FACULTAD DE MEDICINÍTDE MEXICO BREVES REFLEXIONES . S0BRK La Alimentación EN ALGUNOS CASOS BE BSAÜ1ÍÁTISM3 Trabajo que pa,m el examen ¿seiiera/l de IVIedioiim, C'inicia. y 01>»tetrieia., presenta al Jurado Calificador Ignacio L. Hernández ALUMNO De la Escuela N. de Medicina y practicante del Hospital Juárez M EXICO Imprenta del Comercio, de Dublan y Compañía Calle de Cordobanes número 8 1882 mmm íiiuiioiis SOBRE LA ALIMENTACION EN ALGUNOS CASOS DE TRAUMATISMO FACULTAD DE MEDICINA DE MEXICO BREVES REFLEXIONES SOBRE La Alimentación EN Auroras casos m mmmmmm Trabajo qne para el examen general ele Medicina, Cirngía y Obstetricia, presenta al Jurado Calificador Ignacio L. Hernández alumno D9 la Escuela N. de Medicina y practicante del Hospital Juárez MEXICO Imprenta del Comercio, de Dublan y Compañía Calle de Cordobanes número 8 1882 A MI PADRINO JIl Jpt* jfijt ||ap4l €«ft Jktwtái Gratitud sincera " _T” J ' Por desinteresada protección que me ha impartido en toda mi carrera. n mm mmmm fáiiii ai mwmE Qimum ¡¡jfo Stítitmw 44 éw* RESPETO Y ESTIMACION- A LOS SEÑORES DOCTORES |jEGURA Y J|aXIMILIANO |jjALAN EECOITOCIMIEJTTO. AL SR. DR, TOBIAS NUÑEZ PequeOa correspondencia & la*finmerecidas consideraciones que me lia dispensado. A MIS MAESTROS jW Wrande es la importancia de cualquier cuestión que tie- Wy / ne que resolverse en aplicaciones prácticas; necesario señalar cada paso dado hasta llegar á su completa so- lución, y justo y razonable deducir la aplicación de los prin- cipios, de la urgencia ó utilidad del resultado, manifestando á la vez mutuos lazos que los ligan. Esto es verdad, y sobre todo en Medicina. En esta cien- cia lo práctico es lo que apremia á cada instante, porque ella solo vive de hechos y no crece, no aleja el horizonte hasta donde puede alcanzar, sino en el aprendizaje de aque- llos, en su generalización progresiva y en el estudio de sus consecuencias. A veces no es difícil conocer la importancia de uno ó va- rios hechos; pero no á toda inteligencia le es dado poder abarcarlos en su conjunto ó en toda su extensión, pesar ma- duramente en la balanza de un buen criterio sus particula- ridades, ni ménos aún, recorrer el círculo que existe entre ellos, sus efectos, las relaciones que los unen y las leyes que los rigen. Hé aquí por qué"yo, incapaz de tratar nada, siquiera sea de mediana importancia, hago solamente reflexiones sobre el interesante asunto que me ocupa en el presente trabajo. ¡Pluguiera á Dios que al terminarlo no lo hubiera encontra- do tan lleno de defectos y desprovisto de mérito! I. En todo tiempo el estudio de la alimentación ha sido con- siderado de suma importancia, y con razón; pues pudiera decirse que la alimentación es la base de todas las funcio- nes de los seres organizados. La vida de estos seres no se conserva sin la nutrición, que al fin cesa si falta la alimentación. Nutrición y alimen- tación se ligan de tal modo, que la primera no puede per- sistir sin la segunda. Aquella no es más que la apropiación ya inmediata, ya después de sufrir una preparación, de los materiales necesarios para la conservación de los elementos del organismo ó para servir de pábulo á su actividad, des- echando después lo que ya no es apto para llenar ambos fines; y tales materiales los da la alimentación. Es, por lo mismo, de primera necesidad alimentarse, y esta imperiosa necesidad ha hecho al hombre estudiar su más segura y adecuada satisfacción. En todas partes el ins- tinto, la experiencia ú otras luces, lo han llevado á la elec- ción de sus alimentos, de acuerdo con las condiciones cli- matológicas y sociales en que se ha encontrado. Y así se ha llegado á resultados admirables, sin que se pueda calcu- lar cuál ha sido el sinnúmero de ensayos que se hayan em- prendido hasta adoptar como alimento tal ó cual sustancia; ni cuánto ha debido experimentarse para usarlos de prefe- rencia á otros, ó emplear esta ó aquella preparación ó con- dimentación. Pero si es importante estudiar la alimentación del hom- bre sano, lo es mucho más la del enfermo. En estos casos, en que tras el desarreglo aparente hay una tendencia al res- tablecimiento del juego normal de le economía; cuando se ve que unas funciones se exaltan, que otras se debilitan ó parecen totalmente extinguidas ó trocadas; cuando la mis- ma naturaleza por una repugnancia ó un deseo instintivos indica ya la privación de un alimento, ya el uso de uno de- terminado; en estos casos, muchos problemas tiene que re- solver y muchas indicaciones que llenar, el que es llamado á dar alivio á un paciente. Los antiguos se ocuparon del asunto con mucha deten- ción; pero muchos de sus preceptos no tienen otro funda- mento que hipótesis gratuitas. No debe desconocerse que han dejado muchos puntos perfectamente esclarecidos, y que si han mezclado á sus verdades, numerosas aserciones vagas y sin razón, eran muy disculpables, puesto que hoy no se ha agregado gran cosa al caudal de conocimientos ad- quirido por ellos. Algunos autores considerando la alimentación bajo otro punto de vista, le dan nueva importancia. “La Trofología terapéutica, decia Barbier, ó el arte de servirse con ventaja de los alimentos en el tratamiento de las enfermedades, es un asunto muy importante. Tal vez sea permitido decir que los más poderosos agentes de la Medicina práctica, son las materias nutritivas: en efecto, no solamente estas pueden ser empleadas para cambiar el orden natural de los órga- nos, para acelerar ó disminuir sus movimientos, para mo- derar ó fortificar su acción vital, sino aun más; como ellas son las que nutren los tejidos vivos, se puede por su medio ir hasta modificar la complexión material del sistema ani- mal. ¡Oh, cuánto éxito no promete al médico la facultad de operar mutaciones tan profundas y tan generales!" Si se tiene en cuenta que en los casos ordinarios, toda alteración material no puede repararse sino en virtud de fuerzas enteramente normales y según leyes determinadas, y que todo proceso que lleve á ese fin, ha de estar basado en los movimientos nutritivos más elementales, se com- prende que el citado autor tenia mucha razón; pero hasta hoy muy pocos ejemplos se tienen de la aplicación de tal arte. II. Los traumatismos comprenden casos muy diferentes en su naturaleza y en su gravedad, siendo en una inmensa ma- yoría los de poca importancia; esto es lo que diariamente se observa. Por lo mismo, toda