FACULTAD DE MEDICINA DE CANACA. Constituciones Médicas DE LA CIUDAD DE OAXACA. TESIS INAUGURAL Que para e! examen profesional —DE— Medicina, Cirugía y Obstetricia, PRESENTA A LOS JURADOS DE LEY, AGUSTIN 3IANUEL DOMINGUEZ, Alumno del Instituto de Ciencias del Estado, Corresponsal del Observatorio Meteorológico-Magnético Central de México y de otros Observatorios nacionales y extranjeros- OAXACA. Imprenta del Estado, 2. a de Murguia, nüm. 9, A cargo de José María Pereira 1897. A MI PADRE, EL SEÑOR DOCTOR JOSE AGUSTIN DOMINGUEZ. DEBIL HOMENAJE Ds inmenso y acendrado amor. A LA VENERANDA MEMORIA DE MI TIA a k Altai» Domínguez le Valveá AMOROSO Y GRATO RECUERDO. Air 8I|. GENERAD D. MARTINGONZALEZ, GOBERNADOR DEL ESTADO. Respetuosa simpatía. A MIS MAESTROS. GRATITUD. A mi querido é ilustrado Maestro, EL DISTINGUIDO CIRUJANO SR. DR. Fernando SologuFEn. PARTICULAR AFECTO Y EfTERNO RECONOCIMIENTO. A mi respetado y estudioso Maestro, EL EMINENTE CLÍNICO Sr. Dr. Enrique Montero. AGRADECIMIENTO PROFUNDO Y SINCERO CARIÑO. Szncio cfu zabcs: jij Í/J;JíFICIL es hallar situación mas crítica que en la que se encuentra el estudiante al concluir sus estudios. De una parte, el gozo, la alegría con que ve desarro- llarse ante sus ojos el panorama de una nueva vida, la vida social á la que pretende lanzarse sin temores, sin vacilaciones, que aunque comprende que en su curso tropezará con gran- des obstáculos é insuperables dificultades, no se arredra, sin embargo, ante ellos, porque sintiendo palpitar en su pecho un corazón joven y fuerte, lleno de nobles aspiraciones, se considera con el vigor, con la entereza de ánimo necesarios para conquistarse una posición honrada, digna coronación de sus heroicos esfuerzos, y desde la cual pueda devolver á la Patria y á la Sociedad los beneficios que de ellas recibiera y que contribuyeron á formarle. De otra, la perspectiva ma- jestuosa é imponente de las últimas pruebas (los ex tmenes,) que esa misma Sociedad le exige para admitirlo en su seno y de cuyo éxito, mayor ó menor, depende en mucho, la mane- ra como sea recibido en ella. En ese estado psicológico com- plexo: gozo y temor, vigor y vacilación, es imposible coordi- nar las ideas y escribir con la corrección y el acierto que, tanto en la parte científica como en la literaria, requiere el traba- jo, la tesis que la ley impone, como requisito indispensable, como precursor obligado de las mencionadas pruebas. Y si son grandes las dificultades que se presentan en la re- dacción de ese discurso, son mayores aún las que se encuen- tran en la elección del asunto. ¿Qué tema podrá desarrollar 10 con sagacidad quien apenas salido do las aulas, no tiene la ilustración suficiente para poder añadir algo nuevo á lo que lia sido tratado tanto y tan bien por las lumbreras de la cien- cia? La instrucción adquirida en las escuelas, el ejercicio del entendimiento cultivado por el estudio continuo, no son fac- tores bastantes para producir nada digno de atención, cuan- do además, se carece de una larga y severa práctica y de las elocuentes lecciones de la experiencia, de la experiencia pro- pia y libre, maestra sabia que rectifica nuestros errores y despierta ideas innatas quizá, adormecidas en el cerebro. In- dispensablemente tiene que limitarse á exponer lo que en sus autores favoritos ha aprendido y lo que ha podido guar- dar de las lecciones de sus maestros; pero le queda la facul- tad de dar á esas enseñanzas una forma nueva, en la que se traduzca, no el estudio profundo, pues he dicho ya que el aprendizaje en los colegios es siempre limitado, elemental; no la inteligencia, pues no está en sus manos haber venido al mundo dotado de un talento privilegiado; mas sí su amor á la profesión que haya escogido y la buena voluntad conque debe cumplir las prescripciones reglamentarias del Plantel en que ha sido educado. Tocóme, hoy, hallarme en esta situación y luchar por lo tanto con sus dificultades, mayores en el caso particular, si se atiende á mis escasas luces. Por eso con la timidez propia de mi carácter y de las circunstancias, os presento este hu- milde trabajo, nacido únicamente de la necesidad en que me veo de cumplir con la Ley de Instrucción, para solicitar mis exámenes profesionales. Inútil creo advertiros, respetables jurados, que no encierra nada nuevo ni digno de excitar vuestra ilustrada atención; pero al menos, es el trasunto fiel de las ideas que sobre el asunto profeso, y las que me he esforzado en exponer con la claridad y la concisión que me han sido posibles. Enemigo de esas disertaciones en las que se hace la des- cripción de una enfermedad, porque salidas de los elementa- les conocimientos de un alumno, no pueden ser sino la copia más ó menos compendiada y fiel de jos artículos escritos en las obras de Patología, siempre tuve el pensamiento de elegir Un punto nuevo y de alguna utilidad práctica como asunto primordial para mi Tesis inaugural. La circunstancia de haberme educado, por decirlo así, en el Observatorio Metereológico del Estado, me ha sido muy útil á este respecto: concurriendo á él desde el año de su fun- dación en 1883 cuando era aún cursante de los colegios de Instrucción Primaria y encargado más tarde de su dirección ya con carácter oficial, sustituyendo á mi padre en sus ausen- cias de esta Ciudad, ya ayudándolo particularmente en sus observaciones, he tenido la fortuna de habituarme con la práctica de la Meteorología del país, y no queriendo que los conocimientos que con tanta constancia y tanto trabajo he adquirido, sean estériles, me he propuesto aplicarlos á nues- tras necesidades, y teniendo tan estricta relación los Elemen- tos Meteorológicos de una localidad con su estado sanitario, la oportunidad de aplicarlos á él, me ha sugerido la idea de es- cribir sobre nuestras Constituciones Médicas, punto hasta ahora, no tratado por nadie y de capital interés, si se consi- dera que diferenciándose notablemente nuestro clima del de los países templados, ningún autor europeo (ni americano quizá) ha deslizado al tratar en sus obras de esta materia, al- go que referirse pudiera á nosotros. Al volver esta hoja, respetables jurados, comenzareis la lectura de mi trabajo, nacido solamente del deseo de estudiar la Climatología de nuestra región en una de sus más impor- tantes aplicaciones. Os lo presento sin pretensiones y con humildad, y ya que la mayoría de vosotros habéis sido mis maestros, espero lo recibáis como una de tantas lecciones que en los cursos os diera y sujeta como tal á vuestras observa- ciones y que le concedáis por este motivo, la cariñosa bene- volencia con que siempre habéis honrado á vuestro respetuo- so discípulo. PRIMERA PARTE. Topografja, Climatología e Higiene de la Ciudad. I. TOPOGRAFIA. La Ciudad de Oaxaca (Oaxaca de Juárez) está situada al NW. del valle del mismo noml»re. Este valle tiene por lími- tes, al N. la montaña de San Felipe de! Agua; al E. la cordi- llera de Tanga; al SE. el monte de San Antonio de la Cal; al SW. el Monte-Albán, y al W. y NW. el contrafuerte de varios cerros llamados de la Soledad (á) el Fortín, de Xochi- mileo y Monte Pelarlo. Su extensión aproximada es: desde el pié de la Sierra, cerca de la Hacienda de Aranjuez, hasta la fallía del cerro de San Juan Chapultepec, ríe unos doce ki- lómetros, y desde el cerro de San Felipe, cerca de la Hacien- da de Dolores, hasta el N. de San Antonio de la Cal, junto á la Hacienda de San Miguel, de ocho á nueve kilómetros. Se haya inclinado ligeramente de NW. á S. y comunica con tres valles; el de Tlacolula al E., el de Etla al W. y el valle grande al SW. Comprendo una extensión superficial apro- ximativamente de unos 162 kilómetros y el terreno en lo ge- neral, esti compuesto de tieras de labor en las que se culti- van maíz, caña de azúcar (que no florece,) alfalfa y trigo; crecen también varios cactus y au perniciosa y nociva iníluencia. Y esta influencia fatal no podrá destruirse mientras sigan constituyendo entidades políticas independientes de la Ciu- dad y por lo mismo, excluidas de sus Reglamentos de Policía. Higiene, mucha higiene es lo que necesitan; pero mientras no sean gobernados pur munícipes celosos de su encargo, ó por lo menos, no tan incultos como los que tienen, el mal perma- necerá constante, irá quizá en aumento. l)e desearse sería, pues, que la Prensa y las personas de alguna representación interpusieran su influencia para con el Superior Gobierno del Estado, á fin de que, á iniciativa de este y en vista de las necesidades urgentes que es preciso atender, el Congreso del mismo expidiera el decreto por el cual entraran á formar parte integrante de la Ciudad, ya que de hecho así sucede y que su existencia independiente no tiene razón de ser. De i ste modo se lograría, no sólo mejorar su salubridad, vigilan- do su higiene, sino evitar, también, que los bandidas y mal- hechores que cometen sus fechorías en los alrededores de la Ciudad y aun en ella misma, busquen refug o en esos pueblos cuyas autoridades son las primeras en ocultarlos, por la cuen- ta que les tiene. SEGUNDA PARTE. Constituciones Medicas. Es cosa sabida que cuando se ejerce la Medicina en una ciu lad, un pueblo ó una comarca más ó menos extensa, se observan dos clases de enfermedades. Unas que se presen- tan independientemente de las estaciones y de las variacio- nes atmosféricas, que atacan sólo un curto número de perso- nas y que se producen aisladas ó más bien diseminadas en la población; estas enfermedades han sido bautizadas por Sydenham con el nombre de intercurrentes ó esporádicas, nombre que conservan hasta la actualidad. Otras hay, que se observan en ciertas épocas determina- das, en períodos de tiempo irregulares unas veces, regulares otras, y cujrn origen se debe ya á una alteración secreta é inexplicable del aire ó del terreno, ya á los inns, costumbres, etc., y en general, á todo lo que abarca la higiene privada y pública de la localidad, como causas directas según los puto- logistas antiguos, indirectas determinando el desarrollo y pululaeión de los microbios patógenos, según los modernos. Estas enfermedades que reinan en tiempo variable, marcado en ciertos casos por un estado atmosférico definido, se lla- man enfermedades epidémicas, y el período que duran se designa bajo el dictado de constitución