~-¿L«¿¿á s ;2V •~Xl % / & w v« DICCIONARIO DE MEDICINA Y CIRUGÍA. Se hallará en la librería de Pascual y Compañía, calle de les Preciados, frente d la de la Zarza, DICCIONARIO ,1/ DE MEDICINA Y CIRUGÍA, BIBLIOTECA MANUAL MÉDICO-QUIRÜRGICA. POR D. A. B. TOMO SÉPTIMO. S-Z * ÉWiAiK MADRID EN LA IMPRENTA REAL aKo ds 1807. vV *7 ADVERTENCIA. X-/a urgente necesidad que teníamos en España de un Dic- cionario de Medicina y Cirugía , y el anhelo de satisfacerla en quanto alcanzasen nuestras fuerzas, nos empeñó á empren- der esta obra, acaso con menos fondos de ciencia é intereses de los que se necesitan para tan grande empresa. El amor de la humanidad y el zelo de la ciencia no nos dexaban ver las di- ficultades que habíamos de padecer en estos dos puntos, las que se nos iban haciendo sentir harto duramente, al paso que adelantábamos en nuestro trabajo; pero á pesar de tantos obs- táculos, publicamos al fin el tomo primero. El público pre- mió nuestros desvelos acogiéndole benignamente, y esperan- do con impaciencia la continuación. La gratitud exigía que satisfaciésemos sus deseos con la posible brevedad, dando al mismo tiempo todas las seguridades para que no temiese ver frustrada su expectativa é impaciencia quedando la obra incompleta: suerte, por desgracia, muy común en obras de esta extensión y naturaleza. Estas consideraciones nos han puesto en la precisión de acelerar nuestros trabajos, acaso á costa de algunos defecti- llos que, á pesar de toda nuestra diligenciado hemos podido evitar. Con efecto, la falta de tiempo nos ha impedido dar- les la última mano, y purgar la obra de algunos descuidos en el lenguage, que confesamos se hallan en algunos artículos, y que, si bien no alteran el sentido, ofenden á los oidos de- licados de los puristas. Los bien intencionados perdonarán estos y otros defectos de mayor momento, que tal vez ten- drá nuestra obra en la parte científica, haciéndose cargo de su inmensa extensión, y de que un hombre solo, que ha reuni- do tantas noticias y materiales útiles, merece indulgencia en tal qual desliz si ha padecido de pluma ó de entendimiento. Las mismas causas han contribuido á que á este Diccio- nario le falte uno ú otro artículo, y á que algunos no ten- gan toda la extensión que quisieran ciertos lectores. Pero ¿qué Diccionario habrá donde, á pesar de todo el esmero de sus autores, no se echen menos algunos artículos ? Y ¿cómo podríamos lisonjearnos de que fuese completo el primero de esta clase que tenemos la satisfacción de ofrecer á la lengua española? Esta última falta, que es casi inevitable en todo Diccio- nario, se remediará en parte con un Suplemento que tenemos ya entre manos, donde se pondrán quantos artículos se han echado de menos (*), ilustrando algunos con especies y no- ticias ulteriores; y sobre todo con un Discurso acompañado de una Tabla metódica, para que los lectores que gusten pue- dan estudiar esta obra consultiva como si fuese unos Ele- mentos fundamentales de Medicina y Cirugía, buscando el natural enlace con que deben adquirirse las ideas en el es- tudio de las ciencias: ventaja que no está concedida al orden alfabético. Todas estas adiciones y mejoras formarán un tomo, que daremos á luz con la posible brevedad. Para que con la misma viese el público terminado nues- tro Diccionario, y contribuir mas y mas á su perfección, he- mos empeñado á varios de nuestros amigos, así de los que profesan determinadamente el arte de curar, como de los que cultivan por afición ó estado alguna de sus ciencias auxilia- res, á que nos favorezcan con sus luces. Entre los Profeso- res que nos han ayudado en esta empresa debemos distin- guir muy especialmente á uno de nuestros condiscípulos, consocio y amigo, Don T.García Suelto, Médico deExtran- geros en los Reales Hospitales de esta Corte, cuyos talentos son harto conocidos, quien ha formado muchos artículos de Materia médica y Medicina práctica en los tres últimos tomos. Entre los Profesores ó aficionados á las ciencias auxiliares de la. Medicina no podemos menos de citar al Señor Don F. A. Cea, Xefe y primer Profesor del Real Jardín Botánico de esta Corte, sugeto bien conocido por su ciencia y fina literatura; á su digno compañero Don M. Lagasca, Profesor de Mate- ria médica vegetal; y á Don B. J. Gallardo, Catedrático de los Caballeros Pages de S. M., joven estimable por sus talentos y su pluma elegante é ingeniosa. Pero no son estos (*) En obsequio de la Literatura médica y de la humanidad preveni- mos que recibiremos gustosos las advertencias con que nos favorezcan en esta parte las personas juiciosas y bien intencionadas. sugetos los únicos acreedores á mi reconocimiento y partí- cipes de esta gloriosa empresa: lo son también otros dis- tinguidos españoles, que con tanto acierto han escrito en es- tos últimos tiempos, como el Doctor Bonells, y Lacava, Na- vas &c. y varios autores extrangeros de quienes hemos to- mado literalmente algunos artículos enteros: licencia con- cedida á todo juicioso compilador, mayormente en obras de esta clase. No ignoramos que esta conducta nos ha sido censurada; pero podíamos respond'er á nuestros aristarcos, que quien ha sabido formar por sí el artículo absorventes, atmós- fera, anhelaciones, calentura &c. &c., no tenia nece- sidad de copiar el de hueso,pelos , orina, sudor&c. Véase la Enciclopedia y otros Diccionarios respetables, y en mu- chos de sus artículos se hallarán copias literales de autores antiguos y coetáneos. ¿Desmerecerá acaso nuestra obra por- que hayamos convidado á tan célebres escritores para que la autoricen, y se perpetué la loable memoria de sus tra- bajos? ¿No seria peor que por no valemos de ellos, picán- donos de una ridicula originalidad , saliese diminuto el nuestro, ó que se les defraudase de su gloria, incurriendo en un criminal plagio? Ni tenemos necesidad de acudir á tan débiles recursos, ni aspiramos á usurpar el mérito ageno. Desde el principio hemos indicado los autores, de cuyo au- xilio nos habíamos de valer en este Diccionario. Posterior- mente nos hemos valido ademas de otros; y aun debemos añadir, que se hallan esparcidas en esta obra varias máxi- mas y preceptos patológicos de la doctrina que hemos tenido la fortuna de aprender de nuestro dignísimo Maestro el Se- ñor Don J. Severo López: doctrina que con tanto aplau- so enseña en su Cátedra de Clínica este sabio reformador de la Medicina en España. Pero el público nos será siempre deudor del pensamiento y execucion de una obra tan necesaria, de la formación de una multitud de artículos, de la traducción y extracto de otros, de la elección de materias &c. Y por mas que nues- tros rígidos censores quieran exagerar nuestros defectos para desacreditarla, nunca podrán quitarnos la gloria de haber si- do los primeros que hemos presentado á la nación Española un Diccionario de Medicina de que carecía; si no mas completo que los de otras naciones no menos cultas, a lo menos enriquecido con los conocimientos ulteriores del arte de curar. Terminaremos esta advertencia repitiendo aquí, por ser muy á nuestro propósito, lo que dice en el prólogo de sus Qüestiones nuestro crítico el Señor Capmani: „ Si la censu- ra no perdonare la franqueza de esta confesión, me acojo desde ahora al sagrado de mi buen zelo, del que he procu- rado desterrar toda vanagloria, huyendo de la lisonja , y de la sátira al mismo tiempo: vicios que están de bulto en al- gunos escritores, por no saber cubrirlos con la capa de la mo- destia, que es vestido de poca costa y de mucho valor." ANTONIO BALZANO. DICCIONARIO DE MEDICINA Y CIRUGÍA OABINA. (Mat. Méd.) Las hojas de esta planta principalmente contienen una porción considerable [de acey te volátil, remedio esti- mulante y discuciente» y preconizado como emenagogo, vermífugo y escarótico, pero no con la energía que algunos le han atribuido; sin embargo parece que tiene alguna acción directa sobre el útero: se administra en polvos en la dosis de media dracma. SABORES. [Fistol.) Los sabores (V. gusto.) no son menos variados ni menos numerosos que los olores, y por lo mismo es difícil reducirlos á clases generales que los distribuyan según sus analogías, y loscomprehendantodos. Por lo demás tanto existe ele- mento sabroso,como principio odorífero.El sabor délos ftutos mu- da con su madurez, y parece dependiente de la composición íntima, de su naturaleza particular , mas bien que de la forma de sus molé- culas; pues cristales de igual figura, pero pertenecientes á diferen- tes sales, no producen sensaciones semejantes. Para que un cuerpo afecte el órgano del gusto debe ser soluble á la temperatura ordinaria de la saliva. Todo cuerpo insoluble es in- sípido , y se podría aplicar al órgano del gusto este axioma tan cé- lebre en la Química: cor por a non agitnt ?iisi soluta. Si hay falta absoluta de saliva, y el cuerpo que se masca está perfectamente privado de humedad, no afectará la lengua seca sino por sus pro- piedades tangentes, y de ninguna manera por sus propiedades gus- tativas. Quando la lengua en las afecciones gástricas se cubre de una costra mucosa ó blanquecina, amarillenta ó biliosa, solo tenemos una idea falsa de los sabores; la cubierta mas ó menos gruesa im- pide el contacto inmediato de las partículas sabrosas: quando afec- tan por otras partes las papilas nerviosas, la impresión que produ- cen se confunde con la que causan las materias saburrales; por esto todo alimento parece amargo quando hay disposición biliosa, insí- pido en las enfermedades donde predomina el elemento muco- so &c. (Rich.) SACO. (Anat.) Se usa esta voz en la anatomía para nombrar algunas partes del cuerpo humano, por la semejanza que tienen con una bolsa ó saco, tal es el saco lagrimal &c. ( V. lagrimal. ) SACRO. (Anat.) Adjetivo con el que se distinguen varias par- tes que tienen relación con el hueso sacro, y son: i.° las arterias sacras, que son tres ó* quatro, las quales nacen de la bifurcación del TOMO VII. a 2 SAC tronco de la aorta inferior quando llega enfrente del hueso sacro, las quales se separan de su superficie, y dando ramos á las partes vecinas, é introduciéndose en dicho hueso hasta su canal, saliendo algunos ramos por los agujeros externos ó posteriores, se distribuyen en las partes vecinas. 2.° El músculo sacro lumbar. (V. lomos.) 3.0 Los nervios sacros. (V. nervios. ) 4.aLas venas sacras llevan la sangre á las ilíacas, y tienen la, mismas distribucioa que las arterias sacras- Sacro coccixeo. (Músculo.) Se ata á la cara interna del hueso- sacro por encima del coxis á los ligamentos vecinos, y se termina en el coxis: su uso es oponerse á la torcedura del coxis ó rabadilla. Sacro isquiÁtico. (Anat.) Adjetivo que pertenece al hueso sa- cro y al isquion ; hay varios ligamentos que se atan á estas dos par- tes , lo mismo que un músculo llamado así y que se ata á estas mis- mas partes y al coxis, que impide que se tuerza este hueso. Sacro. (Hueso.) (Anat.) El hueso sacro, llamado así porque se dice que los antiguos le ofrecían en sacrificio, es un hueso impar ó simétrico en sí, situado debaxo de la última vertebra lumbar y en la parte: posterior y superior de la pelvis. Este hueso es aplanado por sus dos caras, combado hacia adelante, y" triangular en su¡ circun- ferencia, cuya base está arriba, y el vértice abaxo. Es mas corto,, mas ancho,. mas delgado y mas combado en las mugeres que en los hombres. Se distinguen en él dos caras, una posterior ó externa, y otra anterior ó interna, y tres bordes, dos laterales, y uno supe- rior que constituye su base, y un ángulo interior, que es su vértice. La cara anterior ó interna del sacro-, que corresponde á la parte posterior de la excavación de la pelvis pequeña, es cóncava en toda su extensión, desigual, mas ancha en su parte superior que en la in- ferior , y se inclina hacia abaxo. Se ven en esta cara, como en la in- terna de la columna vertebral, cinco surcos transversales sepa- rados por crestas que indican la reunión de las cinco piezas primiti- vas de este hueso ,. que otros llaman vertebras falsas , por la mu- cha semejanza que tienen con las verdaderas.. Las extremidades de las crestas rematan en los agujeros sacros anteriores, que son cinco en cada lado v comprehendiendo el que resulta de la unión del sacro con el coxis. Estos agujeros forman dos filas, mas separadas por ar- riba que por abaxo. El primero, cortando desde arriba, es el ma- yor , después van en disminución hasta el quarto; pero el quinto •es un poco mayor que este. Todos estos agujeros se abren por el otro lado en la parte anterior y lateral del conducto sacro. La cara posterior ó externa, que corresponde á la parte poste- rior y superior de la cara externa de la pelvis, es convexa , y mas desigua! que la interna, mas ancha por arriba que por abaxo , y se inclina hacia arriba, En su parte media presenta la fila de apófisis SAC 3 espinosas de las vertebras del sacro. Algunas veces, y prin:ipal mente en los viejos, estas apófisis están soldadas entre sí por sus bordes inmediatos, y entonces forman una cresta sin interrupción. La par- te inferior de esta cresta, ó la última apófisis espinosa, está hendi- da , y forma dos eminencias separadas por una escotadura que ter- mina inferiormente el conducto sacro; pero en el cadáver la cierra un ligamento. Las dos pequeñas eminencias, llamadas astas del sa- cro , que están á los lados de la escotadura, son casi siempre en los viejos continuas con las astas del coxis; pero en los jóvenes media en- tre ellas un ligamento que las une. Debaxo de estas eminencias se ven dos escotaduras, que unidas con otras dos de la basa del coxis, for- man los dos últimos agujeros sacros posteriores. A los lados de la tila de apófisis espinosas se presentan dos cana- les mas anchos y mas profundos por arriba que por abaxo, los qua- les son continuación de los canales vertebrales. Cada uno de estos Canales tiene en su fondo una fila dé agujeros llamados sacros pos- teriores, cinco en cada lado, incluso también el que resulta de la unión del sacro con el coxis: todos estos agujeros van á abrirse en las partes laterales y posteriores del conducto sacro ; pero en el ca- dáver los angosta considerablemente una expansión aponeurótica. Al lado interno de estos agujeros se ve una fila de eminencias que cor- responden á las apófisis articulares de estas falsas vertebras, y á su lado externo otra -fila que corresponde á las apófisis transversas. Los bordes laterales del sacro son gruesos y distantes uno de otro en su parte superior; pero conforme baxan se acercan y adel- gazan. En su parte superior y anterior presentan una cara articular comparada á una S , ó á una oreja humana , desigual y vestida de ternilla, por medio de la qual se une con otra cara correspondiente de los huesos innominados. Esta cara articular del sacro está corta- da obliqüamente de arriba abaxo, de delante á atrás, y de fuera adentro, lo que hace que el sacro encaxe entre los innominados co- mo una doble cuña, cuya base está vuelta hacia arriba y adelante. Detras de esta cara articular se encuentra un hoyo que corresponde á una eminencia de los innominados, con la qual unen al sacro un gran número de fibras ligamentosas muy fuertes. Mas abaxo corres- ponden los bordes laterales del sacro á una escotadura grande lla- mada ciática; y en lo mas ínfimo presentan una escotadura, que unida i otra del coxis, forma el último de los agujeros sacros an- teriores. El borde superior del sacro , 6 su tase , es muy grueso , y tie- ne en su parte media y anterior una cara articular casi plana , incli- nada hacia atrás,en la qual se arrayga la substancia ternillosa, ó in- tervertebral que le une con él cuerpo de la última vertebra lumbar. Detras de esta cara articular se halla una abertura triangular que 4 SAC forma el principio del conducto sacro esculpido en el espesor de este hueso, pero mas arrimado á su cara posterior que á la anterior. Es- te conducto es mas ancho y triangular superiormente, angosto y aplanado de delante á atrás en la parte inferior, y combado hacia delante, conforme á la dirección del sacro. Su parte anterior pre- senta á los lados los agujeros sacros anteriores, y la posterior los agujeros sacros posteriores. Su orificio superior es continuación del conducto vertebral, y el inferior acaba en la escotadura de que ya hemos hablado. El conducto sacro contiene la medula espinal, que los Anatómicos llaman cola de caballo. A los lados de la parte ante- rior de la abertura ó principio de este conducto hay dos escotadu- ras , que unidas á las dos inferiores de la última vertebra lumbar, forman los dos últimos agujeros de conjunción. Detras de las esco- taduras se ven dos eminencias, que son las apófisis articulares, aplanadas de delante atrás, y de dentro afuera, las que tienen una carita articular cóncava, vuelta hacia atrás y adentro, lisa y enta- pizada de una ternilla, para articularse con las apófisis articulares in- feriores de la quinta vertebra lumbar. Por último, á los extremos de este borde se observan dos gruesas eminencias inclinadas hacia delante, que vienen á ser las apófisis transversas de la primera pie- za de este hueso. El ángulo inferior, ó vértice del sacro, tiene una carita articu- lar inclinada hacia abaxo y un poco adentro, que en el cadáver está unida con otra carita correspondiente del coxis por medio de una substancia ternillosa, que es de la misma naturaleza que las ínter- vertebrales. El sacro está compuesto de una gran porción de substancia es- ponjosa, cubierta de una lámina de-substancia compacta muy del- gada por delante, y un poco mas gruesa en las apófisis articulares y transversas. Hasta el sexto mes de la concepción se mantiene este hueso ternilloso, y entonces comienza á desenvolverse por quince puntos de osificación que tardan poco en unirse para no formar mas que las cinco piezas ó vertebras falsas. Las hojas ternillosas que se- paran estas cinco piezas se adelgazan continuamente, y al fin se osi- fican haciendo al sacro una sola pieza, lo que algunas veces no acon- tece hasta después de haber tomado el cuerpo todo su incremento. Para situar este hueso se debe colocar su cara cóncava hacia de- lante , y un poco abaxo , y su base hacia arriba y un poco adelante. La base del sacro se articula por anfiartrosis con el cuerpo de la última vertebra lumbar, y su vértice con el coxis; sus apófisis arti- culares se articulan por doble artrodia con las de la última verte- bra lumbar, y las caras articulares de sus bordes se unen por sinar- ¿tt-osis con los huesos innominados. El uso del sacro, ademas de contener el remate de la medula SAL 5 espinal, es servir de cuña que acaba de formarla pelvis, y pasa el peso de la columna vertebral á los huesos innominados, y de estos á las extremidades inferiores. B. SAFEN A. (Anat.) Es lo mismo que manifiesto 6 manifiesta. Se llama así una vena que va á parar á la crural, la qual sube an- teriormente entre los tegumentos comunes: viene del pie, y se nota bastante manifiesta por delante del maleólo ó tobillo interno, y es la que se abre mas comunmente en la sangría del pie. SAGAPENO. (Mat. Méd.) Es uua goma fétida que se coloca entre los remedios anti-espasmódicos , aunque nunca es tan eficaz como el asafétida: se da de ella hasta media dracma; y algunos la han considerado como un remedio desobstruente y expectorante. SAGITAL. (Anat.) Adjetivo que tiene relación con saeta, y por la dirección recta que tiene una sutura semejante á la que condu- ce á la saeta se llama sagital. (V. suturas.) Sagital. (Sutura) (Anat.) Se llama así la sutura superior del cráneo. (V. suturas.) SALAT. (Francisco) (Biog.) Valenciano, Doctor y Profesor de Medicina en aquella Universidad. Escribió de febribus y ana- tomía. SALCEDO CORONEL. (García) (Biog.) Médico del Rey de Portugal: exerció por algún tiempo la Medicina en Sevilla, y escribió Apologiam in vero letargo perpetuum necessario esse delirium. SALEP. ( Mat. Méd.) Todos los harinosos parecen gozar casi de las mismas virtudes; pero se debe dar la preferencia á los que soporta mejor el estómago. Se ha creido que el salep gozaba de al- gunas prerogativas en los casos de tisis ; pero de ningún modo se lia probado lo qne se ha afirmado de sus propiedades. £1 salep es la substancia menos nutritiva de todas las de su clase. SALES. (Mat. Méd.) Se entiende regularmente por sal una substancia sápida, disoluble, fusible é incombustible ; pero estos ca- racteres generales no pueden aplicarse á todas, como tampoco los que varios Químicos han elegido para clasificarlas; punto que ape- nas está determinado todavía^, y por consiguiente habremos de re- currir para reconocer una sal á examinar sus propiedades, y deter- minar primero su ácido y después su base, pues todas las sales en general se componen de una base alcalina, terrea 6 metálica , y un ácido. Así, por exemplo, si calentando al fuego una sal da azufre, será un sulfate: si puesta en contacto con un ácido exhala un va- por roxo nitroso, será un nitrite &c. Las principales sales se divi- den en las clases siguientes, en razón de su atracción por las bases al- calinas y terreas, á saber: sulfates, sulfites, nitrates, nitrites, muria- tes , muriates sobreoxígenados, fosfates, fosfites, fluates, borates y carbonates. Las sales usadas en la Medicina son el sulfate de alú- 6 SAL mina acetado (lápiz medicamentoso), que se emplea exteriormente; el sulfate de potasa , llamado vulgarmente tártaro vitriolado, arca- no duplicado , y por algunos sal policresta ; el sulfate de sosa, ó sal admirable de Glaubero.; el sulfate de cobre aluminoso, alcanforado, ó piedra divina ú oftálmica; el carbonate de potasa común, ó sal de tártaro; Ja potasa pura, ó piedra cáustica; el carbonate de potasa de axenjos, ó sal de axenjos; el carbonate de sosa común, ó sal de sosa; el carbonate de amoniaco cristalizado; sal volátil de amoniaco, ó ál- cali volátil concreto; el carbonate de amoniaco cristalizado , ó sal vo- látil de hasta de ciervo; el tartrite acidulo de potasa, ó crémor de tártaro; el tartrite de potasa , ó tártaro soluble; el tartrite de pota- sa , y sosa ó tártaro soluble de Seígnete; el tartrite de potasa anti- monial, ó tártaro emético; el tartrite de potasa ferruginoso, ó tár- taro calibeado soluble; el nitrate de potasa fundido con azufre, ó sú prunela ; el muríate de cal; el muríate oxigenado de antimonio; el acétate de potasa, ó tierra foliada de tártaro, y .el acétate de co- bre cristalizado, ó cristales de Venus; cuyos usos deben buscarse en los artículos correspondientes á la nomenclatura vulgar. Sales neutras. (Mat. Méd.) Se llaman sales neutras todas las combinaciones de qualesquiera ácidos, con substancias alcalinas, ter- reas ó metálicas: también se llaman, según Desbois de .Rochefort, sales imperfectas, porque no pueden comunicar sus propiedades sa- linas á las substancias no salinas, lo que hacen los ácidos y álcalis, que por esto se llaman sales perfectas. Las sales neutras se diferen- cian entre sí por su cristalización, su disolubilidad mas ó menos gran- de &c. Casi todas son iguales en quanto á sus usos medicinales, pues son refrescantes, atenuantes, estimulantes y purgantes, según la do- sis y el modo con que se administren; las mas se disuelven con faci- lidad en nuestros humores, y así pasan con prontitud i Jas segun- das vías. Las sales neutras, exceptuando, como advierte Cullen, y con él Carminad, las que se forman de la sal marina, ó ácido muriático, y del álcali mineral ó sosa, son mas ó menos refrigerantes si se ad- ministran en corta cantidad y con freqüencia, bien disueitas y dilui- das ; de modo que puedan producir y manifestar toda su virtud se- dativa , y perder la estimulante. Entre las sales neutras son las laxantes suaves las mas usuales como la sal de Glaubero, ó sulfate de sosa, el tártaro vitriolado, ó sulfate de potasa, el nitro, ó nitrate de potasa, el muríate de sosa, el tár- taro soluble, ó tartrite de potasa, la sal de Seignete ó de la Rochela (tartrite de sosa) &c., de que tratamos en sus respectivos artículos. SALIVA. (Fisiol.) Es un humor que se segrega en la boca por las glándulas salivales, á saber: las glándulas parótidas (V. este ar- tículo.), que vierten la saliva por el conducto Estenoniano, frente SAL 7 al diente molar medio de la mandíbula superior. Las glándulas sub- maxílares que la evacúan por los conductos Wartonianos, á los la- dos del frenillo de la lengua, por una boquilla ú ósculo muy pe- queño. Las glándulas sublinguales, que están situadas entre el lado interno de la mandíbula y la lengua, y vierten su saliva por los numerosos conductos Rivínianos , hacia la punta de la lengua. En la cavidad de la boca se mezclan también á la saliva: i.° El moco de la boca, que sale de las glándulas labiales y genales. 2.0 Un va- por roriforme que se exhala de toda la cavidad de la boca. La sa- liva se está tragando continuamente, ya con los alimentos,- ya sin ellos; algún poco se arroja con los esputos. Carece de color y de olor. Su sabor es imperceptible, aunque contiene un poco de sal,, porque los nervios de la lengua han llegado á acostumbrarse habi- tualmente á su sabor. La gravedad específica es un poco mayor que la del agua. La consistencia algo plástica y espumosa por la mezcla del ayre atmosférico. Con respecto á su cantidad, se cree que en doce horas se secreta hasta una libra entera La secreción se aumenta en tiempo de la masticación , y el uso del habla por la presión mecánica de los músculos sobre las glándulas salivales.. En los hambrientos la vista sola de los alimentos basta para hacerla salir en mucha porción por los conductos salivales. El agua la disuelve imperfectamente. El alcohol la coagula un poco. Se congela mas difícilmente que el agua. Los ácidos minerales en poca cantidad la espesan ; una cantidad ma- yor la disuelve. El carbonate de sosa la disuelve también. El álcali puro y la cal viva hacen evaporar de la saliva el álcali volátil. Cor- roe el cobre y el hierro, precipita la plata y el plomo en forma de medias lunas. Promueve la fermentación espirituosa de los hari- nosos. Por eso algunas naciones groseras preparan una bebida para embriagarse mascando las raíces de jatrofa , manihot y de pimienta metística. Goza de virtud antiséptica, como lo comprueban fas experien- cias del célebre Pringle. Puesta al ayre caliente se corrompe fácil- mente, y suelta ó despide álcali volátil. Los principios constitutivos de la saliva parecen ser el agua, el albumen , la sal amoniaco y el fosfate calizo. Contiene agua en la proporción de f, como lo prue- ba la destilación. Contiene albumen como lo prueba el alcohol. Sal amoníaco como la cal viva triturada con saliva. Fosfate calizo,, co- mo lo prueban el cálculo salival, y los productos del fuegov Uso de la saliva. r.° Aumenta el sabor de los alimentos, facilitando el desarrollo de la materia sabrosa. 2.0 Mezclándose á los alimentos en la masticación, los disuelve, deslié , los resuelve en sus princi- pios, y los muda en un bolo pultáceo mas cómodo para la deglu- ción ; de consiguiente da principio á la quimificacion. 3.0 Modera la sed humedeciendo la cavidad de la boca y de las fauces. (Plenk.) 8 SAN SALIVACIÓN. (Med.) Es lo mismo qua ptialismo. (V. el género xxin de la clase de fluxos.) SALIVAL. Adjetivo que pertenece á saliva; y así hay varias partes que se distinguen con este epíteto, como son las glándulas sa- livales, los conductos salivales &c. (V. parótidas/ boca.) SALOMÓN BEN VIRGA. (Biog.) Rabino español, y sabio Médico del siglo xvi, es autor de una obra curiosa intitulada: Scke-> ber Juda: en la que se halla una historia de los judíos después de la destrucción del Templo de Jerusalen, hasta el tiempo de este ra- bino. Gentius ha dado una traducción de ella en latín, impresa en Amsterdan, en el año de 1651, en 4.0, y Basnage ha hecho uso de esta historia sabia de los judíos. D. H. SALPINGO-FARÍNGEO. (Músculo.) Se llama así un musen- lo de fibras musculosas, que se desprenden de la faringe, y terminan en la parte oseosa de la trompa de Eustaquio. (V. faringe y velo DEL PALADAR.) SALPINGO ESTAFILINO. (Anat.) Se llama así uno de los músculos de la campanilla. (V. velo del paladar.) SALUBRIDAD. (Hig.) Es una qualidad con que se denota una cosa útil á la salud; así se dice la salubridad del ayre de las aguas &c. SALUD. (V. sanidad.) SÁLVATELA. (Vena.) (Anaf.jSe llama así una vena bastante perceptible que se halla en el dorso de la mano, y es la que se abre: en las sangrías de la mano, que llaman también sálvatelas. SALVIA. (Mat. Méd.)-Está planta, celebrada como otras-mu- chas con el mayor entusiasmo, debe considerarse solamente coma sudorífera y algún tanto tónica, como todas las demás plantas aná> logas. Algunos Prácticos la han ensalzado sobremanera para con- tener los sudores nocturnos que sobrevienen en las convalecencias. Vaswieten la cree útil para moderar el fluxo de leche en las nodrizas después del destete; pero carecemos de hechos propios que nos acre- diten la verdad de estos hechos. SÁNCHEZ. (Antonio Nuñez Ribeyro) (Biog.) Doctor de Me- dicina de la Universidad de Salamanca, Consejero de Estado de la Corte de S. Petersburgo, primer Médico de la Emperatriz de Rusia, y primero también de sus Exércitos, Miembro corresponsal de la Aca- demia de las Ciencias de Paris, Asociado honorario de la de Petersburgo y de la de Lisboa, y Asociado extrangero de la Sociedad de Medicina de Paris. Nació este hombre célebre en Peña Mazor en Portugal en 1699 : sus padres eran comerciantes, y de una familia noble ; desde luego tuvo una decidida inclinación á la Medicina; y un tio abo- gado le quería obligar á estudiar la Jurisprudencia , ofreciéndole la mano de su hija y sus riquezas; pero renunciándolo todo se fué á SAN 9 Lisboa, y baxo la dirección de su tío Don Diego Nuñez Ribeyro, Médico de mucha reputación en Lisboa, principió el estudio de la Medicina en Coimbra , que concluyó en Salamanca , en donde reci- bió el grado de Doctor; después le nombraron Médico en la ciu- dad de Beneventi en Portugal quando Sánchez tenia veinte y cinco años. El ardiente deseo que animaba á Sánchez de aprender y per- feccionarse en su profesión, le determinaron á dexar á Beneventi y correr las principales ciudades de Europa, y así es que pasó á Lon- dres, donde asistió á las lecciones de Anatomía de Duglas, después pasó á Genova, y por último á Francia, donde visitó las escuelas de Paris y Mompeller ; y quando pasó á esta última ciudad se hallaban las provincias meridionales de la Francia invadidas de peste, princi- palmente en Marsella y Tolón. Sánchez acude á ser testigo ocular de aquella desolación; visita los Hospitales y Lazaretos; trata de averiguar las causas y naturaleza de aquellas calenturas pestilencia- les ; entabla amistad con los mas hábiles profesores, pero con espe- cialidad con el Doctor Bertrand; y en una de sus conferencias le da á conocer las obras de Boheraave que no conocía aun Sánchez, c inmediatamente que sabe que aun vive el autor, parte apresuradamente á Leyden á oír sus lecciones, que oyó por espacio de tres años, y de los demás sabios que componían aquella sabia Academia. Luego que supo Boheraave que Sánchez era Doctor de Salamanca , se ad- miró de su modestia por haber estado confundido con los demás dis- cípulos ; pero quiso premiar su virtud devolviéndole todos los ho- norarios que había pagado como estudiante. Habiendo pedido la Emperatriz de Rusia Ana Ivanovvna á Bo- heraave tres Médicos de los mas sobresalientes, á quien pensaba dar- les los principales destinos de la facultad en su imperio; Sánchez fué elegido el primero , y pasó inmediatamente á Moscow con el titu- lo de primer Médico de la ciudad en el año de 1731; después pasó á Petersburgo, en donde fué nombrado miembro de la Canci lería de Medicina , y Médico de los exércitos imperiales, siguiendo con ellos las campañas que las tropas rusas hicieron en aquella época con motivo de la guerra que tenia esta nación con los turcos y los tár- taros: por consiguiente Sánchez atravesó la Ukrania , los bordes del Don, los desiertos de la Crimea, el Cuban &c, observando cuida- dosamente este sabio profesor todas estas vasus regiones y quan- to podía ser útil á su ilustración. Luego que volvió Sánchez á Pe- tersburgo con todas las consideraciones que merecen los talentos y los servicios, la Emperatriz le nombró Médico del cuerpo de Ca- detes , y también de su misma persona; desde luego se dio á co- nocer este gran Médico en la corte y fuera de ella; y lo que le aca- bó de acreditar fué que la Emperatriz padecía desde niña una en- fermedad que ningún Médico supo caracterizarla ; y Sánchez aseguró TOMO Vil. B 10 SAN había un cálculo en los ríñones: la Emperatriz murió, y su cadáver se abrió y se hallaron los cálculos. Con la muerte de la Emperatriz se siguieron varias turbulen- cias en Rusia: el trono y la regencia mudó varias veces, y con es- to vaciló la confianza y fortuna de Sánchez, en términos que tu- vo que renunciar sus empleos y vivir en la obscuridad, temiendo perder la cabeza ; efectos indispensables de los que han disfrutado de privanza en las cortes quando en estas hay turbulencias. Como la opinión de Sánchez era tan grande no pudo sofocarla su rival Les- tocq, Cirujano, que por su intriga revolucionaria sucedió á Sánchez en sus empleos. El Duque de Holstein fué acometido de una enfer- medad grave, y fué necesario que Sánchez le curase. Una plaza de Consejero de Estado fué la recompensa; pero él deseaba otra, que era su retiro: pide licencia para viajar á Francia, y se le concede; y en 1747 se fué á establecer á Paris, donde vivió hasta el de 1783, esto es, treinta y seis años, aunque en el retiro entre los sabios de aque- lla capital, que le apreciaron respetuosamente hasta que murió, que fué en T4 de Octubre de 1783 , de resultas de una calentura remi- tente , á los ochenta y quatro años de edad. Se acusaba á Sánchez de que era judío, porque escribió de la persecución de los judíos, y los medios de que cese; pero no se sabe que se le haya perseguido á él como tal. Sánchez dexó sus manuscritos á Mr. Andri, de los qua- les algunos se han publicado. Estos manuscritos, dice Vicg d'Azyr en el elogio que leyó en la Sociedad Real de Medicina de Paris de este sabio Portuges, y del que hemos tomado las principales noticias para la formación de este artículo, prueban que Sánchez tenia una alma grande y activa , y unos conocimientos profundos del corazón humano; la religión, la moral, la política, la historia, la medicina, nada le era extraño , y en todo reflexionó profundamente. Vea- mos el catálogo de los manuscritos que dexó á Mr. Andri: i.° Pen- samientos sobre los efectos de la inoculación de las viruelas para varias enfermedades,? particularmente para las venéreas: 2.° In- vestigaciones sobre la obra intitulada: Paralelo de los diferentes métodos de curar las enfermedades venéreas : 3.0 Reflexiones so- bre las enfermedades venéreas: 4.0 De cura variolorum vaporii ope apud Rut henos omni memoria antiquiori usu recepitx 5.0 Del origen de los hospitales: 6.° Del casamiento de los clérigos: 7.0 Disertación sobre las pasiones del alma (En Portugués.): 8.° Disertación sobre las bellas artes, sus utilidades é inconve- nientes : 9.0 Cartas d la Universidad de Moscoiv sobre el método de estudios : 10. Instrucción para los que enseñan la Cirugía en los dos hospitales de Petersburgo: n. Plan de educación para un Señor joven: 12. Carta sobre los medios de establecer un cur- svde moral en la educación pública: 13. Origen de la denomina SAN n cion de cristiano viejo y cristiano nuevo en el reyno de Portugal, y de la persecución de los judíos &c. (En Portugués.): 14. Diser- tación sobre los medios de conservar las conquistas y las colo- nias de Portugal (En Portugués.): 15. Plan sobre el modo de ali- mentar y criar los niños que se hallan en el hospital de Mos- cow: 16. Tratado sobre el comercio del imperio Ruso : 17. Me- dios para conservar y hacer florecer el comercio ya establecido en la Rusia: 18. Medios para mantener unidas y sujetas las pro- vincias conquistadas en Rusia &c: 19. Tratado sobre las rela- ciones que las ciencias deben tener con el estado civil y político^ según el estado político de la Rusia : 20. Reflexiones sobre la economía política de los estados , aplicadas particularmente al imperio ruso: 21. Rejleximes sobre el estado lastimoso de los labradores de Rusia, de los esclavos , de los dominios, y de los Se- ñores , que hace que la agricultura y las artes estén en la ma- yor decadencia &c.: 22. Proyecto para establecer una escuela de agricultura: 23. Tratado de los medios propios para aumentar el comercio Ruso: 24. Tratado en el que se prueba que la intro- ducción de la mejor administración de justicia contribuye al alivio de la sociedad: 25. Disertación en la qual se examina si la ciudad llamada por los Romanos Pez Augusta es la de Beja en Portugal, 6 la de Badajoz en España,: 26. Una colec- ción de observaciones de todas las partes de la Medicina, y principalmente de la Práctica , las mas propias del autor: 27. Me- dios propios para establecer un tribunal y un colegio de Me- dicina &c. (En Portugués.): 28. Pensamientos sobre el gobierno de las Universidades de Medicina , y délos Médicos. En 1761 envió varias Memorias á los principales Médicos de la corte de Es- paña y Portugal para la reforma de las Universidades de Salamanca y Coimbra. Sánchez de Oropesa. (Francisco) (Biog.) El apellido Oropesa parece que denota el pueblo de su nacimiento. Exerció con mucho crédito la Medicina en Sevilla, y escribid : Discursos para averi- guar qué mal de orina sea el que padece Diego Henriquez León, su compadre y amigo, en el qual habla extensamente del edículo y de la retención de orina. Sevilla 1594, 4.0: Discurso sobre los vaguidos que sufría una persona. Ibid. 15 99,4.0: Respuesta acer- ca de una palpitación y tremor que padecía un enfermo en Gua- temala. Ibid. 1594, 4.°: Respuesta d lo que ha sido preguntado en un accidente de un vaguido de calor y sol. 1593. SÁNDALO CETRINO. (Mat. Méd.) Aunque en la Medicina se han usado también las dos especies de este leño roxo y blanco, el cetrino ha sido el que mas elogios ha merecido como fortificante, pero la experiencia los ha desmentido; y ciertamente pudiera omi- 11 SAN tirsele quando poseemos otros muchos medicamentos que gozan de estas propiedades con mas energía. SANGRE. (Fistol.) Se 11 una así un humor rubicundo que cir- cula por las cavidades del corazón, de las arterias y las venas; es ca- liente y concrescible; se renueva por el quilo, y de donde se su- ministra la nutrición de todos los demás humores y sólidos del cuerpo humano. El arte no ha podido imitar , á pesar de los auxilios de la Química, su composición , ni formar una mezcla que se acerque á ella. Aunque la sangre á primera vista no presenta otro aspecto que el de una substancia homogénea: sin embargo, se compone de diferen- tes materias combinadas, mezcladas unas con otras, que la análisis distingue , como examinaremos mas adelante. «La cantidad de la sangre contenida en todo el cuerpo de un adulto , dice Plenk, es como de veinte y ocho libras, de las quales quatro partes están en las venas, y la quinta en las arterias. El color de la sangre es roxo, mas vivo el arterial, y mas obscuro el de las venas. Solamente en los vasos del pulmón sucede lo contrario. El color nace de los glóbulos roxos del crúor: en efecto, una parte muy pequeña de este basta para teñir de encarnado una gran can- tidad de agua. La fisiología demuestra que el color roxo de los gló- bulos depende del hierro oxidado en los pulmones. Pero la rubicun- dez mas viva de la sangre arterial parece provenir de la mayor can- tidad de oxígeno, y el color mas obscuro de la venosa de la mayor porción del carbón. El calor de la sangre humana en el hombre sano suele ser de noventa y seis grados por el termómetro de Farenheit. El arterial es siempre mas caliente que el venoso. Los animales mamarios y las aves gozan de sangre callente, es decir, que excede á la tem- peratura de la atmósfera. Los peces y los anfibios tienen una san- gre fria, ó que no excede á la temperatura del ayre ó del agua en que viven. Pero los insectos y los gusanos en lugar de sangre roxai tienen un humor blanco* En la fisiología se demuestra que el calor de la sangre es pro- ducido por el calórico libre que contiene. El sabor es algo salado. El olor que exhala la sangre reciensacada es casi urinoso , simple , y se le da el nombre de olor animal. La gravedad específica es mayoc ¿jue la del agua, y así es que se va al fondo si se. megcla. La con- sistencia es plástica, casi glutinosa y ligosa. Separación espontánea* La sangre sacada de una vena y puesta al ayre atmosférico en una va- sija algo cóncava , se enfria, y perdiendo el calórico y el gas animal, toma inmediatamente la consistencia de. una gelatina encamadla, al parecer homogénea, que poco á poco se va separando espontánea- mente en dos partes: en suero de la sangre, que es un fluido de un amarillo que tira á verde ; y en la placenta de la sangre 6 coagulo, que" figura á 4a vista una masa roxa, nadando en medio del suero SAN 13 en forma de isla. La sangre reciente, metida en un recipiente de gis oxigeno , se coagula mas prontamente que al ayre atmosférico; pero con mucha mas lentitud en el mefítico ó en el recipiente de una máquina pneumática, de la qual se haya extraído el ayre. De aquí la coagulación de la sangre por el oxigeno de la atmósfera. Se coa- gula también por el calor del agua hirviendo, por el alcohol y por los ácidos minerales concentrados. Pero no padece mutación alguna por los ácidos vegetales, como el vinagre destilado (ácido aceroso); sin embargo el vinagre radical (ácido acético) la coagula. Por el muríate de sosa oxigenado toma al punto un color tan negro como la tinta. El ácido muriático no hace en ella mutación alguna; pero es coagulada por el ácido muriático concentrado, sin ponerla de co- lor negro. Se disuelve por el álcali puro fixo, mas no por el volátil. Se degenera espontáneamente la sangre á la temperatura de la atmósfera ; se corrompe dentro de pocos dias, y produce una gran cantidad de álcali volátil. Puesta á un calor lento se va secando, y forma una masa negra, que se llama extracto de la sangre. Este al ayre húmedo se derrite, y manifiesta después una eflorescencia de álcali mineral ( sosa). Si la sangre se calcina en un crisol abier- to, los primeros productos son el álcali volátil y el aceyte empi- reumático; después se desenvuelve el ácido prúsico. En fin, el fós- foro se oxida despidiendo una llama muy viva ó roxa, y produce el ácido fosfórico, que se marcha en forma de gas. La sosa al mis- mo tiempo se vuelve volátil, y el hierro queda deoxidado. Productos que da la sangre al fuego. La sangre destilada se hin- cha mucho durante la operación, y exhala mucho gas hidrógeno y ácido carbónico, soltando al mismo tiempo: i.° Un agua insípida que se corrompe muy prontamente. 2.0 Aceyte empireumático , que es formado por el hidrógeno, y carbón del gluten fibroso y albu- minoso. 3.0 Espíritu amoniacal , que es compuesto de ácido empi- reumático sobresaturado de álcali volátil. El álcali es producido por el ázoe del gluten fibroso, y el hidrógeno por el agua descompues- ta. 4.0 El carbón que queda es sumamente esponjoso, y se reduce muy difícilmente á la incineración. La ceniza consta de un poco de muríate de sosa, de sosa, de cal fosfórica y un poco de hierro. Los principios próximos de la sangre son: i.° El gas animal ó hidrógeno carbonizado que se marcha de la sangría recien sacada en forma de hálito ó vapor. 2° El crúor ó cuajo de la sangre. 3.0 El suero albuminoso de la sangre. Principio bilioso. Si dos partes de sangre con una de agua se ponen al fuego y se coagulan, se separa un liquido durante la eva- poración, que por su sabor amargo, su color amarillo, olor bi- lioso, y por sus productos químicos es enteramente semejante á la "bíiis cistica. Uso de la sangre. i.° Forma el licor vital que extiende 14 SAN las cavidades del corazón y de los vasos para que no se caygan sus paredes y se cierren. 2.0 Por su calórico y oxígeno estimula las ca- vidades del corazón y de los vasos, obligándolos á la contrac- ción, por la qual se hace la circulación. 3.0 Engendra en sí el ca- lor animal, y lo propaga por todo el cuerpo, como se dirá en su lugar. 4.0 Nutre el cuerpo medíante la gelatina del suero. 5.0 Es un elaboratorio común, del qual se hacen todas las secreciones del cuer- po. 6.° Constituye el temperamento de los humores. ¿ Abundará por ventura en el temperamento sanguíneo el principio cruórico , en el flemático el albuminoso, en el colérico el bilioso, y por fin en el me- lancólico el carbónico ? Crúor de la sangre. Cuajo, 6 cuajaron, es una masa roxa y concreta que nada en medio del suero como una isla, la qual forma mas de la mitad de la sangre. La consistencia es plástica, espesa, cuajada en forma de gelatina glutinosa. Su gravedad específica es diez veces mas pesada que el agua; de aquí es que en el suero se va á fondo. A la tem- peratura del ayre se corrompe prontamente; pero secándolo á un fuego lento se convierte en una masa frágil 6 quebradiza de un roxo subido que tira á negro. Puesto en agua no se disuelve, cocido en ella forma un grumo duro encarnado interiormente. La superficie del crúor expuesta al ayre atmosférico en un vaso qualquiera ad- quiere un roxo mas vivo, y la inferior contigua al vaso queda en un obscuro triste; pero si se mudan las superficies al contrario; de ma- nera que la superior quede ahora inferior, entonces la superficie ro- xa se pone negra, y la negra roxa. Luego el oxígeno del ayre at- mosférico se une con la superficie de la sangre , porque el crúor ne- gro puesto al ayre vital (gas oxigeno), aunque sea metido en una vexiga, comienza á adquirir un encarnado vivo, y al contrario se vuelve sumamente obscuro en un ayre mefítico qualquiera. Sin em- bargo, el crúor una vez saturado del oxígeno del ayre vital se va volviendo negro segunda vez, sin que sea posible, por una nueva saturación, volverle su viva rubicundez. Los principios inmediatos del crúor son : i.° los glóbulos roxos compuestos de gluten fibroso y hierro oxigenado. Las experiencias del célebre Rhades han hecho ver que en veinte y cinco libras de sangre, cantidad que ad mínimum se halla en un cuerpo de un hom- bre adulto, se contienen casi dos dracmas de hierro oxidado. 2° E! gluten fibroso del crúor, que consta de carbón y ázoe. En efecto si se pone un poco de crúor en un pañito atado, y se lava en agua fría, estruxándolo siempre entre los dedos, suelta todas sus partes ro- xas, de las que se carga el agua que sale, y dexa en el lienzo una masa blanca, fibrosa, tenaz, muy semejante á carne fluida. Esta SAN r$ agua roxa, que sale en la lavadura del gluten fibroso, se llama suero roxo del crúor. La parte colorante extraída por medio de la levadu- ra del crúor es muy pequeña, y consta de la tintura roxa del crúor. Destilada hasta la desecación, dexa un residuo carbonoso, el qual por la incineración de gran cantidad de hierro que es atraido por el imán. El gluten fibroso del crúores blanco, inodoro, insípido, indisoluble en el agua y en el alcohol, pero lo disuelven los ácidos y los álcalis puros. El carbonate de sosa puede de nuevo precipi- tarlo de la disolución acida. Esta parte fibrosa, secándola á un fuego lento, se arruga continuamente y enrosca como las hojas de perga- mino; pero humedeciéndola con agua, y poniéndola á la atmósfera húmeda, se corrompe muy fácilmente. Luego la rubicundez de los glóbulos depende del hierro oxidado. Ni importa la pequeña canti- dad de hierro contenido en la sangre, pues yo he visto un grano solo de púrpura mineral dar un color encarnado muy subido á muchas libras de agua al tiempo de hacer esta preparación. Uso del crúor. i.° Da á la sangre su rubicundez. 2° Con su peso metálico irrita mas eficazmente el corazón y los vasos que lo harian las partículas mas ligeras del suero. 3.° Imprime juntamente mas movimiento á estas mismas partículas. Suero de la sangre. Es el líquido linfático que nada por encima del crüor en la san- gre extraída en una sangría. Su olor es simple y casi ninguno. Sabor algo salado. Color amarillo verdoso transparente. Consistencia plásti- ca ó aquoso-viscosa. Su gravedad específica es una décima menos pesado que el crúor, y treinta y ocho veces mas grave que el agua. Su cantidad apenas compone la mitad de la sangre. El suero se une fácilmente con el agua fría sin experimentar mudanza alguna; pero en el agua hirviendo se coagula inmediatamente , y una parte que se pone mas blanca que lo demás se llama leche del suero de la san- gre. Si se continúa la cocción , ó añadiéndose un poco de alcohol, vuelve de nuevo á separarse del agua. Los ácidos minerales y vege- tales concentrados, como el vinagre radical (ácido acético), y tam- bién el alcohol, coagulan el suero, y por medio de la coladura pue- de ser separado del agua del suero el coágulo que se ha formado. Las sales alcalinas mas bien parece que la atenúan. Principios inmediatos del suero. i.° Agua. Quarenta y siete on- zas de suero dan por la destilación quarenta y tres de una agua in- sípida muy putrescible. 2.0 Gluten albuminoso. Agitando ó mo- viendo el suero con un palito suelta una gran parte de gluten seme- jante á la clara de huevo. Por la congelación el agua del suero se convierte en hielo sólido , y el albumen se separa; pero puede hacerse otro tanto por medio del alcohol, del acetite de sosa y del i6 SAN agua hirviendo. 3.0 Gelatina. Si iguales"partes de agua y suero de la sangre se coagulan por medio del fuego, la parte de aquel no coa- gulada y puesta á enfriar ofrece una gelatina trémula. 4.0 Carbonate de sosa. Se saca del suero reciente diluido por medio de los ácidos minerales una sal neutra varia, cuya base es el álcali mineral ó sosa. 5.0 Muríate de sosa. Se saca esta sal de la incineración del carbón, juntamente con el carbonate de sosa y la cal fosfórica. Principio al- buminoso del suero , llamado por unos linfa coagulable, por otros albumen, por los modernos alúmina, y tiene mucha afinidad con la clara del huevo. Carece de olor y de sabor: el color es siempre blan- co y opaco: la consistencia tenaz , pero secándola á un calor suave se condensa y forma una masa árida semejante al cuerno. No se di- suelve en el agua ; pero manteniéndola por algunos dias en agua ca- liente se corrompe con fetor. Los ácidos minerales concentrados, y los álcalis puros lo disuelven. Se precipita en la disolución acida por medio del agua , en la disolución alcalina por medio de los ácidos. El ácido nítrico le da un color amarillo, el sulfúrico un color roxo, y el ácido muriático un color de amatista ó púrpura. Los principios elementales del albumen del suero parecen ser" el carbón, el ázoe y el hidrógeno. De la cocción con el ácido ní- trico se marcha mucho gas ázoe y nitroso, y en el residuo se for- ma el ácido oxálico y el málíco. Los productos del fuego son car- bón , álcali volátil y aceyte empireumático. ¿ Será por ventura la gelatina del suero la que con el oxígeno del agua descompuesta for- ma los ácidos oxálico y málico? Uso. 1.® El suero de la sangre es el vehículo de los glóbulos roxos. 2.a Con su albumen hace la sangre plástica y viscosa para que no pueda por su gran tenuidad trasu- darse y escurrirse de los vasos. 3.0 Nutre por medio de su gelatina á todas las partes del cuerpo; y finalmente es una fuente de donde se hacen todas las secreciones. Gas animal de la sangretógas hidrógeno carbonado. Es un flui- do aeriforme, elástico, contenido en la sangre y demás humores- Así se exhala de la sangre, particularmente si está caliente todavía, un vapor, que recibido en una campana de vidrio, se congela en go- tas en forma de rocío. El olor de este vapor es particular, nidoro- so, mas fuerte en los animales carnívoros, y se llama olor animal» Así también la carne de un animal recien muerto exhala t principal- mente en el invierno si se expone al frió, un vapor en forma de humo. E' gas animal superfluo se arroja por la cutis y pulmones con el nombre de transpiración cutánea y pulmonar. En fin, parece que se Inlla contenido en todas las cavidades del cuerpo, pues si se abre !a c:ividud dei abdomen ó la del pecho, pericardio, y aun del mismo cráneo en tiempo de invierno se las ve exbalar un vaho su- mamente denso. SAN 17 Los principios constitutivos de este gas animal son el hidrógeno carbonado, ó el carbón disuelto en el hidrógeno, y mezclado con un poco de vapor aquoso. Por esta razón toma la forma de vapor, pues sin el agua seria un gas invisible. La sangre reciente, expuesta al gas oxígeno, prueba que el hidrógeno carbonado se exhala segu- ramente de ella, pues el oxigeno se muda en ayre carbónico ó rixo (gas ácido carbónico) por el gas exhalado. En efecto, el oxigeno (la base del gas oxigeno) se une con el carbón del gas que se exhala de la sangre, y forma el gas ácido carbónico ; y el hidrógeno del gas animal uniéndose con el oxígeno del ayre, se muda en agua. Esta misma metamorfosis se observa en el hidrógeno que se echa por los pulmones, y en el que se exhala por la piel. Por esta razón el ayre que se arroja de los pulmones por la espiración precipita el agua de cal, lo que es un creterio del ácido carbónico. Esta es tam- bién la razón por que el ayre de un aposento ó pieza cerrada y llena de mucha gente, se muda insensiblemente en gas ácido carbónico y ázoe, el qual llega á ser mortal á los que lo respiran por la con- sunción del gas oxigeno , como lo probó el exemplo de los ingleses encerrados y muertos en una estrecha prisión. Por esto es también por lo que el agua destilada de los humores y partes animales es de un olor animal simple, y se corrompe fácilmente. El gas oxi- geno le descompone en gas ácido carbónico y en agua; pero el hi- drógeno carbonado unido con el ázoe parece formar un miasma pú- trido ó alcalescen te. El uso del gas animal en nuestro cuerpo parece ser: i.° la tur- gescencia vital de los vasos y de todas las partes del cuerpo ani- mal vivo, por la qu ' se diferencia tanto del aspecto deprimido y colapso del cadáver. 2.0 Resiste á la presión de la atmósfera que rodea al cuerpo. Porque el ayre atmosférico sobre el cuerpo del hombre exerce una presión de 2000 libras de peso; por esta razón los animales encerrados en el recipiente de la máquina pneumática 6 la parte sobre que se aplica una ventosa seca, se entumece ó infla tanto luego que se quita la presión del ayre. No sentimos sin em- bargo este peso del ayre atmosférico, porque el gas animal y el calórico que están esparcidos en lo interior de nuestro cuerpo están en equilibrio con el ayre atmosférico ó exterior, y de este modo inutiliza el efecto de la presión. 3.0 El desenvolvimiento del calor animal y su igual propagación por todo el cuerpo. En efecto, el gas oxígeno absorvido por los pulmones, y circulando con la san- gre arterial es descompuesto por el gas animal de la sangre ; de aquí el oxigeno ó base del gas oxigeno uniéndose con el hidrógeno del gas animal se muda en agua; el calórico del gas oxígeno se des- envuelve por todas partes; y haciéndose de este modo libre , cons- tituye el calor animal, y el carbón quedando depositado en la san- TOMO VII. C i8 SAN gre venosa, le comunica aquel color negro que la distingue. 4.0 El gas animal que se exhala por los pulmones y por la cutis consti- tuye la transpiración cutánea y pulmonal. 5.