m '**P ' : .-,- íSk. ■ ■.3r ■*.«-. ^ ^ fct>y»-<-' >.«v *'$*■ w ■!$, V t ^m f>M w ,¡f»' 1J & %#©f©i©^ ' >!^ :m^*W5!e ' *Q*1M DICCIONARIO DE MEDICINA Y CIRUGÍA. Se hallar d en la librería de Pascual y Compañía} calle de los Preciadost frente ala de la Zarza, DICCIONARIO hj DE MEDICINA Y CIRUGÍA, o BIBLIOTECA MANUAL MÉDICO-QUIRÚRGICA. POR D. A. B. TOMO QUARTO. ., orí Gan/v - E-G ^Y3/¿>\ it . -,' :: 4" ¿i. ■■'•■i.í'ion - '■ MADRID EN LA IMPRENTA REAL ASO DI 1807. w ti DICCIONARIO DE MEDICINA Y CIRUGÍA. ÜSPASMO. (Med.) El carácter clásico de esta enfermedad es la contracción constante ó alternada de los músculos destinados al mo- vimiento local, y no á la respiración ni á la circulación propiamente independiente de la voluntad. Neuter distingue esta clase con el título de motus excedentes spatuo -convulsivos; Junter con el de convul- siones en general; Bart de Moor con el de morbi spasmis; Heis- ter con el de spasmi et convulsiones y y Etmulero con el de motus inordinati spirituum animalium, y viene á reducirse entre los an- tiguos al espasmo y tétano de Hipócrates, al spasmodea pathe de Galeno, á las distensiones nervorum de Celso, conductiones de Celio Aureliano, y morbi motorii de Linneo. Se toma pues el espasmo como sinónimo de convulsión, princi- palmente entre los autores griegos y latinos, y en este sentido sir- ve para designar la contracción preternatural de alguna parte. Al- gunos Médicos franceses han querido distinguir estas dos voces, lla- mando espasmo á la disposición de las partes, y convulsión al com- plemento de esta disposición, ó á un espasmo mas fuerte y sensible. Esta distinción podrá ser aun mas bien fundada, si consideramos que el espasmo ó la convulsión puede atacar dos especies de partes, unas que tienen un movimiento considerable, pero sujeto al imperio de la voluntad, quales son los músculos destinados á executar los mo- vimientos animales, y otras cuya acción es mas oculta, y menos no- table su movimiento, aunque independiente del arbitrio de la vo- luntad ; y tales son todos los órganos que sirven para las funciones vitales y naturales. El espasmo y ía convulsión no pueden regularse del mismo modo en ambos casos; pues los músculos sujetos á la vo- luntad están en una contracción preternatural quando esta no es vo- luntaria , y esto es lo que propiamente se llama convulsión. Este cálculo seria defectuoso con respecto á las partes que se contraen naturalmente sin participar de la voluntad, y por consiguiente no se puede decidir su contracción por preternatural mientras no llega á un grado muy alto, aumentándose el movimiento tónico, de mo- do que produce una lesión sensible en el exercicio de las funciones. A esta segunda especie conviene mejor el nombre de espasmo. Así diremos con propiedad que un enfermo padece una convulsión en un brazo, y un espasmo de la vexiga. Y \ qué es en fin este desorden interior, y quál es la causa que le produce? He aquí un campo vastísimo en donde se han dilatado TOMO IV. a a ESP todos los teóricos, y al mismo tiempo un manantial fecundo de discusiones, de errores y absurdos. Unos le han atribuido á un vicio mas ó menos considerable del cerebro; otros i un infarto irregular de los canales nerviosos: algunos á un fluido nervioso espeso y gru- moso , que pasaba con dificultad y desigualdad por los nervios ex- citando así aquella irregularidad de movimientos: muchos á los vasos sanguíneos del cerebro, cuya disposición viciosa consistía en una espe- cie de aneurismas pequeños sumamente multiplicados, que impedían la circulación de la sangre, espesa ya y resecada, y alteraban al mis- mo tiempo su uniformidad; y todos finalmente han recurrido á cau- sas particulares casi todas vagas, quiméricas, ó mal probadas para la explicación de un hecho mas general de lo que comunmente se piensa. Consideremos nosotros para aclarar de algún modo este punto lleno de obscuridad, las condiciones que se requieren para la acción de las fibras motrices en el estado sano, y su defecto en el de enfer- medad. En el exercicio de las diferentes funciones de la economía animal, las contracciones de las fibras motrices se excitan por la vo- luntad, ó por ciertas causas, que pueden llamarse, según Cullen, naturales, establecidas especialmente por la naturaleza para excitar estas contracciones. En el estado de salud las fibras motrices se con- traen solo por la potencia de la voluntad, y por las causas natura- les. La fuerza y la velocidad de las contracciones se arreglan al mismo tiempo por la voluntad ó por las circunstancias que acom- pañan á las causas naturales, y á estas contracciones sucede siempre con prontitud un estado de relaxacion , sin que se reiteren sino quando las mismas causas obran de nuevo. Pero en el estado enfer- mo las contracciones de los músculos y de las fibras motrices, que por lo común dependen de la voluntad, se hacen sin su concurso, 6 de un modo opuesto á la voluntad, y las otras funciones tienen que executarse de precisión por la acción de causas, que ni son ordina- rias ni naturales; y en este estado ya hemos dicho que puede haber dos especies de contracciones. Reconocemos en el hombre un compuesto armónico de diferen- tes resortes, que movidos cada uno en particular contribuyen todos al movimiento general. Una propiedad igualmente general, limita- da particularmente á los compuestos orgánicos , conocida con el nombre de irritabilidad, se halla inherente á todos los resortes, los anima, los vivifica y excita sus movimientos, aunque modificada en cada órgano, y por ella unos resortes resisten á otros, obran y tie- nen un influxo recíproco, y esta acción y reacción mutua es la que mantiene los movimientos; tal es el continuo antagonismo de accio- nes, de donde resulta la vida y la salud. Pero todas las partes per- derían inmediatamente su fuerza si no hubiese medios para reno- varla y renovar los movimientos, y este es el uso de las seis cosas ESP 3 no naturales, ó mas bien de todos los agentes externos é internos que obran sobre la sensibilidad é irritabilidad. Apenas esta última propiedad, que crece en razón directa de la debilidad, se halla en un grado de exaltación excesivo, se manifiestan los fenómenos mor- bosos dependientes de este estado, y los mismos agentes naturales bastan para producir grandes desórdenes. Otras veces la acción de estos nociva ó preternatural, ó la de otras potencias extrañas, co- mo una degeneración humoral, una substancia venenosa,son las cau- sas excitantes de la irritabilidad en ciertos órganos ó en todo el sis- tema. No siempre nos es dado conocer la naturaleza y carácter esen- cial de estos agentes preternaturales, ni es posible calcular por ellos el grado de excitación en una parte irritable, porque en las fuerzas vitales no caben los mismos cálculos que en las físicas; pero al Mé- dico solo toca corregir los males que ve presentes; y de poco le ser* virian semejantes cálculos por muy exactos que fuesen, si no cono- cía la enfermedad en sí misma, y los remedios oportunos para com- batirla. Baxo este punto de vista todas las enfermedades merecian la ca- lificación de espasmódicas ó convulsivas, puesto que en todas pue- de observarse un estado de espasmo mas ó menos general; pero es claro que en unas será secundario, producido tal vez por un vicio humoral, y esencial en otras, á las quales con particularidad llama- mos espasmódicas. Los principios de las convulsiones pueden ser predisponentes ó excitantes; en ellos se comprehenden todos aquellos estímulos que obran sobre la sensibilidad animal ú orgánica, como las punturas, las dislaceraciones, las erosiones, las distensiones de partes sensibles é irritables, y ciertos agentes materiales, como una esquirla de hueso que punza las meninges, una lombriz, un veneno &c. Si obran pues en el sistema vascular producirán un espasmo febril; si en un múscu- lo particular una convulsión particular ó parcial; si de este se pro- paga simpáticamente su acción á todo el sistema, ó si desde luego obra sobre el origen de los nervios, ocasionará una convulsión gene- ral. En un cuerpo en que se hallan ciertos órganos ó sus plexos ner- viosos mas sensibles, ó que tiene efectivamente un exceso de irrita- bilidad en toda la economía,es por lo común una pasión de áni- mo la causa excitante de los espasmos ó de las convulsiones, así co- mo su impresión constante es predisponente también en quanto de- bilita y exalta la sensibilidad é irritabilidad; de suerte que el mal se manifiesta con la presencia de qualquiera de los agentes expuestos. Una constitución sumamente irritable y sensible, la pusilanimidad, la debilidad natural ó adquirida por el método de vida, y la educa- ción son asimismo causas predisponentes para el espasmo. Reuniendo pues los principios ya establecidos, parece que de- 4 ESP bemos desechar todas las divisiones que se han formado de esta cla- se de enfermedades por varias modificaciones accidentales, y así las consideraremos ó en el estado en que la causa obra constantemente sin que dexe en las fibras motrices ningún intervalo de relaxacion, ó* quando esta alterna con las contracciones violentas y preternatura- les, y quando ataca simultáneamente. Por tanto dividimos esta clase en quatro órdenes, á saber: i.a espasmos tónicos parciales: 2.a espas- mos tónicos generales: 3.a espasmos clónicos parciales; y 4.a espas- mos clónicos generales. Orden primero. Espasmos tónicos parciales. En estos el síntoma principal y característico es la rigidez invo- luntaria y constante de una parte con impedimento para el movi- miento , ó por lo menos disminuido este. Y así se distinguen de los generales en que á un mismo tiempo quedan inmobles muchas partes, y su inmovilidad se diferencia también de la paralítica por la sensi- bilidad y rigidez que acompañan á aquella, y de la que proviene de un dolor qualquiera en que siempre esta es voluntaria. Asimismo es fácil conocer la diferencia entre los espasmos tónicos y los clónicos, porque en los primeros, como hemos dicho, es constante la inmo- vilidad de la parte, y en los segundos alternativa. Género 1. Estrabismo, agri strabones. Es un espasmo tónico de los ojos, que consiste en una dirección depravada del globo, y así el paciente mira atravesado hacia arriba, hacia abaxo, ó á los lados. Es opinión general que esta indisposi- ción depende de la contracción de algunos músculos del ojo, y de la relaxacion de sus antagonistas, y que los contraidos tiran el glo- bo del ojo de su lado, mientras que los otros ceden á su acción. Así lo prueba la observación diaria, pues los niños adquieren fácil- mente este vicio por el descuido de ponerlos en la cuna, de modo que no ven sino obliqüamente la luz, ó algún objeto notable, y ha- bituados los músculos á esta contracción, se afirman en ella, y vuel- ven siempre los ojos á aquel lado. Antonio Maitre Jean cree que el estrabismo no depende de la acción de los músculos, sino de una mala conformación de la córnea transparente, mas vuelta á un lado que á otro; y añade que siendo un vicio natural es irreparable; pe- ro las curaciones felices dirigidas á remover el obstáculo en el mo-* vimiento de los músculos, como manifestaremos en sus diversas es- pecies, destruyen esta opinión. Este género consta de doce especies. 1. Estrabismo a luscitate de Boerhaave y Portersield, ó mi- rar bizco. Se llama así quando el mal ataca solamente uno de los ojos. ESP 5 Puede provenir de la disminución de sensibilidad en el medio de la retina, por cuya causa mirados los objetos directamente se ven mal, y es menester para verlos con claridad mirarlos en una situación obliqüa, vicio que se arrayga con el hábito, y se cura como la amaurosis paralítica (V. este articulo.): de estar alterada la conve- xidad de la córnea, y en este caso era cierta la opinión de Antonio Maitre Jean: de la posición obliqüa del cristalino por una contu- sión , defecto no menos difícil de corregir, y por último de una nube de la córnea que hace que no se manifieste la pupila sino cer- ca del gran canto del ojo, y la curación está cifrada en el uso de los fundentes, resolutivos &c. (V. el artículo correspondiente.) 2. Estrabismo vulgar. Así se llama el que proviene del abuso ya insinuado de colocar á los niños en mala situación respecto de la luz. Es muy fácil precaver esta especie, y para curarla inventó Ce- lio Aureliano una carántula con dos pequeños agujeros correspon- dientes al centro de la vista para recibir directamente los rayos lu- minosos. También es útil hacer á los niños que miren de frente á un espejo. 3. Estrabismo de Buffon. Tomó el nombre de su inventor esta especie, que depende de la debilidad de uno de los ojos, y de la distancia del objeto desigual con respecto á la actividad de ambos. Esta debilidad puede ser constitucional, y entonces es casi incura- ble, ú originada de una parálisis ó de un insulto epiléptico. [V. la historia y curación de estas enfermedades.) Las variedades del estrabismo son de la misma dirección viciada de la vista, y por tanto se divide en convergente, divergente y de desigual altura quando un ojo mira arriba y otro abaxo. 4. Estrabismo espasmódico. Es el que resulta de la convul- sión de algún músculo de uno ó de los dos ojos, producida por una eclampsia ó otra simple convulsión precedente; de suerte que aquel músculo pierde su movilidad, y queda el ojo en un estado de rigi- dez. (V. su curación en la contractura.) J. Estrabismo por parálisis. Si uno de los músculos rectos queda lánguido y relaxado por una parálisis, una herida, una úlce- ra , ó qualquiera otra causa, entonces el antagonista convulso per- manece inmoble, como sucede con la boca en la hemiplegia, ó ata- ca la parálisis á todo el ojo, y en tal caso está inmóvil y fixo. Se dis- tingue este estrabismo del espasmódico en que el ojo puede volverse fácilmente hacia el músculo relaxado. Su curación es la misma que en la parálisis. 6. Estrabismo catarral. El que resulta de una congestión do- lorífica catarrosa ú otra semejante en uno de los músculos, que le im- pide su movimiento. Los fomentos resolutivos y anodinos, los vexi- gatorios pequeños en las partes inmediatas, como detras de la oreja 6 ESP ó las sienes, y en los sugetos pletóricos las sangrías son los remedios mas oportunos y eficaces. (V. catarral ) 7. Estrabismo sintomático. En esta especie el oj■■> está vuelto hacia arriba: se observa en la declinación de las graves enfermeda- des, y sobreviene á los niños en la eclampsia, en el hidrocéfalo in- terno , en las calenturas &c. poco antes de moiir. Solo será curable siéndolo la enfermedad que le produce. 8. Estrabismo lagoftalmos, vista de liebre. Es la retracción constante del párpado superior hacia arriba, de modo que por aque- lla parte está descubierto el ojo, aun durante el sueño, como se nota en las liebres; mas que una enfermedad es un vicio de conformación ó de hábito. 9. Estrabismo de los miopes. Así se llaman los que ven dis- tintamente solo los objetos cercanos, pero los distantes con mucha confusión, ó en quienes es cortísima la extensión de la vista; de suer- te que quando quieren ver algún objeto distintamente se le ponen junto á un ojo, y así le miran en frente de la luz con uno solo obli- qüamente para no quitársela, y el otro como inútil queda inmóvil. (V. miopía.) 10. Estrabismo equinoccial de Battel. Propio de los habi- tantes de la parte septentrional de la Abisinia y de los Albinos ó Negros-blancos; como que es un defecto dependiente del clima no le consideramos aquí baxo un aspecto patológico. 11. Estrabismo caliginosa. Damos este nombre con Sauvages al que padecen los que por algún vicio externo y sensible no pue- den ver claramente los objetos. (V. enfermedades de ojos.) 12. Estrabismo cristalino. Esta especie pende de la disloca- ción del cristalino, ó por hallarse este situado obliqüamente hacia la pupila; pero Sauvages sospecha que sea imaginaria. Género 11. Trismo. Es la convulsión tónica ó clónica de la mandíbula inferior. Por lo común es síntoma de otras enfermedades, como de la epilepsia, del tétano &c., y en ella se convelen los músculos maseteros y ero- tafites, los pterigoideos internos y externos, y los digástricos. Con- viene tener presente que los nervios destinados á estas partes son los maxilares superiores é inferiores ramos del quinto par, y los peque- ños simpáticos que vienen del séptimo par: los ocho músculos que elevan la mandíbula son mucho mas fuertes que los dos digástricos, y así su elasticidad sola basta para contraerlos y cerrar la boca , co- mo se advierte en el síncope, en el caro y en la apoplegía. Quando permanecen contraidos constituyen un espasmo tónico, y si se agi- tan al mismo tiempo clónico; pero no por eso debe dividirse en dos ESP 7 géneros. Es necesario conocer la causa que le produce, en cuya des- trucción principalmente está cifrada su curación metódica. Este gé- nero consta de diez y nueve especies. i. Trismo de los recien nacidos. En algunas provincias de Es- paña le llaman barretas. Hablan de él Heister, Hofer y Cleghorn, que le observó en Menorca. Acomete por lo común en el invierno, y en una temperatura húmeda, desde el dia tercero hasta el doce del nacimiento; y quanto mas pronto se manifiesta es mas peligroso, aun- que siempre es muy difícil de curar. Se anuncia con los síntomas si- guientes : lloran las criaturas con dificultad, su boca se cierra, que- dando las quixadas separadas como dos líneas, y no pudiendo apar- tarse mas sin exponerse á fracturarlas: los labios apenas se mueven, aunque pueden tragar los líquidos contenidos en la boca; imposibi- lidad de tragar; estreñimiento é inflamación de vientre; el pulso Í»arece sano en los dos primeros días; y muchas veces termina con a muerte, aun en los mas robustos, sin variar nada de los síntomas. Alguna vez sobreviene el tétano, y no por eso es el mal mas grave: el músculo quadrado del lado inferior se pone sumamente duro; si pasa del quinto dia puede darse un pronóstico favorable. La curación consiste en moderar la violencia del espasmo por medio de los antiespasmódicos y corroborantes; en limpiar las pri- meras vias, si resulta ó está acompañado el trismo, como sucede con freqüencia, de una indigestión , con un agua ligeramente emeti- zada, el xarabe de chicorias con ruibarbo y magnesia, las lavativas y calas caseras, y en fin en sostener sus fuerzas vitales, dándole la leche aguada y azucarada á cucharadas, ó las papillas acomodadas á su naturaleza y edad. Exteriormente pueden aplicarse las unturas del xaboncillo amoniacal, ó del bálsamo tranquilo con láudano y tintura de cantáridas. Alguna vez ha acometido esta enfermedad á los adultos, como se lee en Jas Actas helvéticas y tomo i. 2. Trismo traumático. Proviene de las heridas de los músculos de la mandíbula, de la aponeurosis del crotafites, de la puntura de los nervios, que en este parage son muy numerosos, de la aplicación de los agentes irritantes, de la ligadura y compresión de los ner- vios &c. En estos casos, si existe una substancia irritante, es menes- ter extraerla ó neutralizarla prontamente: si hay puntura del nervio, cortarle del todo; y si la causa es una simple herida, debe recurrirse á los auxilios que ofrece la Cirugía, cuidando de precaver ó mode- rar sus accidentes. En qualquiera caso es útil usar al mismo tiempo de los antiespasmódicos, y con preferencia del opio. 3. Trismo inflamatorio. Es resultado de una inflamación de los músculos de la mandíbula ó de las agallas. Entonces siendo esta verdadera y legítima, conviene el plan antiflogístico general y local. 4. Tétano escorbútico, rigidez de las mexillas. Es una rigidez 8 ESP de los tendones y ligamentos que unen en su articulación á la man- díbula inferior, que se observa alguna vez, aunque rara, en los es- corbúticos, y excita mayor dolor al bostezar, y en la masticación: se cura como la contractura escorbiíti< a. ( V. esta especie.) 5. Trismo verminoso. Es muy freqüente durante el sueño, y viene acompañado del rechino de dientes por la convulsión de los músculos pterigoideos, originada de la irritación que causan las lom- brices en las túnicas d¿l estómago, y se propaga al esófago y par- tes circunvecinas. Los remedios mas oportunos contra esta especie de trismo son los antihelmínticos. 6. Trismo caballar. Pertenece á la Medicina Veterinaria, aun- que Sauvages le coloca en su Nosología. 7. Trismo crepitante. Es el que se observa con el temblor en la invasión de las calenturas intermitentes. (V. este artículo.) 8. Trismo hipocondriaco. Sauvages establece esta especie, fun- dada en la observación de un sugeto que desde niño le rechinaban los dientes estando durmiendo , sin habérsele seguido otro daño que el desgastarse la dentadura. Puede reducirse á ella la contorsión in- voluntaria producida por el hábito de los músculos que mueven las mexillas, los ojos y la mandíbula. 9. Trismo artrítico, ó gota de los dientes, de Strobelverg. Es una dificultad muy grande y dolorosa de abrir la boca, á causa de la rigidez del músculo crotafites ó masetero, que dura algunos me- ses, con un ptialismo abundante, desvelo y continua agitación de los músculos inmediatos. Se cura con los calmantes, los vexigatorios á la nuca, y las unturas antiespasmódicas. 10. Trismo febril. Rechino de dientes en las enfermedades agu- das y en los delirios: es síntoma muy funesto según Hipócrates. (V. CALENTURA.) 11. Trismo capristrato. Es la imposibilidad de separar la man- díbula inferior de la superior por haberse adherido la parte interior de las mexillas á las encías. Por lo común se verifica á conseqüencia de un ptialismo mercurial muy copioso,"ó de úlceras ; y su curación exige una operación quirúrgica para cortar y separar las adherencias, poniendo después en medio lechinos cada vez mas gruesos, y al fin unas planchuelas de plomo ó de box. 12. Trismo occipital. André vio un clérigo atormentado mu- cho tiempo de dolores y convulsiones en la cabeza, cuello y hom- bros, de que se alivió con la aplicación de un cauterio á la nuca; y en este caso funda la especie Sauvages. 13. Trismo maxilar. Funda Sauvages esta especie en una ob- servación de André. Un hombre padecía, habia ya quince años, un dolor atroz de la mandíbula inferior dia y noche, hasta ponerse de- lirante» ai podia mascar ni tener quietud; hacia horribles contorsio- ESP 9 nes al tragar los alimentos. Tenia continuamente afirmada la barba contra un cuerpo duro sin poder hablar ni ocuparle en sus nego- cios. Los paroxismos empezaban con dolores y quejidos, y termi- naban con acentos compasados interrumpidos, respiración acelerada por la nariz,, con extensión y distensión de esta, de los labios, de la boca y de toda la cara, pareciéndole que le arrancaban la sien y el parietal del mismo lado siniestro. La lesión era del nervio maxi- lar superior, al que no podia tocarse sino en el agujero barbado; pero al fin se destruyó con un cáustico, y sanó el paciente. 14. Trismo dolorífico. Es una dificultad grande y muy dolorosa de abrir ó cerrar la boca con copioso ptialismo, vigilia, una agi- tación continua, y convulsión de los músculos inmediatos. (V. las observaciones de André.) Parece que el estímulo que produce esta especie de trismo es constantemente el vicio reumático, y de con- siguiente en su artículo respectivo debe buscarse su curación. ij. Trismo catarral. También establece Sauvages esta especie en una observación particular. Su causa es sin duda la supresión de la transpiración ocasionada por una atmósfera húmeda y fría, y por lo mismo, en promoverla está cifrada su curación. 16. Trismo cínico, ó espasmo cínico de Bontio. En esta espe- cie se retraen los labios hacia uno ó hacia ambos oidos, los ojos y el rostro se ponen encendidos ó cárdenos, rechinan los dientes, mor- mullan los enfermos confusamente como si su voz saliese de un sub- terráneo, y no pueden tragar. El vulgo suele tenerlos por en- demoniados; y se curan con los sudoríficos, con los polvos de Dower, ó una combinación del opio con el tártaro emético, con la aplicación de cantáridas á la nuca, con los eméticos, con enemas irritantes; en fin, procurando aumentar la sensibilidad é irritabilidad en partes distantes, calmándolas en la afectada, y mudando su estado y acción. 17. Trismo cinogeles. Debe reducirse al trismo ó espasmo cí- nico, con cuyo nombre le designan los autores, y es el que resulta del conato que hace la naturaleza para deprimir el diafragma en los esfuerzos del parto, en la evacuación loquial &c. 18. Trismo sardónico, gelos sardónicos de los griegos: es- pasmo sardónico, sardiasis de Linneo: risa sardónica. Sus sín- tomas son delirio, cardialgía y vómito, y los pacientes mueren riéndose. Proviene del uso del ranúnculo scelerato de Linneo, <5 yerba sardonia de Dioscórides, del acónito; aunque también se ob- serva en ciertas calenturas nerviosas: sin duda en esta especie hay una convulsión del diafragma. Su curación consiste en evacuar el veneno, 6 neutralizarle por medio de los eméticos, de los embotan- tes &c., ó se comprehende en el método curativo general quando es síntoma en las calenturas agudas. TOMO IV. * 10 ESP 19. Trismo diastrofe. Así se llama la torcedura de la boca, que anuncia ó resulta de una hemiplegia. El músculo cigomático y buccirtador del lado sano, trae hacia sí la boca, y la mantiene retraí- da de aquel lado. ( Para su curación V. el artículo hemiplegia.) Género m. Obstipicidad, cuello torcido, loxoi de los griegos, torticoli de los franceses. La cabeza se mantiene levantada y movible al arbitrio de la vo- luntad por el equilibrio de fuerzas opuestas. A la parte posterior la llevan los músculos erectores ó extensores, á saber, el esplenio, el complexo, y á los lados los laterales ó externo-mastoideos, cuya acción favorecen los mastoideos laterales mayor y menor, el recto, el obliqüo superior, el recto anterior largo y corto, y el primer transverso anterior, que se atan desde las vertebras del cuello á la cabez.i, y á estos ayudan también otros que se atan desde las verte- bras del cuello á otras como el segundo transverso anterior, el obliqüo inferior, el sacro lumbar &c. Contraidos pues los laterales del lado derecho, se doblan hacia él la cabeza y el cuello, y por el contrario relaxados estos cae hacia el izquierdo. La cabeza se incli- na adelante por su propio peso. Estas diferencias constituyen dife- rentes especies. 1. Obstipicidad negativa ó renuente. Es aquella en que que- da la cara exteriormente vuelta hacia el hombro por la fuerza exce- siva de los músculos laterales, á saber, losesterno-cleidc-mastoideos de cada lado, y los posteriores. También suele verificarse por estar estos paralíticos. Con arreglo á estas condiciones debe prescribirse el plan curativo. 2. Obstipicidad concesiva ó anuente. Es aquella en que la ca- beza se inclina á la parte anterior recta ú obliqüamente, permane- ciendo en esta posición por la relaxacion de los músculos posterio- res. Convienen contra esta los fomentos aromáticos espirituosos, los calmantes y antiespasmódicos, los frotes con xaboncillo amonia- cal, y tintura de cantáridas &c. 3. Obstipicidad catarral. Es aquella en que duelen y se hin- chan ligeramente, quedando inmobles, los órganos destinados á mo- ver el cuello por la impresión del frió estando el cuerpo caliente. Por tanto suelen acompañarla el romadizo, la tos y los afectos an- ginosos. Para su curación se prescribirá una dieta moderada, usando algunas unturas anodinas y resolutivas, fomentos cálidos, bebidas teiformes, y en general sudoríficas. 4. Obstipicidad gibosa. Es la que resulta de la configuración viciosa de los huesos por un exóstose ,una distorsión ó corvadura de las vertebras del cuello, en cuyo caso se vuelve la cabeza y queda ESP u inmoble hacia arriba , hacia abaxo ó á los lados: regularmente es incurable. 5. Obstipicidad lateral. En las consultas de Boerhaave, p. 220, se halla un caso de esta especie, en que habia una contracción espas- módica del músculo externo-cleido-mastoideo derecho. Entre los remedios que Boerhaave prescribió se cuentan los riegos de agua caliente por espacio de seis semanas dos veces al dia, y por el tiem- po de siete minutos; unturas de ungüento de altea compuesto; frie- gas secas en el músculo antagonista &c: mas útiles nos parecen las unturas del bálsamo tranquilo con láudano, y los vexigatorios en el músculo del lado opuesto. 6. Obstipicidad espasmódica. Sauvages cita un caso en que funda esta especie, y en que habia un movimiento de la cabeza es- pasmódica, alternativa á ambos lados. Su causa parecía ser la dema- siada intensión en el estudio. Sauvages prescribió con suceso los fo- mentos emolientes á la nuca, los calmantes, la leche de burra, los baños caseros &c. Género iv. Contractura, anquilose. Es la inmovilidad de miembros, como en los brazos ó piernas, por la rigidez de las partes: sobreviene lentamente, ó por lo menos permanece con bastante constancia. Se diferencia por la rigidez de los tendones y ligamentos de la anquilose, porque en esta solo están inmobles los huesos cerca de las articulaciones, y de los espasmos le- gítimos en que la contractura es duradera, y no sobreviene repen- tinamente sino con lentitud. Este género consta de diez especies. , 1. Contractura hipocondriaca de Bonet. Es síntoma de la me- lancolía, en que hay rigidez, estupor y hormigueo de las extremi- dades. Su curación está cifrada en la de la enfermedad principal. 2. Contractura dolorífica. Es bien notorio que de resultas de una gota inveterada ó de un reumatismo se contraen y tuercen las articulaciones de las extremidades, quedándose inmobles, y al mis- mo tiempo doloridas ó adormecidas con debilidad de la parre. Esta especie exige para su curación los fomentos, los baños de aguas ter- males sulfúreas, y la electrización. 3. Contractura escorbútica. Es común entre los marineros, en quienes se endurecen y ponen rígidos los tendones de las corvas: á veces se extiende el mal á todas las articulaciones, ó viene acompa- ñado de dolor é hinchazón de las rodillas en el segundo período del escorbuto, por lo que se asemeja á \zgonagra. (V. la curación del escorbuto en el artículo correspondiente.) 4. Contracción paralítica. En la parálisis inveterada y fomen- tada por el reumatismo, y que á la verdad es freqüente, se contraen II ESP las manos, los dedos, las muñecas y los codos, poniéndose rígi- dos los músculos flexores. Algunas veces en esta especie se conserva el sentido de las partes¡ y se pierde su movimiento y flexibilidad. El uso continuado del baño eléctrico y al fin las conmociones es el re- medio mas oportuno. t¡. Contractura raquidlgica. Es la que sobreviene en los cóli- cos metálicos. (V. esta enfermedad en su respectivo articulo.) 6. Contractura Bohémica. Es la que resulta del uso de un vino austero hecho con fruta aun no bien madura, la qual es freqüente en el Austria. Los remedios principales son los diluentes combinados con los álcalis fixos; por exemplo, doce gotas del aceyte de tártaro por deliquio en quatro onzas de agua. También son útiles las aguas minerales que contienen bastante cantidad de sales alcalinas. 7. Contractura artrítica. Es una variedad de la dolorífica. 8. Contractura catarral. [V. catarro.) 9. Contractura anquilose. (V. el artículo anquilose. ) Debe comprehenderse en ella como una variedad la sifilítica. 10. Contractura espasmódica. Es un afecto nervioso semejan- te al calambre, pero mas duradero y pertinaz, que acompaña á la convulsión llamada rafania común en la Suecia, y á la necrosis combustiva y epidémica. En ambos casos viene con estupor y una sensación de ardor, estando exteriormente cárdena y fria la parte, y si se aplican fomentos cálidos es mas atroz el dolor. (V. los artí- culos convulsiónjy necrosis.) Genero v. Calambre, espasmo Jlatulento de los autores, cramp de los ingleses, cranchio de los italianos, rampe de los alemanes^ y cramp e de los franceses. Es la rigidez de un músculo, que de repente acomete y des- aparece , por lo común, con dolor atroz en los miembros ó en el cuello. Este género consta de dos solas especies. 1. Calambre idiopático. Es el que ataca repentinamente los músculos de la pantorrilla, de la pierna, ú otros, ya sea en un baño frío, ó estando expuestos al fresco de la noche, ó por una posición viciosa del mú-culo. Acomete igualmente á los músculos digástricos, quando se expone el cuello desnudo á las mismas causas. En la des- trucción de estas contracciones vehementes consiste la curación. 2. Calambre simpático. Es el que resulta del cólera-morbo, y ataca principalmente la pantorrilla con fuerte distensión de la tibia, y dolor intolerable, que les hace prorumpir en gritos, y se aumen- ta siempre que viene el vómito. El mejor remedio es el opio y la bebida de agua de nieve. ESP 13 Género vi. Priapismo. Es una enfermedad breve, cuyo principal síntoma es la erección molesta y sin placer del miembro viril. Por esta circunstancia de faltajr el apetito venéreo se distingue de la satiriasis. Este género consta de quatro especies. 1. Priapismo disúrico. A la disuria calculosa acompaña con freqüencia una erección del miembro dolorosa, con la particularidad de que no se hincha como en la erección de placer , sino que se pone rígido, y se endurece sin aumentar su volumen. Ademas no se in- clina hacia arriba sino hacia abaxo, y hay un fuerte dolor en la ex- tremidad de la glande, que parece ser la única que se hincha. Se cu- ra destruyendo la enfermedad que le origina. (V. disuria.) 2. Priapismo gonorraico. Es el que se observa en las gonor- reas recientes, desagradable y doloroso, en que el miembro se encor- va por lo común, y por lo mismo se llaman de garabatillo en espa- ñol. (V. este artículo.) 3. Priapismo producido por el frío. Sauvages funda esta espe- cie en un caso particular; debe curarse dando fricciones al miembro con nieve. 4. Priapismo producido por cantáridas. Del uso interior de las cantáridas resultan disuria, hematuria, un priapismo doloroso, y convulsión de varias partes, según la dosis del veneno y la sensibi- lidad del individuo. A esta terrible dolencia se exponen los liberti- nos que buscan medios para excitar su potencia ya amortiguada con sus excesos. Convienen contra esta especie los calmantes; pero sobre todos el alcanfor como específico en dosis repetidas de seis, ocho ó mas granos. (V. cantáridas.) Se observa en los ahorcados una tensión del miembro, que sin duda nace de la retención de la sangre acumulada en el cuerpo ca- vernoso por la contracción espasmódica de la raiz del miembro. Orden segundo. Espasmos generales tónicos. Son aquellos que afectan los miembros y el tronco, ó en que casi todo el cuerpo se mantiene rígido é inmoble. Género vil. Tétano. Es una enfermedad aguda , que consiste en la rigidez de todo el cuerpo, acompañada por lo común de dificultad en la respiración, conservándose ilesos los sentidos. Los síntomas generales que aparecen en el principio son bostezos 14 ESP y dolores, que según la especie de tétanos afectan ciertas partes co- mo la cabeza, la parte posterior de la boca, un lado del pecho , la región epigástrica, el abdomen, la región lumbar ó las extremida- des; unas veces hay ptialismo, síncope, y temblor de los miembros; otras tensiones en los músculos, risa sardónica, contracciones de la mandíbula inferior, y deglución difícil ó imposible. Quando ya se ha manifestado el tétano, hay rigidez é inmovili- dad del tronco y de los miembros, como si todo se hubiese endure- cido, ó bien se encorva en diferentes direcciones. El color del ros- tro unas veces es pálido y otras encendido, y los ojos están lagri- mosos , clavados y convulsivos. Hay tensión en el abdomen, con- tracciones fuertes y permanentes de los músculos agregándose á veces un temblor muscular, y vibración de los tendones. Los dolores algunas veces son agudísimos, que hacen prorumpir á los pacientes en gritos descompasados: tienen ensueños pertinaces; el pensamien- to y las sensaciones están unas veces libres, y otras hay perturba- ción en las ideas, delirio y enagenacion completa del alma, y ma- yor ó menor lesión de la voz, igualmente que de la digestión y res- piración. En la declinación sobreviene una especie de comezón ú hormi- gueo en la espina dorsal, y se siente como un líquido que fluye des- de las espaldas hasta el hueso sacro, cesando sucesivamente y por grados los síntomas. Las diversas causas del tétano son las fuertes afecciones del alma, ciertos alimentos, venenos, lombrices intestinales , evacuaciones abundantes, metástasis, calenturas, dislocaciones, heridas, é irrita- ción de algunos nervios. Se conoce fácilmente quan varia deberá ser la curación s;'gun la diversidad de estas causas. Sin embargo se ha logrado generalmente un feliz éxito con el uso délos antiespasmódicos y sudoríficos, de la quina, almizcle, alcanfor, castor, opio y mercurio. Wenceslao Trunka refiere la cu- ración de un tétano por medio de un enfisema artificial. Este género consta de trece especies. i. Tétano tónico. En esta especie todo el cuerpo desde la cabeza á los pies está recto y ngido como una estatua, el semblante muy en- cendido, los ojos prominentes, la respiración fuerte y freqüente, el pulso febril y lleno , el calor intenso, y después sobreviene un sudor con que todos los síntomas remiten, y termina en el espacio de sie- te dias. Se cura con las sangrías repetidas, principalmente si el suge- to es pletórico, con baños tibios, y el uso también de algunos an- tiespasmódicos. "2. ' Tétano emprostotonos ó anterior. Es común entre los indios y en él se dobla el cuerpo hacia la parte anterior, clavándose la barba-en el pecho. Ademas de los síntomas generales le acompañan ESP ,j la risa sardónica, rechino de dientes, un murmullo sordo, ronquera, y algunas veces una ligera disuria; de suerte que entre los indios se íienen por demoniacos. Se cura con los opiados, ligaduras en los miembros, fricciones espirituosas, ventosas y enemas irritantes. 3. Tétano opistotónico, raptus posterganeus de Celio Aure- liano. Esta especie se distingue por estar la cabeza doblada hacia atrás: proviene regularmente del uso de ciertos venenos, como la cicuta, y también se ha visto originada de una herida del tendón de Aquiles. (V. venenos.) 4. Tétano holotónico , pasmo de los peruanos. Es muy común en ciertos parages de América, de resultas de haberse expuesto, después de acalorado el cuerpo, repentinamente al ayre húmedo y frió. Su curación se comprehende en la de la clase. 5. Tétano indiano. A la misma especie debe reducirse el tétano indiano de Sauvages emprostotónico ú opistotónico endémico en la América, que dexando ilesas las partes vitales y naturales, quita la vida muy en breve entre terribles tormentos, sin que los infelices pacientes puedan tragar nada sólido ni líquido. Sus miradas son fe- roces, particularmente si les sobreviene el espasmo cínico, el color de su rostro verde obscuro , rechinan los dientes, murmullan y sue- na su voz como si saliese de un subterráneo. La enfermedad aco- mete repentinamente, de suerte que quedan rígidos como una esta- tua. Se cura con sangrías en los que pueden tolerarlas, con friegas y ligaduras fuertes, con unturas oleosas, antiespasmódicas, con la aplicación de ventosas, eméticos, sudoríficos, enemas estimulantes, baños y opio. Los ingleses usan con acierto y preferencia de estos dos últimos remedios. 6. Tétano lateral. Fernelio refiere un caso de esta especie en que el mal aparecía anualmente solo en el invierno, y dos ó tres veces al dia; y quando llegaba á fixarse en la pierna ó brazo de un lado, se contraían estos miembros de modo que no bastaba fuerza alguna para extenderlos. 7. Tétano sifilítico. Suele observarse con freqüencia esta espe- cie de resultas de la supresión de una gonorrea por la intempestiva aplicación de remedios astringentes, y casi siempre quando las cau- sas generales del tétano recaen en un sugeto atacado del virus ve- néreo. Su curación se cifra en el uso de los mercuriales. 8. Tétano verminoso. En la inspección anatómica de algunos cadáveres de los que han fallecido de tétano se ha hallado una mul- titud de lombrices en los intestinos, que sin duda eran causa de esta enfermedad. En este caso convienen los antihelmínticos. {Véase lombrices) 9 Tétano hemiplégico. Especie rara en que una mitad del cuer- po está rígida y dolorida, y la otra paralítica é insensible, con ca- i6 ESP lentura aguda, delirio &c. Se cree que proviene de un absceso en el cerebro. iü. Tétano febricoso. Tal es quando acompaña como un sínto- ma á las accesiones de una calentura intermitente, por cuya razón se cura con la quina ú otros medicamentos semejantes. {Véase ca- lentura.) i i . Tétano traumático. Es el que se sigue á la herida ó pun- tura del tendón de Aquiles: su curación debe buscarse en el artícu- lo correspondiente de Cirugía. (V. heridas.) 12. Tétano histérico. Es una variedad del epistotono que se ob- serva en ciertas mugeres histéricas, y acomete por períodos. Es ne- cesario para curarle recurrir á los antihistéricos. 13. Tétano maravilloso. Debiera considerarse como una varie- dad , puesto que Sauvages forma esta especie por el caso particular y raro de una muchacha delirante y cataléptica, que en contradi- eiéndola á su delirio, ó pronunciando la voz peluca , se convelía y ponia tetánica. (V. los artículos catalepsis delirante y CA- TALEPSIS HISTÉRICA.) Género viii. Catóco de Galeno. Pudiera considerarse esta enfermedad como una variedad del tétano, pues la historia de sus síntomas es la misma; pero se distingue de él en que el catóco es crónico, y no le acompaña aquella vio- lenta agitación del pecho y dificultad de respirar que es considera- ble en el tétano. Este género consta de seis especies. r. Catóco holotonico. Se diferencia esta especie del tétano, por la inmovilidad del pecho, y del éxtasis y la catalepsis por la infle- xíbilidad del cuerpo. Galeno fué el primero que le observó en un condiscípulo suyo. 2. Catóco cervino de los veterinarios. Esta especie es propia de los caballos y ciervos, caracterizada por la dureza extraordinaria de la piel, palpitación de corazón y continuo girar de los ojos; pero puede tener lugar en nuestras Nosologías por haberse observado al- guna vez en la especie humana 9 como lo manifiesta el caso que en la suya refiere Sauvages. Se curó á los treinta dias con las cataplasmas calientes de estiércol de caballo aplicadas á las mandíbulas, con el uso interior de una mixtura hecha con el espíritu de sal amoniaco, y friegas al espinazo con aceyte de verbasco y espíritu de sal amoniaco. 3. Catóco cutáneo es aquel en que toda la piel del cuello y ca- ra se endurece como un cuero seco. Se cura con los baños tibios y de vapor, y el mercurio en fricciones. El catóco somniculoso, el histérico y el frenético de Galeno pertenecen los dos primeros al caro y el tercero á la tifomaaía: el ESP 17 verminoso de Schenck era sin duda un tétano ó una catalepsis. 4. Catóco escorbútico. Es el que viene complicado ó acompaña- do de los síntomas del escorbuto, y por consiguiente se cura con los antiescorbúticos. ( Véase artritis escorbútica y raquialgia escorbútica. ) 5. Catóco porcino. Un niño monstruoso, dice Sauvages para distinguir esta especie, tenia la piel parecida á la de un cochinillo tostado, amarilla, sonaba tocándola, y estaba hendida en algu- nos parages. (V. la Colección Académica, tomo m, observa- ción 61.) 6. Catóco diaria. Se funda esta especie en el caso de una mu- ger melancólica, que se halla en el Diario de Medicina año de 1755, la qual todos los dias se ponía soporosa, rígida é inmóvil, desde salir el sol hasta la tarde, en cuya época le sobrevenían convulsiones, llo- raba , deponía el vientre, tomaba alimento , y velaba toda la noche, para caer al dia siguiente en un nuevo paroxismo; por lo que se la llamó la marmota de Flándes. Orden tercero. Espasmos clónicos parciales. En estos se observa una contracción y relaxacion alternativas de una parte determinada. Parece sin duda que el estímulo obra enton- ces sobre la irritabilidad por intervalos manifiestos. A veces se con- funden con los movimientos naturales de los niños, de los deliran- tes , de los rabiosos y de los frenéticos, si no se atiende al motivo que los determina. Género ix. Nystagmo. Es un movimiento alternativo del ojo, de los párpados y aun del iris, ó un temblor de los ojos. Este genero consta de solas tres especies. 1. Nystagmo epiléptico. Se ha observado en algunos ataques epilépticos una convulsión de solas las pestañas. En este caso se cu- ra como la enfermedad principal. 2. Nystagmo del bulbo del ojo. Ataca no los párpados, sino el mismo bulbo del ojo, y aun produce una contracción y dilatación continuas de la papila. 3. Nystagmo catarral. Consiste en los dolores espasmódicos pa- sageros, pero vivos, en el globo del ojo, que repiten dos ó tres veces al dia, y duran tres ó quatro horas. Se ha visto provenir del infarto de la membrana pituitaria y de la congestión del moco en los senos, que comprimía los nervios orbitarios. Por consiguiente se curará en este caso promoviendo las secreciones de moco y saliva, moviendo el vientre &c. TOMO IV. C iS ESP Género x. Carphologia. Es un movimiento casi convulsivo de las manos, con que parece que los enfermos quieren quitar hilachas de la ropa, coger moscas ó pajitas, y puede reducirse al salto de tendones. La carphologia es ver- daderamente espasmódica, ó depende de una alucinación de la vis- ta. Como es siempre un síntoma en las enfermedades agudas, su cu- ración se cifra en la general de la enfermedad primitiva. (V. calen- tura. ) Este género consta de tres especies. i. Carphologia de los delirantes. Crocidismus de los autores. Proviene ó de un vicio de la vista ó de una ansiedad peculiar de las manos. Mas es una variedad que una especie. 2. Carphologia espasmódica : Salto de tendones. Es un movi- miento trémulo de los dedos ó simplemente de los tendones, que principalmente se manifiesta en el carpo. Es síntoma de la debilidad nerviosa en las calenturas malignas, de funesto presagio por lo co- mún. A veces anuncia el delirio, que se precave con la aplicación de un gran vexigatorio á la nuca: los tónicos nerviosos antiespas- módicos , como el almizcle, el alcanfor, el licor anodino mineral y el láudano le moderan. 3. Carphologia simple. Es común en las histéricas, en los hipo- condriacos y gotosos; y entonces no es un sistema peligroso. Genero xi. Pandiculatio, estiramiento, scordinoma de Hipócrates. Es un síntoma leve, que consiste en la distensión violenta de mu- chos miembros, ó de muchos sucesivamente, por lo común con bos- tezos. Parece que este movimiento depende en parte de la volun- tad y en parte de la naturaleza, y que sirve para excitar la trans- piración , sacudir el entorpecimiento, y disponer los músculos á obrar. Tres solas especies forma este género. 1. Estiramiento de los perezosos. Debe excluirse este de una nosología patológica, puesto que por ningún aspecto puede mirarse como una enfermedad. 2. Estiramiento febril. Sobreviene en la invasión de las calen- turas intermitentes, y viene á ser casi una señal característica de ellas. (V. calenturas. ) 3, Estiramiento histérico. Acompaña á los paroxismos histéri- cos. {V. histérico.) Género xii. Apomytósis. Es un sacudimiento lateral, espasmódico y casi trémulo de la ca<- ESP 19 beza, con resoplido y agitación del tronco. En los brutos es real- mente una enfermedad; pero en la especie humana es un movimien- to natural análogo al estornudo. Género xiii. Convulsión: espasmo de los griegos. Es un movimiento espasmódico, crónico, agudo ó pronto en los miembros, quedando libre en el paroxismo el exercicio de las funcio- nes del alma. Se diferencia pues de la epilepsia y eclampsia por esta última circunstancia: del histerismo, porque la convulsión no es ha- bitual ó crónica, del estiramiento y apomytosis por ser involuntaria, y de los demás movimientos convulsivos parciales, porque en ella son los miembros los que se convelen. Se cura con arreglo á la cau- sa que la produce. Este género consta de diez y seis especies. i. Convulsión por inanición. Es la que proviene de resultas de las evacuaciones excesivas y de algunas enfermedades agudas graves, en que los enfermos están aniquilados. Se cura con los buenos ali- mentos arreglados al estado del paciente, los tónicos &c. 2. Convulsión por la puntura de un nervio. Es la que resulta de la puntura de un nervio, de un tendón, de una aponeurosis ó de una membrana. Quando se punza en una sangría del brazo la apo- neurosis ó el tendón del biceps no se siente el dolor al instante en la herida, sino doce horas después de la sangría, y no en el parage mismo de la puntura , sino mas arriba, donde se fixa y se aviva al extender el brazo: en la parte ofendida se presenta un tumor co- mo una avellana , dolorífico , y sale cierto humor ¡coroso. La cura- ción consiste principalmente en completar la sección del nervio, quando no ha bastado el uso del aceyte de trementina, echando al- gunas gotas de él en la puntura. (V. heridas.) 3. Convulsim febril. (V. la sintomatologia febril en el artí- culo CALENTURA.) 4. Convulsión por un golpe en la cabeza. Es la que se sigue á un golpe, á una contusión, herida ó conmoción de diversas partes de la cabeza. En los cadáveres se han hallado por esta causa derra- mes de pus, sanies ó suero, el plexo coroides lleno de sangre, la pia-madre inflamada &c. Según la diversidad de causas está indica- da la operación del trépano, ó la aplicación de un gorro de cantá- ridas ó el uso de sangrías copiosas &c. (V. heridas de cabeza.) j . Convulsión por hidrocéfalo. (V. este artículo.) 6. Convulsión nefrdlgica. Esta especie es consiguiente á la pre- sencia de cálculos en los ríñones ó en los uréteres. Su curación no puede ser mas que paliativa. (V. cálculos. ) 7. Convulsión rafamia. Resulta de la planta venenosa llama- da rábano silvestre, y es común entre los Suecos y Alemanes. 20 ESP 8. Convulsión por usar de centeno con tizón. Viene á ser la mis- ma que la anterior, pues solo se diferencia en la naturaleza del agen- te que la produce. 9. Convulsión indiana. La impresión del frió en una herida ó puntura produce en ciertos parages de América, y principalmente en la isla de Borbon, una convulsión, que empieza por calambres en la parte afecta; y se cura con los sudoríficos cordiales, friegas se- cas , ligaduras, y con la cauterización de la herida. 10. Convulsión del abdomen. Sauvages señala esta especie por haberla observado en un sugeto, que se curó inmediatamente con una evacuación de sangre hemorroidal y el uso de los anodinos. 11. Convulsión universal. Se distingue por una agitación con- tinua violenta de todas las partes del cuerpo , y de cada una de por sí, de dia y de noche, conservándose ilesas las funciones del alma. Su curación debe establecerse con arreglo á la causa y disposición del paciente. 12. Convulsión habitual. Se diferencia de la anterior solamente en ser particular, como de un pie, de la cabeza &c., y habitual; de suerte que dura meses y años repitiendo todos los dias. 13. Convulsión por el onanismo. Resulta del detestable vicio de la masturbación. La continencia, los buenos alimentos, los tóni- cos y los baños fríos son sus principales remedios. [V. onanismo.) 14. Convulsión de las preñadas. No se debe confundir con la eclampsia que también padecen , porque la convulsión ni les ofusca los sentidos, ni ocasiona el aborto, antes bien cesa al acercarse el parto. 15. Convulsión hemitotonos. Es la que acomete solo en un lado. Realmente es una variedad. 16. Convulsión intermitente. Es la que acomete en períodos de- terminados y constantes. Igualmente puede mirarse como una variedad de otras especies. Género xiv. Temblor. Es una agitación ligera de los miembros ó de la cabeza, en que involuntariamente, aunque sin impedirse del todo el libre movimien- to, tiemblan sin tener una sensación intensa de frió. En esto se dis- tingue del rigor febril y y en que ademas no se contrae y arruga repentinamente la piel. Se distingue igualmente de los demás espas- mos en que cesa afirmando la parte trémula, y solo vuelve en que- riendo moverla de nuevo. Este género consta de diez y nueve es- pecies. 1. Temblor por debilidad. Es común á los convalecientes y á los que hacen un exercicio activo hasta fatigarse no estando acostum- brados : la quietud, el sueño y el alimento curan esta especie. ESP 21 2. Temblor senil. Es propio en los viejos, y siempre incu- rable. 3. Temblor temulento (de Plater) y con mas propiedad vinoso. Re.ulta del largo y excesivo uso de licores fermentados: también le producen el op;o, el beleño y otras substancias narcóticas. En este caso se desvanece con el vinagre. Los que preparan el tabaco llegan á padecer este mismo temblor. 4. Temblor por el abuso del café. Se manifiesta principalmente en las manos, y en los estudiosos y melancólicos que han usado con exceso del café. Cesa pues con la abstinencia de esta bebida, con el uso de la leche y de condimentos picantes y salados. 5. Temblor metálico. Es propio de los que trabajan en las mi- nas de plomo, azogue y otros metales, y en sus elaboraciones, con el cuerpo desnudo, ó exponiéndose al ayre frió. Se cura, según Haen, con la electricidad; y son no menos útiles los sudoríficos y los baños termales sulfúreos. (V. raquialgia.) 6. Temblor coacto ó violento. En esta especie sigue temblando la parte aun quando se sostenga y afirme. Es un grado pequeño de la convulsión, y por lo común la precede ó se sigue á ella. Su cura- ción debe arreglarse á la causa que la produce. 7. Temblor vertiginoso. Esta especie está fundada en la histo- ria de una epidemia, que refieren Bonet y otros autores en el año de 1571, en que al temblor acompañaban fuertes cefalalgias y vér- tigos mortales en pocos días. En la disección de los cadáveres se ha- lló un gusano en el cerebro. 8. Temblor por hidrocéfalo. Suele sobrevenir á esta enferme- dad.....(V. el artículo hidrocéfalo.) 9. Temblor de tendones: salto ó sobresalto de tendones. Es síntoma de las calenturas malignas, del frenesí y de otras enfermeda- des agudas en que domina el carácter nervioso. {V. carphologia. ) 10. Temblor escorbútico. Viene á ser el mismo que el me- tálico. n. Temblor par alyt o des. A este acompañan la insensibilidad ó la impotencia para el movimiento como á la parálisis, y se cura co- mo esta. ( V. su artículo.) 12. Temblor saburral. Alguna vez se ha visto sobrevenir un temblor universal á un aparato saburral de primeras vias. Por consi- guiente se cura con los eméticos y purgantes. 13. Temblor por plétora. Se distingue por presentarse al mismo tiempo todas las señales de plétora; y por lo mismo se disipa con las sangrías, dieta , purgantes suaves &c. 14. Temblor por pasiones de ánimo. La ira, el miedo, el gozo excesivo y otras pasiones exaltadas producen un temblor, que la se- renidad de la razón y á veces los calmantes hacen desaparecer. 22 ESP i?. Temblor Asturiano. {V. la lepra elefantiasis.) i6. Temblor palpitante. Es el que se nota no en un miembro, sino solo en uno de sus músculos y con cierta irregularidad en sus movimientos. Parece que la causa de esta palpitación muscular es lo- cal , esto es, existe en el mismo músculo. Los antiguos la atribuían á la explosión de un flato, que al salir elevaba las partes. Es afecto muy pasagero, y no debe confundirse con las pulsaciones de las ar- terias ó de los aneurismas, ni con los movimientos de la respiración en una parte del pecho ó del vientre, pues estos son siempre regu- lares y ordenados. 17. Temblor traumático. Es el que viene de resultas de una contusión de la cabeza, con cefalalgia y debilidad universal: una in- cisión crucial en todo el parage contuso ó la aplicación de un gran vexigatorio á la cabeza son los remedios mas eficaces en esta es- pecie. 18. Temblor reumático. Es el que se manifiesta en una parte atacada de dolores reumáticos. Cesa por lo común con la curación de estos, mediante los remedios oportunos indicados en el artículo REUMATISMO. 19. Temblor tifodes. Síntoma del tifo. (V. este artículo.) Género xv. Palpitación. Palmos de los griegos: Cardiogmos de Galeno, vulgarmente palpitación de corazón. Es una contracción del corazón, que se executa con mas rapidez y aun casi siempre con mas fuerza que lo acostumbrado. Alguna vez late el corazón con tanta violencia contra lo interior de las costillas, que produce un sonido considerable. Es efecto de causas muy di- versas, á veces dependientes del estado de todo el sistema, y á ve- ces puramente locales. Así su etiología debe buscarse en sus diversas especies, que, según Sauvages, son quince. 1. Palpitación por aneurisma del corazón. (V. aneurisma.) 2. Palpitación por osificación del corazón. No se conoce re- gularmente sino por la inspección de los cadáveres. 3. Palpitación calculosa. Otro tanto podemos decir de esta, pues solo se funda en la observación de algunos autores, que hallaron cálculos en los corazones de sugetos que habian padecido palpi- tación. 4. Palpitación trémula. Es un movimiento trémulo del cora- zón y de todo el pecho, con pulso desigual é intermitente. Provie- ne por lo común del aneurisma de las aurículas del corazón, 6 de una dilatación notable de este, que ya no plexa percibirse la palpita- ción completa en el lado izquierdo, sino que ocupa todo el pecho. De aquí la dificultad ds respirar, y al fin el hidrotórax, la disfagia, ESP 23 la náusea, la cardialgía, la tos, el esputo de sangre, ansiedad &c. Es incurable. 5. Palpitación por pólipo. (V. este artículo.) 6. Palpitación poliposa. Esta presenta los síntomas de una ma- yor congestión de sangre en el pulmón, como la disnea, el asma sin tos, la hemoptisis, ademas de los signos propios de la especie precedente. 7. Palpitación apostematosa. Su diagnóstico es tan difícil co- mo el de las demás; y así solo se ha distinguido esta especie por ha- berla padecido sugetos en cuyos cadáveres se hallaron abscesos en el corazón. 8. Palpitación por aneurisma de la aorta. [V. el artículo aneurisma.) 9. Palpitación por estrechez de la aorta. No solamente se ha visto estrechada, sino también osificada esta gran arteria en suge- tos hipocondriacos y vinosos que padecieron freqüentes palpita- ciones. 10. Palpitación por causa del páncreas. Se funda esta especie en una observación de Storck. A una muger de resultas de un vó- mito violento le sobrevinieron (suprimiéndosele repentinamente la menstruación) ansiedad en los hipocondrios, palpitación de corazón, frío de las extremidades, pulsación en el epigastrio, y al menor es- fuerzo deliquios; apareció finalmente un tumor debaxo del estóma- go, y todos los síntomas crecían en el tiempo de la menstruación. En su cadáver se halló el páncreas hecho un saco, que contenia tre- ce libras de sangre grumosa. 11. Palpitación artrítica. Parece que esta especie resulta de suprimirse en parte el humor artrítico, retrocediendo al cora- zón. Los medicamentos que sirven para llamar la artritis al sitio correspondiente son los únicos que directamente curan esta palpi- tación. 12. Palpitación clorótica. Es síntoma regularmente de la clo- rosis, y se cura como esta con las preparaciones del hierro. (V. clo- rosis.) 13. Palpitación histérica. Es la que acompaña al histerismo. Cesa con el uso de qualquier bebida antihistérica ó con el mismo pa- roxismo. 14. Palpitación melancólica. Se observa en los hipocondriacos como un efecto de su excesiva sensibilidad é irritabilidad. i 5. Palpitación febricosa. Solo Storck señala esta especie como síntoma de ciertas calenturas. 24 ESP Género xvi. Coxera. Balotes y coleia de los Griegos. Cholma del Diccionario de Castel. Es un modo vicioso de andar, en que el tronco á cada paso se inclina á esta ó la otra parte, moviendo una pierna irregularmente y con dificultad. En esta dolencia el exe del cuerpo no cae como ert el estado natural, paralelo sobre el centro de gravedad, situado en el pie que movemos hacia adelante. Se cura con arreglo á sus causas diversas. Este género consta de siete especies. i. Coxera por dolor. Los dolores ceática y artríticos, las he- ridas , las contusiones, una inflamación , una erisipela , ó qualquier otro afecto capaz de excitar ó aumentar el dolor al andar constitu- yen esta especie. Por consiguiente cesa curado el dolor según sea su naturaleza. (V. dolores. ) 2. Coxera raquítica. Es la que se nota en los niños raquíticos por la mala conformación de los huesos de las extremidades inferio- res á causa de la raquitis. No poniendo á los niños á andar demasia- do temprano, suele corregirse este vicio con la edad. {V. el artícu- lo raquitis. ) 3. Coxera por fractura. Proviene del dolor que ocasiona una fractura reciente, ó de haber quedado mas corta la extremidad por haberla reducido mal. (V. el artículo fractura.) 4. Coxera por dislocación. Resulta igualmente de las dislocacio- nes recientes ó mal reducidas. (V. dislocación. ) 5. Coxera por contractura. La contractura de los tendones, co- mo en la raquialgia, en la hemiplegia escorbútica, artrítica &c., da origen á esta coxera, que por lo común viene sin dolor, y suele cu- rarse con el exercicio, los baños termales y de chorro, los vexiga- torios &c. 6. Coxera de los mutilados. Es propia de aquellos á quienes se ha amputado el muslo, la pierna ó el pie. Últimamente se han inven- tado excelentes máquinas, que imitan muy bien los movimientos na- turales. (V. AMPUTACIÓN.) 7. Coxera por debilidad. Sobreviene de resultas de la debili- dad paralítica de una pierna, de la hemiplegia, y aun de la paraplegia de ambas. En cada una de estas dolencias es muy diverso el mo- do de andar, y así curan como la enfermedad que las produce. Orden quarto. Espasmos clónicos universales, d los quales deben añadirse algunas especies de convulsión y de temblor. Siendo el cerebro el origen de todos los nervios, es verosímil que exista en él el principio próximo de las enfermedades de este ór- ESP 25 den. En los espasmos parciales por lo común la causa está fuera del cerebro, como en la palpitación , que reside en el corazón mismo. Así no es extraño que en las enfermedades espasmódicas universales haya lesión de ciertas funciones del alma, como sucede en la epilep- sia , las quales subsisten intactas en las parciales. Género xvii. Rigr.r y r higos y price de los griegos, horripilación de los latinos, despeluzamiento. Es un sacudimiento trémulo violento de la cutis con sensación de frió, por lo qual se diferencia del temblor, en que no es la piel la que se coarruga y agita sino los miembros. Este género consta de siete especies. 1. Rigor febril. Es el que regularmente principia las calenturas con frió ó sin él, ó solo sensible al enfermo, conservando en lo ex- terior su calor natural, ó tal vez mayor. Suele dividirse en crítico y morboso, según el dia en que sobreviene, y los efectos nocivos ó saludables que á él se siguen. Las bebidas teiformes moderan este síntoma. (V. el artículo calenturas.) 2. Rigor catarral. Precede y acompaña á las afecciones catar- rales; acomete por intervalos; se mitiga comprimiendo el aliento, y no mudando de postura en la cama: comienza regularmente por la espalda y espinazo, y á veces desde la nuca. Quando viene en la invasión de una intermitente sencilla, se sigue á él un calor igual en intensión, y termina con sudor; en las malignas apenas se sigue pire- xia, ó á lo menos es muy corta, y no siempre termina con sudor; ero quando el rigor es puramente catarral no se sigue pirexia nóta- le ni sudor. [V. catarral.) 3. Rigor supuratorio. Después de una afección inflamatoria, que pasa á supuración , sobrevienen y anuncian esta ciertos calofríos anómalos que acometen por las tardes, y les suceden sudores leves y calenturas. Balloni observó un rigor con temblor universal en un enfermo, que tenia toda la sangre blanquecina como pus ó quilo. 4. Rigor por pasión de ánimo. Es análogo en todo al temblor por pasión de ánimo descrito anteriormente. (V. este artículo.) 5. Rigor por frió. Acomete á los que están expuestos á la acción del ayre en medio de la nieve, en el hielo &c. Se desvanece cubrien- do el cuerpo con ceniza caliente, dándole friegas con nieve, con franela &c. 6. Rigor tercianario. Chaptal comunicó á Sauvages la observa- ción de una muger sexagenaria , que por espacio de dos años padeció un rigor universal cada tercer dia, con frió que le duraba veinte y quatro horas, pulso pequeño y raro; y al fin después de haber usado inútilmente varios remedios, que solo la aliviaban por espacio de al- TOMO IV. D l 26 ESP gunos dias, se curó del todo tomando diariamente una infusión de cassis. En esta observación funda Sauvages la especie de vigor ter-*- cianario. 7. Rigor febricoso. Es un síntoma terrible de las intermiten- tes malignas. ( V. este artículo.) Género xviii. Eclampsia, convulsión infantil. Es una convulsión general acompañada de un estado soporoso, por lo común con un gesto convulsivo déla cara, que imita la son- risa , aguda, y á veces remitente y aun continua, en lo qual se dis- tingue de la epilepsia, no dexando como esta una impresión capaz de renovar periódicamente los paroxismos. Es propia de los niños, por las diferentes causas que concurren en ellos, compatibles con la edad adulta: se llama también alferecía. Este género tiene diez y siete especies. 1. Eclampsia tifodes. Se observó una epidemia de estas con- vulsiones, en que habia delirio, enagenacion del alma, y á veces ca- lentura , el año de 1595 en el obispado de Colonia y Westfalia. Pue- de verse su descripción en la Nosología de Sauvages, que por ella es- tablece esta especie. Se curó con los catárticos, antiespasmódicos, y fomentos nervinos, aromáticos &c. 2. Eclampsia verminosa. Es la que proviene de la presencia de lombrices en las primeras vias, y es muy freqüente entre los ni- ños. Se cura con los antihelmínticos. 3. Eclampsia de las parturientas. Acomete á las mugeres en el momento del parto, y es siempre peligrosísima, particularmente si la paciente se pone soñolenta, y su boca está llena de espuma. El remedio mas seguro es la extracción del feto por los medios opor- tunos , y la sangría si puede tolerarla su constitución. Las convul- siones no cesan del todo con la extracción del feto, sino que van disminuyéndose poco á poco; y si continúan sin intermisión con la misma energía, es perdido el caso. Quando esta eclampsia se anuncia con dolor fuerte de cabeza, amaurosis repentina &c. suele precaverla la sangría. 4. Eclampsia por dolores. Es la que sobreviene algunas veces á los dolores de qualquiera especie, y por consiguiente deben com- prehenderse en esta especie como variedades la eclampsia raquial- gica , la que resulta de la otalgia, ó dolor de oidos, y la que vie- ne de la dentición, para cuyo conocimiento y curación se verán los respectivos artículo? de cada una de estas afecciones. 5. Eclampsia por saburra. Quando las nodrizas dan el pecho á las criaturas inmediatamente después de un rapto de ira, de un sus- to &c. suelen á estas resultarles eclampsias, que son las de esta espe- ESP vy cíe. Se curan con el uso del agua emetizada ó del xarabe de chico- rias con ruibarbo. 6. Eclampsia por iscuria. Es la que se sigue á la supresión de orina, y por consiguiente cesa con la extracción de este líquido y el uso de los calmantes. 7. Eclampsia pletórica. Es la que reconoce por principio una plétora sanguínea; se cura con sangrías, aplicación de sanguijuelas al ano , y dieta tenue. 8. Eclampsia por inanición. Esta por el contrario proviene de las grandes evacuaciones, y por consiguiente sus remedios son los analépticos, cordiales y aromáticos. 9. Eclampsia traumática. Es consiguiente á las contusiones ó fracturas del cráneo. (V. el artículo heridas de cabeza.) 10. Eclampsia exantemática. Es la que preceded sobreviene en las viruelas: la primera es freqüente en las discretas, y no tiene conseqüencias funestas. 11. Eclampsia por el uso de la belladona. Es efecto del en- venenamiento de esta planta. (V. su curación en el artículo corres- pondiente.) 12. Eclampsia por el uso del cenante. Es semejante á la anterior. 13. Eclampsia por la cicuta. Otro tanto podemos decir de esta especie. Sauvages refiere varias historias de este género de enve- nenamiento. 14. Eclampsia por el uso de la coriaria. También debe con- siderarse como una variedad; de suerte que esta y las tres anterio- res pudieran comprehenderse baxo una especie con el título de eclampsia por envenenamiento. Sus síntomas y la curación deben deducirse de la historia del veneno particular que las produzca. {V. venenos.) i 5. Eclampsia de los recien nacidos. La padecen los recien nacidos débiles por constitución, ó por el mismo parto siendo la- borioso. Se conoce por las señales generales de debilidad, y pueden dárseles para corregirla alguna cucharadita de vino, reparos externos, enemas corroborantes &c 16. Eclampsia por hidrocéfalo. Es enfermedad muy freqüente, hereditaria en algunas familias, y por lo común mortal. Acomete á los niños dé constitución escrofulosa, y por tanto su curación pre- servativa consiste en la destrucción de este virus. (V. escrófulas.) 17. Eclampsia febricosa. Es la que repite, guardando el pe- ríodo de una calentura intermitente, aunque en el pulso no hay una alteración sensible. La quina, y en general todos los amargos, los vexigatorios y los antiespasmódicos son los medicamentos mas efica- ces contra esta especie. {V. calentura.) 28 ESP Género xix. Epilepsia, enfermedad divina de Platón, her- cúlea de Aristóteles, comicial de Plinio, sagrada y mayor de Celso, caduca de Paracelso, analepsia de Riverio, mater pue- rorum de Schneider, mal de corazón-, gota coral: alferecía. Es una interrupción repentina de todos los sentidos internos y externos, acompañada de una contracción y relaxacion violenta y alternativa de casi todos los músculos voluntarios de mas ó menos duración, hasta que el paciente vuelve á su antiguo estado y quie- tud, sin saber absolutamente lo que le ha pasado durante el paro- xismo, el qual repite por lo común periódicamente. En general pre- ceden á este los mismos síntomas que á la apoplegía , á saber, pesa- dez de cabeza, vaidos, ruido de oidos, ponerse delante de la vista chispas y ráfagas de luz, torpeza en la lengua y balbucencia , sueño profundo ó vigilia extraordinaria, ensueños agitados, tristeza ó propensión á la ira, falta de memoria, entorpecimiento, estupor, temblor, estornudos y bostezos freqüentes, abundante salivación, náuseas; ó por el contrario hambre, percepción de olores fétidos, ó extraños y falsos, constricción del pecho, de la garganta y del vien- tre, contracción de algún músculo, dolor en las escápulas, palpita- ción del corazón, opresión, angustia y excreción de orinas aquosas y crudas. Algunos sienten poco antes del paroxismo dolor en alguna parte, espasmo ó calambre, ó subir de ella un ayre fresco, ó cierta hormigueo. Sin embargo muchas veces acomete, sin haber precedida ninguna señal, repentinamente. En la accesión cae el hombre de repente sin sentido con una convulsión clónica., queda después inmóvil y vuelve á convelerse; se le pone el rostro encendido, pálido, amoratado é hinchado, sa- cando fuera de la boca la lengua, que á veces se despedaza con los dientes, y en algunos casos mas graves evacúa sin sentir las materias fecales, la orina y aun el semen. El pulso , que por lo común es fuerte, grande y acelerado, desaparece y vuelve alternativamente; los ojos unas veces están abiertos y fixos, otras se tuercen extraor- dinariamente; de suerte que no pocas veces quedan vizcos y torci- dos después del paroxismo. A algunos se les excita cierto silbido en la garganta y pecho, y aun estertor: á otros les sobrevienen hipo ó vómito; los mas arrojan una espuma de la boca y de las narices, particularmente al acercarse el fin de la accesión, y les suda la cabe- za, el cuello y aun todo el cuerpo. Alguna vez se observan ciertas conmociones en los miembros, y gestos raros y maravillosos, y al- gunos al tiempo de la invasión dan aullidos, voces, gritos, ó pro- nuncian algunas palabras confusamente j pero las mas veces es tan ESP 29 fuerte la agitación y convulsión de los miembros, que se han visto torcerse y dislocarse aun en los hombres mas robustos. Luego que cesa el horrible paroxismo, que dura en unos pocos minutos, en otros mas tiempo, y aun en algunos horas enteras, se relajan , y reposan los miembros, los ojos parecen empañados y tur- bios, las venas de la frente, de las sienes y de la cara permanecen todavía hinchadas, las facultades intelectuales están entorpecidas, los labios aparecen amoratados ó cárdenos, la lengua vierte sangre, los sentidos y los movimientos voluntarios van volviendo lentamente, pero sin conocer ni recordar los pacientes nada de lo que les ha suce- dido , quejándose solamente de dolor de cabeza, pecho y miembros. En la descripción genérica de la epilepsia comprehendemos todos los síntomas que la constituyen en el mayor grado; porque á veces es mucho mas leve, y entonces se llama imperfecta , como quando el movimiento clónico se observa solo en ciertas partes; pero con el tiempo va creciendo por grados y llega á hacerse perfecta. En quanto á sus causas no pueden ser otras que las que general- mente señalamos en los espasmos, aunque el estímulo puede existir en diversas partes, y obrar á veces sobre todo el sistema nervioso, en su origen, ó un punto determinado, desde donde se propaga su acción simpáticamente. Sin embargo debemos tener presente que en la disección de los cadáveres de los epilépticos se han hallado va- rias cosas á que se puede atribuir el origen de la enfermedad, á sa- ber , dureza en el cerebro y sus membranas, caries en la superficie interna del cráneo, y exóstoses de este, que comprimen el cerebro, derrames de serosidad y de pus, y también concreciones de tierra en algún punto de la cavidad del cráneo, y otras varias substancias preternaturales que refieren los autores. Mas estando fundada la división de sus especies en la variedad de sus causas debemos buscarlas en ellas particularmente. Con arre- glo á su naturaleza debe también establecerse su curación. Sin em- bargo se han preconizado mil específicos para aquellos casos en que la causa es desconocida, y solo depende una mudanza particular del sistema nervioso; pero por desgracia la experiencia ha manifestado su inutilidad. Entre estos remedios empíricos se han celebrado el cráneo humano, el moho que se forma en él quando está expuesto al ayre , la uña de la gran bestia, el aceyte animal de Dippel, las ho*- jas de naranjo, y aun el vitriolo azul; la quina, la valeriana y ser- pentaria se recomiendan igualmente, formando electuarios y otras composiciones farmacéuticas con dichos remedios. Últimamente en el Repuesto Médico de Nueva-Yorck se hace mención de algunos enfermos curados con el uso del nitrate de plata en la dosis de una quarta parte de grano interiormente; pero á mas de ser remedio muy arriesgado, nos faltan observaciones propias que lo compruebes, 3o ESP El plan de una cura profiláctica en general debe reducirse al uso de alimentos ligeros y nada estimulantes, y procurar que los enfer- mos estén tranquilos y libres de pasiones excitantes: se deberán pres- cribir algunas aguas minerales (V. este artículo.)', los baños de agua de mar y naturales frios, y las fuentes en la nuca ú otro sitio se reco- miendan por algunos autores; los purgantes laxantes y algunos emé- ticos de tiempo en tiempo convendrán para que impidan la acumu- lación de saburra en el estómago. En el acto de la accesión no se debe hacer otra cosa que cuidar de que no se maltrate el enfermo, principalmente que no se coja la lengua entre los dientes; siendo inútil todo quanto se hace para abreviar su duración. Este género consta de catorce especies. i. Epilepsia pletórica. Es la que reconoce por causa una plé- tora del cerebro, y suele ser consiguiente á la supresión de ciertas evacuaciones de sangre. Se cura principalmente con la menstruación. Las muchachas que la padecen, no habiendo todavía menstruado, se curan regularmente en llegando esta época. En otros casos es necesario recurrir á las sangrías, aplicación de sanguijuelas, ligaduras á los muslos &c. 2. Epilepsia caquéctica. Es la que proviene en los caquécticos por obstrucciones de los hipocondrios ó de otras visceras del vien- tre , por clorosis, escorbuto, úlceras &c.; y sq cura según estas afec- ciones particulares. 3. Epilepsia estomática. Es consiguiente al infarto del estóma- go por una excesiva cantidad de alimentos, precediéndola dolores de este órgano, eructos, inapetencia, náuseas y vómitos. Se cura con la dieta, eméticos y purgantes. 4. Epilepsia uterina. Se distingue por el sexo de la persona que la padece, por haberla precedido ó acompañado insultos histéricos, por guardar los paroxismos los mismos períodos que la menstrua- ción, y porque durante la accesión las sensaciones se ofuscan; pero no se suprimen del todo. Se disipa fácilmente con el uso de las be- bidas antihistéricas, sinapismos y ligaduras á los muslos en el acto del paroxismo. j. Epilepsia fingida. Es la que afectan y fingen algunas mu- geres, y casi todos los mendigos, aquellas por algún interés parti- cular, y estos por excitar la compasión. No debia comprehenderse esta en nuestra Nosología, pues á mas de no ser una enfermedad real, solo la astucia del Profesor puede á veces descubrirla, y en- tonces con solo ordenar ciertos remedios crueles y dolorosos se disipa. 6. Epilepsia pedisintomática. Sauvages establece esta especie por un caso particular que Boerhaave refiere en sus consultas de un joven que sentía subir el aura epiléptica, principiaba el paroxismo, ESP 3t en un pie que habia tenido dolorido dos años. La curación mas acertada en estos casos es hacer insensible ó destruir el ramo ner- vioso donde se manifiesta la afección primitiva. 7. Epilepsia por pasión de ánimo. Esta especie es muy co- mún : el terror, un rapto de ira, otra pasión vehemente qualquiera la produce, y aun se ven niños epilépticos por haber sus madres, durante la preñez y en la lactancia, recibido un susto, ó tenido un acceso de cólera. El horror que causa la vista de un epiléptico en sugetos muy sensibles é irritables, se la ha ocasionado también algu- nas veces. Entonces el mejor remedio es excitar ideas enteramente opuestas, y mudar, digámoslo así, la imaginación. El hacer cos- quillas á los niños suele tener esta funesta conseqüencia. 8. Epilepsia simpática. Es la que sobreviene á conseqüencia de alguna enfermedad local distante del cerebro, precediendo la sensación de una especie de vapor que parece levantarse de la parte afecta. A veces se disipa con solo poner á ella una ligadura, ó darla una friega. A la epilepsia simpática debian reducirse muchas de las especies que señala Sauvages. (V. la descripción de este género.) 9. Epilepsia febricosa. Así se llama la que es un síntoma, ó bien producto de las calenturas intermitentes. Se cura generalmente con la quina &c. 10. Epilepsia por dolor. Así como los fuertes dolores ocasio- nan la convulsión, también á veces producen una epilepsia formal, y entonces los calmantes son el remedio mas seguro. 11. Epilepsia exantemática. Sobreviene en las enfermedades exantemáticas quando hay un retroceso de los exantemas, y se dis- tingue de la eclampsia de esta especie en que esta acomete en las agudas, y aquella en las crónicas, como la sarna, la tina &c. ia. Epilepsia sifilítica. Es la que resulta de los tofos y exós- toses venéreos formados en el cráneo, que comprimen ó irritan la substancia cerebral, y se cura con los mercuriales. (V. venéreo.) 13. Epilepsia traumática. Proviene de las heridas ó golpes en la cabeza. (V. heridas.) 14. Epilepsia raquiálgica. Es la que resulta de la raquialgia melancólica, ó de un vicio artrítico. Se cura como la enfermedad principal de donde se origina. Género xx. Histerismo. El histerismo es un conjunto de síntomas convulsivos, pasageros y variables, acompañados de una gran pusilanimidad, que se aumen- ta con las pasiones de ánimo, y qualquiera otra causa debilitante. Quando se manifiesta por grados, sus síntomas precursores son el sopor, los intervalos de delirio, el entorpecimiento de los miem- bros , una inercia casi invencible, y alternativas de rubicundez y pa- 32 ESP lidez del rostro. A proporción que se va aumentando el paroxismo, la enferma siente en el abdomen como una especie de gl^bo, que se dirige hacia las partes superiores. Estas afecciones espasmódicas de los intestinos están acompañadas alguna vez de fuertes rrgidos de tripas, y sus movimientos son muy irregulares. Otras veces por el contrario el vientre está deprimido y tirante con sumo estreñimien- to; pero en todos los casos hay contracciones espasmi dicas en la garganta, ó mas bien una especie de agarrotamiento; entonces la respiración es casi siempre imperceptible ó nula, el pulso insensible, las extremidades están frias, y muchas veces existen todas las apa- riencias de la muerte, la que también suele alguna vez sobrevenir. Algunos paroxismos se manifiestan por síntomas de convulsión o delirio, según las complicaciones del histerismo, con otras afeccio- nes nerviosas. A la declinación del paroxismo se advierte por grados un restablecimiento de fuerzas, color natural del rostro, disminu- ción progresiva, y cesación de todos los síntomas espasmódicos, aparece nuevamente la sensación y el movimiento, y sobreviene la lasitud de las partes naturalmente flexibles. Generalmente el histerismo es mas común en las jóvenes de cons- titución ardiente que en las mugeres de qualquiera edad, que volun- tariamente ó por razón de sus circunstancias guardan castidad. El asiento pues de esta afección parece ser el sistema nervioso uterino. Se cura paliativamente con los calmantes y antiespasmódicos en el acto del paroxismo; pero metódicamente rara vez: el uso de los tó- nicos, los baños fríos, y alguna vez templados, y las aguas minerales gaseosas son unos excelen'es remedios profilácticos de esta enferme- dad. Este género consta de ocho especies. i. Histerismo verminoso. Las lombrices se enmascaran freqüen- temente con los síntomas de varias enfermedades, y entre ellas de los del histerismo. He aquí la razón de esta especie en la Nosología de Sauvages, la qual por consiguiente cede al uso de los antihelmínticos. 2. Histerismo clorótico. El que acomete á las mugeres cloróti- cas. (V. CLOROSIS.) 3. Histerismo por menorragia. Es el que trae su origen de los partos difíciles, de ciertas enfermedades agudas , del uso inmoderado de las sangrías y purgantes, y de los fluxos de sangre. Los buenos alimentos y los medicamentos corroborantes combinados con los an- tiespasmódicos curan esta especie. . 4. Histerismo por leucorrea. Es conseqüencia muy común de esta enfermedad. (V. el artículo correspondiente.) 5. Histerismo emphráctico. Así se llama el que reconoce por causa las obstrucciones de las entrañas del abdomen, como el bazo hígado y páncreas. Se cura con los xabonosos, aperitivos marciales, aguas minerales &c. ESP 33 6. Histerismo libidinoso. Es el que proviene de una excesiva continencia, que ocasiona el infarto de los ovarios; y á veces del desaseo, degenerando los humores mucosos, que barnizan los órganos de la generación, en una acrimonia capaz de estimularlos extraordina- riamente. Los desobstruentes, y entre ellos con preferencia la cicu- ta, los lavatorios detergentes, el uso interior del alcanfor y los ba- ños fríos, son los medicamentos mas eficaces. 7. Histerismo estomático. Es el que depende de varios vicios del estómago, y por tanto se cura con arreglo á la diversa naturale- za de estos. 8. Histerismo febricoso. Se caracteriza esta especie por el período que guardan sus paroxismos, semejante al de las calenturas intermiten- tes. £1 alcanfor, el almizcle, el opio y los demás remedios antiespas- módicos, administrados á cortos intervalos antes del ataque, le disipan radicalmente. Género xxi. Escelotirbe : Corea. Esta enfermedad consiste en movimientos convulsivos, que son en parte voluntarios, y que acomete á los niños de ambos sexos, que no han llegado todavía á la edad de la pubertad, y mas á los que están entre la edad de diez y catorce años. Estos movimientos afectan por lo común el brazo y la mano de un solo lado, y pare- cen pantomímicos. Aunque la extremidad esté quieta, el pie está sin cesar agitado de movimientos convulsivos, que le hacen mover al- ternativamente hacia adelante y hacia atrás. Quando el enfermo quie- re andar la pierna se afecta, rara vez se levanta , como se practica al andar, antes sí se arrastra del mismo modo que si estuviera paralítica. Se cura generalmente con los antiespasmódicos y tónicos, el electua- rio antiepiléptico de Fuller, los baños frios y la electricidad. Este género consta de quatro especies. 1. Bayle de S. Vito. Así se llama esta especie por acudir los que padecen este mal á la ermita de este Santo en la Suabia. Se distingue de las demás por el compás de los movimientos, y su curación es igual á la del género. 2. Escelotirbe apresurada. Será mas fácil distinguir esta es- pecie por la historia siguiente, que refiere Sauvages. Un pintor, de edad de cincuenta años, tenia la particularidad no sclo de andar apresurado involuntariamente, sino que le era imposible volverse á derecha ni á izquierda hasta que hallaba una resistencia suficiente; y deteniéndose entonces, volvía poco á poco el cuerpo para seguir de nuevo via recta. Mas bien es una variedad. 