ARTÍCULOS DE MEDICINA COLECCION DE ARTÍCULOS DE MEDICINA EL DR. ENRIQUE LOPEZ LA COMERCIAL Imprenta, Papelería y Encuadernación MUE ALLA 123—HABANA 1895 PRÓLOGO En este pequeño volumen he reunido algu- nos artículos publicados en varias revistas. Los que fueron dedicados á vulgarizar la medicina, vieron la luz en periódicos litera- rios ú otros ajenos á nuestra ciencia. La mayoría aparecieron en publicaciones médi- cas de esta ciudad, habiéndose desarrollado temas que pudieran interesar á los que ejer- cen la medicina en general. En fin, un cor- to número se dio á conocer en revistas espe- ciales de oftalmología ú otros periódicos médicos del extranjero. No se ha incluido en este tomito ninguno de los trabajos publicados en la revista men- sual u Archivos de la Policlínica” de la que somos uno de los editores, porque ocupan una buena extensión en las páginas de di- cha publicación, y allí podrán ser examina- dos fácilmente por aquellos á quienes intere- sen los asuntos de oculística. VI El objeto de esta Colección de Artícu- los de Medicina es contribuir una vez más á vulgarizar nociones útiles de medicina; y por otra parte poner á la vista de nuestra juventud matriculada en la facultad un bos- quejo de nuestra historia médica, que no por ser modesta carece de interés, y estimularles el gusto por los estudios especiales que son los que dan el dominio de la materia y contri- buyen notablemente al mejor éxito en el ejer- cicio de la profesión, aun cuando se practi- que la medicina en su totalidad. HISTORIA MEDICINA DE LOS 81B0NEYE8 (Discurso de recepción en la Sociedad Antropoló- gica, leído en la sesión de de Marzo de 1888; publicado en la Revista Cubana en el mismo año.) Cuba estuvo poblada en los tiempos prehistóricos, en un período en que pro- bablemente formaba parte del Continente Americano, según atestiguan ambas aser- ciones los huesos humanos fósiles encon- trados en ella así como restos de mamífe- ros ya extinguidos. Pero los pobladores de Cuba de que tiene noticia la historia vinieron en una época no remota, aunque no se ha podido fijar la fecha de su establecimiento. Al descubrir la América, vieron los europeos ocupada la Isla por una raza salvaje de buenas formas físicas, de mediana esta- tura, tez cobriza y cráneos comprimidos de delante atrás, que andaban desnudos; y cuyos hombres indolentes y de costum- bres pacíficas, se dedicaban principal- mente á la pesca, mientras que las mujeres cultivaban algunos vegetales co- mestibles.—Su número se hizo ascender á 600,000 en el momento de la conquista, por algunos escritores, cifra que me pare- ce exagerada. Los españoles los designa- ron según Bachiller con el nombre de tainos, voz que con frecuencia usaban estos indios para indicarles que eran pacíficos ó nobles; pero ha prevalecido el nombre de si- honeyes con que también se les designó. (1) 2 Se crée que procedían los siboneyes de los Araguas, pueblo que habitaba la re- gión del Continente que es hoy Colombia, el cual se extendió por las llanuras del (1) Se atribuye al P. Las Casas haber dado este nombre á nuestros indios; pero en la edición de su obra que he consultado, ni una sola vez he visto escrita la palabra Sihoney. Orinoco y las Antillas menores hasta lle- gar a establecerse en las cuatro principa- les y en las Lucayas. Eran sencillos é ignorantes; se pintaban la piel con dibu- jos variados; los señores principales usa- ban plumas en la cabeza, y algunos llevaban túnicas cortas de algodón; tam- bién gustaban adornarse con collares de semillas ó piedras de colores; pero la ma- yor parte iban completamente desnudos, incluso las mujeres, de las que solo usa- ban una corta túnica de algodón ó de ho- jas de árboles las casadas. Sus artes eran rudimentarias. No conocían la escritura ni han dejado señales suficientes para indi- carnos su verdadero estado de civilización; pero, por las descripciones de los con- quistadores sabemos que su gobierno era patriarcal; cada cacique regía un pequeño pueblo; estos eran independientes unos de otros; y cada pueblo se componía de una agrupación de bohíos al rededor de 3 una plaza destinada á celebrar sus fiestas y ejercicios corporales. No tenían más muebles en las casas que los utensilios para comer, y las hamacas que fabrica- ban con algodón y otras fibras y las cua- les usaban para acostarse, mientras que en vez de asientos acostumbraban á estar en cuclillas, y así descansaban. Sus otros instrumentos consistían en redes para pes- car; y para su defensa llevaban macanas que eran mazas de madera dura, y fle- chas que remataban en espinas y huesos aguzados. No sabían trabajar los metales, así es que no se veían entre ellos otros más que raras muestras de oro ó plata na- tivos, que usaban como adornos. 4 No se conoce bien la religión que tuvie- ron los siboneyes. Se ha dicho que tenían idea de un Ser supremo, y que adoraban al Sol; pero lo que se sabe de positivo es que tenían muchos dioses, á los que lla- maban sernies, que en cada casa tenían un seini protector, además de los sanies que guardaban en una casa ó templo; que estos ídolos eran de piedra ó barro, ó ma- dera, representando unas veces animales, y otras sin formas determinadas. Creían que los semíes hablaban, que estaban obli- gados á alimentarlos, y que todos los ma- les que les sobrevenían reconocían por causa la cólera de aquellos. Creían ademas, como pueblo ignorante, en fantasmas o muertos aparecidos, y en otras muchas supersticiones. Sus sacerdotes, se llamaban hehiques, y también hoitios, ejercían gran influencia sobre el pueblo y practicaban la medicina. Respecto á la historia que conocían de su pueblo, refiere Raimes que la siguiente tradición de los indios de Cuba y Haití. En la época lejana en que sus moradores vagaban aun sumidos en la ignorancia, aparecieron tres bienhechores, (pie llama- ron bohitos, voz que significa anciano, los cuales organizaron el pueblo. Bohito I estableció el culto, y dividió al pueblo en tres castas; tainos ó nobles; bohitos ó sacerdotes; y anaborías ó trabaja- dores; y les enseñó además el cultivo de los campos. Bohito II ó Bucho-itihu (anciano emi- nente) enseñó el uso del algodón, é intro- dujo la medicina, y la yerba sagrada gueyo. Bohito 111 enseñó la música Este pueblo, sencillo é ignorante, debía necesariamente hallarse muy atrasado en conocimientos científicos, incluso los de orden médico; aunque allí, como donde quiera que existan hombres, por salvajes que sean, había una medicina, porque los males son inherentes á la naturaleza orgánica, así como el instinto de conser- vación es la fuente de la terapéutica. 6 He creído conveniente trazar un cuadro general de la civilización y religión de los siboneyes para que se comprenda mejor el estado real de sus conocimientos mé- dicos, porque en ellos la práctica de la medicina se hallaba tan íntimamente rela- cionada á sus creencias religiosas, que no se podría describir aquella sin dar á la vez una idea déla religión que profesaban; así, sabemos que hasta sus mismos cantos religiosos ó guerreros versaban á veces tam- bién sobre asuntos de medicina. Como Haití fué el principal asiento de los españoles en América al principio de la conquista, fueron mejor estudiadas las costumbres y conocimientos de sus in- dios ; y como fué la misma la raza de aque- lia isla y Cuba, según ya he dicho y se deduce del aserto de los historiadores y de la semejanza de idiomas y hábitos, hago valer para nuestros siboneyes, á falta de otros detalles, la narración del hermano Román Pane de la orden religiosa de San Gerónimo, narración hecha en la Españo- la al principio de la conquista y de la que tomare los fragmentos que se refieren a la medicina de los pobladores de Haití. Esta narración será nuestro mejor guía, tanto por haber sido escrita en una época en que los indios conservaban todavía la pureza de su civilización propia, como por la sin- ceridad del narrador. «Hay ciertas personas, dice, que practi- can la medicina, que hacen muchas su- percherías, y las llaman Bohuti, que supo- nen con sus artificios que saben los más hondos secretos y hablan con los semies, y cuando. enferman los quitan y extraen el mal. He visto por mis propios ojos parte de esas cosas y añado lo que he oído de los vecinos principales, que creen en estas fábulas más profundamente. «Las prácticas de los bol tiques en la me- dicina y enseñanza de las gentes son pro- pias ; pero no siempre sanan á los enfermos. Todos, especialmente en la Española, tie- nen muchos semies de diferentes formas: uno consiste en un hueso de sus padres ó parientes, ó uno de piedra ó madera; de estos y aquellos hay muchos. Unos hablan, otros hacen aparecer las cosas que se co- men, muchos dan origen á las lluvias, otros á los vientos. Todo esto lo creen estas pobres gentes que se proveen de dioses, mejor dicho de diablos, careciendo de nuestra Religión.» 8 Gomara agrega por su parte que los boi- tios no curaban más que á la gente princi- pal y señores, y refiere además que mu- chas viejas eran médicas y echaban las medicinas en la boca por unos canutos. Estas prácticas supersticiosas, y otras que se relatan más adelante, no son patri- monio de los indios antillanos, sino hijas de la ignorancia y de la credulidad en to- dos los pueblos y en todos los tiempos, pues aún hoy día entre las naciones más civilizadas abundan en las clases inferiores del pueblo, curanderos que ex- plotan la buena fe innata en los hom- bres para curar enfermedades con una mezcla de remedios empíricos, y de fór- mulas religiosas 6 místicas que constituyen una verdadera medicina de imaginación; como son ejemplos el tratamiento de la erisipela rezando oraciones y haciendo cru- ces sobre la parte enferma, las variadas ecuaciones de Lourdes, pregonadas en to- dos los tonos, y, tantos curanderos y adivi- nos que aparecen y desaparecen como el dujo del mar, que viven de los desbanda- dos, que, aunque no sean ignorantes, en la desesperación de su grave enfermedad y en la crédula sencillez de su cerebro, buscan en lo incierto lo que la ciencia positiva se declara impotente á curar. Justo es confe- sar que en ciertas enfermedades esa medi- cina supersticiosa lia obtenido sorprenden- tes curaciones al benéfico y poderoso influ- jo de imaginaciones exaltadas por la fe en la curación; especialmente cuando esta medicina no científica reviste la forma re- ligiosa suele dar buenos resultados, porque 9 es más eficaz la fe religiosa; y yo en mu- chos casos la considero benéfica por cuanto puede proporcionar alivio y consuelo á los que sufren de afecciones crónicas é incura- bles hoy por hoy, y por eso esta terapeútica se perpetúa, y creo que existirá necesaria- mente en parte mientras la medicina no haya alcanzado su perfección. Ya los mo- dernos estudios de sugestión han revelado el secreto de esas curaciones misteriosas, y revestidos aquellos de carácter científico disminuirán si no harán desaparecer total- mente el charlatanismo, gracias también al concurso de la gradual ilustración de las masas. 10 Yo estoy además persuadido de que tan- to aquellos sacerdotes de los pueblos pri- mitivos, como nuestros actuales curande- ros, obraban generalmente de buena fe, y por lo tanto, á mi juicio, la palabra super- chería está mal empleada. Ellos estaban poseídos de la bondad de los medios que conocían y explotaban, del mismo modo que los sabios antiguos creyeron y afirma- ron que la tierra era plana, y tantos otros errores que el tiempo se ha encargado de destruir. Luego esta medicina supersticio- sa á que me refiero tiene un fondo de ver- 11 dad que le da vida y la ha hecho tan anti- gua como la raza humana; pero somos impotentes á destruir el falso ropaje que la reviste, porque en nuestra medicina hay todavía muchos puntos oscuros, que hacen a veces inciertos sus resultados, y que fa- cilitan ese aparato misterioso que es el resorte de los charlatanes hábiles. íJor consiguiente, lejos de ver un tono depresivo en las palabras del hermano Ro- mán, las considero como puramente des- criptivas, que en términos parecidos pu- dieran aplicarse á los antiguos babilonios, a l°s egipcios, ó á los griegos. «Cuando alguno enferma, continúa, se le lleva al Buchu-itihu, que es el susodicho medico. Se preparan con ayuno, pues de- hen él y el enfermo estar ayunos al princi- piar la ceremonia: el médico que asiste al enlermo se purga simultáneamente con el paciente: aspiran el polvo de cojoba (1) por la nariz hasta embriagarse que no pueden darse de sí cuenta: pronuncian palabras ex- trañas dirigidas á los semies, que les contes- (1) Crée Bachiller que esta palabra sea errata de cojoba escrita á la italiana cojioba. tan sobre las causas de la enfermedad, y siempre atribuyen éstas á aquellos. 12 ))De lo que hacen los Buchu-itihu.—Cuan- do van á visitar á un enfermo, antes de salir de sus casas sacan del fondo de sus cazuelas el tizne o el polvo de carbón vege- tal y se cubren de negro el rostro, y así dan la consulta: en seguida toman unos huese- cillos ó carne, lo envuelven en algo, y se lo ponen en la boca. Ya purgado el enfermo entra en la casa otra vez el médico, y se sienta delante de él, solo: antes salen de la casa los niños para que no interrum- pan, y quedan una 6 dos personas princi- cipales. Cuando está solo toma algunas hojas de la yerba gioia (1), la hoja gran- de por lo común; agregan otra de una ce- bolla de medio cuartillo de largo, la mo- jan hasta formar una pasta y la ponen por la noche en la boca, lo que les sirve de vomitivo arrojando lo que han comido. Cantan entonces y beben del jugo susodi- cho encendiendo una antorcha. «Descansando algunos instantes el mé- (1) La planta tabaco, Nicotiana tahacum. clico se levanta y se dirige hacia el enfermo que está sentado solo en medio de la ha- bitación, y lo rodea ó gira á su alrededor dos vecés, según quiere; y le coge las pier- nas palpándole de la cintura á los pies; y lo estira con fuerza como si quisiera arran- carlo de su lugar: esto terminado sale de la habitación y cierra tras sí la puerta, he habla desde afuera así; 1 ete para la montaña ó al mar, donde quisieres. «Se vuelve al lado inverso poniéndose las manos juntas; sopla como por una cer- N afana, y colócase ambas manos sobre la boca que cierra; sus manos tiemblan en- seguida como si tuviera gran frío; sopla sobre sus manos; y recoge el aliento como si sorbiera la médula de un hueso. Luego aspira al enfermo en el cuello, ó en el es- tomago, en las espaldas, mejillas, el seno, en el vientre y partes en general del cuer- po. Concluido lo cual, se saca de la boca lo que dijimos al principio que se metió en ella; si es comestible le dice: —Ya ves lo que te había hecho daño en tu cuerpo de donde te lo he sacado] advierte que ha salid') de donde tu semí lo había colocado, porque no le rezabas ú orabas, ni puesto ni hecho altar ni sacrificado nada. 14 »Si es una piedra, le dice: -—Consérvala muy cuidadosamente. «Suponen que esas piedras son muy úti- les en los partos de sus mujeres; las guar- dan como cosas preciosas envueltas en al- godones, y les ofrecen manjares de los que comen á sus mismos seniles domésticos. Los grandes días festivos son los señalados para ofrecerles mucha comida, como pes- cado, carne, pan y otras cosas. Lo colocan todo en la casa del semí y recogen al día siguiente lo que no ha comido; siendo así, Dios nos ayude, que el semí es cosa iner- te, como hecho de piedra y madera. » Aquellos sacerdotes empleaban en sus prácticas médicas ese aparato para impre- sionar la imaginación de sus enfermos; y aunque esta ceremonia aparece maliciosa, yo creo que los pacientes ni sus médicos verían en ella más que el único medio de calmar la irritación de los dioses airados contra la maldad de los hombres. En los primeros tiempos de nuestra raza se ha- cían prácticas idénticas, y aún hoy existe en el vulgo la creencia de que muchas en- fermedades son castigos del cielo. Las enfermedades á que sé alude en es- tos párrafos, debían probablemente ser li- geras, puesto que se dice que el enfermo se sentaba en medio de la habitación y que el médico le ordenaba ir á la monta- ua o al mar. Y en cuanto á obsequiar con alimentos delicados á los semíes, recuerdo que algunos historiadores refieren que una c ostumbre igual existía entre los antiguos g1 legos en la época en que sus sacerdotes cían los que ejercían la medicina. en fin, respecto al valor que daban á esas piedras en los partos, es una creencia semejante á lo que entre nosotros concede el vulgo á la intervención de San Ramón 15 Nonato con el mismo objeto, de Santa Lucia en las enfermedades de los ojos, y tantos otros especialistas de orden divino que llenan el cuadro de la patología mís- tica. Al establecer estas comparaciones es mi intención poner de relieve que en sus orí- genes la medicina ha sido idéntica en to- dos los pueblos, y que, aún en aquellos que alcanzan mayor grado de civilización, se incrustan en la ignorancia de las clases inferiores rail supersticiones y creencias erróneas que solo difícilmente combaten los seres privilegiados de la ciencia. En la medicina es más reñida la lucha entre el saber y la ignorancia. 16 aComo los dichos médicos suelen equivo- carse—‘Cuando han terminado todas sus prácticas los médicos, y el enfermo se muere, si tiene muchos parientes, y el di- funto es señor de pueblos y poderosos, se investiga la conducta del Boitio; porque los que quieren perseguirles y hacerles mal lo verifican así. Para saber si el enfer- mo ha muerto por culpa del médico por falta de dieta como le previno, toman una yerba llamada gueyo que tiene las hojas gruesas y largas, que también llaman sa- cón. Toman el jugo de las hojas, cortan al muerto los uñas y cabellos de la frente; lo reducen á polvo entre dos piedras y lo mezclan con el jugo de la yerba para que lo beba el muerto; se le echa por la boca ó la nariz. Entonces se le pregunta al 17 muerto si observó el precepto de la. dieta. Esta pregunta la repiten muchas veces, hasta que contesta claramente como si es- tuviera vivo; y viene á satisfacer las pre- guntas diciendo que el boitío no cumplió con su dieta y fue causa de su muerte por la inobservancia; y luego mandan que Pregunte al médico, pues tan claro lo cul- pa el muerto. En seguida entierran de nuevo al difunto. «Usan otro medio de investigación á ve- Ces> que es haciendo un gran fuego como para formar carbón, y cuando la madera esta en brasas, ponen al difunto sobre el brasero y lo cubren con tierra, como para hacer el carbón, y allí lo dejan por un tér- mino voluntario. Hacen las mismas pre- guntas y responde; quenada sabe; se repi- te hasta diez veces después de que habló, ¿si está muerto? pero no responde á esas diez interpelaciones.. «He cómo se vengan los ‘parientes cuando el muerto responde después de tomar el bre- baje.—Los parientes se reúnen en espera del boitío, al que dan una paliza que le quiebra las piernas, los brazos y rompen la cabeza: queda al parecer molido, en la persuaden de haberlo matado. Creen que por la noche vienen culebras de todas clases, blancas, negras, verdes y de otros muchos colores, que lamen las contusio- nes y fracturas al médico. Dura esto dos ó tres días, al cabo de los cuales el médico se levanta, y marcha alegremente para su casa. Los que lo encuentran le preguntan: —¿No habías muerto? Y él contesta: —Los semies en forma de culebra me han socorrido. Los parientes del difunto montan en có- lera, pues lo creyeron muerto; se deses- peran y procuran por hacerlo morir, y si pueden atraparlo le sacan los ojos y lo cas- tran, porque oréen que es preciso esto último para hacer morir á un médico. «Lo que hacen para saber lo que quieren de los que queman y cómo se vengan enton- ces.— Cuando descubren el fuego, si el humo se eleva hasta el cielo, perdiéndose de vista, y desciende y entra en la casa del médico; éste, si no observó la dieta, cae enfermo á su vez, se cubre de úlceras, y pierde la piel á pedazos: es la señal de que no se abstuvo y la razón de que mu- riera el enfermo.)) 19 De esta descripción se desprende que era bien triste la condición de los médicos si- boneyes. En caso de muerte, los parientes del difunto tenían derecho á juzgar la con- ducta del boitío, para averiguar la culpa- bilidad que tuviese en el desenlance fatal; }7 por la naturaleza de la ceremonia acos- tumbrada, quedaba el médico á merced de las arbitrarias decisiones de sus jueces, que, por ser partes interesadas, les infligi- rían ordinariamente las penas más severas; o en razón directa del aprecio en que tu- vieron al difunto; así es que refiere el her- mano Román que llegaban al extremo de sacarles los ojos y de castrarlos, para que murieran de esta operación, que según ya dijimos, se creía necesaria para matar á un médico. Dice que en otras ocasiones les rompían los huesos á palos; pero yo no comprendo qué clase de fracturas serían esas que curaban radicalmente al tercer día, ó si eran simplemente contusiones exageradas por el narrador. En fin, creían los siboneyes que en caso de culpabilidad sufría el médico un castigo sobrenatural que cubría su cuerpo de úlceras graves.- 20 En diversos pueblos bárbaros existió también la costumbre de castigar á los mé- dicos cuando moría el enfermo. Malte- Brun, en su Geografía Universal, refiere que los médicos de una tribu de la Améri- ca del Sur tan luego como declaraban muerto al paciente, tenían que huir aco- sados por las pedradas que le lanzaban los parientes y amigos del finado. En el curso de esta historia se dice que la medicina de los siboneyes era de carác- ter religioso, y que la ejercíanlos behíques y boitíos. Los historiadores de Indias con- vienen en que los behíques 6 bohiques eran los sacerdotes, y los boitios, que eran los médicos, también se hallaban revestidos de la autoridad sacerdotal, aunque debía ser en ellos secundaria y casi de invoca- ción para obtener las curaciones. Solo así, es decir, juzgándolos más bien como profa- nos, se comprende que el pueblo se atre- viese á castigarlos, pues no es razonable suponer que en esas sociedades de organi- zación teocrática, los sacerdotes pudieran ser juzgados por el pueblo que era esclavo de sus voluntades, mientras que sí pudie- ran serlo otros de categoría inferior, que tal vez estarían en más íntimo contacto con el enfermo, sobre los cuales se concibe que recayera toda la cólera de los familia- res, pero nunca sobre sus sacerdotes, los behiques, ó médicos superiores ó consulto- res. «T)e qué modo hacen y conservan los semíes de piedra 6 de madera.—Los que se forman de madera se hacen así: cuando un cami- nante nota removidas las raíces de un ár- bol se detiene aterrorizado y pregunta lo que es. El árbol responde: Entonces el hombre busca un boitío, le dice lo que ha pasado, y el brujo ó adivino corre al árbol que ha hablado, se sienta debajo de él y hace cojoha. Hecha la cojo- ha se pone de pié dándole los títulos de —Me llamo Boitw y eso dice quién soy. un gran señor, y le interroga de esta ma- nera ; —¿Dime quién tú eres? ¿y para qué' me has hecho llamarf ¿Dime si te corto y deseas venir conmigo? Si vienes conmigo ¿cómo quie- res que te lleve? Te haré casa con sus perte- nencias. 22 El árbol convertido en serní ó diablo le contesta del modo que se le antoja: lo corta ó se observan sus mandatos. Le construye una casa y sus pertenencias, y le hace la cojoba durante el año: la cojoba es el sacri- ficio ó culto para rogarle ó adorarle y com- placerle, para preguntarle y saber del se- nil lo que le conviene así como para pe- dirle que lo enriquezca. «Los seniles de piedra son de diferentes formaciones. Dicen unos que se hacen de los huesos ó cuerpos dislocados de los muertos por los médicos, y los enfermos guardan los mejores para hacer partear á las mujeres. «Había un senil llamado Baidrama. Cuando alguno enfermaba llamaba al boi- tío y le preguntaba de lo que provenía la enfermedad; y le decían que Baidrama lo enviaba á requerirle porque no había man- dado de comer á los que cuidaban su casa, y así les trasmitía el boitío lo que Baidra- ma les había dicho.)» 