DEL PARTO PREMATURO EN MÉXICO Y DE LAS MANERAS CON QUE SE LE HA PROVOCADO TESIS INAUGURAL QUE PRESENTA AL JURADO DE CALIFICACION Eduardo Navarro y Cardona ALUMNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA. MEXICO IMPRENTA 13E DIAZ DE LEON Y WHITE Calle de Leudo Numero 2. 1873 A MIS PADRES DEBIL HOMENAJE DE AMOR FILIAL. A MIS HERMANOS EN PRUEBA DE FRATERNAL AFECTO. Al Sr. Director de la Escuela de Medici- na, D. Leopoldo Rio de la Loza, Tributo ele agradecimiento. A mis queridos maestros los JSLes. Profe- sores de la Escuela de Medicina, D. Aniceto Ortega y D. Juan María Rodríguez. A los &Les. Profesores D. Rafael Lavista y D. Eduardo Liceaga, En prueba de amistad. Al respetable Presbítero Dr. I). Ladislao de la Pascua, Tributo de reconocimiento. A la Sociedad Filoidtrica y de Beneficen- cia de los Alumnos de la Escuela de Medi- cina. Al Sr. Lie. D. Pablo Macedo. íRPSíí) L P prematuro, que consiste en la expul- I p|)/? sien del huevo humano cuando el producto ya es viable legal y fisiológicamente, mas antes del término natural del embarazo, puede ser el resul- tado de un proceso patológico cualquiera ó el de un medio al que el práctico se ve obligado á recurrir para salvar la vida de la madre y del producto de concep- ción, amenazados por un afecto sério intercurrente de la preñez ó por algún obstáculo orgánico que al fin opondrá un tropiezo absoluto ó relativo, pero siempre grave, á la marcha y á la terminación natural y feliz del parto. Esta manera de considerar al parto prematuro no es la de los autores de obstetricia: ellos lo dividen ennatu- ral y artificial. Mas para el Sr. Rodríguez, profesor de nuestra Escuela, dicha clasificación es defectuosa, por- que cree que no debe reputarse por natural, en el sentido lexicológico de la palabra, aquello que en la generad- 8 dad de casos es hijo de una enfermedad ó al menos de una disposición que no es la común. Estúdiense, si no, según él, las causas del parto prematuro, y se verá que ellas son la pequenez mas ó menos exagerada de la capacidad pelviana, el crecimiento y desarrollo insólitos del producto, la existencia de fetos múltiples aislados ó adherentes, la hydropesía amniótica, la coexistencia del huevo humano y de algún pólipo ó tumor de otra especie dentro del recinto del órgano gestatorio, las enfermedades agudas ó crónicas de la mujer, ora sean aquellas locales ó generales, las del feto y sus envol- turas, los simples vicios de conformación y mas aún las monstruosidades del feto, la implantación de la pla- centa sobre la zona inferior de la matriz, etc., etc. Pues bien, nada de natural tiene ninguno de los capítulos antes citados; son, esto es innegable, estados patológi- cos mas ó menos serios ó estados fisiológicos forzados que no permiten que el producto permanezca dentro del claustro materno los 270 ó los 280 dias que el Supremo Hacedor fijara como término ordinario de la duración de un preñado normal. El parto natural de los autores, en la mayoría de los casos, es para nuestro profesor una consecuencia precisa, inevitable, de un estado morboso, y en ocasiones, no raras, un síntoma que augura una terminación fatal para la madre.* Antiguamente se confundían con el parto prema- turo artificial dos operaciones esencialmente diferen- tes : el aborto provocado y el parto forzado. Por la pri- * Aquí se hace referencia al parto prematuro que ocasionan las liebres erup- tivas, el tabardillo, la fiebre tifoidea, la pneumonía, el chólera-morbus, etc., etc.; la experiencia enseña que eu estas circunstancias el accidente de que me ocupo reagrava la situación de las pacientes, y el término funesto es casi seguro. 9 mera, y con el objeto de conservar á la madre, se procuraba la expulsión del producto antes de la época de su viabilidad legal y fisiológica; por la segunda, y con la mira de salvar á la madre y al hijo á la vez, el partero dilataba con la mano el orificio uterino y se abria paso para extraer al feto tirándole de los piés. Como se verá ninguna de estas dos operaciones es el asunto de mi tesis, sino aquella que tiene por mira desembarazar á la matriz, preparada de antemano para este acto por medios que la conducen á un estado se- mejante, si no igual, al que presenta al término de la gestación, cuando no queda otro arbitrio para poner á salvo la vida de la madre y la de los seres que lleva consigo. El parto prematuro artificial, como se sabe, surgió en Inglaterra, en donde la operación cesárea nunca habia podido ser hecha con buen éxito. La observa- ción misma de la naturaleza, según ha dicho Stoltz, parece haber dado la primera idea. El año de 175G, conforme asegura Denman, los médicos mas notables de Londres se reunieron para deliberar sobre el valor moral y sobre las ventajas de semejante proceder, y le acordaron una aprobación unánime. Algunos atri- buyen este pensamiento feliz á una mujer llamada Ma- ría Dunally; mas la mayor parte de los parteros ingle- ses consideran esta aserción como destituida de funda- mento. Macaulay, colega de W. Hunter, fué quien primero emprendió esta operación y consiguió un re- sultado de los mas satisfactorios. Kelly, quien comu- nicó estos hechos á Denman, provocó muchas ocasiones el parto prematuro, y entre otsra tres veces á una misma 10 mujer, á quien salvó, así como á dos de los niños. Des- de esta época la operación de que me ocupo goza de una gran boga en Inglaterra, en donde á menudo fué ejecutada y ordinariamente con buen éxito por el re- ferido Denman, cuya autoridad contribuyó mucho á vulgarizarla, y por Barlow, Marschall, Merriman, J. Clark, Ramsbothan, Burns y algunos otros. En Alemania fué primeramente propuesta por F. Ant. May en 1799, sin que tuviera noticia de lo que hacia poco tiempo pasaba en Inglaterra con respecto á esto. May apreció debidamente la importancia de es- ta operación, hizo realzar su utilidad, estableció las indicaciones y precisó el manual operatorio; ella fué ejecutada primero en 1804 por C. Wenzel, discípulo de Weidnman, con resultado satisfactorio. Wenzel obró entonces bajo las inspiraciones de su maestro, quien después de haber propuesto desde 1774 el parto for- zado al sétimo mes en los casos de estrechamiento de la pelvis, modificó después su proposición. Ant. Krauss, también discípulo de Weidnman, la hizo igualmente con éxito el ario de 1813, sin que hubiese tenido co- nocimiento del caso de Wenzel. Esto no obstante, has- ta el año de 1818 el parto provocado tenia en Alema- nia pocos adeptos, lo cual era debido principalmente á la autoridad de Baudelocque, quien lo reprobó formal- mente. No comenzó á fijarse bastante la atención so- bre el parto provocado sino hasta después de la publi- cación del trabajo de Wenzel y de la obra de Reisinger, quien demostró el primero hasta la evidencia su grande utilidad, relatando un gran número de observaciones recogidas sobre todo en Inglaterra. Poco tiempo des- 11 pues la mayoría de los parteros influentes, excepto Osiander, Joerg y Stein (el menor), se declaró por ella, siendo de notar que probablemente no hay un país en el que la provocación del parto cuente actualmente tan- tos partidarios y donde se ponga enjuego tan á menu- do, como Alemania. Kludge, en diez y seis años la practicó veinte veces. Ridgen treinta, desde 1818 á 1825. En Holanda la operación fue introducida por J. Tlienmen, y le secundaron G-. Salomón, Vrolik y Wellenbergh. En Italia, Lovati, Ferrario, Vili, obtu- vieron éxitos brillantes. En Francia la provocación del parto encontró una oposición tenaz. Roussel de Vauzesme la propuso des- de 1718 en su obra de Sectione symphyseos oss. pul. admitenda, etc.,* á fin de evitar la operación cesárea en ciertos casos; pero su proposición casi pasó desaper- cibida y el triunfo completo del parto prematuro so aplazó tan luego como Baudelocque declaró que no so- lo era inútil y peligroso, sino aun criminal en los casos de estrechamiento pelviano. Era tal la autoridad de este hombre ilustre que durante mucho tiempo no se tomaron en consideración en Francia los resultados fa- vorables obtenidos en el extranjero. Según pública manifestación de G. Á. Aubenas, á Stoltz, el renom- brado profesor de la Escuela de Strasburgo, se debe haber trasplantado al suelo francés una operación que por do quiera estaba dando sazonados frutos. Stoltz fue el primero que ejecutó el parto prematuro con su- ceso, y contribuyó á perfeccionarlo y difundirlo por medio de sus escritos y los de sus discípulos. Los Es- * (Lutet. París. 1778. Páginas 74 y 75.) 12 tados-Unidos, que casi siempre han secundado las doc- trinas de la escuela inglesa, fueron teatro del parto prematuro artificial antes que Francia. William P. Dewees, profesor adjunto de obstetricia en la Univer- sidad de Pensilvania, mucho antes del año de 1832 aconsejaba y defendiaen su Compendious system ofmid- wifery el parto prematuro artificial, y son de admirarse las reglas que establece para su ejecución, entre las que figura esta de Denman, que quiero consignar al pié de la letra: «A rcgard lo /lis own character, should deter- mine tlie accouc/ieur not to per forme this operation, unless some other respectable practitioner has seen the patient, and achioivleclgcd the operation as advis cable A En México, y refiriéndome á las investigaciones his- tóricas que ha hecho el profesor D. Juan María Ilo- driguez, el parto prematuro artificial no se introdujo en la práctica nacional sino hasta cuando la escuela de Baudelocque encontró opositores entre ]os profesores que conocian algunas de las ideas relativas, ya en boga en el antiguo continente. Todavía el año de 1856 los médicos mexicanos mas distinguidos no se resolvían á echar mano de un recurso superior (dígase lo que se quiera) á otros en moda entre los adeptos de Bau- delocque y de Hatin. Los Sres. D. Ignacio Ameyer y D. Pablo Martinez del Bio, en el de 1854, se vieron precisados á recurrir á provocar el aborto en un caso de preñez complicada de vómitos incoercibles: el pro- cedimiento escogido fué el de Meissner, y la paciente * Por lo que á nosotros toca, creemos preciso que el partero no proceda á practicar esta operación, sino hasta que otros prácticos respetables hayan visto á la paciente y opinen que deberá ejecutarse. 13 salvo á pesar de que su situación era de las mas de- plorables. Dos años mas tarde dichos profesores y el Sr. Rodríguez, por idéntica causa, propusieron que se recurriese al parto prematuro en la misma señora, y á pesar de que se trataba de provocar el parto y no el aborto, pues la preñez habia llegado ya al fin del séti- mo mes, ni la interesada dio su anuencia, ni estuvie- ron por él tampoco dos notables profesores llamados en consulta. La paciente sucumbió á poco y el pro- ducto fué extraido muerto por medio de la operación cesárea. Déjense á un lado los escrúpulos de la pa- ciente, escrúpulos que habrian de disiparse ante las sanas cuanto juiciosas reflexiones que habrian podido hacérsele para disuadirla de su fatal propósito, y que nada menos son las que tuvieron presentes los médicos mas eminentes de Londres para concluir que el parto artificial es moral, seguro y útil (morality, safety, and utility); pero si esto debe dejarse á un lado, no puede hacerse otro tanto respecto de las consideraciones que en aquel acto alegaron los médicos que disentían de los que con escasas razones se opusieron á salvar á aquella madre de familia por medio de un recurso al que la experiencia diaria hasta hoy no tiene ningún reproche que dirigirle; pues como dice el Sr. Rodrí- guez, «ella ha probado hasta la evidencia que en la « época prefijada para la operación el útero está ó pue- «de hacérsele estar dispuesto á obsequiar las sanas «intenciones de los hombres del arte; que él no se re- « siste, que él obedece, que él desembaraza felizmente « á la mujer, y que él, en fin, casi siempre guarda tam- «bien los dias de aquel producto que, por las tristes 14 «circunstancias que le rodean, está llamado á ser un «parricida.» Tyler Smitli lia dicho muy bien en su magnífica fórmula del cyclo genésico, que « una de las « cosas que prueban más que el organismo á esa época « es perfectamente capaz del acto á que se le provoca, es, « que cuando se pone término anticipado á la preñez, los « pechos entran en acción, elaboran leche para nutrir al « niño, y el útero, libre y a de su fardo, sufre la involución.» Estas funciones se ejecutan casi tan bien después del parto prematuro como después del parto á término. Hoy, por fortuna, ya no es necesario probar la mo- ralidad de esta operación: « su justificación, ha dicho « Robert Barnes, partero y profesor de partos en el «hospital San Tilomas (Londres), descansa sobre la « misma base que la autoridad de toda la medicina. Su «objeto y su resultado es conservar una vida, á me- «nudo aun dos, y cuando no pueda salvar al niño, « aumenta al menos las probabilidades de salvar á la « madre.—El aspecto moral de la cuestión ha cambiado «del todo; el acusador y el abogado han trocado sus «papeles; los que desprecian una operación que tiene «por objeto salvar á las madres y á los niños de cier- «tos peligros que los amenacen y dejan á ambos ex- « puestos á la muerte, de hoy en adelante tienen que «justificar su negligencia.» Mas aun cuando se alegue que siempre que el tra- bajo sobreviene prematuramente el útero se halla en un estado de desarrollo incompleto, que su poder con- tráctil es imperfecto y el cuello resistente, los que es- to dicen sin duda olvidan que el feto es entonces mas pequeño, y que, aunque con eso no se restablezca el 15 equilibrio entre la potencia y la resistencia durante los fenómenos mecánicos del parto, pueden prodigarse socorros reblandeciendo el orificio, azuzando la ener- gía contráctil del órgano gestatorio, ó sustituyéndola por medio de la extracción del producto. Sin que se pueda asegurar aún que la práctica del parto prematuro artificial haya merecido en México una sanción unánime, sí puede afirmarse que tiene ya derechos adquiridos entre nosotros, y que se ha ejecuta- do casi siempre que ha habido necesidad con un éxito que poco ha dejado que desear. La escuela moderna nacional lo ha preconizado ensalzándolo debidamente. Como entre las causas que exigen este medio no to- das se han presentado en la práctica nacional de los •partos, como los casos de tumores abdominales y de es- trechamientos de la cavidad del vientre son tan raros en nuestras mexicanas, pues podría asegurar que no se ha observado aún hasta hoy un hecho de tal géne- ro, de ahí viene que esta operación no se haya ejecu- tado aquí con tanta frecuencia como en Europa. Se puede afirmar con el Sr. Rodríguez que «el ra- ce quitismo, la osteomalacia, las luxaciones congénitas «de los fémur, los exóstosis, encondromas, osteosarco- «mas, osteoteatomas intrapelvianos y los vicios de con- «formacion de la pélvis, considerados como obstáculos «á la marcha natural del parto, casi no nos son conocidos «mas que de nombre.)) Uno que otro hecho curioso, como los que han sido recogidos por los Sres. Espejo, Hidalgo Carpió, A. Ortega, Rodríguez y Clement, iné- ditos unos y publicados los mas, solo pueden presentarse como muestras de que de vez en cuando, y en medio 16 de una generalidad numérica absoluta, hay siempre ex- cepciones que confirman las reglas generales. No puede decirse lo mismo de otro grupo de causas tan importantes como las que ya dejo apuntadas; v. gr.: ciertos accidentes nerviosos, enfermedades crónicas y las agudas intercurrentes, la muerte del feto en las preñeces anteriores, y sobre todo, hemorragias cau- sadas por el despegamiento prematuro parcial ó total de la placenta insertada normalmente, y por 'placen- ta previa. Estas, y especialmente la última, han obli- gado mas de una vez á nuestros prácticos á provocar el desembarazamiento en la época de la viabilidad le- gal y fisiológica del feto. Mas para dar algún orden á este trabajo y poder sacar luego de él las consecuencias debidas en la inte- resante materia de que estoy tratando, presentaré los hechos nacionales que de los capítulos antes enuncia- dos he podido recoger. 