lÁüirmD m aiDifiiiíA m aaim 
LIGEROS APUNTES 
DE 
TESIS 
PARA 
ti fxámftt iptr;il nt Mrdin'tta. firnHa i¡ psldritiii 
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DE 
JHWcs, 
ALBINO DE U ESCUELA DE MEDICINA DE .TO 
Y EX P3ACTICANTE 
del Hospital general de San Andrés. 
CUERN AVAGA. 
IMPRENTA DEL GOBIERNO DEL ESTADO, 
Dirigida por Luis G. Miranda. 
1881 Jfloratttff Jiotes. 
Tesis inaugural. 
LSBL Mismo) 3)2 laiMUim m urasmih, 
LIGEROS APUNTES 
I)E 
liiiiBKtiti mmm 
PARA 
íi | xáttifii gftifraí tu ||di(¡na, ¡jimia |||!i5Writi.i 
DE 
AUMNO DE U ESCTEL.V DE MEDICINA DE MEJICO 
Y EX-PHACT1CANTE 
del Hospital general de San Andrés. 
CUERN AVAGA, 
IMPRENTA. DEL GOBIERNO DEL ESTADO, 
Dirigida por Luis G. Miranda. 
1881 inte 
¡Pinivariou, rispio jj grafituíi. AL SEÑOR 
(¡lotenakr id (hsüio k gordos 
p. Carlos (tuaglia, 
Como prueba de agradecimiento por la protección 
que se lia dignado impartirme. 
!i(l' Sr. <S«wr<jf 
Carlos |Mccü. 
A quien soy deudor 
de inmerecidas consideraciones. 3r. 
Jfnvntisto fegira, 
ex*Gobernador del listado de Morelos 
y decidido protector de la instrucción del pueblo. 
A LA 
Itutieiplidatl de lanteteb? 
Ho ni maje de eterno reconocí miento. FE DE ERRATAS. 
PAGINAS. 
LINEAS. 
DICE. 
DEBEaDECIR. 
18 
29 
de longitud, 
la longitud. 
19 
13 
prolongado, 
prolongada. 
19 
30 
concavidad, 
convexidad. 
25 
18 
sacro-iliacos, 
sacro-sciáticos. 
27 
6 
consideradas, 
considerados. 
3o - 
2 
común, 
comunes. 
37 
Nota. 
schidtlein, 
schmidtlein. 
40 
17 
adoptar, 
adaptar. Le peuple de choque paye offre quelque 
chose de particulier, qui se transmet de 
générations en générations, jusq'a ce que, 
par le mélange deplusieurs nations, ces 
traite caractéristiqucs se trouvent alteres 
ou cntiérement dctruits. 
Camper, sur les varietés naturelles, etc. 
(ClT-’I?; L decidirme á someter al juicio de mi respeta- 
ble jurado, el presente trabajo; he confiado áo- 
lamente en su ilustración é indulgencia. Xo po- 
día ser de otra manera, convencido como estoy, de que 
el asunto de mi escrito inaugural ofrece á las elucubra- 
ciones de la inteligencia, un conjunto de consideraciones 
científicas diversas, cuya resolución, solo puede darse 
con el fruto de una gran suma de conocimientos y de 
una larga y buena observación, que no poseo. 
Por consiguiente, en el estudio comparativo de la pel- 
vis de la mujer mexicana con la pelvis que se describe 
en los libros europeos, me he propuesto únicamente, 
buscar la causa que con frecuencia hace difícil, cuando 
no peligroso, el parto en México. 
El eminente maestro de clínica obstetricial D. Juan 
M. Rodríguez, tanto en sus lecciones clínicas, como en 
sus brillantes clases orales en la Escuela de Medicina, 
ha llamado varias veces la atención de los alumnos so- 10 
bre este punto, haciendo depender esa dificultad de la 
resistencia del canal pelviano por la disposición abarro- 
tada (barrare de los franceses) que presenta en muchos 
casos. Igual observación han hecho también, posterior- 
mente, otros profesores de reconocida nota en este ramo 
de las ciencias médicas. 
Fijadas mis ideas por estos antecedentes y confirma- 
da la verdad de esa aserción en algunos de los partos 
que he tenido oportunidad de presenciar, emprendí mis 
investigaciones en este sentido, con el propósito antes 
mencionado. 
El cadáver es el único libro que he consultado, por- 
que solo allí podía ver directamente lo que había en rea- 
lidad, para juzgar de la exactitud ó inexactitud de los 
asertos del citado profesor y de cuántos después de él, 
han afirmado otro tanto. 
La falta de cadáveres y mi notoria escasez de recur- 
sos pecuniarios, me han privado de los elementos más 
indispensables para hacer un estudio concienzudo y per- 
fecto; con tal motivo, si no he podido dilucidar la cues- 
tión por los múltiples y complicados problemas que en- 
traña; si del corto número de observaciones que tiene 
por fundamento, no es posible sacar alguna conclusión 
general; sirva al menos para dejar entrever su impor- 
tancia, y para llamar sobre ella sériamente la atención 
de los que aspiran á profesar con conciencia el arte de 
los partos, pues es indudable que el conocimiento exacto 
del canal pelviano que el feto debe recorrer, es una de 
las principales bases de las reglas que deben servir al 
partero de norma en su conducta; el único fundamento 11 
racional sobre que debe apoyarse la intervención, cual- 
quiera que sea, en los partos difíciles, peligrosos ó im- 
posibles. 
He dividido en dos partes este estudio: 
En la primera me ocupo de la conformación general 
de la pelvis mexicana, comparada con la pelvis europea. 
De la determinación del ángulo de inclinación del plano 
de los estrechos superior é inferior, y de la sínfisis pu- 
biana. De la dirección del eje del canal, y de la peí vi- 
metría interna. En la segunda parte, entro en algunas 
consideraciones tocológicas á fin de explicar las dificul- 
tades del parto, tomando en cuenta para ello el resul- 
tado final de la primera. 
AntOs ele pasar adelante, doy aquí una manifestación 
pública de gratitud á los Sres. Profesores: D. Juan M. 
Rodríguez, D. Ricardo Vértiz, D. Ignacio Capetillo, 
D. Nicolás San Juan y D. Manuel Gutiérrez, por la 
inmerecida bondad que me lian dispensado ilustrándo- 
me con sus sólidos conocimientos en esta materia, y a 
quienes hago desde hoy irresponsables de los errores 
que haya cometido en mis apreciaciones. 13 
P2UHSB4. P¿?.T2. 
Conformación general de la pelvis mexicana comparada 
con la pelvis europea: Determinación del ángulo de 
inclinación del plano de los estrechos superior é infe- 
rior y de la sínfisis pubiana. Dirección de la curva 
concéntrica y parabólica que se toma como eje del ca- 
nal. Pelvimetría interna. 
La pelvis es una cavidad huesosa vestida de partes 
blandas é importantísima en la mujer por el papel que 
desempeña en el admirable fenómeno del parto. 
Está compuesta de cuatro huesos: el sacro, el coxis 
y los dos iliacos, unidos entre sí por medio de articula- 
ciones de la clase de las anfiartrosis ó sínfisis. (1) 
Omito la descripción anatómica de cada uno de sus 
huesos componentes, así como la de sus articulaciones, 
porque respecto de esto, no ofrecen particularidades dis- 
tintas de las señaladas por los anatómicos europeos, y 
solo me fijo en su conformación general, para entrar in- 
mediatamente en las consideraciones á que da lugar el 
cuadro de observaciones que acompaño. 
La pelvis desnuda, considerada en su conjunto, ha 
sido comparada á una cavidad cónica truncada, ligera- 
(1) Algunos autores consideran dichas articulaciones como artrodías. 14 
mente aplastada en el sentido ao tero-posterior, cuya 
base está en la parte superior y Inicia delante, y la parte 
truncada, abajo y atrás. 
Presenta para su estudio una superficie exterior y 
otra interior. 
La superficie exterior, importante bajo el punto de 
vista de la Anatomía topográfica y de la Patología, no 
lo es tanto bajo el de la Tocología, y por esta razón omi- 
to también el describirla, pasando sin pérdida de tiem- 
po á la descripción de la superficie del canal interior 
que según llevo dicho es el punto de mira de mis in- 
vestigaciones. 
La superficie interior se divide en dos partes. Una 
superior, denominada gran pelvis, pelvis superior, pel- 
vis abdominal,y otra inferior, pequeña pelvis, ó escava- 
cion pelviana. Ambas están separadas por una cintura 
que ha recibido los nombres de: estrecho superior, estre- 
cho abdominal, margen de la pelvis. 
La gran pelvis, constituye el límite inferior de la ca- 
vidad abdominal. Está destinada á contener en el es- 
tado normal, una parte de las visceras abdominales y de 
los órganos urinarios, y al útero, grávido durante la ges- 
tación. Amplia, de figura muy irregular, profundamen- 
te escotada hácia delante, forma una especie de pabe- 
llón á la entrada de la pequeña pelvis. Está compuesta 
de tres paredes solamente, una posterior y dos latera- 
les; partes blandas, músculos, aponeurósis, la piel, etc., 
completan la cavidad dicha, por delante, detrás y late- 
ralmente. 15 
La pared posterior presenta en la línea media la sa- 
liente formada por ]as últimas vértebras de la columna 
lombar, que termina en el promontorio; á los lados hay 
una canaladura donde se reflejan los músculos psoas, y 
más afuera la parte anterior de las sínfisis sacroiliaeas. 
Las paredes laterales están formadas por las fosas ilia- 
cas internas oblicuamente dirigidas abajo y adentro. 
Se han tomado las medidas de los dos grandes diá- 
metros trasversales que presenta extendidos entre las 
espinas iliacas antera-superiores y la parte mas elevada 
de las crestas iliacas. En esto hay notable variedad se- 
gún diversos autores. La longitud del primero de estos 
diámetros, ha sido apreciada en 21, 23, 24 y25 centí- 
metros, y la del segundo en 24, 25, 26, 27 y 28 cen- 
tímetros por Plessmann, Schroder, Cruveilhier, Bau- 
deloque, Playfair, Cazeaux, Naegele y Sappey. 
En las 26 pelvis en que be medido estas distancias 
he encontrado como promedio de casos discordantes 22 
centímetros para la que hay entre las espinas iliacas an- 
tero-superiores, y 235 milímetros para la que separa 
las crestas iliacas, pero si se toman en consideración los 
casos mas concordantes, se tienen 23 centímetros para 
la primera y 248 milímetros para la segunda. 
