C ¿tZJ LÍXiO SOBRE LA APLICACION DEL MCR0SC0PI0 A L ESTUDIO DEL ESPUTO. rÍESIS PARA EL I.A PLAZA DE ADJUNTO A LA CATEDRA DE PATOLOG^*INTEKNA, POR M A XI MILIA X 0 GAL A X . 1MP. DEL COMERCIO, DE N. CIIA VEZ. Calle de Cordobanes número 3. 1871. ENSAYO SOBRE LA Mía» II ilffiWHI AL O'MIDIO ÜS- L ESPUTO, TESIS PARA EL CONCURSO A LA PLAZA DE ADJUNTO A LA CATEDRA DE PATOLOGÍA INTERNA POR yVlAXIMILIANO jorALAN, MÉXICO. 1MRRENTA DEL COMERCIO, DE N. C1IAYEZ. Calle de Cordobanes núm. 8. 1871. A LOS PROFESORES 0. MIGUEL JIMENEZ Y D. LUIS HIDALCOY CARPIO, EN TESTIMONIO DE GRATITUD POIÍ LAS UTILES LECCIONES QUE DE ELLOS IIE RECIBIDO. AL PROFESOR !). IGNACIO A LV ARA DO, V AL DOCTOR D. LAZARO ORTEGA, EN MUESTRA OE AGRADECIMIENTO, rORQUE EN UNO DE LOS MOMENTOS MAS AMARGOS DE MI AZAROSA VIDA FUERON RARA Mr NO SOTO EOS MEDICOS Sí NO TAMBIEN EOS AMIGOS QUE VERTIERON SOBRE MI AEMA EOS BALSAMOS DEE CONSUELO Y LA ESPERANZA. A. AAI AMADA FAMILIA. A LA RESPETABLE ESCUELA DE MEDICINA DE MEXICO. A MIS BUENOS COMPAÑEROS DEL HOSPITAL DE SAN PABLO, cf 1 ¡ ENIA el firme propósito de preparar para esta oposi- un trabajo completo sobre el exámen microscópi- del esputo, porque como se verá, creo tener en es- te punto algunas ideas propias, y porque ese es todavía un terreno tan poco cultivado, (pie no se necesitan grandes do- tes intelectuales sino amor al trabajo, y este me sobra, pa- ra recojer una abundante y rica cosecha. Eutonces me hu- biera presentado con mas desembarazo al juicio del ilustra- do tribunal que me lia de juzgar, confiado en que cualquiera (pie fuese el resultado del certamen científico en que vamos á combatir, nuestra tesis quedaría como un tributo digno de la Escuela á la cual tengo la honra de pertenecer, y en la cual ambiciono la honra mayor de obtener un puesto que me sirva de orgullo para el porvenir. El anuncio prematu- ro de la convocatoria, que como un rayo vino á sorprender- me enmedio de mis trabajos preliminares, me obligó á cam- biar en parte esa intención; á tomar el mismo estudio bajo un punto de vista mas general, y por lo tanto mas incom- pleto; á hacer la disertación que hoy tengo el honor de pre- sentar al jurado. Si algo me consuela, y por lo cual puedo creer que tengan algún mérito, las ideas que á toda prisa procuro desenvolver en ella, es la oportunidad del punto (pie me ocupa; pues aunque es cierto que el microscopio ha conquistado un lugar envidiable en las ciencias médicas, y en particular en la clínica, esto no lia sido sino á costa de reñidísimos combates; y aun no hace mucho tiempo, mo- mentos antes en que el estampido del cañón acallase el rui- do de la ciencia, oimos que allá en Paris uno de los hom- bres mas autorizados, el profesor Nelaton, lanzó un ataque furibundo á la par que ligero contra el nuevo medio de es- ploracion, poniendo así en tela de juicio lo que yo creía era ya una cosa admitida por todo el mundo científico. Este ataque, dicho sea de paso, no quedó sin contestación: uno de los mas eminentes micógrafos de aquella Escuela, el pro- fesor Yerneuil, recogió el guante y retó á su contradictor para que en la tribuna ó en la prensa científica fuera á sos- tener la inutilidad del microscopio, que en una frase ligera había proclamado, sirviéndose de las columnas de un perió- dico político. El célebre clínico de la facultad, como Aqui- les, se retiró á su tienda envuelto en su manto de senador, y dejó que el conocido sifiliógrafo Diday bajara al palenque á defender aquella mala causa, y á que cayera pulverizado bajo las razones contundentes de Yerneuil. Es verdad que por fortuna en México nadie pone en discusión la utilidad de las investigaciones microscópicas para la clínica; nues- tros maestros todos, buscan en el foco del instrumento esas pequeñeces infinitesimales que constituyen una de las ma- yores grandezas de la ciencia de hoy. El profundo clínico de San Andrés, el infatigable catedrático de Medicina Le. gal, que todos admiramos y queremos; el profesor de pato- logía interna, cuya palabra elegante é instructiva le ha con- quistado una envidiable y envidiada reputación de sábio maestro, entre los que forman la Yox-Dei de la ciencia, to- dos en fin los que constituyen la Facultad de Medicina de México, bien porque formen parte del ilustre plantel que di- funde á manos llenas la luz de la verdad y del progreso científico, ó bien simplemente porque hayan sido iniciados en sus aulas en nuestra divina ciencia, todos reconocen di- cha utilidad como un axioma, que no necesita demostración. Sin embargo, como es innegable la influencia científica en- 7 tre nosotros de los hechos que pasan á orillas del Sena; co- mo la voz de Nelaton, repitiendo lo (pie ya en otro tiempo dijo Velpeau con otras palabras, en el seno de la Academia de Medicina de París, es una voz que se escucha siempre con respeto por los estudiantes, persisto en creer que si mi trabajo tiene algún mérito, es solo el que le dá la oportuni- dad. Empiezo, pues, la discusión como aquel filósofo anti- guo á quien se le discutía sobre el movimiento, y que por toda respuesta se puso á andar delante de su contradictor* BL ESPUTO. Ya sea por medio de un acto voluntario, ó también como resultado de la acción refleja, determinada por la irritación de la superficie interna de los órganos respiratorios, las ma- terias de cualquiera origen que allí se encuentran son lle- vadas á la boca y de este lugar arrojadas al esterior, cons- tituyendo entonces lo que se llama el esputo. El punto donde tiene lugar esa irritación constituye un hecho esen- cial, pues siendo el sitio de origen del esputo se desprende a primera vista que la composición de las materias espec- toradas cambia de un modo notable según el órgano donde toman nacimiento. Empero es necesario tener presente que como ellas tienen que pasar y estacionarse algunos instan- tes en varios órganos, principalmente en la boca; deben to- mar en esos puntos de paso algunos elementos, que sea cons- tante encontrar en los diferentes esputos que vienen de los diferentes órganos respiratorios. Ademas, de aquí también 8 se desprende que la saliva debe presentar algo que le sea propio, y que merezca estudiarse para no confundir los sig- nos que pueda dar con los del esputo, y también para ver si se demuestra en ella algo que tenga algún valor para el diagnóstico de las enfermedades de la boca. Resulta de es- ta pequeña y necesaria digresión la necesidad de hacer pre- ceder el estudio del esputo propiamente dicho, por el estu- dio de la saliva, y de dividir aquel en otras tantas partes cuantos sean los órganos donde puedan formarse las mate- rias que lo constituyen. jLa saliva.—Esta tiene un gran interés químico por el gran papel que representa en la digestión, y bajo el punto de vista que nos ocupamos presenta el hecho importante que uniéndose al moco de la parte mas superior del tubo di- gestivo, constituye lo que se puede llamar por extensión ei esputo bucal. Dos palabras sobre este moco. Una cierta cantidad vie- ne de las amígdalas y se forma en la mucosa de estas por el mismo mecanismo y del mismo modo que otros, como por ejemplo aquel que se encuentra en la mucosa de la vejiga. Sus caractéres físicos son muy semejantes á los del moco que se forma en la cavidad del cuello uterino; como este es claro, tenaz y viscoso basta hacer hilos, por lo que es difícil separarlo de dichas glándulas. El moco bucal propiamen- te dicho, es alcalino, y ya sea puro ó esté mezclado con la saliva, contiene algunas celdillas epiteliales, pavimentosas y algunos leucositos. Estos últimos están casi siempre hin- chados, por la saliva mista que tiene la propiedad de poner- los traslucidos y de hacer aparecer los núcleos como si se hubiera añadido agua. Las granulaciones moleculares que contienen, presentan el movimiento llamado browniano, y en sus paredes ó membranas de em voltura no se encuen- tran ya espanciones sarcédicas ó amibiformes. En parti- cular durante la noche, sobre todo cuando el moco se aci- clífica se ven en el líquido vibriones, y unos pequeños fila- mentos que pertenecen á un vegetal (alga) microscópico del género Leptothrix. Se forma en muy poco tiempo entre los clientes, á la su- perficie de las encías, y entre las papilas linguales un de- pósito blanquecino pulposo, compuesto por moco medio concreto y en estado granuloso que contiene fragmentos de sustancias alimenticias que se putrifican muy pronto, dan- do lugar á ia formación de ácidos que estendiendose por todo el depósito, comunican á este su reacción. Mr. Magi- tot, á quien pertenece en gran parte ó por entero la origi- nalidad de lo que se sabe sobre este punto, cree que la cau- sa importante de la carie dental es el desarrollo de esos ácidos. En cuanto al exámen microscópico de ese depó- sito cpie es necesario conocer, porque sus partes constitu- yentes pueden ser arrastradas por los movimientos de la lengua y de las mejillas, y encontrarse después en lo que hemos llamado el esputo bucal, pertenece por entero á las investigaciones de nuestro maestro Oh. Robín, á quien sigo al dar cuenta de los resultados de dicho exámen, al pie de la letra. Esa sustancia blanca, granulosa, pulposa, contie- ne Vibriones, Spirillum, celdillas epidérmicas, leucocitos (glóbulos mucosos) y granulaciones moleculares; pero los Vibriones se encuentran en una cantidad mucho menor cpie los Leptothrix, las celdillas epiteliales, los leucocitos y las granulaciones moleculares. De todos esos cuerpos los mas importantes son esas algas, esos parásitos que hemos llamado como Oh. Robin, Leptothrix por el género á que pertenecen, y que se presentan en el campo del microsco- pio bajo la forma de hacesillos compuestos por filamentos entrelazados ó formando ondulaciones. No es raro encon- trar algunos de esos filamentos aislados y teniendo hasta un décimo de milímetro de largo; muchas veces se consi- gue por medio de las agujas separarlos y ver su implanta- 2 10 cion en las masas granulosas, sobre las cuales crecen y na- cen, sirviéndose de estas como se sirven las grandes plan- tas de la tierra. El modo mas apróposito para ver esa im- plantación, que dicho sea de paso, fué descubierta por Le- bert, es raspar por la mañana, con el dorso de un escarpelo y un poco recio la parte mas posterior de la lengua, y con- ducir la materia así estraida al porta-objeto, donde á veces es necesario disociarla con las agujas. Es indispensable pa- ra verlos, usar un aumento de 500 á 000 diamétros, y á ve- ces mas, teniendo cuidado de buscarlos con atención, porque su grande trasparencia hace pasen con facilidad desaperci- bidos entre las celdillas epiteliales y las granulaciones mo- leculares. Eu estos esputos se encuentran ciertas concreciones que se forman en las anfractuosidades que presentan las amíg- dalas, y que preocupan mucho á ciertos individuos aun sa- nos, y sobre todo á los hipocondriacos. Estas son blancas, á veces duras, constituyendo verdaderos cálculos; otras de- jándose aplastar por una presión con los dedos, y se com- ponen de agua, fosfato y carbonato de cal, y una cierta cantidad de moco. Este contiene celdillas epiteliales pa- vimentosas y una gran cantidad de Leptothrix, y algunos glóbulos de los llamados mucosos. Es constante encontrar en el esputo bucal un gran número de celdillas epiteliales de la boca, leucocitos en pequeño número, gotas y granula- ciones grasosas con algunas granulaciones calcáreas, con otros detritus de sustancias alimenticias, que vienen de los intersticios de los dientes, como son fragmentos de celdillas vegetales, fibras musculares, granos de fécula etc., lo que es importante saber para no tomarlas por productos pato- lógicos. En cnanto á los Vibriones, muchas son las variedades que se ven en el líquido bucal, pero los que acompañan en gran cantidad al Leptothrix bucal de que nos hemos ocu- 11 pudo, pertenecen á una especie muy pequeña, la Bacterium termo, Dnj. Patolog-ia.