BREVES APUNTES SOBRE LA OBSTETRICIA EN MÉXICO. TESIS SOSTENIDA luán Hinrtii ülnbriguEj, COMO CANDIDATO PARA LA PLAZA DE ADJUNTO A LA CATEDRA DE CLÍNICA DE OBSTETRICIA DE LA ESCUELA DE MEDICINA. MEXICO. Imprenta de José M. Lara, calle de la Palma, núm. 4. 1869. A LA INOLVIDABLE MEMORIA DE LOS SERES MAS QUERIDOS DE MI VIDA. AL NOMBRE IMPERECEDERO DE LOS SEÑORES DOCTORES D. JOSÉ IGNACIO DIRÁN, D. MANUEL CARPIO Y D. MATIAS BEISTEGUI. A MIS MAESTROS. A LOS SEÑORES D. LEOPOLDO RÍO DE LA LOZA Y D. MIGUEL JIMENEZ. Tributo de admiración y respeto. A LOS SEÑORES D. FRANCISCO ORTEGA, D. LUIS HIDALGO CARPIO Y D. LUIS MUÑOZ, en prueba de gratitud y amistad. A MIS AMIGOS EN LA ADVERSIDAD, MANUEL DOMINGUEZ, MANUEL M. CARMONA, FRANCISCO RRASSETTI, FRANCISCO DE PAULA CHACON, EDUARDO LICEAGA, FRANCISCO MENOCAL, FRANCISCO MELLET Y RUPERTO RARRERA. A LA SOCIEDAD MEDICA DE MEXICO. A LOS ALUMNOS DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE LA CAPITAL. La suma escasez de publicaciones médicas nacionales hace que la historia de la Tocolojía Mexicana se presente entre nosotros envuelta en espesas tinieblas. Yo he procurado es- clarecer este punto hojeando cuantos escritos antiguos han llegado á mis manos, y aquí debo confesar con tristeza que mis trabajos han sido estériles, que nada me han proporcio- nado aquellos sino muy vagas noticias relativas al deplorable atraso en que este ramo de nuestra ciencia, mas que otros tal vez, permaneció durante siglos enteros; atraso, que vaga- mente entrevisto, me ha sido confirmado por la tradición de personas que tocaron aquellos tiempos de oscurantismo mé- dico. El arte de los partos parece que antiguamente infamaba hasta cierto punto á las personas que lo ejercían, y por eso era que se veia relegado entre mujeres tenedores y ayudantes, personas sin educación, sin estudios, y tal vez sin moralidad, que, como es natural suponer, no solo impe- dían que el arte progresara, sino que lo degradaban y lo cor- rompían haciéndolo aborrecible por lo mismo. ¡Cuántas víc- timas pudieran levantarse de la tumba y comparecer como testigos irrecusables de esta aseveración, que me inspira la noticia de lo que fué en México el difícil arte de los partos, antes de que los hombres de verdadero saber se hicieran de él. para elevarlo á la altura que su importancia reclama! Yo no puedo contar esas víctimas, porque ya lo he dicho, nada consignó la prensa de aquellos tiempos; ni era posible que 6 personas tan vulgares como lo fueron las parteras de enton- ces recogieran y publicaran observaciones de su práctica; pero sí estoy seguro de que no fueron pocas. Ni era fácil que, en la época á que me refiero, las mujeres que se dedi- caban á tan laboriosa tarea comprendieran su alta importancia, la gran responsabilidad que ellas asumian, ni mucho menos examinaran si tenian no solo la aptitud que se requiere para ese ejercicio, sino también la vocación que demanda el cum- plimiento de los importantes deberes que le son anexos. Mi apreciable cuanto inteligente amigo el Sr. D. José Ma- ría Reyes, con el empeño que acostumbra y por encargo mió, ha buscado en el archivo del antiguo Protomedicato las noti- cias relativas al ejercicio de los partos; pero nada ha encon- trado, porque nada dispuso ese tribunal sobre tan importante ramo. Ocupado esclusivamente de afianzar su jurisdicción, en lo que empleó mas de medio siglo y de la defensa de sus prerogativas, ni un paso dió en favor de la ciencia, siendo algunas veces la rémora de los que con tal objeto daba la an- tigua metrópoli. Volviendo á mis investigaciones históricas os diré, que todo lo que he podido saber es que la. junta gubernativa de medicina de Madrid dispuso, á mediados del siglo pasado, “que no se admitieran exámenes de comadrones, sino que ha- bían de ser cirujanos examinados.” Posteriormente el Bailío D. Frey Antonio María de Bucareli y Ursúa, con fecha de Noviembre de 1772, puso una circu- lar á los subdelegados encargándoles, que á todas las emba- razadas que fallecieran se les hiciera la operación Cesárea para estraer el feto, obligando á ello no solo á cualquier médico que fuese llamado á hacerla, sino á los padres, esposo ó fa- milias de la muerta, á quienes se obligaba igualmente á que dieran aviso oportuno. Por faltar á lo prevenido los subdele- gados incurrirían en la pena de 500 pesos de multa. “La circular, como dice el Sr. Reyes (D. José María), no podia ser mas humanitaria, y solo se estraña el que hubiera pasado tanto tiempo sin darla.” Cuando por primera vez figuraron en el cuadro de los par- 7 teros algunos médicos formados en la escuela empírica de aquella época, hombres de génio creador que andando un camino escabroso sacaron de la nada al arte oculto entre las tinieblas del atraso universal, resolviéndose á llevar el sambe- nito que el público y aun los módicos de entonces hacia ves- tir á los parteros, la ciencia dió un gran paso, su primero en la senda del progreso; por eso quiero recordar aquí sus nom- bres. D Francisco Montes de Oca, D. Miguel Muñoz, D. Ig- nacio Flores y D. Antonio Orozco tuvieron el indisputable mérito de luchar contra las estúpidas preocupaciones de su tiempo, y la fortuna premió el heróismo de algunos llenán- dolos de bienes y dándoles un lugar distinguido en los fastos de nuestra historia médica, por ese solo hecho, supuesto que ellos tampoco dejaron nada escrito acerca de su práctica’. La tradición me cuenta,que de esas personas las mas solicitadas, sobre todo para los partos difíciles, fueron los Sres. Montes de Oca y Muñoz, médicos por génio mas bien que por estu- dio; pero que lo tenian tanto, que se sobrepusieron á los ti- tulados de principios de este siglo, figurando el primero como partero de la emperatriz Doña Ana María de Iturbide. El Sr. Muñoz aplicaba el fórceps con maestría, y el Sr. Jiménez (D. Miguel) recuerda, que teniendo aquel de parto á una de sus hijas y no pasando todavía la cabeza del feto el estrecho superior, Muñoz desgarró la bolsa y llevó el fórceps hasta esa altura, estrayendo un feto vivo. Esta maniobra es casi siem- pre tan difícil, que por serlo está contraindicada. Hoy la ver- sión es de precepto, salvo una que otra rara escepcion. A los ya mencionados succedieron otros á cuyo lado hizo sus estudios prácticos por los años de 1827 á 1829 mi dis- tinguido maestro el Sr. Rio de la Loza, quien con esa fran- queza que constituye la probidad del verdadero sábio confiesa, que no tenian mas conocimientos que la rutina de enton- ces. Se distinguieron D. Agustin Arellano, D. José Becerril, D. José Salvatierra, D. José Loaces, y algunos otros. Llega por fin el año de 1833, de venturoso recuerdo para nuestra Escuela de medicina. “Entonces un pequeño grupo de médicos, faltos de recursos, pero llenos de entusiasmo y 8 con voluntad firme y constante, lograron realizar sus deseos y fijar una era de utilidad y progreso para la humanidad y la ciencia.” Se funda entonces el Establecimiento de ciencias médicas encargándose la cátedra de obstetricia al Dr. Villette, y sirviéndola después los Sres. D. Pedro del Villar y D. Ig- nacio Torres. El primer libro que sirvió de testo para las lecciones fué la obra de Hatin. Foé nombrado con ese mis- mo objeto el Sr. 1). Ignacio Duran á quien se le encomendó, cuando hizo su viaje á Europa, que se dedicara al estudio del ramo con el fin de que á su regreso él diera las lecciones de obstetricia. El año de 183-1 ocurrió un suceso que ignora segura- mente la mayor parte de mi auditorio. El gobierno había cedido al Establecimiento de ciencias médicas el antiguo ex- Convento de Betlemitas: en él se dieron las primeras leccio- nes, El senador P. Lope Vergara hizo una proposición en el Senado para que se despojara á los médicos del local antes dicho, y por desgracia consiguió su objeto. Todo habría con- cluido desde luego, si los catedráticos no hubieran invitado á los alumnos para que concurrieran á las casas de sus res- pectivos maestros, á fin de que continuasen recibiendo sus lecciones. Los estudiantes, como os supondréis, aceptaron agradecidos. Era esa generación que hemos alcanzado llena del santo amor á la ciencia, que heredaron de los fundadores. Estos, en medio de mil vicisitudes, rebosando de afectos ha- cia la juventud todo lo arrostraron; y en medio de los vaive- nes políticos y siempre encontrando tropiezos, pero siempre generosos y constantes, lograron levantar este monumento á la altura que lo veis; grande, respetado, magnífico. El gobierno al fin comprendió la necesidad que había de reglamentar y proteger el estudio de las ciencias médicas. Con fecha 12 de Enero de 1842, el ministerio de justicia é instrucción pública espide el Reglamento de enseñanza y policía médicas. En su artículo 22 previno, que el catedráti- co de obstetricia se encargase por entonces de la clínica del mismo ramo dando dos cursos en el año, uno á los alumnos de medicina y otro á las mujeres que se dedicaran al arte de 9 los partos. El plan general de estudios, publicado el 7 de Setiembre de 1843, no reformó la prevención anterior. D. José Teran fné quien dió primero la cátedra de obste- tricia en la Escuela de medicina propiamente dicba. A este señor succedieron después los profesores Espejo, Torres y Martinez del Rio, quienes ban hecho lo posible para vulgarizar los conocimientos de hoy en el difícil ramo de que me ocupo. Pero los esfuerzos que estos dignos maestros ban hecho en su tiempo para formar de sus discípulos prácticos esperimen- tados, se ban estrellado contra un escollo invencible: la falta de una clínica especial. Yo recuerdo que en la época en que concluí mis estudios profesionales salí de esta Escuela cre- yéndome bastante diestro, supuestas las luces que mi maes- tro el Sr. Espejo nos comunicara, y mi práctica me desenga- ñó dolorosamente: ella me persuadió de que me faltaba mucho para poderme llamar partero. Y lo que pasó conmigo pasó también á mis condiscípulos, y siguió pasando á los jóvenes que nos succedieron hasta el año de 1867, en que el vacío fué llenado abriéndose la clínica en la casa de maternidad, de la cual fué encargado, prévia lucida oposición, nuestro hábil compañero y distinguido amigo D. Aniceto Ortega. Sin embargo preciso es confesar, y en ello tengo particu- lar satisfacción, que á pesar de esta falta de práctica escolar, los profesores mexicanos ban sabido en la civil realizar las operaciones mas atrevidas, las mas difíciles de la Tocolojía. Muy poco ó nada de tan honoríficos trabajos lia visto la luz pública: una que otra observación impresa en los periódicos de La Sociedad filoiátrica, La Union médica, y en nuestra instructiva Gacela: be aquí lo que hay disponible. Pero yo no me be satisfecho con eso; yo he querido desenterrar ese tesoro oculto para obsequiar con él á mis dignos compañeros, y á los jóvenes que dan siis primeros pasos por el sendero que yo he andado en su mayor parte. Con tal intento he ha- blado con mis comprofesores, he ido recogiendo sus observa- ciones, les he pedido sus juicios prácticos, y aunque me falta mucho que desamortizar, pues la empresa demanda mas tiem- po del que he podido disponer, de lo que tengo ya reunido 10 voy á haceros mi primer dádiva, que estoy seguro vais á re- cibir dignamente porque es la obra de vosotros, y porque son de una utilidad práctica innegable las reflexiones á que cada episodio da lugar. Porque la he tomado de tan buenas fuen- tes la he hecho asunto de esta Tésis, que tiene siquiera el mérito de ser en su mayor parte inédita y ademas enteramen- te nacional. Tocaré con la ligereza que demanda el reducido tiempo en que vais á oirme, la mayor