FACULTAD DE MEDICINA DE MÉXICO DE LA CASTRACION EJTsT ALGUMOS CHS M MMl MI PEI BREVE ESTUDIO Que para el exámen general de Medicina, Cirugía y Obstetricia, presenta al Jurado calificador JESUS A. JUAREZ Alumno de la Escuela Nacional de Medicina, practicante de número del Hospital de San Andrés y miembro de la “ Sociedad Filoiátrica.” MÉXICO Imprenta del Gobierno Fei> jral, en el ex-Arzobispado Dirigida por Spbíí’XT'y'Mungum? 1888 FACULTAD DE MEDICINA DE MÉXICO DE LA CASTRACION EN ALGUNOS CAI 01! AUSENCIA DEL PENE BREVE ESTUDIO Que pura el examen general de Medicina, Cirugía y Obstetricia, presenta al Jurado calificador JESUS A. JUAREZ Alumno de la Escuela Nacional de Medicina, practicante de número del Hospital de San Andrés y miembro de la “ Sociedad Filoiátrica.” MÉXICO IMPRENTA DEL GOBIERNO, EN EL EX-ARZOBISPADO Dirigida por Sabás A . y Mungufa. 1888 RECIBAN MIS ADORADOS PADRES DN TIERNO HOMENAJE DE MI GRANDE RESPETO Y AMOR FILIAL Á LOS EMINENTES CIRUJANOS DOCTORES RAFAEL LAYISTA Y FRANCISCO DE P. CHACON Insignificante maestra de mi profundo reconocimiento por las inmerecidas consideraciones con que se han dignado distinguirme. AL INTELIGENTE PROFESOR DE OBSTETRICIA DOCTOR MANUEL GUTIERREZ Admiración y simpatía. Á MIS MAESTROS EN LA ESCUELA DE MEDICINA Un recuerdo de gratitud. tjjlrL hombre! ese sér superior en el reino jlj animal, eminentemente dotado por la natu- raleza para desempeñar sobre la tierra fun- f© ciones de vital importancia; provisto de un sistema nervioso que lo distingue á primera vista de todos los demas séres organizados, tanto por la extensión de sus facultades intelectuales, como por su lenguaje articulado y su exquisita sensibi lidad, destinado, por lo mismo, para hallarse en constante relación con los demas individuos de su especie, y ser, en una palabra, el más sociable, de- bía estar sujeto, y de hecho se halla, á multitud de enfermedades que lo privan á cada momento del ejercicio de sus deberes, ya. materiales ó sociales. Entre las múltiples enfermedades que lo aquejan, pudiera decirse que ningunas lo preocupan tanto como las que se refieren á los aparatos urinario y genital, pero más especialmente á este último. En efecto, ¿quién no ha tenido oportunidad de tratar 8 con enfermos de esta naturaleza? Creo que todos habrán visto ú oido hablar de multitud de indi- viduos á quienes atemoriza el solo pensamiento de verse privados de la facultad de ejercer las fun- ciones de reproducción. Y sin embargo, por más terrible que parezca perder esta facultad, existen enfermedades que imposibilitan por completo y casi definitivamente el ejercicio de esta función. La falta de pene ocasionada por variadas en- fermedades ó resultado de un tratamiento quirúr- gico inevitable, es acaso la principal causa que priva del importantísimo acto de la aproximación sexual. Siendo esta imposibilidad puramente física y existiendo, por otra parte, una posibilidad fun- cional, ocurre desde luego, investigar sobre cuál deberá ser la situación de los individuos colocados en estas condiciones. En ninguna parte he hallado descrita, ni aun indicada la condición ulterior, la situación que lla- maré moral, de los individuos que han tenido que sufrir por desgracia, la pérdida total del miembro viril. ¿Cuáles son los trastornos, las molestias, que dicha falta les origina, tratándose de personas en el pleno vigor de su edad, y de qué medios dis- ponemos para corregirlos? Asunto es este que me parece de muchísima importancia, y sobre el cual hasta ahora no he hallado absolutamente nada que 9 me guíe. En todas las obras que he podido con- sultar, he visto descritas las alteraciones físicas y morales que sufren algunos individuos á quienes se les han extirpado los testículos; pero en ningu- na he podido encontrar algo semejante con res- pecto á aquellos, á los que se les ha hecho la am- putación del pene, órgano importantísimo de la copulación. Fácil es concebir que estos individuos deben también tener padecimientos morales y al- gunas veces físicos, que