—Todas las lesiones de la boca y parte su- perior de la faringe, que por su consistencia ó por su esta- do de ulceración dejan caer algunas de sus partes en la ca- balad bucal, se presentan en el esputo y pueden ser exa- minadas al miscroscopio con utilidad, no solo para el diag- nóstico de la enfermedad, sino también algunas veces para descubrir su naturaleza. Y para que no se pueda sospechar que al hacer esta última aseveración caigo en la ecsagera- cion común en que han caído siempre los detensores de una idea nueva, y en que de seguro cayeron los primeros defensores del microscopio, para desgracia de las útiles aplicaciones de este, boy necesario instrumento, recuerdo que la naturaleza del muguet [algodoncillo] estada aún completamente ignorada si los clínicos hubieran continau- do á servirse de la simple vista para estudiarlo. Muchas de esas afecciones que se desarrollan en la boca y que pueden presentar algunos de sus elementos en el es- puto, pertenecen a la patología esterna, y solo para dismi- nuir en algún tanto el defecto mayor que tiene mi tésis (el ser incompleta) me ocupo de ellas aunque sea de un modo rápido y breve. A este número pertenecen los diferentes t umores llamados epulis por los antiguos, y bajo cuyo nom- bre se comprendían todos los tumores de las encías como son: las fungosidades de origen inflamatorio, los tumores créctiles, los tumores fibroplásticos y los tumoros de mielo- placsos. Entre los penúltimos está comprendida una va- riedad que es lo que todavía lleva el nombre de cáncer, y tanto ella como el último pueden ulcerarse, ó lo que es co- mún en el tumor de mieloplacsos, formar sobre los alveolos fungosidades cuya naturaleza es imposible reconocer mu- chas veces, y todas difícil á la simple vista. Todos estos tumores dejan caer en su período de idceracion elementos 12 que pueden ser vistos y diagnosticados en el esputo; sin embargo, es mas seguro y cómodo raspar con el escalpelo la parte enferma ó estraer un fragmento de aquellas vege- taciones y examinar la sustancia estraida por estos dos me- dios al microscopio. Si lo que se encuentra está compues- to por tejido fibroso y mieloplacsos es un epulis no cance- roso; si ademas de celdillas epiteliales se encuentran los grandes núcleos embrio-plás icos y celdillas fusiformes fibro- plásticas, es cáncer. I)e aquí resulta que el microscopio dá un resultado completo, es decir, que gracias á él, se es tablece la naturaleza, el diagnóstico, el pronóstico y el tra- tamiento de tres clases de tumores del todo diferentes. Es- to (pie digo en particular para el epulis se aplica en general á todos los tumores y úlceras de la boca y de la tras-boca, como también en especial á ciertas alteraciones del maxilar inferior que se desarrollan en el alvéolo de los dientes, y que por una sintomatología muy semejante han causado y can san un gran número de errores. Nos referimos á los quis- tes dentarios, los tumores fibrosos y los tumores de mielo- placsos de la misma región. Los diferentes tumores de los labios no dejan de presen- tar muchas veces dificultades al diagnóstico y el microscopio puede ser llamado para dar su opinión sobre la naturaleza de alguna carnosidad sospechosa; pero hay otro órgano donde la importancia del microscopio es mas considerable indiscutible, este es la lengua. La rapidez con que se vó allí recorrer al cáncer sus períodos, la importancia de la parte afectada y la prontitud con (pie los fenómenos de in- fección se desarrollan, hacen que no sea tan indiferente como en otros sitios de la economía esperar que los sínto- mas se dibujen de un modo mas característico, ó lo que es lo mismo, exigen un diagnóstico pronto. Y este muchas veces es dudoso, difícil, los intactos inflamatorios y las ul- ceraciones sifilíticas presentan casi todos, si no todos, los 13 síntomas de los cánceres y en particular del epitelioma; ellos son duros, irregulares, violados, vegetantes, se ulceran, causan infartos ganglionares, una serosidad mas ó menos sanguinolenta, casi siempre fétida, y su marcha no presen- ta nada de especial que permita distinguirlos con seguridad. El exámen microscópico del líquido bucal ó de una peque- ña porción tomada en el mismo sitio del mal, es el único medio seguro de establecer un diagnóstico del cual depen- de muchas veces la vida del enfermo por la oportunidad del tratamiento, y siempre la reputación del médico por el pronóstico. No es posible detenerme mucho tiempo en este punto; la naturaleza de mi trabajo exige la mayor con- cisión, no puedo por lo tanto entrar en detalles sobre los caracteres histológicos de estos diferentes neoplasmas: re- cuerdo solo que lo que se llama cáncer se presenta por lo común en dicho órgano constituido por el embrio-plástico y el epitelioma de este último, siendo la variedad mas fre- cuente el papilar, y algunas veces por los elementos fibro- plásticos. Las per onas que lo deseen encontrarán en los libros especiales los oaractéres anatómicos de cada uno de esos; yo temería ir demasiado lójos si entrase en ese estu- dio, porque á pesar mió me vería arrastrado al terreno homeomorfismo y lieteromorfismo, donde hoy se encuen- tran divididas las escuelas micográficas francesa y alemana. Pasemos á Patología interna. Existe lina enfermedad de la boca en la cual lia reinado gran confusión entre los autores; lleva varios nombres, y á la cual preferimos llamar estomatitis gangrenosa con Putegnac y otros. Para Bre- tonneau lo que se lia llamado estomacace, chancro acuático ó gangrena de las encías, es simplemente una localización de la difteria en la mucosa de la boca. El examen micros- cópico de los productos espulsados no deja la menor duda que á pesar de lo dicho por el clínico de Tours y de lo que defendió no hace mucho en el Hotel-Dieu su discípulo 14 Trousseau, existe otra enfermedad cuya lesión anatómica es la gangrena con independencia de la producción de falsas membranas. Esto no quiere decir que la difteria bucal no pueda complicarse á veces con la gangrena de las partes donde aparece, lo que también es un hecho probado en la ciencia; pero sí que la estomatitis gangrenosa y la estoma- titis seudomembranosa son dos entidades morbosas del todo diferentes. Mas tarde, al ocuparnos del esputo larín- geo, describiremos los caracteres histológicos de las falsas membranas, y podrán compararse con los que vamos á dar en seguida y que pertenecen al detritus de la gangrena de la boca [mal de Holanda.] Este se compone de los elementos que hemos dicho existen normalmente en el esputo bucal como son: celdillas pavimentosas, encontrán- dose muchas alteradas, rotas, infiltradas de grasa; esa alga de la boca; fragmentos de sustancias alimenticias; glóbu- los de pus; glóbulos rojos de la sangre, la mayor parte al- terados; materias pigmentarias, que probablemente tienen por origen la destrucción de los glóbulos rojos; restos de fibras musculares; fragmentos pequeños del dermis mucoso ó del dermis de la piel; por último, restos de las diferentes partes componentes de la boca, y también un cierto núme- ro de cristales, cuya cantidad y especie varía de un modo notable; pero entre los cuales hemos podido notar en un caso que examinamos á épocas diferentes, cristales de hematoidina de colesterina y de cloruro de sodio. La lesión local del muguet [algodoncillo], lia sido inter- pretada de muchas y diferentes maneras. Durante largo tiempo se le consideraba como formado por productos aná- logos á las aplitas, á la difteria; para Billard era una alte, ración de las secreciones, y para Guersant y Blache, una seudo-membrana. El vegetal parásito, habiendo sido des- ubierto (Grnby Oh. Bobin), las opiniones antiguas desapa- recieron al descubrimiento, y se admitió un trabajo mor- 15 boso, del cual el algodoncillo era el efecto y las porciones de epitelio alterado, (falsas membranas de nuestros ante- pasados) fueron consideradas como el terreno propicio en el cual va de un modo fatal 6 accidental, á implantarse el vegetal parásito. Si se examinan las concreciones pultá- ceas que se encuentran muchas veces en el esputo, siempre en las paredes bucales, y en particular en el dorso de la lengua, se ven que están constituidas sobre todo por un hongo de la familia de las Mucedineas, el Oidium (líbicana de Oh. Itobin. No nos ocuparemos de la manera como la semilla (esporo) del vegetal, va á depositarse en ese terre- no preparado, ni tampoco si el parásito nace por genera- ción espontánea, pues esto es ageno de nuestro trabajo; daremos sí los caracteres de dicho vegetal, y también los que se descubren en esas concreciones blanquecinas de que ya hemos hablado. He aquí los caracteres botánicos, se- gún Ch. Robín: Sinonimia “Species Sporotrichi affinis (Griifoj) Cripto- “ games du muguet ó Aphtaphyte [Gruby.]