ESTUDIO SOBRE U IMITÉ CLÍNICA EN MÉXICO ! TÉSIS. PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICINA Y CIRUGIA i PRESENTADA AL JURADO DE CALIFICACION > :Jot Jtwfrb • MEXICO IMPRENTA DE IGNACIO Ffj('ALANTE - Bajos i>r San Agustín, num. 1. 187a ESTUDIO SOBRE U TEIMETIIÚ CIM EN «Éffl ' TESIS PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICINA Y CIRUGIA PRESENTADA AL JURADO DE CALIFICACION :jjur pmrfm ALUMNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE MÉXICO; PRACTICANTE EN LAS SALAS DE CLINICA INTERNA Y EXTERNA DEL HOSPITAL DE SAN ANDRES; MIEMBRO DE LA SOCIEDAD FILOIÁTRICA Y DE BENEFICENCIA DE LOS ALUMNOS DE LA ESCUELA DE MEDICINA. NOVIEMBRE DE 1872. MÉX¡ICO IMPRENTA DE IGNACIO" ESCALANTE" Bajos de San Agustín, num. 1. 1872 A MIS ADORADOS PADRES flmt |uis j|ejía ¿ ib Aceptad esta pequeña ofrenda del hijo agradecido que corresponde vuestro amor, que admira vuestras virtudes y ruega al cielo poder imitarlas. A MIS BUENOS Y QUERIDOS HERMANOS. Á MI TIO áo 11 Como prueba de reconocimiento. A LA VIRTUOSA SEÑORA Joña Josefa ¿tejía de laaf. A MI MAESTRO Y AMIGO (|!ró¡u'i, PROFESOR DE FARMACIA. A LOS ILUSTRES PROFESORES -L r' //ir T/'y Su discípulo agradecido. A LA SOCIEDAD FAMILIAR DE MEDICINA. OFRENDA DE GRATITUD AL CÉLEBRE QUÍMICO ZZZt-c/c'o Zjl c n lÁtf le Zoo SUBBIREGTOR BE LA ESCUELA BE MEBICINA, Uno de sus admiradores. AL SEÑOR PRESIDENTE DE T.A SOCIEDAD F1L0IÁTRICA Y DE BENEFICENCIA DE LOS ALUMNOS DE LA ESCUELA DE MEDICINA, goctor Son Snuro litaría ¿limeña, Testimonio de estimación y respeto. c L considerar el inmenso campo de observación que la medicina nos ofrece, al recorrer su historia y sus mis- terios, parece trivial la elección de un buen pun to de estudio; pero fuerza es convencerse, sin una inteligen- cia privilegiada y en la infancia de la educación científica, di- fícil es aclarar uno solo de esos misterios. De aquí la triste necesidad de copiarlo todo, ó lo que es peor, de inventar er- rores. Para huir de estos escollos, he elegido una materia cuya uti- lidad ya es reconocida, y que solo necesita constancia y pa- ciencia en su estudio. Nadie ignora hoy dia que el calor ani- mal apreciado por el termómetro es un manantial fecundo de luces para el diagnóstico y pronóstico, sin que pueda negarse que la terapéutica también algo le debe. Sin embargo, para poder sacar algunas deducciones útiles ó comprobar las ya citadas por varios autores, ha sido necesario estudiar la marcha del calor orgánico desde los primeros dias de enfermedad hasta el último, y aun en la convalecencia, to- mando la remisión de la mañana y la exacerbación de la tarde. Voluntariamente acepté esta molestia, porque seguro como estaba de que no podria llenar mi deber por la falta de capa- cidad y conocimientos suficientes, quise suplir ésta con la pa- 10 ciencia y constancia en el trabajo. Desde fines del mes de No- viembre de 71, me dediqué al punto que habia elegido, y mu- chos de mis compañeros son testigos de la puntualidad con que he asistido á los hospitales. Notando la falta de observaciones sobre los cambios del ca- lor, en ese estado tan importante de la mujer que se llama puerperio, he querido estudiarlo tomando de las observaciones que hice, cuatro, las cuales dibujo en dos láminas, una relativa al puerperio normal, y la otra al puerperio complicado. Como uno de los principales objetos del trabajo presente es divulgar un medio tan útil y que ensancha tan considerable- mente el porvenir de la medicina, he creido necesario no li- mitarme simplemente á referir observaciones, sino estudiarlo más ampliamente, haciendo de este modo ménos imperfecta la descripción. En consecuencia, después de una ojeada rápida so- bre la historia de la termometría, divido la materia en dos partes: 1* Termometria en general. 2* TERMOMETRIA CLINICA EN PARTICULAR. En esta segunda parte relato la marcha de la temperatura, en las enfermedades cuyo estudio se halló á mi alcance. En todas adjunto láminas, dibujadas fielmente según las observa- ciones que poseo. En las láminas, cuyo número no aumento por lo excesivo del costo, se notará que hay varias, relativas á observaciones hechas por otras personas: les he dado la pre- ferencia, no porque carezca de casos semejantes, sino para pro- barles de este modo mi agradecimiento por la molestia que les originé, y que aceptaron con gusto. No tengo la menor pretensión de creer que ofrezco una cosa nueva, no; este punto ya ha sido estudiado por autores europeos competentes; pero sus trabajos apénas son conocidos en Mé- 11 xico, y las observaciones relativas al puerperio no han salido del antiguo continente, ó por lo ménos no han llegado hasta nosotros. Preciso es en consecuencia vulgarizar aquí este me- dio que tanto ayuda al diagnóstico y pronóstico, reuniendo en México un número considerable de hechos, que tendrán indu- dablemente más valor, porque han pasado á nuestra vista y en medio de circunstancias que nos son bien conocidas. Hé aquí mis deseos. Ojalá y sean suficientes para hacer ol- vidar las muchas faltas de este primer ensayo. -J, in'/Ji/f C' //>j///. HISTORIA Desde los tiempos más remotos, en el origen de la medicina, la temperatura del cuerpo era considerada como un dato muy impor- tante para la determinación de ciertos estados patológicos. Se apreciaba el calor reuniendo las sensaciones del enfermo á las experimentadas por la mano del observador. Se concibe cuán im- perfectos eran estos datos, y, sin embargo, de ellos se servían para conocer la calentura; de suerte que si un aumento de calor perci- bido con la mano, coincidía con una frecuencia mayor del pulso, se creía con fundamento en un estado febril. El vulgo no olvida esta práctica, y le vemos con certeza diagnosticar la calentura sin aten- der al pulso. Galeno y otros médicos célebres, determinaron también el au- mento de calor en otras enfermedades, pero sin poder fijar cifras ni aproximativas como era natural. De esto á la precisión cientí- fica actual, hay una gran distancia que tratarémos de recorrer rá- pidamente. No quiero hablar de la invención del termómetro, ni del tiempo que trascurrió para llegar al grado de perfeccionamiento en <pic hoy le encontramos: esta seria una divagación inútil para mi objeto principal. El instrumento ya perfecto solo faltaba que álguien lo introdu- jese en la medicina: pertenece esta gloria á un médico de Venecia llamado Sanctorius. Boerhaave, para quien la frecuencia del pulso era el único fenómeno constante en la calentura, lo usó también, diciendo que era un bueu medio de apreciar el calor exterior del cuerpo. Sus discípulos lo imitaron, pero nada notable existe de sus trabajos. Después vino Haen, médico de Viena, que se sirvió del 13 termómetro, tomando datos para la terapéutica; pero todos des- cuidaron su aplicación en el diagnóstico y pronóstico, dudando del auxilio que podría prestarles. Uno que otro hecho aislado llegó á conquistarse. Haen, dijo que en el calosfrío que precede á los es- tados febriles, la temperatura aumentaba en lugar de disminuir como se creía hasta entonces: citó también el hecho del aumento de temperatura, post-mortem, en ciertos estados. Pero esto no po- día animar mucho á generalizar su empleo, puesto que no había deducciones prácticas que ofreciesen alguna importancia. Restringido de nuevo el termómetro en sus aplicaciones, volvió á ser del uso exclusivo de los físicos. En 1785 Hunter hizo estudios notables sobre la temperatura or- gánica local; luego se extendió á la determinación del calor anor- mal en ciertas enfermedades; le siguieron Lavoisier, Crawford, Ed- wards y otros. Este impulso aun no bastaba, y la razón es muy sencilla: no se estudió día por dia la marcha del calor; no se buscó la relación que hay entre la temperatura y los síntomas de las en- fermedades; no se siguieron, en fin, con todo esmero dichas obser- vaciones, por consiguiente su utilidad fué corta. La falta de escri- tos sobre la materia, la opinión negativa tan absoluta de algunos autores antiguos como Borsieri, que habia dicho: "los datos sumi- nistrados por el termómetro son infieles" etc., hacían presumir su completo abandono. Cada época algo habia dejado, participando hasta la terapéutica del influjo de la termometría. Los medica- mentos fueron divididos según las variaciones que hacen sufrir al calor orgánico, ya sea aumentándolo, ya disminuyéndolo; pero la clínica poco avanzaba con esto. Por fin, ya en nuestros dias ha tomado una faz mas halagüeña. Observaciones sin número, trabajos concienzudos han venido á po- ner en claro su utilidad. Un buen sistema de observación ha he- cho ver las ventajas del método termométrico, y toca la gloria de este adelanto notable, propio del siglo de civilización en que vivi- mos, á la culta Alemania, donde han rusto la luz trabajos como los de Barensprung, Traube, y sobre todos el del célebre Wunderlieh. Barensprung demostró que era un manantial de errores el sistema de observación que antes se practicaba; que para darle valor á la observación termométrica, era preciso repetirla á mañana y tarde todos los dias. Tíaube probó de qué importancia era para el diagnóstico y pro- nóstico la termometría clínica: él comprendió que muchas veces antes de desaparecer los síntomas en la terminación de algunas in- flamaciones, el descenso del calor podía hacerlo presumir; así lo ex- presa en una de sus importantes conclusiones: "El abatimiento sú- bito de temperatura que anuncia la curación, puede mostrarse aun antes de que el processus inflamatorio baya cesado de extinguirse." Estas importantes conclusiones expresan los profundos trabajos á que se ha entregado el sabio médico aleman. Wunderlich, durante diez y siete años se ha dedicado á este es- tudio continuándolo con una perseverancia verdaderamente lauda- ble. Ha fijado el máximun de temperatura á que puede llegarse en ciertos estados morbosos. Ha establecido leyes de suma utili- dad para el diagnóstico, pronóstico y terapéutica; las conclusio- nes á que ha llegado son numerosas, y su utilidad reconocida. Cuán- tas veces en el poco tiempo que llevo de observar, he probado la exactitud de algunas. "Desconfiar mucho, ha dicho el eminente prác- tico de Leipzig, de un descenso siibito y notable de la temperatura en ciertas enfermedades." Este adelanto palpable se debe también á la Francia é Inglater- ra, donde los médicos alemanes han tenido sabios imitadores. An- dral, Latour, Jaccoud, Ladé y otros muchos, autorizan con su nombre la importancia de la materia. Compton en Inglaterra, Zorn en Rusia la han divulgado. Recientemente ha aparecido una obra del Dr. Alvarenga, traducida del portugués por M. Papillaud; es un trabajo completo de termometría clínica general. De ella he to- mado algunos datos para formar este resúmen histórico. Podemos decir finalmente, que hoy en Europa la aplicación del termómetro es general, empleándose por la mayoría de los médi- cos en la práctica civil y de hospitales. En México apénas se conocen los trabajos modernos acerca de esta materia, y eso por un número limitado de médicos. El Sr. Dr. D. Miguel F. Jiménez, Profesor de Clínica interna, no solo ha mandado aplicar diariamente el termómetro en las fiebres y algu- 14 15 ñas flegmasías, sino que ha dado á conocer su importancia en va rias lecciones clínicas, siendo así de los primeros en aceptar este medio. El Profesor de la Clínica externa, D. Manuel Carmona y Valle, le ha seguido: recuerdo haberle oido una lección clínica, en que hablaba del calor tan alto obtenido en varios casos de flegmon di- fuso. El Dr. Lavista también lo ha usado. El Dr. Lobato ha estu- diado la viruela, neumonía, erisipela, etc., pero los resultados que ha obtenido no han visto la luz pública. En la práctica civil y de hospital lo emplean con frecuencia los Sres. Bandera y Brassetti. Ellos han sido los propagadores mas entusiastas y los que me impulsaron á seguir dicho estudio. El Sr. Bandera, á cuya bondad debo algunas observaciones, me decía que cuánto ha tenido que felicitarse en algunos casos de la aplicación del termómetro: por su medio ha llegado al diagnóstico de enfer- medades que de otro modo no habría podido conocer: entre otros casos me citaba una intermitente anómala que manifestándose so- lo por elevación del calor, fué rápida y felizmente combatida. Con cuánta certeza también el Sr. Brassetti ha podido decir en mía ca- sa respetable, en que era preguntado con ansiedad, sobre el resul- tado de una erisipela de la cara que aun no desaparecía; con cuán- ta certeza, repito, aseguró que al siguiente dia principiaría la con- valecencia, solo porque el calor, después de una exacerbación notable, disminuía con el carácter propio de la defervescencia en la erisipela. Pero ninguno ha publicado aquí sus observaciones; las obras de texto carecen de datos en este punto. El Sr. D. Antonio Domín- guez, en su tesis inaugural sobre "Pronóstico de la neumonía aguda en México," da una ojeada importante sobre el calor en es- ta afección. El Sr. D. Felipe Martínez toca también esta mate- ria del calor, en lo relativo al diagnóstico diferencial de la enfer- medad que hace el punto de su tésis. El Sr. D. Manuel Gutiérrez, en su trabajo sobre "Fiebre Puerperal," refiere algunas observa- ciones en que la temperatura fué seguida á mañana y tarde. Fue- ra de esto, bien poco á la verdad, yo no conozco mas publicaciones sobre la especie. ¡Qué satisfacción experimentaré, por consiguiente, 16 si este trabajo puede influir en algo para que personas mas com- petentes, entregándose á esta clase de observaciones, hagan elevar la Termometría clínica en México á la misma altura que se halla en Europa. PARTE PRIMERA LA TERMOMETRÍA EN GENERAL I Termómetros clínicos.-Manera de asarlos. * Para poder determinar con precisión la temperatura del cuerpo, es necesario hacer uso de termómetros especiales con una escala apropiada. El termómetro centígrado común no podría servir por- que no marca fracciones de grado; y como su escala es muy am- plia, le da una magnitud innecesaria. Los termómetros clínicos deben tener ciertas condiciones: algunos autores recomiendan que si han de aplicarse en la axila, deben tener un receptáculo esférico y mediano. He usado de estos, y con receptáculo cilindrico, el re- sultado ha sido igual; de suerte que por mi parte creo indiferente la forma esférica ó cilindrica, pues con ciertas precauciones ambas se adaptan bien. Los termómetros mas comunes son los de mer- curio, y creo que llenan mejor su objeto que los de alcohol. Como la graduación que se necesita para observaciones clínicas no es muy amplia, hay la comodidad de que puede reducirse el * Casi tocios, al hacer anotación de las temperaturas obtenidas, lo indican expresando quintos ó décimos, por medio de un quebrado 37-J, 37 ft, etc. Advertiré que yo sigo en toda esta Memoria la división por décimos; y al escribir alguna cifra expreso esa subdivi- sión, pero no bajo la forma de número quebrado. 37°, 6 en lugar de 37°, 17 instrumento á un pequeño volúmen, haciéndolo portátil. Toman- do por punto medio de la escala 37°, 0, que es la media de la tem- peratura orgánica fisiológica, con solo añadir diez grados arriba y diez y seis abajo queda suficientemente amplia, pues el máximum de temperatura que hasta hoy se ha obtenido, según Wunderlich, es de 45°, 5 inmediatamente después de la muerte en un tetánico, habiendo sido de 44°, 0 poco ántes de espirar. El Dr. Hirtz, en su artículo sobre "Temperatura" del Diccionario de Medicina y Ci- rugía Prácticas, afirma que la temperatura extrema del hombre enfermo, jamás llega á 45°, 0. El Dr. Jaccoud, en su Pat. Int., tomo I, pág. 81, dice: "La temperatura mas elevada que se haya visto hasta ahora, con persistencia de la vida es de 41°, 75 duran- te un acceso de fiebre intermitente (Michaél)." Yo no tenia cono- cimiento de lo referido por Jaccoud, y creí también que este seria el máximum compatible con la vida, pues observando con mi com- pañero el Sr. D. José Altamirano un acceso característico de in- termitente cuotidiana, notamos esa alta temperatura 41°, 7 pro- longada durante un cuarto de hora. (Véase la Lám. III.) Respecto á temperaturas muy bajas, he visto un niño recien- nacido (6 dias), que me dió el ínfimo grado de 33°, 6. La madre dió á luz á este hijo durante un acceso de eclampsia; nació casi asfixiado. Pero Wunderlich y otros autores, citan un descenso no- table de 15 grados en el sclerema, de suerte que, el mínimum á que puede llegarse según ellos, es de 23°, 0. En consecuencia, prin- cipiando la escala desde el grado 22, y llegando hasta los 47, su amplitud es suficiente. Cada grado debe estar dividido en diez partes, regularmente separadas, para que puedan leerse con facilidad estas subdivisiones. Hay muchos termómetros que en lugar de tener su escala dividida en décimos de grado, la tienen dividida en quintos; éste no es inconveniente, en particular, cuando las líneas se hallan bien separadas. He usado varios de estos termómetros, y para poder expresar en mis registros los décimos de grado, al anotar las temperaturas que obtenía, duplicaba el número de divi- siones. Así, por ejemplo, 38° f-, expresaba yo 38°, G décimos, y añadía un décimo mas, cuando el mercurio quedaba estacionado entre dos divisiones, escribiendo 37°, 9, en lugar de 37°, f y |. 18 En todos los termómetros clínicos que conozco, la escala princi- pia á una distancia del receptáculo que varia entre tres y siete cen- tímetros; el objeto de esto es dejarla enteramente á descubierto, pues aplicado el termómetro en la axila, si su escala principiara inmediatamente arriba del receptáculo, quedarían ocultos algunos grados, y tratándose de afecciones que abaten mucho la tempera- tura, no podría leerse el grado obtenido. La forma del receptáculo varia mucho; los hay esféricos, cilin- dricos, cilindro-cónicos, aplanados, etc.; solo conozco los tres pri- meros, y me parece que llenan bien su objeto los de forma cilindro- cónica. Las dimensiones del receptáculo deben ser de uno á dos y medio centímetros de largo, teniendo de cinco á ocho milímetros de diámetro; si se les hace mas pequeños, no se adaptan bien en la axila; si se les hace mayores, queda generalmente en los niños una parte del receptáculo expuesta al aire, lo que hará errónea la ob- servación: un receptáculo de centímetro y medio, se acomoda per- fectamente bien á todas las axilas. Con el diámetro sucede lo mis- mo: cuando es muy pequeño no se adapta bien; si al contrario, es muy grande, molesta por su volúmen. Las paredes del cristal, que forman el receptáculo, deben ser delgadas, pues así tienen natural- mente la ventaja de ser muy sensibles, demandando ménos tiempo en la observación. Es bueno, al hacer uso de un termómetro, fijar- se en esta circunstancia, porque si con algunos bastan diez minu- tos para que se igualen á la temperatura del cuerpo, hay otros en que después de diez y ocho minutos, el mercurio continúa subien- do. Los termómetros clínicos generalmente son rectos; pero exis- ten otros curvos del receptáculo adonde principia la escala. He visto uno en el hospital de San Andrés. No creo que tengan ven- tajas sobre los primeros. Por lo que hace al líquido, hay dos variedades, de mercurio y de alcohol. El mercurio, como sabemos, tiene la propiedad de di- latarse uniformemente, lo cual no sucede con el alcohol; de suerte que si comparamos uno con otro, resultan evidentemente mas pre- cisas las cifras marcadas por el termómetro de mercurio. Ademas, la columna de mercurio está ménos expuesta á romperse que la de alcohol; motivos por los cuales creo que deben ser preferidos 19 los termómetros de mercurio. Bouchut, en su Pat. general, pág. 935 dice: "No todos los termómetros son igualmente buenos para apreciar el calor animal; se necesitan instrumentos preparados pa- ra este objeto por un constructor inteligente; tal es el termómetro de Fastré. Este instrumento puede ser preparado con mercurio ó con alcohol; pero prefiero el preparado con alcohol, á causa de la facilidad que se tiene de seguir las oscilaciones de la columna ter- mométrica." Aun cuando realmente fuera difícil leer en los termó- metros de mercurio, no veo la necesidad de sacrificar un pequeño esfuerzo, á la precisión que con ellos se obtiene. Antes de usar un termómetro nuevo, es preciso conocer su ma- yor ó menor exactitud; y para esto, debe ser comparado con un termómetro centígrado ó con uno clínico, de cuya precisión se esté seguro. El mejor medio de compararlos, es haciendo bajar la colum- na hasta el receptáculo, por medio de la evaporación espontánea del cloroformo, ó introducidos en agua bien fila: una vez que toda la columna ha descendido, se pasan al agua calentada próximamente á 40°, 0, procurando privarles de la acción de las corrientes de aire: si se comparan aplicando cada uno en las axilas de una persona en estado de salud, sucede muy frecuentemente, que aun cuando sean iguales, no señalan la misma cifra ó subdivisión, pues es difícil comprimirlos igualmente; y la compresión, según he notado, tiene una influencia marcada sobre la elevación más ó ménos rápida de la columna de mercurio, lo que se puede comprobar tomando un termómetro entre los dedos; y oprimiendo sucesivamente, á cada movimiento, se ve que sube el mercurio, como si fuese empujado por los dedos y estuviese contenido en un receptáculo elástico. To- dos los autores recomiendan que no se cambie de termómetro pa- ra una misma observación, por las diferencias que no es raro en- contrar. He seguido este consejo que creo útil. Al aplicarlo, es muy conveniente revisar la columna de mer- curio, porque muchas veces sucede que se halla interrumpida en uno ó varios puntos: si las divisiones de la escala están poco dis- tantes, no es difícil que cada interrupción mida el espacio de un décimo, lo que aumentaría algo la cantidad obtenida, careciendo de precisión. Ya he "visto anotar 38°, 1 de temperatura, cuando 20 en realidad solo eran 37°, 9, porque la columna se hallaba dividi- da en dos partes, y cada división medía la amplitud de un décimo; de suerte, que en este caso, para los que ven en el grado 38°, 0, el límite exacto de la temperatura normal, habrían creído en un principio de reacción, porque el mercurio pasaba de este límite, á la verdad, exagerado. Hay otras muchas variedades de termómetros; algunos no solo con décimos, sino hasta vigésimos de grado: pero no es necesaria tanta subdivisión, y la de diez partes llena bien las condiciones. Yo me he servido en algunas de mis observaciones, de un ter- mómetro aleman, al cual daba la preferencia por su exactitud, te- nia la marca siguiente: "L. Kappeller in Wien.," y mas arriba: "Celsius." He usado también de termómetros franceses de "Alver- giat hermanos" inferiores al anterior. Es difícil en México procu- rarse termómetros variados, y respecto á su calidad de los que existen hasta ahora (Setiembre de 72), son mejores los de la casa de Leitter, aunque su precio es muy elevado. * * Los termómetros que se venden en la casa de Leitter, son la mayor parte de Kappel- ler; pero hay de dos clases, grandes y pequeños. Los grandes tienen una escala de los 28°, 0 á los 48°, 0; su longitud es de 2,5 centímetros, y están provistos de una cubierta metálica en su parte inferior, que tiene de 10 á 12 centímetros de largo; receptáculo cilin- drico de dos centímetros de largo por medio de diámetro; son bien sensibles y están divi- didos en décimos de grado. Su precio es de $ 9. Los otros mas pequeños y sin cubierta metálica, valen $ 5; hay de á 6, 8, etc. En la casa del Sr. Dr. D. Agustín Andrade, Cade- na núm. 14, existen irnos termómetros pequeños de 15 centímetros de largo, con receptá- culo fusiforme de medio centímetro de diámetro en su parte mas gruesa; tienen el defec- to de que la escala está grabada sobre el cristal, quedando algo separada de la columna de mercurio; con el uso se borra la sustancia negra que hace perceptibles las divisiones, y es muy difícil leer; pero por lo demas son buenos, porque son exactos, y su precio eco- nómico los pone al alcance de todos. En la botica del Sr. Melé, se venden otros con la marca: "Alvergiat hermanos," con una escala que varia entre los 16 y 28 grados hasta los 44 ó 47, dividido cada grado en quintos, pero bastante separados, de suerte que se pue- den leer también décimos; tienen la ventaja de ser excesivamente sensibles, tanto por lo delgado del cristal que compone el receptáculo, como por lo pequeño del tubo capilar en su diámetro. He usado nueve de estos termómetros; tres que compré allí, y seis que re- cibí directamente de Europa. 21 II Elección del lugar en que se aplique el termómetro.-Tiempo que debe durar la observación. Aunque toda la superficie de nuestro cuerpo reciba la influencia del calor interior, su temperatura es muy variada, pudiéndose no- tar diferencia hasta de 6 y 8 grados, según las regiones en que el termómetro se aplique. En general, de las extremidades hacia el centro, la temperatura va aumentando; así, se eleva más en la pal- ma de la mano que tomando el receptáculo entre los dedos; en el pliegue del codo, más que en la palma de las manos, y en la axila más que en el codo. Las numerosas variaciones que he obtenido aplicando el termómetro en la superficie de la piel, me hacen darle muy poca importancia á este modo de experimentación: muchas veces en la mano he visto oscilar la columna termométrica entre los 30°, 0, 34 y 36°, 0; es muy natural que los agentes exteriores ejerzan su influencia sobre estas partes que se hallan á descubier- to y no tienen la forma de cavidad. Hunter ha dado un cuadro de las temperaturas obtenidas en el hombre, aplicando el termómetro en regiones diversas. He repe- tido cuidadosamente esta experimentación, y como dije ántes, los resultados han sido muy variables. En las regiones, como la plan- ta del pié y otras, en que una parte del receptáculo queda á des- cubierto, tomaba la precaución de cubrir esa parte libre con algo- don, reteniendo el todo con un pañuelo ó venda. Doy un cuadro comparativo, que hará formar juicio sobre estas diferencias. Me ayudaron eficazmente en estos experimentos, mis compañeros los Sres. Sierra, D. José Altamirano, Esquivel, Nicoche, D. José I. Eigueroa, Ruiz y Sandoval. 22 Regiones en que se hizo LA APLICACION TERMOMÉTRICA. Hunter citado por Gaiarret. Observaciones entre las que hallé mas diferencia. Todas fueron hechas en personas sanas. Mujer adulta.