cuando presentan cierta intensidad, llegan á constituir un verdadero esta- do patológico. Al estudio de tales sufrimientos y á la manera de modificarlos algunas veces por medio de la cas- tración, es á lo que me propongo dedicar las pocas líneas que formarán el conjunto de esta tésis. Como el pene es el órgano esencial para efec- tuar la cópula y los testículos el punto de partida principal de la existencia venérea, ¿en qué casos, faltando el primero, deberá el cirujano efectuar la castración? Antes de resolver la cuestión, permítaseme una ligera digresión para trazar, aunque sea á grandes rasgos, una parte de la historia de la castración. 10 Es una Operación conocida desde los más re- motos tiempos, y de la cual se ha abusado extraor- dinariamente, motivo por el que varios legislado- res se han visto obligados en distintas épocas á reprimirla por medio de sus leyes Diversos motivos han inducido á los hombres á sufrir ó á ejecutar la castración. Deben figurar en primer lugar, la ignorancia y el charlatanismo que los llevaba á efectuar esta operación en los niños, dizque con el objeto de curarles ó prevenirles las hernias inguinales. En seguida tenemos la ambición que obligaba á los italianos á castrar á sus hijos, con la mira de con- servarles una voz flexible y adecuada para el canto, hasta que el Papa Clemente XIV se vió precisado á proscribir tal costumbre. La venganza y los celos han sido y son toda- vía causas muy frecuentes de mutilaciones. El fanatismo hacia que los sacerdotes de varias religiones se castraran, hasta que los emperadores romanos Constantino y Justiniano tuvieron que reprimirlos. Ciertos delitos eran castigados con la castración; así, según Diódoro de Sicilia, los egip- cios castigaban con la castración y la amputación del pene, á los culpables de violación y otros de- litos semejantes: Pietro della Vallé asegura que la misma costumbre existia en Persia. Esta operación es usada todavía en el Oriente 11 para asegurar la fidelidad en los esclavos, á quie- nes se confia la guarda de las mujeres que existen en los serrallos. Hoy se emplea la castración en los países ci- vilizados con un fin terapéutico. Veamos ahora cuáles son los inconvenientes que se han asignado á esta operación, para expo- ner en seguida el estado moral de los individuos á quienes se les amputa el pene, y analizar des- pués en qué circunstancias la castración no pre- senta grandes peligros. En el Diccionario de Medicina y Cirugía prác- ticas se lee lo siguiente: “Los individuos en los que la castración completa ha sido operada, expe- rimentan en su constitución cambios poco sensibles cuando la operación se ha efectuado en la edad aduh la; pero es muy distinto cuando se ha practicado en la corta edad: entonces la laringe, los órganos genitales (pene), conservan su estado infantil. La barba no se desarrolla, y el hábito exterior tiene alguna semejanza con el de la mujer. La moral sufre igualmente modificaciones importantes.” El Diccionario de Ciencias Médicas, hablando 12 del individuo castrado, dice: “cuando un acciden- te cualquiera produce la pérdida de los testículos antes de la pubertad, se producen cambios muy notables, no solo en las partes de la generación, sino aun sobre la organización entera.'’ Alibert asegura que el esqueleto se asemeja al de la mu- jer. el tejido celular se carga de grasa, las glán- dulas y los vasos linfáticos se hinchan; pero lo más cierto es, la ausencia de pelos en la barba y las dimensiones de la laringe, que son disminui- das, de donde resultan la fisonomía y la voz feme- niles. Dupuytren hizo la disección de un individuo á quien se mutiló desde su primera juventud, y vió que la laringe tenia un tercio menos que la común, la glotis era de una circunferencia muy pequeña y los cartílagos laríngeos muy poco des- arrollados. En cuanto al carácter moral de los castrados, es el siguiente: “ son individuos, en general, dotados de poca inteligencia, apáticos, insensibles, moro- sos, pusilánimes é incapaces, con raras