerte natural es, como ya se ha dicho, efecto del germen de corruptibilidad innata que se extiende, y ejerce lentamente su acción; ó de otro modo : la muerte natural es la conse- cuencia de una duración suficiente de la vida según su principio, y la voluntad del Criador. La causa de la muerte prematura, y de las en- fermedades que la preceden, es el efecto de la degeneración auxiliar, que ha obrado sobre este mismo germen de corruptibilidad. La degeneración de los humores tiene sus causas ocasionales, como la enfermedad tiene también las suyas. Procuraré esplicar la mayor parte de las causas de esta degeneración. Una de las causas corruptibles de los humo- res, la mas común en general, es indudablemen- te la aspiración de un aire cargado de exhala- ciones infectas y corrompidas, como las que salem 53 de los subterráneos hediondos, de los fosos, y al- banales en donde hay una putrefacción, 6 des- composición de las partes animales. Se observa que hay muchas enfermedades des- pués de una gran sequedad, ó de continuados calores; y es natural, porque en estas circuns- tancias la atmósfera absorve la corruptibilidad, es decir, las exhalaciones mal sanas que produ- cen generalmente los lugares húmedos, ó pan- tanosos y hediondos La demasiada proximidad a los pantanos, la- gos, estanques, y de todos los demas lugares en que el agua es fangosa y estancada, es temi- ble, como expuesta a ocasionar la corruptibi- lidad de los humores. Las nieblas densas, ó cargadas de mal olor, son por lo común insalubres, como lo prueba diariamente la misma experiencia. Los alrededores de las selvas, de los bosques, cercados, arboledas, y playas, ocasionan mas enfermedades que las llanuras, donde el aire es por lo común mas sano que en los sitios húme- dos y poco ventilados. La proximidad á un enfermo, cuyo aliento respiramos, puede ser nociva á la salud.—El preservativo, de suyo se dice. Basta apartar el conducto aspiratorio de la dirección que puede seguir el aliento del enfermo. Una habitación húmeda, ó sin ventilación ;; ponerse a descansar sobre un terreno cenagoso; 54 6 mal sano pueden ser otras tantas causas do corruptibilidad. Siempre, en fin, que el aire sea denso ó coiv centrado, y esté cargado de miasmas corrom- pidos, puede causar la degeneración en los hu- mores de los que lo reciben en cantidad suíi- ciente, haciéndose danosa.su influencia. Es claro que los alimentos, ó alterados 6 corrompidos, son, corno lo que precede, causa de la degeneración de los humores. El contacto puede también serlo, y su acción será proporcional y relativa al estado de ruptibilidad del cuerpo que la comunica. En este caso los. cuerpos animados, ó inanimados, trasudan la corrupción ; el que la tiene la. transmite por el cutis, ó los poros evaporantes, y el contagio se verifica por los mismos con- ductos ó poros absorventes. Toda especie de virus sarnoso, herpético, escrofuloso, venereo,. hidrofóbico puede ser comunicado por con>- tacto, con mas facilidad si los poros están abier- tos, é infaliblemente si hay llaga en la parte que se toca. En este caso, la degeneración, ó el vicio corruptor, se propaga sucesivamente sobre toda la masa humoral, en las cavidades como en las vias de la circulación, entre las cuales se extiende con mas ó menos celeridad. Menos necesario es en verdad, saber por qué vías ó de qué modo los humores de un enfermo * se han corrompido, que administrarle contra la■» 55 enfermedad los socorros del arte,, dirigidos por principios verdaderos. No es menos importante conocer que la salud no hubiera sido alterada sin depravación, corruptibilidad, ó putrefac- ción de estas materias, y que pueden estando así viciadas, causar toda suerte de accidentes, y aun la muerte, como se ha explicado sufi? ciéhtemente. 56 ARTICULO VII. CAUSAS OCASIONALES DE LAS ENFERMEDADES. Enfermedades internas. Al discurrir sobre las alteraciones de la salud, se confunden ordinariamente las causas ocasio~ nales de las enfermedades con la causa eficiente; es decir, con la materia que produce el dolor, 6 la clase de incomodidad, que caracteriza la enfermedad del individuo. Hay en esto una falta de raciocinio, y un error perjudicialísimo. ¿ Qué se debe deducir del silencio de los Mé- dicos respecto de sus enfermos, sino que igno- ran, ó no entienden la verdadera, única, y efi- ciente causa de las enfermedades? Se indican como causa de ellas los varios ac- cidentes, los diferentes sucesos ocurridos a los enfermos, sea antes, ó durante sus enfermedades. Se podrían citar sobre este punto innumerables ejemplos; pero uno solo bastará. Se dice, que el paso repentino del calor al frió es la causa de una enfermedad. No hay duda, que esta transición puede producir una repercusión de la materia de la transpiración. 57 ¿ Pero es esta materia la causa de la enfer- medad, llamada ó sudor concentrado, ó de otro modo ? Su causa ocasional, que en este caso es el frió sobrevenido después del calor, ha causa- do, cuando mas, el accidente. Si el mismo en- fermo no hubiera estado en este momento en un estado de plenitud de humores mas ó menos depravados, no le hubiera sucedido nada. Si se le pregunta a él mismo, dirá que muchas ve- ces ha hecho otro tanto, sin que por esto su sa- lud se haya resentido. El atento observador advierte mil circunstancias en aquello en que los enfermos y otras personas buscan causas, y cual si se hubiesen impuesto la ley de negar, ó de desconocer la verdad, cada uno abandonándose á su ilusión, fija la que le sugiere su ignorancia, ó el error que le estravía. Por consecuencia de esta equivocación, se atribuye á las pasiones de ánimo, cualquiera que sea el motivo que las produce, ó ha producido en su tiempo, mas in- fluencia de la que efectivamente tienen. No se puede negar sin embargo, que muchos de es- tos afectos, entre otros, los que se originan de penas, disgustos, pesares, 6 que proceden de miedo, ó pavor, son capaces de producir males de diferentes caracteres, sobre todo si se prolon- gan, 6 si no han cesado á tiempo, pues se ven á cada paso las tristes resultas de una fuerte im- presión en lo moial, y sabemos la influencia que tiene 6 ejerce sobre el físico. Los que así sufren, 8 58 y no conocen de sus males sino esta especie de causas, ¡cuan lejos están de creer, que no son sino causas ocasionales, dando como dan por su- puesto, que ellas son las que ponen en actividad la materia, y causan el dolor que los atormenta, y puede abreviar sus dias! 59 ARTICULO VIII. VIRUS EN GENERAL. Bajo el título genérico de virus se lia com- prendido., ademas del virus llamado sarnoso,, varioloso., escrofuloso,, canceroso, venereo, é lii- drofobico, todos los demas productos de la de- generación, ó depravación humoral, a que la especie humana esta propensa, de que la Provi- dencia se vale para ejecutar sus designios, y a que deben su origen cuantas enfermedades y males nos acosan. Describiendo en los artículos 4.° y 5.° la cau- sa general de todas las enfermedades del cuerpo humano, que se derivan de la corruptibilidad, por la degeneración ó la depravación humoral, se ha dado ya á conocer, bajo el nombre de se- rosidad ó ¿fluxión, una materia perniciosa, mor- tífera, que es la sola causa eficiente de todo lo que se puede caracterizar por enfermedad, y en cierto estado de malignidad, produce las en- fermedades contagiosas, pestilenciales, agudas, epidémicas, y todos los accidentes graves, que á pesar de las mas sublimes doctrinas, y las tco- 60 rias mas luminosas., y al parecer mejor funda- das, matan a los enfermos cuando menos se piensa; teorías indudablemente falsas,, pues que los hacen víctimas de innumerables enfer- medades ; la epilepsia en los unos, la locura en los otros, y en el mayor número dolores, ulce- ras, y toda especie de afectos, sino fijos, pe- riódicos por lo menos. Cuanto mas degenerados, ó mas depravados están los humores, tanto mas capaces son de producir enfermedades nuevas y raras, de aque- llas que muy bien pueden llamarse fenómenos. Los curiosos, que cultivan las ciencias, suelen apoderarse con diligencia de dichos fenómenos; pero, preocupados con la novedad, en general descuidan lo principal, y sus observaciones vie- nen a ser una completa inutilidad para la cura- ción de los enfermos. Sea cual fuere el genero ó especie de enfer- medad, todas necesitan una cura radical, sin que queden restos ni temor de una recaída ; y es lo que están lejos de lograr cuantos prescri- ben métodos fundados en principios erróneos. Y en efecto ¿ que puede haber sino error, su- puesta la ignorancia de la causa de las enfer- medades ? Se ha establecido por principio, que las enfermedades debían curarse por cosas con- trarias a ellas ; se citara un caso en que este principio tiene aplicación. Por ejemplo : si el enfermo tiene un calor exesivo ó ardiente, que 61 produce una grande inflamación,, se debe,, se- gún dicen, refrescarle, enfriarle, y aun helarle si es posible. Este principio es enteramente falso, pues este calor es una materia, y son los humores los que la producen. La serosi- dad misma es el (alor, y en vano se emplearían contra ella todos los refrigerantes del mundo, que no harán que salga del cuerpo el humor que le consume, le abrasa y le destruye ; de suerte, que solamente se curan las enfermeda- des, por cosas contrarias á ellas, hablando con respecto á los medicamentos que las atacan, desalojando, expeliendo, ó evacuando del cuer- po humano la causa eficiente morbífica, ó mor- daz de la enfermedad que padece; pues que es indudable, por ser un axioma, que no liai efecto sin causa; y por consecuencia, destruida esta, cede la enfermedad, que es el efecto. Para curar, es menester preferir á las fri- volidades de la moda, los medios que la misma naturaleza indica, pues que el que se separa de ella es su enemigo. Se debe tratar de eva- cuar los humores, que producen virus, y se- rosidad virulenta, porque están, y según están mas ó menos depravados, ó degenerados de su estado natural. Se deben preferir estos medios á todos los demas, supuesto que la corrupti- bilidad, que se burla de todas las combinacio- nes déla Química, no se contiene en sus pro- gresos, sino cuando la parte sana se libra de 62 ella, por medio de la verdadera Medicina Cu- rativa. Esta sutiliza todos los géneros de sero- sidad, y libra de ella á los enfermos cuando es- tos acuden en tiempo que los humores, y la flu- xión, no han adquirido aún un carácter de te- nacidad tal que se resista á su expulsión. Hay humores tan inveterados, tan profundamente arraigados, que resisten con una tenacidad di- fícil de vencer. En este caso la cura se dilata, sin que por esto se pierda la esperanza de una curación cierta. Una práctica continuada, y acreditada en ambos hemisferios, no deja la me- nor duda de ello. Debo volver á repetir, que absolutamente es imposible curar, sino se separa la parte depra- vada 6 como ya se ha dicho degenerada, de la que no lo está, y expeliendo la primera; pues que no haciéndolo así, no solo no sanará el en- fermo, sino que perderá la vida prematuramen- te. Lo mismo sucederá, siempre que se acuda tarde á este método ; y no estará de mas el re- comendar á los enfermos, que lo sigan en enfer- medades antiguas, 6 generalmente reputadas por incurables, ó que hayan resistido á otros planes de curación; que desconfien, aún cuan- do se crean curados, no sea que conservándose algún resto del antiguo germen, se reproduzca el mal en lo sucesivo. Se precaverá, y lo evi- tarán arreglándose en un todo á lo que se dirá cuando se trate de las enfermedades crónicas, é inveterabas. 63 ARTICULO IX. ENFERMEDADES EXTERNAS. i Cuantos enfermos, ó achacosos, creen firme- mente que sus males tienen por única causa la impresión ó las resultas de la acción de las causas externas, que han obrado en ellos, tales como una caida, un golpe, ó ya bien un esfuerzo vio- lento, hecho con cualesquier motivo ! Aunque se deba dar á estas causas la parte que les es propia en los males que han podido producir, importa mas de lo que se cree, para el alivio y curación de los enfermos, conocer la causa que ha venido á complicar, y agravarla ; ó mas bien diré, los agentes promotores nocivos desarrolladores, y fermentadores de la causa eficiente innata. Supongamos, que sobre un número dado de personas que se han dado un mismo golpe, 6 que han sido heridas con un instrumento cortante, puzantc ó contundente, la cuarta parte de este 64 número no se cura por los socorros estemos que se han dado a los otros; indudablemente los que no se curan conservan concentrada en ellos la causa agravante de sus males ; de suerte, que el mismo accidente, que respecto de los prime- ros ha sido causa inmediata, no es para los se- gundos, sino una causa ocasional. En favor de estos ciertisimos principios refe- riré después de la conclusión de esta obra, he- chos prácticos, que podrán fijar la atención del Lector. 65 ARTICULO X. DESVANECIMIENTO DE LOS ERRORES INFUNDADOS, Sobre atribuir á la sangre ser causa de las en- fermedades. A ejemplo de los antiguos los modernos creen, que la sangre puede ser la causa de todas, ó por lo menos de muchas enfermedades. Si se supie- ra, como debe saberse, que la sustancia de los cuerpos animados, depende inmediatamente de la satisfacción de la primera necesidad que ex- perimentan, se sabría del mismo modo, que para adquirir sangre es para lo que todos los anima- les comen. Es menester reconocer, so pena de negar una verdad importante, que cuando tene- mos hambre, es porque la naturaleza pide ali- mentos productivos de esta misma sustancia, porque no tiene bastante para mantenerse; y una vez convencidos de que la sangre es el único fluido que recibe esta sustancia para alimentar- todas las paites que componen el cuerpo ani- mal ; no podemos dudar, que á este mismo flui- do es al que debemos la vida ; y así es, que su movimiento circular la sostiene, y que cuando* este cesa no liay animación. 66 C¡a sangre da la salud, la robustez, lu alegría ; y en ella consiste todo nuestro vigor. Por no conocer estas verdades, ó no comprender que a su abundancia debemos ¡todas estas ventajas, se ha sospechado que criamos mas de la que nece- sitamos ; y en verdad que si así fuese, la natura- leza hubiera .destinado vías para arrojar el exe- dente, si no continuamente al menos periódica- mente; y estas no existen. La sangre esta con- tenida en los vasos. No puede salir de ellos sino por una abertura hecha de propósito. ¿ Y quien sera el mortal tan ciego y tan temerario, -que atentando así á lo que la vida tiene de mas precioso, ¡cree corregir la obra misma de la Na- turaleza ? Basta tener ojos para no dudar, que Ja evacuación total de sangre produce la muer- te ; y siendo esto así, y el hecho tan palpable, ¿ cómo es posible dejar de confesar, que la di- minución del volumen de este fluido vital causa la debilidad del individuo, su tristeza, su exte- nuación, y hasta reducirle á la última extremi- dad?.... Lo segundo es una consecuencia de lo primero ; y admitir lo uno, y negar lo otro, sería una contradicción inexplicable. ¿Cuando, en fin, acabaremos de conocer que, en cuanto a esto, la sangre es 1© mismo que io3 «olidos, los espíritus, y los diferentes fluidos destinados por la Naturaleza para favorecer los movimientos de las partes multiplicadas de que se compone <el conjunto de la economía animal? No esta 67 Rj ca el dia que disipará enteramente tan funes- to error; y por fortuna, ya se \á abandonando aquella práctica, abominable, que tan pródiga- mente derramaba la sangre de los infelices en- fermos. Aquel sangrar hasta poner al enferma en estado de desfallecimiento y desmayo, ha destruido mas hombres qpe todas las guerras y las epidemias juntas. Pero por desgracia se va muy lentamente ó despacio por el camino de la verdad, sobre todo en el arte, ó Ciencia Medica ; y aún se cree que la sangre puede causar enfermedades. Se sabe ya, que la sangre es el fluido purifi- cado por la Naturaleza; y la tendencia suya es á depurarse- mas y mas, como que es el motor de la vida. Este principio circulador no es, ni puede ser, causa de ninguna enfermedad, ni do- lencia ;,y mucho menos de la muerte prematu- ra, cual se le imputa injustamente ; pero para hablar con propiedad se dirá, que él es el con- ductor de las materias que causan las enferme- dades y la.muerte. Según la exposición incontestable dé la cau- sa eficiente de las enfermedades, es imposible no reconocer que su origen, y su principio, existe en el estómago, y en los intestinos ; y que de allí, como el humo de un fogon, salen los humores y la serosidad que en ellos se engendra, para filtrarse con la sangre en las vias de la cir- culación. ¿ Y se necesita mas para demostrar, 68 que la sangre tiene igualmente su origen en el mismo coiazon? Este fluido, según se acaba de decir, tira siempre á depurarse, y no se mezcla jamas con nada impuro; al contrario, hace continuos es- fuerzos para arrojar ó segregar la parte mas su- til de los humores, a que se ha dado el nombre de serosidad, 6 porque le estorba en su acción, 6 porque es de precisa necesidad deshacerse de ella, depositándola en algún punto, de donde resulta la clase de enfermedad ó dolor que pa- dece, ó puede padecer el cuerpo humano. Se puede decir, que la sangre escoje la parte del cuerpo que le es mas conveniente para de- sempeñar su movimiento circulatorio, y una ca- vidad ó depósito de preferencia conforme a las leyes de su movimiento. Del sitio en que este depósito se ha fijado, y del nombre que se ha convenido dar a cada una de las partes del cuer- po humano ; derivan los que se han convenido también en dar á las enfermedades. Pero cuando la corruptibilidad es demasiado fuerte, y la serosidad humoral bastante depra- vada, ó corrosiva para detener de repente la circulación de la sangre en el principio de la enfermedad, el enfermo muere, sin que ni aun haya habido tiempo de dar nombre á la enfer- medad de que ha sido víctima. ¡ Cuanto mas importante es dar pronto socor- ro a los enfermos, que calentarse la cabeza en 69 IialTar vanas denominaciones \ A lo primero, es a lo que conspiran los medios que este do indica con demasiada claridad, siendo infali- bles cuando no llegan demasiado tarde. Cediendo a la evidencia de mi convencimiento, debo de-> latar como un error, no como quiera perjudi- cial, sino sumamente funesto, el de la supuesta identidad de los humores con la sangre. La razón sostenida por la experiencia, no puedo; admitir, que estas materias humorales sean el origen 6 la causa primitiva de este fluido bal- sámico motor de la vida, mal conocido en t odos, tiempos. Otro tanto valdría querer probar, que las hezes son la causa productora del vino, y que hay identidad entre las unas y el otro. Se ha dicho, en otra parte, que comemos para adquirir sangre. Si algún Censor preten- diese que es para criar humores, se le pregunta- ría. ¿ Si se vendimia solo por el gusto de pisar uvas, y tener hezes ? Mas debo dirigirme á los hombres que no se extravien, porque en el uso de su razón no salgan del circulo prescripto por la naturaleza. Los viñadores, por ejemplo, aseguran siempre, que el vino es la quinta esen- cia de la uva. Se les debe responder, que la sangre se forma de la quinta esencia de los alimentos. Dirán : que lo que sale de la cuba, cuando se ha echado en ella el mosto, y mientras que 70 fermenta, es una excreción,. que no es buena? ni para hacer vino ni hez.:. Se les puede citar, que las fe calidades se com- ponen de la parte de los alimentos que no pue- de emplearse en sangre ni en humores. Aseguran, que la. hez no se mezcla con eU vino. Se les liara presente, que los humores no se mezclan tampoco con la sangre; . Sostendrán, que el vino separa y arroja-la hez: para purificarse, y que es la hez la que mientras * existe con el vino, hace saltar las botellas y re- ventar los toneles» Se les sostendrá también, que la sangre, carga- da de humores sutiles, ó sea la serosidad, ó fluxión* que de ellos procede, , hace continuamente es- fuerzos, en sus movimientos circulatorios, para* librarse de esta.materia heterogénea, ó estran- gcra; y que esta, misma.es la que causa en la:* circulación de la. sangre todos los desórdenes que se observan, y los enfermos experimentan, y todas las enfermedades que sobrevienen, sin - eceptuar ni aun Ja muerte, que sucede ; ó por- que los humores degenerados, ó corrompidos, han dañado las visceras, como el vino corrom- pido echa á perder la cuba; ó ya porque la* serosidad acre, que han producido estas mate- rias, detiene la circulación de la sangre, com- primiendo, estrechando ó encogiendo los vasos. Los mismos viñadores atestarán, que cuando^ 71 “el vino Chía enteramente depurado de la hez, no trabaja la vasija que le contiene. Convendremos con ellos, que se goza de sa- lud, siempre que los humores conservan su na- tural pureza, y que de consiguiente no se han insinuado en los vasos de la circulación sanguí- nea, sino partes homogéneas, ó por lo menoi ¿fluidos, quemo incomodan, aceleran ni retardan su circulación. Si se preguntase ¿ por qué no Irai humores sin estas materias? Se diría ¿ por qué no se hace vino sin hez? Creo firmemente, que la hez es Util hasta cierto punto, no debiendo disputar la utilidad de los humores, mientras que no han perdido la ;pureza natural de que ya se ha hablado. Pero se puede sostener con razón, que esta* materias excrementicias como las hezes, son cor- ruptibles como estas; y que cuando están en astado de corruptibilidad, lejos de ser útiles, •son sumamente nocivas, y destructoras de las causas motrices de la vida. Se puede sostener igualmente con una firmé «convicción, que la sangre, incorruptible como el vino, solo deja de serlo al momento de es- pirar, ó después de la muerte. Así pues, 410 se debe nunca evacuar la sangre. Lo que se necesita, es expeler los humores que están corruptibles, ya depravados, 6 degenera- dos, ó en un estado de putrefacción; como es 72 preciso guardar el vino, y arrojar las hezes. Si por su salud, y por la prolongación de sus dias, cada uno hiciere lo que el viñador, no hay duda que el arte de curar sería la mas útil, y la mas benéfica de tudas las instituciones cientí- ticas, siendo, como es, la salud el don mas pre- cioso de todos los que nos ha dispensado la na- turaleza. Pero la prevención contra todo lo que es- simple, y contra las verdades dictadas por la primera causa, extravia el juicio del mayor nú- mero de los hombres. Un orgullo, muy mal fundado en los unos; en los otros, un respeto áin observación, y reflexión á los errores comu- nes ; distraen su atención, é impiden que se fi- gón sobre los objetos mas interesantes á nuestra, ©xistencia; y he aquí la causa de nuestras ma- yores desgracias. 73 ARTICULO XI. UTILIDAD PALPABLE DE LOS VASOS QUILIFEROS, LINFÁTICOS, 6 ABSORVENTES, Y MODO DE OBRAR DE LA VERDADERA MEDICINA CURATIVA. Para comprender bajo un solo nombre todos los vasos blancos que componen este grande sistema, y no dar con los nombres de lácteos y linfáticos una idea falsa de sus usos; pues que sabemos, que ni los vasos lácteos conducen siempre quilo, ni los linfáticos acarrean siempre linfa, sino es que unos y otros absorven cuantos humores se presentan en sus orificios; dire lo que sigue: Todo nuestro cuerpo está lleno de vasos ab- sorventes, particularmente el estómago, su pilo- to, e intestinos, y son innumerables sus ramifica- ciones, pues que no se puede señalar el fin de sus subdivisiones. Según el cálculo de los mas celebres Anató- micos, que se han dedicado con particular at en- ción al exacto averiguamiento de este interesan- tísimo sistema, existen en el cuerpo humano doce veces mas de estos dichos vasos que de ioi sanguíneos. 74 Por los ingeniosos experimentos que ha he- cho Cruiskian en los cuadrúpedos, ha llegado por medio de la inyección á conocer ó distin- guir de estos vasos dos clases, como sucede en los sanguíneos, que son arterias, y venas; lo que manifiesta Juan Sheldon en el primer cuaderno de su obra, titulada Historia cid sistema absor- vente, impresa en Londres en el ano de 1787, y lo confirma ó ratifica Máscagni en su gran obra, titulada—Historia de los vasos linfáticos del Cuerpo humano ; con sus láminas. Las ventajas que la Medicina ha logrado des- de el útilísimo descubrimiento de los vasos ab- sorventes, han sido infinitas ; pues que. hace ya algún tiempo que varios célebres Químicos, Quirúrgicos, Médicos, han dedicado sus tareas prácticas á este importante objeto ; buscando é indagando, 6 mas bien diré, poniendo todos los medios capaces de poder presentar analizados, y modificados los mas eficaces, y útiles remedios, reducidos á tonizar y estimular los orificios ar- teriosos de dichos vasos por medio de tinturas, que deben ser clarificadas, y decantadas; con el fin de que no haya el mas leve impedimento á introducirse en dichos orificios de este gran sistema linfático, ó.absorvente. Los repetidísimos y favorables casos prácti- cos, han manifestado ya, con la mayor claridad, la circulación de estas sutiles tinturas túnicas, estimulantes purgativas, y purificativas, en di- 75 *c'lio sistema; como así mismo, la extracción y -purificación de los humores morbíficos; junta- mente las partes heterogéneas, 6 estrafias dei -motor de la vida, sucediendo estas funciones .por la conexión que tiene el sistema absorvente con los vasos sanguíneos. Pocos son los que llegan a entender el modo *con que las tinturas indicadas producen la eva- cuación de los humores en general; algunos hap creido, que obraban por indigestión, v qué resultaba de esto una evacuación, sea cual fuese su naturaleza. Esta proposición es insostenible. Otros dicen, que irritando, ó relajando las fi- bras, ya sea del estómago, ya de los intestinos, procuran la salida de los humores ant¿peristál- ticamente ; es decir, por vómito ; ó bien sea pe- ristálticamente por Sccesum ó el ano. Para poder conocer bien el orden, ó el meto- do, y el modo de usar con acierto de estas tin- turas, como también su benéfico y admirable modo de obrar, es preciso, c indispensable, ha- ber hecho de ellas mucho uso ; ó haber sido tes- tigo de las infinitísimas curaciones que prodi- giosamente se han logrado en enfermos de todas especies, edades, y calidades. Estas tinturas ya indicadas, son comparables *i las producciones del mismo reino que sirven de alimento al hombre ; con la diferencia, que no sustentan porque no tienen la parte nutri- tiva ; pero tonizan, desalojan, expelen, ó eva- 76 cuan, porque esta es su eficaz virtud ; por lo demas, están sujetas á digestión, y pasan del es- tómago á los intestinos; se distribuyen en toda da economia animal, filtrándose en parte por las venas lácteas, como el aceite de los alimentos, ó el quilo. Dan también acción al canal intes- tinal ; aceleran su movimiento peristáltico ; por cuyo medio evacúan lo degenerado humoral del cuerpo humano. Comunícase á la circula- ción el impulso que estimula á la sangre, y las excreciones, por las vías y conductos que se hallan destinados á llenar estas funciones. Obran sobre los fluidos, excitando también sus excre- ciones por la via de la orina. Del mismo modo facilitan la espectoracion, y transpiración po- niendo en ejercicio todos los emunctorios; y la experiencia prueba, que las susodichas tinturas se distribuyen á todas las partes del cuerpo hu- mano, obrando sobre los órganos excretorios, que por resulta de su acción se limpian y puri- fican de lo nocivo ó perjudicial que en sí te- nían. Estas verdades son indudables, pues la práctica me lo confirma mas, y mas diadamen- te; pero si hubiese alguno que pusiese en duda los efectos de dichos medicamentos, ó no admi- tiese su penetración en las vías de la circulación, creo quedaría convencidísimo, en cuanto leyese con la debida meditación y reflexión los dife- rentes y evidentes casos prácticos que en esta obra se manifiestan; pues creo, que no debe 77 haber bombre tan impávido, temerario, e incau- to, que no ceda á favor de la afligida humani- dad, y á la presencia de los verdaderos hechos confirmados, y ratificados ; á ro ser que haya apostatado de la razón y del convencimiento. 78 ARTICULO XII. SIGNOS DE PERFECTA SAEUD. Antes de prescribir el régimen curativo que deberá, observar todo enfermo,, ó que deberá em- plearse para curar toda enfermedad, es, sin dis- puta, muy útil hacer una descripción de la bue- na salud, que sirva para que los enfermos, ó do- lientes, comparen y vean el punto de donde parten, y el fin que deberán proponerse. Los medicamentos son sin duda necesarios hasta sa- nar; pero una vez conseguido un estado desa- nidad, como el que se va á describir, debe cesar su uso, porque no tienen objeto. La buena salud consiste en la carencia de todo dolor, incomodidad, ó afecto, en cualquie- ra parte del cuerpo que fuere; en el ejercicio libre y regular de todas y cada una de las fun- ciones naturales, sin eceptuar ninguna; y los signos que la caracterizan, son: Buen apetito á las horas regulares; Una fácil digestión ; Evacuaciones libres, sin estreñí miento, ni flujo de vientre, que debe ser por lo menos una 79 vez cada veinte y cuatro ho ras; sin que se ex- perimente calor, ni comezón en el ano ; La libre evacuación de la orina, sin acri- monia, ó escozor, y sin que deposite ningún se- dimento encarnado ó encendido, que es un sín- toma de indisposición presente, ó futura ; Un-sueno tranquilo; sin inquietud, ni muy largo, ni muy corto, según la edad, y sin sueños incómodos; Ningún gusto a bilis,: ni otro mal gusto en la boca, ni eructos desagradables procedentes de las cavidades; la lengua, limpia, el aliento sin ningún mal olor ; Ninguna acrimonia, picazón, manchas, gra- nos en el cutis ; Nada de almorranas ; Nada de calor ardiente en ninguna parte del cuerpo ; No tener sed estraordinaria, sin haber hecho un ejercicio ó trabajo violento, ú otra cosa conocida. Uniformidad de color en la tez dél rostro, sin ninguna de aquellas variaciones que la bue- na salud no conoce. En las mugeres, nada de esas evacuaciones conocidas bajo el nombre de flores blancas - ninguna interrupción en sus menstruos, ni in- comodidad al tenerle. El que quiera conservar su salud, precaverse de las enfermedades, a que todos los hombres 80 están propensos, y por una consecuencia natu- ral prolongar su existencia, deberá consultar á menudo la precedente descripción, y que no te- ína recurrir á la Medicina curativa en todos los casos que el estado de su salud no sea cual lo acabo de describir; y si por la edad, lo inve- terado de los achaques, ú otras cosas, no pudiese obtenerle enteramente conforme, deberá tratar de acercarse á el lo mas posible. Cada cual debe observarse á sí mismo con fre- cuencia ; y sebre todo no descuidarse si hubie- re enfermedades contagiosas, epidémicas, ó endémicas, ó si se hallase uno en el caso de te- ner que temer la influencia de las causas corrup- toras de los humores, de que se ha hablado an- teriormente. La precaución supone talento ; los temores quiméricos probarían otra cosa.. 81 ARTICULO XIII. RÉGIMEN CURATIVO. Enfermedades recientes leves. •No hay mas que un paso de la salud á la en- fermedad, y muy corto muchas veces. La en- fermedad no puede empezar sino debilitando la salud, ni adquirir intensidad y fuerza sino cuando ya la tiene debilitada hasta cierto pun- to. En este lugar están comprendidos todos aquellos, que gozando de una salud caracteri- zada por todos los signos contenidos en la des- cripción que se ha hecho, la perdiesen de repen- te ; ó experimentasen en ella una sensible alte- ración. Cuando la salud no es conforme íi la descrip- ción hecha, los humores están degenerados, por lo menos superficialmente. Es verdad, que el dolor no empieza en el momento que estas ma- terias se adulteran ; porque todas las causas ne- cesitan un cierto tiempo para formarse, y pro- ducir sus efectos; pero lo que no admite la menor duda es, que toda la incomodidad prue- 82 ha, que los humores están mas ó menos alterados, ó depravados. Una sola toma de la tintura purgante pro- duce en ocasiones efectos maravillosos; pero rara vez bastara una sola. En lo general, es preciso repetir a razón de una toma cada veinte y cuatro horas, durante dos, tres, ó cuatro dias seguidos, hasta perfecta curación, no olvidán- dose de la parte ó sitio en que se ha fijado el mal, por si es necesario apelar al vomitivo pur- gante. Ejecutado lo dicho, luego que las indicacio- nes de perfecta sanidad se observen alteradas, se corta la enfermedad, destruyendo la causa reciente, y se evitan asi graves accidentes que podían sobrevenir. Así es como el arte, y la previsión unidos, evitan los males. 