FACULTAD PE MEDICINA BE MEXICO NUEVO TRATAMIENTO ABORTIVO DEL FLEGMON DIFUSO POR DEMETRIO MOXMISr _A_Dl ALUMNO DE LA ESCUELA NACIONAL DE MEDICINA MIEMBRO DE LA SOCIEDAD FILOIÁTRICA. MIEMBRO DE LA SOCIEDAD TIRAPÉUTICA ‘•RIO DE LA LOZA.” SOCIO FUNDADOR DE LA ASOCIACION METODOFILA ‘‘SABINO BARREDA.” PRACTICANTE DE NUMERO DE LOS HOSPITALES SAN ANDRÉS Y JUAREZ, Ac. [MEXICO JOSE MARÍA SANDOVAL,IMPRESOR Calle de Jesús Maña núm. 4 1879 FACULTAD DE MEDICINA DE MEXICO NUEVO TRATAMIENTO ABORTIVO DEL FLEUMON DIFUSO POR 'DEMETRIO ALUMNO DE LA ESCUELA NACIONAL DE MEDICINA MIEMBRO DE LA SOCIEDAD FILOÍÁTRICA. MIEMBRO DE LA SOCIEDAD TIRAPÉUTICA “RIO DE LA LOZA.” SOCIO FUNDADOR DE LA ASOCIACION METODOFILA “ SABINO BARREDA.” PRACTICANTE DE NUMERO DE LOS HOSPITALES SAN ANDRÉS Y JUAREZ, &0. MEXICO JOSE MARTASANDOVAL,IMPRESOR Cálle de Jesús María num. 4 1879 A MIS PADRES I «ib} O Y á hablar del tratamiento del flegmon por el perclo- rnro de fierro; á ensayar una explicación del modo con II que obra esta sustancia en dicha afección, y á justifi- car el nombre de tratamiento abortivo que ahora se da á este método curativo. Este tratamiento, que yo sepa, pertenece exclusivamente al Dr. Lavista, y debido á la sagacidad y conocimiento profundo que posee de dicha afección; es decir, del $egmon difuso. Impresionado yo del éxito obtenido en muchos casos por el tratamiento ántes dicho; no impresionado por ninguna muerte de entre los enfermos sometidos á él, es muy natural esté en- tusiasmado, al grado de atreverme á decir, que es el mejor tratamiento conocido. Pesando sobre mí la obligación de cumplir con la ley; pen- diente de cuál seria el punto de disertación, un hecho último de observación vino á determinar la elección del que me voy á ocupar. El hecho á que me refiero es el siguiente: Por el mes de Julio del año próximo pasado, en el servicio del Dr. Lavista se encontraban siete enfermos á la vez de la misma afección; otros dos en el servicio del Dr. Dominguez, 4 y cosa admirable, dichos enfermos, sujetos al mismo trata- miento, en el mismo dia han salido del hospital en un tiempo relativamente corto y casi al mismo tiempo, con diferencia de. tres dias. Hay una particularidad más: algunos de estos que habian entrado primero al hospital, se les habia sometido á otros tratamientos, como ungüento napolitano y vendaje com- presivo, y á pesar de eso seguia la difusión de la inflamación: y todos, sin excepción, al dia siguiente de la aplicación del per- cloruro tenian su inflamación limitada, el volúmen del miem- bro disminuido, su piel arrugada, pero ejerciendo aún cierto grado de presión sobre las partes profundas, en algunos luga- res ciertas elevaciones de la piel donde se sentia fluctuación (procediendo luego á debridar éstas que no eran sino coleccio- nes purulentas), habia cesado por completo la rubicundez de la piel, muy disminuido el adolorimiento del miembro, per- mitian mejor la presión sobre los lugares afectados, diminu- ción muy notable de todos los fenómenos generales de aquel que los tenia, &c. ¿ Quién, ante una observación semejante, será capaz de ser indiferente hácia un hecho que tan fuerte mente llama la atención, más cuando todo el mundo está acostumbrado á ver todos los dias en los hospitales al clásico ungüento napolitano, tener bajo su aparente beneficio á nues- tros enfermos en espera del alivio, sin hacer otra cosa que pro- longar todos sus súfrimientos ? Lo que llama la atención en esta observación, es la rapidez con que la sustancia dicha limita la inflamación, y en seguida la rapidez con que la termina. Los doctores citados, los practicantes de ellos y algunos de los concurrentes á estas clínicas, han sido testigos de dicha observación. Evitaré presentar con detalle los casos clínicos á que me he referido, por no prolongar esta exposición. 