cuestión que se quiera tener sobre la alimentación, debe racionalmente referirse al me- nor número, á los grandes traumatismos ó á los que por su naturaleza traigan indicaciones especiales. Que merece una atención particular el estudio de la ali- mentación en los mencionados casos, se deja ver; pues co- mo dije, no hay cuestión práctica que no tenga su interes, y eista es eminentemente práctica. Pero la merecen además, porque el organismo se encuentra aquí en circunstancias diferentes de aquellas en que lo colocan las otras afecciones de que puede adolecer. Es verdad que sutilizando un poco, se concibe que la eco- nomía se encuentre en un momento dado en igualdad de circunstancias; puede concebirse un instante en que termi- ne la salud y empiece la enfermedad; pero esto es una me- ra abstracción. El modo con que afectan el organismo los traumatismos, es particular: siempre se inicia por un desequilibrio pasaje- ro; es sorprendido aquel, y las funciones se suspenden más bien que se trastornan, como si no queriendo seguir su cur- so en desacuerdo, esperaran la reacción general, y luchando todas de consuno tendiesen á localizar el mal. Efectivamen- te los traumatismos se localizan; su influencia perturbadora no es duradera, y solo sufre la economía cuando sobrevie- nen complicaciones más ó ménos graves, que hacen, por decirlo así, enfermo á todo el individuo, cuando aquellos, por las lesiones producidas, son de suma importancia ó cuando el órgano afectado es de primer orden. El desarreglo momentáneo persiste cuanto dure el cho- que, la sacudida general, terminando muchas veces allí, ó bien se prolonga cuanto esté encendida la fiebre traumáti- ca. Pasado esto, las funciones se ejecutan regularmente, en particular las digestivas, que no se perturban tanto como en las otras afecciones, siendo común que aunque con lesiones extensas, no haya anorexia y que no exista ningún sínto- ma que revele algún desarreglo trascendental en el ejercicio de dichas funciones. No así en otros estados patológicos: en ellos cambios ra- dicales se suceden en tal ó cual órgano, lesiones aun poco apreciables todo lo trastonan, y procesos que no obstante ser provocados en virtud de fuerzas naturales, se mezclan ó sustituyen á funciones ordinarias, cuya influencia se hace sentir en todo el individuo. Aquí es frecuente que las fun- ciones digestivas sean las primeras trastornadas, y que la anorexia sea síntoma obligado de muchas afecciones. Decia poco há que la cuestión debia referirse á los gran- des traumatismos y á los que tuvieren indicaciones especia- les, y de esto quiero ocuparme, no abordando todo el asun- to, por no ser capaz de ello y por carecer de observaciones. Quiero tomar en consideración las heridas penetrantes de vientre, que tienen indicaciones muy especiales, y las am- putaciones, que son siempre grandes traumatismos, y conse- cutivas las más veces á otros de tanta importancia, que abandonados á sí mismos, serian de fatales consecuencias. III. Las heridas penetrantes de vientre son, entre los trauma- tismos que tienen indicaciones especiales en cuanto á la ali- mentación, de los más interesantes. Ellas por su gran varie- dad, por lo oscuro de su diagnóstico en no pequeño número de casos, por lo solapado de su gravedad y por la impoten- cia á que reducen en su tratamiento al cirujano, merecen estudios concienzudos, pue§ hay mucho ignorado todavía. ¿Por qué lesiones extensas, numerosas, no se revelan por algún síntoma que las haga siquiera sospechar, y pasan des- apercibidas para manifestarse en la autopsia? ¿por qué he- ridas que no han interesado más allá de las capas muscula- res del abdomen, tienen, á veces, el cuadro de las que han penetrado en la cavidad? Oué~ sé yo; pero esto muchas oca- siones se observa. Quiero citar en prueba de lo anterior, los siguientes ca- sos que tuve oportunidad de ver; y como éstos hay nume- rosos. Un hombre que ya tocaba al fin de la edad madura fué atropellado por un carretón. Este individuo no se daba cuenta cabal de todos los pormenores del accidente; decía que una rueda había pasado sobre él y nada más. Se que- jaba de un ligero dolor en el vientre, lo mismo que de otros más molestos en la región sacra yen el muslo izquierdo; decía también que no había podido andar después. En su cama yacia con los miembros puestos en completa flexión, y es- taba poseído de un profundo estupor. No hacia ningún mo- vimiento, y de vez en cuando se quejaba moderadamente. Algunas horas después (lo anterior se refiere á los momen- tos subsecuentes á su entrada al hospital), el cuadro se fué haciendo alarmante: los dolores, sin ser muy vivos, eran más intensos, quejándose mucho ménos del que sentía en el vientre; su pulso se iba haciendo pequeño y muy lento; las extremidades comenzaron á enfriarse, y, más tarde, éstas ya enteramente frías, las arterias pe)(diosa y humeral sin la- tir, fué presa el enfermo de un delirio en que hablaba pala- bras ininteligibles; su rostro se cubrió de un sudor frió y abundante, y al fin sucumbió. Por la autopsia se encontró que en el intestino delgado y en el grueso había varias des- garraduras oblongas, cuyo gran diámetro era paralelo al eje de aquellos. Otro hombre, adulto, vigoroso, fué también atropellado por un carretón. Decía que una rueda le había pasado oblí- cuamente por el tórax y el abdomen; se quejaba de dolor en la parte inferior del pecho y en otras regiones; pero este individuo podía moverse sin mucho trabajo, y estuvo sen- tado en su cama todo el tiempo que duró su exámen, sin manifestar gran molestia. Se reconoció que había fractura simple de algunas costillas y contusiones de poca impor- tancia en varias partes. Este hombre murió ántes de veinticuatro horas de veri- ficado el accidente, habiendo tenido en los momentos que precedieron á su muerte una abundante hematómesis. He- cha la autopsia, se vió que en la gran tuberosidad del estó- mago la capa mucosa habia sido destruida en una gran .ex- tensión; estaba descubierta la muscular, que se veia de un color amoratado; los bordes de la solución de continuidad eran muy irregulares, constituidos por girones de mucosa de un color rojo oscuro; en Ja superficie exterior se veia que el peritoneo habia sido destruido frente á la herida in- terior. Parecería que esta pared del estómago habia sido comprimida entre dos superficies duras, que moviéndose en sentido cont