téSTs PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICINA Y CIRUGIA DE JESUS GONZALEZ VAZQUEZ, ALUMNO INTERNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE MÉXICO, MIEMBRO FUNDADOR DE LA SOCIEDAD FILOIÁTRICA, Y AYUDANTE DE LA CÁTEDRA DE MEDICINA OPERATORIA. JES GRATE POR SI MISMA LA TRAQUEOTOMIA? ESTUDIO HECHO SOBRE ALGUNAS OBSERVACIONES RECOGIDAS EN MEXICO RELATIVAS A ESTA OPERACION. México -n-,a •‘f+1sx*in IMPRENTA RJ5. KiNACTO ESCALANTE Bajos de San Agustín, num. 1. 1873 TÉSIS PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICINA Y CIRUGIA DE JESUS GONZALEZ VAZQUEZ, ALUMNO INTERNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE MÉXICO, MIEMBRO FUNDADOR DE LA SOCIEDAD FILOIÁTRICA, Y AYUDANTE DE LA CÁTEDRA DE MEDICINA OPERATORIA. ¿ES GRATE POR SI MISMA LA TRAQUEOTOMIA? ESTUDIO HECHO SOBRE ALGUNAS OBSERVACIONES RECOGIDAS EN MEXICO RELATIVAS A ESTA OPERACION. MEXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE Bajos de San Agustín, num. 1. 1873 í la memoria He mis :]aHrts. Al Sr. Lio. D. FRANCISCO GONZALEZ TORRES, Pública manifestación de mi eterna gratitud por haberme tendido una mano benéfica en mi orfandad. AL SEÑOR SUBDIRECTOR DE LA ESCUELA DE MEDICINA D00T0E DON LEOPOLDO EIO DE LA LOZA, Homenaje de admiración y reconocimiento. gvf Mm gario? §m étorto ptriip, BAJO LA DIRECCION DEL CUAL HE EMPRENDIDO ESTE TRABAJO, Como una prueba de sincero agradecimiento, por los sabios consejos quede €1 he reci- bido, y por el aprecio con que se ha dignado honrarme. A LOS SEÑORES ©©M SM©ATi©© 1 AOT®5M© QRQAKirS Y 5 oh §lnmu1§wto, Quienes me han distinguido con su amistad y protección. Simpatía. han sido los beneficios que han prestado á la humanidad doliente SgayPlsí tanto el genio atrevido de Asclepiades, que por la vez primera abrió paso al aire cor^an^0 trasversalmente la membrana que J® une entre sí el tercero y cuarto anillos de la tráquea, como los que modificando su proce- dimiento han seguido su laudable ejemplo. Pero si en multitud de circunstancias, el módico se ve en la precisa necesidad de practicarla traqueo- tomía para salvar la vida á alguno de sus semejantes, hay otras en las que dicha operación solo sirve pa- ra aumentar los sufrimientos del enfermo, y en las que se ve gravemente comprometida la reputación de aquellos que se entregan á luchar cuerpo á cuer- po con la muerte, para arrancar de sus garras á al- guno de sus míseros hermanos. En Móxico, la operación de la Traqueotomia ha sido practicada por muchos de nuestros distinguidos cirujanos; pero desgraciadamente las observaciones acerca de dicha operación no se han recogido con todo el cuidado necesario, para sacar de ellas una conclu- sión tan estricta como seria de desear. Para poder resolver el problema que me he pro- puesto, relativo á la gravedad que presenta la opera- cion de la Traqueotomía en México, agruparé los casos que poseo, en una clasificación arbitraria, adop- tando la de las enfermedades que han necesitado di- cha operación, de la manera siguiente: En la primera clase colocaré las que han sido practicadas para extraer cuerpos extraños alojados en el conducto laringo-traqueal. En la segunda, las necesitadas por diversas afec- ciones de la laringe. En la tercera, las ejecutadas para evitar la asfixia en casos de tumores que comprimian el conducto la- ringo-traqueal. Haré una cuarta clase de aquellas verificadas co- mo tratamiento preliminar de algunas afecciones de la laringe. Y por último, terminaré con algunas reflexiones sobre los casos que me sirven de base, y de ellas de- duciré la contestación de la tésis que me he propues- to resolver. I Operaciones practicadas para extraer cuerpos extraños alojados en el conducto laringo-traqueál. De esta primera clase poseo dos observaciones: una del Sr. Arárnburu y otra del Sr. Juvera. La primera dice así: “El dia 19 de Julio de 1863, en una familia de mi clientela, un niño de año y cuatro meses, sano, bien cons- tituido, estaba con su mamá en la cocina, donde había tiradas cáscaras de piñones: la madre no vio que levan- tase alguna de ellas: lo tomó de la mano para conducir- lo á las otras piezas de la casa, y pasando por el corre- dor, se dio un golpe el niño en la cabeza contra el ba- randal de fierro: dió un grito al momento, y comenzó con un ataque de asfixia. Mi compañero el Sr. Villagran, fué llamado inmediatamente, y le ordenó un vomitivo: la asfixia crecia rápidamente: ocurrieron á llamarme, y no habiéndome encontrado, solicitaron al Sr. D. Lázaro Or- tega, quien se prestó al instante, y tan luego como vió al enfermito, juzgó que era urgente practicar la traqueo- toinía. Citó al Sr. Iglesias y á mí: nos reunimos á la una, y encontramos al niño en el estado siguiente: “Tenia la respiración muy frecuente y difícil; los lá- bios violados; los ojos lagrimosos; no se podía bien por la agitación en que estaba: de vez en cuando se oía un ruido de válvula. Mis compañeros sospecharon que la existencia de un cuerpo extraño, en el aparato respiratorio, podría ser la causa de este estado: yo par- 10 ticipaba de la misma sospecha, y también temí que pu- diera ser una congestión de la laringe. En este estado de incertidumbre, convenimos en ordenarle un vomitivo y un vejigatorio en la parte anterior del pecho, y volver á las cinco de la tarde resueltos á practicar la traqueo- tomía si no se mejoraba. Concurrimos á la hora citada con el Sr. Villagran: serian las ocho de la mañana cuan- do aconteció el accidente, de manera que habían trans- currido nueve horas, y lo encontramos casi espirando: temíamos que muriera miéntras disponíamos lo necesario para la operación: se la cedí al Sr. Ortega, y llegado el momento de introducir la cánula en la tráquea, el niño volvió á la vida, respiró bien, lo colocamos en la cama y quedó tranquilo. En los dias siguientes continuaba respirando muy bien por la cánula, cuando sin causa ma- nifiesta fué atacado de bronquitis capilar aguda, de la que se curó: á poco tiempo tuvo disenteria, de la que sa- nó: en lo sucesivo siguió disfrutando de una salud com- pleta, y recobró su carácter naturalmente alegre. Desde el dia del accidente hasta esta época habían pasado dos meses y medio: en este período varias veces tapé con un corchito la cánula que llevaba en la tráquea y en todas ellas se manifestaban síntomas de asfixia inminente, que me obligaban á destaparla. En estas circunstancias tan aflictivas, descubría yo dos caminos que se podían tomar; ó bien dejar al niño en este estado, es decir, dejarlo mudo y sujeto á las graves consecuencias de la cánula permanente, ó practicar la laringotomía. Me pareció un absurdo seguir el primero: el segundo presentaba fuer- tes escollos que vencer. El mayor de estos era la incer- tidumbre del diagnóstico; pues aun cuando había razo- nes para creer en la existencia de un cuerpo extraño, és- tas no eran suficientes para autorizar esa creencia de un modo indudable, y tal vez la operación era inútil. “Después de meditar lo que debía de hacer, me re- 11 solví al fin á practicar la laringotomía, previendo que si no era cuerpo extraño la causa de este estado, sino la oclucion de la glotis, cortar entonces las cuerdas vocales si aquella no se podía destruir por otros medios. Es cier- to que con este proceder perdía el niño un órgano de tan grande importancia, cual es el de la voz; pero lo mis- mo sucedía con la cánula permanente: del otro modo po- día yo conseguir el restablecimiento de la respiración por la laringe, evitando al mismo tiempo los accidentes que causaría la cánula permanente en la tráquea. “Cité á consulta á los Síes. Villagran, Andrade D. Agustín y Ortega; les comuniqué lo que pensaba hacer, y opinaron se aguardara uno ó dos meses: los Sres. Vér- tiz y Clement, fueron de opinión que se esperara un mes: el Sr. Barragan que se operara lo mas pronto posible. Después de oír la opinión respetable de cada una de las personas que cito, me resolví á esperar un mes, sin apli- carle al niño ninguna medicina. Pasado este tiempo, ha- llándose en el mismo estado, me determiné á practicar la operación el dia 2 de Diciembre de 1863, en unión de mis apreciables compañeros los Sres. Villagran, D. Láza- ro Ortega, Santa María y Soriano. “Colocamos al enfermito en una mesa, y lo dispusi- mos como para practicar la traqueotomía. Lo clorofor- mamos sin producir la anestesia completa, y comencé por dividir la piel desde el borde superior de la abertura existente, hasta el borde inferior del cartílago tiroides. En ese momento hacia el niño movimientos tan fuertes y desordenados que impedían obrar con la seguridad de- bida: por otra parte, la