¿EXISTE EL EMPACHO EN LOS NIÑOS? TESIS PARA El EJÍM PROHIBI HE Hffll í flül'EIJ PRESENTADA AL JURADO DE CALIFICACION Gregorio Dnvgns, ALUMNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE ESTA CAPITAL, PRACTICANTE DEL llOSPITAL DE NIÑOS, Y MIEMBRO FUNDADOR DE LA SOCIEDAD FILOIÁTRICA. MÉXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE, Bajos de San Agustín, num. 1. 1873 * /*'Aí t ti r ■ //' 11 ''/fi M , A LA GRATA MEMORIA M SSIB A,ESAB©I» 7AB1BS. i t Homenaje de cariño y gratitud por el apoyo que me han prestado durante mi carrera. >1 M ir. g. gfcáp. A vos debo lo que he aprendido del punto que me sirve de Tésis: recibid, Señor, mi agradecimiento. A LA ILUSTRADA SOCIEDAD FAMILIAR DE MEDICINA. A MIS HONORABLES MAESTROS LOS SEÑORES CATEDRÁTICOS Y AD¿UN.TQS BE LA, ESCUELA. DE MEDICINA Testimonio de gratitud. fe j'ilmátóa. ¿EXISTE EL EMPACHO EN LOS NIÑOS? Tal es, Señores, el punto que sujeto á vuestro examen, cum- pliendo con el Reglamento de la Escuela. Para llenar mi cometido, grande es mi insuficiencia y escasa mi práctica; mas confio en la benevolencia del respetable Jurado que va á decidir de mi porvenir, y espero que, poniendo á un lado mis pobres líneas, tenga en cuenta mi empeño por presentar un trabajo digno. Durante mi permanencia en el Hospital de Niños, me llamaron altamente la atención los desórdenes ocasionados por la detención de materias diversas, ingeridas en el tubo gastro-intestinal; des- órdenes que en nuestro idioma reciben el nombre de Empacho.* Los niños que se enferman por esta causa son numerosos, y no pocos los que sucumben, como lo demuestran las estadísticas del Registe civil. El carácter que adquieren por este motivo las en- fermedades intestinales do los niños, es muy notable; el pronós- tico varia enteramente, y el tratamiento evacuante viene á ser una necesidad, pues sin su socorro, el mal persiste, y aun puede ha- cer sucumbir al enfermo. Si á estas razones se agrega que no co- nozco libro alguno europeo que haga mención del empacho, se comprenderá mi preferencia por este punto importante de la prác- tica. La existencia del empacho es tan vulgar en nuestro país, que no hay señora que no pretenda conocerlo y curarlo. La generali- dad de los médicos mexicanos reconocen el empacho, pero muy pocos son los que han dicho ó escrito acerca de él, y eso sin for- mar un cuerpo de doctrina. En Abril de 1870 mi maestro el Sr. D. Eduardo Licéaga llamó la atención de los médicos de la So- * Empacho: embarazo, estorbo, dificultad, indigestión, según el Diccio- nario de la lengua española. ciedad Familiar de Medicina, sobre la necesidad de dar á conocer el empacho, y promovió discusiones interesantes en el seno de di- cha Sociedad: de sus actas tomo una parte del material que me ha de servir para formar esta Tesis. El Sr. Licéaga, cuya prác- tica en las enfermedades de los niños es notoria, ha estudiado es- te asunto desde el año de 1869 en el Hospital de Maternidad é Infancia y en su clientela particular. A él debo mis cortos cono- cimientos sobre la materia: ha dirigido mi atención hacia todo lo que aquella tiene de interesante, y me ha proporcionado muchas observaciones. Aprovecho esta ocasión para darle las más since- ras gracias por su deferencia, así como á los demás médicos que me han proporcionado algunas otras observaciones. El método que he adoptado para el estudio del empacho es poner primero las observaciones clínicas para deducir después lo que tienen de importancia. Vuelvo á repetir que estoy muy lejos de creer que he llenado mi objeto satisfactoriamente; pero me queda la esperanza de que, despertando la atención de los médicos, así como la de los estu- diantes de medicina, otros más hábiles que yo esclarecerán este interesantísimo punto. El Sr. D. Eduardo Licéaga ha dicho con mucha razón en su Tésis de concurso á la cátedra de operaciones: "El medio más seguro de aclarar las verdades científicas, es po- nerlas al alcance de todos para que las comprueben." México, Setiembre de 1873. tf/aipaó. Observación l'l-(Del Sr. D. Miguel Jiménez.)- Hace como veintidós años que fui solicitado en consulta para un niño que asistía el Dr. Jecker. Era aquel, de un año de edad, tenia una colitis hacia quince dias, que desde el principio habia tomado una forma disentérica; las evacuaciones muy repetidas, fueron al principio se- rosas, pero luego cortas y con mucosidad, y por último, eran chorritos de moco y sangre, con mucha frecuencia. A esto se agregaba movimiento febril, muy intenso, su- ma postración, sensibilidad en el vientre, pero muy par- ticularmente en la fosa ilíaca derecha, donde habia una renitencia muy marcada. Aunque el conmemorativo nada me indicase, juzgué que aquello era un empacho, y en su consecuencia pro- puse un purgante como base del tratamiento. Como entonces reinaban las ideas de la Escuela fisio- lógica, mi opinión no fué admitida en ninguno de sus dos puntos, y sobre todo, en lo del purgante. El niño sucumbió á los pocos dias: conseguí hacer la autopsia, á la que me acompañó el Dr. Jecker, y encon- tramos, además de los caractéres de una colitis sobreagu- da, diez y siete arvejones en el ciego, hinchados por la maceracion, cubiertos de moho y que tenían el tamaño de garbanzos.... 10 Observación 2?-(i)e[ d. Miguel Jiménez.)- En una ocasión, preocupado con la colitis de un niño, insistí con su madre que algo había tomado. Ella afir- maba lo contrario. Ordeno un purgante, y por su acción, salen pedazos de papel de diversos colores: cuando tuve aquellos papelitos á mi vista, recordando á la madre su negativa y mi insistencia, me dijo que eran de los ador- nos con que afirmaba las velas de su tocador. Observación 3?-(Del Sr. D. Miguel Jiménez.)- Muy recientemente, una niña del Sr. L. A. tuvo una co- litis intensa: entre las evacuaciones que me fueron pre- sentadas, llamaba la atención una sustancia amarilla, babosa, en grumos, no pudo descifrarse lo que era; pero al dia siguiente, había en mayor cantidad, y reconocí plátano. Averiguando el hecho, resultó que veinte dias tintes, la niña había comido plátano. (Setiembre de 1871.) Observación 4?-(Del Sr. D. Eduardo Licéaga.)- Era una niña cuidada asiduamente por su madre; repen- tinamente, y sin causa apreciable, le vino una colitis, pero tan intensa, que hubo dia en que hiciera cuarenta depo- siciones. Aunque desde el principio abrí el tratamiento con un vomitivo y nada arrojó, y la madre me asegura- ba no había tomado la niña nada indigesto, insistí en el tratamiento purgante y conseguí mucho, porque en las deposiciones que produjo, salieron muchas hebras de al- fombra que la niña había tragado, sin que nadie la hu- biera observado. Difícilmente se hubiera penetrado tal causa. Observación 5?-(Del Sr. D. Eduardo Licéaga.)- El niño I. A., de seis á ocho meses de edad, delicado y mal constituido, estaba en su primera dentición, cuando ya la madre le hacia comer en la mesa, y cediendo á sus 11 instancias, le permitió comer unos chícharos. En la mis- ma noche comenzó el niño á estar inquieto, con náuseas y vómitos. Al dia siguiente comenzaron las deposicio- nes que de estercorales se hicieron en los dias siguientes mucosas y sanguinolentas, acompañadas de dolor, y de tenesmo. Administré un purgante de aceite de ricino, después otro de magnesia; el niño seguía lo mismo: en- tonces le di la manteca, pues estaba convencido de que aquel estado dependía de empacho. En efecto, el niño arrojó, en medio de las primeras deposiciones, los chí- charos, y algunos restos de alimentos sin digerir. La co- litis continuó, y fué preciso administrar el calorael para dominarla. Observación 6'?-(Del iSr. D. Eduardo Licéaga.)- El niño A. Oh., de veinte meses de edad, Labia tenido una serie do enfermedades desde el sexto ú octavo mes, y adquirió la costumbre de comer tierra. Esto le produ- jo una diarrea que se sostuvo, miéntras no arrojó la tier- ra detenida en los intestinos. Los purgantes oleosos formaron la base del tratamiento. Observación 7?-(Del Sr. D. Eduardo Licéaga.')- El niño E. B., de trece meses de edad, muy robusto y de buena salud anterior, Labia sido destetado hacia cua- tro meses y se le Labia sujetado al uso de la leche de vaca, del jugo de la carne y del pan tostado, cuando sin causa apreciable se comenzó á notar que se adelgazaba, que perdia su color y que hacia cuatro ó cinco deposi- ciones cada dia. Atribuyendo estos accidentes al uso de la leche de vaca, se le cambió por de cabra; se le some- tió á un tratamiento por los absorbentes y los narcóti- cos, pero sin éxito. En estas circunstancias, y después de diez ó doce dias de enfermedad, me encargué de su asistencia. Estaba aun bastante vigoroso el niño, pero 12 se notaba que había perdido algo de su robustez: en el vientre sentí un tumor grueso y alargado que ocupaba una parte del flanco y la fosa ilíaca izquierda; las depo- siciones eran medio líquidas y heterogéneas, pero sin acompañarse de dolor. Prescribí una cucharada y media de manteca al inte- rior, y dos horas después un enema ligeramente laxan- te: tuvo cuatro deposiciones, en las cuales arrojó una gran cantidad de grumos de leche sin digerir: en el se- gundo dia le administró una pocion digestiva y ligera- mente purgante que le hizo arrojar nuevos grumos. La exploración del vientre me demostró que el tumor había desaparecido. Las deposiciones cesaron al dia si- guiente, y el niño recobró la salud. Observación 8!.1-(Del ¡Sr. D. Eduardo Licéaga.)