3. Escelotirbe instable. Consiste en los movimientos extraordi- narios y pantomímicos de todo el cuerpo. Su curación es conforme á la genérica y á la constitución del paciente. TOMO IV. E 34 ESP 4. Escelotirbe intermitente. Es la que guarda un período ter- cianario , y por consiguiente debe combinarse con los remedios ge- nerales la quina. Género xxn. Beriberia. Es un espasmo de las extremidades en que los enfermos tienen contraidas las rodillas, y andan como las ovejas. Por lo común su causa es la impresión de un frió excesivo. Se cura con los baños tibios, antiespasmódicos, exercicio &c. Este género consta de dos especies, 1. Beriberia indiana. Á esta especie acompañan un movimien- to trémulo de manos y pies, un entorpecimiento doloroso, el tacto obscuro, hormigueo en las partes afectas, ronquera y disminución de la voz, y á veces calambre en los músculos del pecho. No es mortal, pero sí difícil de curar,y crónica. Los remedios mas efica- ces son las fricciones y fomentos resolutivos, los sudoríficos, como el guayaco, la raiz de china &c. 2. Beriberia espuria. Es realmente una variedad fundada en un caso particular. El espasmo ataca en ella la mitad inferior del cuerpo, ó desde el diafragma á los pies. Faltando el movimiento tré- mulo , debe reducirse á la paraplegia. ESPÁTULA. * Instrumento de que se sirven los Cirujanos y Boticarios, que es chato por un extremo, y redondo por la parte que forma su mango, y sirve para extender los ungüentos. Los Ci- rujanos tienen unas espátulas pequeñitas de acero: los Boticarios tie- nen también unas espátulas muy grandes de madera para menear al- gunas composiciones quando las deslien, las mezclan y las hacen co- cer &c. La espátula de los Cirujanos tiene de largo cinco pulgadas y tres ó quatro líneas: se divide en dos partes; la una de ellas, que es la verdadera espátula, se llama paleta, la otra mango. La pale- ta va aumentando desde el mango hasta el fin; tiene dos pulgadas de largo y línea y media de ancho, uno de sus lados es exactamente plano, y el otro va redondeándose poco á poco. El mango es un tro- zo irregularmente cilindrico; va disminuyendo poco á poco hasta su extremidad, donde termina diversamente según la voluntad de los Cirujanos. Unos hacen añadir unas muescas pequeñas transversales después de haberla achatado y encorvado un poco, lo que consti- tuye un elevador; otros hacen añadir una tienta abotonada ó ca- nalada. El mango debe tener de largo tres pulgadas y tres ó quatro líneas, y suelen ser ó de hierro ó de plata: las primeras son mas fuertes, y son buenas para la construcción de un elevador: las otras son mas aseadas, y tienen la ventaja de no tomarse. La paleta de las espátulas sirve para extender los ungüentos te- naces y los emplastos sobre lienzo, cuero ó tafetán, y para cargar las planchuelas con los medicamentos convenientes, como por exem* ESP 35 pío bálsamos, digestivos y toda clase de ungüentos blandos; y co- mo esta paleta tiene un lado chato y el otro de una redondez en- sanchada, los mismos medicamentos son extendidos y cargados en mayor ó menor cantidad: la parte redonda sirve para cargar los le- chinos algo gordos, y el lado chato sirve para cargar los menos gordos. * ESPERMA. (V. semen. ) ESPERMÁ.TICAS. (arterias y venas) (Anat.) Son dos y al- guna vez mas; por lo común salen de la parte anterior de la aorta á cosa de una pulgada, de donde salen las emulgentes; después baxan suministrando algunas ramificaciones colaterales: en los hombres pa- san por las aberturas aponeuróticas ó anillos de los músculos del ab- domen: quando llegan cerca del testículo, se dividen en dos ra- mas principales, de las quales la una se distribuye en la substancia misma del testículo, y la otra en el epididimo. En las mugeres no sa- len del vientre, y se distribuyen en los ovarios y el útero. Las venas espermáticas acompañan las arterias del mismo nombre, y van á descargar la derecha á la vena cava inferior, y la izquierda á la vena renal del mismo lado. Las arterias, las venas y los nervios de este nombre con el canal deferente forman el cordón espermático. (V. este artículo.) ESPERMATICO (Anat.), adjetivo, que viene del latin sper- maticuSy a, um, y pertenece á todo lo que tiene relación con el semen, y también con las partes de la generación: su origen primi- tivo es griego de cr^íp^A semen. (V. generación.) ESPERMATOCELE. (Cir.) Se da este nombre á un tumor de los testículos y de los vasos deferentes causado por la detención y es- pesura de la materia espermática ó el semen. La retención de la ma- teria prolífica causa una hinchazón muy dolorosa, que se disipa con sangrías, dieta, un régimen atemperante y cataplasmas anodinas. Si á esta enfermedad no aplacan pronto estos remedios, suele degene- rar en sarcocele. (V. sarcocele. ) ESPICA. (Cir.) * Se da este nombre á una especie de vendaje, porque representa ó figura en sus vueltas á una espiga de trigo. La espica es diferente según á qué parte se aplica. Hay una para la lu- xación del humero y para la fractura del acromion y extremidad ex- ternal de la clavícula; también se hace otra para el bubonocele y pa- ra Ja luxación del hueso del muslo. Para hacer la espica conveniente á la luxación del humero, se toma una venda de tres dedos de ancho y unas ocho ó nueve varas de largo doblada por un extremo: la extremidad de la venda se pone baxo del sobaco opuesto: se dirige uno de los lados de la ven- da de atrás adelante, cruzando obliqüamente ambas escápulas; se pasa sobre la cabeza del hueso luxádo por debaxo del sobaco, y se 36 ESP viene á cruzar sobre el músculo deltoides; se baxa obliqüamente so- bre la parte interior del pecho: se lleva la venda por baxo del soba- co opuesto, y se sujeta la extremidad de ella: se vuelve por detras de la espalda sobre el primer cabo de la venda para pasar al rededor de la cabeza del humero, formando un vendaje obliqüo con la pri- mer circunvolución de la venda; se hacen tres ó quatro obliqüos y luego un circular al rededor de la parte superior media del brazo. Este circular dexa un espacio entre el ángulo equilátero con el pri- mer crucero de la venda; luego se vuelve á subir, y se lleva el glo- bo de la venda baxo del sobaco opuesto para terminar en circulares al rededor del cuerpo; y últimamente se sujeta la venda con unos alfileres en el lugar en que concluye. Antes de aplicar este vendaje se procuran poner en la parte enferma y debaxo del scbaco unas quantas compresas. La espica para la clavícula se hace del mismo modo, á excep- ción que los cruzados de la venda se hacen sobre la clavícula. Para hacer la espica de la ingle se pone el cabo de la venda so- bre la espina del hueso ilion del lado de la enfermedad; se baxa obli- qüamente sobre la ingle entre las partes naturales; se envuelve el muslo posteriormente; se vuelve, y se cruza anteriormente sobre la ingle; se lleva la venda sobre el hueso pubis por debaxo del hueso ilion del lado opuesto; se rodea el cuerpo por debaxo de las nalgas, y se vuelve el cabo de la venda para continuar: después de haber hecho obliqüamente quatro ó cinco circunvoluciones como la ante- rior , se concluye con unas circulares al rededor del cuerpo. El ven- daje del muslo se hace del mismo modo, excepto que los cruzados que forman la espica se hacen sobre la parte exterior y superior del muslo. (V. VENDAR VENDAJE.) * ESPINA. ( Anat.) Se da este nombre á la columna huesosa que constituye la parte posterior del tronco , formada de muchas piezas llamadas vertebras (V. esqueleto.): en castellano se dice espina- zo , y los Anatómicos espina del dorso. Espina ventosa. (Cir.) * La espina ventosa es una enfer- medad, que consiste en una caries interna de los huesos, princi- palmente hacia las articulaciones: suele principiar sin dolor; luego se va corrompiendo la parte interior del hueso y hasta el mismo tué- tano ó medula. La caries penetra poco á poco hasta la superficie ex- terior; los huesos se ponen blandos ó carcomidos, y se quiebran al- gunas veces, no pudiendo resistir al esfuerzo de los músculos en los movimientos violentos y repentinos á que se hallan expuestos, ó bien se hinchan y dan lugar á exostoses. Quando el hueso está cariado se desprende, y se corrompe también el periostio, sin que aparezca humor alguno por fuera. Mientras el humor que causa esta enferme- dad va royendo el periostio por razón de su sensibilidad, se siguen ESP 37 dolores vivos y punzantes, como si le pasasen al enfermo una espi- na, de donde proviene el nombre de esta enfermedad. Consumido ya el periostio cesa el dolor, el humor se esparce en las carnes,'y forma un tumor floxo , blando, indolente, sin mudanza de color en el cutis; y como aquel tumor parece estar lleno de un humor ven- toso ó flatulento, que imita al edema, y que ventosidad en árabe significa humor edematoso} á la voz espina se ha añadido el adjeti- vo ventosa. Quando se abre esta especie de absceso, sea por sí mis- mo ó por la operación, arroja un pus seroso, de lo que resulta una úlcera sinuosa ó fistulosa, que no puede curarse hasta que se corrija la caries, sea con hierro ó con fuego. A esto suele agregarse regular- mente una calentura lenta, y el enfermo muere muchas veces de consunción. La causa de esta enfermedad es muchas veces un virus venéreo degenerado, ó un virus escorbútico ó escrofuloso. Esta enfermedad ataca principalmente á los niños y á los muchachos de poca edad, y rara vez se ve en los que pasan de veinte y cinco años, á menos que ya lo tuviesen antes, y no hubiesen sabido curarles. Su pronóstico es muy dudoso; muchas veces se ha visto que después de haber quitado esta enfermedad de una parte del cuerpo se ha reproducido en otra. A los principios, quando el hueso todavía no está ulcerado , po- drá curarse esta enfermedad con los remedios generales, con un ré- gimen conveniente, con el cocimiento de algún palo sudorífico, la aplicación exterior de las cataplasmas resolutivas y aromáticas, las unciones mercuriales y otros remedios según la sagacidad del Facul- tativo. Si estos socorros, lejos de disminuir los accidentes parece que aumentan los dolores, es señal que se forma absceso en el hueso; conviene entonces abrirlo inmediatamente para evitar los progresos de la caries, que el pus aumenta en lo interior. Mr. Petit refiere en su Tratado de las enfermedades de los huesos, artículo caries, haber dado salida, por medio de la operación del trépano , á un abs- ceso en la cavidad de la tibia. Un hombre habia sido tratado metó- dicamente para curarle el mal venéreo, y de resultas desapareció un tumor de la parte media de la tibia: los dolores no cesaron enteramen- te, antes fueron aumentando hasta quince dias después de haber sa- lido de casa de Mr. Petit. El enfermo tenia calentura, la pierna se le habia puesto encarnada y aun dolorosa en la parte exterior. En una consulta que se tuvo se determinó abrir la parte en que habia es- tado el tumor para dar salida á alguna materia que creían haberse filtrado en el periostio, que causaba aquellos accidentes. Dos dias des- pués, viendo que la incisión no habia producido ningún alivio, se de- terminaron á la aplicación del trépano, lo que procuró una evacua- ción muy considerable de un pus muy fétido. La medula se habia en- derezado enteramente, y el canal estaba casi vacío. Aquel Faculta- 38 ESP tivo aplicó otras tres coronas de trépano, y cortó los puentes que quedaban de uno á otro: se aplicaron varios cauterios actuales para destruir la caries, y el enfermo sanó enteramente. Hay varias obser- vaciones de esta naturaleza, y el éxito es casi seguro quando la ope- ración se hace á tiempo. Esta espina ventosa es un exóstose supura- do. (V. exóstose. ) No siempre se pueden destruir los exostoses y las caries. Quando por su situación son inaccesibles, es preciso acudir al remedio extre- mo, que es la amputación del miembro. Mr. Luis refiere haber abier- to un tumor, que parecía aquoflatuoso, en la parte interna é inferior del muslo de un mozo de veinte años. Este tumor, sin mudanza de color en la piel, habia sido precedido de dolores muy vivos en el hue- so del fémur, lo que caracterizaba una espina ventosa. Después de haber dado salida, por medio de una incisión, á una gran cantidad de materia bastante fétida, dice aquel Facultativo que metió el dedo en el centro de aquel absceso, que lo pasó por cima del músculo vasto interno á la parte posterior del fémur, donde sintió un agu- jero en el hueso, que penetraba en su cavidad , y que entonces fue absolutamente necesario cortar el muslo, viendo que no era posible destruir la caries en un hueso que estaba cubierto con una gran can- tidad de músculos y vasos considerables. * ESPINAL (Anat.), adjetivo que tiene relación con la espi- na del dorso ó espinazo. Hay varias partes que le pertenecen, y tienen los nombres de espinales: i.° la arteria vertebral, luego que entra en el cráneo, produce dos ramos, que se unen con otros, y de la unión de estos salen dos ramitos, que el uno baxa todo lo lar- go de la medula por la parte anterior, y el otro por la parte poste- rior, y se llaman arterias espinales anteriores y posteriores: 2.0 la medula de la espina, que se llama también espinal, y la describire- mos en su respectivo artículo (V. medula. ): 3.0 el nervio espinal, que nace de la medula espinal, y se conduce de abaxo á arriba, y entra en el cráneo por el grande agujero occipital, camina siempre al lado del último par, y sale junto con él del cráneo para continuar su camino. ESPINAZO es lo mismo que espina. (V. este artículo.) ESPINOSO, adjetivo que tiene relación con las espinas, pues varias partes del cuerpo se nombran así por razón de la semejanza que tienen con las partes punzantes de los espinos; y así hay apofi- ses espinosas &c., arterias y agujeros que toman el mismo nombre por estar inmediatas á estas eminencias espinosas; lo mismo que va- rios músculos, que por razón de sus ataduras ó apofises espinosas se llaman igualmente espinosos, como el espinoso de la espalda, que se ata á las apofises espinosqs de las dos primeras vertebras lumbares, y de las dos últimas dorsales y las mismas apofises de algunas de las ESP 39 vertebras dorsales, que sirve para sostenerla espina dorsal, la ende- reza , la dobla atrás y al lado. ESPÍRITU ALCALINO. ( Mat. Méd.) Se llamaba así antes el amoniaco puro ó álcali volátil cáustico, que se obtenía de la des-* tilacion del amoniaco con la cal. ( V. amoniaco.) F. Espíritu ardiente es uno de los nombres del alcohol. Espíritu de azufre. Se preparaba en otro tiempo el ácido sul- furoso, quemando el azufre en polvo debaxo de una campana de vi- drio , que se impregnaba de una corta cantidad de agua, y se llama- ba entonces este ácido espíritu de azufre por campana. Se sabe hace mucho tiempo que este método es ridículo, pues se obtiene por otros medios mas simples. (En quanto á las propiedades véase el artículo de Ácido sulfúrico.) F. Espíritu de minderero. Este nombre es sinónimo de acetite amoniacal ó de amoniaco. (V. este artículo en las adiciones.) Espíritu de nitro fumante. Se designaba otras veces con es- te nombre el ácido nítrico mezclado de ácido nitroso, que sumi- nistra el nitro descompuesto por el ácido sulfúrico. (Véase Ácido uítrico.) F. Espíritu de nitro dulcificado ó dulce. Se llama en Far- macia así la unión del ácido nítrico con el alcohol. (V. Ácido nítri- co , alcohol y éter. ) F. Espíritu de sal. Este nombre se daba antes al ácido muriá- tico. Espíritu de sal dulce ó dulcificado. La combinación del ácido muriático y el alcohol, aunque no suministra el éter, es sus- ceptible de debilitar y dulcificar el ácido: á esta combinación se le ha llamado espíritu de sal dulce, y en el dia se dice alcohol mu- riático. Se emplea esta composición algunas veces como aperitiva, diurética, cordial, antiséptica &c. F. Espíritu de vinagre. Sinónimo de vinagre radical. Espíritu de vino. Se daba este nombre antiguamente en Quí- mica, y aun hoy se usa en varias obras de Materia Médica, para nombrar el alcohol. (V. este artículo.) Espíritu de vitriolo. Se llamaba así antes el ácido vitriplico, y aun se conoce con dicho nombre en muchos libros de Materia Mé- dica y Medicina. ( V. ácido sulfúrico. ) F. Espíritu de orina. Quando se destila la orina se obtiene el amoniaco ó álcali volátil. Este producto, que se ha celebrado otras veces como cordial, no tiene mas virtud que la del amoniaco puro. ( V. AMONIACO. ) Espíritu rector. Boerhaave llamaba así el líquido oloroso que se obtiene de los vegetales aromáticos destilados, al qual llamamos en el dia aroma. (V. este artüulo.) F. 40 ESP Espíritu volátil de cuerno de ciervo, de cráneo huma- no, de sapo, de seda, de telaraña, de víbora &c Todas las materias animales, destiladas por la retorta, suministran el amonia- co y el carbonate de amoniaco. La parte de esta sal, disuelta en el agua, que pasa por producto de estas materias destiladas, se ha lla- mado hace mucho tiempo espíritu volátil de tal ó tal substancia: de qualquiera manera que se le obtenga, se sabe en el dia que siem- pre es de la misma naturaleza, y que no debe tener propiedades par- ticulares. En otros tiempos se creia que cada uno de estos espíritus tenia qualidades diferentes , hasta que una análisis química mas exac- ta ha hecho ver la identidad de todos estos productos, destruyendo la preocupación nacida en los tiempos de la ignorancia. F. Espíritus. ( Mat. Méd.) Los Químicos llamaban en otro tiem- po espíritus todos los productos líquidos volátiles y olorosos que obtenían en sus análisis: se ha dado también este nombre á estos mis- mos productos, que se han empleado como medicamentos: la ma- yor parte de estos nombres se ha abandonado por los modernos. Espíritus animales. (Fis.) Se da este nombre á un fluido muy sutil y extremamente movible, que se supone se segrega en la substan- cia cortical del cerebro, que de esta pasa á la medular, y después á los nervios por donde circulan, por lo que se llaman también fluido ó suco nerviosos pero en el dia no están de acuerdo los Fisiologistas sobre la existencia de los espíritus animales. Las hipótesis y la doc- trina de esta materia la expondremos en el artículo nervios. ESPLANCHNOLOGIA (Anat.), splanchnologia. Significa esta voz discurso de las visceras de que sera hacer instrumentos, matemáticos, anteojos, teles- copios &c. hallará en estas ocupaciones un excelente medio para llenar agradablemente los instantes en que el espíritu fatigado rehusa el alimento á la imaginación, y la imposibilita el componer: un hom- bre de negocios, hallará un descanso agradable en las ocupaciones del torno <5, en las obras mecánicas; pero los artistas,, los operarios, y en general, todos los hombres, hallarán en la agricultura un antído- to contra el mayor de los enemigos, que es el fastidio de la ociosi- dad,, preservándose, al mismo tiempo de. una multitud de enfer- medades. La falta de exercicio no. solo causa mil enfermedades, y destru- ye la economía del cuerpo humano, sino que corrompe necesaria- mente el corazón, y da margen á una multitud de vicios. Así, decir que un hombre es ocioso es peor que llamarle vicioso, pues no es- tando el espíritu ocupado, necesariamente ha de ir en pos de los pla- ceres, se ha de entregar á ellos con exceso, y de consiguiente es capaz de cometer qualquiera maldad para proporcionárselos. De aquí se infiere nuevamente que el hombre no ha sido criado para la indo- lencia, pues que esta no solo causa daño al que se: entrega á ella, si- no á toda la sociedad ; y al contrario la vida, activa no solo es mas firme apoyo de la salud, sino también de la virtud. Por lo tocante á las precauciones que deben tomarse. ya dixi- mos que era' peligroso, ponerse al ayre después dé haber hecho algún exercicio violento, que eran temibles las bebidas heladas y aun el agua fria, siendo mejor el vino en tales circunstancias. En el anículo friegas hablaremos déla especie de exercicio que esto proporciona á la gente sedentaria.] EXÉRESIS. (Cir.) *• Esta voz significa la operación por la qual se extrae del cuerpo humano alguna materia extraña, inútil ó EXF 91 perniciosa. Esto se hace de dos modos, ó por medio de lo que se llama propiamente extracción, que es sacar del cuerpo alguna cosa que se habia formado dentro de él, ó por detracción, sacando del cuerpo algo que se habia introducido de afuera. La operación de la piedra ó litotomia, el parto forzado &c. son de la primera clase: la extracción de una bala pertenecerá á la segunda. Algunos autores no llaman detracción á la acción de sacar un cuerpo extraño que se habia introducido en el cuerpo, sino quando es preciso hacer una in- cisión en diversa parte de aquella por donde el cuerpo se habia in-- troducido; pero esta distinción es de poquísima utilidad. Lo que im- porta es examinar con atención: 1.° quál es la parte de donde que- remos extraer alguna cosa, y enterarnos bien de su estructura y situación: 2.0 qué cuerpos extraños queremos extraer; quál es su forma y su naturaleza; sisón duros, blandos, desmenuzables, com- presibles, redondos, quadrados, romboydes, triangulares &c.: 3.° de qué instrumentos nos hemos de valer, eligiendo ó inventando los mas á propósito para el efecto: 4.0 cómo y quando se deberán poner en uso. Los demás principios generales concernientes á la exe-i resis quedan expuestos en el artículo cuerpos extraños.)* EXFOLIACIÓN. (Cir.) * Se llama así la separación de las partes de un hueso que se deshace en hojas muy delgadas. Esta voz está compuesta de las latinas ex y folium. Quando una parte de la superficie del cráneo ha estado algún tiempo desnuda está muy expuesta á exfoliarse. Nunca debemos apresurar demasiado la curación de las heridas de los huesos, sino darles tiempo de que se restablezcan por sí mismas; lo que hacen algunas veces sin exfoliarse, mayormente en los niños. La caries de los huesos es imposible curarla sin hacerse la exfoliación: por lo demás los huesos descubiertos no siempre se exfolian: se han visto desnudaciones considerables que han durado seis meses con supuración, y en que la superficie del hueso, lejos de exfoliarse, se ha consolidado. También llamamos ex- foliación á la separación de una membrana, de un tendón ó de otras partes blandas destrozadas ó amortecidas por alguna causa externa, ó alteradas por la impresión del ayre que ocasiona una llaga , ó por materias purulentas: la falta de aquella separación en esta última cir- cunstancia es una de las causas de la fístula. Era opinión muy común entre los antiguos que todo hueso descubierto debe exfoliarse, y por esto dexaban mucho tiempo abier- tos los labios de una llaga esperando la exfoliación. La experiencia y la razón han destruido aquel error, haciendo ver que tapando las llagas en que los huesos están simplemente descubiertos, se retarda la curación y se expone á los pacientes; sin embargo la exfoliación de los huesos es obra casi siempre de la naturaleza, y las masde las precauciones que tomamos para producir la exfoliación son inútiles 9* EXO guando no perjudiciales: esta es una verdad que no debe callarse. Efectivamente ¿quántos Cirujanos vemos que durante meses enteros se lisonjean en vano de hacer exfoliar algún hueso por medio de la hila seca ó del espíritu de vino, de los cáusticos y de la legra, quando otros sin recurrir á nada de esto logran ver en poco tiem- po una feliz exfoliación? La naturaleza, vuelvo á decir, es la única que puede producir la exfoliación, y todo el secreto del Cirujano está en, dexarla obrar, ir observando sus pasos , no poner estorbo á sus operaciones, y conservar á la parte su calor natural, ó aumen- tarlo, si es necesario. Lo mas interesante, pero también lo mas difi- cultoso en todas las artes, está en conocer los límites de donde no pueden pasar. Los buenos Profesores no pierden nada en confesar su limitación, y los impostores hallan menos víctimas de su credu- lidad *. EXFOLIANTE. (Cir.) * Exfoliante se llama el remedio propio para hacer exfoliar los huesos cariados, es decirT para hacer separar en hojas la caries de la parte sana. (V. caries y exfoliación.) Se llama trépano exfoliante un instrumento que perfora el hue- so, rayéndolo y levantando varias hojas una después de otra: el ár- bol y demás partes de este instrumento no se diferencian en nada de fas del trépano coronado y pues se arma en el árbol del trépano lo. mismo que las coronas una especie de legra que roe el hueso. EL uso del trépano exfoliante no es muy freqüente ;. sin embar- go puede tener su utilidad, y por lo mismo no debemos desterrarlo de la Cirugía, aunque algunos Prácticos lo tengan por inútil *. Las incisiones y taladros que aconseja Belloste se tienen por unos medios auxilíatenos de la exfoliación; pero ya se ha dicho quando se ha tratado de esta operación , que la naturaleza es quien lo hace todo, y es poco lo que puede contribuir el arte» EXONFALO. (Cir.) * Se da este nombre general que com- prehende todas las especies de hernias que sobrevienen al ombligo causadas por la dislocación de las partes sólidas contenidas en la ca- vidad del vientre; y así los autores han errado en clasificar en el número de las hernias del ombligo unos tumores humorales, que no> tienen ningún carácter particular por estar situados en aquella parte. El' hidrónfalo es un tumor aquoso del ombligo , que no presenta otra indicación que la del edema, de quien es una especie. (V. edema.) Lo mismo diremos del neumatónfalo ó tumor ventoso del ombligo. Las partes internas que forman dicho tumor exterior, por haber pa- sado por el anillo del ombligo, son el intes'ino y el epiploont si únicamente sale el intestino se llama enterónfalo \ si el epiploon solo forma el tumor epiplónfalo; y si el tumor es formado á un mismo tiempo por el epiploon y por el intestino se llama entero epiplónfalo. Esta enfermedad no se diferencia de las demás hernias sino en su si- EXO 93 tuacion, pues tiene las mismas indicaciones, produce iguales sínto- mas , y es susceptible de los mismos accidentes, par lo qual se ha- blará de él en el artículo hernia. La reducción de las partes que forman aquella hernia debe ser el objeto principal del Cirujano (V. reducción.): reducidas ya las partes, es preciso contenerlas con un vendaje o braguero propor- cionado *. EXOSTOSIS. (Cir.) * El exóstosis es un tumor extraordinario que sale en un hueso , y es muy freqüente en las enfermedades vené- reas , en el escorbuto y en el vicio escrofuloso. Para curar los exós- tosis es preciso combatir la causa interna con remedios generales, si no hay un específico conocido contra el principio de la enfermedad, como se logra en el venéreo. Las causas de los exóstosis pueden ser destruidas, y sin embargo subsistir el vicio local, como se ve igual- mente en la hinchazón de los huesos producida por el venéreo. Hay exóstosis que se supuran , y la situación de los quales permite hacer su abertura y su extirpación: en tal caso podremos emplear todos los medios que se han indicado en el artículo de la caries y de la exfoliación. Para atacar los exóstosis,que no se han fundido con la cura del venéreo © de qualquiera otra causa interna, debemos des- cubrir el tumor del hueso haciendo una incisión crucial; debemos luego extraer una parte de los ángulos; hacer la cura en seco; quitar el aparato al dia siguiente, y valemos entonces del trépano perfo- rativo; con él se hacen varios agujeros hondos y bastante arrimados unos á otros, haciendo que ocupen todo el tumor que queremos ex- traer; luego nos valemos de un cincel ó de una gubia que corte bien, y de un martillito de plomo, con lo qual vamos poco á poco cortando todo lo que ha pasado el trépano. Aquellos agujeros dimi- nuyen el hueso, y por su medio se corta con mucha mas facilidad sin miedo de que se abra quando se le va á cortar con el escoplo: del mismo medio se valen los ebanistas para que la madera no se abra quando trabajan con el escoplo. Si el tumor es considerable y se ne- cesita dar muchas cinceladas, será bueno hacer la operación en dos veces, esto es, la mitad en un dia, y la otra mitad el dia siguiente, pues los golpes reiterados podrian lastimar la medula del hueso, y causar luego después un absceso. Quando está todo quitado, se hace la cura del hueso como se ha dicho; y para que la exfoliación sea mas pronta r se aplica sobre él la disolución de mercurio , hecha en agua fuerte ó en espíritu de nitro. Este es uno de los mejores re- medios que podemos emplear; y solo preferimos el fuego quando la caries es muy profunda, ó quando hay alguna excrecencia de carne consideraba *. EXÓTICOS, (medicamentos) (Mat. Méd.) Se llaman así to- dos los que vienen de paises extrangeros y distantes del que se em- 94 EXP plean: se aplica esta voz mas particularmente á las substancias vege- tales ó animales que vienen de otra parte del globo en que habita- mos. Ha habido y aun hay preocupación en el uso de los medica- mentos exóticos, dexando acaso los indígenos ó del pais, debiendo estos tener la preferencia. En la Medicina siempre ha habido este lu- xo, y seria de desear que los Médicos investigadores examinasen me- jor las producciones de su suelo, y evitarían á sus enfermos, ademas dé los dispendiosos gastos, los malos efectos de algunos medicamen- tos que se adulteran, ó por vicisitudes inevitables, ó por la codicia y ambición del comercio. EXPECTORACIÓN. (Pat.) Se da este nombre á la materia que se arroja quando se expectora. Los fenómenos que se advierten en esta materia morbosa se describen en varios artículos. (V. catar- ro, tÍsis, pulmonía &c.) Por esta voz se comprehende también el acto pasado de expectorar, y así decimos la expectoración se ha hecho sin fatiga &c. EXPECTORANTES. (Mat. Méd.) Se da el nombre de ex- pectorantes á los medicamentos que tienen en general la propiedad de favorecer la salida de los humores detenidos en los bronquios y sus divisiones. Estos medicamentos pueden producir este efecto de tres modos diferentes, ó bien dulcificando ó lubrificando las vias de la respiración, y llamaremos expectorantes dulcificantes; ó estimu- lando y excitando estas partes, y los llamaremos estimulantes; ó atenuando y fundiendo las materias espesas y viscosas que embara- zan la traquiarteria y los bronquios, y los llamaremos expectoran- tes incindentes. Los Médicos prácticos determinarán estas varias especies según las circunstancias y estado de las materias contenidas en los vasos aéreos del pulmón. Quando hay viscosidad y acritud en los humores que se separan en las vesículas pulmonares, hay tos y esfuerzos inútiles para arrojar aquella materia extraña, y suelen facilitarlo los lubrificantes y emo- lientes (V. estos artículos.); pero los que se suelen usar con mas freqiiencia son la raiz de malvavisco, de consuelda y regaliz; las flo- res de tusílago, las hojas de malva, los higos, las azofayfas, los dáti- les, las pasas, el azúcar, los aceytes dulces, los xarabes de malva- visco y de las substancias arriba indicadas &c., la esperma de balle- na, la miel y otros. La tos es el medio que la naturaleza emplea para hacer salir los diversos humores morbosos que se separan en los bronquios y en la traquiarteria, y algunas veces el arte ayuda y debe excitarla con los remedios propios; lo que se consigue irritando los nervios, que sé distribuyen en los bronquios y en la faringe, y aun en las inmedia- ciones de la laringe. Son varias las substancias qué pueden desempe- ñar esta indicación, como son las irritantes. Fourcroy propone los EXP 95 humos de varias substancias; pero esta práctica está reprobada por los Médicos instruidos y acostumbrados á ver los malos efectos de Jos vapores introducidos por la boca, pues sofocan infinito á los en- fermos; y como estos tienen dañada precisamente la función de la respiración, se aumentan los males creyendo dar un remedio útil fundado en una vana teoría; bien que el mismo Fourcroy confiesa mas adelante que es muy difícil propinar con utilidad esta especie de remedios, y así aconseja los mas suaves. Los expectorantes, que facilitan la salida de los esputos dividien- do los humores espesos, y haciéndolos mas fluidos, son de grande utilidad en la mayor parte de las enfermedades de pecho; por lo re- gular pertenecen en general á la clase de atenuantes; pero hay algunos que tienen una acción particular sobre los humores bronquia- les y los demás fluidos animales de estos órganos, y se cuentan en- tre ellos el azufre, los bálsamos de la misma substancia, el antimo- nio, el kermes mineral, el tártaro emético, pero en corta dosis, el succino y su sal volátil, las aguas minerales hepáticas y sulfúricas las raices de lirios de Florencia, énula campana, de ipecacuana, la cebolla albarrana , las hojas de yedra terrestre, de hisopo, de mar- rubio , de polígala, pulmonaria, borraxa, buglosa &c., el azafrán, benjuí (con preferencia sus flores), el estoraque, la goma-amonia- co &c. Ext. de F. EXPECTORAR. (Pat.) Se usa de esta voz para expresarla acción, el acto mismo de arrojar las materias contenidas en la tra- quiarteria y los bronquios; se diferencia de esputar en que esta ope- ración parece que es propia de lo que ya esta en la boca, y aquella de lo que ocupa las cavidades aéreas del pulmón; pero no se puede expectorar sin esputar. ( V. este artículo.} . EXPERIENCIA. (FU. Méd.) Esta palabra en un sentido ri- guroso significa el conocimiento adquirido por medio de observacio- nes continuas, y por un largo uso de quanto puede contribuir á la salud y á la curación de las enfermedades.. Pero ¡quánta falsedad en las ideas, quántas equivocaciones groseras han reynado y por des- gracia rey nan todavía entre el vulgo y aun entre algunos Médicos acerca de sus caracteres legítimos! Esta sola causa basta para que nos detengamos algún tanto en la explicación de un objeto tan im- portante, extractando la mayor parte de nuestras ideas del tratado del inmortal Zinmerman sobre la experiencia, cuya lectura llena de erudición, de solidez y filosofía no nos cansaremos de recomendar así á los principiantes como á los mismos Profesores. La experiencia pues en la Medicina como en todas las artes es aquella justa reunión de conocimientos, que manifestando la natura- leza y relación de los objetos aclara las dudas, disipa la ignorancia, y afirma la verdad de las cosas en quanto puede alcanzar el espíritu 96 EXP humano. Ella fué la base primera de la ciencia, hasta que Hipócra- tes , genio destinado á cultivarla y engrandecerla, reuniendo sus partes groseras é informes, compuso un cuerpo de doctrina fundada en las observaciones de sus predecesores y en las suyas, y estableció la verdadera teoría experimental. Mas lastimosamente sus sucesores, dando demasiada extensión al raciocinio, y libertad á su imagina- ción, se separaron de la senda que él les habia abierto, y de aquí la multitud de sistemas caprichosas que mas de una vez han hecho volverá la Medicina á la cura de su infancia. Podemos decir que hasta fines del siglo diez y siete no empezó á ensalzarse y cultivarse la Medicina experimental, época en que brillaron algunos talentos observadores, y en que se recomendó y fomentó con ardor el estu- dio de la medicina clínica. Para distinguir á un mismo tiempo los escritos que llevan el sello de la verdadera experiencia, y discernir los medios oportunos que conducen á ella, conviene desde luego conocer sus caracteres y las qualidades que debe tener. No es la experiencia aquel simple conocimiento de las enferme- dades , que qualquier hombre puede adquirir asistiendo con atención á algunos enfermos. Esta simple intuición de las enfermedades aun no es ni puede ser una observación médica, mientras el observador no tenga las disposiciones preliminares para juzgar bien del objeto que se le presenta. En efecto, dice Zinmerman, todo hombre que ignora- se lo que debe observar directamente, ó que no posea el arte de reflexionar sobre lo que ha visto, podrá muy bien recorrer toda la tierra sin haber al fin conocido nada. La verdadera experiencia de- pende principalmente de la cabeza del que desea adquirirla; y así la proporción de ver mucho no es la que constituye las buenas obser- vaciones, sino la aptitud para ver bien. El vulgo decide general- mente de los conocimientos prácticos de un Médico por el mayor BÚmero de enfermos que ha visto, aun quando carezca de los conoci- mientos preliminares para considerar su enfermedad; de suerte que por esta regla un enfermero antiguo de un hospital debe ser á sus ojos un excelente práctico; pero es bien sabido que estas qualidades pro- ducen solo observaciones vagas, falsas, por lo común ilusorias, y siempre incapaces de servir de base ala experiencia. Esta en la Medicina debe fundarse no en algunas observaciones particulares y limitadas, sino en una larga serie de hechos, que in- dependientes de las personas y de los paises se critican y confirman unas á otras. Por lo mismo su base principal viene á ser el resultado general de las observaciones dichas, ó de todos los Médicos sensa- tos. Supone ademas la capacidad de notar y distinguir todas las partes del objeto que se propone, y exige un espíritu reflexivo y pronto para juzgar con discernimiento de los auxilios mas oportunos EXP 97 para destruir 6 combatir la dolencia: de este modo se reducen á dos los medios necesarios para poseer la experiencia médica á adquirir el conocimiento histórico, que nos dispone para ver bien las enfer- medades , y á formarse un espíritu observador, que nos enseñe á dis- cernir bien estas mismas enfermedades en los pacientes. El primero es indispensable para llegar á conseguir la experien- cia , y sin él la práctica es una miserable rutina. Por falta de instruc- ción en este punto se ven hombres incapaces de hacer las combina- ciones mas simples, exerciendo impunemente y á satisfacción suya el arte mas difícil, y cometiendo errores gravísimos, que solo pue- de disimularlos su crasa ignorancia. Es verdad que el Médico al en- trar en la práctica tiene un campo inmenso que recorrer; mas tam- bién es cierto que el que ya va instruido por el estudio lleva consi- go la carta geográfica de este vasto pais, mientras que los demás ca- minan toda la vida guiados únicamente por una reminiscencia vaga, por una analogía falaz ó á tientas en medio de espesas tinieblas. He aquí las ventajas del estudio razonado de las ciencias auxiliares y de la lectura escogida y reflexiva. El espíritu de observación, que enseña á discernir bien las enfer- medades en los mismos enfermos, consiste en la habilidad de verlas tales quales son, y atinar en su conjunto con los puntos principales en que debe fixarse nuestra atención. Es menester para formar un buen observador que haya recibido de la naturaleza una disposición para considerar los objetos en su verdadero aspecto; y esta organi- zación primitiva, que da lo que se llama tacto ó tino, es con res- pecto al juicio lo que el golpe de ojo en la pintura y el oido en la música. No todos pueden gozar de este don de la naturaleza; mas la buena educación, si no basta á reformar una organización vicio- sa, consigue á lo menos rectificar el espíritu, y hacerle adquirir el hábito de formar juicios exactos y verdaderos. Para esto es necesario formarse un método de clasificar las enfer- medades en géneros y en especies bien distintas, y ninguno mas cla- ro y sencillo que el nosológico adoptado por los escritores moder- nos. (V. nosología. ) Los buenos observadores aconsejan ademas á los principiantes el formar un diario exacto de los enfermos que asis- ten , en que noten la carrera, progresos y particularidades de sus males desde el principio hasta el fin. Hay una edad propia para la observación, que es aquella en que los sentidos tienen á un mismo tiempo vigor y despejo, y en que el entendimiento es tan curioso y dócil como pronto para concebir. Petit decia que habia visto pocos hombres que, pasada la edad de treinta años, estudiasen la Medicina Práctica con aprovechamiento; y advertia que ios años mas favorables para aprenderla eran desde los diez y nueve á los veinte y seis. Antes de esta época es demasía- tomo iv. N 98 EXP do viva la imaginación, y después los órganos no están ya bastante flexibles, ni el entendimiento puede sujetarse fácilmente al yugo de la experiencia. Siendo pues necesario reunir muchas qualidades apreciables como el caudal de nociones extensas y exactas para distinguir y clasificar oportunamente las enfermedades, una atención constante para exa- minarlas en todas sus relaciones, y un talento perspicaz para con- siderarlas baxo el punto de vista mas esencial, se infiere que la ex- periencia es don que poseen pocos Médicos, y por consiguien- te el mayor número tiene solamente una experiencia falsa ó incom- pleta. La primera está fundada en sistemas, preocupaciones, observa- ciones viciosas ó mal hechas, ó en fin en conseqüencias falsas, aun- que á veces deducidas de una buena observación. Esta es de la que se glorian los Médicos rutineros, que visitan gran número de enfermos sin previsión ni reflexión, que aunque ven gran número de ellos, ven muy pocas enfermedades, siempre con los ojos corporales, y nunca con los del espíritu, al modo que los enfermeros de un hos- pital. La experiencia incompleta es la qué, reuniendo en cierto gra- do las condiciones indispensables para adquirir la verdadera, aun no ha llegado al último de perfección por falta de aplicación ó de los conocimientos suficientes, ó por vicio de la organización ó poco exercicio. Muchos adquieren el nombre de buenos observadores porque en efecto en lo exterior aparentan aquella actividad y atención cons- tante que caracteriza á los Médicos experimentados; pero es muy fácil padecer en este punto graves equivocaciones. Hay muchos que dan este título tan apreciable á un Médico si visita con freqiiencia á sus enfermos, si examina con una inquieta y prolixa curiosidad sus excreciones, hace mil preguntas á los asistentes, y acompaña todas sus acciones con un gesto y un tono misterioso; pero esta atención de nada sirve si no sabe simplificar los fenómenos en medio de su complicación, distinguir lo constante de lo variable y lo esencial de lo accidental. En qualquier parte se presentan ocasiones en que manifestar un Médico su talento observador, ó adquirir este talento particular; pero es indudable que ningún parage reúne circunstancias mas favo- rables para este objeto que los hospitales. En estos asilos de la huma- nidad doliente y menesterosa es donde puede el Médico estudiar la historia de las enfermedades y el valor de los remedios, distinguir los casos en que las fuerzas de la naturaleza bastan para curar una en- fermedad, en que exige los auxilios del arte, ó en que es necesario contener su vigor y sus esfuerzos. Una multitud de preocupaciones EXP 99 han pretendido entre el vulgo obscurecer esta verdad palpable, que los hospitales eran siempre la mejor escuela de los Médicos, al modo que una galería de pinturas lo ha sido de los pintores. Dos son las principales objeciones que el vulgo hace en esta ma- teria, á saber: que en los hospitales no se executan con exactitud las órdenes del Médico; pero si es dable que en un hospital bien orga- nizado y dirigido se cometa alguna vez esta falta, ¿qué diremos de las casas particulares, en que ademas se notan una negligencia y de- licadeza culpables, y una mala fe para adoptar los consejos del Mé- dico, que en verdad jamas se advierten en los hospitales? En estos el cuidado y la atención de los asistentes son proporcionados á las circunstancias, y por otra parte no hay la precipitación ni las im- portunaciones que en una casa particular quitan al enfermo la tran- quilidad y el reposo de que necesita. La segunda objeción es que los Médicos de hospital gastan muy pocos minutos en la visita de sus enfermos, y que por consiguiente no pueden conocer su dolencia, ni prescribir con acierto el méto- do curativo. Estos impugnadores ignoran que el que examina á un enfermo con mas prolixidad y le molesta con mas preguntas no es el que conoce mejor su mal, sino aquel cuyo golpe de vista^ es mas exacto y perspicaz; y esta aptitud desaparece con freqiiencia dete- niéndose y confundiéndose por mucho tiempo con las relaciones de los pacientes: es verdad que no siempre se perciben en el momento la na- turaleza y complicaciones de las enfermedades; pero la duda en que queda entonces el Médico y el juicio provisional que hace por el pron- to son por lo común mas útiles para el enfermo que una decisión aven- turada. En prueba de estas aserciones podríamos añadir que las me- jores obras de Medicina práctica han nacido en los hospitales, y que en ellos se han formado los mas célebres Profesores de este siglo. EXPERIMENTO. Se da el nombre de .experimento en Medi- cina al ensayo ó prueba que se hace de un remedio ó de un método curativo qualquiera: para que estos ensayos sean útiles y tengan efec- to en ella es necesario observar ciertas reglas, que pueden reducir- se á las siguientes: i.* Se debe determinar el estado actual en que se halla el cuer- po humano ó el hombre enfermo al tiempo del experimento, y co- nocer y caracterizar distintamente la enfermedad. 2.a Es muy importante tener ya una noción exacta del remedio por el uso anterior y las observaciones que otros hayan hecho. 3.1 Es muy esencial, previos estos conocimientos, el observar con la mayor atención, exactitud y despreocupación los fenómenos que se presenten en el experimento. 4.a Ademas es necesario ordenar y dirigir los experimentos de modo que todos los ensayos sean decisivos y concluyentes. Para es- 100 EXT to se elegirán siempre casos bien caracterizados é idénticos baxo to- das sus relaciones sensibles. Si según los principios que acabamos de establecer juzgamos las observaciones presentadas en la Medicina con el título de Ensayos ó experimentos particulares, no nos admiraremos que sean tan po- cos los que conserven el carácter de veracidad y de autoridad que en ellos se requiere. EXPIRACIÓN. (Fisiol.) Se da este nombre á uno de los mo- vimientos de la respiración, por el qual el ayre contenido en el pul- món se echa fuera de él: con este movimiento termina la vida; y así decimos ya expiró para expresar por antonomasia que murió el hom- bre. Este movimiento es el opuesto al de inspiración, que es con el que principiamos á vivir. EXPRESIÓN. (Mat. Méd.) Se da este nombre á una opera- ción mecánica, que freqüentemente se emplea en la Farmacia para la preparación de algunos medicamentos, particularmente para la ex- tracción de algunos xugos de las plantas, de los aceytes dulces, vo- látiles &c. Se executa con solo el auxilio de las manos ó por medio de un instrumento bastante conocido, que se llama prensa. Los pre- ceptos particulares, las precauciones &c. pertenecen á la Farmacia. y solo observamos en este artículo que la expresión no altera jamas los productos que se extraen por este medio de las substancias vege- tales y animales; y por razón de la pureza con que se executa de- ben merecer gran confianza de los Médicos estas preparaciones. Por esta razón los xugos extraídos por expresión tienen una gran ventaja sobre las infusiones, los cocimientos, los extractos y otras prepara- ciones en que el fuego altera sus principios. F. EXPULSIVO. (Cir.) * Llamamos así á una especie de venda- je, que sirve para echar fuera el pus del fondo de una úlcera fistulo- sa ó cavernosa, y proporcionar por este medio ó que la cavidad se llene de buenas carnes, ó que vuelvan á unirse sus bordes. Este ven- daje no es mas que un contentivo de las compresas graduadas, lla- madas expulsivas, el qual se dispone de modo que las circunvolu- ciones de la venda se apliquen de modo que compriman desde el fondo de la úlcera hacia su abertura. * ÉXTASIS. ( Med. ) (V. el género xxvi de la clase de debi- lidades. ) EXTEMPORÁNEA. (Mat. Méd.) Esta palabra se emplea en el arte de recetar y en la Farmacia para designar un medicamento compuesto ó una receta que se hace preparar inmediatamente, esto es, que no está ya preparada en la botica, como la triaca, el dias- cordio, los xarabes &c. Se usa también en Química para designar el arte de obtener prontamente un producto, que no se pudiera conse- guir sino muy lentamente por otro medio. Con respecto ala Mate- EXT 101 na Médica la palabra receta extemporánea es casi sinónima de ma- gistral: sin embargo esta última denominación no significa necesa- riamente la pronta preparación como la receta extemporánea. (Véan- se RECETA. ) EXTENSIÓN. (Cir.) * Usamos de esta voz para expresar la ac- ción con que extendemos una parte luxada ó fracturada para restituir los huesos á su situación natural: se hace con las manos, con lazos o con otros instrumentos convenientes: suponiendo siempre la con- traextension , por la qual detenemos el cuerpo para que no siga la parte que se estira. (V. dislocación.) Para que la extensión y la contraextension se hagan como es menester, es preciso que las partes se vayan tirando y deteniendo con una fuerza igual, y que las fuerzas que tienen y que retienen sean en quanto se pueda aplicadas á las mismas partes que necesitan de la extensión y contraextension. Las extensiones deben hacerse por grados, y proporcionalmente á la distancia de las partes y á la fuerza de los músculos que resisten. Si tirásemos de repente con violencia, nos expondríamos á rasgar ó romper los músculos, porque sus fibras no habrían tenido tiempo de ceder á la fuerza que se les prolonga. Quando no bastan las manos, empleamos las lazadas. * Extensión. (Anatomía.) Esta voz viene de la latina exten- sio: significa el movimiento por el qual se extiende un miembro, y es principalmente producido por la acción de los músculos exten- sores. EXTENSORES, (músculos) (Anat.) Se da este epíteto á diferentes músculos, que sirven para extender las partes , y son los antagonistas ó contrarios de los flexores; pero á estos músculos se les añaden otros epítetos , que especifican mas su denominación, pues la voz extensores es bastante general; y así los extensores del antebra- zo se describen en el atrículo anconeos , y de otros como los vas- tos , que son extensores de la pierna &c. &c. EXTIRPACIÓN.-(Cir.) Se da este nombre á una especie de operación cruenta, que pertenece á la diéresis (V. este artículo.), y se emplea para separar ó arrancar alguna parte del cuerpo de mala condición; y así se extirpan los pechos y las glándulas quando están cancrosas &c. (V. cancro y escirro. ) EXTRACCIÓN. (Cir.) * La extracción es una operación por Ja qual, mediante algún instrumento ó con solo la mano, extraemos del cuerpo alguna materia extraña que se habia formado ó introduci- do en él contra el orden de la naturaleza; tal es la extracción de la piedra que se forma en la vexiga ó en los riñones. (V. litotomia.). La extracción no es mas que una especie del género exéresis. (Vea- se exéresis^ cuerpos extraños.)* EXTRACTOS. (Mat. Méd.) Aunque la palabra extracto se 102 EXT ha empleado antiguamente para designar todas las substancias que se separaban de materias mas compuestas que ellas, se ha aplicado des- pués á uno de los principios inmediatos que se extrae de los vegetales, sea evaporando sus xugos exprimidos, ó las infusiones y cocimien- tos que se preparan á este efecto. El extracto, considerado quími- camente, se miraba como una especie de xabon , ó un compuesto natural de aceyte y álcali. Se han distinguido en otros tiempos mu- chos géneros de extractos. Rouelle ha admitido tres especies, á sa- ber: el extracto mucoso, que creia era un mucilago con color: el extracto xabonoso, esto es, el propiamente tal; y el extracto resi- noso ó el resinoso-extractivo, según que el extracto domine en él como en el primer caso , ó que la resina sea mas abundante como en el segundo. Cada una de estas especies se distingue por sus caracte- res naturales, que los Farmacéuticos deben distinguir..... La Materia Médica nos enseña, después de todo Jo expuesto, que empleando los extractos que nos ofrece la Farmacia, sin duda no se sabe exactamente lo que se da á los enfermos, y que segura- mente nos conduciremos en este punto por un ciego empirismo. Na- da se ha hecho para disipar esta incertidumbre sin que haya siquiera un principio de análisis de las especies de extractos los mas comunes y usuales. Me he empeñado mucho tiempo en buscar todos los me- dios para disipar esta obscuridad: he aconsejado á los Boticarios mu- chas veces que hagan investigaciones sobre tan importante objeto. Yo he principiado á hacerlas, y he hallado relativamente á la análi- sis de la quina , que el extracto propiamente dicho es un verdadero xabon y una especie de materia suigeneris muy propia para absorvec el oxígeno, mudando de naturaleza á medida que esta absorción se verifica , haciéndose indisoluble en el agua, y aproximándose enton- ces al estado aceytoso quando es saturado de este principio, toman- do diferentes estados por razón á las diversas proporciones de oxi- geno que contiene. Se atribuye en general á los extractos las propiedades de ser ape- ritivos , tónicos, atenuantes y depurantes; pero estas propiedades de- ben variar infinito, por lo que no se puede determinar con exacti- tud las propiedades de los extractos quando se habla en general; y así es necesario consultar los artículos de las varias plantas de que se extraen. F. Los extractos que se hallan en nuestra Farmacopea son los si- guientes: Extracto de achicorias. Vf. Hojas de achicorias las que se quieran: se cuecen en suficiente cantidad de agua; se cuela, se eva- pora á fuego manso, y por último se pone á evaporar hasta que se consolide en el baño aquoso, meneándolo incesantemente con una espátula: se conservarán en rodajas dentro de un vaso cerrado. De la EXT 103 misma manera se efectúan los extractos del taraxacon, borraxa y otros semejantes. Extracto de bayas de enebro, r;. Bayas de enebro recien- tes quatro libras: habiéndolas partido, se infundirán por espacio de dos ó tres dias en doce libras de agua hirviendo; se cuece hasta que se consuma la mitad del líquido; se cuela el vehículo exprimido y defecado por subsidencia, y se evapora en el baño aquoso hasta que tome la consistencia de extracto. Su dosis es desde una á tres dracmas. Extracto de quina. Rí. Quina pulverizada una libra: se in- funde por espacio de dos dias en doce libras de agua pura, meneán- dola muchas veces, en el baño aquoso ó á un fuego lento: se repi- ten las infusiones con nuevas cantidades de agua hasta que los líqui- dos aparezcan insípidos; entonces se filtran y evaporan en un vaso de bronce tapado con estaño, y al último en el baño aquoso hasta que tome la consistencia de un extracto sólido. Su dosis es de un es- crúpulo á dos dracmas. Extracto de regaliz, r?. Raices secas de regaliz limpias y partidas en pedacitos quatro libras, agua común hirviendo diez y seis libras: se evapora el. líquido colado y decantado al fin en el ba- ño aquoso para que tome la consistencia de extracto sólido. Su dosis es de media á una dracma. Extracto de. raíz de ruibarbo, vp. Raiz de ruibarbo se- lecto partido en pedacitos una libra, agua común diez y seis libras: se hace la infusión en una olla de barro vidriada por espacio de tres dias en un parage frió; después se cuece con un ligero hervor por un quarto de hora, y se cuela sin expresión; en seguida se evapora has- ta que tome consistencia de xarabe el cocimiento depurado por sub- sidencia á fuego lento, meneándolo sin parar con una espátula de madera; por último se inspisa en el baño aquoso hasta que se pueda amasar con las manos á modo de emplasto, y se conserva para el uso en rodajas. Su dosis es hasta dos escrúpulos. Del mismo modo se preparan los extractos siguientes: el de azafrán, el de las hojas de sen y otros semejantes.. Extracto aquoso de opio. (láudano simple) rí. Opio pulveri- zado y partido menudamente quatro onzas: se machaca en un mor- tero de mármol, añadiendo en varias veces la suficiente cantidad de agua fria, y se pone en digestión en un sitio caliente hasta la perfec- ta disolución de la parte extractiva: se evapora el líquido colado en el baño aquoso hasta la sequedad de él. Su dosis es de dos granos. Extracto regalizado de opio, (láudano ordinario) rí. Ex- tracto de regaliz tres onzas, alcanfor dos dracmas, azafrán ocho es- crúpulos, bayas de alquequenge y trementina de Venecia de cada co- sa una onza, goma tragacanto y resina de almáciga de cada cosa una 104 EXT dracma, extracto aqnoso de opio media onza. Los extractos se dilu- yen con un poco de agua en un mortero para que se haga un líqui- do de consistencia de miel, después se añade trementina, y se mez- clan perfectamente; luego se mezclan los demás polvos para que se forme una masa de pildoras, de la que se constituyen trociscos, los que se ponen á secar, y se guardan para el uso. Su dosis es un es- crúpulo. Extracto crocado de opio, (láudano opiado) r?. Extracto aquoso de opio dos onzas, azafrán una onza, conchas de margaritas, piedra de jacintos y corales, de cada cosa dracma y media, tierra sellada una dracma, piedra bezoar quatro escrúpulos, cuerno de cier- vo crudo dos escrúpulos: se pulveriza todo sutilmente, y se hacen pastillas con un poco de agua, dejándolas secar para el uso. Su do- sis es de quatro granos. Extracto cinabarino de opio, (láudano cinabarino) r/.Ex- tracto aquoso de opio seis dracmas, azafrán pulverizado y sulfureto de mercurio nativo preparado de cada cosa tres dracmas: hágase una masa de pildoras con un poco de agua; se seca, se hacen rodajas, y se conserva para el uso. Extracto de la raíz de zarzaparrilla, r?. Raiz de zarza- parrilla partida y cortada menudamente dos libras, agua común vein- te libras: se pone en infusión en una olla de barro vidriada, y se ma- cera por espacio de veinte y quatro horas en un lugar caliente: des- pués se cuece en un vaso abierto por espacio de dos horas, y se cue- la : el residuo se combina de nuevo con agua común, se cuece de nuevo como antes hasta quedar en ocho libras, y se cuela; se depu- ran y decantan por subsidencia las aguas coladas; después se evapo- ra como se dixo en el extracto de la raiz de ruibarbo. Su dosis es de dos dracmas. Del mismo modo se preparan los extractos siguientes: de raiz de tormentila, palo de Guayaco, raiz de bistorta, de heleno y otros semejantes. Extracto de raíz de eléboro negro, r?. Raiz de elé- boro negro contundido una libra, agua hirviendo de la fuente ocho libras, alcohol y vino puro quatro onzas: se pone en digestión por espacio de doce horas; después se cuece en un vaso bien tapado á un fuego lento por el término de dos horas; luego que está medio frió el cocimiento se cuela por expresión , y se evapora, depurándo- le por subsidencia, y se procede en lo demás de la manera que que- da explicado antes. Del mismo modo se preparan los extractos si- guientes: el de agárico, el de la pulpa de la coloquíntida y otros se- mejantes. Extracto aleótico de agárico (extracto católico) r>. Ex- tracto de eléboro negro y de agárico de cada cosa una onza, colo- quíntida seis dracmas, escamonio selecto pulverizado una onza, aloe FAL 105 sucotrino pulverizado dos onzas, sulfate de magnesia media onza, agua de la fuente quanta sea necesaria. Se machacan los extractos en un mortero para que se haga una masa blanda; en seguida de esto se añaden los polvos, y habiendo mezclado bien todo se forman unos trociscos, los que se ponen á secar para el uso común. Su dosis es de media dracma. EXTRAVASACIÓN. (Pat.) Es una efusión de algunos hu- mores que salen de sus propios vasos. Quando la serosidad se extra- vasa en el texido celular ó en alguna grande cavidad es la materia de las diferentes especies de hidropesía. (V. derrame, anasarca, hidropesía &c.) EXTREMIDADES. (Anat.) Se da este nombre al remate de una cosa ó la parte que la termina; por esta razón y en este sentido llamamos á los brazos extremidades superiores, y á las piernas extremidades inferiores. (V. esqueleto.) EYACULACION. (Fistol.) Se llama así la acción por la qual se arroja el semen con deleyte. (V. generación.) EYACULATORIOS. (vasos) (Anat.) Se llaman así los con- ductos excretorios que arrojan el semen á la uretra. (V. semen/ ge- neración.) FABRICIO. (Gerónimo) (Biog.) Mas conocido por el nom- bre de Aquapendente, de donde era natural; fué discípulo y sucesor de Falopio en la cátedra de Anatomía en Padua, la que desempeñó quarenta años seguidos con mucha distinción. La República de Ve- necia le dio una pensión de cien escudos de oro, y le honró con una estatua y con una cadena de aquel metal. Este sabio Médico muiió en Padua en 160^, dexando varias obras de Cirugía, Anatomía y Medicina, con razón estimadas por los que se dedican á estas artes útiles. Sus obras anatómicas se han impreso en Leyden en 1738 en folio. Fué el primero, en 1574, que notó las válvulas de las venas; pero no conoció ni su estructura ni su uso. Fabricio creyó con ra- zón que era menester reunir la teoría de la Medicina con la prácti- ca, y esta con la Cirugía. A sus experimentos y á sus meditaciones debemos sus obras quirúrgicas, que igualmente han sido recopiladas en Holanda en 1723 en folio. Fabricio trabajaba mas por la gloria que por el interés. Habiéndole sus amigos hecho varios regalos para recompensar su generosidad, los mandó poner en un gabinete con esta inscripción: Lucri neglecti lucrum. D. H. FACULTAD. ( Fisiol.) Facultas. Es la potencia de obrar, de la qual traen origen las funciones (V. este artículo.) como los efectos de sus causas; y así en la Fisiología decimos facultad animal, vital y natural &c. FALANGES. (Anat.) Se da este nombre á las filas paralelas toxío ív. o io6 FAN de los huesos que forman los dedos (V. este artículo.), que cada uno tiene tres, menos el pulgar que solo tiene dos. El nombre de falanges les viene á estos huesos por razón de que en otro tiempo se llamaban los cuerpos de infantería de Macedonia y otras Naciones falanx, y sin duda por comparación se ha dado este nombre á los huesos de los dedos, porque están dispuestos en filas como las tropas; tienen estos huesos distintas figuras y longitud entre ellos, y el último sostiene la uña. FALCEMESORIA. (Anat.) Se da este nombre á una de las dobleces de la dura-mater. (V. este artículo.) FALOPIO. (Gabriel) (Biog) Médico italiano de últimos del siglo xiv ó principios del xv; fué muy profundo en la Botánica, Astronomía, Filosofía, y sobre todo en Anatomía. Viajó por Eu- ropa para perfeccionarse en su arte. Era metódico en sus lecciones, pronto en sus disecciones, y feliz en sus curaciones. Aunque se dice que descubrió aquellas partes de la matriz llamadas las trompas de Falopio, es preciso confesar que no fueron desconocidas de los anti- guos. Se le atribuyeron otros descubrimientos, que se le han dispu- tado. Sus numerosas obras han sido recopiladas en quatro tomos en folio. Venecia 1584, 1606. En el tomo primero están sus institucio- nes y sus observaciones anatómicas, sus tratados de los remedios sim- ples, de las aguas minerales, de los metales y de los fósiles. El segun- do comprehende sus tratados de llagas, úlceras, tumores &c. D. H. FANÓN. (Cir.) * El fanón es una pieza de aparato para la fractura de las extremidades inferiores, y consiste en dos palitos del grueso de un dedo cubiertos de paja que se sujeta al rededor con un hilo ó qualquiera otro medio. Los fanones son mas ó menos largos, según el tamaño de los sugetos y de la parte fracturada. Los que sirven para las piernas deben estar hechos á la medida de estas desde encima de la rodilla hasta quatro dedos mas allá del pie. Los de los muslos deben ser desiguales; el de la parte de afuera debe llegar desde el pie hasta mas allá del hueso de la cadera; el interno es mas corto, y debe terminarse por la parte superior en la doblez del mus- lo sin que lastime las partes genitales. La voz fanón significa palo de hacha: para servirse de él es menester envolver cada uno de ellos con un lienzo que sea bastante para que la parte se adapte á él con todo el aparato que se le ha de aplicar. Los fanones se aprietan á los dos lados del miembro; pero antes de atarlos por medio de tres ó quatro ligaduras ó cintas de hilo que se han puesto debaxo, se tiene cuidado de poner unas compresas que llenen los vacíos, como por exemplo debaxo de las rodillas, y sobre las maleólas ó canillas, á fin de que los fanones hagan una compresión igual en todo el largo del miembro, y que no lastimen las partes, como sucedería si no se pu- siesen dichos auxilios. Por esta descripción se ve bien quál es el uso FAR 107 de los fanones; con ellos se mantiene la parte fracturada en la di- rección que le hemos dado, y se evitan todos los movimientos vo- luntarios é involuntarios mas que con ninguna otra parte del apara- to: también sirven para evitar que se descomponga, el miembro quando se ha de transportar el enfermo de una cama á otra. Quan- do están ya aplicados los fanones debemos colocar el miembro so- bre una almohada ó coxin en una situación algo obliqüa, de modo que el pie esté mas elevado que la rodilla, y esta mas que el muslo; con cuya posición se favorece la vuelta de la sangre de las extremi- dades hacia el centro. (V. fractura.) * Pueden suplir muy bien para las fracturas á los fanones que aca- bamos de describir unos rollos formados con unas sábanas, que ade- mas de ser blandos tienen la ventaja de poderse lavar, y se hacen en pocos minutos; y no tienen peligro de lastimar tanto, aunque se compriman con las cintas ó vendas que se sujetan. FAGEDÉNICA. (úlcera) (Cir.) Se llama así una úlcera de un carácter corrosivo, que consume y corroe las partes vecinas. (V. ul- cera.) Esta palabra es griega y significa comer. También hay medicamentos que se llaman fagedénicos, y son los que se emplean para consumir las carnes fungosas; y así hay aguas fagedénicas &c FARINGE. (Anat.) Se da este nombre y el de fauces á un gran saco musculoso, ancho superiormente, mas angosto hacia el hueso hioides; pero vuelve á ensancharse en el sitio que abraza pos- teriormente la laringe. La cara posterior de este saco es muy larga; pues de la apofise cuneiforme del occipital, á que está asida, baxa por delante de las vertebras cervicales á formar un tubo continuo con el esófago (V. este artículo.), cuya entrada mas ancha, á manera de embudo es la faringe, que está atada á las vertebras por un texi- do celular bastante grueso, que no la impide sus movimientos. Las partes laterales del dicho saco se atan en uno y otro lado á las apo- fises terigoideas del esfenoides, á la mandíbula inferior, á la lengua, al hueso hioides, cartilago, ó ternilla tiroides y cricoides de la la- ringe. Viste interiormente á las fauces una membrana, que es con- tinuación del cutis y cutículas que vienen de las narices y de la boca. Tiene este saco varios músculos, que le dilatan y contraen á su debi- do tiempo para contribuir á la deglución (V. este artículo.) como veremos después. Las arterias que dan sangre á esta viscera vienen de la faríngea inferior ó ascendente, y de la superior; las venas pro- ceden de las tiroideas superiores y de la faríngea. Recibe este órga- no sus nervios del gloso faríngeo, del vago y del ganglio cervical superior &c. La faringe es el órgano principal de la deglución. la lengua es la que principalmente conduce los alimentos á las fauces; y como al mismo tiempo el velo del paladar cierra el pa¿o á las io8 FAR narices, la ternilla epiglotis á la laringe, y las mismas potencias ó músculos que levantan á esta elevan y ensanchan la faringe; los ali- mentos impelidos por la lengua no encuentran otro paso libre que las fauces, cuyos músculos irritados por los mismos alimentos se contraen y los empujan sucesivamente hasta el esófago. Ext. de B. FARÍNGEA, (arteria) La arteria faríngea inferior es un ramo de la carótida externa, y se distribuye por varias ramificaciones en la faringe y sus músculos á los terrigoideos, algunas veces á la lengua, al velo del paladar y partes vecinas. FARINGOTOMO. (Cir.) Se llama así un instrumento que sirr. ve para escarificar las amígdalas y demás partes del fondo de la boca, quando la necesidad lo exige, particularmente quando la inflama- ciones tal que amenaza una sofocación, gangrena &c. (V. angina.) La palabra faringotomo es compuesta de dos griegas, de las quales la una significa faringe, y la otra incisión. Este instrumento inven- tado por Petit es una especie de lanceta introducida en una vayna que la cubre, y por medio de un resorte sale Ja punta á voluntad del Cirujano, que solo la pone en acción quando el instrumento está introducido en la boca, y aplicado en el sitio que se ha de sajar; comprime el resorte, sale la lanceta, hace la incisión, y después se oculta por medio del resorte, y no hay peligro de herir las partes sanas por donde tiene que pasar el faringotomo. FARMACIA. (Phar.) Es el arte de distinguir y conocer cien- tíficamente los cuerpos de los tres reynos de la naturaleza que tie- nen uso en la Medicina, de elegir y preparar los medicamentos sim- ples, y de elaborar, mezclar y componer los compuestos. FARMACÉUTICOS, (remedios) (Mat. Méd.) Se llaman así los remedios que se preparan en las boticas. FARMACOPEA. ( Mat. Méd.) Se llama así el libro que con- tiene las fórmulas de preparar, mezclar ó componer los medica- mentos que se han de despachar en las boticas. Se llaman también estos libros formularios, antidótanos, códigos de remedios &c. Por lo regular cada nación y algunas ciudades y provincias tienen su far- macopea peculiar á que por autoridad del Gobierno se han de atener á ella los Boticarios en sus operaciones y composiciones oficinales, magistrales y extemporáneas (V. estos artículos.), sin que se prive á los Profesores de disponer otras composiciones de su invención ó de su uso, con arreglo áalgunas de las Farmacopeas extrangeras. La que sirve de norma en nuestra España es la Hispana, publicada en 1794, y en su defecto la Matritense. Se reformó esta con el fin de abolir la multitud de composiciones monstruosas, inexactitudes quí- micas &c., que la sana crítica y los conocimientos ulteriores obligan á desterrar, mandando substituir á la Matritense la Hispana, que se reimprimió el año de 1797, y ¡presenta en ambas ediciones com- FAT 109 posiciones mas sencillas; y por último en 1803 se publicó añadida la tercera edición, que actualmente rige, por la Junta superior guber- nativa de Farmacia; y aunque conocemos la instrucción y respe- to que se debe á los miembros de tan ilustre Cuerpo, no dexamos de' extrañar que se hallen insertas y añadidas varias composiciones amontonadas, dispendiosas &c., que aunque autorizadas por la an- tigüedad , las reprueba la Química moderna, y grita á cada paso la Materia Médica contra ellas, como lo hemos hecho en varios artí- culos de este Diccionario dictados por Fourcroy; pero sin embargo nosotros seguimos en nuestra obra la misma Hispana, exponiendo en los artículos correspondientes literalmente sus composiciones, aca- so animados de los mismos sentimientos que los autores de dicha Farmacopea; pues aunque conozcan sus defectos, presentan com- posiciones antiguas y modernas ínterin se destierra la polifarmacia y el fárrago; y estando uniformes las ideas terapéuticas se podrá en- tonces simplificar las composiciones. Nosotros no tenemos autoridad para reformar, pero recomendaremos á nuestros lectores la simplici- dad; que conozcan sí las composiciones, pero que elijan las sencillas, y desechen las farragosas, valiéndose de los conocimientos químicos del dia, de la observación clínica y de la sana crítica. FASCIALATA. (Anat.) Esta es una palabra latina que conserva la Anatomía, que significa faxa ó vanda ancha, y es precisamente el nombre que se da á una aponeurosis del muslo y al músculo que le corresponde. La fascialata tiene sus ataduras fixas por un principio aponeurótico al labio externo del hueso ileon, adelantándose hasta su espina anterior y superior. El cuerpo carnoso de este músculo, cuya longitud quando mas es de seis dedos, produce una aponeuro- sis, que comunicándose con las fibras aponeuróticas del grande y mediano gluten, se va extendiendo mucho después, por lo que se la ha dado el nombre de faxa ancha ó fascialata. Esta aponeurosis da varios septos, que se introducen por los intersticios de los mús- culos que cubre, que son los que sirven para mover la pierna, que están colocados en el muslo, y así es que ocupa casi toda la parte externa de dicho muslo, uniéndose á lo largo de la línea áspera del fémur; después baxa sobre la cara externa de la pierna pasando por la parte superior del peroné, en donde parece termina el músculo fascialata; sirve para la abducción del muslo y su aponeurosis, para contener los músculos que envuelve , y servirles como de un punto de apoyo para que obren con mas fuerza. FATIGA. (Hig.) Es el efecto de un trabajo considerable, sea del cuerpo ó del espíritu; por lo regular es conseqüencia de los ex- cesos en el exercicio y las acciones corporales, por lo que nos de- bemos referir al artículo exercicio. Patológicamente, ó en el esta- do de enfermedad por fatiga, se entiende quando los enfermos tie- lio FEM ríen la respiración alterada, y también quando se hallan en un esta- do de inquietud y ansiedad. (V. anhelación y ansiedad.) FECALES, (materias) Se da este nombre á todos los excre- mentos que salen por el ano. (V. digestión y humor.) FÉCULA. (Mat. Méd. é Hig.) Se da este nombre á una subs- tancia pulverulenta y gelatinosa que se separa de las plantas laván- dolas ó poniéndolas en disolución en el agua con la ayuda del calor. Se deben mirar como féculas Jos almidones que se sacan del trigo y otros cereales, las harinas que suministran las patatas, el cazabe &c. (V. el artículo alimentos.) La fécula es la parte verdaderamente nutritiva de las plantas, y por consiguiente es la que en el reyno vegetal suministra las mayores ventajas al hombre; de ella saca mu- cho partido la Materia Médica; pues satisface muchas indicaciones, como se ha manifestado en varios artículos en que la fécula es el principal agente medicinal. FECUNDACIÓN. (Fisiol.) Esta voz se explicará en el artí- culo generación.) FÉMUR. (Anat.) Se da este nombre al hueso que sirve de fundamento al muslo llamado también del muslo, el qual es grueso y fuerte, y el mas largo y grande de todos los del cuerpo humano. Hay que considerar en él el cuerpo y sus dos extremidades. El cuer- po es su parte media, es casi de figura cilindrica, está como conve- xo adelante y cóncavo atrás, en cuya concavidad se alojan muchos músculos; se observa en casi toda la longitud de su cuerpo una línea, que se llama áspera, en donde se insertan varios músculos. En la ex- tremidad superior hay que observar la cabeza, el cuello y dos gran- des apofises. La cabeza es semiesférica estando inclinada hacia aden- tro para acomodarse en la gran cavidad cotiloides de los huesos inno- minados ; se nota en ella una foseta, donde se ata un ligamento que ata dicha cabeza con la cavidad. El cuello está casi horizontal, y se halla inmediatamente debaxo de la cabeza. De las dos apofises la exterior, que se llama gran trocánter es bastante considerable; la interior no es tan grande, que es el pequeño trocánter, uno y otro sirven para dar ataduras á varios músculos. La cabeza entra en la cavidad articular, como hemos dicho, y ademas de colocar- se profundamente se halla revestida esta articulación con un fuerte ligamento, que la reviste al rededor, y otro que la ata interior- mente. Esta cabeza articular se mueve en todos sentidos. Se obser- van en la extremidad inferior dos gruesas apofises, que se llaman cóndilos, de una figura oval y una cavidad en medio de ellos, cu- yas eminencias y cavidades se acomodan en otras proporcionadas del hueso de la tibia , y forman la articulación por charnela ó ginglimo. Entre los cóndilos hay posteriormente una cavidad ó de- presión para que se alojen los vasos y nervios que van á la pierna FEN m para qne no se compriman en la flexión. Hay á los lados externos de cada cóndilo varias asperezas ó tuberosidades, donde se atan los ligamentos que llaman laterales, que se unen también en la tibia. Los usos del fémur son formar la parte mas considerable de la ex- tremidad inferior, de sostener todo el peso del cuerpo, y de dar atadura á muchos músculos y ligamentos &c. FENÓMENO. Voz que se usa en la Física y también en la Me- dicina para expresar todo lo que descubrimos en los cuerpos y en el hombre mismo, y que se percibe por medio de los sentidos, que observan freqüentemente los Médicos y los hombres ocupados en el estudio de la naturaleza. En otra acepción, esto es antiguamente, llamaban fenómeno una cosa extraordinaria que aparecia en el cielo, ó que se observaba en la tierra ó entre los hombres; pero los filósofos modernos restringen esta palabra, y la limitan á lo que aparece, en qualquiera cosa que sea, con tal que esté al dominio de los sentidos, y para expresar las cosas extraordinarias que se observan también con los sentidos, que igualmente son fenómenos, se les añade el epí- teto de raro ó extraordinario, procediendo de este modo con mas exactitud. Los Médicos en el dia suelen usar la voz de fenómeno morboso como sinónimo de síntoma; y así Sauvages, refiriéndose á Boerhaave, dice que el fenómeno morboso es quando se percibe sen- siblemente que alguna función ó qualidad del cuerpo se halla de un modo diverso y distinto que en el estado sano. ,, Los fenómenos son siempre la piedra del toque de las hipóte- sis, dice Brison; y para que qualquiera de estas adquiera algún gra- do de probabilidad, es indispensable que por su medio puedan ex- plicarse algunos fenómenos, siendo la probabilidad de la hipótesi en razón del número de fenómenos que explica. Newton nos dexó ad- mirables reglas para la explicación de los fenómenos de la naturale- za, que por su importancia expondremos aquí: i.° Solo deben ad- mitirse por verdaderas causas de los fenómenos de la naturale- za las que se conocen por verdaderas, y cuya verdad se ha de- mostrado con experimentasy observaciones repetidas muchas ve- ces y de varios modos, y §ue basten para explicar los fenómenos que lo exigen: luego únicamente se han de admitir por causas las que indican manifiestamente los fenómenos de la naturaleza. Estas serán verdaderas: i.° si es constante que existen en la naturaleza, y si todos los fenómenos concurren á demostrar su existencia: 2.° si no solamente pueden deducirse de ellas los fenómenos, mas tam- bién si tienen necesaria conexión con las causas: 3.0 si los cuerpos en- sayados y manejados de varios modos nos indican constantemente las mismas causas de los mismos fenómenos: 4.0 si no pueden supri- mirse estas causas sin destruirlos mismos fenómenos..... Siempre que la naturaleza, algunas veces misteriosa en sus secretos, nos oculta las 112 FER causas de los efectos que nos permite considerar, entonces conviene mas bien confesar nuestra insuficiencia que inventar causas puramen- te probables para querer explicar ciertos fenómenos: una ciencia sen- cilla , pero estable y cierta, siempre debe preferirse á otra que fuese incierta, vaga y errónea, aun quando estribase en cimientos supues- tos ingeniosamente, y estuviese adornada de argumentos especiosos y propios para inducir error." (V. causas.) Desde que la Medicina ha seguido los pasos de la Física, y ha abrazado los admirables principios que acabamos de exponer, ha principiado á desechar hipótesis, examinando con mas crítica los fe- nómenos naturales y morbosos que se advierten en el hombre, y desprendiéndose por consiguiente de la multitud de teorías, que so- lo sirven de abrumar la ciencia y multiplicar los errores. En el dia confesamos francamente lo limitada que es nuestra inteligencia en la explicación de muchos fenómenos; y el tiempo que se habia de em- plear en conjeturas violentas y en hipótesis arbitrarias lo gastamos en cosas mas útiles ó en el examen de otros fenómenos, que su explica- ción está mas á nuestro alcance. Excusamos de repetir loque ya he- mos dicho en otros artículos 'sobre este objeto, (t^. medicina, ex- periencia , empirismo &c. ) FERINA, (tos) (Med.) Se halla en el género v que constituye la clase de anhelaciones. (V. este artículo.) FERMENTADOS, (licores) Se llaman así el vino, aguardien- te &c. (V. todos estos artículos.) FERMENTO y FERMENTACIÓN. (Mat. Méd) El fer- mento es una materia qualquiera capaz de mudar todas las substan- cias posibles en una naturaleza semejante á la suya por un movimien- to de fermentación que excita. Fermentación es un movimiento excitado ó espontáneamente, ó por el fermento en las materias de diversa naturaleza, dándolas un carácter nuevo, sea de alcohol quan- do los cuerpos son azucarados, fea acida si toma otra vez el estado de nuevo azucarado, ó pútrida quando produce el amoniaco, como sucede en todas las substancias animales. Por lo que acabamos de es- tablecer se ve que hay tres especies de fermentación, y que se debe por esta razón admitir tres especies de fermentos. No es difícil con- cebir que ün fenómeno como el de la fermentación, que tiene tanta extensión en los conocimientos humanos, debe precisamente tener un gran influxo en la Medicina, y servir para explicar otros fenó- menos en muchas partes de esta ciencia. No solamente se ha admiti- do la fermentación como principio de muchas causas de un gran nú- mero de efectos en la economía animal, sino también se ha mirado como el origen de varias enfermedades, de las mutaciones que ocur- ren en ellas, la depuración y las crisis que anuncian la determinación feliz. Los fermentos, las levaduras, los movimientos espontáneos se FER 113 han multiplicado infinito en la Fisiología y Patología; pues apenas hay una función en la naturaleza y un fenómeno en el hombre en- fermo que no dependa de ellos. Se ha creído que habia otros tantos fermentos como humores se separan en los órganos respectivos, y que cada uno de estos fermentos tiene la propiedad de convertir en su propia naturaleza la sangre ó la linfa que acude al órgano secre- torio ; y así el fermento biliario debia formar la bilis en el hígado, el urinario en los riñones, el salival en las glándulas parótidas maxi- lares &c. Luego que el sistema químico se adaptó en la Fisiologia, y que ha servido de fundamento á la Física animal, se ha extendido igualmente á la Patología: las enfermedades eran originadas por fer- mentos; se admitiauna levadura ó fermento pútrido , otro febril &c. La facilidad que estos sistemas presentan, para explicar la comunica- ción de las enfermedades contagiosas, ha contribuido mucho á su ex- tensión. Se puede ciertamente creer en un fermento varioloso, ve- néreo , hidrofóbico, psórico &c., y que para concebir la producción del sarampión, la rabia &c. , se podia pensar acaso que los fermen- tos mezclados en nuestros humores les hacian fermentar cada uno de distinta manera, desenvolviéndose así las enfermedades que ca- racterizaban cada uno de ellos. Es necesario convenir que esta teo- ría , conforme en muchos fenómenos químicos que se hallan con mu- cha freqiiencia en la naturaleza, y análoga al mismo tiempo á la po- tencia generatriz de los animales, ofrece al entendimiento humano una simplicidad , que casi le convence , y se aquieta por una semejan- za persuasiva y eficaz; pero por desgracia no hay pruebas exactas de la existencia de estos fermentos, y la Física actual no se debe contentar con analogías en que esta teoría está únicamente fun- dada. F. FERNELIO. (Juan Francisco) (Biog.) Natural deMont-didier en Picardía, nació en 1496. Después de haber consagrado algunos años á la Filosofía y á las Matemáticas, se aplicó á la Medicina, y la exerció con mucho aplauso. Dicen que hizo fortuna en la Corte de Henrique 11, de quien llegó á ser primer Medico, por haber hallado el secreto de hacer fecunda á Catalina de Médicis, la que le hizo re- galos de mucha consideración. Este sabio murió en 1558. Ninguno de los modernos desde Galeno acá ha escrito mejor, antes que él, sobre la naturaleza y causas de las enfermedades, prueba de ello es su Patología; viviendo el mismo Fernelio ya se leia en las escuelas pú- blicas. Ha dexado otras varias obras no menos estimadas, como son principalmente: i.