FACULTAD DE MEDICINA DE MÉXICO CONTRIBUCION AL ESTUDIO DE LA ANTIPIRINA TÉSIS Que para ei exámen genera! de Medicina, Cirujía y Obstetricia, presenta al Jurado Calificador CARLOS M. GARZA Alumno de la Escuela Nacional Preparatoria, de la Nacional de Medicina de México, Practicante de número del Hospital general de San Andrés y Miembro de la “ Sociedad Filolátrica. ” MÉXieb Imprenta del Gobierno Federal, en el ex-Arzobispado Dirigida por Sabás A. y Munguía 1888 FACULTAD DE MEDICINA DE MÉXICO CONTRIBUCION AL ESTUDIO I)E LA ANTIPIRINA TÉSI8 Que para ei exámen general de Medicina, Clrujía y Obstetricia, presenta al Jurado Calificador CARLOS M. GARZA Alumno de ln Escuela Nacional Preparatoria. de la Nacional de Medicino de México, Practicante de número del Hospital general de San Andrés y Miembro de la “Sociedad Filoiátrica.” MEXICO Imprenta del Gobierno Federal, en el ex-Arzobispado Dirigida por Snbás A. y Munguín. 1888 Á LA SAGRADA MEMORIA MI VIRTUOSA MADRE ni í o: £ (///yacen tney'ol yae a, é¿¿¿ mmenioJ- ¿acícycccoi en ee/acaíme, c/ec/cccié ej/e cn= ¿íci/ccyo 9 G//c/j/¿/a/o como an ¿íc/fa/o e/e me amoí, ¿f eéeína eyía/clae/. A MI QUERIDO MAESTRO i El eminente y modesto Profesor de Obstetricia I)» MANUEL GUTIERREZ Á PIEN SOY DEUDOR DE INMERECIDAS CONSIDERACIONES AL SABIO PROFESOR DE PATOLOGIA INTERNA Dr, MAXIMILIANO GALAN Admiración al maestro. Profundo agradecimiento al leal amigo. AL INTELIGENTE MARINO MEXICANO RUFO SADA SINCERO CARIÑO Y VERDADERA AMISTAD HISTORIA tjjifif n el primer tercio del año de 1884, Filehne lilif (de Erlangen) comunicó al mundo médico sus primeros trabajos sobre los efectos te- ftí rapéuticos de una sustancia que un químico de Munich, Ludwig Knorr, acababa de descubrir, y la presentó bajo el nombre de antipirina, que justificaba su acción característica: el abatimiento de la temperatura anormal. Desde luego el nuevo agente fué ensayado por diversos experimentado- res con resultados satisfactorios. El misterio guardado por los médicos alema- nes sobre el origen de este medicamento, fué la causa de que en Francia se le acogiera con cierta desconfianza; no fué sino hasta que Filehne hizo conocer su composición química y su modo de preparación; que G. Seé, Huchard y Dujardin Beaumetz la emplearon sobre los febricitantes, y 10 que Henoeque y Arduin, experimentando sobre animales, precisaron su acción fisiológica, aunque quedasen por determinar muchos puntos respecto á su mecanismo íntimo. Desde entonces comenzó á usarse la antipirina en grande escala en diversos países. El nombre químico de este agente, sumamente largo y difícil de pronunciar, se cambió por el de antipirina, que está en relación con su acción an- tifebril. Hoy que sus efectos benéficos sobre el dolor, van haciendo casi olvidar su eficacia anti- pirética, podría llamársele con propiedad analge- sina. Preparación. Se la prepara tratando cuatro partes de fenil- hidrazina por cinco partes de éter aceto-acético. Se obtiene desde luego un líquido aceitoso, que calentado á ioo° durante dos horas, deja despren- der alcohol y da la oximetilquinicina. Esta es ca- lentada á ioo° en tubos cerrados con partes iguales de éter metiliodhídrico y de alcohol metílico; al producto decolorado por el ácido sulfuroso y des- embarazado del alcohol por destilación, se añade una lejía de sosa concentrada que precipita la di- metiloxiquinicina bajo forma de aceite pesado. La 11 masa es agitada con éter y se deposita en cristales prismáticos por evaporación de la solución etérea. Este es un procedimiento de laboratorio. Hay otro que consiste en aprovechar la reac- ción de la fenilhidrazina y del éter diacetilsuccini- co. Por último, tenemos otro verdaderamente in- dustrial; es muy común en Alemania, y consiste en obtener el éter aceto-acético. Por la acción del ácido sulfúrico sobre el ácido cítrico, resulta el áci- do aceto-dicarbónico; se le saponifica y se tras- forma en éter aceto-acético; se trata luego con este éter la fenilhidrazina, como en el primer pro- cedimiento. La antipirina es un producto de la serie ben- zoica; su nombre verdadero, bajo el punto de vista químico, es el de dimetiloxiquinicina, cuya fórmu- la es (C2° H'° Az2 O ). En el comercio se presenta bajo la forma de un cuerpo sólido, de un color blan- co, en láminas cristalinas, casi inodoro, de un gus- to un poco aromático y amargo poco persistente, mucho menos pronunciado que el del sulfato de quinina; funde á 113°; soluble en la benzina, la glicerina, el sulfuro de carbono, las aldehidas, los éteres acético y nítrico, los ácidos sulfúrico, acético y nítrico; mucho, muy soluble en el agua (10 par- tes de antipirina se disuelven en 6 de agua), la solubilidad es mayor en agua caliente, muy solu- ble también en el alcohol y el cloroformo. Calen- 12 tada se enrojece; pero poco después se torna gris y arde. Su reacción química más importante es dada por el percloruro de fierro líquido; una gota de este reactivo añadida á una solución de antipirina al centésimo, le hace tomar una coloración aná- loga á la del vino de Oporto. El yoduro de potasio da un precipitado rojo-moreno muy abundante; este reactivo, muy sensible, se advierte todavía en una solución al cienmilésimo. (Marigliano.) El tanino precipita en blanco sus soluciones; el yoduro de mercurio y el de potasio dan preci- pitado amarillo; el cloruro de zinc, voluminoso precipitado blanco; el bicloruro de mercurio, un precipitado soluble en caliente; el ácido pícrico, un precipitado amarillo, soluble en caliente; el clo- ruro de oro y el molybdato de amoniaco también la precipitan. Contrariamente á los alcaloides, no precipita por los álcalis. La coloración violeta del permanganato de potasa la cambia en rojo. Cuan- do se hace obrar el percloruro de fierro y en se- guida el ácido sulfúrico sobre los diferentes anti- térmicos, se obtienen las reacciones siguientes, co- mo lo ha demostrado Bardet, operando de la ma- nera que sigue: Añade á dos centímetros cúbicos de una solución al milésimo una gota de perclo- ruro de fierro, y en seguida una gota de ácido sulfúrico; las coloraciones obtenidas son: 13 Percloruro de fierro. Ácido sulfúrico. Ácido fénico, azul. ,, salicílico, azul violeta. ,, rezorcina, azul. Cairina, moreno-claro. Antipirina, rojo. Quinina, incoloro. Amarillo. Incoloro. Amarillo oscuro. Rojo púrpura. Incoloro. Incoloro. Si se añade algunas gotas de solución de clo- ruro de cal á una solución de cairina, se advierte una coloración roja que pasa al rojo oscuro sucio; en igual caso, la antipirina no da coloración algu- na. Añadiendo algunas gotas de ácido clorhídri- co, la solución de cairina se torna en un amarillo claro, al paso que la de antipirina deposita un pre- cipitado amarillo blanquizco. El nitrato de mercu- rio da precipitado blanco con la antipirina, y ana- ranjado con la cairina. El ácido nitroso produce una hermosa coloración verde con las soluciones de antipirina. Si á una solución de antipirina al milésimo se añaden algunas gotas de ácido nítrico humeante, se desarrolla un color verde que dura muchos dias; calentando y añadiendo nuevas go- tas de ácido nítrico humeante, el líquido adquiere un color claro, luego rojo sangre, y deposita por último un aceite púrpura, soluble en el cloroformo é insoluble en el sulfuro de carbono y la benzina. Parecerá difuso y hasta cansado enumerar los 14 nombres de tantos reactivos; pero lo he creído jus- to y aun necesario, porque el uso del medicamento de que me ocupo, aumenta de dia en dia. Las alteraciones de la antipirina consisten en el exceso de la fenilhidrazina ó de la benzina; la primera es reconocible porque el licor de Fehling la reduce; la segunda se demuestra por el proce- dimiento de Berthelot: trasformacion en nitroben- zina, después en anilina con la ayuda de la lima- dura de fierro, é investigación de la coloración violeta de la anilina con el cloruro de cal. Muchas veces sucede que en vez de emplear el éter para la purificación de la antipirina, se hace uso de la benzina, de donde resulta que en el co- mercio suele venirnos con el olor característico de esta última sustancia, debido á que la permanen- cia en la estufa ha sido insuficiente para depurarla. Dicho olor desaparece poniendo la antipirina al calor por algunos instantes. Acción fisiológica. Determinar los elementos morbosos que cons- tituyen las modificaciones sufridas en las diversas enfermedades por las leyes del cambio; indagar después como un medicamento dado puede modi- 15 ficarlas, tal debe ser uno de los métodos de la te- rapéutica modeina que rechaza el empirismo y aspira al título de racional; tal es el método que debiera seguir para mi estudio; pero por condi- ciones que al Jurado no le serán desconocidas, me conformo con poner lo que he visto, ya en los li- bros ó en publicaciones extranjeras, arreglándolo de la manera que crea más conveniente y ratifi- cándolo, ó rectificándolo, conforme á lo que mi escasa práctica me ha permitido observar. Los efectos fisiológicos de la antipirina perma- necen todavía bastante oscuros, se confunden con su acción terapéutica, y al hablar de los primeros, me veo casi precisado á hacer mención de los se- gundos, que constituyen el terreno mejor explo- tado. Pasaré rápidamente en revista la acción sobre el sistema nervioso, que es la más importante á la vez que la más difícil de apreciar, y de la cual se sacan muchas consecuencias prácticas: los efectos sobre la calorificación, el estado de la sangre, la respiración, las funciones del tubo digestivo, de los riñones y de la piel. Sistema nervioso. En el hombre, á dosis medicamentoras, la an- tipirina no determina dolor de cabeza, ni vértigos, 16 ni oscurecimiento de la vista, ni perturbaciones auditivas. Sin embargo, algunas personas, ya sea por idiosincracia ó porque el medicamento esté mal