epidémica ó consti- tución médica. La influencia de estas constituciones es tal sobre las enfermedades que se presentan en el tiempo en que reinan, que modifican su forma, su marcha y hasta su natu- raleza misma, de tal suerte, que les imprimen caracteres co- munes, por la observación de los cuales, se puede determinar la intervención de una causa desconocida que se llama el yenio epidémico. Lo? Sres. Monneret y Fleury (l) dividen las constitucio- nes médicas en tres clases: una estacionaria ó fija, otra tem- poral ó anual y la tercera accidental. A estas tres consti- tuciones corresponden tres géneros de enfermedades epidé- micas. La constitución estacionaria ó fija es la causa des- conocida que durando cierto número indeterminado de años, imprime un sello especial á las enfermedades que se presen- tan en los habitantes del lugar donde reina, de tal modo, que esas enfermedades afectarán una forma biliosa, intermiten- te, catarral, reumatismal, inflamatoria, etc., según que la constitución tija sea también biliosa, intermitente, catarral, reumatismal, inflamatoria, etc. La causa de la constitución estacionaria depende según la mayor parte de autores, del régimen, de las costumbres, en una palabra, de todo ese con- junto complexo que con-tituye la higiene; y varía de un pue- blo á otro y aun de una á otra comarca, razón por lo que se le ha llamado también constitución regional. La constitución estacional ó temporal, llamada anual por Sydenhatn, se presenta en períodos fijos de una duración más ó menos determinada y está en íntima relación con los ele- mentos meteorológicos, de los cuales depende. Observada desde tiempo inmemorial, ha sido bien estudiada por el Pa- dre de la Medicina, el sublime Hipócrates de Cos, que la di- vide ya en cuatro estaciones de acuerdo con las estaciones astronómicas, y que los modernos han dado las mismas de- nominaciones que á éstas, á saber: primaveral, estival, oto- ñal é invernal, clasificación que se acomoda á los países tem- plados, pero que no es práctica en nuestro clima, como indi- caré adelante. La constitución epidémica accidental, propiamente dicha, es aquella que exótica, ataca un gran número de individuos á la vez. Sobreviene en épocas indeterminadas, dura un tiempo indeterminado también (y á veces tiende á hacerse endémica en un lugar, como sucedió hace algunos años con el cólera morbo en el N. de Alemania y sucede con la grippa entre nosotros), y desaparece con las causas que la han pro- ducido. Independiente de las constituciones tija y estacio- nal reinantes, no es influenciada por ellas y su naturaleza es tal, que afecta los mismos caracteres en todos los individuos (1) Compendiu-m de Medicine Predique. Tomo III, pág. 350. que ataca, de modo que por el examen de uno solo de ellos, se puede determinar la forma y la marcha generales de la epidemia. De acuerdo en lo general con las anteriores clasificacio- nes, dividiré esta parte de mi trabajo en tres secciones: la primera que es de la que me ocupo en seguida, tratará de la constitución estacionaria ó tija de la Ciudad; la segunda de sus constituciones médicas estacionales, y en la tercera pro- curaré dar una ligera reseña «le las principales epidemias ac- cidentales que le han sobrevenido desde el año de 1850, fe- cha desde la cual he podido recoger algunas noticias relati- vas á ellas. I. CONSTITUCION ESTACIONARIA O FIJA. (Sinonimia: Constitución regional.) Difícilmente podría caracterizarse con exactitud la consti- tución estacionaria ó tija de la Ciudad de Oaxaca. Parece que la bondad de su clima y su favorable situación topográ- fica hacen que la mayor parte de afecciones que en ella se d sarrollan, no estén subordinadas de una manera absoluta á la influencia de ese con junto de causas desconocidas (pie origi- nan tal constitución médica. Sin embargo, un estudio atento nos hace percibir que, aunque no de una manera franca, las enfermedades se acompañan en lo general, de ciertos signos que indican la existencia de este influjo regional. Imposible es separar el estudio de las enfermedades endé- micas de un lugar del de su constitución médica tija, con tan- ta mayor razón, cuanto (pie en mi humilde opinión, la misma endemia puede influir sobro las enfermedades intercurrenti s que se produzcan en él, dándoles ciertos caracteres y constitu- yendo por lo tanto y por sí misma esa constitución. Séame permitido, pues, decir algo sobre las enfermedades que han si- do ó son endémicas en la Ciudad. El bocio, esta entidad morbosa que constituía hace 50 años la enfermedad endémica por excelencia de nuestra pobiuciuii, pues no sería arresgado afirmar que el número de personas que la padecían formaba un total de 20f sobre el de habi- tantes de la Ciudad, (1) ha desaparecido a tal grado, que es sumamente raro encontrarla. He dicho, al hacer el estudio de las aguas de la Ciudad, que á la naturaleza de ellas se ha- bía atribuido la frecuencia de esta afección; pero he indicado, también, que tal opinión era insostenible, pues no habiendo cambiado la calidad de las primeras, no habría desaparecido la causa que la originaba y debería, por consiguiente, existir todavía. Un hecho digno de notarse es el siguiente: que la desapari- ción del bocio en Oaxaca coincide con la vulgarización del Uso de la sal marina en la condimentación de ios alimentos. En efecto; antiguamente, sólo se usaba la sal de tierra (lla- mada vulgarmente sal de bollo) y entonces el bocinera endé- mico; hoy nadie la utiliza y el bocio desaparece á tal extre- mo, que los casos siendo rarísimos, puede considerarse como una enfermedad intercurrente, esporádica, originada más bien por un estado diatésico individual ó por ciertas influencias higiénicas también individuales, mas no por una causa gene- ral á la que estuviera sometida la totalidad de la población; y téngase en cuenta que algunos de esos casos raros de bocio en la actualidad, se refieren á una entidad morbosa distinta, al bocio exoftálmico (enfermedad He Graves) que parece debi- da á una neurosis cardio-vascular, á un trastorno profundo de la inervación vaso-motriz, (2) y no al bocio común (hiper- trofia simple del cuerpo tiroides). ¿Era la falta de ciertas substancias y en particular la del iodo en la sal de tierra, la que ocasionaba esta afección? ¿Es la existencia de esas mismas substancias en la sal marina, la que la ha hecho desaparecer é impide ahora su desarrollo? Yo creo que sí. Muchas opiniones hay respecto á las causas de la afección en cuestión: la más antigua y la más errónea á la vez, es la (pie se refiere á la naturaleza de las aguas y con especialidad a su desoxigenación; sostenida con ardor por M. Boussingault (1) Considerando que en cada familia había cuando menos un miembro con bocio, y tomando por 5 el término medio de los que componían cada una de ellas. í'2) Trousseau. CU ñique Mé.licale de V Hotel-Dieu. Tomo II. pág 55tí. está lejos ile ser demostrada y es hoy desechada por todos los patologistas. La idea de relacionar el bocio endémico al uso del agua producida por la fundición de las nieves, cae ante los hechos observados, pues es desconocido en países en que como la Groenlandia, esa agua es la única utilizada para la bebida, y es en revancha endémico en otros como Suma- tra (y antes entre nosotros) donde nunca nieva. Las ideas de hacerlo depender de las sales magnésicas ó de las calcá- reas contenidas en las aguas de bebida han sido sostenidas, la primera por Grange, (1) y la segunda por J. M’ Clelland; pero rebatidas con éxito por Niepce, (2) que ha hecho ver que en el análisis de las aguas de ciertos valles que cuentan entre sus habitantes gran número de bociosos, no se han ha- llado huellas de sales calcáreas y magnésicas, en tanto que en algunas poblaciones que hacen un uso diario de aguas conte- niendo esas sales, no se ven individuos con bocio. Niepce cita entre éstas la ciudad de Grenoble; yo podría citar los valles de Apam (Estado de Hidalgo.) Queda en pié la opi- nión de M. Chatin, que relaciona la causa á la falta de bro- mo y iodo en las bebidas y en los alimentos, opinión á la cual se adhieren el Dr. J. A. Fort (3) y otros muchos auto- res, por ser la más verosímil. Sábese bien la acción del bro- mo y del iodo sobre los órganos glandulares linfoides, y el segundo es un verdadero específico para la curación de la hi- pertrofia de esos órganos; nada extraño es, pues, que faltan- do en la nutrición esas substancias, faltaría también un re- gulador para el crecimiento de ellos, y por consiguiente, se hipertrofiarían. Grissolle (4) cree que la causa del bocio no es una sino múlt'ple, pero no las señala de una manera cla- ra. No sería yo quien contradijera á semejante eminencia médica; mas en espera del esclarecimiento de la cuestión, creo que si la falta del bromo y del iodo no es la causa úni- ca del bocio, sí es una de las más comunes y directas; y la prueba la tenemos entre nosotros: antiguamente, cuando se usaba sal gema que no los contiene, el bocio era endémico; (1) Archives genérales de medicine. 1*51, núm. de Oct, p. 243. (2) Traite du goitre et dio crétinisme. París, 1851. (3) Pathologie et Clinique Chirurgieales. 2. ~ edic. franc. Tomo II., pág. 37. (4) Traite de Pathologie Interne. Segunda edic. franc. Tomo II, pág. 22J. en la actualidad, que sólo se consume sal marina, lia desa- parecido por completo. Podría objetárseme que las aguas de la ciudad contienen sales calcáreas y magnésicas y que éstas serían la causa de él; pero he dicho repetidas veces, que la composición de ellas sigue siendo la misma y sin embar- go ya no existe esa afección; más aún: de los análisis que en otro lugar he insertado, vemos que el agua de San Felipe contiene, por litro: bicarbonato de cal, 0 grms. 0491; carbo- nato de magnesia, 0.0185; suma de sales de ambas bases, 0 grms. 0076; es decir, poco menos de 08 miligramos por li- tro; el agua de Huayápam contiene, es cierto, mayor canti- dad de ellas: carbonato de cal, 0 grams. 