TESIS PAliA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICINA Y CIRUGÍA DE H» fiaría: feipítel» ALUMNO de la escuela de medicina DE MÉXICO. INDICACIONES Y CONTRAINDICACIONES DEL CUERNECILLO DE CENTENO. MÉXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE Bajos de San Agustín, num. 1. 1873 4 14 MüMm 11 MI MABSB, A los Señores : j. Infido |)rfí'p g |j. |raro jijaría Gratitud y respeto. L organismo lucha constantemente con- i p* tra la destrucción para conservar la vida; p ese resultado misterioso que determina nuestro ser material: el dinamismo fisio- lógico perfecto causa la salud, ese bien v* inestimable, que cual la antigua piedra (-S) filosofal, es el objeto de la ciencia moder- na, y sus conmociones y desencanta- mientos del sendero normal provocan el estado patológi- co, ese estigma terrible que pesa sobre la frente de la humanidad proscrita. La medicina guarda los consuelos para sus sufrimien- tos; marca el hasta aquí á sus dolores; dulcifica sus ins- tantes angustiosos; arrebata alguna vez su víctima á las Parcas, y es el diestro de sus pasos vacilantes. Por eso los prácticos, dispensadores de esos tesoros, hacen continuos esfuerzos para aumentarlos, buscando en la observación diaria nuevos métodos para aplicar los me- dicamentos, amalgamando sus virtudes, é investigando cuáles otras podrían producir mejores resultados. El bien del hombre y la prolongación de su existencia son sus miras; y ante objetos tan sagrados, ya deja en- tenderse cuánto sea el esmero que su misión requiera; cuánta y cuán grande la dedicación que exija. Pero si la humanidad en general interesa al médico, la más preciosa de sus mitades, la mujer, implora los es- fuerzos de su inteligencia más imperiosamente; porque siendo más débil, exige del saber las exquisitas atencio- nes que su naturaleza necesita, sobre todo en circuns- 6 tancias particulares que, como la maternidad, la exponen á numerosos peligros y le procuran infinitos dolores. En efecto, desde que la madre da á luz el producto de la concepción, tiene que recorrer un período anómalo y amagado de enfermedades inminentes, que multitud de veces ejercen una influencia decisiva sobre su salud ul- terior, y que en algunas expeditan ó apresuran una ter- minación funesta. Un liábil fisiologista ha dicho, en mi concepto con ra- zón, estas frases que indican suficientemente la importan- cia que dio á las enfermedades que tieuen su sitio en la matriz: “Dadme un hombre sin hígado y una mujer sin útero, y os los haré inmortales.” Pero si las causas más frecuentes de las lesiones ute- rinas son la gestación y el parto, ¿qué cosa más natural que consagrarles una atención especial para conjurar á tiempo los accidentes que compliquen esos estados, ó bien que de ellos se derivan? Es necesario, pues, vigilar cuidadosamente los cam- bios fisiológicos y patológicos de la matriz, para que, es- tando alerta y guiado por el diagnóstico, se siga una te- rapéutica eficaz: justo es precaver con una inteligente previsión, y minorar con los recursos del arte, el sinnú- mero de males que abrevian ó terminan prematuramente la vida de esos séres, interesantes víctimas, muchas ve- ces, de su misión sublime. Pero, hay más: en México el temperamento linfático predomina, especialmente en las mujeres; la vecindad al Ecuador hace más endebles las naturalezas de sus ha- bitantes: en México, por lo mismo, esr en donde, de una manera más encarecida, debe encargarse á la Medicina y á la Higiene de la mujer, para espiar, por decirlo así, el momento en que necesite de sus recursos ó que reclame su intervención. Por regla general, sin embargo, el médico no puede 7 seguir, como deseara, las diversas fases de la vitalidad uterina, y, concretándome á la gestación y al parto, casi siempre se advierte, que solo para casos excepcionales se busca su asistencia, sin que casi nunca, por desgracia, se consulten á tiempo sus conocimientos. Es por lo mismo preciso proveerse de medios que, ya que no para precaver, por su aplicación extemporánea, sirvan al menos para combatir con energía gran número de los accidentes indicados. Entre ellos ba merecido gran reputación, especial- mente para las hemorragias puerperales, el cuernecillo de centeno, de un uso diario y frecuente entre los prác- ticos. El eclectismo se ha conformado hasta hoy con su em- pleo, pero la ciencia debe hallar la teoría de su aplica- ción; porque aunque el buen éxito que sigue á su uso es indisputable, la doctrina que funda sus indicaciones no es de todos conocida; y ella, sin embargo, tiene un Ínte- res palpitante para el médico verdaderamente filósofo, y es digna de estudiarse con atención por todos aquellos que no se conforman con el uso meramente empírico de los medicamentos. Nadie, que yo sepa, se ha ocupado en nuestro país de exponer, como merece, la teoría á que he aludido, y esta consideración me decide á adoptarla como materia de mi opúsculo, para servirme de ella como punto de partida de las indicaciones y contraindicaciones del empleo del cuer- necillo. Siento no llenar mi objeto debidamente, no solo por la falta del talento investigador que para ello se re- quiere, sino porque ni el tiempo ni las circunstancias se prestan á mi deseo. No obstante, este pequeño escrito, tan imperfecto co- mo es, acusará el fruto de mi meditación sobre los libros clásicos y de mis investigaciones á la cabecera de las en- fermas. 8 La ley rae ordena presentarlo al Jurado que va á ca- lificarme, y cumplo con su precepto, con el temor natu- ral del que, novel como yo en la carrera del profesorado, tiene un conocimiento exacto de su inexperiencia, y sien- te dentro de sí mismo la inutilidad de los esfuerzos que no se sostienen con la savia preciosa de una buena ca- pacidad. Cada uno de mis Jueces, penetrando lo difícil de mi empresa, y con la bondad que no puede ménos de in- vestir al que comprende lo árido y escabroso de la cien- cia médica, otorgará, así lo espero, un voto de aproba- ción, que solo le cuesta un poco de indulgencia, y que pa- ra mí significa nada ménos que la recompensa de muchos años de fatigoso estudio y laboriosas tareas. 