IMPORTANCIA DEL MÉTODO GRÁFICO PARA KL ESTUDIO DE LAS FUNCIONES DE LA VIDA TESIS SOSTENIDA POR RAFAEL LAVISTA Como candidato Ti la plaza de Adjunto de la cíitedrb de Fisiología ' de la Escuela de Medicina IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE Y C? PXICO Bajos de S.vS- Agustín, num. 1. 1870 Á XjA- m emokia HE MI QCF.RIIlO MAESTRO EL SEÑOR DOCTOR DON MANUEL CARPIO IMPORTANCIA DEL MÉTODO GRÁFICO PARA EL ESTUDIO DE LAS FUNCIONES DE LA VIDA TESIS SOSTENIDA POR RAFAEL LAVISTA Como candidato ít la plaza de Adjunto de la cátedra de Fisiología de la Escuela de Medicina MÉXICO IMPRENTA DE I. ESCALANTE Y. C1 BAJOS DE SAN AGUSTIN, NUM. 1. 1870 Señores: w Reflexionando ligeramente y fijando nuestra vista so- bre todo lo que nos rodea, encontramos que algunos de los seres de la creación, están dotados de una actividad particular, en virtud de la que sus mas finos elementos tienen la propiedad de crecer, reproducirse y tomar una forma bien definida. Otros seres no están sujetos sino á las fuerzas ciegas de atracción y afinidad; son exclu- sivamente agregaciones moleculares sin forma bien de- finida. A los primeros se le ha dado el nombre de organiza- dos; los segundos son cuerpos inorgánicos. El estudio de los fenómenos y de-las leyes que rigen á los seres organizados, ó sea la ciencia de la vida, fijó la atención de los filósofos de la antigüedad; y cuando se compren- dió la incapacidad del estudio de la naturaleza en gene- ral, se procuró independer ó dividir este estudio; crean- do así la Biología ó ciencia de la vida. La estrecha relación que todas las ciencias tienen en- tre sí, hizo que por largo tiempo no fuera dado á nues- tros antepasados el adelanto en el brazo mas importan- te de los conocimientos humanos. Para conseguirlo se hacia necesario el conocimiento de las leyes físicas y quí- 6 micas que ántes de los Newton y Lavoissier dormían en lo desconocido: hasta entonces la fisiología se había vis- to obligada á tomar sus conocimientos de la Medicina; casi no se tenia idea de la experiencia en los animales, y á la observación no se recurría sino por casualidad. Por otra parte; la falta de método en el estudio déla naturaleza, no podía ménos que oponerse al adelanto; pues que se buscaba la causa inmediata de la vida, sin procurar conocer las condiciones en que éste se produ- ce, sin analizar sus fenómenos, ni confrontar la relación que estos tienen entre sí; en suma, se procedía á la sín- tesis desdeñando el análisis de la naturaleza. Bacon vino el primero á señalar el error en que habían caído sus antecesores, y á fundar el verdadero método científico, creando la observación y la experiencia, como el único medio de interrogar á la naturaleza, y corno el verdade- ro procedimiento por el que nos es permitido subir de los fenómenos á sus leyes, de lo particular á lo general. Decimos que gracias á los progresos de la física y de la química, así como al rigor del método que boy se em- plea en el estudio de las funciones de la vida, la fi- siología lia llegado al rango de una ciencia positiva. En efecto, después que los naturalistas hubieron procu- rado clasificar los séres de la creación, se sintió la ne- cesidad de estudiar las leyes que regían en sus diferen- tes funciones á estos séres, y estas no se habrían cono- cido, sin el progreso verificado en el estudio de las leyes físico-químicas y mecánicas. Todas las ciencias se enla- zan entre sí de un modo tan íntimo, que no es posible comprender los fenómenos que pasan en uno de sus bra- zos sin el conocimiento de los otros. Por no conocer la solidaridad que existe en la natu- raleza, así como por el atractivo que tiene lo misterioso, 7 el espíritu humano se ha dejado arrastrar hacia teorías que han dado nacimiento á sistemas verdaderamente me- tafísicos, creando así la sicología, como el fundamento del estudio de la naturaleza humana. Por muchos años se ha sostenido entre los sabios, que existia en los seres organizados una propiedad particu- lar, en cuya virtud los órganos ejercían sus funciones. A esta propiedad se le llamó vital, y ella ha servido para crear una doctrina que tiene sus adeptos. En esta doc- trina, que no pretendo refutar (porque ha sido ya casi aniquilada), se establece que un principio inmaterial es el agente de las manifestaciones orgánicas. Esta doctrina, desconoce la importancia de la anato- mía general ó histológica, que nos enseña, que en los seres organizados, más disímbolos en conjunto, existen sin embargo relaciones muy íntimas, y que, en su es- tructura, casi no se diferencian. Esta doctrina, olvida las leyes físicas que rigen en todos ios seres de la creación, y que bastan paramxplicarnos los fenómenos que obser- vamos en ellos, sin pretender darnos cuenta de la cau- sa primordial que los origina y que está fuera del al- cance de la ciencia. Con esta doctrina es imposible toda medicina racional, pues que los medios materiales de que disponemos, no pueden atacar este principio inma- terial que constituye el fundamento de los vitalistas. Como se ve, la medicina se perjudica con estas hipótesis, pues que su objeto es curar las enfermedades y conser- var la salud, y para esto solo posee medios materiales que no pueden ayudar al alma á desembarazarse de los principios morbosos que la oprimen. En fin, si el mé- dico purga, sangra, administra mercurio ó antiespasmó- dicos, etc., es para obrar sobre los elementos materia- les del cuerpo, con la intención de restablecer el equi- 8 librio de la vida, interrumpido por agentes morbosos que perturban la salud. Una vez aceptada de un modo general, la insuficien- cia de la teoría vitalista, para explicar los fenómenos de la vida, era necesario darnos cuenta de las funciones or- gánicas de alguna otra manera; y la oportunidad era propicia para las teorías iatro-químicas y mecánicas, por las que, se referian estas funciones á actos puramente químicos y mecánicos. En el tiempo en que dominaban estas teorías, estas dos ciencias no estaban suficiente- mente adelantadas para poder satisfacer las exigencias de los sabios, de modo que se forzaban las aplicaciones y se incurría en graves errores, que solo lian desapareci- do en estos últimos años, con el descubrimiento de los cuerpos simples que la química nos ha enseñado; y con la tendencia analítica de los Chevreul, Itobin y otros, que lian puesto de manifiesto las afinidades que los prin- cipios inmediatos orgánicos tienen entre sí; y por la que, estos diversos principios entran en combinaciones dife- rentes, reconociendo, que la vida no puede crear nada por sí; y que la materia que tenían los seres vivos se encuentra en la naturaleza, que ella es indestructible, confirmándose de este modo la gran verdad que Newton había señalado por la primera vez: «El peso es la ma- teria.» En tanto que los químicos demostraban la indestruc- tibilidad de la materia, los físicos por su parte demos- traban la indestructibilidad de las fuerzas; y ponían de manifiesto, que la gravedad, la cohesión, la afinidad, el calor, la electricidad y el magnetismo, reproducían en el universo una suma de fuerzas, siempre invariable, con la posibilidad de trasformarse las unas en las otras, pero indestructibles en su esencia. Que todas estas fuer- 9 zas no son en realidad sino formas diferentes de movi- miento que realizan efectos mecánicamente equivalen- tes. Este principio se conquistó estudiando las leyes y las relaciones del calor, y por él se ha podido hacer evi- dente la mutua dependencia de todas estas fuerzas. En 1804, Rumford emitió por la primera vez la idea de que el calor no era sino la trasformacion del traba- jo verificado por el frotamiento; este pensamiento tuvo este origen. Observaba que el frotamiento de dos bar- ras de fierro debajo del agua, daba lugar á la produc- ción de calor, que no era el resultado de combinación química ó descomposición del agua; hacia notar que el calor salía indefinidamente de las barras en frotamien- to, y decia: el calor no es materia como se supone, si- no que es movimiento. La experiencia de Rumford fué repetida por Joule que, midiendo el trabajo correspondiente á la caida de un peso dentro del agua, y observando el grado de tem- peratura que éste adquiría por medio de un termóme- tro, encontró que el equivalente mecánico del calor era representado por 424 kilográmetros, ó lo que eslo mis- mo, que un equivalente de calor era capaz de levantar un peso de 424 kilogramos á un metro de altura. Estas experiencias fueron comprobadas por Yerdet y Gararit. Este último sabio ha fundado la teoría mecánica del ca- lor sobre el principio siguiente: «Siempre que una fuer- za se emplea en producir un trabajo, se desprende una cantidad de calor proporcionada á la fuerza empleada sin efecto útil, ó en proporción de la fuerza viva que desaparece. Por consecuencia, si una fuerza mecánica es gastada, se produce calor; y si la fuerza mecánica se produce, se gasta ó pierde el calor. Este principio apli- cado á los cuerpos de cierto peso, se aplica también á 10 las moléculas de los cuerpos, y nos explica los efectos caloríficos de la afinidad. Así, por ejemplo, en los fe- nómenos de combustión, millares de moléculas de oxí- geno se encuentran con moléculas de carbono ó de otros cuerpos, y la impulsión que se destruye en este contacto, desarrolla calor; de aquí la combustión, porque milla- res de fuerzas vivas se apegan en este momento. Si por el contrario, la afinidad se destruye, el calor se consu- me, por cuanto á que se produce un trabajo. Estas consideraciones se aplican también á las otras modalidades de fuerzas, como la electricidad, el mag- netismo, etc.; todas se resumen en la idea común de movimiento; todas tienen por común medida el trabajo emprendido, ó la cantidad de fuerza viva, comunicada á un móvil cualquiera.» La demostración experimental de estos principios re- quiere detalles que alargarían este trabajo, por lo que solo debo dejarlos consignados y hacer algunas aplica- ciones en el estudio de los séres vivos. En efecto, los séres vivos están necesariamente suje- tos á las leyes de la materia, pues que toman su pro- pia sustancia de cuerpos que han sido ó son inorgá- nicos: como hemos dicho, la fuerza acompaña á la ma- teria en donde ésta se encuentre, por lo que ella debe ser en los séres vivos el sosten de la cohesión, de la afinidad, del calor y electricidad. ¿Cómo, pues, se ex- plica el que en los séres vivos estas fuerzas resistan mo- dalidades diferentes? Bien fácilmente; si se recuerda que el modo de agregación de las moléculas de los sé- res animados es bien distinta de la que tienen los séres inorgánicos. De aquí la propiedad que se observa en los diversos tejidos, y que llamamos vital. Todo en la naturaleza se relaciona v forma una cade- 11 na que sirve de apoyo común para mantener el sabio equilibrio que la mano del Omnipotente ha establecido. Así es como el vegetal, bajo la influencia de la irradia- ción solar, destruye las afinidades de los cuerpos mine- rales que encuentra en la tierra, y se aprovecha del car- bono, del oxígeno, del hidrógeno y del azoé, para for- mar la molécula orgánica, trasformada mas tarde en gluten ó fécula. A su vez, el animal se sirve del vege- tal que le proporciona los elementos necesarios, para que bajo la influencia del oxígeno se desarrollen las afi- nidades, en virtud de las cuales se produce la fuerza de que necesita para su conservación. Guando esta necesi- dad está satisfecha, el animal devuelve al reino inorgá- nico los materiales que había tomado de él como pin- tados, bajo la forma de agua, ácido carbónico, amonia- co, etc., y se restablece de esta manera el equilibrio que ántes he señalado. Esto para la parte material. En cuanto á la forma dinámica, la fuerza almacenada en el vegetal, y tomada déla