■ TESIS 1 PARA EL EXAMEN PROFESIONAL. DF. PE ¿-tt.1tf.1no CTunra ¿Ht n jallares, Alumno de 1» Escuela de Medicina de México y practicante del Hospital de Jesús. Estudio sobre algunas alteraciones fun- cionales del aparato digestivo. rviEz;ico. TTP. DE N. OH A VEZ, A (UríICL DE.. MQR1NO, Cor di bañes niim. 8. 1870. TESIS PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICINA V CI RUJIA DE Mariano Guerra Manzanares, ALUMNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE MEXICO Y PRACTICANTE DEL HOSPITAL DE JESUS. Estudio sobre algunas alteraciones funcionales del aparato Digestivo. MEXICO: 1870. flP. DF, N. CHA VEZ, A CAP.GO DE J. MORENO. Calle de Cordobanes núm. 8. 1 LA gsCUELA DE £eDICIHA MEXICO, Homenaje de gratitud. §ntroducion. La vida es un movimiénL molecular, general y continuo de organización y desorganización en los séres organiza- dos. Lecc. Orales de Patología General, por el Sr. /). G. Barreda. Señores: siendo la vida en su última análisis, la nutri- ción* fenómeno vital que descansa en la regularidad de la asimilación y desasimilacion de los materiales propios al medio en que vive cada ser organizado, y siendo uno de los principales aparatos que ejecutan tan alta función, en los animales superiores al menos; el aparato digestivo, puesto que en él se efectúan las principales modificaciones que tienen que sufrir las materias alimenticias para ser asimilables. Siendo por otra parte muy frecuentes las enfermedades de este aparato solo, como me lo ha hecho ver mi corta práctica, consistiendo dichas enfermedades en alteraciones estáticas ó dinámicas, esto es, de estructura, ó funcionales del mismo aparato, que si bien se acompañan muchas veces, existen muy frecuentemente solas las segundas, produciendo desde una simple molestia que no perturbe la salud general del individuo, hasta llegar á producir lesiones orgánicas graves, y constituir á veces, por sí solas, la enfermedad mas grave que pone en peligro la vida del enfermo, y aún acaba á veces con él; se comprenderá que tales motivos hayan llamado mi atención hacia esta parte de la Patología, que sin pretender hacer de ella un tratado especial, ni resolver magistralmente las dificultades que ofrece, me sirva solamante de asunto de estudio, con el objeto de llenar una prevención reglamentaria; esperando que en atención á mis cortas luces y mi muy corta esperiencia propia, sean aceptados mis trabajos con la indulgencia que merece un discípulo que por la vez primera ofrece á sus maestros sus primeros trabajos. Ahora bien: para proceder con algún orden, creo indis- pensable, á fin de desarrollar el cuadro patológico que me he propuesto, estudiar aunque muy someramente, los conoci- mientos actuales sobre el estado fisiológico del aparato digestivo, para mas patentizar sus diversos estados pato- lógicos, ó las perturbaciones que en sus funciones normales pueda sufrir. 6 .Sección ¿Fisiológica. En el estado normal, la acción digestiva es precedida de la ingestión de materias alimenticias, y á esta preceden las sensaciones de hambre y de sed; sensaciones ambas que indican al hombre ó al animal en general, la necesidad de reparar las pérdidas que produce el movimiento nutri- tivo. La naturaleza de estas sensaciones es desconocida, lo mismo que su sitio; mas siendo su origen instintivo, producidas por el instinto de la propia conservación, cons- tituyendo una sensación íntima de necesidad, natural era suponer su sitio en el sistema nervioso central, aparato que preside todas las funciones vitales, y afortunadamente puede esto pasar de una simple hipótesis, á ser un hecho conquis- tado por la ciencia, al ver que la acción de ciertos medica- mentos, tales como los narcóticos, y entre ellos el opio y el tabaco, que se sabe evidentemente obran sobre los cen- tros nerviosos, producen también una anozeria mas ó me- nos completa. Las turbaciones que esta misma sensación sufre en la manía, y en la invasión de casi todas las enfer- medades, ademas de las de los centros nerviosos, pero que por una sinegia influyen mas ó menos sobre éstos, tales son las fiebres, la mayor parte de las enfermedades agu- das, y entre las crónicas citaré la aleoholosis, en la que es sabida la sobriedad que pueden guardar los individuos que abusan de los alcohólicos, &c. Esto es por lo que toca á la hambre: en cuanto á la ne- cesidad de las bebidas, que constituye,, la sed, es decir, necesidad de reparar las pérdidas líquidas que por el solo hecho nutritivo sufre nuestra economía; siendo como la hambre instintiva, es por lo mismo dependiente del siste- ma nervioso central, pues que como ella, es el resultado de las modificaciones que por intermedio de la sangre pueda sufrir aquel. Ambas sensaciones pueden estar sujetas á la voluntad hasta cierto límite de duración, pasado el cual, se hacen tan apremiantes, que no satisfechas, se han transformado en furor, causando la perversión de los mas tiernos senti- mientos afectivos, y aun la muerte, siendo esta debida ó á un reblandecimiento agudo de la mucosa -gastro -intesti- nal, ó á la anemia celebra!. La ingestión de los alimentos, es precedida de ia mas- ticación é insalivación, y el resultado de la deglución, fenó- menos producidos por actos mecánicos complexos que exi- jen la integridad orgánica y funcional de la cavidad vucal y faríngea, y de sus anexos, así como la de los nervios que animan estas diversas partes. Una vez ingeridos los alimentos en el estómago, sufren modificaciones químicas, que todas ellas tienen el objeto final de hacer el quimo asimilable, es decir, digerir la ma- sa alimenticia, objeto que es conseguido por la acción quí- mica especial de los jugos digestivos, y por los movimien- tos peristálticos regulares del canal intestinal. La duración de la digestión es variable, y depende tanto de la cualidad y cantidad del alimento, cuanto de la po- tencia digestiva individual, pero por término medio, en un adulto sano, y para una comida ordinaria, la duración de la digestión estomacal, es de tres á cuatro horas. Des- pués de este tiempo, durante el cual, solo han podido di- gerirse en el estómago las materias azoadas, tales como carnes, leches, pan, &c., y las materias amiláceas, cuya digestión comienza en la boca, bajo la influencia de la sa- liva, y sigue en el estómago bajo la misma influencia, y las azúcares convertidas al menos en parte en ácido lácti- co. Después de este tiempo, el residuo de esta primera 8 9 digestión, unido á las materias grasas y vejetales, pasa al intestino delgado, sufriendo en él nuevas modificacio- nes, y completándose las comenzadas en el estómago; de- pendiendo de la digestibilidad propia de las sustancias ingeridas, ó de la potencia digestiva del aparato, la mayor ó menor perfección de la digestión, ó aun la falta absoluta de esta función, En todo el trayecto del mismo canal intestinal, los ali- mentos sufren la influencia de los diversos líquidos, secre- tados por glándulas, especiales unas, comunes otras