—Fila incespi- “ tibus laxis, primo villosis humidis albis, dein sordide ful- u vis, vel fuscis vel fusco flavis intertexta; intus leviter granulosa; lat. 0m-in;00t; long. 0m-m» 050; ad 0n,-n‘> 600. Spo- “ ridia plerumque rotunda aut tix ovalia, ex articulis sece- “dentibus; liaud raro ovalia orta—Hab. in membrana ma- reosa oris faucium et asopliagi puerorum lactantium, nec “nona adultorum cachecticorum in extremis vitse.” El examen microscópico 005 á 0mln> 007 de diámetro, de poco mas en el sentido longitudinal y encerrando en la cavidad un líqui- do en el cual finísimas granulaciones pulverulentas giran con el movimiento broumiano. Se presentan ademas un gran número de celdillas pavimentosas imbricadas ó aisladas, y una cierta cantidad de moco viscoso que une todas esas par- tes las unas á las otras. En una sesión de la Sociedad Médica de los Hospitales de París Mr. Raynaud leyó una nota sobre una nueva afección parasitaria de la mucosa, nota de la cual vamos á estraer algunos conceptos, porque pudiera suceder (pie ese parási- to se presentase en el esputo bucal. En una de las dos ve- ces en que encontró ese parásito, fue en una mujer de 73 años, en el Hospicio de Sainte-Perine. Esta, de buena sa- lud liabitualmente, sintió hacia 7 á 8 meses una sensación de incomodidad á la base déla lengua, y habiéndose mirado en un espejo notó una placa negrusca, por la que consultó al Dr. Raynaud. Esa placa tenia como cinco centímetros de ancho, estaba perfectamente circunscrita, ocupaba la ba- se de la lengua y sobresalía de un modo considerable liá- eia la punta de la V lingual. Su superficie era negrusca, desigual y parecía un campo de trigo acostado por el vien- to y la lluvia. dSTo había gusto desagradable en la boca, ni tampoco fetidez. La saliva no estaba ácida, no había dés- fagia, y el sentido del gusto estaba normal. La limpieza frecuente no podía despegar esa placa; empero era fácil con una espátula ó la uña arrancar algunas porciones. Estos fracmentos agitados en el agua se desagregaban en pelos ó filamentos, teniendo algunos hasta un centímetro de largo. Con una aguja podía subdividirseles en filamentos mas ténues que tenían mas de dos décimos de milímetro de an- cho. Al microscopio se veía una sustancia fundamental formada de celdillas epiteliales muy apretadas, clara al ceu- 17 tro y mas oscura en los bordes que estaban erizados de cel- dillas incompletamente separadas y esparcidas con una cier- ta regularidad, como las barbas de una pluma. La adicción de una solución de potasa hacia mas marcados esos carac- teres* Para Mr. Raynaud había allí con evidencia una es- pecie de descamación especial del epitelio que tomó un tin- te negrusco, sea por la vejez y la poca vitalidad de las cel- dillas, ó sea por una especie de imbibición de las bebidas de color, sobre todo el vino. Ademas, se encontraban como elementos accesorios, frag- mentos epidérmicos, bacterias, vibriones y filamentos de Leptothrix buccalis. Pero lo que según el autor de la nota hacia el hecho mas importante, era la presencia de esporos libres ó adherentes á las celdillas epiteliales, y acumulados en uuos puntos en número considerable, ó agrupados por pequeños montones irregulares ó en forma de rosario. Insolubles en el eter, aclarados por la soda y la glicerina, eran esféricos ú ovoi- deos, tenian de 3 á 5 centímetros de milímetro y eran muy refringentes. Mr Raynaud no encontró en ningún punto, tu- bos esporoforos. Como esta observación ha sido tomada de un modo tan admirable que puede servir de modelo para hechos seme- antes, y como se trata de un caso único y nuevo en la cien- cia, nos vemos obligados ¿i seguir paso á paso el acta de di- cha sesión en que Mr. Legroux da cuenta de esa interesan- tísima comunicación. Esos esporos, continua el acta, estudiados consecutiva- mente durante varios dias, y colocados en condiciones favo- rables á su desarrollo, parecieron reproducirse por ecsicion. Mr. Raynaud vio esporos redondos ponerse ovoideos, des- pués dividirse en dos por un estrechamiento gradual en la parte media. Mr. Balbiani reconoció la realidad de esta primera observación y descubrió otro medio de formación» 18 en algunos puntos vio esporos ponerse mas voluminosos, y mas tarde granulosos en su centro. En fin, después de un cierto tiempo esporos secundarios aparecieron en la celdilla madre, y llegaban á ser libres por la disolución de la membrana primera (formación por endo- genesis). Esta especie parasitaria tiene la mas grande semejanza con el Tricophyton de la tiña tonsurante, de la mentagra, y del herpes circinatus, por lo que es permitido pueda uno preguntarse si este tricophyton no podia desarrollarse tam- bién en una mucosa lingual transformada. Si se quisiera ce- der á la tentación de darle un nombre á esa afección se di- ría que es una tiña de las mucosas. No es posible decir que esta afección es un muguet (algo- (Tontillo) desarrollado en ciertas condiciones morbosas de la mucosa. Los esporos del Oidium abbicans son mas volu- minosos, están mezclados á una gran cantidad de mycelium y la evolución del algodoncillo es rápida. Ademas, Oh Bo- bin y Mr. Balbiani afirmaron no reconocer en ellos los ca- racteres del muguet. No se dirá tampoco que el Leptothrix buccalis, ese hués- ped normal de la boca, ha podido formar por desarrollo ecsagerado esa placa negruzca. El Leptothrix está cons- tituido por filamentos muy finos (0,0005 de milímetro) y parece carecer de esporos y esporángeos. En el caso de que nos ocupamos, esos filamentos no estaban allí sino accesoriamente, mezclados á la innumerable cantidad de esporos de que hemos hablado, y no se puede ver en su presencia mas que una pura y simple coincidencia. No puede tampoco permitirse se les confunda con los es- poros mas voluminosos del Criptococus oerevisUe de la le- vadura de cerveza que Lebert encontró una vez en la boca de una muger que padecia de una afección uterina. En resúmen, en ese caso se encontraban dos elementos, 19 una hipertrofia del epitelio de las papilas de la lengua, é ingertado sobre esos prolongamientos piliformes un parásito vegetal no descrito todavía. ¿Cuál es el papel recíproco de cada uno de esos dos elementos? Esto es lo que Mr. Itaynaud no se atreve á dilucidar; sin embargo, cree que el vegetal se desarrolla porque encuentra en esa alteración epitelial condiciones favorables á su existencia. Concluyamos este punto que me lia llevado demasiado lejos, diciendo que la cuestión terapéutica tiene poca im- portancia, porque la afección no constituye sino un estorbo ligero. Un tratamiento parasiticida en relación con el ór- gano donde se encuentra el alga debe dar buenos resultados. Para concluir con los vegetales parásitos que puedan quizás encontrarse en el esputo bucal, tenemos que ocu- parnos ahora del Leptomitus Hannoverii, Oh. Robin. Fi- lamentos derechos y sueltos, los unos trasparentes, los otros teniendo un contenido nebuloso y granuloso, muy ramifi- cados sin que las ramas sean mas delgadas que el tronco y partiendo aquellas de uno y otro lado de este. Las estre- midades libres de dichas ramificaciones están rara vez mas dilatadas y cuando esto sucede la dilatación es poca. Se le ha visto durante la vida en el dorso de la lengua de en- fermos de fiebres tifoideas, neumonías, pleuresías, tisis, delirium tremens, apoplejía, diabetis y artritis crónica; y el mismo Hannover lo encontró en el esófago del cadáver de un individuo que presentaba en dicho órgano ulceraciones, y las paredes tapizadas por una papilla que encerraba el parásito. También lo encontró en los cadáveres de muer- tos de tifo, lo que tiene para nosotros su interés local. Entozoarios.—Como existen observaciones de aeefalo- cistos desarrollados en la cavidad bu cal y en las amígdalas, admitimos como posible puedan encontrarse las falsas mem- branas, el entozoario mismo, ó los ganchos de que este está armado, en el que liemos llamado esputo bucal. Dos solas observaciones conocemos, las dos se encuentran en la obra de Davaine, en la una se habla de un tumor acefalo- cistos en la encía por el punto correspondiente á la tercera molar; y en la otra de un tumor de la misma clase desar- rollado en la amígdala izquierda. Los dos fueron abiertos por la mano del cirujano, como lo repetimos es posible que se abran espotáneamente, y por lo tanto que se encuentren sus partes mas características en las materias escupidas, mencionamos el hecho dejando el estudio de esas diferentes partes, membranas, entozoario y ganchos, para cuando nos ocupemos de los quistes hida- tidicos del pulmón, porque la presencia de esos cuerpos en el esputo pulmonar es un hecho sabido y citado por todos los autores. Eos entozoarios mas se han encontrado en la lengua, el cisticerco y la filiaría; pero á este se le reconoce por la sim- ple vista, y en cuanto al otro como no tiende á abrirse es- pontáneamente, me parece inútil ocuparnos de ellos; sin embargo, el hecho de que se presentan alguna vez en la boca me parece legítima el que los mencione. En ciertas constituciones médicas catarrales como la que domina en México en el momento en que escribimos estas líneas, se vé á menudo en diferentes afecciones, la lengua descamarse gradualmente hasta quedar cubierta de una li- gera capa epitelial, al través de la cual se ven por transpa- rencia de tal modo las papilas, que el órgano aparece rojo y como si se estuviera desprovisto por completo de su bar- niz epitelial. Entonces se encuentra en los esputos un gran número de celdillas de las que forman el pavimento de la boca, y en particular de la lengua; siendo importante que esta descamación se distingue de la normal ó fisiológica en que la mayor parte de las celdillas que se encuentran muy pronto en el esputo no han llegado á su completo desarrollo y muchas se desprenden cuando apenas han acabado de 21 nacer. Esto tiene para nosotros una grande importancia, porque indica que existe en el enfermo una influencia ca- tarral marcada que debe tenerse en cuenta sobre todo para el tratamiento. Nada he encontrado de particular en los autores sobre esos depósitos que se forman en la boca, en particular en la lengua, y que son arrastrados en parte por el esputo bu- cal; solo hemos visto que dicen algunos que están formados principalmente por moco y epitelio secado por la evapora- ción; sin embargo, como aun á la simple vista tienen algo de especial en muchas enfermedades y con particularidad en la fiebre tifoidea y en el tifo, sospechamos ahí algún descubrimiento importante que hacer. También se encuentra en el esputo los diversos elemen- tos de la sangre y el pus. Dejaremos el estudio de los ea- ractéres de la primera para cuando nos ocupemos de otro esputo en que ese estudio presente mas interés, y nos de- tendremos en el pus, porque sus caractéres ban dado lugar á un cierto número de controversias por las cuales existe generalizada la idea de que no es posible distinguir los ele- mentos del pus de