23 En esta parte, que es una mezcla de medicina y religión, habla el hermano Román del descubrimiento de un semí y de la ceremonia que debía practicar el boitío que aquí aparece como sacerdote guardián de los semíes, para trasladarlo á 811 casa ó templo. Se refiere luego en par- ticular á un semí llamado Baidrama y también Bvja y Alba, que debía ser pro- bablemente el dios de la salud, del que eran intérpretes los bohíos, y al que todo el pueblo estaba obligado á ofrecerle ali- mento, so pena de perder su gracia y en- fermarse el que no lo hacía. Por toda esta larga relación se vé cuán atrasados estaban en conocimientos médi- cos nuestros siboneyes. Sobre anatomía no se hace más alusión que á las regiones superficiales de las partes del cuerpo, sin entrar en detalles de ninguna especie, ni nombrar ningún órgano más profundo que la piel, á no ser el testículo, fínico á que se alude, el cual bien puede conside- rarse como externo, y de cuya organiza- ción debían tener idea por cuanto acostum- braban á practicar la castración. Sabían que el cuerpo estaba sostenido por el es- queleto óseo, limitándose á saber que existían los huesos, sin que se nos haya trasmitido una relación completa de sus conocimientos osteológicos. Conocían la carne en masa, pero ignoraban ó por lo menos nada se dice que conocieran los músculos. Un silencio completo reina respecto á los aparatos digestivo, circula- torio, respiratorio, y sistema nervioso, y en fin sobre todas las partes profundamente situadas. Su anatomía se reducía por con- siguiente al conocimiento de las partes que son visibles y tangibles, y aún éstos eran conocimientos de disposición pero no de estructura. 24 Su fisiología era tan rudimentaria como su anatomía. Se limitaba su saber en di- cha ciencia al grosero del funcionamiento de los ojos, por cuanto empleaban como castigo su destrucción, y se trasluce que también debían conocer las funciones del testículo, porque se valían igualmente de la castración como castigo, pero con la creencia errónea de que este órgano era 25 esencial para la vida de ciertas personas, según se ha dicho en un párrafo de la re- lación que hemos transcrito. Es probable que supieran que la integridad de los hue- sos de los miembros era necesaria para ejecutar los movimientos de locomoción, por que se dice que rompían en ciertos casos los huesos de las piernas y de los ltrazos á los médicos, que quedaban así postrados sin poder moverse durante tres días, sin embargo de que ya más arriba hemos expuesto nuestras dudas sobre este particular; así es que de esa misma ase- veración se desprende cuán imperfectos eran los conocimientos de los indios sobre la regeneración del hueso. No dudo que también conocieran las funciones del oído, olfato, gusto y tacto, porque estos son conocimientos generales a todos los hombres y de constante apli- cación al mundo exterior en todas las cir- cunstancias de la vida. Los siboneyes poseían algunos mayores, aunque imperfectos, conocimientos de pa- tología. La voz axe, según Bachiller, sig- nificaba algunas veces enfermedad, aun- que su acepción general era la del tubércu- lo comestible llamado ñame. 26 Conocían las contusiones, heridas y úl- ceras, y de estas últimas, unas de forma grave, que cubrían todo el cuerpo y ha- cían caer la piel, aunque en este punto debe haber exageración, máxime cuando á esta enfermedad se atribuía un origen divino. La embriaguez por el tabaco no solo era frecuente sino que abusaban de ella, pues era una práctica corriente en el médico y su enfermo al principio de su curación. Nuestros indios designaron con el nom- bre de caracol á una enfermedad que, se- gún se refiere, era semejante á la sarna y que ponía las manos ásperas. En una fá- bula de su mitología se alude á la necesi- dad que tuvieron los primeros moradores de valerse de estos hombres de manos ás- peras, para retener á los seres fantásticos de los que luego salieron las mujeres, los cuales se deslizaban de entre las manos de los otros hombres no enfermos que que- rían aprisionarlos. No sabemos á cual en- 27 fermedad de las nuestras correspondería 6 se aproximaría esta que nos ocupa, por ser incompletos los caracteres que se le asignan. No debemos pasar en silencio las sífilis, cuyo origen tantas veces se ha atribuido al pueblo americano. Sin embargo, las vi- vas discusiones sostenidas sobre este par- ticular han juzgado la cuestión favora- blemente para el Nuevo Mundo. Por lo tanto, evitaremos la enojosa repetición de este punto histórico, y no combatiremos con muchos argumentos la opinión del origen americano de la sífilis, basada en la coincidencia de la propagación epidé- mica de esta enfermedad en Europa con el descubrimiento de la América. Basta recordar que desde el siglo xm se escribió sobre ella en Italia, y que desde media- dos del siglo xv ya era allí conocido el vial francés y la virtud que tenía el mer- curio para curarlo. Pero hay ademas un hecho que es decisivo; en Marzo de 1493, pocos días después del regreso de Colón en su primer viaje de las Indias recién descubiertas, al Puerto de Palos, se orde- 28 nó en París, mediante pregón, que todos los enfermos de sífilis salieran incontinenti de la ciudad. Esta medida revela que la enfermedad había tomado grandes pro- porciones en aquella capital, y es claro que para llegar á ese extremo debía exis- tir desde mucho tiempo antes en Francia, puesto que esta afección es más lenta en su desarrollo y propagación que la mayor parte de las epidemias conocidas. Así es, que de todos modos sería imposible creer que en pocos días, con las malas comuni- caciones de aquella época, hubiese salva- do la distancia de Palos á París para mostrarse epidémicamente en esta última ciudad—Muchas otras pruebas pudieran alegarse sobre el origen europeo, y tal vez asiático y antiquísimo de la sífilis, pero las ya expuestas son suficientes para con- vencernos de que dicha enfermedad no es procedente de la América. Ninguna mención hacen los historiado- res del conocimiento que tuvieran los si- boneyes de las fiebres y otras afecciones comunes, que existían en esta región, y que desde el principio castigaron á los conquistadores españoles; pero atribuyo la deficiencia de datos sobre estos particu- lares á que ninguno de los narradores de la conquista se ocupó de medicina más que incidentalmente, y cuando lo hacían fué siempre de un modo imperfecto. 29 Oviedo refiere que abundaban tanto las niguas (pulex penetrans) en los primeros tiempos de la llegada de los españoles, que, en los hombres que no se cuidaban de ellas, se propagaban con tal abundan- cia que los atacados se quedaban tullidos y mancos para siempre. Las Casas dice de igual modo que los indios sufrían de la enfermedad parasita- ria debida al piojo (pediculus capitis) pero sin señalar si fue ó no introducido por los conquistadores, lo que era fácil, pues sa- bemos que desde antiguo existía en Eu- ropa. La terapéutica de los siboneyes se redu- cía al conocimiento de las propiedades narcóticas del tabaco, que usaban frecuen- temente para embriagar á los enfermos. Lero la medicación que casi exclusiva- mente usaban era la antiflogística: sangrías y evacuantes. Cuando se solicitaban los servicios de un médico, empezaba éste por administrar un purgante á su enfermo, y después el vomitivo usual, y en fin, una serie de manipulaciones que también figu- raban como medios terapéuticos destina- dos á influir sobre la imaginación de los enfermos. 30 No sabemos qué sustancia usaban como purgante, pues no tenemos en este con- cepto al tabaco como indica algún escritor. Para vomitivo empleaban una mezcla de tabaco y una especie de cebolla machaca- dos, y añade el hermano Román que con el mismo fin usaron la yerba sagrada. Tal vez esta planta no sería otra que el taba- co, que es vomitivo y no purgante como ha dicho el Sr. Bachiller. La planta sagrada cuyo uso enseñó Bo- hito II se nombraba gueyo; ahora bien, como sabemos que de todos los vegetales que conocían los indios al descubrirse la América era el tabaco, el más importan- te por sus diversas propiedades, y como se dice además que se empleaba en las prácticas religiosas, bien pudiera ser que gueyo fuera el nombre sagrado de la plan- ta, ó la planta viva, mientras que por tabaco designarían las hojas secas de esta yerba destinadas á quemarse, así como el instrumento con que aspiraban su humo, y por último, cojoba era la bebida hecha con zumo de las hojas verdes de tabaco, que ofrecían á los semíes para tenerlos propicios, y que con tanta frecuencia fi- guraba en sus prácticas religiosas y médi- cas. Debían también usar el tabaco como sudorífico, puesto que goza de esta pro- piedad casi á la misma dosis en que es vomitivo. Usaban además como medica- mento la jagua (genipa americana, L.) pe- ro sin indicar su acción sobre el organismo. Actualmente se le conceden propiedades resolutivas: muy útil, según Pichardo, contras las heridas, lobanillos, y otras afecciones. 31 Pero el principal medio terapéutico de que disponían era el empleo del agua fría, hasta tal punto que el P. Las Casas dice que «enfermando la persona, mujer ó hom- bre, si estaba muy mala, la sacaban de la casa los parientes y deudos, y la ponían cerca de allí en el monte; allí le ponían al- gunos jarros de agua, y otras cosas de co- mer, sin que con ella estuviese persona al- guna. Creo que la requerían de cuando en cuando y la lavaban, porque por principal medicina usaban lavar los enfermos, aun- que quisiesen espirar, con agua fría, lo cual, ó hacían la continua costumbre que tenían cada hora, estando sanos, por lim- pieza lavarse, ó por superstición, ciñen- do (pie el agua tenía virtud de limpiar los pecados y de dar sanidad corporal.» 32 En fin, la ci rujia era practicada por los siboneyes en ciertos casos. Carecían de in- trumentos especiales para hacerlas opera- ciones; así para practicar la que entre ellos era más común, la sangría, se valían de las púas del maguey. No se indica en qué parte del cuerpo hacían las sangrías, pero sí se afirma que eran de un uso frecuente. Ningún detalle nos ha llegado tampoco sobre el modo que tenían de sacar los ojos, y de hacer la castración; pero suponemos que la primera de estas operaciones sería un vaciamiento de algún modo grosero, y la segunda se haría por corte y magulla- miento,. con un cuchillo de piedra más ó menos afilado. Como estas dos operaciones se realizaban en el concepto de penas, pro- bablemente ningún tratamiento post-ope- ratorio se aplicaría á los pacientes. Y, para terminar con lo que se refiere á la cirujía, recordaré que en la mitología de Haití se dice que la mujer Tauhuana mu- rió de un parto, y que lo abrieron el vientre y le extrajeron cuatro gemelos. Esta fábula nos induce á creer que alguna vez se practicaría allí la operación cesárea. Pero generalmente las mujeres indias parían con tan sorprendente facilidad que el P. Las Casas afirmaba que «era cosa maravillosa con cuán poca dificultad y dolor parían, cuasi no hacían sentimiento alguno más de torcer un poco el rostro, y luego, que estuviesen trabajando y ocu- padas en cualquiera oficio, lanzaban el hi- jo ó hija y luego lo tomaban y se iban y lavaban á la criatura, y á sí mismas, en el río; después de lavadas daban leche á la criatura, y se tornaban al oficio y obra que hacían.» Mayores noticias nos han trasmitido los historiadores sobre la higiene de los indios. Nos dicen que los siboneyes eran sanguíneos, alegres y amorosos, benévolos, dulces y benignos; y añade el P. Las Casas, que de buena memoria y rica fantasía, cualidades que atribuye á la influencia de un clima siempre templado, y á las cos- tumbres morigeradas de aquel pueblo pri- mitivo. Así no es extraño que alcanzaran una edad avanzada, habiendo él visto mu- chos ancianos de más de ochenta años. 34 Nos aseguran que se recortaban el pelo, que se bañaban con frecuencia, y que las mujeres se pintaban flores en la piel y di- bujos variados los hombres, de color ro- jo con las semillas de hija (Bixa orellana, L), de negro con la jagua, y así con otras sustancias colorantes. Algunos autores suponen que no se pintaban por vana ostentación, sino para preservar su piel de las picadas de los mosquitos y otros insectos chupadores. Las _ mujeres se casaban muy jóvenes; eran de costumbres moderadas en sus re- laciones con el hombre, pero muy fecun- das. Las Casas afirma que era general que tuviesen muchos hijos, solo lleván- dose ellos- un año de diferencia, que vio amenudo partos gemelos, y refiere el caso de una mujer que tuvo cinco hijos de un solo parto. Apenas parían lavaban á las criaturas con agua fría para que no se les endureciese el cuero, costumbre que es de una rigurosa buena higiene, así como las mujeres recién paridas se bañaban también en agua fría sin que les hiciese nin- gún daño. También se dice que durante la lactancia las mujeres no tenían contacto carnal; pero no es fácil creer que así fue- se, tanto por el instinto que lo ordena, como por la abundancia de hijos que te- nían. Su alimentación era principalmente ve- getal, utilizando el maíz, la }uica de que hacían casabe, que aun en nuestros días se consume en el campo, y, en fin, diver- sas frutas. Entre las carnes consumían la de algunos reptiles, como la iguana (cyclura carinata, Harían), y de algunas culebras y tortugas; también comían, se- gún Urrutia, arañas grandes, y gusanos engendrados en maderos podridos, y entre los mamíferos las judas (copromys); pero de todas las comidas animales preferían los pescados, consistiendo la principal ocu- pación de los hombres en procurarse esta clase de alimentos. Respecto á bebidas no conocían otra más que el agua. 36 Entre los ejercicios gimnásticos á que se dedicaban, recordaré la caza y la pesca, así como la natación, en cuyo arte eran muy diestros; los areitos, que eran sus bailes, á cuyo ejercicio fueron en extremo aficionados, teniendo por él tal pasión que amenudo pasaban muchas horas se- guidas bailando hasta quedar extenuados de fatiga; y en fin el juego de la pelota, al que se entregaban cuando se reunían en la plaza pública. Variados detalles nos han dejado Iqs escritores de aquella época sobre el desti- no que daban los siboneyes á sus cadáve- res. Ordinariamente ios enterraban de un modo análogo al que usan los pue- blos europeos. Cuenta Las Casas que los enterraban en los montes, y Gomara aña- de que los sentaban en la sepultura, y les ponían al rededor pan, agua, sal, frutas y armas. Practicaban la incineración del cadáver de algún personaje cuando que- rían averiguar la culpabilidad que en su muerte suponían al boitío, del modo que se indica en los párrafos copiados de la relación del hermano Román Pane. Por su parte, dice Charlevoix, que los indios disecaban hasta dejar como momias los cadáveres de las personas principales, y que solían conservar los huesos, pero no describe el modo que tenían de momifi- carlos. 37 Por esta descripción quedamos persua- didos del gran respeto que tenían por sus muertos. Enterraban á las gentes del pueblo, pero á los cadáveres de sus caci- ques les reservaban mejor destino; los di- secaban y conservaban momificados, como objeto de veneración y para recuerdo de sus hazañas. Nada he leído, sin embar- go, de haberse descubierto ó conservado hasta el presente alguna de esas momias, y es sensible que de ellas no se hubiese hecho una detallada relación y compara- ción con las de Egipto. Por eso me limi- to á reproducir la expresión de Charle- voix sin concederle gran valor, puesto que no hay datos suficientes para asegu- rar que los siboneyes conocieran las prác- ticas del embalsamamiento. 38 La raza siboney disminuyó rápidamen- te desde el principio de la conquista an- gustiada por los trabajos penosos á que la sujetaban los conquistadores. Ya boy puede decirse que ba desaparecido al me- nos con su carácter de originalidad, no quedando más que algunos restos de aque- lla raza en el departamento oriental; y con ella ha desaparecido el escaso grado de civilización que alcanzaron, absorbida por otra muy superior que trajeron les europeos. Se han consultado principalmente, para la redac- ción de este trabajo, las publicaciones siguientes; Las Casas.--«Historia de las Indias» edición pu- blicada en Madrid en 1876, por el Marqués de la Fuensanta del Valle y D. José Sancho Rayón. Colección Rivadeneyra.—«Historiadores de Indias.» Urrütia.—«Teatro histórico, jurídico y político militar de la Isla Fernandina de Cuba» Haba- na 1876. 39 Pezuela.—«Historia de la Isla de Cuba» Ma- drid 1868. Pichardo.—«Diccionario de voces cubanas.» Bachiller y Morales. «Cuba primitiva.» Jullien.—«Enfermedades venéreas » OJEADA HISTÓRICA SOBRE LA MEDICINA EN CUBA. {Nota presentada al primer Congreso Médico Cu- bano celebrado en la Habana en Enero de 1890, y publicada en la Revista Cubana, Febrero 1890.) Apenas conocida la América, gran nú- mero de aventureros atrevidos arrastrados por la maravillosa riqueza de las tierras descubiertas por Colón, dominados por la fiebre conquistadora y la codicia de los metales preciosos, solo pisaban este suelo como un punto de escala para ganar las ansiadas regiones del oro y de la plata del Continente. Estos hombres, guerreros por tempera- mento, y en su mayor parte soldados y marinos en las guerras de Granada y de Italia, solo conocían algunas de las artes útiles en la carrera de las armas. Pero eran de escasa ilustración literaria y des- provistos de conocimientos científicos. De medicina solo refieren los historiadores de la época que se ocupaban de las heridas que con tanta frecuencia sufrían en sus campañas. 41 La Isla de Cuba, que no les brindaba riquezas minerales, apenas veía aumentar su población durante el primer siglo de la conquista. La de la Habana á los treinta años de su fundación, solo la componían unas 150 almas, en su mayor parte ancia- nos y personas inútiles para las campañas del Continente. Pero la posición avanzada de esta ciu- dad sobre la tierra firme la convirtió en la última escala de las escuadras conquista- doras y era igualmente el lugar á donde regresaban los heridos y enfermos de tan- tas aventuras. Este fue el motivo de que se fundase en la Habana en 1565 un hos- pital llamado de San Felipe y Santiago para asistir á los enfermos y heridos de la guerra de la Florida. Pero casi desde su fundación fueron también asistidos en aquel asilo todos los enfermos pobres de la ciudad. 42 Más higiénica que farmacológica debió ser en un principio la asistencia en este hospital por la total carencia de médicos que entonces había, como lo demuestra el hecho que algunos años antes el Ayunta- miento de la Habana había concedido á un barbero y cirujano llamado Gómez el de- recho exclusivo de curar en toda la ciu- dad. La primera mención que se hace do un médico en la Isla fué el acuerdo en Cabil- do de la Habana en 1610, subvencionan- do con cien ducados anuales al Ledo. Juan de Tejada para que se estableciese en la población. Según investigaciones de mi amigo D. Alfredo Zayas, 41 años antes de aparecer Tejada, celebró contrato con el Ayuntamiento el Ledo. Gamarra, por el cual había de prestar sus servicios de mé- dico, cirujano y boticario á cierto número de vecinos inscriptos en una lista, obte- niendo en cambio el derecho exclusivo de curar en la ciudad. Pero ya á fines del siglo XVII había médicos en diversas poblaciones, pues hasta se tiene noticia de uno que en 1699 había ido á establecerse en Santa Clara, pequeña población recién fundada en el centro de la Isla; y que en la misma algu- nos años después se abrió al público una botica de ungüentos. 43 A mediados del siglo XVII una epide- mia de una especie de fiebre pútrida llevó al sepulcro cerca de un tercio de la pobla- ción de la Isla, que entonces ascendía a unas 30,000 almas. En todo este primer periodo de nuestra historia médica que se termina con la fun- dación de la Universidad Pontificia, perio- do que podemos calificar de ignorancia en su principio y siempre de deficiencia en co- nocimientos médicos, en que el arte de cu- rar se hallaba en manos de charlatanes ó de médicos más aventureros que hombres de ciencia, durante este período, decimos, se realizaron algunas obras de higiene, como ]a construcción de la Zanja Real para abas- tecer de aguas potables á la Habana, ó de beneficencia, como la fundación del Hos- pital de Paula para la asistencia gratuita de mujeres pobres. 44 El siglo XVIII abre una nueva era para la vida intelectual de los cubanos con la fundación de una Universidad. Terminado ya el azaroso período de la conquista, las múltiples colonias esparci- das en el Nuevo Mundo dedicaban aten- ción preferente á la organización de sus gobiernos interiores. La Isla de Cuba con- taba en el primer tercio de dicho siglo, una población de agricultores y comerciantes de más de 100,000 almas, número que llegó casi á cuadruplicarse al finalizar el mismo. Antes de terminar el siglo XVII se agi- tó en la orden de predicadores de esta Capital la idea de fundar una Universi- dad. Con las dilaciones que los lentos medios de comunicación de aquella época impo- nían, se obtuvo en una bula del Papa Ino- cencio XIII, confirmada por Real Cédula, el ansiado permiso para la creación de una «Real y Pontificia Universidad» que en 1728 quedó establecida en el convento de San Juan de Letrán, que aquellos frailes ocu- paban; fundándose entonces oficialmente los cursos de teología, filosofía, leyes y medicina. Pero desde algunos años antes de obtenerse la Real Cédula, ya se explica- ban cursos en el convento, que en medici- na profesaban los Dres. González Alamo, y Hernández Catategui. 45 Esta Universidad confería los títulos de Bachiller, Licenciado y Doctor. El Bachillerato en medicina compren- día; 4 cursos en Prima (fisiología.) 1 ~ en Vísperas (patología). 1 ~ en Cirujía y Anatomía. 1 ~ en Astronología. 1 ~ en Método (terapéutica). Para obtener la Licenciatura se exigía haber practicado dos años con un Proto- médico. La enseñanza de esta facultad que, ado- lecía de defectos graves marca sin embargo El Doctorado se confería por oposición. 46 un período notable de. progreso; y la ex- periencia demostró que esta enseñanza fué fecunda en resultados prácticos, porque despertó en la juventud el estímulo para los estudios serios, y en el trascurso de aquellos años mantuvo vivo el amor á la ciencia, dotando al país de un cuerpo mé- dico de regular instrucción que con mo- vimiento lento y siguiendo á través de la distancia las doctrinas de las escuelas eu- ropeas, debemos considerarlo como fuente de nuestro actual desenvolvimiento cien- tífico. Antes de fundarse la Universidad se creó en 1718 un Protomedicato para combatir y perseguir el charlatanismo de los curan- deros que entonces abundaban, velar por los intereses de la profesión, y conferir tí- tulos de médicos. (1) (1) Los grados concedidos por la Universidad no tenían otro valor que ser la expresión de los estudios cursados en ella. Pero las licencias para curar solo las otorgaba el Protomedicato, conce- diendo álos graduados de la Universidad mediante un nuevo examen ante el Tribunal los títulos de cirujano y de médico. El Protomeclicato confería cuatro distin- tos títulos: 47 1? Médico-cirujanos, que podían ejercer todos los ramos de la medicina. 29 Médicos, que sólo trataban las en- fermedades internas. 