rLA TISIS-PULMONAR. TESIS PABA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICINA Y CIRUJIA DE ALFREDO HIGAREDA, ALUMNO DE LA ESCUELA NACIONAL DE MEDICINA DE MÉXICO Y PRACTICANTE DEL HOSPITAL MILITAR DE INSTRUCCION. w w • ¿ MÉXICO. IMPRENTA DEL GOBIERNOrEF PALACIO, X CAEQO DE JOSÉ ít. SANDOVAL. 1870. mi querida madre, TESTIMONIO DE AMOR FILIAL. gil £x. gv. ptlislau de la fasrua, TESTIMONIO DE PROFUNDA GRATITUD Y RESPETO. LA TÍSIS PULMONAR. Entke todas las enfermedades que afligen á la humanidad, una de las que lian hecho concentrar mas la atención de los sabios y desper- tado mas su solicitud, para encontrar en la naturaleza uno de esos pre- ciosos específicos, que inmortalizan al que los descubre, formando épo- ca en los anales de la ciencia, es la enfermedad objeto de este estudio, la tisis pulmonar, que cebándose así en el niño, como en el jéven y en el anciano, los sorprende muchas veces en medio de la salud mas floreciente, burlando con su espantosa rapidez 6 con su gravedad im- placable las previsiones del médico, que impotente con su ciencia, se limita en ciertos casos á ser frió espectador de una afección superior á sus conocimientos. Es, en verdad, muy triste y desconsolador para el que se inicia en los misterios de la ciencia, ver que en la profesión que ha emprendido aprenderá á conocer los males que agobian á los hombres, pero no el modo de curarlos. La tisis se halla en este caso, pues, si bien es cierto que muchas ve- ces la higiene suple á la terapéutica, la primera de estas ciencias no se ha hecho para los desgraciados; para los pobres que cubren la ma- yor parte de la superficie de la tierra; los que no pueden cambiar de clima, alimentarse ni abrigarse convenientemente cuando su salud es- tá quebrantada. No soy yo, por cierto, el que ha encontrado el remedio contra ese mal, y si he escogido este punto para tratarlo en mi Tésis, es porque me ha llamado la atención el número de individuos que mueren arre- batados en un corto tiempo por esta terrible enfermedad, y porque de- searía yo que nuestros sabios maestros-, cuya práctica y conocimien- tos son tan profundos, encontraran eso que podríamos llamar la piedra filosofal de la medicina y librara á I03 hombres de ese ángel extermi- nado!*. 6 Tisis (Phthisis), es una palabra griega que significa consunción, yo me consumo. Es una enfermedad caracterizada por la presencia de tubérculos en los pulmones. Muchos autores abusando de la etimología de la palabra tisis, han hecho una aplicación de ella á todas las enfermedades que minan lenta- mente la existencia, haciendo una variedad innumerable de tisis. Otros autores los han criticado y con razón, pues si á ciertas afecciones, que siguiendo una marcha crónica concluyen con la vida del individuo, se les puede aplicar el nombre en cuestión, deberia llamarse tisis la es- permatorrea, el reblandecimiento cerebral, la diabétis y en general to- das las enfermedades crónicas. Sin embargo, si es muy loable el espíritu de los que han restringi- do el nombre de tisis á la enfermedad caracterizada por la presencia de tubérculos en los pulmones, no han obrado muy conforme á la ló- gica, significando dicha palabra «consunción;» lo mismo da que esta sea causada por los tubérculos, el cáncer 6 por la glicosuria. No es esta una pura cuestión de nombre, como parecerá á primera vista: la omisión de los autores para fijarse en la denominación délas enfermedades y en atenerse á la etimología de los nombres de ellas, ha producido que muchas tengan ocho 6 diez, según el capricho de los que las han estudiado y escrito sobre ellas, y de ahí la confusión, fuen- te del error. Pero es necesario conformarnos con el uso, único árbitro del lengua- je, pues han pasado los tiempos de Magister dicit y definir á la tisis como lo he hecho al principio. Una palabra sobre una de las variedades de tisis: muchos autores admiten como real la que han llamado «tisis nerviosa,» es decir, aquel agotamiento que viene en ciertos individuos que se creen «tísicos» sin estarlo; creo que la tal «tisis nerviosa» no es sino una variedad de hipocondría, en la cual el individuo se cree afectado de tuberculización, como otros creen estarlo de cáncer, hipertréfia del corazón, &c. y así, no debe admitirse esta mas que las otras. Sentado lo que precede sobre qué cosa es tisis, entremos en el es- tudio de la afección. Si es un servilismo completo al escoger un punto para tratarlo él atenerse solo á las opiniones de los demas, y no poner nada de lo que á uno le ensena su propia práctica y observación, no cabe duda que se limitará uno á ser un simple copista de lo que otros lian escrito sobre dicho punto. 7 Esto lo digo por lo que he observado sobre la frecuencia mayor de la tisis, respecto de otras enfermedades crónicas. No es ciertamente la observación de uno ó dos años lo que puede hacer formar una doctrina, pero sí puede servir de algún apoyo á la opinión que tengo formada de que «la tisis es una de las mas frecuen- tes de todas las enfermedades orgánicas.» No hago esta proposición de una manera absoluta, aunque podría hacerla si me concretara á lo que me ha enseñado la práctica en el hospital militar de San Lúeas. Consultando los estados generales existentes en el Ministerio de la Guerra, correspondientes á los años de 1868 y 1869, se encuentran los datos siguientes: Cáncer en distintos órganos 6 Lesiones orgánicas del corazón 13 Epilepsia..... 16 Escrófulas 7 Edema pulmonar 1 Albuminuria 2 Elefansiasis (ambas) 6 Reblandecimiento cerebral 3 Enfisema pulmonar. 7 Asthma 3 Aneurisma de Corvissart 4 Tabes mesentórica 1 Cirrosis 1 Tisis pulmonar 37 De estos datos se deduce, que podría yo hacer mi proposición de una manera absoluta; pero como no he tenido práctica en otras clases de la sociedad, mas que en soldados, mi opinión seria muy aventurada. Algunos autores se han avanzado á decir, que la mortalidad por es- ta enfermedad es de una cuarta parte de los enfermos en las grandes ciudades: no sé el grado de veracidad que merezca esta opinión, pero me parece muy ex aj erada. Nada tan variado como la multiplicidad de causas que se han asig- nado á la tisis. De las que se consideran como mas poderosas, una de ellas es la constitución linfática y la diatésis escrofulosa: esta ultima sobre to- do, de una manera tan general, que entre los autores franceses las dos enfermedades son inseparables. 