preparado, sufren un malestar indefinible, una de- presión considerable de las fuerzas, algo como co- lapsus y estado sincopal, señalado por la primera vez porDujardin Beaumetz; estos accidentes, por ligeros que sean, el médico debe tenerlos presen- tes y recordar “que un medicamento que modifica tan profundamente los fenómenos térmicos, debe de tener una influencia considerable sobre el fun- cionamiento íntimo de los centros nerviosos y so- bre los actos vitales esenciales.” (Jaccoud). El colapsus depende de la idiosincracia del en- fermo y no de las dosis administradas; Jaccoud cita casos en que estos fenómenos se presentan á cada nueva toma del medicamento. Esta influencia es manifiesta en los animales, á los cuales se les hace absorber dosis tóxicas de antipirina. El Dr. Demme (aleman) señala la exageración de la reflectividad de los animales sometidos á esta sustancia; Henocque, H. Huchard y Arduin, ha- bían visto las dosis tóxicas provocar convulsiones, rigidez muscular y la suspensión momentánea de los reflejos. Habían notado (fenómeno de impor- tancia capital bajo el punto de vista de la utilidad 17 terapéutica) la influencia de las dosis administra- das, sobre la naturaleza de los efectos fisiológicos producidos. A dosis medias, la antipirina provoca la abolición de la reflectividad, “la paraplegia y una especie de catalepsia.” A dosis fuertes, la reso- lución venia á ser completa. Si se exageraba toda- vía estas dosis, se producian convulsiones tónicas y opistótonos; en fin, un conjunto de fenómenos muy análogo al estricnismo. En Diciembre de 1886, Bouchard comunicaba una experiencia á la Sociedad de biología; allí de- mostraba hasta la evidencia la acción electiva de la antipirina por los centros nerviosos. El plan consistía en que antes de administrar la antipirina á un animal, seccionaba uno de los nervios sciáticos, lo sometía al medicamento y ob- servaba la resolución de todos los miembros, con excepción del que había perdido toda conexión nerviosa; este conservaba la integridad de su con- tractilidad muscular. Siguiendo esta conquista fisiológica, se ve la torpeza, el embotamiento y la diminución de la sen- sibilidad á las excitaciones dolorosas, figurar en todas las investigaciones seguidas de una manera metódica. Por otra parte, los enfermos que están bajo la influencia de la morfina, sufren una espe- cie de borrachera y su perceptibilidad sensitiva se atenúa. 18 Estas consideraciones inspiraron sin duda á M. Lepine la feliz idea de utilizar estas propieda- des bajo el punto de vista terapéutico. Investigaciones de contraprueba recientes y muy oportunas, vienen á confirmar estas obser- vaciones. M. G. Seé ha demostrado la analgesia en los puntos vecinos al sitio de las inyecciones hipodér- micas de antipirina, hecho observado frecuente- mente después de traumatismos experimentales y explicado por las bellas experiencias de Brown — Sequard sobre la inhibición, la diminución de la sensibilidad en las regiones homologas á aquellas donde el medicamento habia penetrado. Germain Seé. en su comunicación á la Acade- mia de Medicina de Paris, habia dicho que la an- tipirina disminuye el poder reflejo de la médula espinal. M. Chouppe ha probado prácticamente en una serie de experiencias muy bien conducidas, lo que G. Seé decía de una manera teórica. Para asegurarse que la antipirina disminuye el poder reflejo de la médula, necesitaba, después de haber introducido esta sustancia en la econo- mía, hacer exaltar esta facultad. Para llegar á este efecto, M. Chouppe se sirvió de la estricnina. De sus experiencias resulta, que la absorción previa de la antipirina impide producirse el estric- nismo; de donde se puede concluir que la antipiri- 19 na modera realmente el poder reflejo de la médula. Es una proposición puramente fisiológica; pero se puede sacar una consecuencia práctica importan- te: detener ó impedir el que viniesen á ser morta- les los accidentes del estricnismo; en una palabra, Chouppe creía que la antipirina fuera empleada con fruto como antídoto de la estricnina. Es prudente no generalizar demasiado, y re- cordar á cuántas discusiones da lugar todavía el pretendido antagonismo del opio y de la belladona. En otra experiencia, M. Gley ha inyectado la antipirina á la dosis de i á 2 gramos bajo la piel de un conejo ó de un perro; ha visto producirse una verdadera analgesia en el miembro inyecta- do, y frecuentemente del lado opuesto. En la ra- na, bajo la influencia de ogroi á ogr02, la excitación eléctrica del nervio sciático no produce más que una contracción refleja, muy disminuida del lado opuesto, lo que indica un debilitamiento reflejo de la médula espinal. Si se envenena el animal, con excepción de un solo miembro en el cual se liga el vaso principal, se ve que los músculos envenenados se contraen lenta y difícilmente, mientras que el miembro pre- servado conserva casi intacta su contractilidad; esto, según Gley, prueba su acción sobre las ter- minaciones de los nervios. Hay un hecho de mucha importancia, y es: la 20 completa integridad del corazón, que queda, por decirlo así, indiferente á las dosis terapéuticas, y una ligera modificación de la presión sanguínea intravascular en el sentido de la vaso-dilatacion; ya seguirémos hablando de esto á su debido tiempq.t L ■ r\ oup ; : i Como,se ve’, la experimentación fisiológica vie- ne á coñfirmar todos los datos de la observación clínica.’ La antipirina puéde ser considerada cien-, tíficamente como un poderoso moderador del síst tema nervioso. ] Calorificación. ¿La antipirina provoca el abatimiento térmico, retardando las combustiones intersticiales, ó bien modifica directamente los centros medulares tér- micos? La antipirina abate la temperatura morbosa; la normal apenas la modifica: entre las observacio- nes de Henocque y Arduin sobre los animales, hay un hecho digno de observación que viene á corroborar lo que digo; en un conejo que después de la absorción de una dosis suficiente para poner- lo en estado de paraplegia y de convulsiones tetái nicas, no había presentado primitivamente ningu- 21 na manifestación termométrica, la antipirina trajo á la normal la temperatura, cuya ascensión había sido provocada por una lesión traumática experi- mental. Yo he tenido la oportunidad de tomar por vía de experiencia uno, después dos y hasta tres gra- mos de antipirina en las veinticuatro horas; mí temperatura antes de tomar el medicamento era de 37.2; dos horas después 37.1 en el primer dia y 36.9 en el tercero; esto que he observado en mí, lo he visto siempre en todas aquellas personas á quienes he tratado con antipirina por padecer cier- tas neuralgias, y sin que hubiese en ellas la más ligera ascensión termométrica. En el febricitante, ía antipirina abate casi segu- ramente la temperatura; yo, por mi parte, siempre que la he administrado, constantemente he logra- do bajarla algunos grados y aun hasta la normal, en la inteligencia que algunas veces una sola dosis ha sido suficiente; pero no dejo de comprender que haya casos en que no se consiga este efecto. Jac- coud en Francia, y algunos de nuestros profeso- res en México, han tenido casos de este género en el tratamiento de la fiebre tifoidea. La caída termométrica varía en la rapidez con la cual se produce, y dura mientras existe la ac- ción de la antipirina. ; Según los médicos alemanes, una dosis de 5 22 á 6 gramos tomada en tres veces, con intervalos de una hora, determina un abatimiento de tempe- ratura que comienza una hora y media ó dos ho- ras después de la primer dosis; se sigue lentamente (medio gramo por hora) hasta que la normal se alcance; regularmente este momento llega cuatro d cinco horas después, y se mantiene en este es- tado seis, ocho y hasta quince horas. Jaccoud insiste sobre la fugacidad de la caída termométrica y sobre la rapidez con la cual se opera la reacción, frecuentemente acompañada de un calosfrío violento: en otros términos, la persis- tencia del mínimum es inapreciable; “la irradia- ción periférica de la temperatura es la única in- fluenciada, sin beneficio durable para el enfermo.” Esta observación, perfectamente indicada por los hechos clínicos según Jaccoud, queda subsanada con repetir las dosis fraccionadas, mucho mejor que las dosis fuertes, por ciertos trastornos que suelen venir. Ahora bien; ¿es por intermediario del sistema nervioso que sobreviene el abatimiento de la tem- peratura patológica? Todos los experimentadores están por la afir- mativa. Queirolo pensaba que obraba sobre la circula- ción periférica, sobre las pequeñas arterias; que era una sustancia vaso-motriz; que á consecuen- 23 cia de la dilatación de los vasos cutáneos venia el abatimiento de la temperatura; pero como estos fenómenos se producen ordinariamente al mismo tiempo, no tienen entre sí ninguna relación de cau- sa á efecto. Se ha supuesto también que la acción sobre la temperatura era indirecta; la antipirina ligándose desde luego al elemento infeccioso del padecimiento; pero en algunas enfermedades co- mo el reumatismo articular, ¿dónde se encuentra ese elemento infeccioso? Las experiencias del Dr. Posternatzky sobre la acción antitérmica de la antipirina, vienen á es- clarecer la cuestión de una manera terminante. Sus investigaciones tenían por objeto determinar la in- fluencia de este medicamento sobre la temperatura central y periférica de los enfermos atacados de fiebre tifoidea ó de cualquiera otra pirexia. La temperatura era tomada antes de la admi- nistración de la antipirina; después de la ingestión era tomada minuto por minuto. Termómetros eran colocados en el recto, en la axila y en el conducto auditivo; otros tomaban la temperatura cutánea. Este experimentador ha demostrado que el abatimiento térmico se manifiesta 5010 minutos después de la ingestión de la medicina