39 Cirujanos latinos, que asistían las enfermedades puramente externas, y los casos mixtos en que éstas eran causas de las internas. 49 Cirujanos romancistas, que estaban autorizados para curar únicamente las en- fermedades externas (heridas, úlceras, etc.) ,(1) El Protomedicato quedó suprimido en 1832, y su sucesora la Junta Superior de Medicina en 1842, para pasar al claustro universitario el derecho de conceder los grados. Sin embargo, á pesar de la creación de la Universidad los estudios languidecían con el aprendizaje confuso de los textos, (1) Este titulo, debido ála carencia de médi- cos, se concedía á los practicantes ó enfermeros de los hospitales, que demostraban ante el Tribunal aptitud para las curaciones sencillas. el mal orden establecido en los cursos, la enseñanza puramente teórica y la costum- bre establecida en las aulas de emplear el idioma latino, de tal modo que en 1800 solo había matriculados ocho alumnos en la facultad. 48 Pero al iniciarse el siglo XIX la ense- ñanza médica adquiere un vuelo hasta en- tonces desconocido. En 1763 se fundó el Hospital Militar, y en él se explicó por primera vez en 1797 un curso de Anato- mía práctica por el Ldo. Córdova, al que siguieron cursos de operaciones, quedan- do en fin establecida allí una mesa de disección para los estudios sobre el cadá- ver. Desde esta época sustituyó definitiva- mente el castellano al latín en la enseñan- za universitaria, y las doctrinas de Morga- gni, Hallcr, y otros autores modernos sus- tituyeron á los antiguos textos. En 1804 propaga la vacuna el Dr. Ro- may en los momentos en que una epide- mia de viruelas asolaba la ciudad.—Por R. C. de este mismo año se hacen cesar los enterramientos en las iglesias, como hasta entonces se acostumbraba, y se man- daba construir cementerios fuera de po- blado. 49 En 1819 se creó una cátedra de Anato- nomía práctica con un pequeño museo de piezas de cera. En 1821 el Dr. Tasso, discípulo de Scarpa, explicó brillantemente la Anato- mía y la Fisiología. En 1824 se creó la cátedra de cirujía, que profesó el venerable Rector de nuestra Universidad, Dr. F. González del Valle. —En 1825 explicó el Dr. Alonso, en cur- sos libres, la Anatomía, Operaciones y Obstetricia, que fueron continuados en 1880 por el modesto y sabio Doctor Gu- tiérrez, á quien tanto debe la cirujía en Cuba. Este mismo profesor á su regreso de Francia, enseñó por primera vez la aus- cultación y percusión, y practicó opera- ciones hasta entonces desconocidas en el país. Todos estos elementos de progreso reu- nidos, que de hecho habían impreso un nuevo giro á nuestra medicina, contribu- yeron poderosamente á la gran reforma universitaria de 1842. La enseñanza ofi- cial de la Clínica, que por su naturaleza práctica abre extensos horizontes á las in- vestigaciones personales, es el carácter esencial do esta reforma, que marca el punto de partida del tercer período que, pudiéramos igualmente llamar contempo- ráneo ó propio de esta generación. 50 La facilidad y rapidez de las comunica- ciones, ha llevado á no pequeño número de jóvenes á hacer ó completar sus estu- dios en las distintas ramas de la ciencia de curar en las más reputadas escuelas del extranjero, á adquirir al lado de los gran- des maestros ese espíritu de observación metódica y de sano juicio, que es la fuen- te de las producciones personales; y por otra parte, el desarrollo siempre creciente de la prensa científica, ha logrado des- pertar el estímulo de gloria y el culto á la investigación de la verdad, de fecundos resultados en las inteligencias, perseve- rantes. En 1840 se fundó el primer periódico profesional en la Habana, El Repertorio Medico, dirigido por los Dres. Gutiérrez y Zambrana, que se publicó durante tres años. Desde entonces se han sucedido más de 30 revistas médicas, de vida efímera en su mayor parte, hasta el momento actual en que, por el acrecentamiento de escrito- res profesionales parecen gozar las que ahora existen de mejores condiciones de vitalidad. 51 En este período se ha despertado igual- mente el espíritu de Asociación científica. En efecto, desde 1861 quedó fundada la Real Academia de Ciencias Médicas, Fí- sicas y Naturales, centro científico y con- sultivo del Gobierno, gracias á las gestio- nes de su primero y hasta hoy único Pre- sidente, el venerable Dr. Gutiérrez. En 1878 se funda la Sociedad Antropo- lógica; en 1879 las de Estudios Clínicos, y Socorros Mutuos de Médicos. Y en fin, se establecen sociedades médico-farmacéuti- cas en varias poblaciones del interior. En el transcurso de estos últimos años se han realizado otras fundaciones nota- bles en la esfera de la medicina. En 1854, una Casa General de Enagenados; en 1870, las casas de socorro; en 1874, el Hospital de Higiene, asilo destinado á las prostitutas enfermas; en 1880 se esta- bleció un Necrocomio; en 1882 un cuerpo de Médicos Municipales, para la asisten- cia á domicilio de las familias pobres; en 1886 quedó terminado el Hospital Civil (cNtra. Sra. de las Mercedes», construcción digna de esta ciudad culta. En 1887 el Dr. Santos establece en esta ciudad un instituto de vacunaciones antirábicas por el procedimiento de Pasteur. 52 Durante este período'la Cirujía ha rea- lizado progresos tan notables, que la han colocado á la misma altura de la que se practica en los centros más ilustrados. En 1851 se aplicó por primera vez el clorofor- mo para una operación de cáncer, por el Dr. Gutiérrez. Este profesor introdujo gran número de operaciones, en especial del aparato génito-urinario. Ultimamente se han llevado á cabo toda suerte de gran- des operaciones. A la primera ovariotomía hecha por elDr. Bustamante en 1878, han seguido muchas otras de igual importan- cia por manos de hábiles cirujanos. Terminaremos recordando que en esta 53 última década se ha desarrollado con nue- vo impulso el estímulo por la enseñanza en la Universidad, con el establecimiento de una Clínica de partos, de Laboratorios al servicio de las Clínicas médica y qui- rúrgica, con la introducción de mejoras pa- ra la disección de los cadáveres, y con la li- bre elección de temas para las tesis de Doctorado, á la vez que el menor costo de la carrera ha dado acceso á las aulas á la juventud menos acomodada. Y por otra parte, no faltan profesores (pie aislada- mente unos, y en colaboración otros en centros apropiados, se entregan-con ardor á investigaciones científicas sobre diversos puntos de medicina, y muy especialmen- te sobre fiebre amarilla, ardua tarea que con los nuestros han compartido en esta ciudad sabios profesores extranjeros. He creído útil trazar este bosquejo his- tórico ahora que en este primer Congreso Médico ha de demostrarse el verdadero estado de adelanto que alcanzamos en la vía independiente de la observación y de experimentación personales. CONGRESO MÉDICO CUBANO (Moción verbal en la Sociedad de Estudios Clín i- cos en sesión de 6 de Septiembre de 1888.) He pedido la palabra, para ocupar la atención de los señores socios con un asun- to, que si bien es nuevo entre nosotros, ha pasado á ser un hecho vulgar en los países que dirigen el movimiento científico. Me refiero á los Congresos médicos. Hasta no ha mucho tiempo las Acade- mias de Medicinas eran los principales Centros donde se exponían, debatían y depuraban las concepciones de los sabios que vivían, por decirlo así, bajo los muros de una misma ciudad. Pero la difusión cada día creciente de la literatura médica, las ha hecho ya insuficientes para ocupar- se del considerable número de trabajos que se realizan actualmente en este perío- do de investigación y de análisis porque atraviesa nuestra ciencia. De aquí ha sur- gido, con la expontaneidad propia de las cosas necesarias, el Congreso que es la reu- nión, no ya de los médicos de una ciu- dad, sino de todo un pueblo y hasta de todos los pueblos que entienden de medi- cina. Los Congresos, cuya misión es reu- nir los materiales variados que se les so- meten, discutirlos y publicarlos, vienen á ser como el arca donde se guardan los co- nocimientos de los profesores que les die- ron vida, y como una muestra del estado de la medicina de un pueblo en el mo- mento de su celebración. 55 Nacidos casi á mediados de este siglo, se han propagado con pasmosa rapidez, y hoy es tal el número de los que existen, que apenas hay número de periódico pro- fesional europeo, donde no se dé cuenta de las sesiones de algún Congreso. La me- dicina en general, ó la medicina y la ci- rujia aisladamente, ó una cualquiera de sus ramas, y hasta una sola enfermedad, son campos donde funcionan Congresos que mantienen vivo el interés, en comu- nicaciones y discusiones, de todos-los que aman verdaderamente la ciencia. Los Con- gresos internacionales de medicina, los de naturalistas y médicos alemanes, la Aso- ciación para el adelantamiento de las Cien- cias, en Francia, la Asociación inglesa, los Congresos de oftalmología, el reciente de la tuberculosis, y otros rail (pie se celebran en capitales ó pueblos de menor impor- tancia, atestiguan la trascendencia de estas reuniones en el progreso de la Ciencia. En ellos se fomenta el estímulo para el traba- jo, y se desarrolla el espíritu observador por el cambio recíproco de ideas; de los materiales que examina pueden sacarse conclusiones sobre puntos definidos, que son la, expresión de las tareas realizadas. Nuestro país también marcha en pos de este movimiento científico. Iniciados ayer en la vida intelectual, pues aún viven pro- fesores que estudiaron prima y vísperas en aquellos tiempos de enseñanza teórica é incompleja, hemos recorrido sin embargo con paso decidido un largo camino. Una generación entusiasta regresó al suelo pa- trio con sólido material científico y prodi- gó todas las inspiraciones de la escuela francesa, y más tarde el espíritu perseve- rante de los americanos. Por efecto de este progreso se mejoraron los estudios univer- sitarios, se fundó en 1861 la academia de Ciencias, y más recientemente, en 1879, esta Sociedad de Estudios Clínicos, y una Sociedad Antropológica y otra Odontoló- gica, y en fin, desde años antes una pren- sa médica, entusiasta; en cuyos diversos Centros, manifiestan su actividad en el tra- bajo los muchos profesores de esta tierra amantes del progreso. 57 Pero en estos Centros apenas se ha revela- do más que el movimiento científico de la Habana. Y sin embargo, en diversos pun- tos del interior ejercen la medicina aventa- jadísimos compañeros recibidos en nuestra Universidad ó venidos del extranjero, y cuyo concurso en el movimiento médico local, es de valor inapreciable. Para facili- tar y estrechar las relaciones mutuas entre 58 todos los médicos de la Isla, nada más acertado que la creación de un Congreso médico que celebre sus sesiones con largos periodos de intervalo. Propongo, pues, que la Sociedad aprue- be esta moción, y que tome la iniciativa de organización, nombrando una comisión de su seno que redacte un programa para la celebración del primer Congreso. (1) (1) El Congreso se celebró con éxito notable del 15 al 20 de Enero de 1890, con asistencia de gran número de médicos de muchas localidades de la Isla, habiéndose presentado trabajos numerosos y llenos de originalidad. EL DR, HERMAN KNAPP APUNTES BIOGRÁFICOS (Publicado en La Revista de Ciencias Médicas en Abril 5 de 1889.) A mediados de Marzo último visitó nuestra Isla, como excursionista, un dis- tinguido médico de New-York, el doctor- Knapp. Muchos comprofesores de esta ciudad se apresuraron á tributarle el ho- menaje de respeto y admiración debido al sabio, y la Sociedad de Estudios Clínicos celebró el día 19 una sesión extraordina- ria en su honor, nombrándolo Socio de Mérito, como no ha muchos años acordó iguales distinciones á otro investigador umversalmente conocido, el Dr. Grancher, de París. Cuba, apenas nacida ála vida de la ciencia, encierra por el entusiasmo de sus hijos, según confesión de ambos profesores, el germen de una escuela in- dependiente. En efecto, la asimilación ac- tiva de las elaboraciones extranjeras, es fuente fecunda, y no tardará en rendir lí- eos productos de observación propia. 60 El Dr. Knapp, que per su modestia y trato exquisito se captó las simpatías de la clase medica de esta ciudad, acaba de cumplir 57 años. Nacido y educado pri- meramente en Alemania, estudió durante nueve años consecutivos en las Universi- dades de Munich, Würsburg, Berlín, Leipzig, Viena, París, Londres, Utrecht y Heidelberg, al lado de los oftalmólogos que enaltecían con su ciencia el brillo de estas escuelas, principalmente de Bow- man y Critchett en Inglaterra, de Don- ders, en Holanda, de Graefe y Helmholtz, en Alemania, de quienes supo asimilarse ese entusiasmo del genio que estudia la ciencia por la ciencia misma, para perfec- cionarla con su infatigable labor, que sólo aspira al premio de la utilidad práctica que sus investigaciones pueden propor- cionar á la masa de los hombres. 61 Su decidida* afición á los estudios fisio- lógicos le retuvo más largo tiempo al lado del inmortal inventor del oftalmoscopio, en Heidelberg, de quien aprendiólas cien- cias exactas aplicadas á la óptica, y el espíritu investigador, que se tradujo más tarde en los numerosos trabajos que le han conquistado justa reputación de sa- bio en el mundo médico. Durante algunos años fue profesor de esa misma histórica Universidad de Hei- delberg, cargo que renunció en 1868, para establecerse en New-York que le ofrecía un campo más vasto al desenvolvimiento de sus aptitudes. En esta ciudad fundó los Archives of ophthalmology and otolngy, revista trimes- tral, publicada á la vez en los idiomas in- glés y alemán, y el New- York Ophthalrnic and Aural Instílate, á la vez escuela y hospital para el estudio y tratamiento de las enfermedades de los ojos y de los oídos. Bien pronto supo apreciarse en la me- 62 trópoli americana la profundidad de co- nocimientos y las notables aptitudes que reunía el especialista alemán para que pasase desapercibida la inmensa utilidad que- su enseñanza había de reportar á los alumnos de esta ciencia. Nombrado pro- fesor de la facultad de medicina de la Universidad de New-York, desempeñó sus cursos con general aplauso, hasta 1888, en que por la sentida muerte de un sabio oftalmólogo americano, el Dr. C. R. Agnew, pasó á ocupar la cátedra vacante en el College qf Physicians and Surgeons de la misma ciudad. El Dr. Knapp ha publicado numero- sos trabajos sobre puntos difíciles de oftal- mología; pero en gracia á la brevedad de estos apuntes, sólo daremos á conocer aquellos que mayor eco han tenido en las escuelas europeas. En 1859 escribió sobre las Curvaduras de la Córnea y su astigmatismo, cuando aún los trastornos visuales por este defec- to de refracción eran apenas conocidos. Publicó además varios trabajos físicos y matemáticos sobre las Constantes ópticas yla acomodación—y sobre el Astigmatismo, —descripciones del Oftahnoscopio, etc. Xo son menos notables sus trabajos clí- nicos de Tumores intraoculares, sobre la Extracción de la catarata, (estadística de 12 series de 100 operaciones sucesivas, so- bre el Estrabismo, etc.) El Dr. Knapp es un trabajador infati- gable; en el laboratorio, en la cátedra y en las academias ha contribuido con sus experiencias y su palabra autorizada al progreso de la medicina. En el 2? Congreso internacional de of- talmología celebrado en París en 1867, Knapp, profesor entonces de la Universi- dad de Heidelberg, leyó una interesante comunicación sobre el GJioma de la retina, estableciendo que es una hiperplasia de la capa de núcleos á expensas de los elemen- tos nerviosos de aquella membrana, que se propaga, sea por transición inmediata ó por diseminación, y confirmando el pro- nóstico fatal de la enfermedad. Alternaron en la discusión de este punto los oftalmó- logos más reputados de la época, Sichel, Testelin, Graefe, Arlt, Critchetty Wecker. En la segunda sesión del mismo Con- greso se ocupó de las Medidas oftabnoscó- picas de las desigualdades del fondo del ojo, según sus observaciones propias. En el 59 Congreso internacional de Of- talmología, celebrado en New York, en 1876, tomó parte principalísima el doctor Knapp, ya en comunicaciones, en discu- siones, ó bien como miembro del comité de publicaciones de los trabajos presenta- dos á dicho Congreso. En su disertación sobre los Tumores or- bitarios examina los expstosis de la órbita, sumamente raros, formados por una sus- tancia ósea compacta, dispuesta en capas concéntricas; son de aspecto semejante al marfil (exostosis ebúrneas), pueden con- tener quistes mucosos, su base es más ó menos ancha, y su extirpación difícil. >Se ocupó enseguida de los tumores óseos de las cavidades vecinas que hacen irrupción en la órbita, cuya naturaleza es variable, fibrosa, mixomatosa, carcinomatosa, ósea, cartilaginosa, etc., y que ordinariamente proceden del seno maxilar; yen fin, del sarcoma y del condroma de las paredes orbitarias, tumores poco duros, derivados dei periostio y de difícil diagnóstico. 65 En el 79 Congreso internacional de Of- talmología, reunido el año último en Hei- delberg, propuso para anotar el astigmatis- mo colocar el 0 en el meridiano vertical y terminar la cifra que indica la inclinación del eje de los vidrios cilindricos con la le- tra n para el lado nasal, y con la letra t para el lado temporal. Ultimamente el Dr. Knapp se ha ocupa- do de bacteriología, de cuyas experiencias nos dio una galana muestra en la confe- rencia que le olmos en la Sociedad de Es- dios Clínicos. HIGIENE LA VISTA ESTUDIO DEDICADO Á LOS SRES. PROFESORES DE 1Á1 ENSEÑANZA. (Publicado en el «Boletín de la Asociación de Pro- fesores■» en Abril de 1887). Se ha dicho que la vista es el más no- ble de nuestros sentidos; y en efecto, es el más útil, y casi el único que hace al hom- bre apto para trabajar y moverse en so- ciedad. Sin la vista difícilmente puede adquirirse un mediano grado de ilustra- ción ni desempeñar la mayor parte de las profesiones. La noche eterna del ciego es como una barrera que lo separa de los demás hombres: que lo aisla del mundo social. La vista es un maestro que inconscien- temente nos enseña la forma, el volumen y el color de los objetos; nos hace apreciar las distancias, poniéndonos por consi- guiente en condiciones para movernos en el medio que nos rodea; y además por su educación puede suplir á los otros sen- tidos: así, por el choque de dos cuerpos suponemos la producción de un sonido; á la vista de un manjar preparado con arte, lo creemos grato al paladar; y las propor- ciones de una hoguera nos dan una idea del calor desprendido, como asimismo de todo cuerpo reflector deducimos una su- perficie homogénea y lisa. 69 La, vista es indispensable para la ilus- tración del pueblo. El ojo es el órgano que más se ejercita en las escuelas, y del que tanto provecho.saca el sistema objeti- vo. Desde el niño que llega á la escuela á aprender la cartilla hasta el sabio encane- cido en las bibliotecas, desde el comer- ciante al marino, desde el artesano al agri- cultor, todos los hombres se valen espe- cialmente de la vista para sus fines profe- sionales y sus relaciones 'finas. 70 Este órgano tiene una poderosa fuerza de acción durante la infancia, en cuyo período su funcionamiento se puede decir que absorbe toda la atención del niño, presentando á sus tiernos cerebros en toda su belleza el magnífico espectáculo de la naturaleza en sus múltiples formas. Yo he visto un niño de doce años que por vez primera contemplaba el mar que se extiende por delante de esta ciudad, per- manecer atónito durante largo rato, con los párpados muy abiertos, sordo é insen- sible á todo, en relación directa con Dios, que le revelaban, cual mudo testigo, aque- llas tranquilas aguas que se hundían en el horizonte. Y ¿quién no ha experimentado con la vista emociones profundas; y quién no ha recibido de sus propios ojos enseñanzas útiles, lecciones provechosas que forman una buena parte de sus conocimientos; y quién, en fin, no sabe que la vista acre- cienta las afecciones de familia y de na- cionalidad, y que sin ella difícilmente concebiríamos la sociabilidad? La. mirada su expresión ála fisono- mía. Un amaurótico, que tiene ojos pero no vé, parece tener convertido su rostro en máscara, porque carece de ese juego de sonrisas y miradas que son el imán de las personas espirituales. Cuando se tra- zan los rasgos de cualquier personaje cé- lebre, siempre se acentúan en los ojos aquellos con que se pretende realzarlo, porque nada es más cierto que en los ojos se reflejan el talento y las pasiones. Si miramos á un hombre superior, instinti- vamente tratamos de descubrir en el ce- rebro al través de sus ojos la conformación que le ha dado esa aptitud privilegiada; y hasta en las relaciones familiares, ¡ cuán- tas veces no tratamos de sorprender en la mirada el secreto que guardan los labios! 71 Pero este órgano de nuestro cuerpo, el globo ocular, tan importante que consti- tuye nuestro modo de ser, es á la vez tan delicado que se halla ordinariamente so- metido á múltiples causas destructoras. Bien sea traumatis- mos, ó causas profesionales, se observan en él trastornos que pueden llegar á ser fatales para el porvenir de un individuo. En las escuelas sufren los niños ciertas enfermedades ó trastornos visuales desa- rrollados por efecto de la clase de traba- jos a que en ellas están sometidos. Con- viene, pues, que los señores profesores de instrucción primaria tengan una idea de esas afecciones profesionales de los niños, para poner un correctivo á ciertos defectos ó bien para solicitar oportunamente el auxilio de la medicina. Me refiero en par- ticular ála miopía, hipermetropía y es- trabismo, que son comunes en la segunda infancia, durante el período escolar, y que pueden reconocerse sin necesidad de conocimientos médicos. 72 Los maestros, que son los encargados de dirigir la infancia por las vías de la ins- trucción y del desarrollo intelectual, deben también saber cuidar de la parte mate- rial y desarrollar simultáneamente la fuer- za física, por que la sociedad requiere hombres robustos y sabios si pueden po- seer ambas cualidades á la vez, y porque la experiencia nos ha enseñado que del equilibrio físico é intelectual se obtienen los hombres más perfectos y más útiles al progreso de la humanidad. Y deben cui- dar con especial preferencia de los ojos, que nos llenan de encanto la vida, porque ellos son la puerta de entrada de la sabi- duría. 73 Para hacer comprensibles algunos apun- tes de refracción, necesito dar una explica- ción de detalles que siempre es enojosa, pero que yo trataré rápidamente y con toda la claridad que me sea posible. El globo del ojo es un aparato de óptica que representa una cámara oscura provis- ta de lentes convergentes en su abertura, y de una pantalla en el fondo. Esa pan- talla es la retina ó membrana sensible á la luz. Los rayos luminosos que de gran dis - tancia llegan al ojo convergen en un foco. Si la retina se encuentra situada justa- mente en ese foco, el ojo es normal. Pero la retina puede estar situada en un plano anterior, y entonces el ojo es muy corto. O bien el ojo es muy prolongado, y la re- tina se hallará situada por detrás del foco de los rayos luminosos. En ninguno de estos dos casos,—hiper- metropia, ú ojo corto; miopía, ú ojo prolon- gado;—funcionan los ojos normalmente, á no ser que con espejuelos apropiados se les coloque en las condiciones del ojo nor- mal. 74 Los individuos que sufren de estos de- fectos se valen, para mejorar su vista, de ciertos esfuerzos, de contracciones de los párpados que les imprimen un sello espe- cial, que permiten por lo menos sospechar su existencia. Describiré en primer lugar la hiperme- tropía y los trastornos funcionales que origina. La mayor parte de los niños son biper- metropes, y como este defecto es también más común entre los hombres incultos, po- dría considerársele como un estado primi- tivo é incompleto de la vista. El hipermetrope ve bien á todas distan- cias, pero para conseguirlo necesita un esfuerzo continuo de la lente convergente con objeto de fijar laimágen de los objetos sobre la retina. El esfuerzo es mayor cuanto raás próximos á los ojos estén los objetos, como sucede con la lectura que, si se prolonga, da lugar á una fatiga de la vista que se conoce en que las letras se apro- ximan, se confunden, se extiende un velo por delante cielos ojos, y se ose urece el li- bro. Entonces el joven cierra los párpados, coloca los dedos sobre los ojos como para quitarse la pena y la fatiga, y así descan- sa un momento. Cuando vuelve á leer, la fatiga es cada vez mayor y más rápida, y al fin se hace imposible toda lectura. 