rario, hubieran arrollado las capas mencionadas. Por último, se trataba de una mujer que habia recibido en el hipocondrio izquierdo una herida, hecha con instru- mento punzante y cortante. Esta mujer tenia todos los sín- tomas de una herida penetrante simple de vientre; pero por la rapidez con que desaparecieron se creyó que no habia habido penetración. Efectivamente era así: pues meses des- pués fué víctima de una afección hepática, pudiéndose com- probar que el instrumento vulnerante^habia pasado más allá del tejido celular subcutáneo. De una manera general se puede decir que en las herí- das penetrantes de vientre está contraindicada toda alimen- tación: en general, porque hay cierta clase que no entra en línea de cuenta, y no exigen más precauciones que otras heridas ó bien indicaciones, pero del todo ajenas á nuestro propósito. Tales son, por ejemplo, las punciones del hígado, las que se hacen para dar salida á un derrame acítico; la mismo si un instrumento vulnerante penetrara en el hipo- gastrio, abajo del repliegue peritoneal, etc. Y no tienen es- ta particularidad por ser producidas por un instrumento punzante, pues que en otras circunstancias un instrumento tan delgado como un trocar y aun más, puede hacer alguna que tenga todas las manifestaciones de las heridas pene- trantes. Cuando ha sido interesado el peritoneo, el tubo digestivo ó los dos á la vez, la herida exige como condición indispen- sable para su curación una abstinencia completa: solo así se favorecen el afrontamiento exacto de los labios de la he- rida y su inmovilidad perfecta, condiciones más que ningu- nas importantes para la cicatrización de cualquiera he- rida. Durante la digestión, el estómago y el intestino se dila- tan por las materias contenidas en su cavidad; se deslizan, se contraen, ya para mezclar íntimamente con la papilla ali- menticia los líquidos secretados, ya para hacer avanzar todo en el tubo digestivo. Y estos cambios de relación, y este continuo movimiento harian imposible toda reunión y el establecimiento de adherencias entre las hojas de la serosa y el órgano envuelto; quedando así en pié el grave peligro de la penetración en la cavidad del peritoneo de sustancias extrañas que irritándolo, traerían una peritonitis más ó mé- nos aguda y nunca á salvo de una terminación rápidamente fatal. Pero la abstinencia completa, poniendo en reposo el tubo digestivo, realiza bis condiciones de una feliz cicatrización. Entonces “el primer fenómeno observado en el estómago porCollard de Martigny, Beaumont, Rolando y Porto Ga- llo, es una retracción considerable tanto más pronunciada, cuanto la abstinencia dura más. El peritoneo que reviste las dos caras de esta viscera se encoge; las fibras muscula- res se contraen y los movimientos peristálticos y antiperis- tálticos cesan... . . . los intestinos disminuyen de volu- men.” (Dic. de art. abstinencia). Sin duda que la diminución de volumen del intestino es el resultado de la contracción de las ñbras musculares, como lo es para el es- tómago, y que coincide con la cesación de los movimientos intestinales. Quieti sabe cuál fué el primer cirujano que inició la prác- tica de privar de alimentos á tales heridos; pero no cabe duda que los primeros observadores muy pronto adverti- rían los fatales resultados de la ingestión de alimentos en los casos referidos, y más edificados quedarían otros des- pués de los primeros, cuando las autopsias vinieron á dar luz en el asunto. La abstinencia debe ser absoluta, es decir, no se debe dar ningún alimento ni bebida. No obstante, es de práctica general que con objeto de calmar la sed, síntoma el más molesto, y contra el cual con tanta instancia piden algún remedio los heridos, ó bien como medio antiflogístico, se les dé hielo, tomado en pequeños pedazos y repetidamente. “El remedio es ilusorio,” como dicen Payer y Weyprecht: apagar la sed con hielo “es mal sistema.... la nieve pro- duce en la boca la sensación de un metal ardiente y aumen- ta la sed por el calentamiento de las membranas mucosas, que experimentan su contacto” (Lacassagne). Lo que lós citados viajeros decían con motivo de sus observaciones en las regiones polares, creo que en mucha parte puede decir- se de los heridos de vientre. La sed no se calma con hielo: estos enfermos llegan á tomarse grandes trozos de él sin que por esto su sed sea ménos abrasadora, y algunos hay, que desoyendo los consejos del médico, esperan que se fun- da y la temperatura del agua se eleve, para bebería y miti- gar su sufrimiento. En muchos casos debería abolirse el uso del hielo, por- que las ventajas que puede ofrecer, no compensan sus in- convenientes. He visto morir á algunos heridos, en cuya autopsia se ha encontrado herido el estómago y en la cavi- dad peritoneal un gran derrame. Evidentemente que este provenia de varias fuentes, pero con toda probabilidad, el agua, resultado de la fusión de hielo, debió contribuir en gran parte á su formación; pues perforado el estómago (en los casos á que me refiero, estaba herido en su gran curva- tura), todo líquido en él ingerido, escurriría libremente há- cia el peritoneo, arrastrando los productos secretados por la mucosa estomacal y llevando así no pocos gérmenes para una inflamación. Mas sea de esto lo que fuere, y una vez sentado que á tales heridos se les debe sujetar á una abstinencia comple- ta ¿cuánto tiempo debe durar ésta y cómo se ha de empe- zar á alimentar? Porque al fin, no obstante que ellos se so- meten dócilmente, el cirujano debe tener en cuenta que es- capando á las consecuencias de la herida, pueden resentir las de la inanición. Cuando los labios de las heridas se hallen reunidos por una cicatriz resistente que impida la salida de lo contenido en el tubo digestivo y la producción de una peritonitis muy extensa ó generalizada, es cuando conviene empezar á dar alimentos. Y que tal cosa ha sucedido puede presumirse, cuando todo en el herido va mejorándose: que su cara no revela la ansiedad; que la temperatura baja, y el pulso se hace más amplio y ménos frecuente; que los vómitos ya no vienen; que el dolor disminuye y el meteorismo es menor ó desaparece. Mas aquí quiero referirme á los casos-tipos, por- que la cesación ó menor intensidad de estos fenómenos no es simultánea, y por lo mismo, de la comparación de su con- junto en un clia, con los del anterior, debe sacarse la indica- ción que se