á toda superficie mucosa, que ya ejercen una acción química ó mecánica, y desde luego se comprenderá que las alteracio- nes que en sus funciones secretorias puedan sufrir dichas glándulas, ó las que el líquido secretado pueda tener, de- ben influir mucho en el cumplimiento normal de la diges- tión, y producir turbaciones que causan muchas de sus enfermedades. Uno de los liquides secretados que tiene glande impor- tancia en la digestión, es el jugo gástrico; que es secreta- do por glándulas especiales que se encuentran de prefe- rencia bajo la mucosa del grande fondo del estómago. Dicho jugo es un líquido incoloro, trasparente, de olor débil, de sabor salado. Su densidad es algo mayor que la del agua: tiene una reacción ácida. Contiene 99 partes de agua sobre 100, y ademas, pequeñas proporciones de sales formadas de cloruros alcalinos y terrosos, fosfato y carbonato de cal, y ácido libre, que es el ácido láctico, y una materia azoada especial, llamada pepsina, quimosina ó gasterasa, que tiene mucha analogía con las sustancias albuminoides, y que unida al ácido libre, obra á manera de los fermentos, y por acción de contacto ó acción catalí- tica. La acción del jugo gástrico, se versa solamente como he dicho, sobre las materias albuminoides, disolviéndolas y trasformándolas en una sustancia isomérica propia para ser absorbida. Como dije arriba, la digestión viene á co npletarse, á perfeccionarse en el intestino delgado mediante la acción mixta de la bilis, del jugo pancreático y del jugo intesti- nal, pues á dicha acción se debe que las sustancias graso- 10 sas que no son atacadas por el jugo gástrico, sean emul- sionadas, y de esta manera absorvidas, así como también bajo la misma influencia, las materias feculentas son con- vertidas en dextrina y en glycosa, y disueltas las mate- rias albuminoides que no disolvió el jugo gástrico, y la trasfonnacion de la azúcar de caña en glycosa, y aun la formación ulterior de ácido láctico. En una palabra, en el intestino delgado, se efectúan unas metamorfosis de los alimentos, y otras se perfeccio- nan, participando de estas propiedades, aunque en grado inferior, el intestino grueso. Pues bien, concluida que ha sido la digestión, la parte del quimo que es absorvible entra al torrente circulatorio, contribuyendo á esta absorción las contracciones peristál- ticas regulares del intestino, que á la vez que determi- nan el curso del quimo, y lo ponen en contacto con mayor estension de superficie digestiva y absorvente, facilitan la escresion del residuo de la digestión, que se halla forma- do en su mayor parte de sustancias no asimilables, que no han podido ser absorvidas, y del exceso de los diversos lí- quidos secretados de que he hablado, formando todo una masa mas ó menos sólida* que constituye los excretos, y que es espulsada regularmente, y en el mayor número de individuos cada 24 horas. Tal es en resúmen el cuadro fisiológico de la digestión; paso á hablar de las perturbaciones que puede sufrir tal función, y que constituyen diversos estados patológi- cos, los cuales si bien es cierto que las mas veces son sintomáticos de alteraciones estáticas, anatómicas ó de es- tructura del mencionado aparato, pueden otras veces ser puramente simpáticas, y aun en algunas idiopáticas. ¿Sección Patológica. § I- En la primera infancia, edad que comprende según Becquerel, los dos primeros años del recien nacido; el mo- vimiento de composición predomina sobre el de descompo- sición de los tejidos, y este predominio no puede obtener- se sino es por la mayor actividad de los diferentes órganos de la vida de nutrición, v entre ellos debe colocarse en primer lugar; el aparato digestivo, puesto que él forma y dá á la economía, los principios nutritivos; mas esta ener- gía de acción, indispensable con mucho á esta edad, en que el pequeño ser no solo necesita nutrición de subsis- tencia, sino también de crecimiento de los órganos ya exis- tentes y de otros nuevos que deben formarse se halla esa mayor vitalidad del niño unida á la delicadeza é imper- fección del aparato que debe llenar tal función, y por con- secuencia espuesto á frecuentes perturbaciones de diges- tión y los funestos y graves accidentes consecutivos. Es cierto que la Sabia Naturaleza provee al niño recien nacido, de un alimento completo y esencialmente reparador y nutritivo, cual es la leche materna, y que por sus mismas cualidades es de fácil digestión, estando por lo mismo adecuado á la delidadeza del aparato; por necesitar poca elaboración para ser asimilado; mas no obstantante, las circunstancias que lo apartan del orden normal, son nocivas al niño, tales como las alteraciones en la cualidad y cantidad de la leche. Efectivamente, la es- casez de leche aun siendo de buena cualidad, es decir, ri- ca en glóbulos caseosos, mantequilla y azúcar, tiene el de- fecto de ser insuficiente en cantidad, siéndolo con mas razón cuando la cantidad de principios azoados é hydrocarbona- dos es corta, con relación á la masa total del líquido, pro- duciendo el mismo incoveniente que cuando, bajo la apa- 12 riencia de buena cualidad y abundancia, no contiene la cantidad proporcionalmente necesaria de principios sóli- dos. pudiendo por este falso aspecto pasar desapercibido su defecto, y causar ademas, la fatiga del estómago que se carga de partes líquidas, sin provecho nutritivo algu- no, y sí con gravo pérdida en toda su organización, por la languidez en la nutrición. El exceso ó la riqueza de la leche en principios nutriti- vos, lejos de producir una buena nutrición en el niño, se ve que padece, puesto que soportando mal un órgano tan débil aun, un alimento relativamente fuerte, y que no está en proporción con su poder digestivo, así como no teniendo el niño el conocimiento de esa sensación de sa- ciedad, se sobrecarga su estómago cuando ademas de rica es abundante la leche, y esto se hace según Niemeyer, una causa determinante de catarro agudo del estómago, no tanto por la cantidad, cuanto por la alteración de la le- che que puede quedar sin digerirse, pues si bien es cierto que el exceso de leche es arrojado por vómitos, no todos los niños tienen esta feliz circunstancia, y contraen por dicha causa un catarro del estómago, y aun esos mismos vómitos, turban la digestión y nutrición, y producen un resultado sino idéntico al que causa la pobreza de la le- che, sí muy próximo, puesto que los dos estreñios deter- minan la insuficiencia de alimentación; siendo la consun- ción por la diarrea y vómitos mayor en el primer caso, y debidos á los progresos y gravedad del catarro gastro in- testinal, y difiriendo solo en grados; puesto que la atonía general por la mala nutrición, determina la particular del estómago, y esto hace una causa predisponente á con- traer la misma enfermedad y sus consecuencias. De tales casos, solo he podido observar uno en una ni- ña de ocho meses de buena salud, y nacida á término, cu- ya madre la criaba, y su leche ofrecia el aspecto