ANOMALÍAS DE 11 REPRIME TÉSIS PARA EL CONCURSO A LA PLAZA DE ADJUNTO A LA CÁTEDRA DE CLÍNICA EXTERNA DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE MÉXICO POR MANUEL M. CARMONA Y VALLE Profesor adjunto de Fisiología en la misma Escueln» MÉXICO* IMPRENTA DE F. DIAZ DE LEON Y S. WHITE 2? DE LA MONTERILLA NuM. 12. 1869 Los órganos cíe los sentidos son tan necesarios para el hombre, que sin ellos la educación seria imposible, las relaciones sociales no existirían, y cambiaría del todo el mundo material en que vivimos. Siendo, como son, las puertas por medio de las cuales nos ponemos en relación con los objetos que nos rodean, nuestras facultades inte- lectuales no se desarrollarían, y la parte animal vegetaría solamente. De aquí se deduce el empeño con que el médico debe, no solamente evitar la muerte de sus semejantes, sino tra- tar de conservar y perfeccionar sus sentidos hasta donde le sea posible. La vista es, á no dudarlo, uno de los mas importantes, y quizá el mas delicado de todos; y por eso en todo tiempo ha habido personas que se hayan dedicado exclusivamen- te á curar y corregir las imperfecciones de este órgano; mas á pesar de los heroicos esfuerzos que en los siglos an- teriores se habían hecho para perfeccionar este ramo de la medicina, toca sin embargo la gloría al siglo presente, de haber llegado, si no á la perfección, cuando menos muy cerca de ella. Todo el mundo sabe que desde el descubrimiento del inmortal Helmholtz, la oftalmología en general ha hecho 4 progresos tales, que apenas bastará la vida de un hombre para sondear todos sus misterios y profundizar todos sus secretos; pero uno de los ramos que mas se han cultiva- do en estos últimos tiempos, es el de la dióptrica del ojo; y tanto los físicos como los oftalmologistas han contribui- do á su engrandecimiento, pudiéndose decir que hoy es uno de los mas importantes. Siendo, por otra parte, esta materia árida y escabrosa, ha habido entre nosotros pocos prácticos que se hayan dedicado convenientemente á su estudio. De aquí resulta que muy pocas son las personas que conocen las anoma- lías de la refracción, y mucho menos las que saben diag- nosticarlas y corregirlas. Facilitar y popularizar estos conocimientos, sobre todo entre los jóvenes estudiantes, es el objeto de este pequeño trabajo, en el que trataré pri- mero de dar una idea de las diversas anomalías de la re- fracción, aunque sin entrar en grandes detalles, porque para ello se necesitan conocimientos matemáticos y físi- cos profundos; y si tratara de ellos, me desviaría de mi objeto. En una segunda parte me ocuparé del modo de diagnosticarlas; y por último, de los medios que posee la ciencia para corregirlas. CAPÍTULO I. ANOMALÍAS DE LA REFRACCION. En el aparato de la visión, como en los demás sentidos, se necesitan tres circunstancias para qne la percepción sea exacta: 1? integridad del órgano; 2" estado fisiológi- co del medio de comunicación; y 3?, sensormm intacto. Faltando cualquiera de estas tres circunstancias, la per- cepción no será exacta. 5 Por tanto, para que la visión sea perfecta se necesita que el órgano, es decir, el ojo, se halle en estado fisioló- gico. Hagamos á un lado la alteración de los tejidos, asi como las diversas enfermedades comunes á otros apa- ratos, y detengámonos solamente á considerarlo como un instrumento de óptica; fijándonos, sobre todo, en que la refracción se haga de una manera conveniente y el foco se venga á formar exactamente sobre la retina. Siendo así perfecta la impresión, y no habiendo alteración en el ner- vio óptico ni en el sensorium, la percepción será exacta y la visión fisiológica. Para proceder de lo fácil á lo difícil, consideremos pri- mero al ojo como un instrumento de óptica, que necesita estar dispuesto de manera que los rayos luminosos que llegan á él de una distancia infinita ó en una dirección pa- ralela, vengan á formar foco sobre la retina. Estudiemos las condiciones necesarias para conseguir este objeto, y de este estudio deduciremos las anomalías de la refracción que bajo este punto se puedan presentar, y que llamare- mos anomalías de la refracción estática. Mas tarde estudiaremos al ojo como un instrumento ca- paz de formar su foco siempre en la retina, cualquiera que sea la distancia del punto luminoso, y entonces tra- taremos de las anomalías de la acomodación, ó de la re- fracción dinámica. Por íiltimo, consideraremos los diversos cambios que pueden presentar en su forma las superficies refringentes y las consecuencias que de aquí se deducen. AETÍCÜLO Io Anomalías de la refracción estática. Considerando el aparato dióptrico del ojo sin atender á la acomodación, podemos representarnos á este órgano 6 en su forma mas simple, como constituido por una lente que ocupase el centro del ojo, y á la retina como un diafrag- ma colocado á la distancia focal principal de esta lente. De esta manera los rayos que lleguen á él en una direc- ción paralela, vendrán á formar su foco en la retina, según las leyes físicas; y á esta especie de refracción en que no interviene ninguna otra fuerza que la simple refracción de los medios trasparentes, llamaremos refracción estáti- ca; y al ojo que se halle en este estado, que es el fisioló- gico, se le lia llamado ojo eméjtrope. Supongamos por un momento que la retina no esté colocada á la distancia fo- cal principal de la lente, sino mas allá ó mas acá; enton- ces el foco no coincidirá con la retina, sino que se forma- rá en el primer caso delante, y en el segundo detrás de esta membrana; la imágen que se pinte en ella distará mucho de ser perfecta, y por consiguiente la impresión será defectuosa. Cuando la retina se halla colocada mas allá de la dis- tancia focal, se dice que hay miopía: y cuando está mas acá, se dice que hay hypermctropía: anomalías que llamaremos de la refracción estática. La miopía puede resultar, ya de que el globo ocular se encuentre mas alargado que en el estado fisiológico, ó ya de que siendo normal, los medios trasparentes tengan mayor poder reíringente. Fácilmente se concibe que en uno y otro caso el resultado ha de ser el mismo. Sin em- bargo, después de un gran número de observaciones, en las que escrupulosamente se han tomado medidas exac- tísimas, se ha llegado á demostrar que en la inmensa ma- yoría de casos, los medios refringentes no varían, sino que el diámetro ántero-posterior del ojo es mayor en la mio- pía y menor en la hypermetropía que en el ojo emétrope. En último análisis diremos, que el ojo es emétrope cuan- do paralizada la acomodación, los rayos paralelos vengan 7 á formar foco sobre la retina; y diremos que hay ametro- pía, cuando en estas mismas circunstancias el foco no se forma sobre la membrana sensible. Si el diámetro antero- posterior está alargado y el foco se forma delante de la retina, habrá miopía; si este diámetro es mas corto y el foco se forma mas allá de esta expansión nerviosa, habrá hypermetropía. ARTÍCULO 2" Anomalías de la refracción dinámica. En la maravillosa disposición del ojo se encuentra pre- vista la inmensa dificultad que liabria para que se forme siempre el foco sobre la retina, cualquiera que sea la dis- tancia á que se lialle colocado el objeto; y sin entrar en grandes detalles sobre la acomodación, diré solamente, que según todas las probabilidades, el músculo ciliar es el órgano encargado de aumentar mas ó menos la con- vexidad del cristalino, para que aumentándose ó dismi- nuyéndose así su poder refringente, el foco coincida siem- pre con el plano de la retina. Si faltara este mecanismo, el ojo seria un aparato imperfecto, porquetodo el mundo sabe lo que pasa en una lente cuando los rayos no siendo paralelos, se van liaciendo mas y mas divergentes á me- dida que el punto luminoso se aproxima. En este caso, el foco ya no se forma á la distancia focal principal de la lente, sino que esta distancia se va aumentando basta el punto que los rayos luminosos llegarán á no formar foco, sino que tomarán la dirección paralela después de haber atravesado la lente. Para evitar este inconveniente, liabria dos medios: ó bien alejar la retina ;í medida que el cuerpo luminoso se acerca, ó aumentar progresivamente el poder refringen- 8 te de la lente. Este último fenómeno es el que existe en el admirable mecanismo de la acomodación. De lo dicho se infiere, que para que la visión sea exacta á todas distancias, no basta ya la refracción estática de que hemos hablado, sino que es indispensable agregar ins- tintivamente nuevas cantidades de refracción, que se pro- ducen mediante la acción del músculo ciliar. A estas nue- vas cantidades de refracción es á lo que se ha llamado refracción dinámica; y á sus anomalías, anomalías de la 'refracción dinámica. Entre ellas se cuenta la presbicia ó presbiopia, la as- tenopia acomodativa, la midriasis ó parálisis de la acomo- dación, y la miosis ó espasmo del músculo ciliar. § l.° La presbiopia, que en todo rigor no puede decirse que sea un estado morboso, necesita, sin embargo, del auxilio del arte cuando llega á cierto grado de intensidad. Yeamos en lo que consiste esta anomalía, y entonces comprenderemos la exactitud de la proposición anterior. La presbiopia no es otra cosa que el alejamiento pro- gresivo del punto próximo, debido solo al trascurso de los años. Es, pues, un estado común al ojo emétrope, así co- mo al miope y al liypermetrope; sin que se crea que este alejamiento existe solo á una edad avanzada, puesto que comienza desde los primeros años de la vida; con la dife- rencia, que liaciéndose de una manera lenta y gradual, sus efectos no se notan sino á una edad avanzada, cuando la distancia es tal, que llega á ser incompatible, ó cuan- do menos, molesto para las ocupaciones ordinarias. En prueba de lo dicho presentaré el cuadro siguiente, que es el resultado de numerosas observaciones hechas por el Sr. Donders. 9 EDAD. Distancia del punto próximo. 10 años 2 pulgs. y | 14 » 3 » 17 » 3 » J 20 » 3 » 22 » 4 » 25 » 4 » | 30 « 5 » 32 » 6 » 35 » 7 « 40 » 9 » 45 » 12 » 50 » 18 » 6.0 » - 36 » 75 » al infinito. Del examen de este cuadro se deduce, que si á la edad de 10 años el punto próximo existe á 2 pulgadas y §, á los 20 años está ya á 3 y pulgadas, á los 30 á 5, á los 40 á 9, á los 50 á 18, á los 60 á 36; y por último, á los 75 al infini- to. Se ve, pues, que desde los primeros años de la vida empieza á retroceder el punto próximo; pero mientras el alejamiento no pase de 9 á 12 pulgadas, no trae consigo ninguna perturbación marcada de la visión, á lo menos para los usos ordinarios de la vida; mas cuando la distan- cia pasa de 12 pulgadas, es decir, de los 45 años en ade- lante, ya hay una perturbación molesta, y para ver con claridad se necesita alejar los objetos; circunstancia que, ademas de ser incompatible con las ocupaciones ordina- rias, da lugar á la debilidad de la imágen, supuesto que se aumenta la distancia; de donde resulta, que ya enton- ces se hace notable la falta de la visión, y se recurre á los socorros del arte. Hay mas aún; si solo se atiende al aumento progresivo de la distancia, parecería que la anomalía marcha mas rápidamente en la vejez que en los primeros años: pero 10 si atendemos á las cantidades de refracción que se van perdiendo, entonces nos convenceremos que sucede lo contrario, y que se pierden mas rápidamente en la prime- ra edad que en la vejez. Tomemos por unidad la cantidad de refracción que existe á la edad de 20 años, y si aten- demos á .las cantidades de refracción que se van perdien- do poco á poco (por las que necesitamos agregar para corregir la pérdida), nos convenceremos de que en el es- pacio que média, entre 20 y 30 años, se pierden r„ de la re- fracción total (dinámica): que de 30 á 40 se pierden otros ~: que de 40 á 50 la pérdida es de n>: que de 50 á 60 solo es de ~0; y que de 60 en adelante se pierde el último ~. De aquí se infiere que el retroceso del punto próximo, no solamente no es exclusivo de la vejez, sino que desde la infancia se empiezan á perder cantidades muy notables de la refracción dinámica. Tratemos de buscar la causa de este alejamiento del punto próximo, y examinemos la opinión comunmente ad- mitida. Se dice que la presbiopía viene en la vejez por una fatiga ó cansancio del músculo ciliar; pero esto no puede admitirse en los primeros años de la vida, porque entonces los músculos conservan toda su energía, y lie- mos visto que la pérdida es mas notable en la niñez. Pol- lo mismo no es admisible que la presbiopía sea solamen- te producida por la fatiga del músculo ciliar. M. Helmlioltz lia llegado á demostrar que una lente de la misma forma que el cristalino, y cuyas capas fueran todas homogéneas, tendría un foco mas largo que el que tiene el cristalino. Ahora bien; sabido es que en la niñez el cristalino está compuesto de un núcleo duro, que las capas corticales van haciéndose mas y mas blandas mien- tras mas se acercan á la superficie, y que á medida que se va á avanzando en edad, van endureciéndose estas ca- pas corticales. Así pues, si admitimos como exacta la 11 proposición que ha asentado el ilustre inventor del oftal- moscopio, debemos aceptar que este endurecimiento pro- gresivo es la causa principal del alejamiento del punto próximo. Sin embargo, no podemos desechar del todo la opinión antigua; porque es muy natural que un cristali- no endurecido sea mas difícil de comprimir que un cris- talino blando, y que esta dificultad aumente tanto mas, cuanto disminuya la energía del músculo ciliar. Reasumiendo, diremos, que la presbiopía es una con- secuencia natural de la edad; que empieza en la niñez, y se hace notable, sobre todo, en la vejez; y por último, que depende no solamente del cansancio del músculo ci- liar, sino, sobre todo, del endurecimiento progresivo de las capas corticales. §C) o Jmi, Astenopía acomodativa.—La astenopía acomodativa, que se ha llamado también debilidad ó torpeza de la vista, amaurosis muscular, amblyopía esténica ó asténica, ko- peopía, fatiga de la acomodación, etc., es una anomalía caracterizada por la dificultad de la acomodación á una distancia corta y de una manera sostenida. Cuando prin- cipia, los enfermos empiezan sus trabajos sin dificultad alguna; pero después de un tiempo mas ó menos largo, acaban por fatigarse y confundírseles los objetos. Tienen una sensación de peso en la región frontal, y necesitan cerrar los ojos ó dirigir la vista á objetos lejanos para vol- ver á empezar sus trabajos. En una época mas avanzada, disminuye el tiempo que pueden aplicar su vista á objetos cercanos, hasta el punto que algunos enfermos apenas pueden leer uno ó dos ren- glones, experimentando después una turbación tal, que les es imposible continuar la lectura; sintiendo entonces, no 12 ya una sensación de pesantez en la región frontal, sino un verdadero dolor ó constricción inexplicable; pero lo no- table es que no lo refieren al ojo, sino á la ceja ó frente. El mayor número de estos enfermos son muy sensibles á la luz viva, y les molesta muy notablemente el reflejo del sol ó la luz de un quinqué. Cuando la vista no se aplica á ob- jetos cercanos durante uno ó mas dias, el trabajo se empie- za con mas brío y dilata mas tiempo en aparecer la fatiga, que cuando se ha continuado de una manera no interrum- pida. ¡Con razón se ha llamado fatiga de la acomodación! Sin embargo, no admitimos de una manera absoluta este nombre, por no confundir la verdadera astenopía, que se presenta en personas aun robustas y que es una afec- ción durable, con la pereza ó fatiga de la acomodación, que solo se encuentra en personas debilitadas por lar- gas enfermedades, ó por cualquiera otra causa.—Expli- quemos nuestro pensamiento. Se concibe fácilmente que una persona, aun cuando tenga perfectamente sano su ojo, si sufre enfermedades de larga duración ó se somete á la influencia de cualquier causa debilitante, sienta en su ojo la misma falta de energía que en el resto de su organi- zación, y por lo mismo, no pueda leer ú ocupar su vista de cerca sin experimentar cansancio. Pero no es esta la fatiga de que nos ocupamos, sino la que suele venir frecuentemente sin causa alguna debili- tante, y sin que pueda remediarse cuando el enfermo se repone. La fatiga de que tratamos es, en la inmensa ma- yoría de casos, sintomática de la hypermetropía, y por consiguiente el resultado de esfuerzos desusados en la aco- modación. Al ocuparnos del diagnóstico de esta anoma- lía, veremos que se liga tan íntimamente este estado pa- tológico con la verdadera astenopía y que se puede sos- pechar la existencia de aquella cuando un enfermo acusa los síntomas de esta. 13 Profundicemos un poco la cuestión y tratemos de dar- nos razón de lo que pasa en un ojo hypermetrope. Hemos dicho que en un ojo semejante, cuando se paraliza la aco- modación, el foco se viene á formar detrás de la retina, ó lo que es lo mismo, que en un ojo hypermetrope no basta la refracción estática para que la visión se verifique, supuesto que el foco no se forma en la membrana sensible. De aqui se deduce como corolario, que aun para la visión de obje- tos lejanos, necesita un hypermetrope poner en juego su acomodación dinámica, á diferencia del ojo emetrope ó nor- mal, que solo la usa cuando necesita ver objetos cercanos. Por otra parte es muy natural suponer, que cuando á un músculo se le obliga á trabajar mas de lo que sea com- patible con su energía, tiene que acabar por fatigarse no pudiendo soportar tal exceso. Esto es lo que pasa en la hypermetropía, pues como hemos dicho, un ojo necesi- ta en esas circunstancias gastar una parte de su acomoda- ción para aumentar la refracción de los medios, y hacer que el foco coincida con la retina; luego si á este ojo que ha gastado una parte de su refracción dinámica, se le obli- ga á trabajar como á uno emetrope, en objetos cercanos, necesitará el aparato acomodador hacer esfuerzos desusa- dos para conseguir este objeto; y de aquí la fatiga ó aste- nopía. Por esto vemos que la astenopía aparece tanto mas pronto, cuanto mas exagerada es la hypermetropía, y cuan- to mas trabaje el individuo en objetos pequeños y cerca- nos. Por esto sucede también, que mientras mas tiempo dura el reposo de la vista, con tanto mas brío se empren- den los trabajos, y tanto mas tiempo tarda en aparecer la fatiga. §3.» Midriasis.