1*? El primero se refiere á la provocación del parto anticipado, por conformación viciosa de la pelvis. La observación pertenece á los Sres. Rodríguez y Cape- tillo que fueron los que intervinieron en el hecho. OBSERVACION. ‘•'Parto provocado por el procedimiento de Kiwisch, reformado en México, con motivo de un vicio de conformación de la pélvis en ocho que ha reducido á siete y medio centímetros al diámetro sacro-pubiano.—Fórceps.— Versión.—Ex- tracción de una niña en estado de muerte aparente: vuelta á la vida.—En- casquillamiento de la placenta.—Puerperio fisiológico. « La Sra. de C.** (Puente del Cuervo núm. 16), de 28 años de edad, talla mediana, constitución débil y temperamento linfático, padeció desde su mas tierna 17 edad varias enfermedades que relataré sucesivamente. A los seis años tuvo corea, y á este mal se atribuye que claudique de la pierna derecha; mas tarde un reuma- tismo articular agudo la postró en cama durante seis meses y la privó de sus movimientos. De esta enferme- dad la asistió el Sr. Landgrave. Sufrió después varias afecciones intestinales y otras simplemente febriles, cuya naturaleza no define con claridad. « La pubertad se inició en ella á los veintidós años, á cuya época contrajo matrimonio á disgusto de sus padres, quienes se oponian al enlace alegando que no podria tener sucesión sin grandes peligros, por su ex- cesiva debilidad. En la época á que me refiero era tal, que el mas leve esfuerzo la fatigaba; estaba condenada á no ocuparse de cosa alguna y á permanecer siempre acostada. «Poco tiempo después de verificado el matrimonio se fortaleció su constitución, y con el vigor físico ad- quirió también la fuerza moral suficiente para dirigir su casa por sí misma y ayudar á su marido en algunos negocios. « Prontamente se hizo embarazada, lo que no la es torbó para hacer frecuentes viajes de Zumpango, lugar donde residia, á México, ni para andar á caballo, al que es en extreno aficionada, y á cuyo ejercicio se entregaba antes con verdadera pasión. Al poco tiempo le apareció un tumor en el cuadril izquierdo que la hi- zo sufrir mucho; la medicinó el Sr. Rayón y le ordenó la inmobilidad, varios medicamentos al interior y al exterior, y además le aplicó el cauterio actual sobre el lugar enfermo. Los seis meses que estuvo pade- 18 ciendo del referido tumor los pasó acostada en su ma- yor parte sobre el lado derecho, y en dicha postura dió á luz un niño sietemesino muerto, el dia 7 de Junio de 1866, el cual tenia arrollada la epidermis en varios puntos de la superficie del cuerpo, lo que indicaba que habia sucumbido algunos dias antes del accidente. El puerperio fue fisiológico y la convalecencia de su en- fermedad la pasó sentada en una silla baja. « Apenas, comenzaba á andar y á reponerse cuando se hizo embarazada nuevamente: su preñez alcanzó solo al quinto mes, pues á consecuencia de un susto que tuvo durante el sitio de la capital, abortó el 18 de Junio de 1867, sin graves molestiasniinconvenient.es. El producto estaba macerado. Pasado el puerperio se trasladó á Toluca, y allí concibió por tercera vez, vol- viendo á abortar el 3 de Agosto de 1868, á los cinco y medio meses del embarazo, y sin que en concepto de la paciente hubiera habido pretexto para ello. «La repetición de tales desgracias hizo que los inte- resados solicitasen al profesor D. Nicolás Iñigo, quien atendiendo á la suma debilidad y al estado cloro-ané- mico tan pronunciado de la Sra. de C** la sujetó á un método tónico y analéptico, con la esperanza de que, restaurada su constitución, pudiesen los preñados al- canzar su término natural. En efecto, con ese plan te- rapéutico y con la higiene se consiguió que el cuarto embarazo llegara á los nueve meses. El parto se inició el dia 28 de Agosto de 1869, caminó con suma lenti- tud, y los esfuerzos que hizo la parturiente determi- naron una hernia umbilical; cuando tuvo lugar la ex- pulsión del producto se notó que venia con la cabeza 19 hecha pedazos y que por entre la piel salían multitud de esquirlas huesosas procedentes de la fractura del occipital, de los parietales y de alguno de los huesos de la base del cráneo. El aspecto de esta criatura, di- ce el marido de la señora, era verdaderamente horri- ble; los ojos salían de sus órbitas, la materia cerebral escurría por las diversas heridas del tegumento cabe- lludo y por la vulva, durante el paso del feto por el canal vaginal. ((A poco del parto sobrevino una hemorragia grave por inercia uterina, lo que obligó al Sr. Iñigo á extraer la placenta en el acto. Esta casualidad hizo que se vi- niera en cuenta del vicio de conformación de la pélvis que hasta entonces había pasado desapercibido para la interesada y para cuantos médicos tuvieron ocasión de tratarla en sus abortos anteriores. La dificultad que el operador tuvo para llegar al fondo de la matriz vi- no á revelarle el fatal secreto; la pélvis tenia un estre- chamiento que interesaba al diámetro antero-posterior del estrecho superior. El puerperio, como era de espe- rar, se complicó de varios accidentes que fueron dies- tramente combatidos. «Cuando lo juzgó oportuno el Sr. Iñigo explicó al marido la mala conformación de la señora y puso an- te sus ojos los graves riesgos á que estaba expuesta en los partos subsecuentes si por acaso el médico que la asistiera no provocaba el parto prematuro. Alarma- da la familia quiso saber la opinión de algunos facul- tivos de la capital, y la trasladó á México, en donde fué examinada por cuatro profesores que se reunieron en la casa habitación del Dr. M.** ubicada en el bar- 20 rio de los Angeles. El sentir de estos fué «que podria tener sucesión si sus embarazos los pasaba acostada;» así lo dicen la interesada y su marido. «A poco regresó á Toluca, en donde salió embara- zada por quinta vez. Esta ocasión se puso en manos del Sr. D. E. Villela, á quien se informó del defecto de conformación que existia. A los siete meses de la gestación dicho profesor resolvió provocar el parto: pero habiendo encontrado alguna oposición por parte de la familia, explicó con ingenuidad su conducta y convocó á junta á los médicos que residian en Toluca. Concurrieron á ella los Sres. Hernández (A.), Licea (M.), Iñigo, Olmedo, Espejo y Larrea, quienes des- pués de prolijos reconocimientos resolvieron se recur- riese al medio propuesto por el Sr. Villela, con excep- ción de los dos últimos que rehusaron dar su opinión. « Entre los diversos procedimientos para provocar el parto se escogió el deKludge. Comenzáronse á poner las esponjas dilatadoras en la tarde del domingo 28 de Agosto de 1870, y el orificio se dilató por completo hasta la noche del martes 30, cincuenta y tantas ho- ras después de comenzada la operación. Rotas las mem- branas encontraron oportuno los operadores aplicar el fórceps. La maniobra quedó encargada á los Sres. Ol- medo y Villela. Colocado el instrumento, después de algunas dificultades y de muchas tracciones lograron extraer un niño vivo que arrojaba sangre por la boca y que murió diez y ocho horas mas tarde. Hubo he- morragia, y el Sr. Iñigo sacó la placenta, con cuyo ar- bitrio el útero se retrajo y cesó aquella. El puerperio fué fisiológico. 21 «No detallo mas lo que ocurrió en este parto, por- que ignoro sus pormenores científicos, habiendo sabido esto-y lo demas de boca del Sr. C.** y de su esposa, que hacen de todo ello una relación muy circunstan- ciada. « El mes de Enero de 1871 volvió á abortar un en- gendro de dos meses poco mas ó menos. «A principios de Noviembre del mismo año fui solicitado por el Sr. C.** para que me encargase del cuidado de su señora, recien venida de Toluca con ob- jeto de que aquí se la asistiese en el parto que deberia efectuarse próximamente, pues alcanzaba ya al octavo mes de su preñado. Me refirió lo anterior y me mani- festó la necesidad que habia de provocar el parto pre- maturo en vista de lo resuelto por los médicos que la habian reconocido en Toluca. « Examiné á la señora cuyas generales he consig- nado al principio de esta observación, y solo añadiré que su estado clorótico era de todo punto evidente; sus movimientos lentos y su aspecto desde luego me reve- laron el interior de una persona acostumbrada á sufrir con resignación cristiana su triste suerte. Cojea en efecto de la pierna derecha, pero la claudicación es ca- si imperceptible. Sus miembros inferiores tienen la di- rección propia de las mujeres bien conformadas, y sus articulaciones no están mas abultadas que de ordinario; la cabeza tampoco es mas voluminosa. La dirección de la columna vertebral es normal y la conformación exterior de la pélvis nada dice de lo que hay en su interior. « La menstruación faltó entre la llena y el cuarto 22 menguante de la luna ele Marzo; quiere decir, del seis al trece de dicho mes, y tomando el promedio fijé por punto de partida para hacer mi cómputo, el día ocho, de lo que resultaba que el término del preñado corres- pondía al ocho de Diciembre, en cuya fecha estaña fue- ra de cuenta como vulgarmente se dice. El fondo del globo uterino se elevaba á tres dedos arriba del om- bligo y tenia la forma que tan pintorescamente se de- signa con el nombre de vientre en alforja; la hernia umbilical es considerable. La sensación quística nota- ble, por lo que supuse que habría mucho líquido am- niótico; el feto muy móvil; pero fijándole por medio de las manos se advertía que su situación era la que cor- responde á la tercera de vértice (occípito-ilíaca dere- cha anterior); en efecto, hundiendo el pulgar y el ín- dice de la mano derecha como para penetrar dentro de la excavación, se sentía la cabeza con suma claridad; arriba de esta el dorso; mas arriba aún la extremidad pelviana; todo ello hacia adelante y á la derecha; el máximun de la sensación quística, atrás y á la izquier- da; el de los movimientos propios del producto, hácia allí mismo y arriba. Por medio de la auscultación ha- llé el máximun de los latidos del corazón fetal en la región sub-umbilical derecha, trasmitiéndose mas arri- ba que abajo y trasversalmente. cc Habiendo colocado luego á la señora al borde de la cama, en la situación que demanda cualquiera ope- ración tocológica, practiqué el reconocimiento vaginal, y noté que las partes que forman el canal vulvo-ute- rino, no presentaban nada digno de llamar mi atención. Mas reconociendo el canal huesoso lo primero que 23 observé fué que el pubis tenia mayor espesor y que mi dedo índice alcanzaba el promontorio; tal exploración dióme por resultado, respecto del último punto, nueve centímetros y medio; mas deduciendo el centímetro y medio del espesor del pubis, restaba para el diámetro antero-posterior del estrecho superior solamente ocho centímetros. «Con estos datos pude juzgar que era cierto que aquella pelvis tenia un vicio de conformación que exi- gia la prematura provocación- del parto; y como en aque- lla fecha tenia ocho meses justos de embarazo, propuse emplazarla para quince dias mas tarde, teniendo en cuenta la diminución de medio centímetro del diáme- tro biparietal que producen los fenómenos de acomo- damiento durante el paso de la cabeza por el canal huesoso de la pequeña pelvis, y conformándome en esto con los preceptos y reglas de los clásicos deduci- dos de una cuidadosa experiencia. Sin embargo, teme- roso de incurrir en un error lamentable, propuse al Sr. C.** solicitase desde luego los conocimientos de mi maestro el Sr. D. Juan M. Rodríguez, y con su aquies- cencia llevé á la casa á este profesor. Impuesto del conmemorativo,resultó un exacto acuerdo de opiniones. « Con tan respetable parecer se señaló el dia de la operación, y quedamos citados para llevarla á cabo el dia 24 de Noviembre de 1871. « El dia fijado, y con la asistencia de mis apreciables compañeros los Sres. D. Jesús Hernández y D. Ro- sendo Gutiérrez, se procedió á hacer un nuevo reco- nocimiento. La pelvimetría interna fué ejecutada por cada uno de nosotros, y el resultado fué siempre el 24 mismo, salvo la despreciable diferencia de algunos mi- límetros. « La mobilidad del feto era excesiva, se abocaba con el estrecho superior por su región cervical, pero era difícil precisar con toda exactitud la posición: unas veces parecia ser la tercera y otras la segunda. No obs- tante, lo que sí nos pareció indudable era que el dorso del feto miraba hacia la derecha y el plano externa! hacia la izquierda; dato muy importante para todo lo relativo al parto artificial en caso necesario. El cue- llo uterino, reblandecido y escifuliforme, estaba alto y dirigido a la izquierda. A través del segmento inferior de la matriz no se tocaba mas que una gruesa capa de líquido amniótico. « El procedimiento escogido para dilatar el cuello y provocar las contracciones uterinas fue el de Kiwisch modificado. El plan fue dejar obrar á la naturaleza é intervenir solo en caso necesario por medio del fórceps, de la versión ó como se considerase oportuno en vis- ta de las circunstancias. « Dispuesto lo preciso para llenar cualquier indica- hasta lo imprevisto, colocada la señora conforme á los preceptos del arte, y previa la evacuación de la vejiga y el recto, comenzáronse á hacer las inyeccio- nes vaginales de agua tibia con la ingeniosa bomba de Darbó: á las cuatro y veinte minutos de la tarde del referido dia, y pasados veinticinco minutos sin que la operada resintiera la mas leve molestia, se iniciaron los dolores del parto, erráticos al principio, pero que poco á poco se fueron pronunciando y caracterizando mas y mas, haciéndonos comprender que nuestra labor 25 no era infructuosa. A las seis y cuarenta y cinco mi- nutos el cuello estaba al desaparecer y empezaba á dilatarse; su blandura era extraordinaria. Tomamos media hora de descanso, y luego continuamos nuestra tarea, reconociendo de tiempo en tiempo á la operada y palpando las incomparables ventajas de un procedi- miento tan sencillo como inofensivo. A las ocho y cuarenta y cinco minutos la dilatación tenia un diáme- tro como de tres centímetros; la fuente estaba bien formada. Dimos media hora de tregua, durante