ESCUELA NACIONAL DE AGRICULTURA Y VETERINARIA. Serie Veterinaria.t-Núm. 5. DE LOS MEDIOS DE CONTENCION EN NUESTROS ANIMALES DOMÉSTICOS Y PRINCIPALMENTE EN LA ESPECIE EQUÍDEA. TESIS PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICO VETERINARIO PRESENTADA Al, JURADO POR CARLOS CHACON ALUMNO DE LA ESCUELA N. DE AGRICULTURA Y VETERINARIA, Y PRACTICANTE DEL CUERPU VETERINARIO MI LITA Ry MÉXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE, Bajos t>f. San Agustín, num. 1. 1883 ESCUELA NACIONAL DE AGRICULTURA Y VETERINARIA. Serie Veterinaria.—Núm. 5. DE LOS MEDIOS DE CONTENCION EN NUESTROS ANIMALES DOMÉSTICOS Y PRINCIPALMENTE EN LA ESPECIE EQTTÍDEA. TESIS PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICO VETERINARIO PRESENTADA AL JURADO POR CARLOS CHACON alumno DE LA ESCUELA N. BE AGRICULTURA Y VETERINARIA, Y PRACTICANTE BEL CUERPO VETERINARIO MILITAR. MÉXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE, Bajos de San Agustín, num. 1. 1883 CUERPO DE PROFESORES PARA LA CARRERA DE MÉDICO VETERINARIO. Señor José J. Arriaga Director. Francisco de P. Vera Primer curso do Matemáticas. Porfirio Parra Segundo curso de Matemáticas. Jesús Bico Francés. Tomás Villanueva Inglés. Adolfo Barrar o Física y Geografía. José Muy celo Química general. José E. Bamirez Historia Natural. José E. Mota Anatomía y Fisiología comparadas. Patología y Clínica externa, Ciru- gía, Mariscalía y exterior. José Lugo, José L. Gómez. Patología y Clínicas internas y Te- rapéutica. Bamon Icaza Higiene y Zootecnia. Gustavo Buiz. Patología y Anatomía generales, Obstetricia y su clínica. Miguel García Adjunto á Patología interna. Manuel Granados Jefe de clínicas. Enrique Alfaro Preparador de Anatomía y Fisiología. NOTA.—La Escuela no se constituye solidaria de las ideas vertidas por los autores de las Tésis, siendo ellos los únicos responsables de lo que expongan á la consideración del Jurado respectivo. Tí lltt ÚMÚUtt Recibe éste, como una c$fbaccm . (©fenM' ©©dat?z COMO TESTIMONIO T>TC ulliT CíXlu’l VJ YT~IJ. o/ mi digno y 'tcbftetaMe d£aedu> / M ‘ J t’ircliA de i» Sicuela AL CUERPO DE PROFESORES DE LA (Qá-e/i-e-'/ri' t/t y Débil muestra de gratitud. DE LOS MEDIOS DE COxNTENCION EN NUESTROS ANIMALES DOMÉSTICOS Y PRINCIPALMENTE EN LA ESPECIE EQUIDEA. haberme decidido á trazar las siguientes líneas, al resolverme á bosquejar el presente trabajo para mi 9 exámen inaugural, no llevo más pretensión, since- ramente lo confieso, que la de cumplir con un de- ber que el plan de estudios vigente para las carreras pro- fesionales ordena á todo alumno que se presenta á sufrir el exámen profesional. He hecho esta corta digresión, porque ni los escasos conocimientos que poseo, ni la corta práctica que he ad- quirido, me permiten presentar como deseara, un trabajo digno de aprobación,, ni que llame la atención por su no- vedad. Léjos de esto, manifestaré que, preocupado por la evidente necesidad que hay de tener entre nosotros un aparato de contención propio para operar á nuestros gran- des animales domésticos, es por lo que elegí el asunto de que me ocuparé en la presente, porque estoy convencido de que mucho adelantará en la cirugía nuestra medicina, 10 teniendo á la mano un aparato de que disponer, que léjos de presentar inconvenientes, tenga la ventaja de presen- tar una posición favorable y fácil tanto para el operador como para el animal por operar. Ahora, sólo me queda suplicar á los Sres. Profesores que forman el Jurado, disimulen los defectos que contenga este humilde trabajo; pues que léjos de abrigar la pre- tensión de obtener una lisonja, solo anhelo que dicho apa- rato sea alguna vez de verdadera utilidad para la Escuela Veterinaria de México. Contando con la benevolencia del Jurado y dándole an- ticipadamente las gracias por su indulgencia, paso á ocu- parme del asunto. CONSIDERACIONES GENERALES. Creo muy conveniente, ántes de ocuparme del asunto principal de que es objeto la presente tésis, extenderme en algunas consideraciones. En la medicina que se ocupa de nuestros animales do- mésticos, no todas las operaciones que están indicadas pueden llevarse á cabo, y además, hay casos en que sin embargo de no haber indicación de exigencia, se efectúan otras que tienen por objeto corregir ciertos vicios, ó hacer á los animales agradables á la vista, operaciones que son de pura fantasía. Por lo tanto, la medicina veterinaria no tiene igual ob- jeto ni carácter que la medicina humana; en ésta queda 11 lleno el objeto siempre que se ponen los medios, ya expec- tantes, profilácticos y terapéuticos, si es necesario, con la condición de salvar la vida del paciente, aunque para con- seguirlo se ocurra á la cirugía, cometiendo los más gran- des desfiguros, como son las mutilaciones, ó aun cuando los órganos estos cesen de funcionar, y por consiguiente de desempeñar su papel fisiológico, con tal de conservar la vida al individuo: este es el punto capital que ve el médi- co, y con lo cual creo, en mi humilde opinión, queda asen- tada su reputación y completamente tranquila la concien- cia; pero el veterinario necesita para llenar su misión satisfactoriamente de otras condiciones, á saber: El punto de vista principal que debe tener siempre pre- sente el veterinario, es la economía y la mayor utili- dad; por consiguiente, tiene que examinar el valor que representa el animal ó animales que se le confien, el cual varía según las razas, las aptitudes, etc., y también tiene que atender á la estimación particular del propietario pa- ra determinado animal ó animales; de modo que el vete- rinario ántes de poner en práctica la curación de un ani- mal debe estudiar: 1. Si los gastos que cause el tratamiento sobrepasan el capital que representa el enfermo. 2. Si el animal ya restablecido puede devolver al pro- pietario, ya en trabajo útil y en despojos, ó ya por aptitud á la reproducción ó cualidad de raza, los gastos origi- nados. 3. Yer y calcular si queda utilidad real en conservar el animal, manifiesto que es preciso entrar en esta consi- deración, porque de ninguna manera podríamos en caso 12 indicado privar de cualquiera de los remos á un caballo, por ejemplo, cuya única aptitud fuera la del tiro, ó bien la carga, ó la silla, pues esto léjos de proporcionar al pro- pietario ventaja alguna, lo obligada á hacer gastos del todo inútiles, pues según un axioma francés que manifies- ta claramente el hecho, «si no hay pié no hay caballo.» Hay, á pesar de esta verdad, casos en los que la ampu- tación de uno de los miembros, como cualquiera otra ope- ración, puede verificarse aunque quede defectuoso el ani- mal, pero siempre observando ciertas condiciones, por ejemplo: Si se trata de un caballo, de un toro ó de una vaca tipos, cuyas aptitudes sean para uno la carrera, para el otro el ser de una raza apreciada por su precocidad, fi- nura ó elegancia de formas, etc., y para la última por ser inmejorable lechera, si por accidente en cualquiera de es- tos ejemplares aconteciese el caso de ser necesaria la am- putación, se podrá efectuar solamente en los miembros anteriores, jamás en los posteriores, y voy á explicar el por qué. Sabemos muy bien que los remos de los animales cua- drúpedos no desempeñan en los distintos actos de la fun- ción locomotora el mismo papel fisiológico: los anteriores ó manos en el acto de la progresión son solamente colum- nas de sosten, y los posteriores ó piés son resortes de im- pulsión: en el acto que se llama encabritamiento, los pos- teriores, ayudados de las poderosas masas musculares que los cubren, sirven en gran parte para efectuar este acto. Como se ve, si se amputa uno de los remos posteriores, aun en el caso de indicación urgente, el animal no podrá caminar hácia adelante, ó si lo hace será con grave dificul- 13 tad; el acto de encabritarse será para él más dificultoso, porque si en el estado perfecto es poco estable esta actitud en los animales, por no ser de sosten los miembros poste- riores, faltando la integridad de uno de ellos, seria dificul- tosísimo: este acto de encabritarse lo ejecutan los machos para poder efectuar la cópula, pero es cortísimo el tiempo que están en esa posición: en los que dura algún tiempo pueden permanecer así por el apoyo que les ofrece la gru- pa de la hembra: por lo expuesto se comprenderá que solo es aceptable la amputación en los miembros anteriores, porque quedando en estado perfecto los posteriores hay la esperanza de conservar un capital, pues estos anima- les se utilizarán para la reproducción, para el mejora- miento de razas, para la remonta, que son una de las maneras de explotación, y se llenaría, conservando así los animales, el problema zootécnico de conservar y au- mentar el capital ganado sin dar origen á grandes gastos. Lo mismo que manifesté tratándose de una amputa- ción, digo de cualquiera otra operación; se podrá efectuar siempre, repito, que el animal quede apto para desem- peñar una función lucrativa, puesto que según las leyes de herencia, la aptitud para tal ó cual servicio, así como las cualidades de las funciones de los órganos, y en fin, el carácter de los padres lo heredan los hijos y aun se me- joran por la selección. Sólo en casos de distocia se ve obligado el veterinario á operar, aun conociendo que la vida de la madre ó la del feto se arriesga; pero para operar es preciso ántes po- nerse en las siguientes consideraciones: Así, se sacrificará la vida de la madre siempre: 1.°, que 14 se tenga la seguridad de que el feto vive. 2.°, que sea imposible extraerlo por los medios con que se cuenta en estos casos. 3.