—Sin entrar en detalles sobre la acomodación, bastará decir que toda causa que produce la dilatación in- 14 sólita de la pupila ó la midriasis, paraliza mas ó menos la acomodación, y deja por lo mismo al ojo en circunstan- cias tales, cpie, cuando la parálisis es completa, cesa to- talmente la refracción dinámica, quedando solo lo que lie- mos llamado refracción estática. En consecuencia, los fenómenos varían según que el ojo es emetrope, miope ó hypermetrope. En el primer caso, si la midriasis es completa, el punto próximo se liallará al in- finito, y será imposible acomodar la vista á objetos cer- canos. En caso de miopía, solo se verán los objetos que estén colocados á la distancia del punto remoto, es decir, á diez pulgadas cuando la miopía se corrija con un vidrio del número 10, y así sucesivamente; y no se verán los objetos colocados al infinito, porque en el lieclio de ser el ojo mio- pe, los rayos que vienen en dirección paralela deben for- mar foco antes de llegar á la retina, según lo liemos indi- cado cuando nos ocupamos de la miopía. Tampoco se ve- rán los objetos colocados mas acá de diez pulgadas, por- que siendo la miopía del número 10, liay que liacer uso de la acomodación dinámica, que no existe, supuesto que en la midriasis se paraliza. Si hubiese midriasis en la hypermetropía no se verán con claridad ni los objetos lejanos ni los cercanos, porque para los primeros la acomodación está paralizada, y para los últimos la refracción estática no es bastante para for- mar el foco en la retina. Todos estos fenómenos se pueden estudiar con el auxi- lio de la atropina ó de cualquier otro midriático. §4° Myosis.—Se da el nombre de myosis á aquel estado del ojo en que la pupila está espasmódicamente contraída. Se 15 lia dicho comunmente, que es producido por la acción de ciertas sustancias, ó espontáneamente por la contracción espasmódica ó calambre del músculo ciliar. Yo no sé hasta qué punto sea cierta esta división, por- que si bien conozco sustancias que tienen la propiedad de contraer la pupila, y si bien hay ciertos estados mor- bosos que la determinen, como sucede con algunas afec- ciones cerebrales, ó algunas inflamaciones de las membra- nas del ojo, puedo asegurar que en mas de doscientas ob- servaciones recogidas en un año, no he visto un solo caso de myosis idiopática, y también puedo afirmar no haber- lo observado en toda mi práctica. Sea de esto lo que fuere, el hecho es que hay ciertas sustancias capaces de producir la myosis, y bajo este pun- to de vista necesitamos conocerla Se ha dicho que la haba de Calabar tiene la propiedad no solo de contraer la pupila, sino de determinar la con- tracción del músculo ciliar; se ha dicho también que, en consecuencia, hacia cambiar la distancia del punto próxi- mo y el punto remoto. Pero por repetidas experiencias que he hecho en mí mismo, puedo asegurar que en toda la extensión de la palabra no se puede decir que la haba de Calabar sea antagonista de la atropina; porque cierto es que la atropina dilata la pupila y paraliza la acomoda- ción; pero no es cierto que la haba de Calabar tenga las propiedades opuestas, pues como he dicho, contrae la pu- pila, pero no da mas energía á la acomodación. Hay quizá algunas causas que pueden haber hecho creer en el cambio de la distancia del punto próximo y el punto remoto; pero estudiando bien el fenómeno, resulta lo contrario. Para hacer comprender mi pensamiento, en- traré en algunos pormenores. Me he instilado una solu- ción de extracto de haba de Calabar en alta dosis, hasta el punto de producir una sensación de constricción dolo- 16 rosa en el ojo, semejante al de la hemicrania, y una iuyec- cion perikerática profunda; la pupila estaba tan estrecha- da, que apenas era un punto, y sin embargo, la distancia de mi punto remoto quedaba al infinito, supuesto que con el ojo de la pupila contraida, leia á la misma distancia que con el ojo sano; y que podia percibir las asta-banderas á la distancia de mas de 2,000 varas; pero si se quiere otra prueba mas convincente, diré que leia á la distancia de 15 piés el número 15 de la escala de Giraud-Teulon. Sí diré que para conseguir este objeto, necesitaba experi- mentar á medio dia ó con una luz intensa, porque el es- trechamiento de la pupila era tal, que limitaba mucho la entrada de los rayos luminosos. Esta oscuridad relativa puede haber sido una causa de error, atribuyendo á la distancia lo que no era debido sino á la diminución de la entrada de la luz. Una vez estrechada la pupila, se puede leer mucho mas cerca que con el ojo sano, y esto puede ser una nueva causa de error, creyendo en la aproximación del punto próximo; pero para que esto fuera así, seria necesario que el punto remoto se acercara á la vez que el próximo, y esto no sucede, como lo he demostrado antes; luego tam- poco es cierto que se aproxima el punto próximo. Pero se me argumentará diciendo que nada valen las razones contra los hechos, y que en el caso presente leemos á dis- tancia mas corta con un ojo cuya pupila está contrai- da, que con el que se halla en estado fisiológico, y por lo mismo, que el punto próximo está mas cercano que en el otro. Yo no niego el hecho, pero sí la explicación: ciertamente el punto próximo se ha acercado; mas no lo ha hecho por el aumento de energía del músculo ciliar, sino por la circuns- tancia de estar muy estrechada la pupila, lo cual produce el mismo efecto que se nota en un ojo fisiológico cuando 17 ve á través de un agujero muy pequeño hecho en una tar- jeta; es decir, cuando se neutraliza la acomodación y se pone al ojo en las circunstancias de una cámara oscura simple: por eso sucede que si se pone delante del ojo un agujero pequeño hecho en un cartón, un miope y un hiper- metrope ven á la misma distancia. Para mayor claridad, reasumamos lo dicho, de la mane- ra siguiente: un ojo cuya pupila está contraida, ve objetos pequeños á menor distancia que un ojo sano. Este es el hecho. Pero tal fenómeno, que pudiera atribuirse á un aumento de convexidad del cristalino, tiene una explica- ción muy natural en el mismo estrechamiento de la pupila, que pone al ojo en las mismas circunstancias en que se encuentra otro en el estado fisiológico, el cual ve á través de una abertura muy pequeña. A esta explicación no se puede hacer ninguna objeción séria, mientras que á la que supone un cristalino mas convexo, habría que oponerle la existencia de una miopía mas ó menos marcada. Esta no existe, como se ha demostrado antes; luego la hipótesis carece de fundamento. Si estas razones no fueren suficientes, puedo exponer otras mas satisfactorias. Desde muy joven ha estado á mi arbitrio ver confusamente los objetos que antes miraba con claridad. Después he podido notar que esta propiedad solo existia para los objetos colocados á cierta distancia, pero no para los que se hallaban á la de tres ó cuatro pul- gadas, por ejemplo. Comprendí que tenia la facultad de determinar en mi ojo una miopía espontánea, y última- mente por medio de la colección de vidrios, llegué á deter- minar, que mi miopía artificial podía llegar hasta el nú- mero 10; es decir, que voluntariamente podía traer mi punto remoto desde el infinito hasta 10 pulgadas de mi ojo. Este fenómeno, que yo sentía muy bien, necesitaba pa- ra ser creído, hacerlo ver á los demas, y para conseguirlo 18 supliqué á mi buen amigo el Sr. Brassetti examinase con atención mi ojo en el momento de hacer el esfuerzo que me producia la miopía. Este señor me aseguró que en ese instante liabia una especie de hundimiento en el ángulo interno de mi ojo. Esta sola observación no explicaba su- ficientemente el fenómeno, porque podria ser atribuido á una acción enérgica de los músculos rectos, que según una de las teorías de la acomodación, alargaria el diámetro antero-posterior del ojo, determinando así la miopía. Para aclarar este punto me instilé atropina, con el ob- jeto de paralizar la acomodación y destruir así la acción del músculo ciliar, conservando toda la de los músculos rectos. Hecho esto, y mi punto próximo al infinito, ha- bría yo podido voluntariamente acercarlo, si la acomo- dación dependiese del alargamiento del ojo por la acción de los músculos rectos. Mas otro fué el resultado, pues bajo la influencia de la atropina, mi ojo se encontraba en la imposibilidad de hacer el esfuerzo necesario, y mi punto de vista quedaba al infinito. De aquí deduje que el es- fuerzo voluntario no dependía de la acción de los múscu- los rectos, sino de la del ciliar. Pero no me bastaba tener este convencimiento, y por lo mismo ocurrí nuevamente al mismo Sr. Brassetti cuan- do mis ojos se bailaban ya en estado fisiológico, para que examinase si la imágen de la vela reflejada por la cara anterior del cristalino conservaba la misma posición, ó variaba de alguna manera cuando mi ojo hacia el esfuerzo que produce la miopía. Después de un exámen minucioso, me aseguró que esta imágen se acercaba y cambiaba de posición respecto de la de la córnea; y estas experiencias las repetimos hasta que el Sr. Brassetti me decía el mo- mento en que empezaba y concluía el esfuerzo, sin que yo se lo indicase. Este resultado demuestra, que tanto mi esfuerzo volun- 19 tario como la acomodación, pasan en el músculo ciliar; y no, como creen algunos, en los músculos rectos. Esta dis- cusión, que quizá importe mas para averiguar la causa de la acomodación, es también muy interesante para el ob- jeto de que tratamos; es decir, para demostrar que en la miosis producida por la haba del Calabar, hay contracción de la pupila, sin que haya contracción del músculo ciliar; pues que cuando mas intensa era la acción de esta sus- tancia sobre mi ojo, conservaba este la misma facultad que el sano para producir la confusión de los objetos cer- canos, y tanto en uno como en otro quedaba neutralizada esta facultad por la acción de una lente bicóncava del nú- mero 10. De aquí se deduce, que tenia igual energía el músculo ciliar en los dos ojos, y por consiguiente, que no estaba espasmódicamente contraido el del que se hallaba bajo la influencia de la haba del Calabar. §5.° Astigmatismo.—Young fué el primero que notó que su ojo no veia con claridad á la misma distancia las líneas horizontales y las verticales, y molestándole bastante la alteración de su vista, buscó con empeño la causa, y creyó que este fenómeno dependia de la oblicuidad del crista- lino con respecto al eje óptico; calculando que esta obli- cuidad en él, era de 13°. Posteriormente, los eminentes trabajos de M. Helmholtz vinieron á demostrar, que si bien es cierto que el cristalino rara vez es perpendicular al eje óptico, su oblicuidad nunca pasa de 5o. Esta de- mostración vino á echar por tierra la teoría de Young; pero no por esto dejaba de existir el fenómeno. Posterior- mente, Senff primero, y M. Knapp después, probaron que, en el mayor número de casos el meridiano vertical de la cór- nea es mas convexo que el horizontal, aunque á veces suce- 20 da lo contrario. En resúmen, está ya demostrado, que es muy raro el ojo que tenga todos sus meridianos igualmente curvos, y que lo común es que estas curvaturas varíen, como lo veremos después; siendo de notar que los meri- dianos que tienen el máximum y el mínimum están colo- cados siempre perpendicularmente entre sí. Cuando este fenómeno no pasa de ciertos límites, la vista no sufre ninguna alteración; pero mas allá de ellos hay una amblyopía particular, que describiremos des- pués. Un gran número de observaciones demuestran que, por lo común, el meridiano vertical del ojo es mas convexo que el horizontal, y que en esas circunstancias las líneas ho- rizontales se ven mas cerca que las verticales. Procuraré hacer comprender la razón de este fenómeno, pues en él está basada la teoría del astigmatismo. Figurémonos una lente formada del segmento de una esfera, y que por consiguiente tiene todos sus meridianos igualmente convexos. Figurémonos, ademas, un punto luminoso colocado á cierta distancia en la dirección del eje principal de esta lente. Este punto le enviará un ha- cecillo de luz que tendrá una figura perfectamente cóni- ca, puesto que caminando por un medio homogéneo, no hay razón para que la divergencia de los rayos sea ma- yor hácia arriba que hácia abajo, más á un lado que á otro. En resúmen; este hacecillo tomado aisladamente, tendrá al llegar á la lente una sección perfectamente cir- cular, pues que no hay razón para que los rayos supe- riores disten mas del centro que los inferiores, ni estos que los trasversales ú otros. Pasando á través de la len- te y verificándose la refracción, todos los rayos sufrirán la misma desviación y se acercarán igualmente á la nor- mal, no habiendo razón para que el fenómeno se verifique de otra manera. De aquí resulta, que el hacecillo refrac- 21 tado tendrá una sección perpendicular á su eje perfecta- mente circular, y supuesto que entonces van los rayos convergiendo, aquella irá siendo tanto mas pequeña cuan- to mas se aleje de la lente, hasta que llegando á la dis- tancia focal, los rayos se crucen todos en el mismo lugar, dando una imágen semejante á aquella de donde partieron. No sucede lo mismo cuando en lugar de una lente for- mada por un segmento de esfera, se experimenta en una tomada de un elipsoides de tres ejes, como es en realidad la córnea en el mayor número de casos; es decir, una su- perficie convexa que tiene un meridiano mayor y otro me- nor; ó para ponernos en el caso que comunmente se ob- serva, cuya convexidad es mayor de arriba abajo que si se mide lateralmente. En este caso, el fenómeno debe verificarse de la manera siguiente, considerando siempre el punto luminoso colo- cado á cierta distancia de la lente y en la dirección de su eje. El hacecillo de rayos luminosos tendrá, como en el caso anterior, la forma cónica, y su sección vertical será circular hasta que llegue á la superficie de la lente; pe- ro al pasar al través de esta, habrá necesariamente una refracción mayor en los rayos que se dirigen arriba y abajo, que en los que caen trasversalmente; supuesto que los primeros atraviesan una superficie mas convexa que los segundos. Cuanto mas exagerada sea la convexidad de la lente, mayor será la refrangibilidad. Aproximándose mas á la normal los rayos que caen hácia arriba y hácia abajo, que los que caen trasversalmente, la sección del hacecillo refractado tiene sin duda que perder su forma circular y ser mas estrecha en el sentido vertical que en el trasverso, supuesto que los rayos luminosos se acercan mas al cen- tro en el primer sentido que en el segundo. Sigamos con la imaginación la marcha de estos rayos, y fácilmente no- taremos que deben cruzarse primero los rayos superiores 22 con los inferiores qne los trasversos entre sí; y que cuando los primeros se crucen, los segundos distarán todavía mas ó menos. De aquí resulta que en esta situación, primero se formar;! el foco de los rayos refractados verticalmente, que el de los horizontales: la imágen, por lo mismo, no se- rá un punto, sino una línea horizontal. Sigamos la marcha de los rayos luminosos, y notaremos que los trasversales se siguen aproximando todavía; mien- tras que los verticales divergen ya después de su entre- cruzamiento; y siguiendo adelante, llegaremos á un punto en que tanto los rayos que divergen de nuevo como los que se siguen aproximando, disten igualmente del eje del hacecillo, en donde la sección será perfectamente circular; pero si aun vamos mas allá, notaremos que siguiendo los rayos trasversales convergiendo y los verticales diver- giendo, llegaremos á un punto en que por fin se entrecru- cen los primeros. En este lugar tendremos, no la figura del punto luminoso, sino la de una línea vertical. En resumen: una lente tal como la que acabamos de su- poner, no tiene nunca un foco único; es decir, en ningún punto se reúnen todos los rayos luminosos que la atra- viesan; sino que primero se encuentran los