° Constituye el vapor animal en la cavidad del cráneo, del pecho, del pericardio, del ab- domen , de las celdillas de la membrana celulosa, é impide su con- creción."' Sangre de drago. (Mat. Méd.) Es un xugo resinoso que viene del pterocarpos, draco de Linneo , muy inflamable é insolu- ble en el agua como las demás resinas; parece que esta contiene al- gún tanto de goma, porque el agua extrae de ella alguna parte. La sangre de drago se coloca en la cbse de los astringentes; pero no tan eficaz como antes de ahora se ha creído: la dosis en que se ad- ministra es la de media dracma,. y generalmente en las hemorragias pasivas. SANGRÍA. (Med. PráctS) La sangría, considerada como ope- ración manual, pertenece á la Cirugía; pero como un remedio eva- cuante corresponde exclusivamente á la Materia Médica. En la voz sangría comprehendemos todos los medios que hasta hoy se han in- ventado y están en uso para evacuar sangre, como las sanguijuelas y las escarificaciones; la evacuación puede hacerse de todas las ve- nas superficiales situadas en diferentes partes del cuerpo; pero prin- cipalmente en las de los brazos, del cuello, de los pies, de las ma- nos y del carpo, y á veces también de la frente, de las sienes, de los lados de la nariz y de debaxo de la lengua:, finalmente , es claro que la evacuación de sangre, hecha en diferentes parages y por dis- tintos medios , debe tener diversas ventajas, según las circunstancias en que está indicada; así que trataremos en general de sus utilida- des ,.indicaciones,y de sus contraindicaciones y abuso con relación á los parages en que se execute, y de los medios de su execucion. Los efectos generales de la evacuación de sangre son muy difí- ciles de calcular, y muchas las hipótesis que sobre este punto pre- senta la Medicina. Tal es por exemplo la opinión que atribuía qua- tro efectos á la sangríay á saber, la evacuación, la expoliación, la derivación y la revulsión: la primera consiste en el vacío que debe formarse precisamente en los vasos de donde se extrae la sangre: la segunda es la extracción de la parte roxa en mayor cantidad que las demás v la derivación es propiamente el fluxo de una porción ma- yor de sangre ai vaso que se ha abierto; y la revulsión, como con- seqüencia suya, es la disminución respectiva de este fluido en los vasos mas distantes del lugar de la sangría. Sin recurrir al auxilio de las hipótesis sobre su modo de obrar, la experiencia demuestra que entorpece el movimiento demasiado rápido de los humores, disminuye y modera el calor febril, remueve los obstáculos de la circulación, calma los dolores, relaxa y dilata las fibras, contiene SAN i9 ciertas evacuaciones considerables, y finalmente establece otras; y es evidente que la evacuación de sangre y la disminución de las fuer- zas vitales que es consiguiente, son las causas principales de todos estos efectos. La falta del fluido destinado á los primeros movimien- tos de la vida produce la disminución de la irritabilidad, y de resultas la dei movimiento febril, del calor , del dolor &c. Las indicaciones que exige la sangría son muy multiplicadas, y es tanto mas importante el no equivocarse en este punto por quanto en ningún caso puede ser un remedio indiferente. En general es útil en todas las enfermedades verdaderamente inflamatorias y en todas las afecciones en que sobresale una verdadera plétora &c., que se anuncia con la pesadez de todo el cuerpo, el dolor gravativo de ca- beza , el encendimiento y cargazón de ojos, la rubicundez del ros- tro , la dureza y plenitud del pulso é hinchazón de las venas, el entorpecimiento general, la propensión al sueño &c. Debemos ob- servar en esta parte que algunos escritores modernos piensan que no puede existir una verdadera plétora general, sino que siempre es particular en alguna región interior ó exterior. Esta opinión, funda- da en razones muy sólidas y en observaciones exactas , indica que nunca deben ser las sangrías tan abundantes y repetidas como al- gunos Prácticos aconsejan, y que las sangrías locales producen una utilidad inmediata y directa, y por lo mismo son muchas veces in- dispensables. Es necesario pues reducir á estos principios la inflama- ción y la plétora, y el gran número de indicaciones que nos ofrecen los autores tratando de la sangría, y según que ellas se manifiesten general ó localmente deberán emplearse diferentes medios para eva- cuar la sangre: quando no existen, la sangría podrá producir un ali- vio pronto y pasagero; pero en seguida se fixará mas el estado morboso , y crecerán necesariamente los síntomas. Siempre que se intenta con la sangría destruir una congestión san- guínea, y calmar el dolor, la tensión , y los demás síntomas que ocasiona, debe practicarse en el paragemas cercano á la misma con- gestión ; y por este respecto puede admitirse la hipótesis sobre la derivación y la revulsión, desechada por la mayor parte de los fisió- logos. Así en las inflamaciones de los órganos internos ó de las par- tes exteriores de la cabeía produce buen efecto la sangría de la vena yugular externa, que recibe la sangre de casi todas estas partes. La cantidad de sangre que se extrae de una vez, el número, distancia ó proximidad de las sangrías, y la mayor ó menor cisura de la vena son también circunstancias á que muchos Prácticos han atendido. En algunos casos, como en las inflamaciones violentas, aconsejan evacuarla hasta que el enfermo cayga en deliquio, y re- petirla mientras subsistan en toda su vehemencia el dolor, la ten- sión , la calentura y todos los síntomas inflamatorios. Quando por 20 SAN el contrario se emplea la sangría como un calmante, debe extraerse en muy corta cantidad. En la plétora , en la fuerte inflamación de alguna membrana , y en fin en todos los casos en que es necesario evacuar sangre con la mayor prontitud posible, debe hacerse una cisura grande y ancha. En quanto á la proximidad ó distancia de las sangrías no puede señalarse regla fixa , porque en efecto hay ca- sos en que deben repetirse tres ó quatro veces al día , mientras en otros conviene se dilate mucho mas tiempo. Por ultimo, los diferentes medios ó instrumentos propios para evacuar sangre tienen también sus ventajas respectivas: la cisura con la lanceta ó el fieme es la que se usa mas comunmente y con prefe- rencia en las afecciones universales. Las escarificaciones, y sobre to- do las ventosas sajadas, ademas de la evacuación que producen , obran como estimulantes directos, y convienen mas en los males locales: de las sanguijuelas hablaremos en su correspondiente artículo. En quanto á las contraindicaciones y abusos no podremos menos de dilatarnos algún tanto, así por ser un punto demasiado intere- sante , como por haberse vulgarizado con exceso los errores en esta materia. Hemos tratado ya este asunto largamente en una Me- moria que insertamos en uno de nuestros periódicos , y por consi- guiente trasladaremos aquí la mayor parte de ella, seguros de que no desagradará á nuestros lectores. En ella se verá quantas falseda- des y equivocaciones envuelve la mayor parte de las pretendidas in- dicaciones de la sangría, y quan precarios han sido sus principios en general. „ Mas de veinte y tres siglos han pasado después que se anun- ció la cabala de las qualidades, y todavía oímos decir á los enfer- mos que su complexión es cálida y seta, pedir medicamentos fríos, y esforzarse á probar la necesidad de humedecerse. Así la principal indicación era derramar el humor cálido (la sangre); y acaso en el dia la sensación de calor aumentado basta también para clamar por la sangría , á pesar de las luces con que la física vital ha ilustrado últimamente la Medicina. Es indudable que en aquellos tiempos seria mas tolerable esta evacuación , quando menos corrom- pidas las costumbres por la afeminación y el luxo, no marchitaban tan pronto el verdor de la edad juvenil; mas los atletas ya no existen, y la naturaleza humana se ha degradado considerablemente en lo físico. Y dado que hubiésemos de seguir este imaginado sistema de las qualidades, ¿el aumento de calor estaria por ventura en razón di- recta de la cantidad de la sangre ? ¿ Y no es mas freqüente esta sen- sación de ardor en las mugeres débiles, en medio de un paroxismo histérico, ó de una pasión de ánimo violenta, y en los hombres hipocondriacos, cuya sanguificacion es siempre imperfecta ? Es inútil SAN 21 detenernos mas tiempo á manifestar aquella primera fuente del error, que en verdad estuviera ya hace siglos agotada, si no se hubiera he- cho aun mas caudalosa con nuevas teorías. La Fisiología y Patología, fundadas en conceptos metafísicos y no en el estudio del cuerpo humano , sano y enfermo, enseñaron la figura de los glóbulos de sangre , de las partículas de la flema, de la bilis &c: establecieron las acrimonias, los humores en forma de lan- zas y de palanquetas, y fixáron la curación de las enfermedades en la corrección de estas formas viciosas. De aquí nacieron otros innu- merables errores en las demás partes de nuestra ciencia} cuyo exa- men no pertenece ahora á nuestro objeto. O porque la sangre contenia la mayor parte de la masa humo- ral , ó porque ni las propiedades, ni los órganos, ni el estado de los demás líquidos eran tan fáciles de concebir, ó finalmente por- que el amor propio á nadie dexaba creerse débil, se procuraba siempre disminuir la cantidad de aquella para prepararla á la acción de los remedios internos; y al fin venían á vengarse en la sangre, como madre de los demás humores, los crímenes que se imputaban á sus hijos. Parece extraño que intentando por medio de repetidas sangrías enmendar la acrimonia predominante, ó su encendimiento y ardor, no haya quien se atreva á derramarla toda, y poner en práctica el ridículo pensamiento de la transfusión. Y si es cierto que hay medicamentos capaces de embotar las partículas erizadas y pun- zantes, ¿para qué evacuar sola una porción de ellas? ¿Ose limita acaso su virtud á una cantidad determinada y susceptible de un cálculo exactísimo? En este caso el vulgo responde con el justo y sublime exemplo de la olla hirviendo, digno por cierto de los Médicos de la China sus sequaces, y cierra obstinadamente sus ojos para no ver el movimiento y sensibilidad de nuestros sólidos, que constantemen- te le indican donde deben buscar la vitalidad. Acaso son mayores los males que ha causado la teoría de la in- flamación , fundada también en aquella patología, que los beneficios debidos al genio inmortal que la inventó, al mismo tiempo que daba un nuevo orden y esplendor á la Medicina: pocas afecciones mor- bosas se presentan en que por lo menos en alguno de sus períodos no se observen la obstrucción y el movimiento aumentado, y por consiguiente la inflamación. De este modo seria necesario sangrar- nos quando, después de un exercicío activo, buseamos el reposo, pues- to que entonces el pulso se halla mas freqüente, la respiración ace- lerada, el calor aumentado, mientras la mayor parte délos vasos cutáneos, comprimidos contra el lecho, padecen una obstrucción considerable. Esta sola reflexión debió bastar para moderar el entu- siasmo flogístico; pero era forzoso dedicarse á nuevos trabajos, y he aquí la causa que siempre ha mantenido á los hombres esclavos 22 SAN de sus preocupaciones, y contentos con su esclavitud. Por otra parte el vulgo se divierte con estas novelas, harto ingeniosas por desgra- cia , y nunca quiere que se le obligue á respetar en silencio las cien- cias , y conocer que solo á los sabios toca el hablar y juzgar en ellas. Por aquellos principios todos comprehenden fácilmente la inflama- ción, todos la distinguen, y todos indican su método curativo, por- que el remedio es muy fácil de practicar, y su modo de obrar ma- nifiesto. Recorramos el catálogo de todas las enfermedades, y hallaremos el mayor número de las inflamaciones , las mas de ellas designadas con la bárbara nomenclatura de las terminaciones en itis, como he- patitis , frenitis, peritonitis; y su nombre solo excusa ya al Mé- dico del examen de la constitución del paciente, del origen de la en- fermedad , y de sus progresos. Así pronunciar pulmonía , garrotillo, pleuresía, era lo mismo que pronunciar sangrías copiosas y repeti- das ; como si no hubiese mas pulmonía que la inflamatoria, ó no se co- nociesen anginas catarrales , linfáticas, pútridas , pleuresía?, biliosas, reumáticas &c., y todos los enfermos fuesen sin excepción vigo- rosos', sanguíneos y pletóricos. Pero no siempre al estado general in- flamatorio acompañan estas afecciones orgánicas, y entonces se le da el título de calentura inflamatoria. Quisiera yo, antes de atre- verme á impugnar esta opinión, saber cómo puede de pronto adqui- rir toda la masa de la sangre un carácter inflamatorio, obstruirse generalmente todo el sistema sanguíneo, y aumentarse el tono hasta en las últimas ramificaciones: quanto tiempo pudiera vivir el hom- bre en un estado , en que la circulación debe interrumpirse en to- dos los puntos, quando solamente interceptada por un pólipo en una de las arterias principales, semejante al golpe de un rayo, destruye repentinamente la vitalidad. Mas puesto que no ha de entenderse con tanto rigor, habremos de confesar que el lenguage es impropio é inexacto , y es bien sabido que la falta de propiedad y exactitud en el lenguage, anuncia la confusión de las ideas, manantial fecun- do de errores y preocupaciones. El mismo método es por consi- guiente aplicable á esta dolencia tan común, porque aun aquellas que se distinguen con el nombre de nervioso-pútridas ó [malignas se presentan en su primera invasión con síntomas aparentes de ac- ción aumentada, sorprehenden sin dificultad al que sea un tanto in- clinado á derramar sangre humana, y el desgraciado paciente es al fin víctima de semejante sorpresa. Entonces la calentura se declara por pútrido-injlamatoria, y todos quedan ya satisfechos del plan curativo. ¡ Pensamiento monstruoso, que únicamente puede ocurrir á los que sin principios, sin estudio, sin experiencia , y aun diré sin talentos , no tengan idea clara de la putrefacción, ni de la inflama- ción ! La espesura, y juntamente la disolución en toda la masa san- SAN 23 guinea, el tono aumentado en los sólidos, y á un mismo tiempo su abatimiento y debilidad, son ideas que no caben en la imaginación de ningún mortal, y que de necesidad se excluyen una á otra mu- tuamente. No obstante, sus patronos me responderán que tales esta- dos morbosos no existen simultáneamente, y que la denominación de calentura pútr i do-inflamatoria conviene á la que comenzando con síntomas activos llega en su carrera á degenerar en pútrida. Será pues igualmente impropia la denominación, y la idea confusa y errónea;, mas aun concediendo esta interpretación arbitraria, ¿para qué des- truir las fuerzas vitales en el principio, y abrir paso quanto antes á la postración y á la podredumbre que han de sobrevenir en el segun- do período de la calentura? Tal ha sido eternamente la opinión del vulgo en la curación de semejante dolencia^ Abandonado á discre- ción de sus sentidos mal aplicados, ve los ojos teñidos, de un color sonrosado, el cuerpo sembrado de pintas roxas,el rostro encendido,. y lejos de considerar el estado de disolución de la sangre, que la hace penetrable por los vasos mas pequeños, privados también de la fuerza para promover su circulación, cree que no pudiendo ya caber dentro de sus límites naturales, va por todas partes á brotar re- pentinamente , ó á sufocar al miserable paciente. ¡ Qué anatemas no se pronuncian contra el Médico que fué parco en las sangrías, si luego ademas de aquellas sospechas vierte alguna sangre el cadáver! Por mas que se haga palpable la disolución pútrida, que facilitando su salida por los poros mas imperceptibles, es la prueba mas cierta de su inocencia. Aun sin estas causas tan poderosas basta para armar la funesta lanceta el que en su vida anterior haya gozado de una salud ro- busta. ¡Feliz aquel que debe al cielo este don precioso para vencer con él ciertas enfermedades , cuya causa, semejante á un veneno, amortigua en un momento el vigor de Ja juventud mas florida; y desgraciado el que en vez de conservarle, se priva de la única ven- taja que queda á favor de su existencia, prodigando en su sangre el bálsamo que la sostiene I Muchas veces no es absolutamente ne- cesario que haya sido robusto; el haber debido serlo es suficiente motivo para condenarle á la sangría : por eso vemos freqüentemen- te hombres débiles, pálidos, flacos, que sin embargo incurren en la misma pena, porque hicieron demasiado exercicio , porque usaron de una mesa opípara y abundante, porque eran jóvenes, ó porque fe entregaron con exceso á los placeres de Baco, ó sufrieron una pa- sión de ánimo violenta , si es que estas últimas causas no son mas capaces de pervertir la sanguificacion que de mejorarla. Acaso en las calenturas continuas la ¡ncertidumbre de su carác- ter en el principio podía en parte permitir estas evacuaciones; pero todas las teorías imaginables de inflamación debían reprobarlas en 24 SAN las intermitentes; y con todo oímos cada día quejarse á muchos de padecer tercianas inflamatorias, y buscar su remedio en las san- grías. Ninguno considera los vapores corrompidos de aguas panta- nosas, las congestiones biliosas en primeras vías, las pasiones de áni- mo deprimentes , como estímulos inflamatorios: nadie hasta ahora, en medio de los innumerables sueños que se han tenido por verdades demostradas, ha dado á las inflamaciones la propiedad de aparecer y cesar por intervalos determinados, ni le ha ocurrido el hacer esta intermisión compatible con los fenómenos ordinarios de la inflama- ción, y con las leyes de la economía animal : mas, no obstante, acercándonos á la práctica, vemos manifiesta su inconseqüencia , usan- do juntamente de remedios debilitantes y tónicos, de las sangrías y de la quina. De este modo resultaban las obstrucciones incurables en las entrañas del vientre, las hidropesías, y aquellos semblantes cadavéricos, que eran el sello en algún tiempo, por el qual se dis- tinguían públicamente los tercianarios. Mas es inútil analizar cada una de las enfermedades. Es regla general que donde quiera que se note aumento en la acción, se equi- voque con el aumento de tono, ó de la fuerza vital; que donde quiera que se presenten vestigios de sangre, se pongan en uso todos los medios para agotarla. Una mancha encarnada, unas gotas de san- gre por las narices, ú otro conducto natural, y también un fluxo copiosísimo, un encendimiento de ojos &c., todo se mira como efec- to de la plenitud y abundancia de sangre; y nada importa que la erisipela sea biliosa, que la hemorragia provenga de una relaxacion en los orificios de los vasos, que la oftalmía tenga el carácter de reumática , ni que todas estas dolencias recaygan en sugetos caquéc- ticos , extenuados y débiles. En contra de estas reflexiones todos recurren á la experiencia; y el que muchos hayan sanado después de sufrir quatro, seis ó muchas mas sangrías, es en su juicio el argu- mento mas incontestable. Yo, sin recordarles que la observación y la experiencia no consisten en la Medicina en ver á muchos hom- bres acostados en su lecho, si el que los ve no posee, ademas de un espíritu verdaderamente observador, principios filosóficos que le dirijan en sus observaciones, si no sabe preguntar á la naturaleza y entender sus respuestas, sin recordarles que solos los muchos años de asistencia á los enfermos pueden formar un excelente enfermero pero no un Médico experimentado y sabio, haré patente el engaño del vulgo en tales decisiones con un exemplo harto sencillo. Dos jóvenes de igual temperamento adolecen á un mismo tiempo de una calentura ocasionada por una indigestión , ó por la acción excesiva del frió: el primero toma un emético, desembaraza su estómago y por consiguiente se restablece al momento : el segundo, calificán- dose su mal de una calentura catarral inflamatoria , se sanara se SAN 25 purga, se refresca copiosamente, y al fin pasando de una efémera, 6 de un día de duración , á una nervioso-ptítrida 6 maligna, liega i verse en la margen del sepulcro; pero por su natural robustez, por el vigor de su edad, 6 por otro acontecimiento inesperado , triunfa por último de la terrible enfermedad. Comparemos pues el aprecio y estima en que el vulgo habrá tenido la curación del primero con los elogios y aplausos de esta soñada victoria; y probaremos de una vez que el error y preocupación con que se observan los hechos, fomentan el error y la preocupación con que se juzgan. Y tales deben ser los progresos y el éxito de la mayor parte de calenturas, si, como sucede con demasiada freqüencia , ni aun se aguarda siquiera á determinar bien ó mal su carácter; sino que solo, con el objeto de explorarle, se prescriben desde luego una ó dos san- grías , que á la verdad la desempeñan maravillosamente, dando lu- gar á que se desenvuelvan los síntomas con mayor gravedad. Aque- llas primeras evacuaciones exigen después otras, porque tal vez pre- sentan la decantada costra flogística. Todos los interesados del en- fermo rodean la taza, llena acaso de sangre inocente, la examinan cui- dadosamente , y por esta escrupulosa exploración se procede ya á derramarla sin remordimiento. Nada diré yo de la falsedad de esta costra, puesto que algunos autores célebres la han demostrado en todos sus escritos , y que el vulgo alucinado , si hubiese ya querido desengañarse, la ha visto tantas veces aparecer en las personas dé- biles y de sanguificacion depravada, del mismo modo que en las mas vigorosas > en el principio igualmente que en el fin de la enfermedad, y quizá espirar el enfermo antes que la costra se desvaneciese* Todos estos absurdos en la curación de las enfermedades j se ol- vidan ciertamente quando se advierte que aun en el estado sano la sangría ha sido un poderoso auxilio de la higiene vulgar. Kstos mis- mos ¡ que se horrorizan al nombrarles el opio * las cantáridas, ó la quina, presentan su brazo á la lanceta cort serenidad y aun con pla- cer. Aquellos remedios les parecen demasiado enérgicos y peligrosos; la sangría indiferente y leVe i aquellos incapaces, según su modo de pensar, de precaver una enfermedad, pueden mas bien ocasionar- la; está es ün preservativo seguro y eficaz para todos los males, un preparativo sin el qüal los baños no aprévechah, las purgas se in- utilizan i las estaciones y los diversos clirrias nos ofenden. Así se ha pensado muchos años, y es probable qué así se piense todavía siglos enteros, porqué el vulgd no ha de adelantar mas sus conocimientos, sabiendo ya que en el invierno el caler está dentro, y el frío fuera; que la sangre es ardiente > inflamable ; que si fuera posible eva- cuarla toctd impunemente, tíos veríamos libres de innumerables dolencias i y todos los demás axiomas bárbaros ¿ aprendidos de cier- tos hombres incendiarios y asoladores, que tal debe ser el título TOMO Vil. D 26 SAN de los que jamas han hecho otra cosa que derramar sangre humana. Entre tanto volvamos los ojos á las víctimas de esta secta sangui- naria, á los que sangrándose á sí mismos sin piedad por sangrar á su pais , ó á las estaciones, ó á las edades, empiezan antes de los quarenta años á baxar la cuesta de la vida, trémulos, casi ciegos , y llenos de incomodidades y achaques; y notemos en ellos mismos la seguridad con que su método preservativo los libertó de las plagas que amenazaban su robustísima salud. He referido en globo el influxo de estos errores en las enferme- dades agudas; y el mismo examen pudiera hacer sobre las crónicas, pues hasta en la misma hidropesía está indicada la evacuación de sangre, según la teoría de la inflamación, quando la linfa derrama- da ó enquistada obstruye los vasos sanguíneos inmediatos, y se ob- serva algún aumento en la acción del sistema vascular. Pero qual- quiera , buscando su origen, vendrá á hallar que casi todas son fru- to del mal método curativo en otras agudas anteriores, ó de la pre- paración profiláctica. Así la clorosis ú opilación degenera en una tisis, porque jamas se atribuye á la sanguificacion imperfecta, y á la falta de sangre sobrante la supresión de la evacuación perió- dica, sino que considerándose siempre como una retención , es for- zoso evacuar toda la masa detenida, esto es, la cortísima porción que aun no basta para mantener el equilibrio de las funciones se- xuales. Los hombres, si bien convencidos unánimemente de que por ley irrevocable están sujetos á la muerte, quando la ven acercarse á su lecho, se atreven al parecer á creerse inmortales, ó imaginar que aun habia algún remedio para evitar su terrible golpe. Todos los interesados calumnian y persiguen al Médico en la casa donde uno muere, aunque sea un octogenario, y su enfermedad declarada in- curable; y como siempre debe quedar un plan opuesto al que se siguió en su asistencia, claman por él incesantemente , con él piensan que se hubiera eximido de pagar el tributo á la naturaleza, y sin de- tenerse á formar un juicio comparativo exacto, reprueban á todos los Médicos, y condenan todos los métodos curativos indistintamen- te , sin embargo de que lo mas común es quedar contentos y sa- tisfechos si el difunto ha sufrido un número competente de sangrías. Este exceso culpable obligó ya al insigne Valles á decir lo si- guiente: ¿Quid ergo agendum? Mittendum , ajunt, sanguinem. ¿Quid de inde ? Mittendum rursus. ¿ Quid post hac ? Mittendum iterum. ¿Misso vero? Nihilpraterea, ¡O brevis formula1. Mérito tanguis vilipenditur. Preveo que muchos, y acaso los mas indulgentes conmigo, pre- tenderán imponerme la obligación de exponer también los abusos y errores que en el extremo opuesto pueden cometerse; pero yo sin SAN a7 obstinarme en negarlos, los creo menos recibidos, porque son me- nos freqüentes, y sus conseqüencias mas fáciles de evitarse, porque por lo menos no tiran directamente á destruir las fuerzas de la vida. Sobre todo, quando ellos lleguen á reynar con tanto despotismo como la flogosis, la. plétora y la sangría, que á la verdad lo con- templo imposible, pudieran producir un trastorno favorable en las opiniones vulgares; pues la experiencia ha acreditado constantemen- te que para huir de un extremo vicioso, y sostenerse en un medio justo é igual, es forzoso tocar siempre en el extremo contrario. Sangría. (Cirug.) * Operación, que consiste en la abertura de una vena, ó de una arteria, con una lanceta para disminuir la can- tidad de la sangre. La abertura de la arteria se llama arteríotomía, y la de la vena se llama flebotomía. Varios Médicos miran á la san- gría como el mejor y mas seguro evacuante; pero no obstante su uso era muy raro entre los antiguos, aunque últimamente se ha he- cho muy freqüente. Dicen que el hipopótamo fué el primero que en- señó á los hombres el uso de la sangría; pues quando este animal está muy lleno de sangre se frota él mismo con un junco puntiagu- do, se abre una vena, y dexa correr la sangre, hasta que sintiéndose ya descargado, se revuelca en el barro para restañarla. Importa poco saber á quién se debe la invención de una ope- ración tan útil, y cuyos efectos han sido conocidos desde los pri- meros tiempos de la Medicina. En el artículo arteríotomía hemos hablado de la abertura de la arteria, y hemos dicho que no podía ha- cerse sino en la arteria temporal: al contrario la flebotomía, pues se pueden abrir todas las venas que se juzgue que puedan dar una sufi- ciente cantidad de sangre. Los antiguos sangraban en la cabeza: i.° La vena frontal, cuya abertura prescribe Hipócrates, en los dolores de la parte posterior de la cabeza: i.° La vena temporal en los do- lores vivos y crónicos de cabeza: 3.0 La angular para curar las of- talmías : 4.0 La nasal en los males cutáneos de la cara, como v. gr. la gota rosácea, y últimamente en la ránula y en la esquinancia. Todas estas venas llevan la sangre á las yugulares; así abriendo la yugular , se produce el mismo efecto que abriendo una de las otras venas, y se produce con mas facilidad y prontitud, porque como las yugulares son mas gruesas suministran mucha mas can- tidad de sangre. En el cuello se abren las venas yugulares externas; en el brazo hay quatro venas que se acostumbran abrir: á saber la cefálica, la mediana, la basílica y la cubital: regularmente se pican las venas en el doblez del brazo; pero pueden abrirse en el antebrazo, en el carpo y en la mano. En el pie se pueden abrir dos venas, la safena interna y la safena externa: estos vasos se abren sobre el maleólo externo ó interno; y si no pueden abrirse estas venas sobre los ma- 28 SAN leolos, particularmente la interna, que es la mas considerable, pue- den abrirse sus ramas, que se extienden sobre elempeyne del pie. Las venas se abren á la larga, al través y obliqüamente; las grandes se abren á lo largo; las pequeñas y profundas al través, y las medianas obliqüamente. Hay dos tiempos que distinguir en la abertura de las venas, el de la punción y el de la elevación: el i.° es el que se necesita para ir de fuera hacia dentro del vaso; y el 2.° es el que se necesita para sacar la lanceta hacia fuera. En el i.° se hace la punción con la punta y los dos cortes, y en el 2.0 se alarga la abertura del vaso y de los tegumentos con el corte superior de la lanceta. Antes de la operación debe prepararse todo lo necesario para practicarla, una compresa, una venda, y algo para recoger la sangre; ademas de esto, para la sangría del pie se necesita una vasija para poner agua caliente, para que por este medio se logre enrarecer la sangre y el que se hinchen las venas; y aun para la sangría del bra- zo se necesita algunas veces quando los vasos no se manifiestan bas- tante. El Cirujano necesita á lo menos una persona que tenga la luz y el vaso destinado para recibir la sangre, y que al mismo tiempo pueda socorrer al enfermo en caso de desmayo ú otro accidente. Durante la operación debe estar el enfermo en una situación cómoda; y si está expuesto á desfallecerse debe estar tendido. Se busca el lugar en que está la arteria y el tendón; se hace la liga- dura á la distancia de tres ó quatro dedos del parage en que debe picarse. Se hacen algunas fricciones en el antebrazo con el dedo ín- dice, y el del medio. Después de haber escogido el vaso que debe abrirse se saca una lanceta, se abre en ángulo recto, y se mete ent la boca la extremidad del mango, de modo que la punta del instru- mento esté vuelta háeia el lado del vaso que debe abrirse. Se re- piten otras friegas, y se sujeta el vaso poniendo el pulgar sobre él tres ó quatro dedos mas abaxo del parage en que se ha de picar: luego se toma la lanceta por su talón con el dedo índice y el pul- gar ; se doblan estos dos dedos; se ponen las extremidades de los otros sobre la parte para asegurar la mano; se lleva luego la lanceta con suavidad hasta introducirla en el vaso t y se agranda la abertura al sacar la lanceta. Se hace que el enfermo coja el lancetero ú otro euerpo en la mano del brazo picado, y que lo mueva, para hacer pasar mas aprisa la sangre con el movimiento de los músculos. Mien- tras va saliendo la sangre se pone la mano baxo el antebrazo para sostenerlo. Quando la sangre no sale encarnada se afloxa mediana- mente la ligadura; se pone la abertura de los tegumentos frente por frente de la vena , ó se hacen tomar diferentes situaciones á aquella abertura. Después de la operación, quando se ha sacado la cantidad suficiente de sangre, se quita la ligadura; se aproximan los labios de la solución tirando un poco los tegumentos con el dedo; sepa- SAN 29 De la compresa 6 cabezal sobre la abertura, y se aplica la venda. Ademas de lo dicho se ofrecen varias observaciones sobre esta operación, según el lugar en que se hace. En la sangría del brazo: 3.° El vaso que debe abrirse está puesto directamente algunas veces sobre el tendón del músculo viceps, que hace una salida en ciertos sugetos. Entonces es menester poner en pronacion el vaso de la per- sona que se sangra; y este tendón, que está pegado tras de la pe- queña apófisis del radio, se oculta, por decirlo así, y se hunde: 2.0 No se debe picar jamas como el vaso no sea sensible al tacto, aun quan- do las cicatrices lo indicasen. Hay vasos que no se perciben hasta al- gún tiempo después de estar hecha la ligadura, y otros que es ne- cesario hacer hinchar, metiendo el brazo en agua caliente : 3.0 Si la proximidad del tendón 6 de la arteria, junto con la pequenez del vaso, hace prever algún riesgo en sangrar en el doblez del vaso, es menester abrir la vena en el antebrazo, en el carpo, y aun en la mano: 4.0 Quando los vasos se deslizan es menester sujetarlos, poniendo sobre ellos el dedo pulgar, ó cogiendo con la mano el antebrazo por detras: esto último los contiene con mas seguridad. 5.0 Una de las reglas mas importantes del arte de sangrar consiste en llevar la lanceta mas ó menos obliqüamente sobre el cutis á pro- porción que el vaso está mas ó menos hondo. Si está muy hondo es menester levar la punta de la lanceta casi perpendicularmente, pues sí se introduce con mucha obliqüidad, podría pasar por encima: si el vaso está tan hondo que no se pueda percibir sino por el tac- to , es menester no perder de vista el parage en que se le ha sen- tido, y será bueno señalarlo con la uña: se aplica allí la punta de la lanceta, se hunde con suavidad hasta que haya entrado en el vaso, lo que dan á conocer una leve resistencia y algunas gotas de san- gre; entonces se agranda la abertura con el corte superior de la lan- ceta al retirarla. Como son regularmente las personas gordas las que tienen los vasos muy hundidos, están casi siempre rodeados de mu- cha gordura, que los aleja de la arteria, del tendón y de la aponeu- rosis: 6.° Quando los vasos son aparentes están algunas veces so- bre el tendón, sobre la aponeurosis, ó sobre la arteria. Para abrir- los es menester llevar la lanceta casi horizontalmente; quando está en la cavidad del vaso se levanta la mano para agrandar h aber- tura con su corte, evitando de este modo el tocar á las partes que se podrían lastimar. Para la sangría de la yugular se observan algunas particulari- dades. El enfermo se incorpora, y se le pone en la espalda y en el pecho una servilleta con varias vueltas: se pone la ligadura como se ha dieho (V. ligadura.): se aplica el dedo pulgar sobre la liga- dura , y el otro sobre la vena para sujetarla; y luego se hace la aber- tura como en la sangría del brazo. Si la sangre no sale bien, se le 30 SAN hace mascar al enfermo un pedazo de papel, y si corre á lo largo del cuerpo, se le hace una especie de canal con un naype aplicado debaxo de la abertura, de modo que haga ir la sangre á la taza : des- pués de la operación se aplica una compresa y un vendaje circular al rededor del cuello. Para hacer Ja sangría del pie se mete en agua caliente, y des- pués se pone sobre la rodilla: se aplica la ligadura por encima del maleólo: se vuelve á poner el pie en el agua mientras se prepara la lanceta, que se pone en la boca. Se saca el pie; se enxuga y apli- ca la planta contra la rodilla; se busca el vaso; se le sujeta después de haber hecho algunas fricciones, se le abre evitando picar el pe- riostio del maleólo, ó los tendones que se hallan en el pie; se vueU ve á meter el pie en el agua , y quando se juzga haber sacado la can- tidad suficiente de sangre, se quita la ligadura, se enxuga el pie, se aplica la compresa, y se hace el vendaje que llamamos estribo. Se debe sangrar con la mano izquierda el brazo y pie izquierdo, y con la mano derecha el brazo y pie derecho. Los accidentes de la sangría son leves ó graves. Los leves son la sangría blanca, que es quando no se abre el vaso por no tomar las precauciones que hemos prescrito, ó porque el enfermo retira el brazo; el equimosis, el dolor y la hinchazón por haber picado algunos nervios: los accidentes graves son la picadura de la apo- neurosis y del periostio, que algunas son seguidas de dolores y de abscesos, la picadura del tendón, y finalmente, la abertura de la ar- teria. (V. aneurisma.) Mr. Quesnay ha hecho un excelente tratado de Cirugía sobre el arte de curar la sangría; hay también un trata- do particular sobre el arte de sangrar por Meurisse, y otro que está mas al alcance de todos los principios de Cirugía de Mr. De la Faye. * SANGUIFICACION. (Fisiol.) Se llama así la mutación del quilo en sangre. En los artículos digestión , canal torácico ir respiración se hallan explicados todos los fenómenos y mecanis- mo con que se hace esta mudanza y reparación. SANGUIJUELAS. (Terapéut.) Los efectos que la succión de las sanguijuelas produce sobre las propiedades del sistema de la cir- culación, dice Alibert, de quien extractamos este artículo, son in- contestables ; estos anímales son un socorro preciso para la Terapéu- tica, y para la Materia Médica: los antiguos conocian bastante este medio curativo , porque Plinio habla de él en sus obras, como igual- mente Galeno y sus predecesores. Es cierto que por los progresos recientes de la historia natural se han adquirido nociones mas exactas y completas sobre la sanguijuela medicinal. El tomo vn de las Amenidades Académicas de Linneo, y las Actas de la Academia de Stockolmo, contienen detalles dig- nos de consultarse con interés. Mr. Durondeau la da por carácter SAN 5I distintivo el tener la espalda dividida paralelamente en tres partes casi iguales, y quatro líneas longitudinales amarillas sobre una de verde obscuro. „La mitad de las partes laterales de la espalda está ocupada por una especie de galón, compuesto de granitos negros co- locados en fila, asidos los unos á los otíos por un adorno ama- rillo en forma de cadena; el borde superior de la línea lateral ex- terna está adornado con una igual decoración, la que es un poco flotante y saliente , quando nada el animalillo , y le sirve de aleta; el vientre está manchado de amarillo sobre un fondo azul turquíj toda la piel es untuosa y crasa &c." Durondeau da ademas otros detalles que interesan mas á los Naturalistas que á los Médicos. Habian colocado á las sanguijuelas entre los animales de sangre blanca; pero las observaciones de Mr. Cuvier han demostrado que tienen realmente sangre roxa, distinta de la que chupan, y conteni- da regularmente en su conducto intestinal. El líquido de que trata- mos está sujeto á una verdadera circulación por medio de un mo- vimiento alternativo de sístole y diástole muy perceptible. Mr. Cu- vier ha descrito igualmente los vasos que contienen esta sangre roxa, que forman quatro troncos mayores, dos de los quales son latera- les, uno ventricular, y el otro dorsal. Observa este célebre Anató- mico que los dos primeros difieren esencialmente de los dos últi- mos; pero que no ha podido distinguir los arteriales de los ve- nosos. ,,Los dos vasos laterales, dice él, van de un extremo al otro del cuerpo, y se juntan por ramas, formando una especie de red: estos dan solamente unas ramas dispuestas alternativa y obliqüamen- te , que se subdividen como de ordinario ; el segundo se halla colo- cado precisamente baxo el cordón medular de los ganglios, del qual salen todos los nervios." Esta interesante observación de Mr. Cuvier obliga necesariamente á los Naturalistas á mudar la denominación de los animales designados comunmente baxo el título de animales de sangre blanca. Está probado que las sanguijuelas pueden vivir larguísimo tiem- po sin la intervención del ayre atmosférico. Mr. Durondeau ha me- tido muchos de estos animalitos baxo el recipiente de la máquina pneumática; y habiendo extraído el ayre , no ha observado que se hayan hallado sensiblemente incomodados; y al contrario los ha visto moverse y agitarse en el agua sin experimentar fatiga, ni in- comodidad alguna sensible, aunque hayan estado privados del ayre atmosférico cerca de ocho dias. A mas de esto consta por expe- riencia que las sanguijuelas colocadas en un cubilete lleno de aceyte suben y baxan como si se encontraran en medio del agua. No se ignora, sin embargo, que el aceyte mata en pocas horas los gu- sanos de tierra, las orugas, y otros animalillos provistos de tra- queas , ó de aparato respiratorio. 3* SAN Las sanguijuelas pueden soportar una dilatada abstinencia, y pa- sarse mucho tiempo sin comer alimento sólido alguno. Mr. Duron- deau alega muchas razones para explicar este fenómeno, y dice en primer lugar, que el movimiento peristáltico de los intestinos de es- tos animalillos, es de una lentitud extrema: en segundo, que estos in- testinos están guarnecidos de un gran número de válvulas conniven-" tes: en tercer lugar, que el canal alimentario, que es de una textura la mas delgada, está terminado por un anillo musculoso, muy só«« lido , que impide el que se evacué cosa alguna por las vías posterio- res del animal, antes que la última porción intestinal haya sido es- timulada fuertemente por el peso, ó la acritud de las materias ex-» crementicias. Esta disposición anatómica observada por Mr. Durondeau ilus* tra una enfermedad particular de las sanguijuelas, sobre la que ha llamado la atención Mr. Vauquelin; estos animales son tan vora- ces , que quando se les presentan quajarones de sangre para pescar- los,, los engullen con la mayor ansia, en cuyo caso adquiere sa cuer- po mayor volumen , y hace que sean de mejor venta; pero la san- gre que tragan de este modo se coagula en sus intestinos, y no pue- den digerirla; en cuyo caso se observa que estos animales se hacen hodosos, y que perecen en cierto modo de indigestión. Mr. Vau- quelin observa que estas sanguijuelas ocasionan también la muerte á hs que no han comido , siempre que se hallen reunidas en una mis- ma vasija ; porque las que no han comido chupan á las que están lle- nas de sangre &c. Ya se dexa entender el cuidado que deben tener los boticarios para evitar semejantes inconvenientes quando hacen emplastos de Sanguijuelas, como igualmente que no se deben dexar seducir por el grueso que manifiestan en ciertas circunstancias. Las sanguijuelas habitan las aguas dulces, y se dice que quan- do hay muchos peces en un estanque los exterminan chupándolos U sangre, en cuyo caso echan los economistas bastante sal para ex- terminarlas. Se refiere que muchas personas han tragado por descui- do estos animales al tieiripo de beber agua, y que este accidente ha sido freqüen temen te mortal, para cuyo objeto se puede consul- tar la Memoria interesante de Duna, inserta entre las de la Socie- dad Real de Ciencias de Turin, en la que hace mención de una es- pede nueva de Sanguijuela, comunmente mas pequeña que las de- mas , que descubrió en lo profundo de las fuentes que están sobre los altos Alpes en los sitios méno;s expuestos al sol ^ y á la que los habitantes de aquellos lugares llaman sioure ó soure. Esta especie es muy dañosa, tanto para los hombres, como para las bestias quando las tragan en la bebida , y los síntomas que ocasiona son los mas te- mibles; lo primero que se experimenta es una sensación de erosión en el estómago, cólicos atroces, náuseas continuas, rechinamiento SAN 33 de dientes/agitaciones, delirio, furor , hipos, vómitos, convulsio- nes , y h muerte antes de veinte y quatro horas. Los campesinos de esta comarca para remediar semejante accidente usan de sal, acey- te y agárico. El poder que tienen las sanguijuelas de chupar la sangre de los animales ha determinado universahnente á los Médicos á servirse de ellas para este efecto. Para conservar bien estos animalitos en in- vierno y en verano es necesario meterlos en una redoma llena de agua, que no esté muy sucia ni corrompida; se cierra la boca de este vaso con un lienzo no muy tupido, ó que tenga pequeños 2gu- jeritos para dar paso al ayre: aunque esta precaución parece su- perflua, pues que según los ensayos de Mr. Durondeau , viven lar- go tiempo en el vacío ; el agua se debe remudar cada quatro dias, y es preciso tener cuidado deque no esté demasiado fría, porque per- derían su vivacidad. En efecto, si se consideran estos animalillos en sus aguas naturales, se ve que no sobrenadan antes que el agua se halle un poco caliente por el calor de la primavera ó por el del sol. Ya se ha dicho bastante en quanto á la historia natural de las sanguijuelas; pasemos á considerarlas baxo las relaciones de sus ven- tajas medicinales. Pringle hace el mayor elogio de este remedio en su bella obra de las enfermedades de los exércitos; á la verdad hay una multitud de casos en que el uso de las sanguijuelas es mas acomodado que el de la lanceta ó del bisturí. Algunas veces se em- plean para la sangría de la arteria temporal y de las venas yugula- res , que es muy diPcil practicar ; ademas suplen en varios casos las escarificaciones ó incisiones que no se pueden executar. Stahl observa una ventaja particular, que distingue á las sangui- juelas , y es la de poderlas aplicar á ciertos lugares en que no es fácil emplear otros medios que se querrían usar; tal es el sitio de las almorranas, sobre todo en aquellas personas que las padecen por la primera vez, y que experimentan entonces todos los sínto- mas precursores de su erupción. Como las opresiones, las cardial- gias, los espasmos, los dolores hipocondriacos é histéricos, y dife- rentes afecciones gotosas son en semejante caso el resultado de un conato hemorroidal, las sanguijuelas es: el remedio mas eficaz pa- ra disiparlo, ó á lo menos para calmarlo. Las ventajas de estos animales en semejantes casos se deducen de la experiencia y de la razón. Siempre que una fluxión demasiado inflamatoria ocupa un sitio muy determinado, y ha llegado á su mayor grado de elevación, las sanguijuelas son mas convenientes que las sangrías; así es que son excelentes para la curación de todas las flegmasías locales. Obran también maravillosamente en la odontalgia, en los dolores ciáticos, en las afecciones reumáticas, como se ha experimentado en el hos- TOMO VII. E 34 SAN pital de San Luís. Por lo mismo es útilísima su aplicación en todas las afecciones de qualquiera especie, que resulten de la supresión del fluxo hemorroydal. Las reglas que se prescriben comunmente para la aplicación de las sanguijuelas son simples y fáciles. Como estos animales se agarran á la piel con tanta mayor facilidad quanto se hallan mas ham- brientas , es muy conveniente dexarlas por espacio de una hora en un vaso lleno de agua antes de aplicarlas. Si acaso no quieren agar- rarse, se frota la parte con un poco de leche ó de sangre, ó se hace también una heridita superficial, ó como hacen algunos, se hume- dece la parte con agua azucarada. Es necesario determinar el nú- mero de ellas para obtener una cierta cantidad de sangre, porque las de un grueso ordinario pueden extraer cerca de una onza. Algu- nos pretenden que se les corte la cola para hacer una sangría mas abundante; pero este método es demasiado defectuoso. Quando las sanguijuelas están bien hartas se desprenden por sí mismas; y sería una imprudencia arrancarlas con violencia, porque podian dexar alguno de sus dientes pegado á la piel, y ocasionar heridas difíciles de curar; por tanto es mas acertado dexarlas hasta que estén enteramente llenas, á no ser que la debilidad del enfer- mo no lo permita; en cuyo caso basta ponerles un poco de sal so- bre la espalda para que se desprendan. Después que se han despren- dido se puede mantener la evacuación de la sangre por mas ó menos tiempo, según lo requiera el caso, con solo dirigir hacia la parte el vapor del cocimiento de malvavisco ; y por el contrario se detiene el curso de la sangre con vinagre ó alcohol. Hay diversos arbitrios para aplicar las sanguijuelas: unos recur- ren á un tubo de metal para agarrarlas y aplicarlas al sitio de don- de se quiere extraer la sangre; pero Mr. Brumnghausen, Profesor de Wurtzburgo, ha propuesto un tubo de vidrio blanco abierto por ambas extremidades, y que estén bien lisas y amoladas, y un émbolo que corra fácilmente todo lo largo del tubo; se introdu- ce en el tubo el animal, y se aplica sobre la piel la extremidad ha- cia la qual se ve que se arrastra, y en caso de que no se adelante, se arrempuja con el émbolo hacia el lugar destinado, y se agarra entonces prontamente ; algunas veces el animal da vueltas en el tubo y se desvia de la cutis, en cuyo caso se transporta el émbolo al otro lado, y se aplica la extremidad opuesta al sitio en que se pretende que se agarre la sanguijuela; y así es que por medio de este instru- mento se dirige el animal al lugar que se quiere desangrar. Pero to- dos estos arbitrios son poco usados en el exercicio del arte, por ser vanos y superfluos; lo que generalmente se acostumbra es agarrarlas con un trapo, y proceder á su aplicación por este único y simple mecanismo. Este es el consejo que da el autor de la disertación so- SAN 3Í bre las sanguijuelas en la colección de las Amenidades académicas de Linneo. Sanguijuela. (Med. Terap.y Cir.) *La sanguijuela sirve en la Medicina para hacer en ciertas partes del cuerpo unas sangrías poco abundantes. Este medio de sacar sangre parece que fué desco- nocido á Hipócrates y á los Médicos que le siguieron hasta Temi- son. Desde el tiempo de este autor se han usado en varias enferme- dades , mas ó menos según las opiniones y los países. Para aplicar las sanguijuelas se escogen las mas chicas de las que están rayadas por encima, y que nacen en el agua menos turbia. Se las pone hambrientas teniéndolas algunas horas fuera del agua; se frota suavemente lavando la parte á que se quiere aplicar; y en- tonces tomándola por la cola con un pedazo de lienzo, se la po- ne en el parage frotado , ó se la hace baxar por una botella que tenga el cuello angosto, por un tubo ó por un cañón qualquiera sobre aquella parte : si no quisiere agarrarse allí, se echan algunas go- tas de sangre de pollo, ó bien de leche; se pica la parte con un al- filer para hacer salir un poco de sangre, y quando no, se aplican otras, ó se aguarda que un ayuno mas largóle haya excitado el gusto á la sangre que queremos que chupe. Quando la sanguijuela está sa- ciada cae por sí misma; y si queremos que saque mas cantidad de sangre , deberemos cortarle la cola , pues por aquella herida perderá una parte de la que acaba de chupar, y procurará reparar aquella pérdida. Esta aplicación de sanguijuelas se repite hasta que se haya satisfecho la indicación. Si tardasen demasiado en desprenderse, no se deberá arrancar con violencia , por no acarrear una inflamación, sino que se le deberá echar una corta cantidad de agua salada, de aceyte de tártaro , de cenizas ó de saliva, sobre la cabeza. Después del desprendimiento de las sanguijuelas queda una heridita causada por su trompa , que algunas veces causa una hemorragia que se man- tiene con el vapor del agua caliente, ó con los baños de agua tibia, y que se cura comunmente con los astringentes vulnerarios mas sua- ves, con hilas raspadas, ó con espíritu de vino: sin embargo algu- nas veces ha sido preciso acudir á los mas fuertes. La aplicación de las sanguijuelas es útil siempre que conviene hacer alguna sangría pequeña local en una parte en que hay una plenitud particular, y en que la situación de los vasos, el estado débil y caquéctico del enfermo , y lo largo de la enfermedad no per- miten abrir grandes vasos. Así es que son útiles en las sienes y tras las orejas en los delirios y dolores de cabeza; que lo son también en las enfermedades inflamatorias de los ojos, aplicándolas en el ángulo mayor; que son un remedio excelente contra los varios ma- les que puede producir la supresión del fluxo hemorroydal, ponién- dolas sobre los tumores que forman las várices; y aun en todos es- 3« SAN tos cacos tienen una gran ventaja á la sangría, que es la de atraer los humores sobre la parte á que se aplican por la irritación que cau- sa. Nos servimos igualmente de sanguijuelas para sacar sangre de los brazos y pies de los niños y de los que temen la sangría, ó de aquellos cuyos vasos son difíciles de abrir: se aplican en la parte su- perior del muslo para facilitar el curso de las reglas, y en el cuello para curar la esquinancia; pero estos dos últimos usos están en el dia enteramente abandonados. Los Cirujanos eH la operación de las sanguijuelas prefieren siem- pre las mas chicas por ser menos dolorosa su picadura, y entre ellas escogen las que están rayadas por encima. No tengo por imposi- ble que los antiguos hayan aprendido de estos insectos el uso de la sangría; pues todos sabemos que quando los caballos en primavera se meten en los estanques y ríos para buscar la yerba, unas gran- des sanguijuelas, que se llaman sanguijuelas de caballos, se les cla- van en las piernas y en las ancas, les pican una vena, y causándo- les una hemorragia abundante, los pone mas sanos y mas vigorosos. Si contra toila verosimilitud Temison no es el primero que ha usado las sanguijuelas, á lo menos siempre es el primero que ha hecho mención de ellas; Hipócrates no las ha citado en parte al- guna, y Celio Aureliano no ha dicho nada de ellas en los extrac- tos que ha hecho de los escritos de los que han practicado la Me- dicina desde Hipócrates hasta Temison. Los discípulos de Temison se servian de sanguijuelas en muchas ocasiones, y algunas veces apli- caban ventosas á la parte en que habían estado las sanguijuelas para sacar mayor cantidad de sangre. Galeno no hace mención alguna de este remedio probablemente por pertenecer á la secta Metódica que él despreciaba: de las sanguijuelas se habla en un tratado imperfec- to intitulado, De cucurbitulis, de escarijicacione, de sanguisu- gis &c. , obra que sin ningún fundamento se atribuye á Galeno; pues Oribaso, que ha escrito sobre las sanguijuelas, lib. 7 , dice que ha sacado quanto refiere de ellas de Antilo y de Menemaco, uno y otro de la secta Metódica, ó á lo menos este último. Es muy probable que la invención de este remedio se debe al vulgo. La sanguijuela es, como sabemos, una especie de insecto ó gu- sano aquático, que aplicado al cuerpo atraviesa la cutis , extrae la sangre de las venas, y algunas veces proporciona la salud con aquella evacuación. Por esto la han usado desde muy antiguo los Médicos griegos y romanos; y como las hay de varias especies, no será fue- ra del caso que establezcamos algunas reglas para determinar la elec- ción. Primeramente deben escogerse las que se hayan sacado de los arroyos y nos, cuya agua sea clara, pues estas son las mejores Las que se hallan en los lagos, en los estanques, y en las aguas panta- nosas son impuras, y excitan á veces dolores violentos, inflamado- SAN 37 nes y tumores. Los Cirujanos mas experimentados prefieren también las que tienen la cabeza chica y puntiaguda, cuyo dorso tiene al- gunas líneas verdosas y amarillas, y que tienen el vientre de un amarillo roxizo ; pues quando tienen la cabeza ancha, y el cuerpo de un azul muy obscuro , suelen ser de una especie maligna. Pero siempre conviene tomar una precaución , y es de no aplicar jamas las sanguijuelas recientemente sacadas del rio ó de las aguas turbias; es menester tenerlas antes en un vaso de agua pura, y mudar de quando en quando aquella agua, en la qual se purgarán de lo que puedan tener de salado y venenoso. Después de uno ó dos meses de tenerlas de este modo, podremos servirnos de ellas con seguridad. Antes de aplicar las sanguijuelas se las debe sacar del agua y tenerlas por algún tiempo en un vidrio ó vaso vacío, á fin de que hambrien- tas agarren bien la cutis y saquen mayor cantidad de sangre. Las partes en que deben aplicarse son regularmente las sienes, ó detras de las orejas, si la cabeza y los ojos están afectados por abundancia de sangre, y sobre todo si el enfermo tiene calentura acompañada de delirio. También algunas veces las aplicamos muy útilmente á las venas del recto quando hay hemorroidas ciegas y dolorosas: las sanguijuelas no traerán menos provecho en las hemorragias de la nariz y en los vómitos y esputos de sangre, pues son muy propias para procurar una revulsión, sobre todo quando la hemorragia pro- viene de la obstrucción de las hemorroides. Antes de aplicar la sanguijuela se principia á frotar la parte hasta que esté caliente y encarnada. Luego se toma el animal por la cola con un pedazo de lienzo, y se le aplica sobre el lugar que quere- mos que se agarre. Quando convenga aplicar muchas sanguijuelas deberá hacerse sucesivamente del modo que acabamos de indicar. Quando no quieren agarrarse, convendrá humedecer la parte con un poco de agua caliente, ó con sangre de pichón ó de pollo ; y si to- do esto no fuese suficiente, será menester escoger otras. La apli- cación de las sanguijuelas á la carúncula en el ángulo mayor del ojo después de la sangría se hace con muy buen éxito en las enferme- dades inflamatorias de este órgano. También será muy bueno un- tar la parte en que queremos que prendan las sanguijuelas con le- che ó azúcar. Las heridas que hayan dexado las sanguijuelas podre- mos lavarlas con agua caliente y curarlas con un emplasto vulnera- rio ; pero regularmente se curan sin remedio ninguno. La hemorragia continúa regularmente durante algún tiempo, y algunas veces durante dos horas, y ann mas, después de haber caido las sanguijuelas. Esta efusión de sangre se puede contener en poco tiempo, ó bien por la compresión ó por la aplicación de un estícti- co, como aguardiente con un poco de colcotar pulverizado. Pero es mas común teuer que bañar la parte con agua caliente para que 38 SAN salga mas libremente la sangre quando no sale una cantidad que cor< responda al designio que nos habíamos propuesto aplicando las san- guijuelas. * SANIDAD. (Hig.) Es aquel estado del cuerpo vivo en que el individuo puede exercer sus funciones y acciones con facilidad , cons- tancia y sin incomodidad alguna , hallándose todos sus órganos con igual vigor y actividad. Por esta última circunstancia puede distin- guirse en cierto modo la sanidad de la salud, pues el que goza de esta puede sin embargo no tener igual vigor y robustez en todos sus órganos; pero generalmente se tienen estas voces por sinónimas. Las reglas para conservarla salud y precaver las enfermedades constitu- yen una parte de la Medicina llamada Higiene. (V. este artículo.) SANTA CRUZ. (Alfonso) (Biog.) Padre de Antonio Ponce, Proto Médico Real, escribió: Dignotionem et curam affcctuum melancholicorum. Esta obra se halla entre los Opúsculos médicos y filosóficos de su hijo. Madrid 1622, fol. SANTORIO. (Biog.) Profesor de Medicina en la Universidad de Padua: era de Istria, ciudad del Estado de Venecia, y floreció al principio del siglo xvn. Después de haber estudiado la naturale- za por largo tiempo , reconoció que lo superfluo de los alimentos que se retienen en los cuerpos produce una multitud de enfermeda- des. Le pareció que la transpiración por los poros es el mejor re- medio que la Medicina puede emplear. Esto es lo que obligó á hacer experiencias para convencer á todos de esta verdad. Quieren decir que se ponia en una balanza después de haber pesado los ali- mentos que tomaba, y que por este medio llegó á determinar el peso y la cantidad de la transpiración insensible. Con este motivo compuso su tratado pequeño intitulado: De Medicina stática aphorismi, en Venecia año de 1634, en 16.0; la edición dada por Noguez en el año de 1724, dos tomos en 12.0, con los Comenta- rios de Lister y de Baglivi es la mejor. Estiman también la de 1770 en 12.0 por Mr. Lorri. Esta obra interesante está toda fundada sobre la experiencia; ha sido traducida al francés por le Bretón baxo este título: la Medicina estática de Santorio, ó el arte de conservar la salud por la transpiración, é impresa en Paris año de 1722 en 12.0: hay también de este Médico Methodus evitandorum errorum qui in arte medica contingunt &c., en Venecia año de 1630 , en 4.0 Este admirable autor escribió desde el año de 1600 hasta el de 1634: ignoramos el año de su muerte. D. H. SANTÓNICO. ( Mat. Méd.) El santónico se saca de la arte- misa judaycade Linneo, y regularmente el que se vende tiene la fi- gura de unas cabecitas oblongas escamosas de poco peso mezcladas con fragmentos de ramitos, hojas y membranas, de un color verde tirante á pardo ó amarillo, de sabor acre y amargo, y de un olor fuerte y nauseabundo. Esta substancia es un antielmíntico muy eficaz y enérgico: la dosis común es de media dracma, que se toma á cucharadas con el te : se hacen con él varias preparaciones que ni destruyen ni debilitan sus propiedades medicinales. SARAMPIÓN. (Véase el género iv de la clase de inflamacio- nes , orden exantemática.) SARCOCELE. (Cir. )*E1 sarcocele es un tumor que se forma en el testículo, y que viene acompañado de renitencia, sin dolor, á lo menos en su principio, y que crece poco á poco. Regularmen- te es el cuerpo del mismo testículo aumentado de volumen por el crecimiento de su substancia y el infarto de sus vasos: esta voz vie- ne del griego, y significa carne y hernia. Los antiguos, con rela- ción al sitio del tumor y por su semejanza con las que se forman por la dislocación de las partes, le llamaron sarcocele, y le com- prehendiéron en el género de las hernias falsas ó humorales. Las causas externas del sarcocele son los golpes, las caídas, las contusiones, las frotaciones y las fuertes compresiones; las cau- sas internas provienen del espesamiento de la linfa nutritiva y de la retención de la materia prolírica ó de los virus venéreos cancerosos y escrofulosos. El efecto de estas diversas causas puede ser muy pron- to y formar una enfermedad aguda é inflamatoria que se combate con el régimen severo , con el uso de los diluentes, de las sangrías repetidas, y con la aplicación de cataplasmas anodinas y resoluti- vas; pero propiamente no damos el nombre de sarcocele sino al in- farto inveterado y permanente del testículo. El uso inconsiderado de los resolutivos muy activos puede causar la enduracion del sar- cocele , que primeramente se pone esquirroso, y luego puede dege- nerar en cáncer. Conviene distinguir exactamente el sarcocele de otras especies de tumores de los testículos, con las quales podrían confundirse. Se distingue fácilmente de la hernia intestinal ó epiploiea, pues en el sarcocele la ingle está libre, á menos que haya complicación de las dos enfermedades, lo que podrá conocerse por los signos particula- res que las caracterizan. ( V. hernia.) Foresto cita el exemplo de un hombre que tenia un tumor duro en el testículo como un esquir- ro que estiraba el escroto; aquel hizo progresos durante cinco años: todos creían que era un sarcocele; el tumor se puso blando con la aplicación de los emolientes y madurativos; luego se rompió , y la evaquacion de una gran cantidad de agua hizo baxar el escroto y el testículo, y el enfermo curó radicalmente. En esto se conoce que era un hidrocele, al qual hubieran podido aplicar un remedio mu- cho antes si no hubieran errado el diagnóstico. No toda la substancia del testículo está comprehendida siempra en el tumor: el sarcocele np se presenta algunas veces sino como 40 SAR un.i excrescencia carnosa que se forma en el mismo cuerpo del tes- tículo, y el tacto es el que ha de conocer el estado preciso de las cosas. El pronóstico del sarcocele es diferente según su volumen y los progresos mas ó menos rápidos que ha hecho, y según las dispo- siciones que tiene á no variar de carácter , ó á supurar si se pone ílemonoso, ó á degenerar en cáncer si es de una especie esquirrosa. Regularmente se espera muy poco de los medicamentos para la curación de esta enfermedad: los remedios generales, que son las sangrías, los purgantes y los baños preparan el buen efecto de los fundentes aperitivos, y de los emplastos discutientes , tales co- mo los dexabon, de cicuta &c. Rulando prescribe como un gran remedio el bálsamo de azufre, untando el tumor con él por ma- ñana y tarde: otros aprecian mucho un emplasto hecho con goma amoniaco , bdelio, sagipeno disuelto en vinagre , con la adición de algunas grasas y aceytes emolientes y resolutivos : las friegas mercuriales locales y el emplasto de Vigo son convenientes para el sarcocele venéreo, y también pueden tener buen efecto si es escro- fuloso. (V. escrófulas.) Fabricio de Aquapendente dice refiriéndo- se á Matioío, que el polvo de raiz de gatuña, tomado interior- mente durante algunos meses, tiene la virtud de curar el sarcocele. Sclutet asegura haberse servido de ella varias veces con muy buen efecto; pero si á pesar de estos remedios el tumor continúa hacien- do progresos, será absolutamente preciso pasar á la operación que debe practicarse diversamente según los casos. Si el tumor es esquirroso, y los dolores principian á manifes- tarse en él, es señal que degenera en cáncer; el carácter especial del dolor servirá para hacer juzgar de él con seguridad ; en tal caso será lancinante. (V. cáncer.) En este caso conviene no diferir lá estirpacion del testículo. (V. castración.) Este también es el par- tido mas seguro para la curación de los sarcoceles inveterados, y so- bre todo quando son de un volumen considerable. Muñí ha visto sacar un testículo que pesaba mas de veinte onzas, y el enfermo curó. Fabricio de Aquapendente hizo la misma operación con un tes- tículo carcinomatoso, tan grande como su sombrero, y el enfermo curó al cabo de veinte dias: cortó también otro testículo entume- cido que parecía muy sano por afuera, pero que estaba enteramente podrido por adentro : el motivo que en aquel caso le induxo á la operación fué la resistencia de aquel tumor inveterado á la acción de los remedios. No siempre es necesario hacer la operación. Hay autores que proponen otros dos métodos, que se dirigen á la conservación del testículo: quando aquella parte no está entumecida en toda su subs- tancia , y que el sarcocele es un tumor particular que se forma en la superficie , aconsejan algunos autores que se haga una incisión en SAR 41 la piel del escroto á lo largo del tumor á fin de extirparlo sin tocar al testículo: se hará supurar la base que estaba adherente por medio de ungüentos digestivos; otros prescriben la aplicación de la piedra infernal para el mismo fin : después de derribar la escara prosiguen la destrucción total del tumor por remedios cateréticos, lo que pue- de salir bien en algunos casos; pero son remedios muy dolorosos y expuestos al inconveniente de hacer supurar completamente, ó de ha- cer caer en podredumbre gangrenosa la parte que nos propone- mos conservar , por lo qual nos parece mas del caso la incisión: esta se hace de varios modos; y no todos aprueban que se des- cubra el tumor en todo su largo. Munis y algunos otros Prácticos extrangeros prescriben una abertura muy pequeña, que debe hacer- se á la parte superior del escroto, en el qual por medio de una tienta se introducirán remedios supurantes para hacer supurar la masa carnosa; á cada cura se tendrá cuidado de limpiar la úlcera sin exprimir todo su pus, á fin de que sirva para consumir el tumor. Esta es la razón de la elección de la parte superior del tumor para el lugar de la incisión; pero yo hallo que este modo de proceder en la curación del sarcocele está copiado de Fabricio de Aquapen- dente , que lo propone para la curación de los hidrosarcoceles, y des- cribe su curación en esta forma : Se hará una abertura mediana en el escroto en su parte no muy declive, ó enteramente inferior, si no en la parte medía; por esta pequeña incisión se dará salida á la agua contenida en el tumor; luego se introduce una tienta muy lar- ga con un ungüento supurante, tal como la mezcla de trementina con incienso, yema de huevo y manteca; por encimase aplica un emplasto emoliente y supurante, como el diaquilon gomado. Se observará, continúa nuestro sabio Práctico , que aunque haya signos de que el escroto está lleno de pus, conviene sin embargo no de- xarlo salir, sino mantenerlo expresamente dentro con mucho cui- dado, para que poco á poco sirva á la putrefacción del tumor; es menester perseverar siempre con los remedios madurativos, hasta que la supuración haya consumido enteramente el tumor, lo que no se logra sino con el tiempo: este método, dice el autor, es muy segu- ro y sale siempre bien para destruir las hernias carnosas, sea qual fuere su volumen. Creo que debamos atenernos á la decisión de tan gran Maestro; y sin duda este medio es preferible á la castración, ex- cepto en algunos casos particulares en que parece indispensable. Se han visto accidentes mortales causados por la abertura prema- tura de sarcoceles supurados; y con razón dice expresamente Fa- bricio , que no conviene mudar de remedios sino atenerse solo á los madurativos durante la supuración: se ve quan alterada habia sido por los copistas la descripción de este método, y por consiguiente, quanto interesa el acudir siempre á las primeras fuentes para cercio- TOMO VII. F 4* SAR rarse de una verdad. Dionisio refiere en su tratado de operaciones que un sugeto tenia un sarcocele desigual, duro como una piedra, de un pie, tres pulgadas y seis líneas de largo , y de un píe y tres pulgadas de ancho por delante ; aquel tumor pesaba unas sesenta libras.