y casi si- multáneamente sobre la piel y las cavidades del cuerpo: después la temperatura de estas últimas tendía á ser igual á la de la piel. 24 Pasada una hora de observar el abatimiento térmico en el recto, la axila y el oido, la tempera- tura aumentaba, pero el aumento de la piel venia á ser más lento. Este observador concluye: que el efecto anti- pirético de esta sustancia tiene su origen, por una parte, en la diminución de las combustiones, y por otra, en las modificaciones de la regulación tér- mica, es decir, en el sistema nervioso. De manera que por vía de la experimentación, por vía de exclusión y por vía de hipótesis, no obrando sobre la contractilidad cardiaca, no in- fluenciando sino muy poco la tensión arterial, de- cididamente la temperatura no es abatida por una acción directa sobre la circulación central, sino por una acción sobre los centros nerviosos que regu- larizan “la producción del calor, ó sobre las pro- piedades termógenas exaltadas de la sustancia gris nerviosa. Es, pues, la médula el órgano primiti- vamente influenciado; por su intermedio es como se produciría el abatimiento de la temperatura.” Pulso y circulación. Tenemos que estudiar la cuestión bajo dos pun- tos de vista; primero: cuando se administra la an- 25 tipirina con el objeto de tratar una neuralgia sin que haya calentura; segundo, cuando esta última existe, es decir, como analgésico y como antitér- mico; según mis observaciones, en el primer caso el pulso no sufre modificaciones apreciables; en el segundo, mientras dura la defervescencia, el pulso disminuye de frecuencia y de intensidad, aunque para otros la caída de la temperatura y la del pul- so, no es establecida por un paralelismo constan- te, en tanto que para Filhene siempre existe. La acción desarrollada en el aparato cardio- vascular no ha sido precisada todavía de una ma- nera definitiva, como se ve por lo que dejo dicho; unos afirman que el retardo del pulso marcha á la par que la diminución del calor; otros, por el con- trario, que no obstante aproximarse la tempera- tura al límite fisiológico, el pulso conserva sensi- blemente su frecuencia primitiva. El corazón no parece responder á la influencia del agente fisiológico, sino debilitando ligeramen- te sus contracciones (Demme). Según Maraglia- no, la presión arterial subsiste sin modificación, ó á lo sumo sufre una pequeña elevación. Hofíer y Huchard han comprobado mediante la inspección esfigmográfica, que la tensión arterial aumenta y que el dicrotismo desaparece. 26 Estado de la sangre. Huchard y Henocque han demostrado con aná- lisis espectroscópicos que la antipirina es inofen- siva á la sangre. Ni en el hombre que la usa ni en los animales envenenados por ella, se han pro- ducido trastornos globulares, ni se ha metamor- foseado la hemoglobina oxigenada en metahemo- globina. Henocque, examinando la sangre de un tísico, que una media hora después de la absorción de dos gramos de antipirina tenia un abatimien- to de nueve décimos de grado, no demostró re- ducción exagerada de la oxihemoglobina. En los animales, antes del periodo asfíxico, la sangre es solamente más espesa. En el período de paraple- gia, los glóbulos rojos de un conejo eran notable- mente más coloreados, más gruesos, más redon- dos; los glóbulos blancos no estaban animados de sus movimientos amiboides. En el período asfíxi- co, la oxihemoglobina era reemplazada por la he- moglobina reducida. Acción sobre la respiración. De la misma manera que para el pulso he es- tudiado la respiración cuando ha habido elevación 27 térmica y al estado normal; la frecuencia de la res- piración es exagerada en el primer caso; entonces la disminuye, la atenúa; la explicación es bien clara: siendo debida esta frecuencia á la exagera- ción del calor, la antipirina combatiendo la exa- geración de este último, disminuye forzosamente la primera. En el estado fisiológico, la antipirina no teniendo una acción mecánica ni electiva sobre el pulmón, no influye en nada sobre los movimien- tos respiratorios; en una palabra, no modifica la respiración. Su acción en las funciones digestivas. Se caracteriza algunas veces por intolerancia gástrica, constricción faríngea, repugnancia, náu- seas y aun vómitos en individuos excitables; es necesario, pues, no perder de vista la cuestión de idiosincrasia, porque estos fenómenos suelen ob- servarse en los tísicos, que vomitan por cualquier motivo; lo general es que en nada molesta el ape- tito ni la digestión. Su absorción no produce tras- tornos algunos, como la embriaguez quínica ó sa- licílica; los zumbidos de oidos apenas se presentan ó son ligerísimos; nunca viene sordera. 28 Estado de las orinas. A las dos ó tres horas de empezar el uso del medicamento se ha encontrado ya en la orina; uno de los procedimientos con que se descubre es el siguiente: se acidula la orina con ácido sulfúrico en proporción de unas cinco gotas por cada seis centímetros cúbicos de orina; si la orina fuere al- calina, se aumentará el ácido. Hay que filtrar la mezcla si se enturbia, y añadir después las gotas de una solución yodo-yodurada, que es un reac- tivo bastante sensible, pues acusa hasta 7s,ooo de antipirina, formándose un precipitado rojo-mo- reno. Esta reacción será más ó menos marcada, se- gún el tiempo en que ha sido expulsada la orina que se ensaye. La orina excretada á las tres ho- ras de tomado el medicamento, presenta la reac- ción, pero ligeramente; á las cuatro, ya es muy marcada; á las veinticuatro es todavía bastante definida, y aun se percibe á las treinta y seis. Hay otro procedimiento más fácil, y según mi opinión, más cómodo; consiste en añadir á la ori- na excretada una gota de percloruro de fierro, que da una coloración azul—negra. Coloración más subida que la que da en la solución acuosa ó en 29 la orina, en la cual se ha disuelto la antipirina de una manera directa. Jaccoud dice que esta reac- ción es la misma que la que es dada por la orina de las personas que han absorbido un fenol, y se piensa que la antipirina se desdoble por oxidación en la economía. Al espectroscopio se encuentra en esta orina la banda de absorción, extendida del naranjado al violeta, pero con algunas rayas amarillo-verdo- sas <5 verdes, según que el líquido es más ó me- nos concentrado. (Henocque). No produce albuminuria, lo que prueba que atraviesa los riñones sin irritarlos. ¿Las afeccio- nes de los riñones son una contraindicación para su empleo? El Dr. Favre dice, que según sus experiencias, la antipirina disminuye de una manera considera- ble la cantidad de las orinas emitidas en las 24 ho- ras; agrega también que constantemente ha visto la cifra de la urea abatida, proporcional mente á la diminución de las orinas, y aun de una manera todavía más marcada. Funciones de la piel. Dos fenómenos se presentan del lado de la piel: los sudores y una erupción que ha sido conside- 30 rada de distinta manera por los experimentadores; yo, por mi parte, ni una ni otra cosa he observa- do; la razón es de que no me he encontrado en el caso de hacer uso del medicamento á dosis soste- nidas y elevadas. Pilehne fué el primero que demostró la exis- tencia de los sudores, pudiendo durar algunos mi- nutos después de la administración del medica- mento; basta disminuir estas dosis y darlas con más precaución, para que la traspiración se man- tenga en límites tales que no pueda contraindicar el uso de la antipirina; por otra parte, esta diafo- resis es bastante favorable en las pirexias. La erupción consiste en un exantema de pe- queñas manchas rojizas irregularmente circulares y parecidas al sarampión; estas manchas son con- fluentes y están separadas por intervalos de piel sana. Por la presión desaparece la rubicundez, quedando en su lugar un color moreno. El período de erupción dura cinco dias, duran- te los cuales el exantema gana más en extensión que en intensidad, y la rubicundez se torna en pig- mentación morena que no desaparece por la pre- sión del dedo A las dos semanas pueden distin- guirse todavía huellas de las manchas. La erupción se muestra mayor en el pecho, dorso y vientre; la cara y parte superior del cuello están limpias; los miembros la ofrecen más intensa en el lado de la 31 extensión que en el de la flexión. El término me- dio de las manchas es de 2 á 15 milímetros. Al- gunas veces esta erupción es pruriginosa, cediendo definitivamente en algunos dias sin que se inter- rumpa la medicación antipirética. Se cree que este exantema es debido á una- excesiva dilatación de los vasos periféricos, y yo? pregunto: ¿no será causada por la eliminación del medicamento por la piel? Acción sobre la nutrición. Sobre este punto me conformo con trasladar las investigaciones minuciosas que A. Robin ha hecho sobre la influencia que la antipirina tiene en los actos de la nutrición. La antipirina, como he dicho más antes, dis- minuye siempre la cantidad de orina en las per- sonas sanas. En la fiebre tifoidea, el abatimiento es todavía más marcado que en el estado normal. En los estados crónicos sucede lo mismo, y el aba- timiento es otro tanto más considerable, cuanto- la nutrición es más comprometida. Hay también diminución de la cantidad de urea. AI estado nor- mal, la antipirina aumenta la secreción del ácido úrico; disminuye la cantidad de fosfatos. En los 32 estados agudos disminuye del mismo modo el áci- do fosfórico al mismo tiempo que la urea. El ácido sulfúrico de los sulfatos baja sensiblemente, y lo mismo el ácido sulfo-conjugado. La antipirina disminuye en suma: la cantidad de orina, los materiales sólidos, la urea, el ázoe total, la relación del ázoe de la urea al ázoe total, el ácido fosfórico, el ácido sulfúrico de los sulfa- tos, el ácido sulfúrico conjugado. Aumenta el áci- do úrico, la relación del ácido fosfórico al ázoe de la urea, el