1 Un resultado semejante á este de que hablo, no se ha ob- 1 Puede consultarse para los casos clínicos al interno del servicio del Dr. Lavista (Sr. Otero). 5 servado nunca: de las emisiones sanguíneas, emolientes y ba- ños, todo conocido con el nombre de método antiflogístico; tampoco de los vejigatorios loco dolenti que alguno empleó en el flegmon, porque Petit los aconsejó para la erisipela, mu- cho ménos de la cauterización con el fierro rojo, así como de las unciones con el ungüento napolitano; todos métodos que pertenecen al pasado. Hay un método de compresión con vendas, que se dice que A. Paré fué el primero que lo aplicó á Cárlos IX, usado por Theder, preconizado por Bretonneau y popularizado por Velpeau, del cual lleva su nombre; pero que si no es Velpeau quien lo aplica, como puede surtir, pue- de producir mayores males que el flegmon abandonado á sí mismo, como ya lo he visto en algún hospital. Dobson apli- caba su método de punciones. Jobert aplicaba el método de las incisiones. Estos dos últimos también han tenido éxitos é inéxitos. No hablaré del método de inmersión en el agua tibia y clo- rurada, que como método antiséptico tiene su indicación par- ticular. Si los resultados obtenidos por Velpeau fuesen debidos á las buenas condiciones del vendaje, el percloruro de fierro ha convertido á todos los médicos en otros Velpeau, porque esta sustancia las satisface todas y las supera aún, supuesto que tiene ademas otra acción. El hecho clínico á que me he referido, no es el único que milita en apoyo de mi aserto: el Dr. Lavista me ha dicho hace mucho tiempo, ha estado observando resultados sorpren- dentes de este modo de tratar á los enfermos. No repetiré aquí la descripción ya típica, ya clínica del fleg- mon difuso, pues se encuentra én las obras correspondientes, y me evito así una repetición inútil. 6 II Para llegar á una explicación del modo con que obra diclia sustancia, necesitamos ántes sentar algunos precedentes. Recordarémos que la piel está compuesta de un epitelio estratificado formando su primera y más superficial capa, dividida en dos, capa córnea y capa mucosa (de Malpighi,) y conocida con el nombre de epidermis; no posee ni vasos ni nervios. Mas profundamente se encuentra el cuerpo papilar primera capa del dermis con una red especial de asas vascu- lares que no son sino ramas venidas de la rica red vascular que yace inmediatamente abajo en la capa de tejido reticu- lado, segunda del dermis. Este tejido reticulado deja pasar los vasos sanguíneos entregándoles paso de su parte profunda á su parte superficial donde vienen éstos á formar la red an- tes dicha. Mas profundamente todavía nos encontramos con el tejido celular subcutáneo que también se divide en dos capas, la superficial formada de tejido areolar, cuyos vacuolos á veces se llenan de grasa, y la profunda, cuyo tejido es más condensado y constituye, según el lugar, las facias que em- plean los órganos profundos para formarse sus envolturas, quedando por consecuencia como invadiendo todos los inters- ticios que van dejando dichos órganos. Es en este tejido areo- lar de grandes vacuolos donde serpentean y se arrastran á largas distancias los vasos sanguíneos y linfáticos para diri- girse en atravesando el corion hácia, la base del cuerpo papi- lar. Sabemos ademas que este tejido conjuntivo, propiamente dicho, está formado esencialmente de celdillas plasmáticas ó corpúsculos y elementos derivados que son: fibras y sustan- cia intercelular. Esta última homogénea ó fibrilar, nos ofrece las lagunas ó espacios de magnitud y configuración diferen- tes, y aquí es donde nos encontramos con el origen ó raíces de los vasos linfáticos (si?ius ó lacunes lymphatiques.) 