0420; sulfato de cal, 0 grms. 0174; carbonato de magnesia, 0 grms. 0193; suma de sales de ambas bases, 0 grms. 0787; es decir, poco menos de 79 miligramos por litro; pero aun esa cantidad la considero insuficiente; y no es eso todo, sino que el caso no tiene apli- cación por la razón sencillísima de que la segunda de esas aguas se utiliza sólo desde el año de 1880, época en la que ya había desaparecido esa afección. Las sales magnésicas en particular, mal podrían ser la causa de ella cuando han servido para su curación, como lo demuestra el caso siguien- te, que habla muy alto en contra de la hipótesis precitada: una persona muy conocida y cuyo nombre no es del caso de- cir, tratada por mi padre en todas sus enfermedades, presen- taba un bocio bastante crecido y estacionario, porque siem- pre rehusaba someterse al tratamiento iodado; en una oca- sión, habiendo sido atacada de una diarrea rebelde y tenaz, se la prescribió el sulfato de magnesia á cortas dosis; la dia- rrea cedió y habiéndose notado que el bocio disminuía, se continuó el tratamiento y aquel desapareció por completo al cabo de cierto tiempo. Creo que lo expuesto será suficiente para asegurar las ideas que formulé al principio, relativas á la causa que ori- ginaba la endemicidad de esa afección y la que la ha hecho disminuir por completo de 40 años á acá. La diarrea es y ha sido endémica también. Por mucho tiempo se ha creído de origen tuberculoso; pero la ausencia de tubérculos en los cadáveres de infinidad de diarreáticos que ha observado mi padre en su larga práctica de Hospital y la falta de otros signos que caracterizan esta diátesis, nos muestran que debe ser otra su causa; quizá no es una sino múltiple: la mala alimentación en unos individuos, desorde- nada en otros, y sobre todo el exceso de grasa que se sirve en nuestra cocina ordinaria, son, en mi concepto, las princi- pales; muy especialmente la mala calidad de alimentos y be- bidas, que no inspeccionados por una comisión facultativa competente, se expenden en las tiendas y mercados sin más taxativa que la buena fe (?) de los comerciantes; la prueba la tenemos en (pie la tal diarrea cede fácilmente á un trata- miento dietético sabiamente dirigido y seguido con rigorosa exactitud y constancia. Quizá en su producción desempeñe un papel de alguna importancia el elemento palustre que influ- ye bastante en el buen funcionamiento del aparato digestivo. Esta diarrea, como veremos adelante, afecta formas varia- das, según las estaciones, siendo tan general que puede ser considerada como originando en ciertas temporadas una ver- dadera constitución gástrica ó biliosa. La malaria, que se ha desarrollado desde el año de 1855 y cuya aparición coincide con el cultivo de la caña de azúcar én los alrededores de la Ciudad, (1) afecta generalmente la forma cuotidiana ó terciana y algunas veces llega á producir la caquexia palustre. Reina endémicamente en las riberas del río de Jalatlaco, y común durante todo el año, presenta exacerbaciones en los meses de Junio á Octubre, es decir, en la estación húmeda y lluviosa. Su influencia se hace sentir sobre otras enfermedades con las cuales se complica: es fre- cuente, en efecto, encontrar síntomas de paludismo (tumefac- ción del bazo, fiebre intermitente, tinte terroso de la piel, etc.) en muchos enfermos y mayormente en los atacados de afec- ciones intestinales y hepáticas, de tal suerte que conside- raría que desde hace algunos años vivimos bajo la influencia de una constitución estacionaria intermitente [palúdica.] La (jrippa, esta afección epidémica por excelencia, tiende desde hace 0 ú <8 años á estacionarse y hacerse endémica en nuestra población, razón por la que me veo obligado á tratar de ella en este lugar y no en el correspondiente á las epide- mias accidentales. Presentándose con un carácter casi pan- démico al principio y al fin de cada estación y particular- mente á fines de la segunda [Octubre] y de la tercera [Febre- ro], da lugar también á casos más ó menos frecuentes, algu- nas veces aislados, en el curso mismo de las estaciones; esto no es todo: numerosos son los inviduos atacados de otras en- (1) Dr. J. A. Domínguez, loe. cit, pág\ 36. fermedades que presentan entre sus síntomas ese cansancio muscular, verdadero abatimiento nervioso, tan característico de la grippa y cuyo signo es patognomónico, y fenómenos ca- tarrales de naturaleza también grippal. Tanrornún ha sido esta afección, que desde tiempo inmemorial hay costumbre de cuidarse los catarros más benignos [corizas], pues el más li- gero desorden los transforma en constipados graves, que se terminan por pulmonías, ó mejor dicho, por intensas conges- tiones pulrnonales, verdaderos atascamientos (fluxiones) rápi- da é infaliblemente mortales. La constancia de esos fenómenos en muchos enfermos, me hace presumir, y creo que no será aventurada mi opinión, que nuestra constitución fija participa también de un carác- ter grippal, que unirlo al palúdico que antes he señalado, cons- tituirán el genio propio de esa constitución que yo llamaría grippal é intermitente [palustre.] (1) Séame permitido para concluir esta sección, exponer algu- nas observaciones sobre la causa probalde de la grippa. Todos los autores están acordes en considerarla como resi- dente en el aire atmosférico. La rapidez con la cual se pro- paga la epidemia, excluye la idea de ser importada por el hombre; reina á la vez, en comarcas demasiado lejanas, situa- das en los extremos de un continente y algunas veces en el continente entero, como sucedió hace años en América; su des- arrollo, sumamente caprichoso, no sigue las vías ordinarias de comunicación, ni aun cuando las siguiera, podría achacarse a- quel á la importación, pues su marcha es bastante rápida en la mayoría de casos y superior al tiempo que se emplea en las jornadas de una á otra localidad, cualquiera que sea, por lo demás, el vehículo empleado en el transporte; cuando apa- rece en una ciudad no da lugar á un foco circunscrito prime- ro, y que luego irradia á los diversos cuarteles, llevada por el contagió como acontece con el cólera, el sarampión y todas las enfermedades contagiosas, sino que ataca de lleno á mi- (1) La diarrea endémica lia originado en otros años una verda- dera constitución gástrica ó biliosa, como ya indiqué; pero en la actualidad y quizá por la preponderancia de los otros elementos constitucionales (grippa y paludismo) no imprime un sello espe- cial á las enfermedades intereurrentes, sino sólo en ciertas estacio- nes, por lo que no puedo considerarla como entrando en la carac- teiístiea de la constitución fija, sino como enfermedad estacional, como indicaré más adelante. llares de personas y á veces á los pueblos enteros sin excep- ción de alguno de sus moradores; se la ha visto producirse i- gualmente en alta mar, y según los Sres. A. Laveran y J. Teissier (1) las aves desaparecen á menudo en las localidades en que reina, como si el aire tuviese propiedades nocivas. Según lo que antecede, todo parece inducirnos á creer que, efectivamente, la causa es un estado meteorológico especial, li- mitado unas veces á una comarca, generalizado otras á un con- tinente entero. Vero ese estado ¿está, como se ha sostenido hasta hoy, caracterizado por el exceso de ozono en la atmós- fera? en otros términos, ¿es la superabundancia de este ele- mento en el aire, la causa probable de la grippa, como lo quie- ren muchos, fundándose en algunas observaciones, especial- mente en las de Boeckel, en Estrasburgo, que ha notado que el exceso de ozono en la atmósfera ha producido verdaderas e- pidemias de bronquitis, quizá por su acción irritante sobre los órganos respiratorios? Pero las observaciones no son concluyentes, son muchas de ellas contradictorias y en e.-to están conformes aun los más acérrimos defensores de la hi- pótesis citada. Desde el año de 1887 hasta el de 1892 (inclusive) he prac- ticado observaciones ozonométricas en mi casa, y desde 1892 hasta la fecha, en el Observatorio Meteorológico del Estado, y he tenido mucho cuidado en fijarme en las variaciones que afecta la curva ozonométrica en las temporadas de aparición de la grippa, especialmente en el segundo de esos períodos, en que estudiante ya de Medicina, conocía la pretendida in- fluencia que se ha atribuido á ese elemento sobre la mencio- nada afección; pero los resultados de mis observaciones son tan discordantes, tan contradictorios, en una palabra, tan po- co concluyentes para el apoyo de la tesis en cuestión, que juz- go completamente inútil consignarlos aquí; básteme decir que en unas epidemias la media era poco más ó menos igual á la media normal; en otras superior, inferior en algunas; á veces la cantidad de ozono aumentaba ó disminuía notablemente ya al principio, j’a en el curso, ya al fin de la epidemia; otras, esta cantidad era sensiblemente igual á la que había sido des- de mucho tiempo antes de la producción de la enfermedad, 6 (1) Nouveaux elementes de Pathologie Medícale. 3.55 edic. franc. Tomo 1., p;ig\ 142. después de desaparecida ésta, no experimentaba variación; es decir, la curva ozonométrica seguía su curso regular corres- pondiente al mes ó estación en que se desarrollaba la af» c- ción, sin experimentar cambios notables, no obstante la in- tensidad y el carácter pandémico conque se presentaba la e- pidemia. Hay más todavía; he dicho que la grippa se ha hecho en- démica en nuestro clima; si su causa originaria fuera el ex- ceso de ozono en el aire, hubiera encontrado una alza de este elemento en estos últimos años, lo que no ha sucedido, pues, repito, salvo las variaciones accidentales, la curva ozonomé- trica sigue su curso normal. Pero hay dos hechos patentes que me demuestran que no puede ser la abundancia de ozono en la atmósfera la causa originaria de la grippa, y que al contrario, podrían hacer creer que lo era su disminución. He señalado ya que á tiñes de la Segunda Estación Meteorológica era la exacerbación más notable de esta endemia; ahora bien, la media ozonomé- trica es para la Primera Estación (meses de Marzo á Junio), de 2°25; para la segunda (Junio á Octubre) de 2 04 y para la Tercera (Noviembre á Febrero) de 1 79, ó lo que es lo mismo, en los meses en que es más frecuente y más grave la enfermedad (segundos quince días de Octubre, Noviembre, Diciembre, Enero y primeros quince días de Febrero) la media ozonométrica es inferior á su normal anual (2°0d) y ú las de las otras dos estaciones. Hé aquí el primero de los hechos á que me redero; veamos el segundo. Tengo á la vista las observaciones ozonométricas practi- cadas en casi todos los Observatorios de la República y al- gunos del extranjero y comparando sus resultados con las practicadas por mí, me convenzo que el aire de Oaxaca es li- no de los menos ozonizados. Pongo á continuación esos da- tos, para que no se juzgue que pretendo ser creído bajo mi palabra y buena fé. (1) 46 (1) Algunos de estos datos me han sido facilitados por los Sres. Directores de los Observatorios de las localidades mencionadas, á los que me es satisfactorio dar aquí una muestra pública de mi re- conocimiento por su atenta condescendencia. Los demás han si- do deducidos por mi de las publicaciones que se reciben en el Ob- servatorio. y no siendo muchas de ellas completas, naturalmente los resultados no son tan exactos, mas bastan para dar una idea sufi- ciente del estado ozonométrico. en relación al objeto de que se trata. 