OCULTAD DE MEDICINA DE MÉXICO. DE LA METRITIS INTERNA Ó MUCOSA AGUDA TESIS INAUGURAL TARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICINA, CIRUGIA Y OBSTETRICIA PRESENTADA AL JURADO DE CALIFICACION POR ANGEL GÁVIÑO IGLESIAS Alumno de la Escuela N. de Medicina, ex~practicante del Hospital Juárez, miembro de la ASOCIACION Metodofila G. Barreda y de la Sociedad Filoiatrica. MEXICO lancéala del Cerneréis?, de liaMaa y CerrtpaMa Calle de Cordobanes num. 8 1680 FACULTAD DE MEDICINA DE MÉXICO. DE LA METRITIS INTERNA Ó MUCOSA AGUDA TESIS INAUGURAL PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICINA. CIRUGIA Y OBSTETRICIA PRESENTADA AL JURADO DE CALIFICACION POR ANGEL GAVIÑO IGLESIAS Alumno de la Escuela N. de Medicina, ex-practicante del Hospital Juárez, miembro de la Asociación Mei'ODOFILA G. Barreda y de la Sociedad Filoiatrica. MEXICO imprenta áe 1 Comercie, d$ Pablan y Compara Calle de Cordobanes num, 8 d-SSO GINECOLOGIA A LA SAGRADA MEMORIA MI VIRTUOSA MADRE. A MI BUEN PADRE como muestra de mi inmenso cariño y de mi imperecedera gratitud. AL EMINENTE PENSADOR Dr. gabino barreda El último de vuestros discípulos, tributa justo homenaje á vuestro talento y universal instrucción. AL HABIL CIRUJANO Du. EDUARDO LICEAGA Muestra sincera de mi admiración y singular aprecio. AL MODELO DE LA JUVENTUD ESTUDIOSA El. INTELIGENTE CIRUJANO De. RICARDO VERTIZ Mi inmej’orable maestro; como prueba inequívoca de mi afecto y gratitud. A MIS HERMANOS. A MI HERMANO POLITICO El. Dr. LUIS E. RUIZ Testimonio de verdadero afecto. INTRODUCCION. Vasto es el campo que la ciencia presenta á nuestras in- vestigaciones, asuntos á millares hay en cada una de las fojas de nuestros libros, que solo esperan el poderoso impulso del estudio para salir de la oscuridad y constituirse en verdades demostradas: para surgir de la región de lo especulativo, for- mar cuerpo 'con los hechos prácticos, y rodearse, en fin, de la esplendente luz en que se halla todo lo que hoy podemos lla- mar conquistas reales. Nada más fácil que hallar un punto interesante sobre que escribir; la práctica de todos los dias nos lo enseña, y los va- cíos que á cada paso descubrimos en la difícil senda de la cien- cia, nos dan asuntos para ello; pero nada más difícil que tra- tarlos con juicio y con acierto. En el corto período de nuestros estudios médicos, hemos ido acumulando conocimientos, recopilando uno á uno los materiales de que tenemos necesidad: —los métodos científi- cos nos enseñan el modo de reunirlos y de seguirlos en su marcha constantemente progresiva. Tenemos un sinnúmero de elementos que utilizar; mas para hacerlo provechosamente, nos falta mucho todavía: la experiencia. 10 Queriendo llamar una vez más la atención sobre las indi- caciones de las inyecciones uterinas, y su modo de practicarlas, así como sobre sus resultados prácticos en México, me ha pa- recido conveniente presentar ántes el estudio de la metritis interna aguda en todas sus partes, para hacer esta tésis lo ménos incompleta que pueda. Cumplo con un deber al emprender este trabajo, y lo se- guiré con ahinco hasta el fin; sé que nada nuevo encerrará; mas al terminarlo, habré aprendido por propia experiencia, que es muy difícil el hacer algo de provecho, y tendré la satis- facción de haber cumplido como mejor me ha sido posible, con la tarea que mi deber me impone. METRITIS INTERNA Ó MUCOSA AGUDA El útero, como todas las visceras del cuerpo humano, pue- de presentar el procesus flegmásico: este procesus puede li- mitarse al parenquima del órgano (metritis parenquimatosa) ó á una ú otra de sus membranas de cubierta: el peritoneo al exterior, y la membrana mucosa al interior. La localización de la inflamación solo se observa en la forma aguda; pues una vez que alguno de los tejidos ha sido atacado, luego que el procesus ha señalado sus caracteres, comienza á invadir los tejidos vecinos por consigüidad, tiende constantemente á pro- pagarse, á extenderse por continuidad como lo ha demostrado Gerdy, á las partes del tejido propio ó mucosa que primitiva- mente habían permanecido ilesas, llega al fin á ponerlas todas bajo su dominio y á presentar en su conjunto una metritis generalizada, sin que nos sea posible señalar el punto por don- de principió á manifestarse el procesus flegmásico. Esta propagación es constante en las formes crónicas, así: cuando la inflamación ha durado ya algún tiempo, cuando se ha establecido con todos sus caracteres de cronicidad, no pre- senta ya una forma determinada de inflamación por el lugar que ocupa, sino que, como ántes dijimos, es una afección ge- neralizada á todo el órgano ó á una gran parte de él. 12 De las diversas regiones del útero, aquella que con más fre- cuencia presenta la inflamación, es la mucosa del cuerpo. Las flegmasías periuterinas sin serlo tanto como la anterior, lo son más que la del parenquima que se considera como rara. La mucosa del cuerpo y la del cuello, son susceptibles de inflamarse separadamente; esta circunstancia, cuya razón de ser no se halla sino después del conocimiento exacto del modo de constitución de útero y de la manera como se distribuyen los vasos que llevan allí los elementos de la nutrición, ha hecho llamar (metritis interna) á la primera, y (metritis externa) á la inflamación de la mucosa cervical. En efecto, la membrana que reviste la cavidad del cuerpo y que está perfectamente separada de la del cuello por el orificio interno de éste, ó el (istmo,) es mucho más vascular y comienza á presentar des- de el límite de ambas, modificaciones graduadas que la van cambiando sucesivamente en serosa hasta penetrar en el ori- ficio de las trompas, en donde ya tiene todos los caracteres de serosa. Dicho istmo establece una línea de separación perfec- tamente determinada entre ambas partes del órgano al punto de vista de la estructura anatómica y forma una barrera que las más veces es respetada por las lesiones patológicas, de tal manera, que la mucosa del cuerpo y la del cuello, pueden in- fla rn a r s e s e p a r a d a m e n t c. Aquella que con más frecuencia se presenta, independien- temente de la flegmasía del parenquima, es la de la mucosa del cuerpo y en la forma aguda; pues la del cuello rara vez sola, casi siempre viene como consecuencia de la metritis pa- renquimatosa é íntimamente asociada á ella, por la relación que existe entre la mucosa y el tejido subyacente. Ahora, cuando la mucosa del cuerpo y la del cuello, se hallan simul- táneamente atacadas del procesus flegmásico, es á la primera que debemos oponer todos los medios tercepéuticos de que disponemos, pues la inflamación de la mucosa cervical, no constituye en este caso sino un epifenómeno, una complica- ción casi insignificante, en el curso de una enfermedad séria y grave. Esto explica por qué la metritis del cuello, sobre la cual se habia concentrado durante tanto tiempo toda la patología uterina, no nos parece merecer una descripción especial y dis- tinta, puesto que nunca la vemos presentarse sola, aislada, sino dependiendo: sea de la metritis parenquimatosa, sea de la metritis de la cavidad del cuerpo á una de las cuales está casi siempre asociada íntimamente, ya se halle la afección en el estado agudo, ya en el estado crónico. La metritis del cuerpo, que es de la que principalmente nos ocupamos en este imperfecto trabajo, que esperamos obtendrá la aprobación de los inteligentes que lo juzguen, puede pre- sentarse, como ántes hemos indicado, tanto al estado agudo, como al estado crónico, y ya se presente perfectamente aisla- da y distinta, ya complicada con cualquiera otra forma ó con alguna lesión de los órganos genitales internos, se caracteriza de tal manera, que es imposible desconocerla. Después de la breve introducción en la que tratamos de de- terminar el verdadero punto que es el objeto del presente tra- bajo, paso á ennumerar lo más detalladamente posible, las causas de la afección, ó sea su etiología. Este punto, cuya importancia es notoria, debe detenernos, pues sabido es cuánto valen los datos que nos proporciona para el tratamiento racional de dicha afección, como también para establecer reglas de higiene ó preventivas, para alejar las causas cuando éstos ya han determinado la afección. Casi siempre las causas de la metritis son las mismas, cual- quiera que sea su forma y variedad, por esta razón nos parece oportuno tratar en general dichas causas, reservándonos en el curso de este trabajo, indicar aquellas que más directamen- te interesan al estudio de la metritis interna ó mucosa. Desde luego estableceremos la división más generalmente admitida, en causas predisponentes y causas determinantes, dentro de las que se hallan comprendidas todas aquellas que de una manera reconocida vienen á repercutir directa ó indi- rectamente en el órgano que tan interesante papel representa en la patología femenina. 