7 Hay dos sistemas, como acabo de decir, de vasos sanguí- neos y linfáticos, que necesitamos ver con más pormenor cual es su modo de distribución; de esta manera se verá más cla- ro lo que digamos respecto de la acción de la sustancia diclia. La disposición de los vasos sanguíneos es la siguiente: to- mando su origen más ó ménos profundo ó superficial pero lejanamente, llegan á darse su bienvenida en la capa super- ficial del tejido celular subcutáneo de que hemos hablado; allí, al estado de vasos de 4o órden, no hacen más que cruzarse en varios sentidos ó acompañarse unos á otros, después de lo cual comienzan á cambiar de dirección haciéndose casi per- pendiculares á la capa que constituye el corion para atrave- sarla y llegar 4 darse la segunda bienvenida en la base del cuerpo capilar donde hemos dicho está el tejido reticulado; allí sufren una serie de bifurcaciones y las ramas que resul- tan también se cruzan y se acompañan para ir tomando lugar en cada una de las papilas. “ Cada papila vascular, aislada, posee un vaso aferente y un vaso eferente; los dos están reunidos, ya por una simple asa, ya lo que es más ordinario, por un número considerable de ar- cos vasculares. Todos estos vasos son muy fuertemente ondu- lados y se sorprende uno, sobre todo, de la manera con que las ramas de cada una de las asas capilares simples, se enrollan en espiral unas alrededor de las otras, hasta el momento en que se reúnen en el vértice de la papila. Los lugares donde es- tos vasos se infiexan, están siempre dilatados; todo indica que en las papilas de la piel, la presión de la sangre contra las pa- redes vasculares, debe ser aumentada y que la circulación de- be retardarse allí. Los aparatos vasculares de las papilas que presentan más de un arco anastomótico, pueden considerarse como pequeñas redes admirables, ellas forman con relación á las redes vasculares de la piel, apéndices análogos á los bra- zos de un rio, en los cuales, siendo constante el ingreso de la ola flúida, la resistencia viene á ser más fuerte.” “Esta disposición es la causa que las hiperemias aeciden- 8 tales de la piel, vengan á ser pieeisamente más intensas en el cuerpo papilar, y persistan muy largo tiempo trayendo con secuencias más graves.— Rindfleisch.” Las consideraciones que acabamos de referir, á las grandes y pequeñas papilas, deben aplicarse, tanto más, cuanto más cerca se encuentran éstas de los orificios de los folículos pi- losos y glándulas sudoríparas. Hemos dicho ya, que el tejido conectivo contiene en su in- terior aberturas, lagunas ó espacios, que están formadas en la intimidad del tejido, que tienen una magnitud variable, y que es allí donde toman su origen las raíces linfáticas. No entraré yo á censurar las discusiones sobre el origen de los linfáticos, para mí está suficientemente demostrado por la es- cuela de Berlin, que es el que ántes lie dicho. Pues bien: par- tiendo de aquí, estos linfáticos toman una dirección centrípe ta hácia el centro de la circulación, dividido el sistema en dos series, la subaponeurótica y la subcutánea, acompañando á los vasos sanguíneos, y presentando por consecuencia, una disposición semejante, con una sola diferencia, que consiste en presentar del lado de las papilas, una serie de divertí culos en fondo de saco, que partiendo de las dichas papilas, conver- gen hácia los vasos más profundos adonde se van. reuniendo ó anastomosando para desembocar en ellos y contribuir así á formar las líneas y mallas que constituyen la red linfática cuyo papel, en el proceso patológico, verémos después. “ Es- tá demostrado que los fondos de saco de los linfáticos, no so- lamente existen en las vellosidades intestinales, sino también en las papilas de la piel y de la lengua.