FACULTAD DE MEDICINA DE MÉXICO. BREVES CONSIDERACIONES SOBRE LA TRASFUSION DE LA SANGRE TESIS INAUGURAL DE FRANCISCO BELLO ALUMNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE MÉXICO. MEXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE Bajos de San Agdstin, num. 1. 18 82 ©S/ M /é ( / Débil muestra de inmenso cariño y respeto. {//' ////ú Demostrado» de gratitud. ÉpilíNTIiE todos los casos clínicos que lie tenido ocasión de ¡HI observar en el trascurso de los cuatro últimos años de mis estudios, uno llamó vivamente mi atención, y me ¥ propuse hacerle el objeto de mi tésis profesional por el grande interés que á mi juicio presenta en el terreno de la práctica. Quiero hablar de un caso de trasfusion de sangre practicada en una enferma próxima á sucumbir por abundantes hemorragias del estómago producidas por una úlcera perfo- rante. La operación fué practicada en dos distintas ocasiones por el Sr. Dr. Francisco Marin, y seguida de éxito tan brillante, que indudablemente solo debido á un recurso tan heroico pudo vol- verse á la vida á una enferma que estaba próxima á exhalar el último suspiro. La observación está llena de interés bajo todos aspectos; pero mi mira principal es únicamente deducir de ella algunas consi- deraciones sobre la trasfusion, supuesto que es una de las ope- raciones ménos practicadas en nuestro país, y que en ciertos casos es la única tabla de salvación para el enfermo y el re- curso poderoso con que el médico va á llevar la vida á un sér que está en momentos de perderla. Soy demasiado incapaz para sacar todo el partido que debie- ra de un hecho que, como éste, suministra tanta enseñanza; pero si mi incapacidad no me permite hacer patente todo el interés que encierra, y que mejores inteligencias expondrían ventajo- samente, cuando ménos creo presentar algo útil describiendo un caso práctico que por sí solo se recomienda, y es digno de tomarse en consideración. Comenzaré por referir la observación con todos sus porme- 6 ñores, y luego entraré en algunas consideraciones'sobre la fisio- logía de la sangre, supuesto que ellas sirven de base á la trasfusion y á las consecuencias que de ella se deducen. En to- do esto no hago más que dar publicidad á un hecho que quizá hubiera quedado ignorado; pues si hay mérito toca al Sr. Dr. Francisco Marin, quien encontró la indicación é intervino, prac- ticando con su pericia habitual una operación que alcanzó un éxito completo salvando la vida de una enferma que, es casi seguro, liabria sucumbido sin este medio heroico en el caso. Yo solo deseo con esta publicación contribuir, como me es po- sible, al esclarecimiento de una cuestión que no está resuelta todavía, y que teniendo un interés práctico, necesita de hechos en que apoyarse su resolución. A fin de presentar el caso lo más fielmente posible, he recogido la suma considerable de por- menores del mismo Sr. Dr. Marin, pues yo no he observado si- no parte, y no la totalidad del caso. La Srita. N..., de 24 años, constitución débil y temperamen- to linfático, lia estado siempre dedicada á las ocupaciones do- mésticas. No lia tenido enfermedades anteriores, ni parece estar bajo la influencia de alguna herencia morbosa. Solo la cloro- anemia se lia revelado en esta señorita por su aspecto general, algunas manifestaciones locales, como languidez de las funcio- nes digestivas, y dolores neurálgicos de sitio é intensidad va- riables. Sus padecimientos comienzan en 1878. En Enero de ese año tuvo varias impresiones morales, que le ocasionaron, según dice, un dolor de estómago que se manifestaba de dife- rentes maneras, pero que siempre aumentaba después de las comidas, duraba dos ó tres horas y cambiaba frecuentemente de intensidad, sin regla fija. A esta manifestación se agregó poco después la falta de apetito, que llegó al grado de hacerle desagradable todo alimento. Así permaneció, sin modificación sensible, hasta el 24 de Julio del mismo año. En la noche de esa fecha, algunas atenciones de familia le impidieron entregar- se al sueño á la hora de costumbre, y en la madrugada sintió plenitud dolorosa en el epigastrio, desfallecimiento, y poco des- 7 pues náuseas que terminaron con un vómito violento, constitui- do por sangre roja con los caracteres aparentes ele la sangre arterial. Aunque no fue medida con exactitud la cantidad, se presume, según lo que dice la familia, que llegaba á 500 gra- mos. Llamado entonces el Dr. Marin, encontró á la enferma con el pulso pequeño y depresible, sed muy viva y gran ten- dencia al sueño, pero en su integridad las funciones intelectua- les. La prescripción fué: reposo absoluto en el decúbito dorsal, aplicación de hielo ál epigastrio; al interior, unas gotas de una solución morfinada, trocitos de hielo y dieta absoluta. En el estado descrito, con muy ligeras variaciones, permane- ció la enferma hasta la tarde del 26, en que á eso de las seis sintió un dolor agudísimo en el estómago, seguido