la cual la operada descansó y aun durmió en el intervalo de los dolores, cual se observa frecuentemente en el parto fisiológico. Las contracciones tenían lugar cada tres minutos y duraban setenta y cinco segundos. Prosi- guiéronse las inyecciones, interrumpiéndolas algunos ratos para que la parturiente descansara y cambiase de postura, hasta las once y media de la noche, á cuya hora la dilatación del orificio era total y las contrac- ciones regulares y muy enérgicas. La fuente amniótica llegó á su completa madurez, empezó á salir entre- abriendo la vulva bajo la forma de salchicha, y la po- sición del feto se. fijó en la tercera, un poco trasversal. Desde esa hora hasta las dos de la mañana la natu- raleza por sí sola era la que obraba en este caso, y únicamente la auxiliábamos corrigiendo la anteversion del fondo de la matriz (para identificar los ejes fetal y uterino con el del estrecho superior), levantándole por medio de una venda ancha durante las contraccio- nes, y comprimiendo suficientemente la hernia umbili- cal, como es de regla. « La fuente llegó á llenar el calibre del canal vaginal 26 y á dilatarse tanto cual si fuera la cabeza del feto; lue- go abrió la vulva ampliamente y se presentó al exte- rior, lo que nos hizo creer á todos que el parto fisioló- gico iba á verificarse ya. El Sr. Rodríguez no se decidió á romper las membranas en espera de que la integri- dad del huevo facilitase la salida de la cabeza del pro. ducto; los dolores se sucedían con intensidad y frecuen- cia. Mas luego que se adquirió la convicción de que era preciso intervenir, se rompió la fuente durante un dolor y se reconoció la situación de la cabeza. Esta se encontraba encajada trasversalmente en el estrecho su- perior, con el occipital vuelto á la derecha. Una espe- ra de media hora nos hizo perder la ilusión de que el parto se efectuase por los solos esfuerzos de la matriz; las contracciones no lograron bajarla ni una sola línea, por lo cual nos decidimos á ayudar á la naturaleza, sirviéndonos del fórceps que aplicó el Sr. Rodríguez y colocando las ramas álos extremos del diámetro bis- ilíaco, como es de regla, cuando la anestesia que pro- dujeron las inhalaciones del cloroformo fue bastante para poder operar á la parturiente. Los mangos fue- ron articulados, y su separación no solo nos indicó que la cabeza estaba tomada en el sentido de un diámetro desfavorable, sino que nos hizo temer además que las cucharas se desprendiesen al ejecutar las tracciones, cual sucedió en efecto. El Sr. Rodríguez intentó aplh car una segunda vez el fórceps, pero viendo que la ca- beza estaba muy móvil y que no podía fijarse á pesar de la compresión abdominal metódica, prescindió de esa idea y se resolvió á hacer la versión podálica. « Metida la mano derecha para empujar la cabeza y 27 tomar los piés situados atrás y á la izquierda, enton- ces cayó en cuenta mi entendido maestro del grande obstáculo que liabia en el estrecho superior. La forma de dicho estrecho es la de un número 8, de cuyos ojos el menor corresponde á la mitad izquierda y el mayor á la derecha. Esta forma de acorazamiento {barñire de los franceses) ha acortado mucho la extensión del diámetro sacro-pubiano, de manera que en realidad no mide los ocho centímetros que resultaron de la per- vimetría manual practicada por los Sres. Rodriguez- Hernandez, Gutiérrez y por mí, sino de seis y medio á siete. Como decia, después de haber sostenido el fon, do de la matriz con mis dos manos convenientemente situadas, el Sr. Rodriguez, una vez impelida la cabe- za arriba del estrecho superior para tomar los piés, con ímprobo trabajo logró introducir la mano derecha por el ojo izquierdo del estrechamiento, tocó las extremi- dades inferiores, y solo pudo coger á la anterior ó iz- quierda que extrajo y luego lazó procediendo en el acto á bautizarla. Asegurado el pié por medio de una cinta, fué en busca del posterior (el derecho), habien- do sido en esta ocasión mas difíciles todavía la intro- ducción de la mano y la salida de ella y del miembro derecho por la menor amplitud que tenia entonces el ojo ocupado en parte por el miembro que le atravesa- ba y estaba afuera. Asidos ambos con la mano dere- cha, con la opuesta empezó á llevar la cabeza á través de la pared útero-abdominal, á la sazón que tiraba de ellos y comunicaba al tronco del producto el movimien- to de espiral, hasta que logró dirigir el dorso hácia adelante y á la izquierda y convertir la tercera posi- 28 cion de vértice en la primera por su base, ó sea la pri- mera pelviana. « Tirando primeramente de ambos piés, después con las dos manos de ambas rodillas, y de los muslos tan luego como fué posible, llegó el momento en que salie- se la parte inferior del tronco; tiró entonces de la ex- tremidad placentaria del cordon para ponerla á salvo, y prosiguió la maniobra. Los brazos se elevaron por delante, y su extracción fué obra solo de la destreza del operador; desde luego se dirigió en busca del pos- terior (el derecho), y después de que le hubo sacado, del anterior (el izquierdo); pero en esos momentos sus fuerzas se agotaron y me encargó que sacara la cabe- za presentada trasversalmente por su base y con el oc- cipital dirigido á la izquierda. « Tomados los piés del feto con mi mano izquierda, introduje la opuesta por el ojo derecho del estrecha- miento, la llevé hasta el bregma, y comunicándole el movimiento de flexión después de grandes dificultades tuve 1a, fortuna de verle en mis manos, aunque en es- tado de muerte aparente. «Ayudado de mi buen amigo el Sr. Gutiérrez lo- gramos á poco volverle á la vida, y entretanto perma- necieron al lado de la recien-parida los Sres. Rodríguez y Hernández. A poco se notó que el útero era presa de una constricción circular del cuerpo, y que la pla- centa quedaba encarcelada en el segmento superior: para ahorrar nuevos inconvenientes el Sr. Rodríguez se apresuró á extraerla, lo consiguió después de algunos esfuerzos, y ordenó al Sr. Hernández administrara á la paciente una dósis de polvo de cuernecillo de centeno. 29 A las cinco de la mañana, esto es, doce horas y trein- ta y cinco minutos después de que se comenzó á pro- vocar el parto prematuro, la Sra. de C** descansaba tranquilamente en su cama, teniendo á su hijo en su regazo. «El puerperio fué completamente fisiológico.» 2*? El segundo de los casos nacionales que he ofre- cido presentar, toca á la provocación del parto por mo- tivo de la eclampsia. OBSERVACION PRIMERA. “Eclampsia puerperal.—Parto provocado al octavo mes del em- barazo, por el procedimiento de Kiwisch reformado.—Salvación de la madre y del niño, por el Sr. D. Juan María Rodríguez. «La Sra. Doña C. C. de P., natural de México, de edad de cuarenta y cinco años, casada desde hace vein- ticinco, no ha padecido de histeria, de epilepsia, ni de otra alguna neurosis. Ha menstruado siempre con su- ma regularidad (excepto en sus embarazos), y ha te- nido dos abortos y trece partos, los diez primeros muy felices. « El undécimo, que acaeció el dia 12 de Junio de 1864, fué precedido de algunos accidentes serios. Des- de ocho dias antes de él, la Sra. de P. comenzó á te- ner una cefalalgia intensa continua que la inhabilitó pa- ra todo. La víspera del parto por la mañana tuvo un ataque, durante el cual perdió el conocimiento, hubo convulsiones, estridor de dientes y un sudor frió muy abundante; la cara se puso violada; la paciente arro- 30 jaba espuma por la boca. Duraria este ataque clos ho- ras, según dice la familia, habiendo cesado algún tiem- po después de que se le hizo una extracción abundante de sangre. Restablecida por completo la enferma, al siguiente dia tuvo un feliz alumbramiento. «En el embarazo subsecuente volvió á acontecer una cosa semejante. El 19 de Diciembre de 1867, veintiún dias antes del duodécimo parto, la Sra. de P. comen- zó á tener cefalalgia, que paulatinamente fué adquirien- do mayor intensidad; coincidía con ella cierto trastor- no de la visión, que confusa á eso de las nueve de la mañana, se debilitó mas y mas hasta quedar comple- tamente ciega por la tarde. Desde algún tiempo antes de esto se liabia notado ya que tenia ligeramente hin- chadas las piernas. A las siete de la noche del referido dia 19 estalló un acceso que presentó los mismos ca- racteres del anterior y que duró cosa de media hora. Llamado el Sr. Hermosilla le prescribió una sangría y algunos medicamentos antiespasmódicos, con cuyos medios se disipó todo, inclusa la amaurosis, que fue decreciendo poco á poco. El 20 la señora se encontra- ba sana, y el 6 de Enero de 1868 parió sin novedad. «El 22 de Setiembre de 1870 el Sr. Hermosilla volvió á ser solicitado para que socorriese nuevamen- te á la Sra. de P. embarazada de ocho meses (faltá- bale la menstruación desde fines de Enero), y que des- de la víspera sentía un dolor en el epigastro que le molestaba la respiración y le ocasionaba grande an- gustia. Se le informó de que dos horas después de que había comenzado aquel dolor le había aparecido una cefalalgia intensísima que hasta la privó del sueño; 31 que á las diez de la mañana noto que no veia con clari- dad, y que por la tarde ya nada veia absolutamente. La razón de la paciente, sin embargo de no estar comple- tamente expedita, se conservaba en un estado bastante regular. Ella misma manifestó al Sr. Hermosilla que además del dolor epigástrico y de la cefalalgia tenia vértigos, zumbido de oidos, desasosiego y un gran des- consuelo. El pulso, lleno y duro, batia noventa veces por minuto. Habia edema en las extremidades inferio- res. Fue advertido también de que pocas horas antes de que se presentaran aquellos accidentes la enferma habia tenido la pena de ver morir, víctima de la tos ferina, á una niña sobrina suya; y de que el dia an- terior habia sido visitada por el Sr. Borrayo, quien le ordenó una pocion y un enema antiespasmódicos que no mejoraron su estado. Recordando entonces el Sr. Hermosilla los antece- dentes que dejo consignados, previno que se sangrase, é instó á la familia para que se procediese en el acto, en vista de que en esos momentos notó la desviación de los globos oculares hácia la izquierda, y algunos movimientos coreicos en los párpados y en los múscu- los de ese lado de la cara. A pesar de esto, la familia, tal vez por ser conse- cuente con el médico de la casa, no se resolvió á ob- sequiar debidamente aquella oportuna prevención, y esperó á que el Sr. Borrayo otorgase su anuencia. Di- cho profesor no solo aprobó el medio aconsejado, sino que previno que si después de practicada la sangría sobrevenía el acceso, se repitiese luego ésta, extrayén- dole otra igual cantidad de sangre (diez onzas). 32 Por la tarde tuvo un epixtasis no muy abundante, y por la noche un vómito de materias negruzcas pare- cidas á las heces del vino. A las once de la noche, algunas horas después de practicada la sangría, estalló el primer acceso de eclamp- sia. Luego que este terminó, se volvió á sangrar á la enferma conforme estaba prevenido. La sangre que se extrajo tenia una gruesa nata fibrinosa. A las doce y cuarto ocurrió el Sr. Hermosilla al apre- miante llamamiento de la familia. Halló á la paciente en un estado comatoso profun- do, del que era muy difícil sacarla: no daba el menor signo de sensibilidad. A pesar de eso se limitó á ob- servarla para ver el efecto del tratamiento insinuado por él é impuesto luego por el Sr. Borrayo. A las dos de la mañana del dia 28 repitió el acceso en el órden que sigue: Los movimientos coreicos de los músculos de la mi- tad izquierda de la cara, de que se percibió aquel pro- fesor algún tiempo después de haber llegado, así como también el parpadeo, se extendieron luego á la dere- cha. Los ojos giraban de arriba abajo y vice versa; las alas de la nariz se cerraban y abrían alternativamente; los labios se desviaban en todas direcciones. Aparecie- ron luego movimientos convulsivos en los músculos de los brazos; los antebrazos estaban en pronacion forza- da; los puños se cerraron y los pulgares quedaron to- mados entre los demas dedos. Repentinamente la mi- rada se puso fija, aterradora, y se contrajeron las pu- pilas ; la cara estaba pálida; la boca arrojaba espuma; habia trismus. El cuello, el pecho, el abdómen, los bra- 33 zosylas piernas se pusieron inmóbiles y rígidos. Unos cuantos segundos después iniciáronse las convulsiones clónicas. La cabeza se balanceaba hacia uno y otro lado; los párpados se abrían y se cerraban; los ojos volvieron á girar en todos sentidos. Los músculos bucales se con- traían y relajaban rápidamente y producían un ruido singular. La cara se puso vultuosa y lívida. Los múscu- los del cuello, del pecho, del vientre y de los cuatro miem- bros se agitaron convulsivamente. La respiración era difícil, irregular, estertorosa. Hubo deyecciones invo- luntarias. Se notó la abolición completa de las facul- cultades sensoriales. Este período, que duró mas de un minuto, fue sustituido por un coma mucho mas profundo todavía que el que sucedió al primer acceso. « En vista de esto el Sr. Hermosilla promovió una consulta, y habiendo sido yo el médico escogido la familia me solicitó en el acto. Entretanto llegaba á la casa, se administró á la enferma otro enema anti- espasmódico. « A las tres de la mañana me hallaba cerca de la Sra. de P., é impuesto de lo ocurrido por mi apreciable ó inteligente comprofesor, le propuse, antes de tomar una resolución, que ensayásemos la orina de la enferma, reconocimiento que no pudo hacerse antes porque no fue posible recogerla. « Extraída una pequeña cantidad por medio del cate- terismo, y tratada por el ácido nítrico, se obtuvo un pre- cipitado abundantísimo y característico de albúmina. «La Sra. de P. se hallaba sumergida en el comamas profundo; sus miembros, insensibles, en la resolución mas completa. Hacia muchas horas que no tomaba ali- 34 mentó; había excretado; la vejiga fué completamente vaciada por medio de la sonda. « El producto vivía y se presentaba por el vértice en primera posición. «Elcuello uterino tenia poca longitud, era cónica su forma, y estaba totalmente reblandecido: se dirigía hacia abajo, atrás y á la izquierda: el orificio interno permitía introducir dentro de él la yema del índice; á través de las membranas se sentía bien el vértice. « En tal virtud, y considerando que la eclampsia en este caso era debida á la albuminuria puerperal; que á pesar de las dos sangrías el mal continuaba sin ce- der, pues á mi vista aparecieron de nuevo los movi- mientos coreicos de los músculos de la cara que pre- ludiaban otro acceso; recordando que en condiciones idénticas con el parto provocado había logrado poner fin á la eclampsia, salvando así á las mujeres y á los niños; teniendo certidumbre de que el producto vivía, de que era viable, y fundadas esperanzas de que to- davía no resintiese los efectos del terrible mal que le amenazaba; por último, teniendo el convencimiento de que cada acceso congestiona los centros nerviosos, y de que esas congestiones repetidas llegan ú producir al fin una perturbación profunda, fatal complicación que de efecto se convierte luego en causa material de las acciones primitivamente nerviosas, propuse al Sr. Hermosilla, como único medio aceptable en tan apre- miantes circunstancias, la provocación del parto pre- maturo. Mi instruido y antiguo compañero en esta clase de trabajos me expresó su conformidad ingénua- mente. 