-8 meses de parida. Lactación. Sierra. Altamirano. Esquivel. Nicoche. Figueroa. Ruiz. El autor. Bajo la planta del pió Entre el maléolo int. y el ten- don de Agutíes sobre la arteria Sobre la part. media de la tibia. Sobre la part. módia de la pan- torrilla Sobre la arteria poplítea, plie- gue de la rodilla Sobre la arteria femoral, medio del muslo Sobre la parte media del mús- culo recto Sobre los vasos gruesos de la cadera Cuarto de pulgada abajo del ombligo Sobre la 6? costilla izquierda, sobre el corazón Sobre la 6? costilla derecha. . En la axila 32°, 22 33°, 89 33°, 06 33°, 89 35°, 00 34°, 44 32°, 78 35°, 84 35°, 00 34°, 44 33°, 89 36°, 67 36°, 2 36°, 5 36°, 2 35°, 4 36°, 4 36°, 8 35°, 4 36°, 7 37°, 2 36°, 8 36°, 2 37°, 4 32°, 2 32°, 6 33°, 2 32°, 2 33°, 2 31°, 0 30°, 9 34°, 6 35°, 0 35°, 8 35°, 0 36°, 4 31°, 0 32°, 4 31°, 4 31°, 6 31°, 4 31°, 0 31°, 0 34°, 6 35°, 6 35°, 6 35°, 8 36°, 8 32°, 2 31°, 0 32°, 0 33°, 4 35°, 0 33°, 8 35°, 4 36°, 0 36°, 2 35% 0 34°, 4 36°, 8 33°, 4 33°, 0 32°, 6 32°, 8 33°, 8 34% 6 34°, 0 35°, 8 36°, 6 35°, 8 35% 8 36°, 8 34°, 2 34°, 8 32°, 4 32°, 5 34°, 5 32°, 8 32°, 4 32°, 8 34°, 4 34°, 2 32°, 8 37°, 0 29°, 4 29°, 5 29°, 9 29% 2 32% 2 32°, 4 31% 8 32% 0 34% 4 34% 4 34% 4 36% 4 34% 0 34% 2 32°, 7 31% 8 35°, 6 34% 8 33°, 8 35% 9 36% 1 35% 5 35°, 4 37°, 0 Bouchut en su Patología general, dice que la temperatura del cuerpo tomada en otras regiones que no sean la boca, el recto, la axila ó la vagina, está muy sujeta á variar y nunca pasa mas allá de 30 á 32 grados. Este es un error, pues como se ve, en más de ocho regiones distintas de las citadas, ha pasado de 33°, ó llegado en algunas hasta los 36° y una fracción. De todas las partes expuestas en que se ha hecho la aplicación del termómetro, la que ha marcado una temperatura más cons- tante, según se observa en el cuadro de arriba, es la axila, por lo cual debe ser preferida; podemos decir que allí la temperatura es constante, tanto por la forma de la región como por su proximi- dad al centro circulatorio: en las ocho observaciones la tempera- tura de la axila no osciló más de un grado. En el hueco poplíteo la temperatura se halla mas sujeta á variar, no es una expresión ni aproximativa de la temperatura orgánica interior, y ademas, la flexión prolongada de la pierna sobre el muslo hace molesta la ob- servación. Aun existen otras cavidades accesibles, como son la boca y el ano, con la ventaja de expresar más exactamente el calor interior, pero con mil inconvenientes. Algunos autores lian elegido la va- gina; pero se comprende lo repugnante que seria para una mujer sujetarse á esta experimentación. Puede decirse otro tanto del rec- to: ocasiona mucho disgusto al enfermo y también al médico que lo propone. Debe á lo más ser reservada esta experimentación pa- ra ciertas enfermedades acompañadas de algidez, en las que se dice la temperatura de la axila difiere mucho de la del recto, así como también para apreciar más exactamente el calor febril en los viejos. En la boca es más fácil su aplicación; pero tiene sin em- bargo inconvenientes: es necesario colocar el receptáculo bajo la lengua, y cerrar bien los labios haciendo la respiración exclusiva- mente nasal. Si se coloca el termómetro sobre la lengua, la cor- riente de aire que pasa atras del velo del paladar para dirigirse á la laringe, enfría las capas de aire contenido en la boca, y el ter- mómetro sufre esta influencia. Si no se cierran los labios perfecta- mente, entonces la boca es directamente atravesada por el aire y el descenso de temperatura es mas notable. He repetido en varias personas y en mí mismo esta aplicación; siempre he notado que cansa y fatiga. La presencia de un cuerpo extraño en la boca, exci- ta la salivación que se hace mas molesta por no poder desechar esta saliva: la contracción forzada y no corta del orbicular de los labios ocasiona algún dolor. En suma, no todos se resuelven á man- tener la boca perfectamente cerrada; en los casos de coriza y aun sin él, es á veces difícil la respiración exclusivamente nasal; esto hace variar mucho la observación, por lo cual es mejor limitarse á la axila. El Sr. D. Antonio Domínguez en su Tesis inaugural, dice en la pág. 51: "Las observaciones de Despretz, Davy y Gavarret, han demostrado que en el hombre sano la temperatura tomada bajo la lengua ó en la axila, está comprendida entre los 36°, 5 y los 37°, 5 del termómetro centígrado. En dichos puntos la temperatura es la misma que en el recto, y en ellos es donde debe tomarse," etc. 23 24 Yo creo por lo que he visto en muchos experimentos, que no es igual la temperatura de la boca á la de la axila, y mucho menos la de esta parte comparada con la del recto. Muchas veces he ob- tenido en una misma persona 37°, 0 en la boca y 37°, 0 en la axi- la, pero no hacia en el mismo tiempo las dos aplicaciones: después comencé á ensayarla de este modo: siempre que la aplicación del termómetro en la boca se ha hecho simultánea ó sucesivamente, pero con las precauciones citadas, he hallado cuando ménos dos décimos de diferencia. Puedo citar algunos hechos. En un adulto, anotando la temperatura de cinco en cinco minu- tos con dos termómetros iguales, pero mas sensible el de la boca que el de la axila. BOCA. AXILA. DIFERENCIA. A los 5 minutos 36°, 4 35°, 8 6 décimos. „ 10 „ 36°,6 36°, 3 3 „ „ 15 „ 36°, 7 36°, 4 3 „ „ 20 „ 36o,7 36°, 5 2 „ En una mujer adulta, durante la época de la lactancia. Colo- cando un termómetro muy sensible, primero en la boca y después en la axila. BOCA. AXILA. DIFERENCIA. A los 5 minutos 37°, 1 36°, 8 3 décimos. n 10 37°, 3 37°, 1 2 „ n 15 37°, 3 37°, 1 9 n n 20 n 37°, 3 37°, 1 2 „ En mí mismo lo he aplicado repetidas veces; y ya tres décimos, ya dos, siempre he notado diferencia. Sorprende, pues, lo que se halla escrito en la Pat. general de Bou- chut: "El termómetro debe ser aplicado en la boca, bajo la len- gua, en el recto ó en la axila. Pero es necesario saber que en el recto la temperatura es un poco más elevada que en la axila, como en la axila es un poco más elevada que en la boca." Pág. 936. Creí primero que se trataba de una errata de imprenta; pero en la pág. 946 de la misma obra, se halla el mismo error y con mayores dimensiones. Hé aquí lo que dice: "El calor aumen- ta desde que hay calentura; este es un hecho incontestable, formu- lado por Hipócrates y Galeno; pero para apreciarle conveniente- mente, es necesario sustituir el termómetro á la mano, y hacer la exploración en la boca bajo la lengua, en el recto ó en la vagina, y mejor en la axila. Allí es donde se ha tomado la temperatura média de + 37°, 0, porque en la boca es menor de 1 á 3 grados, y en el recto, al contrario, tiene 1 ó 2 grados más." Uno á tres grados tratándose de la temperatura orgánica, no es poca diferencia. Si suponemos la temperatura fisiológica aumenta- da solo tres grados, ya constituye una reacción febril bastante in- tensa. Para asegurarme aun más de la diferencia de temperatura en la boca, según que la respiración se hace exclusivamente nasal ó no, supliqué á mi compañero el Sr. Icaza, repitiera mis pruebas, á lo que accedió, obteniendo el mismo resultado, como puede verse: 25 Respiración exclusivamente nasal. Termómetro colocado bajo la lengua. A las 3 y 1' 36°, 2 „ 3 „ 2' 36°, 8 „ 3 „ 3' 37°, O „ 3 „ 6' 37°, O Otra prueba en las mismas condiciones. A las 8 y 30' 35°, 6 „ 8 „ 32' 36°, 0 „ 8 „ 33' 36°, 4 „ 8 „ 34' 36°, 6 „ 8 „ 37' 37°, 0 Véanse ahora los resultados obtenidos haciendo la respiración 26 libre, es decir, por la boca y narices, colocado el termómetro como anteriormente bajo la lengua. PRIMERA. A las 3 y 10' 36°, 0 „ 3» 11' 36°, 2 „ 3„12' 36°, 4 „ 3„18' 36°, 0 SEGUNDA. 1 minuto 3G°, 4 2 » 36°, 6 3 36°, 6 6 „ 36°, 5 Por lo que hace al recto, observaciones de autores diferentes prueban que el calor es más elevado que en la boca y axila; pero varia también según que el termómetro se introduce más ó mé- nos. En la uretra se ha observado, que solo cuando el receptáculo llega al vulvo, es cuando expresa la temperatura general del cuerpo. La mayor parte de los médicos que se han entregado á la ter- mometría clínica, refieren sus observaciones á temperaturas toma- das en la axila; este es otro motivo por lo que debe ser preferida, pues así los resultados pueden sujetarse fácilmente á compara- ción. Determinado ya el lugar en que el termómetro será aplicado, ¿qué precauciones deben tomarse? Creo triviales las recomenda- ciones que el Dr. Alvarenga hace en su obra; dice: "El enfermo será acostado horizontalmente sobre el dorso; la axila debe ser en- jugada y después el receptáculo del termómetro introducido en esta cavidad; el tallo del instrumento estando dirigido hácia de- lante y formando un ángulo agudo con la línea axilar, en seguida se aproxima bien y se apoya tan exactamente cuanto es posible el brazo del mismo lado, sobre el tórax, y se dobla el antebrazo so- bre el brazo, en un ángulo de 60° casi, y se hace llevar la mano so- bre la parte superior de la cara anterior del pecho (lado opuesto), ó sobre el hombro; se mantiene en esta posición el termómetro y el brazo durante todo el tiempo de la observación, y durante este tiempo se debe llevar de cuando en cuando el codo hácia el tórax, tirando un poco hácia delante para probar si el instrumento se ha desalojado, y rechazarle en este caso hácia el fondo del hueco axilar." En el párrafo anterior, dice que la condición capital de la apli- cacion del termómetro, es que su receptáculo permanezca en con- tacto constante por todos sus lados, si es posible, con la parte que debe ser explorada. Para poder llenar esta condición esencial, he seguido un método muy sencillo y que me ha dado buenos resul- tados. Coloco el termómetro en la axila, y hago que el enfermo guarde durante el tiempo de la observación el decúbito lateral, descansando sobre el brazo del lado en que está el termómetro, de este modo no solo se consigue que esté en perfecto contacto, sino aun ligeramente comprimido. Cuando la enfermedad impedia el decúbito lateral, yo mismo comprimia el brazo del enfermo con- tra el tórax, ó lo sostenía con sus sábanas formando una especie de cojin, cosa que después vi recomendada en algunos autores y que se hace instintivamente. Respecto á enjugar la axila, yo no he tenido ese cuidado, ni creo tampoco que tenga influencia para la mayor exactitud. Hay quien recomiende obligar al enfermo á que incline su cabeza del lado opuesto adonde está el termómetro: como se concibe, esto no tiene importancia alguna; la respiración del enfermo sobre el tallo del termómetro en nada influye para disminuir el grado de calor á que deba llegar. Cuando el decúbito del enfermo es sobre el vientre y no puede colocarse en otra posición, se aplica el termómetro al contrario, es decir, con el tallo hacia el dorso. No hay inconveniente en que la persona que se observa esté sentada, con tal que comprima bien el receptáculo. Hemos hablado de la poca importancia de la temperatura local; sin embargo, es útil tomarla en ciertas enfermedades como la eri- sipela, flegmones, etc., comparándola con la de la axila. Más lé- jos mencionaré algunos casos observados en la clínica interna, y en los que tomábamos tres temperaturas: de la parte enferma, del lado opuesto y de la axila, cubriendo la parte libre del receptáculo en las dos primeras, con algodón ó un lienzo, como está recomen- dado. Para los otros casos basta la aplicación del termómetro en la axila, con las precauciones de que hemos hablado. El tiempo que el instrumento debe estar aplicado, varia según la clase de termómetros. Algunos son tan sensibles, que diez mi- nutos bastan para que se igualen á la temperatura del cuerpo. 27 28 (Véanse los experimentos citados en la pág. 24.) Sin embargo, pa- ra evitar errores, es bueno tener fijo ya un término medio, y el que me parece mas propio es el de 20 minutos, dado por el Dr. Jaccoud. Más prolongada la observación, seria fastidiosa é inútil; más corta, podría suceder que no siempre se obtuviera el grado verdadero. Atenerse como lo hacia Duelos, á que el líquido del termómetro quede estacionado un momento (uno ó dos minutos), para hacer la anotación, es exponerse á muchos errores, porque frecuentemente, después de haber quedado estacionado aun mas de dos minutos, continúa elevándose. En siete minutos, como Haen lo aconsejaba, es imposible que la cifra obtenida nos indique el má- ximum. Por mi parte, he seguido el consejo del Dr. Jaccoud, de suerte, que en las observaciones de que hablarémos después, cons- tantemente mantuve el termómetro en la axila, veinte minutos, usando de varios termómetros, con el objeto de poder seguir tres ó cuatro observaciones simultáneamente, sin perder mucho tiem- po. Algunos acostumbran añadir al grado obtenido dos ó tres dé- cimos mas; yo creo que es mejor expresar simplemente lo que se ha visto sin tratar de modificarlo. Solamente he añadido uno ó dos décimos, cuando estaba cierto de que el termómetro empleado diferia esta cantidad del termómetro exacto con que le comparaba. Oon el objeto de ahorrar tiempo, se puede calentar anticipada- mente el termómetro, haciendo subir el mercurio á los 37°, 0 ó 38°, 0 por medio del agua caliente; entonces con seis ú ocho mi- nutos basta para la observación. Sígase el método que se quiera, lo importante es que se halle uno bien seguro de que la tempera- tura que anota es la verdadera. He tenido por costumbre en mu- chos casos fijarme en el grado obtenido á los quince minutos: des- pués de otros cinco veía nuevamente, y si no había diferencia ó ésta era corta como de un décimo, quedaba tranquilo sobre la exac- titud y hacia mi anotación. 29 III Temperatura fisiológica.-Pequeñas variaciones bajo ciertas influencias. El hombre y los animales superiores han sido llamados justa- mente de temperatura constante, porque en el estado fisiológico, y sujetos á la influencia de temperaturas extremas, tienen la pro- piedad de conservar su calor, sin que aumente ni disminuya un grado completo. Esta propiedad es la que asegura al hombre el imperio del mundo. Más allá de donde la vegetación termina, él todavía puede habitar: sucede lo mismo en las regiones abrasadas por un sol ardiente. No investigarémos aquí por qué el calor del hombre es sensible- mente invariable. Vamos nada más á establecer los límites de su temperatura normal. Antes importa advertir, que no todas las en- fermedades elevan ó abaten el calor, de suerte que no podría de- cirse: tal persona está sana porque su calor orgánico es normal; pero sí puede asegurarse que hay enfermedad cuando el calor pa- sa del límite fisiológico. La temperatura normal del hombre ha sido fijada de muy di- verso modo, según los observadores. Debido á la imperfección de los instrumentos ó á otra causa cualquiera, los primeros resulta- dos han sido á la verdad contradictorios. Boerhaave consideraba esta temperatura entre 33°, 33 y 34°, 44. Martine elevó la cifra diciendo que el máximum era de 36°, 67. Hunter la consideraba de 37°, 22. Después de Hunter, y adoptándose las divisiones de cada grado en décimos, para la escala del termómetro clínico, las variaciones ya casi no fueron de grados sino de décimos. Vamos 30 á exponer, según el Dr. Alvarenga, las variaciones que se notan en las médias fijadas por los autores más modernos. Jurgensen * 37°, 87 máximum 38°, 14 mínimum 37°, 27 Anfrun 37°, 2 „ 37°, 5 „ 37°, O Billroth 37°, 5 „ 37°, 9 „ 36°, 9 Jaccoud 37°, 3 „ 37°, 5 „ 37°, 2 Latour 37°, 0 „ 37°, 5 „ 36°, 5 Wunderlich 37°; 00 „ 37°, 50 „ 30°, 25 Alvarenga 37°, 27 „ 38°, 00 „ 36°, 00 Examinando estas cifras, notarémos que las de Jurgensen son muy elevadas, y que difieren mucho de las otras que lian sido fi- jadas tomando la temperatura en la axila. De las restantes, las que más se adaptan á México, según lo que hemos visto en nu- merosas observaciones, son las del Dr. Wunderlich. Alvarenga eleva su máximum hasta el grado 38. En México con 38°, 0 de calor ya hay calentura. El Sr. D. Antonio Dominguez en su bien escrita Tésis inaugu- ral, dice que en México una temperatura de 36°, 8 y 37°, 8 debe ser considerada como normal. No estoy de acuerdo en esto con mi apreciable compañero, porque exceptuando el estado puerperal, en todas las otras circunstancias nunca he visto, hallándose el indivi- duo en buena salud, pasar la cifra de 37°, 6. Sí creo como él, que "el estado térmico del hombre recibe la influencia de las estacio- nes;" pero me parece algo exagerado el máximum que fija. En el mes de Diciembre del año pasado, es decir, durante la es- tación del invierno, repetidas veces me apliqué el termómetro á diversas horas del dia, y con mucha frecuencia obtuve la cifra 36°, 4. Continué mis ensayos en otras personas, y la que más elevaba el mercurio solo le hacia llegar á 36°, 8. Por este tiempo creí que con una temperatura de 37°, 0 ya habría calentura. El invierno fué pasando; yo continuaba en mis observaciones: por fin en los dias de mas calor y estudiando el puerperio, notaba yo generalmen- * Este autor dá el resultado de 11,000 observaciones; pero se refiere á la temperatura del recto. te una temperatura de 37°, 8 ó 37°, 9 por las tardes, siu que hu- biera la menor señal de enfermedad. Esto me llamó la atención, é insistí de nuevo en averiguar exactamente la temperatura normal. Acabada de tomar la observación en la Casa de Maternidad, aplicaba yo el termómetro, ya fuera en mí ó en alguna otra persona cuya salud fuese perfecta, y nunca vi que pasara de 37°, 6; mejor dicho, apé- nas llegó, y eso en un corto número de casos, á esta cifra. Leyen- do después lo escrito por el Sr. Domínguez, he querido fijarme más, y los resultados han sido constantes. Puedo asegurar que en el in- vierno, la temperatura média de los individuos en México es de 36°, 7, hallándose muchas veces inferior á este número. En el ve- rano he notado como média 37°, 1, habiendo personas en quienes marque 37°, 5, pero esto es casi excepcional; de donde concluyo diciendo con el Dr. Alvarenga: que "la média de las médias" para la temperatura orgánica fisiológica tomada en la axila, es de 37°, 0 pudiendo disminuir en el invierno hasta 7 ú 8 décimos, y aumen- tar en el verano 4 ó 5. Estas observaciones están absolutamente de acuerdo con las que me ha comunicado el Sr. Dr. Bandera. Parecería á primera vista que la edad, sexo, constitución, ejer- cicio muscular, alimentación, condiciones atmosféricas, hora de la observación, etc., alterarían nuestra temperatura, mas no es así; las oscilaciones son poco sensibles, jamás pasan de un grado. Tra- tarémos muy ligeramente este punto: Edad. Frecuentemente he aplicado el termómetro en el hospi- tal de Maternidad á los recien-nacidos, y como temperatura mas constante he hallado 37°, 3. Según Barensprung, poco después del nacimiento disminuye el calor para elevarse al fin de los dos ó tres primeros dias. En el momento del nacimiento el termómetro mar- ca 37°, 08, pero inmediatamente después baja á 36°, 95 (Barens- prung). Se dice, que pasada la primera semana, la temperatura es casi igual á la de un adulto. Una gran parte de las observaciones que poseo respecto á la temperatura en el estado fisiológico, han sido hechas en personas que la mayor tendría 40 años próximamen- te. Aunque las personas muy avanzadas de edad, se hallen bas- tante predispuestas al enfriamiento y se quejen generalmente de frío, no creo que tengan una temperatura menor que la de un adul- 31 32 to, y ántes al contrario, si nos referimos á las cifras marcadas por Barensprung, verémos (pie este autor señala como media de la temperatura fisiológica, á la edad de 80 años 37°, 46. Muchos autores han investigado atentamente la influencia de la edad para el calor orgánico, pero los resultados mas importantes pertenecen al Dr. Barensprung. En el nacimiento37°, 08. Poco después del nacimiento37°, 95. En los primeros diez dias 37°, 55. Hasta la pubertad 37°, 63. De los 15 á los 20 años 37°, 39. De los 21 á los 30 años37°, 08. De los 31 á los 40 „ 37°, 11. De los 41 á los 50 „ 36°, 94. De los 61 á los 70 „ 37°, 09. De los 71 á los 80 „ 37°, 46. (BStrensprung.) dd3 de dedftteSenfc/ año, ed ddl. dyaStaoo dO/tucz y. yo, un caadio de/ /a temperatura, odsebvada en dos catorce niños <yae 2¿adia en ed Q/¿oSpitadde/ Qddaterntdad, mcdiúive/ ano yae nacñó á nueSt'ia vista: examinado con detención este cuadio Se foresta a consideraciones cudoSaS. Número de la cama. Edad en horas. Edad en dias. Sexo. Constitución. Circunstancias relativas al nacimiento. Por Minuto. Tempe- ratura. llora de la ob- servación. Temperatura at- mosférica. OBSERVACIONES. Inspira- ciones. Pulsa- ciones. 9 4 Mujer. .. Regular . . . Nada anormal . . . . 72 128 36°, 0 Hi 18°,9 7 11 Hombre. Muy débil. . Costó mucho traba- jo establecer la res- piracion 64 88 (f) 34°, 0 7 1 de la noch. 17°, 8 No es de término. 8 meses á 8t 3 Px Mujer. . . Robusta. . . Normal todo 68 120 36°, 9 3i 19°, 0 4 6 Hombre. Débil Distocia 60 104 37°, 2 llt 18°, 9 Icteria notable. 15 9 Mujer. . . Robusta. . . Normal todo 68 98 36°, 8 41 20°, 0 9 12 Mujer... Regular . . . Normal todo 64 96 36°, 6 41 20°, 0 1er gemelo . . 18 Hombre. Débil Presentación de vér- tice. Parto normal. 64 92 37°, 0 41 20°, 0 2? gemelo .. 18 Hombre. Débil Presentación pelvia- na. Versión por ma- niobras externas. . 60 94 36°, 1 4i 20°, 0 8 7 Hombre. Robusta. . . Normal todo 76 110 37°, 3 111 18°, 9 6 4 Hombre. Mediana. . . Normal todo 64 100 36°, 7 12 18°, 9 19°, 0 3 2 Mujer.. . Robusta. . . Normal todo 78 112 37°, 5 31 14 24 Mujer. . . Robusta. . . Normal todo 64 100 36°, 9 41 20°, 0 13 8 Mujer... Regular . . . Normal todo 56 88 36°, 9 41 20°, 0 13 6 Hombre. Deteriorada. Nació de una mujer jTenia una cauterización en la eclámptica, durante (región precordial, hecha con un acceso y casi as- (fósforo, único medio con que fixiado 38 84 33°, 6 4, 70' 20°, 0 jse logró volverlo á la vida. Las temperaturas mas bajas, como teóricamente podría supo- nerse, se hallan en los recien-nacidos de constitución débil. El cuar- to niño de los mencionados en la tabla, aunque de constitución dé- bil, tenia 37°, 2, pero quizá esto era debido á la icteria, perfecta- mente marcada. El segundo, como se ve, ofrecía solamente 34°, 0, temperatura muy anormal, pero muy de acuerdo con la circuns- tancia de no ser de término, lo que naturalmente debe influir mu- cho sobre la regularidad de la calorificación. El último, hijo de una mujer eclámptica y que nació casi asfixiado, nos ofrece también un notable ejemplo de trastorno en la calorificación, pues solo dió la ínfima temperatura de 33°, 6. Aquellos cuyo nacimiento fué feliz, y que guardaban una salud perfecta el dia de la observación, nos ofrecen temperaturas muy semejantes á las que se observan en los adultos. Puede verse también en el mismo cuadro las relaciones que hay entre el número de pulsaciones, inspiraciones y tempera- tura, que no mencionamos aquí por no hacer mas difusa esta des- cripción. Sexo. Hardy, con otros muchos observadores, afirma que la mu- jer produce mas calor que el hombre; yo no poseo un número com- petente de observaciones para establecer comparación, pero lo po- co que he visto me hace pensar que la mujer está mas sujeta á circunstancias que eleven su temperatura, como el puerperio, la lactancia, etc. ¿La menstruación no producirá el mismo efecto? Constitución. Es indudable que los individuos de constitución fuerte ofrecen siempre una temperatura mas elevada, pero la dife- rencia, como indicamos ántes, es muy corta. Entre las cifras anota- das en el cuadro de la pág. 22, la temperatura de la axila ha sido en el segundo y tercer individuo de 36°, 4 y 36°, 8: el que suminis- tró esta última es muy robusto, de una constitución fuerte, tempe- ramento sanguíneo, al contrario del otro que á un temperamento nervioso acompaña una constitución mas que mediana. La misma observación he hecho en otros individuos, hallando siempre alguna diferencia, aunque pequeña. Ejercicio muscular. Tiene por efecto sobre el calor, aumen- tarlo un poco. He hecho la prueba siguiente: anotar cuidadosamen- te de cinco en cinco minutos la temperatura de mi mano izquierda 34 después de un reposo prolongado; concluida la observación he prac- ticado durante media hora sin interrupción, un ejercicio de esca- las en el violin, tocándolas lo mas pronto que me era posible, con el objeto de sujetar mis dedos á un movimiento activo; he aquí el resultado: 35 ANTES DEL EJERCICIO. A los 5 minutos 35°, 7 A los 10 „ 36°, 0 A los 15 „ 36°, 1 A los 20 „ 36°, 1 El pulso latía 82 veces por minuto. 5 minutos 35°, 8 10 „ 36°, 0 15 „ 36°, 2 20 „ 36°, 2 72 pulsaciones por minuto. DESPUES DEL EJERCICIO. A los 5 minutos 36°, 1 A los 10 „ 36°, 3 A los 15 „ 36°, 4 A los 20 „ 36°, 4 El pulso, como Autos, era de 82. 5 minutos 30°, 4 10 „ 36°, 5 15 „ 36°, 5 20 „ 36°, 5 72 pulsaciones por minuto. Inútil me parece citar mas experimentos; muy poca diferencia se nota entre ellos: el término medio que he hallado en un núme- ro notable, ha sido de tres décimos más á favor del ejercicio. Otro tanto sucede con andar aprisa, correr, agitarse, etc.; nada más que el sudor en muchos casos mantiene un equilibrio casi perfecto. La pequeña diferencia que el ejercicio hace acusar al termómetro, de- ja prever que durante el sueño en que el reposo es casi absoluto, la temperatura deberá abatirse un poco; y así es en efecto. Se aba- tiría más sin esas precauciones que por instinto ó necesidad nadie descuida. Alimentación. No se necesita del termómetro para compren- der que en el acto de la digestión, después de la comida mayor, el calor se exacerba, pero su exacerbación no es tan notable como podría uno creerlo por lo que siente. En esos momentos que tras- curren después de una comida abundante y en los que la vida animal parece sobreponerse á la vida de relación, cuando se siente una at- mósfera caliente que nos rodea, con cuánta sorpresa he visto que 36 aplicado el termómetro, solo indica una diferencia de 4 á 5 déci- mos, y aun ménos. Ese calor molesto que sentimos es provocado por la actividad de las funciones que pasan en nuestro interior; ca- lor que se irradia á los cuerpos que nos rodean, pasando por la su- perficie del cuerpo. En esos momentos y en la estación del vera- no, lie visto la temperatura fisiológica más alta, 37°, 5. En mí mis- mo he obtenido por máximum, operando en circunstancias igua- les, 37°, 2. La alimentación, por abundante que sea, apénas pro- duce en resúmen un aumento de 4 décimos de grado, término mé- dio; y este aumento se hace perceptible aun en el estado morboso. (Véanse las láminas III, nota 7; IV, nota 7; V, nota 8.) Condiciones atmosféricas. Podría decirse de ellas lo mis- mo que de las estaciones. En México, aun durante los dias de mas calor, se observan re- pentinamente cambios súbitos, sucediendo al calor un frío á veces intenso. En estos casos nuestra temperatura general baja también, pero solo dos ó tres décimos; no sucede lo mismo en las partes pe- riféricas, en las que este cambio es acusado por un descenso de ca- lor que puede sumar mas de 4 y aun G grados; de donde nos vie- ne la necesidad de abrigarnos. En el mes de Mayo del presente año, cuando el calor era muy notable, hubo por los dias 3 y 4, cam- bios repentinos de temperatura; como en esos dias estudiaba yo comparativamente el calor fisiológico, á diversas horas y en regio- nes del cuerpo diferentes, tuve oportunidad de observar el dia 4, por ejemplo, que á las 10 de la mañana, hora en que el calor se hacia sen- tir, mi mano daba 35°, 0 de temperatura. A las 12, hora en que en- trábamos á la cátedra de Obstetricia, sentado junto al Sr. Icaza, tomé de nuevo el termómetro, pues sentía muy frías mis manos; en efecto, solo hallé 29°, 0. Pasé el termómetro al Sr. Icaza, y és- te tuvo la cifra de 33°, 0; aunque se elevó en su mano 4°, 0 mas que en la mia, tampoco lo hizo llegar á la cifra que comunmente mar- ca en este lugar, y que oscila entre 35°, 5 y 36°, 5. Ambos nos hallábamos bajo la influencia del frío que en esos momentos se ha- cia sentir, sin embargo de ser las doce y media del dia. Pero estoy seguro, que si al mismo tiempo hubiésemos tomado la temperatu- ra general de nuestro cuerpo, solo habríamos hallado una pequeña 37 diferencia, pues así lo he visto otras veces; de donde podemos con- cluir, que el calor general del cuerpo y el superficial sufren la in- fluencia de las variaciones atmosféricas, manifestándose en el pri- mero por una diferencia de 2 á 4 décimos de grado; y en el segun- do, por una diferencia de 2 á 6 grados, según los individuos. Hora de la observación. Si las enfermedades febriles tie- nen su remisión, de tal suerte que el pulso y temperatura bajan generalmente por las mañanas para continuar á crecer en las tar- des, sucede lo mismo con las cifras del estado fisiológico. Esto es importante tratándose especialmente del estado patológico, en el cual conviene apreciar debidamente estas exacerbaciones y remi- siones. Se cree que la temperatura média del hombre puede to- marse á las diez de la mañana. En general diré, que la tempera- tura tomada en el momento de despertar, apénas difiere de la to- mada la víspera en el momento de acostarse; suele ser á veces in- ferior uno ó dos décimos: el aumento se hace lentamente dando por las tardes el máximum entre seis y siete. Pero hay muchas circunstancias que accidentalmente pueden hacer cambiar las ho- ras de crecimiento ó abatimiento de temperatura. De todos mo- dos, cuando quiera seguirse una observación, debe hacerse á ma- ñana y tarde, eligiendo las horas de 8| á 11, y de 3 á 6|. Independientemente de las influencias citadas, aun hay algunas que pueden producir el mismo efecto; es decir, elevar un poco la temperatura sin constituir una enfermedad. Así, por ejemplo, si después de un baño filo de corta duración, se provoca por medio de fricciones con toallas ásperas, una reacción, se ve sobrevenir un aumento de temperatura de 3 á 4 décimos. He emprendido mu- chos experimentos de esta clase en mí mismo, notando un fenóme- no muy curioso, y es la cantidad notable de calor que el agua roba al pasar por la superficie de nuestro cuerpo. Citaré algunas de esas pruebas: Baño de 5 minutos, con esponja, á las 7 horas y 20 minutos de la mañana. Temperatura de la atmósfera del cuarto 21°, 1 Temperatura del agua del baño, encerrada en la pieza toda la noche 19°, 0 38 Temperatura de esta misma agua después del baño 21°, 4 Diferencia 2o, 4 La temperatura del cuerpo, medida de cinco en cinco minutos dió este resultado: ANTES DEL BAÑO. A las 7 h 5' 3G°, 3 „ 7 h 10' 36°, 4 „ 7 h 15' 3G°, 5 „ 7 11 20' 36°, 6 El pulso latia 73 veces por minuto. DESPUES DEL BAÑO. A las 7 b 30' 36°, 1 „ 7 11 35' 3G°, G „ 7 11 40' 36°, 8 . „ 7 h 45' 3G°, 9 El pulso como ántcs, 73 por minuto. Baño frío de esponja.-5 minutos de duración. A las 7 de la mañana. Temperatura de la atmósfera 21°, 4 Del agua ántes del baño 19°, G Del agua después de haber pasado por la superficie del cuerpo 22°, 0 Diferencia 2o, 4 TEMPERATURA DEL CUERPO fintes del baño. A las 6 h 30'.... 36°, 2 „ 6 h 35'.... 36°, 3 „ 6 h 40'.... 36°, 5 „ 6 h 45'.... 36°, 6 Pulso 70 por minuto. DESPUES DEL BAÑO. A las 7 h 10'.... 36°, O „ 7 h 15'.... 36°, 4 „ 7 h 20'.... 36°, 8 „ 7 h 25'.... 37°, O Pulso 74 por minuto. Inútil me parece citar más ejemplos, porque seria repetir lo mis- mo. Esto muestra que un baño frío y ligero puede aumentar nues- tra temperatura general algunos décimos; pero si el baño frío es de inmersión y prolongado, produce un efecto contrario sobre la temperatura orgánica. El Sr. D. Gustavo Euiz y Sandoval, y yo, tuvimos oportunidad de probar esto, dándose él un baño frío de una hora próximamente, yo de diez minutos: el resultado fué una diferencia de 4 décimos, pues el termómetro marcó en el Sr. Ruiz 36°, 7, en mí 37°, 1. El magnetismo animal, según el Sr. Dr. Hidalgo Carpió, eleva también el calor, descendiendo á la cifra normal, cuando se suspen- de el sueño magnético. En fin, aun habrá otras muchas circunstancias que puedan mo- dificar nuestra temperatura; lo que importa es no olvidar que: 19 Estos cambios son fugaces como las causas que los provocan, y 2? Que jamás han pasado de seis décimos ascendiendo, ni bajado de un grado partiendo de la temperatura media, es decir, 37°, 0, en las observaciones que he hecho. 39 IV Registros termométricos. Se designa bajo este nombre la manera de expresar el curso de la temperatura en las enfermedades. Puede usarse de números ó de cuadros especiales conteniendo una parte de la escala del ter- mómetro. Cuando se expresa por números, el mejor modo consis- te en colocar paralelamente por medio de líneas verticales las ci- fras que indiquen el pulso, temperatura, respiraciones y hora de la observación, pero esto puede variarse mucho haciéndolos más ó ménos completos. Yo generalmente me he servido de cuadros, ex- presando la curva de la temperatura y pulso. Para los casos en que me servia de números, lo expresaba yo así: ! Días del mes. Dias de, eílfcr- Hora de la ob- Temperatura Inspira- Pulsa- Tempe- Obsekvacione„ medad. servacion. atmosférica, cienes. Clones, ratura. UBSERVACI0I'ES- Haciéndolo preceder por supuesto de los antecedentes del enfer- mo y su diagnóstico. 