casi inme- diatamente de vómitos de sangre roja, en cantidad verdadera- mente mortal. El pulso era casi insensible, llegando á veces á no percibirse; los ruidos del corazón tan débiles, que podia de- cirse perdidos: inmovilidad general, poca ó ninguna percepción sensitiva, dilatación de las pupilas, suma palidez de la cara, facies hipocrática, enfriamiento general; en una palabra, un estado sincopal que se prolongaba, y por consiguiente, ponia en peligro inminente la vida de la enferma. La convicción de que en casos como el que refiero, son casi siempre ineficaces los recursos empleados con el fin de reani- mar la poca vida que aiín queda, hizo que se pensara en el me- dio poco usado todavía entre nosotros de la trasfusion, y resuel- ta su aplicación, se procedió á ponerle en práctica, por el mé- todo de Belina, asociándose el Sr. Dr. Marin con el Sr. Dr. Gui- llermo Dávila. Una mujer, bastante robusta, sangrada en una vena de un brazo, dió cerca de 400 gramos de sangre, que puesta en una cápsula de porcelana, fué agitada con varillas de cristal para ser desfibrinada y para oxigenar los glóbulos. Hecho esto, durante diez minutos, se filtró en seguida la san- gre en un lienzo de franela perfectamente lavado, y repetido por dos veces más, quedó obtenida la perfecta desfibrinacion de la sangre. A la vez se procedia á la disección de la vena me- diana cefálica izquierda, en la extensión de poco más de un cen- tímetro, y se colocaron dos hilos de ligadura, uno en la extre- midad superior de la porción disecada, y otro en la inferior para 8 apretarles llegada la vez. Puesta entonces la sangre en la pro- beta del trasfusor y elevada su temperatura á 38° centígra- dos por medio de un baño de María, se procedió á la punción de la vena, lo cual presentó alguna dificultad. Logrado esto, se inyectaron cerca de 180 gramos de sangre, después de lo cual se retiró el trocar, se apretaron los hilos de las ligadu- ras, se aproximaron los labios de la herida con tiras de tela emplástica, y se colocó sobre todo esto una planchuela de hilas. La incisión de la piel y las maniobras subsecuentes para ais- lar la vena y puncionarla no despertaron absolutamente la sen- sibilidad de la enferma; podia creerse que se operaba en un ca- dáver. Mas pocos instantes después de practicada la operación, se pudieron observar los admirables resultados que producía en aquel organismo moribundo la inyección de una cantidad rela- tivamente pequeña de sangre oxigenada. Desde luego los cen- tros nerviosos respondían á la excitación de ese agente vivifi- cador que mantiene la actividad funcional de todos los órganos: las facultades intelectuales que estaban, por decirlo así, abo- lidas, comenzaron á despertar poco á poco, haciendo que la en- ferma pudiera darse cuenta de lo que pasaba á su alrededor: su mirada tenia ya alguna expresión, quería pronunciar algu- nas palabras; los movimientos podían ejecutarse, aunque con lentitud; la impulsión cardíaca comenzó á manifestarse, pues se percibían los ruidos del corazón y se sentía bien el pulso ra- dial. En fin, todo revelaba que aquel organismo asfixiado por falta de sangre había satisfecho su apremiante necesidad, y se encontraba en aptitud de recobrar su actividad funcional. Todavía se mejoró mucho más el estado general de la enfer- ma en el resto de la noche; hácia la madrugada manifestó que sentía sed viva y que deseaba tomar alimento porque experi- mentaba una languidez extraordinaria. También acusó dolores vagos en el vientre, los que fueron seguidos de una evacuación de sangre negra que ya comenzaba á descomponerse. En los ocho dias siguientes á la operación hubo tan gran exci- tabilidad de estómago, que una cucharada de caldo, de leche y hasta la misma nieve, provocaban náuseas y vómitos, de tal manera, que, para alimentarla, fué necesario recurrir á lavati- vas de caldo con pancreatina, según el método de Leube. Com- 9 batidos estos vómitos, la enferma pudo retener algunas cucha- radas de leche al dia, y se le fué aumentando progresivamente el alimento, hasta llegar á darle la cantidad suficiente para re- parar sus fuerzas. La convalecencia siguió perfectamente, y al cabo de algunos meses la enferma llegó á robustecerse á un grado en que no ha- bía estado ántes de la enfermedad. En el trascurso de dos años, no obstante las apariencias de buena salud, la Srita. N.... presentaba algunos accidentes dispépticos y se quejaba de dolores gastrálgicos de intensidad variable. En los primeros dias del mes de Diciembre de 1880, la enfer- ma, que entonces residía en una finca de campo, se entregó á algún ejercicio corporal activo y sintió exacerbado el dolor del estómago, y el doce del mismo mes sobrevino repentinamente un vómito de sangre roja en cantidad de cerca de un cuartillo, según dice la familia. Inmediatamente fué trasladada la enfer- ma á Puebla y su curación confiada al Sr. Dr. Marín. El tra- tamiento fué el mismo