FACULTAD DE MEDICINA DE MEXICO. TRANSFUSION M LA SANGRE. TESIS QUE PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICINA Y CIRUJÍA PRESENTA í mnu Alumno de la Escuela Nacional de Medicina. MÉXICO. TIPOGRAFIA DE BERRUECO HERMANOS: PRIMERA CALLE ANCHA NUMERO 12. 1883. FACULTAD DE MEDICINA DE MÉXICO. TRANSFUSION DI LA SANGRE. TESIS QUE PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICINA Y CIRUJÍA PRESENTA MI» í IttMM < Alumno de la Escuela Nacional de Medicina. MÉXICO: Tipografía de Cayetano Berrueco y Hermanos. 1 ? Calle Ancha Número 12. 1883. A la sagrada memoria de ni honrado padre, EL SEÑOR I, RAFAEL IGLESIAS. Jt «i mtiusa maí>ye, LA SEÑORA Lucrecia Andrade de Iglesias. A LA MEMORIA DEL INMORTAL CLINICO, EL SEXOR DOCTOR MIGUEL F. JIMENEZ. A LOS SEÑORES DOCTORES EDUARDO LICEAGA Y DEMETRIO lllíá. pensar sobre qué punto baria mi tésis, me he encontrado demasiado perplejo; pues cada una de las diferentes ramas de las ciencias médicas son tan vastas como interesantes; y para poderlas tratar como se mere- cen, se necesitan conocimientos por demás extensos, y un juicio bastante claro: cosas que no se adquieren sino con el tiempo. Pero exijiéndose por la ley presentar una prueba escrita para poder aspirar al noble título de Mé- dico, me veo en la forzosa necesidad de escribir este im- perfecto trabajo, escojiendo como punto de estudio La transfusión de la sangre, por haberme llamado la atención esta operación desde el principio de mis estudios profesio- nales, y porque creo que en el porvenir será una de las armas poderosas para arrancar muchas víctimas á la muerte. Comprendo que mi estudio no tiene nada nuevo, tan solo es una recopilación de los diferentes trabajos aisla- dos que existen sobre esta materia; y mi objeto al reunir- los es examinr y apreciar comparativamente las diferen- tes opiniones emitidas. 8 Al tratar de la definición é historia, investigo si se de- be hacer con sangre de cualquier animal ó humana, por- que este estudio está íntimamente ligado á su historia. El estudio fisiológico de la sangre, lo hago solamente bajo el punto de vista de la transfusión, por considerar innecesario hacerlo con todo detalle y por no hacer de- masiado extenso este trabajo. En el estudio de cada uno de los aparatos, hago un jui- cio crítico para poder determinarcuál es el que presta mas garantías de éxito. Por último, hablo del pronóstico y tratamiento, y es- tudio las alteraciones que puede sufrir la sangre en algu- nos envenenamientos, con objeto de juzgar si daria buen resultado; pero habiéndome sido absolutamente imposible confirmar con experiencias mis concepciones teóricas, no me extiendo como hubiera debido hacerlo, anotando sola- mente aquellos casos en los que quizá puede estar indi- cada. Antes de pasar adelante, tengo que dar públicamente las gracias al Sr. Dr. J. Fenelon, que con exquisita ama- bilidad me ha facilitado las observaciones adjuntas y me ha dado sus opiniones; y al Sr. Dr. Demetrio Mejía, que con una bondad sin límites, me ha ayudado en este tra- bajo, advirtiendo que de ninguna manera son responsa- bles de los errores consignados en este estudio, en que pueda yo haber incurrido. DEFINICION-HISTORIA. ,ft transfusión es, la operación por medio la cual se introduce cierta cantidad de sangre en el organimo humano, con el objeto de dar vida al que la está perdiendo, por de- terminadas causas que luego estudiaré. Esta operación fué concebida por el Dr. inglés Uren, hace dos siglos; y practicada en los animales por varios experimentadores, entre los qué se cuentan Boyle, Fra- casati y Lower; pero quien se decidió á verificarla en el hombre fué Denis, que inyectó, en 1667, ocho onzas de sangre arterial de un cordero en las venas de un enfermo. Al principio, esta operación fué coronada de éxito, re- pitiéndola, en el mismo año, en dos enfermos, para los cuales se sirvió de sangre de ternera: y como parecieron te- ner buen éxito, varios autores de aquella época, como King, Mañfredi y otros, la repitieron en otros enfermos. 