9 NATURALEZA. La naturaleza del cuernecillo de centeno ha sido ma- teria de una discusión tan prolongada como interesante. Los diversos autores que de él se han ocupado diver- gen mucho en este concepto. Quién sospeché) que era una hipertrofia del óvulo de la cereal; quién lo ha crei- do una enfermedad del grano; y quién, por ultimo, lle- gó á asegurar que era una criptógama desarrollada so- bre las envueltas del mismo. De Candolle lo clasifica entre los hongos, propiamen- te dichos, no solo por las circunstancias especiales de su evolución y desarrollo, sino muy particularmente por contener los principios inmediatos que caracterizan la familia. Léveillé lo enumera entre los Gymnomicetos y le da el nombre genérico específico de 8’phaccélia Sege- tum. Wiggers, en fin, que analizó su sustancia, ha ex- presado sus componentes con las cualidades que les cor- responden. La opinión de De Candolle es hoy la única autoriza- da en la ciencia, y cada dia encuentra nuevas razo- nes que la apoyan. Léveillé ha asignado al cuerne- cillo un lugar eu el cuadro botánico-farmacéutico. Wig- gers, confirmando con su análisis la idea del primero, abrió además un vasto campo á la observación fisiológica, y facilitó la investigación de cuál ó cuáles fuesen las sus- tancias activas del vegetal, y del diverso participio que á cada una pudiera corresponder en sus virtudes. El mismo Wiggers, Boujeau y Yauquelin se dedicaron eu seguida á la resolución de ese problema y obtuvie- ron diversos resultados, asegurando, no obstante, que una sola era la parte activa medicamentosa del hongo mencionado. 10 Esa sustancia, á la cual llamaron ergotina, era para Wiggers el extracto etéreo; para Bonjean, el y para Vauquelin, uu aceite especial, graso, blando y acre. Para el primero, su preparado era el principal agente terapéutico del cuernecillo; para el segundo, su extracto, recomendable además por su inocuidad á cualquiera do- sis que se aplique; para ambos, el aceite de Yauquelin es venenoso, cuando para el último es la sola parte útil de la planta, aunque supone las precauciones necesa- rias en su administración, á semejanza de las de varios otros principios vegetales. Cada cual, por las observaciones que refiere, ó por las inducciones que deduce de los liecbos, cree haber descu- bierto la verdad; mas á pesar de todo esto, los médicos prudentes, que no desechan sus preparaciones para ca- sos especiales, han seguido usando en la práctica diaria del cuernecillo in natura, y pulverizado. Carezco de observaciones propias en pro ó en contra de estos diferentes métodos; sin embargo, creo que en- tretanto que experiencias uniformes en sus resultados fijen el modo único ó preferente del empleo del cuerne- cillo, debemos atenernos al último, tanto más cuanto que es la práctica de nuestros más inteligentes maestros en todos casos, y especialmente en el tratamiento de los accidentes que sobrevienen en los partos. Este eclectismo es preferible miéntras una norma úni- ca y segura no señale la teoría que preside la acción de todas y cada una de las partes que componen el medi- camento. Hay una razón más para apoyar este modo de obrar. Sabido es que el opio cuenta varios componentes dota- dos de diferentes propiedades, y de los cuales algunos se contraponen y otros se ayudan en su acción. Yo será difícil que esto pase en el cuernecillo; pero miéntras el análisis experimental, 6 como dice muy bien el Sr. Bar- 11 reda, el reactivo fisiológico, no venga á demostrarlo, no hay derechq para usar de tal ó cual preparación espe- cialmente, sino que debemos conformarnos con el modo más natural, expedito y común de administración. Pero ya que la teoría de aplicación, que corresponde á cada componente del cuernecillo, no se ha encontrado hasta hoy; conformémonos al ménos con la que explique los diversos efectos del compuesto, para que ella nos sirva de guia en su administración, y nos señale con exacti- tud sus contraindicaciones. La teoría médica de un medicamento funda la razón lógica de su empleo, puesto que marca con anticipación su modo de obrar, y señala los casos que merecen su intervención. ACCION. Diversas acciones se han atribuido al cnernecillo de centeno. Bonjean lo coloca entre los narcóticos, Clieval- lay entre los estupefacientes, Troussean entre los exci- tantes especiales del sistema muscular, y Bouchardat en- tre los excitadores del útero. Bonjean funda su aserto en que por los resultados que le han suministrado sus experiencias sobre los ani- males, le parece llevada su acción especialmente sobre sus centros nerviosos, aunque además sea capaz de pro- ducir una gangrena particular en sus extremidades. Ohe- vallay se apoya en la falta de datos autópsicos en los cadáveres de los mismos, para inferir que como todos los 12 estupefacientes, el cuernecillo de centeno ejerce efectos deletéreos sobre el cerebro, y tiende á paralizar su acción sobre los órganos. Trousseau cree que de todas las ac- ciones del cuernecillo la más importan te é incontrastable es la de solicitar las contracciones uterinas. Bouchardat establece, como base de su opinión, el gran número de hechos en que los efectos emenagogos del cuernecillo son indudables y su especial predilección por la matriz. Ninguno de estos autores expresa por ñn cuál sea el modo de obrar del cuernecillo; y Trousseau, que es de todos el más explícito, se conforma con aventurar, como muy probable, que ejerza una acción modificadora del sistema nervioso, capaz de hacerlo obrar sobre ciertos ór- denes de músculos. Pero, ¿cuál es esa acción modifica- dora? ¿en virtud de qué se procura? por qué se traduce en contracciones, y contracciones de solo ciertos múscu- los? No responde el célebre terapéutico ninguna de esas objeciones, y sin embargo son importantísimas; su reso- lusion lo diría todo; su silencio deja la duda en pié. No se me tache de atrevido si aseguro que he halla- do la explicación buscada, y si afirmo que todos los fe- nómenos que sirven para fundar cada una de las opi- niones de los autores referidos, comprueban perfecta- mente la teoría que pienso desarrollar: como se verá, todos los hechos están en su favor, explica todos los éxitos, augura todos los resultados; es, en una palabra, la doctrina médico-filosófica del cuernecillo. Puedo formularla así: El cuernecillo de centeno deter- mina contracciones en los músculos de los pequeños va- sos:, y con particularidad y de preferencia en los de la matriz. Esta proposición que dejó entrever el Dr. Holmes en su tésis, tiene el mérito de fijar bien y de una manera mas concisa, el fundamento de que deben surgir las indi- caciones del empleo de un medicamento tan precioso: 13 este es el objeto al que debe aspirar una terapéutica científica, así en este como en todos los demas casos de su género. Formulada así la acción fisiológica del cuernecillo, pue- de ya inferirse la medicamentosa que es su correlativa, y establecida ésta, las indicaciones y contraindicaciones son tan precisas, que solo se necesita un poco de medi- tación para establecerlas, y un perfecto conocimiento de las condiciones que cerquen al individuo para ejecutarlas. TEORIA SOBRE LA ACCION DEL CUERNECILLO» Los términos que formulan mi tesis, tal como está ex- presada, son, en mi concepto, de una grande claridad: sin embargo, con objeto de que puedan apreciarse los fundamentos que causan mi convicción, la dividiré en dos proposiciones que, además de simplificar su enunciado, facilitarán su demostración; son las siguientes: 1? El cuernecillo de centeno determina contracciones en los músculos de los pequeños vasos, y 2Ü1 Esas contracciones se ejercen con particularidad y de preferencia en la ma- triz. Antes de encargarme de probar cada una de ellas, per- mítaseme establecer algunos preliminares indispensables á mi objeto y conducentes á la genuina interpretación de los hechos. 