75 Esta fatiga ocular ó astenopm no se pre- senta generalmente hasta la adolescencia, en cuya edad el ojo empieza á perder la poderosa fuerza de contracción acomoda- tiva, que lo distingue en la niñez. La astenopía se corrige fácilmente con el empleo de lentes biconvexas, de las llamadas generalmente espejuelos para vis- ta cansada. El número apropiado se eli- ge por tanteamiento; pero esta elección es en los niños tan delicada como senci- lla en los ancianos. Importa corregirlo para que los alum- nos no se vean obligados á disminuir sus horas de estudio, ó á abandonar las ta- reas escolares. 76 El estrabismo convergente, ó séase viz- quera hacia dentro, es otra de las conse- cuencias á que puede dar lugar la hiper- metropía. La producción de esta enfermedad es compleja; pero lo cierto es que se desa- rrolla en la época en que los niños em- piezan á fijar su atención en objetos pe- queños y próximos á los ojos. Así es que la causa más común es la escritura y la lectura; y la edad de su producción, or- dinariamente de los tres á los cinco años. Las familias atribuyen casi siempre á malas mañas de los niños la formación del estrabismo, bien sea mirándose los ca- bellos que caen sobre la frente, ó imitan- do á los vizcos, ó á otras causas erróneas, hijas de la falta de observación; pero, aparte del estrabismo producido por fie- bres graves y á otras causas no bien co- nocidas todavía, la mayor parte de los niños afectados lo deben á la bipermetro- pía, especialmente cuando esta se presen- ta en diverso grado para cada uno de los ojos. 77 La corrección de este defecto de refrac- ción se hace todavía más necesaria, porque gracias á su auxilio se puede evitar la for- mación del estrabismo y su establecimien- to definitivo. Cuando un niño empieza á vizquear es el momento más oportuno de curarlo sin otro recurso más que la corrección de su hipermetropía. Nada más sencillo que reconocer una vizquera, aún cuando esté en su principio. El niño que se fatiga durante la lectura, acerca más el libro á sus ojos, cambia continuamente la posición de la cabeza, y acaba por desviársele un ojo inconsciente- mente del lado de la nariz, para proseguir con más comodidad su trabajo. En los momentos de reposo sus ojos se conservan en su posición natural. Pero un maestro puede descubrir el estrabismo que se ini- cia por la observación de los niños duran- te su trabajo. En un período más avanzado el estra- bismo se observa también en ciertas posi- clones de los ojos, después que el niño se ha fatigado con sus estudios; lo que pue- de reconocerse por la falta de expresión de uno de ellos. 78 El uso de los espejuelos biconvexos vuelve los ojos á su posición natural, é impide la reproducción de la vizquera. Es importantísimo para el porvenir de la vista la curación de esta enfermedad, porque el ojo vizco pierde con el tiempo su facultad de ver, por la falta de uso; es decir, que ese ojo que no se emplea en la vista, pierde su sensibilidad para percibir las imágenes de los objetos exteriores. Estos individuos quedan entonces en el mismo caso que un tuerto. Si bien ven para llenar la mayor parte de las nece- sidades de la vida, no gozan, sin embar- go, de los privilegios de la vista binocu- lar, como son la apreciación del relieve y de las distancias y hasta del tamaño de los objetos. Así es que no podrían llenar cumplidamente ciertas profesiones que necesitan de la perspectiva. Para conven- cerse de esta verdad pondré un ejemplo: si se coloca á cierta distancia de los ojos un lápiz por delante un libro, percibire- mos ambos objetos como distintos y sepa- rados; pero ocultando un ojo, y fijándose detenidamente, se notará con asombro que el lápiz parece estar pintado sobre el libro, como si ambos no formaran más que una sola superficie. A la apreciación de la distancia se debe también que para ensartar una aguja se requiera el empleo simultáneo de los dos ojos, mientras que no se logrará lo mismo con uno solo sino después de enojosos tanteamientos. Bien se comprende que si tenemos dos ojos no es por simetría, ni por belleza, ni como recurso para caso de perderse uno, sino que de la asociación de ambos resul- ta una función importante para muchos usos de la vida. Ahora bien, conociendo nosotros la gran utilidad de la vista bino- cular, debemos esforzarnos porque esta se realice nuevamente en todos los casos en que se produzca una desviación. Los profesores de primera enseñanza son los que generalmente presencian el inicio de la vizquera; á ellos, pues, corres- ponde dar el primer aviso y pintar á los padres la necesidad de un examen com- pleto por persona competente para devol- ver á los ojos de un modo sencillo el equi- librio turbado. Cuanto antes se acuda al auxilio de lentes correctoras, mayores pro- babilidades habrá de obtener la curación definitiva de la vizquera, y las esperanzas son grandes mientras ésta sea periódica. Pero cuando el estrabismo se' ha estable- cido de un modo definitivo entonces se hace necesaria una operación para corre- girlo. Entre ambos medios, la elección no es dudosa: pero si ha de ser útil debe acu- dí rse inmediatamente que se observe al empleo de lentes. Miopía.—Para terminar estas notas so- bre la refracción ocular sólo me resta ocu- parme de la miopía. Este punto de ocu- lística es de una importancia tan capital que desde hace algunos años viene siendo objeto de profundos estudios por parte de los oftalmólogos más distinguidos. Yo lo trataré rápidamente, como lo requiere la índole de este trabajo y la menor gravedad de la miopía en Cuba. La miopía, como todo el mundo sabe, no es más que la imposibilidad de distin- guir á lo lejos á simple vista. Pero de cer- ca el miope distingue perfectamente. 81 La miopía es excepcional en la primera infancia. Se desarrolla cuando el joven se entrega á trabajos asiduos. Como en nues- tro país la enseñanza elemental no está re- cargada con trabajo excesivo, los maestros no la observarán con frecuencia en sus alumnos. Pero en los casos que se presente es fácil reconocerla. Un niño que para leer acerca su libro á los ojos más de lo natural, y que además se queja de no distinguir los nú- meros 6 letras de la pizarra desde su pues- to, es miope. Una vez reconocida la miopía en un ni- ño, interesa averiguar si es hereditaria, porque en este caso so hace rápidamente progresiva, y puede alcanzar un grado ele- vado, que la convertiría en una enferme- dad enojosa, si no se remedia oportuna- mente en el principio de su desarrollo. Si un niño se queja de no poder distin- guir lo que se escribe en la pizarra, nada más natural que sentarlo á una distancia conveniente para (pie pueda serle prove- chosa la enseñanza. Pero es aún preferi- ble, si el niño tiene más de nueve años, disponerle espejuelos (pie coloquen su vis- ta en las condiciones de una vista ordina- ria. Mediante los cristales podrá ver á to- das las distancias, fijarse en la expresión del profesor, pues bien sabido es la parte activa que en la enseñanza toma la mími- ca; distinguirá la pizarra, y verá con cla- ridad los cuadros ó mapas que adornan las aulas. En las clases de aritmética y geografía _sería evidente el beneficio que obtendrían los niños miopes usando los es pej uelos apropiados. Conviene que no los usen más que en las clases cuando necesitan ver á distancia, porque el uso de los lentes, sobre todo en la niñez produce rápidamente una fatiga muscular que sería más perjudicial, si se repite con frecuencia, que el' mismo mal XJl Nervios de la cara C7» te oo . o Parpados te ton : o Aparato lacrimal te ICM d ci -4 e m Conjuntiva 5 ce u—1 '—1 l—1 -~T GO CO OD Córnea > : : m es Esclerótica PJ n S te o ce *— te 1 rls ss OC U-. Coroides 0 ,6 • * —‘ : oc Retma 0 5 • 1-1 W o Cuerpo vitreo 2 en; : ci Nervio ópltico PJ o t—i |4X t e en GC Cristalino w te t—a CC on • co Ambllopias te . o : te m co . te Músculos motores o te q oo e Globo ocular wto: co Refracción 022 e oí co te te ce TOTAl DE ENFERMEDADES AFECCIONES 1)15 LOS OJOS EN LAS DIVERSAS RAZAS EN CUBA En la raza mulata fueron frecuentes las neuralgias de la cara, las ambliopías; pe- ro raras ó nulas, las enfermedades del apa- rato lacrimal, cristalino y membranas pro- fundas. 124 En los negros fueron más comunes los padecimientos de la coroides, del nervio óptico. Las cataratas se presentaron con casi igual frecuencia que en la raza blan- ca. Pero fueron raras en ellos las enfer- medades de los párpados, del globo, el estrabismo y los defectos de refracción. Resulta, pues, que según estas notas, hay afecciones que atacan instintivamen- te á todas las razas con igual frecuencia, como sucede con las del iris; otras que son comunes á varias razas, como las del cristalino y de la coroides para los blancos, chinos y negros mientras que en los mu- latos son raras; y en fin, otras que son mucho más frecuentes en una raza que en las demás, como las de la retina y es- trabismo en la blanca, de la córnea en la mongólica, las neuralgias en la mulata, y del nervio óptico en la negra. Pero confieso que soy el primero en re- conocer que estas consideraciones sobre ESTIDISTICI OFPiLMOLOftICI-500 ISPEEMOS SEXO HAZAS ENFERMEDADES V. H. B. Ch M. N. SH 4 1 3 4 2 2 3 1 4 i 1 1 1 1 1 1 1 1 i >} 9 1 1 1 1 2 i 1 1 1 9 3 G 2 0 9 8 i i 1 1 1 1 1 1 1 I ] 1 i 1 1 1 1 1 1 1 1 Ectropion 2 9 7 Blefaritis 12 16 i 17 Quiste de la glándula lacrimal Estrechez del canal nasal 3 i 8 1 8 i 2 1 11 31 30 43 9 6 61 1 1 1 ,, ilictenular 9 17 20 4 •_> 26 13 6 15 2 1 i 19 Conjuntivitis traumática 1 i 1 1 2 Cuerpo extraño de la conjuntiva.. Equimosis conjuntival 1 1 i 1 1 1 2 í Hipertrofia de conjuntiva 1 i 2 2 1 1 .in Lipoma subcoií juhtival i 1 i lo 28 4 9 12 46 5 5 4 6 10 2 1 1 2 19 7 16 5 2 3 26 38 26 42 4 4 14 64 6 1 6 1 12 1 9 3 1 13 1 1 1 1 2 1 1 3 Esclero-coroiditis 1 2 2 9 Iritis simple 9 9 A la vuelta E NFEIÍME DADES SEXO RAZAS TOTAL Y. H. B. Oh M. N. De lá vuelta Iritis serosa i i 1 ,, sifilítica 4 1 0 5 Sinequias anteriores : 7 5 ti 1 2 3 12 „ posteriores 4 o i 4 Ciclitis 1 i 1 Trido coroiditis 1 i 1 Coroiditis 2 1 i 2 3 1 i 1 Glaucoma 13 6 n 1 i 6 19 Retinitis 4 2 5 1 6 Hemorragia de la mácula 3 o 3 ,, del cuerno vitreo 2 i i 2 Copos del cuerpo vitreo 9 i 9 i 10 Neuritis óptica 3 i 4 Atrofia de la papila 4 2 3 3 6 Catarata senil 35 18 40 5 i 7 53 1 i 1 traumática 3 1 3 2 1 i 2 ,, calcárea 4 2 2 i 3 G 1 1 1 i 1 1 2 ') 2 4 2 2 4 1 1 1 7 4 3 i 1 1 2 9 2 Astenopia acomodativa 2 4 3 3 6 Estrabismo convergente. 7 15 19 3 22 ,, divergente 1 2 2 i , 3 i 1 1 Heridas del globo . 10 8 i 1 10 Quemaduras del globo 2 i 2 1 3 1 i 1 Microftalmía. 2 2 2 Atrofia del globo 15 4 12 2 3 2 19 Exoftalmia 2 1 2 i 3 Traumatismo operatorio 1 1 , i i 2 1 1 Miopía ‘ 3 4 i 5 Astigmatismo 3 i 4'.... 4 Total de enfermedades... ,...L C22 127 las razas son de escaso valor para formar un juicio decisivo, por hallarse basadas sobre un número reducido de individuos. Señores: he tratado de exponeros sen- cillamente los resultados de una práctica, que no tiene otro mérito que el de la sin- ceridad, con las consideraciones que de su estudio se desprenden naturalmente, pero desprovistas de rasgos de imagina- ción que no concibo en esta clase de tra- bajos..—Os agradezco la atención con que me habéis honrado, escuchando esta lec- tura. . Nota.—Censo de la población en Cuba para 1877.—De un modo aproximado es- taba representada nuestra población por las cifras siguientes en números redondos. 128 RAZAS Habitantes Proporción por 100 Blancos 900.000 62.50 Chinos 50.000 8.47 Mulatos 190.000 13.20 N ogros 300.000 20.83 Total. ... 1.440.000 100.00 rencia en la raza de color que la de libres En la estadística no se hace otra dife y esclavos; yo he separado del total de éstos, para formar los mulatos, los dos tercios de sus individuos libres como una aproximación á la realidad. blancos, resulta que los chinos represen- tan 1/18 de la población de aquellas; los Tomando por unidad el número de mulatos 1/4.73; y los negros 1/3. TOPOGRAFÍA MÉDICA Sagna la Grande (Publicado 'en «La Enciclopedia» en 1887.) Sagua la Grande es una villa situada en una llanura sobre la orilla izquierda del río de su nombre, en el punto en que éste deja de ser navegable, (l) Reposa sobre un terreno arcilloso de varios metros de espesor que se asienta sobre un fondo silíceo. Esta clase de te- rreno mantiene en su superficie las aguas (1) Un barrio de la villa, la Isabela, que le sirve de puerto, está edificado á tres leguas de dis- tancia, entre el mar y la desembocadura del río, sobre las inseguras arenas de las vastas playuelas cubiertas de mangles que se extienden por la costa. en tiempo de las lluvias, formando nume- rosos pantanos en la comarca. 130 Su población es de 18,800 habitantes, según el censo de 1877. De éstos, por lo menos 2,000 almas corresponden á la po- blación China, cuyos individuos viven hacinados, como entre ellos es costumbre, en un barrio de la Villa. La mayor parte do sus ediñcios son de madera, y tanto en ellos como en las vías públicas, están lamentablemente desaten- didos los preceptos de la higiene. Así no es de extrañar la notable mortalidad de esta población. Durante el año 1885 fallecieron 484 personas, mientras que los nacimientos solamente ascendieron á 560, quedando por consiguiente á favor de la población el exiguo exceso de 76 individuos. La mortalidad por 1,000 habitantes, fue 25.7 proporción inferior á muchas de las que se observan en grandes capitales, pero su- perior á las de París y Londres, y que de todos modos consideramos excesiva para una población pequeña continuamente bañada por el aire puro de las brisas. Creo que en parte se debe esta mortalidad á la posición desventajosa de la villa, á la humedad de las aguas estancadas y de las evaporaciones del río, y á las malas con- diciones higiénicas en que vive la pobla- ción. 131 Carecemos de datos para descomponer esta población por razas. Sí suponemos que existen en el orden siguiente, que es aproximado.—Blancos, 60%; Negros, 25%;—Mulatog, 10%;—y chinos, 5%;— resulta que de los individuos muertos por enfermedades corresponderían á la raza blanca 271.2; —á la negra, 113, —á la mu- lata, 45.2,—y á la china, 22.6.—Ahora bien, las defunciones ocurridas en las ra- zas blanca y negra se aproximan á estas cifras. La mortalidad de la raza asiática es muy superior á la que le corresponde en proporción, y la de la raza cruzada, al contrario, es en realidad una mitad me- nor de lo que debiera ser por su nú- mero. ¿Cómo se explica esta diferencia? Si los chinos, mueren en triple proporción de la que les corresponde por su número, es do- bido á las siguientes causas. Los indivi- duos de esta raza tienen una constitución delicada como lo indica la dificultad de obtener en ellos la curación de las úl- ceras que padecen con frecuencia y son rebeldes al tratamiento, en las de la córnea, por ejemplo enN las que se observa una tendencia destructora que amenudo ter- minan por la perforación y desorganización del órgano de la vista. Padecen además toda suerte de afecciones* escrofulosas y los procesos inflamatorios en esta raza afectan una tendencia á la cronicidad, acabando por producir mayor empobre- cimiento del organismo. 132 A esta falta de resistencia contra los agentes productores de las enfermedades, se unen la edad que pasa de la media de la vida en todos ellos y una buena parte son ancianos, al estado de celibato, y en fin al abuso del opio que los enerva, determi- nando una intoxicación crónica con una anemia característica. En cambio, la raza mulata goza de la fuerza de resistencia del negro, y figura con una mortalidad inferior á la de las demás clases. Ysino es por lo general tan robusta como la raza negra, parece reunir en su organismo las condiciones más adecuadas para su desarrollo en nues- tro clima, y de ser más prolífica y no cru- zarse sería ya hoy tan numerosa como la negra á la que acabaría por sustituir com- pletamente en no lejano tiempo. 133 De la cifra de las defunciones, corres- ponden f á los varones, y solo á las hem- bras. El equilibrio de la población se man- tiene por la inmigración que es exclusiva- mente del sexo masculino, puesto que sobre la población fija nacieron en ese año, 24 hembras más que varones. Respecto al estado civil murieron más solteros y casados del sexo masculino, y menor número de viudas. Ninguna enfermedad tan mortífera en este cuadro como la tuberculosis que por sí sola ocasionó cerca de la quinta parte del total de defunciones. Generalmente ha afectado la forma crónica, y se ha pre- sentado en todas las edades, é indistinta- mente en ambos sexos y en todas las ra- zas. Esta mortalidad guarda proporción con la que según el Dr. A. González del Valle arrojó la tisis para la Habana en 1882, que ascendía á cerca de una cuarta parte del número de defunciones. 134 Ocasionaron después mayor número de muertes, aunque en escala muy inferior, las afecciones del hígado del corazón Th; del pulmón (afecciones locales) yh; me- ningo-encefálicas yT; yen fin, los trauma- tismos graves, las enteritis, el tétanos in- fantil, y las fiebres palúdicas que figuran con yy de las defunciones. Entre esta subida mortalidad hubo 9 casos de senectud, todos en la raza negra, alzanzando uno de ellos la edad de 110 años. En esta raza se observan casi cons- tantemente los casos de longevidad que pasan de 100 años. No debo hacer un análisis detallado de todas las causas de muerte, ni de todos los cuadros que son bien explícitos, por no establecer confusiones. Estas tablas, refiriéndose á un solo año, y contando un corto número de defunciones, no tienen verdadero valor si no es uniéndolas á las de otros años, y haciendo un trabajo del conjunto que permitiría sacar deducciones de importancia en el esclarecimiento de la patología local. 135 CUADRO DEMOGRÁFICO de las defunciones ocurridas en Sagua la Grande durante el año 1880, según los atestados á que se refieren. Enfermedades TOTAL Afecciones del corazón Albuminuria 32 7 5 10 5 10 3 9 15 28 3 2 34 29 192 Alcoholismo Asfixia (suspensión v sumersión) Atrepsia Cáncer Dentición Difteria Disentería Enfermedades del pulmón ,, de la pleura ,. del estómago ,, del hígado Enfermedades meninge-encefálicas Suma 136 Enfermedades TOTAL Anterior 192 ,, de la médula Fiebre tifoidea 4 ,, amarilla 2 ,, palúdica 14 Escarlatina 1 I nfecci ón purulenta 4 Pústula maligna 1 Tétano de adultos 10 ., infantil 21 Eclampsia 10 Sífilis 2 Tuberculosis 101 Hidrofobia 2 Uremia 1 Gangrena 6 Reumatismo 3 Intoxic. crónica opio 2 Hemorragias 10 T raumati sinos 22 Enteritis , 16 Ileus 1 Peritonitis 1 Helmintiasis 4 Senectud 9 De otras enfermedades 6 Suma total 452 137 Blanca 235 RAZAS China 70 Mulata 28 Negra 119 Total 452 Varones 312 SEXOS Hembras 140 Total 452 Infancia (hasta 15 años) 126 EDADES Virilidad (hasta 50) 199 Senectud 127 Total 452 Por enfermedades 452 DEFUNCIONES Nacidos muertos 32 Total 484 RELACION ENTRE NACIMIENTOS Y DE FUNCIONES. Nacimientos 560 Defunciones 484 Exceso á favor de la población.. 76 INSCRITOS VIVOS año 1885. Legítimos... Varones 135 Hembras 145 Total 280 No legítimos Varones 133 Hembras 147 Total 280 TOTAL GENERAL... 560 NACIDOS SIN VIDA Ó MUERTOS ANTES DE SER INSCRITOS Legítimos.... Varones 9 Hembras 3 Total.. 12 No legítimos Varones.. 12 Hembras 8 Total 20 TOTAL GENERAL... 32 Total de ambas clases 592 matrimonios inscritos, 29 FALLECIDOS Varones r Solteros 267 Casados 34 [Viudos 9 Total 310 Hembras Solteras 112 Casadas 17 Viudas 13 Total 142 TOTAL GENERAL... 452 1886. Conviene hacer algunas consideraciones sobre estos cuadros estadísticos de naci- mientos y defunciones ocurridas en Sagua la Grande durante el año 1886.—En este período ha sido mayor el movimiento de la población que en el de 1885. A cada uno de ellos corresponde un exceso de nacimientos de 111 y 76 respectivamente. 140 También la mortalidad de este año ex- cede á la del anterior en 51 individuos. Estas diferencias son accidentales, pe- ro pueden haber influido en parte las co- piosas lluvias que durante esos dos años cayeron sobre la comarca y que ocasio- naron gran número de enfermedades, pe- ro determinando mayor mortandad en el último ano por la persistencia de las mis- mas causas. En el cuadro de nacimientos llama la atención el exceso de inscritos no legítimos que figuran en doble número que el de los inscritos legítimos. Esta proporción que se observa en toda la Isla, y que á prime- ra vista parece indicar que el concubina- to es la forma de unión generalmente adoptada por sus habitantes, necesita ex- plicarse. De las dos razas que principalmente pueblan á Cuba, hay una dominadora, la blanca; y la otra esclava hasta ayer, la negra, que ha vivido y vive todavía en un estado de ignorancia que podemos ca- lificar de bárbaro, obligada á desempeñar 141 los oficios más rudos, casi sin principios de moral ni conciencia de la dignidad hu- mana. A los individuos de esta raza, colocados en un nivel social inferior, no se les ha obligado á sancionar sus uniones, ni esto era necesario, dada su condición y el inevitable cruzamiento de razas. Ysi se atiende á que sus mujeres son prolíficas en sumo grado, y á que esa raza resiste mejor que ninguna otra las injurias del clima, lo que hizo decir á un historiador español cuando se introdujeron los prime- ros negros en América, que éstos se criar han tan lozanos y se propagaban como las naranjas, no debe extrañarnos ese exceso de inscripciones de no legítimos. A esta sola causa obedece esa inmoralidad social, aparente si se considera la población en conjunto, porque se refiere únicamente á la raza negra, mientras que la blanca vi- ve y se desarrolla con la misma vida civi- lizada de los pueblos europeos. Respecto á la causa de las defunciones conviene hacer algunas aclaraciones. 142 El número de asfixias comprende cua- tro por extrangulación (ajusticiados), y el resto por sumersión en el río, cuyas revueltas aguas que durante las crecidas del verano son peligrosas, tienen que va- dearse á caballo por la falta de puentes, o ya también porque sepultan en sus hon- das á bañistas imprudentes. Todos los años figuran uno ó más indi- viduos muertos por intoxicación tebaica, de cuyo veneno tanto abusa la raza china y que indudablemente es además un fac- tor importante en el empobrecimiento del organismo, y por lo tanto causa coadjuvan- te de muchas enfermedades mortales. La tuberculosis ha sido este año como el anterior, y como desde muchos atrás vie- ne siéndolo, el azote más terrible de este pueblo, pues ella sola representa % del total de defunciones, en cuyo número se incluyen muchos individuos de nuestra juventud más inteligente. En fin, el paludismo es otra de las cau- sas de muerte temible en Sagua, (amenu- debajo la forma perniciosa), y continuará siéndolo mientras no se desequen los te- rrenos y se establezca un arbolado conve- niente. Durante este año hubo una epidemia de varicela, que aún no había desapareci- do cuando se presentó otra de escarlatina que atacó á la mayor parte de los niños con carácter benigno, pero que sin embar- go ocasionó algunas víctimas.