desea. Mucho puede, en efecto, haber avanzado el herido en su curación, y sin embargo, persistir alguno de los síntomas mencionados; como la temperatura, que por muchos dias puede ser mayor que la normal, el dolor mantenerse con cierto grado de agudeza y el pulso conservar su peque- ñez. Así es, que en cada caso particular se tienen probabilida- des de saber cuáfido debe empezar á dar alimentos; pero nunca una seguridad completa de que propinándoselos, no hará el práctico grave daño á su enfermo: por esto se pro- cede con precaución. Comunmente se les empieza á dar le- che con hielo ó sin él, prescribiéndose que la tomen en pe- queñas porciones y á intervalos más ó ménos largos; se espera el resultado, y de la tolerancia que haya para este alimento y de su inocuidad, se deduce si puede aumentarse su cantidad ó sustituirse ó acompañarse con otras. A veces, y esto generalmente cuando solo está herido el peritoneo y no hay hernia del epiplon, se observa que no hay ningún trastorno después que el herido empieza á co- mer, y entonces marcha rápidamente á su curación, pudién- dose en estos casos aumentar ménos gradualmente la can- tidad de alimentos; á veces pueden despertarse todos ó al- gunos de los síntomas de los primeros dias, sobre todo el dolor y los vómitos ó las náuseas, y entonces hay que vol- ver á empezar el camino emprendido; en fin, se ve desgra- ciadamente y cuando se tenían fundadas esperanzas de sal- var al enfermo, que éste presenta fenómenos más ó ménos agudos, que anuncian la persistencia de la herida y el au- mento de una peritonitis ya casi extinguida. Pero este último caso no es frecuente. La mayoría y casi la totalidad de los heridos que sucumben, mueren sin haber tomado ningún alimento y en el término de pocos dias. Quiero, en prueba de esto, poner á continuación los siguien- tes datos. En los libros que hay en cada sala del Hospital Juárez, para llevar la historia de cada enfermo, se encuentran re- gistrados del 22 de FAbrero del año próximo pasado, al 31 de Diciembre del mismo, sesenta y seis casos de heridas penetrantes de vientre. De estos heridos murieron veintiuno en este tiempo: El primer dia 2 Al segundo 9 Al tercero 4 Al quinto 4 Al noveno i 20 Uno de cuya muerte no está asentada la fecha I Curaron 45 Total 66 Habría que agregar á los muertos, los que sucumben en el acto de ser heridos ú horas después, pero ántes de llegar al Hospital, y estos son numerosos. IV. Ciertamente que de los grandes traumatismos que tiene el cirujano que tratar, las amputaciones merecen llamar vi- vamente su atención, ya por las múltiples lesiones que las indican, ya por sus diversas consecuencias, ya, sobre todo, porque siendo el arte el que las ordena, él también debe ser el que de la manera más segura y por el camino más corto» las lleve al fin deseado. Así lo han comprendido los prácti- cos, y con este motivo han estudiado todo lo que en el asun- to podía estudiarse: palpablemente demuestran esto la gran variedad de procedimientos operatorios; los numerosos y aun opuestos métodos curativos; las opiniones que sobre la época más oportuna para operar, han dividido los cirujanos. Discusiones de escuela y discusiones de autores se han agregado unas á otras, tendiendo á esclarecerse lo que hay de oscuro y dudoso en la materia: todo se ha empleado pa- ra salir victorioso, desde la crítica mordaz, hasta el testimo- nio elocuente de los hechos. Era natural que no se olvidaran del régimen alimenticio á que debe sujetarse al operado, una vez que aquel consti- tuye el más eficaz adyuvante de todo tratamiento. ¿Cuál debe ser el régimen alimenticio de un amputado? Tan general es esta cuestión, que resuelta de una manera absoluta y establecida la solución como regla, pudiera muy suceder que la mayoría de los casos quedara de ella excep- tuados: así debe ser, puesto que es la excepción encontrar dos casos idénticos. Todo es variable, la edad del individuo, su constitución, sus hábitos, la causa determinante de la amputación, etc. Consultando lo que han consignado los autores en sus es- critos, se ve cuánto han diferido en el modo de considerar la cuestión; unos quieren alimentar abundantemente á sus operados, y así lo han hecho, y este precepto vino á ser re- gla de ciertas escuelas; otros al contrario, sujetan á los am- putados á un régimen severo, no solo privándolos de ali- mentos, sino agregando á esto el plan antiflogístico, sangrías, purgantes, bebidas diluyentes, etc., tanto más fielmente se- guido, cuanto más robusto ó sanguíneo era el individuo. Urgidos por el temor de que una reacción excesiva no vi- niera á dañar al enfermo, lo querían debilitar de antemano, para quitar todo gérmen á la inflamación y sus consecuen- cias, ó darle el menor pábulo una vez llegada. Ya se deja comprender hasta dónde pudieran llegar por este camino los cirujanos imbuidos en tal doctrina, cuando la escuela fisiológica estaba en su apogeo. Estas dos opiniones, siendo absolutas, no pueden, como dije ántes, ser invariablemente seguidas; aunque á decir verdad, no son tan absolutas si se recuerda el teatro donde reinaron. La primera desde tiempo atrás tuvo sus adeptos y gozó de gran boga en los países del Norte; miéntras que la segunda en los meridionales: qué régimen debe seguirse en general, en tales comarcas, lo enseña una buena higiene, y mucho ántes que se formularan preceptos sobre el parti- cular, los hombres, sin saberlo, hacían lo que debían, como lo hacen muchos actualmente, sin otro guía que su instin- to. Este mismo llevaría á los cirujanos á adoptar el que fuera más de acuerdo con las condiciones climatológicas de su residencia. No obstcnte esto, error manifiesto seria aceptar cualquie- ra de estas opiniones, para seguirla en todo caso y en todas circunstancias. No se ha de llevar siempre avante el lema de algunos: “no se alimenta demasiado álos amputados,” ni ménos apli- carlo desde el principio. El estado en que queda el ánimo de un amputado; su nueva manera de ser tan brusca y las más veces inopinadamente acaecida, la inmovilidad más ó ménos completa ó se ven reducidos, son circunstancias cuya influencia sobre la energía de las fuerzas digestivas y sobre la necesidad de alimentarse, se hacen sentir de una manera desfavorable, y esto aun sin contar con la fiebre traumática ó cualquiera complicación. Cuando la alimentación es abundante y sustancial sin es- tar en