* SARCOCOLA. (Mat. Méd.) Es una goma de color amari- llento, de sabor dulce fastidioso, la qual viene de Persia y de la Ara- bia feliz, y la produce, según dicen, un arbusto espinoso, cuyas hojas se asemejan en su figura á las del sen. Se le da este nombre por ser propia para consolidar las carnes, según Galeno ; y en efec- to, es astringente, detersiva, digestiva y aglutinante, y se emplea en varios colirios para las enfermedades de ojos, y en emplastos y ungüentos para las heridas. SARCOLOGIA. (Anat.) Se llama así la parte de la Anatomía que trata de las partes blandas, la qual trata de los músculos, de los vasos, de los nervios , de las visceras y de las glándulas. (V. ano- TOMÍA.) SARCOMA. (Cirug.) * Tumor blando sin mudanza de color en el cutis , indolente, formado por una acumulación morbosa de xugos crasos y linfáticos. Los griegos han tomado estos tumores por unas escrecencias carnosas, y por esto las han llamado sarcomas; sin em- bargo, no son mas que una porción de la membrana celular adiposa muy entumecida. Todas las partes del cuerpo están expuestas al sar- coma, es decir, á unos tumores fungosos. Por esto se han llamado así los tumores ó escrecencias de la matriz y de la vagina, y á los pólipos de la nariz, como también á los que se hallan sobre la su- perficie del cuerpo : toda sarcoma es una verdadera lupia adiposa. (V. lupia.) Algunos autores han puesto mucho cuidado en distinguir el sar- coma del pólipo; y los signos que dan para distinguirlos parecen bastante mal fundados, pues no consisten sino en algunas circuns- tancias accidentales y bastante leves. Consultando con exactitud la división de los diversos géneros de tumores humorales, veremos que el pólipo no puede mirarse como un género de enfermedad , y que sin considerar su esencia, se ha contado siempre en la enumeración de los tumores, que toman su nombre de una semejanza mas ó me- nos sensible á alguna cosa extraña. (V. pólipo. ) El sarcoma es un género de que el pólipo es una especie: esto es incontestable, pues los mismos autores que con mas ahinco han procurado averiguar las diferencias características del sarcoma y del pólipo, no ponen ninguna entre las causas, los pronósticos y la cura de las enfermedades que se han señalado con aquellos nombres dife- rentes. Su naturaleza por consiguiente es una misma; y ciertas dis- posiciones puramente accidentales son únicamente las que dan lu- SAR 43 gar á denominaciones diferentes. El sarcoma se cura extirpándolo con instrumento cortante, ó consumiéndolo con los cáusticos, lo que hace la cura mas larga y mas dolorosa; aunque por pereza los mas de los enfermos prefieren aquel método curativo á la extirpa- ción por medio del hierro : también podremos ligar los sarcomas si su base es estrecha; si el sarcoma es carcínomatoso no queda mas remedio que la extirpación en caso de ser posible. * SARCOMATOSO. (Cirug.) Adjetivo que pertenece á sarcoma; pero le aplicamos mas particularmente para nombrar las excrecencias carnosas que se presentan en las úlceras. SARCÓNFALO. (Cirug.) * Voz derivada del griego, que sig- nifica una excrecencia carnosa en el ombligo. (V. sarcoma.) La cu- ración del sarcónfalo puede intentarse con los remedios emolientes y resolutivos. Si esto no basta, y el tumor es indolente y algo va- cilante , se podrá hacer su extirpación. Para este efecto se cortará á la larga el cutis que cubre el tumor; con esto se descubre la dureza sarcomatosa, y con el bisturí se desprende de las adherencias que ha contraído con las partes vecinas. Es menester tener preparados algunos polvos astringentes para contener la sangre que sale de los vasos que daban alimento al sarcoma. Al quitar el primer aparato se cura la úlcera con 2lgun digestivo, y quando se ha procurado la supuración se mundifica la úlcera , y se procede á cicatrizarla según las reglas del arte. (V. úlcera.) Si el instrumento cortante hubiese dexado algunas raíces de la excrecencia, se podrán consumir por medio de cáusticos. El sarcónfalo degenera las mas veces en carci- nomia. * f SARCOTICOS. (Mat. Méd. Ext.) * Llamamos sarcótícos aquellos remedios á que atribuimos la propiedad de hacer volver la carne en las úlceras y llagas con pérdida de substancia. Esta voz es griega, y corresponde á lo que nosotros llamaríamos encarnativos. En el artículo encarnación se ha probado que no hay tal reparación y generación de carnes en el hueco de una herida y de una úlcera; y así vemos que todas las especies de medicamentos que los autores han puesto en la clase de los sarcótícos, se hallan exactamente en las de los desecantes ó de los detergentes. (Véanseestos artículos.) La razón de esto es muy sencilla, porque los libros que tratan de Materia Médica no pueden exponer la virtud de los remedios sino de un modo Vago; y así el remedio que en un caso es supurante , es en otro caso reso- lutivo , pues no hay ninguno por exemplo que pueda ser resolutivo en los casos. Esta reflexión es de Mr. Quesnay en su tratado de la supuración con la misma ocasión de los sarcóticos, cuyo modo de obrar describe, según su género y sus especies , en circunstancias diversas Añade que la enumeración de las virtudes de los remedios que se hallan en los libros de Farmacia, nos instruye poco, y que 44 S AU es necesario que los Prácticos' descubran por sí mismos en la natu- raleza de cada remedio las relaciones que pueda tener con las indi- caciones particulares que ha de llenar. * SARNA. (V. el género xxx. de la clase de caquexias.) SASAFRAS. (Mat. Méd.) La raiz y la madera del sasafrás fué traída por los españoles á Europa. Este árbol es indígeno de la Virginia, de la Carolina , del Canadá , de la Florida y otros países, entre los quales parece ser uno de los mas privilegiados el de San- ta Fe de Bogotá. Este leño destila un aceyte muy fragranté , y con- tiene una gran porción de alcanfor, como todas las plantas de la fa- milia de los laureles. Obra principalmente sobre las fuerzas exhalan- tes del sistema dermoides, y la contractilidad de los músculos; así que siempre se ha tenido por uno de los sudoríficos mas activos, y en efecto ha sido remedio muy eficaz en las afecciones reumáticas. En general se administra en infusión, aunque también se forma de él un extracto gomoso , resinoso , que se prescribe como tónico. Por óltimo, su aceyte esencial solo ó combinado, con otras substancias aromáticas, en un menstruo espiritoso, constituye la esencia simple ó compuesta de sasafrás, medicamento muy preconizado contra la gota. SATIRIASIS. (Véase en la clase de vesanias el género xni.) SATURACIÓN. (Saturar.) (Mat. Méd.) Se llama saturación la unión de dos materias, de modo que la combinación sea tan com- pleta quanto puede serlo sin que predomine ninguna de las dos subs- tancias ; así en la unión de un ácido con una base es menester, pa- ra que haya suturacion, que el ácido no domine mas que la base, ni esta mas que aquel. Algunos dan mas extensión á esta voz di- ciendo , por exemplo, que está saturado un líquido de qualquier substancia quando está bastante cargado de ella ; pero esta acepción es impropia. SAUVAGES. (Francisco Boissier de) (Biog.) Nació en Alais en el año de 1706: se dedicó con intensión al estudio de la Medi- cina , en la que hizo grandes progresos , y llegó á ser Catedrático de Medicina y de Botánica en la Universidad de Mompeller, Miem- bro de la Sociedad Real de las Ciencias de la misma ciudad , de la de Londres y de Upsal, de la Físico-Botánica de Florencia, de las Academias de Berlín, de Suecía, de Toscana y de los Curiosos de la naturaleza de Bolonia. Era consultado de todas partes, y se le miraba como elBoerhaave de Langüedoc : las obras que ha dado de Medicina son una Patología, en 12.0, reimpresa muchas veces, y la Nosología metódica: en Amsterdan año de 1763 , cinco tomos en 8.° Este úl- timo libro ha sido traducido en francés por Mr. Nicolás en Paris año de 1771 , en tres tomos en 8.° Se publicó poco tiempo des- pués otra versión de la misma obra eii León en diez tomos en ia.° SCH 45 La Nosología merecía este honor. En ella se halla á un mismo tiem- po un Diccionario universal y razonado de las enfermedades, y una introducción general del modo de conocerlas y de curarlas. Es un libro verdaderamente clásico, necesario á los principiantes, muy útil á los profesores. (V. el artículo nosología.) Hay aun de Sauvages la traducción de la Estática de los vegetales de Halles: año de 1744 , en 4.0, y de los Elementos de fisiología: en latín. Sus disertaciones particulares se han impreso en dos tomos en 12.0 Este célebre Médico murió en Mompeller en el año de 1767, á los sesenta y uno de edad, conservando hasta entonces una reputación extraordinaria, y una estimación general. Hallaba su placer en el tra- bajo de su empleo: fué muy querido de sus discípulos, á quienes les comunicaba con placer lo que sabia, manifestándoles siempre sus conocimientos sin fasto y con familiaridad en sus conversaciones: el trabajo del gabinete le daba algunas veces aquel ayre grave y dis- traído, que se opone á la alegría y á las gracias. D. H. SAUCE. (Mat. Méd.) La corteza de sauce ocupa una de las primeras clases entre las substancias amargas indígenas, y puede reemplazar utilísimamente muchas substancias exóticas, á quienes atribuyen grandes virtudes. Varios autores recomiendan su uso del mismo modo y en los mismos casos en que se administra la quina; pero es preciso confesar que es medicamento mucho menos activo y seguro. SAÚCO. (Mat. Méd.) El saúco es un árbol que se cria con mu- cha abundancia en Asturias, Montañas de Burgos y León, y gene- ralmente en todos los terrenos y provincias de nuestra península; aunque sus bayas matan á las gallinas, y sus flores á los pavos, y aunque sus sombras y efluvios fétidos y narcóticos que despide sue- len perjudicar al hombre, tienen uso en la Medicina sus flores, ba- yas y corteza interior. El cocimiento de la corteza interior obra como un emético y catártico, que debe usarse con mucha precau- ción. Las flores del saúco en infusión son un excelente sudorífero: de las bayas del saúco se hace con azúcar, machacándolas y espesán- dolas, un arrope de un sabor dulce y de un color grato; pero se debe tener cuidado de no hacerlo ni guardarlo en vasijas de cobre, porque suele atacarlo, é impregnarse de sus partículas venenosas. Este arrope es también un blando sudorífico. A pesar de los grandes elogios con que muchos han exagerado las propiedades de esta plan- ta , creemos que nada se aventaje á las demás de la misma clase, ni que sus preparaciones tengan una virtud particular mas que las otras bebidas teiformes. El cocimiento de la flor es un buen resolutivo. SCHEGKIO. (Santiago.) (Biog.) Nació en Wítemberg; y en- señó trece años la Filosofía y la Medicina en Tubínge. Cegó, y le causó tan poca sensación la pérdida de la vista, que habiéndole pro- 46 SEB metido un oculista que le curaría, se negó á ello por no verse obli- gado á ver tantas cosas que le parecían odiosas. Este accidente no le impidió continuar sus ocupaciones hasta su muerte, que sucedió en 1587. Hay de este autor un diálogo De anima? principatu , un tratado De una persona et duabus naturis in Christo , adversus Anti-Trinitarius: ademas Refutatio errorum simoniis, impreso en Tubinga año 1573 , en folio, y otros muchos libros de Filosofía, Medicina y Teología, donde el autor preconiza los antiguos delirios del peripatetismo. D. H. SCHENCKIO. (Juan Teodoro) (Biog.) Sabio profesor de Medi- cina en Jena: murió año de 1671 , á los cincuenta y dos de su edad enseñó práctica, y escribió con acierto. Hay de él: 1.a Observacio- nes de Medicina: año 1644 , en folio, ó 1670, en 8.°: 2.° De sero sanguinis: 1671, en 4.0: 3.0 El catálogo de las plantas del jar- din medicinal de Jena: año 1659 , en I2,° &c* SEBÁCEO. (Anat. Fisiol.) Adjetivo que pertenece á sebo , y se nombran así varias partes, tales son las glándulas que se llaman se- báceas , que separan el humor del mismo nombre que describire- mos después. Las glándulas sebáceas, ó mas bien los folículos se- báceos, están repartidas por todo el ámbito del cuerpo; pero con particularidad debaxo de la piel de las ingles, sobacos ó axilas, y en otras partes donde hay mucho roce. ,, El humor sebáceo ó esmegma de las glándulas subcutáneas, dice Píenle, es una substancia untuosa que lubrica la superficie de la epi- dermis. Los órganos secretorios de este esmegma son de tres espe- cies: i.a Las glándulas sebáceas sembradas debaxo del cutis, las qua- les vierten su humor sebáceo por sus pequeños conductos, que van á abrirse á la superficie exterior de la epidermis. Estos folículos se- báceos se encuentran en casi todo el ámbito del cuerpo, exceptuan- do solamente las plantas de los pies, y palmas de la mano , y de los dedos: 2.a Los poros inorgánicos, que sin comunicar con ningún fo- lículo determinado, van á abrirse directamente á las celdillas de lá membrana adiposa subcutánea. Por estos poros se trasuda á la su- perficie de la epidermis el aceyte de la membrana adiposa , siendo primeramente disuelto por el calor del cuerpo: 3.a Los poros de los pelos, porque por los mismos poros por donde salen del cutís los cabellos y los pelos , se trasuda un aceyte subcutáneo, que los lubrica y pone flexibles. Su consistencia es generalmente algo aceytosa; pero mas espesa debaxo de los sobacos, y en la parte cabelluda de la cabeza. En estos lugares llega á concretarse formando escamas furfuráceas, ó una especie de caspa; en los intersticios de los dedos del pie forma tam- bién unasordicie negruzca. Las glándulas sebáceas de la cara, quan- do aumentan de volumen y se exprimen con los dedos y dex'an salir S E C 47 una substancia blanca, caseosa, negra en la punta, de forma ver- micular , que se le da el nombre de gusanillo ó espino. El color tira á amarillo; en los sobacos algunas veces es de un roxo baxo, y en los intersticios de los dedos de los pies parece negro. El esmegma de los hombres gruesos tiñe de azul los vestidos encarnados por baxo del sobaco, cuya mancha se quita con el xugo de cidra , y vuelve á su primer color. El olor es paiticular, en especial en los hombres llenos ó gruesos. La sordicíe negra de los intersticios de los dedos del pie tiene el olor del queso podrido. El sabor es como oleoso. Su cantidad es muy considerable debaxo de los sobacos, en los inters- ticios de los dedos del pie , en el escroto y en la parte cabelluda de la cabeza. Sus principios constitutivos son el sebo glandular mezclado con el aceyte subcutáneo. De aquí el sudor untuoso de la cara, y las manchas pingüedinosas del lienzo ó seda que sirve para limpiarla. Sus usos son: i.° Lubrificar la superficie externa de la cutícula para que el ayre no la seque, haga arrugas, ó se separe en escamas. 2° Modera la frotación de la cutícula con las otras partes, y por esto es mas abundante la secreción de este esmegma cutáneo debaxo de los sobacos que en otro lugar." SECRECIÓN. (Fisiol.) Se llama así la acción de separar de la masa de la sangre algún humor: esta voz viene del verbo latino se- cernere, separar. ,,Se ha asegurado, dice Richerand , con demasiada generalidad , que de la sangre conducida por las arterias reciben los órganos los materiales de los líquidos que segregan de ella. Ya hemos visto que el hígado era una excepción considerable de esta regla general. (V. hígado.) Las mamas parece que se eximen igual- mente de esta regla (V. mamas.), pues reciben los elementos lác- teos de los linfáticos tan numerosos que entran en su estructura. Así que se puede decir que los principios de nuestros líquidos pueden ser suministrados igualmente por los vasos de todas especies á los órganos que los elaboran. La voz secreción, sea la que fuere su etimología, expresa aquella función, por la qual un órgano separa de la sangre los materiales de un licor que no existe en ella con sus propiedades características. No debe pues entenderse por secreción la simple separación de un licor preexistente á la elaboración del órgano que le prepara. Las diferencias de los licores segregados son visiblemente anexas á las que ofrecen los aparatos orgánicos empleados en su formación. Por tanto la exhalación arterial que se forma en toda la extensión de las superficies interiores, y mantiene su contigüidad , da una se- rosidad albuminosa, que no es mas que el suero de la sangre, dé- bilmente alterado por la acción poco enérgica de un aparato orgá- nico muy poco complicado. La análisis del agua de los hidrópicos, 48 SEC que no es mas que la serosidad que trasuda continuamente de la su- perficie de las membranas serosas como la pleura ó el peritoneo, ha demostrado que este licor tenia la mayor semejanza con la serosi- dad de la sangre, y no se diferenciaba de ella sino por las porcio- nes variables de la albúmina, y de las diversas sales que tiene en di- solución. . . Esta primera especie de secreción, esta trasudación perspiratona, parecería pues que era una simple filtración de un licor entera- mente formado en la sangre al través de las porosidades de las ar- terias. Sin embargo, se debe reconocer en ella la acción propia de las membranas, cuya superficie lubrifica de continuo. Sin esta acción el suero permanecería unido á las demás partes constitutivas del lí- quido , demasiado caliente y agitado, para que sus partes pudieran separarse espontáneamente. La voz exhalación con que significa esta secreción, da una idea falsa; porque la exhalación, fenómeno pura- mente físico, y que necesita del ayre para disolver el fluido que se exhala, no puede tener lugar en unas superficies absolutamente con- tiguas , y no separadas por ningua intervalo. El carácter de esta secreción particular es la falta de todo intermedio entre el vaso aferente, y el conducto excretorio. Las arterillas y las venitas que entran en la estructura de las membranas son dichos vaso y con- ducto. Después de la trasudación serosa, que solo exige una organiza- ción simpllcísima, se sigue la secreción que efectúan las criptas, los folículos glandulosos y las lagunas mucosas. Cada una de estas glan- dulitas, contenidas dentro de la substancia de las membranas con que está tapizado el interior de las vias digestivas, aéreas y urino- rias, y que aglomeradas forman las amígdalas, las aritenoides &c., puede compararse con una botellita de un fondo redondeado, y de cuello muy corto. Las paredes membranosas de estas criptas vesi- culares reciben una gran cantidad de vasos y de nervios. A la ac- ción particular de que están dotadas estas paredes, debe atribuirse la secreción de las mucosidades que suministran estas glándulas. Es- tos líquidos mucosos, menos fluidos y mas viscosos que la serosidad, que es producto de la primera secreción, contienen mas albúmina y mas sales, se diferencian mas del suero de la sangre , y son de una naturaleza mas excrementicia. El fondo de estas glándulas utriculares está vuelto hacia las par- tes á que se adhieren las membranas mucosas; su boca ó cuello se abre en la superficie contigua de estas membranas. Estas especies de conductos excretorios , mas ó menos ensanchados, y siempre muy cortos, se reúnen á veces, se confunden y se abren juntos den- tro de las cavidades. Estos orificios comunes, por donde se descar- gan muchas glándulas mucosas se perciben fácilmente en las amíg- S EC 40 dalas, hacia las lagunas mucosas del recto y de la uretra, en la base de la lengua &c. El licor albuminoso que se derrama dentro de es- tas criptas glandulares subsiste algún tiempo en su cavidad, y se es- pesa por la absorción de sus partes mas fluidas, porque también en- tran vasos linfáticos en la textura de sus paredes. Quando las superfi- cies que guarnecen necesitan humedecerse , se contrae la bolsita, y vo- mita, digámoslo así, el licor de que está llena. La secreción y U ex- creción están favorecidas por la irritación que ocasiona la presencia del ayre de los alimentos ó de la orina, por ¡a compresión que ha- cen estas materias, y en fin, por las contracciones peristálticas de los planes musculares á que están adheridas las membranas mucosas en toda la extensión del tubo digestivo. Los líquidos, muy diferentes de la sangre, exigen para su se- creción órganos cuya estructura es muy complicada : se llaman estos órganos glándulas conglomeradas, para distinguirlas de las glándu- las linfáticas, á las quales se ha asignado el nombre de conglomera- das. Estas glándulas son unas masas viscerales, formadas de un con- junto de nervios y de vasos de toda especie , dispuestos en forma de paquetes, y reunidos por el texido celular. Una membrana propia ó prestada de las que tapizan las cavidades que las encierran , reviste su parte exterior, y las separa de los órganos inmediatos. La disposición íntima de las diversas partes que entran en la com- posición de las glándulas secretorias, y el modo con que las arte- rias, venas y nervios proceden, y con que nacen los linfáticos y los conductos excretorios, han sido el objeto de discusiones intermi- nables, y la base de las antiguas teorías fisiológicas. Sin embargo, puede reducirse á las siguientes consideraciones lo que se sabe mas de cierto acerca de este objeto. La disposición respectiva de las partes similares que entran en la estructura de las glándulas, y forman su propia substancia (paren- quima) es diferente en cada una de ellas; lo qual explica las dife- rencias que presentan relativamente á sus propiedades y usos. Las arterias no tienen una comunicación inmediata con los con- ductos excretorios, como lo creyó Ruischio , ni tampoco hay glán- dulas intermedias entre estos vasos, como pensaba Malpighio: y pa- rece mas probable que cada glándula tiene su texido celular ó pa- renquimatoso, en cuyas areolas derraman las arterias los materiales del líquido que preparan en virtud de una fuerza que le es propia, y forma su carácter distintivo. De las paredes de estas celdillas na- cen los linfáticos y los conductos excretorios; y de estas dos espe- cies de vasos unos absorven el líquido segregado que conducen á los receptáculos donde se acumula , miéntra3 que los otros recogen la parte que la acción del órgano no ha podido elaborar comple- tamente , esto es, el residuo de la secreción. TOMO VII. G 5o SAL Si quisiéramos amplificar la idea que excita esta voz secreción, pudiéramos decir que en la economía vital todo se efectúa por la via de las secreciones. ¿Qué es la digestión sino la secreción ó separación de la parte quilosa ó nutritiva de los alimentos, de su porción fecal ó excremen- ticia? Los absorventes linfáticos ¿no cooperan en esta secreción? ¿ Y no pueden considerarse como los conductos excretorios del órgano di- gestivo , que obran sobre los alimentos del mismo modo que una glán- dula secretoria sobre la sangre que contiene los materiales del licor que debe elaborar? La respiración, según he dicho, no es mas que una doble secreción, tanto del oxígeno contenido en el ayre at- mosférico, como del hidrógeno y del carbono, del agua y de los demás principios heterogéneos de que está impregnada la sangre ve- nosa : y la nutrición misma (V. nutrición ) es cierta secreción par- ticular y diferente en cada órgano. Así que solo por una serie de separaciones ó análisis, comunmente delicadísimas y muy compli- cadas, llegan los órganos á inducir en los cuerpos extraños tal es- tado de composición que puedan repararse y crecer por ellos. Todo nos autoriza para creer que los fenómenos de las sensacio- nes y de los movimientos con que el hombre establece con los se- res que le circundan las relaciones necesarias á su existencia, son el resultado de las secreciones, de las quales suministra igualmente la sangre los materiales preparados por el celebro, nervios, múscu- los &c. El vegetal separa de la tierra donde se esparcen sus raices los xugos que le convienen: estos xugos forman la savia, que filtrada en una multitud de canales suministra las diversas secreciones, cu- yos productos son las hojas, las flores, los frutos, gomas, acey tes esenciales, ácidos &c. Todos los cuerpos organizados son pues otros tantos laboratorios donde numerosos instrumentos forman espontá- neamente ó de suyo composiciones y descomposiciones, sintesis y análisis que pueden considerarse como otras tantas secreciones hechas á expensas de un humor común. Particularizando mas nuestro asunto, y no considerando sino al hombre principal y único objeto de nuestro estudio, advertimos que las diversas secreciones que puedan verificarse en él son sumamente numerosas y variadas; y basta una mutación de estado en uno de sus órganos para que segregue otro humor distinto. Así es que la inflamación de qualquiera glándula induce un camino de secreción en el órgano enfermo. Una porción del texido adiposo, atacado de la inflamación flegmonosa, segregará en vez de gordura un líquido blanquecino, conocido con el nombre de pus Xa membrana pituita- ria inflamada suministrará una mucosídad mas abundante y mas líqui- da, que se restituye por grados á su estado natural, al paso que se desvanece el coriza. Las membranas serosas, como la pleura y el SEC 51 peritoneo, trasudarán una serosidad mas abundante , mas albuminosa, y aun aveces una linfa concrescible: otras veces la inflamación ha- ce que se adhieran entre sí sus superficies contiguas; y como el estado inflamatorio varia en quanto á su intensidad, la secreción accidental presentará igualmente qualidades variables; por tanto, la inflama- ción rleg:no;iosa, quando termina por supuración, debe suministrar un líquido blanquecino, espeso, consistente, y casi sin olor; segre- gará , si carece de energía , un pus seroso, sin color y sin consis- tencia &c. Por la misma razón en algunas mugeres se ve que evacúan de los va- sos sanguíneos de la matriz una sangre menstrual denegrida, mientras que en otras solo fluye una serosidad poco ó nada sanguinolenta. El fluxo menstrual en las mugeres es el producto de una verdadera se- creción que efectúan los capilares arteriosos del útero ; así como los de la membrana pituitaria y la de los bronquios, estómago, intes- tinos , vexiga &c. , trasudan ó derraman con abundancia la sangre por sus poros dilatados quando se ha fixado en ellos un principio de irritación , por exemplo , en las hemorragias nasales, hemotisis y vó- mitos de sangre , que no reconocen por causa la rotura de los va- sos producida por una violencia exterior. Los nervios que entran siempre con mas ó menos abundancia en la estructura de los órganos secretorios, y que proceden principal- mente de los grandes simpáticos, terminando de diversos modos en su substancia, dan á cada uno de ellos una sensibilidad particular, en virtud de la qual separan de la sangre conducida por sus vasos los materiales del licor que deben preparar, y se los apropian por una verdadera elección. Ademas les comunican cierta actividad, cuyo exercicio hace que estos elementos separados sufran una composi- ción propia, é imprime en el líquido, que es producto de ellos, ciertas qualidades específicas, siempre relativas á la acción particular de donde resulta. Así el hígado retiene los materiales de la bilis contenidos en la sangre de la vena porta; trabaja, combina estos materiales, y forma de ellos la bilis, licor animal que se reconoce por ciertas propieda- des características, que deben sufrir algunas variaciones, según que la sangre contiene en mayor ó menor cantidad los elementos que entran en su preparación, y según que la glándula es mas ó menos á propósito para retenerlos, y efectuar su unión mas ó menos íntima. Las qualidades de la bilis, dependientes del concurso de todas estas circunstancias, deben presentar tantas diferencias quantas variedades puede ofrecer así la sangre que contiene sus principios, como el ór- gano hepático; variedades relativas á la composición de aquella, y el grado de actividad de este. De aquí las alteraciones del liquido, que las mas ligeras, siendo compatibles con la salud, se ocultan al 52 SEC observador; quando las que son mas completas, y trastornan el or- den natural de las funciones se manifiestan por medio de enferme- dades , que unas veces pueden considerarse como causa, y otras co- mo efecto de ellas. Estas alteraciones de la bilis jamas son tan exce- sivas que llegue á desconocerse la bilis. Este líquido conserva mas ó menos sus caracteres esenciales y primitivos, y nunca adquiere las qualidades de otro licor, ni se asemeja al esperma, á la orina, á la saliva &c. La acción de las glándulas secretorias no es continua; casi to- das están sujetas á alternativas de acción y descanso; todas, como decia Bordeau, están dormidas ó despiertas siempre que en ellas ó en las partes que las rodean hay una irritación que determine su acción inmediata ó simpática. Por eso la saliva se segrega en ma- yor cantidad durante la masticación; y el xugo gástrico no se derrama dentro del estómago sino mientras se verifica la digestión estomacal. Quando el estómago está sin alimentos cesa la secreción, para-efectuarse de nuevo luego que la introducción de otro alimen- to produce la irritación necesaria. La bilis fluye mas abundantemen- te , y la vexiga de la hiél se descarga de la que tiene mientras que subsiste en el duodeno la pasta quimosa &c. Quando un órgano secretorio exerce su acción, comunica su mo- vimiento á las partes inmediatas, ó que se hallan en su atmósfera, según Bordeau. Se dice que una parte está en el distrito de tal ó tal glándula quando participa de su movimiento en tanto que dura su secreción, ó quando desempeña ciertos usos relativos á la elabo- ración propia de esta glándula: estos distritos son mas ó menos ex- tensos , según que es mas ó menos importante la acción de las glán- dulas. De consiguiente se puede afirmar que el bazo y el mayor nu- mero de las visceras del abdomen pertenecen al distrito del hígado, pues este elabora la sangre que recibe de ellas. También está com- prehendido el hígado en la esfera de actividad del duodeno, por- que la repleción de este intestino le irrita, determina un afluxo de humores mas abundante, y una secreción de bilis mas copiosa. La sangre, antes de llegar á una glándula secretoria , experimen- ta ciertas alteraciones preparativas que la disponen para suministrar los materiales del licor que debe segregarse. Ya hemos visto en el artículo de la digestión ( V. digestión ) quanto contribuye para la secreción de la bilis la sangre conducida al hígado por la vena por- ta. Todos saben que la porción de este líquido trasladada al testículo por las arterias espermáticas, largas, delgadas y replegadas experi- menta , atravesando estos vasos, varias modificaciones que la trans- forman en un licor mas parecido al espermático &c. La velocidad con que llega la sangre á un órgano, la longitud, el diámetro, la dirección, los ángulos de sus vasos, la disposición' SEC j3 de sus últimas ramificaciones, que puede ser á manera dé estrella, como en el hígado, ó semejantes á las ramas del espárrago, como en el bazo, ó rizadas como en los testículos &c. , sen circunstancias que deben ser atendidas en el examen de cada secreción , pues todas tienen algún influxo en la naturaleza del líquido segregado, y en el modo con que se efectúa la secreción. El licor que lubrifica toda la extensión de las superficies móvi- les por donde se articulan las diferentes piezas del esqueleto, no es preparado'exclusivamente por las capsulas membranosas que envuel- ven á las articulaciones. Muchos planes de texido celular roxizos, y colocados allí cerca , cooperan en esta secreción. Aunque es- tos globulitos celulosos , tenidos mucho tiempo ha por glándulas sinoviales, no se asemejen exactamente á las glándulas conglomera- das; y aunque sea imposible''demostrar en ellos, ni granos glandu- losos, ni conductos excretorios; sin embargo, no se puede menos de considerarlos como que desempeñan en algún modo las funcio- nes de glándulas, y admitir que son de alguna utilidad en la secre- ción de la sinovia. Su existencia es constante ; su número y su vo- lumen son siempre proporcionados á la extensión de las superficies articulares, y á la freqüencia de los movimientos que executan las articulaciones, cerca de las quales están colocados. En todos los ani- males se encuentran, pero pálidos y poco colorados en los que han tenido una larga quietud; y roxos, sumamente vasculares , y con se- ñales de una especie de orgasmo inflamatorio , en los que antes de mo- rir han sufrido largas carreras; v. gr. los bueyes que llegan á Ma- drid de países remotos, y los gamos, ciervos &c. perseguidos mu- cho tiempo por los cazadores. En los anquilosis son mas roxos y coexistentes que en el estado natural. Quando los humores son atraídos por la irritación que excitan los frotes, y acuden de todas partes hacia una articulación que está en movimiento, ¿no experimentan , atravesando estos glóbulos glan- duloso-celulares, una modificación particular, que los hace mas ade- quados para la secreción de la sinovia? No seria este el único exemplo de partes existentes en el cuerpo humano, y cuya acción solo es se- cundaria , y conspirante á la de los demás órganos, encargados princi- palmente de una secreción, cuj'os materiales están contenidos en la sangre que los atraviesa. Sin duda se objetará que este aparato preparativo no se halla cerca de las grandes cavidades; pero porque dos cosas sean análogas, no son idénticas; fuera de que la natura- leza química y los usos de la sinovia no son exactamente los mismos que los del licor que segregan la pleura ó el peritoneo. Quando una glándula está irritada , se convierte en un centro de fluxión, hacia el qual fluyen los humores por todas partes; ademas se hincha, se endurece, se contrae, sufre una especie de erección, 54 SEC se repliega en sí misma, y exerce su acción sobre la sangre que traen sus vasos. La secreción que depende de una fuerza propia é inhe- rente al órgano glanduloso, es favorecida por ligeros sacudimientos, que recibe de los músculos inmediatos. La presión blanda que hacen estas partes sobre los órganos glandulosos basta para mantener su ex- citamiento , y auxiliar la separación y excreción del líquido. Bordeu, en su excelente obra sobre las glándulas y su acción, ha demostra- do perfectamente que la compresión que hacen sobre ellas los mús- culos vecinos, no es causa de que las glándulas se descarguen del li~ cor que han segregado; y que así los fisiólogos no tenían razón en decir que la excreción de un líquido no era mas que su expresión; y en comparar, baxo este respecto, á las glándulas con esponjas empapadas en un líquido, que le arrojan quando se las comprime. Los conductos excretorios de los órganos absorven ó rehusan el licor segregado, según el modo con que irrita sus bocas inhalan- tes; estos conductos, participando del estado convulsivo de la glán- dula, se enderezan sobre sí mismos, y se contraen sobre el líquido para arrojarle á fuera. Por esto salta algunas veces del conducto de eítenon un chorro de saliva , solo con ver ó acordarse de un alimen- to deseado con ansia; y por eso también las vesículas seminales y la uretra se contraen , se erigen y se. prolongan para eyacular el li- cor espermático. Los ureteros delgados y transparentes de algunos volátiles se han visto contraerse sobre la orina, la qual en estos ani- males se concreta á la mas mínima estancación. Después que las glándulas han permanecido mas ó menos tiem- po en este estado de excitación, se relaxan, su texido se afloxa, ya no acuden los xugos con tanta abundancia, se quedan como dor- midas, y con la quietud reparan su sensibilidad, que se consume por medio de un trabajo dilatado. Todos saben que una glándula, estimulada demasiado tiempo, llega, como qualquiera otra parte, á ser insensible al estímulo , cuya aplicación prolongada la deseca y agota. Esta multitud de órganos secretorios, ocupados incesantemente en separar diversos líquidos de la masa de los humores , la agotaría muy pronto, si no fueran palpablemente exagerados los cálculos de los fisiólogos sobre la cantidad que puede suministrar cada glándula. En efecto, si se admite con Haller que las glándulas mucosas de las vias intestinales segregan en veinte y'quatro horas ocho libras de mucosidad, que en el mismo intervalo separan los ríñones quatro li- bras de orina, y en fin , que por la transpiración insensible sale igual cantidad , lo mismo que por la transpiración pulmonar ; se perderán cada día veinte libras de líquidos casi enteramente excrementicios, sin incluir en este cálculo las lágrimas , la bilis, la saliva y el humor pancreático, que vuelven en parte á la masa de la sangre después SED 55 de haberse segregado de ella , ni la serosidad que humedece las su- perficies interiores, y que es puramente excrementicia. En la historia de las secreciones se verifica otra circunstancia muy digna de consideración , y es el que se reemplazan y se suplen mu- tuamente , de modo que fluyendo con menos abundancia la orina, se transpira mas y vice-versa; pues los humores, retrocediendo de repente hacia el conducto intestinal, deben salir fuera de él por el aumento de acción en las glándulas mucosas. Se han colocado en el número de las glándulas ciertos cuerpos, cuyo aspecto es todavía glanduloso , pero cuyos usos son todavía un misterio. Así es que no segregan, al parecer, ningún líquido las glándulas tiroides, y la timo, órganos parenquimatosos , destitui- dos de conductos excretorios, aunque reciben muchos vasos y al- gunos nervios. Pero la sangre que va con tanta abundancia á la glán- dula tiroides, ¿no puede experimentar ciertas modificacaciones, que aunque poco aprecíables, no dexan por eso de existir? Por otra par- te , los vasos linfáticos ¿no pueden hacer oficios de conductos ex- cretorios, y llevar inmediatamente á la masa de la sangre para algún uso el líquido que ha preparado el cuerpo glandular? Las vesículas seminales se hallan en el mismo caso; pero tienen ademas un recep- táculo interior, que es una especie de laguna, cuyas paredes están cu- biertas de un barniz viscoso y obscuro, segregado por la vesícula, y es trasladado sin duda á la masa de la sangre por los linfáticos que nacen de las paredes de su cavidad interior." SECRETOR Ó SECRETORIO. (Fiosiol) Adjetivo que ex- presa el que segrega ó separa. (V. secreción.) Los órganos secre- torios tienen vasos del mismo nombre, distintos de los excretorios, que arrojan ó sacan fuera los humores ya separados por los vasos y órganos secretorios. (T^. glándulas.) SECUNDINAS. (Cirug.) Se da este nombre á las membranas y placenta que salen del útero después del parto, que el vulgo lla- ma también pares. (V. parto , feto y placenta.) SED. (Med.) Uno de los síntomas morbosos simples es la de- masiada sed ó polidipsia, la qual, como los demás síntomas, debe venir junta con otros, para que se considere como parte de la en- fermedad. Los que la acompañan con mas freqüencia son calor ó frío excesivo, opresión de precordios, debilidad, inapetencia y vi- gilia. La causa próxima de este síntoma se cree sea la obstrucción de los poros que suministran la linfa, y la mucosidad con que se hu- medecen y lubrifican la lengua , lo interior de la boca, las fauces y el esófago. Esta obstrucción puede provenir de la rigidez ó constricción es- pasmódica de los conductos excretorios sutiles que se abren en los s« SED folículos mucosos, ó de la materia viscosa que los obstruye y cierra, y baxo este aspecto se considera en las calenturas (V. la síntoma* tologia febril en el artículo calenturas.); pero hay también otras enfermedades sin calentura , á las que acompaña una sed cruel, quan- do procede de la parte aquosa de la sangre arrojada en demasía por otros emunctorios del cuerpo. Esto sucede particularmente en la enfermedad que se llama diabetes, en que la excreción de la orina es mucho mas copiosa que lo natural, como también en las diarreas, en los sudores inmoderados , y en la hidropesía, donde separándose la parte aquosa de la sangre de las demás que la cons- tituyen , se derrama por todo el sistema celular, ó se deposita en algunas cavidades mayores. Siendo la sed uno de los síntomas mas molestos, apenas per- mite conciliar el sueño, de donde nace la vigilia que acompaña re- gularmente á las calenturas. La sequedad de la boca disminuye la fuerza del órgano que sirve para el gusto , y endureciendo el sar- ro pegado á la lengua y á las encías, da á la comida y á la bebi- da un sabor desagradable. Esta es la razón por qué los que tienen calentura no suelen hallar sabor sino en los ácidos, que son los mas proporcionados para limpiar aquel sarro nocivo, y promover con su blando estímulo la-secrecion del vapor linfático por los poros de la parte afecta. Con arreglo á la causa que sostiene la sed es necesa- rio dirigir la curación de este síntoma; así muchas veces la fomen- ta una saburra gástrica, y entonces sin el uso del emético son inú- tiles todos los demás remedios generales. (Macbride.) SEDAL. (Cirug.) *El sedal es Un vendolete de lienzo, que sirve para mantener la comunicación entre dos llagas. Esta voz viene del latino seta, porque los antiguos se servían del pelo de caballo para el mismo fin. Fabricio de Aquapendente usaba un cordón de seda, y algunos Cirujanos se sirven de una mecha de algodón como la que se pone en las lámparas ó belones; pero debe ser preferido un vendolete de lienzo, porque conviene mejor á las úlceras. Se pro- cura antes deshilar los lados, para que pase con mas facilidad y se aplique con mas suavidad á los bordes de la úlcera. El sedal es de un gran auxilio para aplicar los medicamentos en todo el tiempo que dure la úlcera que tiene una entrada y una salida, como sucede regu- larmente en las heridas de armas de fuego: algunos Prácticos po- nen la objeción que el sedal es un cuerpo extraño que entretiene las úlceras, y que así debe ser proscrito su uso; pero no puede ne- garse que trae grandes utilidades: impide que la salida y la entra- da de la úlcera se cierre antes que el centro: sirve para aplicar los remedios convenientes en toda su profundidad, y de conducir fá- cilmente hacia fuera las materias perjudiciales. Si el sedal ha produ- cido algunas veces accidentes, que han cesado con su supresión, SED 57 consiste en que la úlcera no estaba bastante formada para el intento, ó que el sedal mal puesto cogia alguna esquirla , la qual punzando unas partes extremamente sensibles, excitaba crueles dolores, como lo ha notado algunas veces. Quando el sedal está con anchura en la úlcera no produce ningún mal efecto , sino al contrario ventajas considerables. Quando la úlcera está mundificada se quita el sedal, y entonces se cura con mucha facilidad si no hay obstáculo por otra parte. Para poner un sedal se necesita una aguja hecha á propósito. El sedal debe ser muy largo, porque á cada cura se saca lo que está dentro de la úlcera, y se hace seguir otra parte después de haberla cubierto de ungüento en toda la extensión que debe ocupar dentro de la úlcera , y se corta la parte que habia antes, y que por consi- guiente está cubierta de pus. Quando todo el sedal se ha gastado, y que conviene continuar el uso de él , no debe pasarse uno nuevo con la aguja , sino atarlo ó coserlo al primero , observando en quan- to sea posible de hacer entrar siempre el sedal por la parte superior de la úlcera, y hacerlo salir por la parte en que desagua. Quando se suprime el sedal se ponen regularmente hilas en todo lo que an- tes ocupaba el vendolete, aplicando encima una compresa de un grueso suficiente. Aproximando por este medio las paredes del seno se procura una pronta reunión. También se da el nombre de sedal á la operación de Cirugía, por medio de la qual de un solo golpe se atraviesa el cutis por dos partes con un instrumento conveniente para pasar el vendolete de lienzo de una abertura á otra, á fin de procurar una fuente ó úl- cera artificial en una parte sana. El sedal se pasa comunmente en la nuca, y hay muchos autores que no son partidarios de esta ope- ración. Contra ella se hacen varias objeciones, que le son particu- lares ó comunes con las fuentes; y muchas personas, por otra par- te muy ilustradas, no creen que un agujero hecho en el cutis y en la gordura pueda servir de desagüe á los humores viciados que pro- ducen enfermedades habituales, tal como los dolores de cabeza in- veterados, las oftalmías rebeldes &c. Esta opinión se halla sin em- bargo contradecida por un gran número de hechos que aseguran la utilidad de aquellas evacuaciones; entonces puede también servir de preservativo, y hay experiencia de que los que tienen fuentes se li- bertan de la peste. Ambrosio Pareo y otros autores sobre esto refieren observaciones positivas. Las razones particulares que se hallan en los libros contra la operación del sedal deben su origen al método cruel con que se practicaba. Los antiguos cogian el cutis con unas tenazas, que tenian dos agujeros, y pasaban por aquellas aberturas un hierro encendido para atravesar el cutis. Para hacer esta operación por un método mas sencillo , y menos TOMO Vil. H $3 SEM doloroso, coge el Cirujano la piel y la gordura longitudinalmente con los pulgares é índices de ambas manos; hace touur al Practi- cante el pliegue de cutis que tenia con la mano derecha , y con esta misma mano atraviesa el cutis con un pequeño bisturí de dos cortes: después de haber sacado el instrumento, se pasa la venda por medio de la aguja de sedales , y se aplican sobre las dos heriditasunas pocas de hilas, una compresa, y se dan algunas vueltas de venda. También se puede tener un bisturí con una abertura ú ojo hacia la punta , y por este medio se pasará la venda al mismo tiempo que se hacen las incisiones. Lo demás de las curas es lo mismo que queda dicho antes. Esta especie de fuente tiene sobre la que se hace con cauterio las ventajas de hacerse en el momento: la supuración se verifica al segundo día , y en la aplicación del cauterio es menester aguardar á que cayga la escara, cosa que á veces tarda doce ó quince días. La úlcera causada por el sedal está sujeta de tal modo á la voluntad del Cirujano, que se la mantiene todo el tiempo que se quiere , y que se cura del mismo modo en el momento que se quita el vendo- lete. La úlcera que se hace con el cauterio se cura muchas veces contra nuestra voluntad; y otras veces quisiéramos curarla sin po- derlo lograr, á lo menos con tanta prontitud como el sedal; en el último caso la curación es cosa de veinte y quatro horas, y la úl- cera del cauterio debe ser mundificada, detergida y cicatrizada, lo que exige un tiempo mas largo. * En el día empleamos para la operación de pasar el sedal una agu- ja , que en su punta tiene dos cortes como una lanceta, la qual hace su incisión, y pasa el vendolete en un solo tiempo , lo que hace que la operación sea mas sencilla y pronta, y menos dolorosa. SEDIMENTO. (V. orina.) SEGARRA. (Jayme) (Biog.) De Alicante, Doctor de Medicina, y profesor en la Universidad de Valencia. Existen estos monumentos de su ciencia: Commentaria physiologica , complectentia ea, qua ad partem medicina* physiologicam pertinent. De artis Medica prolegomenis: Valencia 15 96, folio. También dio á luz : Claudii Galeni librum de morborum et symptomatum differentiis cum commentariis: ibid. 1624, 4.0 SELENITA. (Mat. Méd.) La selenita ó sulfate calcáreo es una sal neutra formada por el ácido sulfúrico y el carbonate calcáreo; bay ciertas aguas que contienen particularmente esta sal, y por lo mismo es preciso abstenerse de ellas. SEMEN VIRIL. (Fisiol.) Se llama así el líquido que se segrega en los testículos del hombre , y se conduce á las vexiguillas seminales. (V. generación.) El órgano secretorio del semen son los canalillos seminales que constituyen la fábrica de los testículos, SEM Sí) los quales secretan el semen de la sangre de las arterias espermá- ticas. De estos pequeños canales es llevado al epididimo, y de es- te por los vasos deferentes, cuyo trayecto es largo y lento hasta las vexiguillas seminales. En los animales castrados y en los eunu- cos se hallan las vexiguillas seminales muy pequeñas contraidas, y conteniendo solo un poco de humor linfático sin semen alguno. El semen se detiene por algún tiempo en las vexiguillas seminales pa- ra sus usos, en donde se hace un poco mas espeso, porque su par- te tenue es constantemente absorvida por las boquillas de los vasos linfáticos. En los hombres lascivos, que están sujetos á poluciones nocturnas, el semen es algunas veces, aunque raras, arrojado con violencia de las vexiguillas seminales por los conductos eyaculato- rios, que saliendo de dichas vexiguillas, y perforando transversal- mente la uretra, van á abrirse á los lados del vero-montano en un orificio estrecho y muy nervioso, el qual viene á introducirse en la misma uretra. Pero en los hombres de vida mas prudente, mucha parte de este licor es segunda vez absorvido de las vexiguillas semi- nales por los vasos lácteos, comunicando de este modo mucha ro- bustez al cuerpo. El olor del semen es específico, graveolento, penetrante, sin ser desagradable. Este mismo olor se encuentra en las raices del sa- tirión macho, y en el bello ó pelusa de la castaña, y en las ante- ras de muchas plantas. El olor del semen en los animales quadrú- pedos, durante sus amores, es tan penetrante, que pone fétida toda su carne, y la hace inútil, á menos que no se cuide de cortarles los testículos. Por esta razón la carne de ciervo en tiempo que están en su calor venéreo , no es buena para comer. El sabor del semen es simple, y algún tanto acre. Su consistencia en los testes es tenue, fluida, pero en las vexiguillas seminales pegajosa, densa, y un poco pelúcida. El semen es tanto mas tenue quanto mas débil el hombre, ó mas freqüentes los actos venéreos. Con respecto á su gravedad específica es necesario saber que en el agua se va á fondo la mayor parte; pero lo restante nada sobre ella, y cubre su superficie, for- mando unos hilos muy delgados, que se entretexen entre sí al modo de una tela de araña. El color del semen en los testículos tira á amarillo; en las vexiguillas seminales está mas saturado este color, Ír es un amarillo verdadero. Pero el semen del coito ó de la po- ucion es blanquecino, cuyo color le viene de la mezcla del licor lácteo de la próstata al pasar por la uretra. Se ha visto amarillo en los ictéricos, y en los que abusaron del azafrán, y negro en un joven atrabiliario. El semen expuesto al ayre atmosférico pierde su transparencia, y se pone mas espeso; pero pocas horas después se vuelve á poner mas fluido y mas transparente que lo era inmediatamente después de 6o SEM la emisión. Sin embargo , su peso no se halla aumentado, y de consi- guiente no puede atribuirse este fenómeno á la atracción del agua ni del oxigeno del ayre. En fin, deposita cal fosfórica , y se convierte en una costra córnea. Pone verde el xarabe de violetas, y resuelve las sales medias, terreas y metálicas. El semen reciente es indiso- luble en el agua; pero después de la mutación ya dicha el agua lo disuelve. Las sales alkalinas también lo disuelven. El aceyte etéreo lo seca en forma de una película transparente, como la substancia cortical del cerebro. Todos los ácidos lo disuelven, á excepción del ácido muriático oxigenado, que lo coagula, formando á manera de unos copos blancos; el alcohol también lo disuelve. Por la destila- ción seca da un poco de aceyte empireumático, y álcali volátil. Re- duciendo el carbón restante á la incineración dexa sosa y cal fosfó- rica. Los principios constitutivos del semen, según la análisis quími- ca, son: que cien partes de semen contienen: i.° De agua noventa partes: i.° De gluten animal seis: 3.0 De cal fosfórica una: 4..0 De sosa pura tres: 5."Aseguran que mirado por el microscopio ofrece una cantidad de animalillos muy pequeños, de cola redonda, que se llaman animalillos espermáticos: 6.° Últimamente, el principio olo- rífero del semen que se escapa al momento de su emisión, llamado por los antiguos aura seminal, y que parece constar de un prin- cipio vital propio ó peculiar. Uso del semen. i.