irradiación solar, es trasmitida al animal, que la devuelve al mundo exterior bajo la for- ma de movimiento y de calor. Este trabajo del animal requiere en él, órganos á propósito que puedan comuni- car el movimiento que reciben; estos son los músculos que, animados por el calor que en ellos se desenvuel- ve, se convierten en el motor de la máquina humana, á la manera con que este mismo agente determina el movimiento de una locomotora. Las experiencias de Beclard é Hirn comprueban lo que venimos diciendo; por ellas se ve que los múscu- los obedecen á leyes dinámicas, y que siempre que un músculo ejecuta su movimiento para producir su efecto mecánico, la suma de calor que se desenvuelve en este acto es menor que el que produce la combustión que se 12 verifica durante la contracción muscular. Si el músculo se contrae, para destruir un trabajo el calor entonces se aumenta, representando este aumento la cantidad de fuerza viva que ha sido destruida. En suma, se ve que las manifestaciones exteriores en los cuerpos vivos, no son mas que combustiones que pasan en los órganos in- ternos, y que estos son la causa del movimiento. En los animales se observa que sus movimientos están re- gularizados por una propiedad que les pertenece exclu- sivamente. Esta es la propiedad de inervación. Por ella los nervios, en virtud de la acción química que se ve- rifica en su sustancia, determinan movimientos en los músculos y trasmiten al encéfalo la nocion de las im- presiones que reciben. Esta propiedad ha sido demos- trada por Bois-Raymond y se manifiesta bajo la forma de electricidad, que indudablemente no puede desarro- llarse sino en virtud de actos químicos, que son, como sabemos, un movimiento, y que se nos revelan por ma- nifestaciones de un orden particular, porque se desen- vuelven en tejidos de una naturaleza particular también. Tales son las aplicaciones que se han hecho del princi- pio dinámico á los seres organizados, y que parecen exactas, pues que son hijas del método experimental pues- to en planta por los hábiles fisiologistas que ántes he men- cionado. Por otra parte, la patología confirma estas ex- periencias, que en el estado actual de nuestros conoci- mientos, nos dá la explicación de los fenómenos que ob- servamos en los seres vivos. Según lo que venimos diciendo, se podría creer que para la explicación de los fenómenos que observamos en los séres vivos, nos basta hacer á ellos la aplicación de las leyes físico-químicas que rigen la materia inerte. No, señores, reconocemos que en los séres organizados 13 existen propiedades especiales que les pertenecen ex- clusivamente, y solo hemos querido llamar la atención sobre la importancia que los conocimientos físico-quí- micos lian adquirido en nuestra época, y las brillantes aplicaciones que se han hecho de ellos en nuestros dias para el conocimiento de las leyes que rigen á los séres vivos. El análisis de la naturaleza ha conducido á los sabios al estudio íntimo de los tejidos, y el microscopio nos ha revelado la existencia de los elementos anatómicos, que son el sitio, como dice Itobin, en donde se verifican actos químicos de composición y descomposición cons- tante, constituyendo la propiedad de nutrición. Deciamos que reconocemos en los séres vivos propie- dades especiales que los distinguen de una máquina. En efecto, ellos poseen la facultad de renovar constan- temente su sustancia, la de desarrollarse según ciertas leyes, que les permiten reproducirse, moverse y recibir impresiones, que elaboradas convenientemente se tras- forman en pensamiento, juicio y actos voluntarios; todo esto como propiedad característica de la vida y perte- necióndole, exclusivamente, alejando á los séres vivos de la materia inerte. Si pues insistimos en las aplicacio- nes de las leyes físico-químicas, es porque sin ellas tendríamos que explicarnos muchos fenómenos, recur- riendo á concepciones abstractas que la imaginación su- giere, y que la experiencia y la observación no podrian comprobar. Goncluirémos diciendo con Glaude Bernard: «Es necesario evitar el enquistamiento de las ciencias porque se opone á su progreso: es preciso no aceptar sino lo que la observación y la experiencia nos comprue- ban satisfactoriamente. Por último, no debemos aspirar sino al conocimiento de las causas próximas de los fe- 14 nómenos que observamos, sin pretender buscar las cau- sas primitivas.» Por no haber comprendido la verdad de estos asertos, el espíritu humano, deseoso de averi- guarlo todo, se ha deslizado en el terreno de lo descono- cido, creando sistemas que no podían satisfacer las exigencias de la ciencia, y que solo se conservan como recuerdo histórico de los esfuerzos que el hombre, en su deseo de saber, ha emprendido para arrancar sus se- cretos á la naturaleza. Sentados estos principios, veamos si de su aplicación á las ciencias se obtiene el rigor en los resultados que conducen al estudio de las funciones de la vida. Solo concretaremos nuestro punto al estudio del mé- todo gráfico; y para no hacer muy cansado este escrito, le daremos por conocido, recordando solamente los fun- damentos de este método, y enviando á nuestros lecto- res á las obras respectivas para todo lo que concierne á la parte descriptiva. El método gráfico es para las ciencias el idioma uni- versal; es casi tan antiguo como el hombre; comprende signos de representación los mas naturales, y nos da idea de la forma del estado y de los cambios que sufren los objetos que él interpreta. Así es cómo leemos por este método las figuras geométricas que nos legó Arquí- medes, las escenas mas ó ménos animadas que nos re- presentan los cuadros antiguos que aun después de veinte siglos admiramos, y esto de un modo tan claro, que los hombres de todos los países, cualquiera que sea el idio- ma que hablen, á la simple vista comprenden la signi- ficación de los trazos. ¡Cuán difícil seria sin este mé- todo leer una carta antigua escrita en alguna lengua muerta, para cualquiera que no tuviese grandes conoci- mientos en el lenguaje antiguo! Imposible seria descifrar 15 su significado, y la historia de la humanidad casi se ha- bría perdido. Pero gracias á este precioso método, todo se simplifica y se hace accesible para todo el mundo. Decía que simplifica, ó mas bien dicho, sintetiza los co- nocimientos humanos el método de que me ocupo. Así es en efecto. Dígalo si no la facilidad que en el estudio de la geografía han introducido las cartas de que nos servimos para describir la forma de los continentes, la latitud y la longitud de los diferentes puntos del globo, sus distancias relativas, etc. La mejor explicación que se pudiera dar de todo esto, seria larga, difusa y pro- bablemente ininteligible! Los que hemos estudiado la anatomía, sabemos cuán ventajoso es para comprenderla, tener delante la figura que se nos describe, y ella nos basta para recordar la situación y relaciones de los diferentes órganos. En las otras ciencias, tales como la física y la química, encon- tramos que nada simplifica mas su estudio como la imagen de los instrumentos que se nos quiere hacer conocer. Podía suponerse que hasta aquí se limitaría la utili- dad de este método, y que solo nos seria útil para apre- ciar la forma ó la disposición de los objetos. No es así, sin embargo, pues que por él, podemos tener una idea bien cierta del cambio de estado y de los movimientos de los cuerpos. En efecto, el método gráfico puede darnos esta idea completa de los fenómenos; pues que todo fenómeno se patentiza por un acto que requiere cierto tiempo para verificarse: así un líquido que se evapora desaparece len- tamente. Los cuerpos al calentarse no adquieren su máxi- mum de temperatura sino después de cierto tiempo. Gomo se ve, en estos fenómenos tenemos que conside- 16 rar dos cosas: el tiempo de su duración y la intensidad del efecto producido. De modo que si dividimos la duración total del fenó- meno en fracciones de tiempo mas ó ménos cortas, ob- servaremos que en cada una de ellas el estado del cuer- po es diferente; por lo que para llegar al perfecto cono- cimiento del fenómeno, es necesario saber el estado que tiene el cuerpo á cada instante, durante la evolución del fenómeno. Esto solo lo realiza el método gráfico. ¿De qué manera? En general, para todas las observaciones se procede del modo siguiente: Se toma una hoja de pa- pel, en la que se trazan dos series de líneas, unas ho- rizontales, perfectamente paralelas é igualmente separa- das las unas de las otras. Las segundas verticales y exac- tamente perpendiculares á las primeras, con las mismas condiciones que ellas; y se tiene de este modo de iz- quierda á derecha una serie de columnas verticales, que convencionalmente nos servirán para señalar el estado del fenómeno en la unidad del tiempo: para la primera columna vertical es el primer minuto; la segunda colum. na para el segundo minuto, y así de los demas. Las líneas horizontales sobre las que se cuentan las divisiones del tiempo, se llaman en geometría líneas de las abscisas. Para tener á cada instante nota de la intensidad del fenómeno, se lia convenido en que éste se producirá por grados, v que el número de estos se contará de abajo arriba. Las verticales se llaman de las ordenadas, y sirven para señalar la intensidad del fenómeno. Gomo se ve por estos signos convencionales, es fácil conocer el tiempo de la duración y la intensidad del efecto producido. Seguramente, ningún otro método simplifica mas las 17 observaciones; y sobre todo, en ninguno es mas fácil precisar en detal cada uno de los diversos estados que presentad fenómeno durante su evolución. En las observaciones que á cada paso tenemos que se- guir á la cabecera de un enfermo, el método de que me ocupo tiene sus aplicaciones mas ventajosas. En efecto; estas observaciones reclaman una exquisita memoria, ó un trabajo verdaderamente molesto; pues que después de interrogar á cada uno de los órganos para apreciar las alteraciones que ha sufrido bajo la influencia de un trabajo patológico, es necesario consignar los datos que nos suministra el examen diario del enfermo y compa- rarlos, para en seguida hacer las apreciaciones que el caso sugiere, y deducir consecuencias de la mayor im- portancia para la ciencia. Pues bien: este trabajo es dilatado, penoso y difícil; esto último sobre todo, pues que sin el auxilio del mé- todo gráfico, no es dado á todos el hacer el estudio conveniente de la alteración funcional que observamos. Por ejemplo, ¿cuántas veces estamos enfrente de una afección de corazón, en la que domina como fenómeno importante la exageración de los movimientos de esta viscera, de tal modo que el oído mas ejercitado apénas podria apreciar la sucesión de sus movimientos? En otras circunstancias, la interposición de un líquido entre el oído y las paredes del corazón, hacen verdaderamente difícil el estudio del ritmo circulatario, y entonces, nos vemos precisados para fundar nuestro diagnóstico, á re- currir á esa série de signos que llamamos racionales, y que, no hay que negarlo, son un recurso precioso, pero que están léjos de satisfacer á nuestro justo deseo de averiguar con exactitud la naturaleza é importancia de la lesión; única esperanza para emprender con éxito una 18 terapéutica racional. En biología como en los otros ra- mos del saber humano se hace necesario el auxilio que nuestros sentidos reciben del uso de instrumentos que nos descubren lo que no podemos alcanzar á la simple vista. Por este medio las ciencias exactas han adquirido el gra- do de perfección que hoy tienen. El empleo de los instrumentos permite analizar los fenómenos de la naturaleza, y sustituye el método ex- perimental al de observación. En suma, el análisis es la piedra angular en que se apoya el verdadero progre- so de las