ms^mmK^x^ ^^ -V ífc* i^*$s: fcSS & •■•.vS> ¿Sfc "Jf^ ■ . ■* ■ - •. • '^:;^-^'..^H ¿ tflíftfe. ■ ^ •'. •• *.'-"'" !?;■ i $§>& ■■Z\i mwte§k^!mi@m DICCIONARIO . : i 'y DE MEDICINA Y CIRUGÍA. \ Se hallará en la librería de Pascual y Compañía, calle de los Preciados , frente d la de la Zarza. ,1' « i . v\ vi fc DICCIONARIO iw DE MEDICINA Y CIRUGÍA, o BIBLIOTECA MANUAL MÉDICO-QUIRÚRGICA. POR D. A, B. TOMO SEXTO. -'■■• ,\ N-R ';''%on^' MADRID EN LA IMPRENTA DE LA CALLE DE LA GREDA. AÑO DE 1807. V ISD7 DICCIONARIO DE MEDICINA Y CIRUGÍA. JNaRANJO. {Mat. Méd.) Árbol bastante conocido, del quai se usan las hojas y el fruto en la Medicina. Las primeras se han tenido algún tiempo por un remedio eficacísimo contra la epilep- sia ; pero no pasan de un tónico antiespasmódico , y como tal se ordenan en polvos ó en cocimiento. El zumo de la naranja di- luido en agua con azúcar forma una bebida agradable subácida, cuyos usos no nos detendremos en explicar por ser muy conoci- dos. (F ÁCIDOS y ACÍDULOS.) NARCÓTICOS. {Mat. Méd.) Así se llaman los medicamen- tos ó qualesquiera substancias, que tienen la propiedad de embotar los sentidos, entorpecerlos, y producir el sueño, como el opio,&c. (F. el artículo calmantes jy antiespasmódicos. ) NARIZ. {Anat.) Se da este nombre á una eminencia pirami- dal , situada en la parte media de la cara, cuyo vértice está arriba, y la base abaxo. Hay que considerar en la nariz tres regiones: una superior llamada raíz: otra inferior, cuya parte anterior es la pun- ta, y las laterales son las alas; y otra media entre la superior y la inferior, que es el dorso ó lomo de la nariz. En la base de esta pi- rámide hay dos aberturas, llamadas ventanas de la nariz, divididas por una pared , que tiene el nombre de septo ó tabique. La nariz es parte ósea y parte ternillosa. La parte ósea se com- pone anteriormente de los huesos propios de la nariz, y posterior- mente de la apófisis ascendente de los maxilares; y así esta como los huesos propios se afianzan y articulan superiormente con la es- cotadura y espina nasal del coronal. La parte ternillosa consta co- munmente de cinco ternillas principales, una grande é impar, y quatro menores. Otras accesorias que suelen encontrarse , son aun mas pequeñas, y su número y figura varían mucho. La ternilla ira- par , que es la principal, y en que se apoyan las demás, es casi triangular, y se compone de tres hojas, una media y dos laterales. La hoja media es muy larga, y está como articulada con los bordes anteriores de la hoja perpendicular del etmoides y del vomer, (F. etmoides y vomer.) cuyos huesos componen el tabique óseo que divide las fosas nasales. Las hojas laterales son mas angostas y de fi- gura menos constante, y aunque en parte unidas á la hoja media, se apartan de ella , y combándose hacia fuera y atrás, van á fixarse en el borde inferior de los huesos propios de la nariz, y en el an- TOMO VI. A 2 NAR terior de la apófisis ascendente de los maxilares, y rematan con un apéndice triangular. Las quatro ternillas menores están dos á cada lado de la ternilla impar, una anterior y otra posterior. Las dos anteriores, que son mas notables, se encorvan mucho hacia adelante, y arrimándose una á otra por la parte mas angosta de su corvadura, forman la punta de la nariz. Las dos posteriores, muy delgadas y de figura variable, están alojadas en el grueso de las ventanas de la nariz. Las anteriores son á veces continuas con las posteriores; pero otras ve- ces median entre unas y otras, y entre ellas y la ternilla impar pe- queñas piezas cartilaginosas, que son las ternillas accesorias de que hemos hablado. Las cinco ternillas principales están sujetas entre sí y á las partes vecinas por un texido celular á modo de ligamento. La nariz tiene cinco músculos á cada lado, que executan los movimientos de su parte ternillosa. El i.° llamado piramidal, es mas bien un apéndice del occipito frontal, que baxa hasta la ter- nilla que forma el ala de la nariz del mismo lado. El 2.° y el 3.0 llamados músculo elevador del ala de la nariz y del labio supe- rior , y miisculo nasal del labio superior , que son comunes á los labios. (F. este artículo.) El transversal, que también llaman comprimente, nace de la raiz del ala de la nariz: sube ensanchán- dose y encorvándose por la parte superior de dicha ala, y va á bus- car el lomo de esta, el quai unas veces la arrima al tabique y otras la eleva. El depresor del ala de la nariz viene de la parte ante- rior del hueso maxilar, delante de los alveolos de los dientes inci- sivos y del canino, y va á fixarse en el borde inferior de la ven- tana de la nariz, el quai baxa las partes á que se ata, y contribuye á arrimar al tabique las alas de la nariz. La acción de los músculos de la nariz es poco sensible en el estado sano; pero se manifiesta bien en los casos en que hay dificultad de respirar. Todos estos músculos se hallan revestidos de los tegumentos comunes, que no se diferencian de los de las demás partes inmediatas á la cara, sino en que su texido celular es firme, apretado, y contiene muy poca gordura. La nariz comprehende dos grandes cavidades , que son las fo- sas nasales, que las forman los huesos maxilares, los propios de la nariz,el etmoides y el vomer, ( F. todos estos artículos.) cuyas fosas tienen dos aberturas, unas anteriores, que corresponden á las ventanas de la nariz , y otras posteriores, que se comunican con la fosa gutural, esto es, con las fauces. Estas cavidades están vesti- das interiormente de una membrana llamada pituitaria. (F. este artículo.) La nariz y demás partes accesorias que forman el órgano del olfato, tiene sus nervios y vasos propios, el nervio principal es el olfatorio. (V. nervios. ) Las arterias proceden de la labial y de NAT 3 la maxilar interna, de los ramos etmoidales y del nasal. Las ve- nas proceden de las nasales y de las dorsales internas. Las narices son el órgano destinado á recibir la impresión de los olores, que por medio de los nervios olfatorios conducen al sitio del alma; y como estos nervios, según hemos dicho, solo se dis- tribuyen por la membrana pituitaria que viste el tabique de la na- riz, las conchas de Morgagni, y las superiores de las fosas nasales, debemos creer, que solo en estas partes reside principalmente el órgano del olfato. Las demás cavidades que componen las fosas na- sales, parece que sirven para modificar el ayre que pasa por ellas en la respiración natural, á fin de darle el grado de calor qne nece- sita, y cargarle de cierta humedad, sin la quai harta en los pulmo- nes una impresión demasiado violenta. Parece también que pueden contribuir á hacer mas sonora la voz, y este último uso es quizá el único que se puede dar á los senos frontales, esfenoidales y ma- xilares, respecto de que, ni la membrana pituitaria de estos senos recibe filamentos de los nervios olfatorios, ni los senos por su es- tructura pueden dar libre curso al ayre que inspiramos. Por últi- mo, el moco que la membrana pituitaria segrega en las demás par- tes , sirve para mantener en el estado necesario de flexibilidad las extremidades de los filamentos nérveos, para que reciban la impre- sión de los corpúsculos odoríferos; y para impedir que el continuo paso del ayre produzca una sequedad perjudicial en las narices, y mayormente en los filamentos nerviosos. (F.olf.Ato.).Ext. de B. NASAL. {Anat.) Adjetivo que pertenece á la nariz, y así se dice apófise y fosa nasal del hueso maxilar , arteria, vena, nervio y músculo nasal , &c. (F. narices y maxílar. ) NATES. ( Anat.) Los anatómicos antiguos han dado este nom- bre á dos de las eminencias quadrigéminas que se hallan en el ce- rebro. (F. cbrebuo. ) NATURAL. Esta voz seguramente tiene varias acepciones: se re- fiere siempre á la naturaleza: en un sentido se aplica para expresar el temperamento, el carácter, &c. del hombre, y así decimos es de buen ó mal natural, &c. y en otra acepción significa lo opues- to á lo artificial. Algunos Fisiologistas han llamado funciones natu- rales las que no son necesarias en todos los instantes de la vida,sino para la conservación del .individuo, como fa. digestión, quiliñca- cion, generación, &c. y por eso á los órganos de la generación han solido llamar partes naturales. ) * NATURALEZA. Esta palabra tiene varias acepciones; en un sentido estricto es la esencia de una cosa, ó lo que la constituye, en un sentido mas extenso es la unión de los seres. Las leyes de la naturaleza son las reglas generales del movimiento, &c. que se ob- servan en los cuerpos naturales, d lo que sucede siempre en igua- 4 NEP les circunstancias; Y así todo efecto sencillo qne siempre sncede en ocasiones semejantes, y cuya causa' es desconocida, se mira como ley de la naturaleza; aunque quizá se produzca por alguna otra ley que ignoramos, pues estas son muchas, y no podemos conocer- las todas. En un sentido médico usamos la voz naturaleza como si- nónima, de constitución*ó. temperamento del hombre. (F. tempe- ramento. ) También se usa para expresar las propiedades de los medicamentos, y así decimos este medicamento es de naturaleza alcalina \ &c. NAUSEA. (V. el géneronausea en la clase de flüxos, y en la sintomatologia febril de la clase calenturas. ) NAVARRO. (Juan Bautista) (Biog.) Oriundo de Valencia, doctor de Medicina; escribió Comentarios in libros Galeni: de differentiis febrium: de pulsibus ad Tyrones j et Spurium de uri- nis. Valencia 1628 8.° NAVICULAR. {Anat.) Se aplica este epíteto á varias partes del cuerpo humano, que en algún modo tienen semejanza con un barco; por exemplo, la fosa navicular de la glande. (F. miembro viril.) La de las partes genitales de la muger. (F. generación. ) La de la oreja. (F. este artículo.) El hueso navicular ó escafoides. (F. este artículo.) "' NECROSIS. (Cir.) Es la mortificación de una parte. (F. caries, gangrena^ esfacélo.) * NEFRALGIA.'{Med.) Se da este nombre al dolor de los rí- ñones ó cólico renal. (F. el género xxv de la clase de dolores. ) NEFRITIS. (F. la clase inflamación.) NEFROTOMIA. (CVr.)* Operación, por íá quai se extrae la pie- dra del riñon. Esta palabra es griega ,y se compone de dos que signi- fican riñon é incisión. Muchos autores han pretendido probar la po- sibilidad de esta operación, refiriéndose á varias observaciones , con las que quieren demostrar que las heridas de los ríñones no son mor- tales; pero este argumento no es concluyehte, no habiendo ninguna comparación con la herida de una espada ó de cuchillo hecha en los fiñones por casualidad en un punto indeterminado, siendo así que Ja que era preciso hacer para extraer la piedra necesitaba ocu- par un sitio fixo en dicha viscera. Esta operación puede practicarse qaando el riñon se separa, y se percibe un tumor circunscripto en )acregiom;iumbár con ftüctaeion.'Mr. de Lafitte ha comunicado á- la Academia Real de Cirugía de París una observación de la ex- tracción de lina piedra , en consecuencia de la abertura de un abs- ceso en el riñon-, que abrió con toda 'felicidad. Se hallan algunos ca- sos semejantes én los autores... * - NEPENTHE. (Hist. de la Med*) Homero ensalza sobrema- »erauna cotrípasicíon de este nombré y que Elena üeVó á Egipto, NER 5 y que las mngefes de Tebas usaban con mucha freqüencia y buen éxito contra la melancolía. Sin duda en ella tendría la mayor parte el opio de que se componía. NÉRVEA. {Anat.) Se suele aplicar este epíteto á varias mem- branas, y también el de nerviosa, como la túnica nérvea ó nervio- sa del estómago, del ojo, &c. (F. estómago^ ojo.) NERVIOS. {Anat. y Fisiol.) Se da este nombre en general á unos cordones blanquecinos, fibrosos , de un sentido exquisitísimo, procedentes del cerebro, del cerebelo, de la médula oblongada ó de la espinal, que van á distribuirse por todas las partes del cuer- po. Su forma es casi cilindrica, y su grueso poco considerable. La principal y mas propia substancia de los nervios es la medu- lar, dotada de las mismas calidades que la médula del cerebro y de la espina , de que es continuación. Esta substancia se descubre fá- cilmente en todos ros nervios del cerebro, y en el accesorio que sale de la médula espinal. No hay nervio por pequeño que sea que no conste de un gran número de cordoncillos menores, ó filamentos que se distinguen fá- cilmente á simple vista en los nervios vagos, en los linguales, en los suboccipitales, y en los que vienen de la extremidad de la mé- dula espinal. Estos filamentos son todos semejantes, cilindricos, ó algo aplanados , rectos y paralelos, de modo que nunca se confun- den entre sí, sino que desde su principio hasta su fin se manifies- tan distintos. Cada filamento de estos está vestido de una membra- nilla , que es continuación de la piamater , delicada como esta y sembrada de vasos: esta continuación se ve manifiesta en la médula espinal. Solo deben exceptuarse los nervios ópticos , á quienes la piamater da una vayna general; pero no viste á cada uno de sus filamentos en particular, sino que únicamente los separa por medio de sutiles septos celulares. Apenas se puede contar el número de filamentos que se juntan en un nervio quando horada la duramater ; sin embargo, cada uno de ellos examinado con una lente, ó con el microscopio, parece todavía compuesto de otros menores de la misma especie. Viste, enlaza y fortalece a estos sutiles filamentos una telita celular tan fina, que solo se descubre con el microscopio ; pero la que ata los filamentos mayores de que se compone el nervio, es tan percepti- ble^ que á simple vista se distinguen sus fibras, laminitas é inter- valos , por los quales pasan los vasos , y en que hay exemplos de haberse hallado gordura. Ridley cree que esta telita celular es con- tinuación de la membrana aragnoidca del cerebro , y según tas ob- servaciones microscópicas de Fontana, compone dos tercios del nervio. Por el texido celular referido corren y se ramifican las ar- terias y venas que entran en la substancia de los nervios, las que 6 NER en los de las extremidades son bastante notables. Los antiguos creyeron que cada nervio estaba exreriormente vestido de una vayna, que era continuación de la duramater; pero aunque es cierto que esta membrana viste todos los agujeros del cráneo por donde salen los nervios, y envuelve á estos á modo de vayna mientras pasan por ellos, luego que llega á la cara externa del cráneo, se comunica las mas veces toda entera con el perios- tio, y otras al salir de algunos agujeros se separa en dos hojas, de las quales la externa se une al periostio, y la interna á poco tre- cho de acompañar al nervio degenera en una verdadera tela celu- lar, que le sirve de vayna exterior. En la médula espinal la dura- mater envuelve igualmente á los nervios espinales, hasta que salen por los agujeros de conjunción , y aquí sin continuarse ninguna de sus hojas con el periostio de las vértebras, forma la túnica externa del ganglio, que transformada en tela celular viste los nervios que salen de él. De estas observaciones, hechas por Haller y Zinn , re- sulta, que la duramater desampara todos los nervios, menos los óp- ticos , luego que ha salido del cráneo ó del espinazo; pero sin em- bargo no pocos nervios, y particularmente los troncos nerviosos de las extremidades, se hallan exteriormente envueltos de una especie de vayna blanca y robusta, compuesta manifiestamente de fibras y hojas celulares apretadas, y en nada semejantes á la duramater. Esta membrana no se halla en los nervios que están defendidos con pa- redes óseas, como el nervio auditivo, una porción del nervio fa- cial, la cuerda del tambor, el nervio vidiano, las raices que el ner- vio intercostal recibe del sexto par, &c. Tampoco se halla en los nervios metidos entre gordura, en los que están libres de toda causa capaz de comprimirlos, como los del corazón, y en los que se distribuyen por las visceras del abdomen; así estos nervios son tan blandos, que muchos de ellos apenas se pueden tocar sin des- truirlos. Pero dicha membrana es muy gruesa en los nervios que pasan por parages en que están expuestos á la compresión, parti- cularmente en ios que van á los músculos, cuya acción y la pulsa- ción de las arterias condensa y endurece la membrana celular que los envuelve; por lo que estos nervios son duros, y tienen mu- cha mas consistencia, como la adquieren también algunos de los nervios blandos quando pasan á distribuirse por los músculos. En los nervios blandos la tela celular, que hemos dicho que ata entre sí los filamentos nerviosos, ata también los nervios á las partes ve- cinas; pero á los duros los ligan igualmente á las membranas, mús- culos, visceras y huesos inmediatos los filamentos de la vayna ro- busta que los envuelve. Si un nervio después de desprenderle de sus ataduras celulares se corta por el medio, no solo no se encoge, sino que se alarga, NER 7 de modo qne los extremos cortados se sitúan paralelos uno al lado del otro, y sale de cada extremidad un botoncito que forma una convexidad semejante á la del azogue, quando sube en el baróme- tro , por la compresión de la atmósfera; pero que si se mira con mas atención, se ve que está compuesto de innumerables botonci- tos medulares que sobresalen de otros tantos filamentos nerviosos. Este experimento prueba que los nervios ni son elásticos, como las arterias, ni se puede decir que estén tirantes; pues si lo estu- vieran se encogerían como todas las partes tirantes de nuestro cuer- do, quando se cortan. Mas no por eso dexan de ser elásticos los hi- itos celulares que ciñen el nervio, sus cordoncillos y filamentos menores; pues á sola la contracción de estos hiiitos se debe la ex- presión de la substancia medular que se asoma en botone i líos al ex- tremo del nervio cortado. Si en un animal vivo se irrita un nervio con el escalpelo, los músculos á quienes va este nervio entran en convulsión; pero el nervio se mantiene quieto é inmoble, sin que, ni aun con el mi- croscopio , se pueda observar en él la menor oscilación , lo que prueba que los nervios carecen enteramente de irritabilidad. Los nervios, desde su origen hasta el fin, se ramifican al pare- cer , como las arterias, esto es , que su tronco se separa en ramos, y estos en ramificaciones continuamente menores, y se unen también entre sí dando y recibiendo ramos mutuamente. Los nervios acompa- ñan freqüentemente á las arterias envueltos en una tela celular común. Los músculos son las partes del cuerpo que reciben los mayores nervios, y después los órganos de los sentidos á proporción de su tamaño ; al contrario de los que van á las visceras, que son peque- ños. Las membranas en general reciben pocos, excepto el cutis que tiene muchísimos. Son raros los nervios que van á los huesos, y en los planos todavía no se ha descubierto ninguno. Por los tendo- nes y ligamentos capsulares es cierto que pasan muchos; pero no se ha podido demostrar que den ramificaciones á la substancia de estas partes. Tampoco se han encontrado nervios hasta ahora en la dura y piamater, en la membrana aragnoidea del cerebro, cerebe- lo y médula espinal, ni en el cordón umbilical, en la placenta, en el amnio y en el corion. Los nervios en todas partes rematan en sutilísimos filamentos, cuya terminación se oculta á la vista, y aun ai microscopio; sin embargo, algunos nervios de los sentidos se ve manifiestamente que terminan en una pulpa blandísima , en todo semejante á la que re- cibieron del cerebro, como el nervio óptico, el auditivo y el olfa- torio. Acaban también en pezoncillos pulposos los nervios de la piel, de la lengua , del miembro viril y de los pechos. Por último, está anatómicamente demostrado que ningún nervio en su última 8 NER extremidad está vestido de la vayna membranosa dura; pero en muy pocos es perceptible que los abandone la piamater, que en- vuelve sus filamentos nerviosos: solo en el ojo se ve bien que quando el nervio óptico llega á este órgano se separa la piamater de la substancia medular. En los nervios hay que considerar los plexos y los ganglios, que son partes que forman los mismos nervios. (F. ganglios y plexos.) En cuyos artículos trataremos de su número, uso , &c. B. La Anatomía enseña el número de los nervios, su distribución en las diferentes partes del cuerpo humano, su estructura, &c. pero la Fisiología debe manifestarnos su utilidad en el mecanismo animal, sus funciones y facultades, esto es, sus usos: para hacerlo con toda la extensión necesaria, y manifestar las varias hipótesis que se han imaginado para explicar el mecanismo de la función de los nervios, que aun no conocemos bien, necesitábamos llenar muchas páginas ; y así nos remitimos á las obras grandes de Fisio- logía , contentándonos con trasladar lo que sucintamente dice Rí- cherand. »Los nervios obran por cierto movimiento, sea el que fuese. Par- tiendo de esta simple idea , se pueden distinguir muchas especies de movimientos nerviosos, uno que se dirige de la circunferencia al centro, y este es el movimiento de sensación, que vamos á estu- diar mas particularmente en este artículo; otro del centro á la cir- cunferencia, y este movimiento, producido por la voluntad , de- termina la acción de los órganos musculares, &c. ¿Por que medio las impresiones, producidas sobre los sentidos por los cuerpos que nos rodean , son transmitidas á lo largo de los nervios hasta el órgano encefálico? ¿Es por el intermedio de un fluido sutil; ó bien , los nervios pueden ser mirados como cuerdas vibrantes, así como lo han enseñado muchos Fisiólogos ? Esta últi- ma hipótesis es de tal manera absurda, que debemos asombrarnos del largo tiempo que ha estado en boga.Para que una cuerda oscile óexecute vibraciones, debe estirarse en toda su longitud, y suje- tarse por sus dos extremos. Los nervios no están tirantes; sus extre- midades, de ningún modo sujetas, se acercan y se apartan según la posición diferente, la tensión, la hinchazón, la repleción ó e! aplanamiento de las partes, y varían continuamente de distancia. Por otra parte, los cordones nerviosos, colocados entre dos pul- pas, la de su origen y la de su terminación, no pueden estar tiran- tes entre estos dos puntos. La fibra nerviosa es la mas blanda, la menos elástica de todas las fibras animales; quando se corta un ner- vio, sus dos extremos, lejos de separarse contrayéndose, se alargan por el contrario mutuamente mas allá que antes de cortarse; el pun- to de sección presenta muchos botoncitos medulares} formados por NER 9 la substancia nerviosa y blanca , que fluye por sus canalitos mem- branosos. Los nervios rodeados de partes, con los quales están uni- dos mas ó menos íntimamente, no podrían por otra parte executar vibraciones; en fin, admitiéndose posibilidad, la vibración de un solo filete debería ocasionar la de todos los demás, é inducir la tur- bación, la confusión y el desorden en los movimientos y en las sensaciones. Es mucho mas razonable creer que los nervios obran mediante un fluido sutil, invisible , impalpable, al quai daban los antiguos el nombre de espíritus animales. Este fluido desconocido en su natu- raleza, y solo apreciable por sus efectos, debe ser de una suma te- nuidad, pues se escapa á todas nuestras investigaciones. ¿Viene en- teramente del cerebro; ó bien es segregado igualmente por las túnicas membranosas de cada filamento nervioso? {Neukilemes. Reil.) Entre los principios constitutivos de la atmósfera hay algu- nos fluidos esparcidos generalmente como el eléctrico y el magnético. Estos fluidos, introducidos con el ayre en los pulmones, ¿no puer den combinarse con la sangre arterial, y conducirse ya al cerebro, ya á los demás órganos? ¿La acción vital no les comunica nuevas propiedades, haciéndoles experimentar combinaciones desconoci- das? ¿El calórico y el oxígeno entran como materiales en estas com- binaciones , que desnaturalizan el fluido, le vitalizan, y le comuni- can diferencias esenciales é incalculables? ¿Estas conjeturas no han adquirido cierto grado de probabilidad, desde que la analogía del galvanismo con la electricidad , presumida al principio por el autor de este descubrimiento, ha sido confirmada por los experimentos tan curiosos de Volta , repetidos, comentados y explicados actual- mente por todos los Físicos de la Europa. (F. galvanismo.) La acción del fluido nervioso pasa de la extremidad de los ner- vios hacia el cerebro para la producción de los fenómenos del sentimiento; pues la ligadura de los nervios extingue la sensibilidad de las partes colocadas debaxo de esta ligadura; siendo así que se- gún se verá en su lugar, esta acción se propaga desde el cerebro hacia las extremidades nerviosas, y del centro á la circunferencia, para producir los movimientos de todas especies. En sentido con- trario puede efectuarse á lo largo de los mismos nervios, y no hay necesidad de dividirlos en dos clases, y distinguirlos en sensitivos y motores. Todas las impresiones recibidas por los órganos de los sentidos, por las extremidades sensitivas de los nervios, son transmitidas á un mismo punto de la substancia cerebral. Aquí es donde existe el sensorio común; colocado por Descartes en la glándula pineal, cu- yos usos se ignoran; y por la Peyronie en el cuerpo calloso, que sirve de medio de unión entre los núcleos de la substancia medular, TOMO VI. B io NER que se hallan en el centro de cada uno de los lóbulos del cerebro, Ír que nos parece tener mas bien su asiento en la protuverancia ana- ar, especie de confluencia, donde se reúnen producciones ema- nadas del cerebelo y del cerebro. La existencia de un punto central, al quai se refieren todas las sensaciones, y del quai parten todos los movimientos, es necesa- ria á la unidad del ser viviente y á la armonía de sus acciones, sin las quales dexaria de vivir.» (F. sensaciones y sensibilidad.) Exposición abreviada de la distribución de los nervios. Los nervios se dividen en cerebrales y espinales: los primeros toman origen de la substancia medular del cerebro, del cerebelo y de la médula oblongata; y los segundos proceden de la médula espinal. Los nervios cerebrales componen trece pares: i.° par, nervios olfatorios: 2.° ópticos: 3.0 óculo musculares: 4.0 patéticos: f.° tri- géminos: 6.° abductores de los ojos: 7.0 auditivos: 8.° faciales: 9.0 glosofaríngeos: io.° vagos: n.° espinales accesorios de los va- gos: 12.0 linguales medios: 13.0 suboccipitales. Los nervios olfatorios nacen del cerebro con tres raices, dos medulares desiguales, y otra mas interna en parte cenicienta. Las dos medulares vienen del surco llamado cisura de Silvio, que se- para el lóbulo anterior del cerebro del posterior. La raiz cenicienta procede de la parte posterior del lóbulo anterior del cerebro. Re- unidas las tres raices forman un nervio que se dirige hacia delante por los surcos superficiales que se forma en los lóbulos anteriores del cerebro. En su principio es bastante ancho t seguidamente se angosta, y al fin remata en una especie de bulbo, cuya cara infe- rior se apoya sobre la hoja cribosa del etmoides, por cuyos aguje- ros pasan los numerosos filamentos en que estos nervios se dividen para entrar en la cavidad de las narices. Los nervios ópticos nacen de la parte posterior de los tálamos ópticos, y según algunos autores reciben también filamentos del doble centro semicircular y de los tubérculos quadrigéminos.Se diri- gen hacia fuera entre las piernas de la médula oblongata y los lóbu- los del cerebro , y después caminan hacía delante hasta el canal trans- versal que está delante de la silla turca , donde se arriman y unen. El sitio de esta unión es el que llama Zinn espacio quadrado del nervio óptico. Seguidamente vuelven á apartarse, y van hacia delante y afuera, á buscar los agujeros ópticos, por los quales salen á la ór- bita acompañados de la arteria oftálmica. Después se dirigen afuera muy obliqüos, y pasan entre los tendones de los músculos del ojo encaminándose hacia delante, afuera y abaxo, hasta que se intro- NER n ducen en la parte posterior é interna del globo de! ojo. Dentro del cráneo solo los viste la piamater; pero quando pasan á la órbita los viste ademas la duramater, que se prolonga hacia delante para en- volverlos. La substancia medular da origen á la retina, y por con- siguiente son el órgano principal de la visión. Los nervios óculo musculares nacen del borde interno de las piernas del cerebro en el ángulo que forman cerca del puente de V"arolio, y empiezan con un gran número de filamentos, que des- pués se reúnen en un solo haz. Se dirigen adelante, apartándose uno de otro, y agujerean la duramater debaxo de la punta ante- rior de la tienda del cerebelo. Baxan hacia delante y afuera por la pared externa de los senos cavernosos, cruzando á los nervios pa- téticos y á los oftálmicos. Quando llegan á la hendedura esfenoidal se dividen en dos ramas, una superior mas pequeña, y otra infe^ rior mas gruesa, que atraviesan la parte mas ancha de esta hende- dura , y entran en la órbita entre el lado externo del nervio óptico y la parte superior del músculo abductor del ojo. La rama menor se distribuye por el músculo elevador del ojo, y da un filamento que se pierde en el músculo elevador del párpado. La rama mayor- te divide en tres ramos, uno interno que pasa por debaxo del ner- vio óptico al músculo depresor, y otro externo mas largo que va al obliqüo pequeño, y da luego que nace un filamento grueso y corto, que concurre á formar el ganglio lenticular. Los nervios patéticos ,que son los menores de los cerebrales , na-r cen de debaxo de los tubérculosquadrigéminos inferiores, entre estos y la parte superior de lo que se llama la grande válbula de Vieussens. Dan vuelta por los lados de la protuverancia anular , y agujerean la duramater, detras»de las apófises clinoides posteriores, y debaxo de la punta que la tienda del cerebelo forma á cada lado. Suben por la pared externa de los senos cavernosos cruzando los nervios del tercer par. Entran en la órbita por la parte mas ancha de la hende- dura esfenoidal, y pasan por encima de los tendones de los múscu- los elevadores del ojo y del párpado, para ir á buscar el músculo rande obliqüo, por el quai se distribuyen divididos en muchos ilitos. Los nervios trigéminos salen de la parte inferior y anterior de las piernas del cerebelo, muy cerca de la protuverancia anular. Los filamentos de que se componen, se reúnen en un cordón grueso y plano, á modo de cinta, que dirigiéndose adelante y afuera, se desliza por el canal que forman las dos hojas de la duramater sepa- radas , y cuya entrada corresponde á la punta del peñasco, debaxo del seno petroso superior, y de la parte inmediata á la tienda del cerebelo. Desde este canal sigue entre las dos hojas de la durama- ter , y con la separación de los filamentos que le componen, pro- 12 NER duee una especie de plexo, llamado impropiamente ganglio d: Ga- serio. Seguidamente va extendiéndose á modo de pata de ganso, y se divide en tres ramos, que son el nervio oftálmico, el maxilar superior y el maxilar inferior. El nervio oftálmico ú orbitario es el superior ,' el mas pequeño y el más interno de los tres. Ebtá situado al lado externo é infe- rior del seno cavernoso: sube por la pared externa de este seno, cruzando al nervio óculo muscular , y se divide en tres ramos, que entran separados en la órbita por la hendedura esfenoidal. Estos tres ramos se deslizan entre el lado externo del nervio óptico, y el mús- culo abductor del ojo, y son el nervio frontal, el lagrimal y el nasal. El nervio frontal, que es el mas grueso de los tres, sigue por encima del músculo elevador del párpado, y se compone de dos ramos, uno interno y otro externo. El interno, que es el supertro- char de Mekel, algunas veces pasa por encima de la polea el mús- culo grande obliqüo del ojo, y otras al través de ella , y sale de la órbita para comunicar con el ramo que por debaxo de la polea viene del nervio nasal; y después de dar ramos al entrecejo, al músculo piramidal de la nariz, al superciliar y al párpado superior, sube por debaxo del occípito frontal á distribuirse por la frente. El ramo externo, que es mayor que el interno, sale de la órbita por el agujero ó escotadura orbitaria superior, y va á la frente; pe- ro antes da un ramo al párpado superior, y otro transversal que se anastomosa con el nervio facial. Después sube dividido en dos ra- mos, cuyas ramificaciones, unas subcutáneas y otras profundas,por encima y debaxo del occípito frontal se pierden en este músculo, en el superciliar y en los tegumentos de la frente. El nervio lagrimal, que es menor, se dirige hacia delante so- bre el músculo abductor del ojo. Da uno ó dos filamentos, que por la hendedura esfeno maxilar se comunican con filamentos del ner- vio maxilar superior, y otro ú otros que por los agujeros orbitarios externos salen de la órbita, y por los orificios malares pasan á la me- silla para comunicarse con el nervio facial; ó bien por dichos ori- ficios van á la fosa temporal, donde tienen comunicación con ra- mos del maxilar inferior. Después el tronco lagrimal se divide en varios ramos, que se distribuyen por la glándula lagrimal, y otros la atraviesan para ir á la conjuntiva. El nervio nasal se desliza obliqüamente entre el ramo superior del nervio <\e\ tercer par y la parte superior y posterior del óptico, á buscar la pared'interna de la órbita, que la sigue por debaxo del músculo grande obliqüo , y da algunas veces dentro del cráneo un filamento delgado, que con el filamento del ramo que del tercer par va al obliqüo pequeño, concurre á la producción del ganglio NER 13 lenticular ó ciliar. Este ganglio está aplicado á la cara externa del nervio óptico, y da por su parte anterior los nervios ciliares, que van al globo del ojo, formando dos hacecillos, uno superior y otro inferior. El primero se divide comunmente en tres filamentos, de los quales el del medio se subdivide en otros tres. El hacecito infe- rior se divide en otros dos, cuyos filamentos se introducen en el globo del ojo muy cerca del nervio óptico. Todos los nervios cilia- res caminan tortuosos junto al nervio óptico, horadan la túnica escle- rótica en dirección muy obliqüa, y se adelantan por entre esta mem- brana y la coroidea, á la que no dan ramo alguno, sino que adhe- ridas a ella siguen casi planos su cara exterior. Después el nervio nasal produce otro filamento que se une al último hacecito de ner- vios ciliares. Así que llega enfrente del agujero orbitario ó ctmoi- dal interno y anterior,da un ramo,que atravesando este agujero va á entrar en el cráneo, de donde sale luego por la hendedura que hay en las ranuras etmoidales á los lados de la apófisis cresta de ga- llo, y se divide en dos ramos, uno exterior y otro interior. El pri- mero baxa á ramificarse por la parte interna del lóbulo de la nariz, y por la base del tabique; el segundo baxa á distribuirse por las ventanas y tegumentos de la nariz. El tronco del nervio nasal sale de la órbita por debaxo de la polea del músculo grande obliqüo, por cuya razón le llama Mekel subtroclear : da filamentos á la po- lea, á la'carúncula lagrimal, á las vias lagrimales y á la conjunti- va: va á unirse fuera de esta cavidad con el ramo interno del ner- vio frontal, y se distribuye con él por los párpados, y por el pira- midal de la nariz, formando anastomosis con el ramo suborbitario y con el facial. El nervio maxilar inferior, que es el ramo medio de los trigé- minos, va á buscar el agujero redondo del esfenoides , por el quai sale á la fosa zigomática, y al paso por este agujero ó al salir de él, produce un ramo que entra en la órbita por la hendedura esfeno maxilar, da á la glándula lagrimal un ramo que se anastomosa con otro del nervio lagrimal, y juntos entran por los orificios orbitarios externos, y salen por los malares á distribuirse por el párpado in- ferior , por sus músculos y la piel. Sale también del maxilar supe- rior otro ramo pequeño, que sube por la cara externa de la apófise orbitaria del pómulo , se anastomosa con uno de los ramos del ma- xilar inferior, y atraviesa por el último la aponeurosis del crotáfi- tes para ¡r por debaxo de la piel el sinciput, y se comunica con el nervio facial. Después el maxilar inferior se sitúa en la parte superior y mas profunda de la fosa zigomática, y da dos ramos delgados, que ba- xan por detras de la arteria nasal, y se reúnen en un solo nervio que forma cerca del agujero esfenopalatino una especie de ganglio, 14 NER llamado por Mekel esfenopalatino, porque se apoya contra dicho agujero. Salen de este ganglio los nervios nasales superiores ante- riores , el terigoideo ó vidiano, los palatinos y el nasopalatino. Los nervios nasales superiores anteriores nacen del lado ante- rior del ganglio, pasan por el agujero esfenopalatino á las narices, y se reparten por la porción de la membrana pituitaria, que viste las células etmoidales posteriores, la concha superior, el tabique de la nariz y la parte superior de las fosas nasales. El nervio teri- goideo de Haller, y vidiano de Mekel, sale de la parte posterior del ganglio, y se introduce en el conducto terigoideo ó vidiano, dentro del quai da dos ó tres filamentos, que son los nervios nasa- les superiores posteriores, que van á la parte posterior de las nari- ces, y se distribuyen por la porción de la membrana pituitaria que entapiza la parte posterior é inferior del tabique de la nariz. El nervio terigoideo en la extremidad posterior del conducto terigoi- deo se divide en dos ramos, uno superior ó superfiliar , y otro in- ferior ó profundo. El superior camina hacia atrás por debaxo de la duramater, y se mete por el agujero anónimo de Ferrein, para ir por el aqüeducto de Falopio á comunicarse con el facial. El ra- mo inferior se introduce en el conducto carotideo, por la parte in- ferior y anterior de su segunda corvadura, atravesando la mem- brana fuerte ó lámina ósea, que le cierra en este parage, y baxan- do se une con un ramo del sexto par, con quien forma un nervio, que es el principio ó la raíz del intercostal. Los nervios palatinos salen de la parte inferior del ganglio esfe- nopalatino, baxan entre la cueva de Higmoro y la apófisis terigoi- des, y en este camino, quando nacen ya divididos, se parten en tres ramos, uno anterior, otro posterior y otro externo. El ante- rior se mete en el conducto palatino posterior, dentro de él da uno ó dos filamentos nerviosos, que son los nasales inferiores de Me- kel , que atraviesan los agujeritos que suele haber en la porción na- sal del hueso palatino, y van á la parte inferior de las narices,para distribuirse por la membrana pituitaria. Después el ramo anterior sale al paladar por el agujero palatino posterior, dividido entres ramos, dos internos y uno externo. Este se distribuye por la parte externa de la membrana del paladar y por la interna de las encías; y los dos internos por los surcos que les forman las eminencias óseas del paladar, se adelantan á esparcir sus filamentos por la encía que corresponde al colmillo y á la muela inmediata. El ramo palatina posterior entra en el conducto terigopalatino, por el quai sale al paladar, por detras del corchete de la porción interna de la apófisis terigoides, y se divide en dos ramos, que se reparten por la aga- lla de su lado, por el músculo estafilino interno , por el velo del pa- ladar y por la campanilla. El ramo palatino externo baxa por la su- NER i$ perficíe posterior del seno maxilar, y entra en el conducto palatino posterior, y sale al paladar por el conducto ó conductos accesorios para ramificarse por la campanilla, las glándulas del paladar y la agalla de su lado. El nervio nasopalatino nace de la basa de dicho ganglio , y en- tra en las narices por una hendedura particular que Scarpa llama hendedura esfeuopalatina. Después por entre el periostio y la mem- brana pituitaria baxa hasta la parte mas inferior y anterior del ta- bique óseo, y mudando aquí de dirección sale al paladar por un conducto propio, que empieza en esta parte, y va á abrirse en el paladar, detras de la encía del correspondiente á los dientes inci- sivos anteriores, entre los conductos incisivos del Stenon. Así que el nervio nasopalatino sale por este orificio al paladar: se junta con su compañero para formar una especie de plexo, que dividido en tenuísimos filamentos, remata en el pezoncillo membranoso que hay detras de dicha encía. El nervio maxilar superior entra después en la órbita por el ca- nal suborbitario; pero antes da uno ó dos ramos, llamados nervios dentarios posteriores, que quando son dos se distinguen en exter- no é interno. El interno da un ramo anterior, que penetra el seno maxilar por una de las aberturas de su tuberosidad, y va á comu- nicarse con el nervio dentario anterior, y da otros filamentos pos- teriores, que por los conductos dentarios van á las raices de las quatro últimas muelas. El externo remata en las encías, en el mús- culo buccinador, y algunas veces en las últimas muelas. Después el tronco del maxilar en el canal suborbitario toma el nombre de nervio infraorbitario, y cerca de la abertura anterior produce el nervio dentario anterior, que casi en el sitio del colmillo se divide en dos tronquitos, que van, el uno á los dientes incisivos y cani- no, y el otro retrocediendo á las dos ó tres primeras muelas, se anastomosa con el nervio dentario posterior. El tronco infraorbita- rio, después de salir por el agujero orbitario inferior, se divide en siete ramos, tres nasales subcutáneos, que por detras del músculo elevador, propio del labio superior, van á la nariz, y quatro la- biales superiores, que van á los labios, á sus músculos y á la mem- brana interna de la boca. Todos los ramos del nervio infraorbita- rio se anastomosa de tantos modos entre sí y con ramos del nervio facial, que forman una especie de plexo, que se llama suborbitario. El maxilar hiferior sale del cráneo por el agujero maxilar inferior, y apenas llega á la fosa zigomática, produce cinco ó seis ramos, que son el nervio temporal superficial ó auricular, el masetérico, los dos temporales profundos, el buccinador y el terigoideo. El temporal superficial, formado por lo común de dos raíces que abrazan la arteria meníngea, se dirige hacia fuera, entre el i6 NER cóndilo de la mandíbula y el conducto auditivo, al quai da lino ó mas ramos profundos. Después baxa cubierto del tronco de la arteria temporal, y produce otros dos ramos mayores, uno su- perior que remata en el nervio facial, y otro inferior, que dando vuelta al cuello de la mandíbula, se divide en dos ó tres filamen- tos, que se unen con ramificaciones del nervio facial. Luego el nervio temporal superficial sube entre el cóndilo de la mandíbula y la parte superior de la oreja, á la quai da filamentos , sigue acom- pañando la arteria temporal, y se reparte en numerosas ramifica- ciones por los tegumentos de las sienes, colodrillo y frente, for- mando anastomosis con el nervio facial y con un ramo del cervi- cal segundo. El nervio masetérico se dirige hacia afuera á lo largo de la apófisis articular del temporal, y por encima del músculo teri- goideo externo: da ramos á la membrana capsular de la articula- ción de la mandíbula, y después , pasando entre la apófisis coro- noides y el cóndilo de la mandíbula, se introduce en el músculo masetero, donde remata. Los nervios temporales profundos son comunmente dos, uno anterior y otro posterior. Ambos suben, formando redes ó anasto- mosis por el espesor del músculo crotafites en quien fenecen. El nervio buccinador ó bucal baxa por entre el músculo tempo- ral y el terigoideo externo, después pasa entre el interno y la ra- ma de la mandíbula inferior, siguiendo la cara externa del músculo buccinador, y sus ramificaciones se pierden en este músculo, en los labios y en los tegumentos de la boca. El nervio terigoideo baxa entre el músculo terigoideo externo, y el origen del peristafilino externo para consumirse en el terigoi- deo interno. El tronco del maxilar á poco trecho de haber dado los nervios referidos, se divide en dos ramos principales, uno anterior y otro posterior. El anterior, llamado nervio lingual, sale mas allá del músculo terigoideo interno , y recibe un nervio llamado cuerda del tambor¡ que nace del nervio facial, y sale de la caxa del tambor, por la cisura de Glaser, estableciendo una comunicación directa entre el oido y la lengua. El nervio lingual baxa después á la fa- ringe, á quien da ramos, como también á las agallas y al músculo terigoideo interno; sigue entre este músculo y la rama de la man- díbula; se mete entre el músculo milohioideo y el estilogloso, pa- sando por encima de la glándula maxilar, junto á la quai da varios ramos en forma de red ó plexo, que constituyen el ganglio maxi- lar, de quien van numerosos filamentos á la glándula maxilar y á la sublingual; y por último, dividido en muchas ramificaciones, da fin en la lengna y sus músculos. NER i? El ramo posterior del maxilar inferior conserva el nombre del tronco, por ser tan grueso, que parece su continuación, y porque se mete por el agujero rasgado de la mandíbula inferior con la ar- teria y vena del mismo nombre; pero antes da un filamento delga- do , llamado milohioideo, que baxa por el surco superficial de la cara interna de la mandíbula, y fenece dividido en un gran núme- ro de filamentos en el músculo milohioideo, en el digástrico y en la glándula maxilar. El ramo posterior sigue el conducto maxilar por debaxo de los alveolos de las muelas , á quienes envia ramos, y quando llega al alveolo del colmillo, se divide en dos ramos, uno que por de- baxo de los alveolos del colmillo y de los dientes incisivos de su lado da ramitos á estos, y otro que retrocede para salir por el agujero de la barba á la cara por debaxo del músculo triangular, y dividido en varios ramitos se distribuye por los músculos y glán- dulas del labio inferior, anastomosándose con ramitos del nervio facial. Los nervios abductores de los ojos nacen principalmente de los cuerpos piramidales y del puente de Varolio, con varios filamentos que se reúnen en uno ó dos cordones, se dirigen hacia adelante pasando por debaxo del puente, y en la punta del peñasco agu- jerean la duramater para entrar en el seno cavernoso, donde cru- zan la arteria carótida, pegados á su lado externo y parte inferior, y sumergidos como ella en la sangre de dicho seno. Aquí dan un filamento delgado, blando y roxizo, que suele dividirse en dos hi- litos que entran en el conducto de la carótida, abrazan dicha ar- teria , y se vuelven á reunir en un filamento, en el quai se inxiere el ramo profundo del nervio terigoideo, y concurre con él á for- mar el nervio intercostal. Después los nervios abductores de los ojos entran en la órbita por la hendedura esfenoidal, y atraviesan parte del músculo abductor del ojo, en quien fenecen, y de quien toman el nombre. Los nervios auditivos, conocidos vulgarmente con el nombre de porción blanda del séptimo par, nacen con dos ó tres raices de las márgenes del surco que divide verticalmente el espacio rom- boideo del quarto ventrículo. Estas raices se dirigen hacia fuera, y Í'unto á la basa de la porción descendente de las piernas del ccre- >eIo se reúnen y forman como dos cintas, que van á buscar el con- ducto auditivo interno, en quien entran con el nervio facial, y se dividen en ramos que se introducen por pequeños agujeritos en el laberinto. Los nervios faciales, llamados comunmente porción dura del séptimo par y nacen con varias raices de la fosa quadrilátera que hay entre los cuerpos olivares y la margen inferior de.l puente de Va- TOIKO VI. C i8 NER rolio. Entran junto con los auditivos en el conducto auditivo in- terno, y después se introducen en el aqüeducto de Falopio, cuya dirección siguen hasta"eT agujero estílomastoideo. Dentro de este conducto y enfrenteÜ de la cara superior del peñasco se une al nervio facial el ramo superficial del nervio vidiano, que entra en el aqüeducto por el agujero anónimo de Ferrein. Poco después da el nervio facial un filamento al músculo interno del martillo, y otro que atravesando la base de la pirámide va al estribo. En fin, da origen á otro mas considerable, llamado la cuerda del tambor, que después que baxa un cierto trecho con el tronco, se reflecta hacia arriba, y por un conducto óseo esculpido delante del aqüe- ducto va á entrar en la caxa del tambor. Aquí sigue por entre el yunque y el martillo, sube por encima del tendón del músculo in- terno del martillo, al quai se pega, sale de la caxa del tambor por la cisura de Glaser, y se une con el nervio lingual del maxilar inferior. Luego que el nervio facial sale del aqüeducto de Falopio pof el agujero estílomastoideo, produce enfrente de la punta de la apó- fisis mastoidea dos ramos profundos, uno interno y otro externo* El externo, que Haller llama auricular•, da vuelta hacia atrás al re^ dedor de la apófisis mastoides, se anastomosa con el ramo auricu- lar del segundo par cervical, sube por detras de la oreja, y se di- vide en dos ramos, de los quales el uno se distribuye por ella, y el otro se consume en la piel y en los músculos occipitofrontal y esplenio. El ramo interno se subdivide en otros dos, uno anterior y otro posterior. El anterior, que Mekel llama estílomastoideo, se reparte por este músculo: el porterior, que es el digástrico de? Mekel, abraza ó agujerea el músculo de este nombre, y después se divide en dos ramos, uno menor que va á inxerirse en el ramo laríngeo del vago , y otro mayor que sube á buscar el agujero ras* gado posterior, y se anastomosa con el nervio glosofaríngeo. Después el tronco facial baxa atravesando la glándula parótida, y en medio de ella se divide en dos grandes ramas, una superior y otra inferior. La superior se divide en dos grandes ramos, que son el temporal y el facial rigurosamente dicho, que se emplea todo en la cara. Estos dos ramos unidos entre sí de varios modos dentro de la misma glándula, ó bien solo el facial aumentado con ramosi del temporal superficial, procedente del, maxilar inferior, forman una especie de arco ó plexo, llamado pata de ganso. El ramo temporal sube, recto por la cara externa de la espan-* sion aponeurótica del crotafites, dividido en ramos anteriores, y en otros posteriores que se reparten por la parótida, por la oreja, y por dicha aponeurosis, y se anastomosan entre sí, y coa ramos del segundo par cervical y del maxilar inferior. NER 19 Las ramificaciones del primer ramo anterior se anastomosan con los ramos subcutáneos temporales del maxilar superior y con otros del nervio frontal, y se pierden en la ceja y en el músculo frontal. El segundo ramo anterior, que Mekel llama orbitario superior, se divide en ramitos, que van á rematar en el músculo orbicular de los párpados , anastomosándose con el nervio palpebral superior. El tercer ramo anterior ú orbitario inferior se reparte por los mús- culos orbicular de los párpados y zígomático, y se comunica con el facial siguiente, con los palpebrales inferiores, con los malares cutáneos y con el nasal del oftálmico. El ramo facial, mayor que el temporal, se dirige transversal- mente adelante , y sus ramificaciones contribuyen principalmente á formar el plexd arriba dicho. Los ramos faciales primitivos que sa- len de este plexo suelen ser tres, que subdivididos en muchas ra- mificaciones se reparten por todas las partes de la cara desde la frente hasta el ángulo de los labios. En estos parages forman anas- tomosis entre sí y con la mayor parte de los nervios de la cara, y ademas con otros ramos del infraorbitario componen, como hemos dicho, la famosa red ó plexo suborbitario. La rama inferior del tronco facial se divide dentro de la paró- tida en dos grandes ramos, uno anterior y otro posterior. El an- terior baxa hacia el ángulo de la quíxada, y se divide luego en dos ramos. El primero se llama bucal, porque se distribuye por la gordura de la boca, y el segundo angular, porque sigue la mar- gen inferior de la quíxada. Ambos van principalmente á los mús- culos del labio inferior, dividiéndose y comunicándose con otros nervios de estas partes. El ramo posterior baxa hasta los tegumen- tos del cuello, y se ramifica por el músculo cutáneo y la gordura, glándulas y tegumentos del cuello y de la laringe, comunicándo- se con ramitos subcutáneos del segundo par cervical, con el men- tal y con el angular. Atendidas las numerosas anastomosis y plexos de los ramos del nervio facial, se ve con quanta razón le dio Winslow el nombre de simpático pequeño. Los nervios glosofaríngeos, que Winslow llama ramos lingua- les del octavo par, toman origen de casi el mismo sitio que el fi- lamento superior de los nervios vagos, que describiremos luego. ios glosofaríngeos suben obliqüamente hacia delante y afuera, y atraviesan la duramater por un agujero particular para meterse en la porción anterior del agujero rasgado posterior. Apenas sa- len de este agujero, media entre ellos y el vagóla vena yugular interna, y reciben un ramitodel nervio digástrico y otro del tron- co del Vago, y apoyados contra la carótida cerebral pasan por en- cima de ella, y baxan siguiendo la dirección del músculo estilo- 20 NER gloso, divididos en varios ramos que van á la lengua y sus másen- los, y á los de la faringe. Los que van ala faringe forman una es- pecie de plexo, del quai baxa un tronquito, que unido con los nervios blandos del grande ganglio del intercostal, ó con ramos del vago, forma el plexo que acompaña los ramos de las carótidas externas. Los nervios vagos, que son los simpáticos medianos de Wins- low, nacen de los cuerpos olivares, ó de junto al lado externo do ellos. Las raices de estos nervios suelen ser diez, once ó doce fi- lamentos chatos, que freqüentemente se reúnen en tres, quatro ó cinco paquetes paralelos, entre las raices superiores del nervio es- pinal y el cordón que constituye el nervio glosofaríngeo. Los pa- quetes atraviesan la duramater por uno ó mas agujeros separados, aunque se meten en la misma porción anterior del agujero rasgado posterior. Apenas sale del cráneo se juntan para formar un solo tronco, que se pega por un cierto trecho al nervio lingual medio, al ganglio cervical superior del intercostal, contra cuya parte ex- terna se apoya, y á la asa nerviosa. Inmediatamente da un fila- mento que se comunica, como hemos dicho, con el nervio gloso- faríngeo , y después baxa por la parte anterior y lateral del cuello delante del músculo recto ma^or anterior de la cabeza y del largo del cuello, acompañando á la arteria carótida , á la quai le une un texido celular ñoxo que abraza y ata al mismo tiempo el intercos- tal y la vena yugular interna, £1 primer ramo que aquí da es el nervio laríngeo, que pasa por detras de los ramos de la carótida, y acompaña á la arteria la- ríngea , y encaminándose por detras del músculo hiotiroideo se di- vide en dos ramos, uno externo y otro interno. El externo da una ramificación, que unida con otra del primer ganglio del intercostal produce ramos que se reparten por los músculos de la laringe y de la glándula tiroidea. El ramo interno sube á la laringe por encima del borde de la ternilla tiroides, y se divide en quatro ramos prin- cipales que se reparten por el epiglotis, por la membrana interna de la laringe, y por sus músculos. Después el nervio vago á la mitad del cuello, suele comunicarse con un grueso ramo del nervio lingual medio; pero junto á la ter- cera vértebra cervical da constantemente uno ó dos ramitos que contribuyen á formar el plexo cardiaco superior, así como en la parte inferior del cuello; pero solo en el lado izquierdo- da otros que entran en la composición del plexo cardiaco inferior, cuyos plexos explicaremos en el intercostal. En el lado derecho no da ninguno, porque en este lado vienen del recurrente. Seguidamente los nervios vagos se introducen en el pecho> el derecho por delante de la arteria subclavia derecha, y el NER 21 izquierdo por delante de la parte izquierda del arco de la aorta, y ambos por detras de las venas subclavias, y junto á la par- te inferior de las dos arterias producen el nervio recurrente. El del lado derecho nace mucho mas alto que el izquierdo, y ambos se encorvan para abrazar con el tronco del nervio vago en forma de asa á las dos arterias dichas. Después suben por detras de la ca- rótida á la glándula tiroidea, y se introducen en la parte inferior de la laringe , dividiéndose en muchos ramitos, que se pierden en sus músculos y membrana interna, comunicándose con el nervio laríngeo. El nervio recurrente izquierdo da filamentos al plexo car- diaco inferior; y ambos dan también algunos que abrazan las ar- terias pulmonares á manera de asa, y penetran con ellas los pulmo- nes, á cuyo plexo anterior pertenecen. El tronco del vago se inclina posteriormente para esconderse detras del bronquio y pulmón de su lado, y da muchos ramos que hacen al rededor de cada bronquio y vasos pulmonares un cntrete- xido llamado plexo pulmonar posterior, mucho mayor y mas cono- cido que el anterior. El plexo posterior en el lado derecho se com- pone, ademas de los filamentos del vago, de un ramito que viene del primer ganglio torácico, y en el izquierdo concurre ademas á su formación el nervio recurrente. Después los nervios vagos baxan por detras de los pulmones fuera del saco de la pleura, pero meti- dos entre las hojas del mediastino posterior; conforme baxan, el izquierdo se va haciendo anterior, y el derecho pasa á la parte pos- terior del esófago, á quien ambos dan muchas ramificaciones, que se cruzan entre sí, y forman dos plexos, uno anterior menor y otro posterior mayor, que se comunican al rededor del esófago. Los troncos de los vagos, hechos ya el uno anterior y el otro posterior, suelen llamarse cordones estomáticos, y se introducen en el vientre con el esófago. El cordón anterior, unido con algunos filamentos que le da el posterior, va á la parte derecha del estómago y á la parte anterior de su pequeña corvadura. De aquí envía ramos á la grande corva- dura , á sus dos caras y al lóbulo de Spigelio, donde se anastomo- san con el plexo hepático ; y otros á la parte izquierda del estó- mago que se mezclan con ramos del plexo esplénico. Da también Otro ramo que se pierde en el plexo solar. El cordón posterior da al rededor del orificio superior del es- tómago numerosos ramos, que forman un plexo que le rodea á mo- do de corona; otros que se juntan con el cordón anterior; y otros que se reparten por las dos caras del estómago y por la pequeña corvadura. Tres ó quatro ramos anteriores van con la arteria coro- naria estomática al tronco de la celiaca para concurrir á la forma- ción de los plexos hepático y esplénico. Por último, un grande ra-> 22 NER mo, pero corto, del cordón posterior'va al plexo solar.' Los nervios espinales accesorios de los vagos nacen de la parte lateral y un poco posterior de la médula espinal entre el ligamento» dentado y los filamentos posteriores de los nervios cervicales. Su primera raíz es un filamento delgado que procede á veces de la médula que corresponde al origen del séptimo par cervical; y otros de junto al origen del sexto, ó quinto ó quarto, y aun del terce- ro. Suben los espinales casi rectos, pegados á la médula, y en cada intervalo de los nervios cervicales reciben un nuevo filamento. Quando están para salir del conducto vertebral se dirigen hacia fue- ra, y se pegan á la parte posterior del nervio suboccipital, de quien suelen recibir un filamento grueso. Después se encaminan por detras de la arteria vertebral para entrar en el cráneo por el agujero occipital, y apartándose de la médula oblongada se arriman al ner- vio vago, reciben de la parte lateral de dicha médula tres ó quatrO fibras nérveas, y salen con el nervio vago del cráneo por el aguje- ro rasgado posterior. El tronco del espinal abandona después al nervio vago, de quien le separa el hipogloso, al quai está comunmente muy adhe- rido. Pasa luego por detras de la vena yugular interna, y atraviesa la parte superior y posterior del másenlo externo-cleidomastoideo, á quien da filamentos que se juntan con los que recibe del tercer par cervical. Seguidamente se engruesa con la agregación de uno ó dos ramitos del segundo y tercer par cervical, y después de anasto- mosarse con el quarto y quinto, baxa acompañado de la arteria transversal del cuello por toda la longitud del trapecio , por el quai al fin se ramifica. Los nervios linguales medios ó hipoglosas nacen del surco que separa las eminencias piramidales y olivares con nueve, diez ó do- ce filamentos que salen del cráneo por los agujeros condiloideos anteriores, y después se unen en un tronco asido al nervio vago y al espinal entre quienes se halla. Aquí el tronco recibe un filamen- to del nervio glosofaríngeo, se comunica con el primer ganglio del intercostal, se le agrega un ramítodel ramo anterior del nervio sub- occipital , y luego baxa pasando por delante del nervio vago y de la carótida cerebral y por detras de las vena yugular interna , para ir detras del músculo externo-cleidomastoideo. A una pulgada de la salida del cráneo da el gran ramo descen- dente , que baxa por el lado interno de la vena yugular, y en la par- te media del cuello se encorva para subir hacia su parte superior, don- de se divide en dos ramos, que van á juntarse con otros dos de las ramas anteriores del primero y segundo par cervical. De la conve- xidad de este ramo salen ramificaciones que van á los músculos de la parte anterior del cuello, á la gordura y glándulas yugulares.. NER 23 El nervio lingual sube después formando un arco, y se mete entre los músculos milohideo y hiogloso, para dividirse en muchas rami- ficaciones que se pierden en los músculos de la lengua, y se unen con otras del ramo lingual del quinto par. Los nervios suboccipitales vienen del fin de la médula oblon- gata y principio de la espinal con varios filamentos, que forman uno, y otras veces dos planos de fibras, que se reúnen hasta que atraviesan la duramater, y van á buscar el primer agujero de con- junción , pasando por debaxo de la arteria vertebral. Apenas salen del conducto del espinazo forman una especie de ganglio, y lue- go se dividen en dos ramas, una anterior bastante larga y otra pos- terior mucho mas corta. La rama anterior se dirige hacia delante pasando entre la apó* fisis mastoidea del temporal y la transversa de la primera vértebra, y abraza la parte anterior de esta apófisis formando con la rama an- terior del primer par cervical una especie de asa nerviosa. Formada esta, la rama anterior se divide en tres ramos que van, el uno al tronco del nervio vago, el otro al del lingual y el tercero al pri- mer ganglio del intercostal. En el canino la rama anterior da va- rios filamentos al músculo recto lateral de la cabeza, otro que baxa por el agujero de la apófisis transversa de la primera vértebra, y se divide en varios hilitos que se distribuyen por la arteria vertebral, otro que va al recto anterior pequeño de la cabeza y otro al grande. La rama posterior sube hacia atrás, y se divide en siete ú ocho ramos, de los quales el i.° sube hacia el músculo obliqüo peque- ño de la cabeza, pasa por debaxo de él, y se pierde en la apófi- sis mastoidea. El 2.0 acompaña al primero hasta dicho músculo, en quien se pierde. El 3.0 y el 4.0 caminan por detras del músculo gran recto posterior de la cabeza, en quien terminan las ramifica- ciones del tercero; pero el quarto le atraviesa, y se pierde en el recto posterior pequeño. El 5.0, que es muchas veces doble, se emplea todo en el músculo complexo. El 6.° baxa hasta el obliqüo inferior, en quien da fin. El 7.0 y el 8.° baxan por detras del mús- culo que acabamos de nombrar, para rematar en el ramo posterior del primer par cervical, con quien suben á distribuirse por el oc- cipucio. Los nervios espinales tienen de comün que nacen de la médula espinal con dos series de raices, que reunidas en un tronco salen por los agujeros de conjunción, y forman un ganglio que produce dos ramas, una anterior y otra posterior. Se dividen estos nervios en siete pares cervicales, doce dorsales, cinco lumbares y seis sacros. Los nervios cervicales se hallan descritos en el artículo cer- vical. (F. dicho artículo.) El nervio diafragmdtico es muchas Yeces un tronquito produ- 24 NER cido por'las dos ramificaciones en que se divide el ramo descendente del nervio lingoal, unidas á dos ramos del primero y segundo par cervical; pero se le añaden otras dos raices, una del tercer par cervical, y otra del quarto, que es la principal. Formado así, baxa por la parte anterior y lateral del cuello entre el músculo gran recto anterior de la cabeza y el escaleno anterior, y en el camino suele recibir algunas veces un ramito del quinto y sexto par cervical, y otro del ganglio cervical inferior del intercostal. Se introduce en el pecho entre la arteria y vena subclavia, se pega á los lados del mediastino, pasa por delante de la raíz de los pulmones, baxa so- bre el pericardio, á quien está muy adherido, y se encamina al diafragma para ramificarse por las carnes de este músculo, atrave- sando algunas para unirse con los ramos del plexo solar. Los mayores ramos anteriores de los quatro últimos pares cervi- cales , baxando obliqüos entre los músculos escalenos anterior y me- dio , se unen entre sí y con el primer par dorsal , para formar el plexo braquial, de quien salen los nervios braquiales. Estos son seis; á saber, el nervio músculo-cuta neo, el mediano, el cubital, el cu- táneo interno, el axilar y el radial.Los quatro primeros salen de la parte anterior del plexo y los otros dos de la posterior. El nervio músculo-cutáneo toma origen de un cordón grueso del quarto par cervical, y de otro del quinto, baxa hacia la parte media del músculo coracobraquial, y produce dos ramos, uno an- terior para dicho músculo, y otro posterior que se une al nervio mediano. Seguidamente atraviesa dicho músculo, y se echa detras del biceps, donde da un ramo largo, que con el ramo posterior baxa á juntarse con el nervio mediano encima del cóndilo interno del húmero. Continúa después su camino entre el músculo biceps y el braquial interno hasta cerca de la articulación del codo , y en este trecho produce tres ramos, dos cortos para las dos cabezas del biceps, y otro mas largo para el braquial interno. Después se mete debaxo de los tegumentos del antebrazo á lo largo de la cara con- vexa y borde externo del supinador largo, da muchos ramitos á la piel, y junto á la articulación de la muñeca se divide en muchos ramos, que pasan por la convexidad de los tres primeros huesos del metacarpo hasta los dedos. El nervio mediano procede principalmente del sexto y séptimo par cervical; pero el quinto contribuye también á su formación con dos filamentos que se unen con otros del sexto par, y recibe ade- mas los dos ramos del nervio músculo-cutáneo. El nervio mediano, entre cuyas raices pasan los vasos axilares, baxa por detras del bor- de interno del músculo biceps, y al lado interno de la arteria bra- quial , y se mete detras de la aponeurosis del biceps. Quando llega ai doblez del codo produce tres grandes ramos para los músculos NER 25 de la cara interna del antebrazo , y de uno de ellos se separa un fi- lamento que baxa á lo largo de la cara anterior del ligamento inter- óseo hasta el pronador quadrado,en quien remata. Después el ner- vio mediano pasa por detras del pronador redondo, baxa entre el sublime y el profundo, encaminándose á la muñeca, y quando está para pasar por debaxo del ligamento anular interno del carpo pro- duce un ramo, que sube por delante de este ligamento para dis- tribuirse por los músculos abductor y flexor cortos del pulgar, y por la piel. Seguidamente se mete detras de dicho ligamento con los tendones de los músculos sublime y profundo , y hacia las ba- sas de los huesos del metacarpo se divide en cinco ramos. El pri- mero va á los músculos abductor y flexor corto del pulgar , y los otros quatro son los nervios digitales palmares. El primer digitalbaxa por el, primer hueso del metacarpo , da un filamento al músculo abductor del pulgar, y se divide en dos ramos que van í los bordes radial y cubital de este dedo. El segundo camina entre el primero y segundo hueso del metacarpo, da un filamento al primer músculo lumbrical, y sigue la cara interna y borde radial del dedo índice. El tercero pasa entre el segundo y tercer hueso del metacarpo, envia un filamento al segundo lumbrical, y se di- vide en dos ramos que van al borde cubital del dedo índice y al radial del dedo medio. El quarto, situado entre el tercero y quar- to hueso del metacarpo, da un filamento al tercer lumbrical, y re- mata en dos ramos destinados al borde cubital del dedo medio y al radial del anular. Todos los nervios digitales dan ramos á los tegu- mentos de los dedos, y á las vaynas que encierran los tendones de sus músculos flexores. Procede el nervio cubital de un cordón perteneciente al sép- timo par cervical y al primer par dorsal, con quien se junta un ra- mo grande y corto del sexto par. Baxa por la parte interna del brazo hasta cerca del codo, donde produce dos filamentos, que van al tríceps braquial y á los tegumentos. Seguidamente se enca- mina por detras del cóndilo interno del húmero, entre el quai y el olecranon pasa, atravesando el músculo cubital interno para ir al antebrazo. Da ramos ala capsula articular, á dicho músculo, al sublime y al profundo. Cerca de la muñeca se divide en dos ramos, uno externo y otro interno. El primero volviéndose hacia fuera en- tre el tendón del músculo cubital interno y el hueso cubito da fi- lamentos á la articulación de la muñeca, y remata en dos gruesos ramos, que son los nervios digitales dorsales, que el radial no produce. Estos baxan por la convexidad del dedo meñique y del anular para repartirse en filamentos por estos dedos. El ramo inter- no pasa entre los tegumentos y el ligamento anular interno inmedia- to al hueso pisiforme,y en la palma de la mano se divide en tres ra- tomo vi. d 26 NER mos, uno interno jr profundo llamado interóseo, y dos superficia- les, que son los digitales palmares que en el nervio mediano no da. El ramo interóseo va del borde cubital y parte superior de la mano á su borde radial y parte inferior, y se introduce debaxo de los tendones de los músculos sublime y profundo, de los lumbri- cales y del adductor del pulgar, á quienes da filamentos, como á los interóseos internos y externos. De los ramos superficiales el uno> que puede llamarse digital quinto, da un ramo que hacia la cabeza del tercer hueso del me- tacarpo se une con el quarto digital del nervio mediano. Después se divide en dos ramos, uno de ellos baxa entre el quarto y quin- to hueso del metacarpo, y se subdivide en dos grandes filamentos destinados al borde cubital del dedo anular y al radial del meñi- que , dando antes un filamento al quarto lumbrical; el otro baxa por el quinto hueso del metacarpo, dando filamentos al flexor corto del dedo pequeño, y se pierde en el borde cubital de este dedo. El otro ramo superficial, que puede llamarse digital sexto, distri- buye ramos al flexor corto del dedo pequeño, á su abductor y opo- nente, y después baxa por el lado cubital del dedo pequeño para perderse como los otros en los tegumentos. El nervio cutáneo interna nace casi enteramente del primer par dorsal, pues es muy poco lo que contribuye á su producción el séptimo par cervical. Baxa por la parte interna y un poco poste- rior del brazo entre los tegumentos y la vayna aponeurotíca, y se divide en un gran número de ramos que se pierden en la piel y texido celular, tanto de su cara externa , como de la interna hasta el dedo meñique. JLXnervio axilar, que otros llaman articular ó circunflexó , re- sulta de dos cordones del quarto y quinto par cervical, á los quales suele añadirse otro que viene del sexto, y sale del plexo braquial con otros dos cordones notables, que el uno va al músculo subesca- pular, y el otro al redondo mayor y el gran dorsal. Luego se me- te por detras del cuello del húmero, y se divide en dos ramos: el uno va enteramente al borde inferior del redondo pequeño ái-> vidido en un gran número de filamentos, y el otro por delante del cuello del húmero se reparte por la cápsula articular, y por la cara interna del deltoides. El nervio radial unas veces viene de un cordón del sexto par cervical, al quai se junta otro del séptimo par y otro del axilar, y otras veces concurren á formarle los tres ó quatro últimos pares cervicales y el primero dorsal. Baxa obliqüamente hacia atrás y afuera acercándose al húmero, al que rodea en el sitio en que la porción larga del tríceps braquial se junta con la externa , y da tres gruesos ramos á las tres porciones de este músculo. Después el ner. NER 27 vio radial vuelve í pirecer en la parte media, inferior y externa de este hu.-so , donde da primero un ramo al músculo supinador largo, y luego baxa entre este y el. braquial interno. Antes de lle- gar il codo despide un gran ramo que va hacia fuera por los te- gumentos de la parte radial y externa del antebrazo hasta la muñeca. El nervio radial continuando su descenso se esconde entre el supinador largo y el primer radial externo, y produce un ramo, de quien reciben un gran número de filamentos el supinador corto y los dos radiales externos, y atravesando el espesor del primero, va á la cara externa del antebrazo á distribuirse por casi todos sus músculos; pero ademas se desprende de él un ramo que baxa por la cara externa del ligamento interóseo, pasa por debaxo del liga- mento anular externo, y se divide en muchos filamentos que se pierden en la convexidad del carpo y músculos interóseos. El nervio radial debaxo de la parte media del antebrazo se echa hacia fuera, y se divide en dos gruesos cordones, uno externo y otro interno. El externo suministra los nervios digitales dorsales, que el cubital no da, subdividiéndose en dos ramos, de los quales el uno se reparte por el borde cubital del pulgar y el radial del ín- dice , y el otro por el borde radial de este dedo, por los bordes del dedo medio, y por el radial del anular. El cordón interno si- gue el borde radial del dedo pulgar , donde remata, como los otros, en numerosos filamentos que se pierden en los tegumentos y en el texido celular. De los doce pares de nervios dorsales el primero sale del con- ducto del espinazo, entre la segunda y primera vértebra del dor- so, y por el mismo orden los demás hasta el último, cuya salida es entre la última vértebra dorsal,y la primera lumbar. Fuera del con- ducto del espinazo se dividen en dos ramos desiguales, uno poste- rior y otro anterior. El posterior horada los músculos dorsales, y después de darles algunos ramitos se mete debaxo de los tegumen- tos, y se distribuye por ellos. El ram) anterior, que debería lla- marse el nervio intercostal, va á buscar el intervalo de las cotillas entre los músculos intercostales internos y externos. Da este ramo dos filamentos al gran simpático, y envía otros ramos internos á los músculos intercostales y al texido celular, y otros externos á los músculos situados en la parte anterior del pecho ú en el vientre. El primer par dorsal se diferencia de los demás en que se une al séptimo de los cervicales, y concurre á la producción del plexo braquial. De los demás pares el segundo y tercero tienen de parti- cular , que quando llegan al nivel del borde anterior del gran ser- rato atraviesan los músculos intercostales externos para ir á los te- gumentos de la parte interna del brazo: el quinto envía ramos al gran serrato: el sexto los da al grande y pequeño pectoral: el once- 28 NER no los suministra á la parte inferior del diafragma ; en fin, el duo- décimo, que es el mayor, se divide como los otros en dos ramos, pero cuyo destino es diferente. El ramo anterior, después de dar filamentos al diafragma y al quadrado de los lomos, baxa por de- lante de este último dirigiéndose hacia fuera , enfrente del cartíla- go de la última costilla atraviesa el músculo transverso y el obliqüo interno, y después de ramificarse entre estos músculos y el obliqüo externo, despide un filamento que atraviesa este último músculo para distribuirse por los tegumentos. El ramo posterior pasa al tra- vés del quadrado de los lomos y de las aponeurosis del transverso y del obliqüo interno, camina entre esta última aponeurosis y las del serrato posterior inferior y del gran dorsal, y en lo alto del sacro agujerea las aponeurosis para ir á ramificarse por los tegumen- tos de la parte superior y externa del muslo. Los quatro primeros pares de nervios lumbares salen del con- ducto del espinazo por entre las cinco vértebras de los lomos, y el quinto por entre la última de estas y el sacro. Los dos primeros nacen de la médula espinal; pero los tres últimos de la cola de caballo. El primer par lumbar recibe primero un ramo del último par dorsal, y después da uno que va á unirse con el segundo lumbar. A su salida de las vértebras se comunica con el gran simpático por medio de un filamento que envía ramitos al diafragma; y después se divide en quatro ramas, tres anteriores y una posterior. La primera de las anteriores atraviesa el músculo psoas, y baxa por él hasta cerca del arco femoral, donde se divide en dos ra- mos, uno interno y otro externo. El interno sigue los vasos esper- máticos por el anillo inguinal hasta el escroto, y se subdivide en un gran número de ramos para los tegumentos de esta bolsa y parte superior del muslo. En las mugeres este ramo envia filamentos á los ovarios. El ramo externo da un ramito al músculo transverso, pasa por delante de los vasos femorales, y por debaxo del arco, y en lo alto del muslo remata, parte en el nervio femoral y parte en los te- gumentos. La segunda rama baxa por detras del psoas hasta la cresta del hueso ¡león, atraviesa obliqüamente la fosa iliaca, y enfrente de la espina anterior y superior del ileon horada los tres músculos anchos del abdomen, y se distribuye por los tegumentos de la ingle y su- perior del muslo. La tercera rama, escondida por el psoas, baxa por delante del quadrado de los lomos hasta la cresta del ileon, donde atraviesa el músculo transverso, y corre entre este y el obliqüo interno hasta el anillo, pasando por debaxo del borde inferior del obliqüo inter- no, horada la aponeurosis del externo, y se divide en muchos ra- NER 29 mitos que rematan en los tegumentos del pubis y de la ingle. La rama posterior camina entre las apófisis transversas de la pri- mera y segunda vértebra de los lomos, y se divide en numerosos ramos que van á los músculos sacro lumbar y dorsal largo, y uno de ellos atraviesa la aponeurosis del serrato posterior inferior y del gran dorsal, y va á los tegumentos de las nalgas hasta el gran trocánter. El segundo par lumbar, después de recibir un ramo del pri- mer par , y enviar otros de comunicación al gran simpático, pro- duce uno, que unido con otros del tercero y quarto, forman el nervio obturador. Seguidamante nacen de él quatro ramas, tres an- teriores y una posterior, y el tronco baxa á unirse con la superior de las dos grandes ramas anteriores del tercer par para la formación del nervio femoral. La primera rama se dirige por la cara anterior del psoas hasta el anillo inguinal que atraviesa, y después se divide en dos rami- tos que fenecen, el uno en los músculos abdominales, y el otro en la piel del escroto. La segunda rama atraviesa el músculo psoas, y baxa por él has- ta el arco femoral, por el quai pasa delante de los vasos femorales, y se divide en muchos ramos, de los quales uno se junta con el ner- vio femoral y los otros se pierden en la piel del muslo. La tercera rama sale por detras del psoas hasta la espina ante- rior y superior del ileon, donde agujerea el músculo transverso, y adelantándose por encima de la aponeurosis de la facíalata, se dis- tribuye por la piel del muslo hasta la rodilla. La rama posterior pasa por entre las apófisis transversas á que corresponde: da grandes filamentos á los músculos de la parte pos- terior de los lomos, y después pasa por delante de las aponeurosis del serrato posterior inferior y del gran dorsal hasta la cresta del íleon, donde las atraviesa para repartirse en ramificaciones por los tegumentos del muslo. El tercer par lumbar se compone de tres gruesas ramas, dos anteriores y una posterior. La superior de las anteriores recibe pri- mero el tronco del segundo par, después se comunica con el grart simpático, y da un ramo corto que se une con el que el segundo par envía para la formación del nervio obturador. Nacen ademas de ella dos ramos, uno que tiene comunicación con el nervio fe- moral , y otro que atravesando el músculo psoas pasa por el arco fe- moral, y se pierde dividido en filamentos en el músculo femoral y en la piel del muslo. Por último, se une esta rama con la inferior y con el quarto par lumbar, para dar origen al nervio femoral. La rama anterior inferior, después de dar un filamento al ner- vio obturador, se divide en dos gruesos ramos, que el uno se junta 30 NER con la rama superior del mismo nervio, y el otro va á unirse con el quarto par lumbar. La rama posterior pasa entre las apófisis transversas correspon- dientes , distribuye numerosos filamentos á los músculos de los lo- mos, y después horada las aponeurosis que los cubren para ir á los tegumentos del muslo. El quarto par lumbar presenta muchas veces quatro ramas, tres anteriores y i>ia posterior. La primera anterior se comunica con el gran simpático, y después recibe el segundo ramo de la ra- ma anterior inferior del tercer par. De esta unión sale un filamen- to , que después de dar ramificaciones al músculo iliaco, penetra el tendón del psoas en quien remata cerca del arco femoral. Esta misma rama produce mucho mas abaxo un ramo, que va también al músculo iliaco, y en seguida se une con el tronco que resulta de la unión del segundo par lumbar con la rama anterior superior del tercero, para formar el nervio femoral. La secunda rama anterior se une con uno de los gruesos ra- mos de la rama anterior inferior del tercer par; pero antes se des- prende de ella un ramo grueso y corto que se justa con la tercera rama, la quai, después de baxar un poco, se une á la parte su- perior del quinto par, para producir el nervio ciático. La rama posterior se distribuye enteramente por los músculos de los lomos. El quinto par lumbar, después de dar sus filamentos de co- municación con el gran simpático, recibe la tercera rama anterior del quarto par, y unido á ella baxa á la pelvis por delante de la sínfisis sacroiliaca, para juntarse con el primer par sacro, y contri- buir á la formación del gran nervio ciático; pero antes produce dos gruesas ramas, que salen de la pelvis por la escotadura ciática encima del músculo piriforme , y se distribuyen, la una por los músculos mediano y pequeño glúteo, enviando un filamento al músculo facialata, y la otra por el grande glúteo. Por último, nace hacia atrás la rama posterior para los múscu- los situados en la región lumbar. De los pares lumbares toman orí- gen, como hemos dicho, el nervio obturador y el femoral. El nervio obturador procede comunmente de la reunión de dos gruesos ramos, uno de la rama anterior inferior del tercer par , y otro de la segunda rama anterior del quarto, y del ramo largo que se les agrega del segundo. Formado así sale de debaxo del psoas grande, y baxa á la pelvis pequeña dirigiéndose al agujero oval, cerca del quai da un ramo., que le acompaña, y remata en el ob- turador externo. Después sale de la pelvis acompañado de la arte- ría obturatriz por el canal esculpido en la parte superior de la cir- cunferencia del agujero oval, y se dirige al muslo por entre el mus- NER 3í culo pcctíneo y la cabeza de los tres abductores, áonde se divide en dos ramas, una anterior y otra posterior. La rama anterior baxa entre los dos primeros músculos adductores, y se divide en tres grandes ramos que se ramifican por estos dos músculos y el delga- do del muslo, comunicándose uno de ellos con el nervio safeno. La rama posterior, baxando entre el segundo y tercer adductor, da un filamento al obturador externo, produce otros muchos que se pierden en el tercer adductor, y por último, siguiendo los vasos femorales, fenece en la gordura inmediata á la rodilla. El nervio femoral se compone del tronco del segundo par lum- bar, de la rama anterior superior del tercero, y de un ramo de la primera rama anterior del quarto. Este nervio, oculto en su origen por el psoas grande, baxa paralelo á su borde externo, y por de- lante de la parte vecina del músculo iliaco. Pasa por debaxo del ar- co femoral, situado al lado externo de los vasos femorales, y en lo alto del muslo se separa en muchos ramos, cuyo número es incier- to. Los mas internos van al músculo pectíneo, á los vasos femora- les, sobre los quales forman una especie de plexo, y á los tegu- mentos del muslo. Muchos de ellos se reúnen entre sí para dar ori- gen al nervio safeno, que baxa acompañado de la vena del mismo nombre por la pierna y pie, y en todo este camino da un gran nú- mero de filamentos cutáneos, que se distribuyen por el texido ce- lular y la piel, y rematan en la cara superior y borde interno del pie hasta el dedo gordo. • La mayor parte de los ramos medios del nervio femoral van á los tegumentos del muslo hasta la rodilla. Por último, los externos, que son los mayores y mas numerosos, dan fin en los músculos de la parte anterior del muslo, y algunos, atravesando la aponeurosis de la facialata, van á la piel. Los nervios sacros componen seis pares: los quatro primeros salen por los agujeros sacros anteriores. El quinto por entre la últi- ma pieza del sacro y primera del coxis, y el sexto por entre esta y la segunda. El primero y segundo par son mas gruesos, los de- mas van en disminución. Estos nervios, que todos nacen de la ex- tremidad de la médula espinal, forman la mayor parte de la cola de caballo. Al salir por los agujeros sacros se dividen en dos ramas, una anterior y otra posterior. Las posteriores salen por los agujeros de la cara posterior de este hueso, y uniéndose entre sí rematan en un gran número de filamentos que van á los tegumentos de la parte interna de las nalgas y de la margen del ano. La rama anterior del primer par sacro baxa oblíqüamente hacia fuera á la grande escotadura ciática. Primero se anastomosa con el simpático, después se junta con el ramo superior del segundo par sacro, y mas abaxo con el grueso tronco que resulta de la unión 32 NER del quinto par lumbar con la rama tercera del quarto para formar el nervio ciático. De la parte posterior de la misma rama nace un ramo, llamado iliaco posterior ó glúteo superior, que sale por Ja escotadura ciática encima del músculo piriforme, y va á distri- buirse por el músculo glúteo mediano. La rama anterior del segundo par sacro, se divide en dos grue- sos ramos, uno superior que se comunica con el gran simpático, y sube á unirse con el tronco del primer par; y otro inferior que baxa hacia el tercero para la formación del nervio ciático. De la parte posterior de dicha rama proceden dos ramos, uno superior y otro inferior. El superior ó glúteo inferior baxa por detras del nervio ciático, al quai se une, y saliendo de la pelvis por debaxo del músculo piriforme , va á rematar en el grande glúteo. El ramo inferior ó ciático pequeño sale de la pelvis por el mismo parage, y se une con un ramo del tercer par para formar un solo tronco, que se separa en dos: el uno baxando por los tegumentos del muslo hasta la corva, y de aquí hasta la parte inferior de la pierna, da filamentos á la piel que cubre el grande glúteo: el otro forma de- baxo de la tuberosidad del isquion una asa, cuya convexidad mira hacia abaxo, y se distribuye por los tegumentos del perineo y miembro , y en la muger por los grandes labios. La rama anterior del tercer par sacro, después de comunicarse con el gran simpático , se junta, como hemos dicho, con el ramo inferior del segundo par. Salen de ella ramos bastante considerables, que se echan sobre la parte lateral de la vexiga en el hombre, y de la vagina en la muger, y producen otros muchos que forman un plexo que coge la glándula próstata, las vesículas seminales, el cuello de la vexiga y el de la matriz en la muger , y se anastomo- san con otros del quarto par y del plexo hipogástrico. La misma rama anterior da origen á otro ramo, que se une con el inferior de los que produce el segundo par para formar el nervio ciático pe- queño: otro va á los tegumentos del perineo y á la margen del ano; y otro se junta con los que salen del quarto par. El quarto par sacro , ademas de comunicarse con el gran sim- pático, da ramos dentro de la pelvis, que junto con los del tercer par se dirigen á la vexiga, á las partes genitales de uno y otro se- xo; envia otros al músculo coxigeo y al elevador del ano; y otros que se unen con los que vienen de la parte posterior del gran ner- vio ciático, para formar un grueso tronco, llamado nervio puden- do , que sale de la pelvis por debaxo del músculo piriforme, y por entre los ligamentos sacrociáticos, y aquí se divide en dos ramos, uno externo y otro interno. El externo se reparte por el elevador del ano , por el coxigeo, y el obturador interno. El interno envia ramificaciones al músculo isquio-cavernoso , al cuerpo cavernoso, á NER 33 los tegumentos y derms partes del miembro, á la piel del perineo y del escroto, al bulbo de la uretra y á:sus músculos bulbo-caverno- sos. En lab mujeres se emplean todas en las partes genitales externas y en el perineo. El quinto par sacro da filamentos á los mismos músculos que el quarto par, y envia uno al rededor del ano. El sexto par sacro se compone de dos filamentos que vienen de la extremidad de la mídula espinal, y van juntos á salir por en- tre la primera y segunda pieza del coxis, formando de ordinario á su salida un ganglio, cuyas ramificaciones se esparcen por la piel de h rabadilla y por el músculo coxigeo. El nervio ciático se compone de tres gruesos cordones. El pri- mero resulta de la unión de la tercera rama anterior del quarto par lumbar con el tronco del quinto. Este cordón baxa á unirse con el segundo, compuesto del primer par sacro, y del ramo superior del segundo; y á entrambos se agrega el tercer cordón, formado per el ramo inferior del segundo par y el tronco del tercero. La re- unión de estos cordones compone una especie del plexo , que es el principio del nervio ciático, el quai pasando delante del músculo piriforme , á quien da filamentos, sale de la pelvis por la grande escotadura ciática. En este sitio da ramos á las partes de la gene- ración de hombre y muger, al ano, al músculo obturador interno y á los géminos, y otro que baxa al quadrado del fémur. Después el ciático baxa entre la cavidad cotiloidea y la tuberosidad del isquion por el muslo hasta la corva, dando ramos á los músculos de la parte posterior del muslo , y mas abaxo de la corva se divide en dos troncos, que son el poplíteo interno y el externo. El nervio poplíteo interno mas arriba del cóndilo interno del fé- mur da un ramo, llamado safeno externo, porque acompaña á la vena de este nombre , el quai baxa entre los músculos gemelos y los tegumentos dirigiéndose hacia fuera , pasa por detras del ma- leólo externo , y da vuelta á lo largo del borde externo y dorso del pie hasta el último dedo, donde remata , anastomosándose algu- nos de sus filamentos con el segundo ramo superficial del poplíteo externo. Después el poplíteo interno da otros ramos á la articula- ción de la rodilla y á los músculos de la parte posterior de la pier- na. Luego baxa por detras de la parte interna de la articulación y del cóndilo interno de la tibia, y se mete entre la parte superior é interna del músculo soleo y los músculos flexor común de los dedos y tibial posterior, por detras de los quales baxa hasta el maleólo interno dando varios ramos á dichos músculos. Se introduce des- pués en la grande sinuosidad del calcáneo, y aquí se divide en dos ramos, llamados plantar interno y externo. El nervio plantar interno se encamina por encima del músculo TOMO VI. E 34 NER abductor del pulgar y al lado del flexor corto, á quienes da ra- mos , hasta la basa del primer hueso del metatarso. Después se di- vide en tres ramos, que se pueden llamar digitales plantares: el primero sigue el primer hueso del metatarso, y se reparte por los tegumentos del borde interno y cara inferior del primer dedo: el segundo pasa entre el primero y segundo hueso del metatarso, y junto á la cabeza del primero se divide en dos ramos, que van, el uno al borde externo del pulgar, y el otro al borde interno del se- gundo dedo: el tercero camina entre el segundo y tercer hueso del metatarso, y se divide también en dos ramos, de los quales el interno se subdivide en otros dos destinados, el uno al borde externo del segundo dedo, y el otro al interno del tercero. El ra- mo externo corre entre el tercero y quarto hueso del metatarso, y se subdivide igualmente en dos ramificaciones, una para el borde externo del tercer dedo, y otra para el borde interno del quarto, dando todos ramificaciones á los músculos lumbricales vecinos. £1 nervio plantar externo camina adelante y afuera entre el músculo flexor corto común de los dedos y el accesorio del flexor largo, cuya dirección cruza para ir al borde externo del pie. Aquí se adelanta por debaxo de la basa del quinto hueso del metatarso, da un ramo al músculo abductor del quinto dedo, y se subdivide en otros dos uno superficial y otro profundo. El superficial se di- vide en dos, que son los dos últimos digitales plantares. El uno sigue el intervalo del quarto y quinto hueso del metatarso, y ahor- quillándose da finen el borde externo del quarto dedo, y en el interno del quinto* El otro envia filamentos á los músculos abduc- tor y flexor corto del último dedo, en cuyo borde externo fenece. El ramo profundo envia una gruesa ramificación al músculo flexor corto del dedo pequeño , después sube hacia delante y adentro hasta la parte posterior del abductor del pulgar, y remata en mu- chos filamentos que se pierden en los músculos interóseos y trans- versal de los dedos. El nervio poplíteo externo desde su origen da un ramo que ba- xa por delante de los tegumentos de la parte posterior y externa de la pierna. Mas abaxo produce otro que junto á la mitad de la pierna se une con el nervio safeno externo, y va con él por de- tras del maleólo externo á pasar á la cara superior del pie donde re- mata. Después el nervio popliteo externo pasa por la parte poste- rior de la rodilla, y se dirige á la cabeza del peroné , por debaxo de la quai da vuelta pasando entre él y el músculo peroneo lateral largo, y se divide en tres gruesas ramas, una interna profunda y dos externas superficiales. La rama profunda se parte luego en dos ramos, uno grueso y corto, y otro mas largo y delgado. El primero pasa transversal- NER 35 mente por debaxo de la parte superior de los músculos peroneo la- teral largo y extensor largo común de> ros dedos, para ir al tibial anterior, á quien da muchos filamentos, como también á la rodilla. El segunloda ramos á los dos músculos dichos y al propio del dedo pulgar; baxa entre estos músculos delante del. ligamento interóseo, pasa por delante de la articulación, y quando llega á la convexi- dad del pie se divide en dos ramos, uno interno mas largo y grue- so, y otro externo. El primero se adelanta entre los dos primeros huesos del metatarso hasta cerca de su cabeza, y remata allí en varios filamentos que se juntan con los de.la primera rama superfi- cial del mismo poplíteo externo. El segundo, mas corto, se mete por debaxo del músculo extensor común de los dedos, á quien y á los interóseos superiores da ramos. La primera rama superficial baxa por la parte anterior de la pierna entre los músculos y su aponeurosis, á la que atraviesa cerca de su mitad para hacerse cutánea. Quando Uega á la convexidad del pie recibe un ramo de comunicación de la segunda rama super- ficial , y después dirigiéndose por el borde interno de la cara supe- rior del pie se divide en dos ramos, uno interno y otro externo, que son los dos primeros digitales dorsales. El interno va al borde interno del primer hueso del metatarso y del pulgar: el externo se adelanta entre los dos primeros huesos del metatarso, y anasto- mosándose con una de las ramificaciones del segundo ramo de la rama profunda, van juntos al borde externo del primer dedo y al interno del segundo. La segunda rama superficial baxa como la primera entre los músculos y la aponeurosis, y da dos ramos á los dos músculos pe- roneos laterales ; luego atravesando dicha aponeurosis se hace cu- tánea , y baxa por la pierna hasta la convexidad del píe; aquí se divide en dos ramos, de los quales el interno va á comunicarse con la primera raim superficial , de que acabamos de hablar; y el ramo externo se adelanta hasta la basa de los huesos del metatarso, y se divide en tres ramificaciones, que forman los tres últimos ner- vios digitales dorsales. Cada ramificación se adelanta por su orden hasta las cabezas de los huesos del metatarso, y ahorquillándose, va la primera al borde externo del segundo dedo y al interno del ter- cero; la segunda al borde externo del tercero y al interno del quar- to , y la última al borde externo del quarto y al interno del quinto. Qualquiera que sea el origen del nervio gran simpático, es cons- tante, que desde el agujero carotídeo baxa por la parte lateral y an- terior del cuello, del dorso, de los lomos y del hueso sacro en forma de un cordón de mediano grueso, interrumpido en su lon- gitud por un número de nudos ó ganglios, casi igual al de los ner- vios espinales de quienes recibe filamentos. 36 NER Para la mejor inteligencia de este nervio le consideráremos sepa- radamente en el cuelio, en el pecho, en el vientre y en la pelvis. El gran simpático en la parte superior del cuello empieza con el mayor de sus ganglios , llamado cervical superior, el quai es grue- so y largo, semejante á un huso, de consistencia algo blanda , de color que tira á bermejizo, y se extiende desde el agujero carotí- deo hasta debaxo de la apófisis transversa de la tercera vértebra cer- vical apoyado contra el gran recto anterior de la cabeza. Recibe este ganglio, y da muchos ramos. Del nervio suboccipital recibe uno, y del asa nerviosa dos ó tres. El primero y segundo par cer- vical suelen también darle una ó dos raices. Por último, del ner- nio lingual y del vago recibe á veces algunos ramitos. Salen del ganglio primeramente los nervios blandos, que son dos ó tres. El inferior, que es el mayor, forma detras de la caró- tida un plexo, al quai se agregan las ramificaciones que vienen del nervio glosofaríngeo, del vago y de su ramo laríngeo. Los nervios blandos superiores junto con otros ramitos de este plexo van pri- mero á la carótida interna, y luego á la externa y á todos sus ra- mos, siguiéndolas hasta sus últimas ramificaciones, y se pierden en la laringe y sus músculos, en la glándula tiroidea, en los músculos del cuello, y en sus tegumentos. Últimamente, así el ganglio, co- mo el plexo, dan de ordinario una raiz al nervio cardiaco superior. Sale del ganglio cervical superior un tronquito, que es conti- nuación del tronco del gran simpático, en quien se inxieren los ra- mos que vienen del tercero, quarto y quinto par cervical. Baxa este tronco por detras de la arteria carótida interna y del tronco común de ambas carótidas, á quienes, á la vena yugular interna y al par vago está adherido por un texido celular. Los filamentos que nacen de esta porción del gran simpático son muy delgados y ber- mejizos, y van á la gordura y al esófago; pero hay dos ó tres que baxan por el cuello, y después de unirse entre sí, y con los del tronco del nervio vago,entran en el pecho, y se echan entre la arte- ria pulmonar y la aorta para la formación de los plexos cardiacos. Quando el gran simpático llega á la quinta ó sexta vértebra cer- vical forma el ganglio cervical inferior, menor que el superior, de figura irregular, y á veces doble. Proceden de este ganglio varios ramos que van al corazón y al nervio recurrente, y otros muchos que unidos al primer ganglio torácico forman asas que abrazan la arteria subclavia. Renacido el gran simpático del ganglio cervical inferior, forma detras de la arteria vertebral en la apófisis transversa de la séprima vértebra del cuello, y en la raiz de la primera costilla, un tercer ganglio redondo , que es el ganglio torácico superior. Concurren á la formación de este ganglio varios ramos de los pares cervicales NER 37 quinto, sexto y séptimo , y del primero de los dorsales. Nacen de él varios ramos que se incorporan con el nervio recurrente; otros que echándose sobre la raiz de los pulmones entran en la compo- sición del plexo pulmonar anterior; y otros muchos que forman los nervios cardiacos. El nervio superior ó superficial del corazón recibe su primera raiz del primer ganglio cervical, y la segunda del plexo que for- man los nervios blandos de este mismo ganglio. Baxa junto á la tra- quea y á la glándula tiroidea , y da ramos á dicha glándula y á la laringe. Del ganglio cervical inferior van también uno ó mas ramos al nervio cardiaco superior, que enredados forman un plexo que envia muchas ramificaciones al corazón. Las que están mas á la de- recha , mezcladas con las siguientes, baxan por delante de la aorta, y parte rematan en esta y en el pericardio, parte se mezclan con el plexo cardiaco principal ó inferior, y parte acompañan á la arte- ria coronaria derecha, agregados al hacecito que procede del gran plexo. Por último, del tronco del nervio vago junto á la tercera vértebra cervical sale un ramo , que se une con el nervio cardiaco superior, ó va paralelo con él al corazón.Otro ramo del ganglio cer- vical inferior, unido con el nervio cardiaco superior, se aumenta con una ó mas raices procedentes del tercer ganglio, y juntándose de ordinario con algunos nervios inferiores del corazón, y en el lado izquierdo con uno ó mas ramitos del nervio recurrente, envia fila- mentos á la aorta y al pericardio ; pero el tronco pasando entre la arteria pulmonar y la aorta se divide en dos ó mas ramos que van al corazón. De estos nervios cardiacos, los derechos se comuni- can recíprocamente con los izquierdos, y forman el gran plexo inferior. Del tercer ganglio nacen los nervios blandos inferiores del co- razón, de los quales algunos, enredados con ramos del nervio va- go y recurrente, siguen la arteria y vena pulmonar, y forman los pequeños nervios anteriores del pulmón ; pero la mayor parte, uni- dos con los ramos que hemos dicho del segundo ganglio cervical, concurren á la formación del gran plex6 cardiaco. Varios nervios pues procedentes en uno y otro lado de los tres primeros ganglios del gran simpático y del tronco de este, componen los principales nervios cardiacos que forman el grande plexo, ó plexo inferior del corazón, situado en la superficie anterior del bronquio izquierdo, detras de la aorta, sobre la arteria pulmonar, y á la derecha del conducto arterioso. Los nervios cardiacos que salen de este plexo van á distribuirse por todas las partes de una y otra cara del cora- zón , unidos algunos de ellos con ramos del nervio v3go y del re- currente. De lo dicho se deduce , que las principales fuentes de que dimanan los nervios cardiacos son los tres primeros ganglios del 38 NER gran simpático, como son tres también los manojos de nervios cardiacos. El tronco del gran simpático en el pecho sale del primer gan- glio torácico, y apenas entra en el pecho baxa por la cavidad del arco que forman las cabezas de las costillas, y recibiendo de ordi- nario dos raices de cada nervio dorsal que corre por entre las cos- tillas , se engruesa y forma otros tantos ganglios en los parages en que las recibe. Desde la novena costilla comienza á inclinarse hacia dentro á buscar el diafragma, que atraviesa por los intersticios de los apéndices que componen sus pilares , y sale á la cavidad del vientre. Los ramos que el gran simpático encerrado en el pecho produce son de poca consideración, si se exceptúan los dos ner- vios esplanicos mayor y menor. YA gran nervio esplanico ó visceral se compone de muchas rat- ees, cuyo número suele variar de tres á seis, las quales nacen su- cesivamente del gran simpático desde la quinta hasta la oncena vér- tebra del dorso. Las raices superiores son mucho mas largas que las inferiores. Todas baxan arrimándose insensiblemente al cuerpo de las vértebras, hasta que en la parte inferior del pecho se reúnen en un tronco que atraviesa el diafragma por los intersticios de sus apéndices. El nervio esplanico pequeño nace por lo común dsl gran simpático enfrente de la décima ó undécima costilla, y pasa al vientre atravesando el diafragma por un orificio particular junto á las fibras carnosas que vienen de la última costilla. Después que el gran simpático está en el vientre , baxa echado delante de las apófisis transversas de las vértebras lumbares, y re- cibe una ó dos raices de cada uno de los pares lumbares, de cuya unión resulta un número incierto de ganglios. De estos y del tron- co del gran simpático salen varios ramos, que con otros dos de los dos esplanicos y de los vagos componen los ganglios y plexos que vamos á describir. Luego que los grandes nervios esplanicos han atravesado el dia- fragma, da cada uno origen á un ganglio memorable, largo, com- bado y algo obliqüo, llamado semilunar. Está situado cada ganglio semilunar en la parte lateral y anterior de la aorta, entre esta y los apéndices del diafragma, un poco mas arriba y atrás que la glándula renal. De uno y otro ganglio semilunar salen numerosísimos ramos, que juntándose los derechos con los izquierdos y con otros de los cordones estomáticos del par vago, forman delante de la aorta un entretexido de nervios que recíprocamente se enlazan, unos al re- dedor de la arteria celiaca , y otros de la mesentérica superior. Los que abrazan la arteria celiaca forman el plexo solar ó celiaco Algu- nos de los ramos que salen de la parte superior de este plexo y de los ganglios semilunares acompañando á la arteria diafragmática, van NER 39 al diafragma, donde se comunican con los últimos pares dorsales, con el primer par lumbar y con el diafragmático. Los demás ramos se emplean en la composición de los plexos siguientes. Gran parte de los nervios que proceden de los ganglios semilu- nares y del plexo solar en la división de la arteria celiaca se parten en tres porciones. La porción media acompaña á la arteria corona- ria estomática, y juntándose con los ramos nerviosos que vienen del cordón estomático posterior del nervio vago , forma el plexo co- ronario estomático. La porción derecha se echa sobre la arteria he- pática con el nombre de plexo hepático, cuyos ramos no solo se reparten por el hígado y la vexiga de la hiél, sino que con otros de los nervios vagos se distribuyen por el duodeno, piloroy pan- creas, y producen los nervios gastroeiploicos derechos, que en el estómago y omento siguen las arterías del mismo nombre. La por- ción izquierda acompaña á la arteria esplénica, y forma el plexo es- plénico , cuyos ramos surten de filamentos al páncreas y á la grande extremidad del estómago antes de llegar al bazo. Los innumerables nervios que abrazan á la arteria mesentérica superior forman el plexo mesentérico superior, á quien se agregan otros nervios de los ganglios semilunares, y de los plexos hepático, esplénico y renal. Los mas de los ramos que salen de este plexo si- guen las ramificaciones de la arteria mesentérica, y se distribuyen con ella por los intestinos delgados y parte derecha de los gruesos, y ademas envia filamentos al páncreas y á todo el mesenterio, y otros que baxan al plexo mesentérico inferior. Los plexos renales, que son dos, uno en cada lado , y toman su nombre de la arteria renal que acompañan , se componen de nu- merosos ramos que vienen del ganglio semilunar de su lado, del gran nervio esplanico, y señaladamente del esplanico pequeño, que después de atravesar el diafragma baxan divididos en ramos, y se emplean en su formación. Los nervios que salen del plexo renal no todos van á los ríñones; pues algunos suelen ir ala cápsula atrabi- liaria, otros al plexo mesentérico inferior, y otros baxan con los vasos espermáticos. Estos, mezclados con otros del plexo mesenté- rico superior y del tronco del gran simpático, forman el plexo es- permático, cuyas ramificaciones en el hombre salen del vientre con el cordón espermático, y en la muger van á los obarios. Para formar el plexo mesentérico inferior baxan por delante de la aorta ramos bastante gruesos que vienen de ambos ganglios se- milunares , del plexo solar, del mesentérico superior, del nervio esplanico pequeño y del plexo renal. Últimamente , se juntan con los ramos dichos varias raices, que nacen del tronco del gran sim- pático en la última costilla, y en las tres primeras vértebras lum- bares ; pero al paso dan filamentos al plexo espermático. Todos es- 40 NEU tos ramos entrelazados delante de la aorta forman el plexo mesen- térico inferior ó mesocólico, que rodea la arteria de este nombre, y sus ramificaciones siguen hasta la parte izquierda de los intestinos gordos; pero los principales cordones nerviosos se encaminan por la aorta al plexo hipogástrico. De Jas partes laterales del plexo mesentérico inferior baxan por delante de la aorta varios cordones nerviosos, que enfrente de la unión de la última vértebra lumbar con el sacro, enredándose unos con otros delante de la vena cava y de la división de la arteria ilia- ca izquierda, forman el plexo hipogástrico, en cuya composición entran algunos ramos que nacen del gran simpático en los lomos y en el hueso sacro, y otros del tercero y quarto par sacro. Envia este plexo ramos al intestino recto, á las partes laterales de la ve- xiga, á la próstata y á las vesículas seminales en el hombre, y en la muger á uno y otro lado de la vagina y de la matriz , y al cue- llo de la vexiga, formando en estas partes varios plexos nerviosos. El tronco del gran simpático pasa á la cavidad de la pelvis por entre la parte lateral del sacro y los vasos iliacos, detras de los qua- les se halla, y sigue baxando por delante del sacro. En este cami- no tiene conexión con los pares sacros, ora con el primero y se- gundo, en quien remata, ora con los quatro superiores, de quienes recibí dos ó tres filamentos, y con cuya unión forma ganglios. Varios anatómicos afirman, que en el extremo del sacro el gran simpático de un lado se junta con el del otro para formar un arco, del quai salen ramitos que van al intestino recto, á los músculos elevadores del ano y al coxigeo; pero muchas veces no se encuentra tal arco, sino que el gran simpático remata tan confundido con los nervios sacros, que es muy difícil señalar su término. B. NERVINOS. {Mat.Méd.) Así se llaman los remedios propios para fortificar los nervios. (F. el artículo corroborantes.) NERVIOSO. {Anat. y Med.) Adjetivo que pertenece á los nervios , y así en un sentido anatómico se dice el estómago, los in- testinos , &c. tienen una túnica nerviosa; al sistema ó serie de ner- vios que se distribuyen en la máquina animal se llama nervioso, y á los males que atacan con preferencia á parte ó al todo de este sistema nervioso, los llaman enfermedades nerviosas, como á la calen- tura dicha impropiamente maligna, que se llama nerviosa , á varios cólicos y otras enfermedades doloríficas en que el estímulo que Jas produce ofende exclusivamente los nervios que llamamos también nerviosas, &c. NEUROLOGÍA. {Anat.) Se da este nombre á la parte de la Anatomía que trata de los nervios, los quales se llaman neuron en griego, y de donde se deriva. Los antiguos dieron el mismo nom- bre que á ios nervios, á los ligamentos y tendones con quien los NIN 41 confundían; pero los anatómicos modernos le usan solamente para los nervios. Algunos autores comprehenden en la neurología también la descripción del cerebro, otros quieren que sean solos los ner- vios , sin embargo de ser difícil de describir unas partes sin otras, y siendo así que los nervios son sin duda ninguna una continuación ó dependencia del mismo cerebro, y que solo la arbitrariedad ha- brá hecho que los anatómicos coloquen en distintos tratados la ex- posición de estas partes. NEUROSIS. {Med.) Voz que expresa las irregularidades de los nervios, ó bien sea de la acción nerviosa, esto es, las enfer- medades del sistema nervioso. Pinel ha adaptado esta voz, y ha formado una clase de enfermedades que llama neuroses. NEUROTOM1A. {Anat.) Se llama así la preparación ó disec- ción anatómica que se executa para demostrar los nervios. N1CTALOPIA. (F. enfermedades de ojos.) NIDOROSO. {Med. Práct.) Se aplica esta voz á los eructos en que se nota un olor á huevos podridos, y que anuncia una sa- burra pútrida en primeras vías. NIEVE. {Diet.y Med. Práct.) Dexamos á los físicos el exa- men de la naturaleza de la nieve , siendo nuestro objeto tratar de ella solamente con relación á los usos que tiene en la Dietética y la Medicina. La nieve sirve para enfriar el agua y qualquiera otro lí- quido , y por este respeto es útilísima en el estado de salud para proporcionarnos una bebida directamente refrescante en la esta- ción de los grandes calores. Las bebidas enfriadas con nieve se usan ademas en las calenturas biliosas, en las pútridas, en las he- morragias pasivas y otras enfermedades en que hay una debilidad general del sistema vascular. La misma nieve se aplica con feliz re- sultado al vientre, á la cabeza , en el meteorismo, el frenesí ner- vioso, la timpanitis, &c. y siempre que conviene dar tono á las fi- bras laxas, extraer una porción de calórico ó condensar los humo- res demasiado di Petit, traite des maladies des femmes en ceinte, tom. 2.0 pág. 252. NOS 4S vicio venéreo, escabioso , herpético , &c. yo creo que en ella es en donde mas bien pueden ocultarse; y así ademas de lo dicho, conviene saber su vida anteacta y la de su marido, la robustez del niño ó niños que ha criado. Es menester asimismo que no ten- ga granos , manchas, úlceras, ni ningún otro mal cutáneo : que no sea fea (i), ni padezca mal de corazón, de piedra, ni ninguna otra enfermedad habitual, en fin, que sea arreglada en la comida y en la bebida, que no beba vino, y en caso necesario en corta canti- dad, ni otros licores: que sea pacífica, vigilante , aseada y de buen corazón, que no tenga una vida sedentaria, antes bien, debe exercitarse convenientemente, como ya queda prevenido. Sin estas condiciones, ó al menos su mayor número, ninguna deberá ser te- nida por buena nodriza. En contra de estas buenas circunstancias que debemos buscar en las nodrizas, y que muy pocas poseen; ¡quantos vicios, quan- tos desórdenes no se hallan en las mas! El doctor Godoy en su discurso 2.0 sobre la obligación de criar las madres á sus propios hijos trata de ellos largamente, y su doctrina se halla extractada en las instituciones sobre la crianza física de los niños expósitos por Don Santiago García, al quai hemos seguido en este artículo. NOL1METANGERE. (O.) * Esta voz latina significa lite- ralmente no me toques, y se han aplicado como nombre de una erupción maligna que saleen el rostro, y proviene de un humor sumamente acre y corrosivo. El haberle dado este nombre puede ser ó porque se comunica por medio de contacto, ó porque se au- menta su malignidad y su disposición á extenderse. El nolimetan- gere es una especie de herpes muy corrosivos, que según algunos pertenece al cáncer, y según otros á la lepra- nolimetangere. Se dice particularmente de una úlcera exter- na en las ventanas de la nariz, que proviene muchas veces de una causa venérea, aunque puede ser efecto de una constitución escro- fulosa. Esta úlcera no se ciñe precisamente á las ventanas de la na- riz , sino que algunas veces corroe también todas las carnes circun- vecinas: de todos modos es mal de difícil curación, mayormente si tiene su principio en una constitución depravada ; muchas veces el quererla curar es irritarla mas, y anticipar la muerte del enfer- mo. Su naturaleza es la misma que la del carcinoma , y la dificul- tad de su curación consiste en que por lo regular es imposible ex- tirpar totalmente aquel mal y las durezas esquirrosas que dependen de él, pues la putrefacción que sobrevendría , produciría una úlcera de la misma naturaleza , muchas veces mas terrible que la primera. * NOSOLOGIA* {Med.) La Nosología es la ciencia de las enfer- (i) La muger fea es iracunda y quimerista. Dcct. Godoy. 46 NOS medades ó el arte de demostrar todo lo que las pertenece afirmati- va ó negativamente , y constituye ó forma una parte de la Patho- logia. Para que la demostración sea cierta y segura se debe fundar el razonamiento en experiencias ó hechos históricos indudables, en definiciones, en axiomas y proposiciones indudables ó demostradas; por tanto, á la Nosología pertenece el dar definiciones de las enfer- medades , las descripciones históricas y los principios ciertos , saca- dos de la Anatomía, Química, Hidráulica y Mecánica. Quando el número de objetos, que se han de conocer, es con- siderable, es necesario elegir un orden para ayudar á la memoria, y facilitar la inteligencia, procurando siempre seguir el que ellos guardan entre sí, imitando en lo posible á la misma naturaleza. El orden que se sigue para tratar de una ciencia se llama Método, y así, como hay un gran número de enfermedades, conviene para fa- cilitar su conocimiento seguir el mejor método que se pueda en la historia que de ellas se haga. Las palabras son los signos ó señales de nuestras ideas, y quan- do hablamos ó escribimos no hacemos mas que comunicar nuestras ideas y pensamientos á los demás, y no podremos hacerlo sin de- terminar antes el valor de los signos, lo que tan solo se consigue por medio de las definiciones de las voces, las quales dan á enten- der que el valor de las palabras debe ser fixo, constante y conoci- do, y no servirnos sino de aquellas, cuya definición es ya conocida. La definición de las palabras y términos de un arte se llama no- menclatura; si esta es vaga é incierta producirá en la mente de los lectores ideas diversas de las del autor, lo que causará muchas equivocaciones y errores: para evitarlos es preciso dar á cada cosa diferente un nombre propio, que solo convenga á ella, y no dar un solo nombre á cosas diversas, ni á una sola cosa ponerla nom- bres diferentes: quando se siguen las leyes contrarias todo lo que se escribe y se lee es inútil, porque no se puede entender. Del método nosológico. El método nosológico es de dos especies: synóptico y sistemá- tico. El synóptico no es mas que la división de las enfermedades en dos partes opuestas, que se subdividen en otras dos; por exem- plo, en internas y externas, y cada una de estas en particulares y generales: las enfermedades particulares i'nternas ó externas en enfermedades de la cabeza, pecho, vientre y extremidades, con este método se llenan los libros, capítulos, artículos y párrafos; pero los naturalistas, y particularmente los botánicos hace mucho tiempo que han hecho ver que este es mas confuso y difícil que el sistemático. NOS 47 El sistemático junta las enfermedades semejantes, separa las de- semejantes , reduce todas las enfermedades á sus especies, estas á sus géneros, los géneros á órdenes, y estos á unas pocas clases; los que han cultivado la historia natural han abandonado hace mucho tiempo el método synóptico, habiendo adoptado el sistemático. Llámanse señales ó signos las qualidades intrínsecas de las cosas que sirven para hacerlas conocer y distinguir unas de otras. (Wolf. Lógic. 79.) El objeto de la Nosología es hacernos conocer y distinguir las enfermedades, y para conseguirlo es necesario emplear los medios conducentes, para distinguir con claridad las señales de que trata; por consiguiente el Médico que cultiva y estudia la Nosología, debe dedicarse principalmente á conocer las señales de las enfermedades. Los botánicos dan el nombre de caracteres á las señales. La definición es la enumeración de las señales necesarias y sufi- cientes para hacer conocer la cosa definida, y distinguirla de otras. (Wólf. Logic. 153.) Da una noción completa y determinada del término á que corresponde; por lo que para tener una idea com- pleta y determinada de una enfermedad es preciso definirla , ó hacer la enumeración de las señales ó caracteres que la son propios. Para que una señal nos conduzca al conocimiento de una en- fermedad , es necesario que sea muy clara y evidente, y para que este conocimiento sea cierto debe fundarse en señales ciertas é in- dudables, de lo que se sigue que las definiciones de las enferme- dades deben ser formadas por señales ciertas y evidentes. El género y la diferencia específica nos dan señales para cono- cer la cosa definida, y distinguirla de otras. (Wolf. Log. 183.)De aquí se deduce que el género y la diferencia específica constituyen la definición Si se reducen las enfermedades á sus géneros y especies, estos géneros y especies se hallan por sí mismos definidos, adqui- riendo un conocimiento completo y determinado. La semejanza de las enfermedades particulares é individuales se llama especie, la de las especies constituye el género, la de los gé- neros el orden, y la conformidad de los órdenes la clase. Si se con- sideran los caracteres, que son comunes á muchas plantas particu- lares , por exemplo los jazmines, veremos que estos tienen la flor en forma de embudo, el limbo ó borde dividido en cinco partes, el cáliz en forma de tubo dividido por otras cinco partes, dos estam- bres, un solo pistilo, la baya de dos frutos, y se tiene formada la idea general del jazmín; pero si se observan en las especies carac- teres que las distinguen de otras, como que unas tienen las hojas opuestas , y á manera de ala, y en otras están las hojas puestas de tres en tres, entonces tendremos la idea para determinar las dife- rencias específicas. 