que caen en la dirección de su meridiano mas convexo, formando una línea luminosa que sigue la dirección perpendicular á la de dicho meridiano. Después, hay un punto en don- de todos distan igualmente del centro del hacecillo, y vie- ne, por último, el foco de los rayos que se refractan en el meridiano menos convexo, formando á su vez una línea luminosa que tiene la dirección vertical á la del referido meridiano. En último análisis: una lente de esta forma no puede tener un punto focal, sino un espacio focal; tanto mayor, cuanta mas grande sea la diferencia de convexidad que hay entre sus meridianos. A la distancia que hay entre una y otra línea focal, 23 Sturm lia llamado distancia ó intervalo-focal; y á las dos líneas que la limitan, líneas focales. Veamos ahora cuáles son las deducciones de esta doc- trina, bajo el punto de vista de la amblyopia. Para que una línea sea vista con perfección, se necesita, como para cualquiera otro objeto, que su imagen se pinte perfec- tamente en la retina. Asentado este principio, suponga- mos un ojo astigmático en el que el meridiano vertical sea mas convexo que el horizontal, y que se acomode con el objeto de ver una línea horizontal. Esta línea enviará ra- yos luminosos en todos sentidos: unos que, partiendo de la línea misma se dirigen hácia arriba y abajo, y que se- rán tanto mas numerosos cuanto mas extensa sea aquella: estos caerán arriba y abajo de la córnea y se refractarán por consiguiente en su meridiano vertical, para reunirse en foco, el de arriba con el inferior y viceversa. Los rayos luminosos que partan en sentido horizontal, es decir, en el de la longitud de la línea, se refractarán en el meridiano horizontal, para reunirse entre sí en la misma dirección. Por otra parte, fácil es comprender que para ver una línea con precisión, se necesita, ante todo, que los rayos luminosos que van á marcar, por decirlo así, su extensión lateral, vengan á formar foco exactamente sobre la retina; porque de otra manera, veríamos la línea mas ó menos ancha y sus límites laterales confusos, lo que naturalmen- te perjudica á su exacta percepción. No sucede lo mismo con los rayos que parten en el sentido de su longitud; por- que aunque estos no se reúnan exactamente en foco, las imágenes de difusión se sobrepondrán sin perjudicar á la perfección de la visión. Aplicando este principio al caso que hemos supuesto antes, podemos decir: que jiara que una línea horizontal sea vista con perfección, se necesita que los rayos que van á marcar sus límites laterales, es decir, los que se refractan en el sentido del meridiano ver- 24 tical de la córnea, vengan á formar foco exactamente so- bre la retina; y poco importa que los que parten en el sentido de la longitud, que son los que se refractan en el meridiano horizontal, no lo formen exactamente sobre la membrana sensible. Como se puede hacer el mismo raciocinio respecto de las líneas verticales; resulta necesariamente que las líneas horizontales que son las que se ven distintamente con el meridiano vertical, estarán en foco antes que las vertica- les, que se ven distintamente con el meridiano horizontal. Ahora bien; como todo cuerpo sólido se compone de di- mensiones horizontales y verticales; un ojo astigmático no lo podrá percibir con claridad, puesto que si se acomo- da para las dimensiones horizontales, hallará confusión en las verticales, y viceversa; y las imágenes serán tanto mas confusas, cuanto que están formadas exclusivamente de la reunión de líneas en diversas direcciones. Por eso los astigmáticos ven con menos claridad los números que las letras, y de estas, mejor las manuscritas que las im- presas. Fácil es demostrar también que la amblyopia ó confu- sión de las imágenes será tanto mas marcada, cuanto mas exagerado sea el astigmatismo, ó lo que es lo mismo, cuanto mas grande sea la diferencia de curvatura. De lo dicho anteriormente se deduce con bastante na- turalidad, que el intervalo focal de Sturm será tanto mas grande, cuanta mayor sea la diferencia de curvatura de los meridianos principales; porque mientras mas notable sea esta diferencia, mas pronto se reunirán los rayos que corresponden al meridiano que tiene mayor convexidad y que forman la línea focal anterior, y mas tarde los que corresponden al meridiano menos convexo, y que forman la línea focal posterior. Ahora bien; mientras mayor sea el intervalo focal, mas grande será el círculo 25 de difusión que, como liemos diclio antes, existe entre las dos líneas focales: y mientras mas grande sea este círculo, mayor será la separación de los rayos luminosos y la di- fusión de la imágen. Después de haber dado una idea de la causa que pro- duce el astigmatismo, y no pudiendo entrar en mas de- talles por no separarme de mi objeto, básteme decir que el astigmatismo depende á veces de la córnea solamente, á veces del cristalino solo, y en otros casos de una y otro á la vez. Antes de terminar este punto, debo indicar que el astigmatismo puede ser simple, compuesto ó mixto: sim- ple, cuando uno de los meridianos sea emétrope y el otro miope ó liipermétrope: compuesto, cuando los dos meri- dianos sean miopes ó liipermétropes, aunque en grados diferentes. Por último, mixto, cuando uno de los meri- dianos sea miope y el otro hipermétrope. § 6*° Se lia dado el nombre de cifaquia á la ausencia del cris- talino, sea que este órgano se haya absorbido, abatido ó extraido. Fácil es comprender que la afaquia produce una hipermetropía exagerada, y que esta variará de in- tensidad según que el ojo haya sido primitivamente mio- pe, emétrope ó hipermétrope. CAPÍTULO II. DIAGNÓSTICO DIFERENCIAD DE LAS ANOMALÍAS DE LA REFRACCION. Antes de estudiar el diagnóstico diferencial de las di- versas anomalías de la refracción, me creo en el deber de indicar el modo de averiguar si un individuo tiene una de esas anomalías ó una verdadera ambliopía. Después 26 diré cómo se procede al examen de los que tienen á la vez una y otra afección. Desde luego los signos racionales nos sirven de guía, en el mayor número de casos, para poner- nos en el camino de la verdad. Por regla general, una persona afectada de ambliopía se queja de una turbación constante de la vista, ya sea que la visión se ejerza de cer- ca ó de lejos, teniendo por lo común una marcha creciente; y como la mayor parte de los enfermos, antes de consultar al médico lian ensayado diversas especies de vidrios, nos aseguran que estos no mejoran en nada la visión. Sin embargo, no debe fiarse enteramente el diagnóstico diferencial á estos signos racionales; porque algunos de ellos pueden faltar, ó agruparse de cierta manera, ó ser mal apreciados por los pacientes. Para mayor claridad pongamos algunos ejemplos. Una catarata incipiente puede hacer mas ó menos confusa la visión cuando el enfermo se halle expuesto á una luz viva; y puede ser casi normal cuando por cualquier motivo la luz sea poco intensa: si el enfermo no aprecia estas di- versas condiciones, puede inducirnos á errar, haciéndonos creer que la turbación de su vista no es constante. En muchas ambliopías por lesión del fondo del ojo, sucede con frecuencia que usando vidrios biconvexos se ve mejor, supuesto que estos aumentan la magnitud de la imágen en la retina; y al referírsenos esta circunstancia juzga- ríamos que se trata de una presbicia. En otras formas de ambliopía, el enfermo aproxima únicamente los objetos á sus ojos para amplificar así la imágen, y esto pudiera preocupar al médico haciéndole pensar que tenia delante un miope. Como estos ejemplos se podian multiplicar al infinito, debe tenerse presente que aunque los signos racionales pueden ser muy útiles, no debemos fiar en ellos para esta- blecer el diagnóstico diferencial entre la ambliopía y una 27 anomalía de la refracción. El medio por excelencia pa- ra llegar con seguridad al diagnóstico diferencial, es el exámen oftalmoscópico; por él se puede fácilmente cono- cer cuándo hay una opacidad de los medios trasparentes, ó alguna lesión de la coroides, de la retina ó del nervio óptico. Por exacto que sea este medio, no deja de tener algunos inconvenientes en la práctica, porque no á todo el mundo le es dado hacer un exámen perfecto si no está la pupila dilatada, y su dilatación no deja de tener algunos incon- venientes para las personas que no pueden dejar de tra- bajar el tiempo que dure la acción del midriático. Por fortuna tenemos otro medio, que por su sencillez merece la preferencia. Haciendo ver al ojo que se examina á través de un agujero practicado con un alfiler en una tarjeta, el ojo se trasforma en una cámara oscura. En con- secuencia, si los medios son trasparentes, si la retina es sensible; en una palabra, si no hay ninguna causa de am- bliopía, los objetos deben verse fácilmente, sea el ojo mio- pe, hipermétrope, présbita, etc. Si por el contrario, usan- do de este medio y teniendo en cuenta la poca cantidad de luz que llega en este caso al ojo, se adquiere la convic- ción de que el enfermo no ve á través de esta pequeña aber- tura, se estará autorizado para asegurar que hay alguna alteración en los medios trasparentes ó en el fondo del ojo, en cuyo caso el uso del oftalmoscopio es absoluta- mente necesario. Pero como puede suceder que una am- bliopía esté complicada con una anomalía de la refrac- ción, veamos cómo debe procederse en este caso. Es ne- cesario recordar que no tratamos aquí de las ambliopías manifiestas, sino de aquellas que solo disminuyen la pers- picacia de la visión, siendo estas las únicas que complica- das con una anomalía de la refracción, se pueden mejorar si esta se corrige. En otros términos: cuando se nos prer 28 sente un individuo en el que sospechemos la existencia de alguna anomalía de la refracción, trataremos de averiguar, ante todo, si esta anomalía existe sola ó está complicada con la diminución de la agudeza de la visión. El modo de proceder á este exámen es el siguiente: dispuesta una de las escalas que están fundadas en la relación que hay entre el tamaño de la imágen y las dimensiones de las fibras nerviosas, es decir, la escala de Giraud-Teulon ó la de Snellen, debe colocarse al enfermo á la distancia corres- pondiente de uno de los números de ella: por ejemplo, á la de un pié francés si se trata del núm. 1; de dos si se trata del núm. 2, y así sucesivamente; y poniéndole por de- lante el pequeño agujero de que hemos hablado antes, se le debe hacer leer el número respectivo. Si el resultado es positivo, se dirá que el individuo tiene toda la agudeza de su visión normal; si fuere negativo, el modo mas sen- cillo de proceder consiste en colocarle á la distancia de veinte piés, por ejemplo, y usar del cartón número 20, con- venientemente alumbrado: si haciendo uso del agujero no puede leer á la distancia de veinte piés, se irá acercando poco á poco al cartón hasta que consiga leer, y se anota entonces esta distancia. Si, por ejemplo, el número 20 no pudo ser leido sino á la distancia de diez piés, diremos que la agudeza de su visión es igual á la mitad de la nor- mal. En resúmen, usando de la escala que hemos indica- do, se puede decir que la agudeza de la visión es igual á un quebrado que tenga por numerador la distancia, en piés franceses, á que se leyó en el cartón escogido, y por denominador el número de este mismo cartón. Supuestos estos antecedentes, veamos cómo se debe examinar á un enfermo en quien se sospeche que existe una anomalía de la refracción. Examínese primero con el cartón agujerado para ver si por este medio se aclara la visión ; si el resultado es negativo, podemos asegurar que 29 en nuestro enfermo hay opacidad de los medios traspa- rentes ó lesión del fondo del ojo. Pero si la vista se me- jora, tendremos delante una anomalía de la refracción, y debemos proceder inmediatamente á medir la agudeza de la visión, cuyo resultado debe anotarse cuidadosamente, para buscar en seguida á qué distancia se encuentran sus puntos próximo y remoto. Lo primero se hace fácilmente, buscando cuál es la me- nor distancia á que puede leerse el carácter mas pequeño de letra de la escala, y una vez hallado conoceremos la dis- tancia del punto próximo de la visión. Para conocer la del punto remoto hay dos medios: el primero consiste en poner delante del individuo el cartón de caractéres mas pequeños, que pueda leer á la menor distancia posible; y en alejarlo en seguida poco á poco; cambiando el número de los cartones, en proporción de la agudeza de su visión. La distancia á que ya no pueda leer el cartón correspondiente, será la distancia de su punto remoto. Para mas claridad, pongamos unos ejem- plos : un individuo que tiene la agudeza de su visión al estado normal, lee fácilmente el número 1 á la distancia de 1 pié, el 2 á la de 2 piés, y así sucesivamente; hasta que colocándolo, por ejemplo, á la distancia de 8 piés, ya no pueda leer el núm. 8: entonces concluiremos que esa es la distancia de su punto remoto. Supongamos otro in- dividuo que teniendo la agudeza de su visión igual á una mitad, puede leer el núm. 2 á distancia de 1 pié; el núm. 4 á 2 piés; el 6 á 3, y así sucesivamente, hasta que prolongán- dola á 8 piés no puede ya leer el número correspondiente, que es el 16; en este caso se dirá que la distancia del pun- to remoto es de 8 piés. El método aconsejado por Mr. Donders es también de- masiado sencillo, y por esta razón muy usado. Consiste en colocar al individuo frente á la escala de Giraud-Teu- 30 Ion á la distancia de 20 pies, y usar del número correspon- diente á la agudeza de su visión; si lee con facilidad, se puede decir que su punto remoto está al infinito, supues- to que la inclinación de los rayos que parten del objeto es tan pequeña á esa distancia, que se pueden reputar como paralelos; pero si no puede leer el número res- pectivo, entonces será preciso ponerle delante del ojo vi- drios bicóncavos, empezando por los mas débiles, hasta llegar á aquel con el cual pueda leer fácilmente. El nú- mero de esta lente será la distancia del punto remoto, medida en pulgadas francesas; supuesto que para que el ojo reúna los rayos en la retina, necesita que tengan la divergencia que produce la lente dispersiva, y que esta di- vergencia no es otra que la que indica en pulgadas el número de la lente. Para convencernos de esto, basta reflexionar que los focos de las lentes dispersivas son vir- tuales, y la distancia focal es igual en pulgadas francesas á la del número de ella. Supuestos estos antecedentes, trataremos ya del diag- nóstico diferencial de las anomalías de la refracción. ARTÍCULO 1° Miopía. Hemos dicho que un ojo es miope cuando, paralizada la acomodación, el foco se forma antes de llegar á la reti- na; y liemos también indicado que este estado puede ser debido á un exceso de refrangibilidad de los medios tras- parentes, ó á un alargamiento del diámetro antero-poste- rior del ojo; pero que en la inmensa mayoría de casos esta última causa es la que produce la anomalía de que nos ocupamos. La miopía indudablemente es hereditaria y congénita; pero en muchos casos es adquirida: se observa, 31 sobre todo, en las clases civilizadas, y en nuestro país es muy raro encontrar á un indio miope. Las profesiones que predisponen mas á la miopía, son aquellas que exigen la aplicación de la vista á muy corta distancia y sobre ob- jetos pequeños, siempre que la visión sea biocular, como sucede con las bordadoras. Pero no se ven muclios mio- pes entre los relojeros ó grabadores, porque aunque estos aplican la vista á cortas distancias y á pequeños objetos, no hacen uso de la visión biocular, sino de la monocular. Por ser tan importante esta cuestión de etiología, estu- diaremos algunos detalles antes de ocuparnos del diagnós- tico. Es un hecho indudable que para tener imágenes mas perfectas, sobre todo si el objeto es pequeño, se necesita aproximarlo cuanto sea posible, y por consiguiente exage- rar la convergencia de los dos ojos, cuando se hace uso de la visión biocular. Ahora bien; la convergencia exagera- da de los ojos exige una acción muscular considerable y un aumento de la presión intra-ocular. No me detendré en demostrar este aserto por no divagarme; pero el que quiera tener mas detalles puede ocurrir á las lecciones de estrabismo y diplopía de Giraud-Teulon. Si á este au- mento de presión intra-ocular, producida por la exagera- ción de la convergencia en los dos ojos, agregamos la cunstancia de que la mayor parte de las personas que se dedican á esta clase de ocupaciones, no levantan el objeto para aproximárselo á los ojos; sino que mas bien inclinan la cabeza: y si la flexión del cuello dificulta el curso de la sangre venosa, lo cual produce una congestión mas ó me- nos intensa liácia la cabeza; tendremos que admitir ade- mas, una congestión coroidea, la que por su parte aumenta la presión intra-ocular, alterando la nutrición de la coroi- des y la de la esclorótica. De aquí resulta, que repitiéndo- se con frecuencia este fenómeno complicado, el ojo tiene 32 que ceder por su parte mas débil á este aumento de pre- sólo intra-ocular. Beforzado liácia adelante por el crista- lino, el iris y