ciencias. Por él reducimos á sus elementos mas simples el fenómeno mas complexo, y vencemos las dificultades que su estado nos presentaría sin su auxilio. En la naturaleza existen cuerpos cuya pequeñez es tal, que ha sido preciso inventar instrumentos que nos am- plifiquen el objeto que estudiamos, haciéndonos dueños de esta manera de su estructura y de los movimientos que en él se verifican: sin este recurso, probablemente nun- ca habríamos podido conocer la naturaleza de estos sé- res microscópicos, y mucho ménos obtener el provecho que la anatomía comparada nos ha asegurado para el conocimiento de la importancia de los órganos que en- contramos en los séres que ocupan un lugar mas elevado en la escala animal. Los instrumentos son un intermedio entre el espíri- tu y la materia: sin ellos, el astrónomo, el físico, el químico, el biologista, nada sabrían. ¿Cómo mediríamos, por ejemplo, exactamente la densidad de los cuerpos, si no tuviéramos areómetros? Y su temperatura no nos seria exactamente conocida sin el auxilio del termómetro. Por medio del polarímetro reconocemos fácilmente la exis- tencia en una solución cualquiera, de ciertas sustancias, sin la necesidad de un análisis detallado y laborioso, cu- 19 yos resultados apenas serian igualmente exactos á los que nos dá el instrumento de que hablo. Pero todavía hay mas: el empleo de los instrumentos extiende el dominio de la química mas allá del mundo que habitamos, pues que con el espectroscopio podemos, según los caractéres óp- ticos de la luz de los astros, apreciar su composición quí- mica, y afirmar que en tal ó cual,planeta deben existir sustancias, como por ejemplo, fierro, azoé y cobalto en el sol, y así para otras muchas. Gomo se ve, con el recurso precioso que el ingenio humano nos ha propor- cionado con la invención de instrumentos, se realizan maravillas que nunca habríamos alcanzado sin este me- dio del análisis. Los físicos han estudiado los fenómenos eléctricos que la naturaleza nos hace conocer con diversas formas (ra- yo, aurora boreal), sirviéndose de instrumentos espe- ciales. El electroscopio nos demuestra la existencia de la electricidad atmosférica. El galvanómetro nos dice que en todas partes y en todos los séres, se desarrollan cor- rientes eléctricas siempre que se verifica un acto cual- quiera: en el agua que se evapora, en el vegetal que se desarrolla, es el animal que vive, y todo esto pasa sin que los sentidos lo perciban; de modo que sin el auxi- lio de instrumentos especiales, de nada de esto tendría- mos conocimiento. Las denominaciones de corrientes eléctricas, de fuer- zas electro-motrices, de tensión eléctrica, etc., que nos han servido para comprender las condiciones en que se desarrollan los fenómenos eléctricos, no son mas que artificio del lenguaje, pero que tienden' á desaparecer con el conocimiento íntimo de los fenómenos eléctricos. El mismo progreso se lia realizado en la óptica por los mismos medios: así es cómo hoy la teoría de las on- 20 dulaciones luminosas ha sustituido definitivamente á las teorías de la irradiación y de la interferencia. En fin, señores, largo me seria referir el adelanto que las cien- cias exactas han adquirido en nuestros dias; así es que me hasta lo dicho para dar una idea del progreso ve- rificado, y sobre todo, para llamar la atención sobre la solidaridad que tan íntimamente relaciona á los co- nocimientos humanos los unos con los otros. Réstanos solo hacer ver, que en biología se ha adelantado por el mismo método, y que este importante estudio nos ha- ce conocer la necesidad de la aplicación de los princi- pios conquistados en las otras ciencias, para explicarnos los fenómenos vitales. En efecto: sin el recurso de la vivisección, que es para el naturalista su modo de ana- lizar, no nos seria posible asistir al juego de los dife- rentes órganos, no podríamos palparlos y poner de ma- nifiesto su modo de funcionar. Es verdad que aunque esto nos enseñe demasiado, no es bastante, porque he- mos dicho que nuestros sentidos en biología como en física, y las otras ciencias de observación, no nos per- miten apreciar mas que el fenómeno en globo, y para sus detalles es indispensable el uso de instrumentos. Con ellos se han esclarecido y comprobado los fenóme- nos eléctricos que pasan en el sistema nervioso y en los músculos, haciéndonos conocer mucho de la fisiología de estos importantes sistemas. Los aparatos de ópti- ca nos permiten explorar el interior del ojo y medir con exactitud las diferentes curvaturas de los medios refringentes de este órgano, conservando la disposi- ción normal dé sus diferentes elementos, haciéndonos formar juicio exacto del papel que desempeñan estos mismos elementos. Porque, señores, aunque la ana- tomía nos enseña detalles preciosos en la estructura de 21 los órganos, no nos es dado formar con ellos idea cabal de la función que en ellos se verifica; y esto se explica fácilmente: el anatómico diseca un órgano sin vida; el fisiologista examina este órgano funcionando, y para es- to se sirve de sus instrumentos; en esto está tal vez la grande importancia de la aplicación de las otras ciencias al estudio de la biología, pues que por ellas nos es per- mitido conocer las funciones de los órganos en su esta- do normal. Los instrumentos solos pueden darnos la demostración de los cambios que ellos sufren en su for- ma y su volumen mientras que están en plena función. La micrometría encuentra en este caso la mas impor- tante aplicación. Recuérdese la gran discusión que se suscitó, á propósito de las modificaciones que sufrían las arterias con la llegada de las ondas sanguíneas, y cómo ha sido necesario que Poisseuille inventara su aparato especial para demostrar que las arterias son elásticas, y que en virtud de esta propiedad se dejan extender por la llegada de la onda sanguínea, para después volver so- bre sí y favorecer el curso de la sangre. Decía yo que so- bre este punto se suscitó una gran discusión, la que como se ve no cesó, hasta que por medio de instrumentos ade- cuados se hizo manifiesta la imperceptible dilatación que sufren las arterias á cada contracción del corazón. Esta dilatación que sufren ios vasos es tan pequeña que no es perceptible á la simple vista, y para medirla, entre otros medios la micrometría nos presta un verdadero servicio. Pero, señores, entre los fenómenos que caracterizan la vida, el movimiento es ciertamente uno de los mas importantes; se puede decir, en general, que todas las funciones se caracterizan por movimientos; y que bajo esta forma, es como se pueden analizar todos los fenó- 22 menos que observamos en los animales, y esto en los tres elementos mas importantes del fenómeno: la dura- ción, la extensión y la fuerza. La duración de los fenó- menos no es fácil de medir con exactitud, cuando por ejemplo el fenómeno pasa en un cuarto de segundo, sin el auxilio de la cronometría; por ella se mide la veloci- dad de los proyectiles, y por ella también se miden los actos íisiológicos. La extensión de un movimiento se puede medir con exactitud, siempre que el movimiento nos deje una se- ñal que podamos someter á la micrometría. La nocion de fuerza está también á nuestro alcance, sobre todo, desde que ella ha sido reducida al trabajo que podia ve- rificarse, y desde que se lia relacionado á una escala gra- dual, el kilográmetro y sus divisiones. Con estos datos tenemos ya término de comparación y podemos elimi- nar términos vagos respecto el movimiento, caracteri- zándolo, con respecto á su duración, por segundos, á su extensión por metros y á su fqerza por fracciones de ki- lográmetro. Esta manera de caracterizar el movimiento solo nos permite apreciar su máximum y su mínimum. Era nece- sario estudiarlo en sus diferentes fases, conocer la for- ma del movimiento, indicando sus estados intermedios. Para esto nada mas á propósito que el método gráfico, por el que se ha obtenido la solución de un gran núme- ro de problemas de la mas alta importancia. Demostrada por lo que antecede la utilidad del mé- todo, paso á ocuparme de las aplicaciones que de él se han hecho; ántes me parece que en buena lógica pode- mos deducir: que en biología como en las otras cien- cias, es preciso el análisis y la síntesis como los medios únicos de verdadero progreso; así como que sin el auxilio 23 de la ciencia físico-química, el estudio de la biología seria una tarea casi inabordable, puesto que muchos de los fenómenos que observamos en los seres organizados, pueden simularse por medio de aparatos que realizan un efecto semejante al que encontramos en los órganos cuya función estudiamos. En el estado actual de nuestros conocimientos este pro- greso es un gran paso hácia el conocimiento de las le- yes biológicas, que, para decirlo de una vez, apenas co- menzamos á comprender, quedándonos muchos puntos oscuros, cuyo estudio toca á las generaciones venideras: es de esperarse que con los materiales que se han reu- nido se podrán someter al crisol de la experiencia las diversas funciones orgánicas, y formular leyes mucho mas simples que las que hoy tenemos, desechando las hipótesis por las que se ha admitido que en los seres organizados existen fuerzas de una naturaleza especial. MÉTODO GRAFICO: Sl’S APLICACIONES. ¿Cuáles son los fundamentos del método gráfico y sus px-incipales aplicaciones al estudio de las funciones de la vida? El método gráfico se funda en la aplicación que se ha hecho de las leyes físicas al estudio de los movimientos de los cuerpos. Explicaré esta idea. En el estudio del movimiento de los cuerpos, he dicho que debemos considerar su am- plitud, su fuerza, su duración, su forma y su regulari- dad. Pues bien, estos diversos elementos de que se com- pone el movimiento, no siempre son perceptibles á nues- tros sentidos, y muy fácilmente se nos escaparían sin el auxilio de instrumentos que los físicos han inventado. Supongamos que el movimiento que estudiamos es muy ligero, y sobre todo, de muy corta duración; difícilmen- te podrémos estudiar sus otros caractéres, y solo ten- díamos una idea vaga é incompleta del movimiento. Pero deciamos que la física ha progresado de tal modo, que gracias á esto el movimiento mas leve puede estu- diarse aun en sus mas ligeros detalles. El movimiento no tiene ya misterios para el físico. Cualquiera que sea su velocidad, ésta puede ser deter- minada: la de la luz y de la electricidad lo han sido. La intensidad de los movimientos puede también valuarse; los manómetros y los resortes nos sirven para esto. No se limita aquí el poder de la física, eila nos pro- porciona medios para apreciar el movimiento aun cuan- 25 do éste cambie á cada instante por fracciones de segun- do; para esto ha imaginado aparatos que nos le pinten sobre el papel. ■ De esta manera nos es fácil analizarle y comprenderle. Los aparatos á que me refiero, son conocidos con el nom- bre de aparatos registradores de indicación continua. Su invención es moderna, y ya sus aplicaciones son nu- merosas, á la física, á la meteorología y á la fisiología. Estos instrumentos tienen una importancia extraordi- naria, pues que por ellos se lia introducido en las cien- cias exactas el método riguroso del análisis. En biología el conocimiento de los fenómenos se lia perfeccionado, así como se han apreciado con exactitud los síntomas de las enfermedades. Gomo se ve, los instrumentos son los que vienen en ayuda de nuestros sentidos para estudiar la debilidad ó la rapidez de un movimiento. Con estos instrumentos, aplicados á los órganos, po- demos registrar la manera de funcionar de estos y ha- cerlos escribir su historia. Con ellos el mas pequeño movimiento de un órgano no se nos escapa, y la precisión con que se analizan es- tos nos ilumina el diagnóstico de las alteraciones fun- cionales que