48 NOS Igualmente se puede formar la idea no solo de los géneros, ór- denes y clases, sino también de la misma enfermedad en general, observando lo que es común á todas, en qué se diferencian de la salud, y definiéndolas según hemos dicho; pero como la definición es la enumeración de las señales que deben ser mas claras que la cosa definida; es fácil advertir quanto se engañan los que definen las enfermedades, sus géneros y especies, no por principios ciertos y evidentes, sino por señales desconocidas, obscuras, disputables é inciertas. Se deben mirar como falsas las definiciones que se sacan de la disposición de las partes, que muchas veces se escapa á la indaga- ción de los sentidos siendo hipotética, ó á lo menos obscura; las que se dan del sitio, las mas veces supuesto, determinado arbitra- riamente en partes que no se pueden percibir, porque son internas, ó demasiado pequeñas para percibírselas que se dan de las causas, siendo ellas tales, que de ningún modo se pueden percibir por nuestros sentidos; por último, las que se dan de los principios pro- egúmenos ó procathárticos, que son extrínsecos al cuerpo , y con- siguientemente no caracterizan la enfermedad. Se dividen las enfermedades de varios modos; pero mas co- munmente según estos quatro distintos métodos, estoes, el alfa- bético, temporario, anatómico y etíológico; pero en mi concep- to se debe anteponer á todos estos el symptomático. El método alfabético es el que coloca las enfermedades por la semejanza de los nombres ya con relación á esta similitud, ó á la de las letras iniciales, y este es el que han seguido Mangeto en su Polyalthea, y James en su Diccionario Universal de Medicina. Pero como el nombre es una señal extrínseca, que no se per- cibe en los enfermos, y depende de la voluntad de los hombres, y que los principiantes no conocen , ni saben los nombres de todas las enfermedades, se sigue que de nada sirve para conocerlas; por otra parte con este método se juntan enfermedades en nada seme- jantes, por exemplo, la apoplegía y la alopecia, ó caída de los pelos, la paralysis y paronichia ó panarizo ; y se separan las que son de igual carácter, como la pleuresía y la hepatitis, la gota y el reumatismo, de lo que se deduce que debe desecharse este méto- do por todos los que cultiven la Nosología. El método temporario es el que divide las enfermedades según su duración en agudas y crónicas, ya sea en mas ó menos tiempo; este es el que siguieron Areteo, Ccelio Aureliano y otros varios. Este método tiene el defecto de no establecer ningún carácter claro y evidente por no poder distinguir el primer día una enfermedad aguda de una crónica, pues como una y otra no se diferencian sino por la can- tidad de tiempo, y por esta no se confunde la semejanza, ni por este NOS 49 principio se piede conocer el género, ni la especie; y así dos co- sas semejantes sin dexar de serlo pueden diferenciarse en quanto á la duración; de suerte que una enfermedad sea mas larga ó mas breve puede ser de un mismo género y de la misma clase ; y por esto se dice con razón en las escuelas que el mas y el menos no ha- cen variar la especie, juntando á esto que no hay ningún límite natural entre lo crónico y lo agudo, siendo este puramente arbi- trario, pudiendo quitarle con la misma facilidad que se ha fixado, y habiendo enfermedades que se pueden igualmente colocar en la clase de agudas y de crónicas. Quando no se establecen límites en- tre los géneros y especies, se deben mirar los primeros como de un mismo orden, y las segundas de un mismo género, de lo contrario sería multiplicar géneros y especies hasta lo infinito, siendo un ab- surdo; ademas que hay enfermedades agudas que duran mas de quarenta dias, y crónicas que terminan en menos tiempo; por úl- timo , siguiendo este método no se conoce la clase de enfermedad, sino quando ha cesado, que es quando menos importa. El método anatómico divide las enfermedades, según la parte del cuerpo humano que ocupan, de aquí es que las dividen en in- ternas y externas, en generales y particulares, en enfermedades de la edad y del sexo, y por último en enfermedades de la cabeza, pecho, vientre y miembros; después describe las enfermedades de cada parte, detallando los síntomas particulares. Los que siguen este método colocan en clases de enfermedades, lo que solo miran los prácticos como vicios, principios y causas de ellas, dando el nombre de síntomas á lo que los prácticos llaman enfermedades; véase la idea universal de laMedicina de J. Jonston impresa en Ams- terdan en 1644, pues no mira como enfermedad la apopiegía, la manía, la rabia , la cefalalgia, &c. Todos los prácticos dexan este método, y solo los jóvenes escolásticos pueden tolerarlo. El método anatómico es incómodo, porque supone en los prin- cipiantes el conocimiento de la Anatomía, y aunque conozcamos la parte que padece, no por eso estamos instruidos de su causa y carácter, ni del método que se deba emplear para curarla, siendo así también que una misma entraña puede padecer enfermedades diversas, por exemplo, como la frenitis y la apopiegía, la calentu- ra y el síncope, la anorexía y la bulimia, el flemón y el edema, la intemperie seca y húmeda; ademas que la correspondencia que hay entre los nervios hace muchas veces que los síntomas se perciban en una parte, y la causa ó estímulo resida en otra , como sucede en las enfermedades simpáticas; y también por la extensión de las partes puede igualmente la enfermedad dirigirse y comunicarse á distintos lugares á un mismo tiempo; y así el cerramiento del in- testino recto produce dolor, tensión en el vientre y vómito de ex- TOMO VI. G 5o NOS crementos. Pero el mayor defecto de este método es que no hay ninguna semejanza en las enfermedades de una parte afectada, su- friéndolas á las veces del todo diversas, y los que siguen este mé- todo se ven obligados á repetir la misma teoría general y plan curativo: por exemplo, todas las partes de nuestra máquina en general y en particular son susceptibles de padecer dolor, y tendrá necesidad el que sigue este método de repetir la teoría del dolor en cada clase, y quantas veces se haya de tratar de él; sabiéndose también que el conocimiento de la clase sirve muy poco para adquirir el de los géneros, respecto á la poca semejanza que tienen entre sí. Finalmente, este método es falaz tal quai es, porque no tra- ta de todas las enfermedades; á saber, las de los músculos, glán- dulas, visceras del cerebro, médula de la espina , vexiga de la hiél, de la glándula thymo, de las cápsulas atrabiliarias, de la médula de los huesos, &c. Es falaz también tal como debia ser, porque el sitio de la enfermedad varía,es incierto, á veces desconocido, y , quando tal no fuese, de ningún modo nos daria á conocer la en- fermedad ; pongamos al vómito por exemplo: ¿quai es el sitio de esta enfermedad ? ¿Es la boca por donde sale la materia del vómi- to , el esófago por donde pasa, ó el estómago como muchos creen, y en este caso quai de sus membranas? ¿Será la bellosa, la carnosa ó la nerviosa? ¿ó los intestinos, como sucede en el vómito iliaco producido por el bubonocele? Pero vemos que el vómito bilioso procede del hígado, el urinario de los ríñones, y así de otros mu- chos , por lo que se deduce claramente que esta enfermedad pue- de tener su origen en varías y distintas partes, y del mismo modo que el escritor ignora en qué parte lo ha de colocar, así también el lector ignora baxo qué título lo hallará. ¿ Quai es el sitio de la manía, de la melancolía, olvido, somnambulismo, tarantismo, vér- tigo, catalépsis, enaltes y otros muchos males? Todo esto solo se determina por hipótesis, y como no se conoce la parte afectada, no se llegará á conocer con evidencia el carácter de la enfermedad por el método anatómico. La ignorancia del sitio de las enfermeda- des ha hecho que Lower diga que el sitio del efialtes ó pesadilla es el quarto ventrículo del cerebro. Deider los músculos del pecho; otros quieren que sea el estómago, y algunos el pulmón. Celio Au- reliano pregunta quai es la parte que padece en la hidrofobia, y responde que son los nervios según Demócrito, las meninges según los sectarios de Asclepiades, otros dicen que el diafragma, el estó- mago según Artorio y Artemido, el vientre según Gajo discí- pulo de Herofilo; el corazón, las regiones iliacas, la cabeza y el diafragma son las partes que padecen al mismo tiempo sí hemos de creer á Magno de Efeso. La calentura, enfermedad la mas freqüen- NOS Si te de todas las que afligen al género humano, tiene su asiento en el cerebro según Morton, en el corazón según Galeno, en las ex- tremidades de las arterias según muchos modernos; Baglivio dice que muchas veces en el mesentcrío; en el páncreas según Silvio, y en el estómago según muchos prácticos. Astruc nos dice que el mal venéreo tiene su asiento en la linfa y el semen; Mercurial lo coloca en los espíritus naturales, y Perdulcís en el hígado. Esta variedad de pareceres prueba claramente que el asiento de las enfermedades no es suficiente para establecer un carácter baxo el quai se puedan conocer y distinguir, y por tanto es de poca utilidad un método de esta naturaleza. El método etiológico define y divide las enfermedades por sus causas y principios, y supone el conocimiento de ellas, saca las se- ñales para conocerlas y distinguirlas. Por este método los Galénicos atribuían la causa de la calentura á un calor que se excitaba en el corazón, y se extendía á todas las partes, comunicándose á los hu- mores, espíritus y sólidos del cuerpo. Baxo de este principio divi- dían las calenturas en cheticas, {las que eran hijas del mismo calor que se comunicaba de los humores y espíritus) 6 lasque eran pro- ducidas del calor de los humores y espíritus; y en hécticas las que eran hijas del mismo calor que se comunicaba de los sólidos : las que dimanaban del demasiado calor de los humores las subdividian en sanguíneas, biliosas, pituitosas y melancólicas. Los discípulos de Pa- racelso, que atribuían todas las enfermedades al azufre, tierra, sal, mercurio ó espíritu, y á la influencia de los astros, las dividen en terrestres, salinas, mercuriales, astrales, definiéndolas por se- mejantes principios. Tachenio las dividía en acidas, alcalinas y neutras. Quan erróneos y falsos son los caracteres fundados en una cansa hipotética y arbitraria, como los que se acaban de referir, qual- quiera lo conoce fácilmente; pero no se logrará con tanta facilidad el percibir los errores que se pueden producir del carácter etiológico, con el que se esmeran en conciliar las leyes del raciocinio y de la experiencia; y para mas claridad digo: i.° que nunca hará progre- sos la Medicina á menos que se funde en principios ciertos é indu- dables; y á la verdad , si los fundamentos son variables é incons- tantes, necesariamente ella lo debe ser: se advierte que las mejores etiologías que tenemos son las de Sennerto, Sydenham, Riverio, Boerhaave , Hoffman y Pitcarni, y con todo se diferencian mucho entre sí impugnándose y combatiéndose, mudándose sus principios cada diez años; por lo que no pueden servir de sólido fundamen- to á la Medicina: i.° que aunque la misma etiología de las enfer- medades fuese cierta, no podría darnos los caracteres para cono- cerlas y distinguirlas; y es la razón, porque la causa es tal que no 52 NOS puede ser conocida, ni percibida por nuestros sentidos, (Hamberg. Phys. Prsef. pag. 35.) y que de los principios ó causas remotas de una enfermedad solo se puede deducir su posibilidad, y no su existencia. ¿Que se diría de un botánico, que queriendo dar los caracteres de las plantas, las definiese, dividiese , y quisiese hacer- las conocer por qualidades obscuras y dudosas, que no percibie- sen nuestros sentidos, ó por su estructura interna é hipotética, co- mo por sus folículos ó sus traqueas? se mofarían, y con razón, pues es una locura querer descubrir lo que está oculto por medio de las cosas que se ignoran. Las señales deben ser mas claras que la cosa que se intenta descubrir ó conocer. Con el fin de evitar este error, los botánicos determinan las clases, géneros y especies de las plan- tas por el número, figura, situación y proporción de sus partes ex- ternas , que todos pueden percibir, y no recurren á las raices, sí- no rara vez, ó quando las otras señales no son suficientes. Se reirían de un zoologista que describiese los géneros y especies de los ani- males , y quisiese deducir los caracteres de los huesos de los aní- malillos esparcidos en el semen, y de otros misteriosos secretos de la generación; y es la razón, porque los géneros y especies son cosas sensibles, y un carácter que no tiene evidencia, ni claridad na puede servir para definición, ni división alguna. Como muchas veces los principios y causas de las enfermedades están ocultas en lo interior del cuerpo , y nos son desconocidas á extrañas, lo mas que prueban es la posibilidad del mal, y por cier- ta que sea la causa no dará carácter alguno cierto. Si un General ó Capitán al tomar la filiación no especificase mas que las señales ocul- tas que tienen en el cuerpo sus soldados, ú otras obscuras des- conocidas, y que no se percibiesen con la vista, en valde buscarían los desertores, pues jamas los hallarían; igualmente si el que escribe la historia de las enfermedades no hace mas que designarlas, defi- nirlas y dividirlas por sus causas y principios perderá tiempo y tra- bajo, y no se le entenderá. Sin embargo, es muy útil el conoci- miento de las causas y principios de las enfermedades, y aun ne- cesario ; pero este conocimiento y el de la causa próxima está por adquirir, y los Médicos mas felices en la práctica, que vivieron antes que Harveo, las ignoraron absolutamente: en una palabra, todo el que desea dar la historia de las enfermedades, debe huir de toda hipótesis y teoría filosófica, y no procurar indagar sus cau- sas , sino después de sabida la historia al modo que los geómetras que se sirven de cantidades conocidas para descubrir las descono- cidas. Por último, el método sintomático es el que caracteriza las enfermedades por fenómenos fixos, y síntomas invariables que las acompañan. Dice'el Hipócrates ingles, (Sídenhau;) «¿Que camino mas se<- NOS s3 guro y corto para descubrir las causas morbíficas y las indicaciones curativas, de que tenemos necesidad, sino el conocimiento cierto y evidente de los síntomas mas particulares ? No hay circunstancia por ligera que sea, que no tenga su utilidad en uno y otro caso; convengo en que el diverso temperamento de los sugetos, los di- ferentes métodos curativos de que se hace uso, pueden producir alguna variedad; pero por otra parte la naturaleza es uniforme, y tan semejante en la producción de las enfermedades, que á pesar de la diferencia de los cuerpos, los síntomas casi siempre son los mismos en una misma enfermedad, del mismo modo que en las plantas, cuyos caracteres generales son invariables en los individuos de una misma especie: el que describe con exactitud una violeta, y describe su carácter según los fenómenos mas constantes que advierte, como la figura, el número, la situación y proporción de las partes que sirven para la fructificación, conocerá y percibirá con facilidad que la historia y carácter tanto genérico , como es- pecífico, conviene á todos los individuos de la misma especie. Estoy persuadido , continúa el autor , que el motivo porque no tenemos una historia exacta de las enfermedades, es porque la ma- yor parte de los autores las han mirado como los efectos confu- sos y ocultos dé una naturaleza mal dispuesta y desconocida, y porque creían perder el tiempo en describírnoslas. Sin embargo, el Ser supremo no dexó leyes menos ciertas en quanto á la produc- ción de las enfermedades, y maduración ó cocción de los humo- res morbíficos, que las que estableció para la creación de las plan- tas y anímales: ademas, que así como hay ciertas qualidades par- ticulares que son propias á cada planta y á cada animal, del mis- mo modo en la formación de todas las sensaciones morbíficas ó enfermedades hay ciertas propiedades que no cuesta mucho tra- bajo percibir luego que la especie está producida , como por exem- plo, el que observa con atención el orden, tiempo ó principio de la accesión de unaquartana, los fenómenos de frío, calor, y en una palabra todos los síntomas que le son propios, tiene motivo para creer que esta enfermedad es una especie , lo mismo que el creer que una planta es una especie porque crece, florece, y pa- rece siempre de un mismo modo, con solo esta diferencia, que las plantas subsisten por sí, á excepción de las parásitas, y las especies de las enfermedades dependen de los humores ó de otras causas que las producen. Volviendo á mi objeto, estoy persuadido que aun los síntomas mas ligeros, de que el médico saca su dignóstico, pueden igual- mente darle las indicaciones curativas que necesita: muchas veces he meditado que si hubiese una historia exacta de cada enferme-* dad no sería del todo difícil curarlast siguiendo el camino que in<- 54 NOS dicasen los fenómenos, y que es siempre el mas seguro : teniendo cuidado en comparar entre sí estos fenómenos, ellos mismos nos conducirian como por la mano á las indicaciones evidentes, que mas bien deben buscarse en la misma naturaleza, que en los capri- chos de una imaginación loca y extraviada. # Siguiendo este camino el fundador de la Medicina , el sabio Hi- pócrates, convencido de que la naturaleza cura las enfermedades, deseando establecer la Medicina con fundamentos ciertos y eviden- tes, tuvo cuidado de describir y referir los fenómenos que son pro- pios á cada enfermedad sin valerse del auxilio de hipótesis, como se puede ver en sus libros de enfermedades, y en el de afecciones; á esto se reducía la teoría de este divino anciano.»» Comparadas las partes internas ó externas entre sí en los hom- bres, se verá que los cuerpos humanos son unas máquinas semejan- tes , y que se parecen unas á otras, especialmente en las personas de una misma edad, sexo y temperamento ; y en la certeza de esta proposición está fundada toda la práctica de la Medicina y los su- cesos de la vida: por exemplo, es una cosa cierta que Tito tuvo el corazón, los pulmones y el estómago, aunque no se le veian, en situación igual á la en que estaban estas entrañas en Maevio , y que tenían la misma magnitud y figura en uno que en otro; del mismo modo una dosis igual de senn tomada en ¡guales circunstancias de- be producir los mismos efectos; el pan sirve á todos de nutrimento, y ciertos venenos son dañosos á todos; esta certidumbre moral es suficiente para los usos de la vida. De lo dicho se sigue que unas mismas causas y principios de- ben producir unas mismas enfermedades en iguales circunstancias; lo mismo sucede con la excreción de la serosidad alcalina, que sale de la sangre, se hace en todos por las orinas, y la de la bilis por me- dio del hígado, por lo que se puede creer que la materia morbosa debe alterar de un mismo modo en estos las mismas funciones, excre- ciones y las mismas qualidades; yá estas lesiones ó daños, y mutacio- nes sensibles se les da el nombre de síntomas, y es suficiente admi- tir una causa para asegurarnos que estas resultan como efectos de ella, pues nada se hace por el acaso en el universo, este es un nombre ideal é imaginario, que no tiene otro origen que la igno- rancia de las causas, por lo quai admitidas las causas de las enfer- medades deben resultar necesariamente síntomas de ellas, los que varían según su diversidad. Hay una conexión cierta y necesaria entre las causas y los sínto- mas^ como estos son unas nutriciones evidentes y sensibles, y como otras tantas señales ó caracteres que nos conducen al conocimiento de las causas , se infiere que no son ni las causas, ni el sitio de las enfer- medades los quecos deben guiar para el de los síntomas, antes al NOS ss Contrario nos debemos valer de los síntomas para conocer el sitio y causa de las enfermedades; con este plan puede estar seguro el Mé- dico de que no se extraviará. De todo lo que se acaba de decir se pueden deducir las reglas siguientes: La definición de una enfermedad es la enumeración de los sín- tomas que sirven para conocer su género y especie, y distinguirla de las demás. Esta puede ser defectuosa siempre que se hace en- trar en ella las cosas que son obscuras y hipotéticas, como el asien- to interno y propio, que no se pueden distinguir en el hombre vi- vo; pero sí se debe nombrar el sitio ó lugar que se percibe por medio de los sentidos ó de la relación del enfermo , aun quando la causa ó principio del mal se hallen en otra parte; por exemplo, qualquiera que sea la parte que padece en el efialtes, como el en- fermo se queja de una gran opresión que siente en la parte exte- rior del pecho, es necesario referir en la definición este síntoma, y no decidir si la materia morbífica tiene su asiento en el cerebelo, pulmones ó estómago; en tal caso se remitirá este punto á la etiolo- gía. Se deduce que en la definición no se debe hablar mas que del sitio visible de los síntomas, y no del oculto de la causa; de otro modo se confundiría la experiencia con el juicio. También es defectuosa la definición quando se hace mención de causas y principios, este defecto es intolerable en la definición de los géneros , porque aun quando estuviésemos asegurados que este género de enfermedad es producida por tal causa , á pesar de ello no se podia conocer por medio de los sentidos del Médico , ni del enfermo , ni darnos carácter alguno. Esta ha sido la causa porque no hay una definición fixa y constante de las. enfermedades: por exemplo, Aristóteles define la pleuresía una cocción ó una conden- sación de la materia líquida. Apolonio la define una afección pasa- gera y pronta, cuyo asiento está algunas veces en los pulmones , y muchas no está acompañada de tumor. Asclepiades dice es un der- rame de un humor pasagero y rápido, que tiene su situación en las partes internas del costado, acompañado de una calentura agu- da y tumor, &c. La definición es demasiado corta y falsa quando no conviene á todas las especies, y la especie pertenece al género referido, siem- pre que tenga mas afinidad con él, mediante los síntomas esencia- les, que con los otros géneros; por exemplo, las definiciones de la pleuresía son muy cortas quando no se hace mención en ellas mas que del dolor del lado, pues Hipócrates refiere una del dorso, y Avicena una del mediastino, y otras especies que no se pueden colocar sino en el género pleuresías que están acompañadas de do- lor en el pecho; pero no en los lados ó costados: para fixar los lí- 56 NOS mites de un género es necesario conocer las especies que hasta hoy se hayan observado con exactitud , pues sin este conocimiento no se puede definir bien qualquier género, sino por casualidad. La definición es demasiado vaga quando conviene á mas géne- ros que al definido, y es necesario desecharla, pues confunde las cosas enteramente distintas; por exemplo, la definición que dan Aristóteles y Gorr#r de la pleuresía, conviene á enfermedades di- versas, y puede una ligera inflamación afectar la pleura, y no pro- ducir calentura aguda, y por consiguiente tampoco pleuresía. To- dos los dias se observan cadáveres, que no han muerto de pleure- sía , y se hallan en varios sitios de la pleura manchas roxas y ligeras hinchazones, lo que manifiesta que allí ha habido una ligera in- flamación. Es falsa y errónea la definición quando señala y determina la causa oculta á nuestros sentidos, pues esta las mas veces es falsa, y aun quando fuese cierta no conviene á la definición; por exem- plo, Sennerto se engañó quando definió la pleuresía una inflama- ción de las costillas, que se extiende hasta los pulmones por medio de la vena cava ó ázigos. Los modernos han caído en el mismo de- fecto quando hablan de la detención de la sangre en los vasos ca- pilares , y la ponen como causa entre los caracteres de la inflama- ción , pues por sola la detención ó estancación no se puede origi- nar el calor-, dolor, pulsación, ni distensión. El género de una enfermedad es la definición ó enumeración de las señales que le son comunes con todas las otras de la misma cla- se y orden, y de aquellos por las que se diferencia de otros. Ale- xandro de Trallesdefine muy bien la pleuresía: una calentura agu- da acompañada de dureza en el pulso, dolor lancinante del pecho, tos y dificultad de respirar (Lib. vi cap. i): la calentura y el dolor le son comunes con la hepatitis ó inflamación del hígado, con la nefritis ó inflamación de ríñones, la peripneumonia ó pulmonía y otras enfermedades inflamatorias; pero se diferencia de todos estos géneros por la tos, sitio del dolor y dificultad de respirar. Como el género es la semejanza de las especies, todo lo que se dice de él conviene á cada una de ellas, por lo que es inútil repetir en cada una lo que se haya dicho una vez en el género; y así co- mo los síntomas generales se asemejan en todas las especies, es ne- cesario que sus causas sean unas, y la terapéutica geu*ral la misma. Luego en disponiendo con método los géneros, se puede al mismo tiempo dar una teoría y práctica general, y dada una vez es in- útil repetirla en varios lugares: vicio y defecto que no se puede evitar en los métodos anatómico y etiológico, pues tantas quantas sean las partes que se pueden inflamar , en otras tantas hay que tra- tar de la inflamación. NOS 57 Las especies de un mismo género deben ser tantas quantas seme- janzas se observan en las enfermedades particulares de este género; pe- ro es preciso que á los síntomas genéricos se junten otros que les son propios, constantes y suficientes para especificarlas, pues aunque para mayor brevedad, y para conformarnos con el uso recibido, se nombra á estas especies según el sitio, y los principios procatárti- cos ó proegúmenos, no obstante se hace de suerte que los nombres no signifiquen mas que síntomas diferentes; por exemplo, la pleure- sía del mediastino de Avicena no es otra cosa que aquella especie de pleuresía, á la que él dio este nombre, y á la que juntó la enu- meración de los síntomas que le son propios. Hipócrates dio el nom- bre de pleuresía dorsal á una especie de pleuresía en la que el do- lor se percibe con particularidad hacia la espalda , y el enfermo tiene una respiración anhelosa. Se debe observar que no se intenta con estas denominaciones determinar ó señalar el sitio de la causa del mal, sino solo á que se refiere, ó con quien tienen relación los principales síntomas. Las diferencias de las enfermedades son aquellas simples rela- ciones que distinguen entre sí unas especies de otras, particular- mente en razón de su quantidad; como la división de las enferme- dades en cortas y largas , agudas y crónicas, grandes y pequeñas, ligeras y graves, fuertes y débiles; pero las clases, géneros y órde- nes se distinguen por sus qualidades, de modo que pueden cono- cerse por sí mismas, y sin compararlas con voces opuestas. Quan- do se trata de una quantidad , por exemplo grande, no se puede conocer sino comparándola con otra mas pequeña ; pero no así de la qualilad, pues se conoce la rubicundez, la redondez , el calor y la dulzura por sí mismas, y sin que haya necesidad de compa- rarlas con qualidades opuestas. Las cosas semejantes pueden diferenciarse entre sí por la quan- tidad sin'dexar de ser semejantes, como una gran figura puede pa- recer otra mas pequeña, de lo que se infiere que la quantidad no muda la clase, orden, género, ni especie, y solo constituye la di- ferencia : se sigue de lo expuesto que las especies de enfermedades y las variedades no son una misma cosa, aunque hay la mala prác- tica de confundirlas en las escuelas, de lo que ya hace tiempo se quejaba Argentarlo. Los grados son las cantidades de las qualidades, (Wolf. Onto- I°g' 743*) y solo se pueden conocer por comparación; las qualida- des se pueden diferenciar en grados , permaneciendo siempre la misma identidad y semejanza, de donde se sigue que el grado no muda el género ni la especie, por lo que las enfermedades en que los síntomas se asemejan, y solo tienen mayor ó menor canti- dad , como mas ó meaos calor, la mayor ó menor putrefacción, la tomo vi. h 58 NOS extensión mas grande ó pequeña, &c. no se diferencian por elgénerd, ni la especie, sino por la mayor ó menor violencia de los síntomas. Estoy persuadido que muchos condenarán y aun despreciarán este modo de numerar las especies con especial en un arte lucra- tivo, en el que se decide mas bien por la autoridad que por la ra- zón, y el mayor número desprecia lo que no han aprendido de sus maestros, ó que no han podido concebir ; lo mismo sucede en la botánica, aunque el ínteres no les estimula; sin embargo , los her- bolarios y los boticarios miraron con odio éste gran número de nue- vos géneros y especies de plantas, que Tournefort y Linneo nos han dado con tanta exactitud y precisión, lo que nace, según mi modo de pensar, de que habiendo tenido crédito en la botánica percibieron que ignoraban lo que los otros sabían. ¿A que fin suelen decir, emplear tanto cuidado y trabajo para descubrir un sin nú- mero de plantas pequeñas , como los musgos y hongos, siendo así que apenas hay doscientos de que se pueda hacer uso en la Medi- cina? Del mismo modo los ignorantes se sorprehenden al ver que los astrónomos describen é insertan en sus constelaciones un sin nú- mero de estrellas, cuya utilidad no perciben; pero yo que despre- cio toda la multitud vulgar de censores, no doy respuesta á tales objeciones; no obstante hay esta diferencia entre los astrónomos, zoologistas y los médicos, pues aquellos pueden ignorar impune- mente este ó aquel astro, tal ó tal insecto; pero el médico que ig- nora las especies de las enfermedades que trata3 encubre su falta con la sangre de millares de hombres. ¿Quantos miserables se hallan agoviados todos los días con toda clase de remedios por los oficiosos imitadores de los médicos por ignorar la especie de la enfermedad ? El que no conoce la cefalalgia sifilítica emplea para curarla la sangría, los eméticos, los marciales, los eathartícos, las fuentes y otros remedios de esta naturaleza. Un ignorante solicita curar la cefalalgia histérica, llamada comunmente clavo, con sangrías repetidas, purgantes, y pone á la enferma en mayor peligro; pero el que conoce la naturaleza del mal le alivia con un grano de opio. Un empírico se esfuerza en curar una asci- tis producida por el retroceso de la sarna, empleando las armas in- útiles de la farmacia , al mismo tiempo que un médico instruido la cura haciendo poner al enfermo la ropa de un sarnoso. El que no conozca y distinga la anorexía producida por las pasiones del alma, por el temor, por exemplo, ú otras enfermedades del mismo géne- ro, empleará los eméticos , los estomacales, los amargos para cu- rarla , y no lo logrará. »D¡ce Baglivio, (lib. 2, prax. med. cap. 9.) que sería de de- sear en beneficio de nuestro arte, que las enfermedades se subdi- vidiesen en otras tantas especies quantas son las enfermedades pri- NOS 59 tuitivas que las ocasionan, ó causas eficaces y constantes que las pro- ducen, y que se expusiesen las señales características de cada espe- cie, y se indicase el método curativo queá cada una conviene, si- guiendo en esto el mismo método que los botánicos, los que baxo del nombre general de una planta, por exemplo, el cardo, abrazan muchas especies de cardos, y describen con la mayor exactitud la magnitud , figura, color, sabor y las demás qualidades de esta plan- ta, con el fin de distinguir bien sus diversas especies: esta exacti- tud merece los mayores elogios. Los médicos al contrario compre- henden baxo un mismo título general enfermedades que debían di- vidir en otras tantas especies como enfermedades principales hay ó causas que las producen, y emplean un mismo método curativo pa- ra cada una, porque los síntomas se parecen, aunque se diferen- cien enteramente unos de otros, y pidan un método curativo di- verso , debiéndolos colocar baxo otros tantos títulos propios y se- parados, como hacen los botánicos con el cardo.» Este restaurador de la Medicina hizo tanto caso de este modo de hacer las historias de las enfermedades, que empleó dos libros en su obra práctica de la Medicina para demostrar la necesidad que habia de fundar una Academia, cuyos miembros estuviesen ocupados en perfeccionar este trabajo; léanse los capítulos iv y v del libro n, en los que refuta las opiniones de los médicos que son de parecer contrario, y prueba todo con razones sacadas de los es- critos del ilustre Sidenham y la experiencia, haciendo ver que las especies de las enfermedades no son infinitas ni inciertas. El sabio Morton conoció esta verdad , y dio la descripción de las diversas especies de phthisis pulmonar antes que algún otro pensase en hacerlo; escuchemos lo que dice en el prólogo: »»sería en extremo de desear , y se puede presumir que suceda en nuestro siglo, que se procurase dar una historia de las enfermedades mas clara y exacta que la que tenemos hasta el dia, pues sucede muchas veces con deshonor de la Medicina y detrimento de los enfermos, que los médicos confunden muchas enfermedades baxo un mismo título genérico, describiendo un mismo método curativo, aunque tengan su origen y principio de diversas causas, estén acompaña- das de diversos síntomas, que presenten indicaciones diferentes, y pidan un método curativo diverso; puedo casi asegurar con funda- mento, que qualquiera por instruido que esté encesta facultad no acertará en la práctica, á menos que por una penetración extraor- dinaria, y el auxilio de una larga práctica no se haya formado una idea mas clara y distinta de las enfermedades, de las diversas cau- sas que las producen , y los diversos síntomas que las acompañan; de esto nace que no hay arte que pida mas práctica y experiencia que la Medicina. 6o NOS »»¿Quien no se reirá, dice el sabio Musgrave , (Pref. de Arthri- tide) de un hombre que dedicado á diamantista, no distinguiese los diamantes, sino porque todos tienen un mismo nombre , teniéndo- los todos por igualmente finos? Este es el error de un médico, que no sabe diferenciar las diversas especies de gotas; sería de temer que no haciendo caso de esta distinción quando nos esforzamos en remediar una sola y única enfermedad, luchásemos á ciegas contra otras muchas todas diversas entre sí, y que piden por lo mismo una curación del todo diversa. «No debo olvidar aquí el parecer del célebre Gorter, profesor en la Universidad de Leyden, pues está persuadido que las espe- cies de las enfermedades no son menos ciertas que las de las plan- tas, y que la naturaleza no varía jamas en sus operaciones; si se admite esta suposición, debemos esperar que la práctica adquirirá algún dia.la misma certidumbre que la botánica. Los profesores de esta han dividido las plantas en géneros , y los géneros en especies, y estoy convencido de que se puede hacer lo mismo con las en- fermedades : me fundo en la experiencia y en la semejanza que se advierte entre estas dos ciencias. (Sauvages.) De ningún modo pudiéramos desempeñar mas dignamente este artículo, sino copiando üñ trozo del excelente discurso preliminar que puso Sauvages al frente de su Nosología , en el que se exponen los fundamentos de esta parte de la Pathologia, como acabamos de ver. Sin embargo, algunos autores modernos declaman contra este método 4e clasificar las enfermedades; pero no han presentado otro mejor: ¿que práctico, si no hubiera tenido ideas distintas de las va- rias enfermedades que afligen al hombre , antes de leer la reducida clasificación de Brown, distinguirá y clasificará con ella las enfer- medades á la cabecera del enfermo? ¿Quien ha adoptado el méto- do de Pinel? La Nosología de Sauvages,que es la que hemos adop- tado, no creemos sea una obra acabada, ni que dexe de tener de- fectos, que son comunes á todos los sistemas artificiales de clasificar, porque estos trabajos nunca son de la naturaleza, pues esta solo ofrece individuos; pero los hombres para facilitar su estudio los han reducido á índices clasíficos y sistemáticos. A nosotros nos pa- rece mejor el que seguimos, sin embargo que notamos á cada paso algunos defectos en su exposición; pero no obstante dexamos la li- bertad á nuestros lectores que clasifiquen con arbitrariedad, siguien- do á Linneo, Sagar, Vogel, Vítet, Cullen, Macbride, de entre los nosologistas sintomáticos, y si gustan á Brown ó á Pinel, &c. Pero no podemos menos de confesar que la Nosología de Sauvages nos ha facilitado infinito en nuestra práctica el conocimiento distin- to de las enfermedades, es verdad que á veces hemos tenido que desechar especies impertinentes j pero no es necesario tener una NOS 61 gran crítica para conocer estos defectos; ademas, hemos oido á nuestros maestros decir que hasta que cogieron en las manos la No- sología que seguimos, no tuvieron ideas distintas de las enfermeda- des ; en fin, solo queremos que nuestros lectores abracen este par- tido sin preocupación, y le consulten en la práctica, y esta les deci- dirá , pues por este medio hemos visto convencidos á muchos profe- sores, sin recurrir á las reñidas disputas que se leen en varías obras, sostenidas mas bien por espíritu de partido que por amor á la verdad. Llave de las nueve clases que pertenecen d la Medicina práctica^ de la Nosología de Sauvages. La enfermedad es un concurso de síntomas notables unidos unos con otros. Los síntomas mas evidentes y constantes son los principales que se manifiestan, ó los primeros que constituyen el carácter esencial de la enfermedad; por lo que se les da también el nombre de pathognomónicos ó característicos: hay tres especies de signos ó señales características, que consienten en la alteración de las funciones, de las excreciones y las qualidades. Si el pulso es freqüente ó fuerte con respecto á los demás miembros, ó si estos están débiles, sin que sea la causa el sueño, ó la disminución ó fal- ta del sentimiento, y sin embargo el pulso está alterado, hay calentura. Continuas. Calenturas. ¿ Remitentes. Si la calentura es muy violenta y está acompañada de dolor, un gran calor, y la sangre que se saca en la inflamaciones, taza está cubierta de una costra blan- ca , hay injlamacion. Si los músculos sujetos á la volun- tad se contraen con mas fuerza que la que es propia de las fuerzas y circuns- tancias , y esto sucede en las partes que no están sujetas á la voluntad: estas ex- perimentan ó padecen contracciones mas violentas que lo ordinario, y es un espasmo. Si el síntoma principal consiste en una respiración freqüente y difícil, hay Anhelaciones. una anhelación ó sobrealiento. i \ Intermitentes. Exantemáticas. Membranosas. Parenchimatosas, Espasmos. Tónicos parciales* Tónicos generales. Clónicos parciales. Clónicos generales. LEspa»módicas. \ Opresivas. 6i NUE Sí la facultad de mover las partes sometidas á la voluntad, igualmente que la de sentir de los órganos, faltan á un tiempo 6 separadamente, hay una debilidad, Quando el síntoma principal es una sensación incómoda, como la produci- da por una picadura ó un despedaza- miento, hay dolor. Quando el príncipalsíntoma es una deprabacion del juicio, de la imagina- ción, déla voluntad, del deseo es una locura que los latinos llaman vesanias, porque estas funciones no están sanas. Si los fluidos que no deben expe- lerse salen fuera, ó los que deben sa- lir es con mas abundancia que lo co- mún y con mas freqüencia, ó se dife- rencian de los que salen en el estado de salud, se padece una evacuación morbosa ójluxo. Si el principal síntoma consiste en la mutación de la qualidad, en quanto al volumen, superficie ó color, se llama cachexia. {Sauvages.) C Dysestnesia, } Atieypitbimia. Debilidades, i Discinesia. j Liposychia. J Comata. r Vagos. 1 De la cabera. Dolores. ¿ Del Pecho- Del vientre. De las extremi- dades. í Vesanias ó tu- curas. ■C Alucinaciones. <¿ Delirios. \ Caprichos, \ De sangre. I De vientre. Fluxos.) j De serosidad. / De ayre. r Consunciones. A Hinchazones. I Hidropesías. Cachexías. J Excrescencias. | Enfermedades i cutáneas J Colores deprava- V» dos. NOSTALGIA. (V. en la clase vesanias , el genero xi.) NUEZ MOSCADA. {V. el artículo moscada.) nuez vómica. {Mat. Méd.) Es el fruto de un árbol, conoci- do por los botánicos con varios nombres, como nux vómica ma- jor, colubrinum lignum, cucurbitifera malabariensis, &c. Esta nuez es un veneno no solo para los animales, y con particularidad para los que nacen con los ojos cerrados, sino también para el hombre, produciendo un sueño profundo, y en seguida fuertes convulsio- nes. Los árabes la introduxéron en la Medicina, recomendándola como un poderoso alexífarmaco. Schulz asegura haberla administra- do hasta la dosis de quince granos gradualmente, sin que se siguie- se ningún accidente funesto; pero el mayor número de observacio- KUT 63 toes nos obliga á proscribir justamente de la Medicina esta subs- tancia. NUNEZ. (Alvaro) Se cree que fué Cirujano: compuso la obra Annotaliones ad libros dúos Francisci Arcei, de recta curando» rum vulnerum ratione. Amberes, 15 74 , 8.° nuSez. (Francisco) Médico, Doctor de Alcalá: compuso un tratado del Parto Humano. Zaragoza, 1638, 8.° nuñez de oria. (Francisco) Natural de Casarrubios en el Ar- zobispado de Toledo, Poeta y Doctor de Medicina: escribió un tratado de Regimiento y avisos de Sanidad. Madrid, 1569 9 8.° y NUTRICIÓN. {Fisiol.) La nutrición puede considerarse co- mo el complemento de las funciones asimilativas. El alimento {V. este artículo) alterado por una serie de descomposiciones, {V. di- gestión ) animalizado y hecho semejante á la substancia del ser que Va á nutrir, se aplica á los órganos, cuyas pérdidas debe reparar; y en esta identificación de la materia nutritiva con nuestros órga- nos que se apoderan de ella, y se la aplican así, es en lo que con- siste la nutrición. El cuerpo vivo pierde continuamente sus partes integrantes por Una multitud de causas que las arrojan sin cesar fuera de él: mu- chos de sus órganos se ocupan incesantemente en separar líquidos que salen cargados de los residuos de su substancia, desgastada por la ac- ción reunida del ayre y del calórico por los frotes internos, y agitada por un movimiento pulsativo que hace desprender sus moléculas. Así se va destruyendo incesantemente la máquina animal que, consi- derada en dos épocas distintas de su duración, no contiene siquiera nna misma molécula. El experimento hecho con la raiz de la gran- za {rubia tinctorum), que mezclada con los alimentos de los ani- males tiñe de roxo sus huesos, prueba decididamente esta perpetua descomposición de la materia viva y animada. En efecto, basta in- terrumpir por muy largo tiempo el uso de esta planta, para que se desvanezca de todo punto el color uniformemente roxo que pre- senta la substancia de los huesos. Ahora bien, si las partes mas du- ras, mas sólidas, mas dispuestas para resistir largo tiempo á la des- trucción, están en un movimiento continuo de descomposición y recomposición, es claro que este movimiento debe ser mucho mas rápido en aquellas, cuyas moléculas tienen entre sí menor grado de coherencia, como los fluidos. Han querido determinar el período de la total renovación del cuerpo; y han dicho que se necesitaba un intervalo de siete años para que las mismas moléculas hayan desaparecido enteramente, y sean reemplazadas por otras ; pero esta mutación debe ser mas rá- pida en la infancia y en la juventud: debe retardarse en la edad ma- ¿4 NUT dura, y no verificarse sino al cabo de un tiempo larguísimo en U vejez , edad en que todas nuestras partes adquieren un grado con- siderable de consistencia y endurecimiento, al mismo tiempo que se ponen mas lánguidas las acciones vitales.Nadie duda que el sexo, el temperamento, el clima baxo que se habita , el régimen de vida que se observa y una multitud de circunstancias le aceleran ó le retardan, de manera que es imposible asegurar nada de positivo so- bre su duración absoluta. Nuestras partes al paso que se destruyen se reparan por medio de partículas homogéneas, ó exactamente semejantes, sin la quai se mudaría á cada instante su naturaleza, que es siempre la misma con corta diferencia. Quando la materia nutritiva, mediante las alteraciones sucesivas que ha experimentado por parte de los órga- nos digestivos, absorventes, circulatorios, respiratorios y secreto- rios , está animalizada ó asimilada al cuerpo á que debe nutrir, en- tonces las partes que baña y riega la retienen , y la incorporan á su propia substancia. Esta identificación nutritiva se exerce de diversa manera en el cerebro, en los músculos, en los huesos, &c. Cada uno de ellos se apropia, por una verdadera secreción, lo que halla análogo á su naturaleza en los humores conducidos por los vasos de todas especies, y principalmente por las arterias, y dexa pasar las moléculas heterogéneas. Un hueso es un órgano secretorio que se cubre de una costra de fosfate calcáreo; y los vasos linfáticos, que en la elaboración nutritiva hacen oficios de canales excretorios, le descargan de esta sal, quando ha permanecido esta algún tiempo en los intersticios de su texido. Lo mismo sucede con los músculos, respecto á la materia fibrosa, y con la albúmina, relativamente al cerebro; cada parte se empapa y consolida en su texido los xugos, que son de la misma naturaleza que ella, en virtud de una fuerza semejante á la afinidad de agregación de los químicos. Para que una parte se nutra es preciso que tenga sensibilidad y movimiento: la ligadura de sus arterias y nervios, aboliendo estas dos facultades, impide que se nutra y viva. La sangre que corre por las venas, y el fluido que conducen los absorventes, contienen las partes vivificantes y reparadoras, pero en mucha menos cantidad que la sangre arterial. Y aun se cree bastante generalmente que la linfa y la sangre venosa no contienen nada inmediatamente nutri- tivo. Por lo que hace al influxo de los nervios en la nutrición toda- vía no está determinado rigurosamente. Un miembro paralizado por la sección, ligadura ú otra afección de los nervios que se distribu- yen en él, conserva á veces su volumen y gordura primitiva: sin embargo, las mas veces, tal vez por falta de movimiento, se seca^ se atrofia, y se disminuye considerablemente. Sería fácil explicar el mecanismo de la nutrición, si después de NUT 65 haber determinado exactamente las diferencias de composición que hay entre nuestros alimentos y la substancia misma de nues- tros órganos, pudiéramos ver como cada función hace que pier- dan su carácter , para revestirlos de nuestras propiedades, y quan- to coopere cada una en la transformación de su parte nutritiva en nuestra propia substancia. Para resolver este problema supon- gamos un hombre alimentado únicamente con vegetales, que para la mayor parte de los hombres son en efecto la basa de su sub- sistencia; sea la que fuere la parte de la planta que usa, ya el ta- llo , ya las hojas, ya las flores, ya las semillas ó ya la raiz; siempre entran carbono, hidrógeno y oxigeno en la composición de estas substancias vegetales, que por la análisis llevada hasta el extremo se pueden resolver todas en agua, y en ácido carbónico. A estos tres principios constitutivos se agregan rara vez una corta cantidad de ázoe y sales, y algunos otros materiales mas ó menos abundantes. Examinando después la naturaleza de los órganos del hombre, que se nutre exclusivamente de los vegetales, se halla que tienen una composición muy distinta, y mucho mas adelantada que esta espe- cie de alimentos: que predomina el ázoe, siendo así que las subs- tancias vegetales, ó no le contienen, ó solo constan de una cortísi- ma cantidad; y en fin, que ciertos productos nuevos que se han descubierto en los alimentos, se encuentran con abundancia en el cuerpo que se nutre de ellos, y parecen producidos por el acto mismo de la nutrición. La esencia pues de esta función es hacer que pase la materia nutritiva á un estado de composición mas adelantada, privarla de una porción de su carbono é hidrógeno, hacer que prepondere el ázoe , y desenvolver muchas substancias que no existían antes: parece que todos los cuerpos vivos, sin excepción alguna, gozan de la facultad de componer y descomponer las substancias con que se mantienen, y de dar origen á nuevos productos. El verdemar, cu- yas cenizas suministran la barrilla, colocado en un caxon lleno de un estiércol que no contenga un átomo siquiera de este álcali, y re- ado con agua destilada, se precipita en tanta copia como sí hu- iera crecido en las costas del mar, y en medio de las lagunas inun- dadas de aguas salobres y muriátícas. Los cuerpos vivos son verdaderos laboratorios, donde se verifi- can combinaciones y descomposiciones que el arte no ha podido imitar: ciertos cuerpos simples para nosotros, como la barrilla y la sílice, parece que se forman completamente, y dentro de ellos, mientras que otros, cuya composición se ignora todavía, por exem- plo, ciertos metales, sufren descomposiciones inevitables. De lo quai se puede inferir, á mi entender, que la fuerza de la naturaleza, tanto en la composición, como en la descomposición de los cuer- tomo vi. 1 66 NUT pos, supera con mucho á la industria de los químicos. La paja y el grano de las plantas cereales contienen una enor- me cantidad de sílice, aun quando se haya tenido cuidado de pri- var á la tierra de esta substancia donde han vegetado. Sobre todo la avena produce abundantemente esta tierra vitrificable. La ceniza que se saca de una semilla analizada por medio del ácido nítrico ha suministrado al ciudadano Vauquelin 607 milésimas de sílice pura indisoluble en este ácido, y 0.393 de fosfate de cal disuelto en él. Los excrementos de una gallina alimentada por seis días con sola avena, hechos ceniza y analizados por el mismo químico, han presentado doble cantidad de fosfate de cal y de carbonate calcá- reo , que no existia en la avena, y un pequeño residuo en la can- tidad de la sílice , que pudiera muy bien haber sido empleada para suministrar el exceso de cal; transmutación que debería depender de la absorción de un principio desconocido casi cinco veces ma- yor que su propio peso. Para que una substancia pueda emplearse en nuestro nutrimen- to debe ser alterable y capaz de fermentación, es decir, capaz de sufrir un movimiento intestino y espontáneo, en virtud del quai muden sus elementos de combinaciones y relaciones. Esta condi- ción de alterabilidad espontánea excluye de la clase de los alimen- tos todo lo que no está organizado, y no ha formado parte de un ser vivo: por eso los minerales son enteramente refractarios á la ac- ción de nuestros órganos, que no pueden convertirlos en su subs- tancia propia. El principio común , extraído de las substancias alimenticias por diversas que sean, esto es, el- alimento, según Hipócrates, es verosímilmente un compuesto muy alterable y capaz de fermenta- ción : y esta es también la opinión de todos los que han intentado asignar su naturaleza. Lorry juzga que es un compuesto mucoso; Cullen le compara con la materia sacarina;el ciudadano Hallé pien- sa que es un oxide hídro-carbonoso, que no se diferencia del acida oxálico, sino porque tiene menor cantidad de oxigeno. Se advierte desde luego que estas tres opiniones tienen entre sí la mayor analogía, pues el oxigeno, el carbono y el hidrógeno, combinados en diversas proporciones, forman el cuerpo mucoso, la materia sacarina, y la base oxálica. La análisis de la materia ani- mal por medio del ácido nítrico la reduce á esta última base, ro- bándola grande cantidad de ázoe, cuya presencia constituye su ca- rácter mas considerable. El ciudadano Hallé piensa que el oxide hidro-carbonoso se com- bina con el oxigeno dentro del estómago y del conducto intesti- nal; bien sea que este último principio le introduzca juntamente con los alimentos en las vías digestivas, ó bien le suministren dos NUT 67 humores que se descomponen. Los líquidos intestinales desprenden su ázoe , que se combina con la base alimenticia, y reemplaza al carbono que el oxigeno la ha robado para formar ácido carbónico. Este gas, llegando á los pulmones, y sujeto de nuevo á la acción del oxigeno atmosférico, la priva todavía de cierta porción de su carbono: y como desprende el ázoe de la sangre venosa, efectúa una nueva combinación de este principio con el quilo: en fin, lle- vado con la sangre hasta la superficie de la piel, el oxigeno atmos- férico desprende todavía carbono, y concluye su azotizacion. Y aun tal vez el órgano cutáneo es al sistema linfático lo que el órga- no pulmonar al sistema sanguíneo. {V. respiración.) La animalizacion de la substancia alimenticia se verifica pues, principalmente por la pérdida de su carbono, que reemplaza el ázoe, excedente de los líquidos animales. Estos mismos se mantie- nen por este medio en un temperamento necesario;porque perdien- do continuamente el principio carbonoso en las combinaciones in- testinales, pulmonares y cutáneas, se animalizarían demasiado ,s¡ otro quilo distinto no se apoderase del ázoe excedente. Esta teoría, como lo confiesa su autor, no explica aun la formación de las sales fosfóricas, de la cera adiposa y de otros muchos productos anima- les; pero sin adoptarla en toda su extensión, se puede presumir por los experimentos y observaciones en que se funda, que el oxigeno del ayre atmosférico es uno de los agentes mas poderosos que em- plea la naturaleza para transformar en nuestra propia substancia los alimentos de que vivimos. {V. digestión.) Sin embargo, no se puede pasar en silencio el que estos expe- rimentos y observaciones son poco numerosos y concluyentes. Ju- rine de Ginebra abrió el tubo digestivo de un maniaco algunas ho- ras después de muerto , recogió los gases que se desprendían, y vio que la cantidad de oxigeno y ácido carbónico se desminuia desde el estómago hacía los intestinos gruesos, mientras que por el con- trario se aumentaba la del ázoe; y que el hidrógeno era mas abun- dante en los intestinos gruesos que en los delgados, y menos co- pioso en estos que en el estómago. Pero el oxígeno y el ázoe ¿ per- tenecen al ayre atmosférico, que se mezcla siempre en mas ó me- nos copia con los alimentos y la saliva, y que se desprende después por el calor del tubo intestinal? ¿Ó bien proceden estos gases de la descomposición de las substancias alimenticias y de los líquidos in- testinales? Por otra parte , los gases contenidos en el canal alimen- ticio de un cadáver ¿ no se desenvuelven en el mismo instante de la muerte? Es bien sabido que en muchas circunstancias quando la contractibilidad abandona á los órganos, se distienden los intestinos por los gases desenvueltos, y producen aquel meteorismo que ace- lera el momento de la muerte total, impidiendo la depresión del 68 OBL diafragma, y por consiguiente la respiración. Las buenas diges- tiones se efectúan sin erupción de productos gaseosos. Las indigestiones desprenden casi siempre gas hidrógeno carbo- nizado ó sulfurado, que es la causa del mal olor de las ventosida- des que se expelen por el ano, olor que no tienen las que salen por la boca. Estas últimas se forman de hidrógeno puro, ó de áci- do carbono, que también se arroja á veces por el recto; pero mas rara vez que el gas inflamable, alterado por la mezcla del carbono, del azufre, y aun del fósforo. Por otra parte, ¿como se nutren los animales que viven solo de carnes mas animalizadas, esto es, mas ana- lizadas, mas abundantes de productos amoniacales que su propia subs- tancia? En este caso la asimilación de los alimentos cons'ste en su des- animalizacion, bien sea que cooperen en ella todos los órganos, ó* bien que se efectúe enteramente en las vías digestivas por la mez- cla de los xugos gástricos y otros líquidos. Los elementos constitutivos que entran en la composición de nuestros órganos, ya vengan de fuera, ó ya estén formados por la acción misma de la vida, salen de nuestro cuerpo por diversos emunctoríos, y dexan de formar parte de él después de haber per- manecido cierto tiempo. La orina lleva consigo una grande canti- dad de ázoe; los pulmones y el hígado nos privan del carbono y del hidrógeno; y en fin, el oxígeno se evacúa por medio de las secreciones aqüosas, que envuelven en estado de disolución las subs- tancias salinas, y de los mas principios disolubles. ¿ Que nos ofrece en suma esta serie de funciones que se enca- denan , se suceden y se aplican á la materia nutritiva desde el ins- tante en que se introduce en el cuerpo, hasta que ya es apta para el incremento y reparación de sus órganos? Nos presentad hombre viviendo en sí mismo, ocupado incesantemente en tranformar en su propia substancia otras heterogéneas, reducido á una existencia puramente vegetativa é inferior, aun á la mayor parte de los seres organizados, relativamente á su energía asimilativa. Mas ¡quanto los supera en el exercicio de las funciones, que es el objeto de la Fisiología, funciones, mediante las quales se arroja fuera de sí mis- mo, engrandece el campo de su existencia, provee á todas sus ne- cesidades , y mantiene con la naturaleza las relaciones multiplica- das que las sujetan á su imperio. (Richeraud.) OBESIDAD. {Med.) Se da esta nombre al estado del cuerpo en que hay mucha gordura en el texido celular, lo que pone á los hombres no solo alterados en las formas, sino también torpes: se suele llamará este exceso polisarcia y corpulencia. {V.el género v de la clase de caquexías, ) OBLIQÜOS. (Músculos.) {Anat.) Hay varios músculos que por razón de su dirección se íes da el nombre de obliqüos, como OBS 69 losobliqüos del ojo, nariz, abdomen, &c. (V. abdominales, ojo, nariz , &c.) OBREGON. (Bernardíno de) Fundador de la Hermandad lla- mada de los Obregones, cuyo objeto es cuidar de los enfermos. Escribió un tratado de Instrucción de enfermos, y consuelo de afli- gidos enfermos, y verdadera práctica de como se han de aplicar Iqs remedios que enseñan los médicos. Madrid, 1607 , 8.° OBSERVACIÓN. {Med. Práct.) La observación es el exa- men reflexivo de los diferentes objetos que presenta la naturaleza, principal fundamento de todas las ciencias, llave y principio ele- mental de la experiencia médica de la Medicina práctica. (V. el artículo experiencia. ) OBSTRUCCIÓN. {Med. Práct.) Estrechamiento de los vasos que estorba la libre circulación de los fluidos sanos ó morbíficos. La obstrucción se distingue por sus diferentes grados: se llama congestión quando hay solamente una ligera hinchazón y un con- junto de humores en Ja parte; pero quando el embarazo es mas considerable, y se estanca en los vasos un humor que se espesa en ellos, toma entonces el nombre de obstrucción. Se distinguen también las obstrucciones por la naturaleza del humor que las produce. Quando la sangre es quien obstruye los vasos, se forman entonces obstrucciones sanguíneas, ó por mejor decir, excita una inflamación. Quando la linfa está detenida en sus vasos se llaman las obstrucciones linfáticas. En fin, se distinguen diferentes obstrucciones según las diferentes visceras que son afec- tadas : de esta clase son las obstrucciones del hígado, del bazo, de los pulmones, &c. No siempre es fácil reconocer al tacto las obstrucciones, á me- nos que sean de un volumen muy considerable, y las manos mas diestras y mas hábiles se engañan en esto con mucha freqüencia ; los signos mas ordinarios para conocer las obstrucciones son la hincha- zón y tensión de la parte obstruida, y á veces un dolor vivo y pun- zante , unido á la pesadez y plenitud. Los que están acometidos de este mal se enflaquecen de día en día, sienten disminuirse sus fuer- zas , experimentan lasitudes espontáneas, comunmente tienen el rostro pálido é hinchado, su orina está cruda y mal elaborada, se ven atormentados de ventosidades y eructos muy freqüentes inmediatamente después de comer, pierden el apetito, su estó- mago se debilita, y digiere mal los alimentos qne recibe. Los en- fermos vomitan materias viscosas, su respiración se vuelve di- fícil y laboriosa , y no tardan en experimentar palpitaciones de corazón, que son siempre anuncio de una hidropesía incipien- te. Las causas que pueden ocasionar las obstrucciones son próxi- mas ó remotas. 70 OBT En las primeras se debe admitir la desproporción que hay en- tre el volumen del líquido y el diámetro del vaso. Las obstruccio- nes pueden pues ser causadas por la estrecha capacidad de los va- sos, por la excesiva cantidad que debe pasar por ellos, ó por el concurso de estas dos causas. Un vaso se estrecha quando está comprimido exteriormente por su propia contracción, ó por la condensación de sus membranas. La masa de las moléculas se aumenta por la viscosidad del fluido, por el vicio del sitio por donde corre, y por estas dos causas re- unidas, quando concurren juntas las de uno y otro mal. En las causas remotas se debe comprehender todo lo que es ca- paz de espesar los humores y estrechar el diámetro de los vasos, y también las pasiones vivas de ánimo, las pesadumbres, el abuso de licores ardientes, un exercicio muy penoso, el exceso en los pla- ceres del amor, la supresión de las evacuaciones periódicas, la ex- posición á un frió muy grande, el uso de ácidos muy fuertes y de alimentos groseros, los tumores en las inmediaciones de la parte obstruida, los que se forman en las membranas de los vasos, la cos- tumbre de encotfllar los niños, y los vendages muy apretados y llevados por mucho tiempo. Esta idea de la obstrucción fué el fundamento de la célebre teoría de Boheraave sobre la inflamación, que el descubrimiento ulterior de las leyes vitales ha desvanecido. OBTURACIÓN. {Cir.) * Esta voz se aplica al modo con que se cierran las aberturas. La bóveda del paladar, por exemplo, está sujeta á agujerearse contra el orden natural, y eso se reme- dia con la aplicación de un instrumento llamado obturador. (V. este articuló.) * OBTURADOR. (Cir.) * Así se llama un instrumento destina- do á tapar un agujero contranatural en la bóveda del paladar. Las heridas de armas de fuego ú otras causas externas pueden cau- sar una pérdida de substancia en la bóveda del paladar, y sucede aun mas comunmente por la caries de los huesos y por las úlceras que producen el virus venéreo ó el escorbuto. Quando una abertura establece contra el orden natural una co- municación entre las falsas nasales y la boca, las personas no pue- den casi darse á entender hablando, porque el ayre que debe for- mar el sonido de la voz se sale por la brecha de la bóveda del pa- ladar , y la degluticíon es muy difícil, porque los alimentos que el movimiento de la lengua ha de llevar á la cámara posterior de la boca pasan en parte por las narices. La cura metódica de las causas virulentas que han ocasionado la enfermedad, la exfoliación perfecta de los huesos viciados, ó la extracción de las esquirlas en las fracturas de la bóveda del pala- OBT 71 dar por una causa exterior, dexan un vicio de organización, al quai es menester suplir por medio de una máquina que se oponga á los inconvenientes que acabamos de describir. Esto se logra con una plancha de plata ú oro bastante delgada, y que sea un poco mas grande que la abertura que ha de tapar. Esta plancha debe ser algo convexa por la parte que toca al paladar, y por consiguiente algo cóncava por la que mira á la lengua: toda la dificultad está en con- tener esta plancha. Ambrosio Pareo describe los obturadores del pa- ladar que inventó y aplicó con buen éxito. Desde el centro de la superficie superior de la lámina obturatriz salen dos tiras de plata planas y elásticas, las quales sostienen unaesponjita. Esta se aplica á la nariz por la abertura del paladar, y como la humedad de la na- riz hínchala esponja, el instrumento se mantiene en la situación conveniente. Mr. Garangeot en su tratado de los instrumentos de Cirugía presenta la descripción de otro obturador; del centro de la convexidad de la plancha sale un estilete de ocho líneas de alto sobre línea y media de diámetro. Esta termina con una rosca <5 tornillo de dos líneas; y una tuerca quadrada de tres líneas de diámetro en todas direcciones, y es la segunda pieza del obturador. Para ser- virnos de esta máquina se tema una esponja, cortada de modo que tenga una superficie plana con unas tixeras , se pone lo demás en forma de medio globo, el quai se atraviesa por medio con el estilete del instrumento , fixando la esponja con la tuerca; la quai se moja primero en algún líquido; luego se exprime bien, y se introduce en el hueco de la bóveda del paladar. La experiencia ha demostradado que la esponja no detenia el obturador de un modo bastante seguro y permanente, y que ademas tiene un inconveniente muy desagradable , que es el de despedir desde el primer dia un olor inaguantable. El mismo Ambrosio Pareo ha inventado otro que se detiene en la nariz por medio de una plancha que se dobla con un pico de cuervo, y se detiene de este modo en las narices. Fauchart en su tratado del Cirujano dentista describe cinco especies de obturadores, que son unas máquinas mas ó menos complicadas, y que en ciertos casos pueden traer su uti- lidad : y Mr. Bordet, dentista de la última Reyna de Francia, en un tratado que intitula Investigaciones y observaciones sobre todas las partes del arte del dentista, trae observaciones sumamente útiles sobre el uso de los obturadores del paladar. Dice que en los mas de los casos es muy malo servirse de un obturador que pase por el hueco de la bóveda del paladar, porque siempre es un cuerpo ex- traño que impide la reunión de las partes, las quales son suscep- tibles de irse aproximando poco á poco hasta cerrar el agujero que un instrumento mal construido mantiene constantemente. Efectiva- mente , al cabo de seis meses ó un año se han visto varias aberturas 72 OCC de paladar absolutamente cerradas por la extensión de las partes blandas. Con esta mira es preciso contentarse con una plancha, cu- yos lados se extiendan bastante para que puedan atarse con unos hilos de oro en una muela de cada lado. Esta especie de obturador llena perfectamente las intenciones en el uso de aquel instrumento, y no hay obstáculo de este modo que se oponga á la aproximación de las partes. * obturador y obturatriz.<.( Anat.) Se llama así todo lo que tapa ciertas partes, voz que viene del verbo obturare tapar, y se dice de varias partes: i.° las arterias obturatrices, que son ramas de las hipogástrtcas, que se distribuyen en los músculos obturadores: 2.° los ligamentos obturadores, que son los que tapan los agujeros ovalados de los huesos inominados: 3.0 hay dos músculos obturado- res de cada lado , cuyo uso es de hacer que el muslo dé una media rotación de dentro afuera, se dividen en internos y en externos. El obturador interno es plano y casi triangular, situado en el fondo de la pelvis, y atado á la circunferencia interior del agujero ovalado del pubis; y su tendón pasando por enmedio de los dos gemelos va á terminar á una cavidad pequeña , que se halla en la raiz del gran trocánter. El obturador externo es un músculo aplanado que tapa exteríormente el agujero ovalado del hueso ¡nominado, atán- dose á todo el borde de la circunferencia exterior de dicho aguje- ro , después se recoge cerca del cuello del hueso del muslo rozan- do en él como en una polea, va por último á terminar á la cavi- dad del gran trocánter. Con respecto á los nervios obturadores se consultará el artículo nervios : 4.0 se puede dar el nombre de ve- nas obturatrices á los que vuelven la sangre de los músculos y par- tes inmediatas. OCCIPITAL. ( Anat.) Adjetivo que pertenece á occipucio, y así hay varias partes que tienen este nombre. El hueso occipital llamado así porque pertenece al occipucio ó colodrillo, es un hueso impar, cuya figura se aproxima á la rom- boidea en su circunferencia,y hallándose dentada en sus tres quar- tas partes, situado en la parte posterior é inferior del cráneo que contribuye á formar. Se distinguen en este hueso dos caras, quatro bordes y quatro ángulos. De las caras una es externa y otra inter- na; la externa presenta en medio una eminencia que se llama occi- pital externa, á sus lados hay varias líneas curvas y otras desigual- dades producidas por las inserciones de los varios músculos que se atan en esta parte. Desde la eminencia ó protuverancia occipital desciende otra larga, que se llama cresta, también occipital, en su remate se halla el gran agujero occipital, que tiene una figura oval; rodea á este agujero un borde óseo mas ó menos grueso, en el quai se hallan hacia su parte anterior dos eminencias oblongas, llama- OCC 73 das cóndilos del occipital, que están vestidas cíe una substancia ter- nillosa, para articularse con la primera vértebra del cuello. Detrás de cada cóndilo se halla una fosa, en cuyo fondo se ve el orificio de un conducto que se abre dentro del cráneo; en la parte ante- rior de dichos cóndilos se hallan también otras dos fosas. En la par- te anterior del agujero occipital se angosta este hueso considera- blemente, y forma una larga y gruesa apófise llamada basilar, la que tiene varias desigualdades, en las que se atan varios músculos, y su extremo forma el ángulo anterior é interior de este hueso. La cara interna del occipital es cóncava y desigual, con varias impresiones digitales que producen las anfractuosidades del cere- bro. Está como dividida esta cara en quatro cavidades por una emi- nencia en forma de cruz , cuyas quatro ramas se reúnen en un tu- bérculo medio muy elevado, que corresponde á la eminencia ex- terna , en estas eminencias se inserta la duramater. También se halla en esta cara otra eminencia larga en forma de cresta, que corres- ponde á la externa en su situación; en su parte inferior se divide en dos ramitas que se pierden en los bordes del grande agujero occipital. Los bordes de este hueso son dos superiores y dos inferiores: los superiores que empiezan en el ángulo superior y rematan en lo mas ancho del occipital: se hallan en ellos varios dientes que con otros de Jos compañeros forman las suturas, y para alojar alguna vez los huesos wormianos. Los bordes inferiores, que empiezan en la parte mas ancha del occipital, y rematan en la apófise basilar, se hallan con varias desigualdades y dientes, que se articulan con los com- pañeros para formar las correspondientes suturas. (V. suturas.) De los quatro ángulos del occipital, uno es superior, otro in- ferior anterior, y dos son laterales ; de estos quatro ángulos, el que merece mas consideración es el inferior, que (constituye la apófise cuneiforme ó basilar, por ser como la clave de la base del cráneo; tiene una cara articular, desigual y vestida de una ternilla, para articularse con la cara posterior del cuerpo del esfenoides. (V. este artículo.) El occipital es por lo regular el mas grueso y duro de los hue- sos del cráneo , excepto la porción petrosa del temporal. Está com- puesta de bastante substancia compacta, la que en algunos sitios for- ma dos láminas, y de diploe que solo se encuentra en algunos si- tios donde es mas grueso este hueso, principalmente en la apófise basilar. Para poner este hueso en situación es necesario colocar la protuverancia hacía atrás, y sus dos cóndilos hacia abaxo, y horizon- tahnente. Este hueso se articula por sutura con los parietales por sus bordes superiores, y con la porción mastoidea de los temporales con los bordes inferiores; por armonía con la apófise petrosa del TOMO vi. K 74 O D O temporal con sus apófisis yugulares y con el cuerpo del esfénoides; en fin , está articulado por sus dos cóndilos con la primera vérte- bra del cuello por doble artrodia. El occipital forma la parte pos- terior inferior de la cabeza, une á esta con el tronco, contiene los lóbulos posteriores del cerebro y casi todo el cerebelo, da paso á la médula oblongada y á muchos vasos y nervios, da inserción á muchos músculos , &c. Ext. de B. La arteria occipital es la segunda rama posterior de la carótida externa, la quai pasa casi transversalmente inmediatamente debaxo de la oreja externa cerca de la ranura mastoidea del hueso tempo- ral, suministrando algunos ramos á las partes vecinas. Después se divide en tres ramas, de las quales la superior se distribuye en la parte posterior de la cabeza, la mediana tiene una dirección casi trans- versal y la inferior en la parte posterior é inferior de la cabeza De cada una de estas tres ramas nacen un número considerable de otros subalternos, que se distribuyen en las partes inmediatas. Las venas occipitales son las que vuelven la sangre de los mús- culos de este nombre y partes inmediatas. El ligamento occipital es el que ata la apófise odontoide de la segunda vértebra del cuello con el hueso occipital. Los músculos occipitales son dos muy semejantes á los fronta- les, aunque un poco mas carnosos y gruesos, los quales se adhie- ren íntimamente á la membrana adiposa, que se halla en la parte posterior de la cabeza, y se hallan unidos como los frontales al pe- ricráneo por medio de un texido celular muy espeso, desde lo alto de la parte posterior de la cabeza hasta dos impresiones en for- ma de arco que se hallan en la cara externa del hueso occipital, en donde terminan. Estos músculos obran con respecto á la piel, del mismo modo que los frontales, y así es que quando se contraen forman las mismas arrugas en la parte posterior de la cabeza que los frontales en la frente. La sutura occipital es la landoides. (V. suturas.) Los senos que se llaman también occipitales, se han descrito en el artículo duramater. OCCIPUCIO. {Anat.) Se llama así la parte posterior de la ca- beza que constituye una de las regiones en que se divide. (V. ca- beza.) También se llama colodrillo. ODONTALGIA. {Med.) Se da este nombre al dolor de dien- tes, ó lo que llaman mas comunmente dolor de muelas. (V. el ge- nero xvi de la clase de dolores, y el artículo enfermedades DE LOS DIENTES.) ODONTÁLGICO. {Mat. Méd. Ext.) * Así llamamos á todo remedio susceptible de quitar el dolor de muelas ó la odontalgia. Estos remedios son muchísimos, como que apenas habrá persona OFT 75 que no celebre uno ú otro, asegurando su eficacia: suele probar bien para este mal un emplasto de almáciga ó de goma elemi apli- cado á las sienes. El emplasto de opio ha probado muy bien algu- nas veces, y lo mismo una cataplasma de raiz de consuelda mayor para reprimir la fluxión. Algunos aplican unos medicamentos en la oreja en el lado del dolor, entre otros el aceyte de almendras amar- gas en que se ha hecho cocer orégano. El vinagre se halla prescri- to para las fluxiones calientes ó inflamatorias; y quando el infarto proviene de una causa fria ó humoral, se introduce en la oreja zu- mo de ajo cocido con triaca, procurando que esté bien caliente, o bien un pedacito de vayna de ajo asado dentro de la ceniza, y introducido en la oreja en forma de lechino. No hay cataplasma astringente, emoliente, discuciente ni reso- lutiva , de que no se hallen recetas para aplicar sobre la quijada ea las fluxiones que causa el dolor de muelas. También se prescriben gargarismos con nueces de agallas cocidas en vinagre; ó solo con vinagre después de haber apagado en él una porción de guijarros hechos ascua; con cocimiento de verbena, ó también con el de guayaco hecho en agua ó en vino, pero añadiendo siempre un poco de sal. Otros hacen mascar raiz de pelitre para hacer desinfartar las glándulas salivales, y la raiz de cálomo aromático ha producido í veces excelentes efectos. Aunque todos los remedios que se han in- dicado tienen uso en la odontalgia; sin embargo, los remedios pro- piamente odontálgicos son los que se aplican inmediatamente sobre la muela en el hueco que forma la caries. El aceyte de guayaco, el de box, de clavo, de alcanfor y de canela puestos en el hueco de la muela con un poco de algodón disecan la carie , impiden su pro- greso y queman el nervio. Este es un preparativo para la operación de emplomar una muela. Si el dolor es muy violento el algodón mojado con algunas gotas anodinas es un excelente calmante; tam- bién pueden introducirse para esto dos ó tres granos de opio den- tro de la muela. Algunos acostumbran introducir un poco de incienso en la mue- la cariada: este remedio pudre la muela, y la hace caer á pedazos; pero se ha observado que esto es peligroso para las muelas vecinas. Otros hablan de un trocisco hecho con leche de titímalo , polvos de incienso y almidón, para procurar la caída espontánea de la muela: á pesar de todo esto permítasenos repetir que el que tenga proporción de un buen dentista debe preferirlo á todos los reme- dios insinuados. * OFTALMÍA. (Cir.) (V. enfermedades de los ojos.) OFTÁLMICO. (Ant.) Adjetivo que pertenece al ojo, y así hay arterias y venas oftálmicas (V. ojo) y nervios del mismo nom- bre. (V. nervios.) 76 OI D Con respecto á la materia Médica se llaman oftálmicos aquellos remedios que se aplican á los ojos, como los colirios y otras com- posiciones. (T^. colirios.) OÍDO. (Ant. y Fis.) El órgano del oido, del mismo modo que el de la vista, puecle dividirse en dos partes distintas: una exterior, compuesta de un aparato instrumental, correspondiente á las pro- piedades físicas de los cuerpos sonoros; y otra interior, oculta, formada por una espansion nerviosa, donde se produce la sensación misma del sonido, se suele añadir otra mediana. La mas externa consiste en la oreja. (V. este artículo.) El conducto auditivo exter- no (V.hueso temporal) y la membrana del tímpano; la parte me- dia corresponde á la caxa del tambor que contiene los huesecillos del oido; y finalmente , la mas interna comprehende el vestíbulo, el laberinto, el caracol, los canales semicirculares .y la espansion pulposa del nervio acústico. Ei conducto auditivo es aquel tubo, en parte ternilloso y en parte huesoso, comprehendido entre la concha de la oreja y la mem- brana del tambor, su figura es cilindro-elíptica, y su dirección es tortuosa. La finura de sus tegumentos se aumenta á medida que se acerca al interior, donde la sensibilidad es mas exquisita. La secre- ción habitual de un humor (V. cerumen.) mantiene la flexibilidad de estas partes. Una cavidad abierta en la substancia del hueso temporal divide el oido en dos partes, externa é interna, la quai la han comparado, sin saber por qué, á una caxa de tambor, de donde ha tomado nombre, y la membrana tirante que está situada antes de ella , se llama por la misma razón membrana del tímpano. Esta se adhiere obliqüamente á la extremidad del conducto, formando una conca- vidad que da origen á una convexidad correspondiente del lado de la caxa, en la que se introduce pegándose al mango del martillo. Su extructura consiste en un conjunto de láminas distintas y sobre- puestas, que nacen de la epidermis, de la piel, del texido celular y del periostio. Se ha creído mucho tiempo que entre el conducto auditivo y la caxa del tambor habia cierta comunicación por me- dio de un agujero que perforaba la membrana del tímpano, y del quai hicieron mención Golle, Glaser y Rivino. Pero las investiga- ciones ulteriores de los anatómicos mas exactos no permiten sos- pechar siquiera la existencia de dicha abertura en el estado natural. La cavidad irregular, redonda y semiesféríca de la caxa del tambor es la parte media del órgano del oido: esta cavidad se comu- nica con el fondo de la boca por la trompa de Eustaquio, con las celdillas mastoideas por una hendedura triangular que les sirve de entrada, con el vestíbulo por la ventana oval, y con la escala in- terna del caracol por la ventana redonda. Al rededor de estas aber- OÍD 77 turas, y señaladamente entre las dos últimas, están distribuidas tres eminencias principales; á saber, la pirámide, el pico de cuchara y el promontorio. Atraviesa esta cavidad un cordón nervioso, con el nombre de cuerda del tambor, y por el periostio que la tapiza se ramifican una infinidad de vasos sanguíneos. Quatro huesecillos destinados á repetir los sonidos ocupan su profundidad en el orden siguiente: el martillo, el yunque , el hueso lenticular y el estribo, los quales se articulan entre sí, y forman una cadena continua des- de el primero hasta el quarto. Los músculos del martillo, mudando su situación , pueden imprimir diversos grados de tensión á la mem- brana del tímpano. Se cuentan tres, divididos en interno , ante- rior y externo. El músculo del estribo contribuye también á rela- xar la membrana , la qu»l cede ó resiste á la conmoción de las vi- braciones sonoras, según que se halla en estado de tirantez ó re- laxacion. La parte interna del órgano del oido es una serie de cavidades que forman muchas vueltas, recodos y circunvoluciones semejantes á las de un laberinto, y por eso tiene este nombre. Se compone de tres divisiones, que son el vestíbulo, los canales semicirculares y el caracol. La forma del vestíbulo viene á ser redonda ó esférica, mas an- cha hacia delante que hacía atrás. Ofrece una cavidad que corres- ponde por una parte á la ventana oval, y por otra va á dar á los canales semicirculares por cinco aberturas. Estos canales, en núme- ro de tres, señalados con los títulos de vertical superior, vertical posterior y horizontal, nacen en el vestíbulo por una excavación proporcionada, y haciéndose cilindricos, se terminan en dos extre- midades, de las quales una pertenece en común á los dos canales si- tuados verticalmente. Están cubiertos de un periostio delgado, y llenos de una serosidad clara, que puede evacuarse si conviene por el aqüeducto del vestíbulo y por el del caracol. El caracol completa las partes del laberinto, respecto del quai está echado transversalmente, de manera que tiene su base hacia dentro y atrás, y su vértice ó punta hacia fuera y hacia delante; es un canal óseo, dispuesto al rededor de un montante cilindrico que le corta en su medio, y representa un exe, sobre el quai gira el canal haciendo circunvoluciones. Una lámina espiral le divide en dos mitades distintas; una externa, pegada al vestíbulo, que es la escala ó tramo del vestíbulo; otra interna, que mira á la ventana redonda , y es la escala ó tramo del tímpano. Los nervios que reci- be atraviesan, como los del vestíbulo y cíñales semicirculares, mu- chos órdenes de agujerillos que penetran en las cavidades del con- ducto auditivo, y cuyo número, posición y magnitud ha descrito admirablemente el célebre Scarpa. 78 OÍD El anatómico italiano, promoviendo con mas exactitud que sus antecesores nuestros conocimientos sobre las partes blandas del la- berinto , ha descubierto que los canales semicirculares óseos contie- nen otros tantos tubos membranosos, de mucho menos diámetro, de la misma figura, distintos del periostio, y adheridos á la subs- tancia ósea de los primeros por un texido celular muy floxo. Los encontró en el hombre, así como en los peces, reptiles y páxaros. Cada uno de estos tubos membranosos comienza en una ampollita ó vexiguilla, y se termina en dos extremidades que se inxieren en un saco común, donde van igualmente á parar las tres ampollas. En la cavidad del vestíbulo está contenido otro saco esférico, compuesto de túnicas muy densas. Finalmente, el tabique espiral del caracol, tiene una parte blanda, formada de dos substancias, una membranosa, otra algo mas dura, y esta parte facilita la co- municación entre las dos escalas que se elevan al rededor de él. La lámina espiral del caracol,considerada en toda su extensión, se resuelve en un triángulo rectángulo, al quai se pueden tirar desde la base á la punta infinitas líneas que van en proporción de- crescente, y que expresan por consiguiente todas las variedades imaginables y posibles de las longitudes. Las fibrillas nerviosas se ex- tienden también en líneas rectas y paralelas de uno y otro lado de esta lámina triangular, y son otras tantas cuerdas sonoras, progre- sivamente mas largas y mas cortas, que se ponen en armonía con todos los tonos. El órgano del oido recibe sus arterias de la auricular posterior, de la estilomastoidea y de la temporal, cuyos ramos se reflexan so- bre las partes exteriores, y se introducen después en las cavidades internas, juntamente con los de la occipital, meníngea, faríngea superior, carótidas y tronco vasílar. Estas arterias van acompañadas en su trayecto de venas y otros vasos, que están encargados de absorver el agua de las cavidades auditivas, y que son del orden de los linfáticos. Los principales nervios de este órgano vienen del par séptimo, que tomando origen de dos puntos, se divide en dos porciones, una blanda y otra dura. Penetra después en el conducto auditivo, hacia el fondo del quai se separa la porción dura, y salien- do por el agujero estilomastoideo, va á distribuirse por los cartíla- gos de la oreja. Pero la porción blanda pasa por los agujeros que la conducen al laberinto, entra en el vestíbulo en forma de filamen- tos que se ramifican por el saco membranoso, se insinúa perforan- do las ampollas en los canales semicirculares, hasta que por último llega al caracol, donde se termina en una infinidad de ramificacio- nes que se enroscan al rededor del monte cilindrico de la lámina espiral y de los canalículos de que está compuesta esta parte del laberinto. (V. nervios.) OÍD 79 Después de haber expuesto brevemente la extructura del órga- no del oido, es preciso tratar antes del sonido, para poder expli- car después el admirable mecanismo de este sentido. Las investiga- ciones sobre la esencia ó naturaleza del sonido, considerado en sí mismo como una propiedad natural de ciertos cuerpos, pertenecen señaladamente al físico. El fisiólogo le examina solamente como ob- jeto especial del oido , con el fin de descubrir las modificaciones sensibles con que nos afecta; y según esta idea vamos á considerar las propiedades distintivas del sonido, y á indicar algunas de las le- yes principales que reglan el orden y la serie de sus fenómenos. Nada mas fácil, después de lo que dexamos dicho, que des- cubrir el verdadero mecanismo del oido, y concebir las circunstan- cias orgánicas que corresponden y se refieren á las leyes y quali- dades de los sonidos. Tres son las cosas principales á que debe atenderse en el exa- men filosófico del sonido; á saber, la acción del cuerpo que le pro- duce, la del ayre que le propaga y la del órgano que le percibe. El sonido en el cuerpo sonoro resulta de las vibraciones y oscila- ciones subsultorias que agitan cada molécula de la materia; si se to- ca una campana grande, se siente, y aun se ve temblar á los gol- pes de badajo; lo mismo sucede hiriendo una cuerda de qualquier instrumento, pues se percibe que oscila entre los dedos, y que sus oscilaciones duran hasta que el sonido se apaga enterarr.ente. Los cuerpos duros y elásticos son los tínicos que tienen la propiedad de ser sonoros, porque son también los que tienen la de vibrar y temblar al mismo tiempo. El sonido, considerado en el ayre, y mas generalmente en los medios que le sirven de vehículo , se comunica por la undulación y agitación producida en una substancia movible, interpuesta en- tre el cuerpo sonoro y el órgano auditivo. El vehículo mas apro- piado parece ser el ayre, sin el quai no puede haber ni propaga- ción ni permanencia de sonido : es nulo en la máquina pneumática y en un lugar completamente privado de ayre; su fuerza é inten- sidad se aumenta ó disminuye proporcionalmente á los grados de condensación ó rarefacción de este, de manera que un ayre muy condensado le fortifica, al paso que otro mas enrarecido le debilita. Observemos sin embargo, que la densidad del ayre no produce este efecto, sino en tanto que está acompañada de una grande elas- ticidad ; y por eso el sonido es mas intenso en los paises cálidos^ donde el ayre es mas elástico aunque mas raro. Los experimentos de Nollet y el testimonio de los buzos de- muestran, que los sonidos se transmiten con bastante distinción por el agua , aun estando esta privada de todo su ayre. No hay quizá fluido alguno que no tenga mas ó menos aptitud á propagarlos^ 8o OÍD pero ningún vehículo, excepto el ayre, es capaz de conservar su vehemencia , su fuerza y su claridad primitivas. El movimiento del sonido impreso á las partículas del ayre se distribuye en líneas rectas, ó mas bien en rayos divergentes, que se difunden por todos los puntos de la esfera de que el cuerpo so- noro es centro. Estos rayos decrecen como los de la luz, á medida que se apartan de su centro, y calculando los términos de esta pro- gresión decrescente, hallan los físicos que la intensidad del sonido es en razón inversa del quadrado de las distancias al objeto sonoro que lo produce. Cada uno de estos rayos se mueve libremente con una veloci- dad uniforme , mientras no encuentra obstáculos; la velocidad es la misma con corta diferencia hacia el norte que hacia el sur, no se acelera ni retarda por ninguna de las circunstancias periódicas y vi- cisitudes diarias que hacen variar el calor y el frió, la sequedad y la humedad de la atmósfera; no muda de dirección sino para se- guir la de los vientos favorables ó contrarios; no depende ni de la fuerza , ni de la especie de los sonidos, pues se sabe por los expe- rimentos de Gasendo, Derham y otros muchos físicos, que un soni- do muy fuerte y otro muy débil corren en igual tiempo espacios absolutamente iguales. Quando los rayos sonoros encuentran obstáculos, se reflexan como la luz, y forman también como esta el ángulo de reflexión igual al de incidencia; el mismo efecto se verifica quando van á caer sobre cuerpos duros y elásticos, cuya superficie los despide ó repercute de la misma manera. Es pues posible aumentar la in- tensidad del sonido por medios análogos á los que se emplean para aumentar la brillantez y vivacidad de la luz; para lo que bastará reunir una gran cantidad de rayos sonoros, y concentrarlos en un espacio pequeño. Los que se recogen dentro de una cavidad elíp- tica , se acumulan en ella, y se precipitan en masa hacía el foco de la elipse donde multiplican sus fuerzas considerablemente: y con arreglo á este principio de reunir los sonidos según las propiedades conocidas de diferentes curvas geométricas , es como se han llega- do á construir excelentes trompetillas 6 bocinas que transmiten la voz á distancias prodigiosas. No solamente se reflexa el sonido quando encuentra con cuer- pos duros, dirigiéndose en rayos reunidos hacia un centro común, sino que ademas se repite por los cuerpos sonoros puestos dentro de su esfera, á los quales imprime las mismas oscilaciones y vibra- ciones: el ayre conmovido de nuevo por ellos, vuelve con todas las modificaciones sucesivas que caracterizan el sonido directo, y este añade á sus elementos primitivos los rayos sonoros que la reflexión produce. De esta manera se fortifica el primer sonido á medida que OÍD 8i se difunde, combinándose con todos los sonidos secundarios que excita quando se propaga. Estos sonidos secundarios y reflexos, dependientes del sonido primitivo, se propagan ordinariamente con tal rapidez, que se con- funden en el oido, y no dexan percibir entre sí ningún intervalo sensible. Pero quando los cuerpos que repercuten ó repiten el so- nido primitivo se hallan á una distancia bastante considerable para que estos dos sonidos no coincidan en el oido, y lleguen en tiempos diferentes, entonces el sonido primitivo ó directo se distingue del sonido reflexo, y este último, oido separadamente, constituye el fenómeno del eco. Las vibraciones del cuerpo sonoro determinan la fuerza y na- turaleza del sonido; mientras mas fuertes y durables parecen ser aquellas , mas vigoroso y fuerte debe ser este. Pero las vibraciones pueden ser mas ó menos freqüentes en un tiempo dado, y toda la diferencia de los sonidos procede solamente del número de las que hacen en un mismo espacio de tiempo las moléculas de los cuerpos sonoros. Esta diferencia expresa todas las relaciones posibles de los sonidos desde el grave hasta el agudo, entre los quales no ha pues- to la naturaleza límites precisos, aunque sin embargo convenga, como dice Rousseau, reducir todas las gradaciones sensibles de los sonidos á cierta latitud, fuera de la quai dexan de ser percibí- dos, ó se hacen inapreciables al oido, ó por demasiado graves, ó por demasiado agudos. El número de vibraciones en que consiste cada tono, se deriva de la substancia del cuerpo que las executa, de su densidad, de su grado de tensión y de su longitud. Pongamos por exemplo dos cuerdas de una misma substancia, del mismo diámetro, igualmente tirantes, y de una misma longitud , estas dos cuerdas estarán uníso- nas, es decir, darán en el mismo tiempo igual número de vibra- ciones, y los sonidos producidos por cada una de ellas ofrecerán una perfecta identidad ; si siendo iguales las demás cosas, se dis- tinguen las dos cuerdas en densidad, el número de vibraciones Íiue den, será en razón inversa de su diámetro; si su tensión es di- erente, será como las fuerzas que las distienden; y en razón in- versa de las longitudes si solo se diferencian en lo largo. La canti- dad de estas vibraciones expresa la relación armónica de los soni- dos , establecida por las proporciones y diferencias de los cuerpos sonoros. Así dos cuerdas absolutamente iguales en todos sus puntos forman un unísono perfecto, que los músicos llaman consonancia; si la una es doble de la otra Ja relación de los sonidos que dan se- rá de uno á dos, y tendrá el nombre de octava; si son entre sí co- mo dos á tres, la relación de los sonidos será también así, y dará la quinta, produciendo la tercera mayor , si la proporción de las tomo vi. h 82 OÍD cuerdas es de quatro á cinco, y por último la tercera menor si el de cinco á seis. Pero el sonido no obra solamente de un modo general en los cuerpos duros, elásticos y susceptibles de vibraciones, sirio que ¿xerce también como por simpatía una acción especial en todos aque- llos que se hallan al unísono con este mismo sonido, ó simplemente en relación armónica con él. Entonces excita en ellos oscilaciones subsultorías análogas, de las que resultan sonidos semejantes ó al menos correspondientes: de suerte, que en el sonido mas simple un oido atento y exercitado distingue con facilidad muchos sonidos diferentes; á saber, la octava del sonido principal, la de su quin- ta , la doble de su tercera, y se ven temblar y resonar todos los cuerpos que están en unísono con estos tonos armónicos Es pues una cosa sabida y demostrada que las cuerdas, los instrumentos , y en general los cuerpos sonoros susceptibles de executar en un mis- mo tiempo vibraciones iguales, ó solamente comensurables , deben comunicarse sus oscilaciones, y corresponderse por sonidos comu- nes, ó por partes comunes del mismo sonido. No hablo de las demás qualidades independientes de lo fuerte, ' lo débil, lo grave ó agudo que diferencian los tonos, y los distin- guen claramente aun quando mas parecidos son baxo las relaciones de fuerza y gravedad. Así, cada instrumento tiene un ayre parti- cular que hace que resulten de él sonidos muy diferentes de los de qualquiera otro: por mas perfectamente unísonos que se pongan la flauta y el obué, por exemplo, y por mas idénticos que sean sus sonidos, ya ert su razón de lo fuerte á lo débil, ya en la de lo grave á lo agudo, siempre habrá alguna cosa entre estos sonidos iguales que no permitirá confundirlos al oido. Este carácter especí- fico de tal ó tal sonido, inherente á la naturaleza del cuerpo que le produce, es lo que se llama índole ó calidad del temple. Pero este es un objeto que los físicos han estudiado muy poco, y que nosotros no podremos poner en contribución para la explicación del mecanismo del oido por falta de conocimientos suficientes. Las particularidades indispensables en que hasta aquí nos hemos ocupado, sirven para dar razón de la extructura que presenta el oi- do, así externo como interno, y del concierto admirable que existe entre esta extructura y las leyes fundamentales del sonido. La oreja, por su forma, sus dobleces, su concavidad y recodos junta y re- coge una cantidad considerable de rayos sonoros, que reflexados de todos los puntos de su superficie y de sus eminencias, se pre- cipitan en el conducto auditivo, donde se refuerzan, caen sobre la membrana del tímpano, atraviesan las cavidades internas, se mul- tiplican , se aprietan , se comprimen , se estrechan, y adquieren por último una grande intensidad para herir con mas vigor y ventaja la OÍD 83 parte del órgano en que va á fixarse la sensación. Los rayos sonoros directos ó reflexos, primitivos ó secundarios, al llegar á la circunferencia externa de la oreja, le imprimen una oscilación semejante á la que ellos han recibido del ayre, y se re- flexan con mas acción, mediante el efecto de las partes elásticas y duras de que el aparato exterior del oido está especialmente forma- do. Todos estos rayos juntos haciendo desde el principio los ángu- los de reflexión iguales á los de incidencia, van á reunirse hacia el conducto auditivo, situado, como hemos dicho, en el foco de las curvas que se elevan á la superficie anterior de la oreja. Repre- sentan otras tantas líneas de incidencia y de reflexión, que tiradas baxo ángulos iguales de todos los puntos de estas curvas ó de su tangente, deben ir á parar, en virtud de sus propiedades geomé- tricas , á un solo foco común que ocupa la abertura del conducto auditivo. El sonido adquiere nuevo incremento en esta abertura, donde se condensa pasando de una superficie mas ancha por un agujero cuyo diámetro es mas estrecho. Las substancias óseas y cartilagino- sas que componen el canal, experimentan á su vez oscilaciones ó* movimientos subsultorios , y comunican á los rayos sonoros un gra- do mas de energía. Esta energía se aumenta al atravesar los recodos de las primeras cavidades, que multiplicando las reflexiones del sonido, le imperen y conducen aumentándole de choque en cho- que hasta la membrana del tímpano. La tensión sostenida de esta membrana la dispone tan eficazmente á recibir las vibraciones so- noras, que viene á ser susceptible de repetir todos los sonidos que la hieren, y de ponerse en relación armónica con ellos: porque es- tando contigua al mango del martillo, y teniendo este sus múscu- los que le mueven, puede ser distendida ó relaxada de diversas ma- neras , á fin de adaptarse exactamente según la fuerza de tensión 6 de relaxacíon á todas las gradaciones posibles de los sonidos. Tam- bién favorece mucho á esta disposición la figura elíptica de la mis- ma membrana que resulta de una serie de líneas desiguales, largas y cortas, mezcladas en cierta proporción, entre las quales pueden encontrar todos los cuerpos sonoros, como otras tantas cuerdas que les corresponden, y que en esta variedad de longitud se acomoden á todos los tonos, y se presenten á las diferencias infinitas de sus diversos caracteres. La conmoción ocasionada por los rayos sonoros se transmite con las vibraciones que excita , desde la membrana del tímpano á la cavidad de la caxa y celdillas mastoideas: agita el ayre encer- rado en ellas, y sacude el mango del martillo; el sacudimiento im- preso á este hueso se repite en el yunque, y pasa sucesivamente á la serie de huesecillos que contiene la caxa del tambor. El estribo, 84 OÍD que es el último de ellos, introduce la impresión sonora por la ven- tana oval en el vestíbulo ó tercera cavidad del oido, en cuyas pa- redes y tabique nervioso que la divide , se repiten de nuevo las os- cilaciones : estas se propagan luego por medio del humor aqüoso der- ramado en el fondo del vestíbulo entre las espansiones pulposas del nervio acústico, y siguiendo el trayecto de los canales semicir- culares y del caracol, imprimen en la porción blanda de dicho ner- vio aquella sensación particular que nos hace oir y percibir los so- nidos. Hemos observado precedentemente quan acomodada es la ex- tructura de la lámina membranosa del caracol á las propiedades fundamentales de todos los sonidos y á los caracteres específicos de cada uno, pues que constituye un verdadero triángulo rectángulo guarnecido desde la base hasta su vértice de una infinidad de lí- neas diferentes en longitud y gradualmente descrescentes, que se ponen en relación armónica con todos los cuerpos sonoros, y se adaptan á toda especie de tonos. La parte sensible del oido es mas difusa, está distribuida con mas irregularidad que la del ojo, y esta es una conseqüencia nece- saria de la naturaleza misma del sonido, incapaz de reunirse ni con- centrarse con tanta precisión como la luz. No hay fundamento para circunscribir el asiento del oido, y colocarle exclusivamente ya en el vestíbulo, ya en los canales semicirculares, ya en el caracol, &c. ocupa un campo mucho mas vasto, y se exerce eh toda la exten- sión de la tercera cavidad: la expansión membranosa del vestíbulo, los ramos nerviosos de la lámina espiral del caracol, los de los ca- nales semicirculares; todas estas partes ofrecen los instrumentos in- mediatos que sirven para fixar y determinar las sensaciones de los sonidos. Luego los órganos verdaderamente esenciales del oido existen solamente en el fondo de las cavidades mas internas del oido, y todo lo que precede no es propiamente hablando mas que una cosa accesoria al mecanismo necesario para el exercicio de este sentido. La oreja sirve para juntar mayor cantidad de rayos sonoros; pero puede ser suprimida sin que por eso el animal dexe de oir y dis- cernir los sonidos. Lo mismo sucede con la membrana del tímpano, que á pesar de contribuir á aumentar el número de los sonidos, ha sido destruida en todo ó en parte en muchas personas que no de- xaban de tener mucha delicadeza de oido. En algunas especies de animales que gozan de este sentido, no se encuentran los hueseci- llos propios de dicho órgano, y ha sucedido freqüentemente verlos salir á pedazos corroídos por la caries y la supuración, sin que la facultad de oír haya sufrido menoscabo considerable. Según esto es claro que no se les debe mirar como de absoluta necesidad para esta función, y que los sonidos, ventajosamente reflexados OÍD 8$ por ellos, serían recibidos no obstante sin sn socorro. Hay circunstancias ó condiciones que influyen de un modo mas 6 menos directo, mas ó menos absoluto en la perfección del oido: i.° importa que el ó?gano se disponga y acomode á la acción de los sonidos, es decir , que se abra ó se cierre según la fuerza ó de- bilidad , la aproximidad ó distancia de cada uno. Esto se ve bien claramente en los quadrúpedos, los quales ensanchan á diferentes grados las orejas, y las dirigen con seguridad hacia el parage de donde sale el ruido que intentan oir: 2.0 es necesario que la mem- brana del tímpano esté en el estado de tensión que se requiere para que los sonidos hagan en ella el efecto que deben producir natu- ralmente. Los Médicos conocen una especie de sordera dependiente de la relaxacion de la membrana del tímpano, en la quai el enfermo, absolutamente sordo é insensible á todos los sonidos ordinarios, re- cobra el uso del oido, y llega á ser capaz de percibir el menor rui- do , con tal que venga acompañado de otro mas estrepitoso, como el de tambor, campanas, &c. Willis cita el exemplo de una muger que no oía el sonido de la voz sino quando se hacia resonar junto á ella el estruendo de tambores ú otros instrumentos semejantes; y la razón de este fenómeno era que la vehemencia y fuerza de un ruido como este, imprime á la membrana del tímpano relaxada el grado de tono, de actividad y tensión necesaria para ponería en estado de recibir sonidos mas suaves: 3.0 es esencial que los canales auditivos se prolonguen con libertad hasta el fondo del oido in- terno, que conserven exactamente sus dimensiones naturales, y que 110 opongan en todo su trayecto obstáculo alguno á la propagación de los sonidos: 4.0 no sin razón se termina el nervio acústico de cada lado por una inserción doble, y la ventaja de esta circunstan- cia se refiere probablemente á la necesidad de recibir de ordinario muchos sonidos de un golpe y á un mismo tiempo: 5.° finalmente, la mayor perfección del oido exige que ambos sean igualmente bue- nos ; porque la diferencia en la fuerza del uno ó del otro hace mas ó menos vicioso el modo de percibir y apreciar los sonidos. Hay un orden de conocimientos que pertenece especialmente al oido, y en el quai está fundado todo el poder, toda la superio- ridad del hombre, pues que por intermedio de este sentido es co- mo puede entrar con sus semejantes en comercio de afecciones y de pensamientos. Las nociones de extensión y distancia que se de- ben solo al socorro del oido, son falaces y muy inexactas en ra- zón de la dificultad de distinguir por él, si un sonido nos afecta con mas fuerza, porque el objeto que le reflexa está mas inmediato á nosotros, ó porque executa sus vibraciones sonoras con mas in- tensidad y rapidez. 86 OÍD Los placeres que nos promete el sentido del oido, y qne de- penden de las sensaciones infinitamente varias de los sonidos, reco- nocen dos fuentes principales, la armonía y la melodía. La propor- ción y conformidad de muchos sonidos combinados ó sucesivos nos dan la idea de la armonía, la quai supone siempre una serie de concordancias regladas según ciertas leyes. El efecto natural de los sonidos, que es afectar el espíritu, conmover el corazón, expre- sando la pasión que les es propia , corresponde á la melodía, cuyo poder pasando mucho mas allá del imperio de los sentidos, excita ó despierta en el alma los sentimientos diversos que esta tiene la fa- cultad de imitar ó producir. La armonía se limita á halagar agrada- blemente el oido por un encanto inherente á la mezcla física de los sonidos, y resulta de una sabia observación de las reglas del arte. La melodía extiende su poder hasta las afecciones morales por una expresión penetrante, una imitación feliz, y se refiere casi del todo á la sensibilidad del sugeto que la escucha. La una no obra con fuerza, ni produce grandes efectos, sino en las personas versadas en la música, y es casi nula para todos los oídos toscos, ignorantes ó poco exercitados : la otra , al contrario , tiene dominio sobre to- do; pero exerce diferente acción, con respecto al estado actual de la sensibilidad y del sistema nervioso. Las causas del placer dependiente de la armonía ó concordia de los sonidos están todavía cubiertas de un denso velo, á pesar de las repetidas tentativas de los metafisicos y de los fisiólogos. Los que se le atribuyen en mucha hipótesis jamas podían contentar á la razón; y este hechizo poderoso de la armonía se deriva de un prin- cipio que acaso nos será para siempre desconocido. Unos dicen que siendo producidas las concordancias por vibraciones iguales que for- man el unísono, ó por vibraciones correspondientes que se encuen- tran y dan sonidos armónicos, el oido debe recibir agradablemente la repetición de estas impresiones semejantes , cuya exacta confor- midad percibe distintamente. Otros quieren con Descartes, que este placer sea debido á la simplicidad de las relaciones entre los soni- dos que se siguen y se mezclen en una armonía. Las relaciones de i¡ 2, de 2: 3, de 3: 4, son las que nuestra alma percibe mas fácil- mente : los tonos que tengan entre sí estas relaciones deben ser los que mida con mas facilidad, y esta mayor facilidad explica, según muchos, el gusto que la armonía nos causa.Pero todas estas explica- ciones son demasiado conjeturales, y, como dice Rousseau , ofrecen muy poca solidez quando se examina de cerca. Para mí sería lo mismo referir las delicias de la armonía á los efectos naturales de una serie de sensaciones ligadas entre sí, y perfectamente coordinadas para excitar en nosotros el sentimiento de placer y bien estar que ex- perimentamos siempre que reyna orden, concierto y regularidad en OLF 87 los movimientos y en las funciones de nuestra máquina. (V. músi- ca.) (Dumas.) OJO. (Anat.) V. vista donde se dará una descripción de este órgano, y al mismo tiempo se explicarán los fenómenos de la fun- ción de la vista. OLECRANON. (Anat.) Se da este nombre á una de las emi- nencias que se hallan en la extremidad inferior del hueso cubito. (V. este artículo.) OLEO SACARO. (Med. Práct.) Es la combinación del agua con substancias incapaces de mezclarse á ella sin algún intermedio. Para dar á la limonada el sabor agradable del aceyte esencial que se halla en las cortezas del limón, se frotan estas con un terrón de azucarase pone en seguida á deshacer en agua; lo quai no puede verificarse sin el oleo sacaro. OLFATO. (Fisiol.) El órgano del olfato (V. narices.) existe en las fosas nasales, que son dos grandes cavidades abiertas en la cara; se prolongan en lo interior por otras cavidades llamadas senos frontales, etmoidales, esfenoidales, palatinos y maxilares.Una mem- brana mucosa , bastante gruesa y siempre húmeda, en cuyo texido se esparcen los nervios olfatorios, así como un gran número de otros nervios y vasos, tapiza su interior, se prolonga en los senos que abocan en ella, y cubre las eminencias y las anfractuosidades de sus paredes. Esta membrana, llamada pituitaria, blanda y fungo- sa, es el órgano secretorio de las mucosidades nasales; siendo mas gruesa en Ja superficie de los cornetes, que se hallan en el interior de las cavidades nasales,se adelgaza, y se pone mas dura introducién- dose en sus diversos senos. En el perro y en todos los animales que sobresalen por la finura del olfato, los senos frontales, etmoidales, esfenoidales,palatinos y maxilares se desarrollan prodigiosamente,y las paredes del cráneo están en gran parte excavadas por estos apéndi- ces del aparato olfatorio: en ellos también son muy sobresalientes los cornetes, y muy profundos los conductos que los separan: en fin , los nervios del primer par tienen un grueso proporcionado. Entre los animales q*ie sobresalen por la delicadeza del olfato, hay pocos mas notables que el cerdo. Este quadrúpedo inmundo, acostumbrado á vivir en medio de los olores mas inficionados y las inmundicias mas asquerosas, tiene sin embargo tan sutil el olfato , que huele ciertas raíces, aunque estén profundamente escondidas en la tierra. En muchos países se saca partido de esta qualidad , empleándole en la busca de las criadillas de tierra. El animal conducido á los lu- gares donde se sospecha que las hay, escarva inmediatamente en el lu- gar que se ocultan, y se ceba con ansia en buscarlas, si el pastor, satisfecho de la indicación, no le apartara de estos manjares, reser- vados para paladares mas delicados. 