° Este licor introducido por la acción del coi- to en la vagina de la muger tiene la maravillosa y estupenda pro- piedad de impregnar el huevo en el ovario. Solo el principio olo- rífero del semen ó aura espermática es el que parece poder pe- netrar por la cavidad del útero y tubas falopianas hasta el ovario de la muger, y allí impregnar de su fuerza vital el humor albuminoso del huevecillo maduro. Los demás principios del semen parecen so- lamente ser vehículo del aura seminal. 2.0 El semen , que en los hom- bres que viven con prudencia vuelve á la masa de la sangre por los vasos linfáticos , comunica fuerzas al cuerpo y al espíritu. De aquí la ferocidad y fuerza del toro, y lo manso y débil del buey: de aquí la languidez de todos los animales después del coito, y la tabes dorsal de los hombres que se entregaron al onanismo: 3.°E1 semen primero en el tiempo de la pubertad, reabsorvido á la masa de los humores, es el que hace brotar la barba y pelos en los hombres, los cuernos en los animales, y por él la voz endeble de un mu- chacho se muda en voz de hombre ó varonil (Plenk). SEMEYÓTICA. (Med. Práct.) Semeyótica, doctrina de las señales, es la parte de la Medicina que explica el modo de juzgar del estado de la enfermedad ó de su éxito. Sucede muchas veces que losJMédicos confunden en sus escritos SEM 61 las que son solamente señales con los síntomas que constituyen par- te de la enfermedad. Aunque todos los síntomas sean señales, no por eso todas las se- ñales son síntomas. El pulso acelerado y la orina muy teñida son se- ñales de calentura; pero es necesario que el que tiene el pulso y la orina en esta disposición experimente al mismo tiempo los síntomas de la calentura , que son calor inmoderado , sed, anorexia y vigi- lia ; pues si no se presentan estos síntomas, ó alguno de ellos, nada prueba el pulso acelerado ni la orina muy teñida , porque se obser- van muchas veces estas dos cosas sin que haya ninguna molestia ó debilidad morbosa. Como los síntomas son partes de que constan las enfermedades, se sigue necesariamente que constituyen señales ciertas y verdade- ras ; pero quando tomamos el pulso y examinamos la orina, debe- mos atender también á estas señales, porque si consideramos el pul- so y la orina sin hacer caso de los síntomas, nunca podremos for- mar juicio de la naturaleza ni del estado presente de la enfermedad: por exemplo, oimos decir que un hombre padece un dolor agudo y fixo en un lado, que se agrava al inspirar, y que le acompaña tos importuna, calor inmoderado, sed y vigilia. Sabemos que la enfer- medad llamada pleuritis se compone de este conjunto de síntomas conexos entre si; pues no nos detendremos en asegurar que es esta la enfermedad que se padece; pero si solo tiene el pulso acelerado y lleno, ó está muy teñida la orina, no podremos decir si está ver- daderamente enfermo, ó si se acaloró por haber hecho algún exer- cicio extraordinario. De las señales unas son diagnósticas, otras pronosticas, y otras anamnésticas ó conmemorativas. Las señales diagnósticas declaran el estado presente de la enfer- medad , y sirven para definirla y distinguirla. Así es que el calor inmoderado , el dolor agudo de cabeza, gran sed y vigilia , con pul- so muy freqüente, lleno y duro, cutis árida y orina muy teñida son señales diagnósticas de la calentura inflamatoria. Las señales pronosticas son aquellas por cuyo medio podemos pronosticar las mutaciones que han de suceder en el curso de la en- fermedad. Y así, sí el que padece calentura inflamatoria se queja de que se le aumenta el dolor de cabeza, y de que siente ruido en los oídos, y observamos que tiene los ojos encendidos y feroces, estando la orina clara como el agua, podemos pronosticar sin duda alguna que va á caer en delirio. Las señales anamnésticas ó conmemorativas son aquellas por las quales podemos venir en conocimiento de la enfermedad que se aca- ba de padecer. Y así el cutis árido y escamoso, la tos seca é im- portuna , la debilidad y el apartar los ojos de la luz demuestran 62 SEN que se acaba de padecer el sarampión. Ya se dexa entender que es muy poca la utilidad de estas se- ñales anamnésticas, aunque se hace de ellas mas caso que el que se debiera; pero es sumamente recomendable el conocimiento de los diagnósticos y pronósticos. Los síntomas genuinos son señales diagnósticas de las enferme- dades; pero como muchos de ellos no pueden verse ni tocarse, no tenemos otro arbitrio para conocerlos que el de recurrir á la induc- ción , ó fiarnos de la relación de los enfermos; y en este último hay el inconveniente de que muchas veces no acierta el enfermo á ex- plicar con claridad los síntomas que padece. Por tanto han inven- tado algunos métodos los Maestros del arte para suplir este defecto, y dar luces suficientes, á fin de poder hacer juicio del estado pre- sente y futuro de las enfermedades, atendiendo al estado de los mo- vimientos anímales, porque quanto son mas desordenados , desigua- les y menos libres que en el estado de perfecta salud, tanto mas grave es la enfermedad y el peligro. Como no pueden observarse los movimientos del sistema ner- vioso , tampoco podemos conocer nada de esta parte de nuestra má- quina , sino atendiendo al estado de los órganos de los sentidos y de los instrumentos del movimiento voluntario; y asimismo á las mutaciones que se presentan en los ojos y en todo el semblante; pe- ro los movimientos del sistema vascular son manifiestos, y dependen del corazón como su primer motor: por lo qual podemos decir si se hace bien el círculo de los humores, y juzgar con bastante certe- za del grado de la perturbación ó interrupción, examinando el pul- so, y atendiendo á la respiración. (V. el artículo señales.) (Mac- bri.) SEMICUPIOS. Baños que cubren solamente hasta la mitad del cuerpo &c. ( V. el artículo bastos. ) SEMILLAS. (Mat. Méd.) Las semillas son las partes de las plantas que sirven para su reproducción nutriendo el embrión que contienen. Las semillas nos prestan medicamentos y alimentos, y las distinguimos con el nombre de cereales, emulsivas y legumino- sas; por lo que hace á sus virtudes particulares se hallan consigna- das en sus artículos correspondientes. SEMILUNARES. (Anat.) Hay varias partes que se distinguen con este epíteto, como las válvulas semilunares del corazón, el hueso semilunar del carpo &c. SEMINAL. (Fisiol.) Adjetivo que pertenece al semen, el qual se llama también humor seminal; y las vexiguillas donde se deposita se llaman también seminales. (V. generación.) SEN. (Mat. Méd.) Esta planta purgante debe á su uso fre- qüente el haberse examinado con bastante prolixidad por casi todos SEN 63 los Profesores del arte de curar. Lagringe es el que la ha analiza- do con mas esmero, deduciendo de su análisis que la prepjracicn sacada del sen por medio del agua, y conocida baxo el nombre de extracto, es meramente soluble en el agua, y en gran parte en el alcohol, por lo que se le ha clasificado entre los extractos xabcno- sos. 2.0 Que la parte disuelta por el alcohol, ó precipitada por él, no es, como se ha creído , una resina, sino una substancia que con- tiene los principios de resina , y á la que solo falta una cantidad de- terminada de oxígeno para tener todos los caracteres de tal. 3.0 Que la parte soluble en el agua contiene diferentes sales y tierras descu- biertas por la análisis, como por exemplo el sulfate de potasa , la potasa, el carbonate calcáreo, la magnesia silícea &c., y que la materia disuelta por el alcohol no contiene mas que una materia cuya naturaleza aun no está conocida; pero que por la adición del oxigeno, por qualquier modo que se haga, la acerca mucho á las resinas. Para el uso medicinal es siempre preferible la infusión en frió sin mezclarle ácidos, tinturas ni aguas espirituosas. El sen es un purgante bastante activo, y mas usado en la cura- ción de enfermedades crónicas. Regularmente se administra la in- fusión de las hojas y folículos, disolviendo en ella otros purgantes, como el crémor de tártaro, maná &c., pero siempre en pequeñas dosis: también se prescribe en polvo en dosis de un escrúpulo hasta media dracma. El sen entra ademas en muchas preparaciones ofici- nales, que no son de mucha importancia. SENAC. (Juan) (Biog.) Nació en la diócesis de Lombez, y murió en Paris el dia 20 de Diciembre de 1770. Obtuvo los títulos de primer Médico del Rey, de Consejero de Estado , y de Superinten- dente general de las aguas minerales del Reyno; mereció estos em- pleos por sus distinguidos talentos y por sus obras útiles. Las prin- cipales son: i.a la Traducción de la Anatomía de Heister: año de 1735 , en 8.°: 2.a Tratado de las causas de los ácidos, y del modo curativo de la peste, año de 1744, en 4.0 : 3.a Nuevo curso de Química, año de 1737 , dos tomos en 12.0: 4.a Tratado de la estructura del corazón, año de 1748, dos tomos en 4.0, reimpre- sos en 1777, con las adiciones y correcciones del autor: esta es la obra principal de este Médico sabio. Empleó veinte años en esta obra maestra y extensa: 5.a De recóndita febrium natura et curatione, año de 1759, en 8.° La Academia de las Ciencias colocó á Senac en la lista de sus Miembros. D. H. SENNERTO. (Daniel) (Biog.) Nació en el año de 1552 en Breslaw. Llegó á ser Doctor y Profesor en Medicina en Witem- berg. El nuevo método con que se enseñaba y practicaba su profe- sión hizo célebre su nombre; pero su pasión á la Química, junto con la libertad con que refutaba á los antiguos, y la singularidad 64 SEN de sus opiniones, le acarrearon muchos enemigos. Sus obras se han impreso en Venecia en el año de 1640 en tres tomos en folio, y rci npresas en el año de 1676 en León en seis tomos en folio. Se no- ta en ellas mucho orden y solidez: sigue en todo la teoría Galénica. No hay que buscar en ellas las luces que se han adquirido poste- riormente; pero los principios fundamentales de la Medicina están sabiamente establecidos, las enfermedades y sus diferencias exacta- mente descritas y explicadas, y las indicaciones prácticas muy bien deducidas. Sus obras son una Biblioteca completa de Medicina, y valen infinitamente mas que muchos libros modernos demasiadamen- te alabados. Este sabio Médico murió de peste en el año de 1637 ^ los sesenta y cinco de su edad. D.H. SENO. (Cir.) * Es una pequeña cavidad ó bolsa oblonga, que regularmente se forma al lado de una herida ó de una úlcera en que está derramado el pus. Un seno es propiamente una cavidad en me- dio de una parte carnosa, la que se forma por la detención ó pu- trefacción de la sangre ó de los humores, y que ella mrsma se abre paso. El seno fistuloso es una ulceración larga y angosta. Sculteto observa que los senos profundos que van hacia abaxo son difíciles de curar ; no obstante pretende curarlos todos en una semana con los medicamentos que él describe , y con un vendaje muy expul- sivo. Añade que no deben hacerse incisiones sino quando se vea que son insuficientes todos los remedios de la Farmacia ; y que para abrir el seno no debe hacerse uso de lo que se llama bisturí ó escal- pelo engañador , porque mas bein engaña al operador que al enfer- mo El método de Sculteto para la curación de los senos *in opera- ción depende mas de la compresión y del vendaje expulsivo que de los medicamentos. (Véante los artículos compresión, compresa^ bxpolsivo y fístula.) * SENSACIONES. ( Fistol.) La manía de buscar causas miste- riosas á los fenómenos de la naturaleza, desdeñando por innobles los instrumentos sencillos con que esta sabe obrar los mayores prodi- gios, ha retardado imponderablemente los progresos délos conoci- mientos humanos. Todas las ciencias nos ofrecen exemplos lastimo- sos de esta verdad; pero ninguna mas , ni mas transcendentales en sus conseqüencias para la felicidad humana, que la ciencia de las ideas» Esta ciencia no ha sido hasta estos últimos tiempos mas que una in- digesta mole de tal qual verdad mezclada con un cúmulo de quimé- ricas abstracciones y suposiciones gratuitas ; porque los hombres fas- cinados con el prestigio de lo maravilloso se han perdido en los espacios imaginarios buscando el agente de las operaciones intelec- tuales y morales, teniéndole en su mismo seño. Pero mientras la muchedumbre de discursistas desvirtuaba en abortivas creaciones la potencia de sus cerebros, aquellos talentos superiores que la Naturaleza SEN 6e siembra de largo en largo espacio en la inmensidad de los siglos, bus- caban la verdad donde tiene su asiento , cimentando la Ideología so- bre su única é invariable basa, el conocimiento del cuerpo humano. La superstición, que miraba como desacato el tocar á los cadá- veres , oponía á este grandes obstáculos; pero el anhelo de saber, necesidad imperiosa que no conoce diques, y cobra vigor con las mis- mas resistencias, los allanó todos, encontrando en los mismos despo- jos de la mortalidad los agentes que animan al hombre. La Anato- mía se perfeccionó con la abertura de los cadáveres, y al mismo paso fué perfeccionándose la ciencia ideológica. Para gloria de la Me- dicina debo decir que el primero que reduxo esta ciencia á su verda- dera esencia fué Loque , célebre Médico ingles; y el que la ha pues- to hoy en el pie brillante que la tenemos es el célebre Cabanis, dignísimo Profesor de la Escuela de Medicina de Paris. Gracias á los trabajos luminosos de estos dos talentos eminen- tes, y á los no menos útiles de Condillac , filósofo dotado de una sagacidad exquisita, á quien para arrebatarles la corona no le faltaron tal vez sino algunos conocimientos mas de la máquina animal: gracias, digo, á estos grandes hombres, en el día nadie du- da ya de que las sensaciones son la fuente de todos nuestros co- nocimientos. Y en efecto, estando el espíritu condenado, digámoslo así, á la esclavitud del cuerpo , este generalmente le da la ley , pues el alma no puede formar juicio de los objetos sino por el informe y testimonio de los sentidos, mediante el mecanismo de las sensa- ciones. (V. SENTIDOS.) Pero ¿qué son las sensaciones, y cómo se producen? Sí quere- mos proceder de buena fe, confesaremos que el estado actual de la ciencia no nos pone aun en términos de dar respuesta satisfactoria á estas dos qüestíones. Nuestros conocimientos en esta materia , á pe- sar de la inmensidad de volúmenes que hay escritos sobre ella, no excede de un limitado número de hechos, fruto de la observación de muchos siglos, los quales apenas ligan entre sí, de modo que for- men cuerpo de doctrina; mas, en medio de ser tan escasos y dimi- nutos , prestan no obstante grandes luces á la ciencia del hombre. Se halla este de tal manera organizado, que mediante los ner- vios, los quales naciendo del cerebro se esparcen y entretexen con maravilloso y exquisito artificio por todas las partes del cuerpo hu- mano, recibe de los objetos diferentes impresiones, que transmiti- das al cerebro, que es el punto central, constituyen la sensación. Po- demos considerar la operación de sentir como dividida en dos tiem- pos, el de acción y el de reacción. En el primero llevan los ner- vios al centro cerebral, ó sensorio común (V. sensorio), la impre- sión ó primer aviso , digámoslo así, que han recibido por sus extre- midades ; y en el segundo adquiere su complemento la sensación en tomo vil. I 66 SEN virtud de la reacción del cerebro. Mediante esta economía prodi- giosa de las sensaciones entabla y mantiene el hombre una corres- pondencia mas ó menos directa con todos los agentes de la Natu- raleza ; sometiéndose ó substrayéndose á su influxo, según la armonía ó disonancia que hicieren en el instrumento de las sensaciones. Pa- ra que estas lleguen á efectuarse es indispensable que no haya nin- gún obstáculo que entorpezca ó intercepte la comunicación de los nervios con el cerebro: así vemos que una ligadura en un brazo, á proporción que va apretándose, le va robando por grados el senti- oo , hasta que cortada enteramente la correspondencia de los nervios' con el centro cerebral, queda absolutamente privado. Prueba incon- testable de que la pérdida de la sensibilidad no dimana sino de los nervios, es que cortados estos á un animal vivo en qualquiera de sus miembros, se puede punzar, dislacerar, quemar el miembro desde la amputación á la extremidad sin que el animal dé la mas le- ve muestra de dolor. De aquí entiendo que es de donde principalmente han tomado algunos metafísicos argumento para decir que el dolor no está en la parte de nuestro cuerpo, donde hace impresión el objeto, sino en el sensorio. Esta opinión, á pesar del voto respetable de tantos insig- nes filósofos como la autorizan, acaso no es tan exacta que no se la pueda tachar por resabiada de las cabilaciones de la filosofía antigua; y si me es permito hacer una aplicación, tal vez nueva, de los mo- dernos conocimientos de fisiología, teniendo la facultad de sentir su fundamento en la armonía délos órganos, los quales deben cons- pirar á un fin, para el qual nos concedió la naturaleza el siste- ma de los nervios, acaso no hay incompatibilidad en que se sien- ta en las partes; aunque siempre es indispensable que sus impre- siones se transmitan al sensorio común, que es, pordecirlo así, la piedra de toque en que se ha de ver la armonía de las partes afectas con el todo. Como quiera que sea, es indubitable que para efectuar la sensa- ción deben los nervios estar expeditos, y no es menos necesario que lo esté asimismo el cerebro , el qual, en hallándose comprimido por qualquier cuerpo extraño, ó padeciendo alguna lesión, trastor- na ó impide las funciones del sentimiento. En la práctica de la Me-* dicina se están observando todos los días frenesíes, afecciones epi- lépticas, delirios y otras aberraciones mentales, que no se pueden atribuir á la lesión de ningún otro órgano externo ni interno, sino á la del mismo cerebro, como después ha hecho ver manifiestamente la abertura de los cadáveres. Mas también se nota un fenómeno muy singular, que prueba dolorosarnente quan limitado es el cono- cimiento que tenemos de la estructura y uso del cerebro. Un átomo de materia extraña suele trastornar sus funciones, y a ve- SEN 67 ees se consume por enfermedad, ó se corta en operaciones qui- rúrgicas gran porción de su masa, sin que se interesen las funcio- nes de la vida, ni de la inteligencia, antes bien unas y otras se conservan en toda su integridad. Sin embargo, se observa constan- temente que qualquiera lesión, por leve que sea > en el punto céntrico, origen común de los nervios, trae siempre consigo gravísimas con- seqiiencias. Ha habido reñidas disputas acerca del modo como Se comunican las impresiones por los nervios al cerebro. Unos han opinado que es por medio de vibraciones, considerándolos cOmo cuerdas mas ó* menos tensas. Otros (y esta es la opinión mas valida) juzgan que se trasmiten por medio de un fluido Sutil; y en la asignación de este se ha ido modificando la opinión, según han ido variando los cono-' cimientos físicos. Para rebatir la primera bastan las mas simples no- ciones anatómicas; y aunque las que tenemos en el dia no nos dan conocimiento cabal de la textura íntima de los nervios, nadie pue- de dudar que la fibra nerviosa eS la mas blanda del cuerpo humano^ y de consiguiente la menos elástica é inepta por lo mismo para la vibración. Contra la segunda opinión sé levantaron en el siglo pasado acérrimos enemigos, los quales queriendo regir la Naturaleza por las leyes de su grosera Higrostática, y notando que la transmisión de las impresiones por los nervios no se concíliaba con sus pobres conocimientos del movimiento de los fluidos, fallaron rotundamen- te que dicha opinión es absurda. Pero entonces no existía el aparato de Volta, ni se tenia casi noción de la electricidad. Es masque pro* bable que este fluido, modificado por la acción vital , Sea el agente que circulando con inconcebible rapidez por el sistema nervioso, lle- ve las impresiones de las extremidades sensitivas al centro cerebral* y de este transporte á las partes el impulso que determinen los mo- vimientos de ellas. Quede pues sentado incontestablemente qué las impresiones reci- bidas en las extremidades de los nervios trasladadas al sensorio co- mún , mediante la reacción dé este, producen las sensaciones. Mas no á todas las partes del cuerpo humano afecta de un mismo modo ún mismo objeto. Las afecciones varían Según los varios órganos; y de esta variedad trae origen su natural división en cinco especies correspondientes á los cinco sentidos (V. sentidos.); pues diversa es la afección que» produce una rosa en la membrana pituitaria por medio de sus efluvios odoríferos de la que produce inmediatamente aplicada á la nariz. ¿ De dónde procede esta diferencia? ¿ Acaso de la diferente organización de los nervios, en virtud de la qual son susceptibles de diferentes modificaciones? Lo cierto es que el ayre, por mas impregnado que esté en los efluvios de la rosa, nunca pro- ducirá en el oido olor alguno; ni el propio ayre, por mas música- 68 SEN mente medulado que llegue á la nariz , jamas producirá el mas leve sonido. Parece que los sentidos, ademas de los nervios que reciben para su peculiar función , reciben otros destinados á obrar el mecanis- mo de las sensaciones táctiles. Esto se hace casi evidente en el ol- fato. Los nervios que la membrana de la nariz recibe del par pri- mero cerebral, parece que son los únicos capaces de recibir la im- presión de los olores; y los filamentos que la presta el par quinto no la hacen susceptible sino de la sensibilidad general. Así vemos que en un romadizo esta es vivísima, sin embargo de estar absolutamen- te embotado el sentido del olfato. Los ideologistas quando hablan de las sensaciones suelen dar ex- clusivamente este nombre á las que causan los objetos en la su- perficie externa del cuerpo , á las quales llaman por esta razón sensa- ciones externas. Pero ademas de estas recibimos también otras por medio de las extremidades nerviosas, que terminan en las visceras y partes interiores, como son las que ocasiona el movimiento de los miembros, las que resultan de las funciones ó lesión de los órga- nos internos, y otras infinitas, que denominaremos sensaciones inter- nas ; si bien los filósofos analíticos las llaman impresiones, negándo- las el título de sensaciones, por no sé qué de vago, imperceptible y maquinal, que las excluye de entrar como elemento en el análisis que hacen de las operaciones intelectuales. Pero ahora las llamemos sensaciones, ahora se les dé el nom- bre de impresiones, sin duda son las primeras que el hombre expe- rimenta. Su principio se pierde en el caos de las primeras determi- naciones de la vitalidad , y tal vez son las únicas que el animal prue- ba en el vientre de su madre. El objeto mismo para que la Natura- leza dotó al hombre del sistema sensitivo favorece esta opinión: su grande objeto es la formación y conservación del. individuo , de donde por una superabundancia de vida resultará algún día la pro- pagación de la especie. Para la conservación casi no necesita el feto del uso de los órganos externos, y así yacen sin exercicio hasta que saliendo á la luz del mundo, expuesto al choque de todos los agen- tes físicos que le rodean, necesita ya valerse de los instrumentos de que está armado para evitar ó buscar los que puedan contribuir á su conservación. Mas para la grande obra del desarrollo nece- sita concentrarse en sí mismo, y, por decirlo así, no sentirse sino á sí propio, para que fortalecido con este previo sentimiento , se halle preparado á sentir después la impresión de los cuerpos extraños, refiriéndolo todo a\yo, que es el punto céntrico del hombre físico y moral. Así esta vida interior, retraida de las impresiones de los objetos externos', es tan activa en el feto, que á ella indubitablemen- te se debe el prodigioso incremento del cuerpo humano en los pri- meros meses de su formación , comparado con el del resto de la vida. SEN 69 Obsérvase por ley constante que á proporción que los miembros van desarrollándose, va la naturaleza enseñando al animal el uso de ellos, que es en lo que principalmente consiste su desarrollo. Así es que en los últimos meses de la preñez, quando ya la formación está tan adelantada, bulle y se agita inquietamente, no por hallarse estrecho en el recinto de la matriz , como imaginan comunmente los fisiolo- gistas, sino porque, como observa sabiamente Cabanis, han adquiri- do ya sus miembros cierto grado de fuerza, y necesitan exercitarse. En los niños nacidos sin tiempo, que se han conservado por medio de una gestación artificial, como se cuenta de Fortunio Licheti, eru- dito italiano , que habiendo nacido de cinco meses, se conservó á fuerza del cuidado y exquisitos medios de que se valió su padre, Médico celebrado en su tiempo, y vivió después mas de ochenta años: en estos, digo, se ha notado que viven como en una especie de sopor hasta el noveno mes, á cuyo tiempo rebullen y hacen es- fuerzos como si efectivamente se tratase de la maniobra del nacer, observándose que la respiración, que habia sido casi imperceptible hasta aquel tiempo, comienza entonces á hacerse plenamente. Sucede también muy de ordinario que el animal prueba á ser- virse de sus miembros antes que hayan adquirido su total incre- mento , y aun á veces antes de que le hayan nacido. Así vemos á los polluelos de las aves batir sus alas apenas cubiertas de un ligero floxel; y al cabrito y cordero triscar y toparse quando todavía no les apitonan las astas. Quizá es necesario este movimiento para su erupción, al modo que vemos al niño quando está endenteciendo estregarse las encías con todo quanto halla á la mano para ayudar á la erupción de los dientes. A estas predisposiciones que han ido adquiriendo los órganos del feto con el mismo progreso de la animalizacion, mediante las impresiones internas, es adonde se debe recurrir para explicar las determinaciones instintivas, apetitos y repugnancias que manifiestan los animales recien nacidos, y son el torcedor de los idiólogos que todo lo quieren explicar por medio de actos refiexos. Con efecto , el niño nace, y sin que nadie le guie, busca con mas ó menos tino el seno maternal; y sin haber asistido á ninguna Cátedra de Física ex- perimental , ni manejado la máquina neumátiea , ensaya, efectúa y repite el experimento del vacío en el acto de la succión. Este fe- nómeno parecía tan admirable al grande Hipócrates, que no podía concluir menos de él sino que el feto por medio de la succión se nutria de las linfas del ámnios en el vientre de la madre; pero el mecanismo de esta función animal impide que sea admisible su opi- nión en buena Fisiología. Si de la naturaleza humana queremos pasar á observar la de cier- tas especies de animales > observaremos en algunos no menores pro-* yo SEN digios en este punto. El perdigón, el pollo de codorniz, y general- mente todos los de la familia de los gallináceos, no bien salidos del huevo , con el cascaron aun pegado, buscan el grano , le pico- tean, siguen á la madre, y corren tan desembarazada y velozmen- te , que apenas puede darles alcance el cazador. El ansarón recién nacido se arroja al agua apenas la ve, y nada; y no hay decir que el exemplo le arrastra, porque yo mismo lo he observado en an- sarones empollados por gallinas en granjas donde no había ánsares que se le pudiesen dar. Haler vio repetidas veces en varias especies de anímales, como la cabra , la oveja &c. , á los hijuelos apartados de sus madres, apenas nacidos, irlas á buscar á gran distancia, y no equivocarlas con las demás hembras de su especie. Mas donde re- salta mas visiblemente el irresistible poder del instinto es^ en la ob- servación que dice haber hecho Cabanis en gatos, que teniendo ape- nas el medio cuerpo fuera de la vagina, alargaban ya el cuello pug- nando por coger él pezón mamario. Fenómenos todos cuyo origen no se debe buscar sino en las impresiones internas, que con su con- curso simultáneo, sus combinaciones simpáticas y su repetición con- tinua, van predisponiéndolos durante el tiempo de la gestación. De estos hechos y de otras observaciones no menos curiosas que exactas, consignadas por Cabanis en su preciosa historia de las Sen- saciones , resulta con evidencia que el cerebro del recien nacido no es una tabla rasa en el sentido metafóricoque lo entienden Loque y su escuela , para significar que no ha recibido aun sensación alguna. No hay duda que lo es respecto al universo exterior; mas tampoco podemos dudar que ha recibido y combinado ya multitud de espe- cies producidas por las impresiones internas. De aquí el sistema de apetitos y demás afecciones internas, cuyo conjunto forma el ins- tinto, palabra que atendido su análisis etimológico (dentro y pun- zamiento) expresa exactamente el sentido que se la da en lenguage filosófico, es decir) estímulo interior) ó lo que es lo mismo, con- junto de excitaciones causadas por un estímulo interno. Esta división de todas las impresiones que recibimos en internas y externas da margen á reducir á dos las fuentes de nuestros co- nocimientos: á saber, el sistema instintivo y el racional, de los quales según la ley general del equilibrio de los sistemas orgánicos, no puede preponderar uno sino á costa del otro. Así el instinto es mas vivo, mas extenso, mas sagaz, digámoslo así, en el hombre salvage, que en el hombre culto que exercita mucho sus fuerzas in- telectuales ; y lo es generalmente mas en los animales que en el hombre. Tiene ademas esta división la ventaja de dar luz para la explica- ción de varios fenómenos mentales, que han causado notable con- tención de espíritu á los moralistas de todos los siglos. En efecto, SEN 7I por efla se explica aquella contradicción entre el alma y los senti- dos , aquella batalla interior que solemos sentir de la razón que man- da , y la carne que se rebela, expresada enérgicamente por un autor sagrado en estas palabras : Video aliam legem in membris meis repugnantem legi mentís mece. Averiguado así el origen de nuestros conocimientos , volvamos á tomar el hilo de las observaciones acerca de la operación de sentir. Hemos dicho que el cerebro se pone en movimiento mediante el impulso que le dan los nervios, ocasionado por las impresiones in- ternas ó externas. Mas no por eso se entienda que es un órgano me- ramente pasivo; antes está dotado de una potencia activa, que fe substrae á las leyes de la mas exquisita mecánica. En virtud de esta admirable actividad produce en sí y por sí mismo impresiones aná- logas á las que ha recibido por los nervios; y mediante la corres- pondiente reacción , sobre ellas forma una serie indefinida de sensa- ciones , á veces mas vivas que las que le presta el influxo de la acción nerviosa; y tanto mas quanto el órgano interno, retraido de las impresiones de los objetos exteriores, se concentra mas en sí pro- pio , como se advierte en los hombres que se dan á la vida con- templativa. En esta potencia introactiva del órgano cerebral resal- tan tres caracteres, de que es necesario tener previa noción para formarla completa del mecanismo de sus funciones. Hablo de aque- lla fuerza exágeratíva, por la qual damos, digámoslo así, mas cuer- po á las sensaciones, ó las reducimos, é invertimos el orden de ellas; de donde resultan las ideas fantásticas, fuente perenne de los agradables caprichos de las Artes. Así formamos de la idea del hom- bre la de un gigante, ó la de un pigmeo; y uniendo la idea de oro á la de manzana fingen los poetas las manzanas de oro del jardin de las Hespérides. (V. imaginación.) De estas diferentes propiedades que hemos observado en el siste- ma sensitivo resulta la totalidad de operaciones que abrazan las ope- raciones de nuestra alma , de las quales vamos á hacer una análisis su- mario. Este suele variar considerablemente de nación á nación , no porque sea diferente la naturaleza del órgano intelectual, sino por la vari edad de las lenguas, ó sistemas de signos articulados recibi- dos en diferentes naciones para significar los pensamientos y efectos; las qua es, según fueren mas ó menos ricas ó analógicas, significan con mayor ó menor exactitud la varia escala de operaciones en que consideramos dividido el imperio de la racionalidad. Aquí vemos ve- rificado el dicho ingenioso de un filósofo: ,,que la verdad no es del que la descubre, sino del que la pone nombre." Las operaciones que no le tienen podemos decir que no existen. Así es que, aten- dida la promiscuación de las voces con las ideas, el análisis de las facultades del alma se puede considerar como un análisis gramati- 7% SEN cal de las palabras con que las significamos; debiendo darnos por muy dichosos si acertamos á fixar con alguna exactitud sus varias acepciones, las quales suelen ser metafóricas por la mayor parte. Pase- mos pues á la fixacion de las principales que forman nuestro vocabu- lario ideológico, teniendo antes entendido que de todas las facul- tades del alma hacen los idiólogos dos divisiones capitales; a sa- ber , el sistema de las operaciones intelectuales, y el de las opera- ciones morales. Facultades intelectuales. Las impresiones comunicadas por los nervios al sensorio común en la forma que hemos dicho anterior- mente , constituyen las sensaciones; y en quanto hablando metafó- ricamente son como la imagen del objeto que las causo, se lla- man ideas, palabra griega que en su origen significa lo mismo. Los metafísicos han hecho de las ideas divisiones y subdivisiones en in- finito : ideas claras , ideas confusas &c.; lenguage inexacto, dice Condillac, que no debe pasar en rigor filosófico, porque bien exa- minado decir de un retrato, por exemplo, que tiene una semejan- za confusa con el original, no es decir sino que en parte se parece y en parte no; y por lo mismo el verdadero retrato no le forman si no los toques de semejanza. Así de las ideas. Pero la imperfec- ción de nuestros conocimientos, y sobre todo la imperfección de los idiomas, nos obliga á usarle; mas no abusemos. En el cerebro, ademas de la facultad de recibir impresiones, he- mos reconocido también la de reproducirse, en virtud de su poten- cia reactívalas impresiones ya tenidas, aun quando el objeto no esté presente. Esta facultad de reproducir así las ideas de las cosas que no afectan actualmente nuestros sentidos se llama memoria. Si el hombre no estuviera dotado de esta potencia , viviría en una infan- cia eterna. A ella deben el ser las Ciencias experimentales, como de- positaría que es de los progresos que va haciendo el entendimiento humano en el discurso de los siglos. El hombre ha encontrado me- dios supletorios para ayudar á su memoria, entre los quales hará época inmortal la imprenta. El exercicio aumenta maravillosamente esta potencia: mil causas físicas la debilitan, y entre ellas ninguna mas poderosamente que el abuso de la venus. De esta misma facultad, junta con la de combinar con nove- dad las ideas ya tenidas, se forma la imaginación. Esta potencia supone lo primero una exquisita sensibilidad para reproducir con viveza las imágenes de los objetos; y ademas una superabundancia de reacción para combinarlas de mil y mil modos distintos, la qual recibe el nombre particular de ingenio. ,,El que mas imágenes toma del almacén de la memoria, ese tiene mas imaginación", dice un autor que la tiene felicísima. El espíritu no crea ninguna idea ele- mental , no hace mas de combinar. Quando Ariosto envió su paladin SEN 73 Astolfo a viajar por la luna, ya tenia idea de la luna, de San Juan y de los paladines. Á la imaginación deben las bellas Artes todas sus hechiceras creaciones; pero las Ciencias casi no la deben ningún agradecimiento: á la verdad la imaginación ha infestado su imperio de esfinges, chímeras y hipogrifos, que han hecho correr mares de sangre. El mas alto grado á que puede llegar esta potencia se lla- ma entusiasmo, el qual es una especie de furor que nos transporta á un mundo ideal, y á veces raya en verdadera locura: por eso los que se dan con extremo á las artes de imaginación están próxi- mos á ella. Lucrecio y el Taso compusieron sus hermosos poemas en los lúcidos intervalos de su demencia. Así la locura se ha hecho proverbio hablando de los poetas. Nada fortalece tanto la memoria como la atención, facultad por la que entre multitud de impresiones que nos afectan á un mismo tiempo, sentimos una como exclusivamente fixándonos en ella, como si las demás no existiesen. Así el amante en medio de un inmenso espectáculo no ve mas que al objeto que le tiene cautiva la aten- ción : el universo visible no existe para él; porque en efecto, lo que no se siente no existe para nosotros: aumentar pues la esfera de nuestros sentidos es como aumentar el número de los seres: el microscopio nos ha descubierto un mundo nuevo que antes no existía. Mas aunque nos reconcentremos en un objeto, de tal modo que parezca que no sentimos la impresión de los demás que nos rodean, no por eso somos nulos á sus impresiones: el cansancio que sentimos al salir de un magnífico sarao, de un tea^- tro, ó de los juegos circenses , proviene por la mayor parte de la fatiga que han padecido nuestros sentidos, sitiados simultánea- mente por un tropel de sensaciones. Para conocer si un objeto ha cautivado nuestra atención, no hay regla mas segura que ver si te- nemos consciencia de él. El primer efecto de la atención es la cons- cíencía: tenerla de nuestras sensaciones es percibir, esto es, sentir que sentimos ( si se me permite este retruécano): de suerte que estar atento á una cosa , según observa Condillac, no es sino tener mas consciencia de las sensaciones que nos causa, que de las otras que obran, como ella, al mismo tiempo en nuestros sentidos; y quanta menos memoria nos quede de estas, tanto mas viva habrá sido la aten- ción. De donde se colige quan importante sea para todo género de estudios el exercicio de esta potencia, el qual aumenta considera- blemente su capacidad. De Julio César se cuenta que al mismo tiem- po que escribía una carta dictaba quatro: talento que entre noso- tros se ha visto mas que duplicado en Doña Josefa de Isla, hermana del célebre crítico de este nombre. De esta facultad nace inmediatamente la abstracción , facultad acaso distintiva de la especie humana, en fuerza de la qual separa- TOMO VII. K. 74 SEN mos mentalmente de los objetos sus mismas qualidades; es decir, se- paramos de la idea total de un sugeto alguna de las ideas compo- nentes , aunque tal separación no pueda existir en la naturaleza. De este modo consideramos la blancura separada de la nieve. Esta po- tencia presta grande auxilio para el estudio de las Ciencias: sin ella no podríamos generalizar nuestras ideas, ni hacer las divisiones tan ven- tajosas de los seres de la naturaleza en géneros y especies, no exis- tiendo en ella mas que individuos. Las lenguas son el principal ins- trumento de las abstracciones: damos nombres á estas como á los entes reales; y olvidados luego de nuestras creaciones, solemos ado- rar la obra de nuestros cerebros, como la idólatra gentilidad ado- raba la obra de sus manos. Si se hiciera un análisis riguroso de las palabras, veríamos que la existencia de millares de objetos que nos atormentan es una existencia puramente nominal. Del modo diverso como se executa la atención resulta la compa- ración y la reflexión. En virtud de esta nos fixamos sucesivamente en las varías sensaciones, que produce en nosotros un objeto para formar idea completa de él, tomada la metáfora de la reflexión física, por la qual un cuerpo elástico resurte de unos en otros. En suma, compa- rai ion es la facultad de sentir dos ideas, parando , digámoslo así, una al lado de otra: de donde resulta el juicio, que es el complemento de las operaciones intelectuales, por medio del qual sentimos la co- relacion que hay entre nuestras ideas. Todas estas y otras infinitas operaciones que omitimos por evi- tar prolixidad, están incluidas baxo la denominación de entendimien- to , por cuyo medio sentimos la correspondencia ó contrariedad que tienen con nuestra naturaleza ciertas sensaciones , y los objetos que las producen; para en conseqüencia repetirlas ó no, buscarlos ó huir- los en virtud de otra potencia llamada voluntad, que comprehende baxo de sí el sistema de las facultades morales. Para analizar esta po- tencia , volvamos á tomar el hilo desde la simple sensación, á la qual en último resultado se vienen á reducir todas las operaciones men- tales; pues á la verdad juzgar no es otra cosa que sentir, querer es sentir: todo es sentir. Pasemos pues al análisis de las Facultades morales. Toda sensación que produce en nosotros efectos conformes á nuestra naturaleza se llama plactr ; toda sen- sación que los produce contrarios, dolor. El placer y el dolor son las centinelas que la naturaleza ha puesto á nuestra conservación y el norte que nos lleva á la felicidad á que nos ha destinado. La fisiologia no ha alcanzado todavía á explicar qué temple especial se requiere en las cuerdas nerviosas tocadas por los objetos externos ni cómo su armonía con el todo produce el placer, ó al contrario: solo nos da á conocer algunas señales que acompañan al placer y al dolor. En este se advierte que el animal, al modo de la sensi- SEN 75 tiva , se repliega, se recoge dentro de sí mismo, como para presen- tar la menor superficie posible al cuerpo que la hiere: y por el con- trario, en el placer se despliega, digámoslo así, se expande. Por esto llaman algunos moralistas modernos expansivas á las pasiones hijas del placer. Observase que este, en lo físico y en lo moral, sue- le disminuirse con la continuación, hasta degenerar en verdadero dolor; y que el dolor llega también con la costumbre á conver- tirse en placer, como se prueba en los alimentos; pues algunos que al principio nos repugnan, llegan después á sernos muy gratos y vice versa. Promiscuándose así naturalmente el placer y el do - lor, no es extraño que los confundamos muy á menudo. Impor- ta no obstante distinguirlos bien, mayormente en el orden moral, donde hay placeres que presentándosenos con seductivas apariencias, nos acarrean después grandes é irremediables dolores. La Ciencia médica no tiene otro objeto que remover y destruir las causas de estos , para lo qual tiene que valerse en ocasiones del mismo dolor como benéfico instrumento. A la verdad el dolor es elemento nece- sario de una felicidad. Los placeres deben todo su valor á los deseos, á las necesidades: todo deseo supone privación ; toda privación en- gendra un dolor: no hay placer sin dolor. Por esta razón la felici- dad no es, como algunos quieren , un estado de incesante placer, sino aquel en que la suma de placeres excede notablemente á la de los dolores; aquel en que no hay mas dolores que los indispensables, digámoslo así, para sazonar los placeres. La idea de todo objeto, que juzgamos ha de producirnos placer, causa en nosotros una tendencia hacia él llamada deseo', y á los objetos de esta especie damos el nombre de necesarios, si no pode- mos conservar sin ellos nuestra existencia. Nuestras necesidades son la suma de apetitos y deseos habituales, de cuya satisfacción depen- de nuestra conservación y felicidad. Divídense en naturales y facti- cias: de la primera clase son el hambre, la sed, la venus, y demás que llamamos necesidades por excelencia, ó necesidades físicas. Al Mé- dico observador toca discernir quando exceden ó no de sus límites para satisfacerlas ó reprimirlas, según mas convenga al buen régi- men de la economía animal; pues á veces extremándose se hacen contranaturales, como se observa en la sed hidrópica y en la nin- fomanía. En orden á las necesidades facticias, es muy digno de no- tar que la Naturaleza no ha sujetado al hombre como á los demás animales á determinada esfera de necesidades; sino que, mediante la perfectibilidad , le ha dado potencia para crearse necesidades sin térmi- no. Mas por un extraño abuso de este don de naturaleza, en vez de se- guir el hombre en la formación de nuevas necesidades el modelo de las que esta le inspiró, y no proporcionándolas á los medios de satisfacerlas, ha forjado una multitud innumerable de necesida- 76 SEN des de puro capricho, á las quales le vemos en todas partes mas ó menos esclavizado. El deseo permanente de poseer los objetos que nos parece pue- den causarnos sensaciones agradables, y de alejar de nosotros ó des- truir los que pueden causarnos dolores, se llama pasión. Las prin- cipales son el amor y el odio, que según su diferente objeto, inten- sión y circunstancias, toman diferentes nombres: el amor v. gr. de las riquezas, sí es extremado, se llama avaricia, el de las dignida- des ambician &c. El poderoso influxo de las pasiones sobre la salud y la vida exige del Médico suma discreción y sagacidad para en ciertos casos inquirir en los desórdenes de ellas los de las funciones mas importantes de la economía animal , cuyas causas se buscarían infructuosamente en el sistema físico. Es bien sabido que el terror suele causar convulsiones, epilepsias y parálisis ; las cóleras supre- siones de orina , rabia , y no pocas veces muerte &c. Los extremos de las pasiones siempre son nocivos; pero el influxo moderado de las pasiones apacibles reanima y mejora nuestra existencia. (Véase pasiones.) La buena ó mala idea que formamos de un objeto nos pone en acción para poseerle ó evitarle. De aquí el sistema de acciones hu- manas , que según fueren ó no conformes á nuestra felicidad y á la de nuestros semejantes, calificará el moralista de buenas ó malas. La acción moral pues no es otra cosa que un movimiento orgánico, producido en nosotros en virtud de la idea de bien ó de mal anexa á un objeto. Toda acción moral, igualmente que la acción física tiene una proporcionada reacción: por tanto debemos tener gran cuen- ta en que nuestras acciones no causen año á nuestros semejantes, por- que á conseqüencia de su reacción no pueden menos de causárnosle á nosotros mismos por ley constante establecida por el Juez supremo. Los movimientos del cuerpo humano tienen esto de particular, que dexan siempre los órganos tan dóciles, tan dispuestos á su re- petición , que los reproducen como de suyo. Esta tal repetición de acciones se llama hábito ó costumbre. Su dirección en orden á la conservación de la existencia física pertenece mas especialmente al Fisiólogo; y el conformarla á la felicidad individual y al orden social, establecido por legítimas potestades para la conservación de los imperios, es peculiar inspección del Moralista. Consueto altera natura, decían los antiguos. El Médico no debe perder nunca de vista este importante principio para deferir oportuna y sabiamente con la imperiosa costumbre. Es de admirar el absoluto predominio que esta tiene sobre nosotros, así en lo físico como en lo moral: sin embargo, en este causa sin comparación mas fatales estragos. A fuerza de repetir ciertas acciones, por absurdas y criminalts que sean, las miramos como naturales; á fuerza de repetir ciertos juicios erra- SEN 77 dos, nos aferramos cada dia mas en mil torpes y funestos errores: de donde nos viene la plaga de prácticas abominables, y absurdas preocupaciones, que son el azote del linage humano. Finalmente el deseo y el hábito de las acciones, conformesá la felicidad del hombre, y á la de sus semejantes, constituye la virtud, basa uní.a y eterna de toda felicidad; y todo lo contrario el vicio. He aquí las principales operaciones que forman el sistema de las facultades morales, las quales no menos que las intelectuales, ana- lizadas anteriormente, se efectúan por el sistema nervioso mediante el mecanismo de las sensaciones. No puedo menos de confesar que aunque me he esforzado á seguir en este breve resumen la escala gradual de operaciones, subiendo desde la simple sensación hasta las mas elevadas, no me lisonjeo de haberlo hecho con la exactitud que yo mismo exijo de mí, ni de modo que se ocurra á la explicación satisfactoria de la mínima parte de los fenómenos de la inteligencia. Mil causas dificultan, ó por mejor decir imposibilitan la empresa. La lengua no está hecha á la severidad filosófica: la materia es abs- trusa de suyo, y cubierta de densas tinieblas; y solo se ven de tre- cho en trecho algunos escasos vislumbres, á cuya incierta luz ape- nas podemos caminar trémulamente por las arduas y deleznables sendas que han seguido los filósofos, las quales, quando menos lo pensamos, hallamos que no tienen salida, si ya no es que queremos abrir nuevos caminos, lo qual no á todos es concedido. Sobre todo hay pocos hechos, pocos materiales útiles; y estamos muy lejos de reunir el complexo ó conocimientos que exige la comprehension de tan altos prodigios. ¡Qué inconseqüencia la nuestra! Ignoramos por la mayor parte las leyes sencillas que gobiernan la materia bruta , y queremos explicar las complicadas y sublimes de la materia exquisi- tamente organizada. No sabemos cómo se forma un grano de are- na , y osamos explicar como se forma un pensamiento. / 0 miseras hominum mentes ! (b. j. gallardo.) SENSIBILIDAD. (Fisiol. y Patol.) Voz que expresa aque- lla propiedad de la vida privativa del principio senciente, ó el alma, por la qual las impresiones que ocasionan los estímulos en los órga- nos se perciben en el sensorio; pues la economía animal, dotada de órganos que reciben general y exclusivamente los distintos cuerpos que nos rodean , estos objetos exteriores, y también los interiores, producen impresiones relativas y específicas, que mueven los ór- ganos indicando la presencia de los cuerpos ó estímulos que los agitan, y sus qualidades, y estas imprefíones y este movimiento se trasmite al principio senciente; y ia facultad que este tiene de percibir dichas impresiones es lo que llaman los fisiologistas sensi- bilidad; y así es que el exercicio de la sensibilidad tiene dos efec- tos inmediatos, que son la percepción del objeto, y el movimiento 78 SEN que la acompaña. El primero consiste en la mutación que experi- menta el hombre en sí mismo, en conseqüencia de la acción de los objetos físicos, y por la que juzga del bien ó del mal que puede acarrearle , y es la causa de lo que llamamos sentimiento ó sensación. (V. este artículo.) El segundo es la disposición de los órganos, que los obliga á mover en conseqüencia de las sensaciones excitadas por los objetos. Estos dos efectos están íntimamente unidos, y asi es que se confunden fácilmente, y por lo que no tenemos ideas muy distintas de esta materia; pero para exponerla con alguna mas cla- ridad y exactitud trasladaremos lo que dice el célebre Bichat. ,,Es fácil conocer, dice, que las propiedades vitales se reducen á las de sentir y moverse; pero cada una de ellas tiene en las dos vidas un carácter diferente. En la vida orgánica la sensibilidad es la facultad de recibir una impresión; y en la vida animal es la de recibir una impresión, y ademas de transmitirla á un centro común. El estómago es sensible al contacto de los alimentos, el corazón al afluxo de la sangre, y el conducto secretorio al contacto del fluido que le es peculiar; pero el término de esta sensibilidad está en el órgano mismo, y no traspasa sus límites. La piel, los ojos, los oídos, las membranas de la nariz y de la boca, todas las superficies muco- sas en su origen , los nervios &c., sienten la impresión de los cuer- pos que los tocan, y la transmiten después al cerebro, que es el centro general de la sensibilidad de estos diversos órganos. Hay pues una sensibilidad orgánica, y otra animal; de la una dependen todos los fenómenos de la digestión , de la circulación, de la secreción, de la exhalación, de la absorción , de la nutrición &c, la qual es común á la planta y al animal, y el zoófito goza de ella como el quadrúpedo mas bien organizado: de la otra se de- rivan las sensaciones y la percepción , igualmente que el dolor y el placer que las modifican. La perfección de los animales está, si me es lícito decirlo así, en razón de la dosis de esta sensibilidad que les ha cabido en suerte. Esta especie no es el atributo del vegetal. La diferencia de estas dos especies de fuerzas sensitivas está princi- palmente bien demarcada, por el modo con que se acaban en las muertes violentas, que matan al animal repentinamente. Entonces efectivamente se acaba en un momento la sensibilidad animal; no queda rastro de esta facultad en el instante que sigue después de una fuerte conmoción, de una gran hemorragia , ó de la asfixia; pero la sensibilidad orgánica sobrevive mas ó menos tiempo. Los vasos lin- fáticos absorven todavía , el músculo siente igualmente el estímulo que le excita: las uñas y los cabellos aun pueden nutrirse, y ser por consiguiente sensibles á los fluidos que reciben de la piel &c.; y hasta después de pasado cierto tiempo, que á veces es bastante lar- go , no se borran todos los vestigios de esta sensibilidad, mientras la destrucción de la otra ha sido repentina y momentánea. Aunque á primera vista presentan estas dos sensibilidades animal y orgánica una diferencia notable, con todo, parece ser esencial- mente la misma su naturaleza , y probablemente la una no es mas que el máximo de la otra. La misma fuerza, mas ó menos intensa, es la que se presenta baxo diversos caracteres, como lo prueban las siguientes observaciones. Hay diversas partes en la economía en que estas facultades se encadenan , y se suceden de un modo insensible, como lo demues- tra el origen de todas las membranas mucosas. Tenemos la sensación del tránsito de los alimentos por la boca y el paladar, la qual se debilita al principio del esófago, se hace casi nula al medio de él, y desaparece á su fin, y en el estómago, donde ya no hay mas que la sensibilidad orgánica ; el mismo fenómeno se observa en la uretra, en las partes genitales &c. En la inmediación de la piel hay sensibi- lidad animal, que disminuyéndose poco á poco, llega á ser orgá- nica en lo interior de las partes. Diversos excitantes aplicados á un mismo órgano pueden alter- nativamente determinar en él ambos modos de sensibilidad. Los li- gamentos irritados por los ácidos, por los álcalis muy concentrados, ó por un instrumento cortante, no transmiten al cerebro la fuerte im- presión que reciben; pero quando se tuercen se estiran y se desgar- ran , resulta en él una viva sensación de dolor. He confirmado con varios experimentos este hecho publicado en mi Tratado de las mem~ branas , y citaré aquí otro del mismo género , que he observado des- pués. Las paredes arteriales, sensibles, como sabemos , ó la sangre que corre por ellas, son el término de su sensación , que no se pro- paga hasta el sensorio; pero si se inyecta en este sistema un fluido extraño, el animal manifiesta con sus gritos que siente la impresión. Hemos visto que era una propiedad del hábito el obrar entorpe- ciendo la viveza del sentimiento, y transformar en sensaciones indi- ferentes todas las de placer y de dolor; por exemplo, los cuerpos extraños causan sobre las membranas mucosas una impresión do- lorosa en los días primeros de su contacto, desenvolviendo en ellos la sensibilidad animal; pero poco á poco esta se gasta , y queda sola la orgánica. Así la uretra siente la sonda, mientras está introducida en ella, porque á esta introducción acompaña constantemente una acción mas viva de las glándulas mucosas, de donde nace una es- pecie de catarro; pero el individuo soamente en los primeros mo- mentos tiene la conciencia dolorosa de su contacto. La inflamación , excitando cada día en una parte la sensibilidad orgánica, se transforma en sensibilidad animal. Así los cartílagos, las membranas serosas &c., que en el estado natural no tienen sino aquel obscuro sentimiento necesario para su nutrición , se penetran entón- 8o SEN ees de una sensibilidad animal, muchas veces mas viva que la de los órganos en quienes es natural: ¿y por qué? porque es propio de la inflamación el acumular las fuerzas en una parte; y esta acu- mulación basta para alterar el modo de la sensibilidad orgánica, que no se diferencia de la animal sino en su menor proporción. Con arreglo á todas estas consideraciones es evidente que la dis- tinción establecida arriba en la facultad de sentir, está, no en su naturaleza, que es generalmente la misma , sino en las diversas mo- dificaciones de que es susceptible. Esta facultad es común á todos los órganos, todos están penetrados de ella , ninguno hay insensi- ble , y en fin forma su verdadero carácter vital ; pero estando repartida en cada uno en mayor ó menor abundancia, produce un modo de existir diferente: ninguno goza de ella en la misma pro- porción, y tiene mil grados diversos. En estas variedades hay una medida, cuyo extremo superior está sobre el cerebro; y en el inferior solo el órgano excitado recibe y percibe la sensación sin transmitirla. Si para manifestar mi idea pudiese yo servirme de una expresión vulgar, diría que distribuida en una cierta dosis en un órgano la sensibilidad es animal , y en otra mas pequeña es orgánica. Lo que varía la dosis de sensibilidad unas ve- ces es el orden natural; y así la piel y los nervios son superiores, ba- xo esta consideración, á los tendones, á los cartílagos &c. y otras veces son las enfermedades; y así doblando la dosis de sensibilidad de los segundos, la inflamación los iguala , y aun los hace supe- riores á los primeros. Como á cada instante pueden mil causas exal- tar ó disminuir esta fuerza en una parte, puede también á cada instante ser animal ú orgánica. He aquí por que los autores que han hecho sus experimentos sobre este objeto han obtenido resul- tados tan diversos , pues unos hallan insensible la dura-mater, el periostio &c., donde otros observan una extrema sensibilidad. Aunque la sensibilidad esté sujeta en cada órgano á continuas variedades, sin embargo, cada uno parece tener una suma determi- nada privativamente, á la qual se vuelve siempre después de estas alternativas de aumento ó de disminución: del mismo modo con cor- ta diferencia que el péndulo en sus diversas oscilaciones recobra cons- tantemente el sitio adonde le lleva su gravedad. Esta suma de sensibilidad determinada para cada órgano es la que compone especialmente su vida propia, y la que fixa la natura- leza de sus relaciones con los cuerpos que le son extraños, pero que se hallan en contacto con él. Así la cantidad regular de sensibili- dad de la uretra la pone en relación con la orina; pero si esta can- tidad se aumenta como en la erección , quando llega" á un alto grado, cesa la relación , el canal se opone á este fluido, y no dexa pasar sino el semen, que por su parte tampoco guarda relación con SEN 81 la sensibilidad de la uretra quando no hay erección. He aquí de qué modo la cantidad determinada de sensibilidad de los conductos de Estenon, de Varthon , colidoco , pancreático, y en una palabra, de todos los excretorios, exactamente análoga á la naturaleza de los fluidos que contienen , y desproporcionada con la de los demás, no permite á estos que los penetren, y hace que al pasar por delante ocaiionen el espasmo y la contiaccion quan- do alguna de sus moléculas se detienen en ellos. De este modo la laringe se opone á