FACULTAD DE MEDICINA DE MEXICO. BREVES APUNTES SOBRE LA CAUTERIZACION CON EL CAUTERIO PAQUELIN ■S? S3 £3 2 m QUE PRESENTA AL JURADO DE CALIFICACION ¡HIGI EL DE LA GARZA VELASCO ALUMNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE MEXICO. MjEXICO. IMPRENTA DE jjOSE VICENTE VILLADA PRIMERA DEL CINCO DE MAYO NUM. 3. 1878 FACULTAD DE MEDICINA DE MEXICO. BREVES APUNTES SOBRE LA CAUTERIZACION CON EL CAUTERIO PAQUELIN «S* 3E2 £5 S SS QUE PRESENTA AL JURADO DE CALIFICACION MIGUEL DE LA GAL ISA VELASE© ALUMNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE MEXICO. MEXICO. IMPRENTA DE JOSE VIGENTE VILLADA PRIMERA DEL CINCO DE M*YO NUM. 3. 1878 A LA A MI DISTINGUIDO AMIGO 311® SEb OEflg A MIS QUERIDOS MAESTROS LOS SBES. DEES. EDUARDO LICEAGA é ILDEFONSO VELASCO Gratitud y cariño. Al llegar al ansiado cuanto temido término de mis es- tudios profesionales, había sido mi afan constante el llenar debidamente mi cometido y vencer el valladar inmenso que nos presenta la ley al exigirnos una tésis inaugural. Careciendo absolutamente de estilo, y escaso de ele- gancia en el lenguaje, me había propuesto, ya que había de escribir ineludiblemente, hacerlo con precisión, dicien- do extrictamente lo indispensable y procurando que estu- viera dicho todo y bien. Pero desgraciadamente solo puedo presentar ante la notoria ilustración de mi Jurado, el fruto de mis pequeños esfuerzos en el presente estudio. Cuando cursaba yo el cuarto año de mi carrera, llegó á nuestro país la útilísima invención del Dr. Paquelin, y como sucede siempre con todo lo nuevo, no se oía enton- ces otra cosa más que el uso repetido del Termo-cauterio, y mil opiniones acerca de su mérito y de sus aplicacio- nes. Habiendo tenido después mayor ocasión de conocer- lo al verlo emplear por uno de nuestros más entendidos maestros, me llamó la atención el mencionado instrumen- to, y me propuse recoger el mayor número de observacio- nes que pudieia, para en ellas estudiar este precioso cau- terio, poder señalar en dónde puede estar el abuso, y en qué casos podrémos sacar un brillante partido de su apli- cación. Parece que hoy se va perdiendo el entusiasmo con que fué acogido, y así, podría creerse que ya se había puesto 6 en tela de juicio; pero aun cuando esto hubiera sucedido, al habérsele señalado el lugar que merece en el arsenal quirúrgico, no obstante, me he atrevido á tomarlo como punto de estudio, en primer lugar, por darlo á conocer más de lo que lo ha sido, y en segundo, por fijar algunos pun- tos, respecto á sus indicaciones, á la manera de usarlo y de conservarlo, pues aunque parece cosa sencilla, es de gran importancia saber el grado de temperatura necesario, según el diferente objeto que se proponga el práctico, y cómo debe sostenerse esa temperatura, sin llegar á inuti- lizar el instrumento como lo han sido ya algunos por falta de atención en estos pequeñísimos pero importantes de- talles. Cauterización es la destrucción y mortificación de un tejido organizado, por medio de agentes físicos ó quími- cos, de aquí la importante subdivisión en cauterización potencial cuando se emplean los segundos y la electrici- dad dando lugar á las descomposiciones electro-químicas, y en cauterización actual fundada en el uso exclusivo del calórico. Esta, de la cual me voy á ocupar especialmente, ha sido usada con verdadera prodigalidad en Cirujía, pues ya se hace mención de ella y de su empleo, desde los tiem- pos más remotos de nuestro arte, en los cuales su aplica- ción era seguida de excelentes resultados correspondientes á ciertas indicaciones. Mejor comprendidas en la actuali- dad dichas indicaciones, han hecho de este género de cau- terización una barrera poderosa contra las infecciones, un enemigo acérrimo de los organismos inferiores, un modi- ficador notable de las soluciones de continuidad, un hemos- tático fiel si se emplea con pericia, y por consiguiente, oportuno antagonista del bisturí, en ciertos casos. Por consiguiente, se pueden limitar muy bien sus indicaciones según el papel que se le encomiende, teniendo en cuenta que no puede ni debe usurpar el lugar de otros métodos, con los cuales no podría competir. Así, la cauterización actual, teniendo un poder destructor con relación al grado de calor empleado, puede ponerse en actividad y utilizarse en contra de los tejidos patológicos, de las sustancias pú- tridas, de los organismos infecciosos, ó bien para cerrar- les la entrada á los envenenamientos septicémicos y á los 8 virus; de aquí la denominación de destructiva que se ha dado á esta variedad de cauterización que toma otros dic- tados según va realizando diferentes pensamientos. Por ejemplo; tenemos una úlcera ú otra cualquiera solución de continuidad que por ciertas circunstancias se encuentra en malas condiciones para poder cicatrizar; pues podemos modificar sus condiciones, ya que dependan de obstáculos que la cauterización puede aniquilar, ó provocando por este mismo medio la formación de una escara y un traba- jo flegmásico eliminador, que después de caída dicha escara acelera el trabajo de cicatrización. Una cavidad puede ser modificada de la misma manera, ya sea accidental ó natu- ral, usando de la cauterización. Los tumores vasculares pueden ser modificados por un tratamiento semejante y después ser extirpados sin peligro de hemorragia. Se en- cuentran frecuentemente heridas emponzoñadas ó virulen- tas que se deben tratar inmediatamente con la cauteriza- ción, la cual produce excelentes resultados, si ha sido acom- pañada de la aplicación de las