- El niño Vicente G., de diez y seis á veinte meses de edad, había sido destetado hacia dos meses, cuando le dieron á comer chícharos; al dia siguiente comenzó á te- ner deposiciones que fueron cambiando de estercorales á mucosas y sanguinolentas. Le administraron primero emolientes, después absorbentes y luego astringentes, sin que pudieran contener las deposiciones. En el octa- vo dia de este estado, lo observé por la primera vez y encontré un tumor, al parecer estercoral, en la fosa ilía- ca derecha; enflaquecimiento considerable y calentura continua. A pesar del agotamiento en que estaba, le or- dené purgantes hasta que arrojó las sustancias que le habían empachado. La colitis siguió en el mismo estado de agudeza con que había comenzado: el niño rehusaba todo alimento; no dormía, y su estado era cada dia más alarmante. Recurrí á una nodriza, pero el niño no to- maba el pecho, é hice que aquella esprimiera la leche y se le diera por cucharaditas: con este medio, el Uso del jugo de carne; las preparaciones astringentes y fénicas en 13 lavativas; los gránalos de subnitrato de bismuto toma- dos en alta dosis, y un vejigatorio al vientre, conseguí detener la mas grave de las colitis que he visto curadas, pues en todas las otras que he podido observar llegadas á ese grado, los niños han sucumbido. Observacion 9?-(Del Sr. D. Eduardo Licéaga).- Voy lí mencionar un caso que se refiere á un adulto, por- que sirve para comprobar que es posible la detención de sustancias alimenticias en el estómago. El Sr. D. J. P. vino á México en el mes de Diciembre de 1872, pa- deciendo de un dolor agudo en la región epigástrica y de calenturas intermitentes contraídas en la tierra ca- liente. El examen mas prolijo no fue suficiente para des- cubrir la causa del dolor que era vehementísimo, y que aparecía en el momento de la ingestión de los alimentos y duraba todo el tiempo que estos permanecían en el es- tómago. Se combatieron las intermitentes por los medios apropiados, y todos los que se dirigían á calmar el dolor fueron infructuosos. El 11 de Enero de 1873, se le administró un vomitivo, no recuerdo con que indicación, yen el vómito arrojó una sustancia que cuidadosamente observada se encontró ser una carne preparada de cierto modo especial, y que llaman chito. El enfermo comenzó á pensar cuándo habría tomado aquel alimento, y pudo fijar el 30 de Noviembre, y re- cordó igualmente que de esa época exactamente databa su dolor. Este desapareció completamente después de la expulsión del cuerpo extraño, y actualmente el Sr. P. goza de buena salud. Observación 10?-(Del Sr. D. Eduardo Licéaga.) -La niña C. S., de ocho meses de edad, tenia hacia ocho dias una diarrea catarral que uo le causaba molestia, pe- 14 ro la familia alarmada por la frecuencia de las deposicio- nes, me hizo llamar. Comprobé que habia un tumor en la fosa ilíaca derecha, y suponiéndole de naturaleza es- tercoral, me informé de los alimentos que la niña habia tomado en los dias que precedieron á su enfermedad: se me dijo que le daban leche de cabra por alimento. Ordené un purgante oleoso, y arrojó gruesos grumos de leche de una consistencia bastante dura. El tumor, sin embargo persistía, aun á pesar del purgante, por lo que mandé se le repitiera, logrando con esto que acabara de arrojar los demas grumos de leche que eran la causa de la enfermedad. (Cuando la sustancia detenida en el in- testino de un niño de pecho, es de leche de un animal ó la humana, y es arrojada después en forma de reque- són, se dice en el lenguaje vulgar que el niño está en- lejiado.) Observación 11?-(Del Sr. D. Eduardo Licéaga.) -El niño J. D. E., de dos años y medio de edad, fué ata- cado de deposiciones muy repetidas y abundantes en Junio de 1870. Las digestiones eran difíciles, tenia náu- seas y sobre todo vómitos que persistieron durante mu- chos meses. El niño, que habitualmente era amable y dócil, perdió este carácter, y se le vió triste, abatido y sumamente irritable. Se estaba adelgazando rápidamente, y los absorben- tes y narcóticos que le administraron no produjeron nin- gún resultado satisfactorio. Fui solicitado á verlo, y juz- gando por su estado que se trataba de un empacho, le ordené un purgante de aceite de ricino: en las primeras deposiciones que produjo, arrojó un pedazo de fleco de rebozo, de quince centímetros de longitud. Desde luego cesaron los vómitos y las deposiciones, las digestiones se hicieron con toda regularidad, y bien pronto recobró su robustez y buen humor ordinario. 15 Observación 12?-(Del Sr. D. Manuel Domínguez.) -Uno de mis hijos tomó costillas tiernas de carnero, á la parrilla; pocos dias después comenzó con deposiciones pequeñas, sanguinolentas, que le eran muy dolorosas; abatimiento, mal humor é inapetencia; ordené un vomi- tivo de ipecacuana, y por alimento leche, que no toma- ba con gusto; no mejoró su estado, por lo que juzgué oportuno darle un purgante oleoso, las evacuaciones en- tonces dejaban ver grumos de leche no digerida, siguie- ron poco mas ó menos con el mismo carácter; por lo que no vacilé en recetar un segundo purgante de aceite de higuerilla mas abundante que el primero: nuevos gru- mos de leche en las primeras deposiciones me hicieron creer que en ellas constituía el mal, cuando á media no- che hubo varias deposiciones; en las primeras conté co- mo siete grumos, del tamaño de una avellana formados de carne, y luego materias estercorales duras, bien ela- boradas, denunciando una permanencia larga en el in- testino. Desde ese dia el niño está bueno. (Mayo de 1872.) Observación 13?-(Recogida por Gr. Vargas*)-El dia 28 de Mayo de 1872, fué presentada en la consulta de niños, del Hospital de Maternidad é Infancia, la ni- ña Cesárea Torres, de diez y seis meses de edad, no va- cunada, de temperamento linfático; piel y mucosas páli- das; la región carotidea daba una sensación ligera de are- nillas, la niña tenia los cabellos rubios y las carnes blan- das. La madre refiere que la enfermita ha tenido algu- nas diarreas y una neumonía derecha; que actualmente tiene deposiciones, atribuyéndolas á que la antevíspera habia comido muchos dátiles, pues poco tiempo después se quejó de un dolor agudo en el abdomen; le sobrevino * Las observaciones recogidas por mí, son de curaciones hechas por el Sr. D. Eduardo Licéaga. 16 reacción febril, acompañada de anorexia y sed, de males- tar é insomnio. Habiéndola examinado, se notó desde luego mucha inquietud, expresión de sufrimiento, sobre todo al comprimirle el vientre: percutiendo éste, se no- taba un sonido macizo en el hipocondrio y fosa ilíaca derechas. Las deposiciones eran líquidas, amarillas, po- co abundantes, acompañadas de algún tenesmo. La ori- na era rara y cargada de ácido úrico. El calor de la piel moderado, y el pulso latia ciento veinte veces por mi- nuto. Prescripción.-Aceite de ricino reciente, media on- za en dos tomas.-Dieta láctea. Dia 29.-La madre refiere que dos horas después del purgante, hizo la niña una deposición muy abundante, arrojando en ella una cantidad considerable de dátiles en pedazos, y frijoles enteros, bastante duros, indicio de que no habían sufrido un cocimiento perfecto y por con- siguiente no pudieron ser digeridos. Se le ordenó repi- tiera el purgante. Dia 30.-Tuvo en las veinticuatro horas, catorce de- posiciones, volviendo á arrojar en las primeras, nuevas cantidades de dátiles y frijoles; las últimas fueron medio líquidas y amarillentas. El abdomen estaba aún doloro- so, el sonido macizo desapareció. Había menos inquie- tud y malestar. El estado febril persistía. Prescripción. -Cocimiento de linaza con jarabe de goma, á pasto. Ca- taplasmas emolientes laudanizadas al vientre. La mis- ma dieta. Dia 31.-Hizo en las veinticuatro horas, ocho deposi- ciones algo pastosas, de color gris, poco abundantes; la reacción había disminuido considerablemente, comenza- ba á renacer el apetito, no había sed. La misma pres- cripción. La madre volvió el dia 3 de Junio, y me dijo que la niña estaba completamente restablecida. En efecto, el pulso latia noventa y seis veces por minuto, la piel era 17 fresca, el apetito bueno; y una evacuación alvina que hi- zo en mi presencia era enteramente natural. Observación 14?-(Recogida por G. Vargas.) En Mayo de 1872 ocupó la cama número 17 del Hospital de Infancia, un niño de tres años de edad, enfermo de diarrea, sin causa que se pudiera apreciar. Se le pres- cribió al principio un purgante salino, después los absor- bentes y astringentes, pero la enfermedad no cedió, y la diarrea pasó al estado catarral crónico. El niño se iba consumiendo, y suponiendo (no recuerdo por cuál cir- cunstancia) que tuviera ascárides en el canal intestinal que causaran esta afección, se le ordenó un purgante oleoso, después de la administración de la santonina, y con grande sorpresa se vio en una de las primeras depo- siciones, un largo pedazo de su blusa que se habia co- mido hacia ya mucho tiempo. Bien pronto este niño se restableció, lo que se explica muy bien, supuesto que habia sido expulsado ese cuerpo extraño, que por tanto tiempo fue la causa de la excitación intestinal antes dicha. Observación 15?-(Recogida por G. Vargas.)