40 Este método no tiene absolutamente ventajas comparado con el otro; apénas puede formarse juicio de la marcha que el calor ha seguido en una enfermedad, miéntras que expresando la curva ter- mométrica, una ojeada nos deja comprender esta marcha tan ca- racterística en algunas enfermedades, que quizá* bastaría el cuadro para formular un diagnóstico aproximativo sin antecedentes del enfermo. Designada la temperatura, inspiraciones y trazo del pul- so, el Dr. Alvarenga llama á estos cuadros "Registros-termo sphig- mo-neométricos." Los Dres. Compton, Maurice, Duelos, Ladé, Zorn, Wunderlich, etc., han dado modelos más ó ménos completos: mencionarémos por detallado y curioso el del Dr. Zorn de San Petersburgo: para los casos en que la temperatura es observada varias veces al dia, el cuadro está compuesto de una columna vertical con el número de pulsaciones que abarca de 40 á 124, marcadas de dos en dos so- bre líneas trasversales, con intervalos amplios para que puedan contarse los números impares; al lado de la columna del pulso otra con la escala del termómetro, comprendiendo desde el -grado 34 hasta el 44, dividido cada grado en quintos, pero cuya amplitud deja leer décimos; y por último, en la parte superior del cuadro, prolongándose por líneas verticales los dias de enfermedad, dividi- dos en tantas líneas verticales cuantas observaciones se hacen en cada dia; así, por ejemplo, divide cada dia en ocho partes, indican- do al extremo superior de cada línea vertical las horas Mañana. VIII. IX. I. Tarde. in. v. Noche. VII. I. IV. Algunos otros autores, como ya dijimos, añaden otra escala para el número de inspiraciones por minuto. Wunderlich, en su notable obra, solo indica la marcha de la temperatura; pero ha dado mo- delos con pulsaciones y temperatura, aunque no los ha adoptado en su trabajo. En los primeros cuadros que yo dibujé, había trazado simplemente la curva termométrica, y pensaba añadir en el vérti- ce de los ángulos que forma esa curva el número de pulsaciones, imitando, sin saberlo, al Dr. J. F. Anfrun. Pero poco después, el Sr. Dr. Bandera, me enseñó unos modelos de la obra de Jaccoud, 41 en los cuales se indicaba el pulso lo mismo que la temperatura, é hice á mis registros esa importante modificación. Están formados (Véanse cualquiera de las láminas, ménos la III, IV y V) de líneas horizontales y verticales, atravesadas por dos líneas quebradas, la una roja y la otra negra, indicando la primera el pulso y la segun- da la temperatura. Las líneas horizontales, tienen en sus extre- mos dos escalas: la del lado izquierdo representa la escala del ter- mómetro: en ésta no he fijado precisamente desde qué grado debe principiar, ni tampoco donde termine, porque esto es variable se- gún las observaciones, y al concluir una, se'debe ver cuál es el míni- mum y máximum de los grados á que llegó, para no aumentar in- útilmente la planilla. En general, si se quisiesen tener ya hechas, * podría emplearse una escala del 35°, 0 al 43°, 0, lo que se- ria suficiente para el mayor número de casos. Cada grado, se- gún se ve, está dividido en décimos, prolongados por líneas horizontales finas. Estas mismas líneas indican las pulsaciones, cuya escala está en el lado derecho variando de 40 á ICO: las pulsaciones impares corresponden al intervalo de las líneas cu- ya amplitud permite leerlas. Las mañanas están representadas pol- las líneas verticales, las tardes corresponden al intermedio de estas líneas. Los números romanos, de la parte superior, expresan los dias de enfermedad. El diagnóstico está encabezando el cuadro; ha- llándose abajo las fechas de los días en que se siguió la observación; solo difieren de la que el Sr. Martínez mandó litografiar para su Té- sis, en que aquella indica la marcha de la temperatura exclusiva- mente. Las láminas III, IV y V, como que se refieren á la observa- ción de accesos de fiebre intermitente, las líneas verticales gruesas, marcan horas en lugar de dias, y las verticales delgadas, marcan cuartos de hora; en todo lo demas son iguales á las otras. Ya mencionamos los registros en que además de las escalas del pulso y temperatura, hay otra indicando el número de inspiracio- nes; yo no las he imitado, luego diré por qué motivo. Este modo * El Sr. Lobato mandó hacer unas tablas para anotar la temperatura; pero tienen el inconveniente de que su escala es muy corta, pues principia en el 3G°, 0, de suerte que absolutamente podrían servir para enfermedades álgidas, á ménos de cambial- su escala artificialmente. La última de las cinco que hay en cada pliego sí tiene amplitud, pues principia en el 33°, 0 y termina en el 42°, 0. 42 de expresar la marcha de la temperatura y pulso, tiene la incon- testable ventaja de hacer comprender inmediatamente aun las va- riaciones ménos notables que han sufrido. Nunca pocha formar- me mejor juicio de las observaciones hechas, que cuando las dibu- jaba; por estos dibujos se vé la marcha "trainant" (de los france- ses) como en el reumatismo, cortada, irregular, etc. Los descensos bruscos de temperatura solo así son fácilmente percibidos, porque no es lo mismo pensar que el grado 40 dista mucho del 36, que ver uua línea, ligeramente oblicua, recorriendo la extensión de cuatro grados. Es muy notable al principio de algunas enfermedades esa marcha ascendente que rompe (permítasenos la palabra) el tipo co- mún de laxtemperatura: así vemos, que si la marcha del calor es ge- neralmente representada por una línea oscilante, más ó ménos re- gular; en el periodo de invasión, para ciertas enfermedades, es as- cendente sin oscilación hasta el máximum; de manera que la línea termométrica viene á tomar aproximativamente esta forma: En fin, este método, mostrando y haciendo apreciar materialmen- te todas las diferencias, debe ser preferido. 43 V Relaciones de la temperatura con el pulso, respiración, sudores y orina. § I. Relaciones entre la temperatura y el número de pulsaciones. -Desde que principié á estudiar las enfermedades febriles, bajo el punto de vista de su temperatura, creí que bastaría conocer el nú mero de pulsaciones para saber el grado de calor correspondiente: unos cuantos ensayos sucesivos me hicieron desechar esta muy falsa idea, comprendiendo que no había relación absoluta. Para hacer esto más palpable, voy á extraer de algunas observaciones un mismo grado de temperatura, coincidiendo con un número di verso de pulsaciones: En una enferma do endo-pericardítis puerperal. '108 114 132 136 137 ' 90 104 112 120 39°, 2 38°, 2 El número de pulsaciones absolutamente corresponde en esta observación á la temperatura obtenida: un mismo grado de calor ha dado 30 pulsaciones más unos dias, 30 ménos en otros. Pero fi jemos la atención en la enfermedad de que se trataba: era una en- dopericardítis, que ya habiendo cedido, dejó señales terribles en la estructura del corazón, constituyendo una afección orgánica. Esto viene á probarnos que en las enfermedades orgánicas del corazón, más que en ninguna otra clase de afecciones, solo el termómetro puede hacernos apreciar con exactitud la mayor ó menor intensi- dad de la calentura. La razón es muy sencilla: esa lentitud ó ve- locidad de la circulación, indica, no la calentura, sino la dificultad del órgano para ejercer sus funciones; ó por el contrario, un aumen- to de energía para suplir á la cantidad de sangre: de aquí, pues, re- sulta, que no dando el pulso indicios ciertos sobre el estado de reac- 44 cion, debe ser suplido con el termómetro, y considerar al enfermo con calentura desde que su calor pase de 37°, 6, aun cuando coin- cida con una lentitud notable del pulso. Pero fuera de esta clase de afecciones, se halla también el mis- mo desacuerdo. Podemos citar mas ejemplos: En un reumatismo articular agudo: f64 06 68 70 76 78 80 38°, 4 85 88 90 37°, 0 han coincidido con 100 H4 39°, 0 39°, 2 90 Esto muestra también, que un grado cualquiera de calor puede corresponder á un número de pulsaciones inferiores que el obteni- do con otro grado más bajo. Así, por ejemplo, en algunos casos 38°, 0 lian dado 100 pulsaciones, y 39°, 0 lian dado 90; ocurriría preguntar cuál de los dos enfermos tiene más reacción? No cabe duda que aquel que ha dado mayor temperatura; porque en medi- cina los fenómenos más importantes son los que están sujetos á menos variaciones; y puestos en paralelo el pulso y temperatura, nadie negará que ésta es constante, que sus variaciones fisiológi- cas jamás pasan de un grado, y que por consecuencia, es un indi- cio seguro, inequívoco, para el diagnóstico preciso de la calentura, como lo veremos en el capítulo siguiente. El pulso cambia á la menor emoción; estos cambios pueden ser en aumento ó en dimi- nución; lo más común es que bajo la influencia de impresiones mo- rales se acelere, pero hay casos en que por el contrario, se hace lento. El Sr. Dr. D. Aniceto Ortega, en una de sus lecciones clínicas (18 de Mayo 1872), nos decía haber observado una recien-parida, en la cual se hallaba una diferencia notable de pulsaciones, entre las ob- tenidas durante la visita y áutes de ella, y lo más curioso era, que en lugar de aumentar el pulso por la emoción, disminuía. Hay otras muchas causas, bien conocidas de todos, cuyo resultado final sobre la circulación es acelerarla ó alentarla; de donde proviene, que comparado con la temperatura, se halla las más veces en un desacuerdo absoluto. Mas según las últimas investigaciones, no su- cede lo mismo con la tensión arterial, pues á proporción que ésta aumenta, disminuye la elevación del calor. § II. Relación de la temperatura con la respiración.-Al prin- cipiar mi estudio sobre la termometría clínica, no me habia ocur- rido averiguar la relación que tiene la temperatura general con el número de inspiraciones; después vi algunos apuntes sobre este hecho en varias obras recientes, y me decidí á estudiarlo. La in- constancia en los resultados me ha desanimado. He visto cuán su- jeta á variar está la respiración, sus oscilaciones son mayores que las del pulso, y es natural, puesto que el ritmo de la respiración está en nuestra mano modificarlo. Con frecuencia hacemos una gran inspiración suspendiendo en seguida por unos momentos. Esto que es involuntario corta el ritmo de la respiración, trayen- do naturalmente una diminución en el número de inspiraciones. Así sucede también durante cualquier enfermedad, de donde pro- viene que un mismo grado de temperatura corresponda á un nú- mero muy variable de inspiraciones. 38°, 0, por ejemplo, me han dado 18, 20, 30, 32, 38, 40, 45, 52, y hasta 58 inspiraciones por minuto (las tres últimas cifras corresponden á un enfermo del co- razón). § III. Relación de la temperatura con los sudores.-Poco podría decir de mi parte en esta materia: sin embargo, he visto confirma- da por algunos autores una idea que habia concebido teóricamente. Notando lo común que es en muchas enfermedades la terminación feliz, coincidiendo con sudores abundantes, y sabiendo por un gran número de observaciones que la temperatura baja conforme dis- minuye la gravedad de la afección ó aun ántes, supuse estar ínti- mamente ligados estos fenómenos. En muchos casos es así, más no siempre. En el estado fisiológico, la abundancia de sudores, y esto lo he observado en mí mismo, apenas abate la temperatura unos dos ó tres décimos; de suerte que la impresión agradable que se experimenta en el verano, cuando se halla uno cubierto de su- dor, es debida, no á que la temperatura general baje, sino á que la evaporación del sudor en la superficie de la piel produce un en- 45 friamieuto en esa superficie sin comunicarlo al interior. Traube lia hecho en sí mismo un experimento para averiguar si una abun- dante sudación provocaría el abatimiento de temperatura: con este objeto se sujetó á procedimientos hidroterápicos, enérgicos, y en el momento en que el sudor brotaba abundantemente, se aplicó el termómetro sin hallar, dice él, diferencia alguna con la tempera- tura obtenida ántes. Respecto al estado morboso, las opiniones de los autores difieren mucho; pues si algunos niegan absolutamente la influencia de los sudores sobre el descenso de la temperatura, otros, por el contrario, creen que existe esta relación. El Dr. Jochmann, por ejemplo, consi- dera en la tisis dos especies de sudores, unos que aparecen en la noche y les llama sintomáticos, dice que tienen por efecto exacer- bar la temperatura, ó lo que es más común, no producir alteración en ella; y los otros, que mostrándose en el díalos llama críticos: éstos sí determinan un descenso en la temperatura. Yo he podido notar la coincidencia entre el descenso del grado termométrico y la aparición de los sudores: una enferma entrada á la sala de "Cirugía de Mu- jeres," en el Hospital de San Andrés, el dia 10 de Diciembre de 1871, llevaba una carie del maxilar inferior; además, se hallaban su- purados todos los tejidos que rodean el hueso, y esa supuración, abundante y fétida, era en gran parte deglutida, porque la enferma se hallaba en la imposibilidad de abrir la boca, y los conductos por donde escurría dicha supuración no bastaban. Pues bien, esta espe- cie de intoxicación pútrida, había determinado en ella unos accesos de intermitentes que se repetían todas las mañanas á las nueve ó diez. Seguí esta observación en los seis dias que vivió la enferma, y tuve lugar de observar una mañana, que de la cifra 40°,4 á que había llegado el termómetro, descendió á 38°, 2, y esto era en los momentos en que la enferma sudaba con abundancia. Todos saben que en las fiebres intermitentes la temperatura se eleva notablemente durante el calosfrío; luego disminuye, y cuan- do sobreviene el sudor, esta diminución se hace mas marcada. (Véanse las láminas III, nota 6. IV. nota 5 y V. nota G.) Existen otras fiebres en las cuales hay sudores durante el perío- do de invasión, y aun en el llamado fastigiuni (períodoestacionario). 46 47 En el primero, la temperatura sigue su marcha ascendente: en el segundo, generalmente no sufre variación. ¿Qué podrémos deducir con hechos hasta cierto punto contradictorios? A la experiencia toca resolverlo. Creo, por mi parte, lo que ántes dije: en el estado fisiológico, la influencia del sudor es casi nula sobre la temperatu- ra; en el estado patológico al contrario, las más veces produce un cambio sobre ella, y este cambio comunmente consiste en una di- minución mas bien que en una exacerbación del calor. § IV.-Relaciones entre la temperatura y las orinas.-Durante la invasión de la fiebre, y en el período siguiente, se observa con mucha constancia una diminución en la cantidad de orina excre- tada: esta diminución coincide con un aumento en la tempera- tura, lo cual depende, indudablemente, no de la cantidad de orina, sino de su diversa composición: así la uréa se ve aumentada y los cloruros, por el contrario, en menor cantidad. Desgraciadamente no poseo análisis de la orina; pero puedo citar los reproducidos por el Dr. Jaccoud en su Clínica médica, hechos por los Sres. Trau- be, Jochmann Moos, etc. En algunos casos de fiebre intermiten- te, los resultados obtenidos por Moos han sido durante el paroxis- mo, y para 1,062 de orina excretada: Cloruro de sodio 6,3 Uréa 34,9 1,062 5,3 35,5 1,007 2,3 45,0 Esto demuestra el aumento de urda: este aumento se inicia aun ántes de que principie el calosfrío; hecho de suma importancia, puesto que la temperatura también comienza á elevarse ántes del calosfrío. Aquí se ve una relación íntima entre las combustiones orgánicas y el calor patológico. A la declinación de las fiebres las orinas aumentan en cantidad, perdiendo su composición y densi- dad; la temperatura baja, siguiendo una marcha paralela, con esos cambios en la excreción y composición de la orina (Ringer). Cuán importante seria extender tales investigaciones no solo á las fie- bres sino á todas aquellas enfermedades en que la temperatura sufre alteraciones: este estudio, enteramente nuevo, ofrece grande interes. 48 VI De la calentura considerada según los conocimientos actuales. ¿Qué es la calentura? ¿Cuál su carácter más notable? Si recor- rémos los diversos tratados de patología, y analizamos detenida- mente las definiciones que se nos dan de esta enfermedad, las ha- llarémos, más ó ménos viciosas, porque el principal carácter apé- nas se menciona. Los antiguos al denominarla "Pirexia" de íjvrreróf fuego, la comprendieron mejor que nosotros. El nombre fué adop- tado, mas su significación descuidada. Se le quiso dar por único carácter la aceleración del pulso: ahí está Boerhaave con su defi- nición; pero se comprendió que verdaderas fiebres podían quedar excluidas de este cuadro. Entónces se unió á la aceleración del pulso otro signo, "calor anormal de la piel." (Grisolle, Pat. int., T. I, 1855). Más equívoco que el primero, este nuevo signo es abso- lutamente falso: en primer lugar, la temperatura de la piel raras veces se aproxima algo á la temperatura general; comunmente es mucho más baja: en seguida, las palabras calor anormal pueden expresar aumento ó diminución. El calor orgánico, como ya lo he- mos dicho, tiene dos límites, superior é inferior; en consecuencia, la temperatura que salga de ellos es anormal, y mal podría estar caracterizada una fiebre por una temperatura inferior á la fisioló- gica. En su nuevo tratado de Patología del año de G9, M. Grisolle la define diciendo: "Estado morboso de cierta duración, caracteri- zado, sobre todo, por un aumento del calor del cuerpo, por la acele- ración del pulso, por malestar y turbaciones diversas de otras fun- ciones" Esta definición es una historia en pequeño de la enferme- dad, con la ventaja de hacer predominar la elevación de tempera- tura, no de la piel sino del cuerpo; pero aun tiene otros signos que de ningún modo caracterizan la calentura. No es solo M. Grisolle. Casi del mismo modo la hallamos defi- nida en el Diccionario de Medicina de Littré y Robín. Valleix, en su Guía del Médico práctico, dice en la primera pá- 49 gina. "La palabra fiebre (fervere, arder) expresa aquí el carácter más notable, el más aparente, el más prolongado de estos estados morbosos." Estas ideas del ilustre médico de Tolosa, están muy de acuerdo con lo que el termómetro nos enseña; pero mas abajo al dar su definición, parece olvidar ese carácter más aparente, más proiongado, pues dice así: "Las fiebres, (fiebres esenciales ó pirexias), son enfermedades agudas, febriles de tipo continuo, intermitente ó remitente, infecciosas ó contagiosas, reinando en el estado espo- rádico, endémico ó epidémico, caracterizadas esencialmente por el estado febril y por la desfibrinacion de la sangre." Este último ca- rácter, según opiniones de peso, no es constante. Los Sres. Andral y Gavarret, en sus "Investigaciones sobre la modificación en pro- porciones de algunos principios de la sangre, dicen: pág. 50, § 19: De la sangre en los pródromos de las fiebres continuas.-Hemos examinado esta sangre en ocho enfermos y en nueve sangrías.- En ninguno de estos casos hemos hallado la fibrina más abundante que de costumbre; en tres de ellos estaba un poco, bajo los lími- tes de su cantidad normal, y sin embargo, aun sobre 2." Ahora bien, según los análisis de los Sres. Becquerel y Eodier, que he consultado, la média de fibrina para 1,000 de sangre, seria 2,2. M. Dumas considera esta média de 3: me parece que esta cifra es la adoptada generalmente, y ha sido hallada en análisis de sangre perteneciente á febricitantes. Los mismos Sres. Andral y Gavar- ret, en el párrafo siguiente al que hemos citado, dicen: "En los otros cuatro enfermos, la fibrina aun una vez á 4, 2, varió todas las otras veces entre 3, 3 y 2, 2." Estos últimos análisis corres- ponden á individuos en quienes ya se había desarrollado la fiebre, de suerte que el carácter desfibrinacion de la sangre, no tiene nin- gún valor, porque si á veces existe, otras ocasiones puede faltar: tampoco nos seria posible apreciarlo á la cabecera del enfermo. Por último, hablar de estado febril para explicar la fiebre, es pe- car contra la regla capital de una buena definición, haciendo entrar en ésta lo que se va á definir. La época á que corresponden estas definiciones, es anterior á la introducción del termómetro en el es- tudio clínico de las enfermedades. Pero hay autores modernos que no obstante hallarse ciertos de la elevación de calor en esta enfer- medad sintomática ó esencial, no obstante palparlo, olvidan ese carácter al definirla, de donde resulta confusión en esas definicio- nes. Así M. Bouchut dice: "es una reacción del organismo contra las impresiones morbosas." Esta definición es en mi concepto tan confusa, que necesitaría una explicación para entenderla. M. Jaccoud define de un modo mas propio. Para él consiste en "un estado patológico, constituido por el crecimiento de la combus- tión y temperatura orgánicas." Esta definición de calentura está muy de acuerdo con los fenómenos principales que ofrece la enfer- medad; solamente que, como dicen los que combaten las ideas de este autor, se hallan expresadas en ella la causa y el efecto, cosa que no es necesaria. No cabe duda que las combustiones orgáni- cas aumentan: las orinas nos lo revelan; pero dirémos como de la definición de Valleix, ¿puede el clínico apreciar esto sin un análisis delicado? claro es que no. Entónces dejemos la causa para apreciar el efecto, y al caracterizar una enfermedad, hagámoslo de tal suer- te, que podamos demostrar lo mas pronto posible su principal ó principales fenómenos. Si basta uno solo para conocerla, conten- témonos, según el estado de los conocimientos actuales, con expo- nerlo, como un signo constante que se puede probar fácilmente, y digamos que: La calentura es un estado patológico, caracterizado por el au- mento del calor orgánico, mantenido más ó memos tiempo sobre su lí- mite normal. Que la temperatura se eleva en las enfermedades febriles, es un hecho que nadie ignora; ¿pero es constante su elevación? La prác- tica responde á esta pregunta. Yo por mi parte jamas he visto que faltara este signo. No siempre su aumento será de dos, tres ó cua- tro grados; pero sí, siempre la verémos exceder por lo ménos me- dio grado á la temperatura normal. Basta que pase un décimo del límite, para hacerse sensible por algunos síntomas. Cada persona, se puede decir, tiene una média fisiológica de temperatura que le es propia; sin exceder por supuesto en ninguno de 37°, 6, ni bajar de 36°, 0, suponiendo bien hecha la observación. Ahora, una per- sona que normalmente tiene por ejemplo 36°, 9 de temperatura, sentirá malestar, ligero calosfrío, dolor de cabeza quizá, si su tem- 50 peratura sin ninguna influencia fisiológica como la digestión ú otra, sube á 37°, 1: en este caso no sale del límite fisiológico, no pode- mos decir que tiene calentura, pero sí alguna predisposición. Si el malestar continúa, si los calofríos se hacen intensos, verémos in- mediatamente que el mercurio pasa la cifra 38°, 0, desde la cual principia para muchos autores el estado febril. En consecuencia, lo fundamental es averiguar exactamente los límites normales del ca- lor, para saber exactamente desde dónde puede contarse con la existencia de la calentura. Un hecho ya fijado es que algunas cir- cunstancias extrañas ó no á la economía pueden tener por resul- tado un aumento del calor orgánico; pero ya lo hemos dicho, ese aumento no pasa de 37°, 6. Puede uno y debe considerar con ca- lentura al que mantenga por uno ó más dias su temperatura á 37°, 7, 37°, 9 ó 38°, 0, con más razón cuando exceda de esta ci- fra. Toda enfermedad inflamatoria que eleva el calor, está acom- pañada de calentura: si la cifra no pasa de la normal, podemos creer que aquella no existe; y si el pulso está violento, debemos buscar su causa en alguna otra enfermedad, como las orgánicas del corazón ó simples palpitaciones, y no atribuirlo á un síntoma cuya existencia es negada por el termómetro. En el hospital de San Andrés he visto, y no una sola vez, en- fermos con una neumonía en el segundo, período, dándose á cono- cer en la auscultación, por soplo tubario, habiendo estado rubigi- nosos los esputos: pues bien, en algunos de estos casos me llama- ba la atención notar una temperatura que no llegaba á 37°, 0: ¿á qué atribuirlo, existiendo indudablemente una pulmonía? La explicación para mí es esta: se sabe que generalmente los enfer- mos entran al hospital después de algunos dias que principiaron los síntomas: en muchos de estos enfermos comencé la observa- ción al siguiente dia de su entrada, y cuando ya el practicante de guardia los había sangrado; su temperatura bajaba naturalmente: 1? porque la neumonía desde que principia su período regresivo, determina la diminución de todos los síntomas, en particular la calentura, y 29, por haber tenido una pérdida notable en las com- bustiones, á consecuencia de la substracción de sangre. En los momentos en que esto escribo, he presenciado otro he- 51 cho semejante. Acaban de entrar á la sala de Clínica interna, en San Andrés, dos enfermos con fiebre; he aplicado en ambos el ter- mómetro por la mañana: en uno obtuve 39°, 6, en otro 35°, 9. El diagnóstico del primero era tifo, lo veíamos confirmado; al segundo se le puso simplemente "fiebre." Avisé alSr. Dr. D. Miguel Jiménez las temperaturas observadas, y me dijo que se completara el se- gundo diagnóstico, añadiendo: "efímera," y que agregara al mé- todo de este enfermo alimentos en mayor cantidad, pues ya podia considerarse en convalecencia; sin embargo, quedaba algún de- caimiento, dolor de cabeza, y 90 pulsaciones que podrían haber engañado; pero el termómetro revelaba la falta de calentura, y eso era suficiente. A los tres dias salió este enfermo. No nos causarémos de repetirlo: la elevación del calor es el úni- co síntoma constante, característico de la calentura: cuando falte en las enfermedades que se creen febriles, busquémos la causa; y ya el período en que la enfermedad se halle, ya el tratamiento em- pleado ó alguna otra circunstancia podrá explicárnoslo. Hemos dicho que para constituir la enfermedad es necesario que el calor se mantenga elevado por más ó ménos tiempo. Hay casos, en efecto, en que la temperatura se eleva pasando del lími- te fisiológico; pero esta elevación es efímera; y se ve comunmente en la convalecencia de eqfermedades agudas graves, cuando el en- fermo toma más alimentos que de ordinario. En efecto, al siguien- te dia, observando de nuevo, se verá abatida como ántes; si per- siste, podrá creerse en una recaída ó una complicación. Ademas, observando atentamente la marcha que sigue, quedará uno con- vencido de que es como la hemos llamado, "efímera accidental." No podría servir de argumento, para el que dude que siempre que hay elevación de calor, existe la calentura, porque debe durar la ele- vación cierto tiempo; pero en fin, estas mismas elevaciones acciden- tales del calor, pueden considerarse, si se quiere, como una fiebre pasajera de digestión, que se observa en algunos convalecientes. No se crea, por lo expuesto, que trato de despreciar los datos que el pulso y otros síntomas nos suministran, de ningún modo; solo marco que el primero puede ser inconstante en ciertos casos, y que puede alterarse, como ya lo hemos dicho ántes, bajo la influencia 52 53 (le la menor emoción; que en los niños recien-nacidos y aun hasta los seis y siete años es difícil, sanos, pero sobre todo enfermos, con- tarles su pulso. De aquí resulta para el termómetro una supremacía que nadie le disputará. Los niños podrán inquietarse, llorar, pero es- to no impide que los mantengamos 15 minutos con el termómetro en la axila: sea cual fuere el grado de emoción del enfermo, la tem- peratura propia de su enfermedad no cambiará: se enfriarán las extremidades, se alterará momentáneamente su circulación, pero esto no impedirá las combustiones, porque ellas son la vida; y per- sistiendo, su efecto inmediato es el desarrollo de calor. En un gran número de casos bastará para formarse juicio del estado fe- bril contar las pulsaciones; pero si se quiere saber con exactitud el grado de calentura, darle más probabilidades al pronóstico y sa- car útiles indicaciones terapéuticas, averigüese el grado de calor. Hé aquí los motivos que nos han impulsado á llamar ]a atención sobre este punto, fijándonos al definirlo en el síntoma constante que, observado con precisión, muchas veces bastará para estable- cer el diagnóstico, tratándose de algunas fiebres esenciales. VII Periodos de la temperatura.-Marcha que sigue en cada uno de ellos.-División de las enfermedades. Cada enfermedad de las que llamamos febriles tiene en su tem- peratura períodos bien marcados. De un modo general podemos decir que existen tres y han recibido nombres especiales. El 1? período inicial, de aumento, ascensión, pirogenético, etc. El 29 de estado, culminante, de fastigium. El 39 de declinación, descenso, ter- minación, de defervescencia, etc. Cada autor ha multiplicado á su gusto los nombres de los diversos períodos y aun su número. Yo creo que deberían aceptarse en definitiva tres, llamados según Wunderlich, al 19 Pirogenético, porque esta palabra expresa muy bien la idea (engendrar fuego). Al 29 Fastigium; y al 39 Deferves- cencia. l.er períodQ: Pirogenético.-Está comprendido desde el momen- to de la invasión del mal, momento en que la temperatura princi- pia á elevarse, hasta que llega á su máximum. Pocas veces he te- nido oportunidad de observar desde el primer dia: sin embargo, en varios casos que casualmente pude aprovechar, he notado algunas variedades respecto á la marcha del calor; especialmente en casos de complicación, sobrevenida durante la permanencia del enfermo en el hospital. En el período que nos ocupa, lo más común es que la temperatura se eleve constantemente hasta el máximum, pero con sus remisiones diarias; de suerte que la marcha es ascendente, pe- ro quebrada ó interrumpida; por ejemplo: 54 Primera obs. Segunda. Tercera. Cuarta. Tardes .38°, 0 .38°, G 39°, 0 39°, 4 Mañanas 37°, 5 . 37°, 9. 38°, 0. 38,5. .etc. Esto se observa comunmente, aunque la llegada al máximum se hace con mas prontitud. Por supuesto la temperatura obtenida en la tarde, es siempre mayor que la de la mañana anterior; pero si comparamos, por ejemplo, la temperatura de la 3? ó 4? maña- na, con la obtenida en la 1? tarde, esta última resulta menor, ó por lo ménos igual. Otras veces, esto es raro, el calor en el primer período tiene una marcha que podemos llamar continua ascenden- te, es decir, en cada observación que se hace aumenta algunos dé- cimos, un grado ó más; de suerte, que la segunda mañana da una cifra más alta que la de la tarde anterior; y así continúa hasta que llega al máximum. (La lám. XII, fig. 2?, muestra un curioso ca- so en que la temperatura fué ascendente continua hasta el máxi- mum obtenido á la 7? observación, 4? mañana.) Quizá podría observarse otra ascensión diversa de las descritas, en la cual se hallase el máximum por las mañanas y no por las tardes; esto seria anómalo; yo solo lo he visto, y rara vez, en el 29 período, jamás en el 19 Seria indudablemente un mal indicio, porque de- mostraría mucha irregularidad en la marcha del mal. En resúmen, tenemos para el período pirogenético, dos variedades en la marcha de la temperatura. 