10 Pero á poco tiempo, los resultados no correspondieron á las esperanzas que se tenian. Empezando por el primer en- fermo de Denis, el cual sobrevivió á la primera operación volviéndose loco, y que sucumbió en una segunda tentati- va; los casos desgraciados se repitieron con tanta frecuen- cia que los gobiernos de París y Roma prohibieron de una manera absoluta que se volviera á ejecutar. Un siglo mas tarde Harwood la repitió, pero insistió en este hecho, ya bastante importante: que aquellos ani- males á quienes se inyecta sangre de animales de espe- cie diferente sucumben generalmente al cabo de algunos dias de operados. En este siglo es cuando Blundell, Prevost y Dumas la hicieron entrar de nuevo á la práctica bajo mejores auspicios; pero sobre todo es á Bischoff y á Brown-Séquard á quienes debe la importancia que hoy tiene. Ya mencioné el hecho bastante interesante que esta- bleció Harwood; pues aunque King haya inyectado con buen éxito, sangre de ternera á un cordero ya agota- do, y Scheel haya dicho que ovejas exangües han revivi- do por medio de la sangre de ternera, no debemos creer- lo: en primer lugar, por que las condiciones en que hayan sido hechas dichas experiencias no nos son bien conoci- das; en segundo lugar, porque probablemente en mu- chos casos ha sido muy corta la cantidad de sangre inyecta- da, y no ha constituido sino una lijerísima sustitución; y en tercer lugar porque en una operación que al principio ha tenido buen éxito, por las experiencias que luego ci- 11 taré, se ha perdido de vista al animal y no se ha sabido el resultado final. Por otra parte, la micrografía nos demuestra la dife- rencia que existe en el volúmen y la forma de los glóbu- los de una especie animal á otra, cuyas diferencias nos ex- plican la relación que deben tener estos elementos con el calibre de los vasos, con los fenómenos de nutrición, y, por consiguiente, con el distinto género de vida de cada uno de los séres que forman la escala zoológica. Por último: las experiencias de Dumas y Prevost han venido á sentar y confirmar este principio: que los fenó- menos mortales se observan tanto mas rápidamente cuan- to los animales son de especies mas lejanas; pues estos au- tores, inyectando sangre de caballo en un asno, han logra- do conservarlo con vida por mucho tiempo; miéntras que, sangrando bastante á gatos y á conejos, y luego inyectán- doles sangre de ternera, han sucumbido en medio de per- turbaciones complexas, después de haberse animado tem- poralmente; y lo han observado con mas claridad en los pájaros, á los que veian sucumbir rápidamente en medio de fenómenos convulsivos, después de haberles inyectado sangre de ternera. Aquí en México el Sr. Dr. D. Matias Beístegui y el Sr. Don F. Vértiz fueron los primeros que la practicaron según el método de Blundell en un caso de hemorragia puerperal, y el éxito mas completo coronó la operación. Posteriormente el Sr. Dr. D. José María Barceló de Vi- 12 llagran la practicó también con buen éxito. Ultimamente nuestros prácticos mas eminentes la han popularizado; y con las perfecciones que dia á dia se hacen en los apa- ratos, esta operación está llamada á prestar inmensos servicios al médico y á la humanidad, siempre que se precisen los casos en que está indicada, sin lo cual cae- rá de nuevo en desprestigio. ESTUDIO FISIOLÓUICO DE LA SANGRE. Indudablemente que, de todas las propiedades físi- cas y fisiológicas mas importantes del líquido sanguíneo que nos interesan bajo el punto de vista de la transfun- sion, es su aptitud para la coagulación; puesto que, aun se debate la interesante cuestión de hacer esta operación con sangre desfibrinada ó sin desfibrinar por el temor justo que hay de introducir un coágulo que, formando un émbo- lo, producirla grandes perjuicios al enfermo en lugar del beneficio que se pretende hacerle. Este fenómeno, es debido á una sustancia que no exis- te normalmente en la sangre; pero que toma nacimiento inmediatamente que se pone en contacto con el aire, ó con una superficie rugosa. Se han emitido varias teorías para explicarla. 14 Gautier cree que seria debida á una reacción produci- da por la globulina, sustancia exsudada por el glóbu- lo rojo, y es causa de la exsudacion de esta sustancia to- do lo que pueda disminuir la vitalidad del glóbulo, como la batida de la sangre. Mathieu y Urbain, creen que es debida á la acción del ácido carbónico sobre la sangre; el cual, poniéndose en contacto con la fibrina disuelta del plasma, la transforma- ría en fibrina coagulada; pues quitando rápidamente á la sangre el ácido carbónico que pueda contener, se retarda mucho esta coagulación. Por último, para Schmidt y Denis, la parte albuminosa de la sangre estaña compuesta de dos sustancias: la se- rina, sustancia coagulable solamente por el calor y los áci- dos; y la plasmina, de la qué una parte sería coagulable espontáneamente, conocida