encontramos á cada paso en diversos es- tados morbosos. Son, por consiguiente, de una utilidad incontestable para el clínico. ¿Deque manera amplifica- remos los pequeñísimos movimientos que se verifican en los órganos para hacerlos apreciables? La física viene en nuestro auxilio ofreciéndonos la palanca. Sabemos que siempre que aplicamos una fuerza cualquiera sobre una palanca, con el objeto de comunicar un movimien- to ligero á la parte de la palanca que se encuentra cerca del punto de apoyo, este movimiento se siente 26 en la extremidad de la palanca amplificado. Si la lon- gitud que separa el centro del movimiento del punto de aplicación de la fuerza, es á la longitud del resto de la palanca, como Io á 100, el movimiento será amplifica- do en la misma proporción, es decir, será amplificado cien veces. De esta manera procedia Bourgougnoux para apreciar los movimientos del cerebro en la cavidad cra- neana: King se servia del mismo procedimiento para ha- cer perceptibles los batimientos del pulso venoso de las extremidades. En cuanto al segundo problema, que consiste en me- dir exactamente su duración, la física también nos pro- porciona el medio de resolverlo. Para esto son los apa- ratos registradores de indicación continua. Con ellos po- demos trasladar al papel señales que llenan de un mo- do claro su objeto; no liay mas que agregar una pluma á la extremidad de la palanca que amplifica el movi- miento, y disponer convenientemente una hoja de pa- pel que reciba el trazo de la pluma, haciendo girar de una manera uniforme la placa de papel. De esta ma- nera, á la vez que la palanca escribe sobre el papel se- ñales que indican el movimiento, en el papel se indica la duración del movimiento por el camino que se obser- va entre cada uno de estos trazos. En estos principios se fundó la aplicación que Yierodt hizo para los estu- dios fisiológicos, de la combinación de la.palanca con el método gráfico, y de allí vino la invención del instru- mento, que él llamó Sphymógrafo, destinado á regis- trar la pulsación de las arterias. Encontrado el modo de amplificar y medir la dura- ción del movimiento, era necesario, para estudiar el que tienen los diferentes órganos, hacer fácil de trasmitir és- te á una palanca que pudiera fácilmente registrarlo. Pa- ra esto se ha hecho uso de un instrumento muy sencillo, que puede reducirse á dos ámpulas elásticas, situadas en las extremidades de un largo tubo elástico también; to- do el aparato cerrado y lleno de aire. La manera de funcionar de este aparato no es menos fácil que su cons- trucción, pues que basta hacer una compresión en una de las ámpulas para desalojar el aire que ésta contiene hácia la otra, que sufre á su vez una distensión. Si po- nemos en contacto esta ámpula distendida con una pa- lanca de un Sphymógrafo, los movimientos de la palanca se manifestarán por un trazo, en el que podremos leer los que pasan en el órgano que exploramos. Resuma- mos: el instrumento de que nos servimos para interrogar las funciones de un órgano, se compone de dos ámpu- las conjugadas; de una palanca con su pluma respecti- va, y papel puesto en movimiento por un mecanismo es- pecial. Si queremos registrar muchos movimientos juntamen- te, como por ejemplo, los que tienen su sitio en el cora- zón, necesitaremos para cada movimiento su respectiva ámpula y palanca, y el mismo papel puede servirnos pa- ra el trazo, pues basta disponer convenientemente las palancas, de modo que las plumas que las terminen se encuentren sobre la misma vertical, y el trazo será so- bre líneas horizontales como las de la escritura ordi- naria. Lo dicho nos hace comprender el principio y la ma- nera de construcción de los aparatos registradores. Rés- tanos solo indicar para nuestro objeto, cómo podemos aplicar estos aparatos á los diferentes órganos. En es- tos aparatos existen dos ámpulas que, como hemos di- cho, son elásticas: á una de ellas, la que recibe la pri- mera impresión del movimiento, se le llama ámpula ini- 27 28 cial; á la segunda, que trasmite el movimiento á la pa- lanca, se le llama ámpula terminal. De la ámpula ini- cial nos serviremos para ponerla en contacto con el ór- gano cuyos movimientos queremos estudiar, y ella tras- mitirá á la palanca las diversas presiones que sufre, sea que se le introduzca en un órgano hueco, ó que sola- mente se le ponga en contacto con algún otro órgano. Se comprende que la forma de esta ámpula debe ser variable como la forma de los diferentes órganos, cu- yos movimientos explora y trascribe. Estas nociones bastan para comprender el modo de proceder en las di- versas experiencias. 1 Pasemos á las aplicaciones que de este método se han hecho para el estudio de las fun- ciones de la vida. La primera aplicación de un aparato registrador á la biología experimental, se de.be á Ludwig. Este célebre fisiologista se propuso apreciar cuál era la presión de la sangre en las arterias en los diversos tiempos de la cir- culación. Para esto se servia de un manómetro, que aplicaba sobre las arterias, y por una disposición que daba á su instrumento, conocía la presión de la sangre en los diversos tiempos de la circulación. Esta ingeniosa idea era ya un adelanto. Hales tuvo la idea de calcular la presión sanguínea por la altura á que se elevaba la sangre de una arteria, en un tubo ver- tical de vidrio adaptado justamente al vaso. Esta altura medía 8 á 9 piés ingleses. La enorme lon- gitud de este tubo sugirió á'Poisseuille la idea de susti- tuirle con el manómetro de mercurio, que es mucho mas fácil de manejar. Este instrumento tenia sus ven- tajas, pero no carecía de inconvenientes; entre otros, el 1 Para mayores detalles véanse las descripciones especiales en las obras que tratan de la materia. 29 mas importante era la facilidad con que oscilaba la co- lumna mercurial, bajo la doble influencia de los bati- mientos del corazón y de la respiración. En las notas de Poisseuille y Magendie, sobre las observaciones em- prendidas con su método, se ve la suma de dificultades con que tropezaban á cada paso estos célebres fisiolo- gistas. Ludwig, corno he dicho, evadió estas dificultades, agregando al manómetro un aparato, por el que se re- gistran todas las oscilaciones de la columna de mercu- rio. A este aparato le llamó Kigmografion. Los com- ponentes mas importantes en este aparato son: un flo- tador que descansa sobre la columna de mercurio, y que sale del tubo del manómetro por una varilla, en la que se fija perpendicularmente á su dirección una punta ó pluma, que frota sobre un cilindro giratorio de un mo- do uniforme, y que traza sobre el papel de que está en- vuelto este cilindro, líneas ondulosas, que corresponden á las oscilaciones de la columna mercurial, y por con- secuencia á la presión de la sangre. El aparato de Ludwig no podía servir sino en la fisio- logía experimental, pues que exigia siempre una vivi- sección: ademas, las oscilaciones que la columna mer- curial tiene en todos los manómetros, bajo la mas pe- queña causa, se anadian á las que la presión de la san- gre determinaba; así es que las indicaciones de este ins- trumento no podían ser exactas, pues que introducían un elemento que era preciso evitar. Esto sugirió á Vierodt la idea de construir su Spliymógrafo, con el que se podían estudiar en el hombre los fenómenos de la circulación arterial con bastante precisión. Hasta 1858 estos eran los aparatos de que se dispo- nia para el estudio gráfico, y con los que Marey ensayó 30 repetir las experiencias que se habían hecho por sus pre- decesores. Pronto se persuadió de la insuficiencia de es- tos instrumentos, sobre todo, por la falta de semejanza en los trazos que daban estos aparatos- en una misma ex- periencia. La causa de este error se remedió por Marey, sirviéndo- se de resortes que sustituyen el peso de que se servia Vie- rodt, y haciendo mas ligera la palanca de registro, sin cambiar en lo fundamental la idea del fisiologista ale- mán. . El aparato así modificado llenaba perfectamente las indicaciones que la experiencia fisiológica exigía, y con él, como vamos á demostrar, se resolvieron cues- tiones que habían por largo tiempo esperado su termi- nación. Entre las cuestiones cuya resolución definitiva debe- mos al cardiógrafo, una de las mas importantes es la siguiente: ¿El choque del corazón coincide con la sísto- le auricular, ó tiene lugar durante la contracción del ven- trículo? Esta cuestión ha sido debatida por largo tiem- po entre los fisiologistas: unos aceptaban la teoría de Beau que, como sabemos, dice que la contracción de la aurícula corresponde al choque del corazón, y es deter- minada por la impulsión con la que la sangre es enviada al ventrículo por la aurícula; los otros, en mayor núme- ro, aceptaban la teoría de Harvey, que sostiene que la sís- tole ventricular coincide con el choque del corazón. Con- viene recordar que Harvey tuvo ocasión de observar en el vizconde de Montgomery, que tenia casi descubier- to el corazón á consecuencia de una herida que recibió siendo niño en la región precordial, y por cuyo efecto las costillas fueron destruidas; de manera que el cora- zón solo quedaba envuelto por la piel. Cuando Harvey lo examinó, el vizconde tenia diez y nueve años, y pu- 31 do observar que, en el momento de la sístole ventricu- lar, se sentía el choque del corazón. En estos últimos tiempos, los fisiologistas mas distinguidos lian podido rectificar las ideas de Harvey, haciendo el exámen de un Sr. Grou, que lleva una hendedura del esternón en su borde izquierdo, y de este exámen ha resultado que era exacta la manera de ver de Harvey. Estos casos pa- tológicos no bastaron .para convencer á los partidarios de Beau, y esto, porque la sucesión de los movimien- tos del corazón es tan rápida, que era fácil una equivo- cación. Ed efecto, sabemos que el tiempo que trascur- re entre la contracción de la aurícula y la del ventrícu- lo, ha sido valuada en un décimo de segundo, y en un intervalo de tiempo tan corto, el ojo mas ejercitado ha- bría podido sufrir una equivocación. Era preciso que la experiencia directa resolviera esta cuestión, y así lo ha hecho de la manera mas satisfactoria el método gráfico por medio de sus aparatos de indicación continua. La experiencia se ejecuta del modo siguiente: Se comienza por servirse de un grande animal (un ca- ballo) con el objeto de facilitar la introducción de las ámpulas iniciales en las cavidades del corazón; ademas, en este animal los batimientos del corazón no son muy frecuentes, por lo que la experiencia es mas fácil. Gomo se debe suponer tendrémos que servirnos de tres ám- pulas con sus respectivas palancas, pues que nos pro- ponemos registrar la contracción de la aurícula, la del ventrículo y el choque del corazón contra las paredes del pecho. Para facilitar la experiencia se elige el cora- zón derecho del animal, porque es mas accesible por la vena yugular correspondiente. La introducción de la sonda cardiaca, prévia la liga- dura de la vena yugular y la abertura de esta vena no 32 es muy difícil, y el animal la soporta con bastante tran- quilidad. La doble sonda de que se hace uso es un ins- trumento muy ingeniosamente construido,1 y por su me- dio se nos facilita la experiencia. Con este instrumento puesto en relación con el resto del cardiógrafo, podemos registrar las contracciones de la aurícula y las del ventrí- culo. Para registrar el choque del corazón, tenemos que aplicar una tercera ámpula que reciba la impulsión del órgano, y la trasmita á su palanca para registrar el mo- vimiento. Esta ámpula se introduce en el espacio intefcostal cor- respondiente, después de practicar una incisión en la pared del pecho, que ponga á descubierto los músculos intercostales, entre los que se debe colocar la ámpula registradora. Dispuesta la experiencia como se ha dicho, se obser- va sobre el papel el trazo que señalan las plumas que se encuentran en la extremidad de cada palanca y que pre- viamente se han mojado en tinta. Las tres palancas so- brepuestas y colocadas en la misma vertical, deben es- cribir fenómenos simultáneos y señalar la superposición ó no superposición de las diversas curvas; las coinci- dencias y los intervalos de reposo. Desde luego se habia realizado un verdadero progre- so por este método, pues que por medio de un aparato registrador hadamos accesible á la observación, el mo- vimiento de los órganos que se nos escapan por su si- tuación. Pero hay mas: si analizamos2 los tres trazos que corresponden á cada una de las palancas, observamos que no hay sincronismo entre la elevación de la cur- va que corresponde á la contracción auricular y la ele- 1 Véase la descripción en la obra de Marey. 