sangre que salía de la incisión, penetraba por la cánula á la tráquea y producía sínto- mas de asfixia: además, la distancia que liabia del pabe- llón de la cánula al borde inferior del cartílago tiroides era tan pequeña, que la abertura que resultaba de la in- cisión era insuficiente para poder examinar la tráquea, y no se podía sacar la cánula para operarlo sin que vi- niera la asfixia. “Juzgué al ver estas dificultades, que si practicaba la operación, la muerte del niño por la asfixia era evidente, y en el caso de no serlo, la operación podría ser inútil. Mis compañeros fueron de la misma opinión, y resolvi- mos diferirla miéntras pensaba yo en los medios de vencer estos obstáculos. En ese momento le ocurrió al Sr. Yillagran que seria útil usar de la cánula de Gen- dron, haciéndole la modificación de ponerle el tomillo que separa las dos hojas en los ángulos de éstas, que cor- responden al borde cónca vo, para tener libre todo el bor- de convexo de la cánula, y poder introducir el bisturí entre las dos hojas separadas sobre la sonda canalada pa- ra dividir los cartílagos con mas facilidad. “La idea me pareció buena, y determinó ponerla en práctica. Quedaba la dificultad de impedir la entrada de la sangre en la tráquea. Recordé que algunas veces para contener la hemorragia en una herida, basta com- primir los lábios de ésta con los dedos; pero en el caso presente no era posible hacerlo, porque la herida era pe- queña y los dedos no podían introducirse para hacer la compresión. Me ocurrió entónces que con unas pinzas que hicieran el oficio de éstos, se contendría la hemorra- gia. Les comuniqué este pensamiento á mis compañe- ros, y lo aprobaron. “Ocurrí al Sr. Melgarejo, que es un artesano hábil, y le expliqué por medio de un molde de papel las pinzas que deseaba yo hiciese. Este señor, realizó la idea á mi satisfacción, y me hizo un par de ellas: sus ramas for- man un ángulo obtuso, están reunidas por medio de un gozne cerca del vértice de estos ángulos; la rama supe- rior tiene un fuerte muelle, de manera que apretando las ramas por las extremidades que están separadas se abren las extremidades destinadas para comprimir: 12 13 éstas tienen una latitud de nueve líneas, y Lacen una compresión muy eficaz luego que se dejan de apretarlas otras. “Teniendo ya los instrumentos que creí necesarios para practicar la operación, me resolví á hacerla el dia 2 de Diciembre, es decir, cuatro meses y medio des- pués del ataque, en unión de mis apreciables compañe- ros los Sres. Villagran, Andrade D. Agustin, Ortega D. Lázaro, Santa María, Soriano y Caso. (El Sr. Iglesias no asistió porque estaba en Europa.) Dudando del pun- to que ocupaba el cuerpo extraño, ó la causa que produ- cía los efectos de éste, me propuse hacer la operación en dos tiempos: en el primero, practicar la laringoto- mía crico-tiroidea, y en el segundo, la laringotomía ti- roidea. “Acostamos al niño sobre el dorso, en una mesa, in- clinándolo un poco sobre el costado izquierdo, para que la sangre que escurriera no penetrase por la cánula, y lo dispusimos como para practicar la traqueotomía. “Comencé por quitar la cánula que tenia, reempla- zándola con la de Gendron, modificada como ya indiqué: separé las dos hojas por medio del tornillo, y por consi- guiente la abertura de la tráquea se amplió en el senti- do de su diámetro trasversal, hasta donde me pareció conveniente: en seguida introduje un bisturí cóncavo y dividí de un golpe los anillos de la tráquea, el cricoideo y la membrana crico-tiroidea hasta el borde inferior del tiroides: la hemorragia por la división de la arteria crico-tiroidea, era abundante, el niño habría perecido en ese momento asfixiado, si no hubiéramos comprimi- do violentamente, el Sr. Villagran y yo, los lábios de la herida con las pinzas ya descritas; la hemorragia cesó al instante: á continuación introduje unas pinzas de ligar, para desprender los coágulos que no dejaban ver su fon- do, y sentí un cuerpo que daba la sensación de un car- 14 tílago: no creí que eso fuera, y para ampliar la herida, in- troduje en ella dos ganchos para separar los lábios de la tráquea: en ese momento se asoma un cuerpo extraño que á primera vista pareció un frijol: el Sr. Sonano lo tomó con las pinzas, y vimos con grande gusto, (pie era una cáscara de piñón, dividido en la dirección de su ma- yor diámetro, el cual tiene siete líneas, y el diámetro trasversal cuatro. Di por terminada la operación, saqué la cánula, y coloqué la que tenia ántes; reuní los lábios de la nueva herida con un punto de sutura, y un cuarto de hora después que nos separamos de la casa, el niño estaba tan tranquilo como si nada le hubiera pasado. “A los diez y nueve dias de esta segunda operación, el niño no tenia calentura, seguia bien, poco á poco se le fué alimentando, y el dia 3 de Enero de 1864, la herida estaba cicatrizada, el niño disfrutaba de buena salud, y la voz no había sufrido ninguna alteración.” En el num. 10 del tomo 2? de la Gaceta Médica de México, constan las reflexiones á que dio lugar este caso. Mucho siento no poder acompañar este trabajo con la litografía de las pinzas á que se refiere el Sr. Arámburu; me hubiera sido muy grato ser el primero en presentar al público un instrumento que honra á la Cirugía nacio- nal; mas me ha sido imposible por no haber podido inda- gar dónde se encuentran las mencionadas pinzas después de la muerte de su modesto autor. La segunda observación, que es del Sr. Juvera, se re- fiere á una niña de cuatro años de edad, que el dia 5 de Octubre de 1871 llevaron á la consulta que en el Hos- pital de Maternidad é Infancia se dá. No encontrándose ninguno de los facultativos encarga- dos de dicho hospital, la madre de la niña vio al Sr. Juvera para que la asistiera. Dicho señor, en presencia de los síntomas tan alarmantes de asfixia que presentaba la ni- 15 ña, así como por el conmemorativo de la madre, quien dijo que jugando su hija con unos colorines se habia me- tido uno á la boca y se lo habia tragado, juzgó necesa- rio operarla. Mandó inmediatamente llamar á dos de sus compañeros de hospital, al Sr. Vargas y al Sr. Gómez: hizo que estos señores la vieran y le dieran su opinión de si se debería hacer la operación de la traqueotomía inmediatamente, ó si esperarían: ambos señores, cono- ciendo la gravedad del caso, opinaron por que sin pérdi- da de tiempo se operara á la niña. El Sr. Juvera procedió á la operación, y después de haber cortado la piel, el tejido celular, los músculos de esta región, el istmo del cuerpo tiroides, tropezó con ese plexus venoso que se encuentra en esta región, el cual también dividió, é inmediatamente vino una hemorra- gia: luego que el Sr. Vargas observó esto, trató de com- batirla, y lo logró en pocos momentos. Después el Sr. Ju- vera abrió la tráquea: tan luego como el aire tuvo paso, la niña volvió á la vida, la respiración se restableció, y se colocó una cánula en la herida. Esto pasaba á las nueve de la mañana: todo el resto del dia lo pasó bien; pero como á las diez de la noche la niña volvió á sufrir nuevos accesos de asfixia, los que el Sr. Juvera no pudo combatir, y á las cuatro de la ma- ñana la enfermita era cadáver. La autopsia demostró que el cuerpo extraño estaba alojado en el bronquio derecho. En el caso á que se hace alusión, no debió ponerse cá- nula, sino dejar abierta la tráquea, para esperar la ex- pulsión espontánea del cuerpo extraño por la abertura, ó buscarlo por medio de pinzas adecuadas. 16 II Operaciones necesitadas por diversas afecciones de la laringe. 1 Operaciones practicadas por Croup. 2 ,, „ por Laringitis. 3 „ „ por Afecciones Sifilíticas. 4 „ „ por Mal de San Lazaro. 5 „ „ por Viruelas. 6 „ „ por Cáncer. 7 ,. „ por Tisis laríngea. 