3ntro5ucción. Sin pretensiones de ninguna clase, presento este humilde trabajo á la ilustrada consideración de la honorable Junta Directiva. De buena gana hubiera deseado escribir algo nuevo y original, pero ya que ni las aptitudes que poseo, ni los ele- mentos de que dispuse me permitieron contri- buir al ensanche de nuestros conocimientos mé- dicos nacionales, me he conformado con lo que buenamente he podido hacer. El móvil que á escribir esta tesis me ha guia- do, es el de vulgarizar entre mis compañeros el conocimiento de las uretritis en general, sobre todo las crónicas, y darles á conocer los últimos procedimientos que para su curación se han idea- do. Como podrán ver en las páginas que siguen, se ha efectuado una revolución científica en lo que á las enfermedades génito-urinarias concier- ne, y las ideas actuales que rigen en este sentido, en nada se parecen á las que anteriormente rei- naban. Para cumplir mejor ese objeto, he dividido mi trabajo en tres partes: en la primera trato, á gran- des rasgos, la blenorragia aguda, y me detengo en el estudio del microbio de Neisser; en la segunda me ocupo de las uretritis crónicas, y la tercera la 12 dedico á dilucidar la cuestión de si las uretritis crónicas son contagiosas, y las condiciones que el médico debe exigirle á un antiguo blenorrágico para que pueda contraer matrimonio. Séame permitido, antes de entrar en materia, dar aquí las más expresivas gracias á mi maestro el Dr. Ortega, pues á indicaciones suyas debo lo poco bueno que en este trabajo se encuentre. En el 2? Servicio de Cirugía del Hospital General, lleva él diariamente á la práctica todas las ideas que aquí expongo. Creo, pues, que esta tesis no sea del todo inútil en manos de mis compañeros, pues en ella encontrarán condensadas las brillan- tes lecciones del maestro. primera parte. Blenorragia, su historia, su naturaleza.—La blenorragia es la inflamación aguda del canal de la uretra. Este nombre fue creado por Swediaur á fines del siglo pasado. Antes de él la inflama- ción del canal de la uretra era designada por el síntoma predominante, el dolor, bajo las denomi- naciones de passio, calefactio, ardor de orina, etc., ó con la palabra gonorrea, basándose en el aspecto del flujo tan parecido al de la esperma. Con el término blenorragia, flujo de mucus, creó también Swediaur la palabra blenorrea. Es- tas denominaciones determinaron perfectamente los dos estados morbosos (agudo y crónico) tan característicos de la uretra: blenorragia (muci- fluxus activas ó flujo acompañado de síntomas flo- gísticos) y blenorrea (mucifluxus passivus ó flujo privado de síntomas flogísticos). En el tecnicismo actual todavía se usa la pala- bra blenorragia, pero el término blenorrea ha sido abandonado y sustituido por el de uretritis cróni- ca. De manera que en el curso de este incorrec- to trabajo, esa última denominación será la que me sirva para designar la inflamación crónica del canal de la uretra. A principios del siglo, la blenorragia era consi- derada como el producto de un virus: el sifilítico. Hunter contribuyó en gran parte á sostener esa creencia, porque inoculando directamente sobre el glande pus blenorrágico, vio desenvolverse acci- dentes sifilíticos. Más tarde Broussais revolucionó la ciencia con su teoría de la inflamación. Naturalmente las ideas sobre la blenorragia cambiaron en este sen- tido. Según la nueva escuela, ya no habían ni enfermedades generales ni virulentas, sino infla- maciones locales cjue, gracias á las simpatías or- gánicas, podían tener eco sobre tal ó cual órgano. En este estado de confunsión aparece el gran Ricord, quien con su exquisito tacto clínico de- muestra claramente que la blenorragia v la sífilis eran dos enfermedades distintas, que nunca la blenorragia era seguida de accidentes sifilíticos, y que la famosa experiencia de Hunter se explicaba por la inoculación del producto de un chancro si- filítico de la uretra, que designaba con el nombre de chancro larvado. Al separar Ricord la blenorragia de la sífilis le quitó naturalmente á la primera el principio vi- rulento y \e atribuyó como origen (lo mismo que Broussais) una simple inflamación de la mucosa uretral, inflamación que podía desenvolverse por causas variadas. De allí su famosa receta para atrapar una purgación (1), que resume en pocas (1) ¿Queréis, dice, adquirir una purgación? He aquí el medio: tomad una mujer linfática y pálida, rubia mejor que morena, tan fuertemente leucorréica como podáis encontrarla. Comed con ella, comenzando con ostras y acabando con espárragos; bebed bas- tante : vino blanco, champagne, pus, café, todo será bueno; bailad hasta donde podáis y haced bailar á vuestra compañera, esforzán- doos en tomar mucha cerveza durante la velada. Al acostaros con- ducios valientemente: dos ó tres veces no es mucho, mejor si es más. A la mañana siguiente no os olvidéis de tomar un baño tibio y pro- longado, ni os privéis de haceros una inyección. Siguiendo este pro- grama concienzudamente, si no pezcais una purgación, es que hay un Dios que os protege. líneas toda la etiología de la blenorragia. Esta teoría fiogogénica privó mucho tiempo y fue sos- tenida por hombres de gran autoridad. La escuela de Lyon, al contrario, sostuvo siem- pre la teoría de la virulencia. Según ella, toda blenorragia provenía de otra blenorragia de prin- cipio virulento mal definido. Para M. Rollet el glóbulo de pus era el vehículo. Donné fue el primero en señalar la presencia de parásitos en el pus blenorrágico (vibriolineola y trichomonas), pero les dió muy poca impor- tancia. Jousseaume (18(52) atribuía la enfermedad á una alga de filamentos bastante largos, á la que le dió el nombre de genitalia. En 1872 Hallier señaló en el pus blenorrágico y en el interior de los glóbulos de pus la presen- cia de micro-organismos; pero Neisser fue quien demostró la presencia de un micrococo especial en el pus blenorrágico y más particularmente en la oftalmía blenorrágica. Los estudios de este sabio fueron tan completos, que hoy al microbio de la blenorragia se le designa con el nombre de microbio de Neisser. Se le llama también gonococo y micrococcus gonorrhx. GONOCOCO (1) Morfología y dimensiones.