Como se vé, con excepción de la medida de 21 cen- 
tímetros que Plessmann y Baudeloque señalan á la dis- 
tancia entre las espinas iliacas antero-superiores; resul- 
tan aquí mas cortas, y de esto depende, primero: que 
la parte más elevada de las crestas iliacas no toque al 
plano vertical que pasára por este punto y se dirigiera 
al muñón del hombro, según lo dice Cruveilhier, y se- 16 
gundo: que la cintura de las mexicanas sea mas redu- 
cida, menos ancha que la parte superior del tronco. 
Aunque sea cierto que la gran pélvis no presenta nin- 
gún inconveniente en el mecanismo del parto, la dispo- 
sición menos inclinada de los huesos iliacos en el sen- 
tido trasversal, la menor amplitud cóncava de la cavidad 
en la parte mas ensanchada del cono, la saliente mas 
pronunciada que se nota en la columna lombar y el án- 
gulo del promontorio; deberían ser tomadas en cuenta,, 
sin embargo, pues en mi concepto todas estas circuns- 
tancias reunidas pueden ejercer grande influencia en el 
trabajo de acomodación del útero en la cavidad abdo- 
minal. 
Antes de pasar al estudio de la pequeña pelvis, per- 
mítaseme hacer una ligera explicación acerca del cuadra 
que he formado: ella servirá para ser mas fácilmente 
comprendido. 
Todas las medidas que constan en él las he tomado 
con nimio cuidado, y cuando algunas de ellas resulta- 
ban demasiado cortas porque diferian poco ó mucho de 
las que los autores europeos admiten como comunes, 
procuré rectificarlas, suspendiendo el cadáver unas ve- 
ces y otras dándole una horizontalidad más perfecta. 
De los 26 cadáveres; 17 pertenecían á mujeres que ha- 
bían parido; 23 tenian la pelvis bien conformada; 7 co- 
rrespondían á la raza indígena; las restantes provenian- 
de la mezcla con la europea, y en todos los 26 casos sa- 
qué una talla media de un metro cincuenta centímetros. 
Respecto de mi manera de proceder á la mensuracion 
tanto de los diámetros, como de las distancias que me 17 
han servido de datos para determinar los ángulos de in- 
clinación, he procurado con solicitud tener á mi derredor 
y como testigos, unas veces á varios bondadosos com- 
pañeros como los Sres. Dávila, L. Gómez é I. Pintado 
que frecuentan el anfiteatro del Hospital de San Andrés 
donde he recogido las observaciones; y otras, á mi dis- 
tinguido maestro adjunto á Clínica interna Dr. Deme- 
trio Mejía, y a, mis buenos compañeros de estudio los 
Dres. José Hamos y Jesús Villagran, quienes con una 
benevolencia que agradezco y reconozco, no solo ates- 
tiguan mis investigaciones sino que también me ayuda- 
ron con útiles consejos. Dada esta explicación, paso á 
ocuparme del estudio de la pequeña pelvis, comenzando 
por determinar los ángulos de inclinación del plano de 
sus estrechos. 
Naegele (padre) ha dicho: “Bajo el punto de vista 
de la Obstetricia, la pelvis debe ser considerada en su 
composición, en su forma y sus dimensiones. Pero no 
importa menos al arte de los partos que esta parte del 
esqueleto sea estudiada con relación á la inclinación de 
los planos de sus estrechos superior é inferior y á la di- 
rección del canal comprendido entre ambos estrechos. 
De la determinación de estos dos últimos puntos, resul- 
tan varios preceptos importantes de que saben aprove- 
charse igualmente, el partero en el ejercicio de su arte, 
y el cirujano en la práctica de algunas operaciones, u 
Estas palabras del respetable partero aleman me deci- 
dieron á determinar la inclinación del plano de los es- 
trechos, con el objeto de ver si en el valor de los ángulos 
que la miden habia ó no alguna diferencia que pudiera 18 
señalar algo especial en la pelvis de nuestras mexica- 
nas. 
Todos los que se han ocupado de dicha inclinación, 
la han determinado relacionándola al horizonte hallán- 
dose el cuerpo en la estación vertical; mas como en el 
cadáver no puede obtenerse esta posición y únicamen- 
te es posible ponerle horizontal, procedí á colocarlo de 
esta manera y á resolver la cuestión con arreglo á los 
principios de la trigonometría rectilínea. 
Con tal objeto, colocado el cadáver en el decúbito 
dorsal y lo mas horizontalmente posible, proyecté dos 
triángulos rectángulos tomando como hipotenusa de 
ellos el diámetro antero-posterior de los estrechos. Los 
catetos fueron determinados clavando dos alambres del- 
gados, agudos por un extremo y romos por el opuesto 
correspondiente, á las estremidades de dicho diámetro. 
Al primero, que quedaba fijo en el promontorio, lo co- 
loqué verticalmente valiéndome de una plomada, y al 
segundo, horizontalmente, quiere decir, en escuadra, 
para tener así un ángulo matemáth ámente recto en su 
punto de intersección. Invirtiendo imaginariamente des- 
pués los lados de modo que el vertical representase á la 
horizontal y vice versa; conseguí dar al cadáver la po- 
sición requerida y satisfacer este principio de eterna 
verdad: La vertical es perpendicular al horizonte-, prin- 
cipio que es la base del procedimiento empleado por los 
matemáticos en averiguaciones análogas. 
O O 
Apreciadas después en milímetros y con un doble de- 
címetro \lei longitud de los tres lados del triángulo, y 
por medio de la fórmula de trigonometría rectilínea que 19 
dice: Uno de los lados, es ignal con el otro, multipli- 
cado por el seno del ángulo opuesto al primero. Plan- 
tee la ecuación, despejé la incógnita que en este caso 
era el seno del ángulo buscado, y con auxilio de los lo- 
garitmos de las tablas de Callet, obtuve el valor del án- 
guio del estrecho superior. 
Procedí de la misma manera en el estrecho inferior 
y determiné la inclinación de su plano; y por último, 
para fijar la de la sínfisis pubiana construí un tercer 
triángulo rectángulo, tomando como hipotenusa el eje 
de la sínfisis y por catetos la prolongación de la vertical 
del triángulo superior hasta su encuentro con la hori- 
zontal del triángulo inferior prolongada también. (Véa- 
se la lámina adjunta.) 
En cuanto á la construcción de este ultimo triángulo 
me he visto obligado á hacer una rectificación que pone 
de manifiesto lo poco exacta que puede ser en el cálculo 
la pelvimetría digital en la determinación de la longitud 
del diámetro ántero—posterior del estrecho superior, por 
la medida de la distancia que média entre el centro del 
arco pubiano y el ángulo del promontorio, y la forma- 
ción de su triángulo rectángulo. 
Se ha dicho que conocida una vez esa distancia se te- 
nía }Ta la hipotenusa de un triángulo rectángulo cuyos 
catetos eran: el diámetro del estrecho y la longitud de 
la sínfisis; pero esto no es exacto; porque si es cierto qué 
en el punto donde se tocan estas dos últimas líneas real- 
mente son perpendiculares, al separarse, la sínfisis no 
sigue ya la dirección de la perpendicular, que aquí sería 
la de la tangente á la curva de su convexidad, sino que 20 
se desvía oblicuamente formando un ángulo obtuso. 
Así pues, el problema podría resolverse en lo de ade- 
lante, en mi sentir, planteando la ecuación tal como de- 
be ser, es decir, computándole como triángulo oblicuán- 
gulo. 
Esto supuesto, véase el resultado del cálculo en los 
26 cadáveres que he estudiado, siendo el máximun de 
error de 122 millonésimas de milímetro en la construc- 
ción de los triángulos. 
O 
Plano del estrecho superior. 
Casos discordantes G1 4G' 
PROMEDIOS. 
Casos mas concordantes. 
El menor. 54° 4' 
El mayor. G5° 7' 
Variaciones: El ángulo crece desde 48° 21' que es el 
menor; hasta 73° 11' que es el mayor. 
Piano de! estrecho inferior. 
Casos discordantes 18° 35^ 
PROMEDIOS. 
Casos mas concordantes. 
El menor. 16° 8r 
El mayor. 23° 0f 
Variaciones. El ángulo crece desde 10 14' que es el 
menor; hasta 28° 57' que es el mayor. 21 
Sínfisis pubiana. 
El ángulo mas constante es de 45°. Varía entre 34' 
y 45° 
Vária es también la opinión de los autores de obste- 
tricia acerca del valor del ángulo que mide esas incli- 
naciones. 
Levret, estima en 35 el ángulo del plano del estrecho 
superior; Müller, en 45°; Saxtorpli, en 55°; Naegelé, en 
G0° y Camper en 75 . Al estrecho inferior Naegelé y 
Itoederer, le evalúan en 10, 11 y 18 grados, y respecto 
del de la sínfisis pubiana, Cazeaux y Tillaux lo apre- 
cian en 15, 20 y 45 grados. 
Si se estiman como mas exactos, según lo hacen en 
la actualidad la mayor parte de los parteros mas distin- 
guidos, los cálculos de Naegelé, luego se ve que ya sea 
que se consideren en el cálculo anterior los casos mas 
concordantes ó }*a los discordantes, hay una diferencia 
considerable para distancias tan pequeñas como las de 
que se trata, diferencia que no está tal vez fuera de ra- 
zón para llegar á sospechar cual debe ser la situación de 
esta parte del esqueleto en la mujer mexicana, y por 
consiguiente la de la pared anterior de la pequeña 
pélvis. 
La sínfisis, según consta en el cuadro es mas larga y 
por el valor de su ángulo mas inclinada; si á esto se 
agrega la mayor inclinación del plano del estrecho su- 
perior que la viene á colocar en un punto mas bajo, se 
determinará desde luego, ademas de la dirección que 
se le conoce, su verdadera posición. Y si esto es así, se 22 
tiene ya la clave para explicar de una manera suficien- 
te los hechos siguientes: 
Primero. El acortamiento del diámetro ántero-pos- 
terior del estrecho inferior, cuya longitud es de 9 á 9 i 
centímetros y no de 11; medida que algainos autores eu- 
ropeos señalan como promedio de dicho diámetro en la 
pelvis de ultramar. 
Segundo. La altura mas grande de la punta del coxis 
que es de 2 á centímetros, y no de 1G á 18 milíme- 
tros que Naegelé le asigna; de lo cual resulta también 
la inclinación mayor del plano del estrecho perineal por 
formarse un ángulo mas abierto. La diferencia que hay 
respecto de los 10 ú 11 grados én que Naegelé le esti- 
ma, es de 7 á 8 grados, estando acorde con la que Poe- 
dere le fija. 