reglas clásicas que ayudan á impedir la absorción del virus ó ponzoña, sobre todo, en las heridas por mordedura de animal rabioso ó ponzoñoso. En esta circunstancia, si se obra á tiempo, se logra des- truir en la misma herida, una gran parte ó todo el princi- pio morboso. Si por desgracia ha pasado algún tiempo después del accidente que dió origen á la herida, debemos recurrir á la cauterización, aunque ya no tenga influencia sobre el virus absorvido, porque puede tenerlo aún sobre la parte que queda en la misma herida ó infiltrada en el tejido celular inmediato; y trataremos de darle alcance eli- giendo la mejor maniera de llevar el calórico en todos los trayectos sinuosos de la herida. En todos estos casos obra la cauterización como destructiva y como modificadora á la vez, dejando una herida simple en vez de otra compli- cada. Así, teniendo en cuenta esta modificación feliz que, produce en varios casos la cauterización destructiva lleva también el nombre de modificadora. Otras veces la cauterización actual coagulando la san- 9 gre, la hace estancar en una herida ó la detiene al escur- rir de un vaso dividido; entonces con buen derecho ha to- mado lugar entre los medios hemostáticos. Por mucho tiempo fué el único hemostático conocido y el más usado ántes del descubrimiento de la ligadura. En fin; puede obtenerse por medio de una temperatura elevada una revulsión más ó ménos intensa, que nos hace dueños de desalojar los fenómenos inflamatorios de los lugares en donde se han desarroyado primitivamente y en donde podrían producir graves consecuencias, para trasportarlos á los tegumentos, en cuyo sitio no son temibles sus efec- tos. De lo que resulta que también puede tener la caute- rización sus indicaciones como hemostática y como revul- siva. Vistas estas indicaciones de la cauterización, ¿cuál seria el medio de que nos valdríamos para llenarlas debida- mente? Teóricamente, buscaríamos el cuerpo que nos su- ministrara bastante calórico susceptible de graduarlo con- venientemente, que pudiéramos tener siempre á la mano ú obtener con facilidad, y cuya acción pudiésemos limitar al punto deseado, según el objeto requerido; pues faltan- do una de estas circunstancias, no podría llenar todas las indicaciones ni podría servirnos para todos los casos en que se requiere la cauterización. Por ejemplo: queremos destruir un neoplasma ó cualquier otro tejido patológico; pues no sacaríamos mayor ventaja del calórico si no pu- diéramos limitar su acción cauterizante y fuera á destruir- nos más allá de lo que deseamos; queremos modificar una herida; si no nos concretamos á la superficie de esta heri- da, y si destruimos más de lo necesario en profundidad ó en superficie, al tratar de quitar una complicación, hemos puesto otra haciendo la herida de mayores dimensiones. Si deseamos emplear el calórico como hemostático, debe- mos buscar la mejor manera de conducirlo á los puntos sangrantes y no quedarémos conformes con el éxito si éste se obtuvo á costa de una vasta quemadura. Para produ- cir una revulsión, necesitamos limitar mucho más la ac- cion del calórico, y para esto necesitamos también todas las condiciones deseadas. Ahora bien; nos presenta la naturaleza algunos recur- sos para lograr nuestras intenciones? De qué manera po- demos aprovecharlos? Desde luego, las principales fuentes de calórico debidas á la naturaleza son, la radiación solar y las rápidas combinaciones químicas ó combustiones. La primera no podrá servirnos para cauterizar, aun cuando por medio de una lente biconvexa reunamos un hacesillo de rayos caloríficos en un punto, por la razón muy obvia de que no tenemos siempre este medio á nuestro alcance y careceriamos en dado caso de todas las condiciones teó- ricas de que hemos hecho mención. Las combustiones, siendo una fuente poderosa de calórico, tenemos siempre á nuestro alcance el fuego producido por innumerables cuerpos combustibles; pero no podemos poner en contacto de los tejidos que queremos cauterizar, dichos combusti- bles, porque no seria fácil en unos casos, en otros iríamos á complicar la operación y en los más no podríamos ma- nejarlos. Cuvellier ha empleado la combustión del carbón, pero solamente le ha servido para cauterizar á distancia; ISTelaton ha aprovechado la llama que resulta de la com- bustión del hydrógeno, por ser dicho gas el que produce mayor cantidad de calórico al quemarse; pero es de una acción muy enérgica y no puede emplearse en muchos casos. Lo que nos importa á nosotros es aprovechar el calórico obtenido por medio de las combustiones; pues busquemos la mejor manera de apoderarnos de éste para conducirlo á donde deseamos. Necesitamos de algún intermedio que lo encontramos en los líquidos que pueden ser llevados á una gran temperatura; y en efecto, sabemos que por mu- cho tiempo estuvo en honor el aceite hirviendo, como el tópico de las heridas hechas por arma de fuego, las que se consideraban como heridas envenenadas y trataban de neutralizar el tóxico por este medio. Pero á los líquidos les encontramos varios inconvenientes, entre otros, ade- 11 más de su poca conductibilidad, lo difícil que nos seria poder limitar su acción al lugar deseado, y por otra parte, no tendríamos de esta manera una temperatura suficiente para poder destruir profundamente los tejidos. Desecha- dos los líquidos, véamos qué condiciones generales debe llenar el intermedio que buscamos, ó por otro nombre, el cauterio, y nos será así más fácil encontrar uno apropiado. Necesitamos una sustancia capaz de recibir