fósforo incompletamente oxidado y sus diversas relaciones, el azufre incompletamente oxi- dado y la potasa. Tales son los fenómenos que A. Robin trató de interpretar para juzgar del valor de la antipi- rina. La antipirina se aproxima á la serie medica- mentosa que G. Seé ha designado bajo el nombre de medicamentos de reserva. L1 ázoe siendo eliminado en menos gran can- tidad, esto significa que la antipirina disminuye la desintegración de los materiales azoados. Se trata de saber ahora lo que estos materiales vienen á ser en la economía. La antipirina aumenta la ex- creción de los materiales fosforados y de la potasa; esta potasa en exceso no puede venir ni de los músculos, ni de los glóbulos rojos; parece, pues, racional asignarle como origen el sistema nervioso. Pero al cabo de dos dias, este aumento de potasa 33 da lugar á una diminución de su eliminación, al mismo tiempo que aumenta la eliminación del foro incompletamente oxidado. La antipirina obra pues retardando las oxida-' ciones nerviosas; no obra de una manera igual sobre todos los órganos de la economía; obra más bien sobre los órganos ricos en ázoe y en materias fosforadas. Esto explica la elección de la antipL riña por el sistema nervioso. Produce una depresión de la actividad nervio- sa; los anestésicos que figuran en primer rango como depresores de la actividad nerviosa, tienen una acción química semejante á la de la antipirina. Las conclusiones que se deducen de estas in- vestigaciones son las siguientes: i * La antipirina obra desde un principio sobre el sistema nervioso, moderando su excitabilidad, no de una manera puramente dinámica, sino obran- do sobre su nutrición elemental. 2* Disminuye la desintegración orgánica y abate más todavía las oxidaciones orgánicas, de donde la producción de un exceso relativo de ácido úrico y de materiales extractivos azoados, que son menos solubles y por consiguiente más difícilmen- te eliminables por la urea. Es probable que esta influencia sobre la nutrición general, dependa in- mediatamente de los efectos de la antipirina sober el sistema nervioso, porque los medicamentos de- 34 presores de la actividad nerviosa obran casi todos en el mismo sentido. * 3* La antipirina posee como propiedad parti- cular un poder antiséptico bastante marcado, aun á dosis débiles, que parece manifestarse también en el organismo. El enunciado en estas tres proposiciones de- muestra cuáles deben ser las aplicaciones de la antipirina. Indicaciones terapéuticas. Como al hablar de estas indicaciones me veo precisado á decir las dosis á que se debe de em- plear, desde la mínima hasta la máxima, creo ló- gico y justo indicar algo sobre la toxicidad de la antipirina; además, careciendo de experiencias per- sonales por la falta de elementos de que me veo rodeado, tengo que tomarlas donde las encuentre. Con motivo de la revolución que Germán Seé ha producido en Paris á propósito del uso de la antipirina como analgésico, los Sres. Capitán y Gley han estudiado las variaciones de su toxici- dad, siguiendo la vía de introducción en el orga- nismo.. Han demostrado, primero, “que por la vía subcutánea era necesario inyectar i gr. 45 centí- 35 gramos á 1.50 por kilogramo de animal, para ver sobrevenir la muerte al cabo de dos horas después de una serie de convulsiones de mediana intensi- dad, produciéndose solamente una hora después de la inyección. Segundo: á consecuencia de la inyección en una vena periférica, las convulsiones sobrevienen después de diez á quince minutos, y son extremamente intensas. La muerte llega próxi- mamente al cabo de una media hora, siendo la dosis total inyectada de 65 á 70 centigramos por kilogramo de animal. Tercero: la inyección es lle- vada por una vena mesentérica; el animal tiene convulsiones mucho menos marcadas, producién- dose después de quince minutos; la muerte viene á los cuarenta ó cincuenta minutos, después que se ha hecho penetrar una dósis de 80 ó 90 centi- gramos por kilogramo de animal. Se puede, pues, concluir que el hígado parece desempeñar un papel de detención sobre la ab- sorción de la antipirina, débil, es cierto, (10 á 20 centigramos por kilogramo de animal); por otra parte, parece también modificar la toxicidad de la antipirina, que entonces no produce convulsiones tan graves, como por la inyección intravenosa pe- riférica ó por la inyección subcutánea. Como se ve, estas experiencias se relacionan más bien cuando la antipirina se emplea en inyec- ciones hipodérmicas: no satisfacen del todo; las 36 que verdaderamente hubiéramos deseado, eran aquellas en las cuales la antipirina se diera por la vía estomacal, que es como generalmente se usa; pero á falta de las últimas, buenas son las prime- ras; que éstas nos sirvan de base para nuestro estudio.1 Es muy cierto que suprimiendo la calentura no se suprime la enfermedad; pero disminuyendo la elevación térmica, se atenúa 6 se hace desapa- recer la mayor parte de los síntomas funcionales que ella engendra. Puesto que la antipirina es un poderoso antitérmico, desde luego viene la idea de emplearla en todas aquellas enfermedades en las cuales la calentura entra como elemento prin- cipal. En la fiebre tifoidea hay una especie de modi- ficación en el estado general; la marcha de la en- fermedad es abreviada, la cefalalgia se disminuye considerablemente, y según Huchard, el dicrotis- ñio del pulso deaparece. Desgraciadamente la baja termométrica no siempre se verifica; se administra á las dosis de unos tres gramos en las veinticuatro horas; creo que no hay necesidad de llegar á 8 y io gramos, como lo hacen los alemanes. En la erisipela, en la peritonitis, sobre todo en la fiebre puerperal (Huchard), la caída de la tem- peratura es seguida de muy buenos efectos; yo sé 37 que aquí ha sido empleada con muy buen éxito por nuestro sabio maestro, el Profesor Juan M.; Rodríguez. ; En la neumonía da buenos servicios, obrando; no sobre el parenquima pulmonar, sino sobre la hipertermia. Dosis de medio gramo a un bastan para que la temperatura baje uno ó dos; grados. > La antipirina se muestra impotente contra la- fiebre de origen palustre; cuando mucho, apenas disminuye la intensidad del acceso febril, sin pre-) venir nunca la vuelta, aun á la enorme dosis de 25 gramos dados en las veinticuatro horas por Marius (de Lieja). ? ,■ El Sr. Alfonso Castillo*, compañero mió, tuve* en dias pasados un caso que viene á probar lo que digo; se trataba de una enferma á quien le había administrado la antipirina tres veces consecutivas, con el objeto de combatir una hipertermia: viendo que en las tres veces, los resultados habían sido negativos (lo que le llamó la atención), sospe- chó una paludiana, aplicó un gramo de quinina, y como por encanto desapareció la elevación tér- mica. Esto viene demostrando que la antipirina es un antitérmico y no un antiperiódico. La antipirina puede ser utilizada todavía en las fiebres eruptivas, las fiebres efímeras y todas aquellas que marcan afecciones agudas. 38 En la fiebre héctica de los tuberculosos, que tanto agota á estos desgraciados enfermos, la an- tipirina supera á todos los demas antitérmicos co- nocidos; tuve ocasión de experimentarla en algu- nas de las enfermas de la sala primera de medicina de mujeres, después de haber empleado uno des- pués de otro, los medicamentos que en tales casos están indicados, sin obtener nada de provecho; he recurrido á la antipirina como última esperanza: ella siempre me ha dado resultado allí donde to- dos los otros habían fracasado. No solamente abate la temperatura de los po- bres tísicos; el estado general cambia favorable- mente, una sensación de bienestar es acusada por los enfermos; la respiración es menos fatigosa, vuelve el apetito, y el insomnio es reemplazado por un sueño tranquilo y reparador. En razón de la debilidad de estos enfermos y la facilidad con que la temperatura cede á la an- tipirina, lias dosis fuertes han quedado proscri- tas; dosis de un gramo ó gramo y medio son sufi- cientes: deben ser fraccionadas, para que su acción sea más eficaz y más provechosa al enfermo; yo la administro de la manera siguiente: un poco antes del acceso, 25 centigramos; dos ó tres horas des- pués, 50 centigramos; y por último, tres horas después de la segunda toma, 75 centigramos. 39 En el reumatismo articular agudo y subagudo. La antipirina por su poder depresivo sobre el sistema nervioso, por su poder analgésico, por ser mucho más tolerable que el salicilato de sosa, de- be ser aplicada á los reumatismos febriles y ge- neralizados, agudos, subagudos y crónicos; en general, el alivio es tanto más rápido, cuanto la elevación de la temperatura es más considerable. Se administra de 75 centigramos á un gramo cada cuatro horas, durante el período de la medad; en seguida se dan las mismas dosis, pero á intervalos de tiempo más considerables. Según el Dr. N. S. Davis, cuyo estudio he con- sultado sobre este punto, la antipirina parece ser preferible á los salicilatos, porque no provoca vó-* mitos, ni cefalalgia, ni zumbido de oidos; sin em-* bargo, se observan excepciones: de una manera general, prefiere esta sustancia en los individuos cuyo estómago es irritable. Los reumatismos localizados, los reumatismos apiréticos, los hidrartrosis, ceden fácilmente de la- misma manera; el reumatismo nudoso, tan difícil de curar, el reumatismo crónico primitivo, son mo- dificados notablemente por la antipirina. Bajo su influencia, las complicaciones cardiacas 40 no son exacerbadas; tampoco son una contraindi- cación á su empleo. La diminución de los dolores en el reumatis- mo seria debida, no tanto á la acción vascular, sino á sus propiedades nerviosas. M. Davis concluye asegurando la superioridad de esta sustancia sobre los salicilatos, principal- mente en el período agudo. Atribuye su eficacia á sus virtudes