° Medicina universa , Utrech 1656 en 4.0 Es una colección de varios tratados de Fernelio, que los mas se han tradu- cido en francés: 2.0 Mediciantiquigraciquide febribus scripse- runt, Venecia 1594 en folio. Los Médicos latinos, sobre la misma especie, se han impreso en 1547 en folio &c. Este ilustre restaura- TOMO IV. P H4 FET dor de la Medicina no aprobaba el uso muy freqüente de la sangría; y se le aplaude con razón el haberse apartado del método de Hege- íio, demasiado pródigo de sangre humana. Al mérito de excelente Médico reunía Fernelio el de buen escritor; hablaba y escribia en la- tí n con tanta pureza, que era la admiración de los sabios de la otra parte de los Alpes, que reprochan el latin bárbaro de nuestras es- cuelas. El estudio era su pasión dominante, en tal grado, que muchas veces dexaba los convidados en la mesa para retirarse á su gabinete á estudiar. D. H. FERREIN. (Antonio) (Biog.) Nació en Frespech en el Age- nois el año 1693 » ^ Pr°fesor de Anatomía y Cirugía en el Real Jardín Botánico de Paris, Profesor de Medicina en el Colegio Real, y miembro de la Academia de Ciencias. Tomó sus grados en Mom- peller; era tenido por un hombre muy docto, y tuvo muchos dis- cípulos. Sus lecciones de Medicina, y las otras de Materia Médi- ca, publicadas después de su muerte, cada una en tres volúmenes en octavo, en 1783 por Mr. Amoldo de Nobleville, prueban que habia meditado bien sobre el arte de curar: todo en ellas está conforme á la mas sana doctrina y á la mas sabia experiencia. Exerció la Medi- cina con crédito hasta su muerte sucedida en Paris en 1769. Sus principios de honradez, de justicia y de humanidad le hicieron tan recomendable como sus obras. D. H. FERRUGINOSO. (Mat. Méd.) Adjetivo que pertenece al hierro, y así decimos, medicamentos ferruginosos, aguas ferrugino- sas &c. (V. hierro.) FETO. (Anat. y Fisiol.) Se llama así el embrión de un animal quando los órganos se han desenvuelto ya, conservando este nom- bre hasta su nacimiento. La situación del feto en el útero es muy incierta en los primeros meses del preñado, y mientras es mucha la cantidad de agua conte- nida en el amnion; porque entonces el feto, como puede volverse libremente en su cavidad, muda quanto quiere de situación, tanto que á las vueltas que en esta época da el feto, atribuye el Conde de BufTon las retorceduras del cordón umbilical. En casi todas las posiciones está el feto encorvado, la cabeza apoyada sobre el pe- cho, los brazos doblados, los muslos y las piernas en la flexión mas perfecta, las rodillas apartadas, y los talones arrimados uno á otro y aplicados contra las nalgas. Doblados así todos los miembros del feto forman un cuerpo casi oval, que se acomoda á la cavidad de la viscera que le encierra; y como la extremidad pequeña de este cuer- po oval es la cabeza, y la extremidad grande la componen las nal- gas y los muslos, piernas y pies doblados, es preciso que para aco- modarse el feto á la cavidad del útero tenga la cabeza en la parte inferior de esta cavidad, y las nalgas y muslos en su fondo, que es FET 115 el sitio mas capaz. Sin embargo todos los antiguos, y la mayor par- te de los modernos, han creído hasta estos últimos tiempos, que la situación mas regular del feto en el útero después del quarto mes del preñado era tener la cabeza arriba, las nalgas abaxo, y la barriga adelante; pero que en los últimos meses, esto es, hacia el fin del séptimo ó del octavo mes del preñado, daba una vuelta, y entonces su cabeza se dirigía al orificio de la matriz, su cara hacia atrás, sus espaldas adelante, y sus nalgas y piernas arriba. Es cierto que algu- nas veces la situación del feto es qual la creyeron los antiguos, y que otras veces se halla en posiciones muy diversas, tanto en los prime- ros como en los últimos meses del preñado, como se observa en los partos trabajosos. ¿Pero creemos por esto que la situación que los antiguos daban al feto sea la mas regular, y que después dé una vuelta, con la que mude enteramente de situación para disponerse á salir del útero? Ni uno ni otro es compatible con la razón y la ex- periencia. Así la estructura como la relación de las partes del feto con las del útero contradicen aquella situación y la supuesta vuelta, como plenamente lo ha demostrado Baudelocque; y la experiencia ha dado mil veces á conocer, que la posición mas natural y regular del feto, desde que toma una situación constante, es la que representan las incomparables láminas del célebre Hunter, esto es, que el feto tiene la cabeza abaxo, situada diagonalmente á la entrada de la pel- vis, vuelto el colodrillo hacia una de las cavidades cotiloideas, y la frente hacia la sinfisis sacro-iliaca opuesta; que en este estado las nalgas, los muslos, las piernas y los pies del feto se hallan arriba y hacia el lado del vientre á que se inclina el fondo de la matriz, de suerte que el gran diámetro del cuerpo del feto corta á ángulos agu- dos la columna lumbar. Es incomprehensible lo que el feto crece en los nueve meses que está en el útero. Su extrema pequenez á las seis ó siete semanas de concebido hace parecer muy corto el incremento que en este tiem- po toma, y sin embargo nunca crece mas que entonces; pues supo- niendo que á esta época tenga el feto una pulgada de largo, si se Compara este tamaño con el de un punto invisible, que era siete se- manas antes, se ve que ha crecido en una razón inconmensurable; al paso que desde este tiempo hasta cumplir los nueve meses, su longi- tud no es mas que de diez y ocho á veinte veces mayor; pues un feto nacido á tiempo, regulada su magnitud por un término medio, tiene de diez y ocho á veinte pulgadas de largo, y de seis á ocho li- bras de peso. No nos detendremos en señalar por meses las dimen- siones del feto; porque es tanta la variedad en longitud, grosor y peso que se observa en fetos de igual edad, que tenemos por muy arbitrarias las medidas que fixan aígunos autores, y así es que todos discordan en ellas; por lo que no se puede determinar exactamente n6 FET el tiempo del preñado por las dimensiones y peso de la criatura. Quando el feto cumple nueve meses, le arrojan de la matriz las contracciones reiteradas de esta viscera, ayudadas de las del dia- fragma y de los músculos del abdomen. Este es el término que el autor de la naturaleza ha fixado para el parto natural en la especie humana, así como le ha determinado también para las demás espe- cies de animales, cuyas hembras paren constantemente al tiempo prefixado, sin que influya en la diferencia de períodos ni su tem- peramento particular ni el volumen del feto. (V. parto.) La conformación del feto quando nace es muy diferente de la que adquiere después. El feto encerrado en el útero, privado de toda comunicación con el ayre atmosférico, no respira; sus pulmones no se dilatan, y los vasos de esta viscera comprimidos admiten poca sangre de las arterias pulmonares. Por razón de este estado de los pulmones ha establecido la naturaleza en el feto otros conductos para la circulación de la sangre, que supliesen el defecto del círculo pulmonar. Estos conductos son el agujero oval y el canal ó conduc- to arterioso. El agujero oval es una abertura bastante grande, cuyo nombre dice su figura, que atraviesa el septo de las aurículas del corazón por el sitio en que en el adulto se halla la fosa oval. Este agujero es á proporción tanto mayor quanto mas tierno es el feto; pero le tapa por la aurícula izquierda una válvula ancha y casi se- milunar , cuyo borde convexo y fixo está abaxo, el borde cónca- vo y suelto arriba; y sus dos astas, una derecha y otra izquierda mas corta y mas ancha, se atan al seno izquierdo. Sabatier niega es- tas astas en el feto humano; pero el testimonio de Halle, que dice que constantemente las ha visto en el feto adulto, es demasiado au- téntico para dudar de su existencia. La situación obliqüa de esta vál- vula y sus ataduras hacen que ceda fácilmente á la presión de dere- cha á izquierda, y no al contrario ; por lo que dexa entrar libremente la sangre por el agujero oval á la aurícula izquierda , mas no permite su regreso. Casi todos los Anatómicos creían que el uso del agujero oval era dar paso de la aurícula derecha á la izquierda á una parte de la sangre que ambas venas cavas vertían en la primera aurícula; pero las razones que Sabatier alega en su Memoria, inserta en el ter- cer tomo de la última edición de su Curso de Anatomía, demues- tran que el agujero oval conduce á la aurícula izquierda la sangre que viene por la vena cava inferior, mientras que la cava superior vierte la suya en la aurícula derecha; y que el uso de la válvula de Eustaquio en el feto es impedir que la sangre de la vena cava infe^ rior entre en la aurícula derecha dirigiéndola al agujero oval. El nombre de agujero de Botal, que le dan algunos autores, por creer .que Leonardo Botal fué su inventor, tiene poco fundamento, pues •ya Galeno le conoció y describió. FET 117 Eí tronco de las arterias pulmonares en el feto, mayor que lá aorta en su origen, en vez de dividirse en des grandes ramos como en el adulto, sigue graduando su dirección nativa hasta la parte in- ferior del cayado de la aorta , debaxo y un poco mas allá de la sub- clavia izquierda, donde se abre en la cavidad de la aorta, formando con ella un ángulo agudo. Los dos ramos que da en este camino son muy pequeños; el que primero nace del tronco es mayor, y va al pulmón derecho; el segundo va al pulmón izquierdo, y la porción de tronco pulmonar que corre desde el nacimiento del segundo ra- mo hasta la aorta es la que se llama canal 6 conducto arterioso. La área de este conducto es mayor que la suma de las áreas de los dos ramos pulmonares: por consiguiente vierte en la aorta mas de la mi- tad de la sangre del tronco pulmonar; y como en el adulto toda esta sangre pasa al ventrículo izquierdo del corazón, y de él á la aorta, de aquí es que en el feto quando esta arteria sale del corazón es menor que el tronco pulmonar. Si porque el feto no respira le ha provisto la naturaleza para la circulación de su sangre de los conductos particulares que acabamos de explicar, también por razón del alimento que recibe de la ma- dre, le ha dado los vasos umbilicales que hemos descrito ya. Todos estos conductos propios del feto hacen que el círculo de su sangré sea muy diferente de lo que es después del nacimiento. La sangre que la vena umbilical conduce de la placenta al feto, va por esta misma vena al hígado, donde una parte de ella pasa inmediatamente por el conducto venoso á la vena cava inferior, y la otra porción, después de distribuirse por el hígado como la sangre de la vena porta, pasa con esta por las venas hepáticas á la misma cava inferior. Aquí se mezcla con la demás sangre que esta vena recibe de las ex- tremidades inferiores, de las demás visceras del vientre, y de otras partes del cuerpo, y toda junta pasa de la vena cava inferior por el agujero oval á la aurícula izquierda del corazón, al mismo tiempo que la vena cava superior vierte en la aurícula derecha del corazón toda la sangre que vuelve de la cabeza, cuello y extremidades supe- riores. Esta sangre de la aurícula- derecha entra en el ventrículo de- recho , y de este pasa al tronco pulmonar; pero solo la porción me- nor de esta sangre va por las arterias pulmonares á los pulmones, de donde las venas pulmonares la conducen á la aurícula izquierda del corazón, en la que se junta con la sangre que ha recibido de la vena cava inferior. Toda esta sangre de la aurícula izquierda pasa al ven- trículo de su lado , que la expele á la aorta, y esta por los grandes ramos que salen de su arco envia la mayor parte de ella á la cabeza y á las extremidades superiores. La restante en la parte inferior del cayado se junta con la porción mayor de la sangre del tronco puU monar, que por el conducto arterioso va á la aorta, la que por sus u8 FET ramos arteriosos la distribuye, como en el adulto, por todas las de- mas partes del cuerpo; con sola la diferencia, que la mayor parte de la sangre que baxa á las iliacas primitivas entra en las arterias um- bilicales, que la conducen á la placenta, de donde las ramificaciones Capilares de estas arterias pasa á las raices de la vena umbilical que la vuelve otra vez al feto. Con este primoroso mecanismo precave la naturaleza el que el tronco pulmonar agovie los pulmones del feto con una cantidad de sangre á que no podría dar paso: hace que la grande columna de san- gre , que baxa por la aorta impelida por las fuerzas reunidas de ambos ventrículos del corazón, adquiera la velocidad que necesita para andar el largo y tortuoso camino de los vasos umbilicales y de la placenta: no permite, en fin , que la sangre que por la vena umbi- lical viene de la placenta vuelva á esta hasta después de haber cor- rido la mayor parte del cuerpo del feto, para darle lugar de repar- tir por el todo el xugo nutricio que en la placenta ha recibido de la madre. (V. placenta.) Apenas el feto nace, como luego respira, y se alimenta de la le- che que mama, cesa la necesidad de esta temporal circulación, y se establece para toda la vida la circulación de la sangre, que hemos descrito en el correspondiente artículo; así inutilizados los conductos propios de la circulación de la sangre en el feto se ciegan poco á po- co. La mayor facilidad con que la sangre entra en los pulmones des- pués del nacimiento, hace que las arterias pulmonares reciban cada dia mas sangre de su tronco, y menos el conducto arterioso, el qual ademas encuentra mas dificultad en verter la suya en la aorta, por la mayor columna de sangre que esta recibe del ventrículo izquier- do; por lo que la sangre se estanca poco á poco en el conducto ar- terioso, y se convierte en una substancia filamentosa ó pulposa, que al fin le obstruye enteramente. La sangre que entonces las venas pulmonares conducen al ventrículo izquierdo en mas cantidad y con mayor rapidez, aplica con mas fuerza la válvula del agujero oval contra la circunferencia de este orificio; al paso que la sangre que sube por la vena cava inferior, ya por ser en menos cantidad .por- que le falta la de la vena umbilical, ya porque halla mas facilidad en verterle en la aurícula derecha, empuja menos aquella válvula hacia la aurícula izquierda: así manteniéndose la válvula aplicada contra el agujero oval, al cabo se pega á su periferia, y le cierra casi enteramente. El modo como la vena umbilical y el conducto venoso se ciegan puede inferirse, por lo que queda dicho; pero se consulta- rán los artículos cordou umbilical y botal. La porción obstrui- da de estas arterias se convierte en dos cordones, que junto con el uracho componen el ligamento superior de la vexiga de la orina, como hemos dicho en el articulo de esta viscera; y la mayor cantt- FIB 119 dad de la sangre que estas arterias recibían en el feto de las iliacas primitivas, pasa después del nacimiento á los ramos hipogástricos. Mas no son estas las mismas mutaciones que se observan en las criaturas después de nacidas; apenas hay parte en su cuerpo que no experimente a'guna. Las diferencias que sucesivamente se notan en-. tre los huesos del feto y los del adulto las hemos expuesto ya en la osteología. Aunque las criaturas después que nacen siguen crecien- do hasta la edad de veinte y un años poco mas ó menos, es en razón mucho menor que en el tiempo en que estuvieron en el útero , y aun algunas partes menguan á proporción de las demás, como sucede á la cabeza , al hígado, al apéndice vermiforme del intestino ciego, á las cápsulas atrabiliarias, á la glándula timo, á la tiroidea, y en ge-, neral á todas las glándulas conglobadas. La membrana pupilar, que en el feto cierra las niñas de los ojos, á lo menos hasta la edad de siete meses, desaparece mas ó menos presto. La membrana mucosa, que en el feto se pega á la epidermis de la membrana del tambor, se quita después del parto. Las bolsas del intestino colon y del in- testino ciego se puede decir que se forman después del nacimiento. La vexiga de la orina, larga y angosta en el feto, se ensancha des- pués, se acorta y se hunde mas, como el útero, dentro de la pul- vis. Los testículos no baxan á veces al escroto hasta después del parto. La pubertad produce en uno y otro sexo las mutaciones que todos conocen; y seria nunca acabar si quisiésemos referir las varia- ciones que la edad induce en las demás visceras, y de las quales he- mos dado ya noticia en la exposición de ellas. Las alteraciones generales, que desde que nacemos van aconte- ciendo en toda nuestra máquina por un efecto necesario de la vida, son las que mas importa conocer. La pulsación alterna del corazón y de las arterias; la contracción de los músculos; la presión y con- fricación de unas partes contra otras, empiezan desde luego á endu- recer y dar mas firmeza al sólido; algunos vasos capilares se ciegan; el texido celular se condensa, y exprime de sus celdillas parte del xu- go que constituye la suave pastosidad de nuestro cuerpo en la in- fancia; los humores adquieren mas consistencia; el impulso de la cir- culación se aumenta; los vasos se dilatan; la nutrición es mayor; y el cuerpo crece en razón de lo que las partes sólidas ceden al im- pulso de los líquidos; por lo que el incremento va siendo sucesiva- mente menor, porque la extensibilidad de las partes sólidas se dis- minuye á medida que se aumenta su solidez. El incremento del cuerpo en longitud cesa quando los huesos no son capaces de alar- garse mas, que es hasta el fin déla pubertad; pero sigue el aumento de corpulencia y robustez en la juventud, en que el sistema nervioso se halla con toda su sensibilidad, y el muscular con toda su fuerza; con lo que todas las funciones del cuerpo se hacen en esta edad con 120 FIE vigor y agilidad, y las del espíritu con viveza y energía. Este florido estado del hombre parece que no se altera durante la edad consistente, pero no es así; porque las mismas causas que le conducen á su mayor lozanía, le están ya labrando la época mar- chita de la vejez. La acción continua de estas causas cada dia endu- rece mas las partes sólidas, quita á las líquidas su blandura gelati- nosa, condensa la sangre, ciega mayor número de vasos, aprieta mas el texido celular, y disminuye su flexibilidad. El cuerpo se seca y extenúa; todas sus funciones se debilitan; las secreciones y excre- ciones se alteran; la máquina se gasta mas de lo que se repara; los huesos faltos de xugo se hacen quebradizos; las muelas se caen; las membranas se vuelven semicallosas; la piel seca se arruga; y muchos tendones y ternillas adquieren una consistencia osea; la sensibilidad se amortigua; los sentidos se embotan; las potencias se entorpecen; el sistema absorvente , disminuido y debilitado, no chupa de las ca- vidades los líquidos que en ellas se exhalan; los pulmones se cargan, y la respiración se hace anhelosa; los músculos rígidos pierden su irritabilidad, y su acción es débil é insensible; el corazón late con menos freqiiencia y menos igualdad, y las arterias resisten mas al impulso de la sangre; en una palabra, al paso que todas las fuerzas decaen, crecen las resistencias, hasta que equilibrándose estas con las potencias motrices, se extingue el movimiento y con él la vida. De esta suerte la misma acción vital, que conduce al hombre desde la primera infancia á la pubertad, á la juventud y á la edad consistente, le lleva después á la vejez, á la decrepitud y á la muerte; así el hombre desde que nace camina necesariamente á la muerte natural ó senil, la que en todos seria el término de nuestra vida, si en el dis- curso de ella no sobreviniesen tantas otras causas, que comunmente nos acarrean una muerte anticipada B. FIBRA. (Anat. y Fisiol.) Se da este nombre y el de hebra á varios hüitos reunidos por un cierto gluten, ya sean blancos ó ro- xos, que constituyen varias partes. El examen de las partes sólidas de los animales y vegetales nos enseña que sus partes las mas finas son siempre formadas por fibras, sirviendo estas como de trama y fundamento á las demás. Un conjunto de filamentos mas ó menos sólidos, mas ó menos delicados, largos, paralelos, y dispuestos en dirección recta, cons- tituye la estructura fibrosa. Estos filamentos hacinados unos encima de otros, se reúnen por medio del texido celular, y concurren á formar músculos, vasos, nervios, visceras &c.: cada fibra por sí sola y separada de la masa carnosa puede dividirse en otras mas pequeñas, estas en otras todavía menores, y así sucesivamente, hasta hacerse imperceptibles; de modo que la división de las fibras de un músculo llegaría al infinito, si la delicadeza de nuestros instrumentos nos per- FIE 121 mitiese tocar el último término de ella. Sus principios tienen entre sí una continuidad y coherencia tal, que no dexan ni vacío ni espacio sensible: la tenacidad de su adhesión mutua es tan fuerte, que no se puede separar ni disolver de otro modo que con el auxiiio de la putrefacción ó del fuego. La substancia fundamental de la fibra, como de todas las partes del cuerpo animal, parece ser una especie de gluten mucoso, que liga sus diversos elementos: esta materia existe también en los vegetales, y parece pertenecer en general á todos los seres que gozan de vida. Sin embargo posee diferentes qualidades que son relativas á cada cuerpo viviente y á cada una de sus partes, como veremos tratando de la descomposición de los sólidos. La fibra animal, despojada de este gluten por la acción del fue- go , ó por una larga putrefacción, pierde su solidez y toma una con- sistencia blanda ó friable, según que ha sido corrompida ó calcina- da. De este hecho se ha concluido que el estado de solidez natural á los músculos, ligamentos, cartílagos y huesos, dependía de su subs- tancia glutino-gelatinosa; y esta conseqüencia parece estar tanto mejor fundada, quanto se ha visto que los sólidos mas duros, como son los huesos, vuelven á adquirir la solidez y dureza que habían perdido por la calcinación, dándoles un nuevo gluten gelatinoso. Schaw habia experimentado que era fácil reducir los huesos calcina- dos á su primer estado, metiéndolos en una masa de jalea extraída por la máquina de Papin. Boerhaave y Buta han demostrado que el agua y el ayre tienen igualmente la facultad de restablecer estos sólidos á sus primeras qualidades. Otras experiencias análogas á las de Buta han hecho creer á algunos Físicos que el principio de la cohesión de los cuerpos era de la naturaleza de los aceytes. (Véase PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS DE LOS CUERPOS ANIMALES.) DumaS. FIBRILLA Y FILAMENTO. Se llaman así las fibras mas delgadas ó simples, teniéndose estas voces como diminutivas de fibra. FIBROSO. Se da este epíteto á todo lo que tiene semejanza con la fibra. FIEBRE AMARILLA. (Med.) Si se recorren las obras de los mas célebres Prácticos hasta la mas remota antigüedad, parece que esta calentura ha reynado en todos tiempos en los climas cálidos, modificada por la diversa constitución de los individuos y las va- riaciones del clima; pero por lo mismo pocos concuerdan en quanto á su origen ; y si examinamos á los historiadores Médicos modernos, parece que pretenden limitarla á la América , en donde se manifestó dos siglos después de su descubrimiento. Debe pues creerse con so- brado fundamento, que si en ciertos parages no se ha manifestado constantemente hasta una época determinada y baxo diversos aspec- tos , ha dependido de no haberse combinado todas aquellas causas y TOMO IV. Q 12 2 FIE circunstancias que la desenvuelven y propagan, y que donde quie- ra que se han manifestado la han producido y difundido sus estra- gos. En Cartagena y su costa, según UUoa, no se conoció hasta los años de 1729 y 30 con el nombre de vómito prieto; aunque el Dr. Gamble ya hizo mención de ella, como que habia reynado tn el año de 1691 con la denominación de enfermedad nueva ó ca- lentura de Kendal. Juan Ferreyra de Rosa la describió en Fernam- buco en 1794, siete años después de su primera invasión: los escri- tores franceses pretenden que fué llevada á la Martinica en 1734: después se ha ido propagando por diferentes comarcas de la Améri- ca ; y últimamente vino á Europa é infestó á Cádiz en el año 1800» á Medina Sidonia y Sevilla en 1801, y asoló á Málaga en 1803; si bien consta que ya en los siglos anteriores se habia observado algunas veces en las costas de la Andalucía, por exemplo, en Málaga en 1741, y en Cádiz en 1731. Para tener una idea cabal del origen é historia de la fiebre amarilla, puede verse el erudito prólogo del traductor de la obra de Rush publicada en 1793 en Madrid. Se han ocupado muchos en descubrir su analogía con la peste; y á la verdad no parece difícil de encontrarse comparando sus sínto- mas , sus progresos y sus conseqüencias, y suponiendo las grandes modificaciones que debe sufrir por la mayor benignidad del clima y por todas las causas topográficas, los metéoros, las afecciones astro- nómicas, las variaciones de la atmósfera &c. Si la carrera pronta, repentina y tumultuaria de la enfermedad, dice el traductor del Rush, los vómitos de bilis amarilla, porracea y glutinosa, el dolor intenso de cabeza, el entorpecimiento de los miembros y las coyun- turas, el ardor de la cutis, el encendimiento y la rubicundez de los ojos con el ayre desatalentado se miran como síntomas pestilencia- les, siendo muy eventual la aparición de las secas, landres y carbun- cos ; la calentura amarilla se desplega á veces con violencia, y pare- ce que la ponzoña pestilencial combate al principio vital, atacándo- lo en su mismo origen, é impidiendo su distribución por el sistema, ya acometiendo en forma'de apoplegía, ya acarreando la postración repentina de las fuerzas, produciendo vaidos, aturdimiento y el es- tado comatoso &c.: en otros casos, fixándose en el estómago y otras porciones del canal intestinal, inflama, corroe, descompone y di- suelve las entrañas, difundiendo sus estragos á todo el sistema, sin hallar oposición alguna, por cuya falta de reacción suele notarse la languidez y debilidad general en el primer estado, las manchas es- corbúticas, las hemorragias, el delirio sordo, las convulsiones, las alteraciones del color en la cutis &c., que parecen terminar por la descomposición orgánica, que se anuncia con el dolor y rescoldera del estómago, el vómito negro, y se manifiesta coi la disección de los cadáveres: finalmente quando el veneno pestilencial encuentra una FIE 123 reacción proporcionada, se produce la disposición inflamatoria con un tiro violento á la cabeza y á otras entrañas vitales, caminando precipitadamente á una desorganización por exceso de acción, resul- tando las calenturas violentas, acompañadas de mucho calor, dolor de cabeza, encendimiento de los ojos y de la cara, delirio feroz &c., manifestando las disecciones de los cadáveres las pruebas indubita- bles de las congestiones, ingurgitaciones, y los derrames sanguino- lentos y serosos en varias cavidades. (V. la historia del tifo icte-; rodes, y la de la especie 10 del género remitentes en la clase ó artículo calentura. ) Suelen notarse, así en las varias epidemias como en una misma, todas las modificaciones, desde la mas benig- na hasta la mas maligna y pestilencial, preponderando unas á otras; ni debe suponerse que estas varias formas distintas existen realmente en un estado simple, no siendo mas que resultados de la abstracción mental por hallarse estas formas combinadas de diversas maneras, mezcladas y confundidas entre sí, sin dar otro lugar á distinciones que el predominio de una ú otra forma, que imprime un carácter peculiar á la constitución , siendo mas funesta y maligna en una épo- ca que en otra , en tanto grado, que los remedios que se han acredi- tado de eficaces en una constitución han sido infructuosos y débiles en otra. Unas veces se asemeja al causón en su carrera y progresos; otras se presenta inflamatoria al principio para degenerar luego en tifo, constituyendo el sinoco maligno de Catrall, el sinoco ictero- des de Currie ó el sinoco atrabilioso de Escote, ó se manifiesta co- mo remitente, biliosa inflamatoria en el primer período para dege- nerar en pútrida en el segundo, ó se presenta desde el principio con toda la postración y falta de reacción en forma de tifo, ó de calen- tura maligna ó pestilencial. Hiciéramos un discurso muy dilatado si hubiésemos de exponer aquí las pruebas y fundamentos harto poderosos de los que dan á la fiebre amarilla un carácter pestilencial, sin embargo de que los secta- rios de la opinión contraria no dexan de presentar innumerables ra- zones en apoyo de ella. De todos los hechos, dicen, se infiere con bastante probabilidad, ó por mejor decir con evidencia, que la fie- bre tiene su origen de causas locales puestas en acción por un grado de calor excesivo. Quando este pase de los veinte y ocho grados de la escala de Reaumur en lugares en que hay qualquiera foco de pu- trefacción, se debe temer la fiebre amarilla, y quanto mas alto sea el grado de calor, su marcha será mas violenta y sus síntomas mas ani- mosos. Se infiere también que no es contagiosa, ni por la atmósfera del enfermo, ni por contacto con él, siempre que se ponga fuera de la esfera de la actividad del foco de la infección. Así unos y otros se afirman en las observaciones, y dexan siempre en un estado de confusión é incertidumbre á los que no han podido hacerlas por sí 124 FIE mismos. Nosotros, examinando los autores clásicos con una crítica ¡mparcial y despreocupada, creemos que puede adoptarse un juíto medio, y conciliarios en los principales artículos. La fiebre amarilla será ciertamente producida muchas veces por las causas topográficasf atmosféricas &c. mas activas y enérgicas de lo común, al modo que, no siendo tales, solo alcanzan á producir calenturas intermitentes ó remitentes biliosas simples tpero exaltadas á cierto grado; y una vez capaces de dar origen á una enfermedad tan terrible, ¿quién duda que podrán engendrar miasmas, estos agentes desconocidos, que por una emanación de un cuerpo infectado pasan á otro, y modifican y alteran su economía con los mismos síntomas ó con algunas variacio- nes accidentales dependientes del temperamento del individuo y de- mas circunstancias individuales? ¿que trasladados como los de la pes- te levantina de un país á otro sin descomponerse, causarán los mis- mos estragos siempre que las causas locales favorezcan á su desarro- llo y acción? Cada cuerpo infectado, en llegando á cierta época, debe considerarse rodeado de una atmósfera propia, en que vagan innumerables gérmenes del mal, y que fácilmente se comunican por el simple contacto ó por la corriente del ayre á una corta distancia. Muchos autores ingleses han considerado la fiebre amarilla baxo tres aspectos: como endémica en parages en que las causas topográficas y demás bastan á producirla: como epidémica en aquellos en que á es- tas se agregan otras muchas, y principalmente las estacionales, para fomentarla por cierto tiempo; y coma contagiosa quando sin su con- curso se propaga de unas personas á otras: aunque también algunos han querido limitar algún tanto esta idea, llamándola en vez de conr- tagiosa infecciosa ó infectante. Si por otra parte atendemos á los felices resultados de las fumi- gaciones minerales en nuestra España, dispuestas por el Gobierno, como destructoras de los miasmas, tendremos una nueva prueba del carácter contagioso de esta dolencia; pero sobre todo no intenta- mos que nuestro juicio se tenga por decisivo en una materia contro- vertida por los Profesores de mejor nota, cuya lectura recomendamos á nuestros lectores. (En el artículo desinfección hemos expuesto las noticias que hemos podido adquirir.) Un temperamento que no pase de veinte y siete grados de calor en el termómetro de Reaumur, el aseo y la extinción de pantanos ú otros manantiales de miasmas son los mejores preservativos. Los que pasan una vida alegre, usan de bue- nos alimentos y bebidas, y evitan los ardores del sol, tanto como la atmósfera húmeda de las madrugadas y de las noches, se libertan generalmente de ella, y con mas seguridad si durante la epidemia to- man la buena quina en substancia diariamente. Las modificaciones particulares y los diferentes aspectos que ha tomado la fiebre amari- lla han hecho que se multipliquen extraordinariamente los métodos FIE 125 curativos, recomendando cada qual el suyo como el mas eficaz. Rush prefiere las sangrías copiosas y repetidas, el uso de los calo- melanos y de la xalapa á todos los demás remedios farmacéuticos, apoyando esta opinión en su propia experiencia y en las observacio- nes de otros muchos. En quanto al uso del emético discrepan casi todos los Prácticos, sin embargo de que muchos ensalzan sobrema- nera el bejuquillo dado en el principio. La quina, cuyos buenos efec- tos se han preconizado generalmente, ha hallado en retorno una gran contradicción de parte de otros, que consideraron á la calen- tura amarilla como inflamatoria; y no estamos lejos de creer fundada su lopinion, porque pudiera muy bien haber manifestado entonces este carácter: lo mismo diremos del vino y de todos los estimulan- tes , la corteza de angustura, el capsicum canadiense y otros mil pretendidos específicos que han debido su reputación al deseo de en- contrar un remedro universal y directo contra esta terrible enferme- dad. El baño frió ha sido muy útil en varios casos, mientras en otros ha producido funestes efectos. Omitimos innumerables remedios^ como el zumo de limón caliente, el elixir febrífugo de Crutton, la cerveza, las lavativas de agua de mar, los vexigatorios, el éter sul- fúrico &c., que han tenido la misma suerte, y para cuya aplicación no debe ningún Práctico dexarse arrastrar de un sistema caprichoso^ sino de los fenómenos que presente la fiebre , de su estado y progre- sos, de la constitución del paciente y demás circunstancias. Desde que el Dr. Mitchill publicó su Teoría sobre la calidad acida del septon ó ácido -séptico, han usado muchos de los remedios al- calinos contra la fiebre amarilla con resultados felices si hemos de creer á Barker, Vaughan, Harris y Warchewits. ( Véase des- infección.) Pero ateniéndonos ahora a la historia de esta enfermedad en nuestra España y á las observaciones de los mejores Prácticos que la han examinado en todas sus épocas, parece que el uso de la quina en grandes y repetidas dosis ha sido el medicamento mas seguro, y el que quasv pudiera llamarse específico, según puede verse en el Tra- tado del Sr. Lafuente. Y á la verdad la naturaleza de esta calentura y de las causas que la producen, sus diferentes grados, sus efectos y terminaciones indican que d<-sde el principio se halla atacada la vita- lidad y la masa humoral en un estado de tendencia á la putrefacción, y que por consiguiente exige la administración de los tónicos mas ac- tivos y todos los antipútridos; si bien habrá muchos casos en que sea necesario combinar otros diversos remedios en razón de las va- riedades que presente, ó de los auxilios que pidan ciertos síntomas particulares y extraordinarios. En estos últimos tiempos se ensalzó como un preservativo pro- digioso el uso de las friegas de aceyte; pero recorriendo 1*historia 126 FIM de la Medicina, pareee que desde Próspero Alpino y Oribasio hasta nuestros dias las han empleado muchos Médicos, entre ellos Juan Ferreyra de Rosa, Scheell, Davidson, Miller, y varios Españoles, como Francisco Franco, Jayme Ferrer, Porcel Sardo y Rosell; y aunque debamos diferir á su autoridad con respecto á sus observa- ciones, no parece que sus ventajas hayan sido tan generales ni su eficacia tan segura como han querido deducir de varios hechos par- ticulares. (V. aceyte. ) FIGUEROA (Francisco de) (Biog.), Sevillano, Doctor en Medicina: dio á luz una obra con el título de Luxus in judicium vocatos, et ad recta evocatus; gélida salutífera, sive de innoxio frígido potu. Otra obrita con este título Aciam, de qua loquitur Celsus capite vigesimósexto libri quinti filum semper, acum num- quam significare: in fibulationem et suturam utramque ex acia molli non nimis torta, sive ex molli filo non nimis torto sérico, lineo, vel ex alia materia molli, non autem aereo, férreo, ar- génteo, aut áureo, secundum ejusdem Celsi mentem semper fier i deberé. Sevilla 1633 , 4.0 Dos Tratados: uno de las calidades y efectos de la aloja, y otro de una especie de garrOtilio ó esqui- nencia mortal. Lima 1616, 4.0, donde estuvo de Médico del Mar- ques de Montesclaros, Virey. FILAMENTOSO, adjetivo que pertenece á filamento. FILTRACIÓN Y FILTRO. (Mat. Méd.) Se emplea para obtener líquidos transparentes y separados de los cuerpos sólidos que los alteran: la filtración es necesaria para hacer los medicamentos compuestos ó las preparaciones medicinales mas puras , menos des- agradables á los enfermos, y freqüentemente mas ó menos activas de lo que serian sin esta operación. FIMOSIS. (Cir.) Se da este nombre á una enfermedad del miem- bro viril, en la qual el prepucio se halla muy estrechado, en térmi- nos que no puede descubrirse el glande ó balano, estando por lo regular muy alterado, con inflamación, hinchazón &c. Esta palabra es griega, y significa ligadura ó atadura con cuerda. Muchas veces los fimosis ocultan las úlceras que se hallan en el glande , y algunas veces son tan violentos, que producen fuertes inflamaciones de estas parres, y aun la gangrena. Se diferencian los fimosis en naturales y accidentales: los pri- meros vienen de nacimiento, y por lo regular no son peligrosos. Los accidentales son benignos ó malignos: los benignos suelen ser produ- cidos por una causa externa, que irrita el prepucio, ocasionando en él una inflamación, hinchazón &c. El maligno es parecido al prece- dente ; pero es causado por un vicio venéreo, y suele ser conseqüen- cia de las gonorreas, úlceras y demás enfermedades locales vené- reas. El fimosis natural puede exigir alguna vez la operación cruenta FIS 127 aunque no haya inflamación; pues si la abertura del prepucio no corresponde á la de la uretra, en este caso no sale bien la orina, la que se det'ene; y derramándose entre el prepucio y el glande, cau- sa varios daños, como concreciones petrosas en estas partes &c.; y también están inhabilitados por este vicio de conformación los que la padecen para la generación. Quando el fimosis es accidental, es preciso tratar al enfermo con un plan antiflogístico interior y exteriormente siempre que sea de un carácter inflamatorio, valiéndose de baños, vapores, cataplasmas, inyecciones anodinas y resolutivas, las sangrías proporcionadas, dieta tenue y bebidas acídulas &c. Si fuese de causa venérea , se entabla- rá una curación metódica para combatir al mismo tiempo la causa. (V. venéreo. ) Si no alcanzasen todos los medios propuestos, y se teme gangrena, y no se puede vencer por ningún otro medio esta enfermedad, será preciso recurrir á la operación ; para la qual se co- locará el enfermo echado en el borde de la cama; el Cirujano toma el miembro con la mano izquierda, y con la derecha unas tixeras rec- tas y de punta roma; introduce una de sus puntas entre el prepucio y el glande hasta mas allá de la corona; se levanta un poco la hoja de la tixera introducida, y en seguida se corta toda la porción de prepucio que comprehenden las dos: esta incisión debe hacerse en medio de la parte superior á la opuesta del frenillo: si el prepucio estuviese cancroso ó como gangrenoso, es necesario quitarlo todo, juntando los labios obliqüamente para terminar en el frenillo, y esto se hace ó con las tixeras ó con el bisturí: después se detiene la sangre con hilas secas; y luego que viene la supuración , se trata co- mo una úlcera. ( V. Úlcera. ) FISIOLOGÍA. Este nombre es formado de dos palabras grie- gas - lísis que se ha hecho de ellos, parece que sen formados de gas infla- mable, teniendo mas ó menos gas hidrógeno sulfurado, carbonado, y algunas veces gas ázoe. Se ha observado que en conseqüencia de las digestiones trabajo- sas y lentas de substancias harinosas y otros vegetales, se desenvuelve el gas ácido carbónico en el estómago y los intestinos delgados; las materias animales, y principalmente los pescados, dan el gas ázoe en las indigestiones que causan. Todo lo que se expondrá con mas ex- tensión en el género xxxiv de la clase de Fluxos, donde se tratará de los varios síntomas que producen las flatuosídades &c., y cómo deben tratarse. Flato. El vulgo llama flato comunmente á los parosismos his- téricos , hipocondriacos &c. (V. el género xxxiv de la clase de Fluxos.) FLATULENTO, FLATOSO. (Hig.) Adjetivos que se apli- can á los alimentos, que la experiencia enseña que producen gases ó substancias aeriformes en las primeras vias, como son las legum- bres en general, algunas verduras y frutas, las que en el acto de la digestión producen un desenvolvimiento bastante considerable del ayre que contienen naturalmente estas substancias. (V. flato.) FLEBOTOMÍA. (Cir.) Esta voz, que se compone de dos pala- bras griegas, significa abertura de vena ó sangría. ( V. este artículo.) También se llama flebotomía un libro pequeño ó cartilla que trata del modo de hacer la sangría. FLEMÓN (Cir.) * Se llama así una inflamación sanguínea , que se presenta con elevación exteriormente, extendiéndose profunda- mente en la parte que ocupa. Se detiene ordinariamente el flemón en un tumor circunscripto con rubicundez, calor, dolor y pulsa- ción *. En quanto á sus causas, curación &c. (V. el artículo in-) 142 FIO flamacion.) ; y con respecto á las terminaciones que suele tener esta enfermedad quirúrgica , esto es, la resolución , supuración, en- duracion y mortificación ó gangrena, se consultarán todos estos ar- tículos. FLEXIÓN. (Anat) Es la acción de doblar alguna parte por medio de los músculos que se llaman flexores, como la flexión ó dobladura del brazo, la pierna, los dedos, la cabeza &c. Este mo- vimiento es opuesto al de extensión. (V. músculo y articulación.) FLEXORES, (músculos) (Anat.) Son varios los músculos que se emplean en la flexión de algunos órganos, por lo que toman el nombre de flexores; como son los flexores comunes de los dedos, los propios del pulgar, los flexores de la pierna &c. (V. músculo, MANO , PIERNA y PIE.) FLEXURA. ( Anat.) Es lo mismo que dobladura; pero se lla- man así también los mismos dobleces que se forman en las articu- laciones ; pero con mas freqiiencia se dice de la del brazo y ante- brazo. FLICTENAS, phlyctenas. (Cir) Se da este nombre y el de ampollas (V. este artículo) á unas pústulas ó vesículas que se pre- sentan en la piel con bastante picor, y algunas veces escozor, que se hallan llenas de serosidad mas ó menos acre. Suelen formarse es- pontáneamente quando hay cierta acrimonia ó vicio en los humores; otras veces acompañan á varias enfermedades, y son como sintomá- ticas, como sucede en las quemaduras, en la gangrena &c. (V. que- madura, VEXIGATORIOjK GANGRENA.) FLOGISTO ó FLOGÍSTICO. (Fis. Méd) Los Químicos adoptaron, según Stahl, el que habia un fuego fixo en los cuerpos, ó un principio de combustión, que ihmíronflogisto ó flogístico, de q>KÍya>, que significa quemar. Macquer ha confundido este principio con la luz. Los que creían en este principio hipotético pensaban que siempre que una substancia combustible ardia perdía su flogisto; y que quando se rectificaban los oxides metálicos por medio del carbón, pensaban que este les suministraba el flogístico que habían perdido, haciéndoles pasar por este medio á su primitivo estado metálico. Se- gún estos principios explicaban una porción de fenómenos, que en el dia se han desechado, siguiendo enteramente otra teoría, esto es, la de la atracción del oxigeno &c. (V. combustión, oxígeno &c.) En la Medicina se ha conservado aun la palabra flogístico, y de ahí nacen los antiflogísticos, el régimen antiflogístico, enfermedades flogísticas &c.; pero verdaderamente, si hemos de apetecer la exac- titud, estas voces se deben desechar déla Medicina, del mismo modo que se van desterrando de la Química, por vagas, y porque expre- san una cosa que no existe, ó al menos nuestros sentidos no la per- ciben, ni se comprehende por el raciocinio. FLO 143 FLORES. (Mat. Méd) [Las partes del vegetal en que obra la fecundación , y que las investigaciones de los Botánicos modernos nos hacen ver como una especie de lecho nupcial, no serán conside- radas en el presente artículo baxo el aspecto risueño que presentan á los naturalistas, porque en la Farmacia apenas se emplean sino quan- do están desecadas, y por consiguiente privadas de una parte de sus perfumes y de sus vivos colores. Para formar una idea de su acti- vidad , es preciso notar que en ellas se halla por lo regular el princi- pio odorífero y aromático, conocido con el nombre de espíritu rec- tor , y que contienen muchas variedades que se extraen en Química por la destilación. Estas partes activas, en que principalmente resi- den sus virtudes, no solamente se diferencian según los géneros y especies, sino también según la constitución, ó para hablar con mas exactitud, según el estado de vigor de la planta. ¿Qué diferencia, por exemplo, no hay entre las virtudes de las flores, de las plantas que crecen en su suelo nativo, expuestas libremente á las influencias del ayre y de la luz, y entre las de las plantas de la misma especie que se crian en estufas? Se ve claro que no se deben esperar propie- dades medicinales de las flores , sino mientras que las plantas á que pertenecen han sido alteradas lo menos posible por los gustos y los caprichos del hombre. Para hacer la recolección de las plantas enflores útiles en la Me- dicina , es preciso dirigirse á los parages en que crecen con mas li- bertad y lozanía. Las plantas cultivadas en los jardines son mas cra- sas; mas vigorosas las que espontáneamente crecen en los campos; mas odoríferas las que se encuentran en las montañas; mas acres las que nacen en los parages aquáticos; las que durante el invierno se logran por artificio tienen poca virtud, se resienten del riego y del abono con que se les ha beneficiado. El momento á propósito para la recolección de las flores es aquel en que empiezan á abrirse; pa- sando este período, van perdiendo diariamente de sus partes voláti- les , y por consiguiente de sus virtudes. Se cogerán en un dia claro hacia las diez de la mañana, tiempo en que ya el rocío se ha desva- necido. Ya que están bien desecadas se meterán en una vasija: algu- nas, como las violetas, los claveles y rosas se conservarán en botellas bien tapadas--: para otras bastan caxas de madera forradas de papel, y expuestas en un parage seco para que no se humedezcan. Otras, como las rosas amarillas y muscadas, pierden su olor secándolas al ayre libre. Las de borraxa y de buglosa, ó lengua de buey &e., se ponen pálidas y pierden su color enteramente con la desecación. Para evitar este inconveniente basta hacer de ellas unos paquetes pe- queños con papel, y exponerlos á un calor moderado, ya sea al sol, ó ya en las estufas. Las plantas cruciferas son las únicas que deseca- das pierden su virtud. 144 FLO Sabida cosa es que las flores tienen sus estaciones, lo que ha dado motivo á una disertación que se halla en las Amcenitates Academice Linncei con el título de Calendarium fl->rce. Pero así como no to- das las plantas florecen en la misma estación y en el mismo mes, del mismo modo no todas las que florecen en el mismo dia y en el mis- mo lugar se abren y se cierran á la misma hora. Unas se abren por la mañana como las lechugas y las labiadas; otras al medio dia como las malvas; otras por la tarde ó por la noche: de las que se abren por la mañana hay unas que también se cierran por la mañana, mien- tras que otras lo hacen por la noche. Y así hay una gran variedad, cuya causa principal depende del calor, de la luz y de otras muchas circunstancias de la atmósfera, que no se pueden terminar ó sujetar á un cálculo general. Sea lo que quiera de estas variedades, es cier- to que todas las flores deben ser cogidas en el momento que empie- zan á abrirse. Para que las flores puedan conservarse, serán desecadas muy rá- pidamente; porque el movimiento de fermentación que se excita du- rante una desecación lenta destruiría su texido delicado alterando su virtud y color; digo su color, porque de él depende no solamente la elegancia de la droga, sino porque es una buena señal para conocer las propiedades activas y la perfección del medicamento. Pierden casi del todo su color expuestas al sol las flores que tienen un olor delicado, como la malva, las rosas amarillas, la centaura menor, la violeta &c; pero no sufren la menor alteración de color, si entre la flor y los rayos del sol se interpone un papel por delgado que sea: hecho digno de notarse, y por el qual se distingue el calor de los rayos del sol, y los efectos de su luz.] Flores. ( Mzt. Méd. Farm.) Se da este nombre en Medicina y Farmacia á todas las materias secas que se obtienen ó purifican por la sublimación; tales son los productos volátiles mas ó menos, regularmente cristalizados por su condensación después de haberse elevado en vapores. Ya esta denominación no se emplea mas que en las recetas farmacéuticas. Flores amoniacales marciales. Se llama así el muríate amo- niacal sublimado con una décimasexta parte de su peso de hierro, que tiene un color amarillo por razón del muríate de hierro que se formó en la sublimación. F. Flores de antimonio. Se da este nombre al oxide de antimo- nio quando se sublima, y á todas sus preparaciones. (Véase anti- monio.) F. Flores de benjuí. Quando se calienta el benjuí en vasos cer- rados, se sublima en agujas blancas una sal olorosa volátil y acida, que. se llama en la nueva nomenclatura ácido benzoico, y en otro tiempo flores de benjuí. (V. benjuí.) Esta preparación es un exce- FLO Mí lente expectorante y muy corroborante del pulmón, y parece que tiene una acción específica sobre dicha entraña, muy apropiada para los catarros crónicos y otras enfermedades del pecho F. Flores de bismut. El bismut bien calentado en un crisol da un oxide amarillento sublimado, que se ha empleado alguna vez con el nombre de flores de bismut. (V. bismut.) F. Flores de azufre. Esta preparación no es otra cosa mas que el azufre sublimado: se ha acostumbrado prescribirlas en las recetas, porque el azufre sublimado es mucho mas puro que el fundido; pero es preciso cuidar de usarle lavado, á fin de separar de él la porción de ácido sulfúrico ó vitriólico que suele contener, y que se forma ín- terin la sublimación, el que obraría de distinto modo en la econo- mía animal. (V. azufre.) F. Flores de zinc Se llama así el oxide de zinc sublimado, o mas bien elevado mientras la combustión rápida ó deflagración del zinc, y esta es la misma sublimación que en la nueva nomenclatura se llama oxide ó sublimado de zinc. Es necesario observar que este oxide no es volátil por él mismo, sino por una especie de fusión ínterin la inflamación de este metal, que se eleva en el ayre, con- virtiéndose en él en una especie de copos blancos y muy ligeros. Este oxide se emplea con suceso como antiespasmódico en las en- fermedades convulsivas, y particularmente en las de los niños, que se da en la dosis de un grano ó dos; pero esta última dosis suele producir el vómito. F. Flores blancas. (Med) Se suele llamar así á la leucorrea. ( Véase este artículo descrito en el género xxix de la clase de fluxos.) FLOYER. (Juan) (Biog) Médico ingles nacido en Hintes en la Provincia de Staftord por los años de 1649, Y después de haber- se graduado en filosofía en la Universidad de OxfTord, estudió en ella la Medicina, y recibió el grado de Doctor en 1680. Después pasó á Lichfield á estudiar la naturaleza entre los enfermos. Adqui- rió inmediatamente la confianza de los principales habitantes: sus ta- lentos le grangeáron una brillante reputación; y el Rey le distinguió con el título de Caballero. Este Médico, siendo un grande partidario de los baños frios, no omitió medio alguno para restablecerlos, y dar á conocer su utilidad y seguridad. Los alaba mucho para las en- fermedades de nervios, para el reumatismo, las varices &c. Sus obras son las siguientes: The tonchstone of medicines, Londres 1687, 1691 en octavo, ó Piedra de toque délos medicamentos sacados de los reyhos vegeta1, mineral y animal; esta piedra de toque, con relación á las plantas, es el gusto y el olfato. The preternatural state of animal humors described by their sensible qualities, ó Estado no natural de los humores animales, tomo iv. T 146 FLU demostrado por sus qualidades sensibles. Londres 1669, 1698 en octavo. En esta obra establece la doctrina de los fermentos. An enquiry into the right use of baths, ó Investigaciones so- bre^ el uso y abuso de los baños calientes, frios y templados. Londres 1697. A treatise of the asthmt, ó Tratado del asma. Londres 1696, 1710, 1726 en octavo, y en francés en Paris 1761 en 12.° The Physicians pulce-ivatch, 6 Relox medicinal para to- mar el pulso. Londres 1707, 1710. El autor determina en esta obra el número de pulsaciones que se sienten en un tiempo dado, y que son propias á los sugetos de diferentes edades, sexos, tempera- mentos &c. En otra obra intitulada Medicina gerónica of preserviny oíd fnens healtd, Londres 1725 en 8.°, propone diferentes medios saca- dos del régimen para poner á los enfermos al abrigo de las exhala- ciones que emanan de sus cuerpos, y que pueden ser muy perjudi- ciales quando no se cuida de purificar las habitaciones. (Mr. Gaulin.) ^ FLUCTUACIÓN. (Cir) Llamamos así el movimiento que im- primimos á los fluidos derramados en un tumor, aplicando encima uno ó dos dedos de cada mano á alguna distancia unos de otros, apoyándolos alternativamente de modo que los unos aprieten un poco mientras que los otros están aplicados ligeramente; aquella presión obliga á la columna de materias sobre que se hace, á que cargue sobre los dedos que están aplicados ligeramente, y la sensa- ción que de ahí resulta anuncia la presencia de un fluido derramado. Quando el foco de un absceso es muy profundo, la fluctuación mu- chas veces no se percibe: en tal caso nos podremos determinar por los signos racionales, que anuncian la formación del pus, ó que indi- can el pus ya formado. (V. supuración^ absceso.) También es bastante común sobrevenir un edema en las partes exteriores que cubren una supuración profunda. Quando la materia está debaxo de alguna aponeurosis, se siente la fluctuación con dificul- tad , y el dolor va continuando por la tensión de aquella parte: lo que sucede es que el dolor muda de carácter y dexa de ser pulsativo; entonces los signos racionales son los que deben indicar al buen Ci- rujano el partido que debe tomar; y la experiencia es de un gran socorro en semejantes circunstancias. FLUIDOS. Se llaman así en la Fisiologia la sangre y todos los humores que salen de ella; en una palabra, todos los líquidos que se hallan en el cuerpo humano. (V. humores.) FLUXIÓN. (Med.) Voz vaga y vulgar con que se suelen expresar, ó la acumulación de un líquido con caracteres de inflama- ción, edema &c., ó la evacuación de algún líquido seroso , ó de otra naturaleza, por alguno de los órganos del cuerpo humano. Es muy FLU 147 común decir fluxión de ojos, muelas, gangrena &c.; pero la des- cripción científica de estas enfermedades se hallará en los artículos ENFERMEDADES DE OJOS, MUELAS, ANGINA, CATARRO Y REUMA. FLUXO. (Med) Se da este nombre á la salida ó evacuación de los distintos humores y otras substancias que se arrojan fuera del cuerpo por diversos sitios. Las varias evacuaciones morbosas á que está sujeto el hombre, las expondremos con arreglo á la clasificación de la Nosología de Sauvages. Exposición de la clase ix de fluxos ó enfermedades evacuatorias. Si los materiales que deben retenerse en el cuerpo humano para los usos á que están destinados se expelen con mas prontitud , con mas freqiiencia, ó en mayor cantidad de lo que es natural, consti- tuyen una evacuación viciosa. Debe pues considerarse una evacuación como morbosa si se ex- pele intempestivamente en mas abundancia, mas presto y con mas incomodidad el material, cuya retención contribuye á conservar la salud, ó cuya evacuación debe ser mas tarda, mas rara y en épocas determinadas. Estos materiales son ó sólidos como los fetos ó las secundinas, ó extraños como cálculos ó insectos, afluidos natu- rales como sangre úotro humor, ó viciosos como pus y sanies: son ademas excrementicios como las materias fecales, la orina, el sudor, ó recrementicios como la saliva, la bilis, ó restaurantes como el quilo, la leche, el semen, ó en fin aeriformes &c. Las vias por donde se verifican estas evacuaciones son ó natura- les como la boca, las narices, la uretra, el ano, ó preternaturales como una herida ó una úlcera. Estas divisiones generales podían variar infinitamente la de las enfermedades pertenecientes á esta cla- se; pero atendiendo á la naturaleza del humor expelido, y aun á la parte, pueden dividirse en fluxos sanguíneos, fluxos serosos ¡flu- xos de vientre, y fluxos aéreos. Pueden asimismo considerarse los fluxos como activos y pasivos: los primeros son aquellos en que las fuerzas de la naturaleza parecen aumentadas, y se determinan por un exceso de tono: los segundos sobrevienen en un estado de relaxacion y atonia. Los fluidos contenidos en nuestro cuerpo salen siempre que la fuerza expulsiva, qualquiera que sea, supera las fuerzas que los re- tienen en sus receptáculos ó vasos. Esta fuerza expulsiva depende de los mismos fluidos ó cuerpos contenidos, ó de los vasos y parres adyacentes; porque en efecto aquellos pueden buscar su salida por su fuerza de gravedad, quando la parte se halla en una situación de- clive, como se ve salir la saliva en los que tienen un ptialismo; por i48 FLU su rarefacción al modo que se verifica el eructo, ó en parte por su propia fuerza quando están animados como los fetos del útero, los insectos del ano, del esófago &c. Las partes continentes pueden obrar sobre las contenidas, y ex- pelerlas por la fuerza muscular ó voluntaria, así como la lengua y labios arrojan fuera la saliva, ó por una fuerza natural, pero invo- luntaria ó espontánea, que viene á ser la contractilidad orgánica sensible inherente en los órganos, como quando la saliva fluye por la acción de un estímu'o puesto en la boca, ó en fin por la elasticidad vital de las partes, ó contractilidad orgánica insensible, al modo que salen las aguas en la puntura del abdomen de un hidrópico aun des- pués de la muerte. Las causas ó principios de los fluxos son muy numerosos, como i.° haberse aumentado la mole del material contenido: así aumenta- da la cantidad de la orina en la vexiga, excita las fuerzas expulsivas de esta con su peso: i.° la acrimonia particular del humor, así el semen algún tanto degenerado ó mas activo, es un estímulo para su emisión: 3.0 el hábito que acostumbra á los órganos al movimiento necesario en sus respectivas evacuaciones: 4.0 las pasiones de ánimo, cuya impresión produce el mismo fenómeno en diversas partes; por exemplo, la tristeza, que hace derramar lágrimas; la ira, que produce el vómito: 5.0 el estado espasmódico, como en los epilépticos que arrojan espuma por la boca, ó en las histéricas/que orinan con fre- qiiencia: 6.° el aumento de sensibilidad en los órganos, agregándose la presencia de un estímulo qualquiera, como de la inflamación del estómago resulta el vómito. Los fluxos pasivos reconocen por principio: i.° todo lo que di- lata los orificios naturales; así los excrementos se evacúan por la pa- rálisis ó relaxacion del esfínter del ano: 2° la formación de orificios preternaturales como una herida, una úlcera &c., la qual se conside- ra en la Patología de cinco modos, á saber, por diabrosis ó cor- rosión, por rixis ó rotura producida por las partes contenidas, por diéresis ó solución de continuidad ocasionada por agentes externos, por anastomosis ó dilatación, y por diapedesis ó separación de las fibras, que dan lugar á una trasudación. Todos los fluxos son ó simplemente evacuatorios , ó juntamente revulsivos, y nunca derivativos: llámanse evacuatorios en quanto disminuyen la cantidad de fluidos del cuerpo humano; revulsivos quando los acompaña una constricción de otras partes distintas de aquellas por donde se presenta el fluxo, y así en los vasos contrai- dos de este modo es menor la cantidad de fluido de la que cabe en su diámetro natural. El fluxo evacuatorio de qualquiera fluido disminuye poco á poco la masa de las demás por la comunicación de los vasos, por el au- FLU 149 mentó de sensibilidad, en los que se presenta el fluxo, ó por su situa- ción , ó en fin por el espasmo de las demás partes. Así es útil en los pletóricos; pero en los sanos produce una floxedad viciosa, debilidad, languidez en el espíritu, palidez de la piel, sensación de frió, y de aquí otros muchos males. El fluxo revulsivo se verifica quando una parte contraída se descarga de sus fluidos, y de este modo recibe otros nuevos en me- nos proporción de la que admite la capacidad regular de sus vasos. Así en el vómito habitual se estrechan de tal manera los intestinos, que quedan en un diámetro quatro veces menor, y sobreviene un pertinaz estreñimiento de vientre. Si atendemos á la práctica, los fluxos son saludables y críticos, ó perjudiciales; en cuya distinción deben los Médicos poner el ma- yor cuidado, porque no se han de tener por perniciosos los fluxos, aunque quiten fuerzas al enfermo, mientras no le priven de las ne- cesarias para superar el mal. En general la sequedad de la lengua, el ruido de oidos, la postración, el abatimiento &c. anuncian el ca- rácter debilitante y nocivo de un fluxo; y en general conviene con- tener los fluxos pasivos, intempestivos y copiosos, y abandonar á la naturaleza los que son moderados, activos, críticos, difíciles y ha- bituales en sugetos robustos. Excitan un fluxo todos los principios expuestosanteriormente , y por lo mismo deben elegirse los medios de destruir estos, ó desvanecer sus efectos, los quales ofrecen la gimnástica, la dietética, la Cirugía y la Farmacia. Con la quietud mental y corporal se suspenden todos los fluxos que promueve la contracción muscular; pero son mas abundantes en el sueño el su- dor y menstruación. Asimismo contribuye no poco la postura del cuerpo para suspender un fluxo quando se opone á la gravedad del líquido. En los fluxos en que hay una plétora general deben usarse ali- mentos poco nutritivos y en corta cantidad, y en los de quaiquier género debe huirse del uso de los estimulantes espirituosos &c. En los pasivos son muy útiles las ligaduras, faxas, lechinos, tornique- tes, si alcanzan al origen del mal; y los medicamentos astringentes aplicados interior y exteriormente con mas ventajas, puesto que á veces, hallándose aumentada la sensibilidad é irritabilidad del estó- mago, excitan el vómito, y es necesario combinarlos con los calman- tes. En los fluxos activos internos son preferibles estos á los astrin- gentes, y por lo ccmun en el principio de qualquiera fluxo son mas eficaces usando al mismo tiempo los medicamentos externos y loca- les, con particularidad el frío actual. No nos detendremos en exponer aquí la semeyótica de los fluxos que deduxo Solano del pulso, pues por desgracia los Prácticos de nuestro tiempo no la han visto en general comprobada en la prác- 15° FLU tica. Solamente añadiremos que todos los fluxos, excepto la gonor- rea, galactirrea y leucorrea son periódicos, y por consiguiente podrá haber varias alteraciones en el pulso, ó en ciertos órganos que anun- cien la inmediación del paroxismo. Orden primero. Fluxos sanguíneos. Son aquellos cuyo principal síntoma es la evacuación de un ma- terial sanguinolento. Para verificarse estas evacuaciones es necesario que se aumenten las fuerzas impulsivas, ó se disminuyan las resis- tencias de parte de la sangre y de los vasos, ó se combinen ambas circunstancias. Los principios excitantes de la fuerza impulsiva del corazón son i.° la plétora: 2.0 los infartos y estancaciones de la sangre en ciertas partes: 3.0 la disposición acre ó las varias degene- raciones de que es susceptible este fluido: finalmente el movimiento aumentado ya sea en todos los órganos circulatorios, ya en ciertas partes determinadas. Por otra parte las causas externas é internas, capaces de debili- tar los vasos, los disponen particularmente para dar libre salida al humor que contienen, según queda expuesto en la descripción clásica de estas enfermedades: debe verse con toda atención el artículo de la plétora para no confundir los diversos estados diametralmente opuestos, que pueden dar lugar á los fluxos sanguíneos. De estas consideraciones generales se deducen las indicaciones correspondientes, debiéndose anteponer siempre aquellos auxilios que satisfagan al mayor número de ellas; pero no puede prescribirse una curación general, atendiendo á los diferentes principios y estados que los acompañan ; así quando la plétora universal es el agente pri- mario de un fluxo desangre, convendrán especialmente las sangrías, la dieta tenue de substancias vegetales, las bebidas refrescantes, la quietud de ánimo y cuerpo, y la habitación en parages frescos y templados: si proviene de la supresión de alguna evacuación, es ne- cesario restablecer esta por los medios oportunos con respecto á su especie: si solamente se observa una relaxacion y atonía en el sistema muscular de la parte afecta, serán muy eficaces los remedios astrin- gentes y tónicos: si al mismo tiempo hay un aumento de acción un exceso de irritabilidad, deberán combinarse con estos los anodinos y calmantes: finalmente si rey na en toda la masa humoral una de- generación específica, habrá de combatirse con los auxilios direc- tos, según que sea escorbútica, venérea &c.; pero en la exposición de las especies presentaremos con menos incertidumbre los métodos curativos, pues su variedad es tanta como la de las causas que pue- den producirlas; y por lo mismo se halla en algunos autores Prác- ticos recomendado, como un remedio eficacísimo en la hemotísis de FLU 151 cierta especie, el emético, por ser efecto entonces de un aparato gástrico. Género 1. Hemorragia , aymatismos del Diccionario universal; hemorragia de narices. Baxo la voz hemorragia se ha comprehendido solamente entre los antiguos el fluxo de sangre por las narices, denominación que conservamos, como lo han hecho los demás autores hasta el dia: la membrana pituitaria, los senos frontales y esfenoidales reciben arte- rias de la maxilar interna, volviendo la sangre por las venas á la yugular externa, no solo de las arterias congéneres, sino también de los senos orbitarios y de los de la dura- madre, con los quales co- munica; por consiguiente quando las causas que determinan un fluxo obran particularmente sobre estas partes, resulta la hemorragia de nariz, cuyos síntomas son la pesadez de cabeza, cefalalgia, vaidos, soñolencia , y la picazón de las narices; y quando es activa la pre- cede ademas un movimiento febril. Este género consta de 7 especies. 1. Hemorragia pasiva. Es la que producen las caídas, los gol- pes en la nariz , en la frente, en toda la cabeza, ó la introducción de cuerpos agudos ó estimulantes dentro de Ja misma nariz , en cuyo caso viene por lo común acompañada de estornudos: se cura con la compresión mecánica, por medio de lechinos de lienzo ó de hilas, ó con los astringentes introducidos ó sorbidos por la nariz en forma líquida ó en polvos, como el agua arterial, el alumbre, el vitriolo verde, el agua de nieve &c., extrayendo ademas los cuerpos extraños. 2. Hemorragia pletórica. Esta sobreviene á los jóvenes por lo común en la primavera y principio del estío, y la primera vez re- gularmente por la mañana; pero después se renueva en qualquiera época con motivo de una insolación ó de otro exceso en el exercicio ó en la comida: la preceden pesadez de cabeza, entorpecimiento, cefalalgia, vaidos y otros síntomas semejantes, que se alivian á me- dida que va saliendo la sangre; si estos subsisten, á pesar de la eva- cuación, se debe recurrir a la sangría, y en seguida á los remedios refrescantes y ácidos, y por ultimo á los astringentes. (V. plétora.) 3. Hemorragia febril. (V. /¿z sintomatologia febril.) Esta ó es esencial ó sintomática: á la primera acompaña un movimiento febril intermitente, que observa el tipo de una cotidiana, y que aco- mete con calosfríos, calor y pesadez de cabeza: la sintomática so- breviene por lo común en la declinación de las enfermedades febri- les, y se llama crítica si es saludable, ó morbosa si es nociva. 4. Hemorragia crítica. Así se denomina la que en una enfer- medad aguda sobreviene con alivio de los síntomas mas graves ya des-pues de su estado. i$2 FLU 5. Hemorragia nociva. Esta se presenta en el aumento de las enfermedades agudas sin alivio del enfermo, con delirio , sopor, mo- vimientos espasmódicos, y pulso blando, pequeño ó desigual; con arreglo al aumento y gravedad de los síntomas es mayor ó menor su malignidad. 6. Hemorragia de las enfermedades crónicas. Es freqüente en los hidrópicos, quartanarios, hipocondriacos, caquécticos y otros en quienes obstruidas las entrañas del vientre se halla embarazado el círculo en ellas, y aumentado en las partes superiores: se cura con los desobstruentes y con los medicamentos propios para combatir la enfermedad principal: la hemorragia suprimida inoportunamente en los jóvenes pletórícos produce dolores, inflamaciones, calenturas agudas, la apoplegía y la epilepsia. 7. Hemorragia causada por sanguijuelas. Es la que se sigue á la introducción de una sanguijuela en las narices; es muy freqüente en los que beben aguas cenagosas en el mismo manantial: es necesa- rio ante todas cosas extraerla con la mano ú otro instrumento si se halla á su alcance, ó haciéndola desprenderse por medio de los olo- res fuertes y virosos como de la asafétida &c. Género 11. Hemoptysis, hemoptce de los griegos, esputo de sangre de los latinos, hemotísis. El fluxo de sangre por la boca producido por qualquiera afección del pecho, con una tos mas ó menos considerable, encendimiento en las mexillas, sensación incómoda y dolorosa en el pecho, y parti- cularmente de calor en la extremidad inferior del esternón, y á ve- ces con disnea y prurito en la garganta, saliendo ademas la sangre encendida, y regularmente espumosa, constituye la hemotísis. Los vasos sanguíneos de los pulmones son mas abundantes que los de ninguna otra parte del cuerpo de igual tamaño. Estos vasos que son muy gruesos, á su salida del corazón se subdividen mas pronto que los de ninguna otra parte en vasos de un volumen muy pequeño; y estos últimos se ramifican cerca de las superficies internas de las ca- vidades bronquiales, y están situados en un texido celular floxo, y cubiertos solo de una membrana delgada; así basta considerar con quanta facilidad y freqiiencia se llenan de sangre, p está mezclada con otras materias viscosas, que tienen la apariencia mem- branosa , y no en pocas ocasiones con pelotillas, que se parecen á una materia sebosa. Este mal sobreviene por lo general en el estío ó en el otoña, •quando han dominado algún tiempo calores considerables, y espe- cialmente en los climas calientes; por consiguiente su principio es la irritabilidad excesiva del canal intestinal, y mas exaltada en su síntoma mucoso y sanguíneo. Muchas veces se produce por la apli- cación del frió, resultando de la simpatía entre los intestinos y la piel: siempre es contagiosa, con especialidad quando los vapores de las cámaras de qualquier disentérico.obran, directamente sobre FLU 16*9 el ano de una persona sana, como quando usan de un mismo servi- cio &c. Su curación ha estado también confiada á varios específicos; pero el método mas seguro es cambiar la acción de los órganos afec- tos por medio de los eméticos, calmar el exceso de irritación , y moderar la impresión de los estímulos por medio de los calmantes y mucilaginosos, como la disolución de la goma arábiga, el diascor- dio solo ó combinado con la ipecacuana, los semicupios, las lavati- vas de filonio Romano, de almidón y yema de huevo, y aun á ve- ces es necesario recurrir á la aplicación al vientre de los estimulan- tes, vexigatorios &c. Se ha ensayado con algunas ventajas en las di- senterias la raiz de la planta llamada yalhoy, dada á conocer por D. Hipólito Ruiz en una Memoria publicada el año de 1805. Este género comprehende veinte especies. 1. Disenteria benigna espontánea. Es la que sobreviene sin ningún síntoma grave, y que al parecer es útil en quanto evacúa una porción de bilis redundante: en los niños de pecho suele ocasionar la procidencia del ano. (V. procidencia ó caída del ano.) 2. Disenteria catamenial. Es la que proviene de la supresión de la menstruación, ó de otro fluxo habitual periódico, y se cura restableciendo la evacuación suprimida. (V. clorosis.) 3. Disenteria Parisiense. Juncker llama así á la que acomete á los forasteros que van á Paris por la mudanza de aguas; pero es aplicable á todos los paises donde se produzca por esta causa; y en- tonces conviene guardar cierto régimen en la comida, bebida y elec- ción de los alimentos. 4. Disenteria de las preñadas. Es consiguiente á la revolu- ción que experimenta el sistema circulatorio del vientre de resultas de la preñez; y así su curación es mas bien paliativa que radical. 5. Disenteria atrabiliaria. Es la que acomete á los sugetos hipocondriacos y melancólicos, que padecen obstrucciones en las en- trañas del baxo vientre. Sus síntomas son mas graves, y por lo co- mún febriles, y su curación difícil; porque á los remedios generales es necesario agregar los que puedan combatir aquella disposición primitiva, y ademas la calentura degenera con facilidad en una pú- trida nerviosa. 6. Disenteria epidémica. Es la que proviene de una constitu- ción epidémica con calentura remitente biliosa , y todos los síntomas de un aparato gástrico: se cura con los eméticos, las bebidas acidas y la quina. 7. Disenteria castrense. Es la que se desenvuelve en los cam- pamentos militares por la corrupción ó escasez de los víveres, por el desabrigo en la inclemencia de las estaciones, por la exposición al viento húmedo de la noche: sus síntomas anuncian una degeneración pútrida en toda la economía; la acompaña una calentura del mismo TOMO IV. Y 170 FLU carácter, y se propaga con rapidez por medio del contagio ; por con- siguiente exige un método preservativo, que consiste en la separa- ción y aislamiento de los enfermos, en la abundancia y buena cali- dad de los alimentos &c., y otro curativo, que es el antipútrido y corroborante en toda su extensión , sin omitir los eméticos, con pre- ferencia la ipecacuana: su principio suele ser epidémico. 8. Disenteria fingida. Tomando un cocimiento de la-rubia de tintoreros con agua del mar, han fingido algunos una disenteria, que no debe tener lugar en nuestras Nosologías como afección morbosa. 9. Disenteria de los ganados. Esta especie pertenece á la Ve- terinaria. 10. Disenteria blanca. Solo se distingue porque en ella no se evacúa sangre, sino solo un moco blanquecino; parece que en este caso el estímulo obra únicamente sobre el texido mucoso de los in- testinos. ,n. Disenteria mesentérica. (Véase la hepatirrea mesen- térica ) 12. Disenteria por abuso de los catárticos. Es la que resulta del uso excesivo de coloquintidas ú otros purgantes, y su remedio mas seguro es el opio. 13. Disenteria sifilítica. Es la que está sostenida por un vicio venéreo: únicamente puede distinguirse por su resistencia á los me- dicamentos generales, y por las señales de infección sifilítica. Enton- ces toda su curación consiste en el uso de los mercuriales. 14. Disenteria de los paises cálidos. Ataca á los europeos en los climas cálidos: la debilidad que contrae el órgano cutáneo por la transpiración excesiva, ocasiona simpáticamente la consunción, ó mas bien desecación de todo el sistema digestivo; los medios mas opor- tunos para precaver este accidente deben ser dar resorte al órgano cutáneo, y oponerse á las excreciones debilitantes: los naturales, por una experiencia hija de la desgracia y del tiempo, usan de varios mas- ticatorios , y con mayor ventaja del betel, yerba que preparan con cal viva , y sazonan sus alimentos con las especias mas estimulantes. Esta higiene tan provechosa indica desde luego el método curativo mas oportuno para esta especie. 15. Disenteria verminosa. Es aquella á que acompañan las se- ñales de lombrices existentes en primeras vias, y se cura con los an- tihelmínticos: alguna vez ha sido epidémica y muy mortífera. 16. Disenteria carnosa. En esta se observan con las deposi- ciones mucosas y sangrientas ciertas porciones carnosas, formadas por la linfa y sangre, coaguladas dentro de los intestinos. Esta particula- ridad no debe hacer variar el método curativo. 17. Disenteria intermitente. Es la que acompaña como sínto- ma á las calenturas intermitentes, y cede al método curativo de estas. FLU 171 18. Disenteria escorbútica. Cirigli, qae describe esta especie, no da de ella un carácter particular mas que la presencia de los sín- tomas escorbúticos, la qual determina principalmente su curación. 19. Disenteria polónica. Sauvages se refiere á Stabel en esta especie. 20. Disenteria miliar. Es síntoma de las calenturas exantemá- ticas, y por lo mismo se ha de curar siguiendo las indicaciones que presente la varia índole de los exantemas. Genero xi. Melaena, malaina nousos de Hipócrates; enfermedad negra; fluxo negro. La melaena es una freqüente deposición de líquidos nigricantes sin fetor pútrido, con debilidad repentina, notable dolor y náusea. Algunos creen que este humor proviene del bazo; pero es mas pro- bable que su causa principal sea la atonia del sistema vascular sanguí- neo de los intestinos, complicado con la disolución humoral en todo el sistema circulatorio del vientre: quando sobreviene en las calen- turas pútridas anuncia el peligro de muerte. Su curación debe diri- giese á entonar el sistema sanguíneo general y localmente por media de los ácidos minerales, el cocimiento de simarruba, de Campeche ó de llantén, las preparaciones del hierro, la quina &c. Este genera consta de siete especies. 1. Melaena esplenética. Es la que ataca á los melancólicos, principalmente en la convalecencia de una enfermedad aguda, y se manifiesta con una debilidad y postración general, el pulso débil y la cara aplomada; es necesario para curarla usar al momento de los antipútridos, tónicos y astringentes. 2. Melaena escorbútica. Es la que se complica con el escor- buto. (V. este artículo.) 3. Melaena atrabílis. Es la que aparece en las enfermedades agudas, en que hay grave lesión en alguna entraña del vientre, y por lo común es mortal. 4. Melaena hemorrágica. Es un fluxo de vientre sanguinolento negro por haberse roto algún vaso sanguíneo en primeras vias, sin señal de almorranas, y resulta por lo común de un esfuerzo violen- to : se cura con los astringentes. 5. Melaena primaria de Hipócrates. (V. la descripción que hace de ella este observador.) El enfermo vomita bilis negra seme- jante á las heces: algunas veces como sangre ó heces de vino, ó tin- ta de pólipo: algunas veces acida como el vinagre; y quando lo que vomita es negro y sanguinolento parece que anuncia la muerte: con el vómito se inflaman las fauces y la boca. Le sobreviene dentera, y lo que arroja levanta la tierra; se alivia con el vómito; apetece la 172 FLU comida, y si la toma en alguna mayor cantidad se halla incómodo? si está en ayunas le suenan las entrañas, y se pone la saliva aces- cente. Se cura con los purgantes repetidos; después con suero y le- che &e. de Mor bis hb. 2. 6. Melaena febricosa. Es la que observa el tipo de una tercia- na con deposiciones negras y encarnadas. Se cura con la quina. 7. Melaena hepatirraica. Se diferencia de la anterior en que las deposiciones son semejantes á las lavaduras de carne. Genero xii. Náusea; náusea de los griegos; náusea; arcada. Es un deseo y esfuerzo inútil para vomitar, sin que por él salga material alguno, ó en muy corta porción, ó solamente ayre, con fastidio é inapetencia. (V. el artículo náusea^ la sintomatologia febril.) Este género consta de doce especies. 1. Náusea por una tenia. Es la que viene con señales que anun- cian la presencia de lombrices, y se cura con los antihelminticos. 2. Náusea de las preñadas. Es la que sobreviene en los pri- meros meses de la preñez, con fastidio y apetitos extraordinarios por la mudanza que en aquel estado experimentan las entrañas del vientre, y por lo común se desvanece antes del quinto mes; si llega á ser muy violenta puede ocasionar el aborto. 3. Náusea por escirro del páncreas. Esta especie es produci- da por el endurecimiento escirroso del páncreas: se distingue por su resistencia á los calmantes y demás remedios, y la extenuación: son útiles en este caso las fricciones mercuriales en la región epigástrica, é interiormente la cicuta con el mercurio dulce, la miel y las aguas minerales. 4. Náusea por gastrocele. Proviene de la introducción del es- tómago en la cavidad del pecho, por haberse roto el diafragma en las heridas de este gran músculo: pertenece á la Cirugía. 5. Náusea por compresión del estómago. Esta resulta ó de causas externas como los vestidos muy estrechos hacia la región epi- gástrica , ó de los tumores preternaturales en alguna de las entrañas inmediatas al estómago. En el primer caso es fácil su curación; pero en el segundo difícil, según la naturaleza del tumor. 6. Náusea biliosa. Se conoce por las señales de una saburra biliosa , como el amargor de boca, el sarro amarillo en la lengua &c, y entonces el remedio principal es el emético. 7. Náusea nefrítica. Es síntoma de la nefralgia calculosa. (Vea' se este artículo) 8. Náusea por corrupción del semen. La inspección anatómica ha demostrado esta causa en el cadáver de un sugeto, que habiendo abusado en extremo de los placeres del amor, pasó después á la mas FLU 173 rigurosa continencia, y empezó á padecer una náusea, que le duró seis meses; habiendo muerto al fin epiléptico. 9. Náusea por una apostema junto al cardias. También esta especie se ha distinguido por la inspección de los cadáveres; pero antes de la muerte pueden sin duda darla á conocer las señales que anuncian la formación de un absceso. 10. Náusea por gastritis. (V. gastrÍtis.) i 1. Náusea por cacoquilia. Esta especie es la mas freqüente: proviene del exceso en la comida; y sus síntomas son la sensación de peso en el epigastrio , principalmente hacia el cardias. pesadez de cabeza y vaidos , fastidio á la comida, acedía &c.; y se cura con los eméticos y purgantes: alguna vez se nota en el principio de las ca- lenturas malignas. 12. Náusea marina. Es la que padecen los que se embarcan por la vez primera. (V. vómito marino en el siguiente género) Género xm. Vómito; hemetos de los griegos; anatropha de Gilbert. Es el movimiento peristáltico del estómago, que se hace por un movimiento retrógrado, estoes, principiando en el duodeno y en el piloro, y dirigiéndose hacia el esófago, lo qual hace expeler los ma- teriales contenidos en la primera cavidad. (V. vómito.) Este géne- ro consta de veinte y nueve especies. 1. Vómito por exceso en comida y bebida. Es el que se sigue á esta causa harto freqüente. (V. la náusea por cacoquilia.) 2. Vómito por saburra. (V. la nausea biliosa.) 3. Vómito lácteo. Los niños de pecho, llenándose demasiado de leche, la vomitan con mucha freqüencia; y aunque este vomito es útil en quanto los liberta de los males que ocasionaría su coagulación ó putrefacción , también llega á debilitarles el estómago con mucha facilidad: la lactación moderada es el mejor remedio. 4. Vómito por dentición. Es el que proviene en esta época de la niñez. (V. dentición.) 5. Vómito verminoso. Es el que resulta de la presencia de lom- brices en primeras vías, y se cura con los antihelmínticos. (Véase lombrices.) 6 Vómito: ruminacion. Se han visto algunos sugetos que, pasado algún tiempo después de la comida, la volvian á la boca al modo que los animales rumiantes. Esta enfermedad tiene un carácter convulsi- vo, en que puede tener algún influxo el hábito. 7 Vómito por venen*. Es consiguiente al uso de ciertas subs- tancias venenosas, que deben examinarse en sus respectivos artículos para conocer sus contravenenos. 174 FLU 8. Vómito por callosidad del piloro. De resultas de los es- pasmos violentos y permanentes en esta parte llega á ponerse callo- sa, y producir un vómito rebelde con estreñimiento de vientre , que al fin, impidiendo absolutamente la nutrición , acarrea la extenuación y la muerte. Es muy difícil de curar; y los únicos remedios en que se puede confiar algún tanto, son las fricciones mercuriales, la miel y enemas irritantes, administrándolas al mismo tiempo nutritivas. 9. Vómito hipocondriaco. Es común en los escorbúticos, quar- tanarios y caquécticos, y se cura según la afección principal que le produce. 10. Vómito por úlcera del estómago. Preceden á esta especie un dolor agudo y constante del estómago, inflamación de este órga- no, é introducción en él de algunos cuerpecillos punzantes; de suer- te que sobreviniendo la supuración se alivia el dolor, pero queda el vómito, y en él aparecen algunos vestigios del pus: se cura con los ácidos minerales, los antipútridos &c. pero difícilmente. 11. Vómito por un esteatoma del estómago. Regularmente no se ha conocido esta especie sino por la inspección anatómica. El esteatoma puede ocupar el fondo del estómago, el piloro ó el car- dias, y viene á ser semejante en sus efectos á la callosidad. 12. Vómito de las preñadas. Es el que sobreviene en las pre- ñadas , y observa un período constante (V. la náusea de esta es- pecie.)', algunos cuentan por una variedad suya el que guarda el tipo de las calenturas intermitentes. 13. Vómito bezoárdico. En la colección de la Academia Fran- cesa se lee el caso de una joven de veinte y un años, que por espa- cio de dos estuvo vomitando unas concreciones calculosas, cuya pre- sencia en el estómago se percibia por el ruido y por el tacto, tal vez sobrevendría por haber comido yeso ú otras substancias semejantes, vicio común en algunas cloróticas; en otros se ha visto que prove- nia de haber usado con exceso de medicamentos absorventes para curarse una pirosis: parece que en esta especie están indicados los medicamentos embotantes y eméticos usados sucesivamente. 14. Vómito rabioso, vómito negro, vómito prieto ó chapetona- da. (V. TIFO HICTERODESjy FIEBRE AMARILLA.) 15. Vómito atrabiliario. Se distingue esta especie por el color ni- gricante del material, y recae en sugetos melancólicos. Se cura con los calmantes, sin olvidar la afección ó disposición particular del individuo. 16. Vómito por obstrucción del hígado. Es el que resulta de la obstrucción de esta entraña, que hace refluir la bilis al estómago en mayor cantidad. Su curación consiste en disipar la obstrucción por medio de los desobstruentes. 17. Vómito del páncreas. (V. náusea por escirro delpán- creas.) FLU 175 18. Vómito gastrocélico. Es un vómito habitual, que resulta por la hernia del estómago formada entre los músculos del abdomen, ó por haber pasado á la cavidad del pecho en las heridas del diafrag- ma. (V. GASTROCELE.) 19. Vómito gastrítico. (V. gastrÍtis.) 20. Vómito nefrítico. (V. nefralgia calculosa.) 21. Vómito por obstrucción del esófago Esta especie rara es* consiguiente á la obstrucción y tumefacción de una ó muchas glán- dulas en el mismo esófago ó en las partes inmediatas, capaz de com- primirle y cerrarle enteramente, ó también por haberse introducido y atascado en él algún cuerpo extraño: los enfermos de esta especie mueren forzosamente de hambre. 22. Vómito por la distorsión ó dislocación del cartilago xi- foides , vulgarmente por haberse caido la paletilla. Aunque mu- chos han tenido por fabulosa esta especie, se ha visto alguna vez en los gallegos y asturianos, que son los que con freqüencia se quejan de padecerla: la debilidad que contraen por sus alimentos escasos y poco nutritivos, y la actitud penosa que tienen en sus trabajos cam- pestres, puede muy bien provenir esta torcedura ó dislocación del cartilago, y á conseqüencia el vómito; pero sin duda deberá distin- guirse semejante afección al tacto; y el remedio mas eficaz será la aplicación de vexigatorios al epigastrio, la quina y el buen alimento. 23. Vómito cefalálgico. Es un vómito pasagero y momentáneo consiguiente á un dolor intenso de cabeza, á su contusión ó heridas, á los raptos de ira &c. Depende de sola la afección nerviosa simpá- tica entre estas partes, y se cura cesando la causa, por sí solo, ó con los calmantes. 24. Vómito iliaco. Es el que acompaña al vólvulo y á las her- nias. (V. estos artículos.) 25. Vómito marino. Es el que acomete á los navegantes con cardialgia, náusea y postración de fuerzas: es una afección puramen- te nerviosa, por el vaido que produce el movimiento de la nave; pa« ra contenerle se debe colocar el enfermo sobre el puente, y en un parage que diste igualmente de la proa y de la popa; ha de comer con abundancia, para que en el vómito se fatigue menos el estóma- go , y estar mas bien acostado que en pie derecho: algunos aconse- jan también el uso de los narcóticos de tiempo en tiempo: muchos se han curado por't este medio de la hipocondría y de la dispepsia, ya por las evacuaciones que producía, y ya por la mudanza de ac- ción que resultaba en las entrañas del vientre. 26. Vómito pituitoso. Se observa con freqüencia en los viejos glotones, que algunas veces vomitan una gran cantidad de moco viscoso é insípido, regularmente por la mañana, precediéndoles do- lor de estómago y abundante salivación: se cura con la ipecacuana 176 FLU en dosis capaz de excitar el vómito, y después en la proporción ne- cesaria para que obre solo como un antiespasmódico ó un tónico. 27. Vómito urinoso. Resulta de la supresión de la orina, ó por su retención. (V. los artículos nefralgia é iscuria vesical.) 28. Vómito hemorrágico. Sauvages forma esta especie por un caso particular, en que sobrevenía diariamente un vómito complicado con hemorragia de nariz en una calentura sinoca, sin señales de sa- burra en primeras vias; y le atribuye á los esfuerzos de la naturale- za para promover aquella hemorragia crítica. . 29. Vómito febricoso. Es síntoma de las calenturas intermiten- tes , y cede como ellas al uso del emético y de la quina. Género xiv. Íleon de los griegos; chordapsos de Celso; pasión iliaca; miserere; vólvulo. Sauvages considera á este género como distinto del cólico, aun- que en realidad no se distingue sino por su mayor grado de inten- sión , y le coloca impropiamente en la clase de los fluxos de vientre. El síntoma característico es la expulsión por la boca de materia- les excrementicios, hallándose invertido el movimiento peristáltico del canal alimenticio en toda su extensión. Se ha observado en algu- nos cadáveres que se habia formado una intususcepcion de los intes- tinos ; pero no se ha determinado todavía con certeza si esto sucede siempre en todas las especies de vólvulo. (V. cólico en el géne- ro xxu de la clase séptima en el artículo dolores.) Este género consta de catorce especies. 1. Vólvulo inflamatorio. Es el que resulta de la inflamación de uno de los intestinos delgados, y se conoce por la presencia de los síntomas inflamatorios locales y generales juntos con los del vólvulo. {¡V. enterítis.) 2. Vólvulo por las heces endurecidas. Se caracteriza por pre- cederle estreñimiento de vientre sin dolor agudo, pesadez y tensión en el vientre, percibiéndose al tacto el intestino abultado por las he- ces, con eructos, vómitos biliosos y pituitosos, que al fin llegan á ser esíercoráceos, y casi nunca hay calentura. Esta especie es mucho menos peligrosa y aguda que la anterior. Se cura con los fomentos emolientes, con las bebidas diluentes y enemas emolientes é irritantes. 3. Vólvulo espasmódico. Es el que únicamente proviene de un espasmo en algún punto del canal intestinal: se complica alguna vez con los insultos epilépticos, y suelen arrojar los enfermos por la boca hasta el líquido de las lavativas. Se cura con el opio, el éter, el baño tibio y demás antiespasmódicos. 4. Vólvulo por compresión de los intestinos. Una compresión permanente puede producir esta especie, cuya curación está princi- FLU 177 pálmente cifrada en remover la causa de la compresión. Se cuentan por variedades suyas el que nace de la existencia de un tumor escir- roso en el páncreas, que comprime el colon, de un cancro en el cie- go , de hallarse comprimido un intestino en el hipocondrio derecho debaxo de las costillas falsas, de una mola, de un escirro en el me- senterio, de una constricción del recto, de su ligadura y de un abs- ceso. Esta variedad pertenece al vólvulo inflamatorio, y las demás reducen á un estado crónico esta enfermedad. La curación debe ser igualmente varia según estas diferentes causas. f. Vólvulo por un infarto de pituita en el colon. Los síntomas que asigna Sauvages á esta especie son muy equívocos, pues la can- tidad que llena y obstruye el colon, reconocida por la inspección Anatómica, puede ser un producto de la muerte, ó á lo menos de la misma enfermedad. Así por su carácter y por las principales indica- ciones que ofrece podria mas bien ser una variedad del vólvulo pro- ducido por las heces endurecidas. 6. Vólvulo hernioso. Es el que sobreviene en las hernias estran- guladas. (V. hernia.) Sus variedades son tantas quantas son las es- pecies de las hernias. 7. Volvido por intususcepcion de un intestino en otro. Como este fenómeno puede verificarse en qualquiera de las especies del vól- vulo quando llega á cierto grado el espasmo ó convulsión de los in- testinos, parece que debe considerarse solo como una variedad Ade- mas no hay signos característicos que anuncien determinadamente es- te estado. 8. Vólvulo indiano. Esta especie se observa con freqiiencia en Goa, y la acompañan, á mas de sus síntomas generales, vehementes retortijones de tripas y ofuscación de los sentidos. Acostumbran cu- rarle los naturales aplicando un cauterio actual á loc pies. 9. Vólvulo fisodes. Se distingue por el rugido de tripas, freqüen- tes eructos en lugar de vómitos, y meteorismo. Se cura con los car- minantes y antiespasmódicos. 10. Vólvulo calculoso. Se ha visto alguna vez un vólvulo vio- lento y rebelde á todos los remedios, que cedió luego, deponiendo el enfermo un cálculo de una pulgada de largo y media de grueso. Si es que esta especie puede distinguirse, no habiendo un síntoma característico, convendrá usar de los embotantes litontrípticos y drásticos. 11. Vólvulo por una constricción callosa del colon. Sola la ins- pección cadavérica es la que ha manifestado esta causa: ¿no debería tenerse por una variedad de la especie de vólvulo por compresión de los intestinos? 12. Vólvulo de los imperforados. Resulta de la imperforacion del recto y retención del meconio en los recien nacidos. Se cura des- TOMO IV. z 178 FLU truyendo la membrana, que forma su cerramiento con el faringoto- mo ó con el trocar, dirigiéndolo con el dedo índice. (V. imper- FORACION.) 13. Vólvulo verminoso. El que producen las lombrices, cuyas señales le caracterizan, y se cura con los antihelmínticos. 