relación con lo que el caso exige, se ven sobrevenir accidentes dispépticos que á más de molestar al enfermo, pueden orillarlo á padecimientos de mayor entidad, si él lleva predisposiciones fatales. Tampoco se ha de negar al amputado que lo pide y cu- yas funciones digestivas se conservan en plena actividad, el alimento que muy bien pudiera aprovechar: este sistema conduce indudablemente á peores resultados que el ante- rior. Todas las razones que militan en contra del método fisiológico, podrían con mayor fundamento y más general aplicación, aducirse aquí; pero hoy que tanto se teme debi- litar al organismo, prefiriendo al contrario, alimentarlo sus- tancialmente y de una manera no muy parca, parece ino- portuno levantarse contra un sistema caído. Así, pues, un término medio entre ambas opiniones, es la mejor regla, y con razón ya lo decía Cloquet al comen- zar la tercera década de este siglo, cuando muy brevemen- te se ocupó de la oportunidad de las amputaciones secunda- rias. No siempre se deben dar alimentos, no siempre se de- ben prohibir. “Un hombre del Mediodía, dice Guerin, so- porta fácilmente una dieta severa, se encuentra bien después de una amputación no bebiendo más que tisana, y se puede con ventaja someterlo á una alimentación frugal; miéntras que un hombre del norte, un ruso de San Petesburgo ó si- quiera un hombre del norte de la Francia, tendría necesi- dad de comer carne y beber vino para hacer los gastos de la cicatrización de una grande herida.” Debe también tenerse en cuenta la especie de amputa- ción. Las primitivas y las secundarias distintas por tantos títulos, lo son igualmente por el estado en que dejan al ope- rado: en las primeras un choque se agrega á otro choque y el organismo tan bruscamente sacudido, se olvida, por decirlo así, de reparar sus pérdidas, para conservar su vida; las segundas obran de un modo enteramente contrario, qui- tan de raíz lo que hace mal, mejoran la situación. El indi- viduo, presa todavía la víspera de diversos sufrimientos, agotado por una supuración quizá muy abundante, agitado por justos temores, se encuentra hoy casi curado, sin dolo- res ó algunos moderados, y con toda la apetencia de comer que habían hecho á un lado en medio de sus penas. Esto no se observa, sin embargo, cuando el enfermo está pro- fundamente agotado; entonces la reparación es muy lenta y las fuerzas digestivas recobran poco á poco su energía. Ahora bien, como reglas generales, quizá pudieran darse las siguientes: i? En los casos de amputación secundaria se puede ali- mentar al operado más rápidamente, es decir, más pronto se le puede dar una abundante alimentación. 2? En las amputaciones primitivas, cuando ha pasado el período de reacción y en todo caso cuando no haya ningu- na complicación, se debe uno guiar por la mayor ó menor apetencia que tenga el amputado, vigilando el efecto que produzcan los alimentos. Y si por algún motivo que no sea de lo dicho arriba, el enfermo no tiene gana de comer, pro- curar con empeño que lo haga. Doy á continuación las siguientes observaciones, recogidas en el Hos- pital Juárez en el curso del año próximo pasado: son pocas, y en todas ellas faltan algunos pormenores; pero mi objeto solo es manifestar cuál fué la alimentación en los casos á que se refieren. Todas son relativas á amputaciones, no obstante que era mi deseo consignar otras sobre heridas penetrantes de vientre, y al efecto las había recogido; pero las omito por no hacer diíuso este trabajo, ya que no tie- ne utilidad. Quiero ántes poner el tipo alimenticio que está mandado seguir en el Hospital mencionado. TIPO ALIMENTICIO PARA MEDIA RACION. DESAYUNO. COMIDA. CENA. Pan Pan 64 grms. Pan.... Una de estas tres Caldo 360 ,, Arroz .. cosas: Sopa de arroz 150 ,, Carne. . 45 » Atole .. Puchero.... 170 ,, Chapurrado.. .... 400 „ Leche • • 250 ,, TIPO PARA UNA RACION. DESAYUNO. COMIDA. CENA. Pan 130 grms. Pan.... 130 grms. Pan 130 grms. Una de las siguien- Sopa de arroz 150 ,, Puré de habas... 240 ,, tes cosas: Caldo.. 360 „ Frijoles 250 ,, Chapurrado 400 ,, Carne.. ....340 ,, Leche endulzada. 266 ,, Frijoles 250 „ 250 leche, 16 azúcar. Café con leche... 266 grms. No son estas cantidades las que se dan de ordinario; digo esto, por- que he pesado lo que me pareció más importante, el pan, la leche, el arroz y la carne, y solo encontré conforme al tipo el primero; las otras cosas siempre ménos de lo que debía ser, sobre todo la carne, de la cual hallé ración que pesara la tercera parte de lo prescrito. Se verá en las siguientes historias, que están llevadas hasta el dia en que los operados tomaban su ración. En los dias siguientes, y hasta su salida, á todos se les daba una abundante alimentación: á la mayor par- te, á más de la ración, se les daba uno ó dos huevos y vino; á algunos, huevos, papas, tortillas y pulque, vino ó cerveza; finalmente, á otros, fuera de lo mencionado, doble ración de leche, pan ó las dos cosas, y aun doble ración de carne. Por una taza de leche, etc., debe tomarse el peso dicho arriba; y cuan- do está señalado tres tazas de una cosa, quiere decir que tomaban una en cada comida; si cuatro, una en la mañana, dos al medio dia y otra en la noche. OBSERVACION I.—Sala de clínica núm. 4.--Sabás Narvaez, de 36 años, entró al Hospital el 9 de Mayo. El dia anterior habia sido tirado por un wagón, y una rueda le pasó por ambas piernas, produciéndole las lesiones siguientes: en la pierna izquierda doble fractura de la tibia, una en el tercio superior y la otra en el inferior, comunicando esta últi- ma con una herida situada en la cara interna de la pierna; en la derecha, fractura de los dos huesos en el tercio inferior, era conminuta y compli- cada con una herida situada á la misma altura que aquella, y en la cara externa de la pierna. Se practicó la amputación de la pierna derecha en el lugar de elección, por el método circular; quince horas, próximamente, después del suceso, la temperatura ántes de la operación, era la normal. El dia 10 tomó tres tazas de leche. Tuvo en ese dia vómitos frecuen- tes, principalmente después de comer. El 11 la misma alimentación; continuaron los vómitos; en el muñón no hubo nada alarmante. En la otra pierna se puso un aparato de Scultet, y todo el miembro se colocó sobre un doble plano inclinado. En los dias siguientes, hasta el 15, fué la misma alimentación. Los vómitos habían desaparecido. La