1? La acción tóxica del cuernecillo de centeno, de la propia manera que la de ciertos otros medicamentos, es solo la exageración de la fisiológica y terapéutica. 14 Esta verdad que los autores establecen, puede com- probarse por la comparación de los efectos del cuera eci- 11o en el estado normal con los que se acusan en el pa- tológico. De ellos se desprende que su acción es la mis- ma, esencialmente en ambos casos, aunque en aparien- cia discrepe por las circunstancias que rodean al indivi- duo. Pero aun cuando la experiencia no revelara su exac- titud, podría augurarse recordando los fenómenos que acompañan á su empleo, y que en otra parte describiré con extensión. Consecuencia de lo dicho es la siguiente: los efectos fisiológicos y terapéuticos del cuernecillo pueden dedu- cirse de los tóxicos y explicarse como ellos, ó en otros términos, la apreciación exacta de los últimos encarrila al perfecto esclarecimiento de los primeros. 2? La contracción de los músculos de los pequeños vasos produce en su calibre un estrechamiento capaz de retardar ó aun contener la corriente sanguínea que los atraviesa; pero siendo la actividad de la circulación la que mantiene la vitalidad del órgano, es inconcuso que la contracción de los músculos expresados puede determi- nar desde el simple enfriamiento de la parte afectada has- ta su gangrena completa. 3? La sangre venosa, detenida en su marcha por una causa cualquiera, determina contracciones en los múscu- los cercanos. Las experiencias de Brown-Sequard así lo atestiguan; demostrando además que la acción éxito- motriz en el caso, se despierta por la presencia del ácido carbónico en la sangre y está en relación con su canti- dad. La contracción de los capilares, capaz de estancar la sangre venosa, debe en consecuencia, serlo también de producir en los músculos vecinos contracciones de inten- sidad proporcionada. 15 Puestos estos datos, entro á la demostración de las proposiciones ya enunciadas. 1?- Proposición. El cuernecillo de centeno determina la contracción de los m úsculos de los pequeños vasos. Las diversas experiencias hechas con el producto ve- getal que me viene ocupando, y relatadas por los auto- res, prueban perfectamente que el síntoma más notable que produce la intoxicación del cuernecillo, es la estáce- la de las extremidades, precedida de enfriamiento y del cortejo de caracteres propios á la mortificación molecu- lar de los tejidos; pero esfacela tal como la que he pin- tado, solo puede resultar de la dificultad en la circulación sanguínea capilar: luego en la intoxicación por el cuer- necillo de centeno hay dificultad en la circulación sanguí- nea capilar; pero la dificultad aludida en el caso solo pue- de venir de la contracción de los capilares: luego en la intoxicación por el cuernecillo se producen contracciones de los capilares; pero la acción tóxica del cuernecillo no es más que la fisiológica y la terapéutica modificadas en su intensidad, según lo dicho: luego la acción fisiológica y terapéutica del cuernecillo es determinar contracciones en los capilares: pero esta contracción solo puede produ- cirse en los músculos que engastan el calibre de los va- sos dichos formando una de sus túnicas: luego el cuer- necillo de centeno determina contracciones en los mús- culos de los pequeños vasos. Que la dificultad aludida en el caso está en los capila- res se demuestra fácilmente. El enfriamiento y demás fenómenos que se notan como precursores de la esfacela mencionada indican dificultad en la marcha sanguínea capilar, esto es evidente. Circulación y calórico en el animal vivo son correlativos; donde se enfria una parte, aquella no se hace con perfección; la gangrena posterior es consecuencia lógica del primer fenómeno; esto lo sabe todo el que tiene las más ligeras nociones de Fisiología: 16 pues bien, en las extremidades no se efectúa sino solo la circulación capilar; luego es en ella donde debe hallarse el obstáculo que determine la diminución de la actividad circulatoria. La corriente sanguínea puede hallar obstáculos para su marcha en las arterias, venas ó pequeños vasos; pero en el caso no está en las arterias ni en las venas circun- vecinas, porque son perfectamente permeables, y el sitio donde la sangre no puede franquear libremente el paso está visiblemente en los vasillos que las anastomosan en sus terminaciones; luego no es en las arterias ni en las venas cercanas á las extremidades donde se halla la di- ficultad dicha; luego está en los capilares. Que la dificultad que la sangre encuentra en los capi- lares es resultado de su contracción es indisputable, si se atiende no solo á lo pasajero del síntoma cuando las do- sis del medicamento no se repiten, no solo á su permea- bilidad y á la falta de datos patológicos que la expliquen, sino también, y muy especialmente, por el juicio compa- rativo que la analogía nos procura con los resultados que, aunque en mayor escala, nos suministran el útero y otros varios órganos, cuando se ha administrado previa- mente el cuernecillo. Que la acción terapéutica del cuernecillo sea la tóxica ménos intensa queda establecido en los preliminares y no debo detenerme en demostrarlo. Inútil es insistir en que la contracción en los capilares solo puede provenir de los músculos circulares que en- gastan su calibre, pues esto es patente á todos aquellos que comprenden que la elasticidad de los tejidos no es bastante para determinar los efectos que se advierten y que la contracción solo pertenece en propiedad á los músculos. Queda, pues, demostrado por solo la consideración de un solo síntoma, que el cuernecillo de centeno determi- 17 11a contracciones en los músculos de los pequeños va- sos. A esta prueba pudiera añadir otra a posterior i, dedu- cida de la explicación plausible del resto de signos que mencionan los autores como formando el grupo caracte- rístico del envenenamiento por el cuernecillo ó sea del ergotismo. Bonjeau, hablando sobre la materia, dice: que los ani- males sujetos a su experimentación han presentado, fue- ra del ya dicho, los síntomas siguientes, que dibujan por su orden la marcha progresiva del ergotismo: anorexia, diminución notable en la agilidad, inmovilidad, atonta- miento y afonía. Los diversos efectos mencionados, traducidos concisa- mente, vienen á decir, que el cuernecillo determina fe- nómenos notables de estupefacción. Chevallay asegura, que el cerebro de los animales muertos por la acción del vegetal en cuestión, aunque casi siempre presenta caractéres negativos, alguna vez revela