parte de los puntos que abraza la Tocolojía en México. Escuchadme benévolos* EMBARAZO. Puedo deciros sin temor de equivocarme que aquí los embarazos, en su generalidad, nunca vienen acompañados de graves accidentes. Muy raras veces se encuentra completo el cuadro de fenómenos funcionales y simpáticos con respecto á la digestión, secreciones, circulación, respiración é inerva- ción que los autores clásicos ponen en sus libros. Los tras- tornos mas frecuentes entre nuestras mexicanas se refieren á perversiones de la digestión y la cloro-anemia, üe cuando en cuando se suelen ver acometidas por vómitos pertinaces, que en su mayor parte ceden á los medios usuales. En el último año de mi carrera pude ver, no obstante, un hecho curioso en las manos de los Sres. Martinez del Rio y Ameller. La Sra. D.a G. Y. de T. se hizo embarazada: ya ha- bía tenido cuatro niños y las preñeces anteriores no presen- taron nada de particular; pero en esta á que me refiero, una basca pertinaz aparece desde el principio, se resiste á los re- cursos mas variados, y llega por fin á ese período en que la enferma enflaquece, se debilita, es presa de una calentura héctica y su aliento se pone fétido: la basca es incoercible, en una palabra, y hay que recurrir al aborto provocado. El Sr. Martinez del Rio punciona el huevo por el procedimiento de Meissner, y la operación es coronada del éxito mas feliz. La preñez había podido llegar al quinto mes. Un tratamien- to tónico y analéptico repuso prontamente las fuerzas agota- 11 das de la Sra. de T., que se encontró libre de la basca tan luego como hubo abortado. Esta misma Sra., á quien se le recomendó que evitara un próximo embarazo, tiene la desgra- cia de concebir á fines del año de 1855. Se manifiestan de nuevo los accidentes que en el embarazo anterior: se piocha mano de los medios que los prácticos mas hábiles recomien- dan: la terapéutica y la higiene mueven lodos sus recursos, pero nada es bastante. La preñez toca al fin del sétimo mes: nuevas consultas, mejores combinaciones y de espera en espera viene un momento en que la debilidad llega á su col- mo; la calentura héctica es continua: bay síncopes frecuen- tes, y á cada paso hay que reducir la luxación del maxilar inferior, que se disloca por el simple acto de hablar. Solo Ameller y yo estamos por el parto provocado; pero la enfer- ma no da su anuencia, y con una abnegación cristiana se im- pone el sacrificio de la vida como una expiación. Sucumbe al fin: el Sr. Martínez del Rio practica la operación Cesárea pocos minutos después de la muerte y estrae un feto muerto. La conducta que siguen los médicos mexicanos mas afa- mados acerca de este punto tan controvertido, pero para mí resuelto ya, es prudente: yo estoy porque antes de apelar á un recurso estremo se pongan en planta cuantos medios su- giera el talento. Voy á presentaros un hecho feliz, que es una consecuencia de tan sábio precepto. Una enferma de Eduardo Liceaga alcanza al tercer mes de su embarazo. La basca desde el principio es combatida activamente por mi en- tendido amigo quien, como sabéis, es por demas empeñoso; pero sus esfuerzos no hacen ceder al mal, que enflaquece y debilita á la enferma hasta un grado alarmante. Consulta con D. Francisco Ortega y le habla de provocar el aborto: este señor se opone, y aconseja otros arbitrios. Ve á la mujer su hermano D. Lázaro, quien le recomienda tome vino de Cham- paña á cucharadas: desde entonces los accidentes ceden, la basca desaparece y el embarazo continúa felizmente. Yo bien sé que siguiendo un orden rigoroso debia de ha- ber comenzado por hablar primero del diagnóstico del emba- razo, pero he juzgado conveniente tratar las materias confor- 12 me al interés que tienen para mí: ademas, en un escrito de la clase de este no es siempre posible poner cada cosa en su respectivo lugar. Supuesto esto os diré, que aquí como en todas partes, se suelen presentar casos de difícil diagnóstico, ya porque los signos del embarazo se oculten, ya porque un estado patológico los simule. Voy á referir algunos' de los mas curiosos. El Sr. Jiménez (D. M.), que no pierde ocasión de enseñar la riqueza de su profundo saber, y que con la misma frans queza con que defiende una verdad confiesa un error pue- lia comprendido que el profesorado se desempeña mejor así, me ha referido que desde Marzo de 1858 se supuso emba- razada la joven P., muy recien casada No obstante esto, desde Mayo comenzó á tener una pérdida continua de sangre en muy pequeña cantidad pero incesante, que duró basta Setiembre del mismo año, sin que él pudiese formar nunca juicio exacto de su origen; pudiendo solo sospechar que se trataba de una placenta implantada en el segmento inferior de la matriz. En Octubre volvió á presentarse la hemorragia en el mismo grado, y duró hasta fin de Noviembre. El vo- lumen del vientre y los otros signos racionales del embarazo seguian su curso natural, y á mediados de Octubre el Sr. Jiménez quedó persuadido de tal embarazo, porque creyó per- cibir en el flanco derecho de la madre los latidos del corazón del feto. El trabajo se estableció el 27 de Noviembre con dolores característicos y una pérdida algo abundante: creyó confirmado su juicio de que había una inserción viciosa de la placenta, porque en el orificio del útero que empezaba á di- latarse, tocó un cuerpo blando y elástico que le impedia de- terminar la presentación y la posición del feto. Tuvo que se- pararse de la paciente unos cuantos momentos y al volver la encontró con que habia dado á luz, en medio de una hemor- ragia terrible, una gran masa hidatiforme muy parecida á un racimo de uvas blancas. Como la hemorragia y los dolores continuaban, esploró á la enferma y halló el vientre casi va- cío: el globo uterino duro y muy reducido como en un parto ordinario que acaba de verificarse; la vagina ocupada por otro 13 racimo semejante al anterior (tal vez parte del que había sa- lido ya) y que pendia del interior del útero, á donde lo si- guió á través del cuello. Procuró estraerlo y lo consiguió en el acto, cesando la hemorragia desde luego. La enferma se restableció prontamente, y después ha tenido dos hijas: el parto de la primera presentó algunas dificultades y fue preci- so hacerlo artificial. Entre las varias reflexiones á que da lugar la observación anterior la principal, en mi concepto es la siguiente: debe sos- pecharse la hydropesía de las vellosidades córlales formando una mola hidaliforme, siempre que al aumento de volumen del vientre acompañe un flujo sanguíneo incesante, con tal que falten los signos patognornónicos del embarazo. Pero pu- diendo existir un motivo de error en la simulación del ruido del corazón fetal, este se evitaría practicando cuidadosamen- te y en diversas épocas la auscultación. D. Manuel Carmona ha tenido la bondad de referirme el hecho que sigue. Un tumor situado dentro del vientre de la Sra. N. y varios antecedentes recogidos en el momento del examen, hacen que el Sr. X la crea embarazada. El vientre continúa abultándose hasta llegar á catorce meses: entonces la señora dá á luz un niño de tiempo. Ese tumor que subsis- te después del parto lo esplica todo: era un quiste del ovario izquierdo que comenzó á formarse cinco meses antes de la concepción. La alarma del marido se disipa cuando le hace comprender Carmona, que la preñez ha tenido lugar duran- te la evolución del referido quiste, que había sido el primero en presentarse simulando el embarazo, y el cual permanecía en su estado aun después del parto. El quiste se abrió algún tiempo después por la vejiga, verificándose este curiosísimo fenómeno de una manera accidental, por una caida que se dió la señora. En Noviembre de 1862 la Sra. de P. sale embarazada por segunda vez. Cinco meses mas tarde fui solicitado para re- solver si había ó no embarazo, pues la señora estrañaba los accidentes que acompañaron al primer preñado. El abulta- miento ligero del vientre, la suspensión de los menstruos, el 14 desarrollo de las mamas, la aureola cobriza que rodea al pe- zón, la hipertrofia de los tubérculos papilares, el estado par- ticular que guardaba la vagina y el cuello del útero, lodo hacia sospechar que pudiera haber embarazo; pero faltaban los signos ciertos, y por eso me abstuve de emitir mi opi- nión, aconsejando á la Sra. de P. dejase al tiempo la resolu- ción del negocio. Llega el noveno mes y vuelvo á ser lla- mado. El volumen del útero es tal que sube al epigastrio. El tumor es ovoide, elástico y fluctuante: el tacto vaginal na- da alcanza al través del segmento inferior de la matriz; solo sí hay una resistencia elástica: no hay traqueteo. La auscul- tación no revela mas que el soplo intermitente muy intenso. La enferma no ha sentido nunca movimientos en el interior del vientre. Hay dispnea, tos, insomnio, anorexia y ede- ma de los estrenaos inferiores. Consulto con el Sr. Garrone, quien á su vez todo lo encuentra negativo: él cree, como yo, que se trata de un quiste intrauterino supuesta la fluctuación y demas signos que llevo referidos: por lo mismo nos re- solvemos á hacer una punción esploradora, que emplazamos para después de tres dias, aconsejando de pronto á la enfer- ma lo que creimos pudiera aliviarla. D. Ramón Alfaro la ve después y asegura que hay embarazo, aunque para mí no fun- da su diagnóstico. No obstante, éste sale cierto; y cuando de- bía ser operada se insinúa el trabajo, se rompen espontánea- mente las membranas y hasta entonces es cuando, introdu- ciendo el índice de la mano derecha lo mas alto que me fué posible, pude diagnosticar la presentación y posición del feto: era la céfalo iliaca izquierda dorso posterior, la 2.a de tronco de Naegelé. Practiqué la versión podálica y el niño nació vivo: la agua que salió fué mucha. ¿Cuál fué la causa de que en el caso referido no hubieran podido percibirse los latidos del corazón del feto, ni sus mo- vimientos, así como tampoco realizar el traqueteo? Yo creo que la abundancia del líquido amniótico y la presentación de tronco lo esplican todo satisfactoriamente. Era imposible per- cibir el tic-tac-del corazón del feto, supuesto que siendo la posición dorso posterior la area dé los ruidos quedaba hacia 15 atrás, en relación con la columna vertebral de la madre: por otra parte la cantidad considerable del líquido amniótico, que se interponía entre el oido de! observador y el corazón del ni- ño, sofocaba sus latidos. La presentación por el plano late- ral hizo al feto inaccesible al tacto por la vagina al través del segmento inferior de la matriz, y de aquí la imposibilidad para poder verificar el traqueteo. Tal es el juicio que he podido formarme á posteriori: con respecto á Ja falta absoluta de mo- vimientos activos v pasivos, eso es iriesplicable. Hay hechos en los cuales la detención de los menstruos y los fenómenos á que ella da lugar simulan un embarazo. La alarma de las familias en estas circunstancias llega á su col- mo, y el honor de las vírgenes es puesto en duda. La mi- sión del médico en tales casos es sublime: él es el ángel de guarda de las víctimas calumniadas. El que voy á referir es de sumo interés, tanto por las circunstancias que lo rodearon, como por las consideraciones morales á que da lugar. El Sr. Jiménez (D. M.) se hallaba accidentalmente el 18 de Agos- to de 1843 en uno de los pueblos inmediatos á la Capital, y tuvo necesidad de ver á una'joven de 17 años que le reco- mendaron por muy grave. El padre lo informó que habia sido una muchacha robusta, sana y de muy buen carácter, pero que hacia mas de dos años que advertia en ella una mu- danza notable: habia perdido su lozanía