ciertas formas adaptables al uso que se quiera hacer de la cauterización, que tenga capacidad para retener el calórico, que sea buen conductor y lo ceda fácilmente á los tejidos. Pues estas condiciones son obsequiadas por la mayor parte de los me- tales, que han sido preferidos desde tiempo inmemorial, para la construcción de cauterios ó instrumentos por me- dio de los cuales practicamos la cauterización actual. Así es que, se han usado el fierro, el acero, el oro, la plata, el platino, el cobre y hasta el plomo. Cada uno de estos me- tales ha tenido sus partidarios que les han dado la prefe- rencia, teniendo en cuenta algunas veces ventajas de im- portancia secundaria; fundándose otras en hechos mal in- terpretados ó en teorías alquímicas. Sin embargo, hay algunas diferencias muy notables, según que tal metal ceda su calórico más fácilmente que otro, como por ejemplo, el oro; que pueda elevarse á una gran temperatura sin sufrir alteración como el fierro y el acero; que por la coloración que toma se pueda averiguar la cantidad de calórico de que se puede disponer, ó que por su poco valor se haga fácil- mente accesible. De algún interés es también el poder emisivo de cada metal, el pulimento de que sea suscepti- ble la superficie, y su inalterabilidad. De todos los meta- les, el platino es el que reúne en sí las mayores ventajas, con escepcion de su alto precio que lo ha hecho ser con- siderado por mucho tiempo como inferior al acero, que ha sido el metal favorito para la construcción clel cauterio ac- tual llamado también fierro rojo. Con este metal calenta- do en un hogar, ya ha sido posible llenar casi todas las indicaciones de la cauterización y dominar el calórico para 12 llevarlo á los tejidos vivos, de tres maneras diferentes: i? Haciéndolo obrar á cierta distancia de las partes que se quieren estimular, por lo que se ha llamado esta clase de cauterización, objetiva. 2? Llevándolo al contacto de las partes que se quieren cauterizar, pero procurando que obre ligeramente ó por simple contacto, lo que ha dado lugar á la cauterización transcurrente ó formación de ra- yas en los tejidos por medio del fuego, y á la cauterización puntuada en donde se atacan los tejidos por medio de pun- tas enrojecidas; y 3*, llevando la acción del calórico pro- fundamente ó cauterización inherente. Para todas estas necesidades ha servido el acero que ha recibido diversas formas adecuadas, y ha sido el representante del cauterio actual modificado ventajosamente por Percy. El acero ha presentado también esta gran ventaja: calentado en un foco de combustión hace sensible el grado de temperatu- ra que va adquiriendo, y lo manifiesta según la diversa coloración que va tomando desde el gris, que es el míni- mum, al rojo oscuro; de éste al rojo cereza y hasta el rojo blanquecino que nos indica que ha llegado á su máximun de temperatura. Conocidas estas diferentes temperaturas progresivas se ha podido estudiar la acción especial á ca- da una de ellas, con motivo del descrédito en que había caído el fierro rojo como hemostático. En efecto, se ha en- contrado que posee diversas propiedades según el grado de temperatura á que se use, y así, los efectos obtenidos, presentan diferencias muy importantes. La temperatura del rojo-blanco tiene una acción destructiva más rápida y más intensa; su calor radiante obra á bastante distancia, y como profundiza con limpieza y rapidez, su empleo oca- siona menos dolor. En tanto que la temperatura del rojo- oscuro al contrario: tiene una acción menos profunda, li- mitada en superficie y es algo dolorosa su aplicación. El cauterio calentado al rojo-blanco, no se adhiere ni á las heridas ni á los tegumentos sobre quienes se aplica, activa las hemorragias capilares cuando el contacto con las su- perficies es instantáneo, y no estanca la sangre si no es cuando ha perdido su exceso de calórico por un contacto prolongado, y cuando está separado del resto de los teji- dos por una capa de sangre coagulada y de materia car- bonosa. Quiere decir, cuando se encuentra á la tempera- tura del rojo-sombrío. Bouchacourt, haciendo experimen- tos con el fierro calentado al rojo-oscuro, ha visto las tres túnicas de la arteria femoral, crisparse y voltearse sobre sí mismas como un dedo de guante, habiéndose introdu- cido de esta manera en el interior del vaso, previamente dividido, algunos centímetros. Análogo esto á lo que pasa cuando se comprime una arteria por medio de un hilo para verificar su ligadura, en cuyo caso, divididas las dos túni- cas interiores, al invertirse hácia adentro vienen á formar la base más sólida para la formación del coágulo que ha de obliterar la arteria, parece ser el mejor fundamento y la explicación de las diferencias que bajo el punto de vista hemostático se observan, según la temperatura á que se lleve el cauterio. Pero al lado de todas estas ventajas presenta el uso del fierro rojo, ciertos inconvenientes de los cuales el primero, es el aparato inquisitorial que no deja de aterrorizar á los enfermos y á cuantos lo ven; otro es el calor radiante del hogar que se necesita para calentar el cauterio, y el que emite éste al ser aplicado; que es molestísimo para el práctico que lo usa, impidiéndole manejarlo con desemba- razo; además la combustión con producción de llamas que provoca en los tejidos y su propagación á una distancia á veces considerable del lugar en donde se aplicó. El cau- terio al ser llevado á los tejidos pierde mucha parte de su calórico y á la mejor hora necesita volverse á calentar ó