83 ARTICULO XIV. EMFERMEDADES RECIENTES GRAVES. La enfermedad es mas intensa que en el caso que precedentemente he indicado, si los humo- res se depravan mas alia de su superficie. Si estas materias tienen un grado de putrefacción, sea porque las causas corruptoras hayan ejerci- do mayor influencia que aquella que determina el caso precedente, sea porque haya habido descuido en evacuar los humores cuando se es- taba en aquel estado ; entonces los dolores son mas fuertes, y pueden ser mucho mas peligrosos, y la enfermedad, en fin, se hace grave, tanto por lo maligno de la corruptibilidad, como por lo sensible de las partes que se hallan atacadas por inflamación, dolor violento, obstrucción, depó- sito, calentura, inapetencia ú otra causa. En- tonces es preciso, e indispensable tomar mayor número de dosis que en el caso anterior. Sin embargo, es constante, que las enferme- dades recientes, graves, se destruyen general- mente en ocho ó diez dias de régimen, cosa que no se verifica siguiendo los otros métodos. Pe- 84 ro es de rigor, que los enferraos tomen todos los dias, ó cada veinte y cuatro horas, hasta un ali- vio notable una toma de evacuante, sea de la vomipurga, sea de la purga, según la residencia de la enfermedad, hasta que los dolores seaná lo menos moderados, que la sed no sea grande, que la calentura haya cedido, 6 desaparecido, que hayan recobrado el apetito, ó el sueño, ba- ses principales de la salud. El buen éxito será aun mas seguro, si en el caso de calentura ardiente, de un violento dolor en la cabeza ú otra parte, se hace uso el primer día de lo prescripto para las enfermedades gra- vísimas. Logrado el alivio de que acabo ahora de lia- blar, los enfermos pueden suspender la purga durante uno ó dos dias, según su situación. La reiíeraián, ó volverán á tomar después durante itrachos dias, hasta que se hallen mejor, y que recobrado, y satisfecho su apetito, vayan poco á poco recuperando sus fuerzas, repitiendo fi- nalmente la purga hasta perfecta curación. 85 ARTICULO XV. ENFERMEDADES GRAVISIMAS. Hay muchos casos y grados de enfermedades a que no alcanza el régimen prescripto para las enfermedades recientes graves, y causarian ac- cidentes de la mayor consideración, y aun la pronta muerte, si los enfermos no repitieran las dosis tan inmediatas como voi á decir. La corruptibilidad dedos humores no se ve- rifica con la misma prontitud ; mas algunas ve- ces se la ve tomar incremento con tal rapidez, que causa la muerte en pocos dias, y aun en pocos momentos. Consultando, pues, á esta ob- servación, es menester que el método curativo, ó la evacuación de la corrupción, sea propor- cionada a la violencia del mal, ó del peligro, y que la acción del remedio sea mas eficaz, y violenta para evitar sus terribles estragos. En las enfermedades agudas, inflamatorias, apopléticas, epidémicas, endémicas, contagio- sas, pestilenciales, y mortíferas en el mas alto grado, en todos los casos en que el dolor llega, a ser insoportable, en aquellos en que un órga- 86 no sensible esta amenazado de destrucción pronta por la malignidad del humor ó serosidad deplorable que le acosa; en las enfermedades cró- nicas, ó inveteradas, cuando una recaida ó una cri- sis ponen la vida del enfermo en evidente peligro, 6 las penalidades de su situación han llegado á hacerse intolerables; en todos estos casos las ulosis serán proporcionadas á su edad, sensibili- dad, y altura del grado de la enfermedad ; se repetirán dichas dosis de quince en quince ho- ras, de doce en doce, y aun con menos interva- lo, si tan ejecutiva fuese la violencia ó el gra- do de la enfermedad. Si algunas de estas dosis, 6 por devueltas, ó por demasiado débiles, no han obrado abundantemente; siempre que la enfer- medad exija repetir las dosis, no hay que des- cuidarse : es menester que la porción sea con- siderable, y de un grado de energia capaz de producir abundantes y numerosas evacua- ciones; porque en los casos de apuro, y dolo- res insoportables, para moderarlos, y alejar el peligro, es preciso provocar una serie no inter- rumpida de ellas. Caso de que una dosis prolongue sus efectos mas de quince horas, si el peligro aumenta, ó si no disminuye, será bueno repetir otra toma, á fin de evitar la evacuación demasiado lenta, para producir entonces la mejoría que el enfermo ne- cesita. Si el ataque es tan violento, que se calcu- le que no dá tiempo al remedio, es preciso, 6 de 87 necesidad, apelar á todos los recursos de la Natu- raleza; y juntamente con el purgante se deberán administrar algunas lavativas laxativas, y aun repetirlas si el caso es urgentísimo. Pasado el peligro, el enfermo vuelve de nuevo á usar el régimen proscripto para las enfermedades re- cientes graves. En todo caso violento, cuan- do hay rebelión de parte de la Naturaleza, por su poca sensibilidad, es de suma necesidad ayu- darla á las evacuaciones, y esto se consigue des- ahogando la acritud 6 mordacidad de la fluxión ó serosidad con cáusticos bien vigorizados, que se deberán poner desde las pantorrillas á los zancajos, y en los meollos de los brazos. 88 ARTICULO XVI. ENFERMEDADES CRONICAS É INVETERADAS. Está probado por una practica de cerca de ochenta anos,, uniendo la de los dos grandes ob- servadores de la Naturaleza, y autores de este gran descubrimiento á la mia, que si el presente método cuyos principios verdaderos he desarro- llado con la experiencia, estuviera generalmen- te adoptado, y observado según los tres artí- culos anteriores, las enfermedades crónicas, é inveteradas, cuya curación se va á describir, en lugar de ser tan comunes como son, serian suma- mente raras, ó no existiria ninguna. Los jóve- nes particularmente, á quienes la misma natu- ralez adá mas recursos, se verían enteramente exentos de ella, siendo así, que son los mas ex- puestos ; ó porque las crisis naturales no han producido bien sus efectos, ó porque los facul- tativos (como sucede frecuentemente) no han sabido favorecer su acción. Bajo la denominación de enfermedades cró- nicas, é inveteradas, están comprendidas to- das las enfermedades, dolores, obstrucciones, 89 depósitos, ¡ulceras; todos los achaques, y ge- neral mea te toáoslos efectos ó incomodidades, que parecen haberse apoderado total ó parcial- mente del paciente, constituyéndole en un es- tado habitual de mala salud, y cuya duración excede de cuarenta días. Estas enfermedades, vuelvo á «repetir, serian sumamente raras, observadas todas las condicio- nes á que anteriormente se ha vinculado ta pro- babilidad de evitarlas, y cualquiera podra con- vencerse de esta verdad por su propia reflexión: porque si uu individuo existe mucho tiempo enfermo, es evidentemente porque los humores que causan, ó sostienen esta situación, no son, y no han sido nunca de una malignidad mortífera y semejante a la que se presenta en las enferme- dades epidémicas, ú otras no menos graves y que causan la muerte «en pocos dias. En tales casos, puede suceder que por mucha diligencia que se ponga, la corruptibilidad depravada, mas activa que eficaz y pronto el remedio, cause le- sión, ó corrosión en las visceras, ó detenga la circulación, resultando la muerte por no haber tenido suficiente tiempo para expeler la causa. Pero en las enfermedades verdaderamente cró- nicas, la causa es diferente. La degeneración humoral, que es su causa, no era en el princi- pio tan maligna que se hubiera podido evacuar del modo que se ha dicho; y la prueba es, que los enfermos no sucumben á los esfuerzos de la 90 enfermedad, y que aun prolongan su existencia, á veces durante muchos años, aunque en un es- tado penoso, ya-sea de dolor, mas ó menos agu- do, ó de otra incomodidad. En general, para destruir las enfermedades crónicas, aun las reputadas como incurables ó mortales, los enfermos, consultada que sea la residencia del mal, para saber si ha, ó no lugar al uso del vomitivo purgante por lo común ne- cesario, deberán seguir la curación del modo que se va á explicar. El regimen prescripto para las enfermedades recientes graves, mas ó menos continuado, es el que se deberá seguir al principio de la curación de estas enfermedades ; ,supuesto que los enfer- mos deben tomar las dosis durante muchos días antes de ó de descansar. Se ha demostrado por una experiencia con- secutiva, que no tan solo no se debe temer Ja* frecuencia de la Medicina curativa, siuo que- ros enfermos no podrán absolutamente conse- guir su curación sin reiterar las evacuaciones según la necesidad. Los enfermos, que por la violencia de sus en- fermedades, y para obtener algún alivio en ellas, se vean precisados á repetir las dosis con toda la celeridad de que la practicables presenta su- ficientes egemplos, y los que sin lauto padecer quieran observar la misma ac tividad, abreviarán el régimen curativo, y conseguirán mas pronto.: 91 "su curación. Cuanto mayores sean los interva- los en tomar los remedios, tanto nmí se dilatara esta, y aquel inconveniente, que se-evita tomadas "'las dosis convenientes con la menor interrupción posible. Esta actividad, que recomiendo, hace también mas segura la curación; porque’i sin ella la depravación, ó corruptibilidad podra- entretanto dañar alguna entraría, y ocasionar la muerte. (Pueden suceder al enfermo que sigue este vór gimen, accidentes de los que el artículo anterior ha 'previsto. 'Entonces no deberá diferir el repe- tir las dosis como se dice aquí, sin perjuicio de volver, pasados aquellos, á continuar el mismo régimen que voi prescribiendo, en los. términos que antes, hasta curación perfecta ; esto es, hasta , que esté en un estado de sanidad conforme á la descripción que se ha dado, y que al ménos se aproxime lo mas posible ; pues hay individuos, entre Jos que padecen enfermedades crónicas á quie- nes no les es dado el llegar á aquel punto; pero que sin embargo, favorecidos por otra parte por la naturaleza, pueden llegar á una edad muy avanzada.) Si el regimen de la Medicina curativa, tal como el enfermo le ha empezado, y seguido en un principio, no produce una mudanza venta- josa en la naturaleza de sus humores degenera- dos, ni en su -estado de sanidad; es menester activar prolongándole sin descanso, ó descansan- 92 do solo durante muy pocos dias. El número de sesenta dosis tomadas en el espacio de cuatro meses, podra muy bien, en muchos, no producir el alivia deseado; siendo indudable, que cua- renta dtí estas mismas dosis, empleadas en la mi- tad del tiempo, hubieran podido terminar la cttraeioft. 1 iíq -t> o a o La Medicina enrativa; deberá repetirse mu- chas veces, de manera que pueda triunfar de la corruptibilidad restante, que es la que vicia los nuevos humores. Es menester, señores, agotar el origen del mal, para'favorecer así la regene- ración de la masa humoral; pues sin esto, es absolutamente imposible la curación radical. Lo nreáos que los enfermos clasificados según este• regimen deben tomar, es cuatro 6 cinco d&Sis por semana; de modo, que dos de ellas, á lct ménos, se sigan consecutivamente,, ya que no puedan tomarlas sin interrupción, que seria lo mejor. Deberán continuar asi muchas semanas, si Os posible, hasta tanto que se alivien; y sobre to"do', hasta tanto que recobren el apetito y el sitefiOj si los habían perdido. Entonces, suspen- derán la medicina durante cuatro, seis, ocho, ó diez días, según su situación. Pero si el alivio conseguido empezase á disminuir, en cuanto lo noten deberán tratar de volver á usar dicha Medicina, tomando las dosis como al principio, hasta qué se Consiga nuevo alivio. Entonces cesarán por ntas tiémp9 aun, debiendo ser los. 93 intervalos mas largos á medida que su situado* mejorada se vaya acercando al estado de sanidad perfecta, cuya descripción queda hecha. La diferencia que hay entre la enfermedad reciente y la crónica e inveterada es, que contra la primera, es menester repetir las dosis sin des- canso, ni interrupción por decirlo así hasta per- fecta curación; y que contra la clase segunda, se deberá observar esto solo al principio de la curación, para disminuir el volumen de la cor- ruptibilidad, ó degeneración humoral, y mitigar la dolencia, ó enfermedad; suspendiéndose y volviéndose á continuar alternativamente, como ya se ha explicado ; y la suspensión algunas ve- ces podrá ser de una semana, un mes entero, y mas aun, consultando en ello la naturaleza del paciente, con sus disposiciones mas ó menos fa- vorables á la regeneración humoral, que puede efectuarse del modo que se vá á explicar. Durante el descanso de las tomas ó dosis, el enfermo con su alimento diario recuperará hu- mores, que reemplazan los degenerados, ó cor- rompidos, que ha evacuado. Pero mientras no expela la totalidad de los malos, ó degenerados, estos viciarán los nuevos. Por esto es por lo que se deben repetir los evacuantes indicados, y suspenderlos como se ha dicho; repetirlos nue- vamente, y volver á cesar cuantas veces fuese necesario para renovar, por este medio, entera- mente la masa degenerada humoral, en que con- 94 siste la curación, Podra, tardarse en conseguir es- te resultado si la totalidad de estas materias esta viciada ó depravada con la corruptibilidad., so- bre todo., si la enfermedad es antigua,, 6 si pro- viene de un virus comunicado ; siendo como es tan considerable en la organización del cuerpo humano la parte humoral. No obstante, el buen éxito se logrará siempre que el enfermo conti- núe durante mucho tiempo, como ya ha es- presado. Para que el enfermo se cure radicalmente, no deberá quedar en su cuerpo nada de los humo- res viciados, ó degenerados, que existían duran- te su enfermedad, ó á la época en que empren- dió su curación. Es indispensable renovar to- talmente estas materias ; decir sostituir con humores sanos los insauos ya evacuados. Esta renovación, que se reduce á reemplazar los se- gundos con los primeros, ó los viciados con los sanos, no se termina hasta que en la constitución humoral del individuo se ha extinguido todo el germen corruptor. Hay enfermedades crónicas tan inveteradas# tan tenaces, tan difíciles de destruir, y tan pro- pensas á reproducirse, que á veces es preciso muchos años para obtener su curación radical ; y de consiguiente un gran número de dosis eva- cuantes. No es preciso en este caso que el ré- gimen curativo sea continuo en lo sucesivo, co- mo debe serlo en el principio ; pero si se suspen- 95 diese momentáneamente, se deberá continuar en diferentes épocas, que serán indicadas por la re- producción de los dolores, ó penalidades pro- pias del mal,, y como ya se ha observado. La juventud tiene grandes recursos. Si el enfermo está en la edad de crecer, ó por lo menos no es de mucha edad; y si el uso de los evacuantes administrados con fruto, es. reglado y conforme al estado de la dolencia, y á lo que puede exi- gir el esfuerzo de la regeneración de los humo- res, se puede concebir esperanza fundada de obtener la curación. Aun entre la generalidad de los enfermos que no son susceptibles de una curación completa y radical, porque su naturaleza no permite su total purificación’, hay un gran número, que con el uso variado de la Medicina Curativa po- dra prolongar su existencia, disminuir sus malm, & retardar sus progresos. 96 ARTICULO XVII. REGLAS QUE DEBEN SEGUIRSE EN EL USO DE LA VERDADERA MEDICINA CURATIVA. La mañana, Señores, es, sin duda alguna, el momento mas á propósito, y por todos títulos preferible para tomar las medicinas indicadas. Pero hai enfermos, y achacosos, que no pueden por muchas razones acomodarse á ello, y esta imposibilidad no les permite evitar graves ma- les, que después les ocasionan la muerte; pues con relación á estos este plan, orden ó método, ofrece recursos y ventajas muy importantes, y diariamente confirmadas por la experiencia. Pre- sentare algunas razones para probar, que la fa- cilidad que da está en el orden de las cosas, y que esta especie de condescendencia no es hija de una imaginación sistemática. Luego que la digestión está hecha se podrán administrar los evacuantes, porque vale tanto como estar en ayunas; y este es un principio fundamental. Teniendo, pues, cuidado de la hora en que se ha comido la última vez, se vie- ne á estar en ayunas, dado el debido intervalo, 97 en cualquiera hora del dia y de la noche ; y se- ria un error creer que no podemos considerar- nos en este estado sino al despertar por la ma- ñana. Así, pues, para tomar una dosis de ]a verdadera medicina curativa, el espacio de ocho horas después de la última vea que se ha comido moderada ó sobriamente, es suficiente; y si res- pecto de algunas personas no fuere así, sera por- que la comida no haya sido proporcionada a sus fuerzas digestivas. El vomitivo purgante exi- ge dos horas mas. La diferencia consiste en que este evacuante, que debe producir el vomito en menos de dos horas, no aguarda que la digestión este acabada ; mientras que la purga, ó medici- na curativa, tarda en producir su efecto por las vias inferiores. Bajo de estas condiciones, que la digestión exige, se podra tomar esta clase de medica- mentos, 6 purgantes, a toda hora, sea de dia, 6 de noche; y un enfermo, á quien el mal no re- tiene en su casa, y que tiene ocupaciones á horas señaladas, podrá conciliar el ejercicio de ellas con su régimen curativo, tomando las dosis á la hora conveniente para que sus efectos se termi- nen al tiempo que sus ocupaciones lo llamen. Estas dosis podrán tomarse igualmente por la. noche; y entonces el enfermo se acuesta un momento después de haberlas tomado, cuidan- do de tener la cabeza y el pecho mas elevados de lo que comunmente se acostumbra. Esta.. 98 es la posición en que deberán conservarse, para no vomitar la dosis, todas las personas pre- cisadas á hacer cama. No obstante, si lo toma- do es el vomitivo purgante, deberá permanecer despierto hasta que este deje de obrar por las primeras vías; pues cuando no obra ya sino por secesum ó por abajo, se asimila á la medicina curativa purgante, y se puede dormir sin in- quietud. Estos evacuantes despiertan para producir sus efectos. En este caso las evacuaciones sue- len ser menos numerosas que estando despierto, pero por lo común son mas abundantes. Esto proviene de que los medicamentos obran mas paulatinamente, por la falta de los movimientos ó ejercicios naturales, acumulándose las mate- rias; y las evacuaciones por consiguiente son mas copiosas. Si por administrarse el remedio durante la noche, el sueño, ó el reposo del enfermo, por demasiado * interrumpido, exigiese descanso; para que pase una buena noche se le adminis*- trará la medicina de y ocho en cua,- renta y ocho horas. Pero hay pocas enferme- dades que admitan esta clase de curación tan lenta. De consiguiente, si la enfermedad exige mas prontas evacuaciones, para el alivio del en- fermo, no deberá haber sino el intervalo de treinta y seis horas entre cada dosis, hasta tanto que su situación mejore* 99 Segun lo que se acaba de exponer, la persona que tuviere ocupaciones, por ejemplo, desde la mañana hasta el medio dia, deberá comer á la hora necesaria para que la digestión esté hecha á dicha hora, en que deberá tomar la dosis; y así de cualquiera otra que le convenga adoptar, consultando siempre á que la digestión esté ter- minada. Si un individuo se pone de repentemalo, se le deberán administrar las dosis cuanto antes sea posible, conformándose con lo dicho á cerca de la digestión. No obstante, si inmediatamente después de la comida le sobreviniese cualquiera accidente, tal que diese que temer por su vida, no hay que reparar en digestiones : hágasele luego evacuar por la boca el alimento conver- tido en cuerpo estrado, administrándole inme- diatamente una dosis proporcionada del vomiti- vo purgante, que dispondrá las segundas vías á la purga, que se deberá administrar también proporcionada para restablecer su salud. 100 ARTICULO XVIII. "SOSO DE LA. MEDICINA CURATIVA EN SUS DIFE- RENTES GRADOS DE ACTIVIDAD. Los evacuantes indicados en general, tanto ios eméticos como los purgantes, sean de la cla- se que fueren, aunque todos participan de la misma naturaleza, no pueden tener intrínseca- mente el misino grado de actividad, por la dife- rencia de edades, y sensibilidad interior de los enfermos; de consiguiente, la variedad, ó la diferencia de las dosis no bastaría; y por esta razón he creido de suma necesidad, dar a las tinturas purgantes diferentes grados de activi- dad ; y para conocerlas ó distinguirlas, cada una tendía su número desde el primero sucesi- vamente basta el octavo, a mas de tenerlo tam- bién en letra. El vomitivo purgante se ha reducido a un gra- do solo, y único; porque mezclando las dosis de este evacuante con el té, como se dirá mas adelante, viene a hacérsele tan ligero como se quiere. Siendo el primer grado de las tinturas pur- 101 gantes el mas benigno, conviene a los niños, des» de que nacen, hasta la edad de cuatro años; conviene también a las personas cuyo sistema nervioso es muy sensible; a veces á las de mu- cha edad, ó debilitadas por la larga duración de sus enfermedades, cuya curación suele ser dudosa; ó cuando no se piensa sino en aliviar algún tanto al paciente; y generalmente es apli- cable á toda persona de excesiva movilidad. Siendo el segundo grado mas activo que el primero, es bueno para casi todos los enfermos de uno y otro sexo, y aún para los niños desde cuatro a ocho años. Por este grado se deberá empezar siempre la curación de los adultos, y de todas las personas mayores, sin perjuicio de emplearen lo sucesivo el tercer grado, como se va á explicar. El segundo, deberá reemplazar al primero en todos los casos en que esté administrado gra- dualmente; es decir, desde una onza, onza y dos drae mas, onza y media, onza y seis draemas; y por último hasta dos onzas. Si no produjese el número de evacuaciones que se dirá mas ade- lante, no hay inconveniente alguno en pasar á la administración del tercer grado. Este tercer grado, se administrará bajo las mismas reglas proscriptas para el grado segundo, y por último hasta la misma cantidad de dos onzas. Si administrado por este orden, y lle- gando á la cantidad última d.e dos onzas, no pro- 102 dujese el número de evacuaciones designado mas adelante, ó no sintiese el enfermo mejoria habiendo evacuado, aunque en menos número, mas copiosamente, deberá pasar al cuarto grado, administrado este en la cantidad de onza y me- dia, y hasta la cantidad de dos onzas si fuese necesario. Si usado el cuarto grado, en la dosis última- mente señalada de dos onzas; no produjese el efecto deseado, deberá administrarse al enfermo el quinto grado en la misma cantidad; si aún se resistiese la causa, ayudando á la naturaleza con otros medios que se dirán, se usará el sexto gra- do en la misma cantidad de dos onzas. Si fuese tan rebelde la enfermedad, que no cediese á los esfuerzos de este grado, y á los auxilios que (como se ha dicho) se indicarán ; se pasará á usar del séptimo grado, también da- do en la cantidad de dos onzas, y auxiliado co- mo se prescribiiá y explicará. En conclusión, si la enfermedad fuese tan grave, y tan tenaz, que no cediero á los esfuer- zos é impulsos del séptimo grado, administrado como se ha dicho ; se usará como último recur- so el último y octavo grado, en la misma cantidad de dos onzas, y con la misma ayuda que los de- mas ; aumentando sucesivamente esta cantidad por medias onzas, hasta que se consiga el efecto deseado; sin arredrarse, y mostrando una cons- tancia inaudita, que las mas veces es la cu* 103 salva la vida del enfermo., como se vera en los casos prácticos. Se podían mezclar estos ocho grados para for- mar siete intermedios. Por ejemplo : mitad del primero, y mitad del segundo formarán el pri- mer grado y medio. Mitad del segundo, y mitad del tercero formarán el segundo grado y medio ; y así de los demas. Estas tinturas son tan claras y evidentes en su modo de obrar (hablo de los ocho grados del purgante,) que manifiestan por sus efectos un diagnosis, que califica el signo semeyótico de la enfermedad: es decir, que sus efectos demues- tran con la mayor claridad, y á no poderlo du- dar, al verdadero Profesor práctico, la gravedad, mayor ó menor, de la enfermedad: juntamente la necesidad, que frecuentemente sucede de ad- ministrar el vomitivo purgante. Esta necesidad se presenta cuando el enfermo que ha tornado la tintura purgante siente sus efectos, como si hubiese tomado la vomi-purga, y obra los materiales por vómito ; y nada, ó muy poco, por sccesum, ó el ano. Indica todo esto, la plenitud humoral en primeras vías, y para se- guir los efectos ya indicados por la tintura pur- gante, es absolutamente indispensable adminis- trarle entonces la vomi-purga'. Cuando las enfermedades se hallan residen- tes en primeras vias, no pueden ser de nin- gún modo curados los enfermos sin que to- 104 mcn las dosis alternativamente, principian- do por la vomi-purga; y jamas cesarán de to- rnar estas repeticiones, es decir: concluir, 6 hacer intervalo, con la tintura purgante. Mu- chas veces es de suma necesidad dar dos dosis de vomi-purga, tomando luego, ó al otro dia, la correspondiente tintura purgativa. Esto debe ser acompañado de una exacta observación, y arreglado á lo que ya queda prescripto. 105 ARTICULO XIX. REFLEXIONES PREVIAS SOBRE LOS PRINCIPIOS ESTA- BLECIDOS ; QUE DEBERÁN TENER PRESENTES LOS DIRECTORES DE CURACION, V AUN LOS MISMOS EN- FERMOS. Si hay alguna esperanza de curación proba- ble en el enfermo ; el que se haya hecho .cargo de su asistencia, debe asegurarse de que perse- verara con constancia en tomar las dosis de eva- cuantes que fuere necesario; y que esta en la firme, y decidida resolución de sufrir toados sus efectos; pues podra suceder, que experimente algunos que no acierte a explicar; y la impre- sión que le hagan, sea cual fuere, no deberá.im- pedir ni detener el curso de sus evacuaciones. Es difícil lograr la curación de un enfermo que ha perdido la esperanza de sanar, i> que no esta animado de un deseo vehemente de librarse del mal que le aqueja; si ademas es cobarde, ó de poca resolución; sino esta enteramente deci- dido, ó no tiene las suficientes luces para pene- 106 trarse de la verdad que lia vislumbrado; ó ni i semejante á esos favoritos de la fortuna, cree que con el oro se puede comprar la salud como una alhaja de adorno; semejante enfermo no tiene la mejor cura. Si al contrario, resuelto con firmeza, adapta los principios esplanados en esta obra; si apesar de vanas sugestiones, hace una resolución inflexible ; si se ayuda á si mismo, entonces será cuando, convencido de que solo la verdadera medicina curativa puede sanarlo, combatirá con valor la causa eficiente de su enfermedad, sostenido por la esperanzado vencerla. ¡ Cúantos enfermos, aun entre aquellos cuya enfermedad es reciente, engañados y alucinados por sus antiguas preocupaciones, ó por las suges- tiones de los enemigos de la verdad, reusaran, dar á la Medicina curativa la preferencia que con tan justo título merece, como la única ca- paz de curarlos, mirándola como imposible, é impracticable ! Incapaces de juzgar por si mis- mos, serán victimas de la ignorancia. Por otra parte, en las enfermedades cuya curación es di- latada ; cuando al paso que el enfermo siente la mayor repugnancia á tomarlos evacuantes, cuya- composición se registra en esta obra, los secta- rios del error los combaten para apartarlos de la* luz de la verdad ; entonces es cuando el que di- rije al enfermo, y el mismo paciente, deben so* 107 Preponerse a iodos los obstáculos que se les opon- gan ; con una constante é inaudita resolución, i Desgraciado de aquel enfermo, que en una di- latada serie de curación no sienta repugnancia ! ¡ Feliz mil veces el que la sienta, y la venza con la continuación del plan, orden, ó método que se prescribe en esta obra ! El triunfará de sus antagonistas, y al mismo tiempo de los males que le atormenten. Si se registran los casos prácticos que van al fin de esta obra, se hallarán en los números 8, 22 y 42 principalmente, unas pruebas de lo que acabo de exponer, que ciertamente no dejan la menor duda sobre la verdad de mis aserciones. En casi todos los enfermos que lie curado me ha manifestado la experiencia, como un signo de curación, la repugnancia que han tenido á los evacuantes, después de habérselos administrado por algún tiempo. No sucede así en las enfer- medades recientes; porque en estas, cuando el enfermo pudiera sentir la repugnancia, por lo regular, ya está sano. La repugnancia á mi ver, procede del continuo y desigual combate entre los humores tenaces ó mordaces, y el evacuante, que batalla por desalojarlos; y en este caso, es- te último amigo de la humanidad debe ser auxi- liado por la constancia del enfermo en repe- tirlo. La mañana es el inomento mas propio, y pre- 108 ferible para tomar las medicinas. Pero hay en- fermos que no pueden acomodarse á ello. Con relación a todos, este plan, orden ó método ofre- ce recursos importantes, y ventajas confirmadas por la experiencia. Estando hecha la digestión, es lo mismo que si se estuviera en ayunas. Este es un principio infalible. Así, pues, para to- mar una dosis del purgante en algunos en- fermos, es suficiente que hayan pasado seis horas desde la última comida que se hizo ; en otros se necesitan ocho, diez, y aun mas. Principalmente cuando la dosis que se va á usar es del vomi-purgante, siempre es bueno de- jar pasar mas tiempo; y con mas razón, si por indiscreción del enfermo la comida no ha si- do proporcionada, como debe ser, á sus fuerzas digestivas. Pero sobre todo, es lo mas segu- ro antes de usar el vomitivo purgante, tomar por último alimento una taza de caldo de buen puchero, dejando entre este y el evacuante el espacio de tres horas. Bajo de estas condiciones, ií cualquiera hora se pueden tomar las medicinas; y consultar su uso con las ocupaciones del enfermo, con un calculo exacto sobre las baSes que se acaban de establecer. Mas se debe advertir, que si se ofre- ciese un caso urgentísimo, haciendo poco tiem- po que haya comido el enfermo, y siendo indis- pensable proceder á libertarlo de algún ataque^ 109 ó enfermedad peligrosísima que amenazase su vida; es de suma necesidad darle inmediata- mente una dosis suficiente del vomitivo purgan- te, para desalojar, expeler ó evacuar por la boca el alimento que se halla en el estómago ; pues que se debe considerar como cuerpo estrado y nocivo, ó perjudicial. Luego se seguirá el re- gimen bien espresado en esta obra cuando se trata de las enfermedades gravísimas. 110 ARTICULO XX. FORMULAS, Y COMPOSICION DE LOS EVACUANTES, Vomi-Purga. Recipe. Vino blanco de la mejor calidad, cija- tro libras. " Sen de la Palta seis onzas. Póngase en infusión fría, durante tres dias, te- niendo cuidado de revolverlo de cuando en cuando, colándolo, y exprimiéndolo de manera que, cuanto sea posible, quede la cantidad de vino empleada. A cada libra de vino así preparado, agre- gúese : — Tartrito antimonial de potasa,. .. una dracma. Revuélvase muchas veces, y déjese aposar por dos, tres, ó cuatro dias; decántese, guardándolo en vasija de vidrio proporcionada, y bien tapa- da, para el uso. TINTURAS PURGATIVAS. Primer grado. Recipe. Escamonea de Alepo. ...onza,}' media. 