2 Véanse las figuras en la obra citada, 33 vacion de la curva que corresponde al choque del cora- zón; miéntras que sí existe este sincronismo entre las ondas ventriculares y la que corresponde á la impulsión: de lo que deducimos, que la contracción del ventrículo es unísona con la impulsión del corazón, y que la con- tracción de la aurícula precede á la del ventrículo. Que- da, pues, por este medio resuelta una cuestión de una gran importancia, pues que de hoy en adelante esta con- quista nos facilita el diagnóstico de las enfermedades del corazón. Si seguimos analizando con cuidado los trazos que nos hace el cardiógrafo, observamos, que después de la as- censión de la curva correspondiente á las contracciones de las cavidades cardiacas y á la impulsión del corazón, sobreviene el descenso de las curvas, que corresponde á la relajación sucesiva de las cavidades del órgano. Este análisis nos permite juzgar de la duración res- pectiva de las contracciones de la aurícula y del ventrí- culo; basta para esto, comparar el intervalo que separa el principio del ascenso del principio del descenso, y me- dir por una escala de décimos de segundo el tiempo que corresponde al principio y al fin de las sístoles. Esta medida da para la sístole auricular un décimo de segun- do, y para la ventricular cuatro décimos. De la misma manera se puede medir la duración de la impulsión; y el análisis de la curva que la representa nos comprueba la coincidencia de la sístole ventricular con la impulsión cardíaca, puesto que luego que la onda que corresponde á la sístole del ventrículo comienza á bajar, se observa un descenso rápido en la curva que cor- responde al choque del corazón. En el análisis de esta curva llama la atención que el máximum correspondien- te á la impulsión de la curva ventricular, no sigue en 34 su movimiento de descenso, al de la curva de la sístole ventricular, sino que después de un descenso bastante rá- pido, se detiene para seguir descendiendo gradualmente. Esta particularidad del trazo nos explica el mecanismo de la impulsión del corazón. Sabemos que desde Ma- gendio se ha supuesto que la impulsión del corazón era debida á un movimiento que se suponía en este órgano; se decía que el corazón golpeaba la pared del pecho aproxi- mándose con mas ó menos fuerza á ella durante sus con- tracciones. Sabemos también que la impulsión del co- razón es muy considerable, pues que puede en algunos mamíferos levantar un peso de muchos kilogramos. Pues bien; para comprender la naturaleza de este fe- nómeno, se ha recurrido á la experiencia. Se ha puesto á descubierto el corazón de un animal vivo; y teniéndo- lo entre las manos mientras que estaba en acción, se ha observado que este órgano se endurecía y ablandaba al- ternativamente; de tal suerte, que era posible durante su relajación, deprimirle en todos sentidos, mientras que cuando se contraía se endurecía de un modo notable y se hacia globuloso, aumentando su diámetro trasversal á expensas del antero posterior; se observaba también que la mano que le comprimía durante la relajación, su- fría una verdadera impulsión en el momento de la sís- tole ventricular, y se veía que las fibras del corazón se plegaban por el acortamiento necesario á toda contrac- ción muscular. Estas observaciones indujeron justamente á los fisio- logistas á desechar la teoría que explica la impulsión del corazón, por su desalojamiento, ó mas bien dicho, por la oscilación que se suponía que este órgano hacia den- tro del pecho: basta para explicar este fenómeno, la ex- pansión que el corazón sufre durante la llegada de la 35 sangre al ventrículo; y la presión que éste sufre duran- te la expulsión de este líquido hacia los vasos. En este acto el corazón debia recobrar la forma globulosa que ha- bia perdido en el período de relajación. La forma aplas- tada en el sentido lateral, es la que normalmente tiene el corazón en los animales en el periodo de rigidez cadavérica; de modo que si suponemos el corazón libre- mente suspendido en el espacio, en el momento de su contracción, este órgano debia recobrar la forma globu- losa; pero este órgano está encerrado en la caja toráxi- ca, y sufre una presión en ella en el momento de su con- tracción de parte de los órganos que le rodean; por lo que tiende á vencer la resistencia que le oponen los ór- ganos vecinos, y de aquí la impulsión que sobre estos se siente. Esta manera de ver es exacta: así en el hom- bre el corazón desciende en el plano inclinado que le forma el diafragma, por una parte, y las paredes del pe- cho por la otra; está por tanto deformado entre dos pla- nos, por lo que en el momento de la sístole ventricular este órgano ejerce su presión sobre la pared que está en contacto con el ventrículo, es decir, sobre la pared toráxica, y de aquí la impulsión. Con esta explicación se comprende cómo la onda del cardiógrafo se levanta en el momento de la contracción, y cómo baja rápidamente tan luego.como ésta cesa. Así sucede; pero deciamos que se nota cierta diferencia en el descenso de las ondas después que el choque ha ce- sado, y la onda que corresponde al choque desciende oblicuamente, miéntras que la que corresponde á la sís- tole ventricular se sostiene: esto se debe al cambio de forma y de volumen del corazón, á medida que se va- cía bajo la influencia de la sístole ventricular, pues que con el vacío del corazón disminuye la presión que el ven- 36 trículo ejerce sobre la ámpula intercostal. Inversamen- te se debe suponer, que á medida que la sangre llega al ventrículo por la aurícula aquel se dilate, y esta dilata- ción nos la revela el cardiógrafo de un modo manifies- to por la ascensión gradual de la curva, la que no ad- quiere su máximum de elevación sino en el momento de la sístole ventricular. Podemos, pues, resumir di- ciendo, que el cardiógrafo nos ha enseñado la razón de la impulsión del corazón, que no debemos atribuir mas á ondulaciones de esta viscera en la caja toráxica, pues- to que éstas no existen. Estas experiencias se lian practicado como he dicho sobre el corazón derecho: los movimientos del corazón izquierdo pueden también registrarse; la experiencia es mas difícil; esto se comprende, pues que es preciso para practicarla abrir la carótida primitiva. En vista de la di- ficultad de esta experiencia, se comenzó por hacer la sec- ción del bulbo de la medula espinal en los animales, y se mantuvo en ellos la respiración artificialmente; después se abrió el pecho del animal y se puso á descubierto el co- razón, que en estas circunstancias podía abrirse para la introducción en sus ventrículos de las ámpulas iniciales de un aparato registrador. Se comprende que la experiencia así planteada no po- día dar una idea exacta de la circulación normal del ventrículo izquierdo; pero sí ella enseñaba que en los dos corazones la contracción de sus ventrículos era sín- crona así como la de las aurículas. Este resultado podía preverse recordando la distribución de las fibras mus- culares de este órgano, que como sabemos pasan de un ventrículo al otro y se distribuyen del mismo modo en las dos aurículas. Con el tiempo Marey ha podido registrar las contrac- 37 dones del ventrículo izquierdo sin sacrificar al animal; y el trazo que obtuvo en el aparato registrador enseña- ba que era exacta la apreciación que daba la experien- cia anterior por lo que toca al sincronismo de las contrac- ciones ventriculares y auriculares entre sí. Enseñaba ademas que hay notable diferencia en la altura de las ondas que corresponden á las dos sístoles ventricula- res; es decir, que siendo mayor la que corresponde al ventrículo izquierdo, justamente se debe suponer que la energía de este corazón es mayor que la del derecho. Se puede ver en el trazo, que la ondulación que corres- ponde á la oclusión de las válvulas sigmoides de la aorta, es mayor que la que corresponde á la oclusión de las válvulas de la arteria pulmonar; lo que concuerda con la diferencia de la tensión de la sangre en estos dos va- sos. Esta diferencia de altura de la ondulación hace su- poner que la presión que sufre la sangre en los ventrí- culos es desigual, y lia excitado la curiosidad de. los fi~ siologistas que han deseado conocer exactamente cuál es la fuerza estática desplegada por el corazón durante su contracción. Las diversas experiencias que Chauveau ha practicado, sirviéndose de su cardiógrafo combinado con un manómetro, le lian enseñado que tanto las presiones pasivas como las activas, varian en los diferentes indivi- duos; y que de un modo general se puede decir, que la presión activa en la aurícula derecha equivale á (2,mm) en la izquierda es casi lo mismo. En los ventrículos: (para el derecho de 25 á 30,mm) Para el izquierdo, de 95 á 140,mra) En el estudio que venimos haciendo de la circulación bajo el punto de vista hemos visto, que por medio de los aparatos registradores se puede casi con certidumbre asistir á la función del corazón y explicar 38 satisfactoriamente muchos fenómenos que ántes del uso de este método eran puntos cuestionables. Para hacer re- saltar aun mas la importancia de la cardiografía, diré algo de lo que ella nos enseña sobre la circulación ar- terial. En efecto, por ella hemos podido definir el pul- so tan claramente, que hoy no es ya posible el error en que tan fácilmente incurríamos cuando estudiábamos las diversas formas del pulso; pues que por ella tenemos justa idea de su fuerza, de su dureza, de su frecuencia y de su sincronismo con la sístole ventricular. Ella nos permite apreciar la velocidad de la sangre en los diferen- tes vasos, y nos da idea de la resistencia que ésta sufre en su libre curso, á medida que se aleja del corazón; ella, en fin, nos explica el dicrotismo que naturalmente existe en las arterias bajo la influencia de la elasticidad arterial, y nos hace comprender la importancia de la exageración de este dicrotismo, en circunstancias pato- lógicas especiales. Resumiendo, el método gráfico nos permite estudiar con mas acierto la función circulatoria, aclarando mu- chos puntos que eran dudosos ántes del empleo de este método. ¿Sobre las otras funciones de la vida tiene alguna uti- lidad el método gráfico? Ciertamente. La respiración ha sido explorada por él, y el instrumento de que se hace uso con este fin, se conoce con el nombre de Neumó- grafo ó Atmógrafo. Yierodt quiso aplicar su Sphymógra- fo para registrar los movimientos de la respiración; sus esfuerzos no fueron fructuosos por la dificultad que la ex- trema movilidad de la caja toráxica ofrece; de modo que las indicaciones que resultan de sus experiencias, no eran exactas. Marey en su infatigable celo por el adelanto de la biología, ha ideado un instrumento que permite regis- 39 trar los movimientos respiratorios, conservando á la caja toráxica su libre juego. Este aparato se compone esencialmente de una espe- cie de faja, que