1? Traqueotomias hechas toe Croup. El Sr. Carmona y Valle ha practicado esta operación en tres niñas: la primera tenia tres años, la segunda cua- tro y la tercera siete. En estos tres casos, las falsas mem- branas habian invadido ya la tráquea, el pulso estaba pequeño, la asfixia muy avanzada y el estado general era sumamente grave. El Sr. Carmona operó á estas tres enfermitas, no con el objeto de sanarlas, pues compren- día muy bien que la muerte era evidente, sino por cum- plir con un deber de todo médico, el de prolongar la vida tanto como le fuera posible, y con el de disminuir de este modo los padecimientos y hacer la muerte ménos peno- sa. En las tres operaciones el operador fué feliz, pues lle- gó á la tráquea sin novedad y sin que se presentara nin- guna hemorragia: las niñas murieron por lo avanzado del croup, y solo consiguió dicho señor prolongarles la vida algunas horas más. 17 El Sr. Bandera asistió en el año de 1864 á un niño de edad de dos y medio años afectado de croup: después de haber agotado todos los recursos terapéuticos, llegó á esos fatales momentos en que el médico ve casi cruzado de brazos venir la muerte. Sin embargo, por aliviar un poco los sufrimientos del enfermito en sus últimos ins- tantes, propuso á los padres del niño hacer la traqueo- tomía, no con el objeto de salvarlo, sino con el indicado ya ántes. Los padres accedieron á la proposición del Sr. Bandera: fué hecha la operación en la noche, y á las cinco de la mañana el niño era ya cadáver. El Sr. Villagran asistía á una niña del Sr. D. I. O., afectada de croup; á los dos dias vinieron síntomas de asfixia, y se decidió la traqueotomía, la que fué hecha en unión de los Sres. Hidalgo Oarpio y Beyes. Al dia siguiente aparecieron falsas membranas en la herida, la que fué cauterizada con nitrato de plata. La niña co- menzó á aliviarse desde ese momento, y á los ocho dias ya se pudo quitar la cánula. Es de notar, que en el trascurso de este tiempo los alimentos líquidos salian por la cánula que estaba pues- ta en la tráquea, lo que á primera vista hacia suponer que habiauna comunicación del esófago con aquel órgano; pero un exámen más concienzudo, demostró que el pa- so de los líquidos por la tráquea era debido á la insensi- bilidad de la glotis que dejaba pasar los alimentos líqui- dos: se sabe que este accidente es muy común en el croup. El mismo Sr. Villagran hizo la traqueotomía en la niña del Sr. Bomero, por croup, pero á los cuatro dias de operada, murió por los progresos de la enfermedad, pues cuando el Sr. Villagran se resolvió á operarla, fué cuan- do las falsas membranas invadían parte de la tráquea. El Sr. Hidalgo Carpió ha operado á tres niños, por croup. De estos tres, uno murió en la misma noche 18 del dia en que se operó, por una neumonía sobreagu- da; otro no murió por el croup mismo; murió asfixia- do, porque en la casa del niño descuidaron limpiar la cá- nula, y las mucosidades vinieron á obstruir el paso al aire; el tercero sanó completamente, por estar en muy buenas condiciones: aun no invadían las falsas mem- branas la tráquea, y los cuidados prestados por el Sr. Hidalgo Oarpio, y por las personas de la familia, estuvie- ron bien dirigidos. En los últimos dias de Setiembre del año de 1871, el Sr. D. Juan M. Bodriguez, en compañía de los Sres. Ca- petillo, Hernández D. Jesús y Villareal, asistieron áuna niña afectada de croup muy característico: se le ordenó un vomitivo, lavativas purgantes y cauterizaciones con ácido cloro-hydrico y miel rosada; pero viendo que la as- fixia seguia adelante, se resolvió el Sr. Bodriguez á prac- ticar la traqueotomía. Esta operación alivió algo á la ni- ña, pero el mal se generalizó; se propagaron las falsas membranas á los bronquios, y la enfermita murió al ter- cer dia. En esos mismos dias, el Sr. Leal invitó á los Sres. Bodriguez, Capetillo, Cabral, Gutiérrez D. B. y Her- nández D. J., para que le ayudaran á practicar la tra- queotomía en una niña de dos y medio años, que estaba asfixiándose por el croup. Practicóse la operación; la niña pareció aliviarse un poco; pero á pesar de la cá- nula, de las cauterizaciones con ácido cloro-hydrico, y otros medios más ó menos enérgicos, la niña sucumbió al dia siguiente, por el estado general que era sumamen- te grave. El mismo Sr. Bodriguez ha practicado una traqueoto- mía, en una niña afectada de croup, de edad de tres años; amenazaba ya la asfixia; el estado general estaba bien. Después de colocada la cánula, ordenó se le hicieran cau- terizaciones enérgicas: este tratamiento se continuó du- 19 rante nueve dias, y luego que todos los síntomas habían desaparecido, se quitó la cánula, quedando la niña bue- na enteramente. En esta sucedió una cosa igual al ca- so del Sr. Villagran; que los alimentos líquidos se iban para la laringe: esto obligó al inteligente facultativo á prescribir á la niña el uso de alimentos sólidos, como car- ne molida y pan remojado en leche. El Sr. Ortega D. F., operó á un niño del Sr. Hinojosa, por laringitis croupal; la operación fué feliz, pero el niño murió á los dos dias porque las falsas membranas se pro- pagaron á la tráquea. Al mismo señor se le presentó otro caso de laringitis croupal, y únicamente por hacer menos penosa la muer- te del niño, hizo la operación en compañía de su herma- no el Sr. D. Lázaro Ortega; y ántes de terminar la ope- ración, el niño había fallecido asfixiado. Catorce son los casos de croup en que la traqueotomía se ha practicado, y tenemos once muertos y tres que sal- varon. ¿Por qué esta mortalidad tan espantosa? Porque el croup, esa enfermedad tan terrible que nos han importado del viejo mundo, mata de dos modos:por asfixia y por una especie de envenenamiento general de la economía. Creo que esto es tan evidente, que aducir pruebas en favor de esta idea, seria una empresa comple- tamente inútil; por lo mismo, siempre que el envenena- miento esté muy avanzado, y se practique la traqueoto- mía, se hará una operación insuficiente; y esto mismo sucederá cuando solo se trate de salvar al enfermo de la asfixia por medio de la traqueotomía, sin atacar enér- gicamente el estado general. Por lo tanto, es necesario fijar el tiempo en el que se deba ejecutar la traqueotomía. El resolver esta cues- tión, no es tan fácil como podría creerse. Dos opiniones se encuentran en presencia: la de un cirujano distinguido, y la de un clínico eminente. 20 Malgaigne dice: “ Inmediatamente que haya falsas “ membranas en la laringe, intentar desde luego los otros “medios de tratamiento, y cuando éstos se hayan reco- “ nocido impotentes, entonces, pero solamente entonces, “ operar lo mas pronto posible.” Trousseau dice: “ Operar lo mas pronto posible, y des- “ de que haya falsas membranas en la laringe.” Yo respeto estas dos opiniones, pero creo que son muy absolutas y que no tienen en consideración lo que va- rían en cada caso particular las indicaciones; por lo tan- to, miéntras la asfixia no fuese muy grande y tuviera esperanza de poder atacar el estado general y limitar el local, no operaría. Mas desde el momento en que la as- fixia amenazara la vida, operaría, no con el objeto de cu- rar por este medio el croup, sino con el de evitar la as- fixia que es solo un epifenómeno, y no la enfermedad misma; y con el de prolongar la vida para poder atacar convenientemente el envenenamiento croupal. Ademas, operando tarde, se expone uno á practicar inútilmente esta operación, porque las falsas membranas pueden haber invadido ya los bronquios. 2? Traqueotomias hechas por laringitis. El Sr. Hidalgo Oarpio operó á un adulto que padecia laringitis aguda: la asfixia estaba muy avanzada; los mo- vimientos que hacia el enfermo eran muy desordenados, y la operación fuó bastante laboriosa por esa causa. Inmediatamente que concluyó la operación desapare- cieron los síntomas de asfixia, pero vino una neumonía aguda que hizo sucumbir al enfermo. En este individuo 21 no se colocó al derredor del cuello la gasa que recomien- dan algunos autores. El Sr. Licéaga, en el año de 1809, operó á un niño llamado Mauro Hernández, de edad de siete años, y á quien echaron en la boca ceniza caliente, que penetró hasta la laringe y determinó una inflamación aguda de ésta. El Sr. Licéaga la combatió enérgicamente, pero á pesar de esto, pasó al estado crónico. Después sobrevi- no un edema de la glotis; los accesos de sofocación eran muy violentos; las costillas del lado derecho se hundían en cada movimiento de inspiración; no habia otro medio de salvarle la vida sino hacer la operación: ésta se eje- cutó en efecto; y apénas se introdujo la cánula, la respi- ración volvió á su tipo normal, pudiéndose combatir el edema de la glotis y la laringitis que le habia dado ori- gen. A los treinta y tres dias de operado se intentó quitar- le la cánula, pero no pudiendo respirar el niño, se le vol- vió á poner. A los ocho dias de esto, le sobrevino bronquitis: en un acceso de tos se le salió la cánula, se la volvieron á po- ner, y no tuvo novedad. Al dia siguiente se le cambió la cánula de plata que tenia, por otra de goma ó caoutchouc, pero no pudiendo tolerarla, se le cambió por otra de plata, de menor calibre. A los veintidós dias se quitó la cánula; la asfixia que se produjo en ese momento era causada por una contrac- ción espasmódica de la laringe; pues tan pronto como se distraía la atención del niño, el fenómeno desaparecía, y volvía á aparecer luego que él se acordaba que no te- nia cánula. Al tercer dia, la