FACULTAD DE MEDICINA DE MEXICO. BREVES CONSIDERACIONES SOBRE LA NATURALEZA I TRATAMIENTO DEL LUPUS NO DIATÉSICO TESIS INAUGURAL Que para el eximen general de Medicina, Cirugía y Obstetricia, presenta al Jurado de calificación, MANUEL C. AGUILAR Alumno de la Escuela de Medicina de México, Miembro de la Sociedad "Filoiátrica y de Beneficencia de los alumnos de la misma Escuela," Ex-practicante de número del Hospital "Juárez." IMPRENTA DE BERRUECO UNOS. PRIMERA CALLE ANCHA NUMERO 12. MEXICO. 1885. A MIS TIOS AL SEÑOR JESUS SANGHSZ SANTA-ANNA AL MAESTRO EN PRIMERAS LETRAS, Profesor Luis G. Galinclo. AL MAESTRO RESPETADO Y QUERIDO, AL SABIO PROFESOR DE TERAPÉUTICA, jjlaititci AL EMINENTE CIRUJANO DOCTOR FRANCISCO MONTES DE OCA. A LOS DOCTORES Juan José v Nicolás Ramírez Arellano. ir AL CLÍNICO DISTINGUIDO OGTQñ EMETRIO EJÍA. A MIS AMIGOS LOS SEÑORES AL PROFESOR DE HISTOLOGÍA igual T, UNCA es más palpable la utilidad del médico práctico, nunca se reconocen y se manifiestan más sus facultades, que cuando logra arrancar de raíz una enfermedad repugnante y asquerosa, restituyen- do más ó menos á la forma primitiva, los órganos al- terados. La conservación de la vida es el objeto principal de nuestras tendencias, es lo que nos preocupa más en medio de nuestra miseria. Y sin embargo, ante la espectativa de una horrorosa desgracia como es la deformación completa del rostro, por una enferme- dad tan desastrosa como el Lupus; ante la cruel rea- lidad de verse marcado para siempre con un estig- ma indeleble, y en la región más manifiesta de nues- tro individuo, debe sobrecojernos la desmoraliza- ción más absoluta, debe reinar en nuestro ánimo el desaliento más profundo y el más terrible descon- suelo. La mayoría de los individuos será de opinión uná- nime al reconocer como más terrible la espectativa de tan atioz calamidad, que la muerte, fin y térmi- no de los goces y amarguras. Por eso el práctico que en virtud de su saber llega á corregir, mejoraré ali- viar por completo al desgraciado paciente, en quien la maldita plaga ejerce sus estragos, debe recibir en justo galardón el propio convencimiento de lo au- gusto de su sacerdocio, de la utilidad de sus cono- cimientos. Y justo es, en verdad, que á la par de los tristes desengaños que sufre continuamente, llegue el mé- dico á contemplar repetidas veces que el fruto de sus tareas no se ha perdido, que la tardía expe- riencia de largos años de vigilias y desazones, produ- ce sus efectos, recompensa con creces el trabajo que en adquirirla se ha empleado, y llega alguna vez á elevar al práctico al sitio dignísimo que se destina á los benefactores de la humanidad. H Curar cuando se pueda, aliviar cuando ménos, pero siempre consolar, n he aquí reasumida nuestra tarea. ¿Y dónde encontrarémos oportunidad mejor para la realización de este lema que nos marca el sendero laborioso y filantrópico que nos hemos tra- zado, sino al hallarnos frente á frente de una plaga horrenda que corroe traidoramente los elementos de un órgano, que destruye las proporciones, que des- figura las formas, que altera la armonía, que borra 8 9 los contornos, que hace, en fin, perder al rostro la expresión que debiera tener, que lo asemeja á los seres inferiores, que hace huir al individuo del trato social, de las funciones de relación que le diferencian de los irracionales, que le separan, en la escala zoo- lógica, fijándole su lugar preponderante? Allí está verdaderamente marcada la importancia, la utilidad, la necesidad del hombre que consagra su existencia al estudio de la humanidad en su miseria y en su elevación, en su pequenez y en su grandeza. Allí es donde luce grandiosa su inteligencia creado- ra, á la par que su memoria práctica, los principios y los métodos deductivos asociados á los procedi- mientos de inducción. Allí es donde se reivindica por completo, donde hace callar la voz murmuradora y envidiosa, ante la realidad de sus hechos, ante la aplicación de sus principios. ¡Tarea noble y bendita á la verdad! ¿Qué nos im- porta que en virtud de la ignorancia, de la hipocre- sía, de la envidia rastrera y miserable, se escarnezca villanamente la figura venerable de un grande hom- bre, se murmure de sus acciones ejercidas en fuerza de su saber, practicadas con el convencimiento de la honradez, la práctica y el ejercicio? Qué nos impor- ta que se esquive quizá su trato, que se le niegue la confianza, si tarde ó temprano aquella voz calumnia- dora puede callar debilitada por una afección, y esta afección hábilmente combatida por la ciencia, puede desaparecer ante el poder de un hombre, que venga así la injuria recibida? Cuando en medio del estudio continuo á que nos dedicamos nos cabe en suerte comprender ó adivinar el principio de la realización de nuestros afanes, es grato al corazón y á los sentimientos proseguir con anhelo, en la investigación de aquellos hechos. Por eso al entrever, mediante las indicaciones sabias que se nos han suministrado, el interés del punto que clejirnos para nuestro trabajo inaugural, no vacila- mos un momento en emprender su estudio. Débiles y pequeñas son nuestras fuerzas, pero teniendo en cuenta los escasos medios con que contamos para robustecer nuestra práctica, el honorable Jurado ad- mitirá benévolamente el imperfecto trabajo que pre- sentamos, y que quizá más tarde, en virtud de la ex- perimentación y de la práctica, pueda ser sancionado, ampliado ó corregido, pero que servirá siempre, aun en caso desgraciado, para atraer la atención de per- sonas competentes, hácia un punto digno de estudio y experimentación. Debemos en este lugar hacer patente nuestro re- conocimiento al ilustrado Dr. Miguel Cordero, por la eficaz ayuda que nos ha prestado, en la observa- ción de los casos á que nos referimos. 10 ARTROS roedor (herpes), Estiomeno (comer) Herpes estiomeno, Lupus vulgar, Lupus Willan ó Lupus; varios nombres que indican que esta enfer- medad no estaba bien estudiada, que se confundían distintos procesos, y por consiguiente, que de esa confusión no pudo surgir un tratamiento racional sino una serie de medicamentos ya internos, ya ex- ternos, recomendados los unos, inculpados los otros, pero que ninguno de ellos era capaz de llevar á buen término la afección única que hoy conocemos con el nombre de lupus vulgar, pues aunque se citan casos de curación, unos por el yoduro de po- tasio, otros por éste y el mercurio, los resultados posteriores y la observación minuciosa han conven- cido á los modernos de que se ha tratado de estados especiales, cuyas manifestaciones habían confundido 12 los antiguos con el lupus de Willan; entonces solo se había llegado á notar que ciertas afecciones tenían su sitio más frecuente en la cara, y se distinguían estos procesos en poco graves, que curaban, y muy peligrosos, sobre los cuales la terapéutica de aque- llos tiempos era absolutamente impotente, y lo es aún la actual. Celso refiriéndose á esas afecciones dicelo siguiente: nId ritiumjit máxime in superio- ribus par tibus, circa faciem, nares, aures, labia, mam- mas, feminarumfereque primum id Jit quod á Groecis nominatur: carcinoma, quod sino ulcere est; deinde ulcus ex es thymium. Tolli, nihil nosi cacoe- thes potest. Este vicio tiene su máximo en las par- tes superiores, cerca de la cara, narices, orejas, la- bios, mamilas etc., y esta premacía hizo que los Grie- gos la llamaran carcinoma, que aparece sin úlceras, después ulcus, timium. Nada les quitó esta mala costumbre-T. del A. No recordamos la fecha exacta en que Dolaens hizo su primera edición de un tratado especial de Enciclopedia quirúrgica racional, donde por la pri- mera vez (aunque sin distinguir claramente el carci- noma del lupus) dice á la letra que este es una afec- ción destructiva especialmente de la cara: naribus est ulcus quoddam máxime corrosirum et serpens allüs et diciturnoli me tangere, nonnullis,tentigo prava cocatur quibusdam etiam Lupus ob horrendam narium depas- tionem, incipit in quibusdam á mulé et, intempestive curato polypo in nonnullis sponte enascitur. (1) Hi (1) Enciclopedia Chirurgica rational, Lib. Io pág. 132. 13 affectus ergo secundura majus et minas diffetrun, quo enim causa pejor es gravior est malum. La na- riz es el lugar que, con preferencia á los otros, se corroe serpeando y se llama wnoli me tangere,w otros la llaman wtentigo prava cocaturw y algunos también Lupus w destruyendo horrendamente la nariz; empieza en algunos mala é intempestiva- mente á la manera del pólipo que, en algunos, na- ce espontáneamente. Luego estos efectos difieren en más ó en menos según la causa, porque si ésta es más grave, resulta un mal peor.