—En el pus bleno- rrágico fresco, sin someterlo á la acción de un (1) A la amabilidad de mi buen amigo y compañero, el señor Br. don Alejandro Alemán, debo la publicación de estos datos relativos al gonococo. reactivo, se descubre el gonococo bajo el aspecto de puntitos ovoideos, refringentes, que se aclaran ú obscurecen según la posición del objetivo, y que están dotados de ligeros movimientos rotatorios y oscilatarios. Con grandes aumentos, y sobre to- do, coloreándolos, se ve que cada puntito está for- mado por otros dos (diplococos) aplicado el uno al otro por una cara aplanada, que en ocasiones llega á hacerse cóncava, dándoles un aspecto re- niforme. Estos diplococos raras veces se encuentran ais- lados, otras se hayan reunidos de cuatro en cuatro (tetrágeno), más á menudo formando grupos ó amas de 10 y hasta de más de 100, pero siempre, aún estando agrupados, se nota la línea de sepa- ración entre los dos cocos de cada diplococo. Nun- ca se les ve formando cadenitas (estreptococos), y los grupos ó amas se observan con más frecuencia en el interior de los glóbulos de pus ó células epi- teliales que fuera de ellos. Las dimensiones de los gonococos dependen de su edad y de los medios en que se encuentran, siendo más pequeños los intra que los extracelu- lares. Así, mientras que los diámetros de los pri- meros están comprendidos entre 0, 2 y 0, 4 v, los de los segundos varían entre 0, 3 y 0, 6 y aún 0, 8 M. Localización.—Se ha encontrado el gonococo en el pus procedente de la uretra, de la vejiga, de la vagina, del útero, de la conjuntiva, de las arti- culaciones y hasta de la mucosa nasal (afecciones específicas). Este microbio tiene la particularidad de irse á las capas más profundas de las mucosas afectas, siendo por lo mismo más difícil atacarlo directa- mente con los antisépticos. Cultivos.—El gonoco se cultiva con mucha fa- cilidad en ciertos medios naturales. Eso lo ve- mos á cada rato al producirse el contagio, pasando de un individuo enfermo á otro sano. Basta depo- sitar una partícula insignificante de pus blenorrá- gico fresco en la uretra y en la conjuntiva sanas, para que se desarrolle casi siempre una blenorro- gia ó una conjuntivitis blenorrágica típicas. Pa- rece, pues, que en las vías génito urinarias y en el ojo humanos hay excelentes medios de cultivo pa- ra el microbio en cuestión. No sucede lo mismo con los animales que se muestran refractarios á la blenorragia. Las culturas en medios artificiales son muy di- fíciles de obtener. Sin embargo, se han hecho cul- tivos. 1? En suero de sangre humana solo y coagula- do (Krause Bümm), ó adicionado de suero de sangre de ternera, de carnero ó de buey (Cornil y Babés), ó bien solidificado por la gelatina ó el agar- agar (Leistikou y Lceffier, Bümm y Oppenheimer). 2? En caldo de buey (Constantin Paul). 3? En caldo de extracto de carne solidificado con agar-agar (Crivelli), ó con gelatina. No están de acuerdo los autores en el resul- tado obtenido con los cultivos en medios diferen- tes del suero sanguíneo, v parece que el desarrollo en esos medios de otros micro-organismos que no son el gonococo, aunque se le parezcan mucho, pro su forma, saprofitos ó patógenos, y que lo acom- pañan con mucha frecuencia, lia inducido muchas veces á error (Flugge). Las inoculaciones con culturas artificiales no siempre han dado resultados positivos y las esta- dísticas son muy deficientes, debido sobre todo á que esas experiencias raras veces se pueden hacer en el hombre y á que los animales son refractarios á la afección. No obstante eso, los autores que han hecho cultivos en sueros sanguíneos (Cornil y Babés, Bokai, Bockardt, etc.) citan hechos muy concluyentes. El estudio del microbio de Neisser en sus dife- rentes medios de cultivo, naturales ó artificiales, conduce á los resultados siguientes respecto á sus caracteres biológicos, El gonococo no se desarrolla á la temperatura, ambiente. Necesita un calor que no baje de 30° para germinar (Bümm). Por otra parte, un calor que pase de 38° lo mata más ó menos pronto. Los límites de temperatura entre los cuales puede vi- vir son, pues, 30° minino y 38° máximo. Pero lo más favorable para su desarrollo está compren- dido entre 32° y 34°. Según Crivelli, el gonococo sería aerobio, puesto que no lo ha visto desarrollarse más que en la su- perficie de los medios de cultivo empleados por él; pero el hecho de encontrarse en pleno desarrollo en las articulaciones (artritis blenorrágicas), don- de no podría ponerse en contacto con el aire que necesitaría para vivir, tal vez nos podría indicar que es anaerobio, cuando menos anaerobio facul- tativo. El gonococo se multiplica por división (We- lander). Esta división nunca se verifica en el in- terior de los glóbulos de pus; muy raras veces en el interior de las células epiteliales, y casi siem- pre fuera de esos elementos, en el seno del líqui- do en que se encuentran libres. El gonococo puede soportar la desecación por algún tiempo (algunas semanas) sin perder su vi- talidad (l)ubief); aunque perdiendo mucha y tal vez toda su virulencia (Welander). En los cultivos naturales (uretritis específicas), después del período de desarrollo, el número y la virulencia de los gonococos van disminuyendo á medida que se alejan del principio de la enferme- dad, de tal modo que en algunas uretritis crónicas se hace muy difícil demostrar su presencia y has- ta puede dejar de existir, debiéndose entonces la supuración á otros micro-organismos ó á los tras- tornos anatómicos ó histológicos producidos ante- riormente. El microbio de Neisser se asocia con mucha frecuencia á otras especies diferentes. En la mu- jer es muy raro encontrar el gonococo puro. Técnica.—El pus blenorrágico se puede exami- nar directamente al microscopio, sin someterlo á la acción de ninguna sustancia colorante; es ver- dad que de esa manera no se aprecian bien sus de- talles, pero ese es el único medio de observar sus movimientos. Para que el’ pus que se examine contenga el gonococo lo más puro posible, se deben tomar cier- tas precauciones al recogerlo. Se preferirá una blenorragia aguda que tenga ya algunos días y que no haya sido tratada anti- sépticamente. Se hace orinar al enfermo, desinfectando antes el glande y el meato, y en seguida, con una pipe- ta esterilizada, se extrae el pus lo más profunda- mente que se pueda de la uretra. Se deposita una gota de ese pus en un vidrio porta-objeto, se la cubre con una laminilla y se la examina con un aumento que no baje de 600 á 800 diámetros. Coloración.