sustituirlo por otro, lo que implica pérdida de tiempo ó necesidad de tener un número de cauterios competente; desventaja que reunida á las mil formas y á su volúmen considerable hace que no sea manual este cauterio ni se pueda llevar siempre consigo. Parte de estos inconvenientes fueron subsanados cuan- do se recordó que la electricidad es una fuente poderosa de calor, y desde luego se aprovechó esta propiedad tra- tando de ligar dicho agente á un cauterio pequeño é in- genioso, que utilizaba el platino, pero en tan cortas pro- porciones que le hubiera vulgarizado si el inconveniente no se hubiera manifestado por parte de las pilas; que si bien mantenían una temperatura constante en el cauterio, lo hacían voluminoso é incómodo en su empleo; compli- caban su manejo y hacían difícil su adquisición. Con todas estas desventajas el cauterio eléctrico hu- biera tenido gran trabajo para introducirse en la práctica, si no hubiera tenido otro alcance mas, que el de propor- cionar una temperatura constante para aplicar fácilmente la cauterización actual. Felizmente pudo emplearse con gran ventaja como método de diéresis aprovechándose la propiedad destructiva á la par que hemostática del caló- rico, y presentando el medio de estirpar los tumores muy vasculares y los pediculados ó pediculables por medio de una asa de hilo de platino. Para la práctica civil presenta además del inconveniente de su gran volumen, precio, etc., otro más grande; que es el de las interrupciones que suelen ocurrir por algún trastorno en el aparato, como se ha visto ya en repetidas ocasiones. La asa galvano-cáus- tica tiene también el defecto que consiste en la poca fuer- za cauterizante que tiene y cuya acción se limita á una simple y llana sección. Por lo visto, aunque con este cau- terio eléctrico se haya avanzado bastante al ser realizado el pensamiento de sostener el metal á una temperatura constante suprimiendo el hogar y con él el terror, al ha- ber aprovechado económicamente el platino haciéndole tomar formas Utilísimas y al haber iniciado la idea de reemplazar el instrumento cortante señalando una indi- cación mixta de la cauterización; no obstante, se pierden otras ventajas que tiene el antiguo fierro rojo; de tal suerte que si se pudieran destruir los inconvenientes del uno con las cualidades del otro y de aquí resultara un instrumento que á la sencillez reuniera el poco precio, un manantial de calórico perenne, un modo fácil cíe graduar la tempe- ratura deseada, de sostenerla, que produjera poca radia- ción, que no produjera llama y que se prestara á todas las formas y que no aterrorizara, llegaríamos al bello ideal. Hoy si aun no hemos encontrado esto, sí tenemos á nues- tro alcance una de las bellas conquistas de la cirujía mo- derna. Paquelin, fundándose en la propiedad que tiene el platino, de condensar en gran abundancia los vapores y los gases y de mantenerse incandescente cuando previa- mente calentado se mantiene en una atmósfera formada de gases comburentes y combustibles, ha enriquecido á la cirujía con el sencillísimo cauterio que lleva su nombre. En efecto, tenemos reunidas en este aparato todas las con- diciones que aisladas han servido de base á los demas cauterios. Cuchillos diferentes con todas las formas ape- tecibles, pudiéndose usar los de Courty para la amputa- ción del cuello uterino; tijeras y botones de diversas di- mensiones, fuente de calórico que lleva consigo el modo de reproducirse, de mantener una temperatura constante y de graduarla á medida del deseo: cpie por consiguiente pueden atravesarse los tejidos sin el riesgo de que se apa- gue el cauterio; siendo éste de platino, su poder radiante es tan débil que puede quemarse con este cauterio el ve- llo del dorso de la mano, sin que se sienta en ésta un calor molesto. Su manejo es tan fácil, que simplemente viéndo- lo usar y con alguna atención, se evitan los inconvenientes que se le achacan, y se le hará funcionar con toda regu- laridad y con el éxito deseado. Todas estas ventajas se encuentran reunidas en una cajita poco estorbosa, de re- ducido volumen, siendo las cualidades que van menciona- das, las mas apreciables pero no las únicas de la inven- ción que con justicia ha sido llamada. (*) “Una aplicación de la Química tan bella como útil realizada en nuestro si- glo.” El cauterio Paquelin está formado de cinco piezas di- ferentes que son: un hogar de platino, un mango acana- (*) Dr. Mejía. 16 laclo de madera, un tubo de cuautchouc de gruesas pare- des, un frasco con dos tubuladuras, que es el receptáculo del combustible, y un pequeño aparato de doble corriente que haciendo el oficio de un fuelle, sirve para dar entrada al aire que desaloja el combustible. El hogar está forma- do por un cuerpo hueco, hecho con una hoja de platino sin soldadura, presentando como el cauterio actual ordi- nario, las variedades en forma de oliva, cono, cilindro, láminas de cuchillo, boton, tijera, etc. Esta parte es el cauterio propiamente tal, que se en- cuentra colocado y fijo sobre otro tubo de cobre niquela- do y perforado cerca de su extremidad libre, para dar sa- lida á los residuos de la combustión. El mango de madera provisto de un pabellón en una de sus extremidades, está atrevesado en toda su extensión por un tubo metálico que sobresale en ambos extremos, para ponerse en comunica- ción por una parte con el cauterio, por otra con el frasco del combustible por medio de un tubo de cuautchouc. El aparato de doble corriente es una bomba de Richardson que está también en comunicación