otros elementos anatómicos. Sin entrar en consideraciones que nos llevarian demasiado léjos, sen- temos un hecho indudable y es que el moco-pus está for- mado por una hipergenesis de los leucocitos que se deter- mina por una alteración de la secreción normal, por una verdadera irritación, en el buen sentido de esta palabra, de la membrana mucosa. De modo que la cantidad de aque- llos elementos es lo solo que constituye el carácter micros- cópico de lo que se llama moco-pus. Esto no tiene nada de estrado, como hace ya tiempo lo dijo Lebert, está por demostrarse que existan en el estado fisiológico leucocitos en el moco, que exista en fin un glóbulo mucoso, como existe un glóbulo purulento; hay hechos que tienden á probar que la semejanza de estas dos celdillas es tan grande porque no 22 son sino «na misma, poi que no hay una sola secreción mu- cosa que se haga en condiciones fisiológicas verdaderas, en una palabra, porque en todo moco, en fin, hay una pequeña cantidad de los elementos del pus. Esto no es una hipó- tesis abstracta creada para disculpar la insuficiencia del exámen microscópico en este punto, con lo que llevamos dicho líneas atras y con lo mucho que tenemos todavía que decir basta y sobra para demostrar la verdad de nuestra tésis. Sin embargo, como es cierto que muchas veces el entusiasmo arrastra á la ecsageracion, lo que no es ya la verdad, sin que tengamos conciencia de que estamos en el error, nos apresuramos á decir como prueba de la teoría enunciada, que Donué ha demostrado (pie el tapón mu- coso que obtura el cuello del útero, y que se presenta en las niñas como en las mujeres, está formado en las prime- ras, cuando los órganos genitales están intactos y perfecta- mente sanos, por una materia viscosa trasparente en la cual no se descubre ninguna huella de partículas concretas ó de glóbulos; pero desde el momento en que el órgano ha sido ecsitado, el moco presenta puntos opacos que no son otra cosa sino grupos de glóbulos, y en un gran número de mu- jeres, sobre todo en aquellas que se pueden examinar (se sabe á qué clase pertenecen comunmente) el moco uterino presenta mas veces el aspecto del moco-pus que del moco simple. Ademas, la hipergenésis dá por resultado la mul- tiplicidad de los leucocitos, lo que constituye un carácter anatómico que, si puede dejar dudas sobre la naturaleza de lo que se llama moco-pus, basta para diagnosticarlo. Por último, la ciencia está muy léjos de haber dicho su última palabra sobre el pus, muy al contrario, en estos últimos tiempos hemos visto la teoría de la proliferación de los cor- púsculos del tejido conjuntivo (Virchow) y la teoría del blastema (Oh. Eobin) que han dominado en la ciencia has- ta ayer para esplicar la formación del pus, ir á parar á don- 23 de el progreso lleva tarde ó temprano todas las teorías, á ese cementerio de ideas que se llama Historia de la Medi- cina. Las concepciones mas ó menos abstractas ó hipoté- ticas de Yirchow y de Robín han sido reemplazadas por la teoría esperimental que lleva el nombre de la teoría de Cohnheim como la América lleva el nombre de Américo Yespucio y no de Colon. Esta teoría pertenece á un inglés, á Waller, se apoya en un hecho esperimental que parece hoy fuera de duda, el paso de los glóbulos blancos ó leuco- citos de la sangre al través de las paredes de los vasos en las membranas irritadas, y aplica este hecho á la historia de la supuración. Esta teoría que nos contentamos solo en citar porque su estudio lleno de atractivo nos separaría del punto á donde va encaminado nuestro trabajo, al nacer ha venido á comprobar un hecho en el cual estaban comple- tamente acordes Robin y Virchow, la semejanza é identi- dad de los glóbulos blancos de la sangre con los glóbulos de pus. Lo mismo sucederá con la teoría de Cohnheim el dia que sea reemplazada por otra superior se verá sobre- nadar de su naufragio el hecho esperimental del paso de los leucocitos al través de las paredes de los vasos, porque en todas las teorías habidas y por haber lo seguro y en consecuencia lo que es importante saber, es el hecho cierto en que se basan. Esputo laríngeo bkonquico.—El moco laríngeo-bron- quico es el producto de la secreción de las glándulas que existen en la cara profunda de las mucosas laríngea y tra- queo-bronquica y el moco propiamente dicho producido por la mucosa misma. Se sabe que en el punto donde ce- san los bronquios de tener parte cartilaginosa, es decir, donde cesan de ser bronquios y se continúan con los llama- dos canalículos pulmonares, esas glándulas desaparecen de un modo completo, y con ellas desaparece el moco de que acabamos de hablar. No hay, pues, en el estado fisiológico 24 moco pulmonar, en las vivisecciones, en los recien nacidos y en los guillotinados no se le encuentra. En las esperien- cias con animales se encuentra allí solo vapor de agua que sale con los gases espirados y lleva en suspensión trazas de materias azoadas. El moco de que nos ocupamos es gris, semi -trasparente, presenta una cierta viscosidad, esta casi siempre mezclado con aire y se compone de celdillas epiteliales de la laringe, de celdillas epiteliales prismáticas del mismo órgano, de leucocitos ó glóbulos mucosos, y de mucosina que se mues- tra al microscópio bajo un aspecto poco estriado y homogé- neo, y que es la que da á este moco su cierta viscosidad. En los niños muertos al nacer, sin que los pulmones hayan recibido aire, se encuentran algunos leucocitos en el moco; pero siempre en cantidad mucho menor que en los adultos, hecho que viene á comprobar algo de lo que dejamos sen- tado líneas atrás. Patología.—Las afecciones quirúrjicas de la laringe no presentan gran interes bajo el punto de vista que estudia- mos la cuestión; en ese órgano domina sobre la malignidad y demas propiedades de la afección esterna, el sitio en que se desarrolla y su tamaño, porque el resultado mas grave que producen es dificultar de un modo mas ó menos com- pleto la respiración. Sin embargo, como la naturaleza lu- dia por quitar el obstáculo que dificulta la entrada del aire, sobre todo por medio de una tos enérgica, y como muchos de los productos morbosos que allí se forman llega un mo- mento en que se reblandecen y ulceran, puede suceder, y sucede efectivamente, que fragmentos mas ó menos consi- derables sean espulsados en el esputo, y puedan por lo tan- to ser sometidos al examen microscópico. Los signos ob- tenidos por este medio, unidos á los locales y funcionales que presente el enfermo, como son: el dolor, las alteracio- nes características de la voz, de la tos y de la respiración, 25 la marcha de la enfermedad, los antecedentes, etc., permiti- rán muchas veces hacer un diagnóstico, y esto sin contar los importantísimos resultados del exámen laringoscópico, que por sí solo bastaría algunas veces. Empero aun en es- te último caso el microscopio tiene algunas veces su aplica- ción determinada; nos referimos á aquellos en que habién dose diagnosticado un neoplasma que dificulta la respira- ción se proceda á su estraccion. Después de hecha esta, es importantísimo conocer la estructura histológica del tu- mor estraido, porque solo con los conocimientos suministra- dos por esta, puede establecerse un diagnóstico seguro de donde el pronóstico importantísimo de reproducción, repu- lulacion y recidiva. Pero las mas de las veces ese diagóns- tico de la estructura no se puede hacer sin el auxilio del microscópio, y en estos casos no es raro suceda que el clí- nico tiene que esperar el resultado de las investigaciones de ese instrumento para poder decidirse entre tratamientos los mas opuestos, entre una medicación específica ó proceder á una operación. En la notable monografía del malogrado y distinguido profesor Sr. Iglesias, puede verse una observa- ción que lleva el núm. XI, en la que se trata de una seño- ra que presentaba un gran número de escrecencias en la cavidad de la laringe, de naturaleza muy dudosa para M. Fauvel, por lo que arrancó algunas con unas pinzas para que fueran examinadas al microscópio por los doctores Cor- nil y Libermann. Estos concluyeron de su exámen que di- chas escrecencias eran unos verdaderos papilomas, y en vir- tud de que estos son frecuentemente engendrados por la diátesis sifilítica, sospecharon la existencia de la sífilis en la enferma de que hablamos; por lo que M. Fauvel prescri- bió un tratamiento específico. Por desgracia esta enferma abandonó la ciudad á los veintiséis dias de empezado el tra- tamiento, y no ha podido saberse el resultado definitivo que dió este; sin embargo, lo que nos importa, porque de- muestra la verdad de lo que deciamos, es que un especialis- ta en laringoscópia como M. Fauvel, esperó la ilustración del microscopio para proceder á indicar un tratamiento en un caso en que estaba dudoso sobre la naturaleza de un tu- mor laringeo. En la observación XXII de la misma monografía, puede verse otro caso en que el diagnóstico de la naturaleza de un tumor estraido Mr. Fournié, solo pudo hacerse por el exámen con el mismo instrumento hecho por Mr. Paulet, profesor de anatomía en el Val-de-Grace, quien reconoció en ese neoplasma los caractéres todos de los tumores fibro- plásticos, por lo que Mr. Fournié pudo anunciar el temor de la reproducción in sita, mas bien repululacion seguu nosotros, del producto morboso arrancado. Concluyamos añadiendo, aunque lo creemos casi inútil, que del mismo modo ó por la presencia de ciertos elemen- tos celulares característicos en el esputo, puede reconocer- se que los signos físicos y racionales de un tumor laringeo son causados por una de esas producciones mas ó menos malignas, que se conocen con los nombres de cáncer y de epitelioma. En las enfermedades de la laringe pertenecientes á la Pa- tología Interna, la influencia del microscopio es mas impor- tante, si esto es posible, para el diagnóstico. La presencia del pus, cuyo carácter histológico, lo repetimos, consiste en la hipergenesis notable de los leucocitos, y la presencia de los elementos principales de la sangre de un modo constan- te y prolongado, permiten que se pueda diagnosticar con casi seguridad de éxito un estado ulcerativo que otros me- dios de esploracion localizaran en la laringe. Si en ese es- puto se encuentra un fragmento de uno de los cartílagos, ó simplemente algunas celdillas cartilaginosas, puede anun- ciarse que dicha ulceración se acompaña de una necrosis. Y este diagnóstico no es una pura curiosidad científica; re- 27 fiexiónese que esta carie y esta necrosis son casi la propie- dad esclusiva de