L5CCI0NES DB FRENOLOGÍA, BSPLICADAS m n* UCEO ARTÍSTICO Y LITERARIO DE LA HABANA POR D. SABINO DS LOSADA a KocV)ebWv<2. i HABANA Imprenta del Diario de la Marina Calle de San Ignacio, Num. 10 1849 i r i q ¿r DESDE que por encargo de los señores que componen la Sec- ción de Literatura tuve la honra de ponerme al frente de la cáte- dra de frenología de este Instituto, sintiendo mi insuficiencia para el debido desempeño de tan ardua misión, procuré reme- diarla estudiando con mayor eficacia y detención las obras con que contaba y las que al efecto solicité en el estrangero, para ha- cerme digno, si no por mis alcances, á lo menos por mis buenos deseos, del honroso puesto que se me confiaba. A medida que tenia el gusto de conferenciar con mi audito- rio, noté que acogía gustoso las espiraciones que le hacia sobre una ciencia tan útil como necesaria, en mi concepto, llegando su bondad hasta el punto de solicitar que imprimiese las lecciones, Animado por otra parte de los deseos mas ardientes de ser útil á la sociedad en que vivo, me decidí á complacer á mis discípu- los, arreglando como deseaban las referidas lecciones, para que pudiesen imprimirse y servirles de estudio; dedicando la obra, así como su producto, al aumento de los fondos que arbitra este Instituto para llevar á cabo la construcción de un edificio "ad hoc," que tantos bienes reportará á la población entera. Sensible me sería que se diese otra interpretación á mi de- dicatoria, pues estoy persuadido hasta la evidencia que no me- rezco ningún renombre científico; dejaría de ser "frenólogo" si me engañase hasta el punto de pretenderlo, si no me conociera. No soy mas que uno de los muchos admiradores del gran proyec- to concebido por uno de los dignos miembros que componen esa ¥¿>¿ffo respetable corporación, \ he querido, como debe querer iodo amante de las empresas Titiles, poner algo de mi parte, aunque este algo sea mínimo para verlas realizadas. Así pues ruego á VV. SS. se dignen admitir bajo estas únicas condiciones la dedicatoria que hago al "Liceo Artístico y Litera- rio de la Habana'' de las veinte y tres lecciones de frenología que he ido depositando en su Secretaría, y que han sido el obje- to de la enseñanza en el presente curso, así como el producto de la edición que consideren oportuno tirar, con el objeto indicado de aumentar los fondos de la obra del edificio que se proyecta, como testimonio sincero de mis buenos deseos por los adelantos de esta afortunada ciudad y por la realización de los beneficios que indudablemente reportará la juventud, concluido que esté el gran proyecto de que se ocupan VV, SS. Dios guarde á VV. SS. muchos años. Habana 1.° de julio de 1849. Oíixyuu ^e cdoobcuba. Señores que componen la Scrrion Di red iva fiel Luco Artístico u literario de esta ciudad. ££# {? lS /«%*/.<> o\ vi**.-* 19 Ñ? 32 3 mí* > ' Liloór le I Vi . iipncilla nD98 Señoress Encargado de la triste y honrosa misión de reemplazar en la en- señanza de esta clase al malogrado jo'ven D. Feliciano Caireño , ar- rebatado hace poco en la fuerza de sus años á sus numerosos ami- gos y al mundo literario , en cuyo seno le señalaran un lugar distin- guido su privilegiada organización y sus vastos conocimientos, mi corazón se sobrecoge con el doble sentimiento que en la actualidad le agovia; el recuerdo de un amigo querido y desgraciado, y el pesar de no hallarme con toda la aptitud que deseara para dar mejor cima á tan delicada empresa. Sin embargo, señores, si á este último inconveniente puede suplir la voluntad mas decidida en dedicarme á la agradable tarea de comu- nicar la doctrina de Gall á la juventud estudiosa de esta querida tierra, y si el examen mas eficaz de las obras de este célebre médico y de sus continuadores, para presentar sus ideas al alcance de mi audi- torio, fortalecen mis cortos conocimientos, puedo asegurar á Vdes. que no dispensaré medios, ni tendré un momento que no sea empleado en obsequio del fin que me propongo, que es enseñarles la fisiología del cerebro. / , • • Ahora que esta doctrina pertenece al publico el juicio sobre su mérito no podrá ser largo tiempo equívoco; las pasiones se callaran y la crítica no tendrá mas fine su valor intrínseco. La posteridad no dejará de establecer un paralelo entre el punto de donde partió el fundador y aquel en que se detuvo. Sus adversarios han señalado muy bien el estado <* *" c¡on tiene lugar'e» "l eereb™ S™ " ""P''C81°n' S¡"0 1«o la sensa- ** " 1? Un nervio apretado, comprimido por una ligadura o cortado, pierde la facultad de cscitar sensaciones ; es decir, la impresión hecha por un objeto ya no se trasmite por un nervio así modificado. Este nervio puede irritarse mas abajo de la lesión o de la ligadura sin que se produzca ninguna sensación, sin que el individuo sometido al es- perimento sienta ningún dolor. Pero ¿por qué es insensible el nervio mas abajo de la ligadura, si puede producirse la sensación sin coinu- nicacion con el cerebro? " 2? El mismo fenómeno se verifica cuando el nervio está lasti- mado d comprimido en su origen. Una compresión del origen del nervio olfatorio arrastra la privación del olfato; una compresión del origen del nervio visual, la ceguera; una compresión del origen del nervio auditivo, la sordera; una compresión de un nervio digital, la insensibilidad del dedo. Esta parálisis cesa tan luego como cesa la presión. Se ha visto un herido, cuyo golpe penetraba hasta el cuerpo calloso, perder el uso del ojo del lado opuesto á la herida siempre que el pus se aglomeraba y desaparecer esta ceguera tan luego como se evacuaba: luego la sensación de la vista tiene lugar en el cerebro. "3? La compresión del encéfalo por un derrame de sangre , de linfa, de pus, por un exostosis, por la simple hinchazón de vasos sanguíneos, aun por una simple conmoción, pueden arrastrar la pér- dida del uso de los sentidos: luego los nervios toman su origen en el cerebro, aunque los de estos sentidos estén en la mas perfecta inte- gridad. Tan luego como cesa la presión sobre el cerebro, los sentidos recobran su actividad. "4? Algunas veces se siente distinfomentc subir el dolor á lo* largo de los nervios hasta el cerebro-/ " 5? Los dolores que suben de este modo de la herida de un miem- bro, pueden ser interceptados algunas veces por una ligadura. " 6? Las personas que pierden un miembro creen, después de la curación, sentir todavía el dolor en el lugar donde estaba atacado el miembro que ya no existe. Este dolor no puede tener su asiento sino en el encéfalo. " 7? Ciertas impresiones se conservan á menudo para siempre en el cerebro. Sin embargo, cuando este sufre una presión 6 cualquier otro accidente, parece desaparecer súbitamente, y habiendo cesado esta presión vuelven á aparecer con la misma prontitud; pero su- puesto que se conservan en el cerebro , necesario es que hayan lle- gado hasta él. " Los movimientos voluntarios de los músculos producidos con con- ciencia, principian en el cerebro o' se efectúan por medio de los ner- vios que parten de él. Veamos las pruebas: "1?- Nos hallamos imposibilitados de mover tal músculo, cuando las funciones del cerebro se hallan trabadas por una presión d por un derrame &c. "2? Cuando el cerebro está irritado por una astilla, se manilies tan convulsiones fjuc cesan tan luego como la retiran. Como el cerebro solo es el lugar del pensamiento, los movimientos producidos por este no pueden partir sino de aquel. Si la causa de los movimiento-- voluníarios existiese en las mismas partes que |o> — 8 — ejecutan , estos movimientos deberían existir después de la destruc- ción del cerebro y no aumentar cuando se irrita este o'rgano, ni tam- poco hacerse imposibles por su compresión." Estos argumentos de Haller y Mr. Soemmering deben convencer- nos : Que las percepciones y la conciencia, como dice Gall, no existen sino en el cerebro; que sin él ninguna impresión venida del estertor ni ninguna irritación nacida en el interior pueden producir sensación; fue el cerebro es el órgano de fas funciones de la vida animal; que qodos los fenómenos que nos ofrecen los zoófitos, y todos los que obser- vamos en los sistemas nerviosos diferentes del cerebro , no deben consi- derarse como fenómenos debidos á ki facultad sensiliva y ú la esponta- neidad animal, sino atribuirse únicamente ú la irritabilidad. Creo, señores, haber probado hasta la evidencia en algunos ar- tículos publicados en varios perio'dicos de esta ciudad, que el cerebro es en efecto el origen, según su desarrollo, de todos nuestros talen- tos y de todos nuestros sentimientos; cuyos materiales he sacado siempre y traducido de las obras de Gall, por ser el único que en mi entender ha tratado con mas acierto la cuestión de la pluralidad de los o'rganos. Sin embargo, hablaré á ustedes de paso de otra mate- ria que también se ha presentado como preferible á la frenología, y que en mi concepto no lo es. Esta cuestión es la del temperamento, tan mentado por los fisiólogos, que dicen que las facultades.intelec- tuales y las cualidades morales se determinan casi únicamente scun varios puntos de vista físicos y mecánicos. Por ejemplo: fibra floja, memoria débil; fibra rígida , obstinación; constitución húmeda, pereza .en las funciones intelectuales; sangre ligera , concepción fácil; consti- tución robusta, resistencia valerosa. ¿Podrá acordarse nada mejor? Veamos lo que dice Gall sobre este punto: t" Si la constitución delicada de las mujeres esplica su lascivia ¿como esphearemos la del hombre, la del mono, la del perro v lá del toro? J t " Los ejemplos de hombres famosos en la historia, dotados de tal o cual temperamento, nada prueban. Estas citas no traen el carácter ni de un espíritu filosófico ni de una ley uniforme de la naturaleza Jamas el temperamento de un hombre ilustre ha sido juzgado de an- temano por un médico filosofo; pasamos en silencio las preocupacio- nes que hubieran influido en semejante juicio. Plutarco jamás deter- mino el temperamento de sus héroes ni según sus propias observa- ciones, ni aun según el testimonio de sus contemporáneos; y los fisio'- logos de nuestros días pretenden saber cual era el temperamento de Anstides de Tenustocles, de Timoleon &c. Se quieren conocer las acciones de los grandes hombres, y después , según sus propias hi- pótesis sobre la causa desús cualidades, seles supone tal o' cual temperamento. Observaciones reponías hasta el infinito me hacen adoptar la opinión de Helvecio, que sostiene, que con cualquier tem- peramento se puede tener talento d ser limitado. El genio y la ton- lnes.;,; al üVf* Pe,SO";<> s»»g«íneas,-biliosas, flemáticas, fZ m„¿ TS' deb,lí" 'i »■"»'«*»*• Conozco hombres v mujeres que °H i d,Sl>os,,H;.T ^mtaria*, con el vientre tumefacto, la l'iel tu.) la cara pálida , en fin, con una consiiturion enteramente _ 9 ~ enfermiza, son de un carácter muy irascible, pendencieros , violen- tos , imperiosos, ardientes en el amor, furiosos en los celos y en la colera, temerarios en sus empresas , vivos, activos é infatigables en la ejecución de sus proyectos. También conozco, al contrario, hom- bres sanguíneos y llenos de fuerza, que no hallan su contento sino en el sueño y en la ociosidad, y que nada puede sacarlos de su letargo, ni el incentivo del oro, ni la voz del honor, ni los encantos de una mujer. " Jamás he dado gran crédito á las esplicaciones relativas á los temperamentos, tales como las de Porta , Penchel, Pernetti, Huart ect., á los cuales basta saber si una persona tiene los cabellos rojos, negros d rubios, duros , lisos d crespos, los ojos pardes d azules, las cejas rectas o arqueadas, la raiz de la nariz anchk d estrecha, las ventanillas pequeñas d abiertas, la barba redonda d puntiaguda, para sacar su horóscopo y determinar sus cualidades, sus vicios y sus talentos. " Como el temperamento no es mas que la constitución general del cuerpo, es necesario que la influencia que se le atribuye sobre las facultades y las inclinaciones, sea universal; pero ¿ como es que casi no existe un hombre, que no sea muy aficionado para ciertas cosas y muy indiferente para otras, y que tal objeto nos enfría y renuncia- mos á él sin pesar, mientras que solicitamos la posesión de otro con una constancia á toda prueba? ¿Como es que se puede manifestar gran fuerza en una parte, y en otra que hasta se ha cultivado con mas aplicación, demostrar una debilidad estraordinaria? "Todo hombre que busca sinceramente la verdad, puede conven- cerse á cada instante de que el esterior, en tanto que descubre el tem- peramento , no guarda ninguna armonía con las facultades y las in- clinaciones. Es absolutamente falso que la actividad de las funciones vitales esté en relación directa con la actividad de las fuerzas inte- lectuales ; si así fuese , esos ociosos turbulentos, esos disipados y esos vividores alegres , tan bulliciosos y activos , triunfarían infinitamente sobre otros hombres que son mucho mas sosegados y asentados en apariencia. ¿ Podrán verse las funciones de la vida orgánica desem- peñadas con mas vivacidad que en los peces , los pájaros , los monos, la ardilla &c? ¿Pero estos animales, por esta razón, son acaso su- periores en facultades intelectuales al hombre, que es mucho menos movible, y á otros animales dotados de funciones animales inferio- res menos activas? Igualmente es falso que los hombres-hércules tengan siempre mucho valor y la cabeza pequeña, como lo sostiene Mr. Richerand en su octava edición, tomo 2?, página 121. Los hombres grandes tienen á menudo una cabeza de dimensiones con- siderables como los hombres pequeños , y la esperiencia de todos los tiempos comprueba, que las facultades morales é intelectuales distin- guidas no son mas raras veces el atributo de los hombres de una es- tatura sobre la ordinaria , que de los hombres pequeños. En cuanto al valor, no hay observador (pie no convenga que en los animales, así como en nuestra especie , los chicos son á menudo mas valerosos que los grandes. " El gallo fino , mucho mas pequeño que el pavo ordinario, triun- — 10 — fa de este último ; el pitirre ahuyenta las auras y otros pájaros ma» gruesos que él. Alejandro Magno, Pepin el Breve y Napoleón eran de pequeña estatura. Por último preguntamos : si en el hombre pueden reducirse á cuatro d seis categorías las facultades intelectua- les y morales , como se ha hecho con los temperamentos ; en fin, si por medio de estos últimos se ha ensayado alguna vez esplicar las inclinaciones y las aptitudes industriales de los animales ? Muy dis- tante estoy de negar que la constitución individual y el estado actual de la salud modifican el ejercicio de las facultades intelectuales y las cualidades morales. Es incontestable que, según el estado de nuestra salud, somos mas d menos activos, mas d menos susceptibles. El modo pues de manifestarse las facultades intelectuales y las cualida- des morales se modifica por el temperamento. Pero, convenir en esta modificación, no es hacer dimanar de tal d cual temperamento tal ó cual cualidad fundamental determinada. Mr. Richerand creyó hacer una objeción contra la organología cerebral diciendo: "Debilítese por medio de sangrías á ese guerrero intrépido que arrostro la muer- te en cien batallas , y haremos de él un hombre débil y pusilánime; en vano su cráneo nos ofrecerá entonces el chichón, bajo el cual se le antojo á Gall colocar la bravura." Este resultado debe tener lugar en toda hipótesis en que se hice depender el ejercicio de las funcio- nes del alma de una parte cualquiera del cuerpo. Cuando todo el cuerpo está debilitado, se pretende que solo el cerebro conserve su energía. " Por otra parte puede remitirse á Mr. Richerand al caballero Bayard, que, agoviado por los achaques de una larga fiebre, no ceso de buscar las batallas, y no hyjbiera dado por diez escudos la buena ventura de batirse con el temible español Soto-Mayor. ( Vida de Bayard , libro 2?, página 93.) ¿ Quién no conoce otros mil ejem- plos capaces de probar á Mr. Richerand que nuestros guerreros, de- bilitados por sus fatigas y sus heridas , no se sentían por eso menos arrastrados hasta el último suspiro por sus inclinaciones dominantes, la gloria y el valor? " El estado de nuestra s dud influye manifiestamente sobre nues- tros cinco sentidos , y sin embargo jamás nadie ha tenido la idea de deducir ni la vista ni el oido de nuestra constitución d de nuestro temperamento." De todo lo que acabo de decir resulta, que no se debe buscar la causa de las inclinaciones , de las aptitudes industriales, de los afectos, de las pasiones, de las cualidades morales y de las facultades inte- lectuales en ninguna parte que no sea el cerebro; que no puede ha- llarse ni en los plexus nerviosos y los ganglios del pecho y del bajo vientre, ni en los nervios de los órganos de los sentidos, ni en eí conjunto del cuerpo considerado solidariamente ni en los temperamen- tos. No nos queda mas que el mas noble de todos los sistemas ner- viosos , el cerebro. Habana 1 de noviembre de 1817. mm **iNTES de empezar el estudio de la organología cerebral deseo esplicar á ustedes algunas opiniones filosdfico-frenoldgicas del doctor Spurzheim, por parecerme muy conveniente para mayor inteligen- cia del estudio que vamos á emprender. En tal virtud dedicaremos algunas noches á este objeto, procurando ser lo mas breve posible. De las facultades fundamentales de la vida animal. A fin de estudiar con provecho la vida animal, dice Spurzheim, es necesario convencerse de un error de primera magnitud que do- mina todas las escuelas filosóficas, y que consiste en que en el estu- dio de la moral del hombre se han limitado siempre á las nociones generales , mientras que en los conocimientos físicos se admiten tres clases de ideas, generales, comunes y especiales. Esta distinción de ideas se emplea para establecer la clasificación de los seres. Según las cualidades generales y comunes , se dividen los objetos en reinos, en clases , en ordenes y en géneros ; las cualidades especiales hacen conocer las especies. Limitándose á las cualidades generales de los cuerpos , tales como la existencia , el volumen , la configuración , la consistencia y el color ; conociendo las cualidades comunes de los me- tales , de las tierras y de los ácidos , no se conoce todavía el hierro, el plomo, la tierra calcárea, el muriato de soda &c. Para indicar un cuerpo determinado es necesario designar sus cualidades especiales. En historia natural no basta decir que se posee una piedra, una plan- ta , un animal, un metal, un árbol frutal d un pájaro; es necesario indicar la especie, y mientras mas variedades hay en los seres de una misma clase mas especificados deben ser sus caracteres distin- tivos. En el estudio del físico del hombre se distinguen igualmente las nociones generales y comunes de las que son particulares. Se divide el cuerpo en varios sistemas, tales como el huesoso, el muscular, el nervioso , el digestivo , el circulatorio , el respiratorio , el secreto- rio &c. En fin , para conocer una función determinada, por ejemplo, — 12 — una clase de secreción, v para distinguirla de las otras, es necesario especificarla y hablar de la secreción de la bilis , de las lágrimas o de la salivíi &c. Así pues está admitida la diferencia entre las nociones genera- les , comunes y particulares en toda la historia de la naturaleza física y aun en aquella del cuerpo humano ; pero está enteramente olvidada en el estudio de la moral. Es admirable esta inconsecuencia de los pensadores. Veremos como esta manera general y vaga de raciocinar se estiende hasta la vida animal de los animales. Los zoólogos dividen y subdividen el físico de los animales , exa- minan y denotan todas las particularidades de su organización , pero se contentan con considerar la moral de una manera general. Todo lo que hacen los animales con conciencia, es espresado por la palabra instinto. Comen y beben, por instinto. ¿Por qué canta el ruiseñor? por instinto. ¿Por qué hacen su nido los pájaros? por instinto. Las golon- drinas viajan, el castor y la hormiga hacen sus provisiones para el invierno , los camellos y los gansos silvestres colocan centinelas , el perro oculta el hueso que necesita al dia siguiente, las ovejas viven en sociedad , la alondra se remonta en el aire para cantar &c., y todo esto se hace por instinto. Realmente es una esplicacion edmo- da. El instinto es el verdadero talismán que representa todas las figu- ras y produce todas las funciones de los animales. Pero este conoci- miento es general, y por eso sumamente vacilante. En efecto, ¿qué es el instinto? ¿Es acaso un ser personificado? ¿Será un principio , d esta palabra denota solamente , según su origen latino , un impulso interior á hacer alguna cosa sin conocer la causa? Admito este últi- mo significado. La palabra instinto espresa pues todo deseo que hace obrar á los animales. Respecto al instinto hay que considerar tres cosas : la primera que es un término general que se aplica á toda clase de impulsos , á aquel que dispone á los patos recien nacidos á correr hacia el agua como al que retiene á la gallina y la hace recordar los hijitos que em- pollo. El instinto no es un principio solo é igual; un animal puede estar dotado de uno y privado de otro. Es necesario pues especificar las especies de instintos que se observan en todos ellos. En seguida los instintos no son mas que efectos, no indican las causas particulares que producen los deseos determinados. Diciendo que un animal canta y que otro viaja por instinto se especifican dos clases de instintos , pero no se da á conocer la causa que los deter- mina. El término instinto se puede comparar con el de movimiento. Los planetas giran al rededor del sol, la luna al rededor de la tier- ra , la aguja se dirige hacia el Norte , los rios corren hacia el Océano, los animales caminan , corren , saltan y vuelan; la sangre circula en las arterias y en las venas , y todo esto se hace por el movimiento. Sin duda hay movimiento en todos estos fenómenos, así como hay ins- tinto en todas las acciones de los animales ; pero las causas de todos estos movimientos y de todos los instintos no son iguales, y bien merecen ser investigadas. En fin, es absurdo decir que los animales obran solo por instinto. Los hay sin duda que están ceñidos á un impulso ciego, y que se — 13 — l manejan siempre de la misma manera , pero hay otros que manifies- tan alguna inteligencia y que resisten á menudo á sus impulsos inte- riores. Un perro tiene el instinto de seguir á su amo ; pero si se halla separado de él por un carruage que pasa, no se precipitará ni entre las patas de los caballos ni bajo las ruedas del carruage, sino aguarda- rá que el obstáculo se haya alejado y después correrá mas aprisa para reunirse con su amo. Muchos animales recuerdan los castigos reci- bidos y obran contra sus inclinaciones. Modifican sus acciones según las circunstancias estcriores, y aprenden rasgos de destreza que na- turalmente no hubieran hecho. Estas consideraciones concernientes al instinto de los animales hacen comprender las ideas, que los filósofos se forman de la vida animal del hombre. Pero antes de entrar en estos pormenores es ne- cesario hablar de una cuestión delicada. Se pregunta si hay una d varias sustancias, que obran en el hombre y producen sus funciones. Los fisiólogos no están de acuerdo sobre este punto con respecto á la vida automática, y menos lo están todavía los filósofos con respecto á la vida animal. Hay fisiólogos que niegan la existencia de todo fluido en el hombre. Sin embargo es imposible sostener tal aserción, pues que al menos el calórico, generalmente considerado como un fluido , es esencial á la vida. En muchos casos la influencia del fluido eléctrico tampoco puede desconocerse. Además, las discusiones sobre el principio vital y el principio nervioso aun no se han terminado. Por consiguiente es necesario confesar que nuestros conocimientos, relativamente á los principios de la vida automática, no son satis- factorios. En cuanto á la moral del hombre, la cuestión concerniente á los principios actuantes es infinitamente mas difícil. Muchas personas rechazan todo examen de esta naturaleza y hablan de una creencia que debe seguirse ciegamente. Admiten muy positivamente un agen- te inmortal, muy comunmente llamado espíritu, sin negar la exis- tencia de otros principios. No obstante todas las discusiones que ha suministrado este objeto, todavía no se ha resuelto si este espíritu produce todos los fenómenos de la vida automática y animal, d si el cuerpo está sometido á sus leyes particulares y las funciones de la vida animal resultan de dos principios, de manera que se deba hablar con San Pablo del cuerpo, del alma y del espíritu. Estas in- vestigaciones pertenecen enteramente á los teólogos y á los metafí- sicos, así como las cuestiones relativas a) origen y al destino de los principios actuantes después de la muerte. Como observador me li- mito á considerar las funciones de la vida animal, á clasificarlas según su analogía, y á examinar las condiciones orgánicas que son necesarias á sus manifestaciones. Veamos primero las clasificaciones establecidas por las escuelas filosóficas antes de proponer una nueva. De los sistemas filosóficos. Los pensadores tienen una predilección marcada á las nociones abstractas y generales. Algunos reducen toda la actividad de la moral — 14 — del hombre á la simple conciencia , d , como dicen otros , á la sensa- ción , y todas las facultades á la sensibilidad. Otros llaman esta fa- cultad general inteligencia , y la oponen al instinto de los animales. Es necesario observar que, diciendo con Mr. Tracy , (pie la me- moria, el juicio y la voluntad no son mas que modificaciones de la sensación y de los efectos de causas desconocidas, quedan siempre por analizar las especies de sensaciones interiores; pues sentir el hambre , la compasión , la colera, la envidia y el respeto, d conocer un color, una forma , un lugar , una persona no pueden ser una sola é igual especie de sensación, así como tampoco ver, oir y tocar no son sensaciones de una misma especie. Los sentidos interiores deben especificarse así como los esteriores. Respecto á la inteligencia es necesario repetir lo que dije del instinto de los animales. Hay varias clases de inteligencia, y puede poseerse una estando privado de otra. Pintores muy célebres no pueden siempre convertirse en gran- des músicos, y vice-versa. Profundos matemáticos serian á veces malos poetas , y escelentes generales, miserables legisladores. Así la esperiencia diaria prueba que hay varias especies de inteligencias, que por consiguiente deben ser especificadas. En segundo lugar, las causas de las diferentes especies de mani- festaciones intelectuales todavía no están determinadas y necesitan investigaciones particulares. En fin, es falso que el hombre obre siempre con inteligencia: el niño, que ignora la existencia de su madre y los sentimientos que la llaman hacia él, llora cuando espe- rimenta alguna necesidad, así como un animalito que ignora que sus gritos son oidos, profiere sonidos que hacen volar á la madre á su socorro. Todos los gestos, todos los movimientos y todas las actitu- des que acompañan las diversas emociones del alma, tienen lugar in- voluntariamente. Se retiran los miembros cuando un objeto peligro- so los amenaza, antes de tener tiempo de pensar en los medios ne- cesarios para escapar. En todo esto el hombre obedece á un impulso interior d instintivo. Entre las acciones de los hombres desgraciada- mente hay muchas que están en contradicción con el raciocinio. ¿Quién podría decir , siendo adulto , que obra siempre con inteligen- cia? Aun conociendo lo mejor se sigue á menudo lo peor. Los filóso- fos pues, hacen mal en creer que la inteligencia es el único origen de nuestras acciones ; que todo lo que se llama voluntad , sentimiento y deseo resulta de ella; que las malas acciones dependen únicamente de los errores del juicio, y que para hacer á los hombres mejores basta cultivar su entendimiento. Este error es grande y debe demorar el conocimiento y el per- feccionamiento de la especie humana. Parece fundado sobre la si- multaneidad de las funciones afectivas é intelectuales ; pero la acción simultánea existe igualmente en las dos clases de funciones automá- ticas, lias que reproducen la especie no pueden tener lugar sin aquellas que conservan el individuo, y la existencia del individuo exige la conservación de la especie. Sin embargo estas dos clases de funciones automáticas son muy distintas y no pueden confundirse unas con otras. Lo mismo se dice con respecto á las funciones animales. Hay dos - 15 — especies que existen por separado , y que necesariamente no están proporcionadas las unas á las otras. Son las funciones afectivas y las funciones intelectuales. Preguntemos á los filósofos por qué admiten la inteligencia del hombre, y veamos si las mismas razones prueban la existencia de las funciones afectivas independientemente del intelecto. Primero dicen que cada uno tiene la conciencia de las impresiones esteriores, que las recuerda &c, en una palabra, que produce acciones que se llaman intelectuales. Pero los que tienen hambre, miedo, compa- sión , que son coléricos , celosos , envidiosos , d que esperimentan al- guna otra emoción del alma, están tan seguros de ello como de la realidad de sus sensaciones con respecto á los colores d á las formas. Así la certeza individual es tan fuerte para las funciones afectivas como para las intelectuales. Pero ¿ como puede saberse que otras personas esperimentan sentimientos? Precisamente de la misma ma- nera que se sabe que producen operaciones intelectuales. Pueden estar dotadas de ciertas capacidades de que estamos pri- vados. Si, por ejemplo , alguno halla que dos colores que ve , d dos sonidos que oye, no están en armonía, y que otro no nota nada, ¿podrá decir este que el primero se engaña? ¿Si alguno tiene la me- moria local bastante buena para representarse el interior de mu- chas ciudades , el ancho y el largo de las calles y un gran número de sitios que ha visto , mientras que aquel que viajo con él no se acuer- da de nada, el segundo tendría razón para negar la capacidad del primero? De este modo, muchas operaciones intelectuales que tienen lugar en otras personas, son admitidas bajo su palabra. Lo mismo debe ser con respecto á los sentimientos, que pueden faltar d estar modi- ficados en ciertos individuos , así como las funciones intelectuales. Tal vez se agregará que la inteligencia es inherente á la natu- raleza del hombre, y que está probado porque hay cierta relación entre las manifestaciones intelectuales y el físico, mientras que la existencia de las facultades afectivas no está probada por el físico. Los que discurren de esta manera dicen que los deseos y los senti- mientos no son afecciones accidentales del espíritu; según ellos, todas las religiones están fundadas en la fé , y la moral debe ser con- siderada como el resultado de las circunstancias sociales d como el de la legislación, sea civil, sea divina. Debe contestarse á esto que las facultades afectivas son inheren- tes al hombre así como la inteligencia, y que se puede probar esta aserción de una manera positiva por las relaciones que existen entre las manifestaciones afectivas y el físico. Aun se puede adelantar li- bremente que es mas fácil demostrar las relaciones que hay entre el físico y los sentimientos, que las del físico y la inteligencia. Esta tarea está cumplida por la parte fisiológica de la frenología. En fin, el estado de enfermedad prueba también las dos clases de funciones animales. Durante largo tiempo se ha creído que en los locos estaba desarreglada la inteligencia, sobre todo el juicio; pero hoy se sabe que en las enagenaciones mentales las facultades están á menudo intactas, algunas veces exaltadas, mientras que los des- arreglos se limitan á las funciones afectivas. A menudo los locos, por P *¡¡¡v •r — IG — amor propio , se imaginan ser generales , ministros , reyes , empera- dores &c; ejercen su inteligencia bajo los demás conceptos, y si no se toca la cuerda del amor propio nadie notará su desarreglo. Lue- go las funciones que pueden enfermar separadamente no son de la misma especie. Por consiguiente , constantes observaciones en el estado de salud y de enfermedad nos obligan á sacar la conclusión, que las facultades afectivas existen separadamente de la inteligencia, y que las mani- festaciones mentales no pueden reducirse á un origen común. No es pues admirable que la mayor parte de los filósofos del tiempo pasa- do haya admitido dos ordenes de funciones en la vida animal, y menos se concibe por qué los de nuestra época no admiten mas que la inteligencia ; mientras que la esperiencia nos enseña diariamente que se puede tener mucho talento sin ser bueno, justo y amigo de la verdad , y que los hombres honrados , benévolos y rectos no siem- pre sobresalen por su inteligencia , natural d adquirida. La antigua división de la vida animal en dos partes fué designa- da por nombres diferentes, tales como el entendimiento y la volun- tad , las facultades intelectuales y morales , el espíritu y el alma, el intelecto y las emociones del alma, la cabeza y el corazón, d el pensamiento y los sentimientos. Esta nomenclatura es defectuosa, en cuanto á que carece d de verdad d de exactitud. Entendimiento y voluntad , por ejemplo, no denotan dos ordenes de funciones esencialmente diferentes ; pues, según la esplicacion que se da de la voluntad, es sinónimo de deseo. Luego las facultades intelectuales que conocen los objetos esteriores, sus cualidades físicas y sus relaciones, desean d quieren ser satisfe- chas , así como el amor propio d el amor de la aprobación. Es pues imposible separar la voluntad del entendimiento. Lo mas que puede decirse es, que son dos modos de acción del espíritu, pero no dos fa- cultades fundamentales. La espresion de facultades morales tampoco es exacta; á me- nudo designa las que no son intelectuales , d solamente las emocio- nes superiores del alma, que debieran dirigir todas las acciones del hombre. Hablando de las facultades del alma y del espíritu parecen reconocerse dos principios actuantes, con respecto á los cuales las discusiones no se han acabado. Los términos de la cabeza y del corazón recuerdan el antiguo error, que hace creer que el entendimiento tiene su asiento en la ca- beza y las emociones del alma en el corazón &c. La nomenclatura de la vida animal variará á medida que este estudio adelante. Estoy seguro que será enteramente reformada : será clara y positiva cuan- do lo sean nuestras ideas, pues estas y los signos que se emplean para espresarlas están íntimamente unidos, y las ideas preceden á los signos. Los filósofos que esplican las funciones de la vida animal por dos facultades , la inteligencia y la voluntad , merecen una reconvención semejante á la (pie he dirigido á los zoólogos, que no conocen mas que el término general de instinto para los animales , y á los filóso- fos que no admiten mas que la inteligencia en el hombre. Deben es- — 17 — pecilicar las voluntades, así como las especies de inteligencia ; pues amar la destrucción d la conservación, amarse á sí mismo d á los otros son diferentes especies de amor. Además las causas de estas clases de voluntades, que se llaman ya malas, ya buenas, y que son débiles d fuertes, deben ser buscadas y demostradas. En fin, la diferencia esencial entre los géneros de las facultades de la vida ani- mal debe fijarse. Muchos filósofos , al mismo tiempo que admiten la inteligencia como única facultad , ó el entendimiento y la voluntad como dos fa- cultades , reconocen todavía ciertos modos de acción. Según dicen, la inteligencia obra d como percepción d como concepción, como me- moria , reminiscencia, comparación d imaginación. En todos estos modos de acción hacen representar á la atención un papel principal, y dicen que la voluntad se aplica á toda clase de objetos, y produce la sensualidad, el amor propio, el egoísmo , la vanidad, la ambi- ción , la avaricia, el amor de las ciencias y de las artes, según la costumbre que toma y según la luz de la inteligencia que la ilustra. Según esta hipótesis, estos diversos modos de acciones intelectuales y voluntarias tienen lugar en el mismo principio, alma; y están di- rigidos por los sentidos esteriores é interiores. / Estas consideraciones filoso'ficas ocupan ordinariamente dos clases de pensadores : los unos examinan los modos de acción de la inteli- gencia, y los otros los de la voluntad; sobre todo con respecto al deber. Estas dos clases de filósofos han adoptado nombres diferen- tes : los primeros el de ideólogos, los otros el de moralistas. Se alejan de tal modo los unos de los otros en sus investigaciones, que mutua- mente se hacen la guerra: el amor propio obra en ellos como en los otros hombres ; cada clase considera su ramo como superior al otro, y se cree autorizada á señalarle límites ; aun algunas veces los ideólogos se burlan del estudio de los moralistas , y estos , á su vez, desacreditan á los primeros, como á los mayores enemigos de la espe- cie humana. Se ha escrito la historia de las diferentes opiniones de los ideólo- gos y de los moralistas, en varios volúmenes; pero no hace descu- brir la verdad , que , rodeada de tantos errores , es encontrada con mas dificultad que cuando la buscan sola. Haré algunas observaciones breves sobre Los ideólogos. Acabo de decir que estos se ocupan del entendimiento humano. Todos están de acuerdo que el hombre intelectual, sea como espíri- tu , sea como ser organizado, sea én fin como espíritu y ser orga- nizado á la vez , produce ciertas operaciones , que se consideran ya bajo el nombre de facultades, ya bajo el de categorías d de leyes del entendimiento. De tiempo en tiempo , ha sido admitido un nú-- mero mas d menos grande de estas clases de operaciones: pero se puede decir que todos los ideólogos no han considerado mas que las maneras generales y comunes con que obra el espíritu, y que no han — 18 — indicado mas que los modos de acción, y de ninguna manera las fa- cultades fundamentales , d las maneras determinadas de sentir y de pensar. Comencemos por examinar una de las pretendidas facultades fundamentales del espíritu , la atención, que , según la opinión de los filósofos, se aplica á toda clase de funciones.¿JEn esta hipótesis, ¿ como se comprenderá que la atención varía en diferentes especies de animales y en los individuos de la misma especie; que se puede tener una clase de atención fuerte, otra débil, y estar privado de una tercera ? Las gallinas son atraídas por los granos; el águila acecha á la paloma, la zorra dirige su atención hacia la liebre que pasa , mientras que el buey pace tranquilamente la yerba. El ins- tinto de*alimentarse de granos, de carnes d yerbas , produce pues una atención diferente. Los niños no son igualmente atentos á todos los objetos ; uno se divierte con juguetes , otro fija su atención en la música y otro en el dibujo. Entre los adultos, unos se ocupan de todo lo que halaga el amor propio y al interés personal, otros, de las es- cenas de benevolencia y de piedad, éstos, de las espresiones poéti- cas, y aquellos de las concepciones exactas y positivas. La atención no puede*por tanto ser una sola é igual facultad , pues el que la po- seyese , debería ser capaz de aplicarla á toda clase de objetos. La palabra atención, designa el estado de las facultades intelec- tuales , cuando obran para su propia satisfacción d para la de las facultades afectivas ; d , en otros términos , la atención resulta del estado activo de toda facultad intelectual, sea por su propia fuerza, sea cuando está escitado por espresiones esteriores d por una d va- rias facultades afectivas. Resulta que hay tantas especies de aten- ciones como facultades intelectuales. Aquel en quien obra el sentido de las formas, de la estension d de las localidades, es atento á las Cormas de los objetos, á sus dimensiones d á sus localidades &c. El colorista atiende á la armonía de los colores, y el músico á la de los tonos y al tiempo. De este modo se concibe por qué puede variar la atención, y también por qué no se puede adelantar en ningún estu- dio sin atención ; pues sería adelantar sin la actividad de las facul- tades necesarias. Las facultades afectivas, que , por lo que creo , no tienen conocimiento, y que necesitan de la asistencia de las intelec- tuales para hallar su satisfacción , las escitan, y producen de este modo la atención. El sentido de la aprobación, por ejemplo , puede escitar la actividad del del lenguage: el discípulo que desea la ala- banza de su maestro , se vuelve atento á las reglas del latín que se le esplican, y trabaja á menudo mas bien por el amor de la aproba- ción que por el de las ciencias. En general", las facultades intelec- tuales obran con mas energía cuando están escitadas por los senti- mientos , que cuando están abandonadas á su propia fnerza; pero' solo de su actividad nace aquel estado del alma que se llama aten- ción. Veamos ahora lo (pie es la percepción. Este término no espresa una facultad primitiva, como se lo lian imaginado los filósofos ; pues hay varias especies de percepciones «pie tienen lugar independiente- mente unas de otras, v sin que haya proporción entre ellas. Se puede — 19 — oír, y no ver. Algunas personas perciben la forma de los objetos y no son capaces de distinguir sus colores. Decir que se tiene la percep- ción de las impresiones , sea esteriores 6 interiores , es decir que se tiene su conocimiento. Hay pues tantas clases de percepciones como especies de impresiones. Me parece que las faculiades afectivas no tienen la percepción de sus propias irritaciones , así como los nervios que producen la sen- sación del hambre, no conocen su estado. Las impresiones de estos nervios deben llegar hasta el cerebro, para ser sentidas y para pro- ducir el apetito. Creo que las impresiones de las facultades afectivas son igualmente percibidas por las facultades intelectuales , y se con- vierten así en conocimientos. Las facultades afectivas ignoran tam- bién los objetos de su satisfacción : el hambre no conoce los alimen- tos , ni el valor su adversario, ni la circunspección el objeto de su temor &c. Casi todos los filósofos modernos limitan sus investigaciones á las percepciones de las impresiones esteriores. Las consideran como el primero y único origen de la actividad del espíritu. Según dicen, este es despertado por las sensaciones esteriores , y produce entonces diferentes operaciones intelectuales y voluntarias. Sin embargo, al- gunos pensadores admiten que muchas percepciones conciernen so- lamente á las impresiones interiores. De esta naturaleza son las dis- posiciones instintivas de los animales' y todas las facultades afectivas del hombre. Pueden ustedes, señores, si desean mas pormenores sobre este punto, encontrarlos en las obras de frenología de Gal], 'Spurzheim , Broussais , on propios de la especie humana, así como las facultades afectadas. Los animales esperimentan cólera, temor y celos; pero solo el hombre tiene remordimientos, admiración, vergüenza, &c. Es necesario observar también, que los filósofos y los moralistas confunden algunas facultades primitivas con los afectos. Tales son el amor físico , el amor propio , el amor de la aprobación, la espe- ranza &c; mientras que el término afecto debiera reservarse , según su etimología, para el estado afectado de las facultades. En fin, es necesario notar que las facultades no son solamente afectadas de diferentes maneras que podrían llamarse modos de ac- ción , de cualidad ó afectos, y que pueden tener lugar igualmente en una facultad, cuando es débil ó cuando es fuerte; pero también que son mas ó menos activas, y que desean en diferentes grados, que sería necesario designar por veleidad , deseo , ardor, pasión, y en el estado de enfermedad por irresistibilidad. Estos grados de ac- tividad que se encuentran en toda facultad afectiva é intelectual* son modos de acción de cantidad. Resulta que el término pasión rto indica el mismo estado del alma que el término afecto, y que el primero debería reservarse para espresar el mas alto grado de actividad de toda facultad. En este sentido, hay tantas especies de pasiones como facultades fundamen- tales ; pero ya que las facultades inferiores son ordinariamente mas activas, se piensa en ellas comunmente cuando se oye pronunciar la palabra pasión. Considerando que hay una armonía natural establecida entre las facultades fundamentales de la vida animal, se concibe que toda fa- cultad que sea muy activa , rompe el equilibrio , descompone el orden y arrastra inevitablemente el mal moral. También se comprende el por qué los moralistas siempre han llorado y llorarán largo tiempo, con razón, el imperio de las pasiones; pues pasión, como acabo de decir, no es mas que el sinónimo de una actividad muy grande de toda facultad casi sustraída á la influencia de la voluntad; pero no debe confundirse el alto grado de actividad que se llama pasión, con la misma facultad. Por consiguiente, hablar contra las pasiones. no es querer abolir las facultades, sino rechazar los abusos que pueden resultar de su actividad escesiva. Todas las facultades, aun la bene- volencia , pueden producir abusos. Hay personas que, por bondad, disponen de lo que pertenece á otras , ó que recompensan ó fomentan la pereza. La ambición ó el deseo de agradar han sido á menudo el azote de la especie humana, y sin embargo, esta facultad primitiva tiene un destino útil. Examinemos algunas opiniones que varios filósofos moralistas han tenido del hombre. Entre los pensadores de la antigua Grecia, Sócrates fué el que dirigió mas particularmente su espíritu hacia la moral ó hacia las relaciones que el hombre tiene con Dios y con el mundo. Sus ideas y las de Platón me parecen dignas de ser revela- das. El carácter de Sócrates fué justo , firme y noble. Dotado de un espíritu práctico, se declaró contra todo estudio metafísico é inútil y dijo que conocer y obrar debían permanecer inseparables. Hasta el estudio de la geometría lo rechazo', el de la astronomía y el de los co nocimientos físicos, en cuanto á que no eran aplicables á los interc- 1 — ¿6 ses del o'rden social. Reconoció un solo Dios, cuya influencia inme diata dijo sentir por una voz interior que le dictaba lo que debia hacer ú omitir. Se creyó llamado á enseñar la virtud, y admitió una ley moral inherente al hombre, que tenia por objeto la felicidad de l estado y la de los particulares. Las virtudes principales, según su opinión, eran la templanza, la fuerza y la justicia. Solo el que busca la moral merece el título de virtuoso, y la moralidad y la dicha son idénticas. Sin embargo, es necesario notar que Sócrates admitid una moral esclusiva, pensando que era justo perjudicar á sus enemigos. En fin, según él, el alma del hombre era inmortal, recompensada por sus buenas obras y castigada por el mal que habia hecho. Platón, que se vio obligado á permanecer alerta para no ofender la religión del Estado, puede ser sin embargo considerado como el fundador del racionalismo en filosofía moral. Rechazó todo lo que no estaba en armonía con las leyes de la razón, y exigió la concor- dancia en todo. Su opinión es que Dios no puede ser la causa del mal, que, por consiguiente, tiene otro origen, ó no es mas que aparente. Dios, dice, obra según leyes invariables, y es imposible hacerle cambiar sus decretos con ruegos y con ofrendas. No desenvuelve bas- tante sus ideas sobre los deberes de los hombres, y sin embargo, es el primero que prohibió ser injusto con sus enemigos. Mucho han discutido los filósofos moralistas sobre la inherencia de un sentido moral. Varios lo admiten corno inherente al hombre; otros niegan su existencia, y atribuyen las acciones morales ó á la inteli- gencia ó á los preceptos morales que se enseñan, ó á la costumbre y al interés personal. Estas ideas merecen un examen particular, Los que piensan que el sentido moral es innato no están acordes en lo que consiste. Hablan de la justicia y de la virtud, pero no ligan significados constantes á estas espresiones. Toda acción buena la lla- man virtud, cuando está precedida de algún combate; pero las virtu- des y las acciones que se llaman virtuosas lo son, casi siempre, por circunstancias. La fuerza es una virtud en los conquistadores, lo mis- mo que en aquellos que se defienden contra sus ataques. En algunos puntos se ordena el celibato como una virtud, mientras que otros go- biernos conceden privilegios á aquellos que tienen el trabajo de edu- car mayor número de hijos. Las virtudes cardinales de los antiguos filósofos no son mas que las determinaciones del justo empleo de ciertas facultades fundamen- tales. La templanza, por ejemplo , es el justo empleo de los deseos sensuales; la prudencia, el de la circunspección y de la inteligencia; la fuerza, el del valor y de la firmeza ; la justicia, el del deber ,. del amor de sí y de la benevolencia al mismo tiempo. Admito un carácter moral inherente al hombre ; pero no creo que sea simple ó el resultado de una sola facultad. Considero lo que así se llama, como el efecto de varias facultades combinadas. Mas adelante trataremos este objeto con mas detención , haciendo cono- cer cual es la base invariable por la cual se puede resolver , en todos casos , el por qué una acción es buena ó mala , justa ó injusta , moral ó inmoral, virtud ó vicio. Entretanto, digo con todos los moralistas antiguos y modernos y con los padres de la iglesia , que entiendo * por la palabra virtud , toda acción buena que resulta de un combate moral y de la victoria que las facultades superiores alcanzan contra las inferiores; que no considero las facultades en sí mismas, ni como buenas ni como malas ; que estas denominaciones no conciernen mas que á los usos que se hace de ellas, y (pie hay tantas especies de virtudes como facultades afectivas. Veamos ahora el raciocinio de aquellos que niegan la existencia particular del sentido moral, Según ellos, la moral pública solo es convencional. Algunos atribuyen todas las acciones del hombre a su inteligencia. Desarrollando sus ideas, necesitan siempre apelar á sus sentimientos ; pero los hacen resultar de la inteligencia. En la lección anterior creo haber refutado este error , y mas adelante me propongo demostrar , que la costumbre ó los preceptos que se en- señan no producen las facultades fundamentales. Ahora me limitaré á decir lo que pienso del interés personal, que suponen suficiente para establecer la moral pública. El hombre, dicen, obra por interés ; hace lo que mas placer le proporciona, ó lo que le parece mas ventajoso. El egoísmo, agre- gan , no se limita á lo que concierne á nuestro cuerpo y á los place- res de los sentidos esteriores, sino se estiende también á todas las sensaciones interiores y á todas las especies de contento moral é in- telectual. Esta base moral es á la vez plebeya é incierta, y pobre de la es- pecie humana mientras prevalezca. Jamás estará de acuerdo entre lo que es moralmente bueno ; y las inclinaciones individuales de los legisladores serán la regla que decidirá la cuestión. Su felicidad per- sonal , será el primer objeto, y su voluntad bastará. Tal moral es la ley del mas fuerte , segundada por la inteligencia. La insuficiencia de esta moral fué sentida, y agregaron que cada uno tiene el derecho de hacer todo lo que puede para su felicidad personal, con tal que no haga daño á los otros. Esta es la doctrina que los filósofos moralistas de nuestro tiempo quieren establecer. Las escuelas filosóficas admiten en la vida moral, Ya un agente , nombrado espíritu ó alma ; ó una fuerza , nom- brada sensibilidad animal, inteligencia ó atención ; ó un orden de funciones llamadas sensaciones; Ya dos agentes: el espíritu y el alma, ó dos facultades primiti- vas del mismo agente : inteligencia y voluntad ; ó dos órdenes de funciones : intelectuales y morales. Dividen La inteligencia (sea el agente espíritu, sea una de las dos facul- tades primitivas del agente simple , ó sea uno de los dos órdenes de funciones) en percepción, memoria, juicio é imaginación , ó en atención , memoria y juicio. La voluntad (sea como agente particular , sea como una de las dos facultades fundamentales del agente simple , sea cómo el resul- tado de la inteligencia , d como uno de los dos órdenes de funciones animales) en diferentes grados de actividad, desde la simple reali- dad hasta la irresistibilidad. Consideran las impresiones sobre los sentidos esteriores , como la causa primitiva de toda actividad de la inteligencia ó del espíritu, mientras que el origen de actividad úc la voluntad , considerada como facultad fundamental, ó como el efecto de la inteligencia, siempre es interior. Enseñan que la inteligencia ó el espíritu percibe, recuerda, juzga y se imagina, y que la voluntad (sea como principio primitivo , sea como resultado del espíritu , ó como una facultad fundamental del espíritu) desea, quiere, se apasiona, esperimenta toda clase de emo- ciones ó afectos , tales como la cólera , la alegría , la amistad , la ambición , el orgullo , la modestia, el temor , el amor , los celos , la envidia, la venganza, el odio , la esperanza, la vergüenza , la compasión , los remordimientos , la indignación , &-v. OTiW$\ 6ILMDF[OCD@N] 19E llh VDOA AR9 01 AL. ORDEN PRIMERO. FACULTADES AFECTIVAS. Su naturaleza esencial es esperimentar un sentimiento d una emoción del alma. Con respecto á cada especie indicaré su naturale- za esencial, su objeto , los desordenes que ocasiona y los fenómenos que su inactividad no impide en otras facultades. GENERO PRIMERO. FACULTADES AFECTIVAS COMUNES A LOS ANIMALES Y AL HOMBRE. El hambre y la sed entran en este género de facultades ; pero los órganos que hacen esperimentar estas sensaciones existen fuera del cerebro , aunque este concurre á su conocimiento. Su objeto es la nutrición del individuo ; producen la golosina , la glotonería y la embriaguez. Sentido del amor físico.—Amafividad. Objeto: La propagación de la especie. Desórdenes: Libertinage , adulterio , incesto y sodomía. La inacñvidad predispone á la continencia pasiva. Sentido del amor de la prole.—Filogenitvra. Objeto; La conservación de la prole. — 29 — Desórdenes: Mucho amor á los niños: induce á malcriarlos, y hace insufrible su privación. La inactividad predispone al abandono de sus hijos. Sentido del lugar.—Habitatividad. Objeto: La naturaleza quiso que todos los lugares fuesen habi- tados. Sentido del afecto.—Afeccionividad. Este sentido encierra la amistad , el matrimonio, la sociabilidad, el patriotismo y la disposición á adquirir hábitos. Objeto: El apego á todo lo que nos rodea. Desórdenes: Nostalgia , el estado inconsolable del alma después de la pérdida de un amigo. La inactividad predispone á la indiferencia hacia los otros. Sentido del valor.—(Combatividad.) Objeto: La defensa y la intrepidez. Desórdenes: El amor del combate, la disputa, el ataque, la colera y la rabia. La inactividad favorece la timidez , la cobardía , el temor y el miedo. Sentido de la destrucción.—Destructividad. Objeto: La muerte violenta y la destrucción. Desórdenes: El asesinato , el incendio y la crueldad. La inactividad impide la destrucción. Sentido de la construcción.—Constructividad. Objeto: La construcción en general; se determina por su com- binación con otras facultades. Sentido de la propiedad.—Adquisividad. Objeto:^ La adquisición de lo que es necesario á nuestra subsis- tencia. Desórdenes: Robo , fraude , usura , venalidad y todos los abusos del egoísmo. La inactividad hace olvidar su propio interés. Sentido del amor al secreto.—Secretividad. Objeto: Ocultar , guardar secreto. Desórdenes; Astucia, doblez , hipocresía, intriga y mentira. La inactividad predispone á ser el juguete de los otros. — :K> — Sentido de la circunspección. Objeto: Estar alerta. Desórdenes: Temor , miedo , cobardía, irresolución , melancolía y ansiedad. La inactividad deja obrar las otras facultades y predispone al atolondramiento. Sentido de la aprobación. Objeto: El honor y el amor de la aprobación de los otros. Desórdenes: Vanidad, ambición y todas las distinciones mun- danas. La inactividad predispone á ser indiferente á la opinión de los otros. Sentido del amor propio. Objeto: Estimación propia. Desórdenes : Orgullo, suficiencia, desprecio , desden é inso- lencia. La inactividad predispone á la humildad. GENERO SEGUNDO. FACULTADES AFECTIVAS PROPIAS DEL HOMBRE (1). é Sentido de la benevolencia. Objeto: La felicidad general. Desórdenes: Benevolencia hacia aquellos que no la merecen ó á espensas de los otros. La inactividad predispone á las miras personales. Sentido de la veneración. Objeto: Respetar todo lo respetable. Desórdenes: Idolatría y santurronería. La inactividad favorece la impiedad. Sentido de la firmeza. Objeto: Firmeza. Desórdenes: Obstinación y terquedad. La inactividad predispone á la inconstancia. iniciativa de algunas existe también en los animales, pero en el hombre están mai — 31 — Sentido del deber. Objeto: Justicia y conciencia. Desórdenes: Remordimientos mal fundados. La inactividad inclina á abandonar su deben Sentido de la esperanza. Objeto: Esperanza. Desórdenes: Manía de proyectar. La inactividad predispone á la desesperación. Sentido de lo maravilloso. Objeto: Sentimiento de lo maravilloso. Desórdenes: La creencia en brujas, espectros y visiones. La inactividad predispone á ser incrédulo en materias reveladas. Sentido de la perfección ó idealidad. Objeto: La perfección. Desórdenes: Mucha exaltación. La inactividad hace que se tomen las cosas como son. Sentido de la alegría. Objeto: La alegría (d el espíritu de agudezas). Desórdenes: La burla , la ironía y la sátira. La inactividad predispone al carácter serio. Sentido de la imitación. Objeto: La imitación. Desórdenes: Las bufonadas y las muecas. La inactividad impide la espresion en las artes imitativas, y ía imitación en los tonos de la voz. ORDEN SEGUNDO. FACULTADES INTELECTUALES. Su naturaleza esencial es conocer. (iENERO PRIMERO. SENTIDOS ESTERIORES. El del tacto, del gusto, del olfato, del oido, de la vista. GENERO SEGUNDO. SENTIDOS INTERIORES QUE HACEN CONOCER LOS OBJETOS Y SUS CUALIDADES FÍSICAS. Sentido de la individualidad, de la estension, de la configuración, de la consistencia, de la pesantez, del colorido. GENERO TERCERO. SENTIDOS INTERIORES QUE HACEN CONOCER LAS RELACIONES DE LOS OBJETOS EN GENERAL. Sentido de las localidades, de la numeración, del orden, de los fenómenos, del tiempo, de la melodía, del lenguage artificial. GENERO CUARTO. FACULTADES Ql'E REFLEXIONAN. Sentido de la comparación, de la causalidad. Las consideraciones que principalmente merecen la atención de los ideólogos son las siguientes: — :j:j — Las facultades fundamentales de la vida animal cuya enumera- ción acabo de hacer , son afectivas é intelectuales. Las diversas facultades fundamentales son susceptibles de dife* rentes modos de acción, que hasta aquí se han tomado por faculta- des primitivas del alma; mientras que no son mas que resultados y conciernen á los diferentes grados de actividad, ó á las diferentes maneras de ser afectado. El deseo , por ejemplo, resulta de la actividad de toda facultad. Hay tantas especies como facultades. Los grados de cada especie varían según los de actividad de la facultad. El mas alto grado, en el estado de salud, se llama pasión. El placer es el efecto de la satisfacción , y el dolor el de la no satisfacción de toda facultad afectiva é intelectual. Los grados tam- bién están proporcionados á la actividad de las facultades. Los afectos en general ya los esplicamos al principio de la lección. La atención es el resultado de la actividad de toda facultad in- telectual , escitada por su propia fuerza, por impresiones esteriores o' por una facultad afectiva. El modo de considerar la percepción, la memoria , la reminiscencia , la imaginación y el juicio , quedo indi- cado en la lección anterior. / La asociación no es mas que el efecto de la influencia mutua de las facultades. Puede tener lugar entre las afectivas así como entre las intelectuales, donde es conocida por el nombre de asociación de En la próxima lección esplicaré el origen de las facultades de la vida animal, y lo que el hombre debe al nacimiento. I ¡iia<39ii9Gi m» Señores: JLl\ lección anterior tuvo por objeto esplicar á ustedes las opinio- nes de los moralistas. Después de algunas consideraciones hablé de la esplicacion que dan de la voluntad, presentándola según su opi- nión y según la de los frenólogos. Pasé luego á la doctrina de los afectos, manifestando sus diferentes grados y distinguiéndolos de la palabra pasión. Examiné las diversas opiniones que tenían del hom- bre algunos filósofos de la antigua Grecia, inclusas las de Sócrates y Platón. En seguida diserté sobre el carácter moral inherente al hombre , y sobre la opinión de los que niegan la existencia del senti- do moral y sobre las consecuencias de estos sistemas. Luego presen- té un cuadro de la división de las facultades de la vida animal y de la nomenclatura adoptada por Spurzheim, para facilitar la compara- ción de sus ideas filosóficas con las mas acreditadas de las otras es- cuelas. Hoy trataremos Del origen de las facultades de la vida animal. El origen de las facultades del hombre ocupa á los pensadores desde la mas remota antigüedad. Con respecto á este particular pue- den dividirse los filósofos en varias clases. Unos dicen que el hombre es todo lo que es, por su nacimiento; otros sostienen que viene al mundo indiferente , sin disposiciones y como una tabla rasa, y que es el re- sultado de la educación ; por ultimo , otros atribuyen todas sus ac- ciones á su voluntad. Examinemos estas diversas' opiniones, y cor- rijamos lo que haya de exagerado en cada una de ellas. Los antiguos sabios pensaron que todo es innato en nosotros, hasta nuestras ideas. Según ellos, en vano se buscaría en el hombre lo que no le fué concedido. Este fué el lenguage de los filósofos pro- fanos y de los institutores religiosos. Hipócrates habla de los talen- tos naturales de un buen médico. Platón , en su República , sostiene i — .«; —- que el hombre es naturalmente orgulloso, arrogante y valeroso; que nace filósofo, matemático &r.; y Aristóteles, en su obra sobre la ciencia política, establece por base que, en este mundo , unos han nacido para dominar y otros para obedecer. Siempre se ha dicho que el don de la poesía lo daba el nacimiento. "Si las reglas , dice Quintiliano, diesen la elocuencia, ¿quién no sería elocuente?" La antigua institución de las castas en el Oriente prueba que se ha considerado el nacimiento como un medio de conservar los diver- sos grados de perfección en los hombres. El derecho hereditario de la nobleza está fundado en el mismo principio. La doctrina de la predestinación , tan antigua y estendida sobre la tierra, es confor- me á la opinión que enseña de que todo es innato. En fin, nuestro código religioso abunda en espresiones que asignan á cada uno sus dones y nos hace responsables de los talen- tos que nos fueron confiados. Los Padres de la igfesia han comenta- do esta doctrina ; pero ninguno se espresa con tanta libertad como San Agustín , (pie nombra dones de Dios á todas las buenas cuali- dades , tales como el amor del prójimo , la misericordia, la justi- cia &c, así como las ventajas corporales y las disposiciones intelec- tuales. Por consiguiente , el principio de la inheidad está enunciado de la manera mas ¡positiva por los antiguos, y, sin embargo , jamás de- mostraron de qué modo entienden que todo es innato. Realmente admira que todas las exageraciones de esta especie se hayan mantenido con crédito tanto tiempo. ¿Cómo podían decir los filósofos que el hombre es todo por su nacimiento, cuando veian que las leyes de Solón y de Licurgo habían modificado de tal modo dos pueblos poco distantes uno de otro, los atenienses y los esparta- nos? ¿No es evidente que , en varias naciones , las artes y las cien- cias han hecho muy pocos progresos porque su religión prohibe cul- tivarlas? ¿Cada uno de nosotros no sabe que sus conocimientos y sus acciones dependen de las circunstancias esteriores que le rodean, y de la educación que ha recibido? Por consiguiente , la opinión de que todo es innato, se halla contrariada por continuos hechos. Ha sido examinada y refutada detalladamente por Locke , Condillac y otros; y no me detendré ahora en este asunto. Pero han caído en el otro estremo. El hombre , dicen , viene al mundo como una tabla rasa, susceptible de recibir todas las impre- siones, y la educación le hace todo lo que es. Helvecio es el princi- pal campeón de esta teoría. Estando casi generalmente acreditada esta doctrina, y apoyán- dose en ella casi todas las instituciones , merece un examen particu- lar. En esta hipótesis, bastaría fundar academias para que adelan- tasen las artes y las ciencias, y enseñar los preceptos morales y re- ligiosos para mejorar la especie humana. Si esto es así, ¿por qué son tan raros los progresos de las artes y de las ciencias ? ¿ por qué se continua diciendo que los genios nacen ? ¿ por qué hay todavía tantos malvados sobre la tierra ? ¿ por qué cada uno de nosotros se ve obli- gado á confesar que posee ciertas facultades afectivas é intelectual les , en un grado mas ó menos alto , en oposición con su educación? — :*7 — ¿l\o está la verdad entre los dos estreñios"!' Esto es lo que inten- to probar. Reconocido el error de los antiguos , me limitaré á demos- trar el de los modernos. Pondré en cuatro clases las opiniones, según las cuales se supone que se adquieren las facultades del hombre: la primera concierne á las circunstancias ocasionales ; la segunda , á la educación ó á las circunstancias preparadas; las otras dos compren- den causas inherentes á la especie ; es decir , los sentidos esteriores, ó algunos modos de acción generales. Circunstancias ocasionales. El lenguage siguiente es muy usado: la necesidad y la miseria hacen obrar á los animales y á los hombres; la necesidad hace in- ventar ; la ocasión es la que hace nacer el talento ; las revoluciones producen los grandes hombres; la sociedad es el origen de las nece- sidades y de las pasiones que son los grandes móviles de los hombres; el clima y los alimentos son causa de nuestras acciones &c; en una palabra, las circunstancias esteriores producen las facultades. Todo lo que se dice de las circunstancias esteriores como causas de nuestras facultades , se refiere á dos consideraciones : las circuns- tancias son necesarias para que los animales y el hombre puedan obrar ; es decir , que les proporcionan la ocasión ; ó si no , las cir- cunstancias los escitan á obrar, pero no enjendran ninguna facultad. Veamos algunos pormenores. I?—De LA MISERIA. La miseria ó las situaciones penosas son una gran causa de la actividad de los animales y de los hombres, pues los seres sensitivos aman y buscan el placer y aborrecen todo pesar. Los ruiseñores, las codornices , los estorninos , las golondrinas , los gansos silvestres y otros muchos pájaros , emigran en ciertas estaciones , porque care- cen de alimentos ó porque la temperatura les perjudica; pero ni el hambre ni el frío bastan para hacer viajar á otros , pues el gorrión y el mirlo sufren las malas estaciones, durante las cuales perecen á menudo de hambre y de frió. Por otro lado , los ruiseñores abando- nan su pais antes que se haga sentir la escasez , y vuelven algunas v eces antes que puedan encontrar su alimento favorito, que son los insectos. El perro y el mono, que nos admiran por su inteligencia, *& necesitarian á menudo abrigarse de la intemperie : el primero, muy bien podría abrir un subterráneo como el tejón , y el segundo, cons- truir una cabana con sus manos; pero espónganse estos animales al frió y á la lluvia, póngase al perro en un lugar donde pueda fácil- mente cavar, dénsele al mono materiales para construir, y véase si sabrán preservarse de las intemperies de la estación , mientras que el castor ejerce su talento tan luego como le proporcionamos ramas de árboles , aunque le tengamos en un cuarto bien abrigado. Además, los animales hacen muchas cosas que no son absolutamente ne- cesarias á su conservación : el canto de los pájaras , por ejenv I — li* — pío, de ninguna manera se espliea por una necesidad esterior. El hombre , dicen , trabaja cuando se ve obligado á ello , y la necesidad hace inventar ; pero , entre tantas personas (pie están en la miseria , ¿ por qué hay tan pocas que adquieren talentos'( Cierto es que los hombres no hacen descubrimientos porque son pobres. La miseria, al contrario, es á menudo un grande obstáculo al adelanto de las artes y de las ciencias. Por otro lado, hay invenciones que han sido igualmente hechas por gentes ricas y por gentes pobres. Es necesario pues determinar mas exactamente la influencia de la mi- seria. Ante todo, (pie no sea estreñía ; pues de otro modo suprime ó impide la actividad de los talentos. Cierto grado de miseria ó de desgracia hace obrar á los animales y á los hombres según los talen- tos con que están dotados, pero no produce sus facultades. Hágase entrar un perro en un circo donda haya conejos, ardillas y liebres; los conejos se ocultarán en sus cuevas, las ardillas treparán sobre los árboles y las liebres tratarán de saltar el muro. De la misma manera diferentes personas, reducidas al mismo estado de apuro, sacan partido de sus facultades particulares: uno escapa de la mise- ria por su talento músico ; otro por sus habilidades mecánicas , y un tercero por el don del lenguage ó por el de las matemáticas, mien- tras que otros no hallan recursos sino en el trabajo de sus manos d en la limosna. Por otra parte, algunas personas prefieren la pobreza insepara- ble de la satisfacción de sus talentos, á una situación brillante , que les obligaría á renunciar á sus ocupaciones favoritas. Así pues, la miseria no sirve sino como medio de escitacion, pero no enjendra ninguna facultad. 2?--I)K LA OCASIÓN V DE LA SOCIEDAD. Sostiénese que la ocasión , el ejemplo y la sociedad , son causas de las facultades. Cierto es que la Ocasión es necesaria á finque puedan obrar las facultades: las escita, pero no las produce. No se puede comer sin alimentos, pero el hambre existe independien- temente de ellos, que sin embargo algunas veces la provoca. Una manzana que cayó, descubrió á Newton la ley de la gravedad, y sin embargo, este fenómeno se había repetido muchas veces antes de Newton , sin haberle enjendrado la misma idea á otras personas. Las revoluciones , dicen , producen los grandes hombres ; p*ero solo debe entenderse por esto , que ofrecen la ocasión á los grandes talentos de mostrarse , y que los escitan. Si los enjendrasen , no po- dría comprenderse el por qué entre los millones de hombres es- puestos á las mismas circunstancias , solo algunos saben aprove- charlas ; y por qué los grandes hombres que salen de las revolucio- nes , están reducidos á tan corto número. Lo mismo se dice de la sociedad: esta es una institución de la naturaleza, y suministra á varias facultades la ocasión de ejercitar- se. Aun puede provocar su actividad; pero su influencia no se es- tiende mas allá. De otro modo, deberían verse las mismas cualida- — 39 — des en todos los seres sociales , lo que sin embargo no es así. Muchos animales sociales , por ejemplo , colocan centinelas ; pero otros que también viven en sociedad , no hacen otro tanto. Solo debe decirse que los diversos instintos se agregan al de la sociedad , sin ser su resultado. 