14 CAUSAS PREDISPONENTES. La edad es ciertamente aquella que influye más para la producción de las flegmasías uterinas. Esta influencia no pue- de ser puesta en duda. Así, no hay más que pasar en revista todos los fenómenos que pasan en el útero, desde el nacimien- to hasta la vejez. En la infancia, el útero no tiene que llenar ninguna función; duerme, por decirlo así, en una completa inactividad; su vida es puramente vegetativa, sigue solo los progresos de su crecimiento en relación con todos los órga- nos de la economía; pero ninguna causa, ningún fenómeno, viene á despertarlo de su letargo, nada, en fin, nos revela su existencia. Pero llega la época de la pubertad, y desde luego, ese ór- gano inútil hasta entonces, así como sus importantes acceso- rios, llegan á ser el objeto de una actividad funcional consi- derable, salen del estado rudimentario en que por tanto tiem- po habían permanecido, y su funcionamiento repercute nota- blemente en toda la economía. Al mismo tiempo que se establecen sus funciones, la niña pasa á ser mujer, una revolución se opera en ella, que le anun- cia la aptitud que tiene para ser madre. El aflujo de sangre que periódicamente viene á hacerse há- cia el útero, puede exagerarse y llegar á ser el punto de par- tida de una congestión, y si ésta se repite ácada época cata- menial, puede, pasando dicha congestión por todas sus fases, llegar á constituir la inflamación del órgano. La observación fisiológica nos facilita los datos que necesi- tamos para la determinación aproximativa de la época de la vida de la mujer, en que está más expuesta á sufrir las flegma- sías uterinas. Vemos en efecto, que la vida menstrual ó geni- tal de la mujer, es en término medio de los catorce ó quince años y aun ménos en los centros de población y los países in- tertropicales, hasta los cuarenta y cinco años, y que es de los veinte á los treinta cuando con más energía se verifica dicha 15 función; pues teniendo en cuenta que la fluxión sanguínea fisio- lógica, puede por su exageración dar lugar á un procesus pa- tológico, podemos asentar que es dentro de la época marcada que se presentarán las flegmasías uterinas. Además, es entre veinte y treinta años cuando son más frecuentes las relacio- nes sexuales, y por consiguiente más frecuentes y numerosos también los partos; causa no ménos eficaz como diremos de- talladamente al tratar de las causas determinantes. Después, en la época crítica, viene la cesasion del flujo ca- tamenial, el útero pierde su actividad funcional y entra en el reposo; desaparece la causa de la inflamación, y ésta llega á ser muy rara. Es fácil seguir esta especie de declinación de la aptitud á las flegmasías uterinas, que marcha de acuerdo con la desaparición de las funciones fisiológicas. No establezcamos por esto absolutamente, que la metritis no pueda presentarse después, pues como vamos á ver en lo que sigue, otras muchas causas pueden producirla. La edad, obrando á la manera de todas las causas predisponentes, no ejerce influencia sino sobre la notable frecuencia de la enfer- medad. Temperamento.—Difícil es por cierto determinar la influen- cia que el temperamento puede tener sobre la producción de la metritis; pero sin embargo, es de observación que las mu- jeres dotadas de un temperamento linfático exagerado, están más expuestas á contraería, lo mismo que aquellas cuya san- gre empobrecida impide que se verifiquen con la regularidad debida, la función menstrual. Hay autores que dan gran importancia á la idiosincrasia, apoyándose en que hay mujeres que parecen más expuestas, sin que haya habido una causa determinada que produzca la afección. Herencia.—Seguramente que la metritis no se hereda direc- tamente; pero hay hechos que pudieran muy bien autorizarnos á admitir para ciertos casos, lo que llamaríamos una disposi- ción orgánica, una aptitud de familia. Así, Nonat refiere haber asistido á la vez, á la madre y la hija, y en otra ocasión á va- rias hermanas atacadas de metritis. No cabe duda de que aquí no hay herencia tal como se pre- 16 senta notablemente y por millares de hechos en la tisis, el cáncer, la escrófula, la sífilis, etc., etc.; pero sin embargo, se- ria extraño atribuir esto solo á simples coincidencias. Nuestro parecer es, que viviendo los diferentes individuos de una familia reunidos y en las mismas condiciones de clima, comodidades, alimentación, etc., y habiendo heredado de los padres la debilidad constitucional, fácil seria que en el mo- mento en que se establecen los fenómenos congestivos á los órganos genitales, presentaran en razón de su propia debili- dad y semejanza de constitución, irregularidad en sus funcio- nes, y por consiguiente, la predisposición á la metritis, siendo en este caso más bien el temperamento el que obraría. Profesiones.—La afección de que tratamos puede presen- tarse indistintamente en personas de diversa posición social; mas es de observar que en aquellas que se entregan á ciertos trabajos, es mucho más frecuente. Las lavanderas, las molen- deras, las que lavan los suelos, dan un fuerte contingente en la estadística de esta afección; pero sobre todas las ocupacio- nes de la mujer, aquella que produce la metritis y otras fleg- masías de los órganos genitales internos con más eficacia y frecuencia, es la costura en máquina de dos pedales. En los Estados Unidos del Norte, en donde hay millares de mujeres entregadas á este rudo trabajo, se ha construido un hospital especial consagrado á ellas, y en él aumenta cada dia el número de enfermas. Esta afección es frecuente también en aquellas mujeres que llevan una vida sedentaria y viven en la molicie. Alimentación.—Considerada la alimentación de una manera general, se puede decir que ella obra seguramente como una causa predisponente sobre el desarrollo de la metritis, de la misma manera que obra sobre todas las flegmasías; es decir, imprimiendo á la economía modificaciones que la hacen más accesible á los agentes morbíficos; así, las mujeres que viven en la miseria, están más predispuestas. Algunos autores afir- man que hay alimentos particularmente perjudiciales al útero, y entre ellos citan sobre todo el café con leche, que produci- rían leucorrea, habiendo de notable, según ellos, que el uso aislado de estos dos alimentos, no daría el mismo resultado. 17 La leucorrea produciría á su turno la inflamación de la mu- cosa interna y externa del hocico de tenca. Lisfranc ha in- sistido sobre este punto que es importante, en vista de la medicina preventiva. Es admitido por todos que el abuso de las sustancias estimulantes y particularmente de los emena- yogos ó de ciertas prácticas repetidas como las inyecciones vaginales astringentes, los baños de asiento calientes, los pe- diluvios, etc., etc., pueden provocar las más veces una fluxión exagerada que termine por producir una flegmasía. Vestidos. — Toda constricción producida al derredor del vientre, puede, por el obstáculo que trae á la circulación pel- viana, producir una éxtasis sanguínea, de la cual se siga la flegmasía. Por esto vemos alguna vez aparecer la metritis á conse- cuencia del corsé. Señalaremos aún entre las causas predisponentes algunas afecciones que, aunque no siempre dan lugar á la aparición de la metritis, sí pueden por su persistencia producirla, siendo el mecanismo distinto; pero teniendo como último resultado la aparición de la flegmasía juntamente con otras lesiones á que dan lugar: ya las perturbaciones del centro circulatorio, ya aquellas que dependen de la nutrición general. Así, según No- nat y Linas, dos ó tres veces observaron dicha afección simul- táneamente con una lesión orgánica del corazón. Mas si es- tas últimas no son susceptibles de producir siempre flegmasías uterinas, las agravan por lo ménos, las hacen más refractarias, más rebeldes al tratamiento, por el estado de congestión per- manente, que entretienen en el útero, lo mismo que en todas las visceras. Todas las causas de debilitamiento, todas aquellas que, co- mo las afecciones del estómago, determinan turbaciones de la nutrición ó el empobrecimiento de la sangre, pueden oca- sionar secundariamente una irritación inflamatoria de la mu- cosa uterina. Se ha atribuido alguna influencia sobre la producción de la metritis á ciertas diátesis, tales como la tuberculosa, la es- crofulosa y el vicio reumatismal; pero no hay hechos que lo confirmen, pues en la práctica no se ven muchos casos de me- 18 tritis que coexistan con ellas. Pocas veces se observa esta afec- ción en las mujeres tuberculosas. Además de las causas predisponentes, que hemos analizado lo más detalladamente que nos ha sido posible, existen otras; pero cuyo modo de obrar no es suficientemente conocido: así es que solo las enumeraremos como siendo otros tantos puntos de estudio que la ciencia tiene aún que resolver y son: la per- manencia en las grandes ciudades y en los climas templados. CAUSAS DETERMINANTES. Muy numerosas son las causas determinantes ú ocasionales, y seria muy largo estudiarlas; por lo cual solo nos fijaremos en aquellas que son más importantes y que con más frecuencia se presentan. Desde luego vemos aparecer aquí, como entre las causas predisponentes, á la menstruación. La fluxión sanguínea pue- de, en ciertas circunstancias y con ayuda de algunas causas accesorias que no es siempre fácil determinar, tomar un ca- rácter nuevo, convertirse en una congestión inflamatoria y provocar las lesiones y los síntomas propios á la metritis. Si la menstruación es regular, si nada viene á interrumpir su curso, si ningún agente moral ó mecánico viene á aumentar ó á disminuir el flujo sanguíneo, puede en algunos casos no obrar como causa determinante; pero si sucede lo contrario, determina rápidamente todos los accidentes necesarios para producir la afección ó para empeorarla si ya existia. Podemos, pues, decir como regla general: que toda causa que entretenga la congestión hácia el útero, entre en el nú- mero de las “causas determinantes:” así la preñez obra de esta manera. Debe entrar aquí el parto, ya sea natural ó artificial. Cierta- mente, nunca el útero se encuentra tan expuesto como en es- te momento, á todas las influencias capaces de inflamarlo: én efecto; la lentitud del trabajo, las maniobras ejercidas para operar la expulsión del feto ó de las secundinas, la retención de la placenta, la supresión de los lóquios y de la secreción 19 lechosa, etc., etc., son otras tantas causas que influyen pode- rosamente cuando, además, se halla la matriz en un estado de congestión activa tan exagerado. Es necesario, pues, decir que la metritis es tanto más de ¡temerse, cuanto más laborioso ha sido el trabajo del parto, y más largas y violentas las maniobras ejecutadas. Estas últimas causas obran por el traumatismo que produ- cen en el útero. Entre los traumatismos es necesario citar aquellos que son el resultado de la intervención médica mal dirigida ó intem- pestiva. Una inyección vaginal hecha con mucha violencia, puede, llegando con fuerza hasta el útero, contundir las paredes. Un cateterismo hecho con brusquedad y practicado sin método, son causas más que eficaces y cuya acción no puede ser puesta cu duda. Otro tanto se puede decir de la aplicación de los dilatado- res del cuello del útero y del “ redresseur" intrauterino, deja- do durante un cierto tiempo. No puede caber duda sobre la eficacia de esta última cau- sa, puesto que “ Valleix” dejaba su “redresseur,” enderezador, hasta que su permanencia hubiera producido la irritación in- flamatoria que él creia conveniente para que los tejidos se hi- cieran rígidos á consecuencia del depósito plástico y pudiesen conservar la forma que se les habia dado. El aborto y las tentativas hechas para producirlo son tam- bién causas de la inflamación de la matriz. Los cuerpos extraños dentro de la cavidad uterina, tales como los neoplasmas, (póiipos y tumores fibrosos), ejercen una acción semejante á la que atribuimos más arriba á la preñez. Las relaciones sexuales muy repetidas, la introducción y el reposo de cuerpos extraños en la vagina, tales como las espon- jas y pesarios, pueden producir la inflamación, ya sea obran- do mecánicamente sobre su tejido, y por la congestión que llaman y entretienen hácia el útero. Toda violencia exterior dirigida á la región hipogástrica ó vaginal, las caídas sobre la pelvis, son la fuente en muchos casos de flegmasías uterinas. 