con el frasco mencio- nado haciéndose pasar por su manejo, una corriente de aire comprimido y saturado de vapores hydrocarbonados hasta el hogar. La presión que se obtiene por este medio, es proporcionada á la velocidad y á la amplitud de los movimientos que se le impriman á la ámpula. El combustible es un líquido hydro-carbonado que co- mo todos los de su especie forma con el aire atmosférico una mezcla gaseosa que en ciertas condiciones tiene la propiedad de desarrollar calor luminoso al contacto del platino calentado al rojo sombrío. El mododemontar el cauterio Paquelin,no puede ser mas sencillo; pues se van reuniendo las cinco piezas de que se compone, en el orden en que hemos hecho su descripción. El cuhillo de que se haga uso colocado sobre el mango de madera; éste reunido al frasco por medio del tubo de cuautchouc, el frasco perfectamente tapado y también en comunicación con el ingenioso aparato de Richardson, se hace funcionar de la manera siguiente: se calienta la ex- tremidad de platino del cauterio en la llama de una lám- para de alcohol, ó de un quemador de gas, sin hacer fun- cionar el insuflador hasta que esta extremidad se ponga de un color rosado, lo cual sucede en el espacio de un minuto. Entonces se empieza á mover suavemente laám- pula del aparato Richardson hasta que el cauterio lle- gue al rojo vivo; obtenida esta temperatura, se quita el cauterio de la llama, y preparado de esta manera se pue- de mantener á la temperatura deseada según la amplitud del movimiento que se le imprima al insuílador. Difícilmente se podrían señalar todas las indicaciones á quepuedeestardestinadoelcauterio de Paquelinysolamen- te debemos tener presente que los instrumentos, lo mis- mo que los procedimientos de que está engalanada la ci- rujía, han sido inventados por sus autores con un pensa- miento del momento y después han sido generalizados y vulgarizados con gran descrédito; y así como los métodos obedecen á ciertas indicaciones y los procedimientos á casos especialísimos, así los instrumentos deben adecuar- se á la necesidad y á casos particulares. Por fortuna para el instrumento de que me vengo ocupando, como cauterio actual puede llenar las mas de las exigencias de la Piro- tecnia quirúrgica y hasta hoy se puede considerar como el mejor en su género. Como cauterio está llamado á pres- tar grandes servicios y á reemplazar al herró rojo, puesto que facilita las operaciones, pudiéndose preparar con al- guna prontitud y evitándose el extinguir y cambiar varios cauterios, lo cual no deja de ser una inmensa dicha. Ade- 18 mas de obedecer á casi todas las indicaciones de la caute- rización actual se ha empleado en otras especiales, pero que bien miradas quedan comprendidas en aquellas; sus- tituir al bisturí no puede llegar á hacerlo mas que como hemostático; y por esto debe ser muy apreciado en ciertos casos en que se tema el accidente de las hemorragias. Para sustituir al bisturí, no me cansaré de repetir que de- be preferirse siempre que facilite la operación ó que por su empleo presente alguna ventaja ó evite complicaciones y accidentes. Así se ha empleado en la operación impo- nente de la traqueotomía y conviene escuchar con este motivo al Dr. Fenelon. (*) “Se aplicó por primera vezen San Cosme, México, el ter- mo-cauterio, el 15 de Marzo próximo pasado para una tra- queotomía, por ulceraciones sifilíticas de la laringe, en un convaleciente de tifo. Eramos tres prácticos, un compañe- ro, un practicante y el que lo refiere, quien trataba por primera vez con sus dos ayudantes. Tal circunstancia es digna de señalarse; la traqueotomía os operación de urgen- cia, y una de las ventajas del nuevo método, es hacer menos indispensables ayudantes conocidos y prácticos en la materia. Inútil es pintar las peripecias habituales de la traqueotomía; el deseo justificado de evitar la sangre antes de abrir la traquea; esa disección lenta que exige el método clásico para evitar la abertura de los vasos trans- versales; esta lentitud complicada por la necesidad de li- gaduras muchas veces y la preocupación inevitable que causa el dolor de un enfermo despierto. Todos estos mo- tivos de inquietud quedaron suprimidos; reconocido el punto correspondiente al cartílago cricoide, se aplicó el cuchillo de platino por su punta y penetró en la piel con una presión muy moderada; la atravesó así como el teji- do celulo-muscular pretraqueal. Cuando se emprende una operación no descrita, con un instrumento nuevo, es natural vacilar en su aplicación; (*) Gaceta Médica, año 1877. 19 sintiéndose cerca de la traquea, el operador no se atrevió á penetrar en ella con el mismo cuchillo candente, sino que, muy satisfecho de haber suprimido la disección len- ta que constituye el primer tiempo de la operación, pun- cionó ligeramente la tráquea con un bisturí agudo y la abrió con un bisturí abotonado. Los lados de la incisión estaban apergaminados, la tra- quea no solo se sentía en el fondo, sino que se veia con toda claridad porque los bordes de la incisión estaban se- cos y retraídos de cada lado. El primer tiempo había sido fácil en su ejecución y ha- cia también más fácil el segundo. ¿Quién no se acuerda haber tenido ratos de vacilación en presencia de una in- cisión llegada hasta la traquea y que deja escurrir alguna sangre capilar? Aunque los autores digan que puesta la cánula, esta sangre se estancará, ¿quién no ha visto qué poca sangre basta para que caída á la traquea ésta se su- bleve, y en defensa instintiva retarde la introducción de la cánula? ¿Quién