antitérmicas y analgésicas; esta do- ble acción resulta de las modificaciones que la an- tipirina imprime al sistema nervioso, c Termino este párrafo con una observación del Dr. Ramón Macías, quien tuvo la bondad de fa- cilitármela para su publicación, por lo cual le estoy sumamente agradecido. Se trataba de un enfermo llamado Francisco Montarde, de 35 años, dedicado á trabajos mecá- nicos, con algunos antecedentes reumatismales y ninguno específico. Presenta como síntomas dominantes, accesos de dolor, dolores coma fulgurantes, que partiendo del fin de la región dorsal de la espina, descienden á lo largo de ambos sciáticos. El dolor es tan in- tenso, que el enfermo se revuelca en su lecho y lanza gritos de desesperación, pareciendo á veces que delira. Estos accesos se presentan en gene- ral de las siete de la noche en adelante; pero al- guna vez han tenido lugar durante el dia. 41 La exploración permite encontrar casi como único dato, una hiperestesia extraordinaria al nivel de los seis últimos apófisis espinosos dorsales y todos los lombares. Los reflejos rotulianos muy exagerados. Teniendo en cuenta los antecedentes reumá- ticos del enfermo; el hecho de trabajar hasta ocho horas del dia en lugares bajos y húmedos; el do- lor exquisito que despertaba la presión muy ligera sobre los apófisis espinosos, y la propagación á lo largo de los sciáticos, se hizo el diagnóstico de '‘reumatismo meníngeo espinal.” Prescripción: antipirina, 5 gramos en seis cáp- sulas de Plantin, para tomar tres al dia. Pomada fuerte de biyoduro de mercurio á lo largo de la espina. Bajo la influencia de este tratamiento, las crisis dolorosas cambian rápidamente de intensi- dad, hasta desaparecer al cabo de ocho dias. El enfermo va quince dias á Veracruz á hacer su con- valecencia y á tomar baños de mar; á su regreso se inicia una recaída, que es combatida con éxito con la antipirina sin revulsión. Propiedad.es hemostáticas. La acción hemostática de la antipirina está puesta fuera de duda por las experiencias siguien- 42 tes: sobre cuatro cullos. Henocque y Arduin prac- ticaron la ablación de tres dedos de una pata pos- terior; esta pata fué sumergida para el primero en una solución de antipirina al i por 20; la hemor- ragia tuvo una duración de cuatro minutos: en el segundo, cuya pata estaba en el percloruro de fier- ro, duró nueve minutos; en la del tercero, que per- manecía en una solución alcohólica de ergotina al 1 por 20, fué de siete minutos; persistió mucho más tiempo en la última, que estaba en el agua pura. La hemostasis no fué definitiva sino con la an- tipirina. En una segunda experiencia, Henocque puso á descubierto sobre un conejo de 1,800 gramos los vasos femorales del miembro posterior izquierdo; los seccionó y cubrió la superficie con una rodaja de yesca empapada en una solución de antipirina al 1 por 20; en seguida un poco de esta solución,, y por último, otra placa de yesca ligeramente com- primida; la hemorragia se detuvo por algunos mi- nutos, habiendo aparecido á consecuencia de los movimientos del animal; después cesó por el em- pleo del mismo medio. En fin, sobre un niño de dos años, en el cual una hemorragia bastante notable había sido pro- ducida por la incisión de un absceso ganglionar de la ingle, Henocque detuvo inmediatamente el es- 43 currimiento sanguíneo, aplicando sobre la herida un tapón empapado en una solución de antipirina. Se le ha usado con éxito en las epístasis y las hemorragias uterinas; una vez tan solo la he em- pleado en un caso de la primera categoría con buen resultado, por medio de la insuflación. La experiencia parece demostrar que su poder hemostático es superior al percloruro de fierro y á la ergotina. Al estado pulverulento ó en solución, obra de- terminando la constricción de los vasos, retrayen- do los tejidos y produciendo al mismo tiempo una coagulación de la sangre que presenta caractéres particulares. Se emplea en polvo, en solución, en pomada ó incorporada á un tejido. Al estado pulverulento se deposita sobre la herida y se cubre de una cu- ración cualquiera; en las epístasis se puede insu- flar en la nariz; para detener las metrorragias se aplicará sobre el cuello un tapón conteniendo un poco de antipirina. La solución sirve para lavar las superficies cruentas en el curso de las opera- ciones. Hay ouat, yesca y papel antipirinados. Se pre- paran haciéndose embeber en una solución con- centrada, después de haberlos esterilizado perfec- tamente por el calor; se les seca, y ya una vez secos, se les emplea aplicándolos directamente so- 44 bre las heridas, ó como medio de taponamiento, sea al estado seco ó después de haberlos templado en agua hervida. A propósito de la acción hemostática de la an- tipirina y á ser enteramente cierta aquella, ha ocur- lido á mi distinguido maestro el Dr. Manuel Gu- tiérrez, que tendría su mejor indicación y seria coronada del más brillante éxito en una clase de hemorragias, que ya por su rebeldía á todo trata- miento en virtud de las circunstancias especiales que las originan, como por su terminación cons- tantemente fatal, ponen al médico en una situación comprometida y comunmente desesperada: quiero hablar de las hemorragias umbilicales. Con tanta mayor razón habría que esperar la curación de la hemorragia, cuanto que la aplicación de la antipi- rina puede repetirse en esta y en cualquiera otra de sus indicaciones como hemostática, sin que so- brevengan nunca ninguno de los accidentes pro- vocados por el uso del percloruro de fierro, que hacen que el remedio sea frecuentemente peor que la enfermedad. Acción contra el mareo. Fundado en la acción que la antipirina tiene sobre el sistema nervioso, Eugenio Dupuy tuvo 45 la idea de aplicarla contra el mareo, administrán- dola con el objeto de prevenirlo, á la dosis de 2 á 3 gramos por dia, durante tres dias antes y des- pués del embarque. Las personas que se han su- jetado á este tratamiento y que antes siempre se mareaban, han quedado completamente indemnes de todo mareo después del uso de la antipirina. En lo que no estoy conforme es, que el mareo, dice Dupuy, ataca á las personas dispépticas y afectadas de dilatación gástrica; yo creo que esto es perfectamente inexacto, porque ¡cuántos ma- reados hay que no son ni dispépticos ni tienen di- latación estomacal! Ha dicho también que el mareo era debido al desalojamiento, al atirantamiento y á la conmoción de las visceras, causados por el balanceamiento del navio. Yo creo que aquí el autor está desvia- do de la verdadera causa. Me parecen más ciertos y más científicos los resultados obtenidos por Emilio Ossian-Bonnet, quien en persona emprendió un viaje de mar de una larga duración (del Havre á Buenos-Aires) con el único y exclusivo objeto de hacer un estu- dio especial. Las conclusiones obtenidas de dos largas tra- vesías, son: 1 “ Contrariamente á las opiniones emitidas por diversos autores, el mareo no es otra cosa sino un vértigo que se produce bajo la influencia de una b varias causas múltiples de orden sensorial ó psí- quico, que ocasionan generalmente este estado en- fermizo. 2* El empleo de la antipirina detiene siempre los accidentes del mareo; pero la dosis á la cual conviene tomarla, es variable. En la mayor parte de los casos, la dosis de i gramo 50 centigramos es suficiente: el efecto completo es entonces pro- ducido en diez minutos próximamente. En otros casos, al contrario, es necesario añadir nuevas do- sis. Sin embargo, en sus diferentes observacio- nes, el autor nunca se ha visto obligado á pasar de la cantidad de tres gramos, en dos veces, para producir la detención completa de los accidentes en el espacio de una hora. 3? En ciertos casos, relativamente muy raros, cuando el enfermo no puede absorber el medica- mento á consecuencia de los vómitos demasiado abundantes y demasiado frecuentes, una inyección subcutánea de un gramo de antipirina ha sido su- ficiente para detener el mareo. Otras diversas aplicaciones. M. Verneuil ha recogido varias observaciones que demuestran la acción antiséptica de la antipi- 47 riña. Se le atribuye un poder hipnótico en los ena- jenados, como sustancia abortiva y preventiva de los ataques epilépticos, cuando se ha tenido cui- dado de dar varios dias antes dosis suficientes. . Brouardel le da un papel antifermentecible, an- tigerminativo y antiputrecible, apoyado en el es- tudio de A. Robin sobre la diminución de cambios orgánicos operados en los individuos que se so- meten al uso de esta sustancia, comprendiendo del mismo modo la acción antiséptica que señala Ver- neuil. Tengo á la vista dos observaciones de este' último autor; la primera se trataba de un enfermo al cual había practicado la resección de la cabeza humeral; la temperatura oscilaba entre 40o y 41o: dio la antipirina en lavativas á las dosis de 2 gra- mos en la mañana y 2 en la tarde. La tempera- tura bajó á 37 o 5, y en dos dias la apirexia fué completa. La segunda es de una mujer que á consecuen- cia de la manifestación de un ántrax, tuvo al dia si- guiente un absceso de la fosa iliaca con fiebre bas- tante elevada; le prescribió el mismo tratamiento que al anterior y la temperatura bajó para no as- cender más. Los efectos hipnóticos de la antipirina varían según la naturaleza de la enajenación mental; por lo regular, casi siempre son nulos. 