la córnea, y Inicia los lados por los músculos rectos y oblicuos, será fácil comprender cómo en la in- mensa mayoría de casos, cede el globo del ojo en su seg- mento posterior. Pero como en esta parte penetra el ner- vio óptico un poco liácia adentro, reforzando así la escloró- tica, y, como por otra, la resultante de la acción muscular general debe seguir la dirección del diámetro antero- posterior del ojo, el cual termina liácia fuera de la papila, resultará que el punto mas débil del segmento posterior será la parte situada liácia afuera de la papila del nervio óptico. Generalmente, en los casos de esclero-coroiditis posterior, la rotura de la coroides y la distensión de la es- clorótica existen liácia afuera del nervio óptico; siendo este el mecanismo del alargamiento del diámetro antero- posterior del ojo y la causa de las miopías crecientes. Se sospechará la existencia de una miopía cuando un individuo se queje de no ver los objetos lejanos, mientras que ve con perfección y aun mejor que un ojo emétrope, los objetos cercanos, aunque sean pequeños. Entonces se debe examinar la agudeza de la visión del individuo, y buscar la distancia de su punto remoto, cuyo resultado nos indicará el grado de su miopía. Para aclarar el punto, comparemos á dos individuos que presenten los signos racionales de una miopía y en los que al examinar la agudeza de su visión, encontremos la del uno igual á la normal, y la del otro que sea la mitad. A ambos los situaremos á la distancia de veinte piés de la escala, pero en uno usaremos del número veinte y en el otro del nú- mero cuarenta. Ensayaremos inmediatamente en los dos la escala de vidrios bicóncavos, y si el que tiene la agudeza de la visión igual á uno, necesita de la lente número ocho para leer el número correspondiente, y el que la tiene igual 33 á la mitad, necesita de la del número doce para leer el cua- renta ; diremos que el primero tiene una miopía del núme- ro odio, y el segundo del doce: ó lo que es lo mismo, que en el primero la distancia del punto remoto está á 8 pul- gadas francesas, mientras que en el segundo está á 12. No basta diagnosticar la miopía y el grado de ella; se necesita, ademas, conocer sus complicaciones. Hay algu- nas para las que es preciso recurrir al oítalmoscopio; ta- les son la magnitud de la rotura coroidea, el adelgaza- miento de los vasos centrales de la retina, las congestio- nes y las atrofias parciales de la coroides, las hiperemias de la retina, la presencia ó ausencia de cuerpos flotantes en el humor vitreo, etc., etc. Hay algunas complicaciones no menos interesantes y que no son mas que el resultado de la convergencia exagerada de los dos ojos. Debo de- tenerme un poco en su estudio, por ser sumamente impor- tantes para el tratamiento. Hemos dicho antes, que los miopes tienen necesidad de aproximárselos objetos, y de producir así un exceso de con- vergencia, de por si bastante considerable; pero este será tanto mayor, cuanto que en el ojo miope, el eje visual y el eje del ojo no guardan la misma relación que en el ojo fi- siológico. En este último, es decir, en el emétrope, el eje visual ó de la atención, está colocado liácia adentro del eje del ojo, formando un ángulo de 7o término medio. De aquí resulta que en caso de ametropía los ejes visuales convergen liácia un objeto cercano, antes de que los ejes del ojo converjan hácia él. Pero en la miopía, y por el hecho solo del estafiloma posterior, la mácula lútea, punto de la atención y extremidad posterior del eje visual, tiene que acercarse á la papila del nervio óptico ó hácia la ex- tremidad posterior del eje del ojo. Becuérdese que la má- cula lútea está situada hácia afuera de la papila, y que ce- diendo el ojo á la presión intra-ocular, inmediatamente 34 afuera del mismo nervio óptico, es decir, en un punto intermedio entre la papila y la mácula, resulta necesaria- mente que al aumentar la concavidad de este espacio in- termedio, tienen que aproximarse sus dos extremos, la mácula lútea y la papila del nervio óptico. De esta aproxi- mación resulta, que el ángulo que forman los ejes visual y el del ojo, disminuyen de amplitud á medida que aumen- ta la miopía, liasta el punto que, en algunos casos, este án- gulo llega á ser nulo; y en otros mas exagerados, el eje vi- sual no está ya hácia adentro, sino liácia afuera del eje del ojo. Con estos datos, fácilmente se comprende cómo á medida que aumenta la miopía, debe aumentar también la convergencia para una distancia dada. En último análisis, el miope debe exagerar la conver- gencia de los ojos, no solamente por la necesidad que tiene de aproximar los objetos, sino porque, como acaba- mos de demostrar, un ojo miope tiene que dirigirse mas liácia adentro que un emétrope para ver á una misma dis- tancia. Notemos ademas que siendo un ojo emétrope, su forma se acerca á la de una esfera, y por consiguiente cede con facilidad á la acción de los músculos rotadores; pero mientras mas miope sea, será tanto mas alargado en el sentido antero-posterior, y mientras mas se alargue, ha- brá mas dificultad para moverlo, y por consiguiente para dirigirlo hácia afuera ó hácia adentro. No necesito insistir mas para demostrar: que mientras mas notable sea la anomalía de la refracción de que nos ocupamos, mas enérgica debe ser la acción del músculo recto interno, y por lo mismo mas exagerada la presión intra-ocular y los progresos del mal. El excesivo trabajo del músculo recto interno acabará por producir una insuficiencia de este músculo ó una as- tenopía muscular. El efecto necesario de la primera será la diplopía, producida por la dificultad que hay para efec- 35 tuar de un modo sostenido la convergencia de los dos ojos: de aquí nace la necesidad de ocurrir á la visión mono-ocu- lar desviando un ojo hácia afuera, y produciéndose así un estrabismo divergente. La astenopía muscular está ca- racterizada por diversas sensaciones dolorosas, y la im- posibilidad de mantener la vista dirigida á objetos cer- canos. Para reconocer la insuficiencia de los músculos rectos internos, bastará presentar al paciente un objeto pequeño á una corta distancia; v. g., de dos pulgadas y media. Si se puede sostener la convergencia sin molestia, se puede creer que la insuficiencia no existe; pero si aquella es difí- cil, sobre todo si da lugar á la diplopía ó á la desviación de un ojo para usar solo de la visión mono-ocular, entonces se podrá decir que los músculos rectos internos son insu- ficientes. No basta, sin embargo, diagnosticar la insuficiencia; se necesita ademas para poderla corregir, medir, por decirlo así, su cantidad. Con este objeto M. de Graefe procede de la manera siguiente: pinta sobre un papel una línea ver- tical, cuya parte media sea mas anclia, ó pone en ese lu- gar un círculo pequeño que servirá de punto de partida. Coloca esta línea á seis pulgadas de distancia del ojo que examina, y pone después delante de él un prisma de 12 á 14°, cuyo vértice se dirija hácia arriba ó abajo. Inme- diatamente se produce una diplopía, pero con caractéres distintos, según que liay ó no insuficiencia de los rectos internos. Cuando no hay insuficiencia se ven dos líneas, una arriba y otra abajo, pero colocadas en la misma ver- tical, lo que se nota inmediatamente, porque se duplica la parte mas ancha ó el circulito pintado en la mitad de la línea. De manera que esta no solo parece mas larga, sino que en lugar de un punto presenta dos. Cuando hay insuficiencia se ven dos líneas, una mas 36 alta, y otra mas baja, pero separadas también lateralmen- te ; y la distancia qne média entre ambas será tanto ma- yor cuanto mas marcada sea la insuficiencia. Colocando entonces delante del otro ojo prismas de vértice externo, se advierte que las dos imágenes se aproximan mas ó menos según la fuerza del prisma, y si progresivamente se van presentando otros de mayor graduación, se encon- trará uno con el cual desaparezca la desviación lateral de las dos imágenes, quedando ambas en la misma vertical. El grado de este prisma nos dará la medida de la insufi- ciencia, y mas adelante, cuando hablemos del tratamiento, se verá la utilidad de este dato. Antes de pasar adelante, quiero detenerme un poco en estudiar los fundamentos del método que acabo de describir. Sabida es la relación íntima que hay entre la conver- gencia y la acomodación, así como la imperiosa necesidad y los esfuerzos que hace el organismo para evitar la visión doble. Por esto sucede que aun habiendo insuficiencia de los rectos internos, sobre todo si esta no es muy marcada, un miope puede mantener su convergencia cuando aco- moda á la distancia de seis pulgadas; pero si tuviéramos un medio de suspender por un momento la relación ín- tima que hay entre la convergencia y la acomodación, de- jaríamos entregado el ojo á la acción de los diversos múscu- los que lo mueven, tomando la posición média entre las diversas fuerzas que lo solicitan, sea que estas se hallen en estado fisiológico ó que alguna ó algunas sean insufi- cientes. Usando de un prisma cuyo vértice esté dirigido liácia arriba ó liácia abajo, se produce una diplopía tal, que no es posible corregirla por ningún esfuerzo muscular. Des- de este momento la visión biocular queda interrumpida, y el ojo sujeto á la acción de sus diversos músculos, sin que la acomodación influya sobre ninguno de ellos. 37 Si en estas circunstancias todos los músculos tienen su vigor fisiológico, el ojo no perderá su convergencia, y el único fenómeno perceptible será la diplopía en sentido vertical que produce el prisma. Pero si por el contrario, el músculo recto interno fuere insuficiente, será superior la acción del recto externo, produciéndose un estrabismo divergente, y por lo mismo la separación lateral de las dos imágenes. Iría muy lejos y me desviaría de mi objeto, si tratara de demostrar que en la diplopía producida por el estra- bismo divergente las imágenes son cruzadas, mientras que en el convergente son directas. Conocido ya fundamentalmente el procedimiento de M. de Graefe, fácil es comprender la razón de por qué los prismas de vértice externo disminuyen ó hacen desapare- cer la desviación lateral, dándonos entonces la medida de la insuficiencia muscular. AETÍCULO 2" Diagnóstico de la Hipermetropía. Sabemos que este estado es enteramente opuesto á la miopía, supuesto que en un ojo miope, el foco se forma antes de llegar á la retina; mientras que en un hipermé- trope se forma mas allá de esta membrana. Si en el miope hay exceso de refracción, en el liipermétrope hay defecto. Si en aquel hay alargamiento del diámetro antero-poste- rior, en este hay acortamiento. El exámen atento de un ojo puede hacernos sospechar la existencia de la hipennetro- pía. Así es que obligando á una persona á ver exagera- damente adentro ó afuera, se puede, hasta cierto punto, examinar el ecuador de este órgano, y por consiguiente medir el radio ó la mitad del diámetro antero-posterior, 38 el cual en un ojo miope está alargado, mientras que en un hipermétrope es mas corto. Ademas, en este íiltimo se puede ver que el ecuador es mas saliente ó mas convexo que la parte anterior del órgano, aproximándose así su forma á la de la tierra, que está aplastada en los polos y saliente en el ecuador. Cuando un liipermétrope dirige la vista á lo lejos se produce un ligero estrabismo divergen- te, á diferencia de lo que liemos dicho pasa en el miope. Este fenómeno depende de la diversa posición que tiene el eje visual con respecto al eje del ojo. Ya hemos dicho al hablar de la miopía, que en un ojo fisiológico el eje vi- sual está colocado hácia adentro del eje del ojo, formando entre sí un ángulo de 5o. Pues bien, en un ojo hipermé- trope este ángulo aumenta y puede llegar á tener hasta 7 y mas grados. Siendo esto así, se concibe que cuando los ejes visuales sean paralelos, como en la visión de lejos, los ejes respectivos de cada ojo deben dirigirse mas hácia afuera, simulando por lo mismo un estrabismo divergente. Parece que la hipermetropía es producida por la falta de desarrollo de la mitad externa del ojo, y por consi- guiente en él, la mácula lútea está colocada relativamente mas hácia afuera que en el ojo fisiológico. De esta posi- ción relativa de la mácula, depende evidentemente el au- mento del ángulo que forman el eje visual y el del ojo. De lo dicho resulta, que se puede sospechar la existen- cia de una hipermetropía, cuando se note la salida del ecuador de que hemos hablado, siempre que á esto se agre- gue esa especie de estrabismo divergente en la visión de lejos. El diagnóstico de la hipermetropía seria muy sen- cillo, si la acomodación estuviera paralizada por la atro- pina; pero cuando esto no sucede presenta sérias dificul- tades, porque la acomodación nos oculta en gran parte la hipermetropía. De aquí la diferencia que existe entre la hipermetropía latente y la hipermetropía manifiesta. 39 En efecto, si suponemos un ojo hipermétrope, en el que la acomodación tenga todo su vigor, podrá suceder muy bien que bajo su influencia aumente el poder refringente del cristalino, y no solo permita la visión de lejos, sino aun la de objetos cercanos y pequeños. A medida que la edad avance y que la energía de la acomodación se gaste, se irá alejando poco á poco la distancia del punto próximo y manifestándose la bipermetropía. A esta se ha llamado hi- permetropía manifiesta, y á la que queda, disimulada pol- los esfuerzos de la acomodación, hipermetropía latente. De aquí se deducen varias consecuencias: Io, que solo los casos exagerados de hipermetropía, se pueden reconocer en la niñez: 2o, que por regla general, la hipermetropía manifiesta va aumentando á medida que avanza la edad, y 3o, que la hipermetropía latente solo se hace manifiesta cuando se paraliza la acomodación, ya sea por los progre- sos de la edad, ó artificialmente por medio de la atropina. Antes de pasar adelante debo decir, que M. Donders divide la hipermetropía no solo en manifiesta y latente, sino en absoluta y relativa. La hipermetropía absoluta es aquella que no permite la visión de lejos, cualesquiera que sean los esfuerzos que haga el ojo para conseguirlo; y la hipermetropía relativa, aquella en la que se mejora la vi- sión por la convergencia del ojo. Esta última división no tiene mas consecuencia prácti- ca que la del hecho mismo, que es en sí muy importante, á saber: que la visión del hipermétrope mejora por la convergencia del ojo; tan cierto es que la convergencia y la acomodación están ligadas íntimamente, hasta el punto que un hipermétrope produce instintivamente la conver- gencia, con el objeto de aumentar la energía de la acomo- dación y mejorar la hipermetropía, como hemos visto antes. De todo lo dicho se infiere que, por regla general, los liipermétropes no acusan ningún padecimiento sino 40 cuando la acomodación va perdiendo sn vigor, ó cuando ha dado lugar á la astenopía, ó por último, en los casos exagerados de liipermetropía. En este ídtimo caso, ó cuando la acomodación va per- diendo su energía, los pacientes solo se quejan del aleja- miento rápido de su punto próximo, que no está en rela- ción con su edad. Debe sospecharse la existencia de la hipermetropía, cuando una persona nos diga que no puede ver de cerca los objetos pequeños, siempre que esto no coincida con la edad en que aparece la presbicia, ni en los límites de esta. Para examinar á un individuo que se sospecha hipermé- trope, debe ante todo medirse la agudeza de su visión, y esto es tanto mas necesario, cuanto que la hipermetropía se acompaña, por lo común, de una ambliopía mas ó me- nos exagerada, lo cual es debido á la misma causa que produce la hipermetropía, que como liemos dicho antes, es la falta de desarrollo de la mitad externa del ojo. Una vez conocida la agudeza de la visión, se busca la distancia del punto próximo, y para esto se coloca al in- dividuo á cierta distancia de la escala de ensaye, usando de caractéres proporcionales á la agudeza de su visión. Poco á poco se le va acercando y cambiando los ca- ractéres de letra, hasta llegar á una distancia en que el número correspondiente no se pueda leer sino con fatiga. Esta será la distancia de su punto próximo, y el número de la lente biconvexa que le permita leer este mismo nú- mero á la distancia de seis ú ocho pulgadas, nos dará la medida de su hipermetropía manifiesta. La medida del punto próximo se puede tomar también por medio del oftómetro de Graefe. Para medir la hipermetropía latente, se necesita para- lizar la acomodación y colocar al enfermo á la distancia de quince ó veinte pies de la escala, poniéndole el número 41 que corresponda á la agudeza de su visión. El número de la lente biconvexa que le permita leer este número á la distancia indicada, dará la medida de la liipermetropía total. Ahora bien; la diferencia que haya entre esta y la liipermetropía manifiesta, que ya conociamos, es la medida de la hipermetropía latente. Cuando las ocupaciones del individuo no permitan pa- ralizar la acomodación, se podrá deducir la hipermetropía latente, de la comparación de la distancia del punto próximo con la que debiera tener si el ojo fuera présbita. La lista que hemos dado en el capítulo I al tratar de la presbicia, nos dará á conocer la distancia del punto próxi- mo á la edad de la persona que examínanos, cuando el ojo es emétrope; mientras que la exploración directa nos en- seña cuál es esta misma distancia en el caso presente. Comparando estas dos distancias, fácil es calcular la can- tidad de refracción que falta, para que el punto próximo estuviera á la distancia que corresponde al ojo emétrope, y esta cantidad de refracción nos dará la medida exacta de la hipermetropía que existe. Al tratar de la miopía hemos dicho, que cuando es exa- gerada, puede producir un estrabismo divergente por la insuficiencia de los músculos rectos internos. En la hiper- metropía sucede lo contrario cuando es considerable, pues se produce un estrabismo convergente. Este fenómeno ha sido diversamente interpretado. M. Donders lo atribuye á la ventaja que el hipermétrope saca de la convergencia, para ver con mas claridad; mientras que M. Giraud-Teu- lon lo refiere á la insuficiencia de los músculos rectos ex- ternos. Sea de esto lo que fuere, lo cierto es, que si en la visión de lejos hay en un hipermétrope un estrabismo di- vergente aparente, en los fuertes grados de hipermetro- pía se produce un estrabismo divergente periódico. 