dos diátesis que en lo general son fáciles de distinguir una de otra por un cierto número de otra cía se de fenómenos, la diátesis tuberculosa y la diátesis sifilí- tica, siendo la primera como causa mucho mas frecuente que la segunda en la producción de esas lesiones cartilagi- nosas de la laringe. De lo que resulta que la sola presen- cia en el esputo de fragmento de cartílago ó simplemente de algunas celdillas cartilaginosas, debe inclinar el espíritu del médico á admitir la existencia de la lesión tuberculosa de los cartílagos laríngeos, siendo fácil darle á este diagnós- tico un grado de certeza casi seguro, buscando en los ante- cedentes ó en el estado actual del enfermo otros signos que se encuentran con facilidad. Si no se encuentran esos es casi cierto que se encontrarán los que descubran el otro ori- gen común de la afección, la diátesis sifilítica. flemos visto que en la historia del esputo bucal predo- mina de un modo notable el estudio de ciertas plantas mi- croscópicas como, por ejemplo, el algodoneillo; veremos que en el laringeo-brónquico, estas no tienen apenas importan- cia, y que por el contrario el estudio de este está dominado por la existencia de ciertas concreciones que se presentan en varios órganos, como que preside á su desarrollo local un estado general y específico, cuya localización en la la- ringe y en los bronquios, es mucho mas importante (pie en los demas puntos de la economía, por el obstáculo mecáni- co para la respiración que allí determinan. ¡Cuantas veces el médico oscila delante de un pequeño fragmento membranoso y blanquesino que se presenta en la garganta, en el vómito ó en el esputo del enfermo! Es- tas oscilaciones del profesor entre dos creencias distintas y contrarias, una que afirma y otra que niega la naturaleza diftérica de aquella concreción, es sumamente peligrosa pa- ra el enfermo, porque mientras el médico duda, la enferme- 28 dad no titubea y sigue su marcha progresiva bácia adelan- te, pudiéndose pasar así el momento oportuno de una me- dicación enérgica y saludable; y es también peligrosa para la reputación del profesor, porque de ese distinto diagnos- tico tiene que resultar un prónostico muy diferente, que la marcha ulterior de la enfermedad puede desmentir de un modo completo. El miscroeópio dá la solución absoluta en este caso, porque permite reconocer de un modo cierto, si esa concreción está formada por moco brónquico ó por fal- sas membranas diftéricas, que es el caso mas difícil de diag- nosticar á la simple vista. Son de Oh. Robín, los resulta- dos microscópicos que vamos á esponer sobre este punto tan importante. Las falsas membranas que reemplazan al moco brónquico, porque este cesa en cuanto la difteria se declara, están formadas por una ecsudacion de plasmina, que se desdobla en una parte líquida que se escapa, y otra que se coagula bajo la forma de fibrina, y forma esas mem- branas. Por eso se ve cuando se hace un corte que com- prenda á la vez la mucosa y la falsa membrana aun adhe- rentes, que hay una continuidad completa entre esas dos partes. Los hacecillos de fibrina se estienden desde el co- rion de la mucosa, entre los núcleos de la porción profunda del epitelio y entre sus celdillas que envuelven, aumentado de cantidad hasta la porción enteramente fibrinosa de la seudo-membrana. En la traquea, las celdillas epiteliales prismáticas, envueltas en el espesor de esa fibrina, no tie- nen ya pestañas vibrátiles; tienen escavaciones y se encuen- tran reducidas á veces á uno ó muchos filamentos irregula- res, pendientes del núcleo, porque este resiste mucho mas á esta atrofia que el cuerpo de las celdillas. En las cuer- das vocales y en la epiglotis, las celdillas pavimentosas su- fren modificaciones análogas, y ademas se ahuecan por es- cavaciones que les dan un aspecto alveolar muy notable. Cuando las falsas membranas son recientes, la fibrina de que acabamos de hablar, presenta un aspecto fibrilar tan marcado como aquel que se ve en el coágulo de una san- gría. Si esta falsa membrana permanece mucho tiempo en la cara interna de la mucosa, pasa gradualmente al estado granuloso y se pone mas y mas homogénea: en dos pala- bras, el aspecto fibrilar tiende á desaparecer como sucede en toda fibrina que está coagulada desde hace tiempo. Así es que cuando estos productos membranosos han permane- cido sobre las amígdalas, en la traquea ó en las fosas naza- les, cuatro ó cinco dias, el estado fibrilar no se encuentra sino muy imperfecto, ó en puntos muy limitados, y en su lugar existe un estado finamente granuloso. Pero la ac- ción del ácido acético, permite siempre descubrir de una manera cierta y segura, si se trata en este caso de moco concreto ó de una falsa membrana fibrinosa. En efecto, ese ácido endurece aquellas seudo-membranas, no les quita su aspecto estriado si este existe, y lo hace aparecer sino existia; al contrario, la falsa membrana diftérica, lo mismo que la fibrina del coágulo de una sangría, se pone homogé- nea al contacto de dicho ácido que las hincha, las pone ge- latinosas y homogéneas, y permite entonces percibir los leucocitos, los núcleos del epitelio y las celdillas epiteliales aprisionadas por la fibrina, á medida que se coagulaba. Muchas veces mientras se hace la ecsudacion de esa fibrina, tienen lugar en la superficie de la mucosa pequeñas hemor- ragias que coloran las falsas membranas en forma de es- trías ó pequeñas placas en estrella, que se encuentran dise- minadas en el producto fibrinoso, y que algunos autores lian considerado como un principio de organización, sin in- vestigar si estaban formadas por capilares, lo que el exá- men mas elemental demuestra de una manera negativa, porque los referidos vasos no existen. Por este medio se puede siempre distinguir de una ma- nera que no deja la menor duda, y que puede compararse 30 aciertas reacciones características con que los químicos dis- tinguen la presencia de muchas sales, la naturaleza diferen- te de esos dos productos que nacen sobre las mucosas, y cuya significación pronostica es tan diferente. Desgraciada- mente estos caracteres químico-microscópicos, son tan po- co conocidos, que se puede ver en esa distinguida memoria del Dr. Iglesias, observación VII, que apesar de que el exámen microscópico de una sendo membrana (pie se re- producía tenazmente en la laringe de una señora, dejara ver que ese producto membraniforme estaba formado por cel- dillas epiteliales y mucosidades, el ilustrado autor se pre- gunta si se trataba en ese caso de un crup crónico, cuando ese mismo exámen demostraba lo contrario. Y puesto que el momento es oportuno, añadimos que los casos de crup crónico, citados por autores los mas recomendables y reco- mendados, no tienen mas garantías que aquel que acaba- mos de citar, y que hoy no es posible admitir ninguno sino responde el microscópio, único medio que puede hacerlo, de la verdadera naturaleza diftérica de la falsa membrana. Para concluir con esta materia interesantísima, diremos que algunas veces la cauterización con el nitrato de plata, puede dar lugar también á dudas, porque, como se sabe, la aplicación de esta sustancia sobre las mucosas produce unas placas blanquesinas que se asemejan á las produccio- nes diftéricas, hasta el punto que hemos visto alguna vez en casos de faringitis diftéricas, en la cual se habia carac- terizado con esa sustancia el punto donde se veía una pe- queña y limitada membrana, titubear mas tarde por si la materia blanca que allí se notaba era la reproducción de la falsa membrana ó el resultado de la cauterización por la piedra infernal. La distinción es fácil; el producto de esta última consiste en una escara formada principalmente por las celdillas epiteliales mas ó menos intactas; pero ¿i las cuales se vé conservar su disposición anatómica normaly, 31 también que se ha producido en su masa una alteración particular que consiste en hacerles perder su trasparencia, dándoles un color opalino amarillo, con algunos puntos mo- leculares negros, alteración en la cual nos parece represen- ta un gran papel la descomposición del nitrato de plata por el cloruro del sodio del moco. La fibrina no es cons- tante, al menos en cantidad notable, no forma la base fun- damental de la falsa membrana ó de la escara, puesto que es una, como sucede con las falsas membranas diftéricas? jo que domina en estas son las celdillas epiteliales mas ó menos alteradas de que hemos hablado. El ácido clorhí- drico, forma una escara que también algunas veces puede dar motivo á dudas, y aunque es probable que su estruc- tura histológica se asemeje á la que acabamos de diferen- ciar, no decimos nada sobre ella, porque no liemos tenido ocasión de examinarla al microscopio. Los esputos llamados mucosos y serosos, laríngeo bron- quico no ofrecen nada de importante al exámen microscó- pico, solamente, aquellos mucosos y algo viscosos con- que terminan los accesos convulsivos de la tos ferina, tienen algo de particular que no debemos pasar en silencio, esto es, la pequeña cantidad ó la ausencia completa de elemen- tos anatómicos, sobre todo, de leucocitos; lo que puede tener su importancia para distinguirlos de esputos semejan- tes que se pueden presentar en ciertas bronquitis de tos convulsiva de los niños. El esputo perlado merece detenernos un instante, pues su estudio no deja de tener algún interes. Bajo la influen- cia de ligeras hiperemias laríngeas que comunmente reco- nocen por causa un enfriamiento, el hablar demasiado ó cantar mucho, la secreción normal se modifica, una mate- ria semi-líquida aparece, se pone viscosa como el almidón cocido, y se acumula en los ventrículos, ó algunas veces mas arriba, en la misma superficie interna de la laringe Es este el que en la angina granulosa causa esas ronqueras cortas y fugaces, que es necesario no confundir con otras que sfe presentan en la misma enfermedad y que en la mayor par- te de los casos dependen de verdaderas hiperamias laríngeas, y solo algunas veces tienen por origen una laringitis mas ó menos intensa. El corto tiempo que duran, la facilidad con que desaparecen, y mas que todo el que basta que esos es- putos sean arrojados para que la voz recobre su timbre nor- mal, sobran para distinguir la naturaleza etiológica de aque- llos esputos de la de los últimos que hemos mencionado. Esto tiene para nosotros su importancia, porque como es uno de los primeros fenómenos racionales que se muest ra en la angina granulosa, llama la atención del módico hacia esa entidad morbosa cuando el enfermo no sospecha aún que la tiene, y sirve también, mas tarde, para determinar de un modo aproximativo la edad de esa afección que como siempre comienza de un modo lento ó insidioso, su princi- pio en casi todos los casos está lleno de oscuridad. Continuemos con los caracteres físicos de este esputo. La sustancia viscosa y jaletiniforme que los forma, presen- ta algunas veces un tinte rojo ó simplemente rubiginoso, porque las hiperemias que han precedido á su nacimiento lian ido un poco mas lejos, es decir, han determinado ligeras hemorragias superficiales. Como esto no sucede en gene- ral, ese moco es espnlsado las mas de las veces bajo la for- ma de una pequeña esfera azulosa, negrusca ó enteramente negra. La tos qtie sirve para espulsarlos presenta algo de particular por su tono y por su timbre, y ha sido la causa de que el vulgo, en Francia, le dé por onomatopeya el nom- bre de hem (h apirada). Están compuestos: 1?, de moco te- naz, viscoso, presentando en el microscopio estrías comun- mente rectilíneas, en general paralelas las unas á las otras, rara vez entrecruzadas como se presenta en lo ordinario el moco que tiene esa consistencia; 2?, granulaciones grasas 33 cuya disposición común consiste en colocarse paralelamen- te á las estrías como las cuentas de un rosario; pero cuya existencia no es un hecho constante. 