W* HABA 
DEL 
CALABAR 
ESTUDIO EXPERIMENTAL 
\ 
QUE, COMO 
TSSIS DE PRUEBA 
« 
Presenta el profesor 
Insto. ‘M. Bomioguez 
AL JURADO DE CALIFICACION 
En el concurso á la plaza de catedrático adjunto al de 
TERAPEUTICA 
MÉXICO 
IMPRENTA DEL COMERCIO, DE N. CHA VEZ, 
Calle de Cordobanes núm. 8. 
1871. HABA 
DEL CALABAR 
ESTUDIO EXPERIMENTAL 
QUB, COMO 
TESIS 
de prueba, presenta el profesor 
Justo JAanuel Pominguez, 
al Jurado de Calificación en el concurso á la plaza 
de catedrático adjunto al de 
TERAPEUTICA. 
MEXICO. 
IMPRENTA DEL COMERCIO, DE N. CHA VEZ, 
Calle de Cordobanes núm. 8. 
1871. A MIS TIERNOS HIJOS 
§f anuel Ignacio y ¡F elipe de |esus. 
(quando llegue fieaa voboAob la edad de la lcvjon) 
muy, jiiolallemenle hallé ya volado d uniime con 
mil fiadles (¡ue descaman en el mío de SJtoá. 
océano vendía ewloncei d vueshai manoi ede lia= 
layo cienlíjico. (¿fo luiyueii en él un jondo de ia= 
lidíala; lecilidlo en jimela de lo (jue me ajano fioi 
alcanjai una jioiicion <fue me Jieimvla leyaioi un 
nomlie leijwtado y un fiolvenil hanijjuilo. A LOS CATEDRATICOS 
DE LA 
ESCUELA DE MEDICINA DE MEXICO. 
[ 1848 á 1854.] 
A vuestros esfuerzos debo los conocimientos que me elevaron al 
profesorado. 
Hay en mi memoria un recuerdo de veneración con el que honro 
á, los que han muerto. 
Guarda mi corazón un sentimiento de amistad sincera hácia los 
que viven aún. 
A MIS COMPAÑEROS EN ESTUDIOS MEDICOS, 
DE 
1848 á 1854. 
En aquella feliz época, de esperanzas y de ilusiones, nos llamamos 
hermanos. 
Hoy que, tal vez, abrigo mi última ilusión y mi última esperanza, 
os saludo con aquel mismo título. PARTE PRIMERA. 
Africa, desembocando en la bahía de Biafra, al O 
de los manantiales del Niger, corre el rio del Oalabar que 
dá su nombre al pequeño territorio que ocupa y á la tribu 
salvaje que vegeta cerca de su cauce. A los bordes de este, 
ó en los pantanos que forma á distancias mas ó menos 
grandes, crece una planta que por el uso que hacen de sus 
frutos los indígenas, llamó la atención de los misioneros in- 
gleses, y ha merecido derecho de domicilio en nuestra te- 
rapéutica. La planta es el “physostygma venenosum;” el 
fruto es conocido con el nombre de “haba del Oalabar.” 
M. Balfour, profesor de botánica médica en la Universi- 
dad de Edimburgo, clasificó la planta en 1860, de esta ma- 
nera: leguminosa; sub-órden de las papilonáceas; tribu, sub- 
fascoléas género único. 
En el “Genera plantarum” de G. Bentham y J. D. Hoo- 
ker [vol. 1?—pars. II.—1865], se encuentra esta descrip- 
ción: “220.—Physostygma, Balf, in Trans. R. Soc. Edimb. 
“ XXII. 310 T 16, 17.—Oalycis dentes brevissími, lati, 2 
“ superiores subconnati. Vexillum ovato-orbiculatum, re- 
“ curvum, basi auriculis inflexis appendiculatum; alee obo- 8 
“ vali-oblongíe, incurvíe, libera»; carina obovata, in ros- 
“ trum subspiraliter tortum producía. Stamen vexillare 
“ liberum, supra basim appendiculatum, antherae unifor- 
“ mes. Ovarium stipitatum, 2-3-ovulatum; Stylus intra 
“ rostrum carinae iucrassatus, et cum eo tortus, latere 
“ interiore longitudinaliter barbatus, et ápice dorso cucu- 
“ lio caro stigma obtegente appendiculatus. Legumen la- 
“ to-lineare, compressum, utrinque convexum, 2 valve, in- 
“ tus Ínter semina tenuiter farctum. Semina oblonga, 
“ crassa, hilo longo lineari semi-cincta, estrophiolata—Her- 
“ ba basi frutescens, alte volubilis. Folia pinnatim 3 fo- 
“liolata, stipellata, foliolis amplis. Flores majusculi, in pe- 
“ dunculis elongatis axillaribus fasciculato-racemosi, fasei- 
“ culorum rhachi crassa nodiíormi. Bracteae parvae, cadu- 
“ cae.—Species 1, Africae tropicae incola, ubi semina vene- 
“ nosissima apud gentes insigniter superstitionibus obno- 
“ xias in exploranda judiciorum veritate utuntur.” 
Se sabe efectivamente, por lo que han referido los misio- 
neros ingleses, que en el Oalabar la haba ó semilla de que 
me ocupo, es destinada para preparar un veneno de “prue- 
ba jurídica,” del que se sirve un consejo de ancianos y sa- 
cerdotes, para inquirir la culpabilidad ó inocencia de un 
acusado. Por esta razón los ingleses, antes de que la plan- 
ta fuese clasificada, dieron á la semilla, que los naturales 
del país llaman Chop-JSup ó JEseré, el nombre de Ordeal 
Calillar lean [hala de prueba del Calillar.Esta prueba 
consiste en ministrar al acusado ante el consejo de ancia- 
nos, presidido por el Rey, un brevaje que se prepara por 
trituración en agua fria ó por cocimiento del “Eseré.” La 
ignorante superstición de aquellos salvajes, les hace creer 
que si la persona es inocente, los dioses la salvarán de la 
muerte, y si por el contrario es criminal, ellos harán que 
el tósigo le devore las entrañas. Tan grosero fatalismo 
conduce, como es de suponer, á deplorables resultados: 9 
muchos delincuentes escapan al justo castigo de sus crí- 
menes; muchos inocentes sucumben con la fea nota de 
malvados—Ya se comprende que, por razón de estas in- 
quicisiones jurídicas, no deben de ser raros en un pueblo 
bárbaro los casos de aplicación del veneno; y efectivamen- 
te se refiere que el Key manda todos los años recoger las 
semillas para almacenarlas, y el exeso, cuando se le supo- 
ne, es arrojado al rio. Esta es la razón de por qué la haba 
del Oalabar fué en un tiempo escasa en Europa, y es hoy 
todavía entre nosotros una droga cara por escasa. 
La planta que la produce no nos es conocida sino por 
las descripciones que de ella tenemos; y por consiguiente, 
para rectificarlas, sería preciso marchar de inducción en 
inducción y de hipótesis en hipótesis, desde la semilla has- 
ta la planta que le dá origen. Algo de esto he procurado 
hacer, guiado por mi buen amigo Lauro M. Jiménez, á 
quien debo especial gratitud por los importantes servicios 
que me ha prestado, así en este punto, como en todos los 
que se refieren al filosófico estudio de la botánica. 
Oon el grano á la vista, y sirviéndome de la descripción 
ya copiada, haré lo posible por apreciar las relaciones en 
que se encuentran los principales caracteres que descubren 
el aire de familia de esta planta, y que conducen hasta el 
lugar que le cupo en la creación. 
Es un grano de la forma de los que se denominan habas; 
grueso; de 0,m25 á 0,m30 de longitud, y sobre 0,m13 de 
espesor; su color es moreno-rojizo; uno de sus bordes 
es convexo y presenta un “hilo” que abraza casi toda 
la semicircunferencia y en uno de cuyos estremos se des- 
cubre el micrópilo pequeñísimo. Este “hilo” tiene la for- 
ma de una ranura cuyo fondo es negro y los lábios de co- 
lor rojo mas claro que el resto del episperma. Este es do- 
ble, muy resistente, difícil de reblandecer por la macera- 
cion y aun hirviéndolo por muy largo tiempo; el “testa” es 10 
la membrana mas gruesa y morena, y el “albumen” la blan- 
ca y mas delgada. No liay endosperma: todo el grano lo 
llena un embrión anfítropo, de cotiledones gruesos, blan- 
cos y carnosos que presentan un hueco central, y sobre el 
borde por donde se tocan un pliegue ligero y curvo. La 
yemita y la raicesilla son muy pequeñas, y debajo del “hi- 
o” se descubre un cilindro lleno de sustancia desmorona- 
ble, blanca, y al parecer formado de anillos, á causa de 
las rugas transversales que presenta. 
Bien meditados estos caracteres, conducen naturalmen- 
te á la determinación de esta planta, ya de una manera 
probable, ya con cuasi certidumbre. 
Los dos cotiledones constituyen el carácter esencial de 
la rama. Esto, y la forma de todo el grano, juzgando pol- 
la analogía que tiene con otros que llevan su mismo nom- 
bre, hace sospechar que la naturaleza del fruto sea una le- 
gumbre; deducción importantísima, porque descubre la 
familia, supuesto que las leguminosas son las únicas que 
tienen tal fruto. 
Partiendo de esta hipótesis, si tal nombre merece, ó su- 
poniendo, como es racional, que el fruto sea una legumbre 
y ya con la seguridad de que el embrión es anfítropo, se 
puede inferir que el vegetal corresponde á las curbéinbrias 
de Decandolle. Esto basta para suponer que la corola debe 
ser papilonácea, ó de las abortadas de las Zuarcéas, siendo 
mas natural fijarse en las primeras, puesto que los estam- 
bres son perigineos y que hay gran relación de formas en- 
tre la corola papilonácea y las partes y órganos accesorios 
del embrión. En efecto, los dos cotiledones, aplicado uno 
sobre otro como se encuentran en la semilla, sin despren- 
derlos de la radícula, por su forma curva representan la 
quilla de una corola papilonácea en la que hubiesen abor- 
tado, como en las Zuarcéas, los demas pétalos; si no es que 
para completar la corola se mira la yemita como un están- 11 
darte rudimentario, y las dos mitades del perisperma como 
las alas. 
Los cotiledones carnosos recuerdan á las Sarcolobéas; y 
como son opuestos, se alejan de las que los tienen alternos 
como las Viciéas, y se refieren naturalmente á la tribu de 
lasfaseoléas en la que tal carácter es fijo. De aquí se de- 
duce que la legumbre debe ser polisperma, debiescente y 
con hojas provistas de zarcillos; caracteres entre los que se 
encuentra uno, la dehiescencia, que aleja esta planta de las 
Dalvergias, en las que la legumbre es indehiescente. 
Mayor número de relaciones debe haber entre el embrión 
y demas órganos de la planta; pero no me es dado descri- 
birlas porque mi trabajo se haría difuso, y quiero ocupar- 
me de los fundamentos en que se basa el género. Estos 
caracteres son de gran interés. 
Los dientes en que se divide el cáliz y su irregularidad, 
descubren el número de sus sépalos, así como la relación 
en que están con los otros verticilos en cuanto al número 
y proporción de desarrollo. En los apéndices del “estan- 
darte,” se vé la tendencia á dividirse que tiene la corola 
para ofrecer tantos pétalos como estambres, y de esta ma- 
nera confirmar la conocida ley de los verticilos; tendencia 
de que á su vez participa el fruto, puesto que la membra- 
na accesoria que separa los granos, aisla á estos en lóculos 
especiales, y pudiera, retrayéndose, formar una legumbre 
articulada. La estremidad espiral de la quilla, su aspecto 
barbado y el gracioso capuchón que cubre al estigma, no 
son simples caprichos de la naturaleza, ni adornos de co- 
quetería; sirven, probablemente, para asegurar la fecunda- 
ción, y acaso también para advertirnos que tras esos atrac- 
tivos está el áspid que nos dá la muerte. En el trayecto 
de una espiral tienen, efectivamente, menos acceso las in- 
fiuencias que pudieran perjudicar al pistilo; y cubierto, co- 
mo lo está, el estigma, puede tomar diferentes direcciones 12 
sin que se pierda un solo grano del polen: la barba de a 
quilla, por su parte, contribuye á conservar una tempera- 
tura constante; á encarcelar al pólen, y á dar tal vez al- 
gún líquido necesario para la fecundación. No pueden es- 
tar con otro objeto tan aproximados al pistilo los estam- 
bres. 
Corresponde también al género, el estado vivalve de la 
legumbre, y la larga estension del “hilo.” Esto último in- 
dica ademas, que la nutrición del embrión es abundante, 
puesto que á proporción que crece el “hilo,” engruesa el 
fuuículo y deben por consiguiente ser mas copiosos los lí- 
quidos que trasmite. 
La robustez y necesidades de la planta, tampoco quedan 
ocultas: es fructicosa, principalmente en la base; es voluble 
en su dirección para acomodar sus órganos á los rayos vi- 
vificantes del Sol; y se dividen sus hojas para que su res- 
piración sea ámplia y perfecta. 
Hasta ahora no se conoce mas que una sola especie; pe- 
ro fácil es preever las modificaciones que deben caracteri- 
zarla, para que no sea confundida con sus congéneres. 
Tienden á este objeto la figura, proporción relativa y espe- 
ciales curvaturas del estandarte, las alas y la quilla, así co- 
mo las que corresponden á los sépalos, ovario, legumbre, 
granos y hojas. 
El ovario se eleva sobre un pié ligero para ponerse á la al- 
tura de las anteras; el estilo engruesa para tener la capaci- 
dad que requiere el rico pólen que por él pasa; las hojuelas 
llevan estípulas, para que la respiración sea mas franca; y 
las bracteas son caducas, tal vez por que la infloresencia 
desempeña las funciones que ellas supliau. 