y su genio alegre y festivo. De algunos meses á aquella fecha se le notaba abul- tado el vientre, y hacia mas de veinte dias se sostenía con tenacidad una diarrea copiosa. Le confió lleno de indigna- ción y de vergüenza las sospechas que abrigaba de que todo tuviera origen en una pasión oculta que hubiera, en su con- cepto, llevado á su hija hasta el estremo de hacerla olvidar sus deberes; cuya confesión no habia podido arrancar á la jó- ven con ninguna clase de medios, ni aun con los tratamien- tos crueles que su enojo le inspiraba con frecuencia. Cuando el Sr. Jiménez la vió la encontró pálida, consumida y con una espresion de profundo sufrimiento en la fisonomía. Se que- jaba de desaliento, de un dolor sordo, continuo y muy moles- to en el bajo vientre que se propagaba algunas veces á los 16 lomos y los muslos: falta de apetito, sed, bascas y deposicio- nes frecuentes: el aliento estaba fétido. Examinado el vien- tre con todos loc miramientos que el caso exigió, encontró un tumor en el hipogastrio que llegaba casi al ombligo y se hun- dia en la pelvis, globuloso, macizo, de consistencia algo elás- tica y como fluctuante, doloroso á la presión y que daba á todo el vientre el aspecto de un embarazo de seis á siete me- ses. En la parte superior de los muslos se notaban varias cicatrices anchas, de una quemadura que sufrió siendo muy niña cayendo sentada en un perol de agua hii'viendo. El hy- men estaba intacto, muy duro y tan poco elástico, que apenas permitia el paso del índice. En el fondo de la vagina se to- caba en vez del hocico de tenca, el segmento inferior del tu- mor del vientre, como se toca el de una embarazada, convexo, liso, elástico, pero sin abertura y dando una sensación eviden- te de fluctuación. Había ademas soplo intermitente isócrono á la pulsación arterial en las dos regiones iliacas, pero mas en la izquierda, y no otro alguno: en los vasos del cuello se oía soplo continuo modulado. Las respuestas de la joven acerca de la sospecha paterna, dichas con la firmeza que ins- piraba el caso, robustecieron el juicio del Sr. Jiménez,de que aquella era inocente y que se trataba solo de la retension menstrual, que nunca se había presentado en virtud de hallar- se obliterado el orificio del cuello de la matriz, muy probable- mente á causa de la antigua quemadura. Manifestó su opi- nión al padre de la joven, y tres dias después hizo en su pre- sencia, porque la joven no tenia madre, una punción con un trocart grueso en el centro del tumor que se tocaba en el fondo de la vagina. Salió una gran cantidad de sangre pura, en parte coagulada, que algunas inyecciones hicieron salir hasta que el tumor del vientre desapareció del todo. El Sr. Jiménez sus- tituyó entonces á la cánula una sonda de goma elástica, que estrajo al tercero dia. La menstruación se estableció mes y medio después, continuando ya sin interrupción y sin acciden- tes. La joven casó y hoy es madre de varios niños, Yo quisiera, señores, hacer las reflexiones á que da lugar la preciosa observación que he tenido el placer de leeros: mas 17 supuesto que ni su autor quiso apuntarlas me abstengo yo de hacerlo, conformándome con copiar las palabras que el Sr. Jiménez puso al terminarla y que espresan su muy justa sa- tisfacción. “Permitidme añadir por toda reflexión, que acaso nunca he dado gracias á la Providencia con mas calor que esta vez, ni halládome tan engreído con una profesión que proporciona, como ésta, volver la felicidad á una familia y el honor á una mujer.” ABORTO. No dejan de observarse aquí con alguna frecuencia los abor- tos, siendo sus causas las de acción lenta, así como las con- mociones físicas y morales. Como tengo que decir algo nue- vo respecto de este punto, creo necesario ocupar vuestra atención unos cuantos instantes. La edad y las enfermeda- des de los padres agostan visiblemente la vitalidad orgánica del producto de la concepción: y aunque sea momentáneo el papel del hombre en el acto de la generación, y aunque la facultad reproductiva sea distinta de la del desarrollo, para mí está fuera de toda duda que un semen mal elaborado, ya por un joven tierno como por un hombre gastado por los años, engendra una vitalidad fugaz que se estingue prontamente. He podido notar en mi práctica, y esta opinión viene apoyada en la de buenos observadores, que esto sucede aun cuando el huevo fecundado encuentre en la mujer los materiales abun- dantes para un feliz desarrollo: el terreno será propicio, pero eso importa poco si está alterada la semilla. He conocido dos señoras casadas, una con un hombre de edad avanzada y otra con un gastrálgico, cuyos hijos han sido abortados en los primeros meses del embarazo. La segunda, viuda hace ocho años, contrajo hace tres un nuevo enlace, y tiene ya dos hijos que no dejan nada que desear. La sífilis paterna es una causa lenta de aborto. Es exacto que algunas veces los hijos de los sifilíticos nacen muertos y marcados con el estigma de.tan afrentosa enfermedad: es cier- to que algunas veces nacen vivos y con la sífilis hereditaria, 18 pero lo que no consta en los libros es, que los abortos en casos de sífilis paterna se verifiquen casi de una manera invariable en el tercer mes del embarazo; y aunque no es fácil medir hasta donde alcanza la influencia de la sífilis del padre, que contamina muchas veces (las mas) primeramente á la madre, y cual sea la que la viciación de la sangre de esta última ejer- za sobre el engendro, lo cierto es que lo que llevo espuesto sucede frecuentemente. De varias observaciones que debo á la bondad del Sr. Jiménez (D. M.), tomo estas dos que son conel uyentes. El Sr. P. bajo la influencia de la sífilis constitucional, que alcanza al tercer período, está casado con la Sra. * Tres embarazos se han sucedido y la señora lia abortado á los tres meses. Después del último aborto ha sujetado á ambos al tratamiento específico, y el embarazo actual lia podido llegar ya á los cuatro. (Nota tomada el 17 de Diciembre de G8.) El Sr. Y. contrae matrimonio con la Srita. * Quince dias antes de que el enlace tuviera lugar, el Sr. V. tuvo una con- ferencia con el Sr. Jiménez pidiéndole consejo acerca de su determinación. Gomo el interesado estaba bajo la influencia de la sífilis constitucional (placas mucosas y otras erupciones húmedas) el hábil cuanto honrado profesor le manifestó con franqueza su parecer. Le puso á la vista las consecuencias funestas de su enlace, si este tenia lugar en las circunstan- cias en que el pretendiente se encontraba, y opinó porque antes de llevarlo á efecto, deberia en conciencia someterse al tratamiento conveniente. Tan sábios consejos fueron desoídos, y algún tiempo después pudo el Sr. Jiménez hacer ver al ma- rido la realidad de sus muy fundados temores: la Sra. * ha- bía sido contaminada, pues tenia las placas mucosas en la boca, que había adquirido directamente. Sale embarazada y aborta al tercer mes. Después de esta nueva desgracia su- jeta á ambos á un tratamiento específico enérgico, y logra que tengan hijos pero anémicos, reumáticos y escesivamente delicados. ¡A cuántas consideraciones morales da lugar esta triste observación! Poseo entre otros ejemplares curiosos tres huevos humanos 19 íntegros, que son el producto de tres abortos distintos y en di- ferentes personas: los tres accidentes fueron espontáneos. Un examen muy prolijo me ha hecho ver que las vellosidades co- riales en esos ejemplares están intactas; ni una sola está des- garrada. Su espulsion ha venido acompañada de un escur- rimiento sero-sanguinolento y muy pocos dolores, pero no ha habido hemorragia. He buscado el hecho en los libros clási- cos y no lo he encontrado, ó si existe consignado no se ha dado la esplicacion. Yo me he supuesto que estos abortos se verifican porque los huevos no se arraigan, siendo esto de- bido á que las vellosidades coriales no han penetrado en la caduca refleja, como debia suceder, para que algunas sirvie- ran de guia y de cubierta á los vasos alantóideos que han de formar la placenta fetal, y las que no tuvieran ese objeto se atrofiasen, sufriendo antes la transformación grasosa. Faltán- doles, pues, las adherencias y vascularización indispensables para su desarrollo, se convirtieron en cuerpos estraños que la matriz tuvo que espulsar de su cavidad. He podido ver algunos abortos determinados por la trans- formación grasosa de las vellosidades coriales: tengo un ejem- plar en el que se vé la degeneración fibrosa de las mismas: pero para mí la causa mas frecuente es la apoplegia placen- taria, provocada unas veces por el orgasmo activo que men- sualmente sufre el aparato genital, y otras por mera intole- rancia de la fibra muscular uterina en las mujeres histéricas. La sangria y la quietud en el primer caso y el opio y el re- poso en el segundo, me han servido muchas veces para im- pedir su realización. Los Sres. Hidalgo Carpió, Ortega (D. F.), Jiménez (H. M.), Cordero.(D. M.) y yo, hemos notado varias veces que la es- pulsion del feto no se verifica sino hasta cierto tiempo des- pués de su muerte, algunas ocasiones muy tarde. He esta manera se esplica como una que aborta á los cuatro meses de embarazo, arroje apenas un producto rudimentario de unos cuantos dias. Hemos podido observar igualmente, que el pro- ducto de la concepción sufre tres especies diversas de trans- formaciones: si la muerte lo hiere en los estados ovular y 20 embrionario, es una verdadera liquefacción que toma el as- pecto de una solución espesa de goma; pero en la época fetal, es la momificación y la mnceracion. Ahora es ya una verdad conquistada por la ciencia, que las llamadas molas no son otra cosa que las diversas modificaciones que sufre el producto de la concepción y sus anexos, cuando, después de la muerte de aquel, su permanencia se prolonga mas ó menos dentro de la matriz. Pero es de advertir que si la muer- te del feto es causada por sus enfermedades ó las de sus cu- biertas, pasa muchas veces desapercibida especialmente en la primera mitad del embarazo, siéndolo igualmente los fenóme- nos de la secreción ladea, su consecuencia inmediata, ya ss porque su manifestación sea pasajera, ó ya porque realmente falte. Por esto es que el accidente no viena á saberse sino basta que se verifica la espulsion: entonces es cuando se cal- cula la época probable de la muerte del feto. He aquí un caso de aborto provocado por la hidropesía del arrimos, y con el que el Sr. Ortega (F.) ha querido honrar mi tesis. Hace algún tiempo que la señora de uno de nues- tros prácticos mas afamados tuvo un embarazo complicado de hidropesía del amnios, tan considerable, que entre cuatro y medio y cinco meses habia adquirido el vientre un volumen mucho mayor que si estuviera á término. Tan fatal compli- cación venia acompañada del cortejo de síntomas molestos que trae consigo, dispnea, opresión, etc., etc. La piel del abdomen estaba tan restirada y lustrosa, que en ella se re- producía la flama de una vela. Llamado el Sr. Yértiz á con- sulta se decidieron á esperar, confiados en que si aquello con- tinuaba el aborto sobrevendría naturalmente. Así sucedió poco tiempo después, perdiendo la señora una gran cantidad de agua amniótica, y espulsando con ella los productos de la concepción: era un embarazo de gemelos. En el referido caso la naturaleza se anticipó á salvar á la madre: pero si no hubiera sucedido así, se debería haber re- currido á provocar el aborto? yo creo que sí, porque no es creíble que la señora hubiera podido permanecer en ese es- tado sin graves inconvenientes para su salud, y porque no hay 21 otro arbitrio que el uso de medios, que ademas