de me- diana riqueza en grasa y queso, mas procedía solo de un seno, el otro no daba, ó daba muy poca, la madre era de un temperamento sanguíneo-nervioso; pero su constitución estaba deteriorada por padecimientos anteriores. La niña comenzó á padecer deposiciones lientéricas, y á enflaque- cerse; por este tiempo se hizo la madre embarazada, quitó el pecho á la niña, y por alimento la daba, papilla de ta- pioca y leche de vaca: al principio soportó con buen éxito el cambio de alimento; mas á poco tiempo, la diarrea vol- vió, la niña se consumia: se la pone nodriza de leche de menos edad, la niña se restablece y comienza á reponerse, pues la diarra se suprimió y todo entró en órden. Este caso implica el tratamiento curativo que en igua- les circunstancias deba oponerse, según la práctica de los autores, contra las turbaciones que produce la mala ali- mentación en los niños, y que consiste, en que si la leche de la madre, por su cualidad ó cantidad, sea insuficien te á la nutrición de su hijo, y debiendo preferirse la lac- tancia natural, se pondrá al niño una nodriza que te- niendo las circunstancias necesarias, tenga una conve- niente, y que consiste en que su leche no sea de mucho tiempo, sino que tenga de dos á seis meses de parida. Cuando la consecución de una nodriza sea imposible, se usará la lactancia artificial, teniendo solamente el cuidado de graduar el grado de dilución de la leche del animal que se empleé á la edad del niño; así como de vigilar el aseo de la pistera y de la boca del niño, pues que la omisión de estos cuidados produce el depósito de materias en descompo- sición, que obrando como fermento altera el nuevo alimen- to, y lo que es mas de temerse aun. la producción del catar- ro gástrico, que reconoce por causa determinante en el pre- sente caso la fermentación de la leche; ó la alimentación por feculentos que á veces soportan muy bien los niños; ó la lactancia por la hembra de algún mamífero, tal como la cabra ó la obeja. Si el exceso de leche es perjudicial, podrá prolongarse los intervalos ó disminuirse las veces que lactee el niño, ó darle después de cada toma una poca de agua de azúcar que diluya su densidad y disminuya su acción estimu- lante. 13 14 II. El vómito que lo constituye, la espulcion de las ma- terias contenidas en el estómago, es evidentemente una perturbación funcional de dicho órgano, al menos en el hombre, y otros animales no rumiantes, y el resultado de un fenómeno de movimiento anormal también, pues que es debido á la perturbación en los movimientos del diafrag- ma y de los músculos abdominales, porque en el estado normal, la acción de estos músculos es opuesta, es decir, que el diafragma se contrae mientras los músculos abdo- minales se relajan y reciprocamente, no concurriendo las contracciones del estómago sino de una manera secunda- ria, y favoreciendo la espuision completa de las materias que contiene, por la aplicación de sus paredes centra di- chas materias. Por el mecanismo espuesto, es fácil preveer que el vó- mito y aun las náuseas, que pueden considerarse como el mismo fenómeno aun pie incompleto, á menor grado, reco- nocen por causa cualquiera perturbación que modifique, ya directamente, ó por acción, refleja la innervacion de los leferidos órganos productores de las náuseas y del vó- mito, modificación que dá por resultado el trastorno en sus movimientos normales; y por lo mismo se infiere que tales fenómenos son siempre sintomáticos de una altera- ción en los centros nerviosos que los animan; aunque tal alteración nos sea desconocida en su esencia. Se obser- van estos mismos fenómenos en otros padecimientos fuera de los de las vias digestivas, y en estos casos se les deno- mina con el nombre de simpáticos ó nerviosos, entran en mi opinión en la patogénia general de las enfermedades, es decir, de ser puramente sintomáticos de alguna altera- ción orgánica hasta hoy desconocida, pero que por igno- rada no puede ser negeda, y sí, puede admitirse al menos como muy probable en rigor de analogía, pues que tal vez mas tarde á medida que aumente el dominio de la anato- 15 mía patológica y se avance en el conocimiento de las fun- ciones nerviosas, disminuirá el número de las llamadas nevrosis, esto es, de las enfermedades designadas con tal nombre, por no conocerse la alteración orgánica que las produce, en oposición á las llamadas orgánicas, esto es. en as que tal lesión material es perceptible, y cuyo nú- mero irá aumentando por el perfeccionamiento de los co- nocimientos actuales sobre la materia. Efectivamente los síntomas de que me ocupo, pueden hallarse en afecciones muy diversas, ya de las mismas vias digestivas, ya de órganos mas ó menos distantes; ta- les por ejemplo las afecciones del hígado, de los riñones, vejiga útero, peritoneo, las hernias eplipoicas ó intestina- les, los cólicos hepáticos, nefréticos y saturninos; la pre- ñez. Las flegmacías thorácicas, y especialmente la bron- quitis aguda, la tos ferina, los tubérculos, dan lugar á los vómitos repetidos, por los quintos de tos, la simóle infil- tración ó hypertrofia de la úvula, producen también vó- mitos que se observan igualmente en algunas afecciones cerebrales, y aun en algunas nevrosis, tales como la hys- teria, la hemicrania etc., una emoción moral ó física vio- lenta; pero en todos estos casos, creo que sean debidos los vómitos ó náuseas a perturbaciones de inervación, pro- ducidas por una causa material que obre directamente, ó por acción reflexa, determinada esta misma por una acción directa sobre cualquiera otro órgano, y trasmitida al es- tómago por la sinegía que liga á todos los órganos de nuestra economía. De las dichas turbaciones funcionales, he observado varios casos de los cuales me ocuparé brevemente, toman- do de ellos los mas notables. La Señorita H- de catorce años de edad, doncella, de temperamento linfático-nervioso, á quien por amistad se me llamó á asistir de un ataque de convulsiones clónicas que padeció á mediados del mes de Agosto del año pasa- do, sin mas causa inmediata que una fuerte emoción mo- ral, y del que curó mediante una poeion antiespasmódica y un sinapismo á la espina. Seguí asistiendo á dicha jó- ven, con motivo de querer la señora su madre, la curara 16 de tos que padecía la joven y que era á veces muy te- naz. Del reconocimiento que hice de ella, encontré el ser de una constitución muy débil, color pálido, pulso dé- bil y pequeño, de buena salud anterior á pesar de haber nacido á los siete meses; y sin algún vicio general, pade- ciendo solo de vez en cuando, ligeras exacerbaciones agu- das de amigdalitis crónica, que no la molestaba en su es- tado ordinario; y siendo abundantemente reglada desde los once años. Por la inspi eccion de la laringe no encontré algo nota- ble. Reconocido el thorax, no encontré mas de notable sino haber alguna obscuridad del sonido y ser débil la respiración hácia la parte del pulmón derecho correspon- diente á la fosa infraespinosa