herida de la pierna izquierda supura- ba abundantemente. El muñón en muv buen estado. El dia 16 tomó tres tazas de leche y una torta de pan: el enfermo no tuvo gana de comer. Continuó la misma alimentación hasta el 19. El 20 tomó leche en la mañana y en la noche, al medio dia media ración de arroz y de carne, con una torta de pan. Siguió lo mismo hasta el 31, aumentándose desde el 27 125 gramos de vino Jerez ántes de comer. El 1° de Junio tomó ración doble de leche en la mañana y en la tarde; al me- dio dia como el 20. Del 2 al 14 lo mismo que anteriormente: el 15 to- mó además pulque. El 16 tomó ración doble de leche en la mañana y en la tarde, y pan; al medio dia, ración, vino Jerez 125 gramosy pulque. El muñón cicatrizó; pero la tibia perforó los tegumentos, quedando descubierta hasta mediados de Noviembre; entónces, la porción salida, teniendo muy débiles adherencias al resto del hueso, fué quitada, y la solución de continuidad de las partes blandas cicatrizó. En la pierna izquierda, tanto en la cara interna como en la externa, se formaron sucesivamente varios abscesos, que fueron abiertos á medida que se formaban. Este enfermo continúa todavía en el Hospital (Enero de 1882), por- que la fractura superior de la tibia izquierda aun no consolida. OBSERVACION II.—Sala de clínica núm. 16.—Jesús Echeveste, de 45 años, talabartero, entró al Hospital el 17 de Mayo. Un wagón lo tiró y una rueda le pasó por el miembro superior izquierdo, causándole: una fractura conminuta en el tercio inferior del húmero; una herida co- mo de cuatro centímetros de extensión en la cara interna del brazo, cuya herida comunicaba con la fractura; fuerte contusión en todas las partes blandas del codo; un derrame de sangre en la articulación; fractura del cóndilo, quedando enteramente desprendido del húmero. Se amputó en el tercio medio del brazo, por el método circular, vein- te horas, poco más ó ménos, después del accidente. La temperatura án- tes de la operación fué 37.5 El dia de la amputación, 18, tomó tres tazas de leche: lo mismo del 19 al 21. El 22 en la mañana y en la noche, una taza de leche; al me- dio dia, arroz seco y una torta de pan. Hasta el 26 la misma alimenta- ción, tomando desde el 21 diez gramos de cognac en la mañana y cien- to veinticinco de vino tinto al medio dia. El 27 leche en la mañana y en la tarde, al medio dia arroz y carne asada, su cognac y su vino. A este individuo se le dió su alta el 15 de Julio. Sanó completamente, sin haber tenido más accidente que un eczema simple en el muñón (pa- decía en las piernas esta misma afección este enfermo, cuando entró al Hospital), y en la parte interna de éste dos abscesos que se formaron su- cesivamente. A mediados del mes de Junio tuvo una constipación tenaz, que le impidió defecar durante ocho dias: en ese tiempo tomaba la mis- ma cantidad de alimentos que en los dias anteriores. OBSERVACION III.—Sala de clínica núm. 20.—Juan García, de 29 años, entró el 28 de Mayo. Se cayó de un carro, y una rueda le pasó por la pierna derecha, haciéndole una extensa herida en su cara externa y fracturándole ambos huesos en el tercio medio: los fragmentos de la tibia salían por la herida. Este hombre tenia otra lesión ajena al caso, y padecía de una blenorragia antigua. Cuando fué llevado al Hospital, dos dias después del accidente, estaba en plena reacción, y por esto la am- putación que se creyó indicada, se difirió para el momento oportuno. Dia 29, se sometió el miembro herido á la irrigación continua con agua fria: tomó tres tazas de atole. La temperatura fué en la mañana 38,8 y en la noche 39. Dia 30, continuó la irrigación; de alimentos tres tazas de leche y tres tortas de pan. Siguió el mismo tratamiento y ali- mentación hasta el dia 2 de Junio. En este dia, el estado general habia mejorado; la temperatura fué 37,* en la mañana y 38 en la noche. Dia 3, se resolvió que la amputación fuera el dia siguiente: alimentación y tratamiento como los dias anteriores. Dia 4, se practicó la amputación del muslo respectivo, en su tercio inferior, y por el método circular: la temperatura ántes de la operación fué 37,”; en la tarde 38,5. De alimen- to, se le prescribieron cuatro tazas de leche y tres tortas de pan. Dia 5, el muñón en muy buen estado, siguió la misma alimentación. Del dia 6 al 8 no hubo nada que llamara la atención: la alimentación como el dia 4. Dia 9, se le dió lecheen la mañana y en la noche; al me- dio dia, sopa de arroz, carne asada y pulque, pan en las tres comidas. La temperatura fué 37.5 en la mañana y 38 en la noche. La cicatrización del muñón se hizo con mucha lentitud, tanto por ha- ber sobrevenido en él una osteoperiosteitis, como por la constitución es- crofulosa del individuo. Este permanecía todavía en el hospital en Ene- jo del presente año. OBSERVACION IV.—Sala de clínica núm. io.—Jesús Cedillo, de 27 años, entró el 18 de Junio. Fué cogido por un piñón de una máqui- na, y de las lesiones que le produjo fueron de importancia las siguien- tes: una contusión que destruyó casi todas las partes blandas de la cara dorsal del metacarpo de la mano derecha; fractura conminuta de los tres últimos metacarpianos; fractura simple de las dos primeras falanges del dedo índice de la misma mano; fractura de los dos huesos del antebrazo derecho; la del cubito, en el tercio inferior, era subcutánea, la del radio, situada en la unión del tercio inferior con el medio, era conminuta con una herida que estaba á su misma altura, en la cara anterior del antebra- zo. Este hombre llegó al hospital seis horas después del accidente, te- niendo ya una reacción bastante intensa. Se sometió la mano á la irriga- ción continua con agua fria. Dia 19, ningún síntoma alarmante: Tomó cuatro tazas de leche. La temperatura fué en la noche, 39. Dia 20, el mismo estado: tratamiento y alimentación como el dia anterior. Dia 21; las heridas supuraban abun- dantemente; la de la mano era muy dolorosa. El enfermo tenia gana de comer; tomó cuatro tazas de leche y dos tortas de pan. Dia 22, las heri- das en buen estado: el enfermo tuvo más apetito; tomó atole y pan en la mañana y en la noche; al medio dia, sopa, carne asada, pan y pulque. La temperatura había sido hasta este dia superior á la normal, llegando hoy en la noche á 40. Dia 23, nada notable: alimentación como ante- riormente: siguió la irrigación. Dia 24, el enfermo estuvo mal; las heri- das