8 Semejante inseparabilidad podrá muy bien verse en Europa; en cuan- to á México puedo decir, por lo que he visto, que muchas veces falla esta regla, pues es muy común ver multitud de escrofulosos con solo esta enfermedad sin trazas de tubérculos y vice versa. Se dice igualmente qué la niñez y la juventud predisponen fatal- mente á la tisis pulmonar. No puedo yo comprender en verdad, cómo la edad puede predispo- ner al desarrollo de una enfermedad de origen tan oscuro; no se argu- ya que se sabe en qué consiste y es la presencia de los tubérculos; pe- ro, ¿por qué se desarrollan estos tubérculos? ¿por qué se forman? ¿qué fenómenos preceden y tienen influencia en su aparición? Son estas cues- tiones no muy fáciles de resolver. Puede decirse muy bien, que la niñez predispone á las contusiones, á las luxaciones, á las fracturas, por la brusquedad de los juegos á que los niños se entregan; que la juventud predispone á la sífilis por la impetuosidad de las pasiones á esta edad; que la vejez predispone al reblandecimiento del cerebro, á la osificación de las válvulas del corazón, por la disminución de energía en la vitalidad de las funcio- nes; pero decir que la edad pueda predisponer al desarrollo, á la apa- rición de cuerpos heterómafos en el seno de la economía, creo que es una suposición gratuita: creo aún que se ha confundido la ethio- logía con la marcha y la terminación de la enfermedad. En el niño y en el joven la tuberculización sigue una marcha mas rápida en su evo- lución y termina por la muerte del individuo: por esta razón se ha di- cho que estas edades predisponen á la tisis. Respecto del sexo, Valleix dice que las mugeres son atacadas mas á menudo que los hombres y sucumben mas pronto. En cuanto al clima, según los autores, no hay punto de la tierra en donde no se muestre esta enfermedad, aunqué de una manera mas ex- cesiva en los climas fríos y húmedos: esto se concibe muy bien, con- siderando la susceptibilidad de los órganos respiratorios y la influen- cia que ejerce el enfriamiento sobre sus distintas afecciones. Grisollo asegura que el desarrollo de la tisis no está en relación di- recta con el abatimiento de la temperatura, puesto que en Noruega, Irlanda y las islas Ferroc, países excesivamente fríos, es desconocida, y que es mas frecuente miéntras los países están mas cerca del Ecua- dor, cebándose sobre todo de una manera terrible en la Berbería, las Indias Orientales, la Martinica, &c., que son demasiado cálidos. No es fácil con tal discordancia de opiniones fijarse sobre este punto. Así como la clorósis y el raquitismo, la tisis se muestra principal- mente en todas las personas sumidas en la miseria y cuyas habitacio- nes insalubres, mala alimentación y privaciones continuas, las ponen en la imposiblidad de precaverse de una manera eficaz contra las enfer- medades. En estas personas, por las causas expuestas, la enfermedad toma un 9 incremento muy grande por la dificultad de conformarse á los precep- tos de la higiene, los mas eficaces para ella. Se lian asignado como causas de la tisis ciertos rasgos de la fiso- nomía, el uso de ciertos vestidos, ciertas conformaciones del pecho: no puedo comprender la influencia de estas causas y creo que mas bien se han imaginado por el deseo de buscar explicaciones, cuando no sa- tisfacen las que otros han dado. Lo que aparece de mas positivo sobre la ethiología de esta afección es la herencia. Es muy común al interrogar á los tuberculosos sobre las enferme- dades de sus padres oirlos responder, que alguno de ellos padece 6 ha padecido 6 ha muerto del «pecho y el pulmón,» según la expresión vulgar de las gentes. Conozco á una familia en que el padre, que vi- ve actualmente, está, tísico: dos de sus hijas han muerto de esta afec- ción; uno de los hijos tiene una caverna cicatrizada; otro ha tenido una tisis incipiente, cuya marcha se ha detenido, merced á los cuidados higiénicos; otro, por último, tiene la enfermedad caracterizada siguien- do su marcha progresiva. Lonis, Grisolle, Papavoine, Vidal de Cassis, Littré y Robin en su « Diccionario » y Trousseau, admiten la herencia de la tisis como una cosa probada. Respecto de las causas que pueden determinar el desarrollo de la tisis, no son mas ciertas que las que predisponen á ella. Se ha dicho que la pulmonía es una de e3as causas; la observación de todos los dias prueba la razón que tiene Grisolle para contradecir semejante aserción, pue3 casi nunca los enfermos manifiestan haberla tenido, aunque no siempre hay que atenerse á sus explicaciones.* Por lo que hace á la bronquitis, no parece sino que se ha tomado el efecto por la causa, no siendo muchas veces esta inflamación otra C03a que una manifestación de la presencia de los tubérculos en los pulmones, habiendo también muchas personas que sujetas toda su vi- da á, bronquitis frecuentes por cualquier variación de la temperatura, llegan á una edad avanzada sin tener ni indicios de tisis, muriendo de enfermedades completamente extrañas á ella. De todas las que pue- den determinar la aparición de los tubérculos, parece según la obser- vación de varios autores, que la pleuresía, las fiebres eruptivas, como la viruela y el sarampión, son las que tienen una influencia mas po- sitiva. El cuadro sintomatolégico de la tuberculización pulmonar, es de- masiado extenso para ponerle en una Tesis con todos los desarrollos que tal objeto requiere: así, me limitaré á hacer una especie de resúmen 10 de todos los signos que presenta desde sus principios, y los diversos modos con que termina, ya sea que la naturaleza emplee ciertos me- dios para la curación de la enfermedad, ya sea que siguiendo su mar- cha progresiva concluya con el individuo. Todos los prácticos están unánimes en dividir la tisis en dos perío- dos: período de crudeza de los tubérculos y período de reblandeci- miento y evacuación. Muchos son los medios de que el médico puede disponer para reco- nocer la existencia de tubérculos en los árganos de la respiración, pe- ro no todos son igualmente fieles. De todos ellos ningunos son tan se- guros como la percusión y la auscultación, y aun estos muchas veces hacen incurrir en error, pues no siempre los signos estetoscápicos se presentan con la franqueza necesaria. Los signos racionales, como la fiebre, la diarrea, los sudores par- ciales, pueden ser sintomáticos de otras afecciones y no tienen un va- lor preciso, sino cuando so presentan concurrentemente con los físicos. La tisis puede presentarse como tal, ya inicialmente, ya consecuti- vamente á una afección de los árganos respiratorios que venga á de- clarar la enfermedad no sospechada hasta entánces. En el primer caso, sus principios son muchas veces insidiosos. Un enflaquecimiento rápido, sobreviniendo en un individuo hasta entánces de buena constitución; una tos, ya seca., }ra húmeda, unas veces continuada, otras veces apareciendo á raros intervalos de tiem- po; una ligera dispnea, una ronquera fugaz; algunas veces diarrea á consecuencia de un desarreglo en la digestión; sudores parciales en la cabeza, pecho, las palmas de las manos; un movimiento febril de me- diana intensidad, ya continuado, mas frecuentemente intermitente y viniendo sobre todo en la noche; algunos dolores erráticos en el dorso 6 en los costados; lié aquí los síntomas que hacen muchas veces sos- pechar la existencia de tubérculos en los pulmones. Otras es una bronquitis que aparece de tiempo en tiempo, cediendo difícilmente á la medicación, y llegando definitivamente rebelde á todo tratamiento es el principio de la tisis. La primera manifestación suele ser una hemoptisis: esta puede pre- sentarse á grandes distancias de tiempo, regular á irregularmente, ce- diendo al tratamiento y dejando en perfecta salud al individuo, hasta que la enfermedad se declara del todo y empieza á seguir su marcha progresiva. Tal ha sido el modo con que se presenté en un soldado del cuerpo de Supremos Poderes, que fuá colocado en el mes de Octubre, el dia de su llegada, en la sala de Sífilis, lo que me proporcioné la oportuni- dad de verlo: después pasé á Medicina y no continué viéndolo. Según sus explicaciones, hacia algunos anos estaba sujeto á hemop- tisis abundantes, cuya duración era de ocho á quince dias, restable- ciéndose luego del todo, y reproduciéndose periádicamente. 