3?—Del clima v de la maniíra dk vivir- La influencia que ejercen el clima y la manera de vivir sobre la vida animal, se limitan á que producen mas ó menos actividad en las facultades fundamentales , que son esencialmente iguales en todos los hombres , en aquellos que viven en el Mediodía como en los que habitan en el Norte. Con respecto á las circunstancias esteriores , pensemos también en los individuos que las saben dominar. Es de hecho, que los niños dotados de facultades enérgicas, se han formado por sus propias fuerzas, sin auxilio alguno; y que otras veces , luchando contra los mayores obstáculos y contra la voluntad de sus padres , se han pues- to en el lugar que la naturaleza les había señalado. Así pues, es necesario confesar que las circunstancias ocasiona- les son sumamente importantes , porque suministran á las facultades los medios de manifestarse y porque las escitan, pero jamás las enjendrau. De las circunstancias preparadas, ó de la enseñanza. Admitiendo que las circunstancias producen talentos y senti- mientos , era natural pensar que bastaba enseñar las ciencias, las artes y los principios morales y religiosos; establecer academias, *J¿* liceos y escuelas; pagar muy caro á los profesores y maestros, y " estudiar obras sobre el arte de pensar, el arte de hablar y el arte de escribir , para sobresalir en los conocimientos ; pero en esta hipo- tesis , ¿porqué todos los pintores no son otros Rafael, todos los mú- sicos otros Haendels , todos los poetas otros Homero, todos los físi- cos otros Newton y todos los historiadores otros Tácito ? ¿ Por qué los grandes maestros en ciencias , en artes y en moral, forman tan pocos discípulos que se les parezcan ? ¿ Por qué algunas veces el discípulo aventaja al maestro ? ¿ Por qué razón los ricos no pueden comprar talentos? Si solo bastasen maestros y lecciones , todos los ,r que se ocupan de la educación serian responsables de los progresos que hacen sus discípulos , y debería achacárseles la frecuente inuti- lidad de sus lecciones. ¿ Tendrían acaso los maestros de Nerón la culpa de que se hubiese aprovechado tan mal de los preceptos de hu- manidad que le dieron? Además, ¿no venios que los grandes hombres se abren casi siempre una nueva senda , y abandonantes huellas de sus prede- • cesores? Agreguemos á esto, que los hermanos y las hermanas, durante sus. primeros años, se educan ordinariamente en la sociedad de sus * # — 10 - madres y de sus nodrizas; y (pie sin embargo, la diferencia esen- cial del carácter de los varones y de las hembras se muestra desde el principio; que estas diferencias de los dos sexos se manifiestan toda la vida, y que nada puede enjendrar una perfecta semejanza entre las facultades del hombre y las de la mujer. En fin, notemos que cada persona tiene algo de modificado, sea en su carácter , ó sea en su inteligencia; algo que difiere de lo que se le ha enseñado; que cada uno quisiera poseer ciertas facultades al mas alto grado y desembarazarse de otras ; que ningún genio es universal; que hay, por ejemplo , grandes pintores que no podrían sobresalir en música , y profundos matemáticos que no serian jamás grandes oradores. ¿Con estos hechos incontestables, no se prueba, que para hacer adelantar las artes , las ciencias y la moral, no bastan las acade- mias , los maestros y las lecciones? Sin embargo, muy distante estoy de negar la grande importancia de la enseñanza para ejercitar las facultades innatas y para estender los conocimientos; pero la ense- ñanza no crea nada : toda su influencia se limita á cultivar y á des- arrollar las facultades , y á dirigir sus acciones. Repito pues, que nuestras facultades no resultan, ni de las circunstancias esteriores ocasionales, ni de las que se preparan voluntariamente ; sino que las circunstancias tienen la doble ventaja de presentar la ocasión de obrar y de escitar las facultades innatas. De los instrumentos esteriores. Los animales y los hombres adquieren conocimientos del mundo esterior, y obran por medio de instrumentos d de condiciones orgá- nicas , que les son inherentes. Siendo necesarios estos instrumentos ■ á nuestras acciones , son considerados como causas de ellas ; los dr- ¡ ganos del movimiento voluntario, los de la voz y los sentidos es^SflTV ternos, no son mas que los instrumentos de las facultades interiores.' Bajo este aspecto son sumamente importantes; pero no son la causa.. Las manos se emplean para tomar alimentos , para acariciar, para dar golpes, para*escribir á nuestros amigos &c. &c.; pero las manos no enjendrán el hambre, ni el afecto, ni la cólera, ni el deseo de conservar nuestras ideas por la escritura. Por consiguiente, para esplicar los fenómenos del hombre, no se debe inventar nada, es necesario dejar á cada condición el mérito que le pertenece. Solo me opongo á aquellos que confunden la causa de las acciones con los medios de ejecutarlas , y que no aprecian el justo valor de todas las condiciones que cooperan á ello. De algnnos modos de aceion generales, como causas de las ^ facultades. 1?—DE LA ATENCIÓN Y DEL PLACER. Vanos filósofos especulativos no sC han limitado álos instrumen o — 41 — tos esteriores para esplicar nuestras acciones; han conocido ademas que es necesaria cierta actividad del alma y del espíritu para aprove- charse de las lecciones y de las impresiones esteriores; pero se han conformado con algunas facultades generales. Según su lenguage ordinario, basta fijar la atención de los alumnos en las ciencias, las artes y la moral, y de hacerles hallar placer para adelantar. Ya dije en la primera lección , que la atención y los deseos resultan de la ac- tividad de las facultades; y ahora agrego que se csperimenta placer siempre que se satisface una facultad. Es pues necesario examinar el por qué un muchacho encuentra placer en destruir todo lo que cae bajo sus manos, por qué otro se divierte en construir , por qué otro ama la música sobre todo, ó el cálculo, la geometría, la histo- ria , las lenguas, la poesía ó las contemplaciones ascéticas. Admi- tiendo que el placer escita la actividad , se ignora siempre por qué los placeres son tan diferentes, por qué la misma cosa es deliciosa para uno é insoportable para otro. Así pues , admito la proposición de los filósofos en su generali- dad ; pero su aplicación particular necesita esplicarse. Para eso es necesario conocer las facultades fundamentales y saber cómo se es- citan ; pero si no existen, toda enseñanza es inútil. Entonces no se podrá producir ni atención , ni placer. 2?_De las pasiones como causa de las facultades. Algunos pensadores que buscan las causas de nuestras acciones, creen hallarlas en las pasiones, sobre todo en aquellas del interés y de la gloria. En la primera lección dije que la palabra pasión designa el mas alto grado de actividad de una facultad cualquiera. De esta manera se concibe que el estado apasionado hace obrar con energía. Las pa- siones del interés y de la gloria, en particular, también son podero- sos motivos para escitar las otras facultades; son los ídolos de mu- chas personas f pero no bastan para producir talentos. En las escue- las se recompensa á los muchachos, se confieren premios á los que aventajan á los otros ; y sin embargo , algunos de aquellos que son mas llevados de estas distinciones, no llegan jamas á los primeros puestos. También hay muchos hombres para quienes los honores tienen estraordinarios encantos, y que se matan por ambición, tra- bajando mas de lo que les permiten sus fuerzas, sin sobresalir. Ademas, los ambiciosos que sobresalen, no aventajan en el mismo género de estudios. Uno adelanta en las matemáticas y otro trabaja en la poesía y en la historia. La protección, al mismo tiempo que distribuye recompensas y distinciones , anima á cultivar las artes y las ciencias ; pero no puede dar facultades. En fin , la historia antigua y moderna ofrece muchos ejemplos de hombres que fueron despreciados y aun perseguidos por haber descubierto grandes cosas en los conocimientos humanos. 6 — 4i — 30—de la voluntad como causa ue las facultades. Hay filósofos que dicen , que el esplicar las acciones del hombre es degradarlo ; que solo su voluntad es la causa de ellas , y que siempre es dueño de obrar ó de no obrar. Es necesario considerar dos ideas : primero: qué es lo que se entiende por voluntad , y en seguida qué es lo (pie llaman degradar al hombre. Aun no hay acuerdo sobre el significado del término voluntad. Es una espresion general. Ordinariamente se entiende por ella, todos los grados de deseos, desde la veleidad hasta la pasión, y es de notar que estas voluntades ó deseos existen sin nuestro auxilio , ó, según dicen, involuntariamente. Por otro lado, algunas veces se siente una inclinación á ciertas acciones, que no se quieren acometer. Esto prueba que se escoje entre los deseos y que se prefiere el uno ó el otro, y que la palabra voluntad denota entonces el deseo que triunfa. Un perro tiene hambre ; pero es castigado si come la carne que halla en la mesa: por consiguiente , tiene hambre y teme los palos, el miedo triunfa, desea, pero no quiere comer. Son dos sig- nificados de la palabra voluntad. Es necesario examinar aun si los deseos d las voluntades están arreglados ó semetidos á ciertas leyes. Lo creo , y admito que la in- teligencia del hombre debe reconocer ciertos deseos como superiores y preferibles." Esta combinación del intelecto con los deseos es la vo- luntad ilustrada 6 verdadera. Nuestra religión también establece una diferencia entre la voluntad y los deseos; ordena resistir á las tentaciones de la carne y seguir las inspiraciones del espíritu. Por eso es que las personas piadosas, ruegan para poder dirigir su vo- luntad hacia ciertas acciones y desviarla de las otras ; ó , según mi modo de espresarme , de hacer obrar todas sus facultades afectivas según la naturaleza de los sentimientos superiores. Cuando trate de la moral natural del hombre daré mas estension á mis ideas. Aquí, quisiera demostrar que nos espresamos vagamente diciendo que la voluntad produce las acciones de los hombres ; pues , en esta acep- ción general, voluntad designa toda especie de deseo , pero no los deseos superiores solamente ni la voluntad ilustrada. Consideremos ahora lo que se llama degradar al hombre. Me parece que los que se sirven de este lenguage, no aprecian el valor de lo que dicen. ¿Será degradar al hombre sostener que debe some- terse á las leyes de su Criador? ¿ Puede acaso cambiar las leyes de su entendimiento, los principios del álgebra y los de las matemáti- cas ? ¿ Puede aprobar lo que le parece malo ? En una palabra, si una naturaleza determinada degrada al hombre , degradará á todos los seres , y aun al mismo ser que le creó ; pues, según su naturaleza, este último no puede amar el mal Ninguna persona racional con- vendrá que castiga á los hombres por entretenimiento, aunque pueda quererlo hacer para mejorarlos. Por consiguiente estamos obligados a creer que el hombre no debe considerarse degradado por las leyes que el Criador le dictó, ó porque su voluntad no es absoluta. Veamos ahora si se degrada al hombre diciendo que no podría — 43 — proporcionarse todos los talentos y todos los sentimientos que desea. Dudo que esos filósofos exaltados no sientan algunas veces los lími- tes de sus facultades , así como que no hagan en otras ocasiones cosas que su raciocinio desaprueba. ¿En qué se ha convertido entonces su voluntad? Por consiguiente, la doctrina de la voluntad solamente, no esplica tampoco los fenómenos morales del hombre. Los delirios orgullosos de algunos filósofos teóricos se hallan refutados por el verdadero co- nocimiento de la naturaleza del hombre, y por las disposiciones afec- tivas é intelectuales de esos mismos filósofos. Se ve pues, que para esplicar aquellos fenómenos, se hace mal en buscar su causa en una sola condición, escluyendo las demás, mientras que su reunión determina nuestras acciones. Examinemos todavía cual es la influen- cia del nacimiento. De la ineidad de las facultades, Antes de acabar esta lección , hablaré sumariamente de lo que debe el hombre al nacimiento.^Primeramente, al venir al mundo, trae , así como toda especie de animal, la esencia de sus facultades, que no puede cambiarse en su naturaleza por influencias esteriores, así como el gato no puede transformarse en perro , ó la paloma en halcón, ó la liebre en zorra. La especie humana es esencialmente igual en todos los tiempOs y en todos los países. La semejanza de los hombres no existe solamente en cuanto á lo que es común á los ani- males y al hombre, sino también en las facultades que constituyen el carácter de la humanidad. Por todas partes el hombre busca las causas de los fenómenos; conoce el mérito y el demérito de las ac- ciones ; se distingue de todos los animales por sus sentimientos mo- rales y religiosos; sabe proporcionarse goces artificiales , y por mo- dificadas que estén sus acciones , indican que son de una sola é igual especie. ¿. Todas las influencias del clima, de la nutrición, de las leyes, de la educación y de las costumbres, no han podido aniquilar las facul- tades primitivas de este ser. Algunos legisladores las han descono- cido ; pero tarde ó temprano han conocido sus errores y se han visto obligados á reconocer los derechos de la naturaleza. Siempre ha habido acciones de amor , de amistad , ele astucia , de prudencia , de alegría, de probidad , de benevolencia , de ostentación, &c; solo se trata del mas ó del menos. Así pues, el primer derecho que la naturaleza ejerce sobre el hombre es el dé mantener la esencia de su especie. Algunas veces deja dominar la actividad de ciertas facultades , conservando su esen- cia ; así como deja perecer á los individuos, mientras que todo lo hace por la conservación de las especies. El segundo derecho de la naturaleza es engendrar hombres dota- dos de disposiciones mas ó menos grandes. Los antiguos se alejaban mucho en lo tocante á la creencia de esta verdad. Pensaron que aun las acciones de las facultades, por ejemplo, las ideas , eran innatas, — 44 — lo cual es imposible. Los objetos esteriores deben hacer impresiones sobre los sentidos , y las impresiones deben percibirse antes de pro- ducir ideas. No hay de innato mas que la facultad de percibir las impresiones y de formar las ideas. La facultad de raciocinar es in- nata, pero no el juicio determinado. La naturaleza ha dado al hombre la facultad de inventar lenguas arbitrarias, pero éstas no son innatas. Es necesario pues distinguir bien la ineidad de las fa- cultades, de la de las acciones, y saber en seguida que las facultades no fueron dadas á los hombres en la misma proporción, ó que no nacemos iguales en disposiciones. La verdad de esta importante pro- posición también está probada por los talentos de toda especie. Al- gunas veces se observan en los niños facultades que son anteriores á toda clase de instrucción. La historia antigua y moderna suministra ejemplos de todo género : Temístocles , siendo todavía niño , mos- traba su carácter ambicioso; Catón de Utica, su carácter firme; Nerón , sus disposiciones crueles , y Voltaire su talento poético. Haendel no sabía hablar todavía, cuando ya demostraba su gusto músico. Su padre, que quería destinarlo al estudio del- derecho , se molestaba por eso, y le quitaba todos los instrumentos; pero el niño se ocultaba en un granero de la casa, y allí, durante el sueño de sus padres , cultivaba su talento en un pequeño instrumento. Los ejemplos semejantes son tan numerosos, que generalmente está re- conocido que se nace genio, y que la educación no los puede pro- ducir. y La naturaleza determina también las especies de genios. Cierto es que los que son grandes bajo un aspecto, son algunas veces muy inferiores bajo otros. Jamás se hubiera podido hacer de Alejandro un Homero, ni de César un Horacio. Helvecio , celoso panegirista de la educación, se ve obligado á confesar que esta jamas hubiera cambiado á Newton en gran poeta. Pero , dicen los adversarios , los genios forman una clase sepa- rada , y hacen escepcion. Este lenguage prueba que no conocen la naturaleza, pues esta no hace escepcion á sus leyes. Si produce ge- nios, y si determina sus especies , impide también á los otros hombres de convertirse en genios. La naturaleza de las facultades no está cambiada en los genios, sino solamente son mas enérgicas. Un por- tento en música , por ejemplo , no puede cambiar las leyes de la me- lodía y de la armonía; pero las comprende mas pronto y hace su aplicación con mayores modificaciones de tonos, que lo que podría aquel en quien fuese mediano este talento. Lo mismo se dice con res- pecto á todas las facultados. La vista débil del topo , y la penetrante del águila, son de la misma naturaleza ; solo difieren en los grados de fuerza. De la misma manera , los hombres de grandes talentos y los hombres vulgares , no difieren unos de otros sino por los grados de sus facultades. Hay otra influencia de la naturaleza sobre los hombres , y es que contribuye mucho á las particularidades de cada individuo. Hay con- figuraciones de razas, de naciones y de familias , y sin embargo todo individuo presenta otras modificaciones particulares en la forma es- tertor de su cuerpo. Aunque las naciones y las familias tengan algu- — 45 — na uniformidad de costumbres , de ciencias , de artes , de leyes y de religión , cada individuo tiene sin embargo algunas diferencias en su manera de pensar y de sentir que le son propias. No encontramos á alguno que se nos parezca enteramente, y esto constituye aquel no sé qué , que determina la individualidad y que recibimos por el naci- miento. Es evidente que este punto debe interesar al orden social. Si somos iguales en disposiciones, cada cual es bueno para todos los empleos ; pero si nacemos con disposiciones mas ó menos enérgicas, cada uno debe ser empleado según sus talentos. En fin , la naturaleza ha establecido una diferencia entre los dos sexos : dio algunas facultades mas activas á la mujer, y otras mas enérgicas al hombre; éste no sentirá jamas exactamente como la mujer , y ésta jamas pensará como el hombre , pues la naturaleza no lo ha permitido. Las proposiciones presentes están fundadas en la observación. La esperiencia prueba que así se pasan los fenómenos , y el filósofo pregunta por qué : busca los medios que emplea la naturaleza para producir estos efectos, y ve hasta qué punto puede el arte asistirla, limitarla y marchar de acuerdo con ella. Repito en resumen , que la naturaleza conserva el tipo de la especie; que produce y determina los géneros y da por patrimonio la medianía á la mayor parte de los hombres; que dispone las modificaciones particulares de los indivi- duos , y mantiene una diferencia moral entre los dos sexos. He aquí la grande obra de la naturaleza y la base del conocimiento del hombre. GLÜdODOSl W» Señores: ClN la última lección esplique á ustedes las diversas opiniones sobre el origen de las facultades de la vida animal hablando de la miseria, de la ocasión y de la sociedad, de las circunstancias pre- paradas , de la atención y del placer, de las pasiones y de la volun- tad como causas de ellas. Después de haber disertado sobre estas materias hablé de la ineidad de las facultades, sacando algunos ejemplos históricos para probar que existen algunas anteriores á toda instrucción. Hoy trataré de la relación que existe entre el físi- co y la moral del hombre y do su moral natural y de algunas otras materias según lo permita el tiempo de que podemos disponer. Relaciones entre el físico y el moral del hombre. Mi modo de proceder es invariable. Primero veo el fenómeno y luego busco la causa. Después de haber considerado lo que la natu- raleza hace por el hombre , es necesario examinar cómo ó por qué medios lo hace. Las personas religiosas creyeron en todos tiempos en una influencia sobrenatural que distribuye los dones; pero tam- bién se pueden demostrar algunos medios naturales ordenados por el Criador , y que contribuyen á producir los fenómenos de que ha- blamos en la anterior lección: son condiciones orgánicas necesarias á las manifestaciones de la moral, ó lo que comunmente se llama re- laciones entre la moral y el físico. Importa comprender el significa- do de estas espresiones: no digo que el físico produce la moral, como el naranjo produce la naranja, como el hombre enjendra sus hijos; solamente digo que hay ciertas partes del cuerpo „de las cuales de- penden las manifestaciones de la moral, cuyo estado orgánico modi- % fica sus funciones y que contribuyen en mucho á esplicar los dere- chos que el nacimiento ó la naturaleza ejercen sobre el hombre. En estas investigaciones se puede proceder como han hecho ca.-i — 48 — todos los observadores hasta aquí, y limitarse á probar que debe haber una relación entre la moral y el físico sin determinarla; ó si no, se puede procurar demostrarla y especificarla. En la frenología se ha considerado el*segundo objeto como indispensable al filósofo. Solo las pruebas directas satisfacen , y todos los argumentos , por plausibles que parezcan , no son mas que secundarios. Agrego al- o-unos raciocinios conocidos únicamente para probar que la razón y la esperiencia están de acuerdo para establecer los descubrimientos anatómicos y fisiológicos de Gall y Spurzheim , así como sus miras filosóficas y morales. No puede esplicarse racionalmente , sino por la diferencia de la organización de los dos sexos , el por qué ciertas facultades mani- fiestan mas energía en el hombre, y otras en la mujer. Malbranche hacia depender la manera de pensar y de sentir , que distingue al hombre de la mujer , de los diferentes grados de solidez , de seque- dad ó de humedad de sus fibras cerebrales , y las observaciones fre- nológicas, demuestran que ciertas partes cerebrales están ordinaria- mente mas desarrolladas en las mujeres , y otras mas en los hombres. Las modificaciones de las funciones según la edad , no se espli- can sino por la organización En el niño recien nacido, las funciones animales se limitan á los movimientos espontáneos, á las funciones de los cinco sentidos , á la sensación del hambre y de la sed y á sen- timientos oscuros de placer y de dolor ; y todo esto en un grado im- perfecto. Poco á poco principia el niño á fijar su atención en los objetos esteriores, á manifestar deseos determinados y á formar ideas. Sucesivamente se vuelve adolescente, joven y hombre hecho, en cuya época , todas sus facultades han adquirido su mayor energía, hasta el momento en que principian á decrecer y á perder insensi- blemente mas ó menos de su fuerza. En fin , en los ancianos no (juedan mas que sensaciones embotadas y la debilidad del espíritu. Nada prueba pues mas evidentemente , que las manifestaciones de las facultades dependen de la organización. Todo lo que cambia sensiblemente , que debilita ó que irrita la organización , sobre todo el sistema nervioso , produce también cambios en las manifestaciones de las facultades. Siempre se ha no- tado que un crecimiento muy rápido de las partes corporales debilita sus funciones. Esto es lo que sobre todo sucede en los años climaté- ricos ó en los periodos de desarrollo. Entonces no hay disposición para ninguna aplicación sostenida , y la instrucción se halla como detenida en sus progresos. Tan luego como ha pasado el período y se fortalece la organización , las facultades recobran su energía. Las facultades no siempre son igualmente activas ; se fatigan y necesitan descanso ; pero lo que se cansa debe ser corporal. El alma queda intacta , aunque los ojos cansados ya no sirven para ver. ¿Quién puede desconocer la influencia de las estaciones , de la tem- peratura, del aire,, de la luz , de las sensaciones agradables , de los alimentos , de las evacuaciones retenidas ó inmoderadas , de las secreciones retenidas &c, sobre las manifestaciones del alma? Sin embargo , todas otas causas no obran inmediatamente sino sobre el físico. /.Quién puede negarla influencia de las enfermedades? ¿Quién — 49 — fío sabe que hay idiotas de nacimiento, completos ó parciales ; qile las lesiones, tales como heridas en el cerebro, golpes ó caídas, des» componen algunas veces las funciones del alma, y otras las escitan? El padre Mabillon , según se dice, era muy limitado en su infancia; recibió una herida en la cabeza por la caida de una teja, y desde ese momento manifestó talentos superiores. Haller habla de un idio- ta, que habiendo recibido una herida de gravedad en el cráneo, tuvo sentido común mientras duró dicha herida; pero que volvió á la im- becilidad tan luego como se curó. Los sueños suministran también una prueba de la proposición en cuestión, es decir, de la relación de que hablamos. Su naturale- za es casi siempre el resultado de ciertas causas materiales y con- forme á la edad y á la constitución del cuerpo. Las personas dotadas de un sistema nervioso muy irritable , solo encuentran en sus sueños obstáculos y contradicciones , y sin cesar esperimentan penas y an- gustias. La posibilidad de ejercer las facultades prueba igualmente su dependencia de la organización , pues es inconcebible que un ser in- material pueda ejercerse. Repugna al raciocinio pensar que hay almas artistas, pintoras, músicas, poetas ó genios parciales. Es mas verosímil que las almas sean de la misma naturaleza, y que se sirvan de los órganos corpo- rales en que habitan. Las facultades se transmiten á menudo de los padres á los hijos, y entonces se parecen por su organización. Lo mismo se dice de los hermanos y de las hermanas que tienen mucha analogía en su ma- nera de pensar y de sentir. Todos estos argumentos y millares de hechos semejantes han dispuesto á los investigadores á admitir la influencia del físico sobre el moral, ó la relación entre el uno y el otro, y á buscar las condi- ciones materiales de las cuales dependen las manifestaciones del alma. Con respecto á este particular nos esplayaremos cuando se esplique la parte fisiológica de la frenología. Los que se convenzan por la observación , que los órganos particulares, de los cuales de-* penden las manifestaciones de las facultades primitiv as, están de- mostrados , no se detendrán mas en los argumentos razonados, ó en objecciones frivolas , sino apelarán siempre á hechos directos. Resulta de lo que acabo de decir , (pie la naturaleza ejerce los derechos de que he hablado en la lección anterior , sobre la especie humana, por la influencia de la organización cerebral; esta es esen- cialmente igual y constante como la especie : las partes cerebrales de los hombres están modificadas ; algunas aparecen bien acondi- cionadas , otras son imperfectas, y su estado está siempre en rela- ción con las manifestaciones de las facultades respectivas, De la moral natural del hombre. Es incontestable que las funciones del hombre son (ripies : auto máticas, afectivas é intelectuales, y que cada uno de estos tres ór denes puede dividirse en vanos géneros y cada género en varias e* - 50 - pecies. Es igualmente cierto que todas las facultades son innatas f que sus manifestaciones dependen de condiciones corporales, nom- bradas instrumentos ú órganos. Importa ahora considerar la natu- raleza del hombre bajo el aspecto de la moral. Se pregunta si las facultades del hombre son atributos de su or- ganización ó de una sustancia inmaterial; si obran con libertad, si son igualmente buenas, ó si unas son buenas y otras malas; en fin, en que consiste el bie» y el mal moral. Esta lección contiene algunas consideraciones que sirven de res- puesta á las objecciones hechas por personas religiosas que conside- ran los conocimienios naturales como peligrosos á la fé; ó por hipó- critas que se oponen á la frenología con miras interesadas. La historia enseña que el hombre se hace de todo, un objeto de escándalo ; pero es necesario distinguir con San Bernardo, el escán- dalo de los ignorantes del de los Fariseos. "Los primeros, dice,se es- candalizan por ignorancia, y los otros por maldad." La especie hu- mana siempre es la misma; aun no está purificada de sus defectos. Los filósofos griegos que condenaron los absurdos de las supersticiones pa- ganas, fueron acusados de impiedad. Sabido es que á Sócrates lo con- denaron á beber la cicuta, por haber enseñado principios morales y la unidad de Dios. En la edad media, varios de aquellos que se dis- tinguieron por sus conocimientos naturales, fueron condenados á muerte como magos. A menudo se dice que la frenología, aun en el caso de que sea cierta, es peligrosa. A lo que respondo, que los que hacen tal obje- ción , olvidan que acusan á su propio Criador, que hizo las cosas tal cual son. Ademas diré, que hay peligros individuales, comunes y generales, es decir , que una cosa puede ser peligrosa á un indivi- duo , á varias personas , ó á la especie humana, y que el error no puede ser útil sino á individuos; pero jamás á la especie, mientras que la verdad no puede perjudicar sino á individuos, y favorece siem- pre la felicidad general. Y siendo así, que la naturaleza enseña de todos modos que la especie vale mas que los individuos aislados , ai- gamos su ejemplo y prefiramos la verdad al error. Por otra parte , es imprudentísimo encontrar consecuencias pe- ligrosas en las verdades naturales, pues que la naturaleza no varía en favor de nuestras intenciones personales y de nuestros caprichos; y que una vez conocida la verdad, se ven obligados sus adversarios á retractarse sobre el peligro que habían anunciado. Hubo un tiem- po en que se gritaba peligro, cuando se empezó á enseñar que la tierra gira al rededor del sol, y que este queda inmóvil en el centro de nuestro sistema planetario. Sin embargo, todos estos clamores no han impedido á la tierra de girar al rededor del sol, y al mundo de adquirir la convicción de este fenómeno natural. Si las manifes- taciones afectivas é intelectuales del hombre están en relación con la organización de su cerebro , en vano se opondrán contra esta ver- dad , porque no será aniquilada mas que por la causa poderosa que la estableció. Divierte ver cómo las mismas opiniones han sido consideradas ya como peligrosas porque eran nuevas , ya como útiles porque eTan \ — :>i — antiguas. Persiguieron á Descartes porque ensoñó las ideas innatas, y la universidad de Paris quemó sus libros. Mas tarde esta misma universidad se declaró en favor de dichas ideas innatas y condena- ron á Locke y á Condillac porque atacaron esta doctrina. El hombre tiene gran respeto por todo lo que es antiguo en las artes y en las cien- cias, como en la religión y en la política. Puede hacerse esta obser- vación entre las clases civilizadas como entre las gentes ignorantes. Dígasele al vulgo que puede perfeccionar su trabajo; preséntese á un labrador un medio de mejorar el cultivo de la tierra, y veremos cómo prefieren un mal proceder, pero generalizado , á un método mejor, pero nuevo : responderán siempre que sus antepasados así lo hacían. Lo mismo hacen los ideólogos y los moralistas. Sigamos las ideas recibidas, aun las preocupaciones , con tal que estén acredita- das , y tendremos razón á los ojos del mayor número: atrevámonos á presentar una concepción nueva, y solo por eso dirán que hacemos mal. Por fortuna que las generaciones mueren y se reemplazan ; de otro modo ninguna verdad nueva sería adoptada. Los hombres que llegan á cierta edad no cambian su modo de pensar y de sentir; no les gusta aprender, y muchas veces no les gusta que los otros apren- dan. La juventud es la que busca nuevas impresiones; ella también es la que , menos llevada de intereses personales , las recibe sin pre- venciones. Esto esplica el por qué todas las doctrinas nuevas, todos los sistemas religiosos y filosóficos , aun los mas austeros, siempre han sido acogidos y propagados por los jóvenes. Los objetos esen- ciales que hoy debemos examinar , son el materialismo, el fatalismo, la libertad, el bien y el mal moral. Hablando de los dos primeros puntos , seguiré el desarrollo de las ideas (pie Gall y Spurzheim adop- taron en su tratado sobre las disposiciones innatas. Del materialismo. El significado de esta palabra está hoy mas ó menos estendido. Unas veces se espresa por ella, que no hay otras existencias en el mundo mas que las de la materia. En este sentido , la antigua iglesia nombraba materialistas á aquellos (pie enseñaban que no hay criador, y que la materia existe por toda eternidad. En esta acepción esten- dida de la palabra, materialista es sinónimo de atea. El observador de la naturaleza no puede estraviarse hasta este punto ; pues que á cada instante tiene forzosamente que admirar el encadenamiento su- blime , sabio y armonioso del conjunto , buscar su causa y remontar- se á una primera, á una inteligencia suprema, á un regulador del universo, mas allá del cual su espíritu nada puede concebir. En un sentido mas limitado , se le dice materialista al que sos- tiene que el hombre no está compuesto de un cuerpo y de un alma; que todos los fenómenos que se le atribuyen á esta , no son mas que los resultados de la combinación y de la forma de la materia, ó que el alma es un fluido de una tenuidad estraordinaria , imponderable y espansible, que está estendido en todos los cuerpos y contribuye á 4 — v: — las funcione^ de cada pnrte. Esta era la doctrina del alma del mundo entre los antiguos. No queda la menor duda de que el hombre es algo mas que cuer- po ó materia organizada ; produce fenómenos que exigen la asisten- cia de alguna otra cosa que no es la organización. La iglesia ortodoja jamás reconoció mas que#una alma inmate- rial é inmortal. Ya declaré en la primera lección, que e'stas discu- siones pertenecían únicamente á los teólogos y á los metaf ísicos , y que no me ocupaba mas que de lo que puede someterse á la obser- vación. Por consiguiente, la frenología nada tiene de común con esas disputas ; solo demuestra que las partes cerebrales son necesa- rias á las funciones afectivas é intelectuales del hombre , de la misma manera que el ojo es necesario á la vista y la oreja al oido. Antes de nosotros se enseñó el materialismo, y después de nos- otros todavía se enseñará; pero cada uno es responsable solo de su doctrina. Injusto sería decirme que no quiero ocuparme mas que de observaciones demostradas por la esperiencia. Naturalmente gusto de las discusiones de los espiritualistas ; pero puede amarse una idea moral, sentirla y creerla verdadera , sin poderla probar á los que nos contestan que no la sienten. Me limitaré á decir que la existencia de los órganos especiales para las funciones particulares del hombre , no prueban ni mas ni menos el materialismo, que todas las otras doctrinas fisiológicas y físicas. Cierto es que en este mundo el alma no puede ejercer fun- ciones sin el auxilio del cuerpo , ó en otros términos , que la exis- tencia del hombre en este mundo exige un cuerpo. Luego que ad- mitamos que las manifestaciones del alma tengan lugar por él auxi- lio del conjunto del cuerpo, ó por la sangre , ó por las visceras del bajo vientre , ó por el cerebro en masa, ó por las partes cerebrales. no hay ninguna diferencia en cuanto al materialismo. El cerebro como órgano único , ó el cerebro como compuesto de treinta y cinco órganos, tiene siempre el mismo peso. La mano no es menos mate- rial que las partes que la componen. Todos nuestros adversarios que rechazan la división del cerebro , son mas materialistas que nosotros, en el sentido que admiten una masa organizada mas grande para toda manifestación del alma. Si la autoridad de los hombres puede contribuir á probar la verdad de esta proposición, encargo á ustedes que vean en las obras de frenología cuanto se ha dicho sobre la plu- ralidad de los órganos , y hallarán que , aun en esta parte, fueron aventajados los frenólogos por un gran número de pensadores, y que la única diferencia míe existe entre unos y Otros es, que los pri- meros lograron demosínr loque los segundos solo habían conjetu- rado. Pero e:i historia natural no,debe reconocerse mas autoridad que la de la naturaleza, que, así como la verdad , es constante y senci- lla. Además, la verdad es mas fácilmente hallada cuando la buscan sola, que cuando la buscan rodeada de errores. Los libros están llenos de opiniones contradictorias , pero la naturaleza es invariable, y jamás obra contra las leyes. Si hallo una verdad física en oposición fon opjniones filosóficas ó metafísicas , declaro con seguridad que ? *- 53 - ^stas últimas son inexactas, en lugar de renunciará una verdad evidente y probada por la esperiencia, sabiendo que el raciocinio .engaña tan á menudo y admite ordinariamente lo que ama. Por consiguiente, no creo que solo la organización es la que constituye al hombre; conozco que hay algo que obra sobre esta or- ganización , y que se nombra alma; pero también sostengo que e] alma necesita instrumentos para producir sus funciones, y que estos instrumentos son los sentidos estemos, los músculos, los órganos de la voz y las partes cerebrales. Que no se confundan los instru- mentos con el alma, ni las funciones con las facultades que son sus causas, y no se achacará mas á las investigaciones frenológicas que establecen el materialismo. Este no podrá admitirse sino cuando se haya demostrado que el alma posee todas las cualidades de la mate- ria; pero mientras que aquella conozca y sienta, mientras que la materia sea conocida y sentida, no se podrá colocarias en la misma elase de seres. Del fatalismo, El término fatalismo tiene varios significados: algunas veces no difiere del ateísmo, y espresa que todo en este mundo, y que ej mismo mundo existe y ha existido necesariamente , y que ninguna inteligencia suprema se mezcló en el arreglo del universo. Esta especie de fatalismo nada tiene de común con las investiga- ciones frenológicas. Admitimos que los objetos inanimados y sus leyes son el resultado de la creación, y que los animales y sus pro- piedades , el hombre y sus facultades, existen por la misma causa. Otra clase de fatalismo se admite enseñando que existe un Ser Supremo, criador del universo, de todas las propiedades de los cuerpos, de todas las leyes de la naturaleza, y que todos los fenór menos del universo tienen lugar según leyes inmutables. Esta doctrina se halla conforme con la frenología. Primero , todo hombre existe independientemente de su voluntad. Nadie puede fijar la época, ni el clima, ni la nación , ni la religión, ni el gobier- no bajo el cual vendrá al mundo. Nadie ha podido decir : quiero des- cender de tales ó cuales padres , quiero ser hombre ó mujer , primor génito ó segundo, amo ó siervo ; quiero tener tal cuerpo , tal tem- peramento , una organización robusta ó débil; no quiero pertenecer á una familia en la que hay enfermedades hereditarias &c, &c. Además, nadie puede determinar por su voluntad la prudencia d la tontería de sus maestros , ni las costumbres de su nación, ni los acontecimientos fortuitos , ni los ejemplos perjudiciales ó útiles do sus compañeros. Nadie puede cambiar las funciones del cuerpo ni sus leyes. Los pulmones sirven para la respiración, y no para la ser crecion de la bilis. Lo que es veneno no puede convertirse en alimen- to por nuestra voluntad. El dedo, espuesto al fuego , no puede rer sistir á la quemadura. De este modo, el cuerpo del hombre y sus cualidades son el efecto de la creación y están sometidos á leyes h> mutables , así como todos los otros seres v sus propiedades. * ->i — Los sentidos esteriores y el movimiento voluntario son igualmen- te inherentes á la naturaleza humana, y sus relaciones con el mundo esterior están determinadas por leyes. No puede verse con grandes dimensiones lo que es pequeño; las leves de la armonía de los colo- res y las de la melodía de los tonos, son constantes y generales en todas las naciones. Hay ciegos y sordos de nacimiento; otros tienen los cinco senti- dos mas ó menos perfectos, sin participación de su voluntad. De la misma manera la naturaleza produce idiotas, hombres medianos y genios. En general distribuye las facultades afectivas é intelectuales de una manera desigual; pero las hace obrar según leyes de las cuales jamás procura el hombre sustraerse sin ser castigado. En todo esto reconozco una especie de fatalismo , ó de otro modo la volun- tad del Criador. Suceden también al hombre, como animal y como ser moral y racional, una multitud de cosas que influyen , de la manera mas po- sitiva y poderosa, sobre su felicidad y sobre su desgracia, á las cuales nada puede agregar ni quitar. No es admirable pues, que los sabios de la Grecia, de las Indias , de la China y del Japón , que los sacerdotes del Oriente y del Occidente, así como los mahometa- nos , hayan mezclado con sus diversas doctrinas una especie de fata- lismo. De la libertad. Discutiendo sobre esta palabra, es necesario separar la existen- cia de las facultades, de sus acciones. La,s facultades están concedi- das en diferentes grados, y el hombre no es libre de tenerlas y de no tenerlas ; pero las que están concedidas no obran irresistiblemente, aunque sus acciones estén arregladas por leyes. Ser libre , ú obrar libremente , es lo contrario de ser obligado, ó de obrar irresistiblemente. La esperiencia prueba , que los seres do- tados de instintos ó de deseos no están obligados á obrar. Un perro tiene hambre , pero no está obligado irresistiblemente á comer. En general suponemos que los animales son libres hasta cierto punto; de otro modo seríamos muy injustos y crueles con respecto á ellos, castigándolos por diversas acciones. El hombre también siente de- seos que no está obligado á satisfacer. No estamos obligados á bailar, á saltar y á caminar , aunque tengamos los músculos necesarios para los movimientos voluntarios. Así vemos por la esperiencia, que los animales y el hombre tienen facultades para obrar, pero que no obran irresistiblemente. Examinemos ahora hasta donde se estiende la libertad. Esta palabra es empleada en un sentido mas ó menos estenso. Hay filósofos que conceden al hombre una libertad ilimitada ; según ellos , este se crea , por decirlo así, su propia naturaleza, se pro- porciona las facultades que desea, y obra independientemente de toda ley. Tal libertad se halla en contradicción con un ser creado. — 55 — Todo lo que puede decirse en su favor, se reduce á declamaciones enfáticas, vacías de sentido y desprovistas de verdad. Otros admiten una libertad absoluta, en virtud de la cual el hombre obra sin motivo; pero esto es suponer un efecto sin causa, ó eximir al hombre de la ley de la causalidad. Esta libertad sería con- tradictoria en sí misma , pues el hombre , en un caso dado, podría obrar racional ó irracionalmente, bien ó mal, pero siempre sin motivo. En fin, todas las instituciones que tienen por objeto el bien de la sociedad y del individuo serian inútiles. ¿De qué servirían las leyes, la religión, los castigos y las recompensas , si nada determi- nase al hombre? ¿Por qué esperaríamos de alguno, amistad y fideli- dad mas bien que odio y perfidia? Las promesas , los juramentos y los votos , quedarían sin efecto. Tal libertad nada tiene pues de real, y solo es especulativa y absurda. Es necesario al contrario, admitir la existencia de una libertad que está en armonía con la naturaleza del hombre , una libertad que la legislación supone una libertad con motivos. Consideremos ahora de qué modo puede concillarse esta libertad con las facultades in- natas. La verdadera libertad está fundada en tres condiciones. Prime- ramente el ser libre necesita varios motivos. Si solo tuviese una fa- cultad, no tendría mas que una sola especie de sensaciones d de ideas. Tan luego como estuviese puesta en acción la facultad única, el ser no podría entregarse sino á esta sensación; pero á medida que las facultades aumentan en número, el ser es susceptible de varias sensaciones, y la elección entre ellas, como motivos, se hace posible. Además , siendo mas ó menos activas las facultades , sumi- nistran motivos mas ó menos poderosos, según sus grados de ener- gía. La pluralidad de los léeseos es pues la primera condición de la libertad. Sin embargo, es necesario agregar, que siguiendo el motivo mas poderoso, ú obrando solo por contento, no se obra con libertad. Muchos autores que niegan la libertad moral del hombre, toman los deseos y su cumplimiento por voluntad y libertad ; pero el contento no es mas que una falsa apariencia de la libertad. La oveja que pace la yerba con placer , no comete una acción de libertad , y el animal ó el hombre que sigue el deseo mas enérgico, tampoco es libre. La segunda condición de la libertad , es la inteligencia ó la fa- cultad de conocer los motivos y de escoger entre ellos. Mientras mas activa es la inteligencia, mas grande es la libertad. Los idiotas de nacimiento , y los niños antes de cierta edad, poseen algunas veces deseos muy enérgicos, pero no están considerados como libres, pues que no tienen bastante inteligencia para distinguir , según se dice, el bien del mal. Los que han recibido una buena educación, ó que tienen mucho talento, son mas vituperables por sus faltas, que las gentes ignorantes y estúpidas. A medida que los animales poseen facultades intelectuales, son mas libres y modifican sus acciones según las circunstancias esteriores y las lecciones de su esperiencia preliminar. Si se emplea la violencia para impedir á un perro de perseguir á la liebre, recuerda los golpes que le aguardan; y aunque - 56 — ti ardor de su deseo le ocasione temblores , no se aventura á su per- secución. Estando dotado el hombre de mayor número de faculta- des , tiene pues mas motivos ó posee la primera condición de la li- bertad en un grado eminente. También tiene mas inteligencia que todos los animales; solo él busca el encadenamiento de las causas y de los efectos; sabe comparar mejor lo presente con lo pasado, y sacar de ello conclusiones para el porvenir ; pesa el valor de los mo- tivos, y fija su atención en aquellos que parecen preferibles ; conoce la tradición, y su razón decide y forma la voluntad ilustrada, que á menudo está en contradicción con los deseos. Por consiguiente , el hombre tiene'también la mayor libertad con respecto á la segunda condición. La tercera es la influencia de la voluntad sobre los instrumentos, por cuyo medio obran los motivos. El hombre no es responsable de sus deseos , ó de sus facultades afectivas, porque le fueron concedi- das : así es que nuestra religión no se los tiene á mal. La participa- ción del individuo principia con la reflexión, pero sobre todo es res- ponsable de las acciones, pues en estado de salud los instrumentos de las acciones están bajo la influencia de la voluntad. El hambre es involuntaria ; pero si teniendo hambre no como , ejerzo la influencia de mi voluntad sobre los instrumentos del movimiento voluntario. La cólera es involuntaria, pero no estoy obligado á batirme , ó á maltratar á aquellos que me han enfadado , porque la voluntad tiene influencia sobre los brazos y los pies. Si se pierde esta influencia de la libertad, ya no es libre el hombre. Esto sucede algunas veces en la locura. Los enfermos esperimentan deseos , conocen su defecto, lo condenan por la razón ; pero no sienten la fuerza de limitar sus mo- vimientos voluntarios , y aun algunas veces suplican que les impidan entregarse á ellos. Por consiguiente, la libertad consiste en el ejercicio de sus fa- cultades, según la voluntad ilustrada ó según la inteligencia combi- nada con los motivos; pero queda por aclarar lo que debe llamarse libertad moral. De la libertad moral propiamente dicha, Los animales perfectos son libres en diferentes grados, y en pro- porción que esperimentan un número mayor ó menor de motivos , y que tienen inteligencia para hacer una elección. El hombre , como animal, es libre; pero no goza dé la libertad moral, sino por las fa- cultades que le son propias. Por consiguiente, así como es necesario distinguir la espontaneidad de la libertad, ó las acciones espontá- neas de las acciones libres , así también es necesario separar la li- bertad de la moralidad, ó las acciones libres de las acciones mora- les. Examinemos mas por menor estas ideas. La vida animal está compuesta de diferentes facultades, de las cuales algunas son comuno al hombre y á los animales, y otras propias del hombre. Por mas que nos humille la comparación con los animales , los que no quieran parecérseles, no tienen mas re- 5? ínedio que dejar de comer y de beber , pues que aquellos hacen otro tanto; y dejar de servirse de sus ojos y de sus oidos, pues hay ani- males que tienen el oido mas fino y la vista mas penetrante que ellos. Por otra parte , en todos tiempos se ha admitido la doble na- turaleza del hombre , y se la ha designado por diferentes nombres, tales como el animal y el hombre, la carne y el espíritu, el hombre natural y el hombre espiritual, la parte animal y la parte divina. Aun están de acuerdo en que las dos naturalezas se combaten una contra otra. "Marchad según el espíritu, dice San Pablo á los gala- nías, v. 16 y 1?, y no cumpliréis los deseos de la carne. Pues la carne »,tiene sus deseos contrarios á los del espíritu, y el espíritu los tiene ,,contrarios á los de la carne, y estas dos cosas están opuestas una „á otra, de modo que no hacéis las cosas que quisierais." "Dos ideas hay aquí que considerar : primera : si las funciones de cada una de las dos naturalezas del hombre tienen el mismo grado de importancia , y segunda , cuales de ellas deben gobernar á las otras. A la primera proposición hay que contestar , que las funciones de la vida animal, así como las de la vida orgánica, no tienen la misma importancia. La masticación y la insalivación son secundarias, mien- tras que la digestión es esencial. La respiración y la circulación son mas necesarias á la conservación de la vida orgánica que la secreción de las lágrimas ó las funciones del bazo. Lo mismo sucede en la vida animal. ¿Quién , por ejemplo , no quisiera perder el olfato mas bien que la vista? Casi todo el mundo siente la privación del talento de la pintura, de la música , de la poesía , de las matemáticas , y la del raciocinio. ¿Quién se atrevería á decir á otro que no tiene juicio, mientras que nadie se considerará ofendido de que se le niegue un talento del cual no hace su profesión ? Carrón (1) ha dicho que "el ,,mas hermoso presente que Dios haya hecho á los hombres, es el ,,juicio ; pues cada uno se contenta con el suyo , y piensa tener bas- tíante con él." Entre los sentimientos es evidente que existe todavía una dife- rencia natural. Cada cual considera el amor del prójimo como mas importante que el instinto de ocultar ; el amor de la justicia mas que el de la aprobación. El picaro desea aparecer justo á los ojos del mundo mas bien que ser aplaudido. Veamos ahora cual de las dos naturalezas del hombre debe triun- far. Para contestar categóricamente, echaremos una ojeada general sobre los seres de la tierra y sobre las leyes á que están sometidos. En los cuerpos inanimados se hallan leyes físicas y químicas, pero las segundas modifican las primeras. La atracción general, por ejemplo , cede á la afinidad que aproxima las partes disueltas en un líquido, las cuales , según las leyes de la gravedad , deberían preci- pitarse hacia el fondo. En las plantas se encuentran también las leyes de los cuerpos inanimados ; pero nuevas leyes les hacen sufrir modificaciones. Todas las leyes de los seres inanimados y de los ve- (1) Análisis razonado d<- la -abidtirin, toin. I, cap. 11 piales están conservadas en los animales , pero modificadas todavía por leyes animales. Estos, tienen un cuerpo compuesto de materia, se producen por gérmenes , toman alimentos y los cambian en su propia sustancia, crecen , envejecen y mueren así como las plantas; pero el cuerpo de los animales está (¡otado de la locomoción, eligen su alimento por medio del olfato y del gusto T obran con intento , y conocen sus acciones. En fin, la especie humana participa de todas las leyes de los otros seres. El hombre es el mundo en miniatura, el lYJjcrocosmo, se- gnn el lenguage de los antiguos. Su cuerpo está sometido á las le- yes de la materia, y en no estando sostenido, cae así como una piedra, hacia el centro de la tierra. Sus funciones se producen por las leyes mecánicas, hidráulicas, químicas, vejetales y animales; pe- ro aun posee facultades que constituyen el carácter de la humanidad. Luego, ya que en toda la naturaleza, las cualidades nuevas ó supe- riores vienen á modificar las inferiores, pienso que las facultades pro- pias del hombre también están destinadas á modificar todas las otras y á dirigirlas. Además, así como el hombre es dueño de los otros ani- males por las facultades que le son propias, debería igualmente go- bernar su naturaleza animal. Este juicio está confirmado por nuestra conciencia, por nuestro raciocinio y por nuestra religión. La naturaleza humana propiamente dicha, ó las facultades pro- pias del hombre, son las que establecen su naturaleza moral; y la libertad del hombre se vuelve moral, tan luego como la inteligencia se combina con los motivos (pie resultan de estas facultades, que las admite como superiores, y que las toma por guia de su» acciones. Agrego que entre las facultades propias del hombre, así como en- tre las que son comunes á la especie humana y á los animales, algu- nas son mas, y otras menos importantes. También nuestra religión establece una diferencia entre las acciones virtuosas. Considero algu- nas facultades propias del hombre como el fin de sus acciones, y otras como medios de perfección. La benevolencia y la veneración son emi- nentemente sociales y me parecen formar el objeto esencial; están ausiliadas por el sentimiento del deber y el de la firmeza, ilustradas por la razón, y embellecidas por el amor de lo maravilloso, por la esperanza, la alegría (agudeza) y por el sentimiento de la perfec- ción (idealidad). El tratado sobre la moralidad de las acciones merece un examen minucioso de todo lo que puede ilustrar esta materia. Antes de aca- bar, repito á Vds. que la libertad moral no es limitada, sino que de- pende de ciertas facultades que obran según leyes determinadas por el Criador. El mérito del hombre consiste en el uso que hace de ellas para luchar con el animal que está en él, y este mérito aumenta en proporción de los esfuerzos que exigen estos combates. Precisamen- te de este modo es como se hacen virtuosas sus acciones. na^i^Kt ^ Señoresj Üabienüo concluido en la lección anterior el ensayo filosófico so- bre la naturaleza moral é intelectual del hombre, que me propuse esplicar preliminarmente, voy á empezar desde hoy el estudio de la frenología propiamente dicho; pero antes de examinar cada órgano del cerebro en particular, me parece conveniente repetir algunas partes del capítulo Generalidades, con que abrí mi curso privado, en el cual he introducido una descripción mas detallada del cerebro, y también una esplicacion de los huesos que forman la caja del cráneo, para que les sea mas fácil la comprensión cuando los nombre en el discurso de las lecciones. En lo demás este curso seguirá el mismo orden qae el que di á algunos amigos el año pasado; es decir, que empezaré por las gene- ralidades susodichas, luego referiré una nota histórica de los traba- jos de Gall, y continuando el estudio de cada órgano, les daré un mé- todo para observar á los hombres frenológicamente. Entremos pues en materia. G-EETEItAIiXDABBS. I. Por frenología debemos entender la fisiología del cerebro; cuyo nombre, tan exacto y racional, fué el que adoptó Gall, y no lo aban- donó jamás en el discurso de sus numerosos esperimentos. En prue- ba de esta verdad, les esplicaré de paso la breve historia de dicho nombre. En 1837 publicó Mr. Lelut, médico director de los locos de Bice- tre, una obra en octavo que tiene por título: ¿Q?íé es la frenología? Aunque esta obra tenga algunos pasages contestables, encierra ver- dades importantes, y sobre todo verdades muy juiciosas, tales como — tíO- las siguientes: "Gall nombraba simplemente su doctrina, Fisiología „del cerebro, bien que sea bajo el nombre de Craneoseopia (píese in- trodujo en toda Europa; pero Spurzheim , apesar de Gall y durante ,,su vida, reemplazó este nombre por el de Frenología , última de- nominación que finalmente prevaleció, casi con la misma conve- niencia vjusticia con que impuso Américo Vcspucio su nombre ala ,,América, tan memorablemente descubierta antes que él por Cris- tóbal Colon. »........Gall se atenía al nombre de fisiología. La palabra fre- nología, creada por Spurzheim, anunciaba miras mas presuntuo- sas: como esta palabra quiere decir estudio ó ciencia del espíritu, „nos previene desde luego que hemos de entrar en liza con los fisió- logos é ideólogos de todos tiempos. Gall decía con este motivo euan- „do se le hablaba de Spurzheim: "Si desgraciadamente los metafí- isicos se amparan de nuestro negocio, raciocinarán de tal suerte, en „sus nubes, (pie la fisiología del cerebro volverá á ser una confusión ,,que nadie entenderá." Aunque en el discurso de mis lecciones, señores, saque comoliis- toriador algunos de estos lances literarios, es únicamente con el fin de ponerlos en conocimiento de Vds. para mas claridad de la doctri- na que estudiamos, y no para detractar ni ridiculizar ninguna ciencia ni á ningún autor, ni á los individuos que los siguen, pues nunca po- drá desconocerse el mérito que tengan los ilustres hombres y cien-> cías que iré citando. Volvamos á nuestro asunto, describiendo el cerebro ó el aparato de los fenómenos mentales. Hablando de este aparato no pretendo dar á Vds. una anatomía minuciosa de cada una de las partes que lo componen, como tal vez podría deducirse de mi espresion anterior, sino solo del conjunto del cerebro, conjunto árido y difícil, análisis que haremos clara y preci- samente si se puede. El aparato de los fenómenos mentales se compone del encéfalo y de sus envolturas. El encéfalo, llamado comunmente cerebro, y que es la gran ma* sa de materia nerviosa que ocupa la cavidad del cráneo, está com- puesto de cuatro partes principales, que son: 1? El cerebro propia- mente dicho (a). 2? El cerebelo (b). 3? El puente de varolio ó rae- socéfalo (c). 4? La médula oblongada (d). El cerebro está dividido, en su parte superior y en su diámetro antero-posterior, en dos partes iguales, lóbulo derecho (f) y lóbulo iz- quierdo (g) por una hendidura que penetra casi los dos tercios de su espesor, y que se nombra gran cisura interlobaria (e); cuya cisura aloja un repliegue de la dura mater llamado hoz del cerebro, porque imita en efecto la forma de este instrumento. Cada uno de estos dos lóbulos está dividido en su longitud en tres partes, de las cuales la primera, separada de la segunda por una hendidura llamada cisura de Silvio (h), tiene por nombre lóbulo an- terior (i), la segundase llama lóbulo medio (j), y la tercera lóbulo posterior (1). Está separada de la segunda por una línea recta ficti- cia (k) que signo el borde anterior del cerebelo. Litoide L.Ma-rquier Ce de la Lamparilla N° 96. LitoOr* de L Marqmer, Ce de laLampanlla N° 96 El cerebro está surcado por un gran número de anfractuosida- des , cuya profundidad varia, que aumentan mucho su superficie , y mientras mayor es el número de estas anfractuosidades mas grande es la actividad del cerebro. La descripción del cerebelo (b) la dejamos para cuando se trate de sus funciones. El puente de varolio ó mesoséfalo (c) colocado bajo el cerebro en la unión de sus dos tercios anteriores con su tercio posterior une los dos lóbulos del cerebro , los del cerebelo, y además estos dos órga- nos entre sí; su estension es como de cerca de un sesto del largo del cerebro. La médula oblongada (d) sale de la parte posterior del puente de varolio : primitivamente tiene una forma acanalada que pierde al entrar en el canal vertebral. De la parte inferior del encéfalo parten todos los nervios desti- nados á trasmitir al cerebro las impresiones recibidas por los sen- tidos. Cubiertas del encéfalo. Son cuatro , á saber (de dentro hacia afuera): 1? La pia-mater, ó membrana vascular; 2* La aracuoides, ó membrana serosa; 3^ La dura-mater , ó membrana fibrosa; 4^ El cráneo, ó cubierta huesosa. La pia-mater es una membrana muy fina, compuesta casi ente- ramente de vasos muy delicados, que cubre inmediatamente el ce- rebro y se interna en todas sus anfractuosidades. La aracuoides es mas espesa y sigue por todo á la pia-mater (á veces están íntimamente unidas) , escepto en las anfractuosidades del cerebro, mas arriba de las cuales pasa sin internarse en ellas. La dura-mater es una membrana muy espesa y difícil de romper; si«nie todas las impresiones de la superficie interna del cráneo, al cual se adhiere bien fuertemente y se replega dos veces, la primera para formar la grande hoz del cerebro que entra en la cisura inter- lobaria , y la segunda para formar la tienta del cerebelo que separa este órgano del cerebro. Todas estas membranas penetran en el canal vertebral, y acom- pañan la médula espinal en toda su estension. La mas importante de las cubiertas del cerebro, es sin contradic- ción el cráneo, pues que él es el que reproduce al esterior el mayor ó menor desarrollo de los órganos cerebrales; por consiguiente la des- cribiremos mas minuciosamente. El cráneo, cubierta huesosa del cerebro, tiene una forma ovoidea, y se compone de dos partes principales; la primera es el cráneo pro- piamente dicho, y la segunda es la cara. Como nuestro estudio es el de la frenología, describiremos la pri- mera solamente. La cabeza se compone de veinte y dos huesos; siete forman el cráneo, y quince componen *a cara- La parte superior d*'1 «raneo se llama bóveda, vértex ó bregma; la anterior, frente ó sincipucio; la posterior, occipucio; las dos par- tes laterales, sienes: y la inferior base del cráneo. Los siete huesos que lo componen son: El frontal ó coronal, los dos parietales, id occipital, los dos tem- porales v el esfenoides. E\ frontal (a), hueso cuadrilátero, cuya mitad inferior pertene- ce á la cara, está situado en la parte anterior del cráneo, y consti- tuye la frente. Siempre está compuesto de dos mitades laterales en los niños, y esta sutura, (pie se llama coronal, y que habitualmente se cstingue con la edad, existe algunas veces en los adultos. Nótese también que en la parte inferior y anterior de este hueso se encuen- tran, en su espesor, unas cavidades que'se llaman senos frontales, y cuyo tamaño puede influir en la estension de la lámina esterna de este hueso, y hacer creer de este modo en un desarrollo del lóbulo an- terior que sin embargo no existe. No hablaremos de las relaciones de cada hueso, sino en tanto que aquellos con quienes se articula sean ya conocidos. Los parietales (b) son cuadriláteros, y están colocados de cada lado del cráneo, cuyas paredes laterales y superiores forman; se arti- culan superiormente entre sí por medio de la sutura sajital, y ante- riormente con el frontal. El occipital (c), hueso triangular colocado en la parte posterior é inferior del cráneo, se articula superior y anteriormente con los dos parietales. En su parte inferior está abierto por un agujero que se llama agujero occipital (d), y que da paso á la médula espinal. El cerebelo descansa enteramente sobre este hueso. Los temporales (é) colocados en la parte lateral é inferior del crá- neo , muy irregulares en sn forma, ofrecen, en su cara interna, una elevación llamada el peñasco, que marca la separación del lóbulo me- dio, del lóbulo posterior; se articulan posterior é inferiormente con el occipital y superiormente con los parietales, en la parte posterior é inferior de estos huesos. Detrás del agujero auditivo esterno (1) están situadas las apófisis mastoideas (f) cuyo grueso puede algunas < veces hacer creer en un desarrollo cerebral que no existe realmente. Del medio de estos huesos salen las partes posteriores de los arcos zigomáticos (g) para reunirse con las partes anteriores que perte- necen á los huesos de la cara. El esfenoides (h), llamado así por derivarse de la palabra griega cuña, porque se halla encajado en los huesos de la cabeza como una cuña en una pieza de madera, está colocado en la parte inferior de la cabeza, y sus dos lados en forma de alas, llamadas por esta razón alas del esfenoides, suben hasta la mitad inferior del cráneo. El esfe- noides se articula posteriormente con el occipital y los temporales, y superiormente con el frontal. El cerebro es el centro que recibe las impresiones por los nervios que consideraremos como conductores , y estas impresiones podemos llamarlas estimulantes porque despiertan y exaltan la función cere- bral. Los nervios que transmiten estas emociones al encéfalo son vi- sibles , su oficio está demostrado por esperimentos auténticos y su — 63 — efecto es manifiesto; por consiguiente podemo> admitir o.Mas prime- ras demostraciones como verídicas. El cerebro , estimulado, resiste ; es decir , para no emplear mas (pie espresiones claras y definidas con exactitud, obra después de haber sido estimulado. Los actos producidos de este modo pueden dividirse en cuatro órdenes. Primero : instintos, que subdividiremos con los frenólogos en dos especies, en instintos propiamente dichos y en necesidades ó inclinaciones. Segundo : sentimientos. Tercero:/a- cultades intelectuales. Cuarto: movimientos. Esta división comprende el conjunto de las funciones del cerebro, apreciables tanto por nues- tros sentidos como por la inducción. Ahora indicaremos las regiones que corresponden á las tres primeras de estas cuatro funciones. Instintos.—Son los primeros movimientos que hace ejecutar el ce- rebro para la conservación de la vida, y provienen de la parte infe- rior central y de la posterior inferior y lateral de este centro princi- pal del aparato nervioso. De estas regiones, estimuladas por los nervios del interior y del esterior del cuerpo, parten los impulsos de los movimientos por los que se ejecutan las funciones de la circula- ción, de la respiración, de la digestión, del apetito generador, la ne- cesidad de cuidar los productos de la generación en los animales que deben cuidar de ellos, la de asociarse , la de defenderse, la de ata- car y la astucia, facultades que son comunes al hombre y á los ani- males. Sentimientos.—Dependen de la parte superior del cerebro y son una especie de instintos sociales que inducen á los hombres á reunir- se para vivir en sociedad. Son los elementos de la civilización, de los cuales presentan señales algunos animales. Facultades intelectuales.