qualquiera otro cuerpo fuera del ayre que se in- troduzca en ella accidentalmente. Por esta razón los excretorios, aunque en contacto en las su- perficies mucosas con una multitud de fluidos diferentes , que pasan ó se detienen en estas., jamas son penetrados por ellos. He aquí tam- bién cómo las bocas de los lácteos abiertas en los intestinos no chu- pan mas que el quilo , y no absorven los fluidos que se hallan mez- clados con él, porque su sensibilidad no está en relación con ellos. No solamente hay relaciones entre las diversas sumas de la sen- sibilidad de los órganos, y los diferentes fluidos del cuerpo , sino que puede también haberlas entre los cuerpos externos y nuestras di- ferentes partes. La suma determinada de sensibilidad de la vexiga, de los riñones, de las glándulas salivales &c. tienen una analogía particular con las cantáridas, el mercurio &c. Podría creerse que en cada órgano la sensibilidad tiene una mo- dificación y una naturaleza particular, y que esta diversidad de na- turaleza constituye la diferencia de relaciones de los óiganos con los cuerpos extraños que los tocan; pero hay muchas consideraciones que prueban que la diferencia consiste no en la naturaleza, sino en la suma, en la dosis, ó en la cantidad de sensibilidad, si es que pueden aplicarse estas palabras á una propiedad vital: estas conside- raciones son las siguientes: Los orificios absorventes de las superfi- cies serosas están algunas veces inundados meses enteros del fluido de las hidropesías sin recibir de él nada. Pero si la acción de los tónicos y el esfuerzo de la naturaleza exaltan la sensibilidad de estos orificios, se pone esta en equilibrio, si me es lícito explicarme así , con el fluido, y se verifica la absorción. La resolución de los tu- mores presenta el mismo fenómeno : mientras están debilitadas las fuerzas de las partes, los linfáticos rehusan admitir las substancias extravasadas en estos tumores; mas si se duplica ó triplica la suma de estas fuerzas por medio de los resolutivos, desaparece inmediata- mente el tumor por la acción de los linfáticos. En este principio estriba la explicación de todos los fenómenos de las reabsorciones de pus, de sangre y de otros fluidos, que unas veces reciben los linfáticos con mucha actividad, y otras rehusan recibir, según que la suma de su sensibilidad está ó no en relación con ellos. TOMO VII. I 82 SEN El arte del Médico en la aplicación de los resolutivos consiste en hallar el término medio, y arreglar á él todos los vasos, ya aña- diéndoles fuerzas nuevas, ya disminuyendo en parte las que tienen, según que su suma de sensibilidad es inferior ó superior al grado que necesitan para estar en relación con los fluidos que han de ab- sorver. Así los resolutivos pueden comprehenderse igualmente se- gún las circunstancias en la clase de remedios fortificantes, y en la de medicamentos debilitantes. Toda la teoría de hs inflamaciones tiene también conexión con las ideas que presentamos aquí. Se sabe que el sistema de los cana- les por donde circula la sangre da nacimiento á otros innumerables vasos pequeños, que no admiten mas que la porción serosa de este fluido, como lo prueba incontextablemente la exhalación. ¿Por qué no pasan á ellos los glóbulos roxos á pesar de la continuidad ? No es por la desproporción del diámetro, como creyó Boerhaave, pues aunque la latitud de los vasos blancos fuese doble ó triple que la de los vasos roxos, no pasarían por ellos los glóbulos de este color mientras no hubiese una relación entre la suma de sensibilidad de es- tos vasos, y los glóbulos roxos; así como hemos visto que el quimo no pasa por el colidoco, aunque el diámetro de este conducto sea mayor que el de las moléculas atenuadas de los alimentos. Y como en el estado natural la sensibilidad de los vasos blancos es menor que la de los roxos, es evidente que no puede existir la relación que se necesita para la admisión de la parte colorada. Pero si una causa qualquiera exalta la fuerza de los primeros vasos, entonces su sensibilidad sube al mismo nivel que la de los segundos; se establece su relación, y se verifica fácilmente el pase de los fluidos rechaza- dos hasta entonces. De aquí como las superficies mas expuestas á los agentes que exaltan la sensibilidad son también las mas expuestas á las inflama- ciones locales, como se ve en la conjuntiva, en el pulmón &c. ^en- tonces, por lo común, es tal, como ya he dicho, el aumento de sensibilidad, pues de orgánica que era se hace animal, y transmite ya al cerebro la impresión de los cuerpos externos. La inflamación dura mientras subsiste el exceso de la sensibilidad; poco á poco se va de- bilitando, y vuelve á su grado natural: entonces también los gló- bulos roxos cesan de pasar por los vasos blancos, y se verifica la resolución. Según esto vemos que la teoría de la inflamación no es mas que una conseqüencia natural de las leyes que presiden al paso de los fluidos por sus diversos canales; también se advierte quan in- fundadas son las hipótesis tomadas de la hidráulica , la qual casi nun- ca ofrece aplicación alguna exacta, con respecto á la economía ani- mal, porque ninguna analogía hay entre una serie de tubos inertes, SEN 83 y otra de conductos vivientes, de los quales cada una tiene una su- ma de sensibilidad peculiar, que le pone en relación con tal ó tal fluido y repele á los demás; y que puede, aumentándose ó dismi- nuyéndose por la menor causa , mudar su relación , admitir el flui- do que repelían, y desechar el que admitían antes. Seria interminable este artículo si quisiera multiplicar las conse- qüencias de estos principios en los fenómenos del hombre vivo, en estado de salud ó enfermedad: mis lectores lo suplirán fácilmente, y podrán dilatar el campo de estas conseqüencias, cuyo conjunto forma casi todos los grandes datos de la Fisiología, y los puntos mas esenciales de la teoría de las enfermedades. Se preguntará sin duda ¿por qué en la distribución de las di- ferentes sumas de sensibilidad no ha dotado la naturaleza de esta propiedad , sino en grados inferiores , á los órganos internos , ó de la vida interior , mientras los externos están provistos de ella en tanta abundancia? De consiguiente ¿porqué cada órgano digesti- vo, circulatorio, respiratorio, nutritivo , absorvente, no transmite al cerebro las impresiones que recibe quando todos los actos de la vida animal suponen esta transmisión? La razón es sencilla : porque todos los fenómenos que nos ponen en relación con los seres que nos rodean, debian estar y están en efecto baxo el influxo de la vo- luntad, mientras que tcdos aquellos, que no sirven mas que para la asimilación, están libres y debian estarlo efectivamente de este in- fluxo. Así para que un fenómeno dependa de la voluntad, es for- zoso evidentemente que tengamos consciencia de él , y para que se exima de su imperio es necesario que esta consciencia sea nula." No basta solo conocer los fenómenos de la sensibilidad como bienen descritos, es necesario tener presente también lo que los fisiólogos llaman susceptibilidad, que es la disposición que hay en el sensorio para executar y percibir las impresiones hechas con un estimulante proporcionado. La susceptibilidad animal es también relativa al estado del sensorio: en el sueño, la apoplegía, y otras afecciones del cerebro, la sensibilidades desordenada, y á veces nula. La disposición ó susceptibilidad en los órganos se aumenta y disminuye como la irritabilidad, y quando falta se dice impropia- mente esta parte, este órgano es insensible; bien sea que las extre- midades sensitivas de los nervios se hallen en mayor número, ó que se modifique de tal modo que con un corto estímulo se notan gran- des impresiones, y por consiguiente grandes sensaciones: lo cierto es que advertimos mucha variedad en las diferente partes del cuer- po, y aun entre los individuos, gozando unos de mucha , al paso que en otras es casi imperceptible; pero todas disfrutan, aunque gra- dualmente, esta susceptibilidad. Varía la susceptibilidad y por consiguiente la sensibilidad, por 84 SEN muchos motivos, y así la edad, el sexo, el género de vida, las constituciones de los sugetos, las pasiones, y otros varios estados de la vida, hacen variar infinito esta propiedad: en los niños es mu- cho mayor, menor en el adulto, y mucho menos en el viejo; por- que siendo sus sólidos mas duros deben afectar poco las impre- siones externas: en las mugeres es mayor regularmente que en los hombres: un labrador, ó un sugeto expuesto al frió y al calor , ocu- pado en un trabajo duro &c., posee menos sensibilidad que un se- ñorito de corte; los sugetos de temperamento melancólico ó sensi- ble , bilioso é irritable, son mas sensibles que los de temperamento de tono , y mucho mas que los de un temperamento linfático, ó constitución laxa: los que están afectados de hipocondría, las mu- geres histéricas, los misántropos, las personas á quienes les domina la pasión de los zelos, de la ambición, desconfianza, y todas las demás pasiones que tienen en continuo exercicio el sistema nervioso, los llamamos sensibles; porque en su imaginación enferma tienen un estímulo constante para excitar la sensibilidad, y las mas veces des- proporcionada á la corta impresión que ofrecen los objetos exte- riores. Para dar mas extensión al examen de esta importante propie- dad de la vida, que suministra siempre su contemplación un rau- dal de luces inagotables al arte de curar, nos ha parecido conve- niente trasladar aquí lo que dice Richerand sobre la sensibilidad y contractibilidad. „ En la composición del cuerpo humano, dice, entran dos clases de órganos muy diferentes por sus usos y por la naturaleza de sus propiedades. De estas dos especies de máquinas vivas y reunidas, la una formada del conjunto de los sentidos, ner- vios-, cerebro, músculos y huesos, sirve para establecer sus relacio- nes con los cuerpos externos; y la otra, destinada á la vida interior, consiste en el tubo digestivo, y en los sistemas absorventes, circula- torio , respiratorio y secretorio. Los órganos de la generación en uno y otro sexo forman una clase aparte , que por la naturaleza de las propiedades vitales pende á un tiempo de las otras dos. Por medio de los sentidos y de los nervios, que desde estos ór- ganos van á parar al cerebro, podemos percibir ó sentir la impre- sión que los objetos exteriores inducen en nosotros; el cerebro, verdadero asiento de esta sensibilidad relativa, que con razón pu- diéramos llamar con Pott perceptibilidad ó poder perceptivo', el cerebro, vuelvo á decir, excitado por estas impresiones, puede ir- radiar en los músculos el principio del movimiento , y determinar el exercicio de su contractibilidad. Esta propiedad, obediente al im- perio de la voluntad, se manifiesta por la contracción repentina de un órgano muscular, que se hincha , se endurece y determina el mo^ vimiento de las piezas del esqueleto, donde se ata. Los nervios y el SEN 8$ cerebro son esencialmente los órganos de estas dos propiedades: la sección de los primeros ocasiona la pérdida del sentido y del movi- miento voluntario en las partes donde se distribuyen; pero hay otra especie de sensibilidad del todo independiente de los nervios, y que se observa en todos los órganos, aunque no reciba su subs- tancia ningún filamento nervioso. Todavía se pudiera añadir que los nervios cerebrales no son necesariamente esenciales para la vida de nutrición; los huesos, las arterias, los cartílagos, y otros muchos te- xidos, donde vemos que no penetra ninguno, se nutren tan perfec- tamente, como los órganos donde se encuentran con abundancia; los mismos músculos permanecen en su economía natural, á pesar de la sección de sus nervios; solo que como están privados de estos medios de comunicación con el cerebro, no pueden ya recibir de él el principio de las contracciones voluntarias; y así en vez de aque- lla contracción repentina, enérgica y durable que la voluntad de- termina en ellos, no son ya susceptibles, sino de aquellos temblo- res de las fibras conocidas con el nombre de palpitaciones. El Ana- tómico que estudia los nervios respectivamente á su terminación, ve como todos parten del cerebro y de la medula espinal, para ir á ter- minar en los órganos de los movimientos y de las sensaciones, des- pués de haber hecho un camino mas ó menos largo y directo ; y si armado con su escalpelo diseca uno de nuestros miembros, el mus- lo v. gr., verá que los cordones nerviosos se dividen en un gran nú- mero de filetes, que los mas se pierden en la substancia de los mús- culos, mientras que los restantes, después de haber serpeado algún tiempo por el texido celular que une la piel con la apeneurosís, sin dexar en ella ningún filamento , terminan en la cara interna del der- mis , cuyo texido forman, y por último se abren en su cara exte- rior en pezoncillos ó papilas sensibles. Los huesos, cartílagos, li- gamentos , arterias, venas, y en suma, todos los órganos involun- tarios, no reciben ningún nervio; sin embargo, todas estas partes, que en su estado natural no transmiten al cerebro ninguna impresión perceptible, que después de haberlas aislado se las puede ligar y cortar impunemente, sin que el animal dé indicios de dolor, y en cuya acción no tiene imperio alguno la voluntad, gozan de una sen- sibilidad y contractilidad , en virtud de las quales sienten y obran á su modo , reconocen en los fluidos que las riegan lo que conviene á su nutrición , y separan aquella parte recrementicia, que ha afec- tado debidamente su particular sensibilidad. Ciñéndonos pues á la consideración de un solo miembro, reco- nocemos en él fácilmente dos modos de sentir , y dos especies de movimientos: una sensibilidad, mediante la qual ciertas partes trans- miten al cerebro las impresiones que sienten , ó impresiones de que tenemos consciencia , y otra sensibilidad común á todos los órganos; 85 SEN pero la única en algunos, y suficiente para el exercicio de las fun- ciones asimilativas, con cuyo auxilio se desenvuelven y se reparan. También se observan dos especies de contractilidad correspon- dientes á las dos diferencias de sensibilidad; una, por la qual los mús- culos sujetos á la voluntad exercen las contracciones que esta de- termina, y otra, que exenta del imperio de esta facultad del alma, se manifiesta por acciones, de que no tenemos consciencia alguna, co- mo ni de las impresiones, que son sus causas determinantes. Una vez bien distinguidas estas dos grandes modificaciones de la sensibilidad y contractilidad, no es dificil ver de donde proceden las eternas disputas de Haller y de sus sectarios sobre las partes irritables y sensibles del cuerpo de los anímales y del hombre. To- dos los órganos en que este sabio fisiólogo no admite estas dos pro- piedades, como los huesos, membranas, tendones, cartílagos, te- xido celular &c. solo gozan de la sensibilidad latente, y de la contractilidad obscura, comunes á todos los seres vivos , y sin las quales es imposible concebir la existencia de la vida. En el estado sano están completamente privados de la facultad de transmitir al cerebro impresiones perceptibles, y de recibir de él el principio de un movimiento manifiesto y sensible. Igualmente se ha disputado mucho, á fin de averiguar si la sensibilidad y contractilidad pendían ó no de la existencia de los nervios, si eran estos sus instrumentos necesarios, y si su desorganización inducía la pérdida de estas dos propiedades vitales en las partes que los recibian ; se puede respon- der la afirmativa con respecto á la sensibilidad cerebral, y al mo- vimiento voluntario que está enteramente subordinado á ella; pero que la existencia de los nervios no es absolutamente necesaria para el exercicio de la sensibilidad y contractilidad, indispensables para la asimilación nutritiva. Al considerar la vida en la larga serie de los seres que la gozan, hemos visto que son sensibles é irritables en todas sus partes aque- llos cuya vida se compone de mas corto número de actos y fe- nómenos , como los vegetales y pólipos, que ni tienen cerebro ni sis- tema nervioso visible. Todas las partes vitales, todos los órganos que entran en su composición, están impregnados (permítaseme es- ta expresión) de las dos propiedades, sensibilidad y contractili- dad , que coexisten necesariamente y se manifiestan por los movi- mientos interiores y nutritivos, obscuros y apreciables solo por sus efectos. Estas dos facultades parecen estar reducidas al grado nece- sariamente indispensable para que los xugos, que riegan todas las partes de un ser vivo, determinen la acción en virtud de la qual es- tas paates deben apropiárselos. Ninguna de ellas puede subsistir sin estas dos propiedades de sentir y de executar movimientos; pro- piedades que aunque difundidas generalmente por toda la materia SEN 87 organizada y viva, no tienen, sin embargo, ningún órgano ó ins- trumento peculiar. Sin ellas ¿ cómo seria posible que las diversas partes exerciesen su acción sobre la sangre , ó sobre los xugos que hacen veces de esta, á fin de extraer de ellos los materiales que sir- ven para su nutrición y para las diversas secreciones de que puedan estar encargadas? Por eso son comunes á todo lo que tiene vida, á los animales y á los vegetales, al hombre que vela, y al que tiene un sueño profundo, al feto, y al infante que ha visto la luz, á los órganos de las funciones asimilativas, y á los que nos ponen en co- mercio con los seres que nos circundan. Una y otra obscuras é in- separables presiden á la circulación de la sangre, á la progresión de los humores, y en una palabra, á todos los fenómenos de la hu- tricion. Si la sensibilidad de esta especie es siempre latente ú oculta, no sucede lo mismo con la contractilidad, que puede ser ó patente ó latente. El hueso que se apropia el fosfate calcáreo, al qual debe su solidez, exerce esta acción sin que lo percibamos nosotros, á no ser por su resultado; pero el corazón, que siente la presencia de la sangre que le estimula, sin que tengamos nosotros consciencia de esta sensación, exerce movimientos fácilmente perceptibles, aunque no esté en nuestro poder ni el suspenderlos ni el acelerarlos. Las propiedades vitales en un grado tan débil hubieran sido in- suficientes para la existencia del hombre y de los seres que se le pa- recen , obligados como él á mantener relaciones multiplicadas con todo lo que los rodea; por eso gozan de una sensibilidad muy su- perior , medíante la qual las impresiones que afectan á ciertos órga- nos suyos son percibidas, juzgadas y comparadas &c. Esta especie de sensibilidad se llamaría mejor perceptibilidad ó facultad de percibir las impresiones que se experimentan, exige un centro al qual se refiriesen las impresiones; por eso no existe sino en anímales que, como el hombre, tienen su cerebro ú otra cosa equivalente, mientras que los zoófitos y los vegetales, privados de este órgano central, es- tan igualmente desprovistos de esta facultad. Los pólipos y muchas plantas, v. g. la sensitiva, executan no obstante movimientos espon- táneos, que parece que indican la existencia de la voluntad y de la perceptibilidad; pero, como ya hemos dicho, resultan de una im- presión, que no se extiende mas allá de la parte que la nutre, y en la qual se hallan confundidas la sensibilidad y la contractilidad. La sensibilidad en algún modo latente de ciertos órganos del cuerpo no puede ser entera nente análoga á la de los vegetales, pues estos órganos, cuyo sentimiento es ordinariamente muy obtuso, manifiestan en sus enfermedides una sensibilidad perceptiva , que es anunciada por vivos dolores; y aun para determinar este fe- nómeno basta mudar el estimulante á que están acostumbrados. S8 SEN Así el estómago, en cuyas paredes no hacen los alimentos ninguna impresión perceptible en el estado sano, sufre sensaciones muy dis- tintas , y llega á ser el asiento de dolores muy atroces quando se han ingerido en él algunos granos de una substancia venenosa. De la misma manera no percibimos nosotros las impresiones que en las pa- redes de la vexiga ó del intestino r.-cto hacen la orina ó las heces ventrales acumuladas, sino después que por su estancación se han he- cho bastante irritantes para excitar hasta cierto punto estas bolsas ir- ritablesy sensibles, y transformar su sensibilidad obscura en sensibili- dad manifiesta. ¿No pudiéramos pues sospechar que el no tener nosotros en el estado sano ninguna consciencia de las impresiones que en nuestros órganos hacen los xugos, consiste en que acostumbrados á las sensa- ciones, que excitan casi sin interrupción, hemos tenido una percep- ción confusa, que ha desaparecido con el tiempo ? ¿ Y no podemos, baxo de este punto de vista, comparar todos estos órganos con los sentidos de la vista , del oido, del olfato, del gusto y del tacto , que ya no pueden ser movidos por los estimulantes á que están acostum- brados en fuerza del largo tiempo que han sufrido su acción ? Hemos pues descubierto que existen dos grandes modificaciones de la sensibilidad y de la contractilidad; que la sensibilidad se divide en sensibilidad perceptiva , y en sensibilidad latente ó ve- getativa: que la contractilidad era unas veces voluntaria, y otras involuntaria ; y que esta última puede ser ya manifiesta, ya oculta. Esta última modificación de la contractilidad tiene, al parecer, su origen en la organización particular de los grandes simpáticos. Pare- ce que á estos nervios deben el corazón y el tubo digestivo la pro- piedad de ofrecer contracciones manifiestas, efectos de la aplicación directa de un estímulo , y en los quales no toma parte alguna la voluntad, como diremos quando se trate de estos nervios. En el cuerpo vivo nada hay absolutamente insensible; pero en cada órgano está la sensibilidad de tal manera modificada, que no corresponde á los mismos estímulos. Así el órgano de la vista es in- sensible á los sonidos, como el del oido á la luz. Una disolución de tártaro emético no hace impresión alguna desagradable en la conjun- tiva , y puesto en el estómago excita movimientos convulsivos, mien- tras que un ácido que no hace impresión en este último, irrita la membrana que une los párpados con el globo del ojo, y ocasiona una violenta oftalmía. Por la misma razón los purgantes pasan por el estómago sin causar su efecto en este entraña, y excitan la ac- ción del canal intestinal. Las cantáridas afectan especialmente á la vexiga, y el mercurio á las glándulas salivales. Cada parte siente, se mueve y vive á su modo: en cada una las propiedades vitales se modifican de tal manera que pueden considerarse como otros tantos miembros separados que trabajan y conspiran á un fin c®mun. La SEN 89 Contractilidad y la sensibilidad son pues dos propiedades cuyo exer- cicio unas veces depende de la acción de los nervios, y otras es de todo punto independiente. La contractilidad voluntaria, esencial- mente subordinada á la sensibilidad perceptiva , exige , así como esta primera modificación de la sensibilidad, un centro adonde se refie- ran las impresiones, y de donde partan las determinaciones, que son su conseqüencia. Las propiedades de sentir y moverse son del todo distintas. Aunque su exercicio supone á veces la intervención de los nervios, estas partes no son siempre necesarias. La facultad de percibir sus pro- pias sensaciones, y la de moverse espontáneamente, comunes al hombre y á todos los animales que tienen un centro nervioso dis- tinto, están esencialmente enlazados entre sí. En efecto, suponga- mos un ser vivo, revestido de órganos locomotores, privado de sensaciones, rodeado de cuerpos que amenazan á cada instante su frágil existencia, y sin tener medio alguno de distinguir los que le son dañosos, es claro que caminará infaliblemente á su perdición. Si por el contrario, pudiera la perceptibilidad existir con independen- cia del movimiento, ¡qué espantosa seria la suerte de estos seres sensibles, semejantes á las fabulosas hamadriades, que colocadas inmóvilmente en los árboles de nuestras selvas, sufrían, sin poderlo evitar, todos los golpes que se daban á su mansión campestre! Así como no hay parte alguna que no sienta de la manera que le es pro- pia, así tampoco hay absolutamente ninguna que no obre, se mue- va y se contrayga á su modo: y hasta las partes que se han encon- trado sin movimiento análogo á la irritabilidad muscular , solo han perseverado en este estado de inmovilidad por falta de excitante correspondiente á su naturaleza específica. Asi el profesor Dumas ha producido notables estremecimientos en el mesenterío de una rana y en el de un gato, tan solo con tocarlos después de haberlos em- papado de antemano en alcohol ó en ácido muriático. La observación siguiente prueba qué aprecio debemos hacer de los numerosos experimentos, en virtud de los quales han querido Haller y sus disqípulos negar al mayor número de nuestros órganos las propiedades de sentir y contraerse. Asistiendo yo á la extirpa- ción de un testículo que el Profesor Boyer operaba en un hidrosar- cocele, el tumor separado por la disección de la túnica vaginal, se me confió, durante la sección, del cordón espermático. Esta bolsa llena de agua fluctuaba en mi mano; sus contracciones oscilatorias, y las undulaciones del líquido eran patentes, y fueron vistas de muchos ayudantes que asistieron á la operación. Este hecho, á mi arecer, prueba mucho mejor todavía que todos los experimentos echos en animales vivos, el juicio que debemos formar de las pre- tensiones de Haller y sus sectarios acerca de la sensibilidad y de la no TOMO VII. M l 90 SEN irritabilidad de las membranas serosas y de los otros órganos de una extructura análoga. No hablaremos aquí de la porosidad, divisibilidad, elasticidad y demás propiedades comunes á los cuerpos vivos y á los inorgáni- cos. Estas propiedades jamas se exercen en toda su extensión, en to- da su pureza, si nos es lícita esta voz; sus resultados están altera- dos por el influxo de las fuerzas vitales, las quales modifican cons- tantemente los efectos que parecen depender mas inmediatamente de una causa física, mecánica, química, ó de qualquiera otro agente de esta especie. No sucede lo mismo con la extensibilidad realmente vital, muy palpable en ciertos órganos, como en el pene, clíto- ris &c. Todos, estando irritados, se hinchan, se dilatan por el aflu- xo de los humores; pero este efecto no depende de una propiedad especial y distinta de la sensibilidad y contractilidad. Estas partes se dilatan, y su texido se extiende por el exercicio de estas dos pro- piedades , que producirían el mismo fenómeno en todos los órga- nos, si todos ellos tuvieran igual extructura. Lo mismo se debe entender respecto de la caloricidad, ó de aquella potencia inherente en todos los seres vivos de perseverar en el mismo grado de calor, baxo las mas variables temperaturas, po- tencia en virtud de la qual el cuerpo humano, cuyo calor es de 30 á 34 grados, conserva la misma temperatura, así en los climas helados de las regiones polares, como en medio de la atmósfera abrasadora de la zona tórrida. Por medio del exercicio de la sensi- bilidad y de la irritabilidad, por medio de las funciones á que pre- siden estas fuerzas vitales, resiste el cuerpo á la influencia destruc- tora, tanto del frió excesivo como del demasiado calor. La sensibilidad ofrece una multitud de diferencias dependientes las principales de la edad, del sexo, del régimen, del clima, del sueño ó vigilia, de la salud ó enfermedad, del desarrollo relativo de los sistemas linfáticos, celular ó adiposo, y de las proporciones que existen entre el sistema muscular y el nervioso. i.° El principio de la sensibilidad obra á manera de un fluido que nace de qualquier manantial: ademas se consume, se repara, se agota, se distribuye con igualdad^, ó se reconcentra en ciertos órganos. 2.0 La sensibilidad, así como la contractilidad , es grandí- sima en el primer instante del nacimiento , y parece que se destru- ye con mas ó menos rapidez hasta la muerte. 3.0 La vivacidad, la treqüencia de las impresiones la consumen muy pronto ; pero se repara en algún modo, esto es, se restituye á su primera delicadeza, quando los órganos sensibles descansan mucho tiempo. Así es, que un glotón que hubiera perdido el gusto, recobraría toda la finura de este si por muchos meses substituyera el. pan seco y el agua pura á los condimentos picantes y á los fuertes licores. De la misma ma- ñera se consume la contractilidad en los músculos exercitados por muy largo tiempo ; y se repara durante el reposo que el sueño procura. 4.0 Si se quiere un exemplo del modo con que la sensibilidad se reconcentra en un órgano, y abandona al parecer todos los otros, no hay mas que observar quando el mal venéreo está en su mas al- to grado, como los pacientes reciben sin dolor varios golpes, pi- caduras &c. Aunque cortemos á una rana macho las ancas, quando abrazada estrechamente con la hembra rocía con su licor prolífico los huevecillos arrojados por el ano, no se despegará por eso del cuerpo de la rana, y parecerá insensible á qualquiera otra impre- sión : así como el hombre meditabundo, fuertemente embebecido en su pensamiento, no se le puede distraer por mas medios que se em- pleen. Por esta ley de la sensibilidad se explica esta observación de Hipócrates: dos partes no pueden doler á un titmpo: de dos do- lores desiguales excitados á la vez, el mas fuerte obscurece al mas débil. En los sugetos puramente escrofulosos se ve que las par- tes dañadas se inflaman , se ponen doloridas, y se aposteman sucesi- vamente , pero rara vez á un mismo tiempo , por poco grave que sea el caso, y algo vivo el dolor. El germen de una enfermedad ó de un dolor mas débil puede á veces quedar adormecido por un dolor mas fuerte. Un coche donde yo iba volcó, se quebraron los vidrios, y me lastimé las dos muñecas. La derecha, que había experimen- tado la mayor tirantez, se hinchó la primera: la apliqué los reme- dios correspondientes: al cabo de una semana la hinchazón y el do- lor desaparecieron casi completamente; y quando la mano dere- cha empezaba á recobrar su flexibilidad y agilidad, la izquierda se puso también hinchada y dolorida. Las dos enfermedades, si es que merecen este nombre, se sucedieron y corrieron sus períodos sepa- radamente. 5.0 En un sueño perfecto se halla enteramente suspendido el exer- cicio de la sensibilidad perceptiva y el de la contractilidad volunta- ria. En este estado no parece sino que por todas las extremidades sen- sitivas está extendido un velo mas ó menos denso , á proporción que el sueño es mas ó menos profundo. El oido, el olfato y el gusto se hallan obtusos, se obscurece la vista, y el tacto es casi nulo. La sensibilidad es mas viva y mas fácil de excitar en los habitan- tes de los países cálidos, que en los de las regiones septentrionales. r Qué diferencia hay tan prodigiosa en este punto entre un labradof Ruso y un Francés de las provincias del Mediodía ! Los viageros nos refieren que cerca de los polos hay poblaciones cuyos individuos tie- nen tan poca sensibilidad, que sufren sin dolor las mas profundas heridas. Díxon y Vancouver afirman que los habitantes de las costas del norte de la América se meten en la planta de los pies pedazos de vidrio y clavos agudos sin experimentar ninguna sensación des- 92 SEN agradable. Por el contrario, la mas ligera picadura , una espina cla- vada en el pie del robusto Africano induce por lo regular acciden- tes convulsivos y tétanos. Lasóla impresión del ayre basta para oca- sionar estas enfermedades en los negrillos de las colonias. La mayor parte de esto*, á pocos dias después de nacer, mueren en fuerza del trumó, ó de la constricción convulsiva de las qu'ixadas. Un célebre Filósofo ha penetrado muy bien la diferencia que con respecto al grado de sensibilidad existe entre los pueblos de Mediodía y los del Norte. De estos últimos dice con mucha gracia, que para hacer- los cosquillas es preciso despellejarlos. Como la imaginación está siempre en razón directa de la sensibilidad física , es claro que to- das las artes, cuya cultura y perfección dependen del exercicio de esta facultad del alma, florecerán con dificultad cerca de los hielos polares, á no ser que algunas causas morales y físicas, felizmente manejadas destruyan, ó á lo menos debiliten el influxo poderoso del clima. 7.0 La sensibilidad es mayor en la infancia y en las mugeres, cuyos nervios son mas gruesos y blandos respecto de las demás par- tes de su cuerpo. En general el principio de la sensibilidad parece que se consume á medida que se va fomentando el desarrollo de los actos de la vida, y que la facultad de impresionarse por los objetos externos se va debilitando gradualmente con la edad; de manera que llega á verificarse una época de la vejez decrépita, en que la muerte parece una conseqüencia necesaria de la completa consuma- ción de este principio. 8.° Quando se acerca la muerte se exalta y se aviva de ordina- rio la sensibilidad , como si su cantidad debiera agotarse totalmente antes del término de la existencia, ó como si los órganos hicieran el último esfuerzo para recoger la vida. 9.0 El desarrollo del sistema celular disminuye la energía de la sensibilidad. Como las extremidades de los nervios están mas cu- biertas , y no se aplican tan inmediatamente á los objetos, resulta que son mas obscuras las impresiones que se sienten. El texido adipo- so es respecto de los nervios lo que respecto de las cuerdas de un instrumento músico seria la lana en que estuviesen envueltas, á fin de fixar su movilidad , impedir su temblor y apagar sus vibraciones. Las mugeres decididamente histéricas se ^distinguen bien por su grande extenuación; las personas sensibilísimas rara vez son obesas. El puerco, cuyos nervios están cubiertos de mucha manteca, es el menos sensible de todos los quadrúpedos. La susceptibilidad ner-r viosa, ó la sensibilidad, se embota comprimiendo sus órganos. Una fuerte ligadura puesta en el cuerpo y en los miembros calma los ac- cidentes convulsivos de una muger histérica. En la curación de las úlceras que están en aquel estado de depravación, conocido con el SEN 93 nombre de putrefacción hospitalaria , yo mismo he aliviado mu- chas veces el dolor haciendo que un ayudante apretase fuertemen- te con sus manos un poco mas arriba de la llaga. i o. Entre la fuerza de los músculos y la sensibilidad de los ner- vios, entre la energía sensible y la fuerza contráctil, hay una cons- tante oposición ; de modo que los atletas mas vigorosos, y cuyos músculos son capaces de los esfuerzos mas extraordinarios, y de las mas terribles contracciones, son poco excitables, como ya hemos explicado al formar la historia de los temperamentos muscular y ner- vioso , caracterizados por esta oposición. Así el hombre es mas sen- sible que los quadrúpedos, aunque los nervios de aquel sean mas pequeños que los de estos destinados á mover las masas muscula- res , y hacer oficio de nervios motores mas bien que de sensitivos." SENSORIO COMÚN. (Fisiol.) Se llama así el sitio del sen- timiento, esto es, el que recibe las impresiones de los objetos sen- sibles que se conducen por los nervios de cada uno de los órganos de los sentidos, y que es por conseqüencia la causa inmediata y en donde se exerce la función de la percepción por tener en esta parte su asiento , según la opinión mas común de los Filósofos , el alma (V. sensación, sentidos y alma.); y como el cerebro es principalmente el origen de los nervios creen sea el órgano inme- diato y material de nuestras sensaciones; y así es que se entiende muchas veces también por sensorio el cerebro. SENSUALIDAD. (Hig.)Con esta voz se designa la afición ex- tremada á los placeres de los sentidos, á la qual se sigue inmediata- mente el fastidio. La sensualidad debilita nuestra economía, afemina el corazón, compromete las costumbres, y produce todos los males que son consiguientes al abuso de la sensibilidad moral y física. SENTIDOS. La multitud inmensa de impresiones que recibimos de los agentes físicos que nos rodean, ó de las mismas partes de nuestro cuerpo obrando unas en otras, se reducen todas á cinco especies, correspondientes á otras tantas especies de órganos que llamamos sentidos ; cada uno de los quales goza de sus particulares funciones, debidas ya á la diferente distribución de los nervios, co- mo juzgan Cabanis y el exactísimo Ideólogo Trasí, ya á la diversa textura de los mismos nervios, como puede muy bien conjeturarse sin contradicción de la ciencia Anatómica. Los que se distribuyen por las partes que forman la exquisita óptica del ojo, nos dan la sensación de claridad y obscuridad , y la de los colores primitivos con la peregrina copia de sus matices, cons- tituyendo el sentido de la vista. Los que se reparten por todo el aparato auditivo nos dan la sensación del sonido, y constituyen el oido. Los que se entretexen por la membrana pituitaria, la de los olores, constituyendo el olfato. Los que cubren la lengua espar-4 94 SEN ciéndose por el paladar y toda la parte interna de la boca, nos cau- san la sensación de los sabores, constituyendo el sentido ¿el gusto: y finalmente, los nervios repartidos por toda la superficie del cuer- po humano constituyen el sentido del tacto. Presuponiendo las nociones generales de Física y de Anatomía que se requieren para comprehender el mecanismo de cada uno de estos órganos, pasemos á exponer algunas generalidades, remitien- do á sus respectivos artículos á los lectores que necesiten explica- ciones mas circunstanciadas. Del tacto. Por medio de este sentido recibimos idea de las di- mensiones de los cuerpos, de su blandura ó dureza, aspereza 6 sua- vidad &c., y la de su temperatura respecto á la del cuerpo huma- no. Es el primero que nace en el hombre, dice el sabio Cabanis, y el último que muere ; y así debe ser, porque siendo el fundamento de los demás, no podemos concebir como puede el animal estar ab- solutamente privado de él sin que al mismo tiempo esté privado de la vida. Podemos pues conceptuarle como el sentido por exce- lencia , el sentido general, respecto á que los órganos de los otros sentidos particulares, ademas de las funciones de su respectivo mi- nisterio ,'son todos mas ó menos afectables por las impresiones tácti- les. Aun estas mismas no producen una misma sensación en toda la periferia del cuerpo humano, sino diferente, según las diferentes partes ú órganos afectos : así diverso es el dolor que causa una con- tusión , v. gr. en el ojo, del que causa en un costado ó en los ór- ganos genitales. Todos los de los otros sentidos están reducidos á muy limitado espacio, pero el tacto está difundido por toda la superficie del cuer- po, sin que haya apenas punto de él que no sea sensitivo: mecanis- mo admirable, en que campea la sabiduría de la próvida Naturale- za , que habiendo expuesto al hombre al choque de la inmensidad de seres que pueblan el universo, le ha rodeado por todas partes de centinelas que le avisen de la presencia de los objetos para que re- ciba ó se substrayga á su benéfica ó maléfica influencia. Pero aunque el tacto exista en toda la superficie del cuerpo, en ninguna parte reside mas eminentemente que en la mano; instrumen- to de tan curioso artificio, qual no le goza ninguna otra especie de animales, á todos los quales aventaja el hombre en lo fino de este sentido; sí bien muchos le aventajan en la perfección de otros, mayormente de los que son análogos al instinto conservador. Con efecto, el tacto es el sentido mas perfectible en el hombre social, y los otros lo son mas en el hombre salvage. Es inconcebible el punto de finura á que ha llegado este sentido en algunos hombres. Del escultor Ganibasio se cuenta que habiendo perdido la vista, no por eso perdió el exercicio de su arte, pues llegó á adquirir tal de- SEN 9, licadeza de tacto, que no necesitaba mas que tocar una estatua para copiar sus formas con maravillosa fidelidad. El célebre Sanderson cegó también de niño, y no obstante enseñó públicamente la Ópti- ca por espacio de muchos años. Para conocer si un instrumento ma- temático estaba exacto, dicen que le bastaba pasarle la mano por encima , y que al tiento distinguía luego la moneda falsa de la cor- riente, por mas bien contrahecha que estuviese. Mas ningún prodi- gio de estos iguala al que refiere el Físico Boyle de un ciego de Utrecht que distinguía los colores por el tacto. Finalmente, este sentido es el mas seguro , el menos ilusorio: preeminencia que debe á la circunstancia de obrar mas inmediata- mente sobre los cuerpos, exerciendo su jurisdicción sobre la propie- dad mas apreciable de ellos, que es la extensión, por lo qual se ha merecido el renombre de sentido geométrico. Sin embargo , padece la bien sabida equivocación que resulta de acaballar el dedo medio sobre el índice, y cogiendo en medio un cuerpecillo globoso darle vueltas, en cuyo movimiento se siente duplicado el objeto por la novedad de la distinta sensación que se recibe en dos partes distin- tas. Los Profesores del arte de curar deben cultivar con todo es- mero este sentido; porque si por naturaleza ó por incuria le llega- ren á tener torpe ú obtuso, la doctrina importantísima del pulso les será ininteligible é impracticable. Del gusto. La gran semejanza que hay entre este sentido y el del tacto, debida á la de los instrumentos de sus operaciones, pide que tratemos del uno en seguida del otro. Pero en medio de esta semejanza es muy diferente el mecanismo respectivo de cada uno de ellos. En efecto , los cuerpos, de qualquier modo que se apliquen al humano , producen sensaciones táctiles; mas para producir en la lengua y paladar la especial sensación de sabor, es necesario que sean desmenuzabas y solubles, sin exceder notablemente del grado de temperatura de la saliva, con la qual se han de ir incorporando en el acto de la masticación. En los cuerpos demasiado frios ó demasiado calientes no percibimos mas que las qualidades tangibles, y no las saporosas; lo mismo sucede quando masticamos algún cuer- po absolutamente privado de humedad , teniendo la boca seca por qualquier vicio del sistema glanduloso. Las sensaciones que recibimos por este órgano son distinguibles hasta cierto punto; de donde viene la división de los sabores en dulces, amargos &c. Mas si es fácil esta división común, no lo es igualmente una división científica fundada en caracteres distintivos y constantes: así es que aun entre los sabores que comprehendemos baxo una misma denominación , hay diferencias muy notables : el dulce del maná , por exemplo, es muy diferente del de la miel: el amargo de la quina se diferencia considerablemente del de los 96 SEN axenjos, y uno y otro del de la sal de genciana. Este sentido es casi la única guia que ha concedido la natura- leza á los animales para la elección de los alimentos: guia infalible generalmente en ellos; y tanto mas segura es en el hombre quanto mas se acerca al estado que llaman natural. Las substancias que na- turalmente repugnamos suelen ser destructivas de nuestra máquina. „ Sí gustamos, v. gr. la cicuta (dice un sabio Español), inmediata- mente notamos una sensación ingrata, síguense náuseas , vaídos, tal vez vómitos; y con la mayor copia de saliva se expele maqui- nalmente esta planta, esto es, sin haber consciencia en la mente, sin saber que hacemos un bien ; pero la Naturaleza próvida nos obliga á ello para descargarnos de esta y otras substancias venenosas que pue- dan afectar este órgano, y después todo el sistema general." Del olfato. Las sensaciones que recibimos por este sentido, aun- que no menos varias que las del gusto, no son tan distintas. De aquí es que para los sabores tenemos clasificación con denominaciones es- peciales ; mas casi no sabemos distinguir los olores sino con confusas y absolutas denominaciones; y quando queremos significar sus qua- lidades específicas, les damos nombres correspondientes, tomando por símil algún cuerpo oloroso muy distintivo y conocido, dicien- do, v. gr. olor de rosa, olor de jazmín &c. Con todo, algunos na- turalistas los han querido clasificar científicamente, como hicieron Linneo, Lorrí, y por último el célebre Químico Furcroa. Este sentido tiene tan íntima analogía con el anterior, que algu- nos Fisiólogos opinan que el gusto es como una prolongación del olfato. Con efecto, el mecanismo de los dos es muy semejante: en uno y otro es requisito indispensable la humedad del órgano, y la solución del cuerpo afectante. Las papilas olfatorias, dice Riche- ran, se secarían muy en breve con el continuo contacto del ayre atmosférico, á no estar bañadas por las mucosidades nasales, cuyo uso es, no solo conservar la sensibilidad de las papilas nerviosas que forman la fina y tupida felpa de la membrana pituitaria, impidiendo que se reseque, sino moderar también la impresión de las partículas odoríficas, que serian demasiado fuertes si obrasen inmediatamente sobre dicha túnica; y aun quizá los olores no afectan á los nervios olfativos sino disueltos por las mucosidades, como los alimentos por la saliva. De esta correspondencia del olfato con el gusto resulta el natu- ral impulso que nos arrastra á oler las substancias, cuyos efectos sobre la economía animal nos son desconocidos ó dudosos. Esto se ve mas patentemente en los animales, los quales guiados del instinto conservador rastrean por el viento las substancias propias para su conservación: así el buytre percibe á enormes distancias la presa so- bre que se lanza á cebar su brutal voracidad. De la misma corres» SEN 97 pondencia dimana sin duda que ciertos olores muy subidos revuel- ven el estómago, causando á veces terribles vómitos. No menos manifiesta correspondencia se observa también entre el olfato y los órganos de la generación. Los aromas son un pode- roso estímulo para el amor : el luxo asiático, que ha apurado todos los secretos de la mas exquisita sensualidad, no ha olvidado este afrodisiaco para vigorizar las naturalezas desfallecidas con el uso de la poligamia. Mas: la estación de las flores es también la de los de- leytes amorosos. Desde el origen de la Medicina, dice Cabanis, se tiene observa- do que ciertas afecciones de los órganos genitales se excitan ó se cal- man eficazmente en virtud de ciertos olores: los mas de los reme- dios que se usan en las afecciones histéricas son substancias dotadas de un olor muy fuerte. Los salvages suelen tener este sentido mucho mas fino que los hombres cultos. En el descubrimiento del Nuevo Mundo, refieren los historiadores que los Indios seguían á los Europeos por el ras- tro como perros ventores. Pero aun en hombres civilizados se han visto exemplares de prodigioso olfato. Marco Marchi habla de un Religioso de Praga, que cogiendo una cosa en la mano, conocía por el olfato el dueño que la había poseído. Aseguran también que por el mismo medio distinguía á las personas castas de las libidinosas: cosa muy factible, porque cada especie de animales, y aun cada in- dividuo, están despidiendo continuamente por la transpiración una gran cantidad de exhalaciones que forman como una atmósfera al re- dedor de ellos; observándose ademas que á los mas turbadores y á las que padecen furor uterino les suele oler el aliento á semen. Del oido. El ayre, que es vehículo de los olores, comunican- do al oido las vibraciones que ha recibido de ios cuerpos sonoros, produce el sonido. En rigor este no nos da idea de los objetos que le ocasionan, sino únicamente la del ayre modificado, como hace, aunque con alguna diferencia, el olfato. Oimos, olemos sin saber de donde nos vienen los sonidos ni los olores, hasta que la experiencia nos descubre la fuente de unos y otros. Tampoco nos da el oido idea justa de las distancias. Así es que un ruido pequeño é inmediato á nosotros nos causa la misma sensación que otro grande y remoto; si ya no es que con el auxilio de los demás sentidos averiguamos la verdadera distancia. No se ha podido fixar aun la mayor á que se puede propagar el sonido. El Barón de Haler, refiriéndose á per- sonas fidedignas, dice que en el sitio de Landau se oía la artillería á la enorme distancia de mas de quarenta leguas: yo puedo decir, refiriéndome al testimonio de mi propio oido , que he percibido dis- tintamente los cañonazos que se disparan en Badajoz ciertos dias solemnes en Campanario, villa de La-Serena, á distancia de 20 leguas. TOMO VII. N 98 SEN Parece pues, atendidas estas circunstancias, que el oído debía ser muy equívoco y pobre de ideas; pero en realidad es el sentido á que mas debemos, porque fuera de la de los sonidos que le es peculiar, nos reproduce las de todos los demás sentidos por medio de las palabras ó sonidos articulados. Dexando por ahora á un lado la potencia convencional que tie- nen estos de producir en nosotros ciertas ideas de que son signos, tratemos solo de su valor físico, considerándolos como meros so- nidos. En concepto de tales, no tiene duda que ciertas voces son mas ó menos gratas al oido, de donde resulta la varia armonía de las lenguas; pero ademas son susceptibles de ciertas modelaciones, que en virtud de las leyes primitivas de la organización, causan en el sentido interior profundas y exquisitas sensaciones , constituyendo un idioma general inteligible á todos los seres que han debido á la Naturaleza los mismos é igual temple de órganos. Este lenguage mú- sico y universal, que todos usamos mas ó menos en la vehemencia de las pasiones, animado después con entonaciones mas vivas y pa- téticas, produce el canto, cuyo mágico embeleso influye poderosa- mente sobre la naturaleza humana. Con efecto , no hay criatura, á no estar rorpísimamente organizada, que sea insensible á los hechi- zos de la música. El hombre rudo se deleyta con rudos cantares: el hombre culto se enagena con armónicas y melodiosas sinfonías: el cautivo olvida sus pesares cantando al son de su cadena: la ma- dre cariñosa ataja el llanto infantil y arrulla los dolores del niño con su cántico. Hasta lis fieras obedecen al irresistible imperio de la mú- sica , cuyas regaladas sensaciones se saben mas bien sentir que de- finir; porque tie.ien no sé qué de sublime, que espiritualiza con sus puras afecciones á los hombres mas materiales. La Medicina ha sa- cado grandes ventajas de estas qualidades preciosas de la música, usándola como remedio f sico-moral, que ha obrado prodigios en la práctica del arte. (V. música.) La consideración de las palabras como signos representativos de nuestros'pensamientos y afectos, y el examen de los imponderables beneficios que presta su acertado uso al arte de pensar , es asunto mas privativo del Ideólogo que del Médico; el qual no obstante ja- mas debe perder de vista que una palabra en ocasiones tiene poder para dar vida, y á veces mata con mas violencia que el veneno mas activo, para que no salgan de sus labios sino palabras de conso- lación. De la vista. Así como las sensaciones agradables del gusto se han granjeado el título preeminente de placeres por excelencia, por el vivísimo que resulta en el comer de la satisfacción de una necesidad urgente, que no padecen los demás sentidos, de donde viene el lla- mar gustos á todas las sensaciones agradables que resultan del exerci- SEN 99 cío de ellos, ó del sentido interno: así también todas las sensaciones que percibimos por qualquiera de los sentidos se llaman figurada y extensivamente ideas ó imágenes, de la imagen real que se pinta en la retina mediante el mecanismo de la visión. Este sentido es el que mas materiales presta á la imaginación, como que es el verdadero pintoresco, y el que nos da ideas mas vivas de los objetos: prerogativa que debe á su construcción or- gínica, y á la mayor cantidad de elementos sensitivos que entran en su composición. De aquí es que las ideas que recibimos por él son las mas permanentes, y las que con mas presteza saltan á la memoria. Así quando nos acordamos de los objetos que han cau- sado nuestras sensaciones, la primera que se nos reproduce es la de su forma, aunque sea la que menos nos haya afectado. Deleytá- monos v. g. con la memoria de un delicioso concierto, y aun antes que los mismos pasos de música que nos han embelesado, suele venírsenos á la mente la imagen de los instrumentos, de los pa- peles, y hasta de los mismos atriles. La vista está sujeta al mismo inconveniente que el oido de no darnos idea de las distancias: y aun tiene otro mayor, qual es el fi- gurarnos los objetos donde realmente no están. La Óptica hace ver con experimentos incontestables este error visual, que se puede tam- bién hacer patente de un modo bien sencillo: el qual se reduce á mirar un objeto con respecto á otro que nos sirva de punto de comparación con un ojo solo , y aparecerá situado de un modo ; y mirándole después con el otro ojo en los mismos términos, apare- cerá en diferente posición. También nos da el ojo ideas equívocas del tamaño de los ob- jetos ; porque no viéndolos sino baxo el ángulo óptico formado por los rayos luminosos que vienen de sus extremidades, y decreciendo este en razón directa de la distancia del objeto al órgano , resulta que un objeto proporcionadamente pequeño y cercano nos parecerá de la misma magnitud que otro grande y remoto. De estos errores se aprovecha ingeniosamente la Pintura para los escorzos, lejos y di- visión del terrazo en varios términos, de que nacen multitud de pe- regrinos primores de este arte dulcemente engañoso. Algunos físicos han querido determinar la esfera á que se ex- tiende la potencia visual. Smith fixa la distancia á que podemos al- canzar á ver un objeto á cinco mil ciento cincuenta y seis veces el diámetro del objeto. La perfección del telescopio ha aumentado con- siderablemente nuestra potencia visual. Esta misma distancia varía también en razón de la mayor ó menor diafanidad de los medios, y según esté mas ó menos bañado de luz el objeto. También es necesario contar con la disposición del órgano. Los ancianos, á causa de tener poco sensible la retina, necesitan mas luz IOO SEN para distinguir los objetos. Pero la sensibilidad exaltada de esta membrana es dañosa por el extremo opuesto. Algunos , dice el na- turalista Dobanton , de resultas de una inflamación de ojos ven mas de noche que de dia. Cuentan del Emperador Tiberio que quando despertaba en lo obscuro veia distintamente todos los objetos que le rodeaban: lo mismo se dice de otros hombres célebres, como Ascle- piodoro y los Escalígeros , célebres Filólogos del siglo xvn. La perfecta visión se perturba por varios vicios orgánicos, que aumentando ó disminuyendo con extremo la potencia refringente de las túnicas y humores del ojo, hacen que no se perciban los objetos sino de muy cerca, como sucede en la micpia, ó de muy lejos, como en la presbicia. El estrabismo es también otra enferme- dad de los ojos que consiste en ver los objetos dobles por defecto de uno de los órganos visuales. Dobles se pintan sin duda aun en el estado sano: en cada ojo se estampa una imagen ; pero el simétrico mecanismo de la formación de las dos hace que no veamos mas que una, y aun esta, según leyes averiguadas de Dióptrica , inversa de como está situado el objeto de ella. Todos estos errores y otros á que nos inducen los demás senti- dos , han dado ocasión á Malebranche, Leibnitz y otros Metafisi- cos cabilosos, á prorrumpir en amargas invectivas contra ellos, acu- sándolos de embaidores que nos prestigian con continuas ilusio- nes ; habiendo extremado tanto esta opinión el ingles Berckleí, que opinaba no ser este mundo visible mas que un mero expectáculo de fantasmagoría. Mas á pesar de las bizarrías de ingenio de estos de- tractores de los sentidos, no tiene duda que usando de ellos con dis- creción, sin permitirles que excedan de los límites que les prescriben sus funciones respectivas, nos dan testimonio de nuestra propia exis- tencia y de la de los cuerpos que nos rodean, y son el instrumento único y seguro de todos nuestros conocimientos. (B.