°, que el feto sea de mejores condiciones que la madre, y se sacrificará al feto en beneficio de con- servar la vida de la madre en caso de que ésta sea buena reproductora, y de mejores condiciones que el feto, para cuyo efecto se deben de tener presentes la raza á que pertenecen y sus aptitudes. Lo que he manifestado respecto de las operaciones, diré con relación á todas las enfermedades tan variadas en nuestros animales domésticos, es decir: que se curen cuando haya esperanza de alivio ó se palien sólo en el caso en que la conservación de la vida del animal tenga por objeto sacar con el tiempo algún provecho. No así en las infecto-contagiosas y hereditarias, como el muer- mo, el lamparon, la rabia, el carbón, la tuberculosis, &c., en estos casos es preferible sacrificarlos inmediatamente después del diagnóstico de cualquiera de estas enferme- dades; esto presenta ménos pérdida, porque se evita el contagio del ganado, y se sigue también una buena me- dida higiénica evitando el que los que cuidan el ganado se contagien con estas temibles enfermedades. Pasaré ahora á manifestar otras consideraciones que son también in- dispensables. Para que una operación tenga un resultado plausible, ya sea tratándose de las grandes operaciones ó de las de pequeña cirugía, es necesario y aun riguroso que se ve- 15 rifique sujetándose á varias prescripciones, sin las cuales se corre siempre el riesgo ó de aventurar la vida del ani- mal, ó al menos que dicha operación sólo dé por resulta- do mayor sufrimiento para el paciente, sin haber llenado el objeto que tuvo al verificarse y gastar el tiempo en pura pérdida. Para el éxito, se necesita además de los conocimientos anátomo-fisiológicos del aparato y del órgano por operar, el concurso de otras condiciones irrecusablemente indis- pensables. Ante todo, debe de tener el operador seguridad en el pulso, calma y conciencia de conocer la región en que va á operar, porque muchas ocasiones ha habido en que sin este requisito, en el momento de operar, con des- consuelo y pena ven que han errado la dirección del ins- trumento, y si no han herido elementos de órganos in- teresantes, se han encontrado con ellos, y teniendo que respetarlos, se ven en la obligación de cambiar la direc- ción, caso en que se pierde el tiempo, y es necesario evi- tar para no dar lugar á que el animal sufra traumatismos que muchas ocasiones, aun bien dirigida la operación, son la causa de complicaciones ó muerte del animal: calma y destreza son las dos condiciones necesarias: calma, por- que con este requisito hay más probabilidad de no herir al- gún órgano ó vaso importante, y operando con violencia indudablemente no se podria evitar un accidente. Ha ha- bido casos en que, á pesar de conocer perfectamente la región puede presentarse una anomalía de disposición ó una desviación de lugar, como por ejemplo en los vasos, siendo de alguna frecuencia en una de las ramas de la carótida: con la calma da tiempo al operador de exami- 16 nar y prever un caso desgraciado. Destreza y elegan- cia: con destreza se hace sufrir ménos, y ésta no se con- sigue sino con la práctica. Elegancia se gana en que las cicatrices que resultan se vean ménos desagradables á la vista y por lo mismo demeritan ménos al animal. Es preciso contar con el número suficiente de instru- mentos para cada operación, y que estos se encuentren en buen estado de uso y aseo; sin esto las heridas que resultan tomarian por la falta de aseo mal carácter, as- pecto repugnante y entorpecerla la buena marcha de la cicatrización, que es uno de los principales puntos que se debe procurar llenar: este mal resultado seria el de mé- nos, si se tiene en cuenta que en muchas operaciones cu- yo buen resultado se espera, han terminado por cárie ó gangrena, y que por la destrucción de los elementos or- gánicos que encontró en su invasión, si no produjeron la muerte, sí nulifican la función de la porción invadida: lo mismo que digo del aseo, diré del mal estado por el uso, pues dichos instrumentos jamás podrán hacer heridas pre- cisas, aunque se les dirija convenientemente, sino que producirán colgajos y heridas más ó ménos sinuosas, in- conveniente gravísimo por el retardo de la cicatrización: en fin, es de recomendarse que el operador tenga ántes presente el orden que debe seguir en la operación, es de- cir, que tenga un método y un procedimiento, ó bien una combinación; esto es ventajoso para la brevedad de la operación. 17 Una vez llenadas debidamente estas condiciones, que- dan otras que sin ser capitales, sí es preciso llenarlas con ciertas precauciones y cuidados: quiero hablar con res- pecto al local en donde deba sujetarse al animal por operar. A primera vista parece indiferente este punto, y no lo es, como lo voy á probar. ¿Será conveniente tirar á un animal para sujetarlo en un terreno duro, desigual, enlosado ó lleno de guijarros? ¿Será prudente operar sin proporcionarle ántes al animal un lecho extenso y blando que lo preserve de las rosa- duras, desgarraduras y otros traumatismos? ¿Será higié- nico y de buen sentido operar á un animal que reposa en un lecho blando, es cierto, pero formado de cualquiera materia, como por ejemplo estiércol, sin tener cuidado án- tes de que éstas materias estén bien aereadas, secas y sin ningún principio de descomposición? Creo que no; basta con imaginarse que dichas materias, sin llenar los requi- sitos de aereacion y sequedad, contienen elementos azoa- dos, los que sabido es que por el calor y la fermentación que sufren, desprenden gases nada convenientes para que los respire y reciba el animal; y por lo tanto, deben ser desechadas. Una de las pruebas y de ménos consecuencia que he podido observar, es la siguiente: En mi práctica en los cuarteles de caballería y artillería he sido testigo de 18 que, siendo el número de animales tan crecido en pro- porción del local, y pocos los soldados nombrados de fa- gina para hacer la limpieza,1 las materias estercorales así como residuos de forrajes sacados de los macheros ó ca- ballerizas, permanecen acumulados en el patio y muy cerca de alguno de los macheros; estas materias esterco- rales y residuos de forraje, repito, permanecen en el lu- gar indicado casi toda la mañana expuestas al calor del sol: como se comprenderá, dichas materias son esencial- mente azoadas, expuestas al calor directo del sol, junto con la influencia de la humedad de que están impregna- das, sucede que hay lugar al desprendimiento de gases, gases irritantes que van á obrar en diferentes aparatos de los animales que á proximacion se encuentran, pro- duciendo enfermedades del aparato respiratorio, como también del aparato de la visión: esto es solo consideran- do los gases; ahora, si tenemos en cuenta la multitud de séres que se desarrollan y pululan en esa atmósfera, sé- res microscópicos, y que según algunos autores á ellos es debida la aparición de enfermedades graves cuando han penetrado en el organismo, ¿no será obrar contra la hi- giene usando para el animal de semejantes lechos? indu- dablemente: estando colocado el animal sobre dichas ma- terias, ¿no habrá temor que esos séres nacidos de una materia orgánica en fermentación y descomposición se adhieran á los labios de las heridas, aun pensando que ya estos labios estén debidamente suturados? indudablemen- te, y es del todo científico evitarlo. 1 En el cuartel de Peredo, cuerpo de artillería. 19 Por último, ¿será conveniente operar en un lugar que carezca de la debida orientación y ventilación, así como también operar al aire libre y á los fuertes rayos del sol? esto es evidente por la negativa. Los animales domésticos, por lo general, son delicados de la piel, y junto esto á los esfuerzos considerables que ejecutan para deshacerse de los lazos que les contienen, les producen accidentes, y más cuando la contención ha sido mala ó defectuosa; llegan á dilacerarse la piel, á pro- ducirse luxaciones y aun fracturas: á mi modo de juzgar, todos estos accidentes se deben de evitar, porque traen complicaciones, más tiempo para la curación y más gas- tos, sin contar con que en ciertas ocasiones después de la completa curación, el animal queda deforme por uno de los accidentes mencionados ó lacrado por frotamientos repetidos en el suelo duro ó guijarroso; las lacras deme- ritan al animal y disminuye su valor; por lo mismo se debe procurar un suelo blando y provisto de un lecho con- veniente, exento de toda materia orgánica en descompo- sición, y lejos también de lugares donde se sospeche que se desprenden emanaciones pútridas de vegetales ó ani- males en descomposición. Se debe preferir la paja seca, el heno, las astillas finas, etc. La buena orientación, así como la ventilación, es pre- cisa: l.°, la orientación, porque es sabido que ciertas corrientes de aire ejercen sobre los animales que las re- ciben, efectos en sumo grado perjudiciales; estas corrien- tes son las que vienen del Norte á Mediodía, y recípro- camente; corrientes á las que se les atribuye la causa de no pocas enfermedades que se deben evitar: he sido tes- 20 tigo muchas ocasiones, de que los animalés, tanto por la posición forzada á que se les sujeta, cuanto por los fatigo- sos esfuerzos á que se entregan, se cubren de un copioso sudor, principalmente desde la región llamada encuentro, formada por los músculos pectorales, hasta el esfínter del ano, comprendiendo el perinéo, el escroto, las ingles y el abdomen: precisamente en este caso es cuando más se debe evitar las corrientes de aire, porque bien sabido es que estas corrientes recibidas cuando el cuerpo está su- dando, por la supresión brusca de la traspiración que ocasionan, determinan enfermedades principalmente del aparato respiratorio, tan funestas y frecuentes en nuestros grandes animales domésticos. 2.