35 « Solo nos faltaba, para proceder, la opinión del mé- dico de cabecera,1 y que nos diese su anuencia el Sr. P., marido de la enferma. «En cuanto á lo primero (á que debimos atender para cumplir, como es debido, con las conveniencias profesionales) se me manifestó que el Sr. Borrayo no podria concurrir, desgraciadamente, á causa de sus en- fermedades. Por lo que respecta á lo segundo, el Sr. P. depositó en nosotros su confianza y nos facultó para que obrásemos como mejor nos pareciera. «Libres de toda traba, en el acto procedimos á ar- reglar lo necesario; y mientras á hora tan incómoda se buscaba en las boticas una jeringa de corriente con- tinua, preparamos lo demas que juzgamos indispensa- ble para llevar á término nuestro plan. «Estando todo listo, colocamos á la enferma á la ori- lla de la cama; sus extremidades inferiores, cubiertas por medio de sábanas, apoyados los piés sobre dos si- llas, fueron sostenidas por personas de la familia. En- tonces comenzaron á hacérsele inyecciones vaginales continuas de agua tibia, cuidando mucho de dirigir el chorro al punto donde se encontraba el cuello uterino; quiere decir, hácia arriba y á la izquierda. «Un cuarto de hora después, viendo que el agua sa- lía sanguinolenta por la vulva, se suspendieron las in- yecciones y practiqué un reconocimiento. Hallé enton- ces completamente dilatado el orificio uterino; la fuente estaba formada; la cabeza habia descendido hasta la parte mas baja de la excavación; el occipucio se encon- 1 El Sr. Borrayo aprobó, algunas horas después de que todo habia termina- do, cuanto hicimos el Sr. Hermosilla y yo. 36 traba situado detrás del arco del pubis; el útero se con- traía regularmente, y no liabia indicios de que la en- ferma sintiera los dolores de parto. « Viendo que este se hacia con tanta regularidad, y habiendo oido que los latidos del corazón fetal eran normales, dejamos que la naturaleza prosiguiese sola su tarea. Pocos minutos después asomó la fuente por entre los labios de la vulva; rompí las membranas, y al cabo de unos cuantos instantes salió la cabeza, y lue- go el resto del cuerpo. «El producto venia en estado de muerte aparente. Le bauticé, y luego corté y ligué el cordon; después hice que le bañasen en agua fria, con lo que se estable- ció la respiración de un modo satisfactorio. Su desar- rollo era regular; el sexo, masculino; tenia poco unto sebáceo, poco pelo, y las unas no sobresalían á las ye- mas de los dedos. Su longitud, m. 0,43; ]a circunferen- cia sub-occípito-bregmática tenia m. 0,32; la distan- cia entre el bregma y el ombligo era de m. 0,215. «En espera de que el útero expulsase espontánea- mente los anexos del feto llegó un instante en que apareció una hemorragia grave. El Sr. Hermosilla comprimió la aorta; yo extraje las secundinas. Con esto y algunas fricciones hechas en el hipogastro con la mano, el útero se retrajo y cesó el flujo sanguíneo que llegó á determinar una lipotimia muy próxima al síncope. Reanimamos á la señora poniéndole baja la cabeza y dándole un poco de vino generoso. Pasado algún tiempo, ya recuperada, aunque siempre incons- ciente, se le prodigaron los cuidados de aseó, se le fajó el vientre bajo, se recomendó á los asistentes el mayor 37 silencio y una cuidadosa vigilancia, se puso la recá- mara á media luz, y ordenamos, por último, le diesen con frecuencia cucharadas de caldo y de vino. «Terminada con felicidad mi misión accidental en aquella casa, al despedirme del Sr. Iiermosilla, á las seis de la mañana del dia 23, convenimos en que si aquellos medios no eran bastantes para mejorar el es- tado de la paciente por la tarde se le prescribirla una pocion antiespasmódica bien cargada de almizcle. «A las dos de la tarde, reunidos los señores Borrayo y Hermosilla, encontraron á la Sra. de P. casi en el mismo estado en que la dejé por la mañana. La fami- lia habia ejecutado fielmente las prevenciones médicas. Continuaba la modorra, la amaurosis, y habia alguna inquietud. El pulso, sin embargo, se habia levantado algo y estaba mas regular. Como habiamos convenido, se le prescribió una cucharada sopera, cada media hora, de la pocion siguiente: R. Agua de azahar 4 onzas. Alcoholado de almizcle.... 2 dracmas. Jarabe común, q. s. i¥,; y además las de caldo y vino generoso. «A poco de haber comenzado á tomar la pocion dicha mejoró perceptiblemente el estado cerebral de la en- ferma; disminuyó la modorra, cesó la inquietud y em- pezó á contestar á las preguntas que se le dirigian, pero sin recordar nada de lo que habia ocurrido. Continuaba la amaurosis. «Dia 24.—Ha dormido tranquila la noche anterior. El estado general es halagüeño. El pulso está más vi- 38 goroso y regular. Ha habido escurrimiento loquial y abundante emisión de orina. Analizada esta última por los reactivos, no ha dado ya precipitado. El vientre está indolente, los senos algo abultados. La amaurosis ha disminuido, pero tiene ilusiones molestas de la visión. «Prescripción.—Prosigue el mismo tratamiento, solo que en vez de tomar la pocion antiespasmódica cada media hora lo hará cada hora. «Dia 25.—La enferma sigue mejor. Ha dormido bien. El pulso está fuerte y regular, aunque no lleno. Continúa el flujo loquial, y la orina, como la del dia anterior, no contiene albúmina. Los senos se hallan bastante abultados y empiezan á escurrir los calostros. La enferma ve mucho menos confusos los objetos. Su razón se ha expeditado. Asegura no tener recuerdos de lo acaecido desde que cegó. «Prescripción.—Se aumentó la dósis de los alimen- tos y se retiró la pocion antiespasmódica. «Dia 26.—La señora está mucho mejor. La secre- ción láctea se halla establecida. El niño mama sin di- ficultad. Las funciones de los órganos de la madre y del hijo se ejecutan normalmente. La amblyopia des- apareció sin dejar la huella mas leve. «Prescripción.—Se aumentan los alimentos. Por si acaso ese dia no evacuare la enferma, se le prescribe un enema purgante para el siguiente. Se retira el Sr. Hermosilla y queda encargado de la convaleciente el Sr. Borrayo. «A la fecha, la señora de P. y su hijo se encuen- tran muy bien; este medra cada dia mas. «Consideraciones. — I. En este caso no puede ser 39 dudosa para nadie la etiología de la eclampsia. La al- buminuria pucr peí'al, demostrada por el ensaye químico de la orina, explica suficientemente este hecho, así co- mo otros no muy raros en los anales de la práctica médica-nacional. Así, pues, la causa predisponente fue la albuminaria, y la determinante una impresión moral viva, de antemano señaladas ambas en los libros. «Es digno de notarse, aunque no sea mas que para agregar este hecho á muchos otros de su especie, que la albuminuria haya desaparecido en este caso algu- nas horas después de la desocupación del útero. Al dia siguiente del parto no habia ya albúmina en la orina. «Si la enferma hubiese sido de mi clientela la ha- bría reconocido con el oftalmoscopio para investigar Cuál era la lesión del ojo que ocasionaba la ceguera temporal. Mas no habiendo tenido cerca de ella sino una misión incidental, no me era lícito intentarlo si- quiera en atención á que la familia P. no volvió á lla- marme. Tal es la razón porque no puedo decir á la Academia cual fue en el presente caso la lesión ocular que motivara la amaurosis. Presumo, esto no obstan- te, que debe de haber sido la mas pasajera, puesto que ha podido siempre disiparse tan presto. «¿Seria la degeneración grasosa de la papila, su congestión, un simple edema? En mi concepto esto último es lo mas probable: la razón es, que considero mas fácil se reabsorba una infiltración serosa, que desaparezca una inyección congestiva ó se repare un tejido degenerado. «II. — En cuanto al diagnóstico,, ocioso me parece detenerme en demostrar que en efecto se ha tratado de la eclampsia puerperal. El cuadro de síntomas ha 40 sido inequívoco en el hecho de que me ocupo. Una enfer- medad, tan solo, habría podido introducir la duda, en virtud de su sorprendente semejanza: la epilepsia. Pero esta no puede ser tomada en cuenta, porque ni por parte de la enferma, ni por la de su familia, hay anteceden- tes respecto de ella; porque no se observó el grito pre- cursor, y el coma mas profundo sucedió á los accesos; porque hubo dos y se insinuó otro tercero en el espacio de cuatro horas, fenómeno rarísimo en la epilepsia in- cipiente. Por último, porque estos accesos solo le so- brevienen á la Sra. de P. durante el embarazo. Tra- tábase, por tanto, de la eclampsia, á que la enferma se hallaba predispuesta por la albuminuria puerperal. «III.—Por lo que respecta al tratamiento, el que se siguió en este caso parece quedar justificado ple- namente por el buen éxito obtenido, etc., etc.» La siguiente observación, aunque muy compendia- da, manifiesta el resultado obtenido en un caso de pro- vocación del parto anticipado por una causa idéntica á la del caso anterior. En este hecho se pudo salvar á la madre, aunque los productos sucumbieron víctimas de la horrible perturbación funcional que determinó la grave neurosis de que me vengo ocupando: OBSERVACION SEGUNDA. “Práctica civil.—Parto gemelar. — Eclampsia grave, Albuminuria y Anasarca muy notables.— Pocion purgante y sangría para ocho on- zas de sangre, por el Sr. Vinagran.— Parto provocado por los señores Plores, Capetillo y Rodríguez.—Salvación de la madre. a 17 de Marzo de 1871.—Habiendo visto el profesor D. Mauricio Flores, médico de cabecera, que esos me- dios no surtían, consultó con el Sr. Rodríguez, y am- bos convinieron en desembarazar al útero en el acto por 41 medio de las inyecciones de agua tibia constantes re- comendadas por el profesor de clínica. Dilatado el cuello al cabo de algún tiempo, y hallándose mas di- latable todavía, se cloroformó á la parturiente, se prac- ticó el desbridamiento del cuello y se procedió á extraer á los productos, cuya circulación estaba ya muy sóida- mente comprometida. El primero fué sacado directa- mente porque se presentaba por el asiento (cuarta posición), y el segundo por medio del fórceps (segunda de vértice). Ambos estaban muertos. Hemorragia. Ex- tracción de las placentas, las cuales se hallaban ínti- mamente unidas pero sin conexiones vasculares. Com- presión de la aorta, aplicaciones frías, etc. A pesar de que los accesos de eclampsia reaparecieron después del parto, el Sr. Flores logró dominarlos y salvó á la en- ferma. (Rodríguez, Flores y Capetillo.)» OBSERVACION TERCERA. Esta tercera observación, en la que figuran los Sres. D. Aniceto Ortega y D. Juan M> Rodríguez, tuvo un resultado funesto para la madre y para el producto. Acompaño la observación de las reflexiones que cre- yó conveniente hacer el autor, porque ellas me alivian de un trabajo que considero superior á mis fuerzas. “Eclampsia puerperal.—Parto provocado por el procedimiento de Krvvish, modificado por varios médicos mexicanos.—Muerte de la madre y del producto.—Autopsia, por los Sres. Ortega (A). y Rodríguez. Historia recogida por el alumno D. Ignacio Capetillo. «X*** natural del pueblo de N., de edad de vein- tiséis anos, buena constitución, temperamento nervio* 42 so-bilioso, entró al servicio de la Sra.*** avecindada en esta Capital, y algnn tiempo después de esto se sin- tió embarazada por la primera vez. Se refugió en el hospital de Maternidad para ser asistida en su parto el dia 26 de Mayo de 1870. «De los pormenores que pudieron recogérsele en el acto del interrógate rio resulta: que en esa fecha ha- cia seis meses que se habia suspendido su flujo cata- menial; que á principios de Abril anterior comenzó á sentir algunos movimientos en el vientre bajo, y que durante todo ese tiempo no tuvo trastorno alguno por parte de los órganos de la digestión, de la circulación ni de la inervación. «Practicando un minucioso reconocimiento se ob- servó que los senos estaban abultados, sensibles, el pezón erectil, rodeado de la areola cobriza y de algu- nos tubérculos papilares hipertrofiados; al esprimirlo, dejaba salir algunas gotitas de serosidad: se notaba, además, regularmente marcada la areola lenticular. La linea alba estaba oscurecida desde la cicatriz umbilical hasta el pubis. Hácia los flancos notábanse claramente varias vetas que correspondían á la división del tejido reticular del dermis. En la parte inferior del vientre hacia ralieve un tumor esferoide, elástico, macizo, que se elevaba hasta poco mas arriba del ombligo. Por medio de la palpación se advirtieron dentro de él al- gunas desigualdades movibles. Haciendo acostar de la- do á X. para buscar el traqueteo abdominal, pudo percibirse claramente el desalojamiento de un cuerpo móvil dentro de la matriz. Practicando la ausculta- ción se percibió en la zona sub-umbilical el tic-tac del 43 corazón del feto, y se advirtió asimismo que frecuen- temente cambiaba de lugar. Por el tacto vaginal pudo reconocerse que el canal vulvo-uterino se encontraba espedito y húmedo. El dedo índice no pudo alcanzar el promontorio. El cuello uterino, reblandecido en su superficie, tenia la forma de huso, y conservaba poco mas ó menos la longitud normal: su dirección era há- cia atrás y á la izquierda. El orificio externo estaba liso, ligeramente entreabierto, y pennitia introducir dentro de él la yema del dedo. Colocado este en el fondo de saco útero-vaginal posterior, pudo determi- narse también el fenómeno del traqueteo. «Por todos estos datos era indudable que X. se en- contraba embarazada; que este embarazo era el prime- ro; que vivia el producto de concepción, y que la pre- ñez se hallaba entre el sexto y sétimo mes. Como no habia indicación alguna que llenar el Sr. Contreras nada le prescribió, quedando sujeta solamente al mé- todo higiénico establecido en el hospital. «Casi dos meses permaneció en el mismo estado de salud, pues jamás se quejó ni aun del mas leve acci- dente. Todas las funciones se ejercian de un modo fisiológico. «El 21 de Julio, con motivo de haber sido dia de visita para los deudos y amigas de las mujeres que se asisten en el hospital de Maternidad, se presentó en él la madre de X. Lo que entre ambas pasó durante aquella entrevista, fácil es de concebirse: la infortuna- da madre habia encontrado en aquel recinto á su hi- ja, á quien inútilmente buscó antes por todas partes. Los arrebatos de su justo enojo llegaron á su colmo, y 44 esto ocasionó que X. tuviese, en el acto, una cefalal- gia gravativa. Llegada la hora de comer se recargó el estómago, y á poco de haberse levantado de la mesa depuso cuanto habia comido. Seguía la cefalalgia, y además tenia vértigos, zumbidos de oidos y vómitos biliosos. No pudo conciliar el sueño durante la noche. «A la mañana siguiente (22) el practicante de guar- dia notó que yacia sobre su cama en el mayor desór- den. Su