Tercero. La dirección casi horizontal de la vulva y 
la longitud menor de la región posterior del perineo, 
pues siendo mas limitada la extensión del estrecho pe- 
rineal y midiendo la vulva 8 centímetros, queda para 
la distancia entre la horquilla y la punta del coxis un 
especio bastante corto, que varía entre 4 y G centíme- 
tros que se comparten entre el recto y las demas par- 
tes constituyentes del perineo; circunstancia que expli- 
ca satisfactoriamente lo mas expuesto que está á rom- 
perse en las mexicanas y exige por lo tanto que se re- 
doble la vigilancia para evitarlo. 
Cuarto y último. Dada la anterior disposición del es- 
trecho perineal y la mayor inclinación del estrecho su- 
perior, la dirección del eje de los planos forzosamente 
tiene que ser distinta á la vez que pasar por puntos di- 23 
furentes de los demarcados para las pelvis del viejo mun- 
do. En efecto el eje del estrecho superior constituido 
por la perpendicular levantada en el centro de su plano, 
parte de un punto algo mas inferior que la cicatriz um- 
bilical, y prolongada hacia abajo pasa rozando el vértice 
del coxis que está mas alto. En cuanto el eje del estre- 
cho inferior, al encontrarse con el del superior forma un 
ángulo obtuso de seno muy abierto hácia delante sin 
tocar el punto de unión de la primera y la segunda ver. 
tebra sacras, sino otro mas elevado cercano del ángulo 
del promontorio y á veces pasa delante de este ángulo 
como se ve en la lámina adjunta. Esta disposición de 
los ejes viene á dar también mayor inclinación respec- 
to de la horizontal, á la curva parabólica que constitu- 
yo la línea concéntrica ó línea trayectoria del canal, y 
por consiguiente una forma mas cóncava por la dismi- 
nución de sus primeras ordenadas; resultando de esto, 
una dirección más elevada y ménos declive para su 
rama inferior, circunstancia que debe tenerse presente 
por tres motivos: Primero, por ser ese el camino que 
recorre el feto en el acto de la parturición. Segundo, 
para saber en qué sentido deben hacerse las tracciones 
al extraerle con el fórceps, y tercero, para llevar con- 
venientemente el dedo al hacer el tacto vaginal, así co- 
mo para introducir el espejo en la exploración del cue- 
llo de la matriz. 
El Sr. Profesor Rodríguez, posesionado cada dia 
mas de esta disposición especial que afecta el eje del 
canal pelviano en México, ha establecido ya sábias 
reglas para subsanar las dificultades que presentan el 24 
tacto vaginal, la aplicación del, espejo, la introducion 
de la mano y del fórceps en el canal. Me cabe la satis- 
facción de haber confirmado en el corto número de mis 
observaciones el juicio que él, con su perspicacia y ge- 
nio observador, ha sabido formarse durante su larga y 
extensa práctica obstetricial. 
Resueltos los dos puntos á que con mucha razón da 
gran importancia Naegelé, prosigo el estudio de la pe- 
queña pelvis. 
La pequeña pelvis, constituye un canal en parte 
huesoso, y en parte ligamentoso, mas ancho en su por- 
ción media que en las estremidades y ligeramente cón- 
cavo hácia delante. Si con el objeto de tener una idea 
mas exacta de su forma se separa de la gran pelvis,, 
queda una especie de anillo cuya circunferencia es mas 
estrecha hácia delante y mas ancha hácia atras. (Chaus- 
sier.) 
Se divide en cuatro regiones: una anterior, otra pos- 
terior y dos laterales. 
La región anterior, cóncava transversalmente y diri- 
gida hácia arriba, ofrece en la línea media la parte pos- 
terior de la articulación pubiana, que es ligeramente 
convexa de arriba abajo, y presenta en su mitad supe- 
rior una saliente en forma de rodete longitudinal de 
4 á 5 milímetros de espesor. A los lados, hay una su- 
perficie lisa correspondiente á la cara posterior de las 
ramas isquio-pubianas, y mas afuera, la fosa obturatriz 
interna. En la parte superior y externa de esta fosa se 
ve el orificio interno del canal subpubiano, por donde 
salen de la pelvis los vasos y nervios obturadores ex- 25 
temos. Según Cazeaux, la mujer durante el parto se 
queja algunas veces de calambres muy fuertes én los 
músculos de la parte superior é interna de uno de los 
muslos; estos dolores son debidos á la compresión que 
ejerce la cabeza del feto sobre los nervios en el momen- 
to en que se desliza por ese punto de la escavacion. 
La región posterior está formada por la cara anterior 
del sacro y del coxis; ofrece por consiguiente todas las 
particularidades anatómicas relativas á esta parte de 
los huesos dichos, y que creo ocioso repetir aquí. 
Las regiones laterales presentan dos porciones dis- 
tintas. Una anterior, enteramente huesosa, que corres- 
ponde al fondo de la cavidad cotiloide y á la cara inter- 
na de la tuberosidad del isquion; está dirigida de arriba 
abajo, de atras adelante, y de fuera adentro. La otra, 
posterior, tiene una dirección inversa de la anterior, y 
está formada por la cara interna de los grandes y pe- 
queños ligamentos sacro/iliacos, que reducen á agujeros 
el plano interno délas grandes y pequeñas escotaduras 
sei áticas. Uno de estos agujeros está situado arriba, es 
mas grande, de forma oval, y salen por él: el músculo 
piramidal, el nervio gran sciátieo, la arteria glútea y los 
vasos y nervios pudendos internos; el otro, mas peque- 
ño, se halla situado abajo y un poco Inicia delante del 
anterior, y está cubierto por el músculo obturador in- 
terno. Los nervios y vasos pudendos internos vuelven 
á entrar por este último agujero á la pequeña pelvis 
para distribuirse en el pciineo. 
Todas estas regiones circunscriben la escavacion pel- 
viana, limitada Inicia arriba por la circunferencia del 26 
estrecho abdominal ó superior, y abajo por el estrecho» 
inferior. La minuciosidad con cpie ha sido estudiada 
por todos los parteros, prueba su gran importancia bajo 
el punto de vista obstetricial; siendo allí el sitio donde 
se ejecutan los principales movimientos, llamados me- 
cánicos, que la potencia obliga á ejecutar al producto 
para espulsarle, conforme á los deseos de la sabia na- 
turaleza. 
La altura de la escavacion pelviana se aprecia por la 
mensuracion de las partes mas firmes de su recinto, á 
las cuales, para simplificar y para tener fijos siempre 
los puntos de mira, se ha dado el nombre de paredes. 
Así, pues, la pared anterior formada por los cuerpos del 
púbis, está oblicuamente dirigida de arriba abajo y de 
delante atras. Esta oblicuidad tiene, con relación á la 
vertical, una inclinación de 45 grados. Su longitud ó 
altura es de 5,5 centímetros, promedio de las 2G pelvis 
que medí: advirtiendo que al hacer esta medida no tuve 
en cuenta al ligamento triangular ó subpubiano situado 
en el vértice del arco del púbis. Este ligamento cuya 
altura es generalmente de un centímetro hace subir á 
seis la de la pared anterior en su porción mediana ó sea 
la sínfísis; mas como es elástico y en el momento del 
parto cede sin oponer, sino escepcionalmente, un obs- 
táculo serio; por esta razón no computé en mis investi- 
gaciones el aumento de un centímetro. 
La altura pubiana média de 5,5 centímetros siempre 
resulta mayor que 3, 4 y 4T¿ centímetros que le señalan 
los autores europeos. Algunas veces llega á tener 57, 
G3, G5 milímetros y hasta 7 y 8 centímetros, como su- 27 
cedió en las mujeres que cita el Dr. D. Itosendo Gu- 
tiérrez (1) sujetas á la mensuracion por el Sr. profesor 
Kodríguez auxiliado por el mismo Dr. Gutiérrez y el 
Sr. profesor D. Nicolás San Juan, cuyos hechos en opi- 
nión del Sr.profesor de Clínica obstetricial, por salir del 
promedio común nacional, deben ser consideradas como 
vicios reales de conformación, como verdaderas pelvis 
abarrotadas (barrure de los franceses) designación pu- 
ramente convencional, que siquiera metafóricamente da 
una idea lo mas á propósito posible del hecho y sus con- 
secuencias, supuesto que el verbo abarrotar tomado en 
tal acepción, significa: oprimir, estrechar con gran fuerza 
una cosa; con efecto, en semejante situación las pelvis 
están como oprimidas y realmente estrechadas á medida 
que se desciende al estrecho perineal. 
En cuanto al valor del ángulo que mide su inclina- 
ción, Cazeaux le asigna de 15 á 20 grados; Tillaux, en 
su tratado de Anatomía topográfica le evalúa en 45°. 
Partiendo del cálculo antes dicho, he hallado una am- 
plitud constante é igual á la marcada por Tillaux, mas 
he dicho que puede variar entre 34 y 45 . De esta ma- 
yor inclinación, así como de la mayor longitud de la sín- 
fisis pubiana, resulta la mencionada disposición especial 
de la rama inferior de la curva parabólica que marca la 
forma y el trayecto del canal pelviano que también que- 
dan ya determinados. 
Las paredes laterales, medidas desde los extremos del 
diámetro transverso del estrecho superior hasta el ver- 
(1) Tesis inaugural. Estudio sobre la distocia en México. Abril de IS72. 28 
tice (le la tuberosidad del isquion, tienen de á 9 cen- 
tímetros. La pared posterior, medida por la línea tira- 
da desde el ángulo sacro-vertebral basta el vértice del 
O 
sacro tiene de 11 á ll-¿- centímetros, á la punta del co- 
xis 12¿ y siguiendo la curva sacra, es de 138 milíme- 
tros. 
El estrecho superior, llamado también: estrecho ab- 
dominal, mdrgen de la pelvis, es el límite natural entre 
la grande y la pequeña pelvis, y la primera porción es- 
trecha con que el feto tropieza en su camino. Está for- 
mado liácia atras por el ángulo del promontorio y el 
borde anterior de las alas del sacro; liácia afuera, por la 
línea innominada; delante, por la eminencia ileo-pecti- 
nea, las ramas horizontales del pubis y la parte superior 
de la síníisis pubiana. Su forma ha sido comparada á 
una elipse, á un óvalo, á corazón de naipe. Para mí, á 
esta última figura os á la que mas se parece en las pelvis 
que estudié; dependiendo en gran parte, de la saliente 
mas considerable del promontorio, cuyo ángulo, así co- 
mo lo he dicho ya, sobresale algo mas que en la pélvis 
clásica. 