congestión, muy semejante á la que resulta de la acción de los narcóticos. Trousseau enumera como síntomas propios del ergo- tismo en sus diversos grados de intensidad: embriaguez gozosa, fenómenos convulsivos, hormigueos en los miem- bros, contracturas, anestesia de las extremidades, avan- zando a veces en amplias superficies, disfagia, accesos de asma, y poco más tarde cólicos, pulso pequeño, digestión lenta y excreción ventral difícil. Advierte que los indi- viduos que presentan de una manera más notable la anestesia en las extremidades, son los que se afectan de gangrena con mas rapidez. Bouchardat nota el embrutecimiento que trae consigo el uso prolongado del cuernecillo, su acción mas enérgi- ca en individuos debilitados, especial sobre los órganos en que la circulación capilar es mayor, y que están mas 18 lejanos del centro circulatorio, principalmente sobre la matriz. Véase ahora si la acción supuesta del cuernecillo de centeno basta para explicar todos estos síntomas de que hacen mención los autores citados, ó, lo que es lo mismo, averigüese si la explicación de los hechos por mi teoría sirve para establecerla con mayor solidez. He indicado que los síntomas estupefacientes y nar- cóticos son los más notables del ergotismo: faltábame añadir que éste afecta dos formas principales, que son: la convulsiva y la gangrenosa, y que de ellas, la última es cuando la muerte no determina el rápido fin del pa- ciente, el postrer síntoma, el carácter fatal, infalible, que presentará el envenenamiento, cualquiera que haya sido al principio su aspecto. Pues bien, los síntomas estupefacientes son el resul- tado de un entorpecimiento en el dinamismo cerebral, ya por una lesión de nutrición, ó ya porque un obstácu- lo venga á impedir las funciones normales de ese órgano. En el caso supuesto, de una lesión de nutrición en un individuo que ha hecho uso del cuernecillo, no podría atribuirse á la acción de éste lo que aquella sola expli- caría; ó en el caso de que así fuese, se podría aducir en contra de la estupefacción, resultado del ergotismo, la presencia de una afección que podría predisponer á ella, coadyuvarla ó excitarla. Pero los efectos estupefacientes del cuernecillo se han advertido en individuos perfectamente sanos en todo lo demás, y las autopsias de los animales han venido á com- probar, gran número de ocasiones, que ese órgano no tenia señal alguna de lesión de nutrición, lo cual quiere decir, que la acción estupefaciente del cuernecillo es in- dependiente de las lesiones de nutrición del cerebro, y que su acción no es bastante para provocarlas. Si el estado del órgano, en cuanto á su contestura, 19 forma, color, etc., no nos explica el modo de obrar del cuernecillo, es muy probable que los efectos estupefa- cientes que se advierten en el envenenamiento, resulten de un obstáculo en el dinamismo del órgano. La acción supuesta al cuernecillo basta, en mi concep- to, para aclarar la duda. La contracción de los capilares, causada por el cuer- necillo, debe producir una dislocación, permítaseme la palabra, de la sangre que circula en la periferia y sobre todo en las extremidades, para venir á converger hácia las visceras, una de las cuales es el cerebro. Si esto pa- sa, fenómenos -congestivos aparecerán en él para dificul- tar sus funciones; y si á este efecto se aduna el que pro- voca el cuernecillo en los capilares del mismo, es claro que la sangre que refluya de las extremidades encontra- rá un obstáculo nuevo para su marcha en los pequeños vasos del cerebro. Consecuencia de ambos fenómenos es una dificultad mayor en el dinamismo cerebral. Pues bieu, si el centro nervioso está así comprometi- do en sus funciones, nada extraño es, ó mejor dicho, perfectamente se explica, que las de los nervios que de él parten y reciben su influencia sufran también trayen- do consigo los desórdenes que se advierten en el ergo- tismo. Pero siendo todos los diversos efectos de que he hecho mención progresivamente intensos, se concibe fá- cilmente que el individuo afectado de ergotismo, presen- te desde síntomas ligeros como anorexia, falta de agili- dad, etc., hasta la muerte. Se tiene, pues, explicada la serie de caractéres que enumeran Bonjean y Chevallay en el cuadro que anali- zo, con solo la teoría que he asentado. De los que citan Trousseau y Bouchardat, muchos ocupan un lugar entre los que ya tracé, y otros pueden también hallar su razón de sér en la teoría aducida. En- tre estos se cuentan los cólicos, el pulso pequeño, la di- 20 gestión lenta, la anestesia en las extremidades, el em- brutecimiento que sobreviene en los que hacen uso del cuernecillo, la acción más enérgica en individuos débiles, y tal vez, hasta la electiva sobre la matriz. El estancamiento de la sangre venosa, á consecuencia de la contracción de los capilares vecinos por el efecto contráctil producido en los músculos, da razón, cuando no bastase el entorpecimiento cerebral de que he habla- do, de las contracturas, cólicos y anestesia de las extre- midades. El pulso pequeño es consecuencia obligada de la difi- cultad en la circulación. El embrutecimiento en los que hacen uso frecuente del cuernecillo se concibe también perfectamente si se atiende á que el cerebro es no solo el órgano que presi- de á la inervación, sino también el que produce la inte- ligencia, y que por lo mismo si su dinamismo no es nor- mal, ésta sufre tanto como aquella. La acción más enérgica del cuernecillo en individuos débiles se infiere también de la supuesta teoría, si se me- dita en que, á la debilidad notoria de la función en los órganos, en el caso viene á añadirse la dificultad circu- latoria en los mismos, causada por la contracción de los • • * pequeños vasos. Por último, la acción electiva sobre la matriz, notable durante la gestación y el puerperio, se infiere en mi con- cepto lógicamente de las circunstancias especiales del órgano, sobre todo en los estados dichos. Pero siendo esto último materia de la segunda pro- posición que mencioné como parte de mi tésis, me re- servo tratar entonces de ello con mayor extensión. Solo haré notar para concluir lo relativo á la de que me ocupo, que aun los caractéres hallados en las ne- cropsias de los animales, tienen su explicación en la teo- ría que defiendo. 