47 | * 3 i 5 s cz .2 -2 ó ? £ 4> LOCALIDADES. LATITUD N. o, *r o) r- C % v I Qr £ - 1 la •5 . tSs ~ x •- ¡- a £ Z a ST s 2 México (D. F ). . .. 19^26'00" 2.282m50. 20 años. 4 00. Puebla (Pía.) 19 02'33" 2.169m63. 5 „ 5^40. Tehuacán (Pía) . . . 18'27 50" 1.662in00. 4 )neses. 5132. Xalapa (Ver.) .... 19°31,00'’ 1.450ui00. 2 años. 5'G0. Toluca (Méx.).... 1917'XQ" 2.625m00. 5 „ 2'00. Paehuca (Hidalgo.) 20^07'40" 2.483m00. 4 „ 5° 6 5. Guadalajara (Jal.). 20°4110" 1.566m90. 15 „ 270. More lia (Midi.). . . ¿9°4212" 1.950m98. 4 », 5o 5 2. Querétaro (Qro.).. 20>35'38" 1.850m00. 5 „ 5 45. Zacatecas (Zac.) .. 22’46'34" 2.443mOO. 2 ,, 4 G8. Aguascali entes (Ac.) 2t°53'07" 1.86lmOO. 7 meses. 3 70. Culiacán (Sin). ... 24°48'00/' 34m22. 7 „ 2 70. Mazatlán (Sin.) .. . 23° 11'44" 7ni50. 12 años. 4 84. Saltillo (Coali.). . . 25°25'15" 1.645 ni 50. G „ 2 70. Merida (Yuc.) 20’58'00" 8ni25. 2 „ 4 41. Guanajuato (Gto.).. 21°00'57" 2.023ii)80. • 7 » 5°G5. León (Gto.) 21°07'23" 1,798m60. 19 » 5 50. Üaxaca (Oax.). . .. 17 0317" 1.574mll. 5 „ 2 03. No comprendo, pues, cómo, en caso de ser el exceso de ozo- no el que produjera la grippa, ésta tendiera á hacerse endé- mica entre nosotros, es decir, en una atmósfera que es la más pohre en ese elemento, tanto más, cuanto que entre las loca- lidades indicadas, hay algunas que á una cantidad media ma- yor de ozono, reúnen un clima, una altitud y una topografía análogos á los nuestros. Hay dos causas de error atribuyendo al ozono una influen- cia particular en la producción de la grippa: el primero, y más importante, es el valor que se les da á las observaciones ozo- nométricas, valor que está muy lejos de ser exacto, visto el método ordinario que se sigue. No podría hacer la descrip- ción detallada de’ese método, que es por lo demás, bastante conocido; sólo diré que, basado en la propiedad que tiene el ozono de desalojar al iodo de sus combinaciones y éste de combinarse con el almidón pava formar un compuesto defini- do de color violado (el ioduro de almidón cuya fórmula es según M. Bordonneau: (c2 H10 o10) 5i2), las observaciones se practican del modo siguiente: una banda de papel al humilla- do de 6 centímetros de longitud por H de anchura, es su- mergida en una solución titulada (al 25%) de ioduro de po- tasio neutro y expuesta luego al aire libre durante el tiempo de la observación; en seguida es sumergida en una solución de almidón (en frío) en la cual se tiñe de violado más ó me- nos obscuro, según la cantidad de iodo desalojado, que de- pende naturalmente de la cantidad de ozono existente en la atmósfera; la banda así teñida se compara con una escala de fajas cuya coloración varía del negro al blanco (O5 á 10 ) y según el número que en ella le corresponde, así habrá sido el estado ozonométrico del aire durante la observación; y aun cuando es difícil hacer con exactitud esa comparación por ser colores diferentes los de los tintes de la escala y los de las bandas, esta dificultad es obviada fácilmente con la costum- bre de observar y aun llega á desaparecer á tal grado (y esto lo digo al menos por mí), que después es la escala casi inútil, pues se llega á adquirir tal hábito, que con sólo ver la banda teñida, se sabe el número que en la escala le corresponde y por consiguiente la cantidad de ozono que esta indica. No son, pues, estas pequeñas dificultades, propias de todc genero de experiencias y que, repito, se subsanan con la práctica, ¡as que inducen á error en la apreciación del grado ozonometrico del aire, es el método mismo, que á pesar de ser el seguido por todos (pues con ligeras variantes es el que se usa en los Observatorios de Europa), es bastante imperfecto para dar- nos cuenta exacta de las variaciones que sufre este elemento meteorológico. En efecto; el ozono existe en la atmósfera en cantidad muy pequeña y el método en cuestión seguido para conocer sus variaciones, no las marca sino cuando éstas son sumamente notables, y esto siempre de un modo muy a- proximado y en mi concepto, muy poco cercano á la verdad, pues las causas de error son muchas y en la mayoría de casos es imposible substraerse por completo á todas ellas é impo- sible, por lo mismo, dosificar por decirlo así, la cantidad de (.zono existente y determinar su relación exacta con los de- mas elementos meteorológicos. O El segundo consiste en atribuir la influencia sobre la gri- ppa al ozono mismo, cuando era más natural atribuirla á las causas que erguían la existencia de él. Estas causas pueden roi.laeir.se á cuatro: (I) lil la vegetación, 2? la evaporación, 3? las acciones químicas y 4a y más común, la electricidad. La electricidad en efecto, y no precisamente bajo la forma de descargas (rayo) que da un aumento notable, pero pasajero, de ozono, sino la que se esparce bajo la forma de efluvios obscuros, es la causa más eficaz que genera este elemento en la Naturaleza. Las tres primeras causas no pueden tener relación alguna con la grippa. No se conoce, hasta ahora, ningún germen patógeno a esta afección, que pudiera desarrollarse en de- terminadas zonas donde se cultivaran tales ó cuales plantas, y en cuyo caso, la grippa existiría endémicamente en esas zo- nas y sólo se propagaría á otras bajo la forma epidémica y si- guiendo las leyes generales de contagio, lo que está muy le- jos de suceder. La evaporación tiene una acción muy marcada sobre el organismo, con espe.cialii.lad sobre el aparato pulmonal. Sá- bese ya, que la actividad de ella está en razón inversa del estado higrométrico del aire: así, á menor humedad es mayor la evaporación. La sequedad de la atmósfera activa la eva- poración en la superficie de la piel y de las mucosas, y se comprende que su acción pueda ser tan intensa, que llegue á producir la irritabilidad en ellas, particularmente en la mu- cosa de los órganos respiratorios, que por su funcionamien- to están en contacto continuo con el aire seco que de fuera les viene y el que les arrebata su humedad, con la cual se carga y sale al exterior. De este modo se producen algunas afecciones catarrales que pueden atacar gran número de per- sonas, toda vez que la falta de humedad atmosférica reina en toda una comarca más ó menos dilatada, y extenderse con un carácter pandémico como la grippa; pero no pueden confundirse con ella porque, como á las bronquitis observa- das por Boeckel bajo el exceso de ozono, les hacen falta otros signos característicos (la postración, el abatimiento muscu- lar, entre otros), y porque la grippa no sólo se observa en temporadas de sequedad; muy al contrario, es común y revis- te más gravedad (en nuestro clima, entiéndase), al fin de las lluvias, cuando el aire está vecino á su punto de saturación y en la estación fría cuando la evaporación, aunque mayor que su media normal, no llega sin embargo á su máxima. (T) J. L. Collazo, loe. cit-, pág. 2. Las acciones químicas, notables en el suelo y en la atmós- fera de ciertos lugares, (ciudades industriales, muladares, etc..) escasas en otros, no pueden invocarse como causa pro- bable de esta afección; raras las más veces en el aire, sólo son apreciables en las grandes perturbaciones de la Natura- leza (erupciones volcánicas, tempestades, borrascas, etc.,) y eso de un modo accidental y pasajero. La electricidad; ¿la electricidad disimulada, esparcida en la atmósfera bajo la forma de efluvios invisibles pudiera ser * una de las causas determinantes de la grippa? Tengo para mí, que este agente tan mal conocido no obstante que lia si- do tan estudiado, y que es en mi opinión la causa de los más graves trastornos de la Naturaleza, tiene una acción pspecial sobre el sistema nervioso. “El fluido eléctrico, ha dicho J. Béclard, (1) es el excitante más propio para poner en juego la acción nerviosa. .” y el Profesor D’ Arsonval añade: [2] “. . . aun la electricidad goza de un privilegio notable: el de poder poner en juego todas las propiedades de la materia organiza- da.” Pero téngase entendido que esto y cuanto se refiere á la acción eléctrica sobre el sistema nervioso central y perifé- rico, se relaciona á este agente, ya bajo la forma estática (des- cargas. chispas producirlas por la máquina eléctrica, botella de Leyden. acumuladores, etc.,) ya bajo la forma dinámica en corrientes galvánicas ó farádicas, y que esta acción para la segunda sólo es notable en los momentos en que se abre ó se cierra el circuito; mas no al efluvio eléctrico cuyo modo de o- brar sobre el organismo no ha sido estudiado hasta hoy. Pero sábese ya, que la electricidad acumulada en los malos conduc- tores se conserva en ellos indefinidamente, y los nervios son. muy poco conductores de ella, y se sabe también que algu- nas personas, (y el número de ellas no es tan corto como ge- neralmente se cree), experimentan un malestar, un verdade- dero cansancio, en los momentos que preceden á una tor- menta, es decir, en aquellos en que la tensión eléctrica es bastante elevada. ¿Este malestar no pudiera ser explica- do por una acción del fluido eléctrico sobre el sistema nervioso y en particular sobre la médula espinal? Ahora (1) Traite Elémentaire de Phixiologie Húmame, ó.edie. t'ranc., pág\ 978. (2) Traite de Pathologie Genérale publié par Ch. Bouchard. Edic. fraile. Tomo í, pág. (>46. bien; ese abatimiento es muy análogo al que se ve en la grip- pa; abatimiento que no está en relación con la intensidad de los otros signos y que muchas veces es el único en que se conoce la