Tiene cuatro diámetros principales. Uno antero- 
posterior, extendido desde el vértice del ánguno sacro- 
vertebral hasta la parte superior de la síníisis; por térmi- 
no medio mide 108 milímetros. Otro transverso, tirado 
entre los puntos mas distantes de la línea innominada, 
tiene 13 centímetros; y dos oblicuos, que van de cada 
una de las eminencias ileo-pectineas á la síníisis sacro- 
iliaca del lado opuesto; cada uno de ellos mide 12 cen- 
tímetros. 29 
Los diámetros de la escavacion computados en la 
porción mas ensanchada del canal, son los siguientes: 
el antero-posterior, que va de la parte media de la sín- 
fisis al punto de reunión déla segunda con la tercera 
vertebra sacra, tiene 115 milímetros; el transverso, for- 
mado por la línea que une el fondo de las cavidades co- 
tiloides, tiene 12 centímetros, y cada uno de los obli- 
cuos que se estienden de la parte mas alta del fondo de 
la cavidad cotiloide á la mas alta también del oran aguí- 
jero sacro-sciático del lado opuesto: miden 12 centí- 
metros. 
Schroder considera en la escavacion una parte mas 
ensanchada y otra mas estrecha. La primera está limi- 
tada por el plano que pasara por el medio de la sínfisis 
pubiana, la parte superior del fondo de las cavidades 
cotiloides y la línea de separación de la segunda y ter- 
cera vertebras sacras. Esta porción tiene los diámetros 
antero-posterior y transverso, cuyas dimensiones he se- 
ñalado. (1) La segunda ó sea la porción mas estrecha, 
queda determinada por un plano que pasa por el vérti- 
ce del arco del pubis, las dos espinas sciáticas y el vér- 
tice del sacro: tiene también dos diámetros, uno antero- 
posterior y otro transverso. El primero extendido del 
vértice del arco pubiano al vértice del sacro: mide, se- 
gún Schroder 11,50. El segundo, formado por la línea 
que une las espinas sciáticas, tiene 10,5 centímetros. 
El estrecho inferior, ó estrecho perineal, tiene una 
figura mas irregular que el estrecho superior. Está for- 
(1) Schrodcr, asigna 12,70 cent, al primero y 12,50 al segundo. 30 
mado por la parte inferior de la sínfisis pubiana, las ra- 
mas descendentes del pubis y ascendentes del isquion, 
por la tuberosidad isquiática, el borde inferior é interno 
de los grandes y pequeños ligamentos sacro-sciáticos y 
la punta del coxis. Para apreciar mejor la forma que 
presenta Chaussier, haciendo abstracción de las tube- 
rosidades isquiáticas, traza con lápiz sobre un papel el 
perímetro; de lo cual resulta la figura de un óvalo, cuya 
estremidad mas amplia esta Inicia atras, el diámetro ma- 
yor es antero-posterior, y el menor transverso. 
Las tuberosidades isquiáticas y el coxis forman tres 
salientes triangulares que limitan tres escotaduras; una 
anterior profunda, constituida por las ramas isquio- 
pubianas y el arco del pubis, y dos laterales y posterio- 
res menos altas y menos amplias que la primera. Estas 
irregularidades del perímetro del estrecho inferior ha- 
cen que no todos los puntos de su contorno se encuen- 
tren al mismo nivel. Dugés para determinar la inclina- 
ción de su plano, consideraba dos superficies triangula- 
res unidas por su base en la línea bisquiática; pero en- 
contrándose éstas en planos de diferente dirección no 
daban una idea exacta de ella, por lo cual se toma gene- 
ralmente la del plano que pasa por el diámetro antero- 
posterior, que es también la que yo he considerado. El 
coxis, á causa de la mayor longitud de la sinfisis pubia- 
na y la inclinación mas grande del estrecho superior, 
queda colocado en un punto mas alto, y de esto depen- 
de el que dicha inclinación sea mayor. 
Los diámetros son también cuatro: el antero-poste- 
rior, dirigido del vértice del arco pubiano á la punta del 31 
coxis, mide de 9 á 9|- centímetros. Este diámetro por 
la retrocesión del coxis en el momento del parto crece 
hasta 12 centímetros. Los oblicuos, tirados del punto 
de reunión de la rama ascendente del isquion con la ra- 
ma descendente del púbis de un lado á la mitad del 
gran ligamento sacro-sciático del opuesto, tienen 10 
centímetros, pero á causa de la elasticidad de los liga- 
mentos pueden llegar á tener una longitud do 11 cen- 
tímetros. El diámetro transverso, formado por la línea 
bi-squiática mide también 10 centímetros. 
Comparadas numéricamente estas dimensiones con 
las que se leen en los autores europeos, presentan tam- 
bién una diferencia en milímetros, bien apreciable, que 
debe tomarse en seria consideración. Las doy reunidas 
en un segando cuadro, juntamente con las que les sir- 
ven de término de comparación, para hacer resaltar las 
diferencias de una manera mas clara. Ellas han sido 
tomadas sobre pélvis desnudas, y si es cierto que las 
partes blandas que las revisten modifican el conjunto 
de la cavidad pelviana, también es verdad que sabia- 
mente colocadas en el lugar que la naturaleza les ha 
designado, ceden allí por su elasticidad, y no oponen 
ninguna dificultad séria en el parto. Ademas, está ple- 
namente demostrado que durante la gestación, las ar- 
ticulaciones se modifican también, hinchándose y em- 
bebiéndose de jugos, á fin de prepararse así al desliza- 
miento durante el paso del producto, de modo que e1 
canal ofrezca en este acto una dirección oblicuo-ovalar 
en cuyo sentido desciendan los diámetros longitudina- 
les del ovoide cefálico, el bisacromial y el bisiliaco. 32 
Tales son los resultados obtenidos de la resolución 
de cada uno de los puntos de que consta esta primera 
parte. Ellos hacen comprender desde luego que liay 
una disposición especial en la conformación general de 
las 2G pelvis observadas, disposición que en último aná- 
lisis se traduce en una reducción general, tanto mas 
marcada cuanto mas se desciende al estrecho perincal. 
Llegado una vez á esta conclusión, natural es inqui- 
rir las causas que determinan en nuestras mujeres me- 
xicanas una disposición que no está en armonía con la 
que ofrece esta porción del esqueleto en las poblaciones 
cultas del viejo mundo, donde los hombres mas distin- 
guidos han consagrado una parte de sus elucubraciones 
á conocer y describir el canal que ha dado paso a las 
generaciones pasadas y presentes, y dará á las futuras. 
¿De qué dependen estas peculiaridades? 
No habiendo podido alcanzar la respuesta, me con- 
formo con admitir la que G. Vrolik’da en su opúsculo 
titulado: Considerations sur la dirersité des bassins des 
diferentes races humanes. (1) 
Este autor se expresa de la manera siguiente: "Así 
como el cráneo difiere en las diversas razas, los otros 
huesos de un mismo individuo ofrecen también carac- 
teres particulares que los distinguen de los caracteres 
que presentan los demás individuos en los mismos hue- 
sos. Esta diferencia se conserva hasta que las razas se 
mezclan con los pueblos vecinos ó lejanos; sin embar- 
go, para distinguir cada hueso separadamente, se nece- 
(1) Amsterdan, chczJ. Van der Iíty etfils 1S26.—Páy. 2 y 3. 33 
sita una paciencia y una penetración de espíritu poco 
común. Se consigue con mas facilidad la determina- 
O 
cion, cuando, así como en el cráneo, se toman I03 huesos 
de cualquiera otra parte del esqueleto en su relación 
mutua. Esta relación es mas sorprendente y mas fácil 
de apreciar en los huesos de la pelvis. 
La razón de esta diferencia tan marcada en las di- 
versas razas, existe en los órganos de los cuales depende 
su reproducción, ó esta diversidad proviene de otra cau- 
sa que no tiene relación directa con la generación? Yo 
creo que existen varias causas reunidas que están tan 
bien relacionadas entre sí y concurren constantemente 
liácia el mismo fin, que por la ablación de una de ellas, 
todas las partes son trastornadas en sus funciones y 
corren el riesgo de ser completamente destruidas, n 
Por tanto, no creo que la reducción ya dicha que se 
observa en la pelvis mexicana, constituya el vicio de 
conformación conocido entre los franceses con el nom- 
bre de barrare, sino que es una peculiaridad propia, es- 
pecial de ella, como la ha considerado después el Sr. 
profesor Rodríguez y los demas distinguidos tocologis- 
tas que he citado. 
Ojalá que alguno me suceda en este estudio de tan 
importantes consecuencias, para que por un número 
mas considerable de observaciones venga á destruir los 
errores que haya cometido en mis apreciaciones, ó á 
confirmar la verdad de este nuevo hecho, asfresfándolo 
á los numerosos que ya existen de otras brillantes in- 
teligencias médicas, que enriquecen diariamente con 
útiles trabajos los diferentes ramos de la medicina na- 
cional, 35 
SEOTHDl. PiiETE. 
Importancia (lcl exámen de la pelvis mexicana y manera 
de practicarlo. Breves consideraciones sobre la opi- 
nión que de ella se lia tenido. Su influencia sobre la 
marcha del trabajo del parto. 
Por insignificante que parezca teóricamente la dife- 
rencia que se observa en la conformación general de la 
pelvis mexicana respecto de la europea, el conocimien- 
to de ella tiene grande utilidad y adquiere toda su im- 
portancia en el terreno de la práctica obstetricial, don- 
de sirve de fundamento para esplicar muchas de las 
anomalías con que se presenta el gran fenómeno del 
parto. 
En efecto, las dificultades á que da lugar con fre- 
cuencia la expulsión del producto en México, recocen 
generalmente por origen la disposición peculiar del ca- 
nal pelviano, que queda ya designada y descrita en el 
estudio de la primera parte. 
Por consiguiente, al practicar el examen de un em- 
barazo, no basta investigar si éste es simple ó múltiple; 
no basta diagnosticar la presentación y las relaciones 
del ovoide fetal con la cavidad que le contiene; al apre- 
ciar satisfactoriamente el conjunto de condiciones favo- 36 
rabies que debe reunir la parturiente para conducir á 
feliz término el alumbramiento, es preciso fijar la aten- 
ción del lado de la pelvis mas de lo que comunmente 
se hace, á fin de posesionarse debidamente de las par- 
ticularidades con que la resistencia se presenta á la po- 
tancia, y así saber prever de un modo mas seguro la 
marcha del trabajo. 