14. Vólvulo por veneno. Es el que se ha observado á conse- qüencia de haber tomado interiormente una porción de arsénico: en- tonces aparecen todos los síntomas del envenenamiento , y es necesa- rio recurrir al momento á los oleosos y mucilaginosos en gran can- tidad. Género xv. Cóleraj pasa cólicas cólera morbo. La cólera morbo está caracterizada por vómitos de materia bi- liosa y por cursos freqüentes de la misma naturaleza, acompañados de anxíedad , retortijones y calambres en las extremidades inferiores. Reyna en los calores mas fuertes en los meses de Julio y Agosto, aunque en los climas muy calientes puede manifestarse en todos los tiempos del año. Por todas sus circunstancias parece que esta enfer- medad es efecto del calor de la atmosfera, que hace mas irritables los órganos secretorios y excretorios de la bilis y todo el canal in- testinal junto con la degeneración y secreción abundante de la mis- ma bilis. Todas las partes expuestas entonces á su acción inmediata- mente se hallan en un estado de espasmo, que desde los intestinos se comunica á los músculos del abdomen, y con mucha freqüencia á los de las extremidades. La enfermedad recorre sus períodos con la mayor violencia y rapidez, hasta que las fuerzas del enfermo se abaten en extremo, y las mas veces repentinamente. Quando sobrevienen sudores frios, sín- copes, frialdad de las extremidades y todas las señales de una debili- dad general, suele perecer el paciente en el espacio de un dia ó an- tes: en otros casos es menos violenta, continúa uno ó dos dias, y entonces se disipa por grados; pero rara vez desaparece de este mo- do sin el socorro de los remedios: los mas seguros, y que casi pue- den mirarse como específicos, son el opio y el agua de nieve interior- mente ¿ y aun la misma nieve aplicada al abdomen, executado todo con la mayor prontitud. Este género consta de diez especies. 1. Cólera morbo espontánea. Es la que sobreviene sin otra cau- sa conocida mas que el influxo de una estación calorosa á principios ó fines del estío: sus síntomas y curación quedan comprehendidos en la exposición del género. 2. Cólera morbo seca de Sidenham, óflatulenta. Resulta del desprendimiento de gases consiguiente á un cúmulo de bilis degene- rada en primeras vias: hay rugido de tripas, meteorismo y dolor hacia los costados y lomos sin ninguna deposición de vientre: se cu- FLU 179 ra con los carminantes &c. Una variedad de esta especie es la cólera morbo que resulta de haber comido hongos venenosos; y en quanto á su curación véase el artículo hongos. Vogel reduce esta especie á la afección hipocondriaca y al dolor cólico; adviniendo juiciosamente, que no siendo la cólera morbo seca , antes bien todo lo contrario, de ningún modo le conviene el nombre de cólera morbo. 3. Cólera morbo por los venenos minerales. (Véase el vólvuh por un veneno en el género anterior, especie 14.) La producen igualmente el vitriolo » los antimoniales y las preparaciones de arsé- nico y mercurio. 4. Cólera morbo por un veneno animal. Se ha visto alguna vez resultar la cólera morbo por haber comido huevos del pez luch ó la tinta de la xibia; pero tal vez esta observación carece de exac- titud. 5. Cólera morbo intermitente. Es la que acompaña á los paro- xismos de las calenturas intermitentes malignas. Se cura con la qui- na en grandes dosis, y el opio. 6. Cólera morbo indiana. Se observa con freqüencia esta espe- cie en las Indias orientales, y sus síntomas son sed ardiente, cefalal- gia , inquietud, calentura, delirio , fluxo de vientre y vómitos, pul- so fuerte y desigual, orinas encendidas y blancas, pero siempre cla- ras: los naturales usan empíricamente, pero con feliz suceso, para curarla de la aplicación del cauterio actual al talón en su parte mas callosa, hasta que los enfermos sienten dolor. 7. Cólera morbo inflamatoria. Es la que sobreviene en la ente- ritis ó en la gastritis. (V. estos artículos.) 8. Cólera morbo verminosa. La ocasionan las lombrices en pri- meras vías, cuyos síntomas la caracterizan, y se cura con los anti- helmínticos. 9. Cólera morbo artrítica. Es la que resulta de la retropulsion ó mala situación de la materia artrítica. ( V. artritis en el géne- ro 1, en la clase séptima de dolores.) 10. Cólera morbo por exceso en comida y bebida. Esta especie, cuyo carácter indica su misma denominación , es pasagera y saluda- ble en quanto liberta á las primeras vias de su infarto. Cullen reduce las mas de estas especies á la diarrea. Género xvi. Diarreas reuma gastros de Galenos cursoss diarrea. El carácter de la diarrea consiste en las deposiciones freqüentes de vientre,de materiales recrementicios, por lo común líquidos: se dis- tingue de la pasión celiaca y de la lienteria, en que no se arrojan los alimentos crudos ó convertidos en quilo: del tenesmo ó pujo, en que i8o FLU á los esfuerzos para deponer se sigue evacuación; de la hepatirrea y de la disenteria en que el material no es sanguinolento, y de la melaena, en no ser negro. Parece que esta enfermedad proviene del aumento de irritabilidad y de movimiento peristáltico en el canal intestinal junto con la atonia de las membranas mucosas. Este estado particu- lar de los órganos puede provenir de diferentes causas, que es fácil reducir á dos claves generales: la primera incluye las enfermedades de ciertas partes del cuerpo, que ya por razón de la simpatía de los intestinos con estas partes, ó de la relación de los intestinos con to- do el sistema, producen un aumento de acción, sin que ninguna ma- teria estimulante se transporte á ellos de la parte primitivamente afecta: la segunda clave de las causas del aumento de acción de los intestinos contiene los estimulantes de diferentes géneros, que obran en derechura sobre los mismos intestinos. Según esto es claro que no puede determinarse una curación general, puesto que es necesario re- mover las causas ocasionales, ó mudar el diverso estado morboso pa- ra curarla. Nos limitaremos pues á indicar el método curativo en ca- da una de las especies. Sin embargo son útiles en general los cáusti- cos , y principalmente la ipecacuana en quanto á cambiar la acción de los intestinos, los calmantes y antiespasmódicos, los ácidos, y con particularidad todos los que llaman directamente á la piel. Este género consta de veinte y una especies. i. Diarrea estercorosa. Es la que resulta del exceso en la co- mida y bebida ó de su indigestión: es útil, y debe promoverse con los purgantes, á no llegar á ser excesiva ó demasiado duradera. 2. Diarrea vulgar. Se diferencia de la anterior en ser mas gra- ve y de mas duración , y en que no se excretan solamente la materia excrementicia, sino también los varios humores gástricos segregados en mas abundancia, por el exceso de irritación y la atonia. Se cura con los ácidos, astringentes, tónicos, la triaca, el diascordio solo, ó con dosis cortísimas de ipecacuana &c. 3. Diarrea febril. (Véase la sintomatologia febril, artícu- lo calenturas. ) - 4. Diarrea pituitosa. Es freqüente entre los indios, y se atri- buye á la supresión de la transpiración ; acomete mas bien en el tiem- po lluvioso de invierno que en el estío: se usa para curarla de la ipe- cacuana con buen éxito en cocimiento. 5. Diarrea carnosa. Es aquella en que se expelen algunas por- ciones como membranosas, y así pertenece á la disenteria ó es resul- tado de ella. (V. disenteria.) • ' 6. Diarrea variolosa. Es la que sobreviene en las viruelas, no- civa en las discretas y útil en las confluentes; por lo qual no se la de- be contener, sino impedir únicamente que llegue á debilitar por me- dio de los cordiales y corroborantes. FLU 181 7. Diarrea involuntaria ó incontinencia de vientre. Se verifi- ca en los muchachos y aun en algunos adultos, que intespestivamen- te y por descuido 'deponen en la cama: debiera omitirse esta espe- cie , puesto que solo es un vicio y no una enfermedad. 8. Diarrea biliosa. Es producida por un aparato bilioso en pri- meras vias, cuyos síntomas la caracterizan, como son el calor au- mentado hacia los hipocondrios, la sed y la sequedad de la boca , la lengua amarillenta y amarga, el color amarillo de los excremen- tos &c. Siendo en una estación cálida y en sugetos de constitución biliosa, se cura con los eméticos, principalmente con la ipecacuana, y suele ser terminación de una terciana ó de una calentura remiten- te del mismo carácter. 9. Diarrea artrítica. Es la que resulta del virus de la materia artrítica retropulsa ó mal situada: la primera indicación es resta- blecer el paroxismo artrítico en las partes que ataca regularmente. ( V. artritis en la clase de dolores. ) 10. Diarrea serosa. Se distingue por ser el material seroso; á veces es útil en varias afecciones del cerebro, ó quando sobreviene en las hidropesías; y si es perjudicial, se modera con los calmantes y tónicos. Una variedad de esta es la diarrea urinosa, que sobreviene en la iscuria. (V. este artículo.) n. Diarrea purulenta. Es consiguiente á una supuración en el mesenterio: aparece periódicamente á medida que se va formando y acumulando la supuración: la preceden los síntomas de esta en aque- lla parte; y en las excreciones se advierte una porción de pus, algu- na vez mezclado con sangre; por lo común los enfermos sienten con ella algún alivio de su principal dolencia. 12. Diarrea de los chilenos. Es endémica en Chile. Su causa parece ser una inflamación del intestino recto, y sus síntoma* son calentura aguda, tensión en el ano y deposiciones freqüentes. Se cu- ra con las enemas emolientes, anodinas &c. 13. Diarrea coliquativa. Es la que acompaña á las calenturas agudas de mal carácter, ó á las anfimerinas lentas: en ella se expelen los materiales muy líquidos, de color negro ú obscuro, fétidos, pú- tridos y oleosos, de donde se sigue gran postración de fuerzas y ex- tenuación. Casi siempre es incurable, como lo es la enfermedad prin- cipal que la produce. 14. Diarrea verminosa. Se conoce por las señales de las lom- brices. ( V. lombrices. ) 15. Diarrea por la dentición. Es la que acomete á los ni- ños en la época de la dentición, y los liberta por lo regular de las convulsiones: muchas veces se complica entonces con las lom- brices. l82 FLU 16. Diarrea por hipercatarsis. Es la que se origina del uso excesivo ó intempestivo de medicamentos purgantes, quales son el diagridio, las coloquíntidas &c., y desaparece con el uso de los cal- mantes. 17. Diarrea coleriodes. Acompañan á esta especie retortijones y dolores vehementes, y aun calentura: es común en las recien pari- das por ún rapto de ira ó por supresión de los loquios. Se cura con los calmantes y diluentes, la ipecacuana en cortas dosis &c. 18. Diarrea adiposa. Es aquella en que sale el material oleoso, parecido á la manteca derretida, y se distingue de la coüquativa en que no viene con la calentura lenta. A un hombre le sobrevino una diarrea, cuyo material era semejante al esperma de ranas, y en can- tidad de diez libras, de resultas de haberse cortado unas almor- ranas. La diarrea adiposa se cura con los incrasantes y tónicos com- binados con los calmantes. 19. Diarrea de los lactantes. Es una deposición propia de los niños de pecho, y mas líquida de lo regular: resulta por lo común de darles alimentos todavía indigestos para ellos, como las papillas muy crasas, frutas &c: se distingue de la que viene por la dentición por- que faltan las señales de esta; y se cura dándole al niño algunas cu- charadas de xarabe de chicorias con ruibarbo, ó el agua emetizadaj y absteniéndose del uso de semejantes alimentos. 20. Diarrea febricosa. Es la que acompaña ó se sigue á las ca- lenturas intermitentes, que, si en vez de aliviar al enfermo, como al- guna vez sucede, le debilita, se debe curar con la quina. 21. Diarrea de los pleuríticos. Generalmente tienen todos por perniciosa la diarrea que sobreviene en las pleuresías; pero es induda- ble que si no produce debilidad , y hay al mismo tiempo un aparato bilioso, ó la enfermedad participa de este carácter, será provechosa. Género xvn. Celiacas pasión celiaca. La acumulación de substancias alimenticias ó de otras materias, que los diferentes manantiales de que hemos hablado mas arriba vier- ten en los intestinos, puede ocasionar con particularidad la diarrea quando la absorción que se debe hacer por los vasos lácteos, ó por los otros vasos absorventes, no se puede efectuar por razón de la obs- trucción de sus orificios ó de las glándulas mesentéricas, que pueden solas dar paso á los fluidos que se han absorvido. Hay un Gaso de es- ta especie, en que el quilo, preparado en el estómago y el duodeno, no se absorve, atravesando los intestinos, y sale en gran porción por el ano: se ha llamado esta enfermedad morbus coeliacus, ó sim- plemente ó con mas propiedad cceliaca, que por consiguiente mira- FLU 183 mos como una especie de diarrea. Macbride dice que son tan pocos los exemplos bien circunstanciados, que con razón podemos tenerla por variedades de una diarrea inveterada; ni es necesario proponer curación particular de ellas, porque no se diferencia en nada de la que hemos recomendado para la diarrea que sobreviene á la disente- ria. Este género consta de quatro especies. 1. Celiaca quilosa. Es la deposición del alimento líquido y sin cocer, y por lo común degenerado en quanto á su olor, color y consistencia, blanquecino, fétido y fangoso, con eructos, dolor ob- tuso en el estómago, ó con latidos, debilidad y extenuación. Es en- fermedad crónica, muy larga y difícil de curar. Parece que en su roduccion tiene parte alguna afección del órgano excretorio de la ílis, la qual no fluye para elaborar el quilo, y sostener la acción intestinal. 2. Celiaca purulenta. Se han visto evacuarse tumores forma- dos en las caderas, en el codo y otras partes por fluxos de vientre; y esta circunstancia es la que constituye esta especie, que se distin- gue de la diarrea coliquativa en el color blanquecino del pujo y en la falta de peligro , ó mas bien en su salubridad. 3. Celiaca mucosa. Es en la que se evacúa una porción de inoco intestinal, que alguna vez se ha confundido con el pus: se cura con los ¡ncrasantes, tónicos &c. 4. Celiaca láctea. Mas bien parece una variedad, pues solo se diferencia por ser el humor semejante á la leche. Género xvm. Lienterias laxitas intestinorum de Celso. Decimos de este género lo mismo que del anterior. Los mas de los Nosologistas le colocan en la diarrea. Su carácter consiste en evacuar los alimentos, casi sin ninguna alteración, inmediatamente después de haber comido ó á muy poco rato; por lo qual se cree que el estado de relaxacion y exceso de sensibilidad orgánica empie- za en el estómago , y se propaga á todo el canal intestinal. Este gé- nero consta de cinco especies. 1. Lienteria por ulcera del estómago. Se conoce por las seña- les de esta afección primitiva, y se cura con los detergentes y dese- cantes. 2. Lienteria espontánea. Es la que proviene de la irritación del estómago, y se manifiesta apenas toma el enfermo algún alimento. La triaca y la quina ó el cocimiento de menta piperita son los reme- dios mas eficaces en este caso. 3. Lienteria escorbútica. Resulta en los que padecen escorbuto de la irritación que produce el humor sanioso de sus encías, tragado, en el estómago. Se cura procurando no tragar la saliva, y usando de l 184 FLU los antiescorbúticos. (Véanse los artículos escorbuto y anties- corbúticos.) 4. Lienteria aftosa. Se origina de la formación de aftas en el mismo estómago. ( V. aftas. ) 5. Lienteria secundaria. Es la que sobreviene á una disenteria ó diarrea inveterada. Su curación se cifra en la de la enfermedad pri- maria. Género xix. Tenesmo: pujos. El carácter de este género consiste en la deposición mucosa y es- casa, con grandes y continuos estímulos á deponer el vientre y es- fuerzos proporcionados á estos. Su principio ó la irritación morbosa existe en el mismo intestino recto, y por tanto debe dirigirse mas bien localmente la curación. Este género consta de diez especies. 1. Tenesmo espontáneo. Pende del mismo material excrementi- cio ó de un humor acre segregado en las glándulas del ano. Es sín- toma constante de la disenteria, y cede con los enemas y apositos oleosos, emolientes, anodinos, como las lavativas de leche, almi- dón , yemas de huevo y filonio romano, usando al mismo tiempo algún purgante suave. 2. Tenesmo por cálculo de la vexiga. Es el que resulta de la inflamación del cuello de la vexiga, que se comunica al esfínter del ano. Se calma con los semicupios tibios y narcóticos; pero su cura- ción radical depende de la del cálculo. (V. este artículo.) 3. Tenesmo indiano. Es endémico en las Indias, y crónico: vul- garmente se llama per se, y en el Brasil bicho. 4. Tenesmo por ascárides. Se distingue por los síntomas, que manifiestan la presencia de las lombrices de esta especie en el ano, qual es la picazón, que cede después de deponer el vientre, ó ven- toseando; y repite todos los dias regularmente por la tarde y en la cama. ( V. ascárides. ) $. Tenesmo hemorroidal. Esta especie resulta de la irritación excitada en el ano por las almorranas; es la misma que padecen las mugeres preñadas. Los enfermos sienten cierta incomodidad como si tuviesen un hueso de abridor en aquella parte. ( V. hemorroides. ) 6. Tenesmo ulceroso. Según los antiguos el tenesmo proviene de una exulceracion del ano; pero se han visto fístulas de esta parte sin sobrevenir el tenesmo. Tal vez el moco degenerado se ha tenido por pus entre los patronos de esta opinión. 7. Tenesmo por carcinoma. Trae su origen esta especie de los carcinomas formados entre la vexiga y el recto, y cuyo humor ico- roso estimula el recto. (V. carcinoma.) 8. Tenesmo disentérico. Es el que acompaña á la disenteria, y ademas trae como ella su origen de los intestinos delgados. El ca- FLU 185 rácter de esta especie es muy antiguo, y apenas debe distinguirse de la disenteria. 9. Tenesmo por durezas. Se observa en los hipocondriacos, y otros sugetos naturalmente estreñidos, que usan de la leche por co- mún alimento , o sudan con exceso , cuyo excremento , figurado en bolitas duras, irrita al intestino recto á su salida, y aveces es nece- sario recurrir á alguna operación manual para desalojarlas. 10. Tenesmo oriental. Fué este antiguamente endémico en An- gola , y después se propagó al Brasil. Es secundario, esto es, efecto de la disenteria mal curada, ó primario. El dolor en esta especie es atroz , con estreñimiento de vientre, ó saliendo los excrementos tan endurecidos, que atormentan cruelmente al enfermo, de donde se siguen vigilia, calentura, postración, náuseas, dolor y ardor de ca- beza. A veces se anuncia de antemano con laxitud, dolores genera- les , inapetencia, picazón al ano, y algún conato á deponer el vien- tre; el orificio del ano se abre en extremo, y aparece de color aplo- mado y cárdeno, arrojando después sangre y aun algunas lombrices pequeñas, que son muy comunes entre los naturales del Brasil. Se precave con los continuos lavatorios de agua fria en el ano, enemas, baños &c. Suele corregirse en un principio con el vapor del cocimiento de limones recibido en el ano, ó introduciendo en él al- gunas rajas de limón; y se cura con las enemas calmantes, con los eméticos, diluentes, subácidos &c. En Angola, á mas de los sínto- mas referidos, se observa una hinchazón tan grande de los ojos, que parece van á salirse de sus órbitas, y una profunda tristeza; y suele seguirse la convulsión llamada beriberia. Orden tercero. Fluxos serosos. Baxo esta denominación se comprehenden lqs fluxos que no son sanguinolentos ni de vientre, sino mucosos, urinosos, purulentos, lácteos, aquosos ó linfáticos; de los quales unos salen del órgano cu- táneo, como la efidrosis; otros de las narices, como el romadizo, la flegmatorragia; otros de los ojos, como la epifora; algunos de la boca, como el tialismo; del pecho, como la anacatarsis; ó de las partes genitales, como la leucorrea, la gonorrea, la enuresis y la diabetes. Es imposible explicar en una misma teoría los fluxos que Sauva- ges comprehende en esta clase, porque á veces dependen de partes diversas, por su organización y naturaleza; ni las causas que tantos autores han inventado para explicar sus diferentes afecciones pueden ser en una parte las mismas que en otra, ú obrar de un modo idén- tico. Así nos proponemos en la explicación de cada género ilustrar algún tanto sobre esta teoría. TOMO IV. AA 186 FLU Baste pues recordar aquí que las membranas mucosas y serosas gozan de una vida aislada , por decirlo así, que solo tienen una sensi- bilidad orgánica , y que reciben fácilmente las impresiones morbosas de otros órganos, con los quales pueden tener comunicación por una simpatía de texido , ó por la de sus propiedades vitales, ó en fin por las correspondencias de su sistema nervioso. Así qualquier estí- mulo, que directa ó simpáticamente aumente con exceso su sensibili- dad orgánica, disminuyendo juntamente su fuerza tónica, debe con- siderarse como el principio de las enfermedades de este orden ; pero es sobre todo necesario conocer quál es la parte que primitivamente padece y produce el fluxo, para restablecer su curación radical. Los efectos de este principio son mas enérgicos y manifiestos por el con- curso de otras causas ocasionales, como las pasiones de ánimo, los malos alimentos &c. En general están indicados los tónicos, astrin- gentes y antiespasmódicos. Género xx. Efidrosis : sudor excesivo. La efidrosis es una evacuación de sudor preternatural, y notable por su quantidad y qualidad, y por sobrevenir intempestivamente. Para conocer el exceso de cantidad en esta evacuación es necesario tener presente la naturaleza del paciente , las causas que obran en él, y distinguir los efectos que produce, y los síntomas que la acompa- ñan: asimismo, por medio de los sentidos, podemos reconocer su qualidad viciosa, comparando todos sus fenómenos con los que pre- senta en el estado natural. Es claro que en las enfermedades de este género se combina cier- to grado de atonia del sistema exhalante cutáneo con un aumento de acción y de contractilidad en lo restante del capilar y de los ra- mos mayores; pero á veces también sale el sudor sin otro impulso que el de las fuerzas naturales del sistema vascular, habiendo una gran relaxacion en los orificios de la periferia. Es también indudable que algunas veces están atacados de espasmo los órganos destinados á otras evacuaciones análogas, por lo qual se hallan estas suprimidas, y sus humores dirigidos con mayor energía á otros puntos diferen- tes. Todas estas consideraciones indican que, á mas de fortificar el sistema exhalante cutáneo, es indispensable moderar la acción au- mentada de los vasos y el espasmo de otras partes. La primera in- dicación puede desde luego satisfacerse con las friegas secas, los ba- ños frios &c.; pero en quanto á las demás debemos examinar en ca- da especie los diversos estados morbosos en que se fundan. Los que habitan en regiones calurosas se untan todo el cuerpo con aceyte, y después entran en baños frios, cuyos auxilios son sin duda eficaces para evitar el sudor. Este género consta de veinte especies. FLU 187 r. Efidrosis espontánea. Sauvages refiere haber observado esta especie en tres ó quatro sugetos, que sin causa manifiesta y sin ca- lentura padecían sudores copiosos, que les duraban por espacio de algunos meses, y acometian particularmente por la noche, de donde resultaba la inapetencia, la debilidad y la extenuación. Se cura con la tintura de quina mezclada con el ácido sulfúrico, poniendo un es- crúpulo de este en cada libra de aquella, con los baños frios, y tam- bién con el opio dado en la corta dosis de la tercera ó quarta parte de un grano. 2. Efidrosis escorbútica. Es síntoma del escorbuto. (Véase este artículo.) 3. Efidrosis febril. Esta especie sobreviene en la termina- ción de las calenturas, con alivio de todos los síntomas, ó duran- te su vigor, y entonces es un síntoma febril. ( V. la sintomato- logia febril, artículo calentura , y también la efémera su- datoria. ) 4. Efidrosis sincóptica. Es un síntoma del síncope. (V. este ar- tículo. ) 5. Efidrosis hética. Esta especie acompaña como síntoma á la tisis, á la tabes y á las calenturas lentas anfimerinas. Se manifiesta por lo común en las madrugadas en la cabeza, cuello y pecho: el mejor medio para moderarla es salir de la cama al ayre fresco. 6. Efidrosis exantemática. Es la que acompaña al sarampión, á la escarlata , á las calenturas miliares y á otras enfermedades exan- temáticas : en la miliar tiene el sudor un olor ácido. 7. Efidrosis febricosa. Triteofia elodes de los griegos. Así se llama el sudor que aparece en las calenturas intermitentes y remiten- tes , y que en vez de aliviar el mal trae tras sí otros síntomas gra- ves: anuncia regularmente la duración de la enfermedad. 8. Efidrosis lateral. En la Colección Académica se lee la ob- servación de una muger, que sudaba siempre por el lado izquierdo, excepto en el tiempo de la preñez. Las especies 9. Efidrosis lác- tea, 10. Efidrosis melosa, 11. Efidrosis vinosa, 12. Efidrosis verde, 13. Efidrosis negra, 14. Efidrosis lucida ,15. Efidrosis urinosa, 16. Efidrosis sanguinolenta y 17. Efidrosis azul de- ben considerarse como variedades, sin embargo que Sauvages las dis- tingue específicamente, pues su diferencia solo consiste en la seme- janza que tiene con la leche, con la miel&c, ó en su color, y siem- pre es necesario atender á los demás síntomas para establecer su cu- ración. 18. Efidrosis por saburra. Es la que sobreviene á conseqüencia de haber comido ó bebido con exceso; por lo qual se cura con un emético ó un purgante. 19. Efidrosis acida. Es síntoma de la calentura miliar, de la i88 FLU raquialgia vegetal, de la efémera láctea y de la anfimerina verminosa. (V. los artículos respectivos de estas enfermedades.) 20. Efidrosis arenosa. En esta se presenta en el sudor una es- pecie de arenillas, que sin duda depende de la cristalización de algu- na sal predominante. Género xxi. Epiforas Reuma ophtalmon de Galenos lagrimeo. El carácter de este género es un fluxo constante y copioso por los ojos de un humor por lo común seroso: fluye regularmente de la glándula lagrimal. (V. enfermedades de ojos.) Este género cons- ta de trece especies. 1. Epifora por pasión de ánimo. Esta especie acompaña al his- terismo, y proviene también de la tristeza , de la conmiseración ó de otras pasiones análogas; por lo qual cesa ó disipado el histerismo con una bebida antihistérica, ó excitando la pasión contraria. 2. Epifora por rhyades. (V. este artículo.) 3. Epifora oftálmica. (V. oftalmía.) 4. Epifora de las viruelas. Es la que sobreviene en las virue- las , que obstruye el conducto nasal. 5. ^ Epifora por una fístula lagrimal. ( V. el artículo corres- pondiente á esta enfermedad.) 6. Epifora por distorsión del párpado. (V. ectropio en las tnfermedades de los ojos.) 7. Epifora por anchilope. (V. anchilope en las enfermeda- des de los ojos) 8. Epiforafria de Senerto. Es un fluxo involuntario de lágrimas serosas, sin picazón, dolor ni calor, á lo menos notables: es con- siguiente á las oftalmías crónicas, aun después de curadas, de resul- ta también de la aplicación excesiva al estudio. Acomete por lo co- mún hacia la edad de cincuenta años; se propaga en el invierno, y con dificultad se cura; aunque se alivia considerablemente abstenién- dose del estudio, y resguardándose del viento, del humo, de los manjares salados y de los licores espirituosos, y aplicándose algunas fomentaciones corroborantes. 9. Epifora cálida de Senerto. Es una destilación de humor se- roso dé los ojos, acompañada de calor mordaz, picazón, rubicun- dez y dolor ; y así es síntoma de varias especies de oftalmía, y prin- cipalmente de la ulcerosa y fistulosa: son útiles en este caso los pur- gantes repetidos, y aun los eméticos en dosis nauseabunda; los ve- xigatorios aplicados á la nuca ó detras de las orejas; destilar dentro del ojo algunas gotas de una disolución de opio y goma arábiga en agua de rosas, y poner paños con aguardiente por fuera del ojo, con el fin de hacer un desprendimiento de calórico. FLI7 i8p lo. Epifora sanguinolenta. Esta especie por lo común ha sido efecto de una supresión de la menstruación. (V. menorragia er- rónea en el género vi, orden primero de esta clase.) n. Epifora sebácea. Es el fluxo copioso del humor sebáceo, que separan las glándulas sebáceas situadas en la margen de los pár- pados, que en el estado sano sale en muy corta cantidad; el mejor remedio para esta especie es la pomada de Stoll, que se compone del precipitado roxo y la manteca fresca. 12. Epifora artrítica. Es la que proviene de la retropulsion del humor artrítico: ademas délos remedios directos, que son los mis- mos que hemos indicado en la especie nueve, es necesario renovar el paroxismo artrítico en la parte correspondiente con los pedilu- vios de ácido sulfúrico dilatado en agua, vexigatorios &c; igual- mente convienen los eméticos. 13. Epifora láctea. Se ha observado esta especie en un niño recién nacido; pero no consta su curación ni otra particularidad por la historia del observador. Género xxii. Coriza de Hipócrates; catastagmo de otros auto» res; catarro de las narices; fluxión; destilación; romadizo. Es un fluxo por las narices de un humor diáfano, mucoso ó visco- so, que viene de la membrana pituitaria, que reviste los senos fron- tales esfenoidales y maxilares, y suministra en el estado natural un humor de poca consistencia y en corta cantidad, que pasa á la parte posterior de la nariz y al esófago, y un moco viscoso, que barniza continuamente la misma membrana. Se cura moderando el espasmo y la irritación de la misma membrana pituitaria con los vahos calien- tes y emolientes, ó tomando interiormente algún antiespasmódico, la quietud &c. Este género consta de seis especies. 1. Romadizo catarral; destemple de cabeza. Resulta de las alteraciones de la atmósfera, y principalmente de la impresión del frió estando el cuerpo caliente; sus síntomas son dolor gravativo de la frente, estornudos, pérdida pasagera del olfato, la voz gangosa, tos, y alguna vez dificultad de respirar; la destilación del humor, que al principio era claro, se vuelve después mucosa y viscosa, con lo qual termina la enfermedad: es mas incómoda quando ataca la parte posterior de la nariz: se cura con la dieta, bebidas teiformes, sudoríferas, vapores de leche tibia &c. (V. catarro.) 2. Romadizo flematorragia. Se distingue del anterior en que no le acompañan los síntomas generales del catarro. 3. Romadizo virulento. Esta especie pertenece á la Veterinaria. 4. Romadizo varioloso. Esta especie aparece en la invasión de las viruelas y sarampión, y aun es uno de sus síntomas precursores: 190 FLU la acompañan estornudos, dificultad de tragar, tos y lagrimeo. j. Romadizo purulento. Es en el que el humor, que fluye de la nariz, sale mezclado con pus. Si proviene de una úlcera de los senos frontales deben usarse las inyecciones detergentes, y aun desahogar- los del foco purulento por medio de una operación quirúrgica; y si este se halla en uno de los senos maxilares, se le da salida arrancan- do el colmillo correspondiente. 6. Romadizo febricoso. Se ha observado este fluxo periódico, y guardando el tipo de una calentura intermitente cotidiana, el qual en efecto se curó con el uso de la quina combinada con los pur- gantes. Genero xxiii. Ptialismo anabexis de Galeno; anacrompsis de Hesychio; salivación; babeo. Es un fluxo de saliva ó de un humor mucoso por la boca, sin ex- pectoración ni vómito: es necesario tener presente, para Conocer el carácter de este género, que á la boca fluyen diferentes humores, quales son: i.° la saliva: i.° el humor claro y mucoso que de las na- rices pasa á las fauces; y 3.0 el moco viscoso, que suministran las aga- llas y las glándulas sebáceas de las fauces. Así un estímulo aplicado á qualquiera de estas partes excita simpáticamente las demás, y pro- duce una excreción mas abundante de sus humores. Considerando pues el origen primitivo del mal, y las causas que hayan determina- do particularmente esta afección, se hallará el método curativo, que por lo mismo no puede establecerse en general. Este género consta de veinte especies. 1. Ptialismo nauseoso. Es el que resulta de las náuseas, ya ex- citadas por un aparato saburroso de primeras vias, ya por la acción de un emético, ó por qualquiera substancia de sabor nauseoso, como el acónito &c. Su curación consiste en desvanecer la causa que exci- ta la náusea. (V. el género xii de esta misma clase) 2. Ptialismo por pirosis ó rescoldera. Se distingue de la ante- rior por la sensación de ardor y erosión que sube desde el estómago á la boca. (V. pirosis.) 3. Ptialismo lapónico. Es síntoma del cóügo de los lapones, y se distingue por los dolores atroces al rededor del ombligo. 4. Ptialismo por laxitud. Esta especie se observa en los estú- pidos , en los paralíticos, y en los que padecen una relaxacion de la mandíbula inferior. 5. Ptialismo mercurial. Es el que sobreviene en el uso de las fricciones mercuriales, ó de qualquier otra preparación del mercurio, por la acción que este «tiene sobre las glándulas salivales: se evita usando de los calmantes al tiempo de las fricciones, y purgando á FLU 191 los enfermos con freqüencia, y en general evitando todas las causas que puedan influir en la supresión de la transpiración. Se modera con los enxuagatorios emolientes, espasmódicos y calmantes, suspendien- do el uso del mercurio, empleando los mismos medios preservati- vos que hemos indicado, y aumentando su dosis. 6. Ptialismo varioloso. Es el que sobreviene en las viruelas. (V. VIRUELAS.) 7. Ptialismo escorbútico. Esta especie es síntoma del escorbu- to, cuyas señales la caracterizan. (V. escorbuto.) 8. Ptialismo hipocondriaco. Se observa en los hipocondriaeos y melancólicos, sin duda por hallarse embarazado el círculo en el vientre por los espasmos y obstrucciones que padecen. (Véase hi- pocondría.) 9. Ptialismo artrítico. Se distingue esta especie por haberse ob- servado alguna vez en los gotosos; tal vez resulta de la debilidad del estómago, propia de los artríticos. 10. Ptialismo tísico. Es la excreción abundante de un material viscoso, salado y acre, principalmente por las madrugadas, en los sugetos que tienen una disposición constitucional á la tisis: suele ma- nifestarse muchos años antes que esta, y en su último grado vuelve á aparecer en mayor abundancia. 11. Ptialismo verde. Se funda esta especie en el caso que refie- re Huxham de un hombre de quarenta años, que se curó de una ic- tericia y un cólico, con un ptialismo muy copioso de color verde, resultado tal vez de los remedios que le habian suministrado. 12. Ptialismo purulento. Sauvages forma esta especie por la observación de un muchacho que por espacio de mas de tres años estuvo arrojando por la salivación un pus sanioso, que provenia de los senos maxilares, cariados y abiertos en la cavidad de la boca. (V. para su curación la especie quinta del género xxu coriza.) 13. Ptialismo aftoso. Es el que resulta de las aftas. (V. este artículo.) 14. Ptialismo de las preñadas. Consiste en la excreción abun- dante de saliva viscosa , con alguna sensación de acidez, dolor de estómago ó náusea común en los tres ó quatro primeros meses de la preñez. 15. Ptialismo catarral. Es el que sobreviene en la odontalgia den la angina catarral, y se cura como estas enfermedades. 16. Ptialismo por caries. Es el que se sigue á la caries de los huesos maxilares ó de los dientes, y alguna vez llega á producir una consunción hécüca. Parece que en esta especie hay una perforación del seno de Hygmoro ó de los maxilares; se ha observado este mis- mo ptialismo en un trismo. 17. Ptialismo por cálculo. Se ha visto resultar esta especie de 19a FLU la presencia de un cálculo en el conducto salival, 6 de su forma- ción debaxo de la lengua; la acompañan al principio una ligera difi- cultad de tragar, dolor vivo debaxo de la lengua y calentura, sín- tomas que cesan con la extracción del cálculo. 18. Ptialismo febril. Es el que se ha observado alguna vez en ciertas calenturas remitentes epidémicas, según refiere Sidenham en su tratado de la Calentura variolosa. 19. Ptialismo sifilítico. Aparece en los que tienen úlceras ve- néreas en la garganta sin haber usado del mercurio. (V. el artículo correspondiente en las enfermedades venéreas.) 20. Ptialismo urinoso. En esta especie la saliva es semejante por algunas circunstancias á la orina; pero no tenemos una historia exac- ta de ella. Género xxiv. Anacatarsis; anaptysis de Hipócrates; tos húmeda; expectoración. Es una expectoración constante y notable de moco, linfa, ú otro qualquier humor, con tos; rara vez es una enfermedad esencial, y las mas es síntoma de la tisis, del asma húmeda ó del catarro. Así su curación depende de la de estas enfermedades. Este género consta de cinco especies. 1. Anacatarsis biliosa. Esta especie fué observada por Hu- xam, y en ella la saliva tenia el color y sabor de la bilis; sin duda habia algún espasmo en el duodeno, que impedia su tránsito por los intestinos, porque al mismo tiempo salian los excrementos de color gris: convienen en esta especie los xabonosos, purgantes, amargos, el tártaro soluble &c. 2. Anacatarsis tísica. (V. la TÍsis húmeda en la clase de caquexias.) 3. Anacatarsis por vómica. (V. vómica.) 4. Anacatarsis puriforme. Consiste en la expectoración de un material viscoso de color gris semejante al pus, y suele sobrevenir en la terminación de la perineumonía, en cuyo caso es útil la leche con los tónicos, ó después de las calenturas pútridas; y entonces debe continuarse el plan corroborante y antipútrido hasta que des- aparezca. j. Anacatarsis asmática. (V. asma húmeda.) Género xxv. Diabetes; dipsacus de Galeno; fluxo de orina. Baxo este nombre comprehende Sauvages los fluxos de orina, en que se evacúa inmediatamente toda la bebida, y aun mas', coi exte- nuación , calentura lenta y sed insaciable; aunque modernamente los FLU T93 mas de los autores entiendan por diabetes solamente una de las es- pecies de que hablaremos inmediatamente; las causas comunes de estas evacuaciones superabundantes son la debilidad ocasionada por randes hemorragias y supuraciones, por sangrías freqüentes, ó por aber precedido largas enfermedades; el abuso de los licores espi- rituosos, ó de bebidas aquosas calientes ó tibias; el vivir en parages húmedos y frios; la vida sedentaria; los alimentos mal sanos ó poco nutritivos, y las vehementes pasiones del ánimo, que producen una melancolía habitual: para producirla se reúne la debilidad y exceso de irritabilidad en los órganos destinados á la secreción y excreción de la orina, con la falta de asimilación en la masa humoral, atonia y espasmo de otros órganos; y así estas consideraciones suministran des- de luego las ideas relativas al plan curativo. Este género consta de siete especies. i. Diabetes legítima. Es la necesidad continua é incorregible de orinar; y siendo la evacuación mayor en su cantidad que el líquido que se bebe, resulta la extenuación, la sed, el fastidio, y á veces una hidropesía urinosa, si por algún accidente llega á haber una re- tención , ó por lo menos produce la tabes, calentura lenta &c.: con- vienen para su curación, que es difícil, las aguas ferruginosas, el al- canfor, y en general todos los tónicos. 2. Diabetes inglesa sacarina. La orina está siempre muy clara en esta especie, y á la primera vista parece del todo sin color; pero si se mira con atención , y á una cierta luz, se percibe casi siempre en ella un ligero matiz de un verde amarillento, lo que hace habér- sela comparado con mucha razón á una disolución de miel en una gran porción de agua. La orina por lo general es mas ó menos dul- ce al paladar , y se ha reconocido por muchas observaciones hechas poco ha en diferentes personas afectas de diabetes, que esta orina contenía una cantidad considerable de materia azucarada, y que pa- rece ser de la naturaleza del azúcar común; puede considerarse en ella tres períodos: en el i.°, ademas de los síntomas generales, sale la orina clara, sin olor, y casi sin sabor ni sedimento: en el 2.° se au- meutan los síntomas, aparece la desecación en todo el cuerpo, y las orinas salen ya blanquecinas, ya amarillentas, y semejantes al agua- miel, de sabor dulce y azucarado, con sedimento copioso cenicien- to, y alguna vez se alternan la hinchazón del vientre y el excesivo fluxo de orina: en el 3.0 el marasmo es completo; y el pulso peque- ño , irregular é intermitente, junto con las demás señales de la ato- nia , y lesión de todas las entrañas, anuncia la muerte mas ó menos próxima. La experiencia manifiesta que la materia azucarada es uno de los elementos que recibimos con el quilo; y que depositándose en todas partes con el albumen, gelatina y sales neutras, contribuye á la asi— TOMO IV. BB 194 FLU milacion y nutrición, según las proporciones necesarias al estado de salud. Luego si por una superabundancia de esta materia azucarada, ó por un desvio particular, se dirige hacia los órganos secretorios de la orina, puede determinar el fluxo excesivo de un líquido sabroso, que constituye el carácter de los diabetes, y ocasiona el aniquila- miento y el marasmo. Las indicaciones curativas que se han propues- to hasta aquí son relativas á las diferentes teorías que se han admiti- do; pero como la enfermedad es efecto casi siempre de la falta de asimilación, deben ser en todo caso provechosos los alimentos nutri- tivos y de fácil digestión, la quina y los marciales, el exercicio ac- tivo , la mudanza de clima, los baños &c. ; advirtiendo que quando la diabetes está sostenida por otra afección particular, no se debe olvidar la curación de esta, como que es la enfermedad primitiva. 3. Diabetes histérica. Esta especie es freqüente en las mugeres histéricas; y en los raptos de ira la orina sale como agua clara, y á veces ha durado por espacio de algunos dias; pero por lo común se calma con qualquier antiespasmódico. 4. Diabetes artificial. Sauvages establece esta especie inoportuna é infundadamente; pues solo se verifica quando se ligan los vasos del bazo en un perro, como lo executó Malpighio en sus experimentos. 5. Diabetes por el abuso del vino y licores espirituosos. Esta especie se ha observado en los sugetos que habían abusado del vino, de los licores y de las substancias aromáticas: la abstinencia, los buenos alimentos y los ferruginosos son sus remedios mas seguros. 6. Diabetes artrítica. Es síntoma de la artritis inveterada: aco- mete fuera del paroxismo, en que la orina siempre es en corta can- tidad y con color; pero fuera de ellos es abundante y aquosa. Su curación consiste en la de la enfermedad principal. 7. Diabetes febricosa. Esta especie es consiguiente en los vie- jos á las tercianas intermitentes y cotidianas curadas con método de- bilitante , por lo que exige el uso de los tónicos en general. Género xxvi. Enuresis; perirrhea de Hipócrates; paresis de Areteo; estangurria de Galeno; fluxo de orina ú incontinencia de orina. Consiste este género de enfermedad en la excreción involun- taria é intempestiva de orina , sin estímulo alguno de la vexiga, y las mas veces sin sentirlo los enfermos: se distingue de la diabetes en que la cantidad de orina no es mayor de la regular, ni el color di- verso del estado sano; y de la disuria, en que se verifica sin estímu- lo ni ardor: en la enuresis, ya las fuerzas expulsivas estén aumen- tadas por un exceso de la contractilidad, ya no salgan del tono natural, siempre suponemos relaxacion en el esfínter de la vexiga; FLU 19$ y muchas veces suele también depender de haberse achicado la ve- xiga por un tumor ú otra qualquiera causa &c. Baxo esta conside- ración será siempre una indicación directa en las enfermedades de este género el entonar el esfinter de la vexiga, y remover las causas que determinan la excreción freqüente del líquido que contiene; pe- ro debiendo ser diferentes los remedios, con arreglo á la variedad de estas causas, nos remitimos á la exposición de las especies. Este género consta de nueve. 1. Enuresis de los niños. Esta especie no es una enfermedad, pues el orinar con freqüencia, y á veces sin sentirlo, ó en sueños, es un vicio de omisión en los niños. (V. la diarrea acrasia en el género xvi del orden 11 de esta clase) 2. Ennresis de los paralíticos. Consiste en la parálisis del esfinter de la vexiga en los apoplécticos, hemiplécticos, y las mas veces en los que padecen la paraplegia, ó han recibido una com- presión, contusión ú herida de los nervios sacros y lumbares: en es- ta especie está goteando la orina continuamente y sin sentirlo el en- fermo: se cura con los mismos remedios que las enfermedades que las ocasionan. (V. sus respectivos artículos) En los hombres no es tan incómoda, porque pudiendo usar orinales de vidrio portátiles, se evita la escoriación y el hedor que produce el derrame de la orina; pero en ambos sexos es muy difícil de curar. 3. Enuresis de los quebrados. Es la que resulta de qualquiera hernia, capaz de dilatar con exceso el esfinter de la vexiga, é impe- dir su constricción: se cura según la enfermedad principal. 4. Enuresis de las preñadas. Es la que se observa en las pre- ñadas, no solo en los últimos meses de la preñez, por la presión que hace el útero en la vexiga , y que se alivia sosteniendo el vientre con una faxa, sino también en las que han parido ya muchas veces, por la mas leve inflexión del cuerpo, por un esfuerzo de risa ó de tos, y en las recien paridas por la relaxacion de las partes. En estos casos convienen los baños de vapores aromáticos, como del romero, de la manzanilla &c. 5. Enuresis de las puérperas. Esta especie depende de la lar- ga detención del feto al pasar por el orificio del útero, que compri- me y contunde el cuello de la vexiga, resultando una inflamación y perforación de la misma vexiga: es incurable. 6. Enuresis catamenial. Se funda en un caso particular de una doncella de veinte y ocho años, que desde su nacimiento hasta la pu- bertad padeció una incontinencia de orina , y habiendo comenzado á menstruar, estuvo libre de aquella dolencia por espacio de tres años; pero suprimida al fin de ellos la menstruación, padecia todos los me- ses la enuresis, que le duraba tres dias, siempre en las horas de la noche, con pervigilio , habiendo precedido cefalalgia, hinchazón de 196 '- FLU los hipocondrios y de los pies, y aun hemotísis. Parece que esta en- fermedad depende de la detención de la sangre menstrua en el sis- tema vascular del vientre, que produce mayor excreción de orina, y determina una excesiva irritación en este órgano. Debe curarse res- tableciendo la menstruación con los remedios oportunos. 7. Enuresis calculosa. Es la que sobreviene por la presencia de un cálculo de la vexiga; y también puede reducirse á esta especie la que proviene de la sección ó debilidad del esfinter de la vexiga en la operación de la litotomia, ó también del encanecimiento de la vexiga por el cálculo. 8. Enuresis por fístula. Esta especie trae su origen de las fís- tulas que interesan á la vexiga ó á su esfinter, y son consiguientes á la supuración de las almorranas, á las gonorreas virulentas, á los cál- culos de la vexiga, ó á ciertas operaciones quirúrgicas, como de la fístula del ano &c. Esta especie se cura del mismo modo que la fístula. 9. Enuresis láctea. Es la que acomete á las recien paridas, por haberse suprimido la leche; y se cura con los catárticos suaves y diu- réticos , como el arcano duplicado; y restableciendo la secreción de la misma leche en los pechos, con los baños locales calientes. Género xxvii. Disurias estangurria de Paulo de Eginetas ardor de orina. Su carácter consiste en salir la orina con dificultad y dolor, y las mas veces con una sensación de ardor muy incómoda: se llama estan- gurria de la voz griega strangos gota , porque no fluye la orina li- bremente sino á gotas. En las enfermedades de este género el esta- do morboso es opuesto á las del anterior, pues se nota un exceso de sensibilidad y de irritación espasmódica desde la vexiga hasta la ure- tra ; por eso convienen con preferencia los refrescantes, antiespasmó- dicos y calmantes, como los semicupios, particularmente el alcanfor; la emulsión arábiga es un buen remedio. Este género consta de diez y siete especies. i. Disuria histérica. Es la que acompaña al histerismo; y al- guna vez la irritación ha sido tan violenta y constante, que no han faltado Profesores que la hayan confundido con la disuria calculosa. Se cura con qualquier antiespasmódico. 2. Disuria herpe tica. Resulta de las herpes de la vexiga: se conoce por haber precedido el retroceso de herpes cutáneas, ó por su existencia en la vagina, y por salir la' orina mezclada con una substancia furfurácea: es muy rebelde y dolorosa; y se cura con los baños, agnas acídulas, y mejor diremos con los remedios capaces de restablecer la antigua afección cutánea. FLU 197 3. Disuria nefrálgica. Es la que resulta de la nefralgia calcu- losa, ó de la acrimonia de la orina, que estimula los riñones, pro- pagándose la irritación por los uréteres hasta la vexiga. (V. nefral- gia y CÁLCULOS.) 4. Disuria venérea. Esta especie es la mas freqüente en adultos y viejos: en ella el caño de la orina sale ahorquillado; la preceden siempre gonorreas virulentas mal curadas, y la acompañan varios síntomas venéreos locales. (V. gonorrea.) Una variedad de esta especie es la disuria que producen Jas carnosidades de la uretra, con- siguientes á las gonorreas inveteradas, ó al abuso de ciertas inyeccio- nes. En este caso es muy recomendable el uso de las candelillas y bordones. (V. estos dos artículos.) 5. Disuria primaria. Es la que se origina por la impresión de varios agentes estimulantes en la economía, como los alimentos muy picantes y salados, y el uso inmoderado de licores fermentados y de cerveza, y aun la aplicación de las cantáridas. Se cura con los ene- mas emolientes, simicupios, alcanfor, la emulsión arábiga de Fuller, y otros remedios de esta clase. 6. Disuria hemorroidal. Es la que ocasionan las almorranas hinchadas, y particularmente estando dislocadas. (Véase hemor- roides.) 7. Disuria ardiente. Esta especie se observó hacia el siglo xiv, principalmente entre los ingleses que cohabitaron con mugeres lepro- sas , ó que habian cohabitado anteriormente con un leproso. (V.para su curación el artículo elefantiasis.) 8. Disuria por cistocele ó hernia de la vexiga. Se conoce por el tumor blando de la vexiga, como en el escroto, en el perineo &c, y resulta de su compresión; no se distingue de la enuresis de los que- brados , sino porque en esta hay irritación y exceso de sensibilidad. 9. Disuria por la inflamación del útero. A veces basta para producirla una ligera inflamación en algún punto del útero, y se cura principalmente con los baños tibios, inyecciones emolientes &c. 10. Disuria por histeralgia. Acompaña á esta especie un con- tinuo conato á orinar y deponer el vientre; pero no es constante. (V. HISTERALGIA.) 11. Disuria raquiálgica. Es síntoma de la raquialgia. (V. este artículo) 12. Disuria calculosa. Se conoce por el deseo de orinar fre- qüente, periódico, continuo y doloroso; por el dolor vivo en la ex- tremidad de la glande, que se recrudece al tiempo de orinar; por el endurecimiento freqüente y desagradable del miembro, sin erección ni tumefacción; por la sensación continua de un peso en el perineo; por la supresión repentina de la orina, á veces en el momento de evacuarla;por la facilidad de orinar abriendo las piernas, ó estando 198 FLU en postura supina; por el tacto ó por la introducción del catéter; y por la exacerbación de los dolores con el exercicio ^principalmen- te en ruedas por parages empedrados. (V. los artículos cálculos DE LOS RÍÑONES Y DE LA VEXIGA, Y LITOTOMIA.) 13. Disuria de las preñadas. No se distingue de la enuresis de esta especie sino por la irritación, ardor y freqüencia de orinar: también puede provenir de la histerostosis &c. 14. Disuria de las recien casadas. Resulta del uso desenfre- nado de los placeres del amor en las jóvenes casadas con hombres muy vigorosos, sobreviniéndoles un ligero encendimiento de la vulva y de las ninfas; y se disipa con la continencia y el uso de fomentos emolientes: suele acometer también á los hombres, pero es mas pa- sagera. 15. Disuria por insectos. Se ha visto cesar alguna vez una di- suria rebelde, arrojando el enfermo una lombriz por la uretra. (Véase LOMBRICES.) 16. Disuria de las imperforadas. Es la que se observa en las que tienen imperforacion de la vagina en la época de la menstrua- ción , por la compresión que produce la sangre allí acumulada; y se cura dividiendo verticalmente con el bisturí la membrana que oca- siona la imperforacion. (V. imperforacion.) i 7. Disuria diabética. Esta especie, es respecto de la vexiga, lo que la lienteria en el vientre; acomete inmediatamente después de haber tomado qualquiera alimento, sin que se aumente la canti- dad de orina , ni sea mas freqüente su excreción; sale aquosa, cruda, y alguna vez ha durado muchos meses: se cura con tónicos, como las aguas ferruginosas y los antiespasmódicos, con preferencia el alcanfor. Género xxviii. Piuría. Es la evacuación de un material purulento, blanco, amarillo ú viscoso, mucoso, mezclado con la orina; se distingue de la gonor- rea , en que no fluye como en esta continuamente de la uretra y á gotas; y así parece que depende de un foco de supuración existente en la vexiga, en los uréteres ó en los riñones, y por lo mismo debe atenderse siempre á la afección primitiva, tanto para su conocimien- to , como para su curación. Este género consta de doce especies. 1. Piuría renal. Proviene de una supuración en los riñones, y se conoce por salir la orina de color gris amarillento, crasa y muy fétida, y por haber precedido las señales de la nefritis ó de la ne- fralgia calculosa. Es mas peligrosa, si la supuración de los riñones nace de algún cálculo, ó de una degeneración humoral, que si se origina de otras causas mecánicas de una herida ó de una contusión. (V. los artículos nefritis/ nefralgia calculosa.) FLU 199 «. Piuría vesical. Depende de la ulceración del cuello de la vexiga , ó de su mismo cuerpo; si está en el cuello preceden una di- suria muy incómoda, estangurria, dolor atroz hacia el periné con hinchazón y calor, y el pus sale en abundancia mezclado con un moco viscoso y tenaz; si ocupa lo restante de la vexiga, hay dolor hacia el hipogastrio, y la preceden las señales de la cistitis, fluyen- do juntamente con la orina, que es sanguinolenta, purulenta y féti- da, un material craso, furfuráceo y laminoso. Es muy difícil de cu- rar , porque la disuria que acompaña á esta especie impide el uso de las inyecciones, mayormente si en la vexiga se ha formado una car- nosidad fungosa, en cuyo caso son los dolores mas crueles. 3. Piuría del corazón. Consta por dos observaciones de Bonet, que en los cadáveres de los sugetos que habian padecido una piuria crónica, con nefralgia tenida por ulcerosa, no se vio mas que un absceso y ulceración del corazón con muchos cálculos. 4. Piuria del pecho. Es la que sobreviene en los empiemáticos. (V. empiema.) 5. Piuria viscosa. Acomete á los de edad avanzada que han padecido gonorreas, y por lo común está sostenida por un vicio ve- néreo, ó solamente por la atonia de la membrana mucosa de la ve- xiga. En el primer caso exige el uso de los mercuriales, y en el se- gundo el de inyecciones tónicas. 6. Piuria mucosa s catarro de la vexiga. Todavía no está bien determinada esta especie; pero parece que la afección de la membra- na mucosa de la vexiga que la produce, no se distingue de la que padecen las demás membranas mucosas en el catarro. Sauvages la funda en un caso particular; pero es claro que su carácter es mas ge- neral: que su excreción depende de una irritación tópica, y que esta puede explicarse muy bien por las simpatías de la piel, con las de- mas membranas mucosas, bien demostradas por las dolencias que es- tas padecen de resultas de suprimirse la transpiración. 7. Piuria láctea. Es el fluxo de un material lácteo ó quiloso por las vías de la orina; puede considerarse como una variedad, mayor- mente quando los autores no han explicado bien su carácter específico. 8. Piuria oxilosa. Puede considerarse igualmente como una va- riedad. Se observa en los muchachos, y consiste en la evacuación de orina turbia y blanquecina, que por lo común se disipa espontánea- mente. Vieusens cree que este color proviene del quilo , que pasa á la vexiga, por estar sus conductos secretorios muy dilatados. 9. Piuria artrítica. Se observa esta especie en los que tienen una disposición artrítica; la orina sale blanquecina, turbia y muco- sa, é indica la descomposición de la materia calcárea: los mejores remedios son los corroborantes usados interiormente con energía, y los baños frios. 200 FLU 10. Piuria del mesenterio. Se ha visto sobreveníí esta especie en una supuración del mesenterio, en que una porción de pus pasó á los riñones, y segregándose en ellos salia juntamente con la orina. i i . Piuria negra. Sauvages toma esta especie de la observación de Denis, inserta en las Transacciones filosóficas, en que refiere ha- berse notado la orina de color negro, por haber transfundido sangre de ternera á un maniaco; pero la causa de este fenómeno se halla exactamente explicada en los experimentos que cita Bichat en las in- vestigaciones fisiológicas sobre la vida y la muerte. 12. Piuria verdosa. Se ha visto en los que comen tortuga ma- rina expeler inmediatamente la orina verdosa y como aceytosa. No siendo realmente una enfermedad, debe excluirse esta especie de la Nosología. Género xxix. Leucorrea ; fluxo blanco s flores blancas. Se caracteriza esta enfermedad por la evacuación de un humor seroso, amarillento, que sale del útero ó de la vagina. Sin embargo, estos fluxos pueden ser varios, y venir de diferentes manantiales, que no están todavía bien determinados; pero nos limitamos á tratar solo del que se puede presumir viene de los mismos vasos, que en su esta- do natural suministran la sangre menstrual. El fluxo de la vagina es de este género: i.° quando acomete á las mugeres sujetas al fluxo inmoderaclo del menstruo, y en las que este se origina de las cau- sas que debilitan los vasos del útero: 2.° quando aparece en parti- cular , y las mas veces un poco antes del fluxo menstrual, ó poco después: 3.0 quando el fluxo menstrual se disminuye, á proporción de lo que se aumenta el fluxo blanco: 4* quando los fluxos blancos continúan después que ha cesado del todo el menstruo, y parecen observar en algún modo un retorno periódico: 5.0 quando están acompañados de los efectos de la menorragia: 6.a quando el fluxo no está ni precedido ni acompañado de síntomas que indican algunas afecciones locales del útero: 7.0 quando la leucorrea de ningún mo- do ha parecido inmediatamente después de haber tenido comercio con alguno, que se podría sospechar haber comunicado^la infección, y que no ha estado acompañada en sus principios de ninguna afec- ción inflamatoria de las partes de la generación. La materia que sale en la leucorrea varía mucho en quanto á su consistencia y á su color; pero no siempre es posible determinar por estas exterioridades qual es su naturaleza, qual su manantial parti- cular , y de donde trae su orfgeñ. La leucorrea caracterizada por las diferentes circunstancias indi- cadas , parece dimanar de las mismas causas que la especie de me- norragia , que se supone proviene de la relaxacion de la extremidad FLU 2CI de los vasos del útero; por consiguiente las mas veces signe ó acom- paña á esta menorragia. Sin embargo, aunque la leucorrea depende en particular de la relaxacion indicada, se puede producir por irritacio- nes capaces de motivar esta relaxacion; y parece aumentarse siempre por toda especie de irritación , que obra en el útero. Algunos autores han defendido que diferentes circunstancias, en que se hallaban las otras partes del cuerpo, podían contribuir á pro- ducir y mantener esta afección del útero; pero no se puede asegurar la realidad de estas causas, y parece que quando esta leucorrea no depende de la debilidad general del sistema, es siempre una afección primitiva del útero; y las afecciones de las otras partes del cuerpo, que pueden acompañar á los fluxos blancos, deben considerarse co- mo sus efectos mas bien que como sus causas. Los efectos de la leucorrea se parecen mucho á los de la menor- ragia : acarrean una debilidad general, que se manifiesta mas en las funciones del estómago. Sin embargo, si la leucorrea es moderada, y no está acompañada de un grado considerable de menorragia, pue- de muchas veces continuar largo tiempo sin producir un alto grado de debilidad, y solo quando el fluxo ha sido muy copioso y continuo son muy notables sus efectos en este género. Pero se puede suponer, aun quando los esfuerzos de la leucorrea en todo el cuerpo no son muy considerables, que debilita el sistema de la generación; y parece bastante probable que este fluxo contri- buye en muchas ocasiones á producir la esterilidad. La materia evacuada en la leucorrea es al principio casi siempre dulce; pero quando la enfermedad ha continuado algún tiempo, es- ta materia alguna vez se pone acre , y puede irritar y aun corroer la superficie de las partes por donde pasa, y producir diferentes altera- ciones acompañadas de dolor. Suponemos que la leucorrea se produce por las mismas causas que la especie de menorragia, que en particular depende de la relaxacion de los vasos uterinos; y por consiguiente se debe dirigir y tentar su curación por los medios indicados para la de la menorragia, y tener menos reserva en el uso de los astringentes. Como la leucorrea depende por lo general de una pérdida consi- derable de tono en los vasos del útero, se ha conseguido moderarla y curarla alguna vez con ciertos medicamentos estimulantes, que obran en las vías de la orina, y que por razón de la proximidad de estas partes comunican con freqüencia su acción al útero. Estos me- dicamentos estimulantes son las cantáridas, la trementina , y otros bálsamos de semejante naturaleza. Los remedios generales son el aza- frán de Marte astringente, el diascordio con la ipecacuana, la quina, las aguas ferruginosas, las del oro en Extremadura, y todas las de su especie; las inyecciones del cocimiento de quina, y otros tónicos y TOMO IV. CC 202 FLU astringentes suaves se recomiendan con utilidad; pero á pesar de esto se resiste infinito esta enfermedad, siendo pocos los casos en que se consigue su total curación. Este género consta de ocho especies. i. Leucorrea ulcerosa. Es un fluxo seroso mucoso muy escaso, casi sin ningún dolor, que sobreviene después de las señales de una herida ó qualquiera inflamación ligera en el útero: regularmente las causas primitivas de estas afecciones son las pústulas formadas en el útero, las operaciones obstetricias en los partos, y la expulsión vio- lenta del feto &c. Se cura con las inyecciones detergentes. 2. Leucorrea fungosa. Depende de una úlcera fungosa del úte- ro , la qual se conoce por el fluxo casi continuo de una linfa diáfana gomosa ó sanguinolenta, mezclada á veces con algunas carúnculas, pe- ro sin mal olor, por la dureza y desigualdad del cuello del útero en todo su ámbito, como se percibe al tacto, é igualmente por la si- tuación de la úlcera fungosa &c. Esta especie tiene dos variedades: la primera es la incrustación y adherencia del hongo con el cuello del útero; y la segunda es su vegetación, creciendo su cabeza en la va- gina sin adherirse al útero. La primera es fácil de curar en sus prin- cipios ; pero siendo inveterada, presenta mas dificultad, y general- mente hay mas esperanzas si no sostienen la enfermedad el virus sifi- lítico ó algún carcinoma. (V. el artículo hongo en la Cirugía.) 3. Leucorrea sifilítica. Es la que resulta del contagio venéreo; y por consiguiente se cura con los mercuriales. ( V. enfermedades "VENÉREAS. ) 4. Leucorrea cancrosa. Se distingue por las señales que anun- cian la existencia de un cancro del útero, y es como él las mas veces incurable. ( V. cancro. ) 5. Leucorrea americana. Tiene los mismos principios que la astenia americana. Se cura con los baños frios, los astringentes y tó- nicos, como el azafrán de Marte. 6. Leucorrea indiana. Es endémica en la isla de Borbon ó de Mascareñas, y se atribuye al uso continuo de los baños aun en tiem- po de la menstruación, y al continuo riego de sus casas: regular- mente no padecen esta enfermedad las vírgenes y las casadas que son estériles. 7. Leucorrea escirrosa. Es la que resulta de una dureza escir- rosa del útero, y en las que menstruan aparece en los intervalos de su menstruación: algunas veces produce una menstruación vaga en las de edad avanzada, y muy abundante en las jóvenes, que se lla- ma sangre lluvia. Se anuncia con las señales de la clorosis, y se cu- ra con sus mismos remedios, añadiendo el uso de la cicuta quando es- tá bien reconocido el escirro del útero. 8. Leucorrea de las preñadas. Así se llama el fluxo del humor contenido en el amnios,ya sea repentinamente, ya con lentitud, por FLU 203 qualquiera causa externa, de donde se sigue el aborto ó un parto di- fícil y peligroso: para evitar este inconveniente los Comadrones bar- nizan con manteca fresca todas aquellas vías (V. los artículos abor- to y parto.) ; pero si la leucorrea proviniese de las glándulas del úte- ro , por su debilidad ó por la mala constitución de la paciente, no son tanto de temer ni el aborto ni el parto laborioso, y pueden evi- tarse con el uso de los corroborantes y astringentes. Genero xx*. Gonorrea, propiamente blenorragias purgaciones. Los autores han hecho mención de esta enfermedad baxo los di- versos nombres de gonorrea virulenta, gonorrea maligna, gonor- rea venérea, aunque esta voz por sí sola no indique mas que elflu- xo de semen; pero aunque esta significación impropia sea capaz de inducir á error en quanto á la naturaleza y curación del mal, la con- servaremos en la exposición de este género; entendiendo por ella el fluxo de un material puriforme por el orificio de la uretra ó del prepucio en los hombres, y por el de la vagina en las muge- res, con ardor ó escozor, dolor punzante y quemante, principal- mente al orinar, producido por la acción del vicio sifilítico ó de qualquier otro agente irritante aplicado á estas partes. La di- versidad de estas causas es generalmente la que constituye sus dife- rentes especies. Estos síntomas, también con arreglo al principio de la enferme- dad, varían en quanto á su violencia, extensión y progresos. En al- gunas personas se hinchan las glándulas inguinales, se ponen dolori- das , y sobreviene una calentura sintomática: en otras la hinchazón ocupa todo el miembro, y se perciben al tacto varias durezas nudo- sas en todo el canal de la uretra: algunos sienten al mismo tiempo una tensión dolorosa en los cordones espermáticos y en los testes, disminuyéndose algún tanto el fluxo: en otros la inflamación alcan- za hasta el perineo, con una titilación incómoda hacia el cuello de la vexiga, mucho dolor al expeler la orina, y un continuo pujo á eva- cuarla : las excreciones entonces son freqüentes, y suele sobrevenir la disuria : muchos arrojan filamentos de sangre ó sangre pura por la uretra , y aparecen señales evidentes de la ulceración de la uretra: en una palabra, los síntomas varían y se acrecientan según que el es- tímulo se propaga mas ó menos á las partes inmediatas. Por este orden duran los síntomas una, dos ó tres semanas, y al cabo de este tiempo comienza poco á poco á disminuirse, adquirien- do el humor mas consistencia hasta desaparecer enteramente: en otros casos, que son los mas freqüentes, la inflamación va desapareciendo por grados; pero el fluxo subsiste todavía por algunas semanas ó me- 204 FLU ses y aun años, resultando de aquí la gonorrea llamada benigna ó habitual. A veces también se disipan poco á poco los síntomas in- flamatorios, quedando una úlcera de la-uretra, que mantiene el flu- xo de un humor purulento y sanioso, y es la causa de la infección general: en fin otras veces, por la misma enfermedad ó por el mal método curativo, queda una estrechez, callosidad ó protuberancia de la uretra , y no son raros los exemplares de haber sobrevenido sorde- ra , oftalmías violentas é infección de toda la constitución aun sin el caso de úlcera. El foco principal de la gonorrea ó blenorragia es la fosa navicular en los conductos excretorios de una ó de dos glándulas mucosas, lla- madas lagunas mucosas de Morgagni, según la han demostrado los experimentos y la inspección Anatómica: su causa es el virus vené- reo ó qualquier otro agente irritante ó estimulante, que, aplicado á la superficie de la membrana mucosa ó á los orificios de las glándulas mucosas, las irrita , aumenta su secreción, y altera al mismo tiempo la consistencia y el color del fluido segregado, produciendo una in- flamación local. Las causas predisponentes son el abuso de los licores espirituosos y de substancias estimulantes, el exceso de los placeres venéreos &c. Podemos deducir de las exactas observaciones del célebre Swe- diaur las siguientes proposiciones como otros tantos principios incon- testables sobre las enfermedades de este género: i.ala blenorragia es una enfermedad local, que rara vez afecta todo el sistema: 2.aes un error creer que el fluxo provenga de una úlcera de la uretra, pues esta solo se forma en algunos casos, y siempre después de unos sín- tomas inflamatorios muy violentos: 3.a el material del fluxo, aunque purulento en la apariencia, no es verdadero pus, y menos un semen corrompido, sino solo el moco natural segregado en mayor canti- dad que en el estado natural, y alterado en su color y consisten- cia : 4.a el estímulo que produce la blenorragia no siempre es el vi- rus sifilítico; puede producirla qualquier otro agente irritante. El pronóstico de esta enfermedad es favorable quando los sínto- mas de la irritación no son muy violentos ni duraderos; y adverso quanto mas fuertes son estos, y mas se propagan por la uretra y las demás partes; pero es muy difícil y al mismo tiempo muy intere- sante el decidir quanto tiempo conservará el fluxo el carácter con- tagioso , y por lo mismo es mas acertado asegurar que toda comu- nicación es expuesta mientras dure todavía el mas leve vestigio del fluxo. En las mugeres se diferencia esta enfermedad por ser los sínto- mas menos violentos, á veces levísimos, y por esta razón sin graves conseqüencias: ni existe en la cavidad de la uretra, como algunos han creído, sino en el clitoris, al rededor del orificio de la uretra, en las FLU 205 ninfas, en la cavidad de la vagina, ó mas abaxo hacia la comisura in- ferior de los grandes labios. Para establecer el método curativo debe examinarse: i.° si la en- fermedad trae su origen de una blenorragia precedente, ó si es una simple relaxacion de los vasos de la superficie secretoria de la uretra o de la vagina, ó si la acompaña escoriación ó úlcera : 2.0 si la enfer- medad es puramente local: ,.° si está acompañada de los síntomas de una infección venérea en todo el sistema. Quando el mal es puramente local puede curarse con los tópi- cos astringentes, ó con el uso interior de los corroborantes y balsá- micos después de calmados los síntomas de irritación. El mejor tópi- co es una disolución saturada de óxido de cobre en amoniaco, mez- clando algunas gotas de este con una onza de agua, é inyectándose con ella seis ó siete veces al dia, ó siempre que orine el enfermo: también es útil para inyección nuestro colirio de Fernandez. Si la enfermedad es universal, es necesario ademas recurrir al mercurio, usando en seguida dos ó tres veces al dia una inyección de una disolución del muriate oxigenado de mercurio y de oxide de plomo en vinagre diluido con suficiente cantidad de agua. En la blenorragia ó gonorrea reciente deben administrarse las in- yecciones tibias; pero en las blenorragias ó gonorreas inveteradas no es necesario esta precaución. En estas se han prescrito, á mas de las inyecciones tónicas , las de otras sumamente estípticas, ó del aceyte de trementina: se ha aplicado exteriormente un vexigatorio al para- ge afecto; se ha inyectado con una tintura de la psychotria emética, y aun se ha empleado felizmente en algunos casos una ligera conmo- ción eléctrica al través de la uretra. También han sido útiles alguna vez los baños frios generales ó locales de agua pura ó mezclada con aguardiente. En el principio de las gonorreas son útilísimas las inyec- ciones de la disolución de opio y goma arábiga en agua destilada, 6 de alcanfor disuelto en aceyte común. Entre los remedios internos se cuentan los mercuriales, los balsá- micos, la emulsión arábiga de Fuller, los corroborantes &c. Mas sin duda es imposible enumerar aquí con exactitud todos los medicamen- tos, puesto que en las gonorreas habituales la variedad de causas, ca- paces de sostenerla, exige muy diferentes auxilios. Debe consultarse con particular atención la obra de Swediaur, la mas completa y re- comendable que conocemos, sobre las enfermedades venéreas, y de la qual hemos extractado esta doctrina. De este género hemos for- mado once especies, añadiendo á las que trae Sauvages algunas que hemos tomado de la división de Swediaur. 1. Gonorrea simple. Esta especie no está acompañada de sínto- mas de irriracion: es por lo común benigna, y muchas veces habi- tual : á ella se reduce el fluxo preternatural ó habitual de verdadero 206 FLU semen , del humor de las vexiguillas seminales ó del moco de la pros- tata, regularmente sin sensación agradable de resultas de la mastur- bación , del continuo exercicio á caballo &c. Su curación queda ya indicada en el género. 2. Gonorrea libidinosa. Puede considerarse esta como una va- riedad de la anterior, pues solo se distingue por la falta de erección, y sobreviene, aun fuera del sueño, con sensación voluptuosa. 3. Gonorrea oneirogonos. Igualmente es esta especie una varie- dad , cuyo carácter consiste únicamente en verificarse la eyaculacion de semen involuntaria en los sueños voluptuosos. El hábito abomina- ble de la masturbación da por lo común fomento á esta enfermedad; debe leerse cuidadosamente el Tratado del onanismo por Tissot. 4. Gonorrea sifilítica. Es la que produce el virus sifilítico, ya comunicado por el coito con una persona infestada, ya aplicado por un contacto qualquiera, ó depositado de la masa de los humores en la uretra por las vias de la circulación: exige, ademas de los remedios generales, el uso del mercurio interiormente, y aun en fricciones al rafe, al perineo ó á las glándulas inguinales. Se llama gonorrea seca quando la irritación es tan fuerte, que la superficie interna y el ori- ficio de las glándulas, que la entapizan, no segregan nada. No se puede determinar el tiempo que tarda en manifestarse el mal después del contagio, pues depende de la actividad de este y disposición del sugeto. 5. Gonorrea espuria. Se observa esta especie quando el virus si- filítico , ocupando la corona de la glande, excita en ella una secre- ción abundante de moco puriforme. Son muy útiles en este caso los lavatorios con una disolución del sublimado corrosivo. 6. Gonorrea del balano. Se distingue por no ocasionarla el vi- rus venéreo, sino solo la degeneración del humor que vierten las glándulas sebáceas de la glande: suele escoriar y aun ulcerar toda es- ta parte si se abandona; pero se corrige fácilmente con los lavato- rios del agua de vejeto-mineral, y la aplicación de hilas secas. 7. Gonorrea leprosa. El vicio leproso y herpético ataca con freqüencia el sistema uterino, produciendo una verdadera gonorrea herpética ó leprosa, contagiosa por el coito: entonces es menester combatir el virus específico que la produce. 8. Gonorrea artrítica, (de Swediaur) Proviene del humor ar- trítico, que á veces ataca la uretra. (V. artritis.) 9. Gonorrea por substancias acres, (del mismo autor) Resul- ta del uso interior ó exterior de substancias capaces por su acrimonia ó propiedad estimulante de irritar determinadamente la uretra. 10. Gonorrea de los niños. ( del mismo) Es la que se observa en algunos niños en la época de la dentición, por extenderse la irri- tación de la membrana mucosa de la boca hasta la de la uretra. FLU 207 11. Gonorrea por un estímulo mecánico, (del mismo) Es efec- to de un esfuerzo violento en el coito, y tal vez de la masturbación. Género xxxi. Dispermatismo. Es la eyaculacion lenta, difícil ó nula del licor espermátíco; y puede dimanar de diferentes vicios orgánicos, que expondremos en la enumeración de las especies. Por lo general es conseqüencia de la debilidad de las partes por el abuso de los placeres del amor; y los principales remedios son los analépticos, los fomentos aromáticos, el exercicio corporal, los tónicos y excitantes, agregando unas costum- bres mas arregladas, y oponiendo á la sensualidad la continencia. Este género consta de nueve especies. 1. Dispermatismo de la uretra. El carácter de esta especie se deduce de las señales genéricas y del conocimiento del vicio de la uretra , que puede ser una hinchazón de su mismo texido , ó de sus glándulas, la existencia de varices ó de úlceras callosas, de cicatrices, de pliegues membranosos y bridas, ó una contracción de los vasos eyaculatorios. Muchos de estos vicios se conocen por la introducción del catéter ó de una candelilla, y por la inspección de la orina. Los mas se curan por medio de una operación quirúrgica , como la intro- ducción de candelillas, de sondas de plomo &c. (V. candelillas.) 2. Dispermatismo nudoso. Resulta de la formación de ciertas eminencias, semejantes á los ganglios, duras é indolentes, en los cuer- pos cavernosos; aunque en las erecciones fuertes suele sentirse algún dolor, pero no impiden el fluxo de la orina Se distinguen fácilntn- te en el estado de erección , y se curan con las embrocaciones repe- tidas y con los desobstruentes tópicos; y si su origen es venéreo, con el mercurio. 3. Dispermatismo prepucial. La extremidad del prepucio pue- de tener el orificio tan estrecho por un vicio natural ó adquirido, que no solo impida descubrir la glande, sino también estorbe á la eya- culacion del semen: es necesario para curar este vicio recurrir á la circuncisión. 4. Dispermatismo mucoso. Resulta de la excesiva cantidad y espesor del moco que barniza la uretra, y por lo común es conse- qüencia de una gonorrea habitual. (V. este artículo.) 5. Dispermatismo hipertónico. Depende algunas veces de un exceso de vigor y tensión del miembro viril; como en el caso de un joven veneciano que cita Sauvages, el qual se curó con la dieta te- nue, algunas evacuaciones ligeras, y un método refrescante y hu- mectante. 6. Dispermatismo epiléptico. Se ha observado alguna vez so- brevenir el dispermatismo á cama de un insulto epiléptico en el mis- 208 FLU mo acto venéreo. Sauvages refiere el caso de uno que le padecía, y se curó con los remedios generales, y guardando continencia por al- gún tiempo. 7. Dispermatismo apractodes. Es la excreción demasiado tar- da del semen por debilidad de las partes de la generación. Hay dos variedades de esta especie: la una quando la emisión del semen se hace con lentitud, aun quando el miembro se mantenga en erección; y la otra quando esta es nula ó débil, ó cesa antes de completar el acto. Se cura con los tónicos; pero es muy difícil conseguirlo quan- do se manifiesta de resultas del vicio de la masturbación y en sugetos de edad avanzada. 8. Dispermatismo seroso. Es la eyaculacion de un semen aquo- so é inepto para la generación: principio muy común de esterilidad ó de impotencia: sus causas son las mismas que en la anterior, y su pronóstico y curación semejantes. 9. Dispermatismo refluente. Aspermatismo. Es un refluxo del semen de la uretra á la vexiga ó á las vexiguillas seminales; de suer- te, que no expeliéndose nada en el acto venéreo, se arroja des- pués con la orina: sobreviene por hallar una resistencia en el veru- montano, como unos escirros, carúnculas &c.; efectos todos de go- norreas inveteradas ó mal curadas. Deidier refiere la historia de un sugeto enfermo de cálculos de la vexiga, el qual padecía una fístula, que desde las vexiguillas seminales comunicaba con el recto, por donde se verificaba la emisión del semen. Género xxxn. Galactirrea. Es el fluxo lácteo espontáneo de los pezones, que depende unas veces de la abundancia de la leche, y otras de sola la relaxacion de sus órganos secretorios y excretorios; por lo común es necesario pa- ra curar este fluxo mover otras evacuaciones, como de la orina, del vientre &c.: es muy útil el uso del arcano duplicado en dosis cor- tas, pero repetidas, con qualquier cocimiento aperitivo. Este géne- ro consta de ocho especies. 1. Galactirrea de las recien paridas. Sobreviene en estas por la abundancia de la leche, quando la criatura rehusa tomar el pecho, de donde resulta la hinchazón de los pechos, la inflamación y otros males. Se cura con el plan indicado y con la lactación. 2. Galactirrea errónea. Es el fluxo de leche por otras vias di- versas de las destinadas á su excreción, como por la boca en forma de saliva, por el ombligo, por la cutis de los pechos semejante al su- dor, por las vias de la orina, por los ojos, constituyendo una epi- fora láctea, por una sajadura en el fémur, por la cisura de una ve- na y otros parages, según puede verse en los autores. FLU 209 3. Galactirrea 'varonil. Se leen muchas historias de hombres que por los pechos vertian leche pura, á veces por mucho tiempo, haciendo el oficio de nodrizas; casi todos los recien nacidos vierten de los pechos un suero blanquecino parecido á la leche. 4. Galactirrea purulenta. En esta especie sale la leche mez- clada con pus, y proviene de la ulceración de los orificios lácteos ú otra afección semejante: las especies 5.a, 6.a y 7.a,que Sauvages cita de la galactirrea negra, lútea y verde y deben considerarse como variedades, dependientes solo de una diferencia accidental. 8. Galactirrea serosa. Es la excreción abundante de una le- che aquosa, que se observa en las preñadas quando se les muere la criatura en el útero, aplanándose al mismo tiempo los pechos: en algunas nodrizas resulta esta enfermedad de su mala constitución; y se corrige con los buenos alimentos y el plan tónico. Género xxiii. Otorrea s fluxo de los oidos. Es un fluxo por lo común seroso, purulento y fétido de la ca- vidad de la oreja, y á veces de su ámbito ó de la parte posterior; pueden producirle, ó ciertas lesiones del oido interno, como una su- puración, ó una alteración particular de las glándulas que segregan el cerumen, ó una mala constitución sostenida por algún virus par- ticular: en el primer caso se cura con las inyecciones detergentes, y en el segundo se debe corregir el virus específico con los remedios acomodados á su naturaleza. Este género consta de tres especies. 1. Otorrea serosa. Es la humedad que en los muchachos caco- químicos fluye de las criptas situadas en la inmediación de la oreja; su repercusión puede producir mayores males, como laoftalmiaó la transmutación al oido interno: alguna vez ha resultado de una con- tusión ; los mejores remedios son los analépticos, los corroborantes y los purgantes. 2. Otorrea purulenta. Es la que proviene de la otalgia infla- matoria, de una supuración de la parótida, ó de una cefalalgia. ( V. los artículos otalgia/ otitis.) 3. Otorrea menstrua. Sauvages refiere el caso de un hombre que todos los meses padecía un fluxo por el oido de un humor azafrana- do y algo fétido; pero esta historia particular no puede darnos ideas exactas sobre el carácter particular de semejante fluxo; tal vez se originaria de la supresión de otra evacuación periódica. Orden quarto. Fluxos aéreos. Consiste su carácter en la expulsión preternatural de flato ó de ayre por diversas vias de nuestro cuerpo; las mas veces con algún TOMO IV. DD 210 FLU ruido y con ímpetu. Parece que su causa inmediata es el desprendi- miento de varios gases de los humores ó substancias contenidas en las cavidades, y es preciso suponer, para que se verifique, cierta re- laxacion de las partes continentes, mala elaboración de aquellas substancias, ó una degeneración particular. Así los flatos que se ex- pelen de primeras vias traen casi siempre su origen de la dispepsia. Para curar estos males son muy á propósito los éteres y los aromá- ticos que evaporan una porción del calórico, los antiespasmódicos y los corroborantes. También son útilísimas las bebidas heladas por quanto el frió reduce al ayre á menos volumen, é impide su enrare- cimiento. Género xxxiv. Flatulencia. La flatulencia consiste en la distensión del estómago, que sobre- viene poco después de haber comido, y se produce por la explosión del ayre que contienen los alimentos. Este fenómeno depende de la calidad de ciertos alimentos, que dan mas ayre que otros, ó que es- tan dispuestos á la fermentación; pero las mas veces es efecto de un vicio del mismo estómago, que permite este desprendimiento de ga- ses : si el ayre se desliza en gran porción, una parte se dirige hacia la boca superior del estómago, y produce un regüeldo; no solo se nota la flatulencia como síntoma de la dispepsia, sino también se advierte en las enfermedades agudas y pútridas. Las causas principales de la flatulencia, á mas de la debilidad de los órganos de primeras vias, son los movimientos espasmódicos de estas partes, los errores dieté- ticos que han originado las crudezas y los espasmos, la falta de la cólera y la obstrucción del vientre: algunas veces la acompaña la pi- rosis (y. flatulencia.); se cura con los antiespasmódicos, corro- borantes, aromáticos, combinados como la tintura de quina mezcla- da con el espíritu de canela , el licor anodino mineral y el xarabe de cidra y otras composiciones de esta especie, en que se pueden mezclar los corroborantes, antiespasmódicos y carminantes. ( V. es- tos artículos) Este género consta de siete especies. i. Flatulencia acida. Proviene de la crudeza acida de los ali- mentos vegetales mal digeridos: conviene para curarla usar de subs- tancias animales, de los purgantes absorventes, como la magnesia, y de los tónicos. 2. Flatulencia nidorosa. Los eructos en esta especie tienen el olor y sabor de huevos podridos; sus síntomas son la inapetencia, náusea, cardialgía y el sarro blanquecino de la lengua: resulta de la indigestión de los alimentos de substancias animales; son muy útiles en su curación los eméticos, la miel y los purgantes subácidos antes de administrar los tónicos. 3. Flatulencia hipocondriaca; flato. Es síntoma de la hipo- FLU 211 condría y del histerismo. (Véanse estos dos artículos.) 4. Flatulencia accidental. Es la que depende de ciertas causas accidentales y pasageras, como de los alimentos fermentantes, de ciertas legumbres &c. Se cura con los carminantes, como el te y el café, el agua de torongil &c. 5. Flatulencia infantil. Es la que se advierte en los niños por la acescencia de la leche: se cura con el xarabe de chicorias con rui- barbo, ó el agua emetizada, entonando el estómago con el agua de yerbabuena. ^ 6. Flatulencia loquial. Sobreviene en las preñadas y en las re- cién paridas, por la alteración que en ambos estados experimentan los órganos de la digestión; por lo común se disipa por sí misma. 7. Flatulencia convulsiva. Es la que guarda un período cons- tante , y proviene de una convulsión del estómago, ó de los intesti- nos. Se cura con los antiespasmódicos. Género xxxv. Edopsofia. Es la emisión de ayre por las partes de la generación , con ruido, común en ambos sexos, y dependiente del desprendimiento del ayre por varias alteraciones de aquellas partes. Para su curación véanse las especies siguientes: 1. Edopsfia de la uretra. Se ha visto expeler ayre de la ure- tra á algunos que padecian una perforación del recto y de la vexiga por una úlcera: esta especie casi es incurable. Zacuto observó á un sugeto que arrojaba por el pene ayre en el acto venéreo, y dice se curó con el uso de catárticos, sudoríficos y baños caseros: también HofTman cita el caso de una edopsofia de la uretra que sobrevenía en el coito, saliendo el ayre juntamente con el semen. 2. Edopsofia uterina.. Se nota esta especie en ciertas mugeres quando sufren alguna compresión en el vientre, ó al doblar el cuer- po, y suele provenir de la procidencia de la vagina. Bianchi hace mención de otra que en el rapto de unos zelos ó de una ira vehemen- te padecía esta enfermedad. Género xxxvi. Disodia s hedor. Es una exhalación de vapores fétidos del cuerpo, que proviene de las narices, de la boca, del estómago, de los sobacos, de los pies, de la vulva ó de las ingles. Las diferentes degeneraciones que puede padecer cada uno de nuestros humores son específicas, y por lo mismo el olor del sudor de los pies se distingue absolutamente del de los sobacos, del de las ingles &c. Por lo común son síntomas de otras enfermedades, y á veces dependen de una lesión de las partes 212 FLU sólidas; por consiguiente para establecer su curación es necesario desde luego indagar estas causas primarias. i. Disodia ozena. Es el hedor de las narices acompañado de un fluxo de humor icoroso pútrido por una úlcera existente en la membrana pituitaria, la qual puede ser producida, ó estar sostenida por un virus canceroso sifilítico ó escorbútico, llegando á producir la caries de los senos frontales y maxilares, y aun á ser con el tiem- po peligrosa. Su curación depende de la de la úlcera por medio de inyecciones detergentes, y de la corrección del virus específico. 