Hé apuntado brevemente las varias reflexiones que me 
han inspirado la presencia de la semilla africana, que me 
ocupa y la lectura de la descripción botánica que tomé de 
Bentliam y Hooker; pero aquella brevedad que me es im- 13 
puesta por las proporciones que debe guardar este escrito, 
causa cierta oscuridad en las ideas, por lo que me anticipo 
á pedir gracia. Si alguna vez cumplo el propósito que me he 
formado, este bosquejo tomará proporciones mas regulares. 
Yo deseaba que cada una de las partes en que divido es- 
te escrito, fuera formada por alguna de nuestras notabili- 
dades, para dar así valor al trabajo que no puede tenerlo, 
siendo el pobre fruto de mi escasa inteligencia; pero mi 
pensamiento no se ha realizado sino en parte. Ya hice 
mención de mi amigo Lauro Jiménez, en cuya autoridad 
me he apoyado al escribir las pasadas líneas. Tocaba aho- 
ra el que me cupiese la satisfacciou de escribir el nombre 
de mi sabio maestro y respetado amigo el Sr. D. Leopol- 
do Eio de la Loza, de quien me proponía aconsejarme ¡pa- 
ra hacer el análisis químico de la semilla que estudio; pero 
desgraciadamente la ciencia que tanto debe al venerable 
Sub-director de nuestra Escuela, tiene hoy que deplorar el 
que se lo arrebaten los mil y un negocios de que es centro 
por su pericia y por sus virtudes. Me contentaré, pues, 
con copiar lo esencial de los análisis hechos en Europa. 
La haba del Oalabar contiene entre sus principios cons- 
titutivos, una sustancia de color amarillo moreno, amorfa 
y muy tóxica, llamada Physostigmina; y otro alcaloides 
obtenido por Yee y Leven de pequeñas laminitas al que 
impusieron el nombre de JEserina, derivado de la palabra 
indígena Eseré. 
La physostigmina es soluble en el éther, la benzina, el 
alcohol, el amoniaco, la sosa cáustica, y la solución acuosa 
de cloruro de sodio. Como el extracto de la haba, posée la 
propiedad de hacer contraer el iris. Es soluble en los ác- 
cidos con los que forma sales de color rojo oscuro, ó negro- 
azuloso. Es precipitada de sus disoluciones por el tanino, los 
cloruros de oro, de platina y de mercurio. 14 
La Eserina es soluble en el éther, el alcohol y el clorofor- 
mo, pero poco soluble en el agua. Su reacción es alcalina, y 
se combina bien á los ácidos con los que forma sales casi to- 
das solubles en el agua, y mas estables que ella misma al 
estado puro. El tanino la precipita en blanco, el cloruro 
de oro en amarillo, el ioduro i odurado de potasio en mo- 
reno, el ioduro doble de mercurio y de potasio en blanco. 
¿Es venenoso este alcaloides? Si lo es, ¿cuál es la parte 
que toma en el envenamiento que causa la semilla; que 
órganos, que tejidos ataca; en que se diferencia su acción 
de la de Ja physostigminal Cuestiones son estas que no 
han resuelto los experimentadores europeos. Se vé, pues, 
cuan importante era que personas como el descubridor del 
ácido pipitzóico, emprendiesen esta tarea. 
Para preparar el extracto, se aconseja el procedimiento 
siguiente que es el del Código francés: 
Habas del Calabar 1,000 gramos. 
Alcohol á 80° 5,000 „ 
Se reducen las babas á polvo muy fino; se hace digerir 
este polvo con un litro de alcohol al baño de maria en 
un alambique que se mantiene á un calor suave durante 
dos horas; se lleva la mezcla á un aparato de desalojamien- 
to. Cuando el líquido cese de escurrir, se vierte sobre el 
polvo otro litro de alcohol hirviendo, y así se continúa has- 
ta que se hubiere empleado toda la cantidad de alcohol in- 
dicada; se reúnen las soluciones, se destila y se hace eva- 
porar al baño de maria. Es necesario agitar incesantemen- 
te la mezcla durante la operación, para que el producto 
sea homogéneo. 1,000 gramos de haba dan de 25 á 30 de 
extracto. Según Róveil, el extracto de cotiledones da 
2,G66 por 100 del peso total de la haba; y el episperma 
0, 17 por 100, siendo mucho mas activo el primero que el 
segundo. 
¿Figura en el extracto la Eserincú PARTE SEGUNDA. 
No estando, á mi juicio, suficientemente estudiada la 
acción que ejercen sobre la economía animal los principios 
activos de la haba del Calabar, lie creido que tal estudio 
puede ser de alguna utilidad á la medicina práctica, y en 
consecuencia lo emprendí. Pero, como esta clase de traba- 
jos requiere, á mas del hábito experimental, alta dosis de buen 
juicio para valorizar los femómenos, y gran caudal científi- 
co para interpretarlos, no quise aventurarme solo á tan ár- 
dua empresa, sino que me asocié á persona que reuniese to- 
das aquellas dotes. Ya menté con solo esto, á mi querido 
condiscípulo y amigo Manuel Carmona y Valle. Si algún 
mérito tiene este trabajo á él pertenece todo, como á mí la 
honra de ser el relator. 
Antes de que me ocupe la descripción de los experi- 
mentos que son materia de esta parte, conviene advertir que, 
huyendo de toda preocupación que pudiese desviamos del 
camino de la verdad, no quisimos estudiar lo escrito sobre 
la materia por algunos autores europeos, sino que nos lanza- 
mos al estudio con la sola luz de nuestra propia inteligen- 
cia, y sin otro guía que nuestros conocimientos médicos. 
La lectura de aquellas obras ha sido posterior para rectifi- 
car nuestras apreciaciones. Cuando espongamos estas, cui- 
daré de referir las otras, anotando en lo que estén de acuer- 
do ó disientan estas de aquellas. 16 
La indicada resolución multiplicó nuestros experimentos 
al grado de que sería tan supérfluo como cansado ir men- 
cionando todos. Básteme, pues, elegir los mas importantes, 
comenzando por los que inauguraron la série, para dar así 
una idea de la vacilación con que dimos nuestros primeros 
pasos. 
Primer experimento: pusimos sobre el dorso de una 
rana bastante sana, una gota de una solución de 0,gr05 de es- 
tracto de la semilla en un gramo de agua.—Ningún efecto 
aparente.—Cinco minutos después, pusimos en el mismo lu- 
gar dos gotas de la misma disolución.—Nada visible durante 
4 minutos de observación.—Inyectamos entónces por una de 
las patas posteriores cuatro gotas, y después de 5 minutos 
otras cuatro por la pata opuesta.—Se notó alguna torpeza 
en el tren posterior.—Dejamos pasar o minutos y repeti- 
mos la doble inyección, depositando entre la piel y los mús- 
culos doce gotas, hecho lo cual, abandonamos al batracio en 
agua para dar á la absorción tiempo largo. En la noche es- 
taba muerto: la rigidez era notable; el ventrículo cardiaco 
en sístole; las aurículas dilatadas. 
Este primer experimento nos dió idea de que, ó la sustan- 
cia no es muy activa, ó su absorción es lenta. 
Segundo experimento: inyectamos á una rana dos go- 
tas de la solución anterior por una de las patas posteriores, y 
notamos que todo el tren posterior se movía con torpeza. 
Diez minutos después, le hicimos beber seis gotas; y cuan- 
do hubo pasado algún tiempo, viendo que el envenenamien- 
to no se acentuaba, descubrimos el corazón que latia perfec- 
tamente y aplicamos sobre el varias gotas de la solución 
que ensayábamos,—El corazón aceleró en el acto sus movi- 
mientos, y á poco las pulsaciones se fueron debilitando pro- 
gresivamente hasta suspenderse al fin. 
Nos vino esta duda: ¿tiene la physostigmina acción me- 
ramente local? 17 
Tercer experimento: (agua destilada un gramo; extrac- 
to de haba 0,sr10) ocho gotas de inyección á la pata posterior 
izquierda de una rana, y á los 5 minutos otras ocho por la de- 
recha.—Nos pareció percibir que el animal era agitado por 
convulsiones intermitentes; que su respiración se hacia fati- 
gosa y que habia algo de insensibilidad ó de parálisis en el 
tren posterior.—De 5 en 5 minutos seguimos inyectando por 
diversos puntos ocho gotas, hasta llegar á cuarenta; y a la 
vez fuimos observando que los fenómenos de colapsus se 
marcaban en proporción, figurándosenos que desde el punto 
de inyección se iban generalizando muy lentamente. 
Cuarto experimento: á un conejo de talla pequeña in- 
gerimos por la boca una solución de 0,eT0 por gramo de agua: 
un cuarto de hora después la misma dosis, y una gota en 
el ojo izquierdo.—El animal se puso perezoso y trémulo, da- 
ba algunos pasos cuando nos acercábamos á él, pero á poco 
se echaba en lugares indistintos. La pupila del ojo izquierdo 
estaba algo mas estrecha.—A los 18 minutos repetimos la dó- 
sisy notamos: somnolencia interrumpida por ligeras pandicu- 
laciones; abria el hocico como si bostezara; convulsiones ge- 
nerales al corto rato, quedando con el tren posterior como 
paralizado por un momento, pasado el cual encogió las pa- 
tas que habia dejado estendidas sobre el suelo.—Pasaron 20 
minutos y le dimos una tercera dosis de igual fuerza. Malestar, 
inquietud, no se repitieron las convulsiones. Temperatura 
en el recto: 100 E.—Al siguiente dia el animal estaba sano 
y contento. 
Quinto experimento: dimos á una rana por la boca 
0,sr15 del estracto en solución acuosa.—El reptil quedó pol- 
lo pronto indiferente dentro de un plato donde lo colocamos; 
pero, minutos después, comenzó á moverse con bastante 
energía, cual si impelido por un sentimiento de angustia pre- 
tendiese huir. Nos fue preciso devolverlo varias veces del 
borde del plato al centro, hasta que, como si por último se 18 
hubiese resignado, se quedó en el punto inmóvil y deglutien- 
do aire violentamente. Comenzamos entonces á despertar 
sus movimientos oprimiendo con el bordo de la uña los de- 
dos de sus patas, y nos fuó fácil notar que la sensibilidad ó 
la motilidad se iban entorpeciendo, y que el entorpecimien- 
to aumentaba en razón directa de la fatiga de la respira- 
ción. Permanecimos en espectacion de los fenómenos cer- 
ca de una hora, resueltos á esperar la muerte de nuestra 
víctima; pero, pasado aquel tiempo, y viendo que el reptil 
permanecía en inmovilidad completa, que habia cubierto las 
corneas con sus párpados trasparentes, que la respiración 
era casi nula, que la vida, finalmente, no se revelaba en ól 
sino por alguno que otro movimiento reflejo que determi- 
nábamos hiriéndolo con una aguja, ó acercándole los reófo- 
ros de la pila eléctrica, lo consideramos muerto ó en mo- 
mentos de perder la vida y lo introdujimos á una vasija lle- 
na de agua para inspeccionarlo mas tarde. Dos ó tres se- 
gundos después de sumergido en el líquido fué agitado por 
una convulsión general muy rápida, quedando después en- 
tre dos aguas y vientre-arriba. Lo creimos muerto. En la 
noche de aquel mismo dia, al tomar la vasija para extraer 
el que nos suponíamos cadáver con objeto de inspeccionar- 
lo, vimos á la rana con la cabeza á flor de agua y respiran- 
do con bastante regularidad. Al siguiente dia estaba muer- 
ta; pero por una fatalidad no hicimos la autopsia. 
Sesto experimento: á las 12 horas y 30 minutos del 
25 del mes pasado hieimos beber á un Cuy (vulg. Cuyo) 
0,gr2 del extracto en dos gramos de agua destilada. Por lo 
pronto no se observó algún efecto: el animal entró á una 
jaula que le dispusimos para observarlo, y empezó á roér las 
tablas, mas á poco fuó perdiendo su vivacidad, conservando, 
sin embargo, sus movimientos en integridad perfecta. Pa- 
saron algunos minutos y se echó en un rincón de la jaula 
donde quedó esponjado y triste. A la 1 y 30 minutos le administramos otros 0,2 del extracto. A la 1 y 40 mi - 
ñutos lo vimos agitado por un temblor continuo de cabe- 
za. Quitándolo de su lugar escogido permanecía donde lo 
colocábamos; y si lo picábamos, se quejaba pero no huía, lo 
que nos hacia suponer que sentía pero que estaba torpe para 
andar, suposición que el mismo animal confirmaba cuando 
en virtud de que lo apremiábamos se resolvía á entrar en 
movimiento, porque arrastraba el tren posterior. La inquie- 
tud y la debilidad fueron aumentando al grado de que á 
ratos caía el animal sobre uno ú otro flanco; se echó al fin 
sobre su vientre estendiendo las patas posteriores en las 
cuales advertimos ligeras convulsiones. A la 1 y 47 
minutos quedó definitivamente acostado sobre su vientre 
con las patas estendidas y temblorosas; arrojó algunas ma- 
terias fecales; aumentó el movimiento convulsivo de la ca- 
beza; las pupilas estaban mas bien dilatadas que contraidas; 
dió signos evidentes de sensibilidad en las patas posteriores; 
la respiración se hizo fatigosa de momento en momento; 
apoyó el hocico contra las tablas de su piso, como si no tu- 
viese fuerza para sostener en posición normal la cabeza. A 
las 2 horas arrojó la orina y su postración aumentó. A las 
2 y 5 minutos se presentaron en la cabeza movimien- 
tos de elevación y de abatimiento; las pupilas como antes; 
aumentaron las convulsiones clónicas; la respiración se hizo 
apenas perceptible; murió tranquilamente. A las 2 y 15 
minutos aplicamos los reóforos eléctricos á la cara pal- 
mar de las patas, y encontramos mas sensibles las anterio- 
res. Aplicando un polo en la nariz y el otro en el ano, hubo 
convulsiones en todo el cuerpo. A las 2 y 20 minutos 
la electricidad no producía efecto en ninguna de las patas; á 
las 2 y 27 minutos ya no había convulsiones aplican- 
do los polos en el ano y la nariz, solo se notaba una ligera 
contracción del esfincter que daba la idea de que el reóforo 
era rechazado; en las otras partes del cuerpo la insensibili- 
19 20 
dad á la corriente era absoluta, excepto en las orejas que se 
inclinaban muy perceptiblemente al acercarles el reóforo. 
