TESIS PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICINA Y CIRUJÍA £íc ÍFsjuitflsa 5 jHortíto, ALUMNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE MÉXICO Y PRACTICANTE DEL HOSPITAL DE SAN LÚCAS. APUNTES SOBRE EL EMPLEO TERAPÉUTICO DEL ALCOHOL. MÉXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE V Ca 11AJ0S I>E SAN AGUSTIN, NUM. 1. 1871 A LA MEMORIA DE MI PADRE. & ©& QülSGSKDERIIA ©SI §SÑ©« ©©$) ¿)©SS 3, ©©MR), A LOS SEÑORES ®m AjrroNi'D FRANCISCO MONTES DE OCA Y Pamul £. Soriano. En tésis general se puede decir, que no hay ninguna inflamación local que contrain- dique de una manera absoluta la admi- nistración del vino, cuando el estado ge- neral del enfermo reclama el empleo de este agente terapéutico. W. Stores. Impresionado por los felices resultados obtenidos por el alcohol, dado como medio terapéutico, elegí su es- tudio para asunto de mi tésis; no con la pretensión de dar á luz algo nuevo, sino con el fin de llamar la atención sobre un punto de práctica poco explotado en nuestro país. ¡Quiera el cielo que la rectitud de mi in- tento me escude contra la crítica, y excite en mi favor la benevolencia de mi Jurado! No me propongo recorrer todas y cada una de las afecciones en cuyo tratamiento se presenta la indicación del alcohol; esto seria incompatible con la naturaleza de este escrito, porque la magnitud del objeto me obligaría á llenar mayor espacio del que permiten los límites de una tésis, y superior á mis fuerzas, porque exigiría de mí un buen caudal de conocimientos y una larga expe- riencia, lo que repugna con lo limitado de mi instruc- ción y escasa práctica. Hablaré solo de aquellos casos observados por mí, y escogidos con la exactitud y bue- na fe del que sujeta un trabajo al juicio de personas su- periores, y deja á los hechos la misión de probar lo que no puede demostrar con el discurso. Por no hacer mas largo este escrito, omito referir to- das las observaciones que tengo recogidas y que pueden verse en los registros del hospital de San Lúeas: elegiré- de entre ellas algunas para que sirvan como ejemplo y comprobación de mis palabras. 6 7 I. PROPIEDADES QUÍMICAS Y FISIOLÓGICAS. Antes de abordar el estudio de las indicaciones terapéu- ticas del alcohol, creo conveniente hacer una rápida reseña de sus propiedades químicas y fisiológicas. No obstante la opinión contraria de Hoefer, la mayor parte de los escritores fija en el siglo XIII el descubrimien- to del alcohol, y lo atribuyen á Amoldo de Villanueva y Raimundo Julio, que fueron los primeros que describieron el procedimiento para extraerlo por medio de la destilación del vino. Con los progresos de la química fuéronse descu- briendo nuevos vegetales de donde obtenerlo, y en la ac- tualidad pocos son aquellos de donde no pueda extraerse. El alcohol obtenido por la destilación del vino ó de otras bebidas fermentadas, tal como se encuentra en el comercio, contiene cierta cantidad de agua, de la que se le priva por una serie de operaciones que constituyen lo que se llama rectificación. El alcohol rectificado (G4 H6 O2) esunlíquido incoloro, muy fluido, de un sabor ardiente y cáustico, de un olor sui generis; su densidad á la temperatura de 15°, es, según Gay Lussac, de 0,794; hierve á 78°,41; no se solidifica al frió; la densidad de su vapor es de 1,6133; es inflamable; su llama es amarilla y algunas veces deposita carbón; el alcohol dé- bil arde con una llama azul; disuelve el oxígeno, y bajo su influencia se trasforma en ácido acético. Introduciendo en un frasco una mezcla de alcohol y de oxígeno, y haciendo pasar una chispa eléctrica, se produce una explosión. 8 El cloro, obrando sobre el alcohol, le quita dos equiva- lentes de hidrógeno y le cambia en aldeida; y ésta, bajo la influencia de un exceso de cloro, da nacimiento á un com- puesto clorado conocido bajo el nombre de doral. Los ácidos que ceden fácilmente su oxígeno, tales como los ácidos permangánico, crómico, etc., le oxidan rápida- mente, determinando con frecuencia su explosión. Muchas sales solubles y aun insolubles pueden comuni- car á su flama coloraciones que sirven para caracterizarlas; así las sales de stronciana la coloran en púrpura, las de cal en rojo, y las de cobre en verde. Se mezcla con el agua en todas proporciones, y á esta mez- cla se da el nombre de aguardiente. Los diferentes aguardien- tes difieren, no solo por su grado de rectificación, sino tam- bién por las materias que tienen en disolución, y que de- penden de las sustancias empleadas para su preparación, de los toneles en que han estado contenidos, ó agregadas frau- dulentamente por los comerciantes. Introducido en el estómago produce una excitación mas ó menos viva, que puede llegar hasta la inflamación, espe- cialmente en las personas que no tienen el hábito de usar bebidas muy alcoholizadas; da nacimiento aúna corta canti- dad de ácido acético; pero la mayor parte es absorbido in natura. Esta absorción se verifica con suma rapidez, y pa- rece tener lugar en el estómago. Habiendo Sandrás y Bou- chardat dado á un perro de gran talla una sopa adicionada con 150 gramos de alcohol y 50 gramos de aceite, lo sacrifi- caron dos horas después, y no pudieron extraer un gramo por la destilación de las materias contenidas en el estóma- go, y en los intestinos no encontraron la menor porción: de esta experiencia dedujeron también, que la vía de absorción está en las venas, pues no obtuvieron la fracción mas mí- nima del quilo, en tanto que pudieron extraerlo en cantidad considerable de la sangre de la vena porta. Llegado al tor- rente circulatorio, ejerce una estimulación enérgica y casi instantánea sobre el sistema nervioso, en virtud de la cual 9 el corazón se contrae con mas frecuencia y energía; la san- gre extiende los vasos capilares, el calor aumenta, la fiso- nomía se anima, la inteligencia luce con mayor brillo, la sensibilidad se abre á los sentimientos expansivos, ve el hom- bre engalanado el universo con el pomposo atavío que le pres- ta su entonces rica imaginación, y experimenta un bienes- tar inefable. Mas allá todo es decadencia; unos tragos más, y desde la cumbre á que el hombre se vio elevado por la estimulación de sus facultades, desciende hasta el abismo de la degradación: entonces el cerebro, congestionado se altera en sus funciones, el hombre no tiene conciencia de las im- presiones que le trasmiten sus sentidos, sus pasiones se des- bordan: á los sentimientos tiernos y afectuosos suceden los violentos; y se halla convertido en un maniático furioso. Más tarde, si prosigue en sus libaciones, la embriaguez au- menta, sus facultades morales se deprimen mas y mas; dé- biles sus piernas, llegan á ser impotentes para sostenerlo, y rueda por tierra en una pérdida completa de conocimien- to y movimiento. Ya no es el hombre de ideas sublimes y acciones elevadas; no es ya el homo sapiens; es el sérpor su intemperancia arrastrado á una escala inferior á la del bru- to: ¡desconsolador espectáculo que por desgracia presencia- mos con frecuencia: triste decepción para el hombre que en su orgullo se titula pomposamente rey de la creación, y se juzga formado á imágen y semejanza de su Autor! Si sobre este primer efecto del alcohol hay una general conformidad, no sucede lo mismo cuando se trata de deter- minar su modo de evolución en el organismo. La solución de este problema ha dividido en dos bandos opuestos á los experimentadores: los unos, representados por Liebig, fun- dándose en su composición química, han hecho de él una sustancia eminentemente combustible, que no es eliminada por las secreciones, sino que permanece en el organismo para entrar en combustión á expensas del oxígeno absorbi- do, disminuyendo así el gasto de los otros materiales com- bustibles, y siendo, por lo mismo, un verdadero alimento respiratorio. Opuestos á esta teoría, aparecieron Lallemand Perrin y Duroy, los que de sus numerosas experiencias de- dujeron, que el alcohol es eliminado in natura por las diver- 10 sas secreciones; que en consecuencia no es quemado en la economía, que es nulo el papel que le han hecho gozar en la nutrición, y que su efecto se limita á la estimulación di- recta é instantánea que ejerce sobre el sistema nervioso. Un tercer partido, término medio entre los anteriores y en cu- yas filas figura Baudat, vino á conciliarios y á tranzar la cuestión: según sus observaciones, una parte, la menor del alcohol ingerido, es