° Ventilación apropiada á esta orientación. En un lugar falto de suficiente aire, habría asfixia del animal, porque como se sabe, la respi- ración tiene por objeto introducir oxígeno en la sangre y expulsar ácido carbónico, por el hecho de un cambio que se opera entre estos dos gases al través de la mem- brana de las vesículas pulmonares. Bajo el punto de vista físico, hay lugar de considerar en la atmósfera respirable la temperatura, la presión y la luz, cuya influencia sobre las propiedades del aire que compone esa atmósfera es considerable. La capacidad del pulmón tiene un límite determinado, y no es indiferente, por ejemplo, que el aire que le llena esté arriba ó abajo de la presión barométrica de 0.76 centímetros de mercurio. Obrando el aire sobre la eco- nomía únicamente por el oxígeno que contiene, la canti- dad de este oxígeno introducido en un tiempo dado, está necesariamente en razón de la presión: además, la fun- 21 cion respiratoria es el punto de partida de los desprendi- mientos de calor que mantiene la vida; la cantidad de este calor empleado para sostener el equilibrio necesario entre la temperatura animal y la del medio respirable está también necesariamente en razón del estado de este mismo medio. Miéntras más frío relativamente, más ac- tiva debe ser la respiración. Química y fisiológicamente opera el cambio de pro- piedades de la sangre; es decir, que poniéndose el oxíge- no que contiene el aire en contacto con la sangre venosa que llega á los pulmones, cambia sus propiedades, ha- ciendo que los glóbulos sanguíneos fijen el oxígeno nece- sario á la vida del organismo entero: por esta fijación de oxígeno de que la sangre negra ó venosa se ha apode- rado, cambia sus propiedades de nulas que eran ántes de contener oxígeno, en vivificantes; en cambio del oxígeno la sangre abandona el ácido carbónico producido por la combustión interior: este ácido carbónico es arrojado de la economía, en la espiración, junto con un poco de va- por de agua. El cambio de gases se opera por especie de diálisis en las membranas que forman las vesículas pulmonares: pues bien, siendo este cambio constante y no interrum- pido, es de notarse que faltando el aire necesario, llegará un momento en que por falta de oxígeno, ó por el exce- so de ácido carbónico producido, se vicie la atmósfera y venga la asfixia de los glóbulos y muerte del animal; pre- cisamente en las condiciones de postura y de contención en que éste se encuentra, favorece el accidente, porque no está en libertad, sino sujeto en posición forzada; la ca- 22 ja torácica, los músculos intercostales, como abdomina- les, no tienen libre juego, están limitados, y el diafragma impelido hácia los pulmones, comprimido que está por las visceras del abdomen, todas circunstancias que favorecen la asfixia. Es inconveniente operar á los rayos del sol, porque unida la fatiga del animal y esfuerzos que ejecuta al ca- lor directo de este astro, se aceleran su respiración y cir- culación, y varias veces he sido testigo de congestión cerebral en los caballos: además, no solo este accidente puede producirse, sino otras enfermedades del sistema cerebro-espinal; enfermedades difíciles de atacar, salvo algunos casos curables, esto es con respecto al animal; ahora, con respecto al operador, dejo á la consideración de los lectores lo que se sufre en posición supina y duran- te algún tiempo al calor directo de los rayos del sol; así, creo del todo indispensable operar en un lugar conve- nientemente sombreado. LOS MEDIOS DE CONTENCION PROPIAMENTE. La primera condición á la cual es necesario satisfacer cuando se propone uno practicar una operación quirúr- gica sobre un animal doméstico, es sujetarle; es decir, contenerlo de tal manera que no pueda perjudicarse, ni perjudicar á las personas que están á su alcance por la violencia y espontaneidad de sus movimientos. Se con- cibe que cuando el dolor que resulta de la acción de los 23 instrumentos sobre los tejidos sobreexcita el organismo, exalta, por decirlo así, el instinto de conservación; el ani- mal, asustado, inquieto, atacado de vivos sufrimientos, procura sustraerse de la mano del cirujano, defendiéndose por medio de las patas, dientes, cuernos ó uñas. Para practicar una operación con seguridad para los ayudantes, así como para el paciente, es forzoso sujetar á los animales. Tres medios tenemos en nuestra mano para el objeto. 1. Los medios simples, medios que se pueden llamar benignos, en razón de su modo de acción. 2. Los medios derivativos ó de tortura. 3. Los medios mecánicos de contención. De los medios benignos.—Las caricias hechas con la mano sobre diversas partes del cuerpo, y principalmente en la nuca, las quijadas, el borde superior del cuello. La voz, la mirada del hombre, sobre todo del que se encar- ga de cuidarle, la privación del uso de la vista por me- dio del tapaojos, el aturdimiento haciendo dar vueltas al animal, son los medios más vulgares para manejar los caballos mansos, poco irritables, y esto tratándose de sim- ples curaciones que causen poco dolor. De los medios derivativos ó de tortura.—El uso de estos medios está fundado en este hecho: que un do- lor vivo provocado artificialmente, atenúa el producido por la operación, y determina una especie de temor mo- mentáneo, que paraliza las fuerzas de los animales; y por último, los medios mecánicos, que consisten en la aplica- ción á los animales de aparatos diversos según las espe- cies, destinados á limitar sus movimientos, nulificar los 24 medios de defensa y mantenerlos en la posición más favo- rable para la práctica de las operaciones qne deban sufrir, y la adaptación de las curaciones que estas operaciones reclaman. Muy diferentes los unos de los otros en su potencia y modo de acción, los medios de sujeción de los cuales he asentado el principio, se emplean aislada ó sucesivamente, según el carácter individual de los animales, la fuerza de que están dotados, y sobre todo, la naturaleza y gravedad de las operaciones que reclaman su uso: el uso de estos diferentes medios, no es indiferente para cualquiera ani- mal, es necesario penetrarse del carácter feroz ó apacible de los animales, de su temperamento; esto no se consigue sino por el exámen atento de sus diferentes órganos, por- que de la actitud de éstos, se deduce la inclinación del ani- mal para ejecutar tal ó cual movimiento; de modo que se observará la fisonomía del animal, el movimiento de las orejas, la posición de la cabeza, se tendrá cuidado de los movimientos del apéndice caudal, se atenderá al timbre y modulación de la voz que dan buenos indicios. Una vez posesionado del carácter del animal, y teniendo en consi- deración la clase de operación que es preciso ejecutar, se determina el medio de contención más propio y adecuado para el caso. En la contención de los animales no es indiferente la elección; por lo regular, tratándose de operaciones ligeras que no exigen mucho tiempo, como la sangría en diferen- tes regiones, la punción de abscesos, el cedal, las escari- ficaciones, etc., etc., basta siempre con el primero, y si no con el concurso de los segundos medios. Para contener 25 los animales por estos medios se han inventado varios aparatos, más ó menos ingeniosos, de los cuales para que el lector se forme un concepto ligero de su mecanismo, describiré los principales: éstos se emplean solos, ó aso- ciados con el auxilio de una cuerda ó reata, la que tiene por objeto limitar los movimientos del animal, pues sien- do su uso principal el de mantener una de las extremida- des posteriores levantada, se comprende que por este me- dio se disminuye la base de sustentación del animal, y estando en equilibrio inestable, éste, por instinto de con- servación procura estar quieto para evitar que su centro de gravedad salga de la base de sustentación, y así evi- tar la caida; este medio se llama tirapié, muy conocido de todo el mundo y por lo cual omito el modo de usarlo. Limitándome á la especie equídea, estos aparatos son: el acial, las mordazas, que no son sino una variedad del primero, y el freno aleman. DESCRIPCION Y LUGAR DE APLICACION DE LOS APARATOS MENCIONADOS. Del acial.—Es un aparato muy sencillo: tan solo se compone de dos partes, una cuerda y un cilindro de ma- dera; el cilindro tiene un espesor variable, pero se puede tomar como término medio el de 0,m02, y de longitud la de 0,m5 á 0,m8 decímetros; lleva en una de sus extremi- dades una perforación practicada en su espesor, que sir- 26 ve para dar paso á la cuerda ántes mencionada; ésta es suave, flexible y basta que tenga un espesor igual á la del pequeño dedo, con lo que es suficiente para resistir á su uso: esta cuerda se pasa por la perforación que lleva el cilindro, y después se anudan las extremidades por me- dio de un nudo recto: así queda formada una pequeña la- zada que se debe procurar tenga la extensión suficiente para que se pueda introducir por ella libremente la mano: el lugar de aplicación de este aparatito es la extremidad del labio superior; para colocarlo, se detiene primero al animal por medio de una simple jáquima con su corres- pondiente ronzal; en seguida el ayudante toma con la mano izquierda el cilindro de madera é introduce la dere- cha por la asa que forma la cuerda; una vez metida la mano en la lazada la dirige aproximándose al animal al labio superior para apoderarse de él; una vez conseguido este objeto, con la mano izquierda sube y coloca violen- tamente la lazada en la porción superior de la mano dere- cha; llegada allí la cuerda, ejecuta con la mano izquierda movimientos de torcion al cilindro, que da por resultado el torcer la cuerda, la que por el mismo efecto de torcion estrecha más y más la lazada disminuyendo la longitud hasta el grado de llegar á comprimir fuertemente la ex- tremidad indicada: el uso de este aparato, repito, como todos los usados para el segundo medio de contención, está fundado en que un dolor producido artificialmente, ate- núa el provocado por la operación, y el dolor que provoca este aparato en el lugar de su aplicación es sumamente doloroso; basta recordar que es un órgano de tacto de los solípedos, y por consecuencia esencialmente vásculo-ner- 27 vioso, sensible á la menor presión. Tiene muchos incon- venientes, el principal es que hace sufrir mucho á los animales, y por consiguiente, en el adelanto y progreso del siglo no debemos usar de medios bárbaros; si contu- viera al animal más bien que torturarlo, estaría yo por su uso; pero no es esto, sino que los hace sufrir, los mal- trata y los hace indóciles; porque á la vista del aparato el animal recuerda lo mucho que le hizo padecer, y se hace insoportable, defendiéndose por consiguiente. Este apa- rato tiene además otro inconveniente para el ayudante que lo maneja, y es: que si no tiene bastante fuerza ó se descui- da un tanto, el animal, sacudiendo la cabeza le arranca el cilindro de la mano, y como un rayo, al abatir la cabeza le pega un palo capaz de derribarlo y dejarlo sin sentido; es- to que acabo de referir no es teórico, sino muy práctico, pues aunque yo no he sido testigo de este accidente, perso- na fidedigna y que tiene á su cargo una enfermería me ha referido el hecho. De las mordazas.