—Teichmann.” Nada digo de la distribución de los nervios, supuesto que en el proceso á que me refiero, no tienen sino un participio secundario; aparte de la gran dificultad que habría de apoyar una teoría cualquiera sobre un estudio dudoso como es el de la distribución de los ramos nerviosos en cada uno de los ór- ganos ó aparatos que he mencionado. Sobre los demas órganos de la piel, notarémos nada más la 9 existencia de los folículos pilosos y las glándulas sudorípa- ras, que no son sino depresiones de la piel más ó ménos pro- fundas; así el bulbo piloso está situado á la misma profun- didad del tejido reticulado del dérmis y el glomeruloglandular está todavía más profundo al nivel de la línea de unión del dérmis y tejido areolar subcutáneo. Ademas, nadie ignora la relación numérica que existe en una superficie dada, de estos órganos de que he hablado, es decir, de las papilas y lo que he llamado depresiones de la piel. Bástame haber dado una idea, eomo la daría una figura es- quemática, de las relaciones que guardan entre sí estos dis tintos órganos al estado normal para continuar á mi objeto. III El tejido celular, es decir, el tejido conjuntivo, todo el mun- do sabe que está extendido por todo el organismo supuesto que forma el estroma, es decir, el armazón de todos los órganos, de aquí su continuidad por todas partes, de aquí la extensión de sus afecciones de las partes profundas á las partes super- ficiales. En el hombre adulto, el tejido conjuntivo al estado nor- mal, es casi nula su vida fisiológica, pero bajo la impulsión de una causa morbosa vuelve á tomar una actividad extrema de sus elementos celulares; por consecuencia es un tejido ger- minativo, es un terreno por excelencia de la mayor parte de las producciones patológicas. Nada de extraño tiene que esta enfermedad sea común en nuestros hospitales; tampoco tiene nada de extraño que cons- tantemente veamos que el flegmon profundo se haga super- ficial y recíprocamente, que el sircunscrito se haga difuso. No importa cuál sea la causa morbosa irritativa que des- pierte esta actividad en ese tejido, pues cualquiera que ella 10 sea, una vez que ha producido esa exageración temporal de ía actividad nutritiva en dicho terreno, el flegmon está consti- tuido. Este flegmon será circunscrito ó difuso, que no tienen di- ferencia anatómica según Billzoth, solamente diferencia clí- nica, que consiste en que el difuso posee la entendencia pro- gresiva á extenderse, y el circunscrito limita su foco, formando rápidamente absceso, y excluye, por consecuencia, la idea de progresión ulterior. Si la Anatomía Patológica no puede dar- nos la diferencia entre estos dos estados morbosos, á mí sí me parece encontrar la diferencia fundamental en los fenómenos sucesivos que constituyen el procesus patológico. Diferencia que me viene á dar la base de la explicación que yo me he dado, de cómo el flegmon difuso, puede hacerse circunscrito bajo la influencia del percloruro. Efectivamente: el trabajo inflamatorio comienza siempre por una irritación seguida de la hiperemia de los capilares que se hace extensiva á las raíces venosas y arteriales, según el tiempo que ella dura y la intensidad con que obra; viniendo á constituir esta hiperemia, casi por sí sola, el fenómeno pro- pio del primer período inflamatorio. Digo que esta hiperemia es el fenómeno propio, por ser el más apreciable, aunque pue- de haber otros que no son tan apreciables, como lo atestigua el fogoso debate en si son los vasos el tejido mismo, ó los ner- vios los primitivamente atacados. Se ha dicho que á veces precede á la dilatación é hiperemia de los pequeños vasos, la estrechez y anemia de estos; pero aquí queda todavía subsis- tente una razón que á la estrechez- sucede la dilatación, que es el fenómeno que inmediatamente hiere á nuestros sentidos y que está ligado como fenómeno necesario á la actividad nu- tritiva. También se ha dicho que hay tejidos que no tienen vasos sanguíneos; pero tienen su especial líquido nutritivo que se acumula en un sistema de canales, y ademas, se congestio- nan los vasos sanguíneos, vecinos ó próximos, de donde viene ese líquido nutritivo propio de estos tejidos. 