20 Hay autores que atribuyen grande influencia á las desvia- ciones uterinas: ciertamente pueden ser causa de metritis; pero tal vez no tengan sobre esta afección la influencia pre- ponderante que se la da, pues en muchos casos en que se ha- lla una metritis coexistiendo con una desviación, no se podría decir cuál de las dos ha precedido á la otra. En el caso de desviación tiene ciertamente que modificarse la circulación, y por consiguiente la menstruación, así como también la sen- sibilidad uterina, por lo cual se deben considerar como cau- sas de la metritis. Los tumores desarrollados en la cavidad pelviana y la cons- tipación habitual, provocan ó entretienen la inflamación por la compresión de los vasos. Las flegmasías extra-uterinas pueden obrar de tres mane- ras distintas: comprimiendo los vasos, como los tumores; en- treteniendo la congestión hácia el órgano, y pudiendo comu- nicar la inflamación por contigüidad de tejidos. Desde luego se comprende que debe haber reciprocidad en- tre estas afecciones, y solo esta estrecha solidaridad puede hacer comprender el que estas dos flegmasías se compliquen tan frecuentemente. La vaginitis simple ó blenorrágica, es á menudo el punto de partida de una metritis por propagación; pero en este ca- so la flegmasía queda limitada al cuello por las razones que al principio de este trabajo hemos dado respecto á la separa- ción de la metritis cervical, de la del cuerpo. Las emociones morales vivas, en el momento de la mens- truación, entran también en el número de las causas deter- minantes. La supresión de un exutorio, como la traspiración cutánea; de una hemorrágia, como la producida por las hemorroides, son causas de metritis. Entre éstas debemos comprender la supresión de la secreción láctea. La explicación es fácil de dar. La secreción láctea ejerce hácia las glándulas mamífe- ras una acción derivativa que disminuye, que contrabalancea la fluxión que se produce hácia el útero; luego que ésta es su- primida, el útero está expuesto á sufrir toda la influencia del estado congestivo exagerado que sigue al parto. 21 Las variaciones de temperatura hacen sentir su influencia sobre el útero, lo mismo que sobre los otros órganos, produ- ciendo pertuybaciones en la circulación que determinan con- gestiones viscerales. El frió puede obrar de dos maneras: ó por su brusquedad ó por su persistencia. En el primer caso, si obra en el momen- to de las reglas, puede producir su supresión inmediata; pero según Gallará hay más probabilidades de ver desarrollar- se una flegmasía peri-uterina, ó una metritis parenquimatosa que una mucosa aguda. En el segundo caso, el frió persisten- te, y sobre todo si es húmedo, puede tener una acción na- da dudosa. Así West, citado por Gallará, refiere el ejemplo de una señora que habitaba una comarca fria y húmeda de Irlanda. Constantemente era afectada de metrorrágias sinto- máticas; según Gallard, de una metritis interna, y no las veía desaparecer sino cuando pasaba á Inglaterra, país relati- vamente más caliente y más seco: luego que volvía á Irlanda, las cosas tomaban el mismo curso que ántes de su partida. Entre las numerosas causas que acabo de enumerar, mu- chas hay que pueden obrar tanto sobre las vírgenes como en las mujeres casadas. Algunos autores, entre los cuales podemos citar á Lis- franc, á Duparc y á Benet, han referido ejemplos de me- tritis en las vírgenes, y afirman ser más frecuente de lo que se cree generalmente. La forma más común en estas úl- timas es la metritis interna, cuyo origen es esencialmente con- gestivo; en tanto que la del cuello, que tan á menudo tiene por causas las influencias mecánicas, es más particularmente especial á las mujeres casadas y más frecuente aún en aque- llas que han tenido niños. Todos los detalles en que hemos entrado, y que hemos pro- curado sean lo más completo posibles, nos explican perfecta- mente por qué la metritis se presentaban rara vez ántes ó des- pués de la época catamenial, por qué es más frecuente en las casadas que en las vírgenes, y en fin, por qué se desarrolla más á menudo en las mujeres que han tenido niños que en las estériles. 22 ANATOMIA PATOLOGICA. Siendo la metritis aguda, no puerperal, una afección que tan rara vez se termina por la muerte, no es posible trazar un cuadro completo de las lesiones anatómicas de la mucosa; sin embargo, existen algunas observaciones, debidas á varios au- tores que han podido hacerlas sobre los cadáveres de muje- res, que padeciendo dicha afección han muerto, á consecuen- cia de alguna enfermedad intercurrente, extraña á la flegma- sía uterina. La mucosa se halla al principio ligeramente inyectada7 presenta una coloración más ó ménos rojiza y algunas veces muy uniforme, otras formando arborizaciones. Esta inyección suele no limitarse solo á la mucosa, sino llegar hasta el pa- renquima, en el cual penetra algunas veces uno y aun dos milímetros. Lo más común es que la coloración de la mucosa sea poco uniforme, pues la inyección, haciéndose con irregularidad en las diversas partes, presenta todos los tintes: desde el rosado claro, hasta el rojo subido. West cita un caso en el que halló la mucosa con toda la apariencia de un terciopelo rojo; pero esto no es sino un hecho excepcional. En otros períodos de la inflamación, cuando la vasculari- zación es mayor, la mucosa se halla engruesada y en algunos puntos desprendida, ya sea por equimosis sub-mucosas ó por infiltración purulenta; pero esto último muy rara vez. En al- gunos lugares falta el epitelio y allí existen ulceraciones que en general son poco profundas, y cuya superficie está erizada de papilas muy pequeñas, que bajo del agua tienen el aspecto- de un terciopelo, cuyos hilos son muy cortos. Estas ulceraciones que pueden generalizarse á toda la mu- cosas, están por lo común limitadas á algunos puntos y son muy superficiales. La mucosa se halla engruesada, é hinchada por el trabajo inflamatorio y en los bordes de las ulceracio- nes, así como al derredor de los orificios de los fondos de sa- co glandulares, se ven los vasos más desarrollados. Las glán- 23 dulas pueden encontrarse interesadas, aunque la parte de te- jido sobre que reposan, no esté ulcerada. Sus orificios se ha- llan abiertos y conteniendo en su interior, sangre coagulada ó muco-pus, que por la presión se hace salir al exterior. La in- flamación de los folículos mucosos es una de las alteraciones esenciales á la metritis interna y que si no ha fijado la aten- ción de todos los observadores, es porque pudiendo escapar á un exámen hecho ligeramente, ha debido pasar desapercibi- do las más veces. El epitelio se halla muy ligeramente adherido á la mucosa y puede ser desprendido por el más ligero frotamiento, como el producido por un lienzo. En los casos en que la lesión ha llegado á este grado, si la reparación se verifica, se ven aparecer celdillas de tejido pa- vimentoso en el lugar de las celdillas cilindricas, de pestañas vibrátiles, que ántes cubrían la mucosa y que tan esenciales son para el perfecto funcionamiento de los órganos de la ge- neración. Me parece interesante citar aquí textualmente, el siguien- te caso referido por “Bennet:” “Fuera del estado de gestación, yo no he visto, dice el mé- “ dico inglés, sino una sola vez, piezas anatómicas referentes “ á esta enfermedad; esta era la que fué presentada á la So- “ ciedad patológica por M. Hall Darás. La membrana muco* “ sa presentaba muchas grandes ulceraciones inflamatorias, “ situadas en la cara interna de la cavidad uterina y no ex- “ tendiéndose á la cavidad del cuello, que estaba perfecta- “ mente sana. Independientemente de esta alteración, el ór- “ gano uterino estaba considerablemente aumentado de vo- “ lumen, sus paredes eran gruesas y su cavidad ampliamente “ dilatada.” A pesar de la separación que existe entre las cavidades de- cuerpo y del cuello, como lo indicamos al principio, la inflama- ción suele propagarse del interior á la mucosa cervical; así se ha encontrado en un caso de metritis interna, que la mucosa del cuello presentaba algunas lesiones inflamatorias, aunque no tan avanzadas como la del cuerpo. Esto suele presentarse, sobre todo, cuando hay una dilatación notable del istmo. 