19 Marcha ascendente oscilatoria (común), rápida ó lenta. 29 Marcha ascendente continua (ménos común), rápida ó lenta. 29 Período: Fastigium.-Se cuenta desde el máximum hasta que principia la declinación de la enfermedad. Examinando cuida- dosamente las observaciones que poseo, hallo mas variedades que en el período anterior. Es necesario para poder establecer esas va- riedades, aislar los casos en que se notan cambios debidos al tra- tamiento ó á alguna complicación. He visto en las fiebres esenciales y sintomáticas, como marcha más común del 29 período, descenso de temperatura todas las ma- ñanas, remisión, y aumento por las tardes, exacerbación. Existen aquí variedades que dependen del número de décimos ó grados que separan la remisión de la exacerbación; puede también esta sepa- ración ser regular ó irregular. Por ejemplo: en el reumatismo agu- do sin complicación, la marcha es regular; los franceses la llaman trainant. A este tipo llama M. Jaccoud "Fastigium oscilante." No existe verdaderamente un tipo de fastigium continuo; yo á lo ménos nunca lo he observado: es cierto que la cifra de la remisión puede diferir de la de exacerbación solo cuatro y aun tres décimos, que á veces no hay diferencia ninguna, pero solo es por dos dias cuando más; en lo general su marcha es oscilante. Tampoco se ve en el período á que nos referimos una marcha tal, que unidos los vértices, tanto superiores como inferiores por dos líneas, éstas re- sultasen perfectamente horizontales y paralelas: siempre se notará ascensión ó descensión; de aquí otras especies: fastigium ascenden- te y fastigium descendente. Ya indicamos que en este período la curva termométrica puede oscilar á la inversa de como lo hace or- dinariamente, es decir, que su elevación tendrá lugar por las ma- ñanas y el abatimiento por las tardes. Accidental y pasajeramente se observa esto en algunas inflamaciones; y cuando persiste por al- gunos dias y es al mismo tiempo irregular, el pronóstico es malo. En el puerperio sin complicación, pasada la fiebre de leche, suele observarse esta marcha, pero es rara. (Véase la lám. XI, fig. 19) La duración del fastigium, como se comprende, es muy variable 55 56 hay enfermedades en las que parece no existir; en ellas se marca más esa curva parabólica, tan bien descrita por nuestro maestro el Sr. Dr. D. (jabino Barreda, en sus lecciones orales de patología gene- ral, correspondiendo á la ascensión y descenso de la enfermedad, sin período estacionario. En fin, puede ser ascendente continuo hasta la muerte: en esta variedad he observado que cuando se aproximan los últimos momentos, la temperatura sufre una oscilación, baja, pero al siguiente dia continúa su marcha progresiva, sobrevinien- do la muerte veinticuatro ó cuarenta y ocho horas después de la oscilación. Cuando la temperatura desciende de un modo regular y continuo, la curación es hecha, la convalecencia será franca; pe- ro puede suceder, que aun bajando con toda regularidad sobreven- ga la muerte: sucederá así cuando la temperatura se haya mante- nido por varios dias en un grado muy alto. (La lám. VI, fig. 2*, da un bello ejemplo de esta clase.) Existen, pues, en el 2? período las variedades siguientes: LENTO. - ascendente (hasta la muerte.) descendente (hasta constituir la defervescencia.) 1? Fastigium oscilatorio . . RAPIDO. descendente (hasta confundirse con la deferves- cencia.} 2? Fastigium oscilatorio recto. . . (Unidos los vértices por una línea, resulta casi horizontal.) La 1* variedad puede ser regular ó irregular. 3.er Período: Defervescencia.-He notado un descenso particu- lar de la temperatura, cuando la enfermedad camina á la curación, ó cuando ésta se declara repentinamente. Hay afecciones en las que el descenso es rápido, como por ejemplo el tifo y sobre todo la erisi- pela. (Lám. I, fig. 1* y lám. VIH, figs. 1* y 2?) En otras, lenta- mente llega la temperatura á igualarse con la normal: en este úl- timo caso siempre es oscilatoria: en el primero apénas hay lugar á la oscilación. En general, cuando el primer período es rápido, el tercero lo es también. Para la defervescencia resultan dos variedades: 1» Defervescencia rápida (frecuentemente acompañada de fenó- menos críticos). 2? Defervescencia lenta (más común). 57 Estos son los períodos y marcha de temperatura que hasta hoy he podido observar. Los autores han multiplicado no solo los tipos de marcha, sino aun el número de períodos, distinguiendo el de in- vasión y aun prodrómico. Quizá por ser hechas la mayoría de mis observaciones en los hospitales, yo solo he podido distinguir el pe- ríodo de ascenso. Aun en personas que pude observar en mi misma casa con afecciones febriles, noté dos, tres dias de elevación, lue- go un período correspondiente al estacionario de las fiebres, y por último, descenso para la curación. En los casos de muerte he notado que la curva termográfica, en lugar de seguir una marcha horizontal ó descendente, se hacia as- cendente; otras veces bajaba para subir en la siguiente observa- ción, ó se hacia muy irregular. Pues bien: en lugar de formar un cuadro aparte, he creído que seria mejor considerar estas varieda- des como terminación del fastigium, terminación para la muerte; ó tendencia hácia la salud, caso en el cual la defervescencia suce- de al 2? período. Podría completar esto tomándolo de los autores; pero no he querido, porque me faltan observaciones propias para comprobarlo; y ya que mi trabajo carece del interes de la novedad, suplo esto escribiendo la mayor parte de lo que observé por mí mismo ó por personas que me inspirasen confianza; de otro modo, me vería reducido á copiar los autores extranjeros, dilatando mi trabajo á costa de ellos. Las observaciones que he recogido, ade- más de las pocas que doy litografiadas, se acomodan bien á las va- riedades de que he hecho mención; ellas me imponen este límite. Pasarémos por alto los períodos pre-agónico, agónico y de la muer- te, establecidos por Wuuderlich. No es de los tipos que señalo, de donde sacarémos la clasifica- ción de las enfermedades como lo han hecho algunos. Yo he no- tado que si el tifo, por ejemplo, eleva el calor rápidamente, lo de- tiene algunos dias oscilando entre 39°, 5 y 40 5 para caer después repentinamente; otras veces sigue una marcha diversa, semejante ó igual quizá en su forma á la de otra enfermedad. De aquí resul- ta que la utilidad no estará en saber la forma propia de cada afec- ción, á lo méuos para todas, sino en conocer las cifras que pueden tocar sin peligro; cuándo existe éste, y cuándo conocerémos la cu- 58 ración aunque los síntomas persistan. Seremos más extensos al tratar de las enfermedades en particular. Respecto á su clasificación por el calor las dividirémos: 1? En enfermedades que elevan la temperatura. 2? Enfermedades que la abaten. 3? Enfermedades que no la alteran. En el primer caso se hallan las fiebres, inflamaciones agudas graves, y algunas benignas, ciertas neurosis, etc. En el segundo las enfermedades álgidas sclerema, cólera asiá- tico, etc. En el tercero algunas enfermedades crónicas, aun inflamatorias, la mayoría de las neurosis, etc. En las del primer grupo, la duración ó intensidad del calor ob- servado, nos hará distinguir las variedades Contímía, Remitente é Intermitente. Continua deberá llamarse aquella fiebre que por al- gunos dias no mide mas de un grado de diferencia entre la remi- sión matinal y la exacerbación vespertina. Remitente, cuando esta diferencia pasa de uno á dos grados, sin tocar la cifra inferior á la temperatura normal. Y por último, Intermitente, cuando entre temperaturas, más ó ménos altas, se hallan espacios de uno á tres dias, en los que la temperatura es fisiológica. No tratarémos de hacer más detallada la clasificación por el ca- lor, reservando para la segunda parte los caractéres que su grado nos da en la formación del diagnóstico. Como apéndice al capítulo concluido, añadirémos una palabra sobre la marcha de la temperatura en la convalecencia: comun- mente oscila en los límites fisiológicos, pero puede abatirse dema- siado ó tener exacerbaciones súbitas. Lo primero es consecuencia de una enfermedad aguda muy grave, ó de un tratamiento debili- tante muy enérgico: se comprende luego la indicación. Lo segun- do puede deberse á causas insignificantes; la más común es una alimentación nutritiva después de una dieta exagerada; pero la exa- cerbación desaparece prontamente haciéndose la temperatura nor- mal de nuevo: cuando esta exacerbación se prolongue, ya lo di- jimos, significa una recaída ó una complicación flegmásica. Otras 59 veces, sin causa apreciable, se notan exacerbaciones que llevan la temperatura hasta tres grados sobre la normal: la inquietud que esto deja, se disipa al siguiente dia cuando se hallan 37°, 0, ó mé- nos. Me parece, sin tratar de apoyar mucho esta idea, porque ca- rezco de uu número competente de casos, que esas excerbaciones de causa desconocida, son propias de la convalecencia que sucede á las enfermedades agudas de infección. VIII Termopatof/enia. Nos limitarémos exclusivamente á recordar, cuáles son los ma- nantiales del calor animal, admitidos hoy por todos, sin recorrer la serie de teorías, más ó ménos extrañas, que otros autores lian da- do para explicarlo. El calor solo puede producirse por movimientos continuos, por la electricidad y por las combinaciones químicas. Hacemos á un lado la combustión directa comunicada por cuerpos incandescentes, pues tratamos del calor orgánico normal. De los tres elementos citados, ¿cuál es el que produce y mantiene nuestro calor? Los movimien- tos, para que puedan elevar la temperatura de un modo notable, se necesita que sean activos, continuados, que tengan lugar entre superficies sólidas, conductoras del calórico. A cada instante ve- mos el calor que se desarrolla, en la sierra que pasa largo tiempo sobre la madera, en el riel de un camino de fierro, etc. Pero qué diferencia entre esto y el movimiento de la sangre en sus vasos: movimiento de un líquido contra una delicada membrana, ¿seria esto capaz de producir un calor tan elevado y mantenerlo? cierta- mente que no: líquidos aun más densos, circulando continuamen- te en tubos metálicos, apénas le producen. La electricidad.-Basta recordar las circunstancias en que 60 produce calor, para desechar la idea de que ella fuera el manantial del nuestro. Solo quedan las combustiones lentas, es decir, las combinaciones químicas incesantes, que tienen lugar en la economía. La química nos enseña que toda combinación desarrolla calor: en nuestro cuer- po tienen lugar combinaciones numerosas: luego natural es pensar que á ellas se debe la producción de ese calor. Lo que apriori de- ducimos, está confirmado por experimentos cuidadosamente em- prendidos, los cuales han demostrado esta verdad en todos sus pun- tos. Los feculentos convertidos en glicosa por la digestión, y aña- dido este producto al del hígado, penetran en la sangre donde se descomponen y desaparecen por oxidación (Beclard). La trasfor- macion de las sustancias albuminoides en ácido úrico y urea, tam- bién desarrolla calor, constituyendo así otro manantial. La grasa, depósito de materia termógena, es quemada en el seno de los teji- dos. Berthelot dice, que el oxígeno fijándose en los glóbulos, pro- duce mucho calor, evaluado á 4 ó 5 calorías por 16 gramos de oxí- geno. Así, pues, la sangre es calentada por todas estas trasforma- ciones: se calienta también por la circulación y por la contracción muscular. Pero las fuentes positivas, constantes, son las combina- ciones químicas que jamas faltan del todo, y que faltando parcial- mente, constituyen los fenómenos morbosos de algidez. Nuestra temperatura se mantiene constante, porque, como ya lo hemos di- cho, hay una producción y una pérdida constante de calor: pro- ducción por las combustiones, pérdida por la irradiación: de aquí resulta el equilibrio. Toda la superficie cutánea exhala calor, pe- ro también su producción tiene lugar en todo el cuerpo. Las causas morbosas pueden obrar directa ó indirectamente so- bre estos manantiales; pueden exacerbar sus funciones, ó al con- trario, disminuirlas: de lo primero resultará la calentara, de lo se- gundo la algidez. Fundar la producción exagerada, morbosa, de calor en el desar- rollo de nuevos manantiales caloríficos, es desechar lo conocido para caer de nuevo en la oscuridad. No solo el calor patológico, el fisiológico, cuya explicación es tan clara y convincente, ha sido re- 61 ferido por algunos á la acción de aparatos nerviosos especiales (Tscheschichin); pero estos aparatos no han llegado á demostrarse, y la teoría ha caido por su base. No cabe duda que el sistema ner- vioso influye, esto es infalible, pero solamente presidiendo y regu- larizando las funciones de los órganos, y suministrando su contin- gente de calor por la nutrición que se verifica en él, bajo las mis- mas leyes que en los otros órganos. Hoy no puede admitirse más teoría que la de las combustiones lentas, y esta teoría se halla comprobada por tal número de he- chos que puede ser elevada al rango de doctrina. Conocida la causa del calor orgánico fisiológico, parecería que las opiniones respecto al calor patológico, serian unánimes, mas no es así. Como se han multiplicado las teorías para la explicación del primero, se han multiplicado para el segundo. Darémos una ojea- da á las principales. A. Teoría vaso-motriz.-"La causa primordial de la calentura es la modificación primitiva del sistema nervioso vaso-motor." En esta teoría se admiten dos períodos opuestos, produciendo el mismo efecto, es decir, el aumento de calor. 1? excitación, 29 parálisis. Se cree que en el primer período no hay realmente au- mento de calor absoluto sino relativo: la pérdida por exhalación cu- tánea disminuye, y de ahí resulta un aumento por acumulación. Admitir que en este período había frío, seria ponerse en oposición con lo que diariamente nos enseña el uso del termómetro en el principio de las fiebres. Durante la excitación, los vasos periféricos se estrechan. En In parálisis se dilatan, hay un aflujo de sangre más considerable á la periferia, mayor actividad de las combustio- nes orgánicas, de donde resulta elevación de temperatura. Estos son los hechos principales en la teoría vaso-motriz; no trataré de discutirlos. M. Marey admite la teoría anterior modificada: se funda prin- cipalmente en esta experiencia de Cl. Bernard: "Cuando se liga la aorta abdominal en los animales, se eleva la temperatura de las partes situadas arriba." Marey lo explica de este modo: no ha- biendo irradiación del calor en una gran parte del árbol circulato- rio, por la ligadura de la aorta, este calor, que léjos de perderse se- 62 mantiene en la sangre, aumenta su temperatura. En la fiebre no hay obstáculo al curso de la sangre; pero la temperatura cen- tral se nivela, y el pequeño exceso puede ser explicado por la ra- pidez del movimiento circulatorio, ó por la supresión casi comple- ta de las causas de enfriamiento, etc.: el fenómeno capital en la elevación morbosa de temperatura depende de la contractilidad vascular. (Marey, Fisiología médica, pág. 347.) ¿Qué decir á todo esto? Si la temperatura patológica depende de la generalización del calor central, ¿cómo explicar temperaturas de 40°, 0, de 41°, 0 y aun 43°, 0 que ya se ha observado? ó seis grados más ¿pueden ser considerados como un pequeño exceso, fá- cilmente explicable por la mayor rapidez de la circulación? ¿Qué decir de aquellas afecciones cardíacas que tienen por resultado una aceleración notable del pulso, lo cual coincide con temperaturas muy bajas, ó cuando inénos, con la temperatura normal? B. Teoría humoral.-"El calor patológico depende de la modi- ficación que sufre la sangre, bajo la influencia morbosa; modifi- cación que tiene por resultado aumentar las combustiones." Acor- des en el resultado no lo estamos en la causa. ¿Cuál es esa modifi- cación de la sangre que hasta ahora no ha podido revelarse ni en los análisis más delicados? ¿Por qué en los casos en que la modificación de la sangre es palpable, como en la clorosis y anemia, no hay cambio de temperatura? En la plétora, ¿por qué tampoco lo hay? A esta teoría, que funda la elevación del calor en una alteración primitiva de la sangre, podemos añadir la teoría de la fermenta- ción que, apoyándose, según dicen autores de mérito, en hechos in- completos, quiere explicar el calor patológico por la presencia de vibriones en la sangre de los febricitantes, así como en la de los animales inoculados con una materia infectante. Wachsmuth, exclusivista, refiere solo á la sangre la causa del aumento en la temperatura. Él dice que la combustión de los gló- bulos y no de las otras sustancias albuminoides é hidrocarbonadas, determina la fiebre, apoyándose en la existencia constante de un residuo hemato-globulino y de la materia colorante de la sangre en la orina. C. Teoría de la fiebre traumática.-Zimmermann y algunos otros 63 médicos, creen que la calentura proviene siempre del calor local, es decir, de una alteración de origen inflamatorio que sirve de fo- co calorífico para elevar la temperatura de la sangre. Dicen que en su paso, á través de este foco ó por su inmediación, roba el calor y lo comunica haciéndolo general. ¿Cuáles son los fundamentos de esta teoría? el haber observado alguna vez más alta la tempera- tura local que la general. No quiero citar hechos extranjeros que prueban lo contrario. Me referiré á unos cuantos experimen- tos que emprendí por órden del Sr. Dr. D. Miguel F. Jiménez en la clínica interna, donde era yo practicante. Se trataba de enfermos de erisipela: uno de ellos Juan Peña (cama uúm. 14), presentaba una erisipela de la cara, invadiendo parte de la cabeza y el lado iz- quierdo del dorso, parte superior. Se hicieron tres aplicaciones del termómetro, con las precauciones de que ántes hemos hablado, de- jando el instrumento durante veinte minutos. He aquí el resultado: Temperatura del lado sano 36°, 3. Diferencia Io, 9. Temperatura del lado enfermo .... 38°, 2. Diferencia Io, 4. Temperatura general (ambas axilas). 39°, 6. En la misma fecha de la observación anterior (C de Marzo de 1872), ocupó la cama núm. 34 de la Segunda Sección de Medi- cina, un niño de 9 años, Ismael González: erisipela de la cara, par- te de la piel de la cabeza, las dos orejas también se hallaban inva- didas. Apliqué el termómetro tras de la izquierda, comprimiendo su receptáculo con el pabellón del oido: 15 minutos después tomé la temperatura general, las cifras obtenidas fueron las siguientes: Parte enferma (oreja izquierda).... 38°, 9. Diferencia Io, 3. Temperatura general (axila) 40°, 2. En otro enfermo del mim. 11, con erisipela de la pierna y mus- lo izquierdos pude hacer el mismo experimento, vendando sucesi- vamente el receptáculo del termométro en el muslo enfermo y en el sano. Comparadas estas temperaturas entre sí, resultó, como era natural, más alta la del lado enfermo. Luego, comparando és- ta con la temperatura general, hallé una diferencia de más de un grado á favor de la última. En multitud de afecciones quirúrgicas, úlceras, fístulas, flegmones, etc., se ha visto por autores dignos de fé, la temperatura de las partes afectadas, menor que la general. Por tanto, no es posible que un foco de calor ofreciendo 39°, 0, eleve la temperatura de la sangre á 40°, 0. Es cierto que hay he- chos bien probados de calor más exagerado en la parte enferma que en la axila; pero el mismo aflujo sanguíneo ¿no podría explicarlo? ¿la actividad celular por la formación de nuevos elementos? Ade- más, estos casos son excepcionales; en la inmensa mayoría la tem- peratura general es más elevada. Por otra parte, dicen con funda- mento algunos de los opositores á esta teoría: si es preciso que siempre haya un foco para la manifestación del calor morboso, ¿có- mo explicarlo en esas fiebres que ántes de darse á conocer por al- gún otro síntoma, elevan notablemente la temperatura? ¿Cómo explicar también que existiendo el supuesto foco calorífico, la tem- peratura baja, sin que aquel sufra modificación alguna? Induda- blemente esta teoría no puede sostenerse, puesto que se apoya en un fundamento falso. Traube acepta como manantial del calor las combustiones orgá- nicas, y su exceso en las enfermedades lo explica por la retención de ese calor. Dice que el sistema nervioso, preside á la producción y pérdida del calor: pues bien, ciertas causas morbosas pueden criar en él un obstáculo para su acción compensadora; el sistema cere- bro-espinal turba la acción reguladora que ejercen los nervios va- so-motores sobre los capilares, de donde resulta el exceso de calor. El Dr. Hirtz dice que el sistema nervioso, por la influencia que ejerce sobre las combustiones orgánicas, causa inmediata del calor, determina su descenso ó aumento. Se ha querido hasta localizar la parte del órgano que alterada de cierta manera, determina el aumento de temperatura. Así, Traube opina que probablemente el centro calorífico se halla en la porción cervical de la medula espinal. Otros creen que existe una relación muy íntima entre la temperatura y el aumento de volúmen del hí- gado, bazo, etc. Estas son simplemente teorías, que incapaces de comprobarse, apartan de estudios más esenciales. Es fuerza convencerse: siempre habrá un más allá impenetra- 64 65 ble. Todos los fenómenos del organismo están enlazados, for- man una cadena; pero sus últimos eslabones no pertenecen á la tierra, y en vano el hombre se afanará en buscarlos. La investiga- ción de las causas que determinan un fenómeno cualquiera, debe llevarse hasta cierto grado, porque mucho avanza quien conoce el alcance de sus fuerzas. Querer localizar la producción de calor pa- tológico en un punto determinado del sistema nervioso, me pa- rece un error. ¿Por el hecho de que puncionado ligeramente el pi- so del cuarto ventrículo, aparece la orina con azúcar (Bernard), y que cuando la orina tiene glicosa la temperatura sufre cambios de diminución (Bouchardat), podemos deducir que toda alteración de temperatura, proviene de una alteración de esta parte del bulbo raquidiano? no. Ménos aún se podría generalizar como causa pa- ra la exacerbación del calor, el aumento del hígado ó del bazo, etc., que algunos autores han querido dar. No debemos en el estado actual de la ciencia buscar nuevos manantiales caloríficos para la explicación de la calentura, ó diminución en los que existen pa- ra la explicación de la algidez. Lo repetirémos aún: el hecho pal- pable es la existencia de las combustiones lentas que producen ca- lor: la irradiación hace perder continuamente cierta cantidad, y de ahí resulta el equilibrio, la média de temperatura. Estas combus- tiones pueden ser activadas por las causas morbosas, y entonces viene la calentura; ó languidecer, de donde resultará la algidez. Pa- ra el primer caso el movimiento circulatorio acelerado dará su con- tingente, convirtiendo algo de ese movimiento en calor; otro tanto la contracción. El sistema nervioso que preside á todas las funcio- nes, tiene bajo su dependencia la muy importante de la calorifica- ción, pero no puede determinarse qué parte se halla encargada de regirla, y aun es muy probable que muchas veces el calor se alte- re, sin existir la causa primordial en dicho sistema. PARTE SEGUNDA TERMOMETRÍA CLÍNICA ESPECIAL. Antes de entrar en materia, debo advertir que mi propósito era estudiar todas las fiebres é inflamaciones mas importantes, es de- cir, aquellas que influyen notablemente sobre la temperatura or- gánica. Al principiar mi estudio (Noviembre de 71) solo contaba con un termómetro, de suerte que me veía privado de poder hacer varias observaciones simultáneamente. Poco después dispuse de cuatro, pero como muchas ocasiones seguí la marcha del calor has- ta hallarse muy avanzada la convalecencia, resultó de ahí que hu- bo mes en que solo recogiera cuatro observaciones. Por fin, con un número mayor de termómetros, ayudado por algunas personas que se prestaron bondadosamente y no limitándome solo al Hospital San Andrés pude reunir algún número. Quizá no será suficiente para probar las ideas adquiridas, pero confio en que les dará algún valor, el esmero que he puesto en seguirlas, y la buena fe de que me hallo animado al redactarlas. Para la mejor comprensión de las láminas, repetiré aquí que las líneas verticales representan las mañanas y el intervalo de estas líneas las tardes. Cada grado de Ja escala está, como se ve, dividi- do en diez partes. La línea negra quebrada que atraviesa la plani- lla representa la temperatura, y la línea roja representa el pulso. Todas las temperaturas á que nos referimos han sido tomadas en la axila y siempre á mañana y tarde. El orden que seguirémos en las pocas enfermedades que vamos á estudiar, será el siguiente: 19 Tifo ó Tabardillo. 29 Fiebre ama- rilla, cuyas observaciones debo á la bondad del Dr. Molina, quien las siguió en Veracruz exclusivamente para mi tésis. 39 Intermi- tente simple. 49 Varioloides y viruela. 59 Erisipela espontánea. 69 Fiebre traumática y Fiebre de infección. 67 Respecto á flegmasías seguí algunos casos de neumonía, á la que consagrarémos un artículo especial. De afecciones orgánicas del corazón y reumatismo articular agudo tratarémos muy ligeramente. Hablaré también de la temperatura en la hemiplegia. Valor mé- dico-legal de este signo. Breve descripción del puerperio normal, relación de sus princi- pales fenómenos con la temperatura. Puerperio complicado. Ter- minando este trabajo con una pequeña serie de proposiciones ge- nerales. I Tifo exantemático. En vano desearía hablar de los cambios que sufre la temperatu- ra durante la incubación y en el período que los autores designan bajo el nombre de prodrómico. Con dificultad he podido recoger alguna observación desde el principio de la enfermedad, es decir, cuando los calofríos, la cefalalgia, la calentura, en fin, se inician. Desde este momento hasta el fin de ella cuando es feliz, hay tres períodos termométricos, que no corresponden á los períodos des- critos por Grisolle y otros autores. Vamos á examinarlos separa- damente. l.er Período. Pirogenético.-El primer dia y el segundo, la línea térmica es ascendente, pero con sus remisiones por las mañanas. La temperatura observada en la tercera mañana, excede á veces más de un grado á la obtenida en la primera tarde. En los casos que he seguido, nunca la diferencia fué menor de medio grado. La temperatura de la segunda tarde excede en más de un grado á la temperatura de la primera tarde. El máximum es de 40°, 0 ó poco ménos á 40°, 5, que toca partiendo de los 38°, 0 ó 39°, 0. En re- súmen, la marcha más común en este período es la ascendente os- cilatoria rápida. También no es raro observar la temperatura má- ximum, la que dá el carácter á la enfermedad en la tarde del se- gundo dia. 68 29 Período. Fastigium.-Un tifo que no presentase complica- ción de ninguna especie y cuyo tratamiento fuese moderado, ofre- cería indudablemente fastigium lento ligeramente oscilatorio. Yo no lo be observado así: después de dos, tres ó cuatro dias que ha seguido una marcha regular, en la cual se vé la curva termomé- trica, presentando oscilaciones ligeras, un ascenso ó descenso rá- pido, súbito, viene á cortar esta marcha uniforme. Siempre le he hallado al segundo fenómeno (descenso rápido) alguna explicación. Para el primer caso de ascenso repentino, creen algunos que puede ser debido á complicaciones flegmásicas, ó lo que es más probable, á la proximidad de la agonía (Jaccoud). Para el segundo hay que distinguir dos especies, ó la temperatura baja regularmente | gra- do, 1 grado, ó baja rápidamente dos grados y aun más. Ya veré- mos después ]a interpretación que debe darse á estos fenómenos. Generalmente las oscilaciones que se observan durante el segun- do período son irregulares, es decir, la diferencia entre las tempe- raturas de la mañana y de la tarde varia entre cuatro décimos y un grado y medio. Puede suceder también que las exacerbaciones, en vez de verificarse por la tarde, tengan lugar en la mañana, pre- sentando una diferencia bien notable. Poseo una observación de esta especie de que hago un extracto: Cama núm. 0 12, Francisco Escobar, N. de México, 22 años, panadero, principió á es- tar enfermo el mártes 2 de Julio de 1872. Primeros síntomas: calofríos, calentura, cefa- lalgia y sudor. El juéves 4 sangre por las narices. En los dias siguientes continuó la ca- lentura muy intensa. El miércoles 10 principié la observación: llevaba cuatro dias de no evacuar. Orinas excesivamente rojas. Días. Horas. Inspiraciones. Pulso. Temperatura. Observaciones. Miércoles 10 á las 9 32 128 40°, 3 Purgante. Linaza. Lavativa emoliente. 7 24 112 38°, 9 Más tranquilo. Juéves 11 álas 8 30 148 40°, 0 Orinas mas rojas que al principio. 6 26 132 37°, 4 Viémes 12 álas 8 32 128 40°, 8 4 32 128 39°, 4 Mucho sudor. Sábado 13 á las 8 24 80 36°, 6 6 26 84 37°, 5 Convalecencia franca. La observación fué seguida aún por cuatro dias, en los cuales la temperatura estuvo oscilando en sus límites fisiológicos. Como se vé, las exacerbaciones de más de un grado, tuvieron lugar el 9.° 10.° y 11.° dias de enfermedad, siempre por la mañana. El Sr. Du- que Estrada me ayudó á seguir esta observación. 69 Este período fastigium es el más largo, le he visto durar en los casos felices de 7 á 10 dias, oscilando la curva térmica entre 38°, 5 y 40°, 0 ó más. En una observación de tifo que tuvo la bondad de comunicarme el estudioso y aprovechado joven D. Juan Campos, la temperatura bajó á los 37°, 0, hasta el duodécimo dia; el caso era feliz: desde el octavo dia de enfermedad, cuando la mujer en- tró al Hospital de San Andrés, principió el Sr. Campos á tomar la temperatura y obtuvo la cifra mayor 39°, 0 la tarde de este dia, 21 de Marzo de 1872. 3.er Período. Defervescencia.