111 Raiz de Turbit....... .seis dracmas, Jalapa . .seis onzas. Todo en polvo. Aguardiente bueno,, de veinte grado doce libras. Mézclese, y póngase en infusión en el baño de María, que debe ser bien cerrado, y ajustada su tapa, durante doce horas, á una temperatura de veinte grados, teniendo cuidado de revolverlo, ó menearlo de cuando en cuando; pásese por el tamiz, y añádase el jarabe preparado como sigue: Sen de la palta........seis onzas. Agua hirviendo. viente y cua- tro onzas. Póngase en infusión durante cinco horas, cuelese, exprimiéndolo bien, y añádase después: Tres libras de azúcar moreno, haciendo según arte, un jarabe tal, que cocido y añadido á la tintura no la enturbie ; déjese aposar por dos, tres, ó cuatro dias, y decántese, guardándolo en vasija proporcionada para el uso. Recipe. Escamonea de Alepo... ..dos onzas. Raiz de Turbit, una onza. Jalapa ocho onzas. Todo en polvo. Aguardiente de veinte grados. ..doce • (.libras, SEGUNDO GRADO. 112 Hágase lo misino que se ha dicho para el pri- mer grado, añadiendo á esta tintura el siguiente jarabe : Sen de la palta ocho onzas. ... . idos libras de á diez Ag;ua hirviendo.... < & (y seis onzas. Póngase en infusión, como ha dicho en el grado primero, y añádase dos libras y media de azúcar moreno, haciendo el jarabe como va in- dicado, incorporando y decantándolo como an- tes se ha explicado. TERCER GRADO. Recipe. Escamonea de Alepo.. .tres onzas. Raíz de Turbit onza y media. Jalapa doce onzas. ‘Todo en pólvo. Aguardiente de veinte y un grados.. doce libras. Lo mismo que se ha dicho anteriormente para la infusión, y añadase el siguiente jarabe. Sen de la palta .. .doce onzas. Agua hirviendo veinte y cua- tro onzas. Póngase en infusión, como se ha dicho, y añá- dase dos libras de azúcar moreno. Hágase un jarabe como los precedentes, guardando todas las reglas. 113 CUARTO GRADO. Recipe. Escamonea de Alepo. ..cuatro onzas. Raiz de Turbit. dos onzas. Jalapa una libra. Todo en polvo. Aguardiente de veinte y dos grados, doce libras. Póngase en infusión, cuelese, y añádase, el ja- rabe siguiente : Sen dé la palta una libra. Agua hirviendo dos libras. Póngase en infusión como se ha dicho, y añá- dase : Azúcar moreno, libra y media, haciendo el jarabe con el cuidado que se ha encargado. QUINTO GRADO. Recipe. Escamonea de Alepo . ..cinco onzas y media. Raiz de Turbit c.dos onzas y seis dracmas. Jalapa veinte y dos 4 onzas. Todo en polvo. Aguardiente de veinte y tres grados, ... i i.. .doce libras. I Póngase en infusión guardando las mismas re- glas, cuelese, y añadase el jarabe siguiente : gen de la palta, veinte onzas, 114 Agua hirviendo dos libras y media. Póngase en infusión como se ha dicho, cuéle- se, y auadase : dos libras y cuatro onzas de azú- car moreno, haciendo el jarabe, é incorporán- dolo á la tintura como se ha explicado. SEXTO GRADO Recipe. Escamonea de Alepo., .siete onzas. Raiz de Turbit. tres onzas y media. Jalapa .veinte y ocho onzas. Todo en polvo. Aguardiente de veintitrés grados.... doce libras. Póngase en infusión del modo ya esplicado, GU,elese_, y auadase el jarabe siguiente: Sen de la palta libra y media. Agua hirviendo .......tres libras. Póngase en infusión, y auadase, azúcar more- no dos libras, haciendo el jarabe, e incorporán- dolo, y decantándolo como queda expuesto. SEPTIMO GRADO. Recipe. Escamonea de Alepo., .ocho onzas y media. Raiz de Turbit. cuatro onzas y do& dracmas. 115 Jalapa dos libras y dos onzas, Todo en polvo. Aguardiente de veinte y cuatro grados doce libras. Póngase en infusión como se ha referido, y afiadase el jarabe que sigue : Sen de la palta .una libra y doce onzas. Agua hirviendo. .......tres libras y media. Póngase en infusión, cuelese, y añadase, azú- car moreno veinte y ocho onzas; haciendo el jarabe, e incorporándolo, y decantándolo todo como arriba se ha prevenido. OCTAVO GE'IDO. Recipe. Escamonea de Alepo.. .nueve onzas y media. Raíz de Turbit cinco onzas. Jalapa dos libras y media. Todo en polvo. Aguardiente de veinte y cinco grados doce libras. Póngase en infusión como lo previenen las reglas que ya se han dado; cuelese, y anadase el jarabe que va a continuación : Sen de la palta dos libras. Agua hirviendo,......cuatro libras. 116 Póngase en infusión, colándolo fi su debido tiempo, y añadase; azúcar moreno libra y media, haciendo el jarabe que se ha ordenado para los grados precedentes, incorporándolo á la tintura, y decantándola después a su debido tiempo. Tintura toni-purgativa de Audín-Rouviere. Esta tintura tan decantada en la obra de este mismo autor, titulada : la medicina sin médico, ó Manual de salud, traducida al castellano por P.—F.—L. Fleury, ha sido usada por mí en mil quinientos enfermos, y actualmente la estoy ad- ministrando con un éxito feliz. Verdad es, que el Señor Auditi-Rouviere no se lia dignado, en beneficio de la humanidad, publicar la compo- sición de su tintura, en la obra que dio á luz en París en el año de 1824. Pero habiendo leído, y meditado, y vuelto á leer y meditar, reflexio- nado con toda la asiduidad y contracción posi- ble los principios vertidos en su obra; habien- do hallado, que dichos principios se reducen á ionizar, calmar, expeler ó evacuar la eficiente causa morbífica ó mordaz de las enfermedades, llamada por dicho autor serosidad; y habiendo reconocido, por mi practica, que el método ya prescripto en la medicina curativa, es igual al que debe seguirse en la administración de la tin- tura toni-purgativa; me he resuelto a analizar- la. Hace algún tiempo que emprendí el difi- * 117 cultosa análisis; hasta el presente no tengo el menor motivo de desconfiar de un buen éxito; y si sus resultados, como creo, corresponden a mis deseos, lo publicaré tan luego como acabe de analizarla ; para lo cual no falta mucho. Entretanto me valgo de la que se me remite de París, por haberla pedido. Los efectos de la toni-purgativa de Andirt Jtouviere son los siguientes : Puede compararse, poeo mas ó menos, con el tercer grado y medio de la tintura purgante ó medicina curativa, explicada en esta obra. Su color es el mismo; su líquido es mas clarificado, y su sabor mas apacible al paladar. De estas observaciones he partido al principiar á hacer su análisis, pues me parece que hai mucha identi- dad entre las dos composiciones, con algún pe- queño aumento que tendrá la del Señor Pro- fesor Audin-Jlouviere. 118 ARTICULO XXL DOSIS DE LOS EVACUANTES, Los evacuantes en general, como capaces de producir un efecto ostensible, exigen la circuns- pección debida a los órganos sobre que obran, Los que provocan el vómito piden mas cuidado que los que no operan sino por las vias inferio- res. Cuando se empiece la curación de un enfer- mo, las dosis se deberán determinar según su sen- sibilidad presunta, como se dirá mas adelante; bien entendido, que tan imposible es conocerla sensibilidad respectiva de cada uno antes de ha- berla experimentado, como adivinar entre mu- chos hombres cual podrá beber mas vino sin embriagarse La incertidumbre es igual en to- dos casos. Es menester estudiar á tientas la sen- sibilidad de los enfermos que aun no han usadoj de estos evacuantes, hasta que la experiencia fije el volumen que les puede convenir. El que está familiarizado con el uso de este método tie- ne una ventaja sobre el que no lo está. El pri- mero teme poco las enfermedades agudas, por- 119 que conociendo las dosis que le convienen, no puede equivocarse tomando menos que lo que su situación puede exigir. Dosis de la vomi-purga, ó vomitivo purgante. Para las personas mayores, de uno y otro se- xo, regularmente constituidas, y sin vicio de conformación, la dosis sera de seis dracmas has- ta una onza. A las personas endebles, delicadas, ó que lla- man nerviosas ; á las que están mal conforma- das, ó enfermas de mucho tiempo; a las que sien- ten mucho el vómito, ole temen, se les adminis- trara media onza, ó hasta cinco, ó seis dracmas. Los adolescentes de uno y otro sexo, no va- letudinarios, ni débiles, se les dará hasta media onza. A los de seis ó siete años, (niños) tres dracmas hasta tres y media. A los niños de un año ó dos, de draerna y me- dia á dos dracmas. A los niños de menos de un año, se les dismi- nuirá según su edad. Se debilita la acción vómica, ó nauseativa, y se la determina ciertamente á obrar por las vias inferiores mas que por el vómito, mezclando la dosis que ha de administrarse con Te, hecho con agua, un poco claro, y con su azúcar corres- pondiente, en cantidad de dos ó tres cucharadas 120 para las personas mayores, y de una, ó una y media, para los niños. Sucede con frecuencia, que en lo sucesivo se viene á conocer evidente- mente la necesidad de usar de la vomi-purga pura y sin mezcla, sobre todo en las personas mayores, y en las que padecen afectos que ne- cesitan un sacudimiento vómico para atacar el sitio ó residencia del dolor. Esta especie de amalgama, es por lo común un aumento de pre- caución que puede ser inútil; pero la pruden- cia la exige en las personas débiles y delicadas, en las que temen vomitar, y en los niños. Para los mas chiquitos, una ligera cucharada de ja- rabe de azúcar, ó de té bien azucazrado, son excelentes para la mezcla. Si en el término de siete cuartos de hora la dosis administrada no obrare ni por arriba ni por abajo, es seguro y evidentísimo que ha sido muy débil, y se deberá repetir otra én los mismos términos. Hay individuos que son mas difíciles de mo- ver de lo que se creía ; y a veces para obtener los efectos de este evacuante, hay precisión de repetir, hasta cuatro ó cinco dosis, según la mayor, ó menor actividad de aquellas por que se ha empezado, observando el intervalo de ho- ra y media entre cada una. Esta observación fija la regla que han de se- guir todos aquellos, que en el transcurso de la curación, ó en el principio, no obtengan la eva- 121 euacion por la dosis, ó las dosis que hayan toma- do. Es decir, que deberán aumentarlas. El que, tomando por primera vez el vomitivo purgante, se haya visto obligado á repetir segunda toma, al cabo de siete cuartos de hora, cuando en 1© sucesivo hubiese de hacer nuevamente uso de él, deberá tomar en una sola vez porción equivalen- te á las dos que fueron necesarias; y el que haya tomado tres, ó mas, sin que le hayan producido efecto, deberá tomar en una sola vez, un poco menos de aquella cantidad que antes tomó en las veces repetidas. * La acción de una dosis, tiene por regia el nu- mera de evacuaciones que debe-rá producir. Este número deberá ser, en las personas mayores, de siete á ocho evacuaciones, sea por vómito, sea por las vias inferiores, contando las unas y las otras. Pero la dosis que produgere hasta doce por las vias inferiores, no se deberá disminuir, porque es ventajoso evacuar por ellas. Los mas favorecidos son aquellos, que con una sola dosis vomitan tres, ó cuatro veces bien, y evacúan seis, ú ocho por abajo. Entiéndase esto mismo con los adolescentes, y niños, en proporción de su temperamento y edad : aunque las evacua- ciones no sean tan numerosas, deberán siempre ser bastante copiosas para que produzcan un vacio regular. No hay que admirarse si el vomitivo purgan- te no obra del mismo modo, en el mismo indi- 122 viduo, todas las veces que le tome: habrá dias en qae obre por arriba, y por abajo ; otros, sor lo por arriba, ó solo por abajo. Estos efectos proceden de la situación de las materias noci- vas, ó de la predisposición de la naturaleza para expeler mas bien por una via que por otra. No obra tampoco del mismo modo en todos los in- dividuos. Ilay personas que vomitan mucho, y con facilidad; hay otras, á quienes no hay re- medio absolutamente que pueda hacerlas vomi- tar. Esta poderosa razón, es la que prueba que el emético, propiamente tal, debe ser desterrado absolutamente de la verdadera práctica; pues no puede menos de ser perjudicial, y excitar el vómito, en un individuo cuyo estómago se resis- te indudablemente á esta especie de evacuación. Por esta misma consideración la parte vómica, deberá ser contrabalanceada, y aun algún tanto dominada por la parte purgativa. Con esta com- posición referida, las personas que no puedan vomitar, lograrán por las vias inferiores evar cuaciones abundantes, numerosas, y proporcio- nadas al volumen de la dosis, sin que este eva- cuante deje de obrar en las primeras vias, aun- que no con tanta prontitud como si produgesc el vómito. Los que ala primera toma observasen, que han vomitado tan pronto, que ei remedio no lia tenido tiempo de penetrar lo que dehia, no por 123 eso deberán tomar la siguiente mas fuerte, como •lo podrán hacer los que solamente evacúan por las vias inferiores. Se expondrían, verosí- milmente, á experimentar una gran fatiga pro- cedente de los repetidos vómitos. DOSIS DE LA VERDADERA MEDICINA CURATIVA TURGANTE. Las personas mayores de ambos sexos, empe- zaran el uso de este purgante por la dosis de una onza liasta diez dracmas. Las personas débiles, ó ancianas, no deberán empezar sino por una dosis mas ligera, c rao de cinco dracmas, á seis 6 siete. Los adolescentes, empezarán por media onza, á cinco dracmas. Los niños de uno á dos años, y mas chicos, desde dos dracmas hasta tres ó tres y media. No hay enfermo entre las personas mayores, y que están en la flor de la edad, que deje de ex- perimentar con cada dosis álo menos doce eva- cuaciones ; es decir, que no evacúe doce veces durante el efecto de esta misma dosis. Hay otras que experimentan diez y ocho, y hasta veinte ; y por consecuencia se alivian, como deben mas pronto. No menor efecto deberá proporcional- mente producir la verdadera medicina curativa purgante en los ancianos, ó valetudinarios, ca- 124 coquimns y caquéticos; cuyas evacuaciones por lo común no pueden pasar de ocho á nueve. En los niños de una tierna edad, estas evacuaciones deberán ser de cuatro á cinco, y en los de dos á seis años, de seis, á ocho. Sin embargo, se de- berá advertir que si el enfermo, sea de la edad que fuese, evacúa tantas veces como las perso- nas mayores y robustas, no se deberá estlañar, ni disminuir la dosis, si le resulta alivio; sino, se deberán disminuir. No será inútil advertir, que siendo el objete* de este método, provocar la evacuación de los humores viciados, no tanto deberá calcularse por el numero de cursos, como por la abundan- cia de las materias expelidas. Esta observación se extiende á todos los casos, y á todos los enfer- mos de cualquiera sexo y edad. Una azumbre de humores degenerados, y evacuados, vale cier- tamente mas que doce 6 quince evacuaciones insignificantes por su escaso volumen. 125 ARTICULO XXII. OBSERVACIONES COMUNES A LOS REFERIDOS EVA- CUANTES. La acción del purgante, y aun del vomitivo purgante, es á veces tardía; mas casi siempre, en el curso de la curación que en el principio; y mas en unas personas que en otras. En unos, los evacuantes producen efecto al cabo de una, hora,y aun en menos; en otros, no empiezan a obrar hasta pasadas tres, cuatro, y aun cinco horas. Hay algunos en quienes son tardías las evacuaciones por abajo, aun después de haber repetido muchas veces la dosis correspondiente del vomitivo purgante. En unos, el remedio produce todo su efecto con rapidez en seis, ú ocho horas; en otros obra lentamente, y nece- sita quince, y aun mas. Esta diferencia en la acción de los evacuantes, ciertísimamente proviene de la variedad respec- tiva de la sensibilidad de los enfermos, ó de la inercia de los vasos del gran sistema absorvente, como también de la diferente Índole de los hu- mores. Hay también otras anomalías y varie- 126 dades. Algunos adquieren sensibilidad, oíros pierden la que tenían; pero a todos se aplica el mismo plan de curación, que no se podrá va- luar ni suspender. Todo enfermo que se este curando, si su enfer- medad se lo permite, podrá ocupar su tiempo en hacer algo mientras el remedio está obrando ; pero bajo la rigorosa condición de que su tra- bajo no sea de ningún modo penoso ni física ni moralmente, y que no se ocupará sino por gusto ó distraicion. Ni habrá necesidad de hacer cama (T(JlTift *2 ptjgfn * R f 1)7 J» sino hubiese otro motivo para ello, ni de encer- rarse en casa, ni aun por mal tiempo. Nada hay que temer del estado de la atmósfera, ni de in- temperie de la estación. Nada de excesos ; pero uua prudente libertad, un ejercicio moderado, conviene á todos, es indispensable en muchos, y por lo común facilita los efectos de los medica- mentos indicados. Nadie debe contentarse con menos evacuacio- nes de las que se lian referido ; y el que asi no lo haga se verá precisado á repetir las dosis, pro- longará su curación y sus incomodidades, retar- dará su restablecimiento, y en muchos casos no evitará graves accidentes, pudiendo tal vez au- mentar su mal; porque el remedio entonces pone sus humores eu movimiento sin expelerlos. Del mismo modo, no se deberá continuar con la dosis cuando es excesiva su actividad. Así pues, las personas mayores que no hayan obtenido de 127 fa dosis que lian tomado el número indicado de evacuaciones; y los que hayan experimentado algún mayor número, y por consecuencia exce- siva incomodidad, deberán aumentar, ó dismi- nuir según la necesidad las dosis siguientes, has- ta lograr el número de evacuaciones prescríptas. En los niños, se aumentarán ó disminuirán las dosis siguientes como la necesidad lo exija, sea por terceras partes, ó por mitad de su primitiva cantidad, según lo dictare la prudencia del Di- rector de la curación, y los efectos que las ante- riores hayan producido. Ninguna dosis, sea de la vomi-purga, sea del purgante, podra considerarse corno demasiado fuerte, sea cual fuere la porción que se adminis- tre, cuando no produzca mas numeró de'evacua- ciones que las que se han prefijado. Si el en- fermo experimentase, mientras la purga obra sus efectos, ó cuando su acción lia terminado, cualquiera novedad, sean dolores mas intensos, ó frecuentes, sea una desazón, hasta entonces no sentida, y aun cualquiera accidente grave ; que se persuada bien, de que la mala índole de sus humores, puestos en movimiento, es la única causa» de ello; y que el medicamento que ha obrado tantos prodigios, y ha hecho tantas cu- raciones, no puede dañar ni una sola vez á nadie. Estos casos obligan muchas veces á continuar la curación según lo prescripto para las enfer- 128 medades gravísimas, hasta tanto que el enfermo se alivie. Suponiendo que las dosis hayan sido demasia- do activas, porque el grado haya sido demasiado fuerte, ó la porción excesiva, la causa de la enfermedad no se deberá por esto dejar de eva- cuar. Disminuyanse, pues, en buena hora- las siguientes dosis, si fuese necesario; pero conti- nuando siempre el régimen de curación prescrip- to, so pena de exponerse a graves y malas conse- cuencias. Si por el contrario, la dosis no tiene la actividad conveniente para expeler la pleni- tud humoral depravada que existe ; en el mo- mento que se experimenta el accidente, el enfer- mo estará mas incomodado que si esta dosis hu- biera sido demasiado fuerte. Observado esto mismo en lo sucesivo, se deberá administrar otra nueva dósis3 que sea aun mas activa, ó en mayor cantidad, como ya se ha prevenido en las enfer- medades gravísimas. 129 ARÍICULO XXIII. AUXILIARES i LA FACILITACION DE LOS EVACUAN- TES. Cuando la degeneración de la masa humoral se halla tan tenaz, 6 pertinaz, que los remedios propuestos no hacen los efectos debidos, es de suma necesidad, é indispensable, siendo el caso urgentísimo, poner al enfermo cuatro cáusticos bien vigorizados, dos eu los meollos de los bra- zos, y otros dos en ambas pantorrillas; junta- mente echarle algunas lavativas laxativas, emo- lientes, y aun algo irritantes, compuestas del co- cimiento de malvas, semilla de lino, y unto sin .sal, colándolo, y á la coladura añadirle un poco de sal común y aceite de olivas; y á veces pue- de y debe añadírsele dos onzas del vomitivo purgante. Todo es, Señores, con el fin de ayu- dar á la naturaleza á facilitar el desarrollo de los humores malignos, y expelerlos; pues que mi práctica, así me lo ha manifestado, habién- dome sido favorables sus resultados. 130 ARTICULO XXIV. COLOR DE LOS HUMORES, DURANTE LOS EFECTOS DE LA PURGA. Así como los humores, degenerándose,, ó de- pravándose adquieren por su índole maligna el calor ardiente 6 corrosivo, y el olor fétido que se les advierte en todos los períodos de la en- fermedad; del mismo modo, ya según se ván adulterando, toman un color particular según el diferente grado de su degeneración. La bi- lis es la parte colorante de los humores, y ella misma es también un humor. Su color natural en estado de salud, es un amarillo claro. Con- sidero aquí los humores en masa : á su evacua- ción se observan los colores siguientes: En el primer grado de corrupción, tienen un amarillo obscuro, que tira á verde; En el segundo grado, son de un verde obscuro: En el tercer grado, tienen un color verdinegro: En el cuarto grado, aun son mas obscuros: Y en el quinto grado, son enteramente negros. Hay también bilis azul. Este color se observa raras veces. Yo lo he visto en algunos enfer- mos, y es parecido á la infusión de añil que ha- 131 “©fcn las lavanderas para azular la ropa. Sil naturaleza es muy maligna, y puede compararse con el tercero, y mas bien con el cuarto grado de depravación humoral. Aunque los colores de los dos primeros grados de depravación, ó corrupción de los humores, no son señales de mayor peligro, no se puede decir otro tanto de los otros. Los últimos son muy temibles, pues son el color de la putrefac- ción. Por lo común, estos colores salen mez- clados linos con otros del cuerpo del enferma que los evacúa. Cuando las materias fecales presentan eii su color estos últimos grados ; cuando exhalan una fetidez irresistible, y aun mas, cuando los sin- tomas de la enfermedad son graves, no hay que suspender el uso de los evacuantes * porque está indicada la necesidad de promover y activarlas evacuaciones, siguiendo rigorosamente lo pres- cripto para las enfermedades gravísimas. En todo caso, la prudencia aconseja no suspender las evacuaciones mientras que los materiales no se acercan bastante á su estado natural, para no exponerse á recaídas o recargos. Este es el ter- mómetro que se debe consultar, y es infalible, pues por las materias que se arrojan se ha de juz- gar de las que restan á expeler, y puede decirse, usando de una comparación bien exacta, que las primeras son como la muestra del paño, 132 ARTICULO XXV. ¥30 DE LOS LIQUIDOS CON LA VOMT-PURGA. No hay necesidad de beber al instante que se lia empezado a vomitar ; pero suponiendo que el vomitivo produzca efectos penosos, y que e enfermo esté muy fatigado, entonces deberá be- ber á cada cuarto de hora, ó mas á menudo, una taza de té, hecho con agua, ligero, tibio, y azu- carado. El té es un precipitante, que ayuda, á las evacuaciones de las vias inferiores, y des- cargadas estas se alivian las primeras, como an- teriormente se ha dicho. Si alguno por error, ó equivocación, tomase una dosis de la vomipurga excesivamente fuerte, y que cause calambres, ó vómitos abundantes, se detendrán sus efectos por medio de caldos muy cargados de grasa, ó gordos; ó en defecto de es- tos, con algunas cucharadas de manteca de va- cas, liquidada; tomadas á cortos intervalos, has- ta corregir el exceso de irritación. Se ven á veces enfermos, cuyos humores tie- nen una naturaleza semejante á la de los eméti - cos, como antes se ha dicho. En este caso, aun- que parezca.estraño, el vomitivo purgante no 133 ocasiona los vómitos que pueden sobrevenir des- pués que se hayan terminado sus efectos; y es menester facilitar la evacuación de estas materias con la continuación del método curativo. No siendo el té necesario sino para disminuir la acción vómica como ya está advertido, no so deberá tomar cuando la dosis obre lentamente y despacio, pues no siendo muy activa no se debe tratar de dibilitarla. Si hubiese sed durante los vómitos, se tomará de este mismo té de cuando en cuando ; y otro tanto se podrá hacer para enjuagarse la boca, y quitarse el mal gusto. Si luego que el vomitivo-purgante cesa de obrar por las primeras vias, y durante las evacua- ciones por abajo, hubiese sed, se podrá beber para humedecerse, siempre tibio, como con eí purgante. 134 ARTICULO XXVI. DE LOS LÍQUIDOS CON LA VERDADERA MEDICINA CURATIVA PURGANTE. El purgante, no tan solo no necesita de líquido alguno que le ayude, sino que no se debe usar de ninguno antes que haya producido muchas evacuaciones, só pena de exponerse al vómito por sobre cargar así el estómago; y aun en este caso basta con menos de un cuartillo, que se de- berá tomar en muchas veces, y solo para hume- decer cuando el enfermo experimente sed, alte- ración, ó sequedad en la boca. El líquido ad- ministrado podra ser te muy ligero, ó algún mate de buena yerba del Paraguay, también ligero ó claro ; y en caso de no haber uno ni otro, se podrá tomar agua apañada, que se reduce á una tostada de pan caliente echada en un vaso de agua, hasta tanto que se ponga el agua de un colorcito algún poquito encarnado. Esta agua se podrá tomar fría, pues que ya con la tostada lia perdido su crudeza. El te y el mate, se to - marán según costumbre. 135 Por lo comiin, cuando la dosis purgante lia dejado de obrar, es cuando los enfermos tienen mas sed, y cuando deben tenerla; entonces pue- den beber a discreción, observando lo que se va á decir en el articulo siguiente. 136 ARTICULO XXVII. RÉGIMEN QUE SE DEBE SEGUIR EN CUANTO AL ALI- MENTO Y BEBIDA. El régimen que deberá, seguir el enfermo puesto en cura es muy simple, y su sencillez perfectamente combinada y conforme con la naturaleza, por mas que digan los ardientes partidarios de la dieta. Si el enfermo que sigue este verdadero meto- do, tomase alimento antes de poderlo soportar, es factible que lo vomite. Mas con las condi- ciones siguientes.: 1.a Cuando una toma sea del vomitivo-purgante, sea del purgante, lia produ- cido como las dos terceras partes de las evacua- ciones que deben esperarse, según el número que ya se lia indicado : 2.a pasadas cinco ó seis lloras, si la toma ha obrado prontamente : 3.a si no se experimentan erufctos : 4.a con mas seguri- dad aun si el enfermo siente que el estómago pide alimento; reuniéndose estas cuatro condi- ciones, podra tomar un caldo de buen puchero. Si lo exigiese su estado, en lugar de caldo po- ílril tomar una sopa del mismo puchero; mas 137 pudiendo esperar, seria mejor que tomase pri- mero el caldo, y dejase después pasar algún tiempo entre este y la sopa. Como una hora después del caldo y la sopa, y aun en seguida de esta si el enfermo se siente bien dispuesto, podrá tomar el alimento que quiera; pero de aquellos que comunmente usa, y que la razón dicta de no ser nocivos. Si tuviese apetito, podrá satis- facerle usando de todo con discreción y pruden- cia, y haciendo mas bien muchas comidas que comiendo mucho de una vez sola; pero es indis- pensable que el alimento sea sano. Son prefe- ribles entre estos los de buena nutrición á los que tienen pocas partes nutritivas, como las le- gumbres, frutas, ensaladas, y las comidas de vi- gilia en general. No obstante, no se impide al enfermo su uso, si los apetece con preferencia, ó no tiene otros. Los alimentos agrios, dema- siados salados, ó picantes; los que son ardien- tes, irritantes e indigestos le están absolutamen- te prohibidos. En suma, este método no pide otro alimento que el puchero, y aun lo exige de necesidad. El uso moderado del buen vino cuando se tomen alimentos, no puede hacer daño á menos que un humor ácido en el estómago, excitado por su parte espirituosa, no incomode al enfer- mo; por lo demas, el vino se recomienda. Sin embargo, no se debe olvidar el efecto que produce el vino sobre el sistema general. Se 138 sobe, y es evidente, que los vinos y licores obran sobre los fluidos, y les dan fuerza, arrecian la fi- bra, y dan tono. Esta pues en el orden, y es prudente usar de ellos con moderación, mientras que los fluidos son de mala calidad, sin perjui- cio de usarlos con menos reserva luego que ha- yan perdido el vicio que tenian. Todo hombre de juicio concebirá fácilmente, que los fluidos degenerados, causa de los dolores, deben aumen- tarlos cuando hay algún agente promotor que los estimula. Hablando en general, los licores fuerteg., todos los estimulantes, hasta el cafe, y demas, no convienen a las personas de salud de- licada, ni a los flacos ó a los que no gozan de bastante robustez; y aun convienen menos á los que padecen pervigilios, ú otra incomodi- dad. Cuando hay una causa interna capaz de pro- ducir una sed ardiente, esta se experimenta por lo común a la hora de comer, como al fin de los efectos de la verdadera medicina curativa purgante; 6 cuando esta cesa de producir sus efectos, y esta sed es tan fuerte, como lo es la causa indicada que la produce. Después de comer, el enfermo no tendrá necesidad de enti- biar lo que beba; sí bien podrá hacerlo aquel á quien esto le esté bien. Podrá beber agua y vino, ó, en defecto de esto, lo que acostumbre beber. En fin, podrá usar prudentemente de cualquiera líquido capaz de apagar la sed. 139 Después de haberse alimentado el enfermo que se halla en estado de ocuparse de sus asun- tos, podrá hacerlo ; podrá también salir de su casa, tomando las precauciones necesarias con- tra los extremos de la temperatura. Deberá ser en todo prudente y circunspecto. Después de la comida, suele á veces suceder, hacer una, ó dos evacuaciones, consecuencia todavia de la dosis tomada. Si no le gustan los alimentos so- lidos, ó está inapetente, como sucede en todas las enfermedades graves, sobre todo al principio de la curación, luego que la purga haya pro- ducido un número de evacuaciones tal que el estómago de á conocer que ella se ha filtrado ya en las vias inferiores, el enfermo deberá tomar para sostenerse un caldo del puchero bien sus- tancioso,. sin miedo de que le perjudique aun- que tome bastante, pues ademas de fortalecer, dulcifica la acrimonia de los humores que aun na se han evacuado. En el caso de que vuelva los alimentos sóli- dos ó líquidos, acaso por haberlos tomado de- masiado pronto, deberá reiterarlos algún tiem- po después, con la esperanza de que no tendrán la misma suerte. Si el enfermo tuviese una sed ardiente, lo que es muy común, un caldito li- gero, ó el agua panada proscripta es preferible á todo» 140 ARTICULO XXVIII. RÉGIMEN DE ALIMENTOS, APLICADO Á LAS ENFER- MEDADES CRÓNICAS É INVETERADAS. El enfermo en quien la medicina produce prontamente sus efectos, en el espacio de seis á ocho horas, por egemplo, y que por consecuen- cia puede hacer dos buenas comidas al dia, está, por lo común, mas en estado de reiterar las do- sis muchos dias sin interrupción. No gozan de esta ventaja, aquellos en quienes obra lentamen- te. Hay algunos que necesitan doble tiempo; es muy poco el que les queda para alimentarse, y por consiguiente no pueden tomar otra dosis al dia inmediato. Los primeros se curan mas pronto, por ser en ellos mas acelerada la mar- cha de la curación. Los segundos van con mas lentitud, precisados á tomar las dosis mas de tarde en tarde, sin que por eso tengan menos necesidad de alimentarse que los que son de mas amovilidad, mas fáciles en evacuar. Sin embargo, no se deberá confundir la falta de- apetito, que proviene del movimiento de los humores degenerados, y del hastío que ocasio- 141 nao, con la inapetencia que puede resultar de la larga duración de la enfermedad. En el pri- mer caso, el apetito se recobrara expeliendo prontamente la causa que le ha destruido ; pero en el segundo, no se recobrará sino con el tiem- po necesario para el restablecimiento de la sa- lud. 142 ARTICULO XXIX. RÉGIMEN DE ALIMENTOS, APLICADO Á LAS ENFER- MEDADES GRAVÍSIMAS,. Cuando un enfermo se vea obligado a repetir las dosis evacuantes, como ya se lia manifestado en las enfermedades gravísimas, deberá aprove- char cuanto pueda todos los momentos para alimentarse, pero sin derogar en nada, ni alte- rar el orden prescripto de los medicamentos evacuantes. Mientras mas ligera es la comida, menos tiempo se necesita para la digestión, y mejor podrán repetirse las dosis. Cuando un enfermo no ha tomado mas que un caldo ligero, dos horas bastarán para poder repetirlas. Si no ha comido sino una sopa también ligera, bas- tarán tres horas, ó tres y media. Si la comida hubiese sido mas abundante, deberá aguardar seis, ó siete horas. 