21 Si la acción del cuernecillo obró desde luego sobre el cerebro, es natural que su circulación alterada violen- tamente sea capaz de provocar la muerte; y entónces la necropsia, ó nada revelará ó indicará la anemia á los ojos del observador. Si por el contrario, la acción del cuernecillo se ejerció primordialmente sobre los órganos periféricos, la con- gestión cerebral es inminente y los caractéres que la acusan se revelarán en el cadáver. ¿Qué razón haya para que el cuernecillo obre desde luego sobre el cerebro ó primero sobre los órganos? no podré decirlo. Acaso circunstancias especiales del pa- ciente, ó dosis, más ó rnénos exageradas, serán las que produzcan el resultado; pero él es claro, y su explicación sencilla. Tenemos, pues, que el conjunto todo de síntomas que caracteriza el ergotismo, se basa sobre la teoría que he defendido; que no hay uno solo que quede fuera de ella; que desde su efecto fisiológico, ménos intenso, hasta la muerte, pueden comprenderse fácilmente: por último, (pie es la teoría más aceptable sobre la acción del cuer- iifiyftflfl.de centeno. Ñotese que en todo lo expuesto no he de las opiniones de los autores en la materia, porque creo que sin ellas y solo por las conclusiones que se de- rivan de las experiencias fisiológicas, puede inferirse la mia lógicamente, y porque además juzgo que, aunque de gran peso la autoridad en materia de que decide la ex- periencia, debe buscarse la explicación que funde el éxito y autorice los ensayos. 2? Proposición. La acción contráctil del cuernecillo de centeno, se ejerce con particularidad y de preferencia en la matriz. Para demostrar esta verdad, cuento con el contingen- te numeroso de las experiencias que así lo acreditan, y 22 con. la voz unánime de los prácticos que así lo pregonan. ¿Quién no lia visto usar del cuernecillo con excesiva fre- cuencia y con notoria utilidad, en ciertas afecciones ute- rinas? ¿Quién no ha notado los efectos casi prodigiosos que resultan de su empleo, especialmente en las hemor- ragias que anteceden, complican y siguen al parto? Me divagaría, pues, sin provecho alguno, si tratara de demostrar lo que á todos es patente. Sin embargo, creo que aun la acción electiva que el cuernecillo ejerce sobre la matriz, es explicable, por la razón que ya expuse en la demostración de la primera parte de la tésis que me viene ocupando, y paso á probarlo. El útero puede considerarse en tres estados diferentes, que sou: el normal, el de menstruación y el del embara- zo. Las fibras musculares que entran en su estructura, poco aparentes en el primero, se vuelven muy notables, especialmente en el último. La red de venas que forma su capa sub-mucosa, se vuelve turgente durante el pe- ríodo menstrual, y toma un desarrollo notabilísimo en la gestación, hasta transformarse en vastos senos. Estos senos, desprovistos de válvulas, y por tanto, comunicando ampliamente con los pléxus contiguos uterinos ppvfe- mmmm, hacen la circulación de la sangre negra muy expedita, de manera que puede determinarse una con- gestión sanguínea en el útero con la misma facilidad que ponerse exangüe. Pues bien; si el útero está en comunicación tan fácil con pléxus venosos de consideración, y si él mismo en- cierra en su cuerpo tanto número de vasos de esa espe- cie, es natural concebir que la contracción de sus mús- culos, prohijada por la de sus capilares y ésta producida por el cuernecillo, sea mayor que en ningún otro órgano, y por tanto que la acción del cuernecillo sea electiva pa- ra la matriz. Si esto puede decirse del útero en el estado normal, 23 en la época de la menstruación y durante la preñez en que las razones expuestas sou mayores por lo mismo que las circunstancias que las provocan lo son también; es evidente que entonces los efectos del cuernecillo serán más enérgicos, y por lo mismo más notables que en cual- quier otro estado. Todo lo dicho revela perfectamente dos cosas: Tl Que el cuernecillo debe tener una acción electiva por la ma- triz, y Que esa acción debe ser preferente durante las épocas de la menstruación y de la preñez. Aun la acción del cuernecillo de centeno, después del parto, ó sea durante el puerperio, puede explicarse por la conformación anatómica misma de la matriz en esas circunstancias. Sabido es que, inmediatamente después de la expul- sión de la placenta fetal, los senos venosos, que en gran cantidad atraviesan la materna para ir á producir el fe- nómeno endosmótico que nutre al feto, quedan abiertos y facilitan por tanto una extravasación sanguínea de consideración. Evidente es asimismo, que la contracción que sucede inmediatamente á la deplesion de la matriz, es el hemostático poderoso que la naturaleza opone á esa hemorragia venosa inminente. En este último caso, á la contractilidad refleja del útero, provocada por el par- to, viene á añadirse la que causa la sangre venosa mis- ma retenida á influencias de ese primer fenómeno; y de ahí resulta una energía mayor en la contracción, con una eficacia mas grande en el resultado. Pues bien, cuando por circunstancias especiales el centro nervioso no res- ponde con una acción éxcito-motriz al trabajo mismo del parto, ó cuando alguna causa apreciable ó desconocida destruya su efecto, entonces la sangre venosa, extrava- sándose á través de los orificios de los senos, no solamen- te produce hemorragia, sino que con ella quita un buen excitador para las contracciones ulteriores, y dificulta 24 por tanto, cada vez mas, la contracción uterina, único re- curso capaz de detener la hemorragia. Si entonces se usa de un medio cualquiera que determine la contracción primordial, el éxito se ha asegurado. ¿Por qué? Porque con ella se obturan, aunque no sea más que momentá- neamente, los orificios venosos, y por tanto se restablece el excitante, es decir, la sangre venosa. INDICACIONES Y CONTRAINDICACIONES. Demostrada la tesis que lie defendido, puedo ya de- ducir como corolarios las indicaciones del cuernecillo y los datos que deban presidir a su empleo en casos deter- minados. Para seguir un orden, por decirlo así, ideológico en la exposición de ellas, relataré las principales, dando al fin de cada una la regla de conducta que de ella se derive. He diclio que la acción mejor acusada del cuernecillo es la contracción de los capilares. Pie dicho, asimismo, que la circulación capilar es casi la única que se verifica en las extremidades: consecuencia de esos dos fenóme- nos, comprobada por la observación diaria, es la diminu- ción del calórico en las mismas, llevada alguna vez y en circunstancias dadas, hasta la gangrena. Pues bien; si esto es así, es natural, es lógico inferir, que el cuerneci- llo de centeno es un buen medicamento para combatir las hemorragias, las flogosis, y todas las afecciones con- gestivas de las extremidades. En aquellas, el efecto primitivo y secundario del he- 25 mostático se aprovecha; en las siguientes, la actividad circulatoria, siendo menor, hay un elemento menos en pró de la enfermedad y en contra, del paciente; y en las últimas, la especie de expresión que por consecuencia de la contractilidad de los pequeños vasos sufren los tejidos de las extremidades, hacen terminarlas de una manera favorable. Hay casos en que, bien que una hemorragia no se pro- duzca, sí hay una exudación de la sangre á través de los capilares que produce un derrame de líquido seroso que alguna vez hace tanto estrago como una