-El descenso ála temperatura nor- mal, tiene lugar de un modo análogo al ascenso. Como hemos di- cho ántes al tratar de la marcha de la temperatura en general, puede suceder que la defervescencia sea rápida sin oscilación ó rápida oscilante; en este último caso dos dias bastan para que la cifra termométrica sea la normal 37°, 0. Esto puede coincidir con algunos fenómenos críticos; generalmente faltan. En la observa- ción citada mas arriba de Francisco Escobar, parece que el undé- cimo dia coincidió la caida de temperatura, con abundante sudor que se prolongó en la noche, según me contó el enfermo la maña- na del 13. Lo que he observado más constantemente, es el cam- bio de coloración de la orina; de roja que era, se pone amarillo-pá- lida, ó por lo ménos el enrojecimiento disminuye. Veamos ahora de este ligero cuadro las inducciones que pode- mos sacar para el diagnóstico, pronóstico y tratamiento. Diagnóstico. El Dr. Jaccoud, en su Clínica médica, pág. 592, establece para el diagnóstico de la fiebre tifoidea (tifo abdominal) las proposiciones siguientes: "Toda enfermedad que al primero ó segundo dia ofrezca una temperatura de 40°, 0 no es una fiebre ti- foidea. Toda enfermedad que después del cuarto dia tiene una tem- peratura inferior de 39°, 0 no es fiebre tifoidea. Toda enfermedad que en los siete primeros dias presente, aunque sea en una sola vez, una temperatura normal, no es fiebre tifoidea; tampoco lo será aquella que en la segunda mitad del primer septenario, presente una temperatura siempre inferior á 39°, 5." Por estas sábias pro- posiciones, hijas de una experimentación cuidadosa, se han llegado á excluir las muchas enfermedades que en los primeros dias pue- 70 den hacer incierto el diagnóstico de la fiebre tifoidea. Ensayémos para el tifo exantemático la misma idea de exclusión. En primer lugar, ¿cómo distinguirlo de la fiebre tifoidea? Aunque en México esta última sea rara no podemos excluirla del todo, porque hay ca- sos bien probados de su existencia (acabamos de ver uno en San Andrés). Para distinguirla, debemos fijarnos en la marcha de la temperatura durante los dos primeros dias y en su grado. El tifo exantemático en dos dias llega á su máximum: el tifo abdominal llega mas tarde, cuarto ó quinto dia; las oscilaciones en el tifo exan- temático son súbitas; en la segunda especie asciende la tempera- tura con oscilaciones ligeras. Respecto al grado, el tifo exantemá- tico en la tarde del segundo dia, ó en la tercera mañana, si las exa- cerbaciones son á la inversa, toca la cifra 40°, 0 ó pasa de ella: la fie- bre tifoidea en la tarde del segundo dia se halla en 39°, 0, puede no tocarlos ó pasar, pero este exceso de 39°, 0 no llega á medio grado. Este diagnóstico diferencial, lo repetimos, no será aquí tan im- portante por la rareza de la fiebre tifoidea. Pero aun hay otros dos estados febriles que, ligeros y sin consecuencias funestas, dejan fre- cuentemente al médico en la mas completa incertidumbre ántes del tercer dia; quiero hablar de la fiebre efímera y de la fiebre sinoca (1). La remisión en la fiebre efímera es muy notable, mayor que en el tifo, su período ascensional es rápido. Si toca la cifra de 40°, 0 es solamente la primera tarde; con este hecho se puede excluir la idea de tifo. Si la temperatura de la primera tarde oscilara entre 38°, 5 y 39°, 0 seria muy sospechosa; pero á la mañana siguiente se es- tablecería el diagnóstico, porque en el tifo la remisión no llegaría á un grado, miéntras que la efímera en su remisión pasaría de él. No podría citar un caso mas comprobante de diagnóstico exacto, hecho simplemente por las cifras termométricas que el del Dr. Ban- (1) Estas fiebres ya no se describen en muchos autores modernos como Niemeyer ba- jo los nombres que aquí aceptamos. Volviendo á la antigua idea, se les da el nombre de fiebres gástrica, biliosa, catarral, etc. No podemos convenir en esto y continuarémos lla- mándolas efímera, sinoca, etc., porque si á veces las alteraciones funcionales por parte de los órganos digestivos, pueden explicamos su existencia, hay casos, y quizá los mas fre- cuentes, en que nada se percibe mas que la calentura. Pero acéptese la denominación que se quiera, el hecho es que esas fiebres gástrica ó efímera, sinoca, etc., pueden en su princi- pio hacer vacilar al práctico sobre la clase de fiebre con que tiene que tratar: de esta du- da, de esta vacilación, solo el termómetro puede sacarle en dos ó tres aplicaciones. 71 dera. Se trataba de dos niños llevados del Tecpam, donde reinaba el tifo, al Hospital San Andrés; ambos se hallaban en el segundo dia de calentura; se creía que ambos eran víctimas del tifo: el Sr. Bandera mandó aplicarles el termómetro; comparando las cifras ob- tenidas en las que hubo su regular diferencia, declaró con tifo al de temperatura mas elevada, con fiebre efímera al otro: pronto es- te diagnóstico se halló plenamente confirmado. Este hecho y otros semejantes que cuentan en la Capital los pocos médicos que usan el termómetro, hablan muy alto en su favor. Se dirá tal vez que la in- dicación del pulso es suficiente; pero si se reflexiona en las muchas circunstancias que pueden influir para alterar el número de pulsa- ciones, en la diferencia notable y no fija del pulso según las edades, en la imposibilidad que hay á veces para contarlo como en los ni- ños, no podrá negarse la supremacía del termómetro; porque el ca- lor no está sujeto á las mismas alteraciones, depende de una cau- sa química, la combustión, y solo lo que obre directamente sobre ella podrá alterarlo. Ademas, el fenómeno primordial, característico en la fiebre es el exceso de calor, que no puede apreciarse exactamen- te tocando al enfermo ó pulsándolo, de suerte que para estos casos su utilidad es incontestable; pero continuemos nuestro punto. La fiebre efímera, como es pasajera en sus otros síntomas lo es en la temperatura. Dibujada la curva térmica, aparece tocando en el es- pacio de tres dias como cifras principales de 37°, 0 á 38°, 0 que parte, 39°, 9. 38°, 4. 38°, 6. 37°, 8. 37°, 7, etc. (Véase la lám. I, fig. 15, línea negra de puntos.) Podrá ser más ó ménos, pero no cambiar mucho: aun cuando se prolongue mas tiempo, su tempe- ratura siempre irá en descenso ó al ménos no ascendente. La fiebre septenaria, casi semejante á la efímera en su marcha ascendente, puede hacer vacilar algo en el diagnóstico, porque aun al tercer y cuarto dia suele ofrecer temperaturas elevadas, pero siempre su curva térmica la aleja del tifo. Véase la siguiente ob- servación: 72 Juan García, 14 años, constitución regular, sastre. Entró á la sala de clínica en San Andrés el 30 de Enero de 1872. Cama núm. 0 33. El domingo 28 principió su enferme- dad, que según dicho del enfermo había consistido en cefalalgia y calentura, dolor en las articulaciones, pérdida del apetito, sed, etc. El dia 30 á las 7 de la noche lo vimos por primera vez: le dolía la cabeza, sentía su cuerpo cansado. Días. Horas. Pulso. Temperatura. Deducciones. Mártes 30 á las 7 noche 110 39°, 2 • f Esto me hizo creer que no se , trataba de un tifo, porque seria | muy raro que al principiar la f noche del tercer día solo ofrecie- | ra 39o, 2, cuando es común en el tifo hallar al tercer dia más de < 40°, 0. Miércoles 31 á las 100 37°, 8 Certidumbre absoluta de que no era tifo, y sí efímera ó sinoca. á las 82 37°, 4 Feb. jnéves 1? á las 96 37°, 8 Fiebre septenaria. á las 6A 96 48°, 0 Viémes 2 á las 8 90 37°, 3 á las 76 38°, 2 Sábado 3 á las 8¿ 82 37°, 5 á las 5 76 37°, 9 Domingo 4 á las 8j 76 37°, 0 Desde este momento ya no volvió á exacerbarse el calor, pues se halló normal en seis observaciones posteriores. El caso que acabamos de referir, me parece de alguna importan- cia. Llamado el médico junto á un enfermo que lleva tres dias de calentura, y á quien halla con 110 pulsaciones por minuto y sin ningún síntoma local que explique la reacción, ¿cómo saber de qué se trata? ¿Cómo dar un pronóstico sobre ese enfermo? Ateniéndo- se sobre todo á los datos termométricos. Creería inútil dar el diagnóstico diferencial del tifo con algunas flegmasías que en su principio podrían confundirse, porque siem- pre habrá para distinguirlas algún síntoma propio, de mas valor que los datos suministrados por el termómetro. Solo mencionaré la diferencia de ascenso que hay entre la neumonía y el tifo. En la neumonía la temperatura se eleva desde el primer dia hasta 40°, 0; 24 ó 38 horas bastan para este ascenso. En el tifo ya he- mos visto que se necesitan 48 horas ó tres dias para que toque los 40°, 0. Con la fiebre intermitente la confusión apénas seria posi- ble; rápidamente llega á los 41°, 0 ó poco ménos, y la apirexia que sucede indica claramente cuál es la enfermedad. Pronóstico.-Inducciones útiles nos da el termómetro en el 73 pronóstico del tifo. Durante el fastigium, toda temperatura que llegue progresivamente á 41°, 0 ó pase de esta cifra, puede hacernos augurar la muerte próxima. Entre las observaciones que poseo de esta enfermedad, hallo una que puede comprobar lo que asenta- mos: se trataba de un enfermo que ocupó la cama núm. 0 35 de la 2* Sección de Medicina, hospital de San Andrés; parecía estar en el sexto dia de principiada la fiebre; á la segunda tarde de su perma- nencia en el hospital, el Sr. Ramiro, practicante de guardia, notó 41°, y una fracción; el enfermo murió al siguiente dia. Ignoro si el tifo podrá tocar la cifra 42°, 0; pero si llegase á ella, la muerte seria evidente. El Dr. Bandera me decia, y con justicia: "La sangre calentada á 42°, 0 mata al individuo." Yo admito esta proposición del Sr. Bandera; no vacilaría en afirmar la muerte (poco importa la en- fermedad que fuese), si en una de las aplicaciones del termómetro me diese 42°, 0. Se dice (Wunderlich) que en el tétanos ha llega- do á 43°, 0 y aun á 44°, 0; pero bueno es saber que de los casos mencionados todos fueron funestos. En el tifo una temperatura de 41°, 0 á 42°, 0 es mortal. De 40°, 0 á 41°, 0 grave. De 39°, 0 á 40°, 0 la mas común, favorable, y muy benigna cuando solo oscila entre 38°, 5 y 39°, 5. Esto respecto al grado. Respecto á la mar- cha, un ascenso súbito durante el fastigium (yo no lo he visto), in- dica, según Jaccoud, la proximidad de la agonía. Un descenso re- pentino, lo que sí he observado, haciéndose desde un grado alto y sin que coincida con una diminución favorable de otros síntomas, es casi indicio seguro de muerte. Esto que decimos del tifo, lo aprendí en otras enfermedades; por analogía creí poderlo apli- car á esta fiebre; comuniqué estas ideas al Sr. D. Juan Campos, que me recogía observaciones, y pocos dias después, al darme un caso de tabardillo, me decia haber visto confirmado el pronóstico grave, muy grave, fundado en esa circunstancia. He dibujado la pequeña observación del Sr. Campos, y el descenso que tuvo lugar víspera de la muerte, fué de 2o, 1. (Véase la lám. I, fig. 2.) He- mos dicho que el tifo termina generalmente de un modo repentino. ¿Cómo interpretar si este descenso rápido es favorable ó mortal? Cuando la temperatura en el fastigium ha tocado cifras muy altas, una caída repentina es mortal: significa una hemorragia ó colap- sus del corazón, etc. Si la caida se hace habiendo oscilado la tem- peratura entre los 38°, 8 y 39°, 8, su significación es favorable: exa- minando con cuidado, tal vez hasta coincidirá con la aparición de sudores ú otro fenómeno crítico cualquiera. Las anomalías en la marcha de la temperatura siempre son un mal indicio, aunque no forzosamente sean seguidas de la muerte. Tratamiento.-Se sabe que la fiebre mata por sí sola. Recor- dando que el pulso muchas veces se mantiene en 100 ó 112 mién- tras que la temperatura oscila entre 38°, 0, .39°, 0 ó 40°, 0, se pue- de comprender luego su gran auxilio para las indicaciones. La te- rapéutica posée medios poderosos para disminuir el calor; su útil aplicación da resultados verdaderamente felices. En una tempera- tura muy alta, los evacuantes, el sulfato de quinina, la digital, son buenos adyuvantes. Respecto á las emisiones sanguíneas no me parecen eficaces; las he visto proscritas por médicos muy compe- tentes. El tártaro, según la opinión de Jaccoud, es comunmente segui- do de malos resultados, no obstante la opinión contraria profesa- da por Graves. En la observación dibujada y adjunta del Sr. Cam- pos, el cambio súbito de temperatura sobrevino durante la admi- nistración del emético á dosis refracta: no diria yo que á esto fué debida la muerte, de ningún modo, solo señalo esa coincidencia que aparentemente favorece la opinión de Jaccoud; pero ántes de aban- donar este punto tan importante en la terapéutica del tifo, creo útil hacer ver la mala interpretación dada por el Dr. Jaccoud al método que Graves ha seguido. En efecto, Graves dice: "el tárta- ro para los tifoideos solo conviene en los casos de delirio, rubicun- dez de la cara, inyección de la conjuntiva ocular, es decir, cuando presentan en todo un delirio semejante al de los alcohólicos." Co- mo me decia muy bien el Sr. Dr. D. Francisco Montes de Oca, persona cuya práctica en esta materia es bien conocida, ¿cuál es la crítica de Jaccoud respecto al método de Graves? dice del tár- taro. "No obstante sus propiedades antipiréticas os induzco á no recurrir jamas á él en semejantes circunstancias (viene hablando del gasto que la fiebre hace por sí sola en la economía, gasto que 74 75 puede ocasionar la muerte). Graves se felicitaba mucho de su em- pleo en el tifo exantemático de Irlanda; pero después de numero- sas tentativas, para las cuales me he conformado rigurosamente á sus indicaciones, puedo aseguraros que en el tifo abdominal de nuestro país, esta medicación me ha parecido siempre mas mala que útil." Desde luego, qué comparación establecer entre el tifo, propiamente dicho, y la fiebre tifoidea, entidades morbosas dife- rentes. Y ¿por qué Jaccoud dice hablando del exceso de fiebre que tanto consume la economía, "no obstante sus propiedades an- tipiréticas, etc."; ¿qué acaso Graves lo ha creído útil para los casos exclusivos de una reacción exagerada? De ningún modo: él decia á sus discípulos, ante muchos de esos tifoideos que abandonan su le- cho y por la fuerza de su delirio son capaces como se ha visto de arrojarse de una altura considerable: "todo esto calmará, el enfer- mo volverá á su cama, así que logrémos obtener con el tártaro la primera evacuación." Y esto ha pasado ante muchas personas; las observaciones que posée no son de gabinete. El éxito de su método será igual, siempre que se aplique contra la misma en- fermedad y en las mismas circunstancias. Todo esto no deja de ser extraño á la cuestión que nos ocupa; pero la importancia del tratamiento en esta enfermedad es tal, que creo preciso insistir un poco más. El tifo es una de aquellas enfermedades, me decía el Sr. Montes de Oca, en que más se necesita la presencia del médico, y su intervención oportuna es mucha veces la salvación del enfermo. Tampoco debe perderse de vista que los medicamentos, por insigni- ficantes que sean, aplicados sin indicación, hacen muchísimo mal: en estos casos, una sábia expectación será el mejor tratamiento. Vi- gilar continuamente y no intervenir sino cuando sea necesario: hé aquí, en pocas palabras, la conducta mas acertada. Entre los casos mas notables que recuerdo de tifo, hay uno perte- neciente al Sr. Muñoz. Indirectamente sacó indicaciones del ca- lor, para dar un baño tibio que fué repetido con frecuencia hasta la caída de la fiebre y curación. El termómetro nos serviría como base mas sólida para saber diariamente el valor de los medios te- rapéuticos empleados. El Sr. Dr. D. Miguel F. Jiménez, utiliza también la aplicación diaria del termómetro para indicaciones te- 76 rapéuticas, y hemos podido notar más de una vez la buena influen- cia de la digital y otros medios empleados. Al abandonar este punto, solo debemos por último insistir en la diferencia esencial que existe entre el tifo y la fiebre tifoidea, ó el tifo exantemático y el tifo abdominal como son conocidos última- mente. Si en todo fuesen semejantes, si los síntomas del uno exis- tiesen en el otro, pero la temperatura conservase siempre su ca- rácter, tanto en el grado como en la marcha, la diferencia existi- ría. Hoy, pues, el estudio termométrico de ambas enfermedades es una confirmación de la idea, justamente adquirida y que en Mé- xico jamas se ha perdido: "la fiebre tifoidea y el tifo son dos en- tidades morbosas diferentes." ¿Sucederá lo mismo entre el tifo de Europa y el tifo de México? Por lo poco que he visto, creo igual en ambos la marcha del calor: no creo sea este el signo en que se ha- lle la diferencia esencial. Explicación de la lámina I. La figura 1* representa el término medio en la marcha del tifo, fiebre efímera y fiebre sinoca, con la duración aproximativa más común. La línea quebrada roja, representa la fiebre septenaria, y desde el vértice que forma en la tarde del tercer dia, las cifras corresponden á la observación de fiebre sinoca, citada en la pág. 72. La defervescen- cia del tifo, expresado con la línea gruesa negra, no es la más común; pero sí se obser- va de ese modo y es el término medio entre la defervescencia súbita que suele hacer- se entre los 10 y 12 dias, y la más frecuente que tiene lugar entre los 7 y los 9. Respecto á la fiebre efímera expresada con puntos negros, hemos tomado para trazar su marcha las cifras más frecuentes que hallamos en dos observaciones que me comunicó mi com- pañero D. José María Calderón, y otras dos que recogí personalmente. La figura 2? es la observación que el Sr. Campos me comunicó de una enferma de tifo entrada á San Andrés el 26 de Abril, teniendo ocho dias de principiada su enferme- dad: el método curativo consistió en evacuantes. Los tres últimos dias se le ordenó el tártaro en dosis excesivamente débiles. Murió el 1? de Mayo. Xwqaa A HI rr? *-• 3 ° sr z0, m O _< PD -- ' r~- ' i p" lÁM.l. ■ 11 frico, .dgosto 16 de 1872. Cuadro comparativo que representa la marcha de las tres fiebres. TABARDILLO, FIEBRE EFIMERA Y SEPTENARIA. +c llurió Esta observación, fue recogida jwrd- Sr l)n . Juan, Campes. . fffrico. Kaifc 2 de 1872 Fig.2a Tabardillo Muger de 25 años. Hospital Sn. Andrés. Med.de Mugeres.Cama 75. 77 II Fiebre amarilla. Muy pocos casos he podido ver de esta enfermedad terrible, du- rante una permanencia de 26 dias en la ciudad de Veracruz. No hice observaciones termométricas de ella; pero gracias á la bondad del Sr. Molina, médico que ejerce en aquel puerto, cuento con diez y seis observaciones, de que harémos conocer las más importantes. En muchas de ellas la temperatura solo filé tomada por las maña- nas; pero la observación dibujada en la lám. II., fig. ha sido recogida con toda curiosidad y esmero por el mismo señor: ella pue- de dar una idea de los cambios que sufre el calor en la fiebre ama- rilla, siendo el caso funesto. En su invasión, el vómito marcha tan rápidamente como una neumonía ó quizá más. Por los casos que poseo, desde el segundo dia toca la cifra 40°, 0, y las más veces pasa de ella dando por la mañana hasta 40°, 6. Se mantiene generalmente oscilando entre 40°, 0 y 41°, 0; así dura tres ó cuatro dias. Si el término es feliz, ántes del cuarto principia á decrecer la temperatura, siguiéndola el pulso aunque no constantemente ni con toda precisión, como va- mos á verlo. El decrecimiento de temperatura se hace con regu- laridad de medio en medio grado ó un grado completo; pero de las observaciones que poseo, nunca en los casos felices saltó repenti- namente dos grados, cuando más descendió Io, 7. Si la terminación es mala entre el tercero ó quinto dia, un descenso súbito, rápido y considerable, indica que ya la hemorragia se hizo, y en tales cir- cunstancias la terapéutica es impotente, los vómitos aparecen bien pronto y como consecuencia forzosa la muerte. Creo que este des- censo repentino de temperatura no tiene excepción en los casos mor- tales, y hé aquí por qué: el vómito en los hechos que yo presencié y en muchos que me han referido los Sres. Pombo (D. Ignacio), Molina y Artigas, médicos todos que practican en Veracruz, mata por hemorragia. Pues bien: ya sabemos que siempre que hay una pérdida considerable, la temperatura baja: en el vómito ó fiebre 78 amarilla, cuyos casos funestos lo son por esa hemorragia, es claro que la temperatura siempre sufrirá ese descenso repentino. Pero oigamos al mismo Dr. Molina: un párrafo de la primera carta en que me remitió algunas observaciones, dice así: "Estos pocos casos le darán á usted alguna idea de la gravedad del vómito: lo mas notable es que cuando la temperatura baja vio- lentamente dos ó tres grados, luego viene el vómito característico, el pulso se concentra, y no hay poder humano que salve á estos desgraciados." Existe un signo pronóstico al cual el Dr. Pombo da una gran im- portancia. Muchas veces, acompañándole en su visita de hospital y aun en varias casas particulares, me hizo notar todo su valor. Es- te signo es la congestión de las encías, y una fagita primero roja y luego morada que aparece en el borde dentario ó alveolar de la en- cía. Este signo indica que la hemorragia ya tuvo lugar, y debo confe- sar que en los pocos casos que vi, nunca faltó para los que fueron mortales. Ahora bien, ¿el termómetro no podría indicarnos esto con más anticipación? quizá, y habría gran ventaja en conocerlo. Nada tenemos que decir del diagnóstico en esta enfermedad. Ya se sabe que la fiebre amarilla pertenece á Veracruz y sus alrede- dores. En México suele verse algún caso, y el diagnóstico se forma cuando se sabe que el individuo acaba de llegar de Veracruz, que no es veracruzano ni ha sufrido nunca esta enfermedad. Por lo que hace á Veracruz, un catarro en una persona recien llegada ó que ha permanecido allá sin haber sufrido nunca la fiebre amarilla, ya hace sospechar seriamente que sea ella: pero en fin, como podría tratarse en realidad de un coriza, sí creo tendría allí valor la apli- cación del termómetro, pues por intenso que fuera, no sigue la mis- ma marcha su temperatura, ni tocando cifras tan elevadas como la fiebre amarilla: una sola aplicación bastaría indudablemente. Darémos en extracto algunas observaciones: HOMBRE DE 28 AÑOS. HOSPITAL DE SAN CARLOS. 2? dia de enfermedad. Pulso 98 Temperatura 40°, 0 3" dia „ „ „ 48 „ 38°, 6 4? „ „ „ „ 80 „ 38°, 0 5? „ „ „ „ 72 „ 37°, 0 6? „ „ „ „ 70 „ 37°, 0 Icteria (Hemorragia lige- ra por las encías.) Convalecencia franca. 79 OTRO PRINCIPIADO DESDE EL TERCER DIA. 3.er dia de enfermedad. Pulso 96 Temperatura 38°, 0 4? „ „ „ „ 88 „ 37°, 0 5? „ „ „ „ 80 „ 36°, 0 6? „ „ „ „ 84 „ 36°, 4 7? „ „ „ „ 80 „ 37°, 0 TERMINACION FELIZ. Para los casos mortales hé aquí la marcha, con una sola obser- vación diaria: 2? dia de enfermedad. Pulso 120 Temperatura 40°, 6 3." „ a n n 120 „ 40°, 0 4? „ ,i „ „ 120 „ 40% 0 5? „ „ „ „ 128 „ 37° 6 Murió bajando la temperatura repentinamente como está ex- presado en la última cifra 2o, 4. INDIVIDUO DE 38 AÑOS. 3.er dia de enfermedad. Pulso 100 Temperatura 40°, 2 4? „ „ „ „ 100 „ 37° 6 kO No había ya QKO 4 » » » » en las radiales » > * 6? „ „ „ „ „ 34° 0 Murió, previéndolo el médico desde el cuarto dia, en que un des- censo rápido de 2o, 6 indicaba haberse hecho la hemorragia. HOMBRE DE 25 AÑOS. 3.er dia de enfermedad. Pulso 100 AO >f n » Excesivamente concentrado, 100 Temperatura 40°, 0 QOO A » > * 5? ,, ,, ,, Como la víspera ,, 35°, 0 En este caso, como en el anterior, fué indicio de la muerte la diferencia de 3o, 6, observada del tercero al cuarto dia. Como las observaciones citadas, son las demas que el Sr. Moli- na me remitió. Hasta aquí se forma una idea sobre la marcha de la temperatura en esta enfermedad; faltaba saber la diferencia que existe entre la remisión y exacerbación; era preciso conocer las al- teraciones de temperatura desde el primer dia. Supliqué de nuevo al Sr. Molina me hiciera favor de recogerlas mas detalladamente, y tuvo la deferencia de seguir con el mayor cuidado posible otras observaciones. En la fiebre amarilla el período pirogenético pasa desapercibido! dos horas, ménos aún, son suficientes para que la temperatura se eleve notablemente. Al observar al enfermo desde la primera ma- ñana, se halla comunmente un pulso á 100, y una temperatura siempre superior á 40°, 0, ya sea el caso benigno ó grave. Muy poco se mantiene á esta altura; de suerte que el 2? período ó fas- tigium, dura generalmente de dos á cuatro dias. La curva térmi- ca apénas oscila: puede haber exacerbaciones imperceptibles de tres, cuatro ó cinco décimos: no siempre se observan. En el decrecimiento está el peligro como ya dijimos. Si la defervescencia se hace lenta- mente bajando un grado, grado y medio ó poco más, la termina- ción es favorable. Si el descenso se hace súbitamente, es con cer- teza indicio de la muerte. El pulso, como puede juzgarse por las observaciones de que hemos hecho mención, tiene tendencia á per- manecer estacionario: cuando la hemorragia se hace, generalmente se concentra hasta tal punto, que es á veces muy difícil contarlo. No sigue la misma marcha de la temperatura, y no es extraño en los trazos hallar sus vértices opuestos á los de la línea térmica. No creo que deba pasar por alto, aun cuando sea extraño al pun- to de que me ocupo, el tratamiento usado en Veracruz con mejor éxito, para combatir la fiebre amarilla. Evacuación de las vías digestivas: Aceite de ricino 60, gramos. Si dos ó tres horas después no surte efecto, se repite la misma dosis. Algunos dan desde la primera vez una dosis más fuerte. Lavativas grandes de agua salada según la fórmula siguiente: Agua 500, gramos Sulfato de magnesia 4, Cloruro de sodio 8, En Veracruz se mandan lavativas de agua de mar. 80 LIMONADA NITRICA. Limonada 500, gramos. Nitrato de potasa 2, Fig 2? Hospí Sn.Cárlos.Veracruz. Dibujadas según las observaciones queme remitió el Dr.. Molina, de Idracraz. FIEBRE AMARILLA. Fig.l* Hosp! Sn.Cárlos.Veracruz. Julio /O de l<¥72 LAN. II. Si los movimientos del corazón son muy precipitados, conviene añadir á la limonada: Tintura de digital 2, gramos. Para tomar del todo medios pozuelos c. h. Si el hígado está congestionado y la secreción biliar más ó me- nos alterada, se dará c. h., ó. c. | h. un papel de estos: Calomel 0, 15 centigramos. Nitrato potasa 0, 60 Polvo de azúcar s. q p'? 12 pp. Deben usarse con toda prontitud los tónicos astringentes, si hay señal de hemorragia intestinal. Si las náuseas son muy tenaces, un vejigatorio al epigastro curado con morfina produce buen efec- to. Cuando el pulso pequeño y concentrado coincide con los otros síntomas que hemos dado (faja violeta en las encías, descenso sú- bito de temperatura), todo esto es indicio de que la hemorragia ya se efectuó, y en tales circunstancias la terapéutica es impotente. ( Molina.) 81 Fig. 1? La observación que representa esa curva térmica, filé recogida en el Hospital de San Cárlos. Se trataba de un joven de 19 años, de constitución robusta, soldado. Ocu- pó la cama núm. 54 de la '"Sala Hidalgo." Llevaba algunos dias de permanencia en el hospital, por haber sufrido una ligera fiebre catarral y á esa casualidad se debió el poder hacer la observación desde el primer día. Pasando su visita el Sr. Molina, lo halló de nuevo con calentura, y supo por él mismo, que esa mañana habia principiado con la fie- bre. Hizo inmediatamente la aplicación del termómetro; eran las 9 de la mañana y ha- lló 40°, 4. No dudó que se trataba del vómito, y continuó la observación. Esto pasaba el 11 de Julio. El dia 12 continuó lo mismo. El dia 13 tenia la lengua muy seca y hubo una ligera hemorragia por las encías. El dia 14, cuarto de observación, no ofreció por la mañana nada notable. En la tarde, la temperatura se halló muy baja relativamente, en el límite normal; el pulso aumentó, pero era pequeño; el estado general malo. A la ma- ñana siguiente se hallaba muy grave, el pulso habia desaparecido: por una pura curiosi- dad repitió el Sr. Molina la observación termométrica, y se hallaron 35u, 4; ese dia murió. La fig. 2? expresa aproximativamente el término medio de la marcha de la tempera- tura y pulso en los casos felices. Está formada tomando datos de seis observaciones cu- ya terminación fué favorable. Faltan la observación de la primera mañana y primera tarde, porque en ninguna estaba mencionada; pero lo que ántes dijimos, y la fig. 1? de esta misma lámina completarán la idea. Ambos trazados según se vé son característicos. Explicación de la lámina II. 82 III Fiebre intermitente. Pocas enfermedades habrá cuyo estudio termométrico sea tan curioso é importante como la fiebre intermitente. Tengo la satis- facción de poder ofrecer observaciones muy detalladas en esta en- fermedad. Las curvas térmicas representadas en las láminas III, IV y V son la expresión fiel de la marcha de la temperatura en accesos completos. Debo decir, que para este trabajo que reque- ria algún sacrificio y mucha paciencia, me ayudaron eficazmente mis compañeros los Sres. D. José María Altamirano y D. Juan I. Vasconcelos. Colocábamos el termómetro una hora ó más ántes de que principiara el acceso, y de cuarto en cuarto de hora hacía- mos la anotación del número de inspiraciones, número de pulsa- ciones y temperatura. Yo examinaba, siempre que me era posible, la orina de dichos enfermos. Hubo acceso que durara más de tre- ce horas; en el enfermo que estudió el Sr. Vasconcelos hallamos un ejemplo; yo fui testigo de su constancia, y creo un deber darle aquí público testimonio de mi gratitud, lo mismo que al Sr. Alta- mirano. En un acceso de fiebre intermitente se distinguen dos períodos, pirogenético y de defervescencia. No hay período estacionario ó fastigium; yo no considero así esa detención de un cuarto de hora á lo mas, que sufre la temperatura llegada al máximun; fenóme- no que no es constante, como se ve en la lámina V. Estudiemos sucesivamente cada uno de estos períodos. 19 Pirogenético.