11 A su entrada al hospital tenia cuatro dias de estar arrojando san- gre en cantidad regular: el color rutilante de este líquido, así como la cantidad de tres <5 cuatro onzas por dia, hicieron sospechar la exis- tencia de tubérculos en los pulmones. La percusión y la auscultación confirmaron estas sospechas; la matitez subclavicular y supraespino- sa, así como el estertor cavernoso, broncofonía, sudores nocturnos y tos continua, hicieron diagnosticar una tisis avanzada. Una de las cosas mas notables y á que no se encuentra explicación satisfactoria, es que rara vez la inflamación del pulmón es una mani- festación de la tisis, siendo lo contrario para la pleuresía. En efecto, según Andral, y yo lo he podido observar aunque en pe- queña escala, siempre oAue después de esas dos afecciones aparece una tisis, esta ha preexistido á la que acaba de manifestarse, habiendo per- manecido hasta entonces el estado latente, y llegando por fin á produ- cir por su contacto irritante la inflamación. Esto hace mas inexplicable cómo la pneumonía no tiene la influen- cia perniciosa que la pleuresía sobre la marcha de la enfermedad, sien- do así que los pulmones son el sitio de los tubérculos. Sospechada una vez la tuberculización, los medios A que se recurre para reconocer su existencia son, como he dicho anteriormente, la per- cusión y la auscultación. Por la primera se encuentra al principio una oscuridad del sonido en el punto correspondiente al vértice de los pulmones, es decir, en la región subclavicular hácia adelante; otras, en la fosa supraespinosa, d mas bien entre el borde interno del homéplato y la espina dorsal, es- ta oscuridad no se reconoce sino relativamente, percutiendo los dos pulmones, pues en general los tubérculos no invaden los dos lados desde el principio; así es que la matitez se encontrará solo en el lado afectado. No siempre existe esta matitez, como lo hace notar Andral; al con- trario, el pedio conserva una sonoridad muchas veces mayor que la que existe normalmente. Esta falta de matitez la he observado una vez y me ha llamado la atención, tanto mas, cuanto que me era desconocida semejante ano- malía. Eligió Astorga, soldado del cuerpo de San Luis, de constitución dé- bil y temperamento linfático, entro á curarse el dia 3 de Febrero de 1869 á la 1? sala de Medicina del hospital de San Lúeas. Los síntomas que presentaba eran los de una bronquitis de media- na intensidad: se le prescribid un vomitivo de ipecacuana. Habiendo cedido el dia siguiente la bronquitis, se le prescribid una pocion balsámica, que siguió tomando varios dias. Continuando la secreción brdnquica de una manera exajerada, se paso á operar una revulsión al exterior por medio de la pomada esti- viada de Autenricht, que no did ningún resultado: se recurrid á la tre- 12 mentina en cápsulas, siendo luego necesario suspenderlas por haber lastimado los órganos digestivos. Los síntomas generales no existian para hacer sospechar una tuber- culización: á la auscultación no se encontraba nada de característico; pero sobre todo, á la percusión nunca se presentó la matitez, aun cuan- do después se declaró la tisis con todo su aparato sintomatológico. Los síntomas generales comenzaron á manifestarse: la auscultación pudo descubrir numerosas cavernas (mas en el pulmón derecho que en el izquierdo), conservando siempre el pecho su sonoridad exajerada. Este enfermo murió tres meses después de su entrada al hospital, agotado por una diarrea incoercible que se le declaró diez ó doce dias ántes de morir. A la autopsia se encontró el pulmón derecho sembrado de numero- sas cavernas de distintos tamaños, así como adherencias entre las dos pleuras: el pulmón izquierdo se puede decir que era todo él un tubér- culo crudo; no habia adherencias y fué fácil extraerlo de la caja to- ráxica: su aspecto era el de un queso de Gruyére, no teniendo sino una lámina de ménos de un centímetro permeable al aire. La matitez presenta también sus dificultades para ser percibida cuando todavía los músculos están muy desarrollados; pero esto muy al principio, y con cuidado, siempre se llega á percibir. La sonoridad se encuentra igualmente cuando se forma una caver- na superficial, comunicando libremente con los bronquios, vacía, y re- cibiendo aire fácilmente, de modo que existe mas gas que pus: lo mis- mo sucede cuando hay en la superficie un gran número de vesículas dilatadas, de que resulta una enfisema pulmonar; y por último, cuan- do hay alguna lámina de pulmón permeable al aire, como en el caso que lio referido. Esta sonoridad será mas ó ménos grande, mas o mé- nos extensa, según las distintas circunstancias. La matitez depende generalmente de la acumulación de tubérculos en masas mas ó ménos voluminosas, que hacen desaparecer el paren- quima pulmonar; de la induración o de la inflamación de este al derre- dor de los tubérculos, ó de la presencia de un derrame en la pleura: la primera de estas causas es la mas frecuente. La aplicación de las yemas de los dedos en las paredes toráxicas, puede dar algunos indicios sobre la existencia de cavernas: colocando las yemas en distintos puntos de la pared toráxica y haciendo hablar 13 al enfermo, se siente un estremecimiento vibratorio semejante al que Be experimenta al tocar un hilo metálico en vibración; este efecto se produce cuando el pulmón está indurado en derredor de una caverna: la sola induración sin cavernas no lo produce sino en el caso que haya alguna parte permeable al aire entre el punto indurado y la pared to- ráxica. Los signos que se sacan por medio de la auscultación son mucho mas variados y significativos que los deducidos por la percusión. La auscultación en los casos de tisis pulmonar es un medio casi siempre infalible: digo casi siempre, porque algunas veces se encuen- tran dificultades dependientes de la oscuridad de los signos de que se dispone al practicar la auscultación. En la gran mayoría de los casos este medio de investigación es el mas preciso de todos los á que se recurre en la tisis. Al principio de la enfermedad el ritmo y la intensidad del murmu- llo respiratorio pueden ser normales, no presentando ninguna varia- ción, siendo solo los signos generales los que pueden hacer sospechar una tuberculización inicial; pero no es esta la generalidad de los casos: la inspiración, que en el estado fisiológico es por lo menos tres veces mayor que la espiración, cambia en su duración al principio de la ti- sis, y los dos tiempos de la respiración comienzan á ponerse en equi- librio; llegando un momento en que la duración de la espiración sea igual y aun mayor que la inspiración. Es el primer fenómeno que pre- senta la respiración. Por comparación se nota que cuando un solo pulmón está afectado, en el otro se produce una respiración suplementaria cuya intensidad estará en relación con la superficie respiratoria disminuida en el pul- món afectado. La respiración puede solo estar debilitada, ó al contrario, exajera- da, oyéndose algunas veces un ligero soplo brónquico: en los casos en que la respiración es ruda, se percibe una sensación de rudeza y seque- dad que se ha designado con el nombre de «frotamiento pulmonar.)) En un punto mas avanzado de la enfermedad se percibe un estertor subcrepitante, crugidos secos ó húmedos poco numerosos, y que se oyen durante la inspiración. Los síntomas