3? Algunas veces nú- cleos libres de epitelio, con ó sin nucléolo, siempre celdillas epiteliales, regulares ó irregulares, aisladas ó formando lá- minas, pavimentosas ó esféricas, en cantidad variable, y conteniendo granulaciones grasosas, ó también granulado” nes de negro de humo que nos ocuparán muy pronto. 4? Leucocitos mas ó menos numerosos según que ese esputo reconozca una de las causas citadas mas ai riba, mas ó me- nos granulosos y conteniendo algunas veces granulaciones moleculares de carbón. 5? Partículas finas de polvo ó de negro de humo, que dan á la materia espectorada el color particular que tienen, existen nadando en el moco ó encer- radas dentro de los diversos elementos celulares que hemos enumerado. Si se tratan esas celdillas y esos leucocitos? que presentan las granulaciones negras, por el ácido sulfú- rico, aquellas se hinchan, estos y aquellas se ponen muy pálidas, desaparecen, las granulaciones grasas que encierran se disuelven y las negras permanecen intactas, lo que prue- ba que estas últimas están constituidas por finas granula- ciones de carbón, porque este es insoluble en el ácido nombra- do y todas las materias colorantes de la economía son por el contrario solubles en él. La coloración azulosa ó negrusca que presentan esos esputos es mucho mas marcada, y en con- secuencia el número de granulaciones finas de carbón ó de pol- vo que se encuentran en el moco es mas considerable, mien- tras mas tiempo haya estado el enfermo espuesto á la acción cercana de un quinqué, sobre todo, de un quinqué que humee? ó en una atmósfera cargada de polvo. Se nos olvidaba de- cir qne este último presenta al microscopio la misma reac- ción por el ácido sulfúrico; pero se distingue de las granu- laciones finas de carbón en la coloración francamente negra de estas, y en que las de polvo no se encuentran en el in- 34 terior de las celdillas, leucocitos y epitelio, sino en el moco que envuelve á estos elementos anatómicos. Dos palabras sobre esas celdillas epiteliales. Están di- latadas, hinchadas, granulosas, hipertrofiadas, algunas es- feroidales, las prismáticas han perdido su forma particular, aunque es cierto que la mayor parte no la tenían porque pertenecían á los ventrículos y á la parte superior de la laringe, donde el epitelio tiene la forma poliédrica y pavi- mentosa, y contienen ademas de las granulaciones citadas otras cuya naturaleza es dudosa, porque palidecen de un modo marcado aunque refractan mucho la luz y le dan un tinte amarilloso. Esas alteraciones de forma y de tamaño del epitelio como también su estado‘granuloso, son modifi- caciones que se encuentran comunmente en todos los epi- telios celulares desde el momento en que se desarrolla una hiperemia ó una cierta inflamación en la mucosa que ta- pizan. Antes de abandonar este punto debemos detenernos al- gunos momentos para ocuparnos de ciertos tubos minifica- dos que se presentan en la materia espectorada, y que constituyen el signo patognomónico de lo que los autores describen con el nombre de bronquitis sendo-membranosa, como si dijéramos, crup de los bronquios. ¿Cual es su es- tructura? ISTo podemos decirlo, desgraciadamente el único autor que pudiera darnos alguna luz en esta materia Kie- meyer, confunde en todos los órganos bajo el nombre de crup un gran número de afecciones que si todas tienen el carácter común de producir en su interior ó en la superfi- cie ecsudaciones plásticas, estas difieren en mucho y en muchas afecciones, como por ejemplo, en la difteria, estas diferencias constituyen una de las localisaciones de esa en- fermedad especifica que se llama difteria cuyos productos plásticos tienen una estructura semejantes á aquella de las otras localizaciones de dicha afección general. Pero de se- 35 guro bajo el nombre de bronquitis membranosa se encierra ademas otra enfermedad diferente y que nada tiene que ver con la difteria. ¿Cómo explicar con esta la forma crónica que según los autores toma muchas veces esa bronquitis, y en la cual según algunos de esos mismos el producto sendo-membranoso parece mas característico? Muchas otras razones pudiéramos añadir para dar mayor fuerza á la idea que tenemos, que bajo aquel nombre se encuentran confun- didas cuando menos dos cosas distintas; pero como tenemos poca simpatía por las puras inducciones, nos contentare- mos de agregar que llama mucho la atención que casi todos los que han escrito sobre esa afección, dicen que en los adultos la curación ha tenido casi siempre lugar, cuando como afirma Trousseau no existe en la ciencia un solo caso de crup en el adulto que se haya terminado por la curación. Y este contraste sobre el cual llamamos la atención, tiene mucho mas valor si se recuerda que para el mismo Trous- seau esta gravedad característica del crup en los adultos depende de que por la diferente estructura de la laringe, su- cede en estos que la difteria gana los tubos bronquicos sin determinar antes por su sola presencia en lo alto del árbol respiratorio, fenómenos graves que obliguen al enfermo á solicitar el pronto auxilio de la medicina como sucede en los niños. No se nos diga que esto acontece porque en aquellos la difteria se ha limitado en una pequeña porción de los bronquios, y de que esa causa es la terminación ge- neralmente favorable porque aun admitiéndolo, esa limita- ción constituiría ya una diferencia notable con la difteria, pues esta tiende siempre á generalizarse ya comience por la faringe ó por los bronquios; pero aunque es cierto que puede verse en la observación que esa bronquitis no ha tendido á generalizarse á otros puntos, se la ha visto y se la ve casi siempre invadir sucesivamente ó de un golpe una gran cantidad de tubos bronquicos como lo prueban los ae~ sesos de sufocación y la disnea que en todas amenaza la asficsia, por lo que se puede probar que no es ese el moti- vo de la común ó general terminación favorable de esa afección. En resúmen, esta es una cuestión sobre la cual es importante llamemos la atención de los observadores. No conocemos ningún parásito vegetal que crezca sobre la mucosa laríngea ó bronquial, y por lo tanto que se pre- sente en el esputo laringeo-bronquico. Poco menos sucede con los antozoarios de los mismos conductos y en cuanto á los que se presentan en el esputo, solo sabemos que Mr. Paulet da como un carácter particu- lar de los esputos de la tos ferina, la grande cantidad de bacterias que se encuentran; que M. E. A. Pouehet ha vis- to bacterias ó Vibriones de especies indeterminadas en los esputos de un hombre afectado de catarro pulmonar. Si citan casos muy raros de hidatides en la laringe, y también puede ser que se desarrollen en los bronquios y en la traquea, por lo que admitimos como posible la presencia de las membranas y de los ganchos, en el esputo que se formá en esos órganos. Lo mismo decimos de ciertos gu- sanos (ver) ó entozoarios neumatoideos, de la filaría hominis bronquialis, cuya existencia es muy dudosa: de ciertas lar- vas de gusanos de la misma especie encontrados por Mr. Raney en la laringe y en la traquea, y de ciertos entozoa- rios que formados en otro lugar han penetrado por la aber- tura superior de la laringe ó por una perforación de los bronquios: son acefaloeistos y ascárides lumbricoides, y constituyen lo (pie Davaine llama entozoarios erráticos. Esputo pulmonar.—Hemos dicho ya que no existe moco en el estado normal en los canalículos respiratorios propiamente dichos, y dimos como prueba de esto que en los animales sacrificados en las aras de la ciencia, en los re- cieunacidos y en los guillotinados no se encuentran muco- sidades en esos tubos. Pero, como dice Oh Robín, en cier- 37 tos estados patológicos, por ejemplo, durante la hiperemia pasagera como en un ataque de asma, permanente como en la neumonia, y también cuando es local como sucede en lo que se ha llamado tubérculo, ya sea al estado de granu- lación gris ó de tubérculo crudo blanco amarilloso, se de- termina en esos órganos una ecsudaeion secretoria de una materia mas ó menos viscosa producida por la superficie de la redecilla de vasos capilares que tapizan esos eanalícu- culos. Esto tiene su importancia bajo el punto de vista que tratamos, porque de aquí resulta un hecho general, y es que la presencia de las celdillas epiteliales de esos con- ductos en el esputo, indica siempre que en el órgano cen- tral de la respiración tiene lugar un trabajo patológico de mayor ó menor importancia.