no sentirá un movimiento de agradeci- miento hácia el bienhechor de la humanidad, inventor del medio de llegar á secas hasta la traquea? Abierta ésta con el bisturí por temor de lastimarla con el termo-cauterio, dió sangre. Esperamos que la cánula fuera suficiente á contenerla, y puesta ésta siguió escur- riendo algo; entonces la retiramos porque no podíamos exponer al enfermo á las consecuencias de una hemorragia consecutiva. La región operada estaba sumamente con- gestionada por una inflamación tan grande que creimos en una carie del cartílago; retirada la cánula, se aplicó el termo-cauterio ligeramente en cada borde de la cortada traqueal; lo que hecho, esperamos unos instantes para cer- ciorarnos de que ya no había sangre y se volvió á poner la cánula. No hubo ningún accidente notable después de la operación; el enfermo ha ido aliviándose, y pocos dias ha tuvimos el gusto de verlo capaz de hablar. El dia 16 tuvimos la satisfacción de operar otra traqueo- tomía en una mujer que se sofocaba á consecuencia de 20 una tisis laríngea. La mujer no podía acostarse, porque solo sentada ó parada lograba respirar, aunque muy im- perfectamente. Se sentó á la orilla de la cama, el opera- dor se sentó en frente de ella, y reconocido el cricoideo, sumió por pequeñas presiones el cuchillo candente hasta llegar sobre el primer anillo traqueal; llegado allí, con una presión hácia abajo, se agrandó la abertura y se pu- do introducir la cánula sin ningún contratiempo. Todo operador tiene presente á la memoria los trabajos propios de la traqueotomía; esa necesidad de aplicar es- ponja ó trapito para estancar una sangre que vuelve á ta- parla vista, muchas veces antes que se haya podido apli- car la pinza ó el bisturí, la dificultad que trae la sangre para distinguir la traquea para abrirla. La supresión de tantos motivos de tardanza é inquietud, es un verdadero triunfo para la Cirujía.” De estas observaciones del Dr. Fenelon, se deduce la notoria utilidad del cauterio Paquelin, y en una operación como ésta, nunca debe olvidarse de él, el Cirujano. En la primera se facilitó mucho la operación y habiendo que- dado limpia la incisión al grado de distinguir perfecta- mente la traquea, debe tenerse presente esto para no pre- cipitarse á penetrar en ella con el cauterio, cuando se tie- ne mas seguridad con el bisturí doble. Resistiendo la piel más que los otros tejidos, y siendo menos doloroso el empleo del bisturí, es conveniente dividirla por este me- dio. Estas y otras razones han tenido en cuenta los ciru- janos para limitar el uso del termo-cauterio en la traqueo- tomía, fijando esta regla: Hágase la incisión de la piel y la de la traquea, con bis- turí; y el camino intermedio con el termo-cauterio. Esta no deja de tener una excepción muy lata, y que deja en pié el procedimiento clásico; cuando no se en- cuentre desarrollado el plexus tiroideo y se pueda hacer casi en seco la operación sin necesidad de cambiar de ins- trumento. También en algún caso excepcional enteramen- te en el que siendo la urgencia suma, no se sabe ni se 21 tiene tiempo para pensar más, que en el riesgo de perder al enfermo, es en donde ya con seguridad de no tener san- gre se puede disculpar el llegar de un golpe hasta la tra- quea; pero esto es plausible en ciertos operadores y en ca- sos fortuitos. Como en el caso de la traqueotomía se encuentran mu- chas operaciones en que se hace manifiesta la hemostasia del cauterio Paquelin mantenido á la temperatura del rojo sombrío; y hay que notar, sobre todo en los casos en que resulta de su empleo, una herida que también apresura la cicatrización, pues que evita las demás complicaciones que suelen presentarse con más frecuencia en las heridas he- chas por el bisturí. Otra de las indicaciones de este cau- terio es el evitar ó prevenir las complicaciones que algu- nas veces se temen con justicia, al hacer una operación, ya sea por las circunstancias en que se hace, por la re- gión, etc. Así se ha empleado para abrir algún abceso de la piel de la cabeza, que siendo bastante vascular á la vez que resistente, se ha temido una pérdida de sangre consi- derable, una flebitis ó una erisipela. Cuando se teme la absorción purulenta, el contagio ó multiplicar una infec- ción, entonces el cuchillo candente impide estas calami- dades, dejando cerrados á su paso los linfáticos y todas las vías por donde pudieran penetrar el pus y los orga- nismos infecciosos, á las circulaciones linfática ó sanguí- nea. De esta manera queda una herida puesta al abrigo de las infecciones. Se le han imputado al aparato de Paquelin mil incon- venientes de los cuales el de más importancia ha sido el que ocasione ó no evite las hemorragias; pero este queda destruido desde el momento en que se tiene cuidado de darle al cuchillo la temperatura hemostática y de usarlo de cierto modo, apoyándolo sobre el vaso ó tejido vascu- lar no por su punta sino por su parte roma y más gruesa, que no puede cortar sin aplanar de antemano el calibre de los vasos. Las escaras que tanto babian preocupado á los ciruja- 22 nos, y que siendo el platino inocente de su formación, se había probado que dependían de la ebullición de la grasa del tejido celulo-grasoso, originado por un contacto pro- longado del cuchillo con los tejidos en el lugar de su aplicación, han sido conjurados con la destreza para ma- nejar el cauterio, haciendo cortes y separaciones sucesivas del cuchillo, para que no dure el contacto más que algu- nos segundos. Respecto de que no funcione bien el aparato que