—También fué epidémica la coqueluche que produjo dos muertes Entre las otras enfermedades que mere- cen señalarse hubo 4 defunciones por dif- teria, 1 de fiebre amarilla, que se observa allí pocas veces, tal vez por hallarse ale- jada de la costa y ser un centro reducido de población; 4 de fiebre tifoidea; 1 de pús- tula maligna, y 1 de beriberi. Para terminar indicaré que en este año se observaron de igual modo que en el an- terior, nueve casos de muerte, por senectud, uno de ellos de 108 años, lo que prueba cuan sano sería aquel pueblo si se aten- diese como es debido á los preceptos de la Higiene. 144 DEFUNCIONES POR RAZAS EN 1886 Blancos 265 Chinos 60 Mulatos 51 Negros 159 Total 535 Varones 361 DEFUNCIONES POR SEXOS Hembras 174 Total 535 DEFUNCIONES POR EDADES Infancia (hasta 15 años) 177 Virilidad (hasta 50 años) 229 Senectud . 129 Total 535 RELACIÓN ENTRE NACIMIENTOS Y DE FUNCIONES Nacimientos 646 Defunciones 535 Exceso á favor de la población.... 111 INSCRITOS VIVOS 145 Año 1886 Varones 159 Hembras 148 Legítimos.... Total 307 No legítimos Varones 172 Hembras 167 Total 339 NACIDOS SIN VIDA Ó MUERTOS SIN SER INSCRITOS TOTAL GENERAL... 646 Legítimos.... Varones 17 Hembras 10 Total 27 No legítimos ■ Varones 14 Hembras 14 Total 28 TOTAL GENERAL 55 Total de ambas clases 701 DEFUNCIONES 146 ocurridas en Sagua la Grande durante el año 1886, según los atestados á que se refieren. Enfermedades TOTAL Alcoholismo 1 Asfixia (por sumers. y extran- p-nlA ■ 15 A trepsia 10 Afecciones cardiacas 38 ,, de vías respiratorias 42 ., meningo-en cefálicas 35 medulares 4 ., hepáticas 29 ., renales 12 ,, del estómago 4 ,, de intestinos y peritoneo 70 ,, puerperales 5 Aneurisma 4 Beriberi 1 Cáncer 10 Coqueluche , 2 Difteria 4 Erisipela 1 Escarlatina 6 Fiebre amarilla 1 ,, tifoidea 4 Suma 298 147 Enfermedades total Anterior 298 Gangrena 2 Hemorragias 3 Intoxicación crónica opio .. 2 Infección pútrida 2 Pústula maligna 1 Paludismo i 23 Reumatismo 4 Senectud 9 Tétanos de adultos. 11 ,, infantil 40 Traumatismos 9 Tuberculosis 108 Nacidos muertos 11 De otras enfermedades 12 Suma total.... 535 PATOLOGÍA QUISTE SEBÁCEO 111 l» MUI. (.Publicado en el «Recueil dl Ophthalmologie» de París en 1885, y en la Revista de Ciencias Mé- dicas en Marzo de 1887.) A fines de Marzo de 1884 se presentó en la consulta del Dr. Gutiérrez, de Cár- denas, una mujer, Petrona R,, de 40 años, en el siguiente estado; Exoftalmía del ojo derecho, producida por un tumor prominente colocado en el ángulo supero- externo de la órbita. El globo estaba re- chazado hacia abajo y adentro, casi fuera de la cavidad orbitaria, y su diámetro ho- rizontal se extendía á un centímetro por debajo del lado opuesto, lo que daba ála fisonomía de la enferma un aspecto extra- ño y feo. El párpado superior estaba flácido y sin arrugas, pero la oclusión palpebral era incompleta, habiéndose ori- ginado por este estado una conjuntivitis crónica sujeta á frecuentes exacerbacio- nes. 151 A la palpación, se descubre en la región de la glándula lacrimal un tumor liso, bastante duro, elástico y resistente, algo movible, é indolente á la presión. Los movimientos limitados que se le pueden imprimir, su forma redondeada ysu consistencia, nos hacen creer que no exis- ten relaciones inmediatas entre el tumor y las paredes de la órbita, y que solamen- te existen adherencias más ó menos flojas pero que se extienden profundamente, y le dan esa fijeza relativa. Este tumor que es indolente, voluminoso y situado entre las-paredes superior y externa de la órbita, se extiende profundamente sin que pue- dan precisarse sus límites en esta dirección. A la simple inspección del ojo no se encuentra ninguna alteración; la córnea y y el cristalino tienen su transparencia normal del mismo modo que los humores interiores; pero al oftalmoscopio se com- prueba una neuro-retinitis poco intensa. 152 Los bordes de la papila son irregulares, los vasos ligeramente flexuosos y repletos de sangre, y la inflamación de la retina, de un aspecto turbio, es limitada, no ex- tendiéndose más que á medio diámetro papilar en todos sentidos. En esta zona se ven algunas pequeñas manchas hemo- rrágicas. El ojo es emmetrope yV= 1 Ojo izquierdo, ocupa su posición normal, es emmetrope y V=l. La enferma se apercibió de este tumor hace cinco años, y desde entonces ha au- mentado progresivamente sin producir otros desórdenes más que las lesiones que acabamos de indicar. El estado general siempre ha sido bueno, y no hemos encon- trado antecedentes que puedan hacernos sospechar la existencia de una diátesis. Por consecuencia de estos datos, diag- nosticamos: tumor benigno, quiste proba- blemente; y la operación solicitada por la enferma que deseaba vivamente verse li- bre de tamaña deformidad, me decidió á practicar la extirpación del tumor el 26 de Abril, asistido por los doctores Gutié- rrez, Méndez y Smith. Obtenida la anestesia por el cloroformo, hice una incisión de cerca de 0m 03 para- lela al reborde orbitario y á un milímetro por debajo del límite de la ceja, incisión que terminó á 011101 por fuera de la comi- sura externa; después prolongué esta co- misura hasta encontrar el extremo de la primera incisión. Obtuve de esta suerte un colgajo triangular, que disequé y le- vanté con las capas subyacentes; y des- pués de haber incindido el fascia orbita- rio, se presentó al descubierto la pared lisa y dura del tumor. Sosteniéndolo con una fuerte pinza, hice desbridamientos en todos sentidos con una sonda acanalada, que me permitieron luxarlo, y continuar aislándolo á pequeños tijeretazos. Pero en las maniobras de tracción las pinzas desgarraron el saco que dejó escapar cier- ta cantidad de una sustancia granulosa y grasicnta al tacto. 153 La extracción del tumor, que era dema- siado grande para salir á través de la in- cisión practicada, se hizo entonces fácil- mente en dos porciones; una superficial, que era ancha; y la otra más profunda, que se hundía á lo largo de las paredes orbitarias superior y externa, casi hasta el fondo de la cavidad; tenía forma estrecha como amoldada al hueco orbitario. En los desbridamientos de esta parte profunda había peligro de herir el nervio óptico pero afortunadamente se terminó la operación sin necesidad de ponerlo al descubierto. 154 Este tumor, tres veces mayor que el globo del ojo, no era más que un quiste se- báceo, de forma alargada en la dirección de la bóveda orbitaria, y ensanchándose por delante del lado de la pared externa; su superficie era lisa, y la sustancia granu- losa que lo constituía estaba encerrada en una bolsa espesa y resistente. Durante la operación no se vieron señales de la glán- dula lacrimal, sin embargo de que operá- bamos sobre el asiento anatómico de este órgano, así es que podría ser que el quiste se hubiese primitivamente desarro- llado en la glándula lacrimal, el cual pro- duciría la destrucción de ésta en su cre- cimiento progresivo, y su extensión á lo largo de la órbita en las proporciones in- dicadas. .Después de terminada la operación, co- loqué varias suturas muy próximas unas de otras, y prescribí la aplicación de com- presas de agua fría. En presencia nues- tra se formó inmediatamente un edema notable del párpado superior y de la con- juntiva. El globo ocular se conserva lu- xado; pero rechazándolo con los dedos, se le podía colocar sin esfuerzo en su po- sición normal. 155 Al día siguiente el edema era mayor, pero no había la menor reacción inflama- toria. La cicatrización se hace por pri- mera intención; levanto un punto de su- tura. Escarificación de la conjuntiva pa- ra disminuir el quémosis. Los días siguientes, disminución del edema palpebral; levanto sucesivamente todos los otros puntos de supura, no de- jando más que el destinado á formar la comisura externa, que no desprendo has- ta el 6 de Mayo. En este época, la cicatriz era lineal, só- lida; el edema hahía desaparecido; pero el párpado se conservaba flácido como án- tes de la operación, debido á la distensión <|iie durante tanto tiempo había soporta- do. El globo continúa luxado. Para vol- verlo á su posición primitiva aconsejo el vendaje compresivo varias horas al día y de noche para dormir, con la idea de vol- ver su tonicidad á los músculos rectos, si es posible. Un mes después, nuestra enferma se presentó de nuevo en la consulta. La ci- catriz era sólida y poco aparente, y pu- dimos comprobar la utilidad del vendaje compresivo en casos semejantes, porque el globo ocular se mantenía ya bien en la órbita, y su exoftalmia no presentaba ya más que una diferencia poco apreciable con el del lado opuesto. Persiste un ptosis incompleto. El aspecto del fondo del ojo no parece cambiado, pero la vista ha me- jorado notablemente. V=U La agudeza visual ha aumentado un décimo por el hecho de la cesación de la compresión que el tumor ejercía sobre el nervio óptico, causa de la infiltración cró- nica de la papila y de la retina. NOTA CLÍNICA (Publicado en la «Revista de Ciencias Médicas» en Diciembre de 1890,) De un embarazo de gemelos nace rápi- damente un niño en manos de la comadro- na; el segundo, nació seis horas mas tar- de gracias á una aplicación de fórceps. Al tercer día se mostró en los ojos de este segundo niño la oftalmía purulenta. La madre padecía leucorrea hacia el fin del embarazo y en el momento del parto. El primogénito no fue atacado. Este hecho demuestra: 19 Que no todos los niños nacidos de mujer leuco- rreica contraen la oftalmía purulenta. 29 Que el contagio se hace por contacto in- mediato del flujo con la conjuntiva. No de otro modo se explica la infección solamente del segundo niño cuya salida fue laboriosa y necesitó diversas manipu- laciones. QUISTE DE LA CONJUNTIVA (Publicado en la Revista de Ciencias Médicas en Junio de 1892, y en los Archives of Ophthalmo- logy, de New York, en él mismo año.) No tengo noticia de ningún caso igual al que me propongo describir, que es por consiguiente interesante, y merece refe- rirse. Una cornada produce el desgarramien- to de los tejidos blandos, y la fractura del reborde orbitario interno, inferior y externo. El enfermo recuerda que después del accidente tenía su ojo sano; pero sobre- viene una violenta inflamación, quedan anquilosados los párpados, y se desarrolla el quiste, sin que el enfermo supiera si aún conservaba el globo ocular; así es que cuando se hizo la operación fue una sor- presa el descubrimiento de este órgano. 159 La porción extirpada de la pared del quiste que correspondía á la parte ante- rior y externa, contenía en su espesor tres fragmentos óseos. Dicha pared era gruesa, y estaba formada por la conjunti- va palpebral y del fornix muy engrosada, resistente, con la cara externa adherida á los tejidos vecinos, y la interna muy lisa, y suave al tacto. El Dr. Finlay, de New-York, que hizo el exámen histológico me remite la si- guiente nota. “La superficie interna del quiste es completamente lisa; y en esta situación se encuentran restos de epitelio sobre una membrana basal más ó menos homogénea, de moderado espesor. La estructura par- ticular de este epitelio, no puede estu- diarse bien, por hallarse deteriorada por el alcohol en que fue endurecida la pieza. ’ ’ “La pared propia del quiste, que es de notable espesor, se halla constituida por una trama de tejido conjuntivo muy den- so, en el cual predomina el elemento fi- broso; hallándose el celular en mínima parte y solo alguno que otro vaso sanguí- neo.” 160 “Las paredes del quiste se continúan hacia el exterior con los tejidos adyacen- tes sin línea divisoria distinta; viéndose sobre ellas tejido adiposo y en alguna que otra parte fibras musculares estriadas. ’ ’ La pared posterior del quiste la cons- tituían la córnea y la conjuntiva del bul- bo. La córnea perfectamente transpa- rente dejaba ver el iris y la pupila, y á través de la conjuntiva se veía la escleró- tica. El globo ocular había sido recha- zado por la compresión al interior de la órbita, y permanecía fijo en estrabismo superior. El contenido del quiste era un líquido acuoso, transparente, ligeramente amari- llento. No llegó á examinarse por haber- se derramado durante la operación. Es probable que no fuera más que líquido lacrimal. Ysi es cierto que el enfermo no había notado que el volumen del tu- mor aumentase cuando lloraba ó tenía emociones tristes, sería debido tal vez á que la glándula estaría atrofiada por com- presión. Interpreto la génesis de este quiste del siguiente modo. El traumatismo produce desgarraduras en la mucosa. Las dos conjuntivas palpebrales, heridas cerca del borde libre, se sueldan, y forman una cavidad cerrada envuelta por el epitelio querato-eonjuntival. Las lágrimas llenan- do esta bolsa, la distienden y comprimen la capa epitelial, que se pone lisa en su ca- ra interna y se espesa su pared de un mo- do que ya es sabido. Una vez repleto el saco conjuntival com- prime la glándula lacrimal, la atrofia ó por lo menos disminuye notablemente su actividad secretora. En una palabra, el tumor que describo no es en mi concepto más que un quiste por retención. Véase la historia clínica. Un jornalero de 24 años que ingresó en el hospital Mercedes refiere que cuando niño tenía sanos sus dos ojos, que á los ] 2 de edad recibió una cornada de una vaca en la región orbitaria izquierda, que dicho accidente provocó gran inflamación y que trasladado al Hospital del Ferrol sufrió allí una operación. 162 Desde esta época empezó á desarrollar- se un tumor que ha crecido hasta adqui- rir las dimensiones que ahora tiene, sin ocasionar otra molestia al enfermo que el disgusto de llevar esa deformidad. El tumor es cónico por delante, y se halla recubierto por los párpados anqui- losados, cuyos bordes libres solo están se- parados unos cuatro milímetros, á tra- vés de cuya abertura se ve una faja de conjuntiva roja y engrosada. Es fluctuante; dá la sensación de una bolsa llena de líquido; es indolente, no hay cambio de coloración en la piel. Ofrece un divertículo hacia el saco lacrimal. No pueden precisarse sus límites hacia el fondo de la órbita. La altura del cono es de unos 3cm- —Junto al borde orbitario infero-extern o se mueve un secuestro bas- tante largo. Operación.—Flecho el diagnóstico de quiste de contenido líquido, y suponiendo que no existiese globo ocular, se procedió á la extirpación. 163 Cloroformo. Disección con la sonda acanalada y un bisturí de los tejidos que unían ambos párpados, cuyos ángulos se prolongaron hacia adentro y hácia afuera. Se desprendieron los párpados de las pa- redes del quiste con la sonda acanalada y las tijeras. Uno de estos cortes perforó la pared del saco, dando salida á regular cantidad de un líquido amarillento, trans- parente, y en el fondo de la bolsa se des- cubrió el globo del ojo intacto. Se terminó entonces la operación rese- cando una porción de la pared anterior en la que se hallaban incrustados tres frag- mentos óseos, que habían sido desprendi- dos del reborde orbitario. Se colocaron suturas para unir las pro- longaciones de los párpados, y se hizo la cura con iodoformo. El ojo solo distinguía la luz en los días siguientes, pero la retina recobró sensibi- lidad suficiente para contar los dedos al cabo de un mes. IMPÉTIGO EN LA CORNEA (Publicado en la «Revista de Ciencias Médicas» en Marzo de 1892.) Hace próximamente un año traté en la Clínica á una niña blanca, de 18 meses, escrofulosa, que padecía en aquellos días eczema impetiginoso al rededor de los oídos y de la nariz. Esta erupción se presentó en la convalecencia del saram- pión que no hacía un mes acababa de pasar. En los dedos de la mano izquier- da le habían salido también sucesivamen- te y en diferentes puntos, tres pústulas de impétigo, características, de unos smm5mm- de diámetro, blanquecinas, que pronto se recubrían de una costra amarillenta. Sabemos que el impétigo es una erup- ción de pústulas sub-epidérmicas, conta- giosa, fácilmente inoculable, producida por diversos microorganismos-staphylococ- cus pyogenes aureus; stophylococcus cereus albus, staphylococcus py ogenes albus,—sin que se haya encontrado ninguno que sea exclusivamente patógeno. 165 Con estas nociones de la enfermedad no es extraño que haya sido trasmitida direc- tamente de un dedo de la mano izquierda, lado enfermo, al ojo izquierdo, y que se hubiese inoculado en la córnea. En efecto, la niña presentaba en el ter- cio inferior de dicha membrana una pús- tula de color crema, dura. El pus no se ha- bía aún coleccionado, puesto que después de incindirla solo dio unas gotas de sangre: pero á los tres días de esto había ganado en extensión y desalojó bastante cantidad de pus y aparecieron en el fondo de la úlcera dos puntos de perforación, que se reconocían por el color negro del iris adosado á la córnea. . La cubierta de la pústula quedó floja y rugosa. Bajo un tratamiento tónico de ioduro de hierro al interior, y de las lociones de ácido bórico al 3% y de una pomada de Calomel al vapor 2 gramos aplicada dos veces al día á la parte enfer- ma se obtuvo la curación al cabo de un mes, pero dejando un leucoma adherente en la mitad inferior de la córnea. El resto de esta membrana que estaba turbio recu- peró su transparencia. Vaselina blanca 10 ~ El modo tan palpable de inoculación en esta niña, así como la rareza de la en- fermedad en la córnea, me han decidido á publicar la observación. Sólo he visto otro caso análogo, pero que no es demos- trativo como el presente. No he visto cita- das otras observaciones. En los tratados clásicos se concede po- ca atención á esta enfermedad, y solo se mencionan casos en que generalizándose la erupción en la piel, llega á atacar la conjuntiva. Pero tal vez haya escapado á los observadores el modo de transmi- sión, puesto que he observado también una pústula de impétigo en la conjuntiva bulbar del ojo derecho de un niño, que tenía una erupción discreta de la misma enfermedad limitada á los dedos de la mano del mismo lado. De modo que no es la extensión de la erupción cutánea la causa de su presencia ep la conjuntiva, sino que basta para ello que se manifieste en un punto que llegue á ponerse en con- tacto con la mucosa ocular. IRITIS INDOLENTES CONSECUTIVAS á la extracción de la catarata. (Publicado en la «Revista de Ciencias Médicas» en Julio 5 de 1894.) Se han descrito iritis que no se revela- ban con aparato inflamatorio ni dolor, probablemente de origen diatesico, en per- sonas que solo acusaban disminución de la vista. He observado otra variedad de iritis in- dolentes en operados de catarata, nada graves, la cual ya ha fijado la atención de algunos profesores. Algunas observacio- nes clínicas que acompaño lo prueban. Se extrae una catarata correctamente, la curación se hace sin complicaciones, y cuando á los 20 o 40 días se examina el ojo para elejirle espejuelos se descubren sinequias posteriores adheridas á la cáp- sula del cristalino. 169 El enfermo no se había quejado de do • lor, y muchas veces ni de la menor moles- tia en el ojo operado, no hubo complica- ciones, la cicatriz se hizo con toda regu- laridad, el resultado es irreprochable, y sin embargo, hay señales evidentes de in- flamación del iris. En estas iritis no se hacen apreciables los síntomas clásicos de la enfermedad; el iris conserva sú color, el humor acuoso su transparencia, no hay inyección sub-con- juntival en torno de la córnea. A veces suele existir un dolorcito vago, que no fija la atención del médico ni del enfermo. presencia de sinequias basta para demostrar una exudación plástica del iris, que solo puede ser determinada por la in- flamación de la membrana. El estado general del enfermo nada in- fluye en el desarrollo de estas iritis. En estos casos que acompaño y en otros más que tengo anotados, la mayor parte eran 170 personas sanas y algunas de constitución robusta. La causa de la iritis es local: la contu- sión del iris. Son frecuentes por esta ra- zón en las cataratas rojas que son volumi- nosas y comprimen el iris al salir. Suelen verse aparecer también cuando las incisio- nes de la córnea son pequeñas y se obliga á franquearlas la catarata que no saldrá sin producir contusiones del iris y de los labios de la herida. Otro modo de infla- mar el iris son las manipulaciones repeti- das para evacuar los restos de la catarata. La contusión del iris defermina la con- gestión de esta membrana vascular. El aflujo de sangre es causa de una exuda- ción plástica moderada; y ésta pega la pupila á la cristaloides. Todo el trastorno se pasa en el borde pupilar que ha sido el punto de mayor traumatismo. No existe aparato inflamatorio. Se for- man una ó varias sinequias pupilares ais- ladas, que muchas veces puede romper la atropina. Nunca la inflamación es tan fuerte que disminuya el diámetro de la pupila y la obstruya. Al contrario, las adherencias, aún cuando sean varias, conservan el diá- metro de la pupila normal. 171 El centro del campo pupilar ha que- dado limpio en estos casos, como se pro- baba al examinar el fondo de los ojos y por el estado de la vista. Conviene ins- tilar un par de gotas de una solución dé- bil de atropina cuando se hace la primera cura el tercero ó cuarto día de la opera- ción, por lo menos en los casos en que hubiese habido contusión del iris. Acompañamos el extracto de varias ob- servaciones clínicas. Obs. i. Blanco de 68 años. Extracción catarata dura. Pérdida de corta cantidad de humor vitreo en O. D. Al 119 día se le instiló atropina y se vio que tenía gran pupila de borde irregular hácia arriba indicando adherencia á la cápsula por iritis ligera después de la ope- ración, no habiéndose revelado aquella por ningún síntoma. V-buena. Obs. ii. Blanca de 62 años. Extracción de catarata senil de O. I. Sin accidentes. A los 40 días se descubrió una sinequia y restos de otra, signo de iritis que pasó desapercibida V 172 Oes. iii. Extracción de catarata de la enferma anterior en la misma sesión, sin más accidentes que contusiones repetidas del iris. Al 49 día estaba cicatrizada la incisión de la córnea; no tuvo dolor después de la operación, Y—mediana. A los 40 días se descubrieron restos de sinequias. Oes. iv. Extracción de catarata roja á una anciana blanca. Pérdida de hu- mor vitreo. Curación. Se reconoció que tuvo iritis por las sinequias que se vieron luego. Y buena. Oes. v. Extracción de catarata roja con iredectomia sin accidentes á una an- ciana blanca. Y buena. Oes. vi. Extracción de catarata roja con iredectomia en el otro ojo de la mis- ma enferma. Curó con irregularidad. Iritis indolente. Padeció iritis indolente. Oes. vii. Negro de 58 años. Desga- 173 rradura del esfínter del iris al salir la ca- tarata. Cicatriz al tercer día. A los 35 días la pupila estaba deforma- da, contraída con sinequias posteriores por iritis indolente. Fondo de ojo bien visible. V—l. Obs. viii. Extracción simple sin acci- dentes á una mujer de 38 años, en ambos ojos. Al 89 día la incisión de la córnea esta- ba cicatrizada, las pupilas redondas; pero al instilar atropina la del O. D. quedó deformada por dos sinequias adheridas á la cápsula. El día antes había sentido un poco de dolor en ese ojo, pero sin darle im- portancia. Obs. ix. Extracción de catarata roja á una anciana. Curó bien. A los 38 días se descubrieron sinequias de una iritis in- sidiosa. Filaría en la Cámara anterior (Publicado en la «Revista de Ciencias Médicas» en Diciembre de 1891.) En Febrero último tuve ocasión de exa- minar un caso de filaría en los ojos, que por la rareza de la afección merece publi- carse, y más aún si se atiende á que vivía en la cámara anterior, sitio en el que se- gún creo no se ha visto ninguna otra. Este parásito, de color blanco, delgado como un hilo fino y de unos 0.m 025 de largo, se hallaba en la cámara anterior del ojo derecho, con su cabeza ó extremidad más gruesa, fija hádala parte inferior del iris, mientras que el cuerpo, y particular- mente la cola, libres, se agitaban vertigi- liosamente con elegantes ondulaciones. 