fisonomía era la de una imbécil: su mirada, vaga é incierta, recorría con increíble velocidad cuanto te- nia á su derredor; las pupilas estaban enormemente dilatadas; los músculos de la cara se contraían de mil maneras: si se le interrogaba sobre alguna cosa se mos- traba indiferente, y si se la volvía de un lado al otro permanecía en la actitud en que se la colocaba. Hubo un momento en que las convulsiones de la cara se ge- neralizaron. Entonces los párpados, agitados por un temblor convulsivo, apenas dejaban ver los globos ocu- lares inyectados, que giraban en todos sentidos. Las aberturas de la nariz se abrían y se cerraban alterna- tivamente: otro tanto pasaba con la boca, que era lle- vada en todas direcciones. Habia trismo, y por entre los dientes y las mejillas salía una cantidad regular de saliva espumosa. Los músculos del cuello, del pe- cho, del vientre, de la espalda, y los de los cuatro miembros,asimismo, se contraían convulsivamente. Los pulgares de ambas manos se hallaban comprendidos entre los demas dedos. La fisonomía era vultuosa; las yugulares latían con una dureza y frecuencia desusa- das. La respiración estaba sériamente comprometida; era estertorosa y muy irregular. La orina y las heces 45 excrementicias fueron expulsadas. El reconocimiento vaginal, en estos momentos, aumentó al parecer, los su- frimientos de la enferma, pues durante él fueron mu- cho mas intensas las contracciones. «Repentinamente la escena cambió: á las convulsio. nes sucedió la mas completa inmobilidad general. A poco, la mirada quedó como suspensa y fija; la fisono- mía no tenia animación; los maséteros se contraían violentamente y la lengua era atrapada por ambas man- díbulas; en ciertos momentos se relajaron tanto y ce- dieron de tal modo á la acción de sus antagonistas que temimos se luxase el maxilar inferior. Instantes des- pués sobrevinieron las convulsiones clónicas y luego el coma. Según pudimos ver en los accesos que sucedie- ron, al pequeño período de invasión seguia el tetáni- co, durante el cual la fisonomía estaba como aterrada, la mirada fija, las pupilas contraidas, el cuello rígido, los miembros en pronacion forzada, inmóbil el pecho, la respiración suspensa, las paredes del vientre endure- cidas. Unos cuantos segundos después seguia el pe- ríodo de convulsiones clónicas. Estas iban cediendo poco á poco, hasta desaparecer. La enferma entraba luego en la coma. El promedio de la duración de los accesos era de dos minutos, á lo sumo, y se repetían cada ocho ó diez. «En el acto que se observó el estado que la enferma guardaba se dió aviso á nuestro apreciable maestro el Sr. Ortega (D. Aniceto), quien llegó á poco de haber sido solicitado. «Impuesto de lo ocurrido procedió á examinar á la enferma y á observar el estado en que se hallaba el 46 producto de concepción. Sus movimientos propios eran agitados, y los latidos del corazón persistían en el mis- mo estado regular que pudimos notar en los dias an- teriores (ciento treinta y seis por minuto). Se practicó el cateterismo para recoger la orina y someterla al aná- lisis, cuya operación exacerbó el mal, del mismo modo que el tacto vaginal. En los diversos ensayes hechos con la orina de X., por el gefe de la clínica, en cum- plimiento del encargo que tenia del Sr. Rodríguez, de ver si contenian albúmina ó glycosis las orinas de las embarazadas y de las recien paridas, nunca se encon- tró la mas ligera huella de alguna de estas dos sustan- cias. X. no tenia edema en la cara, en las manos ni en los extremos inferiores. «Diagnóstico.—El Sr. Ortega, después de haber ob- servado detenidamente uno de los accesos nos dijo con la mayor consternación que el terrible mal que presenciábamos era la eclampsia, enfermedad que ha- bía tenido que tratar algunas veces en su práctica pri- vada; que se consignase tal diagnóstico en el diario de la enferma porque ni la epilepsia, ni la histeria, ni el tétanos, ni la apoplejía, conmoción cerebral, etc., etc., podrían presentar un cuadro de síntomas que pudiera confundirse con aquel que en aquellos momentos nos era permitido contemplar, debiendo excluirse, por tan- to, en este caso, todas aquellas enfermedades. «Pronóstico.—Una vez formulado tal diagnóstico, ¿cuál debería ser el pronóstico? Como se sabe, la eclam- psia las mas veces hiere de muerte á la madre y al producto. El pronóstico era muy grave; mas ¿podría decirse que era desesperado? 47 «Tratamiento.—El Sr. Ortega, en vista de la situa- ción particular de la enferma, desde luego ordenó que se le administrase un vomitivo de tártaro (emético, 2 granos, y agua 4 onzas), y se le extrajesen de seis á ocho onzas de sangre del brazo izquierdo, previniendo se re- cogiese la orina para ensayarla. «La enferma tomó las cucharadas eméticas con gran dificultad, á causa del espasmo de la faringe; se prac- ticó la sangría, y vomitó varias ocasiones; mas á pesar de esto los accesos eclámpticos prosiguieron con la mis" ma intensidad, frecuencia y duración. «Aunque el Sr. Ortega nos habia propuesto ya su plan de conducta, que consistia en seguir fielmente el tratamiento aconsejado por los autores de mas reputa- ción (el cual algunas veces le ha dado brillantes resul- tados), quiso sin embargo oir la opinión de otras per- sonas competentes en la materia, é invitó con ese fin á los Sres. Liceaga y Casasola á que concurriesen al hospital, á lastres de la tarde de ese mismo dia. A esta misma hora llegó casualmente nuestro querido catedrá- tico el Sr. Rodríguez para estudiar á una de las mu- geres del hospital, en cumplimiento del encargo que le habia hecho el Sr. Ortega, y habiéndose encontrado frente del caso á que me refiero se detuvo asimismo para prestar sus auxilios, si por acaso se considera- ban útiles. «Una vez reunidas las personas invitadas, unánime- mente convinieron en que se trataba de un caso de eclampsia y desde luego aprobaron el método impues- to por el Sr. Ortega. El Sr. Liceaga propuso á su tur- no la administración del bromuro de potasio á alta 48 dosis, fiándose en los buenos resultados que ha pro" ducido en el tratamiento de la epilepsia, en la estrecha semejanza entre ésta y la eclampsia, y en el éxito que habia obtenido ya en el tratamiento de la última Mr. Dieulafoi. Llegada la vez de que hablase el Sr. Hodriguez, este profesor manifestó que á pesar de la perfecta semejanza que habia entre la epilepsia y la eclampsia, no era de la opinión del Sr. Liceaga, por- que aun no estaba suficientemente experimentada la acción benéfica del bromuro de potasio en estos casos, y porque en espera de los efectos dudosos de tal me- dicamento se perdería un tiempo que debería aprove- charse tan solo en provocar el parto; única, aunque remota esperanza que entreveía en medio de aquel cuadro desastroso; que en caso de que su opinión fue- se aceptada proponía para practicarla, en el menor tiempo posible, el procedimiento de Kiwish, el cual, empleado oportunamente mas de una vez le habia ser- vido para salvar á la madre y al producto ó a aquella solamente; que entretanto se lograba el desembaraza- miento del útero podría recurrirse á otro medio jus- tamente preconizado por sus útiles servicios en estas circunstancias: las inhalaciones de cloroformo; porque aunque no sirviesen para abolir los movimientos relie- jos, serian útilísimas para disminuir la excitabilidad general y aun la uterina, lo que consideraba preciso pro- curar á* toda costa. El Sr. Ortega, auque se adhirió al parecer del Sr. Rodríguez, que era el suyo, propu- so que se adunaran las opiniones de dicho profesor y del Sr. Liceaga; es decir, que sin perjuicio de proce- der en el acto á la provocación del parto mientras el 49 orificio uterino se dilataba, se propinasen á la enferma dos dracmas de bromuro de potasio puro. « Como faltase en el hospital el irrigador de Kiwisch y aun la bomba de d’Eguisier, el Sr. Rodríguez mani- festó que ninguno de los dos medios era absolutamente necesario, pues él se había servido ventajosamente, en casos análogos, de una jeringa de corriente continua. Mientras se dispuso lo conveniente se hizo pasar á la enferma, en medio de inmensas dificultades, la pocion de bromuro de potasio. «Para proceder á la provocación del parto los ope- radores reconocieron préviamente el estado del canal vulvo-uterino. Este nada de particular presentaba; el cuello, en forma de huso, se hallaba dirigido hácia la izquierda y atrás; su orificio externo estaba abierto y el interno cerrado. A través del segmento inferior se sintió la presentación de vértice, que estaba en prime- ra posición. Por medio de la auscultación se ratificó el diagnóstico; los latidos fetales se encontraron con la intensidad y regularidad ordinarias al lado izquierdo de la región infra-umbilical. «Provocación delimrto.—Colocada la enferma á ori- llas de la cama cubierta de una tela impermeable, con los piés apoyados sobre el asiento de dos sillas sos- tenidos por dos ayudantes, introducido el tubo vaginal de una jeringa de corriente continua, comenzaron á hacerse las inyecciones de agua tibia, teniendo cuida- do de dirigir el chorro hácia atrás y á la izquierda para hacerlo llegar hasta el cuello mismo. El tubo de irri- gación fué mantenido en su situación por uno de los ayudantes, á quien se le recomendó tomase todas las 50 precauciones para impedir que la enferma se lastimara durante los accesos. Los ayudantes se alternaban para hacer funcionar constantemente la jeringa y hacer que el chorro tuviese la misma intensidad. En el trascur- so de dos horas y media que duró la op eracion las convulsiones se repitieron á menudo: el cuadro era de- solador. Pudimos observar unas veces el pleurostóto- nos, otras el epistótonos y mas frecuentemente el opis- tótonos. Los operadores en ciertos momentos creyeron indispensable una nueva extracción general de sangre (ocho onzas); mas no habiéndose logrado por este me- dio la remisión de los síntomas, se encargó al Sr. Ca- sasola que sin pérdida de tiempo ministrase el cloro- formo. «Al cabo de dos horas y media, como ha poco decia, se dilató el orificio de la matriz; el Sr. Rodriguez vió entonces que la posición de vértice se liabia cambia- do de primera en tercera, hallando al occipucio, es- ta vez, en relación con la eminencia ileo-pectinea de- recha, y la sutura sagital en dirección del diámetro oblicuo derecho. En aquellos momentos casi no se percibian los latidos del corazón fetal, en vista de lo que, y como preliminar de la operación que iba ó eje- cutarse, dicho profesor rompió la bolsa amniótica y bautizó al producto. Luego, entre los Sres. Ortega y Rodriguez desbridaron el cuello, dilatado ya, como llevo dicho, practicando á derecha é izquierda incisio- nes de cinco á siete milímetros, con cuyo medio acabó de dilatarse lo bastante para permitir la introducción y aplicación de las ramas del fórceps. Debo advertir que los operadores prefirieron este medio á la versión, 51 porque ella habria sido en extremo peligrosa hallán- dose el útero espasmódicamente retraido sobre el feto: faltaba la movilidad de este, condición indispensable para hacer con ventaja la versión podálica. Mientras se ejercian las tracciones durante los breves instantes que el útero no se contraia, apareció un trombus vo- luminoso de la vagina que vino á interponerse entre las ramas del instrumento; nuevo obstáculo con que tu- vieron que luchar los operadores. Además, estos te- nían á cada paso necesidad de interrumpir las ma- niobras, porque los síncopes unas veces, y el acceso eclámptico otras, con urgencia demandaban esta pru- dente precaución. Momentos hubo en que el espasmo tónico del útero retuviera con tanta violencia al pro- ducto que habria sido entonces en extremo irracional tirar del fórceps: el Sr. Rodríguez ejercía las traccio- nes solo cuando la fibra uterina se relajaba. Gracias á este cuidado no se originó el mas leve traumatismo. Durante el espasmo la matriz tomaba una forma bilo- bada: ambas porciones (superior é inferior) se halla- ban separadas por un surco profundo horizontal. Al cabo de indecibles esfuerzos logró el Sr. Rodríguez extraer el feto que, aunque muerto, salió ileso de to- da violencia manual. Un reconocimiento bastante mi- nucioso puso de manifiesto esta verdad ante los cir- cunstantes. «A poco de esto recibí órden para que comprimiese la aorta abdominal, pues apareció de súbito una he- morragia. El citado profesor, sin pérdida de tiempo, extrajo íntegros los anexos del feto; y como continua- se la pérdida, sin embargo, el Sr. Ortega exprimió 52 dentro de la matriz varios limones, excitando al propio tiempo los demás ayudantes las paredes del órgano para avivar la contractibilidad propia del tejido. Igual- mente se comprimió por afuera, se aplicaron paños fríos sobre las paredes del vientre, se les vertió éther sul- fúrico, procurando la rápida evaporación de esta sus- tancia, y se hicieron inyecciones de percloruro de fier- ro de Pravaz, con lo que por fortuna al fin se logró estancar la sangre. Entretanto los accesos se repetian hasta hacerse incontables, presentando los últimos la forma catalíptica. «En medio de la fatiga que rendia á los circunstan- tes el ángel de la muerte batia sus negras alas en aquel recinto, y presas de un desaliento indescripti- ble contemplábamos los últimos momentos de aquella infortunada mujer que sucumbia á su destino sin arro- jar una sola queja. Su lengua, hecha pedazos, daba sangre, y esta se mezclaba con la espuma salivar, que era lanzada con cierta violencia en medio de fuertes ronquidos. Sus ojos, siempre fijos, en estrabismo di- vergente, eran espantosos. Su cara, fuertemente des- viada hácia la izquierda, presentaba algunos movimien- tos convulsivos fibrilares subcutáneos; los miembros inferiores estaban en la mas completa resolución; los superiores, abandonados hácia uno y otro lado del tron- co, eran insensibles á la acción de los estimulantes mas enérgicos, como al martillo de Mayor y aun á la elec- tricidad misma. El abatimiento de la temperatura pro- dujo un frío glacial. El pulso fue dibilitándose hasta perderse. Vanos fueron todos los esfuerzos. Cuando esto llegó á ser un convencimiento para nosotros de- 53 pusimos nuestro orgullo ante el terrible espectáculo de la muerte, y silenciosos elevamos al cielo nuestras preces por el alma de quien tanto habia sufrido. El reloj marcaba las diez y cuarto de la noche. «Autopsía.