A las 2 y 35 minutos descubrimos algunos músculos 
de las patas para aplicar sobre ellos mismos los reóforos, y 
el efecto era mas perceptible en las anteriores, pero en to- 
dos fué fugaz; á los dos minutos había desaparecido toda 
escitabilidad. A las 2 y 45 minutos inspeccionamos las 
cavidades: corazón semidistendido y los vasos que lo sul- 
can llenos de sangre negra; uno y otro ventrículo ocupados 
por cuágulos de color oscuro; pulmones jldxidos, retraídos 
y de color rojizo-amarillento; hígado voluminoso y enne- 
grecido; pía mater congestionada; en los centros nerviosos 
nada notable sino alguna palidez. (Inmediatamente después 
de haber descubierto el corazón se le aplicaron los reóforos 
y se encontró muerta la fibra muscular propia.) 
Sétimo experimento: al pequeño conejo que fué objeto 
de nuestra cuarta experimentación inyectamos por la pata 
posterior izquierda 32 gotas de una solución de cálábarina 
al milésimo, comprada en la casa de nuestro amigo Mellet, 
quien nos babia provisto también del extracto que venimos 
ensayando. En el acto de la inyección, signos de dolor es- 
quisito. Un cuarto de hora después repetimos la inyección 
á igual dosis en la misma pierna. Los efectos fueron los 
mismos: el animal corría brincando y sacudiendo su pierna, 
ó se sentaba y con los dientes procuraba extraerse apresu- 
radamente lo que causaba sus dolores. Al siguiente dia lo 
encontramos enteramente sano. 
Octavo experimento: Ingerimos por la boca al conejo 
anterior 0,gr15 de solución hidroalcokólica preparada con 
extracto pedido á la casa del Sr. Bustillos. Ningún fe- 
nómeno patológico: el animal buscó qué comer, y se puso á 
lavar tranquilamente la cara; pero pasados algunos minutos 
se encogió, se echó y aplicó el vientre contra el suelo; su 
cabeza, y muy particularmente las orejas que conservaba en 21 
posición erguida, fueron agitadas por un temblor continuo; 
lmía si se pretendía cogerlo, pero se le notaba tendencia al 
reposo y estaba como esponjado. Pasaron tres cuartos de 
hora y le administramos otros 0,gr15 después de los cuales 
el animal quedó triste, echado, y con algún movimiento co- 
mo de vacilación, pero se movía bien cuando se le obligaba 
á andar; rechinaba los dientes de cuando en vez. Después 
de algunos minutos de reposo, sufrió cierta inquietud que 
lo hizo cambiar con frecuencia de postura, encontrando, al 
parecer, mas cómoda, la en que su vientre quedaba aplica- 
do contra el suelo; huia con mas trabajo cuando alguno se le 
acercaba, y se detenia á poco de ejecutado el primer impul- 
so. A los 9 minutos de la segunda toma se le administró una 
tercera con igual cantidad de extracto: la vacilación aumen- 
tó lo mismo que la torpeza para andar, al grado de que era 
muy fácil atraparlo; puesto en el suelo se quedaba donde 
era colocado, aplicando siempre el vientre á la tierra; defe- 
có naturalmente; sus pupilas en estado fisiológico; todavía 
andaba con alguna ligereza si lo punzábamos con algo que 
pudiese ocasionarle dolor. Dejamos de observarlo durante 
una hora, y al cabo de este tiempo lo encontramos caído 
sobre su costado derecho, pero vivo: procuramos ponerlo en 
pió, pero sus patas no lo sostenían, estaban como paraliza- 
das, sobre todo las posteriores que arrastraba cuando se le 
hacia andar. Cuatro horas y media después de la primera 
pocion tosiga, uno de nosotros encontró al animal muerto, 
algo rígido, y con sus pupilas casi en estado normal. 
En resúmen; para matar á este pequeñito animal fueron 
necesarios 0,gr45 de extracto, y mas de cuatro horas de 
acción sobre el tubo digestivo. No se hizo la autopsia de 
este cadáver, porque el criado lo tiró inadvertidamente. 
Noveno experimento: Inyectamos á una rana por la 
pata posterior izquierda cuarenta y ocho gotas de la solución 
de CálábaHna al milésimo. Por lo pronto solo pudimos no- 22 
tar alguna hiperestesia; sus movimientos eran libres, pero 
poco á poco se fueron entorpeciendo; aplicó su abdomen al 
plato en que la observábamos y quedó como muerta media 
hora después de la inyección, guardando sus movimientos 
reflejos. La pusimos en agua, y al siguiente dia la encon- 
tramos viva y al parecer sana. 
Décimo experimento: á la rana anterior que respiraba 
bien y se movía con facilidad, no obstante tener fracturada 
la pata posterior derecha, inyectamos por la izquierda 6 go- 
tas de una solución de 0,gr10 de extracto en gramo y medio 
de agua aleóliolizada. Notamos desde luego, algunos mo- 
vimientos de estension forzada como si pretendiera salir del 
plato en que la habíamos colocado. A los 8 minutos hici- 
mos otra inyección de 6 gotas, la que despertó los mismos 
movimientos, sucedidos á poco por un caimiento percep- 
tible, interrumpido por una convulsión tónica bien marca- 
da, pero pasagera; los movimientos reflejos, sobre todo los 
del tren posterior estaban embotados. Media hora después 
de la segunda inyección, hicimos una tercera á la misma 
dosis, la que dejó al reptil en una completa inmovilidad. 
Se repitió la dosis después de 7 minutos, y la inmovilidad 
fué tan absoluta que apenas se le despertaba hiriendo al 
animal por los muslos, pero las patas anteriores y las 
córneas eran aún sensibles excepto en los dedos sobre los 
que pudimos aplicar un cerillo encendido que casi carbo- 
nizó uno de ellos, sin que por esto el animal se moviese. 
Dejamos pasar 8 minutos é inyectamos entonces por el 
dorso del reptil 11 gotas de la misma solución, á cuya in- 
yección se siguieron algunas convulsiones generales y des- 
pués la misma inmovilidad anterior y tal lentitud en la res- 
piración, que dimos por muerto al batracio y lo pusimos en 
agua; pero, en la noche de este mismo dia, 3 horas después 
de la supuesta muerte, al sacarlo de la basija lo encontra- 
mos respirando y moviéndose con facilidad. Inyectamos en- 23 
tónces por la pata posterior izquierda 24 gotas de la solu- 
ción de calabarina al milésimo, tras de cuya operación vi- 
nieron las convulsiones y luego una especie de parálisis en la 
pata opuesta, quedando la inyectada como insensible. A los 
9 minutos apenas respiraba y su insensibilidad era completa. 
Inyectamos otras 24 gotas y observamos que á la inyección 
sucedía cierta hiperestecia, 6 que la sencibilidad se desper- 
taba por lo pronto, pues tocando las patas anteriores ó los 
ojos, movía aquellas y escondía estos. Aplicando sobre la 
piel los reóíoros conductores de una corriente inducida en- 
contrábamos puntos sensibles y otros indiferentes. Pasó un 
cuarto de hora en estos experimentos é inyectamos otras 
24 gotas, las que disminuyeron la sensibilidad de las patas 
anteriores y córneas y apagaron completamente la del tren 
posterior. Levantamos entonces los huesos del sacro para 
descubir los plexus lombares y desnudamos de su piel á la 
pata posterior izquierda para percibir mejor la influencia de 
la corriente sobre los músculos: electrizados directamente 
los nervios de uno y otro lado, la pata correspondiente se 
movía con energía; llevando los reóforos á los músculos des- 
nudos estos se contraían apenas. (En este momento se des- 
compuso el aparato y fué necesario abandonar la observa- 
ción). Al siguiente dia la rana estaba en rigidez cadavéri- 
ca; aplicamos los reóforos eléctricos á los nervios lumbares, 
y los encontramos muertos; ia pierna derecha, la fracturada, 
no estaba rígida y conservaba alguna contractilidad á la 
corriente. 
He descrito minuciosamente los varios experimentos á 
que se prestó este reptil, porque ellos revelan que hemos 
venido caminando sin idea preconcebida, y por lo mismo 
procurando apreciar, para interpretar después, hasta el mas 
fugaz de los fenómenos. Mas tarde hemos venido á persua- 
dirnos de que muchos de esos en que, por desatinada elec- 
ción, nos fijábamos, carecian de importancia, y sí la tenían 24 
muy alta otros varios que la secuela de nuestros experimen- 
tos nos lia demostrado constantes. Hasta aquí no habla- 
mos podido formular otra inferencia justificable que la si- 
guiente: el fruto del “physostigraa” que por una especie 
de antonomasia lleva el apellido “venenosum” no lo es en rea- 
lidad tanto. (Recuérdese que al batracio que filé objeto de 
nuestro primer experimento, pusimos sobre el dorso una 
sola gota de una soluciou de 0,sr05 del extracto en 1 gramo 
de agua, esperando observar algunos efectos fisiológicos; y 
vease ahora que á la rana de este décimo experimento inyec- 
tamos 35 gotas de la solución 0,gr10 por gramo de agua aleo* 
holisada y 72 gotas de la solución al milésimo de ealabarina.) 
Pero si bien es verdad que el principio activo de este ve- 
neno vegetal no tiene la fuerza tóxica que el decido cyan- 
hídrico, por ejemplo, cierto es también que mata, que es un 
veneno, y que por lo mismo importa investigar cual sea su 
modo de obrar con objeto de utilizarlo, si es posible, en te- 
rapéutica, ó con el de poder oponerse á su acción deletérea. 
Los hechos que hasta este momento nos han parecido 
constantes cuando se administra el tóxico por inyección son 
los siguientes: 1? hiperestecialocal inmediatamente después 
de la inyección; 2? postración que se va generalizando y mar- 
cando poco á poco, alternando :i veces con movimientos, 
convulsivos; 3? torpeza de movimientos en los miembros 
inyectados; 4? pérdida de la escitabilidad á la acción eléc- 
trica en el punto donde se practica la inyección, y mas tar- 
de en uua esfera que progresivamente se ensancha 5? ri- 
gidez cadavérica muy acentuada poco tiempo después de la 
muerte. 
En este último experimento hubo un hecho que nos lla- 
mó la atención vivamente. Al siguiente dia de muerto el 
animal todo él era insensible á la acción de la electricidad, 
escepto en la pata fracturada donde según llevo dicho no 
se perdió del todo la escitabilidad muscular. ¿Era que la 25 
fractura impedia durante la vida la libre circulación de la 
sangre hasta ese miembro, el cual, por lo mismo, no que- 
dó perfectamente envenenado como el resto del cuerpo? 
Undécimo experimento: descubrimos los plexus lum- 
bares de uua rana y pasamos por delante de ellos un hilo 
de ligadura que apretamos fuertemente por delante, com- 
prendiendo todo el abdomen escepto los plexus, de suerte 
que el tren posterior no quedó en relación con el resto del 
cuerpo sino por los hilos nerviosos. Hecho esto, inyecta- 
mos por una de las patas anteriores 12 gotas de una solu- 
ción de 0gr,30 del extracto en 3 gramos de agua alcoholisada, 
yen el acto observamos una notable rigidez en todo el miem- 
bro, rigidez acompañada de dureza de los tejidos, fácilmente 
apreciable por la palpación. A los 8 minutos inyectamos 
otras 12 gotas por la pata opuesta, la que también quedó 
rígida y dura en el acto. Media hora después aparecieron 
movimientos fuertes en las patas posteriores, permaneciendo 
las anteriores con su rigidez y dureza provocadas: los movi- 
mientos respiradores eran ligeros. Inyectamos otras 16 go- 
tas por la pata anterior derecha; y á poco murió el reptil. 
Aplicamos entonces los reóforos de una pila de fuerte po- 
tencia por toda la superficie del cuerpo sin determinar la 
contracción mas ligera, excepto en los ojos que se escon- 
dían como si estuviesen vivos; en las patas posteriores los 
movimientos eran notables cuando poníamos sobre ellas los 
reóforos. 
Parece que este experimento resuelve por la afirmativa 
la duda que hizo nacer en nuestro espíritu la pata fractu- 
rada del batracio que antecedió á este. Es además impor- 
tantísima porque corrobora la idea de que la haba del Ca- 
labar tiene acción local sobre el tejido muscular, supuesto 
que las inyecciones que en esta vez cuidamos de que pene- 
trasen á los músculos mismos causaban la rigidez y el en- 
durecimiento local de que hice mérito. 26 
Duodécimo experimento: en la noclie del dia 29 del 
mes anterior, preparamos una rana como hicimos con la 
que sirvió para el experimento que antecede, é inyectamos 
por las patas anteriores y bajo la piel del tronco, 72 gotas 
de la solución al milésimo de calabarina. Poco tiempo 
después vino la inmovilidad del animal, aunque la aplica- 
ción de la corriente eléctrica ocasionaba movimientos refle- 
jos y voluntarios, notándose sin embargo una marcada di- 
ferencia en las manifestaciones contráctiles, favorable al 
tren posterior que ciertamente no estaba envenenado. 