48 En la locura simple con agitación intensa, no da ningún resultado; en los casos en que esta agi- tación es medianamente intensa, suele observarse un sueño profundo y persistente. En la locura alcohólica ligada ó no á una le- sión orgánica, la antipirina ha dado éxitos que, sin ser constantes, son, sin embargo, bastante posi- tivos. En la parálisis general de naturaleza no alcohó- lica, casi siempre ha fallado. En la locura epiléptica con agitación, adminis- trada á la dosis de 4 gramos, ha traído un sueño generalmente completo. Las dosis en estas diferentes clases de locura han sido de 4 á 8 gramos diarios. Como este punto apenas está por estudiar, lo mejor en tales casos es recurrir á los hipnóticos ya conocidos. Actualmente se le está experimentando contra la diabetis y la corea. En las embarazadas, la antipirina se ha usado mucho para combatir algunas afecciones febriles, á la dosis de 4 gramos diarios, y no ha traído nin- gún efecto occitócico apreciable; el embarazo no se modifica de ningún modo por su acción. Y cuando durante dicho embarazo haya indicaciones para combatir el dolor, se la puede administrar sin temor alguno, pues contribuye á favorecer la con- tinuación de este, suprimiendo las altas tempera- 49 turas ó aniquilando el dolor, que son causa pode- rosa de la interrupción de dicho estado. La antipirina contra el dolor. El síntoma dolor, cuyo valor semeiótico es nulo, por razón de asociarse á un número de enferme- dades tan considerable, es en lo general felizmente combatido por la antipirina. El estudio y las ob- servaciones que he hecho, están basadas sobre un trabajo que Germán Seé comunicó á la Academia de Medicina de París á fines del año próximo pa- sado. Dice este autor: para asegurarse de este re- medio basta aplicarle á este género de afecciones reumatismales ó gotosas, que no son marcadas sino por artritis dolorosas, ó mejor todavía á los estados nerviosos que no son caracterizados sino por el dolor. Además, sobre 15 enfermos afecta- dos de reumatismos lentos y sin fiebre, con ó sin hidrartrosis, que habían sido tratados inútilmente por puntos de fuego, por el salicilato de sosa, el dolor con el infarto articular desapareció en algu- nos dias, sin reincidencia ninguna, mientras se tu- vo cuidado de continuar el medicamento á peque- ñas dosis durante una semana. Los mismos efectos fueron observados en los 50 actesps de gota aguda; la antipirina, á dosis de 4 ó 6 gramos, hizo cesar el dolor y el hinchamiento articular en dos á cuatro dias, sin producir sobre el corazón y los riñones la menor perturbación. Es sobre todo en las perturbaciones nerviosas de la sensibilidad en las que produce la misma ac- ción. Una primera serie de catorce observaciones relativas á dolores de cabeza, compuesta de cuatro casos de neuralgias fáciles (una de ellas invetera- da), cedieron rápidamente; de seis jaquecas anti- guas y repetidas, cinco curaron en dos horas á la ayuda de dos gramos de antipirina; una sola re- sistió al tratamiento, que el enfermo no pudo so- portar; la serie se completa por cefáleas debidas al crecimiento y á otras causas. ; Una segunda serie comprende diez y ocho neu- ralgias ó neuritis y dolores musculares, á saber, cinco casós de sciáticas, neuritis graves, sobre todo en los diabéticos; neuritis debidas á la zona, y de las cuales dos, sobre tres, cedieron en el acto; ob- servaciones de lumbago de una ó varias semanas ; en fin, dolores neuro-musculares ó generalizados tales como se les encuentra frecuentemente en los individuos agotados ó neuropáticos. A estas diversas categorías de estados doloro- sos es necesario añadir una grave afección carac- terizada por los dolores más persistentes y rebel- des, que anuncian en su principio la ataxia loco- 51 motriz y se localizan, según Vulpian y Charcot, en la médula espinal, y según observaciones más re- cientes, en los nervios periféricos. El autor refiere cinco casos, de los cuales solamente uno no tuvo éxito. Me queda por mencionar, dice G. Seé, las en- fermedades del corazón, de la aorta y de las arte- rias cardiacas, que se traducen por dolores fre- cuentemente angustiosos en la punta ó en la base del corazón, con irradiaciones al hombro, al cuello y al brazo izquierdo. En seis aórticos cardiacos y tres aneurismáticos, los dolores cedieron bajo la influencia de 4 á 5 gramos de antipirina. En todos estos géneros de enfermedades tan diversas y que lo único que resalta es el dolor, la dosis necesaria de antipirina ha sido de 3 gramos á lo menos ó de 6 á lo más, que se administró con una á tres horas de intervalo por dosis de un gra- mo en medio vaso de agua helada. De esta ma- nera el medicamento no produce ningún efecto que perjudique, si no es algunas veces náuseas, vómi- tos ó vértigos pasajeros; importa entonces frac- cionar la dosis por medio gramo. No se observa en general ninguna perturbación en las funciones I del organismo; la respiración queda natural, el co-¡; razón conserva su ritmo regular; en fin, hay un hecho notable, y es que la temperatura y la tras- i piracion cutánea no se modifican. El inconvenien- 52 te más serio que se observa sobre todo por la pro- longación ó la intensidad del tratamiento, consiste en una erupción semejante á la urticaria ó á la es- carlatina; desde que se reduce la cantidad, la erup- ción desaparece. En todos los casos el medicamento se elimina en natura por las orinas; se puede, decolorándolas por el carbón, encontrar la antipirina con la ayuda del percloruro de fierro, que le comunica un tinte rojo muy pronunciado. Las experiencias fisiológicas han confirmado todos los datos de la observación clínica: supre- sión de la sensibilidad y de la excitabilidad refle- jas en los animales, supresión del dolor en la or- ganización enferma, sin perturbación ni en el ritmo del corazón ni en la fuerza de la circulación. La antipirina puede, pues, ser considerada cien- tíficamente como el medicamento más poderoso y más inofensivo contra el dolor. Respecto á las cefáleas, Germán Seé las dis- tingue en cefáleas de fatiga cerebral, de crecimien- to ó cardiacas debidas al desarrollo físico desigual de las diversas partes del cuerpo, y sobre todo de los órganos internos; se ven frecuentemente des- pués de un alargamiento rápido del cuerpo, y en estos casos, existe generalmente una hipertrofia cardiaca, por decirlo así previa; añade también las cefáleas oculares; la aplicación de la vista basta 53 para producir el dolor, esto tiene lugar sobre todo en los individuos afectados de astigmatismo ó hi- permátropes; se pueden aminorar y aun curar es-, tos dolores de cabeza (cefáleas jaquecas) por lentes, apropiados y por cuidados llevados á la aplicación de la vista. Haciendo abstracción de estos casos, la anti-, pirina, declara G. Seé, constituye el verdadero re-, medio antidoloroso; vuelve la actividad del sistema nervioso central á la media normal, desde que el encéfalo es despojado de las sensaciones morbo-, sas; bajo esta relación se produce una verdadera inhibición; así pues, la antipirina seria el primer; medicamento inhibitorio por excelencia. En doce casos, relativos todos á jóvenes ado-, lescentes de 13 á 19 años, de los cuales la mayor, parte eran atacados de cefáleas cardiacas y que. todos habian sido tratados de una manera infruc- tuosa por los métodos habituales, una dosis de 3 gramos de antipirina por dia ha bastado para cal-3 mar los dolores de cabeza en el término de dos á, tres dias, y hacerlos desaparecer completamente ¡ en el término de seis semanas ó dos meses de tra- > tamiento. j Pasando en seguida á las jaquecas, G. Seé las ¡ distingue de las cefáleas, de las neuralgias del tri- gémino y de los dolores de los músculos epicra-, nianos, por el conjunto de cuatro fenómenos ge- , 54 feralmente asociados y algunas veces acompaña- dos de perturbaciones pasajeras; estos son, el dolor de cabeza, las perturbaciones de la circulación fa- cial, y sin duda también de la circulación intracra- niana, después las perturbaciones de la vista que predominando, constituyen la jaqueca oftálmica; en fin, las náuseas y vómitos frecuentes en el cur- so del acceso. • Ignorándose la etiología verdadera de la ja- queca, conviene considerarla como una enfermedad autóctona, frecuentemente hereditaria, pero inde- pendiente de vicios de nutrición general de la eco- nomía y sin relación definida con los órganos di- gestivos. Así, conociendo el poder depresivo de la antipirina sobre la excitabilidad del sistema ce- rebro-espinal, G. Seé ha creído útil y racional someter á las personas que padecen jaqueca al uso de este medicamento calmante y antidoloroso. Lo ha ensayado sobre un cierto número de enfermos, la mayor parte de 18 á 45 años de edad, comprendiendo seis señoritas, tres de ellas cloró- ticas; doce mujeres casadas, cinco de las cuales estaban neuropáticas, una histérica y dos dispép- ticas; doce personas dadas al estudio, pero no ago- tadas é indemnes de toda huella diatésica ó es- pecífica; en fin, doce hombres de más edad, un gotoso, un nefrítico calculoso, cuatro reumáticos, cinco cardiacos y dos de una perfecta salud. La 55 antipirina se les ha dado en medio vaso de agua fria desde el principio del acceso, á dosis de un gramo y un gramo y medio después. En 38 enfermos sobre 42, el éxito fué inme- diato y completo, sin la menor perturbación de la digestión, de la circulación ni del funcionamiento cerebral.r ' . • ¡ G. Seé cita todavía siete casos de neuralgias faciales de las más graves y de las más tenaces, de 12 á 18 años de duración, y de las cuales dos fueron curadas enteramente por la ingestión esto- macal diaria de 5 gramos de antipirina combinada con las inyecciones subcutáneas de una solución de partes iguales de agua y de antipirina (un gra- mo) con 15 miligramos de clorhidrato de cocaína; en los otros cuatro casos hubo alivio y en el últi- mo fracasó por completo. Tales son las observaciones con que G. Seé ha llamado la atención de todo el mundo médico sobre el valor verdaderamente analgésico de la antipirina. No es á él, como muchos creen, que la ciencia deba este servicio. Ya en 1885 los Dres. Komakoff y Livoff, Lepine, Lebert, y otros mér dicos americanos en 1886, la habían usado contra las jaquecas, los dolores de los atáxicos y de los neurópatas; pero á G. Seé le cabe el mérito y