—A las cuatro de la tarde del siguiente dia los profesores Ortega y Rodríguez, acompañados de un numeroso concurso de médicos, alumnos y par- teras, hicieron la autopsía. Se comenzó por hacer el cateterismo para ver si era posible tener alguna orina; mas, como en vida, esto fué completamente imposible. «Los órganos torácicos solo presentaban los fenóme- nos hipostáticos. «Abierta la cavidad abdominal se encontró el útero aumentado de volumen en la región baja del vientre, hácia la derecha. Estaba como edematoso, pues su te- jido se comprimía fácilmente con el dedo conservando la impresión de este. El Sr. Rodríguez lo extrajo con sumo cuidado, con sus anexos y contiguos, y lo exhi- bió ante los circunstantes para mostrarles que no pre- sentaba ni la mas leve lesión traumática. Luego lo di- vidió longitudinalmente por su pared anterior, para examinar la cavidad del cuerpo, del cuello y de la va- gina. Nada notable pudo notarse y únicamente se vio que las incisiones practicadas para desbridar el orificio uterino interesaban á este de un modo que absoluta- mente nada tenia que reprochar. La inserción placen- taria, situada en la parte anterior hácia la derecha, no tenia ni el mas pequeño fragmento cotiledonario. En el espesor de las paredes donde se practicó la sección se veían los senos venosos; algunos de estos eran tan gruesos que habrían permitido la introducción del ca- 54 non ele una pluma. Los ovarios, las trompas, los liga- mentos anchos, redondos y sacro-uterinos estaban ile- sos. La pieza ha sido conservada para comprobar que los operadores no causaron mal alguno en este caso des- graciado. « El estómago, los intestinos, el hígado, el bazo, el páncreas y la vejiga de la orina, se hallaban intactos. Los riñones estaban algo inyectados - tenían el tamaño, la consistencia y la forma ordinarios. Nada particular presentaban en su interior. «La pélvis estaba normalmente conformada. «Abierto el cráneo y extraída la masa encefálica se vio que en la parte anterior del lóbulo izquierdo había un derrame sanguíneo sub-aracnoideo considerable, como de m. 0,5 de diámetro; pero ni las circunvolu- ciones, ni las meninges, presentaban lesión alguna per- ceptible. Habiéndose dividido en varios sentidos el ce- rebro, el cerebelo y el bulbo raquídeo, se encontraron ilesos. «Reflexiones.—El conmemorativo del estado que guardaba X. antes de la entrevista fatal que tuvo con la madre, la tarde del 21 de Julio, hace creer funda- damente que se hallaba muy lejos de encontrarse bajo la presión de las causas inmediatas que mas comun- mente provocan la eclampsia en las embarazadas. Su edad, el buen estado de su salud, la ausencia de la al- buminuria, la buena conformación de la pélvis y del canal vulvo-uterino, el poco volumen de su vientre, hasta cierto punto la garantizaban de ser víctima del terrible mal, al que sucumbió sin embargo: cuando me- nos esto era poco probable. Una fuerte emoción, la ver- 55 güenza, el remordimiento tal vez, conmovieron violen- tamente su sistema nervioso. Si á esto se agrega el re- cargo de estómago que ella intencionalmente se procuró, se tendrán ya las causas determinantes del mal, al que podríamos decir que estaba predispuesta solo por ser primeriza. Pudiera objetárseme que para estar com- pletamente seguros de esto hacia falta el ensaye de la orina durante la eclampsia: pero á mas de que la ob- jecion se estrella contra la imposibilidad de recoger di- cho líquido en esos momentos, el ensaye podría haber proporcionado un signo infiel, puesto que existen al- gunos hechos en los que un temblor general poco in- tenso, v. gr., ha podido determinar la presencia de la albúmina en la orina. 1 «Ya he dicho, por otra parte, que por especial reco- mendación del Sr. Rodríguez el Sr. Contreras ensa- yaba las orinas de todas las mujeres que ocurrían al hospital de Maternidad, y habiendo reconocido varías veces la de esta, como las de todas las demas, jamas reveló la existencia de la albuminuria. Puedo decir, por tanto, que la eclampsia, en este caso, probablemente fue ocasionada por una emoción moral viva. «Nada tengo que decir respecto del diagnóstico, por- que el cuadro de síntomas observados repudiaba toda idea á favor de la histeria, de la epilepsia, de la con- gestión cerebral apoplectiforme, de la catalepsia, etc. «En cuanto al tratamiento que se empleó, solo diré que fueron ciegamente obsequiados los preceptos de los autores de mejor nota, que han sido sancionados por la experiencia. Las sangrías depletivas y deriva- 1 Becquere!. Séméiotique des uriñes, pág. 371 56 tivas y los evacuantes, son justamente recomendados en estas circunstancias, y á ellos son debidos porción de casos de curación, felices en hechos idénticos al de que me ocupo. Las inhalaciones de cloroformo emplea- das después, han salvado á multitud de mujeres en México y en el extranjero. No hay práctico que no pueda aplaudirse del empleo de un medio tan heróico como racional. La anestesia, en estos casos, embota de un modo directo la impresionabilidad cerebral, é indi- rectamente la espinal, fuente de los movimientos re- flejos. «Habiendo sido, por desgracia, infructuosos estos medios, se apeló al extremo—á desembarazar al útero —recurso que en manos de quienes lo preconizan ha surtido maravillosamente, no lisonjeando las esperan- zas de otros, que por eso le combaten. El Sr. Rodrí- guez es, entre nuestros prácticos, uno de sus mas ar- dientes defensores; esto depende, como él mismo lo confiesa, del buen resultado que constantemente ha ob- tenido por este medio. Según he sido informado, hace pocos dias ha salvado á la madre y al hijo en un caso de eclampsia puerperal albuminúrica, provocando, en unión del Sr. Hermosilla, el parto prematuro por el pro- cedimiento de Kiwisch, reformado. Al Sr. Ortega (A.) no solo no repugna este arbitrio, sino que lo preconiza como muy útil en el tratamiento de la eclampsia puerperal. Ambos profesores lo hacen preceder, prudentemente, del empleo de ciertos medios que por sí solos han bastado muchas veces para triun- far del terrible mal. Las sangrías, en caso de plétora sanguínea ó serosa; los evacuantes, en caso de pleni- 57 tucl dei estómago y de los intestinos; el cateterismo, si la vejiga estuviere llena de orina; el cloroformo, co- mo sedativo: lié aquí los preliminares obligados del parto prematuro artificial. « En el presente caso hay, no obstante, una circuns- tancia á la que, en mi concepto, pudiera atribuirse el éxito fatal de tan heróico medio: me refiero al momento en que se ocurrió á él. El Sr. Rodríguez, en sus lec- ciones orales dadas el año próximo pasado hace de- pender el buen resultado de la operación, de la premura con que se provoca el parto: para él es cuestión de mera oportunidad. El estado que va presentando la en- ferma, previamente sujeta á los medios preliminares antes mencionados, le sirven de norma de la conducta que debe de observar: si ellos bastan para disminuir la intensidad, la frecuencia y la duración de los acce- sos no da un paso adelante, sino que insiste en su em- pleo: mas si sucede lo contrario, sin pérdida de tiempo desembaraza al útero. La razón de tal práctica es es- ta: la eclampsia, según el Sr. Rodríguez, participa á la vez de la epilepsia y de la congestión cerebral apo- plectiforme; si es sténica, como lo era en este caso, el espasmo nervioso repetido determina necesariamente una conmoción cerebro-espinal, que aunque efecto in- mediato del primero, luego después pasa á ser causa de las accesiones, tanto mas difícil de combatir cuanto fuere mas intensa. El mal, en tales casos, es indoma- ble, porque no solo depende ya del embarazo uterino, sino además de una lesión neuropática complexa. Evi- tar esta á todo trance, debe ser, según el citado pro- fesor, la principal tarea, y á fin de lograrlo no espera 58 á ver los resultados mediatos de los socorros prelimi- nares, sino los inmediatos. Si el acceso que sucede á la emisión sanguínea, por ejemplo, tiene la misma inten- sidad y duración que el anterior, repite la sangría (si la cree indicada), ó si no, empléalos evacuantes: si el que sigue después de que estos han hecho su efecto no es me- nos intenso, apela al cloroformo; y si ni aun este medio hace decrecer al que sigue, procede luego á provocar el parto. Esta premura no halagará tal vez á los que cie- gamente siguen los preceptos de la escuela francesa; mas los hechos clínicos nacionales la justifican y ante su evidencia se hace ociosa, para mí, toda discusión. «Voy á detenerme unos cuantos instantes en el pro- cedimiento que se empleó para provocar este parto: se- gún llevo dicho ya, fue el de Kiwisch. «Aceptado con tan justa razón como uno de los medios mas eficaces para desembarazar prontamente al útero, esta vez, cual en otras varias que han ocurrido en la práctica mexicana, ha quedado demostrado que ade- más de su notoria utilidad como abortivo es extraor- dinariamente sencillo. No se necesita ya emplear el aparato del autor, ni el irrigador de d’Eguisier, supues- to que ambos pueden ser con ventaja reemplazados por una simple jeringa de corriente continua. Digo con ventaja, porque la intensidad del chorro de esta clase de jeringas nunca determinará la rotura de la matriz, que es el reproche que por uno ó dos casos únicos acaecidos en Europa se ha dirigido contra tal proce- dimiento. Esta reforma ha sido hecha, hace algunos años, por nuestros profesores los Sres. Hidalgo Car- pió y Rodríguez, cada quien por su parte. 59 «Se lia introducido, además, otra modificación im- portante en el procedimiento de Kiwisch, y esta se debe solo al Sr. Rodríguez. No es preciso hacer perió- dicamente la inyección del agua tibia; mas útil es prac- ticarla de una manera continua, tal cual se hizo en el presente caso. Esto tiene por mira provocar el parto en el menor tiempo posible. Gracias á eso pudimos ver que la dilatación del cuello uterino se verificase dos horas y media después de haberse comenzado á hacer las inyecciones, y aun hay casos recogidos en la prá- tica del Sr. Rodríguez, en los que se haya logrado á la hora y media, á la hora y aun á los quince minu- tos, como hace muy pocos dias aconteció en el hecho en que recientemente intervinieron los Sres. Hermo- silla y Rodríguez. «La sencillez é inocencia del procedimiento de Ki- wisch, modificado por nuestros prácticos, hará que en lo de adelante sea preferido al taponamiento, á la di- latación por la esponja ó por la laminaria digitata á la punción del huevo y al uso de multitud de otros me- dios, como el instrumento deBrown, el de Tarnier, etc. «Réstame, para terminar, decir unas cuantas pala- bras respecto de la anatomía patológica. «En esta ocasión hemos podido observar que las le- siones viscerales no siempre figuran en el cuadro de la eclampsia. El derrame sanguíneo sub-aractinoideo que se encontró, pudo ser mas bien su efecto que su causa. Si hubiera sido anterior, habríanse entonces presentado primitivamente los síntomas de la apople- gía, y no los de la eclampsia. «Los riñones no presentaban la apariencia patog- 60 nomónica que esos emontorios tienen en la enferme- dad de Bright; la albuminuria no ba intervenido en este caso. «México, 30 de Setiembre de 1870.—Ignacio Ca- PETILLO.» OBSERYACION CUARTA. Parto provocado á los ocho y medio meses de la preñez, por cau- sa de Eclampsia.—Muerte de la madre á poco de haberse hecho la operación.—Salvación del niño. El dia 25 de Junio del año de 1872, las parteras Sras. Castillo y Reyna, me suplicaron pasase á visitar á una parturiente que padecia ataques de eclampsia desde la madrugada de ese dia, y á quien se habían aplicado ya varias sangrías, un vomitivo, etc., etc., ba- jo la asistencia del Sr. Zepeda. El cuadro era realmente imponente; los ataques se sucedian sin interrupción y dejaban á la enferma su- mergida en el coma mas profundo. En el acto procedí á reconocer el estado que guar- daba el niño, y con gran satisfacción pude notar que este vivia aún, que se presentaba por el vértice y que la primera posición era favorable. El tacto vaginal me hizo conocer que la mujer era primeriza,.y que tenia vicio de conformación denomi- nado coraza; el cuello uterino comenzaba á dilatarse, y estaba bastante dilatable y blando; ratifiqué, ade- más el diagnóstico de la presentación y posición, y por último noté que la fuente estaba intacta. En el acto, y prévio el consentimiento del Sr. Ze- peda, que en aquellos momentos llegaba, comencé á 61 emplear las inyecciones vaginales de agua tibia para dilatar el cuello. Toda la operación duró hora y cuar- to, inclusa la extracción del producto por medio del fórceps. El niño nació vivo y vive aún. En cuanto á la madre, los accesos continuaron á pesar del desem- barazamiento y de otros medios á propósito que se em- plearon, y sucumbió pocas horas después. Antes de .que sucumbiera la vieron aún en sus últimos momen- tos los Sres. Ortega (A.), Rodríguez y Martel. 39 El tercero de nuestros casos tiene la curiosa parti- cularidad de que habiendo de consuno resuelto prac- ticar la operación del parto prematuro artificial, los señores profesores D. Aniceto Ortega, D. Juan María Rodríguez y D. Manuel Domínguez, en cierto dia fija- do por el cálculo de la época del embarazo al cumpli- miento del sétimo mes, por las razones que refiere la observación que sigue, la naturaleza lo realizó feliz- mente, y justificó no solo la prudente resolución de los prácticos ya citados, sino lo que es mas todavía, la ri- gurosa exactitud de su cómputo, pues se verificó es- pontáneamente el dia señalado, con la diferencia de unas cuantas horas nada mas. OBSERVACION. La Srita*** ele veinticinco años de edad, de cons- titución nerviosa, tuvo un desliz á principios de Fe- brero de 1871. El abandono de su seductor, que la ofreció enlazarse con ella con los santos vínculos del matrimonio, y los sufrimientos morales de que fué pre- sa durante los primeros meses que siguieron á este 62 suceso, la hundieron en un estado de congoja indes- criptible. La falta de menstruación y la vasca, anunciaron á esta desgraciada que habia concebido, y al desengaño cruel, á la vergüenza, y al justo temor á su madre, se reunieron padecimientos físicos de un carácter muy grave. Comenzó por tener calentura todas las tardes, y una neuralgia lumbar izquierda, que le ocasionaba un dolor tan agudo que fué preciso llamar á un facul- tativo, lo cual ella habia procurado evitar hasta aque- lla época. Fui solicitado por la familia, y desde las primeras preguntas que le dirigí sospeché que estaba embara- zada. En un momento de conferencia íntima, y ani- mándola con palabras de consuelo, me abrió su cora- zón y me hizo partícipe del terrible secreto. Desde aquel instante pudo ser atendida con los socorros de la medicina, y por la madre, que fué prudentemente prevenida para no herir por mas tiempo la sensibilidad de la infeliz paciente. A pesar de los esfuerzos combinados de la medica- ción tónica, antiespasmódica y analéptica, y de la cui- dadosa asistencia de personas que de antemano supie- ron el suceso, se declaró poco á poco el marasmo, y apareció una hiperestesia que me hizo temer por la vida de la paciente. Era el cuarto mes del embarazo. La exploración vaginal, que producia muy grandes su- frimientos, revelaba un fenómeno curioso, digno de observarse. La vagina y el cuello uterino estaban sur- cados en todas direcciones de una red arterial tan des- arrollada, que el fenómeno llamado pulso vaginal y 63 uterino había tomado proporciones no comunes, al gra- do de sentir el dedo como introducido en medio de un tumor eréctil. Llegado el quinto mes los movimientos del niño que comenzaron á hacerse muy perceptibles aumentaron el malestar de la madre, pues le ocasionaban dolores, y excitaban además fuertemente, por una acción simpá- tica, la neuralgia lumbar de que ya he hablado. Para combatir esta neuralgia, que llegó á hacerse formida- ble, recurrí á toda especie de unciones calmantes, á revulsivos, y aun á pequeñas sangrías. Todo fué en vano. A la vez, como el marasmo progresaba, no cesé de emplear el aceite de hígado de bacalao, los ferru- ginosos, los vinos amargos, el jugo de carne, los hue- vos, etc., y debido á esto la enferma pudo llegar al sexto mes de su embarazo; mas en tal grado de con- sunción, que su aspecto era el de una persona que hu- biese llegado al último período de la tuberculosis. El reconocimiento vaginal en medio de aquella red de va- sos fuertemente desarrollada, demostraba que toda la vida, toda la inervación y nutrición, se habían concen- trado en el órgano gestatorio y su contenido. Si hubiera sido este el primer caso con que hubiese tropezado en mi práctica, tal vez no hubiera compren- dido tanto lo inminente del peligro; pero recordando otro, idéntico, que terminó por la muerte mientras se vacilaba en la conveniencia de provocar el parto pre- maturo,1 me resolví á citar una consulta, y con anuen- cia de la paciente, fueron llamados los Sres. D. Juan Rodríguez y D. Manuel Domínguez. La terrible 1 Este caso se refiere á la primera Sra. del finado D. Gabino Bustamante. 