175 Refiere la enferma, costurera, blanca, de 61 años y de buena constitución, que desde Agosto pasado veía moverse una sanguijuelita en el campo visual; pero ha- rá dos meses que tuvo una inflamación en ese ojo, y desde entonces solo se queja de una niebla que le enturbia los objetos. Fig. 1. Después de instilar atropina se veía un depósito rojizo de pigmento del iris en la cristaloides en forma de corona, conse- cuencia seguramente de una iritis provo- cada por irritación. Hacia la parte infe- rior de la pupila queda una sinequia. El fondo del ojo está sano pero se ve confusa- mente. La vista aunque turbia le permi- te leer un periódico. Al día siguiente del primer examen, la cabeza y parte del cuerpo se ocultaban de- trás del iris y solo se veían en la pupila los movimientos de la cola. Instilé de nuevo algunas gotas de atropi- na, tanto para romper la sinequia como para facilitar al parásito su vuelta á la cá- mara anterior y extraerlo mediante una punción. Pero desgraciadamente no se lo- gró ninguna de estas cosas, porque la atropina fue suficiente para matarlo, yla enferma por otra parte se negó á toda operación. Este accidente es de sentirse porque bajo el microscopio se hubiera clasificado con certeza la especie, mientras que ahora quedamos limitados á determinarla por conjeturas. Grande es la confusión que reina en la clasificación de las filarias encontradas en los ojos. Bajo el nombre de F. oculi hu- mará se han descrito á la vez una especie de unos 0.mO3O que vivia en el humor vi- treo, y otra, mitad menor, encontrada en el cristalino. En la mayor parte de las observaciones hay deficiencia de caracte- res específicos, (l) Se ha llamado también F. spiralis por unos la que otros conocen por Oculi humani. Pero dejando áun lado estas consideraciones, diremos que se han descrito'en los ojos tres especies. 177 F. medinensis F. oculi humani F. lentis Se ha creído más de una vez reconocer la filaría de Medina entre la conjuntiva y la esclerótica, ó escondiéndose por detrás de la mucosa en el tejido celular de la ór- bita, y en algunas de las observaciones se indica la longitud de dos pulgadas. Extraño sería que un individuo que or- dinariamente tiene om-500m-50 á om-800m-80 pudiese en ningún caso reducirse á tan pequeñas dimensiones. Por lo demás este nema- toideo vive habitualmente en el tejido ce- lular subcutáneo y según la opinión más probable, penetra directamente en la piel. (1) Los observadores médicos se han cuidado más de completar la descripción clínica que de re- conocer al entozoaiáo. En esas observaciones no se hallan expues- to los caracteres orgánicos del parásito. 178 Como F. oculi hnmani fue clasificado el caso tan conocido de Quadri. Era blanca, filiforme, y se movía libremente en el hu- mor vitreo agitándose con movimientos variados. La forma y contorsiones dibu- jadas por Quadri eran análogas á las del caso que describo, que era igualmente se- mejante en cuanto á su tamaño. Por las comparaciones que he hecho entre las descripciones deduzco que la F. spiralis (l) y la F. loa son sinónimos de la F. oculi humani. (1) Esta especie se ha visto correr entre la con- juntiva y la esclerótica, y nadar en el humor vitreo y esta vez en la cámara anterior. La denominación de Oculi humani no es propia, puesto que también vive en el ojo del hombre la F. lentis. Creo pues más conveniente llamarla F. loa (Guyot) por ser este el nombre vulgar con que la designan los negros de quienes procede, mejor que nuestro nombre spiralis que no expresa con exactitud la forma del animal. Los autores que se han ocupado de la materia dicen poco sobre la historia de este parásito. En esta enferma que es de raza blanca, me ha sido imposible averiguar su origen, modo de penetra- ción, ni su desarrollo, etc., puesto que solo estuvo bajo mi observación pocos dias. 179 La tercera especie F. lentis, descrita por Nordmann habitaba el cristalino y era sumamente pequeña, de unos omoo30m003 de longitud. Sería conveniente que se fijase el nom- bre para cada especie y sus caracteres por personas competentes. Hemorragia intraocular post-operatoria (Publicado en la 11 Revista de Ciencias Médicas en Septiembre 5 de 1892.) El Dr. Warlomont en un interesante trabajo publicado en 1883 en los Anuales cV Oculistique pasa revista á la escasa lite- ratura sobre el particular, con motivo de una extracción de catarata que hizo, se- guida de hemorragia. El Dr. Menocal de esta ciudad me ha referido un caso análo- go de su estadística. Recientemente el Dr. Knapp, de New York, ha citado en sus Archives otro caso. En todas las observaciones conocidas, excepto la del Dr. Menocal, la hemorragia se produjo algún tiempo después de la operación de cataratas seniles por extrac- ción. El caso que es objeto de este trabajo difiere en un todo de los demás por la edad del sujeto, por la enfermedad que padecía, por la operación practicada, por el mo- mento de la hemorragia y porque se presta á consideraciones causales de otro orden. 181 En efecto, trátase de un italiano de 40 años, vendedor ambulante, bien constitui- do, sifilítico de 5 años, que examiné y operé en el Hospital Mercedes. Diagnóstico: Glaucoma crónico simple desarrollado insidiosamente en el trans- curso de dos años. Las papilas están atrofiadas y totalmente escavadas, los va- sos de la retina rechazados del lado inter- no, perdiéndose en el borde papilar con fuerte curvadura. ■í:} =»• y í OD=p. 1. 1 «I—i f { ” }>"' v f OD=cas¡ abolido ( OI=abolido en lado nasal Escavación de la papila. ( 0D=4 dioptrías [ 01=2 dioptrías Como se vé el enfermo padecía un glau- coma típico. Operación. Se practicó una iridectomia en el O. I. único en (pie era posible con- servar la vista. 182 Incisión lineal superior por fuera del borde de la córnea de unos om-0080m-008 de extensión con un cuchillo de Groe fe. An- cha iridectomia. Al reducir los extremos del iris seccionados, apareció el cristalino en la herida. Para extraerlo hubo que prolongar la incisión. Con la lente salió humor vitreo sin que nada pudiera contenerlo, empujado por una hemorragia arterial tan considera- ble y persistente que fue necesaria la compresión con una esponja á través de los párpados durante largo rato para contenerla. Se aplicó un vendaje compre- sivo considerando ya el ojo perdido. 29 día. El globo ocular conserva su forma, y su cavidad está ocupada por un coágulo. 109 día. La cicatrización es definitiva; El ojo conserva su forma y aspecto nor- males con una ancha pupila obstruida por masas fibrinosas que imposibilitan todo exámen de las partes profundas. V=o. Apenas sintió dolor en el acto de la hemorragia ni hubo inflamación conse- cutiva. 183 El enfermo abandonó el Hospital sin que sepamos el resultado definitivo en cuanto á la conservación del ojo. En nuestro caso se produjo la hemorra- gia mientras el enfermo estaba en la cama de operación y no tuvo vómitos, tos ni ningún esfuerzo violento á no ser las con- tracciones del orbicular que son tan fre- cuentes en el curso de las operaciones. En el examen histológico de Van Duyse se atribuye la causa de este accidente á una hemorragia coroidiana, aunque dice no haber encontrado alteraciones en los vasos de esta membrana. Nosotros no hi- cimos la enucleación, así es que no se vio materialmente el origen de la hemorragia. Pero considerando los detalles de esta ob- servación, llama la atención que en el ojo hubiese previamente exceso de la tensión intra ocular, siendo ésta tan considerable que apenas hecha la iridectomia se encajó el cristalino en la herida de donde fue re- chazado con violencia así como el humor vitreo, por una cantidad de sangre que no se sospecharía pudiese salir del ojo. 184 Es por consiguiente indiscutible que la ruptura brusca del equilibrio entre la pre- sión interna y externa motivó la hemorra- gia. Esta causa no basta, sin embargo, por sí sola para determinarla, pues en ese caso sería dicha complicación general en ios casos de glaucoma, y frecuente en las operaciones de catarata. No era este un individuo alcobolista ni ateromatoso, ni nada en su estado general bacía temer una hemorragia. Pero es pre- ciso suponer para explicarla una alteración previa de los vasos intraoculares. El exa- men oftalmoscópico no reveló sin embargo ninguna alteración apreciable en la coroi- des y en cuanto á la retina los signos que ya hemos descrito. Otros enfermos con idéntico diagnóstico se han operado sin hemorragia. Hay pues una causa remota ó predisponente, inapreciable á los medios de investigación conocidos. El descenso repentino de la tensión intra ocular es la causa determinante. No nos hallamos en aptitud de fijar los vasos rotos puesto que al salir el enfermo del Hospital no era po- sible examinar el fondo del ojo. 185 Hemos dicho que la hemorragia fué arterial. En efecto, tenía un color rojo cla- ro y brotaba con la violencia propia de la sangre arterial y en cantidad verdadera- mente notable en corto tiempo. No puedo asegurar si la sangre de esta hemorragia provenía de la retina ó de la coroides. Otros observadores la hacen partir de esta última membrana. Hace muy poco tiempo practiqué la iri- dectomia á una anciana por un glaucoma, tan avanzado que el iris estaba atrofiado, la pupila muy dilatada; degenerado, opaco y amarillento el cristalino, el ojo suma- mente duro y perdida completamente la vista, con el único fin de librarla de los dolores ciliares que la atormentaban. La incisión de la córnea fué lenta y lim- pia; pero la ruptura del equilibrio entre la presión intraocular y la exterior se produ- jo con tal intensidad, que mientras me preparaba á cortar el iris, se quejó la en- ferma de un dolor intensísimo en el ojo, y empezó á brotar expontaneamente por la herida una hemorragia, que á pesar déla compresión no fue posible contener hasta las cuatro horas, y aún después continuó en menor cantidad. La cantidad de sangre perdida al principio sería próximamente de 100 á 120 gramos. 186 A juzgar por la desesperación de la en- ferma, el dolor debía tener tal intensidad que difícilmente podría sufrirse otro aná- logo. Al hacer la cura al día siguiente se vio en ,1a parte exterior, sobre la mejilla, el cristalino, y por entre los párpados colgaba el humor vitreo rodeado de coágulos que lo adherían á las pestañas. Después de hecha la limpieza se vió el ojo duro y re- pleto de sangre. La neuralgia continuaba con tal persistencia que fué preciso apelar á la enucleación. En esta enferma el glaucoma había evolucionado, y producido un estado de degeneración de todos sus tejidos; así no es extraño, que al romper el equilibrio de la presión, los vasos, ya friables, se que- brasen y diesen origen á la hemorragia. Esta complicación grave en los casos de glaucoma absoluto ha sido ya señalada. Nuestro caso sirve una vez más para demos- trarlo, y poner alerta contra este peligro, que no se evita en los casos de degenera- ción vascular aún cuando se tenga el ma- yor esmero al incindir la córnea. 187 Reflejo verde del cristalino {Leído en la Sociedad de Estudios Clínicos en Agosto de 1887 y publicado en la «Crónica Mé- dico-Quirúrgicas en Marzo de 1888.) La lente cristalina puede presentarse con diversos colores á nuestra observa- ción, y esos colores ser la expresión de un estado fisiológico ó patológico. Esta dis- tinción facilita el conocimiento de las va- riadas afecciones del cristalino, y sirve para distinguirlas del estado sano. Nada mejor para expresar de un modo claro y sencillo las diversas coloraciones del cris- talino que resumirlas bajo forma de cua- dro sinóptico como el que trazo á con- tinuación : 189 Incoloro. Ambarino. Verde. Estado fisiológico,,, cristalino... Emulsión lechosa. Placas blancas. Blanquecino uniforme. Nacarado. Amarillo. Rojizo. Negruzco. Verde. Estado patológico.,, La distinción de los estados fisiológico y patológico estriba naturalmente en el funcionamiento normal ó anormal del ór- gano, normalmente constituido en el pri- mer caso, alterado en el segundo. Estado fisiológico.—El cristalino du- rante la primera mitad de la vida es incolo- ro y perfectamente transparente. Este es el estado tipo de la lente. Ala inspección simple y á la luz focal la pupila aparece completamente negra porque el observa- dor no recibe ninguna luz del ojo. Al examen oftalmoscópico los detalles de las membranas profundas se presentan con toda su pureza, mientras que el cristalino es invisible porque se deja atravesar pol- los rayos luminosos como el más límpido cristal, de tal modo, que para damos en- tonces cuenta de su presencia se requiere el estudio de la refracción. 190 Después de los 30 años adquiere color. Este puede ser un tinte amarillo ó verde. La coloración amarillento ambarina, cons- tante á una edad más ó menos avanzada, puede considerarse como un signo de vejez: empieza por el núcleo, donde siempre es más intensa y se desvanece en las capas corticales hasta ser inapreciable en el ecuador. Esta coloración revela la escle- rosis de la lente que á la vez que' se hace más compacta toma una forma aplanada. Pero las funciones oculares se conservan en estado fisiológico: el cristalino es trans- parente, y no hay otro cambio que el ya conocido de la disminución de la ampli- tud acomodativa. La coloración verde es la más importan- te de todas porque se presenta tanto en el estado fisiológico como* en el patológico, y puede por lo mismo dar lugar á confusio- nes, hoy afortunadamente raras, pero que fueron lamentables y frecuentes antes de la invención del oftalmoscopio. A esta par- te daré mayor extensión al ocuparme de la coloración verde en estado patológico. 191 Estado patológico.—Es de suma im- portancia conocer la coloración del crista- lino en estado patológico, porque ella sir- ve principalmente para distinguir las va- riedades de catarata y por consiguiente, para guiarnos con seguridad en el trata- miento operatorio. Os presentaré una rápida revista de es- tas variedades, harto conocidas, indican- do su significación con la única idea de completar el cuadro sinóptico, pero sin investigar las causas de esas distintas co- loraciones que me alejarían demasiado de mi propósito. Si se presenta el cristalino con el aspecto de emulsión lechosa, indica una catarata blanda; Si con una ó más placas blancas como yeso, diagnosticaremos la forma regresiva; Si de color blanquecina uniforme envol- viendo un núcleo más oscuro, será una cata- rata medio dura; Si tiene aspecto nacarado con pintas blancas, lo que es poco frecuente, tendre- mos una opacidad cápsula-lenticular; 192 El color amarillo indica la catarata dura, tipo senil, que es la más frecuente de to- das; Y si esta variedad tiene núcleo rojizo, será muy dura y antigua; Y en fin, la catarata negra, poco frecuen- te, es la más duroi de todas y ordinaria- mente voluminosa. Pero nos queda aún un cristalino verde en estado patológico que no es signo de ca- tarata, sino de glaucoma, que de él ha derivado su nombre. Esa coloración verde en estado fisioló- gico y en el patológico es el origen de este trabajo, y por consiguiente, el úni- co punto sobre que intento llamar la aten- ción. He formado un cuadro donde figura el reflejo verde del cristalino 17 veces sobre 500 enfermos, y aunque es bien reducido ser- virá, sin embargo, de base á estas consi- deraciones. Por otra parte, conviene sa- ber que este, fenómeno no es tan raro co- mo pudiera suponerse, pues se observa en personas que pasan de 40 años con trans- parencia perfecta del cristalino é integri- dad de las funciones visuales, y que, pol- lo tanto, solo accidentalmente suelen ver- se en las consultas. Pero aunque no tengo datos suficientes para calcular exacta- mente la frecuencia con que se presenta entre nosotros este reflejo verde del cris- talino, me inclino á creer que alcanza á 10% de las personas de más de 40 años, bien se observe como fenómeno simple- mente fisiológico ó como expresión pato- lógica. 193 El cristalino verde es siempre transparen- te. Cierto es que ála inspección puede producir la ilusión de una catarata; pero ya á la luz focal se vé la perfecta transpa- rencia del segmento anterior del cristalino mientras que sus capas profundas apare- cen de un verde turbio, ó bien como un finísimo polvo verde esparcido por toda la lente. Pero al usar el oftalmoscopio se siente un momento de sorpresa al contem- plar con toda claridad los detalles de las membranas profundas del globo ocular á través de un cristalino perfectamente trans- parente. Esta circunstancia permite fijar- la significación del color verde, por la exis- tencia ó ausencia de lesiones profundas. 194 He observado este reflejo con mayor- frecuencia en la mujer que en el hombre. Es proporcionalmente también más co- mún en la raza negra, pero sin dejar de ser frecuente en la blanca y en la asiática. En cambio, ni una sola vez lo he notado para los mulatos, cuya diferencia proba- blemente habrá sido casual. En cuanto á la existencia de este fenó- meno en las diferentes razas, podría supo- nerse que se halla en relación del grado de pigmentación de la piel, por cuanto es más frecuente entre los negros, y que por otra parte en ningún caso lo he observado en personas rubias. Viene además en apo- yo de este modo de pensar el haber oído á un distinguido oftalmólogo de París la observación de que el reflejo verde de la pu- pila, que yo he convenido en llamar con más propiedad del cristalino, ó de los me- dios transparentes, era mucho más fre- cuente en los países tropicales. Ahora bien, la regla general entre los habitantes de esta zona es la abundancia de pigmen- tación comparados con los de las regiones templadas y frías. No atribuyo á las profesiones ejercidas, ó el trabajo á que los ojos estén sometidos la menor influencia en la producción del fenómeno que examinamos, puesto que de los casos observados unos estaban someti- dos á los rudos trabajos del campo, otros por el contrario entregados á la vida seden- taria, y otros, en fin. á diversos oficios. La distinción que de este reflejo debe establecerse entre el estado fisiológico y el patológico se refiere principalmente al glaucoma. Sin embargo, como lo he obser- vado también en algunas cataratas duran- te su período de formación, pudiera esto inducirnos á creer en alguna influencia debida á la esclerosis de la lente, ó mejor dicho, á los trastornos nutritivos que son origen de la opacidad. La misma observa- ción puede hacerse respecto de la iritis, retinitis y coroiditis en que suelo obser- varse, porque todas estas afecciones de- terminan desórdenes de la. circulación intraocnlar que es la causa primordial de dicho trastorno. Pero de todos modos solo es casi constante en el glaucoma; y el diagnóstico de esta enfermedad se fa- cilita mediante el examen de los múlti- ples síntomas que la caracterizan y de los desórdenes funcionales que le son propios y que sería ocioso exponer aquí, mientras que el estado fisiológico se patentiza por el funcionamiento normal del órgano. 196 Pero este fenómeno en cualquier estado que se le considere reúne ciertas circuns- tancias idénticas que pueden servirnos liara interpretarlo desde un solo punto de vista, quiero decir, para hacerlo depender de una causa única. Así, pues, el glau- coma es una afección de la segunda mi- tad de la vida, y tiene el reflejo verde por síntoma importante (1). Este fenómeno en (1) En la lectura del trabajo se usó la expre- sión síntoma constante, pero no es exacta, porque hay glaucomas como los de forma crónica, que so- lo se revelan por atrofia y excavación de la papila en los que es poco apreciable ó no existe el color verde. El Dr. Finlay argumentó en este sentido. Por otra parte, hoy se manifiesta la tendencia á segregar esta variedad de atrofia del nervio óptico del grupo de los glaucomas. estado fisiológico es también propio del mismo período de la vida. El glauco- ma es debido á un exceso de la tensión intraocular, á consecuencia de la dismi- nución de la excreción de los líquidos interiores del globo, permaneciendo nor- mal la secreción. En la vejez por la es- clerosis de los tejidos se dificultan tam- bién las excreciones. En ambos casos, por consiguiente, hay alteraciones circu- latorias. Acabamos de ver que en otras afecciones oculares (pie producen altera- ciones circulatorias suele presentarse este reflejo; no señalado hasta hoy por no haber fijado los médicos su atención en un síntoma tan secundario y á veces tan poco aparente que para reconocerlo se necesita el propósito deliberado de bus- carlo. 197 Ahora bien, j;en todos estos casos no se- rá la misma la causa de la producción de este reflejo, es decir, la dificultad de las excreciones de los líquidos intraoculares, que siendo poco pronunciada se limite á un trastorno molecular del cristalino, que tomará color verde, y que - siendo más in- 198 tensa origine además todos los graves des- órdenes del glaucoma? Ya en otra ocasión he demostrado la frecuencia del glaucoma en nuestro país, puesto que representa por sí solo el 3% de todas la afecciones oculares. De igual modo, como es natural, ha de ser también más común ese estado inicial indefinido de torpeza circulatoria que nunca llega á constituir un estado patológico, que se- ría suficiente para determinar la produc- ción del reflejo verde en nuestro clima. ¿Pero qué papel desempeñan en la pro- ducción de este reflejo, por una parte la pigmentación de la piel, y por otra el exceso de presión infraocular? Nada sé de positivo; pero tal vez la abundancia de pigmento no sea más que una simple coincidencia con la mayor frecuencia del glaucoma en los climas cálidos mientras que el desequilibrio de la presión ocular ó el trastorno circulatorio, sería el ver- dadero origen del fenómeno. La Papila de la Ambliopia Toxica {Leído en la Sociedad de Estudios Clínicos el 17 de Agosto de 1888, y publicado en la. «Revista de Ciencias Médicas,» en el mismo mes. Cuando regresé á Cuba á ejercer la pro- fesión, leí un folleto del l)r. Santos Fer- nandez, titulado, De la ambliopia alcohóli- ca en la isla de Cuba, y de un síntoma coad- yuvante, no descrito, para diagnosticarla. Ese síntoma es la atrofia de la mitad in- terna de la papila. Y me llamó la atención, puesto que yo había aprendido lo contra- rio, es decir, que-el abuso del alcohol y del tabaco producen una neuritis parcial que atrofia el sector externo déla papila del nervio óptico. Sr. Presidente, Señores: 200 En el tiempo que llevo de práctica he observado algunos casos de esta enferme- dad, que no hubiera publicado todavía á no haberme decidido las Consideraciones acerca de la ambliopia alcohólica del Doctor Madan, impresas en el número de Julio último de la Crónica Médico-Quirúrgica donde elogia el que supone olvidado folle- to del Dr. Santos Fernández. No, no está olvidado: yo siempre he te- nido presente cu la modesta esfera de mi inteligencia los trabajos oftalmológicos aparecidos en Cuba, y si hasta ahora nun- ca he hecho á ellos referencia es porque en el reducido círculo científico en que gi- ramos, las opiniones se personifican, y de ahí que á menudo degeneren en apasiona- das declamaciones para mantener cada cual más alto el estandarte de su victoria. Yo, señores, soy enemigo de toda discu- sión; ni el terreno en que hoy me coloco es jiara herir una reputación que desde ha- ce años ha traspasado los límites de esta tierra, y con cuya amistad me honro, sino que vengo, guiado por un sentimiento pu- ramente científico, no á atacar las ideas sostenidas por el Dr. Santos, sino á con- signar: 1? que la amhliopía tóxica existe en Cuba con los mismos caracteres que en Euro- pa; 29 que en ninguno ele los casos por mi examinados hubo atrofia de la mitad interna de la papila, y si de su porción externa; 39 que esta atrofia del lado temporal facilita, y á veces descubre el diagnóstico. 