eliminada in natura; pero la mayor se trasforma en aldeida, cuerpo combustible que arde apode- rándose del oxígeno absorbido por la respiración, y da co- mo productos ácido carbónico y agua. Esta es también la opinión de Duchec, que piensa que durante la combustión de la aldeida las otras materias combustibles del organismo son temporalmente respetadas. Se ve, pues, que el alcohol ingerido tiene una acción complexa: luego que es absorbido ejerce una estimulación sobre el sistema nervioso; después una parte es eliminada, pero otra queda para entrar en combustión: se hace una fuente de calor, y es por lo mismo un alimento respiratorio: tal es la opinión actualmente profesada por la mayoría de los experimentadores franceses. La energía que comunica á las funciones, ese bienestar que proporciona cuando se toma moderadamente, hizo que se concibiesen esperanzas muy favorables respecto de los resultados que debia producir: y en efecto, durante mucho tiempo se consideraba su uso, no solo como saludable, sino como un específico de muchas enfermedades, especialmente de las que provienen de debilidad. Amoldo de Villanueva, hablando de él, dice: «Esta agua devino es llamada por al- gunos agua de la vida; y con razón merece este nombre, pues es ciertamente una agua de inmortalidad.» l Pero la observación diaria ha probado suficientemente que bajo cual- quiera forma, el uso frecuente y abusivo del alcohol, oca- siona varias lesiones, y aun la muerte, en medio de la mas completa degradación física y moral. 1 Enciclopedia Americana, tomo XII, pág. 175. 11 II. EMPLEO TERAPÉUTICO. Pneumonía.—Robert Bentley Todd fué el primero en em- plear el alcohol en el tratamiento de la pneumonía, bajo la forma de aguardiente, de rom ó de alcohol propiamente di- cho. Llevado de su entusiasmo á tal grado cayó en la exa- geración en que caen la mayor parte de los que establecen un nuevo medio curativo, que llegó á proclamar el suyo co- mo el único y constante en el tratamiento de las inflama- ciones pulmonares. Quizá este error fué causa de que el uso del alcohol, excelente cuando su indicación es precisa, fue- ra visto con aversión por la mayoría de los médicos; pero de que esta sustancia no deba ser empleada en todos los ca- sos sin excepción, de que su uso cuando no está indicado ocasione accidentes graves, de que su manejo sea delicado, no puede lógicamente deducirse que deba ser desterrada de la práctica. El alcohol se encuentra en circunstancias aná- logas á las de otras sustancias activas: sin ir muy léjos, el tártaro estibiado que todos emplean en la pneumonía, algu- nos tal vez por solo obedecer á la rutina, cuando se da de una manera inconsiderada sin razón suficiente en una per- sona débil, sobre todo si se continúa por mucho tiempo, ejer- ce una hipostenizacion profunda, arroja al enfermo en una adinamia de la que con dificultad se le arranca, y quién sa- be si en varios casos, él y no la enfermedad que se trata de combatir, le abren las puertas del sepulcro. ¿Nos privaré- mos por esto de un auxiliar tan poderoso? No, ciertamente; ántes de prescribirlo es preciso meditar con detención si en un caso dado es ó no conveniente su empleo, y obrar en consecuencia: otro tanto debe hacerse con el alcohol. Su modalidad de acción indica suficientemente los casos en que deba utilizarse en el tratamiento de la pneumonía: estos son aquellos en que el enfermo es presa de una adi- namia verdadera: en circustancias tales, la indicación pri- mera es despertar el sistema nervioso del estado de colapsus en que se halla; darle al enfermo las fuerzas que le faltan 12 para llevar á buen fin su enfermedad; pues como dice Kal- tenbrunner, «es preciso cierto grado de fuerza para resolver una flegmasía,» y con dificultad se encontrará otra sustan- cia que llene mejor que el alcohol la indicación urgente que se presenta; porque, por una parte, despierta la excitabilidad nerviosa, y por otra, entretiene á su costa la combustión exagerada, consecuencia del movimiento febril, librando al organismo de la necesidad de alimentarla á sus expensas. Hay casos en los que la edad del enfermo, su constitu- ción, su estado habitual de salud y las circunstancias en que ha contraido su enfermedad, indican á primera vista que se trata de una persona débil ó fuerte; pero hay muchos en que la duda es necesaria. En esta apreciación se encontra- rá en el pulso un guía útil: un pulso fuerte, lleno y amplio, indicará que hay en el enfermo fuerza suficiente para su- frir un tratamiento expoliativo si los demás síntomas lo exi- gen; pero con un pulso pequeño la situación no es tan cla- ra: con semejante pulso hay enfermos que encontrándose en un estado de postración suma, se reaniman, y su pulso adquiere amplitud y fuerza por la aplicación de una sangría, en tanto que otros mas numerosos, en un estado aparente- mente igual, se agravan por semejante tratamiento: el mis- mo fenómeno sintomático, lapequeñez del pulso, se hace la fuente de indicaciones contrarias: es, por lo mismo, impor- tante distinguir estos dos órdenes de hechos. Se llega á esta distinción, comparando el carácter de los latidos del corazón con el pulso. Si éste es pequeño, al mis- mo tiempo que aquel se contrae con energía y regularidad, se puede estar seguro de que su debilidad no proviene de un estado de postración real; esta debilidad es aparente. Es- ta discordancia entre la fuerza del órgano central de la cir- culación y la de las pulsaciones arteriales periféricas, depen- de de que por el hecho de la hepatizacion pulmonar, se es- tablece una dificultad mas ó ménos grande en la pequeña circulación; la tensión aumenta en la arteria pulmonar; se produce en las cavidades derechas del corazón un éxtasis sanguíneo, que de trecho en trecho se hace sentir en las ex- tremidades periféricas de las venas; la dificultad que en és- tas encuentra la sangre para circular, aumenta los obstácu- 13 los que debe vencer la sangre arterial para atravesar el tejido capilar, y en estas condiciones anómalas, á pesar de que el corazón se contrae con fuerza, la onda sanguínea es débil y el pulso pequeño. Si entonces se practica una san- gría, esta deplesion hace cesar el obstáculo que existia en un punto del aparato circulatorio: las condiciones normales, rotas hasta entonces, se establecen; la onda sanguínea, im- pelida por las contracciones cardíacas, tal vez no aumenta, pero el impulso que la pone en movimiento se hace sentir con mas fuerza en las arterias: de esto depende que el pul- so adquiera amplitud y fuerza, ó, como se dice, se levante. Pero si con un pulso pequeño y débil los latidos cardía- cos son débiles también, esta conformidad no depende de condiciones anormales de la circulación: esta debilidad del pulso es la consecuencia de un estado análogo del corazón, lo que indica un desfallecimiento del sistema nervioso que preside á su contráctilidad: hay, pues, un estado de adina- mia real. Se puede corroborar esta creencia de la manera siguien- te: sabido es que cuando se ejerce una presión sobre la ar- teria radial, de manera que se haga desaparecer su calibre, los latidos se suspenden abajo del punto comprimido: en una persona sana la pulsación reaparece casi instantáneamente, merced á una onda retrógrada que llega por las anastomosis palmares, y además esta pulsación presenta las mismas cua- lidades de fuerza y amplitud que la directa normal; pero cuando el corazón se debilita, la onda recurrente tarda mas en aparecer, y hiere el dedo que la explora de un modo mas débil que la normal: á medida que aquel va debilitándose, ella también va siendo mas y mas imperceptible hasta que llega á desaparecer, dejándose sentir tan solo por interva- los. Gomo se ve, este fenómeno, llamado recurrencia pal- mar, puede, en casos de duda, prestar útiles auxilios. Cuando por estos medios, ayudados de lo que se apellida tacto médico, producto de una larga práctica, se llega á co- nocer en un pneumónico un estado de adinamia verdadera, como lo urgente es disipar el colapsus del sistema nervio- so, sin preocuparse de los otros síntomas, deberá recurrirse al alcohol, que por su rapidez supera á los demás medios. 