-T. del A. La confección con varias afecciones duraba toda- vía en el siglo XVIII, en la época en que Larry en su tratado de las enfermedades cutáneas que se pu- blicó en París en el año de 1777, en su página 428 dice: Lupi (nómadas proserpentes) pustalee qyhy- matodes si suppurantes en cruribus et extremitatvcus senioaum. Los Lupus, manifestaciones erráticas, ya pustulosas ya supurativas, de los muslos y de los senos.-T. del A. Por esto vemos que bajo los nombres de carcino- ma y noli me tangere figuraban especial y regular- mente las ulceraciones de la cara, hasta que Willan y Bateman descubrieron el lupus localizándolo en la cara, y este último lo clasificó entre los tubércu- los, distinguiéndolo del proceso canceroso, solamen- te porque alguna vez curaba con medicamentos que nunca aprovecharon en la diátesis. Dolaens tuvo la desgracia de que nadie lo imitara hasta que Hebra, con sus trabajos, realizó el progre- 14 so fecundo en resultados sobre la terapéutica del lupus. También Hipócrates en su Proedictor hablando del herpes estiomeno, dice algo sobre el lupus, pero prin- cipalmente bajo el punto de vista del tratamiento, la parte que más ha preocupado desde entonces. ¿Si la lepra se creia lupus y son distintas las condicio- nes de desarrollo de estas enfermedades, un medica- mento podia combatir esas afecciones? evidentemen- te que no; tantas descripciones se dieron, tantos sín- tomas se acumularon de enfermedades diferentes, que es muy difícil reconocer por la lectura de los autores antiguos (quienes tenían una vaga idea del proceso) el lupus. Hay efectivamente cierta semejanza entre el cán- cer que principia y el lupus de Willan, pero esta se- mejanza, muy rara vez puede traer la confusión, si se conoce la entidad morbosa; sobre todo, tan distin- tas son las condiciones de desarrollo de esas entida- des, que un engaño de tal naturaleza solo era posible cuando no se contaba con el recurso de la Histolo- gía, que hoy nos sirve de tanto en la diagnosis, des- corriendo algo el velo que oculta los misterios que existen en la intimidad de los tejidos. Desde entonces, desde que Willan y Bateman hi- cieron este estudio, los patologistas han conservado íntegro el cuadro clínico del lupus, que no pasaba de estar bajo la forma aforística. Alibert trató de designar el lupus con la expresión general de dar- tros (herpes), pero por fortuna no encontró imitado- res; los dermatologistas siguieron la denominación de Willan, y de esto resultó naturalmente que se es- tudiaran más síntomas, que los observadores dirigie- ran sus miradas hacia una afección, si no idéntica, sí muy parecida, y entonces fué cuando se establecieron nuevas variedades y subgéneros para la forma del lupus, estudiándose: el lupus excedeos, non excedens, con ó sin tubérculos, un lupus tunüdus y un exube- rante. Otros señalaron catorce variedades más, que parece que no son otra cosa que los periodos por los que puede pasar un proceso único, el lupus, (2) enfer- medad no contagiosa, ni hereditaria, del tegumento externo y de las mucosas contiguas; caracterizada por erupciones de marcha crónica, por nudosidades duras indoloras, de color oscuro, del tamaño de una cabe- za de alfiler, enclavadas al parecer en la piel y que, en su desarrollo lento, crecen, forman infiltrados con- fluentes, se resuelven ó se ulceran, y dejan cicatrices verdaderas ó atróficas, de la piel. Como antes dijimos, esta afección se presenta ba- jo las formas más variadas, no siendo debidas esen- cialmente á ella, sino que vienen á ser la expresión de mil circunstancias de la marcha del proceso. Es- tas circunstancias son las generales, relacionándose no al carácter de una enfermedad, sino á las condi- ciones individuales que varían tanto con la edad del enfermo, ó su sexo; del sitio en que se presenta el lupus, y del período en que se hace la observación; por eso es casi imposible dar una descripción espe- 15 (2) Hebra y Kaposi. Enf. de la piel. Pag. 128-29 16 cial, y debemos seguirle en su marcha completa para aproximarnos á su conocimiento. Con Hebra y Ka- posi debemos hacer el estudio del lupus: 1. ° según sus caracteres generales, y 2. ° según los particula- res sacados de las circunstancias de que hablamos, pero no es nuestro objeto hacer una descripción de toda la afección luposa, porque demasiado se ha di- cho sobre ella; nada nuevo encontraríamos, y en lugar de esa repetición, que no haríamos fiel, trataremos de lo que en ella nos ha preocupado sobremanera, y que hace el objeto de nuestro incompleto estudio, su etiología, y su tratamiento; pero este tratamiento y esa etiología relacionados exclusivamente al lupus vulgar, sin tocar para nada esas manifestaciones de pendientes de una diátesis y que curan siempre que se haya dominado el estado especial que les presta condiciones adecuadas para su manifestación. No se nos escapa que habrá circunstancias en las cua- les el conocimiento de ese vicio constitucional se- rá demasiado difícil de traducir, por la falta abso- luta de signos apreciables, y en tal caso, es probable que nuestro tratamiento venga á presentarnos ese elemento de diagnóstico que nos hacia falta, y será tal vez una contraprueba para enseñarnos que trata- mos no del lupus específico sino del mal de Willan; de este conocimiento vamos á ocuparnos, pero antes de llegar á este punto, debemos empezar por reconocer la enfermedad que se nos presenta, y para ello recu- rrimos á los signos que le pertenecen y la caracteri- zan: ¿cómo conseguiremos llegar á ello? por el conoci- 17 miento de esos síntomas. Los trabajos en ese sen- tido son numerosos, pero por desgracia nada se lia alcanzado positivo sobre un éxito en el tratamiento, y respecto á las causas que le producen, se aventu- ran ideas que esperamos irán unificándose, fortale- ciéndose, y que de esa manera se llegará á registrar en la ciencia un nuevo progreso, una enfermedad nueva, puesto (pie ya caracterizada, conocida su pro- cedencia y su medicación, se olvidarán las mil deno- minaciones; donde existían mil hipótesis quedará una verdad; queremos contribuir á este adelanto con nuestro grano de arena, siendo los relatores del triun- fo alcanzado por el Sr. Dr. Cordero sobre el lupus vulgar. II. L lupus del tegumento externo, en su desarro- llo, está constituido, como lo indicamos, por nudosi- dades diseminadas, agrupadas ó dispuestas en lí- neas circulares, del tamaño de una cabeza de alfiler, redondas, bien limitadas, rojo-amarillentas, dispues- tas en el tejido cutáneo como si estuviesen hundi- das allí. La cara superior, apreciable á la simple vista, se encuentra á nivel de la piel; debajo existe una capa epidérmica brillante, á través de la cual se percibe, por trasparencia, la coloración; no son per- ceptibles al tacto, palidecen á la presión, pero sin desaparecer, y no lo hacen porque su coloración no es dependiente de una inyección vascular (una hipe- réniid) sino que resulta de una sustancia extraña depositada en la capa cutánea. 19 ¿Qué cosa es esta sustancia extraña? ¿Qué elemen- to de tejido? ¿Es producto nuevo? ¿Viene de ese te- jido ó viene del exterior? Las eflorescencias del lupus pueden ser al princi- pio tan pequeñas y aparecer á través de la epidermis como una mancha roja y que se puede confundir con una dilatación de los vasos capilares ó telangieo tásia, ó ser de mayor volumen, estar depositada la nudosidad profundamente, ó ser muy superficial. La coloración de las nudosidades es tan variable como su número, su marcha se puede decir (pie es cróni- ca; cuando nos ocupemos del tratamiento, indicare- mos lo que de él podemos deducir sobre la etiología del lupus, etiología que es muy oscura y lo será por mucho tiempo; pero carácter importante es (pie el lupus no principia al nacer, y no se nos diga que puede existir esperando una ocasión propicia para su aparición, como sucede, por ejemplo, en la escró- fula, pues que cu ningún autor encontramos apun- tado el caso de observación, en la época primera de la vida, ni hemos sabido que la herencia haya teni- do influencia alguna sobreestá afección, al contrario de lo que pasa en la diátesis. Las opiniones de los autores difieren casi por com- pleto al tocar este punto; con Bazin, otros muchos deciden que no es sino una manifestación de la es- crófula, y nos parece que las razones que aducen pa- ra profesar tal creencia están lejos de ser convincen- tes, pues que si esta enfermedad pudo manifestarse en individuos escrofulosos, también es cierto que no 20 aparece en muchos casos tipos de escrófula, y sí por el contrario en los que nunca han tenido manifesta- ción linfática; el hecho cierto es que su frecuencia mayor está en relación directa con la menor cantidad de medios de subsistencia y hábitos de limpieza; otro tanto sucede (según opinión de Niemeyer) con la sífilis congénita, que casi nunca dá lugar á la aparición del Estiomeno. ¿Qué, porque una afec- ción aparece en un individuo, que padezca un mal general, esa afección necesariamente debe ser depen- diente de ella? Así parece ser como lo entiende Ba- zin, pues que dice: "//c observado últimamente dos casos de lupus co- rar terminados por la muerte, y en los que á la au- topsia, no he encontrado nada sino las lesiones pro- pias del lupus y que pudieran hacerme creer en una identidad de naturaleza, con las otras afecciones es- crofulosas. Me preguntareis por qué no me apoyo en estos dos hechos para admitir un lupus idiopático. Y os contestaré-. Los lupus fibro-plásticos tienen caracte- res absolutamente iguales, y de esta identidad de ca- racteres en la especie, se está obligado á concluir en la identidad de naturaleza. El lupus idiopático no es otra cosa que una de las formas de la escrófula fija primitiva.