-El calosfrío, se habia dicho, es el fenómeno inicial de toda fiebre; vino el termómetro y desmintió la proposi- ción. El fenómeno inicial de la fiebre es un trabajo secreto del or- ganismo, que principia á efectuarse sin conciencia del enfermo; pero ese estado no dura mucho. Despierta bien pronto sensacio- nes desagradables, indefinibles, á las que llamamos malestar. Aplí- quese el termómetro áutes de que ese malestar principie y obsér- vese el índice mercurial. Bien pronto la temperatura sale del lí- mite fisiológico; pasa un décimo, dos. Pregúntese al enfermo qué siente: decaimiento, quebranto, dolor de cabeza, quizá lumbar se- rán los síntomas principales. Continúa lentamente la ascensión del mercurio, de tres en tres minutos avanza un décimo; pasa así los 38°,0; los síntomas primitivos persisten. En ese momento la orina, comparada con la que se haya expulsado dos horas ántes ó más, ofrece una diferencia en su coloración, está más roja, más irritada, como dicen los enfermos. Entre los 38°, 0 y 39°, 0 co- munmente á los 38°, 5, se inicia el calosfrío. La sucesión de fe- nómenos ha sido: 1?, aumento de combustión (poco ó mucho la orina se colora): 2?, aumento de temperatura, fenómeno que se deduce del anterior, y que el termómetro lo prueba: 3?, síntomas vagos, pero constantes, de dolor: todo esto sucede generalmente en el espacio de 45 minutos, y principia el calosfrío. Desde este momento la temperatura asciende casi verticalmente, recorriendo en media hora hasta dos grados y medio; el enfermo se queja de frío, desea cubrirse más, sus dientes chocan continuamente; el ter- mómetro señala en lo más intenso de ese extraño frío, la tempe- ratura enorme de 41°, 0. El calosfrío principia á disminuir y la temperatura continúa ascendiendo, llega al máximun y en ese mo- mento cesa el calosfrío. El pulso, durante este tiempo, ha ascendido, pero oscilando siem- pre: de 60 á 70 pulsaciones, llega hasta 140 ó 150; pero hay ano- tación en que da hasta 10 ó 12 pulsaciones ménos que en la ano- tación anterior. Las inspiraciones también han cambiado mucho; de 16 por mi- nuto llegan hasta 48, teniendo oscilaciones durante el período as- censional, mas marcadas que las del pulso. La duración de este período varía entre una y dos horas, nunca más si es intermitente simple legítima. 2? Período. Defervescencia.-El enfermo, obligado por el calos- frío, había conservado una misma posición; luego que la tempera- tura llega al máximun, la impaciencia, la fatiga se hacen notar. El enfermo desea destaparse, y se ve generalmente agobiado por 83 84 la sed: entonces es cuando dicen, y cosa extraña, los médicos tam- bién, que principia la calentura. El máximun es variable; si se ha hecho uso del sulfato de quinina, por más que no haya surtido, siempre disminuye de grado. En las observaciones de las láminas IV y V, el máximun filé para la primera 41°, 2, para la segunda 41°, 4. En la lámina III, observación perteneciente á un enfer- mo que no habia tomado el específico, se obtuvieron 41°, 7, tres y cinco décimos más que en los anteriores. Ya dijimos que en lo genera], no se detiene la temperatura en el máximun más de cua- tro á seis minutos; pero suele prolongarse hasta quince, como lo demuestran las láminas III y IV. De cualquier modo que sea, principia el decrecimiento, haciendo contraste por su lentitud con la rapidez del ascenso. La curva térmica en este período tampo- co oscila; cuando se exacerba dos ó tres décimos, es debido á la alimentación, y la exacerbación aparece por lo común un cuarto de hora, después de ingerido el alimento. El período que los auto- res llaman tan impropiamente de calor, dura de 45 minutos á una hora y media; la linea térmica ha sido casi horizontal. Al princi- piar el sudor se hace mas oblicua; parece que este sudor es para el acceso, lo que esos sudores tan abundantes y generales son en las fiebres continuas, un fenómeno crítico. Tres, cuatro, y á veces has- ta ocho horas son necesarias para que la temperatura vuelva á ha- cerse normal. Observada aún, se ve que no cambia la cifra en las anotaciones posteriores. El pulso, desde que cesa el calosfrío, oscila más, baja en su nú- mero hasta 30 y 40 pulsaciones: de 140 se le vé marcar 110, y un cuarto de hora, media hora después vuelve á elevarse dando una cifra poco menor 130, 128. Principia el sudor y continúan las oscilaciones, pero en una escala mucho menor. Las inspiraciones, como ántes, se hallan muy variables. Ya ba- jo el número de pulsaciones, baja la temperatura, suelen contarse hasta 40 inspiraciones por minuto. La respiración solo recobra su ritmo normal mucho después de concluido el acceso. La duración total de este segundo período es de cinco á doce horas: parece que en el tipo terciana es en el que se prolonga mas. La explicación detallada que hemos dado de un acceso de fie- 85 bre intermitente, hace ver cuán infundadas son las teorías nervio- sa y vaso-motriz, para la explicación de la fiebre. La primera al- teración que se observa es de nutrición, y no un fenómeno exclusi- vamente nervioso, como se ha sostenido. Tampoco la excitación del gran simpático es la que ocasiona el exceso de calor; no está allí entónces la acción pirogenética, ó si allí existe, obra de otro modo, y no por intermedio de los nervios vaso-motores. Pero pasemos á otros puntos de mas importancia práctica. Como se comprende, para el conocimiento clínico de la fiebre in- termitente no es absolutamente necesario un estudio tan detallado como el que acabamos de hacer. Quisimos seguir paso á paso esta fiebre, para poder describirla ateniéndonos á lo observado, y no á lo que diga tal ó cual autor. He tenido el gusto de no hallar una descripción termométrica tan detallada, en las pocas obras que me ha sido dable consultar. Cuando la intermitente es legítima, no anómala, su diagnóstico es de los mas fáciles. Observando con el termómetro y haciendo su aplicación dos veces al dia, se halla la temperatura, normal en una de las observaciones, y más ó ménos alterada (alta) en la otra, según el momento del acceso en que es aplicado el termómetro. Mas no siempre es así: á veces parece que se trata de una fiebre continua; los momentos de apirexia son cortos, y avanzando mu- cho, se creería en una fiebre remitente. El termómetro es aquí de mucho auxilio, porque el pulso da indicios equívocos, pudiendo permanecer bajo el número de pulsaciones, no obstante hallarse alta la temperatura. Si el termómetro, pues, nos revela dos mo- mentos de apirexia en dias diversos, pero á la misma hora, á la vez que nos ha revelado una alta temperatura que solo se mantu- vo por momentos en 40°, 0 ó 41°, 0, está uno autorizado para ad- ministrar la quinina, y su eficacia nos prueba la exactitud del diag- nóstico. Es cierto que las supuraciones profundas, la tisis, algunas otras enfermedades, pueden traer accesos de calentura, semejantes á los de una intermitente; pero qué diferencia, por otra parte: á una supuración siempre antecede una flegmasía, las mas veces hay dolores hácia el punto donde se está verificando la piogenesis, el mismo enfermo lo indica. En cuanto á la tisis no faltan sínto- 86 mas comunmente para distinguirla; me parece francamente que la confusión no es posible. Hay otra circunstancia que creo impor- tante mencionar, y es que no siempre los accesos de fiebre inter- mitente benigna y reciente, tienen lugar por la mañana ó poco antes de ella, como Jaccoud asienta. La observación de la lámi- na III es el mejor ejemplo que podia citar. El termómetro es muy útil cuando solo un ligero malestar apa- recido á tal ó cual hora, nos indica que hay una enfermedad, el malestar desaparece, y todo se olvida; pero al siguiente dia ó al tercero, vuelve de nuevo la molestia, y sin embargo, contando el pulso se hallan 80, 90 á lo mas. ¿Qué diagnosticar en tales cir- cunstancias? El Dr. Bandera llevaba varios dias de ver así á su hermano, sin creer que estuviese enfermo, ó por lo menos, desco- nociendo el mal. Llamábale la atención, sin embargo, que el decai- miento del enfermo y su ineptitud para el trabajo, etc., eran solo por las mañanas: el pulso no revelaba calentura: le ocurrió, por fin, hacer la aplicación del termómetro durante ese malestar, y halló una temperatura elevada: la observación vespertina le hizo notar falta de calentura; y se creyó ya con fundamento suficiente pa- ra administrar el específico: lo hizo, y el mal desapareció. La fiebre intermitente es una enfermedad grave cuando se pro- longa mucho tiempo; sus consecuencias son la anemia profunda en que deja á los enfermos, y que depende indudablemente del gasto de combustible que ocasionan las altas temperaturas de los accesos. Hay otras consecuencias precisas de la enfermedad pro- longada que pasamos en silencio. A proporción que la cifra máxi- mun disminuye, disminuye también la gravedad: el sulfato de quini- na tiene este último efecto, cuando no la curación radical. Importa, por lo mismo, administrarlo cuanto ántes. Si la fiebre ha cedido, la temperatura ya no sufre oscilaciones morbosas. Algunos autores dicen que aun cuando se haya combatido la enfermedad por sus medios apropiados, siempre la temperatura se eleva los mismos dias y á las mismas horas en que debería aparecer el acceso. Re- pito que no creo esto, y por mi parte, continuaría usando el es- pecífico hasta no ver completamente perdida esa tendencia piro- genética. Un enfermo de la sala de clínica, entró después de ha- ber sufrido varios accesos de intermitente cuotidiana. Desde el momento de su entrada se le administró una dosis regular de sul- fato de quinina, y así continuó varios dias. Luego avisó que ya no sufría absolutamente, y en apariencia era cierto, pues sus ac- cesos venían por la mañana, y ya varios dias al pasar la visita el Sr. Jiménez no había notado calentura, ateniéndose al número de pulsaciones. Se suspendió el sulfato de quinina; dos dias después, me ocurrió aplicarle el termómetro y vi con sorpresa que tenia una temperatura de 38°, G, pulso á 90 por minuto: lo avisé al Sr. Jiménez; se repitió la observación en la tarde y no hubo nada anormal. A la siguiente mañana hallé 39°, 0, 100 pulsaciones, el Sr. Jiménez ordenó 0,G0 centigramos de sulfato de quinina en ayunas: no obstante las señales evidentes de calentura, el enfer- mo decía hallarse bien y se creía curado: tres dias de tomar la sal quínica fueron suficientes para la completa curación, revelando después el termómetro una temperatura normal tanto en la ma- ñana como en la tarde. La administración de la quinina, inmediatamente después del acceso, hace palpable su buen efecto, si se compara con los resul- tados obtenidos cuando se administra en el intermedio de ellos. Para el primer caso, el termómetro nos dice, y con precisión, cuánto ha cedido la fiebre; en el segundo, apénas se ve ligeramen- te modificada la temperatura. De todos modos, insistiendo en el antifebrífugo, se logra por lo común que la temperatura se haga normal á todas horas. Aunque muchos autores dicen que ya cu- rada la fiebre, siempre hay aumento de urea en la orina y exceso de temperatura, creo forzoso insistir, hasta hacer desaparecer com- pletamente esa tendencia: me parece que esas frecuentes recaídas se deben á la pronta suspensión del sulfato de quinina. 87 88 Explicación de la lámina III. La lámina III así como la IV y V, no están arregladas por dias; de modo que las lí- neas verticales gruesas indican aquí horas y las verticales finas indican cuartos de hora. En lo demas, su disposición es igual á las anteriores. La observación de la lámina III representa un acceso completo de intermitente simple cuotidiana; pertenece á un enfermo, Mariano Albirde, natural de Calimaya, de 50 años, albañil, que entró al hospital de San Andrés el 10 de Agosto de 1872. Llevaba 19 ¿lias de enfermo, los 9 primeros dias sus in- termitentes fueron tercianas. No se hizo medicina alguna; al entrar á San Andrés solo había tomado un purgante. El enfermo vive en México, por Belen. Nunca había pade- cido de intermitentes; las actuales aquí fueron contraídas. Esta observación fué hecha ántes de administrarle el específico. Dado éste en dosis conveniente, los accesos cedie- ron, y á las tres de la tarde, hora en que durante la enfermedad la temperatura era muy alta, no volvió á hallarse así en tres observaciones posteriores, para las que me ayudó el Sr. D. Magdaleno Ramiro: en estas nuevas observaciones la temperatura permaneció abajo de la média fisiológica sin oscilar. Explicación de la lámina IV. Representa como la anterior un fcceso completo de intermitente. El tipo de ésta era cuartana. La seguí en el hospital militar. El enfermo, Bernardo Perez, natural de Cuan- tía (Morolos), de 18 años, soltero, panadero, lo tomaron para el servicio de las armas en el mes de Mayo de 1872. Ya se hallaba enfermo, y no obstante le hacian continuar el servicio. Por fin entró al hospital. Según me dijo, el tipo primitivo de sus intermitentes fué cuotidiano, luego se hicieron cuartanas. Llevaba algunos días de tomar una dosis re- gular de sulfato de quinina, pero los accesos no desaparecían. El que yo observé, como puede juzgarse por la figura, es bastante regular. El último período tuvo casi la misma duración que el del enfermo citado en la observación anterior. (Anemia profunda, au- mento de volúmen del bazo.) Explicación de la lámina V. La observación dibujada es un acceso completo de intermitente terciana, muy notable por la exagerada duración de la defervescencia. El enfermo, Pablo Bravo, natural de Tu- lancingo, soltero, soldado, contrajo su enfermedad en Cuantía. Es de constitución robus- ta, temperamento mixto. Hace dos meses principió á estar enfermo; sus intermitentes eran cuotidianas, los accesos tenian lugar por la noche. Bien pronto cambiaron el tipo y se volvieron tercianas. Desde su entrada al hospital principió á tomar 6 píldoras de quinina de á 2 granos cada una. Así continuó en los dias siguientes hasta el 5 de Agosto en que se le suspendieron, para hacer la observación el dia 6. Intermitente no antigua. Duración del acceso:6 hor? 52? LÁM.III. . Medico, Sábado W de elgosto de d¿72. 1 Malestar. 2 Se inicia el calosfrío. 3 Fuerte. 4 Vá cesando. 5 Calor 6 Sudor. 7 Ya apenas suda. Tomó media de carne. ACCESO COMPLETO DE FIEBRE INTERMITENTE. Tipo:Cuotidiana. £'sta observaron /a. recogí con mi compañero Don Jare- .ídamirano. Hospi Sn.Andrés. 2aSección de medicina. Cama N° 22. Intermitente antigua rebelde. Duración del acceso: 7 hors 30' LÁM. IV. 1 Malestar. 2 Escalofrío. 3 Excesivamente intenso. 4 Calor. 5 Sudor. 6 Excesivo. 7 Alimento: taza de atole. ACCESO COMPLETO DE FIEBRE INTERMITENTE. Tipo: Cuartana. Hospital militar de instrucción. 3a sala de Medicina. Cama 52. •ÁejqaQ A uq Intermitente antigua rebelde. Duración del acceso:13 hor5? 45' Hospital militar de instrucción. 3a sala de Medicina. Cama 34. LÁM. V. .Ate-rico.. Hartes 6de ligaste de 1872. 1 Malestar. 2 Calosfrío. 5 Muy inienso. 4 Principio del calor. 5 Principio del sudor. 6 Suda abundantemente. 7 Cesó el sudor. 8 AlimentoUaza de leche. ACCESO COMPLETO DE FIEBRE INTERMITENTE. Tipo: Terciana. Esta observación file' revea i da por el Señar Don Juan [.Vasconcelos. 89 IV Varioloides y Viruela. Una de las enfermedades que mas oportunidad he tenido de es- tudiar, bajo el punto de vista de su temperatura, es la viruela y varioloides. He presenciado y seguido la última de nuestras epi- demias, desarrollada en fines de 1871 y principios de 1872. La des- cribirémos siguiendo el mismo orden que en el artículo "Tifo." Marcha de la temperatura en la varioloides y virue- la.-No hay diferencia para estas enfermedades; en ambas la tem- peratura principia á elevarse aun ántes de que aparezcan los prime- ros síntomas. El períodopirogenético es rápido; M. Jaccoud dice: que sin excepción, ó con excepciones muy raras, la curva termométrica es ascendente hasta el máximun, que se obtiene comunmente el se- gundo ó tercer dia. Yo he visto que el período ascensional, puede interrumpirse por una ó dos remisiones. Una observación de va- rioloides que me comunicó el Sr. Bandera presenta así dos remi- siones: la segunda mañana tocó la cifra 37°, 5, en la tarde 39°, 5, á la siguiente mañana, que era la tercera, tocó la 38°, 5, en la tar- de 39°, 8, y de aquí que fué el máximun, bajó en dos dias, pero sin quebrarse la línea descendente, hasta la temperatura normal. Esta varioloides fué muy benigna, pues apenas se contaron diez y ocho ó veinte botones; se observó en un niño de seis años, y nos enseña con otros casos semejantes, que no son tan raras las ex- cepciones de una curva ascenceudeute oscilatoria. Para la viruela es lo mismo; asciende hasta pasar de 40°, 0. Nunca la he visto to- cando el 41°, 0, aunque el Dr. Jaccoud le asigna por máximun 41°, 0 y algo más. Este período dura de dos á tres dias. Fastigium. Defervescencia.-Es constante que en la vario- loides principia luego el decrecimiento, pareciendo no haber fasti- gium, miéutras que en la viruela suele prolongarse hasta cuatro ó cinco dias; pero esto es una excepción: uno ó dos dias bastan ge- neralmente para que la temperatura se haga descendente y sin os- cilacion: baja, como término medio, de cinco en cinco décimos, pe- ro puede descender un grado y aun más. En algunos de los casos que poseo, he aquí cómo se hizo el decrecimiento ó defervescencia. 90 l.er caso. Mariano Perafan, 18 años, sirviente. Entró á la 2? Sección de Medicina, ca- ma núm. 0 30, el 31 de Enero de 1872. Tenia una erupción semejante á las papulosas, roja, color que desaparecía á la presión. El Sr. Dr. D. Miguel Jiménez con alguna duda hizo fijar el diagnóstico: varioloides: Febrero.-Juéves 1? 40°, 3. 39°, 8. Viérnes 2 38°, 5. 38°, 0. Sábado 3 37°, 0. 37°, 6. El enfermo continuó bien; de las exacerbaciones posteriores la mayor llegó al límite (para mí) de la temperatura normal 37°, 6. Caso del Sr. Dr. Bandera. Del máximun 39°, 8, obtenido el 25 de Diciembre, continuó bajando así: Mártes 26 mañana 38% 8. tarde 38°, 5. Miér. 27 mañana 37°, 5. tarde 37°, 0. En la varioloides aquí termina la enfermedad; en la viruela co- mienzan dos nuevos períodos. Antes de pasar á su estudio, quie- ro señalar un caso muy extraño de varioloides que observé en San Andrés: le llamo varioloides, porque vi en lugar de supurar, se- carse las pústulas; pero en todo lo demás ha sido una viruela, y los datos que el termómetro suministró dejan aun más dudoso el caso, pues parece haber habido una fiebre correspondiente á la de supuración, pero sin este requisito, pues aparentemente nada se supuró. ¿Cómo debemos considerar esto? ¿Es un caso simple- mente excepcional? ¿Hay una enfermedad intermedia entre la va- rioloides y la viruela, que participe en algo de los caractéres de am- bas? ó lo que es mas probable, ¿deberá considerarse como una va- rioloides grave, que la alejaba de los demas casos? Déle cada uno la interpretación que guste, el hecho es el siguiente: José de Jesús Alvarez, natural de San Juan del Rio, 22 años, panadero. Entró al hos- pital de San Andrés el dia 6 de Marzo de 1872. No recuerda cuándo principió á estar en- fermo; pero al reconocerlo hemos visto una erupción pustulosa confluente y pequeña, pa- 91 reciendo tener tres ó cuatro dias. Se queja de dolor lumbar y algo en el estómago. Dice no haber sido vacunado. Dia„ Horas. Pulso. Temperatura. Jueves 7 9 76 37°, 1 4 100 39°, 0 Viémes 8 8i 80 38°, 2 6 98 38°, 2 Sábado 9 8 100 38°, 4 5é 108 39°, 1 Domingo 10 10 120 39°, 0 4i 136 38°, 9 No comprendo cómo aun á esta época no bajaba la temperatura, lo que me hizo creer se trataba de una viruela. Continuó de este modo: Lúues 11 8i 4 94 126 37°, 2 39°, 8 Martes 12 9 88 37°, 4 6 102 38°, 9 Miércoles 13 8 74 37°, 0 3Í 82 38°, 0 Juéves 14 80 37°, 0 Comenzó la desecación de las pústulas, llevando próximamente 14 dias de enfermo 5t 84 37°, 8 Viérues 15 9| 64 36°, 9 4 72 37°, 4 Sábado 16 8 78 36°, 7 44 68 37°, 3 Después de los tres primeros dias de permanencia en el hospital, se le ordenó un baño que repitió durante cuatro dias, lo que facilitó indudablemente la pronta aparición de to- dos los botones. Desde su entrada parecía el enfermo hallarse en un estado comatoso, y con mucho trabajo logré averiguar algunos de los datos que asiento ántes. Tan luego como apareció bien la erupción, su inteligencia principió á despejarse algo, y entonces pude confirmar lo que ántes había averiguado. Este caso, como ya dije, llamó mucho la atención en la clíni- ca. 151 Sr. Dr. D. Miguel F. Jiménez debe conservar en el curio- so libro que personalmente lleva de sus enfermos del hospital, datos sobre este individuo. Su diagnóstico permaneció en la or- denata como al principio: "Varioloides." De esta enfermedad tuvo, el haberse secado las pústulas una vez que llegaron á su mayor desarrollo; pero como éste fué bastante tardío, la temperatura se mantuvo alta por muchos dias, lo que hizo creer á varios que se trataba de una verdadera viruela, algo anómala en su marcha, 92 cosa no extraña en la epidemia pasada. Sin embargo, nn solo caso, y quizá mal interpretado, no puede hacer excepción á la regla. Así, pues, la varioloides comunmente una vez que su temperatura lle- ga al máximun, principia á bajar de un modo continuo, no su- friendo después exacerbaciones sino por una rara excepción. Antes de que principien en la viruela los nuevos períodos, se notan uno ó dos dias de apirexia completa: esta apirexia es nega- da por algunos, es decir, creen que la fiebre de erupción disminu- ye en intensidad pero no desaparece, y este es un error; siempre hay por lo ménos, entre la fiebre de erupción y la de supuración, un dia de apirexia completa; el termómetro marca 37°, 2, 37°, 4, 37°, 6, cifras que yo considero fisiológicas. En otros casos, la api- rexia dura de dos á tres dias, y entre las observaciones que poseo nunca su duración fué mayor. Veamos ahora los tres nuevos períodos de la segunda fiebre que deciden el éxito. l.er Período. Pirogenético.-De los grados 37 al 37°, 5 princi- pia á levantarse la temperatura. Tengo á la vista cuatro de las ob- servaciones que seguí de viruela con el mayor cuidado que me fué posible, anotando las relaciones ó el paralelo entre los síntomas y la temperatura. De estos cuatro casos, en el primero la fiebre de supuración comenzó á los trece dias de enfermedad, elevándose el calor de 37°, 1 á 38°, 5. De aquí pasó á 40°, 4. Se abatió seis dé- cimos en la siguiente mañana, y llegó el décimosexto dia á la ci- fra de 41°, 0, máximun obtenido: ahí terminó el primer período. Este caso fué mortal (véase la lám. VI, fig. 2?) En otro caso, mor- tal también, la fiebre de supuración principió en la mañana del dia duodécimo, partiendo la temperatura del 37°, 5 al 38°, 4. Ascen- dió con oscilaciones muy regulares hasta el 39°, 8, punto del cual empezó á decrecer: es de notar que en la mañana del dia 14 tocó, como el caso anterior, la cifra 38°, 5. De las dos observaciones res- tantes, felices ambas, en la primera la calentura de supuración prin- cipió la mañana del noveno dia, se hizo ascendente oscilatoria re- gular, y llegó al máximun 40°, 7 la tarde del duodécimo dia. La segunda de 37°, 2, cifra obtenida en la mañana del octavo dia, pa- só á 37°, 8 en la tarde; tuvo remisiones algo irregulares, llegando al máximun 39°, 1 la tarde del dia 14. Estas cuatro curvas tér- micas, dibujadas en una misma planilla, me hicieron ver con sor- presa que en la mañana del dia 14 todas tocaron la cifra 38°, 5. En resúmen, durante el período pirogenético de la fiebre de su- puración, la línea termométrica es ascendente oscilatoria, regular ó irregular. 29 Período.-En otras enfermedades hemos admitido el fasti- gium porque la temperatura se mantiene realmente oscilando va- rios dias en una corta escala: no sucede lo mismo con la viruela, especialmente en la fiebre de supuración. La curva parabólica que el Sr. Dr. D. Gabino Barreda refiere á la marcha de las enferme- dades, se adapta perfectamente á ésta. El Sr. Barreda dice: "Co- mo un proyectil, en su marcha ascendente, lucha contra la fuerza de gravedad y describe una parábola resultante de las dos fuerzas, así las enfermedades: en ellas la fuerza patológica contrabalancea á la fuerza morbosa, y de ahí resulta una parábola que describen en su marcha; de suerte que llegadas al máximun, si triunfa la fuerza fisiológica, principia la descensión, como sucede en el pro- yectil una vez que predomina la fuerza de gravedad. (Lecciones ora- les de Pat. gral. 1871.)" Esto expresa perfectamente lo que pasa en la viruela. No he visto un solo caso en que se haya repetido la cifra del máximun, siempre se ha hecho descendente la tempera- tura, ascendiendo de nuevo en los casos mortales, ó no sufriendo gran variación en su marcha regresiva. 3.er Período. Defervescencia.-Esta es descendente oscilatoria: nunca en los casos felices he visto un descenso súbito de tempera- tura. Hablamos de la defervescencia, porque inmediatamente des- pués que la fiebre termina, se ven muchas veces ascensiones y des- censiones rápidas, particularmente en los niños, provocadas por eso que el vulgo llama madre de viruela (abscesos), por complica- ciones fiegmásicas mas graves; caso en el cual la ascensión no es pasajera, ó bien por la ingestión de alimentos muy reparadores. Una de las observaciones que seguí en San Andrés, de un enfer- mito perteneciente al Sr. Dr. D. Miguel Jiménez, muestra palpa- blemente estas súbitas variaciones en la temperatura orgánica. El Sr. Jiménez posée la lámina. 93 Diagnóstico.-No es el termómetro el que puede conducirnos á un diagnóstico cierto, como no puede bastar jamas en medicina un solo indicio para hallar una verdad; sus datos, unidos con los otros, adquieren mas valor, dándonos luz sobre el hecho que bus- camos. La temperatura, y esto se aplica á todas las fiebres erup- tivas, asciende rápidamente; pero hay también otras dos enferme- dades que pueden seguir esta marcha: la neumonía y la meningitis franca (Jaccoud). Así, pues, si vemos á un enfermo en la tarde del segundo dia de enfermedad, con una temperatura que oscile en- tre 40°, 5 y 41°, 0 (41°, 5, según Jaccoud), luego está uno auto- rizado para creer que se trata de una fiebre eruptiva, neumonía ó meningitis: no es un tifo, en primer lugar, porque la cifra es más alta; el máximun comunmente fijado para el tifo es de 40,° 0 á 40,° 5; en segundo, por la marcha que es más rápida en las fie- bres eruptivas que en las otras, exceptuada la fiebre amarilla, con la cual la confusión no es posible, más que todo, por los lugares en que se observa. Tratándose de una fiebre eruptiva, queda, pues, aislarla de la neumonía y meningitis; tienen tal carácter cada una de estas enfermedades, que en la inmensa mayoría de casos, no dudo sea fácil su diagnóstico diferencial. Aisladas estas dos enfer- medades, falta determinar cuál de las fiebres eruptivas es la que se presenta: como no he observado las otras (sarampión, escarla- tina, etc.), ignoro si las cifras termométricas y su marcha podrán servir; pero si fuesen inútiles, los síntomas especiales acabarán de hacernos formular el diagnóstico. Pronóstico.-Pasarémos por alto la fiebre de erupción. -Creo que lo fundamental para el pronóstico es la fiebre de supuración, la marcha que en ella sigue la temperatura, así como las cifras más ó ménos altas que va tocando. Miéntras mas precoz es la fie- bre secundaria, el pronóstico es mas favorable; sin embargo, en estas mismas circunstancias puede hacerlo grave una temperatura muy alta; pues si por ejemplo al tercero ó cuarto dia de principiada, toca la ciña de 41°, 0 ó muy poco ménos, el pronóstico es las mas veces desfavorable. Cuando la fiebre de supuración, habiendo em- pezado temprano, la temperatura sigue una marcha ascendente os- cilatoria regular y que á los doce ó trece dias (contando desde el 94 principio de la enfermedad) toca el máximun sin pasar de 40°, 5, el pronóstico será favorable. En la mañana del dia 14, siempre la temperatura toca del 38°, 0 al 39°, 0 estos dos extremos ó cualquiera de los puntos intermedios; en las cuatro observaciones mas exactas que poseo, la cifra fue para todas 38°, 5. Consulté la clínica del Dr. Jaccoud y nada dice sobre el particular: dos obser- vaciones que trae dibujadas, delDr. Leo, una de viruela gravísima, otra de viruela benigna, en ninguna toca la temperatura esa cifra de 38°, 5 tan constante en mis observaciones, pero sí se aproxima bastante. De todos modos importa notar, que si de la tarde del dia 14 la temperatura se hace descendente, de tal suerte que la obte- nida en la tarde del dia 15 sea menor 2, 3 ó 5 décimos de grado, es- to indicará, y con mucha certidumbre, que el éxito va á ser favo- rable. Si por el contrario la temperatura continúa una marcha ascendente, contando siempre de la tarde del dia 14, por mas regu- lar que su ascensión se haga, es un mal indicio (lám. VI, fig. Generalmente la muerte tiene lugar del dia 18 al 20. Su proximi- dad puede ser anunciada por un descenso anormal de temperatura que tenga lugar en la tarde: la primera observación que recogí de viruela presentó esta particularidad. El Sr. Bandera, á quien la mos- tré, me hizo fijar la atención en lo frecuente que era aun en otras enfermedades ese modo de terminación. El dibujo lo remití al Dr. D. Agustín Domínguez, de Oaxaca. He visto en otro caso, que no obstante haber ido decreciendo la temperatura casi de gra- do en grado con mucha regularidad, sobrevino la muerte en la no- che del dia 19; tres dias ántes, es decir, á los 16 de principiada la enfermedad, la temperatura de la tarde había sido de 40°, 9, un décimo ménos de 41°, 0; por eso digo ántes, que si en la fiebre de supuración, la temperatura llega á ese grado, probablemente mata, y es natural, porque esa fiebre tan alta está acorde con los desórde- nes locales: graves estos, y grave por sí sola la fiebre, claro es que debe hacer temer, porque deja al enfermo agotado, sin fuerzas pa- ra resistir, aun cuando la defervescencia se inicie con regularidad. Tan luego como se declárala convalecencia, baja la temperatura, de suerte que toda exacerbación posterior debe ser considerada como anormal, ya no tiene razón de sér, y buscando con cuidado 95 96 se hallará su causa. Ya lo dijimos: laingestion de alimentos repara- dores puede traer un ascenso repentino y notable; pero este ascenso es de corta duración. Pasada la defervescencia se ve en ciertas oca- siones que la temperatura principia una nueva marcha ascenden- te: examínese bien al enfermo: ¿no hay síntomas de disenteria, neu- monía ó alguna otra complicación flegmásica grave? pues entonces flegmasías superficiales que traen como consecuencia la formación de abscesos, son la causa de la elevación gradual de la temperatu- ra. Esta idea, en la que me apoyaba con algún fundamento por la experiencia de dos observaciones anteriores, me hizo buscar en el enfermito de la sala de niños del Sr. Muñoz el lugar que ocupaban esos abscesos, pues ya no me cabía duda de que era la causa por la cual no bajaba la temperatura. Hallé ocultado por el cabello un absceso como del tamaño de una nuez, que ocupaba el vértice de la cabeza; apareció á los veinticuatro dias de su enfermedad: se dió salida al pus, y en tres aplicaciones sucesivas del termómetro, la temperatura casi filé normal: una nueva ascensión me indicó un nuevo absceso; busqué, y oculto por el pabellón del oido izquierdo, estaba otro mas extenso que el anterior. Dejé la observación cuan- do vi que permaneció la temperatura fisiológica por varios dias. Este niño se salvó. En la lám. VII está representada la marcha de su temperatura y pulsaciones. Explicación de la híiniua VI. Fig. 1? Representa un caso de varioloides: en los momentos en que la temperatura se hacia descendente, principié la observación. Una vez llegada á los 37°,0 no volvió á le- vantarse, sino que continuó oscilando en límites fisiológicos, salvo la tarde del sexto dia en que se separó tres décimos: en los cinco dias siguientes continuó normal. Datos del enfermo.