que en la vez anterior, sin haber llegado á necesitarse de la trasfusion. Felizmente los vómitos de san- gre no volvieron á aparecer, la enferma se restableció lenta- mente, y por fin se logró su curación completa. Casi un año después, en los primeros dias del mes de Noviem- bre de 1881, la enferma sintió dolores en la región del estóma- go, y el dia 18 en la mañana estuvo muy molesta, á mediodía tuvo poca gana de comer, y á eso de las dos de la tarde vino violentamente un vómito de sangre de color negro, indicando dicha coloración que la sangre en esta vez había permanecido algún tiempo en el estómago, modificándose allí por la acción del jugo gástrico. La hematemesis se repitió el mismo dia en la noche y el 19 á las 4 de la mañana. Por último, el dia 21 á las 6 de la tarde fueron tan frecuentes y tan abundantes los vómitos de sangre, que la desgraciada enferma quedó casi exangüe. Inútil es describir el estado de suma gravedad en que se en- contraba la Srita. N. . . . después de hemorragias tan copio- sas; los centros nerviosos no respondían á las excitaciones ex- teriores; la acción cardíaca estaba profundamente debilitada; 10 y en fin, todo era tan desfavorable á la enferma, que la familia y los Médicos que la asistían esperaban de un momento á otro verla espirar, pues los recursos empleados para reanimarla eran totalmente ineficaces. En tan angustiosas circunstancias, los Sres. Dres. Francisco y J. Marín y Francisco Sánchez, resolvieron hacer la trasfu- sion de la sangre como último recurso de salvación para la enfer- ma. Una vez tomada esta resolución, sangraron á dos de sus hermanos; se aisló la vena mediana cefálica derecha, y cuando estuvo bien desfibrinada la sangre, se procedió á inyectarla, mo- dificando el procedimiento de la manera siguiente: en vez de puneionar la vena con el trocar del aparato, se apretó la liga- dura inferior, y con un golpe de tijera se hizo en ésta un colgajo triangular, suficiente para permitir la introducción del trocar de Belina. En el momento de introducirlo se cuidó de retirar la punta al interior de la cánula, puesto que ya no tenia objeto y solo se trataba de impedir la penetración del aire. Además, en lugar de los globos de Richardson se hizo uso de la bomba del aspirador de Potain, poniéndole su tubo adicional impelente. Estas dos modificaciones se hicieron, la primera para facili- tar la introducción del trocar en la luz de la vena; y la segunda con objeto de dar por medio de la bomba, mayor presión de la que se proporciona con los globos de Richardson. Así se inyectaron á la enferma con facilidad y sin el menor inconveniente 200 gramos de sangre desfibrinada, y se observó por segunda vez el efecto admirable que produjo en aquel or- ganismo, casi falto de vida, la inyección de sangre oxigenada; pues á pocos momentos de penetrar el líquido vivificador, se notó un cambio rápido en el estado general de la enferma; sus facultades intelectuales comenzaron á manifestarse; pudo ha- blar, dijo que experimentaba un gran bienestar en la cabeza, que veía, y pudo además efectuar, aunque con dificultad, algu- nos movimientos. Al dia siguiente se manifestaba una gran susceptibilidad del estómago para deponer cuanto se le ingería; fenómeno que tam- bién se presentó, como se recordará, en la primera vez que se practicó la trasfusion; pero á pesar de esto, el estado general de la enferma mejoraba y renacia la esperanza de salvación. 11 Cerca de ocho dias se mantuvo con lavativas de caldo, según el método de Leube, logrando para esto sostener la tolerancia del intestino por medio de inyecciones hipodérmieas de morfi- na al vientre. Después se comenzó á dar leche en cortas y fre- cuentes dosis. Tuvo al cabo de este tiempo cólicos, y arrojó hasta entonces excrementos negros, pegajosos, y en gran can- tidad. No creo que sea de interés entrar en más pormenores res- pecto á la convalecencia; baste saber, que la última vez que tu- ve ocasión de ver á la Srita. N., que fué á fines de Diciembre, aunque se notaba en ella, por su aspecto, que estaba bajo la influencia de la anemia, habia, sin embargo, recuperado lo su- ficiente sus fuerzas para abandonar la cama y hacer creer en una mejoría lenta, pero positiva. Esta es la historia de la enferma, cuyos pormenores más no- tables he tratado de describir. Juzgo de alto interés práctico el resultado obtenido en la operación citada, y por lo mismo, las consideraciones en que entraré más tarde, al tratar de la trasfusion de la sangre, tendrán por base este hecho de obser- vación que acabo de referir, y algunos principios generales so- bre la fisiología de la sangre. Examinaré, aunque sea someramente, el papel que desem- peña la sangre en la economía animal. El organismo humano necesita elementos que vengan á repa- rar las continuas pérdidas que sufre por efecto de su constan- te actividad funcional. Dos son las fuentes de donde toma estos elementos indispensables á