42 ARTÍCULO 3o Diagnóstico de la presbicia. Como he dicho antes, la presbicia consiste en el aleja- miento progresivo del punto próximo, alejamiento que empieza desde la juventud, siendo entonces mas rápido, y que termina en la vejez, cuando el punto próximo coin- cide con el remoto. Ya he indicado antes, y repito ahora, que aunque ge- neralmente se atribuye la presbiopía á la fatiga de la aco- modación, esto no puede ser exacto si se toma de una manera absoluta; porque si es cierto que el alejamiento del punto próximo empieza desde la juventud, no se con- cibe cómo pudiera suceder esto en una edad en que la contracción muscular conserva toda su energía, ni mucho menos que este cansancio muscular fuese mas marcado en la niñez que en la decrepitud. La explicación mas satis- factoria es, sin duda, la que ha dado Helmholtz, quien atribuye la presbiopía al endurecimiento ó condensación progresiva de las capas corticales del cristalino. No debe olvidarse que el referido autor ha demostrado que una lente de la misma forma que el cristalino, pero cuyas ca- pas todas tuvieran la consistencia del núcleo de este ór- gano, tendría por este solo hecho una distancia focal mas larga que la que tiene el cristalino normal, y cuyas capas se van endureciendo poco á poco de la circunferencia al centro. ¿A qué edad empieza la presbicia, y por qué no se ha- ce perceptible desde la niñez, supuesto que desde enton- ces empieza el alejamiento del punto próximo? La res- puesta es muy sencilla: la presbiopía solo se hace sentir cuando el alejamiento del punto próximo es tal, que difi- 43 culta ó molesta los trabajos ordinarios de la vida. En la tabla que hemos dado antes, se ve que á la edad de 10 años el punto próximo está, en un ojo emétrope, á la dis- tancia de pulgadas, y que esta va aumentando poco á poco, hasta que á los 40 años dista ya 9 pulgadas. Esto supuesto, mientras sea posible trabajar á una distancia menor que la de 8 pulgadas, el paciente no sufre ningún malestar ni experimenta ninguna molestia, á pesar de que la distancia de su punto próximo se vaya alejando paula- tinamente. Pero cuando es mayor de 8 pulgadas, no so- lamente llama la atención la gran distancia á que es ne- cesario colocar los objetos para poderlos percibir, sino que confundiéndose los objetos pequeños á medida que aumenta aquella, el paciente se ve obligado á buscar un medio para evitar esta confusión. Entonces se dice que la presbiopía empieza. Veamos ahora cómo se diagnostica esta anomalía de la refracción. El enfermo nos informará de que su vista de lejos se conserva en buen estado, pero que para leer ó mirar objetos pequeños encuentra bastante dificultad. Si entonces medimos la agudeza de su visión, encontra- remos, por regla general, que esta es normal, excepto en los casos en que la presbiopía coincida con una amblio- pía. Si se da á un présbita un libro impreso con caracté- res pequeños, se verá que instintivamente lo aproxima y aleja alternativamente de sus ojos, como para buscar la distancia á la que ve con mas claridad. Si estuviese poco iluminada la pieza, se acercará maquinalmente á la puer- ta ó á la ventana para buscar mas luz; ó si hubiere luz ar- tificial, procurará colocar esta entre su ojo y el objeto. La explicación de este último fenómeno no ha sido uni- formemente dada por todos los autores: unos creen que el présbita busca una luz fuerte, porque disminuyendo la claridad de la imágen por el alejamiento, trata de ha- 44 cer llegar mas luz, para compensar así la que se pierde por la distancia. Otros lo explican diciendo que una luz intensa produce el estrechamiento de la pupila, disminu- yendo así los círculos de difusión y aumentando propor- cionalmente la claridad de la imagen: por esto, dicen, la naturaleza previsora ha hecho que la pupila sea mas es- trecha en el viejo que en el niño. Yo, por mi parte, creo que la necesidad de luz que experimenta el présbita es debida á estas dos causas á la vez. Para medir el grado de la presbiopía, se puede hacer uso ó del oftómetro de Graefe, que todos conocen, ó de la escala progresiva de Giraud-Teulon. Cuando se usa de esta última, se coloca el enfermo á 10 ó 12 piés de la escala y se le hace leer el número que corresponda á la agudeza de su visión. Poco á poco se le va acercando, disminuyen- do á la vez proporcionalmente el número de los cartones. La distancia á que ya no sea posible leer el número cor- respondiente, será, como hemos dicho antes, la del punto próximo; y una vez conocida esta, se deducirá fácilmente el número de la lente que corrija la presbiopía. De lo dicho se infiere, que la presbiopía se diagnostica por la imposibilidad de ver de cerca, y porque los vidrios biconvexos corrigen este estado. Pero hay otras enferme- dades, tales como una catarata muy incipiente, la hiper- metropía, etc., en las que hay alejamiento del punto próxi- mo, y sin embargo, no hay presbiopía simple. Que una catarata incipiente puede dar lugar al alejamiento del punto próximo, se deduce de la ley de Helmholtz. Entre las modificaciones que sufre un cristalino que se va á opa- car, una de las primeras, á lo menos en cierta forma de catarata, es el endurecimiento de sus capas; y, como se- gún hemos dicho, un cristalino que tuviera sus capas cor- ticales mas duras que en el estado normal, tendría una distancia focal mayor, resulta necesariamente que uno de 45 los primeros síntomas de la catarata dura, será el aleja- miento del punto próximo. El modo de evitar este error de diagnóstico, consiste en averiguar, por la tabla de M. Donders, si el alejamiento del punto próximo corresponde á la edad del individuo ó es mas exagerada: en el primer caso habrá simplemente presbiopía, y en el segundo podrá haber, ó una catarata muy incipiente ó una hipermetropía. La dilatación de la pupila nos permite examinar la distancia del punto re- moto. Si este se halla al infinito y la persona que tiene paralizada la acomodación ve bien de lejos, se puede ase- gurar que no hay hipermetropía, en cuyo caso la esclerosis del cristalino es muy probable, y se debe temer mucho el desarrollo de una catarata. Si dilatada la pupila, la vi- sión de lejos es imperfecta, y sobre todo, si se mejora por el uso de vidrios biconvexos, se debe diagnosticar la hi- permetropía y atribuir á ella la poca relación que hay entre la edad del enfermo y el alejamiento de su punto próximo. Hay ciertas ambliopías que pueden simular la presbi- cia, porque en ellas los vidrios biconvexos mejoran la vi- sión de cerca; fenómeno que es debido á la amplificación de la imagen que producen y á la necesidad que tiene el ojo de imágenes grandes. El diagnóstico diferencial se hará, sin embargo, fácil- mente, si se atiende á que en la presbicia, cuando el indi- viduo no usa vidrios biconvexos, el simple alejamiento bas- ta para aclararle los objetos, mientras que en la ambliopía sucede lo contrario: por otra parte, en la presbiopía sim- ple la agudeza de la visión es casi igual á la unidad, mien- tras que en la ambliopía se encuentra mas ó menos dis- minuida. Por ídtimo, el exámen oftalmoscópico revela que el ojo se halla en estado fisiológico en la presbiopía simple, mientras que en la ambliopía existe alguna alte- 46 ración de los medios trasparentes ó del fondo del ojo. Para terminar lo relativo al diagnóstico de la presbio- pía, indicaré las variaciones qne produce este estado, se- gún que el ojo es emétrope, liipermétrope ó miope. En el caso de emetropía, el alejamiento del punto próximo corresponde á la edad que marca la tabla tantas veces ci- tada. No necesitaré insistir muclio para demostrar que, en caso de hipermetropía, el alejamiento del punto próxi- mo debe ser mucho mas marcado que en el estado fisio- lógico, y que el grado de ella será tanto mayor, cuanto mas notable sea la diferencia que se note entre el aleja- miento del punto próximo que corresponde á la edad del individuo, y el que se encuentre en el caso en cuestión. En la miopía el resultado debe variar, según que sea exagerada ó poco intensa. Si el punto remoto está á 8 pul- gadas ó es mas cercano, la presbiopía no se hará sentir, porque hemos dicho que esta anomalía empieza cuando el punto próximo dista del ojo mas de 9 pulgadas, y como esto es imposible en la miopía de | ó en las mas fuertes, se infiere necesariamente que en ellas no se puede marcar la presbicia. En la vejez mas avanzada, el punto próximo coincide con el remoto, siendo este el grado mas fuerte de presbicia que puede darse: ahora bien, en la miopía de de f, por ejemplo, el punto remoto dista solo 8 pulgadas del ojo; luego ni en los grados mas fuertes de presbicia podrá ir el punto próximo mas allá de 8 pulgadas de dis- tancia, y por consiguiente la presbicia nunca se hará sentir. Si la miopía es ligera, es decir, si es igual á ó á ~, por ejemplo, ó lo que es lo mismo, si el punto remoto se halla á la distancia de 12 ó 20 pulgadas, sucederá que aleján- dose el punto próximo, á los 40 ó 45 años se hallará mas allá de 8 pulgadas, y por consiguiente la presbiopía se irá haciendo sentir. De lo dicho resulta que en ese caso un 47 individuo necesita usar vidrios bicóncavos para ver á lo lejos y de biconvexos para ver cerca. AETÍCULO 4" Diagnóstico de la Astenopia acomodativa. Teniendo esta enfermedad caractéres tan marcados, no es fácil confundirla con otra. Una persona que cuando empieza á trabajar en objetos cercanos lo hace con facili- dad, y poco tiempo después estos se le confunden mas ó menos, sintiendo entonces una sensación molesta y aun dolor frontal, habiendo ademas inyección de las conjun- tivas, y lagrimeo algunas veces, no puede tener otra cosa mas que la astenopía acomodativa. El diagnóstico será mas seguro si el tiempo que dure el trabajo sin fatiga es proporcionado al reposo anterior de la vista. En efecto, no se puede admitir racionalmente ni la am- bliopía ni ninguna afección permanente de la refracción estática ó dinámica, si la persona puede acomodar de cer- ca, aunque sea por un tiempo corto. Las alternativas de percepción exacta y confusión de la imágen, revelan indudablemente la existencia de una causa patológica que va y viene, circunstancia que aleja la idea de una causa or- gánica. Ya hemos indicado, al tratar de la hipermetropía, que para conocer el grado de astenopia es preciso medir antes la hipermetropía manifiesta; es decir, averiguar la distan- cia del punto próximo. Al hacer esta operación se debe buscar, como hemos dicho, la menor distancia á que el individuo pueda sin fa- tiga leer el carácter mas pequeño de letra correspondien- te á su edad. Cuando se trate de encontrar la distancia del punto próximo en un présbita, se buscará la menor 48 distancia á que el individuo pueda leer la letra mas pe- queña que sea posible; y esto se ha dicho de una mane- ra absoluta, porque no existiendo en el présbita facultad para acomodar á una distancia mas corta de su punto próximo, no hay peligro alguno de error. No sucede lo mismo en la astenopía acomodativa, porque como en esta no falta completamente la acomodación, sino que está so- lamente fatigada, pudiera hacerse la exploración en el mo- mento en que esta facultad se hallara con cierta energía, y habria entonces un motivo de error. Por esto se acon- seja que para determinar el punto próximo se busque la distancia mas corta á la que se pueda leer por un tiempo largo sin fatiga. ARTÍCULO 5? Diagnóstico de la Midriasis. La midriqsis consiste en la dilatación de la pupila y la parálisis de la acomodación, debida á la acción de una sustancia que tenga esta propiedad, como la atropina por ejemplo, ó alguna otra causa patológica que paralice mas ó menos el tercer par de los nervios cerebrales. Se sabe que la contracción de la pupila se verifica bajo la influencia del ramo corto del ganglio oftálmico, el cual está formado en gran parte por liilitos nerviosos que vie- nen del motor ocular común ó tercer par. Se sabe también que la dilatación de la misma pupila se bace bajo la in- fluencia del gran simpático. Toda causa que interrumpa el equilibrio, sea excitando al gran simpático, como lo hace, por ejemplo, la atropina} ó paralizando al motor ocular común, deben dar lugar á la dilatación de esta abertura y á la parálisis mas ó menos completa de la acomodación. Las causas que obran paralizando el motor ocular co- 49 mun, son: Io, el estado reumático: 2o, las desorganizacio- nes mas ó menos avanzadas del nervio, sea por un derra- me sanguíneo en el origen ó en el trayecto del tronco, ó por la existencia de tumores intra-cranianos, ya sean si- filíticos ú otros. Si la midriasis es producida por la excitación del gran simpático, no habrá otro fenómeno objetivo que la dilata- ción de la pupila. En el caso de que sea producida por la parálisis del motor ocular común, habrá también parálisis mas ó menos completa del elevador del párpado superior, así como estrabismo convergente. A estos fenómenos objetivos se agregarán los correspon- dientes á la parálisis de la acomodación, que variarán se- gún que el ojo sea emétrope, hipermétrope ó miope, como sucede en la presbicia, en circunstancias análogas. Seria curioso saber el estado de la acomodación en los casos de aniridia ó falta congénita del iris. Habiendo ob- servado un caso de este género, tuve deseo de saber el es- tado de la acomodación. Por desgracia, se trataba de un niño en quien la razón no se había desarrollado todavía, y que por lo mismo no podía explicar sus sensaciones. Sin embargo, este niño pudo aprender á leer, aunque imperfec- tamente, cuya circunstancia revelaba que la acomodación se hacia á pequeña distancia. Como desde que nació no había vuelto á ver á este niño hasta la edad de seis ó siete años en que me volvieron á consultar, por habérsele opa- cado los dos cristalinos, tuve que atenerme á los datos que me proporcionó su familia, sin poder averiguar cuál era el tamaño de las letras del libro en que leia, ni la distancia á que se lo colocaba. 