excepcio- nes, de ejecutar grandes actos. Jaccoud en su Diccionario, al hablar de la atro- fia testicular, asienta: poco á poco, bajo la influen- cia de la lesión testicular, se ven modificarse los caracteres generales del individuo, que se afeme- nina progresivamente, de una manera tanto más segura, cuanto es menos avanzada la edad. Aho- 13 ra, cuando la atrofia sobreviene en un adulto, el efecto es poco marcado; por el contrario, si ataca á un niño, ó á un adolescente, presentará bien pronto todos los atributos del feminismo que hemos ha- llado en los individuos atacados de atrofia congé- nita. Una vez que he relatado los principales incon- venientes que se atribuyen á la castración, pasemos al asunto que me parece más esencial. ¿Cuál es la situación moral de los individuos á quienes se les ha extirpado el pene en el pleno vigor de su edad? Este es el punto verdaderamente más delicado por la falta de numerosas observaciones; pero tra- taré de abordarlo, sirviéndome para ello de las po- cas que he podido recoger y que bondadosamente me han suministrado personas de notoria ilustra- ción y esclarecida inteligencia. La primera es debida á mi querido y respeta- do maestro, el distinguido cirujano Sr. Dr. F. de P. Chacón. Por el año de 1869 se presentaba á su consul- ta el Sr. N., coronel del ejército reformista, natural de una población del Sur de Jalisco, de edad, 35 14 años, casado, de buena constitución y una educa- ción é ilustración nada vulgares.1 El año de 1859, diez años antes, se había ejer- cido en su persona la más cruel de las venganzas, amputándole y casi desgarrándole al mismo tiem- po el pene, desde su raíz, con una navaja común. Inmediatamente le vino una hemorragia tan abun- dante, que puso en inminente peligro su vida; mas al fin de cierto tiempo, pudo verse curado por com- pleto de su herida. La causa que lo obligaba á consultarle al Sr. Chacón, era la siguiente: “ hacia mucho tiempo queera molestado por excitaciones venéreas tan te- naces, y persistentes, que hallándose en la im- posibilidad de poder satisfacerlas, y no hallando manera de modificarlas, pues si bien es cierto que algunos médicos se habían empeñado en dismi- nuirlas por medio de medicaciones internas, tan solo lo habían conseguido de un modo pasajero. Exasperado por su situación, había intentado va- rias veces el suicidio, como único recurso para po- ner fin á sus sufrimientos, que á la vez que le eran molestos de un modo material, le eran realmente insoportables bajo el punto de vista moral. La pre- sencia de su esposa, joven y hermosa, la idea de no poder cumplir con sus deberes conyugales, ha- i Si hago mención de la educación, es porque me parece que influyendo sobre el desarrollo intelectual, éste á su vez modifica el estado moral de los individuos. 15 bian influido de tal suerte en su ánimo, que la exis- tencia llegaba á serle imposible; y si más antes no habia logrado quitársela, era debido á que su fa- milia lo vigilaba con eficaz empeño. Con el tiempo llegó á padecer de verdaderos ataques histero-epilépticos, que lo colocaron en una situación positivamente digna de lástima. El Sr. Dr. Chacón no tuvo inconveniente, en vista de su estado, en proponerle la castración, co- mo el tratamiento'más adecuado; pero como era una época en que las ideas, respecto de tales ope- raciones, eran muy discutidas y tratadas con de- masiada reserva, hubo necesidad de que hubiera ocurrido en consulta á otros profesores, de los que la mayoría decidió la no intervención; habiendo el paciente con esto, quedado abandonado á las horribles penas de su mismo estado. Algún tiempo después, víctima de sus padeci- mientos morales, murió suicidado. La segunda observación me fué ministrada por el inteligente profesor Fernando López. El Sr. X., natural de Huatusco (E. de Vera- cruz), de 30 años de edad, de buena constitución, 16 filé operado en la calle de San Andrés, el año de 1879, á consecuencia de llevar un cáncer en el pe- ne. La operación consistió en la extirpación del pene desde su