Hay interes en proceder de esta manera, porque en- 
tre las mexicanas, de la pelvis abarrotada normal á la 
pelvis estrecha y viciosa, no hay mas que un solo paso, 
y sin un previo examen de la primera no es posible lle- 
gar á conocer la segunda. Ademas, entre una y otra 
hay grados intermedios que se separan sensiblemente 
de las dimensiones del promedio común nacional y del 
tipo europeo aprendido en los libros de enseñanza, y á 
determinarlos en cada caso particular debe dirigirse la 
atención, para sacar reglas de conducta mas seguras; 
<pie justifiquen el fin para que interviene el partero. 
El reconocimiento propuesto ha sido ya descrito por 
el Dr. 13. Rosendo Gutiérrez, en su tesis sobre la dis- 
tocia en México, año de 1872; quien considerándola co- 
mo un vicio de conformación, la describe y reconoce 
con el nombre de pélvis acorazada, designación que ha 
recibido del ilustre maestro de Clínica Obstetricial D. 
Juan M. Rodríguez, que fué el primero que Inobservó. 
Hé aquí cómo se expresa acerca de ella el Sr. Gu- 
tiérrez : 
"Se llama pélvis acorazada á aquella en que la sínfi- 
sis pubiana se aproxima al ángulo sacro-vertebral, y 
mas comunmente á aquella en la que el pubis tiene una 37 
longitud mayor que la normal á la vez que se pronun- 
cia su inclinación Inicia atras. En esta segunda varie- 
dad de pelvis acorazada, lamas importante entre noso- 
tros por su frecuencia, el aumento de longitud de la sín- 
físis solo tiene lugar hacia abajo, de manera que mien- 
tras el diámetro antero-posterior del estrecho abdominal 
conserva sus dimensiones normales, los déla escavacion 
y estrecho inferior se estrechan; pero con esta particu- 
laridad: que el estrechamiento, poco ó nada marcado en 
la parte superior de la escavacion, va haciéndose mas 
notable á medida que se desciende al estrecho perineal, 
donde tiene su máximum. 
Esto so comprende con facilidad si se tiene presente 
que la parte alta de la sínfisis pubiana no es desalojada, 
y que las demas por el contrario, en virtud de su incli- 
nación hácia atras se van aproximando á la pared pos- 
terior de la pelvis, tanto mas cuanto se hallan situadas 
mas inferiormente. Si la inclinación del púbis hácia atras 
produce sobre todo el estrechamiento de la escavacion, 
su aumento de longitud disminuye la distancia que nor- 
malmente debe haber entre el vértice del arco pubiano 
y la punta del coxis, estrecha el diámetro antero-pos- 
terior del estrecho perineal. 
En las mujeres que tienen el vicio de conformación 
de que me ocupo en este momento, la vulva está situa- 
da muy atrás y mira directamente hácia abajo. (1) Al 
hacer el tacto vaginal se nota, que no obstante que el 
(1) El Dr. Schidtlein ha observado que en las mexicanas es muy común esta situa- 
ción de la vulva: antes de él el Sr. Rodríguez había hecho ya la misma observación. 
Este profesor atribuye esto, á que el acorazamiento ea mas común de lo que se cree en 
vuestras mujeres, aunque varas veces llega al grado de constituir un obsUículo serio 
para el parto.—Nota del Sr. Gutiérrez. 38 
dedo es llevado como es de regla de abajo arriba y de 
delante atras, roza con el arco del pubis que está muy 
bajo y que su estremidad toca fácilmente la punta del 
coxis y aun la cara anterior del sacro. Estas circuns- 
tancias dan á conocer que hay un estrechamiento de los 
diámetros antero- posteriores de la escavacion y del es- 
trecho inferior, del que muy pronto acaba uno de darse 
cuenta llevando el dedo detras de la sínfisis del pubis, 
y advirtiendo que tiene una altura mayor de la normal 
y que se inclina exageradamente hácia atras, n 
Reasumiendo: Altura mas considerable de la sínfisis 
pubiana que mide la longitud de cinco á cinco centíme- 
tros y medio y no la de 3, 4 y 4;V centímetros que hasta 
aquí se ha considerado como normal. Mayor inclinación 
de ella aproximándose por su estremidad inferior á la 
cara anterior del sacro. Acortamiento de los diámetros 
de la escavacion y del estrecho inferior, y por consi- 
guiente, reducción de la amplitud del canal, tanto mas 
marcada, cuanto mas se desciende al piso perineal: ta- 
les son los datos que se deben buscar por el tacto va- 
ginal empleado como medio mas seguro de reconoci- 
miento y haciendo al mismo tiempo la pelvimetría di- 
gital, según es fácil deducirlo de la descripción anterior 
dada por el Sr. Gutiérrez; y si á ellos se agregan loá 
que se sacan de la disposición particular que en este ca- 
so tienen las partes blandas del piso perineal; como la 
posición casi horizontal de la vulva, pequenez de esta, 
acortamiento de la región posterior del perineo que mi- 
de según se lia visto, á lo mas de 4 á G centímetros de 
longitud; se tendrá ya un conjunto de particularidades 39 
bien fáciles de apreciar, que en regla general sirven y 
han servido para caracterizar y distinguir perfectamente 
la forma especial que afecta el canal de la pelvis me- 
xicana. 
En cuanto á la opinión del Sr. Gutiérrez que la con- 
sidera como un vicio de conformación, creo que no de- 
le aceptarse }Ta mas que en el caso de que el estrecha- 
miento sea tal que las dimensiones sean incompatibles 
á la salida de un feto á término y fisiológicamente des- 
arrollado, y como esto último es lo que no se observa 
en México, donde los vicios de conformación de la pél- 
vis por las causas mas comunes (osteomalacia, raquitis- 
mo) son tan raros que es una verdadera novedad encon- 
trar alguno; el único que pudiera considerarse y al cual 
podría referirse, sería aquel en que la pélvis presenta 
una reducción general. Quedando establecido ya, que 
esta forma es demasiado común entre nosotros, para 
considerarse como un vicio sería necesario que perdie- 
ra su frecuencia, separándose á la vez completamente 
de un tipo normal que aún no ha sido descrito. 
Por lo tanto, creo que mas bien que una pélvis vicia 
da, hay en la pélvis mexicana una conformación espe- 
cial, peculiar solo á ella y cu}Ta causa principal reside 
en las modificaciones imprimidas por la mezcla de la raza 
primitiva con la Conquistadora, siéndome muy difícil 
definir cual haya sido su modo de obrar. 
La creencia que abrigo en mi manera diversa de opi- 
nar, está apoyada por el juicio ulterior del Sr. Rodrí- 
guez, quien convencido igualmente de la verdad que he 
venido á comprobar con mi pesquisa, conviene en sus- 40 
tituir á su primera designación de pelvis acorazada la 
de pelvis abarrotada, por ser la que metafóricamente ha- 
blando da una idea mas completa de la conformación 
anatómica particular de la pelvis mexicana, y señala al 
mismo tiempo la diferencia que hay entre ella y las pel- 
vis del viejo mundo. 
Una vez determinada la disposición del canal pelvia- 
no, muy ñícil es comprender su influencia en la mar- 
cha del trabajo, y en el resultado final de la verificación 
del parto. 
Teórica y prácticamente se deduce que cuando la ca- 
pacidad del canal no está en relación armónica con las 
dimensiones del producto que le debe recorrer, la expul- 
sión de éste puede ser entonces difícil, peligrosa y aun 
imposible. 
Teniendo por objeto los fenómenos mecánicos del tra- 
bajo adoptar lenta, sucesiva y favorablemente los diá- 
metros del ovoide fetal á los del canal pelviano, á fin de 
que su expulsión tenga lugar de una manera natural y 
feliz para la madre y el hijo; la adaptación no es ya po- 
sible cuando falta la relación requerida, y á pesar de los 
recursos que la naturaleza emplea, ya desplegando ma- 
yor actividad y energía en los esfuerzos de la potencia, 
ó bien operando en la resistencia, modificaciones hasta 
cierto punto compensadoras, para sobrepujar de algún 
modo el obstáculo. 
Por otra parte, siendo el macanismo del parto uno 
mismo, sea cual fuere la presentación y posición de que 
se trate, el producto en su descenso tiene que ir toman- 
do las situaciones mas ventajosas, á fin de conjugar sus 41 
diámetros favorables con los que le ofrece el canal en 
su marcha progresiva. La clave fundamental de estas 
operaciones es: que los diámetros largos del feto des- 
ciendan paralelamente á los diámetros oblicuos de la pel- 
vis, y salgan paralelamente á los diámetros longitudina- 
les. Ademas, para conseguir esta clave es 
alguna de las regiones del cuello del feto resulte al fin 
simétrica y exactamente colocada detras de la pared an- 
terior de la escavacion pelviana ó sea el cuerpo del pu- 
bis: la anterior, en la presentación de cara; la posterior 
en las de vértice y nalgas: y las laterales derecha ó iz- 
quierda, en las de los hombros homónimos si se tratare 
de la evolución manual ó expontánea." 
Es imposible que se consiga tal resultado final cuan- 
do el canal es estrecho y cualquiera de las regiones men- 
cionadas mide una longitud menor que la altura de la 
sínfisis; y como todas estas circunstancias se encuentran 
reunidas en la pélvis abarrotada, se comprende desdo 
luego que ella opone un obstáculo mas ó menos insu- 
perable á la marcha del trabajo, impidiendo que se ve- 
rifiquen con regularidad los movimientos de descenso y 
rotación de la parte presentada, hasta que llega un mo- 
mento en que esta, no pudiendo avanzar ya, se detiene 
en la escavacion, comprime allí las partes blandas con 
mayor ó menor intensidad, y si la resistencia es tal que 
no pueda ser superada por las contracciones mas enér- 
gicas que en este caso despliega la potencia útero-abdo- 
minal, da lugar entonces al parto prolongado y laborio- 
so con todas sus graves consecuencias cuando el arte no 
interviene oportunamente. 42 
Una vez llegado á este punto tratando de una ma- 
nera general el tema principal de mi propósito, difícil 
me sería dar una explicación mas clara y precisa de es- 
tas primeras dificultades con que el ovoide fetal tropie- 
za en su camino para ser expulsado del claustro materno. 