enfermedad, pues los demás son muy débiles y aun llegan á faltar por completo. He visto, en efecto, en las épo- cas de desarrollo de esta afección á muchas personas que se quejan únicamente de cansancio muscular, de postración, es- pecialmente al levantarse, y en las que faltan por completo los otros fenómenos que constituyen el cuadro sintomatoló- gico de esta entidad morbosa, y aun me atrevo á afirmar que en las mencionadas épocas, son pocos los individuos que no acusan esa postración, ya en grado suficiente para llamar su atención, ya de una manera ligera para no inquietarlos, atri- buyéndolo al producido por los quehaceres ordinarios de la vida. ¿No pudiera ser este fenómeno producido por la mis- ma causa? en otros términos: ¿rio sería originado por una acción especial, irritante quizá, del efluvio eléctrico sobre el sistema nervioso, particularmente sobre la médula espinal? Esta es, al menos, mi opinión; véase por lo demás las razones en que la fundo. Todos los autores están acordes en suponer á la grippa una causa residente en la atmósfera, considerando que de- pende ile cierto estado meteorológico que nadie define; todo lo que se ha dicho respecto á su producción y desarrollo, ha- bla muy alto en favor de esta opinión, de manera que pode- mos decir bajo forma de aforismo: La grippa depende de •ciertas condiciones meteorológicas. ¿Pero cuáles son estas condiciones? Lo que antes dije relativo al ozono hace caer minada en sus cimientos la hipótesis que á él se refiere; su- cede lo mismo con la evaporación y las otras causas que ori ginan la existencia de él en el aire, excepto la electricidad. La temperatura, la humedad relativa, la tensión del vapor del aire, la nebulosidad, la lluvia y la dirección, fuerza y ve- locidad de los vientos, no pueden ser causa de la enfermedad en cuestión, que se desarrolla á un mismo tiempo en locali- dades cuyo estado meteorológico es sumamente variado: épo- cas de grandes calores y de fríos intensos; de alta y baja presión barométrica; de sequedad ó de humedad; de exceso ó falta de lluvias; de cielo limpio, medio nublado ó cubierto por nubes de formas variadas; de calma absoluta ó vientos suaves, moderados ó fuertes, australes ó boreales, orienta- les ú occidentales; en una palabra, épocas y localidades cuyo estado meteórico no presenta ninguna analogía ni en el con- junto ni en uno ó varios de los elementos que lo caracteri- zan, todas sin excepción, son atacadas por la grippa, que se extiende á veces de uno á otro polo, abarcando todas las la- titudes y altitudes y todos los climas, los mares y los conti- nentes. Por la misma razón, no puede ser determinada, ya no por un elemento meteorológico determinado, pero ni por un estado especial resultante de todos ellos. Si la grippa reconoce una causa atmosférica, no pudiendo invocarse ninguno de los elementos mencionados, solo queda la electricidad. Por desgracia el número de observaciones es muy restringido pues son pocos los Observatorios (en nues- tro país al menos) que se ocupan del estudio de este elemen- to; pero esa misma carencia de datos, me lia hecho fijarme en la cuestión. A las consideraciones relativas á los fenómenos producidos por esta afección y los que se observan en los individuos so- metidos al efluvio eléctrico, añadiré la siguiente: la grippa sobreviene en Oaxaca, en los cambios de estación, principal- mente en Octubre y en Febrero en que estos cambios son tan bruscos que todo el mundo los conoce, los siente por decirlo así, sin necesidad de observarlos con los instrumentos meteo- rológicos; en tanto que en Junio, en que el paso de la pri- mera á la segunda estación es insensible y se hace de una manera lenta, la grippa no es tan común ó por lo menos, ni ataca gran número de personas ni se presenta con la inten- sidad que reviste en las otras dos épocas citadas. Pues bien: todo cambio brusco en la atmósfera se acompaña de un cam- bio notable en su estado eléctrico. En los meses de Octubre á Marzo, el potencial eléctrico debe ser más elevado, visto el estado atmosférico (barómetro alto, aire seco y poco conduc- tor, cielo limpio y transparente, mayor intensidad de la ra- diación solar, etc.); durante estos meses la grippa es endémica, exacerbándose al principio y al fln, es decir, cuando con el cambio brusco de estación, el estado eléctrico se modifica. En los otros meses, (Marzo á Septiembre, inclusive), la grippa es rara: la electricidad acumulada en las nubes se des- carga á la tierra (rayo), el aire se humedece y se hace por esto buen conductor, las primeras borrascas, acompañadas siempre de relampagueo vivo, fuerte tronada, viento im- petuoso y algunas veces granizo, tienen por efecto poner en comunicación la electricidad atmosférica con la terrestre, y mantenida esta comunicación por las propiedades conductri- ces del aire (humedad), el cambio estacional de Junio no se acompaña Je una variación notable de este elemento (ni de los demás) y la grippa, entonces, ó no aparece ó da lugar á epidemias poco numerosas y de carácter sumamente benig- no. Otras muchas consideraciones podría añadir, pero para ello preciso fuera desviarme del objeto primordial* de este traba- jo; solamente diré que si la grippa tiene su asiento en algún elemento meteórico, éste debe ser la electricidad. Compren- do muy bien que quizá no sea sólo ella; alguna relación Jebe tener para producirla con los demás y quién sabe si con al- guno desconocido, pues estamos muy lejos de saber todo lo que nos rodea. Enemigo por otra parte del exclusivismo, nunca he estado conformo en creer que las enfermedades sean originadas por una causa única; esto, no obstante, la electricidad atmosférica, la que existe bajo la forma de eflu- vios obscuros, es, en mi concepto, el principal factor que mo- tiva la enfermedad en cuestión. Por lo demás, lamento que no haya observaciones de este género, pues las poces que existen son tan aisladas, tanto en las localidades como en las épocas en que se lian efectuado, que no puede deducirse ningún resultado práctico de su es- tudio; pero espero que con el tiempo las observaciones elec- tro-magnéticas entrarán en los Registros ordinarios de los Observatorios de América, que es donde más falta hacen. Por mi parte, cábeme la satisfacción de decir que no ha sido por falta de voluntad, sino por la carencia de aparatos ade- cuados, por lo que no las he verificado, no obstante mis gran- dísimos deseos desde hace mucho tiempo; mas alguna vez podré practicarlas y, entonces, no siendo tan limitada mi instrucción en las ciencias médicas y naturales, y siendo mi práctica más antigua en Meteorología y menos restringida en Medicina, podré quizá presentar un estudio completo re- lativo á este asunto, con la corrección y el cuidado que su importancia merece, y así podré ratificar ó rectificar estas mis humildes ideas, que fiado sólo en la notable benevolen- cia de mi respetado é instruido jurado, me he atrevido á ex- ternar. II. CONSTITUCIONES MEDICAS ESTACIONALES. (Sinonimia: Constituciones epidémicas temporales, estacionales, anuales; constituciones médicas reinantes, etc.; enfermedades populares, epidémicas, anuales, reinantes, etc.) Desde Hipócrates hasta Galeno, desde Galeno hasta Sy- denhan y desde Sydenhan hasta nuestros días, hay un hecho establecido, á saber: que las condiciones meteorológicas pro pias de cada estación, tienen una estrecha relación con las enfermedades anuales. “Se debe entender por constituciones epidémicas estacio- nales aquellas que se muestran en las diversas estaciones “del año, que son producidas por el estado de la atmósfera y “las alteraciones sensibles de este fluido; que no tienen nada “fijo en su vuelta y en su duración, sino las condiciones me- teorológicas propias de cada estación, cuando éstas son fijas “y regulares, lo que es muy raro. Una propiedad de las “constituciones epidémicas accidentales es manifestarse en “ciertas épocas del año para desaparecer en seguida. No “aparecen siempre en la estación que les es propia. “Algu- “nas veces, dice Ozanam, bajo una misma influencia atmos- férica se ven nacer enfermedades diferentes de aquellas que “deberían reinar, y una epidemia que parece marchar á su “declinación, toma de golpe un vigor nuevo, sin que sea po- “sible darse cuenta de estos fenómenos.” Otra propiedad de “las epidemias estacionales es tender á disminuir el número “de las enfermedades intercurrentes, y hacerlas participar de “su naturaleza. Son en pequeño á las intercurrentes lo que “son las costituciones estacionarias á las constituciones es- tacionales: en tanto que la constitución estacionaria impri- “me una naturaleza especial y todas á la vez, á las enferme- edades intercurrentes y á las estacionales, las estacionales, al “contrario, no influencian sino á las intercurrentes.” (1) He dicho ya que en nuestro clima no es posible admitir (1) Monneret et Fleury. Ob.cit. Tomo III, pág. 363. cuatro estaciones meteorológicas de acuerdo con las astronó- micas; por la misma razón no admitiré la clasificación (para nuestro clima) de las constituciones médicas estacionales en primaverales, estivales, otoñales é invernales, de los autores europeos. Nuestras constituciones estacionales pueden re- ducirse á tres, de acuerdo con nuestras estaciones meteoro- lógicas y vamos á ver que del mismo modo que cada una de esas tres estaciones está perfectamente caracterizada bajo el punto de vista meteórico, lo está también por el género de afecciones que en ella dominan. Como he dicho ya, las enfermedades que se desarrollan en cada estación están en relación estrecha con los elementos meteorológicos que la caracterizan; procuraré, pn consecuen- cia, poner el mayor cuidado al tratar de éstos y describir de una manera clara y exacta, esa característica meteorológica de cada estación, antes de indicar sus enfermedades propias. PRIMERA ESTACION. MEDIO-NUBLADA, BRUMOSA, CALIENTE, BORRASCOSA (Meses: Marzo, Abril, Mayo y .Junio:) RESUMEN METEOROLOGICO GENERAL Temperatura media á la sombra e. Máxima media á la sombra 29.88 Mínima media á la sombra 15.Oí! Oscilación termométrica media ;í la sombra. 14.32 Temperatura media á la intemperie 22.97 Máxima media á la intemperie. . . 