88 OLF Sensación de los olores. ¿Solos los nervios del primer par cerebral dan á la membrana pituitaria la propiedad de recibir la impresión de los olores, y los numerosos filamentos que esparce enella el quin- to par no la hacen gozar mas que de la sensibilidad general ? Me parece que esta qüestion debe resolverse por la afirmativa. La mem- brana pituitaria goza en efecto de dos modos de sentir muy di- ferentes y enteramente distintos, pues uno de ellos puede extin- guirse casi del todo, mientras que se aumenta mucho el otro. Así es que en un fuerte romadizo es muy viva la sensibilidad, pues está dolorida la membrana pituitaria, siendo así que los enfermos son insensibles á los olores mas fuertes. Parece probable que los nervios olfatorios no se extienden en los senos, y que estas cavidades posteriores no aumentan nada la perfección del olfato, sino deteniendo por mas tiempo una gran masa de ayre impregnado de moléculas odoríferas. El verdadero asiento de este sentido es la parte mas elevada de las fosas nasales que la nariz cubre en forma de chapitel. Allí es donde la membra- na pituitaria mas húmeda recibe en su texido los numerosos filamen- tos del primer par cerebral, que naciendo por dos raices del ló- bulo anterior del cerebro y de la cisura que le separa del lóbulo posterior, sale del cráneo por los agujeros de la lámina cribosa del etmoides, y termina, formando por el ensanche de sus filamentos, una especie de texido parenquimatoso difícil de distinguir del de la membrana. El uso de este humor no solo es conservar la sensibili- dad de las extremidades nerviosas, precaviendo su sequedad , sino también embotar la impresión demasiado fuerte que nacería de la aplicación inmediata de las partículas odoríferas; y aun quizá se combinan con los olores, y estos no afectan los nervios olfatorios, sino disueltos por las mucosidades, así como los alimentos sabrosos por la saliva. Como el ayre es el vehículo de los olores, estos no hieren la membrana pituitaria, sino que le atraemos por la inspiración en las fosas nasales. Por eso, quando nos agrada algún olor, hacemos ins- piraciones cortas y freqüentes, y cerramos al mismo tiempo la bo- ca , á fin de que el ayre que entra en los pulmones pase entera- mente por las fosas nasales. Al contrario , respiramos por la boca , ó bien suspendemos momentáneamente la respiración, quando nos des- agradan los olores. El olfato, así como todos los sentidos, es mas susceptible de impresiones en los niños, aunque sus fosas nasales son muy estre- chas , y no tienen senos. La exaltación general de la sensibilidad, en esta época de la vida, suple la imperfección de la organización, y sucede baxo este respecto con las fosas nasales lo que con el apa- rato auditivo, que tiene incompletamente desenvuelta una parte OLO 89 bastante importante (el conducto auditivo externo.) El olfato se perfecciona por la pérdida de alguno de los demás sentidos. Todo el mundo sabe la historia del aquel ciego, á quien este órgano ins- truía del pudor de su hija. Se embotaba con el uso de los olores fuertes y penetrantes. Así es que el tabaco desnaturaliza la secre- ción mucosa que efectúa la membrana de las fosas nasales, altera su texido, seca sus nervios y extingue con el tiempo su sensibilidad. La pequeña distancia que separa el origen de los nervios olfa- torios en el cerebro de su terminación en las fosas nasales , facilita muy pronto la transmisión de las impresiones que experimentan. Esta proximidad del órgano cerebral hace que se apliquen á estos nervios Jos estimulantes propios para despertar la sensibilidad , quan- do está suspendida la vida , como en los casos de debilidad y de asfixia, apopiegía, &c. (Richeraud.) OLFATORIOS, (nervios) (Anat.) Se da este nombre al primer par de nervios que se distribuyen en la nariz. (V. este artículo y el de nervios.) OLÍBANO, (incienso) (Mat. Méd.) Substancia gomosa, resi- nosa, que viene del Egipto, de la Arabia Feliz y de la Ethiopia.Se llama incienso macho el que está en trozos limpios, puros y trans- parentes, é incienso hembra el que se halla impuro y en lágrimas menos transparentes. La planta que le produce es el cjdrus Hispa- nica procerior fructu máximo nigro de Tournefort. Esta substancia se tiene por vulneraria y detersiva, tanto interior como exterior- mente, y se administra en dosis de un escrúpulo hasta una dragma. Vogel dice que su uso es muy útil en la atonía de la viscera, en la tos humoral, la diarrea, la disenteria y la diabetis. Entra en los li- nimentos y bálsamos vulnerarios, como digestivo, madurativo y fortificante, y en los emplastos nervinos y discucientes. Los Ciru- janos le aplican en polvo contra las erisipelas, y en fomentos contra la gangrena y otras afecciones semejantes. OLIVARES. (Anat.) Se da este nombre á unas eminencias que se hallan en la del cerebro. (V. este artículo.) OLORES. (Fisiol.) Los químicos han creído largo tiempo que la parte olorosa de los cuerpos formaba un principio particular y distinto de todas las demás substancias que entran en su composi- ción: le conocían con el nombre común de aroma; pero el C. Four- croy ha demostrado claramente que este supuesto elemento no era mas que las moléculas atenuadas de los cuerpos, desprendidas por el calórico, y disueltas por el ayre que se impregna de ellas, y las lleva hasta la superficie olfativa. Según esta teoría, todos los cuer- pos son olorosos, pues la materia del calor puede sublimar algunas partículas, aun de aquellos que son mas fixos. Linneo y Lorry ha- bían intentado clasificar los olores según la especie de sensaciones tomo vi. M 90 OME que producen, i. El C. Fourcroy ha adoptado por base del mismo trabajo la naturaleza química de los cuerpos; pero por mas ventajas que presente esta última clasificación, es difícil comprehender en ella los olores infinitamente variados que se exhalan de las substan- cias de todos los reynos; y quizá es tan imposible clarificarlos, co- mo los cuerpos de donde emanan. Establecido esto sobre la naturaleza de los olores, se explica por qué la naturaleza se impregna de ellos tanto mas fácilmente quanto es mas caliente y mas húmeda. Es cosa sabida que un jardín cubier- to de flores, en ningún tiempo está embalsamado el ayre de mas dulces perfumes, y el olfato nos procura sensaciones mas deliciosas, que por la mañana quando se evapora el rocío disipado por los ra- yos del sol naciente. ( Rich.) OLVIDO. (Med.) Se da este nombre y el de amnesia á la pérdida total de la memoria. Sauvages forma de este trastorno un género de enfermedad en la clase de vesanias. (V. el genero xxii de dicha clase.) OMASO. (Anat. Comp.) Se da este nombre á un tercer ventrí- culo que tienen los animales rumiantes. OMBLIGO. (Anat.) Se da este nombre á una especie de nudo ó cicatriz bastante conocida, que se halla en medio del vientre. (V. abdomen y abdominales.) OMENTO. (Anat.)Se da este nombre y el de redaño á un sa- co membranoso lleno de gordura, que se halla en la cavidad del vientre; los griegos le llamaban epiplon, con cuyo nombre se le conoce también. Aunque este saco es continuo en toda su extensión, los anatómicos le han dividido sin embargo en tres partes, llamadas omento gastro-hepático ó epiplon pequeño ; el omento gastro cólico, 6 epiplon grande', y el omento-cólico. Todos estos omentos tienen de común el ser un saco membranoso pingüedinoso, que viene, como hemos dicho, de las membranas del hígado, del estómago, del bazo y del intestino colon. Las membranas que forman estos sacos son tan sutiles y delicadas, que solo con tocarlas se agujerean; lo que ha hecho creer á algunos que estos agujeritos eran naturales. Sin em- bargo de ser tan delicadas estas membranas se componen de dos hojas finisímas, unidas por un texido celular, por el quai pasan vasos, como se demuestra soplando entre ellas por una pequeña in- cisión. Todos los omentos son muy vasculosos, y sus vasos sanguí- neos van acompañados de bandas adiposas bastante distintas en la infancia, pero que en la edad adulta no guardan orden manifiesto. El omento gastro-hepático es mucho menor y rrénos pingüedi- noso que el gastro-cólico. La membrana que forma este omento se eleva de la primera corvadura del duodeno y del principio de la pequeña corvadura del estómago hasta el esófago, pasa por de- OME 91 Iante del páncreas y del lóbulo de Spígelio que cubre, y va á fí- xarse al cuello de la vexiga de la hiél, al surco ó hendedura trans- versal del hígado, al manojo de vasos hepáticos, á la fosa del con- ducto venoso , y seguidamente al diafragma detras del ligamento iz- quierdo del hígado. Sí este omento se sopla, se eleva su parte media en figura de un cono tuberculoso. El descubrimiento del epiplon pequeño se atribuía á Winslow, aunque Vesalio , Riolano y otros anatómicos tuvieron ya algún conocimiento de él; pero no le des- cribieron con exactitud. El omento gastro-cólico es el único que conocieron los antiguos. Luego que se abre el vientre se presenta á la vista , figurando un zurrón aplanado, cuya abertura estuviese arriba y el fondo abaxo, y se ve que desde el estómago y del colon transverso baxa mas ó menos por delante de los intestinos. En los niños es delgado y mas corto; pero en los adultos, unas veces apenas llega al ombligo, y otras se extiende hasta la pelvis, y por lo común baxa mas en el lado izquierdo que en el derecho. Su obesidad varía mucho. Se compone este omento de dos láminas,una anterior y otra posterior, formadas por una membrana continua. La lámina anterior nace jun- to al píloro de la lámina superior del mesocolon transverso, segui- damente de toda la grande corvadura del estómago hasta el bazo, y aquí se convierte en ligamento que ata el bazo al estómago. De to- do este origen baxa la lámina anterior por delante de los intestinos, y quando llega al término de su descenso se dobla atrás para formar la lámina posterior que sube por detras de la anterior; pero sin pe- garse á esta , por mediar entre las dos un vapor untuoso que per- mite resbalar la una sobre la otra. Por último, la lámina posterior se continúa por largo trecho con la membrana externa del colon transverso, y después se fixa á toda la corvadura del bazo y á la extremidad pequeña del páncreas. Entre este y el estómago la cavi- dad del omento gastro-cólico es continua con la del gastro- hepático. Delante del colon transverso sigue continuo al borde derecho del omento gastro-cólico un apéndice hueco y cónico que baxa mas ó menos hacia el intestino recto, y alguna vez llega á él. Este apén- dice es á quien se da el nombre de omento-cólico, por estar forma- do de sola la membrana externa del colon , que se eleva en dos ho- jas paralelas, las quales soplando entre ellas presentan un cono tu- berculoso, cuya cavidad tiene comunicación con la del omento gas- tro-cólico. Sabatier dice, que alguna vez sigue sobre toda la parte transversal del colon hasta el bazo donde remata; pero esta varie- dad no la hemos visto jamas, ni tampoco hace mención de ella el Barón de Haller, sin embargo de ser el anatómico que ha descrito este omento con mas exactitud. Parece que Lieutaud le conoció al mismo tiempo que Haller; pero cayó en la equivocación de que 92 OME una de las dos hojas de este omento procedía del colon , y la otra del mesentcrío. Entre el meso-colon que cerca del hígado nace del peritoneo que cubre el riñon derecho, y la membrana externa que del surco trans- versal del hígado y de la vexiga de la hiél va al duodeno, se ha- lla un orificio notable de figura de medía luna , que rodea el ló- bulo de Spigelio. Si en este orificio se introduce el extremo de un tubo guarnecido de algodón ó estopa fina, y se sopla por él, se hincha primero el epiplon pequeño, seguidamente el grande, cuyas cavidades tienen una ancha comunicación detras del estómago, y últimamente del epiplon grande pasa el ayre á hinchar la cavidad del omento cólico , formando de todas una cavidad continua, por cuya razón llama Haller á este orificio puerta ó entrada común de los tres omentos, y es la única por donde tienen comunicación con la cavidad del vientre, aunque alguna vez se halla cerrada. Mas para que salga bien el experimento de que acabamos de hablar, conviene que se haga en un sugeto joven y flaco, y es menester que los omen- tos estén sanos, y no se hayan manoseado indiscretamente. Si se hace una pequeña incisión en la lámina superior del meso- colon en el parage en que encierra el duodeno entre sus dos lámi- nas , soplando por esta abertura, se separan ambas láminas, y el ayre, si el experimento sale bien, corre todo el colon transverso, mani- fiesta la cavidad en que el páncreas está contenido entre las dos lá- minas, sigue el colon hasta el intestino recto, é hincha, y eleva de toda la superficie del colon y de parte del recto unas vexigui- llas celulares pingüedinosas cónicas, mas gruesas en su extremi- dad suelta y cerrada, muchas veces dobles, y otras ahorquilladas, que son los apéndices epiploicos descubiertos por Vesalio, y que en la realidad son unos pequeños omentos, formados por la membra- na externa del colon doblada. En este experimento se demuestra también, que el omento cólico solo trae origen del colon. Todos los tres omentos tienen muchos vasos sanguíneos, las arterias son de la hepática, de la coronaria, estomática, &c. Estas arterias rema- tan en venas del mismo nombre , que todas van á parar en la vena porta. Los nervios son pequeños los que se distribuyen en esta entraña , como se infiere de su poca sensibilidad. (V. nervios.) Todos los autores convienen en que las arterias son las que por sus poros exhalan el vapor pingüedinoso que forma la gordura de los redaños; pero no todos convienen en que las venas sean las que le absorven. Y á la verdad no hallamos motivo de creer que la absor- vencia del humor adiposo en el omento se diferencie enteramente de la que se hace en las demás membranas adiposas, en las quales los vasos absorventes son los que chupan este humor; mayormente sabiendo, que de las celdillas adiposas de los redaños nacen vasos OME 93 absorventes, que van á las glándulas conglobadas, arrimadas á una y otra corvadura del estómago; y en las quales se ven manifiestos glóbulos adiposos, como en todos los demás absorventes, que toman origen de membranas pingüedinosas. Sin embargo no nos atrevemos á negar, que parte del vapor oleoso del omento penetre las túnicas de las venas, atendiendo á que están bañadas continuamente de este vapor penetrante: que la sangre circula por ellas con mucha lentitud ; y que Malpigio ase- gura haber visto en la sangre de estas venas gotas de gordura líqui- da. Si es así, entre las utilidades de los redaños se debe contar la de volver mas oleosa la sangre que de las venas epiploicas va por la porta al hígado para la secreción de la bilis. Pero ademas tienen los redaños otras utilidades indisputables. La gordura de estos tiene el mismo uso que toda la demás de nuestro cuerpo. Los omentos por su flexibilidad y compresibilidad, y por el vapor oleoso que despiden, facilitan el movimiento del estómago y de los intestinos, disminuyen la confricación de las vis- ceras del abdomen , y precaven su conglutinación entre sí y con el peritoneo; así, destruido el omento, todas estas partes se pegan. El omento gastro-cólico tiene otra utilidad particular y de mucha consideración. Los músculos del vientre por su relaxacion y con- tracción comprimen alternativamente todas las visceras del abdomen, y principalmente el estómago y los intestinos; pero como estas par- tes se llenan y se vacian sucesivamente, su figura y posición relati- va varían mucho, de modo que las compresiones que los músculos exercen sobre ellos se distribuirían con mucha desigualdad , si algún cuerpo blando, flexible y suelto no se acomodase á todas sus varia- ciones , y llenase sus huecos, para que los músculos por su interme- dio exerciesen una compresión igual; y esto es lo que hace el omen- to gastro-cólico. Por su blandura y flexibilidad se acomoda á to- das las figuras y posiciones de las visceras ;y por la facilidad con que sus dos láminas resbalan una sobre otra, y la gordura corre de una parte á otra , se acumula este omento y engruesa en los huecos de las visceras, y se adelgaza donde estas le comprimen ; de esta suer- te presenta siempre á la acción los músculos abdominales una su- perficie quai se requiere para una compresión igual. A este fin, co- mo el estómago lleno ocasiona un hueco mayor en el lado izquier- do que en el derecho por estar en aquel lado su gruesa extremidad, ha dispuesto la naturaleza que el omento fuese también mas grue- so , y b»axase mas en el lado izquierdo. Quando se abre un animal inmediatamente después de haber comido se halla el omento mas re- cogido, y baxa á medida que el estómago se vacia y los intesti- nos llenan. Se observa también que el omento es menos pingüe- dinoso sobre la convexidad de los intestinos y mas en sus ínter- 94 OMO valos. En fin, los animales que tienen muchos estómagos, tienen también el omento gastro-cólico mayor que los otros. B. OMOHIOIDES. (Anat.) Se da este nombre y el de coraco-hioides, omoplato-hioides, á un músculo que se une por abaxo á la costilla superior del omoplato, y termina en la parte inferior y latera! de Ja base del hueso hioides. Este músculo tiene un tendón en el medio que le hace digástrico; sirve de tirar obliqüamente el hueso hioides. OMOPLATO. (Anat.) Se da este nombre y el de escápula ó espaldilla á un hueso de figura irregular, aunque algo semejante á la triangular, que está situado en la parte superior lateral y un po- co posterior del pecho, cubriendo regularmente las ocho primeras costillas; es de la clase de los pares, y por consiguiente simétrico con su compañero. Se distinguen en este hueso dos caras, una poste- rior y otra anterior, tres bordes, uno superior, otro anterior y otro posterior, y tres ángulos, uno anterior, otro superior y otro inferior. La cara posterior, que es algo convexa, está vuelta hacia atrás. En la parte superior de estacara se ve una fosa, llamada supraespi- na, mas profunda anterior que posteriormente. Debaxo de esta fosa hay una grande eminencia, conocida con el nombre de espina del omoplato, prolongada de atrás adelante, y un poco de abaxo arri- ba. Esta eminencia tiene dos caras, una superior cóncava, que for- ma parte de la supraespina, y otra inferior , también algo cóncava, que mira á la fosa que tiene debaxo, y un borde bastante grueso, que empieza posteriormente con una carita triangular, y sigue des- igual en su longitud, formando dos labios, uno superior y otro in- ferior, á los quales se atan varios músculos. Remata esta eminencia en una apófisis, llamada acromion, esto es, la parte mas elevada del hombro, la que sigue dirigiéndose de atrás adelante, y de abaxo arriba. Tiene el acromion dos caras, una superior y otra inferior, y dos bordes, uno posterior y otro anterior. La cara superior es convexa y áspera, y la inferior lisa, cóncavaé inclinada hacia den- tro , la que concurre á formar una bóveda que da un punto de apoyo á la cabeza del húmero.El borde posterior es cóncavo, y ea su extremidad se halla una carita articular oblonga, inclinada hacia arriba, para articularse con la carita de la extremidad escapular de la clavícula. La obliqüidad de estas dos caras hace que fácilmente deslicen la una sobre la otra. El borde anterior es convexo, y lleno de asperidades musculares. La porción de la cara posterior, que está debaxo de la espina, es otra fosa, llamada infraespina, que solo tiene algunos surcos, y cerca del ángulo inferior varias des- igualdades. La cara anterior del omoplato, nombrada fosa subesca- pular, presenta una cavidad, atravesada de líneas obliqüas y pro- minentes, que del borde posterior ó de la basa de este hueso van hacia su ángulo anterior. OMO 95 El borde superior es el mas corto y mas delgado de los tres. En el extremo externo de este borde, junto al ángulo anterior, se des- cubre una escotadura, que en el estado fresco la cierra un ligamen- to dexando un ngnjero por el que pasa un nervio. El borde ante- rior, ó la costilla del omoplato, es el mas grueso de los tres, está un poco inclinado hacia abaxo, y se extiende desde el cuello de este hueso hasta su ángulo inferior. Presenta en su parte superior una impresión muscular desigual, y en lo restante de su extensión tiene dos labios, uno elevado y áspero, y otro anterior mas liso, separados por un surco longitudinal. El borde posterior, ó la basa del omoplato, es el mas largo de los tres, y de un grueso medio; pero sin embargo de su poco espesor se divide en dos labios y un intersticio. Parte á este borde la carita triangular de la espina en dos porciones desiguales, una superior mas pequeña y otra inferior mas larga, que se inclinan un poco la una á la otra. El ángulo superior formado por la reunión del borde superior con el posterior, solo sirve á radicar un músculo. El ángulo ante- rior , que resulta de la concurrencia del borde superior con el an- terior, se llama la cabeza del omoplato. Este ángulo es truncado, grueso, y presenta una cavidad glenoidea oval, cuya grande extre- midad está hacia abaxo, y la pequeña arriba , cóncava en toda su extensión, lisa é inclinada hacia abaxo, adelante y afuera para arti- cularse con la cabeza del húmero. En la parte superior del borde de la cavidad glenoidea se ven algunas desigualdades tendinosas. La cabeza del omoplato la sostiene una porción mas angosta, á la que se da el nombre de cuello, entre el quai y la apófisis acromion se halla una grande escotadura. Se eleva de la parte superior y algo anterior del cuello una eminencia, llamada apófisis coracoides por la semejanza que los anatómicos le han supuesto con el pico de un cuervo. Esta apófisis se prolonga de atrás adelante y un poco de fuera adentro, encorvándose de arriba abaxo. En su convexidad tiene varías desigualdades que dan inserción á varios ligamentos, y la que está en su raiz ó parte posterior, por ser mas notable, toma el nombre de tuberosidad. En la puuta de la apófisis se atan varios músculos, y su concavidad forma parte de la bóveda que sujeta la cabeza del húmero. El ángulo inferior, formado por la reunión de la costilla del omoplato con su basa, es redondeado y bastante grueso, y en su cara posterior tiene diferentes desigualdades mus- culares. Para poner este hueso en debida situación hacia afuera, y atrás la cara que tiene la espina, hacia delante el ángulo mas grueso, y horizontalmente hacía arriba el borde mas corto , el omoplato se ar- ticula con la clavícula por artrodia, y con el húmero por enartro- sis. Estas articulaciones le permiten subir , baxar , ir adelante, atrás, 96 ONA y hacer movimientos de semirotacion, de modo que en su descenso el ángulo inferior se arrima á las apófises espinosas de las vértrebras, y el anterior baxa; al contrarío en el ascenso. Quando va hacia delante, el borde anterior se aparta del pecho , y quando va hacia atrás se aproxima; y en todos estos movimientos la extremidad esternal de la clavícula se adelanta quando el omoplato se tira hacía atrás,y viceversa. Sus usos son formar la parte superior del hombro, y servir de basa móvil al húmero. B. ONANISMO. (Med. Práct.) Es el uso forzado, solitario y des- ordenado de las facultades reproductrices. De este abuso horrible nacen dos especies de males, unos dependientes de la irritación ner- viosa, y otros de la inanición ó consunción, ocasionada por una evacuación excesiva. De aquí resultan en lo físico la palidez , la ex- tenuación , el marasmo, la apopiegía, el letargo, el temblor, la parálisis, la pérdida de la vista y del oido, los espasmos , la artri- tis, la tabes, la tisis, &c. y por último, la muerte; y en lo moral la pérdida de la memoria, la pereza, la inercia, la estupidez, la melancolía; y finalmente la demencia, que tal es el triste fruto que recogen las desgraciadas víctimas de este execrable vicio. Los padres solícitos y prudentes apenas ven á sus hijos próxi- mos á caer en él, deben hacerlos conocer el riesgo iminente que corren, y los horribles dolores conque un día ha de vengarse de ellos la naturaleza ultrajada. Antes que el mil haya hecho progre- sos, conviene mantenerlos en un régimen suave y refrescante, dándoles alimentos vegetales ó la carne ds animales tiernos asada y sin ningún condimento, y substituyendo para bebida el agua na- tural á Jos licores espirituosos vino y café, que deben proscribirse absolutamente, á excepción de la buena cerveza. Se apartarán de su vista todas aquellas obras escritas en un lenguage tierno y apa- sionado, ó tal vez en un estilo lúbrico, capaz de acalorar ó exal- tar su imaginación demasiado viva y pronta á inflamarse : se los se- parará de los espectáculos de las pinturas, de las compañías y de quantos objetos puedan exponer su continencia: se los acostará en una cama dura, con un simple colchón de cerda, y sin permitir- les dormir largo tiempo; y por último, se cuidará de exercitarlos mucho física y moralmente. No les será muy difícil á un padre ó á un maestro prudente convencerse por su semblante de la certeza de su crimen, y en este caso deben advertirles el precipicio que ellos mismos se están abriendo á sus pies. Por poco que los arredre la triste idea de vivir desgraciados, ó perecer en la aurora de la vida, habrán de tomar el partido que les dicta la sabiduría y la razón para conservar en su cuerpo y en su espíritu toda la fuerza y la energía que distinguen y caracterizan al hombre: por fin deben te- ner presente que el líquido destinado á la reproducción en la edad OPE 97 viril debe reservarse todo para el incremento y conservación de las fuerzas físicas y morales de la adolescencia, y que contravenir á esta ley de la naturaleza es cometer un verdadero suicidio. Puede verse el tratado del célebre Tisot sobre el onanismo, en que pinta este vicio y sus funestas conseqüencias con los horribles colores que justamente deben distinguirle, como un oprobio de la especie humana. OPERACIÓN. (Cir.) * Se llama así la acción metódica de la mano del cirujano en las partes del cuerpo humano para conservar ó restablecer su salud. Las operaciones de Cirugía se executan ge- neralmente reuniendo las partes divididas; dividiendo las que esta- ban unidas; haciendo la extracción de cuerpos extraños , y extir- pando lo que es superfluo, defectuoso y nocivo; ó añadiendo lo que falta, sea por defecto de la naturaleza, ó bien sea por accidente. Es- tas quatro operaciones se conocen también con los nombres de síntesis, diéresis, exéresis y prótesis, de cada una de las quales hablaremos en su artículo particular. Dos 6 mas de estas operaciones se executan á veces reunidas en una sola; como sucede en un absceso que lo abrimos, extraemos el pus, y procuramos luego la reunión de aque- llas partes. Las operaciones se hacen según ciertas reglas generales. Los au- tores escolásticos prescriben esencialmente quatro cosas: i.a quai es la operación que debe hacerse: 2.a por qué se hace: 3.a si es ne- cesaria y posible:4.a finalmente, de qué modo debe hacerse: se sa- brá , dicen, quai es la operación que debe hacerse por los conoci- mientos anatómicos de la parte enferma; por las luces que hayamos adquirido leyendo los autores que han tratado de operaciones, y habiendo visto practicar estas mismas operaciones á los maestros del arte. (V. operador. ) La naturaleza de la enfermedad, sus causas, sus síntomas y sus indicaciones deben suministrar las razones del por qué se hace. Si es necesaria y posible se sabrá examinando la enferme- dad , las fuerzas del enfermo, su temperamento y los accidentes que complican su mal, finalmente el modo de hacerla es una quarta condición que se logra, atendiendo á las reglas que prescribe el arte para cada operación. Quando después de haber atendido á todo esto estamos deter- minados á emprender una operación , es menester considerar lo que debe hacerse antes, miéotras y después. Antes de la operación debe disponerse todo lo necesario para executarla bien. (V. apa- rato. ) Mientras se hace debe ponerse cuidado en practicar exac- tamente los diferentes preceptos concernientes á cada operación: y después que está hecha se debe aplicar metódicamente el aparato, poniendo al enfermo en buena situación, y suministrándole todo lo necesario para conducirlo á una perfecta curación. TOMO VI. N 98 OPE No todas las operaciones de Cirugía son unos socorros urgen- tes, pues hay algunas que aunque necesarias pueden diferirse á una estación mas favorable, por exemplo, la primavera ó el otoño; porque el invierno y el verano no son estaciones muy apropósito para una buena curación. La operación de la talla , de la catarata y ©tras; la extirpación de una lupia, cuyos progresos son lentos, &c. pueden diferirse; pero quando hay accidentes que ponen la vida en peligro , entonces no atendemos ya á las estaciones: algunas ve- ces es preciso hacer la operación de la talla en lo mas crudo del in- vierno y otras en lo mas riguroso de la canícula, quando los acci- dentes son executivos: lo que entonces debemos hacer es tomar to- das las precauciones convenientes para que los enfermos no sientan los efectos de las intemperies del ayre. Aunque la operación sea el carácter principal de la Cirugía no basta para ser cirujano haber adquirido facilidad en el arte de ope- rar; ó, hablando con mas propiedad, por mucha destreza que se tenga no se posee jamas el arte de operar sin una infinidad de co- nocimientos que la ignorancia pretende hacer creer que son extra- ños á aquel arte, y que sin embargo son las luces, sin las quales las operaciones no pueden hacerse sino por una rutina mas perju- dicial que provechosa. No en todas las enfermedades quirúrgicas conviene la operación; es un remedio extremo que no debemos poner en uso sino quando nos es imposible curar la enfermedad por medios menos dolorosos. Aun quando las operaciones deben hacerse no debemos considerarlas sino como un punto, ó como una parte de la cura; en toda su duración es preciso por una conducta inteligente y metódica disponer el enfermo á la operación; preca- ver ó destruir los accidentes que podrían impedir su éxito; y final- mente por el concurso de todos los medios sabiamente administra- dos curar, después de la operación, la quai independientemente de la causa incómoda, y muchas veces mortal que la prescribe, es á veces por ella misma una enfermedad muy peligrosa. El buen éxito de las grandes operaciones es verdaderamente el triunfo de los ci- rujanos; pero este mismo triunfo puede ser el oprobio de la Cirugía: la operación es el primero y único recurso de un pretendido ciru- jano, que no es mas que un operador; toda su gloria y su prove- cho está en las operaciones que hace; procura multiplicarlas, y nunca le parece que hace bastantes; al contrario un verdadero ci- rujano, un hombre sabio y experimentado, procura no contar sus triunfos sino por las operaciones que ha sabido evitar, y por los miembros que ha sabido conservar. * Desde que los buenos conocimientos Patológicos que ha sumi-* nistrado la Medicina á la Cirugía se han economizado muchas ope- raciones, el uso de la quina evita muchas gangrenas, y por consi- OPE 99 guíentela mutilación, &c.de varias partes del cuerpo,el opio biea administrado en las heridas de armas de fuego, ha libertado última- mente no solo las horribles convulsiones, &c. sino también las am- putaciones de los miembros. (V. la adición del artículo heridas. ) En fin, en el día son muy pocas las ocasiones en que es necesario tomar el cuchillo para amputar, (V. este artículo) debido todo sin duda á que los cirujanos han estudiado las leyes de la economía ani- mal , y sus conocimientos terapéuticos no se limitan á lo local como se creía antes, pues son unos verdaderos médicos.que saben operar. OPERADOR. (Cir.) * Se llama así el que opera con la mano en el cuerpo del hombre para conservarle ó restablecer su salud. Como la operación es el carácter distintivo de aquella parte del arte de curar conocida eon el nombre de Cirugía, no se ha buscado muchas veces en el cirujano mas que la qualidad de operador. En el artículo cirugía hemos demostrado el error de los que hubie- sen formado una idea tan falsa de aquella ciencia. No obstante, po- demos considerar abstractamente al cirujano como operador, y de- terminar qué qualidades debe tener para exercer hábilmente las ope- raciones, y cómo puede adquirir aquellas qualidades. Según Celso que ha hecho el mejor elogio de la Cirugía, las funciones de este arte no debían confiarse sino á los mozos. Sis preciso, dice expresamen- te, que el cirujano sea mozo, cosa que no debe entenderse sin duda sino de los practicantes; pues Hipócrates que cultivó la Cirugía con tanto esmero como felicidad , y todos los que en la antigüedad la han enriquecido con sus descubrimientos, no eran seguramente muy jóvenes quando se inmortalizaban, contribuyendo con sus trabajos á los progresos de una ciencia que exige tanta experiencia y tanto estudio. El cirujano, continúa Celso, debe tener la mano firme, diestra y que no tiemble jamas; debe ser ambidextro, tener la vista clara y perspicaz; últimamente, debe ser animoso, y no entregarse jamas á la compasión, animo intrepidus immisericors. Los intérpre- tes han solido explicar mal esta última voz traduciéndola en duro é insensible. Hay una gran diferencia entre la debilidad y la sensibi- lidad , y el que el cirujano tenga bastante fuerza é intrepidez para hacer una operación repugnante en sí misma, no le quita el que se enternezca interiormente á vista de lo que sufre el paciente para el restablecimiento de su salud. Celso, aquel autor tan elegante, y que escribió con tanta precisión, parece que previo el mal sentido que podia darse á su expresión, pues la comenta con dos ó tres frases, cuyo resultado viene á ser que el cirujano debe operar sin conmoverse, y del mismo modo que si los lamentos del enfermo no hiciesen impresión alguna sobre él, ideas que no expresan las voces insensible ó duro. Para considerar la Cirugía únicamente por el lado de las ope- ioo OPE raciones distinguiremos estas en dos clases: i.a las operaciones ar- regladas que pueden aprenderse sobre los cadáveres: 2.a las que llamamos casos de Cirugía, que son todas operaciones singulares que la casualidad presenta, que no se pueden aprender con el exer- •cicio, y que no podemos practicar sino por medio de las luces adquiridas con el estudio. Las primeras, es decir, las operaciones que podemos ensayar sobre los cadáveres son muy pocas; tales son la amputación de miembros, el trépano, la fitotomía, empierna y algunas otras. El tiempo que se necesita para adquirir la facilidad de exercer aquellas operaciones sobre los cuerpos muertos es muy limitado: un cirujano que ha aprendido la Anatomía, y que sabe dirigir un escalpelo para disecar un músculo, cosa que es muy fácil, tiene mucha mas destreza de la que se necesita para hacer una am- putación ú otra operación qualquiera. Efectivamente, hay gentes del campo y hombres sin instrucción que con la mayor destreza hacen en los animales operaciones sumamente delicadas. Las que se tienen por mas difíciles no son mas que una disección grosera y muy fácil, no mirándola sino por la parte manual, esto es, por la parte de la destreza necesaria para practicarlas. No es el exereició continuo el que forma un buen operador, pues las manos están siempre bastante dispuestas para executar lo que la inteligencia pres- cribe, y sería ridículo pensar que un cirujano hábil, que casual- mente no hubiese hecho la operación del trépano, se hallase ménoi en estado de hacerla que otro mediano que la hubiese estado prac- ticando tres meses seguidos. Bien sabido es que las grandes opera- ciones son muy poco comunes, como no sea en los hospitales , y aun en estos sucede muchísimas veces pasarse años y años sin lle- gar el caso de tener que practicar la mayor parte de ellas. Ademas, aun quando las operaciones fuesen mas freqüentes en los hospitales, sabemos que son muy pocos los que pueden estar viendo al ope- rador, incomodándolo muchas veces, y incomodándose ellos unos á otros, y no dexáhdose ver las cosas con la distinción necesaria. Ademas, ¿que es lo que puede aprenderse solo con ver la ope- ración? Si lo reflexionamos seriamente reduciremos á muy poco aquel exercieio de los ojos. No tiene duda que el instrumento se pierde de vista, así que entra en las carnes, y entonces solo el que lo maneja sabe eon precisión lo que está haciendo. El espec- tador que no estuviere instruido por la teórica de todo lo que de- be hacerse para executar la operación, que no conociese sus dife- rentes tiempos, que no supiese quanto importa dexar ciertas y cier- tas partes, que no tuviese ninguna noción de las razones que hay para cortar algunas otras que por su uso parece que debian res- petarse: un espectador semejante está allí como un autómata; y el que está instruido de los preceptos pertenecientes al método de OPE 101 Operar, puede únicamente imaginar sobre poco mas ó menos lo que hace el operador en los diferentes instantes de la operación. A esto se reduce toda la instrucción que puede sacarse de ver hacer una operación, y con esto solo es imposible adquirir los conocimien- tos necesarios, ni ponerse jamas en estado de practicar lo que se ha visto hacer. La Cirugía, aun considerada únicamente como arte de operar, no puede ser un arte de imitación , pues no basta tener destreza para obrar bien. El método de operar no se aprende esencialmente, sino con la lectura detenida de los autores que han tratado mejor esta materia. No tiene duda que es menester ver practicar á los maestros del arte; pero esto no se ve útilmente srno quando el en- tendimiento tiene los conocimientos necesarios. Los ojos no ven na- da: el entendimiento es el que ve por ellos: del mismo modo es preciso que el entendimiento sea el que comunique la destreza y la inteligencia á las manos de un cirujano. Aun en aquellas operacio- nes que pueden ensayarse sobre los cadáveres, es casi inútil el exercicío reiterado de los ensayos, sino va acompañado con el es- tudio de los principios: por esto hay muchos que siendo natural- mente muy diestros hacen muy mal las operaciones de Cirugía; y otros que no se precian de ingenio ni destreza en las demás cosas ordinarias de la vida , tienen singular habilidad para las operaciones de la Cirugía: no tiene duda, solo la inteligencia y el saber pue- den guiar al cirujano en la mayor parte de las operaciones. (V. h que queda dicho sobre esto en el artículo cirugía.) Lanfranc de Milán, que profesaba la Cirugía en París el año 1295, habla de las qualidades naturales, morales y científicas de un cirujano; no son pocas las que exige, y todas las considera con re- lación á las operaciones ; se detiene poco en las qualidades corpo- rales, y solo exige firmeza en la mano^, que esté bien conformada. y que sus dedos sean largos y delgados; pero en quanto á los cono- cimientos del espíritu requiere por base de la Cirugía toda la teoría de la Medicina tomada en su mayor extensión. Hablando de la ne- cesidad de distinguir los temperamentos y las diversas complexio- nes supone dos hombres de la misma edad, que en un mismo pue- blo y á la misma hora reciben una estocada en el brazo; siendo el uno de temperamento cálido y el otro de complexión fría. Según la opinión vulgar, dice Lanfranc, la Cirugía debe dar los mismos socorros al uno que al otro; pero la ciencia de las complexiones nos enseñará á tratarlo de diverso modo, pues nos dicta lo que podemos temer en la cura de cada uno de ellos. El uno estará ex- puesto á la calentura, á la hinchazón de la parte, á la inflamación y á los abscesos, por consiguiente es menester atender á las circuns- tancias que han ocurrido, informarse si ha perdido mucha sangre, 102 OPI para hacerlo sangrar si es necesario , á proporción de s"u edad y de sus fuerzas, y deberá ponérsele á un régimen muy ligero. Todo lo contrario sucederá en el otro; deberemos guardar su sangre como el tesoro de la vida, procuraremos que se alimente , y aun tal vez haremos que beba vino para conservar sus fuerzas. No solo debe observarse el temperamento general del cuerpo para la cura de las enfermedades quirúrgicas, la complexión particular de las partes suministra al cirujano indicaciones diferentes. El remedio que tiene en alto grado la facultad astringente ó disecante sobre unas carnes firmes y elásticas, no producirá estos efectos, ni aun en el grado mas baxo en unas carnes blandas y fofas. El mismo medicamen- to que se opone fuertemente á la putrefacción en ciertos casos, la- excita en otros; luego el único medio de dirigir bien sus operacio- nes está en los conocimientos físicos y experimentales, en el ración cinio y en el buen uso de las observaciones; el tiempo, el lugar, las estaciones y otras causas externas presentan también un gran nú- mero de inducciones de que sacará partido un cirujano ilustrado. Aunque en general se hayan de reunir las heridas, no es una mis- ma operación la que ha de reunir una hecha con instrumento cor- tante, y otra hecha con una pedrada, ó la que proviene de la mordedura de un animal. En este último caso es diversa la conducta que hemos de tener si el animal era rabioso ó no; y así varían los casos al infinito. Lanfranc cita todos estos exemplos, y de todos los por menores en que entra sobre los diversos puntos de doctrina necesarios al médico, concluye que ninguno de ellos es menos ne- cesario al cirujano: este autor era médico de profesión, y por lo tanto su autoridad no es nada sospechosa.* OPIATA. ( Mat. Méd.) Se da este nombre á las composi- ciones medicinales que tienen mas consistencia que el xarabe , y menos que las pildoras. Las opiatas son alterantes ó purgantes, y se dividen en oficinales como la benedicta laxativa, ó'C. cuyas fórmulas se hallan ya prescritas en las farmacopeas y magistra- les , que son las que dispone el profesor á su arbitrio. Hablando con rigor y propiedad no debiera darse el nombre de opiata sino á las composiciones en que entrase el opio, debiendo denominarse las demás con el nombre de electuarios ó conservas. ( V. dichos artículos.) OPILACIÓN. (V. clorosis en la clase de caquexias.) OPIO. (Mat. Méd.) La historia de este medicamento tan eficaz y tan temido es no menos común que su uso en nuestros días. No- sotros seguiremos aquí las ideas del célebre Alibert, sin detenernos en su historia natural, bien conocida de todos, ni en las muchas teorías que se han inventado relativas á su acción. El opio es una substancia gomosa, resinosa, de color pardo roxizo, de un olor OPI 103 muy viroso y de nn sabor al principio mantecoso y amargo, y des- pués acre y estimulante: se trae de la Arabia y del Egipto, aun- que la avaricia ha procurado falsificarle de mil modos, mezclando eon él el zumo de otras plantas narcóticas; pero el bueno y legíti- mo se distingue por ser ligero, homogéneo, sin tener en su inte- rior ninguna impureza por el color leonado obscuro, por ser suma- mente amargo, y que al romperlo hace quiebras lustrosas, da un olor fuerte, y al quemarle forma una llama viva y denegrida: al- gunos añaden á estas qualidades la de disolverse fácilmente, y for- mar una tintura roxiza. Las investigaciones que hasta ahora se han hecho sobre su naturaleza química no nos satisfacen plenamente, y esperamos ver publicada la obra de M. Seguín, acerca de este asun- to , que sin duda contendrá ideas mas ciertas y aplicables al arte de curar. Para explicar el modo de obrar del opio sin atenernos á ningu- na de las innumerables y opuestas opiniones de tantos escritores, observaremos desde luego los hechos que presenta su uso en los pueblos acostumbrados á él, en cantidades considerables. Todos los vhgeros convienen en que esta substancia les causa una alegría ex- traordinaria, y los hace mas activos, embriagándolos á veces, y po- niéndolos furiosos: á otros los alienta é inspira osadía y valor para presentarse en los combates, excitándolos igualmente para los pla- ceres ; pero por desgracia este efecto no es duradero, y á él se si- guen la languidez, el fastidio, la soñolencia, &c. Los turcos se acostumbran tanto á su uso, como nosotros al del tabaco, y sin él se hallan abatidos, tristes, estúpidos, y á veces caen en el ma- rasmo. Mas si por otra parte examinamos los efectos del opio, en los que no le usan habitualmcnte, hallaremos resultados opuestos. Su acción llega á ser tan sedante sobre el sistema nervioso que á la ad- ministración de una corta dosis, se ha seguido alguna vez la muer- te, como lo manifiestan las observaciones de casi todos los prácti- cos. Las investigaciones de M. Nysten prueban que el extracto aqüo- so de opio, de qualquier modo que se prepare, jamas altera el te- xido mucoso del sistema digestivo: que aplicado á una membrana serosa produce la inflamación, obrando como un cuerpo extraño: que la acción del extracto, prescindiendo de sus propiedades medi- camentosas, no produce mas efecto en la piel cubierta de su epi- dermis, que qualquier otro cuerpo dotado de las mismas propieda- des físicas : que aplicado al sistema nervioso cerebral, á un órgano muscular , ó á otro qualquiera fibroso obra del mismo modo que qualquier otro cuerpo extraño, sin que en ninguna de sus prepa- raciones se note la facultad de destruir la contractilidad muscular; y finalmente, que la parte llamada impropiamente resinosa, no es 104 OPt mas irritante que las partes solubles en el agua. Sus efectos pues se presentan siempre en el sistema nervioso: todos sus fenómenos se reducen á las diversas alteraciones de este sistema, y sus enferme- dades son las que generalmente exigen su administración. Alexan- dro de Traites le atribuye la misma virtud que á todos los amargos y acres de excitar el calor. Haller piensa que obra del mismo mo- do que el espíritu del vino, y Mead compara su acción á la de los acres volátiles. Freind juzga que tomado en corta dosis excita el áni- mo y restaura las fuerzas del cuerpo. Pasada su primera acción des- aparecen estos efectos, y se sigue la relaxacion y debilidad gene- ral: es verdad que esto no destruye la opinión de los que tienen al opio por estimulante, pues es común y consiguiente á todos los agentes y remedios de esta clase; así el vino en cierta cantidad y por cierto tiempo excita la vitalidad; pero sobreviene el entorpe- cimiento, la debilidad, el sueño, &c. No negaremos que su primera acción sea excitante, y que como tal obra siempre que se administra en muy corta dosis; pe-ro esta acción pasa en breve, y la que subsiste por largo tiempo, la que en general busca el médico y la que sufre muy pocas excepciones es la de calmar y entorpecer, ó mas bien diremos la de disminuir la sensibilidad : ademas, ¡ quan difícil é incierto sería el pretender fixar las dosis del opio para que siempre obrase como estimulante! El hábito, el temperamento, la época de su administración y otras mil circunstancias, pueden falsificar este cálculo siempre; quando por el contrario pocas veces se equivoca el médico en señalar la cantidad de opio como calmante. Para separarnos ahora de todas estas opiniones poco útiles para la Medicina práctica, pasaremos áconsiderar su acción por la parte mas interesante, que es la de la Clínica. Por algún tiempo se ha creído que el opio solo podia prescribirse como un remedio palia- tivo para calmar los dolores; las nociones que posteriormente se han adquirido sobre su modo de obrar, han extendido su uso á to- das las afecciones espasmódicas del sistema nervioso en que hay un exceso de sensibilidad y movilidad; y finalmente, los experi- mentos de muchos profesores le han generalizado para la curación de diversas enfermedades que al parecer no tienen alguna analogía entre sí, aunque bien examinadas en su esencia, dependen de un mismo principio, esto es, de una afección local ó universal del sis- tema nervioso. Así se ha empleado con utilidad en las calenturas nerviosas en que el exceso de aceion está en razón directa de la falta de tono, y por tanto el opio combinado con los corroboran- tes y tónicos ayuda y facilita sus efectos saludables: en las calen- turas intermitentes, aun en las perniciosas, se ha administrado con la misma felicidad, si bien ya Alibert ha demostrado en su exce- O PI 105 lente tratado sobre este género de calenturas, que todas ellas per- tenecen esencialmente á la clase de las nebroses, que todos los sín- tomas que las caracterizan son de una naturaleza especialmente espasmódica , y que dependen claramente de un desorden primi- tivo del sistema nervioso. Nada diremos de su útil uso en las en- fermedades espasmódicas y convulsivas, como el tétano traumático, la epilepsia, &c. aunque observa Murray juiciosamente que debe administrarse con la mayor precaución, porque si los síntomas ner- viosos provienen de una suburra en primeras vías, de una diátesis verminosa, de la dentición, &c. puede ser en extremo perjudicial. Quando la gota tiene síntomas nerviosos cede también al opio; pero Stahl y Barthez aconsejan que no se insista demasiado tiempo en su administración, y que la pronta calma que produce en esta en- fermedad suele tener funestas conseqüencias. En la thisis pulmonal puede también usarse con buen éxito, pues á lo menos disminuye la tos, y promueve el sueño, tan necesario para que los demás me- dicamentos obren con mas energía y mejor suceso: algunos han da- do en el extremo de tenerle por un remedio directo para esta do- lencia ; pero nos abstendremos de atribuirle virtudes que no ha con- firmado la experiencia. Asimismo le han preconizado otros como un específico contra las enfermedades venéreas hasta que las observa- ciones les han hecho ver , que la única ventaja que en ellas ofrece, es la de calmar el espasmo y disminuir la irritación, y que lejos de ser preferible al mercurio, aun no llega á igualar su eficacia. Ha- llamos también muy recomendado el opio en las grandes hemor- ragias : indudablemente es un auxilio poderoso quando estas resul- tan de una subsceptibilidad nerviosa muy irritable, de un violento dolor tópico ó de un estímulo qualquiera, y baxo este aspecto es muy útil en todos los fluxos del mismo género, en la diarrea, en la disenteria, en el cólera-morbo, &c. (V. todos estos artículos.) Nada diremos de las utilidades de este remedio en las enfermedades doloríficas, principalmente en el cólico, pues en este artículo he- mos expuesto no solo las utilidades de este medicamento, sino tam- bién de la ciega preocupación que hay contra el opio, y la injus- ticia con que se critica su uso, á pesar de libertar muchas vícti- mas que se suelen sacrificar por no administrar un remedio que no solo ahuyenta las toses y dolores, sino también liberta la vida, evi- tando convulsiones y otros males. En general el opio se administra en forma de extracto , en tin- tura, en polvos, en pildoras, &c. La composición conocida con el nombre de láudano líquido ó de gotas anodinas de Sydenhan, se hace poniendo á digerir el opio en vino común, con algunos aro- máticos como el clavo, la canela y el azafrán: diez y seis ó diez y ocho gotas de este licor equivalen á un grano de opio, y así pue- tqmo vi. ° 106 OPI de prescribirse en dosis de quince ó veinte para cada toma. El opio entra también como parte constituyente en los polvos de Dower, en las pildoras de cinaglosa, en el diascordio, en el filonio, en la triaca, y en otros muchos electuarios y fórmulas antiguas que de nada servían, sino de aumentar el fárrago de la materia Médica. Las preparaciones mas comunes son el mismo extracto aqüoso de opio, en cantidad de un grano por toma, mas ó menos según las circunstancias del paciente, el xarabe de meconio, que contiene en cada onza dos granos de opio, el láudano líquido ó tintura thebaica, el diascordio y el filonio para enxuagatorios y lavativas. Ademas, se preparan con él parches para las sienes, emplastos, po- madas , &c. Quando se quiere que el opio obre sin manisfestar su acción sedante , es necesario administrarle en dosis de la quarta parte de un grano, ó á lo mas medio grano enlossugetos no acos- tumbrados. (V. anodinos y calmantes.) Para complemento de este artículo , y por ser un punto muy interesante , añadiremos aquí un breve discurso manuscrito sobre la impropiedad de llamar extracto gomoso al extracto xabono- so del opio, que ha tenido la bondad de franquearnos su au- tor el Doctor Ameller, catedrático del real colegio de Cirugía de Burgos. «Las substancias separadas de qualquiera cuerpo compuesto por medio de un menstruo propio gozan del nombre de extrac- tos : el que se da con propiedad entre los farmacéuticos á las substancias extraídas de los vegetales por el medio insinuado.» La maceracion , el cocimiento, y singularmente la infusión son destinadas para las materias vegetales, secas y leñosas, y la ex- presión del zumo de las plantas sirve para las que son xugosas y recientes. Divídense los extractos según los conocimientos de la Química moderna en mucosos ó gomosos , xabonosos y extracto-resinosos. El arrope de las grosellas, y los preparados con las vayas del agracejo, del saúco negro, y del enebro común: el zumo de Aca- cia que nos viene de Egipto, sacado de las legumbres de la mi- mosa nilótica, y el que se trabaja en Europa con las drupas ó frutas del ciruelo espinoso , vulgarmente llamado endrino : el mu- coso que se obtiene por la maceracion en agua con las raices de la suelda, consuelda ó sínfito oficinal , de la malva, y del mal- vavisco , con las semillas del lino y del membrillo, y con otras partes de varios vegetales, despojado que se halle qualquiera de ellos del vehículo que le tiene en disolución, corresponde á la primera especie de extractos nombrados mucosos ó gumosos. Las principales propiedades de esta especie de extractos son de ser perfectamente solubles en el agua , insoluoles en el alcohol, no ab- sorver el oxígeno de la atmósfera, y experimentar la fermentación vinosa. Los zumos ínspísados del axenjo, de la achicoria silvestre, de la fumaria, de la borraja, y demás plantas con hojas ásperas , el extracto de quina preparado con agua y otros muchos pertene- cen á los extractos xabonosos, cuyos caracteres son de ser diso- lubles en agua , y en parte también en el alcohol , pero de nin- gún modo pueden experimentar la fermentación vinosa; de suer- te, que mas pronto se enmohecen, que no logran el probarla. La grande ó puntual analogía que tienen con el xabon ha motivado el que se le diese el nombre de xabonosos. Atraen la humedad de la atmósfera Los ácidos descomponen su disolución en el agua, como sucede con los xabones, y constando de varías sales esen- ciales, y un aceyte fixo, producen un precipitado mas ó menos oleoso. Las substancias metálicas igualmente dan este precipitado. La guta gamba , la escamonea, el azibar , el elaterio, el ex- tracto de ruibarbo y otros semejantes pertenecen á la especie de extracto-resinosos. Estos no padecen alteración ninguna , aunque estén expuestos al ayre atmosférico, son disolubles en el alcohol, y pueden inflamarse á causa del principio resinoso que con- tienen. Ruelle subdivide esta última especie en extracto-resinosos, y re sino-extractivos. Aquellos , expuestos al fuego , no arden sin que estén bien secos, y la parte extractiva excede á la de la re- sina. Los últimos arden con mas prontitud porque contienen ma- yor cantidad de resina que de principio extractivo. Entre las tres mencionadas especies de extractos, en sentir de los Químicos, únicamente el xabonoso es el que merece , y á quien corresponde con mayor propiedad el nombre de extracto, porque entre los demás es el mas simple y mas constante en la conservación de sus atributos, por cuyo motivo acredita el verda- dero y propio nombre de tal. En las nociones que acabo de exponer, relativas á la teoría moderna de los extractos, estriban los fundamentos de mi pro- posición. Un extracto xabonoso, una resina , un aceyte volátil sólido, un principio virulento y narcótico , una sal esencial, y una ma- teria glutinosa forman los principios que constituyen el opio. Este es el parecer de Furcroy, como lo atestigua él mismo por los repetidos ensayos sobre esta substancia, y es igualmente la opinión común entre los Químicos modernos. Un opio puro, libre de las materias extrañas con que regularmente se halla mezclado, contiene los principios mencionados , y la separación de la parte pdorífera virulenta y narcótica, que es generalmente reputada io8 O PI por nociva, es el objeto que se han propuesto los sabios de nues- tros dias. Ellos han logrado el suspirado efecto de quitar al opio toda la parte dañosa y deletérea , y de obtener la útil y be- neficiosa. Este es el plan á que se dirige la operación del ex- tracto de opio xabonoso , llamado con impropiedad gomoso. Una de las causas por qué las continuas tareas de los antiguos Químicos farmacéuticos no alcanzaron la averiguación deseada, consistió principalmente en no haber llegado á conocer en aque- llas épocas todos los principios constitutivos del opio. En el dia se ha corrido el velo que hasta nuestros tiempos nos habia ocul- tado un arcano tan digno de ser descubierto : los progresos y descubrimientos de los Químicos modernos lo han logrado con felicidad, señalando como hemos visto con individualidad las subs- tancias que constituyen al opio ; y no contándose entre ellas la gomosa, este nombre está prescrito para aquel zumo inspisado, como igualmente debe proscribirse de la especie de extracto de opio de que se trata. Teniendo después presente la teoría de los extractos que he manifestado, se ve claramente que el extracto en qüestion no tie- ne propiedad común con los extractos gomosos de hacer fer- mentación vinosa , de disolverse tan solo en el agua; antes bien es idéntica con la de los extractos xabonosos de dar sales esen- ciales , producir un precipitado oleoso con los ácidos y demás propiedades de que hemos hablado. En siguiendo pues las reglas citadas por la expresada teoría , si el opio constase del principio que equívocamente se le atribuye , la presente operación daría un extracto mucoso; pero careciendo de la expresada substancia mucosa se da al extractivo de aquel zumo inspisado el nombre de extracto xabonoso de opio , por ser el mas propio y adequado á su naturaleza y á sus propiedades. Algunos le han dado el nombre de aqüoso por ser el agua el menstruo de su extracción; pero me parece debe renunciarse igual- mente , que aunque no nos induce tan falsa idea como el gomo- so , con todo es demasiado general este adjetivo , pudiéndose ade- quar á los gomosos ; y no nos da un indicio cierto de la espe- cie de extracto á que pertenece , como nos lo da el xabonoso. Esta qüestion parecerá frivola á algunos, mayormente á aque- llos que están imbuidos de aquel falso proverbio de nominibus non est disputandum , proverbio muy antifilosófico, y el mas opuesto á una sana lógica, y el que habría acarreado muchísimo daño á las ciencias si no se hubiese rebatido y confundido por muchos y grandes filósofos. Pero en fin, atengámonos á lo que di- ce Condillac , "que no pensamos sino con el auxilio de las pala- bras : que Las lenguas son unos verdaderos métodos analíticos: que ORE 109 la álgebra la mas sencilla, exacta y mas propia en el modo de ex- presar las cosas, es al mismo tiempo una lengua y un método ana- lítico ; y en fin que el arte de raciocinar no es otra cosa que una lengua bien formada." OPISTOTONOS. (V. tétano.) OPOPONAX. (Mat. Méd.) Es un xugo resinoso-gomoso que fluye de una especie de pastinaca , llamada por los botánicos Pa- nax costinum , que crece en Turquía , Grecia , Italia , Sicilia , y aun en la Provenza. El opoponax es calefaciente, incindente y re- solutivo: se administra interiormente en la cantidad de media drag- ma hasta una, y entra en muchas preparaciones oficinales para las afecciones externas; sin embargo, no es muy usual en el día. OPRESIÓN. (Med.) Así se llama la anxiedad precordial que se siente en ciertas calenturas, ó pulmonal que sobreviene en la perinenmonia y otras afecciones de estos órganos (Véanse los ar- tículos anxíedad y anhelaciones.) ÓPTICO. ( Anat.) Adjetivo que califica todo lo que pertenece á la vista , y así hay varias partes que se denominan así: i.° los nervios ópticos que salen del cráneo por los agujeros, llamados también ópticos, y se distribuyen en el ojo, formando una expan- sión medular que se llama retina (V. nervios y vista) : 2.0 una parte de la Física y Fisiología se llama óptica, la que demuestra las leyes, por las quales los rayos de la luz se dirigen de un punto radiante al ojo , &c. ORBICULAR. (Anat.) Adjetivo que expresa lo que es re- dondo, y así hay varias partes en el cuerpo que se distinguen con este epíteto, como son los músculos orbiculares de los labios, de los párpados , &c. (V. estos artículos.) ÓRBITA. ( Anat.) Se da este nombre á una cavidad circular, situada en la parte lateral é inferior de la frente , formada por el concurso de varios huesos del cráneo y la cara, en donde está el ojo y sus partes adyacentes. (V. cráneo. ) ORBITARIO. ( Anat.) Adjetivo que expresa todo lo que es relativo á la órbita , y así hay varias partes que se distinguen con este epíteto , tales son el hueso maxilar , palatino , pómulo y el esfenoides que tienen varias apófises, que se llaman orbitarias ( V. todos los artículos de dichos huesos), se llama canal orbitario uno de Jos que se hallan en el hueso maxilar: hay ademas en los hue- sos inmediatos á las-órbitas semilunas ó escotaduras, agujeros, &c. que se llaman también orbitarios. ORCMATA. ( V. el artículo emulsión. ) ORÉGANO. (Mat. Méd.) Los cogollos floridos de esta plan- ta tienen un olor aromático y suave, y son algo acres y amargos; la planta pasa por cordial, aperitiva, emenagoga, detersiva y no ORE emoliente: se emplean mas comunmente los cogollos floridos, que son medianamente estimulantes, y reaniman las fuerzas vitales ; es- tan indicados en el asma húmeda , en la tos catarral , en la opila- ción , y en las enfermedades de debilidad ; son dañosos en la tisis pulmonar esencial , la hidropesía con obstrucción del hígado , la ictericia esencial, y la pasión histérica. OREJA. (Anat.) La oreja, bien conocida de todos, repre- senta una especie de caracol ternilloso,aplanado y oval, cuyo ma- yor diámetro es vertical, y cuya grande extremidad está arriba. Tiene la oreja dos caras, una externa y algo anterior , y otra in- terna y un poco posterior. La externa es cóncava , aunque su concavidad está interrumpida con quatro eminencias que tienen nombres particulares. La eminencia mas exterior , llamada helix por parecerse algo á una espira , empieza enmedio de la cara an- terior de la oreja, con una extremidad que divide la concha, co- mo veremos, y después de caminar de atrás adelante en dirección casi horizontal, sube á dar vuelta á la gran circunferencia supe- rior y posterior de la oreja, donde forma un borde redoblado hacia la misma cara anterior, y al fin remata , parte dilatada en la concha , y parte en una lengüeta parabólica, que se prolonga hacia abaxo , á la que Fabricío llamó apéndice del helix , bien que el anthelix tiene mas parte en la formación de este apéndice. La eminencia que sigue al helix, llamada anthelix, es mas grue- sa que el helix , empieza anterior y superiormente ahorquillada , y después reunida baxa hacia atrás á dar fin , parte en la concha y principio del antitrago , y parte , como hemos dicho, en el apén- dice del helix. La tercera eminencia , llamada trago , esto es, hir- co, porque con la edad se cubre de pelos bastante largos, es cha- ta , y algo redondeada, ocupa la parte anterior, media é inferior de la oreja, nace de la concha, sube hasta junto al helix, tiene en su parte media una especie de cortadura semilunar, y se eleva anteriormente de modo que cubre la entrada del conducto audi- tivo. La quarta eminencia opuesta al trago , por lo que se le da el nombre de antitrago, es menor, semiobal, y está debaxo del an- thelix , que la forma junto con la parte cóncava de la concha. Debaxo de estas dos últimas eminencias remata la oreja en una por- ción blanda, compuesta solo de tegumentos, y de un texido ce- lular pingüedinoso, que por su blandura se llama lóbulo ó pulpejo de la oreja, así como á su parte ternillosa la.dan algunos anató- micos el nombre de ala. La excavación que circunde la raiz del helix , y baxando hacia atrás se aplana y desaparece , se llama fosita navicular. La que está entre las dos ramas del anthelix no tiene nombre; por lo que se suele Mamxtfosa innominada. Por último, la excavación circuns- ORE ni crita por el anthelix, el trago y el antitrago lleva el nombre de concha, á la que el principio del helix divide en dos partes, una superior mas estrecha, y otra inferior mas ancha y profunda, que se continúa con el conducto auditivo. La cara posterior de la ore- ja es convexa en los sitios en que la anterior es cóncava , y al con- trario. Se compone la oreja principalmente de una ternilla asida al hueso temporal, con varios ligamentos, provista de diferentes mús- culos , y cubierta de los tegumentos comunes. Bien despejada esta ternilla de todas las partes que la visten , conserva la misma eminen- cia y los mismos hoyos) que la oreja entera, excepto que no tie- ne pulpejo; pero se encuentra ligeramente hendida en el intervalo que separa el anthelix del antitrago , y se ve el trago separado del helix sin conexión alguna entre los dos. Los ligamentos que sujetan la ternilla de la oreja son tres: uno anterior, que viene de la raiz de la apófisis zigomática : otro su- perior , que toma origen de la parte inferior de la aponeurosis que cubre al músculo masetero ; y otro posterior, que nace de la parte anterior de la apófisis mastoides. Todos tres se atan á la convexi- dad de la concha, y comunmente son mas bien celulosos que ver- daderos ligamentos. Los músculos de la oreja pueden dividirse en dos clases, en la una se comprehenden los que mueven toda la oreja , y en la otra los que solo mueven algunas porciones de ternilla; los músculos de la primera son el superior , anterior y posterior. El superior ó elevador de la oreja es bastante ancho, muy semejante al crotafites , sobre el quai está colocado. Toma origen de la aponeurosis media del occipito frontal, y después forma una aponeurosis, que se fixa en la convexidad de la fosa del an- thelix. Sirve para levantar la oreja y abrir el conducto auditivo. El músculo anterior nace de la misma aponeurosis del occipito frontal , un poco mas arriba de la nariz , y va á terminarse en el dorso de la eminencia helix. Su uso es levantar y llevar adelante la oreja. El miísculo posterior es el mas robusto , y se compone casi siempre de dos, tres ó quatro musculillos semejantes, que nacen de la raiz de la apófise mastoide, con un tendón muy corto, y se fixan con otro en la parte posterior de la convexidad de la concha; los quales ponen tirante la concha , y tiran la oreja atrás. La ac- ción de estos tres músculos, aunque manifiesta en algunas perso- nas , es en el común de los hombres imperceptible. Los músculos de la segunda clase son cinco, que son: i.° El músculo mayor del helix nace de la eminencia que se observa en- cima del trago, y sube por el borde anterior del mismo helix , don- de se adelgaza y desaparece. i.° El músculo menor del helix es el mas delgado de todos, y el que falta mas i menudo, viene de 112 ORG la parte del helix , que divide la concha, y remata inmediatamen- te en su margen. 3.0 El mitsculo del trago nace del medio de la parte exterior de la concha junto al trago , y en cuya parte supe- rior da fin. 4.0 El músculo del antitrago empieza en el borde su- perior del antitrago , y fenece en la extremidad posterior é infe- rior del antihelix. 5.0 El transversal de la oreja es el único de los cinco, que está situado en la cara interna y posterior de la oreja, por h quai corren transversalmente sus fibras desde la convexidad de la concha al dorso cóncavo del antehelíx , y al convexo de la fosa navicular. Es muy difícil determinar el uso peculiar de este músculo. Albino y Sabatier creen que afloxan las ternillas de la oreja quando obran solos, y que la ponen mas tirante quando su acción es simultánea con la de los otros músculos. Todos estos músculos y ternillas que forman la oreja están revestidos de tegu- mentos comunes, que aunque son continuación de los que visten las demás partes, son sin embargo menos gruesos. En este texido se hallan muchos folículos sebáceos que vierten una especie de grasa. ( V. CERUMEN.) En la parte inferior, anterior é interna de la concha de la oreja se halla la entrada del conducto auditivo que hemos descrito en el artículo oído , adonde nos remitimos. Est. de B. ORGÁNICO. Adjetivo que pertenece á órgano (V. este ar- ticulo ); y así decimos acción orgánica , estructura orgánica , &c. ÓRGANO. ( Fisiol. ) Esta voz equivale á la de instrumento, y se aplica en la Fisiología para expresar ciertas partes que tienen una determinada estructura y disposición para exercer cierta fun- ción , como el órgano de la vista , oido , &c. porque las partes se- paradas , aisladas, independientes y libres de toda agregación no envuelven en sí la idea de estructura ; para esto es necesario que estén encandenadas y reunidas según ciertas leyes y relaciones, porque la organización resulta precisamente de un conjunto bien ordenado de moléculas distintas, y dispuestas del modo mas con- forme á los fines determinados que convienen á cada especie de órgano. Los antiguos dividían las partes sólidas del cuerpo animal en similares y disimilares. Las primeras estaban formadas de un mis- mo género de fibras como los nervios, músculos , vasos, &c. en- tre las segundas colocaban aquellas que resultaban de muchos gé- neros de estructura , como las visceras que están texídas de vasos, de láminas celulosas y de fibras musculares. Pero incurrieron en el error de no reconocer por orgánicas sino tan solo á las disimila- res , no obstante que es imposible negar á las otras el carácter de la organización. Los modernos entienden por similares ó simples los elementos primitivos de un sólido, que reuniéndose con otros ORÍ 113 semejantes constituyen un hueso, un tendón, una membrana, &c. llaman parte compuesta ú orgánica á la colección de principios simples, que están dispuestos y combinados entre sí en un orden relativo á los usos á que parecen haber sido destinados por esta misma disposición. El órgano supone pues la unión ó coordina-.- cion de muchas partes simples ó similares, y no hay verdadera- mente organización ni estructura sino en donde se observa dicha reunión agregativa. Pero como ésta puede veníficarse según diver- sas relaciones, de aquí es que resultan diferentes géneros de estruc- tura... (D untas.) ORGASMO. (Med. Práct.) Esta voz se halla usada en las me- dicinas muchas veces como sinónima de irritabilidad , oscilación violenta, movilidad y crispatura, y de rarefacción hablando de los líquidos. ORIFICIO. (Anat.) Voz latinizada que se usa en la anatomía, que significa aventura, que sirve de dar entrada ó salida á alguna parte , y así decimos las orificios del estómago , de los vasos , &c. ORINA. ( Fistol.) Se llama así un líquido bastante conocido, salino , que se separa en los ríñones ( V. este artículo ), el quai es conducido por los uréteres á la cavidad de la vexiga, en donde ,cae gota á gota; su órgano secretorio son los vasos arteriosos de la substancia cortical de los ríñones, de los quales va destilando por los tubillos uriníferos hasta la pelvis renal, de ésta fluye por los uréteres gota á gota á la cavidad de la vexiga, en donde se detie- ne por algunas horas, hasta que finalmente se acumula en suficien- te cantidad para ser evacuada por la uretra. Se divide la orina del hombre sano generalmente en cruda, que es la que se evacúa una ó dos horas después de haber comido; es comunmente aqüosa y alterada á veces por algunos de los ali- mentos. En cocida, que es la que se orina después de hecha la cocción, así como la que se evacúa por las mañanas después de haber pasado la noche sin haber orinado: ésta es en menos canti- dad , mas crasa, mas encendida y mas acre que lo es regularmente en otro tiempo qualquiera. El color de esta orina es cetrino, de un naranjado no desagradable. Su temperatura conviene con la de la sangre, y así está mas caliente que el ayre atmosférico, como se advierte sí alguna gota cae en la mano. Su gravedad específica ma- yor que la del agua; la de por la mañana siempre es mas densa que la de otro tiempo del día. El olor de la orina reciente no es des- agradable ; el sabor es salado y nauseabundo. Su consistencia un poco mas espesa que el agua. Su cantidad depende de la abundan- cia de la bebida , de su naturaleza ó propiedades diuréticas, y de la temperatura del ayre. La orina sana reciente no da muestras de naturaleza alcalina, ni tomo vi. r 114 ORÍ de acida , pues no muda el color del xarabe de' violetas. Mezclada con la sosa ó la potasa y agua de cal, exhala álcali volátil. Ni el alcohol ni el acetite de sosa la coagulan, y de consiguiente es un líquido aqüoso y no seroso. Puesta á enfriar se va insensiblemente poniendo mas turbia, y deposita un sedimento que se disuelve de nuevo si se vuelve la orina á calentar. La orina evaporada hasta to- mar la consistencia de la miel se pone encarnada,amarga,muy acre, pero no es con todo eso alcalina, y esta masa se llama xabon de la orina. Este xabon evaporado hasta la desecación se llama extracto de la orina. La orina destilada hasta tomar la consistencia de la miel, y sometida á la cristalización, deposita muríate de potasa, josfate sobresaturado de sosa y sosa fosfórica. Mutaciones de la orina puesta al ayre. La orina guardada en un vaso abierto permanece en algún tiempo diáfana , después se cubre en su superficie de una nubécula que parece formada de glu- ten. Esta nubécula va creciendo insensiblemente , y ocupa toda la orina, hasta que al fin la vuelve toda opaca. El olor natural se mu- da en pútrido y cadaveroso; en este tiempo la superficie se cubre de una película, compuesta de cristalitos muy pequeños. Por últi- mo, la orina comienza otra vez á volverse trasparente, pero mu- dando el color amarillo en negro. El olor cadaveroso se muda en alcalino, en cuyo estado deposita un sedimento obscuro, grumoso, salpicado de puntos blancos, deliqüescente en el ayre, y de tal modo conglutinado que casi forma pequeños cálculos blandos. Deben pues distinguirse dos sedimentos en la orina; el primero blanco, gelatinoso, que se deposita al principio; el otro casi negro, grumoso , depositado de la orina pútrida. Degeneración espontánea.!,* orina es de todos los humores de nues- tro cuerpo el que primero se corrompe. En el estío,pocas horas des- pués de evacuada, comienza ya á enturbiarse y á negrear, después deposita un sedimento copioso, y exhala un fetor como de cangrejos podridos, y por último cadaveroso. La orinapútrida hace efervescencia con los ácidos, y destilada, da antes del agua un espíritu urinoso volátil. Los principios constitutivos de la orina sana son: i.° el agua: de 20 onzas de orina salen por la destilación 19 de una agua nauseabunda y hedionda: 2.0 el principio olorífero de la orina, que afecta el ol- fato , y pasa con el agua al recipiente durante la destilación: 3.0 el fosfate de sosa. El extracto seco de la orina bien calcinado, disuel- to en agua y sometido á la cristalización, deposita una sal, que exa- minada químicamente consta de sosa y ácido fosfórico. Esta sal puesta en digestión en el vinagre pierde alguna parte de su álcali, y de aquí es que la sal restante es mas acida, á causa del ácido fos- fórico que domina, y de aquí también el que sea llamada por algu- nos ácido perladot sal de perlas, (fosfate sobresaturado de sosa.) ORÍ US 4.0 El álcali volátil fosfórico. Si el extracto calcinado de la orina, disuelto en el espíritu de orina, y bien filtrado, se pone á reposar para la cristalización, se forman unos cristales compuestos de álcali volátil, un poco de sosa y de ácido fosfórico. Esta sal de tres bases se llamaba sal microscómica, (fosfate sobresaturado de sosa ) ó sal fusible de la orina. Esta sal puesta en un crisol, ó sobre una ascua bien encendida, suelta su álcali volátil, y se muda en una masa vitriforme, deliqüescente al ayre, la quai, sino fuera por la sosa que contiene, sería ácido fosfórico puro: 5.0 su materia calculosa, la quai baxo la forma de un gluten nigricante y terroso se deposita in- sensiblemente á los lados y fondo del orinal, desprendiéndose de la orina que principia á corromperse. Esta materia se compone de gluten , fosfate calizo y ácido Utico, como se verá en la análisis del cálculo urinario: 6.° el principio extractivo de la orina. Del lí- quido que ha sobrado de la cristalización repetida algunas veces, y por medio del espíritu de vino se extrae un liquor salino que atrae el agua de la atmósfera, pero que nos es aun desconocido. El prin- cipio extractivo restante es soluble en el agua, y parece ser gele- tinoso: 7.0 el muríate de potasa, el muríate de sosa y el fosfate calizo, que por la lixibiacion pueden extraerse del carbón , de la orina destilada , incinerándolo primero. Productos del fuego. La orina destilada al baño de arena da mu- cha porción de agua de un fetor nauseabundo, y queda un extrac- to de forma de terrosa que tira á roxo. Destilado este á fuego seco, da el espíritu urinoso , álcali volátil seco y aceyte empireumático de muy mal olor; y aumentando un poco mas el fuego, dexa también cierta cantidad de fósforo. En fin, el residuo es un carbón que por la incineración dexa muríate de potasa, muríate de sosa, sosa fosfórica y tierra caliza. Ninguno de los líquidos del cuerpo humano, aun en el mejor es- tado de salud, es tan variable en quanto á la cantidad y qualidad como la orina, pues varía. Por razón déla edad. En el feto es in- odora, insípida, casi aqüosa, y al paso que el niño va creciendo, la orina es mas acre y mas fétida. En los viejos se nota sumamente fétida y acre. Por razón de las bebidas. La bebida fría y muy co- piosa hace la orina descolorida y abundante. La infusión del té ó el uso de la pulpa de la caña fistula le dan un color verdoso. Por ra- zón de los alimentos. Los espárragos y aceytunas le dan un olor particular. La fruta del cocotero la pone encarnada. La orina de un hambriento es turbia. Por razón de los medicamentos. La raiz del ruibarbo la pone amarilla; la terebentina le da un olor de violeta muy manifiesto. Por razón de la estación. En el invierno es mas abundante y aqüosa la orina ; en el verano, por la mayor traspira- ción es menos copiosa, mas encendida, y tan acre, que á veces pro- n6 ORV duce la extrangurría. Experimenta las mismas variedades por razón del clima. Por razón del movimiento. Si este es excesivo, la orina es en menor cantidad, y mas concentrada. En la vida sedentaria la orina es mas copiosa, mas fluida y mas cruda. Por razón de las afecciones del ánimo. Así, el terror la vuelve pálida y descolorida. Uso. La orina es un humor excrementicio, semejante á una le- xía, por la quai el cuerpo humano se descarga y limpia, no solo del agua , sino también de las sales y tierra animal superfluas, y de otras substancias degeneradas en su interior, defendiéndole de este modo contra la corrupción. En fin , la fuerza medicatríz de la na- turaleza por medio de la orina arroja fuera del cuerpo en muchas ocasiones las materias morbosas y acres, como vemos en las calen- turas y en las hidropesías. Se halla ademas en la vexiga de la orina un moco que es muy interesante conocer , el quai cubre la superficie interna de la Vexi- ga urinaria. Su órgano secretorio. Son las glándulas muciparas , si- tuadas debaxo de la membrana interna de la vexiga. El superabun- dante es expelido con la orina. Este moco es muy tenaz, que solo por la acritud de la orina puede ser raido. Uso. Defiende la superficie interna y en extremo sensible de la vexiga, impidiendo que sea corroída por la acrimonia de la orina, por cuya razón no es disoluble en este líquido. (Plenk.) ORO. (Mat.Méd.) Este metal, el mas precioso y estimado, ha tenido algún tiempo lugar en la materia Médica, recomendándole los charlatanes como cordial tónico y cefálico; pero estos errores se han desvanecido, y el único uso que de él se hace en el dia es el de dorar las pildoras para las personas delicadas y melindrosas, ó por mejor decir, es un simple adorno, aunque en algún modo qui- ta el contacto de las substancias desagradables de que se suelen com- poner las pildoras, y los enfermos suelen tomar estos remedios con mas facilidad. oro pimentel. (Mat. Méd.) Se da este nombre y el de oxi- de de arsénico sulfurado amarillo á una substancia mineral que se halla en las minas de oro, yes el arsénico de Dioscórides: interior- mente es un veneno muy activo; pero se aplica exteriormente en varias preparaciones, como el colirio de Lanfranc para mundificar las úlceras inveteradas. ( V. el artículo venenos.) OROPESA. (Francisco de) Doctor, médico de Sevilla: publicó tres proposiciones hechas d la ciudad de Sevilla acerca de la peste. 1599. ORTOPNEA. (V. el genero ix de la clase de anhela- ciones.) ORV1ETANON ú ORVITANO. (Mat. Méd.) Este norn- bre se dio en lo antiguo á un electuario alexifarmaco, universal en OSI 117 sus virtudes, de cuyo inventor se cuenta que fiado en este antído- to se atrevió en público á tomar qualquier veneno desconocido. Semejantes fábulas deben proscribirse de la historia de la Medicina que se halla en muchas partes obscurecida con estas composiciones farragosas, y de cuya eficacia se juzgaba por la multitud de subs- tancias simples y extravagantes que entraban en ellas. OSIFICACIÓN. (Anat.) Se llama así la formación de los hue- sos ossificatio, ó la mutación de las partes membranosas ó cartila- ginosas , &c. en hueso. Todos los huesos pasan sucesivamente por tres estados, muco- so, cartilaginoso y huesoso. En el estado mucoso, que es el pri- mero, permanecen en el feto humano hasta el dia vigésimo poco mas ó menos de la concepción. En este tiempo no son mas que un mucílago blanco que tira á gris , y un poco trasparente , pero su diafanidad se disminuye, y su blancura se aumenta á medida que se acerca el término de convertirse en ternilla. Los primeros dias de la concepción es líquido, después toma continuamente mas consis- tencia, y se asemeja á la cola espesa, pareciendo una materia con- creta é inorgánica; pero sino existiesen en ellas delineadas todas las partes que componen los huesos, ¿como podrían estas con el tiem- po desarrollarse de un modo uniforme en todos los sugetos, y guar- dar las mismas formas y distribución? En los huesos que se desenvuelven primero, el mucílago que debe formarlos se distingue de las partes vecinas, antes que en Jos huesos que se desplegan los últimos, y las mutaciones de esta subs- tancia son también mas prontas en los puntos que deben osificarse primero; por consiguiente la porción de mucíiago que primero se distingue es la que debe formar los omoplatos, seguidamente la de las clavículas, de los parietales, del coronal, del occipital, &c. asimismo se distingue antes el punto que corresponde al medio de los huesos largos que los que corresponden á sus extremidades, y en los huesos cortos el del centro antes que los de la periferia. El incremento de los huesos en el estado mucoso es muy pronto, por- que siendo muy poca su consistencia, es también muy débil la re- sistencia que oponen á la sangre que el corazón les envia, la que es la causa de su incremento, y la que desenvuelve las diferentes partes que encierran en embrión. Del estado mucoso pasan los huesos al estado cartilaginoso que, como hemos dicho, empieza el dia vigésimo de la concepción. No existe una ternilla distinta para cada hueso en particular ; pues los huesos que deben soldarse con la edad no tienen mas que un cartí- lago común , como todos los del cráneo y los de la mandíbula su- perior; y tampoco hay mas que una ternilla para toda la columna vertebral, y otra para la pelvis. Francisco Josef Hunauld fué el 116* OSI primero que conoció la ternilla común á todos los huesos del crá- neo, y la demostró en una memoria que leyó á la Academia de Ciencias el año de 1730. Pero los huesos que siempre han de per- manecer contiguos, tienen cada uno su cartílago distinto. Todos es- tos cartílagos ocupan el lugar de los huesos que deben formar, y están rodeados de todas las partes que en lo sucesivo deben cubrir los huesos. Su magnitud y figura son igualmente relativas á las de los huesos, y su forma es mucho mas señalada que en el estado mu- coso ; pues si se examina el húmero en el estado cartilaginoso se distinguen ya en él sus caras, sus bordes, su cabeza y sus tubero- sidades ; y el orden con que el estado ternilloso se desenvuelve si- gue la misma ley que hemos dicho del estado mucoso. Los huesos en el estado ternilloso están ya vestidos exteriormente de una mem- brana fuertemente adherida al cartílago, á la quai se da el nombre de pericondro , hasta que llegan al estado óseo , en el que se llama periostio; pero sí se examina su textura parecen todavía inorgáni- cos, sin distinción de fibras, de hojas, de vasos, ni de cavidades, en una palabra, sin apariencia de las tres substancias que después deben componer los huesos. Sin embargo, ninguna de estas partes se vería después distinta en los huesos, sino estuviese antes delinea- da en las ternillas la estructura de todas las partes que después se manifiestan. Las ternillas á medida que crecen con la adición del xugo nu- tricio que les llevan las arterias, toman mas consistencia, y se van arrimando cada dia mas al estado óseo que es el tercero, y el que constituye verdaderamente la osificación. Comienza esta en el feto humano al fin del primer mes de la concepción, ó al principio del segundo. Los huesos en quienes primero se manifiesta son ordi- nariamente los omoplatos, después siguen por orden las clavículas, los parietales, el coronal, el occipital, las costillas , los húmeros, los huesos del antebrazo, las vértebras, primero las cervicales, y des- pués las dorsales y lumbares, los huesos de la pelvis, los fémures, los huesos de las piernas, los del metacarpo, los del metatarso, las falanges de los dedos de pies y manos y el calcáneo. Los demás huesos del tarso, del carpo y la rótula se mantienen ternillosos hasta después del nacimiento. El primer punto de osificación de los huesos largos y de los planos se manifiesta en su parte media ó cerca de ella, y en los cortos en su centro. En el parage en que las ternillas van á osificar- se se aparece primero un punto amarillento, que poco á poco se vuelve roxo, y desde luego se hallan al rededor de este punto al- gunas fibras osificadas. Este punto roxo no es otra cosa que el vaso principal de los huesos que hemos llamado nutricio por excelencia. Este vaso, que en la ternilla no se distingue por no acarrear mas OSI 119 ?[oe linfa del mismo color que la ternilla, á medida que crecen las uerzas del corazón, como es mayor el impulso del humor que re- cibe, aumenta de calibre,y admite ya algunos glóbulos sanguíneos, que mezclados con la parte seroso-linfática producen el color ama- rillento , que se vuelve roxo quando el vaso recibe verdadera sangre. En este estado se segrega también de los vasos mayor cantidad de xugo nutricio, se deposita mas substancia mucosa entre las fi- bras , y mas cantidad de fosfate calizo para formar las fibras y ho- jas óseas, y absorviendo los vasos linfáticos la parte serosa redun- dante , se condensa la substancia mucosa, crece la cohesión de las fibras, y se consolidan estas y las hojas óseas, siguiendo la osifica- ción las mismas direcciones que las ramificaciones de jlos vasos nu- tricios que hemos explicado, y presentándose en cada punto de osificación los mismos fenómenos que se ven en el punto principal. Cerca del quarto mies de la concepción, mas ó menos temprano en unos que en otros, se ven ya dos puntos óseos en el coronal, quatro en el occipital, uno en cada parietal, tres en cada tempo- ral, cinco en el esfenoides, tres en el etmoides, uno en cada hueso de la mandíbula superior, excepto los palatinos que tienen tres ó quatro, dos en la quixada inferior sin contar los dientes que no se desenvuelven todavía, tres en el hueso hioides, tres en cada vér- tebra, excepto la primera que tiene cinco, y la segunda quatro, uno en cada costilla, nueve ordinariamente en el externon, quince en el hueso sacro, tres en el coxis, tres en cada innominado, uno en cada clavícula, uno en cada omoplato, uno en cada húmero y en cada hueso del antebrazo, uno en cada hueso del metacarpo, y en cada falange de los dedos de la mano, uno en cada fémur, ti- bia y peroné, uno en cada calcáneo, y uno en cada hueso del me- tatarso y en cada falange de los dedos del pie. Á esta época las ex- tremidades de los huesos largos, los bordes de los planos y la cir- cunferencia de Jos cortos, se mantienen todavía ternillosas; y la na- turaleza se sirve de este medio para acelerar mas el incremento de los huesos, puesto que crecen con tanta mas lentitud, quanto mas se apartan del estado ternilloso, como lo demuestran las observacio- nes comparativas del aumento de los huesos hechas desde el segun- do mes de la concepción hasta la edad de veinte años. A proporción que las porciones cartilaginosas de los huesos siguen tomando au- mento, crecen también las porciones óseas, y la mayor parte de estas se encuentran y retinen ; así las pequeñas alas del esfenoides se sueldan con el cuerpo de este hueso , los diferentes puntos óseos, que se habían desenvuelto en la ternilla del externon, se juntan para formar solo tres piezas, y los quince puntos óseos del sacro se reducen á las cinco vértebras falsas de este hueso. Algún tiempo después del nacimiento se descubre un punto óseo 120 OSI en las ternillas que constituyen los huesos del carpo, los del tarso y la rótula. Se forman también en las extremidades de los huesos largos algunos nuevos puntos óseos, llamados epífisis, que se des- pliegan á modo de los huesos cortos, y á medida que las de cada extremidad se aumentan y juntan para formar una sola epífisis, la primera pieza ó el cuerpo del hueso se extiende también á expen- sas de la porción cartilaginosa, la que llega á no ser mas que una hoja interpuesta entre el cuerpo y las epífisis. Los huesos planos si- guen igualmente creciendo á expensas de la ternilla que resta en sus bordes, y de este modo se arriman á los huesos vecinos; pero en los parages del cráneo donde las porciones osificadas tienen mucho que andar para encontrarse, se forman nuevos puntos óseos, llama- dos huesos ivormianos, que con su acrecimiento concurren á llenar los intersticios. La substancia compacta de los mismos huesos se di- vide en muchos parages en dos tablas ó láminas, entre las quales se desenvuelve la substancia esponjosa. Finalmente, los puntos óseos, que se habian formado en el centro de las ternillas de los huesos cortos, crecen también á expensas de la porción ternillosa que los rodea ; así la porción ternillosa llega con el tiempo á desaparecer enteramente, menos en las caras articulares díartrodiales. Todas esr tas mutaciones acontecen en los cinco ó seis primeros años de la vi- da , durante los quales se desarrollan también muchos dientes en ambos bordes alveolares. Hacia el noveno ó décimo año las diferen- tes piezas óseas que pertenecen á cada hueso en particular, han ad- quirido ya mucha mas extensión, y muchas se han reunido : todos los huesos del cráneo, por exemplo, no constan mas que de una sola pieza cada uno, y asimismo la mandíbula inferior. A esta época se hallan ya todos los dientes desenvueltos y aun mudados , ex- cepto los quatro del juicio que salen mas tarde, y algunas veces en una edad muy avanzada. Por último, á los diez y ocho, veinte ó veinte y quatro años, las hojas ternillosas que unian las epífisis con el cuerpo de los hue- sos, y que se han adelgazado continuamente, se borran osificándose del todo, de manera que estas epífisis se vuelven apófisis. Entonces es quando cada hueso del cuerpo humano consta de una sola pieza, exceptuando el externon y el coxis, en quienes la unión de sus pie- zas es mucho mas tardía. En esta edad pues se fixa nuestra esta- tura , y se puede decir que los huesos se hallan en su estado de per- fección. Mas no por eso después de esta edad dexan los huesos de experimentar continuas mutaciones: en efecto, crecen todavía con la adición de nuevas capas que reciben exteriormente del periostio, é interiormente de la membrana medular: crecen también á expen- sas de las hojas ternillosas que guarnecen sus caras.articulares, las quales se adelgazan de continuo; sus eminencias, sus cavidades y OST 12 1 sus desigualdades se hacen cada dia mas perceptibles: la corteza de su substancia compacta se engruesa: las hojas y los filamentos de las substancias esponjosa y reticular adquieren también mas espesor, mas consistencia y mas blancura: sus cavidades internas se disminu- yen : el número y calibre de sus vasos mengua; en una palabra, desde el momento de la concepción hasta la edad mas avanzada ex- perimentan los huesos mutaciones continuas. De lo dicho hasta aquí se deduce, que los huesos crecen de dos modos, es á saber, por la introducción de nueva substancia nu- tricia, y con la aplicación de nuevas capas. Para convencerse del primer modo de incremento fixense tres alfileres en el cnerpo de un hueso de páxaro tierno, el uno en medio del hueso y los otros á una pulgada de distancia de este, y fixense otros dos en las epí- fisis de las extremidades del mismo hueso, córtense todos casi al nivel de la piel, y déxese vivir algún tiempo el animal. Después de este tiempo se verá que el alfiler del medio dista mas de una pul- gada de los otros dos clavados en el cuerpo del hueso, y estos mu- cho mas que antes de los dos que se fixáron en las epifisis. Ademas de esto la concavidad de la quixada inferior es mucho mas conside- rable en los adultos que en los niños, lo que no podría suceder si después de la unión de sus dos piezas la parte media de la quixada no creciese mas por la introducción de nueva substancia. El incremento de los huesos por adición de nuevas capas, so- bre que le demuestra el espesor considerable que adquieren ios huesos largos, y la separación y espesor de las dos láminas de los planos, le confirma el experimento de Duhamel que hemos referido hablando del periostio. En la formación de las eminencias y cavidades de los huesos, mientras crecen concurren tres causas: i.a la organización primitiva del hueso en quien desde su estado mucoso se hallan ya bosque- jadas las eminencias y cavidades, y están ya los vasos en disposi- ción necesaria para que los huesos crezcan mas en ciertos parages formando elevaciones, y menos en otros dexando huecos: 2.a la presión que las partes blandas exercen en ciertos sitios del hueso, la que impide que crezcan tanto como los otros, como por exem- plo, la presión del tendón de la porción larga del biceps en la si- nuosidad bicipital del húmero: 3.a la tirantez de los músculos que se atan á los huesos, la quai hace que las partes en que están ar- raigadas se eleven sobre el nivel de los otros; así la tirantez del mús- culo externo-cleido-mastoideo contribuye á la elevación de la apó- fisis mastoides del temporal. B. OSTEOCOLA. (Mat. Méd.) Es una substancia medía entre la tierra y la piedra blanca desmoronadiza , crustácea , arenosa y semejante á un hueso, la quai se halla en los terrenos y lugares are- tomo vi. Q. 122 OXI nosos, y se ha tenido por eficacísima para reunir los huesos frac- turados , para contener las flores blancas y curar las calenturas in- termitentes , si bien Hildano advierte que debe usarse con precau- ción exteriormente, porque suele dexar cicatrices disformes : sin duda han sido imaginarias sus virtudes, pues en el dia absoluta- mente no se usa. OSTEOCOPO. ( Med.) Atendiendo al rigor de la voz es una sensación como de contusión ó inflamación en las partes musculosas mas inmediatas á los huesos á conseqüencia del excesivo movimien- to ; pero en general se llaman osteocopos los dolores venéreos, ve- hementes, y aun los que sobrevienen en el escorbuto (V. la clase de DOLORES.) OSTEOLOGÍA. (Anat.) Llamamos así, propiamente hablan- do, á la ciencia de los huesos; esta palabra se compone de osteon, hueso, y de logos , discurso ; pero tomada en sentido mas lato pue- de difinírse: la parte de la anatomía que trata de los huesos, ter- nillas , ligamentos y glándulas sinoviales (V. hueso.) OTALGIA. (V. el género xv. de laclase de dolores.) OTITIS. Se da este nombre á la inflamación del oido. (V. la clase de inflamaciones. ) OVARIOS; (Anat.) Se da este nombre á una de las partes de la generación de la muger. (V. generación.) OXÁLICO, (ácido) (Mat. Méd. é Higien.) Se saca este áci- do de la sal de acederas, ó del oxálate acídulo de potasa , que se- gún costumbre se extrae del oxalis acetosella de Línneo ; también se encuentra en algunos vegetales, como por exemplo en los gar- banzos , y lo extraen igualmente destilando el ácido nítrico sobre azúcar ó sobre goma. Se puede componer con este ácido una li- monada muy agradable, que se aplica para la curación de ciertas enfermedades, ó también se puede hacer del oxálate acídulo de potasa y azúcar. Se ha creído sin fundamento que el uso freqüente de esta limonada podría influir sobre la formación de una cantidad demasiado abundante de oxálate de cal en la economía animal, la que se halla cargada de demasiadas sales calcáreas; sin embargo se debe usar con preferencia de la limonada hecna en polvos con el ácido tartaroso cristalizado, cuyo precio es menor, y tiene una aci- dez mas análoga á la del limón. Quando se quiere preparar la li- monada se hace disolver el ácido oxálico en agua común, según las proporciones arriba indicadas, y se va probando hasta que pre- sente al paladar una acidez agradable. En quanto á los usos medi- camentosos goza este ácido las mismas propiedades generales que los demás ácidos, y así nos remitimos á lo que diximos en dicho artículo. OXICRATO. (Mat, Méd,) Se da este nombre á la mezcla de OXI 123 vinagre y agua. No es posible fixar la cantidad de vinagre que se ha de echar al agua, porque depende de la fortaleza que tenga; pero hay una regla segura, y es quando la bebida toma una acidez agradable. Añadiéndole azúcar será mas grato, pero no mas salu- dable. Es preferible el oxícrato simple al oxicrato dulce y al xa- rabe de vinagre , y se suele emplear con utilidad en las hemoti- sis y otros fluxos sanguinolentos, en las calenturas viliosas, &c. (V. ÁCIDOS.) OXIDES. (Mat. Méd.) Son los cuerpos combustibles quema- dos ú oxigenados sin ser ácidos , que se distinguen en dos especies, unos que permanecen en el estado de oxide , y otros que son sus- ceptibles de acidificarse, con un aumento de oxígeno. Algunos me- tales se hallan en quatro ó cinco estados de oxidación, diferentes según la proporción de oxígeno que hay en ellos, como los oxi- des blanco, amarillo, de plomo. Muchos oxides tienen uso en la medicina, como el de antimonio, hidro sulfurado nativo ( Véanse los artículos antimonio, kermes y arsénico), el de azogue ó gas nitroso (V. Xgido nítrico), el de cobre (Véanse los artículos sulfate , nitrate , muríate, &c. de cobre), el de hierro, de manganesa , de mercurio , &c. que deben buscarse en sus respecti- vos artículos. óxíde de arsénico. (Mat. Méd.) (V. oropimentel.) óxíde db hierro roxo y negro. (Mat. Méd.) (V. hierro, y el artículo preparados. ) óxíde de mercurio azucarado. (Mat. Méd.) Se da este nombre á la azúcar vermífuga (V. el artículo preparados , y en quanto á sus usos medicinales al de mercurio y lombrices. ) óxíde de mercurio roxo. (V. POLVOS DE JUANES y prepa- rados. ) óxídb de antimonio blanco. (Mat. Méd.) Se da este nom- bre al antimonio diaforético. ( V. antimonio ^ prefarados. ) óxíde de plomo. (Mat. Méd.) Se llama así el plomo quema- do. (V. preparados. ) óxíde de zinc sublimado. (Mat. Méd.) Se llaman así las flo- res de zinc. (V, preparador flores.) OXIDE DE ANTIMONIO SULFURADO, PARDO Ó KERMES MINERAL. ( Mat. Méd.) Así se llama una de las preparaciones antimoniales, que se emplea con bastante freqüencia en la Medicina; el descu- brimiento de las propiedades de este remedio no es muy antiguo, £ues fe principió á conocer en el año de 1714. En esta época el ermano Simón , boticario de los Cartujos, que poseía este reme- dio , que había adquirido de un tal Mr. de Laligeríe, quien lo ad- quirió también de un boticario alemán , discípulo de Glaubero, lo administró á un religioso Dominico, surtiendo un efecto maravi- 124 OXI lioso en una afección catarrosa de pecho. Desde entonces se puso muy en boga esta substancia , y la llamaban solamente polvos del Cartujo. En 1718 la usó Lemery para un sugeto de mucha dis- tinción , el que excitó por su alto rango el ínteres público , y cuya cura pareció tan maravillosa, que el Gobierno compró el secreto en el año de 1720 por la interposición de Dodart, uno de los mas célebres médicos de aquel tiempo; desde entonces se adoptó um- versalmente el kermes mineral para los usos medicinales, y en el día se tiene por uno de los principales remedios que produce el antimonio. El modo de prepararlo se hallará en el artículo pre- parados. Echando este óxíde de antimonio sobre las brasas desprende vapores sulfurosos; tiene ademas la propiedad de descomponer el agua , y también el ayre, robándole-el oxigeno. Fundido en un crisol se convierte en hígado de antimonio vidriado opaco; suje- tándolo á la acción del ácido muriático pierde su color, y da gas hidrógeno sulfurado. Este remedio es uno de los mejores fundentes y aperitivos, me- rece la preferencia también entre todos los expectorantes estimu- lantes , que se preparan del azufre y el antimonio, y así es que produce maravillosos efectos en las afecciones catarrosas y pituito- sas del pulmón quando hay en esta viscera detenida una linfa vis- cosa , ya sea en los catarros crónicos, en las pulmonías catarra- les , &c. También suele ser muy útil en los catarros sofocativos, y en otras especies de pulmonías (V. estos artículos), y en todos los casos de inercia del pulmón, pues sin duda tiene una virtud es- pecífica sobre esta entraña ; ademas, este remedio excita todo el cuerpo, promoviendo por este medio la traspiración , dispertan- do la irritabilidad del pulmón, y por consiguiente aumenta la ex- creción y secreción de la linfa pulmonal, natural ó morbosa que inunda muchas veces el pulmón, como en los catarros crónicos, &c. Rochefor y otros autores le recomiendan en las tisis pulmonales, quando es muy viscosa la expectoración en las asmas húmedas, reumas, gota y otras enfermedades que exigen el que se aumente la traspiración. Este remedio se administra solo en polvo mezclado con un poco de azúcar común en la dosis de uno ó dos granos, aunque puede aumentarse algo mas si el enfermo se acostumbra y no tiene mucha irritabilidad el estómago, porque á veces excita los vómitos; también se da mezclado con aceyte , xarabe ó algún cocimiento , pero el primer método es preferible , porque se sabe la cantidad precisa que se da, y en medicamentos de esta especie es muy interesante el no excederse. Es preciso prevenir, que ín- terin se usa este remedio se debe evitar el uso de los ácidos, por* que estos convierten este remedio en un verdadero emético. OZE 125 OZENA. * Úlcera de la nariz, acompañada de hedor.Este nom- bre viene de una voz griega que significa lo mismo. Hay una oze- na simple , que consiste en una simple ulceración de poquísima conseqüencia , y que no deberia llamarse así, pues este nombre conviene mas particularmente á una úlcera pútrida que exhala un olor muy fétido, cuyo humor es mas ó menos acre, y algunas ve- ces sanguinolento. La ozena suele seguir muchas veces á las virue- las después de la extirpación de un pólipo, &c. Los que tienen lamparones, viruelas ó escorbuto están muy expuestos á las úlceras pútridas, las que muchas veces se ponen cancerosas , y vienen tal vez acompañadas de la caries de los cornetes superiores é inferio- res de la nariz. La causa de la ozena la hace mas ó menos incómo- da , y mas ó menos fácil de curar. Las úlceras simples exigen remedios generales según el tempe- ramento del sugeto; luego hacemos caer la costra de la nariz con unos cocimientos emolientes absorvidos ó inyectados en las nari- ces. Después de las viruelas se pueden tocar las costras con las bar- bas de una pluma mojada en un linimiento de aceyte de almen- dras dulces y esperma de ballena , impregnando después la úlcera con aceyte de huevos ; si hubiese disposición cancerosa el ungüen- to nutritum sería muy bueno después de haber labado la úlcera con agua de solano ó de beleño: si la ozena proviene de algún vi- cio es menester procurar atraerla primitivamente con los remedios específicos. Se ha observado que en este caso el mercurio debe dar- se con la mayor circunspección para no excitar desórdenes en el mal local, los cocimientos de guayaco y sasafras estarán indicados en este caso, tanto aplicados exteriormente, como tomados en bebidas. Comunmente se proponen las inyecciones para desecar las úl- ceras de la parte interior de la nariz , pero es difícil que éstas obren sobre la parte enferma; por lo que son preferibles las fumigacio- nes secas con el incienso , la mirra, el estoraque, el benjuí y otros cuerpos olorosos , con los quales, y un poco de trementina , se ha- cen pastillas ó trociscos. Rondelet refiere haber curado por este medio una úlcera , cuya curación habian intentado inútilmente con varios médicos franceses é italianos. Celso habla de la curación de la ozena, aplicándole un cauterio si no quiere ceder á los medi- camentos ordinarios: ¿pero como se ha de introducir el hierro ar- diendo en una cavidad en que no vemos los lugares que podrían cauterizarse útilmente f Todavía es mas interesante la observación de Drake que habla de una especie de ozena , situada en el seno maxilar, y que entre otros signos se conocía por un gran derrame de pus quando estaba el enfermo echado del lado opuesto al mal. Para su curación fué preciso arrancar una ó varias muelas, por cu- 126 PAL yo medio se pudo inyectar fácilmente el seno maxilar después de haber penetrado en su cavidad por la perforación de los alveolos que contenían las muelas arrancadas.* PABLO EG1NETTA. ( Biog.) Médico del séptimo siglo: fué así llamado porque era natural de la isla de Egira: dexó un com- pendio de las obras de Galeno, y otras muchas obras en griego, que contienen cosas curiosas é interesantes. Su tratado de re medi- ca fué impreso en Basilea en el año de 15 51, en folio ; y sus de- mas escritos lo fueron en griego en Venecia año de 1528 , en folio, y en latín año de 1538 , en 4.0: los modernos han sacado mucho provecho da ellos. D, H. PALABRA. (V. voz.) PALADAR. (Anat.) Se llama así la parte superior de la boca, esto es, toda la concavidad que está rodeada del borde alveolar, y los dientes de la mandíbula ó quixada superior, y que se extiende hasta la grande abertura de la faringe (Taboca.) Esta bóveda es formada, parte por huesos , y parte por substancias blandas : la porción sólida la forman los dientes, los dos huesos maxilares y los dos palatinos (V. estos artículos); la blanda consiste en una especie de velo que forma la membrana común de la boca, y tam- bién algunos manojos de fibras musculares ( V, campanilla y gusto. ) PALAFOX. ( Jayme ) Marques de Ariza , en el reyno de Ara- gón , dexó manuscrita la obra, cuyo título es: Minas de Salud. PALATINO. (Anat.) Adjetivo que se refiere á todo lo que pertenece al paladar, y así hay varias partes que se distinguen con este epíteto*. i.° se llama palatino anterior un conducto del hueso maxilar {V. este artículo.) , y palatino posterior á un agujero for- mado por el mismo maxilar y el hueso palatino: 2.0 la apófisis pa- latina del hueso maxilar: 3.0 el hueso esfenoides tiene otra apófisis, llamada también palatina: 4.0 las arterías palatinas que riegan todas las partes del paladar, que son ramas de la carótida: 5.0 la escotadura palatina del hueso esfenoides (V. este artículo.): 6.° la fosa palatina, formada por los maxilares y el hueso palatino: 7.0 la glándula pa-r latina, y la membrana que cubre el paladar, que también se llama palatina: 8.° los huesos palatinos. Los huesos del paladar , llamados también palatinos, tienen es- te nombre por contribuir á formar parte del paladar; los antiguos le llamaban quadrado, porque no conocían mas que la parte que efectivamente es quadrada, que se halla en la bóveda del paladar. Estos huesos son dos, uno de cada lado , situados en la parte pos- terior de las fosas nasales, del suelo de la órbita y de la bóveda del paladar. Son irregulares y simétricos entre sí, y cada uno se compone de dos porciones, una horizontal y otra vertical. La por- PAL 127 cion horizontal tiene dos caras, una superior y otra inferior : la su- perior es cóncava , y contribuye á formar parte del suelo de las fosas nasales; la inferior es desigual y contribuye á formar la bó- veda del paladar: es áspera y desigual, y en ella se alojan las glán- dulas palatinas , y se ata la membrana del paladar ó palatina. Esta porción tiene quatro bordes que se articulan con los huesos inme- diatos, menos el posterior, al que se ata el velo del paladar. La porción vertical ó nasal contiene otras tres partes, que son la apófisis esfenoidal, la terígoidea y la apófisis orbitaria. Esta por- ción tiene dos caras, una interna y otra externa , y quatro bordes. La cara interna corresponde á las fosas nasales, en la que se hallan varias excavaciones que contribuyen á formar los canales superior é inferior de las fosas nasales , y el agujero esfeno-palatíno. Se ha- llan en ella varias eminencias y desigualdades. La cara externa por lo regular corresponde un poco anteriormente á la cavidad del se- no maxilar, aplicándose á la cara interna de los maxilares. Tiene ademas esta porción quatro bordes , uno interior, otro posterior, otro anterior y otro superior. En el borde posterior se halla la por- ción terígoidea ó piramidal de los palatinos. En el borde superior se hallan dos eminencias, una anterior, llamada apófisis orbitaria de los palatinos, y otra posterior que es la apófisis esfenoidal. Los huesos palatinos se componen de mucha substancia com- pacta, y de una corta cantidad de esponjosa. Para situar estos hue- sos se debe colocar su porción horizontal abaxo y adentro, y la media espina de esta porción directamente atrás. Se articulan los palatinos con el esfenoides por el lado superior de la porción terí- goidea , por el borde posterior de su porción nasal , por la carita superior de la apófisis esfenoidal, y por la carita posterior de la apófisis orbitaria; con los maxilares por el lado externo de la por- ción terigoidea, por la cara externa de la porción nasal, por el borde anterior de la porción palatina, por la hoja que nace del bor- de anterior de la porción nasal, y por la carita anterior de la apó- fisis orbitatia; con las conchas de Bertin por la carita superior é in- terna de la apófisis esfenoidal; con el etmoides por la carita inter- na de la apófisis orbtaria, y por la cresta superior de la cara in- terna de !-a porción nasal. Los dos palatinos se articulan entre sí por el borde interno de la porción palatina; con el vomer por la porción mas eminente del mismo borde; y con las conchas inferio- res por la cresta inferior de la cara interna de la porción nasal: todas estas conexiones son por armonía. Los huesos palatinos for- man una gran parte de la bóveda del paladar y de la fosa nasal, una pequeña porción de la órbita, parte de la fosa zigomática, y de la terigoidea , &c. PALETILLA. (Med, Prdct.) Los asturianos t dando este nom- 128 PAL bre al cartílago xifoides, atribuyen á su luxación qualquiera afec- ción del epigastrio, y así se quejan con tanta freqüencia de ha- bérseles caído la paletilla , que algunos han creido ser enferme- dad endémica de Asturias. No dudamos, apoyados en el testimo- nio de Lafosse de Hoffnan y de Heister, que alguna vez pueda verificarse , y tal vez con mas razón en aquellos naturales por su poco vigor, nacido del uso continuo de alimentos vegetales , y por los penosos trabajos campestres que los obligan á tener conti- nuamente encorvado el cuerpo ; pero mas bien creemos que la nos- talgia y la hipocondría de que adolecen particularmente obrando sobre el sistema gástrico nervioso, y produciéndoles una sensación extraña , la dispepsia, el vómito, ¿kc. fomenta entre ellos esta idea extravagante y ridicula (V. en el artículo fluxos la especie de vó- mito , producido por el cartílago xifoides ó la caída de la paleti- lla , y también el género xi. de la clase de dolores. ) PALFIN. ( Juan) ( Biog.) Profesor de Cirugía en Gand , su patria : adquirió una grande reputación por sus talentos y sus obras; las principales son : i.° una excelente Osteología , impresa en Paris año de 1731 , en 12.0 ésta es una traducción del flamenco: 2.0 una Anatomía del cuerpo humano, Paris año de 1734, dos tomos en 8.° murió en Gand en el año de 1730 , en una edad muy avanzada, con la reputación de uno de los hábiles anatómicos de su siglo. PALIATIVO. (Med. Práct.) Se aplica este epíteto al mé- todo curativo que se dirige únicamente á mitigar los síntomas mas graves por ser la enfermedad principal incurable, ó por ser aque- llos muy graves y molestos. Los remedios que se administran con este objeto se llaman paliativos. (V. indicaciones. ) PALIDEZ, PÁLIDO. (Med.) Se llama así el color del ros- tro amarillento , ó mas bien la falta de color claro rosado, que por lo común es la señal de la salud y robustez , así generalmente la palidez es el sello de la delicadeza , ó de una indisposición física ó moral: si continúa mucho tiempo es un anuncio ó un precursor de algún desorden en las funciones de la economía humana. Casi siempre la palidez es síntoma de las obstrucciones de los hipocon- drios y de las evacuaciones excesivas. PALMAR. (Anat.) Adjetivo que pertenece á la palma de la mano, y así es que se distinguen con este epíteto varías partes: i.° la aponeurosis palmar que se expondrá mas abaxo en el múscu- lo largo palmar: 2° el músculo palmar cutáneo , el qu3l es un plan de fibras carnosas muy delgado, colocadas transversalmente, y mas ó menos obliqüamente debaxo de la piel de la grande emi- nencia de la palma de la mano , y en alguna manera entrelazados con la membrana adiposa. Estas fibras están atadas á lo largo de la aponevrosis palmar, desde el gran ligamento del carpo, hasta el de- PAL 129 do pequeño ,- adelantándose sobre la misma aponeurosis sin nin- guna conexión con los huesos del metacarpo. 3.0 Los ligamentos palmares que son varios, y se hallan en la palma de la mano, los quales sirven de mantener unidos los huesos de esta parte, y suje- tar los tendones. 4.0 Los músculos palmares que son varios, tales son-el largo palmar, que tiene su atadura fixa en el cóndilo in- terno del húmero; y su tendón, que es delgado y aplanado, baxa por lo largo de la parte interna del antebrazo, y pasando por el ligamento anular se pierde después en una aponeurosis, que cubre casi toda la palma de la mano, que se llama aponeurosis palmar. El músculo largo palmar no se halla en todos los sugetos, pues suele faltar algunas veces, pero sin embargo la aponeurosis palmar se halla siempre, aunque se creia formada por las fibras tendinosas de dicho músculo largo palmar. 5.0 El músculo corto palmar, que es de una figura casi quadrada , el quai se va también á perder en la aponeurosis palmar; este músculo consiste en un plan pequeño de fibras carnosas, colocadas transversalmente en la eminencia de la mano, que corresponde á la parte interna y superior del hueso del metacarpo, que sostiene el dedo pequeño, estando muy ad- heridas sus fibras á la piel. Este músculo parece que no tiene ad- herencia alguna con los huesos. PALO SANTO ó GUAYACO. (Mat. Méd.) El árbol que da este palo es el Guayacum officinale de Línneo. Serian necesarios Tolúmenes enteros para recopilar los diversos tratados que han com- puesto sobre el guayaco, y que imponen por su concurso una gra- ve autoridad en favor de sus propiedades antivenéreas. Ha mere- cido la aprobación de Astruc , de Boerhaave, de Hunther , y los prácticos mas ilustrados de nuestros dias le conservan aun cierta especie de veneración. El guayaco parece muy apropósito por sus qualidades medicínales para muchos casos de gota, pues que á la verdad hay positivamente en este vegetal un principio activo, que parece que remedia eficazmente aquella multitud de fenómenos ner- viosos que acompañan las afecciones artríticas, tales como los es- pasmos , los entorpecimientos, las calambres de las extremidades, la flatulencia del estómago y del conducto intestinal, y otros sín- tomas de este género. Se han multiplicado hasta lo infinito los mo- dos diferentes de su administración, como sucede regularmente en todas las substancias preciosas para el arte; comunmente se aplica este palo por la simple via de cocimiento ; pero parece que es mas eficaz el uso de la goma-resina: se disuelve algunas veces media dragma en una yema de huevo, y se deslié inmediatamente en dos onzas de agua, añadiendo un poco de azúcar, y se toma toda es- ta dosis por la noche. La preparación mas recomendable es el elixir de este palo, compuesto con la goma del guayaco , bálsamo del TOMO vi. R. 130 PAN Perú , espíritu volátil aceytoso y aceyte de sasafras, y se adminis- tra en cantidad de treinta gotas en medio vaso de un vehículo aqüoso; también se hace un bálsamo de guayaco, poniendo en di- gestión el alkohol, la goma de este árbol, y bálsamo del Perú. Hay otra preparación que ha estado en algún tiempo muy en voga, co- nocida con el nombre de esencia de palo, y se hace echando el guayaco en disolución en el alkohol, con cinco especies diferentes de maderas, y se administra en cantidad de seis, siete ú ocho go- tas por la noche. ( Alibert.) PAMPINIFORME. (Anat.) Se da el nombre de plexo pam- piniforme á un texido de vasos que se halla en el cordón espermá- tico. ( V. CORDÓN ESPERMÁTICO^ GENERACIÓN.) PAN. El pan es el principal alimento del hombre en la mayor parte del mundo, y sin duda el mejor. Se hace principalmente con harina, levadura, un poco de sal y agua que se amasa junto para ponerle después en el horno: el que se hace de buen trigo candeal es el mas substancioso y delicado quando se ha amasado y fermentado bien , quando se ha hecho con buena agua, y sobre todo, quando está bien cocido. De la útil invención de hacer fer- mentar la masa antes de cocerla depende la perfección del pan, excitándose la fermentación primero en la parte amilácea del trigo, que poniéndose acida queda apta para disolver la parte glutinosa á que está unida. Esta disolución satura el ácido de modo, que haciéndose con exactitud , y siendo proporcionada la cantidad de -levadura, no debe tener ninguna acidez el pan, porque al momen- to se suspende por medio de Ja cocción. La fermentación de la parte glutinosa que divide y atenúa la masa reciente introduce en ella mucho ayre, que no pudiendo des- prenderse por la tenacidad de la masa, la esponja, y forma en ella muchos ojos ó cavidades. El pan bien fabricado y bien cocido de- be tener su superficie de un color amarillo dorado, lisa, y sin grie- tas ni quiebras, y la miga debe ser blanca , esponjosa , elástica, llena de agujeros ú ojos mas ó menos grandes, y de un ligero olor á levadura reciente ; en fin , si el pan ha perdido todo el peso ex- cedente, añadido á la masa, ó la mitad del agua que ésta contenía, no queda duda de que está bien coeido. Con estas circunstancias se seca el pan sin atraer la humedad del ayre , y sin enmohecerse, eomo hace el de centeno, y la análisis no puede ya presentar en él ni aun vestigios de las partes glutinosas: su decocción en el agua da un extracto que se reduce, por medio de la evaporación, á una gelatina turbia ; por último, esta especie de pan nutre con mas prontitud , pero no con tanta abundancia, y así no es el mas ven- tajoso para los estómagos fuertes de los labradores. El pan es el alimento mas cómodo, porque para comerle y He- PAN r3£ varíe consigo no necesita preparación alguna , y solamente es ne- cesario aguardar á que esté enteramente frío, pues de lo contra- rio es viscoso, y apelmazándose en el estómago sin poderse em- papar de la saliva , ni de los xugos gástricos, produce graves in- digestiones : con mucha mas razón debe desecharse el pan enmohe- cido , capaz de ocasionar enfermedades pútridas muy peligrosas. El mejor pan habitual es el que está ya sentado de un día, co- mo que entonces es mas fácil de digerir: si fuese mas añejo ó de- masiado duro se pone mas tierno , y aun se hace mas sano tostán- dole antes de comerle. En general la corteza es mas agradable y di- gestible que la miga. La moda y el luxo han introducido panes de todas especies en razón de su calidad y volumen, y Ateneo prueba que habia estas mismas variedades en tiempo de los griegos y los romanos. Las mas comunes que conocemos son: el pan de espelta, que estando bien hecho, es blanco, ligero y de facilísima digestión , el de centeno, que no es pesado, tiene buen gusto y se conserva perfectamente; el de trigo y centeno mezclados sabroso y muy nutritivo; el de cebada, que si se asocia con el trigo ó centeno, es mas ventajoso; el de maiz, muy agradable á la vista y al gusto , el quai mezclado con la harina de trigo se conserva mas tiempo sin enmohecerse ; el de trigo sarraceno, el quai dura muy poco tiempo en disposi- ción de comerse ; pero este defecto se corrige mezclándole con cebada, centeno ó trigo; y finalmente, el de patatas, que puede suplir en la falta de granos para el consumo diario, aunque á cierto tiempo se indigesta con facilidad, á pesar de mezclarle alguna de las harinas comunes: pueden verse los diferentes modos de fabri- car estas especies de pan en el diccionario de Agricultura de Ro- sier. (V. el artículo alimentos. ) PAN DE PUERCO. (V. UNGÜENTOS.) PANACEA. (Mat. Méd.) Este nombre han dado los charla- tanes á los remedios que ellos llamaban universales: en el dia sola- mente conocemos una panacea, cuya aplicación puede ser útil, quai es la panacea mercurial ó el mercurio dulce. (V. los artículos ANTI-VENBREOS y MERCURIO.) PANARIZO. (Cir.) * Se da este nombre á un tumor flegmo- noso, acompañado de un dolor muy vivo que se presenta en la ex- tremidad de los dedos, ó á la raiz y á los lados de las uñas. Los ci- rujanos modernos distinguen quatro especies de panarizo, las que conviene no confundir, porque cada una de ellas exige un remedio particular. La primera tiene su sitio debaxo del epidermis: princi- pia formando un tumorcito al rededor de la uña: quando se forma pus se le da salida cortando el epidermis con unas tixeras: esta ope- ración no causa dolor ninguno, ni puede traer conseqüencias: al- 132 PAN gunas veces la inflamación destruye las adherencias naturales de la raiz de la uña, que no recibiendo ya alimento ninguno se va des- prendiendo y empujando la uña que produce la naturaleza. La se- gunda especie de panarizo tiene su sitio en el texido celular que rodea el dedo: este es un verdadero flegmon que principia con un tumor duro y poco doloroso: se va luego calentando, se inflama, se pone muy colorado y excita un dolor pulsativo muy agudo, que se termina con la supuración. La tercera especie de panarizo tiene su sitio en la vayna de los tendones de los dedos: considerando la extructura natural de los órganos afectados, se verá que todo con- tribuye al dolor por la cantidad de nervios que se distribuyen en esta parte. El pus se manifiesta algunas veces cerca de las articula- ciones y aun en la mano por una fluctuación que no sentimos á lo largo de las falanges, porque la vayna de los tendones y las ban- das ligamentosas forman un texido muy apretado. El dolor es muy violento, y se manifiesta en el principio del músculo: por esta ra- zón quando el dedo pulgar está afectado, el dolor no pasa la mitad del antebrazo; y quando esta especie de panarizo está en los qua- tro últimos dedos, sentimos dolor en el cóndilo interno del húmero en el sitio en que están insertados los músculos flexores de aquellos dedos. La inflamación se comunica muy á menudo, y forma absce- sos por encima del ligamento anular en las celdillas adiposas que es- tán debaxo de los tendones de los músculos profondo y sublime, que cubren el músculo quadrado pronador: algunas veces también la continuidad del dolor y los accidentes suelen producir abcesos en el antebrazo, en el brazo y aun debaxo del sobaco. La quarta especie de panarizo es una enfermedad del hueso y del periostio; y se presenta con un dolor profundo y vivo, acompañado de una tensión y de una hinchazón inflamatoria, que se limita muchas ve- ces á la falange afectada, y que no suele pasar del dedo. La ca- lentura, los insomnios, las agitaciones y el delirio acompañan mas particularmente la tercera y quarta especie del panarizo. Las causas de los panarizos son internas y externas, una pica- dura , una astillita de madera que se haya introducido en el dedo, una contusión, una quemadura, la irritación de algunas fibras que se hayan estirado al arrancar* alguna de las excrescencias que vul- garmente llamamos antojos ó padrastros, son las causas externas de los panarizos; el virus venéreo, el escrofuloso y el canceroso son muchas veces también sus causas internas. Aunque los panarizos se diferencien por el sitio que ocupan, y por los síntomas con que se manifiestan, todos presentan al princi- pio las mismas indicaciones curativas; la sangría reiterada á propor- ción de la violencia délos accidentes, la dieta, las cataplasmas ano- dinas, emolientes y resolutivas, y todo lo que es propio para caí- PAN 133 mar la inflamación, conviene quando la enfermedad no ha hecho todavía progresos considerables: algunos se han curado con solo meter el dedo en agua caliente , y teniéndolo allí todo el tiempo que podían aguantarla.Riviere refiere en sus observaciones dos casos bastante raros de dos personas á quienes se curaron un panarizo, la una por resolución y la otra por supuración , solo por tener el de- do en la oreja de un gato. El calor moderado de aquella parte y la qualidad del humor ceruminoso que segregan las glándulas ó folícu- los de aquella parte, pueden abrir los poros del dedo, relaxar sus partes demasiado estiradas con la constricción inflamatoria, y disi- par el humor detenido allí, ó bien procurar que se supure bien si por el estado de las cosas se halla dispuesto á aquella terminación. Después de haber empleado inútilmente los remedios anodinos y resolutivos, queda el recurso de los madurativos. Quando el pa- narizo es de la segunda especie, el pus se manifiesta luego por un pequeño tumor con fluctuación , y es preciso abrirlo con un vistu- rí ó con una lanceta. (V. abceso.) Quando el panarizo es de la tercera especie conviene no aguardar á que el pus se manifieste; porque los accidentes son entonces muy violentos, y se arriesga mu- cho diferiendo la abertura. Es menester determinar á ello al enfer- mo, y ponerlo en buena situación, de modo que tenga el codo apo- yado sobre alguna cosa firme; pues no púdiendo retirar el codo tampoco podrá apartar la mano. Entonces se toma un visturí, con el quai se abre el dedo y la vayna; después de haber penetrado hasta el tendón nos serviremos de una tienta acanelada muy delgada, que introduciremos en la vayna para que conduzca el visturí que debe disecarla en toda su extensión, tanto por la parte superior, como por la inferior: la abertura que basta para dar salida á la ma- teria no es suficiente para la curación , y por esto es preciso cortar los dos labios de la incisión para que las curaciones sean mas cómo- das y menos dolorosas; la primera se hace con hilas secas. Luego se aplican cataplasmas para procurar la supuración y la limpieza de las partes, y aliviar el enfermo, y su uso se continuará hasta que se hayan pasado los accidentes, y la supuración esté bien establecida. En las curaciones sucesivas nos servimos de un lechino mojado en espíritu de trementina que se aplicará inmediatamente sobre el ten- don, y al mismo tiempo se hará supurar los tegumentos con los re- medios digestivos. Muchas veces se exfolia el tendón y el enfermo pierde la flexión del dedo; este es un incoveniente de la enferme- dad , y no por falta de la operación ni del operador. Quando la operación se hace á tiempo la abertura de la vayna de- tiene los progresos del mal; pero si la compresión causada por las bandas ligamentosas que entran en la estructura de aquella parte, no ha sido destruida antes de la formación del pus, se prolongará la 134 PAN incisión hasta la palma de la mano, quando se ha formado en ella un abceso. Si hubiese pus en el músculo quadrado pronador sería preciso para dar salida á la materia hacer doblar el puño ó carpo, y introducir baxo el ligamento anular por la abertura del interior de la mano una tienta acanalada, por medio de la quai se hará una incisión que penetre entre los tendones que sirven para doblar los de- dos hasta el foco del abceso. Luego se pasa un sedal desde la palma de la mano al puño, que es como lo practicaba M.Thibaut,famoso ci- rujano de París. Si continuasen los accidentes, y se juzgasen que provienen de la estrangulación ó compresión, causada por el líga-p mentó anular común, no hay mas remedio que cortarlo; en este caso el cirujano debe tener la prudencia de advertir que el enfermo que- dará estropeado , y que emprende esta operación solo para salvar la vida. Si los accidentes proviniesen del tendón podríamos extraerlo enteramente. M. Petít ha practicado esta operación con felicidad, cortando el tendón en la falange, tirándolo sucesivamente de de- baxo del ligamento anular, y cortándolo en su cuerpo carnoso. Aunque la afección de la vayna y del tendón forma un pana- rizo de la tercer especie, estas partes están afectadas algunas veces consecutivamente en los panarizos de la segunda especie, quando la abertura no se hizo oportunamente. Si se retarda demasiado, el pus que está baxo del cutis, como en un abceso ordinario, la perfora; la parte mas serosa dilacera y levanta el epidermis, formando un tumor transparente, que se parece al panarizo déla primer especie. Después de levantada la cutis se nota en ella un agujerito por don- de sale el pus. Es preciso introducir allí una tienta acanalada, y por medio de ella abrir el tumor en toda su extensión con las atencio- nes que hemos prevenido. La detención del pus ha alterado muchas veces la vayna y el tendón, y hay panarizos de la segunda espe- cie , cuya materia es de tan mal carácter que altera los huesos y hace perder el dedo. Para la quarta especie de panarizo deben al principio ponerse en uso los socorros generales indicados para calmar la inflamación; si el tumor supura se abre ; muchas veces es preciso hacer una in- cisión á cada lado del dedo; y es muy raro que el enfermo con- serve su falange: este hueso es tan esponjoso que casi siempre es- tá alterado hasta su centro , se separa por la supuración de los li- gamentos , después de lo quai la llaga se cura pronto; para abre- viar la cura se puede hacer la amputación de la falange; pero esto es algo doloroso , y los mas de los enfermos prefieren la caída ó desprendimiento natural del hueso ; y para acelerarle se le aplica la ; tintura de mirra y de aloes , y otros medicamentos exfoliantes. El aparato para la operación del panarizo se reduce á aplicar por encima hilas con que se llena y cubre la incisión, después una PAN i3§ compresa pequeSa circular, y otra en forma de una cruz de mal- ta , que llamamos capotillo; compresa, cuyo centro se aplicará en la extremidad ó punta del dedo , y los quatro brazos envuelven el dedo en todas sus partes; todo esto se sostiene con un vendo- lete aplicado circularmente. Á los primeros dias se lleva el brazo sostenido con un pañuelo ó charpa, y á lo último de la cura se pone el dedo dentro de un estuche ó dedal de cuero , ó de ta- fetán. Mr. Astruc en su tratado de tumores y úlceras, impreso en Paris en 1759* dice que los autores que han multiplicado las espe- cies de panarizos no han conocido ni la naturaleza ni el sitio de esta enfermedad. Reduce aquella denominación al depósito de una pequeñísima cantidad de linfa roxiza ó sanguinolenta, que se for- ma entre la raiz de la uña y la capa cartilaginosa que cubre el pe- fiosto , y á la quai está pegada la uña; este leve principio puede tener las mas funestas conseqüencias, por los accidentes que so- brevienen si no se previenen con tiempo por el método de Fabri- cío Hildano. Aquel autor refiere en sus observaciones que habien- do sido llamado varias veces á los principios de la formación de un panarizo, hacia inmediatamente una incisión en el cutis que cubre la raiz de la uña donde estaba el mal; que después de haber ras- pado aquella raiz descubría uno ó dos puntitos ó manchas sobre la uña, y que abriéndolas con la punta del visturí salían de allí una ó dos gotas de una linfa roxa, con la quai se curaba inmediatamente la enfermedad. Guido de Chauliac y Juan de Vigo miraban el panarizo como una enfermedad mortal. Este último dice que no co- noce mejor remedio que abrir prontamente el dedo antes que el abceso acabe de madurarse ; precepto que Ambrosio Pareo se glo- ría de haber seguido. Después de haber dexado correr la sangre hacia meter el dedo dentro de una porción de vinagre caliente en que habían hecho disolver una cantidad de triaca. Consideraba el panarizo como una enfermedad amasada por un humor venenoso. Mr. Astruc dice, que el panarizo no sobreviene jamas sino á los artesa- nos que están expuestos á picarse los dedos, de modo que su cau- sa es siempre externa. No admitiendo por verdadero panarizo sino el tumor que sale en las cercanías de la uña, según la definición de Astruc , no se destruye la verdad de los hechos, y la existencia de las enfermedades que han hecho establecer las diferentes especies que hemos descrito en este artículo, y que es indispensable cono- cer para saberlas curar.* PÁNCREAS. ( Anat.) Se da este nombre á una glándula con- glomerada , oblonga y chata, situada transversalmente detras y de- baxo del estómago, entre el intestino duodeno y el bazo. Algunos han atribuido al páncreas una figura prismática ; por lo que con- 136 PAN sideran en él tres catas, urta superior, otra inferior y otra poste- rior; y tres bordes, uno superior, otro anterior y otro inferior. Otros, considerándole como un cuerpo chato prolongado , le di- viden en dos extremidades, una derecha y otra izquierda ; dos ca- ras , una superior y otra inferior; y dos bordes, uno anterior del- gado , y otro grueso y posterior. La extremidad derecha, qne por ser mas gruesa que el resto se suele llamar la cabeza del páncreas, llena la concavidad de la primera corvadura del duodeno, á quien en este sitio sirve de mesenterio por los muchos vasos sanguíneos que le conduce, y extendiéndose anterior y posteriormente mas que el duodeno, se apoya sobre él. De aquí se encamina á la iz- quierda por entre las dos láminas del meso-colon transverso , encor- vándose un poco hacia delante para dexar lugar á la columna ver- tebral , y después se inclina hacia atrás á buscar la parte posterior de la convexidad del bazo, donde remata en el sitio en que la lámina superior del meso-colon se junta con la inferior. En este ca- mino el páncreas se adelgaza sin angostarse hasta su extremidad iz- quierda y delgada, que algunos llaman la cola del páncreas» El meso-colon transverso sirve al páncreas demembrana externa supe- rior é inferiormente; pero en su parte posterior, que mira á las vér- tebras , no está cubierto mas que de un texido celular, y de la ar- teria y vena esplénícas que pasan por el surco que hay en esta cara. La estructura del páncreas es la misma que la de las glándnlas salivales, que es decir, que como todas las glándulas conglomera- das se componen de un gran número de glandulillas, que se divi- den y subdividen en otras mas y mas pequeñas, y éstas en granos todavía menores, que solo se distinguen con una larga maceracion: que todas estas glandulillas y granos están unidos por un texido ce- lular , fibroso y tenaz, que da al páncreas gran parte de la con- sistencia que tiene: que por todo él se distribuyen muchos vasos sanguíneos, que se dividen al infinito por todos los corpúsculos glandulosos'; y de cada uno de ellos sale un conducto excretorio de que se forma un conducto común, como luego diremos. Las arterías y venas que van al páncreas son en gran número. Las principales arterías son: i.