generales en este período no son muy pronunciados, y cuando existen ceden con alguna facilidad á los cuidados higiénicos y á la terapéutica. Los esputos semejan á los de una bronquitis, y no presentan nada de notable, si no es algunas veces su cantidad algo exajerada. A medida que la enfermedad avanza, el estado general se va agra- 14 vando; el enloquecimiento se pronuncia mas, la fiebre hética que mu- chas veces no aparece en el primer período, comienza á caracterizarse y á agotar al individuo; los sudores parciales nocturnos se añaden á estas causas de agotamiento, y la diarrea se hace rebelde á toda me- dicación. La percusión descubre una matitez yá mas pronunciada presentan- do algunos puntos sonoros al nivel de las cavernas superficiales, cuan- do son vastas y el aire las penetra; cuando ademas de ser vastas tie- nen paredes delgadas y elásticas y contienen algún líquido, se percibe lo que los franceses llaman «bruit de pot félé,» semejante al ruido de una olla rajada. A la auscultación se ve que los estertores y crugidos son mas nu- merosos y se hacen mas húmedos: la respiración es mas difícil, y la broncoforiía se encuentra en todo el pulmón, en los sitios indicados por las masas tuberculosas. En los puntos donde existen las cavernas, si el aire penetra en ellas por los bronquios, se oye el estertor cavernoso, ruido muy semejante al que se produce soplando en una botella vacía: en las grandes ins- piraciones se oye un ruido comparado al producido cuando se sopla con un tubo en el agua de jabón y que se ha denominado «fruido de gárgara.» El estertor cavernoso en el lugar donde comienzan á formarse las cavernas, es decir, en el vértice del pulmón, algunas veces se le per- cibe en una grande extensión del pecho, pero con una intensidad de- creciente á medida que se aleja el oido del punto en donde está la ca- verna. Haciendo hablar á los enfermos se percibe en el lugar de las caver- nas la «pectosiloquia,» ese fenómeno en que parece que la voz articu- lada sale directamente del lugar en que se ausculta. En las cavidades muy vastas, cuando no hay ningún obstáculo á la penetración del aire y que hay en derredor un tejido indurado, el es- tertor cavernoso se refuerza, se hace mas estrepitoso y semeja al so- nido que se produce soplando en un cántaro, «anifosa» en latin, y que le ha hecho dar el nombre de «soplo anfórico.» En algunos enfermos se encuentra ademas una ronquera dependien- te de ulceraciones de la parte superior del tubo aéreo. La voz puede alterarse hasta el grado de extinguirse cuando hay profundas ulcera- ciones en las cuerdas bucales y la epiglétis: en estos casos hay un do- lor fijo en la garganta, el cual se exacerba por los accesos de tos. La espuicion en el segundo período de la tisis presenta variaciones conformo la enfermedad va progresando. Al principio se parece á la agua de arroz, encontrando en los esputos, mezclado con la espuma, una especie de polvo blanco: estos esputos creo que no tienen nada de característico, pues los he visto aun en personas sanas de una manera accidental: pueden encontrarse en ellos algunas estrías de sangre roja. 15 Poco á poco van cambiando de aspecto: se ponen mas opacos, ver- diosos, homogéneos, con los bordes estriados, y á medida que la des- trucción avanza se vuelven purulentos y mas pesados, toman una for- ma muscular. Los enfermos los arrojan en cantidad variable después de accesos de tos muy fatigante y que turba su sueño de una manera tenaz: algunas veces una caverna se vacía completamente en uno de estos accesos á manera de vómito (vómica de los antiguos). lie dicho que los síntomas generales se agravan en este segundo período: efectivamente, la fiebre hética comienza á tomar un tipo mar- cado, apareciendo mas comunmente en la noche precedida de calosfrío y acompañándose de sudores parciales en la cabeza, el pecho, y la palma de las manos, agotando á los enfermos. El apetito se pierde por la mayor parte de los tísicos, y las diges- tiones .en este estado soqya imposibles. La diarrea que se declara con- secutivamente se hace incoercible, apresurando la muerte de los enfer- mos, que sucumben mas bien por ella que por la enfermedad principal. La caja toráxica toma una forma cilindrica por la atrofia de los músculos pectorales y los del homóplato; las uñas se aplastan trasver- salmente y se encorban de delante á atras: es á lo que se ha dado el nombre de « uñas hipocráticas.» La marcha de la tisis siempre progresiva puede ser mas 6 ménos lenta, según la edad de los individuos: en los niños la marcha es gene- ralmente rápida, terminándose muy pronto por la muerte, tal vez por su falta de resistencia y las condiciones en que se desarrolla. Nunca en ésta edad se presenta con las intermitencias que en la ju- ventud: en esta al contrario, los enfermos presentan de tiempo en tiem- po exacerbaciones después de la primera manifestación, mejorándose después su estado y aun pudiendo recobrar del todo la salud, lo que hace muchas veces quedar en una seguridad engañosa: esto sucede tanto mas, cuanto que el principio de la enfermedad es una laringitis, una bronquitis, una pleuresía, que sanados por medio de la medicina hace creer en una afección de marcha aguda. La tisis puede permanecer latente durante algún tiempo y no ma- nifestarse su existencia de ninguna manera, aun cuando haya caver- nas en los pulmones: esta es la opinión de algunos autores y me pare- ce difícil de admitir. Nada influye tanto en la marcha de la tuberculización como la fie- bre cuando aparece desde el principio; acelera su curso de un modo rápido, y termina mas pronto la vida de los enfermos. En los viejos se estaciona mucho tiempo, habiendo algunos que vi- ven tísicos durante diez 6 mas años. 16 La enfermedad sigue á veces una marcha tan rápida, que verdade- ramente espanta: I03 enfermos presentan todo el aparato de la fiebre tifoidea, ó los síntomas de una asfixia completa. El Dr. Trousseau en su Clínica ha hecho, en cuanto á la rapidez de la tuberculización, una distinción estableciendo dos divisiones: «la tisis rápida» en que los tubérculos siguen su evolución completa en un corto período de tiempo, uno ó dos meses. Recuerdo haber visto en el año' de 1867 un enfermo que entro á curarse en los últimos dias del mes de Octubre á la « sala de presos » en el hospital de San Lucas. Su constitución era robusta, y la enfermedad que tenia era bien ex- traña á la tisis; tenia sarna. La afección parasitaria se curo en ocho ó diez dias, pero en el curso de la primera quincena del mes de No- viembre se le desarrollo una laringo-bronquíti§ que no fué sino el pre- ludio do una tisis rápida que lo condujo al sepulcro en fines de Di- ciembre siguiente. A la autopsia se encontraron todas las lesiones anatómicas características de una tuberculización completa. La otra variedad es la «tisis aguda ó galopante. » En esta casi to- dos los órganos de la economía están acribillados de granulaciones gri- ses y amarillosas. Erupis ha hecho de esta variedad una enfermedad distinta con el nombre de « granulia.» Creo que esta distinción no sir- ve mas que para aumentar el cuadro nosológico. En esta variedad de tisis los enfermos tienen una sofocación exce- siva, dolores desgarrantes en el pecho, una agitación semejante á la de la fiebre atárica, accidentes cerebrales, respiración ruda, tos