-El 15 de Febrero de 1872 fue presentado en la consulta del Hospital de Infancia, un niño de dos meses de nacido. Hacia seis dias que, además de la leche materna, lo ha- bían dado una taza de leche do vaca, hervida y endulza- da: á las pocas horas de haber tomado este alimento se puso muy inquieto, y al dia siguiente comenzó á tener deposiciones pequeñas, líquidas y sanguinolentas. Exa- minando al niño se demostró lo siguiente: cuerpo delga- do, piel y mucosas pálidas, ojos hundidos; al comprimirle el vientre, expresa sufrimiento, principalmente al nivel de la fosa ilíaca derecha; la percusión da un sonido oscuro en este punto. No fue posible apreciar el número de pul- saciones arteriales por la suma movilidad de los miem- 3 18 bros del niño: parecía, sin embargo, tener reacción, pues la piel estaba caliente y buscaba continuamente el seno, de un modo que probaba que tenia sed: había grande malestar. Prescripción.-Aceite de almendras dulces y jarabe de maná, de cada cosa dos dracmas, para una to- ma. Lactancia natural cada tres horas. Dia 16.-Hizo durante las veinticuatro horas nueve deposiciones, arrojando en las primeras gruesos grumos de leche. Es menor la inquietud, la piel está menos ca- liente, el sueño tranquilo. Prescripción.-Cocimiento de linaza con jarabe de goma arábiga; una cucharadita cada media hora. Cataplasmas emolientes ligeramante lauda- nizadas al vientre. Enemas pequeños, de cocimiento de linaza con almidón, después de cada deposición. Cuatro dias después de este tratamiento el niño es- taba enteramente curado. Observación 16?-(Recogida por G. Vargas.) El dia 8 de Agosto de 1871 fue llamado el Sr. Dr. D. Eduar- do Licéaga á la casa número 12 de la calle de la Cerba- tana, cerca de la niña X., de tres meses de nacida. Ha- biéndosele agotado la leche á la madre de esta niña, re- currió á la lactancia artificial, por medio de la tetera. La víspera del dia en que filé llamado el Sr. Licéaga, había comenzado á tener esta niña muchas deposiciones en- teramente líquidas, acompañadas de reacción febril; una grande inquietud y malestar; no pudo dormir en la no- che. El dia que fué examinada, el abdomen era doloro- so á la presión; percutiéndolo daba un sonido muy oscu- ro en la fosa ilíaca izquierda; á la palpación se sentía un tumor alargado con abolladuras. Prescripción.-Vomi- tivo de ipecacuana, y dos horas después una cucharada de aceite de almendras dulces. Lactancia por una nodriza. Dia 9.-El vomitivo no operó satisfactoriamente sino después de la titilación de la úvula. El purgante fué in- 19 suficiente. Los mismos síntomas que la víspera. La ni- ña se había adelgazado extraordinariamente.-Prescrip- ción.-Aceite de ricino reciente y jarabe de maná; de cada cosa media onza, para dos tomas. Bálsamo tran- quilo con láudano al vientre. Dia 10.-En las deposiciones que produjo el purgan- te, solamente arrojó un pequeño grumo de leche. El tu- mor abdominal no había desaparecido, y el sonido era aún enteramente oscuro. Se le recetó un enema fuerte- mente purgante. Dia 11.-Con el enema hizo una deposición abundan- tísima, llena de grandes grumos de leche coagulada. Des- apareció el tumor y el sonido oscuro de la fosa ilíaca. Sobrevino la calma y el bienestar; en la noche pudo dor- mir perfectamente bien. Prescripción.-Solución ligera de goma arábiga, cuatro onzas; láudano de Sydenham dos gotas; jarabe de goma arábiga una onza, para tomar en el dia por cucharadas. Enemas de cocimiento de lina- za con almidón después de cada deposición. Bálsamo tranquilo al vientre. Dias 12,13 y 14.-La reacción febril es muy modera- da; hay algún apetito, el sueño es tranquilo; el dolor in- testinal ha disminuido notablemente; las deposiciones son menos frecuentes y algo pastosas. El tratamiento anterior. Dia 16.-Todas las funciones han vuelto á su estado normal. Observación 17?-{Recogida por G. Vargas.')-El (lia 7 de Mayo de 1872 fue presentado en la consulta del Hospital de Infancia, la niña L. O., de quince dias de nacida. Creyendo la madre que su leche era muy del- gada é impropia para la nutrición de su hija, además del seno, le daba leche de vaca, mediada con infusión de hojas de naranjo, siendo esto la causa de que se em- 20 pachara. Ese dia, en efecto, se demostró la existencia de un tumor alargado que se sentía en la terminación del colon descendente y fosa ilíaca izquierda, que daba á la percusión un sonido macizo. Había hecho algunas depo- siciones medio líquidas, abundantes y repetidas. Tenia reacción, aunque ligera. Prescripción.-Una cucharada de aceite de higuerilla y otra de jarabe de maná, mezcla- das, para una toma. Alimentación con la leche materna, la cual no presentaba nada de anormal; era enteramente fisiológica. Dia 8.-Eeaccion febril moderada; el purgante produ- jo cinco deposiciones, arrojando en todas ellas grumos de leche coagulada. El tumor del vientre desapareció. Prescripción.-Cocimiento de linaza con jarabe de go- ma á pasto. Cataplasmas emolientes al vientre y ene- mas de cocimiento de linaza con almidón después de ca- da deposición. Dias 9 y 10.-La piel está fresca; el pulso late ciento ocho veces por minuto; no hay malestar; duerme bien; las deposiciones son casi normales. La prescripción anterior. El dia 12 estaba enteramente buena. Observación 18?-(Recogida por G. Vargas.)-El día 10 de Junio de 1872 presentaron al niño M. G. en consulta al Sr. Licéaga. Tenia aquel diez y ocho meses de edad, sin otra enfermedad anterior que eclampsia á los seis meses de nacido. Presentaba los atributos del temperamento linfático. El Sr. Licéaga lo examinó atentamente: Labia ligera reacción febril, anorexia y sed: percutiendo el abdomen se producia un sonido enteramente oscuro en la fosa ilía- ca izquierda; á la palpación se sentía un tumor ocupan- do el fin del colon descendente. Hacia tres dias que te- nia deposiciones, líquidas, amarillas y frecuentes, aun- que poco abundantes. La madre sospechaba que todos 21 estos accidentes eran ocasionados porque la antevíspe- ra le habían dado de comer abundantemente á su hijo, notando que poco después se había puesto inquieto y con grande malestar. Se le prescribió ese dia un purgan- te de aceite de ricino con jarabe de maná. Dieta láctea cada cuatro horas. Dia 11.-El purgante produjo en las veinticuatro ho- ras, siete deposiciones abundantes, arrojando en todas ellas, chícharos, garbanzos, pedazos de zanahoria, etc.; todo esto sin haber sufrido modificación alguna por el trabajo de la digestión. Se palpó el vientre, y el tumor que se sentía al fin del colon descendente habia desapa- recido, lo mismo que el sonido oscuro. La reacción era moderada, la piel estaba medianamente caliente, habia algún apetito, poco malestar. Se le ordenó siguiera con su dicta láctea. Dia 12.-No hay reacción, renace el apetito, hay po- ca sed; hizo nueve deposiciones en las veinticuatro horas, siendo ya las últimas algo pastosas, poco abundantes, de un color amarillento. Prescripción.-Infusión de yer- babuena, cuatro onzas; bicarbonato de sosa, un escrú- pulo; láudano de Sydenham, tres gotas; jarabe de goma arábiga, una onza, para tomar una cucharada cada ho- ra. Dieta de leche de vaca con infusión de yerbabuena. Dias 13 y siguientes.-Sigue mejorándose, hasta el 18 que le sobrevinieron náuseas y vómitos, alguna reacción, grande inquietud, insomnio y deposiciones. En la fosa ilíaca izquierda volvió á hallarse un sonido oscuro, y acusaba dolor en este punto: no se sentía tumor como en la vez anterior. Prescripción.-Purgante de aceite de ricino y su dieta láctea. Dia 19.-El purgante produjo nueve deposiciones amarillas, líquidas, abundantes, con una grande canti- dad de grumos de leche coagulada. Prescripción.-Die- ta láctea con café de bellota. 22 Dia 20.-No hay calentura: las deposiciones son algo pastosas, no muy abundantes ni repetidas. Prescripción. -Las cucharadas del dia 12. La misma dieta. Dias 21 al 24.-El mismo estado. Se le sustituyen las cucharadas anteriores por las siguientes: cocimiento blan- co y de colombo, de cada cosa dos onzas; sub-azotato de bismuto, media dracma; láudano de Sidenham, tres go- tas; jarabe de corteza de cidra, una onza, para una cu- charada cada hora.-Café de bellota con leche de cabra. Esto bastó para que en el curso de algunos dias volvie- ran las funciones digestivas á su estado normal, mejo- rándose rápidamente su estado general. Observación 19?-(Recogida por G. Vargas.)-El dia 15 de Enero de 1873 presentaron en consulta al Sr. Licéaga una niña de diez y nueve meses de edad. La madre refirió que ésta tenia deposiciones desde el dia 11, á consecuencia de que en la nociré del 10 la niñe- ra le había dado huevos revueltos y frijoles, alimentos que no estaba acostumbrada á tomar en las noches, y estos en mucha cantidad. El dia que la examinó el Sr. Licéaga encontró lo siguiente: reacción febril intensa, anorexia y sed, grande malestar é inquietud; hacia de- posiciones pequeñas, líquidas y frecuentes, de un color- amarillo; el vientre meteorizado y doloroso; se percutió y no dió sonido oscuro en ningún punto. A instancias de la madre se le dió una cucharada de manteca y otra de aceite de oliva, con un poco de tequezquite blanco y añil flor, endulzado todo esto con azúcar, para una toma. Dieta de atole. Dia 16.-Hasta las veinticuatro horas obró el purgan- te, produciendo una deposición abundantísima con mu- chos frijoles y pedacitos de huevo perfectamente recono- cibles. Persistía la calentura, pero moderada. Se prescri- bió siguiera la misma dieta. 