raíz, y fué practicada por el eminen- te cirujano Dr. F. Montes de Oca, acompañado del Sr. López. Dos años después, yendo de paseo á Huatus- co el Sr. López, tuvo oportunidad de haber visto al operado, quien en medio de sus pláticas confi- denciales le consultaba lo relativo á su insufrible situación, narrándole “que desde que le faltaba el miembro viril, había sufrido de un modo tan atroz, que en varias ocasiones había pensado en suicidar- se. Tenia la firme creencia de que sus excitacio- nes venéreas se producían entonces con más inten- sidad que antes de que fuera operado, y que las ocasiones para satisfacerlas se le presentaban con más facilidad y frecuencia.” La posición social de esta persona lo había he- cho adquirir bastante ilustración y había desarro- llado su inteligencia. La tercera observación la recogí en el Hospi- tal Militar el dia 5 de Junio del corriente año. 17 Plácido Ponce, originario de Ameca (E. de Mé- xico), casado, de ejercicio platero y labrador, cuen- ta 52 años de edad. Tuvo una blenorragia á la edad de 25 años y le duró mucho tiempo; después de ésta, notó que tenia dificultades para orinar, las que se fueron haciendo cada dia mayores, al gra- do de no poder hacerlo, sino á costa de grandes es- fuerzos y saliendo la orina por gotas. Once dias antes de operarse se le comenzó á hinchar el pene y se le fué poniendo negro. Dicho hinchamiento se acompañó de fuertes dolores y de una fiebre tan intensa que le hizo perder el cono- cimiento. Se diagnosticó gangrena por infiltración de ori- na, y en vista de la destrucción causada, se proce- dió á la amputación del pene desde su raíz, dejando la abertura uretral en la parte anterior y superior del escroto, se le hizo además un ojal perineal con el objeto de facilitar la salida de la orina. Mes y medio después de operado fué cuando tuve oportunidad de verlo; se encontraba casi en- teramente aliviado y en vísperas de salir del Hos- pital. Interrogándole por sus sensaciones voluptuo- sas, me refirió: que antes de que su enfermedad ad- quiriera las proporciones de gravedad á que se hallo sometido, ejercía con facilidad el acto conyu- gal ; pero que después, hasta esta última fecha men- 18 cionada, no habia sentido apetito venéreo de nin- guna especie, lo cual atribuía al estado de debilidad física en que se hallaba y á importantes asuntos de familia que lo preocupaban. Recordaré una cuarta observación tomada de un individuo operado en el Hospital de San An- drés, por el notable cirujano Sr. Dr. R. Lavista. Debo advertir que, en este caso, no tuve la oportunidad de investigar el estado moral del en- fermo y si hago referencia de él, es porque la ope- ración y la marcha de la curación presentaron par- ticularidades dignas de mencionarse. El individuo llamado Mateo Vergara, natural de Cuautla ( E. de Morelos), de 40 años, casado, de regular constitución y de ejercicio panadero, entró al Hospital el dia 26 de Setiembre de 1887 y ocupó la cama número 20, en la Sala de Cirugía Mayor. Entre sus antecedentes solo refiere haber teni- do calenturas intermitentes, un chancro y un bu- bón supurado. En el mes de Mayo de 1835 le apareció una llaguita (úlcera) sobre el glande, que al principio le causaba comezón y ligero ardor; dicha ulcerita 19 fué creciendo y sangraba con facilidad, invadió el derredor del glande y también el prepucio, lo que obligó á un médico á hacerle la operación de la fi- mosis. 