50 ARTÍCULO 6° Diagnóstico de la Myosis. El diagnóstico de la myosis no presenta ninguna dificul- tad, aunque no siempre sea fácil averiguar la causa que la produce. El progreso de la edad basta por sí solo para producir una especie de myosis. Todo el mundo sabe que en los viejos la pupila esta mucho mas estrecha que en los ni- ños. Diversas afecciones cerebrales producen un estado semejante, así como también la iritis, la retinitis y algu- nas otras enfermedades del ojo. Ciertas sustancias, como el sémen-contra, la cicuta, la digital, la morfina, y sobre todo, la haba de Calabar, tienen también la propiedad de estrechar la pupila. Por último, se ha descrito un es- tado espasmódico espontáneo de la acomodación. No debe olvidarse que la contracción de la pupila está bajo la influencia del motor ocular común, y la dilatación bajo la del gran simpático. En consecuencia, toda causa que paralice la acción de este último nervio, ó estimule el motor ocular común, sea de una manera directa ó por ac- ción refleja, debe producir la myosis ó estrechamiento de la pupila. Cuando la myosis sobrevenga á consecuencia de la parálisis del gran simpático, al estrechamiento de la pupila, se deben agregar todos los fenómenos consecutivos á la parálisis de los nervios vaso-motores. Así el ojo y las partes inmediatas se inyectarán y su temperatura se ele- vará á consecuencia del mayor aflujo de sangre; fenómenos que faltan en el caso de que la myosis sea consecutiva á la excitación del motor ocular común. Sea cual fuere la causa que produzca este estado, el síntoma característico es el estrechamiento de la pupila. En el espasmo espontáneo 51 de la acomodación, que como antes lie dicbo, nunca lie observado, se dice que hay un estado de miopía mas ó me- nos marcado; es decir, una diminución en la distancia de los puntos próximo y remoto. Ya en otra parte he dicho cuál es mi juicio sobre la myo- sis que produce la haba de Calabar. ARTÍCULO 7° Diagnóstico de la afaquia. Esta anomalía, que consiste en la falta del cristalino, es una consecuencia de la operación de la catarata por ex- tracción, ó de la absorción de diclio órgano. El fenómeno mas marcado que produce es una liiper- metropía exagerada, y por consiguiente, una falta total de acomodación. Como que no hay cristalino, se necesitan vidrios muy fuertes, tanto para ver de lejos como para ver de cerca. Los antecedentes del enfermo aclaran el diagnóstico, por regla general; pero como alguna vez quisiera alguno si- mular un estado semejante, bueno será indicar los medios de que la ciencia dispone para evitar este error. Es de notarse desde luego que siempre que un indivi- duo pueda ver de lejos con el número 5 ó 6 de los vidrios biconvexos, ó leer con los 2 ó 3, no puede menos de ser afáquico, y seria imposible simular un estado semejante. Pero la duda no será ya posible, si buscando las imá- genes de Purkinje se nota la falta de la imágen invertida, así como la de la segunda directa, que son las reflejadas por las caras anterior y posterior del cristalino, cuando este órgano existe. Ademas, si se ilumina el ojo oblicua- mente, concentrando sobre él los rayos luminosos que atraviesen una lente biconvexa, no se encontrará ese as- 52 pecto estriado, propio del cristalino en una edad avarn zada. ARTÍCULO 8o Diagnóstico del Astigmatismo. Antes de entrar de lleno á estudiar el diagnóstico del astigmatismo, permitánseme algunas consideraciones im- portantes. Ya he dicho que el astigmatismo consiste en la diferen- cia de refracción en los diversos meridianos del ojo. La ex- periencia ha demostrado que siempre forman ángulo recto los que tienen el máximum y mínimum de poder refrin- gente. También nos enseña que por lo común el meri- diano vertical es mas refringente que el horizontal, aun- que esta regla sufre numerosas excepciones. Pero nos falta averiguar: Io, si el astigmatismo depende de la cór- nea solamente, ó del cristalino, ó de los dos órganos á la vez; y 2o, si el fenómeno se produce siempre por la dife- rencia de refracción de los dos meridianos principales, ó si se puede producir por otra causa. Para averiguar lo pri- mero se debe proceder de la manera siguiente. Por me- dio del oftalmómetro mídase la convexidad de los diferen- tes meridianos de la córnea, y el resultado dirá el grado de asimetría de solo esta membrana. Mídase en seguida, por los medios de que hablaremos después, la asimetría total del ojo; y si entonces comparamos uno y otro resul- tado, fácilmente deduciremos si el astigmatismo total, de- pende solamente de la asimetría de la córnea. En el caso de que sea así, podremos asegurar que el cristalino tiene todos sus meridianos igualmente refringentes, y en el opuesto habria que admitir la asimetría de la lente. Por varias experiencias hechas de la manera que he in- dicado, se ha llegado á demostrar que tanto la córnea 53 como el cristalino son frecuentemente asimétricos; pero que en algunos casos la asimetría de la córnea es homó- nima con la del cristalino, mientras que en otros es he- terónima. Respecto de la segunda cuestión diré de una manera general, que en casos muy determinados hay fenómenos análogos á los del astigmatismo, que no dependen de la desigual refracción de los meridianos, sino de la oblicui- dad mas ó menos exagerada del cristalino. Que hay otros casos, también muy determinados, en que al astigmatismo, tal como lo hemos descrito y que llamaremos regular, se agrega otra especie que denominaremos irregular, y que depende de la refracción desigual en los diversos puntos del mismo meridiano. Deseando ser lo mas conciso que me sea posible, estu- diaré el diagnóstico del astigmatismo en general, sin ave- riguar si depende de la córnea ó del cristalino, ó de am- bos órganos; omitiendo hablar de las inclinaciones de la lente, así como del astigmatismo irregular. El astigmatis- mo regular se divide en normal y anormal, simple, com- puesto y mixto. El astigmatismo normal es el que existe en el mayor número de ojos, sin dar lugar á ninguna perturbación de la visión; y el anormal es el que perturba el libre ejerci- cio de la visión. Diremos que el astigmatismo es simple cuando uno de los meridianos es miope ó hipermétrope, y el otro emé- trope ó fisiológico: que es compuesto cuando los dos me- ridianos principales tengan el mismo vicio de refracción, ya sea que los dos sean miopes ó hipermétropes, aunque en grados diversos. Por último, se llamará mixto siempre que uno de los meridianos sea miope y el otro hipermé- trope, ya sea que domine uno ú otro vicio de refracción. Para que el diagnóstico del astigmatismo sea completo, 54 se necesita ante tocio reconocer su existencia; para buscar después la dirección de los meridianos principales y el es- tado de la refracción de cada uno de ellos. De este último dato se deducirá fácilmente el grado del astigmatismo, que no es otra cosa sino la diferencia que hay entre la refrac- ción de uno y otro meridiano. Entre los síntomas por medio de los cuales reconoce- mos la existencia del astigmatismo, encontramos, en pri- mer lugar, la diminución de la agudeza de la visión, con la circunstancia de que esta no aumenta ni disminuye con el trascurso de los años: de aquí viene la necesidad que tiene un ojo astigmático de acercarse, para poder leer algu- no de los números de la escala. Si se usa del oftalmoscopio para averiguar la causa de la diminución de la agudeza de la visión, se encontrará que los medios están perfecta- mente trasparentes y que en el fondo del ojo todo se ha- lla en estado fisiológico. Sin embargo, si se fija la atención en la forma de la papila, se notará fácilmente que no es circular, sino que tiene la figura de elipse, alargada en di- recciones cruzadas, según que se examine la imágen de- recha ó la invertida. En este último caso, es absolutamente necesario que el plano de la lente sea perfectamente ver- tical al visual, porque de otra manera la sola inclinación de la lente podría producirnos el alargamiento de la pa- pila. Al que tenga una poca de práctica en el uso del oftal- moscopio, le será muy fácil poner la lente en la dirección indicada, bastando para esto que las dos imágenes que se tienen por la reflexión del espejo en ambas caras de la lente, se hallen en la misma línea, sin que una sea superior á la otra, ó haya alguna desviación lateral; de manera que debe buscarse la fusión de las dos imágenes. Si tomando esta precaución no se ve la papila circular, sino ovalar, y si no hay esclerocoroiditis posterior ú otra enfermedad que deforme el fondo del globo ocular, se puede asegu- 55 rar que esta papila alargada es sintomática del astigma- tismo. Otro de los fenómenos que caracterizan á esta anoma- lía, es la dificultad que experimenta el enfermo para defi- nir cuál lente es la que mejora su visión. Como su acomo- dación está intacta, y la claridad ó confusión de los objetos depende de la forma de estos y de si el individuo acomo- da, según las exigencias de uno ú otro meridiano, resulta que una lente que mejora la visión cuando se acomoda para el diámetro vertical, la empeorará en el horizontal, y vice versa; ó en otros términos, habiendo en el astigma- tismo una verdadera distancia focal, como hemos demos- trado antes, y en la cual se cruzan alternativamente los rayos refractados por los diversos meridianos, toda lente que acerque mas ó menos su foco al límite anterior ó pos- terior de la distancia focal, parecerá mejorar ó empeorar al enfermo, según que este acomode para el límite ante- rior ó posterior. Ya hemos dicho que un ojo astigmático ve á mas corta distancia las líneas que se refractan en el meridiano de mayor curvatura, que las que se refractan en el de menor. De aquí resulta que si hay un conjunto de líneas horizon- tales y verticales, separadas las unas de las otras, un as- tigmático podrá verlas con igual claridad á la distancia dada, porque alternativamente acomodará para unas ó para otras. Pero si dichas líneas están muy cercanas, como su- cede en las letras, no se verificará lo mismo, porque si acomoda, por ejemplo, para las líneas horizontales, las ver- ticales darán lugar á imágenes de difusión anchas y mal limitadas, y su proximidad hará que unas de estas caigan sobre las imágenes perfectas de las otras, impidiendo así la claridad del objeto. Por esta razón un astigmático lee con tanta mas dificultad, cuanto mas exagerado es el gra- do del astigmatismo. 56 La diferencia de curvatura de los dos meridianos prin- cipales, da lugar á otro fenómeno curioso. Dos líneas de igual longitud, de las cuales una es horizontal y la otra ver- tical, parecen de dimensiones diferentes, apareciendo mas grande la que tiene la dirección del meridiano mas con- vexo, y mas pequeña la otra. Esto depende de la diversa situación que tiene el segundo punto nodal en cada uno de los meridianos. Sabido es que la imágen será tanto mas grande, cuanto mayor sea la distancia de este segun- do punto nodal á la imágen misma: ahora bien; en el ojo la imágen se pinta en la retina, y el punto nodal en cues- tión, coincide casi con el centro óptico de la córnea; por consiguiente, mientras mas se acerque á ella este centro óptico, mas se alejará de la retina. Luego mientras mas convexo sea uno de los dos meridianos, mas distancia ha- brá entre el segundo punto nodal y la retina. Luego la imágen que corresponda al meridiano de mayor curvatura, debe ser mayor que la que corresponde al del mínimum; y como en la inmensa mayoría de casos, el diámetro ver- tical es mas convexo que el horizontal, se deduce que las líneas verticales deben parecer mayores que las horizonta- les. Por esto sucede que para un ojo astigmático un cua- drado parece un paralelógramo. Les llama mucho la atención á los astigmáticos el si- guiente síntoma: un punto luminoso, visto á cierta distan- cia, no parece circular, sino elíptico. Este mismo fenómeno pasa cuando se examina á cierta distancia una pequeña abertura circular puesta frente á una luz fuerte; un ojo normal la verá con su forma propia, mientras que un as- tigmático la verá alargada. Si en estas circunstancias se van poniendo delante del ojo anómalo diversas lentes bi- cóncavas, se llegará á encontrar una con la cual el punto luminoso tendrá la forma de una línea. Si abandonando esta lente se toman las biconvexas, se encontrará otra con 57 la que el punto luminoso aparecerá también como una lí- nea; pero esta tendrá una dirección diametralmente opues- ta á la anterior, de modo que una será perpendicular á la otra, y cada una de ellas corresponderá á uno de los me- ridianos principales. Por ser mas breve, no liaré mención de los diversos fe- nómenos de dispersión de los colores que se producen en los astigmáticos; pero es bastante lo dicho anteriormente para reconocer la existencia de un astigmatismo. Pasemos ahora á estudiar los medios que sirven para de- terminar la dirección de los dos meridianos principales. Ya hemos dicho que en un astigmático un cuadrado pa- rece un paralelógramo cuya longitud mayor está en el sen- tido del meridiano mas convexo. Conocida por este dato la dirección del meridiano que tiene el máximum de cur- vatura, fácilmente se deduce la dirección del otro; por- que sabemos que son perpendiculares entre sí. Por la forma de la papila se puede comprobar lo dicho anteriormente, pues en un astigmático está alargada se- gún el diámetro de mayor curvatura, cuando se examina la imágen derecha. El procedimiento que mas generalmente se sigue para averiguar la dirección de los dos meridianos, consiste en buscar la forma de las imágenes de difusión de un punto luminoso, según que la retina coincida con la parte ante- rior de la distancia focal ó con la posterior. Sabemos que la imágen de difusión de un punto luminoso se va alar- gando poco á poco hasta formar una línea, que tiene la misma dirección que el meridiano menos convexo. Que después unos rayos se cruzan y otros se siguen aproximan- do, hasta un punto en que son equidistantes y forman una imágen circular. Mas allá ésta se va alargando en sentido opuesto, hasta formar una línea cuya dirección sea la del meridiano mas convexo. 58 De aquí resulta que si tuviéramos un medio para averi- guar si la retina coincidia con la parte anterior ó poste- rior de la distancia focal, podriamos conocer por el alar- gamiento de la imágen, la dirección precisa de cada uno de los meridianos. Cuando la parte anterior de la distancia focal coincida con la retina, el alargamiento de la imágen nos dará la di- rección del meridiano menos convexo; pero si coincide con la parte posterior de esa misma distancia, entonces el alar- gamiento nos dará la dirección del meridiano mas convexo. Es muy fácil hacer que la parte anterior ó la posterior de la distancia focal coincidan con la retina. El uso de los vidrios bicóncavos ó biconvexos, alejando ó acercando el punto remoto, producen fácilmente este efecto. Ya hemos dicho que si un astigmático dirige la vista hácia un punto luminoso lejano, lo ve alargado. Sabemos también que entre los vidrios bicóncavos encontraremos uno con el cual la imágen tenga la forma de una línea, y entre los biconvexos otro con el que la forma lineal rea- parezca, pero teniendo una dirección vertical á la anterior. Ahora bien; una lente bicóncava, haciendo divergentes á los rayos luminosos, tiende á alejar el foco de la retina, llevándolo atrás de dicha membrana; por consiguiente, en un astigmático, una lente bicóncava hará retroceder la dis- tancia focal que hemos descrito, y la línea luminosa que se pinte en la retina, será la que corresponda á la línea focal anterior. Pero como la línea focal anterior marca la dirección del meridiano menos convexo, tendremos un me- dio bastante seguro para reconocer la dirección de este meridiano. Con razones análogas podriamos demostrar que la lente biconvexa que produce otra imágen lineal en dirección diametralmente opuesta, nos dará precisamente la direc- ción del meridiano mas convexo. 59 No es preciso en todos los casos buscar la forma lineal del punto luminoso, pues basta conocer con exactitud la dirección del alargamiento de la imágen, para deducir la del meridiano correspondiente. Averiguada ya la existencia del astigmatismo y la di- rección que tienen los meridianos verticales, falta única- mente saber cuál es el grado de refracción de cada uno de ellos. Al hablar del tratamiento indicaremos el uso del oftó- metro de Javal, limitándonos entretanto á dar un medio que esté al alcance de todo el mundo. Conocida la dirección de cada uno de los meridianos principales, se debe ante todo paralizar la acomodación para evitar toda causa de error, y una vez hecho esto, se coloca al paciente á la distancia de 15 ó 20 piés franceses de la escala oftométrica. Haciendo uso entonces de la len- te estenopeica, ó de una hendedura cualquiera, de un milí- metro de ancho poco mas ó menos, se debe colocar pre- cisamente cerca del ojo y en la dirección exacta de uno de los meridianos. Hecho esto, se invita al enfermo á leer el número que corresponda á la agudeza de su visión; si lo consigue, tendremos seguridad de que dicho meridiano es emétrope; pero si no pudiere leer, se combinarán con la abertura lentes bicóncavas ó biconvexas, hasta conse- guir que el individuo lea con claridad. Si la lente que ha producido el efecto fuese bicóncava, diremos que el me- ridiano en cuestión es miope del número que correspon- da á la lente, y si esta hubiere sido biconvexa, diremos que hay hipermetropía del número respectivo. De la misma manera procederemos á examinar el otro meridiano, cuya dirección nos es conocida, y el resultado nos dirá si el astigmatismo es simple, compuesto ó mixto. 