24 Esta dilatación del orificio interno, puede encontrarse en los casos de inflamación aislada de la cavidad del cuerpo. Hay veces en que se halla obliterado el orificio, y en este caso, la dilatación de la cavidad, es una consecuencia directa é indispensable, y en general tiene que ser mayor que la que comunmente presentan los úteros cuya mucosa interna está inflamada. La causa de esta obliteración, es la existencia de tumores ó sésiles ó polipiformes, que obstruyen mecánicamente el ca- libre del orificio. Estas producciones no pertenecen verdaderamente á la me- tritis aguda, sino que son una consecuencia de ella en su paso al estado crónico; pero como alguna vez puede presentarse una exacerbación y la vuelta al estado agudo, nos parece del caso citar la causa de la exagerada dilatación que en estas oca- siones se suele encontrar. Dentro de su cavidad, el útero con- tiene, ó sangre ó mucosidades purulentas, y que se distinguen de aquellas secretadas por el cuello, en que las primeras tienen un blanco lechoso, y las segundas tienen un aspecto viscoso. En la parte relativa á la sintomatología, trataremos más exten- -samente lo que se refiere á los líquidos producidos durante el curso de esta importante afección. Las paredes uterinas, asi apartadas en el período agudo, están adelgazadas y reblandidas, y son de tal manera delez- nables que Duparque le ha llamado á este estado “infarto blando y hemorrágico. ’’ “Courty dice: que alguna vez se puede encontrar adhe- rencias entre las dos caras de la mucosa, cuando se ha esta- blecido el trabajo de cicatrización de las superficies ulcera- das. Seria extraño que tal sucediera, puesto que en este caso se hallan las paredes anterior y posterior, perfectamente sepa- radas por la dilatación de que hemos hablado, y además exis- ten líquidos patológicos interpuestos, y ambas causas reuni- das, pueden impedirla. Si acaso, podría haber adherencias en el orificio interno ó en el canal cervical, si hasta aquí se ha- bía propagado el trabajo flegmásico. Yo no he tenido la fortuna de hallarme en ninguna autop- sia del género de las que aquí trato y por consiguiente, solo 25 he querido para hacer este trabajo lo más completo posible, consignar los hechos que refieren autores de crédito. Dichas observaciones pueden ser de una grande utilidad para la práctica y nos dan un contingente de valor, para po- der apreciar con más exactitud los síntomas y establecer la relación de causalidad que existe entre estos últimos y las le- siones que caracterizan la metritis interna. SINTOMAS. En la mayoría de los casos los síntomas generales son po- co marcados, la afección se presenta con una marcha insidio- sa y no se revela sino por la aparición de una metrorrágia que en un principio puede ser referida á otra afección uterina; pero pronto viene el malestar general, gran laxitud, tensión del vientre y de las ingles, dolores sacros, unido esto á la ina- petencia propia á las enfermedades febriles, siendo precedido por la hemorrágia, que ha sido el síntoma que ha llamado más la atención de la enferma. Puede suceder que el escur- rimiento sanguíneo no se produzca desde luego, tomando la forma de verdadera hemorragia, por lo cual no se puede to- mar como regla general. Comunmente el escurrimiento está constituido por un mucus viscoso y claro, que poco á poco se va haciendo sanguinolento hasta que llega á tomar el carác- ter de hemorragia, que en algunas ocasiones tiene gravedad. La duración del flujo catamimal es mayor que de costum- bre, y las épocas se suceden con más frecuencia adelantándo- se hasta ocho y diez dias. En el intervalo de las reglas hay siempre escurrimiento de un líquido sanguinolento, y luego que se aproxima la época de la menstruación aparece la he- morragia con más intensidad, las pérdidas son más abundan- tes, se forman gruesos coágulos que solicitan contracciones uterinas muy dolorosas y vienen algunos fenómenos simpáti- cos como náuseas y vómitos. Estos síntomas, ántes eferidos, toman mucha intensidad cuando la mujer ha continuado so- metida á la influencia que ha sido la causa de la afección, ó á alguna otra que obra de una manera semejante. 26 Otras veces se presenta con todos los caracteres de las afecciones inflamatorias agudas. La enferma experimenta un fuerte calosfrío, al cual sigue la reacción general caracteriza- da por el calor de la piel, aceleración del pulso, pérdida del apetito, y ordinariamente hay una sed muy viva. Del lado de los órganos digestivos se nota alguna vez de- posiciones diarreicas ó una constipación que se hace muy tenaz. La emisión de las orinas es muy dolorosa y acompañada de una sensación de quemadura en la uretra: las orinas son poco abundantes, espesas y de un tinte rojo ladrillo, contie- nen gran cantidad de uratos. Los síntomas locales que primero han sido nulos ó poco marcados, se acentúan más y más hasta llegar á ser verda- deramente insoportables. Consisten en dolores limitados pri- mero á la región uterina, pero que no tardan en propagarse á los flancos y á los riñones, y alguna vez invaden todo el abdomen y llegan á adquirir tal agudez, que la menor presión, el solo contacto de los lienzos del lecho produce horribles sufrimientos como en los casos de peritonitis aguda generali- zada. La vagina es el sitio de un calor acre y ardiente y va ad- quiriendo mayor grado en la proximidad del útero. Seria im- posible en muchos casos el hacer el tacto vaginal en razón de los sufrimientos que provoca, y con más razón aún, seria imprudente el aplicar el espejo, pues tendría además peligro el intentarlo. La hiperestesia morbosa del vientre y de las paredes ab- dominales impide completamente el apreciar las dimensiones uterinas; las cuales pueden estar aumentadas considerable- mente si la flegmasía se ha propagado á todos los elementos del útero, pues según una ley de fisiología patológica: toda inflamación se acompaña de tumefacción de los tejidos enfer- mos. En un principio solo el escurrimiento sanguíneo ó sero san- guinolento aparece en la vulva; pero después, cuando la fleg- masía aumenta, escurre una cantidad variable de muco-pus, mezclado alguna vez con sangre. 27 Cuando el trabajo inflamatorio ha llegado á tomar este in- cremento, los sufrimientos se hacen más intensos; continuos al principio, se manifiestan después por exacerbaciones y crisis violentas. Las contracciones que en estos momentos se producen en el útero, dan lugar á los dolores llamados expulsivos. Al mismo tiempo las enfermas experimentan una gran pesantez en la pelvis y latidos isócronos á las pulsacio- nes arteriales. El pulso es acelerado, pero menos pequeño, ménos con- centrado que en la peritonitis. Las enfermas se encuentran anémicas, tienen su soplo manifiesto en el corazón y en los gruesos vasos; pero esta anemia no es tan profunda como se- ria de esperar, cuando las pérdidas por la metrorrágia han sido tan fuertes y tan continuadas. Cuando es posible hacer el exámen directo de los órganos genitales, se observa por el tacto: que la temperatura de la vagina es bastante elevada, que el cuello de la matriz es vo- luminoso, hinchado, dirigido hácia atrás y á la izquierda y entreabierto. El cuerpo es grueso, dirigido adelante y á la derecha y muy dolorosa á la presión. Este aumento es debido á la dilatación de la cavidad del cuerpo y de la cual hemos hablado al tratar de la anatomía pa- tológica. En estos casos el hísterómetro penetra con suma facilidad y puede ser sumergido más allá de 8 centímetros; al retirarlo se halla cubierto de sangre. Al espejo se observa mejor que por el tacto el aumento de volumen, y se ve algunas veces las ulceraciones que existen en el cuello y el escurrimiento de un líquido viscoso y tras- parente, que es propio del cuello, y en fin, un líquido sangui- nolento. Insistimos aún sobre la naturaleza de los escurrrimientos, pues éstos nos pueden servir para hacer el diagnóstico diferen- cial entre la metritis del cuello y la del cuerpo, así como entre otras muchas afecciones uterinas. Ciertamente que el estudio de los escurrimientos leucorrei- cos no puede darnos la base de un diagnóstico cierto; pues aquí, como en todas las afecciones, de cualquier especie que sean, se necesita siempre un cuadro sintomático completo pa- 28 ra establecerlo; pero cuando los caractéres de la lencorrea están bien acentuados, pueden conducirnos al conocimiento de la afección. Desde luego atenderemos á la cantidad. Es obvio que mién- tras mayor es la superficie secretante, más abundante tiene que ser el producto de la secreción; por lo tanto, podemos in- ferir que la leucorrea producida por la metritis del cuerpo, tiene que ser mayor que la del cuello. Ahora los síntomas concomitantes, unidos á la naturaleza del escurrimiento, nos indican ya, cuál puede ser el sitio preciso de la afección prin- cipal. Un escurrimiento muco-purulento, algunas veces mezclado con sangre y acompañado de agudos dolores en el vientre bajo, con reacción febril intensa y con todos los demás sínto- mas que hemos señalado, pertenecen á una metritis interna aguda. Si este escurrimiento disminuye ó cesa con el mejora- miento ó la resolución de la afección, nos confirma en nues- tra presunción. Si la afección pasa al estado crónico, la leu- correa persiste; pero de muco-purulento que era al principio, se cambia lentamente tomando los caractéres de mucus albu- minoso. Toda materia leucorreica alcalina, pertenece á la cavidad del útero. El escurrimiento dado por la mucosa del cuello in- flamado es mucho más viscoso y no es tan opaco como el mu- co-puz del cuerpo. Además, el que produce este último siem- pre está estriado de sangre, lo que ha hecho decir á Bennett “ que el escurrimiento sanguinolento, es, á la metritis interna, “ lo que el esputo rubiginoso es á la neumonía. ” La composición, según el exámen microscópico, es la si- guiente, dada por el Dr. Leblond, que para observarla la ex- trajo directamente de la cavidad uterina. Se encuentran glóbulos purulentos en gran cantidad y al- gunos glóbulos sanguíneos en la proporción de 2 ó 3 de estos últimos, por 20 ó 25 glóbulos de pus: se ven algunas grandes celdillas con un núcleo que parecen ser de epitelio pavimen- toso. Estos diversos elementos nadan en un líquido ligera- mente rosado. No se hallan más elementos que los mencio- nados. 