143 AílTICULO XXX. REGLAS GENERALES PARA EL CUIDADO Y ASISTENCIA DE LOS ENFERMOS. Eli cuanto a la limpieza es necesario tener con ellos el mayor esmero. Es precisó guardar- les el sueño, como es natural, y evitar cuanto pueda interrumpirlo; asi recobraran lo que la enfermedad, 6 lo ejecutivo de la curación les haya hecho perder. Es menester sustraerles á. las fuertes impresiones morales; animarlos, con- solarlos, y procurarles la posible distracción con útiles diversiones, pero sin fatigarlos. El aire de su habitación se renovara a menudo, toman- do t?;das las precauciones convenientes para no causarles con esto la menor incomodidad. Se les mudará de ropa, tomando para ello todas las precauciones necesarias. No se dejará en su cuarto la vasija de sus deposiciones, ni en gene- ral nada que huela mal y pueda inficionar el aire. Esta dispocision se recomienda tanto en favor de los enfermos, como en favor de los asis- tentes, recordando la coincidencia que tiene con lo ya referido en las causas corruptoras de los humores; y por las mismas razones que allí se han dado, deberán estar siempre solos en su cama, 144 ARTICULO XXXI. .PROYECTO DE GARANTIA, OFRECIDA A LA SOCIEDAD, ¡ Estudios, exámenes, grados !.. .. ¡ Con exá- menes, grados, y estudios, ei enfermo no tiene sino una garantía muy débil; y tan débil que, hablando francamente, se asemeja á la no ga- rantía. Sin embargo, la sociedad la necesita. ¿ Acaso no se podría de algún modo remediar este inconveniente ? Está en el orden de los principios de equidad y justicia, principios gra- bados en el corazón de todo ser razonable ; que el hombre que emplea su vida entera en estu- dios penosos para procurar á sus semejantes la salud, tenga derechos legítimamente adquiridos á una existencia y subsistencia honorable. ¡ Poderosos del siglo ! Subid al duplo ó tri- ple la suma de los honorarios en favor del hom- bre del arte que os haya cuidadosamente asisti- do. Pero si él tiene derecho á una retribución proporcionada al servicio que os hace, ; por qué no tendríais también el de dirigirle el lenguage siguiente: ?... Vd. ha logrado mi confianza; ,, á Vd le toca justificar mi elección. Si Vd. . me vuelve la salud, el mas apreciable de los 145 y, bienes terrestres; si V. me da descanso en los „ dolores que me afligen, mi generosidad será „ sin límites. Si sobre este particular Vd. tiene „ la mas leve duda, trace Vd. mismo las condi- „ ciones ; yo las acepto, y prometo llenarlas re- j, ligiosamente. Mas sino me da Vd. mas que „ vanas palabras, en lugar de la salud, es preciso ,, que sus pasos y trabajos queden por su cuenta „ y á su cargo, y que yo, y mis herederos que- ,, demos absolutamente en paz con \á.c( Este lenguage en la boca de un enfermo, de un valetudinario, ó de aquellos que pueden ser- virle de intérpretes, ¿ estaría aeaso en oposición á los principios sobre qué se fundan los conve- nios humanos ? Si este convenio parece duro en sí, no puede ser sino para esos hombres que no curan mas que por casualidad y dejan á lo que llaman la naturaleza el cuidado de obrar felizmente ; mas el que tiene el íntimo senti- miento de la verdadera ciencia práctica, en que descansan los principios fundamentales del arte de curar, no temerá aceptar una proposición que es, al mismo tiempo que la garantía del en- fermo, la prueba déla habilidad, experiencia, y saber del que se hace cargo de libertarle del enorme peso de sus enfermedades. Ya no se verían tantos enfermos mecidos con vanas esperanzas de sanar, quienes, á la víspera de devolver á la tierra sus tristes despojos, se li- songean todavía de escapar de la dura ley de 146 destitución. ¿ Y acaso un medíco, amigo déla humanidad, y de la verdad, los abandonaría por eso? No: ni tampoco temería, en la sinceri- dad de su alma, anunciar á su familia, no poder administrar al enfermo mas que la medicina de- nominada Paliativa. Vivirían seguros de que no les atormentarían con ensayos y tentativas, que no traen mas utilidad, que agravar sus pa- decimientos, apurar su paciencia, y desesperar de su resignación. i O vosotros, que estáis en presa de las enfer- medades humanas, y que buscáis vanamente, des- de largos tiempos, un estado de salud que no habéis podido recobrar ! Cuidado con los efec- tos de las voces falaces, y de la fantasía ele curar. Esta frase dice bastante de por sí, sin necesidad de un comentario. Sin embarco, nin- guna aserción que no sea comprobada por razo- nes convincentes debe publicarse ; porque po- drían contestar, que alegaciones no son pruebas. Si niegan el hecho siguiente, la prueba testi- monial notificara tal vez el silencio a los con- tradictores. Un cierto Doctor en Medicina, después de haber visto por sus propios ojos, en el distrito donde ejercitaba su profesión, curas asombrosas, obradas conforme con los principios delineador en la obra titulada—La Medicina Curativa, cre- yó poder hacer tregua, a lo menos por algún tiempo, con las antiguas rutinas. Esa. obra ha* 147 bia caído en sus manos; la había leído, y había tenido la buena disposición de apreciaría. Esto no bastaba ; era preciso dar algunos pasos mas iicia adelante. ¡ Que no hace uno animado del verdadero deseo de instruirse é ilustrarse ! Vuel- ve al manantial de las luces, consulta, pide lo* medicamentos para usarlos según el método de que había gustado los principios. Por primera tentativa los ordenó a una muger atacada de hidropesía, desde mas de seis meses, con los ca- racteres mas alarmantes. Este primer paso en- cerraba algo de terrible en sí. ¡ Una hidrópi- ca que había resistido a todos los medios cono- cidos, en el termino de diez dias de tratamiento, de desesperada que era la vuelve á un estado de salud tal, que la mejoría de su suerte fue mas alia de todas sus esperanzas • Cada cual creerá que con un suceso tan brillante, este hombre del arte hubiera procedido con sus demas enfer- mos el uso de un método de que liabia logrado tan feliz acierto.... poco á poco.. queda siem- pre la reflexión de reserva. , .era menester vivir, aunque fuese á costa de la salud humana. Dirán: he aquí un hombre elevado al cono- cimiento de la verdad; un hombre sinceramen- te convertido. Desengañémonos : un medico no se convierte tan fácilmente. Los médicos, que se creen tan superiores al obscuro vulgo, tienen una extensión de luces, que los eleva mas arriba de la esfera en que estamos colocados. 148 Ven las cosas á lo grande. Desprecian los pe- queños detalles. Se necesitan años, por no de- cir siglos, cuando se trata de despedazar volun- tades renitentes, y últimamente un médico por si mismo, también ha dicho : .... quid non m orí alia Rectora cogis auri sacra fames? (Virgilio.) Este doctor medio convertido, se hacia obser- var un dia, sobre que no hacia mucho consumo de esos medicamentos cuya eficacia habia cono- cido ; y se inferia de ahí contra él, que no te- nia una clientela muy brillante.... ¡ pues qué ! (dijo) ¿Se figuran ustedes que yo lo recete a. todos mis enfermos ?.... ¡ Dios me libre de ello! No lo doy mas que aquellos que no pueden cu- rar de otro modo....¡ Que seria de mi!.... ¡ Infelices enfermos que leeis esta obra !!! Si llega á caer en vuestras manos; ¡ que vasto cam- po se ofrece á vuestras reflexiones ! Y vosotros á quienes las flechas agudas de las enfermedades aun no han herido: ¡ Contemplad, y ved si el sistema de garantias es un sistema incoherente, é inadmisible ! Si los médicos lo repugnan, es una razón mas para no desistir de él ; pero cuando se está enfermo, y valetudinario, la ra- zón se debilita ; es entonces cuando ejercen ellos toda su influencia, toda su dominación, (no desnaturalizaré la palabra) todo su despo- tismo. Está probado, cuanto una verdad puede 149 -ser probada, que el arte de curar, considerad» en el estado actual, no ofrece mas que febles garantías, por no decir ninguna. Puede el arte de la Medicina, ó el ejercicio de esta profesión, ofrecer a la Sociedad medidas de seguridad y prudencia, capaces de dar á los miembros que la componen garantías preferi- bles á las garantías actuales. Al lector toca el pesar con circunspección, y discernimiento, las anteriores observaciones, no olvidándose de aquella palabra tan expresiva: ¿Qué seria de mí?.. Yo por mi parte, debo sacrificar todo mi zelo ofreciendo, como lo he hecho ya con varios en- fermos, á la sociedad á quien tengo el honor de pertenecer, la garantía siguiente: Todo enfermo que llegue á mí con el objeto de ser curado de sus dolencias 6 enfermedades, después de haberlo reconocido con la debida exactitud, será por mi desengañado, según todos mis alcances. Le dire francamente, si me com- prometo, ó no, á curarlo ; y en caso de aceptar yo su asistencia, será bajo las condiciones si- guientes: 1. a El enfermo se sujetará estrictamente á las reglas que se le prescriban; délo contrario, no tendrán efecto los artículos del contrato. 2. a Le señalare, poco mas ó menos, el tiempo que debe tardar en su curación. •3.a La Medicina que tome será hecha por raí dirección. 150 % 4. a Si yo no verificase la curación bajo las condiciones que se pacten, ó contraten, será mi trabajo de ningún valor: juntamente perderá el importe de todos los medicamentos que le ha- ya administrado. 5. a El enfermo, 6 sus interesados, depositarán en mi establecimiento, ó Elaboratorio, la can- tidad que hayamos estipulado ; la que se devol- verá íntegramente á los que la hayan depositado si el enfermo no ha logrado las ventajas que yo le haya prometido. Pedro Martínez. 151 ARTICULO XXXlI. JUNTAS 6 REUNIONES DE VERDADEROS PROFESORES, Y ORDEN CON QUE DEBEN HACERSE. Cuando los interesados,, ó los mismos enfer- mos, deseen una discusión profesional, nombra- rán por sí los Médicos de su agrado, citándolos por una esquela, ó ja por aviso verbal, dándoles la hora fija; y que estos hayan quedado ente- rados de ella, pues que no está en el orden se aguarden unos á otros mas tiempo que el de un cuarto de hora. Los enfermos, é interesados, cuando quieran junta 6 reunión, la efectuarán, sin que el Mé- dico de cabecera (si le hay) se la pueda impedir. Dicho Médico de cabecera no debe tener la menor ingerencia ni influencia en la elección que el enfermo, 6 sus interesados hagan de los Profesores que deben integrar la junta. El nú- mero de Facultativos será el que el enfermo ó sus interesados determinen. Lo mismo con res- pecto á las personas de dichos Facultativos. Luego que se hayan reunido los Señores Pro- fesores nombrados, harán el reconocimiento y 152 examen que juzguen necesario, y en seguida se procederá á la discusión, observando las condi- ciones siguientes:— 1. a—Es de suma necesidad concurra á dicha- junta ó reunión el Médico de cabecera, si ha. habido alguno, que haya asistido al enfermo. 2. a—Se verificará este acto respetable á vo- luntad del enfermo é interesados, en la pieza 6 parage que hayan oportunamente premeditado. 3. a—A no haber unos, motivos bien justificad- dos, y convincentes, no se impedirá el oir la dis- cusión ; en primer lugar á los alumnos ó prac- ticantes de esta facultad, como á los interesa- dos, y aun al mismo enfermo, midiendo las cir- cunstancias. 4. a—Los oyentes guardarán el mas profundo silencio, á no ser alguno de los asistentes é inte- resados, que podrá hablar en órclen, si llega el caso de padecer algún olvido 6 equivocación el médico de cabecera, que es el que debe hacer la exposición ó narraccion de la enfermedad, y del plan orden ó método que ha observado en su asistencia. 5. a—Luego que haya concluido de hablar el Médico de cabecera, seguirán exponiendo sus razones cada uno de los demas, por su orden, es decir, por antigüedad, debiendo tomar la pala- bra, primero el mas moderno de los Señores ver- daderos Profesores guardando esta escala de suer- te, que el último que hab le sea el mas antiguo, 153 tle todos; pero siempre sera el Medico de cabe- cera, (aunque sea el mas antiguo) el que abra la discusión. 6. —por ningUn motivo ni bajo ningún res- pecto, será perturbado el Facultativo que tenga la palabra, por otros de los que no la tienen; el que quiera objetar algo en contra, esperará que el que habla haya concluido para contestarle. De lo contrario, no puede haber orden. 7. a—Habiendo hecho cada uno su narración ó exposición, puede volver á tomar la palabra, cualesquiera de los Señores Profesores, para ha- cer alguna indicación, ú observación que juz- gue oportuna. 8. a—Concluida la discusión, los interesados de acuerdo (si es posible) con el enfermo, resol- verán lo que tengan por conveniente. Observando este arreglo en las juntas o reu- niones facultativas, se harán honor los Señores Profesores que asistan á ellas. Se corregirán del todo los abusos que han empezado á desapare- cer. Se juzgará á ciencia cierta de la aptitud de los Médicos por sus pronósticos. Resplan- decerá la buena fe y la ingenuidad, primeras ca- lidades de un verdadero Profesor ; y los alum- nos, y demas oyentes, rectificarán su opinión so- bre un ramo tan importantísimo. Huirán del la- do de los infelices enfermos, sus mayores enemi- gos, que son: el secreto, el encierro, y cierta inteligencia clandestina que pudiera haber, ó 154 que el Tulgo pueda sospechar ; y establecido este orden, se mirarán con mas delicadeza las enfermedades que afligen a la humanidad, pues que se tendrá presente el resultado, que puede traer el mirarlas con indiferencia; tendrán los enfermos, según lo expuesto, una especie de ga- rantía, en caso de que los Señores Profesores que los asistan, no den la que doy yo en el artículo anterior; y todas estas ventajas reunidas, darán< un realce que tan justamente merece esta ver- dadera y honrosa ciencia, ó facultad, como tam- bién formarán la distinción de los humanos Pro*~ fésores prácticos, que prefieran el bien de la. so* ©iedad á sus intereses privados. 155 ARTICULO XXXIII. DENOMINACION MISTERIOSA DE LAS ENFERMEDADES, ! . • íí... ' : .1 Ya se ha explicado en esta obra con la posi- ble claridad., y verdad, el quid de la dificultad ; esto es, cual es la causa de las enfermedades, y el modo de curarlas radicalmente, siguiendo las huellas de la naturaleza ; eceptuando las cono- cidas con el nombre de orgánicas, mortales de necesidad Ahora, es preciso dar en el escollo hiperbólico de cierto itis, que tan repetidamen- te se oye decir ó nombrar tanto en los autores Sistemáticos como en los que siguen sus erróneas doctrinas, que parece ciertamente que la cegue- dad los desvia del ya evidente marcado camino que nadie puede negar. lia parecido á esos pretendidos innovadores de nomenclaturas;, ser muy conveniente dar un nombre particular (según el parage donde se ha fijado el mal) á cada uno de los modos con que la única causa de todas las enfermedades ataca la salud, y la vida del hombre. De suerte, que se ha abierto un campo el mas vasto al mundo ideal de las cougeturas, por donde las gentes de 156 imaginación ardiente han podido vagar á discre- ción de error en error,, sin guia, y sin límites. Lo primero de que hablan todos los autores sistemáticos, es del sitio donde están las enfer- medades, sin que se les ocurra el tratar nada absolutamente del germen productivo de ellas, ni de investigarlo; contentándose cada uno (se- gún el sistema que sigue) con darles un nombre ideal, algún tanto análogo al del parage ó sitio afectado del dolor, ó incomodidad. Por esto un viagero dice, que de la Medicina se lia he- cho una verdadera lengua Chinesca, que consta, esta de mas de 80,000 caracteres ; y así como los Chinos mueren sin poder aprender su idioma nativo, también mueren muchos Médicos sin conocer siquiera toda la nomenclatura fasti- diosa, difusa, y misteriosa con que los señores autores Sistemáticos han pretendido dar u cor nocer las enfermedades.—Voy á probarlo. Pocos hay que no inventen á su antojo un nombre, á demas de los muchos que tiene ya cada uno de los males conocidos; pero entre tanto nombre los que mas llaman la atención son los que, terminando en itis, se dán á algu- nas enfermedades. Entraré á recordar una parte de ellos,, para corroborar lo expuesto. Frenitis, Aracnitis, Encefalitis, Traqueitis, Aortitis, Pericarditis; Carditis, Glositis, Amig- dalitis, Faringitis, Esofagitis, Gastritis, Gastro- enteritis, Enteritis, Colitis, Hepatitis, Espíe» 157 nitis, Nefritis, Cistitis, Metritis, Peritonitis, Ascitis, Otitis, Flebitis, Nevriíis, Pleuritis, Parafrenitis, Raquitis, Ilidroraquitis, Timpa- nitis, Hemitritis. Santo Dios ! ¿ A donde voy, si entro a nombrar y calificar males ? Seria necesario mucho tiempo, y papel para verificarlo, y entonces esta obra no seria conse- cuente con su epígrafe ó título. Si se reflexio- na, ó premedita con la debida atención sobre los casos prácticos que se hallan al fin de ella, se encontrará palpablemente, que seria necesa- rio escribir muchos tomos voluminosos para nombrar y caracterizar todas las enfermedades, si, llegado el caso de hacerlo, hubiese de seguir el ridículo sistema de las nomenclaturas inven- tadas. Rajo este supuesto, ¿ no se podria decir con mucha justicia, que los inventores de tantos nombres, principalmente los que terminan en itis, padecian de frenesí, ó, como ellos dicen, frenitis, y han contagiado á sus semejantes ? A esto no se puede oponer duda ; pues á no ser así, hubieran empleado mejor el tiempo en investi- gar la causa de las enfermedades para destruir- la ; pues que es mas importante curar los enfer- mos que hojear los Diccionarios y Vocabularios para inventar nombres ridiculamente pomposos, con que se alucinan los ignorantes. Reuniré los incidentes, para llenar mi objeto. Hay enfermedad que tiene veinte nombres. Ade- mas, cada cual la caracteriza á su antojo con otros cuatro, 6 seis; y ¿adonde nos metemos- 158 •cuando se encuentra un individuo que padez- ca seis ó siete enfermedades á un mismo tiem- po Adonde llegara el número de la tal nomenclatura? ¿ Será, 6 no exacto el nombre que á esto ha dado el precitado viagero, lla- mándole lengua Chinesca? Aun mas propio seria decirle lengua Babilónica, valiéndome de la expresión del célebre poeta Español L iarte. De todo esto resulta evidentemente, que no lia liabido conocimiento de la base de la Medicina ; y de ello, el que todos hayamos vagado tanto tiempo entre las tinieblas ; porque si los Chinos, v. g., teniendo caracteres fijos para explicarse, mueren (como esta dicho) sin acabar de apren- der su idioma nativo, ¿ habría alguna remota esperanza de que algún dia pudiéramos enten- dernos con la medicina, en medio de este hon- do caos de confusiones?.. . . Por esto han tenido demasiada justicia los que han calificado la medicina de incierta, ne- gándole el nombre de ciencia; hasta que un genio (que así puede llamarse) la saco exacta del Limbo en que se escondía. De aquí se des- ciende al convencimiento, de que estando des-, cubierta la única causa de las enfermedades, se- ria inoportuno, y aun molesto, para establecer el modo de curarlas hacer dcslindaciones sobre los efectos, puesto que se destruyen luego que la causa deja de existir.. 159 ARTICULO XXXIV. BEBERES DEL PODER, Y DE LA JUSTICIA, EN F&* VOR DE LA AFLIGIDA HUMANIDAD. Al Gobierno, como padre de la patria, am- paro de su pueblo, apoyo de la humanidad afli- gida en sus enfermedades, y juez recto é im- parcial, es á quien le corresponde, y no á nin- gún otro, poT todos estos títulos que le acom- pañan, como asimismo por el carácter que inviste; reflexionar sobre estas verdades, y apre- ciar su justo valor. Sí, amados lectores : a su mano benéfica, y bienhechora, es á quien le toca pesar en la balanza de la justicia la evi- dencia de esta obra ; y si halla sus principios claros, luminosos y verdaderos, darle su justo valor, procurando con su autoridad vencer los obstáculos que el capricho, 6 el orgullo, de acuerdo con el interes pecuniario, se oponen en algún modo á su extensión ; no obstante que esos óbvices, esos obstáculos, esos estorbos, ó embarazos, el tiempo mismo los va destruyendo, a medida que los hechos cada vez mas y mas afianzan y comprueban su evidencia ; pero si: estas verdades, y estos hechos incontrastables, 160 hubiesen tenido el patrocinio y el apoyo del Superior Gobierno, no se puede dudar por un momento, que su extensión habría sido tanto mas rápida cuanto las curas conseguidas le hu- biesen asegurado el puesto que un descubri- miento de tal naturaleza debe tan justamente ocupar. Entonces esas víctimas diarias, que sucumben en los brazos de esos perjudiciales sistemas, re- conocerían al Gobierno como el único amparo de sus dolencias; y los incautos que se dejan engañar por la astucia de algunos hombres, contemplarían en su mano bienhechora y po- derosa, al que los liabia sacado de las garras de la muerte. No es de estrañar que un movimiento cau- sado en el arte medical, y que su extensión es tan grande, que sus límites tocan nada menos que en la destrucción de los principios recibi- dos, y apoyados de todos los sistemas de la cien- cia médica, tarde en llegar á hacerse adoptar universalmente; si á esto también se añade la influencia directa que ejerce sobre la fortuna de algunos individuos, que saben muy bien con- ciliar los principios recibidos de la escuela con sus intereses personales. Sin embargo de toda esta oposición la verdad siempre triunfa de los falsos principios (como ya lo vemos) y sus maravillos efectos son ya bas- tantemente públicos para poder dudar. Y qué, 161 ¿ podra mas el Ínteres de esos pocos hombres; tendrá mas influencia que el desgraciado que vive dolorido y valetudinario? ¿Resultada algún mal con tocar 6 hacer palpables en los Hospitales de esta Capital los principios verda- deros, sobre los cuales reposa esta nueva doctri- na? ¿ Se seguiría, por ventura algún perjuicio á la Ciencia Medica, en inquirir, é indagar, y palpar por principios fundados una verdad tan útil como interesante para ella misma? En fin, Señor, ¿ que mal puede resultar á la afligida humanidad en administrar lo que ella misma debe desear para su socorro? Todos los Gobiernos, cuando ha aparecido algún preservativo, han protegido su exten- sión; de modo que ninguno quedase sin el alivio de los efectos que se le suponian. Asi sucedió con la inoculación. Tan luego como se manifestó, pusieron todos los medios á su propagación. No bien había esta gozado de todo su esplendor, cuando repentinamente se anonadó, entrando la vacuna (como ya se ha dicho en la Medicina moderna) á ocupar el puesto que hahia dejado la inoculación. En- tonces la autoridad fijó su atención en el rá- pido desarrollo, y pronta propagación de ests preservador ¿e la viruela. *. , :\ ,1.0 Si los preservativos parciales, y únicos de 162 itn contagio, han fijado la benéfica atención de las autoridades en no perdonar medio, ó ar- bitrio a sus adelantos; con mucha mas razón se debe esperar la justa protección de un pían, orden, ó método de curación general, que por principios fundamentales, coronados con un sin número de hechos, manifiestan, con la ma- )ror claridad, el esplendor de la evidencia. Por todo lo que, se deben esperar infini- tísimas ventajas á favor de la afligida huma- nidad : como también muchos, y notables ahor- ros en cada Hospital,*—En vista de las obser\a- ciones y raciocinios que en esta obra se espre- san, los verdaderos humanos, observadores, Pro- fesores prudentes y experimentados, juntamente todo lector reflexivo é imparcial, harán justicia á los motivos que he tenido para la publica- ción de esta obra, fijándose en las observacio- nes y reflexiones que de ella se deducen ; pues no tienen otro objeto, que la utilidad de los hospitales y del público. Con razón me puedo lisongear de haber preferido en esta ocasión sus ventajas á las de mi fortuna, que cierta- mente podía haberla hecho, si como he re- velado estos medicamentos, y su doctrina, en beneficio del ’Yiblico, hubiera usado de ellos como secreto; y entonces desistirían los envi- diosos, del enq 2ÍÍ0 de disminuir la confianza y estimación qm se merece la Medicina cura- 163 tfva, Me harán justicia de creer, que los sen« timientos de mi corazón se dirigen solo por el amor á la humanidad. Yo quedare satisfecho, y bien premiado, si mi trabajo y desvelos GOH« tribuyen á su salud y conservación. 164 CONCLUSION. He aquí, Sociedad Republicana, el peque- ño fruto de mis asiduas tareas y meditaciones. El se presenta á la vista del gran pueblo de la Libertad como un homenage de mi gra- titud y reconocimiento por la confianza con que me ha honrado. Seria esta obra de mu- cho menos valor, si fuese fruto de un talento singular, ó sublime; pero en la pequeña esfera de mis facultades intelectuales, es todo lo que podia producir. Al publicarla, he tenido en vista la indul- «rencia de un Pais donde he visto crecer mis mas caras afecciones; Pais, al cual he vincula- do toda mi felicidad. Estos sentimientos, que solo podrán en mí ser estinguidos por el hielo de la muerte, me harán descender á la tumba, sino con el logro de mis aspiraciones, al menos con el noble orgullo de haber dado un paso mas en la carrera de la felicidad humana. Es- tas reflexiones endulzarán mis últimos instan- tes; y al exhalar el postrimer aliento en medio de mis hijos, saldrá con él, de mi corazón, el sello y la sanción de las nobles aspiraciones que lie tenido al escribir la obra que pongo en vuestras manos? 165 CASOS PRACTICOS, QUE SIRVEN DE APÉNDICE Á ESTA OBRA. Me es indispensable, amados lectores, san- cionar la verdadera Medicina curativa ; y con- firmarla, ó ratificarla con los hechos, haciendo como debo, una suscinta, clara y verdadera narración del acontecimiento que oportuna- mente me proporcionó lo que ignoraba; es decir, el descubrimiento mayor que se ha he- cho en el curso do los siglos, á favor de la humanidad afligida. Caso primero. La Fragata Bayonesa, que dio fondo en estas balizas estcriores el día 15 de diciembre de 1823j procedente de Havre de Gracia, con- ducía á su bordo dos cajoncitos de la medicina curativa, hecha por Monúeur Cottin, yerno del inmortal Leroy, y juntamente dos libros, uno en francés y otro en castellano, que da- ban por principios las reglas de su administra- tración. En el mismo dia se le pasó la visita de costumbre de sanidad. En la antecámara estaban dichos cajoncitos con sus rótulos, que 166 decían: Medicina curativa ele Mon&ieur Leroyr hecha por JWonsieur Cuttin. Pregunté al Ca- pitán ; qué era aquello ? y me quedé admirado,, y lleno de regocijo a su contestación, pues él había sido enteramente curado de un afecto asmático, enfermedad inveterada, que vulgar- mente sü§ dice ahogos; y que había tomado cincuenta y dos dosis, dirigido por el mismo Monsieur consiguiendo su curación ra- dical. El Piloto dijo: Que él liabia padecido una reumatalgia crónica, y que alas seis tomas, dirigidas por un Médico de Borcleaux, habia sido notablemente aliviado ; y que para su cu- ración radical fue necesario tomar, con inter- valos, diez y seis tomas. Tres pasageros rati- ficaron lo mismo, que también dos lo habían tomado, y el tercero habia presenciado sus ad- mirables efectos; de todo lo cual tomé un apunte exacto; con esta manifestación, supli- qué al Capitán tuviese la bondad de venderme dichos cajoncitos, y me contestó no podía ser, á causa de que venían, como por via de en- sayo, á su consignatario; y que era preciso fuesen á la Aduana por venir inclusos en el ma- nifiesto. Hice las mas vivas diligencias ; yulos pocos dias ya habia comprado dichos cajonci- ios con los dos libros. A los diez y nueve, me hallaba exactamente impuesto de su doctrina, por haberla leído muchas veces con toda re- 167 flexión ; nías me faltaba la práctica, y no me ■determinaba á poner en ejecución dicho plan, orden ó método; hasta que una pobre gefiora llegó á mi casa en un carretón, acompañada de dos parientas, las que me digeron vivían por el barrio de Monserrat, y que esta Señora pa- raba con ellas á causa de estar tan enferma; que tenia un rancho por San José de Flores; que hacia seis años que padecía; que en todo este tiempo no había perdonado medio ó ar- bitrio para su curación, y que1 todo había sido infructuoso. Inmediatamente la reconocí con la debida exactitud ; y hallé que padecía un tumor escirroso abdominal, de un tamaño ó gran- dor enorme. Su nombre es Francisca García; su edad treinta y nueve años. Principió su cu- ración en 17 de Enero de 1824. Tomó en la primer vez cinco dracmas de la vomi-purga al venir el dia; por la tarde fui á visitarla, y no obstante no haber faltado en nada á las reglas que le había dado, la encontré en un estado bastante deplorable; es decir, con bastante fie- bre, y grandes dolores en el bajo vientre, y que no había hecho ningún efecto la vomi- purga : ordené, que inmediatamente tomase onza y media del segundo grado de la medi- cina curativa purgante, lo que se hizo á mi presencia, encargando al mismo tiempo, que sino hacia mucho efecto tomase, al venir el dia siguiente, catorce dracmas del mismo gra- 168 do. ISo pudo ser el pasar yo a visitarla ai otro día, a causa de haberme embarcado a pa- sar la visita de costumbre á dos buques re- cien llegados. Serian las cinco de la tarde cuando me desembarqué, y encontré en mi casa, que me estaban esperando, dicha pobre Señora con sus parientas que la acompañaban. Llenas de alegría me digeron, que le habían dado la tercera toma al venir el dia, como yo había ordenado, por haber sido las deposiciones mui escasas, y que parecía se hallaba mas mala ; que á las dos horas se accidentó; creyendo entonces podía morirse, hicieron llamar a un Padre (el Doctor Sola) para auxiliarla; mas antes que hubiese llegado, había hecho una grandísima esplosion, por secesum, de mate- riales nauseabundos, tan pestíferos, que ni el sacerdote pudo llegarse á la cama, y se retiro diciendo, que estaba podrida, ó corrompida. Volví a reconocerla; y hallé que el tumor se había disminuido mas de la mitad ; que se hallaba mas fuerte, mas alegre, y sin fiebre; la animé á continuar tomando; lo hizo, y a las diez y seis tomas se puso enteramente bue- na. A los dos dias, resolvió retirarse á su ran- cho ó chacra; vino por mi casa, y la di otras cuatro tomas, para que las fuese usando por precaución. Recibí, á los quince dias, de dicha pobre Señora las mayores espresiones de gratitud, por 169 medio de un papel; juntamente cinco pollos, que á los pocos dias supe que dos se los había prestado otra pobre vecina suya. Hasta el pre- sente no ha tenido novedad alguna, pues hace muy pocos dias la he visto. Este caso, ama- dos lectores, fue mi primer ensayo ; seguí ad- ministrando la Medicina curativa con la ma- yor observación, y cada dia mas, y mas me iba convenciendo de que eran verdaderos los principios que practicaba. Caso 2. Se me presentaron casos muy raros, que de todos salí como deseaba. Doña Tomasa Altolaguirre, de edad de 38 años, con un afecto asmático crónico, ó inve- terado, que vulgarmente se dice ahogos; sus ataques eran ya tan sumamente fuertes, que no podia absolutamente acostarse en la cama, ni se podia enderezar, pues estaba como jorobada, y pasaba las noches enteras en una silla poltro- na, con una ó dos almohadas por delante; es decir, que se hallaba en el