\\ Como vemos por esta manera de pen- sar, si la naturaleza de la enfermedad estaba aún dudosa, más lo debía estar la etiología que, según Bazin, no seria otra cosa que la diátesis escrofulosa, y con él otros muchos dermatologistas pensaban de la misma manera. No tenían mucha i'azon, y la con- clusion de Bazin, si bien de premisas ciertas, no lo es ella, porque según su raciocinio, era admitir que los tumores de la misma especie tenían la misma na- turaleza, y sabemos que no pasa esto en los tumores de naturaleza variable; ojalá y pudiéramos concluir, cuando examinamos los elementos de dos tejidos que son semejantes, que en estos tejidos se desarrollará necesariamente y sin variación, afección determina- da; habríamos dado un paso gigantesco en la Clínica, y necesariamente en la Terapéutica; ojalá y al mirar á dos enfermos pudiéramos por la especie, deducir la naturaleza del padecimiento; los dos casos confesa- dos por Bazin y los dos que nosotros hemos obser- vado y de los que á su tiempo hablaremos, nos di- cen lo bastante para inclinarnos á la idiopatíadel lu- pus, sin que por esto queramos decir que no se pre- senta un lupus de naturaleza linfática y otras ve- ces sifilítica; Hebra y Kaposi están en la verdad, y los subgéneros por ellos establecidos nos parecen enteramente racionales. Los autores antiguos y mo- dernos admiten una estrecha relación causal entre la diátesis escrofulosa y la manifestación luposa, su- poniendo á ésta, simple manifestación de aquella, y así Rayer le llama stronious affeettion (afección es- trumosa) y Bazin escrofulida maligna-, Billroth sin decidirse de una manera marcada, admite también esa relación de escrófula y lupus; la conclusión es, que hacen de la diatésis la causa del mal de Willan; ¿pero todos los que profesan esta opinión están en lo cierto? evidentemente no, porque ni siquie- 21 22 ra lian fijado de una manera precisa qué es lo que debemos entender por la palabra escrófula. El vulgo y muchos médicos entienden por ella un carácter ó un tipo particular, que el desarrollo general del individuo le imprime, y á esto deno- minan estrumósis, escrófula, linfatismo; Hebra acep- ta que se llame escrofuloso á semejante individuo, pero nó como un nombre verdaderamente científico, sino como La expresión vaga de un estado (pie está lejos, de haberse determinado plenamente. Cree (pie cuando se hable de escrofulosos, nadie quiere referirse á la significación etimológica extricta de esta palabra; admite también, y así lo expresa en su tratado de Enfermedades de la piel, ((pie redactó en unión de Kaposi), que á la Escuela de Sáleme y á los importantes trabajos de Hufeland, la diátesis escrofulosa, debe haber sido introducida en la cien- cia como una entidad morbosa muy extensa es cier- to, pero perteneciendo á las discrásias particulares; necesariamente que de toda esta oscuridad vaga, podremos llamarla así puesto que tiende á desapa- recer, de esta confusión hasta hace poco sin límites de ninguna especie, la etiología de la afección, que estudiamos estaba demasiado resentida; hallaban los autores cierta facilidad en expresarse, en términos (pie nada decían, sobre lo que ignoraban respecto á etiología, y muchas veces quizá esta falta no era debida á ellos, sino á los pacientes (pie son incapa- ces de darnos pormenores sobre nuestras cuestiones ó porque las ignoran, (í por esa mala costumbre de 23 inventar por no quedarse callados. Parece de to- do esto (pie se tenia una predilección por la diátesis y (pie á ella se atribula todo, absolutamente todo lo que se presentaba bajo ciertas formas, como por des- gracia vemos aún respecto de la sífilis; para muchos prácticos este estado casi es necesario, y así, una enfermedad es rebelde á un tratamiento, la sostie- ne una diátesis; sigue una marcha un poco distinta, la sífilis es la causa; por estas razones no se había detallado el estado de las enfermedades de la piel. Para que podamos entrar de lleno en el estudio de la etiología del lupus, séanos permitido copiar la de- finición que de diátesis escrofulosa formulan Vir- chow y Billroth en frases tan claras como concisas: Admitamos la diátesis escrofulosa en los casos en que bajo la influencia de una irritación ligera y pasa- jera de una parte del cuerpo, se desarrolla en él un proceso inflamatorio crónico, que no solamente persis- te más tiempo que la irritación misma, sino que se ex- tiende y se termina, en general, por supuración 6 ca- seificación, y conserva pocas reces la forma de un pro- ceso puramente hipertróflco.w Hagamos una com- paración de lo que pasa en el lupus, y tal vez queda- remos convencidos de que el lupus vulgar es una enfermedad que colocamos entre las de la piel, y que sin negar (pie la manifestación luposa pueda pre- sentarse ó se presente en un individuo linfático, os independiente en cuanto á su causa, de un estado general. En efecto, podemos ver que en la enferma núm. 5 del hospital de San Andrés, servicio del Dr. 24 Cordero, se ha presentado el lupus, sin que la cons- titución de la enferma nos revele que existe en ella la estrumosis; no tiene ni ha tenido infartos ganglio- nares, ni hinchamientos de las falanges, ni catarros, en fin, el cuadro nosológico del linfagismo; y su der- matosis, es perfectamente característica; hechos se- mejantes vemos consignados en los autores, y casi todos están de acuerdo en este punto. Como una contraprueba, podemos contar el caso siguiente: Al- tagracia, de León, entró al hospital de Infancia con un lupus de la región nasal, extendiéndose en el la- bio superior y habiendo destruido á esta fecha (Ju- nio 23 de 1884), el lóbulo izquierdo de la nariz, (para más detalles véase la observación, tercera.) Pues bien, en esta niña está patente la diátesis; la escro- fúlida situada en la cara externa y posterior del pié derecho; el infarto de los gánglios del cuello, la ulce- ración de la córnea, los catarros frecuentes, el im- pétigo de que está afectada, dicen suficientemente que aquí el lupus es manifestación de la escrófula y que se ha desarrollado en estas condiciones; por tal motivo, aquí puede haber confusión y la prueba es que aunque poco, se mejora cuando el estado gene- ral cambia; la marcha de la ulceración del pié es no- table, es un proceso que se ha hecho crónico, persis- tiendo cuando la irritación que lo produjo desapare- ció y esta ulceración se ha terminado por supuración, pero quedando bajo la forma hipertrófica. En la enferma de la observación núm. 2, vemos que siempre la menstruación ha sido normal, que 25 sus funciones digestivas y las de la piel se han con- servado perfectamente. Alguna vez podemos ver que aparece en el enfermo el infarto de los ganglios, caries, necrósis de los huesos, y debemos creer que esas lesiones tienen la misma significación que las que aparecen en el miembro inferior, cuando éste está atacado de varices que han producido trastor- nos permanentes de la circulación. Otros creían que el lupus era dependiente de la sífilis hereditaria; no sabemos que hasta hoy hayan presentado pruebas verdaderas que apoyen esa ma- nera de ver, y así Veiel dice: * " La constitución es- tá poco alterada en el lupus, al contrario, losluposos se distinguen por su aparente salud, aunque sean es- crofulosos; en general la escrófula adquirida ó here- ditaria, la sífilis hereditaria son las causas más fre- cuentes de lupus, ii Veiel ha notado 11 veces la sífi- lis en el padre y solo 5 veces una sífilis anterior en el enfermo. Por lo que dijimos en otro lugar, vemos que el lupus no es hereditario como erradamente lo creía Veiel. Hebra solo lo ha encontrado dos veces en el niño que acababa de nacer; por otra parte, Dayen ha visto muchos niños perfectamente sanos, y nacidos de madres que estaban afectadas del lupus. La frecuencia de la enfermedad respecto á las otras dermatosis, ocupa una proporción relativamente gran- de: una estadística formada en la clínica de las afee- * Hebra, pág. 458. 