29 Las mucosidades del cuello, por su viscosidad, pueden for- mar un tapón en la entrada como durante la preñez, y esto ser causa de un aumento mayor de la cavidad del cuerpo por la retención de los productos de secreción patológica. Respecto á la variedad de metritis llamada “hemorrágica” por algunos autores, solo diremos que no existe como entidad morbosa; por consiguiente, no se le pueden asignar síntomas propios, pues la hemorragia que habian tomado como base para separarla no es, como hemos dicho ántes, sino un sín- toma de la metritis interna aguda. MARCHA. DURACION Y TERMINACIONES. La metritis interna no es una afección que presente siempre la misma regularidad en su marcha: intensa y rápida en sus manifestaciones, algunas veces, presenta al contrario en otras una marcha lenta é insidiosa. Esto último tiene lugar, sobre todo, en los casos en que se presenta en las mujeres recien casadas, en las que basta comunmente el reposo en el lecho por algunos dias, para que desaparezcan los síntomas que pri- mero se habian manifestado; pero en muchos casos, no pode- mos decir por esto que la afección ha terminado: adorme- cida por algún tiempo toma repentinamente su desarrollo y se caracteriza perfectamente. Hácia las épocas menstruales se observan recrudecencias, que es lo que constituye uno de los principales caracteres de la enfermedad. Son éstas congestiones repetidas; son éstas fluxiones pe- riódicas hácia la mucosa uterina, las que la perpetúan y la hacen en lo general tan refractaria á todo tratamiento por ra- cional y bien instituido que este sea. Aran dice haber ob- servado la curación en casos rebeldes á toda terapéutica, solo por haber sobrevenido una amenorrea dependiente del debili- tamiento y de la anemia de la enferma ó de cualquiera otra causa que la haya prolongado por algún tiempo. 30 Tendríamos, sin embargo, que hacer una excepción, y es aquella de la amenorrea de la preñez, pues en este caso espe- cial, el síntoma (amenorrea) no indica una falta de congestión hácia la mucosa uterina, pues bien al contrario, aumenta su vitalidad y exaspera por consiguiente la afección, dándole tal gravedad, que las enfermas pueden sucumbir. Courty refiere un caso de muerte en una mujer atacada de metritis interna y complicada de preñez. Todos los fenómenos de la metritis persisten con la misma intensidad, durante muchos dias y solo después de uno ó dos septenarios comienzan á disminuir para desaparecer hasta el tercero ó cuarto. La diminución de los síntomas locales, trae por consiguiente la declinación de la reacción general que camina paralela- mente con ellos y de una manera regular, lo cual indica que la afección tiende á la resolución ó que pasa al estado cróni- co. Si todo vuelve al estado normal, puede decirse que la re- solución es completa; mas si persisten algunos síntomas mor- bosos después de tres ó cuatro septenarios, por débiles que sean sus manifestaciones, es de temer entonces el paso al es- tado crónico. Una de las más poderosas causas para hacerla pasar á este estado es la periodicidad del flujo menstrual. Cuando toma esta marcha, las metrorragias pueden continuar en algunos casos; mas en otros, y es la mayoría, se observa que son reem- plazados por un escurrimiento leucorreico muy abundante que debilita considerablemente á las enfermas, más aún que las hemorragias, por abundantes que hayan sido. Vienen á unirse otros síntomas que aumentan los sufrimien- tos y deterioran considerablemente el organismo: la dispep- sia, las turbaciones gastrálgicas que impiden que la nutrición se haga bien y traen un estado anémico profundo, con sus per- turbaciones nerviosas, sus palpitaciones cardiacas y un pro- fundo sentimiento de tristeza que es tan común en todas las enfermedades de los órganos genitales, tanto en el hombre como en la mujer. 31 DIAGNOSTICO. Todo el mundo conoce la importancia de un diagnóstico exacto, sin el cual rara vez podrá instituirse un tratamiento racional, y aun en el caso de que la terapéutica instituida dé buenos resultados; ya porque ha sido prescrita con el fin de mo- dificar una afección que tiene gran semejanza con lo que real- mente existe, ó bien porque en ambas afecciones se usa la mis- ma con cortas variantes, pero que son de vital importancia: conviene siempre el determinar la afección, porque en la mar- cha varía y su terminación puede ser muy distinta de loque se supone, en el caso de error de diagnóstico. Un ejemplo patente tenemos en el siguiente caso que se refiere á la metritis interna. Supongamos que se diagnostique una peritonitis aguda cuando existe una metritis que aún no ha dado lugar á metrorragias, y no presente sino los síntomas: (dolor en el hipogastrio, irradiándose á todo el vientre, náu- sas vómitos, temperatura general elevada, etc., etc.,) y que en vista de este cuadro sintomático, se instituya la medicación propia á la peritonitis. La afección existente puede ser des- de luego modificada, porque el reposo en el lecho, la medica- ción opiada y mercurial, la dieta, etc., etc.... convienen en el tratamiento de la metritis; se ve, pues, al cabo de algunos dias, bajar la temperatura hasta caer en la normal, los dolo- res desaparecen poco á poco, las náuseas y los vómitos ya no se observan, y por consiguiente, se da por curada la afección, y sin embargo, ésta puede existir, solamente ha cambiado en su marcha y en sus manifestaciones; de aguda ha pasado al estado crónico y ya en la parte relativa á la marcha de la wr- tritis, hemos dicho que pueden ser tan insignificantes los sín- tomas en el paso á este estado que se crea ha terminado por resolución franca. Las enfermedades con las cuales puede confundirse son las siguientes: la metritis simpleparenquimatosa aguda ó para- metritis, el aborto, los tumores fibrosos intersticiales y los pó- 32 lipas intrauterinos, las flegmasías periuterinas ( ovaritis, pel- viperitonitis y flegmon periuterino). la hematocele periuterina, y en fin, con la cistitis. En un párrafo de su obra, M. Courty nos indica cómo dis- tingue en la práctica la metritis mucosa de la perenquima- tosa. Dice: “ En la metritis, las alteraciones de la menstruación son “algunas veces nulas, salvo.ligeros dolores en la época del “ mes. Otras veces, hay dismenorrea, cólicos uterinos en cada “época menstrual, con recrudecencia de los dolores hipogás- “ tríeos, inguinales y aparición de los lombares. En otras, hay “alteraciones que consisten, sobre todo, en irregularidades “en la época de la vuelta de las reglas ó irregularidades en “ la cantidad de sangre evacuada. Relativamente á la vuel- “ta, se nota algunas veces que las reglas son más raras (sín- “toma propio de la metritis parenquimatosa) ó que son más “frecuentes (fenómeno frecuente en la metritis mucosa). Re- lativamente á la irregularidad en la cantidad, pueden ser “disminuidas ó suprimidas (síntoma propio á la metritis pa- “ renquimatosa) ó aumentadas al punto de producir menor- “ ragias y aun verdaderas metrorragias (fenómeno presentán- dose en los casos de metritis general y sobre todo en la mu- “ cosa). ” Tenemos además otro signo que establece una diferencia entre ambas metritis, y es: el aumento de volumen mayor en la perenquimatosa que en la mucosa, aumento que en la pri- mera puede producir perturbaciones notables del lado de los intestinos por la compresión que sobre ellos ejerce. Solamente durante los tres primeros meses de la preñez po- dría confundirse el aborto con la metritis interna, pues en los meses subsecuentes toma el feto un desarrollo bastante nota- ble para que pase desapercibido en medio de los coágulos he- morrágicos; además, basta fijar la atención sobre los conme- morativos para asegurarse de la realidad de una preñez. No solo los datos anteriores podrían servirnos en este caso; el carácter de la hemorragia es un signo de presunción, pues sabemos que en ambos casos se presenta de diferente manera; en la metritis se prolonga y se reproduce constantemente, y 33 sobre todo, hacia las épocas catameniales, mientras que en el aborto es del todo accidental. Hay que atender aquí á la causa del aborto, porque ésta puede muchas veces ser una metritis, así como también esta enfermedad puede ser causada por el aborto que obra como una causa determinante, tal cual lo hemos establecido en la etiología. Si se presume la existencia de pólipos ó de tumores inters- ticiales, el vínico medio para hacer el diagnóstico diferencial, es: el cateterismo practicado prudente y metódicamente. Si al hacerlo se encuentra un obstáculo que impida penetrar el catéter, se inclinará la opinión hácia la existencia de un tu- mor instersticial; si al contrario, penetra profundamente más allá de yh ú 8 centímetros, se presumirá más bien la existen- cia de un pólipo, pues en la metritis interna, no alcanza la cavidad dimensiones mayores. El cuello se encuentra á veces suficientemente dilatado pa- ra poder introducir el dedo y hacer el tacto, por cuyo medio se demostrarían los salientes de los tumores fibrosos insters- ticiales: pueden sentirse también los pólipos contenidos en la cavidad, En el caso de que no exista una dilatación suficien- te para dejar penetrar al dedo, se puede hacer uso de los di- ferentes dilatadores siempre con suma precaución, lo cual nos servirá, además, para hacer la exploración visual con el en- doscopio. Si existe una metritis, observaremos la rubicundez de las paredes, y las ulceraciones de la mucosa que son ca- racterísticos de esta enfermedad. Dado el caso de que ella exista, no debemos excluir á los tumores fibrosos intersticiales, pues que ellos se acompañan casi invariablemente de la inflamación de la mucosa uterina. Las flegmasías periuterinas se distinguen de la metritis, por los caractéres siguientes: existe un tumor situado en los al- derredores del útero, el dolor, que puede generalizarse, tiene lugar al principio en un punto lateral á la región uterina y aún en el caso de que se extienda á todo el vientre, su mayor intensidad está en el punto que es el sitio de la lesión. Cuando hay un flegmon retro-uterino, situado