Abandonamos al batracio bajo una campana de cristal, 
cuando la respiración era apenas perceptible, y en la maña- 
na siguiente lo encontramos respirando con cierta libertad 
y mucho mas sensible que el dia anterior en su tronco y 
patas anteriores. A la 1 del mismo dia (30) inyecta- 
mos por la pata anterior derecha, 18 gotas de una so- 
lución hidroalcohólica de 0,gr3 de estracto en 2 gramos de 
vehículo, y 8 solamente en la pata anterior izquierda. Me- 
dia hora después, el animal apenas respiraba, y su cai- 
miento ó postración era completo. Aplicando los reóforos 
en la pata primeramente inyectada no habia movimientos 
en ella, ni en el resto del cuerpo; pasando la corriente á la 
que recibió 8 gotas, los movimientos eran ligeros; lle- 
vándola al dorso que en aquel dia no habia sufrido inyec- 
ción ninguna, los movimientos en el tronco y patas poste- 
riores eran muy notables. Abandonamos al animal bajo 
su campana, y á las 8 de la noche lo encontramos perfec- 
tamente muerto y con una rigidez muy marcada en el tron- 
co y en las patas anteriores: las posteriores estaban flexi- 
bles. La acción de la corriente eléctrica era completamen- 
te nula en todas las partes por donde la circulación habia 
sido posible; pero determinaba movimientos muy marca- 
dos en las que fueron secuestradas del torrente circulato- 
rio, es decir, en las patas posteriores. Antes de pasar 27 
adelante, debo advertir que la piel de toda la parte enve- 
nenada, tenia un color oscuro mas subido que el del tren 
posterior, fenómeno que permaneció de una manera cons- 
tante. El dia 1? en la mañana, existían todavía los movi- 
mientos en las patas posteriores, cuando eran escitadas por la 
corriente eléctrica; pero no se producía ningún efecto eléctri- 
zando los cordones nerviosos. En la noclie los resultados eran 
todavía idénticos, aunque se iba perdiendo gradualmente la 
escitabiliclad del tren posterior. El dia 2 á las nueve de la 
mañana, los movimientos eran poco perceptibles, pero exis- 
tían; á la 1 de la tarde habían desaparecido para siempre. 
De todos estos experimentos, y sobre todo del último, 
se deduce que la haba del Oalabar obra sobre el sistema 
muscular destruyendo su escitabilidad; á la vez que obra 
también sobre los sistemas nerviosos, de movilidad y de 
sentimiento, matándolos poco á poco. 
Que destruye la escitabilidad muscular se deduce, no so- 
lamente de la torpeza en que caen todos los animales en- 
venenados por la boca ó por inyecciones, sino jpor los fenó- 
menos que se notan cuando se hace la inyección en el es- 
pesor de un músculo. Ya he dicho que este se endurece 
sensiblemente, que pierde los movimientos voluntarios, y 
que muy poco tiempo después, ni la eléctricidad es capaz 
de despertarlos. En el último de los referidos experimen- 
tos el hecho es muy marcado, pues media hora después de 
la última inyección, y cuando el animal respiraba todavía, 
la pata anterior derecha que recibió 18 gotas, no era ya 
escitable; los movimientos eran ligeros en la anterior iz- 
quierda que solo absorvió 8 gotas; y muy marcados en el 
dorso donde aquel dia no se había practicado inyección al- 
guna. Hay mas todavía: unas cuantas horas después de 
que el veneno se liabia generalizado y producido la muerte 
del animal, se perdió completamente la escitabilidad mus- 
cular en toda la parte por donde pudo circular el tósigo, 28 
conservándose inalterable por mas de 36 horas después de 
la muerte en las patas posteriores que habiamos secues- 
trado de la circulación general. 
De los experimentos de Bernard se deduce que la esci- 
tabilidad muscular es hasta cierto punto independiente del 
sistema nervioso, y que hay ciertas sustancias, como el 
sulfocianuro de potasio, que matan la primera dejando in- 
tacto el segundo. ¿Obra lo mismo la haba del Oalabar? 
Hasta aquí parece fuera de duda que, como aquel veneno, 
destruye la escitabilidad muscular; pero nosotros créemos 
que su acción vá mas allá, que mata al sistema nervioso, 
y esta creencia la fundamos en el análisis detallado de los 
hechos. Nótese, en efecto, en todos los experimentos re- 
feridos, en el último sobretodo, que, una vez hecha una in- 
yección suficiente en la masa muscular de algún miembro, 
bien se puede aplicar algún tiempo después una corriente 
eléctrica en aquel punto, seguros de no determinar allí 
mismo movimiento alguno, así como tampoco en otra par- 
te del animal distante del lugar donde se ponen los reófo- 
ros. Ahora bien; puestos los reóforos, como lo hemos he- 
cho, sobre la piel del animal, no solo se escita la fibra mus- 
cular situada profundamente, sino también todos los hilos 
nerviosos mixtos que se distribuyen en la piel y en el mús- 
culo; hecho innegable que sirve para deducir que si esos 
hilos no fuesen atacados por el veneno, faltaría la contrac- 
ción del músculo envenenado, pero se despertarían movi- 
mientos en las partes sanas, ora fuesen las inferiores por la 
escitacioD directa de los hilos motores, ora otros puntos le- 
janos por la eseitacion de los hilos sensibles y su reflecsion 
venida de los centros nerviosos. Ninguno de estos fenó- 
menos se produce en las circunstancias indicadas, luego la 
haba del Oalabar, no solamente destruye la escitabilidad 
muscular, sino que obra también sobre los nervios de sen- 
sibilidad y de movimiento. Debemos, sin embargo, ir mas adelante, y no quedar 
conformes sino (mando hayámos demostrado hasta la evi- 
dencia esta doble acción del veneno que estudiamos, es de- 
cir, que obra sobre el sistema muscular y sobre el sistema 
nervioso. 
Esperimento decimotercero: ligamos fuertemente la 
pata de una rana, dejándola pendiente del tronco única- 
mente por los cordones nerviosos, é inyectamos en el espe- 
sor de los músculos gastrocnemianos una fuerte dócis de 
solución calabárica, quedando así seguros de localizar la 
acción del veneno y de que los centros nerviosos no parti- 
ciparían de su influencia. He aquí lo que notamos algún 
tiempo después: aplicando los reóforos sobre el punto en- 
venenado que estaba muy rígido, no se producía algún fe- 
nómeno perceptible; pero si se hacia pasar la corriente por 
solo los dedos, es decir, abajo del punto inyectado, los mo- 
vimientos locales eran muy marcados: electrizando los ner- 
vios que dejamos fuera de la ligadura, la pata se movía en 
su totalidad, sin que se notara acción en los músculos gas- 
trocnemianos. 
Se ve, pues, que el veneno dejó intactos los cordones 
nerviosos y fibras musculares situadas arriba y abajo del 
punto envenenado, siendo, sin embargo, esta parte perfec- 
tamente insensible á la corriente. 
Experimento decimocuarto: descubrimos el corazón 
de una rana, y nos convencimos de que latía perfectamen- 
te; depositamos en seguida sobre la hoja visceral del peri- 
cardio una gota de solución concentrada del extracto de la 
baba africana, y notamos que, por lo pronto, las contrac- 
ciones se perturvaban, pero que poco después continuaron 
con la misma energía que antes; pusimos una segunda go- 
ta, después una tercera, y en seguida otras varias sin ob- 
servar alteración perceptible. A continuación, con la cá- 
nula-aliuja de una geringa de Pravas, picamos la pared del 30 
ventrículo, cuidando de no llegar á este, y depositamos en 
ella una sola gota, la que bastó para que el corazón queda- 
se muerto en el acto. 
Este experimento tiene una alta significación en favor 
de la idea que venimos sosteniendo para todo el que sepa 
cuanto tiempo duran las contracciones del corazón de una 
rana después de descubierto, y aun de sus porciones cuan- 
do se le divide. 
Experimento decimoquinto: en un vidrio de relox, 
pusimos una solución concentrada del extracto que estu- 
diamos, y dentro de ella un pedazo de los músculos lom- 
bares de una rana, de modo que fuese bañado completa- 
mente. En el acto esta masa que se contraia bajo la in- 
fluencia de la corriente eléctrica, tomó un color amarillen- 
to, se fué retrayendo de una manera visible; poco tiempo 
después quedó insensible á la aceiou eléctrica, y una hora 
mas tardetenía un volúmen menor á la mitad del primitivo. 
Decimosesto experimento: sobre un vidrio porta-ob- 
jetos, distendimos cuidadosamente algunas fibras muscula- 
res que en aquel momento quitamos del muslo de una ra- 
na, y llevándole al microscopio, vimos unas hermosas fibras 
musculares estriadas, fisiológicas. Vistas que fueron, sin 
separar la preparación del platillo del microscopio, coloca- 
mos sobre ella una gota de nuestra solución filtrada, y nos 
filó entonces fácil seguir las alteraciones que se iban pro- 
duciendo. Las fibras disminuían poco á poco de longitud, 
y en la misma proporción aumentaban de espesor: de dis- 
tancia en distancia se advertian ciertos estrangulamientos, 
y entre unos y otros la fibra se hinchaba y tomaba un 
color amarillento-rojizo, de brillo particular. Al cabo de 
algún tiempo, todo el campo del microscopio se veía 
cubierto por una masa del color indicado, llena de abolla- 
duras brillantes, y que simulaba bastante una masa de in- 
testinos distendidos por gases. 31 
Oreemos que estos dos últimos experimentos ponen fue- 
ra de duda la acción que la baba del Oalabar ejerce sobre la 
fibra muscular, y nos enseñan ademas, que su primera ac_ 
cion es determinar la contracción y matar en seguida la 
escitabilidad. Por ellos nos podemos ya dar razón de su 
acción local sobre la pupila, y de uno de los primeros fenó- 
menos que observamos al iniciar esta série de experimen- 
tos, esto es, que colocando una gota de la solución de la 
liaba sobre el estómago distendido de una rana, se nota 
poco después un hundimiento en todos los puntos por don- 
de escurre la gota, como si allí se contrajesen las fibras 
circulares. 
Demostrado el modo de obrar de nuestro veneno sobre 
la fibra muscular, paso á demostrar que también mata la 
fibra nerviosa. 
Decimosetimo experimento: descubiertos los nervios 
lom bares de una rana, los cortamos muy cerca de la colum- 
na vertebral; desarticulamos en seguida los muslos, y tu- 
vimos así dos patas, de cuyas extremidades colgaban los 
cordones nerviosos que se dirijen á ellas. Por otra parte, 
dispusimos dos vidrios de relox, conteniendo el uno agua 
destilada y el otro una solución acuosa de extracto de lia- 
ba del Oalabar. Así las cosas, colocamos las patas sobre 
los vidrios de manera que solo una porción de los nervios 
fuese bañada en una por el agua y en la otra por la solu- 
ción. Introdujimos entonces los reóforos de la pila eléc- 
trica, primero en uno y después en otro de los menciona- 
dos líquidos, y desde luego notamos que ambas patas 
entraban en enérgicas contracciones; mas alcabo de algunos 
segundos, para obtener la contracción en la pata cuyo ner- 
vio tocaba á la solución del Oalabar, fué necesario ir acer- 
cando poco á poco los reóforos al nervio mismo; mas 
para despertar los movimientos, era preciso poner los reó- 
foros en contacto con el nervio, y ñora y media después ya 32 
ni esto era capaz de escitar la contractilidad que quedaba 
definitivamente perdida, en tanto que el nervio bañado por 
el agua daba todavía señales evidentes de escitabilidad. 
En este experimento, la fibra muscular estaba completa- 
mente al abrigo de la influencia del veneno, pues este no 
tocaba sino la estremidad del nervio; y sin embargo, viose 
que este perdió su facultad escitativa cuando todavía la 
conservaba íntegra el que se bañaba en agua. No cabe, 
pues, duda alguna de que la acción nerviosa se pierde por 
el contacto de nuestro líquido venenoso; corroborando esto 
mismo el que si aplicábamos los reóforos directamente á 
los músculos, se encontraban estos contráctiles. 
Cortadas las estremidades nerviosas que liabian sido ba- 
ñadas por el agua y por la soluciou venenosa, fueron exa- 
minadas al microscopio y en ellas encontramos lo siguiente: 
la estremidad (pie se bañó en agua presentaba muchas 
granulaciones libres, pero muchos mas tubos nerviosos per- 
fectamente fisiológicos con su cilinder axis de coloración y 
brillo característicos; la estremidad nerviosa envenenada 
presentaba, ademas de las granulaciones libres, los tubos 
nerviosos enfermos de una manera muy notable, pues su 
médula estaba convertida en una materia granulosa sin la 
coloración y el brillo fisiológicos. Propiamente dicho, el 
nervio estaba muerto. 
Experimento decimoctavo: sobre un vidrio porta- 
objetos, estendimos cuidadosamente con ahujas finas el 
pedaoito de un nervio que en aquel momento cortamos del 
crural de una rana, llevamos la preparación al microscopio, 
y pudimos observar el magnífico espectáculo que presentan 
los tubos nerviosos fisiológicos. Colocamos entonces, sin 
mover la preparación del lugar en que la habiamos puesto, 
y con el mayor cuidado, una gota de nuestra solución fil- 
trada sobre la preparación misma, y llevando nuestros ojos 
á la lente ocular, vimos que el contenido de los tubos per- 33 
dia su aspecto natural, y que después continente y conteni- 
do se iban desvaneciendo poco á poco hasta desaparecer 
casi completamente por disolución. 
Este experimento nos obliga á afirmar que la haba del 
Oalabar ejerce una acción destructora sobre el sistema ner- 
vioso; y nos enseña, ademas, que su modo de obrar consis- 
te primero en coagular ó hacer granulosa la médula de los 
nervios, y en desorganizar después y aun disolver al tubo 
mismo. 