fatigante. N. Dávila entró á curarse á la 1? sala de Medicina en el mes de Octubre de 1869. La tos, el dolor de pecho, estertor subcrepitante, y la ligera calentura que presentaba hicieron diagnosticar una bron- quitis. Sujeto al tratamiento que requiere esta ligera afección, no obtuvo ningún alivio; al contrario, á los cinco dias se quejaba de una opre- sión tan fuerte en el lado izquierdo, que se recurrió á aplicarle un ve- jigatorio, el cual no produjo ningún efecto. La ligera matitez subclavicular y supraespinosa, y alguna oscuri- dad en la respiración no explicaban el estado do ortópsica en que se encontraba el individuo. El dolor del pecho y la dificultad de respirar, que eran los síntomas que mas fijaban la atención, no cedieron á ninguna clase de tratamien- to, y el diagnóstico no llegó á fijarse durante la vida. La asfixia siempre creciente tenia al enfermo én una ansiedad hor- rible: los labios cianosados y la fisonomía toda expresaba la opresión del pecho. Murió en este estado á los diez y siete dias de entrado al hospital. A la autopsia se encontró el pulmón izquierdo convertido en una masa de tubérculos grises: los de la superficie, reblandecidos, habian 17 producido la inflamación y adherencia tan íntima de las dos pleuras, que fué imposible extraer el órgano de la caja toráxica. El pulmón derecho estaba- casi lo mismo, teniendo algunos permea- bles al aire; pero no lo suficiente para que pudiera verificarse la liema- tósis. En el hígado so encontraban como perdidos algunos tubérculos: el mesenterio no presentaba ningunos. Este enfermo murió verdadera- mente asfixiado por falta de superficie respiratoria. La rapidez de la marcha y la sintomatología de este enfermo, así como el estado patológico de los órganos me ha hecho creer que se trataba de «tisis galopante» de Trousseau, «granulia» de Erupis. En los enfermos en que la tisis sigue su curso lento y ordinario pueden morir agotados por la diarrea, que casi siempre se declara en el último término de la enfermedad. Muchas veces una afección intercurrente, como pneumonía, pleu- resía, peritonitis, hemoptisis, rara vez meningitis, si no es en los ni- ños que la tienen tuberculosa, viene á terminar prematuramente la villa de los tísicos; en fin, otras veces I03 solos progresos de la enfer- medad. Casi todos los enfermos que mueren de tisis conservan la inteligen- cia hasta el último momento: algunos tienen ántes de morir un delirio subagudo, estrabismo y trastornos cerebrales. He visto morir un hom- bre, que me impresionó mucho por el estado de horrible emaciación en que se encontraba, y que espiró apaciblemente después de un cor- to desvarío de unas dos horas, acompañado de un estrabismo diver- gente que daba á su fisonomía un aspecto espantoso. Diré para terminar lo relativo á la terminación de la tisis, que se han visto algunos casos de curación de la enfermedad. La naturaleza emplea ciertos medios: ó bien la caverna va disminuyendo de tamaño, sus paredes se acercan hasta ponerse en contacto íntimo, formándose una cicatriz fibrosa, sinuosa, en cuyo derredor se frunce el tejido pul- monar: en otros casos las paredes de la escavacion se induran y espe- san, disminuyendo la capacidad de la caverna. Esta induración toma un carácter cartilaginoso: los bronquios que se abrían en la caverna terminan en esta induración obliterándose del todo, ó quedándoles una abertura casi capilar, que comunica con la cavidad retraída, la cual se encuentra llena de serosidad, de un líquido sero-purulento, ó bien del todo vacías. La sustancia cartilaginosa que rodea las cavernas es generalmente de un color negro. Por último, la materia tuberculosa reblandecida, puede trasformar- se en sustancia cretácea, calcárea que hace desaparecer las cavernas, quedando en su lugar una masa dura y amorfa. La curabilidad de la tisis por estos medios es una cosa muy rara, y ademas, en los casos en que se verifique será si solo hay una ó dos cavernas, porque en los de escavaciones numerosas, la cicatrización ó 18 la trasformacion cretácea se verificará en una ó dos; bien poco alivio si quedan las demas en el estado ordinario. Para hacer el diagnóstico de la tisis el Dr. Valleix, dice que se de- ben estudiar los signos: primero, á una ¿poca vecina del principio de la enfermedad; segundo, en el curso del primer período; tercero, en el segundo período. He subrayado la primera de estas divisiones, porque me ha pareci- do muy original y semejante á uno de los caractéres que de la salud da cierto autor, y es «un estado inminente de enfermedad.» Si se debe estudiar la tisis en una época aproximada al principio de la enfermedad, es decir, cuando todavía no existe, debería estudiar- se en todo el género humano; porque ¿de quién se puede asegurar que no podrá contraer la tuberculización pulmonar? ¿No so ven frecuen- temente hombres de una constitución robusta y de una salud florecien- te, sorprendidos por esta terrible enfermedad, cuando nada hace sos- pechar que puedan ser víctimas de ella? El que la tisis exista de una manera latente, sin traducirse al ex- terior para hacerse accesible á los medios de investigación (caso pro- blemático) no quiere decir que no esté ya adquirida por el individuo. En esto no hay medio: ó el individuo está tuberculoso o no lo esté; si lo primero, por débiles que sean los signos, existirán, aunque no pue- dan apreciarse por su oscuridad; el ánimo quedará suspenso, indeciso, no podrá pronunciar ningún juicio: en el segundo caso se baria una suposición gratuita diciendo que tal individuo va á hacerse tísico, pues semejante pronostico no puede aventurarse ni aun en los casos de he- rencia, si no es con datos positivos. Así es que me limitaré á ocuparme de los signos diagnósticos en el primero y segundo período, es decir, cuando ya se pueden apreciar, porque encuentro muy difícil estudiar los signos de una enfermedad que va á declararse. Los signos de la tisis se obtienen por medio de la «inspección,» la «percusión» y la «auscultación:» estos son los signos físicos. Hay otros que se llaman racionales, y se deducen del estado general del in- dividuo y de ciertos síntomas cuyo valor es de gran consideración pa- ra el diagnóstico de la enfermedad. Por la inspección se ve que el hombre afectado de tisis incipiente comienza á perder su robustez, si la tenia, ó se pone extremadamente flaco, dibujándose al exterior las salidas huesosas que no se notan en el estado de salud. En donde mas se nota el enflaquecimiento es en la caja tordxica: los homóplatos y las clavículas prominan de una mano 19 ra notable; el tórax pierde su configuración, haciéndose mas estrecho; las costillas pueden contarse por la desaparición de las masas muscu- lares; las fosas subclaviculares se hacen muy profundas, y el esternón se hace mas saliente. Examinando con algún cuidado se nota que la respiración no se ve- rifica con la dulzura y suavidad que en el estado fisiológico: el equili- brio en que tienden ó ponerse la inspiración y la espiración produce una agitación de que muchas veces no se quejan los enfermos porque su naturaleza se va acostumbrando á esta irregularidad. Al-principio sobreviene tos seca ó húmeda, algunos dolores erráticos en la caja toráxica, sudores nocturnos, y en algunos la fiebre hética sobreviene desdo muy al principio. Hemoptisis de regular intensidad y