del mismo lado derecho. Había un ligero soplo en la carótida derecha. Alguna anorexia y constipación habitual. Los accesos de tos se iban reproduciendo cada vez con mas intesidad y prolongándose mas tiempo. Al princi- pio solian calmarse con ventosas, sinapismos maniluvios, con ether sulfúrico tomado en gotas etc. Convencido co- mo estaba, que no existia alguna lesión grave del pul- món, pues a ello me autorizaban la falta de reacción fe- bril y de fenómenos stetoscópicos, observando ademas que la tos era producida por contracciones exageradas del dia- frama bien perceptible; en atención á la marcha de cada acceso, que iba disminuyendo de intensidad paulatinamen- te, sin producir alguna espectoracion, ni observar duran- te él modificación alguna en los signos de la ascultacion, así como su terminación por accesos de convulsiones cló- nicas, juzgué que se trataba de una de tantas manifesta- ciones de la hysteria, en razón de la edad y sexo de la paciente, así como por su tipo de accesos, y su termina- ción por las convulsiones dichas, creí por lo mismo queto- do era sintomático de la turbación de inervación que pro- duce tal nevrosis la hysteria, pues aun para mayor fun- damento en mi diagnóstico, tenia, la exacerbación de los ataques en las épocas menstruales. En consecuencia de tal diagnóstico, aconsejé el uso de antiespasmódicos, tales como la valeriana, asafétida, óxido 17 de zinc, el alcanfor; los narcóticos, como el ópio y la bella- dona, variándolos y usándolos en la forma pilular. Y para atender á la cloro-anemia, aconsejé el uso del fierro redu- cido, y el aceite de bacalado, y vinos geuerosos. Así permaneció algún tiempo; mas una noche se me llamó por durarle el ataque hacía hora y media, y no sur- tir ninguno de los medios que había usado. En vista de esto, y lo prolongado del acceso, la ministré el cloroformo en inhalaciones, y solo con este medio pude cortar el ata- que. Desde entonces comenzaron á variar las manifestacio- nes nerviosas, los accesos de tos disminuían; pero eran reemplazados por náuseas casi continuas durante el dia, y que impedían el que tomara cualquier alimento la enfer- ma, y hábia veces que permanecía hasta 27 y 30 horas sin poder pasar ni alimentos líquidos, pues aun cuando se esforzaba en tomarlos, no pasaban de la faringe, y eran arrojados con grandes esfuerzos, que se revelaban por las contracciones de los músculos abdominales y diafragma, que eran bien perceptibles aun á la vista, por el notable enflaquecimiento de la enferma. Pasado este tiempo maximun hasta hoy, es decir, hace tres meses, tenia conocimiento la enferma de serla ya posi- ble el tornar alimentos, y efectivamente, hacia grandes co- midas, y se aprovechaba ese momento para dalla el fierro y el vino, y pepsina, por notarse dilación en las digestiones y algunos erutos fétidos. Y cuando se lograba que hiciera una comida abundante, se reponía del decaimiento físico que la producía la prolongada abstinencia, siendo notable su fuerza moral y su buen humor. Hubo necesidad de suspender el aceite de bacalado, por producir alguna diarrea; y en general toda medicina, pues que pasado el momento en que podía comer y en el trans- curso de tiempo citado, no pasaba ni líquidos, lográndose, sí, solo algunas veces, que pasara píldoras pequeñas, vién- dome precisado por lo mismo, á usar solamente de esta forma farmacéutiea, para ministrarla algunos tónicos, tales como la quasia, la quina, &c.; así como los narcóticos de que he hablado, opio y belladona, pues por el recto, no pude conseguir la absorción de sustancia alguna ya alimen- ticia, ya medicamentosa, por ser espulsadas inmediatamen- te por fuertes contracciones intestinales que producían aun verdaderos cólicos, y que superaban los esfuerzos de la en- ferma para contenerla. Por el carácter del dicho síntoma, su marcha y termi- nación, así como por la falta de alguna lesión material, apreciable por parte del cerebro, el hígado, ni las vías digestivas, creí racional referirlo á la misma nevrosis, es decir, á la hysteria, y como tal tratarlo. Por las circuns- tancias dichas de la imposibilidad de ministrar á la enfer- ma al interior medicina alguna, la puse un vejigatorio volante al epigastrio, con el objeto de producir alguna re- volución y favorecer la absorción por el método endérmico de una sal de morfina; mas no obtuve resultado, por lo que me limité á combatir el síntoma, y se usó para ello trozos de nieve por algún tiempo, con algún efecto al principio, nin- guno después. La remitencia de los accesos, se marcaba unos dias cada 24 horas, otros cada tercer dia, siendo solo posible la alimentación durante ella, y perjudicando esto la nutrición y el poder combatir la cloro-anemia, causa pro- bablemente de todos los trastornos nerviosos referidos; y antes de usar de la sonda esofagiana, me propuse seguir un método tónico, estableciendo en primer lugar, el uso de baños frios y de corta duración, á mas de continuar el el fierro, la pepsina. Conseguí que la enferma se prestara á tomar los ba- ños, y á pesar de la estación fria, se dio dos ó tres; mas el mucho quebranto de cuerpo que la producían, la hicie- ron rehusarse enteramente á repetirles, y aunque produje- ron algún resultado, pues que después de ellos podía co- mer la enferma, y por algunos dias hizo todas sus comi- das ordinarias, y algo se repuso de la destrucción en que estaba; sin embargo, durando poco el efecto y no querien do insistir mas en el uso de los baños porque ademas de su renuencia, el invierno había entrado y estaba algo cru- do; abandoné tal medio, y empleé el valerionato de quini- na, sin éxito, lo mismo que el de atropina, preparación que ademas la cansó grandes trastornos según dijo, en la 18 19 cabeza; no obstante no haber pasado de una sola píldora de á medio miligramo de la sal de atropina Deseando que alguno de mis maestros me ilustrara en este purto tan difícil, al menos para mí, dije á la familia consultara al Sin D. Francisco Ortega, cuyo señor, for- mando el mismo diagnóstico probablemente, cambió solo la forma del ferruginoso, ordenando las píldoras de Va- llet y el jarabe de morfina en cucharadas; mas no pudien- do tomar el jarabe por la náusea, sigue solo las píldoras; pero el mal principal, el síntoma primitivo y de que me ocupo, aun continúa solo con la intermisión que he dicho, y alternando con la tos convulsiva, convulsiones y aun de- lirio, trastornos todos que pasados, vuelve la enferma á su estado ordinario. Fijado el diagnóstico, el pronóstico es menos grave que si tales fenómenos se ligaran á otro padecimiento cerebral ó del estómago, perjudicando solamente la dificultad que se encuentra para mejorar la nutrición general, por la im- posibilidad de regularisar la buena alimentación, pues aunque no se ha omitido gasto alguno para proporcionarla de buena cualidad, sí la considero insuficiente en canti- dad, y que esto haga que se prolongue la duración del mal, y por lo mismo he deseado que el