hemorragia de pequeña importancia, pero continua, y que siempre de- termina una ñojedad atónica del tejido que es su sitio. Ejemplo de esta lesión es un cierto número de leucorreas. En los casos indicados, la contracción, ó mejor dicho, el estrechamiento capilar, estanca, por decirlo así, el der- rame seroso, vuelve más compacto el tejido, y determi- na la cesación de los fenómenos generales. Puede presentarse aun otro caso. La circulación peri- férica, por circunstancias especiales ó por razones del lu- gar que habita el individuo, puede ser de tal manera ac- tiva, que determine la anémia de las visceras. En casos como éste, y por las razones de que ya he hecho mérito, parece indicarse suficientemente el uso del cuernecillo de centeno. Me atrevo á pensar, como un resultado de la medita- ción sobre la acción que he explicado, que el cuernecillo de centeno obraría eficazmente en enfermedades, cuyo síntoma predominante, es el sudor ó cualquiera otra de las exhalaciones cutáneas. No he hecho observación al- guna que corrobore mi idea; pero creo, con sobrado fun- damento, que si la teoría que defiendo es exacta, como lo he probado, es preciso que obre bien en los casos enun- ciados; y ya puede concebirse cuán provechoso seria pa- ra el médico un agente que, obrando casi de una mane- 26 ra mecánica, terminara con pérdidas que tanto estrago procuran en ciertas enfermedades, y que alguna vez tie- nen un activo participio en la muerte de los pacientes. El cuernecillo de centeno debe producir en la anémia resultados brillantes por combatir directamente la laxi- tud de los tejidos, y por concentrar en una menor esfera de acción la sangre empobrecida. Por eso es que Millet, llenando á la vez la indicación descrita y la de la repa- ración conveniente en el líquido sanguíneo, ha asociado con buen éxito el fierro al cuernecillo. Si seguimos deduciendo consecuencias de la acción del cuernecillo sobre la circulación capilar, podrémos prede- cir, que obrará perfectamente en gran número de las afec- ciones sostenidas ó prohijadas por la atonía de los teji- dos, por su inflamación, por su liyperhemia, ó por cual- quier otra causa que de alguna manera se ligue 6 se asemeje á las que he expuesto. Admitiendo la misma teoría, puede explicarse gran número de hechos en que el cuernecillo ha obrado bien. Así se comprende, por ejemplo, cómo es que haya sur- tido en las hematemésis y aun en las enterorragias; así se concibe también cómo haga cesar la incontinencia de la orina y la polidypsia. Si estos fenómenos, en efecto, significan pérdidas capilares, la contracción de los vasi- llos determinará su cesación y las consecuencias que pro- duzcan. He dicho que otro de los efectos que se derivan de la acción del cuernecillo, es una afluencia notable de la san- gre venosa que, según lo demostrado por la experiencia de Brown-Sequard, es un excitante poderoso de la con- tracción muscular. Siendo esto así, es indudable, que da- do á cierta dosis, debe producir contracciones tónicas en los músculos, y ser por tanto de grande utilidad, en afec- ciones que, como la corea y otras de su género, exigen el uso de los medicamentos tetánicos. 27 Pero apartémonos un poco de las aplicaciones del cuer- necillo por los efectos que produce su acción general en los órganos, para concretarme más especialmente en aquel de estos en que, según lo dicho, se ejercen sus efec- tos preferentes, es decir, en la matriz. Todo lo expuesto viene ya á indicar el buen resultado que se debe obte- ner de su empleo en cierto grupo determinado de enfer- medades uterinas; y en efecto, la terapéutica de los pai- tos le ha concedido un lugar preeminente. Él es muy útil, tanto en el aborto como en el parto, y en este último tanto durante como después del trabajo. En el aborto se emplea con dos fines diferentes que son: contenerlo, cuando es posible, ó determinarlo, cuando no ha podido evitarse ó se juzga necesario. Dos causas determinan el aborto. Una, la principal, es la contracción del útero, que hace que la placenta se aislé del lugar donde está implantada y que vence la re- sistencia del cuello, facilitando la expulsión del produc- to. Otra, la secundaria, es la hemorragia que causa el despegamiento de una parte de la placenta y que coad- yuva eficazmente á la separación del resto de la misma. Como es fácil concebir, las contracciones uterinas no podrian minorarse ni mucho ménos desaparecer hacien- do uso de un excitador indirecto de ellas, como lo es el cuernecillo, miéntras que la hemorragia sí podría dete- nerse procurando la contracción de los capilares del ór- gano. El cuernecillo de centeno tiene entonces, en el aborto que se quiere evitar, una indicación y una con- traindicación. La indicación es la liemostásis; la con- traindicación la contracción de la matriz. Un agente te- rapéutico que, haciendo aprovechar su primera propie- dad, corrigiera ó neutralizara la segunda, seria á propósi- to para, el caso en cuestión. Los narcóticos, y especial- mente el opio, tienen la virtud apetecida: luego ellos, sobre todo el último, serán buenos correctivos de la ac- 28 cion del cuernecillo. Asociando entonces ambos agentes á dosis determinadas, se obtendrá el efecto buscado y el aborto no se producirá. Cuando debe verificarse el aborto, la contracción ma- yor que se procura en los capilares uterinos, hace que la sangre venosa, que abunda notablemente en los senos que lo atraviesan, contraiga tetánicamente al órgano gestador, determinando el despegamiento placentario, y capaces por su vigor de vencer la resistencia del cuello procurando el parto prematuro. No se diga que quiero explicar con mi teoría dos efec- tos tan contrarios como son, procurar y contener el abor- to por un mismo medio, pues que cualquiera que piense un poco, comprenderá que esos efectos solo discrepan por la intensidad de la acción del medicamento, y que esa intensidad puede variarse á voluntad del médico, cambiando las dósis respectivas. La contracción ligera de los capilares basta para el efecto hemostático, y no trae consigo la contracción de los músculos vecinos; porque siendo ésta el resultado de la presencia prolongada de la sangre venosa y no bas- tando aquella sino para hacer más lenta su marcha en los vasos qne ocupa, posible es que á la contracción dé- bil de los capilares, que se busca con una dósis determi- nada del medicamento y con un fin hemostático, no siga el efecto tetánico deseado cuando se emplea el cuerneci- llo como abortivo. Los autores, al ocuparse del aborto, difieren en opi- niones respecto del cuernecillo; unos lo creen indicado, otros contraindicado, y todos alegan hechos qne corro- boran sus respectivos juicios. Yo creo que todos tienen razón, y que, sin embargo, las observaciones que adu- cen no son contradictorias; ¿por qué? porque las circuns- tancias de los casos, la