-J. gallardo.) Las relaciones que tienen los sentidos con el sensorio, y el resul- tado de las afecciones de los óiganos, queda ya explicado en los ar- tículos sensación y sensibilidad , adonde nos remitimos, y á la exposición particular de cada sentido. (V. oído, vista &c.) SEÑALES. (Med. Práct.) Se llama señal en la semeyótica todo efecto aparente, por medio del qual se consigue el conoci- miento de la enfermedad, su éxito, duración, causas &c. ; aunque también puede aplicarse al estado de salud. Todos los fenómenos del cuerpo humano pueden servirnos de señales, ya sean naturales ya morbosos; por consiguiente todos los síntomas son señales, mien- tras por el contrario no todas las señales son síntomas. Como las señales pueden proporcionarnos conocimientos relati- vos á lo pasado, á lo presente y á lo futuro , se dividen en anam- nésticos, que son los que nos indican el estado en que se hallaba el SEN i cuerpo anteriormente á la enfermedad ; en diagnósticos, que nos ma * nifiestan el sitio, género, especie y carácter particular de la afec- ción presente , y en pronósticos, que nos conducen á prever el éxito y terminación de una enfermedad. Entre las señales hay algunas comunes á muchas enfermedades, y se llaman equívocas , y otras mas distintas, que caracterizan la dolencia , y se les da el nombre de patognomónicas; pero rara vez una enfermedad puede caracterizarse por una sola señal, sino que siempre es necesario recurrir á la reunión de muchas para formar un signo patognomónico. Las señales se toman generalmente del pulso, de la respiración, de las mutaciones externas del cuerpo, de las evacuaciones, como el sudor, la orina, los excrementos, el vómi- to y el esputo, de todas las quales trataremos ahora en particular. Del pulso como señal. En quanto al pulso hemos dado ya las ideas generales en su res- pectivo artículo ; y por tanto solo expondremos aquí las conseqüen- cias que ofrecen las varias condiciones de pulsos, siguiendo para ello la doctrina del célebre Macbride. El pulso desigual é intermitente denota que hay una gran per- turbación en el sistema nervioso, por lo qual es preciso considerarle como una señal funesta, que debe fixar toda nuestra atención , y ha- cernos esperar conseqüencias muy fatales; pero la gravedad del pe- ligro se ha de graduar con respecto á lo que precede ó acompaña á este pulso desigual é intermitente , porque si se presentan semejan- tes pulsos al fin de las calenturas, quando están casi exhaustas las fuerzas del enfermo , ó después de unas evacuaciones inmoderadas, no queda esperanza de salud; mas si sobrevienen á algunas pertur- baciones repentinas del ánimo , ó llegan á hacerse familiares en cierto modo, como se ha observado en varios enfermos, no deben darnos mucho cuidado. Si el pulso llega á faltar enteramente, y permanece así por al- gún tiempo, ó sobreviene á una evacuación excesiva de sangre ó de otros humores, debe mirarse siempre con mucho rezelo. Quando en este caso se observa algún círculo de los humores, es necesario atri - buirle á la sola contracción y dilatación del cor.zon, sin que esté en un grado muy alto el movimiento subsultante. Algunos autores hacen diferencia entre el pulso acelerado y el freqüente, diciendo que este consiste en el mayor número de pul- saciones en un espacio de tiempo determinado , y aquel en que las pulsaciones se hacen con mucho vigor , y en el tiempo mas breve que puede concebirse. Pero este pulso debe llamarse duro mas bien oue acelerado: por cuya razón llamaremos pulso duro aquel cuyas pul- 102 SEN saciones son tan fuertes, y vienen acompañadas de tan gran tensión de las túnicas de la arteria, que parece se toca un cuerpo duro quan- do se toma el pulso. La demasiada celeridad y freqüencia de los pulsos demuestra que está irritado en gran manera el sistema vascular, ya por contenerse en la sangre algunos humores acres que estimulan el corazón y las ar- terias, ó ya porque los ventrículos del corazón no puedan descar- garse enteramente; y así están en una irritación continua, bien sea porque se hallen destituidos de la fuerza suficiente para la contrac- ción , bien porque las extremidades del sistema arterioso estén tan constreñidas y obstruidas que se acumule demasiada sangre hacia el centro, ó bien porque vuelva esta desde la circunferencia con tanta celeridad y abundancia que no pueda recibirla el corazón: lo que sucede siempre de resultas de un exercicio extraordinario y violen- to , con lo que se descubre la razón de que todas las evacuaciones aceleran el pulso , porque los que mueren de ellas , le tienen muy freqiiente al acercarse la muerte, habiéndose debilitado en tales tér- minos la fuerza muscular del corazón, que sus ventrículos no pue- den descargarse suficientemente. Por lo mismo aumenta también la celeridad del pulso todo aquello que es causa de la rigidez espas- módica: de modo que el pulso acelerado es inseparable de la calen- tura , mientras se hallan las arterias algo constreñidas en la periferia. El pulso freqiiente y acelerado no indica por sí solo el aumento de la fuerza de la sangre que circula por los vasos , ó que una cantidad determinada de sangre se mueva por mayor espacio de los vasos continentes en un tiempo determinado, que antes de ha- ber excedido la freqüencia del pulso. El pulso demasiado raro y tardo indica que el corazón y el sistema arterioso carecen de su irritabilidad regular: lo que puede provenir de la mala distribución del licor vital por estos vasos. Parece que sucede esto quando los vasos ó ventrículos del cerebro están inundados de sangre, ó de agua, ó se comprime el cerebro por fractura ó subintraccion del cráneo. También puede disminuir- se la irritabilidad del corazón, y debilitarse la fuerza de sus fibras por acumulación del aceyte, gelatina ó agua en los intersticios del texido celular , lo que sucede en la polisarcia y en la hidropesía. El mismo efecto produce la materia sólida inerte quando se au- menta demasiado , como sucede en los hombres de edad avanzada, en los quales se impiden los movimientos de los sólidos vivos, se- gún se van aumentando los inertes. Así como la celeridad y freqüencia del pulso no basta por sí sola para probar que se ha aumentado la fuerza de la sangre que circula por los vasos, del mismo modo no se puede inferir de que el pulso esté tardo, que se haya disminuido dicha fuerza; y así SEN 103 debemos formar juicio en este caso por el mismo principio que he- mos establecido arriba. Por exemplo, si el pulso del que está con- valeciendo de una calentura es tan tardo , que solo se cuentan cin- cuenta y seis pulsaciones en un minuto, y es tanta la fuerza de estas que llegue al número cinco, se infiere por la suma de doscientos ochenta, que resulta de cincuenta y seis multiplicado por cinco, que la fuerza de la sangre que circula por los vasos es la misma que en el estado de salud, en que diximos era igual á quatro la robus- tez del pulso , y el número de las pulsaciones que se observan en un minuto igual á setenta. Con esto se puede entender la razón de que el pulso fuerte, tardo é igual, que sobreviene al débil y freqiiente, haga concebir tan buenas esperanzas, y se repute por una señal segura de que la críris de la calentura fué perfecta, y que el círculo de los humo- res se restituyó á su antigua libertad y equilibrio en todas las partes del sistema arterioso. El pulso fuerte manifiesta que está enteramente libre el influxo del licor nérveo en el corazón ; que las fibras de este músculo y de todo el sistema arterioso están firmes é ilesas , y que la sangre contenida en los vasos está muy densa y llena de parte roxa. AI contrarío el pulso débil manifiesta que falta la fuerza del corazón y de todo el sistema vascular, con motivo de la relaxacion de las partes sólidas, unida con sangre vápída, tenue y aquosa. Se dice que la dureza del pulso (propia de algunas enferme- dades , y en particular de las inflamaciones de las partes membra- nosas, que causan dolores agudos) se origina de la demasiada ten- sión de todas las fibras motrices. Como el pulso demasiado blando es contrarío al duro, debe reducirse al estado contrario de los só- lidos vivos, y considerarse como una variedad muy ligera del pulso lánguido. De lo que hemos dicho sobre las varias condiciones de los pul- sos consideradas separadamente, se pueden inferir con facilidad las conseqüencias que han de resultar de su varia combinación. Y así el pulso acelerado, duro y fuerte, denota que está muy irritado el corazón, muy tirantes todas las fibras motrices , y que los vasos están llenos de sangre demasiado densa con muchas partículas roxas. Otras diferencias de pulso en cuya explicación prolixa se de- tienen muchos autores, deben considerarse mas bien con relación á h Fisiología , y pertenecientes al estado de salud. Sobre todo el que conozca en este estado los fenómenos regulares que presenta el pulso conocerá fácilmente sus irregularidades y sabrá deducir de ellas se- ñales ciertas, que le conduzcan en el arte difícil del diagnóstico atendiendo al mismo tiempo á las variedades que pueden resultar de las causas externas, y de la disposición del individuo. Esta misma 104 SEN consideración debe tenerse presente en la enumeración de las demás señales para no dilatarnos demasiado en este artículo. De la respiración como señal. En los enfermos está freqüentemente la respiración muy tur- bada é interrumpida, como que la acompaña dolor , dificultad, celeridad, ruido notable y movimiento manifiesto de las costillas. Todas estas anomalías de la respiración regular deben mirarse como señales para juzgar del grado de turbación é interrupción del círculo general de los humores. El hombre sano respira una sola vez á la quarta contracción del corazón. Por tanto la respiración acelerada preternaturalmente de- muestra que se derrama mucha sangre desde el corazón á las arte- rias pulmonales: lo que sucede algunas veces 'por volver esta en gran cantidad desde la periferia al centro, como se observa cons- tantemente en el exercicio violento, y en algunas pasiones de áni- mo. De aquí es que la rigidez espasmódica acelera siempre la res- piración , sucediendo lo mismo quando se interrumpe de qualquier modo el paso de la sangre por los pulmones, porque sí una dila- tación de estos no concede paso libre por ellos á la porción re- gular de sangre, es necesario que se supla este defecto á fuerza de dilataciones muy freqüentes: de lo que resulta que la respira- ción acelerada puede tenerse por señal de que están obstruidos los pulmones , cuyas obstrucciones son varias como hemos dicho. Tam- bién se acelera la respiración, quando padecen algún espasmo los músculos que sirven para ella, y en especial el diafragma; y esto sucede algunas veces en las histéricas y en los niños; en aquellas por el ayre ó por otras cosas dañosas contenidas en los intestinos; y en estos por la leche coagulada, ó por otras cosas que oprimen ó estimulan. La respiración trabajosa ó difícil en que se inspira y espira el ayre con una celeridad extraordinaria , no dilatándose el pecho su- ficientemente con respecto á su capacidad, demuestra que está in- terrumpido el paso de la sangre por los vasos de los pulmones; ya sea con motivo de la rigidez espasmódica de estos vasos , ó porque la sangre esté demasiado densa (si es que se admite la noción del lentor), y no pueda pasar sino con mucha dificultad por las extre- midades pequeñas de la arteria pulmonal. También puede denotar la respiración dificultosa que la parte celular de los pulmones está llena de agua, aceyte , ó quiza de tierra , con lo que los vasos aéreos y sanguíneos se comprimen de modo que aquellos no se dilatan suficientemente por el ayre, y los diámetros de estos se estrechan demasiado. Y así según la mayor ó menor abundancia de materia SEN 105 acumulada en los pulmones, es necesario que se interrumpa mas ó menos el paso de los fluidos que circulan por los vasos. La respiración con dolor interno , fixo, muy agudo y molesto, indica que la membrana que cubre los pulmones, como también las que visten el pecho, están inflamadas, habiéndose dilatado mu- cho, y llegado casi á romperse los vasos que se hallan en estas par- tes, á causa de la abundancia de humores que acuden á ellos. La respiración trabajosa y muy difícil, junta con dolor obtuso y pro- fundo, con pulso acelerado, pero débil, indican que los pulmones están inflamados» Pero si el dolor que se siente al respirar está en las partes mus- culosas y externas del pecho, no fixándose en una sola , sino que á la manera de espasmo flatulento vaga por distintos sitios juntán- dosele dificultad de respirar, y apartándose el pulso, aunque poco, de su estado natural, denota afección espasmódica, ó acrimonia reu- mática , de las quales es probable que aquella se alivie con el uso del opio, y que esta se cure con las cantáridas. La respiración veloz y difícil, junta con hipo ó estrépito en las fauces, si viene acompañada de otras malas señales, como pulso freqiiente y muy débil, sudores fríos, anestesia , ó extrema debili- dad de fuerzas, puede considerarse como síntoma mortal. Siendo grande la variedad de causas que impiden ó turban la acción del respirar, muchas de las quales no causan por sí grave mo- lestia , ni amenazan demasiado peligro , no podemos inferir cosa cierta de las señales que solamente provienen de la respiración. Así que debemos atender á otros síntomas notables en los enfermos, y comparar todas las demás circunstancias para poder deducir conse- qüencias legítimas. Puede consultarse la clase de anhelaciones, cuyas enfermedades se caracterizan por la dificultad de respirar, y donde es fácil distinguir el verdadero carácter de esta afección. De las mutaciones externas del cuerpo como señales. Este solo artículo necesitaba ciertamente un tratado particular }>ara reunir todas las señales que ofrece todo el hábito del cuerpo en as enfermedades; pero nos contentaremos con exponer las que el grande Hipócrates reunió en su práctica, todas las quales anuncian la gravedad del mal en diferentes grados; advirtiendo que quanto mas disten de este estado, son tanto mas favorables ó indican me- nos peligro. Estas seáales pues son las siguientes: estar todo el cuerpo pesado, frío, mortal: quando el de los calenturientos no está constantemente ligero, ni se disminuye, 6 también quando se ex- tenúa mas de lo aue conviene: quando sobreviene ictericia con du- reza del hipocondrio: quando el color del rostro es distinto del na- TOMO VII. O io6 SEN tural, como pálido, negro , cárdeno, ó de color de plomo: quan- do es bueno con semblante tétrico, con tristeza, con inedia: quan- do está encendido con sudor: buen semblante en las calenturas , ó malo en las enfermedades pequeñas: triste, tirante al rededor, con- traído , alterado: frente dura , estirada, seca , contraída , fría, é hin- chadas sus venas: los ojos rubicundos , sucios, obscuros , hinchados, ó quando sus venillas están cargadas ó nigricantes , quando el uno está menos que el otro, hundidos, colorados, dando vueltas como en los que dormitan , rodeados de polvo, prominentes , muy bri- llantes, feroces, secos, áridos como escama, visiones entre sueños: los párpados cárdenos, pervertidos, tirantes sin cerrarse , ó si se cier- ran se descubre algo del blanco: las cejas torcidas: las orejas frias, transparentes, contraidas, vueltas sus extremidades, rubicundez y sonido en ellas, las sienes hundidas: la nariz cárdena, pálida, afi- lada y pervertida: rubicundez en las mexillas, inflar los carrillos y los labios como quando se duerme: los labios torcidos , sin fuerza y péndulos , frios, blanquecinos y algo amoratados : los dientes cubiertos de sarro , rechinarlos, y estar esfacelosos: lengua requema- da, estuosa, ardiente, árida, áspera y muy densa, con espuma, algo morada, tostada, densa y muy árida, fuliginosa, árida, gruesa des- de el primer momento , y después exasperada y hendida , lívida^ blanda mas de lo regular, nigricante obscura, como la de los pul- moniacos, pálida, blanquecina, rubicunda reseca, seca con eflores- cencia áspera, pálida y blanquecina: fauces exulceradas: cuello duro y muy frió : hipocondrios tirantes y desiguales, ó inflamados con pulsación ó tumor duro y doloroso, quando están elevados: vientre entumecido , muy cálido ó ardiente, como en los vólvulos, calor vehemente al rededor del ombligo: los genitales y testículos con- traídos hacia arriba: las extremidades frias , cárdenas , que no se calientan , mutación pronta á uno y á otro extremo, gran frió en lo exterior con mucho calor interno: manos frias , como heladas, manchas cárdenas en ellas, el carpo exteriormente frío: el brazo y la mano templados: pies no muy calientes, calientes en los horrores frios, frios como piedra, cárdenos, enteramente negros, templa- dos: uñas cárdenas y encorvadas: cutis árido. Aun pudiéramos añadir á esta larga enumeración la de otras muchas, que se pueden de- ducir de las mutaciones externas del cuerpo, como los exantemas; pero como estas se reducen á los síntomas particulares de cada en- fermedad , deben estudiarse en su misma historia. Solo añadiremos que así como estas señales manifiestan la gravedad del mal y su éxito funesto, las contrarias anuncian su benignidad , la mejoría ó la proximidad de una terminación feliz. SEN 107 De las evaquaciones como señales, sudor, orina &c. Las reglas que dio Hipócrates, dice Macbride, sobre la obser- vación del sudor en las calenturas, aun ahora se juzgan verdaderas, y así han parco ciliar , haciendo que refluya la sangre á la arteria central del nervio óptico. Se cura por medio de la sangría; y en caso de haber fractura es necesario em- plear los mismos remedios que en la apoplegía traumática. 6. Vértigo por envenenamiento. Para caracterizar esta especie es menester que acompañen al vértigo los demás síntomas de envene- namiento, y las señales que demuestran la naturaleza del veneno, por lo qual debe consultarse el artículo de venenos. 7. Vértigo ovejuno. Esta especie pertenece á la Veterinaria; pe- ro Sauvages la admite por la observación de Morgagni, que en los cadáveres de diez personas vertiginosas halló en su cerebro un der- rame de serosidad semejante al que se ha visto en las ovejas muer- tas de vértigo. Tal vez este derrame seria un producto de la muer- te ó de la enfermedad mas bien que su causa. 8. Vértigo sifilítico. Depende de la lúe venérea , y por lo mis- mo sus señales y su curación deben buscarse en la semeyótica , y en la terapéutica de las enfermedades venéreas. (V. este artículo.) Género 2. Sufusion: deslumbramiento, ofuscamiento de la vista.. El síntoma principal de esta enfermedad imaginaria es una alu- cinación relativa á los objetos que hace que los pacientes vean en ellos moscas, colores, chispas y filamentos que no existen. Se di- ferencia del vértigo en que este solo representa una modificación de los cuerpos, y aquella cuerpos imaginarios. El error en esta especie se llama óptico , porque el juicio equivocado resulta de una afección de los órganos de la vista, aunque á veces pueden depender tam- bién de un vicio del cerebro, y entonces la acompañan otros sín- tomas , como la modorra ó letargo, la convulsión, el delirio &c. Los tomo vii. zz 362 VES objetos representados falsamente se llaman fantasmas, y de su fal- sedad nos desengañan los demás sentidos , lo qual constituye tam- bién la diferencia entre esta y las demás alucinaciones. Para enten- der bien este género debe consultarse el artículo vistON. La cura- ción es relativa á la afección orgánica, ó al vicio del sensorio. Especie i. Sufusion myodes. Scotoma. En esta especie le pare- ce al enfermo ver moscas, que solo se mueven quando él mueve el globo del ojo , y casi siempre proviene de manchas que ocupan la córnea, ó de un principio de catarata ; y en la extirpación de estos ma'es, que pertenece á la Cirugía, consiste su curación. Suele ob- servarse este síntoma en los frenéticos, y se cura muchas veces por una hemorragia de nariz. 2. Sufusion reticular. Es en la que se percibe una especie de red ó filamentos delante de los ojos, y puede ser pasagera ó per- manente: la primera proviene de un infarto de las arterias de la re- tina, y la segunda de un error de lugar, como decían los anti- guos, ó de una congestión sanguínea en sus vasos linfáticos: adole- cen de ella con freqüencia los bordadores, los grabadores, los li- teratos &c ; y para precaverse deben usar de anteojos verdes, azu- les ó amarillos, con el fin de evitar que la luz fuerte y su acción constante, estimulen demasiado los órganos de la vista. Se cura dis- minuyendo el aumento de esta propiedad vital por medio de los ve- xigatorios aplicados á las partes inmediatas, de los calmantes toma- dos interiormente , de los baños repetidos, de los purgantes suaves, huyendo de la mucha luz, y absteniéndose del estudio. Es muy útil en este caso el colirio compuesto de quatro onzas de agua de rosas, una dracma de goma arábiga, medio escrúpulo de trocis- cos blancos de rasis con opio , y seis granos de vitriolo blanco, del qual se echan algunas gotas dentro del ojo. 3. Sufusion centelleante: marmaryge de Hipócrates. Esta especie es pasagera , y se distingue de las demás por el sitio que ocu- pa, por sus síntomas y su curación. Su carácter consiste en que quan« do miramos un objeto luminoso, nos parece que despide muchos ra- yos, y aun se multiplica, lo qual se comprehende bien, teniendo presentes la fábrica del ojo, y el modo de verificarse la visión. Es síntoma del lagrimeo, de la oftalmía húmeda, y de la ombliopia, en que está la retina sumamente sensible; así que, la causa de este fenómeno es la refracción que ocasionan las gotas de agua esparci- das en la córnea y en los párpados. Su curación pues es la misma que la de la oftalmía húmeda , y de la epifora. La sufusion , que lla- man resplandeciente, depende de una causa externa, como de un golpe en el ojo; ó interna , como de una cefalalgia, un vértigo &c., y entonces debe arreglarse el método curativo al carácter de la en- fermedad primitiva. VES 363 4. Sufusion colorante. Es la que riñe los objetos de colores que no les son propios, y depende por lo común de la acción de los cuerpos intermedios colorados, habiendo en el órgano un exceso de sensibilidad. El método curativo consiste igualmente en ia disminu- ción de la sensibilidad, y remoción de las causas que la excitan. y. Sufusion inversa. Puede llamarse así la especie en que pa- rece que los objetos están fuera de su situación , ó mas pequeños; pero no es mas que una modificación de las demás. 6. Sufusion dividente. En esta se ven los objetos divididos, y Vater la atribuye gratuitamente á la compresión del cerebro y se- paración de los nervios ópticos. 7. Sufusion muíante. Sauvages ofrece esta especie fundado en la observación siguiente: un Médico célebre de Narbona, de edad de ochenta años, padeció por algunos dias un deslumbramiento, que le representaba todos los objetos encorvados, torcidos y pró- ximos á caer; pero se le disipó luego, aunque obscureciéndosele la vista notablemente. Género 3. Diplopia: doble vista, ó vista falsa. Es una alucinación en que los objetos aparecen multiplicados. Este síntoma es pasagero, y apenas puede considerarse como una enfermedad si no en los casos en que es constante y proviene de la desigualdad de acción en los ojos, ó de la mayor resistencia en uno de sus músculos, ó en fin, de no estar paralelo el cristalino con el plano de la pupila &c. Son muy útiles los anteojos cerra- dos ú opacos de metal, en cuya parte media hay un agujero, á donde debe corresponder la pupila, y de este modo queda igual la acción de ambos ojos. Las demás afecciones orgánicas exigen el uso de los vexigatorios en las partes inmediatas, los vapores anties- pasmódicos &c. Especie i. Diplopia febril. Es síntoma de algunas calenturas agudas, ó del delirio que las acompaña, y entonces su curación está cifrada en la de la enfermedad principal. 2. Diplopia espasmódica. Resulta del espasmo del músculo ab- ductor del ojo izquierdo. Se cura con los antiespasmódicos generales y tónicos. 3. Diplopia paralítica. Consiste en la parálisis de uno de los músculos del ojo. A mas de los remedios generales y locales es muy útil en este caso el uso interior de la infusión de árnica montana. 4. Diplopia por concreción de los párpados. Por lo común es conseqüencia de haber tratado mal alguna ulcerilla de aquella parte, y entonces debe practicarse la incisión. 5. Diplopia catarral. A veces suele ser síntoma del catarro, y 3<>4 VES entonces se cura como la enfermedad principal. 6. Diplopia por debilidad Se observa en los moribundos y en los convalecientes , en los quales únicamente es curable , y solo exi- ge el método común de los convalecientes. 7. Diplopia de los objetos distantes. Sauvages asigna sin razón esta especie, pues no resulta de una enfermedad efectiva, sino mas bien de la posición de los objetos. 8. Diplopia traumática. Es la que resulta de una contusión, y su curación pertenece á la Cirugía. 9. Diplopia causada pn el terror. Véanse los medios de cal- mar esta pasión en el artículo pasiones. 10. Diplopia por embriaguez. Este síntoma es pasagero , y cesa luego que la embriaguez se disipa. Género 4. Syrigmo: zumbido de oidos : tinnitus aurium. Esta enfermedad consiste en un error de la imaginación, que nos hace oir sonidos donde no existen , y tiene su principio en los ór- ganos del oido. Varía con relación al sonido y al tono: se llama bombo quando el ruido se asemeja á los golpes alternados de un martillo: tinnitus quando imita el sonido de una campanilla que se toca con precipitación: otonechos quando al hablar se siente un so- nido continuo; y murmullo ó susurro quando el zumbido es sordo ó redoblado, como el de un arroyo. Qualquiera conocerá que ninguno de estos nombres puede servir para designar el género , consistiendo su carácter en un sonido imaginario é importuno, que no tiene rela- ción ninguna con las vibraciones del ayre exterior. Se conoce en que el zumbido subsiste aun quando se mude de situación, se cierren los oidos, y haya el mayor silencio y tranquilidad. Su causa pues no es otra que la vibración comunicada al influxo nervioso en los órga- nos del oido por un agente interno , sin tener parte en ello nin- gún objeto exterior; así su asiento es en el cerebro y en el mis- mo origen del nervio auditivo, en el hueso petroso, en el laberinto, el tímpano , ó el conducto auditivo: algunas veces es pasagero, y debe excluirse de un artículo de ¿Medicina Práctica; pero otras ve- ces es tan permanente como incómodo: altera el sentido del oido, y se distingue en esencial y accidental. Las causas capaces de pro- ducir este síntoma idiopáticaménte no son desconocidas, y sola- mente vemos los fenómenos generales que deben guiarnos en la práctica, como son la sensibilidad aumentada en aquellos nervios, la viveza del sentimiento en las personas histéricas é hipocondriacas, y la acción de ciertos estímulos que existen en la misma parte ó en otras distantes, y que pueden ser morbosos ó naturales; pues á ve- ces la pulsación de las arterias carótidas es la que forma el bombo VES 36$ habiendo las disposiciones indicadas. Como quiera el zumbido de oidos es síntoma siempre de otras enfermedades , ó de una debili- dad del sistema nervioso ; y su curación debe por lo mismo ar- reglarse á estos principios, como se verá en las especies siguientes. Especie i. Syrigmo por debilidad. Esta especie es consiguiente al hambre ó la abstinencia, al abuso de los placeres, y muy co- mún en el estado de convalecencia, y en la lipotimia; por lo qual ha de buscarse su curación en los artículos correspondientes á estas causas. 2. Syrigmo crítico. Es el que anuncia la crisis funesta en las en- fermedades agudas, aunque si viene acompañado de ofuscamiento de la vista , y de una sensación de pesadez y plenitud en la nariz, indica el delirio ó una hemorragia, según Hipócrates. Riviere dice igualmente que anuncia el fluxo de sangre por la nariz, y que cesa después de hecha la crisis. 3. Syrigmopletórico. Es síntoma de la plétora, cuyos caracte- res y curación se hallarán en su artículo. 4. Syrigmo: silbido. Esta especie no es mas que una variedad tomada de la diferencia del sonido. 5. Syrigmo: susurro. Lo mismo puede decirse de esta espe- cie , sin embargo de que se distingue en que por lo común es ere ní- ca , ó acompaña enfermedades de este género mientras el silbido es pasagero. Sauvages hace una prolixa descripción de esta especie, que reputamos por inútil, como que realmente no es mas que una va- riedad, ó á lo sumo un síntoma de otra enfermedad, á la qual debe atendere para su curación. 6. Syrigmo cefalalgio paracusis. Sobreviene de los dolores de cabeza, y a veces depende de una afección local. {Véase el artí- culo de enfermedades de los oídos.) 7. Syrigmo hipocondriaco. Es una afección simpática de la hi- pocondría nerviosa. (V. el artículo hipocondría.) 8. Syrigmo catarral. Es el que acompaña algunas veces al ca- tarro , y resulta de la supresión de la transpiración. 9. Syrigmo por oxycea. Proviene de la excesiva sensibilidad del oido exaltada por la sequedad ó la tensión del órgano, ó por una afección tópica, como la contusión, la otalgia. (Véanse para su curación los artículos otalgia , y enfermedades del oído.) 10. Syrigmo vertiginoso. Este síntoma es raro, que á veces acompaña al vértigo : consiste en representar las palabras que se profieren á nuestra derecha, como que vienen del lado izquier- do , y sin duda reconoce las mismas causas y exige el mismo plan curativo que el vértigo. 11. Syrigmo bombo. Regularmente es efecto de la plétora lo- cal ocasionada por causas que aumentan la circulación hacia el ór- 366 VES gano del oido, como los dolores de cabeza, las vigilias &c. En- tonces convienen los estimulantes apartes distantes, la aplicación de sanguijuelas detras de las orejas &c. , según hemos indicado en la descripción del género &c. Género 5. Hipocondrías: vapores. Hay en ciertas personas, dice Cullen, un estado del alma que se conoce por el concurso de las circunstancias siguientes: una lan- guidez, una indiferencia, ó una falta de resolución ó de actividad para toda especie de empresas: una propensión á lo serio, á la tris- teza y á la timidez: el rezelo que todos los sucesos futuros se ter- minen con desgracia, ó del modo mas funesto: por lo qual las mas leves sospechas con freqüencia dan motivo en este caso para reze- lar un mal considerable. Esta clase de personas están muy aten- tas al estado de su salud ; la menor mutación de sensación que experimentan en su cuerpo, basta para ocuparlas con seriedad; y toda sensación extraordinaria, alguna vez la mas ligera, les hace temer un gran riesgo, y aun la muerte. Su creencia y su persuasión son por lo común contumacísimas con respecto á estas sensaciones y á estos rcztlos. No seguiremos á Cullen en su teoría relativa á este estado del alma, porque á la verdad no siempre se combina con la dispep- sia: es cierto que él, como todos los demás estados del alma, exige ciertas condiciones en el cuerpo, sin las quales no puede existir , ya se consideren como producto, ya como principio de la enferme- dad ; pero muchas veces se originan de causas que abso utamenre no producen una impresión mecánica ó material. Las disecciones ana- tómicas han hecho ver que este mal se fomenta alguna vez por le- siones de las visceras abdominales , como por un escirro en el co- lon , una congestión en el bazo, ulceración del páncreas, várices en las venas meseraicas &c.; mas por otra parte el mal depende muchas veces de ciertas lesiones en las funciones de los nervios, y entonces, abierto el cadáver, no se encuentra en ellas vestigio alguno, Así que, debemos contentarnos con observar sus fenómenos, y con- siderarlos como principios generales, para deducir las conseqüencias relativas al diagnóstico y á la curación. Stahl es quizá el único que enseña á distinguir la hipocondría de qualquier otra enfermedad nerviosa, y describe exacta y sublimemente su carácter piopio. La hipocondría, dice, es un conjunto ó sucesión de síntomas , singu- larmente variados é inconexos: á saber, cierta tensión , torpeza, ó también dolor sin calentura manifiesta, ni tipo alguno particular; depravación mas bien que falta de apetito; flatos intestinales, á ve- ces retenidos y otras expelidos con estrépito j constricciones es- VES 367 pasmódicas; congojas que se agravan por razón de la vida inac- tiva y sedentaria, ó bien por variaciones de la atmósfera ; desaso- siego sin causa manifiesta, ni comodidad vaga, ya antes, ya des- pués de comer; inflaciones dolorosas, y algunas veces muy graves en el hipocondrio izquierdo : los síntomas se exacerban y pasan á causar extravíos de la razón , ó á un desorden claro, pero fuoaz, en las ideas, lo que distingue la hipocondría de la melancolía. Aña- diremos á esta descripción de Stahl que las circunstancias mas ap- tas para producirlas son la supresión anticipada de una calentura intermitente , un terror fuerte, el uso de los opiados, la vida des- arreglada, el abuso de los narcóticos, el pasar repentinamente de la vida activa á la sedentaria, los excesos en el estudio ó en la venus-, la supresión del fluxo hemorroidal, y en las mugeres los accidentes durante el parto , una profunda tristeza &c. Observamos ademas que la afección hipocondriaca rara vez sobreviene en la juventud, y las mas en una edad mas avanzada, aumentándose progresivamente á proporción que se va acercando la vejez: vemos que en su producción influyen tanto las mudanzas que experimenta el cuerpo, como las alteraciones que sufre el alma en las diferentes edades. El espíritu del joven es alegre, activo , in- considerado y veleidoso; el del adulto mas serio, mas maduro, mas circunspecto y mas constante , y el del viejo, sombrío, tímido , des- confiado y contumaz: mutaciones todas que dependen en gran par- te de la educación , de las costumbres y de los diversos destinos de la sociedad; pero al mismo tiempo se reúnen causas externas, que obran sobre nuestra máquina, y mudanzas inevitables consiguientes al método de vida, y al mismo exercicio de sus funciones: tales son el clima, el temperamento, los alimentos, el mayor ó menor tono que adquieren las fibras; en una palabra, las varias modifi- caciones que adquieren en su exercicio las propiedades vitales. Pa- rece pues que habiendo de determinar el estado del cuerpo que cons- tituye la híponcondría, no consiste en otra cosa que en la rigidez de los sólidos , en el entorpecimiento de la potencia nerviosa, y en el equilibrio particular entre el sistema arterial y venoso, fe- nómenos que resultan con mas ó menos prontitud y energía por razón de las causas y circunstancias referidas. Es verdad que este estado sobresale mas en los plexos nerviosos de los órganos diges- tivos, y que allí parece estar el foco principal de esta afección en los hombres, así como en los plexos uterinos en las mugeres; pero muchas veces sobrevienen estos males después de haber padecido largo tiempo una hipocondría nerviosa, y por decirlo así moral. Para comprehender bien esta doctrina es necesario tener presente quanto hemos dicho acerca de la simpatía. Siendo pues la hipocondría una enfermedad nerviosa, y las mas 368 VES veces dependiente , y siempre acompañada de ciertas afecciones del alma, es claro que deben preferirse los remedios morales á los far- macéuticos. La Filosofía moral, dice Pinel, y la Medicina, según lo advierte Plutarco , están íntimamente unidas, y dependen recí- procamente la una de la otra. ¡Quanto hace al caso para precaver las afecciones hipocondríacas, melancólicas, ó la manía , seguir las inva- riables leyes de la Filosofía moral, tener ascendiente sobre sí mis- mo , señorear sus pasiones, en una palabra, familiarizarse tanto con los escritos de Epicteto, Platón , Séneca y Plutarco, quanto con las máximas instructivas que nos han dexado Hipócrates, Areteo, Sidenham, Stahl ú otros célebres observadores! El Médico, igual- mente , tiene que contribuir á esta parte, la mas importante de la cu- ración , y este encargo es sin duda el mas delicado y difícil. La ín- tima persuasión que domina por lo común en esta suerte de enfer- mos no permite tratar sus sensaciones como imaginarias, ni conside- rar sus rezelos como faltos de fundamento, aunque el Médico esté persuadido de lo contrario por lo respectivo á unas y á otros; por lo qual no se debe recurrir á las chanzas ó á los razonamientos con estos enfermos. Se dice que es práctica de los hipocondriacos mu- dar sin cesar de Médico; y en efecto, las mas veces lo hacen con motivo, porque no se puede suponer que un Médico, que no recono- ce la realidad de la enfermedad , tome muchos cuidados para curarla, ó para apartar los riesgos que de ningún modo rezela. Si en alguna ocasión es permitido dar qualquier remedio inocente para complacer al enfermo, parece que esta es en la curación de los hipocondriacos, los que no ocupándose sino en los medios de hallar alivio, están ava- ros de medicamentos; y los que, aunque casi siempre burlados en sus esperanzas, sin embargo toman todavía otro remedio nuevo que se les propone. Es propio de la naturaleza del hombre dexarse arrastrar de to- das las emociones actuales; por consiguiente el hipocondríaco apre- cia sus rezelos, y atento á la menor sensación, encuentra en baga- telas tan ligeras como el ayre con que confirmar mucho sus rezelos. Consiste pues mas la curación en interrumpir la atención del enfer- mo , ó inclinarla hacia objetos distintos de los que la ocupan. Por aversión que los hipocondriacos parezcan tener á toda espe- cie de aplicación , no hay nada mas pernicioso para ellos que el ocio absoluto , ó la falta de qualquiera ocupación viva. Si vemos hoy tan- tos exemplos de hipocondrías, se deben atribuir á la opulencia, que permite llevar una vida indolente, y que solo conduce á buscar di- versiones pasageras é incapaces de satisfacer, ó placeres que no ha- cen otra cosa que aniquilar. Siempre se debe permitir á los hipocon- driacos que se ocupen en alguna cosa; y aunque perseveren en ocu- paciones convenientes á las circunstancias y á la situación en que se VES 369 encuentran en la sociedad, siempre que estas ocupaciones no tray- gan consigo emoción, inquietud ni fatiga. Pero es menester precisa- mente apartar á esta clase de enfermos de los negocios de que pue- da depender la fortuna, por quanto son siempre objeto de inquie- tud para los melancólicos, y mucho mas quando son de naturaleza capaz de poderse interrumpir accidentalmente , expuestos á contra- tiempos y á faltar. El hipocondriaco, que por las circunstancias ó el hábito no se encuentra con precisión empleado en los negocios, se debe distraer de la atención que pone á su estado por qualquier entretenimiento. Los diversos géneros de diversión del campo y la caza, que exigen seguirse con algún ardor, y que están acompañados del exercicio, se deben colocar en la clase de las diversiones mas útiles, siempre que no sean demasiado violentas. Todas las diversiones que se hacen en ayre libre, que están unidas con un exercicio moderado , y que exigen alguna destreza, son por lo general útiles. En lo interior de la casa se conseguirá siempre mucha utilidad de una tertulia que atraerá la atención, á la que el enfermo se presentará con placer, y que al mismo tiempo será alegre. Se pueden permitir con freqüen- cia los juegos que piden alguna astucia, y en los que la puesta no es un objeto muy interesante, siempre que no se prolonguen por muy largo tiempo. Sin embargo, en los dispépticos, que están sujetos á experimentar emociones repentinas y considerables, el juego es pe- ligroso, y continuado largo tiempo» con las vigilias debilita mucho; pero en los melancólicos, que por lo común sobresalen en astucia, y que son menos susceptibles de emociones violentas, se puede per- mitir mas juego , y casi siempre esta es la única diversión que les puede agradar. La música es una diversión peligrosa para un oido delicado, porque la larga atención que se pone á ella fatiga demasiado. Sucede con freqüencia que los hipocondriacos menosprecian to- da especie de diversión; y en este caso los medios mecánicos de in- terrumpir sus cavilaciones son los remedios á que se debe recurrir. Se encuentra un remedio de este género en un exercicio vivo que ne- cesite dirigirse con alguna atención. El paseo rara vez es de este géne- ro ; sin embargo, en alguna ocasión ha sido útil, distrayendo la imaginación inquieta de los hipocondriacos. La interrupción de los pensamientos, necesaria en esta enfermedad , no se puede conseguir mejor que montando á caballo , ó dirigiendo un carruage, de qual- quier especie que sea. La navegación , á menos que no sea en un bar- co descubierto que excite un poco la atención , es inútil. El exer- cicio en una caxa cómoda, que el viajante no se ocupe en dirigir, aprovecha muy poco, á menos que esto no sea en caminos ásperos, ó que el carruage no corra, y que este exercicio no se continúe largo tiempo. TOMO VII. AAA 37° VES A qualquier género de exercicio que se recurra , ninguno Jiabra en qualquiera situación mas eficaz que los víiges; porque i. estos son un medio de substraer al enfermo de muchos objetos desgracia- dos y capaces de apesadumbrarlo , que podrían presentársele a su vista en su casa: 2° esto lo inclina á un exercicio mas constante y mas considerable que el que se hace, por lo común, tomando el ayre en los contornos del lugar que habita; y 3.0 un exercicio igual ofrece sin cesar nuevos objetos que atraen la atención del enfermo. Los remedios dirigidos á mudar el estado físico del cuerpo se reducen á los antiespasmódicos y a los tónicos, cuidando al mismo tiempo de remover los síntomas particulares y ayudar la digestión. Los mas útiles son la equitación , la navegación , las aguas minerales herrumbrosas, el baño frió, la tintura de la quina &c.; pero si no se combinan estos remedios con los calmantes, como el alcanfor, el opio &c, suelen obrar estimulando y aumentando el espasmo. A veces es muy eficaz la aplicación de los vexigatorios al epigastrio y á los hipocondrios, ó á lómenos la untura antiespasmódica del xa- boncillo amoniacal. Por lo que hace á los síntomas, es necesario re- currir á los remedios propios para combatirlos; por exemplo, á los álcalis y á los absorventes para el exceso de acedía , á los laxantes para el estreñimiento &c. Como generalmente en la hipocondría hay una plétora, ó mas bien un entorpecimiento en el círculo por to- do el sistema de la vena porta, conviene muchas veces la aplicación de sanguijuelas al ano. especie 1. Hipocondría biliosa. Esta especie es la mas rara de todas, y está reunida al temperamento bilioso; el enfermo se queja con freqüencia de dolor y peso en la cabeza , de vahídos, de zum- bido de oidos, de dificultad de respirar , de la palpitación , de do- lores de los miembros y de los lomos, de cardialgía, de cólico bi- lioso, de gastrodinia, de amargura de la boca y de estreñimiento: muchas veces la tristeza y la morosidad se aumentan de modo que ha- cen al enfermo atrevido, y se vuelve tan impertinente é insolente, que no puede sufrir nada. La extenuación, la velocidad del pulso, el calor y la sequedad de la cutis se reúnen muy pronto á los sínto- mas antecedentes. Se cura con los eméticos suaves, y con los pur- gantes ácidos, la bebida fría y los corroborantes. 2. Hipocondría sanguínea. Esta especie es muy rara: convie- nen los remedios indicados en el estado de plétora. 3. Hipocondría melancólica. Esta especie puede considerarse como el tránsito de la hipocondría á la melancolía. ( Véase este artículo.) 4. Hipocondría pituitosa Esta especie acomete á los que son de un temperamento frío y húmedo, cuyos sólidos son blandos, poco elásticos, la sangre empobrecida, la bilis poco activa; y en VES 371 los que la circulación de la sangre es lenta, y las pasiones poco ac- tivas; el pulso es blando en esta clase de enfermos, el calor es po- co considerable, y el sueño mas largo , son menos audaces y mas cobardes de cuerpo y alma; con facilidad los abaten las pesadum- bres , lo que da lugar á los diferentes síntomas de dispepsia que ex- perimentan. Se deben mirar como sintomáticas las diferentes varie- dades que ofrece la hipocondría quando se complica con el histéri- co , la tisis, la asma , la piedra y la timpanitis. En esta especie es- tan indicados los purgantes amargos y xabonosos, las aguas marcia- les , los baños de riego al vientre &c. y. Hipocondría histérica. Parece que resulta de los repetidos accesos del histerismo, que llegan á constituir una enfermedad ha- bitual , cuya curación debe reducirse á la de la enfermedad prin- cipal. 6. Hipocondría tísica. Sauvages llama así á la complicación de ambas enfermedades, ó mas bien diremos á la tisis que se sigue á la hipocondría; pero en este caso se ve que ya es una dolencia sepa- rada, y que aun en caso de ser curable, exige un método particu- lar, bien que acomodado al carácter del mal primitivo. Las demás especies que propone Sauvages están igualmente tomadas de algún síntoma particular ó de otra enfermedad secundaria, división que debe tenerse por defectuosa , atendiendo á las modificaciones y va- riedades de síntomas y de males secundarios que puede ocasionar la hipocondría. Así se ve en las especies siguientes: 7. Hipocondría asmática. Viene á ser la complicación de la hi- pocondría con el asma. 8. Hipocondría calculosa. Es en la que aparecen síntomas de la nefritis calculosa. 9. Hipocondría timpanítica. Es en la que sobreviens la tim- panitis. 10. Hipocondría rígida. Es en la que el enfermo tiene una sensación de frió excesivo. En todas estas especies es menester combinar con los remedios ge- nerales de la hipocondría , los que exigen aquellos síntomas ó enfer- medades secundarias, según queda explicado en sus respectivos ar- tículos. género 6. Somnambulismo: noctambulismo: en latín noctambu- lado, noctisurgium ; y en griego noctegersia, hipnobateses y nyetobasis. Es una alucinación que persuade á los que duermen que se ha- llan despiertos, de modo que obran como si lo estuviesen efectiva- mente; así que consiste en una imaginación viva ó desagradable du- 372 VES rante el sueño. Es necesario recordar aquí quanto hemos dicho acer- ca de este estado del cuerpo Vivo para comprehender la teoría harto obscura de esta enfermedad. En ella los pacientes executan_todas las funciones á que están acostumbrados quando están despiertos, aunque no vean ni entiendan nada , y se dirijan solo por su imagi- nación. Quando la enfermedad es ligera, los que la padecen no sa- len de su cama; sin embargo se remueven , hablan, y^ aun alguna vez se golpean y bracean como si los embistieran enemigos ó ladro- nes. Otros, que padecen mas, se levantan de su cama, se visten, toman la luz, abren las puertas: se han visto algunos pasar ríos na- dando , subirse á una ventana como á un caballo, correr sobre los terrados y azoteas, y exponerse á diferentes peligros; en estos ca- sos seria muy peligroso despertarlos imprudentemente. Muchos filó- sofos , dice Cullen , han pretendido que los ensueños y desvarios no eran una afección corporal, y que no se debian mirar como enfer- medad ; se los puede considerar como una prueba de la conexión ín- tima del alma con el cuerpo, pues se verifican siempre que están afectos la una ó el otro; se observa en los que han tenido al alma muy herida de qualquier objeto entre el dia; pero parecen depender siempre de una irregularidad en el sistema. El ensueño mas ligero anuncia que el sueño es imperfecto, y que una parte del cerebro es- tá irritada , mientras que la otra está en un estado de collapsus. Es difícil determinar los diferentes grados que hay entre los ensueños violentos y los moderados. Por estos principios puede explicarse fenómeno tan raro: noso- tros para describirle con mas exactitud, sin pasar á adoptar ninguna hipótesis , trasladaremos aquí el caso que se lee en la antigua Misce- lánea francesa de historia y de literatura. Un Caballero Italiano, de cerca de treinta años de edad , dormía con los ojos abiertos estando acostado boca arriba, como lo notó el autor que refiere el hecho: le examiné, dice, largo rato , y vi que se levantó y se vistió ; me acerqué á él, y le hallé insensible, con los ojos baxos y abiertos; salió de su quarto, fue derecho á la caballeriza , ensilló su caballo, montó en él, y galopó hasta la puerta de la casa que halló cerra- da; entonces volvió á llevar el caballo á la quadra , le ató al pese- bre, y se trasladó á una sala donde habia mesa de villar, tomó un taco é hizo todos los ademanes de un jugador; en fin, después ds dos horas de exercicio sin despertarse , se echó en una cama , y continuó durmiendo. En este caso no parece que el somnambulismo sea una enferme- dad tan fácil de vencer por los auxilios de la Medicina ; sin embar- go , el Médico debe siempre procurar indagar el estado físico del cuerpo y el del alma para mudarle en lo posible. Se ha observado en general, que los somnámbulos tenian la imaginación viva y exalta- VES 373 da, una gran sensibilidad y un amor excesivo al trabajo , sin que al parecer se alterase su salud por estas causas. Por consiguiente los medios mas útiles son los viages, la distracción y la perspectiva de objetos agradables. En quanto á los medicamentos farmacéuticos de- ben preferirse los baños frios, los narcóticos y el exercicio activo. Es muy importante corregir con tiempo esta afección, porque es de te- mer que termine en la manía. En quanto á los somnámbulos, cuyas operaciones los exponen á riesgo de perder la vida , es necesario apar- tarlos de qualquier peligro cerrando las ventanas y las puertas, ex- piarlos y despertarlos á latigazos; y algunos prácticos convienen en que este medio ha sido útilísimo en muchas circunstancias. especie i. Somnambulismo vulgar. Esta especie de Sauvages no es mas que el género que hemos descrito, y señala por causas de él la embriaguez, el exceso en las comidas, los alimentos flatu- lentos é indigestibles, el dormir con mucha ropa boca arriba, y con la cabeza baxa &c. 2. Somnambulismo cataléptico. Esta especie empieza y termina por un acceso de catalepsis. (V. este artículo en la clase de de- bilidades.) Orden 2. Morosidades, rarezas, extravagancias, caprichos. Las enfermedades de este género consisten en la depravación de la voluntad, pero siempre dependiente de cierto estado del cuerpo que influye poderosamente en la excitación de estos apetitos extra- vagantes. Yerran por consiguiente los que miran á las pasiones co- mo principio de semejantes dolencias, no entendiendo baxo este tí- tulo aquellas afecciones que dependen inmediatamente de nuestra organización. Es verdad que á veces las falsas percepciones parecen ser la base del juicio erróneo; pero estas percepciones no existirían sin cierta disposición de parte de los órganos; asi estas pasiones des- ordenadas, conseqüencias del juicio falso, deben mirarse como el efec- to de las mismas causas, ó como síntomas de una enfermedad local; sin embargo, no aprobamos la clasificación de Sauvages, que reduce á este género enfermedades en que realmente no hay un apetito desordenado decidido, como se ve en la hidrofobia; pero habién- donos propuesto seguir el plan de este autor, será preciso guardar en esta parte el mismo orden para no alterar el plan nosológico. De esta exposición se infiere, que la única regla que podemos establecer para la curación de estas enfermedades consiste en des- truir el vicio local de donde resultan , con arreglo al carácter y sín- tomas que presenten, y grado en que se halle. 374 VES género 7. Pica: chittesia de los Griegos, apetito depravado. Esta enfermedad consiste en una aversión á los alimentos comu- nes , y apetito por los extraños y nocivos. Estos dos síntomas reuni- dos constituyen la pica, que parece depende de una mudanza par- ticular en la sensibilidad y contractilidad orgánica del estómago, que influye simpáticamente en el cerebro y en el órgano del gusto. Esta mudanza es ocasionada muchas veces por la presencia de ciertas subs- tancias en el estómago , que excitan sensaciones análogas á su natu- raleza : otras veces depende de una alteración del órgano del gusto por la degeneración de la saliva, por la sequedad &c, y muchas también su causa primitiva es la alteración de otros distintos órga- nos , cuya acción se propaga del mismo modo simpáticamente, co- mo se ve en la pica que padecen las embarazadas. La curación está cifrada en el conocimiento de estas diferentes causas, según las ex- plicaremos en las diversas especies. espegiei. Pica infantil. Es propia de los niños, que apetecen la tierra y el yeso, y depende de la presencia de una saburra acescente en primeras vias, la qual excita naturalmente el apetito á las substan- cias capaces de embotarla y absorverla. En este caso son útiles los eméticos, los absorventes y los tónicos para corregir la acescencia, evacuar la saburra y entonar el estómago. 2. Pica de las cloróticas. Es síntoma ds la clorosis, y parece que consiste en la viscosidad y carácter pituitoso de su saliva , inca- paz de excitar el gusto, por lo qual casi siempre apetecen substancias vegetales acidas y saladas. (V. clorosis.) 3. Pica malacia: antojo. Así se llama el hábito de satisfacer sus deseos, aun quando se opongan á la razón: baxo este aspecto no es mas que una enfermedad moral; pero nosotros llamaremos así aquellos apetitos extraordinarios que se observan en las mugeres em- barazadas, que sin duda resultan de la alteración que ocasiona el es- tado de su útero en las demás entrañas, y que trastorna su imagina- ción. Se distingue en que aunque apetecen alimentos extraños,no son por lo común nocivos, en la inconstancia de sus antojos, y en que al mismo tiempo no padecen ninguna indisposición; por consiguiente no exige curación alguna. (V. el artículo imaginación.) 4. Pica de antiescorbúticos. Se han visto muchos sugetos que apetecían remedios ó alimentos antiescorbúticos, y que realmente tenían una acrimonia escorbútica sin haberse manifestado todavía sus síntomas: á esta especie pueden reducirse los apetitos de substan- cias extrañas, y al parecer nocivas, que una vez satisfechas, han curado enfermedades crónicas muy rebeldes; así se han visto per- sonas que padecían calenturas intermitentes inveteradas, que se cu- ráron comiendo cerezas, uvas ú otras cosas con exceso. No nos atre- vemos á señalar un método curativo para esta especie, ni á decidir del crédito que debe darse á semejantes apetitos , porque nos faltan señales que los distingan de tantos otros caprichos perjudiciales, co- mo se observan en los enfermos. 5. Pica voluntaria. Esta especie es mas bien un defecto moral que una enfermedad: se observa en las jóvenes, que con la falsa idea de hermosear su tez comen carbón, tierra y otras substancias aun mas nocivas; de suerte que la Medicina solamente tiene que curar en estos casos las enfermedades secundarias que producen semejantes errores. Estos debe corregirlos la razón, la educación, y á veces el rigor. 6. Pica fingida. Ciertamente no debía ocupar un lugar en la Nosología esta especie fundada por Sauvages en la observación de los charlatanes y titiriteros que aparentan comer piedras, cuchi- llos &c. Dexamos á los lectores libertad para juzgar de la realidad de estos hechos. género 8. Bulimia : hambre canina. Es una suma excitación del apetito , la qual alguna vez, según Pinel, es efecto de la convalecencia de una enfermedad larga, ó bien una conseqüencia de la preñez; puede también ser producida por una caminata larga y violenta durante la estación rigurosa del frió, ó ser la resulta de un estado morboso , como de una secreción su- perabundante del xugo gástrico con acedías en la boca, lo qual in- dica que se debe usar de la magnesia ó de qualquiera otra tierra ab- sorvente. Las conseqüencias de esta enfermedad son la lienteria, la atrofia y la ascitis. especie i. Bulimia canina: cinoresis: hambre canina. En es- ta especie se come mucho , y se arroja sin haberlo podido digerir; resulta de la acrimonia de los xugos digestivos y del aumento de la contractilidad orgánica del estómago, que se calma algún tanto con la presencia délos alimentos. Los remedios son los calmantes y cor- rectivos de la degeneración humoral, como los absorventes , la triaca &c. 2. Bulimia cardiálgica : hambre bobina. A esta especie acom- pañan la cardialgía y los síncopes freqüentes. Avicena la define ham- bre de los miembros con saciedad del estómago, definición que no dexa de ser exacta con respecto á las ideas que tenemos del ham- bre y de sus causas. Acomete á los que viajan por parages cubier- tos de nieve, y la acompañan irritación, dolores y tirantez del es- tómago, que arroja el alimento sin haberle podido digerir, sobrevi- niendo de consiguiente la lienteria; por lo qual algunos la han lia- 376 VES mado licorexis, ó hambre de lobo. Los remedios indicados en esta especie son los analépticos, los cordiales y los antiespasmódicos. 3. Bulimia verminosa. Es la que ocasionan las lombrices, no porque consuman el alimento , sino por la irritación que causan en el estómago. ( V. elartíado lombrices. ) En Zaragoza murieron in- finitos de esta enfermedad hasta que se determinó usar del bol arme- nio , con el qual se curaban radicalmente todos: tal vez esta substan- cia absorvente descomponía ó neutralizaba aquel material agridulce que sirve de sustento á estos insectos. 4. Bulimia voracidad. Esta especie, que debia omitirse por no ser una enfermedad, es una hambre excesiva sin ninguna indiges- tión, y mas bien propia de las personas robustas y atléticas. 5. Bulimia addefagia. Es también una hambre voraz que aco- mete á veces a los niños desde la edad de quatro años con atrofia, diarrea, inflación de vientre, palidez, debilidad y fioxedad de carnes. El buen régimen y el uso de los marciales son los remedios mas propíos para combatirla. 6. Bulimia de los convulsos. Sauvages funda esta especie en la observación de una convulsión epidémica tn que los pacientes tenían una hambre voracísima, que no sabe si atribuir al uso del centeno atizonado, ó á la presencia de las lombrices. 7. Bulimia por ácidos. Los síntomas que caracterizan esta es- pecie son una sensación de acidez en la boca, y de corrosión en el estómago, el vómito de materiales pituitosos ácidos y la falta de sed, agregándose á esto un temperamento melancólico. Se cura con el uso de los absorventes y tónicos. género 9. Polidipsia: sed excesiva. La sed excesiva rara vez es una enfermedad, y casi s;empre es un síntoma de otras. La causa próxima de este síntoma es la obstruc- ción de los poros que suministran la linfa y la mucosidad con que se humedecen y lubrifican la lengua, lo interior de la boca , las fauces y el estómago. Esta obstrucción puede provenir de la rigidez ó cons- tricción espasmódica de los conductos excretorios sutiles que se abren en los folículos mucosos, ó de la materia viscosa que los obstruye y cierra; algunas veces no acompaña á la constricción de los poros en estas partes la rigidez de todo el cuerpo que produce las calen- turas , y es inseparable de la opresión de precordios, de la náusea y abatimiento de fuerzas. Esta sed, que causa muchas veces gran mo- lestia , se debe reputar por un síntoma puramente nervioso. Hay también otras enfermedades sin calentura, á las que acom- paña una sed cruel quando procede de la parte aquosa de la san- gre arrojada en demasía por otros emunctorios del cuerpo. Esto su- VES 377 cede particularmente en la enfermedad que se llama diabetes , en que la excreción de la orina es mucho mas copiosa que lo natural, como también en las diarreas, en los sudores inmoderados y en la hidropesía, donde separándose la parte aquosa de la sangre de las demás que la constituyen , se derrama por todo el sistema celular, ó se deposita en algunas cavidades mayores. Siendo la sed uno de los síntomas mas molestos, apenas permite conciliar el sueño. La sequedad de la boca disminuye la fuerza del órgano que sirve para el gusto , y endureciendo el sarro pegado á la lengua y á las encías, da á la comida y á la bebida un sabor des- agradable. Sauvages no considera como especies, sino como variedades de la polidipsia, las siguientes especies. especie i. Polidipsia febril, que se ha explicado en la sinto- matologia febril , artículo calenturas. 2. Polidipsia hidrópica, que es síntoma de las diversas espe- cies de hidropesía. 3. Polidipsia de fluxos, consiguiente á la pérdida y empobre- cimiento de la masa humoral. 