32.23 Mínima media á la intemperie 13.72 Oscilación termométrica media á la intem- perie 18.51 Diferencia entre las temperaturas medias á la sombra y á la intemperie 0°77 c. Media barométrica reducida á O'c 635mm96 Humedad relativa media 0.095 Tensión media del vapor (en el aire) 13mm34 Cantidad media de lluvia 377mm75 Cantidad media de días con lluvia 43 Cantidad media de nubes • 4.64 Cantidad media de días nublados 61 Evaporación media á la sombra 6mm41 Cantidad inedia de ozono 2°25 Viento dominante S. alternando con SE. y W. Cantidad media de días con manifestación eléctrica 9.45 valores que corresponden a cada uno de los cuatro MESES QUE COMPRENDE LA ESTACIÓN. ELEMENTOS METEOROLOGICOS. Marzo. Abril. Mayo. Jimio, Temperatura media 21°31 22352 23° 11 21°87 Máxima media (sombra). . . 28.69 30.43 30.34 28.16 Mínima media (idem) 13.17 14.95 15.77 16.35 Oscilación media (idem). . . 15.58 15.24 14.57 11.81 Máxima media (intemperie) 32.82 33.44 33.42 30.24 Mínima media (idem) 11.82 13.27 14.44 15.35 Oscilación media (idem). . . 21.00 20.17 19.08 14.89 Media barométrica á (Te. . . mm 636.26 mm 635.98 mm 635.87 mm 635.72 Humedad relativa 0.641 0.658 0.699 0.781 Tensión del vapor mm 12.579 mm 13.767 mm 15.138 mm 15.879 Cantidad media de nubes.. . 2.57 4.05 4.91 7.02 Media de días nublados. .. . 7.2 11.9 16.4 25.2 Cantidad media de lluvia.. . mm 15.39 mm 44.83 mm 100.31 mm 219.22 Media de días de lluvia. . .. 3.1 8.6 12.1 19.7 Evaporación media (sombra) mm 6.95 mm 7.48 mm 6.58 mm 4.66 Cantidad media de ozono.. . 2°15 2° 59 2336 1°90 Viento dominante j o. S. 1 Alternado con S. SE. y V s. j Media de días con manifes- tación eléctrica 2.2 10.2 13.2 12.2 La entrada de esta estación es brusca y se inicia en la se- gunda quincena del mes de Febrero. En efecto: durante los primeros quince días de este mes, los elementos meteóricos, eon ligeias variantes accidentales, son los que corresponden á la tercera estación (fría) del año anterior: la temperatura baja, (más bien fresca que fría), el barómetro alto, mediana la humedad, el cielo azul, limpio y transparente ó apenas ve- lado por cirrus fraccionados, los vientos del W. y NW. y al- gunas veces las heladas, caracterizan esos primeros quince ilías; mas de pronto ceden su lugar á los que corresponden á la primera estación del nuevo año: la temperatura media se eleva rápida v progresivamente (un grado centígrado por término medio cada mes), alcanzando su máximum en el mes de May o, ¿i veces al principio de Junio, es decir, á fines de la ■estación, y otras, aunque muy raras en Abril, esto es, á me- diados de ella; la temperatura máxima alcanza su valor ex- tremo, sin embargo, en este mes de Abril, y tal cosa depende de que apareciendo algunos nublados en ese mes se modera un poco la radiación solar; pero esos miamos nublados impi- den la irradiación nocturna y siendo más densos al fin de la es- tación hacen que la temperatura mínima vaya ascendiendo desde Febrero hasta Junio en que alcanza su máximum. De este modo, la primera parte de la estación participa aún de la mayor amplitud de las oscilaciones termouiétricas, propia de la estación anterior, que alguna vez es mayor; el calor del día no es continuo: las mañanas son en lo general frescas, algunas veces frías, en tanto que en las tardes el calor es in soportable; la segunda parte de esta estación es más calurosa, pero la temperatura ofrece menos oscilaciones: el calor con- tinuo se hace bochornoso en las tardes. La humedad es es- casa y va aumentando en el curso de la estación, guardando una relación inversa con la evaporación que fuerte al prin cipio, llega á su máximum en Abril para decrecer en Mayo y Junio á medida que el aire se va cargando de humedad. La nebulosidad y la lluvia escasas también generalmente en Fe- brero, Marzo y parte de Abril aumentan rápidamente en Ma- yo y Junio; pero la lluvia está carctenzada por aguaceros intensos y tempestuosos de corta duración, los temporales son raros ó duran poco y su acción refrescante sobre la at mósfera es pasajera y el calor vuelve al siguiente día, así co- mo ¡a bruma que dura casi toda la estación. La alternativa de los vientos austro-orientales (S. y SE.) y occidento-boreales (YV. y NW.), calientes y húmedos los primeros que reinan del medio día á las 8 h. ó 9 h. de la noche, fríos los segun- dos que reinan en la noche y la madrugada, originan la for- inación de las borrascas. A medida que la estación avanza, los vientos occidento-boreales son más raros, aunque rara vez dejan de soplar por completo, dominando los austro-orienta- les; los nublados persisten y se establecen, y las lluvias pier- den su carácter tormentoso, cambiándose por aguas de tem- poral suaves y constantes; el estado eléctrico de la atmósfera se modera y hacia mediados de Junio se entra ele lleno en la segunda estación, entrada que se verifica suave é insensible- mente, debido á que el cambio se ha elaborado paulatinamen- te durante la primera estación y los elementos meteorológi- cos se van modificando poco á poco y sin alternativas. ¿Cuál es la característica médica de esta estación? El ca- lor y la sequedad obran de un modo especial sobre e¡ apara- to respiratorio y sobre la piel: enrarecido el aire, la respira- ción es fatigosa y acelerada; la transpiración es abundante tanto en el pulmón como en la piel, porque el aire seco y ca- liente roba su humedad al organismo. Esta doble condición atmosférica (calor y sequedad) obra nomo agente de irrita- ción sobre la piel y las mucosas originando por parte de la primera, erupciones exantemáticas, é inflamaciones en las se- gundas; así Jas corizas, las anginas tonsilar y faríngea y las bronquitis son las enfermedades dominantes especialmente en la primera parte de la estación, en que siendo más eleva- da la amplitud de la oscilación termométrica y alternan- do con los vientos calientes (austro orientales) los fríos (oc cidento boreales), degeneran con facilidad y frecuencia en pulmonías fulminantes casi siempre mortales. En efecto, esta afección (pulmonía), benigna en otras épocas, aun en invierno, salvo en ciertos individuos debilitados por la edad ó afecciones anteriores, se presenta con signos graves, parti- cularmente cuando sobreviene á consecuencia de la grippa, que frecuente en Febrero suele durar hasta fines de Marzo y aun de Abril, haciéndose rara ó cesando por completo con los primeros aguaceros. La irritación se traduce en los órganos digestivos por diarreas profusas de carácter bilioso en los meses de Febrero y Marzo, mucoso en Abril y Mayo y rebel- des ambas, mayormente la segunda; suele tomar la forma a- guda colérica y en los niños es sobre todo frecuente y grave la diarrea verde del mes de Mayo. La dispepsia también es frecuente, y las malas digestiones consecutivas, motivadas por el calor son quizá las causas de modificaciones hepáticas (congestiones) que se terminan más tarde (segunda estación y principios de la tercera) por supuración (abscesos hepáticos). La fatiga respiratoria influye juntamente con las condicio- nes meteorológicas sobre el funcionamiento del aparato car- dio vascular: la sequedad del aire debe traer, en mi concepto, la concentración de la sangre que siendo menos Huida, tien de al éxtasis en los diversos vasos, no obstante la frecuen- cia de las contracciones cardiacas, originando de este modo las congestiones y apoplexías pulmonales, cerebrales y hepá- ticas tan comunes en este período. La irritación obrando so- bre las mucosas del órgano de la visión, produce oftalmías in- tensas, graves en los niños pequeños, que revisten la forma purulenta. Las fiebres eruptivas, que suelen venir á fines de la estación anterior [fría], afectan en ésta una forma más grave, origina- da quizá por el estado atmosférico; las complicaciones son más frecuentes y rebeldes en su tratamiento y producen la muer te de un gran número de personas, especialmente entre los niños: así el sarampión, la escarlatina y la viruela son temi- bles en este período, pues siendo la convalecencia larga y el estado meteorológico malo, el más lioero descuido [excesos de mesa, enfriamiento, etc.], causan en los pequeños enfermos complicaciones graves que agudas ó crónicas, los arrastran casi fatalmente á los umbrales del sepulcro. No es raro (pie cuesta temporada aparezcan también al- gunas afecciones tifoideas, partic ularmente en los pueblos del valle, originadas tanto por las vicisitudes atmosféricas como por la carencia de agua y víveres que es común en esta esta- ción cuando el año anterior ha sido escaso en lluvias como sucedió con el retropróximo [1896]. De todo lo expuesto podría deducir que nuestra primera constitución médica estacional afecta una doble forma infla- matoria y biliosa, y la gravedad que en ella revisten las en- fermedades me hace considerarla como la menos sana y más peligrosa del año, pues el organismo expuesto constantemen- te á un trastorno orgánico grave, al menor descuido, y aun sin él, aloja en alguno de sus aparatos una afección rebelde y tenaz que con facilidad y rapidez le hace causar baja en- tre los séres vivientes. SEGUNDA ESTACION. NUBLADA, TEMPLADA, HUMEDA, LLUVIOSA. (Meses: Julio, Agosto, Septiembre y Octubre. ) RESUMEN METEORí>L<)GICO GENERAL. Temperatura media á la sombra : . . 20 54 c. Máxima media á la sombra 26.21 Mínima media á la sombra 15.21 Oscilación termométrica media i\ la sombra. 11.00 Temperatura media á la intemperie 21.40 Máxima media á la intemperie 28.88 Mínima media á la intemperie 13.93 Oscilación termométrica media á la intem- perie 14.95 Diferencia entre las temperaturas medias á la sombra y á la intemperie 0°8G c. Media barométrica reducida á 0?c 636imn50 Humedad relativa media 0.797 Tensión media del vapor (en el aire) 15mm09 Cantidad media de lluvia 437mm36 Cantidad media de días con lluvia 66 Cantidad media de nubes 6.48 Cantidad media de días nublados 91 Evaporación media á la sombra 4mm56 Cantidad media de ozono 2°04 Viento dominante W. alternando con NW. y aus tro orientales Cantidad media de días con manifestación eléctrica 12.5 YA LORES QUE CORRESPONDEN A CADA UNO DE LOS CUATRO MESES QUE COMPRENDE LA ESTACIÓN. K LE M EX TOS M ETEOROLí )G ICOS. .J «lio. Agosto. Sbre. Octubre. Temperatura media 21°25 21017 20° 47 19 29 Máxima media (sombra). . . 27.13 65.65 25.82 25.23 Mínima media (ídem) 15.64 15.68 15.69 13.82 Oscilación media (Ídem). . . 