64 impresión que ocasionó á estos profesores la vista de aquella desdichada á quien encontraban en tal situa- ción sin haberla visto como yo descender paso á paso á aquel grado tan avanzado de marasmo, hizo que con un empeño digno de elogio estudiaran los síntomas que acusaba la paciente, y meditaran la resolución de la cuestión que les propuse, y fué la siguiente: ¿Para salvar la vida de aquella madre, con seguridad, y muy probablemente la del hijo, será conveniente provocar el parto prematuro? Estos señores con la circunspección é inteligencia que les caracteriza se tomaron unos dias para estudiar mas el caso y fijar su modo de pensar. Alfin me comunicaron que eran de opinión que ape- nas se cumpliese el sétimo mes del embarazo se debia de proceder á la provocación del parto prematuro ar- tificial. Computada le época precisa de la preñez, de consuno se jijo el dia 20 de Setiembre inmediato, par a ha- cer la operación. Largo seria enumerar todos los medios que fué ne- cesario emplear para mantener encendida aquella lám- para que de un momento á otro parecia extinguirse: cercano ya el término prefijado se preparó una de las piezas reservadas del Hospital de Maternidad, con to- do lo que se creyó necesario, y en primer lugar el apa- rato de Kiwisch, como el medio mas seguro é inocente para lograr el parto prematuro. Ya estaban avisados los profesores Rodríguez y Do- mínguez para concurrir á la operación, cuando á las once y media de la noche del 19 de Setiembre fui lla- mado con urgencia: la enferma había comenzado á te- ner ya algunos dolores característicos del trabajo. El 65 tacto vaginal me hizo sentir completamente borrado el cuello del útero, dilatado el orificio, la dilatación del diá- metro de dos centímetros; comenzaba á formarse la bol- sa de las aguas. No cabia duda: el parto iba á terminarse prematuramente por los esfuerzos solos de la natura- leza, su admirable previsión estaba ejecutando lo que los facultativos habian pensado hacer artificialmente. El parto se verificó, en efecto, tres horas después, yla niña, aunque sietemesina, estaba perfectamente confor- mada, lo que mellizo presumir quecontinuariaviviendo. Un año después la vi, y la encontré bien desarro- llada y robusta. La madre, tan pronto como cesó el estado de gestación comenzó á nutrirse y recobró del todo la salud. Yo creo que en vista de este caso, debe establecer- se, que siempre que trastornos funcionales, de ordina- rio pasajeros, remediables ó tolerables, adquieran una intensidad tal que amaguen los dias de la paciente, si esta hubiere llegado ya á cumplir 210 dias de emba- razada, deberá consultarse el parto prematuro artifi- cial con personas experimentadas, y previa su anuen- cia se proceda á llevarlo á cabo; pues está visto que tal manera de proceder salva la vida de muchas ma- dres y de muchos niños. 4? El cuarto de los capítulos que ha exigido aquí la provocación artificial del parto prematuro es el des- pegamiento total de la placenta insertada en el sitio normal; quiere decir, en la zona uterina del fondo. La observación siguiente, recogida por el 8r. Rodríguez, explica claramente lo que sucede en tales casos. 66 OBSERVACION. Hemorragia determinada por el despegamiento prematuro total de la placenta in- cert adanormalmente.—Provocación del parto prematuro al fin del octavo mes del embarazo.—Salvación de la madre.—Muerte del niño 45 minutos des- pués de su extracción. « TomasaN., multípara, que vive en un cuarto bajo ele la casa del Oratorio (calle de S. Felipe Neri), y que ha- bía llegado felizmente al fin del octavo mes de su sexto embarazo, á consecuencia de haber visto una riña en la fiesta de santa María el dia 15 de Agosto de 1870, riña en que un hombre hirió mortalmente á una mu- jer, sintió súbitamente una constricción dolorosa en el útero, y poco después vio que le salia sangre por la vulva. En el acto emprendió la marcha para su casa y solicitó á la inteligente partera Feliciana Deses, quien después de reconocerla advirtió que todo lo re- lativo á la preñez era normal, y que el útero, aunque presa de contracciones intermitentes y dolorosas, no presentaba otra cosa digna de notar. El feto vivía, se abocaba por el vértice, y tocando por la vagina á través del segmento inferior de la matriz sintió la cabeza si- tuada en primera posición: el cuello reblandecido y muy corto no estaba entreabierto; la sangre que es- curría venia del interior. El diagnóstico hecho por la Sra. Deses fué el siguiente: «amago de parto prema- turo por hemorragia accidental ó sea por el despega- miento parcial de la placenta inserta normalmente. Le recomendó quietud, posición horizontal y pequeñas la- vativas laudanizadas. « Cinco horas después (4 de la tarde), á pesar de que la mujer estuvo sujeta al tratamiento que se le impu- 67 so, los dolores adquirieron mayor intensidad y la he- morragia tomó creces. Fué solicitada de nuevo la Sra. Deses, quien en esta vez advirtió que el orificio, aunque teniendo cierto espesor todavía, ofrecia ya una dilata- ción como de tres centímetros; pero lo que mas preocu- pó su atención fué que practicando el movimiento de circonduccion en su contorno hacia la mitad derecha de él se sentia un cuerpo blando y abollado: la fuente estaba ya rota y la cabeza algo móvil encajada en la parte alta de la excavación. Introdujo de nuevo el dedo entre la pared uterina y el cuerpo blando y abollado á que me he referido, temiendo que se tratara de la in- serción marginal de la placenta, mas en el acto notó que entre una y otra no habia adherencias, al menos hasta el punto accesible. « Alarmada, con razón, ocurrió á mí, y sin pérdida de tiempo pasé á ver á la paciente. La reconocí y encon- tré exacto cuanto la Sra. Deses me habia referido en el camino, aunque noté que el cuerpo ya dicho, y que no era otra cosa que la placenta, no estaba situado en el contorno del orificio, sino'que pasaba de allí sin obtu- rar por eso completamente la abertura. La hemorragia se hacia con cierta violencia alarmante; el estado ge- neral de la madre era satisfactorio, los latidos del co- razón del feto eran débiles, su ritmo el que les es pro- pio. No teniendo motivos para dudar de la relación de la Sra. Deses, pues varias ocasiones y en lances apu- rados me habia dado repetidas pruebas de pericia, creí como ella que en este caso se trataba de despegamiento accidental prematuro de la placenta implantada nor- malmente. En este concepto, y habiendo visto por otra 68 parte que ninguna maniobra racional se poclia intentar aún para extraer al producto, tanto para contener la hemorragia, como para abrir á aquel ámplio paso, co- locamos un tapón formado de una gran tira de lienzo que fui plegando adentro sucesivamente, pues no ha- bía otra cosa á mano para llenar el objeto. Se le puso el vendaje respectivo para contener al tapón y luego procedimos á vendar el vientre, sosteniéndole prévia- mente con grandes compresas para impedir que la he- morragia externa se volviese interna. «Permanecí al lado de aquella mujer vigilando su es- tado general y seis horas mas tarde advertí que las contracciones eran ya muy vivas, lo que me indicó que había llegado el momento de operar. Colocada conve- nientemente, quité el tapón; apenas se habían extraí- do las últimas porciones de la tira de lienzo cuando salió por la vulva una gran cantidad de sangre coagu- lada en su mayor parte: el orificio uterino estaba muy dilatable, si bien no enteramente dilatado. El paso al interior de la cavidad estaba completamente obstrui- do por la placenta; la extraje sin hacer violencia, por- que nada la retenia allí, y volviendo á meter la mano y yendo en pos de los piés del feto practiqué la ver- sión y la extracción del producto sin encontrar tropie- zos. El útero se retrajo; confié á la recien parida al cuidado de la partera y me dediqué á socorrer al ni- ño que solo hacia inspiraciones irregulares y muy de tarde en tarde. Le bauticé viendo el inminente riesgo que corría y 45 minutos después de su extracción mu- rió en mis manos. La mujer tuvo un puerperio fisio- lógico.» 69 5" El quinto de los capítulos que han exigido aquí la provocación del parto prematuro es la implantación de la placenta en el segmento cervical de la matriz, ora esta implantación viciosa haya sido marginal, ora cen- tral. La siguiente observación prueba lo útil del me- dio cuando se recurre á él con oportunidad. OBSERVACION. Inserción marginal de la placenta.—Hemorragia al octavo mes del embarazo. — Parto provocado. — Salvación de la madre y del hijo; por el Sr. D. Juan María Kodriguez. «En la madrugada del dia 28 de Noviembre de 1870 fui solicitado para que viese á una mujer embarazada, presa de una hemorragia uterina, cuya mujer vivia (y vive aún según creo) en una recaudería de la calle de San Hipólito situada en los bajos del Hospital de de- mentes. Sufría yo de algún achaque, estaba muy mo- lesto, y esta circunstancia me impidió salir de casa para socorrer á aquella mujer; mas mandé rogar á mi que- rido discípulo el Sr. Capetillo que me supliese. La pa- ciente, según él me refirió después, estaba asistida por el profesor D. José de la Cueva y por una partera. Era aquella, joven, multípara, de buena constitución, y su preñez nada habia presentado de particular sino hasta el dia anterior á aquel en que fui solicitado, en el cual después de agudos dolores de vientre empezó á perder sangre por la vulva. Llamado el Sr. Cueva, le ordenó que permaneciera acostada, que tomara á cu- charadas una pocion con ergotina de Bonjean, y reco- mendó á la partera la sobrevigilase por si ocurria algo importante. 70 « La sangre vertida durante aquel dia fué considera- ble, por lo que el Sr. Cueva aplicó un tapón á la vagina y encargó se insistiese en la pocion ya mencionada. «A media noche, á pesar del taponamiento, la hemor- ragia continuó y los dolores adquirieron mayor inten- sidad; se creyó conveniente llamarme, y entonces fué cuando el Sr. Capetillo tomó parte en lo que va á se- guir. Reconocida por él, advirtió que lapaciente no tenia ya el tapón, que escurria sangre en cierta cantidad, que el cuello uterino estaba reblandecido y algo dilatado, que la placenta se insertaba hácia la parte latero-an- terior izquierda del segmento cervical, que la inserción solo era marginal, y que las membranas estaban intac- tas. La situación del feto era longitudinal: el Sr. Cue- va abrigaba temores de que hubiera muerto. En vista de lo expuesto los Sres. Cueva yCapetillo convinieron en aplicar de nuevo el taponamiento vaginal y en es- perar á que el orificio uterino se dilatase también con el auxilio de este medio hemostático. «Habiendo sido solicitado con instancia nuevamente á las siete de la mañana del mismo dia 28 de Noviem- bre, ocurrí á pesar de mi enfermedad, y llevé conmigo á los Sres. D. Manuel Dominguez y D. Juan Casasola. «Reconocí á la enferma: hallé que en efecto el pro- ducto se presentaba en situación longitudinal, en ter- cera de vértice, y que vivia aún á pesar de haber sido tan abundante la hemorragia. La posición no era re- gular, pues la cabeza se abocaba en la situación média entre la presentación franca de vértice y la de cara. No me cupo duda de que la placenta estaba implanta- da según dejo dicho, y considerando que el recurso de 71 la simple punción de las membranas, después de tanta sangre perdida, y la existencia de dolores de parto in- suficientes podrian comprometer aquellas dos existen- cias, propuse terminarlo, con tantas mas probabilidades de buen éxito, cuanto que el estado general de la mu- jer no estaba mal, que el orificio uterino se hallaba su- ficientemente dilatado ya, y sobre todo muy dilata- ble. Mi opinión fue aceptada y desde luego dispuse lo necesario para operar. «Debo advertir que no habiendo encontrado una ra- zón que se opusiese abiertamente á la administración del cloroformo, pues el estado general de la mujer, se- gún he dicho, convidaba á librarla de las molestias de la maniobra, se convino unánimemente en la aplicación de ese medio; el resultado confirmó al fin la exactitud de nuestro juicio. Para lograr mejor el objeto se con- fió este encargo al Sr. Casasola, quien, como se sabe, es una verdadera especialidad en la materia. « Colocada la paciente en la situación que demanda el manual operatorio, y teniendo á mi lado á los Sres. Cueva, Dominguez y Capetillo, rompí la fuente con los dedos de la mano izquierda, la introduje luego hacia atrás y del propio lado, tomé con ella ambos piés del feto, tiré de ellos, (valiéndome de la derecha para ayu- dar la evolución á través de las paredes del vientre), logré extraerlos á poco sin ningún esfuerzo, comuni- qué al producto el gran movimiento de espiral para volver al dorso adelante, luego extraje el tronco, tiré del extremo placentario del cordon umbilical para de- jar libre y expedita la circulación del feto, y por últi- mo saqué sucesivamente los brazos y la cabeza. El 72 niño vino ligeramente asfixiado; breves instantes des- pués respiraba y gemia en brazos de los Sres. Domín- guez y Cueva. «Para contener definitavamente la hemorragia, que continuaba, encargué al Sr. Capetillo que extrajese en el acto la placenta; yo entretanto comprimí á la aorta y al útero, y disipado el efecto del cloroformo propiné á la recien parida medio escrúpulo de cuernecillo de centeno cada diez minutos. «El útero se retrajo, cesó toda hemorragia, y se in- sinuó un puerperio que no encontró ni el mas leve tro- piezo en su marcha fisiológica. «Talha sido mi conducta siempre en casos análogos: podria presentar otras observaciones semejantes, pero no tendrían, una vez -leída esta, ninguna novedad. Ellas, sin embargo, confirman la bondad de semejante práctica en los hechos de esta especie. Entre los hechos á que hago referencia hay varios (dos ó tres) en los que la simple punción de las membranas empleada como recurso hemostático, previa la dilatación del orificio uterino por medio del tapón, haya bastado para que el trabajo insinuado por este ingenioso artificio terminase después naturalmente con buen éxito para las madres y los productos. «De paso diré, que habiendo tenido necesidad una vez de desbridar un orificio uterino cuyo endurecimien- to oponía tropiezos á la marcha de un parto á térmi- no, sobrevino hemorragia grave, lo que me contrarió de una manera indecible. Recurrí entonces á la pun- ción de las membranas y la hemorrogia se suspendió en el acto por el descendimiento de la cabeza. El parto 73 terminó felizmente. La hemorragia á que aludo proba- blemente tuvo por origen la división de algún seno ute- rino importante, pues la sangre presentaba los carac- teres de la que circula por las venas.» OBSERVACION. Parto provocado á los odio meses y medio del embarazo, por hemorragia debi- da á la inserción viciosa central de la placenta.