Sr. Ortega D. Francisco me ilustrara sobre el plan therapéutico que con- viniera en este caso difícil para mí, en él que he agotado los medios que han estado á mi alcance; y actualmente se tra- ta de esto. En apoyo de mi opinión sobre la patogenia del vómito, ademas de la circunstancia muy conocida aun del vulgo de la titilación de la uvula, que como como es sabido pro- duce el vómito, sin reconocer en este caso mas causa que una incitación motriz refleja; y de la acción de los eméti- cos que, como se sabe, es el resultado de la absorción de dichas sustancias, y su influencia perturbatriz sobre el sistema nervioso, citaré otra también conocida y que he podido observar varias veces, y es la existencia de cálcu- los biliares y aun los cólicos hepáticos que son su mani- festación dinámica. Uno de estos casos es el de una enferma que entró al hospital de Jesús ©1 2 de Julio de 18G8, á curarse de una liemiplegía de que fue atacada el 30 de Junio del mismo año, consecutiva á una congestión cerebral. La enferma era de 45 años de edad, constitución robusta, tempera- mento sanguíneo-nervioso, sin mas padecimiento anterior que una urticaria crónica y algunos accidentes convulsi- vos hysteriformes. Desapareció la hemiplegía, y tenia la enferma un esta- do satisfactorio, cuando á principios del mes de Octubre fue atacada de un dolor en el epigastrio y vómitos fre- cuentes, formados de los alimentos y de bilis; vómitos que se hicieron incoercibles, pues que resistieron á todos los medios antieméticos y que terminaron con la vida de la enferma el 10 de Noviembre del mismo año. Hecha la inspección de las tres grandes cavidades, á las 24 horas de la muerte, nada notable se encontró en el encéfalo ni sus cubiertas, nada en el pecho, y sí solo en el abdomen se notó el hígado aumentado de volumen, de color anémico, y la vesícula biliar dilatada y llena por cálculos notables, uno de ellos al menos por su tamaño que es el de un tej ocote, y que ocupaba el fondo de di- cha vesícula, en la que aun habia formado un seno á es- pensas de su espesor que se encontraba adelgasado; y uno de los cálculos pequeños obstruía el canal cístico. Nada notable se encontró en el canal digestivo. En atención al resultado necroseópico, creo que los di- chos vómitos observados, eran indudablemente sintomáti- cos de la afección de las vías biliares que determinaba la acción refleja que produce el vómito, afección que pudo pasar desconocida por no revestir su tipo ordinario, pues que ni el dolor inicial tuvo el carácter de cólico hepático, ni la marcha continua que tuvo el mal, era el ordinario de tal afección, así como la falta de la ictericia, y de tumor alguno en el hypocondrio y epigastrio, escluian cualquier padecimiento hepático. Los cálculos los dediqué á la Sociedad Filo-iatriea y de Beneficencia de los alumnos de esta Escuela de Medi- cina, en cuyo gabinete pueden verse. 20 21 III. La digestión estomacal es precedida ó acompañada en ol estado normal, de una hyperemia notable de la mu- cosa del estómago, y este estado en tanto que no pasa de los límites fisiológicos, no determina sino algún males- tar é ineptitud á los trabajos mentales, y propensión al sueño. Esto es muy común después de una comida re- gular y ordinaria; mas por poco que se esceda de estos límites, ya por la cantidad, ya por la naturaleza de los ali- mentos ingeridos, sobreviene un estado patológico, que desgraciadamente es muy frecuente á todas edades, por serlo también sus causas determinantes y predisponentes, y que sin embargo, lo creo poco atendido, y es el siguiente: Inflamación catarral aguda de la mucosa del estómago. Tal es la denominación que Niemeyer en su tratado de Patología interna da al catarro gástrico agudo, y que Gri- solle llama Gastrorea. Paso á ocuparme de él brevemente en la parte correlativa al punto de que me ocupo. Como causas predisponentes á dicha afección, Nieme- yer señala en primer lugar, la diminución del jugo gástri- co que favorece las descomposiciones anormales de las sus- tancias ingeridas en el estómago; observándose tal diminu- ción del jugo gástrico en todos los febricitantes, en las personas débiles y mal alimentadas, en aquellas que se cuidan mucho su alimentación, y que por esta misma de- licadeza, á la que pudiera decirse habitúan su estómago, no pueden alterar de la manera mas ligera, su alimenta- ción ya en cualidad, ya en cantidad, sin padecer de catar- ro estomacal; y por último, se observa una gran predispo- sición en las personas que han padecido esta enfermedad, á contraería de nuevo por la causa mas ligera. Entre las causas determinantes, asigna el mismo autor Niemeyer, los escesos de mesa, en los que á la cantidad escesiva de alimentos ingeridos en desproporción con la can- tidad de jugo gástrico secretado, se une su mala cualidad, es decir, su difícil digestibilidad, el grado de alteración en que se encuentran al ser ingeridos, así como las sustancias especiadas irritantes, y las bebidas alcohólicas que acom- pañan tales comidas, y que á su calidad sola irritante, se une el esceso en su cantidad. Todas estas circunstancias se ligan ordinariamente en esos grandes convites, y si ca- da una de las mencionadas circunstancias puede por sí sola producir el catarro gástrico, con mas razón juntas, resul- tando del esceso en la cantidad, que alguna parte de ali- mentos se alteren, y no siendo como no son muchas veces arrojados al exterior por el vómito, permanezcan en el es- tómago, ó pasen al intestino, y por su alteración produzcan la referida afección, teniendo ademas el inconveniente de obrar á manera de los fermentos, y seguir produciendo la alteración, la descomposición de que están animados, en los nuevos alimentos ingeridos, aunque sean sanos; constitu- yendo en mi concepto, la permanencia de dichas sustancias alteradas en el canal digestivo, la sola causa de todos los síntomas observados en la presente afección, que en su for- ma crónica es la designada vulgarmente con el nombre de Empacho. Para evitarme repeticiones en la descripción de los sín- tomas, referiré un caso que he observado de la enferme- dad de que me ocupo, que me ha parecido poder servir de tipo, y es el siguiente: El Sr. D. N., casado, de 5S años de edad, abogado, de un temperamento nervioso bilioso, de una constitución re- gular, sin padecimiento alguno grave, y sí solo los consi- guientes á un estado nevropático antiguo, tuvo un convite el 13 de Junio último, y al dia siguiente, se sintió moles- to, inapetente y algo abatido, sin poderse referir á algún padecimiento determinado su malestar, y sí solo creí ser una iminencia morbosa que iría á estallar. Efectivamente, en la tarde del dia á que me refiero, co- menzó á tener cefalalgia ligera, que no atendí por pade- cerías anteriormente con frecuencia: tenia ademas, una sensación de peso y opresión epigástrica, ineptitud á los trabajos mentales. Salió en la noche por hacer algún ejer- cicio, pero poco pudo andar, pues fue