—Dependen de la parte anterior del en- céfalo y son las que dotan al hombre de su preeminencia sobre todos los animales, en los que se encuentran mucho mas inferiores que en la especie humana. En estas últimas facultades se ha establecido una subdivisión de que se tratará mas adelante. Estas tres divisiones de la función cerebral tienen evidentes re- laciones con el desarrollo de estas tres regiones de la cabeza, rela- ciones que no pueden rechazarse al ver la armonía que reina entre las disposiciones físicas y las cualidades instintivas, morales é inte- lectuales de los hombres. Ejemplo de esta verdad es la cabeza de la idiota de Amsterdam, conocida de todos los frenólogos, y que ofrece unacarencia total de los órganos de la inteligencia. Esta cabeza, que suponen ser la de un niño por su poco desarrollo, es de una joven muerta á la edad de diez y siete años. Únicamente la parte posterior está casi desarrollada y no hay en ella mas que un ligero bosquejo de la parte superior correspondiente á los sentimientos ; con respec- to á la anterior, sitio de los órganos de la inteligencia, está del todo deprimida. Los actos del atributo de las funciones del encéfalo esta- ban en perfecta armonía con esta conformación. Dicha idiota tenia instintos y sentimientos; amaba y tenia afecciones, era cariñosa, li- sonjera y pacífica; bajo todo-- estos aspectos poseía las cualidades de una perrila; pero carecía de todo sentimiento elevado y parecía to- talmente desprovista de inlcligencia, pudiendo apenas articular al- 64 — gimas palabras y logrando difícilmente tomar algunos alimentos. Compárense esta cabeza y otras semejantes con las de hombres que se hayan distinguido bajo el aspecto moral é intelectual y se ve- rán conformaciones contrarias, es decir, un gran desarrollo de las partes superior y anterior. El resultado de estas comparaciones he- chas con semejantes hombres y multiplicadas en gran número de circunstancias diversas , hacen imposible negarse á creer las induc- ciones que de ellas emanan , á menos que se cierren los ojos á fin de sustraerse á la evidencia. Nos resta esponer una vista general délos movimientos que com- ponen la cuarta parte de la división establecida. Son acciones del cerebro que, después de estimulado, hacen mover, sea por los ner- vios que les son propios , ó por aquellos de su prolongación raqui- diana, diversos órganos, cuyos tegidos se diferencian entre sí; y bajo el aspecto de esta diversidad, pueden dividirse los movimientos en dos órdenes. Los primeros se efectúan en los órganos interiores. Nadie ignora que las afecciones morales producen comunmente estos efectos , es decir, que hacen latir el corazón, esperimentar sensaciones en las visceras , que descomponen el acto de la digestión y obra sobre los órganos secretores que hacen parte del aparato genital del hombre; también influyen notablemente sobre los que segregan la bilis, el re- siduo de la digestión &c. Supérfluo seria entrar aquí en mas porme- nores sobre un asunto conocido y que no admite contestaciones. Los movimientos del segundo orden son aquellos ejecutados por los músculos. He aquí las bases en que está fundada la frenología; por una par- te son los centros nerviosos alojados en los tegumentos sólidos, que forman el cráneo y el raquis, y por otra las funciones de estos cen- tros subdivisibles en cuatro órdenes. Después de haber bosquejado el conjunto de las facultades que caracterizan la inteligencia del hombre, echaremos una ojeada so- bre la escala zoológica áfin de examinar si estas mismas facultades existen en la serie de los animales ó si son un privilegio de nuestra especie; investigaremos si la comparación puede aclarar con fruto el estudio de las funciones del cerebro en el hombre, y en fin, vere- mos si pueden obtenerse por esta aproximación resultados ventajo- sos, como aquellos que la misma via ha proporcionado á los anató- micos. II. Después de largas é infructuosas discusiones de los filósofos so- bre la metafísica, algunos psicólogos, mas juiciosos á nuestro en- tender , habían establecido en las funciones del sistema nervioso las distinciones siguientes : sensaciones ; necesidades ó instintos ; incli- naciones que enjendran las pasiones; la inteligencia propiamente dicha, y en fin los movimientos. Las sensaciones.en general, que tsomponen la primera serie de — 65 — los fenómenos intelectuales , fueron primeramente consideradas co- mo efectos producidos por causas esteriores, es decir , como los re- sultados de la acción de los órganos de los cinco sentidos. Largos años se contentaron con estos datos elementales; pero las investi- gaciones y las meditaciones de los fisiólogos los engrandecieron en estos últimos tiempos. Conocieron y señalaron las sensaciones sus- citadas interiormente por el mismo ejercicio de las funciones y de- terminadas en el cerebro , por los nervios que hacen parte de nues- tros órganos interiores. Desde entonces esta primera sección, la de las sensaciones en general, ha sido y debe ser gubdividida; por consiguiente se han dis- tinguido sensaciones internas y esternas. Las diferencias que existen entre unas y otras deben definirse claramente. Las primeras , llamadas internas, principian á mani- festarse en el hombre durante su vida uterina. En este periodo se agita y se mueve; pero nada prueba, ni es posible probarlo, que el feto ejecute estos movimientos por la acción de los sentidos ester- nos , porque entonces está enteramente aislado. Se mueve por los impulsos que parten de sus visceras y que obran sobre el eje cere- bro-espinal. Estas sensaciones internas son la espresion de las pri- meras necesidades y provienen de las estremidades nerviosas dilata- das en las membranas mucosas del interior de las visceras, que pue- den considerarse como sentidos internos, y de los nervios colocados en el interior de los tegidos. Después de su nacimiento, se encuentra el niño en relación con el mundo esterior y son varios los objetos que lo impresionan: en- tonces principia la sensación propiamente dicha y puede funcionar la piel como sentido esterno. En efecto, dicha cubierta, así como los órganos de la vista, del oido, del olfato y del gusto, está en contac- to con los modificadores que eran estraños al niño durante su des- arrollo en el útero. Desde esta época principian las sensaciones es- ternas , las que merecen esta denominación. Las sensaciones trasmiten al cerebro la acción de los estimulan- tes esteraos, pero no desde el momento del nacimiento tal como lo harán algunos años después. El niño que recibe las sensaciones no saca la noción clara de los cuerpos esteriores, ni obra por la re- flexión, por el conocimiento ó por la inteligencia que esta noción está destinada á producir un día. Ninguna de estas facultades deter- minan ni dirigen sus movimientos, cuyo hecho es incontestable y como tal basta enunciarlo solamente. Estas sensaciones son imper- fectas comparadas con las que han de presentarse en edad mas avan- zada; pero sin embargo, producen sus efectos: provocan al niño á cojer el pecho con la boca ; á gritar cuando padece y á ensayar la risa cuando esperimenta placer , y obran desde el momento en que despiertan los instintos ó necesidades , es decir , que los movimien- tos nerviosos de cada sensación se asocian al instante con aquellos de la porción del encéfalo que deben satisfacer la necesidad, sin que en ello tome parte la inteligencia. El instinto es el mismo poder que obligaba al niño , durante su vida uterina, á moverse cuando se hallaba en una posición dolorosa, 9 — 66 — y reside , como se sabe, en el cerebro. Este poder se halla ahora efl ejercicio por otras causas, por agentes esteriores cuya estimulación acaba de llegar por los sentidos , sin conocimiento , sin reflexión y sin ningún fenómeno intelectual por el momento. Todas estas acciones son instintivas , porque el instinto es el que todo lo domina y lo rige en esa época de la edad. Las impresiones que determinan los movimientos por medio del instinto, parten en- tonces de los sentidos internos como de los estemos cuyo doble orí- gen no debemos olvidar. He aquí los ejemplos. El hambre, causa malestar; el frió, escita el dolor y la agita- ción; una hincada de alfiler en la piel hace gritar ; una indigestión viene acompañada de cólicos y de movimientos que espresan el do- lor , en cuyos casos conocemos el imperio del instinto que se pone en acción, tanto por una sensación venida del interior como por otra que llega por los sentidos, obrando una y otra sobre las regiones del encéfalo destinadas á la satisfacción de las primeras necesidades. Los impulsos instinti/os, que creemos haber esplicado , se con- tinuarán de este modo en los años subsecuentes; pero no conserva- rán toda la preeminencia que tienen en los primeros tiempos que siguen al nacimiento, y á los cuales asistimos: los sentimientos toma- rán insensiblemente mayor parte en las acciones, y el conocimien- to , que cada dia hará mayores progresos, concluirá por representar un papel importante en la producción de estas mismas acciones. En- tonces lo que llamamos voluntad obrará por el impulso de estos tres motores, mientras que ahora lo hace solo por dos. Ya que concebimos las sensaciones, las necesidades y los instin- tos , examinemos como se desarrollan los sentimientes, de los cuales apenas posee un bosquejo el niño recien-nacido, no teniendo necesi- dad de ellos en sus primeros años. Los sentimientos se desarrollan en él desde que se hace un ser social, y cuando llega este momento también la organización se ha desarrollado. Creciendo es como el niño adquiere la sociabilidad; hasta aquí habíamos visto los órga- nos de los sentidos servir casi únicamente á las necesidades intinti- vas, las cuales continuarán manifestándose; pero llegamos á una época de la vida en que los sentimientos van á principiar á tomar una parte activa en las acciones humanas. ¿Como se verifica esta per- fección en el niño? Primeramente por la necesidad que tiene de sus semejantes: he aquí el motor principal, y no la reflexión, como lo pretendieron algunos filósofos del siglo XVIII. Únicamente por una necesidad sentida se hace social el hombre, y, lo repetimos, antea que la reflexión se haya desarrollado en él, se muestra como diferentes animales para quienes la sociedades también una necesidad instinti- va , y (pie no reflexionan sino muy poco. Véase como algunos de ellos, los pollos por ejemplo, se reúnen desde su nacimiento, sin que los guie la inteligencia y sin que sean aptos para raciocinar sobre los motivos de la asociación. De este modo se desarrolla la sociabilidad en el niño; primero aprende á amar tal persona, á aficionarse á ella y á tenerle reconocimiento antes de aprender á raciocinar, bien que tenga ideas, que se llaman imágenes, y (pie pueda percibir los cuerpos, facultad primitiva rpU es inesplicublc, pero cava realidad es incontestable. — 6? — ¿En qué es superior el hombre á los animales? ¿Los aventaja aca- so en órganos sensibles mas perfectos? No, la ventaja sobre este punto no le pertenece; porque el águila tiene mejor vista; el perro, el animal herbívoro &c. tienen un aparato olfatorio mucho mas po- deroso. La naturaleza se ha mostrado mas liberal con elllos que con nosotros bajo este aspecto, como respecto al desarrollo de la parte del cerebro que corresponde á los órganos de los sentidos. No consis- te, pues, en eso nuestra superioridad. ¿Consistirá en los instintos? Mucho menos, porque los de los animales están mas pronnnciados que los del hombre, y las necesidades, que son su espresion, se ma- nifiestan mas claramente y son satisfechas por actos mas enérgicos. Los aventajamos por sentimientos mas elevados, por una inteligen- cia mas estensa, por abstracciones de un orden superior, por la ne- cesidad y el poder de compararnos con todos los otros cuerpos, y de comparar entre sí nuestras diferentes facultades; también es por la facultad de crear signos, es decir, de ligar nuestras sensaciones; nuestras percepciones, nuestros juicios, nuestros sentimientos y nues- tros instintos con sonidos, formas y coloridos, y de transmitírnoslos; en una palabra, de hacer sentir y pensar á los otros con nosotros, Aquí debemos decir que se ha exagerado mucho la influencia de la palabra cuando se han atrevido á sostener que si los animales tie- nen, como nosotros, percepciones y la facultad de juzgar, nuestra superioridad y nuestros progresos en todos los conocimientos no po- dían depender sino de los signos; semejante aserción supone que los que la emitieron no conocían los sentimientos ni admitían los grados en la inteligencia. Según hemos visto , el hombre se eleva tanto sobre los animales por la inteligencia, pues la facultad de producir y de concertar los signos hace evidentemente parte de ella, y es una ampliación de los órganos intelectuales que no se presenta sino en nosotros; pero to- dos estos fenómenos tienen instrumentos diferentes, de donde se si- gue que ninguno de ellos puede esplicarse por otro. Este importante hecho, que no podía demostrarse sino por el estudio anatómico y fi- siológico del cerebro, es decir, por el método fundado por Gall, es digno de la mayor atención. III. Mientras el niño no tenia relación con el mundo esterior, no se habían hecho sentir las necesidades; pero se manifiestan desde que principia esta relación, por las impresiones que de ella recibe : en- tonces se establece entre las sensaciones, los instintos y las necesida- des una relación digna de observarse. No obra pues el niño recien nacido por el conocimiento, ni por la reflexión, ni en virtud de una deliberación fundada en la idea de las cualidades de los cuerpos, ni sobre las ventajas que tiene en tomarlos ó repelerlos, sino en virtud de los instintos que las percepciones han puesto en acción; mientras que las obedece, el conocimiento se bosqueja, la inteligencia se des- arrolla , la reflexión viene á perfeccionarla, y el hombre formado — 68 — hace por cálculo lo quede niño solo hacia por instinto. Además se vé que los primeros motores de los instintos, así como los de los senti- mientos y de la reflexión, se encuentran siempre en las percepciones que resultan de las sensaciones. Buscando la causa del predominio del hombre sobre los anima- les, no la hemos hallado en la acción de los órganos sensitivos, pues bajo este aspecto, es inferior en el olfato álos hervívoros, en la vista á los pájaros y los insectos, y en el oído á la mayor parte de los cua- drúpedos. Hemos agregado que les es igualmente inferior en los ins- tintos y las necesidades. Su supremacía proviene, en primer lugar, de los sentimientos, que se ven despuntar en los reptiles, crecer en los pájaros y en los mamíferos, y alcanzar en el hombre el mayor grado de perfección. En segundo lugar, proviene de que las impre- siones producidas en él por los cuerpos vienen acompañadas de sen- saciones mas claras, que en seguida son analizadas por su inteligen- cia, sometidas después á las síntesis y representadas por la pintura, la escultura, la mímica y el lenguage, lo que supone facultades in- telectuales mas multiplicadas y órganos para ejecutarlas, que en efecto posee, y de los cuales carecen los animales. Por último, diji- mos también que la supremacía le es sobre todo concedida por la fa- cultad que posee de observarse, no solo en sus relaciones con la na- turaleza esterior, sino también consigo mismo, como igualmente de distinguir entre sí las diversas facultades que posee, de ligarlas por medio de signos sensibles, y de compararlas; de sentirse sintiendo mientras verifica estos prodigios, y también de sentirse queriendo obrar y obrando con una conciencia de fuerza causal y de libertad, de sentirse él mismo en lo pasado y lo presente, y de preverse él mis- mo para el porvenir. Además, el hombre se distingue por una nece- sidad puramente intelectual, y de que él solo suministra el ejemplo; esta necesidad es la de la observación, que lo conduce ala investiga- ción de las causas cuando el órgano que corresponde á esta facultad está bien desarrollado. Los frenólogos han distinguido en la inteligencia humana dos gra- dos que corresponden á dos partes del encéfalo. El primero compren- de la facultad de esperimentar las percepciones de los cuerpos, cual- quiera que sea el sentido que las suministre, la de reproducirlas y hacerlas conocer á nuestros semejantes por medio de las formas, los colores y los signos del lenguage; cuyas facultades se encuentran en la parte inferior de la región frontal. Este grado, que es el de la per- cepción y la representación, viene necesariamente acompañado de una comparación y de un juicio primeros que descansan sobre la dis- tinción de los atributos de los cuerpos. El segundo grado que com- prende la distinción, la comparación , el conocimiento y el juicio de nuestros juicios, y que además abraza las causas, el sentimiento y la necesidad de la esplicacion, depende de la parte superior de la mis- ma región. La observación de otro es la que ha revelado el lugar de estas facultades intelectuales, y que nos ha suministrado en el asun- to las distinciones justas y de otro modo mas positivas que las de los filósofos, que no procedieron á esta investigación sino observándose cada uno en particular. Que procuren cerciorarse por la rio del em- — 69 — pirismo, deque ha dado Gall el ejemplo; es decir, por la observa- ción comparativa de las facultades con los órganos cerebrales en los diferentes individuos y en edades diversas, que procuren cerciorarse, repetimos, de si el hombre ha llegado á descubrir signos diagnósti- cos por los cuales se puedan determinar y especificar los diversos grados y matices de la inteligencia, y se verá que la base de la fre- nología es sólida, y que las concepciones fundadas sobre la observación de sí mismo no pueden suministrar otra semejante. La historia de es ta ciencia demostrará como ha llegado á fundarse sobre tales bases un edificio de que debe envanecerse el entendimiento humano. Estas generalidades han debido esplicar que, estando fundada la frenología sobre estudios anatómicos, no debe considerarse como un sistema concebido á priori, ni que salió totalmente armada del cere- bro de un hombre, así como Minerva, que , según dice la fábula, sa- lió del cerebro de un dios, sino que se componen de hechos y de de- ducciones sucesivamente reunidos. Antes de entrar en sus pormeno- res , daremos una idea de la historia de estos trabajos tan provecho- sos, y que inmortalizan el nombre de Gall, y en seguida pasaremos á la parte empírica de la frenología, al estudio propiamente dicho del entendimiento humano, ó de otro modo, del conjunto de las fa- cultades mentales del hombre, unidas á la organización de su cere- bro , y cuya asociación lo constituye lo que es para el filósofo y el moralista. ia®®a&Ki w» Señores: ■■Ja lección anterior se redujo á esplicarles la estructura del cere- bro y los huesos del cráneo. Revisamos de una manera rápida las series de animales , y este examen dio por resultado la comparación que hicimos del hombre con ellos, insistiendo en punto tan impor- tante. Dije que no solo compara entre sí los cuerpos de la naturale- za, sino que aproxima, compara y juzga los juicios que ha formado sobre ellos, los sentimientos que le hacen esperimentar y los impul- sos que han sido la consecuencia, y que mientras se entrega á todas estas comparaciones, se observa á sí mismo, colocándose sobre todos los fenómenos que se pasan en él, de manera que tiene el sentimien- to de alguna cosa que es superior á todo lo que ve intelectualmente. Esta noche la dedicaremos al estudio de la HISTORIA DE LA FRENOLOGÍA. Diré á ustedes lo que pensaban los antiguos del cerebro , pues que es necesario que lleguemos á las localizaciones. Entro pues en lo histórico de la frenología propiamente dicha. Desde la mas remota antigüedad, es decir, quinientos años antes de nuestra era, había dicho Pitágoras que el alma vejetativa y el alma sensitiva existían en el cuerpo, en la sangre ; pero que en la cabeza residía la parte mas sublime del hombre , el alma racional, cuya opinión fué también la de Demócrito. Platón colocó igualmente el alma racional en la cabeza, pero puso las pasiones en las visce- ras , cuya idea prevaleció largo tiempo. Por lo demás, la actividad que rige al cerebro la sacaban del pneíona, que según los antiguos, era el alma universal; un movimiento de vida que se suponía animar toda la naturaleza, y que suministraba al cerebro, así como á los -cutidos, una especie de aura que constituía el elemento de su acti- — r> - vidad. Esta es la doctrina mas antigua; pero ¿de qué modo estaba hecho este pncuma? por sutilizacion , es decir , (pie se suponía un cuerpo muy tenue, aeriforme, que llegaba , á fuerza de refinamien- to , hasta el punto de ser un elemento imperceptible á los sentidos, y entonces se le daba una actividad estraordinaria. Vemos en esto que la antigüedad hubia presentido en alguna manera nuestros im- ponderables. Pero siempre el cerebro era el depósito de esta aura, que provenia de él, y que servia para la producción de los fenóme- nos de la inteligencia pues las pasiones estaban desterradas en las visceras. Aristóteles parece que pensó de diferente modo ó que no se es- presó siempre de la misma manera sobre las funciones del cerebro. Sin embargo , parecía haber adoptado la idea de que este órgano no era masque una glándula que segregaba un humor pituitoso des- tinado á refrescar la sangre, doctrina que con poca diferencia pro- fesó Hipócrates. De aquí resultaba que cuando esta glándula era muy considerable, el temperamento era muy húmedo, y que una ca- beza gruesa la consideraban como signo de ignorancia. Esta opinión tiene cierto fundamento, pues, como se sabe, los raquíticos , que tienen la cabeza muy voluminosa, son amenudo idiotas por efecto de una hidropesía del cerebro. Creemos que tal es el origen de esta opinión que los enemigos de la frenología emplean contra ella; pues siendo Aristóteles el fundador de la anatomía comparada, no pudo haberla tenido siempre. Comparó el cerebro del hombre con el de los animales, y observó que el de aquel tenia un volumen relativo y aun casi absolutamente mas considerable que el de estos, y á tal di- ferencia atribuía la superioridad de su inteligencia. En el diario de Edimburgo se ha publicado una noticia histórica que no se ha traducido, y que citaremos por considerarla bien colo- cada en la historia de la frenología. Según el autor de esta noticia, Aristóteles tenia ideas mas claras de lo que creemos, sobre el ce- rebro. Dice así: "Aristóteles, de quien dimanan la mayor parte de las teorías científicas , consideraba el ventrículo anterior del cerebro, (pie suponía corresponder á la frente , como el lugar del sentido co- mún, tomando también su origen en ella los nervios de los cinco sentidos. En seguida colocaba la imaginación, el juicio y la reflexión en el segundo ventrículo, el cual comunica con el primero por una pequeña abertura que da paso, según dice, á las impresiones trasmi- tidas por los cinco sentidos. El tercer ventrículo estaba destinado á la memoria y era una especie de almacén donde las concepciones del espíritu, producidas en el segundo, permanecían reservadas. Estas nociones fueron reproducidas en seguida por varios autores, sin haber sido ni estendidas ni perfeccionadas." Pasaron de siglo en siglo y es positivo que aun se encuentran en la escuela de Alejandría. Herófilo coloca el alma detrás de la bóve- da de tres pilares y Erasistrato es menos claro. Sabido es que la mayor parte de las obras de ese tiempo fueron destruidas ; pero sin embargo, en las clásicas que nos quedan, hay lo suficiente para pro- barnos cual era la idea de estos antiguos filósofos que consideraban nuestras iacultades como dependientes de unas especies de auras, que hoy día llamaríamos gases , colocándola para su mejor comodi- dad en los ventrículos del cerebro. Como generalmente se lleva la mano á la frente , y que ésta parece afectada cuando se piensa, colo- caron en ella el sentido común; elaboraban estas ideas en la parte media, y las depositaban en la posterior. He aquí una tendencia á la localizacion. Estas tendencias de la antigua Grecia no se limitaban solamente a los filósofos, pues los artistas y los poetas también las tenían. Por ejemplo; cuando quieren aquellos representar el genio, la ciencia, la sabiduría, configuran siempre una frente saliente y voluminosa, y si no tienen otro fin que mostrar la fuerza muscular, hacen una cabe- za pequeña con gruesos músculos, lo que se halla perfectamente de acuerdo con las observaciones que hoy se hacen en Londres, donde han tenido la curiosidad de tomar noticias de los sombreros; en efec- to , dichas noticias prueban que las personas atléticas toman sombre- ros mas chicos que las menos musculosas y cuya inteligencia ha sido mas ejercitada que los miembros. En las estatuas de Júpiter y de los grandes sacerdotes es donde particularmente se ven estas fren- tes salientes, mientras que los atletas, los gladiadores y las mujeres casi siempre las ofrecen deprimida. Los poetas habían hecho la misma observación, y aun Gall cita un pasage interesante de Apolonio de Rodas, el cual dice en sus Ar- gonáuticas que cuando Medéa estaba enamorada de Jason, sufría mucho en la región del cerebelo. Con estas citas se trata solamente de probar la tendencia que siempre ha existido á la localizacion. Galeno, que, como se sabe, era discípulo de la escuela de Ale- jandría, modificó algo esta doctrina dimanada de Aristóteles, que probablemente la había sacado de la misma escuela. Así, el cerebro, según su opinión, era el asiento del alma, y los sentidos y todos los órganos estaban sometidos á él. Habia observado que hay nervios de sensibilidad y nervios de movimiento, y efectivamente, después que se cultiva la anatomía, se ha verificado esta diferencia, pero su observación no se estendia tanto como se estiende después de los tra- bajos de Gall, y solo se limitaba á los órganos délos sentidos, álos nervios óptico, olfatorio y acústico, cuyos tres nervios simpre han sido considerados como órganos de sensibilidad. Mucho tiempo se necesitó para que se distinguiesen en los otros sentidos cuales erau los nervios del sentimiento y cuales los del movimiento, porque el pneuma, que Galeno habia aprendido en la antigua escuela griega, lo animaba todo; él admitía tres especies de espíritus: los naturales, los vitales y los animales. Los primeros eran el vapor de la sangre, que, recogido por el hígado, sube al corazón y á los pulmones por la vía de la circulación, y allí recibe un primer grado de refinamien- to; en seguida es cribado por las membranas del cerebro y definiti- vamente sutilizado. De este modo procedían los antiguos, para quie- nes los espíritus y las almas eran una materia sutilizada, es decir, atenuada hasta el punto de ser imperceptible á los sentidos. Sabido es que Paechioni, Baglivi y muchos otros habían hecho de las membranas del cerebro los principales motores de todos los mo- 10 — 71 vimientos ncrv io>os, masmo nos detendremos sobre esto. \ emo> que esta doctrina de («aleño es la de Platón y de Aristóteles, que lia pa- sado por la escinda de Alejandría; y efectivamente estas doctrina*" han prevalecido largo tiempo, y durante toda la edad media no se sa- lió de ellas, pero siempre hubo en toda aquella época tendencias á la localizacion; lo que á la verdad es muy curioso. Cuando el clero ejercía la medicina, un obispo, nombrado Coria, habló de una celda de la memoria que estaba obliterada á consecuencia de uua llaga, se- gún observación recogida por un cirujano (pie había sido su maestro. Alberto el grande, tan famoso por sus disputas filosóficas sobre el realismo yol nominalismo, quiso también localizar las facultades del hombre. Consultemos todavía nuestra nota. El diario de Edimburgo nos ha dejado noticias acerca de un tal Gordon (Bernardo) (pie dicen: "En 1296, Gordon (Bernardo), médico escocés y profesor en Montpellier, en un libro titulado AJfetus prafer naturam curandi methodus, reprodujo en gran parte las opiniones de Aristóteles. El sentido común reside en la parte anterior del ventrículo anterior cu- ya función es tomar conocimiento de las formas variadas ó de las imágenes recibidas por los cinco sentidos y juzgarlas: la parte pos- terior de este ventrículo está destinada á la fantasía (phantasia); su función es conservar las impresiones de los cinco sentidos, y la fanta- sía es como su tesoro. La imaginación (imaginativa) reside en la porción anterior del segundo ventrículo; siempre es activa y engen- dra quimeras durante el sueño como durante la vigilia. Se distingue ésta con dos denominaciones: si las producciones de la imaginación están conformes á la razón y en armonía con los objetos que tienen una e.vistencia real, y coinciden con las percepciones sensibles, la fa- cultad se llamará cogitativa, y si no coinciden con las percepciones de los sentidos, y si la facultad llamada estimativa ejerce su influjo sobre ellas, se conservará la denominación imaginativa, porque las ideas concebidas son falsas y probablemente imposibles. Gordon, co- locaba en la porción posterior del ventrículo medio la facultad llama- da estimativa, y su función es juzgar de las impresiones (pie no son recibidas por los sentidos, como la amistad. Seyun esta facultad, el corderillo sabe instintivamente que el lobo es su enemigo, sin haber- lo visto jamás, y es un instinto que dirijo la conducta de los animales, como la razón dirije la del hombre. Cuando este se deja gobernar por el instinto, se iguala á un animal. El profesor de Montpellier co- loca la memoria en el tercer ventrículo ó posterior; luego hay, dice, tres facultades ó virtudes, imaginatio, cogitatio et memoria. Todas son naturales, corruptibles, y tienen órganos; sobre ellas si; encuen- tra una facultad divina é incorruptible, llamada inteligencia, que no tiene órgano que pueda servirle de intermedio para actuar sobre el mundo esterior. Estas facultades, añade, pueden desarreglarse cuando están en- fermos los órganos, y como son distintas, la una puede estar debili- tada y las otras conservadas. "En alguno- la imaginación está alic- orada, micntia> que las oirás facultados no han csperimcniado nin- ■ - /.) — ,.gun cambio, y cice-vetsu. Se ha visto un ejemplo extraordinario en ,,un loco. Habiendo pegado á -u padre, le preguntó este si era bien ,visto que un hijo levantase la mano á los que le habían dado el ser, c inmediatamente cay») de rodillas implorando perdón. La imagina- ,,ciou, en e-te caso, estaba alterada hasta e! punto de que el hijo ,,desconoció por el pronto á su padre; pero como la razón se habia ,,conservado, prontamente le hizo conocer su falta." Otras varias observaciones del mismo autor se encuentran en otro libro que publicó en 1305 (Li/ium medicina), y tienen relacio- nes interesantes con la frenología, principalmente la sección Depa- sionibus capilis, ¡tars ij, pag. 186, 187 y 193, De somno nattirali. En la página 200 da una larga lisia de prescripciones para remediar el desvelo; he aquí una de ellas: Et si omnia dejiciunt, incipiat dicere horas dominicas el slatim dormiet. En seguida espone una teoría fun- dada sobre un movimiento supuesto de los espíritus animales, que es- tá constantemente entretenido y so opone al descanso de las faculta- des dependientes de la imaginación. Vemos que sin comprender-las causas de estas diferencias en lo moral, las observaban sin embargo. Todavía encontraremos otras noticias que merecen alguna atención, pero he aquí lo (pie parece mas importante sobre la edad media. Los espíritus animales fueron atacados con algún éxito en el siglo diez y seis; pero sin embargo, se encuentra todavía que Miguel Ser- vct (1559), víctima deplorable del fanatismo, admitía espíritus y co- locaba el alma en el acueducto de Silvio, y probablemente se incii naba también á la localizacion de las facultades. Pero existí1 un au- tor que parece haber sido mas positivo (pie todos los precedentes, y este es el español Huarte. Español ó francés, era contemporáneo de Enrique IV y es el (pie mas se aproximó á la frenología, tal cual la tenemos en el día. El título de su obra, cuya fecha os de 1580, es este: Examen des esprits dans Icur aptitude an.c scicnces. He aquí el resultado en dos palabras. Cada hombre nace con su género de ta- lento; cada género de talento y aptitud corresponde á una forma de cabeza. En 1658 quiso Wepfer derribar los espíritus animales; pero fue- ron defendidos por el famoso Wilis, profesor de filosofía natural en la escuela de Oxford, que tenia una teoría particular. Según él, el cerebro y el cerebelo segregaban diferentes espíritus animales; los del último estaban destinados á los movimientos viscerales, cuya idea, aparte de los espíritus animales, no está todavía abandonada. Los espíritus del cerebro eran para la imaginación, la memoria, la dis- cusión y la razón. "Los espíritus animales, dice la nota cuyo origen hemos enuncia- do, han ocupado ulteriormente diversos autores. Andrés Vesales ha- ce de ellos una gran mención, y cita á Tomás de Aquino, á Duns el escocés, á Alberto el grande y á otros que han dividido las funciones del espíritu en imaginación, raciocinio, cogitacion y memoria; facul tades que corresponden á diversas partes del cerebro. Estas nociones componían la filosofía déla edad media relativa- mente al cerebro y á la inteligencia, y so oncuenlran espresadas por — 76 — una figura que publicó en 1562 un veneciano llamado Ludovieo Dul- ce en un libro titulado Dialogo di M. Ludovieo Dula; nel quale si raggiona dil modo di acrescer é conservar la memoria. Roberto Flud es autor de una teoría y de una figura semejante. Este fué un famo- so filósofo y alquimista de la edad media, que trató también de lo- calizar las funciones del cerebro. Muchos detalles existen todavía que no citamos por evitar confu- sión ; pero diremos algo de un autor nombrado J. B. Porta. En 1596, Juan Bautista Porta publicó en Vico un libro titulado: De humana physiognomonia (1), en el cual se encuentran las nocio- nes que se aplican al descubrimiento de Lavater, así como en las precedentes obras se encuentran las que se refieren al descubrimien- to de Gall, de la misma manera que las opiniones de Aristóteles, de Adamanto, médico griego del siglo V, de Rhasis ó Rhazés y de di- versos filósofos griegos. Dicho libro contiene ideas mas filosóficas que las que podrían suponerse en aquel remoto tiempo. En la página 14 se encuentra un catálogo curioso de los instintos que el hombre divide con los animales. Hay muchas cabezas humanas comparadas con las de animales; por ejemplo, la de Vitelio César lo está con la de un buho; la de Platón con la de un perrillo faldero; la de un idio- ta con la do una puerca, &c. Dice que Rhasis consideraba una ca- beza de volumen moderado y de forma redondeada, elevándose pos- teriormente y comprimida lateralmente, como la mejor conforma- ción. Alberto miraba una cabeza oblongadá por delante y por detrás como el indicio de la previsión y de la circunspección. Pericles, di- ce , tenia la cabeza de esta última forma, y fué muy estimado de los Atenienses; según su opinión, la redondez de la cabeza es señal de poca memoria y sabiduría, y su poco volumen indica poco talento; si la parte anterior está achatada, la percepción y la imaginación son débiles; si es la porción posterior, hay poca memoria y energía; si es la media, la razón y la reflexión son un poco débiles &c. En fin, en esta obra hay gran número de observaciones muy interesantes. La anécdota siguiente fué referida á la sociedad frenológica de Londres por un convertido á la creencia de Gall después de largos combates literarios con este médico y sus partidarios. "El marqués de Mascardi, gefe de la justicia criminal de Ñapóles desde 1778 has- ta 1782, hadia estudiado la obra de Porta y la fisiología de Cabanis (publicada en 1781). Siempre que un condenado á muerte debia su- frir el suplicio y no habia confesado sus crímenes, bien que convicto por testimonios suficientes, lo hacia comparecer ante él, examinaba atentamente su persona y en seguida su cabeza, después de lo cual fallaba definitivamente; he aquí dos ejemplos: 1? Auditis testibus pro et contra, visa facie et examinato capite, adfurcas damnamus. 2? Auditis testibus pro et contra, reo ad denegan- dum óbstinato, visa facie et examinato capite, non ad furcas, sed ad caleñas damnamus." No nos admiremos de que Mascardi se atreviese á juzgar los (1) Este libro se tradujo en Paris en 1798. ----- 4 é ----- acusados, primeramente convictos por testigos, mas bien por la for- ma de sus cabezas, que por sus denegaciones: estos son esfuerzos del entendimiento humano que procura salir de la ignorancia, y no quiere conformarse con los datos á priorL Este método puede bastar para ciertos hombres; pero no satisface á los de juicio severo y de conciencia delicada. El sistema de Porta coloca la memoria en la parte posterior del cerebro., cuya errónea opinión era la antigua; pero también coloca en esa parte la energía, y esta observación, que puede muy bien ser de él, está perfectamente justificada por la frenología, pues son las masas posteriores y laterales las que dan los impulsos apasionados, y por consiguiente la energía, que proviene mas bien de los instin- tos que de los sentimientos y de la reflexión. Vemos pues, que no han sido infructuosos los esfuerzos de la localizacion. En 1770, antevio Carlos Bonnet estos descubrimientos hasta cierto punto. Georget (1) cita un pasage de este autor , referido por muchas personas. Carlos Bonnet, que era fisiólogo-filósofo, ha con- siderado el cerebro como formado del conjunto de diversos órganos diferentes, casi del mismo modo que Gall; de aquí la multiplicidad de ideas. Una inteligencia que comprendiese esta mecánica, leería en él como en un libro. Según este autor, cada sentimiento tiene sus fi- bras propias; cuando estas fibras se ponen en acción muy fuerte- mente y por largo tiempo, se fatigan y padecen y además quiere que cada parte del cerebro tenga una función, lo que, como se ve, es una tendencia bien manifiesta hacia la frenología. Pero no sabia co- mo limitar estas funciones, pues cuando se quiere proceder de una manera arbitraria, no hay ni reglas ni límites. Conocía que era ne- cesario que hubiese relaciones entre los cuerpos esteriores y el cere- bro: pero ¿cuales eran estas relaciones? Suponía una fibra para cada cuerpo esterior y no tenia límites posibles. También ha sido este un paso hacia el sistema de Gall. En 1775, emitió Herder la esperanza de que se lograría descu- brir la diferencia de cada una de las partes del cerebro; en 1779, sostuvo Willich que cada una de las facultades del hombre tiene su asiento en dicho órgano, y establece el corazón y las visceras como el lugar de las pasiones. Siempre es la doctrina de Galeno, la cual se estiende hasta Cabanis. Sabido es que este autor (2) colocó la reflexiou y el pensamiento en el cerebro, pero habia puesto estas facultades muy lejos de las pasiones, que dejaba, con la antigüedad, en las visceras. El pensa- miento en alguna manera era realizado por él, pues lo hacia segre- gar hasta cierto punto por el cerebro. Esta espresion, que en efecto es mala, fué causa de que los enemigos de la filosofía positiva lan- zasen contra él reconvenciones violentas y amenudo injustas. Creemos bastará esto para probar que en todos tiempos las fa- cultades intelectuales del hombre fueron colocadas en el cerebro. Los (1) De la fisiología del sistema nervioso: Paris 1821, 2 vol. en octavo. (2) Relaciones del físico y del moral del hombre: Paris 1824, 3 vol. en doce avo. Pero la primera edición es de 1801.- modernos, disgustados por las controv ersia»-de los antiguos, ^e man tenían en reserva, temiendo siempre caer en las espli< aciones hipo- téticas y los sistemas á prior i; poro sin embargo, siempre persistía la observación. Primeramente habia establecido Cumper (pie la inteli- gencia guarda proporción con el ángulo facial. Esta idea no está des- nuda de fundamento y se encuentra en la antigüedad, pues que la inteligencia reside particularmente en la parte anterior y superior de la cabeza, y que el predominio de esta parte hace agudo dicho án- gulo facial. Cuvier habia dicho que, en general, era ventajoso que el volu- men de la cabeza fuese mayor que el de la cara. Efectivamente, es- to se prueba á cada instante; pero se puede tener una cara muy gorda, y sin embargo poseer un cerebro muy desarrollado, por con- siguiente este sismo es infiel. Tantos hechos contradictorios en apa- riencia, aumentaban la circunspección de los modernos, y el mismo Cuvier, que habia adoptado el método de Gall, lo abandonó, y va- rió repentinamente de batería, cuando conoció que la autoridad del tiempo repugnaba ver esta doctrina protejida por nuestros sabios. El sistema de Gall no es el resultado de concepciones hechas, oyén- dose pensar en el silencio del gabinete, y confiando sus reflexiones á los sabios para obtener su aprobación. Muy joven y con pocos cono- cimientos, comenzó á observar, conociendo apenas la historia natu- ral, y de ningún modo la anatomía; notó, como puede verse en su obra, que los que tenían los ojos saltones aprendían mas fácilmente sus lecciones que los de conformación opuesta. Reparó eso porque era inclinado á ese género de observación. Hizo otras semejantes sin comprender su valor, y es cosa muy importante porque este es el método de observación natural. Cuando mas tarde se entregó si estudio de la anatomía, probó que habia una conexión entre las protuberancias de la superficie del cráneo y las de la sustancia cerebral; entonces adquirieron sus ob- servaciones á sus ojos un nuevo grado de valor. Procuró tomar co- nocimiento de todas las opiniones emitidas sobre las funciones del cerebro, y luego concibió la posibilidad de perfeccionar las teorías reinantes sobre las facultades intelectuales y morales; por lo cual vemos que en él la observación empírica precedió verdaderamente al raciocinio y á la sistematización. Esta no se le ocurrió sino des- pués de observaciones repetidas, y todavía no la ha llevado tan lejos como lo han hecho algunos de sus colaboradores y continua- dores. Cuando reunió un número bastante considerable de hechos, pen- só, decimos, que debia coordinarlos y formar un sistema, porque es- ta es la propiedad de todos los talentos grandes. Sin embargo, hay personas que no sistematizan jamás, pero otras sienten la necesidad de encontrar un lazo común para reunir y asociar todas bus observa- ciones , y estos son los que hacen progresar las ciencias. De este nú- mero era Gall. Cuando creyó haber encontrado la verdad, se apre- suró á proclamarla; pero encontró muchos obstáculos, como era de esperarse. Primeramente tuvo por enemigos y contradictores á to- dos aquellos que por costumbre y preocupación ven el asunto de un - 79 — modo muy diferente. Además hallo' un obstáculo en los que se resis- ten á la sistematización: pues estos son bastante numerosos y bastan- te poderosos en la sociedad, cuando al mismo tiempo se hallan ricos en hechos y tienen mucha memoria; porque los apuntan todos, los citan con profusión y se hacen un estudio de desorganizar el sistema (píese presente, cualquiera que sea; fundan una especie de gloria en esta desunión, y cuando son fecundos, ejercen una influencia consi- derable sobre su siglo. Así pues, los hombres preocupados, los que eran partidarios de un centro común, espiritual ó material, y los enemigos de los sistemas, fueron naturalmente sus antago- nistas. Estas consideraciones le hicieron suponer que obtendría mejor éxito en Francia (pie en Alemania, y dejó á esta por aquella. Desde luego atrajo la atención de los sabios, y se dispusieron á hacerlo justicia, pues su sistema estaba fundado sobre la anatomía, y apoyado por una disección del cerebro mas significativa que la que hasta entonces se habia hecho. Repugnaban las localízaciones; pero celebraron sus trabajos sobre la anatomía de este órgano. Su idea principal era que es necesario seguir esta viscera en la dirección de sus fibras, y no limitarse á hacer cortes arbitrarios, á describir lo que se observo en estos cortes, ó en el aspecto del esterior y del inte- rior. Insistió también en la necesidad de seguir el desarrollo del ce- rebro desde el estado de embrión hasta el de adulto, de asegurarse como una de sus porciones se une á la otra, y como también se des- arrolla completamente el encéfalo. Esta idea era buena y fué adoptada; pero, sin embargo, encon- tró otros obstáculos que Gall no habia previsto. El hombre que te- nia en sus manos los destinos de la Francia, poseía muy altas cua- lidades, era gran guerrero, gran político, gran administrador; pero también repugnaba mucho los trabajos que tienden á analizar las fa- cultades del hombre, y reducirlas á elementos simples, porque te- mía las consecuencias do estas clases de trabajo. Así pues, suprimió una de las clases del instituto, la misma que restableció Luis Felipe, y que lleva el nombre de Academia de ciencias morales y políticas. Es muy positivo que Napoleón protejia todas las artes, todos los traba- jos de la imaginación, las ciencias que, ocupándose de hechos mate- riales, tienden á adelantar la organización social, á multiplicar los medios de existencia, á aumentar los recursos del país &c.; pero re- pugnaba las discusiones profundas sobre la naturaleza y oí origen de las facultades, y en virtud de esta repugnancia pronuncióla pros- cripción del sistema de Gall (1). Tan luego como fué pronunciado este decreto, las mismas per- sonas que habían acogido con favor las observaciones de Gall, va- riaron de lenguage y se armaron contra él, valiéndose de ardides para no aparecer en contradicción con lo que antes habían dicho; (1) Muchos senadores, generales, consejo o.> de Estado v otros sabio.s admitidos en la corte -eguian asiduamente la.^ lecciones de (Jall en aquella époiaTnemotable; pero al dia subsecuen- te déla noche en que el cmnrradnr lanzó algunos tiros contra la cnuiPOGcopin, la lección del profesor cesó Hr yci ¡'"tunan ron U ppvonri.i de tan altor- pernnapn.. — M) — esto hubiera producido poco efecto; mas el sarcasmo fué puesto en acción, y la pluma de los periodistas destiló durante algunos anos la hiél de la ironía contra su doctrina. Por otra parte, los franceses se ocupaban entonces de intereses mas poderosos, y el progreso de la frenología fué detenido durante cierto tiempo. Sin embargo, ¿cual fué la suerte de esta ciencia? Como todas las que han sido repugna- das , creció en el silencio y la oscuridad. Poco á poco adquirió gran número de partidarios, los cuales hicieron algunos progresos. Los hechos se multiplicaron, y viendo Gall que esta marcha era muy lenta, se trasladó á Inglaterra: no hallando allí los mismos obstácu- los que lo habían detenido en Francia, obtuvo grandes triunfos , y comenzó á estenderse la frenología. En efecto, en Inglaterra, en Suecia, en Dinamarca y en la América del Norte, ha hecho grandes progresos este estudio. Ha quedado en Francia un recuerdo de aquella oposición; por- que cierto número de argumentos, de chanzas y de sarcasmos sabi- dos de memoria, forman una especie de falsa moneda de que se sir- ven diariamente para detener los progresos de la frenología. Pero en fin, habiéndolos hecho la libertad de la enseñanza, era preciso que esta ciencia marchase y recobrase el impulso que habia sido de- tenido durante algún tiempo. He aquí lo histórico de los progresos de la frenología, y estos se han efectuado siempre por el método empírico. Se ha procurado exa- minar si las aserciones de Gall eran justas, y al hacerlo, se han des- cubierto algunos órganos que el autor no habia notado, ó sobre los cuales habia quedado en duda. A Gall se asoció Spurzheim. Este, como aquel era hombre de ta- lento, que no tuvo el mérito de la invención del sistema, pues nunca hay dos inventores en una ciencia, pero sí el de hacerla progresar considerablemente, haciéndola interesante para muchas personas á quienes repugnaba. Gall habia partido de los hechos mas vulgares; por ejemplo, ob- servando que algunas personas retenían bien sus lecciones, dijo: Me- moria de palabras; reparando que otras tenian tendencia á las com- paraciones, dijo: Sagacidad comparativa. Observando que los ladro- nes determinados, es decir, los que ofrecen la inclinación hasta el punto de no poder comprimirla, tenian cierta porción del cerebro muy desarrollada; nombró esta parte: Órgano del robo: otro tanto hizo con el que aparece amenudo saliente en los asesinos, y lo lla- mó órgano del asesinato. Creó de este modo varias denominaciones que fueron tomadas en mal sentido, y otras que parecían destruir to- do el mérito de las buenas acciones; por ejemplo admitió el órgano de la bondad. Estos vicios do la nomenclatura, que sirvieron de pretesto á las declamaciones, á las calumnias y alas injurias de todo género, fue- ron precisamente los que se dedicó Spurzheim á corregir, diciendo: "El robo no es mas que una aplicación del órgano. Se puede tener ,,tendencia á adquirir y á poseer, sin ser ladrón: se puede estar dis- puesto á combatir en ciertas circunstancias, sin ser criminal." Aun fué mas lejos: pues probó que los órganos (pie habían sido — 81 - denominados tan desfavorablemente eran los móbiles necesarios pa« ra dar actividad á los otros. Esta observación se aplicaba muy bien al deseo de la projñedad, que es una de las bases del estado social, á los del combate y la destrucción, donde se encuentran los elementos del valor militar, de la defensa del pais &c. También se reformó la palabra astucia, que fué mal interpreta- da, haciendo ver que la disimulación es amenudo prudencia, y que no siempre es perjudicial. Determinado por estas y otras importan- tes consideraciones, creyó que debia sustituir á la palabra astucia la de secretividad, que indica en las personas dotadas de esta inclina- ción una tendencia á separarse ó á sustraerse de las miradas para mejor observar. La misma reforma fué aplicada á otros órganos que seria prolijo referir, logrando al fin hacer comprender mejor la idea del fundador de la frenología. Entonces cobró vigor la ciencia é inspiró interés á muchas per- sonas á quienes disgustaba; se vio que ya no se trataba de una espe- cie de fatalidad que inducía al bien ó al mal, sino de una asociación de órganos, que combinándose diversamente, y hallándose ejercita- dos en diferentes grados, producían efectos estremadamente va- riados. Anteriormente no habia mas que algunos sabios que se ocupasen de la frenología con un fin de instrucción ó de utilidad particular; pero al presente todo el mundo parece querer tomar parte en la cues- tión frenológica: unos quieren formar de ella una idea exacta; otros la condenan de antemano , y procuran detener el impulso que acaba de tomar; algunas se ejercitan en buscar sutilezas para combatirla; y, en fin, otros se dedican á reunir los hechos que creen mas propíos para destruirla. Todo esto pasa con una especie de actividad y aun de pasión que no existia otras veces, y señala verdaderamente una época científica. He aquí la posición en que estamos; he aquí lo que hace á la fre- nología sumamente interesante y el estudio mas curioso de la época. Conocida su historia , elegiremos el método que ha de seguirse en el presente curso. En mi concepto, el mejor es el de Gall, porque es el método de la observación hecha sobre el hombre vivo*, sano, en- fermo , niño , anciano, y así sucesivamente; aprovechándonos tam- bién délos trabajos de los sucesores del grande hombre, seguiremos el orden de las tres divisiones de que dimos la idea. Estudiaremos los instintos, los sentimientos y las facultades intelectuales, porque este es el orden histórico. Siendo muy corto el tiempo que nos queda esta noche, dejaremos para la próxima sesión el continuar esta materia, pues la creo muy importante para no ser estudiada con detenimiento. 11 CONTINUACIÓN BE LA ANTERIOR.) Señores: JJije en las últimas esplicaciones que el hombre principiaba su carrera en este mundo siendo instintivo antes que sentimental, y sentimental al mismo tiempo que inteligente; pero que la inteligen- cia no podía dominar al sentimiento sino cuando aquella se desarro- llaba completamente, y que este completo desarrollo, por desgracia, no se notaba sino en una minoría verdaderamente deplorable por su debilidad. Ahora voy á seguir mis reflexiones, pero antes me per- mitirán una pequeña observación sobre este particular. En la juventud hay una inteligencia muy activa, tanto mas, cuan- to que diariamente se enriquece, que conoce su fuerza, y que cada dia se satisface mas el amor propio por descubrimientos inespera- dos. El joven se envanece de hallarse igual en poder* de raciocinio á los hombres que antes consideraba como infinitam,parar en la sustancia blanca del movimiento. i\ada mejor demos- Mtrado que este doble hecho en los gusanos , ciertos moluscos y otros ,,muchos animales inferiores privados do sistema nervioso de cohi- ,,bicion, del cual depende la facultad de deliberar. También concibo ,,claramente que á favor del sistema nervioso, las estimulaciones sen- ,,sitivas sean desviadas del camino de los músculos en los animales ,,superiores y en nuestra especie, y que los movimientos se operen ,,ya en el interés de un instinto ó de un sentimiento en los animales, ,,y ya en nosotros solamente, en interés de la razón. Me basta para ,,esto admitir lo que ya está probado, la existencia en el hombre de ,,cierto número de nervios intracranianos (pie, estimulados por los sen- ,,tidos espuestos á los cuerpos esteriores, los unos producen percep- ,,ciones, los otros instintos ó sentimientos, y otros en fin fenómenos ,,intelectuales. Los partidarios de la entidad intraeraniana, material ,,ó inmaterial, me preguntarán tal vez cómo se verifican estas pro- aducciones : no sé nada, porque no puedo ir mas allá de los hechos ,,primitivos ; pero les responderé que esta producción, cuyo miste- rio ignoro , es un hecho cierto , que los sentidos y la inducción nos ,,demuestran, mientras (pie su sor central intracraniano, al cual con- ,,ceden todas las facultades de nn hombro , no es comprendido por ,,ninguno de nuestros sentidos, no es suministrado por la inducción, ,,en una palabra , no es, como ya he dicho, mas que una pura hipó- „tesis fundada sobre un petitio principii." Aquí me detengo por temor de ir muy lejos. Sin embargo, esto no perjudica en nada á la observación empírica que sirve de base á la frenología. Seguiremos, dijimos, la distinción de las tres masas. La parte posterior inferior y la lateral inferior corresponden á los instintos: la parte superior á los sentimientos, y la anterior á la inteligencia; y como hay dos divisiones en el aparato intelectual, según lo hemos dicho, á saber, los órganos de recepción y los de reflexión, según el sistema actualmente admitido en frenología, la parte inferior de la frente corresponde á la recepción y la superior á la reflexión. Quie- re decir esto, que la primera, que ocupa toda la parte inferior de la frente, recibe las impresiones que vienen del esterior; y que la se- gunda, que constituye la parte superior de esta misma frente, re- flexiona no solo sobre lo que ha recibido la parte inferior, sino tam- bién sobre todo lo que se pasa en el resto del cerebro. Para tener un punto de partida, es necesario dirigirse desde el canal auditivo de cada lado, y de este modo se llega inmediatamen- te mas arriba del canal raquidiano. Entonces tocamos la parte lla- mada protuberancia anular, casi enfrente de los tubérculos cuadrijé- minos; allí es donde se supone el centro de todos los órganos cere- brales. Nótese que digo se supone, porque esto no está del todo con- forme con la manera de ver que acaba de esponerse, pues que, se- gún ella, se colocan centros en los cuerpos callosos. Sin embargo, este punto central ofrece siempre un medio provisional para apre- ciar la estension de los órganos: por consiguiente, mientras mas distante de este centro se encuentre una porción de la superficie del cráneo, mientras mas alargada es, mas formarán las fibras blancas — í)2 — que la constituyen un círculo estendido. Aun hay que considerar el espesor de este círculo, lo que amenudo resulta del doblez de las cir- cunvoluciones que ensanchan mas ó menos el órgano. Cuando so trata de observar el cerebro, se divide, desde la pri: mera ojeada, en las tres masas que acabamos de indicar, pero para que esta división se haga de una manera exacta, os necesario partir de ciertos órganos; por esta razón no me precipito en desenvolver á Vds. este método. Cuando hayamos estudiado y recorrido todos los referidos órganos, les daré los pormenores necesarios para guiarse en este género de esploracion, diciéndoles, por ejemplo: Para deter- minar el dominio intelectual, es necesario partir de la parte ante- rior del órgano de la construcción, pasar mas arriba del de la com- paración , y volver á bajar por el lado opuesto en el punto de donde se partió; lo que queda ante esta línea pertenece ala inteligencia, y todo lo que queda por detrás entra en los sentimientos ó en los instin- tos. Otras varias líneas tendremos que trazar, pero encuentro que es prematuro esponerles ahora todo esto. Bastaba, según mi opinión, hacerles ver en la lección de hoy la posición respectiva de las tres masas, recordándoles una cosa muy importante, á saber: que todos los órganos son dobles, y que aquellos que aparecen sobre la línea media del cráneo , aunque algunas veces parezcan al esterior no for- mar mas que una sola eminencia, son tan dobles como los colocados en las regiones laterales. Siendo pues todo doble en el cerebro, resulta de esto que un la- do puede suplir al otro, con tal que los centros por donde se hace la comunicación de las partes laterales estén sanos. Ahora voy á entrar en la descripción de cada una de estas regio- nes; pero como esta lección la he alargado ocupando la atención de Vds. con cosas muy serias, y que por otra parte no podríamos ir muy lejos, me detendré aquí, aplazándolos para la sesión próxima. El resumen de nuestra presente lección es: que el método esperi- mental que ahora debe emplearse para estudiar las funciones del ce- rebro es el mismo que conviene para la psicología; cuyo método con- siste en una doble observación, la observación por los sentidos hecha sobre todos los individuos de la especie humana, y aun sobre los ani- males , y la observación de sí mismo, hecha reparando no solo aque- llos de nuestros órganos que pueden alcanzar nuestros sentidos, si- no también lo que se pasa en nuestro pensamiento, nuestros senti- mientos y nuestros instintos. Esta observación es la que principió á dar nacimiento á la frenología; esta observación fué la que, aunque incompleta, habia producido ya los trabajos de la escuela de Edim- burgo; pero la frenología rectifica los descubrimientos que se hicieron sin base orgánica suficiente, refiriéndolos á órganos. Por mas que se quiera colocar lo que se aprende por los sentidos en un lugar mas in- ferior á lo que es el resultado de la meditación, esta preeminencia de la observación interior no tiene ningún fundamento ; son dos do- minios de los cuales cada uno tiene su valor , pero que se tocan y se confunden. En efecto, la observación de sí mismo, que quieren pre- ferir á la observación por los sentidos, no es posible sin la observa- ción por los sentidos, pues que no nos conoceríamos si no nos obser- — 93 — vasemos con (dios, en relación con todos los otros cuerpos de la natu- raleza. Por consiguiente, como ven Vds., una de estas observaciones es tan noble como la otra, y los psicólogos hacen mal de tomar un to- no imperioso y cortante para prohibir á los fisiólogos penetrar en el análisis de las funciones del entendimiento......Los fisiólogos se ven precisados á ello y no podrían evitarlo aun cuando quisiesen obedecer, como precisamente los psicólogos ya no pueden pasarse sin órganos. Los mas sutiles metaf ísicos se ven obligados á cada instan- te á hablar del cerebro y de los sentidos, y tener en cuenta los fenó- menos que guardan relación con la sensibilidad y con las pasiones, para poder distinguir lo que consideran como esclusivamente del do- minio intelectual. Estos dos estudios están ligados; el uno no puede existir sin el otro, el uno no puede marchar sin el otro. Tan luego como el psicólogo pierde completamente de vista los productos de las percepciones sensitivas, cae en el vacío , y se estravía en un mun- do imaginario. &3$®H(!K! wm Señores: Hoy entramos en el pormenor de las facultades cuyo asiento es el cerebro. Principiaremos por los instintos, con el sentimiento de no poder indicar las partes del encéfalo que corresponden á la acción de las visceras interiores. Ya me he esplicado sobre el particular. Los instintos están mas en relación con las visceras que los sentimientos, y estos lo están mas que las facultades intelectuales; de manera que es necesario que estas facultades conmuevan los sentimientos y los instintos para producir acciones, á lo menos en la mayor parte de los casos. Los instintos se componen de un sistema nervioso intracraniano y de otro sistema nervioso estracraniano, que va á corresponder en los órganos, de modo que cuando los sistemas nerviosos instintivos es- tán en acción en el cerebro, los sistemas nerviosos viscerales que les corresponden lo conmueven. De la misma manera, cuando los siste- mas nerviosos viscerales son primeramente escitados, su escitacion se repite en los sistemas nerviosos intracranianos que les correspon- den. Pero como las visceras no están multiplicadas en proporción de los instintos, no puede decirse que cada instinto tenga un sistema nervioso particular que le corresponda. Los instintos conmueven pues en general las visceras, unos mas, otros menos, y cada uno de una manera diferente. Así pues, cuando hacen esperimentar emociones; unos sienten algún movimiento en el corazón, otros en el estómago, otros en los pulmones, otros en los intestinos, otros en la piel, &c, Pero, entre todos los instintos, el que tiene relaciones mas manifies- tas y directas con un sistema nervioso esterior, es sin contradicción alguna el de la generación. Aunque algunos frenólogos principian la historia de los instintos por el de la alinientividad ó alimentación, y otros por el de la con- servación propiamente dicho, ó amor de la vida, sin embargo, co- — 96 — mo ambos corresponden alas masas laterales, á los lóbulos medios- los dejamos para cuando lleguemos al examen de las funciones de este lóbulo. Seguiré el método de Gall, que consiste en principiar por el ins- tinto de la generación. También me inclina á ello la consideración ya emitida por este fundador de la frenología, de que la generación debe preceder á las demás funciones, porque tiende á la conserva- ción de la especie, mientras que los otros no tienen por objeto mas que la conservación del individuo. Sé que este es un argumento que puede atacarse, diciéndome: "Principia por establecer la razón de ,,la existencia del individuo, y después hazlo reproducirse." Pero no quiero argumentar para sostener este punto, porque tengo otra ra- zón , y es que el cerebelo, admitido como el asiento del instinto ge- nerador, es un órgano del todo separado; que conviene analizarlo de una manera particular, y no interrumpir el estudio del cerebro para volver á él. El instinto generador fué designado por Gall bajo el nombre de amor físico, ó de amor de los sexos, instinto de la reproducción ó de la propagación; Spurzheim le dio el nombre de amatividad, y ambos lo atribuyeron al cerebelo. Este es una especie de cerebro pe- queño , de donde tal vez le viene el nombre; está como el cerebro, compuesto de dos lóbulos que constituyen una esfera irregular y co- munica con un centro con aquel; en estado fresco se desprende com- pletamente de la masa del cerebro, escepto una prominencia situada hacia la base de esta misma masa, y que es el punto de comunica- ción entre el cerebro, el cerebelo y la médula oblongada; según Chaussier, esta prominencia se llama protuberancia anular, puente de Varolio ó mesoséfalo. El cerebelo es un compuesto de sustancia ceni- cienta y de sustancia blanca; está situado en las cavidades inferio- res del hueco occipital, mas abajo de un repliegue de la dura-mater, que se llama tienta del cerebelo; al esterior se manifiesta por dos pro- minencias , y está separado del cerebro no solo en el interior por la tienta del cerebelo, sino al esterior por una eminencia huesosa for- mada á espensas del hueso occipital, y en la cual está contenido el se- no transverso, de modo que no debe confundirse la eminencia hueso- sa que puede formar esta cresta transversa del occipital, con la que pertenece al cerebelo. En estado vivo y en el de cadáver fresco , la región del cerebelo está cubierta con los músculos de la parte posterior del cuello ; sin embargo es fácil conocer su volumen por el ancho y elevación de la nuca, de la parte superior y posterior del cuello y de la parte infe- rior y posterior de la cabeza. Es necesario observar que, la tal an- chura podría depender de otros órganos que están á los lados; pero aquí se trata del ancho que depende de la parte media, y no de lo que podría ser el resultado de los órganos situados en las partes la- terales y detrás de las orejas. El cerebelo es el órgano del instinto de la generación. Nadie sos tendrá que la inclinación á propagarse , ó el instinto de la genera- ción, sea un producto artificial de la voluntad, del entendimiento, de la educación ó de una influencia oterior cualquiera. Así pues, no — 97 — hle detendré en probar que este instinto es una fuerza independien- te , una inclinación propia que existe por sí misma. Tampoco espon- dré su historia natural, que, por otro lado, es suficientemente cono- cida por todo el mundo, y porque también entraría en pormenores casi inagotables. Pasaré pues á lo esencial, empezando ^pors hacer concebir á Vds. el como se le ocurrió á Gall esta idea tan estraña á los principios fisiológicos como á la opinión general. Historia del descubrimiento que el cerebelo es el órgano del instinto de la propagación.—"Una viuda joven, dice Gall, se vio atacada, algún tiempo después de la muerte de su marido, de melancolía y violentas convulsiones. Precedían á estos accesos una tirantez y un sentimiento de calor muy desagradables en la nuca. Después caia al suelo tiesa, hasta que al fin la nuca y la columna vertebral se retira- ban violentamente hacia atrás. Jamás dejaba la crisis de terminarse por una evacuación que tenia lugar con los estremecimientos de la voluptuosidad, y con un verdadero éxtasis; después de lo cual queda- ba buena y sin ataques durante algún tiempo. "Varias veces, continúa el misino , le sostuve la nuca con la palma de la mano, durante los accesos, y en ella sentía un calor muy vivo; pero lo que sobre todo noté fué una prominencia encorbada muy con- siderable. Mas tarde me confesó esta señora que desde su niñez le habia sido imposible resistir á cierta necesidad imperiosa, y que en los momentos en que sus deseos eran mas ardientes, la tensión y el calor fuerte en la nuca la incomodaban mas. "Tales circunstancias despertaron mi atención; recordé haber observado síntomas semejantes en casos iguales, y no tardé en saber que las personas de temperamento muy ardiente esperimentan en la nuca una tensión y una sensación de calor en ciertas ocasiones, so- bre todo después de las emisiones escesivas é inconsideradas, ó des- pués de una continencia prolongada. Ya Van-de-Haar habia llamado la atención de los médicos sobre la conexión que existe entre ciertas afecciones enfermizas de las par- tes genitales, de los movimientos convulsivos y de los latidos de los músculos acompañados de dolores y de sentimientos de calor en la nuca. "Tissot ha hecho observaciones del mismo genero. "Habia, dice, „un relojero de diez y siete años, que cada vez que provocaba una ,,eyaculacion por el onanismo, perdía el conocimiento por algunos ,,instantes, y esperimentaba movimientos convulsivos de la cabeza, ,,que se retiraba violentamente hacia atrás, hinchándosele el pescue- ,,zo. Durante estos accesos, que acabaron por ser habituales en él, ,,sentía agudos dolores en la parte posterior del cuello, resultando al ,,fin una debilidad suma de los músculos estensores del pescuezo. ,,Las mismas causas produgeron en otro individuo una parálisis com- ,,pleta de estos mismos músculos, de manera que el enfermo dejaba ,,inclinar constantemente la cabeza sobre el pecho." "Preparado como estaba por mis descubrimientos precedentes, no se me escapó la idea que podía existir muy bien una conexión en- tre las funciones del amor físico y las partes cerebrales colocadas en la nuca, y en poco tiempo recojí un número prodigioso ríe hechos en apoyo de esta idea." — 9.T — Habiendo descrito ya el cerebelo y la historia del descubrimiento de sus funciones, daré ahora algunos datos para conocerlo al este- rior. Varios sabios pretenden (pie no puede juzgarse el tamaño del cerebelo en el homhre vivo; pues, dicen, desde la eminencia que se siente casi inmediatamente mas arriba del hoyito del pescuezo , has- ta el agujero occipital, es imposible tocar el cráneo. Pero precisa- mente en este punto es donde se separan los dos lóbulos del cerebe- lo , y dejan entre sí un intervalo en el cual está colocada la porción inferior de la parte vertical de la spina cruciata; y por esta razón no se oculta la forma del cerebelo. Casi á media pulgada lateralmente, la parte posterior inferior del occipital se encorba hacia el borde pos- terior de la apofise mastoidea. Por consiguiente , mientras mas con- vexa es esta prominencia, mas desciende hacia la nuca, mas se en- sancha hacia las orejas, y por consiguiente mas grande es el cerebe- lo ; en este caso , la nuca es ancha y fuerte y el pescuezo redondo y ancho detrás de las orejas. Cuando al contrario, el cerebelo está po- co desarrollado, son chatas estas partes, estrechas y hundidas; la nu- ca tendrá poco ancho entre las apofises mastoideas, y el pescuezo, aunque grueso al salir del tronco, lucirá estrecho en el intervalo de una apofise mastoidea á otra. Creo que esto basta para poner á Vds. en el caso de juzgar del desarrollo mas ó menos considerable del cerebelo. Ahora seguiré dán- doles algunas pruebas mas sobre la posibilidad de que el instinto ge- nésico resida en esta parte de la cabeza. Pruebas sacadas en el estado de salud de que el cerebelo es el órgano del instinto de la generación.—En los animales cuya propagación no se efectúa por el concurso de los dos sexos, no se descubre nada que parezca un cerebelo, y al contrario, en todos aquellos que se ayun- tan, se encuentra una parte cerebral situada inmediatamente mas ar- riba de la médula espinal, parte que reemplaza el cerebelo de que están dotados los animales mas perfectos. Si fuese posible demostrar que esta conformación tiene lugar sin escepcion en los animales mas pequeños, sea terrestres ó acuáticos, bastaría esta única circunstancia para establecer que el cerebelo es el órgano del instinto de la propagación. Apenas la fuerza de los hechos sugirió á Gall sus ideas sobre las funciones del cerebelo, cuando se le ocurrió la dificultad siguiente: Las plantas se propagan, luego no se necesita ninguna parle cerebral para que se efectúe el acto de la propagación. Mas es necesario distin- guir, lo que en la propagación pertenece á la vida puramente orgá- nica , de lo que pertenece á la vida animal. La vida orgánica forma los principios de seres de su especie y ve- rifica la fecundación y el desarrollo sin conciencia y sin participa- ción del individuo. La vida animal hace, de esta función sin concien- cia, una función acompañada de conciencia, cuya función se convier- te en una necesidad, una inclinación sumamente activa, y el satisfa- cerla, produce el sentimiento de la voluptuosidad. En los animales mas perfectos se hallan reunidas estas dos fun funciones. La orgánica está en relación con la animal, de ma- nera , sin embargo, que en el a — dintintamente. El cerebelo adquiere lodo su desaliedlo hacia los diez y ocho ó veinte y sois años. El doctor Gall asegura (pie en sus numerosas disecciones del ce- rebro , escopto en algunos casos cstraordinarios, jamás encontró, has- ta la edad de diez y seis á veinte años, la misma proporción entre el cerebelo y el cerebro sino en los adultos. Es fácil comprobar la ver- dad de este hecho, comparando los cráneos de los muchachos de am- bos sexos con los de los hombres y las mujeres. ¡Cuanta diferencia no existe entre el de un muchacho de diez años y el de un niño recien nacido! En este, la base del cráneo es todavía muy estrecha; lasapo- fises mastoideas están aun muy aproximadas una á otra y las pro- tuberancias occipitales no abultan nada, sino están muy chatas. Al segundo año las apofises mastoideas se separan mas y las fosas oc- cipitales se ahuecan, cuyos cambios son mas sensibles en el cráneo del muchacho de diez á doce años. Volviendo hacia sí la base del crá- neo de un individuo impúber, al instante se ve que la distancia de una apofise mastoidea á otra, distancia que determina el diámetro del cerebelo, es mucho menor que la de un parietal á otro. En el adulto, al contrario, las dos distancias son de ordinario casi iguales: así es que estos hechos determinaron á Mr. Chaussier á convenir en que el cerebelo no se desarrolla sino en la edad de la adolescencia. Al acercarse la vejez disminuye laturjescencia nerviosa del cere- belo , y en la misma proporción, el hombre y la mujer poco á poco se hacen mas estraños ásu destino, hasta que al fin, tanto el uno como la otro se hallan aislados y sin objeto. La naturaleza no sigue una marcha uniforme en el desarrollo del cerebelo. Sabida es la influencia del clima sobre la época en que los dos sexos son capaces del acto de la generación; pero también exis- ten grandes diferencias bajo este aspecto de individuo á individuo, en el mismo lugar y en la misma familia. En tal muchacho se descu- bre la inclinación al bello sexo desde la edad de tres á cuatro años, y en otros este instinto duerme hasta los catorce ó los quince. La misma diferencia se manifiesta en la vejez. Algunos indivi- duos pierden la potencia viril á los cuarenta años, y en otros hace oír el canto del cisne á los setenta y aun á los ochenta. No es estraño que el instinto de la propagación se manifieste an- tes de la edad ordinaria del modo mas pronunciado. He visto niños muy tiernos satisfacerlo con las mujeres, cuyo fenómeno no puede atribuirse al desarrollo de las partes sexuales, pues se ven muchos jóvenes y muchachas completamente formados bajo todos aspectos, esperar con tranquilidad la época natural de esa inclinación. El doc- tor Gall refiere haber visto un niño de diez años preso en una casa de corrección de Leipzig, por haber violado una muchacha. En Paris vio al hijo de una mulata que á la edad de menos de tres años, se lanzaba no solo sobre las niñas , sino sobre las mujeres, intimán- doles con audacia y obstinación satisfaciesen sus deseos , sintiendo en las partes sexuales, que no se habían desarrollado prematuramen- te , sino que eran de dimensiones proporcionadas á su edad, mas que momentáneas erecciones. Como estaba rodeado de mujeres que se prestaban á satisfacer sus deseos, como un juego picante para — 101 — ellas por su rareza, murió de consunción antes de haber llegado al fin de sus cuatro años. Tenia el cerebelo estraordinariamente desarro- llado y lo demás de la cabeza era de dimensiones conformes a su edad , de modo que, bajo otros aspectos, solo era un muchacho mal criado. Realmente admira que los médicos y los naturalistas jamás hayan buscado el asiento de la inclinación á los placeres del amor en otra región que en las partes sexuales. Todos los dias vemos muchachos y muchachas de tres, cuatro y cinco años, entregarse con furor al onanismo , sin espeler el menor fluido y sin que el desarrollo de sus partes haga sospechar una inclinación á este vicio. En los ancianos sucede algo semejante á lo que pasa en los niños; sus partes sexua- les están ya paralizadas, y sin embargo siguen siendo presa de los deseos mas desenfrenados. Los hechos que acabo de citar de niños cuyas partes sexuales es- taban ó no desarrolladas, y que no solo sentían el impulso del ins- tinto de la propagación , sino que también estaban dotados de la fa- cultad de ejercer el coito y en los cuales solo el cerebelo habia ad- quirido un desarrollo prematuro, prueban hasta la evidencia que es necesario buscar el asiento del instinto de la propagación , no en las partes genitales sino en el cerebelo. La energía de este instinto se encuentra, en los adultos, en una relación directa con el desarrollo del cerebelo. Hay hombres y mujeres que no desempeñan el acto de la coha- bitación sino por deber, inspirándoles repugnancia y disgusto el coito. Los que son muy aficionados á él, aparecen á su vista como personas sensuales , mucho mas inferiores que los brutos. En estos hombres y mujeres no se nota la menor diferencia de las partes ge- nitales por la cual se distinguen de los otros individuos; pero en estos casos siempre hay débil desarrollo del cerebelo. El barón Larrey enseñó á Gall un soldado cuya antipatía hacia las mujeres habia degenerado en monomanía. El aspecto de una de ellas producía en él violentas convulsiones, y casi lo enfurecía. El doctor Spurzheim vio un ejemplo igual en Inglaterra, y en uno y otro caso el desarrollo del cerebelo era casi nulo. Algunos^ han re- plicado que un órgano no puede producir efectos opuestos a sus fun- ciones ; pero siendo el estómago el órgano del apetito, ¿no sucede muchas veces que con motivo de una afección enfermiza de esta vis- cera , esperimentamos repugnancia para todos los alimentos ? "Un „médico de Viena , dice'Gall, dotado de talentos muy distinguidos, ,,mostraba una antipatía marcada á las mujeres , singularidad que, al principio, atribuimos á su afición á la soledad. Algunos anos 'después murió de tisis pulmonar , y en su cráneo , aunque muy vo- luminoso , el espacio del cerebelo era snmamente pequeño ; la dis- tancia de una apofise mastoidea á otra apenas era de tres pulgadas; 'las protuberancias occipitales en lugar de estar encorbadas , pre- sentaban una superficie del todo chata y aun en parte deprimida, „lo cual les daba un aspecto desigual. "En un abate francés que vivía en Viena admirábamos una con- „tinencia ejemplar y una conducta singularmente reservada con las - 10'J — ,,señoras; le gustaba la modistura como á una mujer y pasaba el día ,,en ir de una sociedad á otra. Murió y su cráneo es uno de los que ,,conservo como ejemplo de un desarrollo muy débil del cerebelo. Las ,,protuberancias occipilantes son tan chatas, (pie parece haberse cor- ,,tado la parte inferior del occipital." Esta misma organización he encontrado hasta aquí en todas las personas á quienes la naturaleza negó enteramente , ó á quienes concedió en débil grado la necesi- dad del amor físico y el placer durante el acto venéreo. Varios son los jóvenes que conozco , que siempre me han confesado sentir gran repugnancia hacia la cópula , sin dejar por eso de complacerse en la sociedad de las mujeres y gustarles mucho la modistura , así como el ser halagados por ellas. Estos son los hombres que la naturaleza llama al celibato. Observaciones generales sobre el órgano del instinto de la propa- gación , y sobre el mismo instinto en estado de salud.