—Se designa bajo este nombre un aparato semejante al anterior por su acción; es de fierre, compuesto de dos ramas articuladas en forma de compás; una de las ramas lleva en su extremidad una argolla, en tanto que la otra lleva una superficie ensanchada, irre- gularmente triangular, provista en su borde externo de entalladuras bastante profundas, parecidas á los dientes de una cremallera, pero escalonadas; éstas tienen por ob- jeto el detener el aparato cerrado, es decir, que mantiene aproximadas las ramas que lo forman por medio de la argolla descrita, la cual se detiene en cualquiera de los dientes según la necesidad. Para colocarlas, el ayudante 28 toma con la mano derecha la extremidad del labio del animal; asegurado éste, con la mano izquierda lleva las mordazas á esta región, deteniéndolas por la extremidad articulada; después, violentamente en combinación con las dos manos procura acercarlas ramas, estrechándolas según la necesidad; cerradas las ramas siempre dejan entre sí un espacio que es el ocupado por la extremidad de los labios; se asegura esta posición colocando la argolla de una de las ramas en uno de los dientes que lleva la otra: por la descripción se comprenderá que tiene ventaja sobre el an- terior, por ser en éste la presión en mayor extensión y por causar por lo mismo ménos escoriaciones; pero á mi mo- do de juzgar tiene los mismos inconvenientes y aún más por ser de fierro, porque si siendo de madera y cuerda causa golpes graves, se concibe que siendo de metal los golpes serán mortales. De paso diré que hay otro medio de hacer un acial: éste consiste en tomar una reata, que se fija por una ex- tremidad en el cuello del animal, y con la porción res- tante se hace dar algunas vueltas al derredor de los la- bios; estrechando más y más dichas vueltas, éstas hacen el mismo efecto que los aparatos descritos; para tener por este medio al animal, se hace uso de la parte restante de la reata la cual mantiene tirante el ayudante. Del freno aleman.—Es también un aparato sencillo, tanto para manejarlo como por sus partes componentes: consiste en una cuerda unida por sus extremidades, de manera que forman una pequeña asa, de extensión sufi- ciente para colocarla en la longitud de la cabeza desde la región occipital á la comisura de los labios y de un bas- 29 tontillo de madera, el cual, como indicaré oportunamen- te, tiene por objeto hacer torcer la cuerda. De tal modo se coloca la cuerda, que el punto de apo- yo es la nuca y el de resistencia la comisura de los labios: como se comprende, siendo una asa, ocupará además de los puntos señalados como extremos, otros dos que son laterales y los forman los carrillos: colocada de este modo la cuerda, se introduce entre una cualquiera de las caras laterales y la cuerda un pequeño bastón, y se le imprime un movimiento de circunvolución de manera que, á cada vuelta, vaya tomando una pequeña porción de la cuerda, que da por resultado el ir tendiéndola más y más; aumento de tensión de donde resultan tiramientos dolorosos en la comisura de los labios: como se ve, es muy sencillo su manejo y muy fácil de procurarse los elementos compo- nentes, pero muy cruel su aplicación y riesgosa, pues muy bien puede cortar las comisuras de los labios y dejarle al animal un defecto impasable. Dicen que por este medio han logrado manejar caballos en los cuales la aplicación del acial no tuvo efecto; es muy probable, pero hacer uso de este medio me parece inicuo. Los aparatos precedentemente descritos se usan para la contención del caballo y los animales de su especie, en posición de pié. Se hace uso, para mayor seguridad del operador, del auxilio de levantar al animal una de las extremidades posteriores ó anteriores, siendo indispensa- ble que éstas sean del lado opuesto al que ocupe el ope- rador. Algunos, para limitar más los movientos del ani- mal, procuran que otro ayudante sostenga al caballo de las orejas; porque por el dolor que le causa, como por 30 tener limitados los movimientos de la cabeza, hay ménos probabilidad de desalojamiento del animal. Más podría extenderme sobre este punto, pero el verificarlo seria ex- tralimitarme del objeto que me propongo, y muy extenso para un trabajo de la naturaleza de éste; creo que es su- ficiente para haber dado al lector una idea de los medios de que se dispone actualmente para la contención del ca- ballo en pié. Me reservo hablar de un aparato por ahora, que á la vez que llena la condición de contener en posición de pié, puede también por su mecanismo servir para hacer caer al caballo en tierra. Este aparato lleva el nombre de Hi- polazo de MM. Raabe y Lunel: trataré de él cuando me ocupe de la descripción del aparato que juzgo conveniente para la sujeción de los grandes animales domésticos y con especialidad los del género equus. MEDIOS MECANICOS DE CONTENCION, O TERCER MEDIO. Se designa con el nombre de trabajos, las máquinas que tienen por objeto sujetar los grandes animales, sea con el objeto de herrarlos, sea para practicar operaciones. Se conocen muchas variedades de trabajos. La dispo- sición de estas máquinas varía según el genio inventivo de sus autores; y como no es mi objeto solamente el dar una 31 descripción detallada de los diversos trabajos que se co- nocen, sólo me concretaré á dar una ligera idea de los principales, como modelos, para que el lector se forme un concepto de su mecanismo. Uno de estos grandes aparatos lo trae descrito M. Peuch en su «Tratado de Cirugía» que sirve de texto á los alum- nos de ese curso; el otro existe en esta Escuela, y fue mandado construir por el Dr. José M. Lugo, Profesor de dicho Establecimiento: el primero es de los llamados fijo, y el otro, el que usa la Escuela, es de báscula y tiene el nombre de muralla giratoria. Io Trabajo fijo.—Este lo forman cuatro fuertes co- lumnas pulidas, sólidamente implantadas en la tierra por medio de cimientos de manipostería y unidas entre sí en sus vértices por medio de travesaños: las columnas tienen un diámetro de 0,m15, y una altura de 2,m35; las anteriores están distantes una de otra 0,m64 y las posteriores 0,m48; son de madera de encino y bien ace- pilladas para evitar que el animal se hiera; las extremi- dades implantadas en el suelo, están reforzadas por cuñas que forman con las columnas, que guardan una posición vertical, ángulos de 45°: estas cuñas se apoyan por sus extremidades superiores en las columnas, y por sus extre- midades inferiores en un piso de madera que está colocado entre las cuatro columnas, de manera que, el conjunto del aparato forma una especie de cajacuadrangular. El piso de madera lleva seis argollas sólidamente colo- cadas; dispuestas de tal manera, que las anteriores cor- responden á las manos y las posteriores á los piés del ani- mal; las dos médias ocupan el espacio comprendido entre 32 el tren anterior y posterior. Aúna altura de 1 ,m20 se en- cuentran dos travesanos de madera de encino que unen lateralmente las columnas principales: los travesados que unen estas columnas en su parte superior son paralelos á estas últimas; perpendicularmente á estos travesados y entre las columnas anteriores y posteriores se encuentran otras dos columnas de0,m99 de altura por0,m10 de espe- sor y 0,m 10de ancho; éstas tienen por objeto sostener un aparato que lleva tres cinchos para la suspensión del ca- ballo; estos cinchos solo pasan lateralmente á los costados y debajo del vientre; siendo tres, uno pasa detras del codo ó paso del cincho, otro hácia donde termina el esternón, y el último á una distancia de 0,m10 del escroto del animal. El mecanismo, por medio del cual se arrollan los cinchos para suspender el cuerpo del animal, es el siguiente: En la parte média y en cada una de las pequeñas columnas se ha- llan unas bridas de fierro sólidamente atornilladas; en es- tas bridas pasa un eje de longitud poco más ó menos que el espacio comprendido entre una y otra de estas columnas; perpendicularmente á este eje y á una distancia simétrica se encuentran tres pequeños cilindros de madera que ha- cen oficio de palancas; entre una y otra de estas palancas se hallan colocadas las extremidades de los cinchos, de tal manera, que una vez colocado el caballo de pié dentro de la caja cuadrangular que forma todo el aparato, se pasan los cinchos por los lugares supra-dichos y se aseguran las extremidades libres, en columnas congéneres colocadas del otro lado del aparato; hecho esto, dos ó tres ayudantes ha- cen girar el eje por medio de las palancas, dando por re- sultado arrollar en este eje los cinchos, que disminuyendo 33 de longitud á cada vuelta de eje tiende á elevar el cuerpo del caballo. Pero esto solo no bastaría para tenerlo bien sujeto, y sí para la suspensión; para llenar debidamente el objeto, hay en el presente aparato piezas accesorias y son las si- guientes: anterior y posteriormente se encuentran unas piezas de fierro con la forma casi de los miembros del ani- mal; estas piezas llevan argollas y perforaciones para dar paso á correas ó ligaduras que diestramente colocadas en los miembros del caballo, limitan tan completamente sus movimientos como si se hubiera colocado un aparato se- mejante al que se usa en caso de luxación ó de fractura. En otras ocasiones se reemplazan las piezas de fierro por barrillas del mismo metal, que colocadas en el travesa- rlo trasversal medio, siguen la dirección de los miembros; llegan las anteriores á la longitud del antebrazo, y las posteriores á la longitud que hay entre la punta delisquion á la punta de la corva ó calcáneo, sirviéndose en este caso de pulseras, que colocadas en cada extremidad, las suje- tan al piso de madera en el lugar en donde están coloca- das las argollas correspondientes. Para el uso de este aparato hay la necesidad de tapar los ojos al caballo, y se consigue con el tapaojos, útil bien conocido de todo el mundo. Por la descripción y modo de usar del presente aparato, se verá que es muy complicado; tiene varios inconve- nientes, unos relativos al animal mismo y otros concer- nientes al operador; de los primeros tendré ocasión de hablar en el artículo de los accidentes consecutivos á la sujeción de los animales; con respecto al operador, diré, 34 que es muy embarazoso el aparato, y no le dejaría un lu- gar cómodo y libre, ni siquiera una posición fácil. Mi opinión es, que solo serviría para caballos mansos, dóciles y fáciles de gobernar, en cuyo caso no tiene signi- ficado el aparato; para los caballos irritables es posible que se emplée, pero no sin causarles traumatismos; hay que advertir, que solo lo veo útil para herrar y practicar cauterizaciones. El aparato de báscula, llamado muralla giratoria que existe en la enfermería de la Escuela, se compone de las si- guientes piezas: 1.