° la pancreático-duodenal y la panereá- tíco-transversal, procedentes de la hepática ; la pancreática supe- rior ó descendente, y las pancreáticas pequeñas , que vienen de la esplénica , y á veces de la gastro-epiploica izquierda, quando ésta es el tronco de la esplénica, la mesentérica superior. Suele también recibir el páncreas algunas pequeñísimas ramificaciones de las capsulares y de las frénicas, &c. Las venas del páncreas vie- nen de la duodenal superior, que es ramo de la porta, de la me- sentérica superior, de la gastro-cólica y de la esplénica. Estas ve- PAN 137 ñas signen la distribución de las arterias. Los absorventes que na- cen del páncreas siguen el curso de los vasos sanguíneos; pero no se deben confundir con los absorventes, que algunos de los anti- guos atribuían al supuesto páncreas de Asellio. Los plexos hepático, esplénico y mesentérico superior envían nervios al páncreas; pero estos nervios son pequeños, según lo prueba el sentido obtuso de esta viscera. El principal y peculiar vaso del páncreas es el que se llama conducto pancreático, que algunos pretenden que le conocieron ya Herófilo y Galeno; pero lo cierto es, que el primero que lo descubrió en el hombre fué Wirsungio, médico bávaro, en el año de 1642 , y le dio al público con una lámina ; por lo que merece el nombre que algunos le dan de conducto Wirsungiano, no obstante que el año anterior se le había hecho conocer en un pavo Mauricio Hofmann , su discípulo. Este conducto, semejante al de las glán- dulas salivales, solo que sus paredes son algo mas delgadas , es membranoso , chato , blanco , poco vasculoso , y regularmente del diámetro de una pluma pequeña. Sus primeras raíces nacen de ca- da uno de los mínimos granos glandulosos del páncreas, y reunién- dose á modo de venas, van al fin á desaguar en uno y otro lado del conducto pancreático, el quai por el borde anterior de esta glándula se encamina tortuso , y siempre cubierto hacia el duode- no , engrosándose mas á proporción que se arrima á él. Antes de llegar á este intestino recibe ordinariamente un conducto semejante á él , pero mucho menor, que nace de una prolongación que tiene la cabeza del páncreas, y á que Winslow puso el nombre super- fluo de páncreas pequeño. Quando el conducto pancreático llega al sitio por donde el colidoco se introduce en el duodeno, baxa mudando de dirección para juntarse con el colidoco, y forman ambos un conducto mayor, interiormente liso, que camina por en- tre las túnicas del duodeno, como hemos dicho hablando del coli- doco , y se abre en la ruga transversal y prolongada de este intes- tino , de que hemos hablado ya. Aunque el conducto pancreático en el hombre sea regularmente un conducto simple , que desagua en el duodeno por el mismo orificio que el colidoco, no es muy raro el que estos dos conductos se abran separados en dicho intes- tino ; y aun lo es menos el que el ramo del conducto pancreático, que nace de la cabeza del páncreas, se inxiera en el duodeno se- parado del conducto principal. En este caso hay dos conductos pancreáticos distintos, bien que muchas veces tienen comunicación entre sí, ó rematan en un mismo orificio. Por los experimentos que hasta ahora se han podido hacer con el humor pancreático sabemos, que es de una naturaleza análoga á la saliva. La cantidad de este humor es bastante considerable, y TOMO vi. s 138 PAR como se vierte en el duodeno por el mismo orificio que la bilis, ó por un orificio inmediato, se juntan necesariamente estos dos humo- res , y se mezclan con la masa alimenticia que viene del estómago; de lo que podemos inferir , que el humor pancreático deslié mas la bilis, templa algo su acrimonia, y la hace mas miscible con las substancias alimenticias; al paso que él, por. tener la naturaleza de saliva, deslié y disuelve la pasta alimenticia como el xugo gástri- co. { V. digestión.) B. PAPAYO. ( xugo del) El árbol que da este xugo es la Papa- ya carica de Gaertner, familia de las cucurbitáceas; es indígeno de las Indias. Mr. Carpentier de Cosígny asegura que en las islas de Francia y de la Reunión emplean esta medicina como antihel- míntica con la mayor felicidad , y dice que los colonos sacan el xugo del papayo haciendo una incisión longitudinal en el fruto, el que recogido en un vaso lo hacen tomar á los enfermos en ayunas. Sin duda que este xugo pierde sus propiedades medicinales en el transporte , ó quando se concreta, porque las experiencias hechas en Francia no han tenido ningún resultado provechoso. Para ad- ministrar convenientemente el xugo del papayo es menester echar- lo en agua hirviendo, y menearlo hasta que la substancia concreta se reduzca al estado de emulsión. Parece que este xugo pierde sus propiedades por la desecación. Quando viene en forma líquida se hace tomar como una cucharada de cafe en tres de agua hirvien- do. Se podría hacer disolver la leche del papayo en un cocimiento hirviendo de las hojas de esta misma planta, en lugar de agua, y prohibir el uso de la azúcar , que según algunos, hace perder al re- medio sus propiedades anthielmínticas. PARACELSO. (Aurelio Felipe Theofrasto Bombat de Ho- henheim) (Biog.) nació en Einsidlen, pueblo del Cantón de Schwitz, en el año de 1493 : su padre fué hijo natural de un príncipe: le dio una excelente educación : hizo en poco tiempo grandes pro- gresos en la Medicina. Viajó después por Francia, España, Italia y Alemania para conocer á los mas célebres médicos. De vuelta á Suiza se detuvo en Basilea en el año de 1527» donde dio lecciones de Medicina en lengua alemana, pues creia que el latin no debía hablarlo un filósofo. Explicaba sus propias obras, y particularmente sus libros intitulados : de Compositionibus , de Gradibus et de Tártaro ; libros, dice Helmont, llenos de vagatelas, y vacíos de cosas. En la primera lección que explicó hizo quemar las obras de Galeno y Avicena: "sabed ( decía ) médicos , que mi bonete es mas sabio que vosotros, y que mí barba tiene mas experiencia que vuestras Academias, griega, latina, francesa é italiana; yo seré vuestro Rey." ¿ Quien habia de esperar semejante baladronada de un hombre que confesaba que su biblioteca no contenia diez pági- ñas? Paracelso se ocupaba siempre en destruir el método de Hipó- crates y de Galeno, que creta poco seguro. Eran , según él, unos charlatanes, y creia que el cielo le había enviado para ser el re- formador de la Medicina. Sin embargo, es preciso confesar que es- ta ciencia le es deudora de algunos servicios, pues á Paracelso se debe el arte de preparar los medicamentos por medio de la Quí- mica : el de la Química metálica, el conocimiento del opio y del mercurio: la de tres principios, á saber: la sal, el azufre y el mer- curio , que Basilio Valentín no habia hecho mas que entreveer. Antes de él el lenguage de la Medicina era un compuesto del la- tín, del griego y del árabe; y Galeno tenia una autoridad tan des- pótica en las escuelas de la Medicina , como Aristóteles en las de Filosofía. La teoría de su medicina estaba fundada sobre las quali- dades, los grados y los temperamentos; y toda la práctica de este arte consistía en sangrar, purgar, hacer vomitar y subministrar la- vativas. Paracelso difama esta teoría y esta práctica , y hace ver á los médicos quán limitadas eran. Publicó las verdaderas máximas de la Medicina. Escribió sobre la Cirugía, que entendía muy bien: hizo conocer los principales remedios para curar de toda suerte de enfermedades. El canciller Bacon le acusa de que alguna vez la experiencia no está conforme con la verdad. Confiesa no obstante que sus principios se fundan sobre la naturaleza, de los que se pueden sacar muchas ventajas. Paracelso se alababa de poder con- servar con sus remedios la vida á los hombres durante muchos si- glos ; pero él mismo experimentó la falsedad de estas promesas, porque murió en Saltzburgo en el año de 1541 , á los 48 de edad: la mejor edición de sus obrases la de Ginebra año de 1658 en tres tomos en folio : todas ellas tratan de materias filosóficas y medici- nales. El autor habla siempre como un hombre que se atribuía la monarquía de la Medicina, y como que Dios le habia revelado el secreto de hacer el oro, de dilatar la vida , &c. Así es que á pesar de sus luces se le ha comparado con los charlatanes. Se le atribuye un libro satírico contra la corte de Roma, cuyo título es: Expo- sitio vera harum imaginum Nuremberga repertarum, ex fundatis- simo vera* magia vaticinio deducía , año de 1570, en 8.° D. H. PARACENTESIS. (Cir.) Llamamos paracentesis á la opera- ción conocida baxo el nombre de punción del vientre, y que con- siste en la abertura que se hace en el vientre de los hidrópicos pa- ra extraer el fluido derramado en esta cavidad. Esta palabra se de- riva del griego, y significa punzar, de donde le viene el nombre punción. Los antiguos hacian esta operación con una lanceta , pero los modernos han inventado un punzón guarnecido con una cánu- la , que se conoce con el nombre de trocar , con el quai se prac- tica la paracentesis con la mayor sencillez y seguridad. 140 PAR No basta que esté caracterizada la hidropesía para hacer la punción; es menester que el vientre contenga cierta cantidad de líquidos para hacerla con seguridad , y que la administración de los remedios internos, capaces^de evacuar las aguas, haya sido infruc- tuosa : que entonces se acude á un medio mas eficaz para procurar la salida de los humores derramados; y en este casóla Cirugía presta sus auxilios al médico , y este halla un recurso que en vano se ha- bia prometido con los medicamentos. Nos aseguramos de la colec- ción de las aguas por la plenitud del vientre, junto con todos los signos racionales que anuncian la hidropesía del vientre , y los sig- nos menos equívocos que anuncian la fluctuación, aplicando la ma- no á un Jado del vientre, é hiriendo moderadamente el lado opues- to para sentir la columna de agua. (V. ascitis. ) Quando la operación está determinada es preciso saber en qué parage debe practicarse. Aquí podemos establecer según la expe- riencia y las mejores observaciones un lugar de necesidad , y un lugar de elección. Si el ombligo formase un tumor aqüoso, como se ha visto alguna que otra vez , convendría atravesar el cutis en aquel sitio, porque solo con la abertura del cutis se procuraría la salida de las aguas derramadas. Las personas atacadas de una her- nia inguinal ó completa , que se ponen hidrópicos, tienen un tu- mor aqüoso ; y el fluido derramado pasa á su saco ordinario. La punción de los tegumentos y de la porción del peritoneo procu- rará la salida de las aguas mas ventajosamente que la perforación de todas las partes continientes en el lugar de elección , que se ha fixado precisamente enmedio y algo mas abaxo de una línea tira- da desde el ombligo á la espina anterior y superior del hueso del ileon. Si la causa de la enfermedad es la obstrucción del hígado pre* ferimos el lado izquierdo para la operación ; y al contrario, elegi- mos el lado izquierdo si el bazo está hinchado , ó hay algún esquirro. Para practicar la operación en el lugar ordinario se acostumbra- ba antiguamente hacer sentar al enfermo en una silla poltrona: en esta aptitud las aguas caen á la parte inferior del vientre, y llenan la pelvis; en cuyo caso hay el inconveniente de no poderse extraer la mayor parte del agua que se halla baxo el nivel de la cánula. Es mejor hacer tender al enfermo á la orilla de la cama , algo in- clinado hacía el lado en que se hace la operación ; en esta aptitud notamos, primero : que si tenemos cuidado de apretar blandamente la circunferencia del vientre igualmente en todos sus puntos al pa- so que el agua va corriendo, dexamos casi en seco la cavidad que la contenia: 2.° que el enfermo experimenta un alivio conocido al paso que el vientre se va desocupando, y que jamas se ven aquellos PAR 141 desfallecimientos y aquellos síncopes espantosos , por lo que han hecho prescribir á los autores que se sacase el agua en varias veces: precepto inútil por no existir las causas que lo habían hecho nacer, y precepto peligroso, pues se necesitaría ó reiterar las punzaciones, cosa que trae sus inconvenientes, ó dexar una cánula, cuya deten- ción causaría inflamaciones y otros accidentes de consideración. Quando el enfermo está situado como conviene, un ayudante aplica las dos manos sobre la parte del vientre opuesta á aquella en que debe hacerse la punción, con el fin de llevar hacia aquel lado la mayor parte de las aguas, y alejar con estolas paredes del vien- tre de las partes que contiene, para que la punta del trocar no hie- ra ninguna de aquellas partes. Entonces el cirujano que ha procu- rado examinar atentamente, antes de pasar á la operación, si el pun- zón de acero de su instrumento tiene la cánula tomada, untando con aceyte la punta del instrumento armado con su cánula, para que pase con mas facilidad, y cause meaos dolor; después el ci- rujano estira el cutis en el lugar señalado con los dedos índice y pulgar de la mano izquierda, y teniendo el trocar con la mano de- recha, y el dedo índice de esta mano extendido sobre la cánula para fixar la porción del instrumento que ha de penetrar en la ca- vidad del vientre , lo va metiendo y va atravesando las partes con- tenientes hasta que conozca que la punta está en el fluido derra- mado: entonces toma la cánula con la mano izquierda, y saca el punzón con la derecha; medíante lo quai las aguas van saliendo por la cánula. Si alguna parte flotante contenida en el vientre se pre- sentase á la extremidad de la cánula, é impidiese la libre salida de las aguas, se aleja el obstáculo con una tienta botoneada que se in- troduce por la cánula. Después de haber extraído las aguas del modo indicado, es pre- ciso sacar la cánula, para lo quai se aplican dos dedos de la mano izquierda sobre el cutís de cada lado de la cánula, y así se saca fá- cilmente con la mano derecha, teniendo la precaución de hacerle dar una media vuelta. Después de la operación se aplica sobre la abertura una compresita mojada en aguardiente, y por encima una compresa de medio pie quadrado, ó á secas ó mojada con vino ca- liente , y se la sostiene con un vendage de cuerpo bastante apre- tado. La operación de la paracentesis no remedia mas que el derrame actual, y no dispensa del uso continuado de remedios que pue- dan destruir las causas de la hidropesía , é impedir una nueva re- unión de materias. Si estas causas no son de una naturaleza que puedan ceder á los remedios bien indicados, la paracentesis es un paliativo que alarga la vida de los enfermos, á veces muchos años, evitando el que puedan ser sofocados por la plenitud , y preser- vando las visceras de la atonía que contraerían bañándose conti- nuamente en un fluido derramado contra el orden natural. Hay per- sonas á quien se han hecho ochenta punciones en diez y ocho me- ses , y algunas otras se han curado radicalmente á la tercera ó quar- ta operación, sin haber querido guardar ningún régimen, ni suje- tarse á remedio ninguno. No podernos aprobar semejantes disposi- ciones en los enfermos; pero sin salir responsable de semejante con- ducta, miramos estos hechos como un testimonio de la utilidad de la paracentesis. Los autores de reputación que han pretendido des- acreditar esta operación, sin la quai muchas veces serian infructuo- sos los mejores remedios, se habrían desengañado si hubiesen sabido observar mejor. También se han llamado paracentesis todas las operaciones que se executan con el trocar y aun con el visturí,quando se hace una abertura para extraer qualquiera fluido de las cavidades naturales. La incisión del vientre para un desahogue sanguíneo ó purulento, y la operación del empiema en el pecho han sido llamados con este nombre, y efectivamente la etimología autoriza aquellas denomina- ciones. También se hace con el trocar la punción del escroto en la hidropesía particular de estamparte. * PARÁLISIS ó PERLESÍA. (V. el género xviii de la clase de debilidades.) PARAFIMOSIS.(Cir.) *Esta es una enfermedad del pene, en la quai el prepucio está vuelto é hinchado por debaxo de la glan- de , de manera que no puede cubrirla. Este nombre esta compues- to de dos voces griegas , que la una significa mucho, y la otra estrecho, porque el parafimosis estrecha ó aprieta el miembro viril lo mismo que una atadura. Esta incomodidad es muchas veces un síntoma de mal venéreo, (V.,este artículo) y puede venir accidentalmente quando el prepu- cio es por sí estrecho, y se le hace subir con violencia por encima déla corona de la glande, cuyo ancho impide al prepucio de vol- verá baxar y cubrir la extremidad del balano: esto sucede muchas veces á los niños, cuya glande no se ha descubierto todavía, y que por capricho y curiosidad hacen subir el prepucio por fuerza, y sucede también á los recien casados. Dionis dice que élreduxo un parafimosis á un mozo, á quien le sucedió esto el dia de su boda, y que acusaba á su muger de haberle pegado el mal venéreo. El autor consoló aquel mozo diciéndole todo lo que podía hacerle su- frir con satisfacción el dolor que no le hubiera causado su muger si hubiese sido lo que él imaginaba. La reducción del prepucio se legra de diversos modos, según las circunstancias: si hace poco que el prepucio comprime la glande, y la inflamación de esta par- te no es considerable, la reducción es muy fácil: primeramente se PAR 143 echa agua fría sobre el miembro y sobre las bolsas; la frescura del agua repercute la sangre, y las demás partes, las que se deshinchan, y por este medio el mismo enfermo puede reducir el prepucio. Si la inflamación ha llegado á cierto punto el balano no puede deshin- charse bastante para que el enfermo pueda volverle á cubrir; y entonces es necesaria la mano del cirujano, que lo verificará del modo siguiente: toma el miembro entre los dedos índice y del me- dio de ambas manos, y dirige el prepucio sobre la glande que com- prime con los dedos pulgares para prolongarla. Díonis dice que los dos pulgares deben apretar la glande para hacerla entrar en su cu- bierta; pero es evidente que de este modo ensancharíamos mas la base de la glande, y por consiguiente nos opondríamos á la reduc- ción del prepucio. Sí la inflamación es grande será preciso hacer escarificaciones en la membrana interna del prepucio para quitar la compresión: estas incisiones dan salida á una linfa gangrenosa , infiltrada en el texido celular que junta la piel del prepucio á la membrana in- terna: después de la operación no es necesario reducir el prepucio, antes al contrario aquella reducción tiene algunos inconvenientes, y pone algunas veces á los enfermos en la necesidad de la operación del fimosis, que es mucho mas dolorosa. Después de la operación nos podemos contentar con envolver el miembro con unas compre- sas mojadas en aguardiente alcanforado y un poco de agua. No hay ue temer que sobrevenga hemorragia, antes al contrario conviene esinfartar un poco los vasos que han sido cortados con las inci- siones, y la sangre se detiene por sí misma al cabo de medía ho-t ra, ó á lo mas una. Veinte y quatro horas después de la opera- ción puede quitarse el aparato y reducir el prepucio, á no ser que la glande tenga algún mal que exiga que esté descubierta, como cáncer, berrugas, &c. y últimamente , se termina la cura con unas inyecciones, primero detergentes y luego desecantes. Quando hay cáncer la inflamación no se disipa tan fácilmente, entonces debe aplicarse sóbrela parte unas cataplasmas anodinas, y hacer la cura con el mismo aparato que hemos descrito para el pana- rizo, con la diferencia que la cruz de malta ó capotillo debe tener un agujero que corresponda al orificio de la uretra. (V. panarizo. ) Luego es menester poner el miembro en una situación que favo- rezca la circulación de la sangre : para este efecto conviene no de- xarle colgando, sino ponerle sobre el vientre con una venda y con una faxa que á este fin se pone al rededor del cuerpo. * PARAFRENIT1S. (V. el género xii de la clase de infla- maciones.) PARAFROSINI DE SAUVAGES. (V. inflamaciones.) PARAPLEGLA.(Vr.í,/GENERoiii¿/AR i¿¿ ha visto pariendo sobre el sillico ó recadó. También se ha de tener particular cuidado si pare en pie ó en silla alta, que la criatura no caiga en el suelo , ni tire del cordón , para precaver los inconve- nientes que se han dicho quando e-s corto. En saliendo la criatura se \e coTta el cordón, y á la muger se fe tapa la vulva con en lienzo, se le manda juntar los muslos, y se- gún las circunstancias se atiende primero á la madre óá la criatura. Por lo común el estado de la madre da lugar para cortar y ligar el cordón á la criatura , que son sus primeras necesidades; no obs¿ tante algunas veces se ha de preferir el cortar luego el cordón, y dar la criatura á quien cuide no se desangre mientras se atiende á las necesidades de la madre. Estos casos son quando le queda otro ó mas fetos, quando hay una hemorragia considerable,-ó se teme una contracción espasrwódica que deteng-a la placenta ya des- prendida. El volumen y la figura del vientre liarán sospechar que hay mas de un feto, y para confirmar la sospecha se tocará el vien- tre por defuera, y se introducirá un dedo en la matriz. Si hay otra criatura, y tiene membranas separadas, nada hay que hacer hasta que el parto se presente como *i fuera una sola ; porque puede no ser tiempo proporcionado para que nazca en estado de vivir, y no verificarse el parto en algunos dias ó meses. No obstante, cercio- rados de ^ue hay otra criatura, se ligará el cordón que corresponde á la placenta de la que ha nacido, porque si esta es común, podrá desangrarse el que se halle en la matriz. La hemorragia es el síntoma que mas urge, pues en pocos mi- nutos puede quitar la vida á la madre. Su causa mas común es el des- prendimiento parcial ó total de la placenta; aunque también puede ser una solución de continuidad de 1n matriz. La placenta despren- dida , al paso que dexa abiertos los vasos por donde sale Ja sangre, su volumen impide que se retraigan para detenerla, y así se debe extraer lo mas pronto que se pueda. Quando el caso no es muy executivo se puede aun cometer á la matriz la expulsión , estimulándola, comprimiendo, y frotando moderadamente él vientre con una mano, y con laL otra se tirará con suavidad y en diversos sentidos del cordón. Si la matriz no se contrae, ó si el caso es urgente, se tirará del cordón quanto este resista. Para sujetarlo bren se envolverá en un lienzo seco y snave, y así envuelto se liará sucesivamente á los dedos pequeño, anular y medio de una mano, tan cerca de la vulva, que el índice exten- dido sobre el cordón llegue lo mas cerca de su origen que sea po- sible, y sirva así de dirigir los movimientos, é impedir qué for- mando un ángulo agudo frote contra el arco de los pubis, lo quai disminuirla la fuerza , y expondría á romper el cordón. Si coa este método suave se logra que la placenta caiga en todo i6ó PAR ó en parte en la vagina, se cogerá la parte que se pueda con dos dedos de la mano que está libre, y se tirará de ella igualmente que por el cordón.Quando la placenta no es muy grande, y se ha des- prendido del todo, rara vez se dexará de sacar con este método; y si no se consigue, se ha de juzgar que su adherencia es fuerte , ó que siendo de mucho volumen , el orificio de la matriz se ha con- traído mas apriesa de lo ordinario. La contracción espasmódica de este orificio es casi cierta quan- do la paciente es irritable, y desde el principio del parto ha sido necesario valerse de los emolientes y narcóticos para facilitar su di- latación , especialmente quando esta se ha detenido en pasando la acción de estos medicamentos. Finalmente, se conocerá que la pla- centa no sale por esta causa reconociendo el expresado orificio. Reconocida se tratará como diremos mas adelante. Nunca se intentará sacar la placenta hasta que la matriz se con- traiga. La falta de dolores, la debilidad y laxitud general en la muger, la mucha extensión del útero por la grsn cantidad de aguas, ó por ser el feto muy grueso, harán sospechar la falta de retracción de la ma- triz, la quai se reconocerá tocando el vientre con la mano , y el orificio y cuello con el dedo introducido en la vagina; porque quando la matriz no se ha contraído, se toca en el vientre un cuer- po blando y abultado mucho mas arriba del empeyne, el orificio ho se cierra, y el cuello no forma eminencia en la vagina. En este caso si se sacara ó saliera por sí la placenta, vendría una hemorra- gia que duraría lo que el útero tardara en retraerse. Para excitar la retracción de la matriz se comprimirá suave y alternativamente el vientre, se le dará á la muger un buen caldo, algún vino aguado, ó una cucharada de co-dial; se la dexará en la situación que menos le incomode, y se le exhortará á que tenga paciencia, que mas vale esperar á que obre por sí la naturaleza que violentarla. Quando.se ha pasado media hora sin que la matriz se contraiga y arroje la placenta, se puede, procurar que la muger estornude, ó se le suscite la acción del vómito. También se harán algunos rao- vimientos ligeros por el cordón, tirando y afloxando varias veces, se le estimulará con el dedo el cuello del útero, y aplicarán en el vientre paños de agua y vinagre» Todo este tiempo ha de estar la muger tapada según la estación, y la vulva cubierta con un pañp fino usado y sin almidón para que se acomode bien á la parte, no lastime y evite el ingreso del, ayre en la matriz. Luego que la ma- triz se haya contraído, se ha de procurar extraer la placenta sino la ha arrojado. Las adherencias fuertes, la desigualdad de la contracción de la matriz, el demasiado volumen de la placenta, ó la unión de algún PAR 167 punto de las membranas al útero, son las causas que dificultan la extracción de la placenta, tanto mas quanto muchas veces concur- ren al mismo tiempo dos ó mas de ellas. Las adherencias fuertes comunmente vienen quando el útero está duro, calloso, y hay algún tumor en la parte externa de la adhe- rencia. Hay mugeres, que en todos sus partos ha sido necesario mu- cho trabajo para deshacer las adherencias de- la placenta, y otras que no es posible deshacerlas, y quando mas pronto han salido á los diez ó catorce dias.Quando se conocen por mas de un parto es- tas disposiciones, será lo mas acertado no molestarlas con tentati- vas en que se haya de introducir toda la mano. La matriz puede contraerse primero en su orificio, ó" en otra parte sin dexar salir la placenta. Quando por constricción del orifi- cio del útero no sale la placenta, se dice que está retenida; y quan- do la constricción es en otra parte, se dice que está enkistada á embolsada. La constricción del cuello y orificio del útero casi siem- pre proviene de irritación; y la de las demás partes , de la adhe- rencia fuerte de la placenta ó de escirrosidad del útero que no per- miten se contraiga aquella parte al tiempo que se contraen las de- mas. El tacto distinguirá la constricción del cuello y orificio del útero y la de qualquiera otra parte si el orificio permite introducir la mano; porque sino todas las demás señales son equívocas. Sí la constricción del orificio del útero proviene de espasmo, y este de irritación, no se intentara vencerla á fuerza de los dedos; porque esta violencia expondría la paciente á una convulsión general. En este caso los vapores é inyecciones emolientes con algún opio, y los opiados interiormente , son los medicamentos indicados, y así se continuarán, graduarán hasta que se venza el espasmo, y enton- ces se pasa á extraerla, comenzando por los modos mas suaves que se han expuesto. Quando la placenta se halla enkistada se introducirá la mano para sacarla, guiándose por el cordón hasta llegar al sitio de la es- trechez que la detiene, la quai se procura vencer introduciendo primero un dedo , y tras de este los demás sin violencia. En tocan- do la placenta se coge entre los dedos, y se saca sino está adheri- da, y si lo está se deshace la adherencia, del mismo modo que quando no está enkistada. Extraída del kiste la placenta, se conser- van los dedos en la estrechura hasta que la parte adonde se detenia se contraiga. Si la placenta es muy abultada se procurará contundir entre la mano y los dedos para que se amolde al orificio del útero, y se ueda sacar de una vez; si no, se cogerá una parte, y se tirará asta romperla y sacarla, volviendo á repetir la maniobra hasta que salga toda. l68 PAR La unión de las membranas .que, envuelven el feto es tan rara que no creería se verificara á no haberla visto en un feto que de la frente arriba en lugar de huesos, y tegumentos tenia una membra- na parecida á las meninges. Esta membrana formaba dos bolsas que contenían el cerebro. La división de las dos bolsas correspondía al seno longitudinal,y estaba adherida en toda su extensión á las mem- branas que contenían el feto y las aguas. Estas membranas estaban también unidas á la superficie de la matriz. Luego que saqué el feto por ios pies corté' la adhesión de las membranas ala cabeza, y para extraer la placenta fué necesario cortar también la porción que estaba unida con el útero, lo mas cerca de la unión que me fué po- sible. La criatura vivió un dia, y la madre no tuvo accidente al- guno. Siempre que no se puedan deshacer las adherencias buenamente se ha de cometer la expulsión de la placenta á la naturaleza, y ob- servando sus movimientos remediar los accidentes de la putrefacción, y retardar esta con las inyecciones de quina ú otro antiséptico. Al mismo tiempo se ha de disuadir á la muger del cúmulo de males á que se creen expuestas todas las que no arrojan la placenta detras del feto. Teniendo que extraer la placenta se acostará de espaldas ó de un lado á la paciente, y se untará la parte externa de la mano que se ha de introducir con el mucílago ó la manteca, ó el aceyte que se tenga prevenido. En la otra manóse liará el cordón, como quan- do se ha de tirar de él solo. La mano untada se irá introduciendo siguiendo el cordón con la precaución de que el dorso corresponda al lado de la pared de la matriz donde se considera adherida la placenta. Quando la adherencia es en el fondo de la matriz es in- diferente introducir una ú otra; pero si la adherencia se halla á un lado se ha de introducir la mano que corresponde al opuesto. Al entrar la mano en la matriz se cuidará que pase entre ella y las mem- branas , y al llegar á la placenta entre la parte desprendida y la matriz, correspondiendo á esta el dorso. Estando así se aproximará el dedo pequeño quanto se pueda á la parte que aun está adherida; y el pulgar colocado sobre la porción desprendida se adelantará hasta que colocándolo sobre la punta del pequeño se coja entre los dos una porción, como quando se tira un pellizco; cogida entre los dos dedos una parte se apartan graduadamente los tres dedos que están libres, en cuya acción ó se ha de rasgar la parte compre- hendidaenel pellizco, ó se ha de desprender algo mas de la pla- centa. Sea lo uno ó lo otro se repite la misma acción hasta que se desprenda toda. Entonces se mete lo que se puede entre los dedos, comprimiendo y resguardando las uñas contra el dedo pulgar, y se saca al misino tiempo que la mano. Quando la placenta está PAR 169 desprendida, y no sale por ser muy grande, lo quai es raro, se introduce la mano, y se coge por un lado para tirar de elta, como queda dicho. Si la adherencia no se puede quitar, es ne- cesario dexarla, y procurar detener la hemorragia, como se dirá en su lugar. Luego que ha salido la placenta, sea por las fuerzas de la natu- raleza ó por el arte, se ha de reconocer sí está entera, y manifes- tarla á algunos de los asistentes para que se satisfagan , y no atri- buyan los accidentes que pueden sobrevenir á una porción reteni- da. Las comadres francesas por ordenanza ó costumbre no arrojan las placentas de las mugeres que paren en sus casas hasta los ocho dias, para que si sobreviene algún accidente la reconozcan, y se cerciore de que salió toda. Esta máxima podría ser útil en las co- madres poco instruidas, porque á la verdad quando no hay con- fianza en la instrucción de la comadre siempre queda duda si sal- dría ó no entera. Conociendo que ha salido entera se debe mandar á la muger que junte los muslos , y se le pone un paño usado y do- blado sobre las partes genitales externas. Inmediatamente se pondrá en la cama que comunmente se tiene prevenida, y se le dexará que se acueste en la situación que le parezca mas cómoda. Sobre todo el vientre se le pondrá un paño en varios dobleces, y un vendage de cuerpo ó faxa simple que ayude á la contracción del útero, y de las partes continentes; pero que nada comprima. La faxa ó el vendage apretado, en lugar de precaver el que las mugeres queden barrigonas, es causa de que la matriz no se contraiga igualmente, y que se formen estancaciones de humores;y mucho mas si la faxa se compone de una venda poco ancha, y para rodear todo el vientre es necesario dar muchas vueltas , pues unas de estas se afloxan, otras se aprietan, y todas se baxan sobre el empeyne, ó se suben sobre el estómago ; por lo que estas faxas se han de desterrar como inútiles, y quando no haya un vendage de cuerpo con escapula- rio , se pondrá en pañuelo doblado ó una tohalla. Estando ya en la cama faxada se le quita el trapo seco que se puso sobre la vulva, y se pone otro mojado de cocimiento emolien- te , si las partes se hallan doloridas é irritadas , ó de vino si están floxas y poco sensibles. A la muger se le encargará que haga cen sus manos algunas compresiones que no le causen dolor sobre su vientre, ó que Jas tenga apoyadas sobre él para ayudar á la con- tracción de la matriz. La preparación de la cama, y del vestido de las paridas se aco- moda á las circunstancias y conveniencias. En general solo se puede encargar que conviene mucho el entrar en la cama con toda la ro- pa limpia; el mudarla quantas veces se llene de sangre: qne la ca- ma y la ropa que se ponga limpia estén bien secas, y no mas frias TOMO vi. Y 170 PAR que el cuerpo: que la parida esté abrigada ; y el quarto ventilado, sacando de él los excrementos ó la ropa que haya ensuciado. Al- gunos aconsejan que no se dexe dormir hasta que haya pasado una hora después de estar en la cama quando menos, porque sí le so- breviene una hemorragia puede quitarle la vida antes que lo ad- viertan. La causal es fundada; pero no hay necesidad de mantener despierta á una muger cansada y fatigada del parto, quando el sue- ño es lo que mas puede fortificarla, y quando el cuidado de un asistente puede conocer por los paños, en la cara, en el pulso, y modo de dormir si le sobreviene alguna hemorragia. En algunos países de América y del África meten á las que aca- ban de parir en un baño frió ó caliente, ó en una estufa. En algu- nas de nuestras provincias les dan un buen vaso de vino, ó ciertas comidas que llaman de paridas. Esta generalidad, aunque atendi- das las circunstancias del clima y de la constitución dominante de las mugeres del pais, convendrá á algunas, á otras les será nociva, y casi á todas las expone á otros males de que se libertarian des- terrando la costumbre, ó quando menos graduando el remedio con la necesidad. El baño frió solo conviene á las de fibra floxa, y que padecen hemorragias por falta de acción en la matriz : el tibio quando hay eretismo y sequedad: la estufa quando conviene hacerlas sudar: el vino puro si se necesita estimularlas. Las torrijas y otras comidas solo sirven de cargar el estómago. En las primeras horas nunca es necesario darlas mas que un buen caldo, y quando sea necesario tonizar, humedecer, ó hacer sudar, se puede conseguir con los medicamentos, mejor que con los baños ó la estufa. Socorridas las mayores urgencias de la madre, volvamos á ver las que presenta la criatura. Primero se ligará el cordón , y para ello se ha de atender al estado de la criatura. Quando por haber estado mucho tiempo detenida en la pelvis, ó por ser endeble se observa que no respira, no se mueve ni grita, y el cordón pulsa bien, no se ligará hasta que éste no dexe de pulsar, ó la criatura respire bien. Si la criatura grita , respira y se menea bien luego que nace, se ligará al instante. Los mas dicen que se ligue el cordón antes de cortarlo; pero esto nunca es absolutamente necesario en no tenien- do que largar la criatura, ó en habiendo á quien poderla entregar; y hay casos en que sería necesario deshacer la ligadura; y así se cortará el cordón para ligarlo apartado del cuerpo de la madre que es mas cómodo. Siendo largo el cordón se puede cortar en qual- quier punto, con tal que la parte correspondiente á la placenta que- de con la extensión suficiente para poderla sujetar y tirar de ella en caso necesario. Si la placenta ha salido con el feto, el cordón se corta por donde quiera. Por la parte que corresponde á la criatura PAR 171 basta que tenga de quatro á seis pulgadas para hacer bien la liga- dura. Quando la criatura nace amoratada, la cabeza hinchada , y como sofocada , es necesario dexar salir una ó dos onzas de sangre por el cordón, y si no sale por sí, hacer algunos movimientos en el vientre, y exprimir el cordón para que salga. Muchos creen que el tener el ombligo undido ó sobresaliente proviene de ligar el cordón muy cerca, ó muy apartado de los te- gumentos del vientre de las criaturas. También aseguran que ex- primiendo el cordón antes de ligarlo se liberta la criatura de las vi- ruelas, y de las manchas amarillas, que suelen salir á los recién na- cidos. Si se puede persuadir á que nada se consigue con exprimir el cordón, se dexará de hacer esta maniobra inútil; pero no hay in- conveniente en exprimirlo quando los padres ó interesados gusten. La naturaleza es la que hace la separación del cordón en el si- tio que no es capaz de vivir; por este respecto es indiferente li- garlo mas cerca ó mas lejos de los tegumentos; y así se atenderá para ligarlo á dexar entre los tegumentos y la ligadura el espacio suficiente para poder hacer otra ligadura, si por haberse afloxado la primera antes que los vasos se obliteren, sobreviene alguna he- morragia. La ligadura del cordón se hace con un torzal de hilo ó seda, no muy torcido, ni muy grueso, y de una tercia de largo. Se da con él una vuelta al cordón , uno ó dos dedos distante de los tegumentos, y se echa un nudo; después se da otra vuelta y se su- jeta con dos nudos. Los extremos se tuercen uno con otro, y se les echa un nudo común. Hecha la ligadura se cortará la porción de cordón que cae fuera , si es mas larga de dos dedos, y se exprimi- rá el cordón del ombligo á la ligadura para ver si está bien hecha. Esto se vuelve á repetir antes de vestir la criatura. Quando el cor- don es grueso y está infiltrado, es necesario hacer dos ligaduras, y no será superfluo hacerlas siempre, apretando mas la última. Quando la comadre ó comadrón han tenido que atender á la madre primero que á la criatura, procurarán que esta se ponga donde haya buena ventilación , acostada de espaldas, con la cabe- za levantada, la boca y las narices descubiertas para que respire libremente , y el cuerpo tapado según el clima y la estación. Esta comisión la desempeñan bien las mugeres colocando la criatura en su falda, la cabeza sobre un muslo, las corvas sobre el otro, y el cuerpo algo doblado entre los dos. Luego que se ha puesto á la pa- rida en la cama, que se ha cortado el cordón si conviene , se socor- ren las necesidades de la criatura , las quales dividiremos en comu- nes y en particulares, para proceder con mayor claridad. Las co- munes son lavarla, desahogar el meconio, situar bien el cordón umbilical y vestirla. Las particulares se reducen á animarla quando es débil y dudosa su vida; á conformarle las partes que no están 172 PAR bien conformadas, y son capaces de conformación. Las criaturas necesitan de lavarse luego que nacen para quitar- les el sebillo que mas ó menos tienen , especialmente en el sobaco, en las ingles, y en las partes que han estado en flexión. Este sebo tan útil para facilitar á la criatura la salida del claustro materno, impedir la impresión de las aguas, ó de los humores de las partes por donde ha pasado, es muy nocivo después que ha nacido, por- que impide la transpiración y la absorción cutánea. Quando es muy abundante es necesario quitar una gran parte frotando suavemente con un lienzo seco las partes en que abunda , ó raerlo con los de- dps de canto, ó una espátula. El vulgo está persuadido que el sebo de los recien nacidos es un específico para borrar las cicatrices de la cara, especialmente las de las viruelas, quando mas lo que pue- de hacer es ablandarlas, y para esto se ha de aplicar antes que él se enrancie , y que las cicatrices se hayan endurecido. Quitado de uno y otro modo la mayor parte del sebo, el resto se quita lavándolo con el aceyte de almendras dulces, ó con el común que no estén rancios. Después se lava con agua tibia, ó con vino aguado. Para esto es mejor poner la criatura sentada en un lebrillo con agua ó vino tibio, y mientras se sujeta el cuerpo con una mano, con la otra se va lavando á satisfacción» Después no hay mas que enxugarla bien con un paño suave y seco. Aunque no siempre es necesario desahogar el meconio, en todos casos conviene reconocer si tiene conducto por donde salir, y á este reconocimiento se sigue la evacuación. Sí el meconio no ha sa- lido con los movimientos y vueltas que se le han dado á la criatu- ra para lavarla, se le introduce por el orificio la punta del dedo pequeño untado con algún aceyte ó mucílago. Al sacar el dedo sa- le detras el meconio, y si no sale, se introduce, otra vez hasta don- de alcance. Para recibir el meconio se pone un lienzo doblado, .el quai se conserva debaxo de las nalgas hasta que se va á vestir la criatura , para que reciba todo el que salga. Al mismo tiempo se reconocerá sí tiene abertura exterior por donde orinar, para si no avisar, igualmente que quando el orificio falta. El cordón se envuelve en un lienzo fino untado con algún acey- te ó pomada, para que no se pegue el cordón , ni cueste trabajo el mudarlo. Sobre el ombligo se pone un cabezalito suave, y tanto este como el lienzo que envuelve el cordón se sujeta con una faxi- ta de poco mas de dos dedos de ancho, y media vara de largo, la quai debe tener una cinta en un extremo para sujetar el todo. Esta faxita. no debe ser gruesa , ni tener orillas, ni puntos apreta- dos ; porque si los tiene lastima, y no sujeta con igualdad. PAR *73 Del parto trabajoso en general. Parto trabojoso es el que no puede terminarse sin la ayuda de la mano sola ó armada de algún instrumento. Esta descripción nos conduce á dividir el parto trabajoso en manual é instrumental. El primero se termina con la mano sola, y el segundo con la mano ayudada de algún instrumento. En esta división se comprehenden todos los partos trabajosos; no obstante, yo pienso dividir el parto instrumental en dos especies. Una en que el feto sale entero , y por las vías naturales, y la otra en el que para sacar el feto se ha de ha- cer pedazos, ó formar aberturas enteramente preternaturales , y á este será al que llamemos contranatural. Los partos se hacen trabajosos por vicios de la madre , del feto y sus dependencias. Los vicios de la madre son la mala conforma- ción de las partes duras ó blandas, los accidentes que sobrevienen al parto, y las enfermedades que anteceden ó acompañan á esta función. La mala conformación de las partes duras puede provenir, como se ha insinuado, de la pequenez general de la pelvis, ó de alguno de los diámetros de sus estrechos, y de la excavación ; y esto se verifica siempre que los huesos de esta parte muden de figu- ra , ó tengan tumores ó excrescencias en la superficie que mira al interior de la pelvis. Las partes blandas son defectuosas por ser pe- queñas , por estar cerradas sus aberturas, situadas de distinto mo- do que el común , por falta de fuerzas en las que han de arrojar el feto, ó exceso de resistencia en las que han de darle salida. La pe- quenez puede venir desde su formación , ó ser causada por enfer- medades ulteriores, como cicatrices, adherencias , tumores y cuer- pos extraños, formados en las visceras de la pelvis, óexteriormente. Los accidentes que mas comunmente hacen al parto trabajoso son la inercia de la matriz, las hemorragias, la convulsión y la apo- piegía. Las enfermedades antecedentes son las piedras de la vexiga, de la orina y de la uretra , las hernias ó quebradura , el asma , la hemotisis, las aneurismas, y todas las demás que puede padecer una muger, si vienen antes del parto, ó en este, y no se terminan mientras dura, las quales son muchas. El feto puede ser causa del parto de que se trata por su mala conformación y situación; puede tener mal conformada la cabe- za , el tronco, &c. y esto provenir desde su formación, ó por al- guna enfermedad posterior. En este parto se comprehenden todos los que se terminan con el auxilio de las manos, los quales no es posible exponerlos con to- tal separación, porque hay muchos que unas veces los termina la naturaleza, otras el arte con la mano sola, con el instrumento, ó 174 PAR con entrambos. Por esta razón en los partos que las mas veces son naturales, solo se ha indicado alguna vez quando podrían volverse trabajosos, manuales ó instrumentales, dexando para este lugar el tratar de las reglas y precauciones generales que se han de tener presentes antes de emprender el parto manual, y las que se deben' observar en la execucíon, especialmente quando se ha de volver el feto para sacarlo por los pies. Ninguna operación se ha de practicar sobre una parturiente con; el único fin de exercitarse, ó de que los discípulos aprendan; por- que toda operación manual es dolorosa y arriesgada para la pacien- te. Tampoco se intentará una maniobra que se pueda excusar. Por esta razón quando el feto es de poco tiempo no hay necesidad de volverlo siendo la pelvis bien conformada. Nunca se pasará á vol- ver el feto sin reconocer que mejorando la posición no podrá ter- minarse el parto: por este motivo no se sacarán los pies quando se conoce que la cabeza no podrá salir por la pelvis. De ningún mo- do se introducirá la mano en la matriz violentando para ello el ori-: ficio; y así no se intentará introducirla quando esté contraído es- pasmódicamente, ó mas pequeño que un peso fuerte. En este úl- timo caso se procurará dilatarlo graduadamente si la hemorragia, ó la apopiegía obligan á terminar el parto lo mas pronto que sea posible. Determinadas bien la necesidad y la utilidad de la maniobra, se preparará lo necesario para bautizar la criatura, untar las ma- nos, &c. Después de prevenido lo necesario, conviene advertir á los interesados del riesgo que haya ó pueda haber, ocultando á la paciente todo lo que puede amedrentarla, y entrar en desconfianza de la operación. Si el riesgo exige que haga las diligencias de cris- tiana , se la advertirá con el modo que la exponga menos á una pa- sión de ánimo , que haga tal vez inútil la operación. La situación mas común para la paciente es acostada sobre la espalda en una ca- milla , ó á la orilla de la cama, si es fuerte, con la cabeza levan- tada, las nalgas al ayre, las rodillas apartadas, las piernas medio dobladas, y los pies apoyados sobre dos sillas ó taburetes. Un ayu- dante le sujetará las extremidades para que se mantenga quieta. Esta situación no es la única; pues hay casos en que se prefieren otras, como se dirá en tratando de cada parto en particular. El operador debe colocarse entre las piernas de la parturiente. En toda operación manual se ha de atender al modo de intro- ducir la mano, al de conducirla hasta aplicarla sobre la parte que se desea, al modo de variar su situación, al de extraer alguna parte fuera de la vulva; y finalmente, al de sacar lo demás del feto. Quando no hay parte alguna del feto fuera, se introducirá la mano como se ha dicho en el capítulo del modo de tactar; pero si PAR 175 se halla fuera alguna parte, se introducirá aplicando sobre ella las ye- mas de los dedos por el orden de su longitud , deslizándolos por ella como los gusanos por la tierra. En general, todos los esfuerzos que sea necesario hacer para introducir la mano, se harán mas bien sobre el feto que sobre la madre. Siempre se conducirá la mano por Ja parte de la pelvis que se considere menos ocupada, ó por la del feto, que ceda mas fácilmente sin padecer violencia, como v. gr. el vien- tre. El tiempo mas favorable para introducir la mano es al derra- marse las aguas, y quanto mas se retarde la operación, es tanto mas penosa para el operador, y arriesgada para el feto y para la ma- dre; por tanto, no se diferirá sino quando se teme que extrayendo pronto el contenido, la matriz se conserve en atonía. La mano se puede introducir por el lado izquierdo de la pelvis, se introducirá la derecha y la izquierda quando se ha de introducir por el lado derecho. Si la mano se ha de pasar por delante del sacro ó por de- tras de los pubis, es indiferente servirse de una ú de otra mano, y así podrá preferirse la derecha quando la maniobra necesita de fuerza. Al mismo fin contribuye mucho fixar ó apoyar el codo so- bre la rodilla del mismo lado, con lo quai se aumenta la fuerza, porque á la del antebrazo se puede agregar la de la extensión del ie, si se ha de obrar hacia arriba, y la del muslo, si la fuerza se a de dirigir á Jos lados. En llegando á la parte que se intenta, no se moverá sin estar bien asegurado, que es la que se desea. Si la parte se ha de sacar fuera, se tirará de ella por el lado de la flexión, y antes que comience algún dolor, porque mientras este dura, la matriz se halla mas contraída , y es mas difícil mudar la situación del feto. De esta regla se exceptúan los casos en que la parte que se ha de sacar se halla ya en la excavación ; porque entonces la fuer- za del operador coopera con las de la parturiente, y así á mas de ayudarla, se le encarga que se esfuerce quanto le sea posible.Para fixar la matriz y la parte que se desea encontrar, conviene aplicar una mano exteriormente, mientras la otra está en lo interior. La mano que está fuera, levantando el vientre, deprimiéndolo ó in- clinándolo á un lado, facilita lo que ha de hacer la otra. Si se han de sacar los pies, lo mas común es sacarlos por el la- do á que corresponde el vientre de la criatura, pasándolos por de- lante del pecho, é inclinándolos al lado contrario para que las ro- dillas puedan entrar en la pelvis con menos trabajo. Quando Jos pies se hallan tocando á las nalgas, y estos cerca del exe del estre- cho superior, se han de sacar por detras. Siempre que buenamente se pueda, se traerán los dos pies de una vez, cogiéndolos por en- cima de su articulación con la pierna , metiendo un dedo entre los tobillos para que estos no se contundan comprimiendo el uno con- tra el otro. Si cuesta mucho trabajo el sacar los dos pies de una E 176 PAR vez, se traerá el uno á la pelvis, y se irá por el otro. Si se observa que el pie que se traxo primero se vuelve á su lugar primitivo, se mantendrá con un tazo, mientras se va por el otro. En sacando un pie no se han de hacer grandes esfuerzos para sacar por él lo demás, porque podría dislocarse antes. Temiendo que la criatura podrá morirse durante la operación, se bautizará echando el agua sobre la parte que primero se descubra; y aun en los casos apurados se podrá bautizar echándole el agua con una xeringuilla sobre la parte que se presenta al orificio del útero. Algunos quieren que después de haber sacado los pies se dexe el parto á la naturaleza. Esto será por lo común perjudicial. A lo que se hade atender especialmente es al estado de contracción en que se halla la matriz; y así nunca conviene sacar la criatura con precipitación, como se hace comun- mente, porque la muger queda mas expuesta á una hemorragia por falta de contracción en la matriz. La extracción lenta del tronco es tan conveniente para la madre, como perjudicial para la criatura la demora en sacarla luego que han salido los brazos, porque la expone á una sofocación; se aplicarán dos dedos sobre la barba ó dentro de la boca, tanto para precaver que el orificio de la matriz contrayéndose sobre el cuello de la criatura, la extrangule, como para arrimar la barba al pecho, y facilitar la extracción. El uso de los instrumentos se debe limitar á los casos en que con ellos se puede hacer mas segura, mas pronta y menos molesta una operación, y á los que no se puede hacer con la mano sola lo que con ella armada de un instrumento. Como las mas veces no se puede saber la necesidad de un instrumento hasta después de ha- ber experimentado que no alcanzan las fuerzas de las manos, no se pueden determinar categóricamente todos los partos trabajosos instrumentales. No obstante, debiendo examinar la mecánica, la aplicación y uso de los instrumentos mas en práctica, se expon- drán en cada uno los casos en que pueden usarse, las precauciones con que se han de aplicar, y las preferencias que merecen unos á otros. Los instrumentos que mas se usan en la práctica de los partos, se dividen comunmente en obtusos, puntiagudos y cortantes. Los instrumentos obtusos son los lazos, los ganchos, la palanca, ¿1 fórceps y las pinzas romas. Los agudos se reducen á los garfios, el trocar, el faringotomo y las tixeras. Los instrumentos cortantes son un visturí convexo fixo en el mango, y otro convexo angosto y con botón en la punta. PAR l7? Del modo de tratar algunos partos trabajosos en particular. Habiendo expuesto la doctrina general del parto natural y tra- bajoso, expondremos ahora los preceptos prácticos de algunos par- tos que exigen el auxilio de las manos solas ó ayudadas de los ins- trumentos para que puedan verificarse los partos sin peligro de la madre ó la criatura. Del parto en que el feto presenta la cara. Para que el feto se presente de cara es necesario que la cabeza se incline á la espalda, y la barba se aparte del pecho tanto mas quanto esta ha entrado mas en la excavación de la pelvis. Los ojos , las narices y la boca distinguen esta posición de las demás; pero como la cara puede pre- sentarse teniendo la frente adelante, atrás ó á un lado, se conocerá hacia donde se halla por la situación de las partes dichas, y si que- da duda, se saldrá de ella tocando las orejas y la barba. En qual- quiera de estas quatro posiciones puede presentarse al exe de la pel- vis la frente que es un extremo de la cara, la barba que es el otro, la nariz que consideraremos como parte media, ó la boca que es la parte media inferior. Por qualquiera de estas partes que se presen- te, no podrá la naturaleza terminar el parto de un feto regular sin que le ayude el arte aproximando la barba al pecho, y haciendo baxar el occipucio, lo quai es tanto mas difícil de executar quanto la parte que se presenta está mas próxima á la barba. Por esta ra- zón se prefiere el buscar los pies, y hacer por ellos la extracción quando se llega en el acto de romperse las membranas ó poco des- pués , y quando hay algún síntoma de los que piden terminar pron- to el parto. Suponiendo pues que se ha de mudar la situación de la cara que presenta al exe de la pelvis Ja punta de la matriz, se co- menzará la operación por arrimar la barba ai pecho ó baxar el oc- cipucio. Para arrimarla al pecho se introducirá la mano que corres- ponde al lado en que se halla, y con ella se cogerá la cara en la palma, comprehendíendo el borde alveolar del maxilar. Situada de este modo la mano se empajará lo que ella comprehende todo quan- to se pueda hacia el pecho. Al paso que suba la barba baxará la frente, se apartará el occipucio de la espalda , y se podrá aplicar á él la mano, la palanca ó las dos para hacerle baxar hasta que se ponga delante la fontanela posterior. De este modo la presenta- ción de cara se reducirá á la primera posición de la cabeza, quan- do la frente estaba al lado izquierdo, y á la segunda quando la parte dicha estaba al lado derecho de la pelvis. Para baxar primero el occipucio, se introducirá la mano del lado1 opuesto al en que él se halla entre la espalda y la parte posterior de la cabeza, sobre la quai se aplicará la palma adelantando los dedos hacia la oreja. Con tomo vi. z l7* PAR la mano así colocada se empujará el occipucio hacia el lado, y en estando apartado de la espalda se tirará hacia baxo y hacia el cen- tro. Quando con la mano así colocada no se pueda hacer fuerza, como sucederá en estando el occipucio casi directamente hacia aba- xo, entonces se introducirá la otra mano ó la palanca, y con ellas se acabará de reducir á la primera ó á la segunda posición. Si la cabeza presenta la frente no se necesita subir tanto la bar- ba para aproximarla al pecho, ni baxar tanto el occipucio para re- tirarlo de la espalda, y así la operación es mas fácil, y se puede hacer con la mano ó con la palanca, aplicadas desde el principio al occipucio. Quando la barba se presenta primero, tiene que dar mas vuelta la cabeza para que el occipucio se ponga delante, y así se ha de insistir mas en buscar los pies y hacer por ellos la extracción. En no siendo posible, se aplicarán la mano ó la palanca sobre la convexidad de la frente adelantando los dedos ó el extremo del ins- trumento hasta la fontanela anterior, la quai deberá baxar al pa- so que se suba el mango de la palanca, habiendo formado el punto fixo en el sitio que corresponda. Luego que la mano ó el ins- trumento no puedan fixarse en la parte anterior de la cabeza, se aplicarán á la posterior, y se baxará esta como quando la frente se presenta delante. Son raros los casos en que presentándose la cara, la frente se halle hacia el pubis ó hacia el sacro; no obstante, quando la ca- beza se presente de este modo se preferirá el hacer el parto de pies, porque hallándose libres los lados de la pelvis no hay dificultad en introducir la mano, y porque si el feto no es pequeño ó la pelvis grande, se necesitan dos maniobras que son volver la frente á un lado , y después subir la barba ó baxar el occipucio. Para volver la frente á un lado se aplicará una mano sobre la parte anterior del cráneo, de modo que la palma cubra la fontanela anteríor, y los dedos se afiancen y fíxen hacia la sien, de la quai se tirará hasta dexarla detras del pubis ó delante del sacro, en cuyo caso la frente quedará á un lado. También se puede volver la fren- te cogiendo entre la palma de la mano la cara de la nariz abaxo, haciendo presa con el extremo del dedo pulgar en el borde poste- rior del ángulo de la mandíbula inferior, y con los extremos de los otros dedos en la misma parte del otro lado, de modo que fi- xada la mandíbula se puede atraer ó empujar hacia el lado que con- venga , y entonces la frente quedará en el opuesto. Lo mismo se podrá conseguir metiendo la cara por la raiz de la nariz en la llave de la mano, extendiendo el dedo pulgar hacia la sien, los otros hacia la mexilla, y teniéndolos así fixos haciendo una pronacion, pues en esta acción la cara siguiendo el movimiento de la mano mu- dará igualmente de situación, y las partes que miraban hacia ade- PAR 179 lante y hacia atrás quedarán á los lados. Vuelta la frente al lado, se levantará la barba ó se baxará el occipucio, como quando la frente se presenta delante y en un lado. Respecto de ser necesario volver la cara, y después hacer subir la barba y baxar el occipu- cio , importa poco el que lo uno ó lo otro se haga primero, y así se comenzará por lo que al operador le parezca mas fácil, en la inteligencia de que si la cabeza es pequeña, bastará solo le- vantar la barba y baxar el occipucio para que la naturaleza termi- ne el parto. Después de haber pasado la cara del estrecho superior, puede pararse en qualquier punto de la excavación de la pelvis, ó en el estrecho inferior. Mientras no ha pasado de la mitad de la excava- ción presenta las mismas indicaciones que quando no ha entrado en ella , y se llenan con las mismas maniobras. En llegando á detenerse en el tercio inferior de la excavación ó en el estrecho inferior, si este no es tan pequeño que la cabeza bien situada no pueda pasar por él, en cuyo caso se ha de recurrir á la operación cesárea, es menester colocarla bien, y para ello se procederá con arreglo á las malas posiciones que puede tomar, que son teniéndola frente hacia una de las tuberosidades de los ischios, hacia el arco de los pubis ó hacia el coxis. Quando la frente se halla en algunas de las tube- rosidades dichas, si la cabeza es pequeña podrá terminarse el parto adelantando con la palanca ó con la mano la parte posterior hasta dexarla fuera de la vulva, y sacando la barba después; pero sí la cabeza es regular, será necesario reducirla á la primera posición, volviendo el occipucio hacia los pubis ó á la segunda, llevándolo hacia el coxis. Esta mutación necesita de dos acciones diferentes, que son volver la frente y baxar el occipucio. La frente se volverá hacia el pubis ó hacia el coxis, aplicando la mano que correspon- de al lado donde se halla, de modo que la yema del pulgar se apo- ye en una sien, la palma en la frente, y los dedos en la otra sien. Con estos dedos se empujará hacia arriba y hacia adelante quando se intenta reducirla á la primera posición del estrecho inferior, ó se tirará hacia abaxo y hacía atrás para dexarla en la segunda. Si la cara se presenta al estrecho inferior teniendo la frente ha- cia el pubis ó hacia el coxis, el mejor modo de terminar el parto es hacer baxar la parte posterior de la cabeza, y levantar la barba. Para esto se aplicará la palanca ó la mano al occipucio, y se le hará baxar hasta dexarlo fuera de la vulva, y entonces se sacará la bar- ba , con lo quai quedará fuera toda la cabeza. Siempre que el vér- tice ó la cara se detienen por debaxo de la mitad de la altura de la pelvis, conviene reconocer la situación y volumen de los hom- bros, porque como queda dicho, sí están mal situados ó son muy abultados pueden impedir el descenso de la cabeza , aun después i 8o PAR de bien situada. En estando fuera la cabeza se procederá según lo pidan las partes que se vayan presentando. Del parto en que el feto presenta la parte media lateral del tronco. El feto puede presentarse igualmente por la parte medía del lado derecho que del izquierdo, y por qualquier lado que se presente podrá tener el vientre delante ó detras, á la derecha ó á la izquierda, que todo compone ocho posiciones. Qualquiera de estas posiciones se conocerá tocando el sobaco,y el origen del cor- don umbilical, pues aquel denota donde se halla la cabeza, y este adonde corresponde el vientre, por los quales se deducirá el lado que se presenta, y de qué modo. En todas estas posiciones se ha de terminar el parto por los pies, introduciendo para ello la mano que corresponde al vientre quando este cae á los lados, y qualquie- ra de las dos quando mira al pubis ó al sacro. Los pies se traerán á la pelvis por delante del pecho, si las piernas están extendidas, cuidando el pasarlas por un lado del cordón umbilical. Sacados los pies se continuará la extracción según las reglas generales. Del parto en que el feto presenta la parte externa del ileon. La naturaleza puede terminar este parto si los muslos están doblados bien sobre el vientre, reduciendo esta posición á la de las nalgas. Para esto se situará la paciente de modo que la cabeza se incline al lado opuesto al en que se ha de volver la parte que se presenta para quedar de nalgas. También puede contribuir á esta mutación el dirigir con una mano aplicada sobre el vientre la ca- beza hacia un lado, v. gr. y la parte inferior del tronco con la otra hacia el contrario. El menor bulto del vientre en el lado en que se hallan los pies determina sobre el que se ha de acostar la muger, é igualmente la situación mas propia para maniobrar hasta que salga la parte inferior de los muslos. Quando los pies caen ha- cía adelante ó hacia atrás, se puede reducir á la posición de nalgas, introduciendo una mano hasta enganchar los dedos en la parte an- terior del ileon que cae encima, y tirando con ellos hacia el lado por donde se ha introducido la mano. Si se consigue el que el feto se presente de nalgas, se procederá como en estos casos , y no se hará la extracción por los pies. Del parto en que el feto presenta una mano. Se distinguirá por el tacto el pie de la mano en que esta solo tiene quatro dedos pa- ralelos , es menos gruesa, mas ancha y llana que aquel. Para cono- cer si la mano que se presenta es la derecha ó la izquierda, se ha de distinguir si viene delante de la cabeza, si el brazo está delante del pecho ó detras de la espalda; y finalmente, si viene directa- mente hacia la extremidad inferior del mismo lado, todo lo quai se determinará tocando y conociendo las partes que están inmediatas á la mano. Suponiendo que la mano viene delante de la cabeza, la PAR 181 mano derecha presentará la palma al lado derecho , y el dedo pul- gar corresponderá al lado derecho de la cabeza si la palma mira ha- cia la cara. Lo mismo sucederá con la mano izquierda quando esta se presente delante en el lado izquierdo. Para que el feto presente la mano derecha , estando el brazo delante del pecho ó detras de la espalda, es menester que el feto se halle sobre el lado opuesto , la cabeza al izquierdo y el vientre hacia adelante, ó bien la cabeza ha- cia el lado derecho y el vientre hacia atrás. Quando el feto presen- ta la mano izquierda, la cabeza ha de corresponder al lado dere- cho y el vientre adelante, ó este atrás y aquella al lado izquierdo. En presentándose la mano por el mismo lado del brazo á que corresponde con las puntas de los dedos hacia abaxo, el sitio adon- de se hallan el dedo pulgar, la palma de la mano, el dedo peque- ño y dorso junto con el lugar que ocupa la cabeza, darán á conocer la mano que se presenta. Determinado que el feto preséntala mano, y que la cabeza viene tras ella, se procurará detener ó retirar la ma- no, para que la cabeza entre primero en la excavación, y si esto se consigue se procederá según las presentaciones de la cabeza. Si no se puede impedir que la cabeza y la mano entren juntas en la excavación, se dexarán baxar y que obre la naturaleza. Quando la cabeza con la mano llegan á encallarse, el parto se terminará co- mo si la cabeza sola estuviera encallada. La mano que se presenta estando el brazo delante del pecho ó detras de la espalda, pide las mismas maniobras que qnando se pre- sentan estas partes sin tener la mano delante. Para que la mano lle- gue á presentarse sola en el estrecho inferior ó salir fuera de la vul- va , es menester que el feto presente al estrecho superior el lado á que corresponde el brazo, lo quai se conocerá por la situación de la mano, sino está torcida. Se conocerá que no está torcida, en que volviéndola hacia el lado adonde se conjetura que se ha torci- do, se vuelve á su situación. Para mayor seguridad se introducirán los dedos 6 la mano hasta tocar el codo, y por la situación de este, se deducirá la acción en que se halla la mano. La naturaleza suele algunas veces arrojar fuera de la vulva la mano, como lo he visto en parturientes á quienes no habia tocado comadre alguna; pero las mas á que he socorrido con la mano de- fuera ha sido sacada por comadres de poca experiencia, que han tirado de ella, creyendo que lo hacían de un pie. Sea como fuere, una vez que la mano está en el estrecho inferior ó mas afuera, se ha de terminar el parto buscando los pies. Para esto, sin empeñarse en reponer la mano, introducirá el operador la que corresponde al lado donde se hallan los pies, y siguiendo con ella lo largo del vientre hasta encontrarlos ¿ los traerá á la excavación con las pre- cauciones referidas. 182 PAR Del parto en que el feto presenta un codo. Esta presentación puede tener las mismas variedades que la antecedente, excepto el presentarse el codo delante de la cabeza. Como el codo no puede presentarse si el antebrazo no está do- blado , la situación de este, la de los cóndilos del húmero, y la de la cabeza del reto darán á conocer el codo que se presenta. A mas se distinguirá el codo de la rodilla en que esta es mas abultada, y aquel mas sobresaliente. La mayor dureza del codo, respecto de la del talón , los distingue , ya que por el volumen podian equivocar- se. El feto no puede nacer por los codos, y así quando estos se presentan es necesario apartarlos si no han entrado en la excava- ción , é ir á buscar los pies como quando la criatura presenta un costado, para terminar del modo mismo el parto. Si el codo ha lle- gado á la mitad de la altura de la pelvis, se sacará el antebrazo, para poder introducir mejor la mano, y sacar los pies, como quan- do el feto tiene un brazo defuera. Del parto en que el feto tiene un brazo fuera de la vulva. Esta posición la consideraremos en dos estados diferentes. Uno en que solo el brazo ha pasado del estrecho superior sin estar muy hin- chado, y otro en que el hombro, parte del cuello y del pecho han entrado en la excavación de la pelvis, y el brazo se halla muy hinchado, y tal vez gangrenado, ya sea por los esfuerzos natura-r les, ó ya por los de una oficiosidad imprudente, que es lo mas co- mún. Quando el brazo sale fuera no hay necesidad de reponerlo, porque necesitándose siempre buscar los pies, el grueso del brazo estorba tan poco para introducir la mano, que es inútil empren- der la penosa maniobra de introducirlo, ó la cruel operación de separarlo del cuerpo torciéndolo, como algunos prefieren, ó cor- tando las partes blandas por su articulación con el omoplato, como otros lo han practicado. La excisión del brazo puede quitar la vida al feto, y aun quando sobreviva , como se ha visto algunas veces, es crueldad mutilarle uno de los miembros mas útiles. Por tanto, luego que se observe el brazo defuera, se examinarán las demás circunstancias, y no habiendo alguna que se oponga á la extrac- ción, se introducirá la mano derecha si el brazo derecho está fue- ra, y la izquierda si ha salido el izquierdo. La mano se introduci- rá por todo el brazo arriba, siguiendo después lo largo del pecho, del vientre y de los muslos hasta encontrar los pies para traerlos de una ó dos veces á la pelvis, de la quai se sacarán juntos, si es po- sible. Luego que salen los pies y muslos se sube por sí el brazo, á medida que va saliendo el tronco, y quando no , sale este al lado del brazo. Esta maniobra es fácil quando el brazo no está muy hinchado, ni el cuello y pecho han entrado en la pelvis; pero si acompañan PAR 183 estas circunstancias, es no solo difícil, sino Casi imposible. No obs- tante , aunque el brazo esté muy hinchado, y como gangrenado, no se ha de separar por las razones que hemos expuesto ¿'y porque aun puede por otros medios remediarse. Para esto se examinará si el orificio del útero contraído espasmódicamente sobre la parte su- perior del brazo es causa de la hinchazón ó gangrena, lo quai se conocerá en la extrangulacion que se notará en el parage á donde corresponde el expresado orificio, y en la dificultad que ofrece á introducir el dedo mas arriba de la extrangulacion. En este casóse procurará quitar la constricción espasmódica con las sangrías , ó el uso interno de los sedantes. Mientras se afloxa el orificio del útero se fomentará el brazo con los cocimientos emolientes y aromáticos mas ó menos espirituosos, según el estado de inflamación ó mortifi- cación que se presenta. También se le pueden hacer escarificaciones para dar salida á los líquidos estancados, con lo quai se disminuirá el volumen del brazo, y dará mas lugar para la extracción de los pies. Entre tanto se cuidará mantener las fuerzas de la paciente, no molestarla con tenerla en una situación incómoda , y con repetir tentativas infructuosas, y tal vez dañosas. Luego que cese el es- pasmo , si lo ha habido , ó quando el brazo se haya afloxado, se in- troducirá la mano para buscar los pies y hacer la extracción. El pecho metido por fuerza en la pelvis es el que ofrece la mayor dificultad para introducir la mano, y así es necesario levan- tarlo antes. Los que pretenden con Moriceau el reponer siempre el brazo, aconsejan el introducir la mano, hasta colocar el sobaco entre el dedo pulgar y el indicador, y empujar todo el tronco á un lado. Yo preferiré siempre la mano á los instrumentos, y así pro- curaré con ella aplicada al pecho, y teniendo el codo sobre la ro- dilla, hacer toda la fuerza posible para levantar la parte que se opon- ga á introducir la mano hasta los pies. Si de este modo no se consi- gue el intento, se puede buscar el otro brazo y traerlo á la pelvis, con lo quai se apartará un poco la parte del pecho que la tapaba, y se logrará el dexar algún hueco por donde pasar á buscar Jos pies y sacarlos. Quando de ningún modo se puede hacer la extracción; se puede seguir el dictamen de Plenck, que se reduce á hacer la operación cesárea si el feto está vivo, y á romper el pecho y vaciar las visceras si esta muerto. Del parto en que el feto presenta las dos manos. Quando las dos manos vienen delante de la cabeza se procurará detenerlas has- ta que esta se ponga delante. Si esto no se consigue, y las manos se adelantan al mismo tiempo que la cabeza , se dexará obrar á la naturaleza. Si la cabeza se detiene en la excavación de la pelvis ó en el estrecho inferior, se puede terminar el parto tirando de las manos hasta que se haga la fuerza en los hombros, en cuyo caso 184 PAR los brazos aplicados á los lados de la cabeza hacen el oficio del fór- ceps. De este modo saqué un feto que se presentaba en el estrecho inferior con las dos manos á los lados de la cara. La paciente hacia tiempo que estaba apopléctica, y á no haber ocurrido este acciden- te , es muy factible que la naturaleza hubiera terminado este parto. Si las dos manos se presentan solas, aun no hay necesidad de em- peñarse en reponerlas para ir á buscar los pies, pues los brazos del feto, y la mano del operador pueden pasar por donde pasa la ca- beza de un feto regular. No obstante, si al introducir la mano que corresponde al lado donde se hallan los pies , se pueden reponer sin violencia las dos ó una mano, se conducirán sobre el estrecho su- perior , y se pasará por los pies con las precauciones insinuadas. Del parto en que el feto presenta un pie y una mano. Esta po- sición se conocerá en las señales que caracterizan á cada una de es- tas partes. Conocida la posición , sin reponer la mano se irá á, bus- car el otro pie. Como puede haber dos criaturas, y ser de la una el píe, y de la otra la mano, se subirá la que se ha introducido to- do lo largo de la pierna y del muslo, cuyo pie está fuera, hasta llegar á la horcadura, y entonces se seguirá por el muslo hasta en- contrar el pie, para traerlo con el otro , y terminar por los dos el parto. Del modo de sacar el cuerpo separado de la cabeza. Este ac- cidente puede verificarse siempre que se tire de la cabeza con mas fuerza que la que el cuello es capaz de resistir sin perder su con- tinuidad. La maceracion del feto, el demasiado volumen de los hombros, la mala situación de estos, y la contracción espasmódica del orificio del útero sobre el cuello del feto son las disposiciones que dan motivo á que el tronco no siga á la cabeza que ya ha fran- .queado el camino, y á que esta se desuna de aquel, si se tira de ella con fuerza. Por tanto el mejor modo de precaver la separación será no hacer grandes fuerzas por la cabeza, sacar los brazos, ti- rar por los sobacos, situar bien los hombros, y calmar la constric- ción del orificio del útero , si la hay. Quando la cabeza se arranca y queda dentro el tronco, este puede hallarse todo sobre el estrecho superior, ó parte en la excavación de la pelvis. Si el tronco no ha entrado en la pelvis, lo mas pronto y seguro es buscar los pies, y sacar el feto por ellos. Puede suceder que el demasiado volumen del pecho ó del vientre , ó la excesiva contracción de la matriz no den lugar para llegar á los pies. En este caso se sacarán los brazos, ó se engancharán los sobacos,con los dedos, ó con los ganchos obtusos, y por ellos se tirará del resto del cuerpo. Si los brazos amenazan el separarse del tronco por estar macerados, se clavará un garfio por entre alguna de las primeras costillas. Los brazos y este garfio formarán una especie de fórceps PAR 185 de tres brazos, en cuyo medio se colocará la parte de cuello que haya quedado con el tronco, para que al tirar no se doble sobre el pecho, y aumente su volumen. En hallándose parte del tronco e»n la pelvis se ha de tentar el sacarlo por la parte que presenta. Para ello se enganchará por los sobacos con los dedos si llegan á ellos, y si no con dos ganchos ó dos asas, y se tirará con ellos alterna- tivamente hacia un lado y otro hasta sacar enteramente los brazos y el pecho. Del parto en que el feto presenta las nalgas. Esta posición no dexa de ser freqüente. Según el cálculo de Yacobs de cada cincuenta artos se verifica uno en esta posición; pero de estos cincuenta apenas abrá dos que necesiten de mas auxilios que en los que se presen- ta la cabeza. De aquí se sigue que este parto es pocas veces traba- joso. Por esta razón se han expuesto las señales, &c. en su lugar, indicando solamente las mutaciones que debe hacer el arte quando la naturaleza no puede executar las que ella nos ha enseñado que hace en este parto para que sea natural. El parto de nalgas puede ser trabajoso por la posición respecto del estrecho superior quando las partes de la generación caen ha- cia los lados de la pelvis, y respecto del estrecho inferior quando miran hacia el arco de los pubis ó hacia el sacro; porque en estas posiciones el mayor diámetro de las caderas corresponde al menor de los estrechos, por lo quai es necesario volverlas. Pero como esto es difícil estando mas arriba del estrecho superior, se prefiere en estos casos el ir á buscar los pies, que es mas pronto y mas se- guro si hay poco tiempo que se derramaron las aguas. Para hacer esta operación se introducirá la mano que corres- ponde ai lado donde se hallan las partes de la generación , cuidando el no introducir el dedo que va delante en la vulva del feto , si es hembra. Con la palma de la mano apoyada en la parte que se pre- senta, se levantarán un poco las nalgas, y se empujarán hacia el lado donde se halla la rabadilla. Hecho esto se buscarán los pies, los quales comunmente se encuentran cerca de las nalgas, si están Jas piernas dobladas. Alguna vez están extendidas ó menos dobla- das ; pero siempre se encuentran fácilmente siguiendo con la mano todo lo largo del muslo. En llegando á encontrar los pies se traerán los dos si es posible, y si no el uno, doblando la pierna sobre el muslo, y comprimiendo este sobre el vientre para que haya mas lugar de pasar la rodilla á la pelvis sin lastimar el feto ni á la ma- dre. Sacado un pie, se traerá igualmente el otro, y teniendo los dos fuera se tirará de ellos hasta que salga la parte del muslo que corresponde estando en extensión. Entonces se volverán por ellos las caderas, sí se conoce que guardan la mala situación en que se presentaban. La mejor situación de la parturiente para esta ma- TOMO VI. AA l 186 PAR niobra, es que. tenga el cuerpo inclinado sobre el lado por el que han de sacarse los pies. Quando la criatura tiene las partes de la ge- neración hacia el pubis, hacia el sacro, y se determina sacar los pies, poco importa el introducir una ú otra mano ; pero se procu- rará siempre levantar las nalgas, y empujarlas hacia la parte opues- ta á la que ha de dar paso á la mano para buscar los pies y sacar- los, lo quai se practicará como en el caso antecedente. Como el feto en esta posición presenta el mayor diámetro de las caderas á uno de los mayores de la pelvis, después de sacar un pie se puede tirar por él del cuerpo sin ir á buscar el otro, si hay dificultad en hallarlo , ayudando á la extracción con un dedo en- ganchado, en la ingle, en caso necesario. Siempre que el feto se halle con las nalgas encalladas en el estrecho superior, sin poder empujarlo hacia arriba, ni pasar los pies, se pasará á sacarlo do- blado como se halla, si la pelvis se considera capaz de dar paso después á la cabeza , porque en juzgando que esta no podrá salir es inútil sacar lo demás. Algunos se han servido para esta operación del fórceps, habiendo visto que uno lo aplicó en esta parte, cre- yendo lo hacia sobre la cabeza, y logró extraer por su medio el feto. Yo no dudo que esto pueda suceder; pero tengo por mas se- guro el pasar un lazo por las ingles, ó un gancho por cada una, y tirar por ellos de la criatura. Este cordón se puede pasar por la ingle con los dedos, doblándolo y apoyando en el doblez la punta del dedo indicador, con el quai se conducirá por el borde externo del pliegue de la ingle hasta el interno, por donde se asirá con el otro dedo indicador ó con un gancho, y se sacará fuera uno de los extremos. Este modo de sacar los lazos es bastante penoso, y solo se pue- de intentar por falta de una algalia de hombre, de un gancho con un agujero en la punta para pasar el cordón, ú de una sonda de ballena cubierta con una cinta. Con la algalia ó el gancho se pasa fácilmente el cordón metiéndolo por los agujeros , y pasando la punta del instrumento de un lado al otro por el doblez que forman los muslos. Luego que se considera la punta en el parage por don- de ha de salir el cordón ó la sonda flexible , se introduce la mano para sacarlo enganchado en alguno de los dedos. Pasado el cordón, se retira el gancho ó la algalia, quedando los extremos fuera , y for- mado el lazo. Para tirar del lazo sin lastimar á la paciente, se sujeta el cordón lo mas alto que se puede con dos dedos introducidos en la vagina ; los quales contendrán los cordones en la dirección del exe de la excavación , é impedirán el que rocen sobre las partes de la muger. Conviene también anudar los extremos del cordón para que no se deshaga el lazo , si por casualidad se desliza un ex- tremo. PAR 187 En llegando las nalgas á entrar en la pelvis ^se manejarán de modo que vayan dando la vuelta necesaria para que las caderas se presenten bien al estrecho inferior. Algunos quieren que se saquen las piernas luego que las nalgas salgan del estrecho inferior. Esta operación es arriesgada para el feto, y para la madre. Para el feto, porque es muy contingente el romperle las piernas , y para la ma- dre , porque no es posible introducir la mano , y sacar la pierna entera sin contundir alguna parte. Por tanto se tirará del tronco hasta que los pies salgan por sí, cuidando de ir dirigiendo el cuer- po para que los sobacos se presenten á los lados de la pelvis. En lo demás se procederá como se ha dicho en el parto de pies. Las nalgas después de pasar el estrecho superior pueden tam- bién detenerse en la excavación de la pelvis, ó en el estrecho in- ferior , ya sea por haberse adelantado mas un lado que el otro, ya por no haber dado la vuelta necesaria para presentarse bien , ó ya porque faltaron los dolores y las fuerzas á la parturiente, como su- cede comunmente quando el parto dura mucho tiempo. Esta con- tingencia se ha de tener presente para evitar el que las nalgas en- tren dentro de la pelvis , sacando antes la criatura por los píes, si se llega en tiempo. Aun quando las nalgas se hallen detenidas en el tercio superior de la excavación, será prudencia el intentar repo- nerlas, y sacar la criatura por los pies, quando su volumen y las pocas fuerzas de la parturiente hacen sospechar con fundamento que se le acaben antes de terminar por sí el parto. Quando la reposición no se puede conseguir sin mayor mo- lestia , se confortará con algún cordial á la paciente, y se esforzará á fin de que usando de todas sus fuerzas, salga del apuro en que se halla. Si en lugar de sostenerse las fuerzas , se observa que de- caen cada vez mas, sin que se adelante el parto, se terminará lue- go por medio de los dedos, de los lazos, o de los ganchos aplica- dos á las ingles como se ha dicho. La mala situación de las nalgas, respecto del estrecho inferior, pide el volverlas de modo que una de las caderas corresponda al arco de los pubis, y la otra á la hor- quilla. Para esto se introducirá la mano, se aplicará la palma sobre el ano, el dedo pulgar sobre la parte superior externa de un mus- lo, y los demás dedos sobre la misma parte del otro muslo. Con el dedo pulgar se empujará la cadera , sobre cuyo muslo está situa- do hacia el arco de los pubis ó hacia la horquilla, según la que se halle mas inmediata. Con los otros dedos se tirará de la otra cadera hacia la parte opuesta hasta situarla bien; entonces se dexará obrar la naturaleza, ó se terminará inmediatamente el parto con los de- dos ó los ganchos, según las circunstancias. Hemos expuesto el modo de tratar á las parturientes en los principales casos en que la criatura puede presentarse en una pos- 188 PAR tura preternatural, omitiendo otras muchas situaciones que se ha- llan descritas en los tratados de partos, que suelen suceder raras veces, pero sin embargo nosotros nos remitimos á dichas obras, pues en este artículo solo nos hemos propuesto presentar algunas ideas generales, y lo mas preciso de lo particular, que es lo que pertenece á un Diccionario, habiéndolo tomado del excelente tra- tado de partos de nuestro Navas, al que remitimos á nuestros lec- tores, y al de Ventura si se quieren instruir mas prolixamente en este ramo. Del régimen que deben observar las paridas. A las paridas se les ha de mudar la ropa quantas veces la tengan sucia, según se ha insinuado ya. (V. puerperio.) La quietud , el silencio , y la tranquilidad de ánimo son tan necesarias á las paridas, que por su defecto han perecido muchas. Por esta razón no con- viene el que entren á visitarla toda suerte de personas, pues á mas de la molestia en contestar solo á las preguntas ordinarias de políti- ca y crianza, pueden ofrecerse conversaciones que exciten algunas de las pasiones que alteren la buena disposición de la parida, á quien no daña menos la tristeza que la alegría , la cólera que el te- mor, ó qualquiera otra pasión violenta; y así se ha de evitar el darle ocasiones para que se entristezca, se enfade ó alegre dema- siado. La presencia de lo que ha dado á luz es la mayor satisfac- ción para una parida, y solo necesita de otra muger que la asista; á esta se debe imponer en el régimen que ha de guardar la paciente. El régimen de las paridas se reduce á los alimentos ,á la bebida, y á los medicamentos que pueden satisfacer á las indicaciones co- munes. Para arreglar el alimento se ha de atender á la constitución, al género de vida , y á la proporción de los posibles de la parida. A las mugeres endebles, poco exercitadas, bastará darles caldos, hasta que pase la calentura de la leche , y aun algunos dias después si no crian. A las robustas y exercitadas es menester darlas algún alimento sólido, aunque bien cocido y xugoso. Es un error creer que las gallinas de pluma negra son preferibles á las de qualquier otra para hacer el caldo, y darlas á comer á las paridas: lo que se ha de procurar es que sean jóvenes y sanas, porque así se digie- ren mejor. Otro error perjudicial es el que los caldos tengan mucha gordura, porque esta parte de los animales es la que tarda mas en digerirse, la que da menos xugo nutricio, y la que enranciándose causa la peor de las acrimonias. La gelatina de la carne es la que nutre, se digiere pronto, y repara brevemente las pérdidas. La gordura se precave en los caldos, quitándosela á las carnes antes de ponerlas á hervir, colando el caldo por un lienzo algo espeso, PAR 189 dexándolo enfriar, y sacando la tela de gordura que forma por en- cima , ó sacándola de la taza en que se va á dar el caldo, inclinán- dola hacia un lado, y soplando suavemente hacia el. Todos estos modos se pueden executar unos después de otros, y así el caldo será mucho mas nutritivo y fácil de digerir. Quando la parida no puede llevar el olor del caldo que tiene carnero, es indiferente ha- cerlo con vaca ó gallina, y solo no teniendo alguna de estas tres carnes , se hará con la de puerco , y de esta con la gorda que lla- man tocino. En estos apuros se pueden preferir las sopas con acey- te , las yemas de huevo disueltas en agua , ó los huevos pasados por la misma. La bebida ordinaria será el agua común alterada con un pedazo de pan tostado metido en ella, ó bien cocimiento de ce- bada , avena ó raiz de escorzonera. En algunos paises usan mucho el untar á las paridas el vientre con los aceytes que llaman de pa- ridas , para calmar los dolores que conocen con el nombre de en- tuertos. Esta práctica es una rutina que se debia desterrar, porque sí los entuertos vienen de las contracciones de la matriz para expe- ler los grumos de sangre que se han detenido, el calmar estos do- lores no se debe intentar quando no son excesivos, pues no se puede sin ellos arrojar los grumos detenidos, y aun quando sea ne- cesario moderarlos, se han de prevenir los narcóticos dados inte- riormente , y no los oleosos aplicados al exterior , porque estos se oponen á la retracción de los tegumentos que tocan, la quai se de- be promover no menos que la del útero. Lo que pide una atención particular es el estado de los lochíos. Esta evacuación varía tanto en la cantidad y duración como la menstruación ; ella se executa por las extremidades de los vasos ute- rinos que comunicaban con la placenta: por ella se desahogan los vasos que por haberse ensanchado y alargado durante el embarazo, contenían mayor cantidad de sangre; y así la cantidad y duración de los Iochios serán proporcionadas á la distensión que habían to- mado los vasos, y al tiempo que gastan en retraerse. Atendiendo á estos principios,, las paridas cuyo útero ha crecido mucho, deben dar mayor cantidad de lochíos , y su duración será tanto mayor, quanto el útero tarde mas en volverse á su estado natural antes del embarazo. Sí el útero siendo abultado se contrae pronto, los lo- chíos serán abundantes las primeras doce ó veinte y quatro horas, y después la cantidad será muy poca, aunque duren algún tiempo. Quando el útero no ha sido muy abultado, los lochíos deben ser menos, en mucha cantidad al principio si la retracción es pronta, y en poca los demás dias. Quando el útero no se contrae, la eva- cuación es continua y abundante, y en este caso se llama hemor- ragia consecutiva al parto. La sangre lochial no se distingue de la que circula en los vasos; i

esparcidas por el cuerpo , con súbito abatimiento de las funciones animales. A veces el mas intrépido é imperturbable, aun antes de sospe- 220 PES charse inficionado, cae abandonado en un mortal despecho, y en una tristeza profunda , y desde luego empieza á desenvolverse rá- pidamente la enfermedad: á veces la preceden un fastidio inexpli- cable , náuseas, vértigos y dolores en las piernas; y casi siempre se declara con calosfríos, dolores hacia el corazón, náuseas, vómitos y dolor de cabeza hacia la parte media del coronal ó vértigos, y aturdimiento, siguiéndose una calentura muy viva con calor pú- trido. La violencia del mal corresponde constantemente á la de los síntomas que le anuncian ; de suerte, que puede calcularse desde luego por la duración del frió, la violencia del dolor de cabeza y de los vómitos. En el mismo dia ó pasadas veinte y quatro horas, ó en el segun- do y tercero, y á veces mas tarde, sobreviene la erupción de bu- bones á las glándulas inguinales ó axilares, que otras veces es de parótidas ó tumores en el cuello capaces de terminar por la sufoca- ción del paciente , ó ya de anthraces y carbunclos esparcidos con variedad, acompañados freqüentemente délos bubones, y nacidos debaxo de estos; ó en fin, en vez de semejantes erupciones ó jun- tamente con ellas el cuerpo se cubre de pústulas elevadas con ru- bicundez en su base , y en el ápice un punto blanco, que en el es- pacio de pocas horas se vuelve negro: el tumor se extiende, y dis- minuyéndose la rubicundez se endurece en toda su circunferencia. No siempre se presentan estas erupciones: á veces solo apare- cen leves exantemas, que no hacen mas que levantar superficial- mente la piel, como las petequias, y el enfermo perece por lo co- mún á las veinte y quatro horas, ó á lo mas en dos. dias; mayor- mente si llegan á ponerse negras: á veces por fin no parece erup- ción alguna: no se observa mas que una suma debilidad, un extre- mo abatimiento, y el enfermo espira de improviso. El calosfrío, que decimos, precede á la fiebre, suele repetir dos dias consecutivos, seguido de un calor excesivo, y por lo co- mún el fin de la accesión es el de la vida. En unos el pulso es igual, manifiesto, freqüente, pero casi na- tural: en otros pequeño, débil, acelerado, desigual y obscuro. La respiración aunque se muestra en algunos natural, suele con mas freqüencia estar interrumpida de continuos y profundos suspiros. La lengua está árida, sin haber sed, rara vez negra , las mas blanca y cargada. Un médico que observó la peste en Levante, escribe, que en medio de este órgano se manifiesta una mancha de color vio- lado, con dos rayas blancas á lo largo de sus extremidades: señal á su parecer infalible. Los ojos vivos, centelleantes aun en el mayor grado de postra- ción, y las mirad'as furiosas f semejantes á las de los hidrófobos: to- do el semblante macilento', y en él pintada la consternación. PES Q21 Las orinas son naturales algunas veces, las mas tienen una pie- lecilla aceytosa, quai se advierte en las de los ptísícos; y solamen- te quando es violenta la calentura son rubicundas, y casi de color de sangre. Las deposiciones de vientre son ordinariamente biliosas y féti- das, quando no se precipita en una diarrea seroso-biliosa incorregi- ble. Si la disposición de la sangre pudiera contribuir directamente al conocimiento de la enfermedad, yo refiriera aquí el estado en que comunmente se presenta; pero nada demuestra mas que la des- composición y disolución secundaria de este humor, resultado de la atonía general del sistema; y quando hayamos reconocido los terribles efectos de debilidad que aparecen en el cuerpo, recono- ceremos las fatales conseqüencias de las evacuaciones de este gé- nero. Los enfermos en los primeros dias no exhalan mal olor; mas des- pués de algún tiempo comienza ya á percibirse un hedor desagra- dable que se comunica á todos los cuerpos que han servido á su uso, y aun á los muebles y al aposento, y que no se disipa en tan- to que no se hayan sumergido en agua hirviendo, expuesto por mucho tiempo al ayre, ó perfumado por los medios mas oportunos. Por evitar una enumeración prolixa baste proponer que los sín- tomas que acompañan á la enfermedad son los mismos que los de las fiebres nerviosas que denominamos tifos, con la diferencia de que en la peste son mucho mas violentos, crecen desde el primer ataque, y son consiguientes al primer calosfrío que le anuncia.Ta- les son el abatimiento, la anxiedad, las náuseas, los vómitos de bi- lis variamente degenerada,las lombrices, los dolores cardiacos, sín- cope , opresión, diarrea, hemorragia, convulsiones, terror al des- pertarse , afecciones soporosas, delirio, frenesí; de los quales los mas freqüentes y ordinarios son estos últimos, cuyo término es la muerte. Sería inútil examinar el estado particular de cada una de las funciones con arreglo á la presencia de algunos de estos sínto- tomas, ó á la reunión de todos, pudiendo reducirlos como á prin- cipios invariables, á la pérdida considerable de fuerzas en las fun-- ciones animales, que casi siempre se manifiesta desde el primer ins- tante de la enfermedad: al gran desorden en las funciones del cer- rebro : á una notable dificultad en la acción del corazón :á la gran- de atonía del sistema visceral y vascular, y á una suma tendencia á la putrefacción. De aquí podemos deducir el estado de mayor ó menor irregularidad en que deben hallarse todas las funciones; de aquí calcular los innumerables síntomas que es posible sobrevengan aun en el término mas breve de la enfermedad. A veces no sobreviene ninguno: la muerte acomete sin haber precedido fenómeno que la anuncie: en unos corre su espacio en 222 PES seis horas: en la mayor parte dura la enfermedad dos ó tres días. Las personas de un temperamento robusto y vigoroso son las mas expuestas á su invasión; perdona mas bien á las de una cons- titución delicada ó agoviada de la vejez, y á tes del sexo débil; pero quando acomete á estas, padecen juntamente un fluxo uteri- no, y las preñadas abortan y perecen. La gravedad de los síntomas descritos varía según los periodos de la peste, debiendo considerar en ella tres tiempos: el primero quando comienza á aparecer, y es menos grave: el segundo en que multiplicados los focos del contagio es por consiguiente mas formn dable; y el tercero en que disminuyéndose ya el número de aque- llos, va también perdiendo su vigor la enfermedad. Nada hablaré de la inspección de los cadáveres: ¿que nos po- drán manifestar acerca de la naturaleza del mal, ni de su causa? Nada en verdad: el impertinente indagador se fatiga combinando fenómenos, haciendo ilaciones tal vez absurdas sobre los que son meros productos de la destrucción y desorganización secundaría, encuentra las partes sólidas en un estado de molicie increíble, la masa humoral descompuesta, y deteniéndose en vano sobre aquella atmósfera de corrupción acaso encuentra su misma muerte. La peste, aunque una é inalterable en su naturaleza, no siem- pre presenta el mismo aspecto: le muda con relación á la variedad de los individuos que ataca; y así ofrece innumerables puntos de vista, que fuera de la diversidad de síntomas capaces de acompa- ñarla, es fácil que den origen á qüestiones inútiles ó hipótesis infun- dadas: por lo mismo pienso que sería infructuoso examinarla en todas aquellas diferencias accidentales; y que basta reconocer los caracteres legítimos que hemos propuesto, no en uno solo, sino en muchos enfermos, para descubrir su índole primitiva entre las mas confusas complicaciones. En vano los escritores multiplicando las contradicciones á medi- da que las teorías, y confundiendo las variedades independientes del genio de la enfermedad con sus fenómenos esenciales, han querido subdividir prodigiosamente sus géneros. ¿Que importa que en una parte los bubones la abriesen desde luego el paso, mientras en otras aparecían verdaderos carbunclos y exantemas? ¿Que con- duxese su presa con mas ó menos lentitud al sepulcro, ó que ofre- ciese á la vista algunos síntomas extraordinarios, si al fin no se ob- servaba ninguna mudanza en el carácter primitivo, sí se conserva- ba invariable y constante en sus determinados efectos ? Es verdad que con freqüencia se ha advertido su acción tan terrible, que sin llegarse á verificar erupción alguna, antes que los vasos pudiesen producir su reacción, los miserables infectos cesaban de existir; que otros mantenían oculto en su seno el veneno mortífero por espa- PES 223 cío de muchos días: que innumerables se hallaban repentinamente cargados de bubones, sin preceder señales de infección : muchos solo sentian entumecerse las parótidas, y en no pocos se manifesta- ba con simples hemorragias, producto de una disolución en toda la masa humoral, baxo cuyas aparentes diferencias dividieron indis- cretamente los autores las pestes en géneros establecidos sobre sín- tomas accidentales. Pero no debían menos exigir estas divisiones, las demás enfer- medades , que como esta afectan variedad de síntomas, según la varia disposición de los individuos: del mismo modo un estímulo catarral determina en un sugeto sus líquidos á la putrefacción, en otro*no pasa de amortiguar su sistema nervioso, y en ambos sus progresos son mas ó menos acelerados. La división mas natural es en mi concepto la que se deduce del estado de la peste ó de la vio- lencia de los síntomas, siquiera lleve su acción hacia las glándulas parótidas, ó la extienda á toda la serie vascular, ó no pase del principio de la vida, que destruye instantáneamente antes que pueda la naturaleza excitar su reacción con la calentura, puesto que la acción de la peste es en razón compuesta de la sensibilidad é irritabilidad; así en Corinto no es tan funesta, donde el escor- buto que allí reyna constantemente, disminuye en extremo Ja irri- tabilidad; así un cuerpo endurecido con los años no experimenta su furor, y la juventud floreciente es el grande objeto de sus es- tragos. Desechadas pues las diferencias tomadas de sus complicaciones, concluyamos que la peste se distingue especialmente por un con- tagio particular que siempre produce de repente la debilidad en el sistema nervioso, ó en las potencias motrices, y ocasiona una pu- trefacción notable: que fuera de sus caracteres legítimos y regula- res ninguno puede añadimos mas certidumbre: y que ellas bastan á distinguirla de una epidemia, cuyo carácter nativo se altera siem- pre, y cuya propagación es conseqüencia de una causa común, no del contagio. Peste, destrucción: estos dos términos suenan casi como sinó- nimos entre el vulgo, y ofrecen inmediatamente la idea de una en- fermedad peligrosísima. Este es el único pronóstico que yo hago ge- neralmente sobre ella, siendo quizá una prolixídad ridicula eí fixar á cada síntoma su presagio, y á cada estado la nota de su diversa terminación. Ninguno habrá tan peregrino en todo el pais de la Me- dicina , que investigando atentamente el mayor ó menor desorden en cada una de las funciones, y observando hasta qué grado se ha- lla atacado el principio de la vida, no pueda decidir con bastante certidumbre sobre la duración y sobre el éxito favorable, funesto ó dudoso. Sin incurrir en la extravagancia de aquellos que fixan su 224 PES gloria mas en parecer adivinos, que médicos, observemos en un golpe de vista el quadro de las principales épocas y países en que la peste ha dexado el sello de la destrucción sobre Ja tierra; y este brevísimo catálogo nos dará otras tantas pruebas de conveniencia para confirmar esta doctrina. Diferentes pasages de la Escritura acreditan que la peste se ha conocido desde la mas remota antigüedad entre los orientales; pero en Europa no se han sentido sus estragos hasta haber empezado el comercio en los pueblos de Asia y África. En la segunda guerra del Peloponeso cerca de 429 años antes de la era vulgar, pareció con todos sus caracteres por la vez primera ; y habiendo salido de la Etiopia (1) corrió el Egipto, la Libia, una parte de la Persia, la isla de Lemnos y otros parages. Algunos historiadores (2) hablan de su existencia posteriormente en otras regiones, como en Roma en tiempo de los reyes, en el principio de la república y durante el imperio, y en Marsella qua- renta y nueve años antes de la era vulgar;pero sin contar otras ra- zones poderosas Roma entonces no tenia comunicación con los paí- ses de la verdadera peste, ni hoy , á ser cierto , hubiera memoria de aquella dominadora del universo, pues existiendo la peste en- tonces como en el dia en el levante, debería haber sido mas que nunca ruinosa en unos pueblos que abismados en la barbarie é ig- norancia eran incapaces de tomar precaución alguna. La primera peste después de la era vulgar de que se puede te- ner alguna certeza es la de Marsella y demás ciudades de la Pro- venza en el año de 503 (3), que no se conoció exactamente hasta el de 588 (4), quando llevada allí en diversas mercaderías por na- vios españoles, asoló toda la comarca, y renació en 591 con el mis- mo furor. Enmudece la historia hasta el año 1347 , en que otra vez con- ducida á Marsella en una flota de la Italia produxo tanta mortan- dad , que únicamente quedó salva la tercera parte de los habitantes. De allí extendiéndose á toda la Francia en sola la ciudad de Aviñon arrebató en tres meses diez y siete mil personas, y repro- ducida por fin en 1374 y 1390, fueron asombrosos sus estragos: con arreglo á las noticias de ios historiadores de aquel tiempo la Provenza fué diez veces devastada por la peste en el espacio de cin- cuenta años en el siglo xiv, y propagándose á toda la Europa era ya al parecer su perpetua plaga. (j) (1) Tucidides, lib. i- cap. 47. (2) Dionis. Halicaroas. (í) AymoD , Historia Tit. Liv. (4) Greg. Turón, lib. 9. cap. 21. y 22. (5) Papón, Hist. de la Provenía, lib. 7. PES 225 Diez Veces se presentó después en Marsella desde el año 1476 hasta el de 1598 , en el quai fueron sus víctimas mas de quatro mil habitantes,.y esta es la época (1) en que se pensó por fin en esta- blecer lazaretos. En 1628 en la guerra de Italia por la sucesión al ducado de Mantua infestó el exército del Marques de Uxelles á la ciudad de León: de donde penetrando luego la infección en el Langüedoc, el Delfinado y la Provenza (2) duró quatro meses , y solamente en Digne, cuya población era de diez mil personas, pe- recieron siete mil y quinientas. Volvió á manifestarse pasados seis meses; pero sus efectos no fueron terribles, y los que antes la ha- bían padecido, esta vez no experimentaron ningún daño. De allí corrió á Aix en 1629, con tanta violencia, que devoró las dos terceras partes de sus moradores, sin distinción de sexo ni edad, ni clase, si bien hubo poca vigilancia en la policía, y mucha ignorancia en los médicos. (3) De Aix fué llevada en unos fardos de lana á Marsella en 1630, y la discordia que entonces reynaba en esta ciudad, la facilitó la entrada , y fomentó su actividad por espacio de dos meses, devo- rando cien vidas cada dia. De nuevo la asaltó en 1649, y después de seis meses de deso- lación , calmada por espacio de otros tantos, repitió todavía otros dos, por haberse abierto una casa que aun no estaba purificada de la infección. Apareció luego en Tolón en 1664, y se extendió hasta Cuers y Ollíoules; pero no serían sus estragos considerables, quando los historiadores de la Provenza apenas señalan este acontecimiento. Desde entonces se adoptaron quantas precauciones pudo dictar la prudencia, y ya la peste desapareció del mediodía de la Francia, hasta el año 1720, en que una embarcación que salió de Trípoli la traxo á Marsella. En un año arrebató de esta ciudad cerca de qua- renta mil hombres, y diez mil en su comarca. Propagándose no so- lo á la Baxa Provenza, sino también á las provincias confinantes, y principalmente al paso de Gevaudan, ni interrumpió su mortandad durante el invierno, ni perdonó á los que anteriormente la habían padecido. El total de la población en los lugares que asoló ascen- día á 24719899, de los quales perecieron 8 7^659. No me detengo á referir las demás pestes que han desolado otras diversas regiones de Europa, como Italia, Rusia, Alemania y aun parte de nuestra Es- paña , cuyas historias presentan el triste quadro de sus calamidades, porque en todas ellas hallamos una misma verdad: que casi siempre el comercio ha sido quien, juntamente con las riquezas, ha traido (1) Rufn, Hist. de Marsella. (2) Gassendi, lib. 9. (3) Papón, Hist. de la Provenza, tit, 4. lib. 13. y Gofredo, Historia de Marsella TOMO VI. ¥F 226 PES del levante semejantes desgracias; y esta conseqüencia basta para confirmarnos ahora la realidad del contagio , esto es, la comunica- ción del estado de un cuerpo enfermo con uno sano, por medio del contacto mediato ó inmediato. ^ Es cierto que por todas partes nos rodean un sin número de opiniones sobre los miasmas contagiosos; pero una infinidad de he- chos incontestables prueban su existencia. Vemos continuamente manifestarse de improviso la peste solo con abrir los fardos apesta- dos, conducidos en baxeles del oriente; al modo que también se verifica en las viruelas y la disenteria: vemos que alejándose de aquellos cuerpos, que destinados por algún tiempo al uso de los apestados se hicieron otros tantos focos del contagio, se ataja un torrente de males, que de otro modo se hubieran propagado con una rapidez incalculable: vemos á los que se han acercado al lecho de alguno de los desgraciados, ó por cumplir con los deberes de la amistad, ó por su ministerio, que vuelven á su domicilio con el germen de una enfermedad, cuyos progresos son rápidos y mortí- feros , y cuyo origen no puede encontrarse fuera del contagio. Quando examinemos los medios eficaces de atajar y precaver esta horrible plaga, cada una de las precauciones, cuya práctica se proponga por saludable, será un nuevo dato, una prueba inconcusa de que los cuerpos son los conductores de la peste, y el contacto es, por decirlo así, el excitador. Pero aun entre el confuso cúmulo de teorías perniciosas ima- ginadas para descubrir su origen, encuentro nuevos hechos que confirman mí aserción. El ayre no goza de otro mayor influxo que los demás principios predisponentes, que con impropiedad deno- minamos causas: sus qualidades físicas precisamente se alteran reci- biendo en sí exhalaciones extrañas; y perdiendo su elasticidad y gra- vedad tal vez dispone nuestra organización á las impresiones del contagio. Esto es lo único que yo concederé á los que ocupados en comentar é interpretar el sentido de los médicos griegos, de quienes la peste no fué bien conocida, á mas de multiplicará su arbitrio las enfermedades pestilenciales, y confundir con la verda- dera las epidémicas, y aun las simplemente esporádicas, pretendieron hallar en el agua, en el ayre, en los alimentos, en los frutos, en la bilis, en la sangre, en las pasiones, lo que un marinero habría des- cubierto en un fardo de lana: y ¿que aplicación pudiera hacerse de Ja influencia de estos principios en los brutos, en quienes el ayre es el único agente capaz de modificar por su continua acción el esta- do de su economía? ¿Que libres de innumerables causas áque for- zosamente nosotros estamos expuestos, y privados de aquella mul- tiplicidad de condiciones, de preocupaciones y de leyes , que tan- to influyen en nuestro carácter fisico y moral, deberían presentar siempre en su mecanismo los mismos efectos de una misma causa? Pero ¿como, sin reconocer en el ayre un vehículo, un semina- rio del veneno, puede explicarse la rapidez con que se difunde, y aquella actividad mortífera que en pocas horas sepulta setenta mil hombres del exército de David? ¿Como todas las enfermedades reynantes se amortiguan á la presencia de la peste, ó se revisten de su genio; así como las pústulas y las úlceras adquieren un carácter pestilencial? ¿Como independientemente del ayre, ó de las otras disposiciones ó principios procatárticos explicaremos su cesación espontánea, quando acaso había subido al mas alto grado? ¡Qües- tiones en verdad extravagantes de las que tanto han perjudicado á la física animal, y á todos los conocimientos humanos! Yo no debo responder sino proponiendo otras en coutrario. ¿-Por que desde el momento que la razón ¡lustrada procura impedir generalmente el contacto, cesa la destrucción en su misma carrera? ¿Como las mer- caderías inficionadas pierden su propiedad nociva, exponiéndolas cierto tiempo al ayre? En estos hechos igualmente ciertos, en la análisis y combinación de todos los fenómenos, es donde debe bus- carse el verdadero sistema de la razón y la naturaleza. En efecto, si en nuestra imaginación pintamos la triste escena de una ciudad apestada, si atendemos al desorden universal , y si añadimos el que produce el descuido ó la condescendencia , ha- llamos causas suficientes para que el continuo contacto haga en un instante desaparecer de la haz de la tierra muchos millares de hom- bres, y convierta la ciudad mas populosa en un yermo horroroso cubierto de cadáveres. Pero cese el comercio inmediato, cese la comunicación ; el contagio cesará en el momento: así mientras este era terrible en Esmirna, en Kasílari, población vecina, no se ad- virtió el menor de sus efectos: así los que encerrados en sus do- micilios durante la tempestad no reciben nada de fuera , ó quando salen no se acercan á nadie mas que á distancia de doce ó quince pies, triunfan al fin de su furor. El ayre respirado de un infecto, su transpiración , sus deyec- ciones , ó los hálitos pútridos de un cadáver no ofenden á cierta distancia en Esmirna donde no tienen cementerios fuera de la ciu- dad, se sepultan los apestados dentro de los hospitales, ó en algún campo vecino, y los que habitan en las inmediaciones respiran una atmósfera incómoda y desagradable al olfato, pero jamas experi- mentan funestas resultas. Parece pues probable que gravitando los miasmas pestíferos á la parte inferior, ocuparán el espacio del gas carbónico; que este acaso será su verdadero depósito, y que poco movibles por su pe- sadez formarán una atmósfera muy pequeña al derredor de un apestado. 228, PES El ayre entre tanto, como otros líquidos, lejos de ser susceptible de infección, comienza á ahogar lentamente en la inmensidad de su masa los efluvios pestilenciales; la tierra las absorve al mismo tiempo' en su seno, y el magistrado vigilante verifica al fin su total exter- minio. No por eso atribuiré sucesos felices á la práctica adoptada por algunos médicos en una peste de León de abrir las sepulturas,' y mucho menos me adelantaré á recomendarla; pero sí citaré este hecho como una prueba constante de que el estado de la atmósfe- ra nada contribuye directamente á los progresos de la peste. Así que debe concluirse que ninguna de las cosas dichas no na- turales la producen sin el concurso de un veneno traído de las regiones cálidas por el comercio con sus moradores: que el Egipto á Jo que parece, su cuna y manantial perenne, es el único pais donde puede considerarse como endémica , donde puede haber un gran foco de miasmas pestíferos capaz de infestar una multitud in- numerable independientemente del contagio: que es muy pequeña la atmósfera puramente pestilencial que rodea el infecto: que los vapores pútridos son mas bien que los pestíferos los que pueden ex- tenderse sin padecer descomposición: que los cuerpos porosos, co- mo laní, algodón, atraen y alvergan á estos en sí mismos, mientras los metales y las piedras los desechan : que en fin aislado allí el ene- migo solo en el contacto halla medio, de desarrollar su poder, y producir horribles estragos, y que sus fuerzas se determinan por las circunstancias que entonces encuentra en los cuerpos que ata- ca, las quales nos contentaremos con suponerlas faltando datos cier- tos para sujetarlas á la ley del cálculo, y- no habiendo lugar á conjeturas. ¿De donde se origina este azote tremendo del linage humano? ¿quai es su naturaleza y esencia? Quizá llegará un dia feliz, que ya no debemos mirar muy remoto, en que la Química, la grande émula de la naturaleza, encuentre recompensadas sus labores sobre este objeto. Hasta hoy , es cierto, las indagaciones no han pasado de ofrecernos un término vago é indefinido, de que jamas puede resultar una idea clara y distinta, como del nombre Azootico, con que los médicos de Filadelfia presumen injustamente haber defini- do el virus contagioso; pero entre tanto tampoco nos juzguemos privados de la posibilidad de conocerle, ni de los auxilios de ex- terminarle. Todavía cubre un velo, y quizá cubrirá eternamente á la naturaleza del virus venéreo; sin embargo está en nuestras ma- nos el instrumento poderoso para destruirle. Detengámonos pues ahora en exponer, aunque en compendio, todas Jas precauciones generales y particulares que deben tomarse contra tan atroz enemigo; precauciones en que la política debe ser dependiente del arte saludable, y que pueden considerarse con PES 229 relación á los médicos, á los magistrados, y á los particulares en general. Obligaciones de los médicos. El médico filósofo, y el verdadero práctico merecerían la abo- minación de todos sus semejantes, si en el momento en que mas los necesitan los abandonasen á una suerte desgraciada. Por tanto la presencia de espíritu, la serenidad y el lenguage consolador y per- suasivo pueden contarse por sus primeros objetos, si han de cum- plir con los deberes sagrados de la humanidad y la beneficencia. Si es cierto que la freqüencia de los carbunclos, la alteración de los que en otro tiempo padecieron la peste, ó la sensación de prurito en los parages donde se manifestó la erupción, faltando otros justos motivos de sospecha, anuncian la existencia de la en- fermedad en un pueblo; deben inmediatamente avisar al magistra- do, darle continuamente parte de las enfermedades que observan y sus efectos, y consultar entre sí sobre su carácter, variedades y método curativo mas oportuno , cuidando de no pronunciar ni aun el nombre de peste entre el vulgo, y excitar un terror en todo caso funesto, y disculpando sus precauciones con el título vago de ser la enfermedad contagiosa. Rodeados siempre por su minis- terio de infinitos conductores de la infección, cuidarán de res- guardar su cuerpo con trages de telas propias para repeler ó no recibir los miasmas pestilenciales, quales serán el calzado cubierto de pez, y un sobretodo y guantes de ule; de evitar la absorción lavándose con freqüencia principalmente Ja boca , y aun poniendo delante de ella un lienzo empapado en vinagre, usar de los estor- nutatorios y sialógogos, y de las cautelas que todos los demás re- lativamente á las circunstancias. Quantas adopte la superioridad para defensa de la salud públi- ca , han de ser dictadas por ellos; y así los de mérito mas distin- guido han de dedicarse únicamente á este cargo harto penoso. Es forzoso que condesciendan mientras no se traspasen las le- yes de la razón en quanto á los innumerables preservativos famo- sos entre la plebe alucinada ; pero de ningún modo han de tolerar el uso de las grandes hogueras, que bien lejos de extinguir el vi- rus pestífero, consumen el oxígeno , y privan á la vida de su pri- mer sustento. Los médicos siempre presentes en el centro de la desolación no han de trastornar sus mismos designios, acercándose á los que se encuentran aun salvos, y deben exigir quanto conduzca á su com- pleta execucion del magistrado. Pasemos á examinar las obligacio- nes que este debe llenar sostenido del poder y la justicia. 230 PES Deberes de los magistrados. Su primer cuidado en tan grave materia ha de ser dirigirse por médicos sabios, para no exponer los infelices habitantes á los er- rores de la temeridad y la impericia, y luego que se hallen sufi- cientemente ilustrados, deben comenzar á poner en práctica todas las precauciones necesarias para el método siguiente. i.° Comuniquen al gobierno su situación á fin de que se adop- ten quantos medios conduzcan al complemento de sus ¡deas: y á los pueblos circunvecinos para que cuiden de precaverse sin inter- rumpir el comercio y conducción de provisiones necesarias á la subsistencia de su población. 2.0 En las plazas marítimas se observarán rigorosamente las quarentenas, que para las personas serán suficientes de quince dias; pero para las mercaderías de doble tiempo, no permitiendo luego su introducción , hasta que por mucho tiempo se hayan ventilado al ayre libre, y fumigado competentemente. 3.0 Después de haber hecho salir de la población á todos los mendigos, y permitiéndolo á todas las personas inútiles sin llevar mueble alguno, se cercará á distancia como de media legua con tropas que impidan absolutamente el paso á los que quieran salir; y si alguno sin embargo escapase, debe ser castigado con el rigor de las leyes. 4.0 En las avenidas de los caminos principales se formará un re- cinto vallado, donde entrarán los vendedores, con otra barrera ^para los compradores á distancia de diez pasos. En el intervalo ha- brá tinajas llenas de agua hirviendo y vinagre para desinficionar el dinero (si es que los metales los necesitan), las cartas y otros ense- res. Del mismo modo en las plazas marítimas se guarnecerán las costas para no dexar acercarse á ningún buque; y las compras y ventas de pescados se harán también dentro de un vallado doble. 5.0 Todas las tiendas de géneros de primera necesidad, y aun las de otras clases, se mantendrán abiertas, poniendo delante una barrera para los compradores; pero se prohibirá vender en las ca- lles , y comprar á vendedores desconocidos y ambulantes, y sq cerrarán hasta estar desinficionadas después de la total cesación de la peste las tiendas de los revendedores de muebles usados. Las ar- tes y oficios continuarán sus trabajos á excepción de los de lana, cotón , lino , estopa, &c. cuyos materiales se entregarán pronta- mente en la oficina destinada á la desinfección. Los obreros perma- necerán dia y noche en casa de sus maestros; la entrada de los ta- lleres se defenderá también con una valla, y un proveedor público les llevará las provisiones necesarias. Así ocupada la multitud olvi- PES 231 dará algún tanto las desventuras que la amenazan , se evitará la confusión y el terror, y se cerrará la entrada al hambre y á la mi- seria. 6.° Se prohibirán las idas y venidas inútiles al pueblo; los gran- des concursos en los lugares públicos, y aun en las casas, y el culto divino se celebrará en las plazas, señalando á cada una , y en hora fixa un cierto número de familias. 7.0 Se destinarán tres sitios apartados de las habitaciones para un Lazareto, una casa de convalecencia, y para la quarentena, que lejos de asemejarse á nuestros hospitales, en que el contagio se aumentaría prodigiosamente , han de componerse de barracas de madera ó tiendas de campaña , aparejadas con aseo, y en disposi- ción de que tengan una ventilación continua. Allí se conducirán sin detención todos los que se hallen contagiados, quedando á guardar la quarentena los demás de su familia. 8.° El lugar de la quarentena se dividirá en tres partes que no tengan comunicación: una para los que salen de la casa de conva- lecencia, otra para las personas sanas, pero sospechosas; y la ter- cera para la desinfección de los muebles y vestidos de estos; dán- doles á costa del público otros muebles, libres de infección, igual- mente que á los que tuvieren los vestidos andrajosos por su indigen- cia , y á todos los destinados á un servicio activo, con condición de tenerlos aseados, y lavarlos con freqüencia. 9.0 En las calles, ademas de observar escrupulosamente la ma- yor limpieza, se procurará en todas mantener corrientes de agua. io.° Siendo probable que los perros y gatos puedan por medio de sus lanas comunicar el contagio , fuera lo mas seguro llevarlos á morir á una legua de distancia en toda la circunferencia, y enter- rarlos separadamente en todo este espacio. n.° Quando la peste no se ha sufocado en su nacimiento, y por todas partes va derramando sus desastres, la muchedumbre de los muertos, y los muebles de los apestados son los que mas ocu- pan la vigilancia del magistrado para que la servidumbre de estos objetos no perjudique, ni al público, ni á los hombres útiles en se- mejante destino. Por tanto deben ser los enterradores los condenados á penas públicas , ó en su defecto los ya heridos del contagio, ó en fin los sanos, y de estos principalmente los que en otro tiempo su- frieron la peste, sí acaso esta circunstancia puede á lo menos redi- mir una sola vida. Manejarán los cadáveres con largas tenazas, cu- yas extremidades estén guarnecidas de metal, y los conducirán en carretoncillos cerrados, y cubiertas las varas de hoja de lata al lu- gar de las sepulturas, que serán grandes fosos distantes de la po- blación, de doce pies lo menos de profundidad, y cubiertos de cal viva. Estas operaciones se harán de noche, y con el mayor silen- 232 PES ció , prohibiendo entre tanto el mas leve aparato de pompa funeral. 