14 Guando el enfermo es presa de este estado de postración, Jacoud, cuyas indicaciones he procurado seguir en la re- dacción de este artículo, administra el alcohol sin que lo detenga la existencia de una fuerte dispnea, síntoma que conforme á la costumbre generalmente admitida, presenta la indicación de extraer sangre. Pero el clínico citado, des- pués de entrar en consideraciones sobre las causas de disp- nea en la pneumonía, concluye por establecer que éstas son de dos órdenes: las unas consisten en modificaciones fí- sicas que disminuyen mecánicamente el campo de la hema- tósis; las otras en modificaciones químicas de la sangre; mo- dificaciones dependientes de la sobreactividad febril de las combustiones, de las que resulta un mayor consumo de oxí- geno. La sangría obra sobre el elemento mecánico; dismi- nuye la congestión que rodea los puntos flogosados del pul- món; hace desaparecer la tensión de la arteria pulmonar; la circulación cardíaco-pulmonar se facilita, y estas dos cir- cunstancias, permeabilidad mayor del pulmón y facilidad en la circulación, favorecen la aereacion de la sangre, y en virtud de estas condiciones la dispnea disminuye. Pero este alivio es solo temporal; la sangre extraida es reemplazada por agua, y las causas mecánicas de la disp- nea vuelven á aparecer; de manera, que para disiparla, es preciso nueva extracción de sangre, seguida de los mis- mos efectos y de las mismas necesidades, y así hasta la re- solución de la flegmasía. Además, las sangrías producen en la sangre varias mo. dificaciones; las principales son: aumento de agua y dimi- nución de glóbulos, que sabido es, son los vehículos del oxí- geno er lo íntimo de los tejidos; de donde resulta diminu- ción del gas relativamente á la cantidad total de sangre. Concurren por esto en pró de la enfermedad á alterar la com- posición química de este líquido; y como esta alteración, se- gún los trabajos de Dietl es una causa eficaz de dispnea, re- sulta, que el tratamiento depletivo, si la disminuye porque atenúa las condiciones mecánicas de la dificultad respira- toria, aumenta el poder de las causas químicas que la entre- tienen. Las ventajas que procura son de corta duración, porque el síntoma que combate se reproduce constantemen- 15 te. En un individuo vigoroso, capaz de sufrir una extrac- ción de sangre, á medida que se necesite, es conveniente emplearla, porque oponiéndose á uno de los síntomas mas penosos, se le procurará por ella el beneficio de recorrer las fases de su enfermedad con ménos sufrimientos; pe- ro en uno debilitado, sumergido en un profundo abatimien- to, toda pérdida disminuye los pocos recursos que le quedan, y seria una falta exponerlo á un peligro inminente, por el solo fin de procurarle un alivio momentáneo. En estas circuns- tancias, he dicho, Jacoud no sangra, recurre á un trata- miento tónico y estimulante, y esta conducta le ha procura- do los mejores resultados. En el hospital de San Lúeas, partiendo de esta manera de ver, el Sr. Peñafiel ha empleado el alcohol en varios ca- sos análogos, sin que haya tenido que arrepentirse. El 21 de Diciembre del año próximo pasado, entró al hos- pital de San Lúeas á ocupar la cama número 6 de la 2.a sa- la de medicina, Máximo González, soldado de la 5.a com- pañía del l.° de infantería. Tiene 30 años de edad, tempe- ramento linfático y constitución débil: según dice, hace tres dias que después de bañarse fué atacado de calofrío, quebran- tamiento general, pesantez de cabeza y tos: ayer, segundo dia de enfermedad, tuvo un fuerte dolor en el costado iz- quierdo, que lo condujo al hospital. Hoy, dia 22, está en el decúbito lateral, se queja de un dolor abajo y afuera de la tetilla izquierda, irradiándose hácia atrás: tiene tos, y en la escupidera hay esputos rubi- ginosos: la respiración está precipitada: 30 respiraciones por minuto: hay cefalalgia, aumento de temperatura, y el pulso pequeño y blando late 100 por minuto. Por la percu- sión del lado derecho del tórax, se nota que la sonoridad nor- mal está intacta, en oposición con el lado izquierdo, donde hay matitez en- el tercio medio de la parte posterior; mati- tez que disminuye hácia el lado correspondiente y desapa- rece en la parte anterior. En el centro del espacio ocupado por la matitez, auscultando, se oyen soplo tubario, y á su derredor, sobre todo en la parte inferior, estertores crepi- tantes. Allí, donde se percibe el soplo, la voz resuena con los caractéres de la broncofonía. Prescripción: solución de 16 goma 180,00, kermes mineral 0,60, jarabe de opio 32,00, para tomar una cucharada cada hora.—Cocimiento de ce- bada á pasto.—Dieta. Dia 23, cuarto de enfermedad. La dispnea es mayor, pul- so pequeño y débil á 120 por minuto; hay postración; las contracciones cardíacas concuerdan con el pulso. Prescrip- ción: Calomel 1,20 en cuatro papeles, uno cada dos horas. Vino jerez 64,00, cucharada cada media hora. Atole. Dia 24, quinto dia. Ligera diminución de la dispnea; el pulso continúa débil y da 106 pulsaciones; sigue la postra- ción. Prescripción: Calomel 0,50 en diez papeles, á tomar uno cada hora; vino jerez 125,00 cucharada cada hora. Ve- jigatorio de 25 centímetros por 15. Atole y caldo. Sexto dia. Desaparición de la dispnea; el pulso se ha le- vantado un poco, 100 pulsaciones. El enfermo está sentado, se queja de hambre y está constipado. Prescripción: Calo- mel 0,25 en diez papeles, uno cada hora. Vino jerez 125,00 cucharada cada hora, enema laxante, caldo y té con leche. Sétimo dia. Ha desaparecido el soplo, se oyen los ester- tores de vuelta, el pulso marca 96; hay molestia en las en- cías y hálito mercurial. Prescripción: Cocimiento de ceba- da 180,00, clorato de potasa 4,00, jarabe cuanto baste, po- zuelo cada media hora; vino jerez 90,00; caldo, té con leche y mamones. Octavo dia. Noventa y dos pulsaciones; la misma pres-, cripcion. Noveno dia. Sigue la mejoría; 80 pulsaciones: prescrip- ción la misma, únicamente se disminuye el vino. Décimo dia. Sesenta y cinco pulsaciones; se aumenta el alimento; lo demás lo mismo. Undécimo. La mejoría sigue sin interrupción; entra en plena convalecencia. Se aumenta el alimento y se dismi- nuye el vino á treinta y dos gramos. Lo que digo de la adinamia natural se puede aplicar á la artificial, causada por el empleo abusivo del emético, cuyo uso continuado algunos dias, muchas veces desde el según- 17 do, produce un agotamiento de la fuerza nerviosa, que más que la enfermedad pone en peligro la vida del enfermo. El diez y ocho de Julio de 1870 entró á la segunda sala de medicina Aurelio Maldonado, soldado de la 3.a compañía del l.° de infantería, á curarse de una gripa. Este hombre, de constitución fuerte, como de 25 años de edad, experi- mentó el dia 21 por la mañana un fuerte dolor en el costa- do izquierdo que le dificultaba la respiración. El ayudante de guardia le aplicó una sangría de 180,00, y le ministró unas cucharadas con 0,10 de tártaro. El dia 22 se comprobaron los signos de una pneumonía del lóbulo inferior del pulmón izquierdo. Tenia 125 pulsa- ciones por minuto y su pulso era fuerte; habia dispnea y tos fuerte. Prescripción: Agua destilada 96,00, tártaro 0,10, cucharada cada cuarto de hora. Dieta. Dia 23. Continúa la dispnea; pulso regular, 125 pulsacio- nes; la misma prescripción. Dia 24. Pulso débil, á 120; respiración frecuente, 32 por minuto. Prescripción: Jarabe balsámico 64,00, kermes mi- neral 0,30, cucharada cada hora, y dieta. Dia 25. Postración, pulso débil, las mismas pulsaciones que ayer, latidos cardíacos, débiles también. Prescripción: el mismo lamedor, y además infusión de hojas de naranjo 180,00, alcohol á 40° 64,00, jarabe lo que baste: para tomar cada hora una cucharada: caldo y té con leche. Dia 26. Pulso débil, las mismas pulsaciones. Prescrip- ción: Galomel 1,50 en 18 papeles, uno cada media hora; se repiten las cucharadas. Dia 27. Pulso regular á 100. Prescripción: Galomel 0,10 en diez papeles, uno cada media hora. Vino jerez 125,00; caldo, té con leche. Dia 28. Pulso regular á 90; ha desaparecido la postración; se suspende el calomel. Vino jerez 96,00. Dia 29. El enfermo continúa mejorando y entra en con- valecencia. Estas y otras muchas observaciones que omito en honor de la brevedad, pero que pueden consultarse en los regis- tros del hospital de San Lúeas, agregadas á las citadas por los autores ingleses, prueban suficientemente la utilidad 18 del alcohol en la pneumonía acompañada de una adinamia profunda, y prestan un nuevo fundamento al principio sen- tado por Stokes, que á la letra dice: «En tesis general se pue- de decir que no hay ninguna inflamación local que contrain- dique de una manera absoluta la administración del vino cuando el estado general del enfermo reclama el empleo de este agente terapéutico.» Las dosis á que debe emplearse el alcohol no han de ser tales que produzcan un estado de embriaguez. Jacoud ja- mas lo da á las mujeres á dosis superiores á 80,00 al dia, y en el hombre jamas pasa de 100,00. El Sr. Peñafiel em- plea indistintamente el aguardiente mezclado á una infusión aromática, ó el vino jerez: el primero á la dosis que varia, según la susceptibilidad individual, de 15 á 96 gramos, y el segundo de 60 á 125 en el dia. Tan luego como se manifiesta una mejoría real, se debe- rá disminuir gradualmente y no de una manera pronta, por temor de que la economía privada de este estímulo tor- ne á caer en la adinamia. Para ovbiar este inconveniente, si se emplea el aguardiente, deberá hacerse seguir su admi- nistración por la del vino de Bourdeaux de Bourgogne ó Jerez, á dosis progresivamente decrecientes. Copio aquí las estadísticas citadas por Mr. Jacoud, donde se ve, áun golpe de vista, la influencia ejercida por los diver- sos métodos curativos, sobre la mortandad en la pneumonía. Pneumonías tratadas exclusivamente por la sangría. Datos de Edimburgo . . . . 