Por lo tanto creo mas útil, provechoso y prudente tras- 
cribir aquí la que el Sr. Rodríguez dio acerca de esta 
misma cuestión cuando trató de ella en el año de 1871 
con motivo de las pélvis acorazadas. Dice así: 
‘‘Cuando el cuerpo del púbis mide una altura mayor 
de la ordinaria, á mas de que retarda el movimiento de 
descenso de la parte presentada, porque recorre un ca- 
nal que ya estrechándose poco á poco, y porque tiene 
que andar mayor espacio, le limita ó le interrumpe si esa 
altura es muy considerable, aun cuando se trate de las 
posiciones mas ventajosas del vórtice y de la cara, las 
occipito-anteriores y las fronto-posteriores; y es clara 
la razón. 
iiEn los casos de pelvis normal, al concluir los movi- 
mientos do descendimiento y rotación, la región poste- 
rior del cuello del feto en las de vórtice y la anterior 
en las de cara, miden con exactitud la altura de la pa- 
red, por lo que el occipital ó la barba salen luego fuera 
del arco pubiano, se disminuye con eso la longitud de 
los diámetros longitudinales de la cabeza y se favorece 
al mismo tiempo el movimiento de báscula ó de des- 
prendimiento, con la extensión de ella en el primer ca- 
so y con la flexión en el segundo. Pero cuando la pared 
pubiana tiene mas de tres y medio centímetros, ningu- 
no de los planos del cuello basta para medirla, de aquí 43 
resulta que ni el occipital ni la barba se pueden acercar 
al piso perineal, ni salir fuera de él por el arco pubiano; 
en consecuencia, el movimiento de báscula no puede 
verificarse ó se verifica solo en casos muy escepcionales; 
quiere decir, cuando el producto sea pequeño por falta 
de tiempo, de desarrollo ó esté muerto, y las contrac- 
ciones orgánicas del útero sean suficientemente enérgi- 
cas para hacer penetrar á la parte alta del tronco den- 
tro de la escavacion, ocupada por una cabeza chica ó 
muy reductible, en virtud de que falta ya en ella la re- 
sistencia natural de los tejidos. 
ii Si se fija bien la atención sobre este punto, luego se 
viene en cuenta de que en el acorazamiento por altura 
exagerada del cuerpo del púbis, las posiciones venta- 
josas de vértice y cara (1) (la 1? y 3* de aquella y la 
(1) En la época en que el Sr. Rodríguez dió la explicación á que me refiero, con- 
sideraba el órden de frecuencia de las presentaciones y posiciones, como sigue: 
Presentaciones. 
Posiciones. 
Occipito, sacro acro- 
mio y fronto. 
iliaca izquierda anterior 1? 
iliaca derecha posterior 2? 
iliaca derecha anterior 3? 
iliaca izquierda posterior... 4® 
De estas tenia como mas ventajosas la primera y tercera de vértiee y la segunda 
y cuarta de cara; pero posteriormente por un gran número de observaciones recogidas 
en su práctica civil y nosocomial, ha visto que esc órden cambia y se verifica entre 
nosotros según la clasificación siguiente: 
Presentaciones. 
iliaca izquierda anterior.... 1? 
iliaca derecha anterior...... 2? 
iliaca derecha posterior 3* 
iliaca izquierda posterior... 
Posiciones. 
Occipito, sacro, acro- 
mio y fronto. 
En esta nueva clasificación está de acuerdo con la que Playfair da en su tratado 
de ¡os parios, y se consideran como mas ventajosas la primera y segunda de vértice, y 44 
2? y 4* de esta) se hallan en igualdad de condiciones 
con las desfavorables de las regiones dichas en los ca- 
sos ordinarios, la 2* y 4* de vértice y la 1* y 3* de cara; 
los tropiezos las dificultades son idénticas: altura con- 
siderable de la pared pelviana, poca longitud del cuello 
para medirla é imposibilidad física para que hallándose 
ocupada la escavacion por la cabeza, penetre entonces 
la parte alta del tronco y ayude á terminar el movi- 
miento de descenso. 
n Sin embargo, si para el útero es insuperable el obs- 
táculo en un parto á término y estando bien desarro- 
llado el feto, no lo es para el arte por fortuna. Por me- 
dio del fórceps, á la vez que el partero sustituye á la 
naturaleza con ventaja, hace que descienda la cabeza 
arrastrando consigo al tronco, que en cada línea que 
ella avanza encuentra un espacio corto es verdad, pero 
bastante para contribuir al objeto que es medir la altu- 
ra de la pared pubiana. Una vez logrado el fin, el fór- 
ceps que ha ido venciendo á la par la resistencia siem- 
pre creciente que opone el canal pelviano, se sobrepone 
al último obstáculo, al estrechamiento del estrecho pe- 
rineal. u 
En esta descripción se encuentran minuciosamente 
detalladas las dificultades del parto por la resistencia 
que opone el canal pelviano hasta el momento en que 
la cabeza toca el piso perineal; pero muchas veces esas 
la tercera y cuarta de cara. Hago la rectificación de las primera» observaciones con 
las últimas, para tenerlas presentes en la esplicacion; señalando al mismo tiempo que 
las desfavorables segunda de vértice y tercera de cara de la primera clasificación pa- 
san « ser en la segunda, la tercera de aquella y la s-gunda de esta; quedando como 
tales en ambas clasificaciones la cuarta de vértice y la primera de cara. 45 
dificultades no cesan ahí, y se les ve continuar en la ca- 
naladura perineo-vulvar. 
He dado este nombre al término del camino que re- 
corre el feto, porque los obstáculos que en este punto 
se oponen á su salida dependen generalmente de la cor- 
tedad del perineo y de la pequenez de la vulva. Es cier- 
to que á veces se encuentra una estrechez natural de la 
vagina, coincidiendo, especialmente en las nuliparas, 
con las particularidades de la pelvis de que me ocupo; 
pero en la mayoría de los casos, dicho conducto es nor- 
mal y ofrece una capacidad suficiente en el momento del 
parto al paso de la cabeza, por cuyo motivo no son muy 
frecuentes sus desgarraduras. La dilatación de que es 
susceptible es la única que verdaderamente se halla li- 
mitada hacia abajo por la resistencia del perineo, y el 
canal que forma con la cavidad uterina cuando la dila- 
tación del cuello es completa, solo está estrechado en la 
vulva. 
En lina palabra, la dificultad consiste en que por ser 
el perineo naturalmente corto, no puede dar de sí cuanto 
es necesario para que por el canal de que forma parte, 
pase el ovoide cefálico, dilatándose hasta formar una pa- 
red curva de 125 milímetros, como sucede en las muje- 
res europeas; siendo indispensable que para el logro del 
intento cooperen á la dilatación no solo los elementos 
músculo-aponeuróticos que le constituyen, sino tam- 
bién las regiones vecinas, entre otras y liácia atras, la 
pared anterior del recto (muy ostensible como es sabido) 
que se prolonga y dilata de una manera verdaderamen- 
te notable, al grado de que el ano toma la forma de una 46 
pluma cíe escribir, tajada a gran distancia de su extre- 
midad. 
Por otra parte, el orificio vulvar no cede uniforme- 
mente en todos los puntos de su circunferencia, sino que 
urgido con mayor fuerza hacia abajo del lado de la co- 
misura posterior donde está el punto de aplicación su- 
premo de la fuerza; se le ve ampliarse más en el sentido- 
vertical que en el transverso, tomando la figura de un 
óvalo cada vez mas alargado en el mismo sentido, para 
facilitar de este modo la salida de los diámetros del 
ovoide cefálico que también son cada vez mas grandes 
así como igualmente la de los diámetros bis-acromial y 
bis-iliaco. 
Así pues, la resistencia de la canaladura perineo-vul- 
var puede dar origen todavía en este momento del tra- 
bajo al parto prolongado y laborioso con todas sus gra- 
ves consecuencias. La poca importancia que en estos 
casos pudiera darse á los obstáculos que ella opone, po- 
dría conducir á una espectacion peligrosa y mal enten- 
dida: no basta esperar, sino saber esperar, lia dicho con 
razón nuestro digno maestro de clínica obstetricial, y 
cuando la natureleza sola no sea suficiente para supe- 
rarla, es necesario intervenir. 
Para evitar la desgarradura del perineo, que en este 
instante se encuentra ya enormemente dilatado, se ha- 
ce una insicion de cinco milímetros cuando mas en cada 
uno de los grandes labios, con lo que basta para que el 
orificio vulvar se ensanche, se aumente la longitud de 
su diámetro vertical y se favorezca el movimiento de 
báscula ó sea el desprendimiento de la cabeza. Sin esta 47 
indicación, la desgarradura sería inevitable, a pesar de 
un sostenimiento cuidadoso. Sin embargo, muchas ve- 
ces el ovoide cefálico no sale ni aún así, y en tal situa- 
ción, para terminar el parto, es necesario aumentar la 
vis a tergo reforzándola con la compresión uterina; y da- 
do caso que este recurso falle, se apela á la vis a fronte 
aplicando el fórceps y haciendo tracciones graduales y 
sostenidas durante la contracción, procurando imitar en 
todo á la naturaleza y seguir el mismo camino que ella 
sigue hasta el fin del trabajo. 
He aquí brevemente expuestas las dificultades del 
parto eutócico y la manera de superarlas, cuando solo 
se trata de la pelvis abarrotada que considero como nor- 
mal entre las mexicanas, con las dimensiones que le se- 
ñalo en mi sinopsis comparativa. Ellas tienen mas im- 
portancia y son de consecuencias mas peligrosas y aun 
funestas, siempre que se trata de presentaciones irregu- 
lares, complicadas ó bien cuando hay alguna otra ano- 
malía. 
Los ejemplos mas gráves y difíciles son presentados 
perlas nulíparas, especialmente cuando tienen una edad 
avanzada. Pudiera citar algunas partos de esta natura- 
leza en comprobación de mi aserto, pero en obvio de re- 
peticiones de casos casi semejantes, me limitare á re- 
ferir las dos observaciones siguientes, recogidas en el 
hospital general de San Andrés. 
Observación 1?—Julia Herrera, de Tenancingo.de 
38 años de edad, casada, nulípara y embarazada, fue re- 
cibida el dia 1? de Diciembre del año próximo pasado, 
en el núm. 2G de la 1? sección de Medicina de muje- 48 
res. Interrogada acerca (le sus padecimientos y hecho 
el examen clínico conveniente, se diagnosticó: fiebre in- 
termitente cuotidiana, la cual cedió al uso del sulfato 
de quinina doce dias después de haber entrado al hos- 
pital. Por lo que toca á la preñez, habiéndose presen- 
tado complicada de hidropesía amniótica, y faltos de los 
conmemorativos importantes, no pudo saberse ni la 
edad del engendro, ni la manera con que este se abo- 
caba con el estrecho. 