—De lo dicho resulta la nece- sidad de presentar los caractéres del epitelio de los canalícu- los pulmonares. Las celdillas que tapizan estos son de la va- riedad llamada pavimentosa, con grandes núcleos, muy di- ferentes de las celdillas semejantes de la parte superior de la laringe, traquea, y bronquios que como todo el mundo sabe son cilindricas y vibrátiles. El epitelio de que nos ocupamos se parece mucho mas al de las serosas que á los de cualquiera otra mucosa; puesto que está constituido por anchas celdillas, de 2 á 3 milímetros de espesor solamente, teniendo en su centro un ancho y delgado núcleo. En los niños se encuentran desprovistas de granulaciones, por lo tanto bastante trasparentes, y en todas las edades se vuel- ven vesiculosas y se hinchan de un modo notable desde el momento que comienza en ellas la alteración cadavérica. Este epitelio no está formado por capas estratificadas como en general sucede en los otros, sino simplemente dispues- tos en una sola línea, formando en consecuencia una mem- brana tan fina que es difícil verla. Ahora nos vamos á ocupar de los parásitos del pulmón, aunque nos espongamos á que se nos acuse de que no pro- cedemos en este mal compaginado discurso con el orden metódico que es tan conveniente en los trabajos científicos, pero en los de la naturaleza de este la premura del tiempo es una circunstancia atenuante para faltas de esa especie. Los parásitos vegetales del pulmón están poco estudia- dos y esto es quizás la causa de que sean tan poco nume- rosos. Hongo del pulmón Bennett. Tallos formados por largos tubos divididos por tabiques y articulados de espacio en espacio y á intervalos de tamaños iguales. Dichos ta- llos dan nacimiento en esas articulaciones á ramas que es- tán compuestas de dos modos diferentes: unas veces cada una de ellas está construida por una celdilla que se articula á la estremidad de la última celdilla del tallo y se bifurca de la misma manera; ó sea por una celdilla simple en su punto de articulación y que se divide en dos ó tres prolon- gaciones. Tienen las ramas de 0m-m-,005 á 0m- m-,010 de diámetro. Esporos numerosos, redondos ú ovoideos te- niendo 0m-m-,010 á 0mm-,014, están sobrepuestos los unos á los otros en la estremidad de las ramas. Algunas reces están aislados, otras dispuestos punta á punta, en forma de rosario, y Bennett dice haberlos visto alargarse para for- mar verdaderos tubos. Mr. Rayer cita, [Oh. Robín], sin describirlas formaciones bisoideas desarrolladas en la pleura de un tuberculoso, y en los intestinos de un hombre que padecía neumo-torrax, y nosotros ponemos esto aquí porque pudiera tratarse de un parásito diferente de aquel que acabamos de describir. Este último, es decir, el hongo de Bennett, fué encontrado por el médico inglés que le ha dado su nombre, en los es- putos, en las cavernas y en la misma materia tuberculosa en un individuo que tenia neumo-torrax. Aunque la presencia de este hongo no es constante, pues por nuestra parte en un gran número de esputos de tuber- culosos cuyo diagnóstico hicimos á priori y fué confirmado 39 á posteriori todas las veces que se hizo la inspección cada- vérica y eso sucedió en la mayoría de los casos, lo hemos encontrado solo dos veces, tendría valor para diagnosticar la tuberculización pulmonar si estubiese determinado que esos productos tuberculosos son el único terreno en que esa planta encuentra las condiciones favorables para crecer y desarrollarse. Desgraciadamente las investigaciones de los observado- res no se han ocupado de este punto que sepamos. En un caso en que Bouillaud diagnosticó dilatación de los bronquios y en el cual nosotros nos inclinábamos mas á la tuberculi- zación, encontramos dicho parásito en los esputos, siendo de notarse que tanto en este caso como en los otros dos de tubérculos que hablamos mas arriba, los esputos despedían una cierta fetidez. Apesar de que el nombre del clínico de la Caridad es una prueba que demuestra lo erróneo de lo que nosotros estábamos mas inclinados á diagnosticar, de- bemos añadir que el enfermo, sintiéndose aliviado, salió del hospital y por lo tanto la autopsia no pudo desengañarnos de un modo absoluto. Remak dice, siempre según Oh. Robín, que en la mayor parte de los esputos espectorados por los tísicos se encuen- tran fibras de micelium ramificadas en horquillas que pare- cen haberse formado en los bronquios.(l) No describe es- tas fibras, como tampoco los otros criptógamos que dice se encuentran en los esputos de los individuos que padecen enfermedades del conducto aereo, y en las cuales el epitelio de la laringe se renueva sin cesar. Apesar nuestro y res- petando como debe respetarse una entidad del tamaño que tiene la de Eemak, dudamos de la presencia de esas fibras en la mayor parte de los esputos de los tuberculosos, al menos como constituyendo parte de un parásito vegetal, y nos inclinamos á creer se trate de otra cosa, de ciertas fi- bras elásticas que como se verá mas tarde se presentan 40 frecuentemente en la espectoracion de esos enfermos y cu- ya presencia tiene un gran valor para el diagnóstico. PARASITO DE LA LIEBRE INTERMITENTE.—Una palabra sobre la parte histórica de esta cuestión. Oreemos fué Mr. Boudin, el primero que esplicó los efluvios ó miásmas (pie producen la fiebre intermitente por una vegetación especial «pie llamó, vegetación paludea, y que se desarrollaba en pre- sencia de varias circunstancias ó condiciones, de las cuales dos son las mas favorables, sino las únicas para Mr. Bou- din, la descomposición de la materia orgánica y el agua estancada. Esto no pasaba de una hipótesis, y por lo imi- to no merece detenernos. Mas tarde Mr. Gigot Suard, hizo pasar los efluvios por un tubo lleno de ácido sulfúrico, y después el microscopio le demostró que las materias detenidas eran fragmentos vegetales, granos de polen, restos de insectos ó de microzoa- rios, infusorios enteros ect., todo esto mas ó menos alte- rado. Mr. J. Leinaire, encontró al momento de la condensa- ción en el líquido que resultaba de vapores recogidos en la superficie de los pantanos de la Soloña, país clásico de las intermitentes en Francia, esporos esféricos, ovoideos, ó fu- siformes; un gran número de celdillas pálidas, de diversas dimensiones; unos muy pequeños cuerpos esféricos, ovoi- deos ó cilindricos, regulares ó irregulares (huevos de mi- crozoarios); otros cuerpos oscuros de origen vegetal; granos de almidón, polvo, cristales cúbicos de sal común. Dos dias después de recogido el líquido, se esturbió y encerra- ba ademas de esporos, celdillas aisladas y otras unidas, pre- sentando el trabajo aun incompleto de la fisiparidad, cel- dillas en rosario (algas), tubos ramificados (hongos), bac- terias, spirilium, monadas, todo un mundo de microzoarios y de micrófitos. Como se va á ver los trabajos de Salisbury (Ohio), pare- 41 cen haber hecho adelantar mucho mas la cuestión. Dice haber encontrado en la espectoracion, orina y traspiración de un gran número de febricientes palustres, entre corpús- culos variables en forma, número y grado de desarrollo, de una manera constante y en gran cantidad, pequeñas celdi- llas oblongas, aisladas ó juntas, y formadas por un núcleo muy perceptible que está rodeado de su membrana lisa de envoltura, y separado de esta por un interválo trasparente y como vacio. Estas le parecen al autor pertenecer al ti- po algas, y con los caracteres del género palmeas. Posteriormente á estas observaciones el mismo Salisbu- ry, examinando las incrustaciones de apariencia salina que existen en los alrededores de los pautauos de Lancastre (Ohio), encontró estaban formadas por una agregación de celdillas analógas á las encontradas en el vapor de agua, en la espectoracion y en las orinas de los febricientes, y no le quedó la menor duda de que esas celdillas eran corpús- culos vegetales, pertenecientes al mismo género de las pal- meas. Después condensando los vapores de los panta- nos, ha podido determinar que los esporos ó corpúsculos de esos criptomagos están en suspensión en ellos sobre todo de noche; de dia el aire casi no los contiene, porque los va- pores siendo menos densos los dejan caer. Este hecho es- plica lo que todo el mundo sabe, y es que la intoxicación paludeana se hace con mucha mas facilidad y mas frecuen- te por la noche que de dia. Esas celdillas no se encuen- tran á alturas superiores de 60 á 100 piés, respecto á los ter- renos pantanosos mas bajos. Donde quiera que esas algas germinan, Mr. Salisbury ha observado las intermi tenientes, y donde quiera que ha encontrado estas fiebres, ha visto las palmeas entre las plantas de la ñora del país. Como Mr. Bouchut ha sospechado que se trate de una simple coinci- dencia, mas claro, que Salisbury puede haber encontrado esas plantas en las diversas secreciones de los enfermos, no 42 por que ellas representen ningún papel en la entoxicacion paludeana, sino solamente porque existiendo en gran can- tidad en la atmósfera de esos lugares, se depositan en la boca de los individuos y también en todo lo que les rodea, debemos citar y citamos una esperiencia del mismo autor del descubrimiento. Recogiendo en cajas tierra tomada en un suelo pantanoso y cubierto de esas palmeas las tras- portó á una localidad virgen de intermitentes, y las co- locó en un tercer piso delante de una ventana que de- jó abierta. Una lámina de vidrio puesta encima, y du- rante la noche, se cubrió de celdillas y de esporos de esas palmeas. En el cuarto que recibía la luz de la ventana ci- tada, vivían dos jóvenes que fueron atacados de fiebre in- termitente, el uno al duodécimo dia y el otro á los catorce. Eu otra esperiencia parecida, un joven y dos niños fueron sometidos á las emanaciones de las palmeas: los dos niños presentaron intermitentes, y el jóven filé refractario a la acción de dichas emanaciones. La fisiología admite y esplica la penetración de partícu- las insolubles en la economía, como puede verse en la dis- cusión que tuvo lugar en la Academia de Medicina de Pa- rís en donde se trató de lo que sucede con el licopodio por ejemplo. Es probable que la penetración de esos corpús- culos de las palmeas se haga por todas las superficies que pueden ponerse en contacto con la atmósfera palustre. El ardor y sequedad de la garganta que según Salisbury se siente respirando los efluvios palustres, justifican la opinión de que la superficie respiratoria es la principal via de intro- ducción. Según Boudin la grande permeabilidad de la piel en las mujeres y en los niños esplica la gravedad de la fiebre en ellos. El mismo autor señala hechos interesantes que atesti- guan la introducción de esos elementos vegetales por el tu- bo digestivo, y también el fenómeno mas interesante aun 43 de ver circular los esporos de esa palmeas con la sangre, pasar al través de las membranas vasculares y al través de la criba que forman las glándulas y encontrarse en los pro- ductos de escrecion ó de eliminación, como sucede con las sales metálicas las mas solubles. Mr. J. Richardson ha hecho esperiencias para examinar esta parte de la teoría de Salisbury y ha obtenido como resultado lo siguiente: 1? Los vibriones viven perfectamente en la sangre; 2? toman- do agua rica de esos infusorios se les encuentra dos ó tres horas después de la ingestión vivos en la sangre. Según