698 casos. Mortandad 34, 52 Po Idem de Dietl 85 casos. 20, 40 Po Suma . 783 casos. - Mortandad média 27, 46 Po Pneumonías tratadas exclusivamente por el tártaro emético. Estadística de Rasori. . . . 648 casos. Mortandad 22, 06 Po Id. de Dietl . 106 casos. 20, 70 Po Suma 754 casos. Mortandad média 21, 38 Po 19 Pneumonías sometidas al tratamiento mixto. (Expectación en los casos ligeros; sangría y emético en los serios.) Datos agrupados de Laennec Grissolle y Skoda: Mortandad máxima 16 pg Idem mínima 12, 05 pg Idem média 14, 25 pg Pneumonías abandonadas á los esfuerzos de la naturaleza. Estadísticas de Dietl. . . . 189 casos. Mortandad 7, 04 pg Pneumonías tratadas por los tónicos [quina, vino.) Estadísticas de Bennett. . . 129 casos. Mortandad 3, 10 p8 Pericarditis.—Hay entre las formas que reviste la pericar- ditis, una cuyo carácter y peligro consisten en el desfalleci- miento de la contractilidad del corazón. Se la reconoce en la di- minución ó desaparición del choque cardíaco; en la debilidad, intermitencia é irregularidad del pulso; en la turgencia de las venas yugulares, en el aumento de la dispnea, palidez, en- friamiento de la piel, edema de las extremidades, tendencia á la lipotimia y al síncope; y por último, en la debilidad progresiva ó desaparición del primer ruido, conservando el segundo su carácter normal. Esta persistencia del segundo ruido, autoriza á suponer que la desaparición del primero depende de la debilidad de los ventrículos, y no de la pre- sencia de un derrame líquido. Algunos, para explicar este estado del corazón, dan gran- de importancia á la presión ejercida sobre este órgano por un derrame. En los casos de empiema izquierdo, cuando el corazón es rechazado á la derecha, la presión que sufre de- be, indudablemente, ser mayor que en los derrames peri- cárdicos ordinarios; y sin embargo, es raro que sus funcio- nes se perturben de un modo notable. Stoke ha observado en un enfermo de pericarditis un desalojamiento de la vís- 20 cera á la derecha; y en un enfermo del Dr. Adams el co- razón soportó por varios dias una presión tal, que uno de los ventrículos estaba en parte replegado sobre sí mismo; y no obstante el acto cardíaco se verificaba regularmente y sin modificaciones. De aquí puede inferirse, que si el derrame pericárdico ejerce alguna influencia sobre las funciones del corazón, no es en la gran mayoría de los casos la sola causa de su des- fallecimiento; y así como en la pleuresía, el diafragma y los músculos intercostales, en tanto que su contractilidad no se ha debilitado, resisten sin ceder á una presión suficiente para desalojar el pulmón y el corazón; así también éste re- siste á la acción del derrame miéntras conserva intacta su contractilidad. Para Stokes, el desfallecimiento y la irregularidad de las contracciones del corazón, no dependen tanto del derrame, cuanto de la atonía ó parálisis de las fibras musculares; atonía que sobreviene bajo la influencia del trabajo infla- matorio de la serosa ó de una verdadera miocarditis, con depósitos de nueva formación entre las fibras musculares ó resorbcion ulcerativa. Puede también depender de la dege- neración grasosa aguda, señalada por Virchow. Todas estas causas, aisladas ó reunidas, pueden dar lu- gar á esta variedad de pericarditis, á la que algunos desig- nan con la denominación de paralítica. Con mas frecuen- cia, consecutiva á las otras formas, puede presentarse desde los primeros momentos en las personas debilitadas, y en el curso de otras enfermedades, con especialidad en los goto- sos de constitución gastada, ó al principio de la degeneración grasosa del corazón. Los accidentes de esta forma de pericarditis son muy gra- ves: Corvisart la consideraba como constantemente mortal: para Stokes y Jacoud, sin ser tan funesta, no deja de cons- tituir un inminente peligro para el enfermo, si desde sus pri- meras manifestaciones no se emprende sostener por los tó- nicos y estimulantes, la energía languideciente del corazón. Si en estos casos se desatiende el estado general del en- fermo ó el particular del corazón, para fijarse en la natura- leza de la enfermedad que se tiene á la vista; si consecuen- tes con esta manera de ver se recurre á los medios usados para combatir las flegmasías; las emisiones sanguíneas por una parte, la privación de estimulantes por otra, concurren en pró de la enfermedad para matar en el enfermo la últi- ma chispa de vida. Si al contrario, desoyendo los temores que pueda inspirar un tratamiento estimulante; cuando aparezcan los signos de debilidad muscular, cuando el co- razón está débil antes déla invasión de la pericarditis, cuan- do el enfermo es presa de un estado de postración ó de un estado tifoideo, se prescribe el vino; se obtendrán las mas veces resultados conformes con nuestro deseo. Observación.—El 8 de Febrero del presente año entró al hospital de San Lúeas, José Perez, soldado de la cuarta com- pañía del cuerpo de Gendarmes: es natural de México, tie- ne 29 años de edad, y su constitución, que debió ser fuerte en otro tiempo, se halla al presente bastante gastada. Según dice, lleva pocos dias de haber sufrido un ataque de reuma- tismo articular. Dia9.—El enfermo está postrado; tuvo anoche una hemor- ragia nasal abundante que se repitió hoy; su cara está li- geramente cianosada; se queja de vértigos constantes; su respiración es fuerte y suspirosa; su pulso irregular y pe- queño á 68 pulsaciones; piel árida y caliente; tiene dolor en la región precordial. Por la auscultación se perciben lé- jos los ruidos del corazón, sin ningún ruido anormal: la percusión señala una matitez de 10 á 11 centímetros en el diámetro vertical, y de 8 á 9 en el horizontal; no se siente fluctuación en los espacios intercostales. Prescripción 0,30 de calomel en 24 papeles, uno cada media hora, y 60.00 de vino Jerez para cucharadas cada hora. Vejigatorio á la re- gión precordial. Dia 10. Se repitió la epistáxis, el pulso sigue intermi- tente, ladispnea ha disminuido, el vejigatorio obró bien.— Sigue el mismo método. Dia 11. El pulso se ha levantado: está á 80 pulsaciones, la respiración es normal.—La misma prescripción. Dia 12 y 13. Se nota el aliento mercurial. Durante este tiempo nada revelan la auscultación y la percusión, porque el vejigatorio impide que puedan aplicarse. Prescripción. 21 22 Yoduro de potasio 0,30 en 180,00 de agua. Clorato de pota- sa 4,00 en tres papeles al día y 00,00 de vino. Dia 14. Aparecen dolores articulares que desaparecieron dos dias después. Se suprimió el vino, y se continúa aún el clorato de potasa hasta el dia 16 y el yoduro hasta el 24, au- mentando diariamente 0,05. La salud se fue restableciendo mas y mas, y el dia 26 fue dado de alta, sin conservar nin- gún ruido ni matitez anormal. En esta observación se vé, que desde las primeras aplica- ciones del vino los vértigos desaparecieron, las epistaxis cesaron, la respiración recobró su carácter normal, y el pulso su regularidad y fuerza. En el curso del año pasado, el Sr. Peñafiel trató por este método, y con buen éxito, seis casos de pericarditis. Lo favorable de estos resultados, ha- bla bastante en favor del empleo de los estimulantes en el tra- tamiento de las pericarditis primitivas ó secundarias, cuan- do se acompañan de un abatimiento de la contractilidad mus- cular del corazón, ó de una debilidad general; y convida á la experimentación. Tifo.