12.0 Las mismas precauciones convienen para el transporte de los muebles, que apenas lleguen al lugar destinado á la desinfec- ción, se fumigarán y quedarán luego expuestos á una ventilación libre hasta la total cesación de las enfermedades. Los que de algún modo hubieren tocado á los muebles del muerto sin el intermedio de las tenazas, guardarán quarentena , como también todas las per- sonas que habitan con él, y la casa quedará señalada y empareda- da la puerta. 13.0 Puesto que no es verisimil que el virus pestilencial esté oculto en el cuerpo humano por espacio de diez á quince dias; y que si dura mucho tiempo la calamidad , es una barbarie inútil tener encerradas un gran número de personas, que hasta entonces salvas del estrago universal, sumidas en el terror y la desconfianza están mas fáciles á traspasar la ley; se deberá permitir la salida á todos los que sean inútiles en el sitio infestado baxo condición de presentar una certificación de los facultativos y comisario de su quartel, legalizada competentemente: en virtud de la quai pasarán una quarentena de treinta dias, y confirmado así el estado de su salud, saldrán con otra certificación , donde se especifiquen sus señas , las precauciones que con ellos se han tomado, y el inventa- rio de los muebles y efectos que lleven. Llegados al vallado sería útil despojarlos de todos sus vestidos á pesar de la desinfección an- terior, darles otros traídos de fuera, bañarlos, y no permitirles llevar consigo mas que cosas de metal, que antes se sumergirán en vinagre. Hecho esto, los comisionados de aquel registro Jes darán otra certificación conforme eon las primeras, y libertad para ir adonde quisieren. Así es como precaviendo por todos los medios posibles el conr tacto faltaría el pábulo á la peste, y desaparecería en el momento. Calmada en fin , y desvanecida la calamidad, todavía la pro- videncia de los magistrados ha de velar para precaver nuevos de- sastres en su reproducción. Deben continuar con las mismas caute- las, hasta verificar la desinfección general de todos los muebles, géneros, mercancías, casas y animales, y hasta que la experiencia de cierto tiempo haya asegurado la cesación de la peste. Por lo que hace á saumerios y perfumes deben proscribirse los de arsénico, del sublimado y del antimonio, propios para excitar una enfermedad casi tan cruel como la que con ellos se intenta re- batir , y únicamente recomiendo la acción del agua hirviendo, del vinagre, del gas ácido muriático simple ú oxigenado, la pólvo- ra , &c. (V. el artículo desinfección.) Antes de concluir este artículo concerniente á los deberes del magistrado, parece oportuno responder á esta qüestion: ¿quando PES 233 pueden considerar acabada la peste? Dos opiniones reynan entre el pueblo, y aun entre los médicos, nacidas de preocupaciones absur- das. La una es que al modo que se dice sucede en levante, debe cesar en uno de los solsticios ó en los equinoccios: la otra consiste en creer que durante la peste no reyna ninguna otra enfermedad, y por tanto la presencia de estas es anuncio de la cesación de aque- lla. Yo no me atrevo á dar una señal invariable y fixa: me conten- to con aconsejar á los magistrados que sin dexarse deslumhrar de vanas razones, ni del silencio temporal de la peste, ni de la ciega confianza del pueblo, no decidan de su exterminio, en tanto que las certificaciones de los profesores no confirmen por mucho tiem- po una salud constante, y verificada la desinfección general, estén seguros de que ya no existe ningún foco de contagio. Precauciones que deben tomar los particulares. Los médicos y los magistrados deberían repetir incesantemente al pueblo esta verdad: que los que se ven obligados á permanecer en los lugares inficionados pueden preservarse del contagio, evi- tando todo contacto con las demás personas ó con sus efectos, y que para esto basta una corta distancia, siempre que al mismo tiempo no haya alguna corriente de ayre que pueda comunicarles los vapores que se elevan de los enfermos, ó de sus efectos sin des- componerse. Según este principio los particulares que no tienen enfermos en sus casas, deben evitar todas las causas de enfermar, que podrían ponerles en estado de necesitar del auxilio ageno: estar siempre limpios, mudarse con freqüencia la ropa interior, tener pocos asis- tentes en su servidumbre, y respirar á menudo un ayre puro y fresco en los jardines, en las ventanas altas y en los terrados. Los que forzosamente tienen una próxima comunicación cori los enfermos sepan que nunca se halla el cuerpo del hombre mas susceptible de contagio , que quando ciertas circunstancias le dis- ponen á su acción, ó concurren á excitarla, y estas regularmente son determinadas por el desarreglo en los alimentos y la bebida, la indigestión, el hambre, el exceso en los placeres de Venus, el frió y el calor en un grado considerable, las grandes fatigas, la falta de limpieza, toda evacuación excesiva, el terror y el uso intem- pestivo de algunos remedios tenidos falsamente por preservativos. Estas y las demás causas debilitantes evitarán cuidadosamente los asistentes de los enfermos, y todos los que tengan alguna co- municación con ellos: usando con moderación del vino y demás alimentos, renovando el ayre de los aposentos fumigándolos, man- teniéndolos en un buen temple, y adoptando las mismas cautela» tomo vi. gg 234 PES que señalamos á los médicos acerca de los vestidos, y del cuidado de mudarlos con freqüencia, y purificarlos, de lavarse y aun fro- tarse con nieve, en fin, de observar en todo un aseo que toque en el extremo de nimiedad. Quando se aconseja desterrar el temor, no se pretende inducir una confianza temeraria. Es verdad que deben apartarse de la ima- ginación todos los objetos melancólicos, presentarla imágenes agra- dables, y distraerla con los encantos de la música ; pero siempre debe ponerse suma atención en no abandonarse incautamente al peligro. Si por necesidad hubiese que entrar en la habitación de al- gún apestado, deben prepararse de las mismas cautelas que sus asistentes, y permanecer en ella el menor tiempo posible. Debiendo también huir el encuentro y contacto de qualquier persona en las calles, conviene llevar bastones largos para desviar á los que caminando precipitadamente , ó por inadvertencia, pue- dan ocasionar un contacto inmediato. Si á pesar de todas las precauciones llegasen á percibir alguna alteración aunque leve en sus funciones, un emético, y algunas dosis de quina son los auxilios mas poderosos para restablecer el so- siego y la salud. En efecto , si es cierto que un sudor moderado ha realizado en infinitas ocasiones una curación perfecta, si es indudable que casi todos los contagios obran las mas veces en el estómago, y que el primer producto del de Ja peste es Ja debilidad, estos dos reme- dios con preferencia á los demás ofrecen en sí una virtud segura para preservarse. En nuestros dias se han recomendado con entusiasmo y aclama- ción las friegas de aceyte como preservativo, y como remedio; no dudo que en ciertas circunstancias puedan ser eficaces; pero nada me atrevo á decidir, y remito á mis lectores á los prácti- cos que desde la mas remota antigüedad han hablado de su uso, como puede verse en las adiciones á la obra del Dr. Rush sobre la fiebre amarilla, traducida al castellano. Yo no me cansaré de clamar contra una plaga perniciosísima de auxilios inventados por los que mas bien parecen enemigos de la humanidad que sus curadores. Las sangrías, los purgantes, las es- carificaciones ; he aquí unos medios eficaces para recibir el conta- gio, ya por la debilidad que ocasionan, ya por el estado de rela- xacion y absorción que inducen. En quanto á los demás que se en- cuentran recomendados en innumerables autores, no seré tan atre- vido para condenarlos; mas tampoco me detendré en referirlos con- vencido de la inutilidad de la mayor parte , y de que la fama de sus virtudes ha nacido del capricho mas que de la verdadera ex- periencia* Entre ellos por fortuna se cuentan algunos virus específicos, aunque sin haberse todavía confirmado su propiedad preservativa con la observación de muchos hechos ; solo hay uno de que debo hablar, cuya eficacia está acreditada por una larga serie de expe- riencias. Tal es el virus varioloso (si es lícito fomentar un conta- gio para desvanecer otro). Esta proposición que quizá parecerá aventurada por carecer de pruebas de pura razón, está apoyada en la observación de varios profesores, (i) Siempre que las viruelas y la peste han concurrido juntamente , por muy asoladora que esta fuese, se ha resuelto feliz- mente, y jamas se ha visto morir uno en semejantes circunstancias. En levante se ha observado que desapareció de improviso sobrevi- niendo una epidemia de viruelas: quando rey naba en Sicilia ape- nas morían dos cada dia en Palermo, donde se difundía un conta- gio varioloso, mientras en Mecina quedaban desiertos los quarteles, en el palacio Adriano, en que no hay la vigésima parte de la po- lacion de Palermo, espiraban cada dia diez ó doce víctimas. Los que ya habían padecido aquella enfermedad infantil sentian úni- camente algunos dolores hacia el vientre y la región lumbar: en aquellos en quienes se desenvolvía el virus varioloso, los exantemas eran de un carácter benigno, y muchos habiendo comenzado á ma- nifestárseles síntomas de la peste, cesaban estos de repente , y se verificaba la erupción variolosa tan favorable, que sin dificultad sa- naban al tercero dia. Parece que se hacia una combinación de am- bos virus, y que en ella recíprocamente casi se neutralizaban. Se ha agitado igualmente la qüestion de si la vacuna podría pre- servar de la peste; las ¡deas sobre este punto son hasta ahora esté- riles ; pero siendo su acción tan inocente, deberían continuarse los experimentos en beneficio del género humano, y gloria del arte saludable. Si una loable curiosidad dispusiera la vacunación general en los pueblos donde se teme el contagio pestífero; sí en los ya inficiona- dos se aplicara el virus vacuno, y usarán de él como un seguro pre- servativo los sanos, la observación exacta de sus resultados nos fa- cilitaría el calcular con rigor matemático su utilidad, y quando tal no fuera, gozaban de las ventajas que la práctica de la vacuna- ción ofrece sobre las viruelas. Entre tanto yo uno mis deseos con los de todos los amigos de la humanidad relativamente á este obje- to. Pasemos al método curativo. Han sido muy freqüentes entre muchos profesores obcecados las qüestiones sobre la utilidad de las sangrías, de los purgan- tes , de los sudoríferos, de los alexifarmacos. Jamas la evacuación l U) Valí, Gioab, Luigiel Padre. 236 PE S de sangre puede ser tolerable, quando ni la naturaleza del estímu- lo, ni la enfermedad , ni sus síntomas la exigen. Los purgantes mas suaves solamente estarían indicados en caso de una cacoquilia in- testinal; pero siempre su acción es debilitante, y siempre dexan in- tacta la grande congestión de saburra biliosa que ocupa el estóma- go y los hipocondrios desde la primera invasión del contagio. Los sudoríferos son remedios ineficaces recomendados por algunos ato- mistas que suponen falsamente ser volátiles los miasmas pestilencia- les; y su administración por poco continuada que sea ha de debili- tar precisamente : el nombre vago de alexifarmacos , parto de la ru- tina, comprehende todo el fárrago de medicamentos que se ha pre- tendido hallar como específicos, sin conocer la esencia del estímu- lo, ni observar sus efectos sensibles en el cuerpo. El principio vital es atacado violentamente por un contagio de naturaleza desconocida, pero de una propiedad amortiguadora: to- do el sistema nervioso cae en un estado de debilidad considera- ble : las fuerzas vitales se apagan: los líquidos secundariamente ex- perimentan una degeneración pútrida, y en todos los síntomas no se descubre mas que aquella primera acción sobre la vida. He aquí los fundamentos de todas las indicaciones en que nada resta qué añadir al plan heroyco de medicamentos tónicos, estimulantes y an- tipútridos, establecido en la curación de los tifos, fuera de la ma- yor diligencia en administrarlos respecto de su dosis y su energía. Atendiendo á los dos órdenes de síntomas que se presentan unos puramente nerviosos, efectos de la acción primitiva del contagio: otros secundarios en la masa de los humores, resultados de la pri- mera afección de los sólidos, quai es la disolución pútrida: pode- mos distinguir estos dos estados nervioso y pútrido para proponer el método curativo , sin olvidarnos de que el primero es el objeto principal, es por decirlo así, la enfermedad misma. Así que comenzando por el plan dietético, el alimento debe ser en cortísima cantidad , de substancias nada propensas á la fermen- tación pútrida, como la fresa, la grosella, las cremas de avena y cebada, con preferencia á los caldos animales; pero si la necesidad los pone en uso sean despojados de su gordura , y con algunas go- tas del ácido de limón. Cada vez que se dé alimento que puede , fixarse de quatro en quatro horas, será también útil dar una cortí- sima dosis de vino común ó generoso. Para bebida ordinaria el agua común fría, y acidulada suavemente es en todo preferible á todos í Jos cocimientos y apócemas que la misma naturaleza repugna. Desde la primera invasión debe prescribirse el emético, y en t especial la raíz de hipecacuana por su propiedad tónica y astrin- gente en pequeñas dosis. Este remedio, excitando inmediatamente el estómago, propaga su acción á todo el sistema, y en todos los PES 237 puntos de la periferia reanima las oscilaciones de los vasos, limpia y prepara el órgano donde han de emplear sus virtudes los medi- camentos, y si fuera útil la evacuación de sudor, él mismo mo- viendo los líquidos desde el centro á la circunferencia en todas di- recciones le excitaría , no en fuerza de una relajación nociva , sino renovando las oscilaciones lánguidas del sistema vascular. A veces el contagio extinguió casi la vitalidad. Entonces los remedios infructuosos, sin poder exercer sus propiedades medica- mentosas , obran solo por las leyes físicas propias de las substancias inertes, y será un empeño inútil el adelantarse á administrarlos. Conviene pues estimular prontamente , y nada puede ser mas opor- tuno que aplicar un gran vexigatorio al epigastrio, y propinar in- teriormente algunas gotas de álcali volátil en el agua de yerba bue- na. Con paz se ha dicho de los que se estremecen al oir pronun- ciar estos nombres, y excusan su ignorancia con el fútil temor de irritar. Eso es lo que yo pretendo irritar, esto es, reanimar la vida apagada , excitar sus principales fuerzas la sensibilidad é irritabi- lidad , sin las quales no puede obrar ningún medicamento. Excitada así la vitalidad, puede ya administrarse el emético, y en seguida los tónicos mas poderosos que conocemos; tales son la quina, la raiz de serpentaria virginiana ó de valeriana, la cascari- lla , &c. con el alcanfor ó el almizcle, cuyas dosis pueden arre- glarse añadiendo á cada dos ó tres dragmas de quina medio escrú- pulo de la raiz de serpentaria, y tres ó quatro granos de alcanfor, repitiéndolo sin interrupción de quatro en quatro horas. Si todavía se advierte la gran pérdida de sensibilidad, puede unirse á la quina ó cascarilla la mostaza molida , remedio que es un estimulante directo del estómago, y por cuya utilidad respondo lo mismo que sobre el uso del álcali , y la aplicación del vexigatorio al epigastrio. Si el caso exige la administración prontísima de los tónicos, no ha de retardarle la saburra de primeras vías: quando no hubiera tiempo para repetir el emético , es fácil añadir á aquellos un pur- gante que de ningún modo pueda debilitar , formando por exem- plo una conserva con la quina, el crémor de tártaro y el oximiel simple , que ademas son correctivos de la putrefacción. Durante la carrera de la enfermedad es menester mantener siempre las fuerzas de la vida en un grado de energía correspon- diente , para que los medicamentos puedan aumentar el tono hasta el perfecto equilibrio, que este debe guardar con ellas en el estado de salud. De aquí es que con relación á la postración, y pérdida de sensibilidad é irritabilidad , conviene aplicar continuamente es- tímulos pasageros, que las reanimen, á todos los puntos donde haya un acumulo de ellas. Todos los órganos, todos los sentidos deben ser estimulados alternativamente según que sean mas ó me- 238 PES nos susceptibles de estímulo. La salmuera en la boca, la luz , la música, los esternutatorios, los sinapismos y las cantáridas puestas en distintas partes son otros tantos remedios excitantes poderosos. Lo son igualmente los eméticos en dosis nauseabundas, no ya co- mo evacuantes , sino como estimulantes del estómago, y aun de todo el sistema, las lavativas de vino emético turbio, y las calas irritantes. A veces en el principio creciendo la sensibilidad , y la irritabi- lidad en razón directa ele la debilidad , aparece un exceso de ac- ción , que los sequaces visionarios de Ja diátesis inflamatoria con- funden con el aumento de tono; pero una triste experiencia les ofrece la verdad de aquel hecho. Muy presto se consumen aque- llas fuerzas, les suceden la insensibilidad, la inercia y la muerte. Entonces la aplicación de estímulos debe ser muy moderada, unir los calmantes corroborantes como el alcanfor en dosis de ocho ó nueve granos con los tónicos directos, y administrarlos en forma líquida, para que de otro modo no estimulen con su volumen y peso mecánico sin poder tocar en todos los puntos de la cavidad fiel estómago. Según la violencia del estímulo pestilencial corre la enfermedad sus periodos mas ó menos lentamente, y tal vez el principio, el incremento, y el estado son tres instantes que se suceden en rapi- dez. Qualquiera que sea su carrera no es tolerable la indolencia en la administración de los remedios, y el conocimiento de su grave- dad será la medida exacta para no incurrir en un descuido funesto, ni precipitarse sin orden á acumular medicamentos que mutua- mente inutilicen sus propiedades respectivas, y agraven á la misma naturaleza. Este plan curativo me conduce á encontrar el único específico contra la peste en el aumento del tono vital, cuya energía sola puede expeler ó neutralizar su estímulo. Casi nada resta que añadir relativo al estado de putrefacción. Esta siempre es una conseqüencia de la debilidad primitiva, que se extiende al sistema vascular, y se presenta mas ó menos pronto según la varia disposición de los individuos; sin embargo suele lle- gar á un grado considerable que exija auxilios directos, y por esta razón debe atajarse inmediatamente administrándolos desde sus pri- meros anuncios. Es bien conocida á este fin la utilidad de los ácidos; pero no todos convienen en su elección , ni en el justo término de su dosis. La experiencia recomienda particularmente los ácidos minerales, y en dosis de un escrúpulo del ácido sulfúrico para cada libra de agua. También es útilísimo dar siempre en ios caldos seis ú ocho gotas para no interrumpir su acción, que es fuerza se muestre len- PES 239 lamente, y para corregir la tendencia á la putrefacción de aquel alimento. Toda la bebida debe ser fría; y por todos los medios se debe procurar la aplicación del frío actual en quanto el estado de los nervios lo permita. Así sería provechoso substituir los sorbetes áci- dos á las otras substancias alimenticias, refrescar la atmósfera par- ticular del aposento ademas de renovarla, y aplicar los paños de agua de nieve , ó de la misma nieve al vientre, y por último re- curso el baño frió. Con este método, y con la cautela de no ex- cederse hasta aumentar Ja debilidad, pueden impedirse enteramen- te los progresos de la putrefacción, si ya por circunstancias inevi- tables no bastaron los eméticos para evacuar todo el foco de ella, ni la quina y los otros remedios anti-séptícos para contenerla. Los bubones, las petequias, los carbunclos y anthraces que aparecen según la constitución del paciente son otros tantos sínto- mas de la enfermedad, que no pueden desvanecerse sin el auxilio del plan interior ya propuesto; y nunca se ha verificado la crisis por semejantes erupciones. Su carácter concurre con las demás se- ñales á manifestar el estado de vigor ó decadencia en toda la eco- nomía ; y así el color de las petequias rubicundo, lívido ó negro, el dolor é inflamación , y la gangrena en los bubones y carbunclos señalan diversos grados de languidez en las fuerzas vitales, y de putrefacción en los humores. Quando las glándulas comienzan á doler y entumecerse, pue- den entonces aplicarse fomentos y cataplasmas emolientes que con- duzcan á la supuración ; pero quando están los bubones indolentes y floxos, deben usarse los emplastos estimulantes, y aun el mismo vexigatorio para excitar la vida apagada en aquella parte. En tocando al punto de maduración , conviene manifestarlos y tratarlos como unos abscesos, continuando, aunque ya la enfer- medad primitiva se haya disipado, con el plan interior de medica- mentos corroborantes. El carbunclo que constantemente es un afecto gangrenoso pu- ramente sintomático, tampoco exige remedios tópicos. Todos acon- sejan las incisiones, y todos convienen en que la separación de la escara es obra de la naturaleza, y efecto del aumento del tono vital. Por tanto , quando esta circunstancia anuncie la separación, entonces podrán emplearse las escarificaciones ó los cauterios como verdaderos estimulantes, ó las cataplasmas irritantes, 6 los fomen- tos del cocimiento de la quina ó del escordio , mientras se forme la úlcera , que ademas de los auxilios quirúrgicos exige el uso inte- rior de los medicamentos anti-sépticos. La imagen de un desorden inhumano que tal vez reyna en los hospitales en tiempo de la peste, me obliga á hacer mención de un 240 P E T síntoma nervioso que puede anticiparse á la misma muerte para arrebatar muchas víctimas al sepulcro. Las freqüentes lipotimias, y Jas asfixias han sacrificado á la barbarie de los enterradores algu- nos á quienes quizá la salud aguardaba en el término de la enfer- medad. Por esta razón clamo á los médicos que no decidan acele- radamente de la muerte de un enfermo; clamo á los magistrados que prohiban el dar sepultura á ninguno, cuya muerte no sea real y verdadera. ¿A que enumerar nuevamente cada uno de los síntomas, que no presentando un carácter distinto del de la enfermedad, me pre- cisaría á entrar en {discusiones impertinentes sobre los diversos mé- todos curativos que han establecido con freqüencia la preocupa- ción y la rutina? Baste haber expuesto las verdaderas indicaciones, haber elegido para satisfacerlas el régimen que dicta la misma natu- raleza, y haber seguido en toda mi doctrina las leyes de una sana Pathologia. PETHEQUIAS. (Med. Práct.) Manchas encarnadas ó purpú- reas semejantes á las picaduras de pulgas que se manifiestan en la piel en las calenturas pútridas, y en esto se distinguen de los exan- temas , voz general que comprehende las de todas especies ; en español se han llamado pintas, tabardete y tarbadillo. (V. el ariU Culo CALENTURA. PÚTRIDA.) PETIT. (Pedro) Médico de Paris, su patria, miembro de la academia de Padua, murió en el año de 1687 , á los 70 de edad, cultivó la poesía latina, y su talento en este género no era sino mediano, aunque sin embargo que el abate Nicasio le pone entre jos siete mejores poetas que componían la pleyada latina de París. La colección de sus versos se publicó en el año de 1683 en 8.° Su poema intitulado Codrus sin duda es digno de aprecio por la elevación de las ¡deas, la elección y elegancia de la expresión; se puede dar el mismo elogio á su poema de la Cinomagia ó del casamiento del filósofo Crates con Hiparchia; también tenemos de él un poema sobre la brújula, ademas de estos versos tenemos de él diferentes obras en prosa escritas con pureza: i.° tres tratados de Física: el i.° del movimiento de los animales, año de 1660 en 8.°: el 2.0 de las lágrimas, año de 1661 en 8.°; y el 3.0 de la luz, año de 1663 y 1664 en 4.0: 2.0 dos obras demedicina, délas qua- les la una se intitula: Homeri Nepentes seu de Helena Medica- mento, luctum, animique omnem agriludinem abolente, en Utrech año de 1689 en 8.°, y el otro un Comentario sobre los tres primeros libros de Areteo año de 1726 en 4.0: 3.0 un tratado de las Amazo- nas en latín año de 1687 en 8.° , en francés año de 1718 , dos to- mos en 8.°: 4.0 otro de la Sibila, año de 1686 en 8.°: j.° un to- mo de Observaciones varias, año de 1683 en 8.° D. H, PET 241 petit. (Juan Luis) Cirujano, nació en Paris en el año de 1674 de una familia honrada , manifestó desde su niñez mucha viva- cidad de espíritu , y penetración poco común. Littre , célebre ana- tómico, vivía en la casa de su padre. El joven Petít se aprovechó en su juventud de sus luces. Las disecaciones, lejos de asustarle, le divertían. Un día se le halló en un granero, donde creyó hallarse á cubierto de toda sorpresa, destrozando un conejo que habia co- gido , con el designio de imitar lo que habia visto hacer al diestro anatómico su maestro: el joven discípulo hizo progresos tan rápi- dos, que apenas tenia doce años quando su maestro le confió el cuidado de su anfiteatro; aprendió después la Cirugía baxo la di- rección de Castel y Mareschal, y fué recibido de maestro en el año de 1700. Su nombre se hizo célebre en los países extrangeros. Fué llamado en el año de 1726 por el Rey de Polonia, y en el de 1734 por Don Fernando, después Rey de España, restableció la salud de estos Príncipes , quienes ofrecieron grandes ventajas si aceptaba quedarse con ellos, pero prefirió su patria á todo. Fué recibido en la academia de las Ciencias en el año de 1715 , y llegó á ser Director de la Academia Real de Cirugía. Este hombre hábil murió en Paris en el año de 1750, á los 77 de edad , después de haber inventado instrumentos nuevos para la perfección de la Ci- rugía, hizo honor á esta facultad por las qualidades morales. Hay de él i.° una Cirugía publicada en el año de 1774 por M. Lesne en tres tomos en 8.°: 2.0 un excelente tratado sobre las enferme- dades de los huesos: la mejor ediciones la del año de 1723 en dos tomos en 12.0: 3.0 muchas disertaciones sabías en las memo- rias de la academia de las Ciencias, y en el primer tomo de las me- morias de la Cirugía : 4.0 excelentes consultas sobre las enfermeda- des venéreas que M. Fabre ha introducido en su tratado sobre es- tas enfermedades. Todas estas obras manifiestan que conocía con tanta perfección la teoría de la Cirugía como la práctica. D. H. PETRÓLEO. (Mat. Méd.) Esta sustancia singular corre en el seno de ¡atierra al través de las hendiduras de las rocas: casi todos los países la producen. Es una substancia líquida, tenaz , inflama- ble , de un color pardo negruzco, y algunas veces pardo roxizo, y también roxo, ó verde mas ó menos intenso. Estos colores de- ben necesariamente variar á lo infinito por las innumerables modi- ficaciones que experimenta este betún en el seno de la tierra, y así se encuentran algunos de color dorado, ó de violeta ; su olor es unas veces fuerte , y otras agradable , se difunde á lo lejos y á los alrededores de los pozos que lo contienen. Pretenden que el aceyte de petróleo conviene con particularidad para la destrucción de las ascárides vermiculares. En algunos parages del Egipto lo usan los charlatanes para combatir la tenia, y se asegura que con- tomo vi. hh 242 PIE siguen curas maravillosas. Es muy activa esta substancia, y por lo mismo no se debe administrar sino por gotas desde dos hasta seis: algunos médicos ordenan fricciones en el abdomen. PETROSO, (hueso) (Anat.) Se llama así también el hueso tem- poral (V. este artículo.) Hay varias partes de este hueso que se lla- man petrosas, como la apófise petrosa , los senos petrosos , &c. PEZ. (V. RESINAS.) PIAMATER. (Anat.) Se da este nombre á una de las mem- branas del cerebro que es delgada y transparente, la quai viste in- mediatamente, y en todas sus partes al cerebro, cerebelo, á la médula oblongata y á la espinal, introduciéndose no solo en todas sus circunvoluciones, en quienes forma un doblez manifiesto, sino deslizándose también por muchos parages hasta dentro de las cavi- dades del cerebro, mayormente debaxo de la parte posterior del cuerpo calloso, para entapizarlas y dar origen á los plexos coroi- des. Hemos dicho ya que esta membrana estaba unida á la aragnoi- dea {V. este artículo.) por medio de un texido celular, el quai se prolonga entre los dobleces de la piamater que se meten entre Jas circunvoluciones del cerebro, donde aloja las arterias y venas de diferentes partes de esta viscera, y donde estos vasos se dividen al infinito, de modo que la substancia propia del cerebro no recibe mas que ramificaciones extremamente finas. Sin embargo muchos han creído que entraban en él ramos considerables de arterias, apo- yándose en los puntos roxos, que se ven en su substancia quando se acaba de cortar, y en la resistencia que los vasos esparcidos por ella oponen algunas veces á los instrumentos de que nos servimos para cortarla. Pero las magníficas preparaciones que Ruyschio y Albino han hecho de la piamater, destruyen esta opinión: pues en la cara interna de esta membrana se ve un número prodigioso de vasos finísimos á modo de vello, y lo mismo se observa en los su- getos en que la piamater se desprende con facilidad, y dexa des- nuda la substancia del cerebro; de suerte que la disposición referi- da de los vasos del cerebro es la que se distingue esencialmente de los otros órganos secretorios, en los quales los troncos sanguíneos se introducen y ramifican por su substancia interior. Así la princi- pal utilidad de la piamater parece que es afirmar la blandísima en- traña que contiene , suministrarle vasos por todas partes , ordenar- los y sostenerlos. Los experimentos hechos hasta aquí no han podido demostrar, ni nervios, ni sentido en la piamater; pues aplicando la manteca de antimonio, ú otros venenos á esta membrana desnuda, no han dado los animales muestra alguna de dolor. La piamater envuelve, como la duramater y la aragnoidea , la médula espinal en toda su longitud , y está estrechamente unida á ella anterior y posteriormente; mas por uno y otro lado la ata á la PIE 243 duramater un ligamento delgado, brillante , y destituido de vasos como la membrana aragnoidea, pero mucho mas consistente que esta , al quai se da el nombre de ligamento dentellado por razón de los dientes que tiene. Empieza este ligamento con un filamento delgado , asido á la duramater del cráneo, detras y un poco enci- ma de la entrada de las arterias vertebrales en esta cavidad , de manera que su primer diente se halla entre los nervios linguales medios y los suboccipítales. Do aquí sigue delgado por arriba y mas ancho por abaxo, fixándose á todo lo largo de la parte lateral de la piamater y de la membrana aragnoidea entre los hacecillos ante- rior y posterior de los nervios espinabs, y produce varios dientes triangulares desiguales, que rematan en uno ó dos filamentos del- gados con que se atan fuertemente á la cara interna de la durama- ter que se extiende por el conducto del espinazo. El último dien- te , que puede llamarse la cola de este ligamento, da fin en la duo- décima vértebra dorsal un poco antes de la terminación de la mé- dula del espinazo. Sirve este ligamento para sostener dicha médula , y precaver los malos efectos que podrían producir los sacudimientos á que es- tá expuesta en diferentes movimientos del cuerpo. En el parage en que se termina la médula espinal, la prolongación de la piamater se angosta y degenera en un ligamento bastante delgado y cilin- drico , que encierra á modo de vayna la extremidad de la arteria espinal anteríor, con la quai baxa en medio de los nervios que for- man Ja cola de caballo, y atraviesa por último el extremo cónico de la duramater en la parte inferior del hueso sacro, para ir á fi- xarse en la cara posterior del coxis ó rabadilla. B. PIE. (Anat.) Se da este nombre á la parte del cuerpo que cons- tituye una de las que componen las extremidades inferiores (V. es- queleto.) En el píe , ademas de los huesos que le forman que se han descrito en sus respectivos artículos, de los vasos, nervios, li- gamentos y tegumentos que le cubren, executa varios movimientos con el auxilio de varios músculos que en general se llaman ó perte- necen al pie , y son: r.° tibial anterior. Se ata á la parte anterior, superior y externa de la tibia, á los dos tercios superiores de la ca- ra externa de este hueso desde su borde anterior hasta el externo, y á la parte anterior é inferior de la superficie interna del primer hueso cuneiforme, y á la parte interna de la tuberosidad de la ba- sa del primer hueso del metatarso. Sus usos son levantar la punta del pie hacia la pierna, y volver al mismo tiempo la planta del pie hacia dentro. 2.0 Peroneo anterior. 3.0 Peroneo lateral largo, 4.0 Peroneo lateral corto. (V. peroneo.) 5.0 Gemelos. (V. este ar- tículo.) 6.° Scleo. Se ata á la parte posterior de la cabeza del pero- né, al quarto superior de su cara posterior., á la línea obliqüa de 244 P1E la parte superior y posterior de la tibia, á lo largo del borde inter- no de este mismo hueso, y á la tuberosidad del calcáneo. Usos. Los mismos que los de los gemelos. 7.0 Plantar. Se atan á la parte posterior del cóndilo externo del fémur , y á la parte posterior interna, y un poco superior del calcáneo. Usos. Tiene los mis- mos que el soleo, y los gemelos. 8.° Tibialpoíttrior. Se ata á la cara posterior de la tibia desde junto la articulación de esta con el peroné hasta cerca de dos pulgadas mas abaxo, al lado del peroné que mira á la tibia desde su extremidad superior hasta mas de dos tercios de su longitud , á la cara posterior del ligamento interóseo, y á la tuberosidad del hueso navicular, y á las desigualdades infe- riores y anteriores de la parte interna de la primera cuña. Usos. Ex- tiende el píe y le dobla un poco hacía atrás , y vuelve la planta del pie hacia la parte interna y posterior. B. PIEDRA HEMAT1TIS. (Mat. Méd,) Esta substancia es pe- sada, ferruginosa, igual en lo exterior, é interiormente fibrosa, y viene á ser una mina de hierro que se halla aislada , siendo tam- bién semejante en sus usos , así es tónica , estimulante , abstringen- te en dosis de doce granos hasta un escrúpulo. La famosa prepara- ción de las flores de piedra hematitis participan algún tanto de la sal ammoniaco; pero la pierden con la loción, y son absoluta- mente semejantes á las flores marciales; se administran en dosis de diez, doce, quince y veinte granos; finalmente para no detener- nos mas en tratar de esta substancia , pueden hacerse con ella las mismas preparaciones que con el hierro, y sus propiedades son ab- solutamente análogas. Vogel la recomienda para contener las he- morragias, dada con prudencia y en corta dosis, y para las úlceras en ambas después de preparada oportunamente. El vulgo está en el error de que para contener las hemorragias basta tenerla en la mano. PIEDRA INFERNAL. (V. N1TRATE DE PLATA.) PIEDRA L1P1Z. (V. SULFATE DE COBRE.) PIEL. (Anat.) Se da este nombre al tegumento común mas externo, el quai es una membrana de grueso desigual, capaz de extensión y contracción. Consta la piel de partes esenciales que constituyen su estructura; y de otras accidentales que ni siempre ni en todos los parages de ella se encuentran. Las primeras las divi- den comunmente los anatómicos en quatro , de las quales la mas in- terna se llama cutis, la segunda cuerpo mamilar, la tercera cuerpo reticular ó mucoso , y la quarta epidermis ó cutícula , (T^. todos es- tos artículos) aunque realmente no son mas que dos, es á saber cutís y cutícula; porque el cuerpo mamilar es parte del cutis, co- mo el cuerpo mucoso lo es de la epidermis. Las partes accidenta- les de la piel son los pelos, las uñas, y las glándulas mocosas ó se- báceas. (V, estos artículos.) PIL 245 PIERNA. (Anat.) Se llama así la tercera parte de las extremi- dades inferiores que en el esqueleto se compone de dos huesos , lla- mados tibia y peroné , los quales se hallan revestidos en el cadá- ver de varios músculos y ligamentos, hallándose ademas varios va- sos y nervios cubiertos todos por los tegumentos comunes. Los músculos que mueven la pierna son varios. i.° Recto del muslo. Se ata á la cara externa de la espina anterior é inferior del ileon , á Ja arte superior y posterior del borde de la cavidad cotiloidea, y al orde superior de la rotula y á su ligamento propio. Sus usos son extender la pierna quando está doblada. 2.° Tríceps femoral. Se ata la porción media á la parte inferior de la línea obliqüa anterior que forma el límite del cuello del fémur , y á la cara anterior de este hueso. La porción externa á la parte inferior y anterior del gran trocánter, á la rama que baxa de esta apófisis á la línea áspera , á todo lo largo del labio externo de esta línea y de la que baxa al cóndilo externo del fémur. La porción interna á la rama que baxa del pequeño trocánter á la línea áspera, á todo el labio interno de esta línea y de la que va al cóndilo interno. Todas juntas á toda la margen superior externa é interna de la rótula, y á la parte anterior y á la interna de ¡a cabeza de la tibia, y al ligamento propio de la ró- tula. Sus usos son extender la pierna quando está doblada. 3.0 Bi- ceps femoral. Se ata su porción larga á la parte posterior , inferior y externa de la tuberosidad del ischion. Su porción corta cerca de Ja mitad del fémur entre los dos bordes de la línea áspera ; y am- bos al lado externo de la cabeza del peroné. Sus usos son doblar la pierna, y quando está doblada vuelve la punta del pie hacia afue- ra. 4.0 Semitendinoso. Se ata á la parte inferior, posterior y exter- na de la tuberosidad del ischion en el intersticio de sus dos bordes, y á la parte superior, anterior é interna de la cresta de la tibia á poca distancia de su tuberosidad. Sus usos son doblar la pierna , y quando está doblada vuelve la punta del pie de fuera adentro. J.° Semimembrañoso. Se ata entre los dos bordes de la tuberosidad del ischion , y á las desigualdades de la parte superior de la tube- rosidad ó cóndilo interno de la tibia. Sus usos son los mismos que los del semitendinoso. 6.° Delgado del muslo. (V. este artículo.) 7.0 Sartorio. Se ata á la cara externa y borde inferior de la espina anterior y superior del hueso ileon, á la escotadura que separa es- ta espina de la inferior, y al lado interno de la tibia desde su tube- rosidad hasta mas de una pulgada mas abaxo. Sus usos son doblar la pierna arrimando su extremidad inferior á la pierna del lado opuesto como para cruzarla. 8.° Poplíteo. Se ata á la parte inferior del cóndilo externo del fémur , y á la parte superior y posterior de la tibia, principalmente á su borde interno hasta la línea obliqüa. Sus usos son doblada la rodilla volver la punta del pie hacía den- 24Ó PIL tro. Parece que contribuye á la flexión de la pierna aun que poco. B. PILDORAS. (Mat. Méd.) Las pildoras son los remedios pre- parados en muchos globulillos pequeños y consistentes envueltos con pan ds oro 6 plata, ó bien revueltos con los polvos de regaliz para que los pacientes puedan tragarlos con mas facilidad , y sin percibir el sabor desagradable de sus ingredientes. Las pildoras son oficinales ó magistrales, división que ya hemos explicado tratando de la forma de otros medicamentos. Apenas hay uno que no pueda prescribirse en pildoras á excepción de los éteres ú otras substan- cias volátiles, pues el único inconveniente que á las veces pudiera ocurrir es el gran número de pildoras que sería necesario hacer para ciertos remedios en la debida cantidad. Ademas de la delica- deza de los enfermos hay otro motivo muy poderoso para preferir esta forma á otras muchas; por exemplo, quando se quiere evitar que obren antes sensiblemente con sus fuerzas físicas que con las medicamentosas. Así en un estómago demasiado irritable , y que no puede soportar el peso mecánico de las substancias que se introdu- cen en él, ó quando en uua diarrea , en una hidropesía, &c. se procura no llenarle de líquidos capaces por sola su forma de au- mentar la enfermedad , es mas ventajosa la de las pildoras. Las pildoras magistrales que se hallan en nuestra farmacopea son las siguientes. Pildoras opiadas de raiz de cinoglosa. Tómese de raiz de ci- noglosa pulverizada dos onzas, de extracto aqüoso de opio tres dragmas, de azafrán pulverizado cinco, y de castores seis: méz- clese, y con nueve dragmas de xarabe simple hágase la masa que se expone al ayre hasta secarse. Se administran estas pildoras desde la dosis de seis granos hasta la de un escrúpulo. Pildoras mercuriales. Tómese de mercurio puro dos onzas, apagúese en un mortero de piedra con dos onzas y media de miel, y añádase onza y media de polvos de regaliz : la dosis es de tres- granos hasta un escrúpulo. Pildoras edimburgenses. Tómese de mercurio purificado y de miel selecta una onza de cada cosa, tritúrense juntas en un morte- ro de mármol, añadiendo después de miga de pan blanco y tierno dos onzas. Se da de estas pildoras hasta medio escrúpulo. Pildoras escilíticas ammoniacales. Tómese de jabón blanco dos dragmas y un escrúpulo, de goma ammoniaco pulverizada una dragma, de scila pulverizada y de resina de copaiva un escrúpulo de cada cosa; hágase masa, &c. La dosis es hasta nueve granos. Pildoras tartáreas de Bontio. Tómese de aloes succotrino seis dragmas, de goma ammoniaco tres, y de sulfate de potasa una; mézclese, y hágase masa para pildoras con miel depurada. Se dan en dosis de un escrúpulo hasta una dragma. PIM 247 Pildoras benedictas. Tómese de aloes succotrino media onza, de hojas de sen de España dos dragmas, de asa fétida, mirra y gálbano, de cada cosa una dragma, de sulfate de hierro purísimo seis, de azafrán y macias media , de aceyte de succino quarenta gotas, y de xorabe de artemisia la cantidad suficiente para formar ciento y sesenta pildoras, de las quales se dan quatro en cada toma. Pildoras de aloes compuestas. Tómese de aloes succotrino dos onzas, de coloquintidas preparadas seis dragmas y media, de esca- monea selecta media onza, de raíz de jalapa y de sulfate de Mag- nesia , de cada cosa diez dragmas. De estas pildoras pueden darse hasta dos escrúpulos. Pildoras de goma ammoniaco balsámicas. Tómese de milpiés preparados seis dragmas, de goma ammoniaco tres, de ácido ben- zoico sublimado quatro escrúpulos, de azafrán y bálsamo del Perú negro de cada cosa un escrúpulo, y de aceyte de trementina su- blimado la cantidad suficiente para formar pildoras, cuya dosis va- ría según las diversas circunstancias en que se administran. PILORO. (Anat.) Esta voz en su genuina significación quiere decir portero, pero los anatómicos la aplican para nombrar el ori- ficio inferior del estómago ( V. este artículo.) PIMIENTA. (Mat. Méd.) Es una especia ó aroma estimada en todos tiempos, y en todos los países, como una de las sustancias mas aptas para sazonar los alimentos: los antiguos distinguían tres especies de ella, la negra , la blanca , y la larga, aunque esta no debe confundirse con las demás, porque nace de una planta dife- rente. La pimienta negra ó redonda es una semilla seca, de figura es- férica, revestida de una corteza rugosa, negra ó parda, es acre, fuerte, y estimula vivamente la boca y la garganta. Quitando la corteza 6 cascara de la pimienta negra, queda la blanca, lo quai se consigue poniéndola á macerar en agua del mar, y así se vuelve mas dulce y mejor para el uso común. La pimienta larga es un fruto desecado antes de llegar á su ma- durez , largo, cilindrico y acanalado obliquamente como en línea espiral, con varios tubérculos: aplicada á la lengua produce una impresión no muy pronta, pero permanente. La pimienta de África ó de Guinea es redonda semejante á los cañamones, y se distingue con el nombre de malagueta. Se conocen ademas otras del Brasil y de la Jamayca , mas grue- sas que la común , y cuyo sabor acre-aromático es muy parecido al del clavo. En general la pimienta no es t^n estimulante como el clavo , y conviene á las personas débiles de estómago y flatulentas, y se prefiere la que está simplemente machacada , á la que está re- ducida á polvo muy fino, para que obre con meaos actividad en el 243 PIQ estómago. A mas de ser un buen condimento, puede administrar- se como un medicamento excitante en el tifo , combinándolo con otros remedios. PIMPINELA. (Mat. Méd.) Esta planta se halla en las monta- ñas y colinas, en los parages áridos é incultos, y en los prados. Su raiz es muy acre, se usa como tónica, resolutiva, sudorífera, en in- fusión , en extracto ó en polvos ; por consiguiente conviene en la dispepsia nerviosa, en el asma húmedo, y en las hidropesías. Algu- nos le atribuyen la propiedad de aumentar la leche en las nodri- zas, y otros la tienen por un remedio eficaz contra la rabia; pero semejantes opiniones carecen del fundamento de la experiencia : por lo demás sus hojas pasan por vulnerarías y tónicas. PINEAL. (Anat.) Adjetivo con que se nombra todo lo que. parezca una pina, por lo que se llama así la glándula pineal del cerebro. (V. este artículo.) PINGUEDO. Es lo mismo que gordura. (V. este artículo.) PINTOR. (Pedro) (Biog.) Valenciano, de la servidumbre del Papa Alexandro VI. escribió una obra con este título: Aggregator sententiirum Doctorum omnium de praservatione etjcuratione pes- tilentia. Roma, 1499. fol. PINZAS. (Cir.) Instrumento que sirve mucho para la cura de las heridas, úlceras y fístulas, para introducir en ellas las piezas de aparato que no pueden introducirse con los dedos; para quitarlas quando es menester, y aun para sacar de ellas los cuerpos extra- ños. Hay varias clases de pinzas, pero las mas usadas son las que llaman de anillo , que son bastante conocidas, por lo que omitimos su descripción. P1QUER. (Andrés.) Natural del lugar de Fornoles en el rey no de Aragón , nació el año de 1711, estudió la gramática en Fresr neda, pueblo del mismo reyno de Aragón; después pasó á Valencia á estudiar la Filosofía al cuidado y dirección de su hermano Don Cosme que se hallaba yaexerciendo la Medicina en aquella ciudad: después que concluyó los tres cursos de Filosofía principió el estudio de la Medicina , graduándose de Doctor luego que concluyó su carrera, entregándose después con mucho anhelo al estudio de los autores antiguos y modernos de aquel tiempo, á las Lenguas y aun á las Matemáticas. En las varias oposiciones que hizo y en otras ocasio- nes trataba siempre de introducir el buen gusto, dando áconocer las ideas de los autores modernos y extrangeros^ Para conseguirlo me- jor compuso una obra que publicó con el título: Medicina vetus et nova, &c. Valencia, 1735» un tomo en 8.° Causó bastante sen- sación al ver que á la edad de veinte y tres años publicó este jo- ven una obra que mereció muchos elogios de toda la nación. La academia médica de Madrid, luego que tuvo noticia de este escrito, PIQ 249 le envió el título de Académico Honorario en el año de 1739. En el año de 1742 fué nombrado Catedrático de Anatomía de aquella Universidad en conseqüencia de una lucidísima oposición que hizo, cuya Cátedra regentó con general aplauso y aceptación, la misma que tenia en el exercicio práctico de la Medicina. En 174$ publicó un tomo que intituló Física moderna nacional y experi- mental, y sin duda quiso el autor escribir un tomo segundo , pues puso en este volumen tomo primero. Salieron varias críticas de esta obra, y respondió Piquer rebatiendo con mucha prudencia á los contrarios, y vertiendo una inmensa erudición. Después escri- bió una Lógica que se publicó en Valencia en 1747, un tomo en 4.0 Continuando este hombre laborioso en las tareas literarias publicó en 17 ji un tratado de calenturas , un tomo en 4.0 Va- lencia. Piquer fué llamado á la Corte de orden de S. M., nombrándo- le Médico de Cámara supernumerario. La Universidad de Valencia en esta ocasión le jubiló con todos los honores, dispensándole los años que le faltaban por el estatuto para lograr esta preeminencia. Después fué nombrado Protomédico del Real Protomedicato , y después Vicepresidente de la Real Academia Médica de Madrid, en cuyo cuerpo literario brillaron sus luces y talento literario, le- yendo varias disertaciones latinas, y despachando informes que ha- rán siempre respetable la memoria de Piquer. Este sabio Profesor fué varias veces llamado á la Corte para la asistencia de la Reyna y demás personas Reales, escargándole los Monarcas estas y otras honrosas comisiones que desempeñó siempre dignamente. Los afanes y la molestia con que vivía en el último tercio de su vida por los muchos achaques que tenia, fruto por lo regular de una vida labo- riosa en la carrera de las letras, le imposibilitaban bastante; pero á pesar de esto no perdonaba fatiga alguna, ocupándose siempre en lo que pudiese ser útil al público, hasta que le sobrevino una ca- lentura aguda, de la quai falleció al dia quinto con síntomas ya de pulmonía , el 3 de Febrero de 1772 , á los sesenta años de edad, dexando otras varías obras, que aunque no estén ni al corriente de los conocimientos del dia, siempre manifestarán el gran mérito de Piquer, por su grande erudición , y que este hombre, digno de haber nacido en otro tiempo, ha sido un sabio español que ilustró y reformó en su tiempo la Medicina; pero otra revolución mas feliz de conocimiento eclipsó los que él nos proporcionó. Las demás obras que escribió Piquer, son: i.° Filosofía Moral, compuesta para la juventud española, un tomo en 4.° Madrid, 1755. 2.0 Dis- curso sobre la aplicación de la Filosofía á los asuntos de Reli- gión. Madrid, 1757. 3.0 Pronósticos de Hipócrates, con el texto la-_ tino y griego, puesto en castellano, é ilustrado con observaciones TOMO VI. II aso PIT prácticas, &c. un tomo en 4.0 Mndrid, 17^7, y en 1761 publicó el tomo segundo que trata de las Epidemias. (1) 4.0 Institutiones medica ad usum schola Valentina. Madrid, 17Ó2. 5.0 Praxis Me- dica. Madrid, 1764 ; el tomo primero y segundo en 1766. Última- mente se han publicado las obras postumas de Piquer por su hijo Don Crisóstomo, que comprehenden , ademas de la vida del autor, varias memorias, informes y discursos que escribió este célebre Médico. PIRAMIDAL. (Anat.) Adjetivo con que se expresa todo lo que tiene semejanza á una pirámide , como por exemplo los mús- culos piramidales del abdomen, de la nariz, y los del muslo que se llaman también pisiformes (V. abdomen , muslo v nariz.) PIROSIS. (V. í?/GÉNERO XVIII. DE LA CLASE DE DOLORES.) P1SIFORME. (hueso) (Anat.) Se llama así y lenticular un hueso del carpo, porque tiene semejanza de un gisante que en la- tín se dice pisum: es el mas pequeño de la primera fila, forma un grande tabernáculo, cuya base , que es la única cara articular que tiene, es ligeramente cóncava, y se articula con la interna del hue- so cuneiforme, y cuya punta hace una de las quatro eminencias de la concavidad del carpo: así á esta, como al resto de su superficie, se atan varios ligamentos y algunos músculos. Para colocar el hueso pisiforme es menester situar su cara articular hacia afuera , y un poco atrás, su punta hacía dentro y un poco abaxo, y su borde mas grueso hacia arriba. PITUITA. (Fisiol.) Es lo mismo que flema, con cuyas voces llamaban los antiguos á un humor que suponían frió y húmedo, y uno de los que componían el famoso quaternion. En el día ya no se usa esta voz sino para dar á conocer el sistema tan hipotético de los aristotélicos y galenistas. PITUITARIA, (membrana) Todas las cavidades de la nariz (V. este artículo) están vestidas interiormente de una membrana llamada pituitaria, porque segrega una mucosídad á la que los anti- guos dieron el nombre de pituita ; y membrana de Schneidero, por ser este anatómico el que la ha descrito mejor. La membrana pitui- taria es continuación de la piel de la cara que entra por las venta- nas de la nariz ; pero que poco á poco muda de naturaleza. En ge- neral es blanquecina, y de un texido muy cerrado por defuera, bermejiza, blanda y pulposa por dentro, abunda de vasos sanguí- neos y de nervios, la cubre su epidermis, y está muy pegada por el texido celular al periostio de los huesos, y al pericondro de las ter- nillas de la nariz. Esta membrana en ninguna parte es menos grue- (l> Extrañamos que esta obra se tenga como original del autor quando se advier- te que es casi una copia de la que publicó a menormente sobre el m.smo asusto Henrrque Cope. P1T 25, sa , menos pulposa, y menos colorada que en las ventanas de Ja nariz , donde está guarnecida de pelos , que en algunos sugetos son bastante largos , y á quienes se da en latín el nombre particular de vibrissa. En las demás partes es mas gruesa y blanda ^mayormen- te en las conchas superiores é inferiores, y en la parte media del tabique de la nariz. Se halla siempre la membrana pituitaria hume- decida de una mucosidad, que Schneidero derivó de solas las arte- rias , y Stenon añadió que habia glándulas que la segregaban. Es- tas glándulas que han adoptado muchos anatómicos, no son mas que unas criptas ó foliados pulposos, ovales ó redondos, que vier- ten el humor mucoso en las cavidades de las narices. Sus agujeros 6 poros se ven principalmente á los lados del tabique, sobre las con- chas superiores é inferiores, á lo largo del suelo inferior de las na- rices , y sobre todo atrás hacia el fondo de la boca. Es cierto que si la membrana pituitaria, después de inyectados sus vasos con un licor colorado, se macera largo tiempo en agua clara renovada muchas veces, se convierte en una substancia es- ponjosa en que se descubren muchos hilitos como vello, que al- gunos anatómicos han tomado por papilas nérveas en que rema- tan los últimos filamentos del nervio olfatorio ; y que otros han creído mas bien que eran los extremos de los vasos exhalantes; pero ni Morgagni, ni Haller, ni Scarpa han podido descubrir en la membrana pituitaria semejantes papilas nérveas, por lo que Haller cree que sucede á la membrana pituitaria macerada lo mismo que á las demás membranas de nuestro cuerpo, que el agua las con- vierte en un texido esponjoso y velloso , y Scarpa afirma que las hebritas vellosas son realmente las extremidades de los vasos. La membrana pituitaria no cubre solo las fosas nosales, sino que se extiende á diversas cavidades que tienen comunicación con estas fosas, quales son los senos frontales, esfenoidales y maxila- res ; pero en estos senos es mas delgada, y no conserva ni el co- lor, ni la fungosidad que tiene en las fosas nasales. Estos senos que hemos descrito ya en los artículos de los huesos coronal , esfenoi- des y maxilar, (V. estos artículos) solo se diferencian en los hue- sos secos del estado en que se hallan en el cadáver, en que sus aberturas son en este mucho mas difíciles de percibir, por lo que las angosta la membrana pituitaria. Se introduce también la mem- brana pituitaria por uno y otro lado en el conducto nasal, y en la trompa de Eustaquio. B. pituitaria, (glándula) Se llama así una glándula que se halla colocada en una fosa del mismo nombre, que es una de las partes que componen el cerebro (V. este artículo.) PITUITOSO. Adjetivo que pertenece á pituita , y así se dice humor pituitoso, temperamento pituitoso, &c. 25* PLA PLACER. (Hig.) El placer igualmente que el dolor es un sen- timiento nacido de la sensibilidad , que nos proporciona una feli- cidad momentánea. Por medio de él dirige á los hombres la natu- raleza , y se le ofrece en todo lo que exercita al cuerpo sin debi- litarse en las ocupaciones del espíritu que no exigen un trabajo in- tenso y duradero en los movimientos del corazón no emponzoña- dos por el odio, el desprecio ni el temor, y finalmente en la exe- cucion de nuestros deberes para con nosotros mismos, y para los dema«, y en el exercicío de las virtudes. El placer fisico nunca es mas vivo que quando sirve de reme- dio al dolor, así la sed ardiente determina el placer que se siente en apagarla. La mayor parte de los placeres morales, lanto del co- razón como del espíritu , no los altera esta mezcla de dolor, hasta el mismo deleite sin su auxilio se hace insípido y fastidioso, y en efecto siempre este es pasagero , mientras los otros pueden llenar todos los vacíos de la vida , y se perpetúan por medio de los re- cuerdos mas gratos, sin que jamas los acompañen ni sigan el pesar, la molestia , la inquietud , ni los remordimientos. El medio mas seguro de tener placeres puros, es el gozar con moderación de todos los que la naturaleza ha unido á nuestra exis- tencia , en economizarlos de modo que quedemos con deseos para lo sucesivo, y el conservar la salud , que tantas veces se trastor- na ó se destruye por e.l abuso de los placeres. PLACENTA. (Ft'siol.) Se da este nombre á un cuerpo espon- joso, vascular y membranoso, que adherido á la superficie interna del útero, ó á qualquier otra de la cavidad del abdomen, ó de las visceras contenidas en ellas, establece la comunicación entre los xugos de la madre y del feto. La placenta tiene dos superficies, una externa y otra interna. La externa es convexa y desigual para acomodarse á la figura de la superficie interna de la matriz , y á sus desigualdades. Esta superficie tomará otra figura quando la á que se adhiere no sea cóncava. Inyectando la placenta por los vasos del cordón umbilical , se observan en su superficie externa los extremos de muchos vasillos tinturados del color de la inyección, cuyo conjunto se asemeja por su número y finura á la superficie del terciopelo ó felpa. La superficie interna de la placenta es lisa y cóncava. Comun- mente salen de su parte medía los vasos sanguíneos que llevan y traen la sangre al feto. Estos vasos son dos arterias y una vena bas- tante gruesa, por lo que en el sitio donde se introducen en la pla- centa , forma cada una su eminencia proporcionada. Cada uno de estos vasos se divide en tres, y estos en muchos otros, los quales van en forma de rayos, quando la placenta es circular, 6 se pro- longa mas hacia el lado mas largo, sino es redonda. Los vasos san- PLA 253 guineos forman la mayor parte de la substancia de la placenta. Tanto ellos como el texido celular que los une , y las membranas que los cubren son mas frágiles que los de las demás partes. No se ha demostrado si la placenta es sensible, pero consta que tiene vasos linfáticos. Se adhiere al útero acomodándose mutuamente las eminen- cias de la una en las cavidades del otro. Esta adherencia la fortifi- can las fibras de la membrana desidua que pasan de la matriz á la placenta en toda la circunferencia de la adhesión. Por esta razón no se deshace la adherencia de la placenta mientras dura la pro- porción entre las cavidades y las eminencias respectivas, y no se rompen las fibras de la membrana desidua que la fortifican. La placenta comunmente es circular, y tiene de seis á siete pulgadas de diámetro, y cerca de una de grueso en su centro que es la parte mas gruesa. Puede adherirse á qualquiera parte de la superficie interna de la matriz , aunque lo mas común es adherirse al fondo; no pocas veces á qualquiera de sus lados, y rara vez á su cuello. No se conoce su implantación antes qne salga , porque la inclinación del útero , que algunos tienen por señal de estar ad- herida en aquel lado, puede provenir también de la conformación de la matriz , de la menor resistencia de las partes continentes, y de la costumbre de inclinarse y acostarse siempre sobre el tal lado. Después que la placenta ha salido, se infiere el lugar de su ad- herencia por el sitio en que se han roto las membranas, pues de- biendo estas romperse frente del orificio del útero, y hallándose este frente del fondo , quando la placenta se halla adherida á él, las membranas se romperán en el centro; y quanto la rotura se acerque mas á la circunferencia de la placenta, tanto mas cerca del cuello se hallaba adherida , y en el cuello mismo quando para que salga el feto se ha roto la placenta en su centro, y las mem- branas salen enteras. Las aguas sirven también para mantener la placenta adherida, y así luego que estas salen se debilita la adhe- rencia , porque falta el cuerpo que la sostenía en parte , y ademas se disminuyen las desigualdades de la superficie del útero por su retracción. Luego que se desprende la placenta, el feto perece si tarda en nacer , y á la madre sobreviene una hemorragia que dura mientras no sale todo el contenido en la matriz para que pueda re- traerse, y disminuir los vasos y los senos por donde sale h sangre. Algunas veces la adherencia de la placenta es tan fuerte que no es posible separarla sin riesgo de interesar la matriz. La placenta co- munmente es única quando el feto lo es también; no obstante se ha encontrado un solo feto á quien correspondían dos placentas pe- queñas. Quando los fetos son dos 6 mas, suele tener cada uno su pía- 254 PLA centa ; pero To mas común es que las placentas estén unidas por un lado, y este sirva para formar parte de cada uno de los receptá- culos que contiene á un feto, y á sus aguas, sin que las del uno comuniquen con las del otro. Alguna vez los dos fetos tienen un receptáculo y unas aguas. Hasta ahora solo consta de cinco placen- tas unidas con cinco cordones que correspondían á igual número de fetos. La placenta es un cuerpo extraño , y como tal debe salir enteramente; por esto luego que haya salido se ha de examinar si sale entera. Se debe desterrar como una superstición la precisión de conservar la placenta , y observar sus mutaciones: el quemarla , &c. que acostumbran hacer en algunos pueblos, como medio de pre- decir ó evitar las malas resultas del parto , la abundancia de le- che , &c. pues una vez fuera del cuerpo nada puede influir en él sino por la vía de la imaginación. La placenta sirve para establecer la comunicación entre la ma- dre y el feto, para servir de punto fixo á las contracciones de la matriz en el parto, y para suplir con su circulación la que el feto por no respirar dexa de hacer en sus pulmones. (V. feto.) La analogía entre la circulación de la placenta y la pulmonar, y que la comunicación entre el feto y la madre no es directa, lo manifiesta el que sacando un feto inmediatamente después de ha- ber muerto la madre de una hemorragia, se halla aun vivo, lo. quai no sucedería si él no tuviera su circulación particular, pues á ser común la de la madre, debía morir quando menos al mismo tiempo que ella. Mas,.quando la placenta sale antes, ó al mismo tiempo que el feto, estando este vivo, se siente que la sangre pasa á la placenta y vuelve al feto; pues si se comprime el cordón umbilical, las ar- terias se hinchan del lado del ombligo, y la vena del lado de la placenta. Esta circulación es mas sensible en las primeras respira- ciones ; pero cesa luego. Si como hemos supuesto el feto se nutre de la linfa materna, esta entrará primero en las venas de la placenta , en lo que parece imita la naturaleza en el feto lo que se observa en los adultos, esto es, que la materia de su alimento va prímero á la vena subclavia. N. PLANQUE. (Francisco) Doctor en Medicina, nació en Amíens en el año de 1696, y murió en el de 1765 , es autor de algunas obras que le hacen honor, i.4 Cirugía completa según el sistema de los modernos , en dos tomos en 12.0 2.a Biblioteca escogida de Medicina, sacada de las obras periódicas, tanto francesas como exirangeras: esta colección curiosa, continuada y acabada por M. Goulin , forma 9 tomos en 4.0, ó 18 en 12.0 3.a La tra- ducción de las observaciones raras de Medicina y de Cirugía de Wander-Wielt a<ño de 17 j8, dos tomos en 12.0 Planque dirigió PLE iSS diversas ediciones de obras de Medicina y Cirugía, y las enrique- ció con notas. D. H. PLANTAR. (Anat.) Adjetivo que pertenece á la planta del pie, y así hay varias'partes que se llaman así. i.° El músculo plan- tar {V. pie.) 2.0 La aponeurosis plantar que se halla en la planta del pie unida fuertemente á la tuberosidad inferior del calcáneo, después se continua lo largo del medio de la planta, suministrando fibras tendinosas á las partes laterales del pie , á la piel y al mús- culo corto flexor, son de los dedos, con el quai parece se confunde, por último se termina en quatro porciones, en las quatro partes anteriores é inferiores de los quatro últimos huesos del metatarso. 3.0 La arteria plantar que sale de la tibial posterior que se dirige por la planta del pie , la quai se divide en dos ramas principales, de las quales la mas considerable se llama plantar externa , y la mas pequeña interna; una y otra se distribuyen en todas las partes vecinas. 4.0 Se pueden llamar también plantares los nervios que se distribuyen en la planta del pie, (V. nervios) y ligamentos planta- res los que sirven á unir los huesos del pie. PLETHORA. (Med. Práct.) Es la cantidad de buena sangre mayor de la que se necesita para poder soportar las mudanzas in- evitables en la vida sin ocasionar enfermedades. No consiste pues en el aumento de qualquiera humor , sino de los buenos xugos so- lamente. Este aumento de los fluidos retarda su circulación , y en- torpeciéndose el movimiento de aquellos, produce estancaciones, infartos, inflamaciones, que si no se remedían prontamente, tienen funestas conseqüencias. Los antiguos distinguían dos especies de plethora, una que afecta los vasos, y otra que influye en las fuerzas, llamando ple- thora ad vasa, ó de los vasos, quando estos se hallan tan llenos de buenos humores, que están amenazados de una rotura, y pletho- ra ad vires, ó plenitud, quando los vasos, sin contener una cantidad excesiva de humores buenos, contienen no obstante mas de la que uede mover la fuerza vital. Pero esta especie debe reducirse mas ien á la plethora falsa de que hablaremos luego. La causa general de la plethora es todo lo que engendra mucho quilo y buena san- gre, é impide al mismo tiempo su atenuación y disipación: por tan- to sus principios ó agentes comunes son la fuerte contracción y vigor de los órganos quilíferos y sanguíferos, y juntamente la re- lajación en las venas y en ¡os vasos mas pequeños, los alimentos blandos y de buena digestión que se convierten fácilmente en qui- lo, el excesivo sueño, la inacción de les músculos, y la falta de las evacuaciones ordinarias de sangre naturales ó artificiales conatu- ralízadas por el hábito. Los síntomas de la plethora son la fuerza, magnitud y pleni- t 256 PLE tud del pulso, la dilatación de los vasos, tanto sanguíneos como linfáticos, el desarreglo de las secreciones, la compresión de las ve- nas sanguíneas y linfáticas, y la interrupción de la circulación, de los quales pueden resultar enfermedades graves y executivas. La plethora se conoce por haber precedido las causas referidas que engendran demasiada cantidad de sangre buena , sin que haya un perfecto equilibrio entre ellas, y las que disipan la parte sobrante déla nutrición, por la rubicundez del cuerpo, principalmente en los parages en que están los vasos mas descubiertos, por el gran calor que se manifiesta aun en las extremidades, por la plenitud y fortaleza del pulso, la hinchazón de las venas, el entorpecimiento de los músculos, el adormecimiento de los miembros, la impoten- cia ó dificultad para moverse , la soñolencia, cargazón de cabeza y de ojos, &c. Si á la presencia de estos síntomas no se aplica pron- tamente el remedio, pueden sobrevenir todas las afecciones sopo- rosas desde el vértigo mas leve hasta la apopiegía mas terrible. La curación de la plethora consiste en la sangría, el exercicio activo, la vigilia, el uso de alimentos acres y poco nutritivos, después de hechas las evacuaciones convenientes, y en la supresión graduada y lenta de las que el hábito había establecido; finalmen- te todo el plan curativo debe dirigirse á evacuar ó disminuir la porción redundante de buenos xugos, y á evitar que se engendren en adelante con el mismo exceso; por consiguiente quando á las causas generales de la plethora se agrega para verificarla la relaja- ción de los vasos, tienen lugar los medicamentos tónicos y as- tringentes después de satisfecha la primera indicación. Hay plethora falsa, quando sin aumentarse la masa de la san- gre se aumenta su volumen, y este estado se llama propiamente rarefacción. Las causas que la producen, muy diversas de las que constituyen la verdadera plethora , son los alimentos acres , el uso de los licores espirituosos, los remedios calefacientes y atenuantes, la supresión de las evacuaciones regulares, la vigilia continua , las pasiones exaltadas, Scc. En esta el pulso está mas lleno, pero mas tenso y freqüente , y el calor es mas sensible y acre. Las indica- ciones que exige su curación son condensar y dulcificar toda la masa humoral, para lo quai son muy útiles los baños y bebidas frias, el suero, el ayre fresco , el exercicio moderado, el sueño y la tranquilidad. A veces la plethora es parcial, esto es, ocupa solo una parte del sistema sanguíneo, y en tal caso es necesario promover y au- mentar la circulación en un parage distante, ó hacer una evacuación tópica si es compatible con el sitio en que se manifiesta la plethora, administrando al mismo tiempo los remedios generales insinuados, mientras no se oponga á ello el estado general de toda la economía. PLE 257 VLETROR.ICOS. (Med. Práct.) Se llaman así los remedios ó alimentos capaces de producir una cantidad excesiva de buenos xu- gos; pero mas bien se aplica este epíteto á las personas que pade- cen la plethora. PLEURA. (Anat.) Se da este nombre á una membrana simple blanca, de una textura celular cerrada, compuesta en gran parte de sutiles ramos absorventes, que entrelazados v anastomosados, for- man una red muy fina. Está unida la pleura a las vértebras, á las costillas, á sus cartílagos, al esternón, y á los músculos que for- man la cavidad del pecho por medio de un texido celular pin- güedinoso, en todo semejante al de las demás partes celulosas de nuestro cuerpo, y que suele contener porción de gordura , princi- palmente donde se ata á las vértebras y á los músculos intercosta- les. De aquí nació el error de Colombo , que tomando este texido pingüedinoso de la cara externa de la pleura por una membrana distinta, sentó que la pleura se componia de dos membranas. Bar- tolino cayó en el mismo error, y le adoptaron los mas de los ana- tómicos hasta que Winslow hizo ver que la pleura era una simple membrana, cuyas dos compuestas hojas eran continuación una de otra. Mas no por eso se ha de confundir la pleura con el periostio de las costillas á quien está adherida, pues es muy diferente su es- tructura. La superficie interna de la pleura es igual y pulida , y está continuamente humedecida de un vapor que exhalan sus ar- terías. Aunque la pleura se nombra comunmente en singular, hay en realidad dos pleuras, una derecha y otra izquierda, que forman dos sacos sin continuación alguna entre sí. Estos sacos empiezan de- tras de la clavícula, debaxo de la arteria subclavia, algo mas de un dedo mas arriba de la primera costilla, y rematan en el diafrag- ma. Superiormente son angostos, después se ensanchan hast3 la sex- ta ó séptima costilla, donde otra vez se estrechan; pero su basa ancha, plana y algo cóncava baxa mucho mas por la parte poste- rior que por la anterior, respecto que se acomoda á la convexidad obliqüa de la parte del diafragma sobre que se apoya. El saco de- recho es mas ancho y mas corto que el izquierdo , y en el todo es mas capaz. Como cada pleura para formar la pared interna de su saco atra- viesa la cavidad del pecho desde las vértebras al esternón ; estas dos paredes arrimadas una á otra, forman una especie de septo ó tabi- que membranoso llamado mediastino, que divide verticalmente el pecho en dos cavidades sin comunicación entre sí. Compónese pues el mediastino de dos hojas membranosas , ó mas bien de las dos pleuras pegadas una á otra por el texido celular que cubre su cara exterior; pero esta unión solo se verifica delante del perícar- tomo vi. • KK 2s8 PLE dio desde la parte inferior de la glándula timo hasta el diafragma, y detras del pericardio desde la primera vértebra dorsal hasta la on- cena , porque inferiormente ambas hojas se apartan mucho para de- xar lugar al pericardio y al corazón ; y en los demás parages me- dian entre ambas hojas varias partes. (V. pericardio y corazón.) Toda la porción de las dos pleuras contenida entre el esternón y el pericardio se llama mediastino anterior, y la que está detras del pericardio, y se extiende desde la primera hasta la undécima vértebra, es el mediastino posterior, mucho mas largo que el ante- rior, aunque ambos mediastinos son continuos. Las dos hojas del mediastino anterior están en su parte superior tan separadas, que dexan entre sí una cavidad que alguna vez baxa bastante , y con- tiene la mayor parte de la glándula timo, mucha porción de gor- dura, varias glándulas conglobadas, y los troncos de las arterias mamarias. Entre las hojas del mediastino posterior se halla una gran parte del esófago, parte de la traquearteria con sus ramos, varias glándulas conglobadas, los vasos bronquiales y pulmonares, la vena ácígos, y en parte también la aorta. La situación del mediastino anterior es un poco obliqüa. Por lo común declina hacía el borde izquierdo del esternón, como dice Winslow, de suerte que si se taladra el esternón en su parte me- dia y algo inferior, el instrumento penetra en el saco derecho de la pleura sin tocar al mediastino. Sin embargo no se observa en to- dos esta misma obliquidad; pues ya advirtió Lieutad, que en al- gunos sugetos el mediastino anterior baxa á lo largo de la parte medía del esternón, y en otros declina hacia su borde derecho, y en este caso el instrumento con que se taladra la parte media del esternón, entra en el saco izquierdo de la pleura , como lo ha visto Sabatier. En fin alguna vez se observa que la hoja derecha del me- diastino anterior se ata á la parte media del esternón, y la izquier- da al sitio de la articulación de este hueso con los cartílagos de las costillas, y entonces queda entre ellas y el esternón un espacio triangular, que sigue la longitud del hueso, y solo contiene un te- xido pingüedinoso. Así la diferente obliquidad del mediastino, co- mo los espacios que se observan entre sus dos hojas en algunos ca- dáveres , conviene que se tengan presentes para el conocimiento y curación de las enfermedades que á veces se fraguan en estos para- ges, como se explica en la patología. Las arterías de la pleura son pequeñas, y proceden principal- mente de las intercostales superiores y de las inferiores. Las mama- rias internas en su descenso por la cavidad del pecho dan también algunos ramitos á la pleura , la que ademas recibe otros de las to- rácicas externas , de las bronquiales, y de las esofágicas en su par- te posterior. PLE 259 Las arterias del mediastino son todavía mas numerosas. El me- diastino anterior las recibe de la mamaria interna, de su ramo tí- mico , del compañero del nervio diafragmático, y del frénico pe- ricardíaco. Las que van al mediastino posterior nacen del ramo to- rácico de la tiroidea inferior, de las pericardíacas superíores y posteriores, de las intercostales inferiores, de las intercostales su- periores , de las bronquiales, y de las esofágicas. Las arterias inter- costales y las mamarias suministran también ramificaciones á los músculos intercostales y al diafragma , aunque los principales ramos de este último músculo vienen de las diafragraáticas superiores é inferiores. Las venas de la pleura y del mediastino van principalmente á desaguar en las ácígos, en las mamarías internas, y en las inter- costales. En los mismos troncos desaguan las venas de los músculos intercostales y del diafragma, excepto las díafragmáticas que van á la vena cava. Es cierto que por el texido celular que viste la superficie ex- terna de la pleura, pasan ramos intercostales notables procedentes de los nervios dorsales; pero si algunas ramificaciones de estos ner- vios penetran la substancia de la pleura, es preciso que sean muy pocas y muy pequeñas; pues ni la pleura ni el mediastino en el estado sano dan muestras de sensibilidad , como consta de las ob- servaciones y experimentos de Morgagni, de Tisot, Tosetti, de Caldani, de Lorry y de Haller; y si alguna vez en los dolores pleurítícos se ha encontrado inflamada la pleura, esto no prueba la sensibilidad de esta membrana en el estado morboso; pues basta la de los nervios intercostales irritados por la inflamación para causar aqu-íl dolor. Al contrario, los músculos intercostales y el diafragma son muy sensibles; porque los primeros reciben muchos nervios de los intercostales dorsales, y el diafragma del nervio diafragmáti- co , de los dos últimos pares dorsales, del primer par lumbar, y del plexo solar. La pleura sirve de tegumento interno á la cavidad del pecho; aloja en sus dos sacos á los pulmones, y la serosidad que trasuda de sus vasos exhalantes precave la conglutinación de los pulmones con los sacos. El mediastino sostiene el corazón con el pericardio sin perjudicar á su movilidad, divide el pecho en dos cavidades, y con esto impide que un pulmón gravite sobre el otro quando es- tamos echados de lado; no permite que las materias derramadas en varias enfermedades pasen de una cavidad del pecho á la otra, y en las heridas que penetran dentro de un saco pulmonar, man- tiene la vida conservando el otro pulmón apto para respirar. PLEURESÍA. (V. el género xxih de la clasb de infla- maciones.) 260 PLO PLEXOS. (Anat.) Esta voz, cuyo origen es latino de plexus que significa texido entrelazado, la usan los anatómicos para nom- brar todo entretexido complicado de vasos, pero principalmente de los nervios, en los quales los filamentos de varios nervios se divi- den y subdividen combinándose recíprocamente de varios modos para formar nuevos nervios, siendo en esto muy semejantes á los ganglios (V. este artículo), pero no en su extructura. PLICA P0L0N1CA. (V. el género xxxvii de la clase de caquexías.) PLOMO. (Mat. Méd.) Esta es una de las substancias metálicas á quien la Medicina, las artes y la economía doméstica ponen fre- qüentemente en contribución. Innumerables accidentes han enseña- do al hombre á resguardarse de sus efectos venenosos , de los qua- les trataremos separadamente en el artículo venenos. Los naturalistas , según dice Alibert, han admitido muchas es- pecies de minas de plomo. i.° Monnet no cree que haya minas de plomo nativo. Mr. Rathke, mineralogista Dinamarqués, ha encon- trado sin embargo plomo nativo en la isla de la Madera. 2.0 El plo- mo existe baxo la forma de plomo sulfurado, y esta es tal vez la mina mas abundante de este metal. 3.0 Se le encuentra en estado de plomo arseniado. Esta misma es una combinación del plomo oxida- do con el arsénico oxidado. 4.0 En el estado de plomo chromatado. Este es el plomo mineralizado por el ácido sacado de un nuevo metal designado con el nombre de chromo. 5.0 En el estado de plomo carbonatado, que es el oxide de plomo mineralizado por el ácido carbónico. 6.° En el estado de plomo fosfatado, que este es metal unido al ácido fosfórico. 7.0 En el estado de plomo molibda- tado, que es igual mineralizacion por el ácido molybdico. 8.° En el estado de plomo sulfatado, quando el metal se encuentra en combinación con el ácido sulfúrico. Todas estas minas admiran por su número y diversidad. No se ha temido proponer la administración interior de algunas preparaciones salinas de este metal, y han alabado su eficacia con- tra los síntomas de la tisis pulmonar. Un Médico alemán, el Dr. Huntdermark, ha escrito una disertación sobre los efectos saluda- bles del acetite de plomo. Los chinos según la observación de Popp (Disert. de cólica) lo miran como un refrescante eficaz, y le atri- buyen propiedades análogas á las del nitrate de potasa. En algunos rancios antidotarios se halla preconizado como propio para detener el progreso del fluxo gonorraico ó leucorrea, &c. Pero la sana expe- riencia rechaza generalmente el uso interno de las preparaciones de plomo, y la materia médica se limita á recomendarlo para algunas aplicaciones externas. Los diversos productos del plomo empleados en la Medicina son la cal amarilla ó malicote¿ la cal roxa ó minio» PNE 261 la cal semivítrificada ó litargirío, el albayalde, la sal ó azúcar de saturno, todas las sales neutras preparadas con los ácidos vegetales, y el plomo y sus diversos precipitados, con cuyas substancias se forman emplastos, ungüentos, colirios, &c. como el ungüento natrito , el agua vegeto-mineral, el colirio blanco de Rhasis. Todos los preparados del plomo que se usan exteriormente son desecantes, vulnerarios , discusivos, absorventes y refrescantes. Así se usan en las ophtalmias, quemaduras, herpes, excoriaciones, &c. (V. las preparaciones del plomo en el artículo preparados.) PNEUMA. Voz formada del griego, que significa ayre, va- por , espíritu , y también respiración. PNEUMON. Voz igualmente griega, que significa pulmones, y así á sus afecciones solemos llamar pneumónícas, adjetivando di- cha voz con la que expresamos las enfermedades ó síntomas en que está afectado el pulmón. PNEUMATOCELE. (Cir,) Se llama así el tumor ventoso del escroto; los vapores ó substancias aeriformes que contiene causan dolor algunas veces por la tensión que producen. El pneumatoce- le es de dos clases ; en la una el ayre está esparcido entre el dar- tos y la piel; lo que se conoce por una hinchazón semejante á la que vemos en los animales muertos después que el carnicero los ha soplado para desollarlos: {V. enfisema) en la otra los vapores están contenidos en la cavidad del dartos, y entonces el humor resiste, y el escroto está tirante y duro como una pelota. Se ob- serva que algunas veces los vapores no ocupan mas que uno de los lados del dartos, y que otras llena los dos lados de aquella membrana musculosa. Dionisio dice que vio á unos pordioseros que se abrían el escroto, y que soplando luego con un cañoncito de paja lo llenaban de tal modo de viento , que se hacía de un ta- maño extraordinario; luego se tendian á la puerta de una Iglesia con el escroto descubierto para mover á compasión y sacar mas li- mosna. El pneumatocele se cura con fomentos y cataplasmas reso- lutivas, y así con el uso interior de los remedios que fortifican y au- mentan el calor natural: si estos medios no fuesen suficientes , se puede pasar á la punción , y luego á la aplicación de unas com- presas mojadas en vino aromático caliente, y conteniéndolas con el suspensorio que es de mucha utilidad en este caso. * PNEUMATONFALO. (Cir.) * Se llama así un tumor ventoso del ombligo, y tanto sus signos como sus medios curativos, son los mismos que los del pneumatocele. Es preciso observar atenta- mente que los autores escolásticos que han multiplicado infinito las especies de enfermedades con nombres particulares, han pretendi- do hablar de un tumor ventoso sin dislocación de partes, y enton- ces se entendía por pneumatonfalo un tumor enfisematoso del om- 2Ó2 POL bügo. La hernia umbilical formada por una porción de intestino que ha pasado por el anillo del ombligo, forma un tumor ventoso por el ayre contenido en el intestino; entonces los medios curati- vos no deben dirigirse únicamente á la reducción del intestino. (V. ESONFALO Y HERNrA.) * POCIÓN. (V. bebidas.) poción angélica. Se compone de ocho onzas de agua pura; agítese con clara de huevo , y añádase de hojas de sen tres drag- mas, de mina tres onzas, de tartrite acídulo de potasa una drag- ma; disuélvase en un vaso capaz, y póngase á hervir ligeramente hasta que se clarifique, después fíltrese muchas veces, y luego que quede el licor transparente, añádase de agua de canela un escrú- pulo : para una dosis. (V. cocimientos) PODAGRA. (V. artritis.) POLEA Ó GARRUCHA. (Anat.) Instrumento ó máquina bas- tante conocida, y por comparación á ella se llaman así algunos anillos ligamentosos, y partes ternillosas que sirven de dar direc- ción, y por donde se deslizan tendones, &c. como por exemplo la polea cartilaginosa del grande obliqüo del ojo, la del peroneo anterior , &. POLEO. (Mat. Méd.) El poleo es una especie de yerba-bue- na, y muy semejante á esta en sus propiedades. Boyle y Hulee la miran como un específico contra la tos convulsiva de los niños; pero la experiencia no ha comprobado su opinión. En general po- see las propiedades de las demás plantas aromáticas, de estimulante, carminante, y algunas veces antíespasmódica. Se usa su aceyte esen- cial ó el zumo en dosis de una cucharada, y se administra tam- bién en infusión ó cocimiento. POLIFARMACIA. Es la redundancia de medicamentos acu- mulados en una fórmula, y para diversos males juntamente. La po- lifarmacia es un vicio que deben evitar cuidadosamente los princi- piantes. POLÍGALA. (Mat. Méd.) La especie de esta planta llamada polígala de Virginia ó seneka se ha tenido por un específico contra la mordedura de la serpiente llamada cascabel ó seneka, y M. Ten- nen médico ingles que permaneció muchos años en la Virginia con- firma esta virtud admirable. Ademas es un buen incindente y fun- dente , y como tal se usa en la gota, el reumatismo, el asma, la hidropesía y la tisis tuberculosa en dosis de medía dragma en pol- vo, y tres onzas en cocimiento ó tintura. POLIO MONTANO Ó ZAMARRILLA. (Mat. Méd.) Esta planta posee todas las propiedades de los aromáticos: se usa en in- fusión como expectorante é incindente , y aun como antiespasmódi- ca, también se emplea en lavativas y fomentos. Hay varias espe- P O L 263 cíes de polio que no se diferencian sino por los caracteres exte- riores. PÓLIPO. (Cir.) * Llamamos pólipo á un tumor que se forma en las narices por el infarto de la membrana pituitaria , ó por una congestión de humores en el texido esponjoso de aquella membra- na. La etimología de este nombre es de polipus, esto es, pulpo, por la semejanza que algunos han creído hallar entre aquel marisco y esta clase de tumores. Con esto se ve que esta denominación solo recae sobre unas diferencias puramente accidentales ; y efectiva- mente el pólipo no es un género particular de enfermedad sino una especie que pertenece á la clase de los sarcomas. Los pólipos se diferencian en que unos son blandos y carnosos otros son blandos y mucosos; unos son indolentes , otros doloro- sos ; los hay esquirrosos, carcinomatosos, &c. los unos vienen con hemorragia , hay algunos cuya causa es benigna , otros son causa- dos por un virus escrofuloso, virulento ó de otra especie; los unos se mantienen mucho tiempo pequeños , y los otros crecen mucho en poco tiempo. Los que han tomado un volumen considerable ta- pan las narices, ocupan todo el espacio que está detras de la cam- panilla, echando el velo del paladar hacia adelante, y tapando la trompa de Eustaquio, apoyándose sobre los cornetes ó láminas es- ponjosas inferiores de la nariz, las quales aplanan poco á poco con- tra los huesos maxilares, lo que comprime y oblitera el orificio del conducto lacrimal; entonces como las lágrimas no pueden salir por las narices, el ojo lagrimea continuamente, el saco lacrimal se di- lata, y puede formar con su rotura y la de los tegumentos que lo recubren una fístula lacrimal Los signos diagnósticos de los pólipos de la nariz no son muy difíciles de percibir, la dificultad de pasar el ayre por las narices quando el pólipo es pequeño, la alteración de la voz que es un efecto de esto, la imposibilidad absoluta de respirar sin tener la boca abierta quando el pólipo es grande, y la presencia de un cuerpo extraño de que se queja el enfermo, son síntomas suficien- tes para conocer una enfermedad que se percibe á primera vista. Para juzgar de las diferencias accidentales de los pólipos, es me- nester, ademas de los signos racionales, acudir á la tienta flexible y roma para examinar donde está la adherencia principal del tu- mor; es menester saber si se adhiere á la bóveda del paladar, al septo de las narices, á los cornetes superiores ó inferiores de la na- riz , &c. los conocimientos que se sacan de este examen deben di- rigir al cirujano para la operación. El pronóstico es diferente según la naturaleza , los accidentes y las complicaciones del pólipo; los blancos ó roxizos, de una consistencia carnosa 6 indolentes, son los que en igualdad de citeuns- 264 P O L tancias pueden curarse con mas facilidad. Los medios de curar los pólipos son la cauterización, la sección, la extirpación , y la liga- dura; la discusión de las ventajas y desventajas de estos varios me- dios que se pueden emplear útilmente según las circunstancias, submínstran materia para un gran tratado; vamos, según los límites que nos hemos prescrito , á decir dos palabras sobre cada uno de ellos. La cauterización está desechada sin fundamento por la mayor parte de los prácticos; yo la he visto probar bien , usando metó- dicamente la manteca cíe antimonio en la excrecencia. La impre- sión del caustico produce una pequeña escara, y la reiteración puede consumir totalmente la enfermedad. Acaso sería peligroso usar este medio en un pólipo carcinomatoso , pues la aplicación de los cáusticos írrita mucho el humor canceroso. La sección ha sido propuesta por los antiguos. Estos aconseja- ban que se introduxese en las narices una espatulita cortante para sajar con ella las raices del pólipo: en esto se ve que aquellos au- tores solo conocían la Cirugía especulativamente, pues un instru- mento cortante no puede ni debe llevarse jamas á un parage en que no se vea, á menos que vaya guiado por la presencia del de- do. Fabricio de Aquapendente halló sin embargo un medio de ha- cer con seguridad la sección de los pólipos de la nariz, inventando unas piezas, cuyas extremidades encorvadas hacia dentro son cor- tantes , y por consiguiente cortan la porción del pólipo que han cogido , sin riesgo de lastimar la nariz en ninguna de sus partes. El autor asegura haberse servido varias veces de aquel instrumento con buen éxito ; y su autoridad es de tanto peso, mayormente en materias de práctica, que me parece que en muchas circunstancias podría ser muy útil este instrumento que se halla enteramente abandonado. La extirpación es el medio mas usado para la curación radical de los pólipos. El enfermo que se ha preparado con los remedios generales y particulares convenientes á su estado se sienta sobre la silla un poco inclinado y vuelto , de modo que el dia permita ver dentro de las narices lo mas que sea posible : un ayudante ó prac- ticante tiene al enfermo en aquella situación , pasándole Jas manos cruzadas sobre la frente, y otros le tienen los brazos. El operador toma unas pinzas agujereadas que llaman de pólipo; y teniéndole con la mano derecha, introduce la extremidad en la nariz; procu- ra coger el tumor lo mas arriba que puede, y quando lo ha cogido bien, da dos ó tres vueltas para torcer el pedículo , y lo arranca dando unas quantas vueltas. M. de Garangeot no aconseja que se arranque el pólipo con vio- lencia para su extirpación quando hay alguna porción de él fuera POL 265 de la nariz; según él debe hacerse una ligadura con un hilo doble y encerado, después cogiendo el tumor con las pinzas, se saca un poco mas, y se hace una segunda ligadura, y aun una tercera si es posible tirarlo todavía mas; según este método no se quitará en- teramente el pólipo de la nariz , y lo restante caerá por medio de la supuración con la ligadura. Con este modo de obrar se propone precaver la hemorragia de que asegura que han muerto varias per- sonas después de la operación de un pólipo de las narices. Varios facultativos aseguran haber hecho la extirpación de un pólipo sin que haya sobrevenido hemorragia de consideración. Fa- bricio de Aquapendente usando de sus pinzas cortantes jamas notó hemorragia que no cediese á una inyección astringente; algunos prácticos se sirven de agua de nieve, y otros de oxicrato. Si la hemorragia es grande, y no quiere ceder á estos medios, es preciso hacer uso del que inventó M. Ledran. Se conduce el extremo de un vendolete con el dedo índice de la mano izquierda por detras del velo del paladar; luego se introducen unas pinzas en la nariz, se tira el vendolete; en medio de ella debe haber cosido un lechino de hilas, bastante para que pueda tapar la abertura posterior de las fosas nasales, y anteriormente se tapa la nariz con otra porción de hilas ; por este medio la sangre se detiene en la cavidad de la na- riz , y el coágulo que se formará por lo regular es un medio de compresión sobre el vaso de donde proviene la hemorragia. Si el pólipo tiene algunos restos que queramos hacer supurar, se puede por medio de un vendolete ó planchuela de hilas cargada de me- dicamentos convenientes curar diariamente el interior de la nariz en toda la extensión de las fosas nasales. El aseo exige que se sa- que la venda de la boca á la nariz. Los tumores poliposos que baxan detras de la campanilla , y que echan el septo carnoso hacía adelante deben sacarse por la boca; en este caso nos servímos de unas pinzas , cuyos brazos sean curvos y suficientemente prolongados; también en algunas circunstancias á imitación de M. Petít se podrá cortar con un visturí el septo carnoso del paladar. M. Levret publicó un tratado sobre la curación radical de va- rios pólipos de la matriz , de la garganta, y de la nariz, lograda con medios nuevos inventados por él; propone la ligadura para los de la nariz , igualmente que para los demás , la estrechura del lugar, mu- chas veces enteramente lleno hasta en todas sus anfractuosidades por la presencia del cuerpo pólipo, podrá hacer esta ligadura difí- cil de practicar. El autor presenta todos los medios de superar los obstáculos en quanto sea posible; particularmente ha inventado un speculum oris para obrar con seguridad en la garganta. Los ins- trumentos que propone para la nariz no se diferencian mas que en T3M0 VI. IL 266 POL el tamaño de los que describiremos en el artículo siguiente. * pólipo de la matriz. * La membrana que cubre inte- riormente la matriz está sujeta á una extensión contranatural por la congestión de los humores en el texido celular que la une al cuerpo de aquel órgano; la obstrucción de los vasos excretorios basta aquí como en la nariz para formar un tumor carcinomatoso; al paso que este tumor va aumentando pasa el orificio de la ma- triz y lo dilata un poco; pero llegando ya á la vagina, y no ha- llando ningún obstáculo crece en todos sentidos, y forma un tu- mor liso y piriforme con una base larga y adherente al fondo ó á las paredes interiores de la matriz por un pedículo que pasa por entre el orificio de aquel órgano. Algunos autores han creído , no sin alguna verosimilitud, que en algunas circunstancias esta enfer- medad podría muy bien haber sido originariamente una mola. Los accidentes del sarcoma uterino que comunmente llamamos pólipo, son ademas de la incomodidad que causa la presencia de un cuerpo extraño , unos fluxos blancos muy incómodos, y también de sangre bastante freqüentes que van arruinando poco á poco el temperamento de las enfermas, y al fin las hacen perecer de inani- ción. La hemorragia es el efecto de la ruptura de los vasos varico- sos que están en la superficie del tumor. (V. variz) Es preciso distinguir exactamente la enfermedad de que esta- mos hablando de la procidencia de la matriz ; pues esta forma un tumor mayor en la parte superior que en la inferior, y quanto mas se baxa este órgano y desciende del lado de la bulba , menos profundidad tiene la vagina que le sirve entonces de ligamento; la procidencia de la matriz, esto es, el accidente por el quai el fondo de aquel órgano pasa al de su orificio, presenta lo mismo que el pólipo un tumor cuya parte superior es angosta; pero el pedículo no es entonces ni liso ni igual como el del pólipo; por otra parte la procidencia es un accidente muy grave é inminente; el pólipo al contrario es una enfermedad cuyos accidentes no son urgentes, y es de las mas crónicas: la procidencia de la matriz es ocasionada regularmente en un parto por las tentativas indiscretas hechas para la extracción de la placenta demasiado adherente á su fondo; esta enfermedad exige que se reduzca inmediatamente, ó de lo contrario sobreviene la gangrena por la compresión y estran- gulación que hace el orificio. El sarcoma ó pólipo de la matriz pre- senta otra indicación , la enferma no puede curarse sino por la substracción del tumor, y esta no puede hacerse con seguridad, sino por medio de la ligadura. La dificultad está en practicarla quando el tumor no se presenta exteriormente. M. Lebret ha he- cho un gran servicio á la Cirugía inventando unos instrumentos para atar los pólipos inmediatos al orificio de la matriz sin necesi- POL 267 dad de sacarlos afuera; siendo infructoso quando la matriz está eu su lugar natural, y que atormentaría cruelmente á las enferme- dades. M. Levret publicó estos instrumentos en una obra sobre la cura de los pólipos, impresa en el año de 1749. M. Luis dice que se ha servido de aquellos instrumentos con un buen éxito: que el tumor y la ligadura cayeron al cabo de quarenta y ocho horas, y que aunque el pedículo era como el dedo, el área de la ligadura hubiera contenido apenas una pluma de ganso. Después de haber caido la excrecencia tocó á la enfer- ma , y halló el orificio de la matriz en muy buen estado. Ultima- mente dice que la enferma fué recobrando sus fuerzas de día en día, y que'no volvió á tener jamas, ni fluxo de sangre, ni 'flu- xo blanco , manteniéndose siempre perfectamente sana. Esta ob- servación prueba igualmente la necesidad que hay de ligar los pó- lipos uterinos, y la utilidad de los instrumentos con que se ha practicado aquella ligadura. M. Levret ha simplificado mucho los medios de hacer la ligadura de los pólipos de la matriz , y ha pu- blicado sobre esto una excelente memoria que puede verse en el tercer tomo de las de la academia de Cirugía de Paris , que se re- duce á apretar el pedículo con un hilo de plata, cuyas-extremida- des pasan entre dos cilindros huecos unidos, y la torcedura del hilo de plata hace constricción del pedículo del tumor con tanta segu- ridad como sencillez. * POLIPODIO. (Mat. Méd.) Esta planta es de sabor dulce y algo nauseabundo, y según Vogel se usa felizmente como desobs- truente, y Malouín añade que algunos maniacos se han curado con este remedio. El polipodio en dosis de una onza hasta dos es un purgante suave , y por esto entra muchas veces en las infusiones laxantes. POLISARCIA. (V. el género V. de la clase de caquexías») POLLO. (Mat. Méd.) El pollo, como alimento, es muy nu- tritivo, de .buena digestión , y apto á qualquiera edad , y en qual- quiera circunstancia : sirve también como medicamento, prepa- rando con él caldos medicinales. (V. el artículo caldos) POLUCIÓN NOCTURNA. (Patol.) Es Ja excreción invo- luntaria del semen durante, la noche de resultas de algún sueño voluptuoso. Quando llega á ser freqüente produce los mismos efec- tos que el onanismo (K este artículo), y se cura con los mismos remedios. ' POLVOS. (Mat. Méd.) Es la preparación de los remedios bien molidos en forma seca, ya sean vegetales, animales ó minerales, ya estén solos ó mezclados entre sí. Para hacer esta preparación con toda exactitud se han de moler los medicamentos perfectamen- te en un mortero ¿ y pasarlos después por un tamiz: hay polvos 268 p O L oficinales y magistrales. Entre los primeros conocemos los de mar- gariton frío, de ámbar , de guteta, de tribus ó cornachina y otros muchos desusados en el dia: los de guteta y los de tribus tienen todavía algún uso , los primeros en las enfermedades espasmódicas, y los segundos como purgantes. Los magistrales que son los que se prescriben á arbitrio del profesor sirven, ó para vencer la repug- nancia de los enfermos á otras preparaciones, ó para evitar que en ellas pierdan los medicamentos alguna parte de su energía. Se to- man en una ó dos cucharadas de qualquier líquido , y la cantidad se ha de arreglar según la naturaleza del medicamento , su activi- dad, y el temperamento y estado del enfermo. También se usan los polvos exteriormente, como son los dentífricos para blanquear y fortalecer la dentadura, el oxide de plomo blanco para las excoria- ciones , &c. Los diversos polvos de nuestra farmacopea se preparan del mo- do siguiente. Polvos dentífricos. De tartrite acídulo de potasa purificado, de sangre de drago y de asta de ciervo quemada, de cada cosa media onza, de raíz de lirios de Florencia dos dragmas; todo lo quai se reduce á polvo muy fino, y se añade del mismo modo una drag- ma de clavo, y medio escrúpulo de cochinilla. Polvos de Doiver. Tómese de sulfate de potasa una onza, de nitrate de potasa onza y media, de raiz de hípecacuana pulveriza- da , y de opio puro seco, de Cada cosa dos dragmas; mézclese &c. La dosis es de medio escrúpulo á uno. Polvos fumigatorios contra los contagios. T)e hojas y vayas de laurel machacabas, de espigas de trigo, y de raeduras de guayaco, de cada cosa seis libras; de nitrate de potasa común ocho, de azu- fre medianamente pulverizado seis, y de mirra dos; todo lo quai se reduce separadamente á un polvo grueso para mezclarlo des- pués y conservarlo. Polvos odoríferos contra el contagio. De raíz de cálamo aromá- tico tres libras, de incienso machacado una ,' de estoraque y rosas amarillas media libra de cada cosa, de succino y pez negra, de cada quai una libra, de nitrate de potasa común, y de azufre, de cada cosa quatro onzas. Se mezcla todo, y se prepara del mismo modo que en la fórmula anterior. Polvos de xalapa compuestos. Estos han substituido á los anti- guos polvos cornaquinos, y se hacen tomando partes iguales de raiz de xalapa , de tartrite acídulo de potasa purificada y de mag- nesia pura , moliéndolo todo junto, y reduciéndolo á polvo muy sutil, h dosis es desde una dragma hasta dragma y media. Polvos astringentes de nueces de ciprés. Se toma de oxide de hierro aluiniooso roxo dos dragmas, de raiz. de bistorta, rosas en- P O L 269 carnadas , vayas de mirto, y nueces de ciprés, de cada cosa una onza , é igual cantidad de sulfate de zink y de incienso. Se usan exteriormente. Polvos cornaquinos 6 de escamonea antimonial. Para estos se toman, pulverizan y mezclan partes iguales del zumo desecado de escamonea, de oxide de antimonio blanco común, y de tartrite ací- dulo de potasa: se administran hasta en dosis de una dragma. Polvos católicos de escamonea. Tómese de zumo desecado de escamonea media onza, de raiz de mechoacan y de xalapa , de ca- da quai seis dragmas, y de tartrite de potasa tres: la dosis es has- ta dos escrúpulos. Polvos de raiz de peonía compuestos, llamados de guteta. Tómese de raiz de peonía onza y media , de contrayerba y leño de visco cuercino, de cada cosa seis dragmas , de raeduras de mar- fil, de asta de ciervo, de cráneo humano sin enterrar, de coral roxo , de jacintos y bezoares de occidente, de cada cosa dragma y media : se han usado en varias dosis hasta la de una dragma. Polvos bezoárdicos de Curbo. Tómese de raiz de contrayerba dos dragmas, de carlina , tormentila , dictamno blanco , flores de amapola encarnada, hojas de escordio y cardo santo, de cada cosa dos dragmas, de oxide de antimonio blanco común, margaritas preparadas, raeduras de asta de ciervo, ojos de cangrejos prepara- dos , piedra canavor b^zoarde occidente y cordial de Goa, de cada cosa una dragma , de quina del Perú dos onzas: todo esto se redu- ce á polvo muy sutil que se administra en dosis de una dragma, repitiéndola varias veces. Polvos de oxide de manganesa para los contagios. Tómese de oxide de manganesa quatro partes, dos de sulfate de hierro nativo, y de muríate de sosa, y una de carbón común seco. Con esta mezcla se forman unos polvos que se echan á cucharadas en el fuego, y desprenden el gas muriático oxigenado correctivo de los miasmas. (V. el artículo desinfección.) Advertirán nuestros lectores que en estas fórmulas se ven al- gunas composiciones monstruosas que la polifarmacia ha intro- ducido en la materia médica, y que una sana crítica apoyada de la observación , debe desechar de la práctica de la Medicina; pero aquí repetimos lo que diximos en el artículo farmacopea. POLVOS DE JUANES , ó precipitado roxo. Es el oxide de mercurio roxo por el ácido nítrico: se usa exteriormente formando con él y la minteca fresca ú otro ungüento una 'pomada muy útil para la curación de las úlceras venéreas, y de otras fungosas in- veteradas. Entra juntamente con el azúcar en la célebre pomada de Stoll para las oftalmías. POMADA. (Mat. Méd.) La pomada es una composición dis- 27° POM puesta para untar los cabellos, suavizar y hermosear la piel, y cu- rar ios granos, grietas, ú otra afección cutánea. Si se emplean en mucha abundancia , cierran los poros, é impiden la transpiración: siempre conviene usarlas frescas , y pueden disponerse de diferen- tes substancias según el uso que se proponga hacer de ellas. La ba- se común de todas es la manteca de puerco sin sal, y un poco de cera derretida. La pomada oxigenada es la que se usa con mas fre- qüencia y con buen éxito para las afecciones cutáneas venéreas. Esta se puede formar, ó con el precipitado roxo ú oxide roxo de mercurio, y algún ungüento suave, como el rosado, &c. También se forma con el ácido nítrico. (V. el artículo de ungüentos) PÓMULO, (hueso) (Anat.) Se llama así, y hueso de la mexilla, á dos huesos, uno en cada lado, que otros llaman zigomáticOs, porque concurren á formar el arco de este nombre: son dos , situa- dos en la parte anterior, superior y lateral de la cara , y apoyados sobre la apófisis malar del hueso maxilar. Son irregulares y simétri- cos entre sí, quadríláteros y aplanados de fuera adentro, y de de- lante atrás. Se consideran en cada pómulo dos caras, una externa y otra interna, quatro bordes, uno superior anterior, otro superior posterior , otro inferior anterior, y otro inferior posterior, y qua- tro ángulos, superior, inferíor , anteríor y posterior. Su cara externa, que corresponde á la eminencia malar, es bas- tante lisa, convexa, y vuelta hacia delante. Se notan en esta cara uno ó mas agujeros, llamados malares, que se abren por el otro lado en la pared externa de la órbita; y hacia abaxo varías desi- gualdades que dan inserción á músculos. Su cara interna, cóncava, y vuelta hacia atrás, presenta anteriormente una superficie muy desigual y triangular que se articula con otra semejante del vérti- ce de la eminencia malar de los maxilares. Posteriormente tiene una especie de canal liso, que corresponde á las fosas temporal y zigomática , y forma la sinuosidad zigomática. De la parte superior y anterior de esta cara nace una eminencia , nombrada apófisis or- bitaria del pómulo, en la que deben atenderse dos caras, una cón- cava y otra convexa, y dos bordes, uno externo y otro interno. La cara cóncava y lisa mira á la cavidad de la órbita, de la quq forma la parte anterior de la pared externa , y un poco de la pared inferíor. Se ven en esta cara el 3gujero, ó agujeros que del otro lado se abren en la cara externa del pómulo, y algunas veces en el canal que corresponde á la fosa temporal. La cara convexa, vuelta hacia atrás y afuera, corresponde á las fosas temporal y zigomáti- ca. El borde externo, soldado con el resto del hueso , forma parte del borde de la órbita. El borde interno consta de dos porciones una superior dentada, que se articula con la porción superior del borde anterior de las grandes alas del esfenoides, y qtra inferior PON 271 desigual que se articula con la apófisis malar. Entre estas dos por- ciones se repara una pequeña escotadura que hace la parte anterior de la hendedura cfcno-niaxílar. El borde superior anterior del pómulo es cóncavo , y forma parte de la basa de la órbita. El borde superior posterior, delgado y encorvado en forma de S, compone parte del borde superior del arco zigomático. El borde inferior anterior es desigual, y se arti- cula con la parte anterior de la eminencia malar. El borde inferior posterior corresponde al borde inferior del arco zigomático. Los quatro ángulos del pómulo todos son articulares; el supe- rior, muy grueso y desigual, se articula con la apófisis orbitaria externa del coronal; el inferior obtuso, con la parte inferior de la eminencia milar; el anterior agudo , con la parte anterior de la mis- ma eminencia ; y el posterior cortado en bisel, con el vértice de la apófisis zigomática del temporal. Los pómulos están compuestos de substancia compacta y de es- ponjosa. Esta abunda mas en el parage en que la apófisis orbitaria se suelda con el cuerpo del hueso, por ser el sitio de mas espesor. La osificación comienza en estos huesos por un solo punto en cada uno. Para ponerlos en su situación debe colocarse el ángulo mas grueso directamente hacia arriba , su cara convexa hacia afuera y un poco adelante , y su borde en figura de S hacia atrás, y un poco arriba. Los pómulos se articulan por su ángulo superior con la apófisis orbitaria externa del coronal; por una porción de su ca- ra interna , por el borde inferior y anterior, por los ángulos ante- rior é inferior, y por la porción inferior del borde interno de su apófisis orbitaria con la eminencia malar de los maxilares; por la porción superior del borde interno de la apófisis orbitaria con el borde anteríor de las grandes alas del esfenoides; y por el ángulo posterior con la apófisis zigomática de los temporales: todas estas articulaciones son especies de sutura. Los pómulos ayudan á formar la parte superior y eminente de la mexilla , una porción de la órbita, parte de la fosa temporal, parte del arco y fosa zigo- mática, &c. B. PONCE DE SANTA CRUZ. (Antonio) natural de Vallado- lid , primer Catedrático de Medicina en aquella Universidad , Mé- dico de Cámara de Felipe IV , últimamente Abad de Covarrubias en el territorio de Burgos. Estos son sus escritos: Opusculorum Medicorum, ac Philosophicorum volumen primum, que contiene In Avicenna Primam Tes. i. libri. Hippocraticam Philosophiam, sive de his qua Physice scripta sunt ab Hippocrate. De pulsibus Disputationes, quibus Galeni et Avicenna doctrina philosophice perpendttur ; á los quales tratados juntó uno de su padre Alfonso de Melanchdia, Madrid, 1622 , fol. Pralectiones Vallisoletanas 272 POR in librum Hippocratis Coi de Morbo Sacro. Ibid. 1631 fol. Tres libros , de Impedimentís magnorum auxiliarum in morborum cura- tione. Ibid. Barcelona , 1648. 8.° PONCH. [Mat. Méd.) Este licor bastante común se compone de agua caliente, azúcar, zumo de limón y aguardiente, rom ó rack, regularmente se bebe caliente, es muy agradable y tónico, y se administra como un sudorífero en las enfermedades catarrales. POPLÍTEO. (Anat.) Adjetivo que pertenece á la pantorrilla que en latin se llama poples. Hay varias partes que se designan con este epíteto, como por exemplo: i.° la arteria poplítea que es una continuación de la crural que toma este nombre pasando por la corba; la poplítea habiéndose distribuido en las partes vecinas produce después la tibial anterior y posterior. 2.0 el músculo po- plíteo. (V. pierna) 3.0 la vena poplítea que la suministra el tronco de la crural. PORCEL. (Juan Tomas) Médico, escribió De la curación de la Peste. Zaragoza, 1565. porcel. (Tomas) Médico de Zaragoza, escribió la obra De la peste de Zaragoza. POROS. (Anat.) Se llaman así unos agujeros pequeños casi im- perceptibles que se hallan en la piel. (V. este artículo y el de tras- piración. Se llaman también poros biliarios ciertos conductos que se hallan en el hígado. (V. este artículo.) POROSO. Adjetivo con el que se distingue toda parte que tiene poros. PORRAS. (Matías de) Doctor de Medicina. Dio á luz Breves advertencias para beber frió con nieve. Lima , 1621. 8.° PORTA, (vena) (Anat.) Se llama así porque se introduce en el hígado por entre las eminencias que los antiguos dieron el nombre de portas, tiene sus raices en todas las visceras, que sirven á la preparación del quilo , las quales reunidas forman un solo tronco, que luego que entra en el hígado se divide y subdivide en ramos decrescentes que desaguan en otras raices venosas que vuelven la sangre á la vena cava. La porción del tronco que se ramifica por el hígado, se llama ordinaríamente seno de la vena porta, y la otra es el resto del tronco , cuyos ramos van á las entrañas dichas. A la primera se da el nombre de vena porta hepática (F. hígado) , y á la segunda el de vena porta ventral. La vena porta ventral empieza en el seno de la vena porta , ba- xa por detras de la arteria hepática, y se encorva detras del prin- cipio del duodeno hasta detras de la cabeza del páncreas, donde se divide en dos ramos principales, que son la vena mesentérica superior y la esplénica, y otro medio que es la mesentérica infe- rior. Los ramos que la vena porta ventral da en su camino suelen PRE 273 ser. i.° El que envia al lóbulo de Spigello qfle mas comunmente es ramo de la porta hepática. 2.0 La vena cística, que djvidida en dos ramos acompaña las arterias císticas, y se distribuye por la vexiga de la,hiél. 3.0 La pilórica , que va al piloro y á la pequeña corva- dura del estómago. 4.0 La duodenal superior, que acompaña á la pancreático- duodenal, y dando vuelta al arco del duodeno surte de ramos á este y al páncreas, y forma con las ramificaciones de otra duodenal menor, la red que envuelve el manojo de vasos que van al hígado. 5.0 La vena coronaria estomática derecha, que par sa por detras del tronco de la artería hepática, y sigue el borde su- perior del páncreas hasta el orificio superior del estómago, que abraza con dos gruesos ramos que se reparten por la grande extre- midad de esta viscera ; y siguiendo después su pequeña corvadura, va al piloro dando al paso ramos á sus dos caras. POTASA. (Mat. Méd.) Se llama así en la nueva nomenclatura el álcali vegetal [V. álcalis.) POUPART. (Francisco) nació en Maus, pasó de joven á Pa- rís , donde se aplicó con ardor á la Física y á la Historia Natural. Sobre todo tenia un gusto decidido con los insectos, y pasaba un tiempo considerable en observarlos y disecarlos, para perfec- cionarse en esta parte de la Historia Natural. Creyó deber exercer la Cirugía: se presentó á 1' Hótel-Dieu de París, donde sufrió los exámenes, y fué recibido con aplauso; pero causó admiración quando confesó que no tenia mas que la teórica, y que no sabia siquiera sangrar. Después de haberse instruido en la práctica, se hizo recibir de Doctor en Medicina en Reims, la Academia de las Ciencias le asoció en 1699, y le perdió en 1708. Poupart era filósofo, no solamente por sus conocimientos, sino también por su conducta. Reducido á un género de vida muy incómoda y muy estrecha, la soportaba con alegría. Su exterior era modesto, y esta modestia era verdadera: hay de él i.° una descripción de la sanguijuela en el diario de los sabios. 2.0 Una memoria sobre los insectos hermafroditas. 3-°La Historia de Formica-Leo, de Fórmi- ca- Pulex. 4.0 Observaciones varías, y otros escritos sabios en las memorias de la Academia de las Ciencias. Se le cree también au- tor del libro intitulado la Cirugía completa. D. H. PRECORDIAL. (Anat.) Adjetivo que pertenece al diafragma, porque este músculo se llama en latin pracordia, de donde trae origen esta voz. Algunos autores nombran con ella también los hi- pocondrios. PREÑEZ. (Cirug. y arte de Parí.) Se llama así la con- tinuación de la concepción. (V. este artículo y el de gene- ración.) La preñez toma varios nombres, según el sitio donde se efectúa , conforme lo que de ella resulta, el número de cria- TOMO VI. MM 274 P R E turas que se forman de una vez; y según los accidentes 6 enfer- medades que le acompañan. » Por razón al sitio se llama uterina quando se celebra en el úte- ro, y; extrauterina quando se efectúa fuera de él. Las preñeces extrauterinas son las que se hacen en las tubas falopianas , en los ovarios, y en la cavidad del abdomen. Aunque es raro, puede verificarse una concepción extrauterina , y sin que la criatura salga del sitio donde se hábiá formado, concebir en el útero, y parir la muger en el tiempo regular; La preñez de que resulta una criatura se llama verdadera , y falsa quando el resultado es una mola. Los idátides y las hidrope- sías no se deben confundir con las preñeces falsas; pues solo con- vienen con estas en el aumento del volumen del vientre. Algunos miran á la preñez uterina como verdadera, y á las demás como falsas. Quando en la preñez verdadera se ha formado un solo fetOj se llama simple; si mas, compuesta. Las compuestas toman el nom- bre del número de los fetos, como de gemelos ó mellizos si son dos, trígemelos si tres, &c. Las preñeces de mas de cinco fetos no están bien caracterizadas. Por tazón de los accidentes se llama preñez buena la que no está acompañada de otros accidentes que algunos vómitos, saliveo, apetencia de alguna cosa'extraordinaria , alguna fíoxedád , y otros délos accidentes ordinarios en un grado remiso. Si por el contra- rio los síntomas expresados, ú otros se manifiestan en un alto gra- do, el preñado se dice ser malo. El embarazo ó preñez se llama complicado quando se junta con enfermedades que no tienen por causa el embarazo mismo. Las enfermedades mas comunes con que se complica el embarazo son la debilidad, las hidropesías, el asma, el vicio venéreo, la emotisis, las hernias, las piedras de la vexiga, el isterismo, la apo- piegía , y la convulsión. Del conocimiento de la especie de embarazo se deduce el pronóstico del parto, y de sus resultas. Las señales de preñez son racionales, ó sensuales. Las racionales son la falta de menstruación, el aumento de sensibilidad é irrita- bilidad , la plétora, la laxitud espontánea, el aumento de saliva, las nauseas, los vómitos, el aborrecimiento de los alimentos usua- les, y el apetito de alguno de los no usados ó extravagantes. A estas señales casi comunes á todas las embarazadas, se sue- len agregar otras particulares á algunas, y así unas se vuelven me- drosas-, otras tristes y melancólicas ; algunas tienen dolores de dien- tes ú oidos, manchas en la cara, convulsiones particulares, y aun calenturas. PRE 275 Estos síntomas'de la plétora y de Ia: sensibilidad, extrema de las embarazadas suelen desaparecer luego.