de que debi- litan á las mujeres, pueden indirectamente traer el aborto; tales son los evacuantes. ¿Se deberia intentar en casos gra- ves el derrame de una parte del líquido amniótico, puncio- nando el huevo al través del útero por la vagina? No creo que un solo hecho feliz autorice para recomendar ese medio, pero yo lo he puesto una vez en planta y esto es lo que me decide á aconsejarlo. He aquí la observación aunque muy estractada. La Sra. G. me solicita á fines de Abril de 1862. Es mul- típara y en el último embarazo había abortado al quinto mes. Estaba á los siete y medio de su último preñado cuando la vi: no me cupo duda de su situación, y para ser breve solo diré que había una hidropesía del amnios, pero muy con- siderable; Ja enferma se hallaba en un verdadero estado de ortopnea, parecia sofocarse Propuse una junta á la familia y el marido me manifestó que lo que deseaba era que yo solo tomara una providencia á favor de la enferma, y verdadera- mente apremiado me ocurrió entonces hacer una punción en el huevo al través del segmento inferior del útero, con solo el objeto de disminuir la cantidad del líquido. Introduje los dedos medio é índice de la mano izquierda en la vagina, es- tando la enferma acostada y con las nalgas á orillas de la ca- ma. Sobre mis dedos conduje un trocart curvo que llevé muy oblicuamente y hacia atras del cuello del útero, hasta encontrar el punto íluctuante formado por el segmento infe- rior de la matriz; hice un empuje moderado y logré introdu- cirlo, no encontrando ninguna resistencia: estraje el punzón dejando la cánula, y procuré hacer lento el escurrimiento apli- cando la yema del dedo en la estremidad libre, sacándola con las debidas precauciones luego que salieron tres cuarti- llos de líquido, La respiración se regularizó como por en- canto, viniendo con la calma el sueño. Hice administrar á la enferma una lavativa pequeña cada tres horas, con quince gotas de laúdano cada una. Al dia siguiente encontré á la enferma muy tranquila; la abertura practicada habia dejado salir algún líquido en corta cantidad. Esta mejoría duró quin- 22 ce dias irías, al cabo de los cuales fui solicitado nuevamente. Los accidentes que antes he apuntado reaparecieron, y la en- ferma me pidió que la operara de nuevo. Repetí mi procedi- miento, sacando entonces cosa de cuatro cuartillos de líquido: lavativas laudanizadas y quietud. Veinticuatro horas después me avisan que la señora tiene dolores de parto; ocurro desde luego y veo que aquello era inevitable. El feto estaba vivo y esto me tranquilizó. Nueve horas después daba á luz un niño, que está actualmente muy robusto y sano. No me cabe duda de que su espulsion se verificó á principios del octavo mes del embarazo, aunque su desarrollo estiba avanzado. ¿Por qué practiqué aquellas punciones que nadie recomien- da? Yo diré, que no obstante que creo lícito y conveniente provocar no solo el parto prematuro sino también el aborto, en determinadas circunstancias, quise, antes de resolverme, intentar un recurso inocente que llenara estas dos indicacio- nes, mejorar el estado de la madre, prolongar por mas tiempo la permanencia del feto en la matriz. Los resultados prácti- cos que da de sí la observación, son los siguientes: l.° Que ha sido posible verifican sin inconvenientes la perforación de las membranas al través de las paredes de la matriz, en su segmento inferior. 2.° Que ha sido posible en una segunda operación, estrayendo mayor cantidad de líquido amniótico, provocar de un modo sencillo el parto prematuro artificial. 3.° Que este procedimiento estaria contraindicado formalmen- te, ya se haga con uno ya con otro objeto, en los casos en que la placenta esté implantada en el segmento inferior del útero. La cuestión relativa al parto provocado con un objeto tan humano, como es el de salvar casi á todas las mujeres y á una gran parte de los niños, condenados antes á muerte por la operación Cesárea y la embriotomía, y la no menos intere- sante del aborto artificial que, aunque sacrifica á los niños, salva á un gran número de mujeres que no podrian llegar al término natural del embarazo sin correr el mismo peligro, cuenta ya en México algunos defensores, Mi instruido ami- go el Sr. II. Carpió ha publicado un libro intitulado: “Intro- 23 duccion al estudio de la Medicina legal mexicana,” en el que, aunque muy brevemente, espone lo lícito y conveniente de ambas operaciones: yo profeso sus propias ideas y solo desea- mos que la Academia de Medicina, en vista de lo importante de la materia, señale de una manera precisa los casos en que deban practicarse. PARTO NATURAL Y DYSTOCIA. Es muy digno de notarse que los partos en México sean generalmente naturales y felices. Desde luego hay que tener en cuenta, que las causas de dystocía son rarísimas entre no- sotros. El raquitismo, la osteomalacia, las luxaciones con- génitas de los fémures, los exóstosis, enchondromas, osteos- teatomas intrapelvianos no los conocemos mas que teórica- mente La presentación mas frecuente es la de vértice: la posición casi constante es la primera: suelen verse las demas, pero esto es escesivamente raro. Vienen después de la de vértice, por orden relativo de fre- cuencia, las presentaciones de la estrcmidad pelviana y sus variedades, las de tronco, y por último las de cara; estas dos con los inconvenientes que señalan los autores. En México los partos á término son los mas frecuentes: hay algunos precoces, y raras veces son tardíos. La manera de calcular generalmente el fin del embarazo, es la que lleva el nombre del Sr. Vértiz. Consiste en contar nue- ve meses solares desde la última menstruación y agregar quin- ce dias, límite posible del error. Los partos anticipados y re- tardados no pueden calcularse si no es que se trate de ge- melos, los que por lo común se verifican entre el sétimo y el octavo mes. Varias observaciones hay de parto prematuro provocado por la inserción viciosa de la placenta en el segmento inferior del útero. El arte ha tenido que intervenir en todos. La pun- ción de las membranas es el primer arbitrio al que han ocur- rido los Sres. H. Carpió, Jiménez (M»), Bandera y algunos 24 otros profesores. Por sí solo este recurso ha bastado para contener la hemorragia en algunos casos, especialmente si la presentación es de vértice: la cabeza del feto que se aplica sobre el orificio uterino ha obrado como medio hemostático. Si este medio no ha surtido sus efectos, el cuernecillo de centeno ha servido entonces de poderoso auxiliar. Pero ha habido casos en que la abundancia de la hemorragia haya he- cho necesario el parto artificial: entonces se ha introducido la mano por la parte despegada de la placenta y se ha practica- do la versión, cuyo recurso es y lo será cada dia mas, pre- ferible al parto forzado. En un caso que socorrí en Puebla el 26 de Diciembre de 1863 ocurrí succesivamente al tapo- namiento, punción de las membranas, centeno de cuernecillo y versión. El éxito fué feliz. Cuando las primerizas pasan de cierta edad sus partos son difíciles á tal grado, que necesitan de los auxilios del arte: pero en los subsecuentes el trabajo es natural. En dos casos que me pertenecen ha sido preciso, ya ago- tados los esfuerzos del organismo, recurrir en uno á la ver- sión—el feto salió muerto, y en el segundo al fórceps con el que estraje un feto vivo. Los partos posteriores de ambas han sido naturales. Sus edades eran veintiocho y treinta años. En otro caso en el que intervinieron los Sres. Leguia, Vér- tiz y Jiménez (M.) la señora tenia treinta y ocho años y era primeriza. Todo era favorable, presentación, posición (pri- mera de vértice) energía suficiente de las contracciones, y el trabajo veinticuatro horas después de comenzado no avanzaba: la cabeza estaba clavada en el estrecho superior. Los Sres. Jiménez y Leguia resolvieron aplicar el fórceps; perahabiéndose presentado dificultades por parte de la familia, la operación se difirió para el dia siguiente. Transcurrieron catorce horas mas y la cabeza no había avanzado una línea. Cloroformada la enferma y aplicado el fórceps, los Sres. Vértiz, Jiménez y Leguia intentaron estraer el feto; lo cual no se logró sino des- pués de repetidas tentativas. El niño vino asfixiado, pero se restableció y aun vive: sus dimensiones eran las normales.— 25 No hubo contratiempo notable posterior. La Sra. G. ha te- nido después otros tres partos bastante felices, naturales y alguno hasta violento. He dicho antes que no son raros los partos en que el feto se presenta por su plano lateral, y que en casi todos ha sido necesario recurrir á la versión. En el que voy á referir hu- bo ademas necesidad de recurrir al fórceps, después de ha- berse verificado aquella. El 21 de Abril de 1845 llamaron al Sr. Jiménez (M.) á la calle de los Gallos para ver á una joven primeriza, que lleva- ba quince horas de trabajo; la presentación era de hombro y había salido todo el brazo derecho. Practicó la versión po- dálica con felicidad, hasta que la cabeza se resistió vivamente. Se aplicó el fórceps, con cuyo auxilio se consiguió estraer una criatura muerta. La joven se restableció después de una metro-peritonitis muy grave. Yo he observado varios casos en que la evolución se hace naturalmente; pero el feto ha muerto antes ó venido en esta- do de muerte aparente. En la noche del 4 al 5 de Marzo de 1856, nos reunimos casualmente el Sr. Amelier y yo en la casa número 23 de la calle de Ortega. La comadrona, demasiado vulgar, nos refi- rió que el trabajo habia comenzado en aquella mujer (multí- para) el dia 3, y que en la tarde del 4 al romperse la fuente habia salido una mano de la criatura, que varias veces habia hecho tracciones sobre ella y que no habia conseguido estraer el feto. Examinamos á la mujer, que sufria dolores regulares intensísimos, y vimos que se trataba de una presentación cé- falo iliaca derecha dorso anterior con procidencia del brazo izquierdo: habia ademas procidencia del cordon, que salia al nivel de la sínfisis sacroiliaca izquierda: estaba frió y no pulsa- ba. Nos disponíamos á practicar la evolución artificial, cuan- do en medio de fuertes dolores vimos girar el cuerpo del ni- ño, doblarse el tronco y colocarse debajo del pubis el hombro izquierdo: el perineo se distiende considerablemente, y apare- cen por su comisura anterior la nalga izquierda, luego la de- recha; los miembros inferiores y el tronco salen al fin, La 26 cabeza salió espontáneamente y en posición casi longitudinal. El feto estaba muerto. La madre tuvo una metritis que ce- dió con los medios apropiados. Vov á consignar otro caso de versión cefálica natural. En Abril del año próximo pasado fui llamado violentamente para ver á la Sra. de 0. (Alameda número 1.) La señora habia dado á luz varios niños con felicidad. A su cabecera estaba mi compañero el Sr. Leal, quien me informó de que el tra- bajo habia comenzado la noche anterior, habiendo sido solici- tado para terminar aquel parto vicioso, pues se trataba de una presentación de tronco cófalo iliaca izquierda dorso anterior. Ratifiqué el diagnóstico, que era exacto, y convenimos el Sr. Leal y yo en practicar la evolución con el auxilio del cloro- forma pues la señora sufria horriblemente: debo advertir que las aguas habían salido todas, y que el útero estaba aplicado inmediatamente sobre el cuerpo del feto. Cuando nos dis- poníamos á operar á la enferma un intenso dolor hace cam- biar la presentación, y el niño aparece por la cabeza, habiendo sido lanzado con una fuerza prodigiosa. Sobrevino una he- morragia grave, que cesó luego que estraje la placenta. El feto salió asfixiado, y los socorros que los Sres. Leal, Arám- buru (que llegó en esos momentos) y yo le proporcionamos, que fueron los que los autores recomiendan, no lograron vol- verle la vida. La señora no tuvo accidentes posteriores. Las observaciones de algunos profesores y mias con res- pecto á partos complicados de procidencia del cordon ombili- cal, son muy variadas: siempre que, ha podido ser reducido á tiempo oportuno, ó se ha recurrido á la versión y al fórceps antes de que se debiliten y pongan irregulares sus pulsacio- nes, se ha logrado estraer los fetos vivos; pero cuando no ha sucedido así la terminación ha sido adversa. En los partos complicados de procidencia de uno ó varios miembros, que no tienen relación anatómica con la parte pre- sentada, se ha logrado casi siempre una terminación natural y feliz cuando ha sido posible reducir la parle que procide ó la presentada. En estos casos me ha probado muchas veces intentar succesivainente ambas maniobras, comenzando por la 27 que presenta menos dificultades: si no logro la primera pro- curo realizar la segunda. Si la parte procidente es uno ó ambos pies, prefiero, si la cabeza no opone mucha dificultad, obrar sobre ella llevándola á la fosa correspondiente, y termi- nar la versiofi haciendo tracciones sobre los dos piés ó so- bre el único que se baya presentado si es el posterior: con eso lia bastado para concluir la maniobra. 