— En el período adinámico del tifo hay un cuadro de síntomas que indica un estado de debilidad del corazón, y convida al empleo de un tratamiento estimulante. Para juz- gar de su oportunidad, no basta consultar el pulso, que se- gún Stokes suele ser un guia engañoso, sino que es nece- sario estudiar detenidamente las modificaciones que se veri- fican en los fenómenos cardíacos: las principales son: mo- dificaciones en la fuerza de la impulsión, y en los ruidos. Es raro que la diminución, en la fuerza de la impulsión, sea precedida de su aumento ó de signos de sobreactividad de las funciones del órgano, exceptuando la rapidez de los lati- dos que es muy común: por lo general disminuye gradual- mente; pero aunque raras veces, suele suceder que esta di- minución sea rápida. Comienza hácia la punta del corazón y ála izquierda: cuando deja de ser percibida en estos pun- tos, se la encuentra aún bajo el cartílago ensiforme del es- ternón; es raro que desaparezca del todo y que no se la en- 23 cuentre á pesar de unexámen minucioso; en muchos casos, cuando parece faltar completamente, haciendo acostar al en- fermo sobre el lado izquierdo, y apoyando los dedos sobre los espacios intercostales correspondientes, al fin de la es- piración, se la percibe bajo la forma de un estremecimiento vermicular muy débil. Entre las modificaciones que presentan los ruidos del co- razón, la mas importante es la debilidad del primero, que puede ser tal que desaparezca enteramente, ó que el segun- do adquiera sobre él un notable predominio. Esta debilidad sigue el mismo orden que la diminución de la impulsión. Se muestra primero en la mitad izquierda del corazón, y procede de la punta hácia la base; suele, cuan- do la debilidad es extrema, desaparecer de los dos lados á la vez. Stokes clasifica de la manera siguiente las diversas condiciones que pueden presentar los ruidos: l.° Debilidad del primer ruido con predominio del segundo, á la izquier- da; bajo el esternón los dos conservan su intensidad en las proporciones normales. 2.° Desaparición del primer ruido al nivel del ventrículo izquierdo del corazón; bajo el ester- nón se perciben los dos. 3.° Desaparición del primero délos dos lados del corazón, de manera que cualquiera que sea el punto en que se ausculte, solo se percibe el segundo ruido. 4. Diminución délos dos ruidos, haciéndose casi idénticos. 5. Muy raras veces exageración del primer ruido, siendo el segundo extremamente débil. 6.° En casos excepciona- les, cuando el órgano está considerablemente débil, des- aparición de los dos ruidos del corazón. La debilidad de la impulsión, y la diminución de intensi- dad de los ruidos se acompañan ordinariamente; pero entre estos dos fenómenos no existe una constante relación, sea en el período ascendente ó hácia la declinación de la enfer- medad. En algunos casos, la debilidad y vuelta de la impul- sión, coincide con la diminución y vuelta del primer rui- do; en otros, la vuelta de los ruidos se verifica primero que la de la impulsión: en un tercer grupo, ésta recobró su ener- gía mucho tiempo ántes de que los ruidos adquirieran su in- tensidad normal: existen, pues, grandes variedades entre los fenómenos de la impulsión y de los ruidos. 24 Para Stokes todos esos fenómenos están bajo la dependen- cia de un reblandecimiento del corazón. Desús numerosas observaciones resulta: que en los cadáveres de aquellos que los habian presentado durante la vida, el corazón mostraba como mas constantes los caractéres siguientes: coloración lí- vida, volumen normal, consistencia notablemente blanda, sobre todo en el ventrículo izquierdo, que en ciertos casos se dejaba rasgar bajo lamas ligera presión; el endocardio, el pericardio y las válvulas, estaban perfectamente sanas; la alte- ración se limitaba al tejido muscular, que estaba infiltrado por un producto de secreción de consistencia gomosa, análogo al que, según Staberoh, se encuentra enla superficie de la mu- cosa intestinal cuando hay ulceración de los folículos. Esta in- filtración produce un obstáculo considerable á las funciones del órgano; pero vista la prontitud con que vuelve á su estado normal, es de suponerse que no altera sus elementos anató- micos. Las paredes del ventrículo izquierdo se han encon- trado reblandecidas en todo su espesor; algunas veces el re- blandecimiento se limitaba á las capas mas superficiales; pue- de extenderse al tabique interventricular,‘y en casos excepcio- nales, al ventrículo derecho, que siempre permanece mas consistente que el izquierdo. En un caso, los dos ventrícu- los estaban de tal modo reblandecidos, que el corazón se de- j aba deprimir por su propio peso, y sin embargo, aun enton- ces el ventrículo izquierdo estaba mas reblandecido que el derecho. Stokes atribuye estas lesiones á la acción de la enferme- dad, y se funda en las razones siguientes para negar que sean producidas por la putrefacción: porque además deque en sus observaciones cuidó de practicar las autopsias ántes de que ésta comenzara, nada semejante se encontraba en los músculos de la vida de relación; los que conservaban su color rojo, la integridad de su tejido y la rigidez cadavéri- ca, hechos que están en conformidad con las observaciones de Louis: en segundo lugar, en los individuos que duran- te la vida habian presentado los signos referentes al re- blandecimiento, varias veces pudo comprobarlo después de la muerte; y en tercer lugar, los signos observados durante la vida indican, que la debilidad funcional es mayor para el 25 ventrículo izquierdo, y en este es precisamente en don- de la autopsia muestra el reblandecimiento mas avanzado. Le parece una putrefacción singular aquella que, limitán- dose al izquierdo, respeta en la generalidad de los casos el ventrículo derecho. Graves, conforme en los puntos principales con las ob- servaciones de Stokes, no admite el reblandecimiento ni la infiltración intersticial del corazón. En su concepto, los fe- nómenos que presenta este órgano, dependen, así como la de- bilidad de los músculos voluntarios de la vejiga y esfínter anal, del abatimiento general de la fuerza nerviosa. Atribu- ye el reblandecimiento notado por Stokes á la putrefacción, que en el tifo sigue una marcha rápida. Sin discutir cuál de estas explicaciones sea la verdadera, lo importante, y sobre este punto los dos observadores es- tán conformes, es: que en gran número de casos de tifo, el corazón se debilita, y esta debilidad es revelada, mas que por los caractéres del pulso, por modificaciones de la im- pulsión de los ruidos cardíacos. Los resultados clínicos les han probado, además, que «la diminución de impulsión, la debilidad ó ausencia del primer ruido del corazón, ofrece una indicación importante para el empleo del vino.» Esta sustancia, empleada con oportunidad, produce resul- tados muchas veces maravillosos; pero como su manejo es riesgoso y exige por parte del práctico una larga expe- riencia, Bell recomienda que siempre que se administre, se tengan presentes los preceptos siguientes, dados por Armstrong: que el vino hace mal si la lengua se pone mas seca en lugar de humedecerse, si aumenta el calor y ari- dez de la piel, si en vez de disminuir, aumenta la frecuen- cia del pulso, si hace la respiración mas precipitada, y si aumenta la agitación. Cuando los síntomas de debilitamiento cardíaco se mues- tran con los caractéres arriba expresados, Stokes y Graves administran el vino, sin que los detenga la existencia de síntomas que á primera vista pudieran parecer contraindi- carlo. El segundo lo dá asociado al opio aun cuando la len- gua esté seca y cubierta, así como los dientes, de fuliginosi- dades; á pesar de la sufusion roja de las conjuntivas, por- 26 que no siempre indica una congestión cefálica, sino que también puede dependerdel insomnio, ó de la extensión hasta ellas del exautema general, como suele suceder en la escarlati- na. No cree que sea una contraindicación el calor y la sequedad de la piel, si los demás síntomas autorizan su empleo. Lo prohi- be cuando el delirio es violento; pero no duda en adminis- trarlo, cuando á pesar de que el enfermo está agitado, ha- blando consigo mismo, tendiendo á salir de la cama, y pre- sa de alucinaciones, éstas no son tales que su razón no lle- gue á dominarlas, ó que no se obtengan de él cuando se le cuestiona, respuestas de una justicia y precisión notables. En estos enfermos, á este estado de la inteligencia, se une un insomnio completo; la principal indicación es procurar el sueño; y el sabio clínico ve en el empleo del vino y el opio, el mejor tratamiento. La frecuencia del pulso no es una contraindicación, sino cuando al mismo tiempo es fuerte y duro; mas con un pulso pequeño y depresible, se le ha em- pleado con buenos resultados, lo mismo cuando late 70 ve- ces por minuto que cuando llega á 130 pulsaciones. Observación.