-que el útero ^ale de la pelvis, que es del tercero al quarto mes,, y no volver mas , que es lo mas freqüente , no obstante que á algunas les vuelve á los últi- mos meses, á otras les duran todo el embarazo, aunque no con tanta fuerza. ,, . ■ ,? Las señales sensuales son la tumefacción, y mayor, movilidad de los pechos, la mutación de color de la aréola, que se pone obscura, ó casi negra, la elevación del vientre, los movimientos del feto, la constricción del orificio del útero, la elevación y du- reza del cuello, la situación en que este se halla, pues en el prin- cipio del embarazo baxa , y sube quando el útero pasa al abdomen. Por estas señales se puede conocer en mugeres conocidas, y. de buena fe, si están ó no embarazadas; pero en las que se puede sospechar que procuran ocultar sus deslices, ó aparentar un em- barazo (que de todo hay) será muy arriesgado, declararse por la afirmativa ó negativa sin repetir los conocimientos y las pregun- tas, reteniéndolas respuestas, y lo observado en los reconocimien- tos anteriores, para que comparados los resultados, se pueda fun-i dar mas sólidamente un dictamen que puede ocasionar muchos desastres. Nadie puede conocer mejor que la muger misma si está ó no embarazada en los primeros meses, especialmente las que han te- nido otros embarazos; no obstante las mugeres parideras se enga- ñan con freqüencia, porque no á todos los embarazos sobrevienen los mismos síntomas. Es digno de alabar el conocimiento de algunos que con mirar las orinas, ó tocar el pulso aseguran estar embarazada una muger que nunca han pulsado. Confieso que he visto confirmado algunos de estos vaticinios; pero mas he atribuido los aciertos al acaso, que á conocimientos fundados en lo que el pulso y la orina pueden ma- nifestar , y estoy seguro que se engañarían en la mayor parte > si expusieran á su examen un, cierto número de mugeres desconocidas. Si en los principios es dudosa la preñez, en todo tiempo lo es el sexo de lo contenido en el útero. La inclinación del fondo hacia el lado izquierdo, que algunos tienen por señal de ser embarazo de hembra, y de varón la inclinación al derecho, quando mas indican que la placenta está adherida en el lado inclinado. Que las mugeres mas fuertes que sus maridos, paren hembras, y varo- nes si la muger es mas endeble, como dixéron algunos antiguos, es una sospecha que desmiente cada dia la experiencia. Si alguien puede fundar mejor la sospecha son las mugeres que han tenido embarazos de ambos sexos separadamente, y en cada uno han ob- servado fenómenos diferentes. Con todo la analogía en los fenóme- 276: PRE nos aun no se puede tener por decisiva. He visto parir varón á muchas que porque deseaban tener una hembra creían que así sería; y á otras por el contrario, y todas daban por razón el que aquel embarazo se parecía á los en que habían parido varón, ó hembra, según sus deseos. - Quando el embarazo es de mas de dos fetos no hay señales, ni aun para sospecharlo,áf'menos que sea Cn una muger que en todos sus partos ha parido tres,v. gr. ó quatro, y que en el actual se observa igualdad en el volumen del vientre,- y en los demás fenó- menos. El formar un vientre muy abultado, y dividido como en dos mitades: el sentir los movimientos del feto en dos partes diferentes al mismo tiempo, y el tocar con el dedo introducido en la vagina, si la cabeza del feto tiene el volumen que es regular quando hay uno solo, que algunos tienen por señales ciertas del embarazo de gemelos, son por el contrario equívocas. El aumento extraordinario del útero puede provenir de excesi- va cantidad de aguas, de una hidropesía, ú de un feto mas grande que ló Ordinario en el todo, ó eñ alguna de sus partes, como v. gr. en la cabeza , ó en el abdomen por estar hidrópico , &c. La división del abdomen se observa también quando la matriz tiene algún tumor, ó lo hay en alguna de sus visceras. El feto puede muy bien menear al mismo tiempo dos partes distintas, como un pie y una mano , y entonces se sentirán en dos partes sus movimientos. . * A mas de que nunca se puede conocer la magnitud de la ca- beza del feto tocando con el dedo al través del útero y de las mem- branas , todos los días nacen gemelos del tamaño regular. Como el embarazo de gemelos, no siendo malo ó complicado, importa poco no conocerlo hasta la hora del parto, dexaremos para este lugar el especificar las precauciones que exige. El mal embarazo se distingue del bueno quando los síntomas, que hemos dicho suelen acompañar á este, son mas fuertes y conti- nuados. En este caso es necesario calmar para evitar el aborto que suele comunmente seguirse, ó la debilidad de la muger, que le ocasione un parto laborioso, ó una hemorragia consecutiva. He dicho calmarlos, porque los mas provienen del exceso de irritabilidad y sensibilidad, el quai no puede permitir la extensión y mutación del lugar que va adquiriendo el útero sin comunicar su irritación á otras partes, por lo que no pudiendoquitar el estímu- lo particular de la matriz, no hay mejor medio de corregir los efec- tos simpáticos que el disminuir en general la sensibilidad é irrita- bilidad que siempre se aumenta en las embarazadas. La plétora arterial que también rey na en las preñadas, pide P R E 277 muchas veces el remedio pronto de la sangría; pero esta evacua- ción no se hará si con la dieta tenue se puede conseguir la dismi- nución graduada de la plétora , atendiendo á que continuando el preñado se disipa la abundancia en el incremento del feto. En prueba de que la preñez no es señal de perfecta salud, ni de robustez, se ven freqüentemente mugeres embarazadas con hi- dropesías enkistadas, tumores escirrosos, asma, hernias, piedras en la vexiga, retención de orina é incontinencia, debilidad general, perlerías particulares, el mal venéreo y otros. Estas enfermedades se conocerán por sus señales, (V. los artícu- los correspondientes) cuya repetida exposición alargaría demasiado estos principios; y así contrayéndolos al parto veremos que las mas veces lo hacen laborioso, y deben curarse áotes si es posible. En general se llama falso embarazo quando un cuerpo conteni- do en la matriz sin tener continuidad con ella la dilata y ensan- cha como si fuera un feto. Por razón del germen que dio principio al cuerpo que dilata la matriz , se divide en falso embarazo que proviene de la concepción, y en falso embarazo que no proviene de la concepción, ni supone haber perdido la virginidad. Los falsos embarazos que provienen de la concepción son los que propiamente se llaman molas. Las molas son carnosas y vesicu- lares. Las carnosas no tienen otra figura que la de la parte donde se han formado, ó la que han tomado al tiempo de salir por el ori- ficio del útero ó de la vagina. Las vesiculares toman varias figuras según el número de vexigas, y su posición. Estas vexíguillas están sujetas á la matriz por una masa sólida parecida á la placenta, ó por un pedúnculo de donde salen las demás casi como los granos de uvas del escobajo. Estos últimos se llaman propiamente idátides, y pueden padecerlos también las vírgenes. He conocido mocitas que desde su primera menstruación arrojaban todos los meses de estos idátides en lugar de sangre. Los falsos embarazos que no provienen de la concepción son la hidropesía de la matriz , la timpanitis, y las colecciones san- guíneas. El falso embarazo no tiene señales por donde conocerlo, pues le acompañan los mismos síntomas que al verdadero. Si algo puede hacerlo sospechar es que el útero se dilata mas pronto que en los embarazos ordinarios, y la figura que toma es casi triangular. En medio de estas dudas es menester abstenerse de dar medicamentos activos hasta que se declare la enfermedad , que por lo común po- cas veces pasa del quarto mes. He tratado á dos señoras que de- seaban estar embarazadas, y con todas las señales de embarazo, á quienes después de catorce meses la una, y de diez y nueve la 278 P R E otra, se les fué desapareciendo el vientre, sin salir por la vagina el humor que distendía el útero, y le habia hecho subir hasta el ab- domen como en el embarazo verdadero. Ambas estaban sanas, sin tener mas síntomas que los comunes, y lo que mas les incomodó fué el ver deshacerse su vientre insensiblemente por la naturaleza. Como para expulsar las molas sobrevienen todos Jos síntomas del aborto , es menester proceder con mucha cautela y y dexar obrar la naturaleza; pues solo en el caso de haber alguna hemorra- gia considerable se podrá intentar la extracción. Si es difícil asegurar que una muger está embarazada, lo es mas determinar el lugar del embarazo, hasta que se pueda introducir el dedo en la matriz, y tocar que está vacía; pero nunca se cono- cerá si el embarazo es en los ovarios, en las trompas, ó en Ja ca- vidad del abdomen. Estos embarazos siguen el tiempo regular de los demás, y quando el feto se muere antes, se debe considerar como un aborto mortal, si la naturaleza no aboca el feto á la cir- cunferencia , y le abre por donde salga, ó pone el arte en estado de ayudarla dilatando el tumor exterior, de que hay varías obscr-? vaciones. Otras veces el feto se petrifica y permanece en el lugar donde: se formó hasta que la muger muere por otra causa. De este modo se ha conservado muchos años, como se puede ver en la gran Fi- siología de Haller. Baudelocque hace mención en la última impre- sión de sus Principios sobre el arte de partear , de un caso de esta especie. Una muger, dice, que murió en Vitri de Francia, siendo ya muy vieja, el año 1785, tenia en su vientre un infante disecado desde el año 1753 , que son 32 años. Quando el feto no se muere , y no se forman abcesos, ni se di- seca , la muger padece los síntomas del parto; y sí con ellos no se observa mutación en el orificio del útero ni cuello, y sobre todo se conoce por el tacto que la matriz está vacía, será mejor hacer la operación cesárea, que abandonar la muger á la naturaleza. (Navas.) PREPARADOS. (Mat. Méd.) Con este nombre se distinguen los medicamentos que por medio de una alteración qualquiera tiene dispuestos el farmacéutico para emplearlos inmediatamente al arbitrio del médico, ó para entrar en diferentes composiciones ofi- cinales. Pueden prepararse de antemano todas aquellas substancias capaces de conservarse así mucho tiempo , y cuya preparación es por otra parte trabajosa, y tarda en hacerse mucho tiempo , por eso se preparan las tierras absorventes como el coral en polvos, en trociscos, &c. se purifican las sales neutras, los bálsamos, las go- mas y las resinas, se reduce el azufre á flor, &c. y estas son otras tantas especies de preparaciones farmacéuticas que dan el nombre P R E 279 de preparados á los medicamentos que son objeto de ellas, como litargirío preparado, &c. La voz preparación tiene también el sen- tido impropio de composición ó formación pronta de un remedio. Los preparados que se encuentran en nuestra farmacopea son los siguientes. Preparados los mas simples: gordura , manteca, y médula preparadas. Se separa la gordura de su película y partes carnosas, se parte en menudos trozos, se líquida al fuego con un poco de agua , se evapora la humedad, se cuela, y guarda después que es- té fría para usarla. Aloes purificado, Rr. Aloes la cantidad que quisieres. Sí por casualidad no fuese muy puro, se disuelve en suficiente cantidad de agua pura. Se pone en digestión, se cuela por expresión, se evapora en una vasija de barro vidriado , y á lo último ya se inspi- ra en el baño aqüoso, hasta que se consuma la humedad. Después se rocía extraído de la vasija con un poco de alcohol , para que no se ponga mohoso antes de que sea necesario reponerle. Su dosis de un escrúpulo á una dragma. De este mismo modo se purifican los demás extractos aqüosos, ó los xugos vegetales inspisados. Sulfate desecado de alumbre. (Alumbre calcinado) ly. Sulfate de alumbre cristalizado la cantidad que quisieres. Se evapora la hume- dad en una vasija de barro no vidriado, sujetándole por algún tiempo al fuego hasta que levante ampollas; después que se haya enfriado se reduce á polvos sutiles, y se guarda para el uso. Se usa exteriormente. Milpiés preparados. iy. Milpiés vivos. Se sofocan en vino blan- co, lavándolos con él, se secan á un fuego muy lento, y se guar- dan. Su dosis de media á una dragma. Cuerno de ciervo pulverizado, R/. Cuerno de ciervo ó de ga- mo , la cantidad que quisieres. Se rae con una lima, se reducen á polvos las raspaduras, se pasan por un cernero muy sutil, y se conserva para usarle. Cuerno de ciervo quemado. (Calcinación del cuerno de ciervo) ly. Cuerno de ciervo ó de gamo en pedazos la cantidad que qui- sieres. Se pone en una vasija de barro ancha, y con varios agujeros, en un horno abierto que contenga mucho fuego hasta que adquiera blancura , después se pulveriza, se prepara rodándole por encima con agua, se hacen trociscos, se ponen á secar, y se custodian para usarlos. Goma amoniaco purificada. ly. Goma amoniaco en trozos lo que quisieres. Se mezcla á fuego lento con la suficiente cantidad de vino blanco ó vinagre, ó lo que es mejor de agua pura, meneán- dolo sin parar con una espátula. Se pasa muchas veces por un ce- dazo el líquido blanquecino. Se avapora en un baño aqüoso hasta 28o PRE que tome la consistencia de un extracto blando. Su dosis de media á una dragma. Del mismo modo se purifican el gálbano, sagapeno, opoponaco , bddelio , &c. Conchas preparadas de perlas. (Preparación de la madre de perlas) jy. Conchas de la madre de perlas. Después de haberlas lim- piado muy bien , se pulverizan sutilmente, y se lavan muchas ve- ces con agua caliente. Habiendo decantado el agua sobre un már- mol ó una piedra dura pulida no calcárea, se prepara en una masa muy tenue , añadiendo algún poco de agua si fuese necesario, has- ta que no rechine puesta entre los dientes. En este estado se hacen trociscos que se secan á la sombra. De este mismo modo se prepa- ran los corales, los demás testáceos, el succino, el oxide de zinc se- mivítrificado, el carbonate de zinc aluminoso y otros semejantes. Nitrate de potasa cristalizado ó purificado. ly. Nitrate de po- tasa común ocho libras, carbonate de potasa media onza. Se di- suelven en veinte libras de agua caliente. Se filtra el líquido, se evapora, y pone en un parage frío para que se concrete en crista- les. Se decanta el líquido , y se repiten las cristalizaciones y eva- poraciones hasta que salgan unos cristales muy puros y prismáticos. Tartrite puro ácido de potasa. (Purificación del tártaro, ó crémor de tártaro) Véanse las sales. Sulfate de alumbre purificado, ty. Sulfate de alumbre nativo la cantidad que quisieres: agua común cautidad suficiente. Se di- suelve y filtra, después se evapora en una vasija de barro vidriado, y se pone en un parage frió para que se formen los cristales. Se decanta el líquido, y se repiten las evaporaciones hasta que salgan unos cristales hermosos y relucientes. En algunas mixturas se usa dándole interiormente , y debe conservarse purificado en las ofi- cinas. Su dosis hasta un escrúpulo. De esta misma manera se pre- paran el muríate de sosa, el muríate de amoniaco, el sulfate de zinc, el sulfate de cobre, y otros semejantes, Sulfate de magnesia purificado. (Purificación de la sal catárti- ca) iy. Sulfate de magnesia dos partes, agua pura de la fuente qua- tro partes: mézclese y disuélvase en una vasija de cobre bien es- tañada á fuego lento; se filtra la disolución estando aun caliente, se pone en un sitio frió en una vasija de barro vidriado para que se cristalice; se decanta el líquido, y se repiten las evaporaciones y 4 cristalizaciones hasta que se consiga convertirle todo en cristales. Su dosis hasta una onza. Así se preparan el sulfate de sosa, el bo- rate de sosa , &c. Sulfate de magnesia desecado. (Calcinación de la sal catártica) jy. Sulfate de magnesia la cantidad que quisieres, se echa en una olla de barro no vidriado, y se guarda el mismo método que expusimos en la desecación del sulfate de alumine. PRE 281 Sulfate de hierro preparado. ly. Sulfate de hierro nativo y li- maduras de hierro limpio y reluciente, de cada cosa partes iguales.* agua de la fuente seis tantos mas. Se cuece á lumbre mansa en una vasija de hierro por espacio de media hora, se decanta y filtra, y se guarda el mismo procedimiento que en las demás ; se secan los cristales á la sombra, y se guardan en un vaso cerrado y opa- co. Aunque se juzgue que esta sal es pura, y que está privada del cobre , sin embargo no se debe administrar interiormente , sino que parece que su uso mas seguro es el externo, per tanto se usa co- mo calcitis con particularidad para la administración del elec- tuario grande de triaca. Sulfate de hierro desecado. (Calcinación del vitriolo de Marte) ly. Sulfate de hierro nativo preparado lo que quisieres. Se evapora su humedad á un fuego moderado en una retorta de barro no vi- driado, hasta que se reduzca á una masa cinericia ,y entonces de- secado el sulfate de hierro hasta ponerse blanco, se llama vulgar- mente ca'lcitis; pero si siendo un poco mas vivo el fuego, tomase dicha masa un color roxo, se nombra colcothar artificial ú oxide de hierro roxo artificial según el nombre mas moderno. Se toma por el electuario grande de la triaca. Muríale de sosa desecado. (Decrepitación de la sal común) ly. Muríate de sosa común la cantidad que quisieres. Ponía en un plato de barro no vidriado , y colócale sobre el fuego cubierto li- geramente , y con una espátula de madera se menea por algún tiempo, hasta que partidos los cristales, habiendo perdido la hu- medad de la cristalización, no salten ya mas con crepitación. Escila desecada. ly. Escamas de la raiz de escila la cantidad que quisieres. Habiendo quitado su corteza exterior, y su parte media, y cortado sus nudos á trechos, se expone al influxo de los rayos solares, y cortadas al través en trozos, se secan al calor blando del fuego. Su dosis de grano. Suero preparado, r/. Leche recien ordeñada lo que quisieres. Se mezcla con un poco de la flor de cynera cardúnculo (vulgo flor de cardo con su vilano) ó de qualquiera ácido vegetal, para que cueza la leche sobre un fuego manso en una vasija de barro vidria- do. Se pone el coágulo en una muñeca para que destile el suero, y se repite esto una y muchas veces. Suero clarificado, jy. Suero extraído debidamente una libra, tartrite acídulo de potasa purísimo y pulverizado medio escrúpulo. Se menea con clara de huevo, y mientras forma el hervor se añade un poco del mismo suero , que está frió. Se cuela por una muñe- quita , y si no saliese perfectamente claro, se vuelve á repetir lo mismo después que esté frío. Azufre purificado, (Flores de azufre) r/. Azufre la cantidad tomo vi. nn 282 PRE que quisieres. Se deshace, y echa en una olla de barro que tenga un cuello largo, y su chapitel de vidrio con su superficie. Se su- blima , se repone de quando en quando el chapitel, y se recogen las flores hasta que toda la cantidad de azufre se sublime en forma de flores , quedando las heces en el fondo. Su dosis de medio es- crúpulo á media dragma. Vívoras preparadas. Á las vívoras cogidas con unas tenazas se les corta la cabeza y cola. Se les quita el pellejo , y habiendo sepa- rado la gordura para varios usos, se aprovecha el cuerpo para los caldos, y puestos á secar al ayre y sombra, se conservan en un sitio seco dentro de un vaso cerrado. De este mismo modo se pre- paran las culebras para los caldos. Coliquintida preparada, ty. Coliquintidas partidas menuda- mente sin simientes, y quitados los pedúnculos, quatro onzas, go- ma tragacanto dos dragmas, vino blanco generoso cantidad sufi- ciente. Se hace una pasta en un mortero de madera , de la que se hacen tabletas secadas á la sombra. Después se reducen á polvo; y se vuelven á formar las tablillas con vino, y antes de que se se- quen se reducen otra vez á trociscos. Su dosis es de quatro á seis granos tomados en forma de polvos sutiles. Agárico preparado. R¿. Agárico muy blanco y ligero la canti- dad que quisieres. Se hacen rajas pequeñas, y se hacen masa en un mortero de madera con suficiente cantidad de vino blanco muy bueno; la quai desecada y hecha de nuevo trociscos, se secan á la sombra para el uso. Su dosis una dragma en polvo, y cinco dragmas en infusión. Esypo preparado, ty. Esypo impuro la cantidad que quisieres. Se cuece en suficiente cantidad de agua, para que se liquide ó ha- ga puches líquidas, se cuela por un cedazo meneándolo con una espátula de madera, y exprimiéndole se evapora hasta que tenga la consistencia de un extracto blanco, y se guarda para el uso , el quai es externo. Trementina cocida, me. Trementina la cantidad que quisieres. Se cuece en quatro partes mas de agua común hasta que tome la con- sistencia de emplasto, para que se haga una masa de pildoras que se guarda para usarla. Su dosis es de dos dragmas. Médula preparada, ty. Médula de la tibia de vaca lo que qui- sieres. Se.parte menudamente, se macera en agua fría por espacio de veinte y quatro horas , meneándolo todos los dias , y renovan- do muchas veces el agua, después se liquida á fuego lento en una vasija de bronce bien estañada, y se cuece hasta que se haya con-' sumido la humedad; se cuela, y estando fría se guarda para usar- la siempre exteriormente. De esta misma manera se preparan las demás médulas:, el sebo de cabrito, la enjundia de gallina y otras PRE 283 semejantes, habiéndolas quitado antes las películas y las partes carnosas. Ládano purificado. B¿. Ládano ó resina de cysto impura la cantidad que quisieres. Se reduce á pedazos, y se echa en sufi- ciente cantidad de agua hirviendo hasta que se reblandezca , y hasta que parezca como una masa de emplasto líquido; en se- guida se menea fuertemente , y mientras hierve se pasa por un ce- dazo, moviéndole con una espátula de madera, y apretándole en- tre las manos. Después que se haya enfriado, se amasa la resina, que nada encima del agua ; y se guarda en forma de cilindros ó de masa. Su uso es externo. Hiél preparada. Bí. Hiél de toro, ó qualquier animal recien extraida la cantidad que quisieres. Se cuela por un lienzo , se eva- pora á lumbre mansa en una vasija de vidrio en un baño de arena, hasta que adquiera la consistencia de una miel espesa, se custodia en un vaso de vidrio, y se repone para el uso. Su uso es exte- riormente. Esponja preparada. i)¿. Esponja muy ligera y fina cortada en trozos longitudinales la cantidad que quisieres. Se Java muchas ve- ces con agua apretándola amenudo, para que suelte todas las im- purezas, y dexe el agua limpia; después se exprime fuertemente, y quando ya parece que está casi seca, se la mete en claras de huevos, mezclándolo continuamente, hasta que se llenen de ellas todas las cavidades de la esponja, después se exprime con las ma- nos , y se ata cada pedazo con un hilo de cáñamo, para hacerlos cilindros ó bolos, que se ponen á secar para usarlos. Esponja quemada, flc. Esponja muy fina, lavada y limpia de todas las partículas terreas, la cantidad que quisieres. Se parte en pedazos, y se calcina á fuego lento en una vasija de tierra no vidriada, bien tapada, y que tenga un pequeño agujero en su parte superior, aumentándolo por grados cada hora y media, des- pués que ya se haya enfriado teniendo abierta la vasija, se reduce á polvos sutiles la esponja , ó por mejor decir, el carbón muy ne- gro , raro y ligero , y se conserva así para usarle. Su uso es exte- riormente. De este mismo modo se preparan el espodio ó el marfil quemado , los pelos y otros carbones semejantes. Ruibarbo tostado, fy. Ruibarbo selecto pulverizado la canti- dad que quisieres. Se pone en un plato de hierro , se coloca sobre un fuego moderado, meneándolo sin parar con una espátula para que no se queme, hasta que adquiera un color roxo obscuro. Se guarda para usarle. De este mismo modo se tuestan los mírobalanos y otros semejantes. Oxide de cobre acetado preparado. (Pulverización del cobre verde) #. Oxide de cobre acetado la cantidad que quisieres. Se 284 PRE contunde en un mortero de bronce, y se echa en un cedazo has- ta que haya pasado todo, y quede la materia leñosa é impura; se prepara el polvo en un mármol sin agua , hasta que se vuelva suti- lísimo é impalpable. Su uso es externo. Oxide de hierro aluminoso preparado. (Preparación del bolo arménico) ty. Oxide de hierro aluminoso lo que quisieres. Se calci- na á un fuego mas vivo en una vasija de barro no vidriado por es- pacio de media hora, se reduce á polvo, y se prepara por medio del agua en un mármol hasta que no rechine entre los dientes; des- pués se seca en trociscos, y se guarda en una vasija vidriada. De este modo se preparan los oxides de hierro aluminosos sanguíneos. Su dosis una dragma. Sulfúrelo de mercurio preparado. i)c. Sulfureto de mercurio nativo la cantidad que quisieres. Se pulveriza en un mortero de madera , se pasa por un cedazo, y se pone en maceracion por es- pacio de algunos dias en vinagre destilado, meneando de quando en quando el material; después separado el vinagre por inclinación, se dulcifica muchas veces el polvo con agua pura , se prepara en mármol, se seca á la sombra, y se guarda para usarle en una va- sija de vidrio. Su dosis una dragma. Así se prepara el sulfureto de antimonio nativo. Carbonate blanco de plomo preparado. (Preparación de la ce- rusa) Rí. Carbonate de plomo blanco la cantidad que quisieres. Se reduce á polvos sutilísimos, se deslien con agua de la fuente, y después de permanecer quieta por un breve rato, se decanta el agua, que aun está turbia y blanquecina, y se vuelve á executar lo mismo hasta tanto que el agua se ponga clara al instante de echarla, y que el oxide de plomo no contenga partícula alguna del carbonate de cal; en seguida se separa el agua por decanta- ción , se seca á la sombra, y se repone para los usos. Su adminis- tración es exteriormente. Si el carbonate de plomo es pesado, insí- pido, puro, tierno y muy blando, imitando un color algún tanto cerúleo, necesita aun de mas preparación. A estas mismas correc- ciones están sujetos el ácito nítrico adulterado, el sulfúrico negro, y el muriático azafranado; de los que se trata en sus respectivos lugares. Preparados del hierro. (Sulfate de hierro cristalizado) (Sal ó vitriolo de Marte) fy. Limaduras de hierro puras y resplandecientes una libra, agua pura quatro libras, ácido sulfúrico aqüoso libra y medía. Se mezcla en una vasija de vidrio capaz, y después que haga la efervescencia púnese en digestión por uno ó dos dias al ca- lor lento de la arena, meneándolo muchas veces. Se decanta esta disolución , se filtra y evapora bien , y se pone á cristalizar en un parage frío. Separados ya los cristales se evapora el líquido que se PRE 185 haya derramado, y se procede del modo que queda mencionado, hasta que no aparezca nada que cristalizar. Su dosis de tres granos á medio escrúpulo. Potasa ferruginosa líquida. (Tintura elástica) fy. Limaduras de hierro pulverizadas y resplandecientes dos onzas, carbonate de po- tasa común ocho onzas. Se mezcla y liquida en una masa á un fue- go muy vivo. Se pulveriza esta en un mortero de hierro ó de ma- dera , y se expone á que reciba un ayre húmedo en una vasija de barro. Se vuelve líquida, y se filtra. Su dosis una dragma en qua- tro libras de agua común para bebida tomada por intervalos. Acétate de hierro líquido. (Vitriolo líquido de Marte) Br. Lima- duras de hierro no herrumbrosas una libra, ácido acetoso común doce libras. Se pone en digestión por espacio de ocho dias en un matraz , después se filtra y guarda para usarle. Su dosis inedia onza. Tintura vinosa de hierro tartarizada. (V. las tinturas) Trociscos de hierro tartarizados. (Glóbulos ó peras marciales) tf.. Limaduras de hierro puro ocho onzas, tartrite acídulo de po- tasa común pulverizado doce onzas; se mezcla en una retorta de barro, y se la echa de agua y alcohol, vino común partes igua- les , hasta que se levante como un dedo. Se pone en digestión , y se evapora el líquido á fuego lento. Desecada la masa y pulverizada, se la echan de nuevo dichos líquidos, se digiere y evapora, y se repite esto muchas veces, hasta que secada dicha masa se presente como una resina. En este estado se hacen de ella globulillos del ta- maño de una pera pequeña. Carbonate de hierro. (Azafrán de Marte aperitivo) ty. Limaduras de hierro puro una libra. Se exponen al ayre, y humedecen ame- nudo con agua hasta que tomen un color roxo. Se machacan en un mortero de hierro, y echándolas agua destilada se saca un polvo sutilísimo junto con ella por inclinación , y se seca. El residuo se vuelve á humedecer con agua; se expone por mas tiempo al ayre, se vuelve á repetir lo mismo en el mortero, y se deseca. Su dosis de cinco granos á un escrúpulo. Oxide de hierro roxo. fy. Sulfate de hierro nativo preparado la cantidad que quisieres. Se calcina á fuego vivo en una vasija de barro no vidriada, hasta que no despida vapores, y adquiera un color roxo; después se prepara, y se guarda para el uso. Se da solo exteriormente. Oxide de hierro negro. (Etiope marcial) Rr. Limaduras de hier- ro resplandecientes la cantidad que quisieres, agua de la fuente la cantidad suficiente hasta que suba diez y ocho dedos. Se pone en una retorta, y se dexa en digestión por espacio de dos ó tres me- ses, meneando á veces hasta que el hierro se presente todo en for- 286: PUE ma de un polvo muy negro, añadiendo si se juzgase conveniente la suficiente cantidad de agua para prevenir el contacto del ayre con él. Después se menea y separa el agua turbia por decantación, y por subsidencia resulta un hierro poco oxidado en polvos sutiles, los que secados á fuego lento, se guardan con cuidado en una va- sija de vidrio. Su dosis es hasta dos escrúpulos. Preparados del mercurio* Extracción del mercurio.' Br. Sul- fureto de mercurio nativo la cantidad que quisieres. Se pulveriza y procede como en la forma siguiente diremos de la purificación del mercurio: aunque el sulfureto de mercurio Almadense no ne- cesita de la liga de la limadura de hierro para la secreción del mercurio. Purificación del mercurio. Br. Mercurio de Almadén la canti- dad que quisieres. Se destila en un receptáculo á un fuego vivo desde una retorta de hierro ó barro no vidriado, de lo que la mi- tad ha de ser agua. Amalgama de mercurio con estaño. (Amalgama ó pasta de Jú- piter) Rr. Estaño dos onzas, mercurio tres onzas. Se calienta el mer- curio por algún rato hasta que principie á despedir humo, se Je echa el estaño, liquidado en otro crucibulo, después se separa de la lumbre, y se menea el material con una espátula de madera en un mortero de mármol, añadiendo un poco del muríate de sosa, y se lava con agua hasta que se ponga dulce ; después se seca en un paño de lienzo y se guarda. En determinado peso de este, v. gr. en cada onza se contienen tres quintas partes de mercurio. Oxide de mercurio sacarino. (Azúcar vermífugo) Bj. Mercurio puro dos onzas, azúcar blanca pulverizada quatro onzas. Se ma- chaca todo en un mortero de madera con suficiente cantidad dé agua, para que se haga una masa blanda, la que se sublima de nuevo hasta que se apague casi todo el mercurio. En cada dragma hay un escrúpulo de mercurio. Su dosis de seis granos á un es- crúpulo. Sulfureto de mercurio negro. (Etiope mineral) %. Mercurio pu- ro dos onzas, azufre sublimado quatro onzas. Se machaca junto en un mortero de vidrio ó mármol hasta que desaparezcan los gló- bulos de aquel. En cada dragma hay un.escrúpulo de mercurio. Su dosis de medio escrúpulo á una dragma. Oxide de mercurio nitrado roxo. (Mercurio precipitado ro- xo) ?¡¿. Acido nítrico , mercurio puro, de cada cosa una libra. Se mezcla en una vasija de barro en el baño de arena para que se disuelvan. Se evapora el líquido hasta la sequedad. Se echa la ma- sa que resulta pulverizada en una vasija de barro no vidriada, cu- yo fondo sea ancho, se calcina á un fuego fuerte meneándolo sin parar con una cuchara de hierro hasta que tome el color roxo; des- PRE 287 pues se extiende por algún tiempo sobre un mármol, se prepara sin agua, hasta que resulte un polvo muy sutil. Su uso es exte- riormente. Muríate de mercurio precipitado. (Mercurio precipitado blan- co) B;. Mercurio puro quatro onzas , ácido nítrico purificado seis onzas, muríate de sosa quatro onzas, agua destilada tres libras. Se disuelve el mercurio con el ácido en una retorta de vidrio en un sitio frió, se disuelve también en agua el muríate de sosa, y se filtra. Se echa la disclucion del mercurio en la del muríate de sosa. En este estado se añaden diez y seis onzas de agua purísima, se lava muchas veces el polvo blanco aposado , habiendo decantado el lí- quido que nadaba encima , se seca á Ja sombra, y se guarda en una vasija opaca: su uso es externo. Muríate oxigenado de mercurio sublimado. (Mercurio subli- mado corrosivo) jy. Nitrate de mercurio desecado por evaporación, sulfate.de hierro calcinado y desecado hasta ponerse blanco, y mu- ríate de sosa seco, de cada cosa partes ¡guales. Se pulverizan con separación , se mezclan con cuidado, y se sublima en un matraz de vidrio que sea de una capacidad triple, y que se disminuirá hasta la mitad en el baño de arena, aumentando el fuego hasta que ya no salgan mas vapores roxos. Quando ya esté frió y rota la vasija, se quita con cuidado lá masa salina que se pega á la parte superior de ella. Su uso por lo regular es externo. Interiormente se suele propinar hasta la quarta parte de grano en agua destilada. Muríate de mercurio sublimado. (Mercurio suave ó dulce) 3¿, Muríate oxigenado de mercurio sublimado ocho onzas, mercu- rio puro seis onzas. Se machaca el muríate oxigenado en un mor- tero de vidrio, ó sobre un mármol con un poco de agua, añadien- do poco á poco el mercurio puro hasta que aparezca turbio. Se sublima en un plato de vidrio al fuego de la arena; se muele y su- blima de nuevo la materia cristalina separada de las heces, dexan- do también el polvo farináceo que se pega á la parte superior de la vasija; y se continúa repitiendo esto mismo sí fuere necesario," hasta que se ponga negra muy poca cantidad, mezclada con un poco de potasa ó de cal pura, ó disuelta en agua. Entonces se pul- veriza toda la masa, se prepara sobre el mármol, se lava con agua destilada hirviendo, se seca y guarda en un vaso opaco para el uso. Su dosis es de seis granos á medía dragma. Sulfureto demercurio facticio. B;. Sulfureto puro una libra. Li- quidado en una vasija de barro, añade poco á poco tres libras de mercurio puro. Se menean incesantemente hasta que se combinen bien y pongan negros. Se sublima á lumbre fuerte esta masa des- pués de fría y pulverizada en una vasija de vidrio, hasta que se ponga roxa, cerrando con un naype el orificio de la vasija: después 288 PRE se prepara y guarda para el uso común. Su dosis hasta ocho granos. Preparados del antimonio. Antimonio puro. (Régulo de anti- monio) B:. Sulfureto de antimonio nativo, estriado y puro dos li- bras, tartrite acídulo de potasa común libra y media, nitrate de potasa para ocho onzas. Pulverizados con separación se mezclan, y se echan á cucharadas en un crucíbulo ardiendo. Concluida la detonación , se liquida la materia, y enfriado ya, se separa de las escorias el metal pegado al fondo, y se lava. Muríate oxigenado de antimonio. (Manteca de antimonio) B:. Antimonio puro quatro onzas, muríate oxigenado de mercurio sublimado doce onzas. Se pulverizan con separación, y mezclados con cuidado en un mortero de madera, después en una retorta de vidrio que tenga un cuello corto y ancho, se adapta un receptá- culo ancho, y tapadas las rendijas se destila á fuego lento por espacio de una hora, aumentando por grados el calor. Sube al re- ceptáculo un líquido primero tenue, después mas consistente , y por último una sal cristalizada , la que si se pega al cuello de la retor- ta, se liquidará aplicando fuego, y se custodia en una vasija bien tapada : su uso es externo. Oxide de antimonio semivitrificado. (Hígado de antimonio) jy. Sulfureto de antimonio nativo, resplandeciente y hecho polvos, nitrate de potasa pulverizado de cada cosa una libra, muríate de sosa una onza. Se mezcla, se echa de quando en quando en un crucíbulo caliente , y aumentando su calor se liquida. Se extiende, y después de enfriarse esta masa se separa de las escorias. Se suele dar por el tartrite de potasa antimonial, ó en lugar del oxide vi- trificado. Oxide de antimonio sulfurado roxo. (Kermes mineral) B;. Sulfu- reto de antimonio nativo hecho polvos sutilísimos quatro onzas, carbonate de potasa común quatro libras, agua pura veinte y dos libras. Se disuelve la sal en agua, y se filtra. Estando hirviendo el líquido en una vasija de hierro se echa de varías veces el sulfure- to. Cocerá al menos por una hora. Se filtra en este estado de her- vor. Se saca en el fondo un polvo roxo, el que se dulcifica con agua fría después de haber decantado la disolución , se seca á un calor suave, y se guarda en polvos. Si añadieres algún poco de antimonio á la mencionada disolución mientras está hirviendo, ob- servando lo mismo que diximos antes, sacaremos una porción del kermes nueva, y volveremos á obtener el mismo resultado si re- pitiésemos tres ó quatro veces esta misma operación. Su dosis de un grano á cinco con igual cantidad de azúcar. Tartrite de potasa antimonial. (Tártaro emético) Bí. Tartrite acídulo do potasa purificado seis onzas, oxide de antimonio semi- vitrificado, preparado y lavado quatro onzas y media, agua desti- PRE 289 lada quatro libras. Se cuece lentamente en una vasija de vidrio por e;p:tcio de una hora , meneando el líquido filtrado con una espátu- la de madera, se evapora bien á lumbre mansa, y se repone para que se formen cristales. Se reiteran las evaporaciones y cristaliza- ciones hasta que ya no resulten cristales. Su dosis de dos á seis granos. Vino antimonial. (Emético) Br. Vino blanco muy bueno una libra, tartrite de potasa antimonial un escrúpulo: disuélvasele de- be hacer de pronto. En cada onza hay dos granos del tártaro emé- tico. Su dosis interiormente hasta tres onzas. Vino del oxide de antimonio. (Vino emético turbio) Bj. Oxide de antimonio semivitrificado preparado tres onzas, vino blanco muy bueno dos libras. Se pone en digestión, y se guarda. Para Usarle se debe menear antes, por si se manda turbio para la- vativas. Oxide de antimonio blanco. (Antimonio diaforético umal) Bí. Sul- fureto de antimonio nativo media libra, nitrate de potasa libra y media. Pulverizados con separación se mezclan bien , y se echan á cucharadas en un cacillo candente para que por turno vayan de- tonando ; concluida la combustión , se aumenta el fuego por espa- cio de una hora ; después se separa del fuego, y se echa con cui- dado en el agua hirviendo, para que se disuelva el material coa ruido, y se menea toda el agua blanquecina sin parar para que se separe todo él del cacillo: entonces se cuela por un cedazo, y se separa el agua por inclinación después de haberse aposado , se lava muchas veces el polvo blanco, se seca á la sombra, y se guarda para el uso. Su dosis de media dragma. Si se evaporan las lociones en una vasija de vidrio hasta la sequedad , se consigue una masa salina , potasa, oxide de antimonio, y nitrate de potasa, lo que se llamaba por los antiguos nitro estiviado. Preparados de plata: nitrate de plata fusible. (Vulgo piedra infernal) R;. Plata pura una onza, ácido nítrico tres onzas. Se echan en un vaso de vidrio, y se disuelve á fuego lento. Se decanta la disolución estando aun caliente , y se evapora hasta la sequedad dentro de una vasija de vidrio en el baño de arena. Se separa con cuidado la masa salina , y por intervalos se echa en otra vasija de hierro hasta que no haga ampollas. Liquidado casi todo el material se echa en una rielera caliente y untada de sebo. Se separan las barretas ya frías, y se colocan en un vaso cerrado. Su uso es ex- terno. Preparados del cobre. Acétate de cobre cristalizado. (Cristal de Venus) b?. Oxide de cobre acetado pulverizado una libra, áci- do acetoso destilado ocho libras. Se pone en digestión en una re- torta de vidrio, meneándolo sin parar para que se disuelva: ea es- TOMO VI. 00 290 PRE te estado se filtra y evapora bien en el baño de arena en una va- sija de vidrio, se coloca en un parage frío para que se concreten los cristales, los quales se custodian para el uso común. Su uso es exteriormente. Aquí se incluyen del mismo modo el oxide de co- bre acerado, y el sulfate de cobre cristalizado. Preparados del plomo. Acétate de plomo cristalizado (Sal, vul- go azúcar de Saturno) B:. Carbonate de plomo blanco , ú oxide de plomo semivitrificado una libra, ácido acetoso ocho libras: se cuecen juntos en el baño de arena hasta que se sature el ácido. Se filtra, evapora y dexa descansar para que se formen los cristales. El líquido que quede se pone á exhalar de nuevo, y se repite esto tantas veces como las que consigamos sacar cristales. Su uso es ex- teriormente. Acétate de plomo liquido. (Extracto de Saturno líquido) Bí. Oxi- de semivitrificado de plomo una libra, vinagre blanco muy fuerte quatro libras. Se pone en digestión á un calor suave por espacio de algunos dias en una vasija de vidrio, meneándolo varias veces. Se dexa descansar el líquido, el que se pasa á otra vasija por inclina- ción, ó se filtra, y se guarda para el uso en una vasija bien tapada. Oxide de plomo sulfurado. (Plomo quemado) B:. Plomo en pe- dazos la cantidad que quisieres. Se funde en una vasija de tierra no vidriada bastante ancha , y se añade á cucharadas, meneándolo sin cesar, la suficiente cantidad de azufre pulverizado hasta que se convierta en un polvo negro; después de esto se prepara en un mármol hasta que resulte un polvo muy sutil. Aquí se incluyen también de la misma manera el oxide de plomo semivitrificado, el roxo y el carbonate de plomo blanco. Preparados del zink: zink puro. B:. Zink, la cantidad que qui- sieres ; se liquida á un fuego moderado, y no se aviva mucho el calor sino el necesario para liquidarse. Se sacude fuertemente con una vara de hierro. Se echan en varias veces muchos pedazos de azufre, y un poco de sebo. Sí se han formado algunas escorias, se quitan, hasta que libre todo el azofre se queme bien. Oxide de zink sublimado. B:. Zink, la cantidad que quisieres, se echa en un cacito triangular, sobre el que se pone otro igual, pero inverso, de suerte que alternen los ángulos de entrambos, se colocan entre los carbones encendidos. Luego que el zink se liqui- da á un fuego vivo, arderá, y se sublimarán unas flores blancas, que ocupando los dos cacillos apagarán la llama. En este estado se quitan dichas flores con una pala de hierro, para que se vuelva á encender de nuevo el zink: se repite esta misma maniobra hasta que todo este metal se convierta en flores; si estas no son bastante blancas, se vuelven á poner en otro cacillo candente poco á poco, y se queman hasta la perfecta oxidación. Su dosis interiormente de PRE 291 seis á diez granos. De este mismo modo se prepara el oxide de an- timonio sublimado, ó el nihil álbum llamado de los antiguos. Sulfate de zink. (Vitriolo blanco) Br. Zink purificado , la can- tidad que quisieres, ácido sulfúrico aqüoso la cantidad suficiente hasta hacer la disolución. Se filtra, y después de la debida evapo- ración se cristaliza según arte. Regularmente se usa solo como re- medio externo. PREPUCIO. (Anat.) Se llama así la piel que cubre anterior- mente el miembro viril, esto es , el pellejo que tapa en algunas cir- cunstancias la glande ó balano. (V. estos artículos y el de gene- ración.) PRESBICIA Ó PRESBIOPIA. (Fistol, y Pat.) Es la disposi- ción particular del ojo que por estar aplanado el cristalino, &c. no se pueden ver los objetos si no están muy apartados, y siempre son muy cortos de vista los sugetos. (V. présbite , y enferme- dades de los ojos.) PRÉSBITE. (Cir. y Opt.) * Llamamos présbite al que ve los objetos lejanos, y no puede distinguir los que están cerca por te- ner el cristalino ó el globo del ojo demasiado chato. La razón de este defecto, es que quando los objetos están muy inmediatos, los rayos que envian después de haber sufrido su retracción en el ojo (V. visión) llegan á la retina antes de unirse, lo que impide el que la vista sea distinta. Este defecto se remedia por medio de vidrios convexos; estos vidrios hacen que los rayos entren en los ojos me- nos divergentes, y por consiguiente el que se reúnen antes, y van á formar el ángulo ó punta del cono precisamente en la retina. Esta voz se deriva del griego, y significa viejo por razón de que las gentes de cierta edad son regularmente présbites, pues el tiem- po va poco á poco aplanando la superficie del globo del ojo, de modo que siendo esta menos convexa, no hace la refracción de rayos para reunirlos precisamente en el fondo del ojo. El cris- talino se va también aplanando al paso que vamos entrando en edad , y con esto se hace menos apto para reunir los rayos. Los présbites son lo contrarío de los miopes que tienen el cristalino de- masiado convexo. También puede uno ser présbite quando la dis- tancia entre la retina y el cristalino es demasiado corta, aunque es- te por otra parte esté bien conformado; porque en aquel caso los rayos llegan también á la retina antes de reunirse. Con esto se ve que son diversas las causas, por las quales un hombre es présbite, y que estas causas en general pueden reducirse, ó á la poca con- vexidad de las partes y de los humores del ojo, ó á la excesiva distancia entre el cristalino y la retina. * PRESERVATIVO. (Higiene) Este nombre se da en la me- dicina á qualquier remedio que se tiene por capaz de precaver 292 PRI ciertas enfermedades. Los preservativos son generales ó particu- lares: los primeros son los que se emplean en estado de salud para defenderse de las causas generales y particulares de las enfermeda- des, como los pretendidos elixires de larga vida , &c. los segundos son los que se destinan á precaver los efectos de u: a causa morbí- fica presente ó inminente como el ayre infecto de un hospital, &c. y tales son las fumigaciones minerales. (V. el artículo desinfec- ción) Pero los verdaderos médicos convienen en que el mejor mé- todo de preservarse de las enfermedades en general, y aun de las que reynen particularmente, es no temerlas, y sobre todo observar un método de vida arreglado y prudente. PRIMOROSE. (Santiago) Médico de Paris del siglo XVII, natural de Burdeos, é hijo de un Ministro Escoces. Exerció su arte con distinción: hay de él i.° de Mulierum morbis, año de 165 5, en 4.0 2.0 de Circulatione Sanguinis , en Leyden , año de 1639, en 4.0 3.0 Academia Monspeliensis descripta, en Oxford , 1631, en 40 4.0 Enchyridion Medico-practicum, en Amsterdan , año de 1654, en 8.° 5.0 Ars Pharmaceutica, ibid. año de 1651 en 8.° 6.° de Vulgi erroribus in Medicina, que contiene cosas cutiosas é interesantes. Se desearía mucho que algún médico hábil refundiese este tratado. D. H. PRINCIPIOS. (Fisiol.) Se da este nombre y el de elementos á aquellas partes mínimas de la substancia animal, que no sabemos subdividir por la análisis química. Pero estos mismos cuerpos sim- plícísimos , que hoy nos parecen elementos, acaso llegarán á ser contados por nuestra posteridad mas ¡lustrada entre los cuerpos compuestos. Los principios elementales de nuestro cuerpo descu- biertos hasta el dia son : i.° El ázoe, que combinado con el hidró- geno constituye al álcali volátil, con el calórico el gas azótico^ con el carbón el gluten de las fibras animales. El ázoe es el primer elemento del cuerpo animal, pues por medio del ácido nitroso puede ser extraído casi de todas las partes animales, por quanto este tiene con los elementos de ellas mas afinidad que no el ázoe. El moco, la gelatina, las membranas, los tendones, los ligamentos y ternillas, por medio del ácido nitroso dan la menor parte de este elemento; la linfa, el suero de la sangre, el agua de los hidrópi- cos , el licor del amníos, y el queso dan mas; pero la linfa coagu- lable de la sangre, y los músculos dan la mayor cantidad del ázoe. La carne de los animales jóvenes da menos que la de los adul- tos ; menos la de los sarcófagos que la de los fitófagos y peces. No es de creer que el ázoe sea producido por el ácido del nitro des- compuesto, pues este ácido después de la operación satura la mis- ma cantidad de sal de tártaro (potasa) que antes de ella. 2.0 El ca- lórico que se halla en todas las partes sólidas y fluidas, y que ca el estado libre constituye el calor animal. 3.0 La materia de la Juz (lumínico) que en el estado libre obra en el ojo la visión, y en el estado de combinación entra como elemento en el aceyte y en to- das las partes inflamables. Los ojos de la algalia, especie de gato montes, se ven fosforear de noche claramente. 4.0 La materia eléc- trica, que penetra todos los cuerpos, y produce los fenómenos de la electricidad animal. 5.0 El oxigeno, que con el calórico forma el gas oxigeno, con el hidrógeno el agua, con las bases acescente* las sales acidas de nuestros humores. 6.° El hidrógeno, que com- binado con cJ oxígeno produce el agua, con el ázoe el álcali volá- til , con el calórico el gas hidrógeno , que se arroja por flato de los intestinos gruesos , con «1 carbón el gas animal (gas hidrógeno carbonado), y finalmente con el carbón y el ácido sebácico cons- tituye d aceyte de la membrana adiposa. 7.0 E! carbón, que con el hidrógeno y el ácido sebácico forma el aceyte de la membrana adiposa, con el hidrógeno solo el gas hidrógeno carbonado , con el ázoe el gluten animal. 8.° El azufre, que con el gas hidrógeno constituye el gas hidrógeno sulfurado, que exhalan las fibras mus- culares, los pelos, los huevos corrompidos, el gluten animal, y según Lavoisier los excrementos humanos. 9.0 El fósforo, que con el oxigeno forma el ácido fosfórico, con el gas hidrógeno el gas fos- fórico. El sudor luminoso de algunos animales, las luces fosfó- ricas que exhalan algunos animales muertos, y el fósforo preparado del queso, y de los huesos de los hombres demuestran suficiente- mente que el fósforo es uno de los elementos del cuerpo humano. 10. Sosa ó sal álcali mineral fixa. 11. La potasa ó sal álcali vegetal fixa. Estas dos sales alcalinas, como veremos, se encuentran en muchos humores. 12. El elemento terreo. Ninguna de las tierras se halla mas freqüenteraente que la tierra caliza en los huesos y otras partes. 13. El elemento metálico. De tantos metales conocidos so- lo el hierro y la manganesa se hallan en el cuerpo orgánico, esto es animal y vegetal. En las carnes se encuentra mas hierro que en los huesos; pero la mayor cantidad de él se halla contenida en el cuajo ó crúor de la sangre. 14. El principio olorífero, que se per- cibe en todos los humores animales, y principalmente en la orina y materias fecales del hombre. 15. El líquido nervioso, que está contenido en Jos nervios, y que parece ser un elemento de su es- pecie propia , es distinto de todos los líquidos conocidos, y no puede ser extraído por medio alguno. 16. El principio vital. En todas las partes sólidas y fluidas del cuerpo vivo existe un elemen- to de su propia especie, que constituye la vida de ellas, y por esta razón se llama justamente vital. Este principio obliga á los ele- mentos á formar otras combinaciones muy diferentes, de las que formarían si siguiesen las leyes comunes de la afinidad química. Por 294 P R I medio de este principio produce la naturaleza los humores anima- les, como la sangre, la bilis, el semen viril, y los demás que el arte química no podrá jamas imitar. Pero quando por la muerte llegan á cesar las leyes de atracción ó afinidad vital, entonces los elementos recobrando sus antiguos derechos vuelven al poder de las leyes comunes de la afinidad quí- mica , y forman nuevas combinaciones, de las quales nacen nuevos principios, ó los productos de la putrefacción. Así el hidrógeno con el ázoe produce el álcali volátil; y el hidrógeno carbonado, combinándose con el ázoe , produce el ayre pútrido en que se di- sipa todo el cadáver. Se comprehende también de esto mismo, por- que solo los cuerpos orgánicos, á saber , animales y vegetales, es- ten sujetos á la putrefacción , y de ningún modo los inorgánicos ó minerales; porque estos últimos son unos mixtos que siguen, no las leyes de la afinidad vital, sino tan solamente las comunes de la afinidad química. Y en efecto, la de liqüescencia de la pirita ó hierro sulfurado en la atmósfera, no es una verdadera putrefacción, sino una operación, en la quai, desprendiéndose el oxigeno del ayre, y juntándose con el azufre, forma una especie de ácido sul- fúrico. El fuego seco, del mismo modo que la putrefacción, separa los principios constitutivos de las partes animales en sus elementos; pero estos, puestos en libertad, se reúnen por la acción del fuego, y forman otros nuevos principios constitutivos, que se llaman los productos del fuego. Así el hidrógeno con el ázoe se muda en ál- cali volátil, y el hidrógeno con mucho carbón en aceyte empi- reumátíco, como se dirá después. De lo quai se infiere que ni por la putrefacción, ni por el fuego seco, se pueden descubrir los principios constitutivos de las partes animales. Sin embargo, la aná- lisis de los cuerpos animales por la putrefacción, y el fuego seco puede ser útil tan solamente en quanto da á conocer los elementos ó principios elementales de aquellos, pues á la verdad, siempre que por la operación vemos producirse álcali volátil, parece que se debe suponer la presencia del ázoe y del hidrógeno en el estado natural de la parte animal, así como debe suponerse la del hidrógeno y carbón, si es aceyte empireumático el que resulta de dicha ope- ración. principios constitutivos del cuerpo. Se llaman principios constitutivos del cuerpo humano aquellas partes mínimas formadas de dos ó mas elementos, y que solo pueden ser descompuestos por la acción del fuego ó de la putrefacción. A estos se refieren. i.° El agua, que constituye las partes mas considerables de los hu- mores , y es el vehículo de los demás principios. 2.° El hidrógeno carbonado, que se halla no solamente en la sangre, sino también en todos los demás humores. 3.0 El gas hidrógeno, que se arroja PRI 295 por flato de los intestinos gruesos. 4.0 El gluten animai , que consta de carbón y ázoe, y constituye las fibras de las partes sólidas, la parte caseosa de la leche, y el cuajo ó crúor de la sangre. 5.0 El albumen ó albúmina , que es propio del suero de la sangre. 6.° La gelatina , que se halla en el suero de la sangre, en la linfa de los vasos linfáticos, en otros humores , y en los intersticios de todas las fibras. 7.0 El crúor ó cuajo de la sangre, que es el gluten ani- mal , impregnado de hierro oxidado. 8.° El moco, que tapica las primeras vías, la superficie aerea de los pulmones, las vías genita- les y de la orina. 9.0 El aceyte animal, que llena las celdillas de la membrana adiposa. 10. La resina, que se encuentra en la bilis. 11. El ácido sebácico, que entra en la composición del aceyte animal. 12. El ácido fosfórico, que entra en la tierra animal de los huesos y sales fosfóricas de la orina. 13. El ácido láctico, que se contiene en la azúcar del suero de la leche. 14. La azúcar, que lo está en el suero de la leche. 15. La tierra animal, que es una cal fosfórica, y no solo constituye la parte mas considerable de los huesos, sino también se encuentra en todas las fibras de las partes blancas, y en todos los humores. 16. El álcali volátil fosforado. 17. La sosa fosforada , que se halla en la orina. 18. El muríate de sosa , que se saca de la orina , xugo gástrico , semen viril, y otros humores. El mejor modo de hacer la análisis de los humores y partes animales, es: i.° Por la via húmeda, ó destilación húmeda. Pues esta separa solamente los principios constitutivos sin descomponer- los como la destilación seca, y así no da nuevos productos. 2° Por la aplicación de los criterios químicos, cuya índole ó modo de obrar conocemos exactamente. La análisis por el fuego seco es un medio tanto mas vicioso, quanto se separan al mismo tiempo que algunos extractos los productos del fuego. Así se produce. i.° El álcali volátil, si el hidrógeno se une con el ázoe. 2.°El aceyte em- píreumático, si el hidrógeno con mucho carbón. 3.0 El gas hidró- geno , si el hidrógeno con mucho calórico. 4.0 El gas ácido carbó- nico, si el carbón se junta con el oxígeno de la atmósfera. 5.0 El agua, si el hidrógeno se une con el oxigeno. 6.° El gas fosfórico, si el fósforo con el gas hidrógeno. Así la fermentación espirituosa de la leche da el vino de leche que goza de espíritu de vino (alco- hol) y la fermentación acida de la misma produce el ácido láctico. principios de las partes solidas. Los principios primarios de las partes sólidas son tres: i.° La gelatina animal. 2.0 El gluten ani- mal de las fibras. 3.0 La tierra animal (fosfate calizo.) Porque todas las partes animales blandas y duras cocidas en agua por bastante tiempo vuelven el agua gelatinosa, dexando después una masa fi- brosa perfectamente análoga al gluten fibroso del crúor de la san- 296 PRO gre , y parte caseosa de la leche , y se llama gluten animal de las fibras. Esta substancia fibrosa puesta en combustión á un fuego abierto, se convierte en carbón, el quai reducido perfectamente á la incineración , da una cal fosfórica que se llama tierra animal. (Fosfate calizo) (plenk.) PROCESOS. (Anat.) Esta voz viene del verbo latino procede- ré•, que significa adelantarse, salir, &c. La han adoptado los ana- tómicos para llamar alguna de las partes del cuerpo humano, como los procesos mamilares, que así han llamado al primer par de ner- vios, los procesos ciliares, &c. (V. vista y nervios.) PROCIDENCIA. En el artículo caída hemos expuesto la pro- cidencia del útero y ano. (V. didio artículo.) PRODUCCIÓN. (Anat.) Los anatómicos usan esta voz en lu- gar de la de alargamiento, para manifestar que una parte se alarga para formar otra. PROFILAPSIS Ó PROFILÁCTICO. (Hig.) Esta voz equi- vale á la de precautorio, con cuyo adjetivo expresamos la natura- leza de un remedio , de un plan, &c. porque muchas veces se em- plea un régimen precautorio ó profiláctico, ó se administra un re- medio profiláctico ó precautorio, esto es, que puede precaver una enfermedad ó un síntoma, &c. (V. el artículo higiene.) PROFUNDO, (músculo) (V. dedos en el suplemento.) PROGNOSTICO. (Semeyoctica) Significa el conocimiento que puede adquirirse de los conocimientos y del éxito de una enferme- dad anticipadamente: á veces también nos valemos de esta voz para expresar las señales que proporciona en este conocimiento. (V. señales.) El prognóstico es sin contradicción la parte mas brillante de la medicina, y la mas favorable á la reputación de un médico. El don maravilloso de preveer los acontecimientos futuros le da un carácter sobre humano que le aproxima, por decirlo así, á la di- vinidad. Guiado por la observación y la experiencia ve en medio de los síntomas mas graves y terribles prepararse el triunfo de la naturaleza, y el restablecimiento de la salud; consuela con mas firmeza al enfermo inquieto y temeroso, tranquiliza á una familia afligida, y promete con certeza un éxito favorable. Otras veces en- tre algunos síntomas leves en la apariencia descubre el brazo de la muerte pronto á descargar el golpe sobre el miserable paciente, y entonces le advierte su estado , á fin de que cumpla con los sa- grados deberes que le imponen la religión y la razón, que lastimo- samente suelen dexarse para el último momento por inadvertencia del médico, ó por las ilusiones lisonjeras á que se abandona el en- fermo; previendo ademas el profesor los progresos de la enferme- dad, sabe seguir con mas seguridad la marcha de la naturaleza, y proporcionarle de antemano los socorros que ha de necesitar en P S O 297 adelante, ya precaviendo los síntomas peligrosos, ya preparando una terminación favorable. No cesaremos de repetir aquí que las principales bases en que se funda el arte difícil de prognostícar son la observación y la ex- periencia, según lo hemos explicado en sus respectivos artículos; tal fué el estudio del grande Hippocrates, el único que ha sobresa- lido en esta parte de la ciencia : nuestros lectores deberán consultar asimismo el artículo de señales, y todos los que pertenecen á la se- meyóetíca , como pulso , respiración , orina, sudor, lengua , &c. PROL1FICO. Adjetivo que expresa todo lo que es propio para la generación, y así se dice el semen es prolífico ó apto para la ge- neración, &C. (V. GENERACIÓN.) PROLONGACIÓN. (Anat.) Es lo mismo que alargamiento; los anatómicos suelen usar con freqüencia esta voz para dar á en- tender el que una parte se extiende ó alarga, como las prolonga- ciones del peritoneo, de la dura mater, &c. (V. estos dos artículos.) PRONACIÓN. (Anat.) Se llama así el movimiento, por el quai el antebrazo y la mano se vuelven hacia abaxo, en lugar que la supinación que es el movimiento opuesto, se vuelven hacía arriba. PRONATOR. (músculo) (V. mano.) PRÓSTATA, (glándula) (V. generación.) PROTHESIS. (Cir.) * Se llama así toda operación de Cirugía, por la quai se añade ó aplica al cuerpo humano alguna parte arti- ficial en lugar de la que le falta para que pueda exercer cierta fun- ción , como una pierna de palo, un brazo ó un ojo artificial, &c. Esta voz es griega , y significa adición , aplicación. * PROTUBERANCIA. (Anat.) Los anatómicos usan bastante esta voz , para designar alguna elevación ó eminencia en los hue- cos , y alguna otra parte blanda, como las protuberancias ó eminen- cias anulares del cerebro, &c. PRUNELA. (Anat.) Es lo mismo que pupila (V. vista.) PRURITO Ó PICAZÓN. {Med. Práct.) Es una sensación incómoda en la superficie de la piel que se modera rascándose; pero esto mismo aumenta por lo común el mal. Los remedios se han de aplicar según la causa que produzca esta sensación incómoda. En general convienen los oleosos anodinos que emboten las pulpas ner- viosas, y disminuyan la sensibilidad. (V. el género VIII. de la clase de DOLORES.) PSOAS. (músculo) (V. muslo.) PSOROFTALMÍA. (Cir,) * Se llama así una enfermedad de los párpados que consiste en la inflamación de la membrana inter- na de aquellas partes hacia el borde, acompañada de légañas acres y puriginosas, con unas pustulitas semejantes á las de la sarna. La voz psoroftalmia es griega, y significa propiamente sarna del ojo. tomó vi. pp 293 PTE Esta enfermedad proviene siempre de la acrimonia de la linfa , y es muy difícil de curar, mayormente si es inveterada, ó es per- sona de edad la que la tiene. Quando estas úlceras puriginosas ocu- pan solo el borde de los párpados , quando es poca la inflamación, y no hay ningún indicio de plenitud ni de cacoquimia , podemos contentarnos con remedios externos; pero en tal caso el mal de los párpados será una resulta de otro mal, tal como el venéreo, para el que se deberán administrar remedios generales. Fuera de los ca- sos de esta naturaleza, se debe prescribir al enfermo un régimen dulce y refrescante para templar el calor y la acrimonia de la san- gre; sangrarlos si hay plétora, usar uno de los purgantes según la necesidad, y recurrir al vexigatorio ó al sedal quando el mal es violento ó habitual: los baños domésticos están también muy indi- cados , y generalmente todos los remedios propios para humede- cer la sangre , fundir y evacuar los humores, y desviarlos de los párpados. Quando se supiese ó se sospechase la existencia de algún vicio tal como el venéreo, el escrofuloso ó el escorbútico, con- vendría usar de los remedios mas propios para destruir el vicio do- minante. Por lo tocante á los remedios tópicos debemos servirnos pri- meramente de los que humedecen y dulcifican , tales como el co- cimiento de las raices del malvavisco, y de las flores de manzani- lla y de meliloto; es preciso tener cuidado de no relajar mucho para que los vasos no se pongan varicosos, y para que la membra- na no se hinche cada dia mas por la pérdida de su resorte. Para lo quai es preciso formar una loción dulcificante y disecante. Quan- do los párpados no están ya tan duros ni tan inflamados, se pasa á los colirios detergentes, tales como se forman de las aguas destila- das de hinojo y de llantén, en seis onzas, en las quales se hace disolver una dragma de azúcar piedra, y doce granos de vitriolo blanco. El ungüento de tutia es muy conveniente en tal caso. Los libros están llenos de fórmulas muy recomendadas: á los que tie- nen una verdadera idea de la naturaleza del mal y de su estado, no les faltarán remedios para llenar las diferentes indicaciones que pueden presentarse. * PTERYGION. (Cir,) * Se da este nombre á una enfermedad del ojo que consiste en una excrecencia membranosa que se forma sobre la cojuntiva. (V. uña del ojo.) Celso da también este nom- bre á una excrecencia carnosa que sale á las uñas de los pies y de las manos, y las cubre en parte. La causa de esta última enferme- dad proviene del crecimiento de la uña hacia sus partes laterales*, lo que la hace entrar en la carne, y causa un dolor continuo, mu¡- chas veces acompañado de calentura: la uña del dedo pulgar dej pie es la que se halla mas expuesta á esta enfermedad, y en este P U B 299 caso no se puede andar sino con mucho trabajo. Se ha notado que los Frayles descalzos no padecen esta enfermedad; pero sí los que son omisos en cortarse las uñas, y los que llevan los zapatos de- masiado estrechos, ó cuyo capillo es demasiado duro, padecen mucho esta enfermedad , porque no pudiendo la uña crecer libre- mente hacia afuera, se va introduciendo hacia los lados. Esta enfermedad se procura curar regularmente consumiendo la carne superflua por medio de catereticos, y empleando luego los desecantes; pero se trabajará en vano, porque mientras subsis- tan las puntas de la uña que continúen ofendiendo , no es posible curar la enfermedad, y es absolutamente preciso hacer la opera- ción. Para lo quai, primeramente es preciso meter el pie en agua caliente para que se ablande la uña; luego el cirujano hace sentar al enfermo en una silla mas alta que la suya, pone el pie del en- fermo sobre su rodilla, y con un visturí corta á lo largo la parre de la uña que le parece necesario quitar; quando la ha separado así de lo restante de la uña, toma las pinzas, y arranca aquella porción con la mayor suavidad que sea posible. Hay también unas pinzas incisivas muy cómodas para cortar las uñas. Si la uña estu- viese separada del dedo, no se necesitaría del visturí para cortarla, pues bastarían unas tixeras, pasando una de las puntas por el hue- co que hubiese entre el dedo y la uña, cortando luego poco á poco hasta llegar á la raiz. Esta operación es muy dolorosa. Des- pués de la operación se debe envolver el dedo con unas hilas, una compresita circular, una cruz de malta, y un vendolete al modo que queda dicho en el artículo panarizo. El enfermo debe estar luego mucho tiempo sin andar, y se le cura todos los días con una compresa mojada en aguardiente, que es lo que basta para la curación. Para evitar la reincidencia es menester tener cuidado de cortarse la uña, y rasparla de quando en quando con un vidrio, pues adelgazándola de este modo, los xugos alimenticios se dirigen hacía el medio, y la uña no crece á los lados. * PTIALISMC. (V. el género de la clase de fluxos.) PUBERTAD. Se ha dado el nombre de pubertad á la edad en que ambos sexos adquieren las facultades reproductrices que en- tre los Romanos se fixaba á los 15 ó 17 años en los varones , y á los 12 ó 14 en las hembras. En esta época se renueva la naturale- za, y abre al hombre las fuentes del sentimiento, de los amore?, de las gracias, y de los placeres: así esta edad tiene un grande in- fluxo en la felicidad ó infelicidad del resto de la vida. Las señales físicas, mas bien que las morales, la caracterizan procurando co- municarse* á lo exterior aquella superabundancia de vida, origen de la fuerza y la salud : en el hombre la anuncian la mudanza de la voz, el desarrollo de varios órganos, y.el poblarse de pelos la 3co PUE barba y otras partes , y en las mugeres el presentarse la evacuación periódica, el incremento de los pechos, &c. Estas generalmente llegan á la pubertad antes que los varones; pero también se ade- hala ó atrasa según la diversidad de climas y costumbres : en esta edad termina por lo común el incremento del cuerpo. PUENTE DE VARIÓLO. Es una de las partes que consti- tuye la médula oblongada. [V. este artículo.) PUERPERAL, (calentura) Con este nombre se distingue la que acomete á las recien paridas inmediatamente después del par- to ; pero desde luego se nota la impropiedad de esta voz incapaz de determinar su especie, como que solamente indica la época en que sobreviene. Por consiguiente su carácter y curación son dife- rentes , aunque por lo común se presenta con el de una pútrida nerviosa. (V. la clase calenturas.) PUERPERIO. (Med. Práct.) Es la época que se sigue al par- to hasta el perfecto restablecimiento de las paridas, en la quai ciertamente se necesita gran cuidado de parte de los profesores , de los asistentes, y de la paciente misma, para evitar los gravísimos ma- les que suelen sobrevenir entonces. Por tanto prescindiendo aquí de todas las ideas relativas á la operación del parto, cuyo artículo debe consultarse, expondremos el régimen mas conveniente para evitar dichos males. Los violentos esfuerzos de una parturiente, su sensibilidad exaltada excesivamente, y la presencia de ciertas se- creciones nuevas y consiguientes al parto, exigen las mayores precauciones para que en nada se altere la marcha de la naturale- za. Sin embargo sería también inoportuno tratar á una parida como á una enferma, y administrarla gran número de remedios diaforé- ticos, aperitivos , purgantes, antilácteos, &c. Luego que ha pari- do una muger vuelve á un estado de calma, restableciéndose el equilibrio en sus funciones: hacia el principio del tercer dia se ele- va el pulso, se forma una calentura sensible, la evacuación se suspende ó se disminuye considerablemente al fin de este dia, la piel se humedece, se llenan los pechos, y si crian son escasas ó nulas las demás evacuaciones. En las que no crian la hinchazón de los pechos es por lo común dolorosa, y el sudor copioso, y la leche se va parte por los mismos pechos, parte por sudor, y parte por las deposiciones de vientre, y al fin desaparece del todo, siguiéndose una evacuación que es mas larga á proporción que las mugeres son mas delicadas, ó el «•lima donde habitan mas frió. Así pueden distinguirse tres tiempos en esta época, el primero desde el parto hasta la calentura láctea, el segundo que compre- hende el espacio que dura esta calentura , y el tercero hasta la ter- minación de los Joquios. PUE gol En el primer tiempo, habiendo sido estos abundantes, si ha de mudarse la parida á otro parage, se ha de hacer inmediatamente para no interrumpir su descanso en el momento en que es mas ne- cesario; entonces también puede ponérsele ropa limpia , y evacuar los materiales detenidos en los intestinos por medio de las lavati- vas , evitando la corriente y la impresión del ayre , principalmente si es frío y húmedo; pero se cuidará de renovarle á menudo en ¡a estación de grandes calores. No se debe excitar con violencia la transpiración , porque ella basta á infestar su ropa , y debilitarla, y la naturaleza sabe por sí promover las evacuaciones útiles, con tal de que no nos opongamos á sus esfuerzos. La parida debe permanecer en cama mientras fluyan con abun- dancia los loquios , y es preciso separar de ella qualquiera emana- ción olorosa, aun quando sea agradable. Conviene que tenga cu- biertas las partes que habitualmente están expuestas al ayre, como los brazos y el pecho; pero es por demás el cargarla de ropa quan- do se halla en una atmósfera suave y templada. El aseo es muy esencial, y no podemos menos de reprobar el abuso de excitarlas el sudor por espacio de nueve dias , pues á la naturaleza toca elegir el emuntorio mas oportuno. La tranquilidad de espíritu es una circunstancia indispensable , igualmente que la renovación y limpieza de ropa para facilitar la evacuación de los loquios. Son preferibles ios alimentos blandos, y de fácil digestión, lí- quidos durante Ja calentura láctea , mas á veces puede condescen- derse algún tanto con el hábito de la paciente. Para bebida común se usan las tipsanas ligeras de escorzonera, el agua de pan, &c. y aunque no se debe tratar una parida como verdadercmente enfer- ma , es necesario guardar un régimen riguroso, porque entonces están mas sensibles, irritables, y expuestas á qualquiera incomo- didad. Mientras permanezca en cama es preciso usar de lavativas; pe- ro será mejor que se levante apenas lo permitan sus fuerzas. Mientras dure la evacuación se deben escasear quanto sea po- sible los purgantes, y no basta en estos casos el ver la lengua car- gada nvéntras no se disminuya el apetito, y haya otras señales evi- dentes de saburra en primeras vías. Las pasiones del alma son causas muy freqüentes de los msles gravísimos que sobrevienen en el puerperio , y así deben evitarse con el mayor cuidado, principalmente en las mugeres delicadas y sensibles. Es menester restituirlas por grado á su método regular de vida , porque qualquier mudanza repentina es sumamente peli- grosa en ellas. La cabeza debe mantenerse cubierta, por ser la parte en que Z02 PUL mas se íes manifiesta el sudor; y una de las mas sensibles; con todo se las puede peynar y asear luego que haya pasado la calentura láctea, mas no se les permitirá tan pronto el prendérsela, empol- barsela, &c. Todas estas reglas de régimen son relativas á las constituciones, á los temperamentos, estaciones y climas, y tienen poco lugar en las campesinas mas vigorosas, y menos expuestas á los males del puerperio ; pero qualesquiera que sean sus circunstancias, debe atender el profesor á tres cosas, á la debilidad que es consiguiente, á los esfuerzos del parto, al aumento de la sensibilidad nerviosa, y en fin á las nuevas secreciones que en aquella época aparecen. PULMONES. (Anat.) Se llaman así, vulgarmente bofes ó livia- nos , dos visceras esponjosas encerradas en los dos sacos de la pleu- ra. Cada pulmón llena exactamente la cavidad del saco que le con- tiene , de modo que por toda su superficie está contiguo á las pa- redes del saco; pues el vapor linfático que exhalan las arterias, así de las paredes del saco, como de la membrana que viste al pul- món, no hace mas que humedecer ambas superficies, y disminuir la confricación de una viscera que está en continuo movimiento. Sin embargo este vapor por su naturaleza coagulable forma fre - qüentemente en varias enfermedades una especie de membranas li- gamentosas , que atan parte del pulmón á la pared del saco. Mu- chos anatómicos han pretendido que entre el pulmón y el saco me- diaba una porción de ayre; pero esta opinión está ya desterrada de la Filiosogía desde que el Barón de Haller refutó plenamente las razones y experimentos de sus autores. Supuesto que los pul- mones llenan exactamente los sacos de la pleura, su figura debe ser la misma que la de estas cavidades, estoes la de un cono, aun- que muy irregular, cuya punta obtusa excede un poco el nivel de la primera costilla, y cuya base es ligeramente cóncava, y cortada oblicuamente de arriba abaxo, y de delante atrás, para acomodarse á la convexidad y obliquidad de la parte del diafrag- ma sobre que está apoyada. Las caras, por las quales un pulmón mira á otro, son anteriormente planas, y después cóncavas para dexar lugar al corazón. La cara que mira á las costillas es bastante chata por delante , algo convexa por los lados, y mucho mas por atrás, donde las costillas son muy arqueadas. El color de los pulmones varía según las diferentes edades: en la infancia es bermejizo: en la edad adulta es pardusco con man- chas azules, las que son tanto mas numerosas, y de un color mas subido, quanto mas se acerca el hombre á la vejez, El pulmón de- recho está por lo regular dividido en tres lóbulos, dos grandes y uno pequeño, y el izquierdo solo en dos mas distintos; pero tie- ne ademas una escotadura en su parte inferíor y anterior del lado PUL 303 que mira á la punta del corazón, de suerte que, ni el pulmón pue- de estorbar el movimiento del corazón, ni este puede comprimir- le. Ordinaríamente el pulmón derecho excede en magnitud al si- niestro, así como es mayor la capacidad del saco derecho de la pleura que la del izquierdo. Cada pulmón está libre en su cavidad, sostenido únicamente por los grandes vasos que se introducen en él, y por un doblez triangu- lar de una de las hojas del mediastino posterior que se ata á lo lar- go de su borde posterior, desde la entrada de sus vasos hasta el diafragma. El doblez de la hoja derecha se pega al pulmón dere- cho, y el de la izquierda al izquierdo, y ambas, después de asir- se á la entrada de los vasos pulmonares en esta viscera, se extien- a den por toda su superficie, y forman la membrana externa del pulmón. Es por consiguiente esta membrana continuación de la pleura, adelgazada y adherida fuertemente al pulmón por su cara celular que aquí se hace interna, al paso que su cara membranosa se vuelve externa. La substancia propia de los pulmones es blanda y esponjosa, compuesta de un gran número de lobulillos que no tienen comu- nicación entre sí. Estos lóbulos se distinguen fácilmente en el feto V en Jos sugetos de poca edad, en quienes se hallan mas separa- dos unos de otros por el texido celular de la membrana externa que los envuelve todos, el quai se introduce en los pulmones con los grandes vasos que se distribuyen por ellos, y llena los intersti- cios hasta de los mas pequeños lobulillos; pues si se hace una aber- tura en la membrana externa de los pulmones, y se sopla el te- xido celular, no solo se aumentan los intervalos de los primeros lobulillos, sino que estos se separan y subdividcn en otros sucesi- vamente menores de figura indeterminada. Cada uno de estos lo- bulillos pequeñísimos se compone de la expansión de las últimas extremidades de los bronquios, y de las ramificaciones capilares de las arterias y venas pulmonares. Se da el nombre de bronquios á los dos ramos en que se divide el conducto llamado traquearteria ó traquea, 6 áspera arteria, y vulgarmente caña del pulmón. Este conducto es un tubo, parte cartilaginoso, y parte carnoso , casi cilindrico, y un poco aplana- do por detras, el quai de la parte inferíor de la laringe baxa á los pulmones á lo largo de la parte anterior de las vértebras del cuello^ delante del osófago. Quando llega á la parte superior del pecho se mete en la cavidad del mediastino, y baxa entre los dos sacos de la pleura, á la derecha de la aorta, hasta enfrente de Ja segun- da ó tercera vértebra del dorso. Aquí se divide en los dos bron- quios, uno derecho mas corto, mas ancho y mas recto, que entra en el pulmón de su lado por debaxo de la arteria pulmonar ea- 304 PUL frente de la quarta vertebra dorsúl; y otro izquierdo mas largo, mas angosto , y mas obliqüo, que se introduce también en el pul- món de su lado por debaxo de la arteria pulmonar enfrente de la quinta vértebra. La parte principal de la traquearteria es cartilaginoss, compues- ta de anillos ó cercos planos interrumpidos por detras, convexos por su cara anterior, cóncavos por la posterior, gruesos en su par- te media, delgados y redondeados en sus extremidades, y puestos de canto los unos encima de los otros. Los anillos superiores de la traquea, mayormente el que está atado al borde de la ternilla cii- coides, son mas anchos que los inferiores. Muchas veces se ven dos unidos en la parte media, y separados en sus extremidades, y otros al contrario, por lo que es difícil determinar positivamente su número, aunque de ordinario se cuentan de diez y seis á veinte. Los anillos ternillosos no están por lo regular pegados uno á otro, sino unidos entre sí por fibras carnosas, que del borde inferior del uno baxan al superior del inmediato, para arrimarlos entre sí quan* do es menester. El espacio posterior que queda entre las extremidades de los anillos ternillosos, le llena una especie de membrana carnosa, com- puesta de dos planos de fibras, unas transversales atadas á una y otra extremidad de cada anillo, que por consiguiente le angostan quando se contraen , y otras longitudinales, que de la parte infe- rior de la ternilla criccides baxan hasta el pulmón, y que en su contracción encogen y acortan toda ja traquearteria. Estas fibras carnosas longitudinales, sobre que las admiten los mayores anató- micos, las pone á la vista su color roxo: sin embargo Sabatier niega estas fibras y las que atan á los anillos entre sí, y tiene por super- fluas todas las fibras longitudinales para acortar la traquearteria, fundado en que basta para esto Sa supuesta membrana elástica que admite entre los cercos ternillosos. Se ha creído mucho tiempo, que la traquearteria era membranosa por detras, para que no compri- miese el esófago , delante del quai está situada; pero si se advierte que la traquearteria baxa inclinada algo á la derecha del esófago, y que la misma estructura tienen los bronquios sin ninguna relación con el esófago , se conocerá que no es este el uso de la parte blan- da de la traquearteria , sino el de angostar ó dilatar este tubo se- gún sus fibras transversales se contraen ó se relaxan. Viste exteriormente á la traquearteria una capa gruesa de texi- do celular , que la une á la glándula tiroidea, al esófago y demás partes vecinas, sin impedir sus movimientos. La cara interna de este tubo está guarnecida de la misma piel que entapiza el interior de la boca, y se extiende por la laringe hasta dentro de los pul- mones. Esta membrana es delgada, blanda, extcnsible, y de un sentido exquisito por los muchos nervios qne recibe del tronco re- currente, y está adherida á las fibras musculares por un texido ce- lular. Tiene también esta membrana un gran número de poros, por los quales se rezuma un humor mucoso, roxo en el feto, y azula- do en el adulto , que la humedece continuamente, y la mantiene en el estado de blandura necesaria para el exercicio de sus funciones. listos poros son los orificios de los conductos excretorios de varias glándulas redondas, ovaladas ó aplanadas, ya simples, ya compues- tas, situadas en la tela celular, que envuelve exteriormente la traquearteria , principalmente en su parte posterior, y cuyos con- ductos excretorios pasan por los intersticios de las fibras muscula- res , atraviesan la membrana interna, y se abren en la cavidad de la traquea. Pero se hallan ademas otras glándulas de la misma es- pecie , por lo común menores, distribuidas por toda la circunfe- rencia del tubo. Recibe la traquearteria sus arterías propias de las tiroideas superior é inferior, y sus venas del ramo laríngeo de la tiroidea inferior. Ademas de los nervios que le envia el tronco re- currente, Je da también otros el grande plexo, cardiaco. La extructura de los bronquios es en todo la misma que la de a tr^ueart.er¡a- Al rededor de esta, en el sirio de su división, en dos bronquios, junto á estos quando entran en los pulmones, y en sus repetidas divisiones y subdivisiones dentro de estas visceras, se encuentran un gran número, de glándulas, llamadas bronquiales, distintas de las que hemos referido antes; pues son de la clase de las linfáticas ó conglobadas , (V. conglobadas,) y solo se diferencian de las demás glándulas conglobadas en el color azul ó negro que tie- nen en el adulto, sin que hasta ahora se sepa qué humor es el que las da este color, Verheyen creyó ser el primero que habia descu- bierto las glándulas bronquiales, pero las conocieron mucho antes Eustaquio, Severino, Loeselio, Malpígio y otros. No han faltado autores que han creido que estas glándulas vertían algún humor en la cavidad de los bronquios; pero los mejores anatómicos no les han hallado en el estado natural mas comunicación que con los in- numerables vasos absorventes que reciben, y con los que salen de ellas. * ^ Luego que los bronquios entran en los pulmones se dividen y •ubdividen en tantos ramos, que no hay parte de esta entraña á la quai no den ramificaciones, tan pequeñas al fin, que se pierden de vista. Los primeros ramos conservan todavía la estructura del tronco , pero conforme se van dividiendo en otros menores, pier- den los anillos ternillosos su figura regular, y se separan en varias piezas, hasta que por último desaparece toda la substancia cartila- ginosa , y solo queda la membrana externa pegada á la interna. Malpigio creyó que estas extremidades membranosas remataban tomo vi. * QQ $°6 £\j l dilatadas en Vesículas redondas, por las quales se distribuían en forma de red las últimas ramificaciones de los vasos pulmonares. "yVíiüs añadió que estas vesículas pendían de los bronquios como los granos de las uvas de su pezón. Al contrario Helvecio sentó, que los pulmones solo se componen de texido celular puesto al re- dedor de los vasos, y que el ayre que los bronquios conducen á esta viscera, se deposita en las células de este texido, las quales, dice, que no tienen figura ni magnitud determinada, como las células que encierran la gordura, y que todas tienen comunicación entre sí. Pero aunque no admitamos las vesículas pulmonares como las pintó Malpigio, y las adornó Wülis, no podemos conformarnos con Helvecio en que la substancia del pulmón sea un mero texido celular. Porque si se sopla un pulmón por el bronquio, todos sus Jo- pulíllos, hasta los mas mínimos, se extienden en longitud y latitud, y representan una especie de espuma blanca. Si en este estado se dexa secar el pulmón, y se corta transversalmente, se ven las ca- vidades de muchas vesículas de incierta figura , compuestas de otras vexiguillas, mas y roas pequeñas hasta que se pierden de vista. De £sto se infiere , que cada lobulíllo del pulmón en que remata una ramificación del bronquio, no es una simple vesícula , como creyó Malpigio, sino un conjunto de vexiguillas encerradas en una espe- cie de vayna celulosa, las quales tienen comunicación entre sí; pero no las de un lobulíllo con otro , ni con el texido celular que hay entre los lobulillos, por impedir el paso del ayre la vayna que los envuelve. Así es que en los pulmones de animales robustos el ayre que por el bronquio se introduce en las vesículas, no sale al texido celular que media entre los lóbulos, ni el que se sopla fia este texido entra en las vesículas, no obstante que corre todo el pulmón. Es cierto que no suele suceder así quando el experimento se hace en pulmones de animales tiernos, y aun del hombre mismo, mayormente si se han puesto antes á macerar en agua, pues en es- te caso el ayre soplado por el bronquio pasa freqüentemente dé la substancia vesicular de los lóbulos á la celular del texido que llena sus intervalos, hasta llegar á poner como enfisemática la mem- brana externa del pulmón, y al contrario el ayre introducido en este texido celular entra en la substancia esponjosa ó vesicular de los lobulillos. Pero no es creible que en un mismo animal sea dife- rente la estructura del pulmón según su mayor ó menor robustez; mucho mas verisímil es, que en un pulmón de textura delicada, si el ayre se impele con alguna fuerza, se abra comunicaciones qué no existen en el estado natural. Los bronquios y sus ramificaciones se distribuyen por los pul- mones acompañados de las arterias , venas y nervios propios de es- tas visceras, atados estos vasos en haces por una continuación de texido celular de la pleura , que se mete con ellos en el pulmón. Los vasos propios del pulmón son las arterias y venas bronquiales, V las pulmonares. (V. estos artículos.) Pero debemos añadir, que las arterías y venas bronquiales dentro de los pulmones, después de seguir tortuosas el bronquio de su lado, reparten sus ramitos por las substancias membranosa, ternillosa , musculosa y glandulosa da los ramos de los bronquios , formando una red notable en el texido celular que une su membrana interna á las fibras carnosas, y en- vían otros ramitos á los intersticios de los lobulillos , á las túnicas de los otros vasos, y hasta la membrana externa del pulmón , sin contar las ramificaciones de las arterias bronquiales que se anasto- mosan con las pulmonares. Todo esto destruye la opinión de Ker- kringio, que creyó que los vasos bronquiales solo servían para nu- trir la traquearteria. Ya hemos dicho que las arterias pulmonares entran en los pul- mones acompañando los bronquios, y envueltas con estos en una tela celular común, y que así siguen todas sus divisiones hasta que rematan capilares en las vesículas pulmonares. Aquí los ramos car pilares arteriosos se continúan con los venosos , que acompañando igualmente las ramificaciones de los bronquios, se reúnen sucesi- vamente en ramitos y ramos mayores, los quales al fin forman las quatro venas pulmonares, dos en el pulmón derecho, y dos en el .siniestro, que conducen la sangre al seno de la aurícula izquierda del corazón. Muchos y grandes anatómicos creen , que las arterías pulmonares, á mas de esta terminación en las venas, tienen otra en la cavidad de las vesículas pulmonares, fundados en que las in- yecciones hechas en estas arterias, pasan fácilmente á los bron- quios; y en que el mismo camino siguen la sangre, la linfa, y el pus en varios casos patológicos. Pero el microscopio y la inyección de cola teñida con cinabrio, según el método de Mascagni, de- muestran que la misma estructura tienen las vesículas pulmonares que las celdillas del texido celular , que es decir que los capilares arteriosos solo tienen comunicación con estas cavidades por los poros de sus paredes que exhalan el vapor que las humedece, y que parte le chupan los vasos absorventes, y parte forma la trans- piración pulmonar que sale con el ayre que respiramos; por loque así el paso de algunas inyecciones, como el de otros humores en casos morbosos, le atribuimos mas bien que á la supuesta comu- nicación , á la fácil rotura de unos capilares, tan sutiles como en extremo delicados. Ya antes de Helvecio habían observado algunos anatómicos, y entre ellos Winslow, y después lo han confirmado otros muchos 308 PÜ£ autores, que la capacidad de las arterias pulmonares es mayor que la de las venas pulmonares, al revés de las detms arterias de nuestro cuerpo, cuya capacidad es inferior á la de las venas que les corresponden ; de suerte que en este particular las arterias pul- monares tienen el carácter de venas, y las venas el de arterias, como sucede también á la sangre que circula por ellas. Los pulmones reciben sus nervios de los vagos, que forman casi solos los dos plexos pulmonares. Se distribuyen por esta visce- ra , envueltos en el mismo texido celular que los vasos pulmonares, y parece que sirven principalmente para que sientan los bronquios; puesto que es poca la sensibilidad de la demás substancia del pul- món. Los absorventes que se hallan en esta viscera se han expues- to en el artículo absorventes. Cuyo respecto á los usos de los pulmones se consultará el artículo respiración, donde se halla- rán extensamente descritos. B. PULMONAR, (arteria) (Anat.) Nace del ventrículo derecho del corazón , y se encamina á los pulmones, dividida en dos grandes ramos , uno derecho y otro izquierdo, que abrazan cada uno el bronquio de su lado , y se subdividen en otros tantos ramos menores quantos son los lóbulos á que pertenecen. PULMONARIA. (Mat. Méd.) Se ha recetado esta planta al- gunas veces para la curación de la ptisis pulmonar, como un suave mucilaginoso; pero no ha causado efecto alguno que merezca ci- tarse. Se administra ya en infusión ó en cocimiento. PULMONÍA. Es lo mismo que peripneumonia. (V. este ar~ íículc.) PULPA* (Mat. Méd.) Con esta voz se designa la parte medu- lar de los frutos, como la pulpa de tamarindos de Casia, &c.y tam- bién se aplica á las frutas cocidas en forma de mermeladas. En quanto á las qualidades de las diversas especies de pulpas se hace mención de ellas en los artículos pertenecientes á las diferentes frutas pulposas. PULSACIÓN. (Fisiol.) Es lo mismo que latido, ó aquel mo- vimiento de sístole y diastole, esto es, dilatación y contracción que tienen las arterías. (V. circulación y arterias.) Una serie de pulsaciones constituyen el movimiento de las arterias que llama- mos pulso. (V. este artículo.) Cada pulsación en su movimiento de contracción y dilatación suele tener la misma duración que la os- cilación de un péndulo, y en el estado sano la de un minuto se- gundo , y así es que por el número de pulsaciones se conoce el es- tado del pulso en quanto á su velocidad , y en quanto á su fuer- za , &c. según la acción mas ó menos enérgica con que se executan estas pulsaciones, que no consisten en mas que en la contracción y dilatación de las arterias. PUL 309 PULSATILA, 6 anemone pratensis de Linneo. (Mat. Méd.) Es una planta perenne é indígena de Cataluña, tan ensalzada como otras muchas, aunque sin poseer virtudes especiales. Es acre y es-¡ timulante: algunos la han recomendado para la gota serena, y co- mo diurética y emenágoga. Se usa el extracto en dosis de 7 á 14 granos con azúcar la infusión de 3 á 4 onzas, y el agua destilada de dos dragmas hasta media onza. PULSO. (Se mej Stic a.) Esta palabra fué consagrada en un prin- cipio para expresar el latido del corazón y de las arterias; esto es, el dob'e movimiento de diastole y de sístole, y en este sentido, y atendiendo á su etimología es sinónimo de pulsación : los moder- nos dan «¿Como podremos desconocer la extensión de sus servicios? No contentos con aclarar la Fisiología del hombre sano, trasladan sus aparatos benéficos á la cabecera del enfermo: nos instruyen en la naturaleza de las secreciones y evacuaciones: siguen las huellas á las alteraciones, hasta en el texido de los órganos. La Terapéu- tica, acendrada al fuego de sus rayos, ya no es el arsenal infor- me en que abrumaba al médico el peso de unas armas, cuyo ma- nejo y valor no conocía; los efectos délos medicamentos se sa- QUI 333 ben mejor, y por consiguiente se combinan mas bien.» "Ademas, la Química moderna con la certeza desús operacio- nes, nos ahorra una multitud de experiencias peligrosas, indicán- donos anticipadamente las propiedades de los cuerpos que descom- pone. ¿ Que utilidad no presta para remediar los accidentes que acompañan el terrible fenómeno de las asfixias? Corrige el ayre de aquellos lugares infectos, manantial de la corrupción, donde el des- pojo material de los muertos principia , termina ó precipita la ruina de los vivos. No menos feliz suceso ha coronado sus últimos esfuer- zos : acaba de extender su dominio hasta los elementos de aquellas concreciones funestas, que en el órgano sensible que las oculta en- cienden dolores tan vivos y rabiosos. ¿Que mas se necesita para tes- timonio de la importancia de sus socorros y la universalidad de su influencia ?»» «Todas estas conquistas de la Química se deben atribuir en gran parte á la excelencia del lenguage que ella ha regenerado, el quai no siendo mas que la expresión de los hechos, y fixando las ¡deas con severa exactitud , se ha acrisolado tanto como la misma doctri- na. Este lenguage luminoso ha acelerado los progresos, simplifican- do los trabajos.»! El célebre Cabanis, mas circunspecto, y menos apasionado de la Química, no se atreve á concederla todavía tantas ventajas. Y en efecto, no dudaremos repetir con este sabio que el nuevo lustre que dan á la ciencia los químicos modernos, y en particular los franceses, y los loables esfuerzos de algunos, por hacer sus descu- brimientos directamente útiles al arte de curar, aun no nos han dado resultados bastante extensos y seguros. Con todo, no debemos des- esperar de aclarar con su auxilio las relaciones de los cuerpos ani- mados en sus diversos estados, con los demás cuerpos de la natura- leza, é ¡lustrar ventajosamente la Higiene y la Medicina Práctica.El mismo Alibert conociendo el abuso y el exceso del estudio de la Química, se explica en estos términos: »Tal es la triste condición del espíritu humano, que abusa hnsta de sus rnas preciosas adquisi- ciones. El avanzar en la carrera de los descubrimientos con aquel pulso prudente y filosófico , característico de los verdaderos obser- vadores, á pocos es dado. La impaciente imaginación dexa el cam- po de la experiencia, y atraviesa continuamente por la verdad. ¿Quien creerá que quando la Química pneumática, con alianza tan provechosa, va dilatando la esfera nueva de nuestros recursos, hay sistemáticos tan rematados, que arrebatados de su entusiasmo pugnan por darla una intención siniestra, haciéndola invadir la ciencia á que no quiere sino auxíiiar? Pero no; esas esperanzas ambiciosas no tendrán efecto. El arte no baxará de su trono : la Medicina no será aherrojada por su feudataria: su altar antiguo 334 QUI permanecerá separado en el templo de la gloria y de la huma- nidad.» Basta á la verdad meditar un momento sobre el objeto de la Me- dicina para conocer que las demás ciencias no pueden servirnos, sino para llegar á sus umbrales,para disponernos á recibir otras ideas mas extensas y complicadas, para facilitarnos los medios de anali- zarlas , y ofrecernos los instrumentos necesarios á nuestras opera- ciones en el estudio y en la práctica. Basta mirar al hombre en el estado de salud y de enfermedad para ver otras leyes, otras pro- piedades , otros fenómenos de vida, distintos absolutamente de los fenómenos y de las leyes de la materia inerte. Así las grandes ven- tajas que pueden proporcionar las ciencias auxiliares á veces se ha- llan lastimosamente equilibradas con los graves perjuicios que oca- siona su abuso ó su mala aplicación al arte de curar. El médico pues sin aspirar á ser un químico consumado.y pro- fundo, con atraso de sus conocimientos, prácticos debe cultivar el estudio de esta ciencia, de modo que sea una auxiliadora, no una tirana de la Medicina. Para esto debe proponerse el mejor método, y sin duda debe ser preferido aquel, que, como dice Selle, pre- senta las ideas de la ciencia con el orden mas natural, mas fácil de entender, y por consiguiente mas agradable á los que aprenden, como que está fundado en la semejanza ó desemejanza que tienen entre sí los objetos determinados de la ciencia, y ofrece las ideas en su encadenamiento natural según que nacen y dependen unas de otras. Se divide ordinariamente la ciencia química con arreglo á los diferentes fines, y á la utilidad que puede sacarse de las operacio- nes químicas sobre los cuerpos de la naturaleza; ó se sigue el or- den de las mismas operaciones quando se las quiere reducir á cla- ses. Pero como la mayor parte de los cuerpos presentan diferentes combinaciones según la variedad de operaciones á que se sujetan, es necesario dividir en la misma proporción sus diversas relaciones por todas estas diferentes partes de la química, y con respecto á todas las operaciones: lo que no sirve de otra cosa que de cortar el hilo y encadenamiento que puede dar á los principiantes, de un modo fácil, las ideas mas claras de todas las relaciones de un cuer- po, y ponerlos en estado de discurrir sobre su naturaleza. Los me- dios de conocer un cuerpo , el fin que nos proponemos en la in- vestigación desús propiedades, y la utilidad que puede resultar de este trabajo, son conseqüencias y efectos del conjunto de la ciencia, y no basas en que deba fundarse este conjunto, á no que- rer trastornar el orden de la naturaleza. El conocimiento de las combinaciones de los cuerpos abraza toda la química, y solo pue- de establecerse un sistema en la diversidad química de estos cuer- QU1 335 pos. La determinación de las propiedades , fuerzas y efectos de los productos químicos constituye varias ciencias particulares, que no son de la inspección de la química. El inconveniente de este modo de colocar todo el conjunto de la química baxo las divisiones que resultan de las diferentes operaciones, se aumenta aun mas con mo- tivo de la insuficiencia de ciertas operaciones para producir por sí solas una mutación química. Muchas veces es necesario multiplicar aquellas para lograr una relación determinada. Bastaría por cierto semejante división , si no nos propusiésemos otra cosa que dar á entender á los principiantes el modo de examinar un cuerpo por medio de las mutaciones químicas; pero entonces no abrazaría to- do el conjunto de la ciencia, sino solo una parte de ella , y en tal caso para que todo fuese conforme á la división según lo exige el orden, sería indispensable omitir todas las relaciones de los cuer- pos , que dependen de muchas operaciones simultáneas , ó admitir á pesar de la división algunas cosas incompatibles con los objetos de que se tratase. El primero de estos métodos es defectuoso ; y el segundo es propio para embrollar las ideas, ó á lo menos para im- pedir su orden y progresión natural; evitándose todos estos incon- venientes con el método recomendado por Selle , el quai consta por experiencia que es el mas conforme á la naturaleza de las cofas, y á la capacidad de los principiantes, como que abraza á un mis- mo tiempo toda la extensión de la química , y demuestra el con- junto de esta ciencia con la mayor claridad , por quanto prescinde de todas las descripciones que pertenecen á la historia natural, y de todas las explicaciones físicas que conciernen mas bien á las vir- tudes y funciones de los cuerpos, que á sus varías combinaciones. La ventaja de este método es tanto mas precioso , quanto es mayor la seguridad que tiene el profesor de conseguir por su medio el fin que se propone , que es presentar á sus discípulos en un corto espacio de tiempo la ¡dea general de esta ciencia. Es verdad que la determinación de las relaciones químicas tiene un inconveniente, á saber, que quando se indica la relación de aquellos cuerpos que queremos se conozcan en primer lugar, nos vemos precisados á hablar de otros , que probablemente sen todavía desconocidos á los principiantes. Pero la imposibilidad de empezar de otro modo la enseñanza debe excusar este inconveniente, que por otra parte es común á todos los métodos posibles; pues las relaciones quími- cas están comprehendidas en un círculo, cuyo principio y fin es imposible distinguir. Todos los cuerpos obran por la fuerza de sus partes constituti- vas, de modo que atendiendo á la diversidad de estas, se puede venir en conocimiento de la diversidad de sus acciones: con lo quai se ve el poderoso influxo que debe tener la química sobre to- 336 QUI da la Física , siendo no menos notoria la utilidad que puede sacar de ella la Medicina: porque todos los medicamentos obran en vir- tud de sus propias partes constitutivas, ó por las fuerzas de las partes constitutivas del cuerpo humano; y aunque del solo conoci- miento de aquellas partes no pueda deducirse una conseqüencia in- mediata en orden á las virtudes de los cuerpos á que pertenecen, con todo eso se puede inferir de la analogía de las partes constitu- tivas la de los efectos ó virtudes. Por tanto, siempre que conozcamos las partes constitutivas, y los efectos de un cuerpo, qualquiera que sea, podemos asegurar que otro cuerpo compuesto de las mismas partes que el que cono- cemos , está en estado de producir los mismos efectos. Sin embargo, como todos los cuerpos, ya sean naturales, ó producidos por el arte, tienen su composición particular, y por consiguiente son objeto de la química, es imposible que el médico prácticocultive todo este vasto campo que exige la atención ente- ra de un hombre absolutamente libre de qualquiera otro cuidado. Debe pues limitarse á aquellos conocimientos químicos que con- ciernen al cuerpo humano, á los objetos que tienen un influxo na- tural sobre este cuerpo, ó en fin á las substancias que emplea co- mo remedios contra las enfermedades que le afligen. Así que , la química farmacéutica es la parte que debe llamar con preferencia la atención del médico, principalmente porque el conocimiento de los medicamentos es muy defectuoso sino está acompañado del de sus partes constitutivas, y puede dar motivo á errores funestos en el modo de recetar. Pero prescindiendo de es- ta consideración , es constante que el médico se halla muchas ve- ces en circunstancias que le obligan á componer y preparar por sí mismo los remedios, ó á usar en defecto de las preparaciones ofi- cinales otros medicamentos, cuyas virtudes ignora, y no puede examinarlas sino con el auxilio de la química. Esta ciencia le pone entonces en estado de buscar y elegir entre las diferentes sustan- cias , aquellas cuyas partes constitutivas se parecen á las de las sus- tancias que no tiene á mano. Todos estos principios que hemos es- tablecido con respecto á la química', los repetimos muchas veces en varios artículos, expuestos con la energía y exactitud que acos- tumbra el célebre Fourcroy , de quien los hemos tomado , (V. afi- nidad, compuestos, contravenenos, &c. y otros muchos artí- culos de materia médica.) QUIMO. (Fisiol.) Se da este nombre á una pultícula ó papilla de color gris formada de los alimentos que se han tomado, y conte- nida en el estómago. El olor y sabor son simples, nauseabundos; el color cinericio ó que tira á amarillo; la consistencia pultácea y blan- da: su cantidad proporcionada á la de los alimentos; su gravedad Q UI 337 específica mucho mayor que la del agua. Los principios alimenticios de los alimentos animales son la ge- latina, el gluten animal de las fibras, y aceyte blando de la mem- brana adiposa. Los principios alimenticios de las substancias vege- tales son el almidón , el principio albuminoso de las legumbres, el gluten vegetal farinoso y la azúcar; y en algunos también un aceyte suave. Los principios constitutivos del quimo constan; i.° De los alimentos, tanto animales como vegetales, reducidos á una papilla pultácea , ó resueltos en sus principios alimenticios. 2° De las par- tículas crudas de los alimentos que no pueden ser descompuestas por el xugo gástrico. 3.0 De la saliba que se traga, del xugo gás- trico y moco del estómago mezclados juntos. Uso es una masa , de la quai se prepara el quilo en los intestinos delgados. QUINA. (Mat. Méd.) Árbol mediano de la pentandria mono- ginia de Línneo, y del orden natural de las rubiáceas de Jussieu. Sus flores tienen el cáliz adherente , ventrudo en su parte inferior, en la media, ó en la superior, rematando en un borde de figura de campana con cinco dientecillos agudos y derechos. La corola de una pieza en forma de embudo con el tubo cilindrico un poco encorvado, y mucho mas largo que el borde del cáliz: el limbo plano, hendido en cinco lacinias aovado-lanceoladas, extendidas ó revueltas por sus puntas , y vellosas por su cara interna en algu- nas especies. Cinco filamentos filiformes que nacen de la parte me- dia del tubo, con las borlillas alargadas, sin que lleguen á sobre- salir de la fauce de este en las corolas vellosas, pero que sobresa- len muchísimo en las lampiñas. Ovario de la figura de la porción adherente del cáliz , conico-truncado por su parte superior, con una especie de ombligo en el plano terminal de donde nace un puntero filiforme, cuya longitud alcanza á igualarse con los es- tambres : estigma hendido en dos lacinias oblongas y derechas, que reunidas representan una pequeña cachiporra. Caxita alargada, ro- lliza ó ventruda , coronada con el borde permanente del cáliz, se- ñalada á lo largo con diez surquillos, y en su parte superior con el ombligo descrito en el ovario. Dos celdillas, y otras tantas ven- tallas, que se abren longitudinalmente de la base á la punta, apro- ximándose los dos lados de cada una de ellas, figurando una bar- quilla con los bordes externos vellosos vueltos hacia afuera, y que al secarse se desprenden de los internos que se conservan íntegros, callosos y lustrosos, volviéndose los quales para dentro forman el disepimento. En cada celdilla muchas semillas ovaladas, circunda- das de un ribete membranoso , rasgado á trechos desigualmente, con una escotadura en la base: todas ellas están prendidas á un receptáculo lineal adelgazado por ambos extremos, y se recargan tomo vi. vv 33^ QUI unas sobre otras como las pizarras de un texado. (i) Muchos años antes de haberse descubierto la América, tenían ya los naturales del Perú acerca de la virtud febrífuga de este ve- getal un conocimiento, que según tradición antigua, debieron á la casualidad de haberse curado de sus calenturas los que en tiem- po de una epidemia bebieron el agua de un pequeño estanque, adonde habían caído algunos de aquellos árboles, y comunicado su amargura. Ellos y un pequeño número de colonos fueron los poseedores únicos de este auxilio hasta pasado el primer tercio del siglo XVII, en que la Vireyna de Lima, Condesa de Chinchón, procuró hacer extensivo á todo el género humano el beneficio que ella habia logrado por su medio en una intermitente muy peligro- sa. Con tan filantrópico designio dio á conocer aquel febrífugo á los Jesuitas, quienes extendieron su fama en Roma, y por toda Italia , de donde lo llevó el Cardenal de Lugo á París, de lo que resultó que los polvos de la benéfica corteza peruana tuviesen su- cesiva , y conservasen simultáneamente los nombres de sus distri- buidores , llamándose polvos de la Condesa, de los Jesuitas y del Cardenal. Las prontas y maravillosas curaciones que en aquella época se hicieron en una enfermedad , que al paso que era comunísima en Europa , burlaba muy á menudo los esfuerzos de la medicina, grangeáron al simple nuevamente descubierto una reputación qué ha formado época en los fastos de la ciencia, y ha dado al comer- cio uno de los ramos mas lucrativos. Juan de Vega, médico de los Condes de Chinchón , con quienes regresó á España en 1640, vendió por aquel tiempo en Sevilla la libra de la corteza peruana á mas de ocho pesos fuertes ; precio que en adelante llegó á subir hasta doce , y que tal vez no hubiera baxado mucho , si él mismo no hubiera excitado tan poderosamente la codicia de los coseche- ros , y la de los comerciantes. Deseosos ellos de disfrutar con la mayor prontitud aquellas exorbitantes ganancias, acabaron muy en breve con los árboles de Loxa que no tuvieron el cuidado de rephntar, y se vieron después en la necesidad de buscarlos en otros sitios para continuar sus remesas. Mas como hacían esto sin el tino sabio únicamente capaz de asegurar la identidad de las especies, nada extraño debió ser que alucinados con el ayre de semejanza que se nota entre las de un mismo género, creyesen que todas ellas formaban una sola, en que no habia mas que simples varíeda- (1) Sin embargo qu? en este Diccionario hemos omitido las descripciones botá- nicas de las vanas plantas que hemos descrito, nos ha parecido conveniente que esta sea la excepción de la regla , por su importancia , por ser un vegetal que per- tenece á nuestra nación , y porque no hemos querido mutilar nada de este artí- culo que nos lo ha comunicado un botánico español de conocido mérito. QUI 339 des accidentales, y confundiesen de esta manera las quinas mas virtuales con las que lo eran menos , y hasta con las inertes. Si á esto se agrega la mezcla fraudulenta de otras cortezas de árboles muy distintos, era preciso que los efectos no correspondiesen á la fama del remedio, y que su estimación llegase á la decadencia que llegó, quando después de haber valido seis pesos fuertes cada libra en Panamá , no habia ya quien la comprase allí por mas de medio duro; castigo tan inevitable como justo que la codicia y el fraude provocan contra sí mismos. El gobierno español puso el debido freno á aquellos abusos, dictando leyes muy sabias con que evitarlos en adelante ; los que han surtido todo su efecto en orden á impedir la mezcla de otras cortezas; mas no todavía en que se impidan las de unas que siendo verdaderas quinas, forman con todo especies diversas, y mantie- nen cierta indecisión acerca del grado absoluto de las virtudes de cada una , y el comparativo de todas ellas. Para semejante empre- sa , cuya utilidad es indisputable, se hacia preciso reunir los tra- bajos de los botánicos, de los químicos, y de los médicos obser- vadores , que fixasen los caracteres externos de cada especie con la mayor exactitud , buscasen por medio de la análisis la propor- ción de los principios de cada una de ellas, y graduasen sus vir- tudes respectivas con arreglo á la dosis que fuese necesaria para vencer una misma calentura, procurando aproximar á la identidad todas las demás circunstancias. Vivimos por fortuna en un siglo que nos facilita todos los medios para la solución de tan impor- tante problema , y debemos tener la esperanza de transmitir á la posteridad sobre este asunto unas ¡deas menos vagas que las que hemos recibido de nuestros antepasados. Cerca de cien años habían pasado de haber experimentado la quina alternativas de gloria y de oprobio, y mas de cincuenta de haber fixado en Francia su crédito por las felices curaciones que hizo con ella en París el ¡lustre ingles Roberto Talbot, á quien compró Luis XIV. el secreto de su preparación en 1680, sin que se conociese todavía en Europa el precioso árbol que llevaba aque- lla corteza. Mr. de la Condamine fué el primero que presentó una estampa que le representaba muy bien en las Memorias de la Aca- demia Real de las Ciencias de París de 1738, y de este dibuxo se aprovechó Carlos Línneo para formar el carácter genérico, que hasta ahora se conserva con las pequeñas alteraciones á que ha dado lugar el descubrimiento de nuevas especies. Linneo fué quien le impuso el nombre Cinc liona en memoria de la agradecida Con- desa de Chinchón , á quien debió su celebridad primitiva, como ella le habia debido el inestimable don de la salud. Mas aunque este célebre naturalista fixó el carácter del género; 340 QUI á los botánicos de nuestros dias, y especialmente á los españole estaba reservado fixar con precisión los de las especies. Vahl con efecto nos ha dado á conocer nueve de ellas, quatro de las quales tienen las corolas lampiñas, y los estambres saliendo fuera del tubo. Los autores de la Flora Peruana D. Hipólito Ruiz y D. Josef Pa- vón han publicado ya doce en su excelente obra, y cuentan con otras varias que posteriormente ha descubierto su discípulo D. Juan Tafalla en las montañas de la cordillera y en Guayaquil. Si agre- gamos las que ha descrito en el periódico de Santa Fe de Bogotá el sabio Doctor Don Josef Celestino Mutis , y la que halló en Ma- nila el infatigable viagero Don Luis Nee , y publicó nuestro sus- pirado Cavanílles en el tomo 4.0 de sus Icones, llegará á formarse una monografía muy interesante , que pueda tal vez comprehender mas de treinta especies. Sabemos que los autores de la Flora del Perú están en ánimo de emprender nuevamente este trabajo, y nos prometemos sacar de él muy grandes utilidades , las que serán mayores ciertamente en la medicina , quando se generalicen los medios químicos de Don Gregorio Bañares, para distinguir de una manera segura las especies mas virtuales de las que lo son me- nos, y unas y otras de las inertes. Entre las que corren con mayor crédito por la eficacia, que ningún caso bien indicado ha llegado á desmentir, no sabemos si deberá darse la preferencia á la cin- chona nítida de la Flora Peruana, ó á la condaminea que han publicado últimamente los sabios víageros Barón de Humboldt, y Mr. Bonpland , y que acaso es la glandulífera de dicha Flora. Siendo la última la que traxéron á Europa Mr. de la Condamine, y Josef Jussieu, como acaba de testificarse por la confrontación de Jos esqueletos de Humboldt y Bonpland con los que existen en el herbario que traxo del Perú aquel célebre botánico, es de pre- sumir, que deba contarse entre las quinas de mayor estimación, ya por ser de las de Loxa, en donde casi ninguna hay despreciable, ya porque el ilustre académico francés procuraría traer á su patria lo mejor. Entre Loxa, Huanuco, Pampamarca, Huamelies, y otros terrenos mas allá de la línea equinoccial, se cuentan seis ó siete es- pecies de quinas, distinguidas con los nombres de cascarillos ti- nos, las quales corren todas en el comercio, y llevan indistinta- mente la apelación de oficinales. Las descubiertas en el Reyno de Santa Fe, y descritas por el Doctor Mutis aumentan este catálogo, y nos hacen creer que no carecerá el género humano de tan im- portante socorro en muchos años, respecto á la abundancia con que el autor de la naturaleza ha distribuido estos árboles por aque- llas fértiles regiones. La quina obra sobre la contractilidad fibrílar del estómago y de los intestinos de una manera tan especial, que no dudó el cele- QUI 341 bre Bartéz asignarle por esa razón el primer lugar entre los reme- dios tónicos. Mas á pesar de lo mucho que han trabajado los quí- micos , con particularidad en estos últimos tiempos, no puede asig- narse todavía quai es el principio medicamentoso, á que deban atribuirse sus admirables erectos. Algunos, y principalmente Mr. Deschamps, presumen hallarlo en una sal neutra que reputan esen- cial á la corteza peruana, y está formada de ácido, cuya natura- leza aun no se conoce, y de la tierra caliza abundante en este ve- getal. Mas encontrándose esta misma sal en diferentes especies de quina, y habiéndola encontrado con igual abundancia los señores Vauquelin, Cadet, Bouillon-Lagrange , y otros en la de Santa Fe que en la de Loxa ; no siendo iguales por otra parte los resultados médicos de estas especies, es preciso desconfiar de que resida su energía en un principio que es común á todas ellas. Mr. Seguin ha llamado la atención de los médicos en estos úl- timos años sobre otra substancia , de que las quinas tienen una can- tidad mayor ó menor, y que tratada con los reactivos ha manifes- tado su grande analogía con la gelatina. Ya aquel profesor habia propuesto este producto animal como un febrífugo, y no habian faltado médicos que preconizasen su eficacia como superior á la de la quina; bien que los mismos hechos con que han pretendido de- mostrarlo , ponen de manifiesto su inferioridad. Para asegurarnos de que no reside la virtud febrífuga de la quina en este solo prin- cipio , nos basta reflexionar, que una ó dos onzas de esta corteza, de las quales será difícil sacar una ó dos dragmas de la substancia parecida á la gelatina, hacen curaciones mas prontas y mas felices que una cantidad duplicada del producto animal en caso de ser ciertas, y no deberse á otra causa las que se nos refieren hechas con él. El sabio profesor sueco Mr. Westring, después de haber he- cho varias experiencias comparativas con las cortezas de ocho es- pecies que le dirigieron los célebres botánicos Swartz y Thun- berg, creyó que la virtud de este vegetal residía principalmente en el principio curtiente, que encontró ser mas abundante en la quina velluda (Cinchona pubescens), á la quai dio por este motivo la preferencia en la medicina. Esta especie es muy diversa de la que el Doctor Mutis llamó cordifolia , y también amarilla, como lo es asimismo de la que llamaron micrantha los autores de la Flo- ra Peruana ; pues teniendo, según la descripción de Vahl, ratifi- cada por Willdenow las hojas aovadas prolongadas por la base, ni puede confundirse , ni reputarse variedad de la que en vez de di- cha prolongación debe tener la abertura constitutiva de la figura acorazonada, Agrega Vahl á su diferencia las capsulas cilindricas, de que carece la micrantha de los autores de la Flora Peruana, no 342 QUI menos que de la prolongación de las hojas por su base. Si entre las especies publicadas por los señores Ruiz y Pavón hay alguna que pueda asemejarse con la velluda de Vahl, no podrá ser otra que la que lleva la denominación de magnifolia, como es fácil conven- cerse , comparando las descripciones y las láminas respectivas. Mas sea de esto lo que fuere, lo que no admite duda es, que siendo mas abundante el principio curtiente en otros vegetales, y no poseyendo ellos la virtud de la quina, carecemos de funda- mento para hacer residir esta virtud en solo dicho principio. Todos los que entran en la composición íntima de esta saluda- ble corteza, deben tenerse presentes, para haber de prescribir sus preparaciones de un modo sabio y ageno del ciego empirismo. Pon- dremos aquí los que la análisis ha manifestado al ilustre químico Mirabelli, quien parece haber sido el que con mayor particulari- dad se ha dedicado á este género de indagaciones, y ha llevado sus vastas miras hasta esperar que continuándose estos trabajos, pueda alguna vez conseguirse la formación de la quina artificial. El célebre profesor de Pavía ha encontrado en la quina amarilla, que es la que le ha servido para sus operaciones, los ácidos cítrico y gálico, los muriates de cal y de magnesia, el nitrate y el sul- fate de potasa, una substancia extracto-resinosa, otra extracto- mucosa , otra inerte que no se disuelve en el agua ni el alcohol, y es muy parecida al gluten que se saca del trigo, una resina pura, y la substancia leñosa, en la quai es probabilísimo se contenga el hierro, que los señores Alibert y Cabal han encontrado mas ó menos abundante en la corteza peruana, y que el primero justa- mente reputa digno de la atención de los médicos. De los trabajos químicos , que Mr. Cadet emprendió por encargo del sabio Alibert, se deduce, que el extracto gomoso y resinoso se hallan en proporciones casi iguales en la quina; que el prímero contiene el ácido galüco, destituido del principio curtien- te, y el segundo contiene este principio, como también el ácido pallico; que en aquel se halla la cal y un poco de muríate de po- tasa , y en este abunda mas la sal neutra mencionada, y falta en- teramente la cal; y que, por último, el extracto gomoso es el úni- co en que reside el principio amargo de la quina. Todo esto debe suministrar á los médicos mucha luz, para preveer los efectos que deben esperar de las infusiones, cocimientos, tinturas y extractos de esta substancia. La quina sin duda es el auxilio mas poderoso con que cuenta la Medicina en las calenturas terribles del otoño, principalmente quando se padecen en países pantanosos y enfermizos. Son de ordi- nario de tipo periódico; pero suelen venir acompañadas de tantas anomalías, que hacen titubear á los médicos, y desconocer su ca- QUI 343 rácter intermitente, y aun confundirlas con aquellas enferme- dades , cuya máscara toma alguno de los síntomas que se vuel- ve predominante. Desde el tiempo de Hipócrates se ha cono- cido el sumo riesgo de este género de calenturas, á las quales se ha dado el nombre de malignas por su índole insidiosa, y por sus estragos, que eran freqüentísimos antes de haberse apli- cado la quina á su curación. Luis Mercado y Gaspar de Heredía han sido los primeros que han descrito bien esta enfermedad, que por desgracia es muy freqüente en nuestra península, y no dexa de serlo en casi todo el mundo. Mas no puede negarse á Morton y á Tortí la gloria de habernos enseñado á combatirlas eficazmente con la corteza peruana. Esta debe administrarse en semejantes casos con la mayor prontitud, porque pueden ser mortales el segundo ó el tercer paroxismo ó exacerbación, y la indicación genuina es pre- caverlos con el socorro único que hasta ahora poseemos. La urgen- cia con que esta indicación debe llenarse, exige que en el menor tiempo se tome la mayor cantidad de la dosis que se regule sufi- ciente para evitar la accesión ó el recargo siguiente; y aunque no puede fixarse la dosis de una manera absoluta, podemos no obstan- te asegurar, que no debe baxar de una onza, y que á proporción del peligro deba aumentarse. Nada hay mejor que administrar la mitad de toda ella en la primera toma, é ir rebaxando en las si- guientes que habrán de verificarse á los intervalos mas cortos que sea dable. Mas no se ha de dar principio al uso de la quina hasta que haya pasado, ó haya remitido la accesión ó el recargo antece- dente, respecto á que siendo ella un remedio de los mas estimulan- tes , podria ser muy nociva si se tomase estando la irritabilidad muy exaltada. Quando los síntomas manifiestan hallarse esta propiedad vital en semejante estado,conviene moderarla por medio de los cal- mantes, y no administrar la corteza hasta haber conseguido este efecto.Por no haber tenido esta precaución, se han malogrado mu- chas veces curaciones, que con ella hubieran sido felices. En las intermitentes ordinarias, en las benignas de primavera, no es siempre necesaria la quina: muchas de ellas terminan por sí solas favorablemente al cabo de algunos dias, y muchas ceden tam- bién á otros auxilios de menor energía, quai es el vino de axen- jos, &c. como lo tiene experimentado el gran práctico Pinel. Pero quando ellas se hacen mas graves, sus paroxismos se vuelven mas largos y mas rebeldes, es preciso recurrir á la saludable corteza. Su eficacia está experimentada en la fiebre amarilla y en la peste misma, como lo acreditan los médicos que asistieron al exército fran- cés en la expedición de Egipto, y los que últimamente han observado la terrible calentura de los Estados Unidos, y de las Islas situadas entre los trópicos. Pero en todos estos casos importa mucho saberse 344 RAB aprovechar de la ocasión oportuna para administrarla; suspenderla á veces, para volverla á usar con mas fruto después; dispensarla en la dosis correspondiente; acompañarla, según las indicaciones se- cundarias, ya con los purgantes, ya con los calmantes, ya con otros excitantes que hagan mas enérgica su acción. La prudente analogía ha extendido su uso á todas aquellas en- fermedades , en que se reconoce alguna periodicidad, ó se descu- bren señales de languidez en el texido fibroso. En la epilepsia, en el asma, en el clavo hipocondríaco, en la dispepsia, en la gangre- na &c. se han conseguido muchos triunfos quando se ha sabido emplear con inteligencia. De ninguna manera es tan eficaz como administrada en subs- tancia, reducida á polvo sutilísimo: ocupa el segundo lugar su ex- tracto, quando se ha hecho con la alternativa de menstruos aqüoso y alcohólico, para reunir los principios respectivamente disolubles en cada uno de ellos: á esta preparación se sigue después la mezcla de las infusiones hechas en agua y en espíritu de vino, y lo último de todo el cocimiento. La Cirugía se ha aprovechado de la misma analogía para usarla exteriormente en las supuraciones pútridas, en las úlceras gangre- nosas : sabiendo quan útil es en la putrefacción general y otras afec- ciones , no nos detendremos mas en enumerar las enfermedades que se curan con este prodigioso específico, ni en ensalzar sus admi- rables virtudes, porque son bastante conocidas, y porque en va- rios artículos de este Diccionario hemos hecho mención de ellos. QUIÑONES. (Juan) Médico español: nació hacia el año de 1600. Exerció la Medicina por gusto, y no por interés: sus amigos á quienes asistía generosamente en sus enfermedades , experimen- taron mas de una vez quan instruido estaba en el arte de curar: te- nemos de él un tratado sobre las langostas, escrito en castellano: es muy curioso, y poco común: fué impreso en Madrid, en 4.0, año de 1620: contiene muchas oraciones misteriosas, que hacen ver la preocupación en que se hallaban en aquellos tiempos. Hay tam- bién otro tratado suyo bastante buscado, impreso en Madrid, en el año de 1632, en 4.0, baxo del título: El Monte Vesuvio, que es muy curioso: este autor como se ve habia abrazado mas que una ciencia: ademas de la Historia natural, á que debemos los dos tratados precedentes, cultivó también las antigüedades. Ha dexado un tratado en castellano sobre algunas monedas de los Romanos, impreso en Madrid, año de 1620, en 4.0: es muy poco común. D.H. QUIRINO. (Alfonso) Escribió un tratado, intitulado: De la Sanidad y Medicina. Toledo , 1526. RÁBANO. (Mat. Méd.) De esta planta, de que se conocen RAD 345 varias especies, se usa como alimento y para excitar el apetito , sin embargo de ser flatulento; como remedio son diuréticas y aperiti- vas é incíndentes, su agua destilada, que apenas se usa, se da en do- sis de quatro onzas. El zumo del rábano negro es, según Steegh, un excelente antídoto contra los hongos venenosos. RABIA. ( Véase en la clase vexanias el genero xvi. ) RADIAL. (Anat.) Adjetivo que pertenece al radio, y así hay varias partes que se distinguen con este epíteto, como son los va- rios músculos radíales entre el interno, el externo, &c. (I^.mano.) el nervio radial, (V. nervios.) la arteria radial, que proviene de la humeral, baxa á todo lo largo del radio, habiendo dado en su principio una radial recurrente, que se anastomosa con la profunda del humero; por último, produce varias arterias de la mano, las ve- nas radiales, que son ramas de la cefálica. RADIO, (hueso) (Anat.) Se llama así, por la supuesta seme- janza con un rayo de rueda, un hueso par, largo, simétrico con el del otro brazo , situado al lado del cubito, y un poco mas corto y mas baxo que este, con quien forma el antebrazo. Toca el radio al cubito por su parte superior y por la inferior; pero en el medio los separa un espacio, llamado interóseo.El radio es mas grueso por abaxo que por arriba , al contrario del cubito. Se le atribuye una figura prismática triangular, aunque muy imperfecta , y se divide, como todos los huesos largos, en extremidad superior, parte media y extremidad inferior. La extremidad superior del radio, situada una pulgada mas abaxo que la del cubito, empieza con una cabe- za pequeña, aplanada y excavada en su vértice, cuyo borde ó contorno es bastante ancho, principalmente por el lado interno y posterior, y se articula por una parte con la pequeña cabeza del húmero que recibe, y por otra con la pequeña cavidad sigmoidea del cubito, en que es recibido su borde.Sostiene áesta cabeza un cuello de mediana longitud , algo encorvado de dentro afuera. Debaxo del cuello se ve una grande tuberosidad, que mira á su cara interna, y á cuya mitad posterior se ata un tendón del biceps, que se desli- za, como por una polea, por encima de la otra mitad anterior, guarnecida de una especie de ternilla, y rodeada de una membra- na capsular. El cuerpo del radío comienza debaxo de esta tuberosidad , y toma desde luego la forma triangular, per razón de la quai se distin- guen en él tres caras, una interna, otra externa y otra anterior. Las dos primeras son chatas y de anchura mediana, y hacia el tercio su- perior de 13 cara anterior se ve el orificio del conducto nutricio, que se dirige obliqüamente de abaxo arriba , hasta penetrar la cavidad me- dular. La cara anterior es convexa y mas estrecha que las otras dos. Separan á estas caras otros tantos bordes, uno posterior muy TOMO VI. XX 346 RAD agudo y vuelto hacia el cubito , que radica el ligamento interóseo, y otros dos, uno externo y otro interno, obtusos, y en algún mo- do redondeados. El cuerpo de este hueso no ofrece otra cosa par- ticular, sino ser un poco combado en su longitud de delante atrás, por lo que, no solo dexa entre él y el cubito el espacio interóseo en que se alojan varios músculos, sino que puede cruzar al cubito sin comprimir los músculos dichos. Así en las caras, como en los bordes del cuerpo de este hueso, se fixan un gran número de mús- culos. El radio se engruesa en su extremidad inferior, que baxa algu- nas líneas mas que la del cubito , y remata en una grande cavidad articular, cuya figura, parecida á un esquife, le ha hecho dar el nombre de cavidad escafoidea. Esta cavidad es truncada por el lado que mira ai borde mas saliente de este hueso, y una línea superfi- cial, que va del lado externo al interno , la parte en dos caras ar- ticulares, una mas pequeña, que se articula con el hueso escafoi- des, y otra mayor con el semilunar. Por el lado de la cara conve- xa y anteríor sobresale á esta cavidad una eminencia, que termina en punta obtusa, y se llama por su figura apófisis estiloides del radio. Tiene ademas la extremidad inferior del radio una segunda cavidad articular mucho mas pequeña, esculpida en el lado opuesto á la apófisis estiloides. Su forma es la misma que la de la pequeña cavidad sigmoidea del cubito, por lo que tiene el mismo nombre, y está destinada á recibir el borde semicircular de la pequeña cabeza del cubito.Por último, la extremidad inferior del radio presenta tres caras, una pequeña y posterior, que corresponde á la pequeña ca- vidad , de que acabamos de hablar, otra mas ancha y llana, que es continuación de la cara interna de su cuerpo, y otra , que es la mas ancha de todas, y corresponde á la cara anterior y externa del cuer- po del hueso, es convexa, y está dividida en muchas sinuosidades, vestidas de ternilla en el cadáver, por las quales se deslizan varios tendones. El radio se compone de las mismas tres substancias que los de- mas huesos largos. Su osificación comienza por un solo punto; pero hacia los nueve meses se manifiestan otros dos, uno en cada extre- midad que forman dos epífisis. La epífisis superior comprehende la cabeza y su margen , y la inferior las dos cavidades articulares, y casi toda la apófisis estiloides: ambas tardan bastante en unirse al cuerpo del hueso, pero la inferior mas que la superior. El radio se coloca en su situación natural, poniendo su grande extremidad hacia abaxo, su apófisis estiloides hacia adelante, y su cavidad sigmoidea hacia atrás. El cubito y el radio considerados juntos, se articulan con el húmero por gínglimo angular, esto es, la grande cavidad sigmoidea del cubito, y la cabeza del radio juntas RAÍ 34? con la polea del húmero y su pequeña cabeza; pero el radio forma en particular una especie de enartrosis en la articulación de su ca- beza con la pequeña cabeza del húmero. El cubito y el radio se ar- ticulan entre sí por gínglimo lateral doble, es á saber, la margen de la cabeza del radio con la pequeña cavidad sigmoidea del cubi- to, y la cavidad sigmoidea del radio con el borde semicircular de la pequeña cabeza del cubito. Por último, el radio se articula infe- riormente por enartrosis con los huesos escafoides y semilunar,)' el cubito con el piramidal. El radio, ademas de componer el antebra- zo, y dar inserción á muchos músculos y ligamentos, sirve de basa móvil á la mano. B. RAFE. (Anat.) Se llama así una línea sobresaliente, que parece una costura, que divide el perineo (V. este artículo) en dos mita- des, y se extiende desde el escroto al ano. (V. generación.) RAGADES. (Cir.) * Voz derivada del griego, de que nos servimos para significar Jas hendiduras, grietas y hendrijas que se ha- cen en los labios, en las manos, en el ano y en otras partes del cuerpo. El humor salino y acre que sale de la nariz en el coriza, causa unas especies de grietas en los orificios de las narices y en el cutis del labio superior. El frió que causa un encogimiento violen- to á la piel delicada de los labios la arruga lo mismo que un perga- mino mojado puesto junto á la lumbre; las hendiduras ó hendrijas de los labios causadas por el frió, se curan fácilmente lo mismo que todas las demás rajas ó cisuras del cutis, con qualquier pomada, mientras no haya causa interior, acrimoniosa ó virulenta. Las raga- des , que son síntomas de lepra ó de sarna, no ceden sino á los re- medios convenientes á la destrucción de aquellas enfermedades: las del orificio ó del ano son síntomas muchas veces de mal venéreo; y regularmente vienen acompañadas de callosidades, y aun de ul- ceración. Destruido el principio de la enfermedad con los remedios convenientes las ragades desaparecen ellas mismas; las que salen de resultas de una diarrea ó disenteria son efecto de la irritación cau- sada por unas materias acres, y se curan como todas las grietas be- nignas con ungüento rosado, cerato de Galeno ó ungüento popu- lexá, y otros remedios semejantes. * RAICES. (Mat. Méd.) Las raices pueden considerarse como alimenticias y como medicamentosas: las primeras se llaman nutri- tivas, y prestan por lo común, una substancia mas grosera que la que puede suministrar su misma planta: se dividen en bulbosas, que tienen la propiedad de multiplicarse, en las que se extienden mas ó menos en la tierra, y de estas unas tienen corporatura y consisten- cia compacta, y otras son tiernas y aqüosas, preferibles para el uso dietético, porque son mas solubles ó las actúa mejor el estómago. Las raices medicamentosas no pueden tener un uombre genérico, 34$ RAM porque sus propiedades respectivas son diversas, y á veces especí- ficas; sin embargo, algunas han merecido un nombre particular, como han sido las aperitivas. raices aperitivas. (Mat. Méd.) Estas son las raices de apio, de hinojo , de espárragos, de peregil, y se llaman aperitivas mayo- res; las de alcaparro, de cabezuela , de diente de perro , de ononis y de rubia de tintoreros, constituyen las aperitivas menores. Ade- mas, se conocen las de fresal, de acederas, de énula campana, de Celedonia, de chicorias y de escorzonera; en quanto á sus propie- dades véase el artículo aperitivos. raíz de juan lopez. (Mat. Méd.) La introducción de esta raiz en la materia médica se debe particularmente á los cuida- dos del ilustre profesor Gambu: pasa por tónica y anti-disentérica, y se aplica en la dosis de veinte ó treinta granos. Por Jo común se echa una dragma en dos onzas de espíritu de vino, y se toma esta preparación á cucharadas repetidas por el día. RAMAZZlNl. (Bernardino) Nació en Carpí en el año de 1633. Después de haber exercido la Medicina con mucho acierto en Ro- ma y en Carpí, fué á practicarla y enseñarla á Módena, y des- pués á Padua, donde murió en el año de 1714 á los 81 de edad: sus conocimientos le hicieron acreedor á que le asociasen en mu- chas Academias. Su mucha lectura hacia que su conversación fuese muy útil. Tenemos de él i.e una Disertación latina sobre las En- fermedades de los Artesanos: 2.0 un tratado en latin de la Con- servación de la salud de los Príncipes, y otras muchas obras sabias de Medicina y de Física, cuya compilación ha sido impresa en Lon- dres en el año de 1716, en 4.0 Uno de sus principios era que para conservar la salud era menester variar las ocupaciones y exercicios: su vida se halla al principio de sus obras. RAMIFICACIÓN. (Anat.) Se llama así una producción de ramos arteriosos, venosos, &c. que figuran á los ramos de los ár- boles , y así los anatómicos usan esta expresión comunmente quan- do principian á dividirse las arterias, las venas y los nervios. RAMNO ó ESPINA CERVINA. (Mat. Méd.) Las bayas de este arbusto se emplean muy poco para el uso medicinal. El xa- rabe de ramno, que es la preparación mas usada de esta substan- cia , es un purgante muy enérgico, que se emplea con preferencia para las personas robustas y difíciles de mover; veinte bayas fres- cas bastan para producir un efecto purgante, y su xugo puede ad- ministrarse en la cantidad de una onza. Algunos emplean los polvos de estas bayas en la dosis de una dragma. RAMOS. (Anat.) Los anatómicos usan de esta voz para nombrar los troncos subalternos de una artería ó vena ; y así todas las arterias y las venas son ramos ó ramas de la aorta y la vena cava, por la ana- RAN 349 logia ó semejanza que tienen los vasos con los árboles, pues todas las ramas dependen de un tronco común. ramos. (Simón , ó Rodríguez Ramos) Doctor de Sevilla, y mé- dico de los Duques de Medinasidonia: escribió varias obras , y son: 1.a Tractatum de ser o lactis et ptysana. 