«*¿~ / DISCURSO SOBRE LA CAUSA DE LAS ENFERMEDADES EL MODO DE PRECAVERLAS. LO PR0JYUJYCW EJVLA ACADEMIA DE ARTES y Ciencias el dia 4 de Junio de este presente mo el socio de numero D, D. JUAjY MA- JYUEL VARGAS, Teniente Proto- medico y Vicepresidente de fa Jun- ta Superior Sanitaria. AREdUIPA 1832. Imprenta del coijerno por Pedro Bexavidks Endémicos morbos cuique regioni propios ex~ posituri, iniiium mérito capimus á nobihsi' ma mundi quam inhabitamus parte Anierica de qua etiam, pauca circa Endemios morbos txpenere UceU [3] OR una inspiración de la Providencia que es • a a V*Va ^e 'os seres sens¡b!es, el hombre vive en so- ciedad, poseyendo y disfrutando del mundo físico. Nin- gún otro ser ha estendido mas el imperio de ios senti- dos asi estemos como internos: esa intelijencia huma- na que es como un espejo en que vienen á pintarse por una inconcebible magia, las innumerables maravillas de que se compone el Universo, según el uso que de ella se hace, es la que precipita la marcha de la vida alterando el organismo unas veces, y otras conducién- dole por el camino de los placeres á su ultimo ester- roinio. Esos preciosos órganos de la vista, del oido, del olfato &a. son en cierto modo las entradas de esta alma in- mortal que se halla modificada á cada instante por la presencia de l«s cuerpos que le rodean; y estos sí man- tienen la vida en ejercicio, por que el hombre vive solo por sus estímulos, algunas veces estos ajentes que jue- gan un papel necesario á la vida adquieren algunas mo- dificaciones que alteran la armonía y causan la enferme- dad ó la total destrucción. En este estado y cuando parece que el hombre se halla embotado con todos los placeres de la vida y de la salud, un ájente acaso el mas débil, se levanta y le declara una guerra que en pocos momentos amenaza su ecsistencia, no obstante todos los esfuerzos que pone en practica para ahogar al tirano verdugo que le tira el dogal; y cuando este enemigo llega á ser poderoso, y cuando la egida favorable del hado deja de protejerle, el infeliz hombre sucumbe bajo de la tiranía de un mal, que aunque solo parece ideal, sus horrores y estragos atormentan aun á los espíritus mas fueries; tal es la en- fermedad que tratando de destruir el organismo animal, el hombre aunque esté muy dotado de grande Filoso- fía; y aunque en la carrera de su ecsistencia haya visto perecer al rededor de si, todos los entes organizados que comenzaron con él la carrera de la vida, y que- dando él ileso, no por eso deja de contristarse á la pre- sencia de un enemigo invisible que trata de privarle de los goces de esta aunque efímera ecsistencia. Dejemos por ahora las enfermedades para que las !traten y curen los Médicos, y contraigamonos solo á evitar ios horrores del contajio (objeto de la presente disertación.) El espíritu mas fuerte se contrista y con- mueve al ver los desastres que han causado en la Eu- ropa las enfermedades contajiosas, tales como la peste, te fiebre amarilla, y por ultimo en el dia el colera-mor- bus »eynante en la mayor parte de ella; y si á noso- tros nos es dado en algún modo tratar de evitar el que en nuestro feliz y afortunado suelo, se levante ese for- midable azote que eccede en mucho á los terremotos, inundaciones y tal vez á la mayor parte de las cala- midades, emplearemos por tanto todos nuestros esmeros é. fin de que con el aucilio de un majistrado virtuoso, y compañeros filántropos se puedan remover aquellos ílepositos de infección que asaltan involuntariamente al y desgraciada la na- ción que los desconoce, pues esta sagrada ceremonia ofrece una prospectiva magestuosa y lúgubre, que se engrandece con las ceremonias relijiosas é infunde en los circunstantes un paboroso silencio que recuerda la imajen de la muerte, y la idea de la destrucción. La historia nos enseña que los pueblos de la an- tigüedad tenían fuera de las poblaciones sumptuosos si- ties destinados para enterrar, tal era el uso de los Ejip- cios y de las naciones Asiáticas. Solón renovó la ley que proscribía las sepulturas en Atenas, y Esparta, fue solo el que se alejó en este punto de los principios del resto de la Grecia. Está pues bien conocido y demostrado en el día que el enterrar muy cerca de las poblaciones compro- mete gravemente la salubridad pública; que los miasmas que salen de las sepulturas pueden causar y han cau- sado muchas veces catástrofes horrorosos, y que no so- lamente