la gloria de haber sido el verdadero vulgarizador de tan importante medicamento; de entonces acá, es 56 decir, de Agosto 23 y Setiembre 6 del año pasa- do, en que leyó á la Academia sus trabajos, raro es el práctico que no la haya empleado contra el elemento dolor. Esta propiedad antineurálgica y analgésica la atribuye Dujardin Beaumetz á toda la serie aro- mática: antipirina, acetanilida, salol, ácido salicíli- co, ácido fénico, etc. El número de mis observaciones no es tan grande; se reduce á treinta y tres entre hombres y mujeres. Escribirlas una por una seria super- fluo, y no tendría otro objeto que hacer más ex- tenso este trabajo; me contento con ponerlas en globo: ocho reumatismos, cinco agudos y tres cró- nicos; los primeros cedieron, los segundos conti- núan en tal estado; once neuralgias intercostales, cuatro faciales, tres dentarias (sin que hubiese carea), dos accesos de gastralgias, tres cólicos ute- rinos y dos jaquecas. Las neuralgias intercostales todas curaron; de las faciales, tres cedieron con prontitud, la otra en cinco dias que duró la obser- vación; administrando los tres primeros dias 2 gra- mos y los otros dos dias 3 gramos de antipiri- na, no había desaparecido: el resultado fué incier- to; de las dentarias, una resistió al tratamiento; prescribí la quinina, y en el acto desapareció; las dos gastrálgicas se aliviaron, la primera, con dos papeles de medio gramo cada uno, y la segunda 57 con cuatro, dados uno cada cuarto de hora hasta la cesación del acceso. En las dismenorreicas se han quitado los cólicos, y el período catamenial ha bajado perfectamente; pero no se ha evitado que al siguiente mes se repitan los mismos acci- dentes; observaciones de este género las tienen los Dres. M. Gutiérrez, 1. Berrueco y mi estudio- so compañero el Sr. Fructuoso V. Valdés; en fin, de las dos personas afectadas de jaqueca, una sanó luego, la otra es digna de llamar la atención. Se trataba de una mujer llamada Cipriana Becerril, de 35 años de edad, soltera, doméstica, origina- ria de San Gerónimo Acalco; entró el dia 3 de Fe- brero al hospital de San Andrés á curarse de unos dolores de pecho y de cabeza (dicho de la enfer- ma), ocupando la cama núm. 8 de la primera sala de medicina de mujeres. No daba ningunos an- tecedentes hereditarios ni específicos; hacia doce años que padecia de unas atroces punzadas en la cabeza, á consecuencia de las cuales habia perdido el ojo izquierdo; después le apareció la neuralgia intercostal, que de cuando en cuando la molesta- ba. De la exploración que se le hizo se encontró que su pulmón presentaba los signos de una tu- berculosis en el segundo grado, y una diarrea que la enferma atribuía á una cólera; se le instituyó el tratamiento apropiado para tales casos. Durante la permanencia en el hospital, le sobrevino á la 58 enferma una rebelde epístasis que hizo necesario el uso del taponamiento. Dejar pasar tan magnífica oportunidad para ver hasta dónde llegaba el poder de la antipirina, me era imposible; se le habían aplicado vejigato- rios en el lugar del dolor intercostal, sin ningún resultado. La situación de la enferma era deses- perante. Le administré la antipirina de la manera siguiente: tres dias seguidos á 2 gramos por dia, otros tres dias á razón de 3, y no trajeron alivio apreciable; continué las dosis de 4 y 5 gramos diarios; después de cuatro dias sintió una mejoría notable, que se fué marcando más y más hasta ha- cerse completa, siempre sin abandonar el medica- mento (aunque á dosis más ligeras) durante una semana; nueve dias más siguió en la sala, sin que le viniera el más leve acceso de dolor. El dia 6 de Marzo se le dió su alta. De las treinta y tres observaciones resultan cuatro inéxitos, uno de ellos porque realmente no había indicación por tratarse de una intermitente larvada, un caso incierto y veintiocho curaciones. El valor antineurálgico de la antipirina no se puede poner en duda; de aquí no se sigue, como algunos aseguran, que produzca una curación ra- dical, porque hay muchas enfermedades en las cuales para hacer desaparecer el dolor de una ma- nera completa é indefinida, se necesita atacar su 59 origen verdadero, s it blata causa tollitur efectus; mientras la causa no se quite, el efecto persistirá: que se trate de una cefálea producida por un tumor cerebral, de neuralgias ocasionadas por la com- presión de una rama nerviosa ó por el estado clo- ro-anémico del individuo, la reincidencia del sín- toma dolor será constante mientras permanezca la causa de tales padecimientos. Cuando tales casos se presenten en la práctica, el médico debe com- batir el dolor por la antipirina, y la causa de este dolor por los medios que estén indicados. Se tiene la creencia de que los franceses, debido á su más viva imaginación, á lo soñador de su ca- rácter, son muy teóricos y poco prácticos; como contraprueba á mi estudio, quiero terminar este capítulo con las observaciones de los ingleses, á quienes por sus minuciosas observaciones y por sus concienzudas experiencias, se les debe de te- ner más crédito. Tienen la palabra estos últimos señores. Desde hace dos años numerosas experiencias han probado la acción eficaz de este medicamento en la mayor parte de las afecciones febriles. Todo el mundo sabe que baja rápidamente la tempera- tura en estos casos y disminuye al mismo tiempo los dolores del reumatismo articular agudo. Un gran número de médicos la han empleado y han observado los mejores resultados; parece en ciertas condiciones superar los efectos de la quinina y del ácido salicílico. Pero á esto no se limitan los éxitos “mágicos" (dicen los ingleses) de la antipirina. Recientes observaciones han mostrado toda la ventaja que se podría sacar de su empleo en un gran numero de afecciones ó de síntomas nervio- sos. Así, en la jaqueca, este efecto es realmente sorprendente. El Dr. Russell Forsbrook 1 la administra á la dosis de 15 granos en tres veces, de veinte en veinte minutos, durante el ataque. Por lo regular, después de dos dosis, el enfermo se encuentra me- jor, y el dolor, la depresión, así como las náuseas, cesan rápidamente. Si se da la antipirina durante los fenómenos prodrómicos del acceso, una sola dosis basta ge- neralmente. Si los síntomas no han desaparecido completamente después de tres dosis, el autor ha- ce tomar una cuarta al cabo de cuatro horas. Po- demos citar todavía el caso de un amigo nuestro, que padecía jaquecas dos ó tres veces por mes. Cuando aparecían estos fenómenos tomaba un gramo de antipirina, y veinte minutos d media ho- ra después desaparecían completamente, lo cual le permitía comer, pues no podía hacerlo antes de servirse de este medicamento; este parece no so- i The Lancet, io Dbre. 1887, p. 1,163. 61 lamente disminuir los dolores, sino aun abreviar los ataques de jaqueca y prolongar los intervalos entre sí. El pulso, que es generalmente lento durante estos intervalos, vuelve á tomar frecuentemente su rapidez y su fuerza. Como lo dice el Dr. Jennings,1 en los casos de reincidencia de los ataques, se deberá aumen- tar la dosis; de esta manera, el enfermo se acos- tumbra poco á poco al medicamento, y se obtienen de él los efectos que se necesitan. Las relaciones que existen entre la jaqueca y la epilepsia, han conducido á los autores á ensa- yar la antipirina en esta última enfermedad. El Dr. Forsbrook la ha dado con buenos resultados contra el dolor de cabeza que acompaña los acce- sos. Estas experiencias deben ser renovadas, con el fin de poder confirmar su acción, que seria de un gran recurso en estos casos. Uno de estos médicos cita tres casos de neu- ralgias en los cuales la ha empleado. En uno de ellos (sciática doble) no ha obte- nido ningún resultado; en el segundo (neuralgia braquial), las inyecciones hipodérmicas han pro- ducido excelentes efectos; en el tercero, el de una mujer que presentaba casi los mismos síntomas que preceden, pero con atrofia de los brazos, una i The Lancet. 62 dosis de un gramo ha dado muy buenos resulta- dos. Por último, en un caso de zona ha hecho ce- sar rápidamente los dolores que acompañan esta afección; sin embargo, este medicamento no ha dado el resultado que de él se esperaba en un caso de ataxia locomotriz. El mismo autor lo ha em- pleado en un morfeómano, á fin de reemplazar el veneno que absorbía sin cesar; pero no obtuvo nada favorable. En el mareo ha producido exce- lentes resultados. El Dr. Jennings lo ha experimentado en un artista que á consecuencia de largos trabajos en su taller afanándose para concluir un cuadro, ha- bía perdido el apetito y el sueño, y sufría violen- tos cólicos con diarrea sanguinolenta, presentando una excitación cerebral intensaconsubdelirium. La morfina había llegado á duras penas á calmar es- tos síntomas, y el enfermo comenzaba á reclamar dosis crecientes; en este estado se le administró como último recurso la antipirina, que hizo cesar completamente todos los síntomas alarmantes, en- trando el enfermo en una curación franca y com- pleta. El Dr. Brayton 1 la dió en una recien parida que tenia inercia uterina, accidentes septicémicos, post-puerperales y un insomnio de seis dias. Este médico administró la antipirina asociada á la an- i Medical Record, N. Y., 26 Nbre. 1S87. 63 tifebrina, la primera á la dosis de 6 granos y la segunda á la de 2. El sueño volvió, la fiebre bajo y todos los accidentes puerperales cesaron poco á poco. En la gota, los resultados no parecen ser davía concluyentes, como lo asientan algunos ob- servadores. Sin embargo, el Dr. Jennings ha visto un ataque de esta enfermedad curado con la ad- ministración de 4 gramos por dia. La antipirina ocasiona algunas veces acciden- tes contra los cuales es necesario estar prevenidos, sobre todo en las mujeres jóvenes, como les ha sucedido á los Dres. Forsbrook y Whitehouse. 