4. Polidipsia venenosa, que sobreviene en ciertos envenena- mientos. No explicamos ni las causas ni la curación de estas variedades, por hallarse comprehendidas en la historia de sus enfermedades pri- mitivas en sus respectivos artículos. género 10. Antipatía. La antipatía está recibida vulgarmente por contrariedad de ge- nio, humor ó naturaleza que unos sugetos ó cuerpos tienen con otros, y colocada con Sauvages en el orden Morositates de su clase Vesa- nias de su Nosología metódica, definiéndola aversión á ciertos objetos, alimentos, bebidas y remedios. Defínenla otros, un hor- ror capaz de producir varios accidentes, y nosotros aseguramos ser una particular afección perturbadora de las acciones, por la qual no podemos sufrir determinados objetos; pero que una vez impre- sos , ó nos mueven á la fuga, ó nos excitan al terror. Se puede con- traer oportunamente á ella el pasage de Cicerón: appetuntur au- tem qu¿ secundum naturam sunt, declinantur contraria , et om- ne animal appetit quadam, et fugit a quibusdam: quod autem refugit id contra naturam est, et quod est contra naturam, id habet vim interimendi. Todo agente, qualquier estímulo de los naturales, es capaz de dar ocasión á la antipatía: prodúcenla el gra- tísimo olor de las manzanas, la suave fragrancia de las rosas, la vis- ta de ciertos manjares: el -oido de determinados sonidos suele con- TOMO VII. BBB 378 VES movernos, y producir mil males. En el estado de enfermo no se pueden soportar substancias y objetos que siempre nos agradaban: aquí vemos antipatías facticias pasageras: ciertos medicamentos obran de tal modo en el hombre, que le acarrearían la muerte subsistien- do demasiado tiempo su acción. Antipáticos son los movimientos que resultan de recordar de- terminados objetos: sonlo asimismo los convulsivos, las epilepsias, que no pocas veces han afligido a algunas mugeres en las iglesias, provenida sin duda de la acción de las voces de los cantores so- bre aquellos oyentes á quienes se ha tenido por endemoniados solo por suceder á la hora de los divinos oficios. Son prodigios de anti- patía algunos de los que la común ignorancia reduce á hechizos, y la vulgaridad á encantos. Se conciben sin violencia semejantes fenómenos dependientes de tres causas, cantidad y calidad de estímulos, disposición ó suscep- tibilidad, y educación. Si hay mucha movilidad en los nervios, es pa- tente que pequeñísimos estímulos determinarán grandes acciones, y que ellos, no habiendo particular disposición en todo el sistema, pueden por su calidad cambiar el juego de las partes hasta hacer en- trar en consentimiento toda la máquina. De aquí la rosa, blando estímulo para la mayor parte de gentes-, será para una joven movible suficiente á excitar su sensibilidad y mo- vilidad particular; sensibilidad indefinible por consistir en su diátesis singular: así al ver ú oir ciertos objetos ingratos se perturban accio- nes animales y vitales, por ser el estímulo capaz por su calidad de ex- citar y mudar notablemente la acción de todos los órganos. La edu- cación, manantial fecundo de los adelantamientos humanos, capaz de proporcionar á los hombres que se comuniquen entre sí y vivan en sociedad, que lo constituyen un ser diverso del que sería abandona- do á la naturaleza quando es errónea, es también origen de infinitos perjuicios, y da ocasión á algunas antipatías. ¿De dónde viene el horror á la obscuridad ? ¿ De qué causa el susto ? ¿Por qué se convele el niño inexperto á vista de ciertos objetos? Haciendo sus órganos demasiado movibles á tales impresiones, crean en su imaginación ideas funestas contra su existencia, y radicadas en su sensorio, ven por toda la vida próximo aquel supuesto precipicio, y forman diátesis particulares alterándoles su susceptibilidad. Los sentidos externos, su combinación, ó lo que llaman instin- to , y aquellas disposiciones que se heredan, influyen en la antipatía, quesera diversa según la edad, el clima y las enfermedades. Qual- quiera que examine filosóficamente los movimientos que hemos, no diremos pintado, sino enumerado, no podrá menos de confesar ser la antipatía una simpatía. Dice con gracia cierto escritor de nues- tra nación: La mas culta perfección sufrió desprecios de la antipatíaj VES 379 y la mas inculta fealdad logró finezas de la simpatía: existe entre ellas igual relación que la que notamos entre la atracción y repul- sión, ó la que pueden establecer entre lo natural y preternatural. ¿Qué es pues la antipatía? Un movimiento de la circunferencia al centro, ó al contrario , que altera la acción de la vida cambiando la sensibilidad y movilidad. ¿No es un cambio de acción vital ó animal de un órgano la presencia de estímulos aplicados á partes próximas ó distantes? De quanto hemos dicho se infiere que las causas y leyes de la an- tipatía deben buscarse en la misma vida y sus leyes, según se ha ex- plicado mas largamente en el artículo simpatías. Pudieran considerarse algunas especies de antipatías con respec- to al mayor ó menor influxo de la educación ó de causas externas; pero esta división seria demasiado metafísica, y nada contribuiría á la práctica, puesto que los remedios han de buscarse en la ilustra- ción y en la razón, desechando las fútiles teorías que algunos han imaginado para explicarnos los fenómenos, tal como la del mermeris- mo. (V. este artículo.) Género 11. Nostalgia: enfermedad del país. Padecen esta enfermedad los que ausentes de su patria sientef\ nn deseo tan vivo de volver á ella, que quando no pueden veri- ficarlo, caen en una tristeza acompañada de desvelo, de inapetencia, v de otros síntomas graves; de suerte, que puede considerarse como una hipocondría producida per causa moral. Acomete á los jóve- nes que criados con delicadeza se alejan de sus hogares á pais des- conocido , donde la falta de conexiones y de conocimientos, la so- ledad, y tal vez algún contratiempo , ó una enfermedad, les recuer- dan las comodidades y los placeres de la casa paterna , ocasionándoles esta pasión una debilidad de todo el sistema nervioso, de que re- sultan vicios y males orgánicos, como las obstrucciones , la este- nuacion , y á veces una melancolía profunda, y la muerte. Se obser- va con freqüencia en los suizos, y en nuestra España, en los galle- gos y aragoneses. El remedio mas eficaz y seguro es el regresar á su patria, aunque al mismo tiempo conviene corregir los males se- cundarios con los remedios que estén indicados, según su carácter y síntomas. Especie i. Nostalgia simple. Es la que proviene puramente de una causa moral, y es la que particularmente se observa en los suizos: basta oír el ranz des vaches , canción propia de su pais, que les recuerda los placeres y las comodidades de que gozaban en su niñez y juventud, para causarles la nostalgia. En Holanda se prohibió cantarla, pena de la vida, por los muchos que desertaban 380 VES habiendo oido esta canción: los remedios morales, como la socie- dad, los festines, los espectáculos, las diversiones, las convenien- cias, son los mas seguros; y en caso de no producir efecto, el re- greso á su patria; pero en aquellos que están imposibilitados de vol- ver á ella puede considerarse como incurable esta enfermedad. 2. Nostalgia complicada. Es aquella á que acompaña una en- fermedad corporal, como las tercianas, la sinoco &c.; y entonces es necesario combinar con los auxilios morales los farmacéuticos, con arreglo á la naturaleza del mal. 3. Nostalgia fingida. No es efectivamente una enfermedad sino una ficción de que usan freqüentemente los soldados para conseguir su licencia; pero se distingue fácilmente porque faltan la inapetencia, la vigilia, y los demás síntomas que caracterizan la verdadera nostalgia. Género 12. Panofobia: terror pánico: pavor nocturno. Esta enfermedad es muy común en los niños, y consiste en en- sueños terríficos, que les representan espectros y fantasmas horro- rosos , con lo qual despiertan gritando y aterrados , y á veces les resultan calenturas y aun convulsiones. Dependen generalmente de alguna saburra en primeras vias; pero creemos que tenga gran par- te en ella la detestable costumbre de asustar á los niños y con- tarles sucesos espantosos de bruxas, apariciones &c. Debe pues em- pezar la curación por corregir esta mala costumbre de las nodrizas y demás personas encargadas de su asistencia, usando al mismo tiem- po del agua emetizada, del xarabe de chicorias con ruibarbo, ó de la magnesia para evacuar la saburra. Especie i. Panofobia verminosa. Esta especie es causada por las lombrices. (Véase este artículo.) 2. Panofobia histérica. Es síntoma muy común en las muge- res histéricas, que al mas leve ruido se conmueven hasta el extre- mo de caer en una lipotimia, y puede atribuirse á la excesiva sen- sibilidad y movilidad de su sistema. (V. histerismo.) 3. Panofobia frontis de Hipócrates. La descripción que hace Hipócrates de esta especie nos presenta mas bien una hipocondría: „Los enfermos, dice, están sumamente inquietos, huyen de la luz y de la compañía, solamente les agrada la obscuridad, y quanto ven los aterra, tienen abultada la región del diafragma, y el cuer- po tan sensible y dolorido que no se los puede tocar; los acome- ten ensueños terríficos durante la noche, y dolores punzantes en los hipocondrios; á cada instante se imaginan estar viendo difun- tos ú otros objetos espantosos." Es necesario conocer el estado fí- sico del cuerpo para señalar en este caso un plan curativo, como puede verse en la hipocondría. VES 381 4. Panofobia hydrofobica. Es síntoma de la rabia. (V. el Gé- nero x vi. de esta misma clase?) Género 13. Satiriasis. El principal síntoma de esta enfermedad es un deseo impudente y desordenado del coito acompañado de erección del miembro, y de una sensación voluptuosa, en la qual se diferencia del priapis- mo. Puede ofrecer el curso de una enfermedad aguda , y depender de un estado inflamatorio de las pattes genitales ; pero siempre es menester atender al estado morboso que ocasiona la satiriasis para entablar su curación: en todo caso son útiles los antiespasmódicos, particularmente el alcanfor, los baños frios &c. Especie i Satiriasis aguda. Areteo describió esta especie, y Sauvages, como dice Pinel, nos ha dado la traducción , sin imitar su estilo conciso y lacónico. En ella se advierte rostro encendido, con sudor, disposición á estar encorvado apretándose el vientre , tris- teza , abatimiento: quando el mal es sumo, conversaciones obsce- nas , agitaciones, inquietudes, sed ardiente, y espuma en la boca como los ciervos quando están en brama. En esta satiriasis caen al- guna vez los hombres debilitados por la sensualidad ; la templanza, la continencia , los tónicos y calmantes son los remedios mas seguros. 2. Satiriasis crónica. Esta especie es mas bien la del hombre casto, el qual dotado á veces de un temperamento fogoso, y desean- do por todos los medios oponerse á sus pasiones, no puede hallar el descanso necesario en la cama, sin experimentar los estímulos de la carne, y que por fin le sobreviene una eyaculacion involuntaria del licor seminal: dura á veces meses y años enteros, y aun ataca á los viejos faltos ya de estímulos y de deseos. El uso moderado del matrimonio suele corregir este vicio; pero en las personas consagra- das á la castidad, es necesario un buen régimen de alimentos nada estimulantes, y de medicamentos antiespasmódicos y atemperantes. 3. Satiriasis venérea. Sauvages llama así á la erección freqüente que sobreviene en la gonorrea, la qual cesa en disipándose la en- fermedad. 4. Satiriasis hidrofóbica. Es á veces síntoma de la hidrofobia, por la qual su curación está comprehendida en la de esta enferme- dad. (Véase el Género xvi de esta misma clase.) 5. Satiriasis de los recien casados. Es conseqüencia de una pasión amorosa desenfrenada, en que no tiene parte ningún vicio or- gánico , aunque puede producir males secundarios , y principalmente la especie xvi del lumbago. (Véase este artículo.) 3*s VES Género 14. Ninfomanía : furor uterino. El carácter de esta enfermedad , propia de las mugeres, consiste en un deseo desenfrenado del coito , y una irritación nerviosa de las partes de la generación: de suerte que es lo que la satiriasis en los hombres. Pinel considera en ella tres períodos: en el primero dice está la imaginación continuamente ocupada en objetos lascivos y obscenos; á estos acompañan tristeza , inquietud , taciturnidad, amor á la soledad, falta de apetito , y lucha interior entre el recato y los impulsos de una pasión desenfrenada. En el segundo período las pa- cientes se abandonan casi del to za: de vinagre escogido ocho libras. Digiérase al calor del sol, ó en baño de arena, en un matraz bien cerrado por doce días; cué- lese y exprímase fuertemente y fíltrese , y después añádase espíritu de vino alcanforado media onza. Vinagre aromático de la juncia larga. (Vinagre español.) ly. De raiz de juncia larga dos libras: de flores de rosa rubra nueve onzas: de las extremidades del romero, tomillo, espliego, de cada cosa onza y media. De la semilla del meliloto quebrantado li- bra y media: de pimienta de Tabasco dos onzas: de benjuí media onza. Contundido y quebrantado todo se infundirá en diez libras de vinagre escogido: digiérase y destílese hasta ocho libras en una retorta de vidrio r y guárdese en un vaso cerrado según costumbre. Vinagre rosado* fy. De los petalos secos quitadas las uñuelas de las rosas rubras ana libra: de vinagre de vino blanco ocho libras. Esto se pondrá al sol por algunos dias en un vaso cerrado , ó si se quisiese en un ba- ño de maría por algunas horas r se colará sin expresión, y se añadi- rá dos onzas de espíritu de vino para que no crie moho. Del mis- mo modo se preparan los vinagres hechos coa las demás yerbas y ñores* VIN 437 Vinagre escilítico. i?. De las primeras capas de la cebolla albarrana menudamente cortadas una libra: vinagre escogido seis libras. Todo esto puesto en un vaso de vidrio cerrado se digerirá á fuego lento por espacio de veinte y quatro horas: después se exprimirá el licor, y se de- cantará para separar el resto de las heces, y después se añadirá tres onzas de espíritu de vino. Después se volverá á poner en un vaso de vidrio cerrado por quince dias para conseguir el oximiel escilítico. Su dosis es desde una onza hasta tres. Vinagre colchico. iy. De las cebollas recientes de colchico autumnal seis onzas: de vinagre de vino blanco seis libras. Se infundirá y colará, y des- pués se pondrá como queda dicho arriba. Sirve principalmente para hacer el oximiel colchico. Vinagre de hierro, ó vitriolo líquido de Marte. ly. Limaduras de hierro no oxidadas una libra: de vinagre co- mún doce libras. Digiérase en un matraz por ocho dias, y después se filtrará y guardará. Su dosis es hasta media onza. Extracto de saturno líquido. ( Vinagre de plomo.) ty. De litargiriouna libra: de vinagre de vino blanco escogido seis libras. Digiérase en un matraz de vidrio á un fuego lento por algunos dias, agitando esta mezcla de quando en quando. Estando el licor quieto se decantará ó se filtrará, y se guardará en un vaso cerrado. VINO. (Hig. y Mat. Méd.) El vino es un licor fermentado que se prepara con el zumo de las frutas, y principalmente de las uvas. Dexemos á los Agricultores y á los Químicos su preparación', su análisis, y su explicación sobre la fermentación vinosa, y solo trataremos de sus diferencias con relación á sus efectos, y de su ac- ción y propiedades, tanto en la Higiene, como en la Medicina prác- tica. Todos los vinos contienen algo de las tres partes de mosto sin asimilar, de licor vinoso y algo de vinagre : se puede asegurar que el vino es menos perfecto quanto contiene mas mosto y vinagre. Los vinos son mas inocentes quando las substancias que le compo- nen existen en el perfecto estado de combinación ; así es que el alco- hol y el vinagre provienen de la fermentación del mosto: la propie- dad estimulante del espíritu de vino, modera las qualidades refres- •X 438 VIN cantes del vinagre; y quando este está unido con el mosto, ambos juntos corrigen ios efectos del alcohol, que conspiran á determinar la inflamación. Por último se debe tener presente que el vino, á mas de las substancias expuestas, consta de mas ó menos agua, la que modera Us otras qualidades, según ¡as proporciones en que entra. Nunca existe el alcohol en grande cantidad en el vino , á pro- porción del agua que se encuentra en él al mismo tiempo, y aun el mismo alcohof está unido en el vino con materias que disminuyen su fuerza: este es el motivo por que se le puede usar , y se le usa de ordi- nario con mucha mas utilidad como estimulante, cordial y excitante, que el alcohol dado de qualquiera otro modo. Según esto se puede explicar por qué se mira por lo común el vino como estimulante; pero también se sabe que quando se bebe una cierta porción de vino, produce todos los efectos sedativos del alcohol ó del opio , y sus qualidades medicinales pueden ser estimulantes ó sedativas, según la cantidad que se beba. Siempre hay languidez ó debilidad del siste- ma sin calentura: el vino bebido con moderación puede ser muy útil; para muchas personas es no solo agradable al paladar, sino también al estómago, y aquellas en las que se pueden evitar sus efectos acescen- tes, perciben al instante sus virtudes cordiales, que con facilidad se comunican desde el estómago á todo el sistema. Estas son las virtu- des del vino bebido con moderación: observaremos de paso que por el modo particular con que obra en el estómago, excita la acción de esta entraña, y á conseqüencia de esto favorece el apetito y la di- gestión ; y quando pasa á los intestinos no suspende su acción , ni ocasiona el estreñimiento con tanta facilidad como los otros narcó- ticos: al contrarío , la mezcla de sus partes acescentes con la bilis fa- vorece la acción de los intestinos, y la evacuación por las cámaras. También es digno de notar que el alcohol que el vino contiene fa- vorece la transpiración insensible pasando á los vasos sanguíneos, y que por razón del agua, y de las materias salinas que al mismo tiempo se introducen con él , sin disputa se encamina á los riñones, y favorece la secreción de la orina. El vino puede producir todos estos efectos, aunque bebido con moderación , y todos ellos se pue- den atribuir á sus virtudes estimulantes, ó á sus qualidades acescen- tes, que por lo común son saludables. Sin embargo, es difícil poner límites entre sus potencias estimulante y sedativa; si se aumenta su cantidad por grados, la segunda potencia obra insensiblemente, y reuniéndose á la primera, produce al principio un grado de delirio ó de embriaguez, que por lo general es alegre, y que asaltando al espíritu, excluye de él todas las ideas tristes ó sombrías; pero quando esta misma potencia sedativa se aumenta, hace el delirio mas consi- derable , y produce esta irregularidad y esta confusión de ideas que constituye el estado perfecto de borrachera, y domina después del VIN 439 todo la potencia sedativa: se debilitan por grados las funciones ani- males, tanto del sentido, como del movimiento, y sobreviene el sueño. Después de haber expuesto de este modo con Cullen los dife- rentes modos de obrar de las potencias, tanto estimulante, como se- dativa del vino en el hombre sano, vamos á tratar de los efectos que produce según las circunstancias en que se encuentran los enfermos. Desde luego es visible que quando el cuerpo está irritado por una causa que aumenta la acción del corazón y de las arterias, la poten- cia estimulante del vino debe ser nociva, aun bebido con la mayor moderación ; es así que no hay irritación mas considerable y mas permanente que la inflamación de qualquiera parte: luego el vino debe ser en particular funesto en todas las pirexias acompañadas por inflamación. También estamos persuadidos con Cullen que todas las hemorragias activas están acompañadas de diátesis inflamatoria; de donde es igualmente visible que el vino de ningún modo conviene en estos casos. No nos extenderemos mas acerca del uso del vino en las enfermedades, porque en este punto nos debemos conducir se- gún los principios establecidos relativos al opio, aunque sin embar- go con esta diferencia , que si se solicitan en el uno ó en el otro las potencias sedativas, se lograrán con mas facilidad y certeza por el opio que por el vino; pero si se quieren usar con separación las po- tencias estimulantes, ó combinarlas con las sedativas, se podrán conseguir con mas facilidad y exactitud con el vino que con el opio. Solo nos queda que examinar una qüestion acerca de este punto: á sa- ber , ¿ el alcohol, debilitado de qualquier modo, puede substituirse con utilidad al vino y al opio? Pensamos que se le puede en muchos casos; pero que siempre es mas difícil separar las potencias estimu- lantes del alcohol de su qualidad sedativa. Sin embargo, en los ca- sos en que se desean , especialmente las potencias estimulantes, co- mo quando se intenta oponerse á la gangrena , el alcohol debilitado se puede dar también como el vino; este es el motivo por qué el primero puede ser mas conveniente que el vino para los pobres. Bebido pues el vino con moderación, corrobora el estómago, excita el apetito, promueve la digestión, corrobora el sistema ner- vioso, aumenta el calor, resiste á la putrefacción, excita la transpi- ración , y si es algo ácido, aumenta las orinas; que también es un gran cardiaco antiséptico en las calenturas pútridas y nerviosas, que no están acompañadas de inflamación ni plétora, que es un gran res- taurante en la convalecencia de las enfermedades, un gran preser- vativo de las enfermedades pútridas; y por el contrario, que su abu- so engendra, ademas de los males que expusimos, originados por su alcohol, el temblor de las articulaciones y extremidades , obstruc- ciones de las entrañas, la gota, cálculo, tericia, asma, hidropesía, 440 VIN la insensibilidad, y hasta la apoplegía. Otros efectos distintos y afec- ciones particulares producen las variedades de los vinos, según que son ácidos, austeros, sub-dulces, dulces, según que preponderan en ellos el agua, vinagre, mosto, la tierra, la sal alcalina fixa, y el gas ácido carbónica de que constan, y según que están mas ó menos azufrados y adulterados con el litargirio y el plomo. Los demasía- do azufrados, si hemos de creer á Bruckrrun, son muy perjudicia- les al pecho, cabeza y nervios; de aquí la perlesía, la cólica y la ti- sis. Se conoce que los vinos están muy azufrados, echándoles al- gunas gotas de la disolución nitrosa de plata, con la que el vino se pone negro; entrando también en ellos un huevo ó una chapeta de plata, se ponen negras. Los vinos adulterados con el plomo y litar- girio, producen la cólica saturnina, con la perlesía de las extremi- dades snperiores. Los vinos que forman la espuma llamados por los franceses pe- tillans ó burbugeadores, los llama Plenck acídulos sub-dulcescentes. Entre estos los mas famosos son: el vino blanco de Hungría, el vino blanco de Francia, el vino de Portugal, y sobre todos el vino de Champaña: este es ácido dulce: punza con su acritud la lengua, He-» no de un espíritu muy penetrante, y de muchísimo ayre fixo: al tiempo de echarlo de la botella, hace mucha espuma, y quando se bebe hiere las narices, y excita muchos regüeldos: con una pron- titud asombrosa excita el ánimo, produce una ligera embriaguez, y corrobora el cuerpo admirablemente ; pasa con grande velocidad por los vasos secretorios, y así al instante mueve la orina y el sudor. Aunque en los sugetos muy sensibles, por la acidez que dexa en el estómago, suele producir la rescoldera, es un prodigioso remedio en las calenturas pútridas y nerviosas por el copiosísimo ayre fixo y penetrantísimo espíritu de que consta; pero se debe advertir con Plenck, que algunos taberneros y comerciantes de vinos suelen ha- cer un vino artificial de Champaña con qualquier vino nuevo, echán- le azúcar y palomina, ó estiércol de paloma, por ser el vino de Cham- paña muy caro. Por último los vinos ácido-sub-dulces son menos anti- sépticos y diuréticos, pero mas espirituosos que los vinos sub-ácidos: toleran menos el agua, y embriagan con facilidad si se beben puros. Hay vinos verdaderamente agrios; llenos de mucho tártaro, co- mo los vinos de Bohemia, Saxonia y algunos de la Suiza: estos sue- len , si hemos de creer á Plenck, producir obstrucciones de las en- trañas , el cálculo y la gota, y por lo regular solo se usan para hacer estofados, condimentar algunas carnes, y hacer salsa de mos- taza. Hay otros vinos acídulos, ó con una ligera punta de ácido, como los del Rhin, Mosela y Francia. Estos vinos son diluentes, diuréticos y antisépticos: apagan la sed, y excitan el apetito ; por lo regular no cargan la cabeza, y son analépticos. Los vinos agrios pue- den ser peligrosos, quando este sabor proviene de una fermentación que no se ha acabado, ó de haberse ya vuelto vinagre. La dulzura de los vinos puede depender de la riqueza natural de la uva , y de su madurez; sin embargo, alguna vez es efecto de una fermentación imperfecta , de que se han sacado los vinos de enci- ma de sus heces, sin haberse completado su fermentación, y suce- sivamente se pasan á nuevos vasos, hasta que se llegan á atufar y que- dan dulces. Los vinos dulces contienen ácido impregnado de mucho moco y aceyte, y los mas de bastante porción de alcohol ; estos últimos son cardiacos, estomacales, diaforéticos y antieméticos; aunque dañan á los pletóricos, á los jóvenes y á los sanguíneos, convienen á los viejos, hipocondriacos, y á los que padecen fla- queza de estómago. Los vinos dulces se pueden distinguir en gene- rosos, como los de Hungría y España: en endebles, como los del Tirol y algunos de Francia: estos mas bien se pueden llamar vinos arroposos ó mostos cocidos, que vinos, y dulcificados con azú- car y con pasas: á los primeros corresponden los vinos del Cabo de Buena-Esperanza, la Malvasía, el de Canarias, Málaga, Xerez, Alicante, y principalmente entre todos el vino de Tocay en sus quatro especies. Este vino es cardiaco , estimulante, diaforético, es- tomacal, nervino y muy nutritivo, fragrantísimo, y de un olor muy deíic.ído: es un excelente remedio en la caquexia, dispepsia, lien- teria, afección celiaca y diarrea: en las enfermedades pútridas y ner- viosas sin inflamación; en las convalecencias de las enfermeda- des agudas, y en una palabra , en las enfermedades que dimanan de la debilidad de nervios. A los segundos corresponden el vino llama- do Lágrima de Cristo, que se coge y fabrica en Italia junto al Vesuvio , el vino griego de Soma , el de Montepoliciano, el Merca- te!, y principalmente el del Tirol; los últimos se conocen por su descripción. Los vinos austeros, acerbos ó ásperos, como los de Borgoña, Burdeos, Grave, y los austeros dulces, como nuestra tinta rota, por lo regular son mas ó menos roxos ó tintos: contienen bastante^ tártaro : son astringentes, y convienen á los cuerpos laxos debilita- dos; y á los que padecen de atonia de estómago, y suelen llevar el vientre fioxo, son agradables al estómago ; suelen atajar la aces- cencia , y obran como tónicos en las primeras vias, si no excede en ellos la dulzura. De las manzanas acerbas ó ásperas que se crian en Asturias , ex- primidas, ó de su zumo hecho espirituoso por la fermentación , re- sulta un licor vinoso que se llama sidra. Este licor es claro , de un hermoso color dorado , de un buen olor, y de un gusto dulce picante. La sidra fortifica el estómago, humedece y apaga la sed, y es pro- vechosa en las afecciones escorbúticas; pero si bebe con exceso, era- TOMO VII. KKK 44* VIN briaga mas, y su embriaguez dura por mas tiempo que la del vino; es mas peligrosa, y tiene resultas mas funestas que ella. También se hace con el zumo de las peras, exprimido y fermentado , una espe- cie de sidra ó licor vinoso llamado sidra de peras; este licor tiene las mismas virtudes que la sidra. i Con los zumos fermentados del membrillo se hace también un licor vinoso que fortifica el estómago; pero este se aceda y se echa á perder muy pronto. Del ananas ó pina de las Indias se extrae también un zumo por expresión, un licor que fermenta y se hace un vino tan excelente como los mejores de la Europa, el que em- briaga. Los Etiopes preparan también con un cierto fruto que se cria entre ellos una especie de vino que llaman sebanscon. Los Egip- cios , según Plinio, lo hacían también con el zumo de las sebenste- nes y azufayfas. Hay ciertos árboles y arbustos, de cuyos zumos se sacan licores vinosos, como del coco, al que llaman sara ó tadi\ del agave Americano, ó pita que llaman pulque: también se saca del abedul un zumo que fermentado se parece á un vino blanco. En todos los climas en que no se ha podido criar ni producir la vid , se ha recurrido á las simientes cereales, que cocidas, hechas masa, y experimentando la fermentación espirituosas, impregnadas de la amargura del altramuz, dan una bebida que se llama cerveza ó vino de Ceres. (V. el artículo cerveza.) Vinos medicinales. (Mat. Méd.) Se introduxo el uso de los vinos medicinales, como nota Lewis, para que los medicamentos, que se deben guardar largo tiempo , pudiesen darse baxo una forma que fuese cómoda y grata; por este medio se han podido hacer to- mar ciertos remedios, á pesar de la repugnancia tan común y tan grande que se tiene á todas las cosas de Botica. Como los licores vi' nosos son muy acomodados para extraer las virtudes de muchos me- dicamentos simples, y conservarlas, el vino se ha colocado entre el número ele los menstruos oficinales, en los que se ponen á infundir substancias de la mayor eficacia. Estando compuestos los vinos de agua y de alcohol , obran en los diversos principios de los vegetales y de los animales, que son solubles en estos licores, aunque los vinos contienen una gran porción de substancias mucilaginosas ó viscosas, que hace estos menstruos menos activos que las mezclas de agua y alcohol que son mas puras. Los vinos contienen también un ácido sutil, que disminuye alguna vez su acción en ciertas materias anima- les y vegetales; pero este ácido los hace capaces, á proporción de su cantidad , de disolver algunos cuerpos metálicos; por esta pro- piedad los vinos se impregnan de los principios tónicos del hierro, de los principios alterantes y vomitivos del antimonio, y de las ca- lidades nocivas del plomo. Los vinos medicinales se preparan por la fermentación ó por la infusión. Los que se preparan por la fermentación, se hacen mezclan- do substancias medicinales con el mosto, y dexando fermentar la mezcla ; pero la fermentación , que muda la naturaleza del zumo dul- ce exprimido de la uva, muda también los de estos medicamentos en tales términos , que los purgantes mas violentos apenas conservan al- gunas propiedades laxantes después de su fermentación. Los zumos amargos de los vegetales, como el de axenjos, pierden considera- blemente de su sabor, mudándose en licor espirituoso con el mosto. La resina de los zumos gomoso resinosos , que se somete á la fermen^ tacion, se separa y se deposita después de haberse descompuesto casi del todo. Los vinos medicinales destinados para el uso interno se deben preparar al frío, y guardarlos en un parage fresco en que no dé el sol: conviene que la vasija en que se hace la infusión esté exactamen- te cerrada : quando hay tiempo bastante, esto es, seis ú ocho dias para preparar estos vinos por infusión fría, no se debe recurrir al calor del fuego, que tiene muchos inconvenientes; pero se recurrirá al calor del baño de maría para los vinos, cuya larga preparación no podrá aguardar el enfermo. No debe hacer entrar en los vinos oficinales sino substancias secas, al menos muy pocas de las que es- tan frescas, á causa de la humedad que suministran, que debilita el vino y lo echa á perder. Pero se pueden hacer entrar las substancias recientes en los vinos magistrales que se hacen para consumirlos y gastarlos al instante que se han preparado. Las plantas antiescor- búticas se deben gastar frescas en los vinos oficinales: sus zumos no echan á perder estos vinos: se deben preparar por infusión fria quan- do las circunstancias lo permiten: se usa el vino blanco, tinto, y los vinos generosos, para preparar los vinos medicinales. El vino de quina pierde su color al cabo de algún tiempo: la agalla y otras materias astringentes producen el mismo efecto en el vino tinto. En nuestra farmacopea se encuentran las fórmulas de los siguien- tes vinos medicinales. Vino de axenjos. ly. De las extremidades secas de los axenjos cortadas menuda- mente dos onzas. Se infundirán por dos diasen quatro libras de vino blanco escogido, y después se filtrará. Su dosis es desde una onza hasta quatro. Del mismo modo se hacen los demás vinos medicina- les sacados de los vegetales. Vino compuesto de nueces de ciprés. (Vino estíptico.) ty. De nueces de ciprés verdes onza y media: cortezas de gra- 444 VIN nada, hojas de romero, arrayan, flores de rosas secas, y granado , de cada cosa media onza. Todo se quebrantará y se infundirá á fuego lento por espacio de dos horas en dos libras de vino tinto escogido, y después se colará por expresión. Vino antimonial claro. (Vino emético claro.) iy. Tartrite de potasa antimoniado (tártaro emético) un es- crúpulo. Disuélvase en una libra de vino blanco escogido. Esta fórmula debe hacerse quando se pida. A cada onza de vino corres- ponde dos granos del tartrite de potasa antimoniado. Su dosis es hasta tres onzas. Vino antimoniado turbio. (Vino emético turbio.) 3f. Oxide de antimonio semivitrificado (hígado de antimonio) tres onzas: vino blanco escogido dos libras. Digiérase en un matraz y guárdese. Quando se use debe agitarse esta mezcla. Su uso por lo regular es en lavativas. Vino compuesto de Hofifman. iy. Extracto de axenjos, cardo santo, centaura menor, y raiz de genciana , de cada cosa una onza: de la corteza exterior de la naranja quatro onzas: vino escogido dos onzas: alcohol sacado de la corte- za de naranja dos onzas. Todo se contunde, se digiere por tres dias, meneándolo continuamente hasta que se consiga la disolución de los extractos, y después se filtrará y guardará para el uso. Su dosis es desde una dracma hasta dos. Vino opiado de Sydenham. i?. De opio escogido y quebrantado dos onzas: azafrán una on- za: corteza de canela, y clavo, de cada cosa una dracma. Todo contundido se pondrá en un matraz de vidrio y se digerirá por espacio de un mes; después se colará, y guardará con sumo cuidado en un vaso bien cerrado. Vino tartarizado. (Ferruginoso.) ly. Limaduras de hierro sin oxidar ocho onzas: crémor de tár- taro diez y seis onzas: agua común diez y seis libras. Cuezanse en una vasija de hierro por espacio de doce horas, meneándolo continua- mente con una espátula, añadiendo la suficiente cantidad de agua hir- VIR 445 viendo. Después se decantará el licor, se filtrará, y se evaporará en un vaso de barro vidriado hasta la consistencia de un extracto blan- do . del que se tomará tres onzas: de vino blanco una libra: de al- cohol media onza. Se digerirá por ocho dias, y luego se filtrará. Su dosis es desde una dracma hasta dos. VIOLENCIA. (Hig.) Es una disposición habitual á encoleri- zarse por el mas leve motivo, tanto en palabras como en acciones: siempre anuncia un temperamento sumamente sensible é irritable quando no prueba un mal efecto de la educación, ó un mal carácter. VIOLETA. (Mat. Méd.) Las tres especies que conocemos llamadas violeta , violeta silvestre ó perruna, y trinitaria, pertenecen al género viola, que con otros forma una familia entre las cistoideas y rutáceas. Las raices de estas tres plantas se han empleado algunas veces para probar el vómito, sin embargo de que no se conocen en ellas mas que un principio mucilaginoso y otro resinoso: es preciso confesar que la acción de estas plantas en general es muy incierta, por lo que son muy inferiores á la raiz de la callicoca ipecacuana. VIRGINIDAD. (Med. Leg.)Se llama así el estado físico de una muger que no ha conocido ó cohabitado con varón. Muchas veces se suscitan qüestiones tanto en los Tribunales civiles como en los criminales sobre la presencia ó la ausencia de las señales de la virginidad. Así i.° una persona desflorada puede pretender que es todavía doncella para separarse de su marido, ó para permanecer en su compañía: 2.0 una muger que no haya perdido la virginidad puede decir al contrario que ha sido desflorada , ya para que la do- ten , ó ya también para obligar á alguno á que se case con ella : 3.0 semejantes qüestiones se verifican igualmente en las acusaciones de violación. Con lo qual se ve que es muy importante averiguar si hay en efecto algunas señales por donde se pueda venir en conocimiento de este estado. En el tiempo de la pubertad experimentan una mutación muy considerable las partes de uno y otro sexo. Las del hombre se au- mentan prontamente, y por lo común llegan en menos de uno ó dos años al estado en que han de subsistir toda la vida. Las de la muger crecen en el mismo tiempo , y en especial las ninfas, que sien- do antes casi imperceptibles, se ponen mas gruesas, se descubren mas fácilmente, y aun exceden algunas veces las dimensiones ordi- narias: como adquieren mayor volumen, estrechan mas y mas el orificio de la uretra y el clítoris, parte muy sensible , que también se aumenta , y se pone rígida y tumefacta con la mas leve irrita- ción : la vagina , que está dotada de una túnica nerviosa muy sensi- ble, se advierte también mas esponjosa; y sus pliegues superiores é inferiores, que se llaman columnas, y los ha establecido la naturaleza para facilitar la dilatación, se encuentran tan llenos, que casi vienen 446 VIR á tocarse unos con otros. Los folículos mucosos abundantes, que riegan todas estas partes, se hallan en un estado de tirantez tan gran- de , que parece esperan el momento del placer para restituirse á su estado natural. El círculo venoso, colocado en el orificio de la va- gina , contribuye también con su plenitud á estrechar estas partes, cuyo color vivo y encarnado anuncia la plétora y la tensión; y asi es que hallándose" tumefactas con la abundancia de sangre, y en un estado de aumento, adquieren mayor volumen , se estrechan mutua- mente , y se rozan unas con otras en todos los puntos en que tienen un contacto inmediato. Esta presión y fricción recíproca excita á las mugeres al amor, así como los hombres son estimulados á reprodu- cirse por la presencia de un licor loable en las vesículas seminales. Tal es el estado exterior y sensible de la muger púbera , que no ha tenido ningún comercio con varón desde que llegaron á mani- festarse los menstruos; pero no se descubre nada de esto en las que todavía no han empezado á menstruar; porque estando ocupada la naturaleza en el aumento general, no puede atender aun al total desarrollo de los órganos sexuales; bien que tienen otra señal, que existe en la mayor parte de casos, y que si se verificase siempre vi- niendo unida en las púberas con la presión de que he hablado ar- riba , formaría una prueba infalible de virginidad. Esta señal es el himen. El himen es una membrana^ue se halla ordinariamente á la en- trada de la vagina en las doncellas y en las hembras de los anima- les quando son de corto tiempo, y defiende esta parte de la impre- sión del ayre. Se forma de la piel y de la misma epidermis de la vagina: seria perfectamente circular, si no fuese porque falta de- baxo de la uretra, sin embargo de que este defecto no se observa siempre , y su mayor anchura es por la parte del ano. Esta mem- brana viene por último á romperse, adelgazándose sucesivamente por la repetición de los actos. Las carúnculas, que se llaman mirti- formes, proceden en parte de los fragmentos del himen , de las ex- tremidades endurecidas de las columnas de la vagina, y de las vál- vulas carnosas de las lagunas mucosas que lubrican estas partes; cu- yas carúnculas, hallándose muy unidas, contribuyen á la presión y estrechez de la entrada de la vagina, y pueden servir para probar la virginidad en defecto del himen. De esta conformación tan propia para propagar la especie resul- tan tres efectos, que se miran comunmente como caracteres de la vir- ginidad: la resistencia en los primeros actos, el dolor, y la efusión de sangre. Pero veremos ahora que en este punto se padecen mu- chas equivocaciones; que estas cosas están subordinadas á la edad, á la salud y al temperamento, y que en varias ocasiones es mas se- guro referirse á las pruebas morales que á las físicas, quando se tra- VIR 447 ta de fundar los rezelos y la satisfacción que de aquí resulta. La pre- sencia ó la ausencia del himen no puede ser constantemente una se- ñal positiva ó negativa de virginidad ; pues aunque hay algunos Ana- tómicos respetables como Morgagni, Haller, Diemerbroeck, Riolan, Bertolin , Heister y Ruisch, que aseguran haber encontrado siempre esta membrana en las doncellas, hay también otros , como Falopio, Vesalio, Laurent y Colomb, que confiesan de buena fe haberla ha- llado muy rara vez aun en niñas de siete á ocho años; y si me es lícito unir mi parecer al de estos insignes maestros, añadiré que han sido inútiles los esfuerzos que he hecho para hallarla en los cadá- veres disecados de dos niñas de pocos meses. De donde puede in- ferirse que el himen existe muchas veces; pero que faltando al- gunas , no puede servir de basa á la prueba física de la virginidad. Aun quando el himen existiese siempre, no seria una prueba infali- ble de este estado, ni bastarían sus fragmentos para demostrar que la muger habia sido desflorada , pues se ha visto que existía en al- gunas embarazadas, ya porque no se hubiese roto en el acto, ó ya porque estando demasiado laxó hubiese cedido deprimiéndose sin llegar á romperse; fuera de que esta membrana es algunas veces tan débil , y de tan poca consistencia, que puede destruirse por una in- finidad de causas, como los saltos, el exercicio violento, la equita- ción , las caidas; y tratando de las adultas, se pueden añadir á estas causas otras muchas, como la acrimonia de algún humor, la freqüen- te menstruación, las flores blancas &c. Lo mismo podemos decir de la facilidad ó de la resistencia que se experimenta en los primeros actos: porque la compresión de la vagina varía: i.° según la edad: 2° se- gún que el temperamento es mas ó menos húmedo, mas ó menos propenso á la venus: 3.0 con respecto á la conformación: 4.0 con proporción al fluxo menstrual que haya sucedido: 5.0 según las en- fermedades á que esté sujeta la persona, como flores blancas, la clo- rosis ú opilación , y las varías especies de caquexias. Esta compresión es también relativa al pene, porque esta parte tiene diferentes di- mensiones según los diferentes sugetos. De esta variedad de confor- mación resulta: 1.° que la compresión del canal no se destruye en el primero ni en el segundo acto, y que la unión íntima que tienen estas partes tntre sí, no cede al primer movimiento,sino que se ne- cesitan para ello muchos actos sucesivos, uniformes y repetidos con freqüencia: 2.0 que el canal puede ser de una dimensión convenien- te , y aun haber sido dilatado por un comercio ilegítimo, y no ser con todo eso suficiente atendidas las circunstancias del pene. Es igualmente creíble, como dice BufFon, que las dimensiones de la vagina varían mucho según la edad y el estado de incremento en que se halla el cuerpo; pues siendo el desarrollo y la perfección de las partes sexuales un resultado del aumento general de todo el 44* VIR cuerpo, es muy verosímil que la tumefacción de que he hablado no se verifique en las niñas que no han llegado á la pubertad , y que la estrechez de la vagina sea en ellas mucho menos considerable y menos resistente que en las que han cumplido aquella edad, y aun es posible que hayan tenido entonces un comercio íntimo con los hombres, y parezca no obstante que sin dexar de ser doncellas han adquirido toda la perfección propia de la pubertad. Sabemos tam- bién que mientras se está creciendo puede renovarse con mucha fre- qüencia esta prueba equívoca de virginidad, con tal que haya una interrupción suficiente para dar tiempo á que se reúnan las partes y vuelvan á su primer estado. Todos los dias sucede que varias mu- geres que han tenido mas de una fragilidad , y aun han llegado á pa- rir (como lo he visto yo hace seis meses), no han dexado por eso de presentar después á sus maridos esta prueba de virginidad , jun- tamente con la efusión de sangre , sin otro artificio que el de aban- donar por algún tiempo su trato ilegítimo. Esta renovación puede verificarse desde los catorce hasta los diez y siete, y desde los quin- ce hasta los diez y ocho años; pero quando ha adquirido el cuerpo todo su aumento , se quedan las cosas en el ser que tenían. Sin em- bargo, quando no se presta la naturaleza, suelen servirse las muge- res de los arbitrios del arte empleándolos astringentes. Tampoco se debe pasar en silencio que estas partes pueden re- laxarse y ensancharse tanto en lo sucesivo con la abundante y fre- qüente repetición de los menstruos, con las flores blancas &c., que á lo menos, hablando físicamente, podrá haber muchas que sean don- cellas sin parecerlo. Lo mismo diremos del dolor y de la efusión de sangre ; porque estas cosas están subordinadas al estado de las dimensiones de la va- gina, y á los grados de separación de las partes que se hallan á su entrada ; ademas de que siendo el dolor un resultado de los esfuerzos que se hacen para separarlas, solo puede verificarse en la que por razón de su edad , de su conformación natural, y de sus buenas disposiciones, son susceptibles de las primeras señales; pero de ningún modo en las que se casan siendo de edad avanzada , en las que son naturalmente menos estrechas, ni en las que tienen menstruos abundantes, ó flores blancas continuas; fuera de que no hay cosa que pueda fingirse con mas facilidad : de suerte que si hubiésemos de fiar- nos de los gritos de una muger, nos expondríamos á concebir sospe- chas de la que realmente fuese doncella , pero que no se quejase duran- te el acto, y á mirar como virgen á la impúdica que fingiese sentir dolor, aunque estuviese muy distante de ello. Mientras están creciendo las partes sexuales, puede haber efu- sión de sangre en los primeros actos, con tal que la muger sea de buena constitución , y se haya abstenido de todo comercio ilegíti" VIR 449 mo algún tiempo antes de casarse; mas si está atacada de alguna ca- quexia; si se han anticipado los menstruos; si padece leucorrea, como vemos que sucede freqüentemente en las grandes opilaciones aun á las niñas de muy corta edad; si el miembro es demasiado pequeño con respecto á la dilatación de las partes femeninas; y en fin si la muger se ha casado algo tarde, esto es, después que el seno virginal se ha desunido y relaxado por mil causas morbíficas, y por otras causas personales, no debe hacerse mucho caso de que haya ó dexe de haber efusión de sangre, aun quando, hablando en rigor , exista todavía la virginidad. Por otra parte , como las muge- res saben muy bien qual es el ídolo favorito del hombre, se valen de un sinnúmero de artificios para eludir sus sospechas; y así quan- do se figuran que no las ha de favorecer la naturaleza, cuidan de que se celebre el matrimonio en la época de la menstruación, por- que entonces se aumenta esta evacuación periódica, y se hace mas sensible con los bayles y diversiones, que son inseparables de las bodas , por no hablar de otros fraudes y artificios que suelen em- plearse para fingir la efusión de sangre. En vista de esto ¿ qué mérito deberemos hacer de unas señales por cuyo medio puede parecer doncella una muger después de haber perdido la virginidad, y aun de haber tenido muchos actos carna- les; y al contrario, otra que efectivamente sea virgen puede ser des- pojada de esta justa reputación por carecer de señales tan equívocas? Aun debemos tener menos confianza en ciertas señales supers- ticiosas que pueden leerse en Plinio , en Severino Pineau, en Carlos Musitano , en Foresto &c., y las refieren estos autores como pruebas infalibles de virginidad. Tales son las que se deducen de las dimen- siones del cuello, de la alteración de la voz, de la blandura de las alas de la nariz y de la de los pechos, del estado de los ojos, de la orina, del vello de las partes genitales, y de las experiencias he- chas con los polvos de azabache, con la semilla de verdolagas, de acederas, y otras de esta clase; porque el cuerpo está sujeto á muy pocas mutaciones quando no se repiten freqüentemente los actos, y quando son estériles. Sin embargo, en caso de ser estos fecundos, y de abandonarse demasiado la muger, presenta la constitución al- gunas variaciones (como se verá después), que prueban por lo me- nos la incontinencia, sí bien unidas con las apariencias negativas de la virginidad moral. Digámoslo en pocas palabras. Es posible hallar la virginidad físi- ca ; y no se dudará de ella, quando exista el himen, juntamente con la frescura , colorido y elasticidad de las partes sesuales; pero como falta algunas veces esta membrana; como son muchas las causas ino- centes que pueden destruirla, y las demás circunstancias pueden te- ner mas ó menos perfección; siempre que no se encuentre la virgi- TOMO VII. ILL 4$o VIR nidad , tomada stricto sensu, deberemos recurrir á las señales de con- tinencia, que son mas fáciles de conocer, y menos precarias que las de la virginidad completa. Estas señales constan de la prueba física y de la prueba moral, porque la continencia reside en la pureza del corazón no menos que en la del cuerpo; y no puede existir si las apariencias de la una no están apoyadas y confirmadas con las de la otra. Así pues dando principio por la prueba física, diremos que si se examina á una joven que no haya llegado á los veinte años , ni esté sujeta á ninguna de aquellas enfermedades que destruyen la elas- ticidad de las partes sólidas, y se observa i.° una buena disposi- ción, con cierta resistencia y frescura en las partes del cuerpo: 2.0 un color rubicundo , acompañado de elasticidad y consistencia en los grandes labios y en las ninfas: 3.0 las carúnculas bastante reu- nidas, la vagina estrecha, surcada y resistente á la introducción: 4.0 el orificio de la matriz enteramente cerrado: 5.° si en esta visita ó reconocimiento, que por sí mismo es una violación de la incontinen- cia , se advierten los efectos de un pudor amable , natural y nada equívoco; si se encuentran todas estas cosas, repito , debe inferirse la existencia de una prueba física de continencia no interrumpida, aun quando falten los fragmentos del himen. Pero no puede bastar esta prueba, según las razones que hemos alegado anteriormente, para dar una certeza moral de que la muger no ha tenido ningún acto ilícito; y así se deben añadir á ellas, co- mo dicen juiciosamente Melchor Sebicio y Deveaux, las reflexiones que pueden servir para conocer si estas señales son seguras ó falaces: or exemplo, la naturaleza y el genio de las personas, sus costum- res, su educación, conducta, edad, constitución: la comparación de las partes de ambos sexos, las quejas recíprocas del hombre y de la muger; y en fin todo lo que sea capaz de ¡lustrar un hecho, que por su naturaleza está lleno de dudas, obscuridad é incertidumbre. Quando los efectos ó resultados de las averiguaciones morales convie- nen con la opinión que se ha concebido en el acto del reconocimiento, será un pirronismo cruel obstinarse en no declarar el estado perfecto de continencia. También seria injusto negarse á dar esta declaración, quando existiendo realmente las enfermedades de que he hablado, y habiendo destruido las pruebas físicas de continencia, resultase del reconocimiento una imposibilidad casi absoluta dé que el desorden ó alteración de las partes sexuales hubiese sido producido por un co- mercio carnal. Pruebas negativas de continencia. Pruebas de virginidad ó de continencia recientemente violada. Al contrarío, quando al ha- cer semejante examen se observa: i.