en una parte de su longitud presenta un cilindro elástico. Este cilindro es de caoutcliouc delgado; es hueco y está atravesado longitudinalmente por un resorte elástico. Las extremidades del tubo son una especie de casquillos metálicos, á los que se ajus- tan dos asas metálicas también, que sirven para atar las extremidades de la faja. Un tubo lateral pone en comunicación el interior del cilindro con un polígrafo. La manera de hacer uso de este instrumento es como sigue: Se aplica la faja á la base del pecho, se ajusta convenientemente y se obser- va el movimiento que el aparato registrador verifica. Los trazos de este aparato corresponden á los movimien- tos de la respiración, pues que el cilindro elástico se des- tiende y se relaja alternativamente bajo su influencia. La experiencia enseña que la forma del trazo está en perfecta armonía con las condiciones mecánicas de la respiración. El neumógrafo, tal como lo hemos descrito, solo nos sirve para el estudio de los movimientos de la caja to- ráxica, pero no nos enseña cuáles son los movimientos que corresponden á la cantidad de aire espirado ó ins- pirado. El trazo que corresponde á los movimientos del aire respirado se obtiene por los procedimientos siguien- tes: Primero: se respira por un tubo que se adapta á un recipiente metálico bien cerrado, y se hace comunicar este recipiente con el tubo de un aparato registrador. Las al- ternativas de compresión y enrarecimiento del aire de este recipiente, se manifiestan sobre el aparato y dan idea de los movimientos del aire respirado. Esta experiencia 40 puede disponerse de otro modo. Se coloca un conejo de- bajo de una campana, y se adapta á sus vías respirato- rias un ancho tubo de caoutchouc, que sale de la campa- na por’ una pequeña abertura que ésta tiene. Este tubo tiene por objeto facilitar la respiración del animal, pues que está en comunicación directa con la atmósfera. El aire de la campana se enrarece ó se condensa según que el pecho del animal se contrae ó se dilata. Basta hacer comunicar la campana con el tubo de un aparato regis- trador para apreciar los cambios de volumen que sufre el animal, y por consecuencia juzgar del volumen del aire inspirado ó espirado. Este segundo procedimiento se aplica exclusivamente á los animales de pequeña talla. Se ve, pues, cómo el método gráfico contribuye á per- feccionar el estudio de la función respiratoria. Pasemos, aunque sea ligeramente, al estudio de. otra de las funciones que por su importancia reclama nuestra atención, y veamos si el método que nos ocupa puede enseñarnos algo sobre ella. Me refiero á la función mus- cular ó de movimiento. El movimiento es una propiedad que, por decirlo así, caracteriza al animal, pues que aun la sensibilidad se nos revela bajo esta forma: JSin el movimiento el estudio de la sensibilidad no podria hacerse experimentalmente. El viene en auxilio de la sensibilidad para hacerla mas perfecta, así nos lo demuestra la relación que encontra- mos en las funciones de la sensibilidad especial, entre ésta y el aparato motor que le es anexo. En todos los órganos de la economía encontramos una sustancia especial dotada de la cualidad especial también de determinar el movimiento. Esta sustancia ha sido ob- jeto de estudio para todos los biologistas; y aun no se puede referir á un elemento único el origen del rnovi- 41 miento, á pesar de los trabajos histológicos que se han emprendido para el conocimiento de esta sustancia con- tráctil. La observación microscópica nos enseña que esta propiedad se observa en animales que no tienen forma, como por ejemplo las Medusas; y sin embargo, son ex- traordinariamente contráctiles: hasta ahora, no nos es conocido el tejido especial que en estos animales es el sitio de la contracción, y menos se encuentra semejanza con el tejido que en los animales superiores le determi- na. Las pestañas vibrátiles de algunas celdillas epitelia- les son movibles, y á pesar de que su organizacioñ es bastante perfecta, no se reconoce en la sustancia diáfa- na que las constituye el elemento especial que origina su movimiento. Otro tanto podemos decir de los zoos- permos. En los animales superiores, esta propiedad de la materia viva tiene su sitio en órganos especiales (mús- culos ó tejidos contráctiles); estos se encuentran en to- dos los órganos, en el corazón y en los vasos, para deter- minar en ellos la función circulatoria. En los pulmones y en la caja toráxica, para producir la respiración; en der- redor del sistema huesoso, para comunicar al esqueleto movimiento, y determinar la marcha; en suma, en to- da la economía encontramos estos tejidos especiales, hasta el punto que podemos decir, que el sistema mus- cular es el centro de los fenómenos que se manifiestan en los seres vivos. Cualquiera que sea la forma que tenga esta sustan- cia contráctil en los séres vivos, ella es modificada por ciertos agentes de un mismo modo; así es que el calor y los álcalis excitan su contractilidad, mientras que el frió y los ácidos la disminuyen. Esta influencia espe- cial que he mencionado, hace suponer que, aunque di- símbola en apariencia, no puede menos que ser una 42 la sustancia que disfruta de la propiedad de contrac- ción. Esta fuerza motriz de los animales es bien manifiesta en los músculos, y en estos órganos es donde se ha es- tudiado con verdadera utilidad para la biología. En efec- to, los músculos se nos presentan á la simple vista con caracteres especiales que constituyen sus dos varieda- des, y son músculos estriados y lisos. En los primeros encontramos, que no solo su aspecto los distingue cla- ramente, sino que se distinguen también por la manera de funcionar. Así es, pues, que su contracción es rápi- da para los primeros siempre que se excita su nervio motor, miéntras que ella es lenta para los segundos. De- cía que estos caracteres distintivos de los músculos se observan á la simple vista. Pues bien: el examen mi- croscópico de su estructura no confirma la distinción es- tablecida á la simple inspección, y hoy los biologistas están de acuerdo en conservar la clasificación de mús- culos de la vida orgánica y de la vida animal, por cuan- to á que ella nos sirve para recordar el sitio en que se encuentra el músculo que se estudia; pero convienen en que ni su estructura ni su modo de funcionar, estable- cen diferencias radicales en estas dos especies de mús- culos. Para estudiar el aparato productor de los movi- mientos, los fisiologistas han elegido el aparato muscu- lar dependiente de la voluntad, y de sus trabajos nos serviremos para resumir las nociones mas importantes que de este estudio se han obtenido. El aparato que produce el movimiento, se compone del nervio motor que trasmite las excitaciones, y del músculo que se contrae bajo la influencia nerviosa. Estos dos elementos, que constituyen el aparato motor, son de cierto modo solidarios y juntamente independientes, 43 pues que el músculo se contrae siempre que recibe la excitación de su nervio motor; pero en él existe una propiedad (la contractilidad), en virtud de la que se con- trae siempre que el músculo es impresionado directa- mente por agentes químicos ó mecánicos; de modo que estas dos propiedades que se observan en el acto mus- cular, son independientes, y realmente pertenecen la una al nervio y la otra al músculo. Esta manera de ver ha sido justificada por las experiencias de Bernard, de Ivuhne y de Aeby. Estos experimentadores han en- contrado que la contracción voluntaria de los músculos es diferente de las contracciones que determinan los agen- tes físico-químicos, y que estos agentes producen mas bien una sacudida en el músculo que una contracción re- gular. De sus observaciones han deducido, que una contrac- ción regular parece el resultado de pequeñas sacudidas producidas bajo la influencia de la excitación nerviosa, por lo que comparan estas sacudidas con respecto á la contracción, diciendo que ellas son entre sí como la os- cilación de una cuerda al sonido que ella determina. Así, de la misma manera que un sonido se compone de una série de vibraciones, así la contracción muscular se compone de una série de pequeñas sacudidas. En estas consideraciones se ha fundado la teoría me- cánica del movimiento muscular; ellas no bastan por aho- ra para el estudio de los fenómenos químicos que de- ben producirse durante la contracción, y que deben va- lorizarse por el trabajo que se veriñca en el músculo en relación con la cantidad de calórico que en este acto se desenvuelve. Dejando esta última parte del problema por resolver, hasta que nuevas experiencias permitan es- tudiar las leyes que rigen estos fenómenos, podemos por 44 el momento darnos cuenta de la parte mecánica del ac- to muscular, y formular las leyes que' presiden á este acto. El método gráfico nos las enseña de un modo cla- ro, pues que por él las dos propiedades inherentes al músculo (contractilidad y elasticidad), son fácilmente registradas. Los aparatos de que se hace uso con este objeto, son de lo mas ingenioso; se les llama Miógrafos, y están construidos según el principio que sirve para la cons- trucción del Cardiógrafo. La manera de servirse de es- tos aparatos es como sigue: Se fija una rana sobre una planchita de corcho por medio de alfileres; se descubre el tendón del músculo gratro-necmiano; este tendón des- cubierto se ata con un hilo de fierro, la otra extremi- dad del hilo se fija á la palanca registradora por un gan- cho que ella tiene, y que puede deslizar sobre la palan- ca con el objeto de cambiar la distancia del punto de aplicación de la fuerza, y ampliar mas ó ménos el tra- zo. Atrás de la palanca hay una lámina elástica que ar- regla el movimiento de ella, y sirve para oponer á la contracción muscular una resistencia variable. El conjunto de este aparato está colocado sobre un plano vertical. Es en este plano donde se producen las oscilaciones de la palanca bajo la influencia de la con- tracción muscular, y éstas se manifiestan sobre un ci- lindro ahumado que gira sobre un eje horizontal. En fin, el sosten vertical del miógrafo está colocado sobre un carrito que se mueve sobre rieles, paralelamente co- locados al eje del cilindro. Con esta disposición se pue- den obtener trazos de larga duración, pues basta rela- cionar la traslación del miógrafo sobre sus rieles, con el movimiento giratorio del cilindro ahumado, para obte- ner un trazo en forma de hélice, al que se considera co- 45 mo abscisa, y al que se refieren los otros trazos del apa- rato. Para completar el aparato, se dispone un excitador eléctrico que, aplicado sobre el nervio,' determine las contracciones que se trata de registrar. Este miógrafo que acabo de hacer conocer, pertenece á Marey, y es al que se dá la preferencia en las experiencias que se prac- tican, con el objeto de estudiar la función muscular. Existen otros muchos instrumentos que los biologistas han inventado con el mismo objeto; pero el mayor nú- mero de ellos ha caído en desuso, porque no daban in- dicaciones exactas y uniformes. 1 Las condiciones que debe tener un miógrafo para lle- nar las necesidades de la experiencia fisiológica, deben ser: iíl El instrumento debe pintar los trazos según un sis- tema de ordenadas rectilíneas, en el que sobre la abs- cisa se puede contar con exactitud el tiempo, mientras que sobre las ordenadas se valúala amplitud de los mo- vimientos. Esta disposición tiene la ventaja de permitir una exacta comparación de los diferentes trazos, y ade- mas es fácil hacer uso en esta experiencia de los regis- tradores ordinarios. 2 a La palanca registradora deberá ser movible en el sentido de su longitud, con el objeto de amplificar el mo- vimiento según convenga. Así, cuando se registra el mo- vimiento en un músculo largo y fuerte, casi no necesi- tará la amplificación; pero si se aplica á un pequeño músculo ó á alguna de sus fibras, la amplificación será necesaria. 