2. Disodia de los chatos. Es el hedor de las narices por su es- trechez , que hace se estanque el moco, y padezca una degeneración pútrida. La estrechez de las narices puede provenir de su mala con- formación , de un pólipo, de un sarcoma, ó de ser el moco mas es- peso de lo regular. En el primer caso es incurable, y solo puede mitigarse, sorbiendo todos los dias por las narices qualquiera agua de olor tibia ú otras substancias olorosas; en el último convienen las inyecciones y lavatorios de agua de malvas y el uso del tabaco de polvo; quando proviene de un pólipo ó de un sarcoma exige el au- xilio de la Cirugía. (V. sus respectivos artículos) 3. Disodia estomática s hedor del aliento. Es la que proviene de la caries de los dientes, del escorbuto, ó de las úlceras simples, gangrenosas ó sifilíticas de la garganta. Para curarla es necesario des- truir estas causas, según se expone en sus correspondientes artículos. 4. Disodia estomacal. Es la que proviene de una indigestión. [V. el género flatulencia.) ?. Disodia pulmonar. En esta especie el hedor trae su origen de los pulmones, y se observa en la tisis y en la anacatarsis. (Véanse estos artículos) 6. Disodia por otorrea. Es el mal olor que resulta del fluxo seroso ó purulento de los oidos. (V. otorrea.) 7. Disodia por tina. Es la que proviene 110 solo de la tina, sino de qualquier otra erupción ó enfermedad cutánea de la cabeza; y debe curarse según la enfermedad primitiva que la produce. 8. Disodia de los sobacos. Es un olor específico, acre, propio de los trabajadores, y dependiente por lo común del mucho sudor y del desaseo: no debe comprehenderse entre las enfermedades, puesto que en nada perjudica á su salud. 9. Disodia hircina s olor chotuno. Es el que naturalmente se exhala en las partes genitales; y por lo mismo debe también excluir- se esta especie del número de las enfermedades. 10. Disodia urinosa. Resulta del derrame de orina en las ro- pas, y de su degeneración en los que padecen una incontinencia de orina. (V. enuresis.) ii. Disodia de los pies j mal olor de pies. Es el que exhalan FOM 213 los pies con el sudor, ocasionado particularmente por el desaseo; no conviene cortar esta excreción con remedios astringentes ú otros se- mejantes; pero puede moderarse con los pediluvios de infusiones aro- máticas. (V. la eruaita disertación de Puchner sobre esta materia.) FOLÍCULO. (Cir) El folículo es un saco ó kiste semejante á una membrana que encierra la materia de los abscesos impropios ó enkistados, tales como el esteatoma, el ateroma y el meliceris. (V. estas voces y el artículo kiste.) FOMENTACIÓN. (Mat. Méd. externa) * La fomentación es una especie de epitema caracterizada por la circunstancia de apli- carse caliente, la qual es líquida ó seca; la primera se compone de los cocimientos ó infusiones de diversas partes de los vegetales; tam- bién se hace alguna vez con el vino , el oxícrato, la leche tibia , los aceytes sacados por expresión, el aguardiente, la orina &c. Todo el mundo sabe que la mayor parte de los medicamentos externos se pueden aplicar baxo la forma de fomentos: así es que se pueden hacer emolientes, resolutivos, fortificantes, estupefacientes &c., usándose con bastante freqüencia en su curación para los afec- tos externos; y aunque se desprecian en las enfermedades internas, sin embargo se usan algunas veces en la inflamación del vientre y en la retención de orina &c. Los fomentos aplicados en el vientre en las heridas penetrantes de esta parte, ó después de las operaciones quirúrgicas executadas en las visceras contenidas en dicha cavidad, como la de la talla, la reducción de las hernias &c, están destinados para precaver las afecciones internas. La fomentación mas puesta en uso en este caso se compone de aceyte rosado y vino. El método de aplicar los fomentos líquidos consiste en empapar lienzos ó paños, y aplicarlos suavemente sobre la parte. Las fomen- taciones secas, que son muy poco usadas, se conocen mas bien baxo la denominación de epitema seca, y mas aun baxo aquellas que lle- van las especies particulares de epítemas (V. epítema.) *. A este artículo pertenecen las fomentaciones , colirios, baños y lociones. La fomentación ó epitima fluida; es un medicamento externo líquido que se aplica á varias partes del cuerpo empapado en lienzos, bayetas ó franelas. A la fomentación le pertenece mejor que á ninguna de sus especies el nombre de aposito. Para poder or- denar y recetar bien la fomentación, se debe tener presente: i.° que todos los remedios fluidos, y con especialidad el agua simple, las destiladas, las infusiones, los cocimientos, la leche, el vino, vinagre y espíritu de vino. son proporcionados para esta composición: 2.0 que se pueden admitir para el mismo fin sin adición de correctivo las cosas de sabor, olor y color ingrato, siempre que tengan virtud medicin.il: ¿.° que quando se quiera alterar y remediar las afeccio- nes de las entrañas y partes colocadas en parages profundos, y se 214 FOR ponen las epítemas en los sitios inmediatos á ellas, se les deben echar y preferirse los medicamentos tenues, volátiles y penetrantes: 4.0 que se debe tener presente quando se ordenan como tópicos por fomen- taciones las plantas narcóticas, los remedios heroycos, ios mercuria- les y saturninos, ó remedios sacados del plomo, respecto á que toda la superficie del cuerpo consta de vasos vibulos y absorventes. La dosis general de los apositos varía según la parre á que *e aplican; la proporción mutua de los ingredientes de las fomentaciones se ha de limitar á las indicaciones y á la virtud conocida de los remedios que la componen ; y por último, aunque ios vehículos de las fomen- taciones son los lienzos ó bayetas , en algunas ocasiones se echa ma- no de una vexiga, en la que se introduce la fomentación: por este medio se impide la disipación del licor, y se conserva por mas tiem- po el calor; pero se debe tener cuidado que no se comprima dema- siado á las partes, ni las moleste, principalmente en las enfermeda- des doloríhcas. FONTANELA (Anat.) Fontanella, fons pídsatilis, fonti- cula. Se llama así la grande abertura que se halla en el feto en for- ma de un rombo, situada entre el coronal y los parietales en el cen- tro de la cruz, que forman las suturas sagital y transversal. Como en este sitio se halla tapada la abertura, ó con una membrana ó con una substancia cartilaginosa en los niños recien nacidos, se sienten en esta misma parte, quando se aplica la mano, los latidos de las arte- rias de la dura-mater y el cerebro. La fontanela se va borrando poco á poco, y con el tiempo queda esta abertura perfectamente osificada. FORESTO. (Pedro) ( Biog) Médico sabio, nació en Alemania en 1522, de una familia noble. Estudió y practicó la Medicina en Francia, Italia y en los Paises Baxos, donde murió el año 1597. Ha dexado varias obras de Medicina impresas en seis volúmenes en 8.° Francfort 1623 , junto con otros varios escritos muy estimados en su tiempo. D. H. FORMULA. (Terap) Es lo mismo que receta (V. este artícu- lo); y así usamos indiferentemente de la palabra fórmula como la de receta, así como decimos formulario lo mismo que recetario, que una y otra palabra son sinónimas y también la de Farmacopea. (V. este artículo.) FORTIFICANTES, (remedios) (Mat. Méd.) Se llaman así todos ios medicamentos que pueden aumentar las fuerzas de la vida fortaleciendo la economía animal, lo que se consigue con los ana- lépticos , corroborantes, tónicos &c. (V. todos estos artículos.) FORÚNCULO ó DIVIESO. (Cir) Se llama así á un tumor de carácter inflamatorio, duro, de bastante extensión, aunque cir- cunscrito, con bastante calor y muy doloroso, principalmente quan- FOS 21$ do se va á supurar; se eleva en punta, y su volumen no suele exce- der del tamaño de un huevo. Este tumor se forma en diferentes par- tes del cuerpo en uno ó en varios puntos á la vez. Se ha tenido al divieso como el producto de un trabajo de la naturaleza para des- cartarse de un humor extraño que pudiese causar una enfermedad peligrosa; pero sin embargo vemos con freqüencia que á las perso- nas sanas les salen forúnculos. Estos suelen presentarse con freqiien- cia después de una grande enfermedad, al fin délas viruelas &c; de donde se ha creído producir una depuración de los humores, lo que no es muy violento en creer. La curación del forúnculo ó divieso consiste en apaciguar los dolores y disminuir la tensión inflamatoria; lo primero se consigue con las cataplasmas y otros apositos anodinos y emolientes, y el uso interior de algún ligero calmante ó demul- cente ; lo segundo con los mismos tópicos, la dieta y las sangrías si la inflamación lo exige. Después se tratará de acelerar la supuración con los medios propios para ello. (V. supuración y supurantes.) Por lo regular se abren varios agujeros después de supurado por don- de sale un humor sanioso que se procura limpiar; después se forma una especie de escara, que el vulgo llama la raiz, que desprendién- dose esta suele quedar una úlcera simple qne se curará como tal; otra porción del tumor se va resolviendo insensiblemente, que es la que forma la areola ó circunferencia del forúnculo: por lo regular lo hace espontáneamente; pero si se quiere se pueden poner algunas compresas empapadas en algún resolutivo fortificante, como el vino ó agu ^diente &c. FOSA. (Anat) Es una de las cavidades que hay en los huesos. (V. HUE^O.) FOSFATE. Se da este nombre á la combinación del ácido fos- fórico con las tierras y los álcalis. (V. fósforo.) Estas sales no tie- nen ningún uso en la Materia Médica, y su exposición pertenece exclusivamente á la Química. FOSFORO. (Mat. Méd.) Se llama así un cuerpo simple que no se ha podido descomponer aun, que tiene mucha analogía con el azufre; la naturaleza no le presenta jamas aislado, pero sí combinado con el.oxígeno y la cal en los huesos de los animales, ó como mi- neralizador de algunos metales, hallándose también en muchas subs- tancias vegetales; es sin duda la substancia mas combustible de la n.-.tvraleza; tiene un olor particular desagradable; pesa dos veces mas ove el agua; su color es amarillo naranjado semitransparente; algunas veces está cristalizado en laminitas; es fusible á los veinte y ocl o grados de calor; es luminoso en la obscuridad Si se conserva en agua tria, la comunica un olor fétido, y se pone al mismo tiempo acida, lo que prueba que arde en parte en el agua, y que íbsorve una porción de oxígeno de la atmósfera contenida en ella: tiene una 2l6 FRA gran tendencia á combinarse con el oxigeno, y pasar al estado de. ácido. Expuesto al ayre libre, á la temperatura de diez y ocho í diez y nueve grados, absorve el oxígeno de la atmósfera, y forma el ácido fosforoso, y es lo que se llama combustión lenta. Si al contrario se le expone á un calor de veinte y ocho grados debaxo de una campana ó recipiente lleno de ayre, arde con mucha vivaci- dad , desprendiendo una luz y un calor considerable, que se con- vierte en un vapor blanco, que se condensa, y forma el ácido fosfó- rico. El fósforo se une también al hidrógeno, y forma el gas hidro- geno fosforado. Este gas exhala un olor como de pescado podrido; se inflama espontáneamente, y se halla con abundancia en las letri- nas , en los cementerios y otras partes: quando se inflama en estos lugares, les llaman fuegos fatuos. En la Medicina no tiene uso hasta ahora: es muy útil para conocer la salubridad del ayre; pues si consiste, como creen en la cantidad de oxígeno, por el fósfo- ro se puede determinar exactamente. Si se desease una descripción mas circunstanciada, puede recurrirse á las obras de Química, áque con mas propiedad pertenece, pues aquí solo hemos indicado algu- nas generalidades. Sin embargo, algunos Prácticos investigadores han ensayado este cuerpo como medicamento, y han sacado por conse- qüencia que es un poderoso excitante y muy afrodisiaco; pero esta práctica no se ha generalizado, y puede ser muy arriesgada. FRACASTORIO. (Gerónimo) (B:og) Nació en Verona por el año de 1483 con los dos labios tan pegados, que fué preciso si- parárselos con un bisturí. Dicen que en su niñez atravesó un rayo á su madre sin hacerle á él el menor daño , aunque le tenia en brazos. Sus progresos en las ciencias y bellas artes fueron muy rápidos; pero á lo que se dedicó con mas esmero fué á la Poesía y Medicina. Que- riendo el Papa Pablo 111 trasladar á Italia el Concilio de Trento, que estaba en Alemania, se sirvió de Fracastorio para persuadir á los Padres presagiando una epidemia; y entonces fué quando se tras- ladó á Bolonia. Murió de apoplegía en Casi, cerca de Verona, el año de 15 23 y á los setenta y un años de su vida; y seis años des- pués sus paisanos le elevaron una estatua. Fracastorio se correspon- día con los mayores literatos de su tiempo, y particularmente con el Cardenal Bembo. Se hacia muy apreciable por las qualidades de 6U corazón; exento de ambición, contento con poco, tuvo una vida sana y risueña. Mas inclinado á alabar que á vituperar, trataba el amor propio de los otros. Hablaba poco: quando se hallaba en so- ciedad con sus amigos, su conversación era tan alegre como anima- da. En la Medicina se dedicaba á la curación de las enfermedades extraordinarias. Fracastorio es conocido principalmente por la ele- gancia con que escribía el latín: su Poema intitulado Siphylis sive de morbo gallico) obra por el gusto de las Geórgicas de Virgilio, FRA 217 no es indigno del autor que ha imitado: su versificación es rica y armoniosa ; sus imágenes vivas y sus pensamientos nobles. Aunque la materia es delicada, el autor la ha tratado de un modo muy decen- te (Mr. Macquer y la Combe han dado en 1753,'en 12.0, una Tra- ducción en francés con notas.): este poeta Médico nos ha dexado otras muchas obras: se ha hecho una compilación de todas ellas en Padua en 1735 en dos tomos en 4.0 Las Poesías habian sido impresas separadamente en la misma ciudad en 1718 en 8.° FRACTURA. (Cir.) * Es una solución de continuidad, 6 una división hecha rápidamente en el hueso por la violencia de una causa qualquiera externa y contundente. Se llaman heridas de lo? huesos las divisiones que se hacen en ellos por medio de un instru- mento cortante. Las fracturas son transversales, obliqüas ó longitu- dinales. Los Prácticos no admiten la fractura simple del hueso según su longitud; porque tampoco hay golpe alguno capaz por sí de hen- dir un hueso á lo largo, que no pueda romperle al través con mucha mas facilidad. Se encuentran sin embargo, en conseqüencia de las he- ridas de armas de fuego, hendidos los huesos, según su longitud, hasta las articulaciones; pero estos exemplos no prueban bastante la posibilidad de la fractura longitudinal simple. Casi todas las fracturas tienen figuras diferentes. Las transversa- les vienen á veces con desigualdad, ó bien los huesos se quiebran lim- piamente como un rábano. Alguna vez una de sus extremidades se rompe solamente de un golpe, y forma una especie de pico, que se parece al de una flauta. Las fracturas obliqüas son de dos clases: las unas son obliqüas en toda su extensión; y las otras son transversales en algunas líneas, y después obliqüas en lo restante de su longitud. Hay también fracturas en las quales los huesos se quiebran por mu- chas partes, y no es posible determinar aquí todas sus diferentes fi- guras, que pueden variar sin duda hasta el infinito. Las fracturas se diferencian entre sí por la distancia de las piezas fracturadas: la se- paración es mas considerable en las unas que en las otras; ó bien se suelen desviar según su grueso: acontece freqüentemente esto mis- mo en el desorden transversal, en que los extremos son llevados en sentido contrario, sin dexar de tocarse por algunos puntos de las su- perficies de la fractura. Con relación á los accidentes se dividen las fracturas en simples, compuestas y complicadas. La fractura es simple quando no hay mas que un solo hueso roto, sin otro accidente contrario á la indicación curativa general, que consiste en la reunión de las partes divididas. La fractura es compuesta quando al mismo tiempo se encuentran dos ó tres huesos rotos, sin que por eso se advierta accidente alguno. La fractura complicada es aquella que viene acompañada de enfer- medades ó de accidentes, que multiplican las irdicaciones, y exígeo TOMO IV. £B 2l8 FRA el que se empleen diferentes remedios, 6 que se hagan diversas ope- raciones para conseguir su curación, como son las dislocaciones, las heridas, los apostemas acompañados de calentura, de dolor, de con- vulsión &c. Entre estos accidentes hay algunos que piden socorros mas prontos que los de la fractura. Si la herida con que se complica la fractura viniese con hemorragia, seria necesario principiar dete- niendo la efusión de sangre, la qual constituye el accidente mas ur- gente. Quando se encuentra á un mismo tiempo fractura y dislocación, debe reducirse esta la primera, á menos que la fractura se halle pró- xima á la articulación , ó haya una tumefacción considerable, y otras circunstancias que no lo permitan. Por poco inconveniente que halle- mos en estos casos para reducir primeramente la dislocación, se aten- derá antes á la fractura , porque nada se puede adelantar en la reduc- ción de una dislocación antigua. (V. dislocación.) Se distinguen también las fracturas en completas é incompletas. La fractura es completa quando el hueso está enteramente roto; y la incompleta es quando su continuidad se conserva aun en parte por medio de alguna porción huesosa, que no ha llegado á experimentar su división: esta fractura no se suele observar mas que en los huesos del cráneo, en los de las caderas y en los omoplatos. Sin embargo pue- de verificarse también en los huesos largos en los niños muy jóvenes ó raquíticos, ó en los adultos en los casos de heridas hechas por ar- mas de fuego, que pueden ofender el hueso. Los golpes, las caídas, los esfuerzos violentos, de qualquier na- turaleza que sean, son las causas mas comunes de las fracturas. Se llaman fracturas de causa interna las que suelen suceder por una causa muy ligera en razón de las disposiciones internas, que ponen los huesos muy frágiles; tales son la caries, el exóstose, la blandura, y otros estados preternaturales, que estriban en diferentes deprava- ciones de la linfa y de la sangre, como las viruelas, el escorbuto, el virus escrofuloso y el canceroso. Las señales de las fracturas son el dolor, la imposibilidad de mover el miembro, su mala configuración y la crepitación de las piezas frac- turadas. Todas estas señales, tomadas con separación, pueden ser equí- vocas ; el dolor y la imposibilidad dicha, siendo efectos ordinarios de muchos males, nada dan á entender por sí mismos. La mala configu- ración del miembro es freqüentemente un vicio orgánico de la con- formación, y se sabe que hay también fracturas sin disformidad apa- rente. En fin los tumores enfisemáticos hacen que se perciba una es- pecie de crepitación quando se les comprime, que podria engañar á los que no fixasen en ellos una grande atención. Un Cirujano, que pregunta si la deformidad que percibía en un miembro confrontado con la parte sana es natural, muy poco puede engañarse á simple vista en una fractura simple sin hinchazón: hay asimismo muy pocos FRA 219 casos en que esta pregunta no se tenga por ridicula. Si la mala confi- guración del miembro no fuese bastante manifiesta para distinguir que allí hay una fractura, se podrá reconocer por el tacto, sintiendo las desigualdades que forman las piezas de los huesos divididos. Es me- nester para este efecto que el enfermo se sujete á sufrir algo, por el rezelo de que, abandonado á sí mismo, el dolor no le permitiría des- pués hacer los movimientos, los que podrían serle muy perjudicia- les. Para reconocer mejor las desigualdades de las piezas fractura- das se elegirán los sitios en que el hueso roto se halle menos cubierto de carnes; y resbalando los dedos de un lado al otro, se distinguirá la una de las crestas ó de las superficies del hueso en toda su longitud. Se atenderá también, á fin de precaver los efectos de la sensibilidad, el no tocarlos mas que con mucha suavidad y circunspección en los sitios en que se percibe hay esquirlas ó puntas huesosas, y tumor; por- que comprimiendo fuertemente las partes muy sensibles contra las puntas y divisiones de los huesos, se le haria sufrir infinito. La crepita- ción ó ruido que hacen los extremos de los huesos rotos, chocando el uno confcra el otro quando se mueve el miembro, es una de las prin- cipales señales de la fractura. Para hacer con menos sensación dolo- rosa esta prueba, casi siempre inevitable, es indispensable mantener fixa la parte superior del miembro fracturado, á fin de que movien- do suavemente la parte inferior , ella pueda ocasionar una ligera cre- pitación: el Cirujano lo distingue por las vibraciones que el choque ó frotación de los huesos fracturados comunican á sus manos. El pronóstico de las fracturas se saca de su naturaleza, de las di- ferencias de sus síntomas, y los accidentes que las acompañan. Las fracturas obliqüas, aquellas que son en pico de flauta, aquellas en que hay muchas piezas separadas, son mas dañosas que las fractu- ras transversales, no solamente porque las puntas y los cortes de los huesos pueden herir las carnes, y en conseqüencia producir muchos accidentes, sino también porque son mas difíciles de mantenerlas exactamente reducidas. Los vicios internos, que acompañan á las fracturas, las constituyen mas perjudiciales, porque el xugo huesoso no tiene siempre las condiciones que se requieren para la formación del callo. (V. este artículo.) La mayor ó menor separación de las piezas huesosas, y los diferentes accidentes con que se complican Jas fracturas, hacen que la curación sea mas ó menos fácil. La curación de las fracturas consiste primeramente en reducir los huesos fracturados á su situación natural; en segundo lugar en man- tenerlos reducidos por medio de los aparatos convenientes, y por último en corregir los accidentes, y precaver aquellos que puedan acontecer. La dificultad de reducir las fracturas proviene solo de que los extremos del hueso no se toquen por ios lados; es necesario pues, pa- 220 FRA ra quitar este inconveniente, el valemos de las extensiones suficien- tes. Su grado debe medirse según la extensión para la colocación, y según las fuerzas de los músculos, que tiran de los extremos del hue- so fracturado, y que los tienen separados. Las manos solas no son siempre suficientes para hacer las extensiones necesarias; es indispen- sable á veces el recurrir á los lazos aplicados con método. (V. la- zos. ) Hay ocasiones en que un solo ayudante hace al mismo tiempo las extensiones y contraextensiones: la fractura de la clavícula es un exemplo de esta verdad. La segunda indicación en la curación de las fracturas es el man- tener los huesos reducidos; lo que se consigue por medio del aposi- to y la buena situación. El aparato es diferente según la parte frac- turada y la especie de fractura. En las fracturas simples de los hue- sos grandes de las extremidades, que son el muslo y la pierna, el brazo y el antebrazo, se aplica desde luego sobre la parte una com- presa sencilla, hendida en dos ó quatro cabos. Esta compresa debe estar empapada en algún vehículo resolutivo, como lo es el aguar- diente alcanforado, no solamente para que produzca efecto el medi- camento, sino también á fin deque se aplique con mas exactitud so- bre la parte, sin formar pliegue alguno. En seguida se coge una ven- da arrollada en un globo y empapada en el mismo vehículo: se prin- cipia haciendo tres circulares iguales con ella sobre la parte fractura- da, y se continúa empleándola, dando vueltas sobre dicho sitio, vol- viendo á subir con la venda hasta la atadura de los músculos, que pue- den hacer mover la parte. Después de esta primera venda se aplica otra segunda, que tenga una longitud conveniente según para lo que sirva, con la que se forman desde luego dos circunvoluciones igua- les sobre el sitio de la fractura; se continúan estas hasta llegar á la parte inferior de la fractura, y se vuelve á subir á lo mas alto con dichas vueltas. Las diferentes circunvoluciones de venda no de- ben dexar á descubierto mas que una tercera parte del rodeo prece- dente , á fin de que se mantenga reducida con mas exactitud la frac- tura. El vendaje demasiado floxo no comprime nada; permite á los músculos la perniciosa facilidad de contraerse; el callo es disforme, y el miembro puede consolidarse en una dirección que no sea natu- ral: por otra parte el vendaje demasiado apretado, quando lo está con exceso, produce la gangrena; y sin estar á punto de ocasionar este formidable accidente, puede sin embargo comprimir , y poner obstáculo á la libre circulación de los humores, y resultar la falta de nutrición y la atrofia. Aplicadas las dos primeras vendas, se colocan las compresas y lengüetas metódicamente. En la curación de la pierna fracturada algunos Prácticos ocupan la parte inferior , desde lo mas delgado de la pantorrilla hasta los maléolos, con la aplicación de una compresa FRA 221 graduada igual. Otros prefieren el dar mas grueso á la extremidad in- ferior de las lengüetas; lo que se hace doblándolas á lo largo en to- do lo que se juzgue conveniente con un simple lienzo, antes de hacer los pliegues según su anchura, que determinan lo que se quiere dar á eada una de las compresas ó lengüetas. Se mantienen en seguida con una tercera venda, cuyas circunvoluciones pueden hacerse en circulares mas anchos para emplear toda la longitud de la venda. Se puede sostener todo este aposito entre dos gotieras de hoja de lata ó de cartón , atadas con unas cintas de hilo: en seguida se aplica la charpa para la extremidad superior, y los fanones en las fracturas de la extremidad inferior. (V. charpa y fanón.) Una ligera tu- mefacción , sin dolor ni rubor , que se distinga por encima y por de- baxo del vendaje, da á entender que este no se halla ni demasiado apretado, ni muy floxo. Luego que está ya puesto el aparato conve- niente, es necesario procurar toda la comodidad del fracturado, que es muy del caso, y que todo el mundo debe conocer fácilmente; aunque pocos Facultativos procuran indagaren los libros del arte de curar. En los primeros dias los enfermos es preciso que guarden ca- ma: entonces es necesario que se coloquen con la mayor comodi- dad posible en una dirección, que presente todos los músculos rela- xados, y sobre una almohada blanda: la pierna estará un poco le- vantada del lado del pi¿ para favorecer el regreso de la sangre, y se apoyará sobre un parage seguro y blando: se sostendrá en una al- mohada igual puesta sobre unos colchoncitos, que él mismo debe igualar bien: para este efecto la cama debe estar cubierta de col- chones solamente, sin que sean de pluma; y asimismo es bueno in- troducir entre el primero y el segundo una tabla, que ocupe desde el pie hasta mas arriba de las caderas; pero como la precisión de es- tar siempre acostado hace que esta postura sea insoportable al cabo de mucho tiempo, se deben tomar las precauciones necesarias para precaver esta incomodidad en quanto sea posible : se pondrá una cuerda, que baxe del cielo de la cama , y que venga á parar á la ma- no del enfermo: esta cuerda le será muy útil para manejarse con fa- cilidad, y desempeñar sus diferentes necesidades. Se ata al pie de la cama una tabla, que debe estar firme, y sobre laque se manda cla- var un colchoncillo ó almohadas, que servirán al enfermo de punto de apoyo en el pie sano para levantarse en sus necesidades, ayuda- do de la cuerda, y para mudar la postura de tiempo en tiempo, quando se resbala hacia la parte inferior de la cama. Para evitar que se escorien las nalgas, aconseja Mr. Petit el que esté agujereado el primer colchón , á fin de poder pasar cómodamente una vacinilla entre el primero y segundo colchón quando el enfermo tenga ganas de executar sus necesidades: en este caso la sábana de abaxo debe estar partida, ó componerse de dos piezas, que se puedan separar 222 FRA para dicho acto en el sitio en que corresponden las nalgas*, á pe- sar de esta precaución se verifica el que la rabadilla se escoria , y en- tonces es necesario registrarla á menudo, y fomentar esta parte con el agua vulneraria ó el aguardiente alcanforado para evitar el que re- sulte una gangrena: pero si se verifica, se remediará este accidente con la aplicación del ungüento estoraque &c. En las fracturas complicadas la necesidad de curar á menudo las heridas exigen grandes movimientos con el uso de los vendajes cir- culares; y estos movimientos constituirán un grande obstáculo pa- ra que se verifique la reunión del hueso, la que pide mucha quie- tud , tanta quanta se pueda procurar. En este caso se halla indicado el uso del vendaje de diez y ocho cabos. Esto conviene no solo en esta clase de fracturas de las piernas, sino también en todas las de las extremidades, siempre que sean complicadas, en las que debe servir, y asimismo en los casos en que no haya herida alguna. En las gran- des contusiones, por exemplo, quando no hay necesidad de hacer incisiones para dar salida á la sangre extravasada, se emplea al prin- cipio el vendaje de diez y ocho cabos, y después se echa mano de una venda circular. En estas circunstancias es en las que conviene le- vantar á menudo el aposito, contra lo que nos enseña la regla gene- ral, para observar lo que sucede en la fractura, y también con el objeto de apretar el vendaje á proporción que se resuelve la sangre, y que se deshincha la parte. Las fracturas, que vieien con herida, son mas ó menos perjudi- ciales según la naturaleza de esta y sus accidentes. Algunas veces la misma causa, que fractura el hueso, ocasiona la herida, como una rueda de coche, una bala, un casco de bomba &c. Los huesos mis- mos, que están quebrados, pueden herir las carnes y horadar el te- gumento : estas heridas están acompañadas de mas ó menos contu- sión , y pueden complicarse con hemorragia , cuerpos extraños &c. Los antiguos echaban mano en estas especies de casos de un ven- daje abierto , que les permitia curar la herida sin tocar al resto del aparato. Según Pablo Egineta y Guido de Chauliac nos podemos servir de vendas arrolladas en la curación de las fracturas complica- das con soluciones externas, cuidando de no cubrir con las circun- voluciones de ellas las partes próximas á la herida: esta queda mani- fiesta y á descubierto á fin de poderla curar todos los dias, y apli- car los medicamentos convenientes, sin levantar las vendas, ni tocar á la fractura. Ambrosio Pareo desaprueba mucho esta clase de ven- daje: si la herida no está comprimida suficientemente, los humores acudirán allí, dice él, de las partes circunvecinas, que están apreta- das, y de aquí sobrevendrá después la inflamación y la gangrena. Marque, célebre Cirujano de Paris, ha escrito una Disertación muy sabia sobre Ios-inconvenientes que tiene el uso de este vendaje hendi- FRA 223 do: hace mención de un precepto de Pareo, qae quiere que se eche mano de una venda en dos ó tres dobleces á modo de compresa , que no forme masque una sola vuelta: esta compresa, tres veces dobla- da, está cortada para formar tres cabos á cada lado, y es como constituye nuestro vendaje de diez y ocho cabos, tan recomendado en la práctica: comprime con igualdad toda la parte, y se puede, sin moverle ó levantarle, reiterar las curaciones quanto sea necesa- rio : Guilleman parece que es su inventor. Cada compresa será de seis cabos, que no servirá mas que para las fracturas que están en la mitad de un miembro; y en este caso se pueden mantener quietos los cabos superiores y los inferiores, contentándose con levantar para cada curación los cabos del medio para descubrir la herida. Si la frac- tura se halla prjxima á la articulación, será suficiente que cada pie- za del lienzo esté hendida de cada lado para formar solo quatro ca- bos, á menos que sirviendo del vendaje con compresas de seis cabos, no se atan los superiores ó los inferiores por encima ó por debaxo de la articulación ; es decir , que valiéndose del vendaje de diez y ocho cabos para una fractura con herida en la parte inferior del muslo, los seis cabos inferiores se pondrán por debaxo de la rodilla, ó los superiores por encima de ella en la aplicación que se haga de este vendaje para una fractura complicada en la paite superior de la pier- na, lo que me ha parecido muy útil. Mr. Petit describe la curación y el aposito de las fracturas complicadas de la manera siguiente: se coloca sobre la herida, cubierta de planchuelas de hilas, una com- presa, puesta en quatro dobleces, para impedir que los materiales purulentos no ensucien lo restante del aposito; después dos compre- sas ó lengüetas, bastante gruesas, una de cada lado; y en lugar del vendaje de diez y ocho cabos, cosidos juntos, se pueden aplicar mu- chos cabos de venda separados, los que harán el mismo efecto que el vendaje ordinario, y tienen la ventaja de poder ser mudados con separación según las necesidades. Para mantener fixo este vendaje nos podemos servir de unas gotieras de hoja de lata, atadas con tres la- zos ó cintas de hilo; en seguida se pondrá el miembro en la situación conveniente. El mismo Mr. Petit ha corregido los fanones para las fracturas complicadas con herida en la parte posterior del miembro; haciendo envolver dos porciones de paja en dos pedazos separados de tela, de manera que quedase hueco en el parage que corresponde á la heri- da. Este intervalo puede contribuir para facilitar las curaciones, pues que se puede con el auxilio de estos fanones aliviar al miembro, y curar la herida después que se han descubierto las compresas. En las fracturas complicadas del muslo Mr. Petit aconseja que el primer colchón se halle dividido en muchas piezas, las que se pue- den ajustary separar según las urgencias que ocurran. Una gran pie- 224 FRA za se extiende desde la mitad de las nalgas hasta la cabecera de lá ca* ma, lo restante se reparte en quatro pedazos, dos á cada lado : el uno del lado enfermo debe comenzar al fin del primero, y extender-» se quatro dedos por debaxo de la fractura: el otro pedazo del mis- mo lado principia donde aquel acaba , y se extiende hasta los pies de la cama: los otros dos pedazos de colchón , sobre los que se apoya el lado sano, estarán puestos de la misma manera, pero con la di- ferencia de que serán mas largos: la cama ha de estar colocada de manera que un tercio de su ancho presente solamente aquellas por- ciones que sostienen el lado enfermo: cada una de estas quatro por- ciones de colchón estará cubierta de una tela fina para que sirva de sábana: también se pueden mudar de este modo fácilmente para que haya limpieza: la parte superior del colchón se vuelve á cubrir con ua lienzo ó una sabanilla, la que no tendrá comunicación alguna con las piezas de abaxo. He aquí las comodidades que se siguen de estas diferentes piezas de colchón separadas. Quando se quiere poner el vaso para que obre el enfermo, se quita la pieza del medio, que cor- responde ai lado sano. Una parte del muslo y de la nalga se pone entonces en falso; y el espacio que ocupaba la porción del colchón, que se ha quitado, dexa sitio para el vaso que se le presenta al en- fermo , y se saca con facilidad luego que ha depuesto sus excrecio- nes. Para poder volver á meter fácilmente esta parte de colchón, con- viene tener cosidas á él dos correas estrechas ó dos cintas de hilo, que pasen por debaxo de la porción del colchón del lado enfermo. Estas correas se tiran por qualquiera, de manera que no puedan mudar de situación, ni remover la porción del colchón sobre la que se apoya la extremidad fracturada. El enfermo podrá de este modo recibir fá- cilmente algún alivio si se quitan las dos porciones inferiores que sos- tienen el lado sano. Para curar la herida se tira la porción del colchón que está deba- xo de la fractura, y queda la libertad de pasar las manos por todos lados para levantar el aparato , y volverle á aplicar sin riesgo de mo- ver la fractura. Con respecto á la fractura complicada del muslo Mr. Petit ha inventado una caxa particular: esta tiene una plantilla, que sostiene la planta del pie, é impide que cargue sobre la extremidad fractura- da el peso de la ropa de la cama. En las fracturas simples estamos obligados á poner una soleta de madera, cubierta de un lienzo, pa- ra que sirva de punto de apoyo á la planta del pie. Una cinta de hi- lo abraza á esta soleta, que estará adherida á su parte media : los dos cabos se cruzan sobre el pie, y se asegurarán á los fanones con unos al- fileres: estas cintas se dirigen en seguida alternativamente de un lado y de otro, cruzándolas para formar con igualdad un enlace hasta la parte superior; se fixan los fanones con los alfileres antes de dar FRA 225 las vueltas para poder pasar los cabos de uno y otro lado: se coloca la parte sobre una almohada suave, de modo que el talón no cons- tituya apoyo alguno; si no, podría sobrevenir la inflamación y la gangrena. Por medio del arco de fractura, que es un medio círculo, ó de un medio aro de tambor, se forma una especie de habitación para la extremidad y el pie, con lo que se les defiende del peso de las sá- banas y demás ropa de la cama. En el invierno, para mantener el ca- lor de la pierna es preciso cubrirla con servilletas y otros paños ca- lientes , para suplir la falta de calor que daria la aplicación de las cu- biertas de la cama. Después de haber colocado la parte en situación, es necesario satisfacer la tercera indicación de las fracturas, la qual consiste en precaver los accidentes, y combatirlos si sobrevienen. En las frac- turas simples basta prescribir algunas sangrías para procurar la resor- lucion de la sangre extravasada en lo interior, ó al rededor de los extremos del hueso fracturado. Se hacen fomentaciones resolutivas y espirituosas, y se manda observar un régimen conveniente por es- pacio de algunos dias. Las fracturas complicadas exigen atenciones mas seguidas y variadas, según las circunstancias. Se debe continuar con el aposito dicho sobre las partes fractura- das hasta que se verifique la perfecta consolidación de las piezas ro- tas; se suele verificar con mas ó méno6 prontitud , según la naturaleza diferente de cada hueso. Hay que tomar algunas precauciones en quanto mover el miembro por sus articulaciones; por el rezelo de que si no, después de mucho tiempo, incurrirán en la inacción, y aca- so no se llegaría á espesar la sinovia; lo qual daria lugar á que se formase un anquilose *. Hemos expuesto las ideas generales de las fracturas, incluyendo en ellas las que pertenecen también á la curación, según lo hace Mr. Luis en su Diccionario, que es el que hemos adoptado para el ramo de Cirugía ; pero en la exposición de las fracturas en particular lo hacemos extractando la obra del célebre Desault, publicada y escri- ta porBichat; y aunque están en contradicion muchos de los prin- cipios, hemos creído sea esto de alguna utilidad, para que puedan Comparar nuestros lectores los distintos métodos, y seguir el que les parezca mas útil, y el que en su práctica les presente mas hechos favorables &c. Fractura de los cóndilos de la mandíbula inferior. (Cir.) La exposición anatómica y la estructura de dichos cóndilos, como también de las partes que los rodean, se tratarán en el artículo MANDÍBULA. La fractura del cóndilo de la mandíbula puede sobrevenir por un contragolpe, como quando la violencia externa, habiendo sido TOMO IV. FF 226 FRA aplicada de adelante á atrás, ó de abaxo á arriba sobre el sinfi- sis de la barba, y empujando entonces contra los bordes salientes de su cavidad glenoídes, produce precisamente la rotura. Qualquiera que sea el modo de hacerse esta división, regularmente se observa en la parte mas estrecha, que sostiene al cóndilo, y por debaxo de la inserción del músculo pterigoideo externo. Se conoce su existencia por un dolor mas ó menos vivo, efecto inevitable del rompimiento que experimenta el hueso ; por la dificultad mas ó menos considera- ble en los movimientos de dicha parte; por una crepitación mas ó menos sensible, quando estando comprimido hacia adelante el ángu- lo maxilar, y subiendo y baxando alternativamente la mandíbula, las superficies divididas se rozan mutuamente; por una desigualdad á veces sensible en la región del cóndilo fracturado; por la facilidad con que se hunde en la fosa cigomática empujándola por delante; por su inmovilidad en los movimientos de la mandíbula inferior, de la que está separado: señales en general características; pero ademas una hinchazón mas ó menos grande puede añadir un grado mayor ó menor de certeza. Una separación casi constante es producida en esta ocasión por la acción muscular; porque implantado en el cóndilo, el músculo pterigoideo externo violentado hacia adelante, y arriba hacia la ala externa de la apofise pterigodea, que es el punto fixo de su inserción. Por otro lado el cuerpo del hueso retirado hacia atrás es sostenido por el músculo masetero y el pterigoideo externo, cuya dirección se opone á semejante separación; de suerte que entre las dos piezas de hueso siempre queda un hueco mas ó menos sensible. De aquí resulta que si un medio qualquiera no restituye el contacto que han perdido los fragmentos huesosos: i.° su consolidación será mas prolongada, pues que en todo hueso se halla en razón inversa de la separación de las superficies divididas: 2.0 tal vez no tendrá ya lugar, si los movimientos del hueso han hecho una impresión considerable, como lo he visto en un caso particular en que el cón- dilo, no habiéndose podido reunir, se exfolió, y salió en parte hacia afuera: 3.0 en el caso en que se forme el callo vecino á la articula- ción , y hecho disforme por la separación de las partes, impedirá la acción muscular, y las funciones peculiares de la mandíbula. No siendo todo aposito mas que una resistencia pasiva opuesta á las potencias activas de la separación, se sigue lo que ya queda di- cho, que el vendaje está destinado para impedirla, y para preca- ver por consiguiente los accidentes propuestos, y que debe, ó bien llevar hacia atrás el cóndilo que está violentado hacia adelante, ó empujar en esta última dirección el cuerpo del hueso fixado hacia atrás para ponerle en su postura ordinaria, á fin de atraerle, por de- cirlo así, al enlace con el cóndilo. El primer método es imposible, con relación á la situación de los cóndilos, que están cubiertos de mu- FRA 227 chas partes, y que ofrecen muy poca coyuntura, para que se pueda maniobrar en ellos. Solo queda pues el segundo medio, que es tanto mas fácil, quanto el ángulo saliente del maxilar está siempre descu- bierto debaxo de los tegumentos, y se puede dirigir sin trabajo de atrás á adelante con una fuerza qualquiera. Los dedos del Cirujano re- presentan momentáneamente esta fuerza en el instante en que se hace la reducción ; pero es necesario sostenerla continuamente por medio del aposito. Se consigue esto del modo siguiente. Se colocarán por detras del ángulo maxilar empujado hacia ade- lante unas gruesas compresas, que llenen la escotadura donde está la glándula parótida, formando una pirámide, cuyo nivel exceda al de las partes circunvecinas; después se pasarán sobre estas compre- sas las vueltas obliqüas del vendaje que se suele emplear ordinaria- mente en las fracturas laterales de dicho hueso, y cuya aplicación debe siempre en tal caso principiar por el lado opuesto al enfermo. (V. VENDAJES.) Las compresas mas salientes que las inmediatas estarán mas com- primidas, pues que la compresión de un vendaje está en razón de la prominencia del lugar en que se aplica. Mantenidas sólidamente por todas partes, sostendrán el cuerpo del hueso en la línea que corres- ponde al cóndilo. Es necesario añadir á todas las precauciones y consideraciones el descanso absoluto del hueso fracturado', porque sino como los músculos pterigodeo interno y masetero permanece- rán contrayendo el ángulo hacia atrás; sobrepujarán la resistencia del aposito, y precisamente reproducirán la separación, y dará lugar á que sobrevengan accidentes. La mandíbula inferior aproximada exactamente á la superior, no se separa los primeros dias mas que para Iá introducción de un pistero, cuyo pico aplanado dexará pasar á la boca las bebidas alimenti- cias, ¿cómo se ha de suplir esto? El espacio que él ocupa da lu- gar , sin perjudicar al hueso, para poder alimentar bien al enfermo; el que debe evitar el hablar, reir, y todo lo que pueda mover el cuerpo del hueso, porque se separa el cóndilo. Las descripciones ulteriores del tratamiento se incluyen en las que son generalmente aplicables á todas las fracturas de este hueso; y no hay aquí nada de particular que añadir. Fractura del cuerpo de la clavícula. (Cir.) El hombre tiene la ventaja sobre ciertas clases de quadrúpedos, que la natura- leza les ha negado á muchos de ellos enteramente, los movimientos de la extremidad superior. La clavícula, especie de arco, situada entre el pecho y el hombro, es el centro movible, pero sólido, de ellos; los que faltan en el momento mismo en que perdida su continuidad de- xa de ofrecer un punto de apoyo. Pocas enfermedades de este gé- nero se encuentran con mas freqüencia que esta. Las corvaduras na- 228 FRA turales del hueso; su situación inmediata debaxo de los tegumentos; la falta de apoyo en su parte media; la proporción excesiva de su texido esponjoso con respecto al compacto; la salida del hombro freqüentemente empujada con la acción de los cuerpos externos, todo contribuye á multiplicarla, sobre todo en la clase de hombres, ex- puestos por instituto á los movimientos violentos de las extremida- des superiores. Para presentar aquí con exactitud este punto prác- tico , examinaremos las causas, variedades y señales de la fractura de la clavícula, los accidentes de que es susceptible, el modo y causas de la constante separación de sus piezas, y el modo también de com- ponerlas, sea después ó en el acto de la reducción. La acción de cuerpos externos es casi la única causa que conocemos de esta frac- tura, los quales aplicados al hombro la hieren violentamente; ó sea que comprimiendo contra el acromion chocan violentamente. De qualquiera manera que se verifique, la fractura es obliqüa ó trans- versal, simple ó doble, por la mitad ó por sus extremos, simple ó complicada. La fractura obliqüa es mas freqüentemente efecto de un contra- golpe; la transversal es el resultado mas constante de la acción inme- diata de causas externas; de un contragolpe se origina casi siempre una fractura simple; á un golpe directo se deben comunmente las complicadas. El uno las produce á la mitad del hueso; y el otro por lo regular en sus extremidades. La fractura doble se debe atri- buir mas bien á un golpe que á un contragolpe; es muy obvio el in- dagar la razón de estas diferencias, que no me detengo á explicar. El conjunto de los fenómenos de estas fracturas no dexan motivo de duda sobre su existencia, sobre todo quando son obliqüas. Como en casi todas las demás hay dolor agudo, á veces siente el enfermo como un estallido; se imposibilitan al instante los movimientos de rotación; quedan solo los que se efectúan de adelante á atrás, pero son difíciles y dolorosos. Al momento pierde su nivel el hombro, y se deprime mas ó menos, y se le ve claramente irse hacia adelante y adentro. En lo alto y al lado interno del hombro se percibe en casi todos los casos una eminencia formada por la porción externa del hueso dividido. Sin embargo, el dolor continúa, las tiranteces pe- nosas , ocasionadas por el peso del brazo, obligan al enfermo, para evitarlas, á que incline el tronco y la cabeza hacia el lado afecto. En esta situación faltan los dolores regularmente, y el brazo se encuen- tra apoyado. A estas señales, casi todas racionales, se añaden aquellas que son sensibles, como la movilidad de las piezas del hueso; la crepi- tación de ellas; la tumefacción en el parage de la fractura al pasar los dedos por la cara superior de la clavícula ; la facilidad en ponerla en su dirección natural llevando el hombro arriba, afuera y atrás, FRA 229 con lo que será difícil el equivocarse sobre su naturaleza; quando es obliqüa ofrece mas claridad el diagnóstico, y ademas de esto una tu- mefacción muy considerable al rededor del sitio fracturado acaba de quitar toda duda. Quando la fractura es transversal, á veces es difícil su diagnóstico; las desigualdades recíprocas de las superficies divididas pueden encaxarse las unas en las otras, 6 impedir su sepa- ración; y si hay todavía duda, se colocan los dedos en la extremi- dad external y en la escapular, y se manda á un ayudante que mueva el brazo en todas direcciones; los movimientos se comunica- rán á la clavícula, y mas á la porción externa. Del examen de las causas de la separación, tan común en esta fractura , resulta que en casi todos los casos, la extremidad externa de la porción humeral es arrastrada desde luego hacia abaxo, y des- pués adentro y adelante, por una doble potencia. De aquí resultan estas conseqüencias tan sencillas: i.a que la resistencia que opongan á aquella los medios de la reducción, y los apositos propios para man- tenerla , deben obrar en dirección opuesta á la que siguió la causa: 2.a que estas, el peso y la acción muscular, teniendo una tendencia permanente á ponerse en exercicio, y que por otra parte los movi- mientos del brazo tienden siempre á separar las piezas fracturadas, el aparato debe estar obrando constantemente como en el acto de la reducción; precepto general aplicable casi á todos los casos, y que debe ser el término de comparación para juzgar de las diferentes ventajas ó perjuicios de los vendajes, y de los procedimientos en re- ducir esta fractura. Para esta ningún método nuevo nos distingue de la Cirugía de los árabes; en ellos encontramos el medio casi umversalmente adop- tado hasta nuestros dias, que consiste el colocar un ayudante sus rodillas entre las escápulas, y con sus manos tirar fuertemente el hombro hacia atrás. Desault decia que para reducirla metódicamen- te era necesario no solo tirar la espalda hacia atrás y arriba, como regularmente se practicaba, sino también hacia afuera,y que la po- tencia destinada á arrastrarla en esta última dirección, debia obrar horizontalmente según la situación de la clavícula, del mismo modo que se practica en la fractura obliqüa del muslo. Hallado ya el mo- do de reducirla, resta inferir qué vendaje será apropiado para ase- gurar su permanencia. Desault piensa que se podria reducir y man- tener reducida la clavícula á la vez. Un principio general parece haber dirigido sobre este punto á todos los autores. Mantener la espalda del lado enfermo: i.° tirán- dola fuertemente hacia atrás: 2.0 aproximándola á la del lado sanoj tal era la práctica de ios Médicos griegos en emplear una especie de espica muy variada, según la separación de la fractura á que se ha- bían de oponer. Una aplicación de este principio se encuentra prin- 230 FRA cipalmente en el vendaje de ocho en cifra, que es otro modo parti- cular de espica recomendada desde ia antigüedad. Pero baxo qualquiera forma que se presente este vendaje, su ac- ción siempre es la misma, esto es, insuficiente; pues comparándole con el principio general de todo aposito de la clavícula, se verá que no puede llenar las tres indicaciones de fixar la porción humeral ha- cia arriba, atrás y afuera. Para llevar el hombro hacia atrás, pierde la mitad de su eficacia; pues que descompuesto por la obliqüidad de su dirección, su fuerza se divide en dos, una paralela entera- mente inútil, la otra perpendicular á la eminencia del hombro, que es solo la eficaz, de suerte que para obtener un resultado como cinco, es menester comprimir como ciento. Lejos de llenar el vendaje, la in- dicación de llevarle hacia afuera obra diametralmente opuesto. Apro- ximado el omoplato al del lado opuesto acerca también al tronco «ste pedazo de hueso, y le hace sobreponer sobre el interno, y así el ocho en cifra obra hacia atrás. El hombro no está sostenido en alto, porque la dirección muy obliqüa de los rodeos de la venda es un obstáculo para conseguirlo; el brazo no teniendo un punto fixo, puede moverse á cada instante, perjudicarle, y comunicar sus fu- nestos movimientos á las piezas rotas; y he aquí uno de los princi- pales inconvenientes de todos los vendajes, porque no es fácil el evi- tar estos movimientos. Debo añadir aquí á estas desventajas la de comprimir con todas las vueltas de la venda arrugadas y magullan- tes los bordes salientes del hueso del sobaco, ocasionando por esto incomodidades y dolorosas escoriaciones. De esta relación, entre las indicaciones y el modo de obrar del ocho en cifra, se deduce que no es útil para satisfacerlas convenien- temente, y de lo que se pu?de juzgar de los pocos progresos que en esto ha hecho nuestro arte; la cruz de Heister, la compresa de Petit, puesta transversalmente sobre las circunvoluciones obliqüas de la venda, el corsé, con el que Brasdor rodeaba el pecho de sus en- fermos, y el aparato de cuero, últimamente propuesto por un Prác- tico alemán., medios variados -en su forma, pero idénticos en sus efectos como puras modificaciones del ocho en cifra, tienen, como él, el defecto fundamental de no ofrecer á la acción muscular y al peso del hombro una resistencia diametralmente opuesta á ellas. Pec- ceti parece haber satisfecho esta indicación quando aconseja en su Cirugía el dexar una pelota -debaxo del brazo ínterin se cura la fractura; pero el ocho en cifra, unido á este recurso, contrabalanza su efecto , le hace nulo, y no ha conseguido con esto mas que los otros. Por lo regular hay en esta fractura tina sobreposicion mas ó me- nos sensible, que acompaña! la consolidación, y aquí, como en otros casos, se quiere explicar lo que no se sabe precaver. La imposibilidad FRA 231 de rodear, como en otras fracturas, el miembro con circulares, pa- reció á Heister, á Petit y á Duverney ser la causa de este accidente. Se supone un callo estancado donde no habia mas que piezas rotas; vanas hipótesis, que se llegan á desvanecer quando un aposito me- tódico impide la separación. Desault busca para esto, como para los otros vendajes suyos, el multiplicar la aplicación de los medios conocidos sin crearlos de nue- vo. Las piezas que componen su vendaje son las siguientes: tres ven- das de tres dedos de ancho, las dos primeras de seis varas de largo, y la otra de ocho, puestas cada una en un globo; una almohadilla en forma de cono hecha con unos pedazos de lienzo usado, de una longitud igual á la del húmero, de quatro ó cinco pulgadas de ancho, y cerca de tres de grueso hacia su base; dos ó tres compresas en forma de lengüetas; una pequeña charpa, y un pedazo de lienzo de un ancho suficiente para envolver todo el vendaje. Estando todo dispuesto se pasa á aplicarle del modo siguiente, el que al mismo tiempo sirve de reducción: estando el enfermo en pie, ó si no puede de este modo sentado en un banco sin respaldo, un ayudante levanta el brazo del lado enfermo, y le sostiene hasta for- mar con él un ángulo casi agudo con el cuerpo, entre tanto que el Cirujano coloca la parte superior de la almohadilla en la axila, la que baxa por el lado del pecho, y la que otro ayudante que está al lado opuesto la sostiene por los dos ángulos superiores. Toma des- pués el Cirujano una de las primeras vendas; coloca su extremo en la parte media de la almohadilla, para sujetarla con dos circulares al rededor del cuerpo. En llegando á la parte posterior del pecho sube obliqüamente el circular, como se ha hecho anteriormente, por en- cima, delante y debaxo del hombro sano; cruzando el circular se lleva la venda por detras del pecho, y concluye con circulares, con los que queda enteramente cubierta la almohadilla. La aplicación de la primera venda tiene solo por objeto el fixar firmemente la almoha- dilla en dicho parage. En este estado el Cirujano la sostiene con una mano colocada en su cara externa, y la sostiene en alto, mientras que la otra mano agarrando el codo después de poner el antebrazo en media flexión, baxa aquella extremidad, la coloca á lo largo de la almohadilla, aprieta fuertemente contra el pecho su extremo infe- rior, entre tanto que se dirige un poco hacia atrás su parte superior. El tiempo de aplicar el vendaje pertenece todo al acto de la re- ducción. El húmero, palanca entonces de primera especie, se pro- longa en lo alto del hombro, á proporción que baxando se aproxi- ma al pecho. La porción escapular, arrastrada con aquel, se dirige al mismo tiempo hacia arriba y atrás, se pone en contacto con la es- ternal , y al momento desaparece la desigualdad del miembro. Es- tando en esta disposición el brazo sostenido por un ayudante, com- 232 FRA primiéndole con una mano, y sosteniendo con la otra el antebrazo puesto en media flexión, y horizontalmente delante del pecho, se aplica la segunda venda; se coloca su extremo debaxo del sobaco sano; se lleva por delante del pecho, sobre la parte superior del brazo enfermo, detras de aquel, y por debaxo de la axila; se hacen así dos circulares iguales; después se baxa hasta la parte inferior del hombro para ir haciendo espirales pequeños, apretándolos un poco por la parte superior, y aumentando tanto mas la constricción quan- to nos acerquemos mas á la extremidad inferior; cuya venda sirve para suplir con ella lo que hacia la mano del ayudante, conserván- dole en esta posición. Esta compresión, aumentada por grados, por una parte es mas eficaz, pues obra por mas puntos de superficie; y por otra es menos incómoda, porque está mas extendida, y es menos sensible. Una tercera indicación hay que satisfacer, que consiste en soste- ner en alto el hombro, y ayudar así á la extensión de las piezas, que ya se anticipan á baxarse; para esto un ayudante levanta el codo de una mano, y sostiene con él el del enfermo delante del pecho, mientras que el Cirujano llena de hilas los huecos que hay al rede- dor de la clavícula, y pone en el parage fracturado dos compresas en forma de lengüetas empapadas en agua vejeto-mineral, ó en otro vehículo resolutivo qualquiera; en seguida se toma la última venda, se pone su extremo debaxo del hombro sano, se conduce obliqüa- mente por delante del pecho sobre las lengüetas, desciende por de- tras del hombro, y á lo largo de la parte posterior del brazo; vi- niendo á pasar por debaxo del codo, sube con obliqüidad por de- lante del pecho hasta debaxo de la axila; después por detras al dor- so, y se vuelve á repetir lo mismo para cubrir la vuelta anterior, y desde donde se parte para recorrer aun el camino que acabo de des- cribir; de lo que resulta un segundo circular, que circunda en parte al anterior, y una especie de doble triángulo colocado delante del pecho sobre los circulares. El resto de la venda va de atrás adelante, haciendo circulares al rededor del brazo y pecho, para impedir la separación de las otras vueltas de venda; y para asegurar mejor su permanencia se ponen unos alfileres en diferentes puntos. Se mete después la mano en la charpa, unida superiormente á las vueltas que suben, y no á los circulares, que el peso de la mano haría que se baxasen. Basta examinar la disposición de esta tercera venda y de la charpa, para inferir que debe ser muy útil para sostener al nivel las piezas rotas, que el peso del hombro intenta deprimir, y que suple el esfuerzo que un ayudante emplea para levantar el codo y sostener la mano del enfermo, del mismo modo que lo hace la segunda venda comprimiendo contra el pecho la parte inferior del húmero. Por otra parte, los circulares que se hacen con el resto de la última FRA 233 venda, dirigidos de adelante atrás, empujan en esta dirección el bra- zo y el hombro, que ya están colocados, y los mantienen así. De aquí se sigue la verdad de la proposición que he querido demostrar, á saber.: que el vendaje de Desault, conforme con el principio ge- neral establecido para las fracturas del cuerpo de la clavícula, man- tiene constantemente la extremidad externa de la pieza humeral ha- cia arriba, afuera y atrás. El conjunto de las circunvoluciones de venda que envuelven el pecho, aunque ajustadas fuertemente , pueden descomponerse, prin- cipalmente quando el enfermo está en cama; lo que se precave cu- briéndolo todo con una servilleta, sin dexar descubierto mas que el brazo sano para que execute con él toda clase de movimiento. El brazo enfermo, unido enteramente al pecho, sigue sus movi- mientos sin ocasionar su separación. De esto se sigue en esta fractura la ventaja de no tener que guardar cama, y de evacuar asimismo sus negocios durante la curación. No me detendré en referir las nume- rosas objeciones que contra este vendaje han puesto diferentes au- tores. Hay pocas observaciones particulares relativas á las diversas com« plicaciones, que pueden acompañar á esta fractura. La curación es entonces variada según las circunstancias, comprehendiéndose en las indicaciones comunes á todas las fracturas de esta especie. Quando se separan las esquirlas en diversas direcciones, y están adheridas al hueso, irritan las partes blandas; y si se manifiestan al exterior, entonces la mayor parte de los Prácticos aconsejan levan- tarlas , y cortar el extremo excedente del hueso roto antes de la re- ducción: precepto fundado en los dolores agudos, que en este caso acompañan á su tratamiento, y que aumentan mas los vendajes de ocho en cifra, llevando el hombro hacia adentro, y comprimiendo por consiguiente las partes blandas contra la salida de la pieza rota, ó de las esquirlas; pero si estas, adheridas aun entre sí 6 al hueso me- diante el periostio, no se hacen cuerpos extraños, siempre está indi- cado el reponerlas; solo aquí conviene en el tiempo de la reducción, llamado de conformación , que será siempre inútil en los otros casos. Una esquirla sale al través de las partes blandas; y si no ha estado mucho tiempo expuesta al contacto del ayre, se vuelve á meter, y se coloca por medio de las extensiones dirigidas convenientemente. Mantenida en seguida en una extensión continuada, no se pueden se- parar, ni irritar las partes, ni ocasionar dolores; inevitable resulta- do del vendaje de ocho en cifra. Fractura de la extremidad escapular de la clavícula. (Cir.) Esta fractura, que parece merecer la atención de los Ciruja- nos, presenta en su diagnóstico una incertidumbre, que freqüente- mente me ha hecho desconocer su existencia. Así como hay cuer- TOMO IV. GG 234 FRA pos que con dificultad se escapan del ojo menos atento, del mismo modo, aunque es verdad que es mucho menos freqüente que lo pri- mero , parece fácil que otros engañen ai Práctico mas exacto. Esta obscuridad corresponde alguna vez á una tumefacción de las partes blandas vecinas, la qual es originada del choque mismo,que ha pro- ducido la fractura. Tal es en efecto la disposición del hueso en este sitio, que su división casi jamas es aquí el resultado de contragolpes, cuyo influxo se exerce principalmente en su parte media, ó sea á cau- sa de su corvadura. Siempre es indispensable, para romper el extremo escapular, la acción inmediata de cuerpos exteriores; ademas se con- cibe muy bien que, por poco fuerte que sea esta, la afección de los tegumentos y del texido celular debe coincidir con la del hueso. Du- verney, en su Tratado de las enfermedades de huesos, cita el exem- plo de un descuido debido á esta causa; pero hay alguna otra causa, también mas constante y real, unida siempre á la primera, quando esta existe, siendo suficiente para determinar la incertidumbre del diagnóstico quando es aislada. La mayor parte de los autores han ob- servado este carácter de dicha fractura como opuesto al de la del cuerpo de la clavícula , á la que acompaña siempre mas ó menos se- paración; de lo que nadie ha manifestado el motivo de un modo exacto y riguroso. Petit, Brasdor, Duverney y otros muchos repi- ten aun hoy dia que el músculo trapecio arrastra con igualdad hacia arriba la pieza externa y la interna, y opone resistencia al peso del hombro, que intenta deprimir la primera: esta explicación es vaga é inadmisible. En efecto, ¿por qué en la fractura de la parte media del hueso el músculo no sostiene con igualdad al hombro? No hay entonces proporción alguna entre estas dos fuerzas opuestas, siendo la primera claramente mas débil para levantar el hombro, que la se- gunda para arrastrarle á abaxo. ¿El encaxe recíproco de los extre- mos rotos es una causa mas real ? Tampoco, porque la experiencia ha manifestado muchas veces fracturas obliqüas, cuya pieza externa era inferior, que debiendo por conseqüencia estar separadas, supo- niendo exclusivamente la realidad de esta causa, sin embargo que- daban puestas en contacto. La estructura anatómica de ks partes explica este fenómeno. Se sabe que la clavícula toca al omoplato en dos sitios: i,° en la apofi- se coracoides por el doble ligamento coracobraquial: 2.0 á la apofi- se acromion por una cápsula y fibras accesorias, que son en parte el enlace de las aponeuroses, de la inserción del deltoides y del trape- cio : entre estos dos puntos queda un espacio de cerca de pulgada y media, que comprehende este toda la superficie, en donde se ingie- re el ligamento coracoclavicular: espacio que forma casi la quarta1 parte externa de la clavícula. Esto supuesto, es evidente que la frac- tura se escapará á todas las causas de su separación todas las vece* FRA 235 que ocupe un punto qualquiera de este espacio, como se infiere me- ditando atentamente la estructura, situación y disposición de todas las partes que la rodean. Estas consideraciones, que me parecen evi- dentes, deducidas de estos principios, producen otras inducciones relativas á las descripciones de su tratamiento curativo. Supuesto que el peso del hombro y la acción de los músculos pectoral, subcla- vio &c. no pueden tener mas que un influxo muy débil en su sepa- ración, es evidente que el vendaje de Desault, dirigido principal- mente contra estas dos causas, debe modificarse para el caso de que se trata; que, por exemplo, la forma de cono que tenia la almoha- dilla, y que está destinada principalmente para llevar el hombro ha- cia afuera, contrabalanceando la acción muscular, se hace casi sin utilidad, yes molesto para el enfermo; que la segunda venda, dis- puesta triangularmente al rededor del tronco para sostenerle, parece ser excesiva en el aparato. ¿Pues qué piezas deben componerlo? Para determinarlo, obser- vemos que la causa mas real de la falta de consolidación parece ser en esta fractura los movimientos del brazo, que comunicándose al omoplato y á la porción escapular, determinan una frotación en los extremos rotos, sin separarlos, la qual es perjudicial para la forma- ción del callo. De aquí nace una inducción bien sencilla, á saben que el objeto esencial y casi único del vendaje debe ser el mantener inmóvil el extremo superior. Ademas, para esto bastarán: i.° una almohadilla, uniforme en su grueso, destinada solo para punto de apoyo del brazo, y no empujarle hacia afuera: 2° una venda para fixarla al rededor del tronco, y sujetar en seguida el brazo sobre ella: 3.°una charpa para mantener .inmóvil el antebrazo. Modifica- do de esta manera el aposito de Desault, basta para hacer una sola cosa casi del tronco y del miembro superior del lado enfermo, para hacer así comunes á este los movimientos del primero, y evitar por consigoiente todo movimiento solo de cada uno, cuyo influxo se propagaría inevitablemente á la fractura. El enfermo se libertará así de esta molestia, soportable á la verdad, pero siempre incómo- da , que ocasiona sobre todo en los primeros dias la aplicación del aposito ordinario. La experiencia confirma lo que se ha adelantado sobre el tratamiento de la fractura de dicha parte. Yo he tenido ocasión de ver á un hombre, y muchos discípulos de Desault han observado lo mismo, á quien se habia aplicado el vendaje ordinario para una fractura vecina al acromion, y que constantemente habia {mesto la almohadilla, durante toda la curación, de tal manera, que a parte mas gruesa correspondía al brazo, y la mas delgada hacia arriba; de suerte, que el principio mas evidente de este vendaje se encontraba claramente manifiesto; sin embargo la consolidación era exacta. Alguna vez puede suceder que la porción externa se separe 236 FRA un poco hacia abaxo por el movimiento de contrapeso del omopla- to, cuyo ángulo inferior se dirige adentro y arriba, entre tanto que el anterior ó humeral, llevado hacia afuera y abaxo, arrastra en esta dirección la pieza clavicular: entonces la segunda venda del apo- sito de Desault, añadida al que queda expuesto, remediará este in- conveniente. Fractura del acromiok. (Cir.) Ninguna porción del omo- plato está mas dispuesta á fracturarse que la apofise acromion. Pocas partes blandas la cubren: la especie de apéndice que representa no tiene un sólido punto de apoyo en todas las posturas del húmero. Una fuerza muscular muy grande obra freqüentemente sobre ella con una energía extremada. Prolongada antes, ofrece mucha resis- tencia á la acción de cuerpos externos. De aquí se sigue que, si no se rompe con mas freqüencia, es necesario atribuirlo menos á su dis- posición natural que á la postura que tiene en la mayor parte de las caídas. Casi siempre es transversal esta fractura, sea en su punta ó en la base de dicha apofise, efecto el mas ordinario, ó de un choque violento de un cuerpo que cae sobre el hombro, ó de un golpe que se recibe en este sitio &c.; pero qualquiera que sea el lugar que ocu- pe , guarda una manifiesta relación con la fractura de la extremidad humeral de la clavícula, de la que solo parece ser continuación el acromion; así es que tiene una grande analogía en los fenómenos, las conseqüencias, y el tratamiento curativo de ambas. Se distingue esta: i.° por el dolor agudo que experimenta el en- fermo en el sitio fracturada, el que se aumenta levantando el brazo, el que comunmente queda inmóvil á lo largo del pecho: 2.0 si se se- para el brazo del tronco, aplicando la mano en el acromion, se no- ta como se hunde la extremidad de esta apofise, y dexa una depre- sión decidida: 3.0 por lo regular las dos piezas pierden voluntaria- mente su unión; y sin la precaución que acabo de indicar, se siente su separación, lo que es producido principalmente con el peso del brazo y la contracción del músculo deltoides t 4.0 la cabeza está in- clinada sobre el lado enfermo. El arte tiene hace ya mucho tiempo dos procedimientos diferen- tes para reducir las fracturas dichas: el uno consiste en colocar el bra- zo en un ángulo casi recto con el tronco, á fin de poner en relaxa- cion el músculo deltoides, como lo indica Heister, para poder en seguida hacer la conformación de las piezas con los dedos: emplean- do el otro, se dexa el húmero en la situación que tiene, es decir, puesto junto al pecho; se le empuja, cogiéndole el codo vertical- mente de abaxo á arriba, de manera que su cabeza, comprimida contra el acromion, se levanta, y se vueive á colocar. Petit parece adopta indistintamente estos dos métodos, da los quales el uno, sin embargo, presenta ventajas mucho mas reales.. En efecto es evidente, FRA 237 que si se separa del tronco el brazo, su cabeza se hunde en la cavi- dad glenoídes, prolonga la apofise rota, debaxo de ella dexa un hue- co , en el qual se meterá el pedazo si las circunvoluciones de venda pasan por él: entonces la aplicación del aposito se comprimirá preci- samente. Por el contrario, si el brazo está fixo junto al pecho, será empujado hacia arriba, y ofrecerá al acromion un sólido punto de apoyo r que durante la aplicación del aparato, evitará su separación hacia abaxo:consideración sin duda útil para la reducción; pero que debe mas particularmente fixar la atención de un Práctico en la elec- ción de los medios destinados á mantenerla reducida. Como la desunión de esta fractura es por lo común hacia abaxo, es menester que una resistencia continuada se oponga á este resulta- do. De esto se sigue, que la indicación precisa de todo aposito, des- tinado para mantener las fracturas de la apofise acromion, es: i.° el tener constantemente levantada la cabeza del húmero: 2° el preve- nir con cuidado todos los movimientos del brazo y del hombro. Si se examinan los medios hasta aquí empleados en esta fractura, se ve- rá que ninguna satisface estas dos indicaciones. Una compresa puesta en el parage de la división, una venda arro- llada al rededor de ella para sostenerla, una pelota puesta en la ma- no, el antebrazo puesto en su charpa; este es el aposito recomenda- do por Petit. Duverney añade á esto el juicioso precepto de tener levantada la charpa, para aplicar sobre las piezas fracturadas la ca- beza del húmero: también se emplea el vendaje espica, tan alabado de Heister; pero en estos casos, no estando sujeto el brazo contra el tronco, puede moverse con facilidad, y separar las piezas, y baxo esta condición no satisface la segunda indicación. La primera ¿será suficiente ? No, pues la charpa inmediatamente se desordena por los movimientos freqüentes involuntarios del brazo, que le permite des- cender de nuevo; y entonces, no estando sostenidas por mas tiem- po las piezas rotas, se separan. Se evitarán estos inconvenientes fixan- do el brazo de un modo invariable contra el tronco, como lo reco- mendaba Desault, no haciendo, por decirlo así, mas que una sola pieza de ambas; de manera,-que no teniendo el húmero mas movi- mientos que los que son comunes al pecho, no pueden imprimir nin- guno á las piezas que se apoyan sobre su cabeza: ventaja , que es fá- cil, conseguir por medio del vendaje propuesto para la fractura de la clavícula, pero modificado según vamos á exponer. Se coloca debaxo del sobaco una almohadilla, de un grueso igual en todos sus puntos: el brazo se sujeta contra ella como diximos an- tes ; se cubre la apofise fracturada con dos compresas; la una se ex- tiende desde la. clavícula hasta las apofises espinosas de las vertebras;-. la otra se pone encima, y viene con una dirección contraria á cruzar- se en el sitio de la fractura: todo esto se sostiene después con un ven- 238 FRA daje, que pasando desde la axila sana á la enferma , sigue casi el tra- yecto del vendaje descrito para la clavícula, para mantener el hom- bro en alto. Por este medio hallamos claramente satisfecha la doble indicación de la inmovilidad del húmero, y de su dirección hacia arriba, con lo que se podrá obtener una consolidación sin deformi- dad alguna, como lo comprueba, la observación. Fractura del ángulo inferior del omoplato. (Cir.) El ángulo inferior del omoplato es, después del acromion, la porción de él, que se fractura con mas facilidad. Una caida en el lado y un golpe recibido en este sitio son sus causas comunes: se caracteriza siempre por una separación sensible. Por una parte la porción carno- sa considerable, que viene áimplatarse en la pieza inferior, pertene- ce al gran serrato, y le tira directamente hacia adelante, entre tan- to que es arrastrada hacia arriba por el músculo gran redondo y por algunas hebras del gran dorsal. Por otra parte el cuerpo mismo del hueso queda hacia atrás, sostenido por el músculo romboideo. De aquí nace una separación, que indica claramente la fractura. Si que- dasen aun después de esto algunas dudas, se lleva el hombro hacia atrás, y también el omoplato; y colocando al mismo tiempo los de- dos sobre dicho ángulo inferior, se examina si este obedece á los mo- vimientos del hueso, y en este caso no hay fractura; pero si, por el contrario, queda inmóvil, es evidente su existencia. Los medios de reducción, debiendo ser calculados aquí como en todas las fracturas según las causas de la separación, es evidente la necesidad, ó de empujar hacia atrás y abaxo el ángulo separado en dirección contraria, á fin de atraer hacia el cuerpo del hueso, ó bien conducirá este hacia adelante y arriba, para que se aproxime á su ángulo roto: á poco tiempo después, como en la fractura del cóndi- lo , se atrae el cuerpo de la escápula para colocarle con la pieza. El primer modo de reducirla es difícil; los medios de mantenerla redu- cida son imposibles: es indispensable pues recurrir al segundo, cuya execucion es tanto mas fácil, quanto el hueso sigue todos los movi- mientos del brazo; y que llevando el miembro hacia adelante, y se- parándole del codo, se prolonga este hueso de las apofises espinosas, y se dirige con el objeto de reunirse con su pieza inferior: situación tanto mas favorable por otra parte, quanto que por ella los múscu- los que tienden á separarla se hallan en un estado de relaxacion. De aquí se sigue: i° que en esta fractura, como en la de la clavícula, no es sobre el mismo hueso roto sobre el que debe obrar, sino sobre el húmero: 2.0 que durante el tratamiento curativo debe permanecer enteramente inmóvil, porque sus movimientos, comunicados al omo- plato, desordenarían inmediatamente el contacto de las piezas rotas, tan necesario para efectuaise la consolidación. Baxo estos principios estriba el aposito de Desault, y su modo FRA 239 de reducirla, que consiste: i.° en llevar el brazo delante del pecho, separándole de él un poco: 2.0 en poner el antebrazo en flexión, formando un ángulo agudo, para que la mano venga á parar sobre la eminencia del hombro opuesto:^.0 á executar en seguida la con- formación entre las piezas que este primer movimiento habia desarre- glado. Es necesario, para mantenerla reducida, fixar el brazo y el an- tebrazo en esta posición ; se coloca una almohadilla en forma de co- no entre el pecho y el brazo, de manera que su punta corresponda al sobaco, para que ofrezca la doble ventaja de separar el codo del tronco, y de hacer menos incómoda la postura del brazo , á la que servia de punto de apoyo: algunas compresas empapadas en un vehí- culo resolutivo, se aplicarán sobre el sitio correspondiente á la frac- tura : todo esto se sostiene con una venda puesta en un solo globo, de seis á siete varas de largo , cuyas primeras circunvoluciones se di- rigirán sobre el hombro sano: la mano , que estaba aplicada durante la reducción, y que iba después de adelante á atrás para pasar sobre el sitio fracturado, á fin de sujetar las compresas, se mantiene junto al pecho, y con dos circulares se abraza la almohadilla dicha; pues que pasando por debaxo de la axila sana, después de haber hecho los circulares, se conduce obliqüamente sobre el hombro del lado enfer- mo á lo largo de la parte anterior del brazo, por debaxo del coda y detras del pecho, desde donde pasa obliqüamente para venir á pa- sar de nuevo por debaxo de la axila sana; vuelve en seguida á subir anteriormente sobre el hombro enfermo, á lo largo de la parte pos- terior del brazo sobre el codo, y llegar otra vez debaxo del soba- co ; y por último se concluye haciendo circulares al rededor del tron- co y del brazo, que deben estar unidos. De aquí se infiere: i.° que impedidos enteramente los movi- mientos del brazo , no pueden ocasionar los del hombro, y que baxo este primer motivo las piezas rotas permanecen en contacto : 2° los músculos gran serrato y gran redondo, sostenidos habitualmente en flexión, no pueden llevarse mas hacia adelántela porción inferior, que entonces no se separaría del cuerpo del hueso: 3."sostenida constantemente en esta dirección , este no podrá alejarse mas de la pieza inferior , y por esta doble razón se evita aun la separación , re- sultando una triple ventaja, que no ofrecen los diversos apositos has- ta aquí propuestos, como la charpa y «l vendaje quadriga de Petit, que siempre tienen el inconveniente de permitir los movimientos del brazo hacia atrás, de dexar al omoplato la libertad de separarse de solo su ángulo, de retardar por esta causa la curación, y por lo mis- mo impedirla enteramente, entre tanto que con el método indica- do ordinariamente se completa la curación en el término de trein- ta días. Fractura del cuello del humero. {Cir.} El lenguage qui- 240 FRA rúrgico no guarda en este punto relación con el anatómico, pues ba- xo la denominación de fractura del cuello del húmero se entiende, no la de aquella depresión ciicular, apenas sensible, que separa la cabe- za del hueso desús tuberosidades, sino la estrechez, sobre la que se elevan estas, y de la que continúa el cuerpo del hueso, debaxo de la qual se implantan los tendones de los músculos gran pectoral, gran dorsal y gran redondo, y que muchos Prácticos extienden también hasta la inserción del deltoides. La acción de los cuerpos externos, activa quando son empujados contra el hombro, pasiva quando este ó el brazo tropiezan contra ellos, es la causa constante de esta especie de fractura, cuyo mecanismo representa ya una solu- ción directa, ya un verdadero contragolpe: la una sucede casi siem- pre en una caída sobre la eminencia del hombro; y entonces el movi- miento debe ser muy grande para obrar en suficiente cantidad mas alia de lo que permite el grueso colchón que ofrece el deltoides, el qual á veces es contundido, y constituye un equimosis, porque la sangre se puede escapar de algunos vasos, y formar una extravasa- ción , que ocurre siempre en el instante de abrirse: la otra es el re- rultado de una caida sobre el codo, separado del tronco en el mo- mento de verificada aquella, ó sobre la mano, quando por un ins- tinto natural dirigimos hacia delante las extremidades para no hacer- nos daño quando nos caemos. Las variedades de esta especie de fractura -se sacan: 1.° del lugar que ocupa, esto es, el medio, la parte mas baxa, y rara vez lo alto del cuello del húmero: a.° del estado de las partes blandas circun- vecinas , ya queden en el estado que les es natural, ó hinchadas y en- tumecidas: circunstancia que añade siempre para su diagnóstico un grado mayor ó menor de incertidumbre: 3.0 de la dirección de la fractura, pues alguna vez es transversal, pero regularmente es obli- qüa: 4.a con relación á sus piezas rotas, las que pueden quedar en contacto, lo que es raro, ó separarse hacia adentro ó hacia arri- ba: 5.0 de las diferentes complicaciones que pueden acompañarla. El conjunto de las señales de esta fractura caracteriza eviden- temente su existencia; pero no es siempre fácil el deducirle; y en es- ta fractura, mas que en ninguna otra, se hallan mayores dificultades para su diagnóstico. En el momento de recibir el golpe se percibe un dolor agudo, y alguna vez se nota una crepitación ó ruido sensible. Siempre hay una pronta imposibilidad de mover el miembro, que abandonado á su suerte, le hace inmóvil; pero si en seguida una fuerza externa qualquiera obra sobre él, cede á su impulso sin resis- tencia, y es llevado con suma facilidad hacia todas partes. En estos movimientos siempre hay un vivo dolor; y si se ,hacen con exce- so , pueden producir accidentes peligrosos, como se ha observado en muchos enfermos, en quienes esta fractura ha sido tenida por una FRA 24r luxaeion. Por debaxo del acromion se advierte un hueco, situado siempre mas abaxo que lo que se observa en este último accidente. Si se pone una mano en la cabeza del húmero, y con la otra se mueve el hueso por abaxo en diversas direcciones, ó poniendo el brazo en extensión un ayudante, hace una especie de rotación: i.