'Debo á la bondad del Sr. Ruiz Olloqui (S. Juan del Rio) la siguiente observación que prueba la utilidad de lo que lle- vo espuesto. A fines de 1862 í'ué llamado dicho profesor para socorrer á una india como de veinte años, primípara, que estaba en trabajo de parto hacia cuarenta y ocho horas y cuarenta y dos de salida la cabeza, pero sin avanzar una línea. El semblante de la mujer espresaba la mas horrible angustia, las contracciones uterinas eran irregulares, y á cada una de ellas acompañaba un fuerte flujo La cabeza estaba afuera enteramente, muy aumentada de volumen por el enfisema é infiltración de sus partes blandas, interceptando toda la vulva hasta el grado de no permitir, sino con gran trabajo, la intro- ducción de los dedos en la vagina. El feto estaba en putre- facción. Las tracciones practicadas para concluir el parto fueron infructuosas, por lo que el Sr. Olloqui se decidió á decapitarlo, estrayendo antes y con sumo trabajo uno de los brazos. Hecha la cefalotomía, después de haber dejado salir alguna sangre líquida y coagulada y gases descompuestos que venian del interior de la vagina, introdujo la mano derecha para estraer el otro brazo, deslizando aquella sobre la parte anterior del pecho: pero bien pronto tropezó con un cuerpo duro, encontrando al lado otro enteramente igual que tenia la misma consistencia, forma y volumen del primero. Pasado un rato de atento examen reconoció en aquellos cuerpos las dos rodillas, que estaban situadas sobre el plano esternal del feto y abajo del estrecho superior. En el acto procuró, empuján- dolas, llevarlas arriba del estrecho, lo que se consiguió des- pués de algún tiempo porque en aquellos momentos adqui- rieron grande intensidad las contracciones de la matriz. Libre del obstáculo, tomó las manos que tenia ya afuera, y ti- 28 raudo de ellas vió con placer que el cuerpo salia fácilmente, por lo que dejó que la naturaleza terminara la espulsion. La mujer no sufrió gran cosa después de tan penoso trabajo. La observación anterior tiene esto de curioso; que el tronco estuviera enclavado por la procidencia de ambas rodillas. La espulsion del feto en tales circunstancias no era posible: pero la conducta que observó el Sr. Olloqui fué muy racional, pre- firiendo mejor hacer lo que hizo que tirar con violencia, lo que no solo no habría bastado para estraer el feto, sino que hubiera determinado accidentes flegmásicos graves. Pero hay veces en que nada de esto es posible; entonces no hay otro recurso que el fórceps ó el cefalotribo: he aquí dos hechos de este género. El Miércoles 7 de Diciembre de 1868 fui llamado por mi amigo el Sr. Menocal para ver á una mujer en la calle de la Misericordia. Era multípara y el parto habia comenzado trein- ta horas antes: las membranas se habían roto baria diez ó do- ce. Al practicar el reconocimiento lo primero que se adver- tia era un prolapsus de la pared superior de la vagina, que es- taba laxa hasta el grado de poder tirarla muy afuera de la vulva. Una vez introducido el dedo muy arriba, se encontra- ba la cabeza del feto, en primera posición, pero estaba encla- vada en el estrecho superior, es decir inamovible: al nivel de la cavidad cotiloidea derecha se sentia un miembro que pro- cidia mas abajo que la parte presentada, era el pié derecho. El útero estaba aplicado sobre el cuerpo del feto: no habia contracciones hacia algunas horas, y las últimas habían sido provocadas por el centeno de cuernecillo que habia ordenado el Sr. Corana. La cabeza estaba inamovible, y no era posible intentar su reducción, ni la del miembro procidente. Creimos necesario aplicar el fórceps con tanta mas razón, cuanto que nos pareció haber oido los ruidos del corazón del feto. La maniobra fué laboriosa no solo por la altura en que se halla- ba la cabeza, sino por el obstáculo que oponía ó las manio- bras el prolapsus vaginal, y la dificultad de introducir las cu- charas entre la cabeza y el estrecho por el reducido espacio que habia entre ambos. Fatigado de tan larga tarea, el Sr. 29 Menoeal tuvo la bondad de cederme el fórceps, que después de un trabajo ímprobo logré aplicar: hice las tracciones nece- sarias para estraer al feto, hasta hacer salir la cabeza fuera de la vulva: entonces vimos que el cordon ombilical daba dos vueltas alrededor del cuello, y bautizándolo en el acto, apre- suré su estraccion. Salió asfixiado, y no pudimos volverlo á la vida después de haber puesto en planta los recursos mas recomendados. Sobrevino una hemorragia que cedió tan lue- go como estraje la placenta, que ya estaba desprendida, y al- gunos coágulos voluminosos que había dentro de la matriz. La enferma no tuvo accidentes. El 14 de Agosto de 1857, el Sr. Ameller y yo socorri- mos á la Sra. P. (italiana) de 29 años y madre de dos niños. Estaba en trabajo de parto desde la tarde del 12,y á las diez de la mañana del referido 14 la encontramos fatigada por lo laborioso del trabajo. Se quejaba de una cefalalgia supra or- bitaria intensa, tenia vértigos, zumbido de oidos y dolor en el epigastrio. Su pulso estaba débil y lento; contestaba con desagrado y dificultad á las preguntas que se le dirigían. La partera nos dijo que las membranas se habian roto desde la noche del 13, habiendo transcurrido ya como quince horas. No habia dolores y el útero estaba retraido, duro y doloroso á la presión. Practiqué el tacto por la vagina, que estaba ca- liente y seca; el cuello completamente dilatado daba paso á la cabeza, que estaba en segunda posición (occipito iliaca dere- cha posterior); estaba inmóvil en el estrecho superior, proci- diendo un miembro (probablemente el izquierdo). La aus- cultación obtuvo resultados completamente negativos con res- pecto al feto; habia un soplo intermitente en la parte inferior derecha del vientre. Antes de mi llegada el Sr. Ameller ha- bia intentado infructuosamente reducir alguna de las dos par- tes presentadas, pero sus tentativas fueron inútiles; ni tam- poco consiguió colocar el fórceps. Creimos, pues, que la craniotomía era el único recurso á que se pudiera apelar des- pués de todo lo intentado,y ya nos disponíamos á practicarla, cuando percibimos los movimientos coreicos de los músculos de la cara, que nos indicaron el principio de un acceso de 30 eclampsia. El Sr. Ameller aplicó en el acto el cloroformo, y á mí me encargó del manual operatorio. Introduje el cra- niótomo de Smellie, y después de haber desgajado la cabeza, estraido la pulpa cerebral y colocado el pió arriba del estre- cho, apliqué sin dificultad el cefalotribo de Cazeaux; hice al- gunas tracciones, y cuando había logrado estraer la cabeza fuera de la vulva se salió de las ramas del instrumento: es- traje después el tronco valiéndome del gancho embotado, que introduje por la concavidad sacra en la axila derecha del feto. La operación terminó felizmente cuarenta minutos después de haberla comenzado. La acción anestésica del cloroformo fué tan completa que la Sra. P. nada sintió, logrando con su auxilio poner fin á la eclampsia. El puerperio, no obstante algunos accidentes inflamatorios del aparato genital, terminó felizmente. Tengo otras observaciones análogas en las que ha sido ne- cesario, como en la anterior, aplicar el cefalotribo. Entre ellas hay una que debo á la amabilidad del Sr. Hidalgo Car- pió, en cuyo caso se trataba de una presentación de vértice complicada de procidencia de una mano. En los partos de gemelos generalmente sucede, que la sa- lida del segundo se verifica á poco de que ha tenido lugar la del primero: en algunos, por el contrario, se demora. Los autores clásicos recomiendan, en estos casos, que no se apresure la salida del segundo feto sino cuando un accidente grave pxija su espulsion inmediata. Su permanencia puede demorarse horas, dias y aun meses, como sucede en los ca- sos en que uno de ellos ha sido abortado. El Sr. Jiménez (M.) refirió en la Sociedad de Medicina (sesión del 27 de Febrero de 1867) un hecho desgraciado, pero que encierra una muy útil lección. El Domingo 24 del mismo mes fué llamado después del medio dia para ver á una enferma, que no obstante haber dado á luz la víspera á las dos de la tarde un niño á término, aguardaba un segundo parto según anunció la partera. La joven era primeriza, es- taba alarmada y conservaba atado al muslo el cordon placen- tario del recien nacido. Su vientre estaba muy abultado. La 31 primera idea del Sr. Jiménez fué, que se trataba de una re- tención de la placenta: pero reconociendo á la enferma en- contró un tumor fluctuante, que parecia formado por la bolsa de las aguas, dentro del cual forzando un poco descubrió un cuerpo duro que se desalojaba y producia el fenómeno del traqueteo. Prosiguiendo el examen por la palpación y aus- cultación del vientre, se persuadió que habla un feto vivo, pues percibió los latidos de su corazón y sus movimientos espontáneos. El Sr. Jiménez aconsejó lo que le pareció mas conveniente para acelerar la marcha del trabajo. El parto se verificó hasta el limes por la mañana á las siete y media; esto y una horas después de la espulsion del primero, y eso todavía con la intervención del arte. Habiendo presen- tado el niño una mano se hizo la versión, la cual fué laboriosa por haberse atorado la cabeza. Esta operación la practicó el Sr. Garmona (T.) La enferma murió dos dias despees á con- secuencia de una metritis complicada de fiebre puerperal, en- tre cuyos síntomas había uno que indicaba un fin próximo; el pulso débil, frecuente y que latia ciento sesenta por minuto. l\le parece que si en el caso antes citado, después del par- to del primer niño se abandona el del segundo á los solos es- fuerzos de la naturaleza, la madre hubiera salvado; y esto lo creo porque no existia ningún accidente que reclamara su es- pulsion inmediata; la enferma, dice la observación, solo esta- ba muy alarmada. Este concepto es para mí tanto mas pro- bable, cuanto que en el embarazo de gemelos uno de ellos puede ser abortado, y sin embargo el segundo puede conti- nuar, y continúa efectivamente dentro de la matriz basta el término de una preñez ordinaria. La analogía es tanto mas exacta, si se reflexiona que el parto gemelar se anticipa nece- sariamente: supuesto eso y supuesto que el útero estaba quie- to, que no había accidentes de ningún género ¿para qué fes- tinar la salida del segundo? Yo creo por lo mismo, que la provocación artificial del parto del segundo gemelo fué pro- bablemente causa de la muerte de la madre. El hecho que voy á referir tiene mucho de singular. La Sra. de M. (Tarasquillo núm. 4) tiene 17 años de casada. 