23 Dia 17.-El mismo estado. No ha hecho otra deposi- ción; se le ordenó un enema purgante. Dia 18.-Con la lavativa hizo una deposición muy abundante, en la que volvió á arrojar huevo y frijoles. Desapareció la calentura. Desde ese dia siguió la niña perfectamente bien. Observación 20.-{De los Sres. D. JE. Licéaga y D. Francisco Chacón, recogida por C. Vargas.)-El niño R. O. tenia tres meses de edad cuando fué atacado de un dolor muy vivo que le hacia llorar incesantemente y le privaba de dormir: las deposiciones se habian supri- mido; el vientre estaba enormemente meteorizado, lo que impedia hacer un examen completo. El Sr. Chacón le habia administrado purgantes oleosos, enemas, etc., sin éxito. Habian pasado cuarenta horas en este estado, cuando fué consultado el Sr. Licéaga, y creyendo lo mis- mo que el Sr. Chacón, que se trataba de una obstrucción intestinal, prescribió el cloroformo en inhalaciones. Tan pronto como la anestesia fué completa, pudieron perci- bir un tumor colocado en el principio del colon transver- so: mantuvieron al niño en el sueño anestésico por unos instantes más, y observaron que el tumor se dislocaba. Al despertar no volvió á llorar; las materias intestinales siguieron su curso, y un purgante de aceite de ricino y un enema fueron suficientes para evacuar el intestino y vol- ver la salud. Observación 215-{Del Sr. D. Juan María Rodri- gues.')-J. V. (1? calle del Sapo, núm. 26), es un niño que gozaba de plena salud. El 5 de Agosto de 1872, á los cuatro años y meses de edad, sospechando sus padres que tuviese lombrices, le administraron las pastillas de Santonina, por medio délas cuales arrojó, en efecto, dos ascárides lumbricoides en dos evacuaciones sucesivas. 24 Ocho dias después de esto le sobrevino una colitis de mediana intensidad que la familia equivocadamente atri- buyó á la acción de aquel vermífugo. Combatísela según las reglas del arte, y el niño entró en convalecencia. Un mes después le dieron, por desgracia, pollo á medio cocer, lo que le ocasionó una obstrucción intestinal que duró casi ocho dias (desde el 17 hasta el 25 de Setiem- bre), siendo el sitio de la obstrucción el colon ascenden- te, donde se sentía el tumor cilindroide voluminoso, y otros fenómenos objetivos inequívocos. La gravedad al- canzó un grado tal, que hizo temiese yo por la vida del niño. Sin embargo, la medicación laxante y la severísi- ma dieta á que lo sujeté (agua de pollo exclusivamente), dominaron aquella terrible situación. El curso de las ma- terias escrementicias se restableció, las dimensiones del tumor se redujeron, y todo hacia creer que pronto reco- braría por completo la salud. Subsistiendo aún un in- farto en el origen del colon ascendente en la región típhlica, y adolorimiento, le prescribí fricciones mercu- riales, in sita, y luego un pequeño vejigatorio. Aquello fué cediendo con rapidez, y el 1? de Octubre desapare- ció el tumor, coincidiendo esto con la expulsión de peda- zos de pollo que había tomado trece dias antes, y de una masa gris que bien lavada presentó todos los caractéres del papel de estraza que nadie de la familia sabe cuán- do y cómo lo ingirió el niño. Cuidado y sobrevigilado por la madre, duró algunos dias muy bien, mas á poco se le sintió acalenturado. Aquella reacción era sintomática de la presencia de un tumor doloroso y renitente del tamaño de un limón si- tuado en la fosa ilíaca derecha; el curso de las materias escrementicias no se interrumpió por esto. Un purgante oleoso y fricciones con el ungüento doble hicieron dismi- nuir el tamaño del tumor; pero esta vez quedó un infar- to intestinal muy perceptible. Le prescribí fricciones con 25 tintura de iodo, y volví á recomendar que cuidasen mu- cho de que el niño no tomara mas que consommé, sopas y leche. Unas dos semanas mas tarde se reprodujo aquel mismo cuadro. Insistí en los mismos medios, y conseguí el propio resultado que en la vez anterior. A poco, lo mismo, y sin motivo alguno, los propios medicamentos y un éxito igual. A mediados de Noviembre un nuevo ataque me obligó á consultar con mi distinguido amigo, el hábil profesor D. Luis Muñoz, quien se formó igual concepto que yo respecto de la naturaleza del mal, y me aconsejó que insistiese en los medios ya dichos. Reco- bró la salud sin que el infarto típhlico desapareciera por completo, no habiendo tenido un nuevo ataque sino hasta mediados de Enero de este año: entonces consulté cou el Sr. Martínez del Rio, quien fué de mi propio sentir en cuanto al diagnóstico y el tratamiento de aquella tiphli- tis crónica, sostenida muy probablemente por algún cuer- po extraño detenido en aquel divertículum, resto del pe- dículo de la vesícula umbilical. De entonces acá, ha se- guido con las propias alternativas; y ya desespero que el enfermito recobre definitivamente la salud, temiendo, con fundamento, que en el instante ménos pensado ten- ga lugar una perforación en el ciego, y sobrevenga peri- tonitis sobreaguda, cual la que hizo sucumbir hace al- gunos años en Europa á un hijo del Sr. Martínez del Rio por motivo en un todo semejante al que acabo de consignar. Observación 222--(Recogida por G. Vargas.) - Agosto 8 de 1872. En esta fecha fue presentado en la consulta del Hospital de Maternidad é Infancia, un ni- ño de siete años de edad. Hacia seis meses había tenido viruelas, y á la edad de dos años sarampión: durante la lactancia algunos desarreglos intestinales. Cuatro dias ántes, á consecuencia de haber comido 26 muchas tunas de Alfajayucan, no había vuelto á hacer ninguna evacuación alvina: hacia tres que tenia cólicos intestinales, muy dolorosos; vómitos de materias bilio- sas, inapetencia, grande malestar é insomnio. Al examinarlo se notó: expresión de sufrimiento in- tenso. El pulso latía ciento ocho veces por minuto; la piel estaba caliente; había anorexia y sed; el vientre meteo- rizado y doloroso á la presión; sonido oscuro al nivel del colon descendente y fosa ilíaca izquierda. Prescripción. -Aceite de ricino onza y media, para una toma; una ho- ra después un enema purgante. Aceite de manzanilla al vientre. Dieta de atole. Dia 9.-Tomó la purga, se le puso el enema, y me- dia hora después pudo evacuar, después de grandes es- fuerzos, arrojando una gruesa mazorca de semillas de tu- na: después de ésta, otras abundantes, pastosas, muy fétidas, acompañadas de desprendimiento de gases. En la noche ya pudo dormir; despertó muy recuperado, pidiendo alimentos. Su pulso latía solamente noventa y seis veces por minuto; su piel estaba fresca. Prescrip- ción.-Cocimiento de linaza cuatro onzas, jarabe de cor- teza de cidra, una, para cucharadas cada hora. Cataplas- mas emolientes al vientre. Dieta de atole con pan. Dia 10.-Tuvo cinco deposiciones durante las veinti- cuatro horas, poco abundantes y pastosas. La prescrip- ción de la víspera Dia 11.-Su estado general es satisfactorio: no hay reacción. Las deposiciones son naturales. Se le ordenó que se le fueran aumentando los alimentos gradual y progresivamente. Observación 23?-(Del Sr. D. Miguel Jiménez.)- Febrero 15 de 1865. El niño M. L., de tres años cuatro meses de edad, después de haber comido á las cinco de la tarde, como de ordinario, no volvió á tener apetito, 27 y quedó con algún estado de disgusto en la noche. A las once de ésta, comenzó á tener náuseas, dolor de cabeza, mucha inquietud. A las seis de la mañana apareció un ataque de eclampsia intensa, al que siguió un estado de coma, en que lo hallé álas siete. Provoqué mecánicamente el vómito, titilando la úyula, y arrojó pedazos de pollo que había comido la víspera, mezclados con muchas mu- cosidades: desde este momento siguió la salud. Cuatro años después repitió el mismo ataque por igual causa, y desapareció con el mismo medio, arrojando las mis- mas é idénticas sustancias. Observación 24?-{Del iSr. D. Miguel Jiménez.)- El joven B., de diez y siete años, idiota, tiene de cuan- do en cuando accesos epileptiform.es que duran muy po- cos segundos. El 4 de J unio de 1870 se descuidó la per- sona que lo atiende, y este joven se entretuvo por algún tiempo en arrancar los flecos del tapete en que lo ha- bían sentado: á la media noche vino un ataque epiléptico, de una intensidad y duración desusados, y contra lo ha- bitual, repitieron esos ataques cada dos ó tres horas, subiendo de intensidad. Un cmeto-catártico que se dió el dia 5 no produjo efecto alguno, ni un purgante el dia 6. El dia 7, haciéndose mas fuertes y frecuentes los ata- ques, se le dieron dos gotas de aceite de cróton, y en las deposiciones que éste produjo, salió una buena parte de los flecos del tapete que había arrancado el dia 4 y que sin duda se había comido. Desde entonces cesó la mayor intensidad y frecuencia de los ataques, que han segui- do su antiguo tipo, de uno ó dos cada mes, pero ligeros. Observación 25?