con el nombre de fibrina con- creta, y la otra que se coagularía por la acción del sulfato de magnesia, y es la fibrina disuelta. Estas teorías mas ó menos ciertas, no nos dan en la actualidad cuenta del fenómeno de una manera bien cla- ra; pero sí está perfectamente averiguado, que la coagu- lación de la sangre es debida á la fibrina, por la siguiente experiencia de Hewson: se toma una cantidad de sangre, y mezclándole una sustancia salina, se vé que los glóbu- los descienden á la parte inferior de la vasija, después de algún tiempo; el líquido que sobrenada, esta formado por el plasma de la sangre que contiene la fibrina en disolu- ción; si se añade á este último, una poca de agua para que 15 se apodere de la sustancia salina, y se pueda verificar la coagulación, estudiando entónces el coágulo, se vé que está formado únicamente por la fibrina. Se habia creido que la coagulación de la sangre, era de- bida á la acción del aire y al reposo; mas estas son con- diciones que influyen más ó menos en su producción, pe- ro que nunca se pueden considerar como las causas in- mediatas que le dan nacimiento. Así vemos producirse este fenómeno fuera del contacto del aire, como por ejem- plo en el interior mismo del sistema vascular donde no hay aire, y Davy experimentalmente, lo ha demostrado recibiendo la sangre debajo de una capa de aceite, la cual se coagula á pesar de no haber sufrido el contacto del aire. Lo mismo se puede decir respecto al reposo, pues se ve producir cuando se bate la sangre. El calor sí puede tener cierta influencia sobre este fe- nómeno lo qué se ha demostrado de varias maneras; pero para demostrarla solo citaré la experiencia siguiente que hizo Hewson: cortó dos porciones de la vena yugular de un perro, comprendidas entre dos ligaduras cada porción, é introdujo una en agua tibia y la otra en agua fria; á los tres cuartos de hora las abrió, y notó que la sangre de la que habia sido introducida en agua tibia, se habia coa- gulado, mientras que la de la otra no lo estaba. Lo que podíamos llamar contra-prueba de esta experiencia, es el fenómeno que observamos diariamente en un individuo durante el enfriamiento, en el qué se ve la nariz, las ore- jas, y las extremidades estar casi congeladas, y sin em- 16 bargo no coagularse la sangre en estas partes; luego el calor favorece la coagulación de la sangre. Por el con- trario, las sales de sosa y de potasa la retardan cuya cir- cunstancia la aprovechamos siempre que queremos estu- diar la sangre al microscopio. En cuanto al tiempo que tarda en comenzar á produ- cirse este fenómeno es generalmente de cuatro á cinco minutos después de su salida fuera de los vasos: Según Nasse comenzaría tres minutos después si se trata de sangre de mujer, y cuatro si se trata de la de hombre; creo que estas diferencias observadas no dependen del sexo, sino de la influencia de las circunstancias que aca- bo de mencionar. Otra de las propiedades importantes de la sangre, digna de tenerse en consideración, es la temperatura de este líquido. Esta temperatura varía en el individuo sa- no de 38° á 40° (1) y estas oscilaciones varían con el es- tado mismo del individuo; así se ve descender esta tem- peratura durante el reposo, el sueño, el ayuno, y por el contrario se le ve ascender en las condiciones contrarias. La circulación y la respiración influyen por sí mismas en las variaciones de la temperatura la cual es diferente en los diversos departamentos del aparato circulatorio; pero estas oscilaciones son tan cortas que no influyen en la temperatura que se debe dar al aparato y que debe ser la media normal. (1) C. Bernard-Líquidos del organismo tomo Io pág. 50. 17 Los glóbulos son los elementos mas importantes de la sangre, pues son los que sirven de vehículo al oxígeno para que las combustiones puedan efectuarse en el inte- rior mismo de nuestros tejidos; por consiguiente si un animal se encuentra privado de estos elementos sucum- birá forzosamente. Esto se demuestra palpablemente de la manera siguiente: si á un animal agotado por una he- morragia abundante, se le introduce únicamente suero, morirá; pero si se le inyecta suero con glóbulos volverá en sí; ademas, sabemos que después de una hemorragia el liquor se reconstituye violentamente, tomando los ele- mentos de que está compuesto, de los tejidos con los que está en contacto, mientras que los glóbulos tardan mas tiempo en formarse, y si la hemorragia es abundante so- breviene