—Los griegos, los árabes y algunos escritores modernos han considerado el cerebe- lo como el asiento de la memoria. Willis deducía el talento músico de la suavidad de su estructura, y Malacarne determina el grado de las facultades intelectuales según el número de sus láminas. Mr. Por- tal cree que el cerebelo segrega los espíritus animales , ó que está destinado á desempeñar las funciones del cerebro en caso que este enferme. Reil lo considera como una pila voltaica y varios fisiólogos dicen que es el origen de la vida orgánica : hipótesis todas que no están apoyadas en ningún hecho. La fuerza del instinto de la propagación como todo lo demás, no guarda ninguna proporción con la fecundidad , así como tampoco la hay entre el desarrollo del cerebelo y el de las partes sexuales. Es indudable que el órgano del instinto de la propagación hace distinguir á cada animal el macho y la hembra de su especie y aun en ciertos casos podría admitirse que establece en la naturaleza una paz general entre todo lo que es macho y todo lo que es hembra. Sa- bido es que muchos animales machos, sobre todo los monos, los perros, los caballos y los loros, deponen su maldad habitual y hasta olvidan su cólera en presencia de las mujeres. Las hembras', al contrario, parecen preferir á los hombres. Se han visto toros furio- sos que habían resistido á los hombres y á los perros , ceder á una mujer armada de un simple látigo. Dice Gall que una ocasión , pa- seándose en un prado con una señora, tuvo mucho trabajo en liber- tarla del furor de una vaca. Mas tarde supo que esta misma vaca tenia un odio indomable á las mujeres. Tal vez pensarán ustedes que no puede admitirse un órgano del instinto de la propagación en el cerebro porque en muchos animales la actividad de este instinto está circunscrita á ciertos periodos , y que en ellos, unas veces parece del todo inerte y otras domina im- periosamente al animal; pero en varios casos, esta objeccion seria aplicable también á las partes sexuales; y por lo demás , hay otros muchos instintos que duermen en ciertas estaciones y que despier- tan en otras; pero sin embargo, su órgano existe siempre en el ce- rebro. Este fenómeno puede esplicarse en favor de la idea de que el cerebelo es el órgano del instinto de la propagación. El doctor — 103 — Gall dice haber reunido muchas cabezas de pájaros al principio de la primavera, época de sus mas ardientes amores; y otras tantas al principio del invierno , época en que se aniquila todo lo concerniente á la generación. En las que reunió en la primavera, el cerebelo era mas ancho y mas turjescente, y los cráneos tenian mas ánchala pro- minencia que le corresponde que en los que recogió al principio del invierno. En la primavera, todas las partes que están al rededor de la nuca reciben con abundancia el aflujo de sangre y una turjecencia nervio- sa propia. La garganta se desarrolla, y en general las partes per- manecen en un fuerte estado de irritación todo el tiempo de los amo- res. En la hembra del camello, se forma en esta época un tumor que supura ó desprende un licor de un olor muy fuerte. Todo esto prueba que los testículos y los ovarios no son las únicas partes que, en el periodo del descanso del instinto de la propagación, disminu- yen , y que, en la estación de los amores, recobran mas plenitud. De todos estos hechos, y de la multitud de observaciones que se han verificado sobre las enfermedades del cerebelo, las de los órga- nos genitales, las castraciones &c., concluyo que existe una reac- ción recíproca entre el cerebelo y las partes que le rodean inmedia- tamente, así como entre él y las mismas partes sexuales. xasojiaít • Senores: Aoy seguiremos nuestra disertación sobre el cerebelo empezada en la anterior lección. Bien quisiera no distraer la atención de Vds. tanto tiempo sobre el mismo asunto; pero no es posible dejar de es- tenderse en materia tan importante, y sobre la cual existen tantas opiniones contrarias: así pues reclamo la paciencia de Vds. por algu- nos momentos. Además de los hechos consignados en la lección anterior, diré hoy que Gall notó que las enfermedades irritativas del cerebelo habían mantenido los órganos de la generación en un estado mórbido de es- citacion, lo cual es ciertísimo. Mr. Serré ha hecho la misma obser- vación, y otros varios observadores dignos de fé y de confianza han referido casos del todo análogos. Se han citado otros hechos contra- dictorios , diciendo: que la inercia de estos órganos genitales habia coincidido con otras enfermedades del cerebelo, como tumores es- quirrosos y tubérculos. ¿Y quien no sabe que las enfermedades cróni- cas hacen perder á los órganos su ejercicio? Basta tener una tintura de medicina para convencerse de esta verdad; por consiguiente, de una enfermedad del cerebelo, que al principio presentaba caratéres inflamatorios con escitacion de los músculos y de la función genésica, puede resultar una degeneración que sumerja al órgano en la inercia y destruya esta escitacion. Semejantes objecciones no tienen pues gran valor; por otra parto, sin violentarlos hechos, sin atormentar- se la cabeza, y sin acudir á los sofismas, .¿quien ignora que una es- citacion moderada del cerebro exalta los movimientos intelectuales, los sentimientos, &,<:, y que una escitacion mas fuerte, que arrastre la congestión, los paraliza? ¿Por qué repugnarán que el cerebelo ir- ritado en ciertas medidas, aumente la actividad de los órganos ¡je. nitales, y que mas tarde, congestionado hasta el esceso, los paralice? Esto debe v no puede ser de otro modo; pero los adversario, de una 14 — ((>(> doctrina sacan partido de todos los hechos que les parecen poder de bilitar su valor. También se ha dicho que las escitaciones estraordinarias y mor bidas de los órganos genitales coincidían ó estaban en relación con las enfermedades de la médula espinal, lo (pie concibo muy fácilmen- te, pues los nervios que comunican el sentimiento y la actividad á los órganos genitales no se dirigen inmediatamente del cerebelo á estos órganos, sino que descienden por la médula espinal. Si la mé- dula está irritada, ¿por qué, pues, estos nervios no habían de irritar los. órganos genitales? Esto se concibe fácilmente, y pueden encon- trarse las pruebas en la interesante obra de Mr. Ollivier d'Angers, así como en los esperimentos del Dr. Sígalas, que provocó la eya- culacion en los curíeles, irritándoles la médula en la región lombaí. Un tronco nervioso irritado produce también la escitacion de todas las partes donde se distribuyen los ramos nerviosos que do él se des- prenden. Así, pues, vemos que estas objecciones tienen muy poco valor y nada pueden contra la observación empírica que diariaineute se repite. Gall llevó la intrepidez de sus aserciones hasta el punto de decir que el desarrollo de los órganos genitales en nada coincidía con su actividad, y que podían estar inertes, aunque muy desarrollados, si el cerebelo era débil. El Dr. Broussais se negó, dice, á la admisión de este hecho, pero la esperiencia se lo probó. Consultó la inercia de los órganos genitales, en el hombre, con un desarrollo muy con- siderable de estos órganos; pero el cerebelo estaba deprimido. Tam- bién se convenció dolo contrario en condiciones opuestas, hasta el punto que no le quedó ninguna duda. Puedo asegurar que no ha si- do aturdidamente, ni sin reflexión, ni sin multitud de observacio- nes que tantos ilustres personajes de Europa y América han toma- do parte en favor de la frenología, sino que multiplicaron, cuanto les fué posible, las observaciones, antes de ponerse al frente. Sin embargo, esplicaré á Vds. el modo con que el cerebelo obra en la función genital, que parece la principal de este órgano, csfoi* zándome cuanto lo permitan mis débiles-medios en hacerlo cumpli- damente. Sin duda que las ideas relativas á la generación no son la obra del cerebelo, sino pertenecen á sus órganos propios, cuyo hecho es bien apreciable en los animales. Muchos de ellos, cuyas ideas son muy obtusas, no dejan de tener una inclinación generadora muy pro- nunciada. No deben pues atribuirse al cerebelo las ideas eróticas, sino el modo con que escita el cerebro, llamando estas ideas en el hombre, y entreteniéndolas porque poco á poco se ha puesto en rela- ción con ellas. Cuando las percepciones de los sentidos han llegado á la inteligencia, se asocian con el cerebelo á medida ouc este órgano se desarrolla, asi como otras ideas se asocian con otras inclinaciones. El cerebelo parece escitar primitivamente los órganos genitales ala secreción y á la erección, cuando se presenta el desarrollo de la pubertad, porque le vemos crecer antes que los órganos genitales au- menten de volumen. Así pues, él es el que los pone en acción, que los impele al desarrollo, que los escita, en una palabra, á losdos fe- — 107 — liúnieiios de donde depende su acción, la secreción del fluido prolifi- i-o y la erección. Pero también escita á la par el aparato encefálico, y por consiguiente obra necesariamente en dos direcciones, pues las ideas relativas á la generación toman otro aspecto, cuando se des- arrolla el cerebelo, y que antes no tenian. Además, el cerebelo reci- be la escitacion de los órganos genitales que depende de la doble causa que acabo de señalar, la secreción y la erección, en lo cual hay reciprocidad. Se concibe que la escitacion genital puede empe- zar por la imaginación, por la percepción del objeto, ó empezar en los mismos órganos generadores, sobre lo cual me abstengo de todo pormenor. En este último caso, tan luego como estos órganos están escitados, comunican la acción al cerebelo, que obra sobre el cere- bro , ó si no á este, (pie escita á su vez á aquel. El cerebelo so mantiene en su grado normal de desarrollo, por la persistencia de la acción genital; si llegan á desaparecer los órganos genitales, sobre todo el secretor, que es el fundamento de esta fun- ción, disminuye el cerebelo, cuyo hecho lo vemos comprobado en la castración, pues este órgano se deprime, la base de la cabeza se estrecha, y lo demás conserva poco á poco sus dimensiones. Cuando al toro lo hacen buey, se le estrecha sensiblemente la nuca; sin em- bargo, este encojimiento no llega al grado en que se observa cuande se ha practicado la castración antes del desarrollo de los órganos ge- nitales y del cerebelo; y también el aparato muscular conserva mas volumen y energía en los animales castrados después de la evolución de los órganos genitales, que en aquellos que lo fueron antes. Es;e es un hecho ya observado , y del cual se saca partido ahora. Si se quiere tener un caballo fuerte, por ejemplo, no se le somete á la operación (pac lo constituye capón, sino después que se ha desarro- llado completamente. Entonces jamás la depresiou de la nuca es tan considerable como si la operación se hubiese hecho antes del des- arrollo genésico, aunque haya tenido lugar de una manera muy sen- sible. De aquí resulta, por consecuencia necesaria, que mientras (pie los órganos genitales conservan su acción, el cerebelo se mantie- ne en su volumen normal, y (pie, cuando se sustraen y que esta ac- ción desaparece, perdiendo también su actividad el cerebelo y los músculos, esperimentan una disminución de volumen. He aquí otro hecho bien importante, y (pie considero de interés para Vds., porque de él so ha sacado partido en pro y en contra de la opinión de que se trata. Cuando, en el hombre, el cerebelo y los órganos genitales se han desarrollado completamente, si sobreviene la castración, suS)s'isten las ideas eróticas, mientras (pie no apare- cen si la operación se practicó antes de la pubertad. Todo el mundo sabe (pie, en los países en (pie las costumbres toleran esta mutila- ción, ciertos eunucos no dejan do inclinarse al sexo opuesto, cuando la castración tuvo lugar después de un desarrollo completo. Javenal cuenta que las señoras romanas no maudabau mutilar á los jóvenes escogidos en sus baños, y de los cuales se proponían abusar, sino de.-,- pues°del desarrollo completo de la pubertad: habiendo adquirido el cerebelo en esta época todo su desarrollo, modificaba los demás ór- ganos del encéfalo de tal manera, (pie las abas eróticas no desapa- — 10.* — recian completamente, v que podia tener efecto la erección sin la se- creción. Con este motivo citaré á Vds. una observación á la vez fisioló- gica y patológica, y que merece tenerse en cuenta. La irritación eró- tica, cuando se ha abusado largo tiempo de ella, establece un mo- do de acción, una especie de sensación que de la voluptuosidad tien- de al dolor, ó mejor dicho, una voluptuosidad dolorosa, en los ner- vios de todo el aparato generador, en los de los órganos vecinos y aun en todos los músculos lombares y femorales. Esta perversión de la sensibilidad no cesa de hacer progresos y llega á un aniquilamien- to considerable de la potencia muscular de esas regiones, y la espe- cie de semi-paraplegia que resulta es muchas veces incurable. Ahora es tiempo de ofrecerles algunos ejemplos. Compárense los retratos de Carlos XII, de Newton y de Kant, con los de Pirón y Mirabeau, uno y otro muy sensuales; el de Nicolás Chorier, autor de la obra titulada: Meursii elegantiee laiini sermonis, traducida al francés con el título de Academia de las señoras; y del Aretin, tan voluptuoso como mordaz; el de Francisco I, que acostumbraba de- cir: que una corte sin mujeres era un año sin primavera, y una prima- vera sin rosas. Los antiguos escultores le ponen la nuca muy ancha y fuerte á Epicuro, en lo cual no tenian sin duda la intención de atri- duirle las fuerzas de Hércules. En la sociedad pueden comprobarse diariamente estas observaciones. Cuando el cerebelo adquiere un desarrollo escesivo, hasta el punto que la nuca forma, de arriba abajo, una especie de bolsa an- cha y abultada, el instinto debe adquirir también una fuerza de im- pulsión desordenada. En este caso, cuando los motivos de un orden superior, y las cualidades y facultades eminentes no vienen al ausilio de los individuos así organizados, los goces con el otro sexo, confor- me á las intenciones de la naturaleza, no bastan para satisfacer sus deseos , y les parecen insípidos; solo arden en un fuego semejante á aquel á que de ordinario se ven reducidos, por la reclusión, los miem- bros de las numerosas comunidades de un mismo sexo. No he dejado de observar varios hombres y mujeres esclaviza- dos por este gusto depravado. La nuca aáhcha y abultada hiere sobre todo en las mujeres. Casi todas las que se entregan á esta inclina- ción, tienen, al mismo tiempo, una constitución robusta y varonil. Los hombres, al contrario, tienen un físico afeminado, los miem- bros pulidos, gordos y pequeños, y las tetillas muy aparentes. Los antiguos historiadores dicen de N eron, entregado á las voluptuosida- des mas repugnantes: "que sus inclinaciones estaban pintadas en su rostro; que tenia los ojos chicos y rodeados de gordura, el pescuezo gordo, el vientre grande y las piernas delgadas; que sus cabellos ru- bios y su cara, mas bien delicada que majestuosa, le hacían descu- brir desde luego por un afeminado." Sin embargo, hay algunas es- cepciones á esta regla. Auxiliares.—Según estos hechos , podemos establecer cuales son estos órganos que favorecen la acción del que nos hemos ocupado en esta lección y la anterior, y los que tienden á debilitarla. Este método lo seguiré en el examen do todos los órganos (pie puedan — 109 — prestarse á este género de aproximaciones. Al mostrar á ustedes los ejemplos positivos y los negativos , he señalado los órganos que favorecen al de la generación y los que lo combaten ; pero los resu- miré ahora. Los que favorecen la acción del que estudiamos , son: primeramente todas las afecciones dulces , la amistad , el apego , y sobre todo el amor á los niños. La imitación que nos obliga á hacer lo que vemos hacer á los otros , la alegría, la idealidad ó imagina- ción , la considerable actividad de los órganos de recepción, y sobre todo la música y la benevolencia : todo ésto presta fuerzas , como vulgarmente se dice , á la tentación. Antagonistas.—Las inclinaciones y las facultades que se oponen á la acción de nuestro órgano, son : la cólera, el odio, la astucia y la circunspección; porque éstos últimos , obligan al hombre á refle- xionar , y en este tiempo disminuye la acción del instinto de la pro- pagación. Agregúese el órgano de la propiedad : es notable que casi todos los avaros son indiferentes al bello sexo. Los mayores enemi- gos de esta función son la vergüenza unida á la poca confianza en sí, cuando ambas disposiciones coinciden en un grado muy marcado. La poca confianza en sí mismo produce muchas impotencias relati- vas , es decir, que solo tienen lugar en ciertas circunstancias y que pueden encontrarse con una facultad genésica bien fuerte. El doctor Broussais asegura haber sacado gran partido del estudio del sistema de Gall en el diagnóstico de las anafrodisias, y dice que á la prime- ra ojeada conoce las personas en quienes la impotencia es relativa por la debilidad del valor y del amor de sí, unida al desarrollo del ór- gano de la credulidad ó de las ilusiones. Tales son los hombres á quienes se los hace creer que tienen en sus órganos genitales defec- tos que no existen, cuya creencia traduciremos por la espresion de impotencia relativa. Las condiciones opuestas no son menos notables al observador ; pues los hombres que tienen mucho orgullo, gozan siempre de sus medios cualesquiera que sean. No es pues sin motivo que los fatuos, los presuntuosos y aun los tontos tienen renombre entre las damas. Es curioso comprobar la relación ó conexión que hay entre estas opiniones vulgarmente esparcidas en la sociedad, con la anatomía y la fisiología del cerebro. Por otra parte , y bajo el aspecto puramente intelectual, no es menos cierto que el poder genésico se debilita por el ejercicio soste- nido de la reflexión , de la investigación de las causas y de la medi- tación ; por el estudio exagerado de las matemáticas , y por todos los trabajos que tienden á atraer las fuerzas nerviosas hacia los ór- ganos del pensamiento. El esceso del orden y de la medida no es favorable á las funciones del cerebelo; los hombres muy arreglados, estremadamente metódicos , hallan en esta disposición una especie de contrapeso que los preserva de los estravíos que pudiera inspi- rarles este órgano. Sin embargo, algunas veces es tan predominan- te , que triunfa de estos obstáculos; pero si no lo es mucho, es fá- cilmente comprimido por otros órganos. Estas influencias pueden observarse en los dos sexos, pero mas particularmente en las muje- res , para quienes el celibato es , en general, menos penoso que para los hombres. En una palabra, todas las pasiones que tienden al — 110 — egoísmo, todo lo (pie inclina á la reflexión y á la meditación, sumi- nistra el correctivo de los abusos que puede producir el esceso de la inclinación genésica ; mientras que la alegría , la disipación , la pre- sunción, el orgullo , la ociosidad , la imaginación y el alejamiento de todo trabajo intelectual contribuye á darle actividad. Veamos cuáles sondas consecuencias de los escesos que tienden á producir el gran desarrollo del cerebelo : primero traen dichos esce- sos el aniquilamiento de la acción nerviosa mucho mas que la acti- vidad estraordinaria de cualquiera otra clase de inclinación , porque el acto generador es convulsivo ; debilita prodigiosamente la fuerza ' de locomoción y al mismo tiempo la energía de las facultades inte- lectuales, de manera que es una de las funciones cuyo escoso es mas perjudicial al individuo. Tienen por resultado una multitud de en- fermedades , especialmente las convulsivas , los trastornos en la cir- culación , y los desarreglos de la función digestiva. En cuanto á la moral, introducen el desorden en los negocios; pues estos escesos arrastran siempre la estupidez ó á lo menos una deplorable indo- lencia. Tales son las principales consecuencias del predominio de que se trata , las cuales no deben perderse de vista en la educación de la juventud , y los que se sienten dominados por el órgano de la gene- ración, deben recurrir desde temprano á los correctivos que he seña- lado , si no quieren esponerse á una degradación física y moral y abreviar el curso de su existencia. Defecto.—lia falta de desarrollo del órgano del amor físico per- judica á las afecciones benévolas, y ya dije que las malévolas se in- clinaban á deprimir las funciones generadoras , cuyo defecto deja predominar los sentimientos de egoísmo. En general á las personas que saben juzgar bien á los hombres, les gusta siempre ver esta in- clinación mas bien un poco predominante (pie no muy deprimida, y es indudable que ejerce una influencia favorable sobre las afecciones benévolas. Los eunucos son una prueba de esta verdad, y es prover- bial el egoísmo de esta clase de seres, en los cuales no son muy fuertes las afecciones benévolas. En el siglo en (pie vivimos no ve- mos álos eunaco.s representar papel alguno en el estado social ; pero la historia nos los ofrece (pie fueron ministros, generales de ejercito, en una palabra, persouages considerables, y casi siempre el egois- mo, la pequenez de corazón, hablando figuradamente, la falta de benevolencia, los celos y la envidia, han caracterizado á estos hom- bres de sentidos incompletos. La depravación de la inclinación genésica depende menos del predominio del cerebro de lo que comunmente so ha creído. Este gé- nero de corrupción es debido mas bien á la ausencia de los senti- mientos superiores y de las altas facultades de la inteligencia; el vi- cio de la educación lo favorece, así como el ejemplo y la ausencia ó el retiro de los sexos. Otras varias inclinaciones pueden contribuir, tales como el amor á los niños, pues estas afecciones se tocan. La inclinación á su propio sexo puede depender algunas veces, según observaciones recientes, de que se posee una parte de los sentim'Fen- tos d*?l sexo opuesto. Por ejemplo, créese que el gusto que sustituye -Hi- él hombre á la mujer, por el mismo hombre, procede del predominio de algunos órganos propios de la mujer, sobro todo en el individuo pasivo. De la misma manera, el vicio análogo en el otro sexo parece suponer una mujer que tiene de hombre, por la conformación de su encéfalo. Estas ideas no son mías, sino de un frenólogo buen obser- vador, que, según creo, y dice el Dr. Broussais, debe haberlas ya publicado. Son muy interesantes, porque repugna atribuir al instinto de la generación , que tiene un fin tan determinado y tan directo, co- mo es la aproximación de los sexos opuestos, unos vicios tan vergon- zosos , que degradan al hombro sin alcanzar el fin que se propuso la naturaleza. La inclinación genésica adquiere predominio por el ejercicio, si no se ha llevado el acto hasta el punto de agotar las fuerzas y dete- riorar los órganos: esta misma inclinación se deprime y debilita por la inacción. Es fácil comprobar este último hecho en los cenobitas y en todos los qne viven eu el estado del celibato; después de haber resistido con dificultad á esta inclinación, en la juventud, los dos sec- sos acaban por dominarla y aun por no sentirla, en una edad en que los individuos que se mantuvieron firmes, si puedo espresarme así, gozan aun de facultades generadoras bastante pronunciadas. Todo esto está en perfecta armonía con las observaciones he- chas sobre la castración; y sentamos como hecho que el órgano ge- nésico se mantiene largo tiempo en el sexo masculino, cuando se ejercita de una manera conveniente, si no existe ninguna afección or- gánica en las visceras; en lugar de que se deprime en las condicio- nes opuestas. Me he estendido en la función de que se trata porque es muy in- teresante , y en general todos los frenólogos le conceden un lugar su- mamente distinguido. En efecto, es la mas importante de todas por- que es la que conserva la especie. Por otra parte, era necesario prin- cipiar de una manera clara, á fin que comprendiesen el método que voy á seguir, y que puedan después marchar rápidamente conmigo á medida que adelantamos. iqqoqq a* II.—FILOGRNITURA. Señores¡ ^Joncluida en las dos lecciones anteriores nuestra esplicacion so- bre el instinto generador, vamos á ocuparnos ahora del que Gall de- nominó amor de la prole. La naturaleza debía asegurar, por un órgano, la existencia y la prosperidad de los seres procreados en virtud del instinto de la pro- pagación. En toda la naturaleza animada se manifiesta una inclina- ción imperiosa á cuidar de los hijos, la admiramos en el insecto, y or- dena la veneración hasta á las hembras de los tigres. ¿En qué consiste que hasta hoy ni los filósofos, ni los fisiólogos, hayan hecho ninguna investigación seria sobre esta inclinación? Na- die se ha esforzado en descubrir el origen de este instinto conserva- dor ; nadie ha examinado por qué se manifiesta de una manera del todo diferente en las diversas especies, en los dos sexos y en los di- ferentes individuos. ¿Resultará del organismo tomado colectivamen- te, ó depende de una parte aislada? He aquí unas cuestiones que na- die examinó antes que Gall. ¿Y nos admirará ahora que cuando él enseñaba que este instinto es innato, tanto en el hombre como en los otros animales; que es una cualidad fundamental y propia , y que tiene su asiento en una parte cerebral particular , hayan ridiculiza- do su idea, y que dijesen que repugnaba al sentido común? Conduciré á ustedes por el mismo camino que la naturaleza con- dujo á este ilustre hombre, para que de este modo encuentren una verdad que, hasta ahora , les habrá parecido, como parece á otros muchos , tan distante de toda verosimilitud. Historia del descubrimiento del amor de la prole como cualidad fundamental y de su órgano.—Comparando con infatigable perseve- rancia las formas variadas de la cabeza, notó Gall que en la mayor 111 — parte de las de las mujeres, la región superior del occipital se aleja mas que en los cráneos de los hombres. Como esta eminencia de la parte superior del occipital la produce manifiestamente el cerebro, se sigue de allí que la porción de esta viscera que le corresponde , en la mayor parte de los casos , está mas desarrollada en la mujer que en el hombre. ¿No era pues natural concebir la idea de que esta par- te cerebral fuese la causa material de una facultad ó de una cuali- dad que se manifiesta en mas alto grado en la mujer que en el hom- bre? ¿Pero cual es esta cualidad ó esta facultad? No existe ningún indicio que jamás se haya considerado el amor de la prole como una fuerza primitiva, como una inclinación fundamental; mucho menos aun como producido en el organismo, por un órgano particular ; y por último , menos se ha pensado que hayan creído deber buscaí este órgano en el cerebro. Durante muchos años, tuvo Gall, sobre esta diferencia de la forma de la cabeza del hombre y la de la mujer, varias opiniones que sucesivamente abandonó. En las conferencias con sus auditorios manifestó amenudo las dificultades que sobre este punto se le ofrecían, hasta que al fin notó que los cráneos de los monos, tienen, bajo el aspecto de esta eminencia, una analogía sin- gular con los de las mujeres , y de allí dedujo que la parte cerebral colocada inmediatamente debajo de esta prominencia , era muy pro- bablemente el órgano de una cualidad ó de una facultad que las mu- jeres y los monos poseen en alto grado. Siguió tanto mas esta idea, cuanto que por los órganos que ya habia descubierto, no ignoraba que en esta región posterior no debo buscarse el asiento de ninguna facultad intelectual superior cualquiera. Examinó mas de una vez las cualidades y las facultades que conocía á los monos , hasta que al fin , en un momento de disposición, de espíritu favorable, fué sorprendido, al misino tiempo que esplicaba su lección, del amor estraordinario que estos animales tienen á sus hijos. Impaciente de comparar al instante todos los cráneos de animales machos de su co- lección con los de las hembras, suplicó á su auditorio le dejase solo, y halló en efecto, (pie entre el macho y la hembra de todos los ani- males existe la misma diferencia que se nota entre el hombre y la mujer. Este rayo de luz ó esta idea le parecía tanto mas plausible, cuanto que el órgano de este instinto se hallaba colocado cerca del de la propagación; ¿y qué podía haber mas conforme al orden de la naturaleza? Situación.—Antes de pasar adelante en la esposicion de mas pruebas en favor de la existencia del órgano del amor de la prole, les diré que está situado en la región posterior é inferior del encéfa- lo que descansa inmediatamente sobre la tienta del cerebelo. Esta parte se pronuncia al esterior por la protuberancia de la región pos- terior de la cabeza; el cráneo se halla , por consiguiente, alargado, como puede verse en la cabeza de la mayor parte de las mujeres, donde regularmente está muy desarrollado. > — 115 — Historia natural del amor de la prole. La mayor parte de los insectos ,. de los peces y de los anfibios, con el fin de abrigar sus huevos de los accidentes esteriores , los po- nen en un lugar que facilite la salida de los chicos, y encuentren alimento: la solicitud por su posteridad no se estiende mas allá. En algunas especies de estos animales, los cuidados que tienen de sus hijos son ya mas variados. Ciertas especies de arañas llevan los huevos sobre la espalda en una bolsita que jamás abandonan sino en los grandes peligros, recogiéndola tan luego como se tranquili- zan. Todo el que haya destruido, tan siquiera una vez en su vida, un hormiguero , habrá visto cosí qué ardor recejen las hormigas sus huevos y sus larvas para ponerlos en seguridad. Las avispas y las abejas que en cualquier tiempo se dejan ver sin manifestar disgusto, se hacen temibles á todo el que se les aproxima estando en cria. /.Quién ignora la infatigable actividad con que la alimentan, el va- lor con que defienden su prole , y la solicitud con que la acarician t an luego como sale de las celdillas? En los pájaros encontramos este tierno afecto á los hijos. Mien- tras mas avisados están , por una triste esperiencia , de los peligros que amenazan sus huevos, mas cuidados ponen en construir nidos sólidos , en ocultarlos y vigilarlos. Cuando después de haber empo- llado con perseverancia los huevos y que los chicos salen al fin á luz, los padres los alimentan con una ternura estrema ; su amor vigilan- te sabe prever todos los accidentes que podrían destruirlos, les ad- vierten al instante ; los hacen quedar- quietos y ocultarse , ó los con- ducen con diligencia á algún lugar seguro. Así que el padre y la ma- dre ven amenazada su prole , qué inquietud, qué alarmas manifies- tan , cuántas astucias ponan por obra para engañar al ave de presa, á la serpiente ó al hombre! y cuando alguno logra sustraerles los hijos, qué gritos tan dolorosos , que resistencia tan obstinada! Al- gunas veces siguen, quejándose, ádistancias considerables, al usur- pador hasta el lugar donde los deposita , lugar que no abandonan hasta (pie han perdido toda esperanza de recobrarlos; ni aun el hambre bastaría para hacerles abandonar sus crias en el momento del peligro ; muchas veces después de los tiempos fríos y húmedos, muy continuados , se encuentran á los machos y á las hembras muer- tos sobre sus hijos víctimas igualmente de la estación. En los mamíferos también , el amoi de la prole es el mas activo v el mas imperioso de todos los instintos. La madre espía con solici- tud y con ansiedad todo lo que. puede perjudicar á sus hijos. Tan lítelo como la zorra, el gato , la ardilla I — idea de que la disposición al afecto podía también estar fundada so- bre un órgano cerebral particular. Esta idea adquirió en él tanta mas probabilidad, cuanto que las prominencias que notó en la cabe- za de la señora estaban colocadas inmediatamente mas arriba del ór- gano del amor físico y al lado del de la prole, y que estos tres senti- mientos tienen alguna analogía entre sí. Cualquiera que sea la difi- cultad de hacer observaciones exactas en el hombre , sobre el órga- no en cuestión, y sobre sus funciones, la idea de que el afecto y la amistad dependen de un órgano cerebral particular, adquiere un grado de verosimilitud tal, que equivale casi á la certeza. Historia natural del afecto y de la amistad en el hombre y en los animales.—Con razón acusaríamos á Gall de calumniar la naturale- za humana, si hubiese puesto en duda que la inclinación á la amistad es una cualidad esencial del hombre. No hay nadie que, convencido por el testimonio de su corazón, no rechace con desden la abyecta idea de que solo la necesidad de los mutuos socorros es la que liga á los hombres entre sí; y que el estado de sociedad solo es debido al in- terés y al instinto de la propagación. ¿No nos ofrece la historia los mas nobles ejemplos de adhesión, de amigos que se han entregado en rehenes por sus amigos? La fidelidad inviolable en la amistad des- pierta algunas veces nuestra admiración hacia los criminales, aun los mas depravados. A algunos de ellos se les ha visto sufrir torturas y arrostrar la muerte antes que violar la fé que juraran á sus cóm- plices. El que conoce y siente la amistad, se ensancha, se dilata, por decirlo así, en el mundo esterior. No se cree feliz sino en un círculo de confianza ; su amigo es para él el bien supremo ; á cada instante está dispuesto á hacer todo, á sacrificarlo todo por él, pero también t spera del otro los mismos sacrificios. La felicidad de su amigo es la suya propia; sus pesares igualmente se los apropia, y su corazón es inaccesible á la envidia, á la maldad. ¿Dónde pueden pasarse dias mas felices que en el seno de un pueblo en el cual es una virtud diaria la amistad? En un banquete, en un círculo , por todas partes se encuentran amigos, por todas partes se regocija el corazón , y en fin por todas partes se recibe el mismo pago. El amo , el dependiente y los criados , forman una sola familia; la felicidad del uno es el asunto mas importante del otro; derramar la dicha sobre sus semejantes es un goce tan vivo como re- cibir un beneficio de manos de la amistad ; pero aun en este caso, todo el mundo conoce la gran diferencia que existe de un individuo á otro, y aun de un pais á otro. Hay hombres que jamás han esperi- mentado el sentimiento del afecto, y que encnentran mil pretestos para escusar su fria indiferencia. Gall dice haber conocido un hom- bre que amenudo le confesó y aseguró ser un enigma para sí mismo. Tenia un carácter sumamente suave , era muy benévolo con sus co- nocidos y en estremo cariñoso con los niños. Por cuidar un enfermo pasaba el dia y la noche á su lado , sin que nada le repugnase; pero jamás pudo hacerse una idea de lo que se llama amistad, afecto. Aunque educado siempre en el seno de su numerosa familia, jamás una separación , sea por un viaje ó por la muerto, lo causó la menor — 125 — sensación triste. Eso dice Gall ; yo he conocido no uno , sino varios individuos que casi con las mismas buenas cualidades (pie el anterior son enteramente insensibles al encanto de la amistad. También co- nozco otros que la noticia inesperada, ó de una desgracia, ó del fallecimiento de sus mas íntimos amigos jamás puede conmoverles. ¿Y quién no conoce á aquellos egoístas para quienes su yo es el uni- verso entero , que repugnan hasta la unión conyugal por no impo- nerse alguna obligación gravosa y perjudicial á su esclusivo interés? ¿Quién desconoce la diferencia que hay entre una ciudad, donde las relaciones amistosas forman las delicias de la sociedad , y otra donde el egoísmo reemplaza las relaciones recíprocas de amistad; donde el torbellino de los negocios, la prisa de hacer fortuna y las disipacio- nes de todo género, sofocan los menores síntomas de afecto ; donde las fórmulas de política , un lenguage exagerado y vacío de sentido se sustituyen á los verdaderos sentimientos ; donde las vanas protes- tas reemplazan la benevolencia ; donde todo individuo es para otro un instrumento de placer , una ficha necesaria al cálculo del interés; donde todos los favores que se nos hacen, son servicios de especula- ción , y donde por la mas frivola ventaja se rompe con indiferencia una relación de varios años ; donde el padre , la madre , el esposo, el hermano , la hermana, &c., que la muerte acaba de arrebatar, son olvidados tan luego como los cubre la tierra ; donde recordar su memoria es herir el buen tono, es cometer un gran acto de impru- dencia , porque este recuerdo podria tal vez despertar alguna sensa- ción desagradable? La mayor parte de los animales son susceptibles de afecto, si no para el hombre, al menos para otros animales. Muchas veces se ha observado que los caballos y los bueyes enflaquecen cuando los sepa- ran de la pareja acostumbrada. Amenudo se ven en los rebaños cier- tos individuos mantenerse constantemente juntos. También se ha observado en las crias de caballos , que siempre los del mismo pelo se asocian espontáneamente. El afecto de los monos , tanto para los animales de su especie como para el hombre, es superior á toda idea. Todo el mundo conoce aquella pequeña especie de periquitos de África llamados inseparables, porque amenudo mueren cuando los separan. Muchas personas han podido admirar la amistad que reina algunas veces entre un tigre y un perro , un león y un perro, un gato y un perro, un caballo y un perro , ó entre dos perros. Estos últi- mos animales defienden á su amo hasta el postrer suspiro, y el amo tiene amenudo la ingratitud de maltratarlo. Muere de pesar y de hambre sobre la tumba de su querido señor, y aun después de muchos años se lanza furioso sobre sus asesinos (1). Hay ejemplos , y éstos no son muy raros, es decir, de algunos perros muertos por la ale- gría que les causara el regreso de su amo, y otros que, habiéndolo encontrado impensadamente muerto, han sucumbido al instante á la (l) El perro de un soldado, muerto en desafío, pasaba los días y las noches sobre la tumba de su amo; todas las tentativas para alejarlo de ella fueron infructuosas, y acabaron por cons- truir sobre la tumba un nicho para este fiel animal. — 120 — sorpresa \ al dolor. En un perro muerto de este modo, so encontró el corazón reventado. Se han visto lobos domesticados sentir tal pesar por la ausencia de su amo, que se negaron con obstinación á todo alimento, y murieron de hambre. Existen grandes diferencias con respecto á esta inclinación, tanto en los animales como en el hombre. Hay perros á quienes no puede hacérseles olvidar su primer amo; por mas que los manden á otros pueblos a distancias considerables, vuelven, y su afecto os mas vivo que nunca. Otros al contrario , van de casa en casa , de una perso- na conocida á otra, sin ser fieles jamás á ninguna, y lo mismo se dice de todos los animales. Estas observaciones concurren á probar que la amistad no es en- teramente , como pretenden algunos , un sentimiento fundado en los cálculos del interés , ó en una simpatía que tiene su origen en la ar- monía del modo de pensar y de sentir : los hechos nos obligan á ad- mitir que este sentimiento es debido á una cualidad fundamental. Este órgano fué denominado afeccionividad por Spurzheim cre- yendo preferible dicho nombre al de amisiad que le impuso Gall por parecerle á aquel que dicha palabra pinta la afección en general. Otros prefirieron una espresion mas pintoresca como la de adesivi- dad propuesta por Combe. Situación.—Está colocado en la misma región que los preceden- tes y tiene el número 4. Forma protuberancia en la parte posterior y lateral de la cabeza al lado esterno del amor á los niños y de la elección, ó á lo menos del amor á la habitación: ensancha la parte posterior un poco lateral y media de la cabeza, está admitido entre todos los frenólogos y no queda duda sobre las funciones de esta re- gión del cerebro. Hemos visto que el amor á los .lugares inspiraba cariño á una multitud de objetos, y que cuando'este órgano no estaba satisfecho resultaba de ello una especie de pesar que se calificaba de sentimien- to de un vacío : ese órgano y el que nos ocupa , en estado de triste- za , contribuyen á producir la nostalgia. Es un hecho que se ha ob- servado en Europa en los soldados jóvenes cuando los sustraen re- pentinamente á sus costumbres ordinarias , que comprenden los lu- gares que habitaban, las personas con quienes vivían, sus parientes, sus amigos, en fin todo lo que les era caro. El Dr. D. Julio Le Ri- verend asegura haber visto perecer muchos europeos jóvenes ataca- dos de la fiebre amarilla , mas bien por el predominio que dejaban tomar á estos tristes recuerdos y que les pintaba su situación mas grave , que á impulsos de esta cruel enfermedad. El doctor Broussais dice también haber comprobado este hecho en los soldados que asis- tió en los hospitales de Paris, atacados de otras enfermedades. No es necesario que les cite ejemplos ; creo que será suficiente observar la conducta de los individuos que presentan un gran desar- rollo de la parte posterior un poco lateral de la cabeza y verán que siempre llevan el sello de la afición mas decidida á sus amigos, y si á ello se une la oonciencia y la bondad serán amigos francos é in- dulgentes. Estos son los afectos, los instintos afectivos , los instintos de 12Í — apego ([Ue mas se han probado , salvo las divisiones que quieran ha- cerse de ellos después de observaciones mas multiplicadas y minu- ciosas. Una advertencia importante haré , y es , que todos estos ór- ganos se ausilian mutuamente y se neutralizan por aquellos de que trataré mas adelante. Ahora hablaré de otros instintos que tienen una acción diferente y que inducen á actos de violencia ó de egoísmo. Los órganos que los inspiran pertenecen á los lóbulos medios, cuyas partes inferiores y laterales esternas ocupan. Por consiguiente , todos los lóbulos pos- teriores , así como el cerebelo, son el asiento de los afectos cariño- sos , caritativos; y los de la región media que corresponde al lóbulo medio , lo es de los órganos de una naturaleza moral casi opuesta. V—COMBATIVIDAD. El primero que se presenta es el que Gall nombró órgano del valor ó de la propia defensa. Hisioria del descubrimiento.—Incierto Gall si encontraría en la lengua espresiones para designar todas las cualidades y todas las facultades fundamentales , tuvo curiosidad en observar á qué clase de manifestación de cualidades ó facultades se atiene el pueblo: reu- nió pues en su casa cierto número de individuos escogidos entre las clases mas bajas y dedicados á diversas ocupaciones, como cocheros, comisionados &c, se grangeó su confianza, y los dispuso á la franque- za distribuyendo entre ellos algún dinero y bebidas. Cuando los vio en una disposición de espíritu favorable , los animó á contarle lo (pie sabían recíprocamente tanto de sus buenas como de sus malas cualidades , en fin , lo que habia mas notable en el carácter de cada uno de ellos. En las diversas revelaciones que le hicieron, parecían fijar mas su atención en aquellos que provocan disputas en todas partes; cono- cían perfectamente á los individuos pacíficos de los cuales hablaban con desprecio llamándolos cobardes. Como los mas pendencieros en- contraban gran placer en contarle muy circunstanciadamente sus proezas, tuvo la curiosidad de ver si en la cabeza de estos valientes se encontraba algo que la distinguiese de la de los cobardes. Puso á un lado los pendencieros y á otro los pacíficos y examinó cuidadosamente las cabezas de unos y otros. Encontró que los pri- meros la tenían mucho mas ancha que los segundos en la región que corresponde inmediatamente detrás y al nivel de las orejas. Citó para otra ocasión á los mas distinguidos por su valentía y á los que lo eran por su cobardía, renovó sus investigaciones y halló confirma- das sus primeras observaciones. No pudo, dice , estraviarsc por las falsas ideas que tienen los fi- lósofos sobre el origen de nuestras cualidades y de nuestras faculta- des. En los individuos (pie observaba , no podia mencionarse la edu- cación ; y el modo con (pie se pronunciaba su carácter no podia con- fundirse'con la influencia do las circunstancias esteriores. Semejantes hombre- son hijos de la naturaleza ; en esa < lase cada individuo >«: - 12?< - abandona sin reserva a sus inclinaciones y toda su conducta líela el sello de su organización. Principió pues á presumir (pie la inclinación á las disputas podía ser muy bien el resultado de un órgano particular y procuró descu- brir por un lado á los hombres tenidos por valientes y á los conside- rados como cobardes. En las pe/cas de animales, que entonces exis- tían en Viena , se hallaba un primer mancebo muy intrépido, que amenudo se presentaba en la arena , para sostener , solo, el com- bate contra el jabalí ó el toro mas furioso , ó contra un animal feroz cualquiera. Encontró en este individuo la región indicada de la ca- beza muy ancha y muy encorbada. Sacó su molde así como el de otras cabezas de algunos valienfes para no olvidar la particularidad de su conformación. Examinó también los cráneos de algunos de sus amigos que habían sido despedidos de varias universidades por los duelos que continuamente tenian , entre los cuales había uno que su mayor placer era irse á las tabernas, burlarse de los artesanos cuando iban á beber , y así que los veía dispuestos á venir á las ma- nos , apagar las luces y presentarles de este modo el combate en la oscuridad y á silletazos. Era un hombre pequeño y débil en aparien- cia. También tuvo otro amigo en Strasbourgo, suizo de nacimiento, que se divertía en provocar y pelear con hombres mas grandes y fuertes que él. Recorrió varias escuelas y solicitó ver á los estudian- tes mas pendencieros así como á los mas cobardes, y continuó sus observaciones en las familias de su amistad. En el discurso de sus investigaciones tropezó, con gran maravilla suya , con una señorita muy hermosa , que desde su niñez tuvo el gusto de vestirse de hom- bre , y así disfrazada , se huía de casa mezclándose con los pillos de la calle para pelear con ellos. Después de casada buscaba siempre la ocasión de batirse con los hombres y cuando tenia convite, desafiaba á la lucha después de comer á aquellos convidados que le parecían mas fuertes. Conoció igualmente una señora de pequeña estatura y de constitución delicada que fué varias veces demandada porque tenia la costumbre de pelear y castigar á sus criados de uno y otro sexo. Durante un viaje que hizo esta señora , le sucedió que dos carreteros borrachos , estraviados de noche en la posada en que pa- raban , probablemente buscando á la criada , entraron en su cuarto donde dormía sola , los recibió tan vigorosamente con los candeleros que les lanzó á la cabeza , y con las sillas (pie tenia á mano que se vieron obligados á huir. En todas estas personas encontró la región de la caheza de que he hablado , formada como dije antes, aunque el cráneo de cada una tuviese en lo demás una forma muy diferente. Estas observaciones lo animaron y desde entonces admitió y empe- zó á hablar en sus lecciones de un órgano del valor como lo nombró entonces. Historia natural del valor ó del instinto de la propia defensa y de su propiedad.—Refiriendo la historia natural de este instinto, com- batiremos con las palabras de Gall algunas preocupaciones (pie ge- neralmente existen con respecto al valor de los animales. A algunos de ellos se les acusa de carecer de valor porque se ma- nifiestan tímido- en casos en que -e ven acosados por una fuerza su- — 129 — perior. En esta manera de ver no existiría en general mas que la temeridad y nunca el verdadero valor. Entre los carnívoros , el per- ro es sin contradicción uno de los mas valerosos. Mientras no ha es- perimentado la superioridad del león , del tigre y del bisonte, los ataca sin titubear; pero escapando de este combate desigual que lo espone á una muerte casi cierta, huye al acercarse aquellos temi- bles animales. Solo el jabalí es el que jamás aprejide á calcular sus fuerzas. Se dice que la liebre , la paloma &c. son tímidas; pero véanse á las primeras batirse entre sí; se arrancan pedazos de piel, y algunas veces se mutilan. Obsérvese el combate de dos palomas, macho contra macho ó hembra contra hembra, y las verán pegarse con las alas, luchar y darse encarnizados picotazos. ¿Hay alguu ani- mal mas valiente que el gallo? y sin embargo huye al aspecto de ciertos cuadrúpedos. Generalmente se admite que los carnívoros tienen mas valor que los frujívoros. Probaremos lo contrario. Los cazadores no ignoran que el lobo, á menos que esté escitado por el hambre, huye al as- pecto del menor peligro. El tigre, este poderoso animal, dotado de la flexibilidad de la serpiente, y de una fuerza increíble, armado de dientes y de garras, y á cuyo ataque inopinado nada resiste, carece de un valor sostenido. Apenes lo ve venir á pasos de lobo un rebaño de búfalos, cuando el toro, gefe de la familia, se separa, presenta el combate al tigre, y de ordinario es vencedor. Todos conocen el valor del camello y del revezo (1), del cual es víctima muchas veces el cazador. ¿Quién ignora el arrojo de la ardilla, así como la maldad y el valor de la rata? Si los animales de presa, armados como están de garras y de dientes, estuviesen dotados de un valor temerario, nada podría resistirles; pero de ordinario solo el hambre puede ha- cerles aventurar algún golpe atrevido. Estas observaciones prueban que el instinto de la propia defen- sa es común á todos los auimales; pero no es igualmente activo en todas las especies. Algunas de ellas viven en paz y en sociedad; otras al contrario, no contentas con rechazar los ataques, están en una continua guerra con su propia especie y con las demás. De allí aque- lla diferencia de las costumbres de la oveja, del caballo, de la palo- ma, de la pacífica curruca, &c; y del caballo, del gallo y de la ma- yor parte de los papamoscas, como el petirojo, el abadejo, &c. Va- rias especies de pájaros están provistas de armas particulares, como espolones, &c. Los individuos de todas las especies difieren entre sí relativa- mente en valor, según esté mas ó menos desarrollado el órgano de la propia defensa. Hay perros grandes y chicos que evitan todos los combates; otros hay que siempre quieren pelear, y que atacan con audacia al jabalí y al toro aunque estén furiosos. Hay carneros, ma- chos cabríos, toros, vacas, palomas y canarios que continuamente se baten, sea con animales de su especie, sea con otros , y que ata- can y muerden cuanto encuentran. (1) Cabra montea que se cria eu lo¿ Alpes. 17 130 (Yertos pájaros carnívoros son valerosos y muy pendencieros. El gran milano, al contrario, es tan tímido que huye cuando se las tie- ne con algún cuervo, y este último es muy valiente. No será á la educación á quien podrá atribuirse esta diferencia de costumbres. Para esplicarla no nos queda mas que una disposi- ción innata, y por consiguiente la organización. Nadie sostendrá que sea la ambición, la codicia ó el temor de los castigos que inspiran valor á los animales y los impelen á pelear. En los corrales hay eiem- pre un gallo mas valiente y mas pendenciero que los otros. Cuando un rebaño de animales salvajes so halla amenazado de algún peligro, siempre el mas intrépido es el que se pone á la cabeza, siempre es el macho mas valeroso que conduce los rebaños de bisontes y de ca- ballos. En la especie humana hay las mismas diferencias; los hechos an- teriores referidos en lo histórico bastan para probar esta verdad, y la esperiencia diaria se une á la historia para enseñarnos que la inclina- ción á las disputas y álos combates se manifiesta amenudo desde lamas tierna edad, sin estar animada por el ejemplo, y aun á despecho de la educación, por la cual se esfuerzan de comprimirla. Todos los que se han educado en una familia numerosa ó en institutos públicos, de- ben haber encontrado jóvenes de este carácter. No se me diga que todos los soldados de un ejército muestran el mismo valor, y (pie puede engendrarse en el primer recluta que lle- ga. No ignoro que en el hombre las acciones son, mucho menos que en los animales, el resultado de una sola cualidad, ó de una sola fa- cultad, el efecto de un órgano único. También sé que un órgano que en su estado habitual obra débilmente , puede cscitarse hasta una ac- ción mas enérgica por las necesidades fuertes, por una música guer- rera, por el ejemplo, por la esperanza de las distinciones, por el amor de la gloria, por la misma necesidad de salir de un peligro in- minente, &c.; pero no es menos cierto que en los rejimientos mas valientes se distinguen algunos soldados aun mas valerosos é intrépi- dos y mas temerarios que los otros. Por todas partes donde hay varios hombres reunidos se encon- trarán también algunos perturbadores de la tranquilidad, algunos pendencieros ó calaveras que quieren satisfacer su inclinación, hasta con desprecio del honor y del deber. Los sabios que en todo en- cuentran asunto para una amarga controversia, y los pleitistas apa- sionados, probablemente tienen este órgano muy desarrollado. Situación.—En la parte lateral y un poco posterior de la cabeza, continuándose con otro que se llama destructividad, y de que habla ré mas adelante. Defecto.—Los ejemplos de la debilidad del valor son tan nume- rosos (pie no seria muy difícil enumerarlos. La misma rareza de su predominio es la que le da mas mérito, y por eso se respeta tanto al valiente que nada teme y arrostra la muerte c0n frialdad. £>3®®HQG1 SIDh Y I.—D ESTUUCT! VID AD. Señores: w amos ahora á estudiar el órgano de la destrucción ó tenden- cia á ella. Situación en los hombres y en los animales.—Este órgano perte- nece á la masa, ó mejor dicho, á la parte inferior del lóbulo medio que induce á los animales á los actos necesarios para alimentarse, entre los cuales figura en primer lugar la destrucción. Se le ha co- locado en una circunvolución alargada, horizontal, acostada inme- diatamente sobre la oreja, delante del valor y detrás de la elección de los alimentos; órganos'que vienen á ser como sus estremidades, posterior el primero y anterior el segundo. Ensancha la cabeza mas arriba y cerca de la oreja de cada lado, lo cual es muy sensible á la vista cuando está bien desarrollado. En la esplicacion de este órga- no necesito como en los anteriores estenderme cuanto sea dable, pues deseo hacer su comprensión lo mas fácil posible: reclamo pues la paciencia de Vds. Historia del descubrimiento del instinto carnicero y de su órgano.— Comparando asiduamente los cráneos de animales, encontró Gall una diferencia característica entre los de los frujívoros y los de los carnívoros. Colocó horizontalmente en una mesa los de los primeros, y levantando una perpendicular del meato auditivo esterno, encon- tró que quedaba á lo mas, detrás de esta perpendicular una peque- ña porción de los lóbulos posteriores y del cerebelo; por consiguien- te, el meato auditivo y el peñasco de los temporales forman en estas especies el límite del cerebro. Haciendo la misma observación en los animales carnívoros, vid que en la mayor parte la perpendicular indicada encuentra el centro de la masa encefálica total, ó á lo menos deja todavía tras sí una * gran porción de dicha masa. De ordinario, la mayor prominencia del - I i» — cerebro se halla, en los carnívoros, precisamente mas arriba del meato auditivo. También vio que existen en los carnívoros, mas arriba y detrás del peñaseo, partes cerebrales de que están privados los frujívoros- y encontró esta diferencia así en los pájaros como en los mamíferos, En todas las aves de presa, esta parte del cerebro y del cráneo está encorbada; mientras que en las demás especies es estrecha y que el cerebro entero está colocado ante el meato auditivo. Durante largo tiempo se contentó con comunicar esta observa- ción ásu auditorio, sin hacer de ella la menor aplicación á la orga- nología. Se enseñó solamente el como, por el reconocimiento de un cráneo, aunqne le falten los dientes, se puede saber si es de un fru- jívoro ó de un carnívoro. Le enviaron el cráneo de un parricida, y lo puso á un lado sin pensar jamás que los de los homicidas pudiesen serle útiles en sus in- vestigaciones; poco después recibió el de un salteador de camino, que no contento con robar, habia asesinado algunas personas: colocó ambos cráneos uno al lado del otro, y los examinó amenudo. Cada vez que se ocupaba de ellos, le admiraba que, muy diversamente con- formados en lo demás, tenian una prominencia muy encorbada in- mediatamente mas arriba del meato auditivo; encontró igual cir- cunstancia en algunos cráneos de su colección y le pareció que no era el efecto de la simple casualidad que en dos homicidas estuviesen tan desarrolladas las mismas partes cerebrales, y tan fuertemente encorbada la misma región del cráneo. Solo entonces fué cuando empezó á sacar partido de su descubrimiento sobre la diferente con- formación del cerebro y del cráneo en los frujívoros y en los carnívo- ros, y comprendió el significado de esta diferencia. Los carnívoros, dijo, tienen el cerebro muy desarrollado en la misma región donde este desarrollo tiene lugar también en los asesinos. Existiría acaso alguna conexión entre esta conformación y la inclinación á matar? Al mismo Gall le repugnó esta idea, pero cuando se trataba de ob- servar y consignar el resultado de sus observaciones, no conocía otra ley que la verdad. Apliquémonos pues aquí á descubrir los misterios de la naturaleza; solo cuando conozcamos los resortes ocultos que contribuyen á determinar nuestras acciones, aprenderemos ádirigir á los hombres. Historia natural del instinto de la destrucción en los animales.— Los animales se distinguen en tres clases principales : frujívoros, carnívoros y omnívoros. Algunos de ellos, originariamente frujívo- ros , pueden , en caso necesario , alimentarse de carne , como por ejemplo la liebre , el caballo &c; y algunos carnívoros pueden sus- tentarse con vejetales , como el perro, el oso , el gato - no conieiilos con robar, han manifestado la inclinación sanguinaria de atormentar y do matar sin necesidad. Es pues indudable (pie la inclinación , no solo al asesinato , sino también al homicidio, ejerce un imperio espantoso sobre ciertos in- dividuos , hasta el punto que , como dijeron Helvecio y el cardenal de Polignac , hay hombres bastante desgraciadamente nacidos para no poder ser felices sino por acciones que los conduzcan al patíbulo. Si alguno de ustedes , señores , encuentra demasiado recargado este cuadro del hombre , no tiene mas que recordar la historia de los pueblos así antiguos como modernos. ¿Existe acaso un solo espa- cio sobre la tierra que no esté teñido de sangre humana? Lean la historia del pueblo escogido , la de los romanos, el descubrimiento de la América; abran la de las inquisiciones, la de las guerras de religión ; recuerden las vísperas sicilianas , el San Barthélemí, los desastres de la revolución francesa , la última guerra de Espa- ña , &c. &c. &c. Por todas partes caminamos sobre campos de batalla, por todas partes encontramos hogueras, ruedas y mil instrumentos de tortura inventados para arrancar la vida. De qué inmensa diversidad de má- quinas de destrucción y de muerte no se hallan llenos los arsenales? ¿En fin , la gloria militar no ha sido siempre colocada sobre todas las demás glorias? Si quieren Vds. conocer en toda su desnudez al hombre en cuyo seno dominan inclinaciones atroces, síganlo cuando, por el número de sus crímenes, cree supérfluo todo miramiento ulterior. Sigan á aquel que alaba á los asesinos; al mismo asesino que, vendiendo sus estocadas, hace un comercio de la vida de sus semejantes; al enve- nenador y á aquellos gefes que, rodeados de los ladrones mas fero- ces , hacen marchar con ellos la rapiña y el asesinato. Observen sobre sodo á aquellos hombres nacidos con la sed de sangre, cuando se sientan en el trono, cuando ninguna ley los con- tiene, y cuando ninguna consideración enfrena su furor. Vean á Ca- ligula, (pie manda cortar la lengua á los inocentes y los arroja luego á las fieras para que los devoren; que obliga á los parientes á asistir al suplicio do los suyos; que se divierte en aplicar el tormento ó po- ner en la rueda á los infelices; (pie lleva su rabia hasta decir que hu- biera querido que el pueblo romano no tuviese mas que una cabeza, para cortarla de un solo golpe; que hace alimentar con hombres vi- vos las fieras destinadas á los espectáculos, y cuyos votos mas ar- dientes eran el hambre, la poste, el incendio, los temblores de tier- ra, la pérdida de un ejército......Vean á Nerón, que envenena á liiicano y asesina á su madre, así como al marido de una mujer á quien quiso violar; que pasa las noches en las calles y en lugares de disipación, seguido de una multitud desenfrenada, con la cual pelea, roba y mata; que sacrifica á-u furor á Octavia su mujer, á Burro, ;í Séneca, á Lucano, á l'elrona, á Popea >u querida; que pega fue- go ;í Roma por sus cuatro estreñios y subo á una alta torre para.- complacerse en tan terrible espectáculo; que desea ver arder al mun- do entero; (pie unta de cora y otras sustancias combustibles á los cristianos y lo? manda quemar d<* noche, diciendo que le servirían de — 136 — luz; qne forma el proyecto de asesinar á todos los gobernadores de las provincias y á todos los generales del ejército; de hacer perecer á todos los desterrados; de mandar degollar á todos los galos que re- sidían en Roma; de envenenar al Senado entero en un banquete; de quemar la ciudad segunda vez, y soltar al mismo tiempo por las ca- lles las fieras reservadas para los espectáculos, á fin de impedir al pueblo de apagar el fuego......Vean á Luis XI, hijo ingrato y desnaturalizado, rebelde, cuyo padre murió de temor que su hijo lo matara; que formado por la naturaleza para ser un tirano, cruel, implacable en sus venganzas, no quiere gobernar sino por el terror, y considera á la Francia como un prado que puede segar todos los años y de tan cerca como guste. Pocos tiranos han sacrificado mas ciudadanos por la mano del verdugo y por los suplicios mas tormen- tosos. Las crónicas de aquel tiempo cuentan cuatro mil individuos ajusticiados bajo su reinado, en público y en secreto. Los calabozos, las jaulas de hierro y las cadenas con que se cargaban las víctimas de su bárbara desconfianza son los monumentos que ha dejado. Mien- tras se torturaba á los criminales permanecía oculto detrás de una celosía......Alrededor de su palacio solo se veian horcas , y él mis- mo asistía á las ejecuciones de sus venganzas. Cuando Jacobo d'Ar- mao-nac, acusado del crimen de lesa majestad fué ejecutado, mandó colocar bajo el patíbulo á los hijos de este príncipe infortunado para que cayese sobre ellos la sangre de su padre; de allí salieron cubier- tos de ella, y los condujeron á la Rochela, donde fueron encerrados en unos calabozos estrechos, en los que esperimentaba su cuerpo un suplicio continuo por la postura. Siempre cubierto de reliquias y de imágenes, les pedia perdón por sus asesinatos, y cometía luego otros nuevos. Vean los Silas, los Tiberios, los Domicianos, los Marcos Cayo, los Aurelianos, los Carácala, los Séptimos Severos, los Henri- que VIII, las Catalinas de Médicis...... Necesitaría años enteros para enumerar las escenas de horror que han desolado la tierra en masa. Los que quieran conocer ó pe- netrar lo que está oculto en el corazón de los hombres ordinarios, pneden remontarse á los tiempos en que no existia ningún freno pa- ra las pasiones. ¿ Quién puede ignorar las escenas do horror que mancharon la revolución francesa? ¿ Quién desconoce los nombres de los RossignoU de los Petion, de los Marat, de los Chalier, de los Robespier, de los Henriot, de los Collot-d'Herbois, de los Fouquier-Tinville, &c? Recuerden los asesinatos cometidos diariamente con tantos refina- mientos de crueldad, á pesar de la educación, la moral, la religión y las leyes. El infame y bárbaro desafío ¿cuando dejará de estar au- torizado entre los hombres civilizados?.... Después de lo espuesto, ¿quién se atreverá á sostener que no ec- siste en el hombre una inclinación innata que lo arrastra á la destruc- ción de su propia especie? ¿Donde puede haber un animal que ejerza mas furor que el hombre contra todos los animales y contra sus se- mejantes? Auxiliares.—La destrucción parece tener por auxiliares el valor — un — y el hambre , que se refiere al órgano de la elección de los alimen- tos, es decir , los dos órganos (pie parecen formar cuerpo con ella. Nadie ignora las escenas de furor que ha producido el hambre en los buques en alta mar y en las playas desiertas donde han sido arroja- dos los infelices náufragos. El hambre dispone fuertemente á la có- lera á las personas que tienen el órgano de la destrucción dosarro- llado, y se necesitan poderosos motivos y mucha razón para contener esta pasión. Se puede añadir la astucia, cuya acción se junta frecuen- temente ala necesidad de destruir. En fin , el orgullo y la envidia le prestan amenudo su asistencia en este tiempo desgraciado en que la devastación se une á la carnicería. Antagonistas.—Verdaderamente son cosas bien deplorables, pe, ro el órgano de la destrucción no produce estos efectos, como ya he dicho, sino cuando no es contenido en su acción por otros mas po- derosos capaces de dar impulsos ojiuestos. Por consiguiente , si en el individuo hay mucha amistad, veneración , bondad y conciencia , con una fuerte inteligencia, y si los órganos de estas facultades están ejercitados , es muy cierto qae habrá grandes obstáculos dispuestos á contener en su vuelo el instinto de la destrucción. Si al contrario, es- tán deprimidas estas facultades , como puede verse en los criminales, si ro la han ejercitado, y si el hombre ha recibido una educación in- completa, ó no tiene ninguna instrucción, el predominio de la des- trucción producirá todo su efecto. Entonces se destruirá fríamente, como queda demostrado en la historia natural del órgano. Esta facultad influye escesivamentn sobre el carácter. Si las pai- tes laterales del cerebro destinadas á la destrucción tienen un desar- rollo moderado, dan una actividad conveniente al individuo. Aun cuando fuesen muy fuertes, no tendrian por resultado la ferocidad, si los órganos que pueden servirles de contrapeso también estuvie- sen muy desarrollados. El instinto de la destrucción con la astucia y la adquisividad, ensancha en los malhechores las partes laterales de la cabeza, y casi siempre hay también una depresión de los órganos anteriores y superiores, destinados á la inteligencia y á los senti- mientos morales, que por otra parte raras veces se hallan cultiva- dos , pues la mayor parte de los asesinos sale de la clase mas igno- rante. Defecto.—Un débil desarrollo de la destrucción produce en nues- tras actuales costumbres gran repugnancia á toda idea de asesinato. y aun de violencia: produce también la casi imposibilidad de esperi- mentar cólera ó resentimiento; pero también algunas veces las fa- cultades superiores carecen del estímulo necesario para darles acción. Conclusión.—El órgano que tiene por objeto primitivo satisfacer la necesidad déla nutrición, imprime cierto aspecto al carácter, y asociándose con el del valor influye de una manera poderosa sobre todos los actos de la vida de un hombre ; pero no obra sino de acuer- do con otras facultades que pueden aumentar ó disminuir su acción. Mientras mas adelantemos en el estudio de la frenología mas sensi- bles nos serán esta compensación v esta influencia que ejercen unos órganos sobre otros. 