2.a Invectivam Apologe- ticam miscellaneam in Gasparem Calderam Medicum Carmonen- sem circa intelligentiam verborum Plinii; atque etiam est morbus aliquis per sapientiammori. 3.* Apologiam de Pleuritide. 4.a Apo- logiam in qua disputatur, utrum liceat in mor bis acutis medica- mento purganti, quod minorativum vocant, uti. Sevilla, 161 o, 4.0 5." Apologiam Argenti viví temperamento atque usu unctionis'hy- drargiri tam in univer sis june turis, quamin capite.lbxd. 1619,4.* RANAS. (Mat. Méd.) Los caldos que se componen con estos reptiles se hallan muy recomendados en todas las obras de materia Médica, y creo que es muy importante hacer de ellos aquí men- ción. La carne de las ranas contiene un principio gelatinoso muy fluido, pero menos alimenticio que el de las carnes de los anima- les de sangre caliente. Se han escrito muchos hechos aventurados sobre la carne de estos animales; sin embargo, parece que los cal- dos compuestos con la carne de estos anfibios gozan de una quali- dad refrescante. Estos caldos se componen como los que se hacen con las carnes ordinarias. (V. caldos.) RANINAS. (Anat.) Se llaman así una arteria y una vena que se hallan debaxo de la lengua, (V. este artículo.) y por la seme- janza , dicen, que tienen á una rana Je IJaman así. RÁNULA. (Cir.) * Se llama así un tumor que se forma deba- xo de la lengua por la detención ó acumulación de la saliva en sus reservatoríos ó folículos ; y así todos los que han hablado de esta enfermedad antes del descubrimiento de los órganos que sirven para la secreción de la saliva, no han tenido ideas exactas de la natura- leza de este tumor. Se cree que Celso ha tratado de esta enferme- dad en el capítulo 12 del libro vn, que se intitula: De abscessu sub lingua. Ambrosio Pareo dice que la ránula se forma de materia pituitosa, fría, húmeda, grasienta y viscosa, que cae del cerebro en la lengua. Fabricio de Aguapendente coloca este tumor entre los enkistados, y aun añade que es de naturaleza de los melíceris. Dionis es también de esta misma opinión, y piensa que la ránula tiene algo de la naturaleza de las lupias. Munick mas instruido en los conocimientos anatómicos modernos, dice positivamente que esta enfermedad proviene de una saliva muy acre y espesa, que no pue- de salir por los conductos salivales; y en este caso se acumula de- baxo de la lengua, produciendo un tumor... En fin, Lafaye re- conoce dos especies de ránulas, las unas colocadas debaxo de la len- gua, que según este autor son causadas por la dilatación del canal 35° R A Q excretorio de la glándula sublingual; las otras son mas largas que redondas, colocadas en la parte 'ateral de la lengua, y formadas, según dice, por la dilatación del canal excretorio de la glándula maxilar inferior; añade que la saliva es la causa material de estos tumores por su espesura , y también por la atonía del canal. La ránula no es una enfermedad rara, pues apenas hay un prác- tico que no haya visto tumores de esta especie. Quando las ránulas son inveteradas, el líquido que sale de ellas se parece infinito por su color y consistencia á la clara de huevo; el material suele ser mas espeso si se detiene algún tiempo, y aun algunas veces se pone muy pastoso, y á veces adquiere una dureza petrosa. Se puede pensar muy bien que la espesura de la saliva no es la causa de las ránulas, supuesto que es el efecto de su detención, pues esta en- fermedad es producida mas bien por la disposición viciosa de los sólidos, principalmente por la obliteración del canal excretorio; y así es que se curan siempre estos tumores sin emplear diluentes de la saliva, ni otros medios que puedan corregir sus vicios; esta en- fermedad es puramente local; la atonía del canal no causaría la de- tención de la saliva , pues es necesario saber que nunca se ha cura- do esta enfermedad sino es por medio de un agujero fistuloso , que queda para la excreción de la saliva en uno de los de la abertura que se ha formado para la evacuación de la materia encerrada ó de- tenida en el tumor. Mr. Luis dice, que ha observado en quantas ha abierto, que casi siempre sucede que quando la incisión no tenia bastante extensión los labios de la solución se reunían, y el tumor solia reproducirse después. Los antiguos han hecho la misma obser- vación , y por esta razón Pareo prefiere el cauterio actual á la lan- ceta. ... * RANURA ó RENURA. (Anal.) Se da este nombre á una de las cavidades que se hallan en los huesos. (V. este artículo.) RAQUIALGIA. (V. en la clase dolores el género xxix.) RAQUITIS. (Med. Práct.)E.sta. enfermedad llamada así de la voz griega rakis, espinazo, porque su causa y principales síntomas parece que residen en esta parte del cuerpo, no se conoció hasta la mitad del siglo xvi en que se manifestaron sus estragos en las provincias occidentales de Inglaterra, y de allí se propagó con mu- cha prontitud á todos los países septentrionales de Europa. Los ni- ños son las únicas víctimas de su furor, desde el sexto mes de su nacimiento hasta la edad de año y medio, y algunas veces, aunque raras, hasta la mitad de su primer lustro: su invasión se presenta con las señales siguientes: se nota la floxedad de la cutis, junta con el enflaquecimiento del cuerpo, aunque el niño tome una gran por- ción de alimentos. La cabeza parece gruesa, con respecto al grueso del cuerpo: la mollera, y aun alguna vez las suturas, están mas RAQ 3Si apartadas que lo que se observa por lo común en los niños de la misma edad. La cabeza continúa agrandándose , la frente en parti- cular se avanza extraordinariamente; al mismo tiempo el cuello se adelgaza mas, ó parece adelgazarte á proporción de la cabeza , la dentición es lenta, ó se hace mucho mas tarde que lo acostumbra- do, los dientes y muelas se ennegrecen con facilidad, y las mas veces se caen á poco tiempo de haber salido. Las costillas pierden su convexidad, y se aplanan en los costados, mientras que el es- ternón se empuja hacia fuera, y forma una especie de salida; al mismo tiempo, y aun mas pronto, las epífises de las diferentes co- yunturas se hinchan, y los miembros que están entre las coyuntu- ras parecen mas delgados, ó en realidad se adelgazan. Los huesos parecen estar flexibles en toda su extensión , y se tuercen de di- versos modos; el espinazo en particular se encorva en diferentes partes de su longitud. Si en el tiempo en que la enfermedad prin- cipia á manifestarse el niño podia andar, sus movimientos de cada dia se ponen mas endebles, se determina con mas trabajo amover- se, y en fin, pierde del todo la fuerza para andar. Mientras que se aumentan estos síntomas el vientre siempre está abultado y muy hinchado; por lo común el apetito es bueno; pero las mas veces las cámaras son freqüentes y un poco líquidas: alguna vez son en- debles las facultades del alma , y el niño se pone estúpido ó imbé- cil; pero casi siempre hay una sensibilidad extraordinaria, y estos enfermos hablan con mas prontitud que la acostumbrada. Se han descubierto diferentes afecciones morbíficas de las par- tes internas en los cadáveres de los que han muerto de esta enfer- medad. El volumen de las mas de las entrañas del vientre estaba muy aumentado. También se han hallado los pulmones en un esta- do morbífico, que parecía ser efecto de alguna inflamación sobre- venida hacia el fin de esta enfermedad. Casi siempre se ha registra- do el cerebro en un estado de flacidez con una efusión de suero en sus cavidades. Por lo general se ha notado que los huesos estaban muy blandos, aun en términos que se podian cortar sin dificultad con el escalpelo. Los humores estaban siempre en un estado de di- solución; las partes musculosas muy blandas y muy tiernas; todo el cadáver de ningún modo tenia este grado de rigidez ó tiesura, que es tan común en casi todos los otros. La causa primitiva de la raquitis es desconocida, y si admiti- mos las que asignan los autores debemos creer que no es enferme- dad tan moderna , si bien nosotros la hemos declarado como tal, respetando su autoridad y la opinión general, pues por lo demás los diversos tratados de Hipócrates sobre las enfermedades de los huesos y las conformidades raquíticas que ya conocieron los roma- nos, nos ponen en un estado de duda que no creemos importante 35* R'AQ ventilar aquí. Expondremos pues las causas mas freqüentes y gene- rales, y en seguida el modo con que su acción ó su combinación puede producir la raquitis. Estas causas son: primera , el ayre frío y nebuloso cargado de exhalaciones nocivas, por lo que sin duda es mas freqüente en Lon- dres y en todos los países pantanosos, húmedos, &c. segunda, la mala constitución de los padres, porque con freqüencia se mani- fiesta en muchos niños de una misma familia. La observación de- muestra que trae su origen de cierta debilidad producida por en- fermedades, ó por la edad, ó por el método de vida, y las mas ve- ces de una disposición escrofulosa de la madre: tercera, por las nodrizas que dan á los niños una gran porción de leche serosa, ó continúan dándoles de mamar demasiado tiempo ; ó en fin , les co- munican en la leche las qualidades perniciosas adquiridas por la pre- ñez, por sus excesos y sus vicios: quarta, de la disposición vi- ciosa de las criaturas, que resulta de los malos alimentos, poco acomodados á su edad, del mal modo de envolverlos y manejar- los, &c. quinta: en fin , de ciertos vicios específicos degenerados y heredados de los padres, como el escrofuloso, el venéreo, &c. Pero habiéndose observado constantemente que muchos niños expuestos á estas causas no padecían la raquitis, y otros exentos de su acción la han contraído en el mas alto grado , es verosímil que solo podrán producirla quando haya una disposición particular en la conformación original del niño, la quai es tan difícil de explicar, como el dar la razón porque unos tienen mucha estatura, y otros permanecen pequeños, sin tener relación alguna con la conforma- ción de sus padres. Ademas, ¿como es que las causas referidas solo obran ó manifiestan su acción en un tiempo particular de la vida, y casi nunca antes ó después de un periodo determinado? Para ex- plicarlo seguiremos aquí las conjeturas del célebre Cullen , en que hallamos bastantes grados de probabilidad. La naturaleza, dice, ha querido que los progresos de la vida humana se hiciesen de un cierto modo, y que muchas funciones no se pudieran executar sino en un cierto periodo de la vida; por consiguiente ha tomado precauciones para que el cuerpo no estu- viese en estado de exercer las funciones á que está destinado, sino hacia esto período, y nuuca antes de él. Para hacer la aplicación de esto á la materia de que trato, notaré que la intención de la na- turaleza parece ser que los niños no pudiesen andar hasta la edad de doce meses, por lo quai ha tomado providencias para que al aproximarse á esta edad, y no antes, se preparase una materia ca- paz de dar á los huesos la solidez necesaria para impedir que no se encorven con demasiada facilidad con el peso del cuerpo. Sin em- bargo, la naturaleza no es siempre constante y exacta en executar RAQ 3S3 lo que se propone; por consiguiente si la materia huesosa no está bien preparada hacia el tiempo en que debe ser mas útil, debe so- brevenir la raquitis, esto es, la enfermedad en que los huesos se ponen blandos y flexibles; y esta enfermedad se manifestará mas hacía el periodo de que acabo de hablar. Igualmente es probable, que si en este periodo han adquirido los huesos la solidez que se re- quiere , y si la naturaleza continúa preparando y suministrando la materia huesosa conveniente, se encontrará según se puede presu- mir hacia el tiempo en que el niño habrá llegado á la edad de dos, años, una porción de esta materia, para impedir que los huesos se pongan de nuevo blandos y flexibles por toda la vida; á menos que no sobrevengan, como sucede alguna vez, ciertas causas que expe- len la materia huesosa de las membranas en que se ha depositado; lo que acabamos de decir acerca del periodo en que sobreviene la ra- quitis , parece confirmar que su causa próxima consiste en una falta de la materia huesosa, que se debe contener en los humores del cuerpo humano. Los remedios que se han administrado son especialmente los que convienen para aumentar el tono del sistema en general, ó del es- tómago en particular; y se sabe que estos últimos convienen no solo para aumentar el tono del mismo estómago, sino también para for- tificar todo el sistema. Esta enfermedad tan incómoda por sus accidentes, lo es aun mas por sus funestas conseqüencias; y si el niño pudiese entonces considerar la perspectiva de los males que le aguardan, vería mil enfermedades que iban á atacar su salud quebrantada en lo sucesi- vo , y las penalidades que acarrea una mala conformación. No es muy raro el quedar los raquíticos corcovados ó coxos á la edad de siete años para el resto de sus dias, siendo tal vez estos vicios los diversos periodos de una misma enfermedad dependiente de una causa común. Si estos males se evitan sobrevienen la tisis, la tabes, la calentura lenta ó la hidropesía, á no ser que haya desaparecido á la edad de cinco años. Si los demás síntomas son considerables, notable la desproporción de las partes y la extenuación suma, si el niño ha nacido ya raquítico, ó se ha manifestado esta dolencia poco después del nacimiento, es en general mas peligrosa: en los ca- sos contrarios puede esperarse la curación, mayormente si empie- zan á disminuirse los síntomas, si se presentan algunas erupciones cutáneas , y si la raquitis no es hereditaria. Por último, siempre puede fundarse alguna esperanza en las revoluciones generales que con freqüencia experimentan los niños, y particularmente en la de la pubertad. En su curación debemos guardarnos de cargar de medicamen- tos unas máquinas tan delicadas y bastante abatidas ya por la en- tomo vi. YY 3S4 *A<} fermedad; y asi hemos de contar principalmente con los auxilios del régimen, proporcionando al niño una buena nodriza, si es lac- tante, ó dándole alimentos de fácil digestión y aromáticos, el agua envinada ó ferruginosa, prescribiéndole el exercicio activo ó pasivo, la habitación en parage seco y ventilado, y el uso de ropas de la- na, &c. El remedio mas útil y mas seguro es el baño frió de inmersión; y no se ve un raquítico en donde tienen la loable costumbre de bañar todas las mañanas en agua fria á los niños desde poco después de su nacimiento. También son útiles las fricciones con bayetas ó franelas secas, las bebidas ferruginosas, todas las preparaciones del hierro, los absorventes, los amargos, y alguna vez accidentalmente los emé- ticos y purgantes; pero la natural repugnancia de unas criaturas in- expertas excluye la mayor parte de estos medicamentos desagrada- bles. Los que mas cómodamente pueden administrárseles á mas délos baños somlatinturaelástica dilatada en agua y el cocimiento de la ru- bia de tintoreros. Alguna vez hacen muy buen efecto los vexigato- rios aplicados á las partes mas débiles;y quando estas han empeza- do á adquirir una conformación defectuosa se emplean varias má- quinas, como los botines, cotillas, vendages, &c. que en nuestro juicio traen muy poca utilidad. raquitis. (Cir.) * La raquitis es una enfermedad que ataca los niños, y los pone hinchados, encorvados y torcidos. Esta enferme- dad les proviene muchas veces de haber sido mal envueltos, esto es, de haberles apretado demasiado en ciertas partes, y poco en otras, de haberles puesto atravesados, de haberles tenido mucho tiempo en la misma postura, ó de dexarlos demasiado tiempo hú- medos; también proviene de la falta de movimiento que tienen to- dos ellos, y de la perniciosa costumbre de llevarlos en brazos, lo que hace que sus piernas y rodillas están casi siempre dobladas; ó bien puede provenir á veces de la falta de digestión que hace que los alimentos no se distribuyan igualmente en todo el cuerpo; lo que hace que una parte de los huesos crece antes que otra. Los ni- ños se ponen raquíticos regularmente desde ocho meses á seis años; la parte que se pone torcida está floxa y débil; y si son las piernas no pueden llevar á lo restante del cuerpo. Todas las partes que sir- ven al movimiento voluntario se debilitan y enflaquecen igualmente, y el niño se pone pálido é incapaz de nada, y no puede tenerse en pie; la cabeza se les pone demasiado fuerte con respecto al tron- co, y los músculos del cuello no pueden hacerla mover, porque pierden insensiblemente su fuerza; las muñecas, las canillas, los pies y las extremidades de las costillas se les hinchan, y se cargan de ex- crescencias nudosas, y los huesos de las piernas y de los muslos se atraviesan y se doblan; el mismo desorden les sobreviene á los brazos. .RAQ 3SS Si esta enfermedad continúa por mucho tiempo el tórax se an- gosta, de donde se sigue la dificultad de respirar, latos y la calen- tura ética; el abdomen se hincha, el pulso se pone débil y decaí- do, y si los síntomas se aumentan suele seguirse la muerte. Quando un niño habla antes de hacer uso de sus piernas es prueba que está raquítico: quando esta enfermedad principia muy pronto se puede remediar con vendages, que se aplican á las partes atacadas; pero quancjo los huesos han llegado á cierto estado de rigidez y de ¡n- flexibílidad , es preciso valerse de otros inventos mecánicos, como son varias máquinas de cartón, de ballena, de estaño, y otras ma- terias para volver los huesos á su dirección natural; para enderezar las piernas se usan algunos botines de hoja de lata; también usan al- gunos una cruz de hierro para comprimir las espaldas, quando los niños se van poniendo jorobados. Los baños fríos sirven también para este mal, si se aplican an- tes que los nudos estén absolutamente formados, y durante los meses de Mayo y Junio, teniendo al niño dos ó tres segundos en el agua en cada inmersión. (V. el artículo anterior.) Algunos se sir- ven de linimento de rum, ó aguardiente de cañas y de aceyte de palma; y otros de emplasto de minio y de oxicrocio, que se aplica en la espalda, de modo que cubra todo el espinazo. También son buenas las friegas en todo el cuerpo con un lienzo caliente de- lante del fuego, sobre tojo, en las partes atacadas, y también es bueno para este mal el aceyte de caracoles. El aceyte de estos ani- males se saca moliéndolos y colgándolos en una bolsa de franela* y con este aceyte se untan los miembros y el espinazo del enfer- mo. Todo lo dicho hasta aquí está tomado de Chambers, autor ingles, pues nos ha parecido conveniente trasladar literalmente lo que se piensa en Inglaterra sobre una enfermedad muy común en aquel país de unos cien años á esta parte. La raquitis es una enfermedad particular de los niños que con- siste en un enflaquecimiento de todas las partes del cuerpo por de- baxo de la cabeza, en una curbatura del espinazo y de la mayor parte de los huesos largos, en una hinchazón de las epífisis y de los huesos esponjosos, en los nudos que se forman en sus articulacio- nes , cuyas extremidades parecen anudadas, en un encogimiento de los huesos de las pelvis y de los homoplatos, mientras que la cabeza está muy gruesa, y el rostro lleno y encarnado, el vientre está hinchado y estirado, porque el hígado y el bazo tienen un volumen considerable. Se observa que los niños que padecen esta enfermedad comen mucho, y que tienen el espíritu mas vivo y penetrante que los demás ; y finalmente quando se hace anatomía de los que mueren , se halla que los pulmones 3dherentes á la pleura están lívidos-esquirrosos, y casi todas las glándulas congloba- 3S¿ RAQ das hinchadas de una linfa espesa. Glisson, famoso médico in- gles , pretende que la corvadura de los huesos sucede por la mis- ma razón que una espiga se inclina del lado del sol, o que una tabla, un papel ú otra cosa semejante se inclina hacia la parte del fuego, porque el sol ó el fuego quitan algunas de las partes hú- medas que se encuentran en los poros de la superficie opuesta, y esto hace con relación á las superficies lo que harían varias cuñas de madera que se pusiesen en las separaciones de las piedras que componen una pilastra ; pues si todas las cuñas estuviesen á un mismo lado, la pilastra ó la columna se encurvaria del lado opues- to. Queriendo hacer la aplicación de este exemplo á la curvatura de los huesos, dice que se encurvan quando el alimento se dirige con mas abundancia á un lado que á otro; porque hinchándose y creciendo un lado considerablemente, obliga á la superficie opues- ta á encurvarse: por esta razón prescribe el mismo autor que se frote el lado encurvado con aceyte penetrante y paños calientes, para llamar el alimento hacia aquella parte, y hacer entrar en sus poros partículas nutritivas que alarguen sus fibras; y para ayudar y facilitar este efecto, quiere que se apliquen unos vendages y unas tablillas á los lados opuestos á la corvadura. Este sistema de Glisson ha sido refutado por varios autores, pues no se conoce causa alguna que pueda producir una distribución desigual de ali- mento en los huesos; antes al contrario Se nota que los huesos se encorvan del lado donde parece que debían recibir mas alimento. Mayow propone un sistema enteramente diverso; dice que las cuerdas tendinosas y los músculos de los que padecen raquitis, es- tan disecados y acortados por falta de alimento, por causa de la compresión de los nervios de la médula del espinazo que se distri- buyen á aquellos órganos: que por consiguiente en sus diferentes contracciones hacen encorvar los huesos al modo que una cuerda atada á la extremidad de un arbolito haría doblar su tronco al paso que fuese creciendo. Se han hecho algunas objeciones á este sistema que Mr. Petit adopta en su tratado de las enfermedades de los huesos; pero á la refutación de estas objeciones, por la quai prueba que la curvatura del hueso depende de la contrac- ción de los músculos, añade que sin su blandura no podrían en- corvarse. Mr. Petit explica la corvadura de cada hueso en parti- cular por la contracción de los músculos adherentes, el peso del cuerpo, y su corvadura natural, tres causas que no pueden obrar si los huesos no están blandos. Siendo la blandura de los huesos la causa ocasional de su corvadura, es preciso buscar la causa de esta blandura en la alteración de los humores nutritivos, la que no pue- de ser producida sino por el mal uso de las cosas no naturales. &c. Con respecto á las causas primitivas que parece que pueden obrar RAT 357 sobre los niños alterando sus humores, consúltese el artículo ante- cedente , pero según Mr. Luis, autor de este artículo, pueden re- ducirse á cinco; á saber, las regiones y los climas diferentes, los dientes que deben salirles ó que les salen, las lombrices á que están sujetos, el vicio de la leche, y la mudanza de alimento quando se les desteta. Mr. Petit expone muy largamente como estas diferen- tes causas contribuyen al vicio de los humores, que destruyendo la consistencia natural de los xugos alimenticios, produce la fla- queza de los huesos; la acción de los músculos, y el peso natural del cuerpo obran principalmente sobre el espinazo por causa de su corvadura natural; los nervios de la médula del espinazo están comprimidos, y á esta compresión pueden atribuirse todos los fe- nómenos que se notan en aquel mal. Mr. Petit responde á todas las objeciones que pueden hacerse contra su teoría, y concluye su artículo, diciendo que si se ha extendido mucho mas sobre las causas de la raquitis que sobre las fórmulas, es porque está per- suadido que una vez conocida la enfermedad, los remedios se in- dican por sí mismos. Por lo dicho se ve que podemos evitar esta enfermedad hasta cierto punto, precaucionándonos contra las cau- sas que lo produce , y que puede también paliarse y aun cu- rarse enteramente , procurando discernir bien la causa para comba- tirla con los medios que el régimen y los remedios subministran contra ella. * RASIS Ó RHASES. Famoso médico árabe del siglo X, co- nocido también con el nombre de Almanzor ó el Grande. Era el galeno de los árabes, obrava con firmeza, y juzgaba con circuns- pección ; jamas cesó de leer ó de escribir hasta una edad avanzada, en la que cegó, y murió poco tiempo después hacia el año de 935. Sus tratados sobre las enfermedades de los niños aun son estimados. Rasis es el primero que ha escrito de las viruelas. Roberto Este- ban dio en 1548, en griego, el tratado de este médico sobre esta funesta enfermedad. En Londres se ha hecho después una edición en árabe y latin en el año de 1767 , en 8.° Sus demás obras se ha- llan con el Trallien año de 1548, en folio. Tomó su nombre de Rhases ó Arasi, de la ciudad de Ray en Persia, célebre por su academia, donde nació hacia el año de 860. Después de haberse se- ñalado por muchas curas, tuvo la dirección de diversos hospitales, y la plaza de médico del Califa Moklader Billah: su secta era Ma- hometana. D. H. RATANHIA. (Mat. Méd.) La ratanhia es una planta que pertenece al género Krameria de Linneo, y en la provincia de Huamia es conocida con el nombre de ratanhia , que quiere de- cir planta tendida en tierra; en la de Tarma con el de maputo, que significa planta borrosa, por tener tiernos los tallos., hojas y 358 RAT flores cubiertos de un bello blanco y denso, y negruzcos los tallos que se hallan sin hojas; y con el de pumachuca que equivale á birrete de león, deducido acaso de la figura de las flores , las quales antes de abrirse representan como un cono ó cucurucho , y después de extendidas, la figura de una flor amariposada, con el petalo superior erguido, y casi en forma de birretina. Finalmente en las provincias de Huarocheri, Canta y Jauja la dan algunos es- te mismo nombre de pumachuca, y mas comunmente el de raiz para los dientes , con el quai es también conocida la misma raiz en Lima. La ratanhia es un astringente de los mas poderosos; sus primeras virtudes y usos deben contarse entre los descubrimientos hechos por naciones bárbaras, y gentes poco cultas, pues que los indios del Perú usaban desde tiempo inmemorial de esta raiz como de un remedio y específico poderoso para afirmar la dentadura, trayéndola de continuo en la boca todas las veces que la notaban poco firme, y descarnadas ó llagadas las encías. Se extendió des- pués el mismo uso entre los españoles, criollos y demás castas de gentes, y en especialidad entre el bello sexo que por el continuo exercicio de limpiarse los dientes con la raiz de la pichana (espe- cie del género sida, que aunque suave y muy á propósito para limpiar el sarro de ellos, tiene por naturaleza la propiedad de ablandar las encías, y de afloxar la dentadura) necesitaban por este motivo echar mano de la raiz de la ratanhia para afirmarla. Ade- mas de la virtud que tiene la ratanhia de afirmar la dentadura, posee la propiedad de colorear los labios, y la de mantenerlos sonrosados todo el dia, si por la mañana se mastica y trae algún tiempo en la boca. Este efecto y propiedades eran bien conocidas por el delicado sexo en el Perú; pero ignoraban las demás virtu- des, qualidades y usos qne en sí encierra esta preciosa raiz. Desde que el botánico Don Hipólito Ruiz logró descubrirla , y formó su extracto indicando al mismo tiempo su propiedad astringente, se ha usado con feliz resultado en diferentes casos de hemorragias pasivas, fluxos serosos, é igualmente para consolidar las relaxacio- nes , y cicatrizar las úlceras mundificadas: se ha aplicado en polvo en las heridas recientes para contener la sangre, en enjuagatorio para curar las llagas de la boca, y fortalecer las encías, y como masticatorio para afirmar la dentadura. El extracto de la ratanhia es mas enérgico que la sangre de drago y mas ventajoso, no solo por sus efectos, sino por la imposibilidad de adulterarle. El método mas general que han observado los facultativos en la administración de este extracto para contener los fluxos de san- gre, ha sido el de disolverlo en agua rosada ó común, y añadir á cada toma de diez á veinte gotas de ácido acetoso ó vinagre des- tilado. La dosis regular de extracto para los niños menores de do- RAU 3S9 ce años, es desde un escrúpulo hasta dos, y para los adultos des- de media dragma hasta una. La cantidad de agua para cada toma es arbitraria, y la suelen variar los facultativos según lo juzgan á propósito. Se tiene experimentado que en algunos pacientes se ha contenido el fluxo de sangre á la primera toma, en otros á la se- gunda , y han sido pocos los que han necesitado pasar de la terce- ra. No obstante algunos profesores para mas bien asegurar la cura de sus enfermos, han continuado , después de contenido el fluxo de sangre, en administrarles alguna toma, y especialmente han guardado este régimen con aquellas personas, que ademas de te- ner fluxo de sangre padecen de tos. Hasta el dia , dice el señor Ruiz, han sido pocos los que se han valido del cocimiento é infusión de la raiz de la ratanhia para los fines expresados de contener los fluxos de sangre ; pero estos han experimentado los mismos buenos efectos que los que han usa- do del extracto, poniendo á cocer dos dragmas de raiz para cada toma. Tengo experimentado que se disuelve en el agua una quarta parte de las substancias de la raiz , de que resulta que los que han usado del cocimiento han tomado media dragma de extracto en cada toma. En esta inteligencia puede usarse de este específico en cocimiento, en infusión ó en extracto , siempre que resulte la mis- ma cantidad para cada dosis de parte extractiva. Son muchos los casos de hemotisis , fluxos de sangre uterinos hematurías, &c. que hemos visto curar con la ratanhia, y así debe colocarse este remedio entre los mas útiles para esta dolencia, aplicándolo, no solo, sino combinado con los demás que estén indicados; por exemplo, acaso no servirá la ratanhia en la hemotisis, sino se administra ei opio que impida que la tos que por lo regular acompaña á dicha enferme- dad , reproduzca el fluxo, &c. RAULIN. (Josef) Médico ordinario del Rey de Francia, Cen- sor Real, miembro de las Academias de Burdeos , Rúan , y de la de los Arcades de Roma , murió en París el 12 de Abril de 1784, habia nacido en Aiguetinte, en la Diócesis de Auch , en 1708. Exerció luego su profesión en Nerac, villa pequeña de Guienna, donde su mérito fué desconocido, porque hablaba con mas sabi- duría que agrado. Tenemos de él un gran número de obras, en las que se halla una práctica segura, y fundada sobre observaciones exactas, á saber: i.° Tratado de las enfermedades ocasionadas por las prontas variaciones del ayre, año de 17 5 2, en 120. 2.0 Tra- tado de las enfermedades ocasionadas por los excesos del calor, del frió, de la humedad, y otras intemperies del ayre, año de 1756, en 12 ° 3.0 Tratado de las afecciones vaporosas del se- xo , en 12.0 4.0 Tratado de las flores blancas, con el método de curarlas, año 1766 , dos tomos en 12.0 5.0 De la conservación de 3f5o REC los niños, ó el medio de fortificarlos , preservarlos, y curar sus enfermedades, año de 1768, dos tomos en 12.0 6.° Tratado de las enfermedades de las mugeres paridas, año de 1771 , en 12.° 7.0 Instrucciones sucintas sobre los partos, año de 1769, en 12.0 8.° Paralelo de las aguas minerales de Francia con las de Ale- mania , año de 1777 , en 12.0 9.0 Tratado de la tisis pulmonar, año de 1784, en 8.° D. H. REACCIÓN. (Med. Práct.) Este nombre se da según el sis- tema de Cullen á ciertos movimientos dependientes de la constitu- ción de la economía animal que conspiran á precaver los efectos de la potencia nociva, ó á corregirlos y á destruirlos, y son opues- tos á los que excita esta misma potencia en el cuerpo diferentes de los del estado natural. Suponiendo que estos dos movimientos se verifican en cada paroxismo de calentura, se verá que con es- pecialidad en el tiempo de la accesión del calor es quando obra la reacción para disipar el estado morbífico. Por esto esta accesión será mas ó menos larga, según que el efecto de la reacción será mas ó menos pronto ; pero como lo largo del paroxismo depende en particular de la accesión del calor, se debe atribuir la prolon- gación de esta accesión y de los paroxismos, ó á la resistencia contumaz que opone el estado morbífico, ó á la debilidad de la reacción saludable; y es probable que ya se verifica una de estas circunstancias , y ya la otra. RECAÍDA. (Med. Práct.) Es la repetición de una enferme- dad que no se ha curado bien , ó que se ha renovado por algún exceso en el régimen: las recaídas son mucho mas peligrosas que las enfermedades primitivas por la debilidad en que encuentran el cuerpo, y tal vez por estar ya los órganos habituados á la acción de los remedios. RECETAR, RECETA. (Med. Práct.) No basta conocer los medicamentos, también es preciso saber unirlos, mezclarlos y or- denarlos , ó prescribirlos bien al enfermo, y mandar al boticario el modo de despacharlos; esto es lo que se llama arte de recetar ó formular. Es pues la receta aquel mandato que se hace al boticario de la materia médica, peso y forma de qualquier remedio que ha de despachar para los usos y fines que se proponga el facultativo que la ordena; ó como quiere Desbois de Rochetort, el modo de disponerlos remedios, ya simples, ya compuestos, relativo á su consistencia, cantidad y qualidades, distinguiéndose la receta del arreglo dietético que prescribe el médico ó cirujano, en que éste es transcendental al uso de las seis cosas no naturales, y la receta se limita solo al boticario, dexando en las casas particulares de los en- fermos señalado el tiempo, las horas, el intermedio y las veces en que se ha de administrar el remedio recetado. Esta es la prác- R E C 3(5! tica de nuestra España. En otras partes en que se dexa al cuidado del boticario la administración de los remedios, se señalan en las recetas el modo y hora de darlos á los enfermos. La materia médica subministra los ingredientes de la receta; su forma y peso , las diversas condiciones del enfermo, y de las subs- tancias que se han de recetar, y su fin, la legítima preparación y aplicación de aquel auxilio con que el médico procura cumplir ó llenar la indicación. Las recetas, sean las que fuesen, se distinguen en oficinales y magistrales: las primeras se tienen hechas y preve- nidas en las boticas para qualquier uso que se quiera hacer de ellas; y las segundas se hacen para qualquier caso impensado, según la naturaleza de este , y las condiciones del enfermo , por lo que se llaman extemporáneas. Para hacer una receta se requieren el modo de los nombres, baxo el quai se entiende la forma que siguen los médicos en sus or- denanzas, la qualidad y el orden de las cosas que piden , y el co- nocimiento de las medidas y dosis de ellas. El modo de los nombres comprehende: i.° la proposición, esto es, lo que se le manda al boticario, expresado en la primera línea, para que atienda lo que ha de hacer , con esta señal Rec. r/. 1f. esto es , tómense las cosas que se siguen: 2.0 la designación de la materia , esto es , la colocación de los ingredientes, quales y quán- tos deban ser, en qué cantidad y forma, &c. Esta es la parte mas principal de la receta; y se debe notar que la cantidad de la ma- teria es de dos clases, general que comprehende á toda la receta, y especial propia á cada ingrediente, ó común á muchos: 3.0 la subscripción, esto es, el modo y razón de mezclar, preparar y dar el medicamento : 4.° la asignación, esto es, la exposición de la cantidad , tiempo y vehículo en que se debe tomar el remedio, como también el régimen de vida que debe observar. En quanto á esto último ya advertimos que en España no está en práctica ex- presar en las recetas estas particularidades, y sí solo la división de las dosis. Para formar las recetas es preciso también tener conocimiento de los pesos y las medidas que se usan en las boticas, lo que va- ría en casi todas las naciones, usando para determinar estas cantida- des distintos caracteres, los que hemos expuesto en su respectivo artículo (V. caracteres.), y que se debieran omitir como está mandado en España ; pero para la inteligencia de las farmacopeas extrangeras es preciso tener presente : Los preceptos ó reglas generales que deben guiar á los médicos para ordenar las recetas, son las siguientes. i.° Que el médico pro- porcione y acomode la dosis del remedio á la naturaleza de la en- fermedad, sus síntomas, vehemencia, &c. 2.0 Que atienda á las |TOMO VI. ZZ 362 REC fuerzas de la naturaleza, porque en ciertas enfermedades, y con respecto á ciertos remedios, se necesita de mayor dosis si estas son lánguidas, y de menor quando fuertes y robustas. 3.0 Que considere la edad , porque la cantidad que es bastante para un ni- ño, no lo es para un adulto. En este punto la experiencia es la mejor guia y maestra. 4.0 Que atienda y tenga presente el tempe- ramento , sexo , singular disposición ó idiosincrasia , costumbre, género de vida de los enfermos, estación del año, 5.0 Que nunca ordene medicamentos inútiles, ineficaces, rancios, evaporados, ni recete en gran cantidad las que se corrompen con facilidad, como las orchatas ó emulsiones, &c. al contrarío se podrán prescribir en cantidad los medicamentos que se administran en las enfermedades crónicas, &c. 6.° Que no menosprecie el sabor y el olor, y así que se receten en lugar de cocimientos de vegetales amargos, los extractos amargos en forma de pildoras , como igualmente en la misma forma los fétidos ó graveolentes, como el castor, alcanfor, gálbano y asafétida. 7.0 Que tenga consideración á la especie de- terminada , forma y fin de la receta para la dosis, pues se requiere mayor cantidad para una fomentación y enema, que para bebida in- terior. 8.° Que sepa el valor de los remedios simples y compuestos, pues nunca debe recetar un remedio caro, siempre que haya otro mas eficaz y barato. 9.0 Que procure no recetar remedios que no se encuentran en las boticas de los pueblos en que exerza su facul- tad , como también que no ordene remedio con nombre nuevo, como v. gr. con los sistemáticos de Linneo, exceptuando aquellos casos en que la planta ó remedio es nuevo, y á la verdad si se re- tienen los nombres ya conocidos, se precaven muchos errores ; y quando se quiera usar de nombres nuevos, se deberán también añadir los antiguos recibidos, con la nueva nomenclatura de la química, según se ha hecho en esta obra. 10. Que de ningún modo mezcle inconsideradamente en la misma receta medicamentos ó ingredientes que son opuestos, como los ácidos, alcalinos, es- píritus ácidos con orchatas, &c. 11. Que de qualquier modo y forma que se ordenen los remedios, se tenga gran cuidado de no despreciar ó desatender sus principios ó propiedades químicas , cui- dando de no unir ó mezclar los medicamentos de virtud é índole distinta, pues aunque algunos de estos no dexan de unirse, ó se resuelven del todo, ó se quitan las fuerzas mutuamente, y en am- bos casos no satisfacen á la indicación del facultativo. Éstos erro- res no dexan de ser comunes, aun entre algunos médicos célebres, y así se ha visto algunos de ellos ordenar ya los oxides de antimo- nio sulfurado^roxo y anaranjado, ó el kermes universal, y azufre dorado de antimonio con los ácidos, y aun en gran cantidad ; ya el tartítre de potasa estíbiado, ó tártaro emético con álcalis; ya REC 363 el muríate amoniacal ó sal amoniaco, con la potasa y sosa , ó con los álcalis vegetal y mineral; ya el sulfate de hierro ó caparrosa verde, con el nitrate de potasa ó nitro; ya el muríate mercurial dulce ó sublimado dulce, con alguna sal alcalina; ya los xabones alcalinos con los ácidos; ó por último el alcanfor ó qualquiera re- sina disuelta prímero en alcohol, que suelen después mezclarla con agua, para templar ó debilitar primero la fuerza del alcohol, sin advertir que el remedio extraído del licor cae precipitadamente al fondo del vaso, y se pega á él con tanta facilidad, que quando el enfermo va á tomar la bebida, no toma ya, ni el alcanfor, ni la resina, como advierte Carminati. 12. Que de ningún modo se de- be usar de un menstruo que convierta las qualidades y virtudes del remedio, ni añadir á las disoluciones materias que por los diversos principios de afinidad formen nueva composición y nuevo remedio. 13. Que no se pongan en la misma receta muchos ingredientes, que aunque discrepen en el nombre y en la preparación , tengan la misma naturaleza y eficacia , como v. gr. la raiz de centaura me- nor , y de cardo santo. 14. Que cuide de la simplicidad , esto es, que prefiera los simples á los compuestos, quando tengan igual virtud. 15. Que acomode los medicamentos al gusto del enfermo, en quanto á su forma, siempre que por ella no pierdan su virtud. 16. Que no recete algún remedio, cuya preparación tenga muchos peligros y dificultades, sin examinarlo antes por sí, y sin encar- garlo antes á un boticario diestro y fiel. 1 7. Que en las enferme- dades muy urgentes solo recete los remedios que se puedan pre- parar y despachar al instante, por ser preciosos los momentos, y porque el boticario con la prisa los puede despachar mal. 18. Que mande los remedios con cierto orden natural, ya las raices con las raices, ya los que tienen igual peso, ya guardando el orden en los ingredientes que observan los boticarios en sus mezclas, ya po- niendo primero la base, y sucesivamente el auxiliar, correctivo y constituyente. 19. Que esté informado de la consistencia distinta de los simples y compuestos, pues de otro modo podrá prescribir una fuerza extraordinaria, ó una medida impropia. 20. Que sepa la composición de las recetas oficinales y sus ingredientes quando las haya de recetar, pues si los ignora, nunca podrá observar las re- glas antecedentes. 21. Deberá cuidar el facultativo de no mudar los remedios con facilidad y por leves causas, ni atacar solo los síntomas, menospreciando su causa. 22. Por último que escriba las recetas con letra clara é inteligible, huyendo de los caracteres de la química, y teniendo cuidado de volverlas á leer antes de fir- marlas , y enviar por ellas á la botica. RECREMENTO O RECREMENTICIO. (Fistol.) Se usa de este epíteto para designar ciertos humores que se separan de la 3^4 RED sangre, y que después deben mezclarse otra vez con elia, como son la gordura, la sinovia , &c. (V. estos artículos.) recrementos-excrementicios. (humores.) (Fisiol.) Se llaman así ciertos humores que se separan de la masa de la sangre , y una parte vuelve á ella , y otra se arroja como la saliva, la bilis, &c. RECTICULAR. (Anat.) Adjetivo que corresponde á red, y por Ja semejanza que tiene esta con algunas partes se llaman estas recticulares, como el texido recticular de la piel (V. este artículo.), la substancia recticular de los huesos. (V. hueso.) RECTO. (Anat.) Adjetivo con que se expresan varias partes del cuerpo, como el intestino recto, (V. intestinos) el músculo recto del abdomen, (V. este artículo.) y otros músculos que por razón á su dirección se llaman rectos. (V. músculos.) RECURRENTE. (Anat.) Adjetivo con el que se expresa al- guna parte que se remonta ó sube , y con el que se nombran unas arterias que son ramos de la cubital y de la radial (V. estos artícu- los.) que se dirigen de baxo arriba ,*ó al rededor, del cóndilo del humero. También hay nervios recurrentes. {V. nervios.) REDUCION. (Cir.) * Operación por medio de la quai se vuel- ven ó se reducen á su lugar las partes que habian salido de él. Esta voz es aplicable á varias enfermedades de Cirugía. En las disloca- ciones la indicación curativa consiste en volver la cabeza de! hue-^ so á las cavidades de donde habian salido; en las fracturas se re- media la solución de continuidad colocando los pedazos de los hue- sos en su lugar natural. Se vuelven á su lugar las partes blandas que forman un tumor en las hernias; se hacen volverá su respectivo si- tio la vagina, la matriz ó el ano descendidos ó caídos, y es lo que llamamos procidencia ó caída. (V. este artículo.) Los preceptos generales sobre el método de reducir fas dislo- caciones y fracturas están expuestos en los artículos dislocación y fractura. La reducion de las hernias puede hacerse con la mano sin los socorros de la incisión por la operación de la tasis. (V. hernia y tasis.) Para la reducion de las hernias es necesario poner el enfermo en situación conveniente, tendido boca arriba con los muslos y piernas dobladas, con la pelvis y el pecho levantados para que los músculos del vientre no estén estirados. Se pone una almohada baxo la cabeza, para que esté doblada sobre el pecho, á fin de re- lajar los músculos externo-cleido-mastoideos. Si la cabeza estu- viese al contrarío, ó solamente en su posición natural, al menor esfuerzo que hiciese el enfermo para levantarla , se contraerían los músculos rectos del vientre , porque entonces dichos órganos tendrían que obrar para fixar el pecho, y dar un punto de apoyo solido a los músculos externo-cleido-mastoidianos, por la contrac- RED 36S eion de los quales se levanta la cabeza. Colocado el enfermo co- mo se ha dicho , debe procurar no hacer esfuerzo ninguno que pueda impeler los intestinos del lado de la hernia. El cirujano coge el tumor en su raiz, y lo mas cerca del anillo que sea posible, lo maneja con suavidad , y procura ablandar y extender las materias contenidas en la porción de intestino. Es bueno tirar un poco si puede hacerse sin esfuerzo para hacer salir mayor porción de in- testino en la bolsa hemiaria. Muchas veces se ha visto el buen éxito de la reducion en esta tentativa , porque las materias exten- didas en un espacio mayor han hecho menos violencia. Algunas ve- ces se logra reducir una parte del intestino sin poder lograr una re- ducion entera. En este caso es quando conviene sobre todo tirar un poco hacia fuera el intestino , y comprimirlo lateralmente con suavidad, pues por este medio se prolonga el asa que forma el in- testino en la bolsa hemiaria, y se hacen refluir las materias hacía el vientre. El peso del paquete intestinal puede contribuir mucho para retirar en el vientre las partes salidas; con este objeto ha pro- bado bien algunas veces el hacer tender al enfermo del lado opues- to á la hernia , y Mr. Luis dice que ha visto varias hernias, cuyos síntomas peligrosos no parecían exigir otro recurso que la opera- ción , y sin embargo se han reducido por sí mismas, solo con sos- tener á los enfermos con los pies hacia arriba, y la cabeza abaxo. Deben tomarse algunas precauciones en las tentativas que se hagan para la reducion de las hernias, y estas precauciones son relativas á Ja extructura de las partes que dan paso á las que están disloca- das. En la hernia inguinal debemos dirigir las partes hacia la cresta del hueso hileon; porque el anillo del músculo obliqüo externo entre cuyos pilares pasan el intestino y el epiploon juntos ó separa- dos , estando formados por la separación de las fibras aponeuróti- cas de aquel músculo , las partes han seguido aquella obliquidad en su salida ; y las cambiaríamos inútilmente si quisiésemos reducir- las sin atender siempre á aquelk dirección. En la hernia crural es preciso hacer levantar la rodilla del lado de la hernia para relaxar el ligamento de Falopio, baxo el quai pa- san las parres, y luego se las empuja hacia el ombligo. En el exón- falo debe tener el enfermo las nalgas y el pecho muy levantados, y deben dirigirse los movimientos de la mano, de modo que en- tren las partes perpendicularmente. La reducion del intestino se da á conocer por un ruido bastante sensible en el momento que el tumor disminuye de volumen; no sucede lo mismo con el epi- ploon que va entrando poco á poco, y sin hacer ruido ninguno. Su tumefacción considerable, y las adherencias que ha contraído en la bolsa ó saco hemiario, son obstáculos para su reducion, lo que se verifica sobre todo en las hernias antiguas. $66 R E F Hecha la reducion de las partes, es preciso que la aplicación de un vendage conveniente las contenga y se oponga á su salida, por exemplo, un braguero ; este debe llevarse continuamente .por- que si dexamos que las partes vuelvan á caer en el saco hemiario, aunque no fuese mas de una vez, basta para retardar mucho la curación radical que podemos esperar sobre todo en la juventud, continuando bastante tiempo con el uso de braguero. El vendage contentivo no debe aplicarse hasta que la hernia esté bien reducida ; no obstante esta regla general sufre excepción en quanto á las hernias epiploícas que no siempre pueden reducir- se perfectamente por las razones que hemos expuesto en su lugar. Algunos se sirven en tal caso de un braguero, cuya pelota cóncava hecha en forma de cuchara, y amoldada sobre la figura del tu- mor, comprimirá blandamente el epiploon. Este braguero impedirá que salga mas, y causará poco á poco su aplanamiento , aplastando las celdillas grasosas unas sobre otras, é impidiendo que penetren allí los xugos aceytosos que principiaban á coagularse; este méto- do no puede practicarse por falta de punto de apoyo en una her- nia en que el epiploon se haya dirigido al escroto. Quando la her- nia está reducida , si los signos de estrangulación que no hubiesen parecido hasta entonces se manifestasen en aquella ocasión , se re- mediarán según lo exija el caso. (V. hernia.) Las tentativas para la reducion de las hernias deben ser precedidas muchas veces de sangrías, lavativas, y fomentos emolientes, y de algunas cata- plasmas de la misma virtud para relaxar las partes inflamadas. (V. es- trangulación.) La reducción del ano, de la vagina y de la matriz se hallarán descritas en sus artículos correspondientes. (V. caí- da. ) * REFLEXIÓN. (Fisiol.) Se llama así la mutación de dirección que recibe un cuerpo en movimiento , quando encuentra un obs- táculo impenetrable para él, el quai obliga á retroceder haciéndo- le resaltar después del choque. La verdadera causa de esta muta- ción de dirección es el resorte ó elasticidad de los cuerpos ; y si estos no la tuvieran, no habría reflexión , y así no todos los cuer- pos pueden reflexar; los rayos de la luz executan las leyes de re- flexión con mas exactitud , porque tienen una elasticidad perfecta, por cuya razón en todos los casos forman su ángulo de reflexión perfectamente igual al de su incidencia. (V. visión.) rkflexíon.. Es una operación del alma. (V, este artículo.) REFRACCIÓN DE LA LUZ. (Fisiol.) Se llama así el desvío que padecen los rayos de la luz pasando obliqnamente de un me- dio á otro de diferente resistencia; pues la experiencia enseña que si un rayo de luz entra en un vidrio, en el agua, ó en otro fluido diáfano , no continúa su camino en línea recta ; esta ley de óptica R E G 367 es preciso tener presente para entender bien el mecanismo de la visión. (V. este artículo.) REFRESCANTES. (Mat. Méd.) Se da el nombre de refres- cantes á los medicamentos que tienen la propiedad de disminuir el movimiento desenfrenado de los líquidos, y sobre todo de contener aquella especie de fermentación interna de los fluidos que los des- naturaliza y descompone con mas ó menos prontitud. Como la cir- culación demasiado rápida de los líquidos proviene casi siempre de la acción demasiado fuerte de los sólidos, es claro que los refres- cantes obran tanto sobre estos últimos como sobre los primeros; pero siguiéndose siempre á su acción la disminución del movimien- to de los líquidos, y la cesación del calor ocasionado por este mo- vimiento, parece que el nombre de refrescantes y su acción con- siderada con respecto á la alteración délos fluidos, convienen con todos los fenómenos que presentan. Los principales refrescantes del reyno mineral son los siguien- tes : el ayre fresco renovado continuamente , el agua pura y fría, las aguas minerales frias y acídulas, los ácidos muy dilatados en agua, el ácido sulfúrico, el agua gasosa artificial, y el nitro en corta dosis. Entre los vegetales se colocan las raices de fresal, de acedera y de nenúfar; las hojas de las plantas chicoracias, las de verdola- ga, acedera y aleluya ; las frutas agrias como las guindas, la gro- sella, los limones, las naranjas, la oxíacanta, los agraces, algunas gramíneas de las mas suaves, la mayor parte de las simientes emul- sivas en agua, el crémor de tártaro, la sal de acederas, el vina- gre , &c. Los refrescantes convienen en las calenturas agudas, inflama- torias , biliosas y pútridas; usados inconsideradamente, pueden debilitar con exceso , ú obrar como astringentes en las calenturas eruptivas, impidiendo la salida de la erupción, ú ocasionando su retroceso. En todas las enfermedades en que hay una debilidad general, y particularmente del sistema vascular , están contraindi- cados los refrescantes. Los mas de los que hemos referido son tam- bién algo purgantes , diuréticos y astringentes, y sirven también para destruir las impresiones nocivas del opio y de los venenos ve- getales virosos. Los refrescantes aqüosos, insípidos y mucilagino- sos son también dulcificantes, relaxantes, atemperantes, obtun- dei.tes , nutritivos, &c. REGALIZA. {Mat. Méd.) El regaliz, que con el nombre de palo dulce se vende en las boticas, es la glicirriza glabra de Lin- neo. Es una de las substancias mas propias para suavizar los ardo- res de la sed , quando esta penosa sensación existe como síntoma de ciertas afecciones; y baxo e¡>te respecto ha causado alivios muy 368 REG notables en la curación de las hidropesías, como que es un desal- terante tan cómodo, como agradable , y del que los prácticos ha- cen un uso diario. Se corta comunmente esta raiz en pedazos, y se echan en infusión en agua hirviendo. Si se receta en cocimien- to , no se debe cocer por mucho tiempo. REGENERACIÓN. (Cir.) * Término de Cirugía muy usado en los tratados de heridas y úlceras para expresar la reparación de la substancia perdida. En el artículo encarnación creemos haber demostrado que no hay regeneración ninguna en las partes blandas, y que las heridas con pérdida de substancia no se cierran sino aplas- tándose los vasos abiertos, cuyos orificios se deprimen y aprietan unos sobre otros de la circunferencia hacía el centro ; esta oscula- ción ó unión recíproca de las bocas de los vasos es lo que forma la cicatriz. No sucede lo mismo en las partes duras; hay exem- plares en que se habian quitado porciones bastante considerables, y que la naturaleza las ha regenerado; es decir, que en su lugar se ha formado una concreción de xugos huesosos que ha hecho las funciones del hueso perdido. Mr. Jostom, cirujano de Dunfrie, en los ensayos de la sociedad de Edimburgo, ha publicado la obser- vación de dos tibias que se han separado de la pierna casi en toda su extensión á un niño de 10 á n años, y que sin embargo se ha hallado en estado de andar al cabo de pocos meses; lo que es digno de notar es que estas curaciones son mas debidas á la naturaleza que al arte, no se han verificado hasta ahora sino en los niños, en quie- nes la virtud vegetativa estaba en toda su fuerza, y que todavía no habian acabado de crecer ; la generación no habia llegado á su último grado según aquella máxima que la nutrición en el creci- miento no es mas que el progreso de la generación; nutriri ident est ac generari, 6*c. RÉGIMEN. (Higiene.) El régimen es la práctica constante y regular de los principios de la higiene , tanto para conservar la sa- lud , como para restablecerla una vez deteriorada: esta parte de la Medicina dietética comprehende el ayre, los alimentos, el reposo, el exercicio , los baños, el sueño, la vigilia, las evacuaciones y las pasiones del ánimo, objetos todos los mas importantes para el estudio del hombre sano, y cuyo influxo en la salud explicamos en sus respectivos artículos, y por consiguiente nos excusamos de hacer aquí repeticiones inútiles. Todos los hombres deben arreglar su conducta con respecto á su temperamento, edad, fuerza, es- tado y clima en que habitan. Huxám dice hablando del régimen, que esta parte de la Medicina no ha merecido mucha atención de parte de los médicos, sin embargo de ser la que ofrece el método mas fácil y mas natural para la curación de las enfermedades, y en efecto el régimen en ellas es con freqüencia mas eficaz que la R E I 369 multitud de remedios farmacéuticos. (V. el artículo dieta.) REGIÓN. (Anat.) Los geógrafos designan con este nombre una gran extensión de país formado por muchos pueblos de una misma nación, y determinado por ciertos límites; y por compara- ción los anatómicos han llamado región un espacio determinado de la superficie del cuerpo, y de la de los huesos; y así se dice la región umbilical, &c. (V. abdomen.) el hueso frontal tiene varias regiones, &c. / REGIUS Ó DU-ROI. (Enrique) Nació en Utrech en el año de 1598 , adquirió grandes conocimientos en la Medicina , y llegó á scr Catedrático de esta ciencia en Utrech. Su pasión por el carte- sianismo le suscitaron disgustos harto pesados por parte de Voecío, y otros enemigos de Descartes; pero no lograron el que perdiese la cátedra. Si Regio fué uno de los primeros mártires del carte- sianismo , fué también uno de los primeros desertores. Habiéndose negado Descarte:, el aprobar algunas opiniones parrículares de su discípulo , este renunció las opiniones de su maestro Regio: murió en el año de 1670. Sus principales obras son. i.° Fisiología, en Utrech , año de 1641 , en 4.0 2.0 Fundamenta Physices , año de 1661 , en 4.0 Acusaron á Regio de haber quitado á Descartes una copia de su tratado de animales, y de haberla insertado quasi toda en esta obra. 3.0 Philosophia naturalis , año de 1661 , en 4.0, que ha sido traducido en Francés en Utrech, en el año de 1686, en 4.0 4.0 Praxis Medica, el mejor de sus escritos, en el año de 1657 , en 4.0. D. H. REGLA. (Fisiol.) Se llama así también la menstruación. (V. es- te artículo.) REGULO. (Mat. Méd.) Los químicos, como dice el célebre Maquer en su diccionario de química, dieron generalmente el nombre de régulo á las materias metálicas separadas de con otras substancias por medio de la fusión. Este nombre viene de los al- quimistas, los que creyendo encontrar oro en los panes metálicos que sacaban de sus fundiciones, los llamaban régulos, como que contenían á esta raiz de los metales. Pero aunque, no obstante de cultivarse la química física, se ha continuado dando alguna vez es- te nombre á diversos residuos que contienen algunos metales uní- dos , el nombre de régulo se ha destinado á muchos semimetales que no tenían algún otro mezclado, como el régulo de antimonio, régulo de cobalto, &c. El régulo de antimonio es la substancia se- mimetilica, contenida en el antimonio crudo, después que se la ha separado por operaciones competentes de con el azufre que la mineraliza. (V. antimonio.) REISTAVARES. (Manuel) Portugués, profesor de Teología, y después de Medicina: escribió Controversias Philosophicas et TOMO VI. AAA 37° R E L Medicas, ex doctrina de febribus. Lisboa, 1667, 4«° RELACIONES. (Med. Leg.) Se llaman así, y también decla- raciones ó certificados médicos ó quirúrgicos á los actos auténticos y públicos que están obligados á hacer en justicia los médicos y ci- rujanos quando son requeridos por el magistrado , para certificar en su conciencia, y con juramento el estado y disposición de las per- sonas á quienes visitan, ya estén sanas, enfermas, heridas, ó ha- yan muerto; á fin de que bien informados los jueces, ó los que interesan en ello, executen ó dispongan lo mas conveniente al bien público y particular. Todas las relaciones pueden reducirse á quatro especies gene- rales , que son: las relaciones propiamente tales; las certificaciones de excusa ó exóenes; las tasaciones y las relaciones de peritos de commodo et incommodo. Se dividen también las relaciones propia- mente tales en denuncíativas, provisorias y mixtas. Se llaman de- nunciad vas las relaciones que pueden hacer todos los médicos ó cirujanos por la simple petición de las partes , y sin que preceda mandato de juez. Las relaciones provisorias son las que haciéndose de oficio, y por mandato del juez, se llaman así, porque quando lo merecen los hechos de que se hace relación, obtienen siempre provisiones á favor de la parte agraviada, ya para los gastos de, ali- mentos y medicinas, y ya también para los de la causa. Baxo la tercera especie de relaciones propiamente tales, que se pueden lla- mar relaciones mixtas, se comprehenden las que se dan por la simple petición de la parte agraviada; pero que siendo hechas por facultativos de mucha opinión, no dexan de ser provisorias hasta que la parte contraria, que contesta su execucion, haya obtenido del juez una visita por su parte; pues entonces la relación hecha por el profesor nombrado de oficio, es de mas valor que la prece- dente por mas respetable que sea el sugeto que la haya hecho. Las relaciones denuncíativas no pueden honrar, como he dicho , á un> hombre delicado y celoso de su reputación; porque ademas de que los jueces hacen el caso que les parece de estas relaciones, como que siendo unos testimonios voluntarios están sujetos á sos- pecha , se expone un hombre de mérito al disgusto de verse su- plantado por un ignorante á quien se nombre de oficio, y priva de este modo á las partes de los auxilios que hubiera podido sumi- nistrarlas con su talento, si se hubiese estado quieto hasta que le requiriesen judicialmente. Ahora explicaré en general lo que debe contener una relación de oficio. i.° Que el médico ó cirujano N. ha sido requerido para la inspección legal por N. con fecha de... cuya inspección se ha hecho en presencia de N. N. 2°. El tiempo y el lugar de la ins- pección. 3.0 El nombre, apellido, sexo, edad, constitución, es- REL 371 tructura , salud y profesión de los sugetos á quienes se visita. 4.0 Para que enfermedad. 5.0 Si se han empleado medicamentos, el tiempo y la posibilidad que ha habido ó hay todavía de aplicar so- corros. 6.° Si estos se han aplicado bien ó mal; si eran los mejores y los mas seguros; los síntomas que se han presentado después de la lesión , y durante el tratamiento, ó que han acelerado la muerte, en caso de haberse verificado esta. 7.0 Si el enfermo tenia alguna pasión de ánimo en el momento de la acción , ó si estaba embria- gado. 8.° El tiempo que hubiese pasado después de la lesión. Sí la relación ha de recaer sobre alguna herida, se describirá. i.° La situación del cuerpo en el momento en que se recibió aque- lla : la naturaleza del instrumento: su figura , volumen , peso, y modo con que se aplicó. 2.0 Quales son las partes ofendidas, y su estado. 3.° El desorden de las funciones que de aquí resulta. 4.0 La qualidad y cantidad de los humores derramados: los cuerpos extra- ños hallados en la herida, y su naturaleza. 5.0 Es el tratamiento y ré- gimen que conviene seguir; si el enfermo debe guardar cama ó no; si podrá entregarse á sus ocupaciones ordinarias mientras dure la curación, ó deberá abstenerse de ellas. 6.° El juicio que se forme de todo. En caso de que haya muerto el enfermo , se designará. i.° Las operaciones que se hayan hecho para seguir la dirección de la he- rida. 2.0 Si se encuentran muchas heridas, el carácter de cada una de ellas, con todas sus circunstancias. 3.0 El estado de todas las vis- ceras , así enfermas como sanas; porque no basta el examen de las que se suponen enfermas, sino que es necesario abrir todas las ca- vidades, para ver si se encuentra alguna otra causa mas positiva , á la quai pueda atribuirse la muerte. 4.0 El juicio, motivado por los conocimientos efectivos del arte, acerca de la naturaleza de las he- ridas que han podido causar la muerte, cuidando de suspender este juicio, siempre que haya alguna duda, y de convocar otros fa- cultativos para mayor instrucción. En los casos de envenenamiento se notará en la relación , des- pués de los preliminares deque he hablado. i.°Qué señales hay de veneno , y quales son los efectos que ha producido. 2.a Si los sín- tomas que se han presentado dependen absolutamente del veneno, ó de alguna enfermedad preexistente. 3.0 De qué naturaleza es el veneno, y si los efectos que produce son ordinariamente morales. 4.0 La dosis y el modo con que se administró. 5.0 Si esta dosis es suficiente para quitar la vida. 6.° Si los síntomas son efecto de algún medicamento dado fuera de sazón, mal preparado , ó adminis- trado en gran cantidad. 7.0 En los casos de vómito y deyeccio- nes , si estas evacuaciones pueden terminar la enfermedad. 8.° Si deben atribuirse estas evacuaciones á la naturaleza del veneno, ó á los remedios que se han tomado para arrojarle. 9.0 Si el enfermo 37a R E L tenia el estómago lleno ó vacío quando fué envenenado. 10. Los alimentos de que usaba , y si eran de difícil digestión, n. La idio- sincrasia del sugeto, por la quai se tiene aversión á ciertos manja- res, y se expresará sí se verifica en este caso. 12. Si los síntomas son mortales, ó sisón solamente perjudiciales, la naturaleza del per- juicio. 13. El resumen de las experiencias hechas acerca del vene- no , ó de las materias sospechosas. 14. Y en caso de muerte se ano- tará lo que se haya observado en los cadáveres envenenados. {V. VENENOS.) Quando se llama á un facultativo para que haga relación acer- ca del estado de los individuos que sobreviven mucho tiempo á los golpes ó heridas que han recibido, solo podrá certificar del esta- do visible y sensible de la enfermedad, reservando el explicarse mas hasta que haya adquirido todas las noticias y conocimientos posibles, y las haya combinado con lo que se ve actualmente. El hombre de probidad que no tenga una certeza completa y segura, no declara sino acerca de la posibilidad , de lo que se pretende ha- ber resultado del golpe ó herida, y quando nada se manifieste á los sentidos, ni se alegue otra cosa que dolores que no puedan re- conocerse , se negará absolutamente á decidir. E^tas relaciones de- ben ser precedidas de las circunstancias mas individuales del prin- cipio de la enfermedad, y de los remedios que se han empleado en ella, concluyendo con un discurso anatómico, fisiológico y pato- lógico, por el quai se pruebe claramente que de resultas de tal en- fermedad debe originarse tal lesión de funciones. Quando no pue- da probarse esto, sin embargo de que exista la lesión , se declara á que clase de accidentes suele sobrevenir con mas freqüencia. Las certificaciones de excusa ó exoenes no son mas que una de- claración por escrito , hecha por médico ó cirujano , sobre el esta- do de las personas particulares, ya sea en virtud de simple petición de estas, ó por mandato de Ja justicia, dirigida á manifestar á todos los interesados la verdad de las causas morbíficas que pueden dis- pensarlos válidamente de hacer muchas cosas á que estarían obliga- dos sí gozasen de perfecta salud. Estas exoenes son d¿ dos especies; á saber, políticas y judiciales: las exoenes políticas son relativas á solo el estado por quanto consisten en eximir á los ciudadanos de las cargas y oficios, sean civiles ó militares, que deben desempe- ñar todos quando están buenos. El médico y el cirujano encarga- dos de dar semejantes certificaciones, deben tener á la vista estas tres cosas t el bien público, la equidad y la dignidad de su carác- ter; de manera que desprendiéndose de toda pasión particular, no vean mas que el cuerpo humano en el que pretende esrar exento, á fin de que el prímero de todos los artes no se convierta en un vil instrumento del egoísmo, del artificio y de la mentira. Las exóe- REL 373 nes judiciales se verifican en los procedimientos civiles y crimina- les , para suspender y retardar el juicio de una causa , cuya ins- trucción y continuación exige que estén presentes las partes. Tam- bién tiene lugar la exoenes judicial, quando se trata de dar mas an- churas, de asegurar mas, ó de trasladar á un preso, en caso de que el ayre del parage en que se halla esté tan viciado que sea ca- paz de quitarle la vida; quando se trata de conmutar la pena de un forzado que no puede continuar sirviendo en galeras; de dar fin á los dolores del tormento , ó moderarlos en los paises en que no se ha abolido todavía esta costumbre , &c. El objeto de la primera parte de la medicina legal por lo regu- lar es la descripción de todos los cases de exoenes, así políticos como judiciales; pero en este artículo añadiremos la sabia precau- ción de las leyes, relativa á que en las cosas en que está ausente el excusado ó exento , se compruebe la legitimidad de la excusa ante el juez territorial, y que esta comprobación esté acompañada de un testimonio especial de parte del exento , que confirme la verdad de la excusa ; y en fin que todas las circunstancias necesa- rias para la exactitud de una relación deben observarse igualmente en las exoenes judiciales, sobre todo en materias de criminalidad. Se llaman relaciones de tasación las que hacen uno ó muchos facultativos nombrados de oficio, ó solamente por las partes, eli- giendo cada una el suyo, acerca del examen de los medicamentos, asistencia y curación , cuyo pago se disputa. Para hacer una tasa- ción arreglada son necesarias las condiciones siguientes. i.a Es me- nester estar bien instruido en la naturaleza de las enfermedades diferentes, y del tratamiento metódico que las conviene, á fin de especificar si se ha tratado al enfermo según los verdaderos precep- tos del arte, ó si ha sido víctima del interés, del empirismo ó de la ignorancia ; porque no es justo que el enfermo á quien se ha en- gañado , sufra unos gastos que no hubieran ocurrido quando le hu- biese asistido un profesor inteligente ; y así solo debe aplicarse el pago al trabajo que haya sido realmente útil. 2.0 Es necesario tener un conocimiento perfecto de todos los remedios, de su precio , y de sus efectos, ya para no incluir en las tasaciones el pago de muchos que hayan sido inútiles ó contrarios á la enfermedad , y ya también para poder apreciar en su justo valor los que se hayan administra- do con abierto. 3." Quando se trata de regular el precio de las ope- raciones quirúrgicas se debe considerar el mérito de la operación; porque las que piden mucha destreza, sabiduría y experiencia, ó son muy penosas, deben pagarse mejor que las que son fáciles y comunes. 4.0 Si hay en el sugeto algunas disposiciones que hayan retardado la curación de las enfermedades que en otras circunstan- cias hubieran sido mas fáciles de curar, deberán notarse en la reía- 374 R E L cion. 5.° Es necesario atender á la distancia de los lugares, como también á la dignidad y facultades de las personas. Hablando en rigor , el estipendio del facultativo debe pagarse con arreglo á la costumbre de cada pais; pero algunas veces es mas justo tasarle se- gún las conveniencias del enfermo, apartándose de la costumbre, por Jo tocante á los pobres y á las personas de medianas faculta- des, y exigiendo mayor recompensa de los ricos y poderosos, los quales gustan siempre de mejor asistencia, de mayor número de visitas, é imponen mas sujeción que los otros enfermos. 6.° En fin, pues se engañó Hipócrates, creyendo que una sutura era una le- sión de cráneo ; es muy posible que nos engañemos también noso- tros, por lo que inmediatamente que conozcamos nuestro error ó el de qualquiera otro, cuya relación se nos haya entregado para que la examinemos, no solo no debemos detenernos en dar parte de él á quien corresponda, para que no padezca nadie por un de- fecto que nos es personal, sino que tampoco es justo pedir que se nos paguen nuestras visitas y asistencia. El desinterés es una virtud tan necesaria al que exerce la Medicina , que el príncipe de esta facultad le incluyó como un artículo esencial en el juramento que debe hacer el facultativo: ¿y con quanta mas razón deberemos mostrarnos desinteresados, quando se trata de pedir el fruto de nuestra ignorancia ó de nuestro descuido ? Las relaciones de peritos de commodo et incommodo se execu- tan en virtud de un mandato del juez de policía, siempre que uno ó muchos particulares reunidos quieren formar en una ciudad ó terreno habitado algún nuevo establecimiento, que consista en fá- bricas ó manufacturas de ciertas materias, cuya salubridad sea sos- pechosa. En estos casos suele darse comisión á los médicos , á los físicos y á los químicos, para que examinen si las materias en que se ha de trabajar serán perjudiciales á la salud de los que habitan en las inmediaciones, por los corpúsculos que podrán desprender- se de ellas; y se consulta también á los peritos quando se quiere abrir un rio, un estanque, albañales , cloacas, plantar una arbo- leda , &c. cerca de las poblaciones. En los casos de enfermedades, sean de hombres ó de ganados, interesa la seguridad pública en consultar á los facultativos, para averiguar su origen y naturale- za ; para declarar si estas enfermedades son contagiosas, y propo- ner los medios mas apropósito para libertarse de ellas. De aquí se infiere , que para desempeñar dignamente este encargo, es necesa- rio estar muy versado en los diferentes ramos de la higiene pública, y tener noticia de los descubrimientos modernos, á fin de hacer una relación que no altere infundadamente la quietud pública, ni inspire una confianza peligrosa. Me parece conveniente decir algo acerca de la redacción ó REM 37s disposición de las relaciones en general; porque es tan necesaria la buena redacción en los discursos escritos, como la propiedad de las palabras en los que se pronuncian, para que el auditorio entienda y perciba sin ambigüedad los pensamientos del orador. Toda rela- ción debe hacerse con exactitud, precisión y claridad, evitando quanto sea posible las palabras técnicas del arte, que no puedan comprehenderse por los jueces, testigos ó interesados; pero quan- do sea indispensable hacer uso de términos facultativos, deben ex- plicarse por una perífrasis, cuidando sobre todo de no ostentar eru- dición , porque así es muy fácil establecer hipótesis en lugar de la verdad que se busca, y llenar de dudas á los jueces en vez de ilustrarlos. También es muy conveniente que todas las relaciones se hagan sin connivencia, y con el mayor secreto posible , para lo ual se manda en ciertos países que se entreguen cerradas y sella- as, porque la revelación del secreto suele ser causa de que quede impune el delito, y sea perseguida la inocencia. (Foderé.) RELAXANTES. (Mat. Méd.) Relaxantes son todos los reme- dios que pueden separar y abrir, por decirlo así, el texido dema- siado apretado de los sólidos. Quando las fibras están secas y rígi- das, es claro que una substancia húmeda y suave aplicada á la su- perficie de estas fibras, es capaz de introducir en sus intersticios cierta cantidad de agua que separe sus elementos, y les dé la flexi- bilidad necesaria para el exercicio de sus funciones. Tal es el modo general con que concebimos la acción de esta clase de remedios. Entre el número de los relaxantes se cuentan el agua pura y ti- bia , los baños calientes , las estufas húmedas, el reposo, el sueño, los alimentos suaves y aqüosos, el ayre pesado y cargado de va- pores , la habitación en parages húmedos y baxos como en Jos va- lles, las raices de malva, malvavisco y consuelda, las hojas de mer- curial , de parietaria, de acelga , de armuelle , de ceñiglo y de yerba cana , las simientes suaves y emulsivas , como la linaza , las alolbas, la acelga,, la chiríbia , las gomas arábiga y de tragacanto, los aceytes de almendras dulces , de linaza y de nueces, el suero, el caldo de pollo , la manteca fresca , &c. Los relaxantes están indicados siempre que hay tensión, dolor, inflamación y sequedad , y son menos útiles en los niños y en los ancianos: su uso continuado mucho tiempo produce la atonía , y á conseqüencia la obstrucción de las visceras. Se usan exterior é interiormente, y en el primer caso se llaman emolientes ó madura- tivos: siempre que se prescriben para uso interior deben suspen- derse de tiempo en tiempo, ó cuidar de sostener juntamente las fuerzas del enfermo. Todos los medicamentos relaxantes son tam- bién humectantes , refrescantes , atemperantes, &c. REMEDIOS. {V. MEDICAMENTOS.) Z?6 REP REMISIÓN. (Med. Práct.) Se llama así en las calenturas re- mitentes el estado ó época en que se hallan disminuidos sus sínto- mas. (V. la clase de calenturas.) RENAL. (Anat.) Adjetivo que pertenece al riñon, y así hay varias partes que se llaman renales, como la arteria, la vena y los nervios renales, &c. (V. ríñones.) RENITENCIA. (Cir.) * Esta palabra significa propiamente la dureza ó resistencia al tacto. La dureza es uno de los principales caracteres de los tumores escirrosos. Es muy útil juzgar por la ex- periencia los diferentes grados de renitencia, para conocer hasta qué punto los humores espesos que forman los tumores, están pri- vados de serosidad , la que servia de vehículo en el estado natural, y arreglar por este medio los medicamentos que puedan executar una resolución saludable del tumor. Se conoce también por los grados de renitencia los efectos de los medicamentos que se han usado. El frió por lo regular contribuye mucho para la enduracion de los tumores, y las glándulas son mas susceptibles á que se formen en ellas tumores duros mas que en las demás partes , porque la lin- fa está muy dispuesta siempre á espesarse , y por esta causa exe- cutarse el círculo con mas lentitud en estos órganos. Las glándulas del cuello se endurecen y ponen escirrosas con mas freqüencia que los de las axilas y las ingles, porque estas últimas no están expues- tos tanto al frió. Las agmidalas se inflaman fácilmente, y la hincha- zón inflamatoria se suele convertir freqüentemente en un tumor duro y renitente por la acción del frió. (V. angina.) * REPERCUSIÓN. (Med.) * Acción de los remedios repercu- sivos : el conocimiento de la distribución vasculosa en todas las partes del cuerpo da razón del modo de obrar de los remedios que hacen retroceder en los vasos los humores extravasados; aquellos son unas substancias frías que hacen contraer las fibras, é impelen como por compresión los fluidos á las venas en los infartos infla- matorios; la astricción que los repercusivos dan á los vasos hace re- troceder el humor hacia las anastomosis superiores y colaterales. La repercusión es un especie de retroceso repentino, á diferencia de la resolución que se va haciendo poco á poco, y por la atenua- ción de las partículas del fluido. Por esto los resolutivos casi nun- ca tienen malas conseqüencias; y los remedios capaces de causar la repercusión , son peligrosos en todos los casos en que su uso no puede ser eficaz, ó en que se hallan contraindicados. (V. reper- cusivos.) Aun en los casos en que no pueden obrar la repercusión, no dexan de traer inconvenientes, como son causar gangrena en los flegmones, fixando el humor que no tiene bastante fluidez para ceder á la acción repulsiva , y sofocando el principio vital por un infarto absoluto, provocar la enduracion en el caso en que el tumor R E P 377 es espeso y viscoso, disipando el humor aqüoso que sirve de vehí- culo á los xugos albuminosos y gelatinosos, &c. * REPERCUSIVOS. (Mat. Méd.) Los repercusivos son los me- dicamentos que tienen la propiedad de rechazar, digámoslo así, los humores que se dirigen á la piel, y volverlos al texido celular ó al sistema vascular. Esta idea basta para dar á conocer que estos remedios no pueden tener lugar sino quando los fluidos que hacen retroceder á la masa general, no pueden producir en ella daño al- guno ; porque sin esta precaución son ciertamente los medicamen- tos mas peligrosos. Para comprehender bien esta importante verdad, debemos advertir que un humor puede fixarse en la piel en tres circunstancias muy diferentes, ó proviene de una causa externa, como una quemadura , un golpe, &c. y es efecto de la irritación producida por esta causa , ó depende de una acrimonia en los hu- mores que ataca especialmente el de la transpiración, ó en fin re- sulta de un absceso crítico, y le sostiene un fluido alterado, con- finado por las fuerzas naturales en el texido celular subcutáneo. Solamente en el primer caso puede autorizarse la aplicación de los repercusivos ; en el segundo son siempre arriesgados , y en el ter- cero no deben aplicarse sino viendo una seguridad absoluta de que todo el humor crítico está depositado exactamente en la piel. Todas las substancias de un sabor fuerte son ó pueden ser re- percusívas, pero se colocan particularmente en esta clase el agua fría, el hielo, la nieve, la sal marina, los vinos austeros, el vina- gre , la sal de saturno , el extracto de saturno, el agua vegeto-mi- neral, todos los astringentes, las plantas acres y calefacientes, y los vegetales virosos. Se emplean muchas veces felizmente los repercusivos en las grandes inflamaciones externas; pero conviene ser muy reservado en su uso en estas enfermedades , porque á veces ha resultado la gangrena. En realidad solo deben prescribirse en las inflamaciones leves de causa externa, y quando se quieren contener los progresos de los depósitos serosos y linfáticos, ó precaver su formación. repercusivos. (Mat. Méd. Ext.) * Llamamos repercusi- vos á los medicamentos que tienen la virtud de repercutir ó re- peler los humores que fluyen sobre una parte, ó que se han detenido ya sobre ella. Estos no pueden aplicarse con fruto sino al principio de los tumores inflamatorios para impedir su progreso, ó en caso de preveer una inflamación se necesita la aplicación de estos medicamentos para evitarla, ó á lo menos moderarla. Los repercusivos pueden dividirse en dos clases, en refrescantes y en astringentes; y cada clase contiene sus géneros y especies que se diferencian por su naturaleza y por su grado de virtud. Los re- percusivos refrescantes se sacan de los remedios aqüosos, tales TOMO VI. BBB 378 R E P como la lechuga, la verdolaga, la escarola, la lenteja de agua , la clara de huevo, la esperma de rana , &c. Los repercusivos astrin- gentes son las rosas coloradas, las flores de granado , la sangre de drago , el bol de Armenia, el alumbre y otros varios. Los autores ponen en la primera de estas clases los narcóticos, tales como el solano, la belladona, la mandragora, el opio; y en la segunda to- das las plantas vulnerarías aromáticas que tienen la virtud de for- tificar y de corroborar las partes. La doctrina de los antiguos so- bre el uso de los repercusivos era muy sabia , y hace honor á los conocimientos y discernimiento de aquellos primeros maestros. En los tumores preternaturales atendían á la materia antecedente , es- to es , al humor de que se forma el tumor, y esto procuraban ha- cerlo en el tiempo en que todavía se halla en estado de formar la fluxión. En este primer tiempo deben emplearse según los precep- tos de Galeno, los repercusivos mas ó menos fuertes, excepto en seis casos que Guido de Chauliac expone con mucha claridad en estos tésminos. i.° Quando el humor es virulento ó venenoso. 2.° Quando el tumor se hace por crisis. 3.0 Quando el sitio del tumor está inmediato á alguna parte respetable por la importancia de sus funciones. 4.0 Quando el humor es espeso, craso y viscoso. j.° Quando la materia está situada profundamente. 6.° Quando ata- ca las partes que los antiguos llamaban emuntorías. En estos casos de excepción se ve claramente en quales serian peligrosos los re- percusivos , y en quales serian únicamente inútiles. En los casos en que el humor es venenoso, se ve claramente el riesgo de impelerlo hacia dentro; sin embargo en ciertos casos como en los. carbunclos gangrenosos, los repercusivos excluidos por la primera excepción , pueden ser empleados muy provecho- samente , no sobre el tumor, sino encima del mal para defender la parte superior del miembro del contagio de los xugos corrompi- dos , dando á los vasos el resorte necesario para sostener la acción vital en una parte en que hay semillas de gangrena. En todo este tiempo se administran los remedios generales que son indicados; se establece un régimen conveniente; se prescribe el uso de los reme- dios internos que puedan corregir la mala calidad de los líquidos, y se trata el vicio local según las indicaciones que presenta al ci- rujano sabio y experimentado. Hay casos en que puede escarificar- se la parte para procurar el desinfarto de los xugos pútridos ó pu- tecibles que están estancados. En otros casos, aplicando un cau- terio potencial se puede fixar el humor sobre la parte , y atraer una pronta supuración. Otras circunstancias pueden exigir que se destruya prontamente la parte con un cauterio actual que diseque bien , y fortifique los vasos de la circunferencia del mal. Quando el tumor se hace por crisis, los repercusivos serian REP 379 peligrosos, pues obrarían directamente contra la intención de la naturaleza á quien es preciso ayudar con emolientes y madurati- vos : este es el caso de la segunda excepción. Para los casos de la excepción tercera , basta presentar el exemplo de lo peligrosos que son los repercusivos aplicados exteriormente en los males de gar- ganta , pues en este caso se ha visto causar la sofocación por la me- tástasis del humor sobre el pecho. Los repercusivos determinarían- la enduracion de los tumores por congestión, hechos de xugos lin- fáticos dispuestos á espesarse, que es el caso á que se dirige la quarta excepción. Quando el sitio del tumor es profundo, serian inútiles los repercusivos, pues el humor no se sujetaría á su acción; este es el caso de inutilidad de que trata la quinta excepción. El sexto caso de excepción presenta precisamente el mismo inconve- niente que el segundo, porque la materia morbífica depositada so- bre ciertas partes, debe hacer mirar como críticos los tumores for- mados de ella, aunque no sean la terminación de una calentura aguda. Los repercusivos se aplican con felicidad en los primeros mo- mentos de una contusión; y así es bueno meter el píe en agua muy fresca , y aun helada en caso de contorsión ó torcedura del pie; atendiendo sin embargo á las circunstancias particulares en que pue- de hallarse el sugeto, y por las quales podría serle nocivo este re- medio ; por exemplo una muger que estuviese con la regla se ex- ponía á la supresión de los menstruos, y un hombre que estuviese acalorado por algún exercicio violento corria el riesgo de una flu- xión de pecho. Las heridas contusas recientes admiten los repercu- sivos ; hasta el quarto dia mitigan el dolor , y evitan la inflamación, procurando la resolución mas pronta de los xugos derramados en el intersticio de las fibras rasgadas y amortecidas con la contusión, tales como las cataplasmas de las quatro harinas, con vinagre y un poco de aceyte rosado, ó las embrocaciones con el oxícrato. Las sangrías hechas oportunamente , y reiteradas según la urgencia, vacian y favorecen mucho el buen efecto de los tópicos reper- cusivos. Muchos prácticos aplican por primera pieza de aparato en la primer cura de una fractura un defensivo con el bol de Armenia, alumbre y clara de huevo. (V. defensivo.) Después de las ampu- taciones de miembros se servían antiguamente de repercusivos para fortificarla parte superior: por exemplo, después de la amputa- ción de la pierna, se aplicaba el defensivo quatro dedos por cima la rodilla, y este defensivo se componía de sangre de drago, bol de Armenia, tierra sellada, aloes y almaciga, mezclados en consistencia de miel, con clara de huevo y aceyte rosado; esta composición se aplicaba sobre unas estopas mojadas en oxicrato. Esta práctica 38o RES desusada por los modernos podría volverse á practicar con buen e"xito, pues no faltan razones que persuadan su utilidad. Quando se aplican repercusivos al principio de los tumores inflamatorios es menester tomarlos en la clase de refrescantes, y atender al grado de calor de la parte; sobre esto puede consultarse á Fabricio de Aquapendente en el lib, i.° del Pentateuco Quirúrgico, artículo del Flegmon, y lo mismo el primer tomo de la Colección de pre- mios de la Academia de Cirugía de París, en el quai se hallarán dos me norias sobre esta qüestion : determinar las diferentes espe- cies de repercusivos, su modo de obrar, y el uso que puede dár- seles en las diferentes enfermedades quirúrgicas. * RESERVATORIO. (Anat.) Se llama así, y también receptá- culo toda bolsa ó cavidad donde se contiene algún líquido, pero el que mas particularmente se denomina así es el principio del canal torácico, que llaman reservatorio del quilo. (V. torácico.) RESINAS. (Mat. Méd.) Si queremos generalizar quanto sea posible la denominación de resina debe aplicarse indistintamente á qualquiera substancia puramente oleosa, y en forma sólida ó con- creta , comprehendíendo entonces baxo este nombre, no solo las que particularmente se llaman resinas como la almaciga , sino tam- bién las ceras, las mantecas, &c. Sin embargo hay diferencias muy notables entre estas diversas especies de materias oleosas concretas para no distinguir particularmente unas de otras; distinción que se halla explicada con bastante claridad en los autores modernos, y que omitimos aquí por no pertenecer á nuestro objeto. Las resinas no siendo mas que unos bálsamos condensados, se recogen del mismo modo que estos de los árboles ó plantas que las resudan, aunque también hay muchas que se obtienen por el arte , como la pez negra que se saca haciéndola derretir y resudar á fuerza de fuego y calor de los pinos y otras maderas que la con- tienen: tales son también las resinas de xalapa, de escamonea y de turbith, que la Medicina saca de estos vegetales, disolviéndolas en el vegetal mismo bien seco por medio del espíritu de vino, del quai se separa después dilatando en agua una gran cantidad de este espíritu de vino cargado de resina. Las resinas se emplean en varios usos para las artes y la indus- tria , y la Medicina emplea muchas ya exteriormente, como las que entran en la composición de ungüentos y emplastos , ya interior- mente, como las de escamonea, xalapa y turbith que son purgan- tes , &c. conocemos las resinas siguientes: anime , menjui, alcan- for, copal, elemi, guayaco, xalapa, kikekunensalo, almaciga, san- dáraca, trementina, escamonea , sangre de drago, estoraque, suc- cino, tacamaca, turbith, la resina de enebro, &c. cuyos usos medicinales pueden verse en sus respectivos artículos. RES 381 RESOLUCIÓN. (Med.) * Con esta voz indicamos una ter- minación ordinaria de la inflamación , la que se verifica quando los síntomas inflamatorios se disipan insensiblemente sin quedar ningún vicio en la parte: digo insensiblemente para distinguir la resolución de la delitescencia que se hace por la desaparición repentina de los fenómenos que caracterizan la inflamación, trasladándose la sangre inflamada á otra parte mas ó menos considerable. En la resolución, la sangre que estaba detenida y amontonada en las extremidades arteriales infartadas , ó en las primeras ramificaciones linfáticas, vuelve poco á poco á tomar su camino acostumbrado; los vasos comprimidos y estirados se dilatan y se ponen flexibles; la sangre espesada se vuelve á poner fluida ; si se habla desviado en los vasos serosos, vuelve á retroceder á los vasos sanguíneos inmediatos, ó hecho mas fluido recorre todos los órdenes decrescentes de los va- sos linfáticos; las contracciones de las arterias, y el aumento del movimiento intestino son las primeras causas de la resolución. La impetuosidad moderada de los humores, una cierta flexibilidad de los vasos, y la liquidación del infarto ayudan mucho aquel efecto; las erisipelas se resuelven mas ordinariamente que los flegmones ; en estos la sangre es mas espesa, el infarto mas profundo, y la causa interna: en aquellos la sangre es muy fluida, disuelta por la bilis ó por la serosidad, y la obstrucción muy superficial debida por lo regular mas bien al vicio de los vasos que de la sangre, y la conse- qüencia de un desarreglo exterior. Las inflamaciones interiores, ó mas bien las enfermedades inflamatorias, jamas se resuelven perfec- tamente ; siempre se hace en el humor que producía la inflama- ción una mudanza , una especie de cocción , y una evacuación crí- tica. La acción de los remedios resolutivos debe ser ayudada con el uso de las sangrías en los tumores inflamatorios, y de los ate- nuantes interiores, junto con los purgantes en los tumores blancos ó linfáticos * RESOLUTIVOS. (Mat. Méd.) Se da el nombre de resoluti- vos á los remedios que tienen la propiedad de disipar los humores acumulados debaxo de la piel de qualquier naturaleza que sean. Por esta diferencia se ve que su acción es muy varia y general, y en efecto los resolutivos quitan las obstrucciones y los infartos for- mados por los humores acumulados en el texido celular, ya vol- viéndolos mas fluidos y reblandeciéndolos, ya dando mas energía á los sólidos y fortificándolos, ya disolviendo los fluidos con- densados por medióMe las moléculas activas y penetrantes que se desprenden de muchos de estos medicamentos. Así los resolutivos pudieran dividirse en tres secciones, comprehendíendo la pri- mera los emolientes ó relaxantes , la segunda los estimulantes, y la tercera los fundentes. Los primeros son todos los emolientes exami- 382 RES nados ya en sus respectivos artículos, los demás son los que rigu- rosamente deben llamarse resolutivos, y entre ellos conocemos la raiz de brionia , los lirios de Florencia, la escrofularia, la cicuta, el hiosciamo, la belladona , el marrubio, el eupatorio, el meliloto, las gomas resinosas fundentes, &c. Aunque muchos autores de materia médica aseguran que los re- solutivos convienen en casi todas las especies de tumores, debemos no obstante advertir que no han de usarse indiferentemente en to- dos los casos. A la verdad hay muchos como los escirros, las obs- trucciones inveteradas, &c. en que todos son por lo común inúti- les ; pero no sucede lo mismo en los tumores acompañados de do- lor, tensión, calor, &c. en los quales causan regularmente mas daño que provecho, y en realidad solo son útiles en los infartos é hinchazones, sin calor y sin inflamación. Algunos aconsejan su apli- cación á las partes equimosadas en seguida de un golpe ó de una caida , y aunque no se debe confiar en su eficacia en los tumores inveterados, esquirrosos, &c. se puede sin embargo probar, por qué algunas veces han producido buenos efectos. El calor seco excitado por la reunión de los rayos solares, ó la exposición de las partes al fuego artificial, hecho con materias com- bustibles , es también uno de los auxilios mas poderosos en los in- fartos acompañados de lentor y de inercia, y que se conocen con el nombre de tumores fríos; pero de estos no se ha hecho hasta ahora bastante uso. Hay otra clase de resolutivos que puede aplicarse sin recelo en los tumores acompañados de inflamación y de naturaleza opuesta á la de los anteriores: estos remedios son los que obran como rela- xantes ó emolientes, el calor húmedo de que están dotados es el mejor auxilio para reblandecer, disolver y fluidificar los humores condensados, sin cuya circunstancia no pueden penetrar en el sis- tema absorvente. resolutivos. (Mat. Méd, Ext.) * Llamamos resolutivos á to- dos los medicamentos que tienen la virtud de disipar los humores que estorban á las partes, y las estiran contra el orden natural. La resolución es la terminación mas favorable de los tumores preter- naturales; solo en los tumores críticos es mas conveniente que se supuren para evitar que el humor morbífico volviendo á entrar en la sangre no se vaya hacia las partes internas donde podría hacer ma- yor daño. Los humores detenidos en una parte no pueden resol- verse sino volviendo á entrar en la vía de la circulación por me- dio de la acción orgánica de los vasos, por esto es preciso para que se resuelva un tumor que los humores tengan bastante fluidez, para volver á tomar aquella vía ; y por nuestra parte debemos ex- citar la acción de los vasos con remedios mas ó menos estimulan- RES 383 tes según el grado de tensión de aquellos. Por esto en ciertos casos en que los sólidos están estirados y encogidos, es preciso acudir á los emolientes antes de pensar en la administración de los resoluti- vos, y convendrá empezar por los mas suaves, mezclándolos pri- mero con los emolientes. En otros casos en que la acción orgánica de los sólidos es muy débil, nos valemos primero de los resoluti- vos estimulantes mas activos. En general no es posible emplearlos con conocimiento de causa, sino atendiendo, como acabamos de notar , á las disposiciones relativas de los sólidos y de los fluidos de cada especie de tumor, cuya resolución nos proponemos. Los resolutivos mas suaves que poseen partes activas, capaces de atenuar ios humores, y dar resorte á los vasos, mezclados con los mucilagos dulcificantes y emolientes, son las flores de meliloto, de saúco, de manzanilla y de azafrán; las harinas de lino, de tri- go, de centeno, de altramuces y de habas; luego siguen las plantas vulnerarias, y ligeramente aromáticas; y finalmente los aromáticos astringentes, y todos los remedios corroborantes y tónicos que dan mucho resorte á los vasos, que son los resolutivos mas activos. El alcanfor es un excelente remedio atenuante , calmante y resolutivo. Todos los libros enseñan el método de recetar estos medicamentos, y hacer con ellos fomentos, cataplasmas, &c. Los emplastos fun- dentes son resolutivos, tales como los de cicuta, de xabon , de diabotano , de vigo, con mercurio 6 sin él. El mercurio es el reso- lutivo mas eficaz que se conoce , y hay casos en que solo su apli- cación en forma de pomada es específica. Las sales alcalinas fixas deben ponerse en la clase de los reso- lutivos mas eficaces, y en el uso interior la sal álcali fixa es un po- deroso diurético y diaforético. Esta sal puesta en movimiento por la acción de los vasos, obra sobre los humores crudos y glutinosos y aun sobre los xugos albuminosos y linfáticos; los disuelve y los hace mas fluidos; excita la acción de los vasos, y con esto da mo- vimiento á los líquidos. De aquí se infiere que la sal álcali fixa es el mejor resolutivo para dar fluidez y movimiento á los humores que se detienen en los vasos de una parte débil, como en los ede- mas antiguos, en las úlceras con sordicie, en las congestiones que quedan de resultas de alguna gran herida contusa, como por exemplo las de armas de fuego; entonces nos servimos con muy buen éxito de las aguas minerales sulfurosas cargadas de álcalis fixos naturales; ó bien acudimos á. las legías de cenizas de aquellas plan- tas que tienen mucha sal álcali, como por exemplo el sarmiento* la sal álcali disuelta en el agua en la dosis de una dragma por cada azumbre , tiene la misma propiedad que la infusión de las cenizas de que acabamos de hablar. Estas disoluciones y aquellas legías se emplean en la forma de baños calientes y de embrocaciones. No 384 RES todos los álcalis tienen la misma actividad; los de las aguas terma- les, esto es , los álcalis naturales son mas débiles que los artificia- les , sin embargo las aguas minerales son unos resolutivos muy po- derosos , porque aumentan mucho la virtud de aquellas sales. La disipación del infarto es señal que la resolución se está haciendo; y en los tumores inflamatorios se manifiesta por las arrugas del cutís en la parte estirada. Los resolutivos serían infructuosos sino se tu- viese cuidado al mismo tiempo de procurar unas depleciones con- venientes que favorezcan y determinen la resolución. * RESORTE. (Fisiol.) Esta voz se usa indistintamente como la de elasticidad, y así para manifestar la mayor ó menor elasticidad de la hebra animal, decimos tiene bastante resorte , &c. RESPIRACIÓN. [Fisiol.) Se llama así una de las principales funciones del hombre, por la quai el ayre entra y sale en los pul- mones alternativamente , para lo quai se necesita que se ensanche el pecho (á esta dilatación activa de dicha cavidad se la da el nom- bre de inspiración), y que se estreche para expeler el ayre que habia entrado durante el primer periodo. Este segundo movimien- to se llama espiración; siempre es mas corto que el primero, sus causas son mas mecánicas, y las potencias musculares influyen en él mucho menos. Las paredes del pecho están formadas de partes duras y blandas. (V. pecho.) Pero entre todos los músculos que entran en la composición de las paredes, anterior, posterior y la- terales , ninguno hay tan importante como el diafragma. (V. este artículo.) En el estado sano solo se dilata el pecho por la depresión del diafragma. Las fibras corvas de este músculo, enderezadas por la contracción , descienden hacia el abdomen deprimiendo las visce- ras. Estas empujan hacia adelante , y hacen que sobresalga la pa- red anterior de esta cavidad , que se aplasta quando sucediéndose la espiración á la inspiración, el diafragma relaxado vuelve á su- bir rechazado por las visceras abdominales, contra las quales se rehacen los músculos anchos. Pero quando tenemos necesidad de admitir de una vez una grande cantidad de ayre en el pecho, no basta que este se dilate de arriba abaxo por la depresión del diafragma, es preciso también que se aumente su capacidad en todas direcciones. Entonces los músculos intercostales se contraen, y procuran aproximar las costillas, entre los quales están coloca- das. No obstante, los espacios intercostales llegan á ser mas an- chos, principalmente en su parte anterior; pues siempre que se en- derezan sobre una línea vertical, y procuran ser perpendiculares á ella, ó formar con ella ángulos rectos, los espacios interceptados van aumentándose al paso que las líneas mas obliqüas se acercan mas á la dirección horizontal. Demás de esto, como las costillas RES 33S presentan una doble corvadura en la dirección de su longitud, una por sus caras, y otra por sus bordes; la convexidad de la prime- ra se inclina hacía fuera, las costillas se desvian del exe del pecho, cuya cavidad está ensanchada transversalmente, mientras que au- mentándose la segunda corvadura por medio de una verdadera tor- cedura que estos huesos experimentan , y que se comunica hasta sus porciones cartilaginosas, el esternón se halla empujado hacia delante y arriba , de modo que la extremidad posterior de las cos- tillas se aleja de su extremidad esternal. Pero como las costillas son desigualmente movibles, como la primera está casi invariable- mente fixa, y como la movilidad de las demás se aumenta con su longitud á medida que van siendo mas y mas inferiores-, el ester- nón executa un movimiento, mediante ei quai su extremidad supe- rior es impelida hacia adelante. Así que , el diámetro antero-poste- rior del pecho se aumenta juntamente con el transversal. La me- dida de este aumento en cada uno de ellos está regulada en dos líneas: el aumento del diámetro vertical que depende de la depre- sión del diafragma , es mucho mas considerable. El profesor Sabatier, en una memoria sobre los movimientos de las costillas, y sobre la acción de los músculos intercostales, pre- tende que durante la inspiración suben solas las costillas superíores; que las inferiores descienden y se meten un poco hacia adentro, mientras que las intermedias salen hacia fuera ; y que en la espira- ción las primeras baxan, las segundas ascienden, dirigiéndose al- gún tanto hacia fuera, y las últimas se meten hacia dentro. Este sabio añade que la disposición de las caritas cartilaginosas, por cu- yo medio se articulan las costillas con las apófisis transversas de las vértebras, le parece propia para favorecer estos diversos movi- mientos , pues las superiores miran hacia arriba , las intermedias ha- cia adelante , y las inferiores hacia abaxo. Pero sí bien se conside- ra , las caritas, mediante las quales, las apófisis transversas de las vértebras dorsales se articulan con las tuberosidades de las costillas, están las mas de ellas vueltas directamente hacia adelante, y solo algunas de las mas inferiores se dirigen al mismo tiempo un poco hacia arriba. Si durante la inspiración se examina el movimiento de las piezas huesosas del pecho en una persona muy flaca , ó en al- gún tísico , cuya piel está pegada , digámoslo así, á los huesos que cubre, se ve que todas las costillas se elevan, y se dirigen ligera- mente hacia afuera. Con dificultad se concibe como los intercos- tales que el profesor Sabatier mira como potencias espirantes, habian de elevar las costillas superiores, y deprimir las inferiores. El diafragma , cuya circunferencia se adhiere á estas últimas, pro- duciría este efecto contrayéndose; pero como los músculos inter- costales tienen siempre el punto fixo de su acción en las costillas tomo vi. ecc 386 RES superiores, contrarestan , destruyen este esfuerzo, y se ele- van á la par todas las costillas. A no ser esto así, las costillas de- berían deprimirse, quando se contraen los intercostales, porque las mas inferiores, fixas por el diafragma, vendrían á ser el punto de apoyo sobre el quai deberían moverse las demás. Como los músculos intercostales externos é internos tienen fi- bras directamente opuestas, pues las de los primeros, obliqüas de arriba abaxo , y de atrás adelante , se cruzan en forma de aspa con las de los segundos, obliqüas en sentido contrario ; muchos fisiólo- gos han pensado que estos músculos formaban dos planes antagonis- tas ; que los intercostales internos debían aproximar las costillas se- paradas por los externos; y que así los unos eran espirantes, mien- tras que los otros se contraían durante la inspiración. Bastante pú- blico es el tesón con que Hamberger, fisiólogo por otra parte muy recomendable, defendió este error en sus certámenes con Haller; pero hoy dia está ya bien demostrado que todos los inter- costales conspiran á la dilatación del pecho, y deben colocarse entre las potencias inspirantes, porque la desigual movilidad de las costillas impide que puedan deprimirse las costillas superiores por los inter- costales internos, cuyas ataduras están inferior mente mas cerca de la articulación de estos huesos con las vértebras. Entre los experi- mentos mas decisivos que hizo Haller para refutar la opinión de su adversario, solamente referiré el que consiste en despojar á un ani- mal vivo de todos los músculos que cubren las paredes del pecho, y levantar en varios trechos los músculos intercostales externos. En- tonces se ve como se contraen los internos durante la inspiración, al mismo tiempo que los intercostales externos. Luego estos múscu- los son congéneres y no antagonistas. Por el mismo experimento se comprueba el acrecentamiento de los espacios intercostales; en efecto, el dedo colocado entre dos costillas se halla mas á gusto, quando en la inspiración se elevan estos huesos, empujando el esternón hacia adelante. El profesor Dumas ha expresado muy bien la razón por qué los músculos intercostales sirven así como los externos para la ele- vación de las costillas, diciendo que el exceso de fixacion de las primeras que reciben un impulso mas considerable de los músculos, es superior al exceso de movimiento que la inserción mas ventajosa de estos músculos puede comunicarlas. Una vez resuelta esta qüestion , aunque en las ciencias se debe inquirir el cómo, y no el por qué de las cosas, lo que ocurre na- turalmente es, preguntar ¿quai es la utilidad de la dirección dife- rente de las fibras que forman los dos planes musculares intercos- tales , y por qué razón se ha desviado la naturaleza de las leyes comunes de su simplicidad , señalándoles una dirección opuesta? A RES 387 esto se puede responder, que como la acción de las potencias que obran obliqüamente sobre una palanca, se halla descompuesta por el efecto de la obliquidad , una parte de Ja acción de los músculos intercostales externos tiraría á retirar las costillas hacia la columna vertebral, (lo quai no podria suceder sin deprimirse hacia atrás el esternón) si los músculos intercostales internos no procuraran llevar adelante las costillas á medida que las elevan ; por manera , que es- tos dos planes de músculos , congéneres para la elevación de las costillas, son antagonistas, y se neutralizan recíprocamente en el esfuerzo con que intentan llevarlas hacia otras direcciones. A esta ventaja de corregir recíprocamente los efectos que de- ben resultar de su obliquidad mutua , agregúese la de tener una textura capaz de mayor resistencia. Se ve á primera vista , que un texido, cuyos hilos están cruzados, es mas sólido que el que tu- viere en una misma dirección todas sus tiritas, ya puestas simple- mente unas sobre otras, ó ya reunidas por otra substancia; y así la naturaleza ha observado este orden en la disposición de Ibs planes musculares que entran en la extructura de las paredes anterior y laterales del abdomen ; disposición sin la quai las visceras del abdo- men hubieran formado hernias muy á menudo, introduciéndose en el intervalo de las fibras separadas por ellas. El texido de las paredes abdominales, donde las fibras de los obliqüos internos y externos, que se cruzan en forma de aspa , están cruzadas ellas mismas por las de los transversos, se puede comparar baxo este punto de vista con el texido de las telas cruzadas, ó mas bien con el de aquellos canas- tillos , á que dan los cesteros mucha fuerza y resistencia solo con entrelazar los mimbres en muchas direcciones variadas infinitamente. Quando una causa qualquiera hace dificultosa la respiración, impide que se deprima el diafragma por el lado del abdomen , ó fatiga de qualquiera otra manera al movimiento respiratorio. No solo los músculos intercostales obran palpablemente para efectuar la dilatación del pecho, sino también otros muchos músculos auxilia- res, v. gr. los escalenos, subclavios, pectorales, grandes serratos, y latísimos de la espalda, que contrayéndose , elevan las costillas, y aumentan en mas de una dirección el diámetro del pecho. El punto fixo de estos músculos llega á ser entonces su punto movi- ble , porque la columna cervical, la clavícula , el omoplato y el humero están fixos por la acción de otras potencias , cuya enu- meración es inútil hacer. El que observe una accesión convulsiva de asma, ó algunos ataques de una tos sofocante , puede apreciar fácilmente la importancia y acción de estos músculos auxiliares. La inspiración es un estado verdaderamente activo, un esfuer- zo de los órganos contráctiles, que debe cesar quando estos se re- laxan. La espiración que la sucede , es un movimiento pasivo, al 388 RES quai cooperan pocos músculos, y depende principalmente de la dirección de las piezas elásticas que entran en la extructura de las paredes del pecho. Hemos visto que los cartílagos de las costillas experimentan una torcedur3 bastante fuerte, que inclina hacia aba- xo y afuera su borde superior. Quando dexa de obrar la causa que produce esta torcedura, vuelven estas partes á su antiguo es- tado , y llevan el esternón hacía la columna vertebral, sobre la quai se deprimen las costillas, obedeciendo todavía á su gravedad propia. El diafragma es repelido hacia el pecho por las visceras ab- dominales , contra las quales se rehacen los músculos anchos del baxo vientre. En todo esfuerzo espiratorio, como la tos, el vómito, &c. es- tos últimos músculos se rehacen, no solo en virtud de su propia elasticidad, sino que se contraen , y procuran aplicarse á h colum- na vertebral, rechazando las visceras abdominales hacia el pecho. El triangular del esternón, los subcostales, y el pequeño serrato posterior é inferior, pueden aun colocarse en el número de poten- cias espirantes; pero rara vez tienen uso, y forman planes dema- siado delgados y débiles, para que contribuyan mucho á la estre- chez de esta cavidad. Quando se ensancha el pecho, los pulmones se dilatan, según se van separando las paredes. Estas dos visceras, blandas, esponjosas, de un peso específico inferior al del agua común, y cubiertas con la pleura que se dobla y se redobla sobre ellas, están siempre con- tiguas á la porción de esta membrana, que tapiza el interior del pecho: no se encuentra nada de ayre entre esta membrana y la su- perficie de ellos, humedecida de continuo con una serosidad que se exhala de la pleura, como se puede comprobar abriendo den- tro del agua el pecho de un animal , sin que se desprenda de él ninguna ampollita de ayre. A medida que se dilatan se extienden sus vasos , y la sangre los atraviesa con mas facilidad; el ayre , que llena las innumerables celdillas de su texido aereo, se enrarece, al paso que se aumenta el espacio en que está contenido. Calentado por otra parte por el calórico interior, se resiste mas á la presión que exerce el de la atmósfera, cuyas columnas entran por las fosas nasales y la boca , y se precipitan en los pulmones por la abertu- ra de la laringe, siempre franca en el fondo del estómago, fuera del tiempo de la deglución. El texido pulmonar, (V. pulmones.) donde el ayre es atraído así, cada vez que se aumenta la capacidad del pecho, no solo está formado por vasos aéreos, que no son sino ramos mas ó menos considerables de los dos conductos principales que resultan de Ja división de la traquearteria, y por el texido lobular, donde estos canales depositan el ayre á que dan paso; sino que se encuentra RES 389 en él también una gran cantidad de vasos fanguíneos y linfáticos, glándulas y nervios. Todas estas partes están unidas entre sí con te- xido celular, formando dos masas cubiertas por la pleura, de casi igual volumen , suspendidas dentro del pecho , de los bronquios y de la traquearteria , y por todos lados contiguas á las paredes de la cavidad, excepto hacia su raiz, lugar por donde penetran en ella los vasos y nervios de toda especie. La arteria pulmonar se eleva desde la base del ventrículo dere- cho, y se divide en dos arterias, una para cada pulmón. Llegando á la substancia de estas visceras, se subdividen en tantas ramas, quantos lóbulos principales tienen los pulmones. De estas nacen ra- mos , que dividiéndose por su parte, producen ramificaciones; y estas se subdividen , hasta que haciéndose capilares, terminan á continuación de las raicillas de las venas pulmonares. Estos vasos, nacidos de las extremidades de la arteria, se reúnen y forman tron- cos, que engruesándose sucesivamente, salen de los pulmones, y se abren hasta el número de quatro en la aurícula izquierda. Ade- mas de estos vasos gruesos, por medio de los quales las cavidades derechas del corazón comunican con las izquierdas, los pulmones reciben de la aorta dos ó tres ramos arteriales, conocidos con el nombre de arterias bronquiales; estas se extienden por su texido, siguiendo la distribución de los demás vasos, y terminan producien- do las venas bronquiales que van á abrirse en la vena cava supe- rior , cerca del lugar donde se aboca con la aurícula derecha. El mayor número de los fisiólogos mira las arterias bronquiales como vasos nutricios de los pulmones. Según ellos , la sangre que corre por las ramas de la arteria pulmonar , y que se parece á la sangre venosa , es impropia para la nutrición de estos órganos; y se hacia forzoso que recibiesen de las arterias, procedentes de la aorta, una sangre análoga á la que corre por todas las partes. Pero admitiendo que la sangre venosa recogida de todas las partes del cuerpo, y distribuida en el pulmón por su arteria principal, no pueda servir para mantenerla en su economía animal; esta sangre es propia para este uso, quando estando ya caliente, espumosa y rutilante por Ja absorción del oxigeno atmosférico, vuelve por las venas pulmona- res á las cavidades izquierdas del corazón. Algunos han pensado que la sangre que corre por los vasos bronquiales, expuesta á la acción del ayre , así como la porción de este líquido que atraviesa el sistema pulmonar, no perdía nada de sus qualidades arteriales, y que derramada por las venas bron- quiales en la vena cava superior ó descendente, era un estímulo necesario para las cavidades derechas del corazón, cuya contracti- lidad no hubiera sido despertada por una sangre enteramente ne- gra y venosa. Pero aun quando los experimentos de Godwin no 39o RES hubieran demostrado que las paredes de estas cavidades tienen una sensibilidad relativa á la sangre negra, en virtud de la quai basta este estímulo para determinar sus contracciones; la acción del co- razón no depende tan estrechamente como se dice de la impresión que hace la sangre en su substancia, pues se contrae desocupado, y continúa con sus contracciones, para descargarse de la sangre negra, de que está lleno, quando se hace perecer un animal por asfixia. Boerhaave , estableciendo una especie de peripneumonia de- pendiente de la obstrucción de los vasos bronquiales, siendo así que otra especie consiste, según ei mismo autor, en la obstrucción de los vasos pulmonares, ¿*no justifica hasta cierto punto las quejas exageradas sin duda por algunos autores, de que la anatomía mas bien ha retardado que favorecido los progresos de la medicina h¡- pocrática? De la superficie y de la substancia interior de los pulmones na- ce un número asombroso de vasos absorventes, que pueden divi- dirse en superficiales y profundos. Estos últimos acompañan á los tubos bronquiales , y atraviesan varios cuerpos glandulosos, colo- cados en los parages donde se dividen estos conductos aéreos; pero sobre todo reunidos hacia la raiz de los pulmones, y en el ángulo que forma la horquilla. Estas glándulas bronquiales, que pertene- cen al sistema de los vasos linfáticos, no se diferencian de las glán- dulas de esta especie, y no son notables sino por su número, su grueso, y el color negruzco que forma su tinte habitual. Los vasos linfáticos de los pulmones, después de haberse ramificado en estas glándulas, se abren en la parte superior del canal torácico á algu- nas pulgadas solamente de distancia del parage donde termina en la vena subclavia. En fin, los pulmones, aunque no gozan mas que de una mediana sensibilidad , tienen un número bastante gran- de de nervios suministrados por el gran simpático, y sobre todo por el octavo par. Se ha creído largo tiempo, según Willis, que el texido aereo de los pulmones era vesicular ; y que cada ramificación de los bron- quios terminaba en su substancia formando una ampollita ; pero ac- tualmente la mayor parte de los anatómicos adoptan la opinión de Helvecio. Según este último, cada tubo bronquial termina en un lobulito que es una especie de esponja aerea, formada de cierto número de celdillas que se comunican todas entre sí. La reunión de estos lobulitos por el texido celular forma lóbulos mas gruesos; y estos con su conjunto constituyen la masa pulmonar. El texido que une entre sí los lobulitos y los lóbulos es muy diferente de aquel adonde vienen á parar las ramificaciones de los bronquios: el ayre jamas le penetra, excepto en los casos de ro- RES 391 tura del texido aereo. En estas ocasiones, que no son muy raras, por razón de la extrema tenuidad de las láminas que forman las paredes de las celdillas de este último texido, el pulmón pierde su forma poniéndose enfisematoso. Haller regula en una milésima de pulgada, poco mas ó menos, el grueso de las paredes de las celdi- llas aereas, y como las últimas ramificaciones de los vasos pulmo- nares están distribuidas en estas paredes, la sangre se halla en contacto casi inmediato con el ayre. Nadie duda que puede obrar entonces el oxigeno de la atmósfera sobre el líquido; pues que le altera y le tíñe de un roxo vivo y brillante, quaudo se llena de él una vexiga de puerco, teniendo después á esta sumergida por al- gún tiempo debaxo de una campana llena de este gas. Cada vez que en un hombre adulto se dilata el pecho, entran en los pulmones de treinta á quarenta pulgadas cúbicas de ayre atmosférico, compuesto, quando se halla en su estado de pureza, de setenta y tres partes de ázoe, veinte y siete de oxigeno, y una ó dos centésimas de gas ácido carbónico. Quando ha permanecido algunos instantes en el texido pulmo- nar, es arrojado de él por la espiración; pero su cantidad queda disminuida y reducida á treinta y ocho pulgadas. Su composición ya no es la misma; se encuentran en ella efectivamente o, 73 de ázoe; pero la porción vital y respírable, el oxígeno , ha su- frido una grande diminución ; su cantidad es solo o, 14. El gas ácido carbónico forma las otras trece centésimas ,y á veces se encuentran también una ó dos partes de hidrógeno. Ademas está alterado por la mezcla de un vapor aqüoso, que se condensa quan- do entra el tiempo frió , saliendo por las narices y la boca, y es conocido con el nombre de humor de la transpiración pulmonar. Estas mutaciones, comparadas con las que experimenta la sangre en su tránsito al través del pulmón, indican palpablemente una acción recíproca de este líquido, y del oxigeno de la atmósfera. La sangre venosa negra, lenta en coagularse , y suministrando mu- cho suero quando se coagula , cargada de hidrógeno y de carbo- no , y teniendo solamente treinta grados de calor, ha cedido al oxigeno de la atmósfera , su hidrógeno y su carbono para formar el ácido carbónico y el vapor pulmonar, y como no puede entrar el oxigeno en estas nuevas combinaciones, sin que se desprenda una porción del calórico que le mantiene en el estado de gas, la sangre se apodera de este calórico, ya libre , cada vez con mas facilidad , según los ingeniosos experimentos de Crawford ; á me- dida que pierde su hidrógeno y su carbono, se aumenta su capa- cidad para el calórico, según la relación de diez, once y cinco. Abandonando el carbono, que combinado con el oxig«no for- ma el ácido carbónico arrojado por la espiración , muda la sangre 392 RES su color negro casi de violeta en un roxo bermejo y brillante ; y se aumenta su consistencia por la disipación de su hidrógeno y de sus partes aqüosas. Fuera de que, como absorve cierta cantidad de oxígeno , se pone espumosa y mas ligera; su concrcscibilidad y su fuerza plástica se aumentan, y quando se coagula da menos suero. La sangre privada de hidrógeno y carbono, y hecha arterial cargándose de oxígeno y calórico en su paso al través de los pul- mones, se despoja después de estos dos últimos principios á me- dida que, alejándose del corazón, se combina y forma oxides de hidrógeno y de carbono, que por otra nueva adición de oxi- geno se convertirían en agua y en ácido carbónico, quando lle- gando con la sangre venosa al texido pulmonar, estuvieren sujetos al influxo del ayre atmosférico. La sangre arterial se vuelve venosa, cediendo su oxigeno, quando una causa qualquiera suspende ó retarda su curso, como lo prueba el siguiente experimento de J. Hunter: ligó la carótida primitiva de un perro en dos parages distantes uno de otro como unas quatro pulgadas; la sangre que salió de la porción de arteria, comprehendida entre las dos ligaduras, quando se abrió algunas ho- ras después de haberlas hecho, estaba coagulada y negra como la de las venas. La sangre, regularmente líquida, de que están llenos los sacos aneurismáticos quando es reciente la rotura de las túnicas interiores de la arteria , permaneciendo algún tiempo en ellas, pasa al estado venoso. Con todo, estas mutaciones que experimenta la sangre recorriendo el sistema de las arterias, no son muy conside- rables , á causa de la rapidez con que recorre este orden de vasos; y entre la sangre de una arteria inmediata al corazón, y la de que está llena otra arteria muy distante de él, hay menos diferencia que entre el líquido de las extremidades venosas, y el de los tron- cos gruesos que le vuelven á la aurícula derecha. La sangre que corre por las venillas se parece á la sangre arterial, y se observa con bastante freqüencia, que quando se hace una sangría copiosa, el color de la sangre, muy obscuro al principio, se debilita des- pués por grados, tanto que hacia el fin de la operación la sangre presenta las qualidades de la de las arterias, fenómeno que como lo ha observado muy bien el autor ingles que acabamos de citar, de- pende de que desocupándose el sistema venoso se hace mas pronto y mas fácil el paso del fluido de las arterias á las venas. Esta obser- vación destruye enteramente la aserción de Bellini. Según este autor, la sangre que sale de una vena abierta forma dos chorros que saltan al través de la abertura. Esta opinión tiene en su favor la autoridad de fisiólogos infinitamente respetables, como Haller y Spallanzani, que la confirman con experimentos hechos en los vasos de los animales de sangre fría, ó en venas desprovistas de válvulas. En RES 393 una sangría hecha en la doblez del brazo , la sangre no puede ve- nir de la porción del vaso que está encima de la picadura, las vál- vulas oponen á su retrogradacíon una resistencia insuperable. Así pues se distingue perfectamente la sangre roxa que viene del ex- tremo inferíor, de la corta cantidad de sangre negra que corre del extremo superior, derramada en la vena, por las que se abren en el espacio comprehendido entre la incisión y la válvula mas próxima* La sangre pues revivificada en su paso al través de los pulmo- nes pierde su oxigeno y calórico, recorriendo las partes en que se distribuyen las arterias. Su capacidad para con el calórico se dismi- nuye á medida que el oxigeno, combinándose con el hidrógeno y el carbono, lo hace pasar de nuevo á la condición de sangre venosa. Esta teoría de la desoxigenación de la sangre, al paso que recor- re los vasos sanguíneos, adquiere otro grado mas de probabilidad con los descubrimientos tan recientes sobre la naturaleza del dia- mante. Este cuerpo es solo carbón puro ; y la substancia á que dan los químicos este nombre es ua oxide de carbón, que debe su co- lor negro al oxigeno con que está combinado. Antes de estos ex- perimentos era difícil determinar el estado particular del carbono, que la sangre venosa contiene tan abundantemente. Aun no se han determinado rigurosamente las quantidades res- pectivas del oxigeno absorvído por la sangre venosa , y del mismo oxígeno empleado en quemar el hidrógeno y el carbono en los pulmones para formar agua y ácido carbónico. El carbón ¿está solamente combinado con el oxigeno en la san- gre venosa, ó está unido con el hidrógeno formando un hidróge- no carbonado? Me parece mas probable que el oxigeno absorvido, uniéndose con el hidrógeno en todas las partes del cuerpo, pro- duce el agua que deslié la sangre venosa, y la hace mas fluida y mas abundante de suero que la sangre arterial; mientras que, jun- tándose con el carbono, forma un oxide que da á esta sangre el tinte obscuro, que constituye uno de sus caracteres mas conside- rables. Llegando á los pulmones, que son verdaderos órganos se- cretorios , se exhala el agua disuelta por el ayre , y forma la trans- piración pulmonar; el óxíde de carbono quemado mas completa- mente por una sobreadicíon de oxigeno, constituye el ácido car- bónico que da al ayre, arrojado por la espiración, la facultad de precipitar el agua de cal. Mediante la absorción del oxigeno por la sangre venosa, se ex- plica como los fenómenos de la respiración continúan en todas las partes del cuerpo, y dan origen al calor esparcido uniformemente por todos nuestros órganos. A medida que la sangre abandona su calórico, para el quai se disminuye su capacidad al mismo tiempo TOMO VI. DDD 394 RET que se hace venosa, las partes que pierden su hidrógeno y su ear- bono se apoderan de él. Si los pulmones fueran los únicos órganos donde pudiera desprenderse la materia del calor, la temperatura de estas visceras debiera ser muy superior á la de las demás partes, y la experiencia demuestra que no está sensiblemente mas elevada. Esta teoría de la respiración se debe enteramente á los quími- cos modernos, y no se opone á ningún fenómeno. Quanto mayor extensión ó capacidad tienen los pulmones, tanto mas freqüente es la respiración, y tanto mas calor y vivacidad tienen también los animales. (Richerand.) RESTAURANTES. (Mat. Méd.) Se da este nombre á los ali- mentos y á los remedios que tienen la propiedad de reparar las fuerzas perdidas de los enfermos ó de las personas extenuadas y fa- tigadas , los mejores restaurantes son los xugos de las carnes de los animales, las gelatinas, los caldos substanciosos, las carnes tiernas asadas, el buen pan, las féculas de los vegetales, la leche, los vi- nos generosos, &c. RETENCIÓN DE ORINA. (Cir.) Enfermedad en la quai la vexiga no se desembaraza de la orina que contiene. Por lo regular esta enfermedad causa en poco tiempo accidentes muy funestos: por cima del hueso pubis se presenta un tumor doloroso; también se siente poniendo el dedo en el ano desde donde se percibe un tumor redondo; la presión que hace la vexiga por su distensión sobre las partes que la rodean produce á poco tiempo inflamación; el enfermo siente un dolor insufrible en toda la región hípogástri- ea; continuamente tiene ganas de orinar, se agita, se atormenta , y todos sus esfuerzos son inútiles; luego principia á no poder casi respirar; le vienen náuseas y calentura; los ojos y el rostro se le inflaman , y si no se acude pronto, en poco tiempo se forman á veces en el perineo unos depósitos orinosos, purulentos y aun gan- grenosos. La retención de orina que produce todo este desorden proviene de varias causas mas ó menos difíciles de destruir; las que podemos poner en quatro clases. i.a Ciertas enfermedades de la ve- xiga. 2.