viniendo intermitentemente de- be hacer sospechar una tisis incipiente; diarreas, sobreviniendo sin nin- gún motivo y cediendo difícilmente á la medicación, deben llamar igualmente la atención hácia los órganos respiratorios. Por medio de la percusión se descubre que bajo una de las claví- culas, ó de las dos, existe una oscuridad del sonido, así como entre la fosa supraespinosa, y entre el ángulo interno del homóplato y la espi- na dorsal. Esta oscuridad presenta varios grados, según el estado de indura- ción del vértice del pulmón por las masas tuberculosas, desde la mas imperceptible falta de sonoridad hasta la matitez absoluta, de la que se ha dicho «tamquam percussi femoris.» No siempre es fácil percibir esta insonoridad, ya sea por la existen- cia de fuertes masas musculares, ya por el método de percutir, ó por- que todavía haya superficialmente alguna lámina permeable al aire, ó ya, en fin, porque no exista, aunque haya signos racionales de tisis. La matitez no debe buscarse de una manera absoluta, sino relati- vamente á todos los puntos que se percutan, ó de un pulmón á otro: así, si un solo lado es el afectado, la matitez se encontrará percutien- do en los dos, y siempre se descubrirá en el punto en que la haya; ó bien percutiendo de abajo arriba se notará donde falte la sonoridad. Hay casos en que no se llega á percibir la matitez, y ya he referido uno, pero esto no es muy frecuente. A medida que la enfermedad avanza, la matitez se va precisando, y es difícil deje de hacerse notar: ya en el segundo período es una re- sistencia, y hasta dureza, una falta de elasticidad absoluta. Cuando se han formado cavernas no por eso deja de existir la ma- titez, pues es suficiente que su pared exterior tenga el espesor de un dedo para que la matitez exista. Para que en una caverna haya sonoridad, y sonoridad exajerada algunas veces, es necesario que sea vasta, superficial y llena de aire, ó que á consecuencia de algún fenómeno se desarrollen en ella gases. En los casos en que la caverna tenga paredes delgadas y elásticas, 20 y contenga algún líquido, se percibirá á la percusión la resonancia particular que se lia llamado «ruido de olla rajada.» La auscultación es de todos,los medios de diagnóstico el que pro- porciona mas seguridades para llegar al conocimiento de la enfermedad. Los fenómenos que se presentan á la auscultación en el principio de la tisis, nada tienen de preciso si no coinciden con los que da la percusión y con el estado general del individuo. Auscultando en los puntos en que á la percusión se lia producido el sonido mate, se ve que la respiración cambia de ritmo por el equi- librio de sus dos tiempos: se siente ademas alguna dureza, frotamiento de superficies rugosas, y algunos estertores húmedos ó crujidos secos: la voz resuena, así como la tos, de una manera muy pronunciada (broncofonía). La induración del pulmón por las masas tuberculosas produce una compresión de los tubos brónquicos, y por lo mismo un soplo tubario. Estos caractéres se encuentran en la región subclavicular, en la fosa supraespinosa y en la axila: tienen un valor de mucha consideración cuando se presentan en un solo pulmón, sobre todo en el izquierdo, que es en donde la tuberculización se muestra mas comunmente cuan- do uno solo de los pulmones es el afectado. El estertor subcrepitante que se muestra al principio puede hacer creer que se trata de una bronquitis, pero su localización en puntos limitados y sin los otros síntomas de aquella afección harán desviar la atención de tal suposición. La dilatación de los brónquios cuando estos vienen á inflamarse puede producir la acumulación de mucosidades en ellos, y estas un ruido de gárgara semejante al causado por una caverna; pero en este caso faltan todos los otros signos de la tisis. Conforme los tubérculos se van reblandeciendo van produciendo es- tertores y crugidos secos: se oyen ruidos semejantes á los producidos por una cuerda de violon, teniendo variados timbres y verificándose en los dos tiempos de la respiración. Cuando las cavernas se han formado, se perciben las distintas va- riedades de estertores cavernososos, «ruido de gárgara,» soplo anfóri- co, &c. Haciendo hablar á los enfermos y auscultados al nivel de las esca- vaciones, se puede oir la «pectosiloquia:» en las que son muy vastas y contienen algún líquido se percibe algunas veces el «retintín metá- lico.» Todos estos signos estetoscópicos no se presentan con sus caracté- res precisos de una manera constante é invariable, sino que varian se- gún las situaciones, alternándose y cambiando continuamente, suce- diendo muchas veces que un acceso haga desaparecer un estertor que se acababa de percibir, ó haga aparecer otro nuevo. Por otra parte, algunos de estos estertores no son un signo especial déla tisis, oyén- 21 dose en otras afecciones del pecho: el «ruido de gárgara» se oye, por ejemplo, en la dilatación de los brónquios en ciertos derrames en la pleura el «retintín metálico» que se oye en el hidropneumotórax; pero faltan el estado de consunción, la fiebre hética, y ademas el conmemo- rativo ayuda al diagnóstico en tales casos. Los esputos en este período de la tisis son ya verdes y opacos y to- man la forma numular, siendo arrojados en cantidades variables, pero no bajando de dos ó tres onzas en el dia, y saliendo á veces en olea- das, lo que no es muy frecuente. Los síntomas generales aparecen en este período con toda su agu- dez, las pleuresías parciales que sobrevienen cuando una caverna su- perficial pone el pus en contacto con la pleura, los sudores en la ca- beza, el pecho y las palmas de las manos; el enflaquecimiento se hace mas pronunciado; la tos se hace rebelde á todo tratamiento; la diarrea colicuativa se hace incoercible, y en fin, las enfermedades intercurrer:- tes son signos todos que ya no dejan duda sobre la afección de que se trata. De todas las enfermedades que pueden complicar la tuberculización pulmonar ó presentarse en el curso de su desarrollo, ningunas son tan frecuentes, al decir de los autores, como la pneumonía y la pleuresía, no teniendo la primera una influencia tan perniciosa como la segunda, y curando por lo regular sin agravar ni avanzar la tisis. La segunda, al contrario, cuando se presenta agrava de una manera insólita y fa- tal la tuberculización, haciendo su marcha mas progresiva y aceleran- do su terminación funesta. En los niños la tuberculización pulmonar casi siempre está acom- pañada de meningitis tuberculosa, así como de tubérculos en los gán- glios brónquicos y mesentéricos. Grisolle habla de la destrucción de la membrana del tímpano en los dos oidos y de la sordera consecutiva é irremediable que sobre- viene. En los casos de presencia de tubérculos en las distintas partes de la laringe y reblandecimiento de ellos, sobreviene una ronquera y aun afonía completa: yo he visto un caso de estos. Puede presentarse una peritonitis por perforación, cuando algún tubérculo de las paredes intestinales se reblandece abriéndose paso al exterior, ó cuando hay tubérculos en el peritoneo; por ultimo, algu- nas veces una hemoptisis fulminante que mas bien que afección inter- currentc podría decirse terminación de la enfermedad. Así he visto morir á principios del año de 67, una muger ya vieja en el hospital 22 de San Juan do Dios, la cual arrojó por la boca casi