26 ciones cutáneas, en el hospital general de Viena, clá los resultados siguientes de 1866 á-1870: Enfermos hombres 109 Idem mujeres 114 Otras dermatosis 13,374 El lupus figura 1.66 p g. El número de las muje- res es mayor que el de los hombres. El lupus no principia al nacer; en los primeros años de la vida, en la primera juventud es cuando se ma- nifiesta y casi nunca aparece en la pubertad y en la mayor edad, pero se renueva de una manera conti- nua una vez desarrollada, por muchos años, ó aun por toda la vida; se puede observar que hay interva- los de tiempo en que se suspende, por decir así, la marcha de la afección y su desarrollo, pero mucho tiempo después de esta suspensión vuelve la afección, como si en ese intervalo se hubiera preparado el te- rreno, para que pueda fructificar. Muy notable es, ciertamente, esta condición de aparición y desarrollo y se pueden aventurar algunas ideas sobre ello, para establecer su etiología; no aparece en los primeros dias de la vida, ni se desarrolla en la vida intraute- rina; el gérmen, supongamos, no existió en los ma- teriales de la formación y desarrollo del producto; no aparece en la juventud, es decir, en la edad en que el organismo tiene más vida, que funciona con más energía, puesto que tiene que atender á su conser- vación y á su desarrollo en una escala mucho mayor que los primeros días; así pues, la afección viene en un terreno especial, los dos primeros años, cuando 27 el organismo es menos resistente á todas las cansas morbosas; cuando el individuo tiene que luchar más con la superioridad del medio que habita; cuando las funciones orgánicas se esfuerzan en equilibrarse con las influencias exteriores, tantas y tan variadas, cu- yas impresiones reciben constantemente hasta que sea un hecho ese equilibrio; pudiera ser que ese mo- mento fuera el á propósito para sembrar un organis- mo que después produjera los fenómenos patogéni- cos del lupus. Esta es una simple hipótesis, quizá absurda, pero que puede entrar en el campo de las mil suposiciones, sin que por esto se crea que vamos arrebatados por la novedad, y que queremos, como dice algún autor, que hay predisposición á relacio- nar las enfermedades á causas parasitarias," atribuir el lupus á esta etiología. Hace mucho tiempo que las ideas se inclinaban á atribuir al lupus una naturaleza tuberculosa, y cree- mos de nuestro deber hacer una rectificación á la palabra tuberculosa, que no dice diátesis, sino que la enfermedad está caracterizada por pequeñas eminen- cias llamadas tubérculos, pero sin relación alguna con las formas de la tisis; es varia la naturaleza, ¿pe- ro y la etiología? De los conocimientos hasta hoy adquiridos, solo deducimos que se necesita un orga- nismo debilitado para que la afección aparezca; en aquellos, por el contrario robustos, jamás la hemos visto aparecer, ni aunque los antecesores de seme- jantes individuos hayan tenido una constitución gas- tada, ó que hayan tenido la desgracia de llevar una 28 afección luposa. En estos últimos tiempos, los Sres. V. Cornil y H. Leloir, * se han dedicado á buscar con tesón la naturaleza tuberculosa del lupus, y para ello han recurrido á la experimentación directa, que ha consistido en la inoculación de fragmentos del lupus, tomados de los enfermos núm. 26 de la sala Enrique IV; núm. 11 de la sala de San Luis; 31 de la sala Enrique IV; 10 de la sala de San Luis; 68 de la sala de Hombres, servicio del Dr. Desnier; núm. 40 de la sala Enrique IV; una enferma de la policlínica de Fournier (hospital San Luis), y un enfermero del ser- vicio del Dr. Vesnie. La experimentación se ha pro- puesto averiguar lo siguiente: inoculado el lupus, ¿presenta el carácter esencial de los tubérculos, de reproducirse y traer una infección generalizada? 2.° ¿Se encuentran en el lupus los bacillus que desde los trabajos de Koch, Baumgarten, Cornil y Babes, We- iegen, parecen ser el elemento específico del tubércu- lo? Para conseguirlo, se ha hecho lo siguiente: Des- pués de rodearsede todas las precauciones necesarias, se han inoculado fragmentos de lupus tuberculoso no tratado y no ulcerado, recogidos sobre individuos vi- vos é indemnes de toda otra manifestación tuberculo- sa (á cochinos de India), en el peritoneo. Los anima- les inoculados se han separado en cajas perfectamente higiénicas, teniendo cuidado de acompañar al animal enfermo por otros dos sanos; después de cierto tiem- po se les ha sacrificado, se ha hecho una autopsia mi- * Archives de Phisiología normal y patológica, año de 1884.1 nvestigacio- nes experimentales é histológicas sobre la naturaleza del lupus, pág. 325 y siguientes. 29 nuciosa, y los resultados han sido los siguientes: de 14 cochinos inoculados con lupus tuberculoso, 5 han sido atacados en un tiempo variable, de tuberculo- sis generalizada; los 9 restantes no presentaban tu- bérculos, pero hacen notar los observadores, que nin- guno de estos animales murió espontáneamente y que no viven por término medio, sino 50 á 70 dias; que tal vez hubiera sido posible que dejándolos vivir más tiempo, algunos de ellos hubiesen llegado á ser tuberculosos; de los nueve casos negativos, eliminan dos que murieron accidentalmente, de manera que de los catorce animales, se encontraron cinco en los que se desarrolló el tubérculo, y siete sin él. Inocu- laron otros tres cochinos de la India con lupus eri- tematoso, y el resultado fué que uno solo se hizo cla- ramente tuberculoso. Con anterioridad se hicieron observaciones microscópicas numerosas, tomados los cortes de los enfermos mencionados, y dicen los Sres. V. Cornil y H. Leloir, que solamente en un caso en- contraron bacilas, pero que el enfermo estaba ataca- do de tuberculosis pulmonar; de lo ántes expuesto resulta, que no se puede decidir nada ni en pró ni en contra de la naturaleza tuberculosa del lupus, y solo queda la sospecha de si un parásito, no sabemos cuál, pudiese producir la enfermedad. III. ES DE que se pudo y supo distinguir las enferme- dades que se parecen al lupus, se han empleado me- dios internos y externos para combatirlo haciéndolo desaparecer, en lugar de procurar dominar la discra- sia ó disposición morbosa, que parecía indicar la es- crófula. Hoy, como dice muy bien Niemeyer, la tera- péutica del lupus debe proponerse dos fines: alejar los focos de núcleos y de celdillas que se hallan entre el tejido del dérmis, y tratar de impedir la formación de otros focos semejantes; no podemos cosa mejor, y veremos cómo han sido infructuosos los esfuerzos que se han dirigido hacia este lado. Ya desde Hipó- crates se empleaban las pastas arsenicales, sin (pie se obtuviera otro resultado que la modificación en la forma de la ulceración, sin dominarla en su marcha 31 siempre ínvasora, siempre desesperante; los ciruja- nos, preocupados altamente con los desengaños (pie sufrían á cada paso viendo fracasar la medicación interna, emprendieron el tratamiento por medio del cuchillo, separando por un corte los tejidos enfer- mos de los sanos, pero tuvieron la misma suerte; apenas consiguieron regularizar la pérdida de sus- tancia, y después del sacrificio de una gran parte del tegumento, la nueva aparición del lupus sobre las partes que habían quedado como salvadas, les vino á dejar con una decepción más y un recurso menos. Volvieron los cáusticos con nuevo empeño á domi- nar Ja medicación, y dice Niemeyer que hubo médi- cos de buena fé, que creyeron encontrar cuál de esos cáusticos era el heroico entre todos; esto era debido á que manejándolo exclusivamente, aprendieron á llenar sus indicaciones, conocían perfectamente el modo de su aplicación, y de esta manera se explica que en sus manos diera resultados, al parecer satis- factorios, y que en manos de los que pudiéramos lla- mar no especialistas, fracasara completamente. Se recurre al yoduro de potasio, sin tener en cuenta el por qué de los resultados, y que se empleaba en los casos de una diátesis; se cree una panacea, pero recuérdese lo que dijimos en una de nuestras pági- nas anteriores, y se verá que los llamados