herida estaba cicatrizada, y el enfer- mito se hallaba completamente sano. El dia 30 de Octubre de 1872 llevaron á Vicente Dá- vila, de cinco años dos meses de edad, al Hospital de 22 Maternidad é Infancia: este niño hacia ya nn año que pa- decía una laringitis crónica á consecuencia de un enfria- miento: la dificultad de la respiración había aumentado tanto en los dos últimos meses, que los signos de asfixia eran evidentes: el color lívido de la piel y de las muco- sas, la inyección y la prominencia de los globos oculares, la contracción enérgica de los músculos que contribuyen á las respiraciones forzadas, y la depresión de las costillas que formaban una curva de concavidad exterior y pare- cía ir á determinar una separación de los cartílagos res- pectivos, demostraron que si se dejaba al niño en ese estado, seria imposible salvarlo de la asfixia lenta y ex- ponerlo á que un acceso agudo terminara su vida. Por estas razones, el Director del Hospital de Infancia con- sultó al Sr. Ortega D. A., y siendo del propio parecer, se decidió la operación para el mismo dia á las cuatro de la tarde. A esa hora, reunidos en el hospital los Sres. Licéaga, Ortega D. A., Chacón y varios estudiantes de medicina, procedió el Sr. Licéaga á operar á Dávila: los síntomas de asfixia eran ya mas alarmantes que en la mañana. Las paredes toráxicas en los movimientos respiratorios tomaban una forma que hacia recordar el pecho de las aves; la cara estaba tomando un color ciánico: en una palabra, la asfixia se estaba haciendo inminente. Después de haber dividido el Sr. Licéaga la piel, el te- jido celular, y los músculos de la región, llegó al istmo del cuerpo tiroides, el que con toda prudencia y al mis- mo tiempo con habilidad dividió. Vino una hemorragia, que combatió dicho cirujano. Por último: abrió la trá- quea y colocó una cánula de plata. Inmediatamente la respiración se restableció, y el semblante de Vicente re- cobró la alegría natural de los niños. Concluida la operación se le llevó á su cama, y se pres- cribió un tratamiento apropiado. Desde este dia el niño 23 siguió bien: no habia habido ninguna novedad hasta el vigésimo dia en que se presentó un accidente. Quizá con los movimientos que hacia el niño, la cánula hizo sangrar la mucosa de la tráquea; un coágulo sirvió de núcleo á las mucosidades secretadas, y formó un tapón, que empujado contra el orificio inferior de la cánula, la obturaba y determinaba accesos de sofocación muy vio- lentos. El Sr. Juvera extrajo la cánula interna que parecía obstruida por algunas mucosidades concretas; pero como la asfixia no cesaba, introdujo un escobillón para limpiar la cánula externa. A pesar de esto, la asfixia continua- ba: los accesos de tos eran tan frecuentes, que no cupo duda que se trataba de uu cuerpo extraño: se iba á sa- car la cánula externa, cuando un nuevo esfuerzo hizo sa- lir el tapón de que hemos hablado. El niño se repuso in- mediatamente y pudo dormir durante la noche. Vicente seguía bien; pero á los quince dias se observó un edema á un lado de la herida traqueal, y averiguan- do que dependía de la compresión del borde inferior de la cánula (modelo Guersant), se cambió por otra (mode- lo Borgelat), con lo cual desapareció el accidente. El niño ha mejorado en su salud general, ha engorda- do y está contento; pero como no desaparece aún la la- ringitis, no se le ha quitado la cánula. En estas tres observaciones tenemos un muerto y dos que salvaron. En el primero, una neumonía aguda fué la causa de la muerte. Esta vino, según dice el Sr. Hi- dalgo, por la falta de la gasa, porque con ella el aire no penetra bruscamente ni viene por su contacto casi direc- to á producir la inflamación del pulmón. La segunda observación es interesante, porque prueba que ese temor que hay de quitar la cánula bruscamente es infundado, si está curada la enfermedad primitiva; pues en este niño no sobrevino ningún accidente. 24 3? TrAQUEOTOMIAS POR AFECCIONES SIFILITICAS DE LA LARINGE. Los Sres. Muñoz y Alvarado D, I., operaron al Sr. D. A., que estaba asfixiándose por unas vegetaciones que se habían desarrollado en la glotis. Tan luego como se le abrió paso al aire por la tráquea, el enfermo volvió á la vi- da; y arrodillado al frente de estos señores, les tributaba las más expresivas gracias por el bien tan grande que de ellos babia recibido. Después de hecha la operación, se sometió á un tratamiento anti-sifilítico, y al cabo de un año, se le quitó la cánula, recobró la voz y sanó ente- ramente. El Sr. Carmona y Valle, operó á un individuo enfer- mo de una afección sifilítica de la laringe, en el año de 1864, en el Hospital de San Pablo. Dicho enfermo se alivió; pero el Sr. Carmona no quitó la cánula, porque el paciente dejó el hospital ántes de su completa curación. El Sr. Ortega D. F., tuvo que practicar la operación de la traqueotomía en la Sra. I., natural de Tulancingo, por una laringitis sifilítica. Después de puesta la cánula, el Sr. Ortega trató á la enferma por los mercuriales, y al fin por el ioduro de potasio. A los tres meses quitó la cánula, quedando la señora sana enteramente, y has- ta el punto de volver á cantar, tal cual lo hacia ántes de su enfermedad. El mismo Sr. Ortega, operó á IV, sastre, por una la- ringitis sifilítica: la operación filé laboriosa por una hiper- trofia que existia en el istmo del cuerpo tiroides, que produjo una hemorragia tenaz y difícil de contener. El 25 enfermo conservó la cánula varios meses, pero murió por no haberse podido dominar la afección sifilítica. El Sr. Ortega D. A., practicó esta operación en un individuo por laringitis sifilítica: un mes después de ope- rado se le quitó la cánula, y el enfermo estaba entera- mente sano. Los Sres. Iglesias y Orvañanos,. operaron á un adul- to, que padecia de ulceraciones sifilíticas en las cuer- das vocales; á los ocho meses aun conservaba la cá- nula, y las ulceraciones persistían. Después se perdió de vista. El Sr. D. ST., vino á esta Capital con el objeto de cu- rarse de una laringitis sifilítica: después de haber con- sultado á varios facultativos, ocurrió al Sr. D. Francisco Ortega. Este señor, lo mismo que los demás, opinó que se necesitaba hacerle la operación de la traqueotomía, pues el enfermo tenia destruido parte del velo del pala- dar; varias cicatrices plegaban la parte posterior de la laringe, y por medio del laringoscopio vió el Sr. Ortega que habia un estrechamiento de la glotis, y unos puntos blancos en la epiglotis. El enfermo estaba áfono, su respiración era difícil, y los accesos de sofocación iban siendo más frecuentes: ci- tado el dia para operarlo, se reunieron los Sres. Ortega D. F., Ortega D. A. y el Sr. Juvera. Después de divi- dir las partes blandas, se descubrió la tráquea, la cual fué perfectamente disecada por el Sr. Ortega D. Fran- cisco, el que la encontró osificada: viendo esto, hizo la punción con un bisturí, y con unas tijeras cortó los ani- llos de la tráquea, pues consideró que con el tenótomo seria imposible: después colocó la cánula, y desde ese mo- mento el enfermo comenzó á respirar perfectamente: se le prescribió un tratamiento apropiado, y á los pocos di as tuvo el Sr. Ortega el gusto de que tapándose el mismo enfermo la abertura exterior de la cánula, le oyera pro- 26 nunciar algunas palabras, cosa que no liada ántes de operado. / A la amabilidad del Sr. Ortega D. A., debo la obser- vación siguiente: La Srita. M., de quince años de edad, de temperamento linfático, y que liabia padecido años ántes afecciones escrofulosas, fue accidentalmente con- tagiada de sífilis. El abuso que hizo de su laringe por medio del canto, como por el desempeño de varios papeles de comedias caseras, le causó una afección crónica de las cuerdas vo- calés, que produjeron ulceraciones en el órgano, afonía y dificultad en la respiración. La perdí por algunos me- ses de vista, en cuyo tiempo, estuvo bajo la dirección facultativa del Sr. Semeleder, que con su laringoscopio precisó perfectamente las lesiones ulcerosas de la larin- ge, y prescribió un tratamiento local y general, inteli- gente y adecuado. Habían pasado varios meses, como he dicho, sin verla, pero sabiendo por sus relaciones que su mal progresaba; cuando el 16 de Abril de 1872, á las doce de la noche, vi- nieron á llamarme con urgencia para que la fuera á asis- tir. Inmediatamente fui, y la encontré del modo siguien- te: cara lívida, descompuesta, cubierta de un sudor frío, ojos brillantes, saliendo fuera de las órbitas; sus manos crispadas convulsivamente, agarrando el colchón de la cama; los movimientos inspiratorios en vano se efectua- ban