la conservación de su vida: el aire, cuyo oxígeno absorbe, y los alimentos, que introducidos por las vías digestivas, son modificados y preparados allí para apro- piarse á la nutrición de los tejidos. Mas para que estos prin- cipios de vida puedan ponerse en contacto con los últimos ele- mentos anatómicos, se necesita un medio que les sirva de vehí- culo: éste es la sangre; y por eso con tanta justicia le ha llama- do Cl. Bernard el medio interior del organismo. De éste se vale la economía para tomar el oxígeno del aire y llevarle como vivifi- 12 cador y excitante funcional á todos los tejidos,y para tomar, ade- más, los materiales de nutrición que le suministra el aparato diges- tivo, haciéndole propio para reparar las pérdidas. Sirve tam- bién para recoger los productos excrementicios de los tejidos, llevándoles á los diferentes órganos encargados de eliminarles despojándose así de todo lo que le es nocivo. Consideraré primero anatómica y químicamente la sangre, y después estudiaré las propiedades de que gozan cada una de las partes que la componen. Frey ha dicho que la sangre es un tejido celular simple con sustancia fundamental líquida. De esta definición, que da una idea muy perfecta de su constitución, se deduce que está forma- da por dos elementos principales: una parte sólida, glóbulos, y una parte líquida, plasma. Los glóbulos son de dos especies, rojos y blancos. Los glóbulos coloreados se presentan bajo el aspecto de pequeñas celdillas esféricas, aplastadas en su cen- tro, desprovistas de niíeleo, de un color amarillento y forma- das en su mayor parte por una sustancia colorante que contie- ne fierro y que se llama hemoglobina. Los glóbulos blancos (leucositos) son más grandes que los anteriores y se hallan en una proporción mucho menor: 1 para 300. La parte líquida de la sangre (plasma) es el vehículo en que flotan las celdillas. Puede ser considerado como una solución de un gran número de sustancias de las cuales las principales son: materias albuminoides, albúmina, fibrina, peptonas; gra- sas al estado de saponificación y disolución; ácidos grasos, oleteo, margárico, esteárico; entre los amidos, ácidos amídi- cos y bases orgánicas se encuentra la urea, creatina, creatini- na, xantina, hipoxantina. Debemos también agregar como sustancia hidro-carbonada la glicosa. Se encuentra además en el plasma cierta cantidad de colesterina y ácido úrico. Respec- to á las sales minerales, dirémos que se hallan tanto en el plas- ma como en los glóbulos, siendo de notar que las sales de so- sa predominan en el primero y las de potasa en los segundos. Por último, se encuentran en la sangre gases, unos al estado de disolución, y otros al estado de combinación poco estable. Estos son: el oxígeno, el ácido carbónico y pequeñas cantida- des de nitrógeno. 13 Considerada fisiológicamente la sangre, ya liemos dicho que es el medio de que dispone la economía para llevar á los tejidos todos los materiales necesarios para su nutrición y funciona- miento. El plasma sanguíneo, cargado de principios nutritivos, provée á cada celdilla de los elementos indispensables á su con- servación, y á la vez recoge los desechos que resultan de su fun- cionamiento orgánico; de manera que en cada celdilla podemos ver un centro de asimilación y desasimilacion constante, es de- cir, una serie de fenómenos químicos que constituyen su vida propia. Mas para que tengan lugar dichos cambios nutritivos, se ne- cesita de un agente que preside siempre á todas las combina- ciones químicas: este es el oxígeno, y por eso la sangre tiene su órgano especial encargado de trasportarlo: el glóbulo rojo es el órgano: dotado de vida propia, libre, flotando en el plasma, recorre todo el organismo llevando consigo ese elemento indis- pensable á la conservación de los tejidos, que es el oxígeno, haciéndolos respirar y dando origen á los fenómenos químicos que allí pasan. Conviene ahora decir algo más sobre el papel que desempe- ña el oxígeno en la economía. No solo es un agente químico que favorece las combustiones intra-orgánicas, sino que tam- bién es un excitante funcional, sin el cual no se pueden desar- rollarlas propiedades vitales de los órganos; los sistemas nervio- so y muscular caen en la inercia más absoluta desde el momento en que les falta la estimulación del oxígeno, y por lo mismo, un organismo que se halla privado de él, está condenado necesa- riamente á muerte. Yernos, pues, por lo dicho, que el glóbulo rojo es un pequeño órgano que está destinado á tomar el oxígeno del aire por me- dio del acto respiratorio y suministrarlo después de la manera más apropiada á todos los tejidos. Su misma composición quí- mica nos da perfectamente cuenta del modo como desempeña esta función; y en efecto, la mayor parte del glóbulo está forma- do por una materia colorante (hemo-glóbina) que tiene gran- dísima afinidad por el oxígeno: puesta en contacto con él in- mediatamente lo