° De dos fuertes columnas de madera de la altura de l,m38, contando desde el nivel del suelo; de un espesor de 0,m18 por 0,m27 de ancho, sólidamente implantadas en el piso; lleva cada columna un gancho de fierro que sirve pa- racolocar una fuerte banda de cuero que detiene al animal y sirve para acercarle y fijarle á la báscula; la distancia que hay de una columna á otra es de 2,m82, éstas están perforadas hácia algunos centímetros, contando desde su vértice; las perforaciones dan paso y apoyo á dos cilindros de fierro que miden una longitud de 0,m62; cada cilindro está colocado en las extremidades de la báscula, y casi hácia su parte média por fuertes bridas de fierro, de tal modo que una parte de los cilindros está fija á la báscula, y la otra, que es relativamente más pequeña y libre, se apoya y gira 35 en la perforación que le ofrecen las columnas; así es que estos cilindros son los ejes donde se apoya la báscula y gi- ra al mismo tiempo. La báscula es una gran plancha de madera de una longitud de 2,m82 0,07 de espesor por 2,m22 de ancho; tiene una forma cuadrangular y presen- ta en los costados una escotadura suficiente para dar lu- gar al cuerpo del operador: en el centro y hácia arriba, se encuentran practicadas en la báscula unas ranuras que dan paso á dos cinchos que pasados en cruz sirven para adherir el cuerpo del animal á la superficie de la plancha; además de estas ranuras se encuentran varios orificios cir- culares que están dispuestos unos adonde llega aproxi- madamente la cabeza del animal, y otros en donde están las extremidades, éstos dan paso á correas que sirven para sujetar dichas regiones en la misma báscula; en uno de los bordes laterales de la báscula se encuentran dos ganchos colocados á igual distancia de las extremidades; estos gan- chos dan paso y fijan unas fuertes reatas; de los ganchos se dirigen las reatas al tambor de un torno que está colo- cado á una distancia de 1 metro poco más ó menos de las columnas; en el borde opuesto á aquel en donde están co- locados los ganchos que sostienen las reatas que se dirigen al tambor, hay otros dos ganchos que sirven también pa- ra sostener la plancha en el momento que pasa de la posi- ción vertical á la horizontal en que definitivamente debe quedar; este sostenimiento se produce por otras dos fuer- tes reatas que de estos ganchos parten á unas poleas colocadas en el techo, ó bien en un soporte horizontal co- locado arriba del aparato; estas reatas ó bien se arrollan en el tambor del torno, ó á medida que se va inclinando la 36 plancha dos hombres van sosteniéndolas: todo esto es para dar un resultado final, que es el que la plancha en su mo- vimiento cuando se trata de irla llevando á que tome la posición horizontal, no caiga á plomo por el enorme peso del cuerpo del animal sino que baje gradualmente. Dada una ligera idea del aparato, voy á manifestar el modo de hacer uso de él, con lo que creo se formarán los lectores una idea bastante exacta de su mecanismo y disposición. Puesta la plancha en posición vertical, se procura acer- car al animal lo más posible de manera que guarde una posición paralela á la plancha; después de haberlo con- seguido, se toma una banda ancha y de una longitud ma- yor que 2,m80; una de las extremidades de ésta que está armada de una fuerte argolla ó armadura triangular de fierro, se fija en el gancho que presenta una de las colum- nas; la otra extremidad de la misma banda no se fija, sino que la tiene un ayudante, el cual procura con ella que el animal no se aleje de la muralla; digo que procura que el animal no se aleje, porque dicha banda pasa precisamente á la altura de la región média del tórax, recorriendo des- de el encuentro hasta el anca; en tanto que el ayudante mantiene así al animal, otros violentamente procuran fijar otras bandas ó cinchos por una de sus extremidades á gan- chos correspondientes que presenta la plancha en su su- perficie inferior; fijas las primeras extremidades se pasan las otras por las ranuras descritas que lleva la plancha en su espesor; estas ranuras guardan una dirección oblicua respecto unas de otras, de tal modo que cuando se fijaron ya ambas extremidades se cruzan las bandas por el centro en forma de X; estas bandas ó cinchos como se les llame, 37 sujetan al animal de la manera siguiente: Estando una de sus extremidades fija en la parte superior al nivel del dor- so del animal, y teniendo que pasar las otras oblicuamen- te para fijarse también, se comprenderá que las porciones planas de los cinchos ó bandas se aplican y se amoldan si- guiendo la convexidad que presenta el tórax y el abdó- mén; finalmente, y para mayor claridad, podemos decir que uno de los cinchos teniendo una de sus extremidades fija en la región superior, para fijar la otra tiene que ba- jar oblicuamente y fijarse debajo del tórax, y el otro lo mismo, bajará oblicuamente, pero teniendo que cruzarse, se fijará, no ya debajo del tórax, sino debajo del abdo- men; fijo así el caballo por su tronco á la superficie de la plancha, entonces se pasa la banda que mencioné al prin- cipio á fijarse en el gancho que presenta la otra columna, de modo que banda y cinchos se cruzan en el centro y re- presentan una figura esquemática, así: en la que a a representan los cinchos; b b' la banda y c c' la plancha en posición vertical. Ya fijo el animal por el tronco hay necesidad de fijar la cabeza y las extremidades; para el objeto, como algo mencioné al hablar de la plan- cha, ésta lleva en los lugares correspondientes en donde se supone que deben quedar cabeza y extremidades, pe- queños agujeros que pasan todo el espesor de la plancha; 38 por estos agujeros atreviesan correas ó ligaduras que sir- ven para detener convenientemente cabeza y extremida- des. Fijo por completo el animal á la plancha, solo resta hacerla pasar junto con el animal de la posición vertical á la horizontal,, para cuyo efecto, como describí al principio, se sirve uno del torno, dando vueltas al tambor por medio de su manubrio correspondiente, tiene por efecto ir arro- llando las reatas, y por consiguiente, tienden á ir levan- tando el borde que está al nivel del suelo ó inferior, é ir bajando el borde superior, es decir, efectuar el movimien- to de báscula hasta colocar la plancha y animal en la po- sición horizontal. Por la descripción se verá: 1. Que no es muy sencillo el aparato. 2. Que se tiene que emplear á la vez mucho personal. 3. Que una vez llevada la plancha á la posición hori- zontal no hay medio por el cual se pueda á voluntad ha- cerla tomar una posición ó más baja ó más alta de la que tiene, y esto lo creo inconveniente, porque habrá muchas ocasiones en que el operador no pueda fácilmente operar por impedírselo la altura de la plancha: se me podrá hacer la siguiente objeción, que la plancha no dista del piso más de 1 metro próximamente, y por consiguiente puede fá- cilmente adaptarse á todas las estaturas, lo que no creo muy fácil; pero hay que ponerse en otra consideración que hace más visible la dificultad, si la plancha está á la altura de un metro próximamente, no es al nivel de ésta donde se va á operar, sino en el cuerpo del animal que guarda indudablemente una altura mayor; ahora, no es remoto .que se presenten casos en que el operador juzgue con ve- 39 niente bajar ó elevar más la plancha para su mayor co- modidad, en cuyo caso tropezaría con la dificultad de no poderlo verificar. 4.