la muerte. En consecuencia, al hacer esta ope- ración lo que se debe de introducir son glóbulos sobre todo, siendo los demas constituyentes de la sangre, rela- tivamente, menos importancia. Esta es la principal propiedad de los glóbulos, pero también nos interesa saber que son elásticos; es decir que pierden su forma, que se alargan, que se pliegan y que después que ha cesado la causa que les hizo perder su forma la vuelven á tomar; ademas se alteran fácilmente poco tiempo después de su salida de los vasos, cuya alte- ración se nota perfectamente bajo el campo del micros- copio, pues se les ve arrugarse, plegarse, y dejar pasar por exósmosis á tráves de su pared, su líquido propio, 5 18 cuyas alteraciones naturalmente, les hacen perder sus propiedades vitales. Estas ligeras consideraciones sobre las propiedades de la sangre, nos van á servir para tratar la cuestión tan de- batida, sobre si se debe desfibrinar previamente la sangre ó al contrario inyectarla in natura. La división de los autores en este punto, resulta de los peligros no remotos de la formación de una embolia durante la operación, la cual pondría en grave riesgo la vida del paciente y tal vez produciría su muerte. Ya vimos que los glóbulos rojos son los únicos agen- tes vivificadores y que el liquor tiene la propiedad de reproducirse violentamente; fácil es deducir, en conse- cuencia que se puede inyectar sangre desfibrinada para evitar su coagulación y por consiguiente la embolia, tan- to mas cuanto que, á priori, los glóbulos no sufrirían al- teración durante la batida, por la propiedad elástica que tienen. Dejando á un lado la probabilidad de que du- rante la desfibrinacion, se le mezclen los vibriones y bac- terias que puedan existir en el aire, y de que un gran número quedaran entre las mallas de la fibrina debemos de considerar la facilidad que tienen los glóbulos de alte- rarse poco tiempo después de su salida fuera de los va- sos, cuya alteración se facilitaría por las maniobras de des- fibrinacion. Ademas la coagulación tarda en empezar cua- tro ó cinco minutos después de (pie ha salido la sangre del aparato circulatorio; y teniendo en cuenta también que 19 en los aparatos modernos no hay válvulas que faciliten la coagulación, y que el tiempo que tarda en pasar la sangre por estos aparatos es menor que el que tarda en prin- cipiar á producirse este fenómeno, creo que se debe pre- ferir inyectar la sangre in natura. He dicho preferir, y no emplear únicamente, porque se puede hacer esta operación con sangre desfibrinada, pues- to que los numerosos hechos clínicos vienen á apoyarlo; pero el temor de la alteración que pueden sufrir los gló- bulos rojos deberá, siempre que sea posible, hacer prefe- rir aquel procedimiento á este. APARATOS Y MÉTODOS OPERATORIOS, ' oP)l primer instrumento que sirvió para hacer esta operación fué una jeringa pequeña, común y corriente; y el primer método operatorio fué el siguiente, practicado por Blundell: Después de haber hecho una sangría á una persona robusta, llenaba con la sangre obtenida de ésta la jeringa é inmediatamente la introducía en una aber- tura practicada préviamente en la vena del enfermo, des- pués de lo cual inyectaba suavemente la sangre. Como se comprende fácilmente este procedimiento es bastante defectuoso, pues expone al enfermo á la forma- ción de embolias y á que la sangre que pueda quedar en los intersticios de la jeringa, por nimio que sea el cuida- 21 do que se ponga para lavarla, se descompone fácilmente y ésta á su vez alterarla la sangre de la nueva operación. El aparato de Oré se compone de una bola de cautchuc provista de dos orificios con armaduras de metal que con- tiene cada uno una válvula dispuestas de tal manera que mientras una se abre de afuera á adentro y se cierra de una manera inversa, la otra obra enteramente en sentido contrario. Las dos armaduras se continúan respectiva- mente con un tubo que termina en una cánula con su llave. Para hacer funcionar este aparato se secciona comple- tamente la vena del individuo sano, y se aplica la ex- tremidad periférica con la cánula que comunica con la válvula que se abre de fuera á dentro; se abre su llave una vez hecho el vacío por medio de la bola de cautchuc, la que se deja dilatar con la sangre que da el individuo sano; una vez que está perfectamente llena se abre la lla- ve de la 2a cánula que está adaptada á la extremidad central de la vena del enfermo, apretando de nuevo la bo- la, sale la sangre contenida en ella y pasa al enfermo, no pudiendo refluir al sano por la disposición de las válvulas. Este aparato tiene los inconvenientes siguientes: Io fa- cilita la entrada del aire en las venas; 2o favorece la coa- gulación de la sangre por el frote de ella al nivel de las válvulas y llaves; y 3o hay mas facilidad que en la simple jeringa de Blundell, de que se descomponga la sangre por la dificultad de limpiar las llaves y válvulas. 