— JoséM. Diaz, soldado del 12° de caballería, entró al hospital el 4 de Noviembre de 1870. Es de 25 años de edad, de temperamento linfático: lleva cuatro dias de enferme- dad; ha tenido epistáxis; se nota ligero estupor; se queja de cefalalgia, zumbido de oídos y de sed viva; tiene la lengua saburrai, el vientre duro y doloroso, orina escasa, piel ca- liente y árida, pulso á 120.—Prescripción: emeto-catártico y dieta. Quinto dia de enfermedad.—El emeto-catártico ha obrado bien; el pulso se mantiene á 120; la erupción comienza á mostrarse.--Prescripción: limonada clorídrica500,00; dieta de café con leche. Sexto dia. El pulso está á 125, es depresible; se queja principalmente de cefalalgia. Prescripción: Limonada clo- rídrica, bálsamo tranquilo á la frente; café con leche por alimento. Sétimo dia. Ha pasado la noche inquieto balbuciendo al- gunas palabras sin sentido; hay agitación y sobresaltos de los tendones; 125 pulsaciones; el vientre está meteorizado. Prescripción: Mixtura alcanforada 125,00, tártaro emético y 27 extracto de opio, de cada cosa 0,05, jarabe de goma 30,00, cucharada cada hora. Agua 250,00, aceite de ricino 30,00, esencia de trementina 4,00, una yema de huevo, para emul- cionarse y hacer una lavativa para aplicarla en dos veces. Octavo dia. La noche anterior ha sido tranquila; desapa- reció el meteorismo; el vientre está blando, poco doloroso; hay sed. Prescripción: Cocimiento de cebada á pasto, caldo y té con leche. Noveno dia. Hay alguna postración; 100 pulsaciones dé- biles; la misma prescripción. Décimo dia. Decúbito dorsal, pulso filiforme á 100; im- pulsión cardíaca débil; predominio del segundo ruido del corazón sobre el primero; postración extrema; enfriamiento de las extremidades: se le ordena cocimiento ligero de qui- na 250,00, vino jerez 60,00, jarabe de limón 32,00, un po- cilio cada hora. Friega estimulante á las extremidades. Undécimo. Los síntomas de postración han disminuido sin desaparecer enteramente: hay 90 pulsaciones. Prescrip- ción: Vino jerez 96,00, caldo, sopa de pan, café con leche. Duodécimo. La postración ha disminuido; el pulso á 80 ha adquirido amplitud y fuerza; las pulsaciones cardíacas han recobrado su energía; hay alguna constipación. Pres- cripción: Vino jerez 60,00, enema emoliente, caldo, dos so- pas, café con leche. Los dias siguientes sigue mejorando hasta entrar en ple- na convalecencia el diez y siete. Conmoción cerebral.—Si el alcohol es útil en el tratamien- to de las enfermedades que pertenecen á la patología inter- na, no lo es ménos en las que entran en el dominio de la patología quirúrgica. Entre éstas encuentra una indicación precisa en el primer período del segundo y tercer grado de la conmoción cerebral, cuando hay, como es natural, inme- diatamente después del accidente, una depresión de las fuer- zas, resolución completa del sistema muscular de la vida de relación, lentitud en los movimientos respiratorios y en la circulación, poco vigor en las contracciones cardíacas y pér- 28 dida de conocimiento. En estos casos, algunos médicos tie- nen presente la lanceta, como el recurso supremo para vol- ver á la vida por medio de copiosas emisiones sanguíneas, á los órganos que necesitan una medicación enteramente con- traria. Obrando de esta manera se corre el peligro de pro- ducir un síncope, que unido á la conmoción, tendrá por resultado la muerte del enfermo. En estos casos la indica- ción primera, la recomendada por la generalidad de los au- tores, y sancionada por la experiencia, consiste en estimular el sistema nervioso, para que reanime la vida de los órganos próximos á perderla. Es, pues, necesario emplear un exci- tante que ejerza su acción de una manera pronta y enérgi- ca; y como, bajo este doble punto de vista, el alcohol no cede á las otras sustancias de su clase, resulta que en este caso llena perfectamente la indicación. Observación.—El 12 de Marzo de 1869, entre las víctimas del desencarrilamiento sufrido por el tren de Puebla, se en- contraba Francisco Ganseco, soldado de la 3.a compañía del 7.° batallón, de 20 años de edad: su constitución era débil y su temperamento linfático: tenia en la sien derecha una herida contusa de seis centímetros de extensión, que inte- resó las partes blandas en todo su espesor, sin tocar el hue- so. En el momento de examinarlo, tres horas después del accidente, estaba en un estado de completa resolución en el decúbito dorsal, con el semblante pálido, respiración lenta y suspirosa, pulso débil é irregular que latia 45 veces por minuto, y con pérdida de conocimiento. Guando llegaron cerca de él los Sres. Montes de Oca y Peñafiel, consultados por el médico que lo asistía y que ya tenia vendado el bra- zo para aplicarle una sangría, juzgaron ésta contraindicada; y después de aflojar los vestidos para facilitar la respira- ción, le ministraron dos onzas de cognac, cuyos efectos al cabo de pocos momentos fueron: la regularidad y acelera- ción del pulso, el aumento y energía de las contracciones cardíacas, y la facilidad de la respiración: sin embargo, con- tinuaron la pérdida de conocimiento y los movimientos re- flejos cuando se tocaba su herida. En este estado se le trasladó á un wagón en la posición horizontal, con todas las precauciones para evitar la anemia del cerebro. Llegado al hospital se le repitió el alcohol, dos onzas, para tomar una inmediatamente, y otra dos horas después. El pulso y la respiración se regularizaron, la de- gluticion se hizo fácil. Al dia siguiente habia recobrado el conocimiento, y para prevenir la encefalitis, se le aplicó una lavativa purgante y 1,30 de protocloruro de mercurio en tres papeles, á tomar uno cada dos horas. Esta dosis se re- pitió en los dos dias siguientes; época en que apareció un principio de estomatitis, que se atacó por el clorato de po- tasa. Se suprimió entonces todo tratamiento interno, para ocuparse de la herida, cuya cicatrización se efectuó sin ac- cidente alguno. Semejante á éste, el Sr. Peñafiel me ha referido varios casos, en los que la administración del alcohol ha sido se- guida de sorprendentes resultados, sin excluir, en manera alguna, del tratamiento ulterior, ni los antiflogísticos, ni los purgantes, ni el calomel, que en estas circunstancias tiene una indicación especial. Heridas.—Entre los accidentes que con mas frecuencia vienen á complicar las heridas, sobre todo aquellas que in- teresan ó descubren el hueso, y entre éstas, con especiali- dad las que tienen su asiento en la cabeza, figura la infec- ción purulenta. Es desconsolador ver individuos en todo el vigor de la juventud, con las apariencias de una buena cons- titución, llegar al hospital con una pequeña herida en la cabeza que descubre el hueso en una corta extensión, y al- gunos dias después, cuando se halla en plena supuración, cuando está tal vez casi cicatrizada, cuando se espera una pronta y feliz terminación, tanto por el estado general del enfermo cuanto por el particular de la herida, ésta, sin cau- sa apreciable, se seca y se pone fungosa; al pus de buena naturaleza sucede otro icoroso y de una fetidez particular; al mismo tiempo aparece un calofrío seguido de calentura, sudores, vómitos biliosos, deyecciones albinas, y todo el conjunto sintomático de la infección purulenta. Al cabo de poco tiempo, doce ó catorce dias, el enfermo sucumbe sin que el arte, con todos sus recursos, sea bastante á impedir el término fatal. Esta complicación es la que desgracia el mayor número de amputaciones y otras operaciones que in- 29 30 teresan el tejido huesoso; ella es también la que hace el mayor número de víctimas en nuestros hospitales. Para juzgar de su frecuencia, hubiera querido reunir al- gunas estadísticas, pero no me ha sido posible; básteme de- cir, que el Sr. Hidalgo Carpió, después de veintiséis