18 ALIMENflvIMD ¥ BIOFILIA. Al tratar de las funciones del lóbulo medio , llegamos é dos ór- ganos que no están todavía generalmente admitidos por los frenólo- gos , pero que son muy probables : dichos órganos son , la admentt- vidad y la biofilia, los cuales no tienen número y están marcados con una X. ALIMKNTIV1DAD. La alimentividad, espresion de Spurzheim, demuestra la elec- ción de los alimentos; según se cree, es el órgano del sentimiento del apetito, pero en el hombre se aplica particularmente á la deli- cadeza del gusto, á la elección de los alimentos , á lo (pie antigua- mente se llamaba golosina y hoy se califica con el nombre de gas- tronomía. Historia.—El frenólogo Combe se admiró de la terminaeion del nervio olfatorio, es decir , del nervio de la sensación del olfato , que llega desde la nariz y las fosas nasales á las circunvoluciones de la base del lóbulo medio. Lo vio muy grueso y observó que se perdía en este tejido , particularmente en los carneros , lo que es común á varios animales herbívoros, y de aquí concluyó que esta porción del sistema nervioso servia á la elección de los alimentos. En efecto, se concibe que en un prado , en medio de una multitud de plantas que se presentan á la boca del animal que pace , es necesario que éste tenga una facultad para distinguir las que le son perjudiciales de las que son propias á alimentarlo ; y como nuda se hace sin los nervios, es necesario que se admita una porción del sistema nervioso destina- da á esta función. Luego, como se ha probado que por el olfato, cu- yas aberturas están cerca de la boca, es por donde llega al cere- bro del animal la percepción de diferentes alimentos , se ha deducido (pie en esta percepción so comprende la facultad de distinguir lo que le conviene y lo que debo rechazar. Esto se comprende fácilmente v es superior á todos los raciocinios filosóficos y psicológicos á priori, que jamás adivinarían este fenómeno observando el juego intrínsece de su yo. Es un hecho do historia natural (pie cada cual conoce per- fectamente. Esto órgano fué admitido por un frenólogo nombrado Mr. Crook; y otro de Copenhague, nombrado Mr. Hoppe , pensó de la misma manera, según las observaciones que se le sometieron. Se dio no ticia de ellas á Spurzheim. y este admitió el órgano, pero lo consi- deró como dudoso. Manife-iumo.- todas estas observaciones , porque es preciso mostrar la ciencia tal cual se halla , sin entusiasmarse en pro ni en contra de cada opinión. Situación.—En la fosa zi^omáticn . en la parte que se ve sobre el arco huesoso; también se presenta en la cabeza entera, en la re- gión anterior del lóbulo de la oreja; so oculta bajo el músculo tem- poral y ensancha el cráneo de una manera notable en esa región, mas abajo de la constructividad y delante de la destrucción. Mr. Des- •- M9 — curet, medico muy distinguido, siguió la obseivacion de una mujer que tenia este órgano escesivamente desarrollado, y que murió á fuerza de satisfacer su apetito. Al mismo tiempo adolecía de una in- flamación del estómago ó una gastritis ; la infeliz acabó por retirar- se al campo, por carecer de recursos para vivir, y allí devoraba to- da especie de alimentos vejetales y todas las raices que se le presen- taban; pero privada de la facultad que poseen los animales herbívo- ros , de distinguir las propiedades perjudiciales ó favorables de estas sustancias, se llenó de vejetales malsanos, particularmente de las plantas de la familia de las ranunculáceas, escesivamente acres é irritantes, y sucumbió á los progresos de una gastritis furiosa. Mr. Descuret conservó su cráneo é hizo sacar algunos en yeso. En esta >pieza correspondía el órgano ala. región indicada, es decir , ala par- te anterior de la misma circunvolución, reputada como el órgano de la destrucción número 6, y erados veces mayor que en el estado na- tural. Impulso primitivo.—Mr. Vhnorit , á quien amenudo citamos por ser ef único que ha hecho observaciones seguidas sobre los animales, y porque también lo merece la sagacidad que ha demostrado, ha hecho estudios muy interesantes sobre este órgano. Dice que cuando el niño apenas nacido solicita el pezón de la madre , pbedece á la in- fluencia de esta facultad. Ya indicamos que el instinto de la alimen- tividad es el que induce al niño á este acto; he aquí, pues, cómo esplica el autor dicho instinto. El pollo coje el grano que le convie- ne ; el pato recien-nacido corre al agua obedeciendo al instinto de las localidades y en ella encuentra, en virtud del de alimentación, la bebida y el alimento (pie le convienen. Inducido por este órguno , añade Mr. Vimont, el niño ejerce la succión aun cuando se le presente el pecho después de satisfecho. La sensación del hambre no es pues solamente el único móvil de éste órgano ; hay un impulso muy fuerte que va mas allá de la necesidad del estómago. En efecto , sabido es que hay algunos gastrónomos, que , seducidos por el sabor de nuevos alimentos, comen con avidez aun después que su apetito está completamente satisfecho. El adulto , colocado bajo la influencia muy activa de este órga- no , no resiste siempre á la tentación que escitan en él las cosas pro- pias á desarrollar y reanimar su apetito. Los convalecientes, en quienes sobre todo predomina el instinto de la alimentividad. hasta el punto de causar una especie de delirio , cuando no están satisfe- chos ó que los privan de un alimento que habia escitado su hambre, entran en un movimiento de cólera ó en un estado de desolación inesplicables , hasta el punto de verter lágrimas, de cuyo estado son los primeros que se burlan cuando se completa su restableci- miento. Sin duda que para esto se necesita un impulso , y no nos podemos atener mas que á este órgano para esplicarlo. Todos los animales vertebrados tienen una parte del cerebro de- dicada á la elección de los alimentos , pero no siempre obra según el impulso del nervio olfatorio. En el hombre no es solo este nervio el que pone en acción el instinto de la alimentación según lo hemos probado suficientemente citando aqueja desgraciada mujer que mu- • - I 10 — rió por haber devorado plantas venenosas. El sentido del gusto con- tribuye mucho á ello , pero ninguno de estos sentidos ilumina per- fectamente al hombre sobre la salubridad ó insalubridad del alimen- to: necesita la esperiencia. El hombre, pues , tiene la desventaja de ser menos apto que los animales para conocer en el mundo este- rior lo que conviene á su alimentación. El desarrollo de este órgano puede tener por resultado , no so- lamente la glotonería, sino también la embriaguez , como dicen los frenólogos; hace á los hombres delicados , según los mismos obser- vadores, sobre la preparación de los manjares , pues han reparado que los gastrónomos tienen siempre la cabeza ancha en esta región, mas arriba de las apófisis y de los arcos cigomáticos. Mr. Vimont, piensa que los fumadores muy apasionados, deben este gusto al desarrollo del órgano que nos ocupa. Según lo que acabamos de decir , es uno de los primeros que en- tran en acción después del nacimiento , y uno de los que persisten mas tiempo , pues , como se ha notado en todas épocas , la pasión por la mesa sobrevive á todos los otros gustos y pasiones en la edad avanzada. También se ha notado que predomina amenudo en las mujeres cloróticas , que tienen el gusto depravado , que comen yeso y otras cosas estraordinarias , y en los locos que se llenan de alimen- tos repugnantes. Animales.—En cuanto á su asiento en ellos, he aquí lo que opi- na Mr. Vimont. Lo coloca también en la fosa cigomática, mas bajo que el órgano de la propiedad y delante del de la destructividad, del que es una continuación , haciendo parte de la misma circunvolu- ción y correspondiendo á ía gran ala del esfenóide; ocupa todo el es- pacio comprendido entre una línea recta tirada desde la base de la apófisis cigomática por la gran ala del esfenóide. En los cuadrúmanos y los cuadrúpedos carnívoros es muy nota- ble , y su posición , la misma que en el hombre; se encuentra en los perros y en los gatos y existe en todos los animales voraces como continuación y ampliación del órgano de la destructividad: en los pájaros se ve mas arriba y un poco mas adentro del ángulo orbitario esterno. El autor cita al cuervo marino , al pato &c, anímales nota- bles por su voracidad, como ejemplos del desarrollo escesivo de esta facultad. Esto es lo que concierne á la alimentividad. Pasaremos al otro órgano considerado como dudoso , pero que sin embargo, comienza á concillarse algunos sufragios. Parece que el que acabamos de es- plicar ha cesado de serlo , pues aunque no le hayan dado un núme- ro , los frenólogos mas aplicados lo admiten y no se sabe de ninguno que lo niegue. Tenemos además por presunción de su existencia, no solo la observación citada , sino algunas otras que , aunque menos positivas, concurren con la esploracion de varias personas de buen apetito á hacernos presumir que realmente existe. — 111 — BIOFILIA. El otro órgano del amor de la vida que podría llamarse biofilia, dicho también 'órgano de la conservación , designa un impulso á huir sin reflexión del peligro cuando se presenta; agrégase que éste es el destino primitivo de la facultad. Se dice sin reflexión, porque todos los órganos de los instintos y de los sentimientos obran prime- ro sin ella. Historia é impulso primitivo.—Este órgano fué propuesto por Mr. Vimont , y hablamos según su obra, pues confesamos que no hemos registrado todos los anales'de la frenología inglesa, america- na y dinamarquesa para asegurarnos de si verdaderamente fué dicho señor el primero que tuvo ésta idea , pero asíalo asegura. Ni Gall ni Spurzheim pensaron en esta facultad, y según el últi- mo, el amor de la vida debia entrar en la timidez y el miedo; duda- ba pronunciar si era una calidad negativa del carácter opuesta al va- lor , á la destrucción y á la firmeza, como lo pensó su maestro, ó si dependía en gran parte de la circunspección, que era considerada por él como órgano de la timidez. Esta definición bastaba á Spur- zheim para esplicarse el amor á la vida; pero es natural pensar que una facultad que puede determinar movimientos súbitos de retirada y de fuga no es negativa, y es probable que en esto haya actividad. Mr. Vimont se detuvo en esta materia, y la tomó en gran conside- ración : he aquí sus observaciones. Desde temprano se manifiesta en el hombre y en los* animales. Se le atribuyen los gritos del niño al momento de nacer, y dice el mismo autor que un impulso le ¡hace solicitar de un modo vago que le eviten el dolor y el sufrimiento, cualquiera que sea. Los gritos que dan los animalitos cuando alguna cosa los espanta, y la fuga súbita en algunas especies al menor ruido, ó al menor trastorno en el aire que los rodea, son la espresion de este instinto. No pueden calcular sus consecuencias, pero oyen el ruido , ven un movimiento estraordi- nario que no conocen, ó un bulto estraño que por el raciocinio no pueden juzgar que sea un enemigo, y por consecuencia huyen instin- tivamente. Una multitud de animales silvestres están en el mismo ca- so , y aun en las madres hay un instinto que corresponde á la facul- tad , pues cuando distinguen un enemigo, al instante gritan, son comprendidas por el instinto de que tratamos, y sus hijos buscan re- fugio en ellas; se ocultan los pollos bajo el ala de la gallina como los hijuelos de la zariga se introducen en la bolsa de su madre, pues este es un animal que pare á medio término. Sus hijitos, medio des- arrollados , salen, van al sol, y si llega algún enemigo da lajjmadre un grito , y al instante se refugian en la bolsa, la cual presenta los orificios de los pezones, á los que se aplican los hijos<.para mamar. Se ve en esto una organización particular y una previsión de la na- turaleza. En la hembra se observa, en el sentimiento del peligro, un grito cuyo significado comprende sin raciocinio el órgano del amor de la vida, y que induce á los chicos á la fuga. Tales son las observaciones sobr&que ha reflexionado Mr. Vi- — 142 — niont, en nuestro entender, con mucha sagacidad; y jamás la filoso- fía del yo, del sentido común ó del sentimiento transformado, hu- bieran conocido este hecho, cuya adquisición debemos á la naturale- za. Verdaderamente se necesita una facultad activa para producir actos tan súbitos y tan pronunciados que es imposible atribuir á la ausencia de cualquiera otra, es decir, á una negación, pues en gene- ral esta no produce nada. Por consiguiente, no es la astucia ni la circunspección lo (pie produce esto, porque la primera es otra y la segunda también se diferencia mucho. Las primeras observaciones de Mr. Vimont no produjeron ningún resultado para la localizacion de esta facultad; sin embargo, he aquí, según su obra, lo que le suministró algunos datos. Estudió las cos- tumbres de varios conejos que vivían en comunidad, y encontrando uno que huia al menor ruido, lo sacrificó, examinó su cerebro y ha- lló la parte inferior é interna del lóbulo medio , doble mayor de lo que era en los otros conejos con que fué comparado. En cuanto á los pájaros esta parte forma en ellos una maza re- dondeada en la región posterior é inferior de cada hemisferio, mas arriba de los tubérculos bijéminos (pie representan los cuadrijéminos del hombre, á lo menos la parte mas remota: observó que este ór- gano corresponde á la región de la base del cráneo , colocada mas abajo que la cavidad que ocupan los tubérculos bijéminos ; también vio el órgano en las aves de presa que son tan difíciles de cojer, so- bre todo de noche. El instinto de huir del peligro , puede pues , li- garse con el de la destrucción ; en efecto, un animal puede ser cruel y voraz y al mismo tiempo espantadizo, dispuesto á huir cuando no es su presa el objeto que hiere sus sentidos , sino un enemigo que puede causarle perjuicio ; instintivamonte lo siente y se escapa. Po- dría alegarse que el carácter salvage de estos animales depende de la circunspección , pero este órgano se observa en el interés de todos los demás , y los otros actos que siguen á esta observación , varían, según la causa que ha despertado la circunspección. Mr. Combe no habló de este órgano sino en su tercera edición en 1830. Lo admitió á causa del pesar que esperimentan algunos in- dividuos de dejar de vivir. En efecto , hay hombres que no pueden resolverse á morir; otros que se resignan á ello con menos dificultad y aun algunos que se matan. Estas diferencias necesariamente han de tener sus razones, aunque también es muy cierto que la posición social contribuye mucho á ello. Se sabe que el rico y el hombre opu- lento y poderoso, dejan la vida con sentimiento, mientras que el pobre y el desgraciado la abandonan amenudo sin pesar y aun con alegría. Sin embargo , la organización cerebral tiene siempre su in- fluencia y produce muchas veces efectos contrarios. Se han visto in- felices dejar la vida con pesar y los ricos renunciar á ella sin pena en medio de los goces mas dulces. En estos casos escepcionales en la apariencia, es donde se estudian con fruto las influencias de la organización. Los efectos mas marcados de las disposiciones so- ciales no impiden que se puedan acumular estas observaciones, y se ve que establecen una relación constante entre el sentimiento de la pérdida de la vida, y d desarrollo de aquella parte que en- 143 — sandia la porción inferior y lateral y un poco anterior del cráneo. Situación.—En el cerebro corresponde á una circunvolución que se alarga del lado interno de la que se considera como el órgano de la destrucción , y cuya estremidad anterior , es la de la alimentivi- dad; este último se halla pues , colocado al lado del amor de la vida, y ambos corresponden comunmente á la fosa cigomática, á su pared posterior que hacen mas ó menos saliente. Por consiguiente estos dos órganos reunidos dan una anchura considerable á la parte de la cabeza que corresponde á la estremidad posterior del pómulo. La fosa cigomática que tienden á estrechar , está llena por el músculo temporal ó crotáfito; pero estando rechazadas las fibras de este mús- culo por dichos dos órganos , cuando están muy desarrollados , el se- ñalamiento es posible , pues ensanchan la cabeza entre la oreja y el pómulo, que también se hace mas pronunciado. La alimentividad se marca mas en la parte superior de este espacio, y el amor de la vida en la inferior. En la estampa se representan con dos XX so- brepuestas. Se han observado algunos suicidas , y se ha visto que las perso- nas que se quitan fácilmente la vida, tienen muy deprimida la por- ción que corresponde á la biofilia, lo que indica un débil apego á la vida. Mr. Dumoustier , ha recogido un número bastante notable de ob- servaciones sobre este asunto, y asegura por hechos numerosos, que en general, el órgano está muy desarrollado en los que se destru- yen y muy saliente en aquellos que no piensan mas que en la con- servación, que son profundamente egoístas y que no se ocupan mas que de sí mismos : según este frenólogo su refrán perpetuo es ¡vivir! ¡vivir! ¡yo! ¡yo! Así son en general los hipocondriacos. He aquí dos órganos que como se ve son posteriores á Gall. Ha- biendo sido observados hace poco tiempo no puedo ofrecer muchos ejemplos , contentándome con llamarles la atención sobre ellos; se- o-uro de que , si ponen un poco de cuidado, todos los días y á cada paso se convencerán de su existencia positiva. fr i ■li.i^h ti Tii"1 reinan en ellos mas que sentimientos inferiores, harán bonitas cosas , decoraciones de teatro, de salón y de gabinete, pero siempre tendrán el mismo fondo, que será la construcción , la compostura y la simetría. Antagonistas y auxiliares.—Propiamente hablando, este órgano no tiene oposición, pero está ayudado por otros muchos. Sus auxi- liares son el sentimiento del orden, de la armonía, de la estension, de las formas y de las localidades. Tiene íntimas relaciones con las facultades intelectuales y aun con los tonos ó la música, pues se ha observado que el músico no es completo sino cuando toca bien un instrumento, cuya habilidad la refirió Spurzheim al órgano de que se trata. También se le ha referido el bordado, y por último todas las obras manuales. Animales.—Se supone, que este órgano no puede tener en ellos una aplicación tan estensa como en el hombre, porque no recibe las influencias de todos los que residen en nosotros. Hay pues en ellos una dirección que siempre es la misma eu cada especie: en los unos hace construir nidos que varían en las diferentes especies, pues los hacen con mas ó menos arte y los colocan en situaciones diferentes, porque seguramente este órgano se asocia con el de las localidades. Hay pájaros que van á construir sus nidos en los agujeros de las pa- redes ; las golondrinas los hacen en los ángulos de las ventanas, otros lo colocan en tierra, otros en la cima de los árboles, &c. La frenolo- gía no puede pretender determinar las causas particulares de cada una de estas posiciones y de esta diversidad de formas; pero ¿por qué negarle las observaciones que ha hecho, á saber; que todas estas construcciones están en relación con el desarrollo de la par- te del cerebro que se ha señalado , salvo los pormenores y las apli- caciones? Mr. Vimont ha notado que en los cuadrúpedos hay una gran dife- rencia entre los que construyen y los que no construyen. En estos úl- timos jamás aparece el órgano, y en los primeros se le ve formar una eminencia en el ángulo inferior y anterior del parietal y en la parte correspondiente del frontal. Lo mismo sucede en el hombre, en lo cual no hay la menor duda posible; el órgano se halla en el mismo punto de contigüidad de los dos huesos, lo que indica un plan constante en las obras de la naturaleza. Los animales que construyen sus habitaciones son la zorra, el te- jón , el castor y otros; y nada ha sido mas fácil que compararlos con los que no fabrican y se contentan con reunir algunas pajas ú hojas para acostarse y depositar sus hijos, ó con los herbívoros, que gene- ralmente no construyen. Ignoro con qué argumentos podrán atacarse estos hechos, salvo las injurias y las contradicciones. Pero euando un hombre como Mr. Vimont ha gastado diez á quince años de su vida y una parte de su fortuna en comparar los animales, antes de desmentirlo debería con- sagrarse igual tiempo al mismo estudio, producir obras como la su- ya apoyadas sobre otros tantos hechos, y entonces existiría el dere- — 159 — cho de cortar con ellos la cuestión y regocijar á su auditorio con los sarcasmos. En la golondrina y otros pájaros se encuentra el órgano colocado en la misma región con corta diferencia: espresamente decimos po- co mas ó menos porque las variadas direcciones de los huesos de la cabeza ó de la cara producen otras en la distribución de las circun- voluciones del cerebro. En las aves domésticas que no construyen nunca, como el pavo, el gallo, &c, no existe, y su asiento en es- tos animales está detrás del ángulo orbitario sobre las partes late- rales. Además de los talentos enumerados se le ha atribuido otro á es- ta facultad, cual es el de la mecánica, y Gall fué el primero que lo indicó. En efecto, encuentra perfectamente su aplicación en la cer- rajería , y por eso se ven entre los ladrones muchos personages muy hábiles para fabricar llaves falsas é inventar máquinas contra las puertas, las cajas , &c. Por consiguiente, cuando un observador vea en un hombre que se le acerca, la propiedad, la mecánica , la secre- tividad y la destrucción formar de cada lado dos masas considera- bles, bien podrán decir lo que quieran, y aun reírse si gustan, pero le aconsejamos que no se fie de él. Hay pueblos en quienes el órgano de la construcción no está pro- nunciado , y entre ellos se citan á los negros. En los países nueva- mente descubiertos, en la quinta parte del mundo, es decir , en la nueva Zelandia y en la nueva Holanda, se ha visto que los habitan- tes de la primera , que son muy inclinados á la arquitectura y que construyen con mucho arte sus habitaciones, tienen esta parte muy pronunciada ; mientras que los de la segunda, que ni aun tienen el talento de abrigarse, la presentan muy deprimida. Estas observa- ciones fueron hechas en el último viaje del capitán Dnrville, con el cual se hallaban los señores Quoy y Gaymard en calidad de ciruja- nos y naturalistas, y como conocían la frenología pudieron recoger este interesante apunte. Conclusión sobre las instintos y las inclinaciones. i Tales son las facultades que los frenólogos han colocado entre las inclinaciones ó instintos , porque las han creído destinadas mas bien á la conservación de los individuos que al sostenimiento del or- den social. Hemos visto que estas inclinaciones sstán bajo el influjo de otras facultades, y todas juntas bajo el de la inteligencia. Tam- bién se ha visto que este último órgano, es decir, el de la construc- tividad, parecía depender un poco de aquella, cuya aserción esta- blecemos ahora para volver á ella mas tarde. ¡uu©i®3ir SENTIMIENTOS. Señores: *Lhora vamos á empezar el estudio de la segunda sección , es decir , de los sentimientos, que deben considerarse como instintos mas elevados que los precedentes. Esta división admite contestacio- nes porque el mecanismo, ó mas bien el modo fisiológico es igual ert las dos secciones. Los sentimientos , así como los instintos , son impulsos que nacen en nosotros con motivo de las impresiones este- riores , y que nos determinan á obrar de una manera perfecta sobre los cuerpos que los sentidos han hecho conocer. He aquí el fondo de esta filosofía que , como se ve, es muy sencillo. Generalidades.—Se nombran sentimientos los impulsos que van á ocupar nos, porque su aplicación es mas dilatada que la de los pre- cedentes , y porque son el fundamento del estado social y de la reunión de los hombres. Ya hemos visto un instinto que parece ser la base de esta reunión , el de la amistad , que no es mas que una aplicación ; pero este instinto , que existe en los animales, así como en nosotros , no bastaría para producir el estado social, y se necesi- ta algo mas elevado y menos egoísta , lo cual se encuentra en los sentimientos. Estos, pues , son unas especies de inclinaciones con emoción como los precedentes ; pues si bien se observa, se verá que todo instinto y todo sentimiento está acompañado de una emoción y que siempre hay placer en satisfacerlo. Los frenólogos consideran estos sentimientos como de dos especies: unos que nos son comunes con los animales y que parecen ser la transición de los instintos á los sentimientos y otros que son propios al hombre. No participo com- pletamente de esta opinión , porque se < naientran en ..<- animales ciertos sentimientos que se suponen como privilegio esehisivo del hombre; pero pienso (pie en alguna manera ^e hallan bosquejados en ellos; así pues, la cadena no me parece del todo interrumpida y en- cuentro una transición muy sensible é incontestable. Principiaremos por la parte posterior y superior para tomar un segundo plano ; pues el primero, o' plano inferior, principió también por la parte posterior y se ha estendido siguiendo 3ns laterales é in- feriores hasta las facultades intelectuales que están colocadas en lo bajo de la región frontal formando una zona. Los sentimientos for- marán otra , colocada mas arriba que esta y que igualmente llegará á las facultades intelectuales. X.-AMOR PROPIO. El primero que se nos presenta es el do la estimación de sí mis- mo , número 10. Situación.—En la parte superior donde comienza á hacer un pe- queño declive la cabeza ; corresponde al ángulo posterior y superior de los parietales , una pulgada mas arriba de la sutura sajital. El órgano se conoce por dos circunvoluciones una á cada lado, que or- dinariamente están bien marcadas y acostadas horizontalmente. Historia.—Gall descubrió el órgano, y dedujo por varios hechos bien observados que el orgullo debe sfcr considerado también como una cualidad fundamental, fundada en un órgano particular del ce- rebro. Historia natural del orgullo, de la altura y de la buena opinión de sí mismo.—Soberbia, orgullo, arrogancia, desden, suficiencia, presunción, insolencia &c, derivan del mismo origen. Modificados por diversos grados de intensidad de acción y por la influencia va- riada de otras cualidades , son la manifestación del mismo órgano. Paso pues en silencio las discusiones do los gramáticos y otros auto- res sobre el valor de cada una de estas modificaciones , v voy á exa- minar el papel que cada una representa y. debía representar en la especie humana. "Todos los hombres tienen una tendencia al (b'-poíismo, dice ,,Carlos Jorge Leroy ; pero como no hay deseo durable sin esperan- ,,za , esta tendencia se ve contenida en ia mayor parte de ellos por ,,el sentimiento de la impotencia y se limita á adquirir la superiori- ,,dad en la clase donde puede esperar elevarse. De allí resulta sola- viente en cada hombre un deseo inquieto de elevación que lo des- pierta , lo atormenta y muchas veces lo tiene agitado durante toda ,,su vida. Establecida una vez la idea de distinción , se hace domi- nante, y esta pasión subsecuente aniquila á laque le dio nacimien- ,,to. Tan luego como un hombre se ha comparado con los que le ro- ,,dean , y que ha puesto importancia en atraer las miradas, sus ver- daderas necesidades ya no son el objeto de su atención y de sus ,,pasos. Si no puede ser, á lo menos quiere parecerlo ; y de allí, en ,,la mayor parte, el gusto á la decoración esterior, y á todo el apa- rato que puede dar álos otros la idea del poder......Si no espera — 163 — .,atraer sobre sí las miradas del universo ó de una república entera, ,,se contenta con hacerse notar de sus vecinos, y sobresalir sobre ,.süs iguales ; hay felicidad en atraer la atención concentrada de su ,,pequeño círculo......Este deseo , por el cual cada uno tiende á ,,subir mas arriba del lugar que le está señalado, parece en contra- ,,dicción con cierta inclinación á la esclavitud que se nota en la ma- ,,yor parte de los hombres, y que sin embargo no es mas que una ,,consecuencia del amor al poder......Se arrastran á los pies del ,,trono, á fin de elevarse mas y mas sobre una multitud de cabezas >,que se complacen en humillar. De esto debe resultar, que los es- ,,clavos mas bajos coa su-; suoíviores , son los déspotas mas altivos ,,con aquellos que la fortuna coloca bajo su dependencia; y en efecto ,,es lo que siempre vemos que sucede. El visir humillado ante su ,.a¡no, se apresura en dirigir á los bajaes los desdenes del Gran ,,Señor (!)•" y"- : Este sentimiento inferior , según coexiste con cualidades dife- rentes . se manifiesta de tan d versas maneras que algunas veces parece en contradicción consigo mismo ; y sin embargo, cualquier forma que tome, siempre es orgullo. Un jactancioso, tal como Antis- tenes, cubierto de andrajos, y no teniendo ó valiendo un real, se creería deshonrado de tener que trabajar para ganar su vida; desprecia y des- deña todo lo que le rodea, no juzga nada digno de su atención, y bastándose á sí mismo , queda en completa inacción para las cosas esteriores. Otro no pone limites á su insolencia ; todo lo que se ele- va sobre él, le irrita y le hiere. Dirige su desprecio á todas partes, la envidia lo devora , atropella todo,,bajo sus plantas, se hace señor en la naturaleza y por medio de estatuas, monumentos y templos, se coloca , aun durante su vida , entre los inmortales. Por orgullo fué que Felipe II comparó la pérdida de veinte mil hombres con la pérdida de un pequeño arroyo. Por el mismo motivo holló Séptimo- Severo á sus pies el cadáver de su enemigo. Por orgullo arrastró Aureliano tras de su carro de triunfo á los reyes vencidos ; y por so- berbia , generosidad ó magnanimidad fué que Marco Aurelio y En- rique IV perdonaron álos traidores después de haberlos vencido. Aquí el orgullo se aflige por la persecución mas ligera, ó por las se- ñales de indiferencia que se le manifiestan; allí, hace frente á todos los ataques y los que le dirigen sus enemigos solo sirven para au- mentar la opinión que tiene de su alta importancia. Hay cierto número de hombres con un espíritu bastante firme y un corazón bastante grande que están bien profundamente penetra- dos de su mérito , y que poseen á tal punto la pasión de la indepen- dencia , que saben rechazar todas las influencias esteriores con que se tiende á someterlos. Buscan en cuanto pueden, los estados mas libres para vivir y se consagran á una ocupación que los hace inde- pendientes y que los exime del favor y de los caprichos de los grandes. (1) Cartas filosóficas sobre la inteligencia v la perfectibilidad de los animales. Nueva edi- ción, Paris, año 10 (1802), p. 187, 190. — IC»4 — La dominación sobre sus inferiores , que arrastraría la esclavi- tud bajo un amo absoluto , les seria insoportable. Los honores , las distinciones destinadas al mérito, cuando se prodigan á hombres nulos , no son á su vista mas que humillaciones. Si prosperan, es solo por ellos mismos ; como el roble , se sostienen solos, y todo lo que son, no quieren debérselo á nadie sino á sí mismos. Esta es una arrogancia no degenerada aun en orgullo , un mérito mas bien que un defecto ; compañera muchas veces de grandes virtudes , enemiga de toda bajeza y sosten del valor en las adversidades. Los que aun pretenden tomar el orgullo por una cualidad adqui- rido , pueden trasladarse á los pueblos salvages y bárbaros. Todos tienen el sentimiento de su igualdad y emplean gran ardor en man- tener sus derechos. Aun cuando sigan á un gefe en la guerra , no sufrirían que pretendiese un mando formal y no se sujetan á sus ór- denes; marchan , no á consecuencia de un alistamiento militar, sino por la fé mutua y conducidos por un ardor igual, por el éxito de la empresa. En los iroqueses y las otras naciones de la zona templada, los títulos de magistrado y de vasallo , de noble y de plebeyo, son tan poco conocidos como los de rico y de pobre. Los caribes , aun después de haber elegido un gefe militar se guardan de conferirle ninguna autoridad civil. Su capitán no se mez- cla absolutamente en las disputas domésticas y los términos de juris- dicción y de gobierno no existen en su lengua. Hasta en medio del pillage la gloria es su principal objeto y los despojos del vencido no son á su vista mas que el premio de la victoria. Las naciones y las tribus son su presa ; pero al viajero solitario con quien nada hay que ganar , sino la reputación de generosidad , lo dejan pasar sin insul- to ó lo tratan con suntuosidad. Así, pues , todo contribuye á probar que el orgullo y el amor de la autoridad, son innatos en el hombre , y que por consiguiente esta inclinación está fundada en un órgano particular. Aplicación.-—Produce el sentimiento de superioridad que nos ha- ce preferirnos álos otros, y es uno de los órganos que obran mas constante y enérgicamente en la historia. En efecto, es muy común y muy poderoso. Los efectos que re- sultan de él, ó las influencias que produce , varian mucho, y sus apli- caciones son muy diferentes según las combinaciones. Por ejemplo, con sentimientos elevados y una inteligencia conveniente produce la dignidad; el hombre se respeta y su conducta está en armonía con este sentimiento. Combinado con los de egoísmo y poca inteligencia, engendra el orgullo y contribuye á la vanidad. El orgullo se toma en buen ó mal sentido; en bueno cuando se asocia con actos que anun- cian una vasta inteligencia y sentimientos elevados ; en malo cuando se encuentra reunido á actos que tienen algo de vil y bajo y que dan idea de poca dignidad ; en este caso recibe también el nombre de va- nidad , aunque él no sea el que produce las mas veces este senti- miento. La aplicación del órgano se encuentra en la envidia y en la emulación, pero no solo. Cuando uno se estima mucho se apesadum- bra de ver los triunfos de los otros, y este pesar varía igualmente según las facultades que se asocian á la que nos ocupa. Por consi- — 105 — guíente , en un hombre que tiene sentimientos elevados, los triunfos de otro escitarán los deseos de igualar y aventajar á su rival por grandes y bellas acciones y por obras mas dignas de la estimación délos hombres. Al contrario, en aquel cuyas facultades son débiles y que tiene mucha astucia , produce el sentimiento de la envidia, el pesar y el deseo de perjudicar. He aquí como el amor propio puede producir efectos sumamente variados. Algunas veces inclina á la maledicencia , á la calumnia y al descrédito de las personas que nos aventajan; pero reunido con un sentimiento de justicia muy elevado y con la bondad, jamás da por resultado ni la maledicencia ni la calumnia; mas bien induce á hacer algo que nos eleve sobre nuestros rivales. Si la destrucción predomi- na con la astucia , el amor propio inspirará actos muy vituperables. Combe hizo una observación que referiremos aquí, y es: que cuando los muchachos persiguen con sus gritos, sus injurias y sus burlas aun idiota, un anciano ó un desdichado cualquiera, obede- cen al impulso de este sentimiento, cosa á la verdad bien deplora- ble. Les gusta elevarse sobre el objeto de sus injurias y gozan con la idea de que le son superiores. Este sentimiento se despierta á cada instante; en la ado1 se n- cia predomina escesivamente cuando los jóvenes notan que racioci- nan tan bien y á veces mejor que aquellos adultos que antes les ins- piraban tanto respeto , y de aquí el impulso al ataque y al insulto. Este órgano está siempre presente en la especie humana. Por eso se ve que cuando un individuo que era el ídolo de un pais, un príncipe, un ministro por ejemplo , ha caído, este sentimiento impele á los hombres á vengarse del respeto que han tenido al personage des- graciado, humillándolo y diciendo de él todo el mal que saben, éin- sultándolo de diversas maneras. Esta conducta supone el concurso de los sentimientos inferiores y de los instintos de egoísmo y de des- trucción. La inteligencia es la que siempre contiene este vuelo en unión de otros sentimientos que examinaremos mas adelante y que dan una dirección buena al amor propio ; porque el que se estima, no se baja hasta los actos que podrían degradarlo. También se le atribuye el deseo del poder ó la ambición, y el egoísmo cuando se halla reunido á la adquisividad y á la envidia; pe- ro siempre en una especie de combinación. En efecto, en cuanto á la ambición, creemos buena la interpretación ; porque los hombres que tienden á dominar á los otros por inclinación, y los cabecillas, que están siempre dominados por el sentimiento de su superioridad y se creen hechos para guiar á los demás, tienen este órgano muy desarrollado ; muchos no logran sus intentos porque la facultad sola no produce las grandes acciones ; necesita otras que la ayuden ; pero siempre se encuentra en los que han triunfado por este medio. Se le atribuye también cierta actitud que Gall observó antes que los demás frenólogos. En efecto, los hombres orgullosos que quie- ren dominar y que se estiman mas que los otros, tienen siempre un aspecto que los distingue. Primero levantan la cabeza, miran de un modo firme y fijo, pasean con dignidad y altura sus miradas sobre tpdos los que so le acercan, y luego, cuando descienden á la familia- — 166 — ridad, se nota en su semblante que hacen un favor. A la mas leve cosa, vuelven á tomar su aire grave, y siempre están dispuestos á re- cordar su superioridad y á humillar con sus miradas, sus palabras, sus gestos, &¿v. Este es un hecho muy notable sobre todo cuando han adquirido la costumbre del mando. Defecto.—La ausencia de este órgano produce la humildad y la tendencia al abatimiento. Sin embargo, es necesario observar que la astucia finje la humildad, y que si un hombre orgulloso conoce la ne- cesidad de humillarse, no dejará de hacerlo si tiene la secretividad muy desarrollada. Auxiliares.—No son fáciles de determinar, porque es un órgano único para el impulso primero; pero lo que sí es muy cierto es que el amor propio se exalta y sostiene por el valor , el cual, aunque no va en la misma dirección, lo auxilia lo mismo que la destrucción. Cuan- do la fuerza es considerable en la juventud, encuentra también en ella un apoyo, y cuando los sentimientos de egoísmo han obtenido su fin, se levanta el orgullo y dice: "he vencido, he logrado satisfa- cer tal proyecto, &c.:" entonces se estima mas el hombre. Antagonistas.—Los que puede encontrar este órgano están pri- mero: en la circunspección y en la astucia, que lo contiene como hace con todas las otras manifestaciones , pues es el oficio de este instinto. También encuentra un correctivo en la inteligencia, porque mientras mas cultivados son los hombres, mientras mas ejercitadas han sido sus facultades intelectuales, y mientras mas se han desar- rollado las de la reflexión y la observación , menor es su orgullo. En- tonces pueden compararse con exactitud á sus semejantes, colocar- se en su lugar y reconocer su debilidad , lo que al menos los hace re- nunciar á la violencia. El cultivo de la inteligencia ó educación tiene esta ventaja ; por él se aprende á compararse mejor con los otros, á sentir su debilidad, á conocer que no es uno el corifeo de sus semejan- tes , sino un punto muy circunscrito en la multitud; mientras que si por desgracia no hay bastante ilustración , se presenta el orgullo, que por poca cosa se exalta, conduciéndonos á actos de que hemos de arrepentimos algún dia. Animales.—Existe en ellos este órgano. Gall, como se ha dicho, consideró la inclinación que los hace buscar los lugares elevados co- mo un signo de orgullo, y lo atribuyó al órgano que hemos señala- do. Mucho se criticó esta aserción; pero aunque pueda atribuirse ese hecho al instinto de los lugares , creemos que en vez de compla- cerse en criticar á un hombre de tanto mérito se debe recurrir á la observación. Entre los cuadrúpedos se citan al mulo que es verda- deramente orgulloso , y al caballo , pudiendo agregarse el perro. Un caballo brioso toma en efecto una actitud arrogante cuando se siente en libertad, y parece mas orgulloso si está bien adornado que cuan- do le ponen arneses groseros. Cuando está montado por un personage de distinción manifiesta cierto orgullo y se somete dócilmente si sabe manejarlo; pero si conoce que es un ginete novicio hace mil cabriolas como para burlarse de él, llevando algunos su tenacidad hasta desmon- tarlo, y entonces brincan y relinchan en señal de triunfo. El elefante es orgulloso, y si se hiere su vanidad , tarde ó temprano se venga. — 16? También es cierto que los animales que guian á los otros en su camino tienen orgullo; varias especies de cuadrúpedos se reúnen en manadas, y el que va á la cabeza manifiesta mas orgullo que los otros. Los carneros , que parecen haber sido elegidos por tipo de la bondad, tienen su gefe que los conduce y que lleva la cabeza mas erguida que los otros. En las aves se ha hecho la misma observación; en estos anima- les existe una veneración que les hace seguir al que se pone al fren- te como mas esperimentado. Al pavo se le atribuye orgullo á causa de la actitud que toma aunque ridicula en apariencia; lo mismo pue- de decirse del pavo real; mas con respecto al gallo , no queda la me- nor duda; este animal cuando sale vencedor en la pelea toma una actitud orgullosa , aunque esté fatigado , y canta en señal de triun- fo , mientras que el vencido manifiesta su humillación y huye. Toda- vía hay una cosa muy notable y bien conocida. Cuando un pollo quiere galantear á una gallina grande , esta se indigna y toma un tono altivo que no tiene en ninguna otra circunstancia, y lo ahuyen- ta con cólera ; pero si la sorprende y la cubre sin que lo haya visto, al instante que lo conoce se incomoda y parece decirle: " creia que era otro y eres tú!" Entonces lo espanta llena de cólera y arrepenti- miento. Este hecho es verdaderamente singular y no lo referiríamos si no lo hubiésemos visto muchas veces. Por consiguiente no debe decirse que el sentimiento del orgullo no pertenece mas que á la es- pecie humana, pues se ve que es independiente del sentido de las alturas físicas. XI.-AP ÜOB ATI V1DAI). Principiamos la historia de los sentimientos por la estimación de sí mismo ó amor propio , inclinación muy importante porque es uno de los principales móviles del estado social; ahora hablaremos de la aprobación ó aprobatividad de Spurzheim y vanidad de Gall que so- lo se fundó en una de las aplicaciones de este órgano. Situación.—Mas abajo de la parte posterior y superior del hueso parietal; en el adulto principia á media pulgada de la sutura landoi- dea y se prolonga á los dos lados de la sajital , de la que está sepa- rado por el órgano del amor propio; por otra parte corresponde: posteriormente á la afeccionividad , anteriormente á la conciencia v por su borde esterno á la circunspección : está marcado con el nú- mero 11. Historia natural de la vanidad y de la ambición en el hombre.— La vanidad, la ambición , el amor de la gloria son modificaciones de la misma cualidad fundamental que recibe diversas denominacio- nes según el valor mas ó menos grande de los objetos sobre los cua- les se ejerce. La mujer funda su vanidad en los adornos ; el hombre de Estado, su honor en los empleos; el soldado , su gloria en la d e- fensa de la patria. Este sentimiento es tan general como benéfico, tanto para el in- dividuo como para la sociedad ; es uno de los resortes mas podero- — 16.* - sos, mas laudables, mas nobles y mas desinteresados que determi- nan la elección de nuestras acciones. ¡De cuantos hechos brillantes, generosos desprendimientos y esfuerzos admirables se veria privada la historia de la especie humana, sin la^influencia de esta cualidad! Desde la primera infancia, nuestros'padres y maestros no saben emplear , para estimularnos al trabajo y á las buenas acciones, otro móvil mas eficaz que^el del honor, de la ambición y de la emulación. ¡Y qué recompensa mas lisongera puede haber para el hombre gene- roso y noble, que las señales públicas de distinción y de mérito, que la celebridad, que una vasta y buena reputación! Por mas que diga la sátira y la moral, es necesario hacer justi- cia á la naturaleza que á todos nos dotó de mas ó menos vanidad y de amor propio. Es muy raro que la equidad ó la justicia de los otros aprecie con exactitud las buenas cualidades ó atenúe las malas. Es- ta divina encantadora , esta vanidad]es la que nos consuela de nuestros defectos y de las prerogativas de nuestros semejantes. Ella es la que, siempre ingeniosa en compensarlo todo, descubre á cada uno de nosotros un mérito, una ventaja y una dicha que nos ha- ce preferir á todo. ¿Donde está el hombre que ,m bajo todos concep- tos , cambiaría su carácter por el de otro? Todas las clases de hombres han recibido esta cualidad por patri- monio. La vanidad es la misma en las selvas , en las aldeas y en las ciudades. Los americanos setentrionales se ocupan mucho de sus personas, emplean largo tiempo en adornarse á su modo , en prepa- rar y en hacer mas duraderos los colores con que so pintan ; perpe- tuamente se ocupan en renovarlos á fin de parecer bien. Allí, la va- nidad busca la admiración por los mas hermosos ganados , y por los campos mejor cultivados; aquí, se esfuerza en atraer la envidia de los otros, por la modistura, la magnificencia de los carruages, por las libreas de distinción , por los títulos , S1 SNh XIII—BENEVOLENCIA. Señores: Hoy seguiremos el estudio de los sentimientos, esplicandoel de la benevolencia , llamada bondad por Gall, y mansedumbre 6benignidad por otros frenólogos. Situación.—Está situada en la parte superior del frontal inme- diatamente delante de la fontanela, marcada con el número 13. Or- dinariamente está por la raíz del pelo sobre el principio del plano horizontal del vértex; pero suele variar. Parece mas hacia atrás cuando está mas desarrollado que la comparación que la limita por delante en lo alto de la frente. Este órgano está pues colocado en la parte superior y inedia de la frente donde el plano ascendente de la misma se confunde con el horizontal de la cabeza. Historia natural de la bondad, de la benevolencia y de la sensibi- lidad en el hombre.—El hombre nace bueno ó malo? Esta cuestión, tan agitada por los filósofos y los moralistas , ha debido quedar inde- cisa hasta ahora, porque también quedaron desconocidos los verda- deros orígenes de nuestras inclinaciones, y los diversos motivos de nuestras acciones. El estudio de la organización y de su influencia sobre el ejercicio de nuestras disposiciones innatas , fué desatendido, y de allí ha dimanado la incertidumbre y arbitrariedad que reinan en todas las discusiones sobre el verdadero carácter de la especie hu- mana. A los unos solo les atrae la atención los ejemplos de maldad, de malicia, de persecución, de opresión, de injusticia, de vengan- za, de traición, de infidelidad, de perjurio, de envidia, de ingrati- tud, de calumnia, de impostura, de egoísmo, de falso testimonio, &c. A los otros les encantan los rasgos de bondad, de benevolencia, 23 178 — de justicia, de generosidad, de agradecimiento, de piedad, de com- pasión, de desinterés, de perdón generoso, de resignación, &c. Unos citan en apoyo de su opinión á los Tiberios, los Nerones y los Cómo- dos. Otros celebran á sus Marco-Aurelios, sus Enrique IV , sus San Vicente de Paul, &c. Así pues, los detractores de nuestra especie están tan fundados en decir que el hombre nace malo , como los par- tidarios de la opinión contraria en pretender que naco bueno; pero de ambos lados existe el mal de abrazar esclusivamente una y otra de estas proposiciones. Examinemos al hombre, bajo el doble as- pecto de su disposición natural á la bondad y á la maldad. Difícilmente se encontrará una familia, por poco numerosa que sea, en la cual no haya algunos individuos que se distingan por su buen corazón, por la sensibilidad y por una gran benevolencia: mientras que otras personas darán señales de una repugnante insen- sibilidad , de egoísmo, de maldad, y aun algunas veces de cierta in- clinación á la crueldad. Jóvenes y viejos, hombres y mujeres, naturales y estrangeros, todos se indignan al ver maltratar á los animales en público, y si al- guna vez los grandes encuentran algún gusto en perseguir un infeliz venado, á lo menos no ha habido ningún adulador bastante vil que haya colocado estos restos de la antigua barbarie en el número de sus virtudes. El hombre es mas naturalmente bueno, justo y benévolo, que malo é injusto, sobre todo cuando está tranquilo, cuando no está agitado en sentido contrario. Las gentes de costumbres sencillas, el pueblo, el campesino rico y los artesanos industriosos, son benéfi- cos con sus semejantes. Rara vez se ve entre ellos un huérfano que deje de encontrar los auxilios que re cama su posición, y su uso es tra- tarlo como á sus propios hijos, y muchas ocasiones con mas mira- miento. Pocas veces el pobre que llega á su puerta se retira con la mano vacía; en fin, el impulso directo es siempre el de la benevo- lencia hacia los desgraciados. Acúsanse á los muchachos de ser crueles porque muchas veces se complacen en atormentar los animales que las personas insensibles sacrifican á su diversión ; poro no tienen la idea de los tormentos que causan á un pájaro, á un insecto, porque en estos seres los signos de dolor no son bastante sensibles ni bastante análogos para escitar la conmiseración de los niños. Si juegan con un perro, y que le arran- can un grito de dolor, la piedad natural se despierta casi siempre: es raro verlos resistir á este sentimiento. El pueblo corre presuroso á las ejecuciones y solicita con ardor el espectáculo de estos sacrifi- cios sangrientos. Tal vez debo en este caso acusarlo mas bien de grosería que de barbarie. Abundantes lágrimas atestan muchas ve- ces la compasión del mayor número de los espectadores. El horror que inspira el criminal desaparece amenudo y deja el lugar á la piedad. En esto se nota otro motivo secreto : toda fuerza desea ser satisfecha, y el sentimiento de la benevolencia es el que sobre todo esperimenta esta necesidad. Las escenas trágicas atraen multitud de espectadores, y cada uno gusta detenerse , penetrarse de piedad é identificarse con las penas de los otros. Solo hay un pequeño núme- — 179 — ro de seres bastante mal organizados para gozarse en los tormentos con que se agobia á sus semejantes. Una ojeada superficial sobre lo que pasa ordinariamente en la vida podría hacernos creer que el cuidado de la subsistencia, y en general el interés, es el principal móvil délas acciones humanas. En efecto, en varias personas domina hasta el punto de no sufrir la competencia de ningún otro objeto de atención ó de deseo. Pero si el interés fuese un motivo esclusivo, una injusticia que ataca nuestra fortuna, ó un beneficio que la aumenta, prodncirian en nosotros las mismas emociones que un torrente que devasta nuestras posesiones, ó que una lluvia que las fertiliza. En nuestros semejantes no consi- deraríamos mas que su influencia sobre nuestro interés. Obsérvense á los hombres cuando ven á los demás bajo el infortunio y los pesares. Todos los dias los vemos precipitarse en las aguas y las llamas por salvar á sus semejantes. Apenas las calamidades públicas , los incen- dios, las inundaciones, han destruido las propiedades agenas, cuan- do todo el mundo se apresura á remediar sus pérdidas: se hacen suscriciones, y se dan óperas, comedias y otros espectáculos á bene- ficio de los desgraciados. A.quellos que cuentan con poco , que sus me- dios son escasos, tienen que sostener un combate doloroso entre es- ta triste impotencia y el impulso natural que induce á hacer el bien. El niño que grita de compasión cuando ve á un hermanito atacado de convulsiones; el hombre que desiste de la pretensión de un empleo cuando sabe que su amigo, cargado de familia, también lo solicita; el soldado que se presenta á recibir el golpe fatal que debe herir á su general, San Vicente de Paul, que se deja encadenar con los ga- leotes por devolver un infeliz preso á su mujer y á sus hijos , sumer- jidos en la mas espantosa miseria, &c, tales seres, sin duda, no pueden ser sospechados de haber obrado por una reacción sobre sí mismos, por un sentimiento de interés personal. La benevolencia se estiende hasta la posteridad. El filántropo sa- crifica su bienestar personal á sus herederos , á los que vendrán al mundo muchos años después que él. Para ellos siembra árboles, y para los establecimientos piadosos instituye legados. Para ellos tra- baja noche y día, por ellos sufre insultos, calumnias y persecucio- nes, porque sabe que vendrá un tiempo en que sus trabajos serán bendecidos por su influencia benéfica sobre la suerte de la humani- dad. Sin este sentimiento de benevolencia general, cuantos hechos, cuantos descubrimientos útiles se hubieran ahogado bajo el peso de la envidia, de los celos, de la mala fé y de la ingratitud de los con- temporáneos! En todos tiempos el perdón de las injurias y de los enemigos fué ordenado por la moral mas elevada. El hombre dotado de un enér- gico sentimiento de benevolencia, se inclina naturalmente á esta no- ble y virtuosa resignación, á esta abnegación de sí mismo, que á cualquiera otro le parece tan difícil, que considera semejantes actos de un perdón generoso, sobre todo cuando va hasta el punto de pa- gar el mal con el bien, como los efectos mas admirables y sublimes de la naturaleza humana. El hombre sensible, cuando se ve ultraja- do, esperimenta también un primer ímpetu de resentimiento y de — ISO — venganza. Nadie puede estar tan al abrigo del amor propio (pie al- guna vez no se vea sorprendido por emociones bastardas; pero ape- nas la benevolencia vuelve en sí, cuando todo proyecto de venganza desaparece como contrario á la grandeza moral; perdona y se con- suela compadeciendo y despreciando las intrigas de la bajeza y de la maldad. El malvado, al contrario, acusa de debilidad al hombre benévo- lo y generoso; se alaba de aquella fuerza de carácter (pie, según su parecer , es necesaria para llevar á cabo sus concepciones vengati- vas. Llamaré fuerte al hombre que, inclinado á la venganza, haya sabido vencerse y renunciar á aquella satisfacción, tan dulce á sus ojos, de pagar eí mal con el mal. ¿Acaso era débil Marco-Aurelio cuando se negó á ver la cabeza del rebelde Casio, cuando quemó sus cartas por no castigar á los cómplices, y cuando perdonó todas las ciudades que, abrazaron su partido? Cuando Tito condenó á todos los acusadores de profesión á ser azotados ó vendidos como esclavos; cuando perdonó ásu hermano Domiciano, y cuando colmó de benefi- cios á dos senadores que conspiraron contra él, seria acaso por debi- lidad? Fué alguna vez Antonino acusado de débil porque despreció y ahuyentó á los delatores y porque devolvía á Roma, por su bondad, la tranquilidad de que la habían privado sus predecesores por su mal- dad? Era débil Enrique IV cuando perdonó á todos los de la liga; cuando respondió al que le hablaba be un oficial de quien no era amado: Quiero hacerle tanto bien, que le obligaré á amarme á pesar suyo? Cuando dijo á los que le aconsejaban que tratase con rigor al- gunas plazas de la liga: La satisfacción que se saca de la venganza so- lo dura un momento-, pero la que se saca de la clemencia es eterna! Al modesto y generoso Turena, cuando ahuyentó de su ejército á un malhechor que se introdujo en él con intención do envenenarlo, pue- de acusársele de debilidad? Los mas escogidos entre los grandes hombres se levantan en masa para impugnar esta paradoja, inven- tada y aprobada por el despreciable genio de la venganza. Con tales hechos, ¿quien se atreverá á negar que la hermosa fa- cultad de la benevolencia y de la sensibilidad sea una cualidad inhe- rente á la naturaleza humana? Auxiliares.—Los de esta facultad son el erotismo, la filojenitu- ra, la amistad y sus vecinas, sin que se omita el amor de los luga- res; en una palabra, todos los sentimientos afectuosos que están en la parte posterior de la cabeza. No queda duda de que todas estas facultades se auxilian recíprocamente, y que cuando coincideu pro- ducen grandes resultados. Sin embargo , es importante distinguir la benevolencia del sentimiento de asociación y de amistad ; pues al primer aspecto admira que los frenólogos hayan puesto la benevolen- cia en la parte anterior y la amistad en la posterior. En efecto, es- tas facultades se hallan en los dos polos opuestos de la cabeza, aun- que su objeto parece casi el mismo; esta es una de las objeciones que se han propuesto contra el sistema frenológico; pero he aquí al- gunas reflexiones. La asociación es un instinto general é irreflexivo que atrae al hombre y á los animales hacia los individuos de la mis- ma especie, como se ve en estos últimos ; por consiguiente, no pue- — 181 — de negarse ala animalidad como sentimiento primitivo. La amistad es la especialidad de este sentimiento sobre un individuo en particu- lar, al cual la simpatía, inesplicable hasta ahora, nos asocia mas par- ticularmente; pero se refiere al mismo órgano. La benevolencia es un goce intelectual en hacer bien. Según esto hay algunas relaciones, entre la facultad posterior y la anterior, pero esta es mas intelec- tual y se estiende á mayor número de objetos: es un goce mas pro- fundo y mas delicado, y no habría temeridad en esplicar esta dife- rencia por la vecindad de las altas facultades de la inteligencia con las que parece continuarse. ■ Antagonistas.—Lo que contraría la acción de este órgano son los instintos laterales de egoísmo, sobre todo el de la propiedad, porque se oponen á los actos de la benevolencia; esta puede estar do- m inada por aquellos si la inteligencia es débil. Si el hombre posee al mismo tiempo el órgano de la bondad y el de la propiedad y este último predomina, tendremos uno de aquellos avaros que, como vul- garmente se dice , parecen salir de tiempo en tiempo de su carácter: de aquí el proverbio de que nada hay como un avaro á quien entra el capricho de ser generoso. Estas oposiciones no son raras en la or- ganización humana. Defecto.—Si es débil la bondad , produce la indiferencia por el mal ageno.*Si predominan la destrucción y los órganos lateraíes de egoísmo, la inteligencia, que se ve obligada á obedecer , hace sofis- ta al hombre y busca entonces los argumentos mas oblicuos y sutiles para justificar su conducta. Nótese bien que los argumentos de los sofistas sin benevolencia, parecen como inspirados por una inteligen- cia de naturaleza diferente de la que preside á los raciocinios del hombre benévolo y generoso; cualquiera diría que estos dos seres no son de un mismo orden en la naturaleza; sin embargo, los sofismas de los egoístas y malévolos pueden imponer momentáneamente á la mul- titud , si se hallan rodeados del prestigio de una elocuencia seductora. Animales.—La opinión de Mr. Vimont es que este órgano varía en los animales según las especies , y aun en los individuos de una misma. En los cuadrúmanos, cuya clase se aproxima mas á la nues- tra, y en todos los animales cuya cabeza está organizada bajo el mismo plan que la del hombre , el órgano ocupa la misma posición. En los cuadrúpedos se ve en la parte media, superior y un poco ant terior del hueso parietal. El mismo autor ha encontrado el predominio de esta facultad en el becerro, en el cabiel y el curiel; mientras que le pareció débil en las ratas, en la marta y el tejón, en quienes está muy deprimida la parte que le corresponde. No respondemos de todos estos hechos, sino que los presentamos refiriéndonos al autor ; pero sabemos que puede diagnosticarse la bondad en el caballo y en el per- ro, cuya observación está al alcance de cada uno. Este órgano parece poco desarrollado en los grandes carnívoros , con todo existen en ellos algunos rudimentos, pues todo el mundo sabe que algunos hombres han logrado ponerse en relación con las fieras, dominarlas y desarrollar en ellas sentimientos de bondad y de respeto que ni aun se hubieran sospechado. — 182 — XIV.—VENERACIÓN. Esta facultad fué descubierta por Gall, que la nombró teosofía, según Lavater , que habia observado que las personas religiosas te- nian la parte superior de la cabeza muy saliente en la región media: es la tendencia á venerar y á honrar. Situación.—En la cima de la cabeza en el punto de reunión de la parte media del hueso frontal con el ángulo superior de los parieta- les , precisamente en el lugar de la fontanela anterior y superior. Es- te órgano está ordinariamente mas pronunciado en las mujeres que en los hombres. Influencia ó impulso primitivo.—La acción ó influencia directa que se le atribuye es la inclinación á venerar y á honrar en general. Este es el sentimiento fundamental de los frenólogos. Con este mo- tivo se han hecho varias objeciones que calificaremos de absurdas. Algunos han dicho que Gall nombró esta facultad teosofía, y Spur- zheim veneración, y que nadie podría ponerlos de acuerdo; pero cuando una ciencia principia no se perciben todos los hechos, y se necesita tiempo y observación; por consiguiente sacar argumento s contra una doctrina de los mismos descubrimientos que la engrande-. cen es ser verdaderamente enemigo de los progresos. * Aplicaciones.—Al principio de la vida se dirije este órgano en e niño á respetar á su padre, á su madre y á su nodriza; mas tarde á sus maestros, á los gefes cualesquiera que sean, á los ancianos, á los ricos, á los poderosos, á los príncipes y á todo lo que es superior en el estado social. A la idea de las personas que gozan de estas su- perioridades se asocia un sentimiento particular, que es el de la ve- neración. También se supone que se aplica á la antigüedad, á los monumentos y á los personages de los siglos pasados, que parecen tanto mas grandes cuanto mas distantes están de la época en que se vive. El sentimiento de respeto que se esperimenta por los hombres y las cosas no se ssplica, pero existe, pues que la observación lo comprueba. No puede definirse porque los sentimientos y los instin- tos no son susceptibles de definición en virtud de que no pueden tra- ducirse en hechos semejantes. También es igualmente imposible describirlos, pues no tienen ningún atributo sensitivo que pueda se- ñalar la descripción. Son hechos primitivos y modificaciones de la acción nerviosa, que se necesita haber esperimentado para conocer- los ; tratamos pues de nombrarlo, de manifestar su aplicación y de apelar para ello á la conciencia de cada uno, á no ser que no nos en- tiendan los que nunca los hayan esperimentado, y la facultad que nos ocupa es de este género. ¿La adoración es un resultado único de la influencia de la vene- ración? No lo creemos, porque se puede ser muy respetuoso hacia las personas y los objetos dignos de respeto sin ser adorador. Según la opinión del Dr. Broussais, la adoración espresa otro movimiento nervioso. La parte de la imaginación nombrada marávillosidad con- tribuye mucho á ello, como se verá al hablar de esta facultad. Las emociones profundas que sienten un gran número de hombres á la vis- - 183 — ta de las ruinas de un palacio, de un templo, de los sepulcros de lo* antepasados y de las moradas de hombres célebres por su talento ó virtudes, reconocen el mismo origen. Defecto.—La falta de este órgano es una desgracia, aunque sus abusos son deplorables; sin embargo, no puede negarse que su debi- lidad relativa es una gran desdicha. La veneración, sentimiento su- perior, es uno de los principales lazos sociales, y si no se respeta lo que es venerable, principiando por los autores de nuestros días y por nuestros maestros, se rompen todos los de la sociedad; el hombre mas bajo, mas vil y menos cultivado, se cree al nivel de las mayo- res superioridades reales, los representantes del poder son despre- ciados, y el desorden se introduce en todas partes. El que no respe- ta nada y lo sacrifica todo á sus pasiones é intereses , en general es un hombre vil. Se necesita tener una veneración bien entendida ; pe- ro no puede serlo sino bajo el influjo de una alta inteligencia cultiva- da; porque la educación es la que enseña al hombre á respetar los de- cretos de los grandes de las naciones, únicos que tienen el derecho de conferir el poder á los particulares. Auxiliares.—Además de estar auxiliado este órgano por la parte de la imaginación nombrada maravillosidad, recibe mucho impulso de la benevolencia, de los afectos, del miedo y del amor propio. Antagonistas.—La oposición á los efectos de esta facultad se en- cuentra en la inteligencia sobre todo en la parte reflectiva, y no en la que toma conocimiento de los atributos de los cuerpos; pues se puede ser gran observador y no reflexionar jamás profundamente so- bre lo que se observa; pero el hombre eminentemente reflexivo y do- minado por el deseo de investigar las causas de los hechos, es decir, de ligarlos entre sí bajo el aspecto de la causalidad ó de la influen- cia recíproca, domina sus semejantes y hace desaparecer los falsos ídolos creados por la ignorancia ó la credulidad. Ejemplos.— Como mas positivos se citan particularmente, por los retratos y por los bustos, á Walter Scott, cuyas poesías tienen cier- to tinte de veneración; al abate Gauthier, antiguo director de los sordo-mudos, hombre sumamente notable y respetuoso;al cura Char- pentier , de quien ya se ha hablado; á Spurzheim, uno de los prin- cipales autores de la frenología, que era muy respetuoso, y al negro Eustaquio. La mayor parte de los ajusticiados y de los bandidos mas abyec- tos carecen de este órgano, combinándose siempre este defecto con una gran debilidad de la inteligencia. Animales.—Escepto el Dr. Broussais, todos los frenólogos les han negado esta facultad. "Cierto tinte de inteligencia, dice, existe en algunas especies, éntrelos vertebrados que eligen gefes, que marchan á la señal que estos les dan y que los obedecen. Aun entre las ovejas se ve un gefe y en las tropas de caballos salvajes el mas hábil y el mas esperimentado es el que dirije la marcha." Entre los pájaros siempre es el director el que vigila. Un instinto designa este gefe y él mismo siente su superioridad poniéndose á la cabeza. ¿Por qué negar este instinto? ¿Qué significa ese orgullo que induce á ciertos hombres á colocarse en una naturaleza superior á la — 184 — de lo» animales? ¿No tenemos bastantes prerogativas que nos distin- guen de ellos en la misma naturaleza? Mas adelante las conoce- remos. El perro es uno de los animales en quienes se pronuncia mases- te sentimiento con respecto al hombre. También se manifiesta en el elefante y en el caballo, que respeta á su amo mas que á las otras personas: en este caso la veneración se dirije al hombre. En los ani- males cuyo cerebro se aproxima al nuestro, existe un sentimiento que coloca al hombre sobre los demás seres vivientes. Entre todos los animales, el perro se hace notable por la venera- ción que tiene al hombre: en la casa que habita distingue perfecta- mente el rango que ocupa cada una de las personas que la habitan. Al dueño lo pone á la cabeza, y sabe que sus hijos merecen mas res- peto que los estraños ; á los criados los coloca en un rango inferior; los amigos de su amo son obsequiados en proporción del caso que pa- rece hacer de ellos; en seguida pone á los estraños en un orden in- ferior, y entre estos mismos estraños, los que están bien vestidos ó tienen buena fisonomía son recibidos con menos severidad que los que están mal puestos ó tienen una espresion malévola. Algunos mastines han manifestado sobre este punto una sagacidad admira- ble, y se han visto otros arrojarse á primera vista sobre los malhe- chores introducidos de dia en la casa de algunos particulares con in- tención de matarlos; intención que mas tarde se justificó por las ar- mas de que estos miserables, derribados por el animal, eran porta- dores y las confesiones que hicieron. Nadie puede negar estos he- chos de la naturaleza, que malamente se califican de prodigios, y estos hechos, repetimos, no pueden depender sino de una influencia cerebral, de un sentimiento misto de apego y de veneración á nues- tra especie. Hay pues en los animales impulsos de veneración y aprecio. No es simple amistad, sino otro sentimiento mas elevado, que merece la atención délos frenólogos, y admira ver que se hayan obstinado en no admitir en ellos los elementos del impulso respetuoso. Sin em- bargo, es necesario convenir en que lo tienen con algunos otros, á fin de rebatir ciertas objeciones: por ejemplo, se nos dice que poseyen- do los animales algunos órganos que atribuimos en el hombre á los sentimientos superiores, se muestran estraños á estos sentimiento. Sin duda que los poseen , y también esperimentan sus influencias; pero como en ellos están menos desarrollados que en nosotros, no pueden manifestar nuestras facultades sino en grados mas ó menos distantes de aquellos en que nos es permitido gozar de ellos. XV.—FIRMEZA..—PERSEVERANCIA. El carácter del hombre depende mucho mas de sus sentimientos que de sus facultades. El hombre débli é indeciso, y el hombre de corácter firme, no pueden saber , ni el primero, porque fluctúa de un proyecto á otro, ni el segundo, porque persiste inalterablemente en el partido que tomó. Cicerón, este orador filósofo , siempre inde- 185 - ciso y careciendo de firmeza , no sabia ni tomar prontamente un par- tido , ni permanecer fiel al que habia tomado; de la misma manera que se dejaba embriagar por los triunfos , se dejaba también abatir por los reveses, y pasaba rápidamente del esceso de la confianza al del desaliento. Catón de Utica, al contrario , anunció desde su tierna edad aque- lla firmeza inflexible de carácter que manifestó en todo el discurso de su vida. Pompedio le pidió en chanza al joven Catón una reco- mendación para su tío. El niño permaneció callado, y manifestó por su mirada y aspecto de descontento que no quería hacer lo que se le pedia. Insistió Pompedio, y queriendo comprometer al muchacho, lo cogió en brazos, y llevándolo á una ventana le dijo que lo dejaría caer si permanecía en su negativa; pero el temor no hizo en él mas efecto que las súplicas. ... Se mató por no someterse á su ene- migo. Los niños nos ofrecen diariamente ejemplos, tanto de firmeza como de suavidad de carácter, unos son voluntariosos y testarudos, y cuando se les mete algo en la cabeza nada puede persuadirlos; otros son suaves, jamás tienen voluntad, y no saben decir no: he aquí las primeras señales de su carácter futuro, y ni en el uno ni en el otro caso tiene la reflexión la menor influencia en su manera de obrar. Propiamente hablando, la firmeza no es ni una inclinación ni una facultad, sino una manera de ser que imprime al hombre un sello particular que se llama carácter; el que carece de ella es el juguete de las circunstancias esteriores y de las impresiones que recibe; es una veleta que gira á todos vientos. Hoy grita viva la república, y mañana viva el rey, y presta fé y homenage á toda clase de ídolo. Constante en su inconstancia sola, abandona con admirable rapidez un color por otro; es el hombre de todos los partidos, y por consi- guiente eí objeto del desprecio de todos. El hombre inalterable es el que está dotado de la firmeza al mas alto grado. Como es invariable en su modo de ver, se puede calcu- lar de antemano cual será su conducta, si sucede tal ó cual aconte- cimiento. Es un individuo en quien puede tenerse confianza; las co- sas difíciles son las que emprende de preferencia, y las dificultades que entibiarían las almas débiles , no son mas que estímulos que re- doblan su ardor. Hace lo que cree deber hacer, y los ejemplos en na- da influyen sobre él; es tan difícil de seducir como de corregir, y las amenazas y los peligros no hacen mas que aumentar su audacia. La firmeza y la terquedad dimanan del mismo origen. El hom- bre limitado y el niño son testarudos, intratables: el hombre racional es constante, inalterable, perseverante y firme. Todos los frenólogos han admitido esta tendencia, y no titubea- ron en colocarla en la línea de los otros sentimientos. Situación.