3a Es preciso arreglar de un modo conveniente la ve- 1 Véase para los detalles la historia de los iniógrafos en Marey.—Jur. de la vida. 46 locidad con que se mueve el cilindro del aparato, y po- der, por un sistema á propósito, cambiarla, pues que según esta velocidad, así es la extensión y la forma del trazo. 4a Se deben disponer las plumas que pinten los trazos, de modo que sea fácil la comparación exacta de ellos. Esto se consigue por la superposición de las palancas en un mismo plano vertical; de esta manera la mas peque- ña diferencia en la ondulación, corresponderá á una di- ferencia de la contracción muscular, y se apreciará con exactitud. * Con estas circunstancias el miógrafo nos dará indica- ciones exactas, y se podrán deducir conclusiones que re- suelvan muchos problemas, aun en estudio, sobre la fun- ción muscular. Conocidas las circunstancias de que de- be rodearse el experimentador para estudiar con fruto la función muscular, solo nos resta hacer notar que con los aparatos ya descritos no se puede estudiar esta fun- ción sin determinar una mutilación mas ó menos grave en el animal. En vista de esto Marey ha inventado su pinza miográ- fica, con la que se practican las experiencias aun en el hombre, sin causar mutilación alguna. Esta pinza de Ma- rey está construida según el principio siguiente: Cuan- do un músculo se contrae, disminuye en su longitud por el acortamiento de sus fibras, pero en cambio gana en espesor y en latitud lo que ha perdido acortándose. Es- te principio es exacto y muy conocido de todo el mun- do; basta fijar nuestra atención sobre lo que pasa cuan- do contraemos el biceps braquial; en este acto le senti- mos duro y mucho mas voluminoso. Esto mismo suce- de en la contracción de todos los músculos. Pues bien; Marey ha aprovechado esta observación para construir 47 lina pinza que permite, sin mutilación del animal, re- gistrar el engruesamiento del músculo en experiencia durante su contracción, y por consiguiente el acorta- miento de sus fibras. Con esta pinza la experiencia fisio- lógica se simplifica y se obtienen nociones exactas sobre la contractilidad y la elasticidad muscular. Estas dos propiedades rigen, por decirlo así, la fun- ción mecánica del músculo, por lo que daré una idea general de ellas. La contractilidad se define por los cambios que el músculo sufre bajo la influencia de los diversos excitan- tes. De estos cambios solo podemos tener una ideajus- ta por la miografía, pues que, como hemos dicho, los fisiologistas convienen lioy en que un músculo en con- tracción, si disminuye en su longitud, aumenta en an- cho y espesor, de modo que el músculo no sufre dimi- nución absoluta en su volúmen. Gomo la contracción es tan rápida, sobre todo, cuando es el resultado de la exci- tación del nervio motor, solo con la intervención del mió- grafo puede explorarse. La contractilidad muscular es esta propiedad, en virtud de la que el músculo cambia su forma y su volúmen. Por largo tiempo se creyó que cuando un músculo se contraía disminuía de un modo absoluto de volúmen, aumentando á la vez su densidad. Las experiencias de. Swammerdam parecian corroborar esta idea. Trabajos ulteriores han venido á demostrar el error en que incurrió el autor citado, y Weber, Ma- teucis y Marey han probado que la diminución de volú- men del músculo es, durante su contracción, solo rela- tiva, y que se encuentra compensada esta diminución de su longitud, por el aumento de su ancho: Valentin ha encontrado que, si durante la contracción del músculo éste aumenta de densidad, el aumento es tan pequeño 48 que puede despreciarse, y que para las experiencias mio- gráficas se debe aceptar como exacto el resultado que dá la pinza miográfica de Marev, por cuanto á que bas- ta medir la latitud del músculo contraido, para tener idea justa de su acortamiento durante la contracción. Una vez de acuerdo en esto punto los biologistas, procuraron comprender el mecanismo de la contracción: entre los medios de que se han servido para establecer una teo- ría definitiva sobre su mecanismo, la Histología figura como el mas importante, pues que á él se debe la re- solución de este importante problema. En efecto, una vez que se ha demostrado por los trabajos histológicos de Bowman y Brüche, que las fibras musculares no son compuestas de fibrillas mas pequeñas, unidas longitudi- nalmente, simulando el aspecto estriado que tienen los músculos de la vida animal, y que este aspecto solo se debe á los reactivos de que se hacia uso para la prepa- ración anatómica, así como que los músculos son com- puestos de discos aplastados, Sarcous, elementos de Bowman compilados de cierto modo y envueltos por una membrana resistente, llamada sarcolema. En su- ma; cuando la estructura muscular fué definitivamente conocida, se comprendió el mecanismo de la contrac- ción, desechando la teoría de Weber y Magendie, que, como sabemos, suponía que las fibrillas musculares se contraían en toda su longitud á la vez, y se aceptó la teoría de la contracción por onda, ó por mejor decir, la ondulación muscular durante la contracción. En esta teo- ría la onda muscular se formaría por el hinchamiento de los Sarcous elementos á expensas de la longitud de la fibra. La rapidez con que se verifica la contracción la hace difícil de observar, y esta es probablemente la razón del 49 desacuerdo entre los observadores, acerca de su direc- ción y del lugar preciso de su formación. Así es que, mien- tras que para algunos la onda comenzaría en el centro de la fibra, propagándose de' allí á sus extremidades, para otros la onda seguiría un camino inverso; y por último, hay muchos observadores que pretenden que la onda oscila alternativamente en todas direcciones. Sa- bemos por los estudios histológicos modernos, que du- rante la contracción de una fibra muscular se forma una serie de ondas por condensación alternativa de sus dis- cos ó Sarcous elementos. Restaba determinar cómo apa- recen estas ondas y cómo se propagan en cada una de las fibras. Este problema se ha dilucidado por el méto- do gráfico. En efecto, las experiencias de Aeby parecen concluyentes. El observador citado se propuso estudiar el paso de la onda muscular en dos puntos de la longitud de un mús- culo, y procedió de la manera siguiente: Sobre una ca- naladura metálica colocaba un músculo cualquiera, y ha- cia que las dos palancas de un miógrafo descansaran sobre el músculo en dos puntos equidistantes de sus ex- tremidades cruzando su dirección. Procuraba que las pa- lancas se apoyaran sobre el músculo por un punto veci- no á su eje de movimiento. En estas circunstancias, excitaba el músculo en una de sus extremidades por una corriente de inducción y ob- servaba el trazo que las plumas pintaban sobre el cilin- dro ahumado. Este trazo hacia ver que la palanca mas próxima á la extremidad muscular que Rabia recibido la excitación, describía la primera curva y que la segunda curva correspondiente á la segunda palanca se dibujaba después: en suma, que no había superposición de las curvas; y éstas conservaban entre sí cierta distancia que 50 podia medirse por medio de un diapasón; contando el número de vibraciones correspondiente al espacio medi- do, se podia saber la fracción de segundo que la onda tardaba para recorrer el espacio que separa las dos pa- lancas. Conociendo la longitud del músculo entre las dos pa- lancas, era fácil deducir la velocidad del trasporte de la onda muscular. Esta velocidad era de un metro por segundo. Aeby demostró también, que si la excitación del músculo se hacia por intermedio de su nervio motor, ó en toda su longitud á la vez, las ondas musculares se sobreponían en el trazo, lo que indicaba la dirección que sigue la on- dulación muscular bajo las diferentes influencias, por las que se determina la contracción de sus discos. De estas experiencias Aeby dedujo la teoría de la ac- ción de los músculos y de los nervios que los animan, es como sigue: La fibra muscular se contrae en todos los puntos excitados, y esta excitación se trasmite siguien- do su longitud. Los nervios están encargados de trasmi- tir á los músculos por sus filetes terminales la orden de contraerse'; de aquí el hinchamiento general del múscu- lo cuando recibe la excitación por intermedio de su ner- vio motor, pues que éste se distribuye en la mayor parte de las fibrillas musculares. Lo dicho basta para dar una idea de la contractilidad y de los fenómenos que bajo su influencia se desenvuelven en el músculo. Diré una pa- labra sobre la otra propiedad de los músculos, por la importancia del papel que desempeña en la función mus- cular. Los músculos son elásticos, pues que pueden disten- derse bajo diversas influencias, y recobrar su volúmen y dimensiones ordinarias cuando ellas cesan de obrar. 51 Esta propiedad en los músculos modifica de un modo no- table su contractilidad, de tal modo, que puede decirse que la elasticidad absorbe en su mayor parte la fuerza motriz desarrollada en el acto muscular. Esta influencia que ejerce la elasticidad en el acto mus- cular, ha hecho suponer á algunos autores, que ella es la causa próxima del movimiento en los animales, y que la contracción no tiene mas objeto, que aumentar la elas- ticidad del músculo y facilitar el movimiento. Esta opi- nión ha sido refutada por Donders Wolkman y Van- Mansveldt por experiencias que ponen en claro el papel que desempeña la elasticidad en el acto muscular. No todos los autores están en completo acuerdo sobre la significación de la palabra elasticidad. Así, mientras que unos dicen que los cuerpos son elásticos cuando des- pués de cambiar su volúmen ó su forma la recobran por sí; otros creen que la elasticidad es la fuerza con la que vuelve un órgano á recobrar su forma, la que le hace verdaderamente elástico. Este es el sentido que los au- tores alemanes dan á la palabra elasticidad, y es impor- tante conocer esta manera de ver, para comprender sus trabajos sobre el acto muscular. Marey ha creído con- veniente para establecer el acuerdo de los fisiologistas en esta cuestión, introducir la palabra extensibilidad, que como debe suponerse, es la propiedad que el músculo tiene de dejarse distender; y de esta manera los otros caracteres de la elasticidad son uniformemente acepta- dos. Así se entiende por límite de elasticidad de un cuer- po, el grado de distensión que éste puede sufrir sin per- der definitivamente su forma; por fuerza elástica de un músculo el esfuerzo desarrollado por éste durante su alar- gamiento. Este esfuerzo del músculo capaz de levantar un peso, es tanto mayor cuanto menor es la extensibi- 52 lidad del músculo. La fuerza elástica es en difinitiva una fuerza de restitución empleada por el músculo para alar- garse; de modo que en un cuerpo perfectamente elásti- co, la acción y la reacción deben ser iguales. Los autores alemanes han dado el nomhre de «módu- lo de elasticidad,» á la relación que existe entre el alar- gamiento de un cuerpo y la diferente carga que le pro- duce. De las observaciones de Wertheim se deduce que el módulo de la elasticidad de los cuerpos inorgánicos, aumenta proporcionalmente al peso que soportan en tan- to que no salen de su límite de elasticidad; mientras que en los cuerpos organizados el módulo de elasticidad dis- minuye con el alargamiento del tejido elástico, y que á mayor peso menor alargamiento del músculo, cuando éste ha sido alargado en cierta proporción. E. Weber fue el primero que emprendió determinar experimentalmente la elasticidad muscular, tanto en el estado de reposo como durante la contracción de estos órganos. De sus experiencias en los músculos vivos y muertos, ha