éxitos, son debidos á que considerando el lupus manifesta- ción diatésica, el yoduro modificaba esos organismos y quizá las ulceraciones dependientes de la escrófu- la, que confundían con el mal de Willan. Después se 32 usaron con más empeño el aceite de hígado de baca- lao, el fierro y sus compuestos, el yodo, yoduros de fierro, de potasio, el cloruro de calcio, aceite animal de Dippel, el deuto-yoduro de mercurio, el protoyo- duro, los amargos, el antimonio, el cloruro de bario, el arsénico, (píldoras arsenicales, licor de Fowler), el fierro y el arsénico combinados, el coc de Zittman, etc., etc. El aceite de hígado de bacalao figuró tanto tiem- po, cuanto duraron las ideas sobre la causa del lu- pus, pero sin dar resultados, porque aunque es un medio excelente para tratar la escrófula, no siem- pre se curan sus accidentes de una manera evidente bajo la influencia de este medicamento ¿qué acción ejerce el aceite sobre la dermatosis? una acción en- teramente indirecta, pues que produciendo calor al quemarse en el organismo, y como resultado de ello una acción dinámica, haciendo los movimientos y la respiración más fáciles, y los latidos del corazón más enérgicos, mejora de una manera racional y cierta la constitución del individuo, le presta vigor, pero no el necesario para obrar sobre un padecimiento de causa especial á él. Los ferruginosos, medicamentos clasificados entre los reconstituyentes, tónicos, corroborantes de algunos autores; por Pereira entre los hemáticos y por Itabu- teau entre los modificadores de la nutrición, que be- neficios podían traer al individuo que padece un mal local, al individuo que quizá lleva en sus tejidos un gérmcn especial? Obrarían como en el caso de 33 una tiña. Si el enfermo que sufre los estragos del lupus, además de esta fatalidad estaba anémico, tísico ó sufría los resultados de la difteria, se sen- tiría mejorado en su estado general, su sangre lleva- ría mayor número de glóbulos rojos sanos, pero la enfermedad de la piel, la afección local esencial- mente, quedaría tal cual se presenta. jCómo obra- ría ('l yoduro de potasio? seguramente moderando la hematósis, disminuyendo la cantidad de urea eli- minada en las veinticuatro horas; aumentando la se- creción salivar, haciendo menor la secreción láctea; de manera que no hallamos la indicación en la der- matosis, y solo alguna vez parecería obrar de una manera favorable, en el caso de que, con las ideas antiguas, se confundiesen algunas manifestaciones de la escrófula, porque en la diátesis sí ha dado algu- nos resultados, y la razón so comprende teniendo un perfecto conocimiento de este estado general. El cloruro d? calcio como sus congéneres, retar- da la coagulación de la sangre, conserva los glóbu- los rojos y favorece su papel de agentes vectores del oxígeno, y así las combustiones aumentan, au- menta la cantidad de urca, disminuye el ácido carbó- nico eliminado, el jugo gástrico adquiere mayor aci- dez, y por consecuencia mayor poder disolvente, ha- ciendo que la cantidad de peptonas que se absorben se aumente y los desperdicios sean menores; la circu- lación se activa y la indicación de los cloruros halla su lugar en los estados morbosos ligados ú una per- 34 turbación de la nutrición que languidece y consume el organismo. El aceite animal de Dippel, (alcaloide líquido, so- luble en el alcohol, de un olor desagradable,) se opo- ne de una manera enérgica á la fermentación pú- trida; es un antiséptico y por esta cualidad pudo muy bien haber dado resultado alguna vez. Los mercuriales, modificadores de la nutrición, fueron muy usados, pero podemos asegurar que de la mis- ma manera que el yoduro, tenían indicación en un estado especial, sin que influenciaran en manera al- guna las ulceraciones producidas por el mal de Wi- llan. Los médicos se hicieron varias veces la ilusión de que los amargos eran poderosos en el tratamiento de la afección cutánea, y á fé que debía ser grato, con medicamento tan inocente, dominar una afección tan terrible, que tanto desaliento deja en el alma al que con todas las fuerzas de su inteligencia la atacaba y nunca la vencía; los partidarios de esta medicación, conseguían influenciar la digestión, mejorando el es- tado general de la nutrición, pero no más. El antimonio, tan luego como fué conocida su ac- ción modificadora de la inervación y de la inutilidad, fué administrado al interior, sin éxito. El cloruro de bario, obra como dijimos al tratar del de calcio. El arsénico es conocido desde tiempos inmemoria- les; parece que su entrada en la Terapéutica tuvo lugar desde el siglo IX, en que el árabe Giber lo 35 descubrió; después Alberto el Grar.de contribuyó á su conocimiento, y no es estraño que haya reinado en la medicación del mal de Willan; las observacio- nes hechas sobre este metal, enseñaron que se eli- minaba en parte por la piel, dando lugar á erupcio- nes cutáneas, y por tal motivo fue administrado bajo multitud de formas farmaséuticas, en los individuos afectados del lupus; parece que alguna vez mejoró este estado, poro siempre de una manera bien pasa- jera, sin que se obtuviera una curación radical, y esas mejorías quizá fueron idénticas á las obtenidas con los ferruginosos, el yoduro de potasio y los mer- curiales. El arsénico es un medicamento que obra sobre el organismo moderando la hematósis, con- servando los elementos de la sangre, alentando la escrecion del ácido carbónico, disminuyendo la can- tidad de urea y aumentando la cantidad de ázoe (Az) creemos que haya influido muy poco con respecto á la enfermedad local; quizá daría mejores resultados aplicado al exterior, como lo aconsejaba Hipócrates, puesto que sabemos que retarda la putrefacción, y por consiguiente conserva los cuerpos muertos; esta acción antipútrida, pudiera influenciar benévolamen- te las ulceraciones, pero siempre de una manera li- mitada, porque tampoco al exterior, (como cáustico) ha dado resultados dignos de mención. Alguna vez, como lo dijimos anteriormente, ayuda á la marcha del proceso morboso levantando las debilitadas fuer- zas de los enfermos, volviendo á esos organismos dé- biles, los elementos que les faltaban para vigorizar- 36 se. En apoyo de lo que dejamos expuesto, citamos lo que dicen Hebra y Kaposi: "Con ayuda de estos hmedicamentos (se refiere á los que acabamos de re- ncorrer) y medios análogos, tales como los amargos, "■una nutrición fortificante, el riño, la cerveza buena, dietéticas é higiénicas, tratamos bajo el pun- ido de rista de la Terapéutica general, de rehacer el "organismo de los enfermos atacados de lupus, pero "sin esperar por estos medios, que ellos mejoren ó cu- "ren el lupus, ó que prerengan las reincidencias." Pasemos en revista, como lo hemos hecho con los medicamentos internos, los agentes empleados en el tratamiento local, tan necesario en el lupus, y para nosotros no solo indispensable, sino el único capaz de dominar este horrible mal, causa de tantas des- gracias, y <pie sume á los que lo padecen enana de- sesperación inconcebible. Hebra está de acuerdo con Niemeyer en que para dominar el padecimiento, es preciso tratar de obte- ner la destrucción de los tubérculos, cualquiera que sea el período de su evolución, y como desprendién- dose de este primer punto, procurar la curación, alejar las complicaciones morbosas y por último re- parar las pérdidas é)las huellas que ha dejado la en- fermedad. Los medios empleados para satisfacer el primer punto de este programa, han sido los cáus- ticos, y entre ellos figura en primer término el arsé- nico, bajo la-forma de pasta del hermano Cosme; pa- ra aplicarla se procedía de la manera siguiente: sobre un pedazo de tela se extiende una capa de pasta, co- 37 mo de 0in001m de espesor, se cortan de este lienzo así preparado, bendoletes con los cuales se cubre hipar- te afectada, se pone encima una lámina de algodón, se comprime sólidamente y se fija esta curación, con bendoletes de espadrapo. Este apósito se lia de dejar en su lugar, durante veinticuatro horas; al fin de este tiempo, sin lavar la ulceración, se renueva la aplicación del cáustico y á los tres dias de obrar de la misma manera, se suspende el empleo. Nunca hay una modificación notable al primer dia de tra- tamiento; apenas si los enfermos lian sentido una molestia, que no es un verdadero dolor; al segundo dia, los dolores son agudos, lancinantes, la piel está tumefacta, la ulceración aparece como macerada y la región edematosa; á los tres dias hay aumento del dolor, los tejidos están más edematosos y los tubér- culos, casi convertidos en una escara negruzca, en