1 A pesar de esto, el mal siguió avanzando y el pene se cubrió de vegetaciones sangrantes y dolo- rosas; los gánglios inguinales se hincharon, espe- cialmente los del lado derecho, y sobre todo, uno que desde luego llamaba la atención. Cuando ingresó al servicio del Sr. Dr. Lavis- ta, el pene estaba invadido en todo su espesor, ex- cepto en una parte como de centímetro y medio, poco más ó menos, de su raíz, que en apariencia se conservaba sana: su aspecto era como el de una coliflor, de donde escurría pus sanguinolento y fé- tido, que seguía produciéndose no obstante cuida- dosos lavados antisépticos: la orina al salir le oca- sionaba dolores muy intensos por su contacto con esta superficie. El estado general del enfermo era bastante satisfactorio. El dia 12 de Octubre de 1887 se hizo la extir- pación del pene, siguiendo el procedimiento de Thiersche. Una incisión dividió el tabique escro- tal, separando los dos testículos, se disecaron los cuerpos cavernosos hasta muy cerca de la inser- ción de su raíz, en donde, después de ligarlos, se les seccionó: la uretra fué llevada al perineo, don- de se la sujetó por medio de cuatro puntos de sutu- 20 ra. Ligados algunos vasitos de poca importancia, se afrontaron los labios de la herida, sosteniéndolos por puntos de sutura; se colocó en el centro, por la parte inferior, un tubo de canalización para el fácil escurrimiento del pus y en la uretra se dejó permanente una sonda blanda de Nelaton, para que al salir la orina no ensuciara el apósito, ni se pusiera en contacto con la herida. El resultado de la operación fué muy satisfac- torio, pues el enfermo solo tuvo en los tres prime- ros dias ligeros calosfríos y calentura, cuya tem- peratura más elevada fué de 38 o 7. La herida dió poca supuración, al quinto dia se le quitó la son- da y solamente se le pasaba cuando tenia deseos de orinar; á los quince dias lo hacia sin sonda. Mencionaré un ligero accidente que se presen- tó á los veinte dias, ó un mes después de la ope- ración. La bolsa derecha comenzó á dolerle y á hincharse, hinchamiento que terminó por supura- ción: los gánglios, que al principio habían ido dis- minuyendo, volvieron á hincharse de nuevo para disminuir en seguida y desaparecer casi por com- pleto desde luego que se dió salida al pus por me- dio de dos incisiones. Doce dias después estaba enteramente curado. Como dije al principio de esta historia, no tuve oportunidad de investigar el estado moral del en- fermo, porque entonces aun no me había fijado en 21 la cuestión; pero es probable que en esa época no haya sentido molestias ningunas, debido á que la naturuleza de su larga enfermedad y permanencia en el Hospital, lo habían debilitado bastante. He citado esta observación, porque el procedi- miento operatorio es verdaderamente poco usado, tiene muchas ventajas y entre otras, la de que con más seguridad pone á cubierto de la reproducción, además evita el escurrimiento de la orina sobre el escroto y por consiguiente, las molestias que cau- san las escoriaciones y los eritemas, algunas veces insoportables. Nos suministra asimismo otra enseñanza y es, que no siempre el hinchamiento ganglionar, ori- ginado por un cáncer, es de naturaleza infecciosa, sino que puede ser algunas veces simplemente ir- ritativo ó inflamatorio, y que, por consecuencia, la extirpación de los gánglios no es de absoluta ne- cesidad en estos casos, puesto que, por sí solos, se les ve desaparecer, como justamente lo hacia notar el Sr. Lavista. Volvamos ahora á nuestro asunto. Como fácilmente podría deducirse á priori, y como vienen á demostrarlo las dos primeras ob- 22 servaciones que acabamos de mencionar, hay al- gunas ocasiones en que la existencia de los tes- tículos es no solamente superflua, sino perjudicial á los individuos. La situación moral en que los coloca la pre- sencia de estos órganos cuando falta el pene, hu- biera podido adivinarse de antemano si, además de esto, no vinieran los ejemplos á demostrarlo claramente. Las dos primeras observaciones, por ser las más completas y las más á proposito para hacer manifiesto el estado posterior de los individuos á quienes se les ha extirpado el pene conservándo- les los testículos, cuando habiendo desaparecido todas las consecuencias de la operación han teni- do el tiempo de reponer su vigor, son también las que me han decidido y me servirán de punto de partida para proponer la operación que indicaré más adelante. De la tercera observación, en realidad, poco puede deducirse de positivo: es un individuo á quien su larga enfermedad y la naturaleza de ella lo habían debilitado bastante; cuando lo