toda la sangro de la economía, en ménos de cinco minutos. De la exposición de la historia de la tisis que he mal trazado, se deducirá que el pronóstico que se puede dar de ella es de lo mas ía- tal. Su gravedad es tal, que algunos autores negando los casos de cu- ración que otros refieren, consideraría á la tisis como forzosamente y siempre mortal. Andral, que ha estudiado este punto con mucha extensión, y que ha hecho infinidad de autopsias en que ha encontrado algunos de los fe- nómenos que se presentan como indicios de la curabilidad de esta afec- ción, no admite sino un muy corto número en que se pueda afirmar la presencia anterior de cavernas y su posterior cicatrización ó tras- formacion cretácea. La tisis puede permanecer algún tiempo en un estado estacionario, Seguir una marcha muy lenta cuando solo haya uno que otro tubér- culo diseminado en los pulmones, ó en los individuos cuya posición social pueda hacerlos sujetarse á los preceptos de la higiene; pero ge- neralmente tiene una tendencia á seguir su desarrollo hasta terminar por la muerte. En los niños casi siempre es incurable y su duración es de muy cor- to tiempo: en la j uventud, una vez declarada, hace progresos rápidos, y es muy difícil contener sus avances: tal vez por esto se ha dicho que estas edades predisponen á la tisis: cuando se declara en los vie- jos, es mas fácil la trasformacion cretácea de la materia tuberculosa, y esto hace que en ellos tienda la tisis á hacerse estacionaria. En cuanto á lo que yo he visto diré: que de los veinte ó veinticin- co tísicos que habré observado directamente en el hospital, solo uno he visto salir aliviado (no curado) de la tisis: todos los demas los he visto terminar su carrera sobre la tierra, en la plancha del anfiteatro. Ai abordar el estudio del tratamiento de la tisis pulmonar, es en donde se siente mas la cuasi impotencia de la ciencia, si no es la im- potencia absoluta: muchos siglos hace que se conoce mas o ménos per- fectamente esta enfermedad; con mucho empeño se han dedicado los médicos de todos los tiempos á buscar un remedio eficaz contra ella, el cual está todavía por encontrar. 23 El espíritu de la novedad de los hombres 6 el anhelo por el bien de la humanidad, hace que el frasismo pomposo con que algunos anun- cian el descubrimiento de un remedio que dicen radical, sea acogido con entusiasmo por los hombres de la ciencia, y que se crea por un poco tiempo que se ha encontrado la «piedra filosofal:« los enfermos, que muchas veces viven de ilusiones, sobre todo los tuberculosos, creen que están sanando; los médicos conciben esperanzas de un feliz resul- tado al ver el alivio pasajero del enfermo; pero pasa un poco tiempo y las ilusiones se desvanecen al ver que el nuevo medicamento no va- le mas que otros preconizados de la misma manera, y enténces el que estaba en boga poco ántes pasa á la categoría, de uno de tantos palia- tivos que se pueden usar en tal 6 cual caso sin confianza en su infali- bilidad. Algunas veces sucede que estas sustancias medicamentosas obten- gan gran crédito, porque tendiendo la tisis á detenerse en su marcha para después seguirla y coincidiendo esta detención con la administra- ción del remedio, se puede atribuir á este lo que no es sino efecto de la marcha intermitente de la tuberculización. Otras veces se presenta una exacerbación, una afección inflamato- ria aguda de alguno de los árganos dependientes del aparato respira- torio: pasa esta crisis bajo la influencia do alguno de estos remedios como pasaría bajo la de cualquier otro, y estas simples coincidencias favorecen la reputación de tales sustancias. En realidad los enfermos siempre tienen suspendida sobre su cabeza la espada de Damocles, pues hasta ahora no existe ningún remedio con que se pueda contar de una manera digna de fé; si no es que la naturaleza obre por sí sola pa- ra la curación de la tisis. Hoffmann ha preconizado el bálsamo de copaiba, mezclado con otras sustancias (azufre, esperma, azafran, &c.) Van Swieten las fumigaciones de stirax mezclado con cera amari- lla y puesto á una evaporación lenta en una vasija de barro, y aspi- rando el producto de la evaporación. Robert Tilomas preconiza la mirra asociada al sulfato de fierro y carbonato de potasa en pocion en la agua de menta, siendo condición indispensable que no haya una calentura hética muy elevada, para que obre el medicamento. Se han administrado distintas preparaciones de fierro, asociadas á otras sustancias, y Dupasquier ha unido el iodo al fierro, alabando mucho su eficacia para la curación radical de la tisis. Según este autor, se ha obtenido por ese medio la cicatrización de cavernas de una manera definitiva en enfermos llenados al último gra- do de, marasmo. Parece á Yalleix que los hechos alegados por aquel autor como prueba de la bondad de tal medicación, están muy lejos de ser concluyentes, estando al contrario plagados de errores que los hacen muy poco dignos de fé. 24 La digital que algunos autores lian prescrito, cuya eficacia se lia dicho ser mucha en los casos de complicación de afecciones del cora- zón (cosa muy rara), ha producido accidentes cerebrales y gástricos y en un enfermo un envenenamiento mortal. Se han usado los vomitivos, la ipecacuana y el tártaro emético, ob- teniéndose, dizque, en el espacio de cuatro años la curación de ciento setenta y seis tísicos, y debiendo usarse como tisana leche con dos ter- cios de agua; el medicamento se debe suspender cuando se presente una diarrea abundante y sustituirse con unas píldoras de digital é ipeca- cuana. Esta medicación no tiene otra ventaja que moderar algunos síntomas y oponerse á ciertas complicaciones; pero no cura la tisis. Algunas veces se han conseguido curaciones temporales por medio de sales alcalinas como el «clorhidrato de amoniaco,» de «barita,» de «cal,» el «carbonato de potasa» y la «sal marina,» con la cual, dicen, se han obtenido resultados muy alentadores. La prescripción se ha hecho disolviendo la sal en dosis de una dracma en una tasa de caldo; para disminuir la repugnancia de un caldo tan salado, se puede en- volver la sal en una oblea. Hufeland empleaba el extracto de «cicuta,» elevando la dosis desde cinco decigramos hasta dos gramos: otros han empleado el «acónito.» Como pudiendo calmar algunos de los principales síntomas, la tos, dispnea, opresión, dolores de pecho, se ha usado con éxito del « vapor do brea,» colocando en la cámara del enfermo una vasija con brea en un brasero encendido y elevando la temperatura hasta que se despren- da el vapor, editando el mucho calor para que no se desprendan pro- ductos pirogenados que hagan irrespirable la atmosfera. Otro modo de administración es la agua de brea, poniendo esta sustancia en ma- ceracion en el agua durante ocho dias, filtrándola y dándola mediada con leohe en désis de media libra. Las inspiraciones de cloro en solución en el agua por medio de un aparato muy semejante al de Wollf, que se sujeta á una temperatura algo elevada, ha producido accidentes terribles. Se ha modificado, adop- tando un tubo curvo á la boca para aspirar el vapor de cloro, que es espirado por las fosas nasales. El número de inspiraciones que deben hacerse varia según los sujetos y los casos desde dos veces hasta do- ce. Todos los enfermos que han sido sujetos á este tratamiento han terminado