-{Del Sr. D. Eduardo Licéaga.) -El niño M. M., de ocho meses de edad, había sido des- tetado á pesar de mi prescripción, y se le comenzó á dar leche mezclada con diversas infusiones aromáticas. Las 28 digestiones empezaron á ser difíciles y después imposibles: sobrevenían vómitos por la ingestión de cualquiera sus- tancia, y alternativas de diarrea: el niño enflaquecía y perdía su buen humor. Un dia cayó en un sueño pro- fundo; la respiración se hizo desigual; la pupila se movía con mucha lentitud: resolución muscular ó indiferencia por todo lo que le rodeaba. Había evacuado en la ma- ñana, y sin embargo, el vientre estaba meteorizado. Te- miendo que el estado que acabo de describir fuera efec- to de la indigestión de la leche que ya no toleraba el es- tómago, le administró un purgante de aceite de ricino y unas lavativas pequeñas con valerianato de amoniaco. No conseguí que el vientre se moviera, y prescribí la man- teca en la dosis de una cucharada y media, y las lavati- vas como el dia anterior. Al cabo de doce ó catorce ho- ras, viendo la ineficacia de los medios que había emplea- do, administré una lavativa purgante, é hice uso de re- vulsivos cutáneos para obrar sobre los centros nerviosos. Logré por fin que viniera una abundante deposición, en la cual arrojó, además de grandes grumos de leche coa- gulada, un pedazo de durazno. El niño comenzó á dar señales de inteligencia; pare- cía despertar de un sueño: la resolución desapareció, y manifestó deseos de tomar alimento. Aproveché este momento para que le presentara el seno una nodriza que había hecho buscar. Aceptó este alimento. La con- valecencia se hizo sin dificultad, y con la lactancia se restablecieron las funciones, y el niño ha vuelto á reco- brar su salud y robustez anteriores. Observación 26*-(Del Sr. D. Eduardo Licéaga.) -El niño O. O., de cinco años de edad, que habitual- mente comia con mucha moderación alimentos de fácil digestión, tomó chícharos en abundancia el dia 6 de Abril de 1872. Durante la media noche presentó un meteoris- 29 mo enorme; los ojos estaban inyectados, y tuvo dos ac- cesos eclámpticos bien marcados, y convulsiones irregu- lares. Le hice poner pequeñas lavativas y después un pur- gante, que hizo venir una abundante deposición, en la cual se encontraron los chícharos. Los accesos eclámpticos desaparecieron; vino después, como consecuencia de la flegmasía intestinal y de la obs- trucción momentánea, una peritonitis limitada y otra serie de accidentes que no tienen relación con el primiti- vo, y de los cuales llegó á curar al cabo de mucho tiempo. Observación 27?-(Del 8r. D. Eduardo Licéaga.') -El niño N. D., de dos años y medio de edad, comenzó á tener malestar sin causa apreciable: por la noche, agi- tación, insomnio, convulsiones dos veces, y después es- tremecimientos musculares frecuentes; inyección profun- da de la conjuntiva ocular; calentura, anorexia y sed; postración é indiferencia. Examiné el vientre que á la percusión daba un sonido oscuro en el colon ascendente y en el ciego; y aunque no pude obtener ningún indicio de empacho por el conmemorativo, no vacilé en atribuir el estado que encontraba á un atascamiento intestinal seguido de síntomas reflejos de la naturaleza de los que llevo indicados. Administré un purgante de magnesia, un enema antiespasmódico y purgante, y pequeñas dosis de valerianato de amoniaco al interior. A las doce horas de este tratamiento, las materias intestinales habían ca- minado hasta la S ilíaca, y al siguiente dia la expulsión completa hizo desaparecer los accidentes cerebrales: re- cobró el apetito y la alegría, y volvió á su estado normal. 30 Observ ación 28? *-"Un alumno de esta Escuela, cursante hoy de cuarto año (Sr. lucían), fué atacado una noche de accesos epileptiformes muy caracterizados y repetidos: el Sr. Labastida que lo asistía, lo sometió, des- pués de haber ensayado sin éxito algunos medios, á una medicación evacuante: le ordenó una onza de kousso, y media hora después la misma cantidad de aceite de rici- no. Con este evacuante enérgico, expulsó una gran can- tidad de materias, que según me ha dicho, semejaban á un musgo; unos huesecitos de capulín, que' por lo reblan- decidos que estaban, se deducía que habían sido ingeri- dos hacia ya tiempo. Inmediatamente después de la ex- pulsión de estos cuerpos, los ataques han desaparecido de una manera completa; solo le quedaba un estado ner- vioso marcado, que se hace más notable, cuando toma alimentos indigestos, ó en mayor cantidad de lo que acostumbra. El mismo señor me refirió también un caso de eclampsia en un niño, curado después de la adminis- tración de un purgante enérgico que le hizo expulsar una gran cantidad de alimentos no digeridos, como frag- mentos de col y otros. Esto prueba que las causas que en los niños producen la eclampsia, desarrollan en las otras edades otra neurosis, la epilepsia." Observación 29?-{Recogida por G. Vargas.)-El 28 de Julio de 1872 presentaron en la consulta de la Ca- sa de Maternidad un niño de cuatro años de edad, del- gado, pálido; no había padecido mas que algunas diar- reas, varioloides y sarampión. Hacia ocho dias había co- mido frutas que no estaban en su completa madurez, y según se expresó el niño, tres horas después tuvo náu- * Esta observación la he tomado, por juzgarla de interes, del tomo III del periódico "El Porvenir," de un artículo del Sr. D. Juan Campos, intitu- lado: "¿La epilepsia en qué circunstancias conduce á la locura? ¿Cuál es su etiología? ¿Cuál su tratamiento? Véase la página 215, párrafo segundo. 31 seas y cólicos: al clia siguiente, deposiciones, medio lí- quidas, amarillentas, poco abundantes, con algún tenes- mo. Al amanecer del dia 28, en que lo llevaron á la con- sulta, Labia tenido algunas convulsiones irregulares, de poca duración, pero por accesos. Se le percutió el abdo- men, se encontró un sonido oscuro al nivel de la fosa ilíaca derecha y colon ascendente, y liabia dolor en este lugar. Prescripción.-Purgante de aceite de ricino. Bál- samo tranquilo al dolor. Dieta de atole. Dia 30.-En el transcurso de las cuarenta y ocho ho- ras hizo trece deposiciones, arrojando en las primeras pedazos de corteza y semillas de manzanas, peras, etc. Las convulsiones desaparecieron. Los signos locales del atascamiento intestinal desaparecieron también. Pres- cripción.-Aumentar los alimentos. Agosto 1?-Las evacuaciones alvinas, son naturales. El estado general satisfactorio. Observación 30:.1-(Del Sr. D. Eduardo Liceaga.} -El niño G. F. al ser destetado, adquirió el hábito de co- mer cuantos objetos alimenticios ó no alimenticios caían á sus manos. Le curé de empacho de sustancias varia- das, que le habían producido diarreas catarrales ó colitis. En una de esas ocasiones sobrevino calentura remitente: desde el principio se quejaba de dolor en el vientre, y pu- de localizarlo en el colon, en el punto en donde se hace, de ascendente transverso, y aprecié un tumor alargado, sin límites bien determinados, y dando sonido oscuro á la percusión. La constipación y el meteorismo, unidos álos caractéres anteriores y á la ansiedad y agitación, me de- mostraron la existencia de una obstrucción intestinal. La combatí con un ligero purgante aceitoso, y con lavativas pequeñas de valeriauato de amoniaco, pero sin éxito. A instancias del padre administré el añil; pero no confiando en su eficacia, lo asocié á la magnesia. A pesar de que es- 32 to produjo algunas deposiciones teñidas de azul, ni el tu- mor cambiaba, ni el estado general mejoraba. Al cuarto dia, como se observaran estertores sub-crepitantes en el pulmón izquierdo, administré un vomitivo enérgico. Este agente produjo el efecto que no habia logrado determi- nar las otras medicinas: una abundante evacuación alvi- na, en la que se encontraban granos de elote y otras sus- tancias sin digerir, hizo desaparecer el tumor, el meteo- rismo y el dolor. El curso de las materias fecales se res- tableció. Observación 31?-(Del 8r. D. Eduardo Licéaga.) -El niño V. G., que fué el sugeto de la observación 8?, se lia vuelto á enfermar, y me ha ofrecido un caso de em- pacho con una expresión sintomática diferente: comenzó á tener deposiciones y calentura sin que se pudiera ave- riguar entre las personas que le cuidan la causa que ha- bia determinado la enfermedad. Las deposiciones eran poco abundantes; la calentura se hizo intermitente. Ni ésta cedió á los medios antipe- riódicos, ni aquellas á las bebidas emolientes y digesti- vas: administré purgantes y vomitivos, y el enfermo ar- rojó sin digerir los alimentos que habia tomado la víspe- ra del dia en que comenzó la enfermedad. Desde entonces cesó la calentura, y algunos dias des- pués la diarrea catarral, de que está ya curado. Observación 32?-(Del Sr. D. Juan María Rodri- gues.')-Entre la multitud de casos que lie podido obser- var en mi práctica con relación á lo que los médicos me- xicanos conocemos por empacho, quiere decir, embara- zo., estorbo, dificultad, indigestión causada por el deteni- miento de sustancias alíbiles ó no alíbiles en algún punto del tubo intestinal, éste, que hasta hoy guardaba inédi- to, me parece de suma importancia. 