22 Moncoq inventó un aparato que fué modificado por él y luego por Mathieu. Se compone de un cuerpo de bom- ba de cristal, en el cual juega un émbolo que para hacerlo funcionar tiene un mecanismo análogo al del aparato de Eguissier; el cuerpo de bomba tiene en su parte inferior unos orificios con válvulas análogas á las del aparato de Oré, que se continúan con unos tubos terminados en unas agujas planas, las cuales tienen un canal interior termi- nado en agujero en una de las caras planas de la aguja. Para hacer funcionar este aparato, se introducía una de las agujas en el interior de la vena del individuo sano, se hacia jugar el émbolo, y cuando la sangre empezaba á salir por la otra aguja, se introducía ésta en la vena del enfermo previamente disecada. La primera modificación que le hizo á su aparato fué la siguiente: Suprimió la aguja que comunicaba con la válvula que se abre de fuera á dentro y la remplazó por un embudo lateral en el cual recibía directamente la sangre que salía de la vena. En la segunda modificación, cambió el embudo lateral por una campana, colocada en la parte inferior del apa- rato que hace el oficio de ventosa, aplicada inmediata- mente sobre la abertura venosa; en estas dos modifica- ciones, cambió también la aguja por una cánula. Mathieu, le hizo sucesivamente las dos modificaciones siguientes. En la primera invirtió el cuerpo de bomba de 23 ía última modificación de Moncoq, de tal manera, que la campana queda en la parte superior; ademas el tallo del émbolo lo hizo hueco, y en su extremidad externa le adaptó el tubo abductor. En la segunda modificación, suprimió el émbolo, y lo sustituyó por una bola de cautchuc, que funciona como émbolo, colocada entre la copa superior y el cuerpo de bomba, que en este aparato ya no se le puede conside- rar como tal; la parte inferior está directamente en co- municación con el tubo abductor. A estas modificaciones les puede hacer los mismos reproches que al aparato primitivo, excepto este último; en el que se obvia el inconveniente de la coagulación, puesto que no tiene válvulas. El aparato de Belina, solo sirve para efectuar la trans- fusión con sangre desfibrinada. Se compone de un recipiente de vidrio graduado, que tie- ne dos orificios; el inferior, terminado en embudo, se con- tinúa con un tubo de goma negra (el autor cree mejor esta sustancia que el cautchuc vulcanizado) que termina en la parte lateral de un trocar, cuyo punzón se puede sacar únicamente en sus tres cuartas partes, mientras para sacar la restante, presenta cierta dificultad; el orificio superior está en comunicación con una pera de Richardson. Para hacer funcionar este aparato, se coloca la sangre desfibrinada en el recipiente de vidrio, y se hacen com- 24 presiones en la pera de Ricliardson, con lo que se hace salir la sangre por la presión que sobre ella ejerce el ai- re. La sangre se desfibrina agitándola con unas varillas de vidrio. Este aparato tiene algunas desventajas: la primera, es la dilación enorme que se tiene para montar el aparato y verificar la operación; pues se comprende que en un caso apremiante, el tardar, por mas expedito que esté el práctico, una media hora en hacer los preparativos, (como lo observó el Sr. Dr. Fenelon, en el caso que des- cribo en la observación III,) la operación, tal vez, no da- ría resultado. La segunda es que, al filtrar la sangre por un lienzo, quién nos garantiza que parte de los glóbulos, no son sustituidos por fibrillas las que en el interior del organismo no sabemos los terribles efectos que pue- dan producir? Ademas, durante la desfibrinacion tienen que quedar muchos glóbulos entre la fibrina, y se inyec- tan una cantidad mucho menor de la que se deseaba. Tam- poco es posible quitar toda la fibrina que existe en la san- gre, lo qué produciría pequeños coágulos, como una vez lo observó el Sr. Dr. Lavista,(haciendo la operación con el mismo Sr. Dr. el aparato, después de haber hecho la desfibrinacion; cuya observación no por ser ais- lada, debe dejarse sin consideración. Collin ha inventado dos aparatos, de los cuales el se- gundo, no es sino una modificación del primero. 