al- gunos puntos hay pus. Después de tres dias, sería in- soportable este tratamiento, si se prolongase la an- gustia que producen los dolores, pero por fortuna dos ó tres horas después de quitada la pasta, los dolores cesan casi por completo y el edema desaparece. To- do lo que dejamos asentado tiene lugar cuando se empieza un tratamiento, porque si el paciente ha su- frido ya cauterizaciones anteriores, puede suceder en tal caso, que en veinticuatro horas se obtengan los efectos de la pasta cauterizante. Veamos las ventajas de la pasta del hermano Cos- me; por una parte, no ataca sino la ulceración, de- jando íntegra la piel que la limita; las escaras son 38 múltiples pero limitadas á los tubérculos, de modo (pie la cicatriz que resultare, sería lo más pequeña posible, y ya se comprende que esto es una circuns- tancia favorable en sumo grado, tratándose de la ca- ra, región tan visible, y que con la cicatriz más pe- queña se deforma tanto. Esta medicación, si bien al parecer halaga, no esta exenta de peligros, porque el arsénico y sus compuestos mientras son más solubles sen más ve- nenosos; se necesita la solubilidad para la absor- ción por la piel, y puede producirse un envenena- miento por el uso de esta sustancia; además, la in- flamación concomitante y necesaria de la acción del cáustico,y la supuración ulterior pueden ser causa de accidentes, que si no son tan peligrosos como el lu- pus, son más agudos; tanto es así, que los partida- rios de la pasta arsénica! quieren que solo se haga uso de ella, cuando se tenga que cauterizar un es- pacio pequeño, como de unos 0m 04 centímetros. La pasta de Hebra, compuesta de partes iguales de arsénico, opio y creosota, es empleada en la der- matósis, pero los resultados, dudosos por cierto, no se pueden atribuir al arsénico, sino mejor á la creo- sota, que sabemos es un fenol de los antisépticos po- derosos. El arsénico y el calomel, mezclados en la propor- ción de 1: 99, ó polvo de Dupuytren, se empleó, sin que los autores mencionen éxito ó mejoría alguna. El nitrato de plata fundido (lápiz de nitrato de plata, piedra infernal) puede ser un medio para la 39 destrucción de los pequeños tubérculos del lupus. Con cierta facilidad penetra y permite levantar cada tubérculo; además no cauteriza mucho ni profunda- mente; ataca los tejidos sanos sobre una extensión muy pequeña, parque no es difusible fácilmente. Se prefería para la cauterización de las cavidades nasal y faríngea porque, en contacto con las mucosas, pro- duce en ellas una escara blanca, que impide que el cáustico obre á mayor profundidad, y si por desgra- cia cae un fragmento en la faringe no hay que tener mucha inquietud porque de seguro no producirá los graves accidentes que cualquiera otra de las sustan- cias; de modo que la indicación del lápiz se presenta en los casos en que había nececidad de tener una es- cala limitada, como por ejemplo en el lupus de la conjuntiva, sin olvidarse sin embargo de neutralizar el exceso de nitrato con una solución de cloruro de sodio. Para Hebra, el lápiz de nitrato es un medio por excelencia, opinión de la que no participamos, porque el nitrato es un cáustico débil y el lupus una enfermedad que se resiste al cáustico mismo, á la destrucción casi total; ¿cómo no resistiría cuando se actuaba con tan débil potencia? La potasa cáustica es uno de los medios que más se han empleado, y á la verdad, ademas de ser su- mamente cruel por los dolores que ocasiona, se fun- de con extrema facilidad y cauteriza mucho más de lo que se tiene necesidad. La epidermis se macera; aparecen después de formada la escara negra pun- tos rojos, húmedos, en el lugar donde estaban los 40 tubérculos; las escaras se desprenden por supuración, y hay (pie repetir la cauterización varias veces. Se dice de algunas curaciones obtenidas; poro la rein- cidencia ha venido sin excepción. La jKtsta de Viena se prepara en el momento de aplicarla y se hace hasta (pie la mezcla de K o + C a ü + Alcohol ha tomado tal consistencia que aun- que se invierta la cápsula no escuna. Para la apli- cación se procede de la manera siguiente: se rodea de espadrapo el lugar por cauterizar, se aplica la pasta y se cubre de hilas; cuando hayan pasado diez <) quince minutos se manda al enfermo un baño ca- liente ó se lava con agua la parte cubierta por el cáustico; los dolores, que al comenzar la acción de la pasta eran intolerables, disminuyen y cesan, (pie- dando la ulceración cubierta por una escara negra (pie se desprende de los cinco á los ocho días. Co- mo la acción es tan enérgica, no se debe emplear en las ulceraciones del lupus de la cara, porque deja una pérdida de sustancia enorme, y es necesario te- mer las complicaciones de las lesiones de esta región, que se presentan con tanta frecuencia, por estar irri- gadas en sumo grado, y poseer en sus tejidos tan- tos hilos nerviosos. Xo se cuentan verdaderos éxitos con esta sustan- cia. Lo mismo podemos decir respecto del cloruro de zinc. El iodo/ormo, cuerpo sólido, volátil, de color ama- rillo, cristaliza en pailetas insolubles en el agua, so- lubles en el alcohol, el cloroformo, el éter, y de un 41 olor de azafran, es empleado con alguna frecuencia en el tratamiento del lupus, desde que Isnard y Lallier lo introdugeron en la cirujía como agente cicatrizante, aprovechando su poder anestésico; es un muy buen medio en la curación de varias úlceras, so- bre todo de las sifilíticas, en las atónicas, y en los casos de caries de los huesos; pero en la dermatosis no ha dado éxitos completos, aunque es un buen auxiliar de otros medicamentos, como lo veremos en la ob- servación núm. 2, en la que se aplicó á la enferma esta sustancia, con el objeto de tratar su caries, lo que en efecto se consiguió. (frissolle, al hablar del Lupus, dice lo siguiente: 'i/i/ único tratamiento es Zu ablación hecha tan pro- fundamente., cuanto lo permita el sitio en que esté de- sarrollado.w De idéntica manera se expresa Tillaux (l) y son del mismo modo de pensar muchos ciru- janos que se han interesado vivamente con la cues- tión de tratamiento, y los métodos operatorios des- critos aumentan cada vez; algunos de ellos están aún bajo la forma de simples ensayos y otros quieren te- ner aún lugar en la medicina operatoria, como es el método Volkm tnn, al que se atribuyen buenos resul- tados; consiste 1 en raspar ó quitar completamente el infiltrado del lupus, por medio de cucharillas de bordes cortantes, que varían mucho en la forma y por medio de las cuales se vá rasando la superficie de la ulceración hasta llegar a enuclear completamen- 1) Anatomía topográfica tom. 2o pág. 473. 42 te los tubérculos, respetando el tejido sano; como con este procedimiento no se logra hacer desapare- cer los tubérculos, casi microscópicos, Volkmann añade un segundo tiempo, que consiste en la escari- ficación puntuada múltiple ó acupuntura, con una del- gada lámina de bisturí, en la piel enferma, que algu- nas veces, dicen, toma un color oscuro, un aspecto desagradable, pero sin que se haya observado la gan- grena. Estas punciones se renuevan cinco ó seis ve- ces en el espacio de un mes; cada vez se siente ma- yor dificultad para la penetración de la punta dila- cerante en el tejido, que toma más firmeza. Este método obra destruyendo la red vascular del tejido enfermo, que es abundante, provocando una inflamación, que trae la desagregación y la reabsor- sion de las infiltraciones celulares; Volkmann dice: "que ningún caso de lupus ha resistido á su método, ni aun los más graves, los que han tardado en curar cuando mucho ocho semanas, u Este seria un resul- tado admirable, si el autor nos dijera que efectiva- mente habían curado, es decir, que no habían reinci- dido. El método tiene el inconveniente de ser do- lorosísimo y necesitar la anestesia, que no siempre se podrá repetir con la frecuencia que se necesita porque en la práctica civil, casi todos los enfermos de lupus son individuos de muy escasas proporcio- nes y (pie tienen mucha repugnancia á permanecer en una sala de hospital. Mencionaremos, para memoria, la gaicano-cáustica empleada por Hebra y la escisión déla piel enferma. 