años de tratar heridos en los hospitales, se expresa así: «Las fisu- ras y las rajaduras ó fracturas simples del cráneo, sanan al- gunas veces con el método ordinario, es decir, curando la herida como si no hubiese lesión del hueso; pero muchas veces, y no hay exageración en decir que las mas, sobre- vienen al cabo de algunos dias los terribles accidentes de la infección purulenta y de la meningitis.» En comprobación cita una estadística del hospital de San Pablo, correspon- diente al año de 1864, de la que resulta que de 68 heridos en la cabeza que tenian el hueso descubierto ó fracturado, 13 sucumbieron á la infección purulenta, i Guando esta terrible complicación se ha desarrollado, to- dos los medios curativos quedan sin éxito; el arte se estre- lla contra un escollo tan formidable. El tratamiento que se dirige contra ella, consiste en medios locales y generales; entre los primeros mencionaré la cauterización punteada ó en rallas, sobre el trayecto de las venas que parten del foco purulento, propuesta por Sedillot, con el fin de determinar su obliteración é impedir que el pus siga penetrando en la economía; medio que desgraciadamente no ha correspondi- do á las esperanzas de su autor: la cauterización de la su- perficie supurante con una pasta de cloruro de zinc, y que en dos casos publicados por Bonnet y en otro por Follin, se dice que ha producido felices resultados: pero como lo hace notar Nelaton, frecuentemente no se pueden atacar todas las venas inflamadas, y la propagación del pus en la eco- nomía, ha ocasionado desórdenes superiores á los recursos del arte; de aquí se sigue que los experimentadores, en la mayoría de los casos, han sido desgraciados en sus previ- siones. El Sr. Hidalgo Carpió, con el fin de destruir el ca- nal ó canales que dan paso al pus, recomienda que tan luego como se observen los signos de la infección, se aplique una 1 Gaceta Médica, tomo I, págs. 42 y 351: «Heridas del cráneo.» 31 corona de trépano sobre el hueso desnudo; pero es preciso operar antes de que la infección esté muy avanzada, sin cuyo requisito la operación quedaria sin resultado. A la falta de esta condición atribuye el no haber visto logrado ninguno de sus operados. La lista de los medios generales es muy crecida: se han empleado, sin éxito alguno, los antiflogísticos, los purgantes, los vomitivos, sudoríficos, tónicos, etc.; su enunciación de- muestra, mas que todos los discursos, su poca ó ninguna uti- lidad. El Sr. Hidalgo Carpió ha empleado repetidas veces la tintura de acónito anapelo, á la dosis de una á cinco drac- mas mezclada á cuatro onzas de agua azucarada; por este medio asegura haber dominado en dos casos los síntomas de infección, que persistieron después del trépano aplicado con el mismo objeto; en los demás su empleo ha sido poco ó nada ventajoso. Vista la poca eficacia de las diversas medicaciones so- bre la infección purulenta una vez desarrollada, se hace una necesidad para el cirujano, poner en acción todos los recursos que puedan prevenirla. Con este fin, y siguiendo los consejos del Sr. Hidalgo Carpió, se deberán llenar las indicaciones siguientes: l.° Evitar la supuración de las he- ridas del cráneo. 2.° Cuando no es posible impedir aquella, evitar que el pus se represe en la herida y sus inmediaciones, facilitando su corriente hacia afuera. 3.° Si esto no es posible completamente, quitar á lo menos el pus de la herida por cu- raciones frecuentemente repetidas.» Para satisfacer la primera indicación, siempre que los bordes de la herida lo permiten, se recomienda aproximar- los, con el fin de facilitar su cicatrización; pero si los bor- des han sido fuertemente contundidos, ó si el instrumento vulnerante ha producido esquirlas que mas tarde deberán desprenderse, como ya no es posible pensar en la cicatri- zación inmediata, no queda mas recurso que llenar las otras dos indicaciones. Sin embargo, á pesar de estas precaucio- nes, la infección purulenta ha sido común en el hospital de San Pablo, por lo ménos hasta la época á que se refie- ren las estadísticas citadas; así es que cuando se comparan 32 estos resultados, con los tan opuestos que diariamente se observan en el hospital de San Lúeas, en donde en mas de sesenta observaciones que poseo, sobreheridas de cabeza con descubrimiento ó lesión del cráneo, jamás ha venido dicha complicación; preciso es atribuir esta diferencia á la dese- mejanza en el tratamiento. En el hospital de San Pablóse empleaban en aquella épo- ca los tópicos emolientes; en el de San Lúeas, desde el mo- mento en que se tiene una herida de cabeza con hueso des- cubierto, si su estado convida á intentar la reunión inme- diata, después de rasurarla parteen la extensión convenien- te, de limpiar la herida de los coágulos y otros cuerpos extraños que pudiera contener; se lava con alcohol hasta que cese todo escurrimiento de sangre, y se reúnen sus la- bios por medio de vendoletes de tela emplástica. Si esto no es posible, ya por el estado de las partes blandas, ó del hueso que, herido en su propia sustancia, presenta esquirlas que deberán desprenderse mas tarde; después de separar las que se pueda, se lavan las heridas con agua y después con al- cohol; se impregnan en este líquido lechinos de hilas que se introducen hasta el fondo de la herida, para ponerlos en contacto con el hueso; se cubren con un mollar untado de cerato, y se concluye el apósito con unas compresas y un vendaje: esta curación se repite dos ó tres veces en el dia, según la abundancia de la supuración. Esta práctica, se- guida por el Sr. Montes de Oca, y aplicada, no solo á las heridas de cabeza, sino á las de otras regiones, cuando hay lesión ó simple descubrimiento de hueso, ha producido en gran número de casos, pudiera decir en casi la totalidad, los mas felices resultados. Sin tratar de perderme, corriendo en pos de hipótesis mas ó menos ingeniosas, para explicar el modo de acción del alcohol como preventivo de la infección purulenta, solo di- ré, que los hechos clínicos demuestran que desde las prime- ras curaciones hechas con este líquido, si la herida está en plena supuración, ésta toma un buen aspecto y disminuye en cantidad, evitando al mismo tiempo la supuración del teji- do huesoso, y llenando, por lo mismo, la primera y mas im- portante indicación que en esta clase de heridas se presenta. 33 Por no extenderme demasiado, omito referir circunstan- ciadamente las observaciones que poseo, limitándome á in- sertar, para comprobación de lo que digo, una estadística que versa sobre 43 heridas de cabeza con descubrimiento del hueso, y hechas con instrumentos diferentes. Jamás la aplicación del alcohol produjo complicación al- guna; bajo su influencia, desde los primeros dias la he- rida se limpia, toma buen color, el pus es de buena natu- raleza, disminuye en cantidad, y la herida marcha rápida- mente á la curación, como puede verse comparando los dias de entrada y salida. De estos 43 heridos solo uno murió, á causa de una fractura del cráneo con derrame de pus en el interior, un absceso en el lóbulo medio del cerebro y hernia de éste, consecutiva á la aplicación de una corona de tré- pano. (Véase la tabla.) Estos resultados están conformes con los obtenidos en el servicio de Nélaton en el hospital de clínicas, donde mer- ced á la aplicación del alcohol, en la terapéutica de las he- ridas, según Mr. Batailhié, no se ha visto en el período de quince meses un solo ejemplo de infección purulenta, cuan- do ántes era, por decirlo así, endémica, lo que lo hacia el de peor fama entre los hospitales de Paris. Cierto es que las buenas condiciones higiénicas contribu- yen poderosamente para prevenir la complicación de que me ocupo, y por lo mismo pudiera vacilarse entre atri- buir á éstas, ó al alcohol los buenos resultados obtenidos. En el hospital de San Lúeas, gracias á la buena adminis- tración, los heridos están rodeados de todas las circunstan- cias que pueden contribuir á su curación; las salas contie- nen un corto número, están bien ventiladas; hay departa- mentos aislados, destinados á recibir aquellos que pudieran por contagio trasmitir á otros su enfermedad, ó que habien- do sufrido operaciones graves, se teme verlas fracasar si se les coloca en medio de una atmósfera alterada por la pre- sencia de otros heridos: las curaciones se hacen con cuida- doso esmero, allí donde el aseo, una alimentación apropiada y el buen