En tal situación siguió hasta el dia 30 de Diciembre 
en que se anunció el trabajo del parto á las cuatro y 
media de la mañana. A las siete que el Sr. Dr. D. Ma- 
nuel Gutiérrez y yo llegamos a pasar la visita, poco ha- 
bía avanzado: la dilatación del orificio uterino aún no 
era completa y el Sr. Gutiérrez se retiró del hospital, 
haciéndome recomendaciones especiales de que vigilara 
diligentemente la marcha del trabajo, y en caso nece- 
sario asistiese el parto. A las nueve la dilatación fuó 
completa y se rompió la bolsa de las aguas, saliendo 
una cantidad abundante de líquido anmiótico. Poco 
tiempo después el Sr. D. José Ramos y yo procedimos 
al reconocimiento, á fin de darnos cuenta de las parti- 
cularidades de la presentación, y diagnosticamos: posi- 
ción 1* de vértice con caída del cordon umbilical. Esto 
último incidente nos sorprendió demasiado ó hizo que 
llamáramos á otra persona para que ratificara nuestro 
examen. La circunstancia de no estar ya en el hospi- 
tal el Sr. Gutiérrez nos obligó á recurrir al Sr. profesor 
D. Ricardo Vértiz que á la sazón se encontraba allí; 
quien tuvo la bondad de atender á nuestra solicitud, y 49 
habiendo procedido á reconocer á la parturiente creyó 
por un momento cpie se trataba de la presentación y 
posición diagnosticada; mas después, al hacer el tacto 
vacinal nos hizo observar de la manera mas terminante, 
que aunque en realidad liabia caida del cordon, la pre- 
sentación no era 1* de vértice, sino 1* pelviana, en 
confirmación de lo cual, y estando ya en ese momento 
casi procidente el miembro inferior izquierdo, lo extrajo 
del canal. 
Cerciorados de esta verdad y observando que el tra- 
bajo caminaba con mucha lentitud, que había ya salida 
del meconio é irregularidad en la circulación fetal, nos 
indicó que debia hacerse el parto manual para salvar la 
vida del producto. 
De hecho se llenó esa indicación en el acto, ejecu- 
tándose la operación de la manera siguiente: 
Cloroformada la mujer y puesta en posición tocoló- 
gica, el Sr. Vértiz introdujo la mano derecha en el ca- 
nal, y evitando en cuanto fué posible la compresión del 
cordon, logró extraer sin dificultad el miembro inferior 
derecho; sacó después el tronco, haciendo á nuestra vis- 
ta y para nuestra enseñanza, la aplicación de las reglas 
aconsejadas por el arte. Hizo diestramente en seguida 
la maniobra de Madame la Chapelle y consiguió con 
ella que la cabeza ejecutara el movimiento de rotación 
hasta colocar á la nuca detrás de la sínfisis pubiana; 
una vez aquí, para sacar aquella recurrió inmediata- 
mente á la maniobra clásica y aun á la que el Sr. Ito- 
driguez aconseja; pero esta fué la parte mas difícil de 50 
ía operación, porque á pesar de la habilidad con que di- 
chas maniobras fueron practicadas, el desprendimiento 
no tuvo lugar, no obstante los varios intentos qne hizo 
para conseguirlo. 
Fatigado de tanto trabajo, dejó su puesto al Sr. José 
Ramos, quien después de haberse empeñado en conse- 
guir el objeto de la misma manera, tuvo al fin que de- 
sistir. 
Observando el Sr. Vértiz que la circulación? fetal ca- 
da vez estaba mas comprometida, determinó aplicar el 
fórceps como realmente lo hizo, y hasta entonces pudo 
salir la cabeza y terminarse el parto, extrayéndose una 
niña de término y en estado de muerte aparente, la cual 
volvió á la vida por los activos cuidados que luego le 
fueron prodigados, muriendo al fin diez y siete horas 
después. Entre tanto la madre era presa de una hemo- 
rragia abundante, que pudo contenerse satisfactoria- 
mente después de haber sido extraída la placenta. 
No terminaran ahí los sufrimientos y peligros: el 
puerperio patológico desde el principio siguió una mar- 
cha desgraciada y funesta, pues ya sea por la insisten- 
cia en las maniobras ó porque el fórceps haya sido la 
causa mas directa, siempre hubo un traumatismo con- 
siderable que ocasionó la desgarradura casi completa 
del perineo, la inflamación de la sínfisis que terminó por 
supuración, una metro-peritonitis aguda que cada dia 
fué postrando mas ala paciente, y viniendo por último 
d. complicar esta grave situación una pleuresía del lado 
izquierdo, sucumbió al fin también en medio de un aba- 
timiento muy profundo cuarenta y dos dias después de 51 
haber sido operada, y á pesar del tratamiento oportuno 
y de asiduos cuidados de limpieza. 
La razón de las dificultades de este parto y de sus 
funestas consecuencias, fué encontrada en la conforma- 
ción abarrotada de la pelvis, según puede verse por las 
dimensiones de ella que quedan consignadas en el nú- 
mero 6 de mi cuadro de observaciones. 
Observación 2®—Rosa Flores, de Tlalnepantla, de 
25 años de edad, soltera, nulípara y embarazada, fue 
recibida en la cama número 7 de la sala de partos del 
Hospital general de San Andrés á las tres y media de 
la tarde del dia 24 de Mayo del presente año. 
Trasportada de su casa al hospital en un coche, lle- 
vaba ya mas de tres dias de trabajo de parto. 
Hecho -el conmemorativo, refirió que había ignorado 
su embarazo, y que por esta causa quince dias antes 
brincaba y bailaba sin tomar ninguna precaución. En 
la noche del dia 20 tuvo un dolor fuerte en el vientre 
que la hizo sufrir demasiado, y por cuyo motivo llamó 
á una partera con el objeto de que la curara, la cual 
luego que la hubo examinado le comunicó que estaba 
embarazada. Este juicio recibió su plena confirmación, 
pues el sábado se rompió la bolsa de las aguas y desde 
entonces empezó á tener pérdidas de líquido amniótico. 
Después, fué visitada por otros dos médicos, y el últi- 
mo de ellos, viéndola en semejante situación, sin inter- 
venir en nada, le manifestó que era preciso que la so- 
corrieran inmediatamente. 52 
En este estado llegó al hospital, corriendo ya el cuarto 
dia de un trabajo largo y difícil. 
En seguida pasé á practicar un reconocimiento cui- 
dadoso á fin de darme cuenta de la dificultad, observan- 
do entónces que esta dependía de la existencia de una 
pelvis abarrotada. El embarazo era simple y de térmi- 
no, la presentación 1* de vértice. La cabeza aunque so 
encontraba ya en la escavacion pelviana no habia des- 
cendido al piso perineal; ademas, el tacto vaginal me 
hizo apreciar una ligera dureza del labio anterior del cue- 
llo que me indujo á creer que la dilatación aun no era 
completa. El feto estaba muerto. Los dolores en ese 
momento eran cada vez mas fuertes y las contracciones 
orgánicas del útero regulares y frecuentes, circunstan- 
cia por la cual me resolví á esperar que la naturaleza 
realizase su propósito. 
De esta manera y sin avanzar el trabajo, siguió la en- 
ferma hasta las siete y media de la noche, hora en que 
después de haber hecho muchos esfuerzos no pudo con- 
seguir que saliera el feto, y observando que las contrac- 
ciones comenzaban á ser lentas y retardadas creí nece- 
sario proceder á sacarlo. 
Tomada esta determinación y encontrándome solo, di 
parte del caso al Sr. Dr. D. Jesús Villa grao, para que 
dispusiera lo conveniente. Llamé al mismo tiempo al 
distinguido practicante de la sala Sr. D. Ignacio Be- 
rrueco, quien con un empeño decidido por la práctica 
se presentó inmediatamente en mi auxilio, y después 
del exámen hizo iguales apreciaciones á las mías. 53 
A las nueve y media llegó el Sr. Villagran, practicó 
el reconocimiento debido y confirmó nuestra opinión. 
Dispuso luego que se hicieran inyecciones vaginales de 
agua tibia para favorecer la dilatación del cuello. Me- 
dia hora después volvieron á ser enérgicas las contrac- 
ciones, la parturiente hizo también nuevos esfuerzos po- 
ro no consiguió que la cabeza descendiera. 
Hecho el tacto otra vez, se encontró que muy poco 
liabia avanzado la dilatación y se volvió á insistir én 
las inyecciones; por último á las once y media cedió por 
completo: bajó entonces la cabeza al piso perineal, eje- 
cutó el movimiento de rotación y la nuca se colocó fren- 
te á la pared anterior del canal. Una vez en este pun- 
to, el ovoide cefálico urgido por la potencia, siguió avan- 
zando poco á poco y con dificultad, porque el perineo 
corto y aunque dilatado ya á un grado sumo, oponía 
una resistencia siempre mayor, hasta que al fin se de- 
tuvo muy cerca del orificio valvar donde la veíamos aso- 
marse á cada contracción. 
A las tres de la mañana, la naturaleza se declaró im- 
potente para terminar el trabajo, por cuya razón el Sr. 
Villagran se decidió á aplicar el fórceps. 
El Sr. Berrueco, tuvo la bondad de administrar el 
cloroformo á la enferma, y yo, al mismo tiempo que da- 
ba al Sr. Villagran las ramas del instrumento conve- 
nientemente dispuestas, sostuve el perineo. 
Muy hábil y entendida fue la ejecución de las manio- 
bras, sin embargo, en el momento de hacer las traccio- 
nes, hice notar al Sr. Villagran que á pesar del cuida- 54 
do con que sostenía el perineo no tenia esperanza de sa- 
carlo ileso de la operación, pues estando }ra muy dila- 
tado no podía ampliarse mas. Así sucedió en efecto, 
conforme la cabeza iba desprendiéndose se hizo una des- 
garradura incompleta, saliendo en seguida un feto a 
término y fisiológicamente desarrollado. 
El puerperio fué patológico dos d'ias después de que 
comenzó, y murió la enferma de infección purulenta el 
dia 13 de Junio, á las once y media de la mañana, á los 
24 dias de asiduos cuidados. 
Casos desgraciados y de tan funestas consecuencias 
como estos, requieren atenderse con solícito cuidado 
por medio de una intervención atenta y oportuna, tanto 
mas cuanto que en muchos de ellos falta la deliberación, 
ó bien las parturientes se presentan pidiendo los so- 
corros del arte cuando ya llevan consigo, por la negli- 
gencia ó el descuido, una serie de desórdenes difícil- 
mente evitables. 
Siendo esto así, fuerza es que en tan difíciles lances 
se manifieste en todo su esplendor la conciencia y la 
instrucción del partero, puesto que á diferencia de cual- 
quier caso de cirujía en la intervención obstetricial se 
lleva por fin salvar la vida de dos seres: la madre y el 
hijo ó cuando menos alguno de ellos, una vez que tan 
amados son para la familia como interesantes para la 
sociedad. 