° Que si bien pueden ejecutarse operaciones en este trabajo, suponiéndolo que llena ciertas condiciones, no se pueden llevar fácilmente á cabo bajo la disposición que guarda en la actualidad, porque además de los inconve- nientes anteriormente citados, tiene otro, y que á mi mo- do de juzgar es capital. Este es el que se presenta para conseguir que el animal dócilmente se coloque en una posición paralela á la plancha; porque según se recorda- rá, es lo primero que se tiene que hacer para servirse del aparato, es decir, procurar que el animal se acerque lo más posible á ella; esto se consigue sin dificultad cuando los animales que se trata de operar son dóciles, en cuyo caso creo que no hay mucha urgencia de servirse de este medio de contension; pero no sucede lo mismo cuando se trata de operar animales irritables, indóciles ó mañosos; éstos, sabido es, basta que sientan el roce de una reata por los piés, que perciban ruidos á los cuales no están acostumbrados, que vean un objeto para ellos extraño, para que se entreguen á los más violentos y desordena- dos movimientos, con riesgo de matarse y lastimar á los ayudantes si se toma empeño en obligarlos á sentir ó acercarse á aquello que les excita ó les produce temor; por consiguiente, teniendo en el presente aparato necesi- dad de acercar el animal á la muralla para sujetarlo, y tratándose precisamente de caballos malos, creo difícil ve- rificarlo; pero supongo que se logró acercarlo, aunque para ello se haya recurrido á la viva fuerza. ¿Es lo úni- 40 co que se tiene que hacer? no, falta lo principal, rodear- le de las ligaduras que deben contenerlo. ¿Se concibe que guardando el animal una posición en pié pueda perma- necer quieto esperando á que lo sujeten y sintiendo el ro- ce de las ligaduras? no, sino que violento, exasperado, procurará por los medios de defensa de que dispone des- hacerse de aquello que le oprime, en cuyos esfuerzos es- tando á proximidad objetos duros y capaces de ofenderle en los violentos movimientos á que se entrega, cuando ménos, se lesionará la piel, no obstante que la plancha debe estar acojinada. Al haber emitido mi opinión con respecto á los ligeros inconvenientes que presentan los dos aparatos anterior- mente descritos, con los nombres de Trabajo fijo el uno, y de Báscula el otro, no ha sido con pretensión de corre- girlos ni modificarlos, nó; lejos, muy léjos de ello, manifes- taré que siendo mi propósito el encontrar un aparato que presentara todas las ventajas posibles que es el objeto prin- cipal del humilde y nada nuevo del trabajo que expongo, me ha sido forzoso para lograrlo, estudiar estos aparatos para formar uno, que si no es perfecto por carecer yo de co- nocimientos en mecánica, sí sea de utilidad y constante uso, para lo cual he procurado que éste satisfaga todas las exigencias que reclaman esta clase de aparatos. Para llegar al resultado que me figuro llena el apara- to que voy á exponer á la consideración y exámen del respetable Jurado, diré que he procurado evitar: l.° La dificultad que hay para aproximar al animal, porque bien sabido es que en la especie caballar hay in- dividuos que solo la presencia de un objeto que no están 41 acostumbrados á ver con frecuencia, los espanta, dificul- tad que sí se encuentra en los dos trabajos descritos. 2. Evitar por todos los medios posibles que los ani- males sufran traumatismos en el momento de sujetarlos. 3. Que dicho aparato llene la condición de uniformi- dad en el movimiento y poca fuerza viva que desplegar: creo que estas cortas ventajas unidas á las que presenta la plancha por estar al nivel del suelo, como por poder cuando el animal está fijo, levantarla á la altura que se desée y por su sencillo mecanismo, lo harán aceptable en la práctica. Me seria muy plausible el que mis dignos ca- tedráticos ó mis compañeros que más tarde figurarán en nuestra sociedad lo reformaran quitando lo mucho malo que pueda tener, y lo perfeccionen, para tener en el ar- senal veterinario un aparato de gran utilidad para las operaciones, con lo cual veria realizado el objeto del pre- sente trabajo que es el haber cooperado á la iniciativa de los que juzgaron indispensable un medio propio para la contension de nuestros grandes animales domésticos. Antes de entrar en la descripción del trabajo en cues- tión creo útil mencionar los accidentes que pueden sobre- venir á los animales, cuando se hace uso de los medios de contención sin tomar precauciones; apresuróme á de- cir, que como medio de tirar á los animales para sujetar- los, me parece magnífico el servirse del Hijoolazo de MM. Piaabe y Lunel, del que más tarde me ocuparé. 42 Accidentes que pueden sobrevenir durante y después de la sujeción del caballo en los aparatos descritos. Distinguiremos los accidentes que pueden mostrarse cuando el caballo está sujeto en posición decúbita y aque- llos que se producen en el momento de derribarlo. Los accidentes consecutivos á la aplicación de los me- dios de sujeción son originados por diferentes causas. 1. La insuficiencia de los medios contentivos emplea- dos para limitar los movimientos de los animales. 2. El abuso de la fuerza en la aplicación de estos medios. 3. La violencia y continuidad de los esfuerzos que ejecutan para sustraerse déla contención que sienten, so- bre todo, cuando están mucho tiempo sujetos en posición forzada. 4. La impotencia de sus esfuerzos para levantarse cuando uno de sus miembros está adormecido ó para- lizado. 5. Los obstáculos á la ejecución de la función respira- toria, sea por los mismos medios de contención, sea por la poca previsión de los ayudantes. 6. Por sujetar á los animales inmediatamente des- pués que han comido, y 7. La sujeción de las hembras en una época avanzada de la gestación. 43 De estas diversas causas resultan escoriaciones de la piel en distintas regiones, dilaceraciones y distensiones de los músculos, de los tendones, y las aponeurosis: estos ac- cidentes se reconocen por cierta rigidez, y aun por la clau- dicación. Los músculos que han sufrido traumatismos prolongados se encuentran tensos, contracturados, dolo- rosos á la presión, entumecidos; en ciertos casos se forman abscesos en el espesor de las masas musculares; el pus po- drá salir más tarde en unos casos, en otros determinará la muerte del animal por reabsorción purulenta. Las fracturas son de más frecuencia en la columna ver- tebral, á consecuencia, según M. H. Bouley, de la con- tracción poderosísima del músculo ílio-espinal y de sus congéneres, cuya acción se concentra sobre la parte de la columna vertebral que tiende á abovedarse por la impul- sión de las visceras del abdomen; estas fracturas son co- minutas. El mismo autor ha sido testigo de la ruptura del pequeño oblicuo del abdomen, en una yegua que se hizo ti- rar y sujetar para cauterizarla; también ha visto la rup- tura del tibio pre-metatarsiano en un caballo que se le su- jetó para hacerle una operación en uno de los miembros posteriores. Cuando los miembros se fijan diagonalmente, los ra- yos huesosos experimentan compresiones que pueden ha- cer disminuir ó suspender momentáneamente el curso de la sangre, herir los cordones nerviosos y determinar por esas causas parálisis locales. Los fenómenos de parálisis se notan cuando el animal procura levantarse: desde que intenta marchar los rayos huesosos del miembro que ha estado fijo se doblan brus- 44 camente los unos sobre los otros, y la locomoción es im- posible. Pero estos fenómenos son por lo regular de corta duración, desaparecen en las primeras horas que siguen á la operación, algunas ocasiones se prolongan durante uno ó dos dias, pero disminuyendo gradualmente; por excep- ción persisten de una manera irremediable; por último, se han dado casos de asfixia por la compresión prolongada del cuello y la ruptura de las visceras, pero este último accidente es muy raro. Por lo expuesto se ve claramente que es malísimo tirar á los animales sin tomar las debidas precauciones. Una de las condiciones capitales para prevenir los acci- dentes mencionados es la de procurar inmovilizar al ani- mal lo más que se pueda; esta condición, creo, se en- cuentra completamente satisfecha haciendo uso como complemento de la sujeción de los animales, de los agentes anestésicos. Del éter y del cloroformo, empleado en la especie equídea para efectuar ciertas operaciones. Se designan con el nombre de anestésicos, ciertas pre- paraciones que tienen la propiedad de abolir la motilidad, la sensibilidad y producir el sueño. Estas preparaciones sacadas del reino orgánico son numerosas, las principa- les son el éter y el cloroformo. Indicaciones.—Hemos visto precedentemente que el cirujano veterinario debe ante todas cosas, fijar sólida- 45 mente á los animales á los cuales opera, nulificar lo más posible sus movimientos; en fin, ponerlos en la imposibi- lidad de hacer uso de sus medios de ataque ó defensa. Se puede obtener este resultado importante por medio del empleo de los anestésicos. M. H. Bouley recomienda, particularmente en cirugía veterinaria, la eterización para practicar ciertas operacio- nes; notablemente el debridamento del cuello de la vaina vaginal, en la hernia inguinal estrangulada y la reduc- ción de la asa hernaria; en la castración de los animales irritables y de gran valor; las operaciones del pié como el gabarro cartilaginoso y la extracción de cuerpos punzan- tes que hayan penetrado en la palma. En este último caso basta que la anestesia sea producida en el momento más doloroso y el tiempo más delicado de la operación, es decir, en la extirpación del fíbro-cartílago, la sección de la aponeurosis plantar, etc., y cuando se legra la cara inferior del hueso sesamóideo. La eterización puede ser de mucha utilidad en la re- ducción de las fracturas y luxaciones. Se ha empleado la eterización en el perro, para la ablación de los tumores, la castración, la extracción de los dientes y la operación déla catarata. Debo manifestar que es preferible hacer uso siempre del cloroformo y no del éter en los grandes animales, por- que estoy convencido de que para anestesiar con el éter á los grandes animales se necesita gastar gran cantidad; además, la completa anestesia no la he visto producirse; no así con el cloroformo que dispensa de mayores gastos y produce la anestesia completa. 46 Si este precioso anestésico pudiera ser aplicado por per- sonas ajenas de conocimientos en medicina, indudable- mente éste seria el único medio de contención que les acon- sejaría hiciesen uso, pero por desgracia este anestésico causa graves peligros, cuando es aplicado por personas extrañas á estos conocimientos; no así cuando es adminis- trado por facultativos ó veterinarios, y por lo mismo acon- sejo á estos últimos se sirvan siempre del cloroformo cuando tengan necesidad de contener á algún animal pa- ra operarlo. El cloroformo bien administrado jamás mata, y se llega á inmovilizar al animal de una manera tan completa, que tal parece que se está operando en un cadáver; condición indispensable que no se llena, ni con los aparatos lo mejor construidos; además, tiene una ventaja que no presentan los aparatos, y es la de poderse llevar y aplicar donde quiera que sus indicaciones lo reclamen. Contraindicaciones.—Las enfermedades de las vías respiratorias y las afecciones del corazón aumentan los peligros. No se debe someter á los anestésicos á los ani- males que acaben de comer, porque la repleción del es- tómago favorece á que se produzca rápidamente la con- gestión del cerebro. Modo de emplearlos.