estado mas deplo- rable. Dicha Señora, en seis años que llevaba de enfermedad, no había perdonado medio ó arbitrio que fuese capaz á su alivio; pues la 170 habían asistido diferentes Profesores, habiendo' tomado en todo este tiempo un fárrago de di- ferentes clases de remedios. Había sido tam- bién sangrada, y por último ya se veía con eP fallo de que absolutamente no tenia remedio. Mé hice cargo de su asistencia, y fue la pri- mera toma de la vomi-purga. Al otro dia, se le administró el segundo grado de la Me- dicina curativa purgante. Continuó alternan- do diez dias seguidos. Dichas tomas produ- geron los efectos que yo deseaba, y por con- siguiente la enferma notó mucho menos fa- tiga. Suspendí por dos dias, y pasados estos- continuó otras seis tomas, guardando el mismo orden que en las anteriores; es decir, las re- glas prescriptas en esta obra, con sola la di- ferencia de haber sido estas seis últimas del tercer grado; dejó de tomar tres dias, y con- tinuó otros seis, tomando de la vomi-purga y de la tintura purgante del mismo grado en. mayor cantidad. A las tres tomas de estas seis, empezó á arrojar con abundancia y facilidad,, por la boca, una materia, ó pus purulento, que- por grados fue minorando. Yo la caracterice de una vómica de la cabidad vital del pecho. La dejé sosegar después de estas seis tomas cua- tro dias; tomando los alimentos en orden; se- guidamente, la administré otras cuatro dosis, alternando como en las anteriores, con la di- ferencia de que la tintura purgante era del 171 *€iiarfo grado, y á la vomi-purga se le había aumentado dracma y media. Cesó enteramente la supuración por la boca; ya se podía acos- tar en la cama, pues que se le había ido del iodo la fatiga. Dejó de tomar seis dias, y continuó con otras cuatro en el mismo orden. Con estas dosis ya habían desaparecido todos los males y todas las incomodidades. Debo tam- bién referir, que dicha Señora hacia mucho tiempo padecía la molestia de dos grandes ca- llosidades en los talones, que al principio se los cortaba con un cortaplumas; mas llegaron a ponerse tan sumamente duros, como una es- pecie de lija, que al dicho cortaplumas se le doblaba el filo. El profesor en Medicina Le- par, la ordenó se los limase ; con cuyo medio no rompía tanto las medias. A mí nada se me había dicho de todo esto, hasta que luego que cedió la masa humoral, causa eficiente, morbífica, ó mordaz de sus enfermedades, y que fue desalojada, expelida, ó evacuada, ce- dieron también, como debían, todos los males, todas las incomodidades, hasta las callosidades petrificadas de los talones de dicha señora, que se cayeron ó desprendieron del todo, que- dando dichas partes en un estado natural. En- tonces fue cuando me lo manifestó, llena de gratitud y alegría. Confieso, no dejó de cau- sarme admiración, ratificándome evidentemente, en que la causa eficiente de las enfermedades 172 procedía de los humores degenerados capaces de una acrimonia, putridéz, adinamia, ó cor- rupción : de lo que el motor de la vida, 6 la sangre, no es capaz, a causa de ser en sí incor- ruptible. Dicha señora lia tomado con intér- valos, por precaución, muchas mas tomas ar- regladas en un todo á este método. En la actualidad se halla en un estado de perfecta salud. Hace mas de cinco años fué radical- mente curada. Vivia en la calle de la Paz, número 163, casa de Doña Isabel Mendibur, y ahora vive en la calle de Charcas, número 22, Caso 3. Las seííoras de Cernadas, que viven al lado de mi casa, calle de Corrientes, número 10, se empeñaron con mi familia para que, á pedi- mento del Padre y de la Madre de una niña como de nueve á diez años, su nombre Rufina, baldada de pies y manos, y muda; su Padre D. Euscbio Huarte, y madre Doña Ana Bozo, que vivían, y viven en la calle de Cangallo, número 144, pasase a visitarla; lo que veri- fique, y habiéndola reconocido con la debida exactitud, hallé padecía una atonía, ó enerva- ción paralítica; 6 (mas bien diré) una perlesía 173 general. Precedida que fue una jfinta pública, compuesta de los Profesores Dr. D. Pedro Ro- jas, Dr. D. Sebastian Saborido, y yo, discutido ó examinado que fue, y ventilado por los tres dichos Profesores este gravísimo caso, con todo el orden correspondiente ; convinieron los Pa- dres, en que tuviese yo la bondad de quedarme á asistir á su hija. Así lo verifiqué por haber- me comprometido en mi prognosis, ó pronós- tico, a presencia de los concurrentes, a curar radicalmente á dicha niña en el periodo, ó es- pacio de dos meses, siempre que se observase con exactitud el plan, orden ó método que yo había propuesto en mi narración. Los padres, y parientes, se comprometieron á que a nada faltarían. Al dia siguiente, por la mañana tem- prano, tomó la primera dosis de la vomipurga, proporcionada a su edad, y clase de enfermedad. Al otro-dia, tomó la verdadera Medicina pur- gante de] segundo grado. Tomó doce dias se- guidos, aumentándole á las seis tomas el grado tercero; las doce tomas se redujeron á seis vo- mipurgas, y seis purgas alternadas; produjeron los efectos mas admirables, pues á las siete to- mas empezó á hablar, y caminar, agarrada de la mano ; á las once dosis, ya fue hasta la casa de las señoras de Cernadas, agarrada también de la mano, y á las diez y seis, fué sola sin agar- rarla, á una función de Iglesia que hubo en Santo Domingo : siguió tomando con todo eli 174 orden que se requería, y a los veinte y nueve dias me despedí, dejándola enteramente buena; y encargando tomase por precaución dos tomas cpic les dejé señaladas á sus Padres, a los ocho dias; dos á los quince, dos al mes, y dos a los dos meses. Caso 4. D. José JWaría l'clomo, de edad de diez y ocho anos, que vivía en la calle de la Paz, nú- mero 122; fui llamado por su suegro 13. José Rodríguez de Vida, que lo acompañaba el Ca- nónigo D. José Manuel Roo; al que encontré en un estado el mas deplorable. Había sido asistido por diferentes Profesores. Este tenia un caustico en la garganta ; padecía llagas sór- didas, sifilíticas en lo interior de dicha gar- ganta, cariados los huesos palatinos, ó del pa- ladar ; destruida enteramente la góbula, ó cam- panilla. A beneficio de este método consiguió su curación radical, y la naturaleza le hizo re- toñar una campanilla, ó góbula nueva, que le ha facilitado poder hablar con claridad, pues antes de su curación nada se le podía entender. 175 Caso 5. En la calle de la Victoria, casa de D. Fran- cisco Puig, número 110, se lian curado cinco individuos, una hijita leprosa consuntiva, que se hallaba en el estado mas deplorable ; una negra, que estaba aun en peor estado, que ha arrojado dos pedazos de huesos cariados por las ventanas de la nariz. Una huérfana, que le repetían accidentes muy á menudo, de epilep- sia, ó gota coral, y que no menstruaba como debía. Una cuñada de diclvo Don Francisco, y la señora su esposa, todos curados por este plan, orden 6 método. Los que quieran informarse, siendo humanos, se llenaran de regocijo, sa> hiendo los pormenores. Ahora viven en la calle de la Biblioteca número 256. Caso 6. Don Pantaleon Gallegos, que vivía en la calle de la Victoria, número 1S5, padecía una sordera hacia tres anos, que absolutamente no oia nada, y era preciso entenderse con él por señas ó por escrito; padecia también otras enfermedades, que no eran de mayor gravedad» 176 A las veinte y seis tomas principió á oir. Ha continuado con todas las precauciones ne- cesarias, y ’en la actualidad tiene un oido na- tural. Caso 7. . > DonCali&io Martínez, calle de Tacuarí, N. 71, padecía una depravada degeneración humoral, que la caractericé por cólera morbo; todo su cuerpo se hallaba en un estado de un amarillo mui subido; los pocos orines que espelia eran del mismo color, y algunas veces -amarillos-ver- des; sus ojos, lo blanco de ellos, era un ama- rillo obscuro. Veinte y ocho dias hacia pa- decía unos vómitos de un color obscuro, con algún mal olor; ya se hallaba con la estre- mauncion. Nada le paraba en el estómago. En este estado resolvieron el enfermo y su es- posa, con otros interesados, se hiciese una reu- nión ó junta de Profesores, á la que concurrí por haber sido citado. Habló primero el Pro- fesor en Medicina y Cirugía Doctor D. Mi- guel Rivera, y nos hizo ver el estado deplo- rable del enfermo; y que á pesar de no haber perdonado medio ó arbitrio, era de opinión que fenecía. Tomó la palabra el Sr. Proto- médiCQ Dr. D. Justo García Valdez; propuso 177 algunos medios, mas su parecer también era lastimoso. Acto continuo, y por último, vien- do yo que todos los medios que ya se habian puesto, dictados por la mayor parte de los au- tores clásicos, no habian sido suficientes para cumplir con los sagrados deberes á que estoji constituido, comprometido y juramentado, pro- puse el plan, orden ó método de la verdadera JMedicina curativa, como única ancla que podía salvar la vida del enfermo. Al Sr. D. Justo García Valdez no le pareció mal mi propuesta. Ultimamente, la casa me eligió, que yo me hi- ciese cargo de su asistencia, é inmediatamente resolví tomase diez y siete dracmas del vomi- purgante, que produjo los efectos mas admi- rables, pues creo que hasta materias estéreo- rosas, ó fecales, arrojó con otros humores de un color negruzco, é hizo cuatro deposiciones por sccesum ó el ano. Tomó una taza de té, á las tres horas de dicha dosis, y ya no la vo- mitó. A las dos horas, ordené se le diese un caldo colado ; tampoco lo vomitó. A otras dos horas, mandé tomase una dosis del tercer grado de la Medicina curativa purgante, de dos onzas y media. Hizo los efectos que se debían desear; once deposiciones de materiales nauseabundos, tan pestíferos, que ni en el patio se podía pa- rar. A las tres horas, tomó otro caldo claro ; y á las dos un caldo natural; luego bebió agua panada, pues que tenia una sed insacia- 178 ble. Le hice tomar, a la hora y media, una ser- pa del puchero y un traguito de vino de Me- doe. Ya el color de su cuerpo se había en mucha parte disipado como también el de los ojos; estaba mas alegre, y mui minorada la fie- bre. Durmió, y volvió á tomar la misma can- tidad de la vomi-purga. Continuó en orden alternativo las dosis que fueron suficientes á su curación, siendo el numero de diez y seis do- sis ó tomas ; es decir, ocho vomi-purgas y ocho purgas. En último resultado, ha sido radical- mente curado, no solo de esa enfermedad, sino al mismo tiempo de otras que padecía anterior- mente. En la actualidad se halla establecido con un almacén, ó pulpería cerca de los mata- deros del Sur, y gozando de una salud com- pleta, bastantemente robusto. Hace muy pocos. dias lo he visto. Caso 8. Francisco Ortega, de edad de 28 años, se ha- llaba desauciado, y en la sala de los crónicos del hospital de esta Capital, establecido en la Resi- dencia. Vinieron a hablarme con el mayor empe- ño, para qne fuese á hacerle una visita á dicho hospital. Yo me negué absolutamente, cuando a los tres dias me condujeron á mi casa á este 179 enfermó; suplicándome viese si tenia remedio. Los conductores fueron el difunto Piñeyro, dueño que era de muchas carretillas del trafago de la descarga para la Aduana; y otro amigo sayo ; juntamente la viuda de dicho Piñeyro, que vivia; y vive actualmente; bajo la Residen- cia, junto á la misma playa del Rio Lo reco- nocí con la debida exactitud; y hallé padecía una ulcera cancerosa ó cancrosa; con unos bordes á su circunferencia que la hacían es- pantosa. Tenia un hueco 6 solapa desde su si- tuación; que era en la parte media lateral su- perior derecha del pecho, que llegaba lo aso- lapado hasta las costillas falsas ; y apretándole, ó exprimiendo la úlcera, despedia mas de una libra de supuración icorosa, corrosiva. Su ta- maño, 6 extensión, era como el de la palma de la mano. Había unas fungosidades carnosas en su centro ; juntamente tenia la rodilla izquierda casi anquilosada imperfectamente. El húmero del brazo derecho y el femor del mismo lado se hallaban cada uno con un tumor extraordinario llamado exostosis. A mas, sentía unos dolores los mas acerbos en la úlcera cancrosa. En fin, en Francisco Ortega, se miraba entonces el cua- dro mas lastimoso. Contesté á sus conductores, que la enfermedad era de las mas rebeldes, y difíciles á la curación ; que llegado el caso (que lo hallaba algo difícil) de poderse curar, de- mandaba muchos gastos, por ser larguísima su 180 curación. Al infeliz se le cayeron las lágr imas,. y estas llegaron hasta mi corazón. Los con- ductores se enternecieron también, y sucedió un silencio que interrumpí yo con las siguientes palabras: “ Vmd. ya está deshauciado, y no „ tiene esperanza alguna de sanar. Si Vmd. acepta mi proposición puede Vmd. tener al- 3, guna, pues yo no lo desliaucio; y para prueba ,, le liaré poner una cama en este cuartito (se- 3, íialándole uno que está junto á mi cuarto de „ estudio) ; se le hará su puchero ; y todos los 3, medicamentos, como los demas gastos, cor- „ ren de mi cuenta ; mas, sino se lograse un „ buen éxito (como yo me persuado) y Vmd. „ muriese, también pagaré el entierro.”—A esto me contestó : ¿ Pero Vmd. tiene alguna espe- „ ranza de aliviarme, aunque no sea curarme „ radicalmente ?” Mi contestación fué : “ si 3, yo no tuviese alguna esperanza, no me me- „ tería en unos gastos, que deben ser de consi- „ deracion. Animo (le dije), que yo creo ha „ de salir Vmd. bueno y sano de esta casa.”— i “ Que dia de gloria seria para mí!” (contestó). En fin, al enfermo se le hizo la cama, por ha- berse convenido en que haria exactamente lo que yo le ordenase. Mandé ponerle un pu- chero, y á las cuatro horas le di la primera to- ma, que fueron dos onzas de la vomipurga; no quise salir de casa hasta ver los efectos que le causaba; á los cinco cuartos de hora le hizo 181 un vómito horrible de bilis verdinegro, que el enfermo decía, era mas amargo que la hiel que le dieron á Jcsu-Cristo. Se quedó un poco so- segado. La transpiración, que anteriormente tenia obstruida, se facilitó, mas el pulso estaba en un a:rado de desorden. A la media hora le vino un segundo vómito de la misma color, no tan abundante. Al cuarto de hora le vino otro, que el color no era tan obscuro, y tiraba á ama- rillo. A otro intervalo igual, volvió otro mas pequeño, todo amarillo, pero rnuy espeso. Al medio cuarto de hora hizo una gran deposi- ción, que llenó casi una escupidera de las usua- les. Como á los diez ó doce minutos hizo otra deposición. Estas dos primeras fueron de ma- teriales muy nauseabundos. A la media hora hizo otra de un amarillo-verde. Se le dio una taza de té, que dijo, había recibido con ella un grande consuelo ; y me pidió otra, que no tuve embarazo en dársela.—Para salir yo de casa, encargué á la familia tuviese cuidado de darle un caldo claro á las dos horas; y que luego que se pasase otra hora mas, le diese un caldo sus- tancioso. Les encargué, no le diesen agua hasta que no hubiese tomado el segundo caldo, y que esta fuese apañada; es decir, que se echase en el vaso de agua fria natural, para que le quitase la crudeza, una tostada de pan ca- liente ; y salí de casa. Volví á las nueve de la noche, y me hallé con mi enfermo que había- 182 dormido, y que tenia apeftencia. Le hice -to mar una sopa del puchero, unas garbanzas que estaban bien cocidas, y una presita de gallina. Le lave la ulcera con agua de vejeto mineral, hecha según el Cirujano instruido, de Mr. Gou- lard, á la que añadí, á cada limeta, seis drac- mas de láudano líquido de Shidénham, y con esta agua y miga de pan, le hice una olla, que era de barro vidriada, de cataplasma que la es- tendí en un pedazo de lienzo doblado, y se la puse sobre la llaga, diciendole procurase descansar, y animándolo en cuanto pude. A las once de la noche se le dio otro caldo sustan- cioso, y se le dejó agua natural para si quería beber. Me retire a mi aposento, y al otro dia por la mañana, como á las cinco y media, tomó dos onzas y media del tercer grado de la ver- dadera Medicina curativa 'purgante. Esta dosis le hizo hacer nueve deposiciones, y guardó en un todo, como debía, las reglas que ya están prescriptas en esta obra. Al anochecer volvió á tomar otras dos onzas, como la primera vez, del vomitivo purgante, que le hizo los efectos que yo deseaba. A las diez de la noche empe- zó á alimentarse, y al otro dia tomó á las ocho de la mañana la cuarta toma ; es decir, la mis- ma cantidad que había tomado en la segunda dosis; no repitió aquel dia ; mas al otro, le volví á administrar otras dos onzas de la vomi- purga, y por consiguiente alternó en este mis- 183 mo orden, por el espacio de diez y seis dias. No se reconocían unas grandes ventajas, que era lo que yo aguardaba; á la inversa, la úlcera se ha- bía agrandado mucho mas de lo que era ante- riormente ; los dolores existían ; n© había mas, ventajas, que tener apetencia a la comida. Le hice hacer una suspensión de un día; mas los: dolores se aumentaron en sumo grado ; tanto que gritaba,, y no me dejó ni dormir aquella no- che. Al otro dia resolví darle diez y ocho drac- mas de la vomi-purga, que produjo unos efectos maravillosos, tanto por arriba como por abajo, y se le mitigaron los dolores. Debo advertir, que seguía poniéndose con frecuencia la cata- plasma, y labandose antes de poner esta con el agua indicada. Al otro dia le administré dos onzas y media del cuarto grado de la verdadera Medicina curativa purgante. Continuó tomau- do esta misma dosis, así de la vomi-purga como de la purga, por el período ó espacio de cator- ce dias. Resolví dejarlo descansar dos días; el primero lo pasó regularmente, mas el segundo dia al anochecer principiaron los dolores de la ulcera cancerosa, y fueron siguiendo su au- mento hasta tanto que el infeliz no podía abso- lutamente soportarlos, y se quejábalo lamenta- ba de su situación deplorable; me levanté de mi cama; pasé a visitarlo, y preguntándolo qué era lo que sentía, me contestó, que pare- cía le introducían en la referida ulcera canccrom 184 o cancrosa, apuntas de agujas ó alfileres; que parecía le atravesaban el corazón. En el mo- mento, que serian las tres de la mañana, le ad- ministré veinte y tres dracmas de la vomi-pur- ga; le hizo cuatro vómitos, y siete deposi- ciones por abajo. Se le quitaron enteramente los dolores; al otro dia, tomó la purga del cuar- to grado, en cantidad de dos onzas y seis drac- mas; continuó tomando estas dosis, alternando la vomi-purga con la purga, veinte y dos dias consecutivos; es decir, una toma cada veinte y cuatro horas; juntamente seguía con el laba- torio indicado, y también con la ya dicha cata- plasma. En estos yeinte y dos dias noté una mejoría grandiosa; mas le vino una repugnan- cia tan fuerte al enfermo, que ni el convenci- miento de verse mejorado, ni mis ofertas á dar- le la salud eran bastantes para que volviese á tomar. En este estado, y viendo la formal re- sistencia que hacia ; cuando por otra parte me sentía afligido con los clamores continuos de mi familia, experimenté bastante disgusto. Mi esposa me hacia ver palpablemente, y con jus- ticia, que podrían infeccionarse mis hijos, con lo corruptibilidad que exalaba aquel cuerpo, que entonces era el retrato del dolqr. Los cla- mores del infeliz, llegaban á mi corazón; y hé- me aquí luchando con las afecciones de la na- turaleza, y con la humanidad y la compasión. Triunfó de mí esta última; pasé al cuarto del 185 enfermo., me enojé con él, y a fuerza de instan- cias y ruegos, ó razones convincentes, pude conseguir, que baria de su parte todos los es- fuerzos para tomar. Aproveché los momentos, y le di una vomipurga algo mas crecida que las otras. Al otro dia le volví á repetir la misr roa dosis, también de la vomipurga, y al si- guiente le administré el purgante proporciona- do del cuarto grado. Fué continuando en este mismo orden ; es decir, dos vomipurgas y una purga, sin interrupción diez y ocho dias. Se- gún iba tomando, se notaba grande mejoría; juntamente se le iba quitando también la re- pugnancia. Concluidos estos diez y ocho dias descansó dos, en los que no hubo novedad al- guna, y volvió á tomar en menor dosis, alter- nando un dia vomi-purga y otro purga. Tomó consecutivos doce dias ; descansó uno, y vol- vió a tomar una vomi-purga al dia siguiente; y al otro una purga, dando un dia de descanso. Continuó así por otros doce dias. Luego tomó cuatro tomas por semana, dos semanas seguidas. Ya habían desaparecido enteramente todos los males, todas las incomodidades; curada, y per- fectamente cicatrizada la úlcera cancerosa, ó cancrosa; desechos ó disipados enteramente los tumores de los huesos llamados exóstosis, de este individuo, pues que se hallaba ya con muy bue- na apetencia, sueno tranquilo, orines no turbios, y en fin sano del todo. Era tal el gozo que tenia 186 Francisco Ortega, que lloraba de alegría. Los- lectores juzgaran del tierno placer que á mí po- dría causarme,, juntamente a mi familia, que to- do lo presenciaba. Dos meses y medio estuvo en mi casa después de la curación; y le señalé dos pesos mas de lo que le daba en su enferme- dad, es decir, que mientras estuvo enfermo, para que lavase su ropa, y una especie de congratu- lación, le pasaba ocho pesos por mes ; y luego que se mejoró le aumente dos, que son diez. Es- tos dos meses y medio que ha estado este hom- bre en casa, han sido para mí los dias del mayor contento y satisfacción que he tenido en toda mi vida. Debo advertir que para mas asegurar- me de la curación de este individuo, le adminis- tré en los dos meses y. medio, dándole cada vez mas plazo de toma a toma, catorce dosis mas, con el fin de precaver algunas reliquias, ó raí- ces del mal inveterado, de que ya había curado. Salió de casa acomodado ganando veinte y cinco pesos y Ja comida en un almacén, y ahora se ha- lla ele capataz ele las carretillas de carga y des- carga de la Aduana, de la viuda del difunto Pi- ñeyro, su protectora, que fue la que intercedió para que saliese del Hospital de la Residencia de la sala de los crónicos, que era donde se ha- llaba. En la actualidad me consta se halla ro- busto, gozando de una completa salud. Hace mas de tres años sucedió todo lo referido. La «asa de esta viuda está situada, corno ya se ha 187 dicho, debajo de la Residencia; y si alguno no creyese mi sincera narración, ó exposición, po- día verificarlo por las señas expuestas. Cilso 9. Don Sanliago Albarracin, hijo político de D oq José Pondal, de edad como de diez y ocho á diez y nueve años ; fui llamado paia visitarlo, a instancias de su padre político, madre, y el mismo enfermo. La primera vez fui acompaña** do, y a instancias también, del Canónigo Don José Manuel Roo. La casa de los padres del enfermo, que fue ¿onde lo asistí, era y es calla de la Catedral, número 112. Lo encontré en el estado nías deplorable, con un sudor frió, echan- do sangre por la boca y por las narices. La que arrojaba por las narices era tanta, que no se le podía atajar. Clasifiqué esta enfermedad por una hemotijpsis complicada con una epistásis. Es- te individuo se hallaba en un estado de consun- ción. Su pulso era tan sumamente débil, que á penas se le apercibía. Tenia también una tos seca, que si creemos, como debemos, al verda- dero Profesor práctico Dureto, no es otra cosa mas, que una agitación violenta pulmonar, para descargarse de lo que es capaz de incomodar. Así sucedía, que cuando tenia una tos agitada, echaba sangre por la boca; mas no se notaba en ella nada de pus, ó supuración, sino una san* 188 gre pura algo espumosa. Pregunté a los inte- resados, qué tiempo hacia se hallaba enfermo. Se me dijo, que desde la edad de siete anos; que no se había perdonado medio, ¿arbitrio alguno, pues que habia sido asistido por diferentes Pro- fesores, que llegaban va al número de siete ; y que ninguno Je daba esperanzas ni aún de alivio. Pregunté, quien era el último Profesor que lo había asistido; se me dijo que el Doctor Don Cristóbal JWcirtin de JWontufar. Les propuse á los interesados, y aún al mismo enfermo, era de suma necesidad se citase á dicho Profesor Moni ufar; dijeron que lo llamarían; é inme- diatamente le receté lo siguiente: De jarabe erismo, violeta, y althea, de cada cosa onza y media. Kermes mineral diez granos. Mézclese, para irlo tomando á medias cucharadas. Le hice sorber por las narices una agua stíptica; y le mandé alimentarle con analépticos, dando tiem- pp a la consulta que debia hacerse. Con efecto,, nos juntamos dicho Profesor Montufar, y yo. Hizo una relación ó narración desde el princi- pio de su enfermedad; los diferentes Profesores que ya lo habían asistido ; los medios que se ha- bían tocado ; pero que todo habia sido con el fin de paliar, y mejorarlo en lo posible; pues que su enfermedad era, á su parecer, de las que con- cluyen, tarde ó temprano, con los enfermos. Oyendo yo su discurso, y pareciéndome en un todo arreglado á la doctrina de los Autores clá« 189 si eos mas respetables, le propuse á dicho señor, el administrarle el plan, orden, 6 método pres- en pío en esta obra de la verdadera Medicina Curativa. Se encogió de hombros, y dijo: que su parecer, era de que no habia remedio ; pero que si me parecía, mientras el alma estuviese en el 'cuerpo, estábamos obligados á no perdonar medio ó arbitrio en favor de los enfermos que estuviesen a nuestro cargo. Se acabó la consul- ta, se retiró dicho Doctor Montufar; é inme- diatamente le receté cinco dracmas y media de la verdadera vomi-purga de Mr. Le Roy; la tomó, é hizo tres vómitos, con intéi val os bilio- sos; los dos primeros de un color obscuro, y el tercero de un color veíde. Luego se precipitó por abajo, é hizo dos deposiciones copiosas. Al otro dia por la mañana, volví a repetirle la mis- ma dosis del vomitivo purgante. Ya se le habia parado la sangre, tanto de la boca como de las narices. Esta segunda toma hizo también los efectos, poco mas ó menos, que hizo la primera. Por la tarde volví a visitarlo, y lo encontré sin tos, mas alegre, y que habia dormido mas tran- quilo que otras veces. Resolví, ó determiné, que al otro dia por la mañana, á la hora de las cinco, tomase onza y media del segundo grado de la verdadera Medicina Curativa 'purgante de Mr. Le Ruy ; como a las nueve de la mañana fui a visitarlo, y )a habia hecho los efectos mas admi- rables, pues iban ya nueve deposiciones nausea-- 190 hundas, tan pestíferas, que hasta las piezas don- de se hallaba se habían infectado. Se abrieron las ventanas para que el aire atmosférico las pu- rificase. Volví a visitarlo antes del anochecer. Va él se habia alimentado, guardando las reglas que yo le habia ordenado. Lo hallé algo me- jorado. La sangre de boca y narices no habia asomado. El sudor, que tanto lo debilitaba, del todo se le habia quitado ; pero sentía un dolor obtuso é irregular en la parte lateral, media, iz- quierda del pecho. Ordené que a las cinco de la mañana volviese á tomar la misma cantidad que liabia tomado la primera vez del vomitivo purgante, por hallarlo de una sensibilidad suma- mente esquisita, y obediente. Hizo esta los efec- tos que se podían desear. Para abreviar, y no molestar á los lectores, al otro dia tomó la can- tidad también prescripta del segundo grado del purgante. Paró un dia, y siguió tomando arre- glado á lo dictado en esta obra. Cada dia se fue mas, y mas mejorando. Buen sueño, buena apetencia, y se fue nutriendo de conformidad que resultó, que de un estado sumamente deplo- rable consuntivo, se puso robusto, y en un esta- do de sanidad. Me retiré dejándolo en este es- tado, advirtiéndole, que por haber sido su enfer- medad crónica é inveteradísima, era de suma necesidad guardase un plan, que le prescribí, como de precaución. Este individuo se descui- dó, y en mucho tiempo no hizo caso de tomar 191 l'a medicina que yo le había advertido tomase de tiempo en tiempo, y cayó gravemente enfer- mo, con un dolor tan sumamente fuerte en. el estómago, que parecía se moría. Me llamaron inmediatamente ; le administre, según reglas, una vomi purga; se mejoró algún tanto, y al ano- checer tomó una dosis algo crecida de la tonir- purgativa de Audin Rouviere. Por la mañana Yolví á visitarlo, y lo hallé en un estado muy me- jorado. Le ordené tomase otras dos tomas, igua- les a las anteriores, y sucedió la mejoría, ó esta- do completo de sanidad. Volví a advertirle, que era de suma necesidad que de cuando en cuando tomase la Medicina Curativa, siquiera dos dosis; es decir, una vomi-purga y una purga. Con efécto, ha observado con la mayor escru- pulosidad este orden, y lia gozado, sin haber te- nido recaída, de completa salud. Se ha casado, y vive en la calle de la Florida, número 25, y según la declaración que hizo cuando yo empe- zaba a escribir este caso, por haber llevado él un apunte de las dosis que tomaba, dice que, hasta el presente, hacen el número de cuatro— mentas y catorce. Caso 10. El autor de esta obra, Don Pedro Martínez, de edad de 60 anos, ya a hacer una narración cu 192 exposición por parecerle que con ella haga un bienal Público, para quien escribe. Cuando hizo el descubrimiento de este plan, orden 6 método de la verdadera Medicina Cura- tiva, al tiempo, ó después de haber pasado la vi- sita a la fragata Bayoncsa, ya ha dicho, que vio en la antecámara del Buque dos cajoncitos, con sus rótulos, que contenían las clases de medici- ñas, y los dos libros que reglaban su adminis- tración; ya padecía el que suscribe algunos achaques, ó enfermedades, que no obstante haber puesto todos los medios que estaban á su alcan- ce, no habia podido conseguir una curación ra- dical ; y viendo los prodigios, (no milagros) que este plan, orden, ó método de curación hacia en tantos, y tantos individuos; trató entonces de tomar en orden, y según reglas, dicho plan, y á las seis tomas (una cada 24 horas) le pareció sus- pender, por hallarse muy mejorado. Mas debe confesar con ingenuidad, que lo que habia he- cho no habia sido otra cosa mas que una mejo- ría aparente El padecía unas callosidades en la urétra, que le impedían la facilitación de la orina, y todos los remedios que habia usado has- ta entonces, á su parecer, habían sido mas bien infructuosos, por no decir nocivos, que favora- bles. Juntamente padecía una hernia comple- ta, ó mas bien dirá, hablando con propiedad, como Profesor, un eschmocele que le obligaba á usar de un braguero elástico de un lado, que era 193 So derecho. De esta segunda enfermedad echa- ba la culpa a los esfuerzos que tenia que ha- cer en los grandes "balances que la falúa, donde iba á pasar la visita de sanidad, daba en los viages. Mas no era así, como se va á ver. Tam- bién sentía algunos dolores en las plantas de los pies, que muchas veces no lo dejaban cami- nar sino con bastante trabajo; por lo que se resolvió, con la energia que le fue posible, a tomar por segunda vez la verdadera medicina «curativa, hasta conseguir su curación radical. Ha tomado, con todo el orden y reglas pres- íCriptas en esta obra, cuando se habla de las enfermedades crónicas é inveteradas, inclusas las seis tomas que usó al principio, el número de ciento treinta y ocho dosis; y asegura, por lo mas sagrado de su honor, que se han disipado todos los males e incomodidades, ó enfermeda- des que padecía; y que el braguero hace ya ¡año y medio largo que no lo usa ; y que jamas se acuerda de haber gozado una salud tan com- pleta. Toda su familia ha tomado dicha Medi- cina curativa, y en toda ha producido los efec- tos mas admirables que se podían desear. No especifica las enfermedades, por no molestar a los lectores. 