25 Este consistía en un embucio que se continuaba con un cuerpo de bomba, y este á su vez comunicaba con un se- gundo cuerpo de bomba lateral, al qué se adaptaba el tubo abductor. Para hacer funcionar este aparato, se movía de dere- cha á izquierda el cuerpo de bomba lateral, con cuyo mo- vimiento se abría la comunicación del embudo con el pri- mero, y se cerraba la de éste con aquel; haciendo el mo- vimiento contrario se cerraba la primera abertura y se abría la segunda; estos movimientos se hacían al tiempo que se recibía directamente en el embudo la sangre. Ademas del inconveniente que presenta este aparato, cual es el de los movimientos, la sangre durante estos, pue- de coagularse fácilmente. El segundo aparato es uno de los mejores que se co- nocen en la actualidad. Se compone de un embudo, que comunica con un cilindro hueco que se llama caja repar- tidora; esta caja se termina inferiormente con el tubo ab- ductor provisto de su cánula, y ademas comunica lateral- mente con un cuerpo de bomba que, aunque no está gra- duado, puede contener veinte gramos de líquido; las vál- vulas están suprimidas y remplazadas por una esferita hueca de aluminio, lo que la hace bastante ligera, y hace el oficio de válvula de la manera siguiente: mientras no hay sangre en la caja repartidora la esferita está coloca- da en el orificio inferior de esta caja interrumpiendo la comunicación con el tubo abductor; una vez que la san- gre ha entrado á dicha caja, por la aspiración de la bom- 7 26 ba, flota sobre ella y tapa entonces el orificio superior, impidiendo de esta manera, que cuando se empuja el ém- bolo vuelva la sangre al embudo, y por consiguiente tiene que entrar en la vena; así que ha salido la sangre, la esfe- rita baja de nuevo á tapar el orificio inferior. El aparato de Roussel se compone de una ventosa que contiene un cilindro mas chico que la altura de esta ven- tosa, el cual aloja una lanceta que, por medio de un pis- tón desciende hasta la vena, y vuelve por medio de un re- sorte á su lugar desde que se deja de apretar; de la ventosa parten tres tubos de los cuales uno se termina en una bola de cautchuc y sirve para hacer el vacio; otro se introduce en una vasija de agua hervida, presentando cerca de la ventosa una llave, y por último el tercero presenta en su parte media una bola de cautchuc que puede contener diez gramos de líquido y se termina por dos tubos, uno con su cánula para introducirlo en la vena, y el otro provisto de una corredera que sirve para interrumpir su comunica- ción con el aire exterior. Para hacer funcionar este aparato se procede de la ma- nera siguiente: se venda el brazo de la persona que da la sangre, como si se fuera á hacer la sangría, se marca con un punto la vena que se va á picar y, tomado como centro este punto, se aplica sobre el brazo el borde circu- lar de la ventosa; estando interrumpida la comunicación con el aire exterior y cerrada la llave del tubo que de- be estar puesto en el agua hervida, se hace el vacio 27 en el aparato; una vez hecho se abre la llave para dejar pasar el agua, y así que este se ha llenado, se vuelve á cer- rar; entonces se pica la vena con la lacenta y se hace fun- cionar la bola colocada en medio del tubo, abriendo previa- mente la corredera por cuyo tubo empieza á salir sangre mezclada con agua: esta al principio sale apenas colorida, pero va subiendo de color hasta que llega á salir entera- mente roja; en este momento se corre la corredera y la sangre sale por la cánula previamente introducida en la vena. PRONÓSTICO. grg cgL pronóstico de esta operación resulta del estu- dio de los accidentes y complicaciones, tanto inmediatas como consecutivas á que puede dar lugar. Entre los primeros se presentan la entrada del aire en las venas, el paso de un coágulo al torrente circulatorio, la pérdida de sangre por la vena del enfermo, y la intro- ducción de sangre en el tejido celular. Entre los segun- dos la flebitis, la erisipela y el flegmon difuso. Indudablemente que cualquiera de estos accidentes, serian peligrosos para el enfermo, sobre-todo los dos pri- meros, pero afortunadamente es fácil evitarlos. Para evi- tar el primero solo se necesita la destreza y juicio del ope- 29 rador, pues basta con hacer salir por la aguja ó cánula, una corta cantidad de sangre para