1 Después de la absorción de 7 gramos y medio, este último fué testigo de los accidentes siguientes en una joven: á los dos minutos, la enferma fué atacada de dolores gástricos que vinieron á ser insoportables, acompañados de terror, de gritos, de contorsiones horribles; estos fenómenos dura- ron 3 ó 4 minutos: después, una erupción intensa de urticaria apareció sobre todo el cuerpo, acom- pañada de violentas comezones. La enferma per- dió el conocimiento; una inyección de V6o de grano de atropina puso fin á estos dolores. ¿Estos fenómenos son debidos á la antipirina misma, ó á las sustancias extrañas que la acompa- ñan? Es probable que sea lo último, porque un i Medical Record, N. Y., 3 Dbre. 18S7. 64 gran número de médicos, así como los enfermos, se quejan del olor de benzina que lleva consigo, y yo agrego lo que he dicho ya, que á más de todo esto, es la idiosincracia individual la que se debe tener en consideración. Ventajas de la antipirina sobre la morfina y la acetanilida. Las ventajas de la primera sobre la segunda son: que no presenta ninguno de los inconvenien- tes, tales como vértigos, vómitos, somnolencia, excitaciones artificiales que conducen á la morfeo- manía; y además de la acción calmante, tiene un poder curativo que no posee la morfina. No existe, dice G. Seé, una condición morbosa en que la antipirina no pueda reemplazar á la mor- fina; de aquí la ventaja considerable de poder pre- servar á la sociedad de esta fatal y peligrosa cos- tumbre que tiende á invadirla más y más, es de- cir, la morfeomanía, produciendo los accidentes cerebrales más graves y las perturbaciones del or- ganismo más profundas. La antipirina es llamada á ocupar en lo de adelante el lugar de la morfi- na, y por consiguiente, nos ofrece la más segura garantía contra el envenenamiento morfinógeno crónico. 65 Respecto á la acetanilida ó antifebrina, la an- tipirina no provoca las alteraciones hemáticas que aquella produce, como lo ha notado Lepine en casi todos sus enfermos. La sangre en estos casos viene á ser de un moreno-chocolate; se descompone por la produc- ción de metaglobulina en los glóbulos sanguíneos, y se despoja de una parte de su oxígeno. Por esta razón la piel toma una coloración lívida y ciano- sada que recuerda los fenómenos de la asfixia; es un buen medicamento, pero difícil de manejar, porque es ineficaz abajo de 50 centigramos y tóxi- co más allá de 1.50. La antipirina es superior á la antifebrina, pues conduce á los mismos resultados sin exponer al enfermo al menor peligro; por otra parte, la se- gunda es insoluble, en tanto que la solubilidad de la primera facilita considerablemente la manera de administrarla. Contraindicaciones é inconvenientes. Algunos autores mencionan la atonía del co- razón y el no funcionamiento de los riñones como contraindicaciones. Ultimamente un autor ha no- tado la alteración de las celdillas hepáticas después 66 de la administración de la antipirina; este hecho debe tenerse en cuenta, y no dejarse llevar por un entusiasmo irreflexivo. En cuanto á que los riño- nes no funcionen bien, teóricamente se explica el que en tales casos no se emplee, porque al no ser eliminada de una manera completa, podría ocasio- nar perjuicios graves para el organismo. Refiriéndome ahora á los inconvenientes, uno tan solamente le encuentro, y es, que su precio es demasiado subido. Dosis y modos de administración. El método aleman consiste en administrar una media hora antes del acceso febril 2 gramos, cua- tro horas después otros 2 gramos, y un último gramo á las cuatro siguientes; este método no se debe emplear en los tuberculosos, porque son do- sis muy fuertes. Daremberg hace tomar un primer gramo an- tes que el termómetro haya alcanzado 37.5, es decir, antes que la calentura comience; después otro medio gramo, siempre que en una hora el ter- mómetro haya subido 3 décimos. La necesidad de tomar la temperatura cada hora, hace que este método sea de una aplicación difícil. El método francés participa algo de los dos 67 anteriores: consiste en dar una primera dosis de un gramo ó gramo y medio á lo más, y adminis- trar nuevas dosis de 50 centigramos cada una, cuyo número será proporcionado á la rapidez y á la intensidad de la ascensión termométrica, y cuyo máximum será de 3 gramos por dia. Para las dosis, yo propondría la siguiente di- visión: método de dosis ascendentes, de dosis sos- tenidas y de dosis descendentes, usándose aquel que más esté indicado según el caso que se pre- sente. Ya al hablar de la calentura de los tubercu- losos, dije el modo como administraba la antipi- rina, que no es sino el método de dosis ascenden- tes; la razón para que yo le dé la preferencia sobre los demas, es, que la elevación de la temperatura en estos enfermos viene en la tarde, y una gran parte en la noche, trayendo consigo un insomnio de los más molestos. Dándoles el medicamento de la manera que lo propongo, siendo mayor la últi- ma dosis, traerá forzosamente un abatimiento tér- mico de más larga duración, proporcionándole al paciente un sueño reparador que tanto necesita. Al contrario, si se llega cerca de un enfermo y presenta una fuerte calentura, se comenzará por dosis de á gramo ó de gramo y medio. En las neuralgias debemos conducirnos tam- bién según el acceso del dolor; si este es de me- diana intensidad, yo prescribo un papel de medio 68 gramo cada 20 minutos ó cada media hora hasta la desaparición del dolor; si es de fuerte intensi- dad, un papel de á gramo, repitiéndolo á la hora cuando persiste en el mismo estado; en caso de alivio, disminuyo la dosis á la mitad; si el dolor es insoportable, 2 gramos desde luego ó una in- yección hipodérmica de á gramo; en una palabra, seguir en todo y por todo las variantes del dolor, con la condición de no traspasar la dosis de 5 gramos al dia, aunque según dicen se pueden im- punemente elevar hasta 8; yo, en lo poco que he practicado, no me he visto en la necesidad de em- plear tales dosis. En los niños, Penzoldt y Santorius dan tres veces tantos decigramos como años tiene el niño, en tres dosis, con una hora de intervalo, por la vía estomacal; en lavativas administran tres á seis ve- ces tantos decigramos como años tiene el niño, en una sola dosis. Demme es más prudente, y aconseja no pasar de 20 centigramos en el niño de primera edad, y circunscribirse á la dosis máxima de 50 centigra- mos hasta la edad de 5 años. Por su gran solubilidad, se administra comun- mente en pocion con agua vinosa ó aromatizada 69 con jarabe de menta ó de azahar. Dada en una poca de agua azucarada es suficiente. Cuando por la vía bucal suscite trastornos, se recurrirá á la rectal ó también á la subcutánea, que ha sido generalizada por Rank y ahora últi- mamente por Germán Seé, debido á la fácil solu- bilidad del medicamento. Recomienda el primero una solución en caliente, con la que se puede in- yectar bajo la piel y en una sola jeringa de Pravaz, hasta 2 gramos. Puestas estas inyecciones en la región glútea, son toleradas, según el autor, sin dolor ni reacción inflamatoria; la acción es más rápida y segura que por otras vías, y no sobrevienen ningunos tras- tornos ni son necesarias dosis altas. Yo no me he visto en el apremiante caso de utilizarlas, y creo que lo más prudente es no ser- virse de ellas; porque aunque Rank las recomien- da puestas de la manera que él dice, otros expe- rimentadores mucho más modernos las increpan demasiado por los dolores, abscesos y aun escaras que ocasionan. 1 i Ultimamente, en una enferma que padecía una sciática, viendo que la anti- pirina al interior no le proporcionaba alivio verdadero, recurrí, aunque con temor, á las inyecciones subcutáneas, y las puse bastante profundas en la región glútea. El éxito fué magnífico, tanto por la mejoría que sintió la enferma, como porque no traje- ron consigo ni abscesos, ni dolores, ni reacción inflamatoria. La enferma misma pide su inyección en la noche para poder dormir. 70 Fórmulas. Hidrolado de menta 120 gramos. Antipirina 4 ,, Jarabe de azahar 30 „ Cucharadas, Denux emplea la siguiente fórmula, muy re- comendada en la fiebre tifoidea: Agua destilada. 125 gramos. Antipirina 25 ,, Alcohol á 90o 50 „ Jarabe de corteza de naranja 200 ,, Cucharadas. La solución está al 1 por 15; cada cucharada contiene un gramo de principio activo; tres á siete cucharadas por dia. La solución del Dr. Clin está formulada de la misma manera. Para los niños se puede usar de la siguiente fórmula, que la toleran perfectamente bien: Jarabe de corteza de naranjas amargas ioo gramos. Antipirina 2 ,, Cuchar aditas. 71 Cada una contiene 10 centigramos. Se puede recetar en obleas ó en cápsulas; pero lo mejor y más cómodo es mandarla en papeles, recomendando la disuelvan en una poca de agua azucarada. Antipirina 6 gramos en seis papeles, ó en doce si se quiere que cada papel contenga 50 centigramos. Agua destilada 200 gramos. Antipirina 4 ,, Lavativas núm. 2. Agua destilada 300 gramos. Antipirina 15 ,, Lavatorio. Agua destilada Antipirina p. i. io gramos. Inyecciones h ipodérm i cas. Se ha propuesto añadir una pequeña cantidad de clorhidrato de cocaína, para evitar el dolor que producen. Se recomienda en supositorios contra las he- morroides dolorosas. 72 Manteca de cacao 3.50 gramos. Antipirina 50 ,, Clorhidrato de cocaína... 10 centigramos. Señores Jurados: he terminado, no con la pre- tensión de que mi trabajo sea completo, pero sí al menos con la satisfacción de ser el primero que en México haya iniciado el estudio de este impor- tante medicamento que tantos servicios está lla- mado á prestar á las ciencias médicas. Réstame solo aprovechar esta oportunidad pa- ra expresar mi reconocimiento al entendido Dr. Guillermo Parra, por su valioso contingente en facilitarme los materiales de este trabajo. México, Abril de 1888. Carlos M. Garza.