en la parte media, pu- diera creerse por el dolor, que se trataba de la metritis; pero 34 en el flegmon, lo mismo que en el peritonitis, no se observan los dolores expulsivos, ni el escurrimiento vaginal caracte- rístico de las flegmasías uterinas. La hematosele se distingue por el tumor que se forma en los contornos del útero y que se puede percibir por el tacto. La peritonitis se reconoce en la agudez del dolor y en su generalización á todo el vientre, en el meteorismo considera- ble, los vómitos, la frecuencia y pequeñez del pulso y en la expresión característica de la cara. Este diagnóstico en ambas afecciones solo puede presentar muy sérias dificultades, cuan- do la flegmasía de la mucosa tienda á propagarse al peritoneo; pero esto solo se observa en el estado puerperal. Por último, la cistitis se distingue de la metritis aguda, por las perturbaciones funcionales propias á la vejiga, y por las alteraciones químicas, patognomónicas de la inflamación de la mucosa vesical. PRONOSTICO. Por sí sola la metritis no tiene mucha gravedad; pero pue- de adquirirla por las lesiones que la acompañan, ó que pueden ser su consecuencia, sobre todo por la peritonitis, que es la más seria de las complicaciones. Se comprende que la gravedad de esta afección depende de su mayor ó menor intensidad, y del estado que guarda la mu- jer al ser atacada. Tratada convenientemente se termina por resolución en la mayoría de los casos. Si se abandona ó se le opone un trata- miento insuficiente, pasa al estado crónico. Solamente la metritis aguda puede terminarse por la muer- te, cuando aparece en el estado puerperal. TRATAMIENTO. “ La precition du diagnostic et l'oportunité du traitement sont les seuls garants de succes dans la practique.”—A. Courty. Para poder establecer el tratamiento apropiado á cada uno de los casos que en la práctica se nos presentan, vamos á considerar desde luego aquellos que por su benignidad nece- 35 sitan una terapéutica poco enérgica, para entrar poco á poco en el estudio de los medios que nos pueden ser útiles en los casos graves y complicados, así como en las diferentes épocas de la afección. Como en toda enfermedad, hay en esta algu- nos síntomas predominantes, que por su importancia y gra- vedad, requieren más atención de parte del médico y solicitan urgentemente ser combatidos por medios apropiados, (do- lor, hemorragias). Si nos encontramos enfrente de una metritis que ha sido producida ó es entretenida por una afección general ó que de- pende de otro órgano, ó de la permanencia de algún aparato, la primer indicación es alejar la causa que ha dado lugar á ella; pero si dicha enfermedad es simple, si sobreviene, por ejemplo, en una virgen ó en jóvenes que no han tenido hijos y que se revela por síntomas insignificantes, la curación puede ser obtenida por solo el reposo en el lecho; mas por poco que la curación se haga esperar, no se debe quedar el práctico en la inercia, sino recurrir desde luego á los medios de que dis- pone y que después indicaremos. Si el caso observado es una metritis francamente aguda, en la cual se marcan bien los síntomas inflamatorios acompaña- dos de una reacción febril intensa, y si sobre todo la afección está en su principio, se debe recurrir desde luego á los anti- tíogislicos y particularmente á las emisiones sanguíneas, cuya aplicación tiene razón de ser, cuando se teme la generaliza- ción de la flegmasía al parenquima. El modo más convenien- te de hacer estas emisiones, es la aplicación local de 12 á 20 sanguijuelas ó 6 á 8 ventosas escarificadas. Estas sangrías lo- cales practicadas aun en el curso de la metrorragias, propor- cionan un reposo notable. Mas en razón del agotamiento de las enfermas por las pérdidas de sangre anteriores, se debe tener suma moderación para el uso de este medio y no em- plearlo sino á lo más dos veces, con algunos dias de intervalo. En algunas ocasiones se hallan tan debilitadas las enfermas, que se tendría uno que abstener, ó cuando más colocar 203 sanguijuelas que seria ventajoso aplicar directamente sobre el cuello del ¿tero. Juntamente con estos medios se debe recurrir á los purgan- 36 tes ligeros que en este caso llenan dos indicaciones: desemba- razar el intestino y evitar la constipación que tantas moles- tias ocasiona á estas enfermas, y producir una revulsión favo- rable sobre la mucosa intestinal. Si existe irritación del lado de la vejiga, se darán bebidas mucilaginosas. Esto durante el período que pudiéramos llamar inicial, pues en el momento en que las hemorragias son reem- plazadas por el escurrimiento leucorreico, conviene hacer uso de los emolientes aplicados en el hipogastrio y de los baños generales. Encontramos también otra importante indicación que lle- nar: tenemos que combatir el dolor que por sí solo, en esta co- mo en otras muchas enfermedades, es una fuente constante de debilitamiento y depresión general. Sabemos cuán inten- sos son los dolores expulsivos que hacen sufrir á estas pobres enfermas—éstos los debemos combatir por cuantos medios estén á nuestro alcance—tales como las cataplasmas é inyec- ciones vaginales landanizadas, las lavativas emolientes alter- nadas, luego que han sido arrojadas, con otras pequeñas ami- láceas y laudanizadas, que se recomendará á las enfermas las retengan; en fin, se dará opio al interior á las dosis de 0,05 á o. 10 centigramos por dia. Los revulsivos aplicados en el hipogastrio, producen una mejoría rápida y están indicados cuando la fluxión inflamato- ria es intensa y que persisten los dolores y la sensación de plenitud hácia el vientre bajo. Los revulsivos que se prestan mejor, son: las unciones de croton tiglium y los vejigatorios volantes aplicados ambos varias veces, miéntras exista la in- dicación y con ocho ó diez de intervalo. Lo mismo podemos decir de las aplicaciones de tintura de yodo que es de un uso tan fácil. Aran recomienda el uso de unas lavativas que formula de la manera signiente: Aloes 5 gramos. Jabón medicinal 5 ,, Agua hirviente. 100 ,, 37 Como es de suponerse, el objeto es producir una revulsión considerable en la mucosa intestinal; pero según el dicho de Gallard, causan á los enfermos grandes sufrimientos, que no están compensados por los resultados obtenidos. Si los accidentes producidos por la inflamación hacen temer la generalización de ésta ó la aparición de graves complica- ciones, tales como la peritonitis, se debe recurrir desde luego á las unciones con ungüento doble de mercurio. La metrorragia puede, por su intensidad y persistencia, exi- gir toda la atención de parte del médico, y debe ser comba- tida de una manera enérgica y especial. Muchos son los medios recomendados para ello; pero solo hablaremos de aquellos que dan más satisfactorios resultados en la práctica. Luego que la hemorragia comienza, se debe poner á la en- ferma en reposo y recurrir á las emisiones sanguíneas, siguien- do las reglas que ántes indicamos. Si la hemorragia resiste á estos medios, se recurrirá á la acción del frió: para su aplica- ción se han recomendado las compresas de agua fresca colo- cadas sobre el abdomen, las inyecciones ó lavativas de agua fria, y en fin, la introducción en la vagina de pequeños trozos de hielo. Lstos medios dan muy buen resultado; pero tienen sus inconvenientes, pues además de que mojan considerable- mente los lienzos de la enferma y del lecho, no llenan la in- dicación completamente. Sabemos que una de las principa- les reglas para que el frió dé buenos resultados, es la conti- nuidad y uniformidad de la temperatura, porque en el caso de que sea intermitente se obtiene el resultado contrario, pues cuando las compresas se han calentado ó se ha fundido el hie- lo, viene una reacción que es muy perjudicial. El modo más conveniente de hacer estas aplicaciones es el colocar sobre el vientre una vejiga llena de pedazos de hielo, la cual se muda luego que éste se ha fundido, y al mismo tiempo hacer irrigaciones intravaginales bastante largas para aprovechar su acción sedativa. Se puede hacer uso también de los baños de asiento fríos de corriente continua, prolongándolos, desde algunos minutos, hasta un cuarto de hora según la susceptibilidad de la enfer- 38 ma. Estos baños llenan dos de las principales indicaciones, pues sirven como hemostáticos y al mismo tiempo como an- tiflogísticos. Muchas enfermas hay que por su debilidad no pueden so- portar estos baños y entonces conviene hacer uso de las in- yecciones continuas intravaginales, prolongadas durante un cuarto de hora ó media hora; pero aquí surge otra vez la difi- cultad de hacerlas de manera que no se mojen los lienzos del lecho, cosa que difícilmeute se consigue. Con el fin de obviar esta dificultad, el Dr. Clausure d' Angouléme ha imaginado un ingenioso aparato, que llena perfectamente todas las condi- ciones. Consiste en un receptáculo de caoutchouc provisto de dos tubos: uno que trae el agua de un irrigador colocado á cierta altura del lecho, y el otro que va á terminar en un recipiente situado debajo de la cama. El receptáculo, introducido en la vagina, se abre la llave del primer tubo estableciendo así la corriente del agua fria, que llena y distiende la ámpula, luego marcha por el tubo in- ferior que, colocado entre los lienzos, va á verterla en el re- cipiente inferior. Con este aparato, á la vez se obtiene otra ventaja, pues ejerciendo una compresión graduada sobre la vagina y el cuello del útero, evita la hemorragia de una ma- nera más conveniente que el taponamiento, medio extremo que agrava la inflamación y al cual no se debe recurrir sino en los casos en que la metrorragia ponga en peligro la vida de la enferma. Debemos, para obtener un resultado completo, unir á la ac- ción del frió la de los medicamentos internos. Las preparaciones astringentes, la crameria y otros que pertenecen á la misma clase, rara vez dan resultado, los fer- ruginosos, (percloruro) tomados al interior, no parecen te- ner una acción hemostática