°se per- cibe que la cabeza está inmóvil: 2.0 la frotación de los dos extre- mos divididos produce una crepitación mas ó menos manifiesta: se- ñal doble, que siempre es característica, pero que la hinchazón arti- cular no dexa bien el distinguirla. Alguna vez quedan en contacto las piezas rotas: entonces no se divisa la mayor parte de estas señales, y el diagnóstico es difícil, aunque no es lo regular que suceda así, sino el que se separen , obran- do sobre ellas las potencias musculares. La separación es en general muy poco sensible según su longitud, á no ser que la fractura, muy obliqüa, presente puntas, que irriten los músculos, determinando su contracción, y multiplicando sus fuerzas, ó que un golpe muy vio- lento, obrando en el hueso después de roto, haga que se sobrepongan los extremos; pero regularmente, como lo observa Petit, el peso del miembro, puesto á lo largo del tronco, opone á la acción mus- cular una resistencia bastante grande, y entonces existe la separación según el grueso del hueso; y en este caso la pieza inferior se dirige solo por lo común hacia adentro ó hacia afuera. La fractura del cuello del húmero presenta un aspecto poco fa- vorable , no tanto por la naturaleza y lugar de la enfermedad, co- mo por razón de la dificultad en mantener en contacto las piezas di- vididas. La experiencia ha confirmado que rara vez se observan acci- dentes en conseqüencia de esta fractura, pero que su consolidación es mucho mas tarda que en todas las demás; pero está observado co- munmente que necesita para reunirse de veinte y seis á treinta dias. Es menester evitar estos accidentes y sus incomodidades, porque si no se forma el callo con uniformidad, ó impide los movimientos del brazo, ó manteniendo la tumefacción habitual del miembro, for- ma una eminencia en el hueco del sobaco, que impide en parte la abducción. La reducción presenta ordinariamente aquí pocas dificultades, y la abundancia de medios, varias veces empleados para conseguirla, no sirve mas que de comprobar la inutilidad de los recursos del arte. La mayor parte de las máquinas destinadas para la luxación del hú- mero sirven para su fractura; así es que la escala, la puerta, el bas- tón , puestos debaxo del sobaco, sirven al mismo tiempo para la con- traextension y la conformación, mientras que se hace la extensión por el codo, y rara vez por la muñeca. Así es que Hipócrates reco- mendaba el uso del travesano de madera, cuyo efecto y modo de obrar son casi los mismos: medios en general, á los quales, ademas TOMO IV. HH 242 FRA de su inutilidad, se debe atribuir la desventaja de obrar sobre los bor- des de los músculos referidos, los que arrastrando hacia arriba la pieza á que están adheridos, impiden la reducción. (V. ambi. ) A las máquinas sucedió el uso de los lazos, de los pesos suspendidos del miembro, y otros: procedimientos inútiles, que solo tienen por ob- jeto el aumentar las fuerzas naturales, pero siempre ineficazmente. Petit propone reducirla, colocando desde luego el brazo en un án- gulo recto con el cuerpo, aplicando después para la extensión sobre el codo las manos de un ayudante y las de otro en el hombro para hacer la contraextension: método al que se debe atribuir ademas el tercer inconveniente de fatigar mucho, y hacer sufrir al enfermo, disminuir las fuerzas extensivas, acercándolas al punto movible, de dirigir hacia arriba los músculos que tiran de la pieza inferior, y de determinar su contracción: de aquí alguna vez las dificultades para la reducción, siempre sencilla, quando estando fixo el tronco se ha- cen ligeras extensiones por el antebrazo en media flexión. Desault hacia esta reducción del modo siguiente: el enfermo se sentaba indiferentemente , ó en un banquillo o á la orilla de la cama; separaba un poco el brazo del tronco, llevándole ligeramente hacia adelante: un ayudante se encargaba de fixar el cuerpo del enfermo, llevándose hacia sí la extremidad sana, que cogia con su mano, y que mantenia en una dirección perpendicular al exe del cuerpo: mo- do de hacer la contraextension, preferible en general al que se em- plea vulgarmente, que consiste en aplicar la mano en la parte supe- rior del hombro enfermo: en efecto, por una parte mas distante de la resistencia no hay necesidad de que la potencia sea tan considera- ble ; por otra parte el cuerpo, puesto del todo al descubierto, dexa al Cirujano la facilidad de aplicar el vendaje, sin disipar las extensio- nes. Un segundo ayudante forma la extensión por el antebrazo en media flexión, del que se sirve como de una palanca, en donde una mano, puesta por detras de la muñeca, forma el punto de apoyo; la otra se coloca en la parte anterior y media del antebrazo, la que re- presenta la potencia, comprimiendo de arriba á abaxo. La relaxacion de los músculos, producida por la media flexión dicha, y la postura del brazo un poco separado del tronco, favorecen mucho á este mo- do de hacer las extensiones. Una corta cantidad de fuerza es suficien- te quando está metódicamente dirigida, según que la separación sea hacia adentro á hacia afuera, para obtener la reducción, que se efec- túa ella misma empleando este método. Si el Cirujano coloca las dos manos en el sitio fracturado, es mas bien para reconocer el estad© de las piezas, que para ayudar á su reunión. No siendo todos los apositos de fractura mas que unas resisten- cias opuestas por el arte á las potencias que la ocasionan, se sigue que todos deben obrar precisamente en un sentido inverso al de sus FRA 243 causas, que será: i.e mantener inmóviles el brazo y el hombro : 2.0 se- gún la dirección de la fractura llevar el extremo de la pieza inferior hacia afuera ó hacia adentro: 3.0 arrastrar esta hacia abaxo. Estas son las tres indicaciones que debe satisfacer todo vendaje destinado para esta fractura: la tercera merece mas atención que las otras, porque, como he dicho ya, el peso solo del miembro casi es suficiente para executarlo. Si las circunstancias de esta obra me lo permitiesen, me detendría Con sumo gusto en manifestar la inutilidad de la mayor parte de los vendajes propuestos para esta fractura desde la remota antigüedad; pero los sucesos felices obtenidos con el vendaje inventado por De- sault comprueban su utilidad , que satisface nuestros deseos. Las pie- zas de que se compone son : dos vendas, una de cinco áseis varas de largo , otra de ocho á diez, y ambas de tres dedos de ancho; tres fuertes lengüetas, desiguales en su longitud, de tres dedos de an- cho; una almohadilla de lienzo, de tres á quatro pulgadas de grueso en uno de sus extremos, que termine en cono por el otro, de una longitud suficiente para que se extienda desde la axila hasta el codo; una charpa para sostener el antebrazo, y una servilleta para envol- ver todo el aposito. Estando todo dispuesto, y hecha la reducción como queda dicho, los ayudantes continúan sosteniéndolo todo del modo propuesto. El Cirujano toma la primera venda, empapada en agua vejeto-mineral, la fixa con dos circulares en la parte superior del antebrazo, para subir á lo largo del brazo, haciendo circulares desiguales pequeños, medianamente apretados: en llegando á lo al- to de la extremidad se hacen unos inversos, para evitar que los plie- gues molesten al enfermo; se hacen pasar después dos vueltas por de- baxo de la axila opuesta, y volviendo con la venda al hombro, se le confia á un ayudante que la sostenga: la primera de las lengüetas se coloca por delante desde el pliegue del brazo hasta el nivel del acromion; la segunda hacia afuera, desde el cóndilo externo hasta el mismo nivel; la tercera por detras, desde el olecranon hasta por en- cima del pliegue del sobaco: la almohadilla, interpuesta entre el bra- zo y el pecho, hace oficio de la quarta..Un ayudante lo sostiene to- do , abrazándolo con la mano hacia el pliegue del codo, á fin de no servir de estorbo para el resto de la aplicación del vendaje. El Ciru- jano vuelve á coger la venda, y con circulares é inversos un poco apretados se baxa, sujetando las lengüetas, para concluirla en el ante- brazo en el mismo sitio donde comenzó. Los ayudantes continúan siempre con las extensiones; pero la almohadilla se coloca con la precaución de que si la fractura es hacia adentro, la extremidad mas gruesa ha de estar hacia arriba, y al contrario si fuese al revés, lo que es mas común; y dos alfileres le sujetan después al extremo de la venda superior: se aproxima el brazo contra el tronco y la almoha- 244 FRA dilla, y se afianza por medio de la segunda venda, puesta como se hizo en la fractura de la clavícula; pero con la diferencia de que las circunvoluciones deben estar mas apretadas por abaxo que por arriba si la separación fuese hacia adentro,y vice versa si fuese al contrario: se sostiene el antebrazo con una charpa, y en seguida se envuelve to- do el aparato con una servilleta, con la que se impide que no se des- arreglen las vueltas de venda. Los dolores cesan al momento en que se aplica el aposito, por- que tocándose exactamente las piezas, no pueden irritar las partes. Es raro el que sobrevenga accidente alguno en conseqüencia de esta fractura; y entre los numerosos casos que ha visto Desault, casi ja- mas se ha visto en precisión de tener que combatirlos; así es que me- nospreciaba en general todos los remedios internos, ordinariamente combinados con los externos: freqüentemente no se mudaba nada del régimen habitual. En el caso solamente de que una tumefacción con- siderable ocupase la parte superior de la articulación, síntoma que se ofrece alguna vez en la práctica, una ó dos sangrías, una dieta mas ó menos exacta y el uso de algunas bebidas diluentes componían el plan interno. Las fracturas complicadas del cuello del húmero entran en la cla- se de todas las enfermedades análogas; y seria dificultoso delinear aquí las reglas .me son generalmente aplicables. Las circunstancias de- ciden al Práctico, obligado á veces á procedimientos arduos, pero calculados sobre las fuerzas de la naturaleza, y que comprobando los recursos del arte, honran el ingenio del que le exercita. Fractura de la extremidad inferior del húmero con separación de los cóndilos. (Cir.) Las fracturas del húmero, con separación de los cóndilos, parecen haberse ocultado á la mayor par- te de los autores que han escrito de las enfermedades de huesos. Los antiguos nada 'nos han dexado sobre este punto: entre los modernos Petit, Duverney y Bell no hacen mención alguna de ellas: Heister solo habla de ellas para formar un pronóstico funesto; pero entre todos Desault en particular ha tenido mas ocasiones de observar- las. Estas fracturas rara vez son el resultado de un contragolpe; casi siempre la acción aplicada inmediatamente de cuerpos externos, las producen, por exemplo en una caida sobre la articulación del bra- zo, la tueda de un carruage que pase sobre esta parte &c. Qualquiera que sea su causa, ella se verifica regularmente de tal manera, que una fractura longitudinal, separada la una de la otra en sus dos cóndilos, y propagándose mas ó menos hacia arriba, se limita por alguna otra división transversal ú obliqüa, que ocupa todo el grueso del cuerpo del hueso, de suerte que entonces hay tres piezas y dos fracturas. Al- guna vez la fractura es simple; y entonces, dirigida hacia afuera ó hacia adentro, atraviesa obliqüamente de alto abaxo la extremidad inferior FRA 245 del húmero, y viene á terminar en la articulación, y solo queda sepa- rado uno de los dos cóndilos; el otro permanece continuo. En el pri- mer caso la deformidad es mas considerable en la extremidad fractura- da del hueso, y se observa allí mas movilidad. Si colocados los dedos por delante ó detras comprimimos el miembro en su trayecto y en ia dirección de la fractura longitudinal, los dos cóndilos se separan, yéndose el uno hacia afuera y el otro hacia adentro, dexan entre sí una ranura: el antebrazo está casi siempre en pronacion. Quando se coge con una mano cada uno de los cóndilos, y se percibe que se mueven en sentido contrario, se pueden llevar alternativamente ha- cia adelante ó hacia atrás; y si se tocan sus superficies, hay una cre- pitación manifiesta con estos movimientos. En el segundo caso la se- paración de los cóndilos es mas difícil; pero se puede conseguir siem- pre la crepitación, indicio de la fractura, cogiendo lo que se separa del cuerpo del hueso, y moviéndole de adelante á atrás. Un dolor agu- do , efecto casi inevitable de los movimientos de flexión ó de exten- sión del antebrazo, la media flexión habitual de este miembro, algu- na vez su tumefacción consecutiva, y una hinchazón mas ó menos ccrisider.ible al rededor de la articulación , se observan en una y otra erpecie de fractura, la que se puede complicar también con heridas, esquinas &c., quando el golpe ha sido muy fuerte, ó que una pieza puntiaguda sale al través de las carnes &c. El conjunto de estas señales precedentes dexan en general poco que dudar sobre el diagnóstico de esta fractura; pero ¿es también fácil establecer un sólido pronóstico? Si se consulta á los autores, to- dos están acordes en considerar , como una funesta complicación de las fracturas, el que se propaguen hasta la articulación: la hinchazón de las partes inmediatas, su inflamación, los dolores prolongados des- pués de hecha la reducción, la gangrena misma de las partes blandas, los grandes abscesos, la caries del hueso; tres son las conseqüencias casi inevitables.de tales fracturas, pues el solo anquilose es la menos mala terminación. La separación es en general en este caso poco considerable, por- que tirada en dirección contraria, ya por los músculos del brazo, ó por los del antebrazo, los cóndilos solos del hueso quedan inmóviles entre estas dos fuerzas. Una caida, una percusión y toda otra causa externa podrian por sí hacer la separación, imprimiendo un movi- miento qualquiera á las piezas rotas. Por otra parte, después de lo que queda dicho antes , los cóndilos pueden entonces irse hacia ade- lante ó hacia atrás, ó bien separarse el uno del otro, dexando entre ellos un hueco; luego el aposito debe oponer una resistencia en es- tos quatro sentidos: hacia adentro, afuera, adelante, y atrás: resis- tencia, que será fácil conseguir con quatro lengüetas puestas de este modo, y sostenidas con un vendaje circular. Es inútil que el aposito 246 FRA ascienda tanto como en la fractura del brazo. ¿Quéservirían, en efec- to, para contener las piezas las circunvoluciones de venda colocadas sobre el cuerpo del hueso ó por encima de su división? Limitar, com- primiéndolas, la acción del músculo braquial y del tríceps seria su única ventaja. Por otra parte es necesaria que se prolongue sobre el antebrazo, sea á fin de que la articulación corresponda á la mitad del vendaje mas sólido en general en su parte media que en ningún otro sitio, sea quizá también para exercer una ligera compresión sobre los músculos, que están atados á los cóndilos. Las piezas que componen el aposito son: una venda de cinco va- ras de largo y de tres dedos de ancho, hecha de un lienzo medio usado, y puesta en un solo globo; quatro lengüetas, de las quales dos son flexibles en su parte media, la que debe corresponder la fle- xura del brazo y al codo, y las otras dos son mas fuertes é inflexi- bles, destinadas á colocarlas lateralmente. Estando todo dispuesto, se hace la reducción del modo siguiente: un ayudante se encarga de hacer la contraextension por la parte superior del brazo, cogién- dole con las dos manos; otro hace la extensión por el antebrazo, puesto en media flexión, del que se sirve como de una palanca de se- gunda especie, y en donde una de las manos, puesta sobre la mu- ñeca, forma el punto de apoyo; la otra, aplicada hacia el pliegue del brazo, representa la potencia. La aproximación de los cóndilos corresponde entre tanto al Cirujano; restablece su nivel, sea entre ellos, ó sea con el cuerpo del hueso, y se pasa á poner el vendaje, conservando el miembro su postura en media flexión. Se fixa por uno de sus extremos, hacia el tercio inferior del antebrazo, la venda, em- papada en agua vejeto-mineral, lo que facilita su aplicación, y pre- cave la hinchazón de la parte, y se sube con ella dando circulares é inversos hasta llegar á la articulación: después hace que pase de la parte anterior y superior del antebrazo á la parte posterior é inferior del brazo, y vuelve á baxar con un circular obliqüo, opuesto al de antes, sobre el antebrazo, y volviendo también á repetir lo mismo, forma una especie de ocho en cifra al rededor de la articulación para cubrirla enteramente; después asciende de nuevo hasta llegar á la par- te media del brazo, en donde se confia la venda á un ayudante: la primera lengüeta se pone anteriormente sobre el brazo y antebrazo; y si no la hay á mano encorvada para acomodarla á la flexura, se llena esta de compresas, puestas las unas sobre las otras, á fin de ha- cer una compresión uniforme: la segunda se pone en la parte poste- rior, y se amolda á la eminencia del codo; las otras dos ocupan las partes laterales; y un ayudante las sujeta por abaxo, mientras que el Cirujano, cogiendo* de nuevo la venda, pasa á cubrirlas por me- dio de circulares hechos en el brazo y antebrazo. El miembro se co- loca después sobre una almohada, dispuesta de manera, que la mano FRA 247 esté mas levantada que el codo, á fin de precaver la tumefacción se- cundaria , que suele causar la fractura. El efecto de este vendaje es sen- cillo , y calculado siempre según las direcciones que puede tomar la separación. Las dos lengüetas laterales se oponen á la desunión de los cóndilos: la anterior y la posterior impiden que no se vayan hacia adelante ó hacia atrás, como lo executan alguna vez; los músculos es- tan comprimidos, la articulación carece de todo movimiento, y por lo común la consolidación no es muy tarda. Fractura del antebrazo. (Cir.) El antebrazo consta de dos huesos, cada uno poco resistentes, cubiertos por abaxo con una por- ción de partes blandas, y expuestos, aun mas que el húmero, á la acción de los cuerpos extraños. Pasaremos en silencio la disposición de ellos, su forma irregularmente prismática, su grueso desigual, su dirección diferente, sus movimientos diversamente combinados &c.: todo esto supuesto, nos contentamos con saber que las fracturas del antebrazo pueden estar, ó en los dos huesos á la vez, ó en cada uno separado, tres especies de soluciones, mas ó menos diferentes según sus fenómenos, conseqüencias y tratamiento curativo, de las que tra- taremos separadamente según el orden propuesto. La fractura de ambos huesos del antebrazo puede acaecer ó en los extremos, ó en su parte media: estas son mas freqüentes, las in- feriores son también bastante comunes; pero las superiores ocurren rara vez, en donde las numerosas faxas de músculos y su grueso considerable resisten á la impresión de los cuerpos que intentan rom- perlos. Es bastante común el que los dos huesos se rompan en una misma línea, aunque también suelen á veces estar en distintas direc- ciones ; casi siempre la fractura es simple, aunque hay también casos en que se ha visto la compuesta. Como todas las demás enfermedades análogas, pueden complicarse con heridas, esquirlas &c.: circunstan- cias en que no nos detendremos, porque están incluidas en la regla general- Acontecen en general de dos maneras, y son el resultado ya de la acción de cuerpos externos aplicados inmediatamente, ya como efecto de un contragolpe. La percusión de un cuerpo qualquiera sobre el antebrazo forma el exemplo del primer caso, mucho mas freqüente, generalmente hablando, que el otro que ocurre regular- mente en una caida sobre la muñeca ; pero coma entonces la mano corresponde mas bien á la unión del radio, con quien se articula por la mayor parte de su superficie , este hueso solo es el que principal- mente sufre toda la violencia del golpe, y el que por lo común se rompe. r . Es difícil equivocarse en el diagnostica de las señales que carac- terizan estas fracturas. La movilidad del miembro, en donde antes no la habia; la crepitación , casi siempre fácil de percibir; la depre- sión , alguna vez bien decidida en el sitio de la fractura; la salida po- 248 FRA co freqüente de las piezas rotas por dtbaxo de la piel; el dolor pro- ducido por los movimientos, que se imprimen en la parte; el chas- quido que alguna vez percibe el mismo enfermo al ocurrir la fractu- ra ; la imposibilidad de los movimientos de pronacion y supinación, y su situación casi constante en media flexión, son las señales que, con las demás propias de toda fractura, caracterizan la existencia real de esta , y las que quitan todas las dudas que la extrema tumefacción del miembro podrían producir. Sin embargo ocurre la circunstancia de que la proximidad á la articulación del carpo pueda aparentar una luxación de esta parte en lugar de la fractura; pues entonces se con- funden en tener una convexidad hacia atrás, una depresión hacia ade- lante, ó se perciben recíprocamente en ambos lados; pero las apofi- ses estiloides, examinadas atentamente, y registradas por encima ó por debaxo de la deformidad, indicarán desde luego á quál de estas dos causas se debe esta: por otra parte, la movilidad mayor en una enfermedad que en otra y la crepitación deben disiparnos el error en que pudiéramos caer. La mayor parte de los fenómenos qne acompañan á estas fracturas son el resultado evidente de la separación de las piezas, la que en ge- neral es bien poco sensible quando se verifica según su longitud , por- que en esta dirección pocas son las fuerzas musculares que pueden con- tribuir á producirla; y quando llega á verificarse de este modo , por lo regular proviene de un golpe. No es lo mismo la fractura según el grueso del hueso: aquí la causa de la separación de los extremos rotos puede ser la misma que la de la división; así escomo se verifica al pa- sar por encima de él una rueda, en las caídas ó golpes, y entonces las piezas se desunen de adelante atrás , ó ai contrario ; por eso hay una eminencia en un lado del miembro , y una depresión en el otro, ó bien son empujados el uno contra el otro extremo; y de aquí la desigualdad que ofrece el miembro de afuera adentro en el sitio frac- turado , el ligero hundimiento que se presenta en sus partes laterales, y el grueso de sus caras anterior y posterior, por la masa de músculos, que procuran la aproximación de las piezas. Una reducción metódica hace que desaparezca la primera especie de separación según el grueso del hueso; y á no ser que se aplique allí otra nueva fuerza externa, no se desune jamas; por el contrario, por muy exacta que haya sido la reducción en la segunda especie, inmediatamente se ve de nuevo el que se separa: por arriba el mús- culo redondo pronador, comprimido contra la pieza superior del cu- bito y radio, y por abaxo los dos extremos fracturados se aproxi- man mutuamente por las contracciones del quadrado pronador; y de este modo se verifica la separación, como lo comprueba la expe- riencia. Resulta de lo que acabamos de decir sobre la desunión de las FRA 249 piezas, y sobre las causas que constantemente tienden á desunirlas, que las fuerzas extensivas, destinadas á hacerla desaparecer, deben ser en general menores que en la mayor parte de las otras fractu- ras , porque tienen por objeto principal el volver al miembro su lon- gitud natural, la que en este caso está muy poco viciada. Antes de executar esto es necesario poner el antebrazo en un estado medio en- tre la pronacion y la supinación, la flexión y la extensión: posición muy favorable para la relaxacion de los músculos, y la que se puede conservar por mucho tiempo sin grave incomodidad. Colocado en esta disposición un ayudante, forma la extensión agarrando los qua- tro últimos dedos: Petit manda que se tire por la muñeca; pero no es tan útil, supuesto que siempre la fuerza de una potencia es en razón inversa de su distancia á la resistencia: al mismo tiempo otro ayudante hace la contraextension , sosteniendo el brazo, cogiéndole con ambas manos, puestas de modo que los dedos pulgares corres- pondan á la parte posterior, y los demás dedos vengan á cruzarse por delante. Se sigue también de lo que acabamos de decir, que la conformación, tan regularmente inútil y aun perjudicial en las otras fracturas, es aquí necesaria para restablecer á las piezas el exacto contacto que han perdido según su grueso; y después el Cirujano, enterado de la disposición y dirección que tiene la fractura, debe hacer la reunión, caminando en sentido opuesto al que tenia. Nuestros apositos no son mas que unos medios de mantener por mucho tiempo lo que en el acto de la reducción han producido mo- mentáneamente las extensiones y la conformación: principio general- mente reconocido, pero olvidado en particular en esta clase de frac- tura hasta el tiempo de Petit. Pasaremos en silencio, en obsequio de la brevedad, el número de vendajes inventados para esta fractura desde el tiempo de Hipócrates, como la mayor ó menor ventaja ó perjuicio de los unos con respecto á los otros; y solo nos contenta- remos con referir el de Desault, porque este , después de haber cor- regido los inconvenientes que tenian los de los demás, y reunido una gran facilidad en su execucion para el enfermo, con mucha sencillez, como le ha manifestado la experiencia de los muchos enfermos que ha tratado, ha visto que es ventajoso para restablecer los libres movimien- tos del miembro. Las piezas de que se compone son 5 dos compresas graduadas igualando en longitud, la una el espacio que media desde el codo hasta la muñeca, la otra la extensión desde esta hasta la doblez del brazo, formada cada una de un solo pedazo de lienzo, doblado sobre él mismo siete ú ocho veces; de manera que el pliegue inferior tenga una pulgada de ancho, y que los otros vayan cada vez en dis- minución, aumentándose mutuamente hasta llegar al último: su grue- so debe ser menor para las personas muy obesas, en los que las par- tes anterior y posterior del antebrazo son mas convexas; una venda TOMO IV. II 250 FRA de poco mas de quatro varas de largo y de quatro pulgadas de an- cho; quatro tablillas de una madera delgada, pero resistente, para ponerlas, la primera desde el doblez del brazo hasta la muñeca, la segunda desde el intervalo del olecranon y el cóndilo hasta la misma parte % la tercera desde el cóndilo interna del húmero hasta la apofi- se estiloides del cubito, y la quarta desde el cóndilo externo de di- cho hueso hasta la apofise estiloides del radio: el ancho de las dos primeras debe ser doble que el de las restantes. Estando todo dispuesto, y hecha la reducción del modo dicho, el Cirujano empapa en un vehículo qualquiera resolutivo, como en el agua vejeto-mineral, las compresas dichas, y las pone en su res- pectivo lugar, mantenidas constantemente entre la pronacion y la su- pinación , de manera que su parte mas ancha corresponda al miem- bro; se sujetan después estas con la venda, embebida en el mismo líquido, la. que principia con vueltas en el parage fracturado, y lue- go va baxando con circulares hasta llegar á la mano; se pasa entre el pulgar y el índice para venir á cruzarse, sobre su dorso, y se vuel- ve á subir hasta llegar al parage mismo por donde se comenzó, ha- ciendo los inversos que sean necesarios según las desigualdades del an- tebrazo : allí suelta la venda el Cirujano, y se la entrega á un ayu- dante ; coloca las tablillas en los parages indicados; un ayudante las mantiene sujetas, abrazándolas todas por su parte inferior cerca de la muñeca ; y tomando de nuevo la venda, baxa con ella haciendo circulares hasta llegar á la mano, en donde se concluye. En la apli- cación de este vendaje hay una precaución esencial, y es que á cada vuelta de venda que pasa sobre una de las compresas graduadas, el Cirujano debe apretarlas con los dedos pulgar é índice de la mano izquierda, á fin de que, hendidas entre los huesos, los músculos se oponganáque se junten estos, lo que podría resultar de la compre- sión desigual del vendaje. Aplicada ya el aposito, si el enfermo de- be guardar cama, pondrá el antebrazo extendido sobre una almoha- da , con la precaución de tenerle siempre en media flexión, y se le defiende de que le toquen las ropas por medio de un arco de fractu- ra;, pero si no sobreviene accidente alguno, si no acaece ningún tras- torno en la constitución, es inútil sujetarle á una postura molesta, á veces insoportable para muchas personas: en este caso se coloca el miembro en una charpa, la que por lo común es suficiente para man- tenerle fixo. El tratamiento que debe seguirse es sencillo y fácil, pues se. rociará todos los dias en los primeros tiempos el aparato con el agua vejeto-mineral; combatiendo con los medios apropiados los accidentes que pueden sobrevenir; renovando cada ocho dias la aplicación del vendaje, ó mas ó menos tarde según el grado de su relaxacion; reite- rando dos ó tres veces, durante todo el tiempo de la curación, esta renovación; no permitiendo al principio mas que alimentos ligeros, FRA 251 después darlos ya mas consistentes, y aumentar también su cantidad. Alguna vez, después de la aplicación de este vendaje, se presenta una tumefacción considerable en el dorso y palma de la mano; tam- bién se observan flictenas éntrelos dedos; el enfermo experimenta do- lores á todo lo largo del antebrazo, y aun otras flictenas en varios puntos de él. Entonces es necesario levantar el aposito, curarle con unos paños cubiertos de cerato; se abren las flictenas, desprendien- do la epidermis, volviendo á poner las piezas del aposito, apretán- dolas mucho menos que antes, cuidando de renovarlas, hasta que no quede indicio alguno de escoriación. Este accidente, poco grave en sí mismo, es demasiado freqüente en la práctica, aun quando el ven- daje no estuviese muy apretado desde el principio. La consolidación se verifica por lo común entre los veinte y qua- tro á treinta dias: á este tiempo suele tener el miembro alguna rigi- dez , efecto de haberle tenido inmoble; pero los movimientos de pro- nacion y supinación se executan , aunque no con toda perfección. Esto se disipa exercitándole freqüentemente, ya sea por su unión con el húmero, ya en sus propias articulaciones; y generalmente ha- blando, al cabo de quince ó veinte dias de haber levantado el aposi- to, todo queda en el mismo estado que tenia antes de verificarse la fractura. Fractura del radio. (Cir.) El radio movible, y casi el úni- co que sostiene la mano, recibe en los golpes una cantidad de movi- miento mucho mayor que el cubito, el oue no la toca mas que por una pequeña superficie; de aquí sin duda el ser mas freqüentes en él las fracturas, lasque en tales circunstancias son el resultado evidente de un contragolpe. Por eso regularmente la acción de cuerpos exter- nos rompen al instante este hueso, que por abaxo se halla cubierto de unos músculos muy delgados. Qualquiera que sea el modo de divi- dirse el radio, suele verificarse en su parte media ó en sus extremos; es bastante rara en las inmediaciones de su articulación con el húmero, mas común en su mitad, y mas freqüente aun en su parte inferior: di- ferencia, que consiste probablemente en que en una caída sobre la muñeca se pierde el movimiento á medida que se propague mas arri- ba. En este caso se observa una separación casi constante según el grueso del hueso: efecto el mas común de la acción de los músculos pronadores, que tienden aproximando las piezas rotas á disminuir el espacio interhuesoso. El diagnóstico de esta especie de fractura en general es fácil quando ocupa la parte media ó la inferior del radio. En estos dos casos el hundimiento mas ó menos sensible es en la parte externa del antebrazo, la imposibilidad en la pronacion y supinación por medio de las fuerzas musculares, un dolor vivo , inevitable resultado de los movimientos que se imprimen al hueso en esta acción; tales son las s$2 FRA señales particulares, que indican desde luego la existencia y skio de esta fractura, la que ademas confirman las señales generales de esta enfermedad, como la flexibilidad del hueso,la crepitación de las pie- zas en el acto de mover el cubito &c. Desault encargaba que no se confundiese esta última señal con una especie de ruido que se perci- be alguna vez en la vayna de los tendones de los músculos largo y corto, extensores y largo abductor, sea que resulte de una infiltra- ción de sinovia en ella, ó que lo ocasione otra causa qualquiera; pe*- ro por otra parte este fenómeno es bastante raro; es siempre fácil el distinguirle de la crepitación , porque lo uno se consigue comprimien- do las partes, y para lo otro es necesario mover las superficies hue- sosas la una contra la otra; ademas que el oido no es fácil que se equivoque en estos sonidos. Si la fractura es superior, el número grande de músculos que allí se encuentran confunden en parte su diagnóstico, sobre lo qual Petit tomó algún dia el precepto juicioso de colocar una mano en la extremidad superior del radio, y con la otra hacer unos movimientos de rotación: si en este acto la cabeza del hueso permanece inmóvil, es evidente la existencia de la fractura. La reducción de esta fractura se hace con corta diferencia del mis- mo modo que se propuso para la de los dos huesos del antebrazo, so- lo que en esta las extensiones deben ser menores, porque na hay mas que una separación según la longitud. Para remediar la que es según su grueso, el ayudante, encargado de hacer la extensión, pone la mano en la abducción, á fin de separar hacia afuera la pieza inferior por una especie de movimiento de contrapeso: precepto, cuyo resul- tado es poco sensible si la división es superior á causa del ligamento interhuesoso. Al mismo tiempo el Cirujano cuida de poner en un con- tacto inmediato los extremos del hueso, empujándolos en una direc- ción opuesta á la de su separación; y quando se ha logrado esto, se hace la aplicación del vendaje propuesto anteriormente; pero con esta diferencia, de que, estando intacto el cubito, hace el oficio de una tablilla: por tanto es inútil poner una artificial en el espacio com- prehendido entre el cóndilo interno del húmero y la apofise estiloi- des del cubito. La consolidación es aquí siempre mas pronta que en el caso precedente, donde la naturaleza, con el mismo cúmulo de medios, tiene un trabajo duplicado para conseguirlo, y donde ella suple por la potencia, que la falta el tiempo que emplea. Regular- mente está curada entre los veinte y veinte y quatro dias. Quando la fractura ocupa la parte superior del radio, es esencial, después que se ha levantado el aposito, el imprimir al miembro unos movimien- tos reiterados á menudo, para que no se infarten las partes, ó so- brevenga el anquilose del antebrazo, como lo observó Ambrosio Pa- reo, el que dice en su libro de fracturas haber visto muchos acciden- tes de esta especie. FRA 253 Fractura del cubito. (Cir.) El cubito, por lo común me- nos expuesto á fracturarse que el radio, no acontece esto en él sino en el acto de una caida sobre la muñeca: lo mas común es que su ro- tura sea directa; y acontece principalmente quando cayéndose sobre el antebrazo, extendido para sostenernos, su parte media choca con un cuerpo resistente. Se observa en general en todas las partes del hueso; sin embargo acaece con mas freqüencia en su extremidad in- ferior , donde hay menos masa carnosa con relación á la superior: una situación mas saliente y unas cubiertas menos gruesas son sus causas predisponentes. Qualquiera que sea el lugar que ocupe esta fractura, el tacto la distingue fácilmente, quando pasando los dedos por la ca>- ra interna del cubito, casi inmediatamente pegado á los tegumentos, se llevan en diversas direcciones las piezas rotas, y de este modo se manifiesta su movilidad y su crepitación. Se nota en la parte interna del antebrazo una depresión mas ó menos sensible, efecto de la se- paración de las piezas que se dirigen hacia el radio; y principalmen- te lo hace así la inferior, como lo observó muy bien Petit; la de arriba queda casi inmóvil. La reducción no se diferencia de la del radio sino en que el ayu- dante , encargado de hacer las extensiones, debe llevar la mano en dirección opuesta, es decir, hacia la abducción, á fin de que un mo- vimiento de contrapeso, semejante al anterior, ponga en contacto las piezas fracturadas, entre tanto que el Cirujano ayudará á esta acción llevándolas en dirección opuesta. En esta fractura, del mismo modo que en la del radio, se necesitan solo para el aposito tres tablillas, porque este hueso, estando entero, hace el oficio de quarto. El exer- citar el miembro, después de hecha la consolidación, no es de me- nor necesidad que en la fractura del radio, porque el cubito, punto fixo de apoyo en sus movimientos de rotación, no concurre á ellos mas que pasivamente. Fractura del olecranon. (Cir.) El cubito tiene en su ex- tremidad superior un apéndice considerable, que corresponde á la articulación del antebrazo, encorvada hacia adelante y convexa por detras, adonde se adhiere íntimamente el tendón del músculo trí- ceps , cuya eminencia se llama olecranon ó punta del codo, la que tiene una grande analogía con la rodilla en su estructura, forma y uso; de modo que no se notaría diferencia alguna si, osificado el li - gamento inferior de esta, estableciese una continuidad entre ella y la tibia. Dicha eminencia está expuesta á fracturarse como la otra, en lo que también son análogas, y se diferencian esencialmente de las demás fracturas; por tanto merece el que se trate de ella con separa- ción. Los antiguos parece que no conocieron esta fractura y pues que nada nos han dexado escrito: la mayor parte de los modernos han hablado de ella de un modo vago; ninguno ha descrito con exactitud 254 FRA las señales que la caracterizan, siendo así que se pueden presentar ideas satisfactorias, pues no es una enfermedad tan rara que merezca tanto silencio: su tratado merece por otra parte atenciones, que son superfluas en la mayor parte de otros males de esta especie. £1 olecranon se fractura en su base ó en su punta; lo primero es mas freqüente que lo segundo: su división casi siempre es transversal, y alguna vez obliqüa. Las causas que la producen son: ó la acción muscular, lo que no es freqüente; ó la acción de cuerpos externos aplicados directamente sobre él. El codo, separado del cubito en el momento en que una piedra es arrojada con fuerza, ha dado en algu- nas ocasiones un exemplo del primer caso, cuyo agente inmediato es evidentemente entonces el músculo tríceps extensor. El segundo mo- do se verifica quando un golpe violento cae sobre el codo, ó princi- palmente en una caida sobre esta parte: por exemplo, si deslizándo- se sobre el talón, nos caemos hacia atrás al baxar una escalera, y po- nemos el brazo hacia atrás para defender el cuerpo, el olecranon, chocando violentamente contra un escalón, se encuentra comprimi- do entre él y el peso del cuerpo, que sostiene, y se rompe; y esta es la manera mas común como se verifica esta fractura. Acontece en este caso que, no encontrando ya el tríceps exten- sor en la continuidad del cubito la resistencia para sus contracciones, arrastra hacia arriba la pieza corta á que está adherido, y dexa entre ella y la parte inferior un intervalo mas ó menos sensible, y da lugar á un gran número de señales características, que son: este intervalo, que puede aumentarse ó disminuirse, permite «1 que el antebrazo for- me una flexión mayor que antes: la imposibilidad del movimiento espontáneo del antebrazo sobre el brazo resulta necesariamente de la separación del músculo tríceps de con el cubito; la media flexión constante del antebrazo, efecto de las contracciones del bíceps y del braquial interno, á los que no se opone entonces ningún antago- nista ; la elevación mas ó menos sensible del olecranon por encima de los cóndilos, lo que estaba en una situación inversa en el estado na- tural quando el antebrazo se hallaba en media flexión; la facilidad de mover la pieza superior hacia todas partes, sin que contribuya á ello el cubito; una especie de sensación que tiene el enfermo, al que le parece que se desprende del codo un cuerpo para caminar hacia arriba quando se esfuerza en extender el brazo. Se puede asegurar la uniformidad de esta señal comparando lo que se experimenta quando se quiere extender dicha parte en dirección opuesta estando en la misma posición. Si á estas señales añadimos las circunstancias que acompañan á este accidente, del dolor vivo que siempre se experi- menta , el chasquido que á veces percibe el enfermo, la posibilidad de hacer una crepitación manifiesta, llevando recíprocamente las pie- zas , cada una en dirección opuesta al tiempo de frotarlas, será muy FRA 255 dificultoso el equivocarse sobre la existencia de una fractura, que so- lo la tumefacción de la parte podría engañar á un Práctico; pero en- tonces se disipa esta espontáneamente, ó por la acción de los reso- lutivos, dexando desde luego á descubierto la parte para que se pue- da distinguir este conjunto de señales. Á la hinchazón se allega, con sobrada freqüencia, un equimosis mas ó menos considerable quando la fractura ha sido producida por un golpe en el codo; pero por esto no muda sus caracteres, que la distinguen siempre de una luxación hacia atrás, con lo que se ha confundido alguna vez. No hay fractura alguna cuyo tratamiento curativo ofrezca mas á menudo mas dificultades que la del olecranon. Aquí el arte no puede nada, ni como en otras oponer al poder, siempre activa, de los músculos naturales. Los medios de mantener reducida esta frac- tura son tan variados como los Prácticos que han tratado de ella: unos han propuesto el de una media flexión del brazo para que for- me el antebrazo un ángulo recto; pero entonces, chocando el prin- cipio general de la reunión de las partes que deben estar en un con- tacto mutuo, se expone al doble inconveniente de no conseguirla al cabo de mucho tiempo; y si se consigue,, el que el miembro pierda una gran parte de su movimiento, porque el callo es tanto mas lenta en su formación, quanto ocupa un espacio mucho mayor: por tanto* entre este extremo y el opuesto, que siguen otros, se puede tomar un medio , y será la situación mas ventajosa para el antebrazo eL tener- le entre la media flexión y la extensión; de este modo, puestas pa- ralelamente las piezas, no sufren obstáculo alguno para su reunión ; la. que será pronta y uniforme; pero, seria inútil dar al miembro una posición conveniente si ninguna cosa le obliga á conservarla: sujeta al influxo de un cúmulo de causas, la perderá; y desordenado el tra- bajo de la naturaleza, se retardará la consolidación. De aquí resulta la necesidad de un cuerpo sólido,. colocado por delante de toda la extremidad para oponerse á la flexión, y la ineficacia de todos los apositos propuestos hasta aquí para este objeto, como, por exemplo, del de Duverney, que recomendaba poner encima de la fractura una gruesa compresa, envolver después el codo con un circular para te- nerlo todo con una especie de vendaje de ocho en cifra, y de colo- car el miembro sobre, una almohada sin otra precaución.. Desault buscó un medio, que sienda mas eficaz que los otros,, pudo satisfacer mejor esta indicación. Estando el antebrazo puesto en la situación indicada, dos ayudantes le mantienen así sujeto, en- tre tanto que el Cirujano aplica en su parte inferior el extremo de una venda, de cinco varas de largo y quatro dedos de ancho, em- papada en un líquido resolutivo qualquiera, y se hacen uno ó dos circulares; después se sigue con ellos de abaxo á arriba, cubrien- do todo el miembro con ellos,. hacienda los inversos medianamente 256 FRA compresivos. En llegando á la articulación, se manda á un ayudan- te que tire el tegumento del codo, el que, arrugado y relaxado en la extensión, podría, metiéndose entre las piezas rotas, perjudicar mas ó menos á su consolidación: se coge el olecranon, inclinándole hacia el cubito; se hace pasar una vuelta de venda por detras de ella para sujetar lo que los dedos sostenían con firmeza; se conduce á la parte anterior del antebrazo, y se vuelve á repetir lo mismo hasta cubrir así toda la articulación con una especie de ocho en cifra: en seguida continúa el Cirujano con las vueltas hasta llegar á la parte superior del antebrazo; y después de haber hecho allí un circular, alarga la venda un ayudante para poner á lo largo de toda la extre- midad una tablilla muy fuerte, pero un poco encorvada, en donde corresponde la articulación, á fin de evitar que haga una grande ex- tensión; y'después, volviendo á coger la venda, se hacen con ella circulares hasta abaxo para sujetarla. Hecho esto, se pone el miem- bro sobre una almohadilla, que ofrezca un apoyo igual, y se cubre con un arco de fractura para que no incomode la impresión de la ro- pa. Las ventajas que presenta este aposito no son nada dudosas; el miembro se mantiene constantemente fixo en la extensión por la ta- blilla anterior, y por este motivo no puede verificarse la separación de parte de la pieza inferior: el vendaje, que envuelve exactamente todo el miembro, impide la acción de los músculos comprimiéndo- los ; precave en parte las contracciones del músculo tríceps; las vuel- tas del ocho en cifra, aplicadas exactamente, mantienen abaxo la pieza inferior, y de aquí resulta que esta no se puede separar. El tiempo en que se llega á consolidar el olecranon varía según que el vendaje ha estado mas ó menos exactamente sostenido; pero la experiencia ha enseñada, que por un término medio se verifica en- tre los veinte y seis á treinta dias. Conseguido esto, el principal pun- to es hacer al miembro los movimientos de flexión y extensión, au- mentados graduadamente por dia, para evitar de este modo que re- sulte el anquilose ó la rigidez. El exercicio comunicado al brazo pa- rece obrar principalmente, procurando el desinfarto de las par- tes blancas, que rodean la articulación, y que desde luego, irri- tadas con la fractura, se entumecen consecutivamente, disipando también una especie de tumefacción, en que se encuentran los mús- culos como producto del mucho descanso; pero al fin, qualquiera que sea su acción, se debe siempre aumentar por grados según que las partes estén mas ó menos sensibles, y continuar así por veinte dias: tiempo al que por lo común el miembro ha recuperado ya sus movimientos naturales; y guardando este método, es muy raro que el sugeto llegue á padecer el anquilose. Fractura del cuerpo del fémur. (Cir.) El fémur, apoyo movible del peso de todo el tronco en el hombre, parece estar mas FRA 2§7 defendido que ningún otro hueso de las enfermedades que dañan su continuidad. Los numerosos colchones musculares puestos al rede- dor de él, las láminas gruesas del texido compacto forman en su parte externa un firme envoltorio; una articulación vaga, pronta á ceder en todas direcciones á los movimientos que recibe, todo pare- ce contribuir á defenderle; pero por otra parte, encorvado en su parte media, torcido superiormente en un ángulo casi recto, mas largo proporcionalmente en el hombre que en los quadrúpedos, co- locado en la mayor parte de las caidas entre el suelo que resiste, y el peso del tronco que gravita sobre él, debe ofrecer por estos mo- tivos menos resistencia; y si á estas consideraciones añadimos las de las causas, que tienen sobre él una acción inmediata, será fácil con-* cebir que en el cálculo comparativo de los huesos el mas expuesto á fracturarse después de los de la pierna es el fémur. Este hueso puede indiferentemente romperse en todos los puntos intermedios desde el cuello hasta sus cóndilos. Sin embargo, donde ocurre con mas freqüencia es en el tercio medio de su longitud. Qual- quiera que sea el lugar que ocupe esta fractura, su dirección unas ve- ces es perpendicular; lo mas común es que sea obliqüa: variedad accidental á la naturaleza del mal, pero que tiene mucho influxo so- bre sus conseqüencias. Ya sea solo el hueso el interesado como en to- das las enfermedades de la misma especie, ya á su lesión simple 6 compuesta, con diversas esquirlas, se una la de las partes blandas circunvecinas , y se hagan entonces las fracturas complicadas, varían según la naturaleza de las partes afectas, la extensión y el modo de su lesión. Sin embargo este hueso se rompe comunmente en menos pie- zas que los que están situados superficialmente, como lo observa Petit. Qualquiera que sea el modo como esté dicha fractura, en ella se presentan las señales siguientes, que son las que caracterizan su exis- tencia; dolor tópico y agudo en el instante de ocurrir esta enferme- dad , pronta imposibilidad de mover el miembro, movilidad preter- natural existente en una de sus partes, crepitación á veces percepti- ble frotando un extremo de la fractura contra el otro, y una disfor- midad , que se puede mirar baxo tres aspectos según su longitud, su grueso y su dirección. Las señales comunes á la mayor parte de las fracturas ofrecen en la del fémur pocas particularidades, si se excep- túala deformidad, sobre la que es esencial tener ideas exactas, por- que estando constantemente dispuesto á reproducirse, principalmente en las fracturas obliqüas, es la que sobre todo debe estar á la vista en la curación. Se puede establecer como principio general que todas las fracturas del fémur vienen con deformidad, como lo comprueban la mayor parte de los casos. Si se considera esta deformidad con rela- ción á su longitud, se ve que en las fracturas obliqüas es siempre el TOMO IV. KK 258 FRA miembro mas corto que el del lado opuesto: fenómeno que acredita claramente una sobreposicion de las piezas. Las fracturas transversales están menos expuestas á la separación según la longitud del hueso, porque una vez puestas en contacto las piezas, se sostienen mutuamente: retirada por los músculos la infe- rior, encuentra una resistencia en la superior, y esta, empujada ha- cia abaxo por el peso del tronco, quiere ir delante de la otra, y de este modo las dos mantienen su situación. La deformidad del fémur fracturado, considerado con relación á su grueso, le acompaña siem- pre en quanto á su longitud, y aun alguna vez se le ve existir solo, esto es, quando en una fractura transversal los dos extremos hueso- sos pierden su mutuo contacto, dirigiéndose el uno hacia adentro y el otro hacia afuera, ó quedándose el uno colocado mientras se se- para el otro. Estas fracturas rara vez son peligrosas en los casos ordinarios; pe- ro por los accidentes que las acompañan, y la incomodidad que se si- gue quando son obliqüas, pueden serlo. La mayor parte de los anti- guos dixéron con Celso que el acortamiento del muslo era el resulta- do de esta fractura; pero la autoridad de otros Prácticos y la expe- riencia confirman, que este accidente es producto á veces de la mala disposición del vendaje, y que también se puede establecer un equi- librio tal, que queden bien en contacto las piezas: luego al uso bien combinado de estos dos medios para la extensión y compresión de los músculos es á quien se debe este suceso. Los accidentes relativos á las complicaciones de esta fractura, como las esquirlas, las heri- das &c., entran en la clase general de las complicaciones, y por tan- to no hablamos aquí de ellos. Dos grandes indicaciones dividen en general el tratamiento de las fracturas, y el de la del fémur en particular; reducir las piezas, y mantenerlas reducidas. Examinemos aquí cada una con separación. Para lo primero tenemos desde la remota antigüedad las extensiones, contraextensiones y conformación, tres medios, que ha establecido la costumbre, pero que no siempre son necesarios en la práctica, como diremos después. Antes de todo esto es necesario poner al en- fermo en buena situación, la que varía: la mayor parte, siguiendo el uso antiguo, adoptan la postura horizontal, de modo que la nal- ga esté extendida sobre el tronco, y la pierna sobre aquella: prácti- ca muy recomendada en Francia. Pott es de opinión contraria r esto es, que se ponga en medía flexión el miembro: los músculos, estan- do mas relaxados, se prestan con mas facilidad á la acción de las ex- tensiones; propone pues doblar la pierna sobre la nalga, y esta sobre el vacío, y acostar al enfermo de lado: situación que, usada ya pa- ra la reducción, debe continuarse con ella en todo el tiempo de la curación. Bell adopta este mismo método, que parece ser admitido FRA 259 de los Ingleses; pero estando colocado el miembro en semejante dis- posición; la dificultad para hacer las extensiones y contraextensio- nes ; la necesidad de aplicarlas entonces sobre el mismo hueso roto, y no en un parage distante de la fractura; la imposibilidad de com- parar exactamente la nalga enferma con la sana para juzgar de la re- gularidad de la conformación; el obstáculo que ocasiona esta postu- ra continuada largo tiempo, aunque á primera vista parezca la mas natural; la compresiou incómoda y dolorosa de una parte del tron- co sobre el gran trocánter del lado enfermo; los desarreglos á que el miembro está expuesto quando el enfermo va á mudarse la ropa; la dificultad de fixar sólidamente la pierna para evitar el efecto de sus movimientos sobre el fémur; la evidente imposibilidad de este método quando están fracturados ambos muslos; y en fin la expe- riencia poco favorable, fueron los motivos que determinaron á De- sault á no recurrir á tal postura, después de haberla ensayado en dos enfermos, de los quales el uno tenia un acortamiento considerable, á pesar de haberlos cuidado escrupulosamente. Por otra parte, lo que se gana con la relaxacion de algunos músculos, se pierde con la ten- sión de otros muchos; pues la rodilla no puede estar en flexión sin que el músculo tríceps flexor esté violentado: inconveniente tanto mas real, quanto que su acción se exerce inmediatamente sobre las dos piezas rotas; y por consiguiente el método de los Ingleses ofre- ce siempre un cúmulo de inconvenientes mayor que el de sus ven- tajas; por tanto es mas útil el que seguían los antiguos. Determinada ya la postura, se pasa á hacer las extensiones y contraextensiones se- gún la dirección que tenga el miembro en el estado de fractura, y después se siguen según la que es natural al muslo. Ha habido dispu- tas sobre el parage por donde se han de hacer las extensiones: unos quieren que por encima de la rodilla, y otros que por los maléolos; esto último es mas ventajoso, porque haciéndolo del otro modo, la presión que experimentan los músculos irritan y determinan su con- tracción , multiplicando los obstáculos de la reducción, al paso que es menester emplear una fuerza mayor: luego para las extensiones nos valdremos mejor del pie como una palanca de primera especie; pues abrazando las dos manos de un ayudante al pie, de modo que sus dedos se crucen sobre el dorso, mientras que los pulgares corres- ponden á la planta, y representan la potencia, la articulación es el centro del movimiento, y la pierna con la pieza inferior es la resis- tencia. Un movimiento de contrapeso en el pie de abaxo á arriba arrastra en dirección contraria á esta resistencia; y así se hace la ex- tensión, método mas útil que el que regularmente se usa, poniendo las manos en el extremo inferior de la pantorrilla, porque la fuerza de las potencias extensivas es en general en razón inversa de su dis- tancia al centro. Lo mismo es aplicable al acto de las contraextensio- 2Ó0 FRA nes; para las que Desault se contenta con hacer sostener el tronco por unos ayudantes, ya sea por las caderas, ya sea al mismo tiempo por debaxo del sobaco de cada lado. La sujeción con la palma de la mano, tan recomendada de los Griegos, es aquí un recurso muy dé- bil para la reducción; y si acaso tiene alguna ventaja , es en el acto de una fractura según el grueso del hueso, y que esto ha de ser diri- giendo bien las extensiones, y calculando las fuerzas musculares pa- ra llegar á poner paralelas las piezas fracturadas. Si la pieza inferior ha experimentado sobre su exe un movimien- to de rotación hacia afuera ó hacia adentro, el ayudante, encar- gado de las extensiones, debe llamar poco á poco el miembro en una dirección inversa al tiempo de executarlas. En el dia de hoy no hay ya las dificultades que antiguamente presentaban á veces las ex- tensiones. Hay casos en que, irritados los enfermos por las puntas huesosas, por los esfuerzos que han sufrido y por la dislaceracion de los ner- vios, los músculos aumentan su contracción hasta el punto de no encontrarse potencia alguna capaz de poner paralelos los extremos fracturados. ¿Qué medios se emplearán entonces? Todos los que en general disminuyan la irritabilidad, variándolos según las circunstan- cias , como la dieta, las sangrías &c. En este caso Desault conseguía los mas felices efectos poniendo el miembro en una extensión conti- nuada: los músculos, molestados por el estado permanente de tensión en que entonces se encontraban, se relaxaban poco á poco, su fuer- za se disminuía, cedían por último, y se lograba la reducción. Hasta aquí no hemos hecho mas que dar un paso en quanto á la reducción de la fractura; pero en esta, mejor que en ninguna otra, hay causas poderosísimas, que intentan destruir lo que ha hecho el arte: luego aquí es principalmente donde se debe tratar de los me- dios de mantenerla reducida. El primero de estos medios será la situación conveniente; para esto se acostará el enfermo horizontalrnente sobre un plano exacto, y poco susceptible de baxarse por el peso del cuerpo: inconveniente que se evita poniendo unos colchones un poco duros, y que resistan bastante á la presión que sufren. El segundo medio, no menos eficaz que el anterior, consiste en los apositos en que se coloca el miem- bro, y los que, variados según los diferentes autores que los han in- ventado , ofrecen un conjunto de tablillas, fanones, compresas &c. Para apreciar exactamente sus ventajas ó inconvenientes, establecien- do desde luego las indicaciones curativas, que deben satisfacer, com- pararemos en seguida su modo de obrar para ellas, y de aquí nace- rán, como otras tantas conseqüencias, los objetos que buscamos. Siendo el intento de qualquier aposito el evitar la separación de las piezas rotas con un mecanismo, debe calcularse según las causas que FRA 261 roduzcan esta desunión. Estas son aquí la acción muscular, tirando acia arriba la pieza inferior; el peso del tronco, empujando abaxo la superior; de lo que se sigue que todo aposito destinado á este intento debe arrastrar y mantener hacia abaxo el extremo inferior; llevar arriba, y tener así el extrema superiormente: principio generalmen- te aplicable, y sujeto solo á algunas excepciones en Jas fracturas transversales, en las que la fractura es según su grueso: es necesario también que en el aposito se encuentre una resistencia, que impida la rotación de la pieza inferior, y que asegure la inmovilidad del miembro, que los sacudimientos podrian desarreglar. Si comparamos, con relación á lo dicho, el modo de obrar de diferentes piezas, que entran en los aparatos ordinarios, sin una ex- tensión permanente, como los vendajes, las tablillas, las compre- sas &c., se verá que son poco eficaces para completar nuestros de- seos: que se emplea el vendaje circular , el de diez y ocho cabos, ó* los vendoletes, y todos tienen un modo común de obrar, que es aña- dir un segundo envoltorio al muslo sobre el cutáneo y aponeurótico que él tiene ya; de comprimir contra la fractura los músculos, que la forman entonces una especie de eaxa natural en que encerrarla, y de aumentar con esta presión la resistencia lateral de las partes: lue- go de este modo evitaremos muy bien la desunión por los lados, y baxo este respecto estas vendas serán muy ventajosas en las fracturas transversales. Pero ¿qué impedirá que los dos planos inclinados de la división obliqüa 110 obren el uno sobre el otro? ¿Qué fuerza se opon- drá á que el miembro no experimente el efecto de los sacudimientos, que accidentalmente se le imprimen? La acción muscular ¿no encon- trará una resistencia? La fuerza muscular ¿no se disminuirá con la presión exercitada sobre ellos mismos? Esta 110 es la ventaja princi- pal de los vendajes. Pero esta compresión ¿será eficaz para precaver la separación según la longitud del hueso, principalmente si no se aprietan mucho las vendas, como lo encargaban ciertos Prácticos, que creian que con la constricción muy fuerte venia la hinchazón del periostio, único agente, según ellos, de la formación del callo? En- tonces valdría mas no usarlos, pues su acción solo es útil por la com- resion que exercen sobre el miembro, cuya tumefacción evitan so- re los músculos, cuya contracción disminuyen un poco, y esto no lo hacen si no se aprieta contra el hueso roto. Esto mismo se aplica igualmente al uso de las compresas, que forman un recurso mas pe- queño para estas circunstancias; pero que sin embargo los Cirujanos, que son ciegos imitadores de lo que aprenden, como serviles de lo que vieron en un arte, que debian ilustrar mas, ponen en execucion su uso sin reparo alguno. Como la aplicación de un vendaje circular proporciona que cada circunvolución de venda sea un nuevo motivo de la desunión de la fractura, se inventó el ingenioso medio de aplicar l 2Ó2 FRA en las fracturas simples de las extremidades inferiores el vendaje de diez y ocho cabos, como también en todas las que son compli- cadas. Las tablillas y los fanones, segunda parte de las piezas de aposito, cuya descripción se ha hecho en su lugar propio, usados en las fractu- ras del fémur, tienen la ventaja de fixar con solidez el miembro, de mantenerle resguardado de la perniciosa separación, que podían pro- ducir los sacudimientos extraños, ó la contracción muscular debida á la inadvertencia de los enfermos: evita también esto quando es según el grueso de la parte, y por esto son suficientes para las fracturas transversales, y pueden con preferencia las tablillas oponerse á la ro- tación del muslo hacia afuera ó hacia adentro; pero si la división es obliqüa, no evitarán el que una pieza cavalgue sobre la otra, y so- brevenga el acortamiento del miembro, pues esto solo se evitaría apretándolas contra él, que podría detener el círculo, y ocasionar la muerte de la parte; finalmente, ellas no sirven mas que de evitar la separación según el grueso del hueso, y asegurar mejor que los vendajes la inmovilidad del miembro. Antiguamente se usaron mu- cho los fanones, los que, colocados á los lados del sitio fractura- do , solo se tocan por un punto de su longitud, y le aseguran bien poco; por lo que se da la preferencia á las tablillas, y como que son de madera, son mas sólidas y muy resistentes. De lo expuesto hasta aquí se sigue que los vendajes y tablillas, con lo demás que entra en los apositos ordinarios, solo pueden obrar quizá en los casos bastante raros de que las fracturas sean transversales; pero siempre se consti- tuyen inútiles quando son obliqüas, porque no llenan las dos indica- ciones, de llevar hacia abaxo la pieza inferior, y de mantener ea alto la superior. ¿Qué medio pues será eficaz para producir una extensión conti- nuada? Este será aquel que sostenga los medias de la reducción du- rante todo el tratamiento; que á la potencia, siempre activa de los músculos, oponga una constante resistencia; que formando al exterior del muslo una especie de músculo artificial, se haga antagonista de los naturales, y neutralice sus esfuerzos obrando en sentido inverso. Á. dos clases generales se pueden reducir estos medios propuestos por diversos autores: en la una se incluyen los medios simples propuestos desde la antigüedad, como los lazos, tablillas, compresas &c.; y en la otra se comprehenden los que son mas complicados, y cons- tan de diferentes máquinas. Con una simple ojeada que se dé sobre todos estos medios, se ve sin duda alguna la preferencia que se debe dar á los medios sencillos, pues una ligera resistencia, continuada por largo tiempo, es suficiente para vencer la potencia, desde luego mas activa, de los músculos, prescindiendo de las ventajas particu- lares que tiene cada máquina, las que es imposible referir aquí, y FRA 263 viéndolas, nos convenceremos de ello, y solo nos contentaremos con referir el de Desault, el que se compone de un pedazo de fanón falso, doblado en su ángulo superior é interno, para acomodarle á la grande di-tancia de las tablillas, un vendaje de cuerpo y un ven- dolete para asegurarle al lado opuesto de la fractura; tres tablillas firmes, de pulga Ja y media de ancho, de las que la externa, mas sólida que las otras, debe ser tan larga, que coja desde la cresta del hueso íleon hasta quatro pulgadas mas abaxo de la planta del pie: en su parte inferior tendrá una escotadura, y un poco mas arriba una muesca: la superior ocupa el espacio intermedio entre el pliegue de la ingle y la parte superior de la rodilla;y la interna desde el pliegue interno y superior del muslo hasta la planta del pie; tres colchonci- llos llenos de paja de avena, uno externo, otro interno, y otro su- perior; un vendaje formado de un número incierto de vendbletes sueltos, de tres pulgadas de ancho, de una longitud doble de lo que es el grueso del miembro, puestos de abaxo á arriba, y forrados en cada tercio de su longitud; una compresa lengüeta y dos circulares para envolver inmediatamente la extremidad; dos vendas fuertes, destinadas á la extensión y contraextension, de vara y media lo me- nos de largo, y una compresa gruesa ó lengüeta, y un número su- ficiente de vendoletes. Estando todo dispuesto, y colocado todo el aparato en la cama del enfermo, en el lado que corresponde al muslo fracturado, y con el orden sucesivo con que se han de apli- car, situado también ya el enfermo, se levanta el miembro con pre- caución; y haciendo la extensión , se mete con suavidad, por deba- xo de él, cada pieza del aposito, dexándolo en la misma disposición con que se ha de cubrir la fractura. Después se pasa á efectuar las ex- tensiones del modo propuesto: se pone el Cirujano al lado externo de la fractura; y un asistente se encarga de ayudarle desde el otra lado para aplicar el vendaje. Primeramente se ponen las compresas,. lengüeta y circulares bien extendidas sobre la parte para que no for- men arruga alguna, y empapadas antes en agua vejeto-mineral; al rededor de ellas se aplican sucesivamente y de abaxo arriba cada ven- dolete, medianamente comprimidos por el vendaje; el extremo de la pierna se envuelve con una gruesa compresa, para evitar la impre- sión de la venda, que se fixa de manera que su mitad se pone por en- cima del talón; los dos rollos se cruzan después sobre el pie; van la- teralmente á la planta; vuelven á cruzarse de nuevo, y no se sueltan hasta que esté aplicado todo el aposito; se ponen lateralmente á lo largo del muslo dos almohadillas, cuyo grueso pueda aumentarse ó disminuirse, y se amoldan en las desigualdades del miembro; al re- dedor de las dos tablillas laterales, entre el Cirujano y el ayudante* se arrollan los dos bordes del fanón hasta que el uno y el otro com- priman uniformemente toda la partea la tercera almohadilla se pone 264 FRA en la parte anterior del miembro, y sobre ella una tablilla; los ven- doletes, en número de quatro para el muslo y tres para la pierna, se anudan sobre la tablilla externa para que no incomoden los nudos con su contacto; se principia por el que está próximo ala fractura, apretándole todo lo posible , sin perjudicar demasiado al enfermo; después se pone por encima de las caderas el vendaje de cuerpo, su- jetándole lateralmente en la tablilla externa, y se extiende por enci- ma del muslo: una gruesa compresa, colocada debaxo de la tubero- sidad esciática, sirve como de colchón contra la compresión que ha- ce la venda, la que pasada desde luego por debaxo del aposito, se lleva obliqüamente de adentro á afuera y de alto á abaxo, para que forme su punto de apoyo, por una parte sobre la tuberosidad del ís- quion, y por la otra sobre la extremidad superior de la tablilla ex- terna , y se anuda en el pliegue de la nalga. Si se compara el modo de obrar de este vendaje con las indica- ciones generales establecidas anteriormente para todas las fracturas obliqüas del fémur, será fácil comprehender que, según ellas, sirve para llevar hacia abaxo la pieza inferior, sostener en alto la superior, evitar la rotación de la inferior, y asegurar la inmovilidad del miem- bro: finalmente, no hemos de perder de vista el que no quede disfor- midad; y si acaso fuese inevitable, el segundo objeto del arte es el disminuirla quanto sea posible. Fractura del gran trocánter del fémur. ( Cir.) Las fracturas del extremo superior del fémur comprehenden la del gran trocánter, y las del cuello. Ya se verifiquen á un tiempo ó con sepa- ración, siguen proporciones muy diferentes: la una es muy rara, y ha merecido poco la atención de los Prácticos, ai paso que la otra ha tenido muchos observadores, principalmente en estos últimos tiempos. Las fracturas del gran trocánter son el efecto ó de caldas sobre esta eminencia, ó de la acción de un cuerpo agitado sobre ella: son obliqüas ó transversales, situadas unas veces en la punta, y otras en la base de esta eminencia; pueden ser simples ó complicadas, ya con esquirlas ó hinchazón, como acontece quando la produce una bala, ya con la división del cuello de este hueso, como se ha observado alguna vez. Qualesquiera que sean estas variedades, se caracteriza esta frac- tura por la facilidad con que se mueve en todas direcciones el gran trocánter del fémur, entre tanto que la parte inferior del cuerpo y el muslo permanecen inmóviles; por la crepitación, efecto del cho- que que experimentan en estos movimientos las superficies divididas; por el defecto del acortamiento del miembro quando la fractura existe sola; por la aproximación de las piezas en la abducción, y por su prolongación en ella; y por la postura freqüentemente mas alta y mas adelante del gran trocánter, como lo comprueba la expe- FRA 265 riencia. La presencia de estas señales son tanto mas fáciles de conce- bir, quanto que esta eminencia, situada superficialmente, puedes er cogida con facilidad, y seguir ios movimientos que entonces se le imprimen. La reducción de esta fractura se efectúa comprimiendo la pieza separada en sentido opuesto al de su separación, atrayéndola á su ni- vel ordinario, llevando en ocasiones el muslo un poco hacia afuera: se mantiene de este modo por medio de algunas compresas puestas por los lados, y sujetas con un vendaje obliqüamente desde la cade- ra sana hacia la parte de la nalga á que corresponde la fractura, re- presentando una verdadera espica. La fractura, producto de una ar- ma de fuego, necesita siempre de que se hagan grandes incisiones, ya para extraer cuerpos extraños, ya para desbridar la aponeurosis de la fascialata, muy tensa en este parage, y que podría producir un fu- nesto resultado si no se dilatase. La fractura con esquirlas, pero sin herida externa, y producida por un cuerpo común contundente, ra- ra vez exige un aposito particular, porque aunque estén adheridas al periostio las porciones solas del fémur, pueden reunirse, sea entre sí ó con las dos piezas. Fractura del cuello del fémur. (Cir.) El cuello de este hueso, rodeado de una gran cantidad de partes Wandas, defendido por el gran trocánter, que le termina por afuera, está casi siempre libre de la acción inmediata de los cuerpos externos, y por conse- qüencia de las fracturas directas. Siempre que se llegue á romper el hueso es efecto de un verdadero contragolpe por una caida, ya sobre el gran trocánter, ya sobre la planta del pie ó la rodilla. El primer modo se observa en la práctica con mas freqüencia que el segundo, acaso porque en este el movimiento es débil por razón de las partes en que se distribuye antes de llegar al cuello del fémur. Esta fractura puede ser en la parte media, sitio donde se ha- lla un mediano grueso, y donde la naturaleza no amontona una gran cantidad de substancia compacta, como lo hace en la parte media del hueso, que tan expuesta es á romperse; en su extremo alto, donde se suelda con la cabeza del fémur; y en su reunión con el gran tro- canter : circunstancia, en que la solución de continuidad puede estar fuera de la articulación, lo que sin duda acaece con mas freqüencia de lo que se habia creido. Esta división es siempre transveisal, rara vez obliqüa; alguna vez queda el cuello del hueso como encaxado en el cuerpo de este, fracturado de manera, que representa una escota- dura mas ó menos profunda, de lo que se citan algunos casos: la hay simple por lo común, y se complica á veces con la del gran tro- canter. Qualquiera que sea, ya el modo y ya el lugar de esta fractura, su diagnóstico presenta dificultades, que la experiencia y la costum- TOMO IV. LL 266 FRA bre la allanan sin duda, pero que con demasiada freqüencia dexan en una gran incertidumbre al Práctico mas diestro: por tanto describa- mos por su orden sucesivo los síntomas que la caracterizan. En el momento en que se verifica el golpe se'percibe un dolor agu- do ; alguna vez se percibe un chasquido sensible; hay una pronta im- posibilidad al movimiento, y el enfermo no puede levantarse; aunque esta circunstancia no siempre se verifica. El quarto volumen de las Memorias de la Academia de Cirugía ofrece un caso en que el enfer- mo se echó él mismo después del golpe, y él mismo se levantó al dia siguiente, pero esto es muy raro. Casi siempre se advierte el acorta- miento del miembro fracturado, según que el extremo de las piezas esté contenido en la cápsula, ó que estando la división fuera de la articulación, no ofrezca resistencia alguna á su separación. La acción muscular arrastra arriba la pieza inferior, el peso del cuerpo empu- ja hacia abaxo la superior, y esta es la doble causa de dicho acorta- miento ; y se observa que en esta tiene mayor influxo la fuerza mus- cular , porque es mucho mas larga, y el extremo inferior da atadu- ra á un crecido número de fibras musculares. Un ligero esfuerzo es suficiente para disipar este acortamiento, pero que luego vuelve á comparecer inmediatamente. Se manifiesta una tumefacción en la par- te anterior y superior del muslo, la que casi siempre es proporciona- da al acortamiento del miembro, y del que parece ser resultado. Des- aparece casi del todo la salida del gran trocánter, cuya eminencia, dirigida hacia arriba y atrás,. se acerca á la cresta del íleon; pero si toma una dirección inversa, obedece fácilmente, vuelve á tomar su nivel, y permite al enfermo que mueva el muslo. La rodilla está un poco en flexión. Al tiempo de efectuar con el miembro los movi- mientos de la abducción hay siempre un dolor agudo. Si apoyando la mano sobre el gran trocánter se le hace á la extremidad inferior que execute algún movimiento de rotación sobre su exe, se advierte que la salida huesosa gira sobre ella misma como sobre su exe, en lu- gar de describir como en el estado natural un arco de círculo, del que el cuello del fémur es el rayo; pero esta señal, observada prin- cipalmente por Desault, es muy manifiesta quando la fractura está en la base del cuello; menos si está en su parte media, y muy poco quando existe hacia la cabeza del hueso. En los movimientos de ro- tación la pieza inferior roza contraía superior, produciendo una cre- pitación clara; pero este fenómeno no es siempre constante. La pun- ta del pie está regularmente vuelta hacia afuera; la opinión común atribuye esta postura á los músculos rodadores; pero si eso fuese cierto, debería encontrarse siempre esta señal, que no se verifica así: todos los músculos, que desde el tronco baxan al trocánter, se ha- llan, á excepción del quadrado, en un estado de relaxacion por apro- ximarse el fémur con el punto de su inserción, y los músculos con- FRA 267 traídos no permiten con tanta facilidad el llevar la punta del pie ha- cia adentro: luego ¿ no será mas probable que el peso mismo de esta parte la arrastrará en esta postura, en que regularmente la hallamos? De lo que acabamos de manifestar se evidencia, que ninguna de las señales de esta fractura nos proporciona su carácter exclusivo, por- que ellas, separadas, nada indican; pero, reunidas, pueden propor- cionar algunas luces á los Prácticos para deducir su diagnóstico, pues al fin es necesario, en caso de duda, tomar el partido mas seguro, y aplicar el aposito inútil, pero no perjudicial, si no existe tal fractu- ra; pero indispensablemente es necesario si la hay. Para que podamos dar á entender quál es el pronóstico de este mal, bastará el que resolvamos brevemente estas qüestiones particu- lares. ¿Qué accidentes acompañan á esta fractura en su principio? ¿ Qué fenómenos se manifiestan en el acto de su reunión ? ¿ Qué in- convenientes resultan para la progresión después? Si se consulta á lo que han escrito los autores sobre esta fractu- ra , se verá que pocas se presentan con unos caracteres tan funestos, pues los mas graves accidentes son su inerrable resultado. La infla- mación de las partes circunvecinas; los abscesos numerosos, que se propagan al exterior, y se comunican á lo interior de la articulación; la gangrena misma, observada una vez por Morgagni; los movimien- tos convulsivos del miembro; el edema que sobreviene, y la calen- tura lenta que se apodera poco á poco del enfermo; estos son en ge- neral los accidentes exagerados sin duda alguna por la opinión que se ha tenido por largo tiempo de las fracturas en lo interior de las ar- ticulaciones; pero tratadas metódicamente estas fracturas, no tienen los resultados tan funestos como se ha creido hasta aquí. La reducción presenta aquí en general pocas dificultades: tendido el enfermo de espaldas, unos ayudantes hacen las contraextensiones por la axila y la cadera, sin necesidad de pasar lazos por el muslo sano como se ha recomendado; otro ayudante hace la extensión del modo dicho anteriormente, llevando poco á poco la punta del pie en una dirección inversa á la que tenia, y haciendo que el muslo execute un pequeño movimiento de rotación sobre él mismo: el menor es- fuerzo es suficiente, estando todo dispuesto, para poner en contacto las piezas rotas, y dar al miembro su configuración natural, al paso que esta facilidad en reducirse es uno de sus caracteres; pero hemos de advertir, que lo que el arte hace sin trabajo en un instante, es muy difícil el mantenerlo así con constancia, y regularmente nues- tros procedimientos curativos son insuficientes, los quales se pueden reducir en generala tres clases, á saber: á la situación, á los venda- jes y á los apositos para la extensión continuada. En la primera clase se comprehende sobre todo el método em- pleado desde la antigüedad , que consiste en poner al enfermo sobre 268 FRA un plano horizontal; la extremidad sujetada con unos simples fano- nes, y el pie con una suela; pero inmediatamente la acción muscu- lar, á la que nada se resiste, arrastra hacia arriba la pieza inferior, y el peso del cuerpo inclina abaxo la superior; entonces es necesaria una nueva reducción; se vuelve á verificar la separación, y así acae- ce sucesivamente; pero sin embargo estaba generalmente adoptado en estos últimos tiempos: mas de todos modos, qualquiera que sea la situación, por sí sola de nada sirve si no entran á contribuir los otros dos medios. La segunda clase de medios curativos incluye los diferentes apo- sitos simplemente extensivos: unos, como Petit, aconsejan la espica del ano como la mas ventajosa; pero esta, si está floxa, de nada sir- ve , y si está muy apretada, los músculos se comprimen desigualmen- te , se determina su contracción, y esto será causa del acortamiento del miembro. Por estos motivos pues se hallan sin la menor duda ventajas mas reales en la gotiera de hoja de lata guarnecida de algo- don , en que Fabricio Hildano colocaba la parte externa del muslo; la que después se ha rencffado por los ilustres Prácticos alemanes, en los cartones propuestos por Duverney, en el escudo de búfalo em- pleado por Arnaud, en las tablillas adoptadas por el mayor número de los Prácticos, y en otros; pero ya en el artículo anterior hicimos ver que todos estos medios no resistían suficientemente á la acción muscular, ni satisfacían completamente las indicaciones, porque eran ineficaces, lo que estriba en que no atienden bien á aquel principio general de toda fractura, á saber: que los medios destinados á pre- caver la separación deben arreglarse según las causas que la produ- cen ; estas son la acción muscular, que tira hacia arriba la pieza su- perior ; el peso del cuerpo que empuja abaxo el resto de la máquina; la gravedad, y la dirección del pie y de la pierna, que se inclinaa á volver su punta hacia afuera, con un movimiento de rotación: lue- go las tres indicaciones, que tiene que llenar todo vendaje, son las que se oponen á dichas tres especies de motivos; y esta primera con- seqüencia nos conduce á sacar esta otra: luego los medios destinados á conseguirla deben estar obrando sin cesar, supuesto que las causas que combaten están siempre puestas en acción; y de aquí la necesi.- dad de los aparatos para la extensión permanente, cuyo mecanismo es el mismo que para la fractura del cuerpo del hueso- La extremi- dad se sujeta en una fuerte tablilla; á los dos extremos de ella hay dos vendoletes, de los quales el uno va á atarse fuertemente á las ca- deras , y el otro al pie ,• de este modo, sosteniendo el primero en al- to , y tirando el 'segundo hacia abaxo, se satisfacen las dos prime- ras indicaciones: la tercera lo es también por la extensión misma del miembro, que impedirá su rotación hacia afuera con la tablilla exter- na, que pasa al nivel del pie, y le sostiene. Los vendoletes y las com- FRA 269 presas, que en las fracturas del cuerpo del hueso servian primera- mente de envolver el miembro, y se oponian mas ó menos á los mo- vimientos laterales, son aquí enteramente inútiles, porque solo sir- ven para comprimir los músculos, y disminuir así la fuerza de su contracción; pero solo la extensión consigue por sí esto mismo. Aquí, mejor que en las fracturas del cuerpo del fémur, debe sostenerse 'exactamente la extensión, porque, como ya hemos observado, el nú- mero mucho mayor de músculos, que baxan á la pieza inferior, du- plica y triplica las potencias que ocasionan la separación; de aquí la necesidad de registrar cada dia los apositos, de ver si acaece al- gún ligero acortamienro, de volver á apretar las vendas á propor- ción que se afloxen, y renovar la aplicación del aposito luego que esté ya un poco descompuesto. Fractura de la extremidad inferior del fémur. (Cir.) La extremidad inferior del fémur, mas ancha que el resto del hueso, y prolongada de agentes externos mediante una buena masa de par- tes blandas, se halla, no obstante esto, mas defendida de poderse fracturar que otras partes; porque los contragolpes, modos tan co- munes de romper su cuerpo y cuello, rara vez tienen poder para ha- cerlo en esta parte, pues siendo mas movible el fémur á medida que se aleja del centro de sus movimientos, cede con mas facilidad á los que se le imprimen ; y porque los movimientos, distribuidos por una masa mas grande, tienen menos fuerza para destruir su continuidad. Quando lleganá ocurrir estas fracturas, pueden ofrecer dos estados muy diferentes; ya estén por encima de los cóndilos del hueso, que no hacen mas que separarlos de su cuerpo; ya interesen estas emi- nencias, entonces penetran su articulación» De esto último solo tra- taremos, porque lo otro está sujeto á las reglas generales de toda fractura. La mayor parte de los autores han hecho un artículo partb- cular de estas dos especies de fracturas, persuadidos á que su comu- nicación con la articulación debia colocarse jentre las mas complica- das , y que necesitaban un tratamiento del todo diferente; pero no- sotros diremos después lo que es necesario saber de esta opinión con- sagrada desde la antigüedad. La fractura se presenta aquí, generalmente hablando, baxo dos modos diferentes; dirigida obliqüamente de arriba abaxo, de dentro afuera , 6 vice versa, y puede comprehender del resto del hueso una porción mas órnenos grande de uno de los cóndilos: estas dos salidas huesosas pueden estar desunidas por una fractura longitudinal, reca- yendo sobre alguna otra fractura obliqüa ó- transversal, que cogien- do todo el diámetro del hueso, les separa en dos partes, oque, li- mitándose á la mitad de su grueso, no aparenta mas que una solución: en el primer caso la división es simple, en el segundo es doble; esta ocurre en la práctica con mas freqüencia que la otra, y ambas son el 270 FRA resultado ordinario de una acción de cuerpos extraños aplicados in- mediatamente. Sin embargo también hay la probabilidad de que pue- de provenir de un contragolpe. Qualquiera que sea el mecanismo de esta fractura, sus señales son fáciles de percibir: freqüentemente se encuentra entre los dos cóndi- los una sensible separación; de aquí la figura de la rodilla mas pro- longada transversalmente. En esta separación se hunde la rótula; y de aquí la forma mas aplanada de adelante á atrás que lo que está en su estado natural. Los cóndilos se alargan con ventaja el uno del otro: si se apoyan, por el contrario, de cada lado sobre la parte inferior del fémur, los cóndilos se aproximan, y la rodilla vuelve á recobrar su figura ordinaria. Si se coge con una mano cada una de estas emi- nencias , será muy fácil el moverlas alternativamente la una sobre la otra, y de hacer una crepitación evidentemente característica de es- ta fractura. Si la división superior es obliqüa, resulta siempre un acortamiento mas ó menos manifiesto; y aquí es donde principalmen- te parece que el peso del cuerpo empuja hacia abaxo la pieza supe- rior , y que la acción muscular sube á las inferiores. Se ha visto en este caso inclinarse la pieza superior hacia los tegumentos, pasar al través agujereándolos, y producir algún desorden. Desault ha publi- cado un exemplo análogo á esto. Un efecto semejante se observa en la pieza inferior, pero no es tan freqüente, y entonces el ayre entra en la articulación, produciendo una funesta comunicación. Alguna vez, quando la fractura superior interesa todo el cuerpo del hueso, la extremidad del fémur se pone redonda, el cóndilo externo se in- clina hacia atrás, y el interno hacia adelante, la rótula hacia afuera, como también la punta del píe. Hundido en la separación de los cón- dilos el cuerpo del hueso, puede impedir su reunión empujándolos hacia afuera , y ocasionar de este modo diferentes accidentes. La ma- yor parte de estos fenómenos no tienen lugar quando la división su- perior, limitándose á la mitad del grueso del hueso, no dexa solo mas que un cóndilo, ó que comprehendiendo todo su diámetro, es exactamente transversal; aunque estos dos casos son bastante raros en la práctica. Poco tenemos que añadir aquí del pronóstico de esta fractura si hacemos mención de lo que dexamos dicho de la de los cóndilos del húmero, pues todo ello es aplicable á estas circunstancias; como que en estas especies de fracturas las opiniones de los autores han estado demasiado exageradas por una falsa doctrina, que se ha seguido sobre las lesiones articulares; pero la razón y la experiencia se hallan uná- nimes para disiparlas. Quando la fractura superior es obliqüa, el aposito debe estar arreglado según estas mismas causas; es decir, arrastrar hacia abaxo los cóndilos, y sostener en alto la cadera, y con ella la pieza supe- FRA 271 rior: doble indicación, que no tiene claramente relación mas que con la división superior en quanto aquella que separa los cóndilos; y es necesario oponerse á la tendencia que podrían tener de separar- se. La extensión constante, hecha del modo propuesto, satisface am- bas indicaciones: las dos tablillas laterales y el vendaje de vendole- tes llenan la tercera. Desault habia pues aplicado á este caso particu- lar su aparato de extensión, modificada solamente ; de manera, que en lugar de que el vendaje de vendoletes concluyese en la rodilla, se prolongaba hasta el tercio superior de la pierna, á fin de que su acción fuese mas eficaz: se sabe en efecto que la mayor solidez y firmeza de un vendaje está en su parte media, porque las vueltas de las ven- das superior é inferior afianzan las del medio r la tablilla superior, visto que es inútil, se debe suprimir. Si la fractura superior es transversal, los cóndilos encuentran con- tra el cuerpo del hueso una resistencia, como ya queda dicho, y ellos mismos le oponen otra, que impiden el que se baxe, empujado por el peso del cuerpo, sobre el plano inclinado, que cruzan las nal- gas. Aquí pues en general es inútil la extensión permanente, pues es suficiente que una compresión lateral detenga á los cóndilos, y pre- venga su separación: entonces se echa mano del mismo aposito, pe- ro con la precaución de suprimir las dos vendas que sirven para ex- tender el miembro. Si la fractura está complicada con una herida de las partes blandas, sea que provenga del mismo motivo , sea que re- sulte de la acción de una de las piezas, que se ha abierto camino al través de los tegumentos, que se comunique ó no á la articulación,, es indispensable, quando está hecha la supinación, reiterar todos los dias ó cada dos dias esta curación, con la precaución de suplir con las manos de un ayudante la falta de extensión que hacía el aposito,, mientras que se compone este. Luego que está ya concluida la consolidación de las piezas, se empieza á mover el miembro con prudencia y graduación, emplean- do en esta maniobra dos ó tres horas cada día, mudando todos los dias la dirección de la pierna. Es necesario también mover la rótula en todas direcciones; y luego que el enfermo se pueda levantar, que la exercite: precauciones mas necesarias en esta fractura que en ninguna otra, porque la mucha quietud del miembro ocasiona por último in- evitablemente la rigidez de las partes vecinas. Y sin duda ninguna los autores no hubieran mirado al anquilose como^ la mas feliz termina- ción de estas fracturas, si hubieran conocido bien el efecto del des- canso y del exercicio en este caso particular. Fractura de la rodilla. (Cir.) La rótula, especie de pro- ducción huesosa del género de los sesamoideos, sostenida por el ten- don del extensor común de la pierna, polea movible destinada á des- lizarse, sobre la que la forman la separación que hay entre los con- 272 FRA dilos del fémur, y defender la articulación que cubre, presenta las relaciones mas inmediatas de estructura , usos y posición con el ole- cranon, del que «solo se diferencia en no constituir una continuidad con la tibia, como aquel lo está con el cubito, pues no tiene mas que un ligamento fuerte y grueso, que va á insertarse en la tuberosidad de este hueso para estar sostenida. De aquí se sigue que debe exis- tir una grande analogía entre la lesión de una parte y la de la otra; y en efecto, la mayor parte de las señales características de las frac- turas de la una lo son igualmente de las de la otra, y el tratamien- to curativo que en este caso conviene á la primera se diferencia muy poco del que conviene á la segunda. La fractura de la rótula puede en general seguir toda clase de di- rección , como transversal, longitudinal ú obliqüa, aunque la prime- ra se observa con mucha mas freqüencia que las demás en la prácti- ca; y tal es su disposición, que casi ella sola ha merecido la atención de jlos autores por los apositos numerosos imaginados para sostener sus piezas divididas. El magullamiento del hueso, producto de un golpe violento; una contusión; un equimosis; una estancación sanguínea en las partes blandas inmediatas; una ó muchas heridas de estas mismas partes, in- teresando ó no la articulación; un infarto, cuyo grado varía al in- finito según el modo de la fractura y la disposición del sugeto, pe- ro que se observa aquí constantemente; una doble división del hue- so , de la que la longitudinal corresponde al ángulo de la otra, que se dirige transversalmente; la fractura simultánea de los cóndilos del fémur ó de los de la tibia; tales son ya las variedades, ya las com- plicaciones de que es susceptible la fractura de que tratamos. Por otra parte puede verificarse por dos motivos, ó por la acción de cuer- pos externos, ó por la de los músculos extensores. El primer modo de fractura acontece en una caída sobre la rodilla, ó quando, puesto en movimiento un cuerpo qualquiera, viene á chocar con ella, y en este caso jamas hay en ella un contragolpe; la rótula ofrece poca ex- tensión, y siempre se rompe por el sitio en donde se recibió el golpe. En el segundo caso la caida no es mas que una conseqüencia de la fractura, ó por mejor decir en algunas, es por lo regular su resulta- do. Por exemplo, la línea de gravedad de cuerpo se inclina hacía atrás por una causa qualquiera; los músculos anteriores se contraen para atraerle hacia adelante; los extensores obran sobre la rótula; es- ta se rompe verificada la caida: la pierna se ve repentinamente en una extensión muy fuerte, los extensores se contraen violentamente, se verifica la fractura, y se cae el enfermo. La acción sola de cuerpos externos puede ocasionar una fractura longitudinal, como quando nos damos un golpe contra el ángulo saliente de una viga, aunque de esto se puede seguir la fractura transversal. Por el contrario, la acción FRA 273 muscular no puede producir esta última, porque su dirección está en ángulo recto con el de los extensores. La fractura de lo uno es fre- qüentemente con herida, contusión y magullamiento: la que provie- ne de lo otro, viene siempre con una hinchazón casi al rededor de la articulación. Esta puede, en lugar de producir la división del hue- so, ocasionar la rotura del tendón común de los extensores, ó, lo que es lo mismo, la del ligamento inferior. Petit habia observado ya esto. El diagnóstico de las fracturas longitudinales presenta siempre mayores ó menores dificultades, porque en sus contracciones los músculos extensores, tirando igualmente hacia arriba las dos piezas, que mantiene baxas el ligamento inferior, se dirigen á ponerlas pa- ralelas , y evitar su separación. Alguna vez también la producción li- gamentosa, que cubre la rótula, queda intacta, y sirve de medio de unión: por último, quando viene acompañada de herida, lo que aquí es bastante común, el diagnóstico es menos incierto. Si la fractura es transversal, las señales son mas obvias que en el caso anterior. En- tonces hay una separación considerable entre las dos piezas, la que es sensible al tacto quando se coloca la mano sobre la rodilla. En ella las piezas se separan de la misma manera', abrazada la superior por los extensores, estirada en alto por una fuerza extremada por los mis- mos músculos, que se adhieren á ella, la qual, según el cálculo de Camper, es muy considerable. La pieza inferior, abrazada solo por el ligamento inferior, ningún músculo la mueve, y solo se puédese- parar mediante los movimientos de la pierna, á la que queda contigua. De esto se sigue: i.