—La que corresponde al órgano de la firmeza es la parte posterior de la línea media de la bóveda del cráneo entre la veneración y el amor propio, y tiene el número 15. Influencia directa ó primitiva.—Su determinación mas marcada es la constancia, la perseverancia y la tenacidad de carácter. Siem- pre se observa que las personas que tienen esa parte muy saliente y — 186 — en quienes forma un surco longitudinal bastante ancho', son tenaces y perseverantes en sus opiniones y proyectos, y he aquí por que los frenólogos, esclavos de los hechos y de la observación, han admiti- do la parte cerebral de que so trata, como el órgano de esta facul- tad. El mismo Lavater notó, por medio de los numerosos retratos que recogió, que la forma de cabeza indicada es propia de las per- sonas de un carácter firme. La cima de la cabeza es prominente en las personas dotadas de firmeza, mientras que es achatada ó de- primida en las débiles é indecisas. Ejemplos.—Nada es mas fácil que multiplicar las observaciones sobre este asunto. No hay familia, ni escuela, ni sociedad, que de- jen de suministrar la ocasión de hacerlas. El cráneo del famoso pin- tor Unterberger presenta un desarrollo notable de la firmeza: este hombre permaneció toda su vida inalterable en lo que se proponía; no emprendió jamas sino las cosas mas difíciles de ejecutar, y que requerían algunos años para cocluirse, aunque esta disposición de espíritu no le facilitase de ninguna manera los medios de atender á las necesidades de la numerosa familia que tenia. Gall habla de un famoso salteador de caminos muy obstinado en el crimen; tuvieron á este malvado mucho tiempo en una estrecha prisión, para obligarlo á descubrir sus cómplices ; cuando vieron que era inútil este medio, recurrieron á los palos, y pareciéndole muy dolorosa esta tortura, se ahorcó con su cadena. Después de su muerte encontró el mismo Dr. Gall los parietales desunidos precisamente en la región en que está colocado el órgano de la firmeza. Esta separación seria acaso una consecuencia de la estrangulación violenta? ¿debería atribuirse ala actividad escesivamente enérgica del órgano déla firmeza? ¿se- ria un efecto de la casualidad? Tal vez algún dia tendrán ocasión de observar casos semejantes que puedan servir para resolver esta cuestión. Los Dres. Gall y Spurzheim vieron en la casa de corrección de Strasburgo á un determinado ladrón, que por espacio de un año en- tero fingió ser mudo: este hombre tenia el órgano de que hablamos sumamente desarrollado. La firmeza de carácter, como ya dije al principio del curso, no debe confundirse con la perseverancia en ciertas inclinaciones, ó con la manifestación no interrupida de ciertas facultades que pueden te- ner lugar con el carácter mas vacilante. Animales.—Mr. Vimont les concede la firmeza , sobre todo á la zorra, al gato y al perro. Primeramente observa lo que todo el mun- do sabe, y es que el gato se queda horas enteras en observación en la misma postura. Seguramente no es por lentitud ni por inercia, porque todo el género félix se compone de los animales mas ágiles y mas fuertes en el sistema muscular que se encuentran entre los cua- drúpedos. Se sabe que su cuerpo es flexible y elástico, y que su piel es eléctrica; sus ojos brillan en la oscuridad y su ferocidad iguala á su fuerza muscular. Repetimos, pues, que no es inercia de tempera. mentó sino porque así es necesario, y que por un impulso instintivo se queda este animal en observación horas enteras; tampoco es por el temor de ser sorprendido, sino por el deseo de sorprender su pre- — 187 — sa; pero la astucia sola no le daría ni la paciencia ni la perseveran- cia que necesita. Tales son los motivos que han inducido á este au- tor á concederle eljórgano que por otra parte ha encontrado en el cerebro de este carnívoro. Por último, está dispuesto á creer, en su existencia en todos los animales superiores, y piensa que representa algún papel en el empleo sostenido que se les ve hacer de sus facul- tades , y en efecto, se necesita un impulso particular para inspirar la paciencia á ciertos animales carnívoros. Los que observan su pre- sa y la aguardan largo tiempo no podrían hacerlo de otro modo. No es la reflexión la que los dirije ; porque estos animales no han calcu- lado las costumbres ni los hábitos del que quieren sorprender, ni di- cen como diría un hombre: "Este animal sale á tal hora para ir á „buscar su alimento ; necesita tanto tiempo de sueño, y tiene que to- „mar tal camino para ir á beber; el amor y el cuidado de sus hijos ,,cambia sus costumbres de tal manera; si lo acecho en cierto mo- ,,mentoylugar lo sorprendo." Si supieran todo eso llegarían á la ho- ra justa ; pero conocen que es menester esperar, y no pueden verse obligados á ello sino por un impulso poderoso. Es pues necesario ad- mitir este órgano en los animales ó caer otra vez en el vacío del ins- tinto indefinido , especie de providencia ininteligible é imaginada por los filósofos para los animales. XVI.—CONCIENCIA. Esta facultadla debemos al talento observador de Spurzheim, pues Gall la dejó en blanco, refiriendo la conciencia y la justicia ala bondad. , Situación.—Debajo del parietal y de la parte lateral de la bóve- da del cráneo, á los dos lados de la firmeza, detrás de la esperanza y mas arriba de la circunspección. Se le señala por asiento una cir- cunvolución que se dirije oblicuamente de arriba abajo y de atrás adelante de la firmeza hacia la circunspección. Acción ó influencia directa.—-Es el sentimiento de lo que es justo é injusto, del deber y de la obligación moral. Primera aplicación: á los actos y á los hombres para juzgarlos.— En los otros se juzga lo que es bueno y lo que es malo según el sen- timiento interior y sin educación. Hay campesinos que por el senti- do íntimo distinguen lo justo de lo que no lo es; en el estado social este es uno denlos hechos morales en que mas generalmente se con- viene. La espresion de ese sentimiento se encuentra en el proverbio: La voz del pueblo es la voz del cielo. En general las masas raciocinan con bastante acierto bajo el aspeto del bien y del mal, aunque sin embargo no estén al abrigo de todo error sobre el valor real de las acciones. . , . Secunda aplicación: á nuestros instintos, a nuestros sentimientos y á nuestras propias acciones.—Los juzgamos por este sentimiento, co- mo juzgamos las acciones de los otros. Nos aplaudimos de haber he- cho ciertas acciones, y nos reconvenimos de haber cometido otras; — 1*8 — no siempre lo manifestamos, y témanos nuestros sofismas para disi- mular a los ojos de otros. Sin embargo, bien se conoce cuanto im- porta que esta conciencia esté iluminada por la inteligencia, y cuan- do lo está convenientemente debe ser secundada por la coexisten- cia de los otros sentimientos superiores. De otro modo la conciencia se amolda al ejemplo; se juzga bueno lo que otro ha juzgado bueno; lo que aquel á quien se venera ha juzgado como tal; lo que la per- sona á quien se considera como mas instruida y mas importante , ha juzgado conveniente. Se juzga pues según la inspiración de los sen- timientos y de la inteligencia de los otros. Pero cuando el órgano es muy fuerte , y al mismo tiempo hay inteligencia y otros sentimien- tos superiores, se juzga por sí mismo. De este modo la facultad se hace el origen del sentimiento de la satisfacción de nosotros mismos, que se agrega al del amor propio y al de la estimación de los otros. El amor propio, la estimación de los otros y la conciencia, conside- rados como órganos, forman un grupo que existe en casi todas las buenas cabezas. Este grupo no predomina en la de Lacenaire, aun- que se haya dicho que el cráneo de este miserable no se diferencia- ba en nada del de un hombre honrado, porque fué dominado por la vanidad. Cuando el órgano de la conciencia se halla desarrollado al mismo tiempo que el del amor propio, que está en medio, y la esti- mación de los otros, que está de los dos lados, constituye un grupo de facultades sumamente favorables , y se concibe como puede resul- tar de allí la satisfacción de sí mismo. El que en sus recuerdos no tiene mas que actos y pensamientos de justicia y de benevolencia, esperimenta realmente la satisfacción de sí propio, y el que encuen- tra en sus acciones pasadas alguna reprensible, la disimula y oculta á los otros como puede , mas no contiene la desaprobación del senti- miento de justicia: y este es el origen del remordimiento, si nues- tras acciones nos parecen vituperables. De aquí también proviene uno de los elementos de la indignación, cuando el órgano de la jus- ticia coincide con el de la cólera , que según la opinión común de los frenólogos, es el mismo de la destrucción. Nos indignamos contra las acciones inicuas, contra lo que ataca la justicia y el legítimo de- recho, y cuando el órgano está muy desarrollado nos indignamos mas contra estas cosas que contra otra cualquiera. He aquí también una nueva acepción de la palabra indignación. Toda legislación y toda justicia, aplicada ó práctica, están fun- dadas en este sentimiento. Si no hubiese una facultad para conocer su importancia y apreciar su utilidad social, no serian admitidas, y también seria imposible que el hombre se sometiese á las leyes y á la justicia que las aplica. Si los hombres no tuviesen el sentimiento innato de lo justo, ¿por qué repugnarían todos sacrificaral inocente? Es necesaria la asistencia de las facultades intelectuales superiores para fijar los actos que deben considerarse como conformes á la jus- ticia y los que no lo son. Examinan y pesan los motivos y las conse- cuencias de las acciones; pero después de haberlo hecho no esperi- mentan emociones por ellas mismas. Tan luego como la inteligencia ha conocido el origen de la conducta humana, se levanta en su espí- ritu un sentimiento pronunciado de alabanza ó de vituperio, distinto — 189 — de todos los otros y puramente instintivo, cuyo sentimiento es debi- do á la facultad de la justicia. Defecto.—Si el órgano es pequeño la facultad también lo es, y entouces el hombre transije fácilmente con su conciencia, carece de probidad y se inclina á cometer acciones reprensibles, por poco que ío tiente el interés ó por una mala inclinación. La mentira, el robo, la hipocresía, la calumnia, la disimulación y la carencia absoluta de todo principio honrado, pueden ser consecuencia de una organiza- ción desgraciada bajo este aspecto y abandonada á sí misma. Estas personas esperimentan gran dificultad en conocer la cali- dad de la justicia en sí misma y las obligaciones del deber. Toman su espíritu por tipo de los diversos miembros de la especie humana, é imaginan que lo demás del mundo representa una comedia solem- ne, creyendo en la distinción inmutable de lo justo y de lo^ injusto y en el triunfo definitivo de la verdad sobre el egoísmo y el fraude; tachan de debilidad la conducta de los individuos que adoptan tales vias como máximas prácticas , y se consideran ellas mismas dotadas de un grado estraordinario de penetración, descubriendo que estas nociones parten de un entusiasmo ridículo, y que el egoísmo, encubier- to con una apariencia de generosidad, es el origen y verdadero ob- jeto de las acciones humanas. La pretensión que estos individuos tie- nen á una sagacidad y á un talento estraordinariamente profundo, porque miran como gente sin sentido práctico ni conocimiento del mundo á los que profesan opiniones de justicia y de verdad, está evi- dentemente fundada sobre una gran imperfección moral, é indica una debilidad deplorable del sentimiento de justicia. Un autor escri- bia en cierta ocasión á Mr. Combe , "que no habia ni podia haber ,,un órgano para la justicia." Cuando mas tarde este frenólogo exa- minó su cabeza , absolutamente defectuosa sobre este punto , pudo esplicarse el motivo de sus opiniones sobre el particular. Auxiliares.—Los órganos que en nuestro concepto ayudan á es- te son: entre los sentimientos, el amor propio y la estimación de los otros. No dudamos de esta proposición, y por eso dijimos antes que el amor propio y el deseo de la aprobación son vecinos muy frecuen- temente , desarrollándose de una manera simultánea, y que esta com- binación da en general grandes resultados. Es fácil y curioso obser- var, cada uno en su esfera, cuando encuentre un hombre eminente- mente moral y concienzudo, si reúne estos diferentes órganos ; si al mismo tiempo es firme y respetuoso; si hace caso de la opinión que los otros pueden tener de él, á la par que es celoso de merecer su propia estima , y si sabe gozar de la satisfacción de haber hecho bue- nas acciones. La circunspección también nos parece una ayuda de este órga- no , porque lo contiene como á los demás , y favorece el desarrollo y la madurez de las ideas que deben darle consistencia. Las altas fa- cultades intelectuales vienen sobre todo en su auxilio, como ya lo hemos dicho. Antagonistas.—La oposición al sentimiento de conciencia y de justicia se halla en los instintos laterales de baja condición: las cabe- zas lateralmente anchas se complacen, en la destrucción, en la pe- — 190 — quena y baja sutileza, y en la risa llamada satánica. Tal raza d. hombres ofrece casi siempre esta región desarrollada. Estos indiv " dúos tienden al egoísmo, según se lo ordenan sus afecciones, y n° conciben los sentimientos elevados. Los afectos , aun los mas dulces, combaten también este órgano, pues siempre hay indulgencia por lo que se ama. Los Brutos son raros. Ejemplos.—Este órgano es fuerte en las cabezas de Licurgo, de Solón, de Cicerón, de Jully , de Malesherbes , de Manuel, de Foy, de Lord Mansfield y en la mayor parte, de los hombres superiores. Todas las cabezas citadas no fueron hechas espresamente por los frenólogos, y sin embargo, las formas se hallan en relación con las facultades. Entre los hombres vivos contamos muchos ejemplos, pero desgraciadamente no podemos presentar aquellos que sobresa- len , contentándonos con asegurar su existencia. iliacos) wn* XVII.—ESPERANZA. Senoress Ai A esperanza es una facultad que Gall no admitió, habiendo de- jado un espacio ó vacío sobre su cráneo modelo en la región que mas tarde se consagró á este órgano. Spurzheim notó que la esperanza podia muy bien corresponder á esta región del cerebro. Combe y los frenólogos estrangeros, guiados por sus observaciones, hicieron otras y fué admitido dicho órgano. Situación.—De cada lado de la firmeza, dirigiéndose oblicuamen- te de dentro á fuera hacíala circunspección, delante de la justicia ó conciencia, y detrás del órgano de lo maravilloso, con el cual pare- ce confundirse algunas veces el de la esperanza, lo que puede verse muy bien en la cabeza modelo de Spurzheim. Acción ó influencia directa.—Es la esperanza cuya espresion pa- rece bastante característica. Cuando domina en un individuo, apare- ce en todos sus discursos y brilla en sus ojos cuando discurre ; se ma- nifiesta en sus facciones, á las cuales da una acción particular. Siem- pre se refiere al porvenir y vence todas las dificultades. Para los nombres que tienen este órgano muy fuerte no hay obstáculos ; en la sociedad todo lo ven del lado bueno, de nada dudan, y cuando el lenguaje los acompaña, hacen desaparecer con una sola palabra to- das las dificultades y preven todas las objeciones. Aplicaciones y asociaciones.—Esta facultad se asocia por conse- cuencia á los deseos de todos los órganos, pues siempre hay un de- seo en nuestras facultades , y todas quieren ser satisfechas cuando se pronuncian. Así pues, la esperanza es la que les ofrece la satisfac- ción, y he aquí su carácter particular. Para observarla bien es nece- sario hallarla en las personas en quienes predomina, y de estas hay muchas; por consiguiente, la aplicación de la facultad se encuentra en los hombres de proyectos, en los especuladores de negocios, en la — 192 — bolsa, en las empresas y en los jugadores, en quienes de ordinario piedomina. No cabe la menor duda en que hay personas llenas de confianza en el porvenir , y que esperan con gran facilidad; hay otras con dis- posiciones del todo contrarias. La esperanza causa emociones ale- gres , agradables y amenudo engañosas, porque hermosea el porve- nir y hace entrever una felicidad imaginaria, como si necesariamen- te debiera realizarse. Ella embellece los objetos, les da un colorido brillante y contribuye á sostener nuestro valor en la adversidad. Sil- vio Pellico , en los calabozos de Spielberg , Mungo Parck , en las tristes soledades del África , y el capitán Ross, pasando cuatro años de su vida en medio de los hielos polares, han debido tener este sen- timiento de la esperanza muy desarrollado para no ceder al des- aliento. Probablemente este órgano es el que sostiene el valor de ciertos criminales hasta el momento de ir al patíbulo. No puede ne- garse que hay una especie de goce actual en lo que prevemos de agradable en el porvenir; pero no pensamos que en general este go- ce sea mas agradable que la realidad, como se ha dicho. Que se se- pan crear siempre nuevos deseos y la esperanza de nuevos goces su- cesivamente realizables, y se verá que la realidad vale mas que la esperanza. Cuando este sentimiento es muy fuerte y predomina en un indi- viduo , lo dispone á la credulidad y lo induce á hacer especulaciones locas é inconsideradas: tales son los emprendedores de proyectos fantásticos y en general los jugadores. Las personas así organiza- das jamás ven su situación bajo su verdadero punto de vista; sus es- travagantes esperanzas les hacen centuplicar cada ventaja, mien- tras que no hacen caso alguno de los obstáculos ni de los reveses. Prometen mucho pero cumplen rara vez. No es su intención ordina- riamente la de engañar, sino que ellas mismas se engañan por su ten- dencia instintiva á creer en la posibilidad de todas las cosas futuras, y prometen por esta creencia. Cuando se encuentre esta disposición en tales personas, debe tenerse poca fé en sus discursos. Auxiliares.—El órgano de la esperanza es ayudado en su acción por el de lo maravilloso, la idealidad ó imaginación, y por el de la palabra. Antagonistas.—Puede decirse que la circunspección es la enemi- ga declarada y mortal de la esperanza; de manera que para que es- ta obre con libertad y energía es necesario que no exista aquella ó que no predomine. Entonces el hombre se lanza sin que nada lo de- tenga; pero cuando tiene alguna circunspección ya no hay nada nota- ble en su conducta. También algunas veces la coexistencia de este ór- gano con la circunspección produce alternativas de esperanza y des- aliento ; porque cuando el hombre se abandona á la una, todo le son- ríe , y cuando la otra le llega su turno se venga, presentándoselo to- do negro, y él se queda indeciso entre dos sentimientos. En este es- tado ya no] hay certeza, y no sabe en qué sentido dirigir sus ac- ciones. Los otros órganos correctivos de este son los de la inteligencia, cuyos efectos tienen alguna analogía con los de la circunspección. Pe- — 193 — ro cuando aquellos y esta son débiles y al mismo tiempo predomina lo maravilloso, la esperanza reina imperiosamente y constituye los entusiastas de una especie notable. Defecto.—La falta de este órgano arrastra la incertidumbre y el desaliento , sobre todo si predomina la circunspección; semejante combinación impide que se emprenda cosa alguna y hace al hombre inaetivo, puramente especulativo y sin acción moral, á menos que alguna facultad muy activa, como la destrucción, venga de tiempo en tiempo á escitaría. Animales.—Nada se ha podido distinguir en ellos que tenga re- lación con esta facultad, y por eso los frenólogos la consideran úni- camente como propia del hombre. Ejemplos.—El órgano es grande en la cabeza de Silvio Pellico, que puede considerarse como modelo á la vez de resignación y de es- peranza en un porvenir mejor. También lo es en la de Lamenais y en la de Napoleón, que tenia mucha esperanza , mucha confianza en el porvenir , y aun mucha tendencia á lo maravilloso , cuyo ór- gano estaba algo pronunciado; también creia en la suerte, en la fata- lidad , en la dicha y en la estrella que preside al destino de las per- sonas. Cada hombre tiene sus debilidades, y no hay ninguno perfec- fecto. Los ejemplos opuestos se encuentran en los bandidos; casi siem- pre se ve en ellos que, al partir de la línea vertical, el plano de la cabeza se inclina por los lados, de manera que la conciencia, la es- peranza , la veneración y casi todos los sentimientos superiores es- tán deprimidos. XVIII.-MARAVLLLOSIÜAD Situación.—El sitio de este órgano es una larga circunvolución horizontal, colocada entre la mímica y la idealidad; por consiguien- te , las relaciones de esta circunvolución alargada son las siguientes: se halla en las partes superiores , anteriores y laterales del cráueo, prolongándose desde lo alto de la frente de ambos lados sobre la ci- ma de la cabeza hasta el órgano de la esperanza. A lo largo de su borde interno se ven la veneración por detrás , la imitación por de- lante , pues iguala casi en tamaño á los dos; su borde esterno cor- responde á la idealidad ó imaginación , y su estremidad anterior vie- ne á confundirse en la alegría y corresponde al lado esterno de la cau- salidad. Cuando esta circunvolución está muy desarrollada, levanta de cada lado las partes anteriores y superiores de la cabeza, y termi- nándose en las regiones superiores de la frente, forma una especie de ángulo saliente que la hace cuadrada: cuando la mímica y la be- nevolencia ensanchan lo alto de la frente, estas eminencias repre- sentan dos prominencias á manera de cuernos. Acción ó influencia directa.—Es la disposiciou á creer en las ma- ravillas, en lo que está fuera de las leyes de la naturaleza; en los sortilegios, en los duendes, en las brujas &c. Esta facultad propor- ciona goces en lo estraordinario ; os un sentimiento, una especie de 25 — 194 — placer sin fundamento. En efecto , no hay razón en el movimiento que hace al hombre representarse las cosas estraordinarias, admi- rarlas , caer en el entusiasmo y en el éxtasis cuando se las refieren ó las oye referir. La admiración es otro modo de manifestarse la facultad. Si un hombre en quien predomina el órgano encuentra á otro impensada- mente, se admira y no sabe como esplicarse este encuentro; por mas que se le refiera la serie de acontecimientos que lo han ocasionado, queda siempre lo mismo , es decir , admirado de su encuentro. El Dr. Broussais dice: que estas personas no solo se admiran de todo, sino que ríen con facilidad, sin motivos de alegría, y sueñan con mu- cha frecuencia. Este órgano es muy singular ; pero todos los movi- mientos citados son el signo de la ignorancia: porque cuando no se conocen los hechos, se representan al antojo de la facultad, lo que ocasiona goces sentimentales que desvian de la reflexión y de la com- probación. La ilusión es su efecto cuando domina en el aparato cerebral; se entrega uno fácilmente al delirio, y hace castillos en el aire; las quimeras que nos representamos parecen ciertas y se esperimentan todas las sensaciones de los diversos espectáculos que se representan en virtud de la facultad. Los hombres dominados por este sentimien- to gustan de realizar las quimeras. Dicho órgano predomina en la primera edad de nuestra vida, y algunas veces reina despóticamen- te. Nada es mas admirable que el placer con que se prestan los ni- ños átoda clase de cuentos de brujas , de aparecidos, y á todas las historias estraordinarias que se les cuentan. Mas este órgano puede reprimirse por el de la razón, y es necesario hacerlo desde tempra- no. En la edad adulta se conserva lo mismo en la mujer que en el hombre. De las visiones.—Ciertas personas tienen apariciones de muertos ó ausentes. ¿Cómo es que amenudo los hombres de mucho talento creen en la realidad de los aparecidos y de las visiones? ¿Los visio- narios son locos ó impostores? ¿Habrá una organización particular que se burle de este modo del hombre? ¿Y cómo se esplicará tal ilusión? Empezaremos por ofrecer algunos hechos. Sócrates hablaba amenudo y con gusto á sus discípulos de un demonio ó de un genio que decia servirle de guia. ¿Que era este demonio familiar, esta voz divina, este espíritu que constantemente contestaba cuando le con- sultaba? Las personas que no conocen la organización particular es- plican este genio así: "No era otra cosa que la exactitud de su jui- cio, &x." ¿Pero qué razones podia tener Sócrates para imponer de eso á sus discípulos? Hasta en su defensa se esplica de una manera enigmática. "En cuanto al genio particular cuya inspiración escucho ,,noes una nueva divinidad; es el eterno instinto, es el genio eterno ,,de la moral. Para conducirse, unos consultan las sibilas, otros el .,vuelo de los pájaros, y otros los corazones de las víctimas. Yo con- sulto mi propio corazón; interrogo mi conciencia y converso en se- ,,cretocon el espíritu que me anima." Estas palabras prueban, sise quiere, que estaba persuadido que su genio habitaba en él, pero de — 195 — ninguna manera que no creía en otra cosa que en la certeza de su juicio. Por lo demás, procuró justificarse de no haber admitido las divinidades de Atenas. Si el mismo Sócrates no hubiese creído en este genio, la opinión estendida de que tenia uno, se hubiera des- truido después de veinte y tres años, que Aristófano hizo de él un objeto de burla, y no se hubiera reproducido este género en el nú- mero de los puntos de acitsacion. Nicolás Gabrino Rienzi es citado, con Cromwell, como un impos- tor hipócrita , que se servia de la religión para sus designios, y sir- viéndose de las revelaciones y las visiones para darse importancia. Todos los días oigo hacer iguales inculpaciones por personas que no reflexionan que otros pueden, de la mejor buena fé del mundo, te- ner otras sensaciones, otras impresiones, otros sentimientos, y por consiguiente creer otra cosa en que ellas no creen. Juana de Are estaba aun en la flor de su edad, cuando, en una disposición de espíritu ya exaltada por circunstancias anteriores, se imaginó ver á su derecha y del lado de la iglesia de la aldea una cla- ridad , de lo que salía una voz desconocida. Algún tiempo después la misma voz se hizo oir y se ofrecieron á su vista varios seres celestia- les. San Miguel le dijo que Dios tenia piedad de la Francia, y le ordenó que fuese á levantar el sitio de Orleans y de hacer consa- grar en seguida en Reiins al rey Carlos VIL El Taso pretendió un día haber sido curado por el auxilio de la Virgen y de Santa Escolástica, que se le aparecieron durante un violento acceso de fiebre. En las notas históricas que acompañan su vida , se lee la anécdota siguiente, sacada de las memorias de Man- so, marqués de Villa, publicadas después de la muerte del Taso, su amigo. "El Taso , en su delirio, creia conversar con espíritus familiares. ,,Undia que su amigo el marqués procuraba quitarle estas ideas de ,,la cabeza, le dijo: "Ya que no puedo convenceros por el raciocinio, os convenceré ,,por la esperiencia; os haré ver el espíritu en el cual no queréis ,,creer." "Acepté la oferta; y al día siguiente, mientras cenversábamos cerca de la chimenea, volvió los ojos hacia ía ventana, y mirando fijamente, pareció tan absorto, que cuando lo llamé no me respon- dió. "Ved allí, esclamó enseguida, mi espíritu familiar, que se ,,complace en venir á conversar conmigo." Miré con la mayor aten- ción , y no vi penetrar nada en el cuarto. Durante este tiempo, el Taso entró en conversación con este ser misterioso, sin que yo viese ni oyese otra cosa que á él mismo. Sus palabras eran de una natu- raleza tan elevada para el asunto y tan sublimes, que sentí una es- pecie de éxtasis. No me atreví á interrumpir á Torcuato, ni á ha- cerle preguntas sobre lo que yo no veia, y se pasó mucho tiempo antes que desapareciese eí espíritu. De ello me avisó Torcuato, que se volvió á mí diciéndome: "En lo sucesivo no tendréis ninguna du- ,,da. Es decir , le contesté , que serán mayores ; pues aunque he oído ,,cosas maravillosas, no he visto nada. ..." A lo cual replicó son- riendo: "Tal vez habéis oido y visto mas que. ..." Aquí se detuvo, — 196 — y temiendo importunarle con mis preguntas, varié la conversa- ción (l)." Swedenborg se crcvó milagrosamente llamado á revelar al mun- do los mas ocultos misterios. "En 1743, dice, quiso el Señor mani- festárseme , apareciéndoseme personalmente para darme el conoci- miento del mundo espiritual, y ponerme en relación con los ángeles V los espíritus, y este poder continuó hasta esta noche.,' Sweden- borg, dicen los autores de la Biografía inglesa, era con la mejor buena fé del mundo, el mas csrravagante entusiasta. El Dr. Jung Stilling fué en su juventud sastre, después precep- tor, mas tarde doctor en medicina, moralista, escritor religioso, pe- riodista, iluministay visionario. Creía firmemente en los aparecidos, y escribió una obra en la que espone formalmente su doctrina. El Dr. Gall habla de un fanático que le enseñaron en la casa de detención de Berna. Apenas le vio bajar las escaleras, cuando dijo. "Ahí me traen un visionario." En efecto, era el mismo á quien Je- sucristo se le habia aparecido en medio de una luz tan brillante co- mo si estuviese formada por mil soles , para revelarle la verdadera religión. Otro individuo , que frecuentaba las mejores sociedades de Paris, le preguntó su opinión sobre su cabeza. La única respuesta que le dio , al primer aspecto, fué que algunas veces tenia visiones y que creia en los aparecidos. Admirado, saltó de su silla y aseguró que muy amenudo tenia visiones ; pero que hasta entonces no se lo habia dicho á nadie, por temor de pasar por muy crédulo. Al médico doc- tor W. le dijo que veia en la forma de su cabeza que debía tener grande inclinación á lo maravilloso, alo sobrenatural. "Por esta vez, querido doctor, le contestó, se ha engañado V. de todo en todo, pues me he impuesto la ley de no admitir nada como cierto, si no es- tá demostrado matemáticamente." Después de haberse entretenido con él sobre asuntos científicos , volvió Gall la conversación hacia el magnetismo animal, para apreciar el rigor matemático de su apre- ciable comprofesor. Se animó mucho, aseguró de nuevo que no te- nia por cierto mas que lo que podia demostrarse matemáticamente; pero que estaba convencido que en el magnetismo obraba un ser es- piritual ; que su influencia se ejercía á grandes distancias, y que por este medio se podia simpatizar con porsonas colocadas en cualquier parte del mundo: "es la misma causa, continuó, que produce las ,,apariciones. Estas y las visiones son raras en verdad ; pero existen ,,indudablemente, y yo conozco las leyes por las cuales tienen lugar." Y Gall se dijo á sí mismo: "Aquí tampoco me falló la organología." También habla este autor de un tal Hallerau de Viena, que con- tinuamente estaba acompañado de un espíritu familiar, que lo veia y hablaba con él. Cuando llegó á los sesenta años le pareció que su genio quería abandonarlo. Solo algunos días al mes tenia la dicha de verlo. La historia , tanto antigua como moderna, suministra gran nú- (1) Vida del Taso, publicada en Londres en 1810. — 197 — mero de ejemplos del mismo género, y yo no acabaría en una noche si comenzara á esponer los nombres de las personas que conozco en todas las clases de la sociedad que creen en brujerías, apariciones, barajas ó suertes, en las predicciones, &c. &c. Si es ridículo admitir la realidad de las apariciones, de los de- monios ó de los espíritus familiares, también es injusto acusar de impostura á los que pretenden tener uno. Pocas personas hay a quienes se pueda suponer bastante maldad para falsificar fraudulen- tamente estos fenómenos, que solo el observador conoce en todos sus matices. Esplicacion de las visiones y de las inspiraciones.—Durante el sueño, todo lo que vemos, todo lo que oimos, como si pasara en el mundo esterior, se pasa en nuestro interior. Los caballos fogosos y el carruaje con que nos precipitamos en el abismo, el torrente que arrastra nuestro hijo, la alta torre de donde nos caemos, todo viene á ser nosotros mismos. Lo que en estado de vigilia seria una viva impresión, una idea clara, se convierte durante el sueño en el mis- mo objeto que produce la impresión que engendra la idea. De este modo el hombre que sueña se convierte para sí mismo en el cómico mas perfecto. El animal y el hombre tienen, durante la vigilia, la facultad de distinguir la impresión y la idea del objeto esterior que la produce, cuya facultad se pierde durante el sueño. Luego, como no podemos tener la conciencia de estos objetos, como existiendo en nosotros en virtud de una ley de la naturaleza, los colocamos fuera de nosotros. En este sentido, todo sueño es una visión, una aparición. Cada vez que, tanto en estado de salud como en el de enferme- dad , los sentimientos y las ideas son producidos con una prontitud y una viveza tales , que no estamos en estado de distinguirlos del ob- jeto que los produce, en consecuencia de las leyes de nuestros senti- mientos y de nuestras ideas , los colocamos en el mundo esterior, y tenemos una visión ó una aparición. Cuando esta suma actividad de los sentidos interiores es pasaje- ra, cuando la persona tiene tiempo de volver en sí, cuando otros sentimientos y otras ideas vienen á debilitar las primeras, cuando ciertos movimientos que se hacen automáticamente dan otro curso á la circulación de la sangre y nos vuelven á nosotros mismo, desapa- rece la visión ó la aparición , distinguimos de nuevo el sentimiento ó la idea del objeto que las produce, y cesa el sueño que hacíamos despiertos. En este caso, este estado es una locura pasajera que, sin embargo, las mas veces deja una impresión tal, que es muy di- fícil desengañar á las personas que tuvieron semejantes visiones. Es- tas son periódicas en ciertos individuos, y de ordinario.tienen lugar en la época de una escitacion de la irritabilidad, de las hemorroides, del flujo menstrual, &e. En otros es mas duradero este estado en la misma proporoion que la incitación enfermiza. Una incitación nerviosa habitual, una contención de espíritu largo tiempo continuada y aplicada al mismo objeto, los ayunos , las vigilias prolongadas y la plétora, bastan pa- ra provocarlo. Las personas nerviosas ó pletóricas , dotadas de la or- — 19H — ganizacion en cuestión , de ordinario son las que pretenden tener un espíritu familiar. Como no se sienten enfermas, es muy sencillo que coloquen en el mundo esterior lo que realmente no existe sino en ellas. Están en el caso de los locos que creen abrazar el objeto de su amor ó batirse contra los ladrones ó contra el diablo. Y tan difí- cilmente se podrá convencer á un maniático, mientras dure su ma- nía , de que está loco, como hacer comprender á un visionario que es lunático. Parecería, pues , que un gran desarrollo de las circunvo- luciones colocadas entre el órgano de la mímica y el de la poesía dis- pone á esta incitabilidad escesiva. Y en efecto, ¿qué puede haber mas análogo que el talento poético , el de la mímica y la disposición á las visiones? No estoy muy distante de creer que la exaltación del órgano de la veneración contribuye mucho, al menos en algunos ca- sos , á las visiones. Estas esplican el por qué todos los visionarios traen en su esterior el sello de la unción, de la exaltación , de la inspiración, en fin, de alguna cosa sobrehumana. Parece que las inspiraciones no deben referirse siempre al mis- mo origen. En muchos casos no son mas que el efecto de la activi- dad desordenada é involuntaria de un solo órgano, por la cual el hom- bre siente un impulso violento que le parece obrar independiente- mente de su yo , impulso que atribuye á una fuerza que es otra cosa que él mismo, y que por esta razón debe considerarlo como una inspiración, una orden recibida de otra parte. Es necesario perdo- nar á la ignorancia y á la superstición que buscan en el impnlso de espíritus benéficos, ó de demonios malévolos, lo que el naturalista encuentra en la acción viciosa de un órgano sobre-escitado. Las visiones no son raras en la manía. "Nada es mas ordinario ,,en los hospitales, dice Mr. Pinel, que las visiones nocturnas ódiur- ,,nas que esperimentan ciertas mujeres atacadas de melancolía re- ligiosa. Una de ellas cree ver durante la noche á la Virgen, que ,,baja á su cuarto , en forma de llamas; solicita que le construyan un ,,altar para recibir en él dignamente á la soberana do los cielos, que ,,viene á visitarla y á consolarla en sus aflicciones. Otra mujer, de ,,talento cultivado, y que los acontecimientos de la revolución han ,,sumerjido en profundos pesares y en un delirio maniático, se pa- ,,sea constantemente en el jardín del hospicio, se adelanta grave- „mente con los ojos fijos en el cielo, cree ver á Jesucristo con toda ,,la corte celestial, andando en orden de procesión por los aires, y „entonando cánticos acompañados de sonidos melodiosos; entonces „arocura seguir con paso grave el cortejo, y lo enseña plenamente „convencida de su realidad, como si el mismo objeto hiriese sus sen- cidos ; si alguno trata de persuadirle lo contrario , se entrega á vio- cientos arrebatos contra él (1). Defecto.—La falta de este órgano hace al hombre insensible á todos los goces de que acabamos de hablar, no ocupándose mas que de los hechos; si no tiene desarreglada la imaginación va directa- (1) De VAlienation mentóle, 2 edit. pág. 108 y 109. — 199 — mente á la realidad , cuando su organización intelectual se lo per- mite. Auxiliares.—La esperanza y la idealidad la auxilian. Cuando estas dos facultades se asocian á la vez á la maravillosidad, forman una combinación deplorable, porque hace á las personas inclinarse al juego, consagrar su tiempo á la contemplación, á la investigación de las quimeras y desatender el cuidado de su propia existencia y de las personas que debían serle mas caras en el mundo. La música es también uno de sus auxiliares, pues de ella resultan emociones mas gratas que la reflexión. Antagonistas.—La circunspección es el correctivo de la maravi- llosidad , y también el grupo de órganos que se hallan en lo alto de la frente, compuesto de la investigación de las causas y de la com- paración. . l»n'ryA'TrS/^ ^a^oa am XIX.-IDEALIDAD Señores: Esta lección la principiaremos por el estudio de la idealidad, que los filósofos denominaron imaginación, y que ha sido admitida en to- dos tiempos. Gall la nombró órgano de la poesía, Spurzheim ideali- dad , y últimamente la dividió Mr. Vimont en dos espresiones dife- rentes: sentido del gusto en las artes y espíritu poético. Pero los fre- nó oo-os ingleses, escoceses y daneses la conocen del mismo modo que Combe, bajo el nombre de idealidad. Situación.—Sobre las partes laterales de la cabeza, entre la ma- ravillosidad y la construcción, después de la línea del borde inferior del hueso frontal, donde se insertan las últimas fibras del músculo temporal; allí es donde aparece saliente, al esterior de lo maravillo- so, mas arriba de la construcción y de la propiedad y delante de la circunspección. Este órgano tiene el número 19, como podrá verse en una cabeza de estudio. Todo el mundo conviene en el dicho proverbial de que se nace poeta, porque la esperiencia prueba que el talento poético no se ad- quiere ; pero con respecto á este talento sucede lo que con^ respecto al órgano del alma; todo el mundo conviene en que este órgano es el cerebro, y tan luego como se quiere esplicar con claridad esta aserción, se encuentra uno por todas partes en contradicción consigo mismo. Al momento que Gall dijo que probaria que el talento poéti- co es innato; que lo produce el desarrollo favorable de una parte ce- rebral particular, todo el mundo clamó contra esta idea, y los poe- tas mas que nadie. El mismo Gall repugnó durante algún tiempo-admitir este puu- '26 — 202 — to de doctrina. Sabia (pie el talento poético no puede adquirirse por el estudio de los principios del arte; que el poeta hallaba en su pro- pio interior las leves de su arte, así como el músico, sin pensar en las tle las vibraciones y de las relaciones de los sonidos, las manifies- ta en alguna manera en la música que crea; pero le costaba conce- bir que fuese un órgano particular cuya exaltación determinase di- cho talento poético. En esto no veia mas que el resultado de la ac- ción de otros varios órganos dotados de mucha energía. Si se hubie- se atenido á esta idea, todo el mundo la hubiera acogido. Siempre que preguntaba á un poeta á cual facultad intelectual atribuía su ta- lento, le contestaba enumerando una gran cantidad de facultades y conocimientos adquiridos. Un tacto seguro, le decían, un gusto pu- rificado, la facultad de pintar por imágenes los sentimientos, las ideas, los acontecimientos, y ofrecer un cuadro de ellos que intere- se, una imaginación ardiente y fecunda, la invención, he aquí los elementos de que se compone el poeta; y estos mismos elementos suponen varias facultades intelectuales eminentes. Es necesario renunciar á esta opinión generalmente recibida, si la esperiencia y las observaciones mas exactas la desmienten. Prin- cipio pues por probar que el talento del poeta no es el resultado de varias facultades intelectuales eminentes tomadas colectivamente, sino que depende de la energía de una facultad fundamental parti- cular , cuya manifestación puede ser modificada, pero no determina- da repentinamente por otras fuerzas. Ante todo, sin embargo, debo advertir á Vds. que no debe hon- rarse á todo versificador con el título de poeta, como muy general- mente se hace. Bien sé que el metro comunica cierto encanto á los asuntos que trata la poesía; tampoco ignoro que el genio poético se manifiesta de ordinario principiando por versos; pero nadie me ne- gará que también se puede ser un gran poeta en prosa. El Telemaco de Fenelon, los Idilios y la Muerte de Abel de Gessner, son una prue- ba de esta verdad. La Iliada y la Odisea, traducidas por Bitaubé, y el Paraíso Perdido, traducido por Mosneron también son pura poe- sía, aunque despojados del encanto de los versos. El talento poético depende dé la grande actividad de una facultad fundamental propia. La poesía, como todas las otras cosas para las cuales recibimos de la naturaleza un órgano particular, está someti- da á ciertas leyes. Estas leyes no fueron inventadas por el hombre á fin de enseñárselas á otros; le fueron reveladas por medio de una organización particular. Siempre que esta inclinación ha adquirido toda su plenitud, ó á lo menos un grado considerable de actividad, resultan de allí producciones en las cuales se observan estas leyes. Semejantes producciones solo advierten al observador la existencia de estas leyes, y se recopilan á manera de hombres menos felizmen- te organizados. Esto nos esplica el por qué ciertos individuos alcanzan una alta perfección en tal ciencia ó tal arte, antes de haber tenido tiempo de instruirse de sns reglas. Lo mismo se dice de todos los poetas dota- dos de un gran genio. El estudio de las reglas y de los modelos pue- de modificar el talento innato, y adaptarlo á las circunstancias y al — 203 — gusto del tiempo; pero el mismo talento es tan independiente de to- das estas modificaciones esteriores, como la pesantez de la bola lo es del choque de los cuerpos con quienes tropieza en su caida. "Esto es lo que nos esplica el como no hay tribu alguna de bár- ,,baros que no tenga sus versos apasionados ó históricos ; el por qué ,,los hombres en los primeros períodos de la sociedad, forman sus ,,delicias de las composiciones en verso ; el por qué un salvaje, nad- ado poeta, adorna sus concepciones con imágenes y metáforas. "He- ,,mos sembrado el árbol de la"paz, dice un orador americano, y se- pultamos el hacha bajo sus raices; en adelante descansaremos á su ,,sombra, y nos reuniremos para estender la cadena que une nuestras „naciones." Tales son las metáforas acumuladas de que están llenas „las arengas públicas de esos pueblos. Así es que adoptaron pronta- „mente aquellas figuras vivas y aquella libertad de estilo, que des- ,,pues juzgaron los hombres instruidos tan propias para espresarlas ,,transiciones rápidas de la imaginación y los movimientos de un al- „ma apasionada (1)." Los sacerdotes, los legisladores y los filósofos, en las primeras edades de la Grecia , dieron en verso sus instrucciones, agregándoles el encanto de la música y de las ficciones heroicas." "Que la poesía sea el primer género de composición en todos los „pueblos, es menos sorprendente, sin duda, que el ver un estilo tan ,,difícil en apariencia, y tan distante del uso ordinario , ser casi tan „universahnente el primero que llega á su madurez. El mas admi- rado de los poetas vivió antes de los tiempos de la historia, y por ,,decirlo así, antes de los tiempos de la tradición. Las canciones sin „arte del salvaje, y las leyendas históricas de los Bardos, tienen al- agunas veces cierta hermosura y cierta grandeza á las cuales nada ,,podría añadirla perfección del lenguaje, y donde la crítica mas sutil ,,nada encontraría que reformar (2)." "Auque en las concepciones de Homero el discernimiento iguale ,,la sublimidad, no podemos remontarnos mas allá de aquellos tiem- ,,pos, y novemos luz alguna que se haya adelantado á la antorcha ,,de su genio y al fuego divino de su alma. Lo que en los otros es in- tención, en él es una inspiración; y se nota que en la elección de ,,sus pensamientos y de sus espresiones presidió menos la reflexión ,,que un instinto natural (3)." "Pero cualquiera que sea la inclinación de los hombres á la poe- ,.sía desde los primeros tiempos; cualquiera que sean las ventajas ,,que tengan para salir bien en este género de literatura; sea que las „composiciones poéticas no son las primeras que llegan á la perfec- ción, sino porque son las primeras que se cultivan ; ó sea que la ,,poesía tenga un atractivo particular para las imaginaciones vivas, „que también son las mas apropósito para perfeccionar la elocuen- ,,cia de su lengua natural, es un hecho notable que no solo en los pai- (I) Essai sur V Hisloire de ía Société civile, par Adam Terguson, traduit de Vanglais par Mr. Bergier, tomo II pág. 107. (2) Idem,ph%. 108 y 109. (3) Idem,pkg.Ul. — 204 — ,,ses donde todos los géneros de composición son indígenos y nacidos „segun el orden de la progresión natural, sino aun en Roma y en la ,,Europa moderna, donde no fueron introducidos sino según los mo- „de los estraugeros, se encuentran poetas en todas las lenguas que „se leen con placer, mientras que los prosistas contemporáneos no ,,merecen ninguna atención. "En la Grecia, Sófocles y Eurípide precedieron á los historiado- res y á los moralistas. Entre los latinos , no solo Nevio y Enio, que ,,escribieron en verso la historia romana, sino Lucilio, Plauto , Te- ,,rencio, y aun pudiéramos agregar al mismo Lucrecio, fueron an- teriores á Cicerón, á Salustio y á César. La Italia hacia sus deli- cias del Dante y de Petrarca, antes que hubiese tenido un buen es- critor en prosa. Comedie yRacine, en Francia, abren el hermoso ,,siglo de las composiciones en prosa ; y la Inglaterra no solo tenia á ,,Chanceret y á Spenser, sino también á Shakespear y á Milton, ,,mientras que sus ensayos en materia de historia y de ciencias aun ,,estaban en la cuna, y no merecen alguna consideración sino con ,,respecto á las materias que forman el objeto (1)." Copio estas páginas porque prueban que el talento poético depen- de de una facultad mucho mas activa y mucho mas independiente que un conjunto cualquiera de facultades intelectuales. Lo que dice Terguson de Homero., también es aplicable á Petrarca y al Dante, que tal vez son tan admirables como aquel; como Homero, no tu- vieron predecesores ni rivales ; como él, salieron formados del seno de aquella oscuridad profunda que , antes de su nacimiento, cubría su patria. Parecía que el día les aguardaba para aparecer y para mostrarse repentinamente en su mayor brillo. Me parece , en general, que la poesía es una divinidad mucho mas celosa para que el arte, el estudio y la imitación puedan suplir á su inspiración. El estudio, repito, puede poner al poeta en el ca- so de conformarse al gusto de su siglo y de evitar ciertos defectos de composición, pero nada mas. Solo hay muy pocos ejemplos de poe- tas distinguidos que llegaron á conocer muy tarde su talenio por al- guna circunstancia accidental. La Fontaine , por ejempto, ignoraba á los veinte y dos años su talento poético, y la hermosa oda de Mal- herbe sobre la muerte de Enrique IV le hizo sentir desde ese mo- mento que era poeta. El fin trágico de Enrique no hizo mas que atraerle la atención sobre una facultad que, por no haberse mani- festado hasta ese momento no existia menos en toda su fuerza; sin duda que él no la creó. Conclusión.—Nuestra conclusión es, fundándonos siempre en la opinión general, tocante á esta palabra imaginación aplicada á las diferentes producciones de que hemos hablado, que la idealidad es el impulso hacia lo que escita la emoción y la admiración apasiona- da y que en virtud del deseo que los induce á ello buscan los artistas la perfección y tienden sin cesar á aventajarse ellos mismos. Mas es- te resultado que ambicionan, varia según los medios de que están (1) Idew, púg. 113 v 115. — 20 "> — dotados, y puede suceder (pie con mucha imaginación no produzca el efecto deseado un hombre (pie tenga débiles facultades auxiliares; entonces escita la risa ó el menosprecio. Desgraciadamente hay mu- chos ejemplos de hombres de imaginación muy activa que obedecen á sus impulsos sin haber calculado bien sus fuerzas. Es necesario pues la reunión de un gran número de facultades para que los pro- ductos de la imaginación sean capaces de atraer la atención y esci- tar las pasiones de que acabamos de hablar. Auxiliares.—Muy numerosas son las facultades que parecen ayu- dar á esta: primero se sirve de lo maravilloso porque necesita de las ficciones y el asombro; luego pone á contribución todos los ins- tintos, porque debe escitar el amor, la benevolencia, la ternura , la cólera', la destrucción , el orgullo y la veneración. Pero para hacer buen uso, para la escitacion oportuna de estas emociones, necesita servirse del orden é invocar la severidad del juicio y de la causalidad, á fin de no indignar á aquellos en quienes predominan estas faculta- des. Por último, es innecesario añadir que los órganos receptivos le suministran todos los materiales esteriores que pone en movimiento. Antagonistas.—La oposición á la idealidad es muy pesitiva. Se encuentra en las facultades reflectivas y en la circunspección: es- ta última mata , como quien dice , la poesía , y la imposibilita cuando es muy fuerte. La severidad del juicio y de la inducción en la investigación de las causas contiene amenudo el vuelo del talento poético y lo imposibilita cuando es enérgica. El orgullo es- cesivo también lo destruye, y el deseo de ser aprobado puede estar á tal punto exagerado que desvíe á los poetas, á los oradores y á los artistas de un trabajo que jamás encuentran bastante perfecto para arrostrar la crítica. Virgilio quería absolutamente quemar su Enei- da, cuya escesiva delicadeza jamás comprenderían los presuntuo- sos. Nueva prueba de que el pensador aislado que desdeña la obser- vación de los otros por el socorro de los sentidos no puede hallar en sí todas las facultades de su especie. Defecto.—La ausencia y la debilidad de nuestro órgano vienen al apoyo del doble carácter que le hemos señalado; en efecto, las producciones de las otras facultades pueden escitar la admiración, pero jamás provocan la emoción si no ha intervenido la idealidad. Ejemplos.—Las mas de las veces el talento poético se manifiesta en la primerajuventud , ó á lo menos sin ningún estudio preliminar relativo á este asunto, y en una gran desproporción con las otras fa- cultades intelectuales. Pope hizo álos doce años una oda sobre la vida campestre, que los ingleses comparan á las mejores de Horacio. A los catorce dio algunas traducciones de Ovidio y otros autores, que las colocan al nivel de los originales, y álos diez y seis compuso pastorales dignas de Virgilio y de Teócrito. El Taso hizo versos á los siete años. A los diez y siete dio su poema de Renaud. A los veinte y dos hizo su Jerusalen libertada y la acabó á los treinta. De la Grange-Chancel hizo una comedia en tres actos á los nue- ve años y su tragedia de Jugurtn á los diez y seis. — 206 — Richardson describió á la edad de doce años el retrato de una se- ñora que tenia gran reputación, y á la que sospechó una profunda hipocresía. Metastasío desde los diez años hizo versos que admiraron á los in- teligentes , y solo tenia catorce cuando compuso su primera tra- gedia. Voltaire componía versos á los siete años. El ebanista Billaud , conocido por el nombre de maestro Adán, se hizo poeta en su tienda sin ningún conocimiento de literatura. Todo el mundo conoce al famoso zapatero poeta de Londres. En Paris el autor del Sitio de Pahnira, el zapatero Francisco, nos ofrece un ejemplo semejante. Apenas este último recopiló algunas nociones históricas sobre su asunto, cuando compuso su tragedia en el estilo de Comedie. Las producciones de este hombre admirable prueban suficientemente que hubiera sido la gloria de su nación si la ingratitud da su siglo no lo hubiese ahuyentado del Parnaso para desterrarlo en su tienda. Ni en estos últimos casos, ni en aquellos en que el talento poéti- co se ha manifestado desde la mas tierna edad, puede decirse que sea la reunión de varias fscultades intelectuales desarrolladas y cul- tivadas por el estudio, la que constituía el genio del poeta. Los ejemplos de hombres que se han sustraído á su destino pri- mitivo para entregarse á la poesía, que amaban con pasión, prueban también que esta facultad es determinada por una tendencia parti- cular del espíritu. Ovidio estaba destinado á la abogacía, pero los versos tenian para él encantos irresistibles. Temiendo su padre que esta pasión le arrancase la fortuna que sus talentos le prometían, en vano quiso que se consagrara á la elocuencia. Ovidio habia nacido poeta y lo fué á pesar de su padre. Et quod tentabam scribere ver sus erat. Sin em- bargo , para no desdeñar enteramente los consejos paternos, estudió los oradores y compuso declamaciones. Pero su inclinación á la poesía lo arrebató, y se reconcilió con las Musas. Petrarca, destinado también á la abogacía, concibió presto la mayor aversión á la jurisprudencia. Los padres de Cervantes quisieron hacer de él un eclesiástico ó un médico ; pero habia nacido para la poesía, é hizo versos á pesar de su oposición. Moliere, dominado por su pasión á los versos y al teatro, triun- fó de la oposición de su familia y fué el primer genio de su siglo. Boileau, á quien su padre colocó con un escribano, demostró tan invencible repugnancia á las intrigas de los pleitos, que le pro- pusieron la carrera eclesiástica; pero la teología tampoco le agrada- ba, y se entregó enteramente á su inclinación á la sátira. Schiller estudió en un principio la jurisprudencia, á la cual re- nunció por la cirujía y la medicina, de las que se cansó en poco tiempo. Las reconvenciones de sus padres, los consejos de sus ami- gos, ni las órdenes absolutas de su soberano, pudieron desviarle de su gusto dominante por la poesía, por las lenguas antiguas, por la historia y por la alta filosofía. En sus obras dice , hablando de sí — 207 — mismo: "La suerte, por uno de sus raros caprichos , quiso condenar- ,,me á ser poeta en mi ciudad natal. Una inclinación irresistible ofen- „dió las leyes del instituto donde me eduqué, y se opuso al plan de ,,su fundador." Siempre, agrega el biógrafo J. J. Berché , en los hombres de un genio superior , la naturaleza, constantemente seductora, triunfa amenudo de la fuerza, los principios y el mismo objeto de la edu- cación. Cualquiera que pueda ser el talento y los conocimientos que diri- gen á un poeta distinguido en la elección de sus asuntos, no es me- nos cierto que no son este talento y estos conocimientos los que cons- tituyen el genio poético; que para ser poeta es necesaria una facul- tad propia é independiente de todas las demás. Pero que es lo que constituye la fuerza fundamental de donde depende este talento; es decir, ¿qué funciones desempeña el órgano de la poesía en los casos en que solo ha adquirido un grado de desarrollo ordinario? He aquí lo que no me atrevo á resolver; pero puedo asegurar con los frenó- logos que el desarrollo considerable de una parte cerebral determi- nada es el que produce el talento poético. XX.—ALEGRÍA. Historia.—Spurzheim dio á esta facultad el nombre de alegría ó espíritu de agudeza ; pero Gall, que fué el que la descubrió, la lla- mó talento propiamente dicho ó mordacidad. Situación.—En las partes anteriores, superiores y laterales de la frente , entre la idealidad , la tendencia á lo maravilloso , la causali- dad, la imitación y mas arriba de la localidad: tiene el número 20. Influencia ó impulso primitivo.—Esta facultad considera los ob- jetos bajo un punto de vista enteramente particular, les encuentra relaciones, los presenta de una manera también muy particular, y constituye lo que se llama la sal, la mordacidad y algunas veces la sencillez. Cuando esta organización es dominante, inclina á buscar el la- do chistoso ó ridículo de las cosas y á manifestar este modo de sen- tir por agudezas , por el buen humor , la sal, la mordacidad , los epi- gramas, la soflama, el sarcasmo y la sátira, sin perdonar ni á hermanos ni áamigos; y así como hay personas que, á falta de otra cosa, se ro- ban á sí mismas, también las hay que, á falta de otros objetos, lan- zan tiros contra sí propias. Aplicaciones.—Las principales se encuentran en los autores có- micos y en los satíricos. También se encuentra este órgano en ac- ción en los cómicos, que se sirven de él para imitar las ridiculeces ó los vicios. Para eso necesitan de la astucia , porque han de disimular- se ellos mismos para que no los conozcan y para no representar mas que el papel de que se han encargado. También necesitan de la imi- tación para llegar á los mismos resultados. Los pintores, los estatuarios y los que dibujan y sobresalen por sus caricaturas, presentan siempre este órgano muy pronunciado. — -J(l,^ — Aquí diremos (pie no se trata de censurar este género, sino manifes- tar (pie la facultad es tan útil como todas las demás. Nuestro único fin es probar su existencia con los he; líos y no censurarla, emplean- do para ello nuestros medios unidos á los de los demás. De las aplicaciones citadas concluiremos — dad y el estado pastoso , hasta el líquido y el gaseoso, donde ya no se encuentra ninguna, á menos (pie se hagan esperimentos físicos para comparar el vacío con el aire. Hay pues en el tacto dos fenóme- nos : conciencia del mismo tacto de la piel y conciencia del esfuerzo muscular; de aquí la percepción de los cuerpos bajo este doble aspecto. Segundo sentido ó del gusto.—Nos da la sensación de los sabores, si el cerebro está dispuesto á recibirla. Esta sensación no está en el órgano, pues por poco descompuesto que se halle el estado de las visceras, así como la relación del sentjdo con el cerebro, varía la percepción de los sabores. Estos no podemos recordarlos, así como tampoco las sensaciones del tacto: lo único (pie recordamos son los cuerpos que las producen. Tercer sentido.—El tercer sentido da los atributos de los cuerpos odoríferos, percibidos por el cerebro, independientemente de sus emanaciones. Hay pues, dos cosas en esta función como en la prece- dente: percepción del olor independiente de todo cuerpo, pues no se sabe siempre cual es el que lo da. En seguida hay la percepción del cuerpo de donde parte este olor, es decir, el olor referido á un cuer- po. Otro sentido es el que tiene el oficio de mostrar el cuerpo este- rior de donde viene el olor; pero este, lo mismo que el gusto jamás puede reproducirse por la memoria, mientras que el cuerpo que lo produce queda en elía, como dando un olor desagradable en varios grados. Cuarto sentido.—El oido da la percepción de los atributos de los cuerpos distantes, así como el olfato. Obsérvese que el tacto y el gusto nos han dado la noción de los atributos de los cuerpos puestos en contacto inmediato, y que el olfato nos ha hecho conocer los atri- butos de los cuerpos distantes; pues bien, el oido también da la no- ción de los atributos de los cuerpos á cierta distancia, sin esplicar- nos el mecanismo de las vibraciones sonoras, que solamente la física nos enseña por otros sentidos. El instinto de este sentido, si puede hablarse de este modo, nos sujiere la idea de uu cuerpo de donde vienen los sonidos; pero estos instintos deben siempre estar ayuda- dos por otro sentido para la noción de estos cuerpos. Los filósofos han pretendido que hay un juicio, una operación del yo muy com- plicada en la acción de atribuir las sensaciones del olfato, del oido y de la vista á los cuerpos esteriores; esto es lo que los llevó á distin- guir en dichos cuerpos cualidades prim eras que el tacto hace onocer, y cualidades segundas que vienen por los otros sentidos, peroepor me- dio de una inducción muy laboriosa. Esto es muy oscuro. Lo que no percibe ó aprende un sentido, los otros lo enseñan relativamente á ías cualidades de los cuerpos, y la reflexión y la inducción nada tie- nen que hacer con ello. La prueba irrecusable se halla en los ani. males, hasta en aquellos que tienen menos raciocinio. Se encami- nan directamente á los cuerpos que producen las sensaciones del ol- fato , del ruido y de la vista, sin hacer ninguna clase de raciocinio, porque van guiados hacia estos cuerpos por la vista ó el tacto, y lue- go la costumbre establece la asociación de los cuerpos con la impre- sión producida por la luz, por las vibraciones sonoras y por las ema- naciones odoríferas. — 219 — Quinto sentido.— La vista está en relación con la luz , de doude depende la primera impresión, como el oido lo está con las vibracio- nes del aire, yol olfato con las emanaciones (pie parten de los cuer- pos ; pero rvo necesitamos de otro sentido para determinar el cuerpo que ha reflejado la luz. En ese sentido pueden distinguirse dos cla- ses de ideas: las que le son propias , como las de los colores , que so- lo él puede suministrar, y en seguida las de las formas , de la esten- sion y de la distancia que hasta cierto punto están divididas por el sentido del tacto, lo que hace que se llegue á la noción de los cuer- pos de cierto volumen por estos dos sentidos reunidos. Esto esplica el como se puede proporcionar la instrucción por el sentido del tacto á los que están privados del de la vista ó del oido; son estraños á las sensaciones que provienen de la luz y á las del aire vibrante ; jamás pueden raciocinar sobre estos medios, pero sí sobre los cuerpos que los han reflejado puestos en vibración &c., y su conocimiento del mundo esterior, aunque incompleto, es todavía bastante estenso pa- ra que puedan ponerse en relación con los hombres provistos de to- dos los sentidos. Los sentimientos y la reflexión no se resienten de esto: estas facultades se ejercen sobre un número menos considera- ble de percepciones , y esta es toda la diferencia. Tales son en suma los atributos de los cuerpos. Se ve que es una cosa distinta de la impresión producida inmediatamente sobre los ór- ganos de los sentidos por la presencia de los cuerpos esteriores, y que los frenólogos verdaderamente han hecho bien y prestado un gran servicio á la ciencia estableciendo esta distinción. Ahora diré algo relativo á su historia generai. Desarrollo y educación de los sentidos.—Los sentidos son perfec- tos , imperfectos ó nulos en el instante del nacimiento , según la es- pecie de animal. Vemos (pie entre ellos hay algunos que no poseen ninguno en esa época ; otros tienen dos, otros los poseen todos y otros solo tienen un bosquejo. Sobre este particular no me detengo, por te. mor de entrar en repeticiones y partiré del instante del nacimiento, para comparar algunos animales. En el hombre- por ejemglo, el gusto y el tacto son muy activos, y dirijen los movimientos del niño hacia la succión de la mamila , sin auxilio de la inteligencia, me pa- rece. Necesito repetir esto para destruir aquella filosofía demasiado abstracta que hace presidir el yo á todo, cuya filosofía cae, así co- mo aquella que exije las transformaciones de la sensación en todos los fenómenos intelectuales. Digo que el niño al nacer espresa sus ne- cesidades y se alimenta sin inteligencia, y aquí ataco al yo como so- berano legislador y tirano de la moral humana, según cierta filo- sofía. Mas tarde asociará el tacto y el gusto á la inteligencia y se vol- verá gastrónomo; entonces elegirá sus alimentos y comparará una sensación con otra; pero no es en el momento de nacer cuando hace todo eso. Los sentidos pues se desarrollan sucesivamente. Los del oido y del olfato son mas ó menos tardíos en desarrollarse en el hombre. El de la vista se perfecciona mas presto, pero siempre se necesitan al- gunas semanas y á veces algunos meses para que la vista y el oido — 220 — puedan funcionar, v a pesar de eso, por largo tiempo estos sentidos no produden mas que impresiones confusas, mientras (pie en ciertos animales son perfectos desde el momento del nacimiento; pero hay variedades según las especies. Así pues, la vista os muy activa en los pollos recien nacidos y oyen el cloqueo de las gallinas; distinguen á primera v ista su alimento y saben tomarlo. Los perros y los gatos nacen con los ojos cerrados, y hasta el noveno ú onceno dia no ven. Puede buscarse el porque? He aquí uno provisional: porque, según el plan de la naturaleza, el pollo debe tomar su alimento al nacer, y el perro no necesita de este sentido, pues que lo recibe de su madre; al menos estamos autorizados á hacer estas observaciones. En general, los animales que deben tomar al instante su alimento, y hacer mo- vimientos para irlo á buscar, tienen al nacer los sentidos necesarios para este objeto. Los que lo reciben de los medios en que nacen, ó de sus padres y madres, no necesitan de estos sentidos. Todos estos hechos son tan constantes que deben creerse calculados por una sa- biduría soberana, infinita. De los órganos perceptivos cerebrales en general.—Ahora diré al- go sobre los órganos cerebrales afectados á cada uno de los atribu- tos de los cuerpos. La ciencia frenológica todavía no los enseña to- dos. Así pues, los órganos cerebrales de las percepciones del olor y del gusto faltan poco mas ó menos; pero la ciencia enseña en el ce- rebro los órganos receptivos de los colores, de las formas y de los sonidos ; lo mismo sucede para los de la resistencia y la estension. También indica los órganos que percibeu ciertos grupos de atribu- tos en un estado determinado; tal es el órgano de las localidades; por ejemplo, se recordará que una sala tieue ventanas y situaciones determinadas; se observa que sus paredes están pintadas de azul en un lado y de blanco en otro; parece pues que hay una facultad que comprende este cuadro, que lo recuerda y que lo reproduce en se- guida; prueba indudable de que lo comprendió. Aquí no es un simple atributo percibido, sino un grupo de atri- butos que ha retenido este órgano y que nos da la facultad de repro- ducirlo á nuestros semejantes. La ciencia designa también las porciones de materia cerebral que parecerían ser órganos de nociones inductivas; tal es la indivi- dualidad, que consiste en distinguir un objeto de otro. Por las obser- vaciones de los frenólogos modernos se podría creer que existe una facultad que distingue una individualidad de otra, opinión deducida de que todos los hombres no poseen esta facultad de distinción en el mismo grado, pues que unos confunden lo que Jos otros distinguen. El hombre conservaría pues el sentimiento de la diferencia de los in- dividuos , como conserva el cuadro de los grupos de atributos que le han admirado. Discutiremos esto en el examen de cada una de las facultades de (pie hablo ahora en general. No hago aquí mas que enunciarlas para preparar á Vds. á lo que debo decirles sobre ellas. Además la ciencia descubre órganos para la percepción de la du- ración , es decir, del tiempo, de la sucesión de los momentos. Esta cuestión ha ocupado mucho á los filósofos; casi no han encontrado na- da de material en esta idea de la duración; la han esplicadodiversa- 221 — mente y la mayor parto de ellos han dicho que estimamos la dura- ción por la sucesión de nuestras percepciones. Pero la duración está modelada sobre el espacio, y los mas francos y los mas perspicaces metafísicos así lo han confesado. El tiempo se mide como el espacio. Nos figuramos una línea interrumpida por secciones. Cada porción limitada por estas secciones se presenta á nuestra concepción como un cuerpo que tiene mas ó menos estension; estos cuerpos son los instantes, los minutos, los dias, los meses, los años y los siglos; y la estension que les suponemos es susceptible de divisiones semejan- tes á las que se hacen sufrir á las superficies de los cuerpos. En cuan- to á las secciones , se conciben como muy pequeñas fiara compararlas á los espacios que separan los cuerpos reales. Puesto que hablo de espacios, agregaré que los que separan los cuerpos que percibimos están ocupados, según la opinión de los físicos de hoy, por otros cuer- pos que no percibimos; la inducción es quien les enseña la existencia de estos cuerpos imperceptibles. Poseen solamente la noción, y no la idea de ellos; pero es lo suficiente para que no se pueda ya disertar sobre los espacios sin cuerpos. Volvamos á la idea de la duración. Esta idea, pues , es una percepción material, y no creo que se pueda ir mas allá. No hay mas que apelar á su conciencia, y allí se encontra- rá este cuadro, cuyo modelo está sacado de la materia. La ciencia hace ver además un órgano destinado á comprender los actos, las acciones, los gesta, los acta, las mutaciones, los mo- vimientos y las transformaciones de los cuerpos. Este órgano com- prende, pues, el grupo de los cambios, según los frenólogos, como otro órgano comprende el grupo de las formas, y todo grupo de atri- butos de otra especie. Así pues, un acontecimiento que se pasa en la calle ó en un lugar cualquiera, entre las personas que lo han pre- senciado , unas lo representan tal cual pasó, otras menos bien, otras incompletamente, y otras solo conservan una idea confusa y no pue- den dar la menor noticia sobre el particular. La ciencia frenológica, tal cual existe hoy, parece indicar una facultad que comprende las acciones, no solo cada acción de una manera aislada y con el auxi- lio de varios órganos, sino de los grupos de acciones que concurren á uno ó varios fines, y esta facultad existiría en proporción del des- arrollo de cierto órgano. Si así fuese, la memoria histórica no seria mas que el resultado de la acción combinada de varios órganos, pe- ro una especie de facultad primitiva, ó á lo menos habría un fondo de sencillez en esta facultad histórica, pues no puede negarse que otros órganos vengan á auxiliarla; pero se alimentaria con las per- cepciones de la otras facultades; las concentraría, las fundiría en al- guna manera en una percepción única, que suministraría los elemen- tos de la historia. Considerándola de esta manera es como cieiie frenólogos han visto el órgano que le corresponde como dotado de una facultad concentrativa, y que hasta hicieron de él el órgano de la atención. Estas cuestiones son difíciles, pero tan graves, que verdadera- mente se debe , en interés de la humanidad, prestarles toda la aten- ción posible. Necesitamos salir del caos en que nos hemos educado, y de aquellas fábulas con (pie nos han mecido en todos sentidos desde nuestra infancia. Es necesario buscar hechos y esperar para estable cer un sistema. Otra facultad, colocada también entre las intelectuales por los frenólogos, y de la cual no saben qué hacerse los filósofos, es el sentido de los tonos, de la melodía. En efecto, es necesario confesar que sobre este punto, no sabiendo qué decir los filósofos, quedaron mudos y estériles. ¿Qué podian hacer de la música? ¿una cualidad de su ser material ó inmaterial encarcelado en el cerebro? ¿No po- drían decirnos cual es esta facultad de su ser? La frenología enseña un órgano que corresponde á esta facultad y ellos la dejaron vaga- mente en la carne, sin enseñarnos sus relaciones con el espíritu. Rectificación de las sensaciones.