notable, pues más bien obran á la larga como hematógenos, acción muy conveniente para reparar las pérdidas sufridas y para hacer ménos inminen- tes las hemorragias, porque alejan el estado hidrémico de la enferma. Siendo muy conocida la acción del cuernecillo de cen- teno y viendo los resultados notables que se obtienen en las 39 hemorragias post partían, se ha aplicado también para aque- llas de que tratamos; pero tenemos que recordar una ley de terapéutica general, y es: “ que en todos los casos de flegma- sías agudas, la primera condición en el tratamiento, es colocar al órgano enfermo tanto como sea posible, en el reposo. Por con- siguiente, si damos cuernecillo ó ergotina, obligamos al úte- ro á contraerse de una manera reiterada y esta contracción de la parte musculosa imprime movimientos muy perjudicia- les á la mucosa inflamada. La tintura de canela obra más bien como producto alcohó- lico que como preparación de canela. Vemos, por la exposición anterior, que los medicamentos internos citados no tienen una influencia directa sobre la me- trorragia; pero tenemos uno que administrado oportunamen- te, nos es verdaderamente útil: es la digital. Se administra á las dosis de 0,30 á 0,50 cent, de hojas en 125 gramos de agua para tomar por cucharadas en un dia. Ninguna acción tiene la digitalina sobre el tejido propio del útero, (que es la opinión de West y de Dickiuson); si ella pro- duce la cesación de las metrorragias es por la acción que tie- ne sobre el corazón y por la detención de la circulación, que es la consecuencia. Obra, pues, en este caso, como en aque- llos de las hemorragias producidas por las heridas y en las he- morragias internas. Los medios citados no pueden hacer más que disminuir ó contener la hemorragia; pero esto no basta, es necesario des- truir la fuente. Con este fin hemos instituido la medicación antiflogística que solo al principio puede dar resultado, pues luego, cuando la estructura de la mucosa ha sido profundamente modificada por la inflamación, es de todo punto necesario obrar directa- mente sobre ella para cambiar su vitalidad, para trasformar la rebelde inflamación de que está atacada, por otra que po- damos curar con más facilidad ó que se resuelva por sí sola. En vista de estas modificaciones, Récamier imaginó la ras- pa de la mucosa uterina. Trataba de quitar las granulacio- nes, las vegetaciones, las fungonosidades que* se habían des- arrollado sobre la mucosa; granulaciones que según la ma- 40 yoría de los autores no existen, tal como este autor las des- cribe, sino que solo hay, como he indicado en la parte de anatomía patológica, en la mayoría de los casos, un simple reblandecimiento de la mucosa con ulceración y hequimosis sub-epiteliales. Se comprende, pues, conquéfacilidad puede ser desgarrada la mucosa con los bordes cortantes de la cuchari- lla de Récamier y aún desprender algunas porciones del tejido propio del útero, juntamente con los colgajos de la mucosa que tienen siempre que desprenderse, por no poder graduar- se nunca la fuerza con que se debe hacer dicha raspa, vista la variedad de consistencia que presenta el útero en estas con- diciones. Además: según la respetable opinión de algunos cirujanos Mexicanos competentes en esta materia, las más~ veces se ve seguirse la raspa de graves accidentes inflamato- rios y aun comprometida la vida de las enfermas. Aran entre otros, cita tres casos de muerte en seguida de esta operación. En algunas ocasiones se ha visto la curación seguir á dicha operación, y la razón es obvia: vemos que los más empíricos tratamientos dan algunas veces (raras) buenos resultados, por- que el organismo entero, ó el órgano enfermo, estaba en vía de mejoracion ó porque el medicamento ó la operación con que se trata de combatir las lesiones existentes, ha obrado en cierta medida (que no es posible precisar). En el caso de la raspa uterina, puede haber habido sustitución de la rebelde inflamación que existia por una de buena naturaleza y más fácilmente curable; porque la cucharilla obró en ciertos lími- tes; mas como estos límites no los conocemos, ni en la mayo- ría de los casos existen esas fungosidades y si existen no tie- nen ni el volúmen ni la importancia que Récamier les ha da- do, lo mejor y más prudente es abstenerse de ejecutar una operación inútil y las más veces peligrosa. La valiosa opinión de algunos de nuestros más hábiles ci- rujanos, así como mi propia convicción, me han dado valor para dar la mia aunque modesta é insignificante, sobre esta operación de que tanto se ha abusado gratuitamente. Cuando el tratamiento ha dado sus resultados, se ven las hemorragias disminuir ó desaparecer por completo; el escur- 41 rimiento blanco-amarillento le sucede, los dolores disminu- yen poco á poco, nc aparecen sino en la noche, si bien en el dia existe aún alguna pesantez en el hipogáctico que es más sensible cuando la enferma se para ó hace algún ejercicio. La micción es más frecuente y más fácil, el tenesmo vasical ha desaparecido. No queda entonces más que un ligero empas- tamiento de los tejidos periruterinos, el útero está algo au- mentado de volumen, inclinado en algún sentido, más frecuen- temente hácia adelante y su cuello entreabierto presenta al- gunas ulceraciones. Estas se ven desaparecer por algunas cauterizaciones hechas con azotato de plata y por la conti- nuación de las inyecciones emolientes intravaginales. La necesidad de modificar la vitalidad de la mucosa uteri- na inflamada, tal cual se hace con todas las otras, producien- do una inflamación sustitutiva, sugirió la idea de hacer las in- yecciones intrauterinas con diversas sustancias cáusticas, ya saldas ó sea pulverunentas ó en disolución en algún líquido. Vamos, pues, á ver cuáles son las indicaciones de dichas in- yecciones y de qué manera deben practicarse. Indicaciones de las inyecciones intrauterinas* - Modo de practicarlas y sus resultados prác- ticos en México Durante una muy larga serie de años, los prácticos se ha- bian abstenido de ejecutar estas inyecciones, (l> por el temor de ver refluir el líquido cáusico por las trompas hasta el pe- ritoneo, desperdiciando de este modo un poderoso recurso para el tratamiento de las enfermedades intrauterinas. (1) Esta idea le habia venido ya á Hipócrates, que aconseja hacerlas en la cavi- dad uterina en caso de absesos, y nos indica minuciosamente todas las precauciones que se han de tomar.—“Se hará en la matriz la inyección por medio de un inyec- “ tor conveniente. La extremidad deberá estar pulida como la de una sonda de plata, “La abertura estará sobre un lado, teniendo arriba la pequeña extremidad del in- “ yector. Tendrá también otros agujeritos que estarán colocados á distancias iguales “ de cada lado del inyector. Estos agujeros deben ser pequeños. La extremidad del “inyector será sólida. Todo el resto estará hueco como un tubo.” Hipócrates, obras traducidas por Litté t. VIII, p. 4,311. (Maladies des femmes.) 42 Muchas discusiones ha habido para saber hasta que punto eran fundados estos temores, hasta qué la experiencia ha ve- nido á resolver esta cuestión. Estas experiencias se han he- cho sobre el vivo y sobre el cadáver. En el Hospital Morelos, el inteligente Dr. Nicolás San Juan, las pone en práctica diariamente, y en su tésis consig- na algunas observaciones que muestran los favorables resul- tados obtenidos en los casos en que han sido aplicadas dichas inyecciones. Con el fin de ver si sobre el cadáver pasaba el líquido in- yectado hasta el peritoneo, el doctor citado practicó dos expe- riencias, de las cuales, una fué concluyente, la otra no habien- do dado resultado seguro, por haberse vertido la solución de yodo que servia para la inyección (por la porción vaginal del cuello á la que no adoptaba perfectamente el tubo de la je- ringa), en la vasija en que estaban sumergidas las trompas y que contenia agua de almidón. “Entre los extranjeros M. Gichard, se ha servido para sus experien- cias hechas sobre el cadáver, de un aparato que había sido empleado antes que él, por M. Fontaine en idénticas investigaciones. “Consistía en un embudo de vidrio, que servia de receptáculo á el agua, escogida como líquido de experimentación, yquepodia ser ele- vadoá voluntad por una polea, se le adaptaba un tubo de caoutchouc, terminado por una cánula de goma elástica, á lo que se podian fijar tubos de vidrio de diferentes gruesos. Sobre la pared habia una escala graduada para apreciar la altura del líquido. “Los iiteros que sirvieron para sus experiencias, pertenecían á mujeres de diferentes edades, muertas, de otras afecciones. Las experiencias han dado los resultados siguientes: i - En las mujeres de mucha edad, la in vección no ha podido pasar por las trompas que estaban obliteradas. " “2° En las mujeres que estaban en el período de actividad de sus órganos, los resultados han sido variables, según las condiciones.” “A.—La inyección ha penetrado por las ¡rompas; si el tubo entraba á frotamientos en el cuello, y era fijo por una ligadura que impedia al líquido inyectado refluir hácia afuera. Si las trompas eran desembara- zadas de sus mucosidades, se veía siempre el útero distenderse prime- ro, y hacerse renitente ántes de que el líquido pasara por ellas. La inyección ha pasado tanto mejor, si el útero ha sido mace- rado largo tiempo en el agua; además, es necesario tener en cuert- ta que se ha experimentado sobre úteros de mujeres muertas hacia ya dias y cuyas paredes estaban reblandecidas y habian perdido su resis- tencia. ” “B.