examiné se hallaba todavía bajo la influencia del tratamien- to; por otra parte, su edad (52 años), ya un poco avanzada, su educación (y aquí se presenta la cues- tión de educación) no es de tal naturaleza que, bajo su influencia, se pueda decir que sus faculta- 23 des intelectuales y su sensibilidad moral se han desarrollado de un modo suficiente; los ejercicios á que se ha dedicado no son de los que requieren gran desarrollo intelectual; por lo mismo, este in- dividuo tal vez se preocupará poco y se resignará fácilmente con su situación No sucede cosa igual con los individuos objeto, de las dos primeras observaciones: son personas á quienes sus deberes y posición social han obli- gado á ponerse en contacto frecuente con las di- versas clases de la sociedad, especialmente con la que pudiéramos llamar “la más civilizada;” por consiguiente, han necesitado de mayor inteligen- cia, han adquirido cierto grado de ilustración, su imaginación ha debido avivarse lo bastante para no conformarse con facilidad respecto de su situa- ción, máxime cuando su naturaleza se halla expo- liada, digamos así, por un apetito imposible de satisfacer. Ya que por los precedentes ejemplos podemos sacar en claro que los individuos á los que en el pleno vigor de su edad les falta el miembro viril, por cualquiera causa que sea, sufren los tormen- tos que ocasiona una excitación venérea no satis- fecha, hasta el grado de verse muchas veces arre- batados á atentar contra su vida, pues como dice Esquirol: “Todas las pasiones tienen su furor; en sus excesos todo lo sacrifican, y el hombre, presa 24 del delirio de una pasión, no respeta ni sus propios dias.” Una vez que estando convencidos de la im- posibilidad de poder efectuar el coito, sienten no obstante los deseos venéreos, tanto más intensos cuanto más larga es la abstinencia, nada más na- tural que con el tiempo llegue á apoderarse de ellos la desesperación y busquen en la muerte el alivio de su irremediable estado. Existiendo una imposibilidad material, como hemos visto por lo asentado, difícil de remediar para efectuar la cópula y persistiendo la causa, el principal punto de partida de la excitación vené- rea, es decir, los testículos, creo que el tratamiento más natural, á mi modo de ver, consistiría en ano- nadar las funciones de estos órganos, pues que de esta manera se lograría quitar á los pacientes, si no del todo, sí al menos una gran parte de sus mo- lestias. Usando este medio, se suprimiría uno de los factores que, excitando violentamente sus pa- siones, puede llevarlos á consumar actos á prime- ra vista increíbles. Esquirol, ocupándose del suicidio, se produce con mucha justicia respecto de las determinado- 25 nes violentas de los hombres. “ Las pasiones, dice, violentamente excitadas, perturban á todo hom- bre, ya en su organización ó ya en su inteligencia. Cuando el alma es fuertemente conmovida por una afección violenta é imprevista, las funciones orgá- nicas son invertidas; la razón se perturba; el hom- bre pierde la conciencia del yo, se halla en un ver- dadero delirio, comete los actos más irreflexivos, más contrarios á sus afectos é intereses; así, por ejemplo, el terror le quita el pensamiento de huir y lo precipita á peligros más grandes que el que deseaba evitar, etc.” Así, no es raro que en el caso de que tratamos, se vea obligado, como ya dije antes, á perpetrar el suicidio. Veamos ahora de qué medios disponemos para suprimir la acción testicular. Desde luego tenemos la castración como el principal, por no decir el único. Esta operación, que puede ejecutarse extirpan- do completamente las glándulas ó procurando su atrofia, me parece podria practicarse sin inconve- nientes. Y si es verdad que antiguamente en el foro romano estaba prohibido prestar testimonio al que no tenia testículos aparentes, y la Ley Cor- nelia castigaba con rigor al que tenia la temeridad ó el atrevimiento de quitar á un hombre sus tes- tículos, porque según ella, se le quitaba al mismo tiempo la salud, la fuerza y todo lo