* Varias veces de los cuerpos extraños retenidos en su cavidad. 3.a Varías causas que pueden dañarla exteriormente. 4.a Algunos vicios de la uretra. Las enfermedades de la vexiga que pueden causar la retención de orina, son la inflamación de su cuello, y la parálisis de su cuer- po. La inflamación del cuello de la vexiga estrecha su abertura de manera que los esfuerzos del enfermo no son suficientes para ven- cer la resistencia que el esfinter opone á la salida de la orina. Si Ja inflamación no es considerable, se puede introducir la sonda en la vexiga; (V. catherismo y algalia) pero sí este no es posible, se acude inmediatamente á la sangría, repitiéndola si es menester; RET 39s también suelen ser muy útiles las bebidas dulcificantes, los baños, las lavativas emolientes, finalmente todo lo que es capaz de calmar la inflamación. Si todos estos medios no permiten la íntroducion de la sonda, es preciso pasar á una operación que vacie la vexiga; pues la orina detenida mantiene muchas veces la inflamación, y al contrario evacuada la orina, como cesa la compresión de las partes inmediatas á la vexiga, cesa también la inflamación, y regular- mente se puede introducir la sonda algún tiempo después. La punción puede hacerse en el perineo ó por encima del hue- so pubis ;~para hacerla en el perineo se coloca el enfermo del mis- mo modo que para la operación de la talla, un practicante levanta el escroto, y el cirujano tomando un trocar algo mas largo que el común, lo introduce en la vexiga entre el hueso pubis y el ano, en el parage en que se hace la operación del grande aparato ; sería mejor para los enfermos que esta punción se hiciese mas lateral- mente para no lastimar ni la uretra ni el cuello de la vexiga. Mr.de la Peyronie la ha practicado de este modo con buen éxito. La punción por encima del hueso pubis habia sido propuesta por un tal Tolet , cirujano de París; y Mr. Merí, anatómico, de la academia de ciencias de aquella capital, es el primero que la ha practicado. En la retención de orina la vexiga forma un tumor por encima del hueso pubis; y se mete el trocar de arriba abaxo en la vexiga, picando algo mas abaxo de la parte eminente de aquel tu- mor. Mr. Flurat, cirujano de León de Francia , propuso también otro método de hacer la punción en la vexiga, que consistía en pi- carla por el intestino recto con un trocar corvo, y él asegura ha- berla hecho de este modo varias veces. La parálisis que sobreviene á la vexiga, puede producirse por diferentes causas, como la conmoción de la médula de la espina, después de algún golpe ó caida ,por la dislocación de una ó varias vértebras de los lomos, ó alguna afección del cerebro; también proviene de la debilidad de las fibras carnosas después de extensio- nes violentas causadas por una retención voluntaria de orina, y por la falta de resorte de aquellas fibras en la vejez. La retención de orina es un síntoma de parálisis en el cuerpo de la vexiga , porque las fibras motrices no pueden obrar sobre la orina que estira pasivamente aquel órgano. En tal caso es preciso introducir la sonda al enfermo , cosa que no es difícil no habiendo complicación por alguna enfermedad de la uretra, y dexamos en la vexiga una algalia para dar salida á la orina al paso que destila de los uréteres, para que las fibras de la vexiga puedan volver á tomar su tono natural, cosa que puede favorecerse por medio de inyecciones corroborantes. Se nos ofrece una advertencia impor- tante sobre la retención de orina causada por la parálisis de la ve- 39$ RET xiga , que es el corrimiento involuntario de la orina que sale der, ramándose quando la vexiga ha llegado al último grado de exten- sión posible. No debemos engañarnos con este corrimiento; la re- tención no es menor por esto, y si no se acude prontamente á la sonda, no tardan en sobrevenir unos abcesos urino gangrenosos, como se ha dicho en la descripción de los síntomas y sus progresos. Los cuerpos extraños que están en la vexiga, y que forman la segunda clase de las causas de la retención de orina , sen la piedra, el pus, la sangre , y los ongos ó excrescencias carnosas. La piedra impide la salida de la orina tapando el orificio interno de la vexi- ga; Ja introducción de la sonda basta para quitarla de allí: algunas veces la piedra es pequeña, y la orina la echa por fin en la uretra, donde impide igualmente la salida de aquel fluido; entonces es preciso ver de extraer aquel cuerpo extraño inyectando aceyte en la uretra, intentando de hacerlo correr por el canal de la uretra, valiéndose de otros medios que quedan indicados. (V. litotomia y piedras en la uretra,) El pus, la sangre y las materias vis- cosas que causan la retención de orina, no se oponen á la intro- ducción de la sonda , por la quai se hacen inyecciones capaces de diluir y disolver aquellas materias; la administración de los reme- dios interiores deben concurrir con los que se aplican exterior- mente. Quando en la vexiga hay excrescencias carnosas que tapan el orificio interno de aquel órgano, ó impiden que aquel cuerpo se contraiga para expeler la orina, es preciso hacer una incisión en el perineo, y colocar una cánula en la vexiga. Las inyecciones con agua de cebada ú otro cocimiento conveniente hacen desprender á veces aquellos ongos, y desembarazar la vexiga quando supuran; hay ciertos ongos ó fungos, cuya base es estrecha , y que pudie- ran ligarse por el método que se ha explicado en el artículo pó- lipo DE LA MATRIZ. La tercera clase de las causas de la retención de orina compre- hende las cosas exteriores á la vexiga, tales son la preñez , los cuerpos extraños, ó los excrementos endurecidos y retenidos en el recto, la inflamación de la matriz ó su caida; la hinchazón de Jas hemorroides ó almorranas, un depósito al rededor del ano, y algu- nos tumores cerca del cuello de la vexiga. En la retención de ori- na causada por el preñado ó por la caida de la matriz se sondea la enferma con la precaución que hemos hecho observar en el artículo catherismo. Las lavativas emolientes y los laxantes dulces pro- curarán la salida de las materias detenidas en el recto La infla- mación de la matriz, del recto, y Ja hinchazón de las hemor- roydes se curan con los remedios convenientes en cada uno de es- tos casos. Si se ha formado un depósito ai rededor del ano se le R E T 39^ abre quanto antes; si un tumor inmediato al cuello de la vexiga aprieta y comprime aquella parte de modo que no sea posible me- ter la sonda 3I enfermo, se hace la punción por encima del hueso pubis como se ha dicho al principio de este artículo. Al mismo tiempo se procura por todos medios la curación del tumor del pe- rineo; por esta curación muchas veces tarda bastante tiempo en restablecerse el curso de la orina por la vía natural, !o que obliga necesariamente á dexar la cánula en la vexiga por encima del hue- so pubis. Esta práctica tiene un inconveniente ; la vexiga se aplas- ta con la salida de la orina, y como siempre es susceptible de al- guna contracción con tal que no haya parálisis, se encoge por de- baxo de la cánula ; luego que la extremidad de la cánula no está en la vexiga , las orinas no son conducidas directamente, sino que se derraman en el texido celular hasta después de haber bien em- bebido aquel texido, donde algunas veces se forman abscesos. Hay un instrumento, con el quai se puede hacer la punción por debaxo del hueso pubis sin miedo que la vexiga abandone la cánula. Este instrumento consiste en una cánula corva, en cuyo interior hay un resorte en forma espiral que no impide la salida de la orina , y por el quai se mete una punta de trocar, con cuyo medio se pe- netra en la vexiga ; hecha la punción , la punta del trocar se retira en la cánula , y esta punta tiene una superficie acanalada por don- de pasa la orina. La corvadura de esta cánula sostiene la vexiga, é impide que no se aplaste por debaxo; el interior de la cánula y del resorte contenido en ella contiene también una lengüeta de ga- muza , que sirve de filtro á la orina. Los vicios de la uretra forman la quarta clase de las causas de la retención de orina; y de estos vicios hemos hablado tratando de las carnosidades. (V. carnosidad.) Si el caso de la retención de orina es urgente, se puede hacer la punción por encima del pubis, ó por el recto, y dexar allí la cánula hasta que el canal de la ure- tra se haya puesto en supuración en caso de carnosidad. Pero si el vicio de la uretra proviene de cicatrices que no son enfermedades por su esencia , sino al contrario unos signos de perfecta curación las candelillas supurantes no causarán efecto ninguno. Los cáusti- cos que pudieran emplearse, causan por la irritación que excitan unas hinchazones é irritaciones considerables; en tal caso es preci- so hicer una operación en el perineo. La punción no basta, es pre- ciso hacer una incisión ; y en este caso podemos conformarnos con el método de Mr. Foubert, lo mismo que en la operación de la ta'la. En caso de hincharse la próstata, vale mas hacer supurar esta glándula; pero como el vicio de la uretra no dexa que se intro- duzca la sonda como queda dicho hablando de esta operación , el cirujano á falta de esto hace una incisión en los tegumentos, abre 398 RET la uretra, y después de haberse representado bien la extructura, introduce en la vexiga un trocar, cuya cánula tenga una hendidu- ra, por medio de la quai hace una incisión suficiente con un bisturí para poner allí una cánula ; este método se ha practicado con buen éxito, lo demás de la cura es semejante al de la abertura de la ve- xiga por el perineo. * A la retención de orina le han dado los patologistas también el nombre de Iscurria, nuestro nosologista Sauvages ha for- mado de esta enfermedad el género XIX. en la clase de caque- xías , y la difine: "enfermedad, cuyo principal síntoma es una ele- vación del hipogastrio, ocasionada por la orina contenida en la ve- xiga." Este autor ha formado hasta quarenta y quatro especies de iscurrias, y ha incurrido como otros patologistas en el defecto de confundir la supresión con la retención , y así es que en la expo- sición de las especies las clasifica en iscurrias renales, uretéricas, vexicales y de la uretra. Las iscurrias renales pertenecen sin duda á la supresión , y aun mas bien á otras clases de enfermedad , pues la falta de secreción de la orina suele ser un síntoma de la in- flamación de los ríñones, por exemplo, de su estado espasmódico, por haber en dichas entrañas supuración, cálculos, &c. de cuyos vicios renales que deben traer por conseqüencia la falta de orina, forma nuestro nosologista varias especies, cuyas causas, ó mas bien enfermedades primitivas deben combatirse según hemos expuesto en sus respectivos artículos. (V. inflamación, cXlculos, espas- mos , lombrices , &c.) Las demás especies que expone Sauvages, ó se reducen á las principales, ó las que hemos dicho ya anterior- mente, y diremos después, ó deben omitirse por incurrir en el mismo defecto de pertenecer á otras clases, y ser meramente sín- tomas de otras enfermedades, ó están fundadas en casos muy raros y particulares, por lo que omitimos su exposición , y en su lugar trasladaremos aquí lo que dice Desault de la retención de orina. »La retención de orina es una enfermedad , en la quai dicho fluido escrementicio está detenido en alguno de los conductos des- tinados á su evacuación. Esta definición conduce naturalmente á dividir la retención en otras tantas especies como hay conductos particulares, en donde este flui,lo puede ser detenido. Distinguire- mos quatro especies en el hombre , de las quales la primera tiene su sitio en los uréteres y el embudo; la segunda en la vexiga , la tercera en el canal de la uretra, y la quarta baxo el prepucio. No consideraremos en esta división otra cosa que el lugar donde se encuentra el obstáculo al curso de las orinas, y no aquel en donde este fluido se derrama, porque baxo este orden se confunden mu- chas especies baxo una sola, y la retención existe en muchas de estas cavidades al mismo tiempo. Por exemplo, la orina detenida en RET 399 la uretra quando la retención es antigua , muy pronto se comunica á la vexiga, de esta á los uréteres, y progresivamente á la substan- cia misma de los riñones. Tendremos cuidado, hablando de cada una de estas especies de retención, de distinguir aquella que tiene su lugar primitivo en tal ó tal cavidad , de aquella que no se forma sino consecutivamente. De la retención de orina en los uréteres. Comprehendemos baxo esta denominación de retención de ori- na en los uréteres, no solamente aquella que se forma en estos con- ductos, sino también la que se ocasiona en la pelvis del riñon y en el embudo. Esta enfermedad ha sido descrita en la mayor par- te de las obras, tanto antiguas como modernas, con el nombre de iscurria de los uréteres. Con freqüencia se encuentran observacio- nes en casi todos los autores que han hablado de ella. Hemos tam- bién encontrado esta enfermedad en el cadáver muchas veces. So- breviene á toda edad , acomete á uno y otro sexo, las mugeres es- tan mas sujetas á ella que los hombres, y mucho mas los niños que los adultos. Unas veces es simple; esto es, quando no existe sino en un solo lado, otras es doble, ocupando á un mismo tiempo los dos. En uno y otro caso es incompleta ó completa. Completa quan- do no sale ni una gota de orina de la cavidad que la contiene. In- completa quando sale alguna poca por derrame. La cantidad de orina detenida es mas ó menos abundante según que el obstáculo que se opone á su salida, está situado mas ó menos cerca del riñon, y que los canales que la contienen son mas ó menos extensíbles. Es de admirar la fuerza con que la orina , aunque filtrada gota á gota, obra contra las paredes de las cavidades en donde está detenida. Las dilata con mucha prontitud , y quando no puede vencer su re- sistencia, se derrama, por deci-rlo así, en los vasos que la han filtra- do, los extiende, y da á los riñones un volumen doble y aun tri- ple de su tamaño regular. Se ha visto contener el embudo mas de una azumbre de este fluido, y parecer por su tamaño una segunda vexiga , y los uréteres dilatados igualar en su grueso á los intestinos delgados, y aun á la magnitud del intestino colon, y describir en su trayecto tortuosidades ó circunvoluciones, algunas veces presen- tan especies de ampollas, ó dilataciones parciales, separadas las unas de las otras interiormente por estrecheces en forma de válvu- las. En todos los casos sus túnicas se vuelven mas densas, y el te- xido celular que las rodea mas fuerte, y por decirlo así, como cortical. Esta disposición ha sido encontrada en el cadáver de un muchacho, cuya abertura fué hecha en el Anfiteatro del Hospital de Hótel-Dieu de París. Los linones estaban supurados y llenos 400 RET de piedras, y los uréteres del grueso del dedo pulgar. Tenia hacía la parte media de este conducto hacia el lado derecho una estre- chez de una figura anular que parecía á la válvula del piloro, y por encima una dilatación considerable. Las causas de la retención de orina en los uréteres son muy numerosas. Se pueden distribuir en tres clases: colocar en la pri- mera los cuerpos extraños que tapan la cavidad , como las piedras, hídatides, grumos ó coágulos de sangre , gusanos, pus y moco es- peso: en la segunda clase, las que acometen las paredes, como su inflamación, su infarto crónico, y su espasmo; y en la terce- ra aquellas que tienen su sitio en las partes adyacentes, y que no impiden la evacuación de las orinas, sino por la presión que exercen sobre los uréteres, ó por la dirección inversa que los ha- cen tomar. Tales son la hidropesía, los flatos en el intestino colon, tumores en el mesenterio , en el mesocolon derecho é izquierdo, materias fecales detenidas en el recto , escirros de este intestino, de la matriz, del ovario , de la vexiga, la inflamación de esta úl- tima viscera, fungosidades colocadas en la embocadura de los uré- teres , &c. No nos detendremos en detallar lo que cada una de es- tas causas puede ofrecer de particular; estos conocimientos no se- rían de una grande utilidad en la curación de esta enfermedad: basta hacer una reflexión general sobre lo que presentan de mas re- parable y mas digno de atención. Qualquiera que sea la causa de la retención, los uréteres se dilatan desde el lugar en donde está colocado el obstáculo que impide el curso de la orina hasta los riñones. Estos conductos están vacíos, y aun estrechados en todo lo demás de su extensión; y quando la retención ha sido ocasionada consecutivamente en los uréteres, y que es conseqüencia de la de la vexiga, la válvula que cierra su embocadura en esta viscera , está freqüentemente como borrada , y la abertura dejeomunicaojon entre estas dos cavidades está tan grande, que puede admitir la introducción del dedo. Tam- bién ha sucedido algunas veces que la sonda introducida en la ve- xiga se quede allí detenida, circunstancia de la quai tendremos ocasión de hablar. Los cuerpos extraños se detienen especialmente en el principio de los uréteres, y en su terminación en todo el trayecto obliqüo que corren al través de las túnicas de la vexiga, y no es raro encontrarlos hacia su parte media en el lugar donde ellos se encorvan para introducirse en la pelvis. Las piedras en los riñones son una de las causas las mas fre- qüentes de la retención de orina en los uréteres. Las observaciones se han multiplicado tanto sobre este punto , que sería fastidioso el citar otras nuevas. No se debe juzgar del tamaño de una piedra que puede introducirse en los uréteres, por el grueso natural de RET 401 estos conductos: muchas veces han dado paso á cálculos tan grue- sos como avellanas, sin que haya resultado accidente alguno; pero también se han visto otros muy pequeños detenerse en su trayec- to , y ocasionar retenciones de orina. Quando hay mucho tiempo que están detenidos se aumentan por nuevas capas, las quales les dan la figura oblonga que se manifiesta en la mayor parte de estos cuerpos extraños. Algunas veces la orina forma ella misma una go- tera sobre uno de los lados, entonces sea el que fuere el volu- men de estas piedras, no ocasionan la retención, ó si la producen es incompleta. Hay algunos exemplos de hidátides que han dado ocasión á la misma enfermedad. Morgagni ha encontrado un uréter lleno de se- mejantes vesículas. Desault ha preparado para la Academia de Ciru- gía una pieza que habia sido extraída del cadáver de una muger; en el quai uno de los riñones parecía no ser otra cosa que una unión de hidátides reunidos en un pedículo muy delgado. El uréter del mis- mo lado contenia muchos del tamaño de uvas, que parecían ha- berse desprendido del riñon, y detenidos en este conducto en don- de producían la retención de la orina. No se conocen ningunas observaciones que prueben haya habi- do jamas retención de orina en los uréteres, producida por pus ó moco espeso. No hemos puesto estos cuerpos extraños en el núme- ro de las causas de esta enfermedad sino por el testimonio de mu- chos autores. Pero hay dificultad para creer que el pus ó el moco puedan cerrar sólidamente estos conductos, para no ceder al esfuer- zo de la orina, y no ser arrastrados con ella. Si estos conductos son susceptibles de una contracción ó estrechez espasmódica, sufi- ciente para interceptar en ellas las orinas, porque no se puede esta- blecer analogía entre los conductos del grueso de los uréteres, y los vasos capilares de los riñones; se conoce bien que si la fuerza tónica ó vital se aumenta en estos últimos, se estrecharán bastante por sí mismos para borrar su cavidad; pero para que el mismo efecto tuviese lugar en los uréteres, era preciso fuesen dorados de una irritabilidad, casi tan extensa como aquella, de la quai gozan los músculos; y estamos muy distantes de reconocer esta propiedad, como el creer con Hoffman su movimiento de sistole y diástole. Pa- rece también muy dudoso que el colon extendido por el viento, pueda exercer sobre el uréter una compresión bastante fuerte para ocasionar la retención de orina. En general todas las causas exterio- res que pudieran obrar comprimiendo los uréteres, tienen poca acción en el vientre, porque las paredes floxas de esta cavidad ceden; y por esto la compresión es muy poca ó ninguna sobre los uréteres. La retención es muchas veces efecto de tumores volumi- nosos, colocados en la cavidad de la pelvis. Un cadáver que sirvió tomo vi. eee 402 RET para demostraciones anatómicas nos ha dado un exemplo de esto. Una escirrosidad de la matriz del tamaño de un puño estaba adhe- rente á la parte posterior de la vexiga. Los dos uréteres dilatados tenían el grueso del dedo pulgar. El embudo del lado derecho era dos veces mayor, y los riñones cerca de un tercio mas voluminosos que en el estado natural. Fácilmente se concibe que no pudiendo ceder las paredes huesosas que forman la pelvis, debe ser precisa- mente sobre la viscera contenida en ella en donde se exerza la com- presión quando el tumor se manifiesta. La inflamación de los uréteres produce la retención, primero, estrechando su diámetro por la hinchazón de la membrana interna: segundo, causando parálisis en su acción; en efecto, se sabe que una parte inflamada no es susceptible de movimiento. Esta es la ra- zón de la inmovilidad del brazo en Ja inflamación del músculo del- toides, y el por que el derrame de las orinas en los uréteres de- pende también de la acción orgánica de estos conductos mas que de su peso. Solo después de la muerte es quando se conoce la retención de orina que ha tenido su sitio en los uréteres. Se encuentra fre- qüentemente en los cadáveres de sugetos que , durante su vida, no habian experimentado ningún síntoma de afección en las vias urina- rias. No ofrece ninguna señal sensible, y todas sus señales racionales son vagas é inciertas. No se percibe ningún tumor al exterior. Por grande que sea la dilatación del uréter y del embudo no se siente al través de las paredes del abdomen. Quando la retención no es mas que en un lado, no aparece ninguna disminución en la cantidad de orina que evacúan los enfermos, la secreción se hace doble en el riñon del lado opuesto. Quando la retención es al mismo tiempo en los dos lados, si es total, se confunde con la supresión de orina que se sigue muy pronto, y presenta todas las señales de tal. Esto y las se- ñales conmemorativas, unidas á las que se sacan del sitio y de la na- turaleza del dolor, quando existe, son las que pueden en algún caso distinguirla.Por exemplo, si un hombre después de haber ex- perimentado todos los accidentes que causan ordinariamente las pie- dras en los riñones, siente en seguida un dolor pungitivo, que pa- rece desciende de lo largo de los uréteres, con una sensación de peso, y detención desde el lugar donde estaba fixo hasta la región de los riñones, es de presumir que hay retención de orina en el uréter,producida por la presencia de una piedra detenida en el ca- nal. Esta presunción es mucho mas verosímil quando el enfermo ha arrojado otras veces pequeñas piedras con las orinas, que ha sen- tido los mismos dolores, que han cesado de pronto en esta región, y han sido inmediatamente reemplazados por los síntomas de la pie- dra en la vexiga. Del mismo modo, sí en conseqüencia de un car- R E T 403 cínoma del recto, de la matriz &c. las orinas se detienen sin que el enfermo haya tenido antes ningún síntoma de afección en los riñones, hay fundamento sobrado para creer que este fluido está detenido en los uréteres por el obstáculo que estos tumores oponen á su evacuación. La retención de orina en los uréteres es mas ó menos dañosa, según la causa que la produce. Quando se experimenta al mismo tiempo en los dos conductos, y que es complétala terminación, es la supresión de orina , que por lo regular es siempre su conseqüen- cia. Quando no existe sino en un lado, la naturaleza se desembara- za por el otro riñon de la cantidad de orina, cuya evacuación es necesaria para la salud, y no resulta ningún accidente. Pero la ori- na que contiene el uréter dilatado, no siendo renovada, se corrom- pe por su mansión, mantiene, excita la irritación y la inflamación en el canal, produce el mismo efecto en el riñon , ocasiona la su- puración de esta viscera; y en fin, es un manantial de males muy funestos. Alguna vez ocasiona la rotura en el uréter extendido ex- traordinariamente ; la orina se derrama en las partes vecinas, y cau- sa depósitos urinosos, ó se derrama en el vientre, y ocasiona una hidropesía de una naturaleza particular. El arte debe alegrarse de la obscuridad que hay sobre las seña- les de la retención de orina en el uréter. ¿Aunque estuviésemos convencidos de las existencia de esta enfermedad se habría adelanta- do algo sobre su curación? Los socorros médicos son muy débi- les , y la enfermedad está siempre fuera del alcance de los quirúr- gicos. Sin embargo, hay algunos casos, aunque raros, en que estos últimos pueden emplearse con suceso. La retención producida por materias fecales , endurecidas en el recto, su evacuación restablecerá prontamente el curso de las orinas. Del mismo modo que sí este fluido está detenido por una piedra en la embocadura del uréter en la ve- xiga , estando bien seguro, como se estuvo en una enferma, cuyo caso está inserto en el diario de Cirugía, será fácil extraer con se- guridad este cuerpo extraño, siguiendo el mismo método que se siguió entonces. La Cirugía ofrece también recurso quando sobrevienen en con- seqüencia de estas retenciones depósitos urinosos en la región lum- bar: muchas veces en estas críticas circunstancias una abertura he- cha apropósito salva á los enfermos, amenazados de una muerte cierta ; pero por lo regular queda una fístula urinaria en este para- ge , á menos que la misma abertura no haya dado salida á los cuer- pos extraños que obstruyen el uréter, y que este canal haya reco- brado enteramente su libertad. En los otros casos de retención los remedios tanto internos, como externos, deben variarse según la causa de la enfermedad, y elegir los mas propios á su naturaleza. 404 R E T Algunas veces se han empleado con suceso los vomitivos, el exer- cicio á pie ó á caballo, y todo lo que puede excitar sacudimientos para hacer adelantar las piedras detenidas en el uréter, y acelerar su mas pronta caída en la vexiga. No se puede recurrir á estos me- dios, sino quando las fuerzas del enfermo lo permiten , y que pa- dece poco. Los baños, los diuréticos mucilaginosos, tomados en abundancia quando no hay retención total, calman los dolores y fa- cilitan el descenso de estas piedras. Se han recomendado una infi- nidad de remedios lithonfríticos, de los quales hemos ya hablado en el artículo de los cálculos. De la retención de orina en la vexiga. La retención de orina en la vexiga es una enfermedad , en la quai las orinas no pueden ser evacuadas. Ha sido descrita por los an- tiguos baxo el nombre general de iscurria. Algunos autores la han dis- tinguido de la disuria y de la extrangurría;y han hecho de estas dos últimas enfermedades particulares;otros no las han considerado sino como retenciones de diferentes especies. Han llamado disuria á aquella en que las orinas no salen sino difícilmente y con dolor; es- trangurria en la que no sale sino gota á gota; y han reservado el nombre de iscurria en la que no sale ninguna orina. Estos diferen- tes síntomas no son mas que grados de la misma enfermedad: subs- tituiremos á esta división la retención en completa é incompleta. Las orinas detenidas en la vexiga extienden sus paredes, y quando el reíorte de sus fibras carnosas ha sido forzado, no opone sino una débil resistencia á su dilatación, y adquiere algunas veces un volu- men considerable. Se ha visto en un muchacho de diez y ocho me- ses contener un azumbre de orina,y en algunos adultos hasta seis ó siete azumbres; llenar la vexiga, no solamente la cavidad de la pelvis, sino subir al vientre y por cima del ombligo, y aun prolongarse algunas veces al través de los anillos inguinales, y for- mar hernias en el escroto, ó pasar por debaxo del arco crural, y extenderse hasta las ingles. Estas prolongaciones son muy raras, sin embargo las memorias de la Academia de Cirugía contienen algu- nos exemplos. En el caso mas ordinario de retención de orina , la vexiga conserva con muy corta diferencia su figura natural, sus dimensiones no aumentan todas en la misma proporción, se extiende ó mas alta ó mas baxa que en ninguna otra forma. Su fondo se vuel- ve mas ancho y mas profundo, deprime hacia delante el perineo, comprime hacia atrás la vagina en la muger, el recto en el hom- bre, y forma en estos conductos tumores que cierran enteramente, ó en parte, sus cavidades, y se oponen al paso de las materias fe- cales por el recto. La pared posterior de esta viscera, cubierta por R E T 405 el peritoneo, vuelve hacia atrás, y hacia arriba los intestinos del- gados, y se prolonga en la cavidad abdominal. Su parte superior, di- rigiéndose por encima del pubis, resvala, por decirlo así, entre el peritoneo, al quai eleva, y á los músculos abdominales. La parte anterior y superior formando un tumor en la región hipogástrica to- ca inmediatamente los músculos recto y transverso, á los quales está unida por un texido celular floxo; disposición importante, que debe conocerse, y por medio de la quai se puede abrir la vexiga, sin miedo de tocar el peritoneo, y dar motivo á un derrame de ori- na: no es raro encontrar en las vexigas que han sufrido estas exten- siones, bridas ó columnas formadas de faxas carnosas y separadas por hendiduras llamadas células ó bolsas, en las quales los cálculos están las mas veces colocados. Quando las orinas han extendido la.vexiga todo quanto pueden sin poder forzar la resistencia de la uretra, se detienen en los uréteres, y los dilatan en toda su extensión. La válvula que recubre en la vexiga desaparece, y la abertura de comunicación entre las dos cavidades adquiere cerca de una pulgada de diámetro. Esta particularidad no se ocultó al célebre Petit; pero sacó de ella una conseqüencia, que parece no existe en la naturaleza. Dice en sus obras postumas, que el que observe bien todas las variaciones en los dolores que sufren los enfermos , reconocerá el instante, en el quai la extremidad del uréter no hace el oficio de válvula, porque el dolor de la vexiga es mas soportable, teniendo las orinas mas espacio para extenderse. Esta disminución de los dolores no puede verificarse sino es quan- do los uréteres estén vacíos y dilatados en este instante : entonces vuelven á llenarse por la orina, que no ha cesado de filtrarse por los riñones, y proporcionalmente tan extendidos como la vexiga. En fin, la orina después de haber dilatado los uréteres, está mas y mas detenida en los riñones, en los quales suspende la secreción. El diagnóstico de esta enfermedad es fácil conocer: se pueden distinguir las señales que la caracterizan en racionales y sensibles. Las racionales son muy numerosas, pero la mayor parte equívocas, como el defecto de evacuación de orina durante uno ó muchos dias; su salida gota á gota, ó en pequeña cantidad á un tiempo; las con- tinuas ganas de orinar, los esfuerzos que preceden al exercicio de esta función , el estímulo de orinar que el enfermo siente , aun des- pués de haber evacuado tanta orina como en el estado natural; la disminución de fuerzas , y de grueso en el caño de las orinas, con sentimiento de peso en el perineo, tenesmo, detención de vientre y almorranas. Se deben aun unir á estas señales vivos dolores en la región hípogastria que se propagan 4 lo largo de la uretra, hasta la extremi- dad de la glande ,y consecutivamente hacia la región de los ríñones de uno y otro lado, acompañados algunas veces de estupor y de en- 406 R E T torpecímiento en los muslos; los dolores se aumentan quando los enfermos se encorvan, y relaxan los músculos del vientre. En fin, se pueden añadir á estas señales la calentura , las nauseas, la respi- ración laboriosa, los sudores urinosos y los demás síntomas que he- mos expuesto, tratándose de la supresión de orina, (V. supresión de orina) que siempre es la conseqüencia de la retención comple- ta, quando dura algunos dias. Nada mas diremos sobre cada una de estas señales racionales para hacer conocer que ellas son vagas é inciertas; su reunión puede dar algunas probabilidades mas ó menos seguras: sobre la existencia de la retención no se adquiere la cer- tidumbre, sino es uniendo á los indicios dichos las señales sensibles, tomadas de los tumores que forma la vexiga, tanto por cima del pubis, como en el intestino recto en el hombre, ó en la vagina en la muger: el primero de estos tumores varía mucho en sus dimen- siones ; se extiende algunas veces hasta por cima del ombligo; está circunscripto sin mudanza de color en el cutis, sin dureza en su circunferencia, mas ancho en la parte inferior que en la superior, renitente , poco sensible al tacto, á menos que no se le comprima con fuerza; y entonces se suscitan ó aumentan las ganas de orinar, y aun algunas veces se hacen salir por la uretra algunas gotas de orina. El tumor en el recto, ó en la vagina, se conoce fácilmente por la introducción del dedo en estas cavidades: no ocupa sino la parte anterior de sus paredes: es como el tumor hipogástrico, renitente, igual y sin durezas particulares en toda su extensión; en fin, una señal patognomónica, que merece toda la atención del facultativo, es que la fluctuación, ó por mejor decir, la especie de undulación, se hace sentir de un tumor á otro, quando se le comprime alternativamente entre los dedos aplicados sobre cada uno de ellos; pero estos tumores no existen constantemente, y se han visto muchas veces retenciones completas, en donde la vexiga poco extendida contenia apenas algunas cucharadas de orina. La retención de orina en la vexiga es siempre una enfermedad grave; exige los socorros mas prontos quando es completa: si so di- fieren mucho sus conseqüencias son muy dañosas. La vexiga largo tiempo extendida pierde su resorte, y le recobra difícilmente sin cesar de estar irritada por las presencias de las orinas; su detención las hace mas acres y corrosivas, la vexiga se inflama, y cae en una especie de supuración pútrida y gangrenosa. Algunas veces se rompe la vexiga, por cuyo agujero las orinas se derraman, y se filtran en el texido celular de la pelvis, se insi- núan baxo del peritoneo hasta la región de los riñones, forman tur mores en el perineo, se encaminan al escroto, á los tegumentos comunes del miembro, y á la parte superior de los muslos. Se han R E T 407 visto insinuarse las orinas en el grueso de las paredes del abdomen, hasta los lados del pecho, y producir depósitos siempre seguidos de la gangrena de la parte donde se forman , y de fístulas. A estos accidentes se unen con bastante freqüencia los de la reabsorción de las orinas y de su supresión. La curación de la retención de orina se reduce á dos indicacio- nes principales: primera, dar prontamente salida á este fluido, á fin de oponerse á los desórdenes que acabamos de exponer: segun- da, combatir las causas que impiden su expulsión de la vexiga. No podemos tratar aquí sino de la primera indicación, y de la segunda hablaremos á medida que expongamos las causas de la retención de orina. Se da salida á las orinas por la operación del catherísmo, (V. este artículo-) operación que puede considerarse baxo dos puntos de vista: primero, quando el canal de la uretra está libre, y ad- mite la sonda sin resistencia: segundo, quando algún obstáculo se presenta á su introducción Como la historia de estos es la misma que la de las causas de la retención de orina, el lector puede ver en la exposición de cada una de ellas el modo de conducirse en se- mejante caso. El catherismo, quando el canal está libre, es del que vamos á tratar; es menester considerar en esta operación: primero, el instrumento: segundo, el modo de introducirlo;y tercero, el de manejarlo después de la introducción. Se da el nombre de algalia ó sonda al instrumento del cathe- rísmo : las sondas son de dos especies ó sólidas ó flexibles. Las sondas sólidas se construían otras veces de cobre: Celso no conoció otras; pero el inconveniente de incustrarse del cardenillo, Jas hizo inmediatamente inútiles , y recurrir á las de plata , de las qua- les tenemos noticia haber sido empleadas por los árabes, y que des- pués se han conservado constantemente en la práctica; las de co- bre han merecido la preferencia, principalmente en el caso que de- ban vencerse obstáculos considerables ; porque este metal mas con- sistente permite el que se les démenos diámetro, sin la precisión de aumentar como en las de plata el grueso de sus paredes, y por consiguiente estrechar su calibre, por conservar su solidez. El largo de las sondas varía; seis pulgadas para las mugeres adul- tas es bastante , de quatro á cinco para las muchachas, diez y media pulgadas para los hombres adultos , de cinco hasta siete para las di- versas edades de la infancia; estos son los largos ordinarios de este instrumento. El grueso no es menos variable, dos líneas para la mu- ger, línea y medía para las muchachas, dos líneas y un tercio para los hombres, una línea y media, y una línea para las edades infe- riores. En general siempre que el canal está libre se prefieren las sondas gruesas, entran con mas facilidad, separan los pliegues del 408 RET canal, impiden hacer falsos caminos, y dan á la orina una salida muy fácil. Al contrario sucede quando hay embarazos con durezas en el canal, las sondas pequeñas son entonces preferibles. Desault empleaba en semejantes casos en los adultos las sondas de los mu- chachos , y como á pesar de su pequenez no se puede comunmen- te hacerlas penetrar sino es empujándolas con fuerza, él hacia dar- les mas grueso á sus paredes, á fin de que no se doblasen. La dirección de las sondas ha variado, las de Desault no tienen mas que una pequeña corvadura en el tercio de su largo, corvadu- ra que nace insensiblemente de su parte derecha, y se extiende hasta su pico inclusive. Ella es igual en todo, y representa la de un círculo de seis pulgadas de diámetro, la misma que se encuen- tra en todas las sondas, sea quai fuere su tamaño. Las de las muge- res no tienen sino una pequeña corvadura hacia su pico; disposición1 calculada por la dirección del canal de su uretra. Desault ha substituido á los ojos en forma de hendidura, que se hacian otras veces en los lados del pico de las algalias, dos aber- turas elípticas, cuyos bordes son redondos. Todos los prácticos ha- bían reconocido el inconveniente de estas hendiduras, en las quales la membrana interna de la uretra se enganchaba muchas veces, se mordía y desgarraba, lo que daba motivo á vivos dolores, y algunas veces, aun derrame de sangre abundante. Petít creyó no poder evi- tar este accidente , sino es suprimiendo estas hendiduras; en conse- qüencia hizo practicar en la extremidad de las algalias una sola aber- tura circular, cerrada por un estilete de botón; pero vio muy pron- to el defecto de estas nuevas sondas. El estilete que queda en su cavidad les priva de la ventaja de poder servirse de ellas para hacer' inyecciones en la vexiga; ademas, detienen las viscosidades ó los coágulos de sangre que algunas veces arrastran consigo las orinas, y se oponen á su salida. Petit inventó otra sonda, cuyo extremo estaba terminado en forma de aceytuna, abierto en su extremidad: creyó que por medio de esta forma de aceytuna se podría introducir esta sonda abierta, sin que el texido esponjoso de la uretra se enganchase en su abertura, y fuese rasgado; pero este medio por mas ingenioso que sea, no lo adoptó la experiencia. Garengot aconseja cerrar la abertura de estas sondas por medio1 de un estilete , teniendo en uno de sus extremos un ojo semejante al de las agujas: se pasan quatro ó cinco pedacitos de hilo en esta abertura; se les detiene por nudos, y se les corta del largo de dos ó tres líneas. No se introduce el estilete en la sonda hasta que los hilos hayan salido ; después se retira un poco para llamar los hilos al nivel de la abertura de la sonda; se empapa el todo en sebo derretido. Quando se quiere dar salida á las orinas, se retira entera- RET 409 mente el estilete que atrae con él los hilos y el sebo. No se puede negar que este proceder es ingenioso, pero no lle- na el objeto para que ha sido inventado.Quando se encuentran obs- táculos en el canal, el sebo y los hilos se ocultan ó detienen en la cavidad de la sonda, los bordes de la abertura sobresalen, y rena- cen los inconvenientes que se quieren evitar. Es mucho mas simple y mas ventajoso dar una forma elíptica á los ojos de las algalias. De- sault impedia que la membrana interna de la uretra se enganchase en estas aberturas, llenándolas de sebo , después de haber introdu- cido una candelilla de goma elástica de estas sonda . La candelilla no tiene aquí otro destino que impedir al iebo penetrar en la cavi- dad de la sonda, mientras que se encamina á las aberturas elípticas, y de atraer al sebo que tapa estas aberturas, quando se retira des- pués de haber penetrado en la vexiga. La invención de la sonda de gema elástica por Bernard es uno de los descubrimientos mas felices, con lo que se ha enriquecido la Cirugía en este siglo. Los prácticos habian conocido la necesidad de Jas sondas flexibles para la curación de las enfermedades de las vias urinarias, y todas aquellas que han sido hechas antes que las de este hábil artista, no ofrecen sino imperfecciones. Las sondas de Cuerno propuestas por Vanhelmont tienen el inconveniente de ser muy fuertes, y de incustrarse prontamente. Las de cuero reco- mendadas por Fabricio de Aquapendente, ablandadas por las ori- nas y el moco de la uretra, se achatan sobre ellas mismas, y no conservan su cavidad. El cuero interior que cubre á las que son hechas de hilos ó láminas de plata, rodeadas en forma de espirales, se alteran y pudren prontamente, y su extremo no estando unido al cuerpo de la sonda, sino por el hilo de plata en que se termina, detenido en el cuello de la vexiga ó en algún otro lugar del canal, puede desprenderse, y quedar en estas cavidades. No se puede poner ninguno de estos defectos á las sondas de Bernard ; están formadas de una especie de trenza de seda , ó de pelo de cabra cubierta de goma elástica ; tienen la flexibilidad ne- cesaria para acomodarse á las diferentes corvaduras de la uretra, no se ablandan con las orinas, y conservan siempre la libertad de su canal, su superficie lisa é igual, las preserva tanto tiempo como á las algalias de ¡ncustraciones terreas. Como estas sondas son em- pleadas principalmente en la curación de las enfermedades de la uretra , en donde su introducción se hace muchas veces díficíl, se les guarnece de un estilete de fierro ó cobre como las algalias. Los primeros son preferidos á los de cobre, porque se doblan menos, y conservan l? corvadura mas exactamente. Hay dos modos de introducir la sonda; á saber, por encima del vientre ó por debaxo de él, como lo hemos expuesto en el ar- TOMO VI. FFF 410 RET tículo catherísmo, adonde nos remitimos. Estos dos métodos no tienen entre sí mas diferencia que lo que se hace en el uno en dos tiempos, se executan en el otro en uno, lo que hace que Ja operación sea mas larga, mas difícil y mas dolorosa; por tanto, la mayor parte de prácticos no siguen el último método , esto es, por debaxo del vientre, sino quando los enfermos tienen el vientre muy grueso, ó que están situados como para la operación de la talla, de modo que se hace incómoda la introducción de la sonda hasta debaxo del pubis. Quando no hay ningún embarazo en la uretra, los cirujanos que tienen costumbre de sondar, penetran ordinariamente sin tra- bajo y sin esfuerzo hasta la vexiga: esta operación tan simple para ellos, se hace muchas veces difícil para los jóvenes principantes, y sin experiencia ; tanto que en lugar de dirigir la sonda según el trayecto de la uretra , se forman obstáculos, sea apoyando el pico sobre las paredes de este canal, ó bien formando repliegues. En- tonces es menester retirar la sonda algunas líneas , después se vuel- ve á empujar de nuevo, cambiando un poco la dirección; si esta segunda tentativa no es mas fácil que la primera, y que la sonda se ha detenido en el perineo, se pone por debaxo del escroto la mano que sostenía al miembro para reconocer el lado á que se ha inclinado el pico de la sonda, y dirigirlo convenientemente mien- tras que se acaba de introducir. Si el instrumento no puede pasar por la porción del canal que corresponde al recto, se introduce en este intestino el dedo índice, con el quai se sostiene la sonda, mientras que se ensancha el canal tirando el recto hacia abaxo y hacia adelante ; en fin, si á pesar de estas precauciones no se consigue el fin, es menester cambiar de sonda , tomar una gruesa ó mas pequeña, ó de diferente corvadu- ra , haciendo antes algunas tentativas con una sonda de goma elás- tica sin estilete ; pero en todos casos no se debe empujar la sonda con fuerza por miedo de no desgarrar la uretra, y hacer un falso camino. Se puede estar seguro que la sonda está en la vexiga , por lo que se ha introducido de ella, por la falta de resistencia que expe- rimenta su pico , haciéndole girar sobre su exe, y por la salida de las orinas. ¿Deberá evacuarse inmediatamente toda la cantidad de orina que contiene la vexiga , ó debe no dársele salida sino es por intervalos, y en pequeña cantidad cada vez? Esta última opinión ha tenido algunos partidarios: temen que vaciando enteramente la vexiga no lleguen á juntarse sus paredes; pero siguiendo su con- sejo llegarían á perder su elasticidad en conseqüencia de la conti- nua extensión. Ademas no haciendo salir mas que una corta por- ción de la orina, la que se conserva forma en el fondo de la vexiga RET 4it un depósito espeso que se vuelve pútrido por su mansión, y pro- duce muchas veces impresiones dañosas sobre las paredes de esta viscera. Otros prácticos han dado en un exceso opuesto: quieren que por medio de la sonda dexada en la vexiga , y siempre abierta, salga la orina á medida que llega á esta viscera. Este otro método tiene también sus inconvenientes; las fibras de la vexiga estando siempre relaxadas no pueden recobrar su resorte. Agreguemos á este inconveniente que la vexiga siempre vacía , se apoya ó toca contra el extremo de la sonda , se irrita, causa dolor , y muchas veces ul- ceraciones en los puntos de su contacto. Ademas la sonda se llena de viscosidades, y se incustra mucho mas pronto que quando está cerrada; y los enfermos se ven en la precisión de estarse en la ca- ma , ó sufrir el disgusto de estar siempre mojados por sus orinas, ó de llevar continuamente una vasija en que recibirlas. Creemos que es mucho mejor dar salida á la totalidad de las orinas, hacer in- yecciones en la vexiga para lavarla de las materias mucosas que pueden estar depositadas; tapar después la sonda ó retirarla, y no evacuar de nuevo la orina, sino quando se haya acopiado una can- tidad suficiente para extender moderadamente las fibras de la vexi- ga. Estas alternativas de extensión y relaxacion producen sobre esta viscera el mismo efecto que el exercicio moderado sobre las otras partes del cuerpo. Quando se hace uso de una sonda de goma elástica , y que los enfermos deben llevarla muchos dias, se tiene cuidado de no introducirla sino es lo necesario para que los ojos pasen mas allá del cuello de la vexiga ; si dicha sonda es muy larga se corta lo conveniente. Se sujeta después por muchos hilos de algodón, re- unidos en forma de cordón , en la parte media, de los quales se ha- cen sobre la extremidad de la sonda muchos nudos circulares á dis- tancia de dos líneas de la glande, colocando el último nudo supe- riormente: se conducen los dos hilos principales por encima de la corona de la glande, en donde se sujetan por un nudo simple. Se les vuelve después sobre los lados de la glande, hasta su raiz, y allí se sujetan por otro nudo simple, volviéndolos en fin á la sonda donde se hace un tercer nudo, y muchos circulares con lo sobran- te de los hilos. Se puede también sujetar la sonda del mismo modo sobre el cutis del miembro, volviendo los dos cordones, anudán- dolos y dirigiéndolos después sobre la sonda en donde se les suje- ta igualmente. Sea en uno ó en el otro de estos dos lugares, la preríon largo tiempo continuada de los hilos sobre la parte produ- cirá una escoriación ó ulceración. Si se ha hecho uso de una algalia de plata, se sujeta con dos cin- tas atadas á los anillos de su pabellón, se les hace pasar por deba- 412 RET xo de las asentaderas para sujetarlas á una venda que da vuelta al cuerpo; es inútil emplear otros cordones para fixar la sonda hacia adelante, porque solo subiendo en esta dirección es como puede salirse de la vexiga ; es menester tener cuidado que los cordonci- tos inferiores no sean muy cortos, y que no mantengan la sonda muy baxa, inclinada hacia el escroto: de otro modo su pico levan- tado hacía las paredes anteriores de la vexiga, la irritaría, y po- dría causar accidentes dañosos; mientras que la parte derecha de este instrumento apoyando constantemente sobre la parte de la ure- tra que corresponde al pliegue del miembro del lado del escroto, ocasionaría la inflamación y la gangrena. Se da salida á las orinas cada dos 6 tres horas, mas pronto ó mas tarde , según son mas ó menos abundantes, y la necesidad de evacuarlas mas urgente. No se puede esperar siempre á los cona- tos de esta viscera. La vexiga poco sensible se distiende algunas veces de tal modo antes de excitar la gana de orinar, que nada impide tanto que ella tome su elasticidad natural, como estas ex- tensiones forzadas. Se saca la sonda cada seis á ocho dias para la- varla, y oponerse á que je incustre, y visto que se ha acomodado durante su mansión á la corvadura del canal, se vuelve á introducir las mas veces sin estilete con la mayor facilidad. Después de haber examinado en general la indicación principal de la retención de orina, y la de dar salida á este fluido, es me- nester entrar en el pormenor de las modificaciones particulares que sufre esta indicación; porque como estas modificaciones están esencialmente ligadas á las causas de la enfermedad , es necesario considerar separadamente cada una de estas causas. Se pueden re- ducir á tres clases principales. Primera, las unas existen en las pa- redes de la vexiga, que han perdido de diversos modos su fuerza de contracción, como sucede en la vejez, la floxedad , el abuso de los diuréticos, las afecciones del cerebro, de la médula espi- nal , la extensión de las fibras de la vexiga, su inflamación , un hu- mor fixo en ella, &c. Segunda, otras tienen su sitio en la misma vexiga, como fungosidades, coágulos de sangre, la piedra, la mu- cosidad aumentada de la membrana interna, &c. En fin, las últi- mas existen en la vexiga ; tales son por exemplo, la mutación del lugar de las visceras vecinas que comprimen la uretra, los tumo- fes desenvueltos en la pelvis que producen el mismo efecto , &c." Mr. Desault sigue exponiendo extensamente cada una de estas es- pecies en su obra de las enfermedades de las vias urinarias, la que se halla traducida al castellano con notas muy oportunas por Don Antonio Alfaro , adonde nos remitimos. RETINA. (Anat.) Se llama así una de las túnicas que compo- nen el ojo, y la que forma el mismo nervio óptico. (V. vista.) REU 413 REUMA , REUMATISMO. (V. en la clase de dolores el género II.) REUNIÓN. (Cir.) * Se llama así la acción por medio de la quai se unen ¡os labios de una herida, qu?ndo se mantienen arrimados uno á otro, á fin de que la naturaleza pueda consolidarlos. {V. con- solidación.) La reunión se hace por medio de la situación de la parte , por el vendage y aparato metódico , y por la sutura, me- diante hilo y agujas; los primeros medios son preferibles á las su- turas siempre que basten, y la experiencia ha demostrado que bas- tan casi siempre ; como Mr. Pibrac , Director de la Academia de Cirugía de París, lo probó en una excelente disertación sobra el abuso de las suturas , publicada en el tomo 3.0 de las memorias de aquella sociedad. Las heridas á lo largo se retinen muy fácilmente con el venda- ge unitivo. (V. encarnativo.) La situación de la parte ayudada de un vendage es suficiente para las heridas transversales de la par- te anteríor del cuello; hay exemplos de heridas que interesaban la traquearteria casi enteramente cortada, y que han sido curadas con solo tener la cabeza inclinada hacia adelante, y la barba apo- yada sobre la parte superior del pecho: del mismo modo se reuni- rán las heridas transversales de la parte posterior del cuello, te- niendo la cabeza bastante inclinada hacia atrás con un vendage con- veniente que será el divisivo de la parte anterior. Las heridas trans- versales del tendón de Aquiles serán reunidas por el vendage, y la situación de ía parte. (V. rotura.) Las heridas transversales de la parte posterior del metacarpo con lesión de los tendones extenso- rios pueden ser reunidas teniendo cuidado de tener la mano vuel- ta , para cuyo caso hay una máquina muy útil. Pero lo que hace ver los grandes recursos del arte entre las manos de los que nacie- ron con genio á propósito para exercerlo, es el vendage inventa- do poco hace por Mr. Pibrac para la reunión de las heridas trans- versales de la lengua; esta parte está sujeta á ser cortada con los dientes: en las caidas, en las convulsiones epilépticas , y en otros males, los antiguos prescribían la sutura; bien se dexa ver quan difícil es coser la lengua; la especie de freno que Mr. Pibrac ha inventado tiene una bolsita , en la quai se contiene fácilmente la lengua de modo que se obtenga sin inconveniente la reunicn de la herida hecha en ella. El pormenor de las curaciones logradas con este vendage inge- nioso está en el tercer tomo de las memorias de la Academia de Ci- rugía de París. Las heridas obliqüas y transversales , cuya reunión no puede esperarse con solo la situación de la parte, admite la apli- cación de los emplastos aglutinantes, conocidos con el nombre de sutura seca , primeramente se adoptaron para las heridas de la ca- 4*4 RIC ra, pero el buen efecto que hacen en ellas ha determinado apli- carlos á toda especie de heridas. Para servirse de la sutura seca hacemos afeytar las cercanías de la herida si están cubiertas de pelo; se lava para limpiarla de los cuerpos extraños, ó de los simples quajarones, porque se opondrían á la consolidación ; el agua tibia ó el vino caliente bastan para esta loción ; luego se aproximan los labios de la herida , y se les hace contener por un ayudante mientras el facultativo aplica las lengüe- tas con emplastos de vetónica y de Andrés de la Cruz. En caso que los puntos de sutura se creyesen indispensables, se deberá dis- minuir su número, interponiendo de punto á punto una lengüeta aglutinante; esta sutura mixta libertará al enfermo de una gran parte de dolor en la operación , y de los accidentes que traen casi siempre los puntos de sutura. Si una hinchazón, una erisipela , ó alguna erupción cutánea nos obligasen á quitar el emplasto aglutinante antes de la perfecta consolidación de la herida , ó quando la cicatriz está reciente, se- ría preciso tener la precaución de quitarlo por una de sus extre- midades hasta junto á la división , poniendo el dedo sobre la piel que cubría el emplasto al paso que se va desprendiendo para faci- litar su separación, é impedir las dilaceraciones que su adherencia podría ocasionar; luego se toma la otra extremidad para llevarla á igual distancia del otro labio de la división ; lo restante se despren- de con unos pequeños movimientos opuestos y alternativos; por no tomar las medidas prescriptas corre riesgo muchas veces de rasgar una cicatriz tierna si se tira del emplasto de una parte á otra , siguiendo la misma dirección. Lo restante de la cura de una herida reunida por la situación de la parte , el vendage y la sutura seca , no difiere en nada de la cura ordinaria de las heridas. (V. es- te artículo y el de sutura.) * REYES FRANCO. (Gaspar de los) Natural de Lisboa, Doc- tor de Medicina en Ebora, y médico en Carmona. Escribió la obra intitulada: Elisius jucundarum quastionum campus: es á saber, fi- losóficas , teológicas, fisiológicas, y especialmente médicas. Bruse- las, 166i, fol. R1CCINO, PALMA CRISTI, ó HIGUERA INFERNAL. (Mat. Méd.) Esta planta crece con abundancia en la América Austral, en la África , en las costas del mar de Cataluña, y en el Reyno de Valencia , Murcia, Andalucía y Extremadura. De sus simientes se saca un aceyte , cuyo uso se ha recomendado mucho en los cólicos espasmódicos inveterados y complicados con un es- treñimiento tenaz, y también como un antielmíntico muy pode- roso : (V. cólico.1 tiene la ventaja particular de obrar con mas prontitud que otros purgantes y con mucha suavidad. La dosis or- diñaría de este aceyte es de una cucharada ó media onza; pero se encuentran muchas personas que necesitan doble cantidad , y es raro que resulte algún mal quando se aumenta un poco la dosis or- dinaria : sobre todo se debe notar, que quando se reitera con fre- qüencia este medicamento se puede disminuir su dosis cada vez por grados; este aceyte no tiene otro inconveniente que el ser in- grato á ciertas personas, lo que produce una desazón y pena en el estómago algún tiempo después que se le ha tomado , quando su dosis es considerable. Este aceyte adquiere con mucha facilidad un grado de rancidez que le hace mas ingrato; pero puede evitarse este inconveniente echándole un poco de la tintura de sen ó del elixir de salud de la farmacopea de Edimburgo. Para evitar la ran- cidez se saca por expresión poco antes de usarlo, como se previe- ne en muchas farmacopeas. RÍÑONES. (Anat.) Se llaman así dos cuerpos glandulosos si- tuados en la parte posterior, uno á cada lado del espinazo, fuera del peritoneo, anidados en una gran porción de gordura, y apo- yados sobre los músculos , quadrado de los lomos, psoas y trans- verso del abdomen , sobre una porción carnosa y tendinosa del dia- fragma, y sobre las últimas costillas falsas. La situación de entram- bos es profunda: el derecho tiene delante de sí superiormente el hígado y la capsula atrabiliaria ; después el intestino colon, el ciego, y el duodeno, y por abaxo una porción del ileon: el iz- quierdo sostiene el bazo y el páncreas, y le cubren anteriormente el colon por la parte externa, y una porción de intestinos delga- dos por la interna. Varios pequeños pliegues del peritoneo, que sir- ven como de ligamentos, atan el riñon derecho al hígado, al colon y al duodeno, y ligan el riñon izquierdo con el colon y el bazo. Regularmente el riñon derecho está mas abaxo y mas atrás que el izquierdo. Su longitud iguala casi la de quatro vértebras, desde la oncena dorsal hasta la quarta lumbar. Su latitud viene á ser la mitad de su longitud , y su espesor es todavía menor que su lati- tud. El tamaño de ambos riñones es algunas veces desigual, y en el feto son mayores que en el adulto con relación á su cuerpo. De ordinario no hay mas que dos ríñones separados enteramen- te uno de otro; pero no es muy raro hallarlos unidos por sus ex- tremidades inferiores, y en el gabinete anatómico del Colegio Real de San Carlos se conserva una pieza , en que los riñones así unidos forman un arco, cuya convexidad baxa hasta la última vértebra lumbar, y cada riñon recibe dos arterias y dos venas renales. Sin embargo algunas veces no se ha hallado mas que un riñon mayor de lo regular , y otras veces se han encontrado tres y quatro. La figura de los riñones es la de una judía, por lo que tienen dos ca- ras, una anterior y otra posterior, dos extremidades, una superior 4*6 RIÑ y otra inferior, y dos bordes, uno externo y otro interno. Ambas caras son chatas, y la posterior suele serlo mas que la anterier, así como es mas ancha. En el feto y en la infancia la superficie de estas caras es muy desigual; pero en el adulto la gordura que llena los huecos de las desigualdades pone la superficie lisa. La extremidad superior es mas corta, mas gruesa , y un poco mas inclinada hacia dentro que la inferior. El borde externo es convexo, y el interno cóncavo y excavado por una escotadura profunda, que coge mas de la cara anterior que de la posterior, y se llama sinuosidad del riñon. Esta escotadura presenta tres lados curvilíneos , uno supe- rior , otro medio, y otro inferior. En el hombre , y en la mayor parte de los animales, cada ri- ñon , aunque se cuenta por una entraña sola, se compone de un número incierto de riñoncítos menores, que en el feto humano se ven distintos en forma de lóbulos, reunidos únicamente en una viscera por medio de un texido celular; pero algunos meses des- pués del parto, conforme al texido celular , adquiere mas fuerza, ata mas estrechamente los riñoncítos; la presión de los músculos abdominales iguala su superficie ; y al fin desaparece la estructura lobulosa, que sin embargo puede restablecerse aun en el adulto, si inyectando agua por la arteria renal se llena y afloxa el texido celular. Los riñones no tienen mas que una membrana externa, inde- pendiente del peritoneo, simple , muy robusta, compuesta de un texido celular, denso y apretado , y fuertemente asida á la subs- tancia interna del riñon por un texido celular corto, que se intro- duce dentro de la substancia del riñon. Sin embargo muchos auto- res dan á los riñones otra membrana mas exterior, que llaman adi- posa , la que no es otra cosa que la porción de gordura lumbar bastante consisteme en que están metidos Jos riñones , y las capsulas atrabiliarias; por lo que es enteramente extraña á esta viscera. Los anatómicos distinguen comunmente en el riñon tres subs- tancias, cortical, tubulosa y mamilar; pero en rigor las dos últimas son una misma. Cada riñoncito de los que unidos por un texido ce- lular forman el riñon total, se compone de dos substancias, una exterior y otra interior. La primera, adherida á la membrana ex- terna, es bermejiza ó amarillenta, blanda, muy vasculosa, y casi grumosa, y envuelve á modo de corteza la substancia interior; por lo que se le da el nombre de substancia cortical. Esta substancia en los sitios en que dos riñoncítos se tocan , forma una especie de septo, que divide el riñon desde el borde convexo hasta el cónca- vo , y estos septos son tantos en general, quantps son los pezon- citos que encierran. La otra substancia , que es interior, es mas blanquecina y mas dura, y se compone de muchos tubos cilín- RIÑ 4,7 dricos que nacen de todo el ámbito de la substancia cortical entre- mezclados con esta y con muchas fibras celulares. Muchos de es- tos túbulos, convergentes á modo de rayos, se juntan en un hace- cito que remata en un extremo obtuso y redondeado á modo de ezoncillo, por lo que se conoce la substancia interior con el nom- re de tubulosa 6 mamilar. Quando esta substancia se diseca, se ven en su interior muchas estrías y surcos que proceden de la substancia cortical, y en cada pezoncillo se descubre un gran nú- mero de poros, que son los orificios de los túbulos reunidos , por los quales fácilmente se exprime la orina; y así se llaman estos tú- bulos conductos urhiíferos. El número de pezoncillos es incierto, pues suelen encontrarse desde ocho hasta diez y ocho , y aun mas, porque muchas veces se suelen juntar dos, tres, y aun quatro ha- cecitos de tubos uriníferos en un solo pezón. De la circunferencia de cada pezoncillo , desde que se eleva de la substancia del riñon, nace un cáliz ó embudo membranoso, ro- deado de bastante gordura, dentro del quai está contenido el pe- zoncillo ; bien que algunas veces dos pezones menores é inme- diatos se hallan encerrados en un mismo cáliz. Después estos cá- lices , reunidos en mas ó menos número, forman tres troncos, uno que viene de la parte superior del riñon , otro que sale de su parte media, y otro que sube de la inferior. Por último es- tos troncos juntándose fuera del riñon , forman una especie de re- ceptáculo, llamado pelvis , ancho en el medio y estrecho en sus extremos, que se apoya contra la *ara posterior del riñon, siguien- do su longitud. Escondida regularmente la pelvis por la artería y vena renales detras de las quales está situada , se angosta sucesiva- mente , y termina en un largo conducto cilindrico llamado uréter, (y. este artículo.) Las principales arterias del riñon son las renales, de las quales salen también las adiposas superiores y medias, que van á la gordu- ra que envuelve el riñon. Las adiposas superiores que vienen siempre de las espermáticas. Las venas renales y las adiposas que proceden de la vena cava inferíor. Los nervios renales traen origen de los ple- xos del mismo nombre. (V. nervios.) Los dos, tres ó quatro ramos en que suele distribuirse la arteria renal antes de entrar en el riñon, vestidos de una especie de vayna celular, se introducen en él por su sinuosidad, aunque alguno de ellos entra á veces por la extremidad superior ó por la inferior. Lue- go que están dentro forma cada uno de ellos un arco correspondien- te á la concavidad de esta viscera, de cuya convexidad salen mas ó menos ramos, que siguen cada uno un septo cortical; y en la par- te media del riñon se divide en dos, que subdivididos en otros se dirigen unos hacia arriba y otros hacia abaxo; rodean la base de los TOMO vi. GGG l 418 RIÑ pezoncillos anastomosándose á veces entre sí;y últimamente, envían numerosos ramos rectos á la substancia cortical, á la que algunos, y no pequeños, atraviesan muchas veces, y rematan en la gordura exterior. De la concavidad de los arcos nacen otras ramificaciones, que se introducen en los septos, en la substancia mamilar y sus pe- zones, en los cálices y en la gordura que los rodea, y algunos en- tran en la pelvis. Las venas renales se distribuyen dentro del riñon del mismo modo que las arterias, solo que suelen con mas freqüen- cia formar arcos, á veces dobles, que rodean la base de los pe- zoncillos. Los ramitos rectos que de los arcos arteriosos se extienden hasta la substancia cortical, quando llegan á la túnica externa se reflecten formando nuevos arcos, y vuelven serpeando al interior del riñon, pasando entre los tubos uriníferos. Esta estructura vasculosa de la substancia cortical se descubre » oíuiple vista, si se inyecta en las arterias cola teñida con cinabrio; pues toda la substancia cortical se pone colorada, por lo que todos los anatómicos convienen en que esta substancia se compone principalmente de vasos unidos por un texido celular delgado. Mas no están igualmente acordes en si entre los extremos de los vasos y principios de los túbulos urinífe- ros median verdaderos granos glandulosos, como pretenden los par- tidarios de Malpíghio; ó bien si estos túbulos nacen inmediatamen- te de aquellos vasos, según la opinión de Ruyschio, quien dice, que los granitos que algunas veces se encuentran , no son mas que pe- lotoncitos de vasos. A la verdad las razones y los experimentos de los Ruyschianos no permiten admitir granos glandulosos, como su- ponía Malpíghio; pero estas razones no militan contra los granos glandulosos, y la experiencia confirma esta misma estructura en los granos glandulosos de los riñones; pues si se inyectan con cola te- ñida con cinabrio todas las arterias de un riñon, con la precaución de no romper ninguna arteria ó vena capilar, y después se corta el riñon á rebanadas: examinando estas con un microscopio se ve en los cortes, que algunos de estos granos abiertos presentan sus cavi- dades internas, otros su superficie externa, y otros los orificios de los túbulos uriníferos: que la cavidad de estos granos está llena de cola sin color: que en la superficie interna tienen muchas eminencias, compuestas de vasitos sanguíneos llenos de cola teñida , que enreda- dos entre sí forman una red, y van de la basa al vértice , y de este vuelven sin interrupción á la basa; y que otros muchos rodean tam- bién los túbulos excretorios que no conducen mas que; cola sin color. Lo dicho hasta aquí demuestra bastantemente que el uso de los riñones es filtrar la orina, y conducirla por los conductos uriníferos, y por el uréter á la vexiga. (V, este artículo y el de la orina.) B, R1V 419 RIOLAN. (Juan) (Biog.) Médico de la facultad de Paris: na- ció en Amiens; y murió en el año de 1605 : fué uno de los mas ze- losos lefensores de la doctrina de Hipócrates, y adversario de los químicos. Hay de él diversas obras de Medicina y de Anatomía, impresas en colección en el año de 1610, Paris, en folio: este mé- dico tenia una vasta literatura, escribía y hablaba con una admira- ble facilidad. Sus libros son consultados aun en el dia. Los curiosos buscan su Gigantplogia, ó Discurso sobre los Gigantes,París, año de 1618, en 8.° Nic.Habícot respondió á esta obra por su Ant¡-Gi- gantologia en 8.° el mismo año. D. H. riolan. (Juan) Hijo del precedente: fué también doctor de la facultad de Paris; y murió en el año de 1657 ; á los 77 de edad. Fué profesor real de Anatomía y Botánica; y después médico de María de Médicis, madre de Luís xm. Tenemos de Riolan un gran número de escritos de Anatomía , en cuya ciencia hizo muchos des- cubrimientos muy útiles. D. H, RISA. (Fisiol.y Pathol.) Se da este nombre á un movimiento ir- regular, que se manifiesta en los músculos de los labios y en lo demás de la cara, suele ser la conseqüencia de un sentimiento agradable. En el acto de la risa se hacen grandes inspiraciones, seguidas de espiraciones freqüentes, pequeñas y entrecortadas, con varías sacudidas del pe- cho. El ayre contenido en los pulmones es agitado sin ser entera- mente evacuado ,.la sangre suele detenerse y agitarse por los sacu- dimientos que experimenta algunos momentos. La risa moderada se- guramente es saludable, pero si es excesiva puede producir acci- dentes muy funestos: la historia de la Medicina está llena de estos casos, pues en las risas violentas han solido seguirse grandes con- vulsiones , caros y la muerte; y no pocas veces la dislocación de la mandíbula inferior. Sería difícil de explicar cómo el alma obra sobre el cuerpo para producir la risa; y asi solamente se pueden mirar las causas que la producen, como estímulos ó principios irritantes, que obran parti- cularmente en los órganos de la respiración: las convulsiones, di- gámoslo así, que acontecen en los labios y en la laringe, quando Jas funciones del pecho están desarregladas, parecen probar que la risa es la conseqüencia de la irritación de los órganos y demás partes del pecho. risa sardónica. (Med.) Se llama así una especie de trísmo, que suele presentarse algunas veces en las calenturas nerviosas, y es síntoma también de un envenenamiento, en rigor no es mas que una convulsión clónica de los músculos de la mandíbula inferior ó quixada baxa, y de los labios. (V. la espbciexviii del génbro 11 de la clase de espasmos. ) RIVIERO. (Lázaro) Catedrático de Medicina en la Univer- 4*2o ROM sidad de Mompeller su patria, obtuvo esta plaza en el año de 1620, y murió hacia el año de 165 5, á los 66 de edad. Tenemos de él una excelente práctica de Medicina (PraxisMedica), y otras mu- chas obras impresas juntas en un tomo en folio. Esta colección se consulta con freqüencia. Los principios de su tiempo están expli- cados en ella con pureza, es verdad que sigue á Senerto en todos sus pasos, y que muchas veces transcribe páginas enteras sin citar- le ; pero lo que escribe prueba sin embargo que podia sin socorros extraños componer obras importantes. D. H. R1VINO. (Augusto Quiríno) de Leipsick. Profesor de Me- dicina y Botánica, murió en el año 1722, de edad de 70 años,con la reputación de un médico hábil, y de un botánico distinguido: hay de él introductio in rem herbariam, Lipsiac año de 1690, en folio: 2.0 Ordo Plantarum qua sunt flore irregulari monopetalo, año de 1699, en f°li°« ROB ó ARROPE. (Mat. Méd.) Se llama así qualquier zumo es- pesado , ó mas bien es una preparación oficinal de los zumos de frutas, cocidos con azúcar hasta adquirir mas consistencia que el xarabe: tenemos el arrope de moras y el de saúco en nuestras far- macopeas, que se usan como sudoríferos y atemperantes; pero pue- de asegurarse que todas las preparaciones de este género deben comprehenderse entre las que no tienen otro objeto que el de lison- jear al gusto del enfermo. Del rob anti-sifilístico de Laffecteur habla- remos en el artículo de las enfermedades venéreas. (V. también el artículo mieles medicinales.) RODADORES. (Anat.) Se llaman así algunos músculos , por- que sirven para contribuir al movimiento de rotación. (V. este ar- tículo.) Algunos anatómicos llaman también rodadores á los trocán- teres del fémur. (V. este artículo.) RODIO ó RH0D10. (Juan) Célebre médico: nació en Copenha- gue hacia el año de 1587. Pasó áPaduaen el de 1614: la morada de esta ciudad le agradaba de tal modo que fixó en ella su mansión. Ze- loso únicamente de su libertad sacrificó á esta todos los empleos. En el año de 1631.se negó, á una Cátedra de Botánica con la dirección del jardín Botánico, y otra de Física en Copenhague. Era coxo, pero este defecto corporal estaba compensado por las luces y la sa- gacidad de su espíritu. Hay de Rodio 1.° Nota in Scribonium Largum de Compositione Medieamentorum, en Padua año de 165 5 , en 4*0 2.0 Tres Centurias de observaciones Médicas, en Padua ano de i6f j, en 8.° 3.0 Un tratado de Baños artificiales ea el año de 1659 en 8.° y un gran número de otras diferentes obras en latín, llenas de erudición. Este médico sabio murió en Padua en el año de 1659, á los 72 de edad. D. H. ROMÁN DE CÓRDOVA. (Alfonso) Doctor de Medicina y RON 421 cirujano de Cámara del Monarca reynante. Escribió una obra de Teórica y Práctica de Cirugía. Madrid , 1639 , 8.° ROMBOIDE. (Anat.) Se da este nombre á dos músculos que se distinguen en mayor y menor. Se llaman así, porque juntos re- presentan casi la figura de un romboide. Es un quadrilátero que ter- mina por quato lados, que solamente tiene los ángulos y los lados opuestos ¡guales. Estos músculos, al parecer, representan uno solo, pero en realidad son dos distintos , uno superior mas estrecho y mas grueso, que viene del cuello, y otro inferior mas ancho y mas delgado, que procede de la espalda, por lo que algunos anatómi- cos los han llamado romboideo del cuello y de la espalda. Las ata- duras del romboide mayor y menor van á la parte del ligamento cervical posterior, á las apófisis espinosas de la última, y á veces de la penúltima vértebra del cuello, á las quatro superiores de la espalda, y á toda la basa del omoplato.... Sus usos son: le- vantar la basa de este hueso y arrimarla á la parte media de la columna dorsal; y por consiguiente baxar el cuello del omopla- to y el hombro. ROMERO. (Mat. Méd.) Este arbusto crece naturalmente y sin cultivo en todos los parages cálidos: es de olor fuerte y su sa- bor aromático acre, dice Boger, que depende del aceyte etéreo, de que abunda: es calefaciente y corroborante; y por consiguiente útil en todas las afecciones nerviosas, y que provienen de debilidad: algunos le han recomendado también contra la ictericia, las flores blancas, las obstrucciones glandulosas de los niños, y para promo- ver la menstruación: su aceyte destilado en dosis de quatro ó seis gotas áotes de la accesión suele cortar las tercianas. Con las flores y cálices de esta planta puestas en digestión en espíritu de vino se hace el agua destilada bien conocida, de la Reyna de Ungría. En ge- neral se usa muy poco, y solo en cocimiento, pero exteriormente. Se aplica en fomentos, cociéndole por lo común en vino blanco. romero. (Lorenzo) Médico catalán. Escribió un tratado in- titulado: Desengaño del abuso de la sangría y purga. Tarragona, 1623 , 8.° RONQUERA. (Med.) Es una afección de las fauces y de la traquea, que impide ó pone áspera y desagradable la voz, y es ge- neralmente síntoma del catarro, aunque también acompaña á las úl- ceras venéreas de las fauces, á la tisis &c( V. el artículo catarro en la clase dolores ) su curación depende de la del mal primitivo que la produce. RONQUIDO. El ronquido, que algunos confunden infundada- mente con el estertor, es un sonido acompañado de estrépito y es- tridor en la garganta, y principalmente hacia los conductos nasales; y se observa generalmente en los que duermen en una postura su- 422 ROT pina; pero á veces también es síntoma morboso y propio de las en- fermedades comatosas. ROSAS. (Mat. Méd.) Aunque los mas han atribuido virtudes particulares á cada una de las especies de rosas, estamos bien per- suadidos de que todas ellas tienen unas mismas propiedades. Estas flores contienen un principio espirituoso, y ofrecen un excelente analéptico: su zumo ó el cocimiento estimula el vientre , y se ad- ministra como purgante, especialmente en xarabe. A esta ac- ción general debe reducirse la que le han atribuido de ser útil contra la ictericia, la caquexia y la hidropesía: el agua destilada de rosas se usa comunmente en los colirios para las oftalmías, para inyecciones &c. y los polvos para las excoriaciones: con las rosas pálidas se prepara principalmente el xarabe y la conserva de rosas: la rosa silvestre es algo mas activa y algo astringente, y los anti- guos tenían por un antídoto contra la rabia á una substancia espon- josa, del tamaño de una nuez, que se forma muchas veces en los troncos y ramas de su arbusto. Si comparamos los usos que se ha- cen de las rosas comunmente parece que ha tenido mas aplicaciones al luxo que á la Medicina. ROSSEL. (Juan Francisco) De Barcelona, médico famoso: pu- blicó una obra intitulada: In sex libros Galeni de differentia et causis febrium, et symptomatum commentariorum: volumen pri- mero ¿ Barcelona, 1627, folio. ROTACIÓN. (Anat.) Se llama así el movimiento en redondo que executan ciertas partes del cuerpo, como el brazo,muslo, &c. También suelen llamar á este movimiento de honda, por compa- ración; porque se describe un círculo compteto, lo mismo que quando se juega la honda para despedir de este instrumento algún cuerpo. , RÓTULA ó CHOQUEZUELA. (Anat.) Se da este nombre á un hueso impar, llamado así por la semejanza que le han supuesto con una pequeña rueda: es un hueso par, simétrico con el de la otra rodilla , situado en la parte anterior y superior de la pierna, y en la anterior é inferior del muslo; pero esta posición respecto al fémur varía en los movimientos de flexión y extensión. Aunque su figura es en algún modo triangular, se puede dividir en dos caras, una anterior y otra posterior, tres bordes, dos laterales y uno su- perior , y un ángulo inferior. La cara anteríor es convexa, y tiene varias asperidades tendi- nosas. La cara posterior,transversalmente elíptica y articular, cons- ta de dos caritas cóncavas, separadas por una eminencia longitudi- nal, situada un poco mas hacia dentro que afuera, la quai corres- ponde al canal de la polea de Ja parte inferior del fémur. De las dos carítas la externa, que es mayor y mas hundida, corresponde al ROT 423 cóndilo externo, y la interna menor y menos profunda al cóndilo interno. En toda la circunferencia de la cara posterior se hallan va- nas desigualdades, á las quales se ata el ligamento capsular. Deba- xo de la eminencia dicha se ve una impresión desigual ligamentosa. Los dos bordes laterales, mas apartados por arriba que por abaxo, dan inserción inferiormente algunas fibras del ligamento inferíor de la ró- tula. El borde superior es el mas grueso, particularmente en sus ex- tremos, y tiene una impresión tendinosa desigual. El ángulo infe- rior es obtuso, y se arraiga en él la extremidad superior del liga- mento inferíor de la rótula. La rótula no tiene interiormente mas que substancia esponjosa, cubierta de una capa delgada de subs- tancia compacta. Puede considerarse la rótula como un hueso sesamoideo, supues- to que se forma en un tendón como los demás huesos de esta clase. A los primeros meses de la concepción no se ve en los parages que debe ocupar la rótula sino un tendón que sigue hasta la tuberosi- dad anterior de la tibia. Pero hacia el quarto mes se forma en el es- pesor de este tendón un tubérculo que toma la figura de la rótula, y adquiere mas volumen y consistencia á proporción que el feto se arrima mas al término de su nacimiento. Este tubérculo se vuelve pronto ternilloso; pero se mantiene en este estado hasta después del nacimiento, que es quando se aparece en su parte medía un punto óseo que se desarrolla y crece del mismo modo que en los demás huesos cortos. La formación de ia rótula en medio de un ten- don divide á este necesariamente en dos porciones, de las quales la inferior constituye el ligamento inferior de la rótula; pero como en la infancia tiene este hueso poco tamaño, pasan aun por encima de él algunas fibras tendinosas que van á la tuberosidad de la tibia, las que se hallan enteramente interceptadas con la edad á proporción que la rótula acaba de osificarse. Para poner la rótula en su situación se debe colocar el borde mas grueso hacia arriba, su cara articular atrás y la carita mas an- cha hacia afuera. Se articula la rótula con el fémur por artrodia. Los usos de la choquezuela son alejar la atadura de los músculos exten- sores de la pierna del centro de movimiento, y por consiguiente aumentar su fuerza. B. ROTURA. (Cir.) * Esta voz se aplica en la Cirugía á la rasga- dura ó división de una parte por causa de una extensión violenta á que no ha podido resistir ó estirarse mas. Los tendones demasiado estirados pueden romperse; y á este accidente se le llama también rotura. Mr. Petit ha presentado sobre esto varías observaciones á la Real Academia de las Ciencias año 1722 y siguientes, y ha tratado bien esta materia en su libro de enfermedades de los huesos. La rotura del tendón de Aquiles es la que sucede con mas fre- 424 R O T qüencia, y por la misma razón hace el asunto principal de las me- morias de Mr. Petit. Esta rotura puede ser completa ó incompleta. La posibilidad de la rotura completa por un solo esfuerzo está pro- bada con varios hechos; y para que se verifique basta que la parte tendinosa no haya podido resistir á la fuerza con que se hallaba es- tirada hacía arriba por la porción carnosa,y hacia abaxo por el peso del cuerpo. Mr. Petit presenta la observación de un saltador que se rompió completamente los dos tendones de Aquiles saltando sobre una mesa de tres pies y medio de alto; solo las puntas de los pies llegaron á la mesa, no apoyando en ella sino resbalando, y en quan- to el saltador pudo ponerse derecho; en este esfuerzo es donde se rompió los dos tendones.Este accidente puede suceder al montará caballo, ó al subir en el coche.Hay exemplos de fractura del hue- so del talón por la sola retracción del tendón de Aquiles en un paso mal dado; y los prácticos ¿aben , que la contracción forzada de los músculos extensores de la pierna es capaz de quebrar transversal- merte el hueso de la rodilla. (V. fracturan la RÓruLA.) Si Jos huesos, como está probado, pueden quebrarse por causas aparen- temente tan leves, ¿como podrán resistir los tendones quando los músculos hayan de obrar, no solo para resistir al peso del cuerpo, sino aun para levantarlo con fuerza? La fracción completa del ten- don de Aquiles no suele estar acompañada de ningún dolor, con tal que no haya desorden ninguno en los alrededores. Debaxo del cutis se percibe un espacio donde se pueden meter hasta tres dedos for- mado por la separación de los cabos rotos, y el enfermo no dexa de extender el pie por la acción de los músculos tibial y peroneo posteriores. La rotura incompleta del tendón de Aquiles causa mu- chos dolores; se siente una cavidad que baxa y sube hacia fuera quando se sube et pie; y que al contrario, sube y se hunde quan- do se extiende; y la inflamación que sobreviene inmediatamente á la parte no tarda en hacer progresos considerables. La cura de la fractura del tendón de Aquiles se logra fácilmente por medio del arte y de la naturaleza. El arte es absolutamente ne- cesario para aproximar los extremos separados de los tendones, y para mantenerlos arrimados mientras la naturaleza está trabajando para su reunión. Para hacer la primera operación hacemos tender al en- fermo boca abaxo, se le hace doblar la pierna, se comprime la pantor- rilla hacia el talón, y se aprieta este hacia la pantorrilla , extendien- do el pie hasta que se toquen los dos cabos del tendón roto. Mientras se hacen tener las partes en este estado se moja una compresa do- ble en aguardiente, con la quai se envuelve la parte herida; se aplica otra compresa mas gruesa, de dos pulgadas de ancho y dos pies y medio de largo posteriormente desde la corva hasta mas allá de los huesos del metatarso, cubriendo la pantorrilla, el talón y ROT 425 la planta del pie; se sujeta esta compresa con una venda de seis va- ras de largo y dos dedos de ancho; se principia dando tres ó qua- tro vueltas en el lugar de la rotura: luego se lleva la venda obliqüa- mente sobre el pie para pasar al través por debaxo de la planta para venir á hacer una cruz de San Andrés sobre el cuello ó garganta del pie: hechas así tres ó quatro circunvoluciones obliqüas de fuera adentro , y de dentro afuera; y pasando por debaxo del pie, y cruzando por encima se vuelve otra vez arriba, haciendo unas cir- culares hasta por encima de la pantorrilla: entonces se hace tener el globo de la venda por un ayudante, y se vuelven los dos cabos de la compresa lengüeta, que están libres. El cabo de la parte de la corva debe estar vuelto hacia el talón, y el de la planta del pie debe estarlo hacia el lado de la corva. Sujetamos el uno al otro con unos alfileres; y con lo restante de la venda pasamos y volvemos á pasar muchas veces por cima en diferentes partes de la pierna y del pie, pero sin apretarlos. Estos dos cabos vueltos así al revés el uno y el otro, y sujetados por la venda contienen el pie en su último grado de extensión , de modo que los extremos del tendón no solo es- tan aproximados, sino que se tocan y se aprietan mutuamente. El régimen que se prescribe al enfermo es conforme á las circunstan- cias ; se le hace sangrar dos ó tres veces, según es mas ó menos pic- tórico, y se hace humedecer el aparato con aguardiente de quatro en quatro horas; el quai puede quitarse al cabo de diez ó doce ho- ras , para ver como va la cura ; pero se vuelve á poner inmediata- mente , y la curación suele ser perfecta por lo regular al cabo de quarenta dias. Las roturas incompletas de los tendones, como vienen acompa- ñadas de inflamación y dolor, en conseqüencia de la atracción des- igual de las fibras tendinosas, exigen sangrías en mayor número , y los enfermos no siempre se curan sin accidentes, como en la rotura completa; porque comunmente se hace adherencia de los tendones á sus vaynas, lo que quita aquella facilidad de correr, que causa la buena disposición de aquellos órganos, tan propios al movimien- to. Mr. Petit ha inventado una máquina muy cómoda para la re- unión del tendón de Aquiles, y es menos embarazosa, según él di- ce, que el vendage que acabamos de describir. * Para presentar con extensión las ideas ulteriores que nos ofre- cen los cirujanos modernos sobre esta enfermedad trasladaremos aquí lo que dice Desault. «Para presentar con orden lo que se va á decir sobre el trata- miento de la rotura del tendón de Aquiles: i.° estableceremos con exactitud las indicaciones curativas que presenta esta división: 2.- compararemos con ellas los medios usados por diferentes autores; y de este modo demostraremos la ineficacia de casi todos ellos: XOMO VI* HHH 426 R O T 3.0 y haciendo referencia entre estas mismas y el aposito empleado por Desault, probaré que este las satisface convenientemente, y que baxo este concepto merece la preferencia. Poner en contacto los bordes de la rotura, y mantenerlos después así; tales son como en las otras heridas simples, los dos principios generales de su tra- tamiento. Lo uno presenta una fácil indicación, que es la fuerte extensión del pie sobre la pierna; las ideas que se originan de Ja otra son menos fáciles de satisfacer. A fin de que concibamos mejor esto, referiremos aquí quai es lo que impide el contacto de los dos extremos divididos. En el inferior son los movimientos de flexión del pie, en el superior las contracciones de los músculos gemelos y solar, á las que en nada se opone la continuidad del tendón, luego mantener el pie inmóvil en la extensión que se hizo para re- ducirle, y oponerse á la acción muscular, son las dos indicaciones generales de todo recurso que se emplee para mantener en con- tacto los dos extremos tendinosos. Por otra parte, se opone á dicha acción de diferentes maneras, ya con la relaxacion muscular per- manente , la que no es aquí muy difícil de conseguir con relación á los gemelos,á causa de la atadura que tienen á la parte posterior de los cóndilos del fémur; ya mediante una compresión hecha con método sobre ellos, del mismo modo que sobre el solar. He dicho metódicamente porque debe recaer principalmente sobre la parte carnosa, y no sobre el tendón, cuyos extremos hundidos con ella perderían su aproximación, y se reunirían no entre sí, sino con las partes vecinas; y de esta manera impedirían en gran parte los movimientos. Es necesario pues que al mismo tiempo que no se compriman mucho los extremos, no se les permita irse ni á la de- recha ni á la izquierda, lo que sería tanto mas fácil quanto que los huecos que se hallan por sus lados favorecen su separación. Ade- mas , el único medio de satisfacer este doble objeto es colocar en ellos una porción de hilas, por exemplo, las que formen una ele- vación censíderable, que defienda por la parte posterior al tendón, y que le contengan por los lados. Esta compresión, que debe efec- tuar el vendage, parece haberse ocultado á todos los autores, que no la han colocado entre las indicaciones curativas. ¿Quien no ve desde luego que con ella estando imposibilitados los músculos para contraerse, se debilita poco á poco su irritabilidad con la costum- bre de estar siempre relaxados, y el extremo superior ni se dirigirá hacia arriba, y ni se separará del otro? ¿Por que no ha de ser aquí lo mismo que lo que se practica con el vendage unitivo en las he- ridas transversales, en donde el mayor número de los circulares que cubren el miembro está destinado principalmente á debilitar la fuer- za muscular; lo que se executa en el labio leporino, en donde las compresas obran comprimiendo tanto los músculos, quanto apro- ROT 427 ximando los tegumentos de los carrillos hacía la división? Por otra parte, ¿ ademas de debilitar dicha fuerza, esta compresión no es tan- to mas ventajosa para precaver la tumefacción del miembro, efecto casi inevitable de la quietud y falta de acción? Lejos de ser, como dice Luis, este el primer inconveniente del vendage de Petit, for- ma una de las principales ventajas que le prefieren á los demás prácticos. Resulta de todo lo que viene dicho que tales son las tres con- diciones, que deben adornar á todo vendage destinado á mantener en contacto los extremos divididos del tendón de Aquiles: i.a la in- movilidad del pie sobre la pierna: 2.a la inmovilidad de esta en me- dia flexión sobre el muslo ; y 3.a la compresión metódica exercitada sobre toda la pierna y pie, no llegando hasta el tendón, sino para formar una resistencia hacia atrás y por sus lados. Comparemos es- tas indicaciones con los métodos de los autores. Se puede reducir á tres modos generales el tratamiento curativo empleado por ellos. El primero consiste en abstenerse de todo medio artificial, y aban- donar el cuidado de la curación á la naturaleza y á la buena situa- ción. Al segundo pertenecen las suturas destinadas á mantener apro- ximados los extremos de la división: el tercero comprehende los diferentes apositos empleados con este mismo objeto. Muchos autores han proscrito en estos últimos tiempos en Fran- cia é Inglaterra el uso de todo medio externo, Pibrac y Dupouy piensan que la sencilla precaución del enfermo en no doblar el pie con el auxilio de un reposo constante debe ser suficiente. Hoin y Gauthier refieren muchos exemplos confirmativos de esta doctrina. M. f.Rodbard, cirujano de Ypswich, habiéndosele roto á él mismo el tendón á tres pulgadas por cima del talón, saltando un arroyue- lo, y en lugar de colocarse en cama, continuó el exercicio de su profesión: andaba todos los dias sin mas precaución que la de no doblar el pie; y cinco años después, dice él, que ya podia cami- nar, correr, subir y baxar sin dolor alguno; en una palabra, la pierna enferma desempeñaba todas sus funciones del mismo modo que la otra. Se refiere la historia de un enfermo curado sin venda- ge por A. Petit. En quanto al segundo método los antiguos siguieron un rumbo no menos incierto , y mucho mas perjudicial. La costumbre gene- ralmente consagrada á las suturas se extendía á las heridas de los tendones; y asimismo se aplicaban para estos con mas especialidad, porque el uno de los dos extremos arrastrado con fuerza por la por- ción carnosa que viene á terminar en él, se creía que habia preci- sión de oponer á esta fuerza una mas grande resistencia. ¿Que nasta l7&2' T). H. RUBEFACIENTES. (Mat. Méd.) Son los remedios que apli- cados á la piel excitan una ligera inflamación con rubicundez mas ó menos viva, y se usan para excitar la acción de las partes iner- tes, destruir el lentor de los humores, reanimar la circulación, atenuar y fundirlos fluidos condensados, y trasladar un espasmo de un parage á otro, excitando la sensibilidad, en donde se aplican para que se disminuya la parte enferma. A este fin se usan las or- tigaciones, las chispas eléctricas, el calor seco á 40 grados, Jas friegas repetidas, la aplicación de algunos vegetales acres, como la raiz del pelitre, la mostaza , &c. muchas de estas substancias, permaneciendo largo tiempo en la piel, hacen el mismo efecto que los vexigatorios, de suerte que vienen á ocupar un grado ínfimo entre los remedios de esta clase, y por consiguiente se emplean en las afecciones mas leves, en que no es necesario la actividad de aquellos. (V. los artículos escaróticos, cantáridas, vexigato- rios Y SINAPISMOS.) RUBIA DE TINTOREROS. (Mat. Méd.) Esta planta se en- camina de tal modo á los riñones que tiñe la orina; se puede creer que pasando por esta via estimula los conductos secretorios , y en efecto se la ha mirado como un poderoso diurético. La han usado muchas veces baxo el supuesto que era emenágoga; pero sus virtudes diuréticas no se manifiestan siempre, y nunca son considerables. Los ensayos hechos en los anímales con esta raiz, 432 RUI siempre han parecido probar que era perjudicial al cuerpo; á con- seqüencia de esto no cree Alibert que convenga darla á los hom- bres en cierta porción. Habiéndose visto por la observación, y después por los experi- mentos, que la rubia de tintoreros da sucesivamente su colora las diferentes capas de los huesos, y á las del periosteo según algunos, se prescribe como un remedio eficaz en la raquitis ; pero como esta planta es muy acre, es necesario mandarla en corta proporción al principio, y algunos la mandan mezclada con los alimentos de que se usa comunmente. RUDA. (Mat. Méd.) Esta planta de olor muy desagradable, y de un sabor acre y amargo, conserva su verdor todo el invierno, y la silvestre tiene sus propiedades mas enérgicas, sin embargo de que para los usos medicinales se prefiere la de jardín: es un an- tíespasmódico corroborante, y así se tiene como antiestérica; algu- nos la han tenido por específico para la epilepsia, y para fortificar la vista se administra también en cocimiento como antielmtntica, emenágoga y diurética: destilada á gotas en los ojos desvanece las nubes ó manchas. Foresto recomienda la aplicación de sus hojas machacadas para los condilomas y las almorranas ciegas, y según Vater su agua destilada es útil contra el cáncer. Pero reduciendo estas virtudes á la crítica juiciosa, solamente diremos que debe te- ner el mismo uso que las demás plantas excitantes, carminantes y anteispasmódicas: se administra mas comunmente en infusión y en cocimiento. RUFO. (Biog.) Médico de Efeso, tuvo una gran reputación eu tiempo del Emperador Trajano. Del gran número de sus escri- tos , citados por Suidas, no nos queda sino un pequeño tratado de los nombres griegos del cuerpo, Venecia, año de 1552, en 4.0 Otro de las enfermedades de los riñones y de la vexiga, París, 1554, en 8.°, y algunos fragmentos sobre los medicamentos purgantes. Guillermo Rinch los ha recogido y comentado. Londres, 1726, en 4.0 D. H. RUIBARBO. (Mat. Méd.) Esta planta es de mucho uso en la Medicina: crece en la parte septentrional de la China, si bien ya algunos han procurado naturalizarla en Europa: los caracteres que distinguen el ruibarbo de mejor calidad son el color roxizo, el es- tar seco, pero desmoronadizo y algo duro, el ser espeso y denso con muchas rayas circulares de un roxo pálido, algo mezclado de blanco, como la nuez moscada , y debe conservarse en parages secos. La substancia de esta raiz es amarga, astringente, aromática y nauseabunda , &c. Copiaremos aquí lo que dice el célebre Ali- bert sobre sus usos medicinales. Según las muchas experiencias hechas ya, y las que se hacen RUI 433 diariamente sobre las propiedades medicínales del ruibarbo, parece que esta sobatancia no obra únicamente sobre la economía animal por la facultad de mover la contractilidad muscular del conducto intestinal, sino que ademas causa en lo interior de las primeras vias Una impresión corroborativa , que aun el mismo vulgo ha conoci- do. Por esto se h2 hecho un objeto dietético en ciertos pueblos que lo mezclan con sus alimentos. Se ha observado que obra con un suceso constante en muchas afecciones crónicas de la membrana mucosa de los intestinos. El ruibarbo ha recibido de algunos mé- dicos el nombre de purgante de niños, y se ha querido consa- grarle así todas las ventajas que con él se consiguen en las enfer- medades propias á la edad primera. Estas enfermedades que no se han estudiado aun baxo todos sus verdaderos puntos de vista, y que deberán mucho á los progresos de la anatomía patológica , per- tenecen en gran parte á la falta de contractilidad vital en Jas en- trañas que concurren al trabajo digestivo, y de las glándulas linfá- ticas que cooperan á la nutrición. Este defecto de contractilidad se reconoce manifiestamente por el estado de intumescencia que so- breviene al sistema abdominal en las induraciones esteatomatofas que afectan especialmente el mesenterío, en las evacuaciones lien- téricas, y en algunos otros síntomas que señalan la época adelan- tada de la opilación. En esta afección , cuyos periodos he obser- vado freqüentemente en el hospital de San Luis, no he visto ja- mas la menor turbación, ni el menor desorden en las funciones de Ja sensibilidad. Los nervios y el órgano del cerebro se mantienen en una integridad digna de atención. Toda la escena morbífica pasa en cierto modo, en esta vida de asimilación, de que habla Gri- maud, y que ha distinguido muy bien de la vida de relación, ó vida propia de los sentidos, la que sufre también sus alteraciones independientes de la primera. La medicina de que se trata, admi- nistrada en semejante caso, según el consejo de los prácticos mas sabios de nuestro arte , es de una eficacia incontestable quando los síntomas están aun en su principio. La dosis común del ruibarbo en substancia es de una dragma, y baxo de este modo de administración es esencialmente purgante. La infusión y el cocimiento pueden recetarse en cantidad de dos dragmas. Se compone un extracto de ruibarbo que excita , aunque débilmente, las evacuaciones alvinas. Rosen, que se ha singulariza- do en la observación de las enfermedades de los niños, lo adminis- traba algunas veces en pildoras en la dosis de quatro granos en una cucharada de un vehículo aromático. Pero se pueden dar hasta diez y seis granos, y muchas veces hasta una dragma. Por lo que hace á las diversas tinturas, sean aqüosas, compuestas ó espirituo- tomo vi. iii 434 RUI sas, se da medía dragma á los niños, y una ó dos álos adultos. El ruibarbo no entra solamente en el xarabe de achicoria compuesto, sino que también se puede hacer de él un xarabe particular que se puede recetar en la dosis de media ó una onza. RUISCHIO. (Federico) Nació en el Haya en el año de 1638. Tomó la borla de Doctor en Medicina en Franeker. De vuelta á su patria exerció su facultad con tanto mas acierto, quanto era mas profundo en la botánica y en la anatomía. Quando el Czar Pedro pasó por la primera vez á Holanda en el año de 1698 visitó á Ruischio , y fué tan encantado , como sorprehendido quando vió el gabinete de este célebre anatómico, besó el cuerpo de un niño pequeño que aun manifestaba sus bellas facciones, y que parecía se sonreía, no acertaba á salir el Monarca de este pre- cioso sitio de curiosidades, hasta que no se instruía bien de todas ellas. Comía en la mesa frugal de este médico por pasar con él los dias enteros. En su segundo viage le compró el gabinete, y le en- vió á Petersburgo: presente el mas útil que pudo hacer á la Mos- covia. La Academia de las Ciencias de París eligió á. Ruischio en el año de 1737, para que fuese uno de sus asociados extrangeros. Era también miembro de la Leopoldina de los curiosos de la natu- raleza, y de la. Sociedad Real de Inglaterra. En el año de 1728 tuvo la desgracia de que se le hubiese roto el hueso del muslo, de resultas de una caida, no podía casi andar como no fuese sostenido por-alguno, pero no obstante no se hallaba enfermo ni de cuerpo ni de espíritu , hasta el año de 1731 que perdió todo su vigor en poco tiempo ; el que le había mantenido sin alteración alguna. Ruischio murió el dia 22 de Febrero, de cerca de 93 años, no ha- biendo tenido en tan dilatado tiempo sino un mes de enfermedad. A mas de la edición de la descripción del Jardín de las plantas de Amsterdan por Commelin en el año de 1697 , y de 1701 en dos tomos en folio , hay diversas obras suyas impresas en colección en Amsterdan, año de 1737, en quatro tomos en 4.0 Las principales son. i.° Dilucidatio Volvidarum in vasis limphaticis et lacteis. 2.0 Observationum Anatomico-Chirurgicarum Centuria, en Ams- terdan, año de 1691 , en 4.0 3.0 Epístola problemática sexdecim. 4.0 Responsio ad Godefredi Bibdloi libelum Vindiciarum adver- sariarum anatómico-medico-chirurgicarum Decades tres, en Ams- terdan , año de 1717, en 4.0 Bidloo le habia tratado de carnicero sutil. Ruischio respondió que mas quería ser Lanio subtilis que Leño famosus. 5.0 Thesaurus Animalium primus. 6.° Thesaurus Anato- mía decem. 7.0 Musum Anatomicum. 8.° Cura posteriores, seu Thesaurus omnium maximus. 9.0 Responsio de Glandulis ad. Cl. Boerhaave. 10. De músculo infundo uteri ob servato et a nemine RUM 435 antehac detecto , en Amsterdan , año de 1728, en 4.0'Estos dife- rentes libros están llenos de hechos nuevos, de observaciones ra- ras, de reflexiones y teorías ingeniosas. Todo se halla escrito con un estilo simple.y conciso, pero con algún descuido. Parece que el autor no tenia otra mira mas que la instrucción, sin deseo de engreírse , y así es que atribuye muchas veces sus descubrimientos a la providencia , y quando trata de las materias que piden algu- na decencia, aparta quanto le es posible las imágenes peligrosas, lo que prueba que el autor tenia religión y buenas costumbres. D. H. ruischio. (Henrique) Hijo del precedente, no menos sabio que su padre en la Historia Natural, en la Anatomía , y en la Botáni- ca ; ha dado el Jonsthon de Animalibus, baxo el título de Thea- trum animalium, año de 1728, dos tomos en fol. aumentado. Ruischio murió en el año de 1717 , después de haber exercido la Medicina con tanta sagacidad como acierto. D. H. RULLAND. (Martin) Médico de Frtisingen en Baviera, fué profesor de Medicina en Lawíngen en Suavia. Hay de él i.° un tratado del mal de Hungría, Francfort 1600, en 8.° 2° Un libro pequeño de la Escarificación de las ventosas, y de las enfermeda- des que se pueden curar por su medio, en Basilea, año de 2596, en 8.° Otro del origen del alma , en Basilea , año de 1628 , en 8.° Este médico era buen práctico , y también hombre sabio de gabi- nete, muríó en el año de 1602 , á los 70 de edad. D. H. RUMH. (Hig. y Mat. Méd.) Es un licor espirituoso, extraído de la azúcar por medio de la destilación. Su uso continuo ú exce- sivo es perjudicial: dilatado en el agua de limón forma una bebida agradable, diurética y excitante, conocida con el nombre de Ponch. (V. los artículos ponch y licores.) RUNFIO. (Jorge-Evard) Nació en el año de 1627 , Doctor en Medicina en la Universidad de Hanau , y de la Academia de los curiosos de la Naturaleza, fué Cónsul, y antiguo mercader de Amboina , una de las Islas Molucas, adonde pasó á establecerse. La botánica tuvo para él un atractivo singular, y aunque jamas habia recibido lección alguna de esta ciencia, llegó á hacerse muy hábil por sus propias investigaciones. Una de las cosas que mas ad- miran es, que á pesar de la desgracia que tuvo de haber perdido la vista en la edad de 43 años, sabía distinguir perfectamente por el gusto y el tacto la naturaleza y forma de una planta. Todas quan- tas plantas habia recogido, las reunió en doce libros, y las dedicó al Consejo de la Compañía de las Indias. Esta compilación se pu- blicó con un suplemento por Juan Burman en seis tomos en folio, baxo el título de Herbarium Ambosnens. año de 1755. Aun hay de él Imágenes Piscium testaceorum, en Leyden, año de 1711 43$ RUM y 1739» en f°u'o: Ia primera edición es muy buscada por las lá- minas. Runfio habia compuesto un historia política de Ambroi- ne, que aun no se ha dado al público, se conservan dos exempla- res, el uno en esta Isla del Asia, y el otro en el depósito de la Compañía de las Indias en Amsterdan. D. H. \ ■A>± AÜ> "Vi.2s£i: i'