Oreemos ser los primeros en haber observado directa- 
mente la acción que las sustancias tóxicas ejercen sobre 
los tejidos del organismo, no conformándonos con sacar de- 
ducciones de las alteraciones funcionales. Siguiendo esta 
idea, y queriendo establecer comparaciones entre el modo 
de obrar de diversas sustancias tóxicas sobre el sistema 
nervioso, emprendimos el 
Experimento decimonono: sacamos á una rana los 
dos nervios crurales, y cada uno de ellos lo dividimos en 
dos partes. En cuatro vidrios de relox dispusimos: en uno 
agua destilada; en otro una solución acuosa de digitalina; 
en el tercero una solución también acuosa de sulfato de 
atropina; y en el último nuestra solución concentrada y fil- 
trada de Oalabar. En cada uno de estos cuatro líquidos, 
pusimos á macerar una porción de los fragmentos nervio- 
sos antes mencionados; y al corto rato los efectos fueron 
visibles. El nervio que estaba en agua destilada se hinchó 
notablemente, sobre todo en sus dos estremos donde los 
tubos libres formaban como borlitas; el colocado en la so- 
lución de digitalina se estrechó visiblemente, conservándo- 
se recto; el que se bañaba en la solución de atropina engrosó, 
pero mucho menos que el que se maceraba en agua; por 
último, el que habiamos sumergido en la solución calabári- 
ca se estrechó de un modo notable y se fué encorbando so- 
bre sí mismo hasta tomar la forma de una S, de manera 34 
que en él la retracción’ llegó á su máximun y se hizo per- 
ceptible tanto en el sentido del espesor como en el de la lon- 
gitud. Cubrimos todos los vidrios con una campana de 
cristal para que nuestros fragmentitos de experimentación 
se quedasen macerando por tiempo largo; y al cabo de 24 
horas los sacamos, los labamos con agua destilada, y de ca- 
da uno de ellos tomamos pequeñísimas cantidades de la es- 
tremidad donde los tubos nerviosos habían sufrido la acción 
directa del líquido respectivo, y de la parte media en don- 
de se conservaba el neurilema. 
Antes de que describa las modificaciones que sufrieron 
estos nervios, diré en general que eran mas notables en la 
porción tomada de la estremidad. En la preparación he- 
cha con el nervio macerado en agua destilada había mu- 
chas granulaciones libres, siendo también granuloso el con- 
tenido de algunos tubos, pero muchísimos se conservaban 
en estado perfectamente fisiológico. La solución de sulfa- 
to de atropina sirvió como de líquido conservador, pues el 
número de granulaciones libres era mucho menor, y los 
tubos en su generalidad conservaban su magnífico aspecto 
fisiológico. El nervio que se maceró en la solución de digita- 
lina, presentaba un aspecto diferente: las granulaciones li- 
bres eran mucho mas abundantes que las vistas en las dos 
anteriores preparaciones, y los tubos nerviosos habían per- 
dido su aspecto fisiológico por encontrarse granulosos en la 
inmensa mayoría. Pero en donde las alteraciones llegaron 
á su máximun, fué en el nervio que estuvo al contacto del 
veneno que estudiamos: su alteración era tan profunda que 
nos fué fácil observarla desde que para hacer la prepara- 
ción sobre el porta-objetos desgarramos el neurilema, y es- 
tendimos sobre el vidrio la especie de jaléa amarillenta que 
el microscopio nos hizo ver era una masa amorfa, amarilla, 
brillante, sin el mas ligero vestigio de organización tubu- 
lar. 35 
Como se vé, este experimento comparativo viene á cor- 
roborar la idea antes enunciada, de que el principio activo 
de la haba del Oalabar no solamente mata al sistema ner- 
vioso sino que lo desorganiza completamente. 
Convencidos ya de que nuestro veneno tiene tal acción 
desorganizadora, nos vino la idea de que la mucosa del es- 
tómago puede ser hondamente alterada cuando la ingestión 
del tósigo se hace por la boca, y entonces nos dolió mas el 
no haber inspeccionado el del Cuy á quien dias antes dimos 
á beber este veneno. 
Era preciso repetir el experimento; y como, por otra par- 
te, hasta aquí solo habíamos ensayado el extracto de la haba, 
y la solución de calabarina, quisimos á la vez rectificar si el 
principio activo es mas abundante en la almendra de la se- 
milla que en su episperma, y al efecto separamos con cui- 
dado estas dos partes que pulverizamos separadamente. En 
60 gramos de agua hicimos hervir 8 gramos del episperma, 
cuyo cocimiento, después de filtrado, dió algo menos de 
60 gramos de un líquido rojizo muy semejante, en cuanto 
al color, al de la solución del extracto que hemos venido 
usando. Por otra parte, en poco menos de 4 hectógramos 
de agua hicimos hervir 30 gramos del polvo de los cotiledo- 
nes, filtramos el líquido que contenia una gran cantidad de 
fécula, y obtuvimos 120 gramos de un líquido semejante 
al que da el cocimiento del arroz. 
Así las cosas, emprendimos el 
Vigésimo experimento: á un Cuy bien desarrollado 
hicimos beber 45 gramos del cocimiento de los cotiledones. 
Los signos que nos dio este animal á poco de su envenena- 
miento fueron exactamente los del cuadro ya descrito; y 4 
horas después estaba perfectamente muerto y rígido. Al dia 
siguiente hicimos la autopsia y encontramos: los pulmones 
fláxidos, rojizos y crepitantes en toda su estensien; el cora- 
zón sulcado por vasos llenos de sangre negra, con su ven- trículo venoso distendido por un gran cuágulo sanguíneo, y 
el arterial, ó izquierdo, contraido y conteniendo un coágulo 
negro y pequeño; el hígado sumamente voluminoso, de color 
oscuro, y reblandecido; el estómago distendido por un líqui- 
do verdoso que, una vez extraido, nos permitió ver la mu- 
cosa con su coloración normal, escepto en algunos puntos 
donde encontramos manchas apizarradas. Pero lo que mas 
llamaba la atención era el reblandecimiento, no solamente 
de la mucosa sino también de las otras membranas, reblan- 
decimiento tan profundo que bastaba pasar suavemente por 
sobre la superficie el mango del escalpelo para irlas reco- 
jiendo en forma de papilla, quedando intacto únicamente el 
peritonéo. 
Debo advertir que antes de envenenar á este animal uno 
de nosotros lo tuvo en su casa mas de una semana y pudo 
observar por lo mismo que estaba perfectamente sano y con- 
tento, que comia bien, que defecaba regularmente, en una 
palabra, que no daba el menor siguo de sufrimiento como 
lo habría revelado, sin duda, á suponer que su organismo 
estuviese minado por tan grave enfermedad. 
Lógicamente podemos deducir, de este y los anteriores 
experimentos, las dos conclusiones siguientes: primera; el 
principio activo de la haba del Oalabar existe abundante- 
mente en los cotiledones; segunda, el principio activo de es 
ta semilla desorganiza la mayor parte de los tejidos de la 
economía animal, y por lo mismo debe tenerse gran cuida- 
do en su administración al interior, así como en las instila- 
ciones que se hicieren entre los párpados. 
El experimento referido nos obligó á examinar con el 
microscopio las modificaciones que imprime á las mucosas 
la haba del Oalabar. Para esto sacamos el estómago á una 
rana, le abrimos, y de su mucosa, que es sumamente grue- 
sa, tomamos una pequeña laminita que estendimos sobre un 
vidrio porta-objetos, la llevamos al microscopio y la encon- tramos compuesta de láminas epiteliales, circulares unas, 
ovaladas otras, conteniendo estas una multitud de granula- 
ciones y un núcleo voluminoso. Pusimos después sobre la 
preparación una gota de nuestra solución acuosa, bien fil- 
trada, y observamos inmediatamente cambios notabilísimos: 
las láminas epiteliales perdian su arreglo regular; de distan- 
cia en distancia se formaban pequeñas grietas, y las granu- 
laciones de las láminas se iban poco á poco perdiendo, de 
manera que algún tiempo después se veia la capa mucosa 
adelgazada y en algunos puntos enteramente destruida. 
No debemos dejar este punto sin llamar la atención sobre 
la circunstancia de tener la rana una mucosa estomacal tan 
gruesa que solo pudiera compararse á la que tapiza la mo- 
lleja de las aves; circunstancia á la que bien puede atribuir- 
se la resistencia del batracio á morir envenenado por la sus- 
tancia en cuestión cuando se le ingiere por la boca. 
Son, como se vé, notables los efectos del principio activo 
de la liaba del Oalabar sobre los diversos tejidos organizados: 
pero, no obstante, ellos no bastan para contentar á un espí- 
ritu verdaderamente observador. 
La acción del veneno varia según el’ punto por donde pe- 
netra al organismo; y el tejido que lo recibe directamente 
es el primero en sufrir las consecuencias de su acción local* 
Si se inyecta en el espesor de un músculo, ya se sabe que 
este se contrae y pierde la facultad de entrar en acción ba- 
jo la influencia de la corriente eléctrica; sabemos también que 
los nervios de la región donde figura el músculo inyectado 
pierden la facultad de trasmitir la escitacion de la corriente? 
pero de esto no se infiere cual sea la acción del tósigo cuan- 
do la fuerza de asimilación lo hace entrar al torrente de la 
circulación sanguínea. 
Si se examinan con atención los síntomas que presenta 
un animal envenenado por la haba del Calabar, cuando el 
veneno ha entrado por la boca, fácil es convencerse de que, 38 
por importantes (pie sean las alteraciones que dicha sustan- 
cia ejerce sobre los tejidos organizados, ellas no explican 
satisfactoriamente el modo de producirse la muerte, y hacen 
predecir otra alteración de mayor cuantía, ó que se genera- 
liza mas. Nótese, en efecto, que cuantos animales hemos 
envenenado por la boca han muerto sin presentar signos de 
verdadera parálisis, pues aun cuando es verdad que los mo- 
vimientos del animal son torpes y que su sensibilidad se en- 
cuentra mas ó menos obtusa, cierto es también que momen- 
tos antes de espirar la víctima aun son posibles sus movi- 
mientos y la sensibilidad no está abolida del todo; como á 
su vez es cierto que algún tiempo después de la muerte los 
músculos y los nervios son todavía sensibles á la acción de 
la corriente eléctrica. No es probable, por tanto, que la 
muerte haya sido causada por falta de escitabilidad muscu- 
lar, ni por la parálisis del sistema nervioso. 
¿Será posible, nos hemos preguntado, que la haba del 
Calabar obre directamente sobre algún nervio especial, el 
pneumogástrico, por ejemplo, y que la muerte de este so- 
brevenga antes de que los otros nervios se paralicen com- 
pletamente? ¿A esta acción especial se deberá la frecuencia 
y dificultad de la respiración que es el síntoma dominante 
en el caso de que nos ocupamos? Nuestro espíritu no 
quedaba satisfecho con semejante suposición; porque no pa- 
saba de una teoría sin sólidos fundamentos; porque en fisio- 
logía no son buenamente admisibles esas acciones especia- 
les; y porque de ser cierta la hipótesis debieran encontrarse 
en el cadáver todos los signos de la asficeia, entre ellos el 
infarto pulmonar por sangre perfectamente negra, cosa que 
no sucede en el envenenamiento calabárico, en el que, como 
llevo dicho, los pulmones están retraídos y tienen un color 
rojizo muy claro. 
Tales razones nos persuadieron de que todas nuestras in- 
vestigaciones solo habían servido para hacernos conocer fe- 39 
nómenos bien curiosos por cierto, y muy importantes bajo 
diversos puntos de vista; pero no suficientes para créernos 
en posesión del conocimiento perfecto que venimos solici- 
tando. Con el desconsuelo consiguiente á la convicción es- 
presada, pero con una fuerza de voluntad superior á la im- 
potencia, hasta entonces manifiesta, nos dijimos: esta sus- 
tancia que tan profundamente desorganiza los tejidos que 
toca, ¿no tendrá igual acción sobre la sangre que, en último 
análisis, no viene á ser mas que un tejido celular sui géneris? 
El esclarecimiento de esta duda nos era importantísimo, y 
en consecuencia hicimos lo siguiente: 
Experimento vigésimo primero: en un vidrio porta- 
objetos pusimos una solución de sulfato de Sosa, como lí- 
quido que conserva los glóbulos de la sangre, en seguida 
agregamos una poca de sangre de rana, y cubrimos el todo 
con una lámina de vidrio muy delgado. Llevamos la prepa- 
ración al microscopio para convencernos de que los glóbu- 
los se hallaban en estado fisiológico, y después hicimos pa- 
sar por entre las dos láminas de vidrio una gota de la solu- 
ción acuosa y filtrada de extracto de haba del Oalabar. 
Inmediatamente observamos lo que pasaba y vimos cómo 
algunos glóbulos se iban desvaneciendo hasta perderse com - 
pletamente, otros se hacian tomentosos, y en algunos pare- 
cía que su cubierta se hendía en varias partes. Hicimos 
después otra preparación con sangre humana y los efectos 
fueron análogos: unos glóbulos desaparecían y otros se ha- 
cian tomentosos. 
Experimento vigésimo segundo: en 6 gramos de agua 
disolvimos 0,gr3 de extracto de liaba del Calabar, y, filtrada, 
pusimos una gota de esta solución en un vidrio porta-obje- 
tos, agregamos después una poca de sangre de rana, y cu- 
brimos la mezcla con un vidrio muy delgado. De igual ma- 
nera hicimos otra preparación con sangre de nosotros mis- 
mos, y con el microscopio observamos lo que pasaba en una 40 
y en otra. En la de rana se veian los núcleos mucho mas 
aparentes, de color amarillento, y con un brillo enteramente 
igual al que tienen las gotas de grasa: unos núcleos eran 
perfectamente esféricos, y otros tenían una forma estelar 
muy parecida ú la de los corpúsculus huesosos; había gló- 
bulos en los que el núcleo llenaba casi toda la capacidad de 
la celdilla, y otros en los que esta era mas grande; unos ha- 
bia que conservaban su forma ovoidéa fisiológica, y otros 
eran esféricos ó mas ó menos festonados; en algunas celdi- 
llas los núcleos permanecían esféricos ó estelares, y en otras 
se iban haciendo poco á poco granulosos; por último, en 
unos puntos se veian núcleos libres, y en otros se encon- 
traban las celdillas vacias. 