11 De aquí la subicundez y calor de estos tejidos. Si el tiempo que dura la congestión, se prolonga, hay otro fenómeno que le sucede, y es la exudación de líquido plasmá- tico y de glóbulos blancos provenidos de la sangre; exudación intersticial que embebe el tejido orgá*nico, y ésta extravasa- ción tiene por causa el incremento de la presión intravascu- lar. Es claro que esta embibicion del tejido trae consigo su aumento de volúmen y un cierto grado de presión que se ma- nifiesta luego sobre los vasos y sobre los órganos de sensi- bilidad. De aquí la tumefacción y el dolor. Luego viene la coagulación del líquido plasmático, rico en fibrina, á completar el primer período de la evolución del pro cesus que nos ocupa; pero tanto la exudación de los elemen- tos de que hemos hablado, como la coagulación de uno de ellos, podemos considerarlas como consencuencias del primer fenómeno de congestión, porque si hiciéramos desaparecer di- cha congestión en el mismo momento de su producción, no veríamos seguir los otros dos fenómenos. El segundo período viene á estar constituido por la exage- ración de los fenómenos precedentes, y particularmente por la aparición de nuevas celdillas redondas, que provienen de la pro liferacion del tejido conjuntivo, es decir, celdillas embriona- rias que se forman por la scicion de los corpúsculos ó celdillas plasmáticas de este tejido. Esta formación de celdillas es exce- siva y constituye el hecho más importante de este período. De aquí una consecuencia: el tejido está, durante algnn tiem po, muy fuertemente tendido y por lugares se produce un éxta- sis en los vasos, y sobre todo, en los capilares y venas, y en otros lugares cesa la circulación completamente. De aquí á la gangrena del tejido conjuntivo, no hay distancia, nada más que á veces no se produce porque á medida que se hace esa rá- pida formación de celdillas, la sustancia fibrilar, tiende á des- aparecer sufriendo una especie de reblandecimiento gelati- niforme y dividiéndose en pequeñas partículas que luego se 12 liquidan completamente para formar el pus; es decir, que miéntras por un lado hay una compresión hecha por la neopl i- sia, por otra hay una descompresión que da lugar á un líqui- do que completa la formación de otro líquido, compuesto de celdillas, liquido intercelular seroso, pequeñas partículas mor- tificadas, y celdillas de grasa que por la compresión también se liquidan formando gotas aceitosas, y todo esto lleva el nom- bre de pus plegmonoso. Es necesario tener presentes los hechos 'que constituyen estos dos períodos de la lesión. El análisis de los demas fenómenos, que como terminacio- nes de la afección, vienen á constituir su último período, no lo haré, porque no es mi objeto, pues me basta para mi expli- cación el análisis ya hecho del estado patológico de los tejidos en estos dos períodos. Vamos á entrar ya á decir la diferencia que quería yo esta- blecer del flegmon circunscrito y del fiegmon difuso. Pues bien: en el flegmon circunscrito, la neoplasia inflamatoria, se produce de una manera rápida relativamente á la formación de pus y á la destrucción del tejido; en consecuencia, la com- presión ejercida en todos sentidos y en todos los órganos que hemos dicho por esta neoplasia, y particularmente sobre los vasos linfáticos mantendrá sus bocas cerradas, y no podrán así llevar á lo léjos las sustancias flogógenas que encierra el pus y este quedará reducido á dirigir su destrucción allí adon- de el tejido es más rico en celdillas, es decir, irá avanzando poco á poco la fundición de dentro á fuera del dérmis, lo per- forará y el pus se vaciará por la abertura. Llegado aquí el proceso se detiene, ya no se extiende. Al contrarío, en el fleg- mon