33 D. J. de la S. (Hortaliza de D. Cárlos Pigh en el Cam- po-florido), septuagenario y que estaba conceptuado por uno de los mejores bebedores de su tiempo, comenzó á quejarse de fuertes dolores pungitivos de vientre á prin- cipios del año de 1853. Su salud hasta esa época, á pe- sar de su mal hábito, no habia tenido quebrantos, dig- nos al ménos de llamarse enfermedades: comia muy bien y dormía mucho mejor. Encargado de su curación, por ra- zones que no es del caso apuntar, pues no era médico aún sino estudiante de 49 año de medicina, le reconocí, y observé que en la región del vientre de donde partían sus sufrimientos habia un tumor duro, doloroso siempre; y más á la presión por leve que fuese, del tamaño del pu- ño, lleno de abolladuras, situado hácia la derecha del epigastrio y formando cuerpo con el estómago, mas bien que con el hígado: éste nada presentaba de particular. Por la percusión se producía un sonido oscuro en la zo- na ocupada por el tumor. El enfermo, á más del acerbo y casi continuo dolor pungitivo que tenia su asiento allí, sufría de náusea pertinaz, á veces vómitos de mate- rias muco-biliosas, y á ocasiones sanguinolentas, agrios y regurgitaciones. La demacración hacia progresos ince- santes muy perceptibles. Yo creí que se trataba de una afección cancerosa del estómago, y desesperando del ali- vio, y aun más todavía de la curación, expuse á la fami- lia la suma gravedad del caso, y la insté con vehemencia á que ocurriese á otra persona autorizada y mas compe- tente que yo para que se encargase de la asistencia del paciente. El sesgo que aquellas gentes dieron á la difi- cultad, fué provocar una junta de facultativos, y tuvieron la bondad de concurrir conmigo los Sres. D. Miguel Jimé- nez, Pascua y el difunto D. Juan Ceballos. El juicio que formaron los consultados fué el mió, ni más ni menos: en cuanto al plan curativo me recomendaron los medios paliativos empleados en casos análogos. 34 La existencia de aquel infeliz fué haciéndose insopor- table, como á su familia, que le veia sufrir, y yo ya ha- bía agotado cuanto Grisolle recomienda en su obra con- tra el cáncer del estómago. Cinco meses y dias de dolo- res agudísimos, de náusea, de basca, de insomnio, etc., etc., hacían esperar ya un próximo fin: la extenuación era extrema, pero sobrevino un incidente que le salvó la vida. Una bronquitis sobreaguda que sobrevino á un resfriado, me obligó á echar mano de un vomitivo de polvos de raíz de ipecacuana. Pocas horas después de esto fui llamado con premura para que viese los anima- les (textual) que había arrojado el enfermo por la acción del medicamento. Cuando llegué á su lado, yacía en su cama postrado de debilidad, yerto, y no se quejaba ya como de costum- bre. Francamente creí que estaba cerca del término fa- tal. Le prescribí una pocion estimulante difusiva y una friega con tintura de mostaza y vino aromático. Después fui á examinar las materias del vómito. Aquello que para las gentes que tenia á mi derredor eran animales, no era más que una porción considerable de la delgada, aunque muy resistente película, (encloca rpo) que envuel- ve al suculento parenquima de la naranja, y de la cual pendían aún muchísimas vejiguitas de dicho parenqui- ma, al parecer no alteradas; otras muchas casi destrui- das, pero adherentes todavía al endocarpo por medio de sus delicadísimos filamentos. Todo ello fluctuaba en una considerable cantidad de mucosidades gástricas biliosas: agua sucia, materiales sedimentosos de color oscuro y algunos rasgos de sangre pura. La familia, que prodiga- ba al infeliz anciano una asidua y cuidadosa asistencia, me pretextó que no se imaginaban siquiera cómo y cuán- do había tomado aquella naranja; y el paciente mismo había perdido el recuerdo de la última vez que gustó de esa fruta, de tal manera, que fué preciso excitarle á que 35 refrescase su memoria sobre este punto, de tan alta im- portancia para mí. Después de una exquisita investiga- ción, resultó que cuando menos hacia seis meses que no tomaba fruta, y que su enfermedad precisamente habia estallado pocos dias después de la fiesta de Navidad del año de 1852, en que tomó naranjas, jicamas, plátano, etc., por la noche. Volví á verle en la noche: le encontré repuesto, algo mejor de la bronquitis; y lo que me llamó más la atención, fué que casi no se quejaba del vientre. Reconocíle, y con gran sorpresa advertí que el tumor habia desaparecido completamente, y con él los demás síntomas que le molestaron durante tanto tiempo. Poco á poco se fué reponiendo su constitución; mas por des- gracia volvió á beber aguardiente, y al cabo murió de una diarrea incorregible. El hecho de la detención por tanto tiempo de la pelí- cula de los gajos de naranja, de lima, etc., etc., no es por cierto una novedad para los prácticos mexicanos; pe- ro sí lo es que este embarazo pueda persistir durante tanto tiempo. Yo he visto varios casos de empacho por esta causa, pero casi siempre las películas fueron arro- jadas en un plazo de tiempo que dista mucho de ser el que transcurrió en la observación que acabo de consig- nar; siendo de advertir, que teniendo por asiento el es- tómago mismo, y habiendo estado éste tenazmente ur- gido por la basca, no se hubiera logrado su expulsión si- no hasta que un emético vino á hacer mucho más enér- gicos y eficaces los esfuerzos de la naturaleza. La venida del alivio después del desembarazamiento, no deja duda de que el empacho determinaba los fenómenos objetivos y subjetivos que hicieron creer en la existencia de una degeneración cancerosa del estómago. La siguiente observación prueba también que el em- pacho puede prolongarse por mucho tiempo. El alumno de nuestra Escuela D. Miguel Sierra fué 36 visto por D. Francisco Soto para que asistiese á su hijo, de edad de diez y ocho meses, quien desde su salida de León (Estado de Guanajuato) á la fecha, que hacia ya dos meses, sufría de una diarrea continua, basca perti- naz, inquietud, aniquilamiento, insomnio, etc., etc., lo que tuvo por punto de partida haberle dado á comer unos gajos de lima. El Sr. Sierra le prescribió desde luego un emeto-catártico (aceite de ricino y jarabe de ipecacuana), por cuyo medio expulsó ese mismo dia en medio de abun- dantes heces, las películas de la lima bastante alteradas. El niño siguió después bien, y hoy se encuentra en Pue- bla sin novedad. Poseo otros muchos casos de empacho; mas como no son mas que la repetición de los que llevo escritos, los omito en obsequio de la brevedad. De las historias clínicas que se acaban de leer, se des- prenden observaciones muy interesantes. Desde lue- go vemos que una sola causa, la detención de las ma- terias ingeridas en alguna parte del tubo gastrointes- tinal, ha originado variados accidentes, desde la simple diarrea con supersecrecion mucosa, como lo prueba la observación 14? hasta la de inflamación sobreaguda co- mo en el caso referido por mi apreciable maestro el Sr. D. Miguel Jiménez en la primera observación: produce también la obstrucción intestinal, como lo demuestran las observaciones 20?,21? y 22? y accidentes cerebrales, co- mo en las 23?, 24?, 25?, 26?, 27?, 28? y 29? Hay también otros casos en que el diagnóstico del em- pacho es desfigurado por alguna causa, como se ve en la observación 32? del distinguido profesor Sr. D. Juan Ma- ría Rodríguez. Así, pues, pueden muy bien formarse cua- 37 tro grupos principales, en los que ya el Sr. Licéaga los ha dividido, y son los siguientes: Primer grupo.-Accidentes de excitación gastro-intestinal. Segundo grupo.-Accidentes de obstrucción. Tercer grupo.-Accidentes cerebrales.* Cuarto grupo.-Comprende los accidentes extraños que pueden desfigu- rar la expresión de la enfermedad. Esta es la división natural de los desórdenes ocasio- nados por la detención de las sustancias ingeridas en una parte del tubo gastro-intestinal: esta única causa es de tal importancia, que á las distintas enfermedades que produce, las hace variar en su siutomatología, su mar- cha, duración y terminaciones, así como en su pronósti- co y tratamiento, como después lo veremos. Pero antes quiero fijarme en la definición del empacho. El Sr. Li- céaga lo define así: "Empacho es la detención en una parte del tubo digestivo de una sustancia alíbil ó no ali- bi!, que da lugar á diversos fenómenos locales y genera- les graves." El Sr. Rodríguez, en la observación 32?-, he- mos visto que lo considera como embarazo, estorbo, difi- cultad, indigestión causada por el detenimiento de sustan- cias alíbiles ó no alíbiles en algún punto del tubo intesti- nal: ambas definiciones me parecen buenas, pues las dos explican de una manera clara, lo que es la enfermedad de que tratamos. ¿Puede considerarse como una entidad morbosa? In- dudablemente que sí. Después veremos que el conjunto de los accidentes producidos por la detención de mate- rias alíbiles ó no, tiene en sí mucho de característico. El eminente profesor de clínica interna, D. Miguel Ji- * Sobre la importancia de los accidentes cerebrales, ocasionados por el empacho, llamó la atención de la Sociedad Familiar el Sr. D. Miguel Ji- ménez, y estableció este tercer grupo. 