60 CAPÍTULO 111. ARTICULO 1" Tratamiento. —Miopía. Supuesto que la miopía consiste en el exceso de la re- fracción estática, quedando íntegra la refracción dinámi- ca, la razón natural indica que su tratamiento está funda- do en la sustracción del exceso de refracción, para que los rayos paralelos vengan á formar su foco justamente en la retina. Exponiendo así la razón del tratamiento de la miopía, nada parece mas fácil que su corrección; sin embargo, hay muchas circunstancias que deben tenerse presentes para llenar debidamente cada una de las indicaciones, co- mo veremos en lo sucesivo. Hablaré primero de las consideraciones que se deben tener presentes cuando se va á hacer uso de lentes bicón- cavas, sobre todo si son de fuerte refracción, y después me ocuparé de las indicaciones particulares. Cuando se quiera neutralizar completamente toda la miopía que existe, es preciso escoger una lente cuya dis- tancia focal, sumada con la que hay de los espejuelos al ojo, sea igual á la distancia del punto remoto. Pondré un ejemplo para aclarar mi pensamiento: supongamos que se trata de una miopía en la que el punto remoto diste del ojo 8 pulgadas. Si se escoge una lente cuya distancia focal sea esa misma, seria necesario aplicarla justamente sobre la córnea, porque de no ser así, habría que tener en cuenta la distancia que media entre el ojo y la lente; y si suponemos que esta sea igual á pulgada, tendríamos como resultado final, que los rayos luminosos llegarían al 61 ojo como si partieran de pulgadas de distancia, y por lo mismo la anomalía no quedaría completamente neutra- lizada. Así pues, si la distancia del punto remoto es de 8 pulgadas, y si los espejuelos deben colocarse á | pulgada delante del ojo, tendremos que escoger una lente de 7| pulgadas de distancia focal; para que así la suma sea igual á la del punto remoto, que en el presente caso mide 8 pulgadas. De aquí resulta que una lente bicóncava produce un efecto tanto mas fuerte cuanto menos dista del ojo, y por eso vemos que los miopes que tienen lentes débiles, cuan- do quieren ver con perfección oprimen la armadura de los anteojos contra la nariz, para llevar mas liácia atrás los vidrios y disminuir así la distancia que hay entre la lente y la córnea. Antes de pasar adelante debo decir, que siguiendo rigo- rosamente las reglas de la dióptrica, las distancias deben tomarse desde el punto nodal anterior del ojo, que está colocado poco mas ó menos á £ de pulgada detrás de la córnea; pero como en la práctica es mas fácil contar des- de la superficie del órgano, por eso he hablado de la dis- tancia de la lente á la parte mas anterior de la córnea, y no á la del punto nodal anterior, como en rigor debí ha- ber dicho. En tanto una lente divergente mejórala miopía, en cuan- to á que coloca las imágenes de los objetos á la distancia que alcanza la vista del miope. Sabido es que una lente divergente no tiene foco real, sino virtual; es decir, que los rayos no se reúnen detrás de la lente, sino que prolonga- dos hácia adelante clespues de la refracción, forman el foco entre la lente y el objeto, en un punto que varía según la distancia focal de la lente. Supongamos un miope de f, que por lo mismo no ve mas allá de 8 pulgadas francesas, á quien sin inconveniente pudiera aplicársele una lente de 62 8 pulgadas sobre la superficie misma del ojo; resultaría que los rayos que vienen del infinito después de la refrac- ción, tendrían una dirección tal, que si se prolongaran entre la lente y el objeto, se reunirían á la distancia de 8 pulgadas, que es la focal de la lente: por esta razón le parece al observador que el objeto solamente dista de su ojo 8 pulgadas, y como hasta allá alcanza únicamen- te su visión, percibe entonces los objetos que antes no percibía. Esto pasa siempre que los rayos incidentes tienen una dirección paralela; pero si el objeto se acerca, y por con- siguiente aquellos se hacen divergentes, el foco no se hallará á la distancia focal principal, sino mas cerca de la lente, y por lo mismo mas cerca del ojo. Los resultados obtenidos en tales casos están conformes con los princi- pios dióptricos relativos á los focos conjugados de esta es- pecie de lentes. Haciendo ahora aplicaciones de la doctrina á la prácti- ca, resulta que una lente puede servir muy bien cuando se aplique para ver objetos lejanos; pero que su uso ten- drá inconvenientes para la visión de cerca. En efecto, á medida que el objeto se aproxima disminuye la distancia de la imágen al ojo, y esto de una manera tanto mas mar- cada cuanto la lente sea mas fuerte. Ahora bien; la aproxi- mación de la imágen al ojo exige un aumento de acción en el músculo acomodador, y podrá suceder muy bien que usando lentes muy fuertes para ver objetos muy cercanos, la imágen esté tan próxima al ojo que ya no baste la aco- modación para percibirla. No debe olvidarse que otro de los efectos que producen las lentes divergentes es disminuir la magnitud de la imá- gen del objeto, y esto es tanto mas marcado cuanto mas fuerte sea la lente. De aquí resulta que en los grados ele- vados de miopía, en los cuales existe frecuentemente una 63 ambliopía mas ó menos marcada, la lente que destruya la miopía producirá imágenes tan pequeñas, que no sean compatibles con el grado de la ambliopía, y esto dará lu- gar á que se pierda por una parte lo que por otra se ha- bia conseguido. Por último, no debe perderse de vista que para que el efecto de una lente bicóncava sea perfecto, es necesario aprovechar los rayos luminosos que atraviesan precisa- mente por su centro. De aquí la necesidad de que las len- tes estén bien centradas, y de que al aplicarlas, su centro coincida con el de la abertura pupilar. Por esta razón suelen ser preferibles á las ovalares las lentes que tienen una forma circular, pues al fabricante le es mas fácil hacer que coincida el centro de la lente con el de la figura, en las segundas que en las primeras. Cuando el centro de la lente bicóncava no coincide con la abertura pupilar, los rayos que se dirigen á la retina pasan de uno á otro lado no por el centro, sino entre este y la periferia de la lente, produciendo entonces un efecto prismático que variará según la posición que guarde el centro de la lente. Si este se halla colocado adentro de la pupila, el efecto será el de un prisma cuya base esté dirigida hácia afuera, y entonces los rayos luminosos se refractarán há- cia la base del prisma é irán á formar su foco en un lugar de la retina situado afuera de su centro; y como juzga- mos de la posición del objeto por la dirección del rayo luminoso, el resultado será que lo veamos situado mas adentro del punto en que lo veríamos si el centro de la lente coincidiese con la abertura pupilar. Como un efecto análogo pasaría en el ojo opuesto, el cruzamiento de los ejes visuales se liaría mas cerca, aumentándose por con- siguiente el ángulo visual y disminuyendo en proporción la magnitud de la imágen. Siendo este el efecto de las lentes bicóncavas, fácil es 64 concebir cómo descentrándolas hacia adentro tendríamos un medio de aumentar su efecto. Un raciocinio semejante nos demostrará, que descen- trando las lentes hácia afuera de la pupila tendremos un medio para corregir sus efectos, tanto sobre la magnitud de la imágen como sobre la convergencia de los ejes vi- suales. Conociendo bien este mecanismo, tenemos á nuestra dis- posición un medio de exagerar ó corregir la pequeñez de la imágen, y de aumentar ó disminuir la convergencia de los ejes visuales; pero esto mismo nos enseña que cuando se quiera obtener un resultado satisfactorio al hacer uso de una lente bicóncava, es preciso cuidar que su centro coin- cida con el de la pupila. Fácilmente se concibe que si la lente no es perfectamen- te paralela al ojo, el efecto prismático aumentará, de cuyo principio se puede sacar la siguiente consecuencia prác- tica. Si los anteojos van á servir para la visión de lejos, bastará indicar al fabricante que procure dar á los vidrios una dirección paralela á la abertura palpebral, atendiendo para eso á la forma particular de la nariz del enfermo, supuesto que en la visión de lejos las pupilas vienen con corta diferencia á ocupar la parte média. Pero si los an- teojos van á servir para ver de cerca, es necesario no ol- vidar que los ojos tienen que converger mas ó menos exa- geradamente, en cuyo caso la lente debe estar también ligeramente inclinada de afuera á adentro y de delante á atrás, circunstancia que debe advertirse igualmente al fa- bricante, para que dé á la armadura de los espejuelos la inclinación respectiva. Supuestos estos antecedentes, trataremos ya de las in- dicaciones relativas á la miopía. Estas pueden reducirse á tres: Ia, impedir su desarrollo y sus progresos; 2a, neu- tralizarla convenientemente por el uso de lentes adecúa- 65 dos; y 3a, combatir las complicaciones. Lo primero se conseguirá con tanta mas facilidad cuanto mas joven sea el individuo. Ante todo, debe escogérsele una ocupación conveniente, evitándole que trabaje en objetos pequeños y cercanos. Debe graduársele convenientemente la can- tidad de la luz. Se cuidará mucho de que el enfermito no se incline para ver los objetos de su trabajo, lo cual se evitará obligándolo á usar sillas y mesas á propósito, de altura conveniente para que el objeto sea el que se acer- que y la cabeza conserve la posición recta. No se olvi- de que la excesiva convergencia de los ejes ópticos y los trastornos circulatorios que trae consigo la inclinación del cuerpo, aumentan el desarrollo de la miopía. Después de haber tomado todas estas precauciones, se debe pasar á la segunda parte del tratamiento, que consiste en esco- ger lentes adecuados. Las condiciones que deben tener- se presentes para escoger estas, varían según el grado de la miopía. Pero se puede asentar por regla general, que en todo miope hay necesidad de alejar el punto de visión distinta, para evitar el exceso de convergencia. De aquí resulta que mientras la miopía sea tan ligera que permita trabajar á 6 pulgadas de distancia, no hay una necesidad absoluta de usar lentes; pero siempre que haya necesi- dad de acercarse mucho los objetos, deben usarse mas ó menos fuertes, de manera que permitan trabajar á mayor distancia. Esta regla tiene, sin embargo, una excepción, y es el caso de miopía exagerada, en la cual el individuo está obligado á ver con un solo ojo. Si en este caso se ale- jase el punto de la visión, el ojo desviado se vería en la necesidad de tomar parte, ejerciéndose entonces la visión biocular y dando así lugar á que se produjera la astenopía muscular, es decir, la fatiga del músculo recto interno; es- tado que debe temerse mucho mas que la reducción de la visión biocular ó la monocular. En los grados exagerados 66 de miopía, la visión monocular debe considerarse como la terminación mas favorable; porque no solo se evitan con ella todas las consecuencias de la convergencia exagera- da, sino que también queda el enfermo en disposición de trabajar bastante bien. ¿Debe neutralizarse siempre todo el exceso de refrac- ción por medio de las lentes convergentes? A primera vista deberia responderse por la afirmativa. En efecto, si el ojo miope solo difiere del emétrope por el exceso de refracción, nada mas natural que quitar este exceso, para ponerlo en las condiciones de un ojo fisioló- gico. Este raciocinio es exactísimo cuando se trata de miopías de intensidad média en los jóvenes; pero si son exageradas y se trata de personas de cierta edad, las con- secuencias no son tan legítimas. Fácil seria quitar el exce- so de refracción; pero como el ojo está habituado ya á relajar la acomodación para neutralizar ó disminuir los efectos de la miopía, resultará que neutralizando comple- tamente la ametropía cesará la necesidad de esta relaja- ción; y tanta dificultad suele haber para exagerar como para relajar la acomodación. Supongamos á un individuo excesivamente miope, que para una convergencia determinada, estaba ya acostum- brado á relajar su acomodación, como 8, por ejemplo. Si violentamente se neutralizara la emetropía, se le pondría en la necesidad de no relajar sino como 4, v. g\; pues bien, la misma imposibilidad que existe para que un ojo exa- gere su acomodación, hay para que la relaje; de donde resulta que dicho individuo se fatigará muy pronto y no verá bien de cerca. En resúmen, un ojo miope difiere de un emétrope, no solo por el exceso de refracción estática, sino por la diversa relación que hay entre la convergen- cia y la acomodación; y si las lentes bicóncavas sirven para neutralizar la primer causa de diferencia, la según- 67 da, subsistirá á pesar de todo. En casos semejantes la re- gla es procurar establecer la relación normal entre la con- vergencia y la acomodación, obligando al ojo á llegar progresivamente á este fin. En consecuencia, se debe neu- tralizar solamente una parte de la ametropía, al princi- pio | ó y cuando el ojo esté habituado se procederá á corregir otra parte, y así sucesivamente, hasta conseguir el objeto. Mientras se llega á este resultado, solo se deben usar los vidrios que corrijan toda la miopía para ver de lejos, y quitarlos cuando se quiera ver de cerca, para sustituir- los con los del grado á que se haya llegado en el trata- miento. En las miopías de intensidad média, sobre todo si el individuo es joven, debe corregirse toda la emetropía y obligarlo á que use los mismos vidrios, tanto para ver de lejos como para trabajar de cerca. No habiendo todavía en estos casos desacuerdo entre la convergencia y la aco- modación, solo debe procurarse corregir el exceso de la refracción estática, quedando el ojo en las condiciones de un emétrope. Las miopías muy ligeras desde un ¿ hasta un ¿ se pue- den dejar sin tratamiento alguno, ó recomendar simple- mente el uso de los vidrios de graduación correspondien- te, pero solo para ver de lejos. Las complicaciones congestivas del fondo del ojo, se corregirán primero con el reposo de la vista, y segundo con las emisiones sanguíneas locales, prefiriendo las ven- tosas escarificadas sobre la sien ó al nivel de los apófisis mastoides; los derivativos al tubo intestinal, las irrigacio- nes frias sobre los párpados, hechas con un aparato pulve- rizador; y por último, con el uso del calomel y la bellado- na á dosis refractas, atendiendo siempre al estado general del individuo. La insuficiencia de los músculos rectos 68 internos, ocasionada por el exceso de convergencia, se corregirá procurando alejar el punto de la visión distin- ta, sea por medio de las lentes bicóncavas correspondien- tes, ó por el uso de prismas de base interna; ó por último, descentrando las lentes bicóncavas, pero de manera que su centro esté situado liácia afuera de la pupila. ARTÍCULO 2o Tratamiento de la hipermetropía, astenopía, presbiopía y afaquia. Para evitar repeticiones, trataré en este artículo, no solo del tratamiento de la hipermetropía, sino del de la as- tenopía acomodativa, del de la. presbiopía y del de la afa- quia. Fundándose el tratamiento de estas anomalías en el uso de las lentes biconvexas, empezaré por dar algunas nociones generales acerca de su uso. Siendo el efecto de las lentes biconvexas reunir los ra- yos luminosos después de la refracción, han recibido el nombre genérico de colectivas, mientras que las bicónca- vas, que separan los rayos luminosos después de la refrac- ción, se llaman dispersivas. Cuando se usa de una lente dispersiva, se escoge de una graduación tal, que la dirección que tengan los rayos di- vergentes después de la refracción, deba ser la misma que tendrían los rayos luminosos si partieran de una distan- cia igual á la focal de la lente. En este principio está fun- dada la teoría de las lentes dispersivas en el tratamiento de la miopía. Si en lugar de la acción dispersiva, necesitamos con- centrar los rayos luminosos, debemos recurrir á las lentes convexas que son las que tieuen esa propiedad. Cuando 69 se dice que se necesita una lente convexa de tal gradua- ción, se qniere indicar, que es necesario dar á los rayos luminosos una convergencia tal, que prolongándose des- pués de la refracción vayan á reunirse detrás de la lente, á una distancia, en pulgadas francesas, igual á la que in- dica el número de ella. Pero ya liemos diclio que para facilitar la observación, esta distancia debe empezarse á contar desde la superficie de la córnea. Supongamos que para corregir tal anomalía de la refracción se necesi- ta usar de una lente biconvexa, por ejemplo de 7 pulga- das; pero como estas deben empezarse á contar desde la superficie de la córnea, y no podemos colocar la lente sobre el mismo ojo, es necesario agregar á la distancia focal que se desea, un espacio igual al que debe separar al vidrio de la córnea. Si para corregir una anomalía de la refracción se necesita de una lente de 7 pulgadas, por ejemplo; y si esta lente debe distar del ojo pulgada, buscaremos en- tonces una lente de pulgadas, y no emplearemos una de 7. De esto se infiere que una misma lente producirá un efecto tanto mas marcado, cuanta mayor sea la distancia que media entre la lente y el ojo. Así, en el caso ante- rior, una lente del núm. 7-¿, colocada á media pulgada de la córnea, producirá el mismo efecto que produciría una del núm. 7, si se pudiera situar sobre la superficie mis- ma del ojo; pero si en lugar de ponerla á media pulgada la llevamos á pulgada y media, el efecto será igual al de una lente de 6 pulgadas puesta sobre la superficie de la córnea; y si seguimos alejando la lente del ojo, iremos au- mentando en la misma proporción el efecto de ella. Se ve, pues, la facilidad que tiene el práctico para pro- ducir con una sola lente efectos mas ó menos marcados, según que la acerque ó aleje del ojo. Cuando se busque una lente biconvexa para ver objetos lejanos, y se quiera 70 usar do la misma para ver de cerca, se debe tener presen- te que á medida que se acerca el punto de la visión, au- menta proporcionalmente la distancia focal conjugada, como se infiere de las propiedades de las lentes colecti- vas. De aquí resulta, que para que el foco se forme siem- pre en la retina, se necesita un esfuerzo de la acomodación tanto mas marcado cuanto mas cercano esté el objeto. Así como al tratar de las lentes bicóncavas lie dicho que aproximan la imágen del objeto y la hacen tanto mas pequeña cuanto mas fuerte