atacado de la sensa- 22 23 cion vertiginosa, de mareo y trastorno general que precede al vómito, y regresó a su casa, donde apenas pudo tomar la basinilla para deponer; así es que el vómito fué violen- to, fácil, muy abundante, y no en relación con la cantidad de alimentos tomados en ese dia, siendo formados en su mayor parte, de sustancias alimenticias casi intactas; se pasaba decir que dicho señor carecía de dientes, y que en consecuencia, la masticación era casi nula. Llegaba de visita á dicha casa, por tener bastante inti- midad con el señor, de quien tenia yo antecedente se ha- llaba indispuesto; cuando supe lo acaecido, los vómitos se habían suspendido, se había entrado el enfermo á su cama, por sentirse con calosfrío, algún dolor de estómago, y muy débil. Creyendo seria una indigestión, liabia tomado car- bonato de sosa; mas cuando le vi en la misma noche, tenia reacción febril, pulso desarrollado á 100 pulsaciones por minuto y grande quebranto de cuerpo, por lo que le acon- sejé guardara cama y tomara al dia siguiente un purgante de una dracma de polvo de ruibarbo, por rehusar los sali- nos; y esperaba ver el efecto purgante para mejor formar mi diagnóstico, pues confieso que en aquel momento igno- raba la causa de tal movimiento febril, y atendiendo solo á los síntomas iniciales, los pude creer debidos á un emba- razo gástrico, y en consecuencia, me pareció ser racional completar el método evacuante indicado por la naturaleza, para eliminar el resto de materias indigestas que hubieran quedado. Al dia siguiente le vi: la reacción febril seguía en el mismo grado, la lengua estaba limpia, aunque de un color rojo subido; en toda la noche había podido dormir, por se- guirle, durante ella, los vómitos, que ya eran solo formados de líquidos mucosos y de bilis; había tomado la purgan mas seguían los vómitos que se hacían el síntoma predo- minante, así como una hemicrania que molestaba mucho al paciente. En este estado, y mirando el grande abati- miento que le causaban los vómitos, ocurrí al Sr. Iglesias D. Angel, quien tuvo la bondad de prestarse gustoso á mi llamado, (por cuya benevolencia le tributo un homenaje público de reconocimiento), y se encargó del presente caso. 24 Pues bien: después de un minucioso reconocimiento, y no encontrando alguna lesión orgánica apreciable á que pudiera atribuirse el vómito, trató de combatir con asiduo empeño el sintoma que se presentaba, empleando para ello los medios mas apropiados. Los vómitos persistían, se repetían casi cinco minutos con el mismo carácter que en el primer dia, es decir, formados de bilis pura y mucosi- dades. La alimentación era imposible, ni agua soportaba. Este estado agotaba las fuerzas del enfermo, no podía moverse. El purgante solo produjo dos ó tres deposicio- nes líquidas amarillentas. Al dia siguiente, es decir, al tercero de enfermedad, el calor febril era reemplazado por un enfriamiento general, alteración notable de la fisonomía: nariz afilada, ojos hun- didos, rodeados de un círculo oscuro, una demaciacion no- table, gran postración, el pulso era débil y pequeño, se iba concentrando; mas la inteligencia se conservaba, la voz estaba apagada, la orina suprimida, sed ardiente, los vó- mitos seguían con la misma intensidad. Se le hicieron fricciones estimulantes y se le daban trozos de nieve ince- santemente de dia y de noche, pues solo de esta manera se mitigaba al enfermo la sed y se disminuían los vómitos, los que se iban haciendo imposibles por la asthenia gene- ral del individuo, y eran ya solo reemplazados por eruta- ciones gaseosas y continuas. El prognóstico se hacia cada vez mas grave, pues el es- do general descrito y la edad del enfermo, hacia temer una terminación fatal; por lo que se mandó disponer al en- fermo. Al cuarto dia se continuaba la nieve con la misma cons- tancia, y ya se fueron suspendiendo los vómitos, siendo posible hasta entonces darle alguna cucharada de té, y al- gunas féculas en cocimiento, por único alimento. Al quinto dia, los vómitos se habían suspendido; mas aparece un síntoma nuevo, la diarrea; pareció que solo cambiaba el lugar de la evacuación, pues eran de la mis- ma naturaleza que los vómitos, es decir, biliosas y muco- sas, líquidas, fétidas y en gran número. Se hizo por en- tonces el síntoma alarmante, pues que aumentaban la de- 25 bilidad del enfermo. El pulso se hizo imperceptible, so- brevinieron lipotemias frecuentes, algunas convulsiones ligeras, el enfriamiento se hacia general, la voz era afona, la orina seguía suprimida. Se combatió dicho síntoma por los medios mas eficaces y con el mayor empeño, lográn- dose al fin viniera la reacción y se disminuyera la frecuen- cuencia y el carácter de las deposiciones, y que se salvara el enfermo del inminente peligro en que se vió su vida, á los quince dias de tratamiento, no sin tropezar con la difi- cultad grave de no tener una alimentación adecuada y re- paratriz cual seria la lactea, por tener el individuo una idiosincracia especial, en virtud de la cual, las leches de cualquiera manera que se dispongan, le producían un efec- to catártico muy marcado; así como para los huevos, que no podía digerir; haciendo esto que la convalescencia se prolongara un mes; y menciono dichas idiosincracias por encontrarse con alguna frecuencia en varias personas, y ser importante su conocimiento para el arreglo de la ali- mentación. En vista del cuadro sintomático que someramente he descrito, y por la descripción que de ellos hace Niemeyer, no puedo menos que adherirme á su opinión, y creer que el diagnóstico debe ser en el presente caso al menos y en todos sus semejantes, el de un catarro gástrico agudo, que por la exageración en los síntomas del vómito, diarrea, supresión de orina, &c., bien pudiera calificarse de ser el presente caso cólera esporádico ó europeo, así como tam- bién por el predominio del flujo bilioso, podría decirse que había una hepatirrea ó polycholia, según Grisolle; pero todo ello sintómatico de la modificación anatómica de la mucosa gastrointestinal, y que consiste en su principio en una hyperemia intensa y secreción anormal y exagera- da de moco, así como en la supresión de la secreción del jugo gástrico, ó su cambio de reacción acida, en alcalina, según las observaciones directas hechas por Beaumont. La estension de dichas lesiones al duodeno me esplican la hypercholia; y la continuación del mal, es decir, la apa- rición de la diarrea, la creo debida á la extensión del ea- 26 tarro á la mucosa intestinal pues que implican la misma causa iguales efectos. En cuanto al método curativo, no tengo que hacer no- tar mas, que con lo que observé que se corrigió mejor la diarrea, que era el síntoma mas rebelde en ceder, fué con el uso de la crema de bismuto, adicionada de 2 á 4 granos de eatechu, y de ] de grano de estraeto de opio; pues en el enfermo á que se refieren estás líneas, era imposible ele- var la dosis de ópio, por tener grande susceptibilidad pa- ra los