absorbe, formando un nuevo compuesto lla- mado oxi-hemo-globina: pero este liltimo es tan poco estable, 14 que con la mayor facilidad pierde todo su oxígeno cediéndolo á los tejidos. Esta propiedad es la que utiliza la economía en el glóbulo rojo haciendo de él un órgano condensador á la vez que vector del oxígeno. La sangre para satisfacer á las necesidades del organismo y funcionar normal y fisiológicamente, debe llenar las condicio- nes siguientes: existir en cantidad proporcional á las exigen- cias del organismo, circular con libertad por todo el sistema vascular, y estar sometida á cierto grado de presión. Es indudable que sin la primera condición los órganos no re- cibirían la cantidad necesaria de elementos reparadores, no se- ria completa la asimilación y los tejidos quedarían expuestos á la degeneración y muerte; la falta de glóbulos rojos trae consi- go necesariamente la del oxígeno, y de aquí la asfixia local ó general. Resulta, pues, que cuando un animal ha perdido gran cantidad de sangre, se halla en las condiciones más desfavora- bles para desempeñar sus funciones, pues carece de la activi- dad nerviosa, conditio sine qua non de los fenómenos vitales. Por medio de la circulación la sangre recorre el organismo, pudiendo así llevar los elementos nutritivos á todas las partes cuya necesidad los reclaman; y como por el mismo movimiento circulatorio llega á los órganos donde repara las pérdidas del oxígeno con que ha ido á alimentar las combustiones, se encuen- tra constantemente en su integridad de composición, y apta para funcionar normalmente, todo lo cual no podría efectuarse si la sangre no estuviera en constante movimiento. La presión, como fenómeno físico, influye notablemente en el desempeño del papel nutridor de la sangre. El acto nutritivo de los tejidos y los elementos anatómicos, está constituido ver- daderamente por fenómenos de endósmosis y exósmosis que ha- cen que se verifiquen los cambios necesarios al sostenimiento del equilibrio normal entre la asimilación y la desasimilacion. Pero sabemos además, que estos mismos fenómenos osmóticos están relacionados íntimamente con el grado de presión de los líquidos, y por consiguiente si en el sistema vascular aumenta ó disminuye la presión del líquido sanguíneo, es claro que de la misma manera aumentarán ó disminuirán los cambios nutri- tivos de los tejidos, y el equilibrio normal de que ántes he ha- 15 blado, quedará roto desde el momento en que ]a sangre esté sometida á una presión mayor ó menor de la que exigen los ór- ganos para su conservación fisiológica. Estas dos circunstancias fisiológicas, cantidad y presión de la sangre, se ligan estrechamente entre sí, pues la una es la consecuencia de la otra. En efecto, miéntras mayor sea la ma- sa sanguínea, la presión en el sistema vascular aumenta pro- porcionalmente; y por el contrario, una pérdida abundante de sangre hace resentir inmediatamente su falta de tensión. Antes de terminar con la fisiología de la sangre, voy á decir algunas palabras sobre la fibrina, pues su estudio tiene gran aplicación en lo que vamos á tratar de la trasfusion. La fibrina, según unos, es una sustancia albuminoide disuel- ta en la sangre, que tiene la facultad de coagularse al contacto del aire, y que al pasar á este nuevo estado forma una red en que aprisiona todos los glóbulos. Según otros autores, en la sangre existe un principio, también de naturaleza albuminoide, llamado plasmina, que posée la propiedad de desdoblarse en dos nuevos compuestos, la fibrina disuelta y la fibrina concre- ta. Esta última es la que da á la sangre la facultad de coagu- larse. De cualquiera manera que se considere la fibrina, ya sea co- mo una sustancia disuelta ó como un producto de desdobla- miento, el hecho es que algunos le han dado un papel muy in- teresante en la nutrición de los tejidos, miéntras que otros por el contrario, ven en ella un principio de desasimilacion (Küss). La opinión de los segundos es la más generalmente aceptada; pues éstos sostienen que de ninguna manera puede dársele un valor nutritivo, porque está probado por la experiencia que su cantidad aumenta en una inflamación ó en la actividad exage- rada de un órgano. Además, se puede ver que en individuos mal constituidos, agotados por una enfermedad, y'áun caquéc- ticos, la proporción de la fibrina pasa el límite normal. Claudio Bernard, en su Fisiología general, dice: “los mate- riales azoados del plasma sanguíneo, tales como la albúmina y la fibrina no son elementos histológicos, sino principios inme- diatos. Es necesario considerarlos como productos de secre- ción interna, aunque se ignore el lugar preciso de su secreción. 