194 Caso 11. Para la casa de D. Carlos Gaicano, qua vive en el Bajo del Rio, á la mediar cuadra de la calle de Corrientes para el Norte, se. me citó a una consulta, junta, ó reunión de Profesores, que se verificó como á las diez ó diez y media de la mañana, compuesta del Di, Carla, Dr. D. Cosme Argerick, Di. D. Salvio Gajfarot, y el irífrascripto ; para la señora esposa de dicho. D. Carlos, que se hallaba gravemente enferma. Habló primero el profesor Carta, de la grave- dad de la enfermedad, que la caracterizó, como en realidad era, por un principio ele cáncer ute- rino. Propuso todos los medios arreglados a los verdaderos prácticos, y añadió* que el había sido el que habia instado al esposo de la enferma para que se verificase esta reunión*, á causa de la gravedad del mal indicado que padecía esta Señora. Inició dicho señor una operación Quirúrgica bastante expuesta, que el mismo dijo no la iniciaba para que se hiciese ; pero que ya habia habido otros Profesores en Francia, que la habían ejecutado. Esta proposición fue desechada unánimemente; y luego propuso al- gunos otros medios arreglados á principios; concluyendo su narración ó esposicion. Tomó la palabra el Doctor Gajfarot, y propuso al- gunos otros medios también arreglados á prin- 195 cípios, como inyecciones, lavatorios y oíros, conviniendo en todo lo demas a lo espuesto por el Doctor Carta. Tomó la palabra el Doctor Argerich, y haciendo una narración ó esposi- cion, ó mas bien dire, una exacta clasificación de esta grave enfermedad, anadió a lo espuesto por los dos anteriores Señores algunas obser- vaciones que, á mi juicio, aclararon algunas du- das. Me llegó á mi la vez, y usando de la pa- abra, propuse unas inyecciones de la agua de Tcjcto mineral, según el cirujano instruido de .l\Ir. Goulard, añadiendo a cada limeta de esta agua seis dracmas del láudano líquido de Sid- henam; y que por lo que correspondía al plan, ó método interno, mi parecer era, se le admi- nistrase la verdadera Medicina curativa, guar- dando en un todo las reglas que ya están pres- criptas en esta obra. Es de advertir, que esta reunión de Profesores fue presenciada por el esposo de la enferma; el que dijo, concluida que fue la consulta, que él avisaría en lo suce- sivo lo que se debia hacer, tratando con su esposa. A las cuatro ó cinco horas se me avisó de parte de D. Carlos Gaicano, pasase á visitar su esposa, lo que efectué, é inmediatamente hice comprar una geringuilla de muger, proporcio- nada a modo de regadera, que es la usual para esta clase de enfermedades. Le advertí usase tam- bién del lavatorio, é interiormente empezó á tomar la verdadera Medicina curativa 'purgante 196 del segundo grado. Continuó arreglada á lo* que tantas veces se ha repetido en esta obia. Ello es, que por este plan, orden, ó método de curación, ha conseguido la enferma su cura- ción, sino radical, poco puede faltarle. Caso 12. En estamismacasa me presentó D. Carlos Ga- icano un pobre marinero, que en el Salado se ha* bia caído de la Cofa sobre la cubierta de un bu- que,donde algún tiempose le hicieron algunos re- medios caseros. Lo había hecho traer, y andaba Como una culebra arrastrando, pues que así se me presentó. Lo reconocí con la debida exac- titud, y halle las dos piernas bastantemente abultadas ; es decir, con una inflamación ede- matosa, sin movimiento las articulaciones, pues que parecían como anquilosadas. Inmediata- mente mande ponerle los fomentos de la agua de vegeto mineral ex-Goulard ya dicha en el caso anterior, añadiéndole el láudano líqui- do de Sidheman, y que también se po- dían hacer unas cataplasmas de esta, misma agua y miga de pan, que se estendiese en unos lienzos, y calientes se le pusiesen por la no- che, envolviéndole todo* lo inflamado; junta- mente se le coa toda el régimen 197 debido, la verdadera Medicina curativa, segrni queda ya dicho, y lia conseguido quitársele en- teramente toda la inflamación edematosa. Ha venido juego en, las articulaciones, y ya camina por su pie con un bastón. A este individuo lo ha mandado, por haberío el pedido, y con mí dictamen, D. Carlas Gaicano á un buque suyo. Me persuado que, si no comete algún desor- den, dentro de poco tiempo deberá estar en- teramente bueno. Caso 15. El Señor Ambrosio Alorante, uno de Í09 mejores actores del Teatro de esta capital, de edad de 46 á 47 años, que vivía en la calle de la Paz, niim. 60; me suplicó pasase a vi* sitarlo; lo que verifique, y habiéndolo reco- nocido, y examinado con la debida exactitud, hallé padecía un latido en la parte lateral iz- quierda, al lado del corazón. Este latido, que era procedido del diástole y sístole en el arco ó cayado de lu arteria grande ó aborta, metía un ruido como de pichón ó palomo bastante- mente fuerte, que se sentía con la mayor cla- ridad de dos á tres pasos desviado de este en- fermo, Lo hice tender de espaldas, y desnudo5 le puse un medio peso colunario sobre dicho 198 latido, y lo movía para arriba y para abajo, que parecía (no obstante bailarse intermedio el externan y costillas verdaderas) no dejar duda alguna que en dicho arco ó cayado se iba for- -niando, ó estaba ya efectuada, una aneurisma. Por la narración ó exposición que me hizo el mencionado Morante, de los tres facultativos que anteriormente le habían asistido, como tam- bién de una junta 6 reunión profesional que ya se había hecho de diferentes Profesores,* juntamente por el ningún movimiento agitado que dichos profesores le habían ordenado; me afirmé en que la enfermedad que manifestaba aquella grande pulsación y ruido, era proce- dida (como he dicho) del choque, ó mas bien diré, tropiezo de alguna dislaceracion de la membrana interna en el arco ó cayado de la arteria aborta. Nada me gustó el caso, y me pareció de la mayor gravedad; que no tuve embárazo en comunicárselo al enfermo, aunque con alguna precaución, ó cautela. Este me ma- nifestó entereza, diciendo que sabia lo mas mí- nimo de lo que habían hablado en la junta ó reunión que había hecho hacer, y que él ha- bía salido de la mencionada junta, ó reunión, enteramente deshauciado; que á mí me llamaba para que con franqueza, y sin tapujos, ni ambi- güedad, le digese mi parecer. Yo entonces le Contesté : Que en el pueblo había un rumor que en cierto modo ridiculizaba la gravedad 199 de sus males; pues que unos decían, que era daño que le habían hecho; otros afirmaban, que era un animal, que cada uno lo clasificaba a su antojo ; y que este era el que hacia el ruido. Morante, que tenia un talento naturalmente despejado, y cultivado por sí, se sonrió de la necia credulidad de algunos. Le propuse, co- mo que traducía mui bien el francés, llevarle una obra, en cinco tomos, que acababa de ve- nir de París ; juntamente el Charlatanismo desen- mascarado, para que se impusiese antes de entrar en curación, de su verdadera doctrina, que to- dos estos tomos se reducían a esplicar la causa eficiente de las enfermedades, y el orden ó mé- todo de espelerlas, desalojarlas, ó evacuarlas ; y que luego que él algún tanto se impusiese, determinaríamos lo mejor, pues que era de ne- cesidad una resolución firme y constante de vencer ó morir. Con efecto : le llevé dichos tomos, y él los fue leyendo con la reflexión que le fue posible. A los pocos dias se resol- vió, que en un todo baria lo que yo le ordena- se; é inmediatamente le administré una vomi- purga con la precaución que en estos casos debe tener todo profesor. Le hizo hacer dos vomr- ciones de bilis verdinegra, y tres deposiciones por abajo bastante copiosas. Al otro dia tomo la verdadera Medicina curativa purgante del segundo grado ; le hizo hacer seis deposiciones regulares de materiales nauseabundos; al otro 200 volví a darle otra vomi-purga algo aumentada. Le hizo hacer tres vómitos biliosos del mismo color que en la primera toma, y cuatro deposi- ciones por secesum ó el ano. Al otro dia, le ad- ministre la verdadera tintura purgante del ter- cer grado, Hizo los efectos que yo deseaba. Siguió con este método, que ya es inútil repe- tirlo, por estar bien especificado en esta obra, y continuó seguidamente hasta catorce dosis, ó tomas. Descansó un di a, y continuó diez dias seguidos. Ya se notaba el latido mucho me- nos violento, y el ruido era también menor. El enfermo tenia una regular apetencia, un sueño moderadamente tranquilo. ‘Contribuía mucho á todo esto la filosofía natural que encerraba en sí el dicho JMorante. Dejó dos dias de tomar, y continuó, guardando las mismas reglas que yo le había prescripto, ocho dias consecutivos; es decir, un dia vomi-purga, y otro de la tintura purgante. La mayor parte del pueblo me pre- guntaba,; unos teniéndolo como fabuloso, y otros capaces de creer todo, qne les hiciese fa- vor de esplicarles si era ó no verdad lo que se decía. A todos les contestaba: que la enfer- medad no era procedida de ningún animal que tuviese interior, y sí, que era de una clase bas- tantemente rara. Entre los interesados en esta investigación fueron los dos señores Profesores Dr. Df. Francisco de Paula Rivero, y el Dr. D. Pedro Rojas, á los que cité hora, que fue k 201 las diez y media de la mañana, en que nos reu- niríamos en la casa ó habitación del precitado Morante, donde, según las observaciones que hi- ciesen, precedido el reconocimiento, tendría- mos una discusión ; pero que había de ser con la condición, que al enfermo se le baria gratis aquella consulta. Mis compañeros accedieron muy gustosos, y se verificó esta dicha reunión a la hora en punto de las diez y media. No dejó de causar admiración á los dos señores Profeso- res este caso raro, ó particular; se informaron de sus principios ; de los facultativos que ante- riormente lo habían asistido ; hasta de la junta que, antes de yo asistirlo, había precedido ; do tos medicamentos que se le habían adminis- trado, y de los efectos que estos habían causado. Luego redundaron al plan, orden ó método que yo con él, desde un principio que lo vi, había observado. Concluido que fue todo su examen, ó indagación al susodicho Morante, tomó la pa- labra D. Francisco de Paula Rivero, y dijo : es escusado evitar nuestra discusión; juntamente parece mas propio que el enfermo oiga nuestro parecer; que el mió se reduce á que en virtud de que el enfermo halla mejoria, continúe con lo que su médico le ha proscripto. El señor D. Ptdi'o Rojas, expuso algunas razones, y con- vino finalmente con el parecer del Sr. Dr. Ri- vero. Tomé yo la palabra, y dije : ,, En la actualidad, señores, en este enfermo, a mi pare- 202 @er, lian disminuido los síntomas que caracteri- zan la enfermedad mucho mas de la mitad, y se puede asegurar que las dos terceras partes ~ por cuya razón me hubiera complacido el que ustedes lo hubiesen visto en el principio de mi asistencia.” Lo animaron al referido D. Am- brosio Morante ii continuar, ofreciéndole sus servicios; y se retiraron» Yo quedé conversan- do con el enfermo ; y le encargué, que al otro dia tomase otra vomipurga, y al otro la tintura purgante ; es decir, la misma fórmula, motiva- do a que liabia hecho los efectos suficientes, se- guu las reglas que esta obra prefija Tomó seis dosis consecutivas ; le dije, no tomase mas has- ta que yo le avisase. A los tres dias volvió ii tomar otras seis con el mismo orden. A los dos dias de la conclusión de estas últimas tomas, se resolvió, con dictamen mió, ii salir por la pri- mera vez ü representar al teatro, pues que el público con ansia así lo deseaba* La comedia fue—El Barbero de Sevilla ; su papel era de bastante agitación, y apenas se abrió el prosce- nio, y se presentó elscñor Morante, el público lo favoreció con un aplauso general. Desem- peñó su parte, como es público y notorio, con la mejor aceptación ; volvió a los dos dias á to- mar otras cuatro tomas; volvió a salir, también, con aplauso del público, y por último á las ochenta dosis, le dejé el‘ plan, orden ó método de curación, prescripto en esta obra, para que* 203 lo siguiese. En la actualidad, me dicen se halla en Mendoza continuando en su carrera drama- tica. Caso 14. D. José Etorga, que vive en la calle del 2o ■de Mayo, nú ni. 93; fui llamado y muy de prie- sa, por el clérigo Ascorra, para visitar a este ■señor Elorga, que lo encontré con una Jiemiplc- gici; es decir, una enfermedad que consiste en la atonia, enervación, 6 debilidad ; juntamente una supresión del movimiento muscular, y aún del de la mitad del cuerpo. Tenia la boca tan inclinada al lado izquierdo, que pare- cía aproximarse a la oreja del mismo lado. La lengua se hallaba paralíptica, y por consiguien- te apénas se le podia entender lo que quería decir. Inmediatamente le receté una vomi-pur- ga de catorce dracmas, que yo mismo por mi mano se la hice tomar. La señora su esposa, y familia, estaban sumamente afligidos, a pesar de haberles yo dicho, que se había de mejorar. Con la confusión avisaron á otros Médicos, pues que al poco tiempo apareció el Dr. D. Cristoval Martin de JYIontufa'r; lo pulsó, y examinó, y me dijo a mí, que la enfermedad era de bastan- te consideración ; a lo que le contesté, que yo 204 ya ic había dado una V’omipurga. Encargue en la casa las reglas que debían observar, y nos retiramos juntos hasta una cuadra, prome- tiéndole yo a dicho Montufar un buen éxito, siempre que se guardase el plan, orden ó mé- todo debido con el enfermo; en seguida nos separamos. Al anochecer volví á visitar al en- fermo, y lo hallé mui mejorado. La boca casi en su lugar; la lengua con mas movimiento, y ya se le entendía lo que hablaba. Ordené to- mase otra dosis de la verdadera medicina cu- rativa purgante; produciendo los efectos mas favorables que podían esperarse. Se me olvida- ba decir, que luego que salimos de la casa del enfermo el doctor D. Martin Montufar y yo, llegó á visitarlo, por haberlo tanibien llamado ó avisado, el profesor .. . Bou; mas no in- terrumpió el plan que yo le había proscripto. Al otro dia volvió a tomar otra vomi-purga pro- porcionada al grado de su enfermedad y sen- sibilidad ; produjo también los efectos que se deseaban; y, por abreviar, continuó alternando la purga con la vomi-purga con todo el orden debido hasta que,se mejoró del todo. Le enta- blé el plan que debía seguir en lo sucesivo, y me despedí. Me consta que hasta la presente no ha tenido novedad alguna, pues he hablado con él muchas veces. ** t f- • . ' i 205 Caso 15. El doctor D. Ramón Estevan Anchoris, que vive en la calle del 25 de Majo núm. 110; se me hizo llamar una noche como á la una y media 6 dos de la madrugada; y lo hallé con un afecto ó accidente epiléptico, en un estado el mas deplorable ; y que estaba á su cabecera el Señor deán D. Mariano Zavaleta. Inmedia- tamente corrí á mi casa, y le administré en cantidad de dos onzas el vomi-purgante. El Sr. Dean se afligía en sumo grado; mas yo lo con- solé diciéndele, que inmediatamente hiciese efecto se le quitaría el accidente. Con efecto, sucedió. Como a cosa de cinco cuartos de hora empezó a hacer vomiciones violentas de una bilis amarilla, de color verdinegro, y le em- pezó a ir viniendo poco a poco todo el cono- cimiento; tanto, que se levantó, y siguieron sus admirables ó prodigiosos efectos tanto por arriba como por abajo. Me retiré á mi casa, diciendo que guardasen el plan, orden ó méto- do que en tantos y tantos he esplicado en esta obra ; y que al otro día volvería á visitarlo. Así lo verifiqué, administrándole el tercer gra- do de la verdadera Medicina curativa purgan- te, en cantidad de dos onzas y media. Este Sr. ha guardado con exactitud el método pres- cripto en esta obra. El accidente hasta el pre- 206 sente no ha vuelto a repetir, y siempre que dicho Señor Anchoris observe con exactitud el plan, orden ó método de curación que le he dejado entablado, estoi firmísimamente persua- dido, que no solamente no volverá á repetirle mas el dicho accidente, sino es que gozará, como goza, de una perfecta salud. Este mismo Sr. se empeñó conmigo para que fuésemos á la Recoleta á ver un pobre francés emigrado im- presor que se hallaba gravisimainente enfermo. Con efecto, verificamos la visita á este infeliz, que estaba en un estado el mas deplorable. Di- cho Sr. me dijo, ¿se podrá curar este con los medicamentos que á mí Vd. me ha administra- do ? Yo le contesté: que era preciso para su curación mucha observación en el modo de obrar en aquel individuo los medicamentos in- dicados, y que no podia absolutamente ir á la Recoleta á visitarlo. Dicho Sr. se comprome- tió á llevarlo á su casa, ponerle una cama, pu- chero, y en fin, todo cuanto fuese necesario ; é inmediatamente dió el susodicho Sr. las órde- nes, y me encargó fuese á visitarlo. Así lo ve- rifiqué ; y al otro dia por la mañana temprano tomó la primera toma de la vomi-purga ; al otro dia tomó la tintura purgante; en fin, arreglé el método, y á las doce tomas se puso enteramente bueno. Otro francés, también se ha curado, por orden de dicho Sr., en esta misma casa. 207 Caso 16. Don Francisco Callejas, chocolatero, que vive en la calle de' Potosí núm. 61, me hizo llamar por un hijo suyo,, para que con la ma- yor prontitud (por hallarse sumamente apura- do) pasase á visitarlo. Así lo verifique, y ha- biéndolo reconocido con la debida exactitud, hallé padecía un cólico de miserere, 6 cólico vol~ vo, cuyos síntomas eran espantosos, pues que esta clase de enfermedades sabemos, ó debemos saber, tienen por causa eficiente, ó germen pro- ductivo la serosidad humoral, que extraordi- nariamente es mui ardiente ó corrosiva, y hace que se enrosque el intestino ilion suprime to- das las deposiciones de las vias inferiores; ex- cita horribles vómitos, crispaturas, desmayos, calentura violenta, causando al enfermo dolo- res intensos, con gran peligro de su vida. Con todos estos síntomas se hallaba este enfermo ; y a mas, arrojaba por la boca materiales fecales. Me dijo el mismo enfermo, que había tomado ocho cucharadas de la vomipurga de Mr. Leroy, pero que no le había hecho efecto alguno ; é inmediatamente le hice tomar cuatro onzas y inedia de este mismo vomipurgante; á las dos horas ya se hallaba con unos vómitos sumamen- te horrorosos, que absolutamente eran insufri- bles al olfato, pues venían mezclados con ma- 208 teriales cstercorosos ó fecales; y ya había he- cho, lo que hacia algunos dias no lo había ve- rificado, una pequeñísima deposición por abajo, que no llegaba á la cantidad de una unía. In- mediatamente resolví se le echasen muchas ene- mas, ó lavativas emolientes laxativas, añadien- do á estas aceite común y sal de Inglaterra. Este individuo rechazaba las lavativas; los do- lores eran mui intensos; me resolví darle me- dia limeta del cuarto grado de la verdadera me- dicina curativa 'purgante ; es decir, cinco on- zas y media, que componía la media limeta ya referida. A las dos horas y cuarto no había he- cho efecto alguno ; y viendo que ya en el bajo vientre, y en las dos ingles, se iban poniendo unos manchones enteramente negros, que ma- nifestaban una mortificación ó gangrena mui próxima; cuando por otra parte tenia á su ca- becera un Padre franciscano para auxiliarlo; viendome yo en este grande apuro, determine se tomase una dosis del dicho cuarto grado once onzas, que es lo que caben en las limetas que vienen de Francia con el rótulo de Monsieur Leroy, y hecha ó elavorada por Monsieur Cot- tin. Administre esta gran dosis por no haber entonces conocimiento de que hubiese un gra- do mas alto ; pues que en el dia se ha aumen- tado hasta el octavo grado para casos semejan- tes, y para todos aquellos que no sea dócil su sensibilidad ; y sea urgentísimo (por peligrar 209 la vida del enfermo) .indispensable desalojar expeler ó evacuar la causa, la única causa efi- ciente morbífica ó mordaz de las enfermedades que acometen al género humano, y de que la Providencia se vale para ejecutar sus desig- nios. Interin la dosis tomada hacia los efectos salí yo á visitar dos enfermos, de cuya asisten- cia me hallaba hecho cargo. Como á las dos horas volví á visitar a D. FranciscorCallejas, y antes de verlo ya conocí en el -semblante y alegría de su esposa e hijas, como también por lo pestilencial de la habitación, que habia ha- bido novedad favorable. Entré a visitarlo al aposento 6 dormitorio, y la primera diligencia fue abrir bien todas las ventanas, no obstante el mucho aseo, riego con vinagre, y estar la pieza desahumada con benjuí, que su Sra. es- posa é hijas habían tomado ya por precaución. Antes de pulsar al enfermo, este me dijo : „ya „ no me muero ; y V. al oir lo que me ha su- „ cedido se quedara admirado. Como a la hora „ y media de haber salido V. de aquí, tuve un ,, impulso grandísimo a evacuar. Me puse en „ el vaso ó servicio, y cayeron dos piedras, que „ metieron un gran ruido, que parecia se podra „ haber partido el mencionado servicio ó vaso/' Estas eran dos petrificaciones ó concretaciones biliosas, parecidas a las piedras que se forman en la vegiga de la orina ; no era (como sucede en otros) endurecimiento, ó suma resecación 210 de la materia estercorosa ó fecal, que también-* suele impedir el evacuar por abajo. Ello es, que*; el enfermo evacuó tanto, que llenó un servicio/ y á mas otras vasijas. Procure tomase bueno* caldos, y me despedí, diciendo volvería a-las-, tres ó cuatro horas, y que ya no Labia cuidado, pues que las manchas ya dichas, que se hallaban en el bajo vientre, ó ingles, habían disminuido considerablemente. Volví a visitarlo, y lo en- contró mucho mas mejorado, y las manchas iban á toda priesa desapareciendo. Ya se le Labia quitado casi del todo la fiebre. A las diez de la noche volví á visitarlo, y lo encontró mucho mas mejorado ; y, por abreviar, guardó exac- tamente el plan, orden ó método que tantas ve- ces se ha repetido en esta obra, consiguiendo su curación radical por último resultado. Caso 17. Hecho notable. Este mismo I). Francisco- Callejas, pasado algún tiempo de su curación, regaló á un amigo suyo llamado D. Manuel Sa- lar inde, que es el que vende Las peinetas en la calle de la Victoria, un perrito, de dos que había criado en su casa. Pasado algún tiempo, dicho perro se le enfermó gravemente á dicho 211 JD. Manuel Salar i ide. Procuró hacerle algu- nos remedios, por estimar mucho el perro; pero todo fue infructuoso. El perro cada vez se iba poniendo mas malo ; tanto que a los dos ó tres dias creyó el dueño que poco podía tar- dar en morir ; y determinó (por no tener ya la mas leve esperanza de que el perro pudiese 'vi- vir; llamar a un criado de D. Francisco Ca- llejas, suplicándole lo llevase al bajo del rio para que allí se acabale de morir. Dio la ca- sualidad que el referido D. Francisco Callejas vio á su criado cuando conducía el perro, y le dijo : ¡, traelo para casa.íf—Asilo verificó, y el susodicho Callejas le dió al perro enfer- mo una vomipurga, que seria (según la narra- ción ó exposieion que ha hecho dicho Sr.) de cerca de una onza. Como á la media hora le vino al perro un vómito horrible, y el men- cionado Callejas se descuidó algún tanto, pues que vino el otro perro compañero y lamió par- te del vomito del perro enfermo.—Volvió Ca- llejas, y notó, que inmediatamente el perro que estaba sano cayó muerto ; y que el en- fermo se había algún tanto mejorado. Fue de necesidad que el criado llevase al Bajo el per- ro que habia lamido el vómito ya explicado, pues que se hallaba enteramente muerto. Le dió al que habia hecho el vómito, á las tres horas, un poco de te, y á las dos horas le hizo tomar también un poco de caldo. A la hora 212 le puso un poco de agua, y bebió, y a las dos lloras y media le volvió a dar otra dosis igual de la vomipurga. Produjo nuevos efectos, guardando las mismas reglas. Luego que pasó el intervalo, y habiendo tomado los alimentos que él juzgó necesarios, empezó á administrarle la verdadera medicina curativa purgante del tercer grado, hasta cuatro dosis, guardando to- das las reglas ya dichas. El perro, yo lo he visto ; juntamente he oido la narración sincera y verdadera, tanto del Señor D. Francisco Ca- llejas, cortio de D. Manuel Salarinde.—Me há> parecido, amados Lectores, no estar de mas este notable caso, aunque sea en un irracional, por parecerme que abre un suficiente campo á las reflexiones de los sensatos. Esto sucedió en octubre de 1828. El perro curado se halla en la actualidad en la tienda donde se venden las peinetas, calle de la Victoria núm. 9. Caso 18. Otro caso mas 'particular y notable, como asimismo útil al convencimiento que deben bus¿ car los lectores sobre los efectivos prodigios (no milagros) de la verdadera Medicina curativa. Don José Ferreira, oficial de marina en- togado en Barracas del Arsenal, tenia en este 213 parage dos chanchas, que las hacia cuidar ó cebar con esmero. Estas ya habían crecido,, y se hallaban mansas, gordas y hermosas; que dice el dicho oficial, que la una era destinada para el general del departamento de Marina D. José Zapiola ; y la otra para el guarda-al- macén D. José María Castro. Se apareció un perro echando una babaza, y los ojos como en- carnados, que manifestaba poder estar rabioso. Se dirigió á las dos chanchas, y empezó a morder á una y á otra; lo que visto por un mari- nero, conocido por el nombre de Juan Colita, tomó un palo, y fue a defender las chanchas. El perro lo avanzó, y le mordió en el brazo. Este se curó con remedios caseros, no haciendo mayor caso. Se cieatrizarony, al parecer, cura- ron enteramente sus heridas, como también las de las chanchas. A los veinte y un dias empezó á dar señales de rabia una chancha, y á los veinte y tres la otra, que murieron rabiando. A los pocos dias empezó á dar todas las señales de rabia el marinero Juan Culita. Llegó á tanto, que parecía quería acometer, y ya echaba tam- bién una babaza. Sus ojos se habian puesto furiosos ; por lo que el Oficial encargado del Arsenal, D. José Ferreira, ordenó se viese modo como atarlo, lo que con maña y destreza se verificó. Lo llevaron a un catre donde lo amar- raron bien. No sabiendo el Oficial encargado del Arsenal qué partido tomar, en un caso tan 214 sumamente lamentable, se apareció D. Antonio .JoA del Texo, y entre todos resolvieron darle el Punquimagogo ó Medicina curativa. Man- idaron llevar una limeíita de ia vomipurga, y otra limeta del cuarto grado de la verdadera Medicina curativa purgante. Le administraron una dosis crecida de 1a vomipurga. Esta no hizo efecto. A los siete cuartos de hora vol- vieron a repetirle la misma dosis algo aumen- tada; tampoco surtió efecto, y a los otros siete cuartos de hora le dieron una dosis de tanto y medio de cantidad de la última vomipurga que había tomado del purgante. Tampoco se vie- ron los efectos que los administradores aguar- daban ; por cuya razón fueron aumentándola cantidad hasta que se concluyeron las dos lime- tas, y volvieron a mandar por mas cantidad. Antes que volviese la segunda data, empezó a hacer unos efectos extraordinarios por arriba, y por abajo; es decir, por vómito y por secesum ó el ano. Ya ei enfermo suplicaba le aflojasen las fuertes ligaduras, que lo mirasen eon hu- manidad, y que lo sacasen de entre aquella in- mundicia. Con efecto : el oficial compadeci- do, lo hizo desatar, y le hizo poner una ti- neta en la cual por sí obraba. Se le adminis- traron caldos, y las evacuaciones y vómitos con- tinuaban ; pedia agua y también se le dió. Pa- raron algún tanto los vómitos, mas las evacua- ciones continuaron de conformidad que casi,» 215 según declaración del oficial Fcrreira, llenó la tincta. Pararon las evacuaciones, y 1c hizo dar al enfermo caldos mui sustanciosos, que hizo hacerle el dicho oficial. Durmió un sueño tran- quilo, después de limpia toda aquella inmun- dicia. Habian desaparecido ya todos los sínto- mas de la rabia ; mas los interesados en su sa- lud se hallaban temerosos de que volviese a aco- meterle la fasca hidrofóbica ; por cuya razón volvieron a continuar dándole la vomipurga alternada con la medicina curativa purgante. Todos propendían a la curación radical de este infeliz, y las reglas que observaban eran las que les dictaba el libro que allí tenían de la ..Medicina curativa de J\Ir. Leroy. Lo cierto es, que el enfermo se curó radicalmente, y que no ha vuelto á tener ninguna señal síntoma- tica de esta horrible enfermedad contagiosa. Estos dos casos anteriores prueban suficiente- mente, que si los que no tienen (por no haberse dedicado a estudios, ni práctica) conocimientos capaces de la economía animal, como del modo de administrar y obrar los'medicamentos indi- cados en esta obra, hacen (aunque por casua- lidad) prodigios semejantes.. . .¿Que no liarán los verdaderos Profesores prácticos, observado- res de la naturaleza, que toda su vida lian de- dicado sus tareas á preservar la existencia de los mortales, como también á curar las enfer- medades que afligen al género humano?...