con gran fuerza, pues apénas penetraba un poco de aire que producía un silbido ronco y opaco; toda la piel se encontraba fría y cianosada; el pulso muy pequeño; en fin, todos los fenómenos anunciaban una muerte próxi- ma por asfixia. En vista de síntomas tan alarmantes, juzgué necesario practicar la traqueotomía, y mandé in- mediatamente llamar á mi hermano (Ortega D. F.), po- niéndole en un papel la palabra Traqueotomía. El mal hacia progresos tan rápidos, que llegó un ins- 27 tante en que, desapareciendo completamente el pulso, y prolongándose una inspiración por largo tiempo, creí que la enferma muriera en mis brazos. Saqué rápidamente un bisturí de mi estuche y comencé á dividir á la mayor brevedad posible la piel, la aponeurosis que se encuentra entre la horquilla del esternón y el cartílago tiroides; con el índice de la mano izquierda protegía el tronco braquio cefálico, y con la derecha penetraba ya cerca del plexus venoso y cuerpo tiroides, cuando llegó mi hermano con los instrumentos necesarios. Reunidos ya, los dos conti- nuamos la operación, hasta abrir la tráquea y colocar una cánula. Si alguna vez puede decirse en verdad, que un enfermo ha vuelto á la vida por la traqueotomía, es en esta ocasión. La respiración volvió á su tipo normal, produciendo la hematósis de la sangre, reanimando su co- lor, su pulso, ahuyentando el sudor frío, y produciendo un estado de calma tranquila y deliciosa. Desde luego se le prescribió un tratamiento anti-sifi- lítico, y á los pocos dias, tapándole la abertura externa de la cánula, pronunciaba algunas palabras, y á fines del mes de Mayo, mi hermano (Ortega D. L.,) y yo, pu- dimos observar, por medio del laringoscopio, que habían desaparecido por completo las ulceraciones de la laringe y de las cuerdas vocales. Esto nos obligó á quitar la cánula, y á la fecha, la Srita. M. goza de buena salud. Ocho son los enfermos de laringitis sifilítica, y tene- mos: que excepto uno, todos vivieron. ¿Por qué, tratándo- se de afecciones sifilíticas se han salvado más operados de traqueotomía que en el croup? Creo que responder á esta pregunta es del todo pueril. La sífilis, es una enfer- medad cuyos efectos sobre la economía son funestos: pe- ro hoy que la terapéutica de esta afección es tan cono- cida, y está tan extendida, el mal venéreo no mata co- mo ántes. Hoy que la ciencia posée tantos medicamen- 28 tos anti-sifilítieos, la sífilis no hace aquellos estragos tan espantosos que horrorizaban al mundo entero. Ojalá, y así como el médico posée para combatir la sífilis el mer- curio, el ioduro de potasio y otras sustancias, tuviese un medicamento tan enérgico y tan útil para combatir el envenenamiento croupal. Estas observaciones vienen como se verá mas adelan- te, á probar que la traqueotomía por sí misma no es gra- ve. Que esta gravedad que le han atribuido, depende de las malas condiciones de los enfermos, y no de la opera- ción. 4? Traqueotomias por el mal de san lázaro. Ocho casos que poseo sobre esta operación, son de- bidos al Sr. Gallardo (D. Luis): en cinco de estos en- fermos afectados de mal de San Lázaro, la asfixia era producida por tubérculos colocados en la laringe: en to- dos ellos, la operación de la traqueotomía produjo muy buen resultado, porque la respiración volvió á efectuarse con regularidad. Es de notar que en esos enfermos, se- gún el Sr. Gallardo, la hemorragia no füé temible. En los otros tres casos el diagnóstico era sumamente obscu- ro y muy difícil de establecerse: la operación no llenó su objeto, porque abajo del punto donde se abrió la tráquea existían algunos tubérculos que impedían la entrada del aire, y por consecuencia los enfermos sucumbieron por asfixia. Los cinco primeros operados vivieron mucho tiempo después, sin que la traqueotomía fuera la causa de algún accidente. 29 5? Traqueotomia por viruelas. De esta clase una sola operación tengo, debida á la amabilidad del Sr. D. Manuel Dominguez. “Luz B., de edad de nueve años y de constitución lin- fática, fué atacada de viruela confluente el lo de Mayo de 1869, y asistida en los primeros dias de enfermedad por el Sr. Hermosilla. Ya en la época en que las pústu- las comenzaban á transformarse en costras, ful llamado violentamente para asistir á la niña de un acceso de so- focación. El estado en que la encontré era del todo se- mejante al que causa el edema de la glotis, y en conse- cuencia, le ordené un vomitivo enérgico, que fué preciso repetir, porque continuaba la angustia respiratoria A pesar de este recurso, y á pesar también de otros varios de que fui echando mano momento á momento, el esta- do de la paciente empeoraba, llegando al extremo de que en la noche de aquel mismo dia me resolví á hacer la traqueotomía.” “Mi distinguido compañero y querido amigo el Dr. D. Manuel Carmona y Valle me auxilió en esta operación, que emprendimos á las once de la noche, sin mas luz que la de una mala vela de sebo que tenia una criada en la mano. El estado asfíxico en que se encontraba la ni- ña la privaba de sensibilidad, á tal grado, que no fué necesario sujetarla, pues no movió pié ni mano durante toda la operación, que se prolongó un poco mas de lo que deseábamos, por haberse hecho precisa una disección cuidadosa para evitar los vasos que se presentaban lle- nos de sangre. Descubierta al fin la tráquea, introduje en ella mi bisturí y apliqué luego la cánula, teniendo des- de luego el gusto, en compensación de los anteriores mo- mentos de angustia, de ver que la que llegamos á juzgar cadáver, daba señales inequívocas de vida. Creo que si retardamos la operación medio minuto más, hubiera si- do infructuosa, y no hubiéramos gozado ese inexplica- ble placer que se experimenta cuando se ve, á no dudar, lo que la ciencia ha triunfado de la muerte.” “El 12 de Julio, época en la cual creí que la laringe es- taba ya sana, quité la cánula á pesar del miedo que ma- nifestaba la niña por la supresión de aquel tubo que consideraba por instinto como una válvula de seguridad. Desde entonces comenzó la fonación que por natural consecuencia se habia perdido del todo; y al cabo de po- cos dias dejé de visitar á mi enfermita, que á pesar de sus pocos años, sabia significarme una gratitud tan sin- cera, que la recibí gustoso como un buen premio á mis afanes.” “He vuelto á ver á la niña hace pocos meses, y no le he encontrado otro vestigio de la operación sufrida, mas que una cicatriz en la foseta supra-external, y la voz algo bronca. Tengo esperanzas en que una y otra cosa des- aparezcan del todo; la primera, por los progresos de la edad, y la segunda, haciendo trabajar las cuerdas vocales por medio del canto; ejercicio que le tengo muy reco- mendado.” 30 6? Traqtteotomias por cáncer. Dos observaciones poseo sobre la operación practica- da por esta causa. La primera pertenece al Sr. Hidalgo Oarpio que asistió á una señora de cuarenta años de edad, de un cáncer de la laringe. El tumor canceroso lle- 31 gó á tomar tales proporciones que producía la asfixia: hi- zo la traqueotomía, y aquella desapareció. La señora sucumbió á los cuatro meses de operada por los progre- sos de la caquexia cancerosa. En este caso la operación fué hecha como tratamien- to paliativo: se llenó la indicación del momento que era el salvar á la enferma de la asfixia. La traqueotomía la llenó de la manera mas eficaz; y si la señora murió, no fué por causa de la operación, sino por los progresos de la enfermedad. La segunda observación pertenece al Sr. Martínez del Villar. El Sr. D. IT. padecía una laringitis hacia mas de tres años; después de este tiempo, el Sr. Martínez del Villar, por medio del laringoscopio, llegó á percibir unas peque- ñas ulceraciones en la epiglotis: fué llamado el Sr. Semele- der, quien observó lo mismo que el Sr. Martínez del Vi- llar. Repentinamente el enfermo fué atacado de accesos de sofocación que determinaban la asfixia. En vista de esto, el 10 de Julio de 1872, reunidos los dichos señores y el Sr. Hidalgo Oarpio, procedieron á la operación, pues juzgaban que si venia un nuevo acceso, el enfermo mo- riría. Tan luego como se le puso la cánula —siendo de ad- vertir que la operación fué de lo mas feliz— el enfermo no volvió á sufrir ningún accidente hasta los tres meses que volvió un nuevo acceso de sofocación, producido por mucosidades que habían venido á obstruir la extremidad inferior de la cánula. El Sr. Semeleder tuvo que quitar la cánula y prolongar la incisión un poco hácia arriba para que pudiera salir esa masa de mucosidades. A los seis meses, once dias después de la operación, el enfermo murió por los progresos de la caquexia cancero- sa, y según las palabras del Sr. Martínez del Villar, ha vivido seis meses más, debido á la traqueotomía. 