16 Entraré ahora en algunas consideraciones sobre la trasfu sion de la sangre, fundándome siempre en los principios de fisio logia que quedan establecidos. La trasfusion es la operación que tiene por objeto introducir en el organismo humano cierta cantidad de sangre. Cuando el organismo, por efecto de una abundante hemor- ragia ha perdido gran cantidad de sangre, el sistema nervioso, centro de recepción de todas las excitaciones exteriores, y cen- tro también de estímulo de todos los órganos, carece de su úni- co y especial excitante, y cae progresivamente en la apatía y después en la inercia, si no se le provee do él oportunamente. Esta es la indicación vital que se ha querido llenar con la tras- fusion de la sangre. Claudio Bernard ha dicho que las manifestaciones vitales de los seres organizados superiores se hacen conocer principal- mente por la sensibilidad y el movimiento. La facultad sensi- tiva está subordinada al sistema nervioso y la motriz al mus- cular; de lo que resulta, pues, que si tanto á uno como á otro sistema les falta su agente funcional, que es la sangre, falta- rá la vida. Siendo la trasfusion una operación por medio de la cual se trata de llevar á un organismo privado de sangre la cantidad que le es indispensable para mantener su vida, se comprende que la primera cuestión que hay que resolver, es saber ¿poi- qué la pérdida de sangre en ciertos límites produce la muerte? y ¿por qué la introducción de una cantidad relativamente pe- queña es capaz de reanimar la economía, y volver al funciona- miento á los órganos que liabian perdido toda su aptitud? La resolución de estas cuestiones la podemos deducir de los datos fisiológicos que acabamos de dar. El medio sanguíneo nutre los tejidos, los hace respirar, y á la vez los excita á la función. La diminución de principios nutritivos, no es indudablemente una causa inmediata de muer- te para el individuo, pues la economía tiene una gran parte al- macenada y puede vivir á expensas de ella. De manera, que 17 en la diminución del elemento plasma, no encontramos la ex- plicación de la muerte por hemorragia; pero no sucede otro tanto respecto á la falta de glóbulos rojos; estos pequeños ór- ganos están encargados de tomar el oxígeno del aire y llevarlo después á los tejidos para su respiración; por consiguiente, se comprende que cuando no exista el suficiente vehículo para trasportarlo, el organismo se asfixiará, porque no puede vivir sin oxígeno. No todos los órganos siéntenla misma necesidad por el oxíge- no; en unos es tan indispensable su presencia, que cuando falta pierden toda su aptitud funcional. Ya lo hemos dicho ántes, los centros nerviosos no funcionan, ni hacen funcionar á los órga- nos que de ellos dependen, cuando están privados de sangre, ó á lo menos si les es insuficiente la que existe; y si á esto agre- gamos que dicha propiedad vivificante se la debe al oxígeno que trasportan sus glóbulos rojos, nos podrémos dar perfecta- mente cuenta del mecanismo por medio del cual muere el orga- nismo agotado por una abundante hemorragia. ¿Por qué la trasfusion es regeneradora en un organismo exangüe? La contestación no es más que la consecuencia lógi- ca de lo que acabamos de exponer. Por medio de ella se intro- duce sangre, aumenta el número de glóbulos, se difunde oxí- geno, el sistema nervioso despierta de su inercia, el muscular responde al estímulo de los nervios, la economía entera reac- ciona, es decir, hay vida. Creo de oportunidad agregar aquí lo que dice Cl. Bernard en su Fisiología general respecto á la trasfusion (pág. 18). “En cuanto á las propiedades vivificantes de la sangre arte- se demuestran por una multitud de procedimientos, pero en particular por la trasfusion. Los glóbulos de la sangre son los únicos elementos histológicos que en razón de su movilidad pueden ser trasfundidos de un animal á otro. ‘ ‘La trasfusion de sangre privada de glóbulos es impropia á conservar la vida en los organismos elevados. La trasfusion de sangre venosa podría constituir en ciertas condiciones dadas, una trasfusion nutritiva; pero es la trasfusion arterial la única vivificante. En otros términos, es la sangre oxigenada la úni- ca que puede desarrollar las propiedades muscular y nerviosa, que son á su vez los medios casi exclusivos de las manifestacio- nes vitales en los animales.” Conocida la imperiosa urgencia que hay de darle sangre á un organismo, que por falta de ella está en inminente peligro de muerte, veamos ahora qué condiciones debe de llenar este líquido para alcanzar el fin propuesto. Se ha practicado la trasfusion inyectando sangre de la espe- cie humana ó de otras especies animales. Solo trataré de la trasfusion con sangre de la primera clase, limitándome á decir algunas palabras respecto á la practicada con la segunda, porque carezco de los datos necesarios para desarrollar ese punto. La trasfusion con sangre humana puede hacerse de dos ma- neras diferentes: Por medio de la sangre desfibrinada, ó por medio de la sangre in natura, tal cual circula en el orga- nismo. Los partidarios de la desfibrinacion previa, apoyan su opi- nión en las grandes dificultades que presenta la introducción de la sangre con