eran muy dolorosas: alimentación y tratamiento iguales. Dia 25, flegmon circunscrito, situado en la cara anterior del antebrazo; absceso en la mano. Se abrió éste por medio de una incisión suficientemente amplia, dando salida á un pus de mal olor; se extrajeron algunas esquir- las y se quitaron porciones de partes blandas mortificadas. Se le prescri- bió: fricciones con un ungüento doble en el antebrazo; agua 500 gramos; tártaro emético 5 centigramos, en pozuelos. De alimento, tres tazas de leche. Dia 26, el flegmon empezó á resolverse: las heridas se curaron lo mismo que el dia anterior, con una solución alcohólica de ácido fé- nico al 4%. Tomó atole y pan en la mañana y en la noche; al medio dia, sopa, carne asada, pan y pulque. Dias 27 y 28, el estado del enfer- mo mejor; en las heridas nada alarmante; curación como los dias ante- riores. La misma alimentación. Dia 29, calosfrió y diarrea; pero las he- ridas están bien; el enfermo tiene gana de comer; tomó tres tazas de atole de arroz con leche. Dias 30 y 31, persistió la diarrea: siguió la mis- ma alimentación. Todos estos dias la temperatura había sido superior á la normal, en las mañanas 38 ó 38 y décimos, y en la noche 39 y aun más. Julio 1", el enfermo guardaba el mismo estado: tratamiento y ali- mentación como los últimos dias. Dia 2, calosfríos; la temperatura fue en la tarde 40; disminuyó la diarrea. Tomó un gramo de sulfato de qui- nina en dos tomas: de alimento, tres tazas de atole de arroz con leche. Dia 3, el estado general, mejor; pero la temperatura todavía fué superior á la normal. El enfermo sufría mucho en los momentos de la curación y pedia con instancia que lo amputaran. Tomó un gramo de sulfato de quinina: de alimentos como el dia anterior. Dia 4, el estado general mu- cho mejor. Por esta razón, y porque no era posible conservar el miem- bro, y el enfermo corría el peligro de sucumbir á la infección purulenta, de la cual había ya habido algunos sintonías, se juzgó necesario practi- car la amputación del antebrazo, resolviéndose que la operación tendría lugar el dia siguiente. En todo el tiempo tiascurrido hasta el último dia, una buena porción de las partes blandas, tanto del dorso como de la palma de la mano, habia sido destruida por la supuración; los meta- carpianos restantes estaban muy débilmente unidos, y las articulaciones del puño habían sido atacadas. Dia 5, se hizo la amputación por el mé- todo circular, en el tercio medio del antebrazo. Tomó el enfermo tres tazas de leche. Dia 6, diarrea; en el muñón nada alarmante; la misma alimentación. Dia 7, la diarrea disminuyó; el muñón en buen estado; el mismo alimento. Dia 8, no hubo diarrea; el enfermo tuvo buen ape- tito; la temperatura bajó considerablemente. Tomó atole de arroz y pan en la mañana y en la noche; al medio dia, arroz, carne asada á la pa- rrilla y pan. Dia 9, temperatura normal; continuó la misma alimenta- ción. Se dió de alta á este hombre el 3 de Setiembre, habiendo curado com- pletamente. Tuvo varios accidentes extraños á la amputación, y en el muñón sobrevino una osteo-periosteitis que fué la causa de su perma- nencia en el hospital hasta la fecha indicada. OBSERVACION V.—Sala de clínica, núm. 5.—Manuel Ramos, de 19 años, sastre, entró el 24 de Junio. Tenia en el tercio inferior del muslo izquierdo una herida de arma de fuego; el proyectil penetró por la cara interna del muslo, y salió por la posterior é interesó el fémur, frac- turándolo conminutamente en su tercio inferior. Se amputó el muslo en el tercio medio, por el método circular, diez y siete horas, poco más ó ménos, después del accidente; la temperatura ántes de la operación fué 37,8. Dia 25, tomó tres tazas de leche. Dias 26, 27 y 28, el mismo alimen- to. El enfermo quería comer más desde el 27. Dia 29, tres tazas de le- che y tres bizcochos. Dia 30, el mismo alimento; más, arroz y pan al medio dia. Julio 1°, lecheen la mañana, y en la noche dos bizcochos; al medio dia, arroz, carne asada á la parrilla y pan. Dia 2, lo mismo, más un huevo al medio dia. Continuó así hasta el dia 8, que se le dió al medio dia una onza de vino jerez. El 9, todo lo anterior, y al medio dia otra ración de carne asada. Algunos dias des- pués se le dió, además, otro huevo y cerveza. Alta el 20 de Agosto enteramente sano. No tuvo ningún accidente; sino es que se tome como tal una neuralgia intercostal que tuvo en los primeros dias de su permanencia en el hospital. OBSERVACION VI.—Sala de clínica, núm. i.—Pedro Aradillas, de 25 años, entró el 14 de Julio.—Componiendo una banda de una má- quina de moler granos, aquella le llevó la mano derecha, y cogiéndose- la contraía polea, le produjo las lesiones que siguen: una extensa herida que ocupaba casi la totalidad de los tercios inferior y medio del brazo derecho; la piel, el tejido celular, las aponeurosis y los músculos fueron machacados, destruidos; en el fondo de esta grande herida se veia el hú- mero fracturado completamente en una dirección oblicua hácia abajo y hácia dentro. En el antebrazo derecho habia doble fractura; la del radio era completa y estaba en el tercio medio; la del cúbito estaba un poco más abajo que la del radio, y era incompleta; las dos eran sub- cutáneas. Después, cuando se amputó el miembro, se vió que en el ra- dio habia además una fisura que partiendo de la extremidad inferior, se dirigía longitudinalmente hácia arriba, en una eztension de siete centí- metros, y en el cúbito, que estaba encorvado hácia delante, quedando intacta la concavidad, y fracturada la convexidad del arco formado. se practicó la amputación del brazo en el tercio superior, por el mis- mo método que las anteriores, ántes que pasaran veinticuatro horas del suceso. La temperatura ántes de la operación era 38.6 Dia 16, tomó dos tazas de leche. 17, la temperatura en la mañana fué 40: el muñón muy doloroso, descubierto, se vió que había una gran cantidad de pus. El enfermo no tuvo apetito; tenia frecuentemen- te náuseas; tomó tres tazas de atole frió. Se le prescribió una bebida aromática con un poco de láudano. La temperatura en la tarde fué 38.7. Dia 18, ménos molestias en el muñón; continuó el enfermo sin apeten- cia y con náuseas; se le prescribió: infusión de canela 120 gramos, láu- dano de Sydenham 10 gotas, subnitrato de bismuto 2 gramos, jarabe de corteza de naranja 25 gramos, para tomar en cucharadas: tomó el mis- mo alimento que el dia anterior. Dia 19, ya no hubo náuseas y tuvo apetencia de comer: tomó leche en la mañana y en la noche; al medio dia sopa de arroz y media torta de pan. 20, ningún trastorno; tomó le- che y pan en la mañana y en la noche; al medio dia, arroz, carne asada á la parrilla y pan. La temperatura fué este dia 38.5 en la mañana y 38.