No sabría encarecer mas esta misión sublime y que- 
den las consideraciones de ella para quien con dotes su- 
periores comprenda mejor el cumplimiento de tan sa- 
grado deber. 55 
Tampoco pretendo, ni por un momento siquiera, el 
haber tratado debidamente en este estudio las qnicas 
cuestiones que han sido de mi propósito, y solo por la 
breve consideración que de ellas he hecho, voy á esta- 
blecer las siguientes 
CONCLUSIONES. 
Primera.—La pelvis mexicana presenta una confor- 
mación especial, dependiente de la redacción general 
de todas sus dimensiones, y especialmente de la mayor 
altura y de la inclinación exajerada de la sínfisis pu- 
biana, que es la que verdaderamente la determina, 
Segunda.—Comparada con la pelvis europea, ofrece 
una diferencia bien sensible, tanto en sus dimensiones 
como en el valor del ángulo que mide la inclinación del 
plano de los estrechos superior ó inferior y de la sínfi- 
sis. Por consiguiente, si la pélvis europea descrita en 
los libros debe tenerse como el tipo normal, la pélvis 
mexicana, con relación á ella, deberá considerarse como 
un vicio de conformación. 
Tercera.—La demasiada frecuencia con que se ob- 
serva en la práctica obstetricial con tales particularida- 
des, según señaló el primero el Sr. profesor Podriguez, 
y cuya exactitud ha sido comprobada con mis pesqui- 
sas, me inducen á pensar que lo que constituye un vicio 
en la pélvis mexicana con relación á la europea, debe 
considerarse entre nosotros como una forma normal de 
tipo perfectamente definido. 56 
Cuarta.—He preferido dar á la pelvis mexicana el 
nombre de pelvis abarrotada, porque esta designación, 
á la vez que señala un límite y una diferencia, indica 
cual es su disposición anatómica. 
Quinta.—Es de creerse que entre las causas que lian 
contribuido á darle esta disposición anatómica particu- 
lar, se encuentre (y tal vez sea la principal) la que tiene 
por efecto producir modificaciones por la mezcla de las 
razas, siendo sin embargo difícil definir cual baya sido 
su modo de obrar. 
Séxta.—La pelvis abarrotada dificulta la marcha del 
trabajo, por la resistencia que opone la estrechez al paso 
del producto. Las dificultades nunca llegan á ser insu- 
perables, y el parto en el mayor número de casos se ve- 
rifica felizmente. 
Sétima y última.—Algunas veces, por una presenta- 
ción irregular ó desfavorable, ó bien por causa de al- 
guna otra anomalía, el parto se hace peligroso; para evi- 
tar en estos casos sus graves consecuencias, es necesario 
intervenir oportunamente recurriendo á los medios in- 
dicados. 
Noviembre de 1881. 
to lena o tote*. CVAt>UO && 
HECHAS EN 26 CADAVERES, 
TOMANDO COMO UNIDAD EL METRO. 
NÚMERO 
ORAN PELVIS. 
PEQUEÑA PELVIS. 
Estrecho superior. 
Escaviiciou. 
Estrecho inferior. 
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DE 
CADAVERES. 
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22° 53’ 
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11° 55’ 
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67° 45’ 
16° 61’ 
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19° 30’ 
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16° 24’ 
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22° 34’ 
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P. 12 
68° 30’ 
1 18° 24’ 
240 
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90 
125 
92 
130 
1C2 
115 
125 
125 
125 
130 
125 
95 
100 
100 
75 
1,68 
13 
; 67° 10’ 
I 10° 24' 
210 
222 
118 
45 
82 
110 
100 
130 
90 
105 
113 
120 
113 
113 
112 
92 
95 
95 
80 
1,58 
P. 14 I 
I 50° 13’ 
20° 29’ 
240 
25G 
125 
50 
86 
102 
110 
115 
115 
108 
122 
135 
120 
125 
120 
100 
106 
106 
85 
1,47 
P. 15 I 
73° ir 
í 28d 57’ 
225 
235 
124 
50 
90 
105 
103 
125 
110 
117 
125 
133 
122 
120 
118 
95 
102 
102 
85 
1,44 
P. 16 1 
00° 21’ 
¡ 10° 14’ 
208 
235 
120 
45 
80 
120 
105 
135 
108 
107 
120 i 
130 
104 
125 
122 
90 
110 
110 
85 
1,56 
17 
59* 1S’ 
| 13° 36’ 
240 
240 
115 
50 
85 
115 
106 
140 
100 
110 
115 
130 
104 
120 
120 
85 
82 
82 
76 
1,58 
1S 
1 54° 0’ 
18° 24’ 
230 
240 
115 
50 
90 
96 
102 
150 
116 
110 
125 
135 
122 
128 
125 
95 
105 
105 
84 
1,45 
P. 19 
65° V 
j 19° 41’ 
205 
225 
no 
45 . 
85 
110 
102 
120 
110 
115 
124 
130 
125 
125 
126 
95 
103 
103 
80 
1,48 
P. 20 
50° 45’ 
20° 29’ 
228 
228 
125 
50 
95 
105 
100 
130 
94 
110 
115 
125 
125 
125 
120 
100 
104 
104 
70 
1,48 
21 
5 4° 34’ 
10° 7’ 
225 
240 
125 
52 
85 
95 
100 
130 
100 
108 
116 
123 i 
111 
115 
115 I 
90 
100 
100 
92 
1,50 
p 22 ¡ 
58° 6’ 
18° 12’ 
220 
230 
120 
45 
85 
105 
105 1 
130 
105 
106 
120 1 
130 | 
112 
120 
115 
96 
100 
100 
78 
1,50 ! 
28 I 1 
64» 17’ j| 
18» 21’ 
200 
220 
lis 
50 
85 
98 
98 
135 
92 
113 
120 
123 1 
120 
120 
115 
95 
95 
95 
86 
1,45 
24 I j 
64» 54’ |i 
26° 23’ 
208 
224 
128 
50 
85 
95 
100 
120 
100 
106 
118 
120 j 
112 
115 
114 
90 
100 
100 
68 
1,47 
P. 25 
50° 13’ 1 
10° 8’ 
246 
256 
126 
50 
80 
102 
115 
130 
115 
108 
122 | 
10“ 
L-iO 
120 
125 
125 
100 
106 
106 
80 
1,52 | 
p. 20 j 
|. 
53° 23’ I 
10° 14’ 
23G 
248 
155 i 
52 ¡ 
90 
115 
90 ¡ 
150 
92 
122 ¡ 
125 : 
128 j 
122 
122 
115 
94 
90 
90 
75 
ws! 
PROMEDIOS 
01° 50’ j 
18° 35’ 
220 
235 
122 
60 * 
85 
107 
102 | 
131 
104 
108 1 
120 i 
130 
115 
120 
115 
94 
100 
100 
80 
— 
1,54 
El ángulo de inclinación de la sínfisis pubiana con relación á la vertical varia entre 35° y 45° para las 2G pdlvis de este cuidro, siendo de advertir que es mas constante el de 45°. 
Los promedios corresponden á casos todos discordantes. Sinopsis tampratifra bt fes irobita k la pfeis k fe mujer m 
■ C-r.i-.iT PELTIS. 
iliacas 
México, 
Alemania, 
Francia 
é 
Inglaterra. 
22 á 23 cent. 
23J á 24 ¿ ii 
NAEGELÉ, (hijo.) 
23 cent. 
26 „ 
CAZEAUX. 
24 cent. 
27 .. 
CRUVEILHIER. 
22 á 25 c. 
24 á 27 .. 
SAPPEY- 
0 
28,2 cent. 
PLAYEAIR. 
25 cent. 
261 „ 
Distancia entre las espinas iliacas antero superiores 
Distancia entre la parte mas elevada de las crestas 
rEQUESA PELTIS, 
milímetros. 
milímetros. 
w 
milímetros. 
milímetros. 
milímetros. 
milímetros. 
( 
Antero-posterior. . . 
108 
110á 115 
110 á 115 
110 
110 
1008 
Diámetro del estrecho superior < 
Oblicuo . . . , 
120 
120 
120 
125 
120 
1202 
1 
Transverso 
130 
135 
135 
135 
130 
1302 
( 
Antero-posterior. . . 
115 
122 á128 
120 á130 
0 
0 
120 
Diámetro de la escavacion / 
Oblicuo 
120 
135 
120 
0 
0 
1302 
( 
Transverso 
120 
115 
120 
0 
0 
120 
( 
Antero-posterior. . . 
95 
95 
110 
110 
110 
1205 
Diámetros del estrecho inferior ' 
Oblicuo 
100 
123 
110 
110 
110 
1302 
1 
Transverso 
100 
100 á110 
110 
110 
110 
100S 
Pared anterior 
5,5 
40 
40 
45 
35 ú 40 
0 
Paredes laterales 
85 
95 á 100 
90 
95 
90 ¡í 100 
0 
Pared posterior (línea que va del ángulo sacro vertebral á la punta del sacro.) 
110 
120 á135 
110 
0 
0 
0 
Longitud de la curva sacra, medida del promontorio á 
la punta del coxis. . 
138 
130 
123 
0 
0 
Distancia entre las espinas sciáticas 
104 
110 
0 
0 
0 
0 
Aunque he tenido á la vista las medidas de la 'pelvis hechas por otros varios autores de distintas nacionalidades, he proferido, para mi objeto, las de los que 
tienen mas horra . Pelvis normal.—Corte ántero-posterior hecho en la línea media.—N hueso sacro.—CC5 sínfisis pubiana; mide 52 milímetros.—CDC’ triángulo rectángulo de la sínfisis.—DCC/ 
ángulo de inclinación de la sínílsis; igual á 42° 18'.—ABC triángulo rectángulo en el estrecho superior.—BAC ángulo de inclinación; igual á 53° 2G'.—BC línea vertical.—AB ho- 
rizontal.—AC diámetro ántero-posterior del estrecho superior, que mide 122 milímetros.—ab eje de su plano.—aHH’ eje del canal pelviano.—A’B’C’ triángulo proyectado en el 
estrecho inferior.— ángulo de inclinación, igual á 10° 14'.—A’B’ vertical.—B’C* horizontal.—A’C’ diámetro ántero-posterior del estrecho inferior, mide 9 centímetros.— 
cd eje de su plano.—A’ coxis en su posición natural.—M coxis en la retrocesión.—MgM* perineo dilatado en el momento del parto.—g. forma del ano en el mismo acto. 
Para dibujar la presente figura se aplicó el corte de la pelvis natural sobre un papel, y se trazó en él con lápiz el contorno.