201 Como el folleto aludido puede haber he- cho pensar á los extranjeros, que entre no- sotros las mismas causas producen efectos diferentes que entre ellos, mi intención es que este trabajo sea también leído por los especialistas de allende el Atlántico; y en tal concepto os evitaré toda suerte de con- sideraciones, que serían inútiles por de- masiado conocidas, para relatar sencilla- mente los casos clínicos que demuestran la verdad de las proposiciones que dejo sen- tadas. Clasifico en estas observaciones los diag- nósticos en evidentes ó típicos, diagnósti- cos por analogía y diagnósticos por exclu- sión ó dudosos. Número 100. —Negro de 42 años, tabaquero des- de los 15. Ha disminuido su vista desde hace ocho meses. No distingue bien los colores. (Diagnósti- co dudoso.) Número 106.—Negro de 40 años. Fuma y mas- ca tabaco. Bebedor de aguardiente. Su vista dis- minuye más durante el día que por las noches. Distingue los colores. No hay lesiones profundas. (Caso dudoso.) Número 125.—Marinero de 44 años. Fuma mu- cho y bebe. En la región macular hay un punteado blanco. Papilas blancas en su lado externo. Número 146.—Negro, de 45 años; fuma y bebe. O. D. perdido. En 0. I. desórdenes de la vista, sin lesiones profundas. (Caso dudoso.) Número 583.—Maquinista, de 45 años, con fa- cies y temblor alcohólico de las manos. Escotoma central negativo; si ve una persona no distingue su fisonomía. Dificultad en reconocer tintes Arerdes y violetas; vé bien el rojo. V=V2O. Escavación fi- siológica de la papila que es blanca en su mitad ex- terna. [Caso típico.) Número 627.—Adulto, fumador. En 0. I. obs- trucción pupilar, con percepción luminosa. En O. D. pérdida gradual de la vista; sólo lée ahora ca- racteres grandes. C. v.=n. Confunde algunos colo- res. Papila blanca en su mitad externa; excavación fisiológica, lámina perforada visible; vasos de la re- tina, normales. 203 Número 743.—Maestro de escuela, de 50 años, fuma hasta 50 cigarros diarios, y bebe varias ma- ñanas. Temblor alcohólico de la lengua. Pupilas contráctiles. Pupilas decoloradas en mitad externa. Resto del fondo del ojo, normal. No distingue el verde ni el rojo en pequeñas porciones; no conoce el violeta. Desde hace un año empezó á perder la vista. Ye mejor de noche que de día. V | j—(Caso típico.) ( v. i—i Número 789.—Tabaquero, de 53 años, fumador y bebe algo, según dijo.—T.=n. Y=n.—No hay escotoma para el rojo. Pequeña excavación fisioló- gica. Papila pálida en su m itad externa. Pequeños copos en humor vitreo. Número 834.—Tabaquero, de 37 años, robusto; vive en su tabaquería. No fuma mucho, pero con- fiesa que, bebe cuatro ó cinco mañanas de ginebra. Su vista disminuyó paulatinamente como si la hu- biese ocultado un velo. Ve mejor por las noches. Lée con dificultad el periódico si tiene caracteres algo grandes. No distingue una pinta roja en fondo negro. 204 Pupilas normales. Mitad externa de papilas blanca. Resto del fondo del ojo, normal. Mácula muy visible. En cuerpo vitreo se ve en cada ojo un filamento con una extremidad más gruesa, como si fuese un punto del cual parte un bilo. Este copo tiene mo- vimientos limitados, y por su tenuidad es difícil de descubrir. Doy estos detalles porque también es síntoma del 786, y por consiguiente, podrían tener relación con la enfermedad. Cuatro meses después con la supresión del taba- co y del alcohol, y una poción de arseniato de es- tricnina, había bastante mejoría. V—f. Han desa- parecido los copos. (Caso típico.) Número 845.—Marinero, de 53 años, alcoholis- ta, con temblor de manos y lengua, pesadillas, hi- pocondría. Fuma ocho tabacos diarios. Ve turbio desde hace un mes. V=J. C. v.=n. T.=n. Distingue bien el rojo en gran superficie, mal en partículas. Borde interno de papilas confuso, el externo bien limitado. Mitad externa de papilas, blanca. (Caso típico.) Número 913.—-Carpintero, de 37 años; gran be- bedor. Aunque su vista había disminuido algo, di- ce que en esta última quincena ha descendido has- ta el punto de serle imposible todo trabajo. 205 Distingue los objetos grandes. Reconoce el rojo. Al oftalmoscopio sólo es digna de notarse la blan- cura de la mitad externa de ambas papilas. Número 978.—Bodeguero, de 31 años; bebe va- rias mañanas de ginebra; temblor alcohólico de la lengua. Fuma una cajetilla diaria. Empezó hace dos meses á perder la vista de O. I. y posteriormente la de O. D. Ve mejor por las noches. T.=n. V=¿. C. v. algo estrechado. Iris contráctiles. Fondo del ojo, normal, menos la mitad externa de la papila; de O. I. que está des- colorida. Ese cambio es apenas sensible en O. D. y ni hubiera sospechado su significación patológi- ca, áno ser por el examen del otro ojo. Máculas muy visibles. Vasos de la retina, normales. Con la relación de estos casos queda pro- bada la verdad de las proposiciones que senté al principio. I? La amhliopia tóxica existe en Cuba con los mismos caracteres que en Europa. Efec- tivamente, descartando los casos señalados como dudosos, basta leer estas notas clíni- cas para establecer el diagnóstico de am- bliopía tóxica. La disminución de la vista, 206 en ojos al parecer normales, el alivio bajo una luz poco intensa, la extensión normal del campo visual, el escotoma central ó sea dificultad de fijar, la perversión del senti- do cromático, la atrofia del sector exter- no de la papila, y los antecedentes del enfermo, son los elementos que diagnosti- can la ambliopía tóxica. Y esos caracteres son los mismos señalados por los autores clásicos. Solo haré notar que en la mayor parte de mis enfermos he consignado, el diag- nóstico de ambliopía alcohólica, en vez de tóxica. Y así es, puesto que á pesar del considerable número de tabaqueros que trabajan en las fábricas, y que al poco tiem- po de dedicarse á ese oficio llevan impre- so el sello de una caquexia especial, debida á la acción tóxica del tabaco sobre el orga- nismo, apenas he comprobado en algún caso los caracteres que se asignan más es- pecialmente á esta ambliopía: miosis, es- cotoma central para el rojo. Por el contrario, la pupila presentaba sus dimensiones normales, y reaccionaba ásu excitante natural, la luz. La más fre- cuente de las alteraciones cromáticas con- sistía en ver azul el violeta. 207 En todos los casos de atrofia de la mi- tad externa de las papilas el diagnóstico no era dudoso, porque con el interrogato- rio subsecuente se descubrían los demás síntomas de la intoxicación, y entre las causas, el alcohol ha figurado siempre en mayores proporciones para inclinarme á ver en dicha sustancia el agente más no- civo. En dos casos anoté que la mácula se des- tacaba en el fondo del ojo, lo que no es fre- cuente en adultos; y en otros dos, la pre- sencia de copos de aspecto vermicular en el cuerpo vitreo. Ignoro si á alguno de es- tos caracteres, sobre todo al segundo, pue- de concedérsele algún valor diagnóstico. En la segunda 'proposición, dije que en los casos por mi examinados, nunca hubo atro- fia de la mitad interna, de la papila, sino de su sector externo. Así lo expresan las his- torias clínicas que he leído. Por otra parte, no puedo formar un juicio sobre las alteraciones descritas por el Dr. Santos, porque todavía no he visto atrofia de la mitad interna con integridad de la porción externa de la papila. Como las fibras ner- viosas brotan en la papila y se derraman á manera de surtidor, siguiendo una di- rección radiada hasta la ora serrata, caso de producirse una atrofia de la mitad in- terna, le correspondería como síntoma fun- cional un escotoma, no central, sino tem- poral, que en nada velaría la intensidad de la vista, y del cual no tendrían con- ciencia los enfermos por ser negativo, y por consecuencia, no solicitarían nuestro auxilio. 208 Y en fin, establezco una tercera proposi- ción, asegurando que la atrofia del lado tem- poral facilita, y á veces descubre el diagnós- tico. En efecto, cuando no existe, nos asaltan serias dudas sobre la verdadera na- turaleza de la ambliopía; pero á su pre- sencia se desvanecen las dificultades, y se investigan y comprueban los síntomas fun- cionales: y he ahí cómo este signo nos po- ne sobre la vía del diagnóstico. Se supri- me el alcohol y el tabaco, y se obtiene mejoría; queda, pues, establecida la ver- dadera causa de la enfermedad. Señores, yo siento que muchos socios no puedan verificar la exactitud de los con- ceptos que acabo de desarrollar, para que cada cual se formase una opinión propia, y me concediese haber trazado á este tra- bajo sus límites científicos, guiado por [a idea de demostrar que este punto de la- medicina reviste el mismo cuadro clínico en esta Isla que el desde años antes com- probado, para la ambliopía tóxica por nuestros maestros de la vieja Europa. En la discusión que siguió á la lectura del tra- bajo, el Dr. Santos rectificó diciendo que se había referido eu su folleto á la imagen invertida que se obtiene con el oftalmoscopio simple. De ahí resul- ta que estábamos de perfecto acuerdo, como debía ser tratándose de un hecho de fácil observación, ha- biendo resultado la divergencia en el modo de ex- presión únicamente. Embolia de la arteria central de la retina (Publicado en el “Recueil A' Ophtalmologie,' dé París, en 1891.) Me propongo describir un caso cuya his- toria clínica pude seguir desde el princi- pio de la enfermedad, y que indudable- mente ofrece interés en lo que se refiere á los diversos tiempos de la afección. Consideramos á la embolia de la arteria central tres periodos; 1? prodrómieo, 29 ataque, 39 atrofia de la papila y de la re- tina. El enfermo, fabricante de carruajes, ;i pesar de sus 54 años era robusto. No toma- ba bebidas alcohólicas. El Dr. Rayneri que le asistía no halló alteraciones en (>1 corazón ni en los vasos á no ser un grado poco marcado de ateroma. Orinas nor- males. 211 El enfermo se quejaba solamente de hor- migueo y adormecimiento en diversas re- giones del cuerpo, principalmente en las extremidades. ler1er- periodo. —Pródromos. A principios del mes de Mayo del año último me consultó por algunos desórde- nes visuales. Disminución de la vista desde hacía tres años. Pero este fenómeno debía ser inter- mitente ó no existir á distancia puesto que en el momento del examen encuentro: ( 0. D. ) „ í o. D. i- ir - v * i °- I- í =íñ- V- ] 0. I. Escalonia central. Le preocupa sobre to- do y le hace temer que perderá la vista el haber observado que no ve bien el objeto que fija cuando es pequeño, así, por ejem- plo, si mira una persona reconoce su cara por sus rasgos generales, pero ve Jos ojos turbios sin poder distinguir su color. El temblor de los objetos es un síntoma que lo ha llamado mucho la atención. Cuando loe ve moverse ó bailar las letras. 212 Discrpmatopsia. Reconoce bastante bien Jos estambres de diferentes colores y sus tonos cuando se lija en ellos detenidamen- te. Sin embargo, se inicia discromatopsia como lo prueba el hecho de haberse equi- vocado algunas veces en su taller tomando por marrón un coche juntado de verde os- curo. Por lo demás, las pupilas son cotrácti- les, iguales; el fondo del ojo normal, en los medios transparentes no se percibe la niQfior alteración. Después de este examen no me fue po- sible fijar diagnóstico. 2? PERU)DO. —ATAQUE El día 30 del mismo mes había leído á prima noche, como tenía por costumbre. A media noche lo despierta un dolor agudo en el ojo derecho, como si hubiese sido atra- vesado por un cuerpo puntiagudo hasta el fondo de la órbita. Gracias al uso de medicamentos narcóticos que le fueron prescritos se calmó y durmió. Al desper- tar al día siguiente no veía nada absoluta- mente con ese ojo. 213 Al medio día se hizo examinar por el Dr. Montalvo. El 19 de Abril, al cabo de 36 horas, se me llama en consulta. En- cuentro: hiperemia de la conjuntiva, pupi- la dilatada é inmóvil, papila del nervio óptico velada, edematosa, con sus bordes radiados acusando la dirección de las fi- bras nerviosas. Al rededor de la mácula se ve un gran óvalo blanquecino, mucho ma- yor que la papila, de gran diámetro hori- zontal; en su centro se destaca la mácula de color rojo intenso, más clara en los bor- dos, amarilla en el centro. Esta zona edematosa está invadida por algunos gruesos ramos sinuosos del árbol retiniano, más visibles y repletos «pie en estado normal. Las arterias aunque con la columna sanguínea muy adelgazada, no están va- cias. Campo visual limitado á un pequeño espacio por el lado externo, en cuya direc- ción puede contar los dedos. En presencia de este cuadro el I)r. Mon- 214 talvo y yo diagnosticamos separadamente embolia de la arteria central de la retina. El edema retiniano desapareció al 59 día, y con él terminó el estado congestivo determinado por el ataque. 3er- periodo.—Atrofia de la papila Y DE LA RETINA Al cabo de algunos días la vista mejoró un poco. Contaba más fácilmente los de- dos por el lado externo, y aunque poco, algo se había agrandado el campo visual. La sangre no ha dejado nunca de circu- lar en las arterias, pero solo llevan una cantidad insignificante. Tai papila se ha ido decolorando hasta quedar blanca. Los síntomas de este periodo están bien descritos por los clásicos para que no in- sistamos en ellos. Algún tiempo después del ataque de em- bolia se produjo parálisis del oblicuo me- nor del lado enfermo. Retinitis Pigmentaria Hereditaria (Publicado en la “Herida de Ciencias Médicas," en Abril 20 de 1891.) He tenido oportunidad de examinar lin- ee poco tiempo un easo de retinitis pig- mentaria hereditaria en un adulto con la ventaja de haber examinado uno de sus hijos en quien ya se iniciaba el mal. Trátase de un chino labrador, de 88 años, bien constituido, que me consultó por la pérdida gradual de la vista que ex- perimentaba desde años atrás, en un prin- cipio por las noches solamente, pero que actualmente apenas podía distinguir la luz del día. El aspecto exterior de sus ojos es nor- mal. Solo las pupilas no obedecen á las excitaciones de la luz. 216 El fondo de los ojos tiene un tinte blan- quecino. Las papilas del nervio óptico tie- nen color blanco ligeramente sonrosado, sus bordes están bien limitados. Las venas están adelgazadas y las arterias son tan fi- nas que no se puede ver su trayecto á mu- cha distancia de la papila. Las retinas presentan abundantísimas mane!litas negras, algunas con partes blan- cas, confluentes hacia el ecuador del ojo, diseminadas y más raras hacia el polo pos- terior pero no existen junto á la papila. Estas manchas de pigmento no tienen for- ma determinada, unas son angulosas, otras redondeadas. Existen en mayor número en el trayecto de los vasos gruesos. Estas lesiones son perfectamente simé- tricas (‘ii ambos ojos, de tal modo que en ambos existe una gruesa mancha pigmen- taria y de la misma forma á un par de mi- límetros por dentro de las papilas. ( 0. 1, j V | 0. |.=F. 1. T- i 0. 1.1 "• La amaurosis casi completa impidió ha- cer un reconocimiento de la percepción de Jos colores así como tomar el campo vi- sual. 217 En la historia de este caso no existía desde luego infección sifilítica. El enfer- mo, es un hombre sano que siempre se ha ocupado en trabajos de campo y si algu- nas afecciones ha tenido últimamente, co- mo fiebres palúdicas, no se hallan en modo alguno ligadas á la afección que describo. El enfermo desde niño había tenido siem- pre mala vista, particularmente por las noches. Este síntoma hemeralopia, tan evidente para los enfermos, y tan característico de la retinitis pigmentaria, me permitió in- vestigar el padecimiento en la familia del enfermo. En efecto, refiere y asegura, que la ce- guedad por las noches ó cuando hay poca luz es un mal hereditario en toda su fami- (1) Expreso de este modo que la vista de O. D* es nula y que en O. T. solo existe percepción lumi- nosa. lia. Sabe que su abuelo solo podía traba- jar durante el día, pero que por las noches apenas podía caminar solo. 218 Heredaron el padecimiento su padre y sus tíos. Su padre quedó completamente ciego á los 40 años. El enfermo, hijo único, y sus primos hermanos por la línea masculina, han he- redado todos el mismo defecto orgánico. Nuestro enfermo cuando vino á Cuba podía desempeñar sus trabajos decampo. Pero su vista lia disminuido gradualmen- te hasta quedar casi abolida. La enferme- dad que sufre es una retinitis pigmentaria típica, tanto por el aspecto oftalmoscópi- co como por la evolución clínica; hemera- lopia primero, pigmentaciones retiñía ñas y amaurosis después. Sus hijos se hallan en el primer periodo de la enfermedad: hemeralopia sin pig- mento. Tais cuatro niños que tiene, mes- tizos con una negra, son hemeralopes. Después que se oculta el sol no pueden andar si no es á tientas. Examiné á uno de ellos, de 9 años. Te- nía H=3 dioptrías, y V=-J- en ambos ojos. 219 El fondo de yus ojos tiene apariencia normal, sin una sola mancha de pigmento y solo se ve un tinte general gris claro en la retina. De noche apenas ve, á menos que se halle junto á la luz. El delirio después de las Operaciones EN EOS OJOS (.Publicado en el 11 International Medical Magazi- nede Filadelfia, en 189 d.) Hace ya tiempo que vienen mencionán- dose casos de delirio ocurridos en indivi- duos que se han sometido á operaciones para Jas varias afecciones de la vista. En Marzo de 1890 este asunto fue extensa- mente discutido en la Sociedad Oftalmo- lógica de París. La forma que general- mente se ha descrito ha sido un delirio de exaltación, algo parecido al que ocasiona la belladona y en otras ocasiones un deli- rio de persecución. Este delirio ha sido atribuido á causas muy diferentes. Grande]ement, (Jalezows- ki y Chibret, entre otros, creen que la ac- ción de la atropina ejerce una influencia positiva en su producción, estando forta- lecida esta opinión por la similaridad que tiene con la forma producida por la absor- ción de ese alcaloide. Parinaud, Vahído y Armaignac, como antes Sicliel, considera- ron como causa la oclusión de los ojos debida al vendaje después de las operacio- nes, y no conceden que exista influencia alguna por la atropina, la que no fue usa- da en algunos de los casos en queso prac- ticó la iridectomía contra el glaucoma. (1) 221 Parinaud y Gillet de Grandmont creen que la debilidad consiguiente á la dictaos un factor importante en la producción del delirio, citando el último autor un caso notable que fue debido sin duda alguna á esta causa. Según Chibret, el alcoholismo es de por sí lo suficiente para ocasionar el delirio; (1) El Dr. Santos Fernández, de la Habana, atri- buye el principal papel en la producción de esta complicación al vendaje y á la atropina; pero en un artículo reciente excluye esta última causa. conviniendo con esta opinión muchos au- tores. Gorecki lo considera como una forma especial de delirio que, á pesar de su ana- logía, puede muy bien diferenciarse del producido por la belladona. Lo ha obser- vado en casos en que no hubo oclusión de los ojos después de la operación. Algunos autores creen que la excitación nerviosa—el temor de perder la vista— puede originarlo en personas tímidas; pero otros, y entre ellos Vigiles y Ledda piensan que el delirio solo puede ocurrir en los ca- sos donde exista una predisposición espe- cial, mientras que Chibret va más allá y dice que corresponde particularmente á los dementes. ¿Cuál, entre todas estas opiniones pue- de considerarse corno la causa verdadera del delirio? Yo creo que todas ellas pue- den ser causas ocasionales, más ó menos directas, inclinándose cada cirujano hacia aquella que se hace la más aparente entre sus casos. Probablemente la atropina es de poca importancia en la producción del delirio, á menos que se administro en gran canti- dad. He operado una mujer con cataratas, á quien equivocadamente se instiló en el ojo tres días antes una considerable dosis de atropina, que le ocasionó el delirio furioso que corresponde á ese veneno, y sin embargo, después de la operación no sobrevino delirio alguno, á pesar del hecho de que todavía no había concluido de recu- perarse de los efectos del agente tóxico. Aun más concluyentes son los casos de de- lirio después de la iridectomia para el glau- conia, donde ese midriático no ha sido usa- do ni antes ni después de la operación. La oclusión de los ojos y la dieta que se habían considerado ser las causas prin- cipales, solo son en mi opinión, condicio- nes que favorecen su aparición. No son de importancia capital en la complicación que estamos tratando. De otra manera el delirio sería frecuente puesto (pie ambas condiciones son la regla durante los prime- ros días después de la operación. El delirio es por el contrario, raro. Los autores que se han ocupado de este asunto solo han mencionado unos cuantos casos. •Es evidente que en los individuos que sufren de alcoholismo, la privación de la luz, la dieta y la exitación consiguiente á toda operación pueden provocar delirios de persecusión. El delirio post-operatorio puede obser- varse en personas que no son alcoholistas, como han asegurado autorizados observa- dores que buscan la causa en una predis- posición ala manía ó en un temperamento nervioso fácilmente excitado. En las ob- servaciones que puedo citar de esta com- plicación, los hechos me inclinan á creer que el delirio solo se observa en los de- mentes, con ó sin alcoholismo y en los cuales solo existen excentridades de carác- ter que pueden haber pasado desapercibi- das para el médico, y la manía, hasta entonces latente, se desarrolla después de la operación, favorecida por circunstancias que contribuyená excitar la imaginación, tal como el temor de perder la vista, la dieta, la privación &. El acceso de manía es generalmente temporal, puede durar varias horas ó días enteros; pero finalmen- te desaparece por completo. Respecto á 225 su intensidad varía desde un temor vago y ligero y trastornos de la inteligencia ape- nas apreciables hasta un delirio furioso que puede exigir el uso de la camisa de fuerza. En los ataques moderados, ce- sará descubriendo el ojo, con objeto de convencer al paciente del éxito de la operación pero en los casos más pronun- ciados esto, no solo no ocasiona alivio alguno, y los pacientes insistirán en la idea de que no ven nada, aun después de haberles probado que podían distinguir los dedos, leer, etc. En una palabra, este delirio, consecuti- vo á las operaciones es solo una forma de manía en individuos ya mentalmente tras- tornados ó en otros en quienes el trastorno intelectual estuvo hasta entonces en estado latente. Una circunstancia digna de men- cionarse es, que yo siempre lo he observado en los ancianos y ateromatosos, lo que me hace pensar que esta afección del sistema vascular juega un papel importante en la producción de los trastornos cerebrales y subsiguientes paraxismos maniáticos. No es extraño pues, que la causa del delirio sea atribuida al alcoholismo, pues este es un factor frecuente en la producción déla degeneración ateromatosa. En los casos de esta naturaleza se presenta bajo la forma de delirio de persecución. 