difuso, allí la formación de pus y la distribución del te- jido, no deja tiempo de formarse la multiplicación de las cel- dillas, es decir, no deja que la neoplasia sea suficiente para ejercer la benéfica compresión, y por consecuencia, quedan los vasos expuestos á la destrucción y de aquí la absorción de las sustancias dichas, por las bocas abiertas de los vasos linfáti- 13 eos, de aquí la propagación del procesus. Así nos explicamos también, por qué la fiebre es tan común en estos casos y cómo esta absorción si dura mucho tiempo, viene á ser considerable, produce la fiebre cepticémica, y por último la muerte. El fleginon difuso mata, el circunscrito no. De aquí un pro- blema que resolver: cómo hacer del flegmon difuso un flegmon circunscrito. Esto es lo que hace la aplicación del percloruro de fierro. El percloruro obra, no produciendo una neoplasia inflama- toria capaz de detener el procesus como lo hemos visto, sino produciendo una compresión análoga á aquella que ejerce la neoplasia sobre los vasos linfáticos. ¿Sobre qué parte ó lugar se ejerce esta compresión para cer- rar dichos vasos ? En este caso, allí en el tejido celular subcu- táneo donde hemos dicho se encuentran las bocas siempre abiertas para absorber; allí en el tejido areolar, donde más fá- cilmente se hacen los derrames por ser el tejido más flojo, y por consiguiente más dispuesto á embeberse por los líquidos derramados; allí donde primero que en cualquier otro lugar, encuentra hospitalidad el líquido expatriado, y donde la fe- cunda celdilla encuentra todas las condiciones para el aumen- to de su prole. Según la descripción que ántes hemos hecho del modo de distribución de los distintos órganos que constituyen á los tegumentos, creo no habrá dificultad ninguna en com- prender que en el lugar mencionado deba hacerse esta compre- sión curativa, que evita la propagación del mal á los territo- rios vecinos. Puesto el percloruro sobre la epidermis, comienza por ejer- cer una compresión superficial, de fuera hácia dentro; y á me- dida que penetra á los tejidos, esta compresión se va haciendo más enérgica y en todos sentidos; y cuando ha invadido todo el espesor de los tegumentos, y que estos han sufrido toda su retracción, la compresión que todos ellos ejercen en masa, re- cae sobre las partes profundas. Ademas de esa energía, fácil- mente se concibe la uniformidad de la presión que ejercerá esa 14 especie de manga retráctil perfectamente acomodada a la for- ma de todas las partes subyacentes. Así fácilmente se ve el efecto de esta compresión sobre el flegmon en su primer pe- ríodo, que evitando la congestión, no siguen los demas fenó- menos. De manera, que tanto en el primero como en el se- gundo período, su efecto es el de hacer abortar la inflamación ó detener la difusión de ella, dado el caso que hubiese recor rido ya la mayor parte de sus fenómenos constitutivos, es de- cir, que hubiese logrado llegar al cénit de su carrera, no fal tando otra cosa sino ver aparecer una de sus terminaciones graves. Esta compresión del percloruro, dijimos, obra sobre los va- sos linfáticos; pero también obra sobre otros elementos, es decir, sobre los derrames, haciendo que por esa misma presión que sufren, queden obligados á desocupar los tejidos engur- gitados, accidental y temporalmente, sin que les quede otro recurso supuesto que es una presión ejercida por todos lados y de una manera uniforme sobre los tejidos infiltrados, tenien- do el vaso comprendido en medio, es decir, en el centro de ellos. Si hemos visto algunos éxitos tan brillantes debidos á una buena aplicación de un vendaje, nuestra tendencia desde en- tónces ha sido encontrar el mejor medio de vendar y hemos dado con un vendaje, es decir, con el ideal de los vendajes. Este vendaje no exige habilidad de quien lo aplica, y añada- mos que ningún