—Mucho se ha hablado en filoso- fía de la rectificación de los sentidos unos por otros, y sobre todo se ha pretendido que el del tacto era el rectificador por escelencia de todos los demás, lo cual no es exacto. Tan pronto los sentidos se rectifican entre sí; y tan pronto el sentido que se habia engañado se rectifica solo por la repetición de la impresión, y entonces el aproximamiento ó la.disminución de las distancias basta para la rec- tificación, bien que ningún otro sentido venga al auxilio del que se habia engañado. Este hecho se observa cuando un cuerpo cuadrado nos parecía redondo por el efecto del movimiento, y cuando un car- bón candente movido circularmente nos representa una cinta de fue- go ; en estos casos el descanso basta para desvanecer nuestra ilusión. Otras veces es necesaria la intervención de otro sentido; así pues, jamás sabríamos de donde proviene un olor, si la vista y el tacto no nos enseñasen el cuerpo que suministra las moléculas olorosas. El oido no nos suministra por sí mismo mas certeza que la del ruido que oimos. Es necesario ver ó tocar el cuerpo que ha puesto el aire en vibración. Algunas veces no podemos ni ver ni palpar en la actua- lidad los cuerpos que producen íos olores , los sonidos , los colores y la luz que percibimos; pero los hemos visto ó palpado anteriormen- te , y entonces es la inducción, operación estraña á los órg anos de percepción, la que nos suministra el convencimiento de la presencia de estos cuerpos. En este género son posibles muchos errores ; pero el ejercicio , es decir , la repetición prolongada de las sensaciones, de las percepciones y de las inducciones sobre el mismo asunto, acaban por suministrarnos tantos datos de certeza como los que podemos ad- quirir sobre el particular. Digo como los que podemos adquirir, por- que, si los cuerpos están de tal modo alejados que no podemos jama9 aproximarlos bastante para observarlos con detención, tales como los planetas, no llegamos jamás á conocerlos bien. Se ve: 1.° que nuestras sensaciones son siempre exactas cuando provienen de cuerpos colocados fuera de nosotros, cuando no son un sueño ó una aberración mental; 2.° que el error no recae sino sobre la percepción , sobre la noción de los cuerpos esteriores de donde pro- vienen; 3.° que cuando es posible la rectificación se obtiene, unas veces por la repetición de la impresión hecha sobre el mismo sentido, otras por la intervención de otro, intervención que por otra parte siempre es necesaria para hacernos conocer las masas de donde provienen las moléculas olorosas y las vibraciones sonoras, pues que - 22:{ — los sentidos del olfato y del oido no están en relación sino con molé- culas y jamas con las masas. Sin embargo, nótese que no son los sentidos propiamente dichos los que se rectifican entre sí. La sensa- ción es lo que es; otra mas clara puede seguirla, pero no rectificar- la; la percepción cerebral, el juicio particular, unido á esta percep- ción , es el que se rectifica. Se mejora porque está mas ilustrado, sea por el mismo sentido mas claramente impresionado, sea por la intervención de otro sentido. Así pues, todo lo que lean Vds. en las obras de filosofía sobre este particular, y todas las objeciones saca- das de la infidelidad de los sentidos, relativamente á la certeza, se resuelven por esta fórmula : Los órganos de la percepción y no de la sensación son los que verifican las rectificaciones. Una palabra mas, señores, sobre este capítulo interesante. El tacto , que han querido erijir en rectificador de los demás sen- tidos , podrá impedir que los olores, los sabores, los ruidos , los to- nos de la música y los colores sean para nosotros tal cual los hemos percibido? No; no puede ilustrarnos mas que sobre los atributos que son de su resorte, es decir, haciéndonos palpar las masas de donde se escapan las moléculas y que reflejan los radios. Y aun todavía de- be observarse que nos basta la vista las mas veces para conocerlos, pues que , sin servirse del tacto, los niños y los animales van direc- tamente al cuerpo de donde emanan los sonidos, los olores y los ra- dios reflejados. Aun hay mas, y es que ciertos animales líegan al cuerpo de donde se escapan las moléculas olorosas y las ondas sono- ras , sin necesitar de los sentidos de la vista y del tacto ; cuando ven ó tocan el cuerpo, ya está encontrado, y los sentidos de la vista y del tacto les sirven entonces para otro objeto. Supuesto que los niños y los animales incesantemente nos sumi- nistran hechos de este género, es falso que el raciocinio, facultad su- perior , necesariamente debe intervenir para darnos la noción de las masas que nos suministran las percepciones de los cuerpos distantes. Cada percepción tiene su juicio , es decir , la posibilidad de distin- guirse de cualquiera otro, y el resultado de todas estas percepcio- nes, que pertenece al cerebro, y no á los sentidos, es la convicción de la existencia y de la situación , con respecto á nosotros , de las di- versas masas que deben servir á la satisfacción de nuestras necesi- dades ; convicción que produce al instante por medio de los instintos y de los sentimientos, la acción sobre estas masas , sin que sea nece- saria la intervención del yo y de las altas facultades de la inteligencia. Las facultades que acabamos de recorrer constituyen la primera serie de lo que se nombra facultades intelectuales. Nos ponen en re- lación con el mundo esterior y son el único origen de lo que puede lla- marse ideas, j^y Es necesario mucho sentido común para entenderse en filosofía, y no dar el nombre de ideas sino á las percepciones. Estas facultades, ó á lo menos sus productos, son los instrumentos de las facultades de la segunda serie, de las reflectivas, que se sirven de ellas como de medios y que no pueden obrar sin ellas. Esplicadas ya las ideas generales sobre las facultades intelectua- les , creemos que será conveniente distinguirlas por una palabra que — 221 — represente mejor el hecho: son las facultades que nos ponen en rela- ción con el mundo esterior, con los objetos materiales y (pie nos los hacen conocer, y por consiguiente, son las mas importantes de to- das. Sin volver á las ideas emitidas, me contentaré con recordar (pie he hecho dos secciones de dichas facultades: una que abraza las que nos ponen en relación con el cuerpo, y que nos da la idea de él, y otra que nos comunica el poder de reflexionar sobre estos cuerpos, así como sobre nuestras propias facultades. -«s©^: XXII.—INDIVIDUALIDAD. Señoress Jt&oY empezaremos nuestra tarea estudiando la primera serie de las facultades que nos ponen en relación con los cuerpos que compo- nen el mundo esterior , principiando por la que los frenólogos actua- les pusieron á la cabeza de todas las demás : esta es la individuali- dad, palabra propuesta por Spurzheim, de otro modo dicho, sentido de los individuos, sentido que nos hace distinguir una persona de otra; facultad que no fué adivinada ni por los metafísicos, ni por los ideólogos, ni por los psicólogos. Les parecía muy natural que un individuo no fuese confundido con otro; y en efecto, es natural, pe- ro esto depende de un órgano, según los frenólogos. Gall no perci- bió esta facultad, no la distinguió de las otras. De la lectura de su obra resulta que este órgano viene á estar confundido en la facultad que nombra educabilidad, pues la coloca en las circunvoluciones que están á uno y otro lado de la apófisis cristagali. Situación.—En el interior son dos circunvoluciones separadas so- lamente por la apófisis cristagali en la parte media é inferior de los lóbulos anteriores. En el cráneo corresponden estas circunvoluciones inmediatamente mas arriba de la raiz nariz, y hacen saliente esta región al mismo tiempo que la ensanchan cuando están muy pronun- ciadas. El órgano tiene el número 22. Acción ó influencia primitiva.—La influencia primitiva es el po- der de conocerlos objetos como individuos sin investigación de fin ni de uso alguno; es la curiosidad y la facultad de distinguir un indivi- duo de otro, sin la cual quedarían los dos confundidos en la percep- ción. Fué necesaria la observación empírica para distinguir este sen- timiento de otro, como se verá luego por las aplicaciones. Esta clase de curiosidad parece sin objeto, cuando se considera 29 — 226 — aisladamente la facultad; pero por la misma asociación de esta fa- cultad con otras se hace provechoso el conocimiento de la naturale- za; por consiguiente, el impulso primitivo de este órgano no esotro que la necesidad de distinguir una cosa de otra, de conocerla, áe tener un signo , un carácter para distinguirla. También se aplica á las abstracciones, como veremos presto. Voy á tratar cuestiones que á Vds. les parecerán abstractas por el momento, pero que sin em- bargo son fundamentales. Esto no es difícil sino á primera vista. Principiamos por distinguir una mesa de una cabeza, urr objeto blanco de otro de colores, un cuerpo cuadrado de uno redondo, un vaso de una cuchara, y nos decimos: estos objetos no son iguales, si- no diferentes, y cada uno debe tener su nombre. Cuando el órgano es poderoso, tenemos en esto un ejercicio activo que nos proporcio- na un goce, porque la acción de todos los órganos viene acompañada de una emoción agradable. Así pues, el niño parece entregarse con la mas viva atención al examen y á la distinción de los objetos nue- vos que hieren sus sentidos. Estas distinciones, que nos parecen instintivas en razón del hábito, son para él un trabajo muy activo y penoso, pero pronto á la fatiga de la atención sucede el placer de aprender. Esta distinción de los objetos materiales la aplicamos á los sus- tantivos abstractos. Tal vez me preguntarán Vds.: ¿qué quiere decir sustantivos abstractos? Son, por ejemplo, los sustantivos virtud, vi- cio, hermosura, fealdad, pequenez, grandeza; hemos aprendido es- tos nombres oyéndolos pronunciar, sin definición, en la sociedad, y los gramáticos que nos han ejercitado en construir frases se han ser- vido de ellos sin ilustrarnos sobre el valor de dichos sustantivos. A su vez, los diccionarios nos los repiten, y se contentan con decirnos si son masculinos ó femeninos, y unos y otros los colocan sin cumpli- miento al lado de otros sustantivos, tales como yeso, piedra, made- ra, mesa, qne designan cuerpos. Debemos conocer sin embargo,, que existe gran diferencia entre vicio, orgullo, beneficencia, conmi- seración , piedad, &c, y tierra, agua, fuego, árbol, &c; estos úl- timos son sustantivos concretos y los otros sustantivos abstractos. En efecto, estos sustantivos abstractos no son cuerpos, y el órgano de que tratamos los considera como concretos ; los distingue unos de otros por denominaciones, los divide, los subdivide y lleva incesan- temente al hombre á las distinciones. Ustedes saben que hay raciocinadores que siempre distingue»: la primera frase de su respuesta es distingo; pues estos hombres tie- nen siempre nuestra facultad muy fuerte. Así pues, el órgano se aplica no solo á los sustantivos concretos ó materiales, sino también á los sustantivos abstractos que constituyen entidades de otra espe- cie. He aquí To que nos han dicho los frenólogos al determinar el im- pulso primitivo de nuestro órgano; pero lo que no nos dijeron fué porque tampoco esta era su misión, ía distancia que separa lo con- creto de lo abstracto, y los puntos de contacto por donde están en re- lación estas cosas; no hay duda de que estos son elementos de bue- na filosofía, y aprovecharé la ocasión de regar sus semillas, espo- niendo la teoría de las facultades intelectuales, á fin de reparar los Vicios de la primera educación de que están tan llenos un gran nú- mero de jóvenes. En efecto , es muy singular que en la época en que vivimos le sea preciso al escolar llegar á la filosofía sin saber distin- guir lo concreto de lo abstracto: así es que estos desdichados emplean en su retórica y en todos sus cursos de literatura palabras cuyo va- lor no conocen, y si interrumpen sus estudios antes de la filosofía, o si en el estudio de esta ciencia siguen un mal sistema, se les oye de- cir mil ociosidades y contradicciones , y aun absurdos, sin notarlo. Lo mismo se dice de las jóvenes que no se ejercitan en las definicio- nes. Es necesario que el hombre del mundo adivine el sentido ocult© de las espresiones que ordinariamente usa, y por poco que carezca de penetración, ó que repugne un trabajo cuyo hábito no adquirió en su juventud, hablará toda su vida, las mas de las veces sin saber o' sin espresar lo que quiere decir. Juzgúese de los inconvenientes de esta primitiva ignorancia en el foro, en la magistratura y en la le- gislación. Pero tal vez he ido muy lejos por el momento: volvamos á nuestro órgano. He dicho que es el de las distinciones, de las separaciones, de las individualizaciones, y que no se ocupa tan solo de comparar y de «acar inducciones, sino de ver , de distinguir continuamente, sea lo concreto, sea lo abstracto. Esta es la idea que de él dan los frenó- logos. Aplicaciones.—Por lo dicho se deduce que la aplicación de la in- dividualidad se encontrará, respecto á los objetos materiales, en la historia natural particularmente; allí es donde reina, por ejemplo, en la botánica, en la mineralogía y en la zoología; en la distinción de un cuerpo de otro para conservar bien su carácter: dividir y dis- tinguir bien, he aquí el objeto de este órgano. Naciones, edades y sexos.—Los frenólogos creen, relativamente á las naciones, que está mas desarrollado en los escoceses que en los ingleses; en estos y en aquellos mas que en los alemanes, y en to- dos estos pueblos menos que en los franceses. El Dr. Broussais cree ■que aumenta á medida que se adelanta hacia el Mediodía. Este se- ñor, que pasó, según dice él mismo, gran parte de su vida viajando, siempre observó que los hombres del Mediodía tienen la línea infe- rior de la frente muy abultada, mientras que los pueblos del Norte la tienen menos fuerte, y algunas veces la parte superior mas des- arrollada. Igual observación hizo en Paris, donde se halla la con- fluencia de todas las naciones. En los niños se desarrolla muy temprano esta parte, porque de- be darles el conocimiento del mundo material: también es mas fuer- te relativamente al sexo en el hombre que en la mujer. Es evidente que cuando está muy pronunciada, y que'la parte superior que pre- side á la reflexión no lo está, el hombre pasa todo su tiempo en dis- tinguir los objetos, y no saca ninguna conclusión. Con todo, en el estado actual de las ciencias es uno de los mejores medios de adelan- tar en el mundo, conociendo bien los cuerpos á causa de los inmen- sos progresos déla historia natural y de la industria. Cuando al con- trario, este órgano está poco desarrollado y le aventaja la parte su- perior, el individuo se entrega á especulaciones abstractas, es deeir, __ OOjs __ se ejerce con preferencia sobre los sustantivos abstractos, porque el órgano de la individualidad está obligado á prestar su auxilio para la distinción de estos sustantivos, lo que necesariamente desvia de los concretos. Ejemplos.—Citaremos al célebre naturalista Lacepede como tipo de esta facultad; también es notable su cabeza por el fuerte desar- rollo de todos los órganos perceptivos que ocupan la región inferior de la frente , como el de la localidad, la configuración, el lenguaje &c., y el débil desarrollo de las facultades reflectivas que ocupan la parte superior. Esta organización jamás produce un gran filósofo, ni un gran pensador , ni un genio superior; pero suministra hombres útiles á La ciencia, trabajadores que recojen las producciones de otros, las coordinan y esponen convenientemente. Hablan con faci- lidad, abundan en descripciones y pueden ser buenos literatos; cua- lidades que deben á la reunión de las diversas facultades que acaba- mos de indicar , y sobre todo á la del lenguaje. También está el órgano muy desarrollado en las cabezas de Des- carte , del Ticiano, del abate Gauthier, de Napoleón, Walter Scott, Cuvier, Champollion, Visconti y Broussais. Animales.—Debe existir en ellos el órgano en un alto grado, pues los que se nos aproximan por la organización no confunden un objeto con otro, sea entre los seres vivientes, sea entre los cuerpos brutos. Es cierto que no los califican, pero distinguen todos aquellos que pueden tener acción sobre ellos, sobre todo cuando los han espe- rimentado. Según Mr. Vimont, el asiento de dicho órgano en los animales está en la parte mas anterior é interna de los hemisferios cerebrales hacia los senos frontales. XXIII.—CONFIGURACION. Situación.—Este órgano está á los lados internos de las superfi- cies orbitarias, de cada lado también de las apófisis cristagali, pero un poco mas abajo que el precedente; separa los ojos y los desvía hacia el ángulo esterno, estableciendo un espacio particularmente entre el globo y el ángulo interno de la órbita, en la raiz de la na- riz , y empujando los ojos de lado hacia el esterior produce lo que lla- mamos ojos chinos. Por eso observó Spurzheim que los chinos tenian pronunciada esta facultad. Es el sentido y la memoria de las for- mas. Gall la habia considerado eomo el órgano de las fisonomías, porque reparó esa conformación en aquellos que á primera vista co- nocen las personas á quienes no ven hace mucho tiempo. Spurzheim estendió este conocimiento á todas las formas, y creyó que existia un órgano para distinguirlas, como habia otro para distinguir los in- dividuos. No olvidemos que su posición es al esterior de la individua- lidad , que tiene el número 23 y que ensancha la raiz de la nariz al mismo tiempo que empuja los ojos hacia los lados. Influencia primitiva.—Conocer bien las formas y las fisonomías; recordarlas eon exactitud cuanto es posible, cuando se ausentan, y conocerlas prontamente cuando se presentan después de haber esta- — 229 — do ausentes. Hay pues percepción delicada y completa de las formas y memoria de estas mismas formas cuando vuelven á presentarse, y esto se aplica á las fisonomías de los hombres y á todas las formas observables. En todas las clases de la sociedad, en el pueblo como entre las gentes instruidas , hay personas dotadas de esta facultad y otras ca- recen de ella. Las hay que cuando se levantan de la mesa no saben distinguir en la reunión el ó la que estaba ásu lado durante la comi- da. Como esta singularidad amenudo las confunden, las esponen á mil equivocaciones, y á pasar con indiferencia por delante de aquellos que se les aproximan con semblante amistoso y que esperan alguna señal de aprecio; hacen mil esfuerzos por evitar semejantes torpezas, pero no pueden lograrlo. Les cuesta una contención de es- píritu increíble para retener en la memoria ciertas fisonomías, y solo las caras distinguidas por alguna particularidad les dejan una impre- sión duradera. De qué depende esto? Los que solo prestan á este fenómeno una atención superficial, y que siempre tienen raciocinios ó mas bien so- fismas listos para esplicarlo todo, dicen que depende del ojo; que los que están en este caso ven de una manera indeterminada, ó son mio- pes ; pero no es así. Para convencerse de que todas estas esplicacio- nes son falsas, basta echar una ojeada atenta sobre lo que pasa en la naturaleza. Amenudo los niños de tres á cinco años tienen ya la memoria de las personas en un alto grado. Hay perros que conocen después de algunos años alguna persona que solo han visto una vez; otros, después de algunos dias de ausencia solamente, ya no cono- cen las personas que han visto muy amenudo. Los monos, los perros, los caballos, los elefantes, las cabras y hasta los pájaros conocen con mas ó menos facilidad entre mil personas á su amo ó al que los ha cuidado, ó á los que los han ofendido. Todos los animales que viven en manada se conocen entre sí. Qien lo creyera! todas las abejas de la misma colmena se conocen, y las hay de veinte á ochenta mil. Cuando una estraña intenta intro- ducirse , la ahuyentan ó la matan. También se observa que las abe- jas de la misma colmena, aun cuando se componga de cincuenta á eien departamentos, saben distinguir perfectamente la que no es del enjambre. El cordero, el pollo, &c., conocen á su madre en medio de un gran número de ovejas y gallinas. Nadie podrá dudar ahora que la facultad de distinguir los indivi- duos sea para el animal una de las facultades fundamentales mas in- dispensablemente necesarias. No es permitido suponer que la natu- raleza haya hecho depender tal facultad de circunstancias accesorias. Cualquiera que conozca la solicitud maternal de la naturaleza para todos los animales, admitirá que depende de una organización inte- rior particular, de un órgano propio. Aplicaciones.—A todos los ramos de la historia natural como el órgano precedente, porque tan luego como se ha distinguido el indi- viduo, se presenta la idea de su forma. A la medicina, porque el mé- dico que ejerce en los hospitales y que ve ciento ó doscientos enfer- mos, necesita distinguirlos unos de otros y estar al tanto de los cam- — 230 — luos que sobrevienen en sus facciones y en su espresion en el discur- so de la enfermedad. Es muy útil á los que cultivan la cirujía, porque se aplica no tan solo á las fisonomías de los enfermos, sino también á todos los ins- trumentos materiales de que se sirve la terapéutica quirúrjica. La pintura, la arquitectura, la mecánica, en una palabra, todas las artes de imitación la necesitan; así es que jamás veremos un ar- tista distinguido que no tenga muy pronunciada esta línea inferior de la frente. Este órgano, así como el precedente, puede, según dicen otros, aparecer algunas veces mas saliente por la prolongación del seno frontal. Es necesario para no equivocarse examinar un número con- siderable de cabezas, y sobre todo á los niños en quienes los senos aun no están desarrollados, lo que podría hacer sospechar á prime- ra vista que el órgano no está en proporción con la facultad. Por otra parte, dicen también los frenólogos, se ve muy bien cuando el órgano está deprimido; y los hechos comparados de protuberancia y de depresión convencen definitivamente. Cuando se observan , por ejemplo, las regiones que corresponden á los dos órganos de que acabo de hablar á Vds. muy deprimidas, debe uno informarse si es cierto que los individuos y sus formas no son fácilmente recordados por las personas. Yo he prestado á esto grande atención y me he convencido de que hay personas que todo lo confunden, así como hay otras, niños y grandes, que tienen una memoria de fisonomías uota- ble. Conozco una joven que, sin una educación que pueda acercarse tan siquiera á la medianía, saea con lápiz el retrato de todas las per- sonas que atraen su atención, distinguiéndose siempre estos traba- jos por una semejanza notable con los originales. En un niño de co- lor, educado en lugar donde pude verlo desde su nacimiento, hice es. ta observación: siempre me admiraba la rara exactitud con que á los cuatro años recordaba fisonomías que hacia algún tiempo no veia, ya porque se presentasen de nuevo ó porque notase otra parecida; este muchacho tiene la costumbre de estar siempre dibujando con cuantas plumas y carbones encuentra. Otro niño blanco, de ocho años, se entretiene amenudo en copiar con lápiz todas las formas que ve, sin haber recibido la menor instrucción sobre el particular. Ig- norando que tuviese tal habilidad, le dije un dia á su madre, que es una señora amiga mia, le diese maestros de dibujo: el niño me con- testó trayendo una cajita de cartón que contenia sus trabajos solita- rios , en la cual vi, si no grandes cosas, á lo menos multitud de co- pias que me hicieron reiterar el consejo y admirar su grande afición al dibnjo: este niño también tiene una memoria estraordinaria de fi- sonomías. En los moralistas y en los metafísicos escasea con seguri- dad. Cuando vean Vds. esta región de que les hablo, muy deprimi- da , con un ojo estúpido y que no distingue un individuo de otro, pue- den decir: He aquí la primera prueba negativa. Cuando al contrario les admire la protuberancia de esta misma región, y que los indivi- duos así conformados comprendan todas las individualidades, todas las formas, y las recuerden fácilmente, podrán decir: He aquí la prueba positiva. — 231 — XXIV—ESTENSION. Este es el sentido geométrico, mucho mas que la forma. Mr. Vi- mont ha pensado que podia dividirse en dos, es decir, en sentimien- to de distancia y en sentimiento de estension, alegando que esta no se aplica sino á un cuerpo, y que la distancia presenta la idea del espacio que existe entre un cuerpo y otro. Pero podrán distinguirse dos órganos aplicados cada uno á corresponder á estas dos ideas abs- tractas? No sabemos; pero lo que sí podemos decir es que el espacio entre los grandes cuerpos está ocupado por moléculas imperceptibles á los sentidos y comprendidas únicamente por la inducción. En cuan- to á los espacios que pueden separar estas moléculas ó átomos, no tenemos órganos para verlos; apenas puede la inducción hacernos concebirlos; por consiguiente, nos limitaremos aquí á historiadores de las opiniones. Situación.—En la parte interna y superior del gran ángulo in- terno del ojo, fuera del órgano precedente. En el examen de algu- nos órganos seguiremos una linca escéntrica hacia la parte esterna. Impulso primitivo y aplicaciones.—No merece la pena distinguir uno de otro; medir la estension, apreciar bien la perspectiva y la distancia, y complacerse en este género de observación. Aplicaciones.—Está en aplicación en todos los geómetras, en los oficiales militares y en los generales, que necesitan comparar el es- pacio del terreno de que pueden disponer, con el tamaño, el espesor y la altura de sus líneas de soldado. Los frenólogos observadores han notado que aquellos que tenian el tacto mas justo en esta aprecia- ción, presentaban un desarrollo considerable en esta región. Los geógrafos, los agrimensores y los cazadores se sirven tam- bién mucho de este órgano, así como los arquitectos y los artilleros para apreciar el alcance de sus proyectiles. Esta facultad es útil á lo» que se ocupan en el dibujo, particularmente en el paisaje y en el de los edificios para proporcionar bien los espacios. Estos son los hom- bres que han suministrado la idea de esta facultad. Se ha observado que la ceja es muy pronunciada en la región indicada, y de aquí se concluye que dicha porción del cerebro representa un papel dominan- te en esta facultad. Ejemplos.—El retrato del contra-almirante Dumont d'Hurvílle presenta el órgano muy desarrollado; pero también tiene muy fuer- te el de las localidades, y podemos creer que á esta facultad debia la sagacidad de que daba tantas pruebas para comprender las relacio- nes del espacio y de la distancia. La misma observación podría hacerse en los retratos de los se- ñores Brunel, Williams, Douglas y Arago. No se necesita una gran diferencia en las masas nerviosas para producir grandes resultados en las aptitudes. Esto lo vemos en los insectos en quienes solo hay unas pequeñas partículas de materia nerviosa de mas ó de menos, y sin embargo se observan inmensas diferencias en las acciones de es- tos animales. No crean Vds. que se necesitan órganos del grueso del — 232 — puño para producir resultados; una línea de mas ó de menos produ- ce grandes diferencias; este es un hecho, y no un efugio. La prueba es que los órganos intelectuales, que producen tan grandes resulta- dos, son incomparablemente mas pequeños que todos los de los ins- tintos y de los sentimientos que ya hemos recorrido. No consideren Vds. estas observaciones que les hago sobre las pequeñas diferen- cias como inspiradas por el deseo de sistematizar; no, solo me fun- do en los hechos, y estos nos comprueban que la menor, que la mas leve diferencia en la materia nerviosa produce otra mucho mayor en las aptitudes y las acciones. Animales.—Existe en ellos esta facultad. Hay algunos que efec- tivamente son muy hábiles para apreciar las distancias; entre los pájaros cita Mr. Vimont, con mucha razón, los de rapiña, que des- de lejos se lanzan sobre su víctima, y que doblan mas ó menos las alas según el sentimiento de la resistencia del aire. ¿Quien les ense- ña esta táctica? Seguramente que no es el estudio de la física sino un instinto; conocen la fuerza que deben dar á su vuelo y los movi- mientos de ala que han de agregar al peso de su cuerpo para caer bien sobre su presa, de manera que puedan cogerla. El instinto que les inspira esto se refiere á la región del encéfalo ya indicada. Los pájaros de alto vuelo que viajan y luchan contra el viento saben la fuerza que han de desplegar contra esta resistencia; también saben dar bordadas y gobernarse de manera que el viento no vuelva hacia arriba sus plumas. La causa de este último impulso no la han busca- do los frenólogos. Varias veces hemos comprobado esta observación, que es del Dr. Broussais. Siempre hemos reparado que las palomas ponen el pico al viento para conservar las plumas acostadas sobre su espalda y cuando cambia el viento todas ellas también cambian de posición. Esto no es reflexión ni estudio, sino instinto; pero las gallinas no lo tienen y se dejan levantar las plumas por el viento aunque padezcan en ello. Mucho hay que observar en frenología, sobre todo en frenología comparada y aun en la humana. Los animales que no viven en el in- terior del agua por no ser ese su elemento único, como el cisne que nada en la superficie, saben apreciar el grado de impulso que es ne- cesario dar á su cuerpo con los pies para alcanzar tal objeto, y nun- ca se equivocan. También es necesario que aprecien la resistencia del aire que obra sobre su largo cuello y sobre sus afas. Aun saben desplegar estas para acelerar su marcha, nadando cuando es favo- rable el viento , á cuyos actos los conduce el instinto. Según Mr. Vi- mont, á quien se deben estas observaciones, es el aprecio de la es- tension y al mismo tiempo el de la resistencia. XXV.—PESANTEZ—RESISTENCIA. Nada dijo Gall de esta facultad y Spurzheim le dio el nombre de pesantez, resistencia y densidad de los cuerpos. Los escocesas la han admitido, v Mr- Vimont profiere distinguir- — 233 — la con la palabra resistencia por parecerle mejor que cualquiera otra, que la de pesantez, por ejemplo. Situación.—En las bóvedas orbitarias entre el órgano preceden- te y el de los colores, que se halla en medio del arco superciliar. En esta región no se observan mas que pequeñas circunvoluciones; sin embargo, el examen del cerebro no es infructuoso para conocer bien los órganos que lo ocupan, porque estas circunvoluciones se ven se- paradas cada una por una línea. En todos los cerebros no son muy rectas estas líneas, sino mas ó menos tortuosas; pero las circunvoluciones siempre son las mismas y se hallan horizontalmente dispuestas en la base del lóbulo ante- rior. Ló que hacemos aquí es encaminar hacia la observación, pues el que quiera conocer bien la frenología debe proveerse de las pie- zas necesarias y observar de cerca: de otro modo no es posible com- prenderla. Impulso primitivo.—'Complacerse en apreciar la pesantez, la re- sistencia y el esfuerzo; también inclina á juzgar la liquidez, la con- sistencia y la pastosidad de los cuerpos. Todas estas sensaciones re- sultan de un modo de presión y de tacto que esperimentan las papilas nerviosas de todo el órgano del tacto; mas este sentido, así como los demás, no es el juez de sus propias impresiones; es necesario consiguientemente que haya una facultad especial y un órgano en el cerebro destinados á percibir, á juzgar y á elaborar ciertas sensa- ciones que se refieren al tacto, y eso es lo que nombramos tacti- lidad. Aplicaciones.—La aplicación de esta facultad se halla en la posi- bilidad de juzgar bien de los pesos en mecánica, en el estudio de la dinámica, y también creen poder referirla al talento de los equili- bristas que sobresalen en su arte, de los maromeros por ejemplo, pe- ro no sabemos si el órgano de la mecánica contribuirá en algo para esto. Los grandes jugadores de billar, los hombres hábiles en tirar el arco , y los jugadores de rayuela que aprecian bien el peso del te- jo y que le dan el impulso necesario para que llegue á su fin, son presentados por los frenólogos como ejemplos del desarrollo de nues- tro órgano. La destreza manual en todos géneros y la facultad de no romper ni destrozar nada se refieren al mismo origen; pues se ha observado que las personas que rompen y destrozan fácilmente no deben este defecto solamente á la debilidad de la circunspección ó á la falta de atención, sino á que no sienten eí valor de los pesos que tienen en la mano, lo que les impide proporcionar el esfuerzo á la resistencia. Así podrá ser ; pero sobre este punto hay dos opi- ¿semejante falta de aprecio dependerá de la debilidad del órga- no que nos ocupa ó de la depresión del de la mecánica? Sobre es- te particular hay algunas dudas; por consiguiente, es necesario ob- servar como ya se ha dicho; pues las cuestiones sobre las facultades intelectuales y las de relación no son tan claras como las que con- ciernen á las de los instintos y sentimientos. Mas con respecto á las que acabamos de examinar puede emi- tirse una suposición; estos órganos, que son muy vecinos unos de otros, no pueden suplirse hasta cierto punto? Sus funciones <*on 30 — 234 — casi análogas, y tal vez seria posible que por el ejercicio reemplaza- se el uno al otro. Eso es lo que debe examinarse, sobre todo en lo que tiene relación con las cualidades materiales y mecánicas de los cuerpos, tales como la forma, la figura, el peso y la resistencia. Sabemos que tal vez se objetará que una facultad es un hecho que no puede jamás confundirse con otro, contra cuya aserción estamos muy lejos de inscribirnos, y solamente podemos afirmar en general que las facultades de que se habla están en proporción del desarro- llo de la mitad interna de la ceja y de la raiz de la nariz: pero no so- mos bastante intrépidos para poder especificar, según nuestro pare- cer, el asiento particular de cada una de ellas. Se ha hablado también de ciertos hombres que son muy inteligen- tes en la mecánica, muy hábiles para construir instrumentos suma- mente finos y delicados, y muy diestros en manejarlos cuando los hacen, en los cuales por consiguiente el tacto manual debía servir de mucho, y que sin embargo presentaban el órgano de la mecánica mas desarrollado que el de que se trata. Como estas controversias existen, debemos referirlas. Ejemplos.—El célebre violinista Paganini, Mr. Kalkbrenner, pianista muy célebre, y Mr. Grevedon, cuyos vaporosos y delicados dibujos tienen tanta gracia, entran en el número de los que poseen en alto grado esta facultad. Alguuos mas podríamos citar para de- mostrar que es innata. ¿Quien no ha visro niños muy pequeños y li- mitados para todo, ejecutar cosas admirables con sus manos ó sus pies, ya en objetos de arte, ya tocando instrumentos, haciendo ejer- cicios de equitación ó sobre la cuerda? Lo que decimos de los niños puede aplicarse á los adultos, entre los cuales fácilmente se encon- trarán genios, cuyo arte no reconoce mas base que la tactilidad. Mr. Simpson, que ha hecho investigaciones muy profundas sobre esta facultad, piensa que su cualidad fundamental es una percepción ins- tintiva de la gravitación y que conduce al hombre y á los animales á adaptar sus movimientos á las leyes del equilibrio. En física se entiende por gravitación la fuerza oculta que atrae todos los cuerpos hacia el centro de la tierra; es la causa eficiente de la pesantez, la cual es siempre proporcionada á la masa de los cuerpos. El equi- librio consiste en hacer que el centro de gravedad de un cuer- po caiga sobre su base: es la pesantez aplicada al movimiento. Según nuestro parecer todo esto entra en los atributos de la tacti- lidad. No nos faltan ejemplos negativos con respecto al asiento del ór- gano de que hablamos. Citaremos entre otros al mismo Spurzheim, á quien Gall acusaba de tener la mano desgraciada, porque descom- ponia todos los bustos y los cráneo» dejándolos caer. Entonces él lo atribuía á la falta ó insuficiencia de la circunspección, pero ahora presumimos que era debido á la de la tactilidad. Todas las personas torpes de mano, que rompen ó dejan caer los objetos que tocan, que no tienen ninguna aptitud para apreciar las diversas propiedades de los cuerpos que hemos indicado, y que no pueden aprender ni á di- bujar bien ni á tocar con perfección un instrumento, tienen la cabe- za chata en el punto del órgano, cuya inaptitud es independiente de — 235 — su voluntad, y no pueden adquirirla con el ejercicio sino muy imper- fectamente- Animales.—No hay la menor duda en que poseen la facultad, Mr. Vimont ve el efecto de este órgano en el ave de rapiña, que se lanza sobre el objeto á que ha hecho puntería, y en los pájaros de alto vuelo. Igualmente lo señala en los cuadrúpedos saltadores como el camello, en los pájaros nadadores, en el gato, la ardilla, el mur- ciélago, y en fin en todos aquellos que dan saltos y hacen esfuerzos, y que aprecian los grados de resistencia del objeto que tienen que vencer. No puede negarse que hay un instinto para medir el espacio y apropiar ía acción muscular á la resistencia, pues el animal no desplega tanto esfuerzo para salvar un pequeño espacio como para salvar uno grande. El hombre hace lo mismo, por consiguiente la facultad debe ser común. En los gallináceos se ha observado ou< la madre, cuando principia á fastidiarse de sus hijos y lo ahuy. .ta les da golpecitos con el pico, pero no con la violencia pi: lo baria á un animal que la atacase. Parole (pie proporciona la percusión sistenciay ala fuerza del (pie la recibe. La filogoaitura lo msphv. duda estas precauciones; pero la facultad de apreciar el peso del yolpe que va á dar con su pico exije otra facultad y puede referirse á la que actualmente estudiamos. En frenología es muy interesante la observación, lo que nos ha- ce esperar que sus vacíos acabarán por desaparecer. Toda ciencia que principia ofrece muchos ; pero lejos de desalentarse los que la cultivan por gusto, deben esforzarse por llenarlos. ia^í$KJ aa* XXVi.-COLORIDO. Señores: Hoy vamos á principiar nuestra tarea ocupándonos del órgano ó talento de la pintura, según dijo Gall, que fué el que lo descubrió, cuyo órgano ha sido admitido por todos los frenólogos. Situación.—En medio de la ceja en la parte mas elevada del ar co superciliar entre la resistencia y el orden. Este órgano puede mo- dificar la ceja de dos maneras: ó elevando en ángulo la parte media del arco ó empujándola adelante, lo que hace la ceja saliente: tiene el número 26. Función é impulso primitivo.—Conocer los colores y distinguir bien todos sus matices, á cuya percepción se agrega un sentimiento de placer común á todas nuestras funciones; por consiguiente, com- placerse en este género de observación: también se agrega, tener el sentimiento de la armonía y de la discordancia de los colores: tal es la facultad primitiva que está probada por el estado negativo de la función que coincide con la suma pequenez del órgano, lo que hace que se confundan todos los colores. Algunos frenólogos desdeñaron esta observación, pero hicieron las pruebas necesarias y quedaron convencidos. Sentido de las relaciones de los colores: talento de la pintura.—De ninguna manera puede considerarse designado por la espresion, sen- tido de las relaciones de los colores, la simple facultad de verlos ó percibirlos; los animales también ven los diferentes colores y son sus- ceptibles de ilusiones producidas por el uso de ellos, de las luces y de la sombra. Se han visto algunos perros ladrar á los retratos de las personas que les eran desconocidas y que veían por casualidad en un — 238 — cuarto, y mostrar señales de afecto al de su amo; pero trabajo cos- taría hallar ejemplos de animales que hayan manifestado que poseían el sentimiento de la armonía ó de la discordancia de los coló res. Hay personas que son incapaces de apreciar una diferencia bien marcada de un color á otro. El Dr. Unzer , de Althona, no compren- día jamás la diferencia entre el verde y el azul. Un muchacho que qniso ser sastre se vio obligado á renunciar á su proyecto, porque le era imposible distinguir ciertos colores. El Dr. Spurzheim cita á un hombre que vio en Dublin, que era muy aficionado á las artes me- cánicas y al dibujo, sobre todo al de los paisages, pero que tuvo que renunciar á su gusto porque no podia distinguir el rojo del verde. En Edimburgo vio también tres hermanos y un primo de ellos que no podían distinguir el verde del pardo. Sin duda que tales personas no nacieron para ser pintores. Hay otras, al contrario, que distinguen los matices mas deíicados; y que tienen un tacto particular, por me- dio del cual son capaces de reunir los colores de modo que recreen la vista; pero esta ventaja, aunque necesaria al pintor, nada tiene de común con el verdadero talento de la pintura. Por la espresion, sentido de las relaciones de los colores, entiendo la facultad de juz- gar su armonía y sus contrastes, de sentir y juzgar sus leyes y de ce- ñirse á ellas en su uso. Este sentido de las relaciones de los colores es el que constituye el talento del pintor. No hablo aquí del artista pintor, ni bajo el as- pecto de la composición, ni bajo el del dibujo ni el de la espresion; solo me refiero á él en tanto que es colorista. El talento de este tam- poco depende del ojo, pues muchas veces la vista mas perfecta.es el patrimonio del pintor mas mediano y hay ejemplos de escel'entes co- loristas que la tenian muy débil. Antes que se soñase en los órganos cerebrales, era preciso sin duda deducir de los cinco sentidos todas nuestras cualidades y todas nuestras facultades. En ese sistema la pintura también debía ser un producto del ojo. Podría citar en favor de este error varios autores que han escrito sobre la pintura; pero me contento con referir lo que dice Mr. Sobry, que espuso mejor que cualquiera otro la opinión de sus contemporáneos. "No basta, dice , que el sentido de la vista sea útil é indispensa- ble al hombre; la naturaleza quiso que fuese para él un manantial de placer y el origen de sus goces mas constantes, mas dulces y mas puros. Distinguiendo en esto al hombre de todos los seres animados, dispuso que este sentido seria el principio de sus goces mas morales. Y en efecto, no vemos que los animales lleven el uso del sentido de la vista mas allá de su utilidad; un hermoso sitio, un lugar pintores- co y los objetos bien arreglados parecen haawrles poco efecto; el pá- jaro busca sin elección el ramaje en que se oculta, el ciervo el que lo abriga y el animal doméstico el asilo que lo recibe, sin que ninguno de ellos parezca poner mas ó menos interés á la vista de las cosas que le rodean; y puede decirse que para todos los animales: el senti- do de la vista está limitado absolutamente á lo físico." "Solo al hombre le fué permitido tener goces morales por el sen- tido de la vista independientemente délos medios físicos de este sen- tido , de que está liberalmente dotado para su utilidad, de tal modo, — 239 — que se puede decir que si la vista del hombre se limita á cierto nú- mero de objetos, en cuanto áaquello que le sirve , abraza una esten- sion incalculable en cuanto á lo que le agrada........ "Del placer de ver nació el deseo de representarse lo que se ha visto, y de allí provienen las tentativas reiteradas de reproducirlo; de allí los éxitos graduados de las empresas de dibujo y de pintura que llegan por principios grotescos á producciones satisfactorias, y en fin á una perfección muy vecina de la ilusión (1)." Precisamente por la circunstancia de que los animales, á pesar de la perfección de su ojo, son insensibles á los prados esmaltados de flores y á todos los encantos de la naturaleza, debió haberse inferi- do que ni el placer que causa el aspecto de estos objetos, ni el juicio que el espíritu forma sobre ellos, entran en la esfera de actividad de la vista. Debió haberse sentido que aunque el ojo transmite al alma las impresiones de estos objetos, existen órganos mas nobles que po- nen en planta esta impresión para fines mas elevados. El talento del colorista está fundado en efecto en una facultad muy superior ala de ver. Se funda en la armonía de un sentimiento interior, y de un acto de la inteligencia con las leyes de las proporciones de los colores tal cual existen en el mundo esterior. El animal interno y el hombre interno están formados para el mundo esterior, su organización interna debe pues hallarse en ar- monía con los objetos esteriores en tanto que el animal y el hombre deben tener puntos de contacto con los objetos de afuera. Sus órga- nos del gusto y del olfato están en armonía con las sustancias que convienen á su alimento, así como los órganos cerebrales é internos están adaptados á los objetos esteriores. El animal tiene el instinto de la propagación, y existen machos y hembras; el instinto del amor de la prole, y halla su objeto en los hijos y los chicos; los sentidos de las localidades, y halla su aplicación en las relaciones del espacio. De la misma manera deben existir objetos en el mundo esterior, sobre los cuales pueda ejercitarse el sentido de los colores. Las leyes de las proporciones de estos no fueron inventadas por el hombre, si- no existen en la creación; el hombre, y probablemente entre todos los animales, solo el hombre está dotado de un órgano por medio del cual conoce estas leyes, es decir, que este órgano y estas leyes es- tán en una relación directa; la acción del órgano se convierte en una revelación de estas leyes; y el mismo órgano lleva el sello de aqueltas á que están sometidas las proporciones de los colores en el mundo esterior. Nota sobre las leyes de las proporciones de los colores.—Paso en si- lencio lo que Newton, Buffon, Mr. Goethe y los físicos modernos han dicho en general relativo á las proporciones de los colores y so- bre su mezcla; igualmente me abstengo de examinar la cuestión si existen siete colores primitivos ó si solo existen tres. No tengo otro objeto que convencer á Vds. de que realmente existen, fuera de nos- otros, leyes determinadas de las proporciones de los colores. Por (1) Poétique des arls, pur J. F. Sobry, pág. 17 v siguientes. — 240 — ejemplo, los tres colores fundamentales, suponiendo que no ha va- inas que tres , cuando se colocan los unos al lado de los otros, siem- pre están en discordancia. El azul, el amarillo y el rojo no están en armonía. Si se mezclan dos de estos colores nace otro medio. El azul y el amarillo producen el verde; el azul y el rojo el violado; el ro- jo y el amarillo el naranjado. Para obtener armonía es necesario co- locar al lado de un color primitivo uno mezclado, en el cual el prime- ro entre como parte de mezcla, y el color mezclado estará siempre en armonía con los dos primitivos de donde resulta. Coloqúese una cin- ta de seda como de una pulgada de ancho, de uno de los tres colo- res primitivos que he nombrado, sobre un pliego de papel blanco, y mírese fijamente: al cabo de algunos instantes se verán los tres colo- res primitivos, y á un lado el mezclado que resulta de los dos últimos primitivos. Si, por ejemplo, se pone sobre el papel una cinta azul, se verá además el amarillo y el rojo, y al lado el naranjado, que re- sulta de su combinación. Mr. Klotz, de Munich, está enteramente penetrado de las leye.i internas de los colores , y sobre estas leyes descansa la posibilidad de la clase de ellos ; de manera que si se íogra algún día representar por signos estas leyes de las proporciones de los colores, como se hace con las de las proporciones de los tonos, se podría tener la es- peranza de arrancar los cuadros á la guadaña del tiempo. También se podrá anotar un cuadro del Ticiano y de Rubens como un trozo de Mozart ó de Greltri, y reproducir las obras maestras del pincel como las de la composición música, después de un gran número de siglos. Los esperimentos de los físicos sobre los colores, hechos con ausí- lio de cierto número de láminas trasparentes sobrepuestas, suminis- tran también ideas aun mas exactas sobre las leyes de sus propor- ciones. Aquel que, en virtud de su organización, es capaz de compren- der estas leyes, es susceptible por esta misma razón de sentir la ar- monía y la discordancia que existe entre los colores. Aquel en quien esta organización está desarrollada en alto grado, tiene un senti- miento natural y vivo de esta armonía ; sin haber aprendido estas le- yes , las adivina; por todas partes donde ve colores, forma sin saber como ni por qué un juicio sobre la armonía ó discordancia que existe entre ellos. He aquí el talento del pintor como colorista; esto es lo que determina la vocación á la pintura. Este talento, sin duda, pue- de perfeccionarse por el estudio de las reglas y de los modelos, y con- vertirse también en un objeto de la inteligencia; pero no existiría sin esta revelación, que proviene de la actividad del órgano y que cons- tituye su fondo natural. Auxiliares.—Si se trata de la facultad, no los tiene , porque es única; pero si se trata de la profesión de pintor, de decorador y de arreglador de cuadros, cualquiera que sea el nombre que se le quie- ra dar, entonces vienen muchos órganos al auxilio del de la pintura. El orden, el espacio, el dibujo y la imitación son los principales. En seguida viene la imaginación, que anima los productos del arte, el juicio, que impide desviarse, ía comparación, &c., porque todas 211 — nuestras facultades necesitan para producir obras maestras, prime- ro : el auxilio de las del mismo orden, y en seguida el de los órganos superiores. Antagonistas.—Aunque no tiene ninguno, sin embargo muchas veces otras facultades nos desvian de esta, lo que muy amenudo de- pende de la educación. Hay personas que nacen con disposición para • la pintura y el colorido, y que no la emplean por su educación ó su género de vida. La facultad queda, pero no toma un gran desarrollo por razón de estos obstáculos. XXVII—LOCALIDADES. Gall descubrió este órgano y todos los frenólogos lo han admiti- do ; pero los filósofos no pensaron en él. Situación.—En la parte anterior é inferior de la frente de cada lado de la línea media; los dos órganos se tocan y están señalados por dos circunvoluciones que le pertenecen, separadas únicamente por las hoz mas arriba de la apófisis cristagalli, y tienen el número 27. Estas circunvoluciones están mas ó menos plegadas pero siem- pre existen y se encuentran en todos los cerebros. El órgano se pro- nuncia en la región que se ve de cada lado en la parte inferior y me- dia de la frente; ambos órganos están separados por una pequeña depresión en sus estremidades internas y se prolongan hacia afuera formando una eminencia alargada mas arriba de la mitad interna del arco superciliar: están colocados inmediatamente mas abajo de los senos frontales. Lo que primeramente atrajo la atención de Gall sobre este ór- gano fué la admirable destreza de uno de sus condiscípulos para en- contrar todos los lugares por donde ya habían pasado en sus escur- siones botánicas y aun todos los matorrales de los bosques donde ha- bían visto nidos de pájaros, sin recurrir jamás á ningún signo artifi- cial. Pero no se convenció de la realidad de su existencia sino des- pués que vio coincidir la misma facultad con la misma conforma- ción en muchos individuos, entre otros, en el autor del libro Dya-na- sore; en el profesor Stein, que se internaba en una ciudad estraña, viéndola antes desde alguna eminencia; en el consejero de la corte Hoser, médico del príncipe Carlos; en el célebre paisagista Schen- felder, de Viena; en el general Laudon, conocido por la exactitud de su vista en el campo de batalla y por su habilidad en sacar parti- do de las localidades para sus disposiciones militares , &c. La misma conformación halló en los retratos y en los bustos de los viajeros, de los geógrafos y de los cosmógrafos mas célebres , particularmente en los de Coolc y de Cristóbal Colon, así como en los de los grandes as- trónomos tales como Newton, Boden, el padre Hell, &. Según Gall, el desarrollo y la actividad del mismo sentido fueron los que hicieron presentir el nuevo continente á Cristóbal Colon, que después de haberse visto mal acogido por el gobierno de Genova, su patria, por la corte de Francia y por la de Portugal, donde fueron consideradas sus ideas como estravagantes é insensatas, no se des- — 212 - animó, sino se dirige» á reinando é Isabel, reyes de España, qffC le suministraron tros naves, con las cuales partió para sus grandes descubrimientos el 6 de setiembre de 1102 y tuvieron el resultado que ya todos sabemos. El mismo sentido fué el que indujo también á Koemplcr á sus numerosos viajes. Observando los ant¡frenólogos que Gall habia hallado el sentido de las localidades en ol general Mack, lo creyeron derrotado como este último. Esta objeción , nula por sí misma, porque Mack no man- daba en gefe cuando su derrota, anuncia un conocimiento poco exac- to de la doctrina de Gall, (pie jamás hizo depender los talentos de un general de este órgano solamente; y aun cuando lo hubiese hecho, no resultaría de ello que Mack lo tuviese en un grado tal que no le aventajase ó igualase algún otro de sus contemporáneos. Al contra- rio, siempre enseñó aquel sabio que de la acción de un órgano solo, sin la influencia de los otros, resultaría la locura, el delirio ó el sueño. Este autor encontró undia en Viena á una mujer en la que esta- ba tan desarrollado el órgano en cuestión, que le desfiguraba el ros- tro. Habiéndola detenido para informarse de sus inclinaciones, supo de ella que su mayor placer era viajar; y que por ver países habia salido á los diez y seis años de la casa paterna, en Munich, para ve- nir á Viena, donde estaba mas contenta por el tamaño de la ciudad, que ya conocía perfectamente, sirviendo solo seis meses en la misma posada. Animales.—En ellos es donde triunfa esta facultad. En efecto, ¿como conocerían los lugares si no poseyesen un órgano para este ob- jeto? ¿Como sucedería que en tal ó cual estación emigran algunas es- pecies á otros climas y vuelven luego al pais que dejaron? ¿Como es que otras especies, al contrario, jamás emigran? ¿Podrá acaso pen- sar un naturalista que los v iajes de los animales estén confiados á en- sayos cuyo resultado es incierto? ¿Las especies no hubieran pereci- do en el espacio de tantos siglos que necesitaban para instruirse con estos ensayos? Todos los pájaros viajeros no se reúnen en bandadas como las golondrinas ; en varias especies, los individuos vuelan aisla- dos durante todo el viaje, como el abadejo, el halcón, &c., á lo me- nos recorren un camino considerable antes de reunirse poco á poco en bandadas. En estas especies los pichones y las hembras parten de ordinario ocho ó quince dias antes que los machos. Esta instruc- ción que, según Leroy, dan los viejos á los jóvenes, es quimérica. El Dr. Gall dice que acostumbraba poner en su jardín algunos cuclillos para que los otros pájaros los alimentasen. Mientras que los demás cuclillos permanecían en el pais; los que habia educado en su casa no abandonaban el jardín; pero en la época de la emigración de su es- pecie desaparecieron, aunque no se hubiesen comunicado con ningu- no de los viejos. Es raro el caso en que un grau número de individuos que retar- dan su viaje, perezca por esta razón; pues el tiempo de la incuba- ción de las aves de paso está en relación con la época en que necesi- tan emigrar. El sinsonte amarillo se ausenta desde el fin de junio, y no vuelve hasta mediados de mayo. El ruiseñor y el cuclillo parten — 243 — mas tarde y vuelven en las primeras semanas de abcil. La golondri- na se va todavía mas tarde y vuelve mas tarde. Cuando en estas es- pecies se encuentran individuos débiles, mal conformados ó atrasa- dos, es indudable (pie perecen, pero esto mismo confirma que el ins- tinto de emigrar era indispensable para la conservación de estas es- pecies. Si fuese la inclemencia de la estación la que inspirase á los ani- males viajeros la inclinación á emigrar, por qué razón el-frió mas ri. goroso, durante el cual los gorriones, las perdices y los cuervos se hielan en el aire, no los determina á emigrar á regiones mas meridio- nales? ¿Quien diría que los pájaros mas pequeños resisten los invier- nos mas rigorosos mientras que la cigüeña y el buitre se van á bus- car otro cielo? Dícese que es la falta de alimentos la que obliga á emigrar á los pájaros; pero en este caso, ¿quien los obliga á volver en la primave- ra, pues que en el pais donde se retiraron encontrarían que comer to- do el año? Además, los pájaros emigran mucho antes del tiempo en que podria escasearles el alimento , y esto están cierto , que muchas veces, sobre todo cuando sobrevienen dias fríos, se ven obligados, por la falta de alimento á retroceder á distancias considerables. Dé- sele á un ruiseñor la comida mas abundante y no por eso dejaremos de verlo, en la época de la emigración de su especie, volar incesan- temente en su jaula con señales de inquietud, sobre todo en las no- ches de luna, pues entonces es cuando viajan estos pájaros. En ciertos países, la alondra de los campos, por ejemplo, es ave de paso; en otros no emigra, pero se reúne en bandadas en el in- vierno: ¿acaso este hecho sumistrará alguna objeción contra la orga- nología? Si los pájaros emigran en razón de la actividad de un órga- no, ¿no debería su conducta ser igual en todos los países? Las circunstancias esteriores tienen, sin contradicción, una in- fluencia marcada sobre el desarrollo y sobre el grado de incitación de un órgano. De este modo, por ejemplo, es como los pájaros ali- mentados en lugares abrigados, principian á cantar mas temprano que los que viven al aire libre mas frió. Las gallinas que se alimen- tan en gallineros bien abrigados no cesan de poner sino en el tiempo de la muda; pero el ealor no puede ni engendrar los ovarios ni el canto. De la misma manera, las circunstancias esteriores no podrían producir la inclinación á emigrar, si esta inclinación no está deter- minada por un órgano propio. El ejemplo citado de la perdiz y del gorrión así lo prueba. Es pues evidente que se necesita admitir en los animales un sen- tido y un órgano particulares para las localidades, y que la activi- dad de este sentido varía no tan solo de una especie á otra, sino tam- bién de un individuo á otro. Estos hechos son muy curiosos y exijen la mayor atención, á fin de convencerse de que la frenología no es insignificante, ni un sue- ño , ni una burla, como imprudentemente se ha dicho en algunas cor- poraciones científicas. Asociaciones.—Esta facultad se asocia con la del espacio y está auxiliada por la de la resistencia. — 2 14 — • XX> III.—NÚMEROS. Según Gall este es el órgano ó el sentido de las relaciones de los números, el órgano del cálculo; en efecto, este autor lo descubrió, como diré mas abajo. Historia del descubrimiento.—En Viena le hablaron á Gall de un escolar de San Polten, conocido en toda la comarca por su talento calculador. Era hijo de un herrero que no había recibido mas instruc- ción que sus condiscípulos, y que bajo cualquier otro aspecto estaba al nivel de ellos. Lo mandó traer á Viena y se lo presentó á su audi- torio, en cuya época tenia el niño nueve años solamente. Cuando se le daban, por ejemplo, tres números espresados cada uno por diez ó doce cifras, y se le decia de sumarlos, después de sustraerlos de dos en dos, de multiplicarlos y de dividir cada uno por un número de tres cifras, miraba una vez las cantidades, en seguida dirigía los ojos al aire é indicaba el resultado de su cálculo mental antes que el audito- rio hubiese tenido tiempo de hacerlo con la pluma en la mano. El mismo habia creado su método. Este niño alarmó á los habitantes de Viena. Un abogado fué á manifestar á Gall su pesar porque un hijo suyo, de cinco años, se ocupaba esclusivamente de números y de cálculos , y que era imposi- ble fijar su atención en otra cosa, ni aun en los juegos de su edad. Comparó este niño con el primero y no pudo encontrar mas seme- janza en sus cabezas que una prominencia notable en los ángulos es- temos de los ojos, é inmediatamente á un lado. Tanto en uno como en otro, el ojo estaba en alguna manera cubierto por el párpado su- perior en su ángulo esterno. Estos dos ejemplos de talentos aritméticos distiuguidos, y la coin- cidencia de una conformación semejante de la misma región, desper- taron en aquel filósofo la idea de que dicho talento para el cálculo muy bien podia ser una facultad fundamental dependiente de un ór- gano particular, pues en aquella época ya habia adelantado mucho en su teoría de la pluralidad de los órganos. Solicitó hombres distinguidos por su talento en el cálculo. Recor- dó primero al señor consejero Mantelli, cuya ocupación favorita era inventar y resolver problemas matemáticos y aritméticos en particu- lar, y halló la misma conformación de cabeza en la región del ángu- lo esterno del ojo. Fué á ver al barón de Vega, autor de las tablas de los logaritmos y profesor entonces de matemáticas, que en todo lo que no concernía á esta ciencia era un hombre muy mediano, y tam- bién encontró la misma forma de cabeza. Recorrió las familias y las escuelas, y solicitó ver los niños que se distinguían entre sus condis- cípulos por el talento del cálculo ; y como encontrara el mismo carác- ter anterior en todos, ¿quien pudo impedirle considerar también el sentido de los números como una facultad particular, y admitir un órgano para esta facultad? Historia natural del sentido de los números.—El hombre no crea nada y su inteligencia solo está limitada á conocer lo que existe. Si — 245 — necesariamente uno, mas otro igual, hacen dos, y dos veces dos cua- tro, no es el talento del hombre el que creó esta necesidad; pero su talento la conoce en virtud de leyes eternas é inmutables. Los ángu- los opuestos de un paralelógramo serán eternamente iguales, esté ó no reconocida esta ley por un sabio, y lo mismo se dice de todas las verdades matemáticas. Si los matemáticos se apoderan con razón de la óptica, de la astronomía, de la música &c., en tanto que estas ciencias necesitan de la aplicación del cálculo , pregunto si las leyes de la refracción de los rayos luminosos, las de las vibraciones del ai- re , las de los cuerpos sonoros, las del movimiento en general, si es- tos materiales, que los matemáticos ponen por obra, tienen en el mundo esterior una existencia real é independiente del espíritu que los concibe y los combina, ó si es el genio del matemático que los crea? Si tienen una existencia independiente del genio que los some- te al cálculo, lo que creo que se concederá sin dificultad, se sigue de allí que existe un mundo esterior para el talento del matemático co- mo para todos los demás talentos, y que su mérito se limita á conce- bir este mundo esterior. Por consiguiente, el hombre debe haber re- cibido un órgano para estos objetos, por cuyo auxilio se halla puesto en relación con ellos, y por cuyo medio también descubre una serie particular de leyes. Sin este órgano es imposible que se instruya de ía existencia de estas leyes. Cuando esta facultad ha adquirido un al- to grado de desarrollo y de actividad, estos secretos se encuentran en alguna manera descubiertos á su vista. El hombre adivina el mun- do esterior y las operaciones de este órgano se hallan en armonía con las verdaderas proporciones de las cantidades, con las leyes de la refracción, de las vibraciones y del movimiento en general. Si fuese de otro modo, ¿como podría este talento hallarse algu- nas veces en los niños y en hombres absolutamente grotescos en un grado tan admirable de perfección ? Independientemente de los dos casos citados, todos los periódicos de Europa hablaron con el lengua- je de la admiración de un muchacho de siete años , llamado Devaux. Tenia pasión en ir á todas las ferias y esperar á los tratantes en el momento que hacían sus cuentas; cuando se habían engañado en los cálculos, su mayor placer era descubrir el error. El joven Bidden, de Devonshire, de edad de 12 años, tuvo el honor de ejercer en presencia de S. A. R. el duque de York sus ad- mirables facultades para las combinaciones de cálculo. S. A. R. y las personas que asistieron á este acto espresaron la mayor sorpresa cuando vieron á este niño resolver, sin auxilio de ninguna figura, to- dos los problemas que se le propusieron. Aventajaba á todo lo que se habia visto hasta entonces de mas estraordinario en este género, y todos los cálculos le eran igualmente familiares: este niño era hijo de un artesano de Exeter, que tenia ocho hijos mas. El joven americano Colborn , del cual hablaron tanto los periódi- cos de los Estados-Unidos y mas tarde los diarios ingleses y france- ses, también manifestó un talento prodigioso para el cálculo. Gall mandó sacar su busto en yeso y liacer su retrato. Referiré á Vds. una pequeña noticia sobre este niño. "Nació en abril do 1804, en Cabot, condado de Caledonia, es- — 246 — lado de Vermont. No tema sieie años cuando lo conoció Mr. Mac- Neven,que esplica su visita en ol Afedical und Philosophical Journal and Revieic, impreso en New-York, 1811. En sus costumbres Col- bom es semejante á los demás niños, sea por su ligereza, sea por la puerilidad de sus pasatiempos ; pero cuando su atención se fija ente- ramente en algún asunto, desplega entonces facultades muy superio res á sus años, y cuando se trata de cálculos superiores, creo que ha- ce lo que podría esperarse de cualquiera otra edad que fuese. En agosto último de 1810 fué cuando su padre, oyéndole repetir entre dientes algunos números que multiplicaba por placer, notó su prodi- giosa habilidad para el cálculo. La atención que escitó y el ejercicio que le fué dado en consecuencia de esta atención, la hicieron aumen- tar singularmente en algunos meses. La prontitud de sus respuestas á las preguntas de aritmética (pie pueden dirigírsele es tal, que pa- rece contestar de memoria. No puede sin embargo dudarse que es- ta prontitud sea debida á la rapidez de sus combinaciones, pues en los cálculos algo complicados se le oye amenudo multiplicar, sumar ó restar en alto, y con increíble presteza. Se corrige amenudo cuando comete alguna equivocación y parece mortificarse mucho por eso, pe- ro muy raras veces le sucede. Mr. Mac-Neven le oyó contestar sin la menor apariencia de duda y sin la menor equivocación á las pre- guntas siguientes: Pregunta.—1.347, 1953 y 2.091 qué componen? Respuesta.—5.391. P.—¿Cuales son los números que , multiplicados uno por otro, producen 1.242? Las soluciones siguientes fueron da- das tan pronto como puede permitirlo la palabra: 54 por 23, 9 por 138, 27 por 46, 3 por 414, 6 por 207 y 2 por 621. P.—¿Cual es el número que, multiplicado por sí mismo, produce 2.401? R.—49 y 7 multiplicado por 343, produce el mismo número. Cuando se espresa- ban los números por mil y por ciento, gritaba con impaciencia que se los pusieran por cientos, es decir, que para 2.401 quería que se le dijese 24 cientos y uno. P.—¿Qué producirá 6 multiplicado 6 veces por sí mismo? Calculó en voz alta de la manera siguiente, y tan pres- to como puede ir la palabra: 6 veces 6 componen 36, 6 veces 36 componen 216, 6 veces 216, 1.296; 6 veces 1.296, 7.776; 6 veces 7.776, 46.656, y 6 veces 46.656, 279.936. P.—¿Cuantas horas hay en 26 años, 11 meses y 3 dias? R.