-Mariano Perafan. K. de Tepetlaxtoc. 18 años, sirviente. Dice que el martes 30 de Enero principió su enfermedad por calosfrío y calentura. El miércoles dolía la cabeza, todo el cuerpo; continuaba la calentura. Entró á este hospital de San Andrés hoy 31 de Enero de 1872. AL reconocerlo hemos hallado una erupción semejante á las papulosas, no muy confluente, enrojecida, color que desaparece á la presión. Diagnóstico: Varioloides. Fig. 2? La curva térmica pertenece á un enfermo de viruela: está principiada, como la anterior, en los momentos que se obtenía el máximun de la primera fiebre ó fiebre de erupción. Su descenso, muy semejante al de la varioloides, se aleja bien pronto por unanue- va ascensión, que corresponde á la segunda fiebre (supuración). El máximun á que tocó Febrere 10 de 1872. D.MEJIA. Fig.l? Varioloides. LÁM. VI. Caída de ]a fiebre. VARI0L01DES Y VIRUELA CONFLUENTE MUY GRAVE. Hospital Sn.Andrés. México. . d&ufo d de 1872. * « llaña/ia del di a dj.. 3823 Fig.2? Viruela. Fiebre primaría. Apirexia. Fiebre secundaria. Supuración. Hospital Sn. Andrés. México. Muerte. Hospital Sn.Andres. Abceso en la cabeza. Abceso atras de] pabellón de] oido. VIRUELA CONFLUENTE. Niño de 6 años. Viruela verdadera. Curación. Erupción. Fiebre secundaria. Supuración. Enero2 de 18T2. anana del düv 5 LÁM.V11. 97 fué 40°, 9 como ahí se ve; antes en la mañana del dia 14 pasó por los 38°, 5; lo señala- mos con un asterisco; la defervescencia parecía iniciarse con regularidad; sin embargo sobrevino la muerte. (Véase "Pronóstico"). El pulso siguió á la temperatura; pero co- mo puede notarse en algunos dias, el XVII en la tarde y el XVIII en la mañana está enteramente opuesto. Datos del enfermo.-Encamación Jurado. Natural de México. 11 años, panadero, entró á San Andrés en principios del mes de Abril. Fué pasado á la primera Sección de Medi- cina, cama núm. 012, el 21 del mismo mes. Nos dijo haber principiado su enfermedad el hiñes 15. Hemos podido notar una erupción pustulosa excesivamente confluente; pús- tulas umbilicadas, muy abundantes en la cara; algunas en la conjuntiva ocular, mucosa de la boca, etc. Se le diagnosticó viruela. Se le ordenó primero Naranj. en viol. á pto. Colodion á la cara y at. c. p. El 24 de Abril se le ordenó un baño tibio al pié de la cama. Así continuó por dos dias. A medida que la supuración fué avanzando, el estado general empeoraba, la respiración se hacia violenta y estertorosa: murió el 3 de Mayo en la no- che, á los 19 dias de enfermedad. Explicación de la lámina VII. Curva térmica de uu enfermo de viruelas. La observación principia en la apirexia in- termedia á la erupción y supuración. El máximun de la segunda fiebre fué muy corto, 39°, 1, obtenido la tarde del dia 14. En la mañana pasó la temperatura por los 38°, 5, y se halla marcada con un asterisco. El decrecimiento se hizo con toda regularidad. En la convalecencia hubo dos nuevas exacerbaciones, cuya explicación está indicada arriba de la planilla. Datos del enfermo.-Manuel J. de la Luz Morales. Natural de México. 6 años. Nunca se ha vacunado. Entró á San Andrés á la Sala de Cirugía de Niños el 1? de Enero de 1872. Llevaba 6 dias de estar enfermo. La erupción de la viruela, muy confluente, se hallaba perfectamente marcada.-La convalecencia fué penosa y larga. (En esta obser- vación, que era difícil seguir por la impaciencia del niño, fui eficazmente auxiliado por la hermana de la sala, Sor Guadalupe Herrera.) V Erisipela espontánea. Actualmente creen algunos médicos que esta enfermedad debe- lia ser colocada entre las fiebres eruptivas. Hay circunstancias en que efectivamente la afección cutánea parece representar un pa- pel muy secundario. El Sr. Dr. D. Miguel F. Jiménez, nos decía en una de sus lecciones clínicas hablando de la erisipela espontá- nea de la cara: "Por el carácter epidémico se ve que no es una inflamación pura y simple de la piel, sino una afección febril, que principia por un verdadero aparato febril, con determinación con secutiva hácia la piel, siendo esta dermatitis una manifestación del estado general." Algunos otros médicos con quienes he consultado, opinan por- que es, absolutamente hablando, una enfermedad de la red linfática. En dos de las obras mas modernas de Patología interna he halla- do lo siguiente: "Nohay razón para colocarla erisipela verdadera ó exantemática, entre los exantemas agudos y considerarla como una enfermedad de infección. La erisipela verdadera tiene gran tendencia á invadir varias ocasiones á quien afectó una vez; lo contrario tiene lugar para los exantemas agudos: es, pues, una prueba en contra de la analogía de esta enfermedad con la escar- latina, el sarampión, la viruela y contra la admisión de un origen infeccioso." (Niemeyer. Pat. int. t. II, pág. 394.) El otro autor se expresa de este modo: "La erisipela posée una trasmisibilidad mucho menos poderosa que la de las fiebres eruptivas, pero suficiente para dar lugar en mu- chas circunstancias á la difusión epidémica. Por esto la erisipela se aproxima indudablemente á las enfermedades zimóticas; se aproxima además por la marcha regular, y el ciclo definido que presenta, cuando es primitiva y espontánea, y por consecuencia desprendida de toda influencia propia para velar ó desviar sus alcances naturales; en estas mismas condiciones el exantema va precedido de síntomas generales que recuerdan el período de in- vasión de las fiebres eruptivas; otra analogía más." (Jaccoud, Pat. int., t. II, pág. 716.) No debo decidirme por una ú otra opinión; pero sí debo agre- gar, que la principal de las analogías citadas entre la erisipela es- pontánea y la viruela, por ejemplo, no me parece exacta. La línea térmica no ha sido igual. La erisipela asciende, es verdad, casi de un modo análogo á la viruela, pero después presenta muchas diferencias como vamos á verlo; de suerte, que si la temperatura fuese el único fundamento para creerla una fiebre eruptiva, deci- didamente la idea no podría sostenerse. Esta cuestión se considerará quizá extraña á nuestro punto; 98 99 mas no lo es, porque Jaccoud y otros autores notan gran semejan- za, como dijimos, en las curvas térmicas. Veamos la de la erisi- pela: l.er Período. Pirogenético.-La erisipela ofrece un período ascen- sional muy rápido y sin oscilaciones. Llega hasta 40°, 0 y puede pasar; esto lo hace en 24 horas ó poco mas. Solo he podido obser- var desde sus principios un caso, en una mujer del Hospital dp próxima á su parto. La erisipela principió dos dias antes del trabajo y tenia 40°, 0. Se hallaba, pues, de acuerdo con la duración señalada por Jaccoud al primer período. (Véase la lá- mina VII, fig. 29) 29 Período. Fastigium.-La temperatura continúa oscilando pol- lo común entre 39°, 5 y 40°, 5: estas oscilaciones son cortas pero marcadas. Suele haber dias en que se invierta el orden de las exa- cerbaciones y remisiones como se ve en las dos figuras de la misma lámina. La duración de este período es corta también, y varía, según unas cuantas observaciones que poseo, de 4 á 8 dias. 3.er Período. Defervescencia.-Siempre he notado que ésta se hace repentinamente: en los dibujos aparece la curva térmica re- corriendo una extensión que varía de 2o, 0 á 4o, 0. En el caso que representa la fig. 29, la temperatura volvió á elevarse de 36°, 5 á 39°, 2, con dos oscilaciones intermedias. Esta es, en compendio, la marcha que sigue la temperatura. Se ve que con la viruela no tiene gran semejanza; tal vez no sucede- rá lo mismo comparada con el sarampión, la escarlatina ú otra; pero lo ignoro, porque son enfermedades que no me ha sido dable estudiar. Entre lo que hemos mencionado, el hecho mas curioso induda- blemente, es el decrecimiento repentino de temperatura, cuyo valor para el pronóstico es muy grande; porque las mas veces aquella baja, persistiendo la rubicundez y aun la velocidad del pulso que desaparecen hasta después. Un pronóstico, fundado en el descen- so de temperatura, es exacto. El Sr. Brassetti ha observado lo mismo. Hé aquí uno de sus casos mas notables. "En el mes de Noviembre de 71, el niño F. Ramírez fué afec- tado de una erisipela espontánea en la cara, de la que ocupaba la 100 mejilla izquierda. El pulso estaba á 120 y la temperatura á 39°, 5. El segundo dia subió la temperatura á 40,° 0; el tercer dia en la mañana 39°, 5, en la noche bajó rápidamente á 37°, 5 conserván- dose el pulso á 120. Pronostiqué que al dia siguiente entraría el enfermo en convalecencia, lo cual sucedió, pues conservándose la temperatura á 37°, 5, el pulso bajó á 80. La erisipela se re- solvió." En seis observaciones, cuatro propias, y dos ajenas, no he ha- llado excepción. Debo mencionar, sin embargo, lo que Jaccoud di- ce acerca de esto: "En la gran mayoría de casos, la terminación tiene lugar por defervescencia; pero esta caida súbita y total no es siempre indicio de la curación definitiva: aun cuando la tempera- tura haya bajado á la cifra normal, puede haber en las 12 ó 24 ho- ras siguientes una nueva aparición de la erisipela; en otros casos se observa un intervalo apirético de dos ó tres dias; después todos los accidentes reaparecen; hay una verdadera recaída." (Loe. cit., pág. 722.) Ya dije que en las observaciones que poseo, siempre la curación siguió á esta caida'de la fiebre, pues en la enferma de Maternidad, aunque la temperatura se elevó de nuevo á 39°, 3, fué cuando la leche apareció muy abundante, ocasionando alguna tumefacción en los senos: una vez pasado esto, la temperatura se hizo descenden- te. La erisipela cesó desde ántes. (1) Se dice que cuando la erisipela se complica de meningitis, ántes de que aparezcan los síntomas de ésta, puede conocerse por la exacerbación termométrica. No lie tenido ningún caso en que pu- diera observar esto, pues los ya citados fueron todos felices. (1) El Sr. San Juan, mi compañero, me ha dado últimamente unas tres observaciones de erisipela espontánea; observaciones que no puedo insertar por estar ya en prensa este trabajo. Solo añadiré, que confirman lo que hemos dicho acerca de la marcha del calor en esta afección: dos de ellas ofrecen un ejemplo en su defervescencia délo que asienta Mr. Jaccoud; cosa que no he podido observar por mí mismo. Hospital de maternidad .Cama N°8. 1 La temperatura indicada con punios no fué tomarla.jvor mi. 2 Calóme! en dosis alterante, 3 Sangría de 6 onzas. • /toxico, .. Ibril 17 de 1872. LAM.VIII. CASOS DE ERISIPELA ESPONTANEA. Fió. Miiger de 20 años. Puerperio. Hosp!Sn.Andres.Cama N°14. ./fexico, U do 1872. Fió. 1 a Hombre de 30 años. 101 Explicación de la lámina VIH. Fig. 1? La observación se refiere á un hombre, Juan Peña. N. de Ixmiquilpa. 30 años. Zapatero que llevaba seis dias de estar enfermo. La erisipela ocupaba toda la cara y par- te de la cabeza. Entró á San Andrés, 1? Sección de Clínica interna, uúm. 14, el 5 de Marzo de 1872. En las tardes de los dias VIJI y IX hubo remisión en vez de exacerba- ción. La defervescencia rápida tuvo lugar á los 11 dias, recorriendo la temperatura una extensión de 2o, 6. El pulso bajó, como se vé, con oscilaciones pequeñas y muy regula- res. La curación fué completa á los 13 dias de enfermedad. Fig. 2* Esa observación pertenece á Luz Reyes. N. de Tacubaya, de veinte años. La erisipela principió dos dias ántes del parto, ocupando la cara ó invadiendo después la parte superior del tronco. El parto se efectuó el 7 de Abril de 1872 en posición occíp. ilíaca izq. ant. La tarde del tercer dia, en vez de exacerbación hubo remisión. El cuarto la temperatura cayó recorriendo la extensión de 3o, 8. De ahí volvió á levantarse llegan- do á 39°, 3 la tarde en que apareció la leche. El pulso presentó aquí su caída semejante á la temperatura. VI Fiebre traumática.-Fiebre de infección. Es muy importante conocer bien la marcha de estas dos fiebres que pueden sucederse. Después de una herida ó una operación quirúrgica, como resección, amputación, etc., la calentura apare- ce y el termómetro nos va indicando su marcha progresiva hasta el 49 ó 69 dia. Hay muchas circunstancias que pueden hacer pro- longar la duración natural de la fiebre traumática, pero creo que su marcha más común puede ser expresada así: (1) 1er Período. Pirogenético.-Inmediatamente después de la ope- ración, la temperatura sube sin pasar de medio grado, suponiendo que no haya habido hemorragia; baja cuando la hubo, y no se al- tera, ó sus cambios son cortos si la temperatura tomada ántes de la operación era normal. Al siguiente dia por la mañana ofrece una remisión, que lleva la temperatura hasta la média fisiológica. La exacerbación de por la tarde excede á la del dia anterior. En (1) No tuve oportunidad de recoger un número competente de observaciones, lo que advierto para que no se haga extensiva la descripción que vamos á dar, la cual tendrá muchas excepciones, que no nos fué dado conocer en solo tres casos estudiados. su nueva remisión ya la temperatura no es normal, queda estable- cida la fiebre y continúa su marcha ascendente, tocando el máxi- mum (de 38°, 8 á 39°, 8, en mis observaciones) en un dia que pue- de variar del 49 al 9? 29 Período. Fastigium.-En este período, de muy corta dura- ción, la temperatura oscila con regularidad medio grado, hasta un grado ó poco más. 3.er Período. Defervescencia.-El decrecimiento puede hacerse con alguna lentitud; creo más común que la temperatura baje osci- lando, pero pronto, dos ó tres dias son suficientes. Si la curación tiende á efectuarse con regularidad, no hay va- riaciones notables de temperatura; pero si en algunos dias el as- pecto de la solución de continuidad es malo, la supuración fétida, etc., todo esto producirá una exacerbación. Estos accidentes pue- den repetirse, y la marcha entonces será muy irregular, habiendo dias en que de una temperatura fisiológica obtenida por la maña- na, se llegue aun á 39°, 5 en la tarde. La siguiente observación puede dar una idea de estos cambios; el principio de ella está di- bujado en la lám. IX, fig. 19, y muestra la diferencia que existe entre la fiebre traumática y la infección; diferencia tan notable que puede decirse dónde acaba la fiebre traumática, para principiar la de infección, ántes de que algún otro signo la indique. 102 Cecilia Xoyola, N. de Teacalco, 30 años, soltera. Ocupó el 16 de Marzo la cama núm. 3 de Cirugía de Mujeres en el Hospital de San Andrés. Llevaba un flegmon difuso de la pierna derecha; hallándose además en el último mes de su embarazo. El parto tuvo lu- gar el 19 de Marzo, siendo la presentación pelviana. El aspecto de la pierna era muy malo, y ya la gangrena aparecía en algunos puntos. Se decidió la amputación esperando irnos cuantos dias para que avanzase el puerperio y disminuyeran así las malas condiciones. En fin, á los diez y seis dias de parida, practicó la operación el Sr. Dr. D. Luis Muñoz, amputando en el tercio inferior del muslo dere- cho. Inmediatamente después de la operación hallé: Pulso 120 Temperatura 38°, 4 Abril, Viernes 12 á las 6 ff 124 ff 39°, 3 Sábado 13 á las 8 ff 108 ff 37°, 7 á las 5 ff 120 ff 38°, 4 Domingo 14 á las 8¿ ff 108 ff 38°, 0 á las 6 ff 124 ff 38°, 5 Lúnes 15 álas 8 ff 104 ff 38°, 1 á las 4 ff 132 ff 39°, 8 103 Mártes 16 á las 8 Pulso 116 Temperatura 36°, 8 á las 5 „ 116 „ 38°, 4 Miércoles 17 á las 8 „ 116 „ 37°, 7 á las 4 „ 104 „ 37°, 9 Juéves 18 á las 8 „ 116 „ 38°, 0 á las 5 „ 124 „ 39°, 9 Viémes 19 á las 8| „ 100 „ 37°, 1 á las 3i „ 100 „ 37°, 6 Sábado 20 á las 9 „ 96 „ 37°, 0 á las 4 „ 96 „ 37°, 2 Nótese que en algunos dias hubo cambios muy notables de temperatura; pero siempre coincidieron, con la difícil salida del pus, su mal olor, las escaras que se formaron en los trocánteres, etc. La enferma hasta el 26 de Abril ha seguido bien, parece que la cura- ción ya no será interrumpida. Así concluía la observación en mi libro de apuntes, y efectivamente la enferma sanó, siendo éste uno de los casos más notables del Sr. Muñoz; pues siu embargo de haber amputado en las peores condiciones, por lo avanzado de la gangrena, lo reciente del parto, etc., la enferma salvó. Examinada respecto á la marcha de la temperatura, se vé cómo variaba con frecuencia, por la dificultad de la curación, de suerte que las cifras altas obtenidas desde el 16 de Abril, ya no pertene- cían evidentemente á la fiebre traumática, sino á las complicacio- nes ligeras que se presentaron. Cuando la complicación es más grave, como la meningitis en las heridas de cabeza, etc., entonces la exacerbación también es mayor y el primer indicio. El Sr. Frías y Camacho estudió en el hospital de San Pablo un enfermo que se hallaba en estas condiciones: reproduciré muy extractada su ob- servación: El individuo habia recibido una herida en forma de Y, abierta hácia atras en el sinci- pucio, el 2 de Mayo. Mayo 3 Pulso 84 Temperatura 37°, 6 „ 90 „ 37°, 8 4 „ 66 „ 37°, 8'| „ 60 „ 37°, 6J Purgante. 5 » 64 „ 37°, 4 ,, 68 ,, 38°, O Hay cefalalgia. 6 „ 84 „ 38°, O Así continuó oscilando hasta el dia 10 de Mayo; parecía que marchaba á la curación: en la mañana de este dia dió: Pulso 60 Temperatura 38°, 0 En la tarde „ 60 „ 37°, 6 Mayo 11 „ 92 „ 40°, 0 En la noche aparecieron accidentes cerebrales; la temperatura continuó muy alta por dos dias, el 12 y 13 de Mayo; el 14 se trepanó el cráneo: en la tarde habia 41°, 2: el en- fermo murió esa noche. 104 Los primeros dias que siguen á una operación ó herida graves, deben ser observados con todo cuidado, y en este caso el termó- metro adquiere un gran valor. Del 4? al 99 dia, un cambio súbito que lleve la temperatura hasta los 41°, 0 ó poco ménos, debe ha- cer temer vivamente la infección. Nada es más variado y más ex- traño que la marcha de la temperatura; y es ella generalmente la que avisa el principio de tan terrible afección. En el puerperio su- cede lo mismo. He visto en los amputados que aun no habia color ictérico, que apénas se iniciaba un ligero calosfrío, el muñón en un estado re- gular; en tales circunstancias, 41°, 0 de temperatura, me indicaron una vez que la infección principiaba. Desgraciadamente no me equivoqué: el color ictérico, calofríos marcados confirmaron bien pronto mi pronóstico. Un hombre operado en San Andrés el 17 de Enero de 1871, ofreció la tarde del 69 dia, 41°, 0 de temperatura. Seguí la observa- ción con todo cuidado, y en la lám. IX, fig. 2?, está indicada la cur- va del pulso y la curva térmica. La amputación se hizo en el tercio inferior del muslo derecho, por una afección de la articulación fé- moro-tibial. Murió en la tarde del dia 29 de Enero, 13 dias des- pués de haber sido operado, 7 después de haberse iniciado la in- fección: desde la víspera de su muerte ya no hablaba, ni tenia ac- ción propia, conservando la posición que se le diera en la cama. El pulso de las radiales desapareció en la mañana del dia 29. El Sr. D. Antonio Coellar y Argomanis, siguió también en el hospital de San Pablo, una curiosa observación de heridas por ar- rancamiento, que produjeron casi la separación total de una pier- na; por lo cual fué necesario amputar inmediatamente. El 5 de Ju- nio (1872), dia de la operación, principió el Sr. Coellar á seguir la temperatura. El dia 22 se obtuvo el máximun 39°, 0. De esta fe- cha en adelante apareció la infección, iniciándose con una tempe- ratura de 41°, 0, teniendo en su marcha oscilaciones exageradas. El trazo de la observación tiene mucha semejanza con el que ofrezco. En resúmen, la fiebre traumática es reemplazada por la fiebre de infección (á juzgar por las observaciones que poseo), desde que la temperatura pasa de 40°, 0, uo habiendo complicación flegmási- ca grave, y es muy común hallar entonces una variedad notable en la marcha de la temperatura: todo es anormal; se invierte el orden regular de las exacerbaciones y remisiones; la oscilación pierde el ritmo, si así puede decirse, recorriendo tres grados y aun cuatro sin interrupción alguna: indicios todos de la gran perturbación nervio- sa que tiene lugar. Comunmente se declara á un enfermo atacado de infección cuan- do al mal aspecto de la solución de continuidad y repentina falta de supuración, lo que no es constante, se unen calofríos, dolores va- gos en diversas partes, alteración del semblante, pequeñez y fre- cuencia del pulso, color ictérico, etc. Pues bien: dos ó tres dias ántes de que se halle este conjunto de síntomas, la temperatu- ra nos lo indica por sus cambios bruscos: ¿no podría ser útil este dato para la terapéutica incierta de la infección? ¿El acónito, el hi- posulfito y otras sustancias recomendadas, aplicándolas oportuna- mente, no podrían ser en realidad ventajosas? Porque no cabe du- da, la infección purulenta se conoce comunmente, cuando ya está avanzada. Los medios terapéuticos que se emplean, no son admi- nistrados á tiempo, y es un hecho que ninguno surte. La infección es un envenenamiento, y como tal, 24 horas que se pierdan, 12, ha- cen enteramente nula la intervención del médico. ¿Sucederá lo mismo si los medios antisépticos se emplean oportunamente? Es de creer que se aumenten las muy pocas probabilidades de cura- ción. Por consecuencia, importa mucho seguir la observación ter- mométrica en los que han sufrido operaciones graves, para ha- llarse presto á combatir esa mortal enfermedad desde el momento en que se inicie. En la observación de la fig. 2, el hiposulfito se administró dos dias después de principiada la fiebre séptica; si tra- taba de llenarse una indicación ya era tarde, su tiempo había pa- sado. 105 106 Explicación de la lámina IX. Fig. Ia La línea térmica, como se ve, está principiada en una tarde, inmediatamente después de la operación. Su marcha posterior es bastante regular. El pulso la sigue ca- si paralelamente. El máximun obtenido la segunda tarde, es de 39°, 3. Esta cifra se re- pitió al siguiente dia, coincidiendo con 130 pulsaciones. No se observan ascensos ó caí- das bruscas en la temperatura. Es francamente oscilatoria regular. Fig. 2a Esta hace un verdadero contraste con la anterior. Su ritmo oscilatorio ascen- dente regular, es interrumpido en la tarde del 6? dia por una temperatura exagerada. La remisión matinal lo mismo; recorre una extensión de 3o, 6. Luego, en vez de exacerbación, nueva caída que la lleva á 36°, 2; continúa así esta marcha anómala, y ofrece su máxi- mun la víspera de la muerte dando 41c, 5; cifra que solo se ve pasajeramente en los ac. cesos de intermitente legítima. El pulso no sigue aquí una marcha tan paralela, y sin em- bargo, se aproxima bastante. Este trazo lo creo típico para la infección. Representa per- fectamente bien la perturbación nerviosa haciendo eco en la calorificación. VII Neumonia. La neumonía es otra de las enfermedades en que la observa- ción termométrica adquiere gran valor. Examinemos sus dos pe- ríodos: 1? Pirogenético.-Los autores que lian seguido observaciones con el termómetro, dicen que en la neumonía, la ascensión de la temperatura es rápida, tocando el máximun muchas veces desde el segundo dia. Yo no he podido probar la verdad de esto por mí mismo, aunque sí lo sospechaba, pues he visto entre los enfermos de neumonía que se nos han presentado al hospital, muy reciente su enfermedad, ofreciendo algunos 40,° 0 por la mañana, y aun más, llegando la exacerbación de la tarde hasta 41,° 0. Esto me dejaba presumir algo de la marcha ascendente rápida de la enfer- medad; llegué á confirmar mi juicio por varias observaciones del Sr. Brassetti, que tuvo la amabilidad de comunicarme, y entre las cuales hallo una seguida desde el primer dia, y cuya temperatura Fig. 1? Ampulacionlercio inferior del muslo derecho. Hospital SiUndres. LÁM.IX. 25de !PT¿ 0. M EJIA. FIEBRE TRAUMÁTICA É INFECCION PURULENTA. Uñero 50 de ldf2. Sí Prijici/iid la infección,. + Calosfríof frecuentes. Color ictérico etc. Fíg. 2? Amputaciordercio inferior del muslo derecho. Infección. Hospital Sn.Andres. 107 era en la primera mañana de 40,° 0. Así, pues, no cabe duda: la neumonía tiene un período ascensional rápido que la aleja de un gran número de enfermedades con las cuales podría confundirse al principio. El máximun mas alto que he visto es de 41,° 3; no lo creo común, sino por el contrario, excepcional. Se obtiene gene- ralmente del segundo al cuarto dia. Jaccoud dice que en la ma- ñana del segundo dia hay una remisión ligera ó nula: en los casos que el Sr. Brassetti ha observado desde el principio, no existe esta remisión. Generalmente se describe un segundo período que nosotros he- mos suprimido, porque una vez que la temperatura toca el máxi- mun, principia el decrecimiento en relación con los fenómenos re- gresivos que se observan en el pulmón. M. Jaccoud, en su Pat. int., dice para el segundo período: "La fiebre persiste en el grado á que ha llegado de 39,° 5 á 40°, 5, por término medio, con una remisión matinal de algunos décimos de grado." Las observacio- nes que tengo á la vista me hacen creer que ese período estacio- nario, á lo ménos para la temperatura,, no existe en México. En consecuencia debemos examinar el período regresivo. 2? Período. Defervescencia.-Si la flegmasía se resuelve, la tem- peratura es francamente decreciente; no oscila, salvo raras excep- ciones, ó los casos de complicación. Su descenso tampoco es súbito, decrece de medio en medio grado, ó á lo mas de grado en grado. Se concibe que esta regla puede tener excepción cuando un método excesivamente debilitante quite á la economía parte de sus mate- riales de combustión: entonces, si la flegmasía se resuelve, es pro- bable que la temperatura caiga rápidamente. A veces suele for- mar en su descenso una línea horizontal correspondiente á dos ó mas dias y que prolonga la duración de este período: así se obser- vó en uno de los casos del Sr. Brassetti, coincidiendo esto con la suspensión del tratamiento. En suma, el decrecimiento se hace lento, pero sin oscilaciones, ó si existen, son muy ligeras. El Dr. Jaccoud, entre las láminas de su obra, ofrece dos, en las cuales la caida de la fiebre se hizo de un modo súbito; no poseo ningún caso semejante. Suele haber una falsa defervescencia que se hace del tercero al quinto dia; se distingue de la otra porque la tempera- 108 tura de una cifra elevada 40°, 0, por ejemplo, baja á 38°, 5 ó 39°, 0, y manteniéndose allí por uno ó dos dias, vuelve á hacerse ascendente hasta la proximidad de la agonía. Tal ha sido la mar- cha que siguió en un caso observado en San Andrés en la Clínica interna. No dudo, y aun conozco teóricamente la existencia de mas variedades, pero no las menciono porque carezco de observa- ciones para comprobarlas. Diagnóstico.-La observación termométrica mucho ayuda para establecer el diagnóstico, aunque no bastaría por sí sola. Al prin- cipio se puede vacilar entre si es una fiebre eruptiva (véase virue- la) ó una meningitis: repito lo que he dicho ántes, no creo posible la confusión con esta última por mas que la cifra termométrica sea semejante en ambas. Con una fiebre eruptiva sí; pero los da- tos que tomamos de la edad, profesión, etc., aumentan la certi- dumbre, pues es mas natural si se trata de un adulto ó un viejo creer en una neumonía; por el contrario si es un niño. De todos modos, al fin del primer dia ó principios del segundo cesa la duda. Ya he dicho, respecto á la fiebre amarilla, que no es posible la confusión por los lugares en que aquella se observa; de las otras fiebres no eruptivas, se distingue por el carácter de su línea térmica. Pronóstico.