que tenia de 26 mejor, también es cierto que á pesar de darles una importancia primordial, desconocían por completo en esa época su verdadera atribución fisiológica; pues está probado que, el simple hecho de los tes- tículos aparentes, no es un testimonio exclusivo de virilidad, tal, por ejemplo, los criptórquidos que por entonces eran desechados, hoy se halla per- fectamente demostrado que la mayor parte goza de los principales atributos de virilidad. Jaccoud, en su Diccionario (cap. testículos), dice en uno de sus párrafos: “que un vicio de desarrollo, una afec- ción médica d quirúrgica, aniquilen la función es- permatogénica ó supriman el órgano en su totali- dad, la salud general no se perturba de ningún modo, y los séres emasculados no se reconocen sino por caractéres de segundo orden.” Algún autor ha dicho: “privará un hombre de la facultad de perpetuarse, es violar la más sagra- da de las leyes, puesto que no hay inclinación á la que aspire la naturaleza con más ardor y volup- tuosidad, que á la reproducción de las especies, que es su objeto principal.” Esto, que es una ver- dad tratándose de individuos sanos en quienes existe el órgano necesario para la copulación, no es aplicable al caso de que nos ocupamos. Por otra parte, en todos los párrafos citados al principio enumerando los inconvenientes asigna- dos á esta operación, se halla de manifiesto que la 27 edad tiene muchísima importancia, y que la cas- tración, cuando se verifica en pleno desarrollo, pro- duce muy pocas alteraciones ó no produce ningu- nas. Así pues, dividiendo la época de la vida en tres períodos, verémos que en el primero, com- prendido desde el nacimiento hasta el final de la adolescencia, es decir, en todo el tiempo del cre- cimiento, la operación está formalmente contrain- dicada, porque es entonces que provoca los cam- bios más notables de que se ha hablado al princi- pio; los órganos se detendrían en su desarrollo y los individuos presentarían todos los atributos del feminismo. En el tercer período, cuyos límites son muy variables pero que comprenderémos desde el momento en que comienza la decadencia de todas las funciones, y en especial de las genésicas, has- ta la muerte, juzgo que la operación es enteramen- te inútil, supuesto que ya no llena el objeto para el cual se propone. No sucede lo mismo en el segundo, ó período intermedio, cuando la función espermatogénica se halla en todo su vigor; en este período, la opera- ción debe hacerse siempre que el caso lo requiera, sin temer los accidentes que hemos asentado al principio, puesto que en medio de ellos resalta siempre esta idea dominante: los efectos sobre el or- ganismo entero y sobre el carácter del individuo son poco marcados ó casi nulos siempre que se ejecuta la castración en este período de le vida. 28 Mas aun suponiendo que la existencia visible de los testículos sea indispensable y deban conser- varse los testículos morales de algunos autores, ha- bría otro medio de aniquilar la función glandular, suprimiendo los trastornos que origina, tal es por ejemplo, la ligadura de las arterias espermáticas. Por este procedimiento se provocaría la atrofia de los testículos y se obtendría la ventaja, de que ade- más de ser una operación inocente y de fácil eje- cución, no influenciaría de un modo notable la ima- ginación del enfermoy sí le aliviaría de sus grandes molestias. Además,, obrando de semejante mane- ra, no harémos más que imitar á la Naturaleza, esta fuerza, sábia y previsora que hace nacer y des- aparecer una función ó un órgano, donde quiera que la función ó el órgano llegan á ser necesarios ó enteramente inútiles. Para terminar, señalaré las enfermedades que algunos autores han observado en los individuos sujetos á una continencia obligada, y son: la neu- ralgia conocida con el nombre de “ testículo dolo- roso; ” la inflamación por acumulación de la esper- ma, después de una excitación venérea no satis- fecha (Jaccoud). 