fibrina, pues demasiado sabido es que esta sustancia se coagula con la mayor facilidad, y la penetración de un coágulo en el torrente circulatorio daria origen á graves accidentes. Además, agregan también, que no hay inconve- niente en desechar la fibrina, supuesto que no es un elemento necesario á la vida de los tejidos, como el glóbulo rojo que tras- porta el oxígeno. Para obviar las dificultades de la coagulación de la sangre, los que rechazan la desfibrinacion, han inventado una multitud de aparatos muy ingeniosos, por medio de los cuales se puede introducir la sangre sin que se coagule; y dicen que la desfi- brinacion no debe ser aceptada, porque en esta maniobra los glóbulos pierden todas sus propiedades vitales y son inyecta- dos muertos. 19 Yo, apoyado en un caso práctico, y en los principios que nos da la fisiología, soy partidario de la trasfusion hecha con san- gre desfibrinada. Creo que se le hacen reproches injustos á es- ta operación, pues ella es capaz de satisfacer perfectamente el objeto propuesto, y tal vez con ménos peligros que cuando se practica con sangre in natura. Ninguna razón científica hay para admitir que la fibrina tras- mitida por la trasfusion preste algún servicio á la nutrición de los tejidos, sino por el contrario, más bien parece ser un elemen- to accesorio de la sangre. La fisiología nos enseña que su uti- lidad, como principio nutritivo, es bastante dudosa, y por lo mismo, creo que no debe de haber inconveniente en eliminarla, siempre que no se demuestre que llena una verdadera indica- ción. Además, la indicación urgente de la trasfusion no es dar ele- mentos nutritivos á los tejidos, pues la falta de ellos no es una causa inmediata de la muerte; sino reponer el número de gló- bulos que ha perdido la economía, para que estos se hallen en cantidad suficiente y puedan llevar el oxígeno necesario á la vida de los tejidos. Se ha dicho que el glóbulo pierde su aptitud en las manipu- laciones que se emplean para desfibrinar la sangre. Indudable- mente que esto es un error; cualquiera que haya visto esta ope- ración se tiene que convencer que el glóbulo conserva su vida después de la desfibrinacion. La sangre inmediatamente que sale de la vena tiene un co- lor rojo-oscuro, pero á medida que se agita va tomando poco á poco un hermoso color rojo, rutilante, que le da el aspecto de sangre arterializada. Después de la desfibrinacion la sangre está muy oxidada. Ahora bien; la función del glóbulo es ab- sorber el oxígeno, y es evidente que miéntras conserve esta pro- piedad tiene vida. La sangre de un cadáver no se oxida al con- tacto del aire, porque el glóbulo ha perdido toda su actividad vital, ó en otros términos, porque ha caido en el indiferentismo químico, que es el indicio cierto de la muerte del elemento. Todo esto que llevo dicho, he podido comprobarlo de una ma- nera clara en la observación citada. Es evidente que esta en- ferma moría de asfixia por falta de oxígeno; el sistema nervio- 20 so caía en la depresión más completa por falta de estimulo; los músculos voluntarios no reaccionaban, y solo el corazón te- nia alguna actividad, aunque tan débil, que casi no se percibía su impulsión. Cuando la sangre arterializada fué á difundir el oxígeno en aquel organismo moribundo, no tardaron los órganos en mani- festar su actividad vital; las facultades intelectuales reapare- cían nuevamente, dando una muestra de que el sistema nervio- so recobraba su aptitud funcional; los músculos respondían á las impulsiones voluntarias y el corazón se contraía con más fuerza, facilitando así la circulación de la sangre. Todo esto prueba indudablemente que el líquido inyectado no estaba formado por glóbulos muertos, y que al haber sido tras- plantados á otro organismo continuaban viviendo allí y llenan- do perfectamente su función. Los experimentos hechos en los animales vienen á demostrar todavía de una manera más concluyente la verdad de estos ra- zonamientos. En los “Archivos generales de Medicina” de Julio de 1876, existe un juicio crítico sobre la trasfusion de sangre de los ani- males al hombre, por el Dr. Panum. Yoy á trascribir aquí la opinión de este señor respecto á la sangre desfibrinada. Dice así: “Yo he probado otras veces que la trasfusion con sangre des- fibrinada es una operación muy simple por medio de la cual se puede dosificar exactamente la cantidad de sangre que se quie- re inyectar, y que puede ser prolongada á voluntad, de tal ma- nera, que se puede impedir el peligro que resulta de una reple- ción brusca del corazón derecho. En seguida he demostrado que los glóbulos rojos de la sangre desfibrinada han conserva- do todas sus propiedades fisiológicas para trasportar el oxíge- no. He probado también, por mis experiencias, que se pueden trasplantar perfectamente de un perro á otro los glóbulos ro- jos de la sangre desfibrinada, y que los glóbulos trasplantados pueden continuar en la sangre del último sus funciones nor- males. 