-La neumonía es muy grave cuando su máximun llega á 41°, 0 ó pasa algunos décimos: si se mantiene en esta ci- fra por mas de dos dias es seguramente mortal, lo que a priori pue- de concebirse, pues prescindiendo de los desórdenes locales, esta ci- fra tan alta exige tal grado de combustión que deja al enfermo agotado, y no es extraño que produzca un verdadero colapsus del corazón. El termómetro nos avisa todo lo que el individuo quema de su propia sustancia, y un gasto tan exagerado, forzoso es que lo mate. Si la temperatura ha tocado de los 40°, 0 á los 41°, 0, se debe considerar también bastante grave, y si persiste un poco en esta cifra, puede decirse lo mismo que en el caso anterior, mata por consunción rápida y casi imperceptible. En los casos, muy ra- ros á la verdad, en que no obstante haberse mantenido la tem- peratura en las cifras citadas, el enfermo se salva, queda en tal estado de consunción, que la convalecencia es muy larga y muy penosa. Nada puede probar mejor esto que el caso siguiente, ob- 109 servado por el Sr. Brassetti y que trascribo tal como me lo comu- nicó: "A principios del mes de Diciembre de 71, Josefa L., por motivo de un resfrío tuvo una pulmonía izquierda de la cúspide. Al cuarto dia de enfermedad pudo apreciarse el soplo tubario; el pulso oscilaba de 100 á 120 y la temperatura de 39°, 0 á 40°, 0. Como el vejigatorio no permitía la libre exploración, me limité al termómetro. Llegamos al octavo dia de enfermedad, en el que tuvo 38°, 0 de temperatura y 80 pulsaciones, es- putos limpios: todo iba bien, cuando repentinamente el noveno dia sube la temperatura en la mañana á 39°, 0, en la tarde á 40°, 0 y el pulso á 120 y 130. Mi atención se fijó, no cu una hepatizacion gris, sino en una nueva hepatizacion. En efecto, al dia siguien- te con 41°, 0 de temperatura y 130 pulsaciones, se oyó en la base del pulmón opuesto estertor crepitante con la matitez correspondiente. La temperatura se sostuvo por cinco (fias más oscilando entre 40°, 5 y 41°, 0, hasta que bajó el sexto á 38°, 0, el octa- vo á 37°, 0, punto que coincidió con 40 pulsaciones y excesiva postración, de la que cu- ró lentamente en el hospital, porque no fué posible asistirla en su casa. La segunda neu- monía tuvo por origen el que la enferma se levantó saliendo de noche al patio (helaba) á tomar agua fría." (F. Brassetti.) Me parece que son casos felices aquellos en los cuales la tem- peratura oscila entre los 39°, 0 y 40°, 0. Si de aquí desciende con regularidad, la terminación es favorable; pero si después de una falsa defervescencia se hace la temperatura nuevamente ascenden- te, es debido, ó á la supuración del pulmón, ó á la invasión del otro por la flegmasía, lo que la auscultación confirmará bien pronto. Escrito una gran parte de esto, he podido comparar mis obser- vaciones con algunas extranjeras, y hallo notables diferencias, no en cuanto á las cifras termométricas, sino en cuanto á la duración de la enfermedad. Justo es que digamos algunas palabras: En México, á médicos y estudiantes les consta la marcha rápi- da que sigue la neumonía. Cuántas veces los enfermos llegan al hospital en el segundo dia de enfermedad con un soplo tubario perfectamente marcado, y cuántas veces también este soplo, per- siste solo dos ó tres dias, principiando después los fenómenos re- gresivos, y terminando todo en un septenario. Es preciso fijarse en que esto no es la excepción sino lo mas común, lo que se ob- serva con mas frecuencia. De aquí proviene esa curva marcada de la neumonía, y en la cual, hablando propiamente, no existe pe- ríodo estacionario, lo que la aleja de la neumonía observada en otros países. Esto probablemente es debido á la modificación que su- fren las enfermedades, según los climas en que se observan, y po- dríamos citar muchos ejemplos en nuestro apoyo. Para terminar, solo agregaré el éxito feliz que con la digital ha obtenido el Dr. Bandera en muchos casos, ayudándose de la ob- servación termométrica, indispensable para seguir este trata- miento. 110 Fig. 1* En. esta observación, como se ve, la curva térmica da un máximun muy elevado, 41°, 3: solo se detuvo allí una mañana, principiando su decrecimiento en la tar- de; baja regularmente hasta 39°, 2, y luego, ya suspendido el tratamiento, se prolonga tres tardes y tres mañanas en una misma cifra, lo que produce una línea horizontal. Desciende de nuevo, y llega así hasta la curación. Hágase la comparación con el pulso, y qué anomalías se notarán. 96 pulsaciones en la cuarta mañana, han coincidido con 41°, 3. El pulso, en los momentos mas graves, hacia una oscilación que apénas le saca ha de su límite normal. Fig. 2? La línea térmica está completa: no hemos podido indicar así la del pulso, por carecer de esos datos el original que copiamos. En la temperatura se obtuvo el máxi- mun á la segunda mañana; decreció hasta la cuarta tarde; la quinta mañana tuvo una nueva exacerbación ligera, decreciendo después con toda regularidad y sin oscilación has- ta el término de la enfermedad. Explicación de la lámina X. VIII Reuniatismo.- Afecciones orgánicas del corazón. Solo hago mención del reumatismo por dos puntos importantes que me parecen de mucho interés práctico, relativo uno al pronós- tico y otro al tratamiento. Cuando principié á estudiar mi punto de tésis, consultando los muy reducidos artículos que tenia al al- cance sobre esta materia, hallé en el "Diagnóstico médico" de Rá- ele las líneas siguientes, relativas al reumatismo: "La cifra 38°, 5 observada por la mañana, es ya indicio de un caso serio. Si el ter- mómetro marca por la tarde 40°, 0, se deben temer peligrosas com- plicaciones." (Pág. 630.) Muy pronto tuve oportunidad de averi- guar la verdad de lo primero. El dia 24 de Diciembre de 1871 se presentó en la clínica interna un hombre de 33 años, robusto, afec- Fig. 1? Dr. Dn.José MaVargas. LAM. X. 1 ligig atorio. *2 Calomel. 3 Suspensión de medicamentos. Pleuro-neumonía drcha del vértice. CASOS DE NEUMONIA. Ambas observaciones me las-comunicó el Dr.Dn.Francisco Brassetli. 1 Dovver y. icónilo. l'eyigaiorio. Caldo de alimento. 2 Desafiarecieron los siq- rios á la auscultación. buina. Fig. 2 ? Müger de 38. Pleuro-neumonía dicha en convalecencia de una pelviiis. tado de reumatismo articular agudo, perfectamente bien caracte- rizado. Ocupó la cama núm. 20. Llevaba seis dias de enfermo. Principié la observación en la tarde con mi compañero el Sr. D. Benito Nicoche, hallando 114 pulsaciones y 39°, 0 de temperatura. Continuamos en los dias siguientes. La temperatura y pulso siguie- ron esta marcha: 111 Mártes 2G á las 11 Pulsaciones 106 Temperatura 38°, 8 á las 5i „ 100 „ 38°, 7 Miércoles 27 á las 10 „ 90 „ 38°, 4 á las 4 „ 93 „ 38°, 9 Juéves 28 á las 10 „ 85 „ 38°, 4 á las 4£ „ 90 „ 39°, 2 Viérnes 29 á las 10 „ 80 „ 38°, 5 En esta ma- ñana, como se ve, la temperatura era de 38°, 5, cifra que, según lo dicho por Ráele, in- dica un caso serio. Sin embargo, nada extraño se presentó ni aun en los dias anteriores en que la temperatura era todavía más elevada. Viérnes 29 á las 5| Pulsaciones 86 Temperatura 38°, 5 Sábado 30 á las 11 „ 81 „ 38°, 7 Aquí la ci fra fué dos décimos más elevada. Sábado 30 á las 5¿ Pulsaciones 91 Temperatura 39°, 8 Dos déci- mos menos de 40°, 0. Auscultó el corazón, hice preguntas al enfermo, no tenia nada no- table. Domingo 31 á las 10 Pulsaciones 90 Temperatura 39°, 2 á las 6| ,, 96 ,, 39°, 5 Enero de 1872, Lúnes 19 á las 10 „ 80 „ 37°, 7 álas 4i „ 104 „ 39°, 7 Mártes 2 á las 11 „ 88 „ 38°, 4 á las 4 „ 98 „ 39°, 4 Miércoles 3 á las 11£ „ 90 „ 38°, 3 álas 6i „ 100 f „ 39°, 0 Juéves 4 á las 10 „ 88 ,, 38°, 1 álas 5¿ „ 92 „ 38°, 2 Viérnes 5 á las 9<J ,, 80 ,, 38°, 2 álas 4¿ „ 82 „ 37°, 5 Sábado 6 á las 10i „ 76 „ 36°, 9 á las 6¿ „ 78 „ 37°, 4 Domingo 7 á las 11£ „ 80 „ 36°, 9 á las 4 „ 88 „ 37°, 3 Lúnes 8 á las 10 ,, 80 ,, 37°, 0 La continué aún doce dias por mañana y tarde, sin que hubiera cambio notable, pues la oscilación mayor apénas llegaba al último límite fisiológico 37°, 6. Este caso nos enseña: 1? que el reumatismo sin complicación tiene una marcha verdaderamente oscilante, y 29, que no la cifra 112 38°, 5 ni aun más elevada 38°, 8, por la mañana es indicio de un caso serio. Puedo con toda certeza asegurar esto, porque sin se- guir las observaciones completas, he visto otros muchos enfermos de reumatismo en quienes apliqué algunas veces el termómetro por la mañana durante su enfermedad, y hallando una vez hasta 38°, 9, la marcha del reumatismo siguió favorablemente, saliendo el en- fermo del hospital á los pocos dias y sin complicación ninguna. ¿Qué es lo que se teme comunmente durante un reumatismo? La complicación cardíaca, ordinariamente de naturaleza inflamatoria. Es muy racional pensar que una inflamación de esa naturaleza pro- voque una reacción febril marcada; pero no puede establecerse una cifra absoluta para decir: "aquí empieza la complicación." Hay un hecho muy importante que es necesario no perder de vista: el reu- matismo agudo tiene sus exacerbaciones vespertinas muy bien marcadas: en una enferma que observé en la Maternidad, y cuya observación con la lámina correspondiente di á mi maestro el Sr. Dr. Ortega, llevaba varios dias de padecer un reumatismo agudo y generalizado; se me encomendó la historia y principié á obser- varla á mañana y tarde: hallé algunas veces, no siempre, invertí - do el órden de las exacerbaciones; otras, aunque sin inversión, la temperatura de por las las mañanas era de 39°, 0, y en una de las observaciones pasó de esta cifra. La complicación cardíaca era evi- dente, la auscultación lo demostraba: el pulso excesivamente vio- lento, pues llegó á dar hasta 146 por minuto, contrastaba con una temperatura de 38°, 4, 38°, 0; y, cosa notable, hasta de 37°, 6. De aquí pude deducir: 19 una temperatura que en el reumatismo lle- gue á 39°, 0 ó pase de esta cifra por las mañanas, debe hacer te- mer vivamente la complicación inflamatoria cardíaca ú otra. 29 Inmediatamente que la complicación existe, se ve, observando por dos ó tres dias más, cortado el ritmo típico de la marcha de la tem- peratura. Es cierto, pues, lo que Eacle indica, pero la cifra que se- ñala es poco elevada. Nadie negará qué importante es saber cuándo principia una nue- va alteración, y no me cabe duda que en este caso el termómetro lo revela. Todo trabajo flegmásico tiene un período preliminar que puede durar más ó ménos tiempo. Durante este período, las com- bastiones se activan por la función exagerada del órgano que vá á sufrir, y estas combustiones solo se nos manifiestan por un exce- so de temperatura que puede no traer variaciones en el pulso. De aquí se sigue que es preciso observar con cuidado la temperatu- ra en los de reumatismo, si se quiere tener un centinela avanzado que nos indique la marcha que la enfermedad seguirá. El otro punto á que deseaba referirme es la buena acción que ejerce el sulfato de quinina durante los primeros dias, y después el ioduro de potasio. Cesan los dolores, desaparece la tumefacción y en paralelo con esto baja la temperatura. En la primera observa- ción que cito, del enfermo que ocupó la cama número 20, el trata- miento usado fué: vino de cólchico 8 gramos, suspendiéndolo cuan- do era necesario. La enfermedad duró próximamente 26 dias con la tumefacción, los dolores y la temperatura elevada. Después los nuevos enfermos que entraban eran tratados por el Sr. Dr. D. Mi- guel F. Jiménez con el método que vamos á indicar, y el éxito más rápido, más completo me convenció bien pronto de su eficacia: ad- ministraba diariamente 1 gr. 20 cent, de sulfato de quinina suspen- diéndolo cuando el dolor de cabeza, zumbido de oídos, sordera, etc., se hacían marcados. En seguida continuaba administrando el ioduro de potasio, principiando por 30 ó 50 cent., y aumentando progresi- vamente. No me cansaré de repetirlo, este método ha surtido, dan- do magníficos resultados. 113 AFECCIONES ORGANICAS DEL CORAZON. A principios de Junio del presente año, leí en la clínica inter- na una observación que se me encomendó de afección orgánica del corazón. En este caso, como en otros que ántes Labia observado, siempre me llamó la atención el poco acuerdo que hay entre el pul- so y la temperatura. No he tenido oportunidad de hacer un estu- dio preciso sobre este punto, para dar una descripción aunque fue- se ligera. Creo también que no tiene ninguna importancia clínica, si se trata de una afección orgánica simple; pero sí la adquiere y mucha, cuando hay complicaciones flegmásicas intercurrentes, lo que no es extraño en enfermos del corazón. Atiéndase á que las afecciones del corazón modifican en extremo el ritmo y número de pulsaciones; en consecuencia, los datos que el pulso nos suminis- tra serán las mas veces infieles, y para formarse un juicio exacto, lo mejor será usar del termómetro algunas veces. Todos pueden hacer una observación muy sencilla y que les convencerá de lo que digo: púlsese diariamente á un enfermo de estrechamiento aórti- co, por ejemplo, se hallarán oscilaciones hasta de 20 y 30 pulsacio- nes; tómesele igualmente la temperatura, y salvo alguna complica- ción, nunca llegará á la cifra 38°, 0; si á esta toca, hay calentura y debe uno apresurarse á buscarle su explicación. 114 IX Temperatura en la hemiplegia. Alguien ha dicho que el calor en las partes paralizadas es más elevado si se compara con las simétricas sanas, y que por conse- cuencia en medicina legal esto tendría mucho valor para determi- nar si la parálisis es real ó fingida. He podido reunir cinco casos asociándome para su estudio con mi compañero el Sr. D. José M? Calderón; lo hemos hecho con la mayor escrupulosidad, en individuos hemiplégicos tomando la temperatura de ambas manos, sangraderas y axilas. Aunque el número de observaciones es muy corto, permite ver, sin embargo, excepciones á una regla que se quiso hacer general. Yo avanzaría, con la desconfianza y timi- dez natural inspirada por el corto número de hechos, que el calor es mas alto cuando la parálisis va acompañada de contrariara, y que no se altera en el lado enfermo, ó es inferior cuando falta di- cha contrariara. He aquí las observaciones á que nos referimos: 115 Observa- ciones. NOTICIA DEL ENFERMO. Partes en que se aplicó el termó- metro. Temperatura del lado sano. Temp. del la- do enfermo. Cipriano Tapia. Medicina de Axila. 37°, 0 37°, 0 1? hombres. Cama núm. 25. Apo- plegía antigua. Hemiplegia del lado derecho. Contractura muy notable. Sangradera. 36°, 5 36°, 8 Mano. 30°, 6 34°, 2 Paulino Racendes. Sala de al- Axila. 36°, 8 36°, 8 2? cohólicos. Cama núm. 78. Apo- plegía en Marzode71. Hemiple- Sangradera. 35°, 8 35°, 1 gia del lado izquierdo. Contrac- tura poco marcada. Mano. 35°, 2 35°, 8 Francisco Peralta. Sala de al- Axila. 37°, 6 37°, 4 3? cohólicos. Cama núm. 75. Apo- plegíaen Marzo de 71. Hemiple- Sangradera. 36°, 5 35°, 8 gia derecha. Contractura muy poco marcada. Mano. 34°, 4 33°, 5 | Francisco Melendez. Sala de Axila. 36°, 4 36°, 4 4? Medicina. Cama núm. 31. Apo- plegíaderechamuyreciente. He- Sangradera. 36°, 0 35°, 8 miplegia izquierda. Falta abso- luta de contractura. Mano. 35°, 2 34°, 8 Candió Arauz. Sala de Medici- Axila. 36°, 3 36°, 6 Esta última na. Cama núm. 4. Apoplegía el 1? de Octubre de 71. Hemiple- Sangradera. 36°, 2 36°, 5 el Sr. D. Ra- món R o d r í- guez Rivera. gia derecha. La contractura no es marcada. Mano. 35°, 8 36°, 2 Hospital de San Andrés, 5 de Junio, 12 de Agosto. X Puerperio. Buscando con empeño en diversos autores lo relativo al puerpe- rio, estado tan importante y delicado de la mujer, he notado una falta absoluta de observaciones termométricas; lo más que he vis- to en una obra acabada de llegar á la casa del Sr. Andrade, es lo siguiente: "Hecker ha tratado de probar las variaciones de temperatura que pueden producirse en las recien-paridas. El resultado ménos negable que se puede extraer de sus experimentos, es que duran- te los nueve primeros dias que siguen al parto, el termómetro in- troducido en la vagina acusa una elevación de temperatura que puede llegar á tres grados sobre la ciña normal. Existen grandes variaciones sobre lo que se produce en las primeras veinticuatro horas que siguen á la expulsión de la placenta. Después del nove- no dia, el exceso de temperatura decrece progresivamente para caer á la cifra normal." (Joulin, Tratado completo de Partos.-Fe- nómenos del puerperio-pág. 599.) Estas cuantas líneas dejan vel- lo imperfecto de los trabajos; no se menciona si las observaciones fueron hechas á mañana y tarde. Aun peor todavía, la temperatu- ra ha sido tomada en la vagina, canal que teniendo siempre su tem- peratura más elevada y siendo camino para la salida del feto, de- be sufrir y sufre en realidad algún traumatismo, por el que su tem- peratura se eleva, sin que este exceso de calor represente en algún modo la cifra general. Y luego, si fuera preciso para sacar deduc- ciones útiles, atenerse á la observación termométrica hecha en la vagina, ciertamente que se podría prescindir de sus ventajas, por grandes que fueran, pues no creo que en la práctica civil se realiza- ra ese extraño y molesto género de estudio. Yo siempre apliqué el termómetro en la axila á mañana y tarde, estudiando atentamen- te la relación que existe entre los fenómenos naturales, fisiológi- cos del puerperio y la temperatura general no local, pues ésta no la creo de importancia, como ya dije en la primera parte de este tra- bajo. Asistí á la Maternidad sin faltar un solo dia los meses de Marzo, Abril y Mayo. En este espacio de tiempo y usando varios termómetros, pude recoger 11 observaciones, cuya duración mé- dia fué de 15 dias, pues las enfermas no permanecen después de su parto, cuando el puerperio es fisiológico, más de este tiempo. De estas observaciones hay cuatro de un puerperio absolutamente normal. Dos que presentaron algunos accidentes de metritis ó me- tro-peritonitis. Una, engurgitamiento de las mamilas por la abun- dancia de leche; otra, de que ya hice mención, con accidentes car- díacos que succedieron á un reumatismo; y las dos restantes con accidentes flegmásicos notables, pero que se contuvieron oportuna- mente, y debidos para una de ellas, á que hubo necesidad de prac- ticar la craniotomía y cefalotripsia; y para la otra, al traumatismo 116 forzoso de una versión por maniobras internas y detención de la cabeza en el estrecho superior. Ademas de estas observaciones, aisladamente apliqué después el termómetro, hallando siempre concordancia con aquellas cuya temperatura seguí detalladamente. 117 PUERPERIO FISIOLOGICO. Inmediatamente después del parto, en ese momento en que la mujer se entrega á un sueño reparador, he hallado una tempera- tura que oscilaba entre 37°, 0 y 37°, 6. El útero, perfectamente contraido y con las dimensiones que debe tener después de la ex- pulsión de la placenta, 9 c. diámetro trasverso y 12 ó 13 c. diáme- tro vertical. Si el parto habia tenido lugar por la mañana, en la tarde hallaba una muy ligera exacerbación de 2 á 5 décimos. Se concibe que si hubiera aplicado el termómetro en la vagina, habria hallado una temperatura de 38°, 5 ó más; ciña que de ningún modo indicaba el estado general. Si el parto habia tenido lugar por la tarde, la temperatura de la mañana siguiente no ofrecia aumen- to alguno, mas bien dos ó tres décimos ménos; lo que es natural por el descanso que la noche les proporcionaba. La leche, cuya apari- ción es variable, siempre determinó alguna elevación de tempera- tura. En una de las paridas, la tarde del 29 dia hallé 38°, 2, seis décimos de grado mas de lo normal; la registré cuidadosamente hallando las mamilas algo dolorosas; comprimiéndolas hice escur- rir alguna cantidad de leche; el pulso latia 80 veces por minuto; el útero se hallaba un poco grande com® detenido en su marcha regresiva; fenómeno que el Sr. Ortega nos explicó en sus lec- ciones clínicas. En otra, la leche apareció en la mañana del tercer dia, su temperatura apénas excedió de la normal; el pulso estaba á 52. En el tercer caso los dolores de las mamilas principiaron la tarde del segundo dia; hallé 38°, 0 de temperatura y 102 pulsacio- nes: en la tarde siguiente, la leche era abundante, el pulso normal 88, y la temperatura elevada todavía dos décimos 37°, 8. Por úl- timo, en el cuarto caso, la tarde del segundo dia, con 38°, 7 de tem- peratura, debidos á la calentura de leche, se contaban 108 pulsa- ciones. Pasada la exacerbación que la leche determina, el útero conti- núa sus fenómenos regresivos, los loquios disminuyen y la tempe- ratura sigue oscilando sin salir del límite fisiológico. La oscilación que es de tres á seis décimos, partiendo de 36°, 9, comunmente se hace con regularidad, es decir, decrece por la ma- ñana y aumenta por las tardes; pero suele invertirse, ó no cambia ni en la mañana ni en la tarde. El número de pulsaciones que se halla con más frecuencia, es el 88, 56, 52 y 48: estos números los vimos repetidos muchas veces mi compañero el Sr. D. Pedro Rangel y yo. La temperatura más frecuente es 37°, 2, 37°, 3 y 37°, 4. (Véase la lám. XI, figs. 1* y 2?) Hay un paralelismo tan exacto entre la temperatura y los fenómenos que pasan en el vien- tre, que basta hallar el calor en su grado normal para quedar sa- tisfecho de que todo sigue una marcha fisiológica, y no se prepara ninguna complicación. En resúmen:-a. La temperatura excepcionalmente deja de ele- varse al aparecer la leche; el pulso, á lo ménos en México, excep- cionalmente aumenta en número. b. La marcha posterior de la temperatura en sus oscilaciones, no pasa del límite fisiológico; una vez que lo exceda, aun cuando el pulso sea normal, debe buscarse una causa morbosa, ligera ó gra- ve, que nunca faltará. 118 Explicación de la lámina XI. Fig. 1? La observación pertenece á Petra Muñoz. N. de Apam. 24 años. Multípara. El parto tuvo lugar el 8 de Marzo de 1872, en tercera posición de vértice, á las 7 de la noche. El pulso y temperatura se siguieron desde la primera mañana. La cifra mayor se obtuvo en esa tarde, coincidiendo con dolor en las mamilas, pero la leche bajó hasta la tarde del dia 10 de Marzo: luego la temperatura siguió oscilando como se ve en lími- tes normales: los dias IV, V, VI, VII, VIII y IX, se invirtió el orden de las exacerba- ciones, teniendo lugar por la mañana. El pulso no sigue paralelamente la marcha de la temperatura, con frecuencia está opuesto. Fig. 2* La observación se refiere á Jesús Montreal. Natural de México. 30 años. Su sexto parto se efectuó el 2 de Abril á las 8 de la mañana, en tercera posición de vértice, como la anterior. En la línea térmica se observa mas marcada la exacerbación produci- da por el molímen lácteo: la marcha posterior es oscilatoria regular; el pulso también más paralelo con la curva termométrica. ! Dolor en La# mamila#. 2 Leche. ■■teiqaQtn Fig. lí1 Mugerde 24 años. Multípara. Lili. XI. Hospede maternidad.Cama.N°8. PUERPERIO NORMAL. /Léxico Harzo 2.1 de 1872. / Leche abiuidante. Fig.2? Mugerde 50 añ&s.MuHipara. Hospede maternidad.Cama N°3. • LCexico, /2 de ZÍ/2 119 PUERPERIO PATOLOGICO. Por una predisposición especial, por las maniobras necesitadas para efectuar un parto difícil, ó por la constitución médica reinan- te, el puerperio, se hace anormal, apareciendo flegmasías del útero, de sus anexos, del peritoneo ó varias á la vez. Una de las enfer- mas que observé, Mariana Rodríguez, N. de Puebla, 30 años, mul- típara, tuvo su tercer parto el 19 de Marzo de 1872. El trabajo principió á las 10 de la mañana, y concluyó á la una del dia. El parto filé natural, la presentación de vértice occip. ilíaca izq. ant.; en la tarde á las 5 hallé 70 pulsaciones y 37°, 6 de temperatura; á la mañana siguiente 36°, 9, en la tarde 36°, 1.(Véase la lám. XII, fig. 19) El domingo 3 de Marzo por la mañana, 38°, 8. Ese dia principió un dolor de cabeza y abdominal; útero á cuatro de- dos arriba de la sínfisis; la temperatura siguió elevándose; en la tarde, se hallaba á 40°, 2; los accidentes de metro-peritonitis se marcaban; ungüento doble al vientre y calomel al interior: estefué su método: la temperatura empezó á decrecer aunque con mucha irregularidad, como puede verse en la figura citada: ántes, cuando la leche apareció, se obtuvo el máximun de temperatura 40°, 2. Este caso no podemos referirlo mas que á una predisposición es- pecial, puesto que las enfermas que tuvieron partos naturales, ya ántes ó después de ésta, no sufrieron accidente alguno. Por traumatismo:-En una enferma cuyo parto no podía efec- tuarse por el volúmen de la cabeza del feto, y algo de estrechamien- to en el diámetro ántero-posterior de la pélvis; en la que no sur- tió efecto la aplicación dos veces repetida del fórceps á interva- los de algunas horas, se practicó la craniotomía y cefalotripsia, y no obstante la perfección con que la operación filé hecha, sobre- vino una metritis que también se combatió felizmente con mu- cha prontitud. Yo di á mi compañero el Sr. González Vázquez los datos de temperatura y pulso que seguí por mañana y tarde hasta que la enferma salió del hospital. Esta observación se pu- blicó en el núm. 10 de la Gaceta médica del presente año: la tem- peratura máximun se obtuvo la tarde del quinto dia, filé de 39°, 8, hubo calofríos, y como en la observación anterior apareció la le- che. Desde el dia siguiente al parto la temperatura se hizo anor- mal: el período pirogenético que duró tres dias, filé ascendente sin oscilación; la defervescencia oscilatoria lenta; desde entonces continuó bien hasta el 2 de Abril, que abandonó el hospital, diez y siete dias después de operada. Al Sr. Dr. D. Aniceto Ortega, que fué el operador, entregué el dibujo de la curva térmica que reproduzco aquí (lám. XII, fig. 2a), por parecenne importante. De las otras observaciones que poseo, y cuyo relato suprimo por no hacer mas difuso este trabajo, algunas pertenecen á enfermas en quienes se practicó la versión podálica, y cuyos accidentes lige- ros de flegmasía observé con el termómetro. Cuando la descomposición de los loquios por su difícil escurri- miento es notable, la temperatura se eleva hasta 40°, 0 y cae tan luego como las lociones de agua simple ó ligeramente clorurada al interior del útero, hacen desaparecer el mal olor, limpiando la vis- cera* método que vi emplear con resultado brillante en el Hospital de Maternidad, y que el Sr. Ortega nos recomendó muchas veces en sus interesantes lecciones clínicas. No pude observar la fiebre puerperal, porque no se presentó ningún caso durante mi estudio. Pero examinando algunas de las observaciones que el Sr. D. Manuel Gutiérrez relata en su tésis, me llama la atención una semejanza notable, casi diré, una iden- tidad con la marcha de la temperatura en la infección purulenta: elevaciones rápidas, cifras muy altas y caída brusca, esto repetido con frecuencia, tal es lo que se observa. Confirma, á mi juicio, las ideas del profesor D. Aniceto Ortega: es característico de los en- venenamientos sépticos esa marcha tan anormal de la temperatura, y teniéndola así continuamente la fiebre puerperal, apoya la idea del envenenamiento. La fiebre puerperal es una infección y la herida toda la superficie interna del útero. Esta es también la opinión de los Sres. Hidalgo Carpió, Montes de Oca, Bandera y otros. Para concluir dirémos que en el puerperio, una elevación de temperatura posterior al molímen lácteo, no tiene razón de sér, debe siempre considerarse como anormal. Si es ligera, su causa mas común se hallará en la tumefacción de los senos: si es exa- 120 Fig. 2? Mujer de 28 años. Multípara. Craníolomiay Cefaloíripsia. Hosp! de maternidad. Cama N° 4. ■ Hética 6 de /S72. CASOS DE PUERPERIO COMPLICADO. / dtetrilis traumática. 2. djiarecid la leche Fig. 1 ? Mugerde 30 años. Mullípara.Hosp!dematernidad.CaniaN06. / /cridantes de metrofierdoniiis. 2 Leche,[vrincifiw á ba/ar. ..México, .Marzo de /S72. LUI. XII. 121 gerada, indica generalmente el principio de una flegmasía que de- be uno apresurarse á buscar. Explicación de la lámina XII. Hemos dado los datos acerca de las enfermas cuya temperatura y pulso están di- bujados en las figuras primera y segunda. Nótese simplemente la diferencia en el pe- ríodo asceusional: ascendente rápido en la una, ascendente lento en la otra. El pulso en ambas sigue una marcha poco paralela. Los accidentes flegmásicos, dibujados en la primera son espontáneos: los de la segunda tienen un origen traumático. Las remisiones y exacerbaciones en ambas son regulares respecto á las horas, salvo para la figura se- gunda los dias X y XI, en que no hubo exacerbación, lo que no es extraño cuando ya la temperatura oscila en sus límites fisiológicos. Vamos á deducir de todo lo dicho algunas conclusiones, eligien- do las que nos parezcan de mayor importancia. No tenemos la pre- tensión de creerlas originales, pero sí la satisfacción de asentarlas después de probadas por el estudio clínico. Algunas he visto en los autores que se ocupan de la materia, otras no; pero tampoco dudamos que existan. Para exponerlas nos apoyamos en las ob- servaciones seguidas; si hay algo erróneo, dependerá seguramente del corto número de éstas y de nuestras pocas luces para interpre- tarlas; circunstancias que no nos, era dable remediar. CONCLUSIONES. 1? Nuestro calor es el producto de las combustiones orgánicas, y su término medio el resultado entre la producción y la pérdida. 2? La temperatura normal del cuerpo jamás pasa de 37°, G; lí- mite que para México me parece fisiológico en todas las edades. 3? Toda temperatura que pasando de este límite, se mantenga en él por varias horas, indica la calentura. U Un pulso violento, coincidiendo con una temperatura baja, no es indicio de calentura, y debe buscarse su explicación en las al- teraciones cardíacas ó en las perturbaciones nerviosas. 5? Con la temperatura observada cuidadosamente el primero y segundo dia de una fiebre, se puede llegar para algunas, á deter- 122 minar su especie. (Véase Diagnóstico de fiebre efímera, sinoca, tifo y tifoidea.) 6? El grado de calor, observado en la fiebre con el termómetro, es el indicio mas seguro para determinar su gravedad. 7? Toda temperatura que se mantiene por algunos dias sobre 41°, 0 con remisiones muy cortas, es indudablemente indicio de una enfermedad mortal. 8? Toda temperatura que se mantiene por algunos dias sobre 41°, 0, pero cuyas remisiones son de dos grados ó más, ofrece mé- nos gravedad. (Se exceptúa la Fiebre Séptica que casi siempre es mortal.) 9? Una remisión súbita de dos grados ó más, es mortal, cuan- do la ascensión lia sido rápida, y tocando el máximun se lia man- tenido en una cifra elevada, como 40°, 0 ó 40°, 5. (La erisipela hace excepción á esta regla; en ella la caída repentina de la tem- peratura, como liemos dicho, indica la curación; suele suceder lo mismo en el tifo, y según Jaccoud, en la neumonía. 10? Cuando en una enfermedad febril cualquiera, la temperatu- ra del segundo período después de permanecer estacionaria entre 39°, 0 y 40°, 0, se hace ascendente, coincidiendo con un estado general grave, indica frecuentemente la proximidad de la agonía. 11? Es grave toda enfermedad cuyas exacerbaciones terinomé- tricas se invierten haciéndose por la mañana, en vez de tener lu- gar por la tarde. 12? En las enfermedades cuya temperatura es de marcha bien fija, una exacerbación súbita que aleje la línea térmica de su tipo ordinario, indica las mas veces que tiene lugar la complicación pro- pia de la enfermedad. Ejemplos: en la erisipela de la cara la me- ningitis: en el reumatismo la pericarditis: en la fiebre traumática la fiebre de infección, etc.