—La coloración del gonococo se puede hacer con distintas sustancias colorantes: azul de metileno, violeta de genciana, fuchsina, etc., (en soluciones acuosas de Eherlich, de Ziel, etc.). La solución acuosa de fuchsina es la que mejores resultados ha dado en nuestro Laborato- rio Bacteriológico. Se procede del modo siguiente: Una gotita de pus extraída como queda dicho, se deposita en una laminilla y se cubre con otra; se comprimen ligeramente entre los dedos, se separan por desli- zamiento y se dejan secar al aire libre. Ya secas, se pasan tres veces por la llama de la lámpara de alcohol, cuidando de que mire á la llama la cara que no tenga pus, y se sumerjen en el líquido co- lorante, en el cual pueden permanecer desde algu- nos minutos hasta un cuarto de hora. Se extraen del liquidólas laminillas, se lavan con un chorrito de agua destilada, se deshidratan y se montan al xilol ó mejor al bálsamo del Canadá. El gonococo se decolora por el método de Gram (1). (1) Helo aquí: Se extiende una capa delgada de pus sobre una laminilla, se la deseca por evaporación (ayudándose con una pera de caucho); después se colora la laminilla con rubina en solución alco- hólica. Cuando la preparación está seca, se la lava con agua hasta quitar el exceso de materia colorante y se la sumerge en el líquido de Gram: yodo 1, yoduro de potasio 2, agua 300 gramos. Se deja la preparación algunos minutos en contacto con la solución y se lava con alcohol absoluto. Los gonococos se decoloran enteramente. Caracteres diferenciales.—Se lux dicho ya que el pus blenorrágico, además del gonococo, puede contener y contiene generalmente otras es- pecies de micro-organismos, algunos de los cuales son cocos también, reunidos de dos en dos (diplo- cocos) y que pudieran confundirse fáci 1 mente con él si no se atendieran á ciertos caracteres que le son propios. Por otra parte, hay uretritis que no son especí- ficas (pseudo blenorragias producidas por el pseudo gococo (Bockardt y Wolf)uretritis bacilares dadas por mujeres leucorréieas; uretritis sifilíticas, goto- sas, diabéticas, herpéticas, papilomatosas, etc. (Fin- ger, Buggs, Oberlander, etc.). Fs, pues, de gran importancia diagnosticar, hacer la distinción en- tre el microbio de Neisser y los ntros micro-orga- nismos que pueden encontrarse en las supuracio- nes uretrales. Esa distinción puede fundarse en los caracteres micrográficos y en los caracteres biológicos. A. Caracteres micrográficos.—1? Casi todas las especies que se encuentran en la uretra se conducen del mismo modo en presencia de los agentes colorantes; por consiguiente, la coloración por sí sola no nos suministra datos suficientes para hacer la distinción. Sin embargo, la decoloración del gonococo por el método de Gram puede ser- vir de mucho en este caso. 2?—Las dimensiones del gonococo son en gene- ral menores que las del orquiococo y mayores que las de las otras especies uretrales; pero esto no se- ría un carácter suficiente, puesto que esas magni- tudes, dependiendo de la edad y del medio en que se encuentran los microbios (Senn), variarían bastante aun en individuos de la misma especie. 3?—El carácter principal, propio y exclusivo del gonococo es el de encontrarse en el interior mismo de las células de pus ó epiteliales, en su protoplasma, ocupando los espacios que les dejan libres los núcleos celulares. Según Bümrn, el mi- crobio de la cistitis puerperal tiene también ese carácter, pero habría que preguntarse si esa cisti- tis no sería debida en muchos casos al acceso en la vejiga del mismo gonococo, dada la disposición tan especial de los órganos génito-urinarios feme- ninos, las condiciones en que se encuentran esos órganos en el puerperio y la frecuencia con que se observa la conjuntivitis blenorrágica de los re- cién nacidos. B. Caracteres biológicos.—El microbio de Nei- sser es de un cultivo muy difícil y muy delicado: necesita medios nutritivos especiales v gran regu- laridad en la temperatura (31° á 35°?). Su culti- vo en gelatina ó en agar-agar es problemático. Los otros diplococos (pseudo gonococo, orquio- coco, etc.) se cultivan más fácilmente y entre lí- mites más extensos de temperatura, viviendo también en gelatina, agar-agar, peptona y caldos. El pseudo gonococo y el orquiococo se pueden conservar largo tiempo en estos cultivos artificia- les; el microbio de Neisser no dura sino muy po- cos días (ta)vez ni 5), á no ser que se reinocule con mucha frecuencia (cada 3 días, por lo menos). Bien conocidos son los efectos producidos por el gonococo y su localización. El pseudo gono- coco y el orquiococo no producen esos efectos: el primero podría causar fenómenos supurativos, pero no específicos (?); el segundo no produce trastorno alguno ni en la uretra ni en la conjun- tiva, pero sí se le ha visto reproducir la orquitis en el hombre y en el perro (Brouardel). En resumen, la presencia de diplococos en el interior de las células de pus ó epiteliales, y su decoloración por el método de Gram, son los ca- racteres más prácticos y seguros para averiguar si una uretritis es ó no específica. BLENORRAGIA AGUDA. Marcha de la blenorragia aguda. Período PRODRÓMICO, DE ESTADO Y DE DECLINACIÓN.—Entre el coito y el primer síntoma de la blenorragia, es necesario contar siempre un poco más de 48 lio- ras, en ciertos casos 8 días y á veces mayor tiem- po. ¿Es este un período de incubación? El I)r. Horteloup no lo cree, y según él este tiempo que trascurre es una simple preparación ó una evolu- ción de la enfermedad. ¿Por qué llamar, dice él recordando á Ricord, período de incubación á las pocas horas que trascurren entre un enfriamien- to de los pies y el principio de un coriza? Para la primera blenorragia, este período de evolución es á menudo más largo que para las si- guientes. La razón de esto es muy sencilla, pues- to que las nuevas purgaciones no son más que recrudescencias de una antigua que se creía cura- da, y que una circunstancia imprevista basta pa- ra despertar. El primer fenómeno qoe anuncia una bleno- rragia, es una sensación de calor al nivel de la fosa navicular. Algunas horas más tarde los la- bios del meato se aglutinan, el glande se conges- tiona ligeramente y se ve aparecer una gota de un líquido opalino. Después de una duración do cuatro ó cinco días, la blenorragia se confirma y entra en el período de estado. El síntoma dominante de todo este segundo período es el dolor, que se manifiesta durante la micción y sobre todo durante las erecciones. Este dolor tan penoso de las micciones es debi- do al desplegamiento de la mucosa tumefacta, y más que todo al paso de la orina que presenta ca- racteres especiales, haciéndose, gracias á las bebi- das que toman los enfermos, menos ácidas que de ordinario. Durante la noche principalmente, los pacientes son atormentados por erecciones muy dolorosas que atribuyen al calor del lecho ó al contacto de las ropas, pero cuya verdadera causa es un fenó- meno reflejo que tiene por origen el hinchamien- to de la mucosa y la plenitud de la vejiga. El pene, además de la rubicundez del glande y de la tumefacción de los labios del meato, sufre, bajo la influencia de la génesis de la circulación, cam- bios de aspecto que varían según que el enfermo lleve el glande cubierto ó descubierto. En los primeros el prepucio se hincha, se alar- ga, toma una coloración rojo-violácea, y no se le puede llevar hacia atrás para ver salir el pus del canal de la