226 En corroboración de las opiniones que acabo de expresar, extractaré de mis casos ejemplos de las tres formas de manía que he observado. Caso I—Una negra, de sesenta años, ateromatosa, hábitos bastante regulares, habitualmente silenciosa y taciturna; ope- rada de cataratas dobles en una sola sesión; solo se usó una gota de la solución de atropina, treinta horas antes de la opera- ción; después de esta se aplicó un vendaje oclusivo yse le ordenó dieta líquida. Du- rante la primera y segunda noches la pa- ciente estuvo inquieta, hablaba consigo misma, no reconocía las voces de las per- sonas que la rodeaban y trataba de levan- tarse sin objeto determinado para ello,tenía miedo de algo, y con objeto de protejerse contra los peligros imaginarios quería qui- tarse el vendaje. Para evitar esto se hizo necesario al fin emplear la fuerza. Durante el día estaba tranquila. Curó sin compli- caciones, exceptuando una catarata secun- daria, que fue operada un mes después, y en esta ocasión volvió el delirio aunque no tan pronunciado. 227 Caso II.—Varón, blanco, setenta años, muy ateromatoso, de familia en la cual ha habido miembros excéntricos y faltos de inteligencia. Fue operado por catarata. Al tercer día se hizo necesario levantar el vendaje para calmar la inquietud del pa- ciente. Existía una hernia del iris; pero podía ver lo suficiente para leer caracteres comunes de letras. Este paciente presentó durante dos meses una forma especial de demencia que consistió en decir que esta- ba ciego y que no podía ver nada, ocu- rriendo esto hasta algunos minutos después de hacerle leer en un periódico. Acostum- braba á decir que se le había engañado, que se le hacía leer artificialmente ponién- dole algo delante délos ojos (la lente); pero que al fin se quedaría ciego. Estaba triste, hablaba consigo mismo, padeció de alucinaciones, conversaba con personas imaginarias, siempre sobre el mismo tema, el mal resultado de su ope- ración. 228 Caso 111.—Varón, hombre, cincuenta y ocho años, aficionado á la bebida; pero no en exceso, ateromatoso' y algo excéntrico. Fue operado de catarata. Durante los tres primeros días cantaba satisfecho de haber recobrado la vista Levantado el vendaje se comprobó resultado excelente. En la noche del tercer día recibió un golpe en el ojo, accidente que se repitió durante dos noches consecutivas, resultando gran infla- mación. Desde ese momento se puso triste y comenzó á decir que nunca volvería á ver. Pasó noches intranquilas, con delirio, has- ta la del noveno día en que tuvo un vio- lento paroxismo de delirio de persecución. Se imaginó que tenía la cama llena de san- gre que le salía de los ojos, que en frente de él estaban ocho hombres que querían ma- tarlo, tratando de escaparse de ellos á tra- vés de la pared, contra la cual se lanzaba creyendo que allí existía una puerta. No reconocía á sus enfermeras. El día siguien- te lo pasó en el mismo estado, apenas me conoció, hizo grandes esfuerzos para esca- parse, y trató de arrojarse por un balcón. Le receté sedativos y lo envié á su casa. Al terminar la semana aun no se había curado del todo; pero estaba tranquilo. La vista le quedó bastante buena, tan pronto como pasaron los efectos del trau- matismo. 229 En las tres formas de delirio los pacien- tes eran ateromatosos, única circunstancia que había de común entre ellos. Uno solo puede considerarse como alcoholista; en otro existían antecedentes de alucinación mental en la familia y el tercero poseía una disposición melancólica. La degene- ración ateromatosa, aunque no tiene un valor etiológico absoluto en estos casos, actúa sobre las funciones cerebrales á tra- vés de los cambios vasculares que produce. Preguntando á los familiares de estos tres enfermos descubrí después que habían su- frido de trastornos intelectuales, que de- bido á las circunstancias que acompañaron y siguieron á las operaciones se desarrolla- ron los accesos de manía. ¿Podemos sospechar los casos en que puede ocurrir el delirio, y cómo evitaremos 230 esta complicación? No habiendo tratado nunca de evitar este accidente no estoy en aptitud de contestar la pregunta anterior; pero creo que sería conveniente recetar el bromuro de potasio asociado con el hidrato de doral, antes y después de la operación. El efecto sedativo puede ser beneficioso, á la vez que no dificulte la curación. TERAPÉUTICA TRATAMIENTO DEL PTERYGION [Leído en la Sociedad de Estudios Clínicos y pu- blicado en la «Crónica Médico Quirúrgica» en Noviembre de 1889.) El pterygión es una enfermedad muy frecuente de la conjuntiva bulbar, caracte- rizada por una hipertrofia de los elementos de la mucosa; su forma es triangular, con una base que se pierde en el repliegue de la conjuntiva y el vértice se inserta en la córnea. Conocido desde los tiempos antiguos, se han empleado contra este tumor trata- mientos médicos y quirúrgicos. 233 Astringentes. Cáusticos. Tratamien - to del pte- rygion. Médico Ligadura. Escarificación. Desviación. Quirúrgico Excisión. En toda época se han usado contra el pterygión variedad de colirios acuosos, grasos ó pulverulentos, desde el láudano y las soluciones astringentes en boga entre los cirujanos antiguos, hasta los cáusticos, y las pomadas mercuriales. Hoy está reconocida la ineficacia de semejantes medios, á pesar de las afirma- ciones de los autores de aplicaciones tópi- cas, que pretenden como Mackenzie, haber curado el pterygión carnoso con cauteri- zaciones de nitrato argéntico, ó Decondé de haber hecho desaparecer un pterygión con cinco insuflaciones plúmbicas. Estas me- dicaciones, por el contrario, originan oftal- mías, sin lograr el fin apetecido. No ha faltado quien, amigo de ver siem- pre en el estado general del organismo la causa de los fenómenos locales, ha llegado á considerar esta enfermedad como depen- diente de trastornos intestinales, acudien- do en consecuencia para tratarla á los purgantes, sanguijuelas al ano y ventosas al dorso. 234 Afortunadamente ya no queda de estos tratamientos más que el recuerdo histórico. La inutilidad de los recursos médicos condujo á los cirujanos al empleo de me- dios quirúrgicos. La naturaleza del ptery- gion—hipertrofia parcial de la conjuntiva indica como medio racional la extirpa- ción del tumor. Pero la frecuencia de las recidivas ha hecho imaginar numerosos procedimien- tos operatorios. Es tal la rebeldía del pterygion á los tratamientos empleados, que Bell á principios de este siglo lo con- sideraba en muchos casos como incurable, y ante el temor de que pudiese degenerar en cáncer (!) aconsejábala enucleación del ojo enfermo. Szokalski extrangulaba el pterygion en- tre dos ligaduras colocadas una en el cue- llo yla otra en la base. Este medio ha sido poco aceptado, y lo mismo puede de- cirse de las escarificaciones repetidas que practicaba Bell con objeto de obliterar los vasos que en su concepto formaban la trama del tumor. 235 Un procedimiento moderno, ideado por Desmarres á mediado de este siglo, con- siste en la desviación de la cabeza del pterygion. Desprendida su inserción de la córnea, y el cuerpo de la conjuntiva vecina, pero sin tocar á la base, se ingerta el vértice en el tejido subconjuntival man- teniéndolo fijo mediante una sutura. Siguieron esta vía: Knapp que hacía un doble ingerto, gracias á una incisión á lo largo del eje del pterygion; Pagenstecher, Arlt y Wecker, que suturan la conjuntiva bulbar y abandonan el pterygion, mante- niendo solo por la base, para que se atrofie expontáneamente, y Galezowski que va- liéndose de una sutura especial arrolla el ala desprendida sobre sí misma y lo ex- trangula por la base. Pero desde los tiempos más antiguos un procedimiento racional, sencillo y radical, ha merecido la preferencia de los cirujanos; la extirpación. Scarpa, Lawrence, Garrón, Cunier, Furnari, Tavignot, van Poos- broeck, Mackenzie, Fano, Coccins, Mac- namara y muchos cirujanos actuales em- plean la ablación como único tratamiento, sin más diferencia que algunos detalles en el manual operatorio. Si debe ó no pasar- se previamente una sutura por el cuerpo del tumor, si en la disección son preferibles las tijeras ó el bisturí, si debe empezarse la disección por el vértice ó la base, si conviene una extirpación total ó parcial, son cuestiones aveces fútiles y que poca ó ninguna influencia alcanzan en el resulta- do de la operación. Yo empleaba al principio de mi práctica el procedimiento de Galezowski puro ó con algunas modificaciones en el modo de hacer la sutura. Pero con este medio la atrofia del pterygion es lenta, y al extran- gularlo en su base forma un tumor volu- minoso en el ángulo interno del ojo, que dificulta la oclusión palpebral, impide mecánicamente el libre desprendimiento de las lágrimas, y determina siempre una conjuntivitis intensa y persistente, muy molesta para los enfermos. Para evitar, al menos en parte, estos inconvenientes, practico actualmente la extirpación parcial del pterygion, combi- nada á dos ligaduras que estrangulan la liase. Procedo del modo siguiente: Acos- tado el enfermo y colocado el blefarostato, con una pinza de dientes aprisiono la ca- beza del tumor. Si no se desprende por simples tracciones, lo separo de la córnea con un bisturí fino. Hecho esto, en dos ó tres tijeretazos se desprende de la conjun- tivo bulbar hasta la base; por el centro de ésta se pasa un hilo doble; se entrega la pinza á un ayudante y se cierran fuerte- mente las dos ligaduras; y en fin, se extirpa la porción libre del tumor.—Las ligaduras se levantan del 49 al 79 día. 237 Este procedimiento es sencillo, de ejecu- ción rápida, no deforma el ángulo interno, y logra buenos resultados. Se colocarán un par de suturas en la conjuntiva bulbar, en este como en todos los procedimientos, en los casos en que quede la esclerótica al descubierto; mien- tras que sería inútil en la forma de ptery- gion muy común, en que este repliegue descansa sobre la conjuntiva del bulbo, á 238 la que solo se halla unida por una línea que marca la altura del triángulo. En una comunicación á la Academia de Ciencias en 1887 me ocupé de las diversas formas que afecta el pterygion. Para terminar solo me resta indicar el momento oportuno de la operación. El pterygion tenue que no haya interesado onioo20ni002 del diámetro de la córnea puede respetarse, por dos razones: I*l porque no ocasiona incomodidad ni peligro; 2*? por- que muchas veces los pterygions permane- cen estacionarios por muchos años. En este estado, solo acostumbro á operar á petición de los enfermos, y constituye una operación de complacencia exigida por la necesidad de la estética, imperiosa en al- gunas personas. Pero cuando la marcha del pterygion es más rápida y alcanza á la mitad del radio de la córnea; es decir, la operación es indispensable para salvar la integridad funcional del órgano de la vista, puesto que el pterygion destruye la capa epitelial de la córnea, y deja una nubécula persis • tente, que si invade el campo visual, cau- sa perjuicio notable de la vista. HUEVO VENDAJE OCULAR Comunicación á la Academia de Medicina en se- sión de 26 de Febrero de 1888 y publicada en sus Anales yen la «Revista de Ciencias Médicas» en el mismo año. Después de las operaciones que necesi- tan una incisión de la córnea ó de la es- clerótica, han comprendido los cirujanos la utilidad de un vendaje protector hasta el momento de curarse la herida. Esta cicatriza más difícilmente después de la extracción de la catarata, que de ninguna de las otras operaciones de los ojos, tanto por ser más extensa la abertura de las membranas, cuanto por la contusión que sufren á la salida del cristalino los labios de la herida. Así es que siempre ha sido objeto de preferentes cuidados la exacta coaptación de ambos bordes de la misma, y la aplicación inmediata de un vendaje que los mantenga unidos durante el tiem- 240 po necesario para realizarse la cicatriza- ción. La forma y disposición de estos vendajes ha variado mucho en las diferentes épocas, para que deje de ser interesante su recuer- do histórico, haciendo ver los inconve- nientes de cada uno de ellos y los motivos de verse sustituidos por otros más ó menos apropiados. Como la extracción de la catarata fue ya practicada en tiempo de los romanos, después de terminada, acostumbraban los oculistas á proteger el ojo con un vendaje; pero nada se dice en los autores que he consultado, sobre la forma y naturaleza de las sustancias que lo componían. Durante el largo período de la Edad Media quedó olvidado hasta el recuerdo de la operación; y es preciso llegar hasta mediados del siglo XVIII, en que Daviel reinventó y fecundó la extracción de la catarata con la luz de su genio, cuyos resplandores brillan hoy como hace cien años en el campo de la oftalmología. Este eminente cirujano cubría el ojo operado con un vendaje, compuesto de una capa oval del emplasto de diapalma, cuya base era el sulfato de zinc, y sobre el cual co- locaba algodón en rama, que fijaba me- diante varias vueltas de venda. 241 A principios de este siglo, la escuela de Yiena, centro entonces de los conocimien- tos oftalmológicos, puso en boga un ven- daje muy sencillo, constituido por tiras de tafetán inglés aplicadas sobre los pár- pados. Así vemos que uno de sus discí- pulos y propagadores, Sichel, en 1839, decía que después de la operación se po- dían dejar los ojos libres, cubiertos sim- plemente con una compresa, siempre que se pudiera contar con la inmovilidad del órgano; pero que para obtenerla con segu- ridad se valía de dos tiras angostas de tafetán inglés, que hacía pasar de la frente á la mejilla, en forma de cruz, conservan- do así los párpados bien cerrados. Ya por entonces se trató de sustituir el vendaje de Yiena por otros más ó menos semejantes al que usaba Daviel. Algunos cirujanos italianos aplicaban sobre el ojo acabado de operar, una cataplasma de clara de huevo y alumbre, que mantenían con compresas, y una vuelta de venda. En otros paises se valían de una compresa grande, untada de cerato, y agujereada con una abertura para pasar la nariz, y sobre ella ponían capas de hilas, cubrién- dolo todo con unas vueltas de venda. 242 Pero no tardó Desmarres en Francia, hacia 1857, en desechar estos procedi- mientos y describir el que usaba del modo siguiente: «Se'cortan tiras de tafetán inglés de o’oo6m de ancho por o’o3m á o’o4m de largo. Se coloca del lado interno del ojo una tira vertical, de manera que impi- da la separación de los párpados; se aplica luego cerca de la comisura externa otra tira paralela á la primera. Se colocan después otras dos tiras oblicuamente diri- gidas de la primera á la segunda, de modo que describan una X al cruzarse en el centro de los párpados, y por último, se adhiere otra tira sobre las pestañas, en toda la extensión de la hendidura palpe- bral, menos del lado interno, en que se detiene á 0’m 001 de los puntos lacrimales, á fin de dejar libre curso á las lágrimas por el ángulo interno. Conviene asegurar las tiras verticales, colocando otras dos de través hácia sus extremidades.» 243 Como se vé, el vendaje tan sencillo que Beer introdujo en Yiena fue aceptado con diversas modificaciones por los oculistas más distinguidos de otros países; así aca- bamos de decir que Desmarres, con su autoridad, contribuyó á propagarlo en Francia. En Inglaterra, Mackenzie, inspirán- dose en las mismas ideas, recomendaba en 1857 que se colocase sobre los párpados cerrados del ojo operado «Una banda de tafetán engomado, de una pulgada de largo por un cuarto de pulgada de ancho, que se extienda del medio del párpado superior al medio del inferior. Un venda- je idéntico se aplica sobre el ojo no opera- do. Después se coloca una venda flotante por delante de los ojos.» Wharton-Jones, en 1862, preconiza el procedimiento de Mackenzie; pero ade- más aconseja por su cuenta otro vendaje, y es una modificación bastante notable, que consiste en «cubrir los ojos con una compresa ligera que mantiene una banda, cuya parte media se coloca sobre la nuca, las extremidades pasan por delante de los ojos, se cruzan en la frente, y vuelven á la parte posterior donde se sujetan con alfileres.» 244 Esta tendencia á abandonar el vendaje de Viena, que por su extrema sencillez exponía el ojo á traumatismos y otros pe- ligros, presentaba además, según Wecker, que fué uno de los últimos alumnos de aquella escuela, el inconveniente de que, al secarse, se incurvaban y endurecían las tiras de tafetán, irritando la piel y obligando á pestañear continuamente al enfermo; esta tendencia, repito, se acen- tuó cuando el genio poderoso de Groefe fundó ya antes de 1870 la escuela de Ber- lín é impuso sus ideas á todos los oftal- mologistas de Europa. El usó y propagó el llamado vendaje compresivo, que es el que todavía usan los oculistas más distin- guidos, y que consiste, con variaciones in- significantes, en vendajes asépticos, com- puestos de una compresa simple, y roda- jas de algodón medicinal, que se cubren con varias vueltas de venda de tres dedos de ancho por dos ó tres metros de largo, aplicada al rededor de la cabeza, y que determina una ligera compresión del glo- ocular. 245 A este vendaje, que es un retorno al que usaba Daviel, pero con modificaciones ven- tajosas, como la supresión de toda sustan- cia adherente, atribuía Graefe en mucho los resultados brillantes que desde que em- pezó á usarlos obtenía en sus operaciones. Este vendaje fue el que vi aplicado por todas partes en 1883, cuando seguí cursos de oftalmología y todos los proferores eminentes que fueron mis maestros, han continuado usándolo con el mismo buen resultado que Graefe, aunque introdu- ciendo cada uno en su confección modi- ficaciones de escasa importancia. Yo seguí también en un principio ru- tinariamente la práctica de mis maestros, que ensalzaban unánimemente el venda- je compresivo; pero no tardé en conven- cerme de ciertos inconvenientes que pre- sentaba, y que podía en.parte turbar el éxito definitivo de una operación ejecu- tada brillantemente. 246 En efecto, las vueltas de venda dan mucho calor á la cara y á las orejas, que más ó menos, siempre mantienen apri- sionadas, y consecutivamente determinan congestiones al globo ocular. Raro es el operado que, habiendo usado dicho ven- daje, no sufra posteriormente de una con- jutivitis de intensidad variable y que se prolonga muchos días, especialmente si coincide con irritación del iris y se usa de la atropina localmente. Su aplicación es difícil, porque la for- ma de la región occipital no se presta para la buena colocación de un vendaje; su disposición en forma de plano inclina- do hace que la venda ruede y se fije so- bre la nuca, lo que la obliga á tomar una dirección oblicua abajo y atrás. Y toda- vía es más difícil sostenerla inmóvil en las mujeres, por la abundancia del pelo y la imposibilidad de dar una disposi- ción cómoda á la trenza. Pero la contraindicación principal que por sí sola bastaría para proscribir esta clase de vendaje, consiste en la irregula- ridad de las presiones producidas sobre el globo, á consecuencia de los cambios y frotamientos que recibe al moverse la ca- beza sobre la almohada. Bien sabido es que este vendaje debe renovarse todas las mañanas, porque durante el sueño ha sufrido movimientos que lo aflojan. Esto prueba que el ojo que se quiere proteger no lo está en realidad, porque tan pronto sufre compresiones exageradas de delante atrás ó lateralmente, como falta en éstas por completo al descomponerse el venda- je. Esas sacudidas que pesan sobre un ojo recién operado no pueden menos de serle perjudiciales. 247 Conviene, pues, reemplazar este venda- je. ¿Pero cuál otro sustituirle? Yo, en el curso de mi práctica, he ideado uno tan cómodo como fácil de preparar. Consiste en una rodaja de algodón salicílico, de espesor suficiente para rellenar el hueco orbitario, sobre la cual se pegan de ante- mano tres tiras de esparadrapo que se cruzan en el centro, de modo que el ven- daje aparece como un óvalo pequeño 0’mOSX0m ’O4 con seis radios que se pro- 248 Fig. uúm. 2. longan algunos centímetros por fuera del mismo. Terminada la operación, se apli- ca sobre los párpados cerrados una com- presa fina de hilo, empapada en la solu- ción antiséptica que sirvió para la opera- ción, y sobre ella se coloca el vendaje ex- presado, adhiriendo el extremo de las tiras de esparadrapo á la frente, la meji- lla, la sien y la nariz. 249 Este vendaje no está destinado á com- primir, sino solo á proteger el órgano y asegurar su inmovilidad; para lo cual, acostumbro además á colocar otro venda- je oclusivo semejante sobre el otro ojo, haya ó no sido operado, vea ó sea aman- rótico; porque no creo que se pueda ob- tener la inmovilidad del globo, que en todo caso es relativa, sin que á la vez es- tén cerrados los párpados en los dos ojos. Esta especie de vendaje es muy seme- jante al que necesita vueltas de venda, pero con la ventaja de no sufrir absoluta- mente ninguna clase de movimientos, puesto que se adhiere á la región huesosa periorbitaria, y permanece independien- te de los que ejecuta la cabeza. Sobre los demás vendajes simplemente oclusivos de los párpados sin capas protec- toras, ofrece la superioridad de consevar un calor moderado y uniforme, é infundir mayor confianza al operado que sabe tener bien abrigado el ojo; y, por otra parte, hace materialmente menos funesto un golpe sobre la región operada, traumatis- mo que no es raro y que generalmente realiza la misma mano del enfermo en las horas del sueño. 250 Este vendaje es, en mi sentir, suscepti- ble de perfeccionamientos; pero tal como lo acabo de describir me ha dado resulta- dos superiores á los del vendaje clásico con vueltas de venda al rededor de la cabeza. Una vez colocado, acostumbro á dejarlo en permanencia 48 672 horas, si no se ha presentado ningún síntoma alarmante, sin humedecerlo ni aplicar ninguna sustancia al ojo, mediata ni inmediatamente. Se levanta á los tres días y se examina cui- dadosamente la región operada. Si se ha realizado la cicatriz por primera intención puede desde entonces permanecer el ojo descubierto, con una venda flotante ó es- pejuelos ahumados durante el día; y por la noche, abrigado por una tira ancha de 251 esparadrapo fija en la frente y la mejilla, destinada á proteger simplemente, pero en modo alguno á comprimir el globo, puesto que pasa sobre él á la manera de un puente. En estas condiciones se evitan esas re- beldes conjuntivitis consecutivas, y otras complicaciones producidas tal vez por compresiones irregulares y violentas. En caso de que la cicatriz no sea com- pleta todavía, conviene renovar el vendaje durante varios días, tanto para obtener la quietud del órgano, como para abrigarlo de los agentes exteriores que pudieran di- ficultar la cicatrización. ÍNDICE Páginas Prólogo V Historia VII Medicina de los Siboneyes 1 Ojeada histórica sobre la medicina en Cuba 40 Congreso Médico Cubano 54 El Dr. Hermán Knapp 59 Higiene 67 La vista 68 Hospital «Santa Isabel» de Cár- denas 85 La oftalmia purulenta de los re- cien-nacidos 90 Los colirios vulgares 96 254 Estadística 101 Estadística oftalmológica 102 Topografía médica 129 Patología 149 Quiste sebáceo de la órbita 150 Nota clínica 157 Quiste de la conjuntiva 158 Impétigo en la córnea 164 Iritis indolentes consecutivas á la extracción de la catarata 168 Filaría en la cámara anterior 174 Hemorragia intraocular post-ope- ratoria 180 Reflejo verde del cristalino 188 La papila de la Ambliopía tóxica 199 Embolia de la arteria central de la retina 210 El delirio después de las opera- ciones en los ojos 220 Terapéutica 231 Tratamiento del pterygión 232 Nuevo vendaje ocular 239 COLECCCION DE ARTÍCULOS DE MEDICINA EL DR. ENRIQUE LOPEZ LA COMERCIAL Imprenta, Papelería y Encuadernación MURALLA 123.—HABANA 1895