En la preparación hecha con nuestra sangre los fenóme- 
nos fueron menos complicados, pero mucho mas sorpren- 
dentes: los glóbulos rojos perdieron su forma fisiológica, se 
hicieron perfectamente esféricos, y todos adquirieron un co- 
lor amarillo brillante parecido al de la grasa; los glóbulos 
blancos parecían un poco mas grandes que los rojos, sin el 
color que estos adquirieron y festonados. El contraste es 
tan marcado y el aspecto tan magnífico que se nos perdo- 
nará sí, de paso, recomendamos este medio como el mejor 
para reconocer el número de glóbulos blancos que contiene 
una sangre dada. 
Veinticuatro horas después volvimos á examinar las pre- 
paraciones. En la de sangre de rana encontramos un cor- 
to número de glóbulos en el mismo estado que la víspera; 
pero en su mayor parte habían desaparecido sin dejar ves- 
tigio alguno. En algunos la celdilla, conservando su núcleo, 
se había alargado por una ó por sus dos estremidades, ofre- 
ciendo algo análogo al aspecto de algunos gramos de polén 
cuando, puestos en agua, forman la cuerda polínica; en otras 
se veía la celdilla alargada por una de sus estremidades, y 
dejando escapar por esta granulaciones amarillentas. El 41 
campo del microscopio estaba lleno de estas granulaciones, 
al parecer grasosas, y en los límites de la preparación se 
encontraba una faja amarillenta y rojisa formada por la reu- 
nión de las referidas granulaciones. 
En la preparación hecha con la sangre de nuestras venas 
no pudimos encontrar ningún glóbulo fisiológico. Las per- 
litas amarillentas que liabiamos dejado la víspera habían 
perdido la uniformidad de su tamaño y de su aspecto; no pa- 
recía sino que se había fundido aglomerándose y formando 
gotas mas ó menos grandes de grasa. En los límites de la 
preparación se habían formado depósitos mas abundantes 
de la materia amarillo-rojiza. Los glóbulos blancos perma- 
necían, sin que nos atrevamos á asegurar que en igual nú- 
mero. 
El análisis detallado de todos estos fenómenos me lleva- 
ría demasiado lejos, y esta “Tesis” se baria muy larga: qui- 
zá mas tarde podamos presentar algún trabajo sobre tan 
curiosos resultados. Lo referido basta por ahora para poder 
asegurar que el extracto de la haba africana altera los gló- 
bulos sanguíneos, y que el aspecto de esta alteración varía 
según la cantidad de veneno que obra sobre otra determi- 
nada de sangre. 
Estábamos curiosos, sin embargo, por saber si en un ani- 
mal envenenado por la haba del Oalabar la sangre se alte- 
ra de tal manera que pueda atribuirse la muerte á esa al- 
teración. 
Experimento vigésimo tercero: á una coneja muy 
grande y vigorosa iugerimos al estómago el dia 6 del cor- 
riente, 45 gramos del cocimiento del episperma del liaba. 
Poco tiempo después sobrevino alguna torpeza general y la 
respiración se aceleró; pero estos fenómenos fueron pasage- 
ros, y el animal quedó perfectamente sano. El dia 7 le hi- 
cimos beber otros 45 gramos, y los fenómenos íisilógicos fue- 
ron mas pasageros. El dia 8 empezamos por sacarle una 42 
gota de sagre para examinarla al microscopio, y la encon- 
tramos perfectamente fisiológica. Visto esto le administra- 
mos 45 gramos del cocimiento de los cotilidones, cuya be- 
bida causó accidentes mucbo mas graves. El animal empe- 
zó por bostezar y tener algunas pandiculaciones; su respira- 
ción se aceleró basta hacerse sumamente dificultosa; sus 
movimientos se fueron haciendo mas y mas difíciles; nóte- 
sele una propensión irresistible á aplicar el vientre contra 
el sueló, dando asi evidente demostración de que en sus 
vias digestivas sufría un malestar notable. Todos estos 
signos eran revelados en accesos intermitentes; y así per- 
maneció por 5 horas, al cabo de las «uales se restableció 
hasta quedar perfectamente sana. 
En los momentos de mayor íatiga sacamos una gota de 
sangre de la oreja del animal para verla al microscopio, y 
en ella encontramos muchos glóbulos fisiológicos, pero tam- 
bién otros muchos arrugados, irregulares y como tomento- 
sos. Era sobre todo marcado el contraste comparando es- 
ta preparación con la que hicimos momentos antes de en- 
venenar á la coneja. 
El dia 9 examinamos las dos preparaciones de sangre 
hechas el dia anterior, y en la fisiológica encontramos los 
glóbulos iutactos, llenando completamente el campo vi- 
sual. En la que tomamos del animal envenenado, no pu- 
dimos encontrar un solo glóbulo en el centro de la prepa- 
ración; una sustancia granulosa, amarillo-rojiza y brillante, 
habia solamente en los límites, formando manchas estensas. 
Aquel mismo dia (9) volvimos á hacer tomar á la cone- 
ja 45 gramos del mismo cocimiento de cotiledones: los fe- 
nómenos fueron algo menos graves que el dia anterior, y 
al siguiente el animal estaba restablecido. 
Como se vé, ninguno de los dos cocimientos pudo matar 
:í este animal, en las cantidades en que fueron administra- 
dos; pero los dresultados emuestran que, á dosis iguales, 43 
es muclio mas activo el cocimiento de los cotiledones que 
el del episperma. 
A las 2 y 15 minutos del dia 10, dimos al mismo animal 
0,gr6 del extracto disuelto en una pequeña cantidad de 
agua. Poco tiempo después, se desarrollaron todos los 
síntomas ya especificados, interrumpidos por momentos de 
calma y bienestar. A las 3 y 15 minutos le hicimos beber 
0,gr3 del mismo extracto, y una hora después otra cantidad 
igual. Los síntomas se fueron agravando poco á poco, la 
dipsnéa era exagerada, los movimientos muy torpes, rechi- 
naba los dientes con frecuencia y tenia borgborismos repe- 
tidos; evacuó primero materias bien elaboradas y muy lí- 
quidas después, siendo de notar que la espulsion se verifi- 
caba, según parecía, por una contracción intestinal violen- 
ta y dolorosa, las pupilas se conservaban en estado fisioló- 
gico. En este estado volvimos á sacar al animal otra gota 
de sangre en la que el microscopio nos descubrió muchos 
glóbulos rugosos y festonados entre otros perfectamente 
fisiológicos. 
Abandonamos entonces á la coneja, creyendo que mori- 
lla á poco; pero no fué así: en la noche la encontramos cor- 
riendo por la pieza, aunque algo torpe en sus movimientos, 
y con la respiración siempre acelerada. En el Oalabar el 
Consejo jurídico habría declarado inocente á este pobre 
animal y lo habría dejado vivir; pero nosotros, no obstante 
nuestra natural repugnancia á sacrificar á los animales vi- 
vos en aras de la ciencia, eramos obligados á ello por el 
noble deseo de ser de algún modo útiles á la humanidad, y 
en consecuencia resolvimos seguir ministrando el tósigo á 
nuestra víctima. 
A las 7 y 30 minutos de la noche, le hicimos beber otros 
0,gr3 de extracto disueltos en 5 gramos de solución de cala- 
barina al milésimo; y los síntomas reaparecieron tan inten- 
sos, que á las 8 y 45 minutos el animal cayó de lado, y fué 44 
agitado por convulsiones pasageras. Lo levantamos en- 
tonces, y lo pusimos apoyado contra la pared: los borgboris- 
mos eran frecuentes; del hocico le escurría un líquido tras- 
parente y filante; la dispnéa era inmensa. A las 9 reapa- 
recieron las convulsiones clónicas que duraron unos cuan- 
tos segundos, y el animal volvió á caer y nosotros á levan- 
tarlo: la respiración se hizo algo mas lenta y mas dificulto- 
sa; apareció el estertor traqueal; los movimientos solo exis- 
tían en la cabeza; su estado, en una palabra, era tal, que 
podia asegurarse su muerte para minutos después; pero á 
las 9 y 25 minutos recobró alguna calma, desapareció el 
estertor traqueal, se regularizó la respiración, procuró en- 
cogerse y lo consiguió con algún trabajo; á las 9 y 35 mi- 
nutos se puso á labar la cara con las manos, y á las 9 y 40 
minutos que la cojimos, se debatió con fuerza. A esta ho- 
ra le hicimos beber otros 0,gr3 de extracto, cuyo efecto no 
fué muy notable, A las 10 y 30 minutos, hora en que es- 
taba bastante recobrado, le administramos otros 0,grG del 
extracto: la dispnéa reapareció intensísima, y el abatimien- 
to se hizo tan profundo, que apenas podia el animal perma- 
necer echado. 
A las 10 y 45 minutos lo abandonamos, y al siguiente 
dia, á las 7 de la mañana, lo encontramos muerto y per- 
fectamente rígido. 
Hicimos la autopsia á la 1 y 30 minutos, la que nos re- 
veló las alteraciones cadávericas ya descriptas, á saber, 
pulmones retraídos, crepitantes y de color rojizo claro; co- 
razón conteniendo en sus cavidades coágulos de sangre ne- 
gra; hígado muy abultado, reblandecido y de color muy 
obscuro; bazo, al parecer, muy retraído; el estómago conte- 
nia en su cavidad una pasta verdosa, la mucosa tenia un 
color apizarrado y estaba algo reblandecida aunque no tan- 
to como en el Cuy cuya historia he referido; los intestinos 
estaban retraídos; el aparato gestador sano. He una de 45 
las venas yugulares tomamos entonces una poca de sangre 
para examinarla al microscopio, y con gran satisfacción 
encontramos justificado nuestro previo juicio: todos los 
glóbulos, sin escepciou, estaban profundamente alterados; 
su superficie era desigual, festonada, estaban como retraí- 
dos sobre sí mismos, y ninguno liabia que tuviese el aspec- 
to fisiológico. 
Me he detenido en los detalles de esta observación, poi- 
que ella vá á servir para fundar el juicio que mi sabio cola- 
borador y yo hemos formado acerca del modo de obrar del 
principio activo de la haba del Oalabar. 
Si esta sustancia es administrada por la boca, obrará 
primero sobre la mucosa gástrica, alterándola mas ó me- 
nos, según el tiempo que, por circunstancias accidentales, 
permanezca en contacto con ella. Si el estómago está va- 
cio, y por su acción tópica produce el veneno una contrac- 
ción espasmódica del píloro, el líquido permanecerá mucho 
tiempo en contacto con la mucosa y la reblandecerá al 
grado que lo hizo en el Cuy de nuestro vigésimo experi- 
mento. Si el estómago estuviese lleno de alimentos, el 
veneno se diluirá y su acción será menos intensa; ó si el 
píloro permanece dilatado, el líquido pasará á los intesti- 
nos, y la acción sobre la mucosa gástrica será mas superfi- 
cial, como lo hemos visto en la coneja últimamente enve- 
nenada 
De todas maneras la sustancia tóxica se absorve y pe- 
netra al torrente circulatorio en donde se mezcla íntima- 
mente con la sangre, y por su intermedio se va á poner en 
contacto con los sistemas muscular y nervioso. Ahora 
bien; de nuestros experimentos resulta que el principio ac- 
tivo de la haba africana obra sobre los glóbulos sanguíneos, 
sobre el sistema muscular y sobre el sistema nervioso; na- 
tural es por tanto admitir que cada uno de estos sistemas 
debe ser tanto mas alterado cuanto mas directamente re- ciba la acción del veneno. En el caso presente podemos 
decir (pie los sistemas muscular y nervioso forman la peri- 
feria, mientras que el sanguíneo es el centro de la esfera 
de acción de la liaba del Oalabar. Los tres sistemas su- 
fren, pero en grados diferentes. Los muscular y nervioso 
se afectan, y por eso, ademas de los síntomas que el ani- 
mal acusa durante la vida, la rigidez cadavérica y la pér- 
dida de la escitabilidad de los nervios y de los músculos, se 
adelanta con muclio en la porción envenenada de un ani- 
mal que en la que no lo está. Pero la muerte no es produ- 
cida por esta causa; porque en un animal que acaba de 
morir bajo la influencia de este tósigo, se encuentran toda- 
vía escitables los músculos y los nervios. 
La alteración de la sangre se revela durante la vida, por 
la dipsnéa que padece el animal envenenado; dependiendo 
la gravedad de su estado del mayor ó menor número de 
glóbulos sanguíneos alterados, y la muerte de la alteración 
de todos ellos. 
Ya sabemos que en los glóbulos sanguíneos se fija el 
oxígeno durante la respiración; y de aquí podemos inferir 
que aquel acto fisiológico se alterará tanto mas cuanto 
mayor fuere el número de glóbulos enfermos. Por esto es 
que la dipsnéa está en relación directa de la cantidad de 
tósigo que se ingiere. 
Puede esplicarse la facilidad con que recobran la salud 
los animales envenenados, por el principio tóxico que nos 
ocupa, suponiendo que se quema este en la sangre, que se 
apropia una mayor cantidad de oxígeno y pierde sus pro- 
piedades venenosas. Si la cantidad del veneno que pene- 
tra es muy considerable, ó si la respiración del animal se 
dificulta por cualquier motivo, aquella combustión no pue- 
de tener efecto, todos los glóbulos se alteran, los fenóme- 
nos de liematósis son imposibles, y la muerte sobreviene. 