—La inyección no ha penetrado por las trompas; si se introducía en el cuello una sonda de pequeño diámetro, inferior al del orificio de éste, las invecciones aun forzadas, no han podido penetrar en estas condiciones; el líquido ha refluido siempre á lo largo de la sonda.” M. Gichard establece: que la penetración del líquido por las trompas es imposible en las condiciones ordinarias y con los cuidados especiales con que se debe operar sobre el vivo y hace ver que los accidentes consecutivos son: ó fenómenos gene- rales de orden reflejo, ó fenómenos inflamatorios locales. Puede presentarse la ocasión de practicar las inyecciones, en dos casos tomados de una manera general: 1. Cuando existe una metritis interna, para modificar la vitalidad de la mucosa, produciendo por medio de los causti- cos una inflamación simple y benigna y 2. En el estado puerperal, cuando se presenta la endome- tritis y siempre en este estado, con el fin de lavar y desin- fectar. Precisaremos las indicaciones propias á cada uno de estos casos. Para hacer la inyección en los casos de metritis mucosa, se debe esperar el momento oportuno para obrar: esto es, aquel en que los fenómenos inflamatorios no presentan ya la agu- dez del principio, y cuando aun no han pasado irrevocable- mente al estado crónico. En los casos del todo agudos, la cauterización podría provocar accidentes inflamatorios graves. Habiendo determinado este momento, se deben buscar los principales indicaciones que son las siguientes: la inflamación debe estar limitada á la mucosa, pues en el caso de que exis- ta una flegmasía del parenquima ó de los anexos del útero, no habría utilidad y sí peligro en hacer una inyección cateré- tica, pues la endometritis es entonces una consecuencia de dichas afecciones y para curarla habría necesidad de hacer desaparecer la afección que la mantiene. El cuello debe estar algo dilatado para permitir la fácil en- 44 trada de la sonda; tanto para no contundir y desgarrar la mucosa, como para permitir que el líquido escurra entre sus paredes y la sonda, si se usa una sonda de corriente única. En los casos de metritis puerperal y aun cuando no exista, cuando los loquios son fétidos, cuando ha habido desgarradu- ras y contusiones graves de la mucosa, que dan lugar á pro- ductos gangrenosos, que hacen inminente una infección ge- neral: cuando han quedado adheridos algunos fragmentos de la placenta, que no es fácil desprender y que por consiguien- te tienen que putrificarse y pueden dar lugar á los accidentes dichos. Estas son, someramente dichas, las indicaciones de las in- yecciones; paso ahora al manual operatorio, del cual depende siempre el feliz éxito, cuando se hace con la prudencia y pre- cauciones necesarias y se siguen las reglas siguientes: Io No propulsar el liquido con violencia, sino inyectarlo con lentitud y suavidad. 2” Permitir que el liquido refluya en la vagina, luego que la cavidad uterina se ha llenado, lo que se consigue sirviéndose sea de una sonda de doble corriente, ó de una candelilla hue- ca, cuyo diámetro sea inferior al del canal-cérvico-uterino. Con estas precauciones no se debe temer inyectar los lí- quidos más diversos, pues se comprende que el peligro esta- ña en hacer que el liquido ejerciera una gran presión en la cavidad, y ya hemos visto por las experiencias del Sr. Dr. San Juan y por las del Dr. Guichard, que era necesario distender el útero considerablemente, forzando la presión, ántes de que pudiera penetrar en las trompas. Se puede hacer uso para practicar las inyecciones, de una sonda elástica que marque el número io de la hilera de Char- rieré; su volúmen es el mismo que el de la extremidad olivar del histerómetro de Huguier y Simpson, y su diámetro que es de 0,0035"’ es inferior al del orificio interior del canal que en el estado normal es de 0,004'". El Sr. Dr. San Juan, ha puesto en uso un aparato de su in- vención, y cuyo modelo está representado en una lámina de su tésis, publicada en 1872. Consiste en dos jeringas unidas paralelamente y que obran alternativamente por el juego de 45 una rueda dentada, que engrana con los tallos de los émbo- los que están también dentados. A las extremidades de am- bas que están formadas por dos tubos delgados, se adapta una sonda metálica de doble corriente. Miéntras una de las jerin- gas inyecta, la otra absorbe el líquido y por su acción opuesta y uniforme, impide que se eleve la presión dentro del útero, y no deja que se deposite la solución inyectada. Para hacer la inyección, se descubre el cuello con el espejo á fin de poder introducir en el orificio del cuello, la sonda previamente aceitada, después sirviéndose de una pinza de largas ramas, se le hace progresar gradualmente, hasta que penetre de 0,05 á 0,07 centímetros según los casos; el histe- rómetro habiendo servido ántes para medir la profundidad. Se ajusta en seguida la cánula de la jeringa ai pabellón de la sonda, y se empuja lentamente el émbolo de manera que el líquido salga babeando de los orificios de la sonda. Es conveniente hacer primero una inyección de agua pura tibia, lo cual tiene la doble ventaja de permitir graduar la cantidad de líquido que debe ser inyectado y de limpiar la ca- vidad de las mucosidades que podrían impedir la acción del cáustico. El líquido debe tener la misma temperatura que el cuerpo, porque si es muy frió ó muy caliente, puede determinar cólicos bastante vivos. Estos dolores son, según el Dr. San Juan, los que han sido tomados en muchos casos como sintomáticos de una peritonitis y por la falsa interpretación que se les ha dado, han contribuido á aumentar la aversión y los temores que se tenia por las inyecciones intrauterinas. Los líquidos de que se hace uso, son: la agua pura, las de- cocciones medicamentosas para lavar y como emolientes y las soluciones de tanino, de alumbre, de sulfato de cobre, de sul- fato de zinc, de pcrcloruro de fierro, de tintura de yodo y de azotato de plata convenientemente diluidas, como cateréticos. Entre las desinfectantes y antipútridas, se hace uso del permanganato de potasa que tiene un poder notable, de las soluciones alcoholizadas y fenicadás y de las recomendadas por el Sr. Dr. Rodríguez, que son de un uso diario en la Ma- ternidad y cuya fórmula es la siguiente: 46 Acido fénico cristalizado }2 escrúpulo. Cloruro de Labarraque 2 dracmas. Alcohol 3 ,, Agua 1 libra M. Las soluciones de azotato de plata que son aplicables en los casos crónicos y rebeldes, tienen el inconveniente de for- mar escaras que se desprenden bajo la forma de falsas mem- branas bastante resistentes y que no pueden ser expulsadas fuera de la cavidad uterina, sino á costa de contracciones muy penosas, por lo cual es preferible recurrir á la tintura de yodo que no tiene estos inconvenientes. Los cáusticos solos no pueden presentar las ventajas que las inyecciones, porque no pueden ejercer una acción unifor- me sobre toda la mucosa. “ Una experiencia muy concluyen- te de Gichard, muestra que un lápiz de azotato de plata, por ejemplo, introducido en la cavidad, no toca más que la parte média y que es perfectamente imposible llegar á los ángulos superiores, al nivel de los cuales se encuentran más habitual- mente las producciones que se trata de destruir.” Las inyecciones pulverulentas tienen igual inconveniente y al mismo tiempo su acción es más persistente y enérgica, por la permanencia del polvo cáustico dentro de la cavidad, lo que puede tener desventajas. Si se reconoce la necesidad de cauterizar y se teme aún el hacer inyecciones después de lo dicho, se puede seguir eL con- sejo de Aran, sirviéndose de un pincel embebido en la solu- ción cáustica; pero por este procedimiento, lo mismo que por el de los cáusticos sólidos, no se puede llegar á todos los lu- gares afectados, y además tiene el inconveniente de que el pincel se exprime al pasar por el cuello y al llegar á la cavi- dad, apénas contiene líquido cáustico. Se puede destruir el exceso de cáustico, neutralizándolo ó precipitándolo con una solución de alguna sustancia química, como se hace en las cauterizaciones de la conjuntiva con el cloruro de sodio, para precipitar cloruro de plata del azotato de plata de que se hace uso. 47 Los resultados que en México han dado las inyecciones ute- rinas, han sido del todo favorables. No puedo presentar una estadística que lo pruebe; pero sí trascribir aquí las palabras de nuestro hábil tocologista el Sr. Rodríguez, que dice: “du- rante muchos años lie seguido esta práctica, y hasta hoy, no he tenido que deplorar un solo accidente. ” En la Maternidad tam- poco se ha visto, ningún caso desgraciado. El Dr. San Juan, también las ha usado en su práctica civil y nosocomial, siempre con el más felix éxito. En mi presencia ha practicado dos veces dichas inyecciones, en su servicio del Hospital Morelos y no han sido seguidas del más ligero accidente. No por vanos temores, despreciemos los recursos que la ciencia nos proporciona para combatir las enfermedades y de cuyos buenos resultados nos responde la experiencia. 48 CONCLUSIONES. 1. Las inyecciones intrauterinas dan excelentes resultados en el tratamiento de la metritis interna, cuando se empican con las precauciones debidas. 2. a Son aplicables en la endometritis para modificar la vita- lidad de la mucosa, cuando no es acompañada de metritis pa- renquimatosa. j.° En la endometritis puerperal, son también convenientes con el misma fin, y aunque no haya inflamación, con el objeto de desinfectar. q.n Se pueden practicar las inyecciones, con una sonda de do- ble corriente ó de corriente única, ó con el aparato imaginado por el Sr. San Juan, teniendo las precauciones antes dichas. y.° Los líquidos que se emplean son los astringentes, cáusti- cos y desinfectantes á la temperatura del cuerpo. 6.a Con los cáusticos sólidos no se puede tocar uniformemen- te toda la cavidad uterina. y? Las inyecciones hechas con nitrato de plata, causan cóli- cos, por las escaras vtenabruniformes que producen. 8.° Estos cólicos (histeralgia), que es el accidente que se sue- le observar, puede depender de la temperatura del liquido ó de que permanezca en la cavidad cierta cantidad de el. Esto pue- de evitarse usando el aparato del Sr. San Juan. p.° Solo en el caso de que no haya indicaciones para hacer las inyecciones, ó cuando se usa de ellas inmoderadamente y sin las debidas precauciones, podrán producir una peritonitis. Vi i o/ J-tj-avr ru> &^