° que una muger que no llega á los veinte años presenta en todo su cuerpo señales de blandura y l VIR 451 de flacidez, sin embargo de gozar de un temperamento robusto, de haber pasado bastante tiempo desde que tuvo la menstruación, y de no padecer flores blancas : 2.0 que el pudor que se advierte en ella es fingido, el qual me ha engañado alguna vez, bien que después he aprendido á distinguirle del verdadero pudor por la facilidad con que encuentran tales mugeres la posición que convieneá este examen: 3.0 que los labios, las ninfas y las partes adyacentes están pálidas y de- primidas: 4.0 que el dedo no halla resistencia alguna para penetrar hasta el orificio del útero: 5.0 y en fin que esta prueba física tiene en su apoyo la mala opinión ó la conducta sospechosa de la perso- na que la suministra, no veo por que no se ha de declarar que en tal caso no hay virginidad ni pudicicia; porque de lo contrario sucederá que á fuerza de indulgencia, de debilidad ó de incertidumbre, que- dará expuesta la doncella honrada á verse confundida con la liber- tina , y se dará pábulo al vicio para que se burle de la severa vi- gilancia de los Magistrados, que tienen á su cargo la conservación de las buenas costumbres. He fixado la época en que algunas partes del examen de la con- tinencia de las mugeres pueden dar una especie de certeza contando desde la pubertad hasta la edad de veinte años, porque después de este tiempo no podría tomarse ningún indicio de la disposición del cuerpo ni de las dimensiones de la vagina; pero en esta edad quando una doncella está robusta y es casta, tiene en todas las partes del cuerpo una elasticidad y frescura, que bastan por sí solas para dis- tinguirla de la que ha perdido esta apreciable qualidad. Es igualmente cierto que el uso freqüente de los placeres del amor, junto con el ona- nismo á que suelen entregarse las mugeres lúbricas, muda la dulzura y flexibilidad de la voz, por una conseqüencia precisa de la absor- ción del licor del varón, la qual produce en él este efecto, al mis- mo tiempo que la pérdida de substancia nerviosa en los actos car- nales repetidos disminuye la elasticidad de los músculos, el tono del texido celular, y las fuérzasele todo el cuerpo; por lo qual no se apartan mucho de la naturaleza los orientales, quando en el sentido figurado comparan la hermosura y lozanía de una doncella con la flor que adorna por la mañana los jardines; y pretenden distin- guir la continencia y los efectos del deleyte carnal, del mismo mo- do que se distingue una flor acabada de cortar, no solo de la que esté marchita, sino también de la que se ha puesto y refrescado en agua. A la separación violenta de las partes del pudor se sigue la rup- tura del himen, en caso de existir esta membrana, el dolor, la erosión , la tumefacción, la inflamación , la rubicundez, y la efusión de sangre. Por consiguiente, la reunión de todas estas señales da á entender que ha pasado muy poco tiempo desde qise se gozaron los 45» VIS placeres del amor; pero se encuentran solamente en las impúberas, y en aquellas que habiendo llegado á la pubertad , tienen todos los caracteres ya explicados; desapareciendo enteramente en las que tie- nen cierta edad, y en aquellas cuyas partes están continuamente hu- medecidas, ó son muy anchas por naturaleza, á menos que haya una desproporción considerable entre los órganos respectivos; y asi es que la muger no puede acusar al hombre de impotencia, ni el hombre sospechar de la virtud de la muger, siempre que el pene sea tan delgado y la vagina tan ancha que apenas experimenten estas partes contacto alguno; fuera de que , por graves que sean las seña- les de desfloramiento, como basta un solo dia de descanso ó inter- rupción para disiparlas, no se puede hacer uso de ellas quando ha pasado algún tiempo desde que se tuvo el acto carnal. (Foderé.) VIRIL. (Miembro.) (T. gbneracion.) VIRUELAS. (Véase en la clase de inflamaciones el gé- nero n.) VIRULENCIA. (Med. práct.) Es la degeneración que sufre la masa de los humores por la acción de un virus. (V. vírus.) VIRUS. (Med. práct.) Se llama así el humor que particular- mente constituye una enfermedad determinada , como el vírus es- crofuloso que ocasiona las escrófulas, y el vírus venéreo que produ- ce las enfermedades de este género. Parece que esta voz es impropia, y que debiera substituírsele la de estímulo, porque no siempre pue- de concebirse la naturaleza de un agente morboso baxo el aspecto de humor: la voz vírus solo es propia para significar ciertas infec- ciones ponzoñosas; pero nunca debe aplicarse con tanta extensión. VÍSCERA. (Anat.) Voz que usan los Anatómicos indistinta- mente, lo mismo que la de entraña, para nombrar los varios órga- nos que se hallan contenidos en las cavidades del cráneo, pecho y vientre. VISCO QUERCINO. (Mat. Méd.) El visco es una planta parásita que nace en muchos árboles, como el lárice , pino, abedul, sauce, avellano, manzano y peral, y especialmente en bencina: el visco que mas se usa es el blanco. Es un tónico antiespasmódico muy poderoso, y así le han preconizado como un específico con- tra la epilepsia Colbatch, Jacobi, Hanne, Wanswieten» Quarin y otros; á pesar de autoridades tan respetables Andree, Blair y Ti- sot las mas veces han hallado ineficaz al visco en la epilepsia; pero en una enfermedad como esta , que proviene de innumerables cau- sas , las mas veces obscuras é insuparables, no puede haber algún re- medio específico; y aunque el visco no merezca el título de especí- fico antiepiléptico, no se le debe abandonar para la curación de la epilepsia, pues quando esta proviene de una movilidad aumentada, el visco como amargo y astringente puede ser útil continuado por mucho tiempo en dosis considerables. No obstante que por lo regu- lar se ha usado todo el visco entero , sus propiedades residen en la corteza, que es un astringente eficaz, principalmente quando al mis- mo tiempo se necesita de una ligera amargura. VISCOSIDAD. (Med. práct.) La viscosidad es una qualidad del mucilago y la gelatina, por la qual, sus partes menos disueltas conservan una adherencia y tenacidad que las hace .formar filamen- tos al separarlas, y juntándolas se unen y aun forman adherencias entre los cuerpos contiguos á ellas. Los antiguos aplicaron esta pro- ¡edad á cierta disposición semejante, que se observa en nuestros umores dependientes del estado de los vasos. Los que conocen ya que las leyes vitales y sus alteraciones han de buscarse en los sóli- dos, desechan justamente esta teoría errónea , y hacen poco caso de la viscosidad de la linfa, y de la sangre que tanta atención merecía de los humoristas. VISION. (Fisiol.) Llamamos así á la acción por medio de la qual percibimos los objetos visibles, en conseqüencia de las impre- siones que hacen en el órgano de la vista. Pueden considerarse dos especies de visiones, una natural, que es la que se verifica por me- dio de los ojos, cuyos fenómenos vamos á explicar, y otra artificial, que es la que se ayuda ó aumenta con los instrumentos de la óptica, y forma uno de los tratados mas divertidos é interesantes de la risica. Para comprehender bien los fenómenos de la visión es necesa- rio tener una idea exacta de la vista, que no es mas que el sentido, por medio del qual percibimos los objetos visibles; y como dice Brisson ,,es la reyna de los sentidos, y la madre de las ciencias su- blimes, que desconoce el vulgo: es la bienhechora, que nos propor- ciona las sensaciones mas agradables que recibimos de las obras de la naturaleza." Ahora oygamos lo que dice Dumas en sus principios de Fisiología para tomar un conocimiento exacto de esta interesante función. ,, La vista no se limita á las sensaciones de las cosas que se apli- can inmediatamente á ella: se extiende largamente por el espacio; recorre distancias inmensas; puede tocar los objetos remotos; acer- carlos por intermedio de un fluido, que la hace comunicar con ellos, y la pone en estado de percibir claramente su imagen. Este fluido es la luz, cuya acción y propiedades estudian y explican los Fí- sicos. Como se compone de partículas infinitamente pequeñas, pa- dece en su trayecto algunas mutaciones, que corroboran y aumen- tan su efecto sobre el órgano de la vista, en donde encuentra tam- bién una estructura relativa á su modo de obrar, y capaz de favo- recerlo. Las membranas y humores que atraviesa tienen cada uno las formas, consistencia , disposición y densidad que conviene mejor l 454 VIS para realizar en el ojo la sensación delicada de los objetos sen- sibles. Los ojos están metidos en dos cavidades profundas, situados en la parte inferior de la frente, y separadas una de otra por la raiz de la nariz; aquí pueden girar fácilmente al abrigo de los cuerpos ex- teriores, que pudieran ofenderlos: los rodean los huesos de la cara y cráneo, que les sirven de paredes sólidas, duras é incompresibles, y los protegen en lo interior: los pelos, los cartílagos, y las membra- nas de las cejas, palpebras y pestañas los ocultan baxo un denso velo que los defiende en lo exterior. Por medio de todo este apara- to resisten á los efectos del choque, á las injurias del ayre, y aun á las impresiones de una luz demasiado viva. Están sostenidos por mu- chos músculos, que los fixan ó sujetan al fondo de las órbitas, como igualmente por la espansion de un nervio que los une directamente á la masa del cerebro. Las cejas, formadas de un conjunto de pelos echados unos so- bre otros, rituados sobre una piel movible, dependientes de mús- culos que los mueven en todas direcciones, ocupan la parte supe-- rior de la órbita. Las palpebras (V. párpados), en número de dos, membranosas, delgadas, arrugadas, vasculares , húmedas y nerviosas en su cara interna , se juntan una con otra por medio de cartílagos y ligamentos; se levantan, se baxan, y se vuelven por la acción de sus músculos; se extienden del uno al otro ángulo del ojo , reunién- dose de cada lado, y quedando apartadas hacia el medio, donde sus bordes fletantes dexan una abertura, que se ensancha, se disminuye y se cierra quando conviene. Debaxo del borde anterior de ellas se ocultan otras glándulas pequeñas, que vierten un humor grasicn- to, suave, pegajoso; y por la parte anterior terminan una y otra en unos pelos muy finos, aplanados y cónicos, conocidos con el nombre de pestañas. En el ángulo interno, un poco antes de la con- junción de las palpebras, hay un cuerpecillo roxizo, oblongo, có- nico al exterior , formado por un pliegue membranoso , que se llama carúncula lagrimal. (V. este artículo.) Tiene por oficio mantener apartadas las palpebras, y dirigir el movimiento de las lágrimas ha- cia las vias naturales. Por la parte anterior se ven dos aberturas es- trechas esculpidas sobre un tubérculo blanco, sólido , papilar, y sostenidas por un texido esponjoso endurecido. Estas aberturas son los puntos lagrimales, de los quales cada uno va á parar á una es- pecie de tubos ó conductos mas anchos, que reciben de ellos sus nombres. Estos tubos se continúan con una cavidad oval, forma- da entre la apófisis ascendente del maxilar y el unguis, apoyada contra las paredes huesosas de la nariz, y presentando á las lá- grimas un saco, que atraviesan, para pasar y seguir su camino hasta el conducto nasal. El ojo, ó el órgano de la vista, puede dividirse VIS 455 en dos partes distintas, aunque confundidas entre sí, que comple- tan su estructura: una externa, ó por mejor decir, un aparato, un conjunto de partes puestas exterior y anteriormente á aquella en que reside el instrumento inmediato de la sensación: otra interior, oculta y colocada detras de la primera , sumamente sensible, produ- cida por la substancia nerviosa, y la única que puede ser afectada por la impresión dé los objetos visibles. La primera constituye el globo del ojo, cuya estructura es conforme á las leyes que reglan la propagación de la luz y sus diferentes refracciones. La segunda con- siste en la retina, que nada tiene de común con estas leyes, así por su organización , como por sus movimientos. La figura del globo del ojo representa una esfera imperfecta , li- geramente aplanada en sus caras anterior y lateral. Este globo, que se hunde en la cavidad de las órbitas, está compuesto de tres mem- branas: á saber, la esclerótica , la coroidea, y la retina; y de otros tres humores, que son el cuerpo vitreo, el cristaliuo , y el humor áqueo. Así estos como aquellas son notables por sus diversos gra- dos de consistencia y densidad, de que se sigue forzosamente tal ó tal efecto en los rayos luminosos á que dan paso. Se da el nonabre de esclerótica á una membrana dura, compac- ta, blanca, firir/e, mas densa en su parte superior; mas delgada, de- licada y floxa en la anterior, la qual forma la túnica mas exterior del ojo. Esta membrana es redonda ó esférica, y está íntimamente unida por delante á otra membrana transparente, y compuesta de lá- minas ú hojas concéutricas, que con el nombre de córnea parece con- fundirse con ella. Los Anatómicos antiguos creian que era una pro- ducción de la dura-mater , nacida de la porción que viste al nervio óptico, hasta su entrada en la órbita. Muchos de los modernos han adoptado esta opinión, añadiendo que la segunda membrana ó la coroidea era producida por la pía-mater. Un examen mas atento hizo presumir al principio que esta túnica, mas densa que ninguna otra membrana, casi ternillosa en las aves y peces, debia tener una existen- cia particular. Pero Zinn acabó de demostrar que la túnica exterior del nervio óptico se repliega antes de tocar al globo del ojo , y seña- la por la reunión de sus fibras sólidas una línea de demarcación entre la esclerótica y aquel nervio. Es dificil decidir si la esclerótica y la córnea son dos membranas distintas: fixar con exactitud donde finaliza la una, y donde comien- za la otra; y asignar á cada una límites ciertos y determinados. Pero hay motivo para creer que la segunda es una prolongación de las fibras de la primera, aunque se diferencie de ella por su tenui- dad, su transparencia y su estructura; porque la córnea no solo tie- ne mas diámetro y convexidad, sino que se resuelve mas fácilmente y mas pronto en hojas ó láminas concéntricas, gruesas hacia la ch> 456 VIS cunferencia, delgadas hacia el centro, y enlazadas por filamentos celulares, que están bañados continuamente en un humor diáfano. La coroidea aplicada á la cara interna de la esclerótica que la abraza en su cavidad, resulta de un conjunto de vasos arteriales y venosos, distribuido entre un texido celular que se adhiere por una de sus caras á la esclerótica, y por la otra á la retina. Ruischío la dividía en dos láminas, sensiblemente distinta por su diferente color. Pero Albino, Zinn y Haller, no habiendo podido percibir esta di- visión ni manifestarla , separando las dos láminas supuestas, asegu- ran que no puede existir. Es verdad que el color roxo que se nota en su cara externa se vuelve negro en la interna; pero esto depen- de únicamente de que la última está cubierta de una especie de bar- niz negruzco, que latine en toda su extensión. No es, como se pien- sa , una producción de la piamater del cerebro; y aunque esta mem- brana , al llegar al globo del ojo con el nervio óptico que acompa- ña , se recoge sobre su cavidad , es para fortificar la lámina interna de la erclerótica, mas bien que para formar la coroidea, como cla- ramente lo ha expuesto Zinn. Las fibras de la coroidea , á una línea de la córnea, degeneran en una celulosidad esponjosa, que representa un anillo blanquecino , por medio del qual se une dicha membrana con la esclerótica; y á este anillo se le da el nombre de círculo ó ligamento ciliar. Después vienen el anillo mucoso negro , semejante al disco de una flor radia- da , y el cuerpo ó proceso ciliar, formado por una serie de arrugas divididas en líneas alternativamente largas y cortas, que son otros tantos dobleces de la coroidea. Estas dos partes se dirigen hacia la cara anterior del cuerpo vitreo, del qual parecen estar separadas por una membrana situada entre este cuerpo y la circunferencia del cristalino. Sus funciones no se refieren á executar los movimientos que mantienen á este último en y murió en el de 1721, á los se- tenta y seis de edad. Llegó á ser Profesor de Medicina en Jena en el año de 1672 , y después Consejero, y primer Médico del Duque de Saxonia. La Academia de Berlín y la de los Curiosos de la Natu- raleza le asociaron. Hay de él un gran número de obras que ofrecen cosas muy útiles: i.° Philosophia Médica3 año de 1704, en 4.0: 2.0 Phisologia reformata, año de 1688, en 4.0: 3° De sale volatili plantarum, en 12.0: 4.0 Theoremata Medica, en 12.0: 5.0 Exer- citationum Medico-Philologicarum decades 20, año de 1686 y 1720, en 4.0: 6.° Theoria saporum medica, en 4.0: 7.0 De mor- bis infantum, en 8.° : 8.° Opialogia , año 1682, en 4.0: 9.0 Phar- macia in artis formam redacta, año 1693, en4.°: 10. De medí- WIN 477 camentorumfacultatibus cognoscenáis, et aplicandis, año de 1696, en 4.0: 11. Medicamentorum compositione extemporánea, año de 1693, en 4.0 WILLIS. (Tamas) (Biog.) Médico, nació en el año de 1622 en Great-Bedwin, en el Condado de Wüt: hizo sus estudios en Oxford, donde tomó las armas con otros muchos estudiantes á fa- vor del Rey. Después se entregó enteramente al estudio de la Me- dicina. Habiendo subido Carlos 11 al trono en el año de 1660 le dio la Cátedra de Filosofía Natural. Willis fue uno de los prime- res miembros de la Sociedad Real de Londres. Dexó á Oxford en 1666, y vino á exercer su profesión á la capital, donde adquirió gran reputación, y excitó la envidia de sus compañeros, y así es que los disgustos que le suscitaron sus enemigos abreviaron sus dias. Murió en Londres en el año de 1675 á los cincuenta y quatro de edad. Hay de él un tratado Ingles intitulado Medio seguro y fácil para preservar y curar la peste , y toda enfermedad contagio- sa, obra postuma compuesta en 1666, é impresa en 1690. No se halla en la colección de sus obras en latín, impresa en Amsterdan en 1682, en dos tomos en 4.0, de las quales los Médicos hacen mu- cho aprecio, pues abrazan casi todos los objetos del arte. (D. H.) WINSLOW. (Santiago Benigno) (Biog.) Danés, sobrino del célebre Estenon, quien sostuvo la reputación de su tio : nació en 1669 en Odenza, en la Fionia, su padre era un Ministro luterano. El deseo de aprender le conduxo á Paris, donde estudió con el cé- lebre Du-Vernay, maestro hábil, quien halló en este joven un discí- pulo digno de él. Winslow tenia la desgracia de ser protestante, y de- bió al gran Bossuet su conversión. Su reputación se extendió de mas en mas: se hizo Médico de la Facultad de Paris, y llegó á ser demos- trador en el Jardín del Rey , interprete de la lengua Teutónica en la Biblioteca del Rey , y miembro de la Academia de las Ciencias. Sus obras son: i.° un curso de Anatomía baxo el título Exposición Anatómica del cuerpo humano , en 4.0, y quatro tomos en 12.0, li- bro elemental que ha tenido muchoaprecio: 2° Una Disertación so- bre la incertidumbre de las señales de la muerte, en 1742 , dos to« mos en 12.0: 3.0 Una carta sobre un tratado de las enfermedades de los huesos: 4.0 Observaciones sobre las quixadas: 5.0 Muchos escritos sabios en las Memorias déla Academia de las Ciencias. Wins- low murió en 1760, á los noventa y un años de edad, con la re- putación de hombre honrado , y uno de los mas hábiles anatómi- cos de la Francia (D. H.) WINTER. (Corteza de) (Mat. Méd.) Esta corteza, descu- bierta por el Capitán Wínter en el año de 1579, se cuenta por uno de los medicamentos tónicos, ó que obra sobre la contractilidad fibrial del estómago é intestinos. El árbol que la produce debe re- 47* XAB ducirse al género Drimis de la familia de las tulipíferas: es de color amarillo-roxizo: tiene un olor aromático, y un sabor acre pican- te. Se puede asegurar generalmente que esta substancia tiene la pro- piedad común á todos los aromas, y algunos la recomiendan como antiescorbútica. La dosis ordinaria de la corteza de Wínter hecha polvos es la de media dracma. Handasdy recetaba las hojas del dri- mis forsteri en cocimiento con algunas otras plantas. Los polvos de esta corteza se mezclan alguna vez con los de quina , canela y otras substancias análogas. WIRSUNGIO ó WIRSUNGIUS. (Juan Jorge) (BÍog.)BÍ- varo, Profesor de Anatomía en Padua, descubrió en el año de 1642 el conducto pancreático: su mérito le suscitó émulos, los quales ga- naron, según se cree, á un Italiano por dinero para asesinarle. Wir- sungio fue muerto en su estudio por aquel malvado de un pistoletazo antes de haber hecho imprimir ninguna de sus obras. (D. H.) WORMÍANOS. (huesos) (Anat.) Se llaman así unos huesos pequeños que están situados á lo largo de alguna de las suturas; pero mas freqüentemente en la landoidea, y en el ángulo superior del oc- cipital. Quando estos huesos son muy pequeños no suelen verse mas que en la parte externa del cráneo. La denominación de estos hue- sos la toman por el autor Olao Wormio, que fue el primero que habló de ellos. Los huesos Wormíanos contribuyen á que los de- mas del cráneo se desenvuelvan con mas prontitud, y son lo mis- mo que las epífisis respecto de los huesos largos. WORMIO. (Olao) (Biog.) Médico Danés, nació en Arhus en Jutlandia en el año de 1588 , viajó por la Alemania, la Suiza , Ita- lia é Inglaterra. De vuelta á Copenhague obtuvo en el año de 1624 la Cátedra de Medicina después de Gaspar Bartolíno. Se adquirió por su mérito la plaza de Médico del Rey Cristiern v, hizo nuevos descubrimientos en la Anatomía, y murió Rector de la Academia de Copenhague en el año de 1654. Hay de él muchas obras sobre la Historia de Dinamarca, y otros escritos. Los principales son : i.° Los fastos y los monumentos de Dinamarca y en folio, año 1643: 2.0 La Historia de Noruega, dos tomos: 3.0 Dánica literatura antiquissima, sive Gótica, año 1651 , en folio. Estas obras están en latin, y escritas con mas exactitud y elegancia. (D. H.) X ABONES, XABONCt LLOS, XABONEROS. (Mat. Méd.) Baxo el nombre de xabon debe entenderse una combinación de álca- li fixo con un aceyte por expresión ó craso. Separándonos aquí del modo de hacer esta combinación, bien conocida de todos, solo ad- vertiremos que el xabon consiste en una saturación mutua de dos ingredientes, que se encuentran en una proporción tan exacta, que de ellos resulta un nuevo mixto, en el que desaparecen absoluta- X A B 479 mente las qualidades de las partes constitutivas. Considerándole co- mo medicamento, es preciso advertir igualmente que se descompone con facilidad por los ácidos mas débiles, circunstancia que nos pro- porciona el juzgar con acierto de sus efectos en el cuerpo humano. El estómago del hombre en el estado sano contiene siempre algún ácido , y así una cantidad moderada de xabon se descompone siem- Ere por el ácido de esta entraña , que se une con el álcali del xa- on: esto llega á términos, y es tan efectivo, que quando una aci- dez morbífica domina en el estómago, no se puede encontrar otro correctivo mas poderoso de ella que el xabon, y aun con freqüen- cia es mas conveniente que los absorventes ordinarios, ó los simples álcalis. Quando el xabon está descompuesto de este modo, el efecto que puede producir en el estómago la sal neutra que de él resulta, ó el aceyte que se le separa, apenas merece alguna atención. Como el xabon puede por una operación particular disolver la mayor parte de las concreciones animales ó vegetales, se ha supuesto , con bastante fundamento, que tenia una potencia atenuante en los humores ani- males. En efecto, es muy posible que sea útil para resolver las vis- cosidades que se pueden encontrar en el canal de los alimentos; pe- ro no puede obrar de un modo muy activo por razón del estado de disolución que tiene, y con mayor razón es aplicable esto á los efectos que produce á proporción que se insinúa y penetra mas en el cuerpo. Por estos principios se usan con tanta felicidad las substancias xabonosas en las tericias, en las obstrucciones y otras afecciones aná- logas de las visceras del vientre. Algunos le han recomendado tam- bién para deshacer los cálculos, y es probable que por lo menos sir- va para precaver la concreción de sus alimentos. Liger aconseja asi- mismo su uso en la gota y en todas sus especies, y Desbois de Rochefort en el asma pituitosa. Aplicado el xabon exteriormente, ya baxo la forma de emplasto, loción, linimento , ó disuelto en aguardiente, se ha tenido como un excelente resolutivo en los tu- mores linfáticos, lácteos, en los edemas, las contusiones &c. Tam- bién se ha extendido su uso externo á las afecciones siguientes. Desde la mas remota antigüedad Areteo y Paulo Eguita lo encargaron en lociones y baños para limpiar las cutis en la elefancía. Hoy se ad- ministra de este modo en los hospitales militares contra la sarna en- vejecida. Murray dice que es eficaz para deterger las úlceras sórdi- das , para deshacer los tumores duros y escrofulosos, dísueltos en leche ; también los elogia contra las berrugas y callos de los pies, asegurando que confricados estos y humedecidos con xabon, se des- hacen y caen ; asegura que madura los abscesos aplicado á ellos en forma de cataplasma ó ungüento; que disipa los tumores lácteos de los pechos en las paridas disuelto en agua y leche, agregándole los 4$o XAB vapores de agua caliente, y una blanda fricción, como previene Vanswieten. Igualmente cree como el mismo Vanswieten que la virtud de las fomentaciones del xabon en los tumores de las piernas y los pies, dimanados de la metástasis láctea, es eficaz, y afirma haberse desvanecido á los diez dias del uso de este remedio. Omitimos los en- sayos que otros autores dan hecho en varias enfermedades, porque todos ellos se reducen á probar que todos los xabones tienen las pro- piedades de fundentes, desobstruentes y aperitivos. Aunque la naturaleza ofrece gran variedad de xabones, ya en el reyno animal, en varios humores, ya en el vegetal, como se ve en las plantas semiflosculosas, y principalmente en la saponaria oficinal, en la gipsofila strítium y en la sapindus saponaria; y aunque para las artes la industria de los hombres ha fabricado desde la mas re- mota antigüedad varios xabones compuestos de substancias animales y vegetales, untuosas, sebosas, mantecosas y aceytosas, y de cenizas vulgares de leños, á saber: sebos, tuétanos, manteca, esperma de ba- llenas, acey tes de linaza, nueces, cáñamo, nabo &c.; los xabones que se han destinado para el uso interior de la Medicina se han fa- bricado con los aceytes crasos de olivas, dé almendras dulces, y cacao, unidos con la potasa ó álcali vegetal, con la sosa ó álcali mi- neral. Los principales son el xabon de Alicante, el xabon amigdali- no, el xabon de Venecia y el xabon de cacao. El xabon de Ali- cante , llamado también xabon blanco de España, se hace de la sosa y del aceyte de olivas; aunque algunos suelen añadir la cal pa- ra que el álcali de la sosa resulte mas cáustico, y se mezcle mejor con el aceyte. Murray con Spielman no tienen por precisa esta adi- ción. En el xabon de Alicante la proporción del aceyte, con res- pecto á la sosa ó álcali mineral, es como de quatro á tres. El xabon amigdalino se forma con el aceyte de almendras, y la misma sosa baxo igual proporción. El xabon de Venecia, que suele tener un color blanco azulado, con algunas vetas encarnadas por la sal de Marte que le suelen añadir, tiene la proporción del aceyte, con res- pecto ai álcali, como de tres á ocho: Murray lo tiene por inferior á los xabones antecedentes. El xabon de cacao se compone del acey- te ó manteca de cacao y del álcali mineral: Murray lo prefiere á los antecedentes. Los xabones hasta ahora expresados se llaman alca- linos fixos: hay otros xabones alcalinos volátiles, como el de Star- kei, que se compone de la sal de tártaro, y del espíritn de tremen- tina ó aceyte volátil. Los Químicos modernos á la mezcla que resul- ta del álcali volátil con un aceyte craso, ó sacado por expresión, llaman xaboncillo amoniacal, y á la mezcla de qualquier aceyte volátil ó etéreo, con aceyte craso, denominan simplemente xa- boncillo. Achar, -ftlaquer, Cornete y Carminati de la mezcla del ácido sulfúrico óvitriólico, con el aceyte de olivas, han formado XAB 481 por esta combinación, un xabon á quien llaman ácido; y con el qual este último ha hecho varios experimentos, obteniendo resulta- dos felices en los casos en que estaban contraindicadas las substancias alcalinas, y en que al mismo tiempo se necesitaba la administración de las substancias xabonosas. Por lo que hace al modo de emplear el xabon, es sin duda la mejor forma la de pildoras, pues qualquiera otra preparación es in- grata y fastidiosa, y expuesta á descomponer sus principios. Por lo común se da en dosis de seis granos hasta medio escrúpulo, y las mas veces se combina con el ruibarbo ventajosamente. Xabones de la Farmacopea Hispana. Xabon terebentinado de potasa, (tartáreo de Star ke o.) ly. Tre- mentina una onza: liquidada en una vasija de barro se le mezcla me- dia onza de potasa cáustica y fluida, ó la cantidad de ella que sea suficiente para que qualquiera partícula de esta masa se pueda disol- ver. Se menea á ratos hasta que tome la consistencia de xabon. Su dosis es de seis granos á medio escrúpulo. Xabon medicinal de sosa. ( xabon de Venecia.) ly. Carbonate de sosa purificado una libra; cal viva reciente dos libras; agua co- mún treinta libras. Todo esto se cuece por espacio de dos horas en una vasija de hierro , meneándolo sin cesar con una espátula; des- pués se filtra por una manga ancha que esté embarrada primero con arena lavada, ó por una olla de barro no vidriada, que tenga un pequeño agujero en su fondo, echando en ella todo el material, y añadiendo al residuo la suficiente cantidad de agua hasta quitarle to- da la sal: después se pone á evaporar el líquido por partes hasta que aparezca turbio: separado ya del fuego se dexa reposar, y se vuel- ve á evaporar por decantación, separado del residuo calcáreo, hasta que adquiera la consistencia de un xarabe tenue, ó hasta que la va- sija , llena con una onza de agua destilada, contenga nueve dracmas del peso de esta lexía, lo qual se llama lexía xabonosa de sosa. En este estado se toma de ella una libra; de aceyte muy bueno de olivas dos libras: se mezclan en una vasija de hierro, y se cuecen á lumbre mansa, meneándolo continuamente con una espátula para que tome la consistencia de emplasto; y estando ya medio frió este ingrediente, se le da varias figuras que se envuelven en papel, y se conservan así para el uso común. Se conoce que está bien hecho este xabon en que se disuelve todo en el agua sin dexar vestigio del aCeyte, y tie- ne la consistencia de un emplasto. Su dosis es de medía dracma. De este mismo modo se prepara el xabon de potasa común , añadiendo la lexía de potasa, el carbonate de potasa y la cal preparados. Xabon amoniacal. iy. Aceyte de qualquier planta sacado por TOMO VIL p*p 482 XAR expresión ó decocción quatro onzas; amoniaco líquido media onza: se menea en un mortero de vidrio hasta que adquiera la blancura y consistencia de un ungüento tenue. Se usa exteriormente. Se deben hacer extemporalmente los xabones oficinales, bien se executen con acey tes preparados por decocción, ó con los acey tes destilados ó exprimidos. XARABES. (Mat. Méd.) Se da este nombre á las mezclas particulares del azúcar con las partes extractivas, las infusiones &c. de las substancias medicamentosas, de suerte que tengan menos con- sistencia que los electuarios y conservas, y mas que los cocimientos y lokes. Esta forma es muy útil quando se quiere que el medicamento obre en muchos puntos de contacto con el estómago, á pesar de su poco volumen, y se prefiere también para las personas delicadas ó que no pueden tragar fácilmente, y en particular para los niños. Los xarabes mas comunes que se hallan en nuestra Farmacopea son los siguientes: Xarabe simple, ó de azúcar clarificado. ty. Azúcar blanca dos libras; agua quatro libras. Se bate con el agua clara de huevo: se disuelve el azúcar, se cuece, despuma y evapora hasta que adquie- ra la debida espesura, y se cuela. Xarabe de vinagre, i^. Vinagre blanco muy bueno una libra; azúcar muy blanca pulverizada dos libras. Se mezcla en una vasija de barro que esté embadurnada de una costra vidriada de color de le- che, y se disuelve el azúcar á fuego lento, ó en un baño aqüoso. Del mismo modo se hacen los xarabes siguientes: el de zumo agreste, de los membrillos", de camuesas, y otros semejantes. Xarabe de granada. iy. Zumo depurado de granadas dos libras y dos onzas; azúcar muy blanca pulverizada quatro libras. Hágase xarabe según queda expuesto. Del mismo modo se preparan los xara- bes de los frutos siguientes: de las grosellas, de las bayas de arrayan, del zumo de los limones, y otros semejantes. Xarabe de cortezas de cidra. iy. Agua lacticinosa de las cor- tezas de cidra una libra; azúcar clarificada y cocida hasta el punto de tener la consistencia de electuario sólido dos libras. Se mezcla á fuego lento, y se cuela. Xarabe amargo de cortezas de cidra. ly. Agua de cortezas de cidra una libra; pedazos de las cortezas frescas de cidra quatro onzas. Se ponen en infusión por espacio de dos horas á fuego lento, y se cuela : en este estado se toma del azúcar clarificada y cocida has- ta que tenga la densidad de un electuario , dos libras. Se mezcla á lumbre mansa, y cuela. De esta misma manera se prepara el xarabe amargo de las cortezas de naranjas. Xarabe esceletírbico de codearía. ly. Zumo defecado de co- dearía ó de lepidio media libra. Se mezcla con una libra de azúcar XAR 483 clarificado , y cocida hasta punto de una debida consistencia, se cue- la: su dosis de una onza á onza y medía. Xarabe de violetas recientes, (cerúleo.) ly. Flores de violeta recientes una libra; agua común hirviendo dos libras: se pone en in- fusión en una vasija de barro vidriado; después de permanecer ocho horas en este estado se cuelan y exprimen. En el líquido colado se disuelven á lumbre mansa, ó en el baño aqüoso, quatro libras de azú- car muy blanca pulverizada. De este mismo modo se hacen los xa- rabes de las flores de amapola &c. Xarabe común de violeta. ly. Flores de violetas recientes con sus cálices una libra; agua común hirviendo quatro libras. Se mantiene cociendo por un quarto de hora, y al punto se cuela y exprime, disolviendo en lo colado seis libras de azúcar blanca. Hágase según arte xarabe. De la misma manera se dispone el de las flores de ninfea. V- Xarabe compuesto de erísimo. 15c. Erísimo florido tres onzas; flores recientes de borraja y de culantrillo, de cada cosa dos onzas; cogollos de romero una onza. Se cuecen en seis libras de agua, se cuela y disuelven tres libras de azúcar y una libra de miel. Se cla- rifica hasta el punto de xarabe, y se añaden seis onzas del zumo de erísimo, y se cuela. Su dosis es de media onza á una, ó dos repeti- da á veces. Xarabe de yedra terrestre. Hf. Hojas de yedra terrestre secas dos onzas: se ponen en infusión en dos libras de agua; se cuela y añaden quatro libras de azúcar clarificada y cocida hasta la solidez. Se hace xarabe colándole. Del mismo modo se hacen los xarabes de escordío, culantrillo , marrubio , hisopo , yerbabuena y otros. Xarabe del zumo de las rosas encarnadas. (Rhobdo vacel- barum.) Vf. Zumo defecado de las rosas encarnadas dos libras; azú- car blanca quatro libras; agua común la cantidad suficiente. Se cue- ce para formar xarabe según arte. Su dosis es de dos onzas. Xarabe de rosas blancas, fy. Hojas de rosas blancas recientes tres libras; agua hirviendo seis libras: se ponen en infusión, se cue- lan, exprimen, y se disuelven dos libras de azúcar blanca. Se clari- fica y cuece para hacer xarabe. Su dosis de una á dos onzas. Xarabe simple de chicorias. i$í. Zumo reciente de chicorias y azúcar blanca, de cada cosa quatro libras; agua común la cantidad suficiente: se clarifica y cuece para hacer xarabe según arte. Su do- sis es de dos onzas. Del mismo modo se preparan los xarabes de fu- maria , ortigas, llantén, borraja y otros. Xarabe de chicorias con ruibarbo. Vf. Yerbas recientes de chicorias quatro onzas; agua tres libras: se cuece hasta que se consu- ma una libra; al último de la decocción se añaden quatro onzas de ruibarbo muy bueno puesto en pedazos pequeños. Se cuela por ex- presión , y se añaden quatro libras de azúcar; se clarifica y cuece 484 XAR hasta que salga el xarabe. Su dosis es desde media onza hasta dos onzas. Xarabe solutivo de la simiente de cártamo. (vulgarmente del Conde.) Vf. Semillas contundidas de cártamo quatro onzas: se cuecen en seis libras de agua hasta que se consuman dos libras: á lo último se añaden quatro onzas de las hojas de sen español, y media onza de las simientes de anís. Se cuelan y añaden dos libras de azúcar blanca, se clarifica y hace xarabe. Su dosis es desde una onza á onza y media. Xarabe del extracto de opio. (Meconio.)^. Xarabe simple una libra ; extracto aqüoso de opio un escrúpulo: se disuelve el extracto en tres onzas de agua, se mezcla con el xarabe, y se cuece un poco á fuego lento hasta que tome la debida espesura. Su dosis es una on- za. En cada onza hay dos granos de dicho extracto. Xarabe capsular de adormideras blancas. (Diacodon.) ty. De las cabezas de adormideras blancas secas y sus simientes seis onzas; agua común tibia veinte libras: contundidas se ponen en in- fusión en una vasija de barro vidriado por espacio de doce horas; después se cuece hasta que solo quede la tercera parte del líquido, y se cuela con una fuerte expresión: en este estado se añaden qua- tro libras de azúcar blanca, y suficiente cantidad de agua común. Se mezcla el agua con clara de huevo, y se hace según arte el xarabe. Xarabe de corales. iy. Corales rubios preparados quatro onzas; zumo recien exprimido de granadas acidas dos libras: se pone en di- gestión en una vasija de vidrio por espacio de quatro dias, meneán- dolo á menudo , y se decanta la tintura: después se toman dos on- zas de las cabezas de adormideras blancas secas sin las simientes; seis dracmas de los granos de alkermes, y tres libras de agua de la fuente: se cuece por mitades, y se cuela exprimiéndolo fuerte- mente. Se toman entonces seis libras de azúcar blanca, y suficiente cantidad de agua común. Se cuece de nuevo hasta que tenga la con- sistencia de un xarabe espeso , y se añade á lo último la tintura del coral dicha anteriormente, después de haberla pasado por una mu- ñeca y filtrado. Su dosis es de una onza. Xarabe simple de la raiz de altea, i^. Raices recientes, la- vadas y partidas en tallos de la altea dos onzas: se cuecen en seis libras de agua hasta que se consuman dos libras, y á lo último se añade de la raiz de regaliz limpia y partida media onza: se cuela y añaden dos libras de azúcar blanca, y se clarifica hasta que resulta xarabe. Xarabe de raiz de peonía, fy. Raiz de peonía contundida dos onzas: se cuece en seis libras de agua hasta que se queden en quatro: se cuela y añaden dos libras de azúcar blanca, se clarifica y cuece hasta hacerse xarabe. YAL 485 Xarabe compuesto de la raiz de china. (Antireumático.) ly. Raiz de china contundida y zarzaparrilla, de cada cosa tres on- zas ; leño de guayaco raspado y sándalo roxo pulverizado, de cada cosa una onza: se infunden en caliente en una vasija de barro vi- driada por espacio de un dia en doce libras de agua: se cuece hasta la mitad , y después de colado se disuelven quatro libras de azú- car blanca , se clarifica y cuece para hacerle xarabe. Su dosis es de una á tres onzas. Xarabe de quina. (De la corteza peruviana.) Bf. Corteza de quina pulverizada quatro onzas; vino blanco tres libras; alcohol tres onzas: se pone en digestión en una retorta por espacio de un dia en- tero en un parage caliente, y después de frió se cuela, filtra y pasa por una manga, y para cada libra de infusión se le echan á lumbre mansa dos libras de azúcar muy blanca pulverizada ó clarificada , y cocida hasta la solidez. Su dosis es de media á dos onzas. Xarabe compuesto de la raiz de apio. (De las cinco raices.) ty. Raiz de apio , hinojo, peregil, brusco y esparraguera, de cada cosa quatro onzas; agua común catorce libras: partidas todas se cue- cen en una vasija de barro vidriada hasta que se queden en ocho li- bras : después se cuelan y exprimen añadiendo seis libras de azúcar blanca: se clarifica y hace xarabe según arte. Su dosis es dos onzas. XIMENEZ. (Pedro) (Biog.) Médico, Doctor de Valencia, escribió Diálogos de Anatomía, 8.° Ximenez de carmona. (Francisco) (Biog.) Cordobés, Doc- tor de Medicina y Catedrático de Anatomía en Salamanca. Publicó, Tratado de la grande excelencia del agua y de sus maravillas, virtudes , calidades y elección, y del buen uso de enfriarla con nieve, Sevilla 1616 4.0 Ximenez Guillen. (Francisco) (Biog.) Médico Sevillano, pu- blicó la obra Quid sit per sapientiam morí apud Plinium, Sevilla, en 4.0: y contra Juan de Luna, Doctor también y Médico, escri- bió : Pro nova hac Plinii expositione Apologiam. También: Quod mora in prima mensa sit assumenda, et quod Horatius secundet rede apposuerit, ubi etiam de ovis qucedam scitu digna anno- tantur. Ximenez. (Gerónimo) (Biog.) Médico de Zaragoza, dio á luz: Lnstitutionum medicarum lib. iv, Toledo 1683 fol.: Qüestio- nes medicas. Ximenez Savariego. (Juan) (Biog.) Natural de Ronda, Doc- tor de Medicina, escribió: Tratado de peste, sus causas, preser- vación y cura, Antequera 1602 4.0 Dícese que escribió también: De curatione puerorum, y De variolis. YALLHOY. (Mat. Méd.) Esta planta pertenece al género 486 YAW moninna. El primer Botánico de la expedición del Perú D. Hipólito Ruíz es quien la ha descubierto y dado á conocer en una Memoria impresa en Madrid en 1805 , en la qual asegura que los Profesores del Perú prefieren ya las cortezas de la raiz del yallhoy á las de la sima- romba ó quina de Línneo para curar las disenterías. Algunos la han ensayado en Madrid , y se ha hallado que es un excelente antidi- sentérico , ó por explicarnos con mas propiedad , un tónico anties- pasmódico xabonoso. De la mayor afinidad, dice Ruiz , que respec- to á otras plantas hasta el dia conocidas, tiene el género moninna con el género polígala: debe inferirse que las virtudes del yallhoy coincidan con las de las raices de la polígala senega de Linneo, y sirvan para desobstruir, como estas, los infartos del pulmón y de- mas entrañas para curar la hidropesía, el asma y las demás enferme- dades en que esté indicado el uso de la polígala senega, la qual ra- ra vez se encuentra venal en España. Se usa en lavativas, é interior- mente se da en infusión en dosis de quatro onzas, en polvo en la de un escrúpulo, y el extracto en cantidad de medio. YATROLIPTICO. (Método) (Mat.Méd.) Este nombre ha dado Chretien al método de dar los remedios exteriormente , inven- tado por Bresa, el qual consiste en disolverlos con el xugo gástrico de las cornejas, ó en su defecto con la saliva humana: de este modo se forma una pomada, con la qual se dan fricciones en los parages del cuerpo donde mas abundan los vasos absorventes, ó de donde hay una simpatía vascular mas inmediata. Es de sentir que no se ha- yan continuado con otros medicamentos los ensayos felices que has- ta ahora se han hecho con el alcanfor y el opio, el tártaro eméti- co y la escila. En algunas boticas de Madrid se preparan ya estas pomadas, y se emplean con grande utilidad. La invencible repug- nancia de muchas personas melindrosas ó delicadas, y sobre todo de los niños, hace d esear mas y mas que se rectifique y propague este método. YAWS ó PIAN. (Med. práct.) Es una especie de frambuesa, erupción venérea, caracterizada por tumorcillos cutáneos semejantes á la fruta de este nombre. El yaws es una enfermedad endémica en Guinea; acomete á los niños y á los mancebos, pero sobre todo á los negros: es contagiosa, y aquel que la ha padecido una vez está libre de ella por toda su vida: principia por manchas que no son mayores que la cabeza de un alfiler. Estas manchas crecen de dia en dia, y se levantan ; entonces cae la cutícula, y se percibe una es- cara blanca, de donde nace un honguillo encendido, que por su color, su tamaño y figura granujosa se parece á una frambuesa ó á una mora ; los pelos negros que se encuentran en los contornos de estos hongos se ponen blancos; hasta al cabo de dos ó tres meses esta especie de hongos no llega á su perfecto incremento; ninguna par- YER 487 te está libre de ellos; pero sobrevienen particularmente en las ingles, en las partes de la generación, el borde del ano, la cara y los so- bacos; su grueso es proporcionado á su número; quando hay mu- chos son pequeños; al contrario , si hay pocos son gruesos ; no pro- ducen ninguna sensación dolorosa, y solo incomodan por ser asque- rosos y sucios. Swediaur piensa que el yaws es la misma erupción con que se manifestó la primera vez el vírus venéreo en Europa: aconseja para su curación el uso de los mercuriales, entre los quale-s es preferible el sublimado corrosivo; y cree que en llegando á cier- to estado adelantado puede infestar la constitución , y producir afec- ciones universales, como la calentura lenta, la conjunción &c. YEDRA TERRESTRE. (Mat. Méd.) Hederá terrestris officinalis, que Linneo llama glechoma hederacea , es una planta bastante conocida , que se ha usado con mucha fe para las enferme- dades de pecho, entrando en los cocimientos y otras preparaciones que llaman pectorales; pero como dice Cullen: ,,Las qualidades sen- sibles de la yedra terrestre no anuncian que tenga grandes virtudes, ya se use quando esté reciente, ó se prepare de otro modo; y pien- so que hay algún error en lo que Chateussieu dice del extracto.... Lo que los autores de Materia Médica dicen de esta planta no me parece mejor fundado que las opiniones vulgares: tengo por absolu- tamente improbable que tenga la virtud de curar las úlceras del pul- món y diferentes especies de tisis." También se ha reconocido esta planta para deshacer los cálculos; pero puede colocarse entre la mul- titud de los remedios inútiles que se han inventado para tan difícil curación. En el dia la yedra terrestre apenas se usa, y solo algunos Médicos crédulos la incluyen en sus composiciones, descansando en la autoridad , sin tener hechos propios ni experimentos que decidan de la utilidad de esta planta. YERBABUENA. (Mat. Méd.) ( V. menta. ) Yerba mora. ( Mat, Méd.) La yerba mora, solanum nigrum de Linneo, pertenece, así como la planta precedente, á la familia natural de las solanáceas. Se encuentra muy freqüentemente en los jardines á lo largo de los cercados, en las paredes &c. Alibert cita un caso que hace ver los efectos venenosos de este vegetal. Juan Bau- tista Lionet, de edad de ocho años, comió en el otoño del año x unas bayas de yerba mora ; la noche siguiente la pasó en un estado de coma y de torpeza continua con calentura , experimentando nau- seas , haciendo esfuerzos vanos para vomitar, y sintiendo un gran dolor en el epigastro. La pupila no presentaba aquel estado de pa- rálisis que ordinariamente se observa en los que comen este fruto. No hay datos seguros sobre sus propiedades medicinales , pero pa- recen semejantes á las de los demás solanos, y se puede dar en infu- sión, como lo practicaba Cirilo, célebre Médico Napolitano, ha- 488 ZAM ciendo poner seis, ocho ó diez hojas en una arroba de agua. Algu- nas veces se da también el zumo en la dosis de media ó una dracma. Por lo común se usa exteriormente. YEZGO. (Mat. Méd.) El yezgo, sambucus ebulus crimis trifidis caute herbáceo de Linneo, es una planta herbácea perenne, que vegeta en los lugares húmedos y sombríos, y es muy común en el circuito de Madrid, en toda la ribera del río Manzanares y Xa- rama. Se recomienda como suave excitante, como sudorífero, y al- gún tanto purgante y expectorante; pero aunque algunos lo tienen por superior en virtudes al saúco, los mas prefieren á este por el olor ingrato y fastidioso del yezgo. ZACCHIAS. (Pablo) (Biog.) Médico del Papa Inocencio x, murió en Roma su patria el año de 1659 ^ ^os setenta y cinco de edad: cultivó las bellas letras, la poética, la música, la pintura y todas las ciencias. La variedad de sus conocimientos no le impidie- ron hacer progresos en la Medicina. Hay de él: i.° la famosa obra Qüestiones médico-legales , de la qual ha habido muchas ediciones. Esta obra, demasiado difusa , ofrece mucha erudición , juicio y so- lidez. 2° Un tratado en italiano, intitulado La vida quadr age si- mal, publicado en Roma en el año de 1673 en 8.° Este libro trata sobre las dispensas de la abstinencia de la quaresma. 3.0 Tres libros en italiano sobre las enfermedades hipocondriacas &c. , impresos en Venecia en el año de 1663 en 4.0 D. H. ZACUTO, (llamado el Lusitano porque era de Lisboa) (Biog.) Nació en el año de 1575, era Judío, y exercia la Medicina. Ha- biendo sido echados los de su secta en 1614, se retiró á Holan- da. Amsterdan y la Haya fueron el teatro de sus talentos. Murió en el año de 1642 á los sesenta y siete de edad. Tenemos de él di- versas obras de Medicina en dos tomos en folio, impresos en León en el año de 1649: en ellas se hallan excelentes doctrinas y muchas observaciones curiosas, de las quales pueden aprovecharse los Mé- dicos; pero hay algunas arriesgadas. D. H. ZAMORA. (Antoniode) (ó Nuñez de Zamora.) ( Biog.) Sal- mantino, Doctor y Catedrático de Medicina, y Maestro en Artes; muy célebre , así en el arte de curar , como en las Matemáticas. Sus obras son: Repetitiones du¿e super cap. 1 et 111 Galeni de diffe- rentiis symptomatum, Salamanca 1621 4.0: Áurea expositio ad textum Hippocratis in libro de aere, aquis et locis , ib. 1625 40. ZAMUDO Y ALFARO. (Andrés de) Alcalde Examinador, Protomédico general, y Médico de Cámara de la Santa Inquisi- ción: publicó Orden pira la cura y preservación de las virue- las, Madrid 1578 8.°: Orden para la cura y preservación de las secas y carbuncos , ibid. 1599 8.° ZED 489 ZARAGATONA. (Mat. Méd.) De esta planta se usa la semi- lla como demulcente y emoliente; y Próspero Alpino añade que su mucilago sacado con agua de cebada, y dulcificado con azúcar can- de , es muy conducente en las calenturas biliosas ardientes é infla- matorias del pecho , y que extraído con agua rosada, es muy útil en las diarreas y disenterias biliosas, y que con su uso se excita la transpiración , y se mueve blandamente el vientre. Michelitz advier- te , que la materia acre de que consta la simiente de zaragatona, que se puede separar con el espíritu de vino, es la que produce los efec- tos que Alpino la atribuye en los males citados; pero habiendo otras simientes mucilaginosas, que carecen de esta substancia acre quando hay indicación de usar de los emolientes, y ds consiguiente no se necesita de algún estímulo, entonces es inútil, y aun perjudicial esta simiente. ZARZA, ZARZAPARRILLA. (Mat. Méd.) La raiz de es- ta planta, smilax zarzaparrilla de Linneo, ha sido recomendada desde la aparición del vírus venéreo, como un remedio específico contra esta enfermedad. Formaríamos sin duda un artículo sumamen- te difuso sí pretendiésemos reunir aquí los ensayos favorables que di- cen haber hecho muchos Prácticos como Trincabelo, Monardes, Vidovidio, Falopio, Fordice , Harris &c. Pero si en aquel tiempo pudo adquirir la zarzaparrilla tanta reputación , por no conocerse to- davía el verdadero específico, no deberemos conservársela en nues- tros dias, quando vemos que sus efectos no corresponden á la exa- geración de sus virtudes; con todo no negaremos que puede ser útil como un sudorífero, tónico y demulcente; y así aun fuera del uso rutinario que se ha hecho de esta raíz, debe administrarse juntamen- te con el mercurio para promover su acción ó bien combinarla con los otros leñosos, en los casos en que estos están indicados. Du- rante el uso del rob-antisifilírico de La-Fecteur, se prescribe su coci- miento en gran cantidad , con exclusión de qualquier otra bebida. ZEDOARIA. (Mat. Méd.) De la kanferia de Linneo ó del amomum scapo nudo, que es una planta perenne de la India Oriental, con especialidad del Malabar, se saca la zedoaria, que es la raíz de esta planta, que se divide en redonda y larga , aunque ambas pro- vienen de la misma planta. El olor de esta raiz es alcanforado, el sabor aromático, acre y amargo, que dexa mucho tiempo en la bo- ca un gusto de alcanfor con una sensación de calor; no obstante que Geoffroy, Neuman y Crells han sacado de esta planta un acey- te volátil alcanforado, por el que la ha celebrado como insigne re- medio Charteussíer, sin embargo de que se han usado muchas pre- paraciones de este simple, y se hallan en varias Farmacopeas, co- mo el agua de zedoaria simple y anisada, su esencia, aceyte y ex- tracto , que le tiene Murray como uu insigne corroborante y esto- TOMO VII. QQQ 49° ZUM macal, tomado en forma de elixir en la debilidad del ventrículo; y á pesar del dictamen de este último autor , que tiene á la zedoa- ria, administrada en polvos con azúcar, como un insigne aromático amargo , se puede omitir en la práctica , y tildar de los catálogos de la Materia Médica, pues el alcanfor de que consta se halla en otras plantas con mas abundancia; y quando hay indicación de ordenar este simple, siempre se debe preferir el verdadero alcanfor sacado del laurus camphora de Linneo. ZINC. (Mat. Méd.) El zinc debe mirarse como una adqui- sición mineralógica poco antigua, pues que su descubrimiento no pasa del tiempo de Paracelso; pero al instante fue un objeto de es- tudio , y los Químicos modernos llegaron á conocer profundamente todas sus propiedades. Se puede contar al zinc entre los metales mas abundantes de la naturaleza: la Hungría, la Bohemia, la Saxonia, la Inglaterra, y aun la Francia, tienen minas de este metal. El sabio mineralogista Mr. Haüy ha ilustrado la historia de esta substancia , presentándola baxo tres formas ó especies diferentes: i.a baxo la de zinc oxidado, que es lo que vulgarmente se conoce con el nombre de calamina, ó piedra calaminar, ó cal de zinc. Es digno de leerse lo que so- bre este metal escribió el difunto Pelletier en sus Memorias y ob- servaciones de Química. Se asegura que el zinc oxidado se ha en- contrado en Passy, muy cerca de Paris, y se le encuentra igual- mente en otros muchos parages: 2.a La segunda especie es el zinc sulfurado , cuya mina llaman blenda , ó falsa galena, como para indicar su aspecto engañador; otros aseguran que es una cal sulfu- rosa de zinc: 3.a Finalmente , la tercera especie es el zinc sulfata- do , ó sulfate de zinc de los Químicos modernos. Los antiguos lo llamaban vitriolo de zinc, zinc vitriolado , caparrosa blanca &c. El zinc tiene diversas propiedades físicas, según las tres formas principales que acabamos de indicar. Hace mucho tiempo que se ase- gura que es uno de los antiespasmódicos mas poderosos de nuestro arte, y por eso se ha recomendado como muy eficaz contra la epi- lepsia; pero aun no se han observado estas pretendidas ventajas. £1 sulfate de zinc aplicado en inyecciones parece útil en las leucorreas crónicas. La piedra calaminar entra en los colirios &c.; pero no cree- mos que el uso interior de las flores de zinc sea muy ventajoso. Las flores de zinc, 6 el oxide de zinc, se receta en la dosis de un grano , y se aumenta progresivamente hasta la de veinte granos. Este medicamento se puede incorporar en conservas, pildoras &c. El zinc puro ó en su estado metálico es del todo inerte. El sulfate de zinc debe disolverse en agua destilada para hacer uso de él. ZUMOS. (Mat. Méd.) Los zumos de los vegetales se sacan de sus partes xugosas, á saber: de sus frutos, hojas, tallos y flores. Es- ZUM 491 tas partes de las plantas, bien limpias de los cuerpos extraños, y lava- das , se cortan groseramente , y sucesivamente se machacan en un mortero; después se ponen en un saco de cerda que se coloca entre dos planchetas de palo, baxo una prensa que se aprieta hasta tanto que hace salir al del zumo de la planta. Quando se quiere hacer sa- lir el zumo de los frutos duros, es preciso que antes se machaquen ó muelan; por lo tocante á las yerbas basta machacarlas con mode- ración , pues si llegan á formar puchada, la acción de la prensa ha- ría salir una gran porción de materia herbácea con el zumo. Los sa- quillos de lana y de lienzo están expuestos á comunicar un mal olor á iosíumos; por otra parte los hilos de estos sacos se hinchan á proporción que se embeben de la humedad de los zumos, en tér- minos de impedir el libre paso ó salida de los zumos que con- tienen. Los zumos fluidos se sacan por expresión de las plantas algo acidas, de las plantas acres como la coclearia y el berro, de las plan- tas muy acidas como la acedera, de las plantas lacticinosas como la lechuga, y de otros muchos vegetales xugosos; estos zumos contie- nen la mayor parte del sabor, olor y virtudes que pertenecen á es- tas diversas substancias: al contrario, los zumos que se sacan de la mayor parte de las yerbas aromáticas, como la yerbabuena y el torongil, apenas conservan un ligero olor de las plantas, y se dife- rencian poco de los cocimientos de estas plantas hechos con agua, y cocidas hasta la disipación de sus partes volátiles aromáticas. Hay muchas flores olorosas y aromáticas, como el lirio , violeta y jacin- to , cuyo xugo , sacado por expresión , no tiene su olor, disipándose enteramente á proporción que se machacan. Por no haber atendido á estos fenómenos particulares, algunos Prácticos se han engañado en los efectos que aguardaban de las preparaciones de este género; por exemplo, se han recetado muchas veces zumos de yerbabuena como estomacales, aunque no tuviesen alguna de las qualidades que dan esta virtud á la yerbabuena, y sus preparaciones. Los zumos que se obligan á salir de este modo de las plantas por una presión fuerte , se diferencian algo de los que fluyen natu- ralmente de ellas, ó por las incisiones que se les han hecho, siendo estos mismos zumos unos fluidos principalmente elaborados por la naturaleza en vasos diferentes de los otros, ó que ha depositado en receptáculos que les están destinados, y no estos zumos aquosos propagados en toda la substancia del vegetal, y común á todos los vegetales; por exemplo, si se hacen incisiones en las cabezas de adormideras, sale de ellas un licor lácteo , espeso , que experimen- tando un calor moderado, se seca y forma el opio ; al contrario, el xugo que vierten estas cabezas puestas en la prensa, es de un verde negruzco y solo, y posee las virtudes del opio en un grado muy lige- 492 ZUM ro. Los zumos de las plantas recien exprimidos, son ordinariamente espesos, viscosos y muy impuros: la filtración separa de ellos mu- cha materia grosera, lo que los hace menos espesos, mas claros y mas adequados para los usos de la Medicina, sin que estén todavía perfectamente puros, pues si se dexan quietos , se enturbian , y con facilidad fermentan ó se pudren. La clarificación hecha con claras de huevo hace los zumos mas ligeros, mas claros y mas puros; pero hay muy pocos zumos que puedan soportar esta operación sin per- der bastante de su sabor, olor y virtudes. El mejor método de conservar y purificar estos licores, es po- ner los zumos filtrados en un parage fresco, y dexarlos allí sin me- nearlos hasta que hayan aposado sus féculas; después se pasarán por un filtro fino muchas veces hasta que se hayan clarificado perfecta- mente ; entonces se les puede echar algún espíritu de vino con la pro- porción de una parte quadragésima del peso de los zumos, y dexar reposar el todo como antes: el licor se aposará de nuevo, y enton- ces se le separará de la materia que haya aposado, y después se fil- trará todavía; y para conservarlo en buen estado se guardará en botellas, que antes se habrán lavado con espíritu de vino, y seca- do perfectamente. Se debe echar un poco de aceyte sobre la superfi- cie de estos zumos embotellados; de modo que las botellas estén ca- si llenas: se taparán con pergamino ó papel: se envolverán entre paja como se hace con las botellas de ciertos vinos generosos, y con las de las aguas minerales que vienen de grandes distancias. Este mo- do de cerrar impide que entre el polvo , y permite la expulsión del ayre que se desprende después de un cierto tiempo de todas las materias vegetales; sin esto podría romper las botellas este ayre , ó volvería á insinuarse en los licores, y los pondría agrios y después vápidos. Las botellas se deben guardar en una buena cueva, y en- cima de la paja se cubrirán de arena con el cuello hacia abaxo. Si- guiendo este método se pueden conservar zumos de plantas por un año ó dos, y aun algunos se conservan por mucho mas tiempo. Se acaba de ver que hay grandes diferencias entre los zumos de las plantas sacados por expresión, en quanto á las virtudes que po- seen quando se han separado de este modo; igualmente hay entre ellos diferencias en quanto á la conservación de sus virtudes quando se guardan, y la alteración de que se trata es independiente de la totalidad de la materia activa de estos zumos, ó de su disposición á evaporarse: por exemplo, la virtud tan volátil de la codearía á beneficio del método antecedente, se puede conservar casi entera en el zumo de esta planta por un tiempo considerable, mientras que las partes activas del zumo del cohombrillo silvestre, extraído con prontitud y puestoen botellas, solo da un licor sin virtud. Los zu- mos de la raiz de aro, de lirio, de brionia, y de otros muchos ve- ZUM 493 getales dexan precipitar sus partes activas y medicinales al fondo de la vasija que los contiene. Nuestra Farmacopea Española propone la extracción del zumo de agraz, de granadas, limones, naranjas, cidras, grosellas, sangüesas, los de tallos y hojas de fumaria, chicoria y otros semejantes, los de las flores de violetas y rosas, los de las frutas carnosas, como camuesas, membrillos y los de las raices de brionia , cohombrillo de asno y otros semejantes. Advierte que todos los zumos que se han de mezclar con los ungüentos ó emplastos no necesitan de pura- cion ; que las plantas áridas se han de rociar con el cocimiento de ellas, y que todos los zumos ácidos se vician en vasijas de metal ó vidriadas. Después de estas nociones farmacéuticas es fácil ver con Pichler que el zumo exprimido es un medicamento interno , fluido , com- puesto de un zumo aqüoso, sacado casi siempre de las plantas fres- cas por contusión y presión. Para recetar con acierto los zumos se ha de tener presente: i.° Que se han de gastar las partes xugosas y frescas de los vegetales, y de ningún modo las densas, secas y le- ñosas, debiéndose también excluir las simientes, porque estás mas abundan de aceyte que de humor aqüoso: 2° Que á las plantas re- cientes menos xugosas se deben añadir otras llenas de xugo ó agua para poder extraer su zumo: 3.0 Que lo mas seguro es solo recetar los zumos exprimidos en las estaciones del año en que se encuentran fres- cas según su especial vegetación; debiendo tener presente que las plantas que se transforman de otros parages, y llegan secas, no son proporcionadas para la extracción de su zumo, por mas tenta- tivas que se practiquen: 4.° Que cada dia ie ha de exprimir zumo fresco, mayormente si se ordena al enfermo depurado después de su aposo y decantación: 5.0 Que el zumo que se administre clarificado por medio de la cocción y clara de huevo, puede servir para algunos dias; pero con la advertencia que aunque se conserva sacado de este modo por algún mas tiempo, siempre es con deterioro y dispendio de sus virtudes medicinales. La proporción mutua de los ingredien- tes, la dosis y el tiempo que se deben continuar estos zumos, se lo manifestará al Médico la indicación que quiera cumplir. Los zumos que se conservan en nuestras Boticas con arreglo á nuestra Farmacopea son los siguientes: Zumo agreste ó agraz. ly. Uvas agraces: se machacan en un mortero de madera, ó lo que es mejor se estruxan entre astillas de madera para destilar todo su zumo, el que se deseca después de co- lado por una manga; y decantado en una vasija de vidrio, se tapa esta con cera, ó se hecha por encima un poco del aceyte de olivas. Nota. i.° Que todos los zumos que se han de mezclar con un- güentos ó emplastos uo necesitan defecarse: 2.0 Que las plantas se- 494 ZUM cas se han de humedecer con el cocimiento de ellas mismas; y 3.0 que todos los zumos ácidos contraen algún defecto contenidos en vasijas de metal, ó en las de barro, que tan solamente están tapadas con una costra semivitrificada. Zumo de granadas. Bf. Granadas: se las quita las cascaras exte- riores , y partidas al través se contunden con una espátula de ma- dera para que se vayan cayendo los granos separados de su pelícu- la: se machacan en un mortero de piedra: se pasan por un lienzo; y se purifica el zumo exprimido por subsidencia. Zumo de limones. iy. Limones: se les quita la corteza carnosa: se exprime con las manos su medula xugosa: se estruxan y aprietan fuertemente después de haberles quitado las simientes: se cuela por un lienzo; y se clarifica el zumo por subsidencia. Del mismo modo se exprimen los zumos de las naranjas, de las cidras, y de otras semejantes. Zumo de las moras. iy. Fruto, ó las mismas moras: se aprie- tan entre las manos, y se estruxan. Se cuela el zumo exprimido, y se purifica por subsidencia. Del mismo modo se extrae el zumo de las frutas siguientes: de la grosella, de la sangüesa, y otras seme- jantes. Zumo délas raices y hojas. ly. Raices y hojas recientes limpia- das muy bien: se reducen á una masa en un mortero de piedra, la que se dexa por espacio de algunas horas, si se juzgase conducente, en una vasija de barro vidriado para que se reúna el zumo, y antes que principie á fermentar se estruxa para exprimirle. Se clarifica á fuego con un ligero hervor el zumo exprimido para que se separe la fécula, y se cuela. De este mismo modo se extraen los zumos de la fumaria, de la chicoria , y otras semejantes. Zumo de flores. 15;. Flores limpias de los cálices: se machacan en un mortero de mármol, y se exprimen bien: se conserva el zumo en una vasija acomodada puesta en un parage frió para que no fer- mente para clarificarlo por subsidencia, y separarlo por decantación. De esta manera se extrae el zumo de las violetas, de las rosas, y de otras semejantas. Zumo de los frutos carnosos. Vf. Frutos: se parten en rodajas: se separa su zumo exprimiéndole: se clarifica por subsidencia; y se se- para por inclinación. De este modo se extraen los zumos de manza- nas , de membrillos sin madurar, y de otros varios. Zumo de las raices. ly. Se reducen á una masa las raices grue- sas por medio del corte, ó contundiéndolas, y se defeca y decanta por subsidencia el zumo exprimido con una prensa. De este mismo modo se extrae el zumo de las raices de brionía, elaterio, y de otras varias semejantes. a:.-~*:r '£MM¡^¿> *¿-^>!ÓK^i ^¿i^ñl^ «Jí ÉM^H -. w ■• ¿v,. A"* r?m^ K ¡>tf¿ ■ÁF "-ÍV-f^r '3V*« *^WLa Ü¥4K. "^Y* Ü V i!? /r'S lto»*¿¿ J¡ , J| f' ■R PPi ' KA? '*' ''"ir* ^'f^