uretra. En los segundos se forma por debajo del glan- de un hinchamiento cutáneo parecido al buche del parafímosis. Palpando el pene, se comprueba que todo el canal de la uretra es duro y resistente; como no puede alargarse da entonces al miembro viril una forma de arco cuya cuerda sería la uretra. De allí el nombre de garabatillo con que á veces de- signa el vulgo á las blenorragias en que domina este síntoma. El punto capital de la sintomatología de la ble- norragia es la secreción purulenta. Durante los pródromos el flujo es mucoso, opalino, llega rápi- damente á un color blanco, después amarillo, y por último toma el aspecto del pus flegmonoso. Apenas el enfermo ha lavado su canal, orinando por ejemplo, cuando el pus reaparece y se en- cuentra en el meato una gruesa gota que mancha las ropas y la piel. Ya vimos anteriormente los caracteres del pus blenorrágico al examen microscópico. El estado agudo de la blenorragia dura de quin- ce á veinte días, después los fenómenos disminu- yen y la enfermedad entra en el período de decli- nación. El primer síntoma de la declinación es el dolor que se atenúa; la disuria cesa; las erecciones son menos frecuentes; la deformación del pene y la rubicundez del glande desaparecen, y el flujo aca- ba por tomar un color blanco opalino. La duración de este tercer período no puede determinarse con fijeza. Bumstead afirma que sin tratamiento ninguno se prolongaría á tres me- ses. Lo más frecuente es que la enfermedad abandonada á sí misma pase al estado crónico. No hablo del tratamiento de la blenorragia por- que traspasaría los límites de este modesto traba- jo. Unicamente quiero insistir sobre un punto muy importante, si se desea la eficacia de la tera- péutica que se elija en el tratamiento de una ble- norragia. Cuando el método abortivo ha fracasa- do, es decir, cuando se ha tenido oportunidad de combatir la blenorragia en las primeras 3fi ó 48 horas y no se ha conseguido curarla, no hay qué precipitarse y seguir sobre la marcha con un nue- vo tratamiento, porque entonces todo esfuerzo será inútil. Es necesario esperar que pase el pe- ríodo agudo y atacar la enfermedad cuando, por decirlo así, esté madura. Tomando entre el pul- gar y el índice una gota de ñus, si los dedos se adhieren y si al separarlos se forma un hilo como de un centímetro de largo, se obtendrá una señal segura de que los síntomas agudos han disminui- do, y que, por consiguiente, ha llegado el momen- to oportuno de intervenir. Las anteriores consideraciones me parecen su- ficientes para entrar de lleno en el estudio de las uretritis crónicas. Segurtba parte. Uretritis crónicas, su origen, su división en anteriores y posteriores.—Las uretritis orónicas tienen generalmente por origen una blenorragia que ha sido mal tratada ó que se la ha abandona- do a sí misma. Las inyecciones empleadas desde el principio de la enfermedad, sin esperar á que se presente el período oportuno de que lie habla- do más arriba, pueden considerarse como el mejor medio para favorecer la cronicidad. Otra causa que puede influir en que una bleno- rragia pase al estado crónico es la cesación rápida del tratamiento. Es necesario prolongarlo du- rante ocho ó diez días después de la desaparición de todos los síntomas, porque basta la persisten- cia de un punto enfermo insignificante para que sea el origen de nuevas invasiones inflamatorias. La cesación del tratamiento le da al enfermo la convicción de que se ha curado, y, bajo el pretex- to de las privaciones que se ha impuesto, se entre- ga con más ahinco á su antiguo modo de vivir. El coito, el.vino, la cerveza, vienen á aumentar las probabilidades del contagio, y la más ligera gota virulenta encuentra un terreno propio para germinar. De allí las continuas recaídas que al fin terminan por una uretritis crónica. Las constituciones tienen también una influen- cia considerable. El berpetismo, el artritismo y el linfatismo son otros tantos factores de las uretri- tis crónicas. Algunos cirujanos les dan á las estrecheces del canal de la uretra un papel importante en la pa- togenia de las uretritis crónicas, pero otros niegan rotundamente esta influencia. Las uretritis crónicas se han dividido en anterio- res y posteriores, según que la inflamación se loca- lice en la uretra anterior ó posterior. Pero antes de pasar adelante, veamos qué es lo que en clínica se entiende por uretra anterior y uretra posterior. Sabemos que anatómicamente el canal de la uretra se divide en tres porciones: laespongiosa, la membranosa, y la prostática. Esta división que responde perfectamente á las exigencias anatómi- cas, es insuficiente desde el punto de vista clínico. “El cateterismo practicado sobre el cadáver en las 48 primeras horas que siguen á la muerte, di- ce Guyon, da resultados perfectamente concordan- tes. La sonda recorre fácilmente las porciones peneana y escrotal, penetra en el periné y des- pués se detiene bruscamente. Si, conservando el instrumento en ese lugar, se diseca la región, se comprueba que el pico de la sonda ha chocado contra la porción membranosa herméticamente cerrada. Introducida por la vejiga, la sonda atra- viesa sin dificultad el cuello v la porción prostá- tica, pero apenas ha franqueado la próstata sufre una nueva detención. En cualquier sentido que se practique la exploración, el resultado es el mismo: hay un obstáculo al nivel de la porción membranosa rígida y cerrada, y no se le vence sino con un instrumento duro y gracias á cierta presión. Una vez vencida la resistencia no se 29 reproduce más, y los cateterismos ulteriores se practican sin la menor dificultad.” Este esfínter de la porción membranosa (1), es- tablece en la uretra una separación clara y neta que el cirujano debe tener en cuenta. La uretra anterior que se extiende del meato al pubis, y la uretra 'profunda ó posterior que va del pubis al cuello de la vejiga. Según, pues, que las metri- tis crónicas se localicen en una ó en otra por- ción, recibirán el nombre de anteriores ó poste- riores. Diagnóstico diferencial de la itretritis cró- nica anterior y posterior.