opiados. IV. En cuanto á la diarrea, que la constituye la excresion repetida de materias intestinales mas ó menos líquidas, mas ó menos abundantes; excresion que es un resultado, ya de aumento en los productos secretados, ya de una ace- leración notable en los movimientos peristálticos del in- testino; son, estas mismas turbaciones funcionales, como se sabe, sintomáticas, ora de una alteración material del intestino, ora de una perturbación, aunque desconocida en su esencia, en la inervación del intestino. Así por ejem- plo, ella, la diarrea, es el síntoma del catarro de la muco- sa intestinal, que en razón de su grande extensión, el pro- ducto secretado es tan abundante; lo es de las ulceraciones de diversa naturaleza que en ella se encuentran, así como de estados inflamatorios distintos, y de estados congesti- vos del mismo órgano, producidos estos diversos estados patológicos por multitud de causas, que por ser muy cono- cidas y porque me estenderia demasiado si me ocupara de ellas, no hago mas que mencionarlas; y sí solo hablaré de una causa quizá muy frecuente, y que creo no sea muy co- nocida, de catarro agudo, y sobre todo crónico, de la mu- cosa intestinal, cual es todo obstáculo á la circulación he- pática, lo que da por resultado una congestión de las ve- nas intestinales, una infiltración cerosa, y en consecuencia el catarro intestinal. Producen el mismo resultado las enfermedades de los órganos respiratorios y circulatorios que dificultan la circulación de las venas cavas. 27 Respecto á los trastornos de inervación, solo menciona- ré las emociones fuertes ya del placer ó de cólera, que de- terminan muchas veces flujos catarrales del intestino. Mas respecto á la aceleración de los movimientos intes- tinales, en todos los casos creo que sea debida á una ac- ción refleja, determinada por la exitacion morbosa que produzcan en el intestino las causas ya indicadas, así como todos los agentes irritantes locales que puedan estar en contacto con dicha superficie mucosa intestinal. De la therapéutica de la diarrea, muy poco es lo que tengo que agregar á la práctica racional mexicana, por la que he visto combatir muy bien dicho síntoma, llenando la indicación morbosa; para emitir mi opinión sobre el uso de los opiados que con bastante frecuencia se usa en la mencionada afección. Pues bien, como es sabido, los opiados, y en general los narcóticos, uno de sus efectos primitivos conocidos, es dis- minuir y aun paralizar las contracciones peristálticas del estómago é intestinos, y debido ó esto, se contiene la ex- cresion de las materias intestinales, y se favorece la absor- ción de las partes líquidas, disminuyendo esto la fluidez de los excretos. Ahora bien, si no se atiende al tiempo que debe trascurrir entro la administración de un opiado y la del alimento, lo que en lo común no cuidan, ni pue- den saber los enfermeros, indudablemente se produce una dispepsia artificial, que puede aun tener por resultado la agravación de los síntomas que se combaten, pues á con- secuencia de la acción de los opiados que no solo obran sobre la motilidad del aparato digestivo, tan necesaria á una buena y completa digestión, sino aun sobre la canti- dad de los líquidos digestivos secretados, se produce, co- mo lo he visto muchas veces, una verdadera indigestión aun de los alimentos mas sencillos; indigestión que si bien puede terminarse por el vómito, muchas veces conti- núa en el intestino, aumentando esto la diarrea catarral que tal vez se combata, ó aun renovando la que se haya curado, creyendo por lo mismo, al menos según mi muy corta experiencia, que debe mediar entre la ministracion 28 de un narcótico y la de un alimento de dos ó tres horas de intervalo, y mas bien mas que menos. También propongo se tome en consideración en la tne- rapéutica de la afección á que me refiero, el uso de la pepsina ó cualquiera otro medio que la sustituya, fundado en que la pobreza del jugo gástrico, es muchas veces la causa ó el efecto del síntoma relacionado. Es causa, cuan- do por ejemplo en las enfermedades febriles ú otras, hay una pérdida considerable de partes líquidas, que debe in- fluir como en otras secresiones, sobre la del jugo gástrico; así como también deben influir en esta misma secresion, todas aquellas enfermedades que causen, ya por su natu- raleza, ya por su duración, un estado de languidez y debi- litamiento en las funciones digestivas. Si en estas cir- cunstancias no se atiende á remediar la pobreza del jugo gástrico, se producirá por las malas digestiones el catarro gástrico, siendo entonces él mismo el efecto de la altera- ción del jugo gástrico, que en presencia del moco produ- cido, pierde su acidez, propiedad indispensable á su acción, se hace alcalino, es decir, insuficiente, pobre. La consideración referida que deduzco de inducciones teóricas, las vi realizadas en un hecho práctico que tuve ocasión de observar. Se trataba de una señora de 45 años, casada, de una constitución deteriorada por padecimientos crónicos antiguos, á quien por su estado anémico se le ministraban tónicos y ferruginosos &c. Se vio atacada de diarrea catarral (síntoma muy frecuente en las cloróticas), se trató por los medios apropiados, y no cedía; la adminis- tré la pepsina: confieso que entonces, (hace dos años), lo hice de una manera empírica; mas obtuve muy buen éxi- to, pues se corrigió su estado, y su nutrición se mejoró, conseguida la buena digestión, aun apesar de haber su- primido el fierro. V. DISPEPSIA. La afección que intitula este artículo es muy frecuente, y consiste, como se sabe, en la lentitud y dificultad de las digestiones. 29 Grisolle mismo, que la coloca entre las nevrosis, con- fiesa que es propiamente un síntoma común á muchas en- fermedades, principalmente del estómago ó del intestino, porque no solo admite dispepsia gástrico, sino también in- testinal. Sus causas son muy variadas; pero creo que bien pue- den comprenderse en dos principales, y son: una alteración en la nutrición, por cualquiera causa, que influya en las buenas cualidades de los j ugos digestivos, ó la falta ó per- turbación de la inervación del mismo aparato digestivo; así como también en la falta de observancia de las pres- cripciones hygiénicas. Mi opinión la fundo en las razones siguientes: En pri- mer lugar se vé sobrevenir la dispepsia en los convalecien- tes de enfermedades crónicas de larga duración, en las per- sonas débiles y de constitución deteriorada por cualquiera causa, ya por alteraciones orgánicas graves de las viceras abdominales, principalmente las digestivas, ya por cual- quiera clase de escesos que deterioran la constitución. Así como también se observa la dispepsia como resultado de trastornos de inervación, en las personas nevropáticas, en las hystéricas, en los maniacos é hypocondriácos, en las emociones morales fuertes, ya de gozo ó de pesar; é igualmente se vé después de la administración de los opia- dos, por el uso del tabaco fumado que en