—Extracción de un feto, muer- to antes de las maniobras.—Salvación inmediata de la madre.—Muerte de esta 25 dias después, á consecuencia de infección purulenta. «El día 13 de Enero de 1872 tuve que asistir á la esposa del señor N., que vivia en la calle del Puente Quebrado número 5. Dicha señora habia estado per- diendo gran cantidad de sangre hacia cuatro dias, lo que obligó á su marido á solicitar los auxilios de un médico, que creyó conveniente prescribirle algunas be- bidas acidas, reposo y dieta. Como quiera que la he- morragia no se contenia con estos medios y la enfer- ma continuó postrándose mas y mas se solicitó á la partera Doña Jesús Orozco, la que advirtiendo por un exámen cuidadoso que se trataba de placenta pre- via puso en alarma á la familia, y por su excitativa se motivó una consulta que no pudo tener lugar sino has- ta la noche del cuarto dia, habiendo sido yo la perso- na elegida. «Llegado á la casa, se ine informó de la gravedad del hecho, y mi asombro creció en vista del cuadro sinto- matológico que ofrecia la pobre señora: la cara esta- ba lívida, los labios pálidos, la lengua seca, los ojos hundidos, la respiración anhelosa, el cuerpo cubierto de sudor frió y viscoso, el pulso pequeño y muy fre- 74 cuente. Al menor movimiento sobrevenían lipotimias, y no pocas veces algún síncope que ponia en graves aprietos á los circunstantes. La cantidad de sangre per- dida era mucha: el taponamiento que interinamente le habia puesto la Sra. Orozco estaba empapado de ese líquido. «La enferma alcanzaba ála primera quincena del no- veno mes de su embarazo; el feto se encontraba en primera posición de vértice y los ruidos del corazón fe- tal no existían ya. «Temeroso de que una espera de algunos minutos tu- viera un desenlace fatal para la madre, no quise quitar el tapón sino en el acto mismo de operarla. «Resuelto áesto hice que tomase una cantidad regu- lar de vino generoso, y ayudado de mis amigos D. Juan Govantes, D. Jesús Hernández y D. Rosendo Gutiér- rez, procedí á operar, siguiendo al hacerlo el procedi- miento de Simpson que con igual motivo habia prac- ticado en ocasión análoga. «Colocada convenientemente la enferma, al introdu- cir mi mano advertí que la placenta ocupaba todo el seg- mento inferior del útero y que el orificio uterino bas- tante dilatado podria facilitar mucho la maniobra. Esta fue llevada a buen término: desprendidas y extraídas préviamente las secundinas la versión después fué obra de un momento: el útero se retrajo inmediatamente y se contuvo la hemorragia. «La enferma, cual era de esperarse, tuvo un puerpe- rio muy difícil: las lesiones mas serias y las que mas la mortificaron fueron un tumor situado en la fosa iliaca izquierda y una flcgmatia alba dolens, tanto mas graves, 75 cuanto el campo en que hacían sus destrozos era el á proposito para desarrollar su perniciosa influencia. Sin embargo la señora vivió veinticinco dias mas, pe- ríodo demasiado largo visto lo grave de su situación desde un principio. «Sucumbió á los avances de la infección purulenta.» Aunque de la reducida cifra de observaciones que presento no puede deducirse definitivamente cuáles sean todas las causas que hayan demandado en Méxi- co el desembarazamiento de la matriz, ella al menos da una idea aproximativa de las mas frecuentes; no se crea por esto que las observaciones consignadas son las únicas que he recogido: tengo otras varias, inéditas unas, publicadas otras, recogidas por varios profesores y en la clínica de obstetricia á cargo de mi distingui- do maestro el Sr. D. Aniceto Ortega, quien con un em- peño digno de todo encomio procura sin descanso la instrucción de sus alumnos. No las consigno aquí por- que casi todas versan sobre los mismos puntos de que me he venido ocupando. Limitándome ahora á las dos que con mayor fre- cuencia relativa han exigido la provocación del parto prematuro, voy á permitirme apreciarlas sucesivamente. I. Las hemorragias determinadas por el despega- miento prematuro parcial o total de la placenta implan- tada normal o viciosamente han dado márgen á que los prácticos de todas partes y de todas las escuelas pongan en ellas toda su atención, porque ellas son sin 76 duda el punto de partida de los abortos, de un regu- lar número de partos prematuros y de un no muy re- ducido guarismo de partos á término desgraciados. Prescindo de tratar del despegamiento placentario antes de la época de la viabilidad legal porque eso me con- ducirla á ocuparme del aborto: voy á hablar solo del fenómeno en lo que toca á la época del parto prema- turo. Para dar mayor claridad á mis conceptos acom- paño la figura que el Dr. Barnes trae en su obra titu- lada Opérations obstetricales, con objeto de desarrollar su teoría sobre la placenta previa y sobre los principios que deben según él guiar á los médicos en su trata- miento; figura de que se ha servido el Sr. Rodríguez en sus pláticas obstetricales de este año para demar- carnos los límites entre el desprendimiento fisiológico y el prematuro necesario de la placenta. Para el lleno de sus deseos dicho profesor ha estimado oportuno mo- dificar la parte explicativa en lo concerniente á la zo- na del fondo, pues cree que esa modificación es suma- mente importante; sobre todo en la parte que toca al accidente que J. Fr. Osiander denominó prolapsus de la placenta.1 El texto explicativo de la lámina me ahor- ra de entrar en pormenores acerca de la figura. Todos los observadores convienen en que las hemor- ragias uterinas de los últimos meses del embarazo de- penden principalmente del despegamiento de la pla- centa viciosamente insertada, y esto se comprueba en México con las observaciones citadas en las páginas 09 y 7o y son causadas asimismo por el despegamien. 1 En la figura que pone el Dr. Barnes solo dice lo que sigue: Zone dufond —Inserí!on sans danger, lo que uo es exacto, según el Sr. Rodríguez. .In esta zona la inserción placeniaria no tiene peligro sino cuando por cualquiera cau- sa se desprende parcial ¿totalmente durante el embarazoy el trabajo de! parto,Lo prime- ro es mucho mas frecuente que lo segundo, _En estada inserción nD tiene peligro du- rante el trabajo del parto; pero el trabajo e's lento 7 ta hemorragia post-parimn tai és inevitable BesprrandiniLentD prematuro necesario, TOPO&RAFIA DELA INSERCION PLACENTARIA. Límite del desprendimiento fisiológica de la placenta, 77 to total ó parcial de la placenta inserta normalmen- te, como lo demuestra de una manera inequívoca la observación citada en la página 66. Este motivo, en cuanto al despegamiento total, no es tan raro como se creia: Osiander ha reunido 36 casos de prolapsus de la placenta. Trefurt, Radfort y Simpson, especialmen- te los dos últimos, han puesto de manifiesto su fre- cuencia relativa. Dicha observación ya citada ha llama- do fuertemente mi atención, porque ella es una prueba mas de lo que Mr. Aubenas dice á este respecto: «las hemorragias no están en razón directa con la implan- tación viciosa, puesto que en general resultan del des- pegamiento prematuro del disco placentario, sea o no normal el sitio que ocupe; que en el primero de estos casos, la placenta despegada se desliza poco á poco durante el trabajo por la pared interna de la matriz, acabando por llegar al orificio; que este acontecimien- to es naturalmente mortal para el feto, á menos de que este no sea expulsado ó extraido pocos momentos después del despegamiento completo de la placenta; que según las observaciones de los parteros ingleses la hemorragia por esta causa es menos peligrosa de lo que antes se creia, porque se contiene de ordinario luego que el disco placentario es expulsado; que la dis- tinción establecida por Rigby (el antiguo), hemorra- gias inevitables y hemorragias accidentales, á fin de separar las pérdidas sanguíneas que dependen de la inserción placentaria sobre el segmento inferior del útero, de las otras que no reconocen tal origen, es ar- bitraria, porque como Mr. Barnes dice, tan inevitable es una hemorragia por placenta previa, como cuando es 78 producto del despegamiento prematuro de la placenta inserta en el fondo.» En uno y otro caso, en efecto, la hemorragia reco- noce un origen semejante ó mas bien dicho igual: el despegamiento prematuro de la placenta. La cuestión acer- ca del sitio de la inserción placentaria luego que hay una hemorragia grave ocasionada por despegamiento prematuro es de todo punto frívola: los peligros de que se acompaña en cualquiera circunstancia, sus efec- tos sobre la madre y el producto y el tratamiento he- mostático, son idénticos. II. La eclampsia puerperal es como se ha visto otra de las causas que con cierta frecuencia han demanda- do la provocación del parto prematuro, y no se ha ocurrido á este medio extremo sino después de haber intentado los medios racionales que la terapéutica re- comienda para dominarla. El señor profesor D. Aniceto Ortega, fundándose en que por el método curativo que emplea la escuela fran- cesa, mueren setenta y cinco por ciento, por el de la alemana treinta y tres por ciento, y por el de la inglesa veinticinco por ciento, hace preceder el parto prematu- ro de ámplias emisiones sanguíneas, aunque la mujer es- tuviere anémica, seguido esto del uso del calomel aso- ciado al opio, y durante los accesos, de las inhalaciones de cloroformo y de las inyecciones de morfina practica- das en cualquier punto del cuerpo.1 Cuando las acce- 1 El método que prefiere el Sr. Ortega también ha dado un feliz resultado en un caso de eclampsia no puerperal, que según se cree se desarrolló por la aplica- ción de esponja preparada en el interior del cuello uterino. Este caso que tam, bien fué visto por el Sr. Liceaga, cedió al método ingles de una manera clara y evidente. 79 siones eclámpticas no ceden al uso de estos medios, recomienda se proceda ala extracción del producto por medio de las invecciones llamadas de Kiwisch, hechas con el auxilio del aparato de este autor ó con el de Mayer, continuándolas sin interrupción hasta conse- guir la dilatación del cuello. Por lo que toca á las opiniones del Sr. Rodríguez sobre el particular, ellas quedan expuestas por él mis- mo en las reflexiones que acompañan á la observación que presento á la Academia de Medicina de México con fecha 26 de Octubre de 1870, la cual corre im- presa en las páginas 301—313, tomo 5° de la Ga- ceta Médica. En esta última parte de mi tesis voy á ocuparme, como ofrecí al principio, de los medios empleados en México para provocar el parto prematuro. Han sido dos: en los casos de hemorragia inevitable, el tapo- namiento; las inyecciones de agua tibia por el procedi- miento de Kiwiscli o por el procedimiento nacional (inyecciones continuas de agua tibia por medio de una jeringa cualquiera) en los de eclampsia. I. El tapón que se ha empleado de preferencia, es el ordinario de hilas. El Sr. Ortega (A.) usa el que tiene la forma de cola de papelote; recomienda mucho que sea bien aplicado. Aun no han podido ponerse en boga aquí, con tal ob- jeto, el colyeurynter de Braun, ni el globo elástico de Ga- riel, en todo semejante al anterior. Con relación á este último he encontrado en la página 43 de la tesis del 80 Sr. Rodríguez, lo que sigue: «respecto de este último «arbitrio (taponamiento) creo útil exponer que lie em- «pleado dos veces el globo de Gariel. En la primera, «el Sr. D. Miguel Jimenes vio, como yo, que la enfer- «ma no pudo tolerarle p) y de boca del citado profesor he sabido poco ha, que en el segundo, aunque tolera- do el globo de Gariel, no surtió sus efectos, por lo que fue preciso recurrir al tapón formado de bolitas de hilas atadas independientemente á hilos gruesos, que es la manera con que ejecuta siempre el tapona- miento. Sea cual fuere la forma que se diere al tapón de hi- las, su extrema baratura, la facilidad de prepararle y aplicarle, y sus buenos resultados, ha hecho que se le prefiera al colpeurynter de Braun, al globo de Gariel y á otros instrumentos análogos. El Sr. Rodríguez lo considera superior á todos ellos, y como es de regla, antes de aplicarle evacúa el recto y la vejiga para que sus efectos sean mas seguros y se pueda contar con él pof mas tiempo. Cual el Sr. Ortega, recomienda tam- bién sea exactamente aplicado. Además, como cuando el cuello no está dilatado ni es dilatable se recurre al taponamiento con la doble mira de contener la hemor- ragia y de determinar esa dilatación ó la dilatabilidad del orificio uterino, y como en tales circunstancias el tapón, deteniendo la hemorragia externa, no impide la interna, con la mira de evitar este inconveniente, en extremo peligroso según es sabido, recomienda tam- bién se aplique un vendaje convenientemente apretado en la parte inferior del tronco, y sobre todo que se vigile después con cuidado el estado general de la enferma, que 81 en su concepto es lo único que en la generalidad de los casos denuncia la hemorragia interna.1 II. Por lo que toca á la provocación del parto pre- maturo por medio de las inyecciones vaginales, el Sr. Ortega recurre al aparato de Kiwisch ó á la bomba de Mayer. Los Sres. Villagran, Hidalgo Carpió, Rodri- guez y Capetillo en estos casos han hecho uso de cual- quiera jeringa; los dos últimos emplean la muy inge- niosa de Darbó. Hasta hoy no se ha dado todavía aquí un solo caso que pueda decir algo en contra de las inyecciones va- ginales de agua tibia, aun haciéndolas continuamente hasta determinar las contracciones según ha aconsejado el Sr. Rodríguez. Si algún accidente ha sobrevenido en los partos provocados se ha atribuido con razón á la función misma que se provoca por medio de ellas, á los obstáculos ó complicaciones que se han presen- tado ó á las consecuencias que ha traído tras sí, obs- táculos, complicaciones y consecuencias que asimismo se presentan en un número nada corto de partos na- turales. Eduardo Navarro y Cardona. 1 Véase su cuadro sinóptico número VI que indica el tratamiento de las hemorragias puerperales.