38 menez ha dicho en la Sociedad Familiar de Medicina, en la sesión del 11 de Setiembre de 1871, estas significa- tivas palabras, que fueron aceptadas: "La cuestión del " empacho es de suma importancia; no cabe duda que " es una entidad morbosa especial, que tiene derecho á lu- "gar en el cuadro nosológico. El asunto es enteraraen- " te nacional; solo nosotros lo creemos y conocemos, pues " que nuestros compañeros extranjeros lo han tenido "á fábula." Ciertamente, el empacho lo han negado los extranjeros, y una prueba de esto, la tenemos en la observación primera del Sr. Jiménez, en que no sola- mente por las ideas fisiológicas que entonces reinaban, sino porque el Sr. Jecker no creia en el empacho, des- echó la indicación del Sr. Jiménez. Por otra parte, los autores extranjeros, al ménos los que yo conozco, no llaman absolutamente sobre este punto la atención. Una vez asentado lo que se entiende por empacho, paso á describir, aunque someramente por no hacer difu- sa esta Tésis, primero, la parte histórica; segundo, la etio- logía; tercero, la patogenia; cuarto, la marcha, duración y terminaciones; quinto, la sintomatología y diagnósti- co; sexto, el pronóstico; sétimo y último, el tratamiento. HISTORIA. Todos los médicos saben, pero especialmente los que se han dedicado al estudio de las enfermedades de la in- fancia, que la práctica de la medicina en los niños seria imposible sin el auxilio de las madres: ellas solamente pueden suplir lo que falta á un examen en que se care- ce de los síntomas subjetivos: ellas son las primeras en observar la aparición de una enfermedad en sus mas fu- 39 gaces manifestaciones: ellas las que espian con vigilante solicitud las menores perturbaciones funcionales, los cam- bios rápidos ó pasajeros en la marcha de las enfermeda- des, las terminaciones naturales y los efectos de las me- dicinas. A las madres de familia se debe quizá en Mé- xico el conocimiento del empacho, ó al menos la conser- vación de este hecho tradicional que ha llegado á ser tan vulgar en nuestro país, que deciamos al principio de es- te trabajo que no hay señora que no crea conocer el em- pacho, y que no se precie de saber curarlo. Es probable, sin embargo, que si el conocimiento de esta enfermedad hubiese sido exclusivamente del vulgo, se habría ya per- dido como tantos otros, si no le hubieran prestado su prestigio los médicos. No poseemos documentos que nos prueben desde qué época los hombres del arte, en nuestra patria, conocen esa forma de la indigestión y sus medios curativos; pero sí estamos seguros de que es antigua. Tampoco conocemos obra alguna didáctica que se ocu- po de este asunto; mas las publicaciones periódicas que se han hecho desde la época en que se fundó la Escuela de Medicina, refieren observaciones de empacho bastan- te detalladas. Los médicos contemporáneos los reconocen todos, y los Sres. Jiménez y Lucio, en sus respectivas lecciones, han procurado vulgarizar la idea de la existencia de esa causa de enfermedad en la infancia, y últimamente, la Sociedad Familiar de Medicina, al emprender la discusión de que ántes hablé, ha procurado bosquejar el cuadro del empacho en los niños. 40 ETIOLOGIA. Nada más variado que los diversos cuerpos que pue- den ocasionar el empacho: sin embargo, todos pueden referirse á dos grupos: primero, sustancias alimenticias que por algún motivo vienen á ser indigeribles; segundo, sustancias que por su naturaleza son incapaces de ser digeridas. Entre las primeras, mencionarémos la leche de diversos animales y otras sustancias con que se suele alimentar á los niños de pecho, como lo prueban algunas de las observaciones anteriores, principalmente la 16? Otras veces, en niños de más edad, diversos alimentos, como los frijoles y el huevo en la observación 19?; el po- llo y el plátano, en las observaciones 23? y 3? del Sr. D. Miguel Jiménez; los chícharos, pedazos grandes de car- ne, los granos de elote, los huesecitos de capulín, los eu- docarpos de lima, de naranja, los dátiles, los huesecitos de tuna, las semillas de la granadita de China, etc. Muchas de estas sustancias las hemos visto figurar ya en las ob- servaciones mencionadas. Las sustancias alíbiles, vienen á ser indigeribles por varios motivos. El exceso de la alimentación en los ni- ños de pecho, ó la alimentación inadecuada, es origen de empacho en la primera edad. En la época del destete el darles á los niños, cuando su dentición aun no es com- pleta, costillas de carnero, aloucitos de pollo, etc., hace que no solamente tomen la carne, sino que les arrancan pedazos de cartílagos, que son indigeribles. En esta épo- ca, también suelen darles pedazos de pan muy tostado, que algunas veces ingieren enteros. Algunos niños co- men con tal rapidez, que casi no mastican los alimentos, ó comen los pedazos enteros, como acabo de decir, y en- tonces sucede que éstos no sufren la acción de la dias- 41 tásis salivar, y se comprende por que vienen á ser mo- tivo de empacho. Cuando están los niños en su primera erupción den- taria, y que comienzan á comer sustancias variadas des- pués del destete, es muy frecuente que se enfermen, porque las niñeras, por un exceso de cariño, ó por callar- los cuando lloran, les dan cuantas golosinas comen ellas. He dicho que hay otras sustancias que por su natu- raleza son indigeribles, y que los niños, en su glotonería é ignorancia ingieren: tales son, por ejemplo, los rizos de papel y las hebras de tapete, que nos refiere el Sr. D. Miguel Jiménez, en sus interesantes observaciones 2? y 24?; los pedazos de vestido, como en las 11? y 14?; la tier- ra, como en la observación 6? del Sr. D. Eduardo Licéa- ga, etc., etc. Hay veces que los niños comen sustancias que no so- lo van á producir accidentes por su detención, sino que por su larga permanencia en los intestinos, entran en putrefacción, y obran entonces como verdaderos vene- nos, ó son por sí mismo venenosos. PATOGENIA. El mecanismo de las perturbaciones que trae consigo el empacho, se deduce tanto de las observaciones que quedan referidas, como del estudio de los fenómenos de la digestión fisiológica. Cuando el cuerpo extraño que se detiene en un punto del tubo gastro-intestinal, es in- capaz de ser digerido, produce accidentes variados: si permanece en el estómago, excita inútilmente la secre- ción del jugo gástrico que no podrá obrar químicamen- te sobre él; determina contracciones peristálticas, que tienden á hacerlo caminar, ó bien movimientos antiperis- tálticos que causarán el vómito: si éste es eficaz pa- ra expulsar el cuerpo extraño, los accidentes cesan rá- pidamente; si no es así, el fenómeno continúa repitién- dose cada vez que se ingieren nuevos alimentos ó be- bidas: suelen otras veces despertarse acciones reflejas que se transforman en convulsiones, ó provocan una con- gestión cerebral. Si la sustancia que se detiene es ali- menticia, no puede ser atacada por el jugo gástrico, por- que éste se secrete en pequeña cantidad, ó bien por- que sea escaso relativamente á la masa de alimentos: és- te no puede ser digerido; ó por último, el volúmen del quimo es tal, que dilata extraordinariamente las paredes del estómago y paraliza sus movimientos. En los tres casos, obra como cuerpo extraño y puede producir los desórdenes que dejamos mencionados. Si el cuerpo extraño ha pasado al intestino acelera los movimientos de este órgano por la excitación que pro- duce en el lugar en que se ha fijado; por esta misma ra- zón aumenta la secreción intestinal ó la pervierte. La irritación produce, ó esta simple perturbación ó los ac- cidentes que constituyen el catarro, ó la inflamación, ó la ulceración de la mucosa intestinal: la intensidad de estos fenómenos depende de la naturaleza del cuerpo extraño, de su forma ó del tiempo que ha permanecido en la cavidad. Si la sustancia es alimenticia, se agrega á las causas anteriores de desórdenes la descomposición pútrida que aquella sufre por su larga permanencia en el canal digestivo. Si el volúmen del cuerpo extraño es muy considerable, ó su presencia produce la parálisis al derredor del punto en que está detenido, las materias que vienen detras se detienen á su vez y forman un obs- táculo que obstruye el calibre del intestino: esto explica los fenómenos de oclusión que á veces acompaña al em- pacho. 42 43 Las sustancias que determinan esta enfermedad obran á veces á la manera de los gusanos intestinales, y como ellos, provocan por acción refleja, las convulsiones, la con- gestión, y diversos accidentes que se pueden referir á es- te mismo orden de fenómenos. Las perforaciones del apéndice cecal producen la pe- ritonitis, y según me ha dicho el Sr. Licéaga, la misma enfermedad trae consigo los accidentes avanzados de la oclusión intestinal. MARCHA, DURACION Y TERMINACIONES. La marcha, duración y terminaciones, están subordi- nadas á la lesión anatómica y al tiempo que permanez- ca el cuerpo extraño en el interior: así, cuando una en- tero-colitis es el resultado del empacho, éste durará mientras persista la causa que lo ha producido; pero una vez quitada ésta, serán combatidos los síntomas infla- matorios por los medios antiflogísticos, y la duración dependerá entonces de la lesión anatómica y del estado general que aquella haya producido. Se puede decir de una manera general, que la marcha y duración de esta afección, está subordinada al diagnóstico y tratamiento; que una vez expulsados los cuerpos extraños por los me- dios evacuantes, la enfermedad será de muy corta dura- ción, y muchas veces el mal desaparecerá instantánea- mente. Raras veces el empacho se termina por la muerte, ex- cepto en los casos en que las complicaciones son muy graves: así, algunas ocasiones la presencia de un cuerpo extraño en el intestino, trae por consecuencia la infla- mación, la ulceración, la ruptura y la peritonitis conse- 44 cativa, como muchas veces lo lia observado el Sr. D. Mi- guel Jiménez. Estas consecuencias terribles, vienen al- gunas veces por error de diagnóstico: entonces se com- prende que desconociendo el mal, éste haya seguido una marcha y llegado á un fin tan deplorable, que la admi- nistración oportuna de un evacuante hubiera preveni- do. Hay, sin embargo, ejemplos de que todos estos acci- dentes no han podido conjurarse, porque el cuerpo ex- traño ocupe el apéndice vermicular del ciego, habiendo sido entonces ineficaces los purgantes. En los niños de nuestro pueblo se ven muchos casos terminarse por la muerte; esto es debido principalmen- te al descuido de los padres, porque no ocurren al auxi- lio de la medicina sino cuando la enfermedad ha hecho muchos progresos. A esta causa creo que se refieren tantas defunciones por empacho, que están consignadas en las estadísticas del Registro civil. Solamente en el año de 1871 están apuntados veintisiete fallecimientos por empacho, según consta en la estadística de mortali- dad formada por mi apreciable amigo el Sr. D. Gusta- vo Ruiz y Sandoval, en su interesante Tésis inaugu- ral. El estar consignado en las oficinas del Registro civil los fallecimientos, bajo la denominación de empa- cho, es una nueva prueba de que la mayor parte de los médicos lo consideran como entidad morbosa, pues hoy solo éstos están encargados de dar los certificados de defunciones. 