11.30 10.98 10.13 11.52 Máxima media (intemperie) 29.84 29.22 28.14 28.31 Mínima media (idem) 14.47 14.23 14.64 12.37 Oscilación media (idem). . . 15.37 14.99 13.50 15.94 Media barométrica á O'c. . . inm 636.89 id m 636.68 rom 636.12 mm 636.33 Humedad relativa 0.789 0.790 0.815 0.795 Tensión del vapor mm 15.276 mm 15.392 m m 15.566 mm 14.113 Cantidad media de i.tibes.. . 6 93 6.68 7.25 5.37 Media de días nublados. .. . 22.8 25.1 25.5 18.0 Cantidad media de lluvia.. . mil) 104.38 mm 108.25 mm 1 50.74 mm 73.99 Media de días de lluvia. . . 16.2 18.1 21.0 11.0 Evaporación media (sombra) mm 4.56 m m 5.08 mm 4.13 mm 4.56 Cantidad media de ozono.. . 2"06 2o 12 2°04 1°96 Viento dominante . . W. W. W. NW. Alternando Alternando Alternando Alternando NE con . y NW. E. con v NW. S. con y NW con W. Media de días con manifes- tación eléctrica 14.2 16.6 11.2 8.2 La entrada de esta estación es casi insensible: la tempera- tura que disminuye notablemente á mediados de Junio por la acción refrescante de la lluvia, se mantiene casi al mismo nivel en Julio y Agosto, descendiendo casi un grado por mes en Septiembre, en que se aproxima mucho á la normal y cerca de otro grado en Octubre. La máxima es sensible- mente igual en los meses de Julio y Agosto, desciende en Septiembre y Octubre paulatinamente; la mínima inferior en cosa de un grado á la del último mes de la estación ante- rior (Junio), se mantiene casi igual en los tres primeros me- ses, experimentando en Octubre un descenso rápido de cerca de dos grados, por termino medio. La oscilación termomó- 62 trica es menos amplia que en las otras estaciones y va ha- ciéndose menor hasta Septiembre en que llega á su ampli tud mínima, para elevarse suavemente en los primeros quin- ce días de Octubre, y rápidamente en los segundos, en que comienza la estación fría. La humedad continúa creciendo hasta Septiembre en que alcanza su máximum, mantenién- dose aún elevada en Octubre y corriendo paralela con la ne- bulosidad y la lluvia; esta última se modifica á fines de Ju- nio en que se regulariza bajo forma de temporales más ó menos largos, ó de aguaceros medianamente abundantes v de mayor duración que en ¡a estación anterior; la precipita- ción acuosa, superior por término medio á 100 milímetros en los tres primeros meses y algo inferior en el cuarto, au menta poco á poco hasta Septiembre para disminuir en Oc- tubre en que vuelve á tomar la forma de aguaceros torren- ciales, con los (pie concluye la temporada pluviosa, aguace- ros que algunas veces se retrasan hasta los primeros días de Noviembre. De este modo, la altura total de la lluvia es superior á la de la estación anterior y su caída regular; los primeros temporales que acontecen en los segundos quince días de Junio son abundantes y persistentes, y la precipita- ción de ellos unida á la de los aguaceros borrascosos de la primera quincena, hace que este mes (Junio) sea el de ma- yor lluvia en apariencia, pues si se contaran, como debiera ser, sus últimos quince días como pertenecientes á la segun- da estación, la diferencia sería notable. El cielo por lo ge- neral permanece nublado en las tardes y en las noches, y amanece, salvo en los días de hrgo temporal, limpio y trans- parente y de un azul bellísimo; las tardes y noches despeja- das son claras y refrescadas por los vientos del W. y NW., y las estrellas brillan con todo su esplendor en el negro fon- do del infinito; el estado eléctrico se modifica y aun cuando el número total de días con manifestaciones eléctricas es al- gunas veces mayor en esta estación que en la anterior, hay que tener en cuenta que mientras en la primera se manifies- ta la electricidad atmosférica por tronadas intensas, relampa- gueo vivo y descargas, esa manifestación está representada en la segunda únicamente por relampagueo difuso en el ho- rizonte. El grado ozonométrico sensiblemente elevado es igual á su media normal en Septiembre y decrece de un mo- do notable en Octubre, especialmente en los últimos días. El barómetro no experimenta grandes variaciones: manteni- do casi á la misma altura, se acerca á su media normal en Septiembre para elevarse rápidamente con los vientos bo- reales y occidentales, que anuncian á principios de Octubre la llegada brusca de la tercera estación. Los vientos domi- nantes en este período son el W. y NW. alternando con el S. y SE.; los primeros soplan comunmente en las noches y des- pués de las lluvias hasta la madrugada; en las mañanas no sopla viento ó sopla muy suave, de dirección variable y há- cia las 10 h. ú 11 h. a. m. comienzan los vientos australes que duran todo el día hasta las 10 h. ú 11 h. de la noche; el NE. es raro y sopla por lo general precediendo á los aguaceros borrascosos. En resumen: los elementos meteorológicos no experimentan cambios bruscos; algunos de ellos se acercan sensiblemente á sus normales y por consiguiente la estación puede considerarse, salvo las variaciones accidentales, como la más regular del año. ;Cómo se traduce la acción de este estado meteorológico sobre la organización humana? Con la alza de la presión y de la humedad atmosféricas el aparato respiratorio cesa de su- frir la fatiga á que estuvo sometido en la estación anterior; las afecciones que indican irritabilidad de la piel y de las mu- cosas que dominaron en ella, desaparecen y las anginas y bron- quitis cesan; los catarros desaparecen también, ó mejor dicho, se modifican tomando una forma pituitosa; la diarrea de carác- ter mucoso ó seroso, es más rebelde especialmente en los me- ses de Agosto y Septiembre, sobre todo en los niños entre los que hace numerosas victimas; las exhudaciones son abun- dantes y serosas; en una palabra, el estado catarral domina. La grippa, cuando suele sobrevenir en esta temporada, no presenta complicaciones alarmantes y en general los sín- tomas catarrales son más intensos que los nerviosos (pos- tración, etc.,). Con esta estación hacen su entrada las fiebres palustres que dominan durante toda ella, afectando la forma cuotidiana ó terciana, rara vez la continua (salvo en Jos ca quécticos), complicadas las más veces con catarros intestina- les ó biliares y son más rebeldes en su tratamiento que en las otras estaciones; las formas larvadas de la intermitente palustre son muy comunes, especialmente la neuralgia facial; en general puede decirse que el elemento palustre complica casi todas las afecciones que se desarrollan en este período. El reumatismo domina también en casi toda la estación, to- mando á veces la forma articular aguda, pero en la mayoría de casos, la muscular. No son raras tampoco las diarreas biliosas, y al fin de la estación, suelen observarse algunos abs- cesos hepáticos, que iniciados probablemente en la estación anterior por los excesos de mesa y el calor, se elaboran in sensiblemente en el curso de ésta á causa de la mala calidad y abundancia de ciertos alimentos y hacen su explosión al declinar la estación. Hácia tiñes de la estación aparecen al- gunos orejones y erisipelas de la cara y es á tiñes de ella también, cuando aparece la grippa, afectando un carácter pandémico, grave por las complicaciones pulmonales que trae consigo y que se originan con los vientos fríos del W. y N\Y. que inician la llegada brusca de la tercera estación. En re- sumen: el elemento 'palustre, el catarral y el rea ¡natixmal sort los reinantes en nuestra segunda estación meteorológica. TERCERA ESTACION. DESPEJADA, TRANSPARENTE, VENTOSA, KHIA. Meses: Noviembre, Diciembre. Enero y Febrero.) RESUMEN METEOROLOGICO GENERAL. Temperatura inedia á la sombra i c. Máxima media á la sombra 24.97 Mínima media á la sombra 11.23 Oscilación termornétrica media á la sombra . . 13.74 Temperatura media á la intemperie 14.93 Máxima media á la intemperie 31.12 Mínima media á la intemperie 8.72 Diferencia entre las temperaturas medias á la sombra y á la intemperie 2°96 c. Media barométrica reducida á 0° c 636mm89 Humedad relativa media 0.746 Tensión media del vapor (en el aire) 12mm02 Cantidad media de lluvia 28mm25 Cantidad media de días con lluvia . 7.0 Cantidad media de nubes 2.4ó Cantidad media de días nublados 21.0 Evaporación media á la sombra ómmóO Cantidad media de ozono 1 79 Viento dominante W alternando con NW. Cantidad media de días con manifestación e- léctrica 1.2 VALORES QUE CORRESPONDEN A CADA UNO DE LOS CUATRO MESES QUE COMPRENDE LA ESTACION. ELEMENTOS METEOROLOGICOS. Nbre. Oble. Enero. Febrero. Temperatura inedia 18°47 17=23 17 = 22 18 = 66 Máxima media (sombra). . . 24.92 24.18 24.31 26.46 Mínima media (ídem) 11.62 9.71 9.14 11.46 Oscilación media (idem). . . 13.40 14.33 15.37 14.90 Máxima media (intemperie) 30.44 31.28 31.41 31.37 Mínima media (idem) 9.98 7.94 7.65 9.33 Oscilación media (idem). . . 20.46 23.34 23.86 22.04 mni rara mm mm Media barométrica á O c. . . 637.00 637.13 637.07 636.38 Humedad relativa 0.781 0.794 0.749 0 706 mra mm mm mm Tensión del vapor 12.926 11.732 11.362 12.082 Cantidad media de nubes.. . 3.18 2.13 2.07 2.43 Media de días nublados. .. . 7.0 4.2 4.4 5.2 mni mm mm mm Cantidad media de lluvia.. . 10.21 1.41 3.19 13.44 Media de días de lluvia. . .. 2.9 1.1 0.9 2.5 mm ni ni mm lililí Evaporación media (sombra) 4.91 5.43 5.54 6.13 Cantidad media de ozono.. . 