— La uretritis crónica anterior es precedida siempre de una blenorragia aguda cuyos síntomas se han atenuado lentamente. Sus síntomas subjetivos son casi insignificantes: un poco de calor en el meato, y á veces una ligera sensación de quemadura. Los síntomas objetivos son más importantes: generalmente los enfermos perciben todas las ma- ñanas una gota en la extremidad del pene. Esta gota es muy variable: por lo general es de un co- lor blanco amarillento ó blanco lechoso, muy lí- quida, al grado de que es fácilmente destruida [1] De este esfínter dice Sappey lo siguiente: “Consideradas (las fibras musculares que lo componen) en su modo de acción, represen- tan un verdadero anillo, poderoso por su considerable número, y por su dirección, pues todas son perpendiculaers al eje del conducto. Añádase que este esfínter, compuesto exclusivamente de fibras es- triadas, está dotado de una acción instantánea. Bajo la influencia de causas muy diversas, puede contraerse con bastante energía para oponerse al cateterismo, y de este modo la porción membranosa es el asiento de estrecheces espasmódicas. Después de la muerte con- serva á veces una rigidez que todavía puede oponerse al paso de la sonda.” por el contacto de las ropas; otras veces forma un verdadero tapón que es necesario arrancarlo de los labios del meato, y otras es una simple sero- sidad gomosa la que los aglutina. La uretritis crónica 'posterior aparece siempre en el curso de una anterior, y como en ésta, los en- fermos se quejan de percibir todas las mañanas una gota purulenta en la extremidad del meato, gota á la (pie ellos dan el nombre de militar. Se diferencia de la que hemos hablado más arriba, en que no brota expontáneamente, sino que casi siempre es necesario comprimir todo el canal de la uretra de atrás á adelante para hacerla aparecer. Cuando se interroga á un enfermo que padece uretritis posterior, se reconoce que el primer sín- toma es un poco de frecuencia en la micción que se verifica cada hora y media ó cada hora. Esta necesidad de orinarse hace cada vez más fre- cuente y presenta modificaciones curiosas después de la defecación y del coito. Después de la defecación los enfermos no experimentan absolutamente nin- gún alivio, sufren, al contrario, una necesidad ab- soluta de orinar, y como la orina de la vejiga se ha evacuado durante la defecación, continúan pa- deciendo esa necesidad hasta la micción siguien- te. Después del coito se presentan síntomas aná- logos. Pero la mejor manera de hacer un diagnóstico diferencial de la uretritis anterior y posterior, es valiéndose del procedimiento llamado de los dos vasos (experiencia de Thompson), ó por medio de un explorador olivar de goma. 31 Se le recomienda al enfermo que por la maña- na, al despertar, orine la mitad poco más 6 menos del contenido de su vejiga en un vaso limpio, y la otra mitad en otro vaso. Por este procedimien- to, el primer chorro de orina lava el canaly arras- tra todo lo que en él se encuentre; el segundo cho- rro pasa por un canal limpio. En una uretritis crónica anterior se encontrará el primer vaso lle- no de un líquido turbio y el segundo de un líqui- do claro. En una uretritis crónica posterior el se- gundo vaso contendrá una orina turbia y llena de (i lamentos. Con el explorador de goma de extremidad oli- var, se procede de la manera siguiente: Su le recomienda al enfermo que permanezca sin orinar, durante cuatro horas por lo menos, an- tes de la exploración que se va á practicar. Se colocará al paciente sentado, apoyado en el reborde de la silla de exploración; las piernas es- tarán en ligera flexión y alejadas. Se colocará entre ellas una vasija para recibir los líquidos. Se introduce en la uretra un explorador de go- ma de extremidad olivar número 14 ó 15. Se empuja suavemente este explorador hasta que se sienta una ligera resistencia que se halla poco más ó menos á seis centímetros del meato. Es- ta resistencia es debida á la contracción del esfínter uretral que, cuando á su nivel es- tá irritada la mucosa, se contrae espasmódi- camente y produce una especie de oclusión que se franquearía si se forzáse un poco, lo que se de- be tener buen cuidado de evitar. Se retira entonces el explorador imprimiéndole ligeros movimientos de rotación, y sale con el ta- lón de la oliva cubierto de pus. Hay absoluta certeza entonces de que el pus existe en el fondo de saco de la región membrano- sa, sobre todo si antes de penetrar basta este pun- to se ha retirado en diversas ocasiones el explora- dor sin que traiga una sola gota de pus. Se hacen entonces con un poco de agua tibia lavados sucesivos con una media geringa de toda la región anterior, hasta que el agua salga comple- tamente clara y sin tener en suspensión pequeñas partículas purulentas. Se introduce un segundo explorador olivar y se le empuja hasta la entrada de la porción menbra- nosa. Se le hace penetrar suavemente por detrás del esfínter uretral á una profundidad de tres centí- metros poco más ó menos. Se le retira entonces lentamente imprimiéndole ligeros movimientos de rotación; sucedeá menudo que este primer son- deo de la parte posterior no trae nada, mientras que en un segundo practicado inmediatamente después, el talón de la oliva vendrá cargado de un pus seroso mezclado con el líquido prostético. Si después de este último sondeo viene la oliva cargada de pus, la uretritis crónica es posterior, es decir, que la inflamación se encuentra en los tres ó cuatro últimos centímetros de la uretra. Pronóstico.—No hay nada más embarazoso pa- ra el médico que el pronóstico de una uretritis crónica. Hay algunas que no se curan jamás' Ricord asistió á un enfermo que padecía una gota militar desde hacía cuarenta años, y Desormeaux á otro que la llevaba desde hacía cincuenta. l)e un enfermo que padece uretritis crónica pueden esperarse todas las complicaciones de par- te del aparato génito-urinario: foliculitis, cowpe- ritis, epididimitis, cistitis, prostatitis, nefritis y hasta aparición de tubérculos prostáticos. La recrudescencia de la uretritis crónica es uno de los fenómenos más frecuentes, y que contribu- ye en gran parte á que en algunos pacientes sea cada vez más larga y difícil la curación. Se ha dado mucha importancia á las uretritis crónicas en la génesis de las estrecheces uretra- les; pero así como anteriormente hemos visto que una estrechez no puede dar nacimiento á una ure- tritis crónica, así hoy parece demostrado que tam- poco una uretritis crónica puede producir una estrechez del canal. Esta complicación se le pue- de atribuir más bien á una blenoraagia. Por último hay algunos desgraciados enfermos nerviosos en quienes una uretritis crónica produ- ce tan profunda impresión, que, como decía Ri- cord, es necesario colocar á veces la blenorragia crónica en la patología mental (1). Más adelante hablaré de algo más grave toda- vía, que se refiere á averiguar si la uretritis crónica es contagiosa, y si el médico puede autorizar el matrimonio en tales condiciones. (1) Mi amigo el doctor don Ernesto Meneos, 2? médico del Mani- comio de esta ciudad, me lia referido que al establecimiento de su cargo ingresaron dos infelices enajenados cuya locura provenía del padecimiento de una vieja y rebelde uretritis crónica. Tan luego co- mo curaron de ella, desapareció el trastorno mental. Tratamiento.