no pue- da prepararse violentamente, que se apaga ó no pueda ele- varse al blanco, depende de que no se usa ni cuida como lo recomienda su autor, pues teniendo presentes los pre- ceptos sencillísimos que deben observarse, nunca se apa- gará en medio de una operación y se tendrá siempre listo y útil. Para conservar el aparato es necesario cuidar de lim- piarlo después de cada operación, por dentro y por fuera. Se limpia por fuera cuando el cauterio está ya frió, frotan- do la extremidad con un lienzo húmedo; así se desalojan las sales minerales de que se ha incrustado al atravesar los tejidos y los líquidos orgánicos y cuya presencia po- dría estorbar su buen uso. El Dr. Mejía que ba estudia- do este instrumento con especialidad, se sirve también del óxido rojo de fierro que limpia el cuchillo dejándolo como nuevo. Para limpiarlo por su parte interna reco- mienda su autor llevar el cauterio al rojo vivo por medio de algunas insuflaciones rápidas, y cuando haya llegado á plena incandescencia, separar bruscamente el mango del instrumento, del tubo de cuautchouc que lo reúne al receptáculo del combustible; de esta manera, dice, entran en perfecta combustión las partículas de carbono que á las temperaturas bajas deja depositar la incompleta com- bustión de la materia hidro-carbonada. Se comprende que la acumulación de dichas partículas al cabo de corto tiempo impediría la incandescencia del platino. Para apagar el cauterio se tendrá cuidado de dejarlo enfriar al aire libre y nunca introducirlo en el agua fría, 23 pues esto ocasiona un cambio en el estado molecular del platino disminuyendo su poder condensante. Se evitará calentar el cauterio hasta el blanco luminoso, porque si se sostiene esta elevada temperatura, se corre el peligro de fundir el tubo interior del hogar. Las causas que impiden que el cauterio funcione, son: cuando la mezcla gaseosa llega al hogar bajo una fuerte presión; cuando el tubo central de éste se ha fundido; cuando por cualquier obstáculo en los tubos la materia hydrocarbonada no llega al repetido hogar; cuando el cauterio está sucio, cuando el alcohol de la lámpara, en donde previamente se calienta el cauterio, contiene ma- terias salinas que pueden ensuciarlo; cuando la materia hidrocarbonada contiene cuantchouc en disolución: cuan- do está fria y cuando ha sido expuesta á la acción directa de los rayos solares. Conociendo todas estas causas/fácil es evitarlas, y si se limpia bien el aparato, si se usa un buen carburo de hidró- geno, no llenando el frasco que lo contiene, si se evita su contacto con el tapón de cuantchouc y si llega bien la cor- riente al cuchillo bien calentado, nunca fallará el aparato. En suma; usado este cauterio como se debe y en donde se deba, no tendí á rival como representante de la caute- rización actual. Como comprobación de lo que llevo dicho sobre el in- genioso cauterio de Paquelin, relato las siguientes histo- rias. Casos en que se ha usado en lugar del cuchillo, co- mo destructor y hemostático. i* Debida á la bondad del Sr. Lavista.—La Srita. N. 24 N. á consecuencia de un neoplasma situado en la horqui- lla y que en un principio se creyó de naturaleza sifilítica, fue sometida al tratamiento apropiado y deducido el diag- nóstico que, como se verá después, fue errado completa- mente. Cansada de sufrir dicho tratamiento sin ningún resultado favorable, consultó al Sr. Dr. Lavista, quien des- pués de informes anteriores de la marcha que había segui- do en su desarrollo el tumor, de los dolores más ó ménos fuertes que le acompañaban, etc., etc., hizo su exámen más directo y encontró un carcinoma epiteliomatoso, tal fué su diagnóstico; estaba invadida la horquilla, la mucosa de los grandes y pequeños labios, y el tejido celular del monte de Vénus limitándose hasta el himen. Después de una consulta con los Sres. Domínguez y Mejía, quienes estuvieron conformes con el diagnóstico, decidiéronse para el tratamiento por el meramente qui- rúrgico. Procedióse á la extirpación del neoplasma, por medio del cauterio Paquelin, conservándolo como está re- comendado en parecidos casos, al rojo-sombrío, para evi- tar la hemorragia. Tocóle al Sr. Domínguez administrar el cloroformo y al Dr. Mejía mantener el cuchillo á la tem- peratura convenida. H izóse la extirpación con pleno éxito y sin haberse perdido una gota de sangre; confirmándose una ventaja del cauterio y el diagnóstico del Sr. Lavista, por el exámen del tumor. 2a, y 4? Operaciones hechas por el Dr. Liceaga en el hospital de su digno cargo: Francisco Díaz, 24 años; operado de traqueotomía por una afección laríngea; tenia el cuerpo tiroides muy desar- rollado y hubo hemorragia que fué contenida con el ter- mo-cauterio al rojo-sombrío. A los cinco dias otra ligera hemorragia que se contuvo expontámeamente. Andrés X., 23 años; vegetaciones en la corona del glan- de pediculadas; extirpadas con el termo-cauterio, al rojo- sombrío, no hubo hemorragia, cicatrización rápida. Francisca N. Vegetaciones en la márgen del ano, exten- diéndose hasta la vulva, voluminosas, aplanadas por la si- 25 tuacion entre los glúteos, y en forma de coliflor. Operadas con el termo-cauterio usado á la temperatura del rojo- blanco, hubo hemorragia que se contuvo bajando la tem- peratura del cauterio al rojo-oscuro. No hubo inflamación ni escaras, ni hemorragia consecutiva, y sí pronta cicatri- zación. Observaciones en que ha obrado el cauterio como he- mostático solamente. i9 “Con el Sr. Maldonado practicamos en la calle de Chiconautla el domingo 2 de