*- 216 Caso 19. Doña Juana Gonzales, esposa del profesor en Farmacia D. Estevan Casanovas, que vivía, y vive en la calle de Cuyo núm. 106, de edad de 52 años; hacia ya el período ó espacio de veinte y tres que padecía un afecto asmático, ó ahogos; había sido asistida por la mayor parte de los facultativos ó profesores de esta capital. Me suplicaron su esposo, juntamente su hijo, Ja visitase ; lo que verifiqué con la prontitud que me fue posible, encontrando á dicha Doña Juana Gonzales con la accesión ó parosismo que acompaña á esta penosísima y fatigosa enfer- medad ; es decir, con la compresión angustiosa de la cavidad vital del pecho, producida por la contracción de los bronquios, y de los vasos aereos del pulmón. Se hallaba dicha Señora en tales términos, por estos indicados males, que con razón se temia se impidiese absolu- tamente la inspiración; manifestando lo es- puesto y los demas síntomas con la mayor claridad, la verdadera caracterización de la dicha crónica, é inveterada asmática, y gra- vísima enfermedad ; pues que debemos saber sin dudar, que esta afección es propia del sis- tema nervioso, que pertenece á los órganos de la respiración, como también, que consiste en el desorden del movimiento de las fibras motri- ces del pulmón; siendo verdaderamente el agen- 217 íe promotor o causa próxima del asma la eos- triccion producida por la segregación de lo mas sutil de la depravada degeneración luí- moral, que se halla depositada en la viscera ó entraña pulmonar, y que sabemos ya se le da el nombre de fluxión ó serosidad; y esta es, y lia sido siempre, la causa* la única causa efi- ciente morbífica ó mordaz, ó mas bien dire, el germen primitivo de la susodicha enfermedad; produciendo la obstrucción é infartacion, ó en- durecimiento de las partes que sirven á la res- piración ; é impidiendo también con su mordi- cante y ardiente acritud, los movimientos suma- mente necesarios é indispensables á la vida, de ins- piración, y aspiración. Inmediatamente (ama- dos lectores) me resolví, como debia, á que to- mase catorce dracmas del verdadero vomi- purgante ; y a los cinco cuartos de hora prin- cipió sus admirables efectos, que continuaron según mis fundadas esperanzas. Encargué guar- dasen el plan, orden ó método arreglado y es- plicado en esta obra. Al otro dia por la ma- ñana repitió la misma dosis, y al otro la verda- dera tintura purgante del tercer grado en can- tidad-de desonzas. Produgeron estas tres dosis ó tomas, mucha mejoría, y la ordené, ó mandé continuase tomando cada veinte y cuatro ho- ras ; es decir, que guardase una alternativa de un dia vomipurgante, y al otro la dicha tin- tura purgante. A las trece dosis la dige podía dejar de tomar dos dias, pues que estaba muy 218 mejorada. Salió de paseo por habérselo así ordenado, y caminó como admirada, y llena de regocijo, sin cansarse, ni notar fatiga al- guna, á pie hasta la boca del Riachuelo, que puede haber de distancia como una legua. Continuó tomando ; juntamente guardando las reglas ya proscriptas cuando se trata en esta obra de las enfermedades crónicas c invetera- das ; por cuyo medio ha conseguido las ma- yores ventajas. A la presente me consta se ha- lla buena; y sin fatiga alguna, pues que hace mui pocos dias la he visto, y también la he lia» blado. Caso 20. Don Elias Sannes, natural de Noruega, maestro carpintero, su edad 34 años, que vivía y vive actualmente en la calle del Perú número 153; padecía una atrofia, marasmo, ó mas bien, diré, una consunción general con calentura continua, sin tos ni expectoración ; y a pesar de no haber perdonado medio ó arbitrio á su alivio ó curación, pues que así lo declara el dicho Sannes de haber observado con la mayor exactitud el plan, orden 6 método de curación de diferentes profesores, que ya lo habían asis- tirlo ; no había hallado este individuo, por en- tonces, ningún alivio ó ventaja; y que cono- cían palpablemente, él y sus interesados, la 219 agravación ó aumeiito ds sus males. Determi- liaron, pues, el que jóla viese; en efecto así lo verifiqué, y en este estado, precedida la nar- ración ó exposición del enfermo, como también ( i debido reconocimiento, caractericé como de- bía su enfermedad de una verdadera tabes ó Upéis consuntiva. Me encargué de su asistencia, reflexionando que los humores degenerados su- mamente depravados, y la serosidad de estos con su calor ardiente, acrimonioso, y mordi- cante, consumian, extenuaban, y arruinaban al enfermo, haciéndole padecer muchas y gran- des incomodidades, que sabemos deben sufrir todos los que se bailen en igual caso. Esta gravísima enfermedad, crónica é inveterada, lia • terminado mas favorablemente de mis grandes esperanzas, con cuarenta dosis ó tomas de la verdadera medicina curativa, que le he admi- nistrado con todas las reglas que en esta obra se hallan prescriptas; y ha curado también radicalmente de una bernia completa é inve- terada del lado derecho, nombrada escliínocele; habiéndose quitado el braguero que usaba, por serle ya del todo inútil. Debo también adver- tir, que ha contribuido mucho á su pronta cu- ración, la docilidad de su naturaleza, ó mas bien diré, su exquisita sensibilidad. En el diase halla robusto, y enteramente sano de todas sus incomodidades ó enfermedades, trabajando en su ejercicio, y en la misma calle, número y casa. 220 Caso 21. Don Antonio Martínez da Costa, de nación portugués, comerciante que tiene su mercería Cn la calle del Perú num, 35, su edad como de 35 años, padecía, según su declaración, des- de el año 23 una hemoptóe, 6 hemotisis, ó mas bien dire, un fluxo periódico de sangre por lar boca, procedido de una atonía, enervación, relajación ó debilidad, como también de una disíaceracion ó corrocion de los vasos sanguí- neos del pulmón, todo causado, procedido y fermentado por la acumulación de la fluxión ó serosidad en la entraña ó viscera pulmonar. Este individuo, según me ha informado, había «ido asistido por la mayor parte de los facul- tativos de ésta capital, los que a pesar de no haber perdonado medio ó arbitrio para lograr Su curación, no tuvieron la satisfacción de con- seguirla, En esta situación me hice cargo de $u asistencia, principiando su curación arre- glado á lo preseript© en esta obra ; es decir, que me valí de la alternativa de un día vomí- p'urgante y el otro de la verdadera medicina curativa purgante, cuyo método ha manifestado ton la mayor claridad desde el principio todas lás Ventajas que el enfermo y yo podíamos de- áfettr ; y cOneluirc diciendo, que á beneficio de asenta tdínas dé esta medicina, que COn pro- 221 piedad puede llamarse admirable, se vé gozando de perfecta salud, y administrando personal- mente sus negocios, en la misma tienda de mer- cería ya citada. Caso 22. Don Antonio Cornet, su edad 46 años, que; vivía y vive en la calle de la Florida núm, 5, en los altos que dan vuelta á la calle de la Plata, de la propiedad de Doña Flora Azcucnaga, me hizo llamar, con firme resolución de que fuese yo (según él me ha manifestado) el que lo asis- tiese; pues que tenia su única esperanza de sa- nar en el plan, orden 6 método de la verdadera medicina curativa. Le contesté, que antes de reconocerlo, era de suma necesidad me hiciese una narración, ó exposición de los principios de su enfermedad, como también del período, ó espacio de tiempo que hacia se hallaba enfer- mo; juntamente, del plan, orden, 6 método que había observado; me contestó : que él había sido algo enfermizo desde tierna edad, y que cuando vino de Europa padeció en el viage del escorbuto, ó mal de Lean da; que se había he- cho ver con algunos profesores, a causa de unos dolores reumatálgicos que pad&cia; que había 222 ¡observado en un todo las reglas que aquellos le habían proscripto, y que el notaba el aumento 6 gravamen de los dolores; que siguió así por al- gún tiempo, mandando llamar a otro Profesor de esta Capital por habérsele formado una úl- cera en la parte lateral, media, é izquierda del pecho, sobre la tetilla de dicho lado; que este Profesor no perdonó medio, ó arbitrio para su alivio, ó curación ; pero que al poco tiempo, .apareció otra del mismo carácter en la parte me- dia, superior del brazo del mismo lado ; ambas, de aia en dia alimentaban su tamaño, ó grandor; lo que dio margen al facultativo que lo asistía para caracterizar dichas úlceras de las mas difí- ciles a, la curación, por conocer que su maligni- dad dependía de un vicio depravado humoral. En consecuencia de esta declaratoria del facul- tativo, se resolvió dicho D. Antonio Cornet, de acuerdo con su hermano D. Joaquín, a llamar a otro Sr. Profesor, quien lo asistió por el peí io- do ó espacio de siete meses, poniendo todos los medios que.su juiciosidad, con arreglo a las doc- tripgs;de los mejores autores clasicos, le sugería ó dictaba. Viendo el enfermo que por medio 4e este plan, orden, ó método que había guar- dado, y. observado con toda la escrupulosidad posible, no hallaba mas que algún momentáneo ajiyiovy que su enfermedad tomaba cada vez mayor incremento ; se decidió a suplicar al Pro- fesor rué le asistía, le administrase la medicina 223 curativa; condescendió dicho Profesor, admi- nistrándole unas dosis tan pequeñas, que sus efec- tos eran por decirlo así, insignificantes, ó ha- blando con mas propiedad, no hacian otra cosa, que causar una rebulsion sin la suficiente expul- sión. El enfermo, que estaba algún tanto im- puesto de este verdadero plan curativo, deter- minó aumentar las dosis que el facultativo le recetaba; y cuando conseguia expeler, desalo- jar, ó evacuar, se hallaba mas aliviado. Deter- minó suspender su curación bajo la dirección del Profesor que le asistía; y continuó toman- do, arreglándose en un todo á lo prescripío en la. obra titulada—Medicina curativa de Mon- sieur Le Roy. Habría tomado como cien dosis, ó tomas, cuando se verificó mi primera visita, que fue el dia seis de*Enero de 18*28; recono- ciéndolo con la debida exactitud, baile padecía unos dolores r> umaíálgicos genérales de las es- tremidades superiorese inferiores; mas, una úl- cera disepulótica cancrosa-en el parage ya dicho de la parte media lateral dei pecho, como tam- bién la otra con los mismos caracteres, en la parte media superior del brazo izquierdo. Di- chas úlceras se le habían lesisíido á todo medi- camento tópico, y le Inician padecer unos dolo- res insoportables ; juntamente se hallaba, con un epóstüsis ó tumor en el mismo hueso coronal, del grandor de un huevo popueño de gallina. También se le Iba formando una fístula lacrix- 224 mal en el ojo derecho ; y el tumor ó exóstosis se hallaba en la parte media lateral del hueso coronal sobre la ceja del ojo derecho. A mas de todo lo expuesto, estaba en un estado de fla- cura ó consunción, que parecía un esqueleto «mimado. En esta situación sumamente deplo- rable, caractericé esta gravísima enfermedad de lina depravada ó maligna corruptibilidad humo- ral, general; pero noté, que no se hallaba afec- tada ninguna viscera ó entraña ; y que por con- siguiente su enfermedad no se debía caracterizar de afección orgánica. Todo lo expuesto, como también la exacta práctica que he adquirido en mis detenidas observaciones, me animaron á ha- cerme cargo del cuidado ó asistencia de este in- dividuo; é inmediatamente resolví darlo una una dosis del yomipurgante, que produjo unos efectos, aunque no muy abundantes, por no ha- ber sido suficiente, pues que conocí que debía haberle dado una mayor cantidad. No obstan- te, halló el enfermo algún alivio, y determiné que al otro día por la mañana temprano, toma- se una dosis algo crecida del tercer grado de la verdadera medicina curativa purgante, la que hizo los efectos que el enfermo y yo podíamos desear. Siguió esta alternativa de un dia vomi- purgante, y otro de la tintura purgante, veinte dias consecutivos, y ya se notó alivio, así en las úlceras, como en la inflamación edematosa que tenia en las piernas; juntamente estaba mas pe- 225 queíío el exóstosis del hueso coronal; mui me- jorada la fístula lacrimal; los dolores de las extremidades se habian casi del todo extingui- do, por consiguiente dormía bien, y el estó- mago hacia sus funciones de digestión y con- gestión como se podía desear, teniendo una apetencia regular. Descansó dos dias, y conti- nuó tomando catorce dosis mas, también alter- nadas ; paró dos dias, y tomó dos dosis segui- das del vomi-purgante, y cinco con la alter- nativa. Hasta los tres meses había tomado 66 dosis, ó tomas. Hasta los cuatro meses 84. En este tiempo se habian notado algunas altas y bajas; es decir, que con claridad manifes¿ taba la dificultad en la curación radical de esta depravada, crónica, e inveterada enferme- dad, y que era necesario, e indispensable una firme y constante resolución de parte del en- fermo á vencer, ó morir; lo que con la mayor claridad le hice entender á su hermano, y aun al mismo paciente. Por lo que debo confesar no haber asistido a un enfermo mas dócil ni rnas convencido de la evidencia de la verda- dera doctrina de la medicina practica, vertida en las páginas de esta obra. Ello es, que con Ja mayor constancia continuó de modo que hasta el 30 de mayo había tomado 100 dosis ó tomas; 154 hasta 13 de septiembre ; y com- pletó el año en 6 de enero de 1829, contando tomadas 216 dosis crecidas que le he adminis- 226 irado. Se halla en la actualidad casi entera» mente sano; pues las dos úlceras cancerosas es- tan del todo curadas y cicatrizadas radicalmente; el exóstosis no se conoce que haya habido tal tu- mor huesoso; la fístula fue la primera que en- teramente desapareció; los dolores de las ex- tremidades, como también su inflamación, han desaparecido igualmente. Se halla gordo, bué- na color, buen apetito, buena digestión, y me- jor sueño, desempeñando con la mayor activi- vidad sus negociaciones comerciales. El her- mano, y el mismo enfermo, por encargo parti- cular mió, han llevado un diario escrupuloso en toda la serie de la enfermedad, desde el primer dia hasta el último, donde se hallan los pormenores de esta curación, que muy bien puede servir de ejemplo en lo sucesivo a la hu- manidad. No obstante, le he prescripto el plan, orden ó método de precaución que debe obser- var, arreglado en un todo a los principios fun- damentales bien esplicados en esta obra; pues sabemos, y debemos saber, como ya esta dicho, que el que con exactitud lo siga, concluirá con las raíces del germen productivo de las enfer- medades, y aunque nos creamos libres de ellasL nada se pierde en precaverlas. Caso 23: Doña María Antonia Oyetela, de edad de 227 '31 años, que vivía y vive en la calle del Par- que número 57, madre de la niña del caso 37, padecía una fiebre, ó calentura aguda gástrica, con los caracteres mas alarmantes; é inmedia- tamente resolví tomase dos onzas de la vomi- purga clarificada, y decantada. Esta dosis ó toma la hizo los efectos de cuatro vomiciones, y nueve ó diez deposiciones por secesum, que fue administrada a las ocho de la mañana. Vien- do yo que la enfermedad no había minorado, a las nueve de la noche del mismo día, la hice to- mar dos onzas y media de la Tonipurgativa de Audin-Rouviere. Encargué a las que la asistían el orden ó método que debian guardar, hasta el otro dia, que volvería yo a visitarla. Como a las seis y media de la mañana la volví a ver, y por los buenos efectos que había producido aquella noche, la hallé algo mejorada; mas la lengua estaba todavía bastantemente cargada de un co- lor pajizo. Determiné tomase otra dosis de la vomipurga en la misma cantidad de dos onzas. Esta la produjo unos efectos los mas admirables, pues que -a la tarde ya la hallé sin fiebre ; y de- terminé tomase algún alimento fácil á la diges- tión. Ello es, que con otra toma de la Tunipur- gativa de Audin-Rouviere, en la misma cantidad que la segunda dosis que tomó, ha conseguido completamente su curación. 228 Caso 24. I>omingo Bonarde, Maestro de vidriero y fá+ rolero, de edad de 33 años, que vivía y vive, en la calle de Cangallo, número 136, se hallaba ha- cia mucho tiempo sin poder trabajar en su ejer- cicio á causa de sentirse gravemente enfermo, y á pesar de no haber perdonado medio ó arbi- trio a su alivio, no había podido lograrlo; por cuya razón, pareciendole que su enfermedad era de las incurables, me hizo llamar para que lo teconociese> y viese con ingenuidad si tenia, ó no, remedio. Asi lo verifique, precedida su nar- tacion 6 exposición, que fue decirme hacia mu- cho tiempo se hallaba en aquel estado ; y que todos los arbitrios habían sido infructuosos. Te- nia este individuo una serie de lesiones, que con- sistían principalmente en una anhelación ó agi- tación involuntaria y fatigosa de los músculos del pecho, acompañada de una respiración difí- cil y frecuente, sin calentura aguda. Caracte- rice, como debía, esta enfermedad de laclase de las anhelaciones e&pasmvdicas. Me propuso el enfermo, que cuanto le había de llevar por su curación, por haberle dicho yo, que en el pe- ríodo ó espacio de dos meses, me parecía (guar- dando el el plan, orden ó método que yo le im- pusiese) se pondría bueno. A esto, me contestó: que estaba aburrido de gastos; y que así dijese* 229 cuanto me liabia de dar. Le conteste : que tres- cientos pesos, papel moneda; pero que los ha- bía de depositar en mi nuevo establecimiento, y elaboratorio, con las mismas condiciones de que habla el proyecto de garantía ofrecida á la sociedad, que se registra en esta obra. Así lo verificó; e inmediatamente principie su cura- ción, arreglándome en un todo á lo preseript© en esta obra cuando trata de las enfermedades crónicas, e inveteradas. A los cincuenta y dos dias he conseguido su curación radical, quedan- do dicho enfermo muy contento, y sumamente satisfecho de mi promesa. En la actualidad ha cnrobustecido; tiene muy buena apetencia, buen sueño, y trabaja en su taller con mas agilidad que nunca. Caso 2b. Martin Despouy, hijo de D. Blas Despouy y de D.a Ana Carmen Torres, de edad de dos anos y meses, padecía, hacia ocho meses, una grande inflamación en el ojo derecho y toda su circun- ferencia, con unos dolores sumamente fuertes. El globo del ojo se hallaba cubierto de una mu- cosidad que, cuando se lavaba, abriendo los dos parpados, no se podía ver nada de dicho globo. Fui llamado para asistir este niño enfermo, por 230 su abuelo D. José María Torres, y habiéndolo reconocido con la debida exactitud, me pareció ,que había un tumor como supurado, que era de 'la clase de los que se llaman ó se les da el nom- bre, facultativamente, de staphilomas ; pero ab- solutamente podía distinguirse por su mucha protuberancia. Ello es, que los Profesores que habían asistido, en el período ó espacio ya dicho de ocho meses, a este niño, no daban la mas le- ve esperanza de la conservación de este ojo ; «cuanto mas, de que por él pudiese ver. En esta deplorable situación, me resolví a administrarle la vomipurga clarificada y decantada ; la que produjo los efectos que se podían desear. Vol- ví á repetirle la misma dosis anterior de la dicha vomi purga en cantidad de siete dracmas; pro- dujo también muy buenos efectos, y ya se notó mucha mejoría. Al otro dia, tomó nueve drac- mas del 2 o grado de la tintura purgante. Al otro, tomó otra vomi-purga; y al siguiente re- pitió también la misma dosis déla susodicha vo- mi-purga. Al siguiente dia, tomó una onza y dos dracmas de la verdadera Medicina curativa purgante, también como anteriormente del se- gundo grado. Ha seguido constantemente el plan, orden ó método de curación prescripto en esta obra, cuando se trata de las enfermedades gravísimas, y luego que se vio muy mejorado se modificó, ó se minoró el plan, orden ó método ; es decir, las dosis, alargando algún tanto mas 231 1:03 espacios intermedios, con lo que ha coliseo guido una curación radical, y se halla con los dos ojos sanos, brillantes y hermosos, como tam- bién robusto, buena color, buena apetencia, y buen sueño, signos de una completa salud. Vive este niño en la actualidad en compañía de sus padres, en la calle de Balcarce, número 34, casa propia. En esta misma casa, se han curado tres enfermos mas por este misma plan, orden ó mé- todo, » j í*. ’ • - ;■ Caso 26, Don José María Torres, quien me condujo para la curación de su nieto, que es el niño del caso anterior, ha tomado cerca de seiscientas to- mas ó dosis de la verdadera Medicina curativa, entre vomi-purgantesy purgantes ; y lia conse- guido vencer una enfermedad crónica, e invete- radísima, de aquellas que nunca se han podido curar por otro método. Enfermedad, cuya de- nominación no la he hallado en ningún autor antiguo ni moderno de los que he leído. Ello es, que desde cerca de la punta de la lengua, en la cara superior de esta, hasta su base, se hallaba una dureza de un color amarillo obscuro, que manifestaba como una callosidad; juntamente padecía algunas molestias en el estómago; y á 232 beneficio de este plan, orden ó método hades- aparecido ya casi del todo lo que se ha indicado Caso 27. Pedro Guerreros Torres, hijo de D. Bernabé Guerreros Torres y de Doña Pascuala de Arau- cho, de edad de tres años y medio, que vivía y vive en la calle de la Catedral, frente á la zanja conocida por de Matorras, casa nueva sin nú- mero, de la propiedad del Canónigo D. Pedro Vidal; fui llamado por su padre para visitarlo ; lo que verifique, y habiéndolo reconocido con la debida exactitud, hallé a dicho niño con mu- cha fiebre, delirio, una sequía insaciable, que manifestaba una coherencia y confluencia hu- moral de malignísima calidad • enfermedad que se conocía con la mayor claridad, ser de la clase de las exantemáticas, pues se veia ya palpable- mente, particularmente en la cara, la erupción ó salida de una viruela confluente maligna. Pregunté á sus padres, si en el barrio había ha- bido enfermos de viruelas ; y se me contestó que en esos dias habían muerto cuatro ó cinco cria- turas, No me detube un momento en adminis- trarle una vomi-puiga proporcionada a, su edad y grado de enfermedad; hizo los efectos que su* 233 padres y yo podíamos desear; pues que fueron por arnbas vías; dado el intervalo proporciona- do, je administré otra dosis de la verdadera Me- dicina purgante; volvió á tomará las doce ho- ras otra vojmi-purga, la que hizo también admi- rables efectos; pues que se le notó ya mejoría. Al otro dia tomó otra dosis de dicha Medicina 'purgante ; se le quitó la fiebre, el delirio, y otros síntomas, y se notó clara y distintamente la mu- tación de la viruela confluente en benigna. JEllo es, que con las cuatro tomas ó dosis ya di- chas, que se le administraron, ha ido de dia en dia la mejoría á pasos agigantados; y en el pe- ríodo ó espacio de doce dias se ha c,urado, sin otro remedio, solo silos alimentos proporciona- dos, y algunas lavativas laxativas. El agua que ]ia usado ha sido la natural. Diferentes enfer- mos de este mismo mal, de ambos sexos y eda- des, se han curado por este .mismo plan, orden ó método; lo que hace ver confirmados y ratifi- cados los principios fundamentales que, con Ja mayor claridad y v ex dad, rehallan establecidos y en esta obra. Caso 28. Don Benito Ramírez, Profesor Dentista, de edad de 66 años, que vivía y vive en la caite 234 ¿Le la Florida número 165, según declaración que él mismo ha dado en mi nuevo estableci- miento, fue asistid® por la mayor parte de los Profesores de esta Capital. Su enfermedad era una gran ulcera disepulótica, pues que se había resistido acodos los remedios que dichos pro- fesores le habían administrado. Esta grande úlcera, era acompañada de una inflamación enorme ; se hallaba situada en la parte anterior de la pierna derecha, y tenia veinte y tantas bocas abiertas. Viendo que todos unánimes, y conformes manifestaban á su esposa, y aun á él, la ninguna esperanza de su alivio, se resolvió por sí solo sin llamar facultativo, á tomar la verdadera Medicina curativa ; lo que verificó sin otras reglas, que las que le decia el autor de ella, por cuya obra se dirigía; ya beneficio .de ciento sesenta tomas, ó dosis, ha conseguido su curación radical ; y cuando ha dado esta ex- posición, ó declaración, yo mismo lo he reco- nocido con la debida exactitud, viendo la ci- catriz, ó señal, que en dicha pierna se mani- fiesta,.. . ¡ Que dirán al leer este caso los anta- gonistas de la verdad ! Caso 29. Angélica ¡Guerreros Torres, de edad de seis 235 años, hermana del niño enfermo de viruelas, de que habla el caso número 27, lia sido radical- mente curada por el mismo plan, óiden, 6 mé- todo; pues que la enfermedad, ha sido de la misma clase. Caso 30. Don Henrique Ballesteros, portero del Cré- dito Público, de edad de 76 años, se bailaba gravemente enfermo, como también dos hijas, suyas, y a beneficio del buen orden, 6 método ya esplicado en esta obra, han conseguido su curación.—Viven calle del Perú ÍÜ4. Caso 31. Don Juan de Dios Orianne, Maestro Platero Francés, su edad 62 años, que vivía, y vive en la calle del Perú número 126; a beneficio de este plan ya referido, ha conseguido su cura*- cion ; como también su señora esposa; ambos gravemente enfermos, aunque antes no habían perdonado medio 6 arbitrio, así en Francia ce- - 236 ¡nao en el Janeiro, y juntamente en esta Capital**, para conseguirlo. 1 Caso 32. Don Vicente Lanuza, de edad de 50 afios* que vivía y vive en la calle del Perú num. 226* no había perdonado todo sacrificio á su alivio, pues que había sido asistido por diferentes Pro- fesores, y que se habían hecho dos juntas, o reuniones de dichos Facultativos; fui llamado con instancias para asistirlo ; al que encontré con unos dolores sumamente, fuertes reumatál- gicos, en un estado de grande impedimento para los movimientos naturales, particularmente en las extremidades superiores, é inferiores. Ello es, que a beneficio de mas de ochenta to- mas algo crecidas de la verdadera Medicina cu- rativa, por ser bastante insensible, ha logrado su curación radical. Es de advertir, que á este individuo se le habían administrado las unciones, por dos veces; y ha expelido, ó arrojado el azogue en su estado metálico. Casó 33. El Dr. D. Manuel Vicente Maza, se hallaba 237 en un estado deplorable, y como sin esperanzas de curación ; me hizo llamar, y reconocido que fue con la debida exactitud, bajo las garantías de que trata esta obra en el artículo 31, ambos nos conformamos, y á beneficio dei buen plan, orden, ó método, que exactamente ha obser- vado, y que se ha prescripío en esta obra, ha conseguido su curación radical, de lo que am- bos hemos quedado satisfechos. Caso 34. El R. P. Fray Nicolás Aldazór, Religioso de San Francisco, en su mismo Convento, ha sido asistido y curado por mí, por este mismo plan, orden, ó método.—Su enfermedad era de bas- tante consideración, por su mucha insensibi- lidad; me ha sido preciso, ó de necesidad, darle unas dosis ó tomas crecidas, valiéndome del gra- do sexto de la verdadera Medicina curativa purgante, hasta que hizo los efectos que él, y yo podíamos desear—Luego me he valido de la toni-purgativa de Audin-Rouviere.— Ello es, que en el periodo ó espacio de veinte dias ha conseguido su curación radical. 238 Caso 35. Don Juan Lumbardo, Oficial de la escolta del Superior Gobierno, me ha remitido la si- guiente exposición garantida con su firma, que queda archivada, para satisfacción de los que gusten verla en mi establecimiento calle de la Faz, números 63 y 65. Es al pié de la letra,, como sigue : Señor Don Pedro Martínez, Profesor en Me- dicina y Cirugía. Habiendo llegado a mi noticia por un con- ducto fidedigno la publicación de una obra suya, titulada—La Verdadera Medicina Cura- tipa, ó el celo descubierto de los arcanos de la Ciencia Médica ; me ha parecido hacer un bien a la humanidad aflijida, manifestando con la mayor claridad y verdad, lo que me ha suce- dido ; esto es, siempre que V. lo considere útiL al fin que me he propuesto. Hallándome en la Guardia de Chascomus, distante de esta Capital 32 leguas, en el estado mas deplorable de enfermedad; habiéndome asistido D. Henrique Donell por el periodo, 6 espacio de un mes, en cuyo tiempo me hizo to- mar píldoras de mercurio, que él mismo me dijo, estaban muy cargadas, resultándome de estos medicamentos, aflojárseme toda la dentadura, hacerme [ edazos la lengua, con un babeo ex- 239 traordinario ; y no teniendo recursos con que contar para asistirme ; determiné venir á Bue- nos Aires con el objeto de curarme.—Emprendí el viage en un carruage; mas al principio del camino sentí dolores tan acervos, que desespe- rado tomé una cantidad de aguardiente, y en una situación bien difícil de pintar, hice ese dia diez y ocho leguas de marcha,—Al siguiente; volví á ponerme en camino, y los dolores me martirizaban tanto, que tuve que volver al de- sesperado recurso del aguardiente, y á la situa- ción del dia anterior para poder, en algún modo, soportarlos.—Después de dos dias de tormentos, llegué a mi casa calle de Potosí, número 166,> donde encontré tres enfermos de mi familia, mi madre, mi padre político y mi hermana. Vien- do que allí era imposible ponerme en cura, pasé la noche, y al otro dia hice sacar la baja de la inspección, y resolví ir a asistirme al Hospital establecido en la Residencia.—Entré en él en 26 de diciembre de 1826, como a las seis de la tarde, y se me coloco en la sala de oliciales, donde había tres enfermos mas, entre ellos D, Pedro Hernández, teniente primero de artilleiía. Mis enfermedades consistían en siete úlceras, que amenazaban gangrena, entre ellas dos de un grandor enorme; y en tal estado que en el viage se me había manifestado en una de ellas una parte negra, la cual corté yo mismo con unas tijeras a mi venida en el camino, en la casa 240 pulpería de Doña Juana Dios.—También tenía, según supe después, el hígado inflamado, y grande irritación en el estómago.—El primer facultativo que me vio, ó que me visitóal entrar en el Hospital, fue D. Francisco AimekJa, que era el Medico de semana, y dijo : „ Estos mi- litares, solo vienen al Hospital cuando se-están muriendo; en fin, póngansele unas cataplas- mas y se retiró.—Se me pusieron, y al dia si- guiente, se hizo lina junta, «compuesta de los Profesores, Dr. D. Pedro Carta, Dr. D. Mi- guel Rivera, y el Dr. D. Francisco Almeida; de la que no entendi mas, sino queme hallaba en un estado mas que deplorable.—-Quedó mi asisten- cia á cargo del Profesor Carta, por haberlo así pedido yo. Empezó á asistirme administrán- dome píldoras mercuriales ; á los tres dias vino a la tarde D. Diego Alearía, practicante mayor que hacía de medico de entradas; y en conver- sación familiar, me dijo, que se interesaba mucho por mi salud ; y que si quería mejo- rarme, dijese yo al Dr. Carta, que permitiese por unos dias que él me asistiese.”—Así lo hice en presencia del dicho Alcorta; á fo que el Dr. Carta, corno sorprendido, me preguntó ¿ que por qué era aquello A esto tomó la palabra D. Diego Alcorta, y le dió razones a mi parecer convincentes; por to que concordaron en que me asistiese D. Diego Alcorta por el tér- mino de quince dias, en cuyo tiempo hallé no- 241 fabl© flifcjoría. Cumplido el plazo, me dijo di- cho D. Diego Aicorta, que era de necesidad solviese á ser asistido por el profesor Carta. En efecto, al otro día vino á visitarme el mencio- nado Carta, y continuó con las píldoras mer- curiales, unciones, como 30 ventosas sajadas en diferentes ocasiones, cáusticos, y una tisana que decían ser sudorífica &c. — Después de ocho meses de asistencia por este método, a mi parecer el facultativo me vio aun en un estado mas deplorable ; por lo que el mismo resolvió se hiciese otra junta compuesta de los profe- sores que formaron la anterior. Quedó asistién- dome el mismo profesor Carta, continuando con el mismo plan que antes había seguido, eceptuando las ventosas sajadas. Siguió como dos meses mas en mi asistencia, y viendo jo que no adelantaba en mi salud, y que me iba ani- quilando, resolví avisar por mi asistente Bal- tasdr Saldivar al doctor Carta, suspendiese sus visitas; suplicando por el mismo conducto al doctor D. Miguel Rivera, tuviese la bondad de asistirme ; lo que verificó, viniendo al otro dia á visitarme. En esta asistencia tuve notable mejoria; pero al mes, poco mas ó menos, se enfermó el doctor Rivera, y en su lugar vino a visitarme el doctor D. Francisco Almeida, que mandó suspender el plan que seguía ante- riormente, y ordenó me pusiesen unas cataplas- ma* cuya composición ignoro. En el periodo 31 242 ;de veinte dias que rae asistió diclio Señor, las úlceras volvieron para atrás y se asolaparon,, su- friendo yo en esto grandísimos dolores, y ya todos los alimentos que tomaba los devolvía; es decir, que mi estómago se hallaba en un es- tado mas deplorable, pues todo lo que arrojaba era de un color sumamente amarillo, y algunas veces verdoso, mui amargo. En este deplora- ble estado, resolví avisar al Sr. doctor Almeida, por medio de mi asistente, que al otro dia no me visitase ; suplicando, por conducto de este mis- mo, al doctor D. Juan Fernandez tuviese la bondad de venir a visitarme. Así lo Verificó, y empezó a darme las unciones mercuriales, baños de tina, ventosas sajadas, 'cáusticos y otros medicamentos por la boca ; de estos ig- noro su composición. En este tiempo el ecó- nomo D. José Rodríguez, por mi estado de sa- lud, y a súplicas mías, me señaló un cuarto que esta contiguo a la sala de oficiales. Entre tanto mi curación no se verificaba ; por lo que el Sr profesor Fernandez ordenó se me diesen unas fletaciones en las plantas de los pies de un un- güento blanco que, según pude averiguar, se componía de grasa de cerdo con sublimado corrosivo, meneándolo por el espacio de diez ho- ras que, por no querérmelas dar ninguno, me las daba yo mismo. Me di estas fricciones como veinte vocea ; tomando también por la boca tres cucharadas diarias, una por la mañana* 243 ntra á las once, y otra á la.noche, de tina es» pecie de miel, que decían ser el rub antisifilitico. yiendo yo ya mi curación tan larga, estando desesperado, y no habiendo faltado en nada «t todos los planes ó métodos que me habían or- denado ; por casualidad conversando con Don Joaquín Robés, practicante de la escuadra, que se hallaba enfermo de la vista en !a sala de oficiales, me dijo tenia la obra de la Medicina curativa; y que por qué no me enteraba de. ella y la tomaba ; pues que él sabia sus buenos efectos, Le supliqué me la tragese. La leí, la volví á leer hasta que me pareció hallarme con- vencido de las razones que este autor me daba. Mi primer paso fué, después que estuve re- suelto a tomarla, y antes de empezar, insinuar- me con el doctor Fernandez, (aunque sabia su estrema oposición, á estos principios fundamen- tales) preguntándole si podría tomar un vomi~ tivo para arrojar aquella causa que a mi pa- recer tenia en el estómago. A mi insinuación se sorprendió algún tanto, y me dijo : „ ¿Quien le ha dicho á V. eso"?