susceptibilidad individual, y las dósis del medicamento, no han sido idénticas; ó mejor diclio, porque desemejantes como son los casos, deben acusar éxitos distintos. Tal facultativo que usó de tal cantidad para determinada persona, puede haber obte- nido efectos abortivos del cuernecillo, y tal otro que usó tal vez de la misma dosis en otra paciente, consigue so- lo los hemostáticos, y no por esto puede decirse que el medicamento obra en un caso de un modo y en otro de otro. Suponiendo que pacientes de igual susceptibilidad ha- yan ingerido el vegetal en cuestión, es seguro que el me- dicamento dado á dosis diferentes, producirá efectos di- versos; y sin embargo, no podría argüirse en contra de la acción del cuernecillo, tachándola de variable en sus resultados. Para que el problema se aclare, deben hacerse expe- riencias iguales en todas las circunstancias que las ro- deen; y cuando esto sea así, me atrevo á asegurar, que se hallarán patentizados los hechos que he descrito; porque una causa obrando de una manera idéntica, pro- duce fatalmente resultados uniformes. En el parto, la acción del enera ecillo determina efec- tos análogos á los abortivos de que ya hice mención; no más que las condiciones particulares de la matriz en el caso, exigen también otras especiales en su aplicación. En una mujer primípara, las partes blandas, aun rígi- das, están, por tanto, poco aptas á la relajación que ne- cesita el producto para salir por el canal vulvo-uterino. Las contracciones tetánicas que produjera en la matriz la administración del cuernecillo, podrían ocasionar la ruptura del órgano, y traer con ese resultado consecuen- cias terribles para la madre. Relativamente al feto, el peligro que traería consigo la administración del cuernecillo es aun más serio. La nutrición del producto resulta del fenómeno osmótico verificado á través de las delgadas membranas que for- 29 30 man los fondos de saco de los capilares venosos fetales y maternos. La acción del cuernecillo, ejerciéndose sobre ellos de la misma manera que sobre los de los distintos órganos del cuerpo, determinaría su contracción, y como resultado de ella, el estancamiento de la sangre venosa y la asfixia consiguiente; porque no efectuándose su cir- culación de una manera expedita, la oxigenación de su sangre se dificulta excesivamente y se hace incapaz de conservar la vida. Esta manera de ver, por lo demás, está bien compro- bada por la experiencia, como lo atestiguan las obser- vaciones de los más distinguidos parteros nacionales y extranjeros. Los inconvenientes expresados, notables en el emba- razo simple de la primípara, por razón natural son ma- yores cuando es compuesto ó gemelar. Eu la preñez simple de la multípara puede adminis- trarse el cuernecillo cuando la presentación y posición son buenas, el cuello dilatado ó dilatable, las membra- nas rotas y el canal pelviano con sus diámetros norma- les; porque en esas circunstancias la salida del producto es expedita y no hay peligro alguno. En la preñez gemelar de la multípara el útero paro- dia al de una primípara con embarazo simple; y por tanto militan en contra de la administración del emena- gogo, las razones aducidas ántes; porque aunque la fa- cilidad de relajación en las partes blandas en la multípa- ra es notoria, como se trata de dos productos que juntos tienen un volumen exagerado ó por lo menos mayor que el que corresponde á uu solo feto, es claro que el canal vulvo-uterino se encuentra en condiciones parecidas al de la primípara en el embarazo simple. Además, tanto en la primípara como en la multípara, en el caso de embarazo gemelar, el cuernecillo de cente- no puede provocar el abocamiento simultáneo de los fe- 31 tos, y con él un caso de distocia difícil ó imposible de vencerse. Por último, en el embarazo gemelar, los dos fetos se encuentran casi constantemente en presentaciones con- trarias, de suerte que miéntras uno enseña el vértice, el otro presenta el asiento. El parto en el que presenta el vértice podría acaso obviarse con la administración del cuernecillo; pero á la expulsión de él, seguiría la contrac- ción tetánica del útero sobre el último; contracción que opondría un grande obstáculo á su versión cefálica ó po- dálica, y por consecuencia volvería distócico un parto que pudiera, sin el medicamento, baber sido natural. La dificultad de la versión en el caso, depende de la aplicación exacta de las paredes de la matriz sobre el ovoide del feto que en ella queda, y de la imposibilidad que de allí resulta al médico, no solo para la inversión ó desdoblamiento, sino para la introducción de la mano destinada á verificar esa operación obstetricia!. Las presentaciones viciosas, las posiciones laterales, las malas conformaciones de la pélvis ó del canal vulvo- uterino, la contracción sobre todo espasmódica del cue- llo ó su falta de dilatación y la integridad de las mem- branas, son causas que contraindican el empleo del cuer- necillo; unas porque hacen la marcha del producto difí- cil, y otras porque lo vuelven imposible. El esfuerzo que la acción del remedio procura, dificultaría además el tra- bajo, y la matriz tetánicamente contraida podría sufrir una desgarradura de consecuencias fatalmente mortales á los pacientes. * Que el cuernecillo en el caso dificultaría más el parto se comprende fácilmente, porque en un útero tetánica- * ÍSTo me ocupo en detallar qué sean y cuáles las diversas causas de dis- tocia á (fue me refiero, por ser bien conocidas, y haber hablado de ellas con alguna extensión en su Tesis inaugural el Sr. I). Rosendo Gutiérrez. 32 mente contraido, ni se pueden efectuar las maniobras obstetriciales convenientes, ui es obvia la aplicación de los instrumentos conducentes á evacuarlo. Que la desgarradura uterina seria inminente, y aun casi segura, es cosa que comprueba la práctica diaria, y que se explica por el esfuerzo de la pared de la matriz contra un obstáculo insuperable. Es, pues, una condición, sine qua non, para el empleo del excitador repetido, que la dificultad en el trabajo del parto, resulte solo de la inercia de la matriz y que nin- gun obstáculo, proveniente ya del feto ó de la madre, se oponga á la expulsión del producto; ó en otros términos, solo debe administrarse el cuernecillo en la multípara y cuando haya presentación y posición conveniente, con- formación normal de la pelvis y del canal vulvo-uterino, cuello dilatado ó dilatable y membranas rotas. Después del parto, la indicación dominante para apli- car el cuernecillo, es contener las hemorragias que de- penden de la inercia de la matriz; y no habiendo enton- ces y posteriormente á la expulsión de la placenta cir- cunstancia alguna que contraindique su empleo, puede elevarse la dosis hasta provocar contracciones suficientes en el órgano. La inercia real de la matriz, comunmente