32 7? Teaqüeotomia poe tísis laeixgea. En el año de 1868, los Sres. Segura, Diaz Gutiérrez y Villarreal, operaron á un individuo que estaba á punto de asfixiarse. Después de hecha la operación, la asfixia continuaba, aunque no con la intensidad que ántes. A los dos dias murió, y al practicar la autopsia, se encon- traron algunos tubérculos en la laringe, en la tráquea, y varias cavernas en los pulmones. III Traqueotomías ejecutadas para evitar la asfixia en ca- sos de tumores que comprimían el conducto laringo- traqueal. Esta clase la divido en dos grupos: 1? Por aneurismas de la aorta. 2? Por tumores ganglionares. 1? Teaqueotomias por aneurismas de la aorta. El año de 1854 entró al Hospital de San Pablo un negro adulto con síntomas de edema de la glotis: los ac- cesos de sofocación eran muy intensos, principalmente en la noche. Eeunido en consulta el Sr. Hidalgo con los Sres. Navarro D. Juan, Villagran y otros, se decidió á hacer la traqueotomía. Esta la practicó el Sr. Hidalgo con todas las reglas del arte; pero como á pesar de que la cánula habia sido introducida, la asfixia continuaba en el mismo estado que ántes, creyó el Sr. Hidalgo que no estaba bien colocada; la sacó y la introdujo de nuevo con poco esfuerzo. En el acto saltó un chorro de sangre que el cirujano creyó provendría de la herida de los tegu- mentos que absorbida en los momentos de inspiración era expulsada por los esfuerzos de tos; y temiendo que la sangre en ese lugar siguiera aumentando la ya tan avanzada asfixia, procuró absorberla; pero apénas hizo 34 un movimiento de succión, se le llenó la boca con ese lí- quido, y el enfermo murió en el acto. La autopsia demostró que Labia en efecto un edema de los pliegues ariteno-epiglóticos, pero que también te- nia un aneurisma del cayado de la aorta que Labia adel- gazado considerablemente la mucosa de la tráquea. Es- te adelgazamiento bizo que la ligerísima presión que pro- dujo el Sr. Hidalgo al introducir por segunda vez la cá- nula fuese la causa de que ésta penetrase en el saco aneurismal. Desgraciadamente en aquella época el Sr. Hidalgo Oarpio no tenia conocimiento de que algún autor hu- biese Lecbo notar que los aneurismas del cayado de la aorta pudieran dar lugar á síntomas idénticos con los del edema de la glotis, y esta fué la razón que tuvo para no tomar en cuenta de su diagnóstico dichos aneurismas. La segunda observación Lace relación á un enfermo que, en concepto del Sr. Lavista y de los Sres. Ortega D. E. é Hidalgo Oarpio, llamados en consulta, necesitaba la traqueotomía por una grave afección laríngea, acom- pañada de asfixia: citado el dia para la operación, y dis- puestos los instrumentos necesarios para ella, se reunie- ron dichos señores. Después de haber dividido la piel, el tejido celular, la aponeurosis, encontraron los opera- dores un aneurisma del tronco braquio-cefálico y del ca- yado de la aorta, que no Labian podido diagnosticar á prio- ri por la existencia de un enfisema pulmonar, y por el estado de angustia en que se encontraba el enfermo. La operación se concluyó felizmente. En la noche de ese dia, el enfermo murió por la asfixia que produjo la compre- sión del aneurisma sobre la tráquea, pero sin que vinie- ra ningún accidente por la traqueotomía. Esta operación la debo á la amabilidad del Sr. Lavista., quien se ha ser- vido redactármela. 35 2? TeAQUEOTOMIA POR TUMORES GANGLIOXARES. Esta observación pertenece á mi querido maestro el Sr. D. E. Licéaga, y fué recogida por el Sr. Oabral. (1) Se trataba de un niño que tenia dos tumores situados a los lados de la tráquea, y ocupaban el espacio (tan mar- cado en los niños) comprendido entre ella y los múscu- los externo-cleido-mastoideos: eran duros, resistentes, y producían un estorbo en la respiración, que daba por re- sultado un estertor traqueal, una especie de ronquido diferente al del croup, que aumentaba durante los ac- cesos fuertes de tos, acompañados de una abundante se- creción brónquica, que sobrevenían á intervalos y que parecían ahogarle; á esto se agregaba la inyección de la cara, la agitación, y en fin, los fenómenos de la asfixia por sofocación. Examinado, aunque con dificultad, el interior de la bo- ca, se notó solamente una ligera inyección á la entrada de la laringe. Por medio de la auscultación, se oía un soplo traqueal en la región correspondiente, y estertores mucosos, sil- bantes y roncantes en los pulmones. Ante este cuadro de síntomas, se formó el juicio si- guiente: hay una compresión de la tráquea, producida por dos tumores ganglionares, que explican los acciden- tes que se observan de parte de la respiración y la de- glución. La dificultad en la introducción del aire, produ- ce una excitación de la mucosa laringo-brónquica; y, co- (1) “Gaceta Médica de México.” Tom. VI, núm. 7. 36 mo consecuencia, la secreción abundante de mucosida- des. Hay además diarrea. El pronóstico era bastante grave: la asfixia podia so- brevenir si la enfermedad continuaba haciendo progresos como hasta entónces. El tratamiento prescrito fué muy á propósito; consistía en un vomitivo, unos pozuelos absorbentes y pomada mercurial á los tumores. Al tercer dia se le ordenaron unas gotas de solución de ioduro de potasio, y se le re- pitió la misma pomada que en los dias anteriores. El dia 4 de Julio, por la tarde, observó el Sr. Licéaga que el enfermo seguia mal, y en vista de esto, se deter- minó á hacer al dia siguiente la operación de la traqueo- tomía. A las nueve de la mañana del dia 5, fijado para la operación, el estado del niño era muy alarmante; habia amagos inminentes de asfixia; las fuerzas estaban suma- mente agotadas; la tos venia con bastante frecuencia; á lo que se agregaba la debilidad del pulso y el color ciáni- co de la cara. Reunidos los Sres. Licéaga, Ortega D. A. y Oasasola, determinaron que se procediera á la operación sin pér- dida de tiempo. Veinte minutos después se comenzó ésta. Colocado el niño sobre una mesa, enfrente de una ven- tana y en la posición supina, se le colocó una almohada debajo de la nuca para levantar la parte anterior del cuello. El Sr. Licéaga se situó á la derecha, el Sr. Or- tega á la izquierda, un ayudante tenia la cabeza del en- fermito, y otro se encargó de dar los instrumentos. En- tónces, el primero de estos señores fijó la tráquea mién- tras que con la mano derecha, provista de un bisturí rec- to, tomado como una pluma de escribir, practicó una in- cisión sobre la línea mediana, que se extendió desde el cartílago cricoides hasta cerca del esternón, y medía una longitud de dos centímetros y medio, quedando así divi- 37 didas la piel y la aponenrosis cervical; después se colocó una erina en el ángulo superior de la herida, para fijar el cartílago cricoides: (según una parte del método Chas- saignac): el Sr. Ortega situó el índice de la mano izquier- da en la parte inferior de ella, para alejar el tronco ino- minado, y dos ayudantes separaron la piel y los múscu- los esterno-ioideos y esterno-tiroideos; en seguida se con- tinuó dividiendo poco á poco hasta llegar al istmo del cuerpo tiroides, y disecada y separada á un lado con una erina una vena de mediano calibre que se encontró al paso, se llegó al plexus venoso: dividido éste, se contu- vo una ligera hemorragia que se presentó, por la aplica- ción de una esponja mojada en agua fría. Hecho esto, quedó á la vista la tráquea, que se divi- dió hácia su parte inferior, aumentando en seguida su- periormente la incisión con un bisturí abotonado hasta llegar al cartílago cricoides: separada la abertura por me- dio de un dilatador, y colocada en seguida dentro de ella una cánula de calibre apropiado, quedó terminada la ope- ración á las nueve y media de la mañana, habiendo du- rado por lo mismo diez minutos. La operación habia sido hecha con esmero y habilidad: el aire penetraba con facilidad desde el momento en que quedó abierta la tráquea, pero esto no era bastante: el niño habia presentado síntomas de asfixia, según dije án- tes, y que estos aumentaron durante la operación; la tos venia con bastante frecuencia y por accesos; era necesa- rio desembarazar la cánula de las mucosidades que la obstruían: filé preciso por lo mismo, recurrir á varios me~ dios para despertar la sensibilidad casi extinguida del niño enfermo. Se le aplicaron sinapismos á las extremi- dades; una friega con tintura de mostaza en todo el cuer- po: se le dieron al interior unas cucharaditas de agua de azúcar con un poco de vino, y una lavativa con unas go- tas de