43 Intencionalmente liemos dejado al último lo que se refiere á ciertas sustancias que como el fenol per- tenecen á la vez á los cáusticos y á los desinfectan- tes, porque queremos dedicarle toda nuestra aten- ción, pues á él debe el Sr. Cordero dos éxitos en dos casos, muy dignos de tenerse en consideración, y que nos han servido para el presente desaliñado estudio. El fenol, es una sustancia que se encuentra en el comercio bajo la forma de cristales muy delgados, trasparentes, prismáticos, de un olor especial, que se disuelven poco en el agua, bien en el alcohol y que al contacto del aire se funden, dejando un líquido oleaginoso, sumamente cáustico, que produce sobre la piel una escara amarillo-oscura, y sobre las muco- sas una blanca, que impide la penetración del cáus- tico á mayor profundidad. Las soluciones se em- plean generalmente como antisépticas poderosas, de lo que no tenemos duda, porque nos constan, los brillantes resultados obtenidos por Lister en el tratamiento de las heridas. La mezcla de ácido fénico, agua y alcohol, se hace bajo dos fórmulas, 2.50 de ac. fen. por 100 de agua ó 5 de ácido por 100 de agua, esta última es la empleada generalmente, por (pie casi está probada la acción cáustica, y en contacto con la piel desnudada de su epidérmis favo- rece la cicatrización, impidiendo la descomposición del pus y matando los gérmenes (pie pudieran desa- rrollarse; la primera pone blanquizcas las superficies sobre (pie se aplica y ambas son parasiticidas. Era 44 natural emplear este medicamento en una afección que á todo resistia, y al Sr. Cordero se le ocurrió en- sayarla en el enfermo de la observación mim. 1, y las razones que tuvo para ello fueron las siguientes: un dia se presentó á su consultorio un joven espa- ñol, con una ulceración en la cara, (pie se exten- día desde el surco naso-yugal izquierdo, habiendo despegado completamente el ala de la nariz, y di- vidido el labio superior en toda su extensión, al nivel del segundo diente incisivo del mismo lado, y con- vertido en un embudo toda la cavidad nasal izquier- da; contó al Sr. Cordero todos los accidentes de su padecimiento que lo atacó sin esperarlo absoluta- mente, porque no encontró una causa á (pie atribuir- lo; sus ascendientes jamas habían sufrido afección semejante, y tres años hacia (pie era víctima desgra- ciada del lupus, cpie al hacer sus estragos en este joven, lo había condenado á una tristeza y á una desesperación increíbles; su moral estaba afectada, de un modo lamentable, y no dejó, desde el dia fatal de su enfermedad, de poner cuantos medios estaban á su alcance para salvarse de una muerte moral casi cierta, con toda la actividad de (pie es capaz el (pie sufre pensando que la realización de sus ambiciones de joven pueden desvanecerse por circunstancias tan poco gratas; consultó á varios facultativos, unos des- pués de otros, los (pie obrando conforme á su sa- ber y su conciencia le instituyeron tratamientos basados en la medicación por el aceite de baca- lao, los ferruginosos, el arsénico, sin obtener mejoría 45 alguna, lo mismo que con algunos tópicos de base de mercurio; por tres años este joven, con toda escru- pulosidad siguió las prescripciones que le habían or- denado, aumentándose cada vez la falta de fé en su curación que veia irrealizable; en esta fecha se acer- có al I)r. Cordero, exponiéndole lo que acabamos de referir; este señor con el juicio y dedicación que lo caracterizan, hizo su interrogatorio y no queriendo insistir sóbrelos medicamentos empleados que en tres años nada pudieron sobre el lupus, pensando por todos los datos adquiridos que en el presente caso se trataba exclusivamente de una afección local, aten- diendo á las nuevas teorías que los estudios experi- mentales han introducido sobre la naturaleza para- sitaria de algunas afecciones cutáneas, vino natural- mente la idea de emprender un tratamiento tópico esencialmente parasiticida, y con ese fin, se inició la curación por el ácido fénico, con los detalles consignados en la observación número 1, y los me- dios generales que durante tres años habían se- guido sin éxito. Con alegría noté) que á los ocho dias de este método, la ulceración había cambiado de aspecto enteramente, (pie las yemas carnosas de un proceso cicatricial, comenzaban á aparecer; á los quince, éstas ocupaban toda la extensión de la pér- dida de sustancia, la coloración de la úlcera era ro- sada, la cicatriz avanzaba rápidamente y al mes aquella lesión estaba cicatrizada, quedando solo una pequeña pérdida de sustancia en el borde libre del ala de la nariz, que seis meses después se intentó 46 corregir por medio de una operación autoplástica, después de la que, la herida cicatrizó por primera intención, habiéndose minorado el defecto que se trató de corregir. El enfermo quedó reconocido al salvador de sus ilusiones de joven, en la mitad de su existencia, cuando la vida tiene más encantos; y la ciencia descubría un hilo que más tarde podrá conducir al conocimiento de una enfermedad, que debe sernos ménos temible puesto (pie existen ya hechos que demuestran la posibilidad de dominarla; la humanidad estará casi segura de que por esta afección no sufrirá tanto, como los que por desgra- cia la padecen. Por la observación número 2 se vé, que idéntico resultado so obtuvo por el tratamiento antiséptico, y que si tardó más tiempo, fué debido á la compli- cación cariótica del maxilar y del vómer, que siguió su marcha terminando por la eliminación de un se- cuestro, con lo (pie la cicatrización fué rápida hasta curar la lesión. Nos parece (pie estos dos casos hablan muy alto en favor de un tratamiento (pie presta las ventajas de ser corto en duración, y que está al alcance de todas las fortunas. Necesariamente, los éxitos en los enfermos mencionados, nos llevan á consideraciones sobre la naturaleza de la afección, y si por hoy no nos atrevemos á dejar asentado (pie el lupus es de- pendiente de un gérmen especial, por lo ménos nos sentimos inclinados á tal creencia, con la esperanza de que los maestros, teniendo en consideración es- 47 tas observaciones, fijarán su atención sobre este pun- to ele tan alta importancia, y sus sabias investigado nes conseguirán lo que á nosotros nos estuvo vedado Quede consignado el triunfo del Sr. I)r. Migue Cordero, del que con todo placer somos cronistas poco aptos; pidiendo indulgencia para nuestro tra bajo, séanos permitido recordar á Hipócrates: ••NATURAM MORBORÜM, CL'RATIONES OSTENDUNT.'» México, Enero de 1885, 48 Observación Ia Sr. J. O. F. español, adulto, bien constituido, comerciante en abarrotes, se presentó á principios de Junio de 1882 en la con- sulta particular del I)r. Miguel Cordero, en solicitud de los au- xilios del arte, para una afección cutánea ulcerosa, cuyo punto de partida había sido la ventana izquierda de la nariz, exten- diéndose de trecho en trecho hacia el surco naso-yugal corres- pondiente, en cuyo punto había sido despegada el ala de la na- riz, y hacia el labio superior que había interesado en todo su espesor continuándose, en esa fecha, del lado de la cavidad bu- cal y próxima á seguir invadiendo el resto de la cara en una extensión marcada por una aureola roja; el paciente refirió que hacia tres años apareció, sin causa manifiesta, por una indura- ción en el ala izquierda de la nariz acompañada de catarro in- tenso; que ésta léjos de disminuir con el tratamiento emplea- do se extendió cada vez más, se ulceró en un punto extendién- dose la destrucción de una manera progresiva hacia el surco naso-yugal, despegándolo de la nariz y propagándose *en ese orden á los distintos lugares afectados. En sus anamnésticos, tomados desde la infancia, no figuraba alguna de las afecciones (pie pudiesen referirse á la escrofulósis, así como tampoco exis- tia dato alguno que pudiera fundar la más leve sospecha de (pie el paciente hubiese padecido la sífilis; los antecedentes he- reditarios eran muy satisfactorios, y ya se ha dicho (pie en la época á (pie se refiere la historia presente, fuera de la afección 49 de que nos ocupamos, había la más perfecta integridad en el funcionamiento de los diversos órganos; este conjunto hizo des- terrar naturalmente la idea de que la afección cutánea fuese manifestación de una diátesis, y en su consecuencia tenia que admitirse como puramente local; pero como es tan raro que las dermatosis, que no son sino la expresión de un vicio de la san- gre, sean tan rebeldes á los medios curativos, como sucedía en el caso presente, y si á esto se agrega la marcha notable del padecimiento que invadía de trecho en trecho, como si algún agente especial fuera inoculando las partes más próximas, ha- bía que creer que, si la afección era puramente local, no por e ;o dejaba de tener algo específico, semejante á ciertas afec- ciones cutáneas parasitarias, cuya naturaleza ha permanecido omita durante mucho tiempo; guiado por esta idea se preten- dió poner en práctica un plan curativo en el que los tópicos a itiparasitarios figurasen en primer termino, sin descuidar los medios generales que, como el arsénico y el yoduro de potasio, han sido recomendados por los autores en el tratamiento del lupus; siendo de advertir que estos últimos agentes eran los que por espacio de 3 años había estado usando el enfermo sin éxito alguno, de manera que la modificación que radicalmente se pensaba hacer en el tratamiento, se referia á los medios lo cales. Estos consistieron: l.