*, en la noche. Dia 21, el estado general inmejorable; el muñón per- fectamente: la misma alimentación. Hoy fué todavía superior á la nor- mal la temperatura. Dia 22, además de los alimentos prescritos, tomó cerveza.. , En los primeros dias del mes de Agosto, sobrevino en el muñón una osteoperiostestis que se combatió con fricciones mercuriales localmente, y como tratamiento interno, ioduro de potasio en dósis creciente. Alta, enteramente sano, el 28 de Agosto. OBSERVACION VII.—Sala de clínica núm. 3.—Martin Lona, de 30 años, entró el 26 de Julio. Descargando un barreno que no había prendido, la sustancia explosiva se inflamó, y la barrena de que hacia uso este hombre le contundió horriblemente la mano derecha. Fué lle- vado al Hospital ya en plena reacción, varios dias después del accidente* Se sometió la mano á la irrigación continua con agua fria, y se procuró alimentar bien al enfermo. Poco tiempo después sobrevinieron flegmones en el antebrazo y partes restantes de la mano, flegmones que terminaron por supuración; las ar- ticulaciones carpianas, metacarpo-carpianas y radio-carpianas, se infla- marón y supuraron. En medio de estos padecimientos no tardaron en aparecer los síntomas de la infección purulenta. Entretanto, se curaba la extensa herida con solución fenicada fuerte, y se continuó la irrigación, pero entonces con agua ligeramente fenicada. Tomaba en ese tiempo sulfato de quinina y percloruro de fierro. De alimentos, generalmente ración. A principios de Setiembre, el estado general del enfermo se había me- jorado notablemente, y en vista de esto se procedió á la amputación del antebrazo el dia 6 de dicho mes, operación que se practicó en el tercio medio, por el método circular. El dia que se operó, pudo comer con muy buena apetencia su ración completa, y en la noche durmió por primera vez tranquilamente. El dia siguiente, 7, temiéndose que le perjudicara tomar la ración completa, se prescribió que tomara cuatro tazas de atole de arroz. El 8 volvió á tomar ración, continuando después como los otros amputados. Alta, á fines de Diciembre, enteramente sano. OBSERVACION VIII.—Sala de clínica núm. 21.—Juan Romero, litógrafo, de 15 años, entró el n de Octubre. Recibió en la mano dere- cha un machacamiento, que le produjo: la destrucción completa del pul- gar, el despegamiento de la piel de la palma de la mano, fractura articu- lar de la extremidad superior de ln primera falange del índico, y fractura de las falanges primera y segunda del dedo medio. Se practicó la ampu- tación del antebrazo en el tercio inferior, por el método circular, el mis- mo dia de la entrada del enfermo al Hospital. En este caso, lo mismo que todos los mencionados aquí, se usaron las ligaduras de catgut, y en éste, después de poner los puntos de sutura necesarios y de afrontar bien por medio de tiras de tela emplástica, se cu- brió todo el muñón con tiras de lienzo empapadas en colodion, hacién- dose después un empaque algodonado. Veintinueve dias después se qui- tó el apósito, y el muñón estaba enteramente cicatrizado: en todo ese tiempo no tuvo ningún trastorno. Dia ir, cuatro tazas de leche, 12 lo mismo. Dia 13, cuatro tazas de leche, dos en la mañana y dos en la tarde; al medio dia arroz y pan. Dia 14, lo mismo y papas. Dia 15, leche como el dia 13 y un bizcocho en el desayiino y otro en la tarde; al medio dia, arroz y papas. Dia 16, cuatro tazas de leche, dos bizcochos; al medio dia, arroz, carne asada y pan. 17, lo mismo, y 60 gramos de vino jerez á la hora de comer. Dia 18, lo mismo, más otros 60 gramos de vino jerez. Dia 19, cuatro tazas de leche, dos bizcochos; al medio dia, arroz, carne asada, un huevo, papas y cer- veza; ántes de comer 100 gramos de vino jerez. Alta enteramente, sano el 11 de Noviembre. OBSERVACION IX.—Sala de clínica ndm. i.—Avelino Alcalá, de 25 años, jornalero, entró el 28 de Octubre. Tenia una doble fractura en el tercio inferior del antebrazo derecho, complicada con una herida si- tuada á la misma altura que ella; dicha herida comunicaba con la fractu- ra é interesó la articulación del puño. Se amputó el antebrazo en su tér- cio medio, por el mismo método que los anteriores. Esto fué el mismo dia de su entrada al Hospital. Dia 29, cuatro tazas de leche. Dia 30, lo mismo y dos tortas de pan. Dia 31, la misma alimentación. Noviembre i°, cuatro tazas de leche y tres tortas de pan. Dia 2, media ración al medio dia; leche en la maña- na y en la noche, pan. Dia 3, leche y pan en la mañana y en la noche; al medio dia ración. Seis dias después se le dió un huevo y cerveza al medio dia, y pocos después, otro huevo y papas. Alta el 13 de Diciem- bre, enteramente sino. En el año próximo pasado, del mes' de Mayo al de Diciembre, se hi- cieron en el Hospital Juárez, diez y ocho amputaciones. De éstas, una fué practicada por el Sr. Montes de Oca, profesor de Clínica externa; sie- te por el Sr. Núñez, jefe de Clínica, y diez por los alumnos, bajo la di- rección del citado profesor, quien además hacia personalmente las pri- meras curaciones. De los diez y ocho amputados, jnurieron cuatro: dos pertenecian á los diez referidos. Fueron amputaciones: DE MUSLO DE PIERNA DE BRAZO DE ANTEBRAZO TOTAL. Vivos.. . . 4 3 3 4 14 Muertos.. 2 2 O O 4 Total.... 6 5 3 4 18 Primitivas. Secundarias. Vivos io 4 Muertos.... 4 0 Total 14 4 Entre estos amputados hubo una mujer y dos niños, los tres de mus- lo: uno de los niños murió. La causa de la muerte fué en los cuatro casos supradichos: en dos, la anemia y el choque; en uno de los otros dos, la infección purulenta, y en el cuarto, la infección pútrida y una pleuro-pneumonía. Este último fué uno de los niños el cual tenia varias costillas fracturadas. Todas estas amputaciones fueron motivadas por traumatismos. Quise, aunqne parezca importuno, consignar aquí los datos anterio- res, porque una vez que no me fué dable hacer de ellos un estudio fruc- tuoso, y habiendo dado una corta historia de nueve de esos amputados, creí necesario, ó por lo ménos racional, no dejar en silencio los demás. % nctcio SfB.