mí mismo lo he observado, así como también las ocupaciones mentales, du- rante la digestión; No me ocuparé de los síntomas de la presente afección por ser muy conocidos, y solo diré algo del tratamiento. El método curativo que establece Grisolle en primer lugar, es meramente hygiénico, y por el cual llega el mé- dico á graduar la cantidad de alimentos que estén en re- lación con la facultad digestiva del enfermo, así como también es importante el estudio de la cualidad de los ali- mentos, atendiendo para ello, á las diferentes idiosincra- sias especiales de los individuos para tal ó cual sustancia, así como para la temperatura de los alimentos, pues unos digieren mejor los alimentos y bebidas fríos, así como también hay que atender al mayor ó menor ejercicio cor- 30 poral de la persona, porque unas necesitan ejercicio, (el que debe ser moderado) y otras necesitan de reposo com- pleto, y para otras les es nocivo el estremado ejercicio ó fatigas corporales excesivas de cualquier género; y por último, hay que atender á la profesión del individuo, y en aquellas que sean sedentarias y que exijan trabajos men- tales, deben concillarse las horas de trabajo con las de la digestión, tratando de alejarlas para evitar la dispepsia. Entre los medios therapéuticos, se encuentran les tó- nicos, los alcalinos, creo con el objeto de remediar ya una producción escesiva de ácidos en el estómago, ya para obrar sobre la secreción mucosa exagerada consecutiva al catarro gástrico crónico, ó al estado de atonía del mismo órgano. Tratando de remediar la falta del jugo gástrico, se ha empleado la pepsina, y recientemente el Sr. D. Alfonso Herrera, ha inventado una forma farmacéutica en muy buen estado de conservación, y que se conoce con el nom- bre de “Elíxir Digestivo.” Dicho elíxir lo he visto emplear con muy buen éxito en varias enfermas del hospital de Jesús, como succeda- neo de la pepsina y en los rasos en que esta sustancia es- taba indicada, y si bien es cierto que muchas personas lo soportan muy bien, hay otras que no, dependiendo esto de suceptibilidades individuales difíciles de preveer; mas para ellas ha preparado el mismo señor Herrera, unas pastillas que contienen la misma sustancia, oculto su olor y sabor especiales con sustancias aromáticas. Poy la naturaleza de la medicina, se infiere la de la en- fermedad. Si á personas que padecen síntomas dispépti- cos y ministrándoles el jugo gástrico se alivian y aun se curan, evidentemente la enfermedad á que dichos sínto- mas se ligan, son debidos á una falta ó alteración del ju- go gástrico secretado, dependiente de cualquiera turba- ción de inervación que perturbe las funciones secretorias ó de cualquiera alteración material del mismo órgano se- cretor; mas aunque tales alteraciones nos sean hasta hoy desconocidas en su esencia, no pueden negarse, no puede menos de ser una manifestación de dicha alteración la en- 31 fermedad que constituye la dispepsia, y por lo mismo pu- diera quitarse de entre las nevrosis. VI. TIMPANITIS INTESTINAL. La presencia de gases en las vías digestivas, es un he- cho normal, fisiológico, necesario al cumplimiento de los fenómenos mecánicos de la digestión, sosteniendo las pa- redes intestinales, manteniéndolas separadas y favorecien- do el curso del bolo alimenticio; mas su producción exa geravla ó su difícil curso por cualquier obstáculo, produce el estado patológico que sirve de título á este artículo; es- tado que muy frecuentemente complica la liysteria, y que en este caso lo creo debido á una exhalación anormal de gases que no pueden ser espelidos por una contracción espasmódica de alguna parte del intestino; observándose también con mucha frecuencia como síntoma de dispepsia intestinal. Uno de estos casos lo observé en un hombre como de 40 años, que entró al hospital de Jesús á curarse de una timpanitis muy notable y sumamente exagerada que pa- decía hacia tres dias, atribuyéndola á un golpe que reci- bió en una caída sobre la región sacra, pues que desde entonces no había podido defecar, y el vientre había ido aumentando de volumen. No encontrando algún tumor hemiario ni algún otro abdominal á que pudiera referirse, ni dolor alguno, ni vó- mitos, y sí solo una grande molestia por la distensión esceciva del vientre y la dificultad que esto oponía á la res- piración; habiendo una constipación de tres dias, se le or- denaron purgantes, hubo evacuaciones abundates y el enfermo se libró de la muerte inminente por asfiria á que estuvo espuesto. 32 VIL Diré en conclusión: que por lo que he visto en mi cor- ta práctica, infiero ser muy frecuentes las turbaciones fun- cionales del aparato digestivo: que su diagnóstico diferen- cial es á veces muy difícil, y que muchas veces solo por esclusion, puede llegarse á él: que en cnanto al prognós- tico, si bien algunas de ellas, producen simplemente tur- baciones compatibles con la salud, constituyendo aun algu- nas veces una verdadera idiosincrasia; hay otras, espe- cialmente aquellas que son debidas á alguna alteración de testura sobrevenida en el aparato digestivo, que son gra- ves tanto por el grave detrimento que producen en la nutrición, cuanto por su incurabilidad; siendo las únicas para las que la therapéutica racional hasta hoy conocida y seguida entre nosotros sea impotente; pero modificando muy bien y aun cui ándose los otros diversos estados mor- bosos por los medios racionales y apropiados que siguen nuestros prácticos profesores mexicanos, muchos de los cuales han sido mis maestros, y á quienes en lo particu? lar. doy por este medio un testimonio de gratitud y reco- nocimiento. Espero, pues, del Jurado que censurará mi escrito, use de la indulgencia que acompaña á la ciencia, y no vea en mis escritos sino la espresion de mis opiniones persona- les, que para su desarrollo y perfección, cuento con la benévola cooperación de mis dignos maestros. M. G. M. ESCUELA DE MEDICIN A. CATEDRATICOS. D. José M. Vértiz] Director] D. Leopoldo Rio de la Loza [subdirector] D. José M Vargas ¡tesorero] . í). Ignacio Torres D. Ignacio Erazó . D Manuel Robredo .... D. Miguel F. Jiménez . . D. Lulz M uñoz D. Luis Hidalgo y Carpió D. Francisco Ortega D- José B uceíó Vilíagran 1). Rafael Lucio D. Ladislao de la Pascua D. G ibino Barreda D. Ignacio Alvarado . . D Aniceto Ortega [ausente] ' . D, Manuel Carmena y Valle . . . D. Juan María Rodríguez . , . . D. Juan Navarro [¡.asente] : D. Alfonso Herrera . , CATEDRAS. Operaciones. Química analítica. Farmacia. Obstetricia. Farmacología. id. . Clínica médica. Patología externa. Medicina lega!. Anatomía descriptiva. „ topográfica. Patología interna. Higiene. Patología general Fisiología. Clínica de obstetricia. „ externa. „ de obstetricia. „ externa. 1 Historia de las dro- gas medicinales. ADJUNTOS. D. José Perrer Espejo, Bibliotecario. I) Lauro M. Jiménez. 1) Luis Martínez de 1 Villar, Secretario [> Eduardo Liceaga. I). Rafael Martínez. ü- Maximino Rio de la Loza. D. Gumesindo Mendoza.