Ocurre preguntar: ¿por qué un animal muerto por el 47 
principio activo de la liaba del Oalabar, tiene toda su san- 
gre negra menos la de los pulmones que se conserva con 
su coloración normal? Oreemos poder explicar el fenóme- 
no estableciendo una importante diferencia entre la asfixia 
por falta de aire, y la que es causada por parálisis de ac- 
ción de los glóbulos sanguíneos. En el primer caso los gló- 
bulos no pueden descargarse en el pulmón de las materias 
carbonosas que llevan como residuo de la combustión capi - 
lar, verificada en la intimidad del organismo, no encuentran 
el oxígeno que deben absorver, y por consecuencia quedan 
todos llenos de aquellas materias que los envenenan, y las 
cuales se traducen por el color oscuro que toma la sangre, 
aun en los pulmones mismos donde no hay aire que los vi- 
vifique con su oxígeno. En el segundo caso, el mecanis- 
mo de la asfixia es diferente: los glóbulos no absorven el 
oxígeno sino lentamente en virtud de que su poder de ab- 
sorción es paralizado por el veneno; pero vivificados por el 
mismo oxígeno al cabo de cierto tiempo de contacto, reco- 
bran la facultad perdida, desprenden su ácido carbónico y 
pasan á ser arteriales, esto es, á llevar en su esencia mis- 
ma el elemento de vida que deben difundir por todo el or- 
ganismo. Aceptada esta idea podemos explicar por qué 
un animal envenenado por pequeña cantidad de nuestro 
tósigo, se enferma por poco tiempo y luego recobra la in- 
tegridad de sus funciones fisiológicas: en él los glóbulos 
padecieron mas ó menos, pero en fuerza de pasar por el 
pulmón que al efecto activa sus funciones, fueron revivifi- 
cados por el oxígeno. En los fenómenos post mortem la ex- 
plicación es análoga: toda la sangre es negra porque la acti- 
vidad circulatoria no dió á los glóbulos tiempo para que ab- 
sorviesen su aura vital, y así alterados van ocasionando lo que 
podremos llamar “asfixia capilar” en tanto que en el pul- 
món donde á la vez que hay extásis sanguínea, hay tam- 
bién aire, los glóbulos que allí se encuentran se arterializan. 48 
Cuando el principio activo del liaba es inyectado en el 
espesor de un músculo, vense aparecer primero los fenó- 
menos locales, porque el punto inyectado es el centro de 
la esfera de acción del veneno. Por eso aparece primero 
la pérdida de la escitabilidad del músculo y de los ramos 
nerviosos de la región en que figura, y después vienen los 
efectos generales caracterizados por la dipsnéa, torpeza de 
los movimientos etc. 
Si se aplica sobre la conjuntiva el principio activo de la 
semilla que estudiamos, poco tiempo después determina la 
contracción del iris. Por ser este el fenómeno que mas 
fuertemente lia llamado la atención de los observadores 
europeos, merece ser estudiado. 
Ya en el año de 18C9, mi digno colaborador en su “Te- 
sis” para el concurso á la plaza de adjunto ú la cátedra de 
clímica externa, Tesis que tituló “Anomalías de la refrac- 
ción” había dicho, fundándose en algunos experimentos, que 
la haba del Oalabar no puede ser considerada como anta- 
gonista de la belladona, porque el alcaloides de esta plan- 
ta no solamente dilata la pupila sino que paraliza la aco- 
modación; mientras que la physostigmina estrecha la pu- 
pila, pero no obra sobre el músculo ciliar. 
Hemos emprendido nuevos experimentos instilándonos 
ambos en los ojos la impropiamente llamada calabarina, y 
nos hemos llegado á convencer de que ella no determina 
la miopía como suponen generalmente en Francia y en In- 
glaterra. 
La instilación de esta sustancia en el ojo es seguida de 
lagrimeo, de alguna inyección conjuntival y de ardor. En- 
tonces la visión se turba; pero tanto á distancia como de 
cerca. Pasados los primeros momentos, y cuando la pupila 
está ya bien contraida, si se determina la posición de los 
puntos remoto y próximo con cualquier oftómetro, con 
el de Perren y Mascart, por ejemplo, que por ser tan exac- 49 
to es el que usa mi coloborador, se vé que el punto remo- 
to no varia, aunque el próximo se acerque un poco. 
Pueden reducirse á los siguientes los fenómenos que se 
determinan instilando en los ojos la solución calabáriea: 
1? exitacion local; 2? turbación pasagera de la vista; 3? con- 
tracción de la pupila; 4? aproximación del punto próximo 
quedando el remoto á la misma distancia en que se encon- 
traba antes de la acción del agente extraño. 
Los dos primeros efectos se explican fácilmente por la 
acción que ya sabemos ejerce sobre las mucosas el princi- 
pio activo de la baba del Oalabar. Se comprende que la 
alteración determinada por este agente en el epitelium de 
la conjuntiva y de la córnea, debe ser seguido de ardor, in- 
yección, lagrimeo etc., y que esta misma alteración que en 
último resultado viene á ser un dispulimento de la córnea 
debe perturbar la precisión visual. Pasados los primeros 
momentos recobra la córnea su trasparencia fisiológica, co- 
mo vuelve á su estado normal la mucosa del estómago 
cuando recibe una corta cantidad de la sustancia tóxica, y 
en consecuencia, pasa para no volver el ligero empaña- 
miento de la vista, y el ojo queda sin otra alteración que 
la de tener su pupila mas estrecha. 
Este estrechamiento pupilar es debido á la acción local 
que ejerce sobre las fibras musculares del iris el principio 
activo de la haba, absorvido y mezclado al humor acuoso. 
Brota aquí una duda: si, como lo he demostrado, el agente 
terapéutico que estudio tiene acción manifiesta sobre la 
fibra muscular ¿por qué obra sobre las circulares del iris, 
y no sobre las radiadas que dilatan la pupila? Es de tener 
en cuenta que estas últimas, las radiadas, son muy delga- 
das y obran bajo la influencia del gran simpático, nervio 
que tiene la propiedad de escitarse muy lentamente y que 
con la misma lentitud pierde su escitabilidad; mientras que 
las fibras esfincterianas son mucho mas voluminosas y es- 50 
tan animadas por el motor ocular común que, como todos 
los de su género, es muy sensible á la acción de los exitan- 
tes y pierde con facilidad la exitacion que fácilmente ex- 
perimentó. Esta doble consideración basta para explicar 
el fenómeno de la miosis, así como el de la midriásis con- 
secutiva, efeeto ya de las fibras radiadas que á su vez ex- 
perimentan la acción de la Pliysostigmina ó Eserina. El 
acercamiento del punto próximo se puede explicar fácil- 
mente por el menor número de círculos de difusión que 
trae consigo la miosis; pero esto no importa, la miopía. La 
miopía consiste en el acercamiento del punto remoto, sea 
cual fuere la distancia del próximo; es así que de nuestros 
experimentos resulta que el punto remoto no varia por la 
influencia de la pliysostigmina, luego no es exacto el efecto 
atribuido á la sustancia. 
Mi entendido colaborador y yo estamos persuadidos de 
que la diminución del diámetro de la pupila es efecto de 
una acción local muy semejante al que observamos en los 
músculos de ranas, y describimos en nuestros experimen- 
tos decimoquinto y décimosesto. Nuestra creencia la fun- 
damos en que ninguno de los animales que liemos envene- 
nado con la sustancia en cuestión, han reducido el diáme- 
tro de sus pupilas, sino cuando aplicábamos la solución ca- 
labárica sobre el ojo mismo; y en que, aun cuando pudiera 
creerse que el músculo ciliar pueda ser influido, en virtud 
de su contigüidad al humor acuoso, por la physostigmina ó 
Eserina; no es esto lo que pasa, ni pudiera ser tampoco, 
pues entre aquel músculo y el humor acuoso (suponiéndolo 
en la cámara posterior) están los procesus ciliares que son 
eminentemente vasculares y que por lo mismo absorven la 
sustancia, la llevan al torrente de la circulación, y así 
constituyen frente al músculo acomodador una barrera que 
no puede salvar el escitante vegetal que ha penetrado al 
ojo. 51 
De todos los experimentos y reflecsiones que anteceden 
pueden deducirse las conclusiones siguientes: 
I? En el principio activo de la haba del Calabar se de- 
ben distinguir dos acciones: la local y la general. 
2'? La acción local de este principio activo es mera- 
mente desorganizadora. Hiere de muerte á la fibra mus- 
cular, á la nerviosa, á las celdillas de las membranas mu- 
cosas, y á las que forman los glóbulos sanguíneos. 
3? La acción general es debida á la absorción de la sus- 
tancia que, llevada al torrente de la circulación paraliza ó 
impide la oxigenación de los glóbulos zanguíneos, determi- 
nando en consecuencia una asfixia especial. 
4? El principio activo de la haba del Oalabar es ua ve- 
neno de acción lenta en desarrollarse y que se disipa con fa- 
cilidad cuando la cantidad absorvida no ha sido bastante á 
enfermar la masa total de la sangre. 
5?- Obra tópicamente sobre el iris determinando su con- 
tracción y en consecuencia el estrechamiento pupilar; 'pero 
no tiene, ni puede tener acción sol)re el músculo acomodador, 
tínico que podria causar la miopía. 
6?- Consecutivamente á su acción prolongada ¿transfor- 
ma en grasa los] glóbulos sanguíneos? Avida de oxigeno 
¿obra privando de este elemento vital á los tejidos que toca? 
ISTo creo haber resuelto el problema que me proponía al 
inaugurar mis trabajos para formar esta “Tésis;” pero, sin 
tiempo para mas, anoto lo cierto como cierto y lo dudoso co- 
mo dudoso. 
Sigo trabajando en este mismo terreno, y cuando hubie. 
re logrado algo, para mí satisfactorio, lo daré á la luz públi- 
ca, cuidando entonces de apreciar detenidamente lo escrito 
sobre la materia por observadores européos. Por ahora solo 
me resta, para concluir esta segunda parte, que es ya larga, 
escribir á continuación las conclusiones de algunos fisiolo- 52 
gistas y médicos extrangeros, dejando al juicio de mis lec- 
tores la apreciación comparativa. 
Fraser qne, como sabemos, fué uno de los primeros que 
estudió empeñosamente la acción de la liaba africana, asegu- 
ra que, bajo la influencia de esta semilla, el cerebro queda 
indemne, y en consecuencia la sensibilidad se conserva, y 
aun á veces se exaserva; que aplicada tópicamente sobre 
un cordon nervioso le hace perder su poder conductor; que obra 
sobre la médula, privándola de su facultad conductora de las 
sensaciones; que la sangre es negra, pero se arterializa al aire 
por no haber perdido sus propiedades respiratorias; que hay 
parálisis, y esta comienza por las visceras; que los músculos 
son agitados de contracciones fibrilares parciales; que la ten- 
sión arterial, disminuye por lo pronto y después aumenta 
hasta llegar á su máximun para desaparecer rápidamente 
con las pulsaciones del corazón; que la temperatura baja; que 
las secreciones aumentan; que la respiración es lenta y difí- 
cil; que hay miopía; que la muerte sobreviene por parálisis 
de la médula, y en este caso con los signos de asfixia, ó si 
la dosis es excesiva por parálisis del corazón, y en conse- 
cuencia por síncope. 
Harley creó que este veneno debilita las contraciones del 
corazón; pero supone que no puede paralizarlo. 
Tachau piensa que lo paraliza. 
El Dr. cubano Francisco de P. Navarro, en su “Tósis” pa- 
ra el doctorado en medicina, sostenida en París el año de 
1869 creé que la haba del Oalabar obra sobre el corazón 
exitando las extremidades intracardiacas del nervio vago, 
cuando se da la sustancia á dosis pequeñas; pero que, á dó- 
sis tóxica, determina la suspensión del corazón por exita- 
cion del pneumogástrico y debilitamiento de los ganglios in- 
tracardiacos. 
Harley, Bauer, Bezold, Gcetz, Westermann, Seé, Martin- 53 
Damourette, y Laschskevich, creen que la muerte es pro- 
ducida por parálisis de los nervios respiratorios. 
En cuanto al efecto de la “Eserina” sobre la pupila, ya be 
dicho que Eraser, el primero en notarla, llamó á mas la 
atención del mundo módico sobre un hecho que la acompa- 
ña, la miopía, por acción de la sustancia sobre el músculo 
acomodador. 
La manera de ver de Eraser fué secundada por respeta- 
bles autoridades, como Argyll, Eoobertson, Giraldes, Grm- 
fe y Donders. 
Bowman admite la miopía como un hecho, y dice haber 
observado ademas el astigmatismo. 
Adamúk explica el mismo fenómeno, que acepta como 
evidente, por aumento de presión intraocular. PARTE TERCERA. 
fruto del pliyostigma que por sus propiedades vene- 
nosas ha llamado la atención de los fisiologistas, y sido ob- 
jeto de sus estudios experimentales, no ocupa en Terapéu- 
tica un lugar preciso. 
Trousseau, en su tratado de terapéutica y materia médi- 
ca, trabajado en colaboración de Pidoux, la hace entrar en 
el ámplio grupo de “estupefacientes,” es decir, entre aque- 
llos agentes terapéuticos que imprimen á los centros ó á los 
conductores nerviosos una modificación en virtud de la cual, 
las funciones del sistema son abolidas ó notablemente dis- 
minuidas. 
El dice, al ocuparse de la acción fisiológica del haba; ... 