—Bajo la forma de inhalaciones el éter y el cloroformo producen más completamente sus efectos anestésicos. Para que la anestesia pueda verificar- se sin peligro, es necesario que los vapores de éter ó de cloroformo vayan mezclados de cierta cantidad de aire. Resulta, en efecto, de las investigaciones hechas por Las- saigne sobre la constitución del aire eterado, que la tención 47 del vapor del éter puede á cierta temperatura enrarecer el aire á punto de debilitar la proporción de oxígeno no quedando mas que 13 á 14%; es decir, una proporción más débil que aquella del aire espirado. Se han inventado diversos aparatos inhaladores que no son empleados, como el aparato de Defays, el de M. Roux, de Toulon, etc.; pero el procedimiento más cómodo y que da buenos resultados, es el que se sigue, y he visto va- rias veces practicar en la Escuela por el Sr. J. E.Mota, profesor de fisiología de la misma, es el siguiente: Una vez convenientemente sujeto el animal, se forma con una gran toalla ú otro lienzo cualquiera un cornete; una vez for- mado se coloca de modo que el caballo introduzca en él to- da la parte de la cara que comprende boca y nazales; he- cho esto se embebe de cloroformo una pequeña esponja, y se procura colocarla hácia dentro al vértice del cornete, ó por lo ménos casi hácia el vértice; después se atiende á mantener la parte ensanchada del cornete de tal manera que los vapores del cloroformo sean inspirados con un po- co de aire; no pasan aún 35 segundos cuando se empieza á producir el período de excitación; después no pasará de un minuto á un minuto 35 segundos cuando queda com- pletamente anestasiado: el gasto de cloroformo es próxi- mamente de ochenta á cien gramos para el caballo. Elección del liquido.—Esta cuestión ha sido causa de acaloradas discusiones entre los cirujanos del hombre. Ahora, unos prefieren el éter, otros el cloroformo. Los primeros dicen que el éter es de un empleo fácil y que siempre es posible graduar la dosis según la impresiona- bilidad de los individuos; que si la anestesia se produce 48 menos rápidamente, es de esperarse en cambio, menos posibilidad de asfixia que usando del cloroformo. Los segundos dicen que el cloroformo puro y bien ad- ministrado jamás mata (y yo soy también de esa opi- nión), que el período de excitación que precede á la anes- tesia sobreviene más rápidamente, y no se acompaña cuando vuelven en sí los individuos de esa especie de deli- rio que causa á ciertos enfermos la anestesia por el éter. En veterinaria, repito, se le da preferencia al clorofor- mo inglés, puro, y se hace uso de él siempre que la ope- ración es muy dolorosa y de algún tiempo, casos en que se solicita la completa inmovilidad del animal. Para provocar la vuelta en sí de los animales basta suspender las inhalaciones y dejar que el animal respire aire puro; si sobreviene síncope se procurará gran venti- lación, se suspenderá inmediatamente las inhalaciones anestésicas y se imprimirá al tórax movimientos de sucu- sion. También está indicado verter amoniaco diluido de agua en las cavidades nazales, y como último recurso efectuar la traqueotomía para hacer la respiración artifi- cial por medio de un fuelle. Habiendo dado una ligera idea de las principales con- diciones que se deben llenar para ejecutar una operación quirúrgica sobre nuestros grandes animales domésticos, y también habiendo dado á conocer la descripción de los principales medios de contención, paso á la descripción y uso del aparato, que creo llena, si no todas, al ménos sí las principales condiciones para poder aceptarse en la práctica. 49 DESCRIPCION. (Véase la lámina figuras 1, 2, 3.) Para mayor sencillez y claridad en la descripción, he dividido el aparato en cuatro partes. En conjunto está compuesto: l.° De una combinación de ruedas dentadas que sirven para trasmitir el movimien- to á toda la máquina. 2.° De dos cilindros ó flechas de acero, en cuyas longitudes se encuentran sólidamente uni- das diversas piezas accesorias. 3.° De cuatro estuches de fierro con sus respectivas cremalleras, en los vértices de las cuales descansa una gran plancha de madera, acojina- da, que lleva otras piezas accesorias, y 4.° De una exca- vación practicada en el suelo, dentro de la cual se hallan respectivamente colocadas las piezas de la 2? y 3? parte. Primera parte.—Se compone de una gran rueda A, llamada motriz por la función que desempeña; es de fierro, descansa por su eje en una armadura pulida, también de fierro, que está colocada en la parte superior de un fuer- te soporte m, de madera de encino; éste se halla sólida- mente unido á un piso, también de madera, el cual está perfectamente asegurado en el suelo; la gran rueda <4, es dentada, y sus dientes se engranan respectivamente con los espacios que presenta un fuerte piñón g (ver la fig. 2?); el piñón, lo mismo que una pequeña rueda semi-dentadaw, se hallan, uno de un lado y otra del otro, perfectamente bien aplicadas á la rueda dentada B; las tres piezas, piñón y ruedas las atraviesa un mismo eje por su centro; este 50 pequeño eje descansa y gira por sus extremidades puli- das, en orificios practicados en un segundo soporte, poco más pequeño. Por lo expuesto se comprenderá que la rueda B recibe movimiento por medio del piñón g, que es el que se engrana directamente con los dientes de la rueda A; para concluir esta primera parte sólo añadiré, que el pequeño soporte que sostiene la rueda B, lleva del lado en donde está aplicada la rueda semi-dentada w, una pequeña pieza de fierro que desempeña la misma función que una uñeta; tiene la forma de un ángulo recto, de tal manera dispuesta, que uno de sus lados fijo al soporte, per- mite, sin embargo, el poder á voluntad elevarlo ó abatir- lo en el plano vertical; el lado acodado guarda una direc- ción perpendicular á la superficie de la pequeña rueda semi-dentada n y tangente á sus dientes; conocida su dis- posición, bástame decir que aproximándolo á la rueda, suspenderá el movimiento, porque opone obstáculo á su movimiento por encontrarse con los dientes; alejándolo, vice versa, podrán girar libremente los dientes, y por con- siguiente toda la máquina; toda esta primera parte está colocada al exterior y á una distancia de 0m7Q cent, de la excavación practicada en el suelo. Segunda parte.—(fig. 1* 2?) Esta segunda parte se compone: 1.° de una flecha de acero a; mide una longitud de 2m70 cent, por 0ra07 cent, de diámetro; guarda una posición horizontal y descansa trasversalmente por sus ex- tremidades pulidas en la excavación de la manera siguien- te: Por la disposición que debe guardar toda la máquina, la flecha en cuestión tiene que ir dividida en dos porciones 51 longitudinales, una interior que pertenece á lo interior de la excavación y otra exterior; la porción interior mide 2 metros de longitud; en esta porción se encuentran: l.° Dos fuertes piñones el colocados casi hácia sus extremos (fig. 2?); 2.° Más hácia el centro y á una distancia con- veniente, se hallan dos pequeñas ruedas x, cuyas circun- ferencias presentan una canaladura ó garganta; al centro de estas gargantas y en toda la circunferencia de las rue- das se hallan dientes de forma prismática que sirven para engranarse con los eslabones correspondientes de unas cadenas sin fin /, y 3.° De las precedentes cadenas, una para cada una de las ruedas x. La porción exterior mide solo 0m70 cent.; si he procurado que la flecha a sobresal- ga de la excavación la longitud de 0m70 cent., es con el objeto de que la rueda A de la primera parte, no entor- pezca la plancha en el movimiento de elevación; fijándose en la figura 2*, se verá que esta porción externa lleva en su extremidad una pequeña rueda dentada C, sólidamente fija, la cual estando exactamente engranada á la rueda B de la primera parte del aparato,, recibe el movimiento que ésta le trasmita. Como se ve, estando la rueda C sólida- mente unida á la flecha a, ésta girará, y con ella todas las piezas que lleva consigo, cuando la rueda B le trasmi- ta el movimiento; fáltame hacer observar que la flecha a descansa por una extremidad en un pequeño orificio pu- lido, practicado en una plancha de acero incrustada en el espesor de uno de los lados de un marco de madera que desempeñan oficio de soportes; la otra extremidad, como se ve en la figura, tiene que pasar por uno igual al anterior, para venir finalmente á estar fija por medio de dos fuertes 52 bridas de fierro que le dejan libre juego en su movimien- to de rotación. Las diferentes piezas que acabo de descri- bir, repito, se encuentran colocadas debidamente en uno de los lados extremos de la excavación. Omito describir la flecha opuesta, por ser enteramente igual en longitud y con las mismas piezas que lleva la porción interior de la flecha que describí; el modo según el cual se comunica el movimiento que recibe la flecha a por medio de la rueda C á la flecha opuesta, es sencillísimo; se recordará que exis- ten unas cadenas sin fin f, las cuales se eslabonan con los dientes prismáticos de las ruedas x; pues bien, tenien- do ambas flechas las mismas piezas se comprenderá que las ruedas x son las que sirven precisamente para comu- nicar el movimiento de una á otra; éste se efectúa por medio de las cadenas supra-dichas; debo advertir que es- tas cadenas, una vez respectivamente colocadas en las ruedas correspondientes, se cruzan con sus propios lados en su centro; esto es con el objeto de que ambas flechas sigan en el movimiento que reciben la misma dirección. Tercera parte.