—Sin pasar en revista la infinidad de tratamientos y de específicos que se lian preco- nizado para la curación de las uretritis crónicas, sólo hablaré aquí de dos procedimientos que en mi concepto son los únicos racionales y eficaces, pro- cedimientos que varían según que la uretritis sea anterior ó posterior. Me refiero á los lavados con el permanganato de potasa y á las instilacio- nes del profesor Guyon. Uretritis anterior. Lavados con el perman- ganato de potasa.—A los que deseen formarse idea exacta del tratamiento de la uretritis cróni- nica anterior por medio de los lavados con per- manganato de potasa, les recomiendo la lectura del artículo que en el número 7 del tomo II de La Escuela de Medicina,, publicó mi distinguido compañero el señor Br. don Antonio López Villa. De allí extracto los siguientes datos: “El aparato para el lavado de la uretra se com- pone de un recipiente provisto en su parte inferior de una abertura a la que se adapta un tubo de caucho de dos metros de largo, terminada en una cánula llamada de Janet. Esta cánula es un ci- lindro de vidrio de 9 centímetros de largo por 15 milímetros de diámetro; una de sus extremidades se adapta al tubo de caucho, y la otra, cónica, está destinada á ser introducida en el meato. Para lavar la uretra anterior se coloca el reci- piente á 60 centímetros de altura. lia cantidad de líquido para cada lavado es de litro y medio, y su temperatura de 35°. Los lavados se harán cada 12 ó cada 24 horas, según los casos, y las soluciones de pennanganato se harán del 1 por 1,000 al 1 por 4,000. El manual operatorio es muy sencillo: se sien- ta al enfermo sobre el borde de una silla y se cu- bren las rodillas y los muslos con un ahulado cu- yo borde inferior cae en un cubeta colocada entre los pies. El bock irrigador se coloca en una ta- blita graduada y tija en el muro. Tomando el pe- ne cerca del glande, entre los dedos pulgar é índi- ce de la mano izquierda, se toma con los tres pri- meros dedos de la mano derecha el tubo de cau- cho cerca de la cánula, á manera de poder con dé- biles presiones interrumpir la llegada del líquido. Ai principio se dirijeel chorro sobre el meato y el glande para hacer la antisepsia, luego directamen- te sobre el meato, separando sus labios para faci- litar la introducción de la extremidad cónica de la cánula, que debe obturarle perfectamente, de ma- nera que el líquido llene la uretra y la distienda; la mano derecha comprime entonces el tubo para interrumpir la corriente al mismo tiempo que re- tira un poco la cánula; de este modo el líquido que llenaba la uretra se vierte al exterior. El la- vado se continua así por movimientos que tapan y destapan alternativamente el meato. Ocho ó diez lavados bastan generalmente para curar ra- dicalmente una uretritis crónica anterior. Uretritis crónica posterior. Instilaciones.— Á veces una uretritis crónica posterior cede con los lavados de permanganato. Para ello es nece- sario colocar el bock irrigador á una altura de metro y medio. De esta manera, gracias ála ma- yor presión, el líquido penetra hasta la uretra pos- terior y la vejiga. Se introduce la cánula hasta cerrar completamente el meato contra el que se la mantiene sólidamente aplicada. El enfermo debe respirar profundamente y procurar no hacer es- fuerzos. El líquido penetra entonces perfectamen- te hasta la vejiga, de lo que el enfermo se da cuen- ta. Al cabo de un tiempo variable, la necesidad de orinar se hace sentir; en este momento se retí- rala cánula y se deja orinar al enfermo, teniendo cuidado mientras lo hace de comprimir el glande muchas veces de manera que se asegure la tensión del canal á la vuelta como á la ida del líquido. Se principia de nuevo el lavado cuando la vejiga esté vacía, continuando así hasta cuatro ó cinco veces. Cuando los lavados no bastan, se recurre á las instilaciones del profesor Guyon. El aparatóse compone de una jeringa semejan- te á las de inyecciones hipodérmicas, pero cuatro ó cinco veces más grande. Esta jeringa está pro- vista de una cánula que lleva en la superficie ex- terior de su extremidad algunas vueltas de tor- nillo. La segunda pieza del aparato es una sonda muy fina en cuyo extremo se halla una oliva perforada del número 15 á 18. Para servirse del aparato se carga la jeringa con una solución de nitrato de plata de 5 á20 por 100, según el efecto que se desee producir. Se introduce la extremidad de la cánula en el cabo cilindrico de la sonda y se la fija bien, gra- cias á las vueltas de tornillo. Se llena la sonda de la solución de nitrato de plata empujando el pistón de la jeringa con algu- nas vueltas de tornillo, de manera que cuando la oliva se halle en la uretra y llegue al punto infla- mado, cada vuelta de tornillo que se le dé al pis- tón, corresponda exactamente á la aplicación de una gota de la solución sobre la mucosa. Se introduce entonces la sonda en el canal y se la empuja hasta que haya franqueado la resisten- cia de la porción membranosa. En este momento se le dan tantas vueltas al pistón cuantas gotas se quieran dejar en la uretra. Ordinariamente bastan tres ó cinco gotas para que toda la mucosa de la uretra posterior sea toca- da. Si se instila mayor número, el nitrato de pla- ta va ii obrar sobre el cuello de la vejiga y produ- ce penosos espasmos en este órgano. Estas maniobras son poco dolorosas en el momento en que se las practica, y no es sino al cabo de algunos minutos cuando el enfer- mo siente algo como una quemadura en la pro- fundidad de la uretra, del lado del ano, y una ne- cesidad de orinar frecuentemente, con un poco de tenesmo vesical y anal. Las instilaciones se repetirán diariamente ó ca- da dos días según los casos, y bastan ordinaria- mente ocho ó diez para curar radicalmente gotas militares antiguas que han resistido durante mu- chos años á todos los los demás tratamientos. (1). [1] El Dr. A. Brissay [de Río Janeiro] ha introducido en el pro- cedimiento de Guyon las siguientes modificaciones muy útiles desde el punto de vista antiséptico: Antes de practicar la instalación hace orinar al enfermo é introdu- ce en la parte posterior del canal una considerable cantidad de agua tibia boricada que va á caer á la vejiga. De esta manera queda la uretra desembarazada de sus mucosidades, y sobre todo de la orina que la humedece. Siguiendo esta práctica, el nitrato de plata no se descompone en cloruro inactivo por el contacto délas sales de la orina que encuentra en el canal, y produce su mayor efecto sobre la mucosa enferma. Además, el agua introducida en la vejiga diluye el nitrato de plata que podía caer allí y lo hace inofensivo. Cercera parte. Inspirándome en un trabajo que el Dr. Julio Janet publicó en los Anales des maladies des orga- nes genito-urinaires en el mes de agosto de 1893, trataré, como complemento de este incorrecto tra- bajo, algo sobre las relaciones que hay entre la blenorragia y el matrimonio, y alas condiciones en las que el médico está autorizado para dejar casarse á un antiguo blenorrágico. Salta á la vista que esta cuestión encierra en sí trascendentales resultados según la solución que se le dé, pero antes de tratarla es necesario hacer, como el Dr. Janet, un estudio de las condiciones de receptividad de las vías génito-urinarias del hombre y de la mujer para las diferentes afeccio- nes microbianas. Receptividad uretral del hombre.