éter sulfúrico; pero ninguna de estas medicinas 38 filé suficiente. La respiración estaba muy irregular, pre- cipitada y poco perceptible: se quisieron contar las pul- saciones del corazón aplicando el oído sobre el tórax, pe- ro no fue posible. Entonces se recurrió á la electricidad dinámica locali- zando las corrientes de inducción en los nervios, en los músculos y en la piel, lo cual dió por resultado que el niño despertara del estado de anestesia en que se encon- traba. Desde el momento en que se hizo pasar la corriente eléctrica por el trayecto del nervio frénico, vino una con- tracción del diafragma, una fuerte inspiración y la anima- ción del semblante que expresó el sufrimiento. Toda esto acompañado de un movimiento brusco de los miembros. ISTo se volvió á aplicar la electricidad sino hasta los cinco minutos, siempre con el mismo éxito y llevando su acción por diferentes puntos del cuerpo. Bastó una tre- cera aplicación para que el pulso se regularizara lo mis- mo que la respiración, batiendo el primero ciento cuaren- ta veces por minuto, miéntras las inspiraciones eran en número de sesenta en el mismo tiempo. Poco después, el restablecimiento del niño era com- pleto. A las diez y media se le pudo dejar ya recomen- dado al cuidado de la madre, en una de las salas del hos- pital, prescribiéndole unas cucharadas de infusión de ti- lia con agua de azahar, vino y almizcle, las que se sus- pendieron en la tarde, porque el estado de debilidad del enfermito, hacia que el vino lo tuviera en un adormeci- miento continuo: el alimento consistia en la lactancia materna que se le administraba cada dos horas. Cinco dias después desaparecieron los tumores, lo que se consiguió fácilmente con el ungüento mercurial al ex- terior, y el ioduro de potasio al interior. En los últimos dias de Julio le atacó tos ferina. Cre- yéndose que esta enfermedad estaba mantenida por la pre- 39 senciadela cánula, y habiendo por otra parte desaparecido los tumores, el Sr. Licéaga juzgó conveniente quitarla el dia tres del mes de Agosto, lo que hizo definitivamente, bastando esto para hacer desaparecer la tos. La abertura cicatrizó en muy pocos dias. Las deposiciones que habian continuado fueron desapareciendo gradualmente, hasta el dia doce en que no volvieron ya. El niño permanecía sin embargo bastante deteriorado, por lo que se le prescribió quina, aceite de bacalao, ioduro de fierro y unción con aceite á todo el cuerpo; lo primero interiormente y al exterior lo demás. Con este tratamiento pronto quedó restablecido por completo. REFLEXIONES. Las que se hicieron con motivo de este enfermo, fueron las siguientes: l? Que la electricidad es de una utilidad verdadera- mente práctica en los casos de asfixia. Se ha seguido aprovechando desde entonces en la Maternidad, siempre que se presenta la asfixia en los niños recien-nacidos. 2? Que la operación de la traqueotomía que tan grave parece á primera vista, no lo es, cuando la enfermedad por la que se practica, no es capaz de producir la muerte por sí misma. 3? Que para quitar la cánula, no es indispensable ha- cerlo por grados como aconsejan los autores, y que si qui- tarla de una vez presenta dificultad, nada mas es porque los niños se acostumbran á ella; pero basta distraer su atención, para poderlo hacer sin peligro. 40 IV Traqueotomía hecha como tratamiento preliminar ele una afección de la laringe. El Sr. D. N. vino á esta capital con objeto de curarse de una afección muy antigua de la laringe. Reunidos en junta los Sres. Jiménez D. M., Carmona, Martinez del Rio y Semeleder, convinieron en que el Sr. D. N. tenia al lado izquierdo de las cuerdas vocales un tumor que impedia el libre paso del aire; se convino que para tratar convenientemente la afección laríngea se hi- ciera previamente la traqueotomía con el objeto de que respirando por la cánula estuviera en reposo la laringe. Reunidos los mismos señores el dia fijado para la ope- ración, el Sr. Jiménez D. M., tomó el bisturí, dividió los tejidos blandos, llegando sin novedad hasta la tráquea; al practicar la punción sintió una resistencia muy grande en los cartílagos, siéndole del todo imposible penetrar; cedió entonces el bisturí al Sr. Carmona, quien después de mucho trabajo pudo hacer la punción: inmediatamente quiso prolongarla incisión hácia arriba, pero los cartílagos de la tráquea estaban completamente osificados, y el bis- turí mas bien afilado se embotaba; pero con la habilidad que le es característica tomó otro instrumento y los di- vidió. Durante este tiempo la poca sangre que escurría de la herida exterior, penetraba gota á gota por la incisión y producía por su contacto con la mucosa traqueal una exci- tación tal, que le venían al enfermo accesos fuertes de sofocación. Quisieron introducir el dilatador de la tráquea y les era del todo imposible, porque ésta estaba en todo su derredor osificada; entretanto el Sr. D. Y. presentaba síntomas de asfixia espantosos. Por fin, lograron introducir el dilatador con grandes esfuerzos y colocaron inmediatamente una cánula; pero la sangre que habia estado penetrando, no se pudo ex- traer por mas que trabajaron estos señores. Cuanto se hizo para salvar de la asfixia al enfermo fué inútil; ya era cadáver. 41 ¿ES ORAYE POR SI MISMA LA TRAQUEOTOMIAÜ La idea que tuve al tratar de resolver este punto rae fue sugerida por las diversas opiniones reinantes. Tanto entre nuestros médicos mexicanos como entre los europeos, hay uua divergencia de opiniones que me hicieron vacilar, y esta incertidumbre fue la que me de- terminó á acumular los hechos y no las teorías, para ver en qué consiste la gravedad que unos le dan, ó la benig- nidad que le atribuyen otros. % La opinión de Malgaigne es esta: “La trachéotomie comparable a la taille par les resultáis, peut aussi bien luí étre comparée par les tissus qu’elle divise; ce n’est pas autre cbose que la taille de la cavité pulmonaire; et comme la cystite est l’accident le plus commun aprés la lithotomie, la pneumonie est l’accident le plus commun aprés la trachéotomie, et celui qui determine le plus souvent la mort.” Y Giraldés en sus Lecciones sobre las enfermedades quirúrgicas de los niños, dice: “La trachéotomie, Messieurs, est une opération qui estloin d’étre aussi effrayante qu’on se la figure dans le monde.” Cette idée précongue fait que les parents s’y décident tardivement. 42 Son utilité est réelle, indiscutable, non pas comme traitement de la maladie elle-méme, mais contre l'asphixie. En eombattant cet accident, elle donne le temps aux médicamente internes de faire sentir leur action. Elle sert done évidemment, toujours á prolonger la vie, quelquefois á la sauver.” “Un mot en terminant: La trachéotomie est une operation émouvante, trés-accidentée dans son exécution, facile dans certain cas, laborieuse, difficile dansd’autres, toujours délicate méme dans les conditions en apparence les plus favorables. Des péripéties inattendues surgissent fréquemment; mais souvenez-vous qu’avez de la prudence, du sang-froid, vous parviendrez constamment á la mener a bonne fin; c’est-a-dire, á soulager le malade.” La opinión de Malgaigne es de lo mas desconsoladora para el médico que se ve en la precisa necesidad de prac- ticar la operación de la traqueotomía. El número de observaciones que be tenido el honor de presentar es de cuarenta y tres. De éstas veinte y tres fueron desfavorables, y veinte felices. Si siguiera el método que muchos autores han empleado al hacer la apreciación de cualquier operación, que es el reunir todas las observaciones y comparar entre sí el nú- ñiero de los que han muerto con el de los que han salvado, llegaría á esta desgraciada conclusión: La tra- queotomía es una operación grave por sí misma, pues se mueren cincuenta y tres por ciento de los operados. Mas este método estadístico es absurdo y completa- mente anticientífico. ¿Qué persona, dotada de un poco de sentido común, se atreve á deducir consecuencias sobre la gravedad de una operación, juzgando por los resultados totales de opera- ciones practicadas en circunstancias tan diferentes? Para que una estadística sea aceptable, es necesario que los hechos sean bien observados y comparables en- tre sí; que se tengan siempre en cuenta toda clase de circunstancias, porque de otra manera, se sumarian can- 43 tidades heterogéneas y los resultados serian completa- mente absurdos. Verémos que apreciando todas las observaciones co- mo es debido, llegamos á una conclusión enteramente opuesta á la deMalgaigne, quien compara la traqueotomía en cuanto á su gravedad, á la de la talla. Yo por el con- trario digo: la traqueotomía no es una operación grave por sí misma, lo que la liace grave son las malas circuns- tancias en las que se ha practicado. Analizaré las observaciones en el mismo órden en que las be colocado. De las traqueotomías practicadas por la presencia de cuerpos extraños en el conducto laringo-traqueal, tenemos dos: la del Sr. Arámburu y la del Sr. Juvera. Respecto de la primera, el diagnóstico, aunque muy difícil, fué perfectamente establecido; el estado general del niño era inmejorable; la oportunidad de la operación estuvo bien elegida; en una palabra, la traqueotomía fué practicada en las condiciones que se requieren, y por con- secuencia el éxito feliz. En la del Sr. Juvera, si el cuerpo extraño hubiera sido extraido, evidentemente no hubiera muerto la niña: la muerte vino por asfixia, porque el colorín obstruyó el bronquio derecho; mas no porque la traqueotomía la hu- biera producido, pues no sobrevinieron ni la neumonía ni los otros accidentes que se le atribuyen á esta opera- ción. En las operaciones hechas por croup, tenemos prime- ramente las practicadas por el Sr. Carmona y Valle, y por confesión de dicho señor, estos tres casos desgraciados, han sido, porque la traqueotomía no se hizo con la espe- ranza de salvar á los enfermos sino con el de prolongar- les cuanto se pudiera la vida y hacer ménos penosa la muerte. El caso del Sr. Bandera es de aquellos en que solo se trató, al hacer la operación, de disminuir los pa- 44 decimientos del niño, no de obtener la curación; este caso, lo mismo que uno de los dos del Sr. Villagran, tuvieron el resultado funesto que se esperaba, por la época en que fueron practicadas. Ninguna de éstas, por tanto, habla en pro ni en contra de la operación. Una de las observaciones del Sr. Villagran, lo mismo que otra de las tres del Sr. Hidalgo Oarpio, tuvieron éxito feliz, porque los enfermitos estaban en buenas condicio- nes; el croup no estaba tan avanzado, y las falsas mem- branas estaban limitadas á la laringe. Los otros dos casos del Sr. Hidalgo Carpió fueron des- graciados; uno murió por una neumonía sobreaguda, y el otro porque la falta de cuidado en la casa, hizo, que obstruyéndose la cánula con mucosidades, viniera la as- fixia. El primer caso, apoya la opinión de M. Malgaigne, quien, como se recordará, dice: que la neumonía es á la traqueotomía, lo que la cistitis á la operación de la talla. El segundo caso, no es más que el resultado funesto de un descuido deplorable. Las dos operaciones de los Sres. Rodríguez y Leal tu- vieron un éxito desgraciado, porque el envenenamiento croupal estaba muy avanzado. Corresponde á estas ob- servaciones, lo dicho respecto á las de los Sres. Carmona, Bandera y Villagran. El otro caso del Sr. Rodríguez tuvo una terminación feliz, pues se operó el enfermo ántes que el mal se hu- biera generalizado. Los dos casos del Sr. Ortega D. F. fueron operaciones practicadas con objeto de hacer ménos penosa la muerte de los niños; el resultado, evidentemente fué malo, pues- to que las condiciones no eran favorables. Tampoco estos hechos pueden figurar como un cargo á la traqueotomía. De traqueotomías hechas por laringitis, tenemos tres observaciones, una pertenece al Sr. Hidalgo Carpió. En ella se hizo con mucha dificultad la operación, y el resul- 45 tado fué la muerte por neumonía. (Segundo caso que apo- ya la opinión de Malgaigne.) Las dos operaciones, que pertenecen al Sr. Licéaga, fueron de un éxito feliz; porque la enfermedad era cura- ble, y como se ye por las observaciones, la traqueotomía no trajo ningún accidente. De operaciones hechas por sífilis, tenemos ocho obser- vaciones: en ellas no hay más que una de éxito desgra- ciado. En ésta se trata de un sastre que operó el Sr. Or- tega, D. F. La operación fué feliz; el enfermo llevó la cánula por algunos meses, y murió, porque la afección si- filítiea no se pudo dominar: la traqueotomía en este caso no produjo ningún mal. En los siete casos restantes, todos los enfermos se sal- varon; y si á estos no se les hubiera hecho la operación, evidentemente que no habrian llegado á vivir y á gozar del buen estado de su laringe, que permitió á algunos de ellos dedicarse al canto como se ve por las observaciones. En las ocho observaciones de traqueotomía, hechas por mal de San Lázaro, el resultado fué que se salvaron cinco, y perecieron tres: en los cinco casos felices, el mal estaba limitado á la laringe, y la tráquea se encontraba completamente libre; por consiguiente, la traqueotomía llenó perfectamente su objeto y en nada agravó el estado anterior del enfermo. En los tres que murieron, el mal in- vadia toda la tráquea, pues existían algunos tubérculos abajo del punto donde se operó; y por tal causa, el aire no podía pasar con libertad. El caso del Sr. Domínguez, por viruelas, fué del todo feliz, porque lo único que quedaba de la enfermedad era un obstáculo material al paso del aire para el pulmón. Este obstáculo lo salvó la traqueotomía, sin traer consi- go ninguna consecuencia funesta. Las dos observaciones de traqueotomía, por Cáncer, fueron hechas como un medio paliativo para llenar la in- 46 dicacion del momento y evitar la asfixia. Uno de los en- fermos murió á los cuatro meses, y otro á los seis de ope- rado. Ambos vivieron este tiempo debido á la opera- ción, y la muerte fue producida por la caquexia cancerosa. No poseo más que una observación de tisis laríngea. En este caso, el enfermo murió por la afección, que es esencialmente incurable. Dos observaciones tenemos de traqueotomía hechas, tratándose de aneurismas de la aorta: en estos dos casos desgraciados, no se habia diagnosticado el aneurisma al hacer la abertura de la tráquea. De esta lamentable falta de diagnóstico, que, dicho de paso, era muy difícil cuan- do se hizo la operación, vino el que el saco aneurismal fuera roto en un caso con la cánula, y en otro, en que fuera este medio quirúrgico insuficiente para impedir la asfixia. Un caso tenemos de operación por tumores gangliona- res al derredor de la tráquea. Esta operación fué hecha en medio de grandes dificultades; salvó al enfermito, lle- nando la apremiante indicación de dar entrada al aire, y permitiendo emplear después un tratamiento general apropiado. Una sola operación de traqueotomía, como tratamien- to preliminar de afección de la laringe, nos suministra un éxito desgraciado, debido á la resistencia, casi insupera- ble, de los cartílagos de la tráquea que estaban osificados* Este accidente no puede ser atribuido sino á una anoma- lía imposible de preverse, atendiendo á las circunstan- cias que rodeaban al enfermo; y no debe, este es mi pa- recer, agregarse á los accidentes que hacen grave la tra- queotomía. Hemos analizado una á una las observaciones que sirven de base á este trabajo. En cada una de las veinti- trés que tuvieron un fin desgraciado, hemos indagado la causa de él. La mayor parte de ellas han tenido mal re- sultado, porque se ha operado en malas condiciones. Dos solamente apoyan la idea de Malgaigne; pero recuérdese que son solamente dos, y que en una de ellas se olvidó una precaución recomendada por los autores. (1) Oreo que todo aquel que se atenga á los hechos, y que no sea ciego partidario del magister dixit de los antiguos, convendrá, en que el principio sentado por Malgaigne no se puede generalizar en México. Teóricamente se debería suponer que entre nosotros la neumonía habia de sobre- venir con frecuencia, cuando se abre un paso directo al aire á través de la tráquea, atendiendo á la excesiva fre- cuencia que tiene en nuestra capital la neumonía espon- tánea. Sin embargo, los hechos hablan de otro modo. Apoyado en cifras numéricas, cifras que nos son acep- tables por referirse á observaciones analizadas una por una, y que nos dan la seguridad de tratar de hechos de la misma especie, aunque en corto número, nos autorizan á concluir, diciendo: Que Ja traqueotomía no es una ope- ración grave por sí misma. Mi único objeto, al emprender este trabajo, ha sido aclarar, apoyado en los hechos, un punto tan interesante de la Medicina operatoria: no soy yo el que hablo; la prác- tica de nuestros principales cirujanos es la que me sirve de apoyo. Si, al cumplir con un deber, he logrado aclarar un asunto controvertido aún, quedarán satisfechas mis aspiraciones; pues solo deseo ayudar en algo á la obra emprendida por los cirujanos de nuestro país. 47 Q^enj,á/ej, (1) En las operaciones que ha practicado el Sr. Licéaga, no ha podido conseguir que los niños soporten la ligera molestia de tener la gasa al der- redor del cuello, sin que por esto haya sobrevenido la neumonía;