—(Fig. 1?) La forman cuatro fuertes cremalleras c, las cuales resbalan en sus respectivos estu- ches t; éstos están colocados dos á dos en los lados extre- mos de la excavación, guardan una posición vertical y pasan cada uno de ellos frente á frente de un piñón d, co- mo lo demuestra la figura; estos piñones no son otros que los que ya conoce el lector. Las cremalleras miden una longitud de un metro; los dientes de cada una se engranan perfectamente con el piñón que le corresponde; por último, los estuches, además de estar sólidamente fijos en el piso 53 de la excavación, están abrazados cada uno de ellos por unas fuertes armaduras de fierro y, las cuales tienen por objeto afirmarlos más y darles mayor resistencia. Los vér- tices de las cremalleras terminan por unas pequeñas plan- chas de fierro, de forma cuadrangular, al derredor de las cuales se hallan practicados cierto número de taladros pa- ra dar paso á fuertes tornillos que fijan á estas planchas una grande de madera; mide un espesor de 0m 06, y una longitud y anchura igual á la que presenta la excavación. En la superficie, y atravesando todo el espesor de la plancha, se hallan practicadas seis ranuras, dos colocadas cerca de cada uno de los bordes laterales, las cuales guar- dan entre sí una dirección oblicua, y dos cruciales en el centro de esta manera: figura en la que aa representan las ranuras laterales y bb9 las cruciales; todas dan paso á las extremidades libres de unos cinchos ó bandas de cuero; las otras extremidades se hallan fijas en la parte inferior de la plancha, en gan- chos á propósito; el objeto de las ranuras cruciales es el siguiente: Como no está á nuestro arbitrio el hacer que el animal al derribarlo caiga en determinado costado, por la disposición que guardan las ranuras cruciales permiten, el que en todos casos los cinchos puedan fácilmente servir para sujetar al animal. Pero esto solo bastaria para con- tener el cuerpo; para sujetar la cabeza y extremidades, se 54 hallan en los cuatro ángulos de la plancha pequeñas per- foraciones en número de seis con sus correspondientes li- gaduras; estas perforaciones están practicadas de tal mane- ra, que dibujan poco más óménosla cabeza y cuello del ani- mal; hay también otras perforaciones con sus respectivas ligaduras en el lugar en donde se supone que deben de que- dar las extremidades. Cuarta parte.—(Fig. I*) La forman la excavación que ya algunas veces he mencionado al tratar las prime- ras partes del aparato; ésta está practicada en el suelo; mide una profundidad de 1 metro 18 cent., 2 metros 84 cent, de longitud y 2 metros 22 cent, de ancho; las pare- des lo mismo que el piso que la revisten pueden construir- se de ladrillo ó de cantera; el piso deberá tener un espe- sor de 0m 09; las paredes también del mismo espesor; la altura á que deben llegar estas últimas es deOm 80 cent., contando desde el nivel del piso; de manera que midiendo solamente esta altura, dejan un espacio de 01U 29 cent., espacio que tiene por objeto: 1.° Dar cavida á un marco de madera que tiene el mismo espesor que las paredes en donde descansa, y una longitud y anchura igual á la de la excavación. 2.° Dejar también un espacio suficiente á la plancha y su cojin con el objeto de que ésta quede al nivel exactamente del suelo: volviendo al marco diré, que en sus dos lados longitudinales que hacen oficio de sopor- tes, y en su espesor se encuentran incrustadas en cada lado dos pequeñas planchas de fierro en las cuales se ha- llan practicados unos orificios que sirven, como se recor- dará, para dar apoyo á las cuatro extremidades de las fle- 55 chas a precedentemente descritas; la distancia que separa una plancha de otra, pertenecientes al mismo lado es de 1 metro 80 cent., las planchas del lado opuesto guardan entre sí la misma distancia; de manera que las flechas descansando en los orificios de éstas, guardarán la misma distancia'una respecto de la otra. Fijándose en la fig. U se comprenderá perfectamente la colocación que guardan todas las piezas que componen este aparato; en esta figu- ra la plancha P está representada cuando se ha hecho mo- ver la máquina, en cuyo casóse encuentra levantada exac- tamente la distancia de 1 metro del nivel del suelo; la fi- gura 3 la representa cuando está al nivel del suelo y ya expedita para levantarla. Mecanismo y uso del aparato.—Dispuesto como lo representa lafíg. 3? se acerca al animal por operar lo más que se pueda á la plancha, en seguida se hace uso del hi- polazo para derribarlo, lo que se procurará se verifique bastante cerca de la plancha, con el objeto de que si no cae precisamente sobre ella, basten ligeras tracciones para lograr que ocupe el lugar indicado. Una vez colocado el caballo sobre el cojin de la plancha, uno ó dos ayudantes procuran violentamente asegurar el cuerpo, la cabeza y extremidades del animal, por medio de los cinchos y li- gaduras correspondientes: los cinchos, ya sea que se ba- ga uso de los correspondientes á las ranuras laterales y cruciales de un lado, ó que se haga uso de los del lado opuesto, según haya sido el costado por donde hizo la caí- da el animal, guardan siempre una dirección oblicua; es decir, que los cuatro cinchos hebillados dos á dos oblicúa- 56 mente se cruzan en X hácia la región média del tórax, de la manera siguiente: un cincho, dirigiéndose del dorso hácia abajo se hebilla con otro que viene del abdomen y pasa á 0m 10 cent, del escroto del animal, otro dirigién- dose de la región lombar baja á hebillarse con otro que pasa por detrás del codo ó paso del cincho. Fijo de este modo el animal, tanto por el cuerpo como por la cabeza y extremidades á la plancha, se desarticula y quita del cuerpo violentamente el hipolazo; hecho esto, solo queda elevar la plancha junto con el caballo á la altura que se desée, para cuyo efecto basta que un solo ayudante impri- ma á la rueda A por medio de su manubrio, movimien- tos de rotación, de donde resulta que estando la rueda A en contacto con el piñón g, y por consiguiente en com- binación con la rueda B, ésta última trasmitirá el movi- miento que reciba á la pequeña rueda C, y por consiguien- te á la flecha a con todas sus piezas: ahora, como lo de- muestra la fíg. 1% la flecha a se une á la del lado opuesto por medio de las cadenas sin fin f; por consiguiente, cuan- do gire la primera flecha, girará también la segunda, y en ambas los piñones d, los que, engranándose con los dien- tes de las cremalleras que les corresponda, dará por re- sultado definitivo elevarlas, y con ellas la plancha que descansa en sus vértices, lo mismo que el cuerpo del ani- mal. Como complemento de la descripción, daré á cono- cer el hipolazo de M. M. Raabe y Lunel. Este no es otra cosa que un trabajo portátil muy sencillo, y que presenta la doble ventaja de que con él se puede derribar á los animales sin causarles el menor daño, y contenerlos en posición de pié; en conjunto, se parece á una guarnición; la forman: l.° Dos piezas de cuero, que tal vez por el lugar en donde se aplican han tomado los nombres de pe- chera una y retranca la otra; pues bien, retranca y pe- chera se sostienen, una en la región del dorso y otra en la región lombar del animal por medio de correas llama- das lomeras; la pechera se une á la retranca por medio de dos bandas largas, fuertes, pero delgadas, en número de dos, una para cada lado; siendo éstas enteramente igua- les, tanto por fijarse de la misma manera como por des- empeñar la misma función, solo describiré una, presen- tando dos extremidades: una de ellas se halla fija fuerte- mente al extremo correspondiente de la retranca; la otra que queda libre, se pasa primero por una argolla coloca- da en la extremidad de la pechera; después se vuelve á traer á la retranca para hacerla pasar por otra argolla se- mejante que tiene ésta; pasada ahí sostiene la extremidad que queda un ayudante; el mismo mecanismo para la segunda banda del lado opuesto; la pechera lleva ade- más en su porción média una argolla que da paso al ron- zal de la jáquima que lleva puesta el caballo; la retranca lleva también en su porción média una argolla en donde se fija una de las extremidades de una fuerte reata. El modo de usarla es como sigue: l.° Se coloca la pe- chera por medio de sus correas correspondientes, procu- rando que ocupe el lugar que indica su nombre, esto es, el encuentro ó pecho del animal; después se pasa por la argolla descrita el ronzal, el cual se confia á un ayudan- te; hecho esto, se pasa á unir la pechera á la retranca por medio de las bandas, cuyo mecanismo se conoce; uni- das que estén las extremidades de cada banda se les con- 58 fian á otros ayudantes; solo queda colocar la retranca; ésta es algo difícil colocar de luego á luego en el lugar que debe ocupar, por lo que solamente se sobrepone en la grupa del animal; colocada ahí, á una voz los ayudan- tes que tienen el ronzal, el cordel de la retranca, y las correas de unión, tiran á la vez, dando por resultado conseguir bajar la retranca de la grupa en donde estaba primitivamente, á la región superior de los músculos íz- quio-tiviales ó región posterior del muslo. Una vez co- locado todo el aparato, solo queda hacer caer al animal; para esto basta que los ayudantes tiren de las correas de unión, las cuales corriendo libremente por las argollas, tienden á ir recogiendo ó estrechando el óvalo que forma el aparato, y como los puntos de resistencia son las ex- tremidades, se comprenderá que disminuyendo el óvalo, disminuye también la base de sustentación del animal, el cual sintiéndose á cada nuevo esfuerzo que ejecuta para desembarazarse de lo que le oprime, más sujeto y en equi- librio instable, por instinto de conservación, para evi- tar una caida brusca, dobla las rodillas hasta colocarlas en el suelo; en esta posición basta un ligero empuje dado en la grupa, para que el animal quede en posición decú- bita, sin haber sufrido el menor daño. Por la descripción y uso del aparato que acabo de ex- poner á la consideración del Jurado, se verá que su me- canismo es muy sencillo, y creo que en combinación con el hipolazo, satisface las principales condiciones que debe llenar un trabajo para poder cómodamente operar á nues- tros grandes animales domésticos. Para concluir, debo manifestar al respetable Jurado, que no abrigo la pretensión de haber cumplido como la ley previene; pero me queda la satisfacción de haber hecho lo que podia, ya que no hice lo que debía. México, Junio de 1883. Carlos Chacón. Fin. o? % 1* Fy.2* l/T $? JOS£ f¿ RFAL 20