° En tres lociones en 24 horas, he- chas en los lugares afectados, con una solución al 1 °/ de fenol absoluto, que el enfermo practicaba eficazmente haciéndose pa- sar, por medio de un sifón de goma elástica, una corriente del líquido que entrando por la ventana de la nariz del lado sano (con la boca ampliamente abierta), recorría las fosas nasales y salía por el lado opuesto. 2 0 En la aplicación cuotidiana de vapor de agua saturado de la misma solución fénica en los lu- gares afectados, por medio de un pulverizador de vapor, du- rando cada sesión 15 minutos; ocho dias después de este trata- miento se había producido una granee modificación: las nume- rosas costras que cubrían las úlceras habian desaparecido; la 50 superficie de éstas, que se habia presentado con un color blanco sucio, dejaba asomar por lugares distintos botones carnosos; rojos, que indicaban el cambio favorable que parecia obtenerse, á los quince dias éstos tapizaban por completo las pérdidas de sustancia, y al mes eran sustituidos por tejido cicatricial. Sor- prendido del buen resultado y temeroso á la vez de «pie éste fuera una modificación pasajera, se sometió al enfermo á una observación cuidadosa durante un mes, suspendiéndose por completo la medicación tópica, sin que en ese tiempo se notase cambio alguno. Animado el enfermo por el buen éxito, desea- ba que se le corrigiera una pequeña deformidad del ala de la nariz, por medio de una operación autoplástica; pero aplazada ésta hasta los seis meses fué practicada, en unión de los doc- tores Licéaga y 01 vera, en Febrero de 1883; consistió: en el avivamiento de dos colgajos del ala izquierda de la nariz; la aproximación de los bordes de éstos, sostenida por medio de unos puntos de sutura con hilo de plata: durante los ocho dias siguientes, no sobrevino la más leve modificación general ni local desfavorable, y levantado el apósito, se habia conseguido li reunión de las partes avivadas, por primera intención. Des- de entonces á la fecha han pasado cosa de dos años, durante les cuales el individuo objeto de esta historia, ha sido visto con fre- cuencia y gozando de una buena salud. Observación 2a Juana Reynoso natural de Temascalcingo (Estado de Mé- xico), de 30 años de edad, multípara, de oficio planchadora, entró al Hospital general de San Andrés el dia 25 de Marzo de 188J, (ocupándola cama número 5 en la sala, "2 F Sección de medicina de mujeres,, servicio del I)r. Miguel Cordero), con un lupus vulgar «pie padecia desde hacia 2 años (Mayo de 51 1881, fecha de invasión) y que había invadido toda la región desde la raíz de la nariz hasta el labio superior, habiendo des- truido completamente esta región en su totalidad, y haciendo comunicar la cavidad nasal con la bucal por una perforación que estaba situada casi á la mitad del surco gingivo-labial superior. El dia 28 del mismo mes, no estando clara la causa general de esta afección, se emprendió un tratamiento parasiticida lo- cal, en el supuesto que esta afección pudiera ser producida ó sostenida por un microbio: al efecto se sometió la región en- ferma á los vapores fenicados (al 1%) durante 15 minutos; ningún medicamento al interior; alimentación é higiene noso- comiales. Dos dias después, á través de la costra blanca que tapizaba la ulceración, aparecieron algunas yemas carnosas que el dia 4 de Abril habían disminuido notablemente la ex- cavación, en las paredes de la cual, sobre todo la inferior, se percibían grandes yemas que avanzaban hacia el centro; la costra blanca, que era difícilmente desprendible al principio, apenas existía por partes y cedía fácilmente á los lavatorios; la aureola rojiza que circundaba la excavación había disminui- do en intensidad de colorido. El dia 5 de Abril se extrajo un secuestro muy pequeño del vómer incompleto, y continuó el estrechamiento de la excavación aunque con más lentitud; el labio superior abultado y rojo estaba desprendido del maxilar, permitiendo una comunicación libre entre las cavidades nasa, y bucal; se practicó una cuidadosa exploración que permitió apreciar la crepitación, por ruptura de las laminillas óseas, ca- racterística de un proceso cariótico en el maxilar superior, proceso que explicaba que no se continuara la cicatrización con la rapidez con que había empezado; en tal virtud y para tratar la caries, se añadió (Junio 24) á las pulverizaciones fé- nicas, la curación con yodoformo en el repliegue gingivo-labial: *n Julio 17 apareció en la enferma una artitis sub-agudaque se trató de una manera apropiada hasta su desaparición coa:- 52 pleta (Agosto 12): en este espacio de tiempo la cicatriz avan- zaba, se extrajo un secuestro correspondiente al apófisis ascen- dente del maxilar superior iz ¡uierdo, y se ordenó que la pul- verización fénica fuera bis: la cicatriz siguió su marcha rápida y feliz; en 23 de Octubre se trató á la enferma con glicerolada de bismuto, hasta el 24 del mismo mes y año en que se dió de alta enteramente curada, quedando solo una pe pieña ex- tensión (0m 005) sin cubrirse de mucosa. Los antecedentes he- reditarios de la enferma eran satisfactorios, las funciones to- das de su economía eran perfectamente normales. Observación 3a Altagracia de León, natural de Otumba, de 10 años de edad entró al hospital de Infancia, con un lupus de naturaleza escrofulosa, extendido desde la raíz de la nariz hasta el libio superior, habiendo destruido (Junio 23, fecha de observación) el ala derecha de la nariz; el lado opuesto estaba sembrado de infinidad de pequeños tubérculos, próximos á ulcerarse. Ade- más tenia una escrofulida situada en la cara externa y parte posterior del pié derecho, como de 0m 08 de extensión; en el ojo del lado izquierdo se habia desarrollado una blefaritis; sus Libios eran abultados, su cuello ancho, etc. En los conmemo- rativos (pie se pudieron reeojer informó que hacia 3 años que tenia su dermatosis, (pie durante ese tiempo, la habían tratado por medicamentos internos y externos (principalmente los cáus- ticos), sin <pie se cicatrizara la pérdida de sustancia. Se le ordenaron pulverizaciones fénicas al 2V; á los G dias de estar sujeta al tratamiento, la ulceración cambió de aspecto, algunas yemas carnosas aparecieron en los bordes del orificio nasal derecho; la úlcera del pié avanzando rápidamente hacia la curación; se continuaron las pulverizaciones y la escrofulida 53 estaba cicatrizada enteramente (Julio 5), la pérdida de sustan- cia nasal tenia la superficie perfectamente limpia; el ala iz- quierda de la nariz casi cicatrizada, la de la derecha limitán- dose de una manera notable. Pocos dias después volvió á apa- recer la úlcera del pié sin extenderse más; la enferma acusó una contusión sobre la nariz, que hizo que se desgarraran las adherencias cicatrizales del ala derecha; la superficie estaba llena de sangre coagulada y casi se habia perdido lo aventaja- do hasta esta fecha (Setiembre 8). Por 2 meses más se conti- nuó el tratamiento que influenció muy poco la ulceración de la nariz, sobre la del pié tenia mejor resultado pero volvia á ponerse roja esta región y la supuración aparecía de nuevo. En esta fecha (Octubre 14), se notó sobre la superficie de la piel de la paciente, una erupción de pequeñas pústulas aglo- meradas que se secaban y dejaban unas costras amarillas, grue- sas y rusgosas que caracterizaban el impétigo; pocos dias des- pués aparecieron en la córnea unas manchas blancas y luego una ulceración; un catarro intenso complicó esta situación, y el lupus no fué mejorado por el cae. fénico y se desistió de este tratamiento para emplear el yodoformo. Nota.-Muchas observaoiones se pueden hacer á la presente historia: Ia. El lupus era diatésico; la diátesis dominaba la escena; la enferma era indó- cil, se arrancaba los apósitos, no se logró que tuviera aseo ni en la ulceración ni en su persona, por todo lo cual no pudo tenerse una seguridad de si el tra- tamiento obraba ó no. La ulceración del pié parecía ser el termómetro de la diátesis, ésta se disminuía, aquella se mejoraba. Consignamos este caso para hacer resaltar los buenos resultados de las anteriores observaciones, en las que el lupus era idiopático y sin complicaciones.