—Yo le contesté, que „ nadie, sino que era un parecer mióy él- continuó: „Si V. toma un vomitivo, a los cinco minutos es usted víctima/'—No dejé de sor- prenderme en sumo grado, pues que me quedé perplejo en la resolución que ya había tomado- mas sin embargo, bailándome aburrido de vi- w penando, me resolví firmemente a observar 244 jpor mí mismo, si era ó no verdad lo qué ef' médico me decía, y si era así perecer> pues tal era mi aburrimiento. Volví a leer la obra ; e» decir, el artículo cuarto donde trata de las en-* fermcdades crónicas, y allí vi que el autor do la Medicina curativa dice : Que si la enferme- dad es de curación, por medio de su plan, or- den ó método, bien observado, debia curarme ; y así hice el ánimo de vencer ó morir. Resolví valerme de una Señora, conocida para que me comprase y tragese ocultamente la vomipurga y la purga del cuarto grado, de la botica de £>. Gabriel Piedra-Cueva. Esta Señora llamada Doña Agustina Giles, me condujo ocultamente en el pecho cuatro onzas de la vomipnrga y otras cuatro del purgante del cuarto grado. Tomé, como á las tres de la mañana, onza y media de la vomipurga ; á las cuatro y inedia me hizo hacer un vómito horroroso, amargo y acre, que me hacia arder la boca. Como á la hora después me hizo hacer otro vómito no tan copioso como el primero ; pero sí de la misma clase de materiales. Al poco tiempo hice una copiosísima deposición por abajo, de unos ma- teriales mui pestíferos, que fue de necesidad inmediatamente separarlos por medio del asis- tente, por su grande corrupción. Hice cinco deposiciones mas. A las tres horas tomé una¿ tacita de té, y no la devolví como me sucedía ahteriormeate con todo lo que tomaba. A, las 245 áo* horas también tomé un caldo claro, que- tampoco devolví. A la hora un caldo natural con ei misma suceso. Luego bebí agua apañada. Serian las nueve y cuarto cuando vino el médi- co a visitarme ; me tomó el pulso, y volvió a recetar lo mismo que el dia anterior ; nada hicefc- V al otro dia repetí la misma dosis de la vomi- purga, surtiéndome, poco mas ó menos, los mis-- mos efectos, pues que guardé yo exactamente las mismas reglas. Continué en este mismo or- den nueve dias seguidos; es decir, que tomé nueve vomipurgas consecutivas, una cada 24 ho- ras. Luego tomé una pu¡ga siguiendo el mismo > régimen, la que me produjo catorce deposi- ciones de materiales sumamente pestíferos, de un color negruzco. Ello es, que continué to- mando alternativamente un dia vomipurga y otro pnrga, hasta el número de cuarenta y ocha- tomas, sin interrupción de un dia, y conseguí mi cicatrización y curación radical de mis úl* ceras, como de todos mis males. Ya salía yo a la calle, y tenia buena apetencia, como también* dormía tranquilo- a las horas de costumbre, y toda mi tristeza y desesperación se había con- vertido en una alegría inaplicable. No obs- tante, por si había quedado alguna raíz de mis males antiguos, tomé por precaución ocho tomas mas ; es decir, cuatro vomipurgas, y cuatro purgas del cuarto grado. Sería nunca acabar d ponerme á describir las grandes precauciones 246 que tenia que tomar para sustraerme de que me viesen el libro y la medicina, como tam- bién para que el facultativo que me asistía no me encontrase cuando me hacia los efectos. Cualquiera que tenga un mediano conocimien- to de lo que es un Hospital y su arreglo, puede formar una.idea de lo que habré pasado. Diré, por conclusión, que en el mes de. noviem- bre de 1828 salí del Hospital, eon alta que me dio el profesor D. Juan Fernandez; que des- pués volví al servicioque he hecho una cam-j pana, y a pesar de los feios y demás inclemen- cias del tiempo, y de los pesados trabajos de. la guerra, no he sentido ningún .síntoma da enfermedad, lo que me ha hecho formar el completo convencimiento practico de las ver-; dades que lia estampado en su obra el autor da la JMtdicina Curativa ; á quien conservo la ma-, yor gratitud, por haberme libertado dq la muer- te. Al cerrar esta comunicación, ofresco a V. mi inutilidad y respeto. Buenos Aires, mayo 7 de 1829.— (Firmado) Juan Lumbar do. La exposición que acabo de insertar, y que me fue remitida, como )a lie dicho, por el su- geto que la firma, abre un campo el mas vasto á muchas importantísimas reflexiones y com- paraciones que se presentan a la buena razón.. Haré mérito de las que conjeturo mas oportu- nas para llenar el obgeto que me propuse ai 247 escribir el artículo 34 y último de esta obra. Véase aquí un individuo, que habiendo estado dos años en el Hospital, se ha curado en dos meses furtivamente, con solo haber he- cho una constante resolución después que se halló convencido de los principios fundamen- tales en que se apoya la verdadera Medicina Curativa. Examinare, pues, el resultado que tendría si se estableciese en los Hospitales de la capital. Partiendo del hecho referido, haré las comparaciones mas justas* Un enfermo de la clase del Oficial Lumbar do, en dos años, hace al Hospital gastos de consideración así en los medicamentos como en todo lo demas que es concerniente a su asistencia. Padece todo este tiempo tormentos horribj es; al fin muere (como regularmente sucede) y el facul- tativo que lo asistió se ve privado hasta del lauro de su curación. Por el plan general de la verdadera Medicina Curativa (según se ve) un enfermo de esta clase, y mucho mas en el principio de su enfermedad, se cura en el es- pacio de uno ó dos meses, ó en ménos ; padece solamente el tiempo que es preciso que padezca; los gastos que hace al Erario son infinitamente menores en uno ó dos meses, que en dos años; sana al fin el enfermo, que es lo que mas importa, y el facultativo que lo curó aumenta su reputa- ción, y se goza en la noble satisfacción de ha-, ber arrebatado u la muerte una victima. 'Estas 248 comparaciones que parece se caen de su peso, me llevan á otra reflexión concluyente, no me- mos importante, y que se enlaza con ellas. Si un enfermo en una situación desesperada que le priva el observarse con exactitud, y determi- nar con algún acierto a cerca de su salud, luego que se convence se dispone á tomar )a *verdadera Medicina curativa, y con-igue su cu- ración luchando con una multitud de obstá- culos, teniendo que tomar tantas precauciones, y, por decirlo a-í, contra viento y marea; ¡¡ que no harían los verdaderos Profesores prácticos, humanos, y de buena fe, que tuviesen á su car- go los Hospitales, y á su disposición ítodos los elementos propios para desempeñar su encango, siempre que se estableciese ripian general de la verdadera Medicina Curativa ! Me parece ene á esta reflexión nada puede oponeise. Juzgue, pues> el lector de la justicia de que jestoi poseí- do al haber escrito él artículo 34 de esta obra, que tengo el honor de dedicar a la humanidad afligida.—*Ml -Autor. Caso 36. Den Kudeshido Vidrta, que vivía y vive en la esquina calle de Tacuarí y Chile, número 218, de edad de 21 años, Este individuo no 249 había perdonado medio ó arbitrio á su cura- ción, pues que había sido asistido por diferen- tes** Profesores. Fui llamado con instancias para visitarlo ; y habiéndolo reconocido con la debida exactitud, lo halle en el estado mas de- plorable ; es decir, con una fiebre biliosa,* amargor de boca ; la lengua estaba cubierta de un empaste pajizo ; dolor fuertísimo de ca- beza ; algún delirio; e inmóvil en la cama. A beneficio de 28 dosis ó tomas de la verda- dera Medicina curativa; es decir, de 14 vo- mipurgantes y de otras 14 de la tintura pur- gante, en cantidades crecidas, ha terminado y curado radicalmente, habiendo sido este indi- * viduo garantido según el articulo 31 de esta obra. i Caso 37. Matilde Bcazley, hija de D. Roberto Beaz- ley y de Doña María Antonia Oyuela, de edad de 18 meses, que vivía y vive en la calle del Parodie núm. 57, hacia algunos dias se hallaba gravemente enferma, tanto, que creyó su ma- dre, y sus parientes e interesados, que moría, como había sucedido, de esta misma enferme- dad, a otra hermana mayor de la enferma Se suplicó fuese á visitarla; e inmediatamente 250 resol vi administrarle la verdadera Medie ína cu- rativa; pero la madre, temerosa y afligida, so hallaba en un estado de irresolución; por lo. que propuse a los que no eran de parecer fa- vorable, apostar 100 pesos á que, en el período* o espacio de 10 dias (siempre que se guarda- sen las reglas que propondría} sanaba la niña. Inmediatamente la madre apostó los 100 pesos conmigo, con toda la formalidad que en aquel acto se pudo efectuar. A beneficio de ocho tomas de la verdadera Medicina curativa, es decir, cuatro vomipurgas y cuatro toni-purga- tivas, administradas con todo el orden, ó re- gimen que en esta obra se prescribe, consiguió su curación radical.— En esta misma casa se han curado, también por este mismo plan, otros enfermos de bastante gravedad, y el que quiéra- lo puede averiguar. Caso 38. .Madama Mich?I, de edad de 26 años, que vivía en la calle de Corrientes num. 50, se ha- llaba en un estado el mas deplorable, y no había perdonado medio 6 arbitrio a su cura- ción, pues que había sido asistida por diferentes Profesores de esta capital. Entre los remedios que se le habían ordenado, uno de ellos era los 251 'baños de tina. Del último que tomó salió ac- cidentada ; y por la prontitud con que se en- contró al Profesor en medicina y cirugía Don Matías Rivero, que fue el que la auxilió con un cordial, volvió la enferma á recuperar al- gún sosiego. Vine yo á mi casa de cumplir con los deberes a que estoi constituido y en- cargado por el superior Gobierno; y me avisó mi familia había dos recados para que pasase á visitar a dicha Madama Miehel. Así lo ve- rifiqué ; é informado de todas las circunstan- cias precedidas, nre dijo la enferma quería ser asistida ó dirigida por mí. La contesté que me parecía se hiciese una junta ó reunión de los Profesores que fuesen de su agrado, á> causa de su grave enfermedad ; y que precediendo di- cha junta ó reunión, resolvería, acordes con sus interesados, lo que hallasen por inas conve- niente ; pero que era de necesidad concurriese el facultativo que estaba hasta entonces hecho cargo de su enfermedad, que era el profesor en medicina y cirugía D. Sal vio Gaffarot; é inmediatamente, y con la posible celeridad, tra- taron de que nos reunic emos ; y así se verificó, concurriendo a dicha junta los Sres. profesores doctor D. Cosme Argerich, doctor D. Pedro Carrasco, doctor Don Matías Rivero, y vo. Advertiré, qu«* se nos avisó que el Médico de cabecera no podía absolutamente venir; por lo que, los interesados resolvieron no se per- 252 diese tiempo, y que entre los cuatro se efec- tuase ó hiciese la junta. Así lo verificamos;, discutido suficientemente;, todos unánimes, ó conformes, convenimos, poco mas ó menos, en que á la enferma se le administrase el plan,., urden ó método de la verdadera Medicina cu- rativa, según las reglas que ya se han prescrib- ió en esta obra. Concluida la junta, se me eligió para que yo, según mis alcances, sin perdonar medio , viese de restablecerla á su estado de salud; pues que así me había com- prometido en el prognosis, ó pronóstico que en la junta pública había dado. Ello es, que en <d período ó espacio de ocho dias, dicha Señora se halló curada ; y confieso con ingenuidad no salí ni un ápice de las reglas proscriptas que en Osla obra se espresan cuando se trata de las enfermedades recientes grabes. Es verdad, que la sensibilidad de la susodicha enferma era es- quisita, ó mas bien diré, de las mas obedientes. Me consta no ha tenido, hasta la presente, no- vedad alguna, pues hace mui pocos dias la lie visto, por haber venido á esta capital del pue- blo de Paisandú, donde se halla establecida. Caso 39. Don Martin Warncs, de edad de 33 años,, que vivía en esta misma casa ya citada en el caso 253 anterior, se hallaba en un estado bastante de- plorable ; es dedir, lleno de dolores, y como baldado, sin poderse mover de la cama. Este Señor había sido asistido por dos profesores de esta capital, y no hallando alivio en sus males, se resolvió a que fuese yo y no otro el que lo curase, por la amistad que nos unia. Con efec- to, a beneficio de diez y ocho tomas de la verdadera Medicina curativa, es decir, nueve dosis del vomipurgante, y otras nueve del pur- gante, consiguió su curación radical. Me cons- ta, que no ha tenido la mas leve novedad, y que en el dia se halla sano y bueno, apto, y capaz para desempeñar sus negocios. Se ha- lla también establecido en la actualidad, en Paisandú, casado con la Sra. del caso anterior Caso 40. Catalina Echegaray, de edad de 29 añosv que vivía y vive en la calle de las Artes nume- ro 140, padecía una fiebre á consecuencia de un afecto de la cavidad del tórax. Había pre- cedido á mi primera visita una grande horri- pilación ó escalofríos, según la esplicacion de las asistentas; y de la misma enferma. Su pulso era frecuente, lleno, fuerte, duro y vivo. La lengua se hallaba cargada de un empaste de color pagizo obscuro. La tos era seca, esto- 254 es, con mui poca espccíoración ; y cuando esía se verificaba por la tos, salki mezclada con muchas i afagas de sangre. Iíabia también mu- cha dificultad en la respiración; juntamente al tiempo de la inspiración sentía una puntada 6 dolor entre la sexta y séptima costilla del Wdo izquierdo, como a la mitad de la longitud de dichas costillas. La sed era insaciable ; pues que cuanta mas agua bebía, mas quería. Por todos los dichos síntomas, caractericé esta en- fermedad por una verdadera flegmasía, ó infla- mación de la viscera 6 entraña pulmonar, co- nocida con el nombre de pulmonía, que otros la denominan pneumonía, perineumonía, pleuro- perineumonia, pncumo-pbeuritis, &¡c. 8$c. Si en otro tiempo, antes de haberse manifestado a la faz del mundo esta evidente y verdadera doc- trina ya esplicada, se me hubiese presentado un caso semejante, ó este mismo, siguiendo las an- tiguas rutinas de tantos y tantos autores siste- máticos, hubiera asistido a la enferma sin gra- vamen alguno de mi conciencia, bajo el plan siguiente : Inmediatamente la flubiese ordena- do una sangría copiosa de doce onzas de san- gre, del brazo del mismo lado del dolor ; sí a las cuatro ó cinco horas no se disminuyesen el calor, la dureza del pulso, los síntomas de la cabeza y de los pulmones, es decir, el dolor del costado, la hubiese repetido la sangría de can- tidad de sangre igual a la primera. Por bebida 255 á pasto, sería el cocimiento de cebada algún tanto acidulada ; por ejemplo, con los tama- rindos. Si a las ocho horas los síntomas ja di- chos no aflojasen ó minorasen, hubiera orde- nado tercera sangría de menos cantidad. Si a las diez horas continuase el dolor del costado, acompañado de algunos otros síntomas, la hu- biese aplicado cuatro ventosas sajadas; orde- nándola también algún expectorante ó vequico, con el fin de expeler 6 evacuar los humores crasos de los pulmones por medio de la facili- tación de los esputos. Si no obstante, como ge- neralmente sucede, la enfermedad no terminase, la mandaría aplicar un caustico bien vigoriza- do, del suficiente grandor, en la parte y lado sobre el dolor. En todo este tiempo, también habría ordenado las lavativas emolientes laxati- vas, y algún baho resolutivo por medio de un embudo, por la boca. Tampoco perdonaría alguna bebida laxativa algún tanto acidulada ; por ejemplo, la disolución del mana con la pulpa de tamarindos. También he usado al- gunas veces una larga y débil solución de tur- trite de potasa antimoni ado. ¡ He aquí el errado rumbo que en esta clase de enfermedades lie se- guido por el espacio de treinta y cinco años, creyendo firmísimamente á mi parecer hacia lo mejor; pues que me guiaba, como ya he dicho, por tantos y tantos autores sistemáticos ! Mas en la actualidad que conozco evidentísimamen? 256 te la causa, la única causa eficiente morbífica ó mordaz de las enfermedades, y el medio mas propio y eficaz de desalojar, expeler ó evacuar esía dicha causa, sería yo un temerario, ó mas bien diré, un criminal, si no hubiese administra- do a esta enferma la verdadera Medicina cura- tiva, bajo el mismo plan, orden ó método con que otras enfermedades de la misma especie he curado radicalmente. Partiendo de este prin- cipio, la lie administrado a dicha enferma Ca- talina Echegaray, dos vomipurgas proporcio- nadas a su edad y grado de enfermedad, las que produjeron los efectos mas admirables, así por vómito como por abajo. Ello es, que lue- go que llegó el tiempo del intermedio que juz- gué necesario, la administré la dosis propor- cionada de la tonipurgativa de Audiri Rouviere, la que produjo mui buenos efectos á causa de su esquisita sensibilidad. Ya se le minoró, ó mas bien diré, se le quitó del todo la puntada ,* la lengua se le limpió ; la fiebre desapareció, la respiración se facilitó ; por lo que ordené se alimentase con los analépticos; y al tiem- po proporcionado tomó otra vomipurga, con- cluyendo con otra dosis de la i o ni purgativa, de Audin Rouviere. En la actualidad se halla enteramente buena y sana de su enfermedad. 257 Oaso 41. Don * * *, me suplicó con las mayores ins- tancias pasase & visitarlo ; pues que se hallaba en el estado mas deplorable. Así lo verifique; y habiéndolo reconocido con la debida exac- titud, hallé padecía un cúmulo de enfermeda- des. En primer lugar, se hallaba baldado de pies y manos, con unos dolores sumamente mo- lestos, que se aumentaban de noche, hacia ya el período ó espacio de nueve meses. El mús- culo cPnnaster del testículo derecho era esti- madamente grueso; y dicho testículo de un grandor enorme, sumamente duro, y escirroso¿ es decir, que era un Sarcocele de los mas re- beldes é inveterados. Al mismo tiempo la ex- tremidad del pene se hallaba corroída, esto es, que la mayor parte del prepucio, y parte del ba laño estaban destruidos. Las materias que su- puraba eran de un color verde obscuro, bastan- temente fétidas. También tenia dos bubones, incordios, ó potros, duros é indolentes en las glándulas inguinales, uno de cada lado ; y aun- que había tomado algunos remedios mercuriales y una tisana, todo había sido infructuoso. Este Señor me dijo: ¿si me parecía tendría remedio > Yo’ le contesté que sí; pero que era de suma necesidad- se sujetase, é hiciese estrictamente lo qué yo lé ordenase. Ello es, que pactamos .6 258 tratamos arreglado al artículo 31 de esta obra, con la gaantía allí establecida ; y a beneficio de 101 tomas que con todo el orden debido le he administrado, ha conseguido su curación ra- dicalmente de todas sus enfermedades. lie asistido un crecidísimo número de per-:- sonas de ambos sexos y edades, cuyas enferme- dades procedían del virus sifilítico vencreo, 6 gálico, por este mismo plan, orden, ó método de curación ; y siempre han terminado con los mas felices resultados; advirtiendo que entre ellas ha habido algunas criaturas de mui corta edad que manifestaban, a no poderlo dudar, que sus enfermedades procedían de sus padres;, por cuya razón parece ser de necesidad, que cuando dos se vayan a unir ó casar, traten de precaverlo por medio del plan, orden ó método que en esta obra se halla establecido. Caso 42. Dona inocencia Manain, de edad de 33 años, que vivía y vive en la calle de las Pie- dras número 316, en la casa de su hermano Don Manuel Mañain, y esposa de este Daña Fortunata Chopitca, hacia el dilatado tiempo de doce años quese hallaba .gravísimameate cu- \X * 259 fcrma. El citado su hermano D. Manue1 Mar íiain vino una mañana á mi casa a suplicarme "tuviese la bondad de pasará visitarla. Asilo 'verifiqué en compañía de dicho Señor. Se me hizo por todos ios de la casa, y por la misma paciente, una narración ó exposición, que es la siguiente : Que en los doce años largos que hacia se hallaba enferma, no se habia perdo- nado medio ó arbitrio á su alivio ó curación: que habia habido varias juntas ó reuniones de Profesores; y que habia sido un crecido número xle dichos Profesores, tanto estrangeros como del país, los que la liabian asistido. Examinada y reconocida por mí, con la mayor exactitud y escrupulosidad, hallé padecía; en primer lu- gar, una tiña, queda tomaba toda la cabeza, desde las mismas cejas de ambos ojos para arri- ba ; juntamente en las orejas se hallaban unas como costras herpéticas; y délos oides, como también por todo lo asolapado de la tiña, des- pedia un humor amarillento sumamente fétido.' Todo su cuerpo se hallaba cubierto de unos empeines costrosos como escamas; particular- mente en las dos partes superiores interiores de los muslos, que habia dos del tamaño mayor que las palmas de la mano. En todo este tiem- po no habia habido- orden ni arreglo en los menstruos ; y cuando se verificaban eran de un color estrano, bastantemente fétidos. Al mismo tiempo padecia un afecto epiléptico día- 260 rio, que la solía durar dos hora? y coarto ó áotr horas y media. En este estado sumamente de- plorable se hallaba dicha Dona inocencia Ma- ñain. Viéndome algún tanto sorprendido el hermano de la enferma (D. Manuel), me dijo : „Y bien, qué convenio haremos Yo le contesté: ;JLa enfermedad es inveteradísima; „ demanda muchos gastos, y mucho tiempo, jun- tamente mucha constancia y sufrimiento dp ,, parte dé la enferma, Al mismo tiempo es de „ suma necesidad el mucho aseo, pues que los ,, hum res que debe expeler 6 evacuar es indis- „ pensable sean sumamente pestíferos; y como „ que la curación ha de durar mucho tiempo, „ temo haya un general aburrimiento, tedio 6 „ fastidio, asi de parte de la enferma como „ de sus asistentes.”—A esto 6e me contestó» así la enferma como sus interesados, unánime- mente, que a nada se faltaría de todo lo que yo ordenase ó mandase.—En seguida pactarnos Ó tratamos arreglado al artículo 31 ■ de esta obra la- garantía allí establecida. Quedamos conformes en ella, dando principio a la cura- ción ; é inmediatamente, en aquel mismo dia» la adniiuistré dos onzas y media del vomipur- gante clarificado y decantado. Por sus efectos se conoció que la cantidad liabia sido pequeña, no obstante haber hecho alguno, aunque en muy corta cantidad. Al otro dia la volví á re- petir la misma dosis con aumento de media 261 casa • esta ya hizo unos efectos algún tanto mas abundantes; pues que fueron tres vomiciones ó vómitos copiosos de un color obscuro, y siete deposiciones de materiales sumamente nausea- bundos, por abajo. Al día siguiente la admi- nistre tres onzas y media del grado tercero de la verdadera Medicina curativa purgante; no hizo loa efectos que yo aguardaba; pues apenas produjo cinco deposiciones, las dos primeras algún tanto copiosas, también nauseabundas ó pestíferas Al siguiente dia la administre la cantidad indicada en la segunda toma del vo- mitivo purgante, con aumento de dos dracmas; es decir; que tomó tres onzas dos dracmas. Esta cuarta toma produjo los admirables efec- tos que podíamos desear. La quinta dosis ó toma del dia siguiente fue también de tres on- zas y media de la verdadera Medicina curativa purgante, con la diferencia de haber sido esta del cuarto grado. Tampoco alcanzaron sus efectos a completar lo que ya está bien demarca- do en esta obia. Al dia siguiente se la volvió á repetir la misma cantidad, que tomó en la úl- tima dosis; es decir, en la última vomipurga; hizo los efectos también que se podian desear, Al otro dia, tomó del quinto grado de la ver- dadera Medicina curativa purgante la misma cantidad de tres onzas y media. Ello es, que ha llegado á tomar con todas las reglas y buerr orden que en esta obra se espiiea, hasta el oc- 262 tavo. grado; por cuyo medio se han conse- guido los electos que eran indispensables se- gún su edad y gravamen de la enfermedad. En la actualidad, á causa de habérsele ma- nifestado la sensibilidad, se han ido rebajando proporcionalmente los grados ; y a la presente tiene el intervalo de cuatro dias de dos en dos tomas, que se reducen a una vomipurga, y al otro dia una purga en corta dosis; esta del tercer grado. 3c halla ya en un estado casi completo de sanidad, y en pocos dias creo fir- mísimamente conseguirá su curación radical. La tina del todo ha desaparecido ; de los em- peines no ha quedado ni aun señal; los oidos dejaron ya de purgar •; la menstruasion se halla exactamente arreglada; el accidente epiléptico del todo desapareció; tiene regular apetencia; buen sueño á las horas de costumbre; como tam- bién hai una regular agilidad ; mas á pesar de todo lo expuesto, me ha parecido ser preciso, y aun de suma necesidad el plan, orden ó método de precaución ; y que es el que actualmente está siguiendo con el fin de acabar de destruir la fluxión ó serosidad que suele (cuando este no se sigue) volver algún tanto á retoñar. Esta enferma lleva ya siete meses largos de cura- ción; y el número de dosis ó tomas que la he administrado asciende á 152. Aquí suspendo la relación de los Casos 263 prácticos, porque sería asunto interminable co- piarlos todos; y también preciso muchas res- mas de papel, y mucho tiempo para poder llenar este objeto. líe tenido en vista el título 6 epígrafe de esta obra ; lie traído al mismo tiempo a. con- sideración, que haciéndola tan voluminosa con la dilatada serie de casos, se tocarían varios inconvenientes : Io : Que dejaría de ser por- tátil. 2o. Que su valor pecuniario seria muy crecido para las personas de escasa fortuna.— 3a. Que la mia no podría tal vez sufrir los ingentes gastos de- su impresión. 4o. Que los casos puestos (siendo demasiados suficientes para hacer ver los maravillosos efectos de la verdadera Medicina curativa), si se aumenta- sen, harían difusa una obra en la'cual jo me lie propuesto reunir las ventajas que se tocan, siendo, como es, de pequeño volumen ; y últi- mamente, que seria inoficiosa la repetición de prodigios, cuando diariamente los estamos vien- do ; cuando tengo en mi poder un gran catá- logo de ellos, como igualmente un crecido nú- mero de comunicaciones de varias partes sobre los felices resultados de este método, que cual- quiera puede acercarse á verlo á rni estableci- miento ; y cuando á continuación de esta obra va á publicarse un Semanario de la verdadera Medicina curativa. 264 Til objeto de este Periódico sera el de po- ner en conocimiento del Público las curacio- nes de los que se dirijan por este plan, orden 6 método; como asimismo los adelantamientos que semanalmente se vayan haciendo; y ei bien que de esto resultará á favor de la Cien- cia, Médica y de la afligida humanidad Para- conseguir tan noble fin, es necesario que los verdaderos Profesores humanos en particular, se sirvan comunicarme todo lo que hallen poder ser interesante ; y lo mismo los demas que usen de los medicamentos indicados. Unos y otros deben omitir ¡toda personalidad en su* escritos. Repetiré, por último, que una es sola la causa eficiente morbífica ó mordaz de las en- fermedades del cuerpo humano, que pertene- cen, y han pertenecido siempre á la Ciencia Medica, como queda exactísimamente analiza- do y probado en esta obra; por consiguiente, uno es serlo el plan, orden 6 método bajo cu- yos principios deben curarse ; pero es preciso que sea observado con todo el debido conoci- miento de las fuerzas de la naturaleza huma- na ; de lo contrario, no se atribuyan a la rer- dadera Medicina curativa los males que no es capaz de causar. 265 Háganse, 6 elabórense bien los medi- camentos indicados; úsense según todas las reglas proscriptas, sin faltar en lo mas míni- mo de ellas; no sea la enfermedad absoluta- mente incurable ó mortal de necesidad, y el Autor de esta obra responde de un feliz re- sultado* Esta obra es una propiedad particular que protejen las leyes. Con ellas, se perseguirá á los que intenten iisurparla.—Todos los ejemplares están firmados y rubricados por el autor, JWé~ dico y Cirujano consultor de Ejército— Pedro Martínez INDICE DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTA OBRA. Vág. Introducción, ó Prefacio . art. I. Medicina antigua . . . 1 II. JJe la Medicina moderna . .16 III. Principios generales, que fundan la evidencia de esta nueva doctrina . 36 IV. Esplicacion de la causa de las enfer- medades, y de la déla muerte prematura Sil V. Causa de la muerte prematura . 49 VI. Causa de la corrupción de los humores 52 Vil. Causas ocasionales de las enferme- dades. Enfermedades internas . 56 VIII. Virus en general . .. .59 IX. Enfermedades esternas . .63 X. Desvanecimiento de los errores infun- dados sobre atribuir á la sangre ser causa de las enfermedades . . 65 XI. Utilidad palpable de lós vasos quilífe- ros, linfáticos, ó absorventes, y modo de obrar la verdadera Medicina cu- retiva . .... 73 XTI. Signos de perfecta salud . . 78 XIII. Régimen curativo. Enfermedades recientes, leves . . . 83¿. 2 Pag. art. XIV. Enfermedades recientes, graves . 83 XV. Enfermedades gravísimas . . 85 XVI. Enfermedades crónicas, ó invete- radas . . . .88 XVII. Reglas que deben seguirse en el uso de la verdadera Medidla cu- rativa . . . .96 XVIII. Uso de la verdadera Medicina cu- rativa en sus diferentes grados de actividad . . . 100 XIX. Reflexiones previas sobre los prin- cipios establecidos, que deberán te- ner presentes los directores de cu- ración,y aun los mismos enfermos 105 XX. Fórmulas, y composición de los eva- cuantes— Vomipurga . .110 Tinturas purgativas. Primer grado . .110 Segundo grddo . . . .111 Tercer grado . . . . .112 Cuarto grado . . . ..113 Quinto grado . . . . .113 Sexto grado . . . . .114: Séptimo grado . . . . .114 Octavo grado . . . . .115 Tintura toni-purgativa de Audin-Rouviere . 116 aiít. XXI. Dosis de los evacuantes . .118 Dosis de la vomipurga, ó vomitivo-purgante . 119 Dosis de la verdadera medicina curativa-purgante 123 ART. XXII. Obseixaciones comunes á los re- feridos evacuantes . . 125 XXIIt. Auxiliares á la facilitación de los evacuantes . . 129 XXIV. Color de los humores durante los efectos de la purga . .130 XXV. Uso de los líquidos con la vomi- 3 Pág. purga 1 . . 132 XXVI. Uso de los líquidos con la verda- dera Medicina curativa,purgante 154; XXVII. lié gimen que se debe seguir en cuanto al alimento y bebida . 136 XXVIII. Régimen de alimentos, aplicado ú las enfermedades crónicas, é inveteradas . . . 140 XXIX. Rég imen de alimentos, aplicado á las enfermedades gravísimas . 142 XXX. Reglas generales para el cuidado y asistencia de los enfermos . 143 XXXI. Proyecto de garantía ofrecida á la Sociedad . . . 144 XXXII. Juntas, ó reuniones de verdade- ros Profesores,y orden con que deben hacerse . . .151 XXXIII. Denominación misteriosa de las enfermedades . . 155 XXXIV. Deberes del Poder y de la Jus- ticia en favor de la afligida hu- manidad . . .159 Conclusión . . . . .164 •Casos prácticos, que sirven de apéndice á esta obra 165 Caso Io. Del capitán, piloto y dos pasageroS de la fragata Bayonesa, y Doña Francisca Garda . . . .165 '2. Doña Tomasa Altolaguirre . . 169 3. Rufina Iluarte . . . .172 4. Don José María Velomo . . 174 5. Cinco enfermos en casa de Don Francis- co Puig .... 175 6. D. Pantaleon Gallegos . . . 175 7. D. Calixto Martínez . . . 176 &. Francisco Ortega . . .178 4 Pag. 0. D. Santiago Albarracin 1 .187 10. D. Pedro Martínez . , . 191 11. La esposa de D. Carlos Galeono . 194 12. Un marinero en la propia casa . 190 13. V. Ambrosio Morante . . •>. 197 14. L). José Elorga . . . 203 15. D. Ramón Esteban Anchoris . . 205 16. D. Francisco Callejas . . 207 17. Hecho notable, en un perro . . 210 18. Otro hecho mas notable con un marinero 212' 19. Doña Juana Gomales . . . 216 20. D. Elias Sannes . * . 218 21. D. Antonio Martínez da Costa . . 220 22. D. Antonio Cornet . . . 221 23. Doña. María Antonia Oyuela . . 226 24. Domingo Bonarde . . . 228 25. Martin Despouy . . . 229 26. D. José María Torres . , . 231 27. Pedro Guerreros Torres . . 232 28. D. Benito Ramírez . . . 233 29. Angélica Guerreros Torres . . 234 30. D. Enrique Ballesteros . . 235 31. D. Juan de Dios Orianne . . 235 32., D. Vicente Lanuza . . . 236 33. D. Manuel Vicente Maza . . 236 34. El R. P. Fray Nicolás Aldazor . 237 35. D. Juan Lumbar do . . . 238 36. D. Rudesindo Videla . . . 248 37. Matilde Beazley . . , 249 38. Madama MicheL . • . 250 39. D. Martin TVarnes . . . 252 40. Catalina Echegaray . * . 253 41. ¿>. ***. . . . .257 42- Doña Inocencia Mañain l .258