humano poder hubiera llegado á este resul- tado con una venda de lienzo. Tan cierto es esto, que las condiciones de un vendaje, es decir, de lienzo ó materia semejante, exige para ser útil, que se ejerza una presión uniforme, es decir, igual en todos los puntos, lo cual es muy raro; que los pliegues de la venda no se encajen porque hay gangrena; que no sea la presión fuerte porque despierta dolores; que sea constante la presión, condi- ción que ningún vendaje de esta clase satisface, porque álas cuantas horas ya está flojo y no obra, despierta dolores que 15 se cambian en adormecimiento, y si la enfermedad se extien- de, el dolor aumenta, aparecen fuertes latidos y aun pueden venir más graves accidentes si este aparato no se quita. To- das estas buenas condiciones del vendaje satisface el perclo- ruro y no posee por consiguiente ninguno de los inconvenien- tes dichos. Este efecto compresivo de que bemos hablado, supone una acción mecánica, primero superficial y después profunda, y una acción química antecedida de un fenómeno fisiológico, la absorción. 1" Acción mecánica 2i' Acción química. 3* Acción fisiológica. La acción mecánica en el caso que nos ocupa, es una con- secuencia de la acción química que dicha sustancia verifica con los tejidos orgánicos. Para demostrar la acción mecánica tenemos las siguientes pruebas. Efectivamente, á nadie le será difícil sentir, después de barnizarse con percloruro una parte cualquiera de la piel, una especie de restiramiento, un efecto compresivo y bastante enérgico; esta es una sensación de que todo el mundo puede dar fe con solo aplicarse dicha sustancia en cualquiera lugar de su piel al estado normal. Yo he interrogado á los enfer- mos á quienes ha sido aplicada la sustancia con el objeto te- rapéutico ántes expresado, y me han dicho que tienen esta sensación. Es muy fácil observar, por otra parte, tanto á la simple vista como al tacto, que en aquel lugar donde ha sido aplicada, hay una constricción enérgica que da hasta cierta forma, endurecimiento y adhesión con los tejidos profundos, á la parte que ha sido sometida á su acción. Muy conocida es la antigua práctica de detener las hemor- rágias con esta sustancia, y con este cbjeto se barnizan todos los tejidos donde existen las heridas, quedando todo el mun- do de acuerdo que lo que allí se observa, es la acción del per- cloruro que retrae todos los tejidos, contrae los vasos, evita 16 en el vaso artereal la llegada de la ola sanguínea, espulsa del venoso la sangre que contiene evitando el éxtasis; produce, en una palabra, una especie de isquemia de los tejidos. Ade- mas, esta astricción de los tejidos también es común al pro tocloruro de fierro. Los terapeutas nos dicen que aplicado á las mucosas de- termina inmediatamente una astricción considérable. No será difícil que produciendo esta isquemia en las pseudomembra- nas del croup, evite así su organización y por eso goce de cré- dito para destruirlas. Con un objeto enteramente experimental lie aplicado esta sustancia en un nevi-materni, y he visto producirse el des- engurgitamiento de los vasos al grado de producir una deco • loracion muy notable del tejido. Convencido yo de que este efecto compresivo era cierto y particularmente notable en esta sustancia, hice la aplicación de ella en un enfermo que tenia los dos miembros inferiores invadidos por un exagerado edema producido por causas que no son de nuestro objeto, y con gran sorpresa he visto que al dia siguiente del de su aplicación, aquellos miembros volumi- nosos se habian reducido á tal grado, que formaban el más sorprendente contraste con el volúmen del dia anterior. Por lo expuesto vemos que la acción mecánica del perclo- ruro es muy obvia cuando es aplicada esta sustancia sobre los tegumentos. Pero ¿ acaso esta acción será ejercida y debida únicamente á