1°63 P77 188 1 90 Viento dominante N Media de días con manifes- W y W. NW y W. W. W.yS. tación eléctrica 2.0 1.0 0.8 1.2 En los segundos quince días del mes de Octubre y á veces desde los primeros, soplan los vientos impetuosos del W. y NW. que alcanzan en muchos casos velocidades huracanadas; los nublados desaparecen ó se fraccionan, cambiándose en ci- rru8 ó fracto-cúmulus, muy elevados y afectando formas di- versas (rizos, palmas, aborregados, etc.); el cielo transparente, de un purísimo azul deja pasar los rayos solares sin obstá- culos y la irradiación nocturna se verifica también fácilmen- te; la temperatura meJia sufre un descenso notable y alcan- za su mínimum á fines de Diciembre ó principios de Enero;; la máxima (especialmente al Sol) se eleva progresivamente hasta Febrero, lo que hace que la oscilación sea mas amplia y vaya creciendo también hasta ese mes, siendo muy nota- bles por consiguiente, las diferencias entre las temperaturas máximas y mínimas, y las medias á la sombra y á la intem- perie; en una palabra, los cambios bruscos son comunes muy particularmente á principio y fin de la estación. El frío, mo- derado, sólo se siente intenso en las noches y madrugadas cuando los vientos occidento-boreales alcanzan su mayor ve- locidad. La humedad, elevada aún, va decreciendo suave- mente hasta Febrero en razón inversa de la evaporación, que crece paulatinamente, sin llegar, sin embargo, á su máxi- mum. La lluvia disminuye rápidamente; la precipitación acuosa tanto estacional como mensual, es muy inferior á la de las otras estaciones y corre paralela con la disminución del número de días de manifestación eléctrica. La cantidad media de ozono, inferior á su normal en toda la estación, va aumen- tando poco á poco para llegar á su máximum en la primera estación del año venidero. El barómetro permanece elevado en los tres primeros meses y acusa un descenso rápido en la segunda quincena de Febrero, esto es, á la llegada brusca de la primera estación del año siguiente, que se marca por eleva- ción notable de la temperatura con alternativas de descenso, depresión barométrica, pérdida de transparencia del aire, al- ternativas de calma y vientos fuertes australes y boreales, y nublados pasajeros que á veces originan la borrasca. Cam- bios bruscos al principio y al fin de la estación, barómetro y humedad elevados, lluvia escasa, cielo limpio y transparente ó ligeramente cirroso, poco ozono y mediana evaporación, dominando los vientos occidento-boreales en todo su curso y alternando al fin con los australes: he aquí los principales signos meteorológicos que sintetizan nuestra última modifi- cación meteórica estacional. No hay verdaderamente un estado morboso que domine en esta estación y puede decirse que las enfermedades Ínter- currentes se presentan casi con sus signos característicos, sin ser influenciadas por la constitución médica estacional. El paludismo es, sin embargo, relativamente frecuente, así como el reumatismo. Las enfermedades afrigore son comu- nes, pero no son graves,.sino en los organismos debilitados, los ancianos y los niños, en los que generalmente afectan la forma bronco neumónica. Cosa digna de notarse es que la .pulmonía que se desarrolla en esta estación reviste un tipo ■especial, caracterizado por un dolor intenso en todo (l)el apa- rato pulrnonal, que algunos enfermos expresan diciendo que sienten como si tuvieran clavados aguates (espinas pequeñas) en el parenquima pulrnonal. En mi opinión, esto es debido .muy probablemente a la existencia en el aire de pequeños es- poros y detritus vegetales. En efecto, si consideramos que los campos están secos en esta temporada y que en muchos •de ellos es la época de la cosecha, soplando los vientos arra- santes, al pasar sobre ellos deben cargarse de infinidad de polvos de naturaleza tanto orgánica como inorgánica, y por consiguiente impregnan la atmósfera de substancias extrañas, •que introducidas en el aparato respiratorio, con el aire inspi- rado, irritan las mucosas bronquial y pulrnonal y añaden un signo nuevo á las bronquitis y pulmonías producidas por el frió. He dicho ya, que la grippa reviste un carácter grave á principios de la estación; la misma gravedad y en mayor grado presenta en Febrero, cuando se inicia el otro cambio brusco de estación, en que son más notables las vicisitudes atmosféricas (alternativas de calor y frío, humedad y seque- dad, .sobrepresión y depresión barométrica, vientos australes y boreales etc,) mas no me extenderé tratando de ella, porque me parece bastante, cuanto he indicado á este respecto en otro lugar. Dije también, que á principios de esta temporada suelen contarse algunos casos de hepatitis supurada y al ti- na 1 de ella es cuando aparecen las fiebres eruptivas (saram- pión, viruela, escarlatina, etc.), que duran casi toda la primera estación del año próximo siguiente. Si consideramos que las enfermedades desarrolladas en Octubre y Febrero correspon- den más bien á la segunda estación del año y la primera del próximo, y que dependen de ese estado meteorológico mix- to que caracteriza todo cambio estacional algo brusco, fácil es convencernos que esta estación es la más sana del año y que á excepción de las corizas ocasionadas por el frío, la salud es inmejorable en los meses de Noviembre, Diciembre, Enero y Febrero. Indudablemente que las anteriores consideraciones se apli- can á los años regulares, aquellos en que los elementos me- (1) Digo en todo el aparato pulrnonal, para que no se crea que me refiero al dolor de costado que es circunscrito. teorológicos siguen su curso normal ó se separan muy poco de él, y en que las estaciones son por lo mismo, regulares y bien caracterizadas en sus elementos constituyentes; pero es- to no siempre sucede, particularmente en el paso de la pri- mera á la segunda estación, paso que verificándose de un modo insensible, da lugar á constituciones médicas mixtas y que participan de los caracteres correspendientes á cada una de ellas. También hay casos en que las estaciones se ade- lantan ó retardan, y en el curso mismo de una estación, puede haber épocas variadas en que los fenómenos meteorológicos no sean los que le correspondan; estas variaciones accidenta- les que constituyen lo que los autores europeos llaman esta- ciones desalojadas {deplacees de los franceses), engendran constituciones médicas también desalojadas. Pero no entra en mi plan hacer el estudio de semejantes trastornos, porque mi objeto ha sido tratar de las constituciones médicas gene- rales y propias de nuestro clima y no hacer el estudio de las constituciones médicas de determinado año ó temporada en particular. Por lo demás, fácil es darse cuenta, conocidos los elementos meteorológicos peculiares á cada estación, de los trastornos que pueden engendrar cuando se presentan en un período estacional que no es el suyo; la cuestión además no tiene gran interés por la sencillísima razón de que semejan- tes trastornos ocurren muy pocas veces, siendo sumamente raro el año en que no está perfectamente caracterizada cada estación, tanto en sus elementos meteóricos como en sus en- fermedades dominantes. 111. CONSTITUCIONES MEDICAS ACCIDENTALES. (Sinonimia: Grandes epidemias; epidemias eventuales, accidenta- les, pasajeras, etc.) Para hacer un estudio en forma de las grandes epidemias que en diversas épocas han reinado en la ciudad, sería nece- sario escribir una obra aparte, bastante voluminosa para que pudiera abarcar cuanto á ellas se refiere: etiología, modo de producción, desarrollo, fechas de aparición y desaparición, cuadros estadísticos, etc., una obra, en fin, en la que cada epidemia fuese descrita de una manera amplia y completa, para poder sacar algunas consecuencias provechosas y de alguna utilidad práctica; mas eso requeriría que el autor hubiese observado las epidemias en cuestión, caso en el que no me encuentro, pues refiriéndose todas aquellas de las que tengo noticia á fechas anteriores á aquella en que comencé á estudiar medicina (y muchas anteriores á mi nacimiento) ni llamaban mi atención en esos tiempos', vista mi edad, ni aun cuando la hubieran excitado, habría podido observarlas con la conciencia debida, por la carencia absoluta de conocimientos científicos. Por todas estas razones, me veo en la precisión de ser muy corto en esta última parte de mi trabajo, y aun cuando pu- diera extenderme algo disertando sobre la etiología y la na- turaleza de las epidemias, no lo liaré, sin embargo, porque eso no ha entrado en mi plan. Por lo demás, todos los au- tores están acordes en atribuir su desarrollo al contagio y en suponer un origen microbiótico á la mayoría de ellas, y á cada momento, en efecto, recibe pruebas experimentales esta opinión, que iniciada por el preclaro talento de Raspail y secundada con entusiasmo por el eminente Pasteur. tiende á entrar de una vez en el catálogo de las verdades científicas demostradas por el método experimental. Me limitaré, en consecuencia, y sólo con el fin de que no quede incompleto el cuadro de nuestras constituciones médi- cas, á dar una noticia general de las principales epidemias que han sobrevenido en la población desde el año de 1850 y que son las siguientes: 69 1850.—Cólera asiático. — En los meses de Octubre y No- viembre.—Importado por los puertos del Pacífico, de los Estados fronterizos. 1853. — Cólera asiático. — El primer caso se dio el 27 de A- gosto y el último el 10 de Octubre.— Importado por los puertos del Golfo. 1855.— Invasión de la intermitente palustre como estado e- pidémico, con algunos casos de muerte por accesos per- niciosos. 1857. — Epidemia de viruela. 1859. — Epidemia de meningitis cerebro-espinal, que duró hasta principios del año de 1860. 1860. — Epidemia de tifo. — Comenzó con el reclutamiento de tropas y principalmente con el arribo de la capital de las fuerzas liberales. 1861. —Exasperación del tifo por el regreso de la Brigada mandada por el Gral. Salinas.— Duró hasta 1862. 1863.—Exasperación del tifo á tiñes del año, durando todo el siguiente (1864).—Comenzó por el Batallón de Tlax- cala y se extendió por la ciudad con mayor intensidad. 1867. — Epidemia grave de viruela.—Se extendió mucho por haber usado algunos médicos la inoculación por falta de vacuna. 1868 y 69.— Epidemia de difteria. 1870.—Epidemia de sarampión en el mes de Mayo. 1873. —Epidemia grave de escarlatina.—Epidemia grave de difteria. 1874. —Epidemia grave de sarampión. 1884. = Epidemia de meningitis cerebro -espinal. 1887. = Epidemia de viruela, poco generalizada. 1892 y 93 = Epidemia de tos ferina. = Epidemia de escarlati- na. 1896. = Epidemia de tos ferina. 1897. = Epidemia de sarampión. 71 jIufados: Muy lejos estoy de abrigar la idea de haber hecho una o- bra perfecta; pero al menos, tengo la satisfacción de haber in- tentado escribir algo que salga de los modeles rutinarios que se siguen para esta clase de estudios. Espero que en esta consideración, os serviréis dispensar los innumerables errores que contenga mi tesis, recibiéndola como una iniciativa para desarrollar entre nosotros e! amor á los trabajos de esta na- turaleza y como una prueba, débil sí, pero sincera, del reco- nocimiento que guarda para sus maestros, el corazón de vues- tro agradecido y respetuoso discípulo 'Qd^rtá/m Oaxaca de Juárez, Mayo de 1897.