por morirse, no teniendo poca parte el medicamento, pues bien sabida es la acción irritante que tiene en los órganos respirato- rios. Morton, Barón, Seudamose y en general todos los médicos que han comparado los tubérculos á las escrófulas, han usado del iodo para la curación de la tisis. El vapor de iodo respirado por medio de un fras- co de dos tubuladuras en que se introducen unos gramos de ese meta- loide y un tubo curvo que sirve para la aspiración; el ioduro de po- tasio en bebida; el aceite de hígado de bacalao, que debe al iodo sus 25 propiedades reconstituyentes; el jarabe de rábano iodado y distinta» otras preparaciones iódicas han sido administradas sin un éxito que pueda alentar. Se ha recudido hasta á los antiñojísticos, y la sangría ha sido á re- ces prodigada-como sino se tratara do una «consunción,» y en fin, se ha ido hasta á practicar la « abertura de una caverna,» á través de la» paredes del pecho, como si se pudiese asegurar de que es la única y de que no hay mas tubérculos en los pulmones. Se ha dado, sin embar- go, por este medio un caso de curación, lo que debe contarse por na- da en comparación con la infinidad de las decepciones. En resúmen, parece que se ha querido ensayar toda la serie de me- dicamentos que se registran en la terapéutica, pues se han usado has- ta los purgantes y mercuriales, para ver si se llega d encontrar por casualidad uno que, como el sulfato de quinina en las intermitentes 6 el ioduro de potasio en la sífilis, pueda marcar el «hasta aquí» á la tuberculización una vez desarrollada. Ese remedio está por encontrar, como he dicho anteriormente; y lo mas que se ha conseguido es poder combatir ciertos accidentes y com- plicaciones, algunos síntomas principales que cuando toman mucho in- cremento aceleran la marcha de la tisis y debilitan mucho la moral y el físico del individuo. Así, por ejemplo, cuando en un tuberculoso so presentan hemoptí- tis que van tomando un carácter alarmante por su cantidad y su rein- cidencia, no se debe dudar en prescribir la ipecacuana en ddsis de una dracma dividida en cuatro papeles, uno cada diez minutos, aplicándo- la dos y tres veces hasta que ceda la hemorragia. El Dr. Trousseau, que recomienda con mucha energía este método, no deja de observar que á primera vista esta prescripción aparece co- mo irracional, pues la ipecacuana viene á producir una sacudida, es- fuerzos de vémitos en que la cara se pone turgente, la sangre se detie- ne en las venas que llevan la sangre á las aurículas, y por consiguiente llena y dilata las venas pulmonares: la hemoptisis debería reaparecer mas abundante, pues es contrario al reposo y silencio absoluto y á la retención de los esfuerzos de tos, que se acostumbran prescribir á los enfermos en tales casos; sin embargo, la ipecacuana produce efec- tos maravillosos, la hemorragia se detiene en la casi universalidad de los casos; «prueba nueva, dice Trousseau, del poco caso que debe- mos hacer de las explicaciones y teorías, para atenernos al valor de los hechos empíricos, sin los cuales la terapéutica no liaría nada.» La tos, cuando es de mediana intensidad, cede á la administración de una bebida compuesta de una infusión deraiz de «polígala» con pol- vos de Dower y bálsamo de Tolú, tomada en pozuelos durante el dia. El «emplasto de cicuta» y el de «pez de Borgofia,» cuando la tos es mas continuada y molesta, producen muy buenos efectos, y en casos mas comprometidos la pomada estiviada de Autenricht. 26 Los dolores de pecho ceden á fricciones con un linimento irritante á título de revulsivo, ó al contrario, con fricciones narcóticas. En los casos de «expectoración difícil» se pueden usar muy bien la ipecacuana, los balsámicos, el liquen de Islandia, la polígala, &c., en distintas preparaciones. La diarrea colicuativa, cuando se presenta en el último período, muy difícilmente cede, y á decir verdad, en los casos que he visto no se ha llegado á conseguir contenerla; pero si aparece en una época to- davía no avanzada de la enfermedad, la medicación acostumbrada pa- ra este síntoma, unida con la severidad en el régimeu da cuenta de él, aunque siempre es necesario obrar con energía. La experiencia lia probado que para detener la marcha de la tisis una vez presentada é impedir su desarrollo ulterior, no liav medio mas heroico que una buena higiene. Los individuos de cualquiera edad que sean, pero principalmente los niños y los jovenes, en quienes aparezcan los primeros signos de tuberculización, deben evitar las variaciones de temperatura y expo- nerse al aire frió; deben andar muy abrigados, sobre todo el pecho, que deben cubrir con flanela. El ejercicio que bagan será moderado, nun- ca llevado basta la fatiga; llevarán un régimen alimenticio sustancial, procurando evitar todo lo que pueda producirles trastornos en la di- gestión; tomarán tónicos amargos y todo lo que pueda procurarles for- tificar su constitución. Se lia visto en muchos enfermos que los baños fríos lejos de perjudicarles, al contrario, los robustecen y tonifican: la gimnástica produce resultados muy satisfactorios, pues se lia observado hace poco tiempo que recomendada á jóvenes con una tisis incipiente, bajo la influencia de aquel ejercicio la enfermedad lia suspendido su marcha y los individuos han recobrado una salud que empezaba á al- terarse de un modo alarmante. Siempre que estos enfermos puedan vivir en el campo respirando un aire puro, lo preferirán á la permanencia en las ciudades, donde hay tantos locos de insalubridad. La práctica ha enseñado á los maestros que los viajes por mar, la permanencia en los puertos, la profesión de marino, y en fin, todo lo que tiene relación con el mar, lejos de ser provechoso es eminentemen- te perjudicial á los tísicos, acelerando el término fatal de la afección: así es que se debe prohibir de la manera inas formal á estos enfermos los viajes y la habitación en el Océano y sus riberas, así como la pro- fesión naval. La emigración no conviene shio en el principio de la tisis: la per- manencia en lugares muy ardientes ejerce una influencia perniciosa so- bre los tísicos, y por lo mismo se deben prohibir ambas cosas. 27 Tal es la historia, que he mal trazado, de la tisis pulmonar: nada he dicho de nuevo, pues aun cuando mucho de lo que he escrito lo he observado, otros lo han hecho primero que yo, y no puedo tener el mérito de la originalidad. Por esta razón no he apuntado todas las observaciones que he he- cho, pues ninguna utilidad traería una serie de historias de las que, vista una, ya estaban conocidas las demas, no haciendo mas que alar- gar este trabajo tan mal desarrollado: solo me he limitado á poner las observaciones que me han parecido presentar algo de irregular en su curso; y1 sin embargo, ni aun estas tienen nada nuevo. Me he abstenido igualmente de hablar sobre la anatomía patológi- ca, pues necesitaría tener conocimientos muy profundos, de que carez- co: no podría decir con conciencia nada, absolutamente nada, y me limitaría á ser un servil copista de los estudios de otro, sin poner ni una letra de mi parte. Demando la indulgencia de mi jurado y de todas las personas que vean este trabajo tan imperfecto; espero me la concederán si meditan en la diiicultad para presentar una obra digna, en un hombre que ape- nas va á pisar los umbrales del templo de la ciencia. «jaíT