Setiembre, una extirpación incompleta de cáncer de la matriz. Era un tumor desar- rollado en el interior del útero, y que saliendo por su cue- llo llenaba literalmente la vagina. La pobre enferma ex- perimentaba una sensación análoga á la de un parto próxi- mo; dolores expulsivos, tenesmo vesical y rectal, todo esto acompañado de hemorragias considerables. Yo la vi en consulta y propuse como medio de algún desahogo, no de curación, la extirpación del tumor en su porción vaginal, y cauterización hasta donde fuese posible, de la porción contenida en el interior de la matriz. Aceptada mi pro- puesta, pensamos abrazar el tumor al nivel del cuello con una asa del constructor de Chaisaignac, pues no pudién- dose aplicar el espejo por la presencia del tumor, era im- posible destruirlo con el fuego. Hicimos nuestras tentati- vas, pero era corta la asa del constrictor; aconsejé al Sr. Maldonado cortase con tijeras curvas al nivel del cuello miéntras tanto hacia yo funcionar el aparato termo-caute- rio. El Sr. Maldonado practicó la extirpación aplicando inmediatamente un espejo de porcelana de diámetro gran- de. El escurrimiento de sangre era abundante, introduje el boton del cauterio y lo pasé por toda la superficie sec- cionada con aplicaciones sucesivas; la hemorragia se con- tuvo por completo. Hicimos irrigaciones prolongadas de agua fria y abandonamos á la enferma (*). 2 9 Se trata de un anciano de 72 años, afectado de un (*) Núm. 23 del Tomo XTI de la "Gaceta Médica" (Dr. Mejía). 26 tumor de la región parotidea derecha, cuyo origen refiere hace tres años; fué operado por primera vez, aunque in- completamente y la repululacion del mal no tardó en vol- verse á manifestar. El tumor tenia el volumen de un huevo de gallina, des- cendía casi hasta la mitad de. la parte lateral del cuello, y se encontraba colocado sobre la región carotidea de este lado: Ulcerado en varios puntos, daba lugar á hemorra- gias intermitentes, pero bastante repetidas para perjudi- car al enfermo; una sábia icorosa escurría de los puntos ulcerados. Hé aquí como ejecuté la operación que no dejó de ser muy laboriosa, en razón de las profundas raíces que ha- bía hechado el mal; comencé por circunscribir el tumor hácia arriba, adelante y atrás, con ayuda del cuchillo del termo-cauterio, calentado al rojo-sombrío, durante toda la Operación. Adelante me pasé del borde posterior del masetero; atrás, corté hasta mas allá del trapesio; en este tiempo, en el momento en que me encontraba sobre la parótida, noté que había dividido, en blanco, un baso ar- terial voluminoso. Lo examiné con atención y vi que era la arteria carótida externa, la que había yo dividido con el termo-cauterio sin que hubiera dado ni una gota de sangre. Caminando más profundamente en mi disección, llegué hasta la pared lateral de la faringe en donde me detuve por haber llegado á los límites del mal. Durante toda la Operación, que duró cosa de hora y tres cuartos, el termo- cauterio funcionó de una manera irreprochable, y el en- fermo que estuvo sometido todo este espacio de tiempo, á la cloroformisacion apenas perdería ioo ó 150 gramos de sangre. (*) Historia recogida por el Sr. Gamboa.—Aplicación del Cauterio Paquelin en la cauterización revulsiva.—N. N., tejedor; la máquina le pasó sobre los dedos medio, anu- lar y pequeño de la mano izquierda, fracturándole la fa- langeta del medio, la falangina y la falangeta del anular (“) Gillet Clíneque Cliirurgicale. 27 y la falangeta del pequeño. Desarticulación de la falangeta del medio y de la falangina del anular. Tres dias después de la operación; flegmon erisipelatoso de la mano, propa- gándose después á todo el antebrazo. Se trató los prime- ros dias por el percloruro de fierro al exterior y por el fer- ricitrato de quinina al interior; la erisipela no cedió, se establece la supuración en la mano, se forma un abceso y el flegmon toma proporciones enormes. Se hicieron incisiones por las partes dorsal y palmar de la mano, y con el cauterio Paquelin al rojo blanco, se hicieron cauterizaciones puntuadas en todo el antebrazo y el resto de la mano, sin tocar las incisiones. La erisipe- la se limita, el flegmon cede rápidamente, la supuración disminuye y la cicatrización de los dedos como la de las incisiones termina favorablemente. A los 24 dias, el ope- rado está completamente restablecido y curado. Como las historias anotadas, podría presentar muchas más recogidas en los Hospitales de San Andrés, San Juan de Dios é Infancia, probando todas, ‘que el Cauterio Pa- quelin aplicado racionalmente proporciona éxitos muy fe- lices; pero me abstengo de ello, atendiendo á que bastan- do las pocas que presento para afirmar mis asertos, no haría más que hacer cansado en demasía este imperfecto trabajo. Solamente quiero antes de concluir señalar muy particularmente la idea feliz que ha tenido el Dr. Liceaga de sustituir el fierro rojo por el termo-cauterio haciendo un uso especial de éste, en los niños afectados de gan- grena de la boca. Muy conocidas son las dificultades que nos opone la disposición de la región, para poder llevar con facilidad los antiguos cauterios á ella; las desventajas que se tiene con éstos, al no poderse limitar en los puntos afectados, la acción destructiva de la cauterización, y las infinitas precauciones que aun no evitan la acción del ca- lor radiante; pues todo esto queda subsanado, y se ha visto coronado de brillantes resultados el empleo del Cauterio Paquelin en innumerables casos del llamado cáncer acuá- tico.—Miguel de la Garza Velasco.