° que en la extensión se separa la fractura todo lo menos posible, pues que solo el extremo superior de ella es el que entonces ocasiona la separación: 2.0 que en la flexión es en la que se dividen todo quanto es dable, concurriendo las dos igualmente para ello: 3;° el aumentarlas ó disminuirlas variando los grados de la fle- xión. A esta separación se añade aquí para este diagnóstico la posi- bilidad de mover las piezas en dirección inversa y transversalmente, y sentirse por este medio una crepitación mas ó menos manifiesta, si de antemano se mantienen aproximadas: el dolor que acompañará á estos movimientos; la tumefacción regular de toda especie de fractu- ra de la rótula, la que, unida á las demás señales, puede establecer mas ó menos grados de certeza; la dificultad en moverse; la imposi- bilidad casi total para la progresión , y los extensores, casi no pue- den comunicar movimiento alguno á la pierna, á no ser que, no obs- tante esto, la fractura no se halle muy baxa hacia el ángulo inferior. El tacto distinguirá siempre qué parte del hueso ocupa la solución, y que si es obliqüa, participará mas ó menos de los caracteres de la longitudinal ó de la transversal según que ella se aproxime ó se separe. TOMO IV. MM 274 FRA Muchos autores han pretendido que las fracturas de la rótula nc* se podían curar, cuya doctrina parece haber sido admitida por la Academia de Cirugía, según se ve en una Memoria que presentó un Médico flamenco, cuyas conclusiones apoyaron Pibrac y Luis, y en donde las muchas observaciones se dirigieron á comprobar esto mis- mo ; pero todos estos autores han asegurado funestamente en gene- ral el pronóstico de las fracturas de la rótula, las que se incluyen en las reglas generales que corresponden á las demás enfermedades de esta especie. Supuestas ya las causas que ocasionan la separación de esta frac- tura , sin necesidad de volverlas á repetir, se deduce que los medios? de contacto entre las piezas rotas son: i.° todos los que sean ade- quados para sobrepujar á la acción muscular: 2° los que puedan mantener inmóvil la pieza en extensión; y de aquí dos grandes indi- caciones curativas en el vendaje destinado para esta división: la se- gunda rara vez ofrece dificultades, y es lo mismo que la otra. Para satisfacerla es necesario desde luego debilitar la fuerza contráctil de los músculos, y con ella disminuir el esfuerzo que estos emplean pa- ra arrastrar en alto la pieza superior, pues se opone una resistencia mecánica, que obrando en dirección diametralmente opuesta, vuel- ve inútil su esfuerzo. Por otra parte se disminuye la fuerza de con- tracción poniendo en relaxacion las hebras musculares, lo que es fá- cil de conseguir doblando el muslo sobre la cadera y las partes que están intermedias, y exerciendo sobre todo el miembro una com- presión por medio de un vendaje circular, que constriña á los mús- culos , y los debilite, como se puede observar quando se hace una igual sobre los gemelos. En este caso efectivamente están menos li- bres los movimientos del pie: por otra parte se sabe que la utilidad del vendaje, actualmente empleado para reunir las heridas transver- sales , está en dicha compresión , que impide la retracción de sus bor- des , disminuyendo la fuerza muscular. Alguna otra utilidad resulta también en este caso, y es el de oponerse á la tumefacción, que pro- viene de que las vendas no formen una presión igual. En quanto á la resistencia mecánica que debe obrar en dirección opuesta de la con- tracción de los músculos, y por la que se impide la separación de la pieza superior, puede ser la misma que se usa en otras fracturas. Es- ta resistencia será pues un cuerpo qualquiera colocado y sostenido por debaxo de dicha pieza con una fuerza suficiente para impedir que vuelva á subir. No nos detendremos en hacer una explicación exten- sa de la disposición y aplicación de los muchos vendajes que los au- tores han inventado para esta fractura, como ni tampoco de la ma- yor ó menor inutilidad de todos ellos por no dilatar demasiado este. artículo , y pertenecer esto mejora una obra difusa: por tanto nos contentaremos aquí con insinuar el que inventó Desault. FRA 275 El vendaje que este autor empleaba era muy análogo con el que usaba para la fractura del olecranon, y el que se compone de una tablilla larga , suficiente para comprehender con ella desde por deba- xo de la tuberosidad del ísquion hasta por encima del talón, de dos pulgadas de ancho; dos vendas de quatro á cinco varas de largo y tres dedos de ancho; y una venda hendida en su parte media, de una longitud suficiente para seguir con ella un poco mas allá de la extremidad inferior, por delante de la que debe extenderse. Estando todo debidamente dispuesto para aplicarlo, un ayudan- te sujeta la extremidad como en las demás fracturas de estas partes, y otro se encarga de mantener la pierna en una extensión perfecta so- bre el muslo, y este sobre la cadera. El Cirujano, colocado al lado del miembro fracturado, extiende la venda hendida en la parte an- terior de la pierna y muslo, empapada en agua vejeto-mineral, con la precaución de que correspondan las dos aberturas á las partes late- rales de la rótula, á fin de que se amolde mejor á su figura, y no for- me pliegue alguno. Principia á sujetarla por el dorso del pie con tres circulares iguales, de modo que pase por encima de tres ó quatro pulgadas de la extremidad, formando después ranversos de abaxo arriba; y entre tanto que un ayudante mantiene por arriba la com- presa , se sigue cubriendo toda la pierna con circulares ó ranversos según las desigualdades de la parte. En llegando á la parte inferior de la rodilla, se empuja la pieza de abaxo para unirla con la superior; y para sujetarla se forman en ella dos ó tres circulares; entrega el glo- bo de la venda á un ayudante, manda al que tiene la compresa len- güeta que tire fuertemente hacia arriba, retirando en la misma direc- ción los tegumentos de la rodilla, para que no se interpongan entre la fractura, é impidan la reunión; y pasados los dedos de la mano izquierda por las aberturas de la compresa, los coloca detras de la pieza superior, de la que empuja fuertemente hacia abaxo. Quando la reunión es exacta, sin quedar hueco alguno interme- dio , toma de nuevo la venda , pasa con ella obliqüamente por deba- xo de la corva, sube por detras de la pieza superior, retira los de- dos , que la mantenían baxada, lo que se suple con dos ó tres circu- lares apretados; se sigue formando un ocho en cifra sobre la rodilla hasta cubrirla toda, y luego se sube por el muslo haciendo circulares hasta concluir la venda. Quando llega á la parte superior del miembro, el ayudante, que sostiene la venda, la tira hacia arriba con fuerza, dobla después el extremo sobre los circulares, el que sujeta el Cirujano con varios cir- culares ; baxa de nuevo á todo lo largo del muslo, se vuelve á cu- brir la rodilla con nuevas vueltas obliqüas, y se concluye la venda sobre la pierna. Esta primera parte del vendaje satisface evidente- rnentc la tercera y quarta indicación: la compresión efectuada con la 276 FRA venda sobre los músculos, debilita su acción, impide sus movimien- tos, disminuye y previene su tendencia á arrastrar en alto la pieza su- perior : por otra parte los circulares colocados detras de esta se opo- nen á los efectos de las contracciones musculares, impidiendo que ellas se opongan en acción. La venda larga, extendida por delante del miembro, le sujeta desde luego hacia abaxo; y retirada fuerte- mente hacia arriba, comprime sus vueltas unas con otras, impidien- do que las que corresponden al muslo se sobrepongan, y de este mo- do abandonen la pieza superior, y que las aplicadas sobre la pierna se baxen, y por consiguiente no afiancen la inferior. No queda hue- co alguno al través de los circulares; su compresión es por todas par- tes uniforme, y por tanto no puede resultar tumefacción alguna; pe- ro queda aun que cumplir con la primera y segunda indicación: es necesario evitar la separación de la pieza inferior con la extensión de la pierna sobre el muslo, y obtener la relaxacion de los músculos, y mantener continuamente con el aparato esta doble porción, que el ayudante sostiene por un momento. Para conseguir el primer efecto recomiendan los autores el po- ner la extremidad en unos fanones falsos; y Petit empleaba una es- pecie de bastidor de cuero de Hungría cubierto de gamuza; pero ningún medio es seguro, ni proporciona mejor la inmovilidad del miembro en la extensión que una larga y fuerte tablilla, puesta, co- mo lo hacia Desault después de aplicar la primera parte del venda- je, en la parte posterior del muslo. Un ayudante sostiene la extre- midad , entre tanto que el Cirujano le sujeta por medio de la segun- da venda puesta al rededor del miembro, y de este modo se hace la extensión perfecta de la pierna. Para conseguir la del muslo se ponen dos ó tres almohadillas lL*nas de paja de avena, las unas encima de las otras, dispuestas de manera que resulte un plano inclinado, mas levantado hacia el talón por encima del plano horizontal de la ca- ma; y que viniendo insensiblemente á confundirse con ella hacia la tuberosidad esciática, forma un punto de apoyo, sobre el que des- cansa uniformemente todo el miembro. Por esta doble extensión de la pierna y muslo, la pieza inferior se fixa en alto , sin movimiento, y los músculos están relaxados; y de aquí se sigue que este vendaje satisface muy bien las indicaciones propuestas, por lo que debe pre- ferirse á los demás que se han inventado para este caso, por incluir todos alguna imperfección. Fractura de la pierna. (Cir.) Habiendo ya tratado con toda extensión de la fractura del antebrazo, considerada, ya la de los dos huesos á la vez , ya la de cada uno con separación, poco hay que añadir ya para tratar de la de la pierna, pues si atendemos á su diagnóstico, poco se puede decir de mas, ó por mejor decir, es mas obvio aquí que en el antebrazo; ambas reconocen unas mismas cau- FRA 177 sas: el método de reducirla, y mantenerla reducida , los medios que se emplean para esto, como la atención que merecen los accidentes, que pueden ser consecutivos, son casi idénticamente los mismos en una que en otra clase de fractura: por tanto solo insinuaremos aquí, como de paso, alguna cosa de ella para seguir el orden que hemos establecido. Viene esta fractura con un dolor vivo en el sitio fracturado, el que es menor en el descanso, y mas fuerte en los movimientos que experimenta el miembro; una imposibilidad absoluta de sostenerse sobre aquella pierna, ni moverla para nada desde el momento que ocurre la fractura; desigualdades en ella perceptibles por el recono- cimiento sobre la cara anterior de la tibia; un acortamiento de la ex- tremidad, de cerca de media pulgada; una movilidad preternatural en el sitio de la solución; una crepitación manifiesta, efecto del ro- ce que las dos piezas experimentan entre sí, dirigidas en sentidos opuestos, y una mudanza de dirección en la pieza inferior quando es conducida hacia afuera. El conjunto de estas señales, reunidas á las circunstancias del suceso, caracterizan evidentemente una solución de continuidad simple ó de ambos huesos. La reducción se efectúa del modo siguiente: un ayudante hace la contraextension abrazan- do la parte inferior del muslo, con las manos cruzadas en su parte posterior, y los dedos pulgares por delante: otro executa las exten- siones, no, como lo encargan los autores, por la parte inferior de la pierna, sino por el mismo pie, abrazado de manera, que los dedos se reúnan sobre el dorso, y los pulgares vayan á cruzarse en la planta. De este modo resulta la potencia de una palanca de primera especie, cuya resistencia está en colocar la pieza inferior y el centro del mo- vimiento en la articulación. Las extensiones, dirigidas desde luego se- gún el sentido de la separación hasta que la pierna adquiera su longi- tud ordinaria, hacen que ellas vayan á buscar la dirección que les es natural. De este modo se ponen paralelas las piezas, se reunen con exactitud, sin necesidad de sujeción ; y antes de poner el aposito, es menester prevenir este sobre una almohada por el orden siguiente: quatro lienzos fuertes, y dispuestos con igual distancia los unos de los otros; un fanón falso, de una extensión suficiente, que coja des- de la rodilla hasta la planta del pie; un vendaje de vendoletes, pa- recido al que sirve para la fractura del muslo, y cada venda superior se cubrirá por la inferior en dos tercios de su ancho ; dos compresas largas, una mayor que otra; tres almohadillas, formadas del conjun- to de muchos pedazos de lienzo usados, añadidos los unos á los otros, y de n>edia pulgada de gruesas; la una, destinada á ponerla ante- riormente, debe ser la mas larga; las otras dos, laterales, son mas estrechas, pero un poco mas largas, á fin de que se doblen sobre ellas miiinas, y se puedan aplicar á las desigualdades del miembro} y por 278 FRA último dos tablillas, de una pulgada de ancho, tres líneas de grueso, y de una longitud igual á la del fanón falso. Estando todo dispuesto de esta manera, manteniendo siempre los ayudantes las extensiones, y levantando la pierna, se mete debaxo de ella la almohada, que le servia de un punto de apoyo uniforme en toda su extensión, y sobre la que se coloca de manera, que corres- ponda exactamente á la mitad del aposito, el que se humedecerá con agua vejeto-mineral. Se principia en seguida á aplicar en. la parte an- terior del miembro una compresa lengüeta, extendida desde la rodi- lla hasta la garganta del pie: sobre ella misma se redoblan, cruzándo- se por sus cabos, las otras dos dispuestas ya en el aparato: se mantie- nen así con el vendaje de vendoletes , cuya aplicación.principia por el vendolete inferior, y se hace sucesivamente lo mismo con los de- mas , cruzándolos á la parte anterior de la pierna: por los lados se colocan las almohadillas, dobladas hacia los maléolos, para evitar la compresión que podrían estos sufrir de lo contrario. Envuelto todo después en el fanón falso, de manera que comprima ligeramente las almohadillas, se aplican las tablillas á lo largo de su cara externa: por delante de la pierna se extiende la mas larga de todas, y todo esto se sostiene con quatro vendoletes, anudados sobre la tablilla externa , y apretados lo suficiente para asegurar la inmovilidad de las piezas fracturadas: una compresa empapada en agua vejeto-mineral envuel- ve el pie, y se sostiene con una venda, cuyo plano se aplica debaxo de la planta; los cabos vienen á cruzarse sobre el dorso, y pasan después lateralmente á fixarse en cada tablilla. La pierna, fixada só- lidamente con este aposito, y colocada en una ligera flexión por me- dio de una almohada, se la defiende del roce de la ropa de la cama con un arco de fractura,. y desde entonces, unidas paralelamente las piezas, no irritarán las partes, ni producirán dolor. De este modo, descansando el enfermo en cama , pasa el resto de los dias necesarios para la curación. Este método es sin duda simple para la práctica, pues nos ofrece en los casos mas comunes el modo de hacer la reducción, y los me- dios de mantenerla reducida. El vendaje de muchos cabos, ventajo- so en quanto persiste el poner el sitio fracturado á descubierto, sin menearle ni desarreglarle, está hoy dia generalmente recibido para las fracturas de las extremidades inferiores. Las anchas y fuertes ta- blillas , substituidas en el aposito á los fanones de los antiguos y de los modernos, tienen sobre estos un cúmulo de ventajas: i.° el de aplicarlas en el miembro por un número mayor de puntos de con- tacto: 2.0 el de mantener por consiguiente con mas firmeza los dos extremos rotos en una mutua relación: 3.0 el precaver la rotación del pie hacia afuera; accidente muy común en las fracturas comple- tas de la pierna: 4.0 de conservarla constantemente fixa, sin. permi- F R A 279 tir que el miembro se vaya adelante ó atrás, como se verifica con sobrada freqüencia con los fanones, los que, por su forma redonda^ no permiten que el miembro esté en contacto con ellos mas que por un solo punto. Petit recomienda, para sostener el pie, el uso de una' suela de madera aplicada inmediatamente á la planta del pie , y sos- tenidas con dos cordonetes atados á las tablillas: práctica bastante generalmente adoptada hoy dia; pero, para satisfacer esta idea, es suficiente una simple venda dispuesta del modo dicho, al paso que jamas es tanta la tendencia del pie á torcerse, que ella no pueda re- sistir su fuerza: por otra parte, por poco que esté verticalmente co- locada la suela, esta se adhiere al pie, formando una flexión incó- moda para este, y al mismo tiempo dolorosa. Fractura del calcáneo. (Cir) El calcáneo, que es un hueso corto y grueso, ofrece tal resistencia, que casi siempre está defendí-» do de padecer fracturas. Sin embargo suele verificarse alguna vez, y quando llega á acaecer, se puede producir por una de estas dos cau- sas: i.a Ja acción de cuerpos externos, lo que no es freqüente: 2.a la contracción de los gemelos y el solar, lo que se observa mas comun-> mente. La acción de los extensores en la rótula, mejor que los gol- pes recibidos sobre este hueso, determinan sin duda la solución de continuidad; sin embargo hay esta diferencia entre los efectos de la contracción muscular en uno y otro caso: que en lo primero la ro- tura del tendón de Aquiles es común, siendo muy rara la fractura del calcáneo: en el segundo, por el contrario, la rótula se rompe por lo común , quedando casi siempre intacto el tendón de los exten- sores: fenómeno que explica la diferencia de grueso entre los dos huesos, de longitud entre ambos tendones, y de intensidad entre las dos causas. Qualquiera que sea la causa de esta fractura, acontece regularmente en esta porción del calcáneo, que se llama su gruesa tuberosidad, el que se halla sobresaliente por detras del astrága- lo, y en donde se encuentra por arriba y por abaxo mucho texido celular, por dentro la grande muesca del hueso, por fuera algu- nas ataduras ligamentosas, y por detras la inserción del tendón de Aquiles. Esta fractura se distingue por una desigualdad manifiesta debaxo del talón; por la elevación sensible al tacto de la pieza posterior por encima de su nivel ordinario; por la imposibilidad casi absoluta de la progresión, y el movimiento; por los vivos dolores, causas inevi- tables de ellos los movimientos que se imprimen en el pie; por la imposibilidad de aumentar la separación, forzando los movimientos de la flexión, y de disminuirla, dirigiendo el miembro hacia la ex- tensión ; por la facilidad en mover en todas direcciones la pieza pos- terior , cogiéndola por un lado con la mano, entre tanto que por el otro se sujeta el pie; y por una tumefacción mas ó menos con- 28o FRA siderable, que se manifiesta con sobrada freqüencia al rededor de las superficies divididas. Los antiguos hacian en general un pronóstico bastante infausto de esta especie de fractura. Hipócrates temia la lesión de las partes cir- cunvecinas. Pareo reputaba este caso por mortal con relación á los muchos vasos que se dislaceran al romperse el hueso. La mayor par- te de los modernos adoptan estos principios, no por las razones pre- cedentes , sino por causa de la vecindad de la articulación del pie; y aunque la práctica de Desault no pueda establecer aquí una gran- de autoridad, porque solo ha tenido una ó dos veces la ocasión de tratar de estas divisiones, sin embargo la analogía de otras fracturas, que están próximas á estas articulaciones; y aunque las llegan á pene- trar , nos conduce á presumir, que tratada debidamente la solución del calcáneo , no ofrecerá un aspecto tan funesto como las otras, ni como nos pintan. Si atendemos á las señales propuestas, se verá que casi todas son el resultado de la separación de las piezas. Por otra parte, ¿ de dón- de se origina esta separación? Para la porción superior los movimien- tos de flexión del pie son los que la producen ó aumentan; para la posterior la contracción de los músculos que se adhieren al tendón de Aquiles, implantados al mismo tiempo á dicha pieza. De aquí re- sulta, que el aposito destinado á impedir la separación debe: i.° su- jetar el píe en una extensión perfecta sobre la pierna; 2.0 precaver el esfuerzo de los músculos, sea manteniéndolos en una relaxacion con- tinuada , y fácil de conseguir aquí con la flexión de la pierna sobre el muslo; sea exerciendo sobre ambos, de los que resultaban las con- tracciones, una compresión metódica, que impida estas, las dismi- nuya ó disipe; sea en fin colocando por debaxo de la pieza poste- rior una resistencia qualquiera, que se oponga á su subida. Si se compara para estas indicaciones el vendaje que expondre- mos quando tratemos de la rotura del tendón de Aquiles, será fácil el observar: i.° que satisface completamente la que es relativa á la pieza anterior: 2.°que las que respetan á la posterior, lo serán igual- mente satisfechas, ya con la media flexión de la pierna, ya con la compresión exercitada sobre los músculos, ya con una compresa gruesa, poco ancha, colocada transversalmente por encima de esta pieza, sujetada con el vendaje largo, y en seguida con el circular, el que debe formar aquí, como en la fractura de la rótula, unas espe- cies de ocho en cifra al rededor de esta división. Esta compresa es la sola modificación del aparato para el caso particular de que tratamos aquí: en lo demás es lo mismo. Sin embargo, aquí nos podríamos contentar como en la de la ró- tula , para estorbar la subida de la pieza, con las vueltas que consti- tuyen el ocho en cifra, que se debe aplicar siempre, con la principal FRE 281 precaución de tirar por arriba y por abaxo la fractura los tegumen- tos , pues pueden meterse entre las piezas, y manteniéndolas sepa- radas, impedir su reunión. FRAGOSO (Juan) (Biog.), natural de Toledo, y gran Ciru- jano, muy estimado de Felipe II: dio á luz un libro de Cirugía, Antidotarlo de las Evacuaciones: Madrid 15 81, folio : Cirugía universal, enmendada y añadida. Alcalá 1601, folio: esta obra fué traducida en italiano, y salió á luz con tres Tratados del joven Fragoso: i.° Suma de ciertas proposiciones quirúrgicas contra algunos avisos de un Doctor de la Facultad, el año 1584: 2.° Las declaraciones ó pronósticos que deben hacer los Cirujanos sobre diversas enfermedades ó muertes que suceden: 3.0 Aforismos de Hipócrates, que tocan á la Cirugía, con declaración breve. De succedaneis medicamentis, cum animadversionibus in quam plu- ra medicamenta composita, quorum est usus in hispanis offici- nis. Ibid. 1575 , 8.°, y 1583, 4.0: Sevilla 1632 , 8.° De medie amen- torum compositione. Ibid. 1575, 4-°: Discursos de las cosas aro- máticas, árboles, frutas y medicinas simples de la India. Ma- drid 1572, 8.°: Erotemas quirúrgicas, en que se enseña lo mas principal de la Cirugía, con su glosa. Madrid 1570. Los Por- tugueses aseguran que es de su nación. FRANCO (Francisco) (Biog.), Valenciano: aprendió y en- señó la Medicina en Alcalá por los años de 1593. Habiendo pasado á Portugal, el Rey Juan III le confió el cuidado de su salud. Algu- nos años después vino á Sevilla; y en la Universidad , erigida por Rodrigo de Santaella, obtuvo la primera cátedra. Por este tiempo escribió el libro de Enfermedades contagiosas, y de la preserva- ción de ellas, con un Apéndice De la Nieve, y del uso de ella. Sevilla 1569, 4.0 FRAXÍNELA. ( V. díctamo blanco.) FREIL AS (Alfonso de), Doctor y Médico de Cámara del Ar- zobispo de Toledo D. Bernardo deSandoval: escribió Conocimien- to, curación y preservación de la peste; y juntamente un Tratado Del arte de descontagiar las ropas de seda , oro, plata, tapice- rías y otras cosas. Un Discurso: Si los melancólicos pueden saber lo que está por venir con la fuerza de la imaginación. 1606, 4.0 FRENILLO. (Anat.) Se llama así un ligamento pequeño cu- táneo, que ata inferiormente la lengua (V. este artículo.); llamán- dose igualmente así otro ligamentillo, que ata el prepucio al glan- de. (V. miembro viril.) La Cirugía tiene muchas veces que cortar estos dos ligamentos: el primero quando impide mamar á los niños, y quando de este vi- cio de conformación se teme que puedan quedar también balbucien- tes : en este caso se toman unas tixeras bien cortantes; y haciendo TOMO IV. NN iSi FRI llorar al niño, se aplican las puntas al frenillo, y con un golpe da- do con ligereza y cuidado se corta la parte excesiva de dicho liga- mento, sin necesidad de mas diligencia, pues aunque vierten una cor- ta cantidad de sangre, después se detiene espontáneamente, y se ci- catriza la solución. El frenillo del miembro viril hay que cortarlo al- gunas veces, porque suele ser un impedimento para el uso del matri- monio: la sencillez con que se hace esta operación no exige descrip- ción alguna. FRENTE. (Anat.) Es la parte superior de la cara. ( V. este artículo.) FRICCIONES. (V. venéreo y mercurio, y asimismo el ar- tículo siguiente.) FRIEGAS Ó FRICCIONES. (Mat. Méd. é Hig.) [Se en- tiende por estas palabras un frotamiento voluntario de todas ó de al- gunas partes del cuerpo para abrirlos poros, conseguir mayor trans-* piracion, y aumentar el calor. Algunas veces se pretende solamente suavizar, por medio de fricciones muy suaves, ciertas partes, y se hacen con substancias untuosas y emolientes. Los atiguos usaron las fricciones del mismo modo que los modernos. Hipócrates observa que una fuerte fricción aquieta, y que una ligera resuelve. Con efec- to , si reflexionamos sobre el mecanismo y efecto de las fricciones, advertiremos que producen una especie de relaxacion y de compre- sión alternativas, cuyas ventajas son relativas al modo mas ó menos fuerte de emplearlas. Una friega ligera comprime las venas; una al- go mas fuerte comprime ademas las arterias; la irritación producida en la piel se comunica inmediatamente á los vasos, y atrae hacía ella los fluidos mas viscosos: un movimiento, que precipita su circula- ción, irrita el sistema de la sensibilidad por la acción que se imprime á los nervios. El calor y las fuerzas vitales se aumentan seguramente con el au- xilio de las friegas, sin que haya necesidad de recurrir á la Farma- cia. Se ha observado que es posible evitar por este medio una calen- tura en los hidrópicos. Se ve quán útiles son las fricciones quando en las enfermedades crónicas se trata de producir, por decirlo así, artificialmente la ca- lentura, para destruir las hinchazones, y promover excreciones sa- ludables á la naturaleza débil y lenta. Quando el designio es de dar fuerza aciertas partes débiles, se consigue haciendo las friegas con un paño nuevo y caliente, con esponjas, ó, lo que es mejor, con una bayeta ó franela; y tienen mas fuerza y energía quando se les impregna de vapores, de substancias resinosas aromáticas, como el ámbar amarillo, la almáciga, el benjuí, el estoraque &c.; porque abriendo los poros de la parte que se frota, se introduce mas fácil- mente este vapor aromático y corroborante. No pocas veces se ha FRI 283 empleado útilmente este medio en los reumatismos rebeldes, en las ciáticas y en los reumatismos gotosos. Se debe tener cuidado de no frotar con mucha fuerza, no sea que se originen irritaciones dolorosas; y se hará con mucha delicade- za y suavidad, para poder continuar este exercicio mas tiempo, no excitar prontamente demasiado calor, y no exponerse á romper al- gunos vasos. Las Centurias de Ribera presentan el exemplo de una ascitis cu- rada con friegas fuertes hechas al sol, después de haberse tentado en vano otros remedios. Se podrían referir otros efectos felices produci- dos por las fricciones en diferentes circunstancias de debilidad ó de atonia, de espasmo, de obstrucción, y de condensación de los flui- dos. A vista de esto no debe causar admiración de que los antiguos hiciesen tan gran caso de las friegas, no solamente para la cura- ción de las enfermedades, mas también para la conservación de la salud. Uno de los casos en que son mas útiles las fricciones quando uno se halla con mucho frió, y principalmente con humedad, entonces son un excelente medio para oponerse á una repercusión casi segura y á un cerramiento inevitable de los poros de la piel, de que se ori- ginan males cuya causa apenas se puede adivinar: sirven también pa- ra evitar reumas, fluxiones, males de garganta &c. La fricción, uno de los exercicios mas saludables á la salud, y que ha sido llamada impropiamente por algunos no natural baxo el nombre de movimiento, ha sido muy descuidada en nuestros dias, de- biendo ser empleada freqüentemente en las personas que , por razón de las circunstancias particulares, no pueden andar, correr , montar á caballo, ni jugar á la pelota &c.; en una palabra, en las que se ha- llan imposibilitadas de hacer exercicios convenientes á su salud. En las Efemérides de los observadores de la naturaleza se lee, que habiendo sospechado un Médico no estar muerto un hombre pri- vado de respiración y de pulso, le frotó la planta de los pies, por espacio de tres quartos de hora, con una tela hecha de orin y un sa- humerio muy fuerte, con lo qual le volvió á la vida. Las friegas da- das con un lienzo caliente en la superficie del cuerpo de los ahogados son uno de los mas poderosos auxilios que se pueden emplear para volverlos de una muerte aparente al exercicio de las funciones vita- les. En este caso calientan, y llaman el movimiento desde el centro á la circunferencia. (V. asfixia.) Los mas acreditados Facultativos aconsejan para la curación del letargo friegas sobre el occipital y el cuello, dirigidas de alto á baxo, las quales serán tanto mas fuertes, quanto mas profundo sea el entorpecimiento. Las friegas suaves son útiles para reblandecer y suavizar la piel, quando algunos miembros están debilitados por la incomodidad, ó 284 FRI opresión ó inacción que experimentan á causa de los vendajes duran- te la curación de las fracturas y de grandes heridas. L¿* personas se- dentarias, y las que se aplican al estudio, se hallan ordinariamente muy bien, haciéndose frotar diariamente por mañana y noche con un cepillo suave para abrir los poros de la piel, facilitar la transpi- ración , y suplir por este medio á los exercicios exteriores. Para llamarla sangre, excitar el movimiento y el calor en las par- tes atroncas se emplean friegas un poco mas fuertes, las quales dan alimento á las partes, como decian los antiguos: se ha logrado tam- bién fixar la g na que andaba errante en las extremidades inferiores, frotándolas sucesivamente desde los muslos hasta las extremidades in- feriores con una franela de tres en tres horas, y por espacio de un quarto de hora cada vez. Las friegas moderadas hechas con lienzos calientes sirven para preparar útilmente á la eficacia de la prepara- ción de las ventosas, vexigatorios, cauterios potenciales, á la de los fomentos resolutivos, de los emplastos de la misma virtud, y de to- dos los remedios incisivos ó estimulantes que se aplican sobre los tu- mores edematosos, ú otras congestiones de materias frias é indolen- tes, para darles el calor y movimiento. Petit en su tratado de las enfermedades de los huesos dice ha- blando del anquilose, que las friegas con lienzos calientes pueden usarse para suplir con utilidad al movimiento de las articulaciones; y que si ellas solas no bastan para resolver la sinovia y disipar la hinchazón, sirven por lo menos para asegurar el efecto de los otros remedios, que por esta causa obran con mas eficacia. En las calenturas continuas y crónicas, en que los enfermos tie- nen casi siempre frias las extremidades, ademas de los lienzos ca- lientes que se renuevan con freqüencia se hacen friegas suaves con lienzos, y después se dan unturas con aceytes de lirio, de manzani- lla , de almendras dulces &c. para evitar el calor. En los sudores que sobrevienen, ya sea espontáneamente, ya por la acción de los remedios sudoríficos, ó bien por un exercicio violento, como el juego de pelota, conviene antes de mudar de camisa hacerse frotar moderadamente con lienzos calientes: esta frie- ga no solamente limpia el cuerpo absorviendo su humedad, sino que ademas da resorte á las partes que lo han perdido. Por este medio precave la lasitud que es el efecto ordinario del descaecimiento. En general las friegas para ser administradas con cordura exigen las mismas precauciones que los otros exercicios: conviene por tan- to atender al tiempo, á la duración, á la fuerza de los que la reci- ben , y á las substancias que al mismo tiempo se pueden aplicar so- bre la piel.] FRIÓ. (Hig.y Med. Práct.) [Se puede considerar al frió, ó como una modificación particular de la sensibilidad de nuestros ór- FRI 285 ganos, ó como una propiedad accidental de la materia que excita en nuestros sentidos una sensación opuesta á la del calor (V. este artí- culo.) ; de suerte, que se puede mirar el frió como una diminución relativa del calor, pues no se conoce de ninguna manera la ausencia total del calor ó frió absoluto. Los cuerpos en general se enrarecen calentándose, esto es, que el calor aumenta su volumen y disminu- ye su pesadez específica; el frió al contrario , los condensa, ó lo que es lo mismo, los pone mas compactos y mas pesados, según los gra- dos de intensidad. Los cuerpos mas compactos y pesados, como los metales, las piedras duras, según se van enfriando se reducen como los otros cuerpos á menor volumen; el agua y los líquidos aquosos siguen esta ley hasta el momento que precede la congelación ; pero en helándose parece que se apartan de esta regla; se dilatan sensi- blemente, y disminuyen de peso, con relación al espacio que ocu- pan: su dilatación es tanto mas fuerte, según que experimentan un grado de frió mas violento. Los aceytes, las grasas, la cera se con- densa también por el frió; de suerte que el frió da firmeza y consis- tencia á ciertos cuerpos aumentándoles la solidez, disminuyendo la fluidez en otros, haciendo algunos de estos últimos enteramente só- lidos. El frío sin duda detiene el movimiento intestino de los líqui- dos , disminuyendo su acción del mismo modo que su fluidez: con respecto á la evaporación de los cuerpos no produce en ellos sino la disminución, porque estos están enteramente privados de calor. Lo que hemos dicho en el artículo calor explica en parte lo que se puede decir del frío, que es precisamente lo contrario, cuyos efectos mecánicos son directamente opuestos. Si examinamos el frió relativamente á la economía animal, vere- mos, según hemos dicho, que no es otra cosa mas que una modifi- cación de los cuerpos; y aunque no se quiera conceder la ausencia del fuego , á lo menos se percibe la diminución de sus efectos. La acción del frió en el cuerpo humano es ó mecánica ó relativa á la sensibilidad: se ha visto, tratando del calor, las diferencias que de- be haber entre la acción mecánica y la que obra en los cuerpos sen- sibles: con respecto al frió sus efectos varían según sus diferentes grados, que dividiremos en tres, sin embargo que entre los quales se pueden distinguir otros muchos intermediarios. El primer grado de frió será el que se puede mirar como absolutamente relativo, co- mo el de una noche fresca del estío, el de un sitio sombrío, en don- de no penetra nunca los rayos del sol, ó el que en invierno designa por encima del grado de congelación en el termómetro. El segundo será el de una fuerte congelación, como acontece en los inviernos rigurosos. El tercero debe comprehender el frió mas violento, sea en una impresión pasagera ó constante. Las causas generales del frío exterior que afecta á los hombres en 286 FRI su estado de salud, se reducen á la obliqüidad de los rayos del sol que nos ilumina y calienta, las nubes que interceptan los rayos de este astro, los vientos frios &c. y otras causas que corresponde ex- plicar mas bien á la Física. Los efectos repentinos y sensibles del primer grado del frió fon una especie de temblor y calosfrios que se excita en todo el cuerpo, y que parece que penetra de lo exterior á lo interior: cesa inmedia- tamente quando se expone por mucho tiempo al ayre. La sensación que excita es viva y picante , mezclada de frió y calor; este último es bien manifiesto después, pero se ha de estorbar el choque del ayre exterior. Si el frió es seco, aunque sea grande su pesadez, á ex- cepción de la sensación que es viva y dolorosa, todo el resto de la economía animal parece que aumenta su vigor, y que adquiere una fuerza ó una acción tónica mas grande, mas vibrátil y activa en to- dos los nervios, la cara como que toma un ayre de alegría, los miembros mas actividad; el espíritu parece que está mas pronto y mas dispuesto á su exercicio; esto se entiende con las personas sanas y bien constituidas; pero los sugetos delicados se resienten del frió, y suele ser este un estimulante nocivo. El frió repentino produce los fenómenos que hemos expuesto; pero si es continuado pierde sus efectos agradables, y conserva su acción mecánica. La acción física del frió en los cuerpos es la constricción ó estre- chamiento que produce en los sólidos y en los fluidos, que como me- nos densos se condensan mas prontamente y con mas fuerza; pero la contracción general del diámetro de una infinidad de vasos capi- lares cierra á la sangre una parte del camino que halla mas libre con el calor; pero también la resistencia que hallan los líquidos para ca- minar por sus vasos capilares, es mayor el roce ó choque mas con- siderable, y la generación del calor efectiva. Si al constreñimiento ó compresión mecánica se añade la acción tónica aumentada por el frió, ¿no se hallará en su acción sobre la piel los elementos de la in- flamación ? La cara de los que han estado expuestos al frió quema y no puede sufrir la acción del fuego. Estos dos excesos opuestos re- corren rápidamente en las fibras, pues pasan de la contracción á la relaxacion. El temblor que se sigue al frió y los calosfrios dependen de la intercepción de la circulación de los vasos pequeños, sobre quienes el frió obra vivamente. Si se disminuye la causa de la cons- tricción vuelve á tomar su curso con vivacidad; por causa de la constricción resulta el calor aumentado por razón del choque de la sangre &c. Esta es la teoría por que se excita el frió y el calor en las fibras, aunque sea en una atmósfera fria y seca. Se sabe también que la transpiración disminuye por la constricción de los vasos; el peso real del cuerpo aumenta, aumentándose también la fuerza de las fibras, y disminuyéndose la gravedad específica; la orina arrastra FRI 2S7 el residuo de la transpiración; el apetito es mayor; la primera di~ gestión se hace mejor &c. Algunas veces este frió , al parecer salu- dable, proporciona cierta plétora que ocasiona algunas hemorragias de narices y fluxos hemorroydales, y otros males. Estos principios que hemos establecido nos darán sin duda luces para establecer un método dietético qual conviene, incluyendo en él el abrigo, exercicio &c., y nos servirán igualmente para hacer aplicaciones útiles en su práctica. El segundo grado de frió que debemos examinar es el de una fuerte congelación ó hielo que solemos experimentar en un invierno riguroso. Este frió es siempre seco, respecto que congela y hace los cuerpos sólidos, aunque sean aquosos. El primer efecto de este frió es fruncir é irritar las fibras nerviosas. Todos estos fenómenos son sin duda contrarios á los del calor; si este las relaxa, el frió las irrita y entorpece violentamente. Según Hipócrates el calor es el amigo de los nervios, el frió es el enemigo mortal; quando su inva- sión es repentina excita una sensación dolorosa como de quemadura mezclada de cierto entorpecimiento y de inacción. La acción mecá- nica del frió considerada en este grado sobre los sólidos y los flui- dos, es la misma que la del frió mediano, de que ya hemos tratado; siu embargo la condensación es mas considerable, la contracción de los vasos mayor, y el espacio en donde ha de correr la sangre mas limitado; en fin todos los fenómenos expuestos anteriormente en un grado mayor de energía. Sin embargo de todo lo dicho es necesario distinguir los efectos relativos de los absolutos y el hábito, pues sa- bemos que los habitantes del norte, aunque viven con un frió muy considerable, son muy fuertes y de muy buena estatura, sufren me- nos enfermedades , y aun se puede añadir que viven mas años; pero todo esto es debido al poder del hábito, pues es preciso convenir con Santorio, que en general el frió es el enemigo de la debilidad, pues esta tiene que combatir con los efectos violentos de este irri- tante que entorpece los nervios &c., por lo que los enfermos deben defenderse del frió en el invierno: compárense los enfermos crónicos que mueren en esta estación con los del verano, se hallará una no- table diferencia: estos hechos responden á los teóricos. Por esta ra- zón los antiguos han dicho siempre que los robustos están mas fuer- tes en el invierno, y los débiles al contrario. Las reglas de precau- ción que han de servir para defenderse de esta intemperie son bas- tante conocidos, que estriban principalmrnte en dormir en una ha- bitación abrigada, defender el pecho y las vias de la respiración de la impresión violenta, el exercicio moderado, la comida y bebida que vaya acompañada de substancias aromáticas &c, que puedan mantener la transpiración libre, y corrientes las demás excreciones. El último grado del frío es el extremo, tal como el que expe- 288 FRI rimentáron los Holandeses en su navegación al norte en 1556, ó como el que se ha experimentado algunas veces en los paises septen- trionales de la Europa. Este frió tan violento puede dividirse tam- bién en diferentes grados termométricos; pero sus efectos siempre son violentos y destructores. La condensación de los fluidos y la constricción de los sólidos llegan á un punto tan considerable, que se sigue precisamente una incapacidad de obrar extremadamente, pues no se puede ni escribir ni tener las armas &c. Este entorpeci- miento, esta inacción puede llegar hasta la gangrena, lo que sucede con bastante freqüencia en muchos paises del norte, donde los pies, las manos y las narices se gangrenan con mucha facilidad estando expuestos algún tiempo á riguroso frió. (V. el artículo gangrena.) Todo cesa en la naturaleza con este frió excesivo, la que se halla como entorpecida matando los vegetales y destruyendo otros seres: efectivamente, los Holandeses no hallaron ninguna planta en su via- ge, ni aun vestigios de vegetación ni de putrefacción, ni fermenta- ción en aquellos paises inhabitados. Los cadáveres aun después de algunos años parece que conservaban su frescura y su figura. En estos paises desgraciados no se hallaban mas que zorras y osos de una altura y una fuerza extraordinaria, que al abrigo de una gruesa piel y del calor que engendra su cuerpo, podian soportar su vida. Sin este rigor hay muchos pueblos en el norte que no son fértiles; sus habitantes son pequeños, los animales son flacos &c. (V. lo que hemos dicho sobre este punto en el artículo atmosfera.) Todos estos defectos son compensados con algunas ventajas, pues no se co- nocen allí las enfermedades contagiosas; los viejos suelen conservar su actividad en la edad mas avanzada. Todo quanto hemos dicho de los demás grados del frió se debe referir aquí; y se puede añadir que quanto mas extremado es el frió, es mayor la constricción de los vasos capilares, y los humores están mas dispuestos á la coagulación &c.; y así para oponerse á todos estos efectos, es necesario evitar la impresión, actividad del ayre libre, y que este no afecte mucho tiempo, usando de un método alimentario correspondiente. Si el agua, el ayre ó qualquiera otro cuerpo frío, se aplica repen- tinamente á la superficie de qualquiera parte del cuerpo que esté mas caliente, se produce en él una sensación viva de frió, que causa una constricción espasmódica, no solo en el sitio del contacto, sino también en lo interior, en las visceras &c. Se sabe también que las mugeres que están con la menstruación, que pasan de un lugar ca- liente al frió, se les suprime, y que á estas y á los hombres también les acomete Jas afecciones catarrales y otros males por las mismas causas. (V. catarro ^ catarral.) No trataremos aquí del frió que proviene de algunas causas internas, como el de la calentura, FRU 209 por haberse explicado en la sintomatológia febril (V. calenturas.); ni el de los viejos, que es la conseqüencia de los espasmos internos por el influxo irregular de los nervios, ni tampoco el que se sigue á las pasiones de ánimo, y otros que se han explicado en sus respecti- vos artículos. Ext.j Se ha suscitado en estos últimos tiempos una disputa, principal- mente por la escuela de Brown, sobre si el frió se debe tener por un debilitante ó por un tónico. Se alegan razones por una y otra parte, que al parecer decidan la materia; pero aunque el frió en cierto gra- do es un destructor &c, como hemos dicho anteriormente, en otro fortifica; y creemos que estas disputas consisten en que forman los argumentos por los extremos: consúltese el artículo Doctrina de Brown , adonde nos remitimos, y á las obras de dicho autor, por- que ocuparíamos muchas páginas, y acaso no aclararíamos la materia. FRONDA. (Cir.) Palabra francesa, que se ha introducido en la Cirugía, que equivale á la castellana honda, con la que se suele llamar una venda de quatro cabos muy semejante á la honda, la que se usa con mucha freqüencia en la Cirugía para contener compresas, medi- camentos &c. Este sencillo vendaje se aplica á varias partes del cuer- po, como á los labios, la quixada, axila &c. El medio ó centro de la honda se aplica regularmente sobre las compresas y la parte enfer- ma, y los quatro cabos se atan en la parte opuesta , dándoles la di- rección mas oportuna. FRONTAL, (hueso) Se da este nombre también al hueso co- ronal. (V. este artículo.) FRUGALIDAD. (Hig) [Se entiende por frugalidad la sobrie- dad ó la templanza, no solamente en la comida y en la bebida, sino también en las costumbres del hombre, de quien es el mas firme apoyo, fundando su felicidad así física como moral; porque con la frugalidad asegura su salud, arrostra una infinidad de males que pro- vienen de la intemperancia, conserva toda la presencia de espíritu y la pureza de corazón que distinguieron á los grandes hombres, cu- yas virtudes nos dexó la antigüedad por modelos. Los Curcios, los Camilos, los Sócrates, los Fociones y los Lacedemonios tenían tan- ta fuerza corporal y vigor de espíritu á causa de vivir habituaimente con frugalidad. Ella es la virtud de los hombres sencillos, que la nue- va sociedad no ha podido corromper. A los que no siguen las reglas de la templanza, ni limitan sus deseos á lo necesario, castiga siempre la naturaleza con melancolías, achaques, enfermedades, y no pocas veces con una muerte prematura. ] FRUTAS. ( Hig.) [Se da el nombre de fruta ó fruto con par- ticularidad á una parte pasagera de los vegetales, producida por el germen encerrado en el ovario de las flores, fecundada por el polvo seminal de los estambres, engruesada y desenvuelta hasta cierto pun- tomo iv. co 290 FRU to, prescrito por la naturaleza, para ponerse en estado de germinar y de reproducir otra planta. Así toda grana es un verdadero fruto, aun quando no esté cubierta de substancia mole y pulposa. Se notan en las frutas las mismas partes esenciales que en las plan- tas, á saber: una corteza ó película, membranas, pulpas ó carnes, y un cuerpo leñoso. Se distinguen los frutos de pepita como las na- ranjas y los melones; los de hueso como los albérchigos y cerezas, los de cascara como las nueces y avellanas, y los de vayna espinosa como las castañas. Se da el nombre de frutas de estío á las que se cogen en esta estación y en el otoño, y de invierno á las que se con- servan en él y aun para la primavera. Se mantienen los frutos en los parages llamados fruterías, tal es una cueva ó sótano quando no está húmedo, es decir, quando el termómetro de Reaumur se man- tiene invariablemente entre los diez y once grados. Las grandes va- riaciones de la atmósfera los alteran, descomponen y corrompen muy freqüentemente. Se colocan del modo que mejor parece en ta- blas, con un borde de hoja de lata, sostenidas por dos escalas do- bles ; y se visitan con freqüencia para examinar los que se pudren. No siendo muy comunes las buenas cuevas, conviene buscar otros lugares á propósito para conservar la fruta. En el norte es temible la humedad y el frió, y en el mediodía la humedad pasagera, pero excesiva por algunos momentos, y los inviernos muy blandos y ven- tosos. En general el lugar donde se coloca la fruta debe estar exac- tamente cerrado por todas partes; expuesto al mediodia y á levan- te ; al abrigo de toda humedad y de las variaciones atmosféricas; dis- tante de los parages donde hay estiércol, caballerizas, olores fuer- tesó licores en fermentación; últimamente, que se cierre la puerta inmediatamente que se entre en él. Cada fruto pulposo debe estar aislado, ó separado uno de otro, colocándole en suelos de madera, en caxones ó en armarios: el suelo ó pavimento estará cubierto de esteras, de junco ó de paja, no debiéndose jamas dexar fruto algu- no amontonado para hacerle sudar, porque es un método detes- table. Antes de colocar las frutas en el parage en que se quieren con- servar se enxugarán perfectamente, y á las que se hayan de cuidar con mas esmero se les ata por el rabo, cuyo extremo se ata con un hilo, que se cuelgan después de haberlos cubierto de papel: de este modo se conservan largo tiempo. Los que tienen mucha fruta, la cubren de heno ó de paja quando temen los hielos. En Paris los fruteros ponen sobre la paja un paño mojado, que intercepta el ay- re, recibe la helada , y liberta el fruto, que se visita después para se- parare! que se ha corrompido: también se dice que se conserva muy bien en caxones cubiertos y llenos de salvado lecho por lecho, ó en heno bien seco. Para tener en ciertas ocasiones frutas, que por los FUE 291 medios indicados no se conservarían, se secan al horno. Así es como se guardan en todas las estaciones uvas, albérchigos, albaricoques, ciruelas, cerezas, peras, manzanas, higos, castañas &c., que son de un gusto exquisito. También se confitan con azúcar las frutas pulpo- sas , y de ellas se hacen dulces, conservas y pastas, que son de un grande recurso, ó bien se las coloca en grandes vasos de vidrio con aguardiente, y así duran años enteros sin sufrir alteración. Hemos hecho aquí estas reflexiones sobre el modo de conservar los frutos, porque sirviendo al alimento del hombre, no se debe des- cuidar nada que pueda dar luz sobre los medios de velar en su con- servación, para poderlos comer en épocas mas distantes, y conser- var al mismo tiempo sus qualidades. Por lo que hace á las distincio- nes generales de frutas y á sus qualidades no repetiremos en este ar- tículo lo que ya se dirá en otros, y se ha tratado en la palabra ali- mento. Se sabe que las frutas, si se comen con exceso, especialmente si no están bien maduras, si se crian en malos terrenos, habitualmente húmedos, pueden causar indigestiones, flatos, diarreas, calenturas intermitentes, obstrucciones, disenterias &c. Se debe cuidar de que no conun mucho los niños, y que no ce permita la venta de las que no estén maduras, y de las podridas. Si se cuecen las frutas, aunque estén inmaduras, no son del todo malas; lo mismo si se echan en azúcar ó almíbar, porque se suple lo que debia darles la naturaleza para la madurez , y se impiden todos los efectos de la crudeza. ] FUEGO. (Fís. Méd. Hig. y Mat. Méd.) Se da este nombre por los Físicos á una materia sutil, que con su acción produce á lo menos calor (V. calórico.), incendio y otros fenómenos, los qua- les , y el examen de su naturaleza, pertenecen á la física, adonde nos remitimos, contentándonos con exponer los que tienen relación con la Medicina. [El fuego, con respecto á la Higiene, comprehende todas las materias en combustión en su estado de incendio ó ignición, pues- tas cerca del hombre para defenderse de las impresiones de un ayre demasiado frió. Hasta ahora no se ha podido fixar el grado preciso del ayre exterior, que produzca una sensación dolorosa de frió (V. este artículo.), porque depende del hábito, del vigor indivi- dual de la vida activa &c.; pero se puede decir en genred que el ca- lor humano ofrece un punto fixo, ó á lo menos poco variable, sien- do así que en los paises que comprehende la Zona templada y gla- cial el ayre de la atmósfera experimenta grandes variaciones de ca- lor y de frío, por lo que era preciso que el hombre se precaviese de semejantes impresiones violentas, que solo lo logra en una atmósfera caliente, que se consigue quemando varias materias, y manteniendo un incendio, para que por este medio haya un gran desprendimient< 292 FUE de calórico. De aquí ha nacido la invención de chimeneas y estufas para calentar las habitaciones, y disfrutar de esta calefacción los hom- bres mismos: estas invenciones, con respecto á la salud, tienen sus ventajas é inconvenientes. El fuego de las chimeneas produce por su acción inmediata y demasiado violenta sobre ciertas partes del cuer- po, como son las piernas, la cara&c., un calor demasiado ardiente, que las marchita y deseca, y á veces las pone en un estado de caute- rización , particularmente en los sugetos frioleros, que se arriman de- masiado al fuego: se sigue pues que unas partes, demasiado calientes por este medio, al paso que otras experimentan una sensación opues- ta, ponen sin duda por esta causa á los que hacen abuso de esto llenos de fluxiones, afecciones catarrales &c. Las estufas, al contrario, ca- lientan las habitaciones uniformemente, distribuyéndose el calórico con igualdad, no afectando en una parte del cuerpo mas que en otra, por lo que no nos exponemos á recibir las dos sensaciones opuestas de frió y calor; pero por otra parte el ayre de las habitaciones, ca- lentado por las chimeneas, es mas sano, porque se renueva continua- mente , en lugar de que el ayre, que se calienta por las estufas, está estancado y cargado de vapores poco saludables (V. ayre y atmos- fera. ), siendo por consiguiente poco saludable para la respiración, como lo enseña la experiencia, particularmente en los paises del nor- te , que tanto uso se hace de las estufas. Los que deseen conservar una salud robusta, deben siempre sa- ber que el hombre no ha de tener una vida sedentaria y abrigada, pues debe pasar una gran parte de la vida al ayre libre y á las vicisi- tudes de las estaciones para endurecerse y habituarse á sus impresio- nes , aunque sean algo violentas, pues de otro modo estará expuesto á cada paso á enfermar, principalmente quando no pueda defenderse de las inevitables alteraciones de la atmósfera. Aunque el calor pare- ce ser el principio que anima toda naturaleza orgánica, sin embargo hay muchos grados del que pueden perjudicar , y no se debe por di- cho principio conceder que el frió ha de ser lo opuesto, pues algu- nos grados de él son sumamente provechosos. (V. frió.) Del fuego con respecto á la Materia Médica. La Física considera en general los fenómenos que ofrece el fuego quando se dirige su acción á los diversos cuerpos de la naturaleza; pero la Med ¡ciña, suponiendo estos fenómenos conocidos, se limita á exponer los que el fuego produce por su impresión inmediata en el cuerpo humano. Si se compara la práctica antigua del arte de curar con la moderna, se percibirá inmediatamente una gran diferencia en la aplicación del fuego, que con tanta freqüencia se usaba antes. (V. cauterización y cáusticos.) FUE 293 Algunos autores modernos han hecho en los Tratados generales de Cirugía que han publicado varias descripciones de las diferentes formas de cauterios, indicando su uso en la caries, en el escirro, en el cancro, las excrecencias, los carbunclos, la gangrena , para abrir las fuentes, para detener las hemorragias &c.; por lo que se ve que apenas se apartan de la práctica de los antiguos, sin embargo que ex- presan el terror que este remedio imprime en los enfermos, y los do- lores que produce , lo que manifiesta claramente que solo han copia- do libros,y no han raciocinado ni han consultado la experiencia. Otros autores, y entre ellos Gerengeot, han descrito y aun han hecho gra- bar muchas especies de cauterios, y apenas se servían de ellos. Seria muy largo referir las varias opiniones sobre la aplicación del fuego ó los cáusticos actuales; pero el resultado de todo es que, si se excep- túa la moxa, los demás medios de cauterizar se van desterrando enteramente. La razón de esto es que la doctrina fundamental del arte de curar ha recibido grandes mudanzas desde que se ha descu- bierto la circulación de la sangre, desde que se conocen mejor las le- yes de la sensibilidad y la irritabilidad, y también el sistema glandu- loso y linfático. Estos sublimes conocimientos no solo han desterra- do la práctica cruel de los cáusticos, sino también la antigua gerigon- za fisiológica del calor innato, húmedo radical, restos de la anti- gua filosofía. Los Cirujanos han cultivado la anatomía; el arte de operar se ha perfeccionado, porque se conoce mejor el cuerpo hu- mano y Jas enfermedades que le acometen, para las que se han in- ventado muchos instrumentos útiles; y como el fuego inspira tanta repugnancia, se suelen valer con preferencia de cauterios potenciales en todos los casos donde no puede servir el instrumento cortante; ademas los progresos de la Química han contribuido á la preferencia de los cáusticos potenciales, porque ha multiplicado estos remedios. Sin embargo expondremos los casos en que se debe preferir el caute- rio actual. i.° Se debe preferir el cauterio actual quando hay necesidad de quemar inmediata y prontamente, por exemplo quando hay una he- rida infectada de veneno, ó quando la salida de la sangre y de la lin- fa es muy freqüente por la extremidad de los vasos, y no se puede detener de ningún modo por los estípticos &c.: 2° quando es nece- sario disipar humores aquosos, y excitar al mismo tiempo la acción de los vasos para proporcionar una laudable supuración, por lo que es útil esta especie de cauterio en los tumores aquosos y gelatinosos: 3."quando es necesario prescribir límites exactos á la cauterización, lo que no se conseguirá con los cáusticos potenciales, porque se extiende siempre mas de lo que se desea. De todo esto se debe deducir que el cauterio actual no se debe proscribir enteramente , pues hay casos en que es aun útil; pero no se ha de generalizar, ni se ha de hacer abu- 294 FUE so; y que para usarlo es preciso muchas veces conducirlo por una cánula para evitar el terror al enfermo, y disminuirle la incomodi- dad. Ext.] FUENTE. (Cir.) * Se llama así á una úlcera pequeña, que se hace artificialmente por la Cirugía en diferentes partes del cuerpo , ya sea para precaver una enfermedad, ó para curarla. Los Cirujanos, quando abren una fuente, se proponen imitar á la naturaleza, la que produce algunas veces ella misma úlceras de esta especie, por las qua- les salen las materias abundantes y viciosas, que si no fuera por su evacuación, causarían males funestos. Las partes donde suelen abrir- se estas úlceras artificiales, y que pueden soportar con menos inco- modidad, son: i.a la parte superior de la cabeza: 2.a el cuello: 3.a los brazos, eligiendo lo mas baxo hacia la extremidad inferior del deltoi- des y del biceps, buscando siempre los intersticios de los músculos: 4.a sobre la rodilla hacia la parte inferior é interna del músculo, don- de se percibe como un hoyo con la simple vista y con los dedos: 5.a debaxo de la misma rodilla al lado interno y superior de la pier- na, donde se observa otra especie de cavidad, que forman los inters- ticios de los gemelos y el solar, esto es, entre el borde del principio de la pantorrilla y la elevación de la tibia. El método mas sencillo y mas pronto para formar la fuente ó úl- cera artificial es aquel por el qual, después de haber elegido el sitio, se coge un pliegue de los tegumentos con los dedos de un ayudante, y con los del Cirujano se hace una incisión con un bisturí, que inte- rese solo la piel hasta el texido celular, en términos que pueda co- locarse después un guisante, un garbanzo ó una bolita de cera; des- pués que se ha colocado qualquiera de estos cuerpos se eubre con un empLsto, y encima una compresa y una venda: á los tres ó quatro dias la ulcerita se halla ya formada; se limpia, y se vuelve á poner la bolita ó guisante , y se hace esta curación diaria y sucesiva por to- do el tiempo que se ha de tener abierta la fuente, la que destilará un humor purulento ó sanioso. También se abren estas úlceras artifi- ciales por medio de un cauterio actual,y también el potencial. (V. cau- terio potencial. ) Este último medio se prefiere al primero, que apenas se usa ; pero siempre se deberá preferir el método de la incisión. Desde que se ha extendido el uso de las moxas y las cantáridas, y se ha simplificado su método curativo, esto es, que no se hace con tanta crueldad (V. cantáridas ), se va proscribiendo el uso de las fuentes; sin embargo se hallan recomendadas por muchos autores para la epilepsia, la tisis y otras muchas enfermedades de cabeza, ojos, oídos &c. Pero si examinamos los admirables efectos de la moxa (V. este artículo y el de cáustico actual.), hallaremos la preferen- cia que merece este remedio, aunque en algún caso puede convenir la fuente, principalmente quando haya necesidad de verter humores. FUE 295 FUERZA. (Hig) [La fuerza es el primer móvil de la exis- tencia , la que sobrepuja á todos los obstáculos, resiste í las injurias de las estaciones, y á los efectos de la intemperancia, luchando con el trabajo, y combatiendo con el sueño: la fuerza es la que sostiene el entusiasmo del hombre para la guerra y otros actos de valor, sien- do sin duda uno de los mas bellos atributos de todos los animales. En quanto al hombre se observa en general, que quanto mas civil, es menos vigoroso, pero al mismo tiempo tiene mas talento; pero aun- que la fuerza corporal no es lo que le hace distinguirle mas en so- ciedad , sin embargo no se debe despreciar esta propiedad , la que contribuye á mantener la salud, concurriendo á su felicidad. Como el número de los que se ocupan en los trabajos intelectuales es infi- nitamente menor que los que se ocupan en los trabajos corporales, es preciso convenir que una de las riquezas de un Estado es el que haya hombres robustos y vigorosos. Es difícil en general medir la fuerza humana, pues es relativa siempre á varias circunstancias que la hacen variar infinito. Se sabe que depende de los músculos y de la posición del que obra, por lo que se sigue que las palancas y puntos de apoyo aumentan ó disminuyen la fuerza individual. D^guller y otros Físicos han construido varias máquinas para computar la fuer- za del hombre por cálculos, por aproximación, y de lo que es sus- ceptible de mover; pero dexemos á los Físicos estas investigaciones, y tratemos de saber, que los sugetos de temperamento bilioso y melancólico son en general los mas fuertes, porque sus músculos son mas robustos por estar sus fibras mas reunidas, teniendo mas resorte y elasticidad; y así los que tienen las carnes blandas, como los hom- bres gruesos &c. tienen mucha menos fuerza y energía para todo gé- nero de trabajo. Para adquirir la fuerza y conservarla nada hay mas á propósito que el exercicio activo y repetido alternado de un moderado des- canso. (V. exercicio.) El movimiento disipa los humores excesivos, deseca las fibras aumentando su resorte. El hábito de exercitar los músculos hace que se fortifiquen y que adquieran energía; de este modo la fuerza no puede perder, y la debilidad puede disminuirse, y el hábito puede ser para los músculos lo que estos serán para los hombres. En la niñez es quando se ha de preparar esta riqueza in- agotable á los hombres, preparándoles por este medio, esto es, con- vidándolos al exercicio, y por consiguiente el que tengan una larga y robusta existencia; pero se ha de tener presente que no se toque en el exceso, porque entonces en lugar de adquirir fuerzas se con- seguirán debilidades. Ext. ] Fuerza vital. Es la que resulta del conjunto y equilibrio de tod^s las propiedades vitales, que rige y ordena la forma, la composi- ción , la proporción, la textura, y el movimiento de todas las partes. 296 FUN FUMARIA. (Mat. Méd.) [Se da este nombre á una planta de las que tienen mas uso en la Medicina, que Linneo llama fumaria offi» cinalis, y á la que se le atribuyen una porción de propiedades para curar varias enfermedades. Su amargor manifiesta sus propiedades tónicas y antiescorbúticas; y así es que se suele prescribir en la ca- quexia, en el escorbuto, la ictericia, y en casi todas las afecciones cutáneas; pero no solo se ha de usar este vegetal para curarlas, es necesario añadir el buen régimen dietético &c. Para lo que parece tiene mas uso esta planta es para las enfermedades cutáneas dada en infusión ó su xarabe en suero &c. El autor de este artículo refiere la curación de una herpe rebelde en un brazo, con solo el uso de la infusión de fumaria tomada en leche por espacio de seis meses, y la- vando la parte con la misma preparación. El suco de esta planta se suele prescribir para el escorbuto , mezclándole con el de codearía y los demás remedios antiescorbúticos. Se hace un xarabe con el su- co de esta planta, que lleva el mismo nombre, entra también la fu- maria en el de chicorias compuesto y en otras preparaciones farma- céuticas, como en el electuario depsyllium, las pildoras angélicas &c.I FUMIGACIÓN. (Hig. y Mat. Méd.) La fumigación ó sahume- rio es una emanación ó volatilización de alguna substancia activa y olorosa, cuyos vapores sean húmedos ó secos, los recibe el hombre para precaverse de algún mal ó para curarle. La Medicina emplea las fumigaciones, ó para corroborar ciertas partes, ó para dar al ayre, que debemos respirar, propiedades que no poseía, ó acaso cor- regir alguna mala qualidad. (V. desinfección, donde se explican los varios medios de fumigar) , Hemos dicho que hay fumigaciones húmedas y secas; las prime- ras consiste en hacer hervir al fuego vinagre solo ó con algunas subs- tancias ó tinturas aromáticas &c.; en las segundas solo se reduce á quemar azúcar, benjuí, estoraque, espliego, romero y otras subs- tancias aromáticas, y también fétidas, como el papel, la lana, plu- mas &c., principalmente en caso de histerismo. Los varios simples ó substancias de que se echa mano para las fumigaciones, lo indicarán las enfermedades para que se aplican, el estado de la atmósfera y de los hombres que las han de recibir. (V. epidemia, peste y fiebre amarilla y otros artículos de Medicina práctica , donde pres- cribimos sahumerios y fumigaciones acidas, aromáticas &c. FUNCIÓN. (Fisiol) Se da este nombre en Fisiología al exer- cicio de una acción que se exeree en conseqüencia de la extructura y de la disposición particular de las partes que componen al hombre. En toda función hay que considerar la facultad y la acción. La fa- cultad es la disposición mecánica para que los órganos obren; y la acción es el resultado del movimiento particular de las partes en conseqüencia de su disposición; por lo que se sigue que toda función FUN 297 supone una facultad, la que produce una acción. Las funciones, se- gún algunos Fisiologistas, se diferencian en vitales, naturales y ani- males. Las funciones vitales son aquellas que mantienen la vida, sin las quales no se podria existir, y se cuentan tres, la acción del cerebro, la del corazón, la circulación de la sangre, y la acción de los pulmo- nes y la respiración. Las funciones naturales son aquellas que no son necesarias para la conservación del individuo en todos los instantes de su vida; pero sin embargo le son esenciales para su conservación en general, para crecer y propagar su especie. Se cuentan siete: i.° digestión y quilificacion: 2° sanguificacion : 3.0 las secreciones: 4.0 la nutrición: 5.° el crecimiento: 6.° la generación: 7.0 el parto. Las funciones animales son las que dependen del sensorio común; y ver- daderamente no son absolutamente necesarias para vivir, pues sub- sisten muchos con su razón depravada, y turbadas las funciones in- telectuales. Los Fisiologistas modernos hacen otras varias divisiones de las funciones, clasificándolas ya en orgánicas y animales, ó ya en in- ternas y externas, ó según se cuentan los sistemas, esto es, funciones del sistema nervioso, muscular &c: nosotros, aunque conocemos todas estas divisiones, dexamos á nuestros lectores la libertad de que hagan las que gusten, consultando las obras de Dumas, Gri- maud , Richerand &c., omitiendo la división antigua de vitales, ani- males y naturales, que aunque falte algo á Ja exactitud, está sin embargo mas generalizada hasta ahora. FUNDENTES. (Mat. Méd.) Se da el nombre de fundentes de la linfa á los atenuantes que tienen la facultad de obrar de un mo- do particular sobre este humor, y de resolver con facilidad sus concreciones. Existe un gran número de enfermedades crónicas en que la linfa se altera con especialidad. La mayor parte de estas al- teraciones depende, según se cree, de una acrimonia diversa con- traída por xugos alimenticios mal elaborados, por la detención que experimenta en sus vasos, ó por un virus extraño introducido en el sistema absorvente. Esta acrimonia va constantemente acompañarla de una condensación notable que da nacimiento á los infartos de los vasos y las glándulas linfáticas, los quales se observan por detras y por baxo de las orejas, baxo las quixadas, en el cuello, baxo los so- bacos, en las ingles, en conseqüencia de las afecciones venéreas, es- crofulosas, raquíticas &c. Se sabe per la observación que ciertos me- dicamentos tienen la propiedad de disolver esta linfa engruesada y como coagulada, y de destruir las obstrucciones que produce. En esta clase se colocan particularmente los álcalis puros ó cáus- ticos; las mismas sales suavizadas por el ácido carbónico ó los car- bonates alcalinos; el muríate amoniacal, el azufre de antimonio, ó TOMO IV. pp 298 FUN antimonio crudo, el kermes, el tártaro estiviado, el antimonio dia- forético no lavado ó fundente de Rotron. También pertenecen á esta clase el mercurio, los precipitados mercuriales, el etiope mine- ral, los hígados de azufre, las aguas minerales alcalinas, las raices y leños sudoríficos, la raiz de china, la zarzaparrilla, el guayaco ó palo santo, las gomas, resinas, fundentes, el gUbano, la goma amo- niaca, el sagapeno, el asafétida y los xabones medicinales. Estos remedios, que son los mas activos de los atenuantes, se administran con mucha precaución, empezando por dosis muy moderadas; y se les asocian los suavizantes y calmantes, para que sus efectos sean mas benignos. Se aplican con fruto en las enfermedades de la piel y de las glándulas producidas por la degeneración de algún humor ó de algún virus ya radicado: son por lo regular muy cálidos, y per- judican á los temperamentos secos y melancólicos, á las personas que padecen debilidad de pecho, á las de una debilidad y sensibilidad extremas, y á las que tienen una disposición á la diátesis inflamatoria. Los enfermos se preparan con los relaxantes, los baños, el régi- men dulce y refrigerante un poco antes de prescribirles el uso de los remedios citados. Es preciso que los vasos estén bien abiertos y pe- netrables, á fin de que los fundentes, después de exercer su acción en los órganos, puedan salir fácilmente del cuerpo: no olvidando que estos medicamentos son muy perjudiciales á nuestra naturaleza por tener grande actividad; y conviene que no estén detenidos mucho tiempo en nuestro cuerpo. Estas observaciones son relativas princi- palmente á la administración del mercurio, el mas poderoso y enér- gico de todos los fundentes de la linfa; por lo qual se conoce que un uso inconsiderado ó muy continuo de estos medicamentos pro- duce todos los males que dependen de la disolución de los humo- res, y especialmente la debilidad, la palidez, hidropesías, escorbu- to, hemorragia &c. Últimamente, administrando los fundentes de la linfa para des- truir la viscosidad y la condensación de los xugos, es preciso alterar- los, y agregarles de quando en quando los evacuantes, y especial- mente los purgantes suaves diuréticos, á fin de que se expelan del cuerpo los humores atenuados y disueltos, y no perjudiquen por la acrimonia que adquieren, no aument ando por esta razón los ate- nuantes activos. Tal es el fundamento de las ideas que han formado los Médi- cos acerca de la naturaleza y efectos de los fundentes; las quales, si bien parecen sencillas y naturales, no están demostradas de un mo- do que satisfaga del todo á los Físicos exactos. No se sabe positi- vamente si en muchas afecciones existe en realidad una coagulación ó condensación de la linfa, como se asegura en las obras de prácti- ca y en las consultas: así la teoría no está probada exactamente; pero FUS 299 no hay duda, que los fundentes activos hacen desaparecer las hin- chazones de las glándulas y las obstrucciones de los vasos linfá- ticos: de este principio es necesario partir para aconsejar su uso en las enfermedades en que la experiencia ha demostrado su eficacia. F. FUNGO. (Cir.) * Excrecencia en forma de hongo que sobre- viene en qualquier parte del cuerpo, y particularmente en el ano. A esta enfermedad se la llama también higo. (V. esta voz.) El fun- go es unas veces esquirroso y otras carcinomatoso. La curación de los fungos consiste en destruirlos con algún instrumento cortante, con los cáusticos, ó por medio de la ligadura. (V. excrecencia, LUPIA, CONDILOMA, SARCOMA &C.) *. FUNGOSO. (Cir.) * Llamamos carnes fungosas á las que son blandas, babosas, superfluas, y que sobresalen á manera de hongos en las partes ulceradas. (V. hipersarcosis.) *. FUROR. (Hig) [ Es el último grado de cólera, y que conduce á la pérdida de la razón, independientemente de los excesos funes- tos á que arrebata la violencia de las pasiones, degenerada en furor; produce ademas en las personas poseídas de él una agitación fe- bril momentánea, que estira las fibras de toda la máquina, y causa transpiraciones forzadas, espasmos y eretismos, seguidos siempre de una fatiga mas incómoda que la que puede causar el violento exercicio. Las personas de una constitución biliosa y melancólica son las mas expuestas á las pasiones vivas, y se enfurecen con facilidad. No son á propósito para resistir largas fatigas, porque su vivacidad les consume; y si no se acostumbran á moderar, desfallecen, porque conducidas al exceso, la transpiración forzada, la exaltación de los fluidos y la tensión de los sólidos, causada por una pasión tan violen- ta, pone la máquina humana semejante á la cuerda de un instrumen- to , la qual por haber estado muy tirante se rompe ó se afloxa de- bilitándose. Así las personas furiosas están expuestas á hemorragias, á vértigos y aun á demencia. Los que están muy próximos, q tienen disposición á la cólera y al furor, es necesario que observen un régimen refrescante, usando de alimentos ligeros, bañándose con freqüencia, y bebiendo agua con abundancia mezclada con un poco de vino ó con ácidos.] Furor uterino. (Med.) (V. ninfomanía.) FUSIÓN. (Mat. Méd) Se llama así el ablandamiento y li- quidación producida en los cuerpos salinos, sulfurosos y metálicos., por la fixacion del calórico. (V.este artículo.) Esta operación es muy freqüente en la Farmacia para la preparación de varios medi- camentos. F. 300 GAL GALACTIRREA. (Med) Se da este nombre al fluxo invo- luntario de leche. Esta enfermedad constituye el género xxn de la Nosología de Sauvages. (V. fluxos.) GALACTÓFORO. (Anat) Adjetivo ?k**x.Tofof>°í de >*a«, leche, y de ?íf» llegó, esto es, que conduce leche. Este epíteto se da á los canales ó vasos, que parece conducen la leche á los pechos, ó mas bien á los pezones. (V. pechos ó mamas.) GALANGA. (Mat. Méd) [ Se da este nombre á una raiz que viene de la isla de Java y de las costas del Malabar, que Linneo lla- ma mar anta galanga, de la qual hay dos especies, la pequeña lla- mada galanga minor, ó sinensis ojpcinarum, y la grande, que se llama galanga mayor, ójabanensis ojficinarum. Estas dos especies tienen en Medicina las mismas propiedades; pero la primera en un grado menor, por lo que se prefiere la segunda. Los indios se sir- ven de esta raiz como condimento en sus comidas; nuestros vina- greros la usan pira aumentar la fuerza y el vigor al vinagre. Se cree que este medicamento facilita la digestión y fortifica el estómago, hace que se despidan los flatos, y que promueva la regla. En caso de disposición inflamatoria, la raiz de galanga, del mismo modo que los demás remedios cálidos y estimulantes será dañosa; pero vendrá bien esta raiz estomacal quando hay debilidad en el estómago, y el suco gástrico no tiene energía. La dosis en que se administra esta raiz es desde doce granos hasta treinta y seis tomada en substancia, y media dracma hasta dos infundida en vino ó agua. La raiz de galan- ga entra en varios electuarios como en el orbitano, la benedicta laxativa &c. Ext.] G ALBINISMO. ( Fistol, y Mat. Méd.) La propiedad que se ha observado tienen los nervios de los animales de irritarse con las substancias metálicas ó carbonosas, ofrece una serie de fenómenos que se llaman galbánicos, y á esta propiedad de excitar movimien- tos espasmódicos en los nervios y en los músculos, en que parecía que estaba extinguido el principio vital han llamadogalbanismo: algu- nos llaman también á esta propiedad irritación metálica ó galbá- nica, usando de la voz galbanizar para expresar la acción que pro- duce. La excitabilidad es en general una propiedad de las substan- cias animales y vegetales, prerogativa de que goza la materia orga- nizada. La irritación galbánica no obra manifiestamente mas que so* bre las partes orgánicas dotadas de fibras sensibles; supone la reac- ción de la fuerza vital, y pertenece á lo que Hufeland llama acción vital. Quando esta irritación se exerce en los nervios, que se distri- buyen por los músculos ú órganos dotados de fibras musculares, excita en estos contracciones y movimientos muy notables: en los nervios destinados á ciertos sentidos produce impresiones semejantes á las sensaciones: aumenta también las secreciones alterando la na- GAL 301 turaleza de los fluidos segregados, y produciendo otras mudanzas que veremos mas adelante. Galbani, Profesor de Medicina en Bolonia, fué el primero que experimentó la existencia y fuerza de naturaleza eléctrica en la ac- ción muscular; descubrimiento, que repetido en otras partes, recibió nuevo impulso que aceleró la propagación de tan importante descu- brimiento, debido sin duda al Profesor de Bolonia, cuyo nombre conserva; y aunque su teoría no está conforme con la de otros sabios que han ilustrado mucho mas esta materia, sin embargo se pueden conformar los principios á pesar de que Galbani tiene la electricidad por fundamento como observaremos mas adelante. El galbanismo, que tuvo el humilde origen en la observación de unas convulsiones de la rana, mereció la atención de los sabios, y un distinguido lugar entre los mas sólidos conocimientos, pues que los brillantes fenómenos que de ellos pueden deducirse, nos condu- cen al conocimiento de la animalidad y de la vida; dándonos á co- nocer que las acciones musculares se propagan, y actúan mucho tiempo después de la muerte. Una casualidad dio á conocer el pri- mer impulso al conocimiento de los fenómenos que nos ofrece el galbanismo. En el gabinete de Galbani estaban sobre la mesa de una máquina eléctrica al tiempo de hacer varios experimentos unas ranas desolladas: un discípulo acercó por casualidad la punta de un escal- pelo á una rana, que al momento se convelió fuertemente. La esposa de Galbani, que observó con sorpresa este fenómeno, dio inmedia- tamente parte de él á su marido, quien lo repitió y varió de muchos modos, observando que la rana se convelía siempre que se sacaban chispas del conductor de la máquina eléctrica, á pesar de la distan- cia que mediaba entre la rana y el expresado conductor. El espíritu indagador de Galbani no se contentó con esto, y quiso averiguar la causa de tan portentosos efectos, lo que le empeñó en un laberinto de disputas, y en una multitud de experimentos. Creyendo, como luego diremos, que una electricidad animal, desigualmente repartida entre los órganos, era la causa de tan admirables fenómenos, pensó en establecer entre ellos una comunicación que restableciese el equi- librio de electricidad , para lo qual se valió de un arco de metal ho- mogéneo ; y tocando con un extremo el nervio crural de una rana, y con el otro la pierna correspondiente á dicho nervio, vio con admira- ción que se convelia la pierna: substituyó al arco de metal otro ar- co de materia idioeléctrica, ó no conductora: estableció la misma comunicación ; mas las convulsiones no se verificaron. Alentado con estos sucesos, quiso ver el efecto que podría producir su arco forma- do de dos metales; y hecho el mismo experimento, observó que su acción era mas valiente que con uno solo; y habiendo combinado de varias maneras los diferentes metales, pudo apreciar la diferente 302 GAL virtud de que gozaban unos respecto de los otros, en excitar mas ó menos la fibra animal, y producir mas ó menos enérgicas convulsio- nes. Ya tenemos pues aquí, sin el concurso de las maquinas eléctri- cas, los miembros de un animal muerto, y separados del todo á que pertenecen, que se ponen en acción y en movimiento mucho tiempo después de la muerte por solo el contacto de los metales: fenómeno asombroso que admiró y excitó la curiosidad de los mayores Físicos de la Europa, como que parece conducía á descubrir el gran secreto de la vida: así es que se afanaron á repetir á porfía los experimentos de Galbani, á variarlos, y á hacer otros nuevos según los resultados; y las ideas diferentes que cada uno concibió acerca de sus causas y naturaleza. No solamente la acción de los metales obra sobre los ór- ganos del movimiento, sino también se extiende á afectar los de las sensaciones. Mucho antes del descubrimiento de Galbani, habia ob- servado Sulcer, que juntas una lámina de zinc y otra de plata, y aplicadas así unidas á la lengua, se producía en esta una sensación que no causaban separadas ni la lámina de plata ni la de zinc; pero esto se miró como mero divertimiento, y no se pensó en deducir conse- qüencia alguna de este hecho: mucho menos se sospechó la grande acción de los metales sobre la economía animal; pero después del descubrimiento del galbanismo, se repitió con otros conocimien- tos este experimento, y se vio que los metales no solo afectaban el órgano del gusto, sino también el de la vista; produciendo ráfagas luminosas; y el de la sensibilidad, excitando sensaciones dolorosas en las partes de sus epidermis á que se aplicaron los metales, aumen- tando considerablemente sus secreciones, y aun alterando de un mo- do singular y pronto la naturaleza de los fluidos segregados. La re- petición de los experimentos ha manifestado después que no eran exclusivas de los metales las referidas propiedades, siéndolo igual- mente también por medio de substancias carbonosas, y aun en algu- nos casos solo por el contacto de otros órganos vivientes. Son varias las teorías que los Físicos han formado para explicar los fenómenos del galbanismo: expondremos brevemente algunas de ellas, principiando por las de Galbani, quien supone los nervios y músculos vivientes enteramente semejantes á las botellas eléctricas diferentemente cargadas: suposición que con ulteriores experimen- tos se ha falsificado, pues se ha hecho ver que un cuerpo excitador, puesto solamente en contacto con la armadura de un nervio, excita también contracciones en los músculos. La teoría de Volta , fundada en la tendencia que tiene la electricidad contenida en los cuerpos que componen la cadena galbánica á equilibrarse entre ellos, se refuta con otro experimento ', y por consiguiente homogéneo , por exemplo el i Estos experimentos se describen en la obra de HumboIJt, intitulada Experi- mentas acerca del galbanismo, que se halla traducido á nuestro idioma. 