32 Los tres primeros partos han sido naturales y no han presen- tado nada de particular; pero los siete restantes han venido siempre acompañados de molas mas grandes que una naranja, las que han sido espulsadas naturalmente á los tres, cinco, ocho y diez dias después de los partos. Todos los niños han sido de término y han nacido vivos. Los caracteres de tan curiosos quistes han sido los de una mola carnosa ó fibro- carnosa, en cuyo interior se han encontrado (en dos) restos fetales, pelos y fragmentos huesosos muy pequeños; y en los demas ó un líquido espeso muy denso y amarillento rojizo, o una serosidad transparente: el espesor de las paredes ha sido variable; los que yo he visto, que han sido tres, tendrían cerca de un centímetro de grueso. Lo particular de esta observación consiste, en que siete ve- ces succesivas haya venido idéntica complicación. Yo creo que estos son casos de preñez gemelar en los cuales uno de los huevos perece, no estorbando por eso el desarrollo de su her- mano que viene al mundo vivo y perfectamente conformado. Los productos encontrados en los quistes indican para mí, que la muerte ha alcanzado á los huevos en el período em- brional y á principios del fetal. Otra de las particularidades de este caso es, que los cuerpos estrados hayan permanecido varios dias sin provocar algún accidente; y aunque su espul- sion ha venido siempre acompañada de una hemorragia, esta ha sido ligera y jamas ha tenido trascendencia. Después del último, parto la Sra. de M. tuvo un aborto de tres meses y no ha vuelto á salir embarazada. He dicho antes que los vicios de conformación de la pel- vis son raros entre nuestras mexicanas, y esto lo atribuí á la rareza suma del raquitismo en este país. Suelen verse algu- nos ocasionados por un accidente, ó son congénitos. Os re- feriré algunos. Yo he parteado á la Sra. de G., pariente de mi amigo el Sr. Lavista, la cual, á consecuencia de una an- quilosé de la rodilla derecha determinada por un tumor blan- co, cojea desde sus mas tiernos años. La Sra. de G. tiene á no dudarlo, una inclinación hácia atras y á la izquierda de la rama ischio-pubiana derecha, la que da por resultado que 33 los diámetros sacropubiano y oblicuo izquierdo sean mas cor- tos. Pero esa estrechez está compensada con una amplitud del diámetro oblicuo derecho; todo lo cual hace que la esca- vacion tenga una forma oblicuo-ovalar. El diámetro sacro- pubiano mide 10 centímetros, espacio suficiente para'que pu- diera pasar la cabeza del feto, cornfo sucedió felizmente. La Sra. de C. multípara, ademad de que tiéne muy incli- nado hacia adelante el ángulo sacro vertebral, tiené vertical el cuerpo del pubis y dirigido un poco háci'a atrás. El estre- chamiento del diámetro sacro pubiario es tal, que solo mide 97 milímetros. No obstante, la Sra. C.; ha tenido tres ó cua- tro partos felices, aunque léntos:7el! penúltimo fue de un hy- drocéfalo que nació muerto, pero fué también natural. En una de las primeras sesiones del mes de Diciembre del año próximo pasado, presentía la Academia de Medicina una pelvis viciada por estrechamiento absoluto. Sin embargo de su pequeñez, los diámetros de lá éscavacion y de ambos es- trechos tienen dimensiones tales, que permiten el paso de la cabeza de un feto á término, y así opinaron CÓnmigo los Sres. Jiménez (Mi), Garmona (M.), Menocal, Villagrañ y Jiménez (L ) No obstante eso, la estraccion fué imposible aun habien- do sido aplicado el fórceps y el cefalotribo después de practi- cada la craniutomía, por personas muy competentes. Como la mujer habia estado en trabajo de parto ocho dias y trans- currieron cinco después de rotas las membranas, el feto entró en putrefacción, se puso enfisematoso, y esto lo hizo adquirir un gran volumen. Ademas, la retracción de la matriz sobre •el producto muerto y una cintura natural ó accidental que el cuerpo del útero presentaba, aun después de rnüerta la madre, cuya cintura tenia ceñido el cuerpo del feto, fueron en mi concepto las causas que impidieron su estraccion. La mujer sucumbió. La pelvis es tanto mas curiosa cuanto que de es- te género, es decir viciadas por pequeñez absoluta, Náegelé solo ha podido recoger cuatro, y una dé ellas pertenece á una enana de metro 1,16 de altúra lo que la hácé menós sin- gular. En la clínica de partos de Paris solo hay una, Según me ha dicho el Sr. MénocaL La historia del hecho referido 34 con todos sus pormenores, inclusas las dimensiones de la pel- vis viciada, existen en el archivo de la Academia de Medicina de México. Tengo otra pelvis que formaba parte de la colección del Sr. Martínez del Rio. Puede decirse que es oblícuo-ovalar, pero no pertenece á la sinostosis simple congénita descrita por Naegelé. Faltan en ella la sinostosis, la atrofia de la mitad correspondiente del sacro y otros caracteres: los huesos ilia- cos de esta tienen las mismas dimensiones, y el desarrollo es uniforme en ambos. Este ejemplar y sus análogos no presen- tarán un obstáculo á la verificación del parto, supuesto que sus diámetros pequeños ó viciados miden 10 y 11 centí- metros. Voy á presentaros una observación en que figuran el ma- logrado D. Francisco Vértiz y el Sr. Jiménez (M.), y en la cual se trata de una pelvis cuyo diámetro sacro pubiano me- día 42 milímetros. El 4 de Julio de 1840 llamaron al Sr. Jiménez de la Espalda de San Juan de Dios para que viera á María de los Angeles, joven de diez y años, atolera, muy baja de talla, coja de la pierna izquierda y un poco gi- bosa. Hacia mas de cuarenta y ocho horas que estaba de parto, y según dijo la comadrona pasaban de veinticuatro las horas trascurridas después de la ruptura de las membranas. Los dolores después de haber sido muy fuertes y repelidos, casi habían cesado: el estado general era muy alarmante y postrado. La presentación era de vértice y parecia ser la se- gunda. La cabeza se sentia clavada é inamovible en el es- trecho superior, pero fuera del cuello uterino. El feto no da- ba señales de vida, y habia escurrido algún meconio por la vulva. Medido el diámetro antero posterior (sacro pubiano) dió 43 milímetros. Se sentia el promontorio muy avanzado hacia el pubis, y muy cerca del mismo promontorio la rama del ischion izquierdo. Entre los Sres Vértiz y Jiménez prac- ticaron la craniotomíá, cuya operación fué muy laboriosa, te- niendo después que aplicar el fórceps para estraer la pelvis que también se resistía. Después de algunos desórdenes flo- gísticos la paciente se restableció, y aunque advertida del pe- 35 ligro que corría, el Sr. Jiménez luvo que volver á verla en Febrero de 184-3 porque un nuevo parto la comprometía. Guando llegó, la mujer había ya muerto, informándolo enton- ces que había estado tres días en el trabajo, y que hacia tres horas que se había desmayado y quedado muerta. Al día si- guiente la inspeccionó, y pudo ver que la cabeza de la Cria- tura estaba literalmente clavada en el estrecho: que el diá- metro antero posterior medía 42 milímetros: que la articula- ción sacro vertebral era en esceso proeminente; que la rama del ischion izquierdo se hundia hasta acercarse al promonto- rio, que habia una ineurvacion de la espina dorsal, y una luxación completa de la cabeza del fémur izquierdo hácia la fosa iliaca esterna. Esta pélvis fue preparada por el Sr. Ji- ménez, quien se la cedió al Sr. Martínez del Rio. El Sr. Clement ha tenido la bondad de darme la observa- ción de un caso de dystoeia ocasionada por el estrechamiento del diámetro sacco pubiano, que medía apenas 36 milímetros. La mujer, objeto de esta observación, es raquítica; su talla es metro 1,06; su pelvis está viciada considerablemente. No obstante estas circunstancias, el Sr. Clement la salvó la vida practicando la cefalotripsia. Yo siento no poder mas que apuntar este hecho, porque la relación escrita que mi hábil compañero y amigo me ha remitido está tan pormenorizada y es tan estensa, que á mi pesar no puedo hacerla caber en un escrito de la naturaleza de éste. Ni me he atrevido tam- poco á estractarla porque, por bien que desempeñara mi papel, aquella perdería toda su importancia, considerándola como realmente lo es, una lección sobre la manera de practicar la embriotomía en casos de estrechamientos escepcionales: me reservo por lo mismo á darle mejor lugar en un trabajo que pienso dar á luz. Solo añadiré, que hasta hace poco tiempo la operación Cesárea era de precepto en casos de estrecha- miento como los que se presentaron á los Sres. Vértiz (F.), Jiménez y Clement: por eso me es muy satisfactorio consig- nar, que en México esos profesores ampliaron el campo de Ja embriotomía, antes de que en Francia los parteros modernos recomendaran hacerlo así. Como recordareis, no hace mucho 36 tiempo que el cefalotribo solo se aplicaba en los estrecha- mientos comprendidos entre 65 y 55 milímetros; después hasta 45 (0, 045); hoy no tiene otro límite que 26 (0, 026), es decir, mientras sea posible aplicar el instrumento. La ope- ración Cesárea pierde terreno* Suelen también presentarse algunos vicios de conformación en las partes que contribuyen á formar el canal vulvo uteri- no. De las observaciones que poseo copiaré estas dos inte- resantes. • uooiíf OH>J La Sra. *, á consecuencia de la compresión que en un pri- mer parto ejerjció la cabeza del feto sobre la vagina, cuyos tejidos se'esfacelaron en una gran estension, tenia un estre- chamiento en ese conducto, á la unión del tercio medio con el tercio superior, que np permitía ni aun la introducción del dedo índice Sobrevino, no obstante esto, un nuevo embara- zo y llamado el Sr. Ortega (F.), que ya estaba prevenido con el objeto de allanar aquel obstáculo, cuando llegó tuvo lugar de ver terminarse naturalmente el parto, desgarrando la parte presentada (que era la pelviana), las bridas resistentes del te- jido inodular. La Sra. siguió bien: el estrechamiento des- apareció á tal grado, que sin dificultad ha podido dar á luz otros niños. Estos casos de atresia de la vagina no son comunes. Los autores no hacen mención mas que de tres. Mi apreciable aeñgo y compañero el Sr. Andrade ha leido el año próximo pasado,en la Academia, una interesantísima observación sobre el propio asunto. El hecho que he referido, en mi concepto, resuelve satisfactoriamente la cuestión médico legal que en casos de este género podria suscitarse acerca del uso del ma- trimonio. ■, , Ved aquí un caso de obliteración del cuello del útero de- bida muy probablemente á accidentes sifilíticos. El Sr. HD dalgo Carpió fué llamado, hace ocho años, al lado de una se- ñora que llevaba muchas horas de sufrir violentos dolores de parto, el cual no podia verificarse. Se le informó que había tenido un parto anterior, después del cual, y en los primeros meses del último embarazo,,había padecido ulceraciones sifilítb 37 cas en la vulva y ademas flujo blanco. Al hacer la esplora- cion,el Sr. H. Carpió encontró borrado el cuello de la matriz, y reducido á una especie de membrana, que aunque no muy delgada dejaba percibir la presentación del niño, la cual era de vértice. No encontrando una dilatación que correspondie- se al período del parto, calculando su duración, buscó con cuidado por si hubiera una oblicuidad del orificio, absoluta ó relativa. Nada encontró, absolutamente