sea la lente, ahora que trato de las biconvexas debo anunciar el hecho contrario, por razones fáciles de comprender. En cuanto á la necesidad que hay de colocar en una misma dirección los centros de la lente y de la pupila, es igual, sea que se trate de las lentes colectivas ó de las dispersivas. Si las lentes bicon- vexas se descentran, también se produce con ellas el efec- to prismático; pero en sentido opuesto al que he di- cho, tiene lugar en las bicóncavas. Si el centro de una de aquellas está colocado hácia dentro de la pupila, el efec- to prismático será el de los prismas de base interna, los cuales aumentan el efecto de las lentes biconvexas; es decir, contribuyen á alejar y á agrandar la imágen del ob- jeto ; pero si el centro está colocado hácia afuera de la pupila, el efecto prismático será el de los prismas de base externa, y tenderá á contrariar la acción de la lente en cuanto á la distancia y magnitud de la imágen. Con estos antecedentes, nos ocuparemos del tratamiento de la hi- permetropía, considerándola en las diversas variedades que hemos consignado antes. Si se trata de una hipermetropía absoluta, en la que por consiguiente la acomodación está enteramente paralizada, habrá necesidad de buscar dos lentes biconvexas, una para ver de lejos y otra mas fuerte para ver cerca. No siendo las distancias intermedias interesantes para el in- 71 dividuo, poco se fija en ellas; pero cuando quiera hacer- lo, podrá conseguirlo con solo alejar mas ó menos de su ojo la lente que le sirve para ver de lejos. Relacionándose tanto este hecho con la afaquia, no puedo menos de ocu- parme de la corrección de esta anomalía antes de pasar adelante. Como en el caso anterior* deben buscarse dos lentes, una para ver lejos y otra para ver cerca. Ambas pueden valorizarse por medio del cálculo; pero no siendo mi objeto entrar en semejantes pormenores, básteme de- cir que se calculan bien, usando convenientemente de la escala de Giraud-Teulon y ensayando con prudencia los diversos números de las lentes biconvexas. En la afaquia hay un fenómeno que debe tenerse pre- sente. Faltando enteramente el cristalino y siendo susti- tuido por una lente, hay un cambio completo del centro óptico del sistema. Cuando existe el cristalino, el centro óp- tico del ojo en su totalidad, coincide casi con el de figu- ra; de aquí resulta que no solamente pasan por él los ra- yos que atraviesan directamente de adelante atrás, sino también los que penetran oblicuamente; de donde sucede que hay tantos ejes secundarios cuantos sean los rayos oblicuos que, penetrando por la pupila, pasan por el cen- tro óptico, y por consiguiente la visión periférica es bas- tante marcada. No sucede lo mismo en el caso de afaquia, porque entonces falta el cristalino, el cual está sustituido por una lente colocada afuera del ojo, en cuyo caso el centro óptico del sistema tiene que dirigirse mas ó me- nos hácia adelante, acercándose á la córnea. Ahora bien: mientras mas cerca esté el centro óptico de la córnea, mas dificultad habrá para que los rayos luminosos que pene- tran oblicuamente por la pupila, pasen por el del sistema y funcionen como ejes secundarios. Por eso en la afaquia es tan imperfecta la visión periférica, y solo es bien mar- cada la central. 72 Pasemos á estudiar el modo de corregir la hipermetro- pía manifiesta, la astenopía acomodativa y la presbicia. Hemos dicho ya que la hipermetropía manifiesta no aparece sino á una edad mas ó menos avanzada, y que en- tonces la astenopía acomodativa se presenta también. Esta circunstancia nos obliga á no hablar por separado de sus respectivos tratamientos, de los cuales nos vamos á ocupar á la vez. Por otra parte, cuando dijimos el modo de valorizar la hipermetropía manifiesta, indicamos que se debia medir la distancia del punto próximo; y como lo mismo se hace para valorizar la presbiopía, se infiere que al hablar del tratamiento de una, es conveniente ocuparse del de la otra. No se debe perder de vista, que en la presbiopía se busca la distancia mas corta á que pueda leerse el carácter de letra mas pequeño posible; mientras que en la astenopía aco- modativa se trata de averiguar la distancia mas corta á la que se puede leer sin fatiga. A la distancia del punto próxi- mo la llamaremos P; y sabiendo la distancia á la que quere- mos que lea nuestro enfermo, y que llamaremos P', fácil será averiguar el número de la lente que se necesita, por medio de la fórmula siguiente: llamemos X al número de la lente que se busca y tendremos X—. Pondré, para mayor claridad, unos ejemplos: si tratándose de un prés- bita encontramos que su punto próximo se halla á 32 pul- gadas, y queremos hacerlo leer á la distancia de 12, ten* dremos, por la fórmula antes dicha, X=!4#=19}, lo que quiere decir que con una lente de 19 pulgadas y de dis- tancia focal principal, nuestro présbita leería á la distancia de 12 pulgadas. Si en otro présbita, cuyo punto próximo distara 36 pulgadas, quisiéramos que leyese á la de 9, ten- dríamos X=|4?=12; es decir, que con una lente de 12 pul- gadas podría leer esta persona á la distancia de 9. Del mismo método usaremos para corregir la hipermetropía 73 manifiesta. Pero si se trata de la astenopía acomodativa, es necesario tener presente algunas otras consideracio- nes. Habiendo astenopía no falta enteramente la acomo- dación, sino que está fatigada solamente, y por lo mismo es preciso ponerla en reposo absoluto. Siguiendo el pro- cedimiento anterior, llegamos á neutralizar la liipermetro- pía, pero en cada ojo aisladamente; y esto no basta para corregir la astenopía, supuesto que el liipermétrope que tiene corregida su anomalía, debe como el emétrope, poner en juego cierta parte de su acomodación, por el hecho solo de la convergencia; ahora bien, como en la astenopía es de rigor poner en reposo completo á la acomodación, no solo en la visión monocular sino también en la asociada, re- sulta necesariamente que para corregir la astenopía no basta neutralizar la hipermetropía manifiesta, sino evitar que la acomodación entre en juego por la convergencia. Por eso se aconseja en la astenopía, usar de una lente un poco mas fuerte que la que solo corrige la hipermetropía. En caso de astenopía, es absolutamente necesario que la lente que se le dé al enfermo no sea ni mas débil ni mas fuerte de lo que debe ser, porque si es mas débil, la aco- modación entra en juego y la astenopía persiste; y si es mas fuerte, se exagerará la convergencia y podrá sobre- venir la astenopía muscular: por eso se aconseja que des- pués de haber escogido la lente, como hemos indicado an- tes, se coloque delante de ella, alternativamente, otra débil bicóncava ó biconvexa. Si con la primera mejora la visión, la lente que habiamos escogido es fuerte, y si con la segun- da, entonces será débil. Si una y otra empeoran la visión, tendremos la seguridad de que la lente escogida es la que se necesitaba. Se sabe que la hipermetropía total es igual á la suma de la manifiesta y de la latente. Paralizando la acomodación conocemos la hipermetropía total, y ya sabemos cómo se 74 valoriza la hipermetropía manifiesta. La diferencia entre una y otra nos dará la hipermetropía latente. Ahora bien; Giraud-Teulon dice, que la astenopía acomodativa se cor- rige exactamente con una lente cuyo poder refringente sea igual á la suma de la que neutralice la hipermetropía ma- nifiesta, más una cuarta parte de la que corrija la hiperme- tropía latente. Neutralizadas así la astenopía y la hiper- metropía manifiesta, sucede frecuentemente que va dismi- nuyendo el estado espasmódico de la acomodación, y el punto próximo se va alejando mas y mas. En este caso no hay que vacilar; es necesario ir aumentando la graduación de las lentes hasta conseguir que el paciente se sirva de una misma para ver de lejos y de cerca. Entonces podre- mos estar ciertos de haber remediado la hipermetropía total, y de que nuestra lente dá al ojo la cantidad de re- fracción estática que le faltaba para ser emétrope. Desgraciadamente este resultado se obtiene muy rara vez; porque, como hemos dicho al tratar de la miopía, en las anomalías de la refracción estática no se ha de aten- der solamente al exceso ó defecto de la cantidad de refrac- ción, sino al desacuerdo que hay entre la acomodación y la convergencia. Hemos dicho también, que el mio23e tiende á relajar su acomodación, y que esta tendencia pone un obstáculo, á veces insuperable, para que la miopía se corrija con una sola lente. Una cosa análoga se puede decir respecto de la hipermetropía, sobre todo cuando la enfermedad se ha diagnosticado en una época avanzada y el individuo está acostumbrado á suplir la falta de la refracción estática, exagerando la acomodación. Si en este caso se corrige la hipermetropía total, habrá desacuerdo entre la convergen- cia y la acomodación; porque para una distancia dada, ten- drá necesidad, si usa de lentes, de relajar la misma canti- dad de acomodación que antes ponia en juego, para suplir 75 el defecto de la refracción estática; y ya hemos dicho que esto es tan difícil como suplirla acomodación cuando falte. De lo expuesto se infiere, que tanto en la miopía como en la hipermetropía, la atención del práctico debe dirigirse no tanto á corregir el exceso ó falta de refracción estática, sino á procurar establecer la relación fisiológica entre la convergencia y la acomodación. En los grados exagerados de hipermetropía, se puede dar la insuficiencia de los músculos rectos externos, y para corregirla se debe poner en práctica respectivamente, lo que hemos indicado al tratar de la insuficiencia de los músculos rectos internos producida por la miopía. ARTÍCULO 3o Tratamiento de la Midriasis y Myosis. De una manera general se puede decir, que es necesa- rio tratar de averiguar las causas que producen estas ano- malías para combatirlas convenientemente, y en caso de que sean producidas por la acción de ciertas sustancias, atacarlas con las que obran determinando el efecto contra- rio. Así la midriasis se combate con el baba de Calabar y la myosis con la atropina. Hay sin embargo algunas particularidades que es necesario mencionar. Por ejem- plo, en la midriasis ó parálisis de la acomodación hay, ademas de la fotofobia y de los círculos de difusión, una imposibilidad mas ó menos completa para ver de cerca. La fotofobia se combate fácilmente con los vidrios de color, sobre todo los de azul de cobalto. Los círculos de di- fusión, por medio de los anteojos estenopeicos, ya sea que presenten una pequeña abertura circularé una hendedura mas ó menos estrecha. Por último, la dificultad para ver de cerca se combate por medio de los vidrios biconvexos, 76 escogidos convenientemente. En la myosis exagerada, la abertura pupilar suele ser tan estrecha que no deja entrar la cantidad de luz suficiente para ver con claridad los ob- jetos ; debe entonces practicarse una pupila artificial, en caso de que el estado miótico no cediera al uso racional y sostenido de los medios adecuados. ARTÍCULO 4" Tratamiento del Astigmatismo. Conociendo ya la cansa del astigmatismo y el modo de diagnosticarlo, creo conveniente formar varios grupos ó variedades de esta anomalía. El astigmatismo puede ser: miope simple ó hipermétrope simple, miope compuesto ó hiper- métrope compuesto; por último, mixto, ya sea con predomi- nancia de miopía ó de Mpermetropía. Se dirá que hay astigmatismo simple cuando un meri- diano sea emétrope y el otro amétrope; si la ametropía consiste en la miopía, el astigmatismo será simple miope, y si hubiere Mpermetropía. será simple hipermétrope. Si los dos meridianos fuesen amétropes, pero del mismo género aunque en diversos grados, se dirá que el astigmatismo es compuesto. Será miope compuesto cuando en los dos me- ridianos haya miopía, aunque en grados diferentes; é hi- permétrope compuesto cuando los dos meridianos seanhiper- métropes en diversos grados. Pero si siendo los dos me- ridianos amétrapes, el uno es miope y el otro hipermétrope, entonces el astigmatismo será mixto, y se dirá que hay predominancia de miopía ó Mpermetropía, según que sea mas marcada alguna de estas dos anomalías. Para corregir el astigmatismo se hace uso de los vidrios cilindricos, colocando su eje en una dirección perpendi- cular á la del meridiano que se trata de modificar. Por 77 ejemplo, si el meridiano vertical presenta una miopía del número 10, usaremos de un vidrio cilindrico bicóncavo ó plano-cóncavo del mismo número 10, pero teniendo cui- dado de colocar el eje según el meridiano horizontal del ojo, es decir, perpendicular al meridiano que se trata de corregir. Por poco que se reflexione, se comprenderá fá- cilmente que este vidrio así colocado, no tiene acción nin- guna sobre el meridiano horizontal, mientras que sobre el vertical produce un efecto igual al de una lente bicón- cava del número 10. Con el auxilio de estos vidrios cilindricos simples se pue- de, en rigor, corregir toda especie de astigmatismo, ya sea simple, compuesto ó mixto; pues en el primer caso se usa- rá de un vidrio simple cilindrico colocado conveniente- mente: en el segundo, de dos vidrios cilindricos bicónca- vos ó biconvexos, colocándolos de manera que sus res- pectivos ejes sean perpendiculares entre sí, y cada uno de ellos perpendicular al meridiano que va á corregir: por último, en el astigmatismo mixto se usarán también vidrios cilindricos, pero uno será positivo y el otro negativo, y se colocarán también perpendicularmente el uno al otro, y al aplicarlos al ojo se cuidará de que cada uno de sus ejes sea vertical al meridiano que se va á modificar. Como la superposición de dos lentes aumentaría mucho el espesor del vidrio y exigiría una armadura ancha y molesta: como, por otra parte, las dos lentes deslizarían fácilmente la una sobre otra, y una vez perdida su direc- ción respectiva ya no se conseguiría el efecto deseado, se han construido varias especies de lentes para evitar estos inconvenientes. Io, cilindricas simples positivas ó negativas, que como hemos dicho, solo obran en un sentido. 2o, lentes esfera-cilindricas, positivas ó negativas, que por una cara tienen la forma de una lente esférica común, y por 78 la otra la de lina lente cilindrica, sirviendo para corregir el astigmatismo compuesto. La cara esférica debe tener la graduación que exige el meridiano que presenta la ametro- pía menos exagerada; mas, como la forma cilindrica obra en todos sentidos, su acción no se limita exclusivamente á corregir el meridiano menos amétrope, sino que también corrige en parte al meridiano opuesto. La lente cilindrica que está cortada en la cara opuesta, viene á completar lo que le faltaba á la lente esférica para corregir entera- mente la ametropía del meridiano mas exagerado: En con- secuencia, la graduación que debe tener la lente cilindri- ca debe ser tal, que sumada con la de la lente esférica, den el número que se necesita para corregir la ametropía del meridiano mas amétrope. Por último, se llaman lentes bi-cilíndricas á las que se fabrican de manera que por una cara presenten la forma de una lente cilindrica positiva, y por la otra la de una negativa también cilindrica, cruzándose sus ejes en ángulo recto. Estas lentes son las que sirven para corregir el astigmatismo mixto. No entro en mas detalles por no alargar mas este tra- bajo, y porque creo que con lo dicho y con un poco de meditación se pueden resolver los diversos problemas que se presenten en la práctica. No quiero terminar lo relativo al astigmatismo sin re- comendar á los prácticos el uso del oftómetro de Javal, instrumento que en mi práctica me ha prestado grandes servicios. Con este ingenioso aparato se puede á la vez diagnosticar el astigmatismo, reconocer la dirección de los meridianos principales y averiguar el número de la lente que corrige la asimetría. Es tal la extensión de la materia que acabo de tratar, que para darla á conocer satisfactoriamente habria teni- do necesidad de escribir una obra extensa. Sin embargo, 79 la preferí, eligiéndola entre otras muchas tal vez mas á propósito para formar una tésis, porque puedo decir que es enteramente nueva para la generalidad de los médicos mexicanos, á quienes dedico mis labores, pues para ellos he consignado cuanto se sabe sobre este ramo tan intere- sante de la ciencia, habiendo agregado, ademas, lo que mi propia experiencia me ha enseñado. Si tuve la fortuna de haber sido quien primero vulgarizó en México el uso del oftalmoscopio, quiero merecer la gloria de dar á co- nocer, antes que nadie, las anomalí as de la refracción, cuyo estudio es hoy tan poco conocido. Mi trabajo es incompleto, pues no pude, como deseaba, ocuparme de la materia des- de sus importantes fundamentos; pero no obstante, he da- do una idea general de las anomalías principales de la re- fracción, lo cual creo que excitará la curiosidad de mis comprofesores, y los conducirá, así lo espero, á estudiarlas obras de los autores clásicos. De esta manera se vulgari- zarán los conocimientos oftalmológicos y veré cumplida- mente satisfechos mis deseos. México, Abril de 1869. íúi Maimona y %'a//e,