21 Se puede por medio de la trasfusion de sangre desfibrinada y observando las precauciones necesarias, volver á la vida á un perro casi muerto por hemorragia, y hacer que éste conti- núe viviendo. Se puede también (siempre con las precauciones necesarias) reemplazar la mayor parte de la sangre de un per- ro, por sangre desfibrinada de otro perro, sin producir la me- nor alteración en su salud. La fibrina se restablece en muy poco tiempo; la cantidad total de fibrina puede reponerse en doce horas y media. La opinión avanzada de Magendie, que la presencia de la fibrina en la sangre seria necesaria para facilitar la circulación en los capilares, era evidentemente errónea.” Estos experimentos hechos en los animales creo que son per- fectamente aplicables al hombre, y por lo mismo prueban de una manera palmaria que la trasfusion practicada con sangre desfibrinada, llena todas las condiciones que exige dicha ope- ración. No se crea, por lo que llevo dicho, que mi intención es refu- tar la trasfusion con sangre in natura; muy lo contrario, co- nozco todas sus ventajas, y estoy persuadido que siempre que se logre impedir la coagulación de la sangre por medio de ins- trumentos apropiados, se alcanzarán algunas ventajas sobre el otro procedimiento; pero lo único que me he propuesto es ha- cer ver que no hay una razón científica para rechazar la des- fíbrinacion de la sangre, pues de ninguna manera priva de vida á los glóbulos, y el objeto de dicha operación, que es aumentar el número de estos pequeños órganos, queda cumplido de la manera más satisfactoria. Sé que en la actualidad se han perfeccionado mucho los apa- ratos para trasfundir la sangre sin desfibrinacion prévia, y áun conozco algunos de ellos; pero como no he tenido ocasión de verlos funcionar, no puedo emitir mi juicio acerca de su uti- lidad. Creo, sin embargo, que la ventaja principal de ellos consiste en ahorrar el tiempo que se emplea en la desfibrina- cion, y en consecuencia poder dar más pronto auxilio á un en- fermo que muere de hemorragia; pues en estos casos de gran 22 urgencia no hay más que abrir la vena é inyectar inmediata- mente la sangre. En cuanto á la necesidad de la fibrina, repito, que de cual- quiera manera que se considere este elemento ya como un pro- ducto de desdoblamiento ó como disuelta en la sangre, en mi concepto no tiene gran utilidad; pues está probado hasta la evidencia, que en todos aquellos casos mortales en que se ha practicado la trasfusion, lo que ha vuelto á la vida al enfermo, es el glóbulo rojo que lleva el oxígeno y saca al organismo del estado asfíxico en que se encuentra. No he sabido si en México se ha practicado alguna vez la trasfusion con sangre sin desfibrinar, y por lo mismo me abs- tengo decir algo sobre ella, pues mis razonamientos serian teó- ricos, y no tendría hechos en que. apoyarlos. El objeto principal de este imperfecto estudio, ha sido única- mente hacer conocer la utilidad de la trasfusion con sangre desflbrinada, y rechazar por medio de los datos fisiológicos y la experiencia de los hechos, las objeciones que se han opuesto en contra de esta manera de proceder. No he podido presen- tar más que una sola observación; pero ésta, unida á otras que han sido publicadas ya y autorizadas por los mejores médicos de nuestro país, creo que justifican suficientemente la práctica de esta operación. Solo me falta decir algunas palabras respecto de la trasí'u- sion hecha con la sangre del animal al hombre. Como carezco de datos sobre el asunto, voy á tomar las ideas que emite el Dr. Panum en su juicio crítico. ‘ -'La trasfusiou hecha en estos últimos tiempos con la sangre de oveja y otros animales, es siempre una operación inútil y peligrosa. Es inútil, porque no puede jamás prestar el servi- cio que se debe exigir á la trasfusion, puesto que los glóbulos de los animales no pueden persistir en la circulación del hom- bre porque se disuelven más ó menos pronto en el plasma. Las materias albuminoides de los animales que se introducen por medio de la trasfusion, no pueden ser útiles en la sangre del 23 hombre, como no lo son las materias albuminoides de la san- gre del hombre mismo, y éstas no prestan ningún servicio apre- ciable para la nutrición de los tejidos. Además, esta operación es peligrosa, porque el plasma de la sangre del hombre puede disolver los glóbulos de la sangre de los animales, y porque los productos de la disolución de los glóbulos rojos producen no solamente una excreción de las materias albuminoides y de la hemoglobina por la orina, así como hemorragias capilares, si- no también una afección renal bastante séria que ocasionarla la supresión más ó ménos completa de la secreción de la uréa.” Si las experiencias ele Pannm son ciertas, elebc desecharse la trasíusion del animal al hombre, porque disolviéndose los gló- bulos, se pierde el elemento regenerador que va á llevar la vi- da al enfermo.