nada, ni aun vesti- gios de donde hubiera estado la abertura natural. Entonces aplicó el espejo, y después de una investigación cuidadosa que no dió resultado alguno, introdujo un bísturi recto con el que practicó una punción que interesó solamente la pared uterina. Después, con otro abotonado, y de dentro afuera, des- bridó á derecha é izquierda como una pulgada de cada lado. A pocos momentos se presentó formada ya la bolsa amnióti- ca, la que se rompió poco después, verificándose el parto na- turalmente y sin resultados. Suelen presentarse á nuestra observación casos de dystocia determinados por el volumen escesivo de la cabeza (macro- cefalia) ó de todo el feto: los hay también de hydrocefalía in- terna y esterna Yo he visto uno de la primera especie, estraido con el fórceps después de esfuerzos inauditos, en el cual, ademas del volumen considerable de la cabeza, se presentaba muy avanzado el desarrollo de los huesos Wor- mianos; lo que en mi concepto impidió el cabalgamiento de los del cráneo tan indispensable á la reducción, de su volu- men, y que es lo que facilita tanto' su salida ya sea el parto natural ó artificial. La madre sucumbió de una metroperi- tonitis á consecuencia de la laboriosa maniobra, en la que tomamos parte el Sr. Leal y yo, auxiliando al Sr. Hermosillo. Entre varios casos de hydrocefalía, cuyas observaciones he podido recoger, hay uno en el que hubo la particularidad de qu'e el feto vino de piés. No habiendo podido realizarse su espulsion de un modo espontáneo, el Sr. H. Carpió hizo las tracciones necesarias para saúarlo, con las cuales solo se con- siguió destroncar el feto; debiendo dé advertir que llevaba al- gunos dias de muerto, y que por lo mismo estaba deseom- puesto. La cabeza, que quedó dentro de la cavidad uterina y sobre el estrecho superior, era muy voluminosa por hydro- cefalía; así es que hubo necesidad de fijarla y reducirla por medio de las tijeras de Smellie; después, con el auxilio del gancho embotado fue estraida felizmente sin accidentes pos- teriores:- Consigno en este trabajo, con el mismo placer que lo he hecho con las anteriores, la siguiente observación relativa á un caso 'de hydrocefalía esterna de los autores. El Sr. Uuiz Olloqui (profesor que ejerce en San Juan del Rio) fué llamado el 18 de Diciembre de 1868 para asistir á la mujer de un dependiente de la hacienda de Galindo. A las diez horas de trabajo dió á luz una niña de tamaño natural. Tenia un tumor implantado, y estendiendo su ancha base has- ta la segunda vértebra cervical, de un tamaño igual á la ca- beza de la niña. Era liso, lustroso, presentando esa elastici- dad propia de los quistes serosos. Su color era de un rojo vinoso, y estaba formado por la piel de la cabeza y cuello. La niña vivió tres dias* á su muerte el Sr. Olloqui abrió aque- lla bolsa, dando salida á una gran ca-ntidad de un líquido se- roso ligeramente rojo que para nada comunicaba con el in- terior del canal céfalo raquidiano. Lo estraño en el caso referido es, que á pesar de la forma, situación y volumen del tumor, el parto fuera feliz. El caso de dystocia que voy á referir fué debido á la hi- dropesía del feto. El Sr. Cordero (M) asi-stió en Toluca hace algún tiempo á la Sra. * quien, después de muchas horas de trabajo y habiendo contracciones uterinas, no podia espulsar un feto de término que se había detenido en el estrecho in- ferior. El Sr. Cordero se decidía ya á emplear el fórceps, cuando un fuerte dolor lo espulsó violentamente, arrojando á la vez una gran cantidad de líquido: el feto estaba muerto é hidrópico. La madre no tuvo accidentes. He aquí una observación del Sr. Reyes (J. M.) sobre un caso de oblicuidad absoluta del cuello de la matriz. La Sra N. estaba de parto y el trabajo era escesivamente lento. La cau- sa de la demora consistía en que el cuello del útero estaba 38 39 dirigido atrás y arriba, hacia la concavidad sacra. Se sen lia la cabeza al través del segmento inferior de la matriz, bajo la forma de un tumor liso, redondo y duro. El Sr. Reyes en- ganchó con el índice de la mano derecha el labio anterior del cuello, y lo tiró hacia sí durante algún tiempo; en cuya di- latada maniobra fué auxiliado por la parlera. La cabeza descendió por fin cuando encontró al cuello en la dirección del eje de la pélvis, terminando el parto sin accidentes. La eclampsia suele complicar el trabajo. El año de ** asis- tí á una primeriza de 34- á 35 años, la que en el segundo tiempo del parto fué atacada de accesos de celampsía. No contando con socorros oportunos, pues se trataba de un parto clandestino, me apresuré á terminarlo; rompí las membranas y estraje por la versión un feto muerto. En esos momentos llegó el Sr. Torres, que estrajo otro vivo y la placenta. La eclampsia no cedió con la desocupación del útero, sino hasta muchos dias después del parto La congestión cerebral puede interrumpir la marcha del trabajo. Una señora pletórica estaba ya en el período de es- pulsion cuando fué atacada de congestión cerebral. Inmedia- tamente se suspendieron las contracciones, que eran intensas: el Sr. Reyes (J. M.) se apresuró á terminar artificialmente el parto, lo que consiguió felizmente. Sangró después á la en- ferma, y le proporcionó otros socorros que disiparon comple- tamente la congestión. La sinfisiotomía nunca se ha practicado en México. Sin embargo tengo una observación de sinfisiotomía que puedo llamar natural, y que se verificó casualmente. Hace algunos años que el Sr. Tellechea llamó al Sr. Ortega (F.) para apli- car el fórceps á la Sra. H., primeriza, la que estaba en traba- jo de parto hacia muchas horas, y sin embargo nada avanzaba p«r estar enclavada la cabeza en el estrecho superior y en primera posición. Colocado el fórceps se logró 'estraer un feto vivo, pero verificándose durante su salida la sinfisioto- mía, desgarrándose las partes blandas hacia la izquierda, y la cara superior de la vagina y de la vulva hasta la raiz del clítoris, que se dividió igualmente. La cabeza del niño era 40 algo grande; la separación de los pubis permitia la entrada del índice; es decir, poco mas ó menos dos centímetros. Un aparato compresivo y curacic-nes simples bastaron para que aquello se uniera por segunda intención, quedando la enfer- ma completamente sana. La señora ha dado á luz después otros niños, y sus partos han sido felices. En México no se ha practicado nunca la operación Cesá- rea en la mujer viva, per las razones antes espuestas Se ha hecho post mortem varias veces, pero nunca que yo sepa ha sido con resultado plausible para el feto, no obstante que se ha ejecutado convenientemente, es decir con las pre- cauciones y premura posibles. Pero entre las interesantes y mas preciosas observaciones que poseo, hay una que yo con- sidero como una operación Cesárea accidental. La ocasionó la cornada de una vaca, y la; terminó muy felizmente mi hábil cuanto afortunado maestro el Sr. Jiménez (Mr.) Dicho Sr., al concluir su visita en el hospital de San Pablo el 27 de Junio de 1850, íué avisado de que en la plazuela inmediata habia herido una vaca á una mujer. Acudió en el acto, y en una accesoria de frente al hospital encontró á dicha mujer (que se llama Jacinta Guzman) con una herida dilacerada en el flanco izquierdo, la cual se estendia cosa de ocho pulgadas en la dirección del ombligo. Esta mujer estaba embarazada de mas de ocho meses, según dijo-, y por la herida asomaba una porción del feto que al Sr. Jiménez le pareció una nalga. Dilatada un poco la herida hacia abajo, pudo el Sr. Jiménez enganchar con su índice izquierdo la ingle también izquierda del feto, estraer la pierna correspondiente, luego la derecha y al fin todo el feto, que al salir comenzó á gritar. No obs- tante el haberse apresurado inmediatamente á estraer las se- cundinas, la retracción del útero fué tan violenta y se alejó tanto este órgano de la herida del vientre, contrayéndose su herida propia, que no pudo conseguirlo. Se limitó á ligar y cortar el cordon lo mas adentro que alcanzaron sus dedos, á reducirlo en el interior de la herida, á suturar esta con unos puntos pasados, á aplicar un vendaje de vientre, á sangrar á la enferma, que era joven y vigorosa, y á recomendar la quie- 41 tud y la dieta. Seis horas después, y con dolores como de parto, arrojó la placenta con su cordon ligado por el conduc- to natural. Pero ya á esa hora óomenzó uná peritonitis vio- lenta que la llevó al borde del sepulcro. Sin embargo, veinte dias después entró en convalecencia, y tuvo varias veces el gusto de ver á madre é hijo en buena salud: solo conserva- ba, la primera, una hernia en el flanco izquierdo que exigía un vendaje apropiado. Posteriormente nada ha sabido el Sr. Jiménez de esta mujer, que le han dicho reside en Toluca. Entre las cosas que sorprenden al leer la observación an- terior, la mas inesplicable es esta: ¿en virtud de qué fuerza fué llevado hacia dentro del útero el cordon ombilical? Si la estraccion de la placenta hubiera sido manual, se comprende- ría: pero no fué así, ella ha sido espulsada naturalmente. No cabe duda de que la naturaleza encuentra para realizar sus designios, medios que al hombre del arte no es dado descu-1 eoiiiforétfdé'K ,rU!,i o0*3iz;«h oídouq la eoioinai aoqmeií FISIOLOGIA DEL PUERPERIO. Nada nuevo podré decir acerca de este punto de la cien- cia, cuando mi hábil compañero y amigo D. Aniceto Ortega se ha ocupado ya de los entuertos. La materia está tratada con tal maestría, que quiero impedir se establezca un pararí- gon desfavorable para mí; y así sucedería si tuviera la audacia de acometer la empresa. Yo debo decir que nada he encon- trado mas completo sobre entuertos, que la Tésis que sostuvo el Sr. Ortega como óandidato para la plaza de adjunto á la Cátedra de partos en la Escuela de Medicina de México, y que con tanto placer como atención le oimos leer en este re- cinto en Mayo de 1866. Tan selecto trabajo corre impreso en nuestra “Gaceta Médica” del limes 15 de Abril de 1867. Yo estimulo á los amantes de lo bueno para que lean este ar- tículo, que honra tanto á nuestro distinguido amigo. 42 ACCIDENTES PUERPERALES. Los accidentes puerperales han dado lugar á muy intere- santes observaciones. Las hemorragias que preceden, acom- pañan y siguen tanto al aborto como al parto, han sido es- tancadas por el uso de la Cornelina tuberosa. De sus propie- dades se ocupó mas ha de dos siglos el inmortal Dr. Hernán- dez que, como sabéis, fué enviado por el Rey de España para que estudiase nuestras producciones, y nunca se olvidara todo lo bueno y útil del pueblo conquistado. El la llamó con los nombres de Matlaliztic prima, secunda, Ttxcoca- na etc. El P. Alzate también publicó á fines del siglo pasa- do otro artículo sobre los efectos hemostáticos de la planta conocida con el nombre de yerba del pollo, que usaba desde tiempos remotos el pueblo mexicano para contener las hemor- ragias de las heridas que recibian los gallos en las peleas, á que hasta ahora se destinan esos animales. Los Sres. Herre- ra y Mendoza, el año de 1863, recomendaron á los Sres. Vér- tiz y Jiménez (M.) emplearan el estrado y otras preparaciones de la Cornelina tuberosa como medios hemostáticos. La Aca- demia de Medicina no se ocupó de su estudio, sino en la se- sión del 21 de Febrero de 1866. En ella los Sres. Villagran, Jiménez (M. y L.), Herrera y Touraine emitieron un parecer favorable al uso de esta sustancia, como hemostática; y en la “Gaceta Médica” (Tomo 3.