Davaine en el virus carbonoso basta que sea introducido un pequeño número de bacterias en la sangre para que se desarrollen en tan gran número que tienen por resultado causar la muerte del animal en 24 ó 48 horas. Es verdad que las esperiencias de Richardson demuestran que la pu- lulaeion de infusorios no tiene una acción muy activa, no hacian sino pasar arrastrados por el trabajo eliminatorio. Su acción dependería, pues, menos de su multiplicidad que de su naturaleza especifica: en otros términos, y como dijo no recordamos quién, es de suponerse existan microfitos y microzoarios, unos inocentes y otros venenosos, los esporos y las celdillas del género palmeas pertenecerian á los del se- gundo género. Lo nuevo del punto que tiende á resolver una de las cuestiones mas oscuras de la etiología de ciertas entidades patológicas, lo interesante y bello de los fenómenos que rá- pidamente hemos espuesto quizas nos lian sacado de nues- tra órbita de acción; pero era necesario entrar en algunos detalles y esponer en cierto modo la cuestión de una mane- ra completa porque los trabajos de Salisbury no han sido admitidos con entera confianza por todo el mundo. Mr. Bouchut, como puede verse en su magnífica Patología Ge- neral, no los admite como artículos de fé, apoyándose en que ese autor ha entrado en un sistema de descubrimientos 44 de algas que puede muy bien ser el origen de muchas ilu- siones y desengaños. En efecto, el médico americano no ha descubierto solo esa alga de la fiebre intermitente, sino también: la mucedinea del sarampión; la Cripta sifilítica (pie causa la sífilis, y (pie se encuentra en el pus de los chancros y en la sangre de los individuos que presentan accidentes secundarios; y por último, la Cripta gonorrea que como su nombre lo indica dice Salisbury se encuentra en el pus de la blenorragia. Sea lo que fuere no es pesible rechazar estos hechos de un modo absoluto ni admitirlos con entera confianza; bajo las bases en que descansa hoy la medicina se tienen que considerar las razones puramen- te teóricas como de muy poco valor al lado de una sola ob- servación esperimental: toca pues solo á esta contradecir ó aprobar los hechos presentados por Mr. Salisbury. El estudio de los entozoarios pulmonares no presenta tanta oscuridad, al menos en lo que se refiere á una espe- cie de ellos; hablamos de los hidátides. No me ocuparé del cisticerco que es tan raro en el pulmón que no encon- tramos verdaderamente nada importante que esponer so- bre él. No vaya á creerse por lo que acabo de decir que los hi- dátides son frecuentes en el pulmón del hombre, por el contrario, es una de las enfermedades mas raras de este ór- gano, y la prueba la da Audral cuando dice que en 0,000 enfermos, poco mas ó menos, recibidos en las salas de Ler- minier en el espacio de 0 años, cinco solamente teniau es- ta afección. Trousseau en su larga y variada práctica no ha tenido mas de dos casos y Monneret vió solo uno y eso fué en un cadáver. Su diagnóstico en cualquier punto del organismo presen- ta siempre grandes dificultades, el signo descubierto por Briamjon, el estremecimiento bidático, sobre el cual se lia hecho tanto ruido por algunos autores que lo han tomado 45 eomo signo patognomónico, aun admitiéndolo con este va- lor, lo que es mucho admitir, no tiene la menor utilidad en los hidátides del pulmón, porque como dice Davaine parece que nadie lo ha sentido en estos. Lo que sí constituye un verdadero signo patognomónico como hay muy contados en la Patología, es el resultado de la inspección microscópica de las materias espulsadas espontáneamente ó por medio de una punción exploradora. Algunos parecen creer que basta la simple vista para reconocer las falsas membranas del entozoario, lo que no es cierto como lo voy á demos- trar en seguida; pero agrego antes (pie por medio del microscopio se descubre ademas, el mismo animal, y los ganchos que forman la corona que este lleva en la cabeza. Empero como si fuera cierto (pie bastase la simple vista para reconocer la naturaleza de las falsas membranas que~ daria reducida en muy estrechos límites la aplicación útil del microscopio al diagnóstico de los hidátides en general y de los del pulmón en particular, voy á citar dos hechos (pie prueban lo erróneo de esa creencia. El primero lo tomo (le la Clínica del Hotel Dieu, por el profesor Trousseau, á quien no puede tenerse por un entusiasta del microscopio; abi están sus admirables leccio- nes que prueban lo contrario. En la primera historia de su lección sobre los quistes liidatídicos del pulmón, refiere el hecho de un joven de 17 años, en el cual se inclinaba á pen- sar que se hacían nuevas manifestaciones tuberculosas en el pulmón derecho, cuando de repente el enfermo fné ataca- do de accidentes de sofocación intensa, y después de algu- nos sacudimientos enérgicos de tos, arrojó una gran canti- dad de moco-pus. Dejo ahora la palabra al profesor Trousseau, para que se vea, no fuerzo los conceptos del clínico en favor de mi tesis. “Sintió, dice Trousseau, un alivio pasagero; después nuevos accesos de tos provoca- ron la espulsion de nuevas materias purulentas, y á la ma- ñaña siguiente apreciamos que habia espulsado la cantidad de un medio litro. Esas vómicas, habían sido seguidas de un cambio marcado y favorable para el enfermo. Yo pen- saba que el derrame cuya existencia habia reconocido la víspera, se habia abierto camino al través de un brónquio, y como no se encontraba signo alguno de liidro-neumoto- rax, mi conclusión era que se trataba con toda probabilidad de una pleuresía enquistada, ó de una pleuresía interlobular, cuando examinando con atención las materias contenidas en la escupidera, descubrimos colgajos sendo-membranosos de color blanquecino. Esos colgajos lavados con cuidado eran blancos, opacos, poco gruesos, con los bordes desgar- rados. Apesar de la rareza del hecho, nos detuvimos en la idea de un tumor hidático del pulmón, del cual teníamos los restos bajo los ojos L’ examen microscópique, fait par Mr. Roibin, ne laissa Hentót plus anean douteácet égard dans notre esprit.” JE'/v/o, como decían los escolásticos, habia dudas en el espíritu del eminente clínico, y fué nece- sario que el exámen microscópico de la falsa membrana, dijera cual era la naturaleza de esta, para que esas dudas se disiparan. De seguróme seria fácil presentar mas hechos de los asen- tados; pero las condiciones de mi trabajo no permiten estenderme demasiado; me limitaré á traducir de la obra de Davaine, algunas líneas que aunque son pocas, encier- ran bastantes elementos para resolver de un modo comple- to la cuestión que ahora discuto. Un médico distinguido de París, dice Davaine, asistia á una señora por un tumor situado en el abdomen; este tu- mor que databa desde hacia mucho tiempo, disminuyó de repente con rapidez, y se creyó que se habia abierto en el intestino, con tanta mayor razón, cuanto que aparecieron diarreas. Se hizo con cuidado el exámen de las deposicio- nes y se encontraron en ellas pedazos membranosos, que fue- 47 ion mirados, visto las circunstancias, como restos de liidá- tides. Estas membranas nos fueron entregadas, y habién- dolas examinado al microscópio, vimos eran membranas fibrosas, dependientes de alimentos no digeridos. Lo que prueba, como ya lo había dicho antes Davaine, que para determinar que las membranas espulsadas son de liidátides, no basta siempre el exámen de la simple vista. Los fragmentos esos membranosos tienen caracteres particulares, y están muy bien descritos por Davaine, de quien los tomo para transcribirlos aquí. Están com- puestos de láminas sobrepuestas las unas sobre las otras, de dos á cuatro céntimos de milímetro de espesor, y este al microscópio aparece en su corte trasversal, en líneas pa- ralelas, con el aspecto de las hojas de un libro, ó mejor de las fibras del cristalino. El equinococo aislado se presenta bajo la forma de gra- nos esferoidales de arena, que examinados al microscópio y con un aumento poco considerable, presentan los caracte- res siguientes: Cuerpo mas ó menos regularmente redon- deado, en general un poco mas anclio hacia atlas que ha- cia adelante. Se divide en cabeza, tronco y pedículo. Ba- jo el nombre de cabeza se describe toda la parte del cuer- po formada por la trompa, la corona de ganchos y las ven- tosas, parte que rara vez está separada del resto del cuer- po por un estrangulamiento; pero que es suceptible de en- trar en este por invaginación. Se le da el nombre de trom- pa á una parte en forma de pezón mas ó menos saliente, situada encima de la corona de ganchos, clara y trasparen- te si se la vé de perfil, y granulosa é imperforada si se la mira de frente. A su parte inferior tiene dos hileras de ganchos que muchas veces se encuentran aislados; pero al- gunas .veces y cuando el animal es destruido por la putrefac- ción, pueden quedar reunidos en corona ancha deOm-ra-> 0 70 á 0m- m-> 80 en el hombre. Los gauchos tienen aspecto de 48 cuerno, sus bordes están bien marcados, y su largo es como término medio en el hombre de 0ra- m-> 0 27. Detrás de la corona se ven cuatro ventosas ovoideas ó circulares, anchas de 0m- m'> 0 71, á 0m- m->0 70, un poco salientes hácia afuera, de manera á determinar un ensanchamiento del cuerpo á su nivel. Su centro está lleno de granulaciones muy finas, y tie- ne ademas una hendidura ú ojal con los bordes que se tocau, y del cual en el estado fresco se desprenden estrías radiadas que van á parar á la circunferencia. El tronco está unido á la cabeza por un conducto plegado que sirve al animal para invaginar esta. La forma que presenta ese cuerpo, varia so- bre todo si se considera el animal con la cabeza invaginada ó no, y también segini el grado de invaginación. Cuando está todavía vivo, ó poco tiempo después de su muerte, y 8, que por desgracia no lie podido conseguir, la historia de un hombre que recibió un golpe en el pecho, de lo que resultó un derrame de san- gre en el pulmón, derrame que varios dias después se abrió por los bronquios, y en los esputos se presentaron esos cris- tales. La presencia de estos, indicaba la antigüedad del der- rame producido por la contusión, y si el individuo hubiese muerto y se hubiesen encontrado en el foco, hubieran de- mostrado en ese caso que el derrame habia tenido lugar du- rante la vida del herido. FIN. Nota.—A última hora el autor encuentra una incorrección tan grande en el lenguaje de su Tesis, que se apresura á señalarla al lector, y se disculpa por la premura con que esta ha sido escrita é impresa.