trato, tienden á procurarles, al par que la salud, la tranquilidad moral, medio no poco poderoso para lograr el fin. Pero si la higiene es un auxiliar que no debe desatender- se, no por esto se le ha de atribuir todo el éxito, del que la mayor parte pertenece al alcohol. Cuando el ejército repu- blicano entró á México, en Junio de 1867, sea por la esca- sez de recursos, ó por el gran número de heridos, estos fue- ron colocados en mayor número de los que higiénicamente podrían contener las salas: éstas, del ex-convento de San José de Gracia, no destinadas á enfermerías, estaban poco ven- tiladas, húmedas y escasas de luz, y sin embargo, losSres. Montes de Oca y Peñañel me han asegurado, y los estados correspondientes, que existen en el ministerio de la guerra, demuestran, que la infección purulenta fué casi desconocida. Ultimamente, mi maestro el Sr. Hidalgo Carpió, á quien supliqué me manifestase sus ideas sobre la acción del alcohol, empleado tópicamente en las heridas, me dijo que lo consi- deraba útil para prevenir la infección purulenta y apresu- rar la cicatrización; y al efecto me refirió dos observaciones que prueban suficientemente la justicia de esta opinión, conforme en todo, con la profesada por los Sres. Montes de Oca y Soriano, bajo cuya dirección he podido comprobarla. La mezcla de alcohol á 40° y de cloruro de Labarraque, es muy empleada en el hospital de San Lúeas, y ha producido muy buenos resultados, bajo la forma de inyecciones, en el tratamiento de los abscesos flegmonosos, adenitis supura- das, y en el período crónico de la blenorragia. Abscesos flegmonosos.—Después de dar salida al pus por medio de una incisión, y facilitar su expulsión por presio- nes bien dirigidas, se hacen en el interior dos ó tres inyec- ciones del líquido indicado, hasta que salga sin mezcla de pus; se expulsan hasta las últimas porciones; set interpone entre los labios de la incisión un lechino de grosor conve- niente, se cubre con un mollar de hilas untado de carato, y con compresas y un vendaje apropiado, se ejerce una com- presión expulsiva. Esta curación se repite una ó mas veces al dia, según la necesidad. Si la colección purulenta es muy vasta, conviene colocar un tubo de goma elástica y prac- ticar por él las inyecciones. Este modo de obrar tiene varias ventajas: impide que en las anfractuosidades del foco se detenga el pus, arrastrado 34 35 como es, por la inyección; las propiedades del líquido em- pleado se oponen á la descomposición pútrida, y excitando de un modo favorable las paredes, apresura su retracción. Los abscesos escrofulosos y los bubones supurados, se va- cian del pus que contienen por una simple punción, y se procede en lo demás de la misma manera que para los absce- sos flegmonosos. Así se consigue obtenerla cicatrización en un tiempo mas corto, y cicatrices menos deformes, que por los procedimientos generalmente usados. En comprobación de esta verdad, diariamente se encuentran en la sección de sífilis, hechos que omito referir en honra de la brevedad. En las blenorragias en su período crónico, cuando el es- currimiento purulento, mas que de la flogosis que ha des- aparecido, depende de un vicio en la secreción de la muco- sa, las inyecciones hechas con partes iguales de alcohol y cloruro, modificando ventajosamente la vitalidad del tejido, producen éxitos felices, jamas empañados por complicacio- nes desagradables. En los enfermos, objeto de mis observa- ciones, no puede argiiirse contra su acción, la de los balsá- micos, empleados de ordinario concurrentemente con los tó- picos; en todos, las inyecciones han constituido el solo me- dio terapéutico, lo que permite juzgar de su utilidad sin riesgo de equivocarse. Antes de concluir, quiero llamar la atención sobre el em- pleo del alcohol, como preventivo de los vómitos que se presentan en algunas personas desde las primeras inhala- ciones clorofórmicas, no obstante que su estómago se halla vacío; vómitos muchas veces bastante rebeldes, para obli- gar á suspender su aplicación ó hacerla muy molesta. El Sr. Montes de Oca tiene la costumbre de dar a los enfer- mos una corta cantidad de cognac, momentos ántes de la aplicación del anestésico, y rara es la ocasión en que se presenta alguna basca, que cesa prontamente. Uno de los hechos mas notables, que algo prueba en favor de esta cos- tumbre, es el siguiente: se refiere á un coronel á quien fué preciso aplicarle el cloroformo para operarlo de una fimó- sis: aseguró que varias veces en que se habia visto obliga- do á recurrir á él, habia sufrido mucho á consecuencia de la basca que le provocaba en el momento de su aplicación. 36 y que continuaba en el resto del dia, no obstante la precau- ción de no tomar alimento alguno. Esta vez tomó, inmedia- tamente antes de la operación, unos tragos de cognac, y si bien es cierto que tuvo algunas náuseas, éstas fueron muy insignificantes, en nada dificultaron la operación, y pasada ésta no volvieron á presentarse. Gomo no me ha sido posi- ble hacer experiencias rigurosas, ignoro hasta dónde podria utilizarse el alcohol bajo este punto de vista, y solo lo indi- co porque podria prestar algún provecho en circunstancias difíciles. De lo dicho creo poder inferir, que el alcohol encuentra su indicación: al interior, cuando se trata de reanimar la fuerza nerviosa debilitada; y como tópico: l.° En las heri- das con lesión ó simple descubrimiento del hueso, especial- mente de cabeza, como preventivo de la infección purulen- ta. 2.° Después de ciertas operaciones para favorecer la ci- catrización inmediata, y oponerse á la inflamación supura- tiva. * 3.° Guando se trata de modificar las paredes de un foco purulento para obtener su retracción, ó la vitalidad de una mucosa, con el fin de terminar un escurrimiento cró- nico. No me lisonjeo con la creencia de presentar un trabajo completo, ni mucho menos perfecto; lejos de esto, comprendo sus faltas y temo las justas críticas que merecen. Este te- mor me habria hecho arrojar la pluma desalentado, á no disuadirme el deber de acatar la ley, la necesidad de llenar un requisito indispensable para ver coronados mis afanes, y sobre todo, la consoladora esperanza de que las personas que me juzguen, conocedoras de las dificultades *de la cien- cia, serán indulgentes para aquel que por la vez primera in- tenta penetrar en su santuario. Abril de 1871.—José Espinosa y G. Moreno. * El empleo del alcohol, como útil para favorecer la cicatrización, no es de idea moderna entre nosotros: sabido es que goza de mucho favor desde tiem- pos remotos entre el pueblo, que recurre á él para rociar sus heridas* y entre la gente del campo, es el mejor y casi el único tópico para curar las rozaduras, y todos los traumatismos, produzcan ó no, solución de continuidad. ¿4* Jeíú/aó- Je caJej.a atte JeócuAceíon e/Jaeáo, ¿íaüic/aá fiob e/a/co/io/en (a /.a óeccton c/e c/e/ Q/Joó^u¿a/c/e (éJan J2aca¿, c/các/e e/ano c/e /8(Jé?. Número de la cama. DIA DE ENTRADA. DIA DE SALIDA. NOMBRES. HERIDAS HECHAS POR INSTRUMENTOS. TERMINACION. 1 1 29 de Diciembre de 1868. 28 de Setiembre do 1869. 10 de Febrero de 1869 — 10 de Noviembre de 1869. Contundente y cortante. Salió sano. José María Hernández Idem. 1 11 de Octubre de 1870 — 30 de Octubre de 1870... 25 de Diciembre de 1870. 10 de Marzo de 1869 20 de Octubre de 1870... 15 de Noviembre de 1870 Idem. Idem. 1 2 2 2 2 2 Idem. Antonio Arévalo Cortante y contundente Idem Idem. Idem. 29 de Noviembre de 1869 Idem Idem. 11 de Junio de 1870 5 de Diciembre de 1870. Punzante Idem. 18 de Setiembre de 1870. Idem. Cortante y contundente. Se le puso un tubo de Drainage en el colgajo 15 de Febrero de 1869 — 22 de Marzo de 1869..... | Idem 3 4 4 6 de Diciembre de 1870 Idem. 26 de Agosto de 1869.... 25 de Agosto de 1870 5 de Marzo de 1871 30 de Diciembre de 1868. Idem Idem. 30 de Julio de 1870 11 de Febrero de 1871 — 9 de Diciembre de 1868. Idem Idem. Mord'1 en el cuero cabellV Idem. 6 6 6 • 6 6 Cortante Idem. Cortante y coniundente Idem Idem. Idem. 30 de Agosto de 1869 6 de Diciembre de 1869. Contundente Idem. 15 de Noviembre de 1869 Juan Martinez Cortante y contundente. Idem. 6 6 5 de Octubre de 1870 26 de Diciembre de 1870. 23 de Diciembre de 1870. 26 de Enero de 1871 17 de Setiembre de 1869. 16 de Octubre de 1870... Contundente Idem. Idem Idem. Sanó. Idem Salió sano. 9 9 9 9 10 10 13 13 14 14 Cortante y contundente Cortante.... Idem. Idem. Contundente Idem. 13