una propiedad retráctil de esta sustancia, como lo baria por ejemplo el colodion elástico extendido en una superficie tegu- mentaria ? creo que no. La acción retráctil del percloruro y aun protocloruro de fierro, es un efecto quizá de una combi- nación química efectuada entre él y los tejidos, combinación que no está definida, pero que es semejante á la que se forma con el tanino y las sustancias coloides que se conoce en las artes con el nombre de tnnage. Algunos han pretendido dar una explicación del hecho diciendo, que como el percloruro 17 es el mejor mordente, puesto en contacto con un cuerpo or- gánico, se fija á él formando un compuesto fijo; pero esto no explica nada, porque no se hace más que mencionar el mismo hecho. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que los elementos orgánicos, tocados por el percloruro de fierro, quedan como momificados, es decir, secos, endurecidos, reducidos de volú- men, adquiriendo la propiedad de hacerse imputrecibles. Es- to es precisamente lo que le pasa á la capa de los tegumen- tos. Para que esta acción química se ejerza sobre las partes profundas de estos tejidos, se necesita que haya una acción fisiológica, la absorción de dicha sustancia, y la cual no pue- de hacerse sino bajo la forma de protocloruro (Rabuteau) y como la acción del protocloruro sobre los tejidos orgánicos es la misma, es decir, en cuanto la astricción, de aquí resulta que no pierde el hecho nada de su valor á pesar de la absor- ción en dicha forma, y así debe de ser: supuesto que si se ab- sorbiera en la forma de percloruro, quizá coagularia la san- gre de los vasos con que se pusiera en contacto, miéntras que en forma de protocloruro, no solo no la coagula sino que la fluidifica. Esta semejanza de la astricción está perfectamen- te demostrada, experimentalmente por los mismos hechos que para el percloruro: El cambio de per en proto al contacto de las sustancias orgánicas, se apoya en esto: si nos mojamos las manos en percloruro de fierro y después las tratamos por una solución de ferricianuro de potasio, obtendremos un co- lor azul de Prusia (Rabuteau). Luego ha bastado el solo con- tacto con la sustancia orgánica para cambiarse en proto. Aparte de esto, quién no sabe por su propia experiencia que el percloruro coagula la sangre. Miéntras (James Blake) que el proto inyectado en una vena no la coagula, y si acaso se hace salir esta sangre del vaso, el proto que contiene le impide coagularse. No falta alguno quien haya opinado que el modo de acción del percloruro de fierro en esta afección, después de ser ab- sorbido por la piel bajo'su misma forma, es ejerciendo una 18 cÍGrta influencia sobre los miembros vasomotores, contrayendo los capilares arteriales y evitando por consecuencia los fenó- menos de la nntricion exagerada que constituyen la inflama- ción ; pero á mí me faltan hechos en que apoyar esta opinión, más cuando me parece que á veces este es un recurso para no explicarse nada. No puedo entrar en más pormenores por no hacer muy extensa esta exposición. Sea cualquiera la suerte que corra mi aventurada teoría, no hay que poner en duda un hecho, y es la benéfica influen- cia que el percloruro de fierro produce en la susodicha afec- ción. No porque sea mala la defensa de una causa ha de ser mala la causa misma. Una cosa es el hecho que se defiende y otra la defensa que se emplea; no hay, pues, que concluir de lo uno para lo otro. El percloruro de fierro hace abortar al flegmon difuso, sobre todo, si es superficial, sin dejar de ejercer su influencia sobre el profundo. Yo suplico una poca de benevolencia hácia mí, que impul- sado por decir algo nuevo, me atreví á dar una explicación sin copiarlo de ningún libro; si acaso no conseguí nada útil* no se me podrá culpár á mí, sino á la vanidad de ir adelante. México, Febrero de 1879.