“ona reconnu á la Peve de Oalabar les autres propriétés 
“ des stupefiants, c’est-á-dire qu’elle pioduit, comme eux 
“ les vertiges, les nausées, l’afíaiblissement, la lipothymie, 
“ le ralentissement du pouls et le refroidissement. A une 
“ dose plus élevée, la Feve de Oalabar excite la production 
“ d’une salive écumeuse, paralyse le train postérieur, puis 
“ les membres autérieurs; enfin le cceur se ralentit, la res- 
“ piration s’embarrasse et la mort survien.” 56 
En muchos de los signos trazados por tan hábil pluma, 
estoy enteramente de acuerdo. Los vértigos, la nausea, 
el sudor trio, el enfriamiento, el estado lipotímico, en fin, 
han sido observados por mis distinguidos consocios en la 
“Sociedad familiar de medicina” los Sres. Jiménez, Carmo- 
na, Rodríguez, Brassetti, Liceaga, Bandera y Chacón, quie- 
nes, por encargo mió, han usado del extracto de la haba 
africana contra diversas enfermedades. Yo también hé te- 
nido oportunidad de ver aquel cuadro sintomatológicoen una 
enferma, á la que estuve administrando la sustancia en cues- 
tión por algún tiempo. Estoy conforme, repito; pero respecto 
ála parálisis de los músculos locomotores y al modo de morir 
que se indica, mis creencias no son las del sabio profesor de 
Terapéutica en la facultad de medicina de París. Yo no he 
visto una parálisis perfectamente acentuada en los varios 
animales cuyo modo de morir hé descrito en la parte segun- 
da de este trabajo; y en cuanto á la causa de la muerte, ya 
hé dicho que Carmona y yo, la encontramos en la alteración 
que sufren los glóbulos de la sangre. 
En mi concepto, pues, la haba del Oalabar no debe ser co- 
locada en el grupo de los estupefacientes del Dr. Trousseau, 
no obstante ser tan amplio ese grupo que así caben dentro 
de él los agentes que, como el opio, deprimen las funciones 
cerebrales, y la belladona, el estramomio y el haschich que 
las exaltan; la Curara que destruye los nervios motores- 
llendo de la periferia al centro, y el ácido cianhídrico que, se, 
gun parece, obra sobre la médula oblongada determinando 
la extinción inmediata de los fenómenos de la vida animal. 
Si la sustancia que estudio no es estupefaciente, es decir, 
si su acción primitiva ó esencial no se dirije hácia los centros 
ó conductores nerviosos ¿cómo clasificarla en el orden tera- 
péutico? En verdad que la cuestión me parece insoluble 
por ahora; lo que es tanto mas deplorable cuanto que si se 
le pudiese fijar un lugar propio en terapéutica, esto serviría 57 
para significar contra qué enfermedades pudiera ser em- 
pleada racionalmente. 
Que puede ser un remedio ¿quién lo duda? Hufeland de- 
cía que todo lo que es capaz de obrar sobre la organización 
del hombre, puede ser empleado como remedio.” Que con 
el tiempo puede ocupar un lugar distinguido en esta cien, 
cia de caridad ó de filantropía que llamamos medicina, pue- 
de ser cierto también. Pero la verdad hoy, (y debo confe- 
sarla por desconsoladora que sea) es que no conocemos to- 
davía las indicaciones terapéuticas que llena la haba afri- 
cana, sino en una escala muy limitada. Quizá dependa esto 
de que tampoco se ha conocido bien su modo de obrar so- 
bre el organismo sano. 
El empirismo ha hecho mas que la inducción fisiológica. 
Avidos los médicos de recursos contra los mil y un padeci- 
mientos que afligen á nuestra raza, se sirven con entusias- 
mo de todas aquellas sustancias que per su modo de obrar 
enérgico infunden esperanzas de poder combatir las enfer- 
medades hasta hoy incurables; y así es como, en mi concep- 
to, se ha empleado la haba del Oalabar contra el tétanos. 
Merece, pues, nuestros elogios quien se sirvió primero de 
esta arma para combatir á la temible neurosis. 
¿Los merecerá igualmente quien por el solo anhelo de en- 
sayar una sustancia nueva haya empleado esta contra en- 
fermedades benignas, ó de terapéutica bien conocida, como 
la bronquitis catarral, por ejemplo? Sin duda que no; y sin 
embargo, en trabajos especiales véese á la haba del Calabar 
recomendada contra la bronquitis. 
No seguiré yo en esta parte de mi trabajo ese sistema de 
acumular virtudes médicas á una sustancia; porque cada 
dia me persuado mas de que el número de medicamentos 
está en relación inversa al de las enfermedades. Envejecido 
en la práctica, puedo decir como Rattcliffe: “cuando yo era 
jóven, tenia veinte remedios para una sola enfermedad; hoy 58 
conozco veinte enfermedades que no tienen un solo re- 
medio.” 
Si pues hé escogido para mi estudio el fruto de la legu- 
minosa que Dios ha colocado entre los salvajes de Africa, 
no es porque la juzgue la sacrarn anchoram que viene á sal- 
varnos en mas de ima circunstancia de peligos inminentes, 
sino porque creo que en medicina, tanto servimos á nuestros 
semejantes proporcionándoles un remedio eficaz contra al- 
guno de sus padecimientos, como apartando del cuadro te- 
rapéutico todos aquellos agentes que por ineficaces ó de ac- 
ción dudosa harían perder en el sistema curativo un tiempo 
que es tan precioso cuando se procura emplearlo en recobrar 
la sulud. 
Paso á ocuparme brevemente de las enfermedades contra 
las que se recomieuda la haba del Oalabar; y mas breve- 
mente todavía indicaré mi juicio al concluir con cada una 
de ellas. 
Corea.—Mac-Laurin, Harley y Ogle han empleado en 
Lóndres el polvo de la baba y la tintura. Las observacio- 
nes de los dos primeros prácticos son incompletas; la del 
último es halagadora. 
Sabida la acción desorganizadora que tiene el principio 
activo de la semilla sobre la fibra muscular y sobre los ner- 
vios, no se comprende cómo pueda regularizar el desórden 
de los músculos de la locomoción, que es lo que caracteriza 
la coréa. Sin embargo, supuesto que se registra un hecho 
de curación, y no hay razón para dudar de la buena fé del 
práctico que lo refiere, debe, en mi concepto, seguir siendo 
empleada con todas las precauciones que requiere el uso de 
una sustancia que puede dañar. 
Tétanos.—Trousseau dice que sabe de siete casos de 
tétanos traumático tratados por la baba del Oalabar, y de 
los cuales, ciuco curaron. Las dos primeras de las siete ob- 
servaciones pertenecen á Watson, de Londres; y las otras 59 
á Campbell de Northampton, y á Bouvier, Giraldes y Bou- 
chut, de Francia. 
Navarro, de la Habana, crée que el uso de la haba afri- 
cana está perfectamente indicado en el tétanos; y tiene la 
convicción de que el tiempo legitimará las esperanzas que 
él vincula en este medicamento. Las observaciones en que 
se apoya son referentes á 17 casos, de los cuales 5 se des- 
graciaron y 12 fueron felices. 
Martin Damourette hace observar que en la estadística 
comparativa de los casos de Tétanos tratados por el Curara 
ó por la haba del Calabar, se encuentra que el primero ha 
librado de la muerte una tercera parte de los enfermos, y 
la segunda dos terceras partes. 
Son tanto mas importantes las observaciones de que ha- 
cen mérito los autores citados, cuanto que en su generali- 
dad son de tétanos traumático, accidente que, á juicio de 
algunos compatriotas distinguidos, es siempre mortal. 
Supuesto esto último, y supuesto también que directa ó 
indirectamente la haba del Calabar tiene acción sobre la 
médula, creo que debe apelarse á tal recurso para no desai- 
rarlo sino cuando una masa crecida de hechos hablen en su 
contra 6 para seguir empleándolo siempre que diere espe- 
ranzas de salvar á algún desgraciado. Toca á nuestros ci- 
rujanos que á la pericia y sinceridad unen la ventaja de 
tener á su disposición un buen teatro, como el Sr. Hidalgo 
Carpió, el resolver con hechos esta cuestión importantísima. 
Neuralgias.—Fraser dice que ha aplicado la haba con 
buen suceso en casos de gastralgia é histeralgía. 
Solo suponiendo una acción sustitutiva pudiera explicar- 
se la curación. 
Enfermedades oculares.—Ya se sabe que la baba 
del Calabar tiene una fuerza antimidriática considarable. 
Algunos médicos han procurado aprovecharla, no solamente 
en oposición al efecto de la atropina, sino aun contra la mi- 60 
driásis patológica, ora dependa de algún accidente traumá- 
tico, ora revele un padecimiento del cerebro. (Richet, Neill, 
Hart, Soelberg-Wells, Hulke, etc., etc.) 
En las heridas periféricas de la córnea con hernia del iris, 
Nuneley propone el uso del extraccto de haba del Oalabar 
sobre la conjuntiva, cuando no hay adherencias. 
El Dr. Galesowski propone el empleo alternativo de la 
haba y de la atropina contra la keratitis, sobre todo si hay 
flictenas ó abcesos abiertos y ulcerados. 
Eano y G. Lebon se han servido de la haba contra la 
miopía. 
En fin, se ha recomendado el mismo agente contra la hi- 
permetropía, el estafiloma pelúcido, la luxación del cristali- 
no, y otras anomalías del ojo. 
Por visibles que sean los efectos que determina sobre el 
iris el principio activo de la haba del Oalabar, yo no dedusco 
de ellos sino muy pequeñas indicaciones. Emplearlo contra 
la midriásis causada por la atropina, es hasta cierto punto 
inútil supuesto que la myósis es pasagera y después de ella 
recobra la abertura pupilar el diámetro que le diera el al- 
caloides anterior. Por otra parte, acaso no carezca de peli- 
ligros el poner en juego en el diafragma visual la fuerza que 
contrae sus fibras musculares y la que lleva su acción á los 
hilos nerviosos que animan aquellas fibras. Esto, á mas de 
la escitacion de la conjuntiva que es molesta para el enfer- 
mo, y causa, tal vez, de una verdadera conjuntivitis, si se 
sostuviera el efecto por cierto tiempo, como debiera ser pa- 
ra impedir definitivamente la midriásis. 
Oabe la misma reflecsion respecto á la midriásis traumá- 
tica y á la esencial. 
Respecto de la miopía ¿qué pudiera decir sino que es una 
flagrante inconsecuencia tratarla por el agente que suponen 
la determina? ¿Habran, acaso, pretendido llevar á la tera- 61 
péutica del ojo la famosa ley “similia similibus curantur,” 
cuyo capital defecto es el ser tan absoluta? 
Los otros padecimientos de los ojos, como la luxación del 
cristalino, el keratoconus, etc., que algunos oculistas han 
pretendido remediar instilando soluciones mas ó menos car- 
gadas del principio activo de la haba, muy probablemente 
han de haber demostrado con su persistencia que quienes 
apelaron á tan extraño recurso deliraban, como suelen de- 
lirar muchos hombres honorables que viven anhelando el 
bien de sus semejantes. 
En las heridas de la córnea con hernia del iris, están per- 
fectamente indicadas las preparaciones de la haba cuando 
no hay adherencias y cuando la herida es periférica. La 
primera de estas dos condiciones no es absoluta, pues aca- 
so en circunstancias dadas, fuera conveniente no aceptarla 
para que el efecto del anhimidriático fuese desgarrar la ad- 
herencia y producir asi una pupila artificial. La segunda 
condición sí es absoluta, pues en casos de herida central de- 
be preterirse la atropina que dilata la pupila y en consecuen- 
cia aleja al iris del punto donde pudiera formar la sinéquia. 
Hasta aqui, muy á la ligera, la historia de las aplicacio- 
nes de la haba contra determinados padecimientos. Ahora 
bien, yo veo que esa semilla tiene una acción local eviden- 
te sobre los tejidos que toca, destruyéndolos con tocarlos; y 
me pregunto: no estaría indicada contra los tumores ma- 
lignos, inyectándola en el espesor de los tejidos hetero- 
morfos? 
Veo que su acción sobre los glóbulos sanguíneos es no 
menos evidente, y vuelvo á preguntarme: será conveniente 
emplearla en casos de verdera plétora sanguínea? 
Por resumen de lo escrito debo decir que hasta hoy no 
tiene otra aplicación perfectamente precisa la haba del Oa- 
labar que en los siguientes casos: 62 
1? Cuando se juzgue necesario disminuir en el ojo los 
círculos de difusión por un tiempo limitado. 
2? En las heridas periféricas de la córnea con hernia del 
iris ó posibildad de que se produzca. 
Debe ser estudiada en el tétanos. 
Puede ser inyectada en los tumores heteroformos. 
No creo irracional su empleo cuando se crea necesario 
provocar una aglobulia artificial. 
Bien pobre es el cuadro de indicaciones terapéuticas. Se 
estrañará esto tanto mas cuanto que ellas debieran formar la 
parte esencial de un escrito que presenta como de prueba 
quien aspira al honroso encargo de dirijir á la juventud en 
el difícil estudio de la mas noble de las ciencias, la que pro- 
cura devolver al hombre su salud perdida; pero obrando de 
otra manera, es decir, atribuyendo especulativamente á la 
sustancia que estudio mil y mil propiedades heróicas, acaso 
diera prueba de una fantasía fecunda, pero nunca de la bue- 
na fé que debe ser el sello de todos los actos médicos. JUECES EN EL CONCURSO. 
Señor Robredo don- Manuel. 
„ Hidalgo Carpió don Luis. 
„ Liceaga don Eduardo. 
„ JIMENEZ DON MlGUEL. 
„ Espejo don jóse maria. 
„ Martínez del Villar don Luis. 
„ Rodríguez don Juan. 
SUPLENTES. 
Señor Rio de la Loza don Leopoldo. 
„ Galan don Maximiliano.