hereditaria, tiene entre otras, alguna vez por causas, el embarazo ge- melar, la hidropesía amniótica y el parto rápido. Las primeras, volviendo exagerada su capacidad, hacen, por decirlo así, insuficiente la acción refleja nerviosa que de- termina su contracción normal con la intensidad conve- niente. La última, dejando en una especie de estupor al útero, hace que la contracción hemostática ó no se efec- túe ó se efectúe tardíamente. Pues bien: en todos estos casos, la contracción que procura el cuernecillo viene en auxilio de la naturaleza impotente, y hace efectuar la reducción de la capacidad del útero distendido, y por 33 consecuencia, aleja las probabilidades de los accidentes (pie pueden complicar. La presencia de la placenta en el útero, impide el uso del cuernecillo; porque una vez administrado éste, ha- bita rnénos esperanza en conseguir la expulsión natural ó artificial de ella, por la retracción tetánica del útero que opondría á las maniobras una barrera insuperable. Los entuertos 6 cólicos uterinos, que como se sabe tienen por causa principal la presencia de coágulos en el útero, solo ceden de una manera radical cuando su ex- pulsión se lia efectuado: pues bien, el cuernecillo que de- termina indudablemente ese efecto, es el antídoto mejor de ellos, con especialidad cuando se ha asociado á algún narcótico. Excusado me parece decir que las hemorragias uteri- nas, en cualquiera otra circunstancia extra-obstetricial ó extra-puerperal, pero muy especialmente después del parto, exigen imperiosamente el empleo del cuernecillo. Resumiendo todo lo expuesto, se deduce lo siguiente: 1? El cuernecillo de centeno obra en condiciones es- peciales como un medio hemostático, antiflogístico, anti- congestivo, excitante ó tetánico, á voluntad del médico y según la dosis á que se aplique y á la susceptibilidad del paciente. 2? El cuernecillo, como efecto secundario, determina la cesación de los fenómenos exosmóticos de todos los lugares del cuerpo donde la circulación capilar es prepon- derante. 3? El cuernecillo de centeno, especialmente asociado al fierro, coopera mucho al alivio de la anémia. 4? El propio vegetal obra perfectamente en muchos de los casos en que las enfermedades están sostenidas ó son consecuencia de la atonía de los tejidos. 5? El aborto ó su contención pueden ser producidos porel cuernecillo solo ó asociado á otro medio conveniente. 34 6? Durante el parto, cuando la presentación y posi- ción son favorables, bien conformados el canal vulvo-ute- rino y la pelvis, el cuello dilatado ó dilatable, las mem- branas rotas y la mujer multípara, puede administrarse con fruto el cuernecillo. 7? Después del parto, la inercia real de la matriz, las hemorragias y los entuertos reclaman su intervención, previa la salida espontánea ó artificial de la placenta; y 8? Toda hemorragia uterina, aun ajena al trabajo del parto, necesita la aplicación del cuernecillo. Las contraindicaciones del empleo del cuernecillo son corolarios de las indicaciones antes mencionadas, y pue- den reducirse á las siguientes: 1? Cuando haya necesidad de procurar una afluencia sanguínea en las extremidades, útil en muchos casos. 2? Cuando se trate de ciertas enfermedades tetánicas, y sobre todo, de aquellas en que los músculos son espe- cialmente afectos. 3? Cuando importe conservar ciertos exutorios acos- tumbrados por la naturaleza, y cuya supresión liaría te- mer algún accidente. 4? Cuando en la gestación no se intenta el parto pre- maturo ó la hemostásis. 5? En ningún caso se dará cuernecillo á las primípa- ras; á las multíparas, solo cuando á las buenas circuns- tancias que mencionan las indicaciones, se añada el ple- no convencimiento de no existir peligro alguno de asfixia en la madre ó en el producto. G? Después del parto, la retención de la placenta en el útero ó la presencia de otro feto deben aplazar la in- tervención del cuernecillo. Estas son las indicaciones y contraindicaciones prin- cipales del empleo del cuernecillo; las demás se infieren de los datos que ya expresé. Como se habrá visto, este vegetal puede provocar por 35 su acción única, síntomas y efectos desemejantes, y su empleo terapéutico, derivado de ella, dá resultados muy variados, á voluntad del médico, conforme á la dosis que aplique y á la susceptibilidad de los pacientes. Siempre he creído que el médico no debe conformarse en su terapéutica con la rutina de un empirismo ciego, por más que sea ecléctico, porque juzgo que con tal con- ducta se encierra voluntariamente en un círculo de hier- ro del que no podria salir sin imprudencia; ahoga, sin pretenderlo, su aspiración al engrandecimiento de la Me- dicina, y se abate á recibir lecciones de la casualidad, sin averiguar el por qué de las circunstancias que determi- nan los resultados. La observación no debe concretarse á investigar los hechos, sino buscar la teoría que los rija. El arte médi- co, nacido de la primera, ha caminado mucho, porque sus avances significan los esfuerzos supremos del hom- bre para obtener la salud: la ciencia, que brotó de la úl- tima, desgraciadamente no ha conseguido tanto; pero en nuestra mano está, si no nivelarla con él, al ménos im- pulsarla para seguirlo bien de cerca. La teoría, es pues, necesaria siempre, por más que ciertos prácticos la desprecien como inútil: ella debe ser el carril de la medicina moderna: ella debe guiar los tratamientos y no el éxito solo: ella debe normar las in- dicaciones y los resultados: el que la desecha, corre el pe- ligro de no sacar provecho de lo que observa. 36 Poseído de estas ideas, que forman mi credo científico, y que no dudo aparecerán justas, me propuse averiguar cuál era la teoría de aplicación de un vegetal tan usado como el cuernecillo de centpio, y que acaso esté llama- do á ocupar un lugar muy distinguido entre los medica- mentos. Oreo haberla encontrado y ser lógico en la exposición de los fundamentos que la apoyan: las indicaciones que de ella se derivan son evidentes, y no temo asegurar que, por lo ménos, á mí no me ocurre razón alguna bastante, no ya para derribar, pero ni aun siquiera para conmover su natural ideologismo. IÑTo obstante, con el respeto debido, del que se en- cuentra en mi caso; desprovisto de personal experiencia; deslumbrado, acaso, por la belleza de una teoría; protesto meditar las diversas razones que en contra de la doctri- na expuesta se me opongan, y ser el primero en conven- cerme de mi error si se me liace palpar. La buena fe que en este escrito me ba guiado, excu- sa mis faltas: el deseo natural del que apénas sale de las aulas de darse ó procurarse la razón de todo, discul- pa mi atrevimiento; y la firme esperanza de aclarar si- quiera el problema que me be propuesto, anima sobra- damente mi timidez. A mi respetable Jurado toca sellar mis afanes con su ingénita indulgencia. Qy/¿aíía ¿.yun/e /