—La uretra del hombre es poco accesible á las infecciones, y en su estado normal se la puede considerar como clínicamente aséptica, con excepción de la fosa na- vicular y el meato. Fuera del gonococo, difícil- mente se deja invadir por los otros microbios, y los raros casos de infección uretral que de ellos se citan, han curado en pocos días bajóla influen- cia de algunos lavados con sublimado. Pero si la uretra es inmune para todos los mi- crobios no lo es para el gonococo, al que se le pue- de considerar como su principal enemigo ó inva- sor específico. Una vez que el contagio se ha ve- rificado y que ba aparecido la blenorragia con to- do su cortejo sintomático, si la enfermedad dura poco—sea porque se la ba becbo abortar 6 porque se ha seguido un buen tratamiento—y si el gono- coco desaparece del todo, la uretra recupera su primitiva inmunidad para las infecciones. Si al contrario, la invasión gonocóciea dura más tiem- po, ó si durando poco nuevas infecciones se presen- tan en cortos intervalos, si en fin la uretra es per- vertida por malos tratamientos, entonces cambia la escena. Modificada anatómica y fisiológica- mente, no recobra sus propiedades primitivas: su epitelium cilindrico se trasforma en plano estrati- ficado; sus glándulas, dilatadas por obstrucción parcial de sus orificios, hacen una secreción abun- dante; en fin, la mucosa más ó menos infiltrada de elementos embrionarios ba perdido una parte de su elasticidad normal. La uretra no se vacía debidamente; retiene las últimas gotas de orina que se escapan lentamente y que pronto son reem- plazadas por secreciones glandulares abundantes V numerosos productos de diapedesis y descama- ción, exagerados todavía por la irritación que pro- duce el paso de esta orina sobre una mucosa alte- rada. Este estado hace variar el primitivo modo de ser de la uretra; su inmunidad se convierte en una receptividad exagerada, y en lugar de resistirá las colonias microbianas que pululan en el meato, se deja invadir fácilmente por ellas. Si estas colo- nias triunfan, con mayor razón lo háránlos gono- cocos y los diferentes microbios de la vagina de las mujeres. De allí la historia de esos desgracia- dos enfermos que á cada instante pezcan una pur- gación en donde un hombre sano no la tomaría jamás. Tal es, dice el Dr. Janet, el sentido que es nece- sario darle á esa noción tan esparcida de que la primera blenorragia no se cura nunca, y de que las siguientes no son sino consecuencias de la pri- mera. Receptividad de las vías genitales de la mu- jer.—Las vías génito-urinarias de la mujer, y en particular el útero, son infinitamente más accesi- bles que las del hombre á las diversas infecciones. En la mujer son frecuentemente primitivas, mien- tras que, en la inmensa mayoría de los casos, en el hombre son secundarios á la infección gonocó- cica. En otros términos: las infecciones diversas (bacterias y cocos) pueden invadir un útero pri- mitivamente sano. ¿De dónde viene este desgraciado privilegio de que la mujer sana no goce de la misma inmunidad que el hombre sano? Esta inferioridad del sexo femenino sobre el nuestro, tiene para el doctor Ja- net la explicación de que se produce en la mujer, á consecuencia de los períodos menstruales, un es- tado momentáneo muy análogo al que se verifica en el hombre después de una larga infección go- nocócica. Las secreciones sero-mucosas abundan- tes constituyen un excelente terreno de cultura, y la congestión uterina contribuye grandemente á la absorción. Por otra parte, las modificaciones anatomo-pa- tológicas que se producen después del parto, bas- tan para contribuir á las infecciones del útero. De allí todas esas metritis y salpingitis post-puer- perales que se presentan en mujeres que antes de sus partos habían podido escapar á las infecciones de sus esposos. Blenorragia y matrimonio.—De lo expuesto anteriormente se deduce la importancia capital de esos hechos en sus relaciones con el matrimonio. Ya hemos visto cuán accesible es la uretra del hombre á toda clase de infecciones una vez que, en ciertas circunstancias, la gonocócica se ha efectua- do, y ya hemos visto también cómo el útero sano, sin necesidad de anteriores infecciones, se deja in- vadir por toda clase de micro-organismos. Ahora bien, ¿una uretritis crónica es, contraria- mente á lo que antes se creía, contagiosa? Si es específica, si contiene el microbio de Neisser, evi- dentemente que sí. Pero hemos tenido oportuni- dad de ver que hay uretritis crónicas de otro ca- rácter (pseudo blenorrágicas, bacilares, etc.). Es- tas se manifiestan en uretras modificadas profun- damente, que han perdido su primitiva inmuni- dad, la cual se ha convertido en receptividad exa- gerada; es evidente que los microbios que allí pululan conserven toda su virulencia, y en tales circunstancias ¿por qué el útero ha de escapar de la infección, cuando hemos visto su excesiva re- ceptividad, cuando, por ejemplo, esté en el período menstrual ó en el puerperio? Se puede asegu- rar, pues, sin temor de equivocarse, que en la ma- yoría de las veces las enfermedades délos órganos génito-urinarios de la mujer tienen por origen el contagio de una uretra infectada. Si el médico interviene á tiempo, si le prohíbe, por ejemplo, el matrimonio á un individuo que padezca una me- tritis crónica específica, se evitará después toda esa serie de intervenciones en la mujer, que desde el simple raspado hasta la laparotomía se han he- cho desgraciadamente de moda en estos últimos tiempos. A Neisser mismo, desde los primeros estudios que hizo del gonococo, preocupó la cuestión de las restricciones que se deben hacer á este respecto cuando se trata del matrimonio, pero Finger fué quien formuló claramente las condiciones que es necesario exigir á los antiguos blenorrágicos para permitirles el casamiento. Helas aquí: P Carácter puramente epitelial de la secreción, y en particular de los filamentos. 2? Ausencia completa de gonococos en esta se- creción y en estos filamentos, aún después de la irritación artificial de la mucosa por un lavado de la uretra con nitrato de plata ó con sublimado. (Prueba de Neisser 1883). 