que se desaloje el aire del aparato: por otra parte, al abrir la vena no hay ese riesgo, porque abriéndose comunmente las del pliegue del codo, no son por las que el aire se introduce fácilmente. El segundo accidente, es probable que no se produzca haciendo uso de los aparatos especiales, los cuales, estan- do listos y funcionando bien, el tiempo que tarda en pa- sar la sangre de una á otra persona es menor que el que tarda en coagularse. Para evitar que el enfermo pierda sangre, basta hacer una ligera compresión abajo del punto en que se abre la vena. Para que la sangre pase al tejido celular peri-vascular se necesita un punible descuido del operador, y se evita mas fácilmente haciendo una sección completa de la vena. Los accidentes consecutivos, ni son tan frecuentes ni tan desconocidos para que no se les pueda tratar á su tiempo por un método apropiado. Lo que antecede hace considerar el pronóstico de esta operación bastante benigno, siempre que se lleve á cabo con las condiciones ya dichas. Las consecuencias que pudieran sobrevenir al cabo de algunos meses, como por ejemplo la sífilis etc., se evitarán reconociendo minuciosamente al individuo que va á dar la sangre. APLICACIONES. |I1)e la definición misma de esta operación y del es- tudio fisilógico de la sangre, se deduce que los casos en que se debe emplear son los que resultan de una anémia, ó mas bien de una aglobulia. Las anémias las podemos clasificar de la manera si- guiente, para que nos sirvan de punto de partida en su tratamiento: I. Anémia simple ó clorosis propiamente dicha. II. Anémias diatésicas. III. Anémias por hemorragia. VI. Anémias por envenenamiento. 31 En cuanto á la clorosis creo completamente un absur- do el uso de la transfusión, debiendo el práctico limitarse á prescribir una buena higiene, una alimentación repara- dora y los medios terapeúticos apropiados. De la definición que de las diátesis da el Sr. Dr. Segu- ra, la cual es puramente descriptiva, resulta que son enfer- medades que atacan al organismo en general; en conse- cuencia no podemos considerarlas como una alteración que reside únicamente en la sangre, sino que esta altera- ción puede ser mas bien efecto que causa de las diátesis, y por consiguiente la transfusión no dara resultado, pues la sangre nueva se alterarla y no se conseguiría ningún éxito. Las hemorragias son los casos en los cuales la ope- ración está perfectamente indicada y en los que dá mas brillantes resultados; puesto que la anémia ha sobreveni- do por sustracción rápida de una gran cantidad de san- gre al organismo. En este grupo están las hemorragias traumáticas, las que sobrevienen por ulceración de va- sos arteriales y venosos, como se observan en los casos de úlcera del estómago, en los qué los enfermos se agotan por abundantes y repetidas hemorragias; y por último en las que sobrevienen durante el parto en cuyo caso la san- gre sale por la abertura vulvar, como el agua de una ca- ñería que se ha reventado (permitáseme la comparación) 32 pudiendo las mujeres perder la vida en unos cuantos mi- nutos. Respecto de las anémias por envenenamiento, cual- quiera que sea el veneno que consideremos, sea virus, miasma ó sustancia tóxica, podemos decir lo mismo que lie dicho en las consecutivas á las diatésicas; pues si con- sideramos las alteraciones de la sangre en cada una de aquellas, está perfectamente indicada, pero como estas alteraciones no existen solas, seria dudoso el éxito. Considerando en particular cada uno de estos envene- namientos, veremos confirmada esta idea. Las alteraciones que se producen en el organismo por los virus, son demasiado variadas y coinciden con las de la sangre, sin poder ser consideradas como consecuencia de estas últimas; ademas, sabemos que los virus tienen la propiedad de reproducirse hasta el infinito, á tal grado que basta una mínima cantidad que reproduciéndose pue- de traer los mas graves desórdenes, Ahora bien, ¿si á un individuo que tiene una enfermedad virulenta le hace- mos una sangría copiosísima, podemos estar seguros de que no le dejamos en el interior del organismo una peque- fiísima cantidad de virus? Indudablemente no; y al hacer- le la sangría y luego la transfusión no lograríamos sino una mejoría pasajera y no una curación definitiva. De las consecutivas á los miasmas podríamos decir otro tanto si acaso en la única que podría dar, tal vez 33 resultado, seria en la consecutiva al palúdico siempre que se sustrajera