45 SINTOMATOLOGIA Y DIAGNOSTICO. Siendo el empacho causa de tantos desórdenes como hemos visto, la sintomatología es la de todas las afec- ciones que aquella produce; sin embargo, en todas ellas hay algo de característico: como hemos visto en todas las observaciones anteriores, hay una diarrea más ó menos abundante en la mayor parte. Algunas veces se puede sentir al través de las paredes abdominales un tumor abollado y alargado, más ó ménos renitente, doloroso á la presión. Si se percute el abdomen, un sonido más ó ménos ose aro revela el lugar donde las materias extra- ñas se encuentran detenidas. El punto donde más fre- cuentemente se encuentran, es, por orden de frecuencia, primero, la S ilíaca; después viene el ciego, el colon transverso, algunas veces el intestino delgado, y por úl- timo el estómago. Con estos signos y el conmemorativo, que es de suma importancia, fácilmente se llega al diag- nóstico de la enfermedad: sin embargo, hemos visto mu- chas veces que el conmemorativo no nos enseña nada, ya sea porque las personas que cuidan á los niños niegan haberles dado, ó consentido que coman, tal ó cual sus- tancia, por temor de ser reprendidas, ó ya sea porque habiéndose descuidado, los niños han tomado algo ocul- tamente, que ha venido á ser la causa de los desórdenes que estamos presenciando, y que muchas veces, faltando los principales signos, es desfigurada la afección por sín- tomas extraños, como en los casos que pertenecen al cuarto grupo: estas veces, solamente la administración de un evacuante viene á esclarecer toda duda, haciendo desaparecer casi instantáneamente toda clase de acciden- tes, y demostrando el cuerpo que los ha producido. 46 PRONOSTICO. Hemos visto que el pronóstico está subordinado al diagnóstico de esta afección, pues si se llega á descono- cer la enfermedad, ésta empeorará, se llenará de com- plicaciones, y los niños sucumbirán casi irremisiblemen- te. El caso de los señores Jecker y Jiménez es conclu- yente: habla en efecto una colitis sobreaguda, pero sos- tenida por una causa mecánica, que diagnosticó el Sr. Jiménez perfectamente, llegando á sentir en la fosa ilía- ca derecha la existencia de un tumor: aconsejó la ad- ministración de un evacuante, yfué desechada la idea por el Sr. Jecker, quien la juzgó irracional, estando entonces imbuido en las ideas de Broussais. Más tarde la autopsia reveló de una manera notoria la exactitud del juicio del Sr. Jiménez. Otras veces, si los niños sucumben, es porque los pa- dres ocurren á un médico, cuando la enfermedad de sus hijos ha tomado mucho incremento; pero, generalmen- te hablando, el pronóstico no es grave. TRATAMIENTO. Antes de hablar del tratamiento adecuado, diré algo sobre lo que usa la gente del pueblo generalmente. Las madres, pocas veces se equivocan en el diagnóstico del empacho, y sobre este punto, con mucha razón ha di- cho el Sr. D. Miguel Jiménez á la Sociedad Familiar de Medicina, en la sesión del 11 de Setiembre de 1871, entre otras cosas lo siguiente: "Las madres, con su há- 47 li bito de observación profunda, nos han enseñado el ca- " mino: ellas sienten, aun en el olor de los vientos, cuando " sustancias indigestas causan el empacho: administran "una cucharada de manteca con tequezquite, que hace " el oficio de purgante, y sale el empacho, como ellas " dicen. No cabe duda que las madres (mexicanas) son " más observadoras que nosotros, y mejores médicos, al- " gimas veces, para sus hijos: ellas son las que de ordi- " nario nos ponen en la vía de la enfermedad, y como " decía ántes, nos enseñan. Honroso es para nuestras " mujeres esa observación, ese desvelo y cuidados asi- " dúos, con que hacen resaltar su amor materno; dón " nacional, llevado quizá hasta la exageración, pero que "repito con gusto, mucho las honra y enaltece." Ellas son, en efecto, las que nos ponen en la vía de la enfermedad. El remedio que usan mas generalmente, es la manteca con una pequeñísima cantidad de tequezqui- te. Los señores D. Juan María Rodríguez y D. Manuel Domínguez lo usan siempre con muy buen éxito. El Sr. Licéaga usa simplemente la manteca. Algunas personas del pueblo dan la manteca asocia- da á otras sustancias, usando la composición siguiente: una cucharada de manteca y otra de aceite de oliva con un poco de tequezquite blanco y añil-flor, endulzado to- do con azúcar. Esto obra también con buen éxito, como lo comprueba la observación 19? El añil-flor, dado solo, lo usan también mucho, tiene la composición siguiente: Además de una resina roja, soluble en el alcohol, tiene otra, rojo-verdosa soluble en el agua, carbonato de cal, alúmina, silisa, óxido de fier- ro en mucha cantidad: contiene además un principio in- mediato, descubierto por Chevreul, llamado indigotina. * * Análisis tomado del Diccionario de Medicina de P. H. Nysten. Undé- cima edición, del año de 1858, página 743, art. Añil. 48 ¿Cuál de estas sustancias obra como purgante? ¿Las re- sinas? No lo sé, ni tampoco lo he visto usar: las veces que el Sr. Licéaga lo ha aplicado, según me ha dicho, no ha obtenido ningún resultado satisfactorio. El mercurio metálico lo administran también muy fre- cuentemente. Algunos médicos mexicanos que lo han visto aplicar, me han asegurado que obra bien: no ten- go sobre esto ninguna experiencia, pero lo creo peligroso. En fin, hay otras prácticas entre la gente del pueblo, más ó ménos absurdas, como sacudir fuertemente á los niños para que arrojen el empacho, magullarles el vien- tre, golpearles la región sacra, etc., etc., sobre las cuales no me detendré. Los médicos de la Sociedad Familiar, recomiendan en general este procedimiento, que, en mi concepto, siem- pre debe seguirse, y es lo que demuestran las observa- ciones anteriores. Comienzan por dar un vomitivo, bus- cando en él su doble acción emeto-catártica, prefirien- do en este caso la ipecacuana: si el empacho es gástrico, es decir, ocasionado por la detención de materias extra- ñas en el estómago, éstas serán expulsadas: si están en los intestinos, también lo serán si obra como purgante, ó al ménos serán desalojadas favorablemente por los movimientos bruscos de todos los músculos que rodean la cavidad abdominal: así, muchas ocasiones al dar un vomitivo, aplicando un enema simple, es arrojado un empacho con mucha facilidad. Cuando esto no basta, en- tonces se administra un purgante, bastando en la ma- yor parte de los casos, como lo prueban las observacio- nes anteriores, el uso del aceite de ricino, ó La manteca asociada á un poco de tequezquite. Pero si estos no produjeren el efecto deseado, es ne- cesario no vacilar en dar purgantes poderosos: así el Sr. D. Miguel Jiménez, tuvo necesidad de administrar dos gotas de aceite de cróton, al jóven de la observación 24?, 49 después de haberle dado un emeto-catártico y un pur- gante, sin obtener los efectos deseados; á inénos de que los accidentes producidos sean de excitación gastro-in- tcstinal, en cuyo caso se deben usar exclusivamente, purgantes suaves pero repetidos. Después de arrojadas las sustancias que causaban la enfermedad, solo queda por combatir las consecuencias que trajo consigo la de- tención de los cuerpos extraños: si es una entero-colitis, será combatida por los antiflogísticos y demás medios apropiados. En el caso de obstrucción intestinal, las in- halaciones de cloroformo y los antiespasmódicos segui- dos en su oportunidad de un purgante oleoso triunfarán de la enfermedad. Si sobrevienen accidentes cerebrales, se emplearán si- multánea ó sucesivamente los evadientes para desocu- par el tubo digestivo, y los revulsivos para desentorpe- cer los centros nerviosos y devolverles su acción sobre el mismo intestino y los demás órganos. Para terminar, solo haré notar cuán terribles serán las consecuencias de una colitis, por ejemplo, que oca- sionada y sostenida por la presencia de un cuerpo extra- ño, se esté combatiendo, por error de diagnóstico, por los absorbentes, astringentes ó narcóticos, pues estos medios, en lugar de quitar la causa, la están deteniendo más y más. De todo lo expuesto concluyo: que existe el empacho en los niños, y que con mucha razón lo considera el Sr. D. Miguel Jiménez, como una entidad morbosa, muy dig- na de ser colocada en el cuadro nosológico.