'GAL 303 mercurio puesto en contacto con un nervio y con el músculo en que se distribuye puede ocasionar en este contracciones muy mani- fiestas. Humboldt pretende que sin metales hay galbanismo, y que estos solo sirven para aumentar la eficacia galbánica, quando la ir- ritabilidad escasea. Para probar su modo de pensar supone que la materia galbánica acumulada en los músculos se desprende de ellos en razón directa de los obstáculos que encuentra en la cadena, de io que deduce varios corolarios. Creve opina que los metales por la mayor afinidad que tienen con el oxígeno que con el hidrógeno del agua, la descomponen, lo que produce una irritación en las fibras musculares, seguida de movimientos convulsivos. Alargaríamos de- masiado este artículo si nos ocupásemos en exponer todas las teorías y las discusiones que se han suscitado sobre este objeto; y así solo nos contentamos con indicarlas , remitiendo á nuestros lectores á la obra de Humboldt y otras que se han escrito sobre esta materia; y para abreviar este artículo y concluirlo trasladaremos algunos tro- zos de los nuevos elementos de Física que ha publicado el Dr. Civar, en donde reúno lo mas interesante de la doctrina del galbanismo. ,, La electricidad, enriquecida por los trabajos de los Físicos dis- tinguidos, es quizá aquella parte de la ciencia natural, que goza de la mayor influencia por su general y útil aplicación. La pura curio- sidad en que consistieron los primeros ensayos de los Físicos elec- tricistas , se ha transformado en un objeto interesante de meditacio- nes profundas, de aplicaciones útiles, y en una larga serie de hechos, que nos pueden conducir al gran conocimiento de la causa de la vitalidad física y movimiento muscular. Las partes de nuestro cuer- po, al paso que son formadas por la combinación de los principios siempre tales como el calórico, lumínico, fluido eléctrico, oxigeno, ázoe, carbone, fósforo y cal, reciben por ella una vida química, efecto de la equiponderancia, ó justa proporción de los principios combinados: la vida química dexaria de seguir con aquel orden cons- tante á ella esencial, siempre que el oxígeno, el calórico, lumínico y fluido eléctrico no modificaran á la materia de un modo á noso- tros desconocido, que organizándola le dan una vida física; y pues- tas en dicho estado las propiedades vitales, se exercen con libertad las funciones materiales de los seres orgánico-físicos. Al tratar del lumínico, calórico y oxígeno, ya diximos el influxo decidido que estos fluidos tienen en la organización, vegetación y sensación de los animales y vegetales que pueblan el universo; y puesto que es igual, si no mayor que la influencia y poderío que tiene en ellas el fluido eléctrico modificado por la animalizacion y vitalidad, debe- mos exponer los conocimientos y conjeturas que fundadamente se pueden aventurar sobre el particular. En las ciencias de observación, como la Medicina y Física, hay leyes fundamentales que indican la 3Q4 GAL* relación de los fenómenos con las causas que los producen; pero al- gunas veces solo podemos deducirlas por analogía: por exemplo, vemos que los miembros torpes se alivian en sus acciones por los baños, chispas, corrientes y conmociones eléctricas. Observamos que un miembro que se extenúa engorda por los citados medios: que los infartos de las articulaciones y las induraciones, efectos de infla- mación , se corrigen por la electricidad y galbanismo; y por analo- gía decimos, que si se logra corregir estas dolencias, aplicando el fluido eléctrico ó galbánico á las partes que lo habían perdido, ten- dremos autoridad para afirmar que goza una influencia ó poderío de- cidido en el exercicio de las funciones de los animales, puesto que les hace cobrar el estado de vitalidad que les corresponde y es ne- cesario para exercer libremente las funciones á que la naturaleza les destinó. Sabemos igualmente por la experiencia que el fluido eléc- trico estimula é irrita los órganos sensibles. ¿Por qué razón pues he- mos de creer que está desposeído de la misma propiedad el que hace parte constitutiva de nuestro cuerpo, quando está modificado por los procederes orgánico-físicos, ó sea por la vitalidad? Las arma- duras de dos metales, y las de uno solo, vemos que hacen pasar á los músculos que conservan el poder orgánico, del estado de quie- tud al de movimiento, esto es, que se contraen, y que los nervios de los órganos de la vista y tacto se excitan para aquellas sensacio- nes á ellas propias y particulares; y si se aplican armaduras de me- tales diferentes, que comuniquen entre una parte cubierta de los te- gumentos comunes, y otra que por una cantárida ú otro medio esté descubierta, se promueve en los vasos, que en ella se distribuyen, la secreción de unos líquidos de índole particular. Los Físicos dis- putan quál sea el estimulante que produce estos fenómenos. Unos piensan que es una substancia extraña á los órganos, que se une á ellos quando practicamos los referidos ensayos. Otros creen que es uno de los principios de que se componen , modificados por los pro- cederes orgánico-químicos; pero nosotros nos inclinamos á que es una materia eléctrica animal, ó una materia eléctrica modificada por los procederes de la vitalidad, por quanto venios que las corrientes eléctricas no producen efectos iguales á los del fluido galbánico. Conocemos muy bien que seria arriesgar nuestro concepto si decla- rábamos nuestro modo de pensar sin reserva alguna acerca de las causas del movimiento muscular, sensibilidad é irritabilidad de los animales, por quanto parecen en algún modo enigmáticas y desco- nocidas; pero por lo que nos ha enseñado nuestra atenta observa- ción, creemos poder sostener que el fluido eléctrico animal es la causa de estos efectos, y esperamos que la sucesión de los tiempos y U aplicación de los sabios corroborará nuestra opinión. Nuestro modo de pensar acerca de la causa del movimiento muscular, sen- GAL 3°S sibilidad é irritabilidad de la fibra sensible tiene toda la apariencia de estar bien fundado, por ser una conseqüencia inmediatamente de- ducida de los experimentos generales y particulares expuestos. Si el estado de nuestros conocimientos en física y en historia natural per- mitiera remontarnos á la averiguación de la combinación intrínseca de los principios constitutivos de nuestro cuerpo, de su organismo y de la influencia de sus excitantes directos, podríamos deducir un gran numero de corolarios los mas exactos, que darían á conocer al hom- bre en estado de salud y de enfermedad. Mas por desgracia de las ciencias, desviados los hombres de la analogía, se ocuparon inútil- mente en fingir hipótesis, y dieron crédito á varias teorías en vez de observar y experimentar. Unos espíritus animales ó un fluido etéreo, á quien atribuían todas las qualidades posibles é imposibles, un hú- mido innato y un cálido animal, ó ciertos mecanismos, á que atri- buían otros las funciones de los animales , fueron los juguetes ó sue- ños en que se ocuparon nuestros mayores. Quando la física de los cuerpos organizados haya hecho los adelantamientos que ha conse- guido la de la naturaleza muerta, podremos simplificar nuestras ideas, y dar explicaciones satisfactorias acerca de las fuerzas orgánicas y del exercicio de las funciones de los animales: entre tanto nos limitare- mos á decir que es ya cosa probada que los órganos de los animales ó los músculos y nervios contienen un fluido de la naturaleza del eléc- trico, acumulado con desigualdad en sus dos superficies, ó que son unos órganos desigualmente cargados de fluido eléctrico animal, ó* sea galbánico. Esta desigualdad de carga y difusión de fluido eléctrico animal es muy conforme y compatible con la conexión orgánica que existe entre las fibras sensibles é irritantes durante la vida. Los procedi- mientos físico-químicos de la vitalidad de estos órganos se modifican en cada uno de ellos de un modo diferente: en ellos son continuadas las combinaciones y descomposiciones; sus superficies exteriores se hallan cubiertas de unas membranas eléctricas, que aislan el fluido galbánico que se acumula en las anteriores: razón por qué se distri- buye con desigualdad dicho fluido, que al pasar por el imperio de la voluntad, ó por otra causa, desde una de las superficies délos mús- culos á la otra, es decir de la interiora la exterior, se contraen y mueven. La ciencia físico-química, borrando las hipóteses y vagas teorías de nuestros mayores, ha dado nuevo será los conocimientos humanos: por ella tenemos ideas mas exactas del oxigeno y del ayre atmosférico en los pulmones. ( V. respiración.) A ella se debe igual- mente el conocer los efectos de vitalidad, que reciben los alimentos puestos en el estómago; la animalizacion del xugo blanco, que co- nocemos con el nombre de quilo, que contrae, al separarse en los intestinos, y entrar en los vasos quilíferos, la asimulacion de dicho TOMO IV. QQ 306 GAL humor en sangre puesto en el torrente de la circulación: los princi- pios de que consta esta, y cada uno de los humores y demás partes de los animales, en qué proporciones se combinan los elementos necesa- rios para formar huesos, músculos, membranas, cartilagos &c &c. El celebro creemos que es el disco de la máquina eléctrica ani- mal, y los nervios los conductores: su capacidad para acumularlo se aumenta al llegar estos á los músculos, cuya superficie interior tiene tanta afinidad con el fluido galbánico, que en el actual estado de co- nocimientos físicos no está decidido quál de los dos es el que contie- ne habitualmente mayor cantidad de dicho fluido, esto es, si el mús- culo , ó el nervio. Cargados naturalmente los nervios y músculos del referido fluido, y puesto el celebro por la voluntad en acción, trans- mite por los nervios, con la velocidad que es natural al fluido gal- bánico , las cantidades suficientes y necesarias para vencer el poder aislante de la membrana propia de los músculos, y verificarse por la tendencia que este tiene al equilibrio de las debidas descargas galbá- nicas, y contracciones y movimientos musculares. Continuando á obrar la voluntad, siguen igualmente las citadas descargas y movi- mientos , hasta tanto que cansada la máquina , ó empobrecida del fluido eléctrico animal, pierde la aptitud de accionar. Este modo de concebir los procederes de la naturaleza en el movimiento muscular, abre un nuevo campo para reflexionar acerca de los estados fisiológi- cos y patológicos de los nervios. Como el principio vital no acaba con la muerte de los animales, á diferencia del animalizante, que es destruido luego que falta la vida, sucede que los músculos de los ani- males se contraen después de la muerte por las excitaciones galbáni- cas. Esta reflexión, y otras muchas que omitimos, nos obligan á creer que en los fenómenos galbánicos tiene mucho imperio la vita- lidad , al paso que nos evidencia el cómo puede la voluntad producir movimientos musculares por medio del fluido galbánico; porque si la acción de la voluntad puede producir en la máquina animal un pro- cedimiento , por el que se manifieste una grande secreción de fluido galbánico, que, transmitida del celebro por los nervios ó los múscu- los en que se distribuyen, recibiéndola estos por comunicación, sus contracciones serán mas ó menos fuertes según sean mayores ó me- nores las cargas y descargas de dicho fluido. Si el imperio de la vo- luntad continúa en sus designios, y el celebro sigue segregando y conduciendo por los nervios á los músculos el fluido galbánico, se prolongará su movimiento, hasta tanto que, volatilizado el fluido gal- bínico, y empobrecida la electricidad animal, se relaxarán los mús- culos, y por último llegarán á extinguirse, conforme lo observamos en las convulsiones. La voluntad obra con imperio en los movimien- tos musculares, regulares y ordenados de la economía animal; pero »in su arbitrio y por unas causas extrañas á ellas, se excitan á veces GAL 3°7 los músculos, y se mueven sin orden y tumultuosamente , cerno su- cede en los casos en que adolece la máquina animal de convulsiones. Las contracciones musculares son á veces seguidas de laxitudes; pero á veces es constante y perenne la contracción, por cuya razón los físicos han dividido las convulsiones en clónicas y tónicas. De los varios modos de galbanizar. Los remedios mas heroycos son los que mas prontamente han decaído del concepto que se merecen, por haberse generalizado sin orden y método, ó sin conocimiento de causas y efectos: buena prueba tenemos de ello en la aplicación de la electricidad para la-cu- racion de varias enfermedades. Nació el galbanismo; y no bien co- nocida la naturaleza de este fluido, se aplicó indiscretamente para curar á todas las parálisis, mudeces, disfagias &c; y muchos de los que han hecho uso de él no sabían lo que se habia escrito de la ma- teria en qüestion, ni conocían los respetos con que deben mirarse las causas de las dolencias, los estados de constitución, edad, sexo, temperamento y susceptibilidad de los sugetos que les confian la cu- ración de sus males. Creemos que el galbanismo es un remedio; pero no debemos precipitarnos en hacer uso de él quando se nos pida si conviene ó no el galbanizar, para que los Profesores del arte de cu- rar y los pacientes no se desalienten, y desconfien de sus efectos. Analizados debidamente los estados morbosos de los pacientes y sus causas, y comparando lo conocido por las análisis con los efectos que puede producir el galbanismo, no desacreditaremos un remedio que por todas razones merece distinguidos elogios. El que quiera ha- cer uso del galbanismo debe saber su modo de obrar, y conocer los varios medios de galbanizar, para que comparando las circunstancias de los casos que estén confiados á su cargo con los felices resultados que en otros iguales se habrán logrado, pueda aliviar á sus semejan- tes , y ver coronados de laureles sus deseos y afanes. En este artícu- lo no explicaremos los casos en que convenga galbanizar; pero sien- do el fluido galbánico de la naturaleza del eléctrico, y obrando de la misma manera, bien que con mas fuerza y eficacia según lo ha acreditado la experiencia, aconsejaremos á nuestros lectores que lean antes de decidirse á su aplicación lo que diximos acerca de los efec- tos del fluido eléctrico (V. este artículo.) aplicado á la economía animal, y los varios modos de electrizar. Tampoco referiremos la historia de hechos maravillosos y curaciones desesperadas que los au- tores nos refieren del galbanismo, y nos contentaremos con decir que hemos hecho todos los experimentos de Humboldt, Volta, Al- dini y demás que se han publicado, y llegado á nuestra noticia: he- mos aplicado el galbanismo con feliz éxito para sorderas, y nos he- 308 GAL mos visto con la plausible satisfacción de haber dado á muchos sor- dos un oido fino; mereciendo entre ellos contarse el caso de Eulalia Poc, labradora de Cornelia, á quien no pudiendo confesarla los Pár- rocos de su villa en la sacristía quando habia gente en la iglesia , en el dia la confiesan en el confesonario estando rodeado de gentes, por tener un oido tan fino como los demás. Un oficial de correos de Bar- celona era tan sordo, que sentia los cañonazos mas por los pies que por los oidos, y hoy dia se halla en disposición de conversar sin que sea necesario levantar mas la voz de lo regular. Por ahora no hemos curado á ningún sordo-mudo de nación ; hemos logrado sí el librar de una mudez accidental, por medio del galbanismo, á una señora con solo galbanizarla una vez. Podríamos dar razón de dos disfagias que hemos curado completamente por medio del galbanismo, otras tan- tas parálisis incompletas y un infarto de articulación. No nos atreve- remos á explicar las causas de los fenómenos que observamos duran- te la curación de dichas dolencias: nos proponemos que las conse- qüencias que se deducían de las teorías y conocimientos que nos fa- cilita la ciencia del fluido eléctrico animal ó galbánico correrán el velo de las confusas ideas que tenemos de los procederes de la na- turaleza en el exercicio de sus funciones en estado de salud y en el de enfermedad, y que podremos dar auxilios á la humanidad afligU da por sus dolencias. Esta dulce esperanza, animada por los hechos que dexamos referidos, al paso que nos hará trepar por las sendas mas escabrosas, aliviará los sinsabores del desagradecimiento con que algunos pagan los favores y desvelos de aquellos que consagran sus talentos á la felicidad pública. En las historias de los progresos del galbanismo apenas se ha- lla un solo observador que no haya conseguido curaciones de enfer- medades por medio del galbanismo. Nuestros nacionales se han de- dicado muy poco á su aplicación. La envidia ha sufocado los deseos con que algunos habían emprendido esta importante obra. La in- acción de estos miserables rivales les condena á negar los hechos que tienen delante de sus propios ojos; y su indolencia de no querer au- mentar conocimientos, de que se hallan escasos, les hace despreciar lo mismo que ignoran, contentándose de no ver por no tener el tra- bajo de abrir los ojos. El galbanismo está indicado en la debilidad de vista y gota serena, quando dichas dolencias son efectos de falta de debilidad nerviosa en ciertas especies de tinnitus aurium, en la ron- quera y afonía , en las disfagias, asfixias , mudeces esenciales y acci- dentales, demencias, parálisis de las extremidades, clorosis, infartos, tumores blancos de articulaciones; en una palabra , obrando el flui- do galbánico como el fluido eléctrico, convendrá galbanizar en to- dos aquellos casos que dexamos dicho que era útil electrizar. Basta el aparato galbánico simple, que consiste en dos planchas, una de pl*i GAL 3C9 ta, y otra de zinc, y un excitador 6 conductor de uno de dichos metales para curar algunas de dichas dolencias; pero si se resisten á este medio , debemos valemos de la columna ó pila de Volta, cu no número de planchas debe graduarse en razón de todas las circunsta - cias que ocurran en el paciente; es decir, de las causas de la enfer- medad , de su estado , y de la fuerza que ella exija se aplique el re- medio. En la parálisis de las extremidades se aplicarán los conduc- tores sobre la piel, simplemente humedecida, ó quitada la epidermis por medio de un vexigatorio, haciendo que el polo superior de la columna de zinc corresponda al tronco nervioso, y el inferior de plata á las principales ramificaciones. En la demencia el arco debe formarse con la cabeza: en la asfixia, causada por un gas deletéreo ó por el rayo, después de levantada la epiglotis, se aplica el arco á la laringe; y si esto no basta, se aplican los conductores, el que cor- responda al polo de zinc á la laringe, y el inferior de plata al ano. Sabiéndose la simpatía ique hay entre el nervio nasal y el nervio ópti- co , para estimular este último, el polo de plata se pone en contacto con las narices, y el polo de zinc en la parte por donde se distribuye el nervio frontal, pudiendo igualmente aplicarse sobre la córnea, usando de las precauciones que exige la delicadeza de este órgano. En la parálisis de la vexiga el conductor del polo de zinc debe colo- carse en los hombres en el recto, y en las mugeres en la vagina,y el otro sobre el pubis. En las sorderas de ambos oidos se pone el Erimer conductor en uno , y el segundo en el otro, aislándolos de- idamente con un tubo de vidrio, y se dexan por espacio de algunos minutos, repitiendo este ensayo algunas veces al dia; y si solo un oido es el sordo, se pone un conductor en el oido , y el otro en la trompa de Eustaquio. Por último las circunstancias de las partes que se han de galbanizar, y sus simpatías inmediatas, son las que deciden del mé- todo y de la fuerza con que deben dirigirse las corrientes galbánicas; de manera, que si creemos suficiente el aparato simple, no debemos valemos de la batería ó columna si podemos pasar sin vexigatorio; no debemos aplicarlo, pues que la prudencia exige que, de lo mas fácil y menos sensible, pasemos á lo mas difícil y mas doloroso, te- nida razón de las alteraciones que puede causar el galbanismo en los diferentes principios de la vida." GÁLBANO. (Mat. Méd.) [Se da este nombre á una goma- resina que se extrae de un arbusto de África, que Linneo y otros Bo- tánicos llaman bubón galbanum. Esta substancia, reducida á masa, es tan dúctil como la cera, pegándose á los dedos como las resinas: su color es ceniciento, y sus pedazos relucientes como los de la co- lofonia. El gálbano tiene un olor fuerte, muy semejante al de la go- ma amoniaco; tiene un ligero amargor; arde si se aproxima á un cuerpo inflamado, produciendo una llama blanca y mucho humo 31 o GAL aromático, dexando después una substancia carbonosa. Se disuelve en el espíritu de vino, en el agua y el vinagre; pero en los aceytes el mejor modo de disolverlo es ponerlo en un menstruo de dos partes de espíritu de vino y una de agua. Este medicamento se emplea co- mo las demás gomas-resinas, para las afecciones histéricas; disipa las flatuosidades, y calma los dolores de los intestinos, que provienen de ellas. Se tiene también el gálbano como un remedio atenuante para el asma y la tos Inveterada, empleándose asimismo como un tónico en las afecciones nerviosas. ] GALENO (Claudius Galenus) (Biog.), Médico célebre del tiempo de Antonino, Marco Aurelio, y de algunos otros Emperado- res: nació en Pérgamo hacia el año 131 de la era de Jesucristo: era hijo de un famoso arquitecto: no se omitió nada en su educación. Cultivó igualmente las bellas letras, las Matemáticas y la Filosofía; pero en la Medicina tuvo su gusto y talento principal: recorrió todas las Escuelas de la Grecia y del Egipto para perfeccionarse baxo la dirección de los mas hábiles ó sobresalientes maestros. Se detuvo en Alexandría, punto de reunión de todos los sabios, y la mejor délas Escuelas que se conocía entonces. De Alexandría pasó á Roma, donde se hizo admirar; sin embargo tuvo algunos envidiosos. Sus contemporáneos, sentidos de su gloria en el arte de pronosticar, atri- buyeron sus aciertos á la magia. Toda la magia de Galeno era un es- tudio profundo de los escritos de Hipócrates, y sobre todo de la na- turaleza. Una peste cruel, que asoló una parte del mundo, le obligó á volver á su patria; pero fue llamado por cartas muy corteses y obligatorias de Marco Aurelio. Este Emperador tenia una ciega con- fianza en él; lo que prueba un hecho que el mismo Galeno cuenta de si. „Habiendo sido atacado, dice, este Príncipe improvisamente una noche de grandes dolores de vientre, de una grande indigestión ó ahito, del que le sobrevino ó resultó calentura, sus Médicos le or- denaron que estuviera quieto, y no le dieron en el espacio de nue- ve horas mas que un poco de caldo. Estos Médicos se juntaron de nuevo en el palacio del Emperador, donde me encontré con ellos, y por su pulso juzgaron que entraba en una accesión de calentura; pero yo quedé sin decir nada , y aun mas sin tomarle el pulso, hasta que llegó mi turno. Esto obligó al Emperador, volviéndose á mí, á preguntarme ¿ por qué no me acercaba? A lo que yo respondí, que habiéndole ya sus Médicos tomado dos veces el pulso, me atenia á lo que habían dispuesto , no dudando que juzgasen mejor que yo del estado del pulso ; pero este Príncipe, habiéndome presentado su ma- no , le tomé el pulso ; y habiéndole examinado con mucha atención, sostuve que era una entrada de accesión, y que su estómago, estan- do cargado de algún alimento, que no se habia digerido bien, era sin duda la causa de la calentura. Lo que acababa de referir persua- GAL 311 dio tanto á Marco Aurelio, que exclamó ó prorumpió en alta voz, diciendo: ¡eso mismo es! vos habéis conocido el mal; siento que tengo el estómago cargado, repitiendo por tres veces las mismas pa- labras. Y después me preguntó, ¿qué habia de hacer para su alivio? Si fuese otra persona, respondí, el que se hallase en el estado en que se halla el Emperador, le daria un poco de pimienta en vino , como lo he practicado en muchas ocasiones; pero como no se ha acostum- brado á dar á los Príncipes sino remedios muy suaves, será útil poner sobre el estómago del Emperador lana mojada ó empapada en acey- te de nardo caliente. Marco Aurelio (continúa Galeno) no dexó de hacer uno y otro remedio; y dirigiéndose después á Pitholoni, ayo de su hijo, dixo , hablando de mí: no tenemos sino un Médico ; es el único hombre de bien. ,,Después de la muerte de este Príncipe, Ga- leno volvió ásu patria, donde murió en una edad avanzada hacia el año de 210 de la era cristiana de Jesucristo: debió su larga vida á su frugalidad, á pesar de que era de un temperamento delicado; tenia máxima, y la que debe ser de qualquiera que aprecia su salud, que era levantarse de la mesa con algún apetito. Sus costumbres y ca- rácter correspondían á su ciencia, lo que aumentaban su reputación, pues su freqüente asistencia á los enfermos , su atenta observa- ción , examen de su estado, y el cuidado que tenia en que no se ma- lograsen los socorros que prescribía á los enfermos, son los grandes exemplos que ha dexado á los que exercen su profesión. A mas de los principios de la Medicina habia profundizado los de todas las sec- tas filosóficas. Este grande hombre erró, faltó ó se engañó en las ideas que habia formado de los cristianos: los confundía con los ju- díos, á quienes acusaba de ciegos y obstinados, creyentes de las fá- bulas mas absurdas, y fue su enemigo declarado. Una parte de los escritos de este ilustre Médico pereció en un incendio que sucedió en su tiempo en Roma *: los que nos han quedado han sido publica- dos en Basilea en 1538, seis tomos, que se hallan impresos en quarto: esta edición fue seguida de otra en Venecia en el año de 1625, en seis tomos impresos en griego y en latin; y ella ha sido eclipsada por la de Chatier con Hipócrates en Paris año de 1639 , tres tomos en nueve volúmenes en folio. (V. el artículo medicinar el de antigüe- dad.) D. H. GALLEGO DE LA SERNA. (Juan) Natural de Málaga, Médico de Cámara de Felipe 111 y iv. Dio á luz Opera Physica, Medica, Ethica, quinqué tractatibus comprehensa, á saber: De generationis principiis omnium viventium. De conservatione in- fantis in útero, et de bono et malo pariendi modo, ac de summo naturce artificio, quod servat inpartu: necnon de obstetricis of- * Este incendio consumió el templo de la Paz, donde se hallaban depositados. 312 GAN ficio. De paerorum alendi ratione, et sanitate tuenda, ubi et de calculi, et epilepsia prcecautione et curatione. De communi pue- rorum educandi ratione. León de Francia 1634, en folio. De na- turali animarum origine invectiva adversus Danielem Senner- tur. Bruselas 1640, en 4.0 De principiisgenerationis.\eneáz 1636. GANGLIO. (Anat) Se da este nombre á cierta reunión de ner- vios, que producen en varios sitios una especie de nudos ó tumorcitos regularmente oblongos, de los quales salen otros ramos. Todos los nervios que nacen de la medula espinal, excepto el accesorio, luego que sus filamentos nerviosos atraviesan la dura-mater, se unen y forman ganglios; pero después en todo su curso no tienen ganglio alguno, como tampoco le tienen, ni el nervio frénico, ni los de las extremidades superiores é inferiores. De los nervios que vienen de la medula celebral algunos forman ganglios, y sobre todos tiene muchísimos el intercostal. Los ganglios son la parte mas dura del nervio. La estructura de los ganglios espinales es algo diferente de la que tienen los demás ganglios del cuerpo humano. Estos son mucho mas compuestos que aquellos; por lo que á los espinales llama Scar- pa ganglios simples, y á los demás compuestos. Los espinales tie- nen una figura mas constante y mas parecida á la de una aceytuna, y están vestidos de la dura-mater, como veremos quando se trate de los nervios espinales. A los ganglios compuestos los envuelven dos telas celulares. La externa, que viene de las partes vecinas, al paso que sujeta á los ganglios en su sitio, los envuelve floxamente, junto con los nervios que entran y salen de ellos. La interna, que es pro- pia del ganglio, es sutil, mas fina, mas pegada al ganglio, y sem- brada de vasos sanguíneos, que penetran Ja substancia del ganglio, y suministran el vapor que humedece ambas túnicas. Del diferente espesor de estas túnicas pende la mayor ó menor densidad y firme- za que tienen los ganglios, según la necesitan por razón del sitio que ocupan. Lancisio creyó que esta vayna era muscular y tendínea; pe- ro los experimentos de Mekel y del Barón de Haller desmienten se- mejante estructura. Quitadas las membranas que visten los ganglios, se presenta una substancia blanda, xugosa, de color como ceniciento ó amarillento, que llena todos los intersticios que dexan entre sí los filamentos en que se separan los nervios que entran en el ganglio. Macerada esta substancia en agua clara, se ve que es enteramente ce- lular , y que sus celdillas están llenas en los sugetos extenuados de un humor tenue y ceniciento; pero en los obesos contienen un hu- mor oleoso, craso, algo amarillo, y que algunos es una verdadera gordura. Si se continúa la maceracion del ganglio hasta destruir en- teramente este texido celular pulposo, se descubre entonces un cú- mulo de innumerables estambres nerviosos sutilísimos, que son otros tantos filamentos en que se han dividido los nervios que entraron en GAN 313 el ganglio, los quales filamentos corren por el interior del ganglio en diferentes direcciones, y forman diversas combinaciones, para componer los nervios que salen de él según el distinto parage de su salida y su diferente número^ que siempre suele ser mayor que el de los nervios que concurren á formar un ganglio compuesto. La sepa- ración de estos nervios en filamentos, cuyos intersticios ocupa el te- xido celular pulposo, hace que el volumen de los ganglios'sea cons- tantemente mayor que el de los nervios que los formaron. B. Ganglio. (Cir.) * Se llama ganglio un tumor circunscripto movible sin dolor, y sin mudanza de color en la piel, que suele salir en las partes membranosas sobre las articulaciones de los huesos del carpo y del tarso. Estos tumores son del género de los enkista- dos, y comunmente se forman sin que haya precedido ningún acci- dente. Si no se desvanecen por sí mismos, como sucede algunas ve- ces, ó que no los destruyamos con los socorros convenientes, quan- do todavía están recientes, llegan á hacerse de un tamaño conside- rable: entonces incomodan mucho, estorbando el movimiento de la parte, ó haciéndolo penoso. La causa de estos tumores suele ser una linfa detenida en las celdillas del texido foliculoso que está entre los tendones y los huesos del carpo. Las contusiones, las distensiones violentas, los golpes ó las caídas son regularmente sus causas ocasio- nales. La movilidad del tumor demuestra bien que en su origen no está adicto ni á los huesos ni á los tendones. Los remedios resolutivos discucientes y fundentes no son de grande utilidad en la curación de esta enfermedad, aunque varios autores aseguran haberles producido buenos efectos en los ganglios recientes: la compresión suele tener comunmente mejor éxito: las personas que tengan semejantes tumores deben frotarlos, haciendo alguna fuerza con el dedo pulgar varias veces al dia, y con aque- llas frotaciones repetidas se irá gastando el kiste, y probablemente se disipará del todo el tumor; para favorecer la abertura del kiste y la evacuación del humor linfático , se suele 'poner una plancha de plomo , bien apretada sobre el tumor: por el lado que toca á la piel se le da de azogue; pero esto no parece pueda comunicarla mas ni menos virtud. Hay exemplos de haberse curado repentinamente va- rios ganglios solo con una fuerte compresión, que ha roto ó hecho re- ventar el kiste. Muis quería que esta frotación se hiciese con el dedo pulgar; Job de Meechren dice que la mano debe estar puesta sobre una mesa, y qne se deben dar varias puñadas sobre el ganglio; hay otros que se han servido con buen suceso de un martillo de palo para esta operación: Solinger, famoso Cirujano de Holanda, propone la extirpación de los ganglios; otros autores desechan aquella operación que no dexa de tener sus inconvenientes respecto de las partes inme- diatas ; pero como es constante por todas las curaciones que han he- TOMO IV. RR 3r4 GAN cho comprimiendo, que basta que la membrana esté abierta en un punto qualquiera de su circunferencia para que salga el humor que contiene, creo que no haya riesgo ninguno en picar el kiste con una lanceta, como se hace en una vena para sangrar. Mr. Warnet ha pu- blicado en una colección de observaciones de Cirugía la historia in- dividualizada de dos curaciones de ganglios muy considerables que creyó conveniente extirpar. Aquellos tumores se habían llegado á hacer adherentes á los tendones de los dedos, y por consiguiente se vio precisado á cortar el ligamento transversal del carpo, con lo qual los enfermos que ya no podían cerrar la mano, ni mover los dedos, recobraron perfectamente el uso de aquellas partes al cabo de los quarenta dias que duró la cura. El autor conviene en que aquellas operaciones pueden ser seguidas de inflamaciones y de abscesos; pero añade que hasta ahora no se ha verificado una sola vez que hayan terminado mal. * GANGRENA. (Cir) * Se llama así la muerte de una parte, esto es, la extinción ó la abolición perfecta de sentir y de toda la acción orgánica de la parte gangrenada. Los autores colocan comun- mente la gangrena entre los tumores preternaturales, aunque haya gangrena sin tumefacción, como lo ha observado Ambrosio Pareo; por lo que los modernos han dividido la gangrena en húmeda y se- ca, y también se ha confundido con la putrefacción, por lo que las partes pueden estar muertas sin haber putrefacción; es verdad que esta en muchos casos sucede inmediatamente á la mortificación. La putridez tiene signos muy ciertos y sensibles, que son su disolución pútrida, y el olor cadaveroso que no se halla en todas las especies de gangrena; y así es muy interesante examinar estos varios estados tan diferentes, que traen por lo regular origen de distintas causas; siendo por consiguiente distintos los efectos, y las indicaciones cura- tivas deberán variar también. La causa próxima de la gangrena es la extinción del principio vital en el sitio que se presenta. Si hay infar- to ó tumefacción, la gangrena es húmeda. La abundancia de humo- res detenidos en las partes que están afectadas de mortificación, es el carácter distintivo de esta gangrena, y el infarto que le hace sus- ceptible de putrefacción es el principal origen de las indicaciones particulares que exige este género de gangrena. Las causas remotas de la gangrena húmeda son la inflamación, la estrangulación, la in- filtración, las contusiones, la mordedura de animales venenosos, el frió excesivo, las quemaduras y la putrefacción. La gangrena seca viene ordinariamente por falta de sucos nutricios. Con respecto á la gangrena por inflamación es preciso saber que la vida no subsiste si los fluidos no corren por las arterias y las ve- nas. Toda inflamación supone un obstáculo en los vasos, que impide el ubre tránsito de líquidos que deben correr por ellos. Quando este GAN 315 obstáculo se halla en todos los vasos de una parte, el movimiento vital de ella está enteramente abolido, y por consiguiente cae en gangrena; los signos que caracterizan esta especie son bastante fáci- les de percibir. La inflamación, que era el estado primitivo de la enfermedad , se disminuye á proporción que el atascamiento é infar- to se hace excesivo; y así es que el calor se va disminuyendo, el tu- mor se aplana, el color roxo se vuelve lívido, los fluidos estancados se pudren, exhalando la parte un olor fétido y cadaveroso (que es específico), que suele ser efecto de la putrefacción que destruye las partes sólidas. La curación que exige una inflamación (V. este artículo ), que amenaza gangrena por la mucha repleción de los vasos &c, se redu- ce á la dieta, las sangrías y demás medios conocidos ;,pero si, á pe- sar de esto va degenerando en gangrena, las sangrías ya son inúti- les, porque los vasos han perdido entonces toda su acción, y no son capaces de hacer que tomen su curso ordinario los humores detenidos; )' así es que las escarificaciones producen entonces un desahogo ó desembarazo eficaz; los tópicos resolutivos y antipútridos dan á los vasos el tono necesario para desprenderse las partes mortificadas, si- guiéndose después en las partes vivas una supuración purulenta; las carnes animadas se deterguen y siguen los demás tramites de la úl- cera. (V. este artículo) Mr. Quesnay cree que no siempre debe seguirse la gangrena por un exceso de inflamación; y así piensa que esta se verifica mas bien por la malignidad que suele acompañará dicha inflamación, ó las compresiones que produce, principalmente si hay partes nerviosas en las inmediaciones. Con respecto á la malignidad que acompaña á las inflamaciones, se observa muchas veces que se declara inmediata- mente por haberse extinguido el principio vital, como sucede en muchas afecciones nerviosas. Los enfermos en este caso pierden casi de repente la sensibilidad, el pulso es pequeño y débil, hay una postración y debilidad general &c. La indicación que se presenta en estos casos, la mas natural es fortificar y reanimar el principio vital para que pueda hacerse una reacción saludable, y resistir al princi- pio mortífero, que gangrena y extingue el principio de la vida, y así tienen lunar los tónicos, estimulantes, corroborantes&c. Las sangrías y el plan debilitante no conviene, porque disminuyen la fuerza de la acción orgánica, y aumentan la enfermedad; y así Quesnay y Boerhaave dicen que en ciertas inflamaciones epidémicas morían los enfermos luego que se sangraban. La estrangulación es una de las principales causas de la gangre- na, y es la que ha sido ignorada hasta que Quesnay ha tratado sa- biamente de ella: se entiende por estrangulación todas las causas ca- paces de comprimir y estrechar los vasos en términos que pueda 3i6 GAN detenerse el libre curso de los fluidos en ellos; y así se puede te- ner presente toda clase de hinchazones, contusiones, heridas, aneu- rismas &c. (V. todos estos artículos y el de obstrucciones.) Aun después de curadas qualesquiera de las enfermedades que producen la estrangulación, suele quedar la gangrena, que es necesario tratar con el método ya indicado. Si la mortificación ha hecho progresos irre- parables, y que todo un miembro está atacado, esto es, que ha in<- teresado la gangrena todas las partes, siendo una muerte completa, entonces se llama esfacelo, y no hay mas remedio que la amputación. El estupor es un efecto de los cuerpos contundentes que hieren con mucha violencia. Este accidente se verifica con mas freqüencia en las heridas de armas de fuego, al qual suele seguirse la gangrena, la que exige remedios mas penetrantes y fortificantes. (El opio se ha dado con grandes ventajas en estos últimos tiempos combinado con los cordiales.) La mordedura de animales venenosos produce tam- bién la gangrena por la facultad deletérea del veneno. (V. el artí- culo venenos.) El frío causa igualmente la gangrena, coagulando los sucos en los vasos; y así es que no es necesario mas que una parte se exponga á un frió excesivo para que los líquidos se detengan. Los repercusivos usados indiscretamente sobre una parte inflamada causan en ella la gangrena. En las regiones muy frias, como la Rusia y otros paises del Norte, se gangrenan las orejas y las narices, como ya hemos dicho antes. Las quemaduras, siendo algo profundas, suelen á veces causar la gangrena por haber producido un trastorno funesto en la circulación. Por último, las úlceras escorbúticas y las hernias suelen terminar en gangrena, como se puede ver en los artículos de cada una de estas enfermedades, que hemos indicado son causa de ella. La gangrena seca es aquella que no viene acompañada de infar- tos , y que es seguida de cierta sequedad, que preserva la parte muerta de incurrir en disolución pútrida: la parte se pone fria, ce- sando casi enteramente el calor y la acción de las arterias, cerrán- dose estos vasos por su propio resorte; las carnes mortificadas se ponen mas duras, mas correosas, y mas difíciles de cortar que las vivas. Las partes se mortifican antes que se secan. Los enfermos no sienten nada, hallándose las carnes sin putrefacción, como las de un hombre recien muerto, quando mas sale alguna sangre nigricante. Alguna vez sienten los enfermos una sensación de calor quemante, aunque la parte esté fria, y otras un frió doloroso, y á veces ni uno ni otro, sintiendo solo como una pesadez ó estupor. Los progresos de la gangrena seca por lo común son lentos; pero alguna vez son muy rápidos. Las causas que producen la extinción de la acción or- gánica de los vasos arteriales producen también esta especie de gan- grena; el uso de pan de trigo con tizón parece que causa esta enfer- medad, como también el virus venéreo y el escorbútico; y en fin GAB. 317 todas las enfermedades agudas pueden terminar en gangrena seca, como se ve freqüentemente en la práctica, sin ningún infarto ni in- flamación. Esta enfermedad presenta tres indicaciones generales, que son precaver el mal, detener los accidentes, y curar la gangrena quando se verifica. En la gran debilidad é inercia que suele haber en los viejos, no puede de ningún modo emplear la Medicina otros auxi- lios, para precaverlos de la gangrena seca, que algunos fortificantes, que casi siempre son inútiles. El vicio venéreo se puede corregir con su específico, y evitar de este modo la gangrena. También se pueden combatir con ventaja las causas que dependen de otros vicios que pueden debilitar la acción de los vasos, valiéndonos de la quina, remedio que no solo precave sino también cura, pues su uso en el acto de la gangrena está recomendado por todos los prácticos. Ext. *. GARCÍA (Marcos), (Biog.) Cirujano del hospital general de Madrid, y Maestro de este arte. Dio á luz Honor de la Medicina, y aplauso de la Cirugía castellana, y la flema de Pedro Her- nández , obra joco-seria. Madrid 1657, en 8«° García (Matias), (Biog.) Médico Doctor de Valencia, Pro- fesor en aquella universidad de teórica, y después de Anatomía: es- cribió Disputationes Medicina selecta, es decir: Devenenis.De antidotis. De opio. De compositionibus opiatis. De venenis in particular i. De motu coráis. De motu arteriarum. De motu san- guinis. León de Francia 1677 , en folio. Disputationes fisiología. Valencia 1681, en folio. García carrero (Pedro), de Calahorra, Doctor de Medi- cina , célebre profesor de ella en Alcalá, y Médico de Felipe nr, dio á luz las obras siguientes: Disputationes Medica, et commen- taria in uno fen. libri 4. Avicena, in quibus non solum qua per- tinent ad theoricam, sed etiam ad praxim, locupletissime repe- riuntur. Disputationes Medica, et commentaria ad fen. /, li- bro 1. Avicena, hoc est, de febribus. Alcalá 1612 , en folio. Dis- putationes Medica, et commentaria in omnes libros Galeni de locis afectis. Alcalá 1605 y 1612, en folio. GARGARIZAR. (Cir.) Es la acción de lavarse la boca y la entrada del esófago con algún líquido: se suele gargarizar con el agua común para limpiar los materiales limosos &c. que se forman de no- che en la cámara anterior y posterior de la boca: otras veces se ha- ce para curar algunas enfermedades del fondo de la boca; entonces se suele poner la cabeza inclinada atrás, habiendo tomado en la bo- ca el líquido apropiado, y se le agita con el ayre para formar gor- goritos: esta práctica la suelen reprobar algunos prácticos, porque el movimiento del ayre con el del agua puede irritar las partes y 3i8 GAR dañar á la acción del medicamento, el qual obrará mas eficazmente si se mantiene en la boca, bañando la parte enferma sin agitarse. GARGARISMO. (Mat. Méd) Se da este nombre y el de gárgaras á un medicamento líquido mas ó menos compuesto, des- tinado para lavar la boca y las fauces en las diferentes afecciones de estas partes. Los autores suelen dividir este medicamento en enjua- gatorio y gargarismo, llamando al primero quando solo sirve para enjuagar sin gargarizar (V. este artículo), y al contrario para nom- brar al segundo. La división mas interesante es por razón á sus pro- piedades, esto es, en emolientes, resolutivos, detergentes, anties- corbúticos &c., que se suelen formar de cocimientos de las plantas y otras substancias de las mismas propiedades, que se emplearán se- gún las diversas indicaciones que se presenten en las varias afecciones á que se aplican. (V. angina, aftas, escorbuto &c.) Se debe evitar en la composición de las gárgaras el que entren substancias, que seria peligroso el tragar, y también los medicamentos nauseosos, porque excitan el vomito. Son varias las fórmulas ó recetas de los gargarismos que se hallan en los libros de Materia Médica y en las Farmacopeas, que nos parece inútil trasladar aquí, porque el facul- tativo sabrá elegir de las plantas emolientes y otras substancias de esta especie, las que le parezcan mejor, y disponer un cocimiento con algún xarabe ó miel &c. si la indicación es laxar; valiéndose de los resolutivos, antisépticos &c. si las enfermedades los exigen. (V. el artículo inyecciones, cuyos medicamentos pueden servir de gargarismos) £1 gargarismo compuesto de berros ó antiescorbútico de la His- pana , que es el único que trae, se reduce á una onza de raiz de ru- bia de tintoreros, de berros, salvia, becabunga, aquilegia, raiz de pelitre y corteza winteriana, de cada cosa dos dracmas; agua re- ciente de cal, libra y media. Se cuece todo á lumbre mansa en una vasija bien tapada por espacio de un quarto de hora, y después de colado se añade media onza de alcohol ó espíritu de codearía, y quatro onzas de miel rosada. GARROTILLO. (Cir. y Med) Voz castiza castellana que se expresa con ella la hinchazón ó inflamación de las fauces, y que se suele usar indistintamente esta, y la de angina (V. este artículo), para nombrar dicha enfermedad. Nuestros Médicos antiguos han escrito mucho del garrotillo, y los extrangeros han tenido á esta enfermedad como una modificación particular de la angina, y entre ellos es muy célebre el garrotillo español, sin duda porque esta en- fermedad ha sido freqüentemente epidémica en algunas provincias de España. Nuestros escritores antiguos no están muy acordes so- bre la naturaleza del garrotillo maligno; unos quieren que sea un carbunco en las fauces, otros una ulceración, y otros una inflama- GAS 3J9 cion g-ngrenosa; pero todos convienen en que vienen síntomas ge- nerales de malignidad ó nerviosos acompañando á esta enfermedad local; ¿pero seria extraño pensar que el garrotillo, según se ha pre- sentado en varias epidemias, fuese un síntoma accidental de la ca- lentura maligna ó nerviosa que le acompaña, como los bubones y carbuncos en la peste? De qualquiera manera el garrotillo español, sea epidémico y aun contagioso como quieren algunos, sea una en- fermedad local, esencial ó sintomática, se tratará siempre como una angina maligna gangrenosa (V. angina.); y si se presentase con ca- rácter actuoso ó con úlceras ó con inflamación, se seguirán las indi- caciones adjuntas á estas enfermedades. (V aftas y ulceras.) La quina interiormente , y en los remedios locales, es el principal re- medio ; el que han usado siempre nuestros Médicos antiguos, á pesar de carecer de las ideas patológicas del dia; y los que han escrito de esta enfermedad antes del descubrimiento de la quina, recomiendan los cordiales y alexífarmácos, reprobando las sangrías muchos de ellos. Los que quieran instruirse mas por menor, y adquirir una erudición prolixa del garrotillo, que no es de este lugar, pueden ver las obras de Juan de Sotoca, las de Gerónimo Gil, de Nuñez, Pérez, Fon- techa &c. GAS. (Mat. Méd.) Habiendo influido el conocimiento de los fluidos elásticos ó de los gases en la Materia Médica, y sobre todas las otras partes de la Física, es indispensable considerar las propie- dades de estos cuerpos baxo el aspecto que dice relación con la Me- dicina. Se sabe ya que el gas es una disolución de un cuerpo simple ó compuesto en el calórico, que el carácter esencial de esta disolu- ción es de ser perfectamente transparente ó invisible, y muy elásti- co ó compresible; siendo cierto que este estado, que muda y modi- fica la mayor parte de las propiedades de los cuerpos, se debe al di- solvente ó calórico. Quando por las leyes de las atracciones se se- paran los cuerpos disueltos en el calórico, se desaparece la forma gaseosa, y el calórico libre se reconoce por la sensación de calor que produce. Así es como calentando los cuerpos, introduciendo entre sus moléculas masó menos calórico, se consigue darles la for- ma de gas; así es también como se hace tomar el estado gaseoso al amoniaco, á los ácidos carbónico, fluórico, sulfúreo y muriático; por esta razón siempre que se forma gas se emplea el calórico, y por consiguiente el enfriamiento, consideración importante para la Ma- teria Médica. Hay con efecto substancias medicinales, que recibidas en el estómago, ó aplicadas en la piel, toman prontamente la forma de gas, substrayendo á los órganos una parte mas ó menos considerable del calórico, que contienen por el enfriamiento que se ocasiona , por lo que se concibe que pueden disminuir el calor muy fuerte, y calmar lodos los síntomas que de él provienen; así aplicando en la piel lo 320 GAS licores alcohólicos producen en ella una sensación de frió debido á su evaporación; el éter también debe tener un efecto análogo en el estómago. (V. la palabra Éter.) Otra consideración no menos importante, por !o que hace á las acciones medicinales debidas á la forma gaseosa de los medicamentos, es que los remedios suscepti- bles de tomar esta forma deben obrar de una vez sobre una gran superficie, y llevar su energía por casi todo el sistema nervioso, vas- cular, irritable &c. Por esta razón sin duda la clase de los remedios volátiles, perteneciendo por otra parte á diferentes órdenes de ac- ciones medicinales, como los narcóticos, los cordiales, los anties- pasmódicos, los estimulantes &c, ofrecen á los Médicos efectos tan- to mas prontos y menos durables, quanto mas fácilmente se reducen á vapores. Tales son los puntos principales que deben considerar los Médicos en la historia de los medicamentos, con relación á la pro- piedad gaseosa de ellos. Por lo que hace á los pormenores pertene- cientes á las propiedades de los diversos gases, conocidos y emplea- dos en su estado gaseoso, hablaremos alguna cosa en los artículos siguientes F. Gases ácidos. (Mat. Méd.) Los gases ácwios en general (pues hay muchas de estas sales que pueden tomar la forma de gas) son irritantes, acres, y aun corrosivos quando pertenecen á minerales po- derosos. Los del reyno vegetal y del animal, que freqüentemente aparecen baxo la forma de vapores ó de gas no permanentes, pueden ser disueltos en el ayre, y comunicarle algunas propiedades medici- nales útiles, señaladamente la qualidad antipútrida: así el vinagre en vapor se emplea generalmente con suceso para corregir los malos olo- res y oponerse al efecto de los vapores pútridos, y aun también produce el efecto cordial, pero no se debe confiar demasiado en este medio. No esa propósito, como se cree comunmente, para destruir el virus contagioso, la peste y las viruelas, ni menos opone, co- mo se ha dicho sin razón, una barrera tan insuperable á la actividad deletérea de estos miasmas, que no se deban temer efectos peligrosos, ni tomar contra ellos las mayores y mas seguras precauciones. (Véase desinfección.) También debemos saber que para volatilizar ó va- porizar el ácido acetoso ó qualquiera otro vegetal y animal, no se deben echar en palas hechas ascuas ó en brasas. Por este me- dio se descomponen, se queman, y se les quita la mayor parte de su virtud antiséptica. Para volatilizarlos sin destruirlos, y sin que to- quen en el estado empíreumático, se calentarán en vasijas de vidrio ó tierra lo necesario para reducirlos á vapor, y mantenerlos en la ebullición ligera, que basta para ellos. Freqüentemente se toma pa- ra este fin vinagre, que tiene en disolución la parte aromática y es- tractiva de las plantas odoríferas ó cordiales, crevendo hallar en- tonces dos medios juntamente para oponerse al riesgo de los vapo- GAS 321 res pútridos; pero esto es solo cierto en los casos en que se dexan vaporizar los vinagres compuestos á la temperatura del ayre, que los disuelve con mas ó menos eficacia: si se les calienta, se queman mu- cho mas fácilmente que el vinagre puro, en razón del extracto que este ácido tiene en disolución F. En el artículo fumigación y des- infección se trata de los efectos de los gases ácidos. Gas Ácido carbónico. (Mat. Méd) Sabido es ya que el gai ácido carbónico quando es puro sufoca con mucha prontitud los ani- males , y les causa la mas peligrosa de todas las asfixias; pero nada de esto produce, y aun puede dar un movimiento muy útil quando se mezcla con el ayre atmosférico en la proporción de una octava ó de una séptima parte (V. atmósfera.); fuera de esta dosis el ayre empieza á ser de muy difícil respiración. Los ingleses son los prime- ros que imaginaron mezclar con el ayre atmosférico porciones pe- queñas del gas ácido carbónico para hacerle medicinal, cuya mezcla se ha recomendado, especialmente en las afecciones de pecho, y se pretende que sea uno de los mas poderosos remedios en la tisis pulmo- nal; y no es inverosímil que el ayre mezclado de gas ácido carbónico obre como antiséptico, y pueda producir buenos efectos en todas las enfermedades pútridas. Pero no se debe olvidar que hay ciertas personas cuyos pulmones muy sensibles no pueden soportar la mez- cla de gas ácido carbónico en el ayre, y que para ellos se debe dis- minuir la dosis de este ácido gaseoso: llegando á la proporción indi- cada poco á poco , y por grados insensibles, se ignora de qué mane- ra obra en el cuerpo humano la adición de este gas; si es después de haber sido absorvido por las venas pulmonales y en lo interior del sistema vascular, ó si la proporción menor de ayre vital y la mayor de gas no respirable es de la que se deduce la verdadera razón de estos efectos en la economía animal. En Francia no se han adoptado las propiedades medicinales del ayre mezclado de ácido carbónico, y los ensayos hechos en Inglaterra no han correspondido á todas las espe- ranzas que se habian concebido F. En el artículo respiración se indicarán algunas ideas fisielógieas de este gas, como lo hemos he- cho también en el de ayre y atmósfera. Gas ácido fluórico. (Mat. Méd.) No es de uso ninguno en Medicina este gas, pero es muy notable por la propiedad de tener al pedernal en disolución líquida; como disuelve el vidrio, se puede emplear para hacer escalas de diferentes instrumentos útiles á la Far- macia &c. F. Gas ácido muriatico. (Mat. Méd.) El ácido muriático que tiene la propiedad de adquirir fácilmente la forma de gas, aunque baxo de ella no ha sido empleado en Medicina, puede no obstante servir de un estimulante muy activo en el caso de desfallecimiento ó de asfixia. Por los experimentos que Bucquet ha hecho sobre diver- TOMO IV. SS 322 GAS sos animales asfixiados, se ve que se les puede volver á la vida por el vapor del ácido muriático aplicando á sus narices un frasco Heno de este ácido concentrado, del que sin cesar se desprende el gas ácido muriático. Un largo contacto de este gas en la piel la pone roxa, caliente, y excita todos los fenómenos de inflamación: podría servir para producir en algunas regiones exteriores una irritación rá- pida para llamar un humor extraviado, concentrar la acción ner- viosa, y hacer desaparecer los espasmos en la misma proporción. F. Gas ácido muriático oxigenado. (Mat. Méd. y Med. Práct.) El descubrimiento de este cuerpo ha influido en casi todas las ciencias físicas, y se espera que algún dia sacará de él la Medici- na grandes ventajas. El gas ácido muriático oxigenado, descubierto por Scheele, se prepara poniendo el ácido muriático líquido en con- tacto con el oxide de manganesa, y destilando su mezcla á un fue- go manso. También se puede obtener calentando con un aparato conveniente muríate de sosa ó, sal marina, ácido sulfúrico concen- trado , y oxide de manganesa; ó bien calentando ligeramente una mezcla de ácido nítrico y de ácido muriático. En todos estos casos el ácido muriático quita el oxígeno al oxide de manganesa ó al áci- do nítrico, y pasa al estado de gas ácido muriático oxigenado. Este gas es notable por el color amarillo verdoso» por el olor acre y fuerte muy particular, y por la singular energía que tiene sobre la economía animal, como veremos en el párrafo siguiente. Inflama el fósforo, el azufre y los metales muy divididos; destruye los colores vegetales, á lo menos los amarillos; apenas toca á los colores anima- les , y convierte los blancos en amarillo. Todos los efectos que le ca- racterizan provienen del oxígeno que contiene, y que se desprende para unirse á los cuerpos combustibles, y para quemarlos con mas ó menos energía: después de producir estos efectos, vuelve á tomar los caracteres de ácido muriático ordinario. Una de las. consideraciones mas importantes para la Medicina es relativa á la energía con que obra este gas en los animales. Recibién- dole en las narices y en la boca excita una sensación de compresión y de astricción, que comprimiendo las fibras parece desecar las mem- branas.. Esta sensación se hace inmediatamente una especie de estran- gulación, una sufocación seguida de una tos al principio seca, después acompañada de salivación. Semejante acción se desvanece después que se ha mezclado con el ayre el gas ácido muriático oxigenado; porque si se obligase á los animales á respirarle solo y sin mezcla de ayre atmosférico, como quando se les mete en una campana llena de este gas, serian prontísimamente acfixíados y muertos. No hay un Químico que no conozca por experiencia el efecto del gas ácido muriático oxigenado. Después de la compresión en las narices y en la garganta, el efecto consecutivo de esta acción es un verdadero, GAS 323 romadizo muy fuerte, que se fixa ya sea en los agujeros de las narices, ya sea en la traquiarteria, ó bien en los bronquios, á proporción de la energía con que ha obrado el gas en qualquiera de estos órganos. Se separa por el estornudo ó por la tos un humor espeso, blanco, ama- rillento, verdoso, semejante al que se produce en los romadizos; y se siente una calentura local, un dolor y una fatiga análogos á los que se experimentan en las enfermedades conocidas con este nombre; los quales accidentes duran y terminan como los que provienen de qual- quiera otra causa. Por esto he pensado que los romadizos pueden pro- venir de la acción del oxígeno atmosférico muy concentrado y muy acre, por decirlo así, como sucede en las estaciones en que sobre- viene el frío repentinamente, y en que pasa el ayre rápidamente á un estado de condensación muy considerable. La condensación pro- ducida en los humores animales por el contacto del gas ácido muriá- tico oxigenado, anuncia que es efecto de la fixacion del oxigeno; y por un mecanismo semejante parece que se condensan el moco, la cera de los oidos, las légañas, el pus, las materias catarrosas, y to- das las evacuaciones críticas. De estas primeras observaciones sobre el efecto del gas ácido muriático oxigenado, parece que se ha debi- do concluir que goza de las propiedades astringente y antiséptica; y es muy verosímil que así sea; pero aun no se ha verificado. Por un número bastante considerable de experimentos, se ha administrado por consejo mió en las úlceras envejecidas, y en los cancros ulcera- dos en los pechos, y ha producido en algunos dias de aplicación ex- terior una calma bastante sensible, espesando el humor de las úlce- ras , avivando las carnes, y condensando su fondo demasiado blan- do; pero no habiéndose sostenido este alivio, mis esperanzas no han quedado satisfechas enteramente. Ya se ha empezado á dar este cuer- po interiormente, pero baxo la forma líquida, como se debe presu- mir, porque no se puede introducir con seguridad este gas en el es- tómago. Es difícil de poder fundar una grande esperanza en las propieda- des medicinales del ácido muriático oxigenado; y aunque en el pre- sente artículo no debe tratarse mas que del gas, se ha hablado tan poco sobre este punto en la palabra ácido, que me veo en la obli- gación de comunicar aquí las ideas que de él he formado. No es permitido dudar que el oxigeno no sea la materia activa de un gran número de preparaciones farmacéuticas, y que este principio tenga en la economía animal una energía y un poder medicinal muy con- siderable. Si consideramos el conjunto de las mas importantes con- sideraciones químicas para la práctica de la medicina, veremos que casi todas consisten en oxigenar los cuerpos combustibles.^ Los áci- dos no son otra cosa que'materias quemadas; las quales sin la pre- sencia del oxígeno tendrán poco ó ningún sabor y virtudes: los me- 324 GAS tales que suministran tantos medicamentos preciosos, se logra única- mente después de haber sido mas ó menos oxidados. Una gran dosis de oxígeno los hace también tomar el estado de cáusticos: estas con- sideraciones son igualmente aplicables á la plata, al hierro, al anti- monio y al mercurio. En estas substancias oxigenadas á diferentes grados se hallan tónicos, disolventes, eméticos, purgantes acres y cáusticos venenosos. Los metales no tienen por sí mismos ninguna ó casi ninguna de estas virtudes; pero absorviendo el oxígeno, las ad- quieren en grados, tanto mas fuertes, quanto son cargados de ma- yor cantidad de este principio. Parece pues que se puede atribuir al oxígeno la virtud emética, purgante, disolvente, tónica, y aun la acritud ó la fuerza de los cáusticos: si esto es así, como lo estable- cen tantos hechos para los hombres igualmente instruidos en los fe- nómenos de la economía animal, y en los de las atracciones quími- cas , se concibe quantas esperanzas se pueden fundar de una substan- cia que contiene oxigeno en tanta abundancia, y tan próximo al es- tado elástico: se ve que los Médicos y los Químicos no solamente hallarán un agente muy poderoso en el gas ácido muriático oxige- nado para el tratamiento de muchas enfermedades, y señaladamente de las crónicas, sino también un medio para adelantar la teoría de la Terapéutica ó de las acciones medicinales. Ya se divisa que la pro- piedad antivenérea pertenece en el oxígeno fixado en el mercurio, puesto que este metal exerce semejante virtud , tanto mas pronta- mente, quanto está mas cargado de él, así no es imposible hallar el mas poderoso de los antivenéreos en el gas ácido muriático oxigena- do, ó en el agua que le tiene en disolución ó en algunos compuestos de este ácido. Hay una propiedad medicinal mucho mas probada, y por con- siguiente mas inmediata ó mas propiamente útil en el gas ácido mu- riático oxigenado: esta es la de oponerse á los arriesgados efectos del virus contagioso, de los miasmas pútridos, de los efluvios infestados-, y de purificar en general, destruyendo ó mudando enteramente el orden de composición de este virus. Así es como he concebido y expuesto esta idea en mi Diario de los descubrimientos en Medicina tomo 2, pág. 89. El arte de precaver los males que producen los lugares infestados por materias animales en putrefacción , es uno de los beneficios que la Medicina debe agotar en los recursos que le ofrece la Química. Sabido es ya que el vapor del ácido muriático des- prendido del muríate de sosa ó sal marina por el ácido sulfúrico concentrado ha llenado este objeto, y que ha salido perfectamente bien á Mr. Morbeau. Hoy se posee un agente mucho mas poderosa en el ácido muriático oxigenado, ó ácido marino deflogisticado de Scheele. Este instrumento tan útil en las manos de los Químicos mo- dernos tiene la propiedad de destruir los olores, y de aniquilar las GAS 3^5 impresiones desagradables ó incómodas que causa en las personas nerviosas y sensibles. Es pues de esperar que el ácido muriático oxi- genado podrá servir ventajosamente para purificar los cementerios^ las bóvedas para enterrar, los establos habitados por animales afec- tados de enfermedades contagiosas &c. Es muy sencillo el medio de obtener este ácido, y se halla descrito en todas las obras moder- nas de Química; pero para desinfestar los lugares indicados, basta un solo procedimiento menos compuesto que el que se emplea para obtener el ácido muriático líquido. Quatro onzas de oxide de man- ganesa cristalizada y pulverizada; una libra de sal marina; media de ácido sulfúrico concentrado, mezclado con otra media de agua ( V. desinfección.); tales son las materias necesarias para producir el deseado efecto. Se pondrán secas en una olla ó en un plato hondo colocado en un hornillo, y se verterá sobre la mezcla el ácido: se desprenderá gas ácido muriático oxigenado, que se esparcirá en el lugar infestado, y manifestará su acción en el vapor dañoso. En fin , el gas ácido muriático oxigenado puede ser también útil á la Medicina, ya sea como un medio de conocer las propiedades de las materias animales (lo qual puede servir para ilustrar la Fisio- logía), ó ya sea suministrando un instrumento precioso para reco- nocer la naturaleza de las materias minerales, vegetales ó animales medicamentosas. Casi no hay parte en la Medicina que no pueda sacar algunas ventajas del gas ácido muriático oxigenado: por cuya razón los Médicos deben dedicarse á conocer exactamente todas sus propiedades. F. Gas ácido sulfuroso. (Mat. Méd) Como en el artículo de los ácidos se ha tratado de las principales propiedades del ácido sul- furoso , dexaremos de repetir lo que en él se ha dicho; y nos con- tentaremos solamente con anunciar lo que puede ser particular á su forma gaseosa. El ácido sulfuroso toma con prontitud, y fácilmente la forma fluida y elástica: para desprenderle del agua y reducirle á gas basta un calor moderado, ó se recoge sobre el mercurio. Es nota- ble por su olor vivo y sofocante, por su propiedad colorante, que obra aun en las substancias animales; por la de asfixiar los animales quando se hallan expuestos al contacto de este gas puro: haciéndose por el contrario un estimulante pronto y activo quando forma vapor, mezclado con el ayre, da súbitamente en las narices, y lleva la irri- tación hasta en el diafragma,, cuyas contracciones excita. Bucquet ka hecho volver en sí á animales asfixiados con el contacto del va- por del azufre ardiendo ó del gas ácido sulfuroso. Tal es el único uso medicinal que hasta ahora se ha hecho de este gas. Se podrá emplear por el medio sencillo y fácil de una pajuela encendida, colocada á alguna distancia de la nariz para reanimar á los animales asfixiados. ( V. la palabra ácido sulfuroso.) F. 326 GAS Gas alcalino. (Mat. Méd) (V. gas amoniaco.) Gas amoniaco. (Mat. Méd) El gas amoniaco ó gas amonia- cal es el vapor del amoniaco ó álcali volátil. Esta especie de álcali, derritiéndose en el calórico se hace un fluido elástico comprensible &c; toma la forma de gas por una pequeña dosis de calórico: para disol- ver una parte de él, y hacer que tome el estado de gas ó de vapor basta el contacto del ayre: esto es lo que acontece quando el amo- niaco líquido se pone en contacto con la atmósfera, ó quando se abre un frasco lleno de esta especie de álcali. Este gas es el que al abrir los frascos irrita las narices de un modo fuerte y picante, como sa- ben todos, desde que se ha introducido la costumbre de llevar con- sigo frasquitos llenos de álcali volátil fluido ó amoniaco. Sus propie- dades y usos han sido tratados en las palabras álcalis, y en uno de estos artículos se ha hablado también del gas alcalino ó amoniaco. Nos contentaremos con referir aquí que la acción estimulante del gas amoniaco, mezclada con el ayre, es muy á propósito para volver en sí á los asfixiados; y seria de desear que no se emplease mas que el gas; que no se expusiese tan generalmente como lo está para cau- sar males mas ó menos graves, porque es peligroso hacer tragar á algunos enfermos amoniaco líquido. Para evitar los inconvenientes causados por la ignorancia, convendría llevar consigo solamente es- ponjas impregnadas de gas amoniaco, ó de un poco de amoniaco lí- quido ; estas esponjas metidas en braserillos metálicos muy bien cer- radas bastarían para reanimar á los asfíticos, y no permitir el amoniaco líquido á las personas que caen en desfallecimiento por qualquiera causa que sea. El mismo medio serviría ventajosamente para precaver los efectos violentos del gas ácido muriático oxigena- do, si este se emplease en Medicina. Se sabe que estos dos gases se descomponen uno con otro; que el ácido muriático oxigenado vuel- ve al estado de ácido muriático ordinario ; que se forma del agua, y que el amoniaco privado de su hidrógeno por esta formación de agua, se reduce á gas ázoe otro principio de esta especie de álcali. F. Gas Ázoe. (Mat. Méd. é Hig) El gas ázoe es uno de los que componen la atmósfera, y constituye la 37 centésima parte de ella. Es mas ligero que el ayre vital; no puede servir para la combustión ni para la respiración, como se ha dicho mas por menor en el artículo ayre atmosférico. La base de este gas interesa á la historia de la Materia Médica, únicamente porque entra en la composición del ácido nítrico y del amoniaco. El ázoe debe ser conocido de los Médicos como uno de los que componen las materias animales, y no se dife- rencian de las substancias vegetales, cuya presencia los hace sus- ceptibles de dar amoniaco por la destilación, de podrirse prontamen- te, dando con abundancia el mismo producto, y de suministrar tam- bién por la putrefacción ácido nítrico. F. GAS 327 Gas hidrógeno. (Mat. Méd.) Se ha dado este nombre al gas inflamable doble puro , porque es uno de los principios que com- ponen el agua. Los fenómenos y las propiedades de este gas puro in- teresan únicamente la Materia Médica, porque es uno de.los princi- pios del agua, y porque se separa de ella siempre que el oxígeno, otro principio de este cuerpo, se fixa en una materia combustible que se descompone. (V. el artículo agua.) F. Gas hidrógeno carbonado. (Mat. Méd.) El gas hidrógeno, teniendo carbono en disolución , es uno de los principios que se ob- tienen con mas freqüencia y abundancia en la análisis de las substan- cias vegetales, y también en las de las materias minerales, así por- que el carbono se contiene en muchos cuerpos, como porque se di- suelve fácilmente en el gas hidrógeno; y esta disolución hace muy pesado á este gas, y susceptible de dar ácido carbónico durante su combustión. Esio es lo que debe tener presente un Médico con res- pecto á la naturaleza del gas hidrógeno carbonado, porque su his- toria influye muy poco en la Medicina. Debe sin embargo saber que el gas hidrogeno carbonado mata á los animales con mas prontitud que el gas hidrógeno puro; que este gas peligroso se desprende, se- ñaladamente en los tiempos de la combustión del carbón, quando este cuerpo mas ó menos penetrado de humedad empieza á descom- poner el agua; cuyo hidrógeno separándose de ella baxo la forma de gas, lleva consigo en disolución una cantidad bastante grande de carbono; por lo que es tan peligroso el carbón en los parages po- co espaciosos y cerrados, especialmente en el principio de su infla- mación. (V. las palabras ayre inflamable, carbón, hidró- geno &c.) F. Gas hidrógeno fosforado. (Mat. Méd.) El fósforo es diso- luble en el gas hidrógeno, así como el carbono y el azufre. De esta disolución resulta un gas singular de un olor muy fétido, notable por la propiedad de inflamarse espontáneamente con el contacto del ayre vit¿l y del atmosférico, y de arder con una lLma blanca muy bri- llante. Este gas no interesa á la Medicina, sino porque algunas veces se forman y desprenden en corta cantidad de las materias animales que se pudren, especialmente peces en putrefacción. A su desprendi- miento y putrefacción se puede atribuir la fosforescencia de ios pe- ces, de las carnes, y en general de todas las substancias animales; pero e, que significa estómago. Las arterias gástricas son ramas de la hepática y de la esplénica; se distribuyen en el estómago, se las distingue en derecha é izquierda, y en grande y pequeña. Las glándulas gástricas son unos pequeños granos glandulosos que se hallan colocados en el estómago. (V. este artículo) En el texido celular de su tercera túnica se cree que fil- tran el licor gástrico. La vena gástrica derecha viene del tronco in- ferior de la vena porta, y algunas veces de un ramo que sale de una rama de la vena meserayca; esta vena se distribuye principalmente \ TOMO IV. TT 33° GAS en la parte derecha del estómago. Las dos venas gástricas izquier- das que se distinguen en grande y pequeña forman con la gástrica superior derecha la coronaria estomática que rodea el estómago. Gástrico, (xugo ó licor) (Fisiol.) Sin embargo que hemos he- cho ya descripción de este interesante humor en el artículo diges- tión , adonde nos remitimos, expondremos en este su análisis quí- mica. Es un xugo claro, que secretan las arterias en la cavidad del estómago su órgano secretorio, son las boquillas exhalantes de las" numerosísimas arterias, que riegan todos los puntos del estómago al modo de una especie de rocío. Se mezcla continuamente con los ali- mentos; pero quando el estómago está vacío es impelido á los intes- tinos delgados, y absorvido por las boquillas de los vasos lácteos: otras veces regurgita por el esófago á la cavidad de la boca si el cuerpo se dobla mucho hacia adelante. En el estado sano no tiene olor alguno; el sabor es algo salado; el color tan claro como el agua, á menos que regurgitando la bilis al estómago no le tina al- gún tanto de su color amarillo. La gravedad específica es menor que la de la sangre, pues mezclando con ella sube luego hacia la superficie. La consistencia es algún tanto plástica por la mezcla del moco estomacal; pero por sí sola es meramente aquosa. La cantidad parece ser considerable, si atendemos á la amplitud de la superficie del estómago y á su continua secreción. Mas esta secreción parece ser mayor quando el estómago es estimulado por la presencia de los alimentos. El xugo gástrico de los animales rumiantes, fitófagos, y de quatro estómagos, principalmente de los adultos, se corrompe muy pronto, y tiñe de verde el xarabe de violetas. El xugo gástrico de los animales carnívoros y herbívoros, pero de un solo estómago, es ácido, y tiñe de encarnado al xarabe de violetas. El xugo gástrico de los animales omnívoros y del hombre es neutro, y no muda el color del xarabe de violetas. Se une facilísimamente con el agua ; pe- ro de ningún modo con la sangre. Ni los ácidos ni los álcalis lo coagulan; pero el alcohol precipita una pequeña porción en forma de una masa albuminosa. Abandonado á sí mismo no se corrompe, antes bien se opone á la putrefacción animal y á la fermentación acida de los vegetales, por cuya propiedad se diferencia principal- mente de la saliva. Todo xugo gástrico coagula la leche. Esta fuer- za ó potencia de coagulación es propia del estómago, no solo de los fitófagos, sino también de los sarcófagos, ruminantes y no rumban- tes. De ella también goza el estómago humano, y basta el del feto abortivo. La parte caseosa de la leche misma ó cuajo, habiendo es- tado por algún tiempo en el estómago del ternero, coagula leche; y lo que es todavía mas particular, el mismo estómago húmedo, ó secándolo con precaución sin el socorro de ningún calor artificial, 6 lavado en lexia de potasa, la coagula también. Seis granos de la GAS 331 membrana interna de un estómago infundidos en agua coagutan mas de cien onzas de leche; pero en los animales rumiantes solo el xugo del quarto estómago goza de esta facultad de coagular la leche. £1 buche ó papo de las aves, que no parece contener sino un xugo sa- lival , carece de esta facultad coagulante. Los principios constitutivos del xugo gástrico son: i.° el agua que constituye su mayor parte: 2° el principio albuminoso, que es precipitado por el alcohol: 3.0 el muriatede sosa, que se extrae por la análisis química: 4.0 el ácido gástrico, que se cree ser un ácido de su especie única, y según otros el ácido fosfórico mezclado con un poco de álcali volátil. No falta quien asegura, que poniendo un poco de carne fresca en maceracion con muríate de sosa en agua se puede sacar un xugo gástrico artificial semejante al natural. El xugo gástri- co destilado hasta su desecación da un agua que ni es acida ni alca- lina: alguna vez un poco de álcali volátil y de aceyte empireumáti- co, que parecen ser productos del albumen. La masa restante cons- ta de muríate de sosa y muríate amoniacal. Los usos del xugo gástri- co son: i.° gozar de la facultad admirable de digerir ó mudar en quimo los alimentos, tanto animales como vegetales, recibidos en el estómago. En un cisne recien muerto se encontró una culebra atra- vesada parte en el esófago, y la otra parte en el estómago; la que correspondía al garguero estaba todavía cruda; pero la contenida en el estómago se halló digerida como una masa pultácea. Los alimen- tos, aunque estén metidos entre láminas de oro son digeridos en el estómago, y por consiguiente no es el estómago, sino el xugo gás- trico, el agente verdadero de la digestión: 2° mas la facultad mens- trua ó disolvente del xugo gástrico es adaptada á la diversidad de los alimentos convenientes á cada clase de animales; de manera que la de digerir en los carnívoros carnes solamente y no vegetales, es diver- sa de la de digerir en los herbívoros vegetales tan solo, y no carnes; pero en el hombre, que vive de vegetales y animales, puede obrar sobre ambas clases de alimentos. El xugo gástrico de los perros llega á disolver poco á poco hasta los mismos huesos que tragaron. No obra sobre el estómago mientras que este goza de fuerza vital, ni sobre las lombrices vivas; mas en el cadáver parece macerar y casi digerir esta entraña misma privada ya de su vitalidad: 3.0 resiste por una virtud antiséptica peculiar á la putrefacción de los alimentos animales. De aquí es que los hombres y algunos animales han toma- do ó comido algunas veces carnes ya podridas sin peligro de indi- gestión: 5.0 después de coagulada la leche ligeramente en el estóma- go , la disuelve insensiblemente de nuevo. El xugo gástrico extraído del estómago, y mezclado con los alimentos, los reduce también á quimo mediante el calor del horno: 6.° el xugo gástrico, ácido ó* alcalino dado interiormente, ha curado la dispepsia y algunas calen- 33* GAS turas intermitentes; pero en la calentura pútrida el ácido fué el in- eficaz , y el alcalino dañoso. Aplicado exteriormente el ácido en forma de fomento cura las úlcera pútridas, y particularmente las escrofu- losas, como he visto algunas veces con admiración. Algunas ocasiones también disipa felizmente los tumores frios é inflamatorios. Al prin- cipio de su uso ó aplicación irrita un poco y aumenta los dolores de las úlceras; pero el alcalino en la curación de las úlceras, ó ha sido ineficaz, ó la#s ha puesto de peor calidad. Plenk. GASTRÍTIS. (Med.) Se da este nombre á la inflamación del estómago. (V. el género gastritis en la clase de inflamaciones.) GASTROCOLICO. (Anat) Adjetivo que tiene relación con el estómago y el colon, y así se llama una parte del omento ó re- daño, que se extiende desde el estómago hasta el intestino colon. Gastroepiployco. (Anat.) Adjetivo que tiene relación con el estómago y el epiploon ó redaño. Las arterias gastroepiploycas sa- len de la rama derecha de la celiaca, y se distribuyen en el estóma- go y el epiploon. Las venas gastroepiploycas vienen de la esplénica* y se distribuyen en el epiploon y el estómago. Gastrodinia. (Mea.) Se llama así el dolor notable y cons- tante en la región del estómago, que no está acompañado de sínco- pe &c. Constituye esta enfermedad el género xxi de la clase de Do- lores. (V. este artículo) Gastronemios. (Anat) Se llaman así también los músculos ge- melos de la pierna, porque tienen dos vientres. Gastrorafia. (Cir.) * La gastrorafia es una sutura que se hace para reunir las heridas penetrantes de vientre ; esta voz es griega y significa costura del vientre. La reunión de las heridas pe- netrantes de vientre no es practicable, hasta haber hecho la reduc- ción de las partes contenidas en él, en caso de haberse salido. Para aquella reunión se hacen tantos puntos como se juzgue necesario, según la extensión de la herida: es menester preparar para cada pun- to dos agujas corvas enhebradas con un mismo torzalito, compuesto de varias hebras de hilo encerado, unidas y achatadas, de modo que estén en forma de una cinta de pie y medio ó dos pies de largo. Una de las agujas estará en medio de aquel hilo, y los dos cabos estarán enhebrados en la otra, que es la que se debe tener en la mano , y con la qual debe principiarse cada punto. Para practicar la gastrorafia, el operante pone el índice de su mano derecha baxo el labio mas distante del centro de la herida: este dedo estará contra el peritoneo para apartar y levantar todas las partes continentes, juntamente con el pulgar que apoya exterior- mente sobre la piel. Con la otra mano introduce una de las agujas en el vientre, llevando su punta sobre el dedo índice para evitar el que pique los intestinos ó el epiploon: se pasará después de dentto GAS 3S3 para fuera del borde de la herida á cosa de una pulgada de distan- cia mas ó menos, según el grueso de las partes, apretando la aguja con los dedos de la mano derecha, mientras el pulgar de la mano izquierda, apoyado en la parte exterior, facilita el paso de la punta. Quando ha salido ya lo bastante se acaba de tirar con la mano de- recha; para esto dexa la parte del ojo y toma la de la punta. Sin quitar del vientre el índice de la mano izquierda, se le vuelve hacia el otro lado de la herida; con la mano derecha se toma la aguja que contiene la asa del hilo, y se conduce aquella aguja á lo largo del dedo índice, pasando con ella el otro labio de la herida desde den- tro hacia afuera, y á la misma distancia que se hizo con el primero, mediante el dedo pulgar que apoya exteriormente la piel contra la punta de la aguja. Quando el hilo ha pasado por ambos labios de la herida se quitan las agujas. Entonces el ayudante ó practicante aprie- ta con los dedos los labios de la herida para que se unan, y el ope- rador anuda los dos hilos. No debemos detenerlos á uno de los labios de la herida por medio de un nudo simple, sostenido de una roseta, pues esto formaría una sutura entrecortada, y porque la acción con- tinua de los músculos del vientre podría rasgar las partes compre- hendidas en lo que coge el hilo, mayormente en el labio opuesto á la parte en que se hiciese el nudo, reuniendo las dos extremidades del torzalito. Es mejor dividir en dos cada uno de los cabos de la ligadura, poniendo entre uno y otro un rodillo de tafetán encera- do ó lienzo engomado, que se sujeta con otro nudo á cada lado de la herida: de este modo no hay peligro que falte la sutura; pues la acción de los músculos no puede violentarla, haciendo el hilo toda la fuerza contra las clavijas de tafetán ó lienzo engomado. Esta sutura se llama enclavijada, y fué muy usada de los anti- guos; pero en lugar de losrolÜtos flexibles que nosotros empleamos, tenian ellos unas verdaderas clavijas de palos, á los quales se substi- tuyen después unos cañoncitos de pluma. Es evidente que aquellos cuerpos podian producir contusiones y otros accidentes por razón de su dureza y falta de flexibilidad. La cura consiste en la apli ación de los remedios y del aparato: sobre la herida se pone un lechino mojado en un bálsamo vulnerario; y se hace una embrocación de aceyte rosado tibio en todo el vien- tre. Se tienen tres compresas del largo de la herida , y que tengan de ancho la distancia que hay entre las dos clavijas; dos de ellas deben ser algo mas gruesas que las clavijas para ponerse á cada lado en la parte de afuera, y la tercera ha de tener un poco menos de grueso para ponerse entre las dos. Se aplican una ó dos compresas de un pie quadrado sobre la herida, y una mas larga y mas ancha, que llaman ventrera; todo sostenido por el vendaje de cuerpo y por el escapu- lario. La cura exige diferentes atenciones, según las complicaciones 334 GAS diversas de la herida. Quando el enfermo quiera mudar de situación en la cama, para estar con mas comodidad, no debe hacer el menor esfuerzo por su parte, sino dexarse mover por hombres que tengan bastante fuerza y destreza. Hecha ya la reunión, se quitan los pun- tos de sutura cortando con unas tixeras los hilos que cogen una de las clavijas, y se quita el asa sostenida por la clavija opuesta. Algu- nas veces se forma una hernia ventral en seguida de aquellas heridas penetrantes, porque las partes continentes no pueden resistir tanto en aquel parage como en otros en razón del peritoneo, que no se cicatriza consigo mismo, y cada labio de la herida contrae adheren- cia con las partes musculares mas inmediatas. Regularmente se hace la gastrorafia después de la operación cesárea. * Gastrotomia. (Cir.) * La gastrotomia es una abertura que hacemos en el vientre con una incisión que penetra en su capacidad, ya para extraer algún cuerpo, ó para hacer entrar otra vez en él al- guna parte que se habia salido. Esta operación se ha practicado con buen suceso para dar salida á la sangre derramada en el vientre de resultas de alguna herida penetrante en aquella parte. La operación cesárea y la litotomia son dos especies de la gastrotomia- En el pri- mer caso se hace la abertura del vientre para que se pueda hacer incisión en la matriz, y sacar de ella un feto que no ha podido pa- sar por las vias regulares. (V. operación cesárea.) En el segundo caso se penetra la vexiga por cima del hueso pubis, y se extrae de ella la piedra. (V. litotomia.) La gastrotomia se ha usado para sacar por medio de una inci- sión en el estómago algunos cuerpos extraños detenidos en aquella viscera. La historia de Prusia y varios autores refieren que un labra- dor de aquel país sintiéndose con dolor de estómago, se introduxo muy adentro del esófago el mango de una navaja para excitar el vo- mito ; la navaja se le escapó de los dedos y se le introduxo en el estómago. Todos los Médicos y Cirujanos del pais creyeron que para evitar los accidentes á que se hallaba expuesto aquel hombre era preciso hacer una incisión en las partes continentes del vientre y en el estómago para sacar de allí aquel cuerpo extraño: efectiva- mente Daniel Schwaben, Cirujano litotómico, hizo aquella opera- ción , y el enfermo sanó dentro de muy poco tiempo. En la biblio- teca Electoral de Konisberg se conserva la navaja y el retrato del paisano á quien le sucedió aquel accidente. Hay otros varios exem- plares de haber sido practicada felizmente la gastrotomia. Mr. He- vin, después de haber establecido la posibilidad y la necesidad de aquella abertura, fundado en varias experiencias, da reglas sacadas del mecanismo del estómago para asegurar el buen éxito de la opera- ción. Las observaciones juiciosas que hace sobre el estado de pleni- tud , ó de vaciedad del estómago, son muy importantes, y el mé- GEL 335 todo que prescribe es de la mayor seguridad. (V. el primer tomo de las Memorias de la Real Academia de Cirugía de París, ar- tículo de los cuerpos extraños detenidos en el esófago) La inci- sión del vientre puede tener uso también para extraer algún cuerpo extraño detenido en los intestinos. * GAUBIO. (Gerónimo David) (Biog) [ Discípulo del célebre Boerhaave, que él mismo le hizo Doctor y Catedrático de Medici- na en la Universidad de Leyden, donde tomó Gaubio la borla el año de 1725. Este Médico escribió varias obras que han merecido mucho aprecio, y que su Maestro no hubiera desaprobado, y son las siguientes: i.a Disertatio inauguralis de solidis humani cor- poris partibus. Leyden 1725 , en 4.0: 2.a Libellus de methodo concinandi formulas medicamentorum. Leyden 1739 y 1767, en 8.°, en francés. Paris 1749, en 12.0: 3.a De regimine mentís quod Medicorum est. Leyden 1747: 4-a Institutiones pathologia medi- cinalis. Lugduni Batavorum 1758, 1767, 1775 en 8.° Mr. Sue el joven, Cirujano de Paris, ha traducido esta obra en francés, y la ha impreso en dicha ciudad en 1770, en 8.°: 5.a Adversarium varii argumenti líber unus. Leyden 1771 , en 4.°} GELATINA. (Mat. Méd) Se llama así en Química una subs- tancia que se extrae de las materias animales por medio del agua hir- viendo , y que disuelta en este líquido caliente le comunica la propie- dad de convertirse por el enfriamiento en una masa homogénea de una consistencia blanda mas ó menos transparente, de un sabor insípido ó dulce derretible por el calor y disoluble en agua, especialmente caliente, formando lo que se llama jalea quando está blanda, aunque coerente , y lo que se llama cola quando está espesa y desecada. Es- ta gelatina se agria espontáneamente al ayre caliente, da poco amo- niaco en la destilación, y al contrario cierta cantidad de ácido piro- mucoso; pero su carácter mas interesante, así para la Medicina co- mo para la Materia Médica , es de ser alimenticia, y de convertirse pronto y fácilmente en nuestra substancia. Baxo este punto de vista la gelatina y todas las substancias animales que la contienen y sumi- nistran en gran abundancia, se emplean ventajosamente como ali- mento dulce, relaxante &c. Este conocimiento ilustra al Médico acerca del uso y la prescripción de las carnes blancas de los anima- les tiernos acerca de la preparación de los caldos medicinales, y de la relación de propiedades entre estos diferentes medicamentos. (V.las palabras alimentos, animales, caldos, carne &c.) F. Las gelatinas medicinales que se hallan en nuestra Farmacopea son las siguientes. Gelatina de cuerno de ciervo, r: Raspaduras muy finas de cuerno de ciervo y lavadas, media libra; agua quatro libras. Se cuecen en un vaso de barro vidriado, hasta que el vehículo referido 336 GEL se pegue á los dedos. A cada libra de este líquido colado por ex- presión, se añade onza y media de azúcar blanca , y un escrúpulo de tartrite acídulo de potasa. Se clarifica con clara de huevo. Gelatina de grosella. ly. Azúcar blanco dos libras; agua diez libras. Se clarifica y cuece hasta que tome la consistencia de trociscos. Se añade del xugo de las bayas de grosella recien expri- mido, y de agua pura, de cada cosa una libra. Se vuelve á cocer de nuevo hasta que tenga la dureza de gelatina, y secuela. Del mi