— 226.992. La persona que le habia hecho esta pregunta se equivocó en el cálculo que hizo por su lado, de modo que cuando el muchacho contestó, creyó que era él el que se equivocaba; pero habiendo re- flexionado un poco, dijo que su cálculo era exacto: se hizo de nuevo la operación y vieron que tenia razón. Los que le interrogaban olvi- daron incluir en este último cálculo los años bisiestos, y supusieron los once últimos meses de treinta dias. Este olvido recuerda una anéc- dota del mismo género. Le presentaron á D'Alambet un pastorcito que también tenia una admirable facilidad de cálculo. Hijo mió, le dijo D'Alambert, he aquí mi edad; cuantos minutos he vivido ? El niño se fué á un rincón del cuarto, ocultó el rostro en sus manos y volvió un momento después á contestar á Alambert, que aun no ha- bia concluido el cálculo que emprendió con la pluma en la mano; lo acaba y los dos resultados no eran iguales. El niño vuelve á su rin- — 247 — con, y después asegura (pie no se ha equivocado; D'Alambert exa- mina el suyo, y el muchacho le dice: pero, señor, contó V. los años bisiestos? En efecto, los habia olvidado y el pastorcito decía bien. "Como se le propuso multiplicar 123 por 237, dijo su padre que dos números tripíes eran muy difíciles. El niño contestó que podia multiplicarlos y lo hizo, no solo esas cantidades, sino la de 1.234 por 1.234 con la mayor prontitud. Sin embargo, se ve que las proposicio- nes difíciles le cansan, y suplica que no se las propongan tan com- plicadas. Mientras contesta, se nota por su postura , por el estado de sus ojos y por la contracción de sus facciones cuanto trabaja su es- píritu. "Su fisonomía es muy espresiva ; tiene la frente pequeña; pero angular ; los arcos orbitarios (las cejas) considerablemente adelanta- dos; sus ojos son pardos, vivos y siempre en movimiento; su cráneo es arqueado y considerablemente ancho; tiene el occipucio pequeño y los cabellos rojos; es singularmente robusto y grande para su edad; sus movimientos son precipitados y siempre está en acción. "Jamás ha ido á la escuela y no sabe leer ni escribir. Le pregun- taron como hacia sus cálculos y contestó que los veia claramente de- lante de él. Aun no tiene idea de las fracciones y no sabe mas que contar los números completos. Es el quinto de siete hijos, de los cua- les ninguno se distingue por facultades notables. Su padre, Abiah Colborn, nació con seis dedos en cada mano, y este niño es el único que tiene esta singularidad. "Mr. Mac-Neven recordó, con motivo del joven Colborn, á otro personage (Jedidiah Burton) conocido en el siglo último por su es- traordinaria aptitud al cálculo, á quien no acompañaba ninguna otra clase de talento. Aun parecía privado de algunos sentimientos bien ordinarios. La música solo le ofrecía una confusión de sonidos; con- ducido á ver una pieza de Shakespear, representada por Garrick, solo se ocupó en contar el número de palabras pronunciadas por es- te grande actor. El niño Colborn anuncia, al contrario, mucho ta- lento ; es vivo en la respuesta y algunas veces mordaz. Pocos dias antes de la visita de Mr. Mac-Neven, se divertía una mujer en pre- guntarle: ¿Cuanto componen tres ceros multiplicados por tres ceros? Precisamente lo que es V., nada. "Nos parece muy de temer, agrega Mr. Mac-Neven, que los es- fuerzos de atención á los cuales someten á este niño, lleguen á fati- gar ó á desorganizar su tierna cabeza, y destruyan de antemano to- do lo que pudiera esperarse de ella si la dejasen al curso natural de sus ideas y de sus desarrollos. También es posible que estos desarro- llos se obliteren y se destruyan. Mr. Mac-Neven cita el ejemplo de Mr. Van R., que á la edad de seis años se distinguía por una singu- lar facilidad para calcular de memoria; á los ocho años perdió en- teramente esta facultad sin saber como. Actualmente Mr. Mac R. calcula como todo el mundo, con la pluma en la mano, ni mejor ni mas pronto que otro, y no conserva la mas leve idea del modo que calculaba de memoria en su infancia (1)." (1) Annales de l' education, redigées par F. Guizoi, inim. 9. — 248 — El muchacho de San Polten de (pie he hablado también le dijo á Gall que veia los números con los cuales operaba como si estuviesen escritos en una pizarra. Aquí me parece oportuno hablar de la hija del lord Mansfield, (pie vio Spurzheim en Londres cuando tenia tre- ce años. Esta señorita igualaba casi al joven Colborn, pues resolvía con gran facilidad los problemas mas difíciles. ¿Quien intentará buscar en estos muchachos su gran facilidad pa- ra el cálculo, en las facultades tomadas colectivamente, en una facul- tad general de sacar conclusiones? Todas estas dificultades desapa- recen tan luego como se admite un órgano particular pura el talen- to por el cual se distinguen estos individuos. En esta hipótesis se con- cibe que el órgano de los números puede, en ciertos casos, recibir un desarrollo prematuro y una actividad estraordinaria, así como los del instinto de la propagación, de la música, &c., &c. Por otra parte, no es raro hallar el talento para el cálculo en per- sonas cuyo entendimiento no se ha desarrollado. Un pastor del Ti- rol, Pedro Annich, se hizo famoso por sus cálculos astronómicos. Su reputación animó al padre Hell á ir en busca suya; cuando este sa- bio interrogó al pastor sobre el particular de sus estudios prelimina- res, supo con admiración que no conocia ni aun de nombre ni las ma- temáticas ni la astronomía. Hay algunos años que un negro dio mu- cho que hablar de él en Londres por los admirables cálculos que hacia. Mr. Schubler, consejero de regencia enStuttgard, hizo que Gall conociese á Martini Haefele, viñero de Alfaltrach, á tres leguas de Hilbrun. Este hombre, que por sí mismo se habia aplicado á las ma- temáticas y sobre todo al álgebra superior, hizo progresos admira- bles en varias partes de las matemáticas aplicadas. Mas tarde le die- ron las obras de Kestner y de Karsten, las cuales devoró, y estuvo diez años haciendo investigaciones con objeto de perfeccionar los cál- culos diferencial é integral. Nuevas pruebas de que el talento para las matemáticas es innato, y que no tiene ninguna conexión necesa- ria con las otras facultades intelectuales. También es de sostenerse que este talento puede, así como otras disposiciones, trasmitirse de padre á hijo por espacio de algunas ge- neraciones. Los matemáticos de nacimiento, así como todos los hombres do- tados de un talento distinguido, manifiestan esta facultad desde muy temprano, y una inclinación imperiosa los arrastra á entregarse á ella. Ejemplos.—Las matemáticas tuvieron siempre un atractivo par- ticular para Pascal. Contrariado en su inclinación á la geometría, tu- vo mas ardor en aprenderla. Por la simple definición de esta cien- cia, se puso en estado de descubrir, solo por la fuerza de su genio penetrante , hasta la trigésima segunda proposición de Euclides. A la edad de diez y seis años publicó un tratado de secciones cónicas. De la geometría pasó con la misma facilidad á las otras partes de las matemáticas. Apenas tenia diez y nueve años cuando intentó la ruleta, máquina de aritmética singular, por la cual se hacen toda clase de cálculos sin pluma y sin tantos, y aun sin saber aritmética. - - 249 — Galileo tuvo desde su infancia una pasión tan fuerte á las mate- máticas, que muy bien puede decirse que nació matemático. José Sauveur y Oranam aprendieron la geometría sin maestros. Lalande fué nombrado, cuando apenas tenia diez y nueve años, comisionado de la academia para ir á Berlín á resolver el paralage de la luna en unión de La-Caille, que iba con la misma comisión al cabo de Bue- na Esperanza. Ticho-Brahé tenia desde su infancia una inclinación estraordinaria á las matemáticas, y Eider fué igualmente arrebata- do desde temprano por un gusto irresistible á esta ciencia. Cuando esta facultad es predominante en un individuo, todas las demás operaciones del espíritu se resienten de ello. Un médico dota- do de gran talento matemático se esforzaba en dirigir el estudio de la medicina y aun la virtud de los medicamentos por principios de aquella ciencia. Otro matemático y filólogo buscó largo tiempo una lengua universal fundada igualmente en principios de matemáticas. Situación.—Está colocado el órgano de los números en la estre- midad esterna del arco superciliar al fin de la ceja, de donde resulta un abatimiento de la estremidad esterna de la misma ceja, ó la sa- lida de dicha estremidad hacia adelante, como se ha dicho para el ór- gano de los colores. En el cerebro corresponde á la cara inferior del lóbulo anterior donde aparece una circunvolución que es su asiento. En la cabeza completa se ve igualmente marcado en la misma posi- ción un poco atrás de la parte anterior de la cresta del hueso coro- nal, que limita la inserción del músculo temporal, de manera que es- tá un poco afuera del arco superciliar, donde produce dos eminencias; sea que la ceja se abata mas abajo de esta eminencia, ó que se ade- lante para circunscribirla. Es necesario distinguir bien este órgano del de los tonos y el de la construcción, que tiene el número 9: el de que hablamos está mas abajo y tiene el número 28. 32 Ü9Q0MI asu* XXIX.—ORDEN. Señores: ^Continuemos el estudio de nuestros órganos cerebrales ya que hasta aquí han mostrado Vds. tanta atención á mis esplicaciones, y empezemos esta noche por el del orden Este órgano pertenece á Spurzeim. Gall habia admitido la exis- tencia de la facultad sin señalarle lugar, ó á lo menos su talento le inspiró que debia existir; pero un hombre no puede observarlo todo por larga que sea su vida, Situación.—En el arco superciliar entre el cálculo y el colorido, mas abajo de los tonos. Cuando está bien desarrollado este órgano, la protuberancia que forma sobresale un poco hacia arriba del nivel de la ceja. Influencia ó impulso primitivo.—El arreglo metódico y simétrico de los objetos físicos, de cuyo arreglo resulta un placer que no cono- cen los que no poseen el órgano suficientemente desarrollado. Para ciertas personas hay un goce y uun una especie de contento cuando contemplan las cosas en orden, de lo que muchas veces se burlan los revolvedores y trastornadores. Esta es otra observación que también se debe al empirismo, al examen del hombre en relación con el este- rior por medio de los órganos sensitivos; observación que no hicie- ron ni los filósofos que se oyen pensar, ni aquellos que deduciendo una palabra de otra, sustituyen la lógica á la observación. Aplicaciones.—Primero al arreglo de todos los objetos físicos, lo cual es la base de la facultad; se encuentra en todos los que pueden necesitarla, desde el cocinero hasta el aficionado á objetos de historia natural, incluso el maquinista de teatro , el pintor, el arquitecto y to- dos aquellos que arregían los objetos de una manera simétrica y en orden. Es la simetría sobre todo, os decir, que hay gusto en ver un lado semejante al otro. Algunas veces varía; pero siempre es el dibu- jo regular que encanta á las personas dotadas de este órgano, mien- tras que las que apenas lo poseen son insensibles á ese gusto. Lo di- cho basta para la aplicación en io físico; busquemos ahora en lo moral. En filosofía y en el arte oratorio se observa la distribución regu- lar y simétrica de los argumentos; esto no da Ja facultad de racioci- nar, sino la de disponer las pruebas y los motivos de tal suerte que cada cosa venga á su tiempo, que las impresiones no se confundan y que los discursos no sean confundidos. La influencia del órgano se no- ta hasta en las frases; los escritores que no tienen orden, acinan confusamente en las suyas sustantivos y adjetivos, ya aproximados, ya discordantes, mezclando y confundiendo las ideas de tal suerte que al fin no se sabe lo que han dicho. Sin duda que la lógica es el talento de escribir bien, sobre todo en prosa; pero ella sola no basta para que un escritor llegue á aquel grado de claridad y de sencillez que hace olvidar la frase, y mani- fiesta el asunto adornado con todo el interés y encanto que puede inspirar. La idealidad y el órgano del lenguaje hacen mucho en la elocuencia; pero repetimos que esta necesita del orden para aproxi- marse á la perfección. En la poesía no es de una aplicación menos importante; que el poeta trate de un asunto grande ó pequeño, siempre es necesario que el orden se asocie á sus obras con la armonía para que sea agra- dable la lectura y queden impresas. En una palabra, lo mismo se dice con respecto á todas las partes de la literatura. En la conducta moral: el orden la hace metódica y compasada. Hay hombres que nada hacen sin orden y sin simetría ; cuando lo lle- van al estremo los califican de pedantes, minuciosos, pequeños, fas- tidiosos y de hombres que no están en proporción con los otros: lo cual sucede porque en ellos el órgano no está modificado por las al- tas facultades, pues algunas veces es bueno derogar las leyes que nos hemos impuesto. Auxiliares y antagonistas..—Este órgano tiene por auxiliares la constructividad , con la cual se asocia muy fácilmente, así como el di- bujo, la comparación y la circunspección: estos son los que llama en su auxilio y obran de acuerdo con él. Sus antagonistas son las facul- tades teatrales, la imaginación, la idealidad, la alegría y todas las pasiones violentas y perturbadoras de las parte posteriores y latera- les que trastornan nuestras operaciones intelectuales: niegúese esto al moral; en cnanto al físico es necesario aguardar las pruebas para poder rebatirlo. Ejemplos.—En Napoleón estaba esta facultad admirablemente desarrollada. En efecto, tenia un orden muy notable y poseía tam- bién el órgano de las localidades, del espacio, de la estension, del cálculo, y además una alta inteligencia, de manera que distribuia su ejército del modo mas conveniente. A estas ventajas reunia un es- celente juicio, por lo cual se le vio luego, cuando subió al poder su- premo , sustituir al desorden en que gemía la Francia una adminis- — 253 — tracion perfectamente regular, en el interés de su despotismo. Franklin, que también tenia dos prominencias en el sitio del ór- gano del orden, fué un hombre que regularizó la república america- na ; poseía mucho método y cálculo, y él y Napoleón son unos de los mejores ejemplos que entre otros infinitos poseen los frenólogos so- bre esta facultad. Como casos contrarios, citaremos la mayor parte de los ajusti- ciados, que generalmente son muy atolondrados, así como todos los imbéciles, que pueden fácilmente observarse porqne no carece de ellos la sociedad. Animales.—Mr. Vimont, les concede el órgano de que nos ocu- pamos y lo asocia al de la construcción para el arreglo de los nidos. Dice que los pájaros tienen un impulso á hacer sus nidos de una ma- nera regular, lo cual no debe juzgarse precipitadamente; porque es- to parece probable, si el órgano está efectivamente desarrollado ^pe- ro es una inducción, es decir, que se obtiene la probabilidad de la existencia de la facultad en los animales que hacen nidos por el pre- dominio en su cerebro de la parte que en el hombre corresponde al orden. También cree que las arañas hacen uso de él en el tejido de sus telas; pero esta cuestión no la profundizaremos. Igualmente pien- za que el instinto que hace á los pájaros acuáticos alisarse las plu- mas , depende de este órgano; de modo que seria necesario atribuir- le el aseo y el cuidado que tienen los gatos, por ejemplo, de ocultar sus inmundicias y depositarlas en un lugar separado y cubrirlas ; y el cuidado que también tienen los caballos, cuando están libres en los campos, de ir siempre á depositar su estiércol en los mismos lugares, como si hubiesen calculado que ensuciaban el pasto haciéndolo por todas partes; pues en efecto, estos animales no comen jamás la yer- ba que ha crecido sobre sus defecaciones, mientras que pacen la que crece sobre las de las vacas. El Dr. Broussais asegura haber hecho también estas observacio- nes con motivo de haber pasado su niñez en el campo, y dice: que como no podemos apelar á la inteligencia para esplicar este cuidado délos caballos, es necesario referirla á un instinto, y nuestro órga- no debe ser el instrumento. Hay otro impulso que hace á la vaca comerse las secundinas de su ternero, y otro que induce á ciertos pájaros á arrojar prontamen- te fuera de su nido el estiércol de sus hijos, y á ir ellos mismos áes- tercolar á cierta distancia. Esta precaución no existe, por otra par- te , en ellos sino relativamente á sus nidos. ¿La repugnancia que sienten los hombres por las inmundicias, de- penderá de este mismo órgano? Lo ignoramos. Ese sentimiento de repugnancia sobre el cual no hemos visto que la frenología haya di- sertado suficientemente, es muy notable. Hay hombres y mujeres á quienes nada repugna, qne ven y tocan todas las inmundicias, las heridas, las úlceras &c. Otros cuyo estómago se revuelve á la vista de un objeto sucio y repugnante; otros que vomitan si creen haber tragado un cabello, un insecto, en una palabra, cualquier cosa que les inspire repugnancia. Comunmente se dice que es porque tienen el estómago sensible; pero en ese caso esta viscera no es un móvil — 251 — de acción como dice Mr. \ miont , una bóveda (pie descansa en la pared superior de la órbita, de don- de resulta que cuando el órgano es muy saliente, obra sobre los ojos y les da una dirección diferente do la «pie tienen en la generalidad de los hombres. Aquellos en quienes está muy dessrrollado tienen los ojos dirigidos hacia adelante y vienen á quedar al nivel de la cabeza. Algunas veces se inclina hacia abajo, lo que es fácil concebir cuan- do el órgano es ancho, ó los desvia un poco al esterior hacia los la- dos. Los individuos en quienes están los ojos deprimidos y que tie- nen que alcanzar el borde inferior de la órbita, el párpado inferior es mas ancho que el superior, y pone los ojos como hinchados; pero si están directamente empujados hacia adelante , los párpados pue- den ser del mismo volumen. Pero he aquí una observación que creernos importante: hay per- sonas muy locuaces en quienes se observa un gran espacio entre la ceja y el hueso del pómulo, sin que los ojos sean muy salientes, y creemos que esto indica igualmente un desarrollo considerable del órgano. La grande estension transversal de la abertura orbitaria y sobre todo la de arriba abajo, parece un signo de desarrollo conside- rable del lenguage: esta observación la tengo suficientemente com- probada. Historia natural de la memoria de las palabras.—Hace mucho tiempo que se señaló esta especie de talento, con cuyo auxilio se aprende de memoria con gran facilidad hasta las cosas que no se com- prenden, y se la llamó: Memoria de palabras, memoria verbal {Me- moria verbalis). También se sabia que los que tienen una escelente memoria de palabras, no siempre poseen las demás facultades en grado muy eminente, y aun se íe daba demasiada generalidad á es- ta idea. Debieron haber concluido que esta facultad supone un órga- no particular ; pero aunque se presentaron innumerables pruebas en apoyo de esta opinión, las preocupaciones recibidas se oponían áque fuese admitida. Casi por todas partes, en las escuelas, en toda cla- se de establecimiento de educación y en las biografías de los sabios, se ven ejemplos de una memoria prodigiosa, sin que por eso el indi- viduo que estaba dotado de ella, haya manifestado otras facaltades en un grado eminente. La memoria de palabras se manifiesta algunas veces de una ma- nera admirable desde la mas tierna edad. En Landau un muchacho de cinco años sabia de memoria el catecismo entero, todas las fábu- las de La Fontaine y un gran número de otras poesías; aprendió igualmente de memoria, pero sin comprender nada, un volumen en- tero del Curso de matemáticas de Bezout; de la misma manera co- nocía la historia y la geografía. El Dr. Spurzheim vio en Londres un muchado que era igualmente un prodigio de memoria. El Diario di Roma del 13 de julio de 1837 refiere que llegó á esa ciudad un ni- ño de ocho años, nombrado Parteno Fulvio Cachillo, natural de Amo- ro, en la provincia de Terra di Savolo, reino de las Dos-Sicilias, que sabia leer diez lenguas, aunque sin instrucción, y el diario hace la ob- servación de que este talento prodigioso pertenecía al mismo reino de donde salieron los calculadores estraordinarios Vincenzo Zuccaro y Vito Mangiamelo. Véase el Constituí i onn el de 26 de julio de 1H37. 2üi) — La> peisonas dotadas en alto grado de la memoria de palabras, xecitan pasages muy largos y gran número de versos, después de ha- berlos leido una ó dos veces. A cada instante y en cualquier ocasión citan los mas hermosos trozos de los autores clásicos. Cierto dia presentaron á Federico II, rey de Prusia, un hombre de tal memoria, que recitaba pasajes considerables oyéndolos leer una sola vez. El mismo dia en que Voltaire debía leer al rey una composición en verso, Federico mandó ocultar al estrangero detras de un biombo, y cuando Voltaire acabó de leer, le dijo que la com- posición no era ni nueva ni de su repertorio: hizo salir á su compa- dre, que la recitó y sostuvo que él mismo la habia compuesto hacia veinte años. Juzgúese cual seria el furor del irascible Voltaire y la diversión de aquel monarca. Los que tienen mucha memoria verbal se aplican con preferen- cia á un género de estudio en que es necesario saber muchos nom- bres; por ejemplo, á la mineralogía, á la entomología, á la historia natural en general, ala numismática, la genealogía, &c. La memoria de palabras es de grande auxilio á los cómicos, aun- que esté muy distante de constituir por sí sola al buen actor. Sentido del lenguage de palabra; talento de la filología, &fc.—Voy ahora á ocuparme de la parte material y esperimental. Cuando la mayor parte de la porción media délas circunvolucio- nes inferiores y anteriores colocadas sobre la lámina superior de la órbita ó sobre la bóveda, está muy desarrollada, esta pared no solo se achata, sino que hasta se deprime, resultando una posición parti- cular de los ojos. En este caso, los ojos están á la vez al nivel de la cabeza y deprimidos hacia las mejillas, de modo que se halla cierto intervalo entre el bulbo y el arco superior. Los que tienen los ojos conformados de este modo, no solo po- seen una escelente memoria de palabras, sino que se sienten una disposición particular para el estudio de las lenguas, para la crítica, y en general para todo lo que tiene relación con la literatura. Estrac- tan diccionarios, escriben historias; son muy propios para las fun- ciones de bibliotecario y de conservador; reúnen las riquezas espar- cidas de todos los siglos; compilan sabios volúmenes; penetran las antigüedades, y por poco desarrolladas que tengan otras facultades, hacen la admiración de todo el mundo por su vasta erudición. Algunas veces esta facultad es muy activa desde la infancia. A la edad de seis años sabia Baratier mas de seis lenguas, traducía los autores griegos y corrijió las traducciones de sus antecesores. Este joven sabio tenia una conformación de cráneo muy feliz y los ojos^a- pujos. Luis Dufour de Longuerac era desde los cuatro años un pro- digio de memoria. Las lenguas muertas y vivas , la historia, la teo- logía , la filosofía antigua y moderna, las antigüedades, las bellas le- tras , la cronología v la geografía le eran familiares; dicto una des- cripción histórica dé la Francia , absolutamente de memoria, sin con- sultar ningún libro. El hijo del doctor Perking, de once años sola- mente , se ocupaba de las lenguas todo el día; sabia, según dice Gall, el latin, el griego, el árabe y algunos idiomas vivos. Sus ojos se pa- recían álos de Baratier. — 270 — No necesito decir a Vds. (pie semejante organización obra muy diferentemente, según coincide con el desarrollo mas ó menos con- siderable de otros órganos. Cuando se une á facultades superiores eminentes, produce genios universales que abrazan toda la esfera de actividad de la inteligencia humana. En este número entran Ga- lileo, Bacon, Rabelais, Voltaire, Sacy &c. Ahora voy á darles la lista de cierto número de hombres nota- bles, dotados de esta organización sin tener en cuenta sus otras fa- cultades , y sin ceñirme al orden cronológico» La obra de Dominico Gustos impresa en Augsbourgo en 1612, contiene los retratos de las personas cuya biografia escribe. No es poco admirable ver que la organización de que acabo de hablar se halla en todos los sabios de que hace mención como filólogos. Ta- les son por ejemplo Justo V. Mathiolo, que también tenia una co- lección de plantas; el médico Occo que poseía una colección de me- dallas ; Aldovrando, naturalista; Gerónimo Nolf, filólogo; David Hoischeld, filólogo; Goyph, filólogo; Nicolás Glanardo, filólogo; Wi- lliam Canter, filólogo; Francisco Pogge, filólogo. Pico de la Mirándolo tenia tal memoria, que le bastaba oír tres veces la lectura de un libro para recitar dos ó tres páginas segui- das, ó para repetir todas las palabras de estas dos ó tres pajinas en orden retrógado. Dícese que á los diez y ocho años sabia veinte y dos lenguas. Mílton estaba dotado de la mas vigorosa memoria, de manera que todos los estudios de su juventud los tenia presentes; su historia de Inglaterra supone el conocimiento y la comparación de todos los escritores contemporáneos , y aun de los que pusieron por obra los primeros materiales. Al salir de las manos de un cie- go, era un prodijio tan admirable como el poema del Paraíso per- dido. Fué autor de principios de gramática, de diccionarios y sabia el latin, el hebreo, el griego, el sirio &c. La posición y la confor- mación de sus ojos anunciaban esta memoria prodijiosa de la manera mas palpable. Rabelais conocia las lenguas antiguas y modernas, la gramáti- ca, la poesía, la filosofía, la astronomía, la jurisprudencia y la me- dicina. Habia adornado su memoria con todas las riquezas de su tiempo; pero también tenia un desarrollo considerable de las partes frontales así superiores como inferiores. Considérese también la or- ganización admirable de Leibnitz, de Haller &c. Échese una ojea- da sobre el retrato de Edmundo Castell, que se halla al frente de su Lexicón heptaglosson, obra que por algunos siglos será el recur- so de todos los filólogos. Que semejanza en la organización de to- dos estos hombres distinguidos! Pellontier, filólogo; Perrault, arquitecto y literato; Perron, que estudió por sí mismo el griego, el hebreo, la filosofía y los poe- tas, literato prodigio de memoria; Rollin, Renaudot, que poseía diez y siete lenguas y la historia, tenian los ojos de la manera ya descrita, del misino modo que Crebrillon, que jamás escribía sus piezas sino cuando iban á ponerlas en escena. Cuando presentó á los cómicos su tragedia de Catilina la recitó de memoria y jamás olvidó nada de lo que escribía. 271 — Considérense los ojos de Strabon, del Aretin (Leonardo), histo- riador polígrafo y traductor; de Sarpé, autor de la historia del con- cilio de Trento; de Gibbon, de Juan Muller, autor de la historia de Suiza, y se verá que todos son saltones y deprimidos hacia la parte de la mejilla. Véanse los retratos de M. Adelung de Brunswich y el de su hijo que heredó el genio de su padre para las lenguas; los de los señores Bottiger de Dresde; Heyne de Fotinga; Scholsser, Birkenstock, de Viena, Saxo, de Utrech, Mura, de Nuremberg, liarles y Meu- sel, ambos de Erlange; Krans, de Kenisberg; Rasdorfer , de Schi- veinfur; Wolf, de Berlín; Wolke, de Leípsich y Bínger, de Man- heim : este último cegó de tanto leer. También está muy fuerte el signo esterior de esta hermosa facultad en los dos célebres profeso- res de la facultad de París los señores Desgenettes y Percy. Los fatigaría á Vds. si multiplicase los ejemplos y citas. Por to- das partes donde veo el retrato de un hombre que se ha hecho cé- lebre en algún ramo que supone un género de memoria , encuentro ojos grandes y deprimidos. Después de esto ¿como podré dudar toda- vía que esta facultad sea fundamental y propia, y que el órgano tenga su asiento mas arriba de la lámina orbitaria? Los hechos prueban hasta la evidencia que esta organización produce siempre el mismo género de talento. ¿A que fuerza funda- mental podemos referir las funciones de este órgano? Será en razón suya que la especie humana se ha creado una lengua hablada? Es- te órgano habrá señalado á los pueblos las reglas inmutables de una gramática general? He aquí unas preguntas á las cuales no podrá contestarse algún dia, sino después de haber hecho todavía un gran número de observaciones; aunque por los datos que ya ha suminis- trado la patología podría muy bien contestarse afirmativamente. Señores; w amos ahora á tratar de las dos facultades superiores propias del hombre, pues habiéndolo visto tan largo tiempo asociado á los ani- males , estarán Vds. impacientes de saber cuales son las facultades intelectuales que le dan su inmensa superioridad sobre ellos, así co- mo las cualidades y las facultades que constituyen el carácter esen- cial distintivo de la humanidad , á las cuales se refieren las nociones de razón , de reflexión y todos los fenómenos del yo. XXXIV—COMPARACIO N\ Principiaré por la comparación, que fué designada por Gall con el nombre de sagacidad comparativa, espíritu comparativo. Este au- tor descubrió el órgano en los hombres que hablan por comparacio- nes , por parábolas y por sentencias, y que emplean este medio pre- ferible á cualquiera otro para hacerse comprender cuando tienen que emitir ideas nuevas, ó que no son fácilmente comprendidas por su auditorio. En este caso, en lugar de raciocinar largamente para convencerlo y resolver detalladamente sus objeciones, resumen sus ideas en una comparación ó en una sentencia que lo sorprende y que muchas veces cambia la discusión en favor suyo: tal fué la primera idea que se formó de la facultad. Situación.—En la parte anterior superior y media de la frente número 34, ordinariamente mas abajo de la raiz del pelo cuando lo hay, ó que no baja mucho sobre la frente. 35 — 274 — Posición relativa.—Delante y mas abajo de la benevolencia ó bondad, mas arriba de la eventualidad y entre las dos eminencia- que forman la causalidad. Habiendo tratado muy detenidamente de esta facultad en mi Manual, les daré ahora algunas pruebas de que la sagacidad compa- rativa se funda en la acción de la parte cerebral media de la región anterior superior de la frente. Al tratar de las facultades fundamen- tales que son esclusivamente el patrimonio del hombre, no tuvo Gall á su disposición tantas pruebas como para aquellas que son comunes al hombre y á los otros animales. Todos los recursos que la anato- mía y la fisiología comparadas le ofrecían para apoyar sus asercio- nes relativamente á los órganos de que hemos hablado hasta aquí, llegaron á faltarle y se vio reducido al hombre únicamente; y siendo este un ser infinitamente mas complicado que los animales, y por consiguiente mas difícil de observar, se hace mas ne'cesario que nun- ca multiplicar los hechos y no sacar resultados sino con la mas pru- dente reserva. De ordinario se considera la sagacidad y el talento como dos fa- cultades no solo muy distintas, sino hasta opuestas. Preténdese que la sagacidad ó lo. perspicacia consiste en comprender los contrastes, y el talento en descubrir las semejanzas. Pero como el que posee este talento de descubrir las semejanzas entre varios objetos, necesaria- mente debe comprender también los contrastes, se sigue de aquí que estas facultades, una y otra, son modificaciones de la misma fuerza fundamental. Las denominaciones perspicacia, sagacidad, talento de compa- ración , parecen designar exactamente esta operación de nuestra in- teligencia. En general las personas en quienes esta parte cerebral ha adquirido un alto grado de desarrollo, comprenden y juzgan perfec- tamente las relaciones de las cosas, de las circunstancias y de los acontecimientos, y generalmente son mas apropósitopara dirigir los negocios. ^Los niños en quienes está este órgano considerablemente desar- rollado, prefieren las fábulas á todos los demás objetos que se les en- señan. En el busto de La Fontaine está esta parte muy pronuncia- da, y las otras mas pequeñas. Amenudo decia Gall á los individuos en quienes encontraba esta organización en alto grado: En vuestros escritos y aun en vuestras cartas, en vuestras discusiones usáis frecuentemente de las comparacio- nes. Después de algunos momentos de reflexión, reconocían realmen- te en ellos esta tendencia particular que no habían notado hasta en- tonces. Cuando el mismo autor hizo amistad en Francfort con el fa- moso predicador Hufnagel, vio que tenia este órgano muy pronun- ciado , y con la mayor aíegría en Weimar lo vio en un singular gra- do de desarrollo en la frente de Goethe, y en efecto, en cada pajina de los escritos de este hermoso genio se encuentran mil aproxima- ciones y comparaciones. Este órgano sirve de un auxilio maravilloso á los poetas: con él todo es imagen, de modo que algunos de ellos atribuyen su talento entero á la facultad dehabíar por imágenes, y no tienen verdadera- 275 — mente la menor idea de lo que constituye el genio poético. Este ór- gano se encuentra muy desarrollado en los bustos de los antiguos que se distinguieron por su sagacidad, como en el de Catón, de Solón, de Mecenas. • Sobre la educación de la especie humana.—Cual puede haber sido el objeto de la naturaleza al colocar este órgano en la línea media, donde se hallan siempre los mas esenciales? Permítaseme aquí una digresión filosófica. Digo que con el auxilio del órgano de la sagacidad comparativa, el hombre hace comparaciones, es decir , que con el auxilio de este órgano conoce las semejanzas y las diferencias de los objetos; por consiguiente es indudable (pie precisamente por este medio princi- pia la educación de la especie humana. El hombre tiene una incli- nación natural á comparar sus sentimientos con las impresiones que recibe de fuera, y las mismas impresiones con las sensaciones que esperimenta por dentro. Por medio de estas comparaciones los sen- timientos y las impresiones se convierten no solo en ideas, sino tam- bién en imágenes y en cuadros; por ellas, su lenguage no se limita á una colección de sonidos materiales y sin vida, sino se transforma en una lengua animada, y por decirlo así personificada. Por medio de tal lenguage, el hombre se pone en estado de comunicar, es de- cir, de pintar á sus semejantes sus sentimientos, así como las impre- siones que ha recibido; este es el espíritu que reina en todas las lenguas madres; este es el oríjen de los geroglíficos y de todos los signos que imitan mas ó menos los objetos; esta es la razón porque hasta hoy, los hombres mas torpes para comunicarse sus sentimien- tos, se sirven de emblemas; que pintan un corazón del cual salen algunas llamas ó una flecha &c.; este es en fin el oríegn de la mitología. Comparando el hombre entre sí las impresiones que ha recibi- do del esterior, se esfuerza en imitarlas por su lenguage y se hace imitador y pintor del mundo esterior. El caballo relincha, el león ruje,, la oveja bala, el buey mije, el perro ladra, el lobo autla, el gato maulla, la tórtola arrulla, &c. ; palabras que imitan el mismo sonido que espresan: de este modo han nacido multitud de palabras en las lenguas madres y fueron trasladadas á aquellas que de- rivan de ellas. El hombre procede de la misma manera para sus propios senti- mientos. Se familiariza con estos últimos con la misma facilidad que con las impresiones que recibe de fuerza. ¿Porqué pues tantos filósofos hacen dimanar nuestras primeras ideas de las impresiones sobre los cinco sentidos? Los sentimientos interiores suministran presto y abundantemente los materiales á nuestra lengua. Los sen- timientos necesitan también ser pintados; y las imágenes para es- presar los objetos esteriores, son sacadas tan amenudo de sus sen- timientos, como las que representan estos mismos sentimientos lo son de los objetos esteriores. Si se dice: la sangre hierve y borbota; el alma se inflama, se hiela; el corazón palpita y late; la hermosuras marchita; ésto me desgarra el alma; ésto me punza el corazón; la razón comprende ; el espíritu penetro ■ tiene el putendi- — 276 — miento despejado, fino, pesado, obtuso; la cabeza estrecha; el cora- zón corrompido, duro, afligido, tierno; la razón madura; el alma abatida; una espresion sencilla; también se dice: la vid llora; el tiempo está triste; los vientos están enfurecidos; el sol vivifica; &c. Casi todos los proverbios, todos los modos populares de hablar no son mas que aproximaciones nacidas de observaciones involunta- rias. El gato escaldado huye del agua fría; poner el lobo en el re- baño; batir el hierro mientras está rojo; enderezar el árbol mien- tras está tierno; te ríes en tu sueño, pero llorarás al despertar &c. Ahora se concebirá el por qué aquellos hombres que teman mas empeño en servir la humanidad que en adquirir la reputación de una elocuencia brillante, en las instrucciones que dirijian al pueblo, preferían á cualquiera otra forma de la parábola los modos de ha- blar emblemáticos. Este era el lenguage vulgar de los egipcios, y Pi- tágoras envolvió sus preceptos de moral con el velo de la alegoría y del apólogo. Esopo, que tomó el estilo de la alegoría y el agrado de la fábula, era mas escuchado en la corte de Creso que el austero Solón. Un senador aplacó por una fábula la sedición del pueblo roma- no , que no pudo contener ía sabiduría y la autoridad de los cónsules. Los cortesanos de Luis XIV se dejaban corregir mejor por los apó- logos de La Fontaine, por las ficciones cómicas de Moliere, y por los cuadros picantes de La—Bruyére, que no por los pensamientos sublimes y profundos de Pascal. ¿ Que filósofo hubiera hablado mejor que Petrarca, á los am- biciosos, cuando les dijo: Aspirar al poder para vivir con seguri- dad y descanso, es dirijirse á una aíta montaña para evitar los truenos y los rayos. Puede pues sostenerse que la educación de la especie humana principió principalmente por medio de la acción del órgano de la sa- gacidad comparativa. Ahora se concibe ol por qué la naturaleza lo colocó en la línea media. XXXV.—CAUSALIDAD. Veamos ahora la última facultad y la segunda de las intelectua- les , llamada espíritu filosófico por Gall. Situación.—En lo alto de la frente á los dos lados de la facultad precedente ó de la comparación, aparecen dos circunvoluciones diri- gidas de abajo arriba, que están reputadas como el asiento de este órgano. Está en relación por su lado interno con la comparación, por el esterno con la alegría, por su estremidad superior con la mí- mica y por la inferior con el órgano del tiempo. Tiene el número 35 y es la última facultad de los frenólogos. La comparación hace sa- liente la parte superior y media de la frente, y la causalidad la en- sancha ; pero si la alegría está bien desarrollada la ensancha mucho mas. La mímica y la maravillosidad producen también un ensanche que se prolonga sobre el plano horizontal de la cabeza; pero nuestro órgano no se estiende hasta allí. Estas particularidades no deben ol- vidarse , pues han de servir de guia para conocer el órgano. Parece piolmdopoi la esperiencia (pie mu otras que el hombre oslá condenado á habitar esta tierra, no puede sacar fruto de aque- lla filosofía sin utilidad práctica y que tiene por dogma, por ejemplo, que el tiempo y el espacio no son mas que una forma, á la cual está sujeto nuestro entendimiento. Este dogma, repito, es de una gene- ralidad tal, que no encuentra aplicación á ninguna ciencia ni á nin- gún arte. Esta es la razón porque nunca podrán estar de acuerdo los sectarios de ciertos filósofos con los frenólogos; por consiguiente haremos bien en encerrarnos en la esfera de actividad que nos ofre- ce el mundo de las realidades. Algunas veces no queda duda que es necesario admirar la subli- midad del entendimienio humano, cuando de tarde en tarde se ven aquellos hombres, si no por la fuerza del raciocinio solamente, á lo menos por la inducción de un pequeño número de datos, descubrir verdades á las cuales el naturalista no se atreve á dar su voto sino después de una numerosa y difícil serie de esperimentos. Sin embar- go, estos resultados, tan admirables como raros, son rayos de luz muy brillantes, sin duda, pero éís difícil distinguir las exhalaciones que ordinariamente ofuscan el genio del metafísico. Los antiguos sintieron probablemente la relación que existe entre esta organización y la tendencia á ocuparse de cosas elevadas mas allá del alcance de los sentidos, y por consiguiente fuera de la esfe- ra de Ja observación. A Júpiter le concedieron esta prominencia, es decir, la misma que se halla en la parte ahterior-media-superior de la frente, señal característica que conviene á la inteligencia suprema. Muy lejos estoy de negar que la intuición interior no pueda tam- bién convertirse en objeto de observación; pero cuando se ve que es- ta intuición conduce en cada individuo á conclusiones diversas, y por consiguiente no se presta á ninguna observación cierta; cuando ve- mos que en medio del mundo corporal, que en medio de las institu- ciones fundadas sobre la materia y los cuerpos, los metafísicos, co- mo dijo Baklcy hace mas de un siglo , llegan hasta poner en duda la existencia de ía materia por los sofismas mas pueriles, sea con inten- ción de alejar de sí el cargo del materialismo; sea que, por igual es- travagancia, pretenden elevarse sobre el humilde observador de la naturaleza; cuando vemos en todos los siglos los esfuerzos tan fri- volos como profundos de los ideólogos, destruirse y renovarse suce- sivamente; cuando vemos que los metafísicos de profesión afectan aversión hacia las investigaciones sobre el hombre, tal cual existe, puede dudarse que jamás tal uso del espíritu pretenda otro mérito que el de la simple especulación. Sigamos el estudio de nuestro ór- gano. Defecto.—Cuando la causalidad es débil, la inteligencia es super- ficial y el espíritu inconstante y nada lógico. Los individuos así orga- nizados son incapaces de miras elevadas y constantes en las ciencias abstractas y en los negocios: solo perciben la coincidencia en los acontecimientos y no la causa. Estas personas suelen se muy pro- pias para las situaciones ordinarias de la vida, y para ejecutar los planes concebidos por las inteligencias superiores: están bien en una condición subalterna. Ciegos sobro las consecuencias distantes, tra- — 278 — tan como visiones todas las percepciones intelectuales que su espíri tu no puede comprender, y rechazan los principios como vanas teo- rías; prefieren los espedientes y los consideran como el bello ideal de la sabiduría práctica. Semejantes hombres no deben ser llamados á los negocios del Estado, á las funciones de legisladores, á las mi- siones difíciles ni á las empresas vastas y de gran concepción, por- que les será difícil ó imposible comprender las dependencias natura- les de las cosas, el encadenamiento de los acontecimientos y los re- sultados necesarios de una posición dada. Auxiliares.—Esta facultad tiene por auxiliares todos los órganos receptivos sobre cuyos productos debe obrar. La prueba irrefragable es que si faltan estos, hay repugnancia al estudio. Nuestro órgano necesita de los atributos de les cuerpos y de las individualidades; y como podría juzgar sin materiales? Pero puede estar muy desarrolla- do y carecer de ellos. Según la máxima de los frenólogos que esta- blecen todos los órganos independientes unos de otros; ¿que hará en- tonces? obrará sobre los signos, y tomando por principal auxiliar lo maravilloso y por secundario la idealidad, creará quimeras. Dará á la sociedad hombres muy abstractos que no podrán seguir sin disgus- to á todos aquellos cuyos óiganos receptivos están bien conforma- dos , y tengan la inteligencia cultivada. Antagonistas.—Los que podemos asignarle son de dos órdenes: primero citaremos las facultades que pueden desviarla: la idealidad y lo maravilloso, cuyos singulares efectos son modificados diversa- mente por la veneración, el orgullo, la benevolencia, la destrucción, en una palabra, todos los instintos y los sentimientos. El segundo orden de los antagonistas de la causalidad se compo- ne de facultades que le impiden ejercitarse, atrayendo hacia ella la acción nerviosa. En este número colocaremos todas las pasiones ale- gres, espansivas, la música, la idealidad y lo maravilloso, pues aun cuando estos órganos no estravien la causalidad, ahuyentan las me- ditaciones que podrían desarrollarla. Aquí se trata sobre todo de la idealidad aplicada á las artes, porque fija la atención sobre los obje- tos materiales, y porque los artistas no tienen la pretensión de dar como reales las cosas que parecen poner en acción; pues no son pen- sadores. Lo mismo se dice con corta diferencia de los poetas y de los oradores que adoptan causas ficticias mas bien como agentes sus- ceptibles de una acción causal. La imitación y la alegría, que tienden á desviar laatencios del ob- jeto principal para fijarla en los accesorios, en las cuestiones, deben figurar también, nos parece, entre los antagonistas de la causalidad. Ejemplos.—Podemos citar á Gall como tipo, no solo del órgano de la causalidad sino también como el de uno de las mas bellas or- ganizaciones humanas: es una cabeza filosófica por escelencia. En- tre las facultades afectivas se notará el fuerte desarrollo de las de la defensividad, del amor propio, de la circunspección, de la benevo- lencia y sobre todo de la firmeza. Entre las intelectuales, las mas poderosas son la comparación y la causalidad. Spurzheim posee este órgano en alto grado; pero tiene otros que mitigan su efecto, sobre todo el de la veneración. — 279 — Todos los grandes pensadores, los grandes filósofos, han tenido la causalidad muy pronunciada, y según las diversas combinaciones, forma los filósofos moralistas, legisladores, teólogos, historiadores, naturalistas &c. El que haya seguido hasta aquí la esposicion de las diversas facultades fundamentales, podrá juzgar de ellas observando los retratos de Sócrates, Cicerón, Galileo, Bacon, Loke, Leibnitz, Pascal, Diderot, Ch. Bonnet, Voltaire, Rousseau, Kant, Buuck, Th. Brown, Cuvier &c. Aun en los talentos especiales la causalidad contribuye á elevarlos al primer rango; los retratos de Homero, el Tasso, Petrarca, Shakspeare, Miguel Ángel, y Leonardo de Vincí así lo prueban. Todos estos grandas hombres tienen hermosas fren- tes, y la causalidad es evidente en sus cabezas. Los otros órganos varían y son la condición de la diferencia de sus talentos. MÉTODO PAM OBSERVAR EN FRENOLOGÍA, La principal cuestión, la única que proporciona los medios de es- poner bien este método, ya se ha tratado cuidadosamente. En efec- to partiremos de nuestras tres grandes divisiones: los instintos rei- nan en la parte posterior y lateral inferior; los sentimientos que re- siden en la superior hasta ponerse en relación con los instintos y las facultades intelectuales que se dividen en receptivas y reflectivas. Cuando se quiere estudiar una cabeza, se principia por estable- cer mentalmente esta división y por preguntarse á si mismo cual de las tres regiones predomina, si son los instintos, los sentimientos o las facultades intelectuales. No debe uno lanzarse a primera vista en la especialidad de los órganos, sino principiar por ejercitarse en es- tas tres grandes divisiones. Ahora indicaremos sus límites: los instintos se elevan por detras hasta mas arriba de la habitatividad y descienden mas abajo de la circunspección para ponerse en relación con las facultades inte ectua- les v forman un círculo inferior. Los sentimientos reinan en a par- te suLior y princ^ arriba de la habitatividad y del amor propio; están limitados por la circunspección la conciencia, laespe- mnza lo maravilloso y la idealidad y llegan á la parte anterior has- íaJos límites de la bondad. Mas abajo de esta y de la mímica e ha- lan las dos altas facultades, que son la comparación y la causalidad, y lo demás de la frente pertenece á las facultades receptivas. Ahora bien; si se quiere formar la proporción de la inteligencia; es necesa- __ -¿s{) — rio trazar una linea que salga do la parte anterior de la construc- ción; condúzcase dicha línea entro la benevolencia y la comparación, bajando por el lado opuesto; todo lo anterior pertenece á las facul- tades intelectuales y lo demás se refiere alas otras dos secciones. Pa- ra reconocer estas so procederá do la manera siguiente. Trácese de cada lado una línea semi-oircular (pie parta de la constructividad, pase mas arriba do la adquisividad y de la secretividad y mas abajo de la circunspección, continuándola entre la aprobatívidad, la afee cionivídad y el amor propio , y terminándola en la parte superior de la habitatividad. Todo lo (pie está mas arriba de esta línea semi-cir- cular se refiere á los sentimientos, y todo lo que está mas abajo á los instintos. Entonces es fácil juzgar cual de estas tros secciones es la que predomina sobre las otras dos ó si son iguales con corta diferen- cia. Para asegurarse de que el cálculo hecho es bueno, se elige por punto de partida el conducto auditivo que corresponde mas arriba del agujero occipital, y entonces se examina lo (pie está mas distan- te de este punto. Para apreciar bien, se trazan tres líneas en semi- círculo partiendo las tros de este conducto, y dirigidas una sobre la protuberancia occipital para llegar al conducto auditivo opuesto ; otra por la coronilla de la cabeza (pie venga igualmente al conducto audi- tivo opuesto; y otra, en fin, que pase por encima de la parte mas sa- liente de la frente, y que vaya á terminar como las otras dos al mis- mo conducto auditivo opuesto. Será entonces fácil juzgar cual de es- tos tres semi-círculos es el mas grande, pues se pueden comparar si se han trazado con una cinta ó con un hilo. Hecha esta comparación se pueden establecer otras para conocer cuales son, entre los órga- nos que forman las tres masas los que predominan sobre los demás. En cada órgano hay que considerar la distancia que lo separa del conducto auditivo y la anchura que puede variar á igual distan* cía de este conducto. Por esta razón no debe uno limitarse á medir con un hilo el espacio que separa cada órgano de este punto, sino trazar siempre el semicírculo indicado y hacerlo pasar sobre todos los órganos salientes de las diferentes cabezas,observando cual es el que le da mas estension. La vista sirve entonces al mismo tiempo para estimar el ancho, así como el largo de cada órgano. Para ayudar ahora á la observación comparativa, tomando por base las tres masas, dividiremos las cabezas en cierto número de secciones ó géneros, cuyo significado vamos á buscar. En el primer género de cabezas, predominan los instintos y son débiles los sentimientos y las facultados intelectuales. Son las cabe- zas brutas de la mayor parte de los facinerosos. Entre ellos coloca- remos á Fieschi, porque la masa de los instintos y de los sentimien- tos de egoismo predomina sobre la de las bellas facultades y de la intelijencia: tal es nuestra opinión aunque se haya dicho que su ca- beza no se diferenciaba de la de un hombre honrado. El parricidio es uno de los mayores crímenes de la sociedad: las cabezas de estos criminales son las mas miserables en las coleccio- nes frenolójicas; en ellas existen las de Martin y Boutilliers, y en ambas predomina la parte animal sobre la intelectual.' Por lo de- más, cada cual puede buscar en sus estudios particulares lo que pie- '»;-! domina en cada una do las tres masas; pues en la mas pequeña de ellas, siempre hay algo que sobresale mas (pie lo demás. Lo mismo sucede con respecto á las masas mas grandes y este es el estudio de los órganos en particular. Segundo género de cabezas.—Los sentimientos dominan sobre los instintos y sobre la intelijencia. Son las cabezas absolutamente sen- timentales y crédulas. Si la masa de la rejion superior que domina el círculo que separa los sentimientos de los instintos es muy fuerte, entonces son mas crédulas y muy respetuosas. La veneración, la maravillosidad y la esperanza forman una protuberancia considera- ble en algunas de estas cabezas. La estimación propia y el deseo de la de los otros con mucha firmeza, se le agregan amenudo, y si son débiles las dos facultades intelectuales superiores, ya no encontramos mas que visionarios que ordinariamente acaban por la locura. Tercer género.—Las facultades intelectuales reunidas predomi- nan sobre todo lo demás. Se necesitan instintos y pasiones fuertes para poner las cabezas en acción, cuya importante observación es también de Spurzheim. En la sociedad se encuentran algunas veces hombres que tienen casi todo el cerebro por delante de las orejas y todas las facultades intelectuales muy desarrolladas, mientras que el valor, la combativi- dad , los afectos y el amor físico son casi nulos. Estos individuos se ven obligados muy amenudo á trabajar porque el cuidado de su for- tuna y su posición social, que son estímulos esteriores, los impelen á ello. Entonces obtienen grandes triunfos'; pero tan luego como han asegurado su porvenir, caen en su inercia natural por falta de la paston ó del estímulo interior, y dejan marchar su siglo sin to- mar parte en él; mientras que los hombres estimulados por la am- bición, la destrucción &c, continúan poniéndose al frente y no re- nuncian á la acción sino cuando se han agotado todas sus fuerzas. Cuarto género.—Las facultados receptivas predominan sobre las reflectivas. Son las cabezas de las personas que observan por el pla- cer de observar y sin saber concluir. Quinto género.—Las facultades llamadas teatrales, que son tres: la mímica,la maravillosidad y la imitación y también la idealidad, que se agrega amenudo , predominan sobre las reflectivas. Si con es- tos cuatro órganos coinciden los de recepción en un grado muy con- siderable, tales como los que componen la sección precedente, ten- dremos entonces cabezas de artistas ejecutores en todos géneros, pe- ro ejecutores de las invenciones de los otros, en música, en pintura y en el teatro. Estas cabezas no son creadoras (ya veremos lo que se necesita para serlo); pero son perfectas para la ejecución y lo hacen con intelijencia; en una palabra, sienten y obran bien, leñe- mos poetas y pintores sin invención que nos presentan hermosos cua- dros cuyo fondo siempre es prestado. La mayor parte de los artistas y de los hombres en quienes brilla el talento de imitación entra en este número. Sesto género. Estas mismas facultades, es decir, las receptivas y las teatrales, combinadas con buenos sentimientos, con instintos bien pronunciados y con los órganos superiores de la inteligencia, 2S;>__ con tal que no predominen mucho (lo (pie por otra parte os muy ra ro, pues de ello resultaría un volumen prodijioso), forman las ca bezas de los genios creadores en diversos géneros. Sin embargo no se tome esta palabra en todo su rigor, pues el hombre nada crea completamente. Solo descubre nuevas relaciones entre él y los obje- tos comparados unos á otros, y hace brillar, por el talento de repre- sentación , esas relaciones que son iguales en todos los individuos bien organizados de su especie; sin eso nadie lo imitaría y quedaría solo en sus nuevos cálculos, en sus nuevos sentimientos y en lugar de aparecer como un genio , lo tratarían como loco. Además, es- ta desgracia sucede algunas veces á los hombres que penetran mu- cho en el porvenir ó que hacen marchar rápidamente una ciencia; se ven tratados de insensatos por sus contemporáneos que no han podido imitarlos. Pero esto no se observa en las artes; pues como antes dijimos, los sentimientos no necesitan mas que del desarrollo de los órganos para tomar su vuelo, de manera (pie todo el mundo sigue á los grandes artistas, mientras que la ciencia ecsige si- glos , &c. El genio en las artes supone pues la coexistencia de los órganos receptivos y teatrales con instintos y sentimientos bien desarrolla- dos y facultades intelectuales superiores, pero en las ciencias no de- ben predominar los órganos teatrales; basta la reunión de los recep- tivos con una fuerte reflexión, sentimientos superiores y una activi- dad subordinada de los instintos, cuya última condición es indispen- sable. Séptimo género.—Se trata de las cabezas medianas, que son las que forman las grandes masas; todo en ellas está desarrollado me- dianamente; lo necesario para la inteligencia, para las pasiones y páralos sentimientos, pero en proporciones medias. Estas cabezas comprenden, sienten y hacen todo lo que las superiores les enseñan, les inspiran y les ordenan. Marchan bien, si están bien dirigidas; pe- ro por sí soías no producen nada notable. Es bastante difícil á un frenólogo contestar satisfactoriamente á las personas conformadas de este modo, cuando exigen el diagnóstico de sus facultades. Octavo género.—He aquí otra división muy importante. En una cabeza mediana y á veces bastante inferior suele encontrarse un ór- gano predominante; son las mas favorables para el estudio de la fre- nología, porque hacen conocer mejor el papel que representa cada una délas partes del cerebro, cuyo papel no podría distinguirse ja- más en aquellas en que hay muchos órganos simultáneamente des- arrollados. En efecto, de estas cabezas partió Gall para echar el fun- damento de la frenología, pues los hombres medianos y comunes ba- jo todos los otros aspectos, se hacen estraordinarios una vez que se provoca su facultad predominante. Por ejemplo, uno se distingue por la memoria de las palabras, otro por el sentimiento y la representa- ción de los colores, otro por su perfecta ejecución en la música, &c; pero sáqueseles de aquí y serán muy poca cosa. Tal vez se nos dirá que serán mucho si la inteligencia superior es el órgano que predo- mina; pero este es un error; no hay duda en que comprenderán y ra- ciocinarán muy bien, pero solamente cuando los obliguen á ello. — 283 — Abandonados á sí mismos estos individuos no sacarán ninguna ven- taja de su alta razón, ni la aplicarán á nada grande, á nada influ- yente sobre el orden social, si no están arrastrados por pasiones enérgicas. Entran en la sección ya indicada de los genios escasos {ter- cer género). Noveno género.—En este último existen todas las facultades en el mas alto grado que puede presentar la especie. Son las cabezas in- hallables , porque la perfección no es mas que ideal. ¿Cual será la cabeza que no tenga sns defectos? Una pecará por la precipitación y otra por la lentitud. Todo el mundo tiene su demonio, todo el mundo tiene sus debilidades. El hombre solo puede acercarse mas ó menos á la perfección; pero encuentra los elementos de ella en sus diferen- tes órganos y en las facultades que les son inherentes. INFLUENCIA DE LOS TEMPERAMENTOS sobre los órganos cerebrales. Ahora hablaremos de la actividad que los frenólogos comparan con el volumen , y con cuyo objeto toman por base los cuatro tempe- ramentos de los antiguos. Como dichos temperamentos no son cosas bien claras, no podemos referirnos completamente á los frenólogos sobre este punto, pero hay signos por los cuales se puede juzgar de la fuerza y de la actividad de los hombres. El principal indicio es el desarrollo del cuerpo, la firmeza de las carnes, el color de la piel, la fuerza muscular, y sobre todo el completo desarrollo de las principa- les cavidades viscerales. Si se reúnen todas estas condiciones, se pue- de asegurar que el cerebro tiene toda la actividad de que es suscep- tible. No se trata mas que de probar el volumen á qne ha llegado y el ejercicio que ha hecho mas ó menos fácil la acción de las fibras cerebrales, pues el mas hermoso cerebro no produce casi nada de no- table si no está ejercitado por la educación; pero si lo ha sido de una manera conveniente, no hay mas que tener en cuenta los órganos que predominan, á fin de asegurarse de si la acción del ejercicio se ha dirijido sobre ellos. Nótese sin embargo, que la riqueza del desarrollo no siempre • garantiza la energía de su acción. Hay constituciones llamadas lin- fáticas , en que la contracción está acompañada de poca actividad, y entonces las carnes, aunque bien nutridas no tienen ni firmeza m vi- vacidad en dicha acción. Cualquiera que sea el color de la piel y del vello,jamás debe juzgarse á primera vista, sino observar los movi- mientos nerviosos y musculares y tomar noticias de los hábitos de la persona antes de pronunciarse. — 281 — En otros casos, el juicio es monos difícil: trátase de aquellos cu- yas carnes son blandas, la nutrición débil, y en quienes la sangre es poco abundante, que predomina la serosidad y que tienen los movi- mientos musculares débiles, así como la locomoción &c. Entonces se concibe que el .cerebro puede participar de la debilidad general. Aun hay muchas escepciones, porque existen bastantes hombres de una frialdad y flojera estraordinarias y que son en la parte moral su- mamente fuertes. El sistema nervioso goza de una vida particular. La fuerza de los otros tejidos nos suministra algunos dafos; pero no nos da certeza sobre la vitalidad que la anima. Por otra parte, los movimientos nerviosos, débiles y lentos pueden dar rosoluciones fir- mes é inalterables y miras intelectuales muy estensas, cuando los órganos que corresponden á estos fenómenos nerviosos están muy desarrollados. Estos hombres obran fría y lentamente, pero con una perseverancia que nada perturba, que no estingue jamás la sobre- actividad de la inervación, y los resultados son inmensos. La activi- dad, el volumen absoluto y relativo, el ejercicio, fruto de la educa- ción y los hábitos, constituyen pues otros tantos elementos esencia- les, de los cuales ninguno debe ser desdeñado por los frenólogos. No se crea que el famoso Talleyrand era un hombre atlético, pues su constitución fué muy delicada. Sin embargo, véase el papel tan im- portante que representó ese personage en Francia. Montesquieu era también muy delicado de constitución, pero el sistema nervioso cerebral gozaba de una acción robus! a. No es necesario, repetimos, que los órganos nerviosos esciten grandes movimientos de los mús- culos durante su acción, que los gestos sean precipitados y espresi- vos, que haya una voz de trueno, &c. Basta que el cerebro se en- camine con perseverancia hacia un género de acción, para que los re- sultados sean considerables; pues ios hombres mas impetuosos se cansan de una resistencia inconsecuente y desordenada que agote sus fuerzas nerviosas, y acaban por ceder á la influencia suave y lenta, pero justa y continua, de la fría razón. Se han visto personas que en su niñez habían sido raquíticas y quedado linfáticas é inutilizadas á consecuencia de su estado enfer- mizo, y que no han dejado de influir poderosamente en el orden so- cial por sus consejos y por sus escritos; tan cierto es que la fuerza nerviosa es independiente muchas veces de otras fuerzas. En fin, nos falta hablar de la constitución llamada nerviosa en fi- siología y de la cual solo tiene una idea imperfecta la mayor parte de las gentes. En los individuos de esta constitución todo es nervioso, la cabeza predomina en proporción del volumen, sobre todo el cuerpo, y no hay gordura, por decirlo así; los músculos son muchas veces de- licados; pero los movimientos nerviosos son muy fáciles y amenudo precipitados. La rápida concepción y viva penetración de tales indi- viduos que comprenden y retienen todo con facilidad, sorprende á las personas de constituciones diferentes; pero la salud no siempre es robusta y las convulsiones tanto de los músculos esteriores como de las visceras, se presentan amenudo por causas bien leves. En esta clase de personas es donde sobre todo encuentran los médicos á los melancólicos, hipocondriacos é histéricos; pero si llegan á la vejez la tienen muy robusta y frecuentemente muy prolongada á pesar de su escesiva flacura. Este temperamento es pues muy favorable al ejer- cicio de los órganos cerebrales, que lo presenta también, como aca- bamos de decir, bien desarrollado. Sin embargo, no se crea que ofre- ce la garantía de una constante superioridad moral, pues esta no se encuentra jamás sino en la buena combinación de los órganos. Admí- tase que se encuentra en el temperamento nervioso y se observarán grandes resultados; pero si es desgraciada, tanto en él como en el sanguíneo Mhpe hallarán sino muy tristes personages; habrá en ellos sentimiento^ facultades intelectuales que se neutralizaran mutua- mente con una lamentable precipitación. Esto solo produce hombres insignificantes é inquietos que podrán sin embargo ofrecer muy gran- des cabezas, pero cuyo volumen dependerá mas bien de los instintos que de los órganos de la inteligencia, ó entre estos últimos, de la ve- jetacion escesiva de algunos á espensas de los otros. No debe pues medirse jamás el mérito por el volumen de las ca- bezas sino por la concordancia de cierto número de órganos propios para llegar á un fin determinado, y de naturaleza que influya en el or- den social. Cuando varios órganos que tienden á producir un grande efecto se encuentran reunidos y están dotados de una actividad su- ficiente , el hombre se hace superior y puede ser muy útil á sus se- mejantes. En estos casos, aunque su cabeza tenga algunas pulga- das menos de volumen que la de otros muchos hombres, podrá do- minarlos. Tal es la solución de una de las principales dificultades que han demorado la creencia de muchas personas de buena fé. El es- tado morboso ó enfermizo está amenudo oculto en el cerebro. Al- gunas veces se verifican en él con mucha lentitud desorganizacio- nes , como esquirros, tubérculos, endurecimientos y supuraciones que primero exaltan y en seguida deprimen ó aniquilan algunas ó to- das nuestras facultades, sin que el médico pueda obtener una certeza sobre la naturaleza ni aun sobre la existencia del mal. Estos casos son lamentables y solo sirven para atraer la incertidumbre sobre la frenología. Felizmente son raros, y hay para cerciorarse, primero: el estado de las facultades, anterior al desarrollo de la lesión orgá- nica, casi siempre algunos dolores y fenómenos convulsivos, y ave- ces también el conocimiento de la acción de una causa violenta, co- mo una caida, una contusión ó una viva afección moral. Tan lue- go como el frenólogo estraño á la medicina ha podido tener cualquier sospecha de este género, debe suspender todo juicio y consultará un profesor del arte. Un oficial del ejército francés en África, des- pués de haberse entregado á una lascivia maniática, murió de afec- ción febril nerviosa, y el Dr. Baudens, cirujano militar muy distin- guido, encontró en su cerebelo una concreción que pesaba mas de una onza. Hay escitaciones ocasionadas por las influencias sobre el cere- bro , de un órgano enfermo, que acaban con el tiempo por variar las condiciones de algunos de nuestros órganos y nos inspiran rasgos de sensibilidad, de perspicacia y de sublimidad en cierto género de elocuencia á los cuales jamás podremos igualarnos en el estado ñor- — 286 — mal. Estas observaciones se hacen con mas particularidad al aproxi marse la muerte: ciertos tísicos y las personas que fallecen á con- secuencia de cánceres estemos é internos ofrecen á veces estos ejemplos. FIN. ÍNDICE. »¡Pag. .............................................. " Discurso inaugural......................................... ° Lección I.—De las facultades de la vida animal................. 11 De los sistemas filosóficos................................. 1" Los ideólogos........................................... 1* Lección II.—Los moralistas.................................. 23 Nueva clasificación de la vida animal.—Facultades afectivas co- munes á los animales y al hombre........................ 28 Facultades afectivas propias del hombre..................... 30 Facultades intelectuales.........................wr...... ^ De los sentidos.—Facultades que reflexionan................. 32 Lección III.—Del origen de las facultades de la\vida animal...... 35 Circunstancias ocasionales.—De la miseria.................. 37 De la ocasión y de la sociedad.............................. 38 Del clima y de la manera de vivir.—De las circunstancias prepa- radas 6 de la enseñanza................................. 39 De los instrumentos esteriores.—De algunos modos de acción gene- rales como causas de las facultades.—De la atención y del placer. 40 De las pasiones como causa de las facultades...........¿_... . ¿ 41 De la voluntad como idem idem......................ffw^jj». 42 De la ineidad de las facultades.....................'¿."/-^ Lección IV.—Relaciones entre el físico y el moral del homb De la moral natural del hombre....................f^íV Del materialismo................................i ...__¿ - Del fatalismo..................................ji,.... .* _- 53 De la libertad....................................':.. „£jf., 54 De la libertad moral propiamente dicha............-rjj£¿r?-.-' 56 Lección V.—Generalidades..........................■>«¿,-... .J 59 Lección VI.—Historia de la frenología...............— »...... 71 Lección VII.—Continuación de la anterior...................... 83 Lección VIII...........----.....----^................... 95 Instinto de la generación................................. 96 Historia del descubrimiento que el cerebelo es el órgano del instin- to de la propagación.................................... 97 Pruebas de esta aserción sacadas en el estado de salud......... 98 Observaciones sobre este órgano y este instinto en estado de salud. 102 Lección IX.—Continuación de la misma materia.................. 106 Lección X.—Filogenitura.................................... 113 Historia natural del amor de la prole........................ 115 Lección XI.—Habitatividad.................................. 121 Afeccionividad.......................................... 123 Combatividad........................................... 127 Historia natural del valor.......1......................... 128 Lección XII.—Destructividad.—Historia del descubrimiento de este in stinto y de su órgano................................. 131 V í Historia del mismo instinto en los animales.. .___............ 132 ídem en el hombre.............. *,..........*............... 133 Alimenticidad. ■. *.......-............................... 138 Biofilia.................u ......'___.........'........... 141 Lección XIII.—Secretividad...':............................... 145 Historia natural de la astucia en los animales y en el hombre...- 146 Adquisividad.—Historia natural de la inclinación al robo...... 149 Constructividad................................^^.....153 Historia natural del sentido de las artes en la especie ^pana... 154 Lección XIV.—Sentimientos.- -Generalidades................... 161 Amor propio.—Historia natural del orgullo........,.........162 Aprobatívidad.■.......................................... *"' Circunspección.—Su historia natural en el hombre............. 171 Lección XV.—Benevolencia.—Historia natural de este sentimiento en el hombre............................................. 177 Veneración...........*.............................----- 1"* Firmeza....................................«....'.......184 Conciencia.......,. —.................................. 187 Lección XW.-9-Esperunza................................... 191 Maravillosidad..........................-..........T - -: - 193 Dr, las visiones.......................-.. -............... 194 Esplicacion de las visiones y de las inspiraciones........---- - 197 Lección XVII.—Idealidad................- -...............«- 201 El talento ¡hético depende de la grande actividad de una facul- tad fundamental propia.....................-...........202 Alegría.................................................207 Imitación.—Confirmación de la existencia de la facultad de la ?a^Í*a y de su órgano............-..........-.............210 Liutf ■II'.— Facultades intelectuales.—De los sentidos........215 Lf.cH ■£.—Individualidad......<...................— - - - 225 nnA^macion........................................... 228 231 - 232 Leccm- \3^- Colorido.— Talento di la pintura......---........237 fta sob% las leyes de las proporciones ae lo¿ colores........... 239 icalida&s...........................- - - -/.............241 -Historia del descubrimiento.—Historia natural del sen- tido de los números..................................... 244 Lfücion XXI.—Orden..................................----'251 Eventualid((d."Pc,fect+i!:dad de la especie humana..........- 254 Tiempo.......................-.........— -...,....■---259 Lección XXII.—Melodía.— Talento de la música."!---..........263 Lenguage...............................................267 Historia natural de la memoria de las palabras................ 268 Sentido del lenguaje de palabra.— Talento de la filología....... 269 Lección XXÍíl.—Comparación............................... 273 Sobre la educación de la especie humana...............----•- - 275 Causalidad................., - - ...... ---...........>..... 276 Método para observar en frenología....................-••- -... 279 Influencia de los temperamentos sobre los órganos cerebrales---,.283 * •: - t ^,-; \ LECCIONES x*m-^Vs * ** ^.i g X- - - -s >. ... „ spih.H!adas.sn el .. ^^^s-^-^p^m LICEO ARTISTtólWr lIIEMMWffi LA HABANA k#., í^v^bU^ HABANA: ImI'ken-ia oel Diario de i,a Marina tALLE Di SAN IGNACIO , NUM 10, 1819 W NATIONAL LIBRARY OF MEDICINE NLI1 DMmDMbfl 7 I NLM041404687