3? Estar exento de manifestación local, estre- chez, prostatorrea, que necesitaría la prolongación del tratamiento. La segunda ley no da lugar á ninguna discu- sión, puesto que salta á la vista su importancia. No sucede lo mismo con la primera y tercera, y así el Doctor Janet propone que se las reduzca á dos. P Ausencia absoluta de gonococos. 2” Ausencia absoluta de receptividad. En estas dos leyes quedan comprendidas, en efecto, todas las probabilidades de contagio, pero es necesario cumplirlas rigurosamente, no permi- tiendo bajo ningún pretexto que en condiciones sospechosas la unión conyugal se verifique. Así el médico en quien las familias depositen su con- fianza, se hará digno de ella y les prestará al mismo tiempo inestimable servicio, pues evitará todos esos padecimientos que hacen la desgracia de mu- chos matrimonios. Rara vez se verá entonces ese variado cortejo de enfermedades del aparato géni- to-urinario que aflige á las pobres esposas, rara vez se verá la esterilidad desolando los hogares, y nun- ca presenciaremos ese triste espectáculo de ver á un raquítico recién nacido cuyos ojos son asque- rosas bolsas llenas de pus. . . . Después de lo dicho, creo inútil recomendar el mayor cuidado en el tratamiento de las uretritis crónicas. Antes de todo se debe hacer un buen diagnóstico: averiguar si una uretritis crónica es anterior ó posterior; luego, valiéndose del micros- copio, conocer si es específica, y en caso de no ser- lo saber á qué categoría pertenece. Observar atentamente durante varios días al enfermo para ponerse al tanto del estado de receptividad de la uretra, y después de cumplir religiosamente con estos preceptos, pronunciar el fallo. Ya que las leyes no pueden inmiscuirse en asuntos de esta naturaleza, ya que no pueden pro- hibir estas uniones que constituyen un verdadero delito, hagámoslo nosotros y contribuyamos así, en la esfera de nuestras atribuciones, al bienestar y al mejoramiento social. Pero si á pesar de las prohibiciones del médico el matrimonio se verifica, he aquí la conducta que debe seguir cuando se le pidan consejos sobre la manera de evitar todo accidente: Exigirle al marido que acuda al facultativo en cuanto se manifieste la menor recrudescencia ure- tral. Prohibirle terminantemente los coitos mientras la inflamación exista. Aconsejarle que se lave diariamente el meata con sublimato al 1 por 3,000. Prohirbile absolutamente las relaciones extra- conyugales de cualquiera naturaleza que sean. Recomendarle que no practique el coito sino después de haber orinado, y que se abstenga de toda relación conyugal durante los cinco días que preceden y los cinco que siguen á las reglas. En caso de parto, abstención completa de toda relación sexual durante los tres primeros meses. Por último es bueno recomendarle á la mujer que se haga diariamente grandes lavados vaginales con sublimado al 1 por 10,000. Ya me figuro lo que dirá al médico la mayoría de las gentes al oír las anteriores prescripciones,, sobre todo la última que se refiere á los lavados vaginales. “Eso es, clamará escandalizada, pro- fanar los misterios de la cámara nupcial, atacar cínicamente al pudor y convertir á la esposa en vil instrumento para satisfacer apetitos carnales”. Pero, pregunto yo: ¿el sagrado y respetable amor conyugal está reñido con la limpieza?, y luego:, ¿qué es preferible, tomar una serie de sencillas precauciones de que sólo los cónyuges tienen co- nocimiento, ó sufrir después en una mesa de gi- necología bochornosa exhibición de la que siempre debe estar oculto? Voy más lejos todavía, ya que lie entrado en es- ta clase de apreciaciones: es necesario que el mé- dico haga propaganda, aun entre los matrimonios sanos, por la desinfección cuidadosa de los órga- nos genitales, por esta toillete intima, si se me permite la expresión. Será esta una saludable costumbre que una vez establecida, vuelvo á de- cirlo, en nada ofenderá al pudor, puesto que uno de sus principales atributos es la limpieza. Para concluir, he aquí unos fragmentos que co- pio del libro que el Dr. Langlebert publicó con el nombre de Cartas á Emilio. Las consideraciones que allí se hacen vienen á resumir y á apoyar vi- gorosamente álas anteriores mías. “¿ Pero qué hacer, me diréis entonces, porqué medios escapar del contagio blenorrágico si la suerte nos pone continuamente á orillas del abis- mo? Es, sin embargo, el medio sumamente fácil y sencillo, se encuentra por doquiera, está á vues- tra mano pronto á serviros. Este preservativo sin igual lo habréis sin duda adivinado ya, es ¡el agua! simplemente el agua, ó adicionada de al- gunas gotas de agua de colonia ó de cualquier otro líquido aromático. No dudéis de que la bleno- rragia sería en el hombre tan rara como hoy es de frecuente, si las mujeres, para llegar á la alcoba, debieran pasar forzosamente por el tocador; si to- das, hijas del arroyo ó duquesas, se impusieran el deber de no entregarse sino después de saludables lavados intus et extra ¡Venus saliendo de las ondas!” 46 “Desgraciadamente esta precaución tan sencilla y tan fácil es vista con negligencia, ó tan sólo he- cha á medias para salvar apariencias. Así, pues, si la mujer no lo hace de muto propio, osad pedír- selo; pero este es el lado difícil, el punto delicado de la cuestión. Ya por amor propio ó por un sentimiento de galantería mal entendido, el hom- bre se vanagloria de todo lo que ha hecho por atra- par el mal, en tanto que se avergüenza de todo lo que podría hacer por evitarlo. “Un resto de sen- timiento caballeresco, dice M. Diday, preside aún las relaciones más venales; el respeto humano os detiene en los lugares menos respetables. Os pa- rece indiscreto, grosero, poco francés, demostrar ante una dama una desconfianza que ofendería su vanidad y heriría su pudor! Es así, amigo mío, como se hace uno de partido entre las mujeres ¡y entre los boticarios!” Imprímase. J. J. Ortega. V? B? Ernesto Mengos. PROPOSICIONES Anatomía Triángulo de J. L. Petit. Física Médica Imágenes de Purdkinge. Botánica Médica Camacarlata. Zoología Médica Sarcoptes scabiei. Fisiología Piñón: teoría de Kiiss. Química Médica Inorgánica . \.. Nitrato de plata. Química Médica Orgánica Ptomaínas. Patología Externa Tumores en la mama. Patología Interna Hipnotismo. Patología General Autopsia clínica. Medicina Operatoria Uretrotomía interna. Higiene Teoría telúrica de Pe- ttenkofer. Medicina Legal Módicos forenses. Obstetricia Extracción manual. Terapéutica Acción de la ipecacuana en la disentería. Ginecología Raspado de la matriz. Bacteriología Procedimientos de colo- ración. Toxicología Alcoholismo agudo. Histología ... Endocardio. Farmacia Porfirización.