deducido que el músculo muerto resiste mas al alar- gamiento y es menos elástico, mientras que el músculo vivo se deja distender mucho más, pero recobra mas fácilmente su forma. El mismo autor ha encontrado en sus experiencias, que la contracción prolongada de un músculo apenas modifica su elasticidad y la hace algo mas extensible. Donders, estudiando sobre el hombre la elasticidad muscular, ha señalado las modificaciones que esta propiedad sufre durante la contracción. Ha ele- gido los músculos braquial anterior y bíceps como los mas á propósito para su estudio, y su experiencia es co- mo sigue: «Coloca el codo sobre un apoyo suave de ma- 53 ñera que el brazo se encuentre en la vertical, en tanto que el antebrazo formando un ángulo recto con el bra- zo esté en la horizontal; sobre el puño ata un lazo, que por su extremidad libre sujeta un peso dado; dispone un cuadrante graduado, de modo que el codo se encuen- tre en el centro de cuadrante, y por tanto que los mo- vimientos del antebrazo se indiquen sobre el cuadrante, y en estas circunstancias corta el lazo por el que el peso se une al puño y observa la desviación que el antebra- zo traza sobre el cuadrante, y que corresponde al alar- gamiento que el músculo lia sufrido por la tracción á que ha sido sometido por el peso: este alargamiento da la medida de la elasticidad del músculo, y se encuentra que esta es proporcional al peso empleado. Encuentra tam- bién que el coeficiente de la elasticidad del músculo, es casi el mismo en los diferentes grados de la contracción; y por último, que en la fatiga muscular disminuye el coeficiente de la elasticidad y aumenta su extensibilidad. Estos trabajos de Donders han dado una gran luz á pro- pósito de la elasticidad muscular, pero su estudio no se ha perfeccionado sino después de la introducción del método gráfico. En efecto, Marey ha ideado aparatos registradores por los que se explora la elasticidad muscular; sometiendo un músculo cualquiera á tracciones gradualmente cre- cientes, y en tiempo proporcionado al aumento del peso. De sus experiencias resulta que es exacta la conclusión que Wertheim habia deducido del estudio de la elasti- cidad de los cuerpos inorgánicos y organizados. En efec- to, este autor, procediendo por comparación, ha encon- trado que los cuerpos inorgánicos tienen como expre- sión geométrica, durante su contracción, una recta obli- cuamente dirigida entre la abscisa y la ordenada corres- 54 pondiente; mientras que la expresión geométrica de la elasticidad de los cuerpos organizados es una hipérbole; de donde se deduce que los cuerpos inorgánicos se alar- gan proporcionalmente al peso que sustentan, mientras que con los organizados este alargamiento disminuye con la carga que sirve para poner de manifiesto su elastici- dad. El método gráfico permite registrar la contractili- dad y elasticidad musculares, y esto en las diversas cir- cunstancias de los músculos, ya sea durante su actividad ó en pleno reposo, así como nos permite comprender los cambios que estas propiedades sufren bajo las multipli- cadas influencias que modifican estas propiedades, ha- ciendo variar el tipo de la onda muscular correspondien- te. Es por su intermedio que nos ha sido conocida la in- fluencia que tienen sobre la contractilidad de los múscu- los el frió, el calor, la diferente carga que levanten; y la continuidaddel influjo nervioso motor directo y reflejo; basta para tener idea exacta de todo esto, analizar las ondas que los Miógrafos trazan bajo cada una de estas influencias. En efecto, bajo la influencia del frió los mús- culos sufren una especie de parálisis temporal, y la sa- cudida que en ellos se determina por una corriente in- ductora, es de una duración mayor que la normal. Así nos lo enseña la oblicuidad de la línea de descenso que le corresponde en la experiencia miográfica. Esta línea de descenso tiene una gran semejanza con la que se obtiene cuando se somete un músculo á la ex- periencia miográfica, después de la ligadura de los vasos que le suministran su nutrición. Ni podía ser de otra manera, pues que el resultado de la aplicación del frió sobre un músculo, es la exageración de la contrac- tilidad de los vasos que le dan su nutrición; de modo, que si su acción es prolongada, el músculo se encuentra 55 mal nutrido y en un estado semejante al que determina la ligadura de sus vasos. Por otro lado tenemos que el calor modifica notablemente la sacudida muscular, y esto de la manera siguiente. El aumento de la temperatura de un músculo, en tanto que ésta no pasa de 35°, au- menta la rapidez de la sacudida y su energía; pero mas allá de esta temperatura se observa una diminución no- table en la longitud de la línea de descenso. La causa próxima de esto, es probablemente la coagulación que sufre la Myosina bajo la influencia del calor elevado; en virtud de esta elevación de temperatura, la fibra mus- cular se hace rígida, se acorta, y no permite su disten- sión. Gomo se ve, seria muy interesante comparar la modificación que sufre la función muscular en relación con la coagulación de la Myosina bajo la influencia de la elevación de temperatura. Este estudio se lia empren- dido por el método gráfico, y ya se han obtenido muchas útiles indicaciones que probablemente servirán para com- prender la íntima relación que existe entre las modifica- ciones químicas que se producen en la sustancia mus- cular bajo la influencia de los agentes que como el calor y otros, modifican sensiblemente la función mecánica del músculo. Otra de las aplicaciones del método que estudiamos, es la del estudio por su intermedio del fenómeno que se conoce con el nombre de fusión de las sacudidas mus- culares. Helmholtz habia observado que cuando se determina- ban dos excitaciones eléctricas sucesivamente en un ner- vio, no se producia mas que un movimiento en el músculo al que se distribuye, y esto por la fusión de las ondas musculares correspondientes á cada una de las ex- citaciones. Este resultado se obtenia por el miógrafo 56 que el citado autor empleaba para sus estudios, y de estos dedujo Helmholtz que bajo la aparente inmobilidad que se observa en una fibra muscular tetanisada, se ocultaban una serie de ondas confundidas por la rapidez de su sucesión. Ya en 1846 Weber decía que la contrac- ción voluntaria es un fenómeno del mismo orden que el tétanos artificial, y como un músculo contraido da un so- nido que corresponde á treinta y dos vibraciones por segundo, creyó que podia decir de un modo absoluto que este número de vibraciones es el que tienen los músculos del hombre en los momentos de la contracción voluntaria. La comprobación de estas ideas se ha obte- nido por la introducción en éstos estudios de los instru- mentos miogi áticos perfeccionados por Marey; ellos nos hacen conocer la exacta fusión que se determina en las ondas correspondientes á las sacudidas musculares, siem- pre que estas sacudidas son muy repetidas. Después que se liubo reconocido la exactitud de estas experien- cias, se comprendió el mecanismo en virtud del que se produce el tétanos y las diversas influencias que lo mo- difican. El estudio de los movimientos provocados en los músculos y las modificaciones que ellos sufren bajo la influencia de los diferentes agentes, lia esclarecido los conocimientos que se tenian sobre la contracción volun- taria del aparato muscular. Para terminar este imperfecto resúmen que vengo ha- ciendo de este interesante estudio, daré una idea de la teoría que es mas universalmente aceptada sobre la con- tracción voluntaria. La contracción voluntaria es formada por sacudidas múltiples. Esta proposición fué emitida por Weber y de- ducida de la generalización del principio conquistado por 57 el conocimiento de la contracción provocada artificial- mente. En efecto, Weber probó que el tétanos eléctrico era el resultado de excitaciones repetidas sobre el nervio motor de un músculo cualquiera, y que las ondas mus- culares que estas excitaciones producian, se confundian en una sola cuando el número y la repetición de las ex- citaciones era muy considerable; de aquí generalizando dedujo, que la contracción voluntaria era una especie de tétanos, regido por la voluntad. Weber decia, esto es tan cierto, que cuando no es posible esta fusión de las ondas producidas, durante la contracción voluntaria, se observa una interrupción en las diferentes ondas; de aquí el temblor que observamos en los paralíticos. Esta manera de apreciar la contracción voluntaria, en- contró un apoyo, en el descubrimiento del sonido que de- jan oír los músculos durante su contracción: éste no podia ménos que ser el resultado de un cierto número de vi- braciones que la ñbra muscular ejecuta durante su con- tracción. En otra parte he demostrado la existencia de estas vi- braciones por las experiencias gráficas que como sabe- mos nos las hacen conocer por la amplificación que los aparatos registradores imprimen en el trazo correspon- diente á cada una de ellas. Según esto, podemos en el estado actual de nuestros conocimientos, aceptar la teoría de la fusión de las sa- cudidas musculares; y solo nos resta dar una idea del mecanismo con que ellas se producen. Este mecanismo es muy semejante al que determina en el aparato circulatorio la continuidad de la corriente sanguínea. Recordarémos que la continuidad del escurrimiento sanguíneo en las capilares, es debida á la elasticidad de 58 esos vasos; y esta propiedad puesta en juego durante la sístole ventricular, almacena, por decirlo así, una cierta cantidad de la fuerza que la contracción del corazón ha comunicado á la sangre. Esta fuerza es devuelta al lí- quido sanguíneo, en virtud de la elasticidad, y de aquí la continuidad de la corriente en los capilares. Pues bien: en el aparato muscular encontramos esta misma propie- dad, y es por ella que la fibra muscular guarda una cierta cantidad de la fuerza que se desenvuelve en el momen- to de la formación de una onda, para devolverla cuan- do la onda está completamente formada y durante su curso. Esta fuerza motriz solo desaparece cuando la onda termina. Es, pues, la elasticidad que regulariza el mo- vimiento muscular, de la misma manera que el movi- miento circulatorio. Esta propiedad nos explica cómo con una fuerza relativamente pequeña podemos levantar pe- sos enormes, pues que por ella el esfuerzo que emplea- mos se utiliza ventajosamente sin que se pierda una gran parte, como sucede cuando el esfuerzo es trasmitido por intermedio de un resorte inextensible. Por lo que antecede se puede comprender la utilidad que la biología ha alcanzado con la introducción del mé- todo gráfico para el estudio de las funciones de la vida. En verdad que aunque muy incompleto este resúmen, dá sin embargo idea del nuevo método de análisis de los séres organizados, y abre un ancho campo á la cu- riosidad de los hombres celosos por ei engrandecimien- to de la medicina. La importancia de este estudio, así como lo poco conocido de él, me impelió á elegirlo co- mo asunto de tésis para mi concurso. Bien -persuadido de que en mi insuficiencia no me seria posible señalar mas que sus aplicaciones mas importantes, y disgustado por la mala interpretación que tal vez he hecho de los 59 notables trabajos que los biologistas modernos han pu- blicado sobre este asunto; réstame, para concluir, supli- car al respetable Cuerpo de mis ilustrados compañeros, se dignen ver en este trabajo, no el escaso mérito que él tiene, ni sus muchos defectos, sino el deseo de contribuir con mi grano de arena á divulgar los progresos que la biología ha realizado en estos últimos tiempos. RECTIFICACIONES PÁG. Linea. Dice. Debe decir. !) 24 Gararit Gavarret 10 27 resistan revistan 11 28 Beclard é Hirn Beclard y Hirn 21 1? formar con ellos formar con ella