°) puede leerse el interesante ar- tículo publicado por los Sres. Mendoza y Herrera, que está acompañado de las observaciones recogidas por aquellos pro- fesores, así como por los Sres. Iglesias, Olvera y Soriano. Yo por mi parte debo decir, que si en otras hemorragias he obtenido con ella algunos buenos resultados, en las que acom- pañan al aborto no ha sido así; teniendo siempre que recurrir á la sangría, al laúdano, al cuernecillo de centeno y al tapón. Respecto de este último arbitrio creo útil esponer, que dos veces he empleado el globo de Gariel. En la primera el Sr. Jiménez (M.) vió, como yo, que la enferma no pudo tolerarlo. 43 Se trataba de la Sra. de H. que se vió amagada de aborto en la madrugada del 2 de Jimio de 1866. Habia llegado al primer tercio de su embarazo. Ademas de los medios gene- rales empleados en tales circunstancias, como la posición ho- rizontal, quietud, lavativas laudanizadas etc., recurrí á las in- yecciones de estrado de Cornelina (1 dracma por libra de agua) ) al aparato de Gariel. Habiendo sido inútiles aquellos me- dios, é insoportable el último, recurrí á una pocion con ergo- tina de Bonjean y al tapón ordinario: el aborto se contuvo. La pérdida de sangre fue muy considerable. Al término or- dinario la Sra. de H. dió á luz un niño vivo. Los medios antes dichos constituyen el tratamiento clásico para ¡contener los abortos, y los prácticos mexicanos están con- formes en ello. Pero si el aborto es inminente, el Sr. Hidal- go Carpió recurre á un arbitrio que le ha surtido bien cons- tantemente. Consiste en esto: si asoma el huevo entre los labros del cuello, aun cuando no urja la hemorragia, introdu- ce en la vagina toda la mano derecha formando un cono con los dedos; cuando ha pasado la vulva, los dobla sobre la palma y deja solo el índice, que introduce por el cuello hasta llegar á la cavidad; cuya operación, dice, no le ha presentado nun- ca grandes dificultades: despega entonces con la estremidad del dedo lo que queda adherente del huevo, y enganchándolo, ó valiéndose del medio que también introduce dentro de la matriz, se sirve de ambos como de unas pinzas, y lo estrae por último. Los Sres. Clement é Hidalgo Carpió aseguran no haber visto sobrevenir accidentes con ese procedimiento. El Sr. H. Carpió recomienda ademas no estraer el huevo, sino cuando lo ha despegado completamente; porque si queda ad- herida alguna porción, el cuello se cierra inmediatamente, no permite ya la introducción del dedo, y la hemorragia continúa hasta que se verifica su espulsion. Respecto de las hemorragias que sobrevienen en los tres últimos meses del embarazo, las que acompañan y siguen al parto, los médicos mexicanos seguimos la práctica de Dubois, cuya tabla se ha vulgarizado en todas las escuelas del mundo. 1 ¡ atduo etí u i. Entre la série de accidentes que acompañan al puerperio, en México, se observan y no muy raras veces, la metritis, la metro-peritonitis, sola ó complicada de flebitis, la flegmatia alba doleos y la eclampsia: algunas veces se ha observado la mania y la.fiebre puerperales. Entre los accidentes quirúrgicos, ademas de los señalados en variaste las observaciones que he tenido el honor de lee- ros, he encontrado algunos raros sobre los chales voy á pasar ligeramente para concluir: el que voy á referiros no está des- crito en los aútores. Se trata de la espulsion de la vejiga de la orina á consecuencia de trabajos largos y activos de parto; Existen publicados tres, cuyas observaciones han sido recogi- das por el Sr. Jiménez (M.). Uno de ellos le es personal, y los otros dos han sido observados por los Sres. Rayón y Orte- ga (FJ. En el caso que refiere el Sr. Jiménez, el parto fué natural: en el del Sr. Rayón hubo necesidad de aplicar el fórceps, en cuya maniobra fué auxiliado por el Sr. Lucio; y en el del Sr. Ortega faltan los pormenores; solo se dice que es semejante cá los referidos. Sea como fuere, el hecho es que después del parto tres mujeres han espulsado la vejiga de la orina. Como el asunto demanda grande atención y la lumi- nosa memoria del Sr. Jiménez es muy estensa, debo confor- marme con apuntar el accidente que es enteramente nuevo, y del que nadie se ha ocupado hasta ahora sino nuestro afa- mado profesor de Clínica interna. Su bien acabada memoria corre impresa en el Tomo l.° de la ‘‘Gaceta Médica.” Solo diré que, en los casos citados, las mujeres han sobrevivido al accidente; lo que verdaderamente sorprende si se medita so- bre la suma gravedad de la lesión. Tal vez la anatomía pa- tológica venga á revelar algún dia, por qué ha sucedido así: entre tanto debemos conformarnos con los hechos, tjm en Europa ¡y esto sorprende! no lograron llamar la atención. He aquí una observación curiosa de prolapsos completo de la matriz. Hace algún tiempo el Sr. Ortega (F.) fué llamado al cuartel de la Moneda para socorrer á una parida, á quien (decian) se le habia detenido la placenta. Examina á la en- ferma y encuentra las secundinas entre las cubiertas de la 45 cama: pero ademas observa que hay un prolapsus de la ma- triz y de la vagina que llega á los muslos de la mujer, á quien la partera había estimulado para que hiciese esfuerzos á fin de que espulsará la placenta. El Sr. Ortega redujo el tumor sin gran dificultad, y dos dias después se encontró á la enfer- mé sentada, comiendo y sin* novedad. m; Yo por mi parte he visto un prolapsus incompleto del úte'-l ro que se encontraba en la vagina de la recien parida, á quien hicieron pasar el trabajo del parto sentada en la antigua y ya olvidada silla. La reducción no filé difícil: la quietud y la po- sición horizontal, poniendo en declive el vientre por medio de una almohada, corrigieron definitivamente el accidente. Debo ocuparme también de otro hecho muy cürioso. La Sra;. G., de treinta años, tuvo su primer parto en Agosto de 1860. El trabajo habia durado dos dias con muchos sufri- mientos, y á pesar de algunas maniobras inconsideradas, se- gún parece, nada se habia conseguido. El Sr. Clement ocur- rió después y verificó con mucha fatiga el parto pero la criatura salió muerta. 'A consecuencia de todo esto vino desde el segundo dia una inflamación violenta, no tanto de los órganos del vientre como de todas las articulaciones pelvia- nas, con flegmatía alba dolens; terminando aquello por enor- mes absesos en las asentaderas. Cinco meses después, cuan- do la enferma agotada por sus padecimientos y por la gran supuración que se habia mantenido apenas podiá moverse en la cama, aparecieron nuevos síntomas de supuración profun- da, y por uno de los antiguos trayectos que seguia el pus eñ la nalga izquierda cerca del sacro, pudo el Sr. Jiménez (M.) introducir su índice derecho, penetrar por entre los huesos cariados hasta una profundidad que racionalmente debió ha- cerle creer que era del interior de la pélvis, sintiendo una fluctuación clara en la fosa iliaca izquierda. En el acto ayudó al Sr: Clement á aplicar sobre el hueso correspondiente una corona de trépano, con cuyo medio se dió franca salida al pus. Casi un año tardó la enferma en restablecerse', y sin em- bargo ha tenido después dos hijos, en cuyos partos bastante laboriosos (por haber un vicio de conformación que consiste 46 en la depresión de la rama del iscbion) no ha vuelto á haber desorden alguno semejante á los del primero. El perineo suele romperse en el momento de la espulsion de la cabeza; pero debo decir que para paí, las rupturas cen- trales y las incompletas no tienen grande importancia. Esto no quiere decir que el accidente no deba evitarse. El.Sr. Or- tega (F.) es de mi opinión y varios hechos nos autorizan para asegurarlo. Estas rupturas cierran por sí solas, para lo que basta impedir que los labios de la herida se abran; lo cual se consigue con tener aproximadas las piernas por medio de una atadura que sujete á ambas rodillas. Pero si estas rupturas parciales nos parecen poco ó nada graves, no creemos lo mis- mo respecto de las completas, es decii;, de las que desgarran el tabique recto vaginal. P.ara evitar este accidente,, bueno será poner en acción el medio aconsejado por el Sr. Jimé- nez (¡VI.) Para remediar la ruptura completa, yo aconsejarla se siguiera el procedimiento del Sr. Clement, que ha dado resultados satisfactorios. - ¡¡ Desearia pasar ligeramente sobre otros puntos, como por ejemplo, los buenos servicios que las inhaliciones de cloroíbr-. mo prestan ó las enfermas y á los médicos en casos de parto artificial: pero no debo detenerme mas y solo diré, que aquel anestésico se ha empleada basta boy esclusivamente en tales casos, y que solo ha habido uno desgraciado, que determinó la apnea en las primeras inhaliciones: la enferma, atacada de eclampsia durante el parto, sucumbió. No dudo que algunas veces el cloroformo esté alterado por hydrocarlmros ú otras sustancias que lo bagan impuro; pero también creo que cuan- do mata en el acto, aun antes de llegar el período de abolición de; los movimientos reflejos, debe atribuirse la muerte mas bien á una acción especial instantánea que ejerce sobre el bulbo rachidiano, regulador de la vitalidad orgánica, cuya aó- cion fatal ni se puede prever, ni es posible evitar. Estas des- gracias son raras, no prueban impericia y pueden sueederles á los prácticos mas ilustres. En los partos naturales, los me- xicanos no lo empleamos: yo solo sé de una señora inglesa, que en esas circunstancias se hace aplicar el cloroformo: sus partos son felices, y bajo la influencia de ese medio pasa para ella completamente desapercibido el trabajo, que se ejecuta ■con la regularidad de un parto normal. >i -.1 La-transfusión sanguínea fuá hecha por primera vez, y con un óxido feliz, por nuestro malogrado BbíSTEGUI. He solicita- do los'pormenores del caso y no he podido encontrarlos. Solo sé que salvó con ese auxilio la vida de una mujer, que estaba exangüe después de un parto. El denuedo con que Beístegui la practicó, devolviendo la vida á aquella infeliz, lo hizo in- mortal entre los médicos mexicanos: por eso es que he que- rido tener el honor de recordar su nombre y su gloria en este recinto. 47 CONCLUSION. Señores: yo hubiera podido escoger por punto de “Tésis” algún otro entre el riquísimo material que ofrece el precioso arte del partero; hubiera hecho de él un estudio minucioso, y os hubiera, por fin, presentado un trabajo completo; pero esto solo revelaría que antes de tomar la pluma había consul- tado los trabajos de los Tocólogos de mas nota, que habia hecho de esa fracción del arte un estudio detenido, que. me eran familiares las obras del ramo escritas por los autores eu- ropeos. A esto, que solo podría satisfacer mi amor propio, he preferido el imperfecto trabajo que os he presentado, porque él cuadra.con uno de los sentimientos que mas he cultivado, con mi patriotismo. ¿Qué importa que mi pequeña persona- lidad no aparezca sino bajo un color modesto? 6Qué importa que mi trabajo no revele ni erudición ni ciencia? Hablan los prácticos mexicanos; ellos han formado mi Tésis; sus ob- servaciones la dan mérito, su ciencia es la que instruye. Yo por mí solo, aduciendo mi práctica aislada, nada hubiera po- dido ofreceros que fuese digno; pero trayendo conmigo el tesoro de noticias que hasta hoy ha estado oculto, descorrien- do el velo de modestia que cubre los nombres de mis 'sabios y distinguidos comprofesores, hé creido hacer algo útil y bue- no que os sea agradable por lo mismo. Quedo pues con- tento con mi sencillo papel de relator, y lo quedaré mas si mis afanes .despiertan vuestra benevolencia. í - i México Febrero de 1869. -m oxiíl ol ,xil‘jt(if «líoupr: i; j.luv »;l <<l>«ch/» ,00fJüBaq el -OUp Olí Olip 39 w<¡9 *IU<j laOflfioi/OIU éínüih.'jíl! >Á)\ OlJllM líjJlOííl ■ o ciioly U2 7 9idmon ag LtaiouoJ oibn y y y !|,j' 48