aumentan la intencidad de las enfermedades rey- nantes, ya sean endémicas, ó ya estacionales sino que también dan por si solos oríjen á enfermedades, cuyos estragos pueden ser espantosos. Afortunadamente nues- tro Gobierno se convenció hace tiempo de estas verda- des y prohibió el que se enterrasen en las Iglesias; pe- ro también por desgracia esta obra ha quedado incom- pleta, pues se han trasladado al Camposanto ya dicho con todos los defectos enunciados, siendo el mayor de ellos, que su corto recinto párese que ya no admite mayor número, y que las exhumaciones tan recientes que se hacen de cadáveres no disueltos, y en que hay mayor peligro provienen de esta causa, ¿Por que pues si se ha gastado una injente suma de dinero en la cons- (15; trucciOH del huevo panteoh que está á sotavento déla ciudad, y libre de todos los inconvenientes del antiguo, no se hacen allí los sepelios? Parece que esta sumptuo- sa obra se hubiera hecho solo para la prespectiva del viajero, ó para el ornato de la ciudad; bastaría enton- ces una estampa que lo representase al vivo Cualquie- ra que sea el motivo, si tiene inconvenientes, deben allanarse por el gobierno, y entablar una operación de que resultan dos beneficies muy importantes, á saber, la decencia y la salubridad pública; de su ejecución no puede resultar accidente alguno que altere la tranquili- dad; ningún objeto repugnante ofenderá la vista de los que alli concurren á honrar las cenisas de sus semejan- tes, y una sumisa obediencia hará la conformidad de tocios. Amables facultativos, caros amigos y compañeros mios, nosotros somos los testigos de las lastimas y aflic- ciones de nuestros conciudadanos en sus enfermedades, de que participamos no poca parte en las amarguras, (*) y si nuestra obligación es curarlos y consolarlos, río- curemos también disminuir el número de los dolientes, es decir, que cuando en una casa en donde haya un enfermo, cuyo mal sea de los contajiosos se prescriba por nosotros como un plan de Higiene necesario para la sa- lud del enfermo, como del resto de familia, el que se se hagan alli las fumigaciones del Cloro anunciado para el hospital á fin de evitar la propagación de esos mas les que hacen la desgracia de una familia: y si el ob- jeto supremo de nuestra institución médica, es el de curar las enfermedades, también tenemos, el de las ins- tituciones sociales con que hace en cierto modo la edu- cación de la voluntad jenerel ennobleciendo todas sus tendencias, pues por ella se les vé triunfar de todos lo- obstaculos, y dirijir en cierto modo los acontecimien- tos que parecen tener relación con nueslao instituto Por desgracia pocos hay entre nosotros que tengamos á nues- tra disposición este dominio sobre nuestros semejantes, m !■■■■. i ■■ ■ ■ ■!■ ■■ ■ .1. —m. m —afc ■ ^i m ■ ■ - "■— ■ - - (*) Quam imtis et amara est vita Medid. Bagliv* que es. la grande palanca de la.humana grandeza;pueT de Dios darnos algún atributo dé estes, principalmente el de obrar con rectitud' pues su voluntad para con los hombre* nunca envejece: Felices aquellos que esentoS de algunos vicios que los degradan en el arte, conser- van hasta su ultimo día esta dignidad natural que seña- la á la especie humana un rango tan elevado en la es- cala de los seres, y que sabiendo aprovechar diaria- mente de los resultados fecundos de su esperíencia, hacen la felicidad del infeliz que reclama su caritativa asistencia. ¿Cuan interesante seria poderles conservar eter- namente la vida? '_ ■ ■■ . < • ' . » f • Arequipa Junio 8 de 1832. En virtud de la comisión que se nos confirió por la Academia Lauretana de Ciencias y Artes en sesión de 4 del corriente, para eesaminar. si, el discurso pronun- ciado en la misma sesión ..por el socio de numero D. D. Juan Manuel Vargas, sobre la causa de las enfermeda- des epidémicas, y el modo de precaverlas, podia publi- carse por la Imprenta á nombie de la Academia ó no; decimos: que puede publicarse de orden suya, con el objeto de ecsitar el patriotismo de los majistrados para que se interesen en, el remedio de los maleg que se es- ponen por el disertante, y la compasión de los ciuda- danos para que contribuyan con parte de su fortuna á hacer menos desgraciada la titilación de los enfeimos,. Juan Gvafberto Valdivia—Jo&e María ¿¡thiusvlu y Arbe— Luis Agustín Rodríguez. Arequipa Junio 15 de 1832. Imprimase como lo ha ordenado la Academia. Amat y Leou.