29 En el Diccionario de ciencias médicas se des- cribe una enfermedad con el nombre de esperma- tócele, originada por acumulación de gran cantidad de esperma en los canalículos seminales, cuando ninguna efusión se ha operado, produce una irri- tación que degenera en inflamación;, los enfermos tienen propensión al delirio y con frecuencia á la manía. En otro lugar, expresa: los individuos que se entregan á una continencia extraordinaria, son ata- cados de accesos frecuentes de epilepsia que mu- chas ocasiones los conducen á la muerte. Son los hombres que se entregan á la vida contemplativa, los más sujetos á esta enfermedad; se ve sobreve- nir más pronto en los que, después de haberse en- tregado á los excesos, repentinamente cambian de género de vida y llevan otro enteramente opuesto. El Sr. Dr. Chacón me refirió que ha visto en su extensa y variada práctica á personas que obli- gadas á llevar una continencia prolongada y te- niendo erecciones frecuentes que no son satisfechas, ser atacadas de orquitis crónicas ó sub-agudas, sufriendo á veces exacerbaciones agudas y acom- pañadas de la neuralgia ileo-escrotal tan frecuen- te en la orqui-epididimitis blenorrágica. Ordinariamente la abstención del coito provo- ca las erecciones nocturnas con eyaculacion du- rante el sueño, y sabemos que este es el medio de 30 que la naturaleza se vale para mantener el equili- brio funcional; pero hay individuos en quienes no se produce esta eyaculacion nocturna y además es- tán sujetos á frecuentes erecciones durante el dia y en estos, como dejo dicho, se produce ese esta- do congestivo y doloroso de la glándula y á ve- ces verdaderamente flegmásico. En conclusión dirémos, reasumiendo, que siem- pre que se tenga delante á un individuo en el ple- no vigor de su edad y á quien le falte el pene, que sea persona de alguna ilustración y de cierto des- arrollo intelectual, sufriendo las terribles conse- cuencias que originan las excitaciones venéreas no satisfechas, amenazado de sufrir una perturbación en su inteligencia que lo obligue á poner fin á sus dias,, agobiado en suma por la mayor parte de los trastornos relatados en el curso de este trabajo, es conveniente, á mi juicio, proceder á la castración, ya extirpando las glándulas, ó ya simplemente li- gando sus vasos nutridores para producir su atro- fia, tanto porque son operaciones de fácil ejecución, como porque, en este período de la vida, no tienen inconvenientes físicos ni morales. 31 Al ocuparme de escribir esta tésis y de elegir un punto ciertamente muy delicado, varias razones me han obligado á ello: en primer lugar, las indi- caciones de uno de mis más respetables maestros, y en seguida, el interes mismo que ofrece una cues- tión que como la presente, ha sido, en verdad, po- co estudiada. Por otro lado, animado por las pa- labras de un gran médico filósofo (Virey), que en su artículo “pasiones,” ha escrito lo siguiente: “Si se considera la naturaleza de las pasiones, se reconocerá que nadie puede tratarlas mejor que el médico, y la razón es evidente, las pasiones son actos de la organización y de la sensibilidad física, que no puede comprender bien quien no ha hecho un estudio especial de las funciones del cuerpo. Se comprende fácilmente que solo al médico y al fi- siologista pertenece la cuestión de las pasiones en su esencia y en sus efectos; este estudio les es tan propio, que jamas la filosofía dejará de ser herma- na de la medicina, y que la observación del estado moral del enfermo es indispensable para compren- der su estado físico, y al contrario, el estado físico nos hace percibir el moral. ” Por todas estas razones, repito, no he vacilado 32 en emprender el estudio de una cuestión bajo to- dos puntos de vista ardua y difícil. No pretendo haberla expuesto en sus detalles, ni mucho menos haber llegado á resolverla. Mi corta práctica, mis escasos conocimientos, mi poca inteligencia y el deseo que he tenido de cumplir, hasta donde me ha sido dado, con un artículo reglamentario, me ser- virán en esta vez de disculpa ante el bondadoso é ilustrado Jurado. Jesús A. Juárez.