al individuo del foco de infección. El único caso de envenenamiento por sustancias tóxi- cas en que daría buen resultado es en el de la absorción del óxido de carbono en el cual la asfixia es realmente debida á la imposibilidad qué tienen los glóbulos de ab- sorver el oxígeno. Ademas, Duval refiere el éxito obte- nido por Rouget en un caso de asfixia por este gas. El ácido cianhydrico es cierto que altera la sangre, pe- ro la muerte no es producida por ella, sino por las modi- ficaciones que hace sufrir al sistema nervioso, las cuales no se evitarían ni se curarían con la transfusión. El fósforo y el alcohol interesan especialmente el hí- gado, y como esta viscera está considerada como un ór- gano hematopoiético, sino se cura su alteración no se curará la intoxicación. Lo anterior basta para demostrar que el éxito seria dudoso; pero como el práctico está en la obligación de procurar el alivio de sus semejantes, se podría emplear este medio, tanto mas cuanto que no agravaría el estado del enfermo. CONCLUSIONES. I. La transfusión en el hombre debe hacerse exclusiva- mente con la sangre de un individuo de la especie hu- mana. II. Se puede hacer con sangre desfibrinada, pero, si es po- sible debe preferirse la sangre in natura. III. Los mejores aparatos son los de Roussel, 2o de Collin y de Belina, si se prefiere hacer con sangre desfibrinada. IV. El pronóstico de esta operación es benigno, siempre que se haga con toda escrupulosidad. 35 y. El individuo que dé la sangre deberá ser robusto, com- pletamente sano y de temperamento sanguíneo. VI. Está perfectamente indicada en las anémias liemorrá- gicas. VII. Su indicación es dudosa como tratamiento de las ané- mias clorótica, diatésica y por envenenamiento. OBSERVACIONES. I. Hace 16 años el Sr. Dr. Fenelon, fue llamado para asistir á una señorita casi moribunda, á consecuencia de una anemia intensísima producida por hemorragias uterinas repetidas, y mantenidas por unos cuerpos fibrosos del útero. Esta enferma, antes de llegar al estado en que se encontraba cuando la atendió el Sr. Fenelon, fu ó visitada por los Sres. Dres. Carmona y Lavista, con objeto de consultar sobre la conveniencia ó inconveniencia de practicar la histerotomía, y am- bos estuvieron de acuerdo en que no se efectuara. Siguieron las pérdidas demasiado abundantes y, como la anemia consecutiva vino á comprometer la vida de la enferma, se le hizo la transfusión por el método de Blundell, habiéndosele podido inyectar poco menos de 100 gramos de sangre, sacados de una persona robusta. La mori- bunda se reanimó y vivió algún tiempo mas; pero, habiendo persis- tido la causa que producía las hemorragias y habiéndose repetido 37 estas, la enferma sucumbió, como al año de haberse verificado la operación. II. Otra vez fue llamado para asistir á un niño excesivamente anémi- co á consecuencia del envenenamiento palúdico; y creyendo indica- da la transfusión, la practicó con el aspirador de Dieulafoy ponien- do una cánula en la vena del padre del niño, que era demasiado ro- busto, poniendo la otra cánula en la del niño. El éxito al principio fué feliz, pero de corta duración. Pasados ocho dias se repetió la misma operación, pero el éxito fué nulo y pocos dias después su- cumbió el enfermo á causa de la anémia cerebral. ¿El éxito fatal fué debido á la imperfección del aparato, al no haber inyectado sino una cortísima cantidad de sangre, ó á que el enfermo estaba todavia bajo la influencia del miasma palúdico que alteró la sangre inyectada? III. Eli este caso, se trataba de una enferma que llevaba un año de tener hemorragias continuas, producidas por un fibrona (del tama- ño de una cabeza de niño á término) que se presentaba en la vulva. Se practicó in extremis su extirpación; pero al salir el tumor, la hemorragia, que fue mucho mas abundante que las anteriores, pro- dujo un síncope grave, y el Sr. Dr. Martinez del Rio, que asistia á la operación, ofreció llevar al Dr. Belina, como especialista en la transfusión. Tardó algún tiempo en llegar, y como media hora en preparar su arsenal operatorio; cuando terminó sus preparativos, 38 la enferma había vuelto en sí, y había cesado ía hemorragia; y la transfusión, tal vez, sirvió solamente para violentar la repara- cion de la enferma; pues se comprende, que si la cantidad de san- gre perdida, hubiera bastado para producir la muerte, la trans- fusión no hubiera dado, resultado por la lentitud del método se- guido. .F'ITÑT.