■ O, -RACtfCTAD DE MEDICINA DE MEXICO APUNTES SOBRE LA APLICACION DEL METODO ANTISEPTICO EN CIRUGIA TESIS INAUGURAL PRESENTADA POR IGNACIO MAGAÑA ALUMNO De la Escuela de Medicina de México, Pr ette«nte del Hospital de Jesús y- miembro- de la Sociedt d Filoiát^rica IMPRENTA DEL COMERCIO, DE DUBLAN Y COMPAÑIA MEXICO Calle de Cordobanes número 8 1882 FACULTAD DE MEDICINA DE MEXICO APUNTES SOBRE LA APLICACION DEL METODO ANTISEPTICO EN CipiA TESIS INAUGURAL PRESENTADA POR IGATACIO MAGAÑA ALUMNO De la Escuela de Medicina de México, Practicante del Hospital de Jesús y miembro de la Sociedad Filoiátrica MEXICO IMPRENTA DEL COMERCIO, DE DUBLAN Y COMPAÑIA Calle de Cordobanes número 8 1882 AL SEÑOR MI PADRE JXJSTO TRIBUTO BE MI AMOR, RESPETO Y GRATITUD AL SEÑOI\ DR. RICARDO VERTIZ Sincera manifestación de cariño á mi maestro SIGUAS ESTA SIBIL MUESTRA 01 II APURO Los Sres. Doctores del Hospital de Jcsns J. BARRAGAN, M. CARMONA Y VALLE, I. VELASCO Y D. ORVAÑANOS INTRODUCCION SI. I NO de los principales asuntos en el estudio de la Me- dicina Operatoria es, sin duda, la debida curación de (sr<|N las heridas, sobre todo, de aquellas que el cirujano tiene que hacer en el curso de una Operación, de cuyas con- secuencias, en la gran mayoría de casos, es responsable. Estudiar todos los métodos que hasta hoy se han segui- do en la práctica para la curación de las soluciones de con- tinuidad de nuestros tejidos, seria hacer muy largo este tra- bajo, por cuya razón en él solamente me ocuparé de un mé- todo, que usado en los principales hospitales de Europa, es- tá dando magníficos resultados; quiero hablar del método antiséptico inventado en Inglaterra el año de 1865 por el Dr. Joseph Lister. Hace algunos años que el Sr. Dr. Ricardo Vértiz lo em- plea con muy buen éxito, no obstante quedo ha modificado en su ejecución, á causa de que en esa época no había aún en II México todos los objetos necesarios para seguir el proce- dimiento clásico de Lister; pero como en estas modificacio- nes no olvidó ni un momento los principios fundamentales sobre los que se apoya dicho método, los resultados tuvie- ron que ser semejantes. Después de tener el gusto de verlo operar, siguiendo di- cho procedimiento durante el tiempo que desempeñó el car- go de profesor de Clínica externa y haber oido las clases orales que sobre esta cuestión dió en el Hospital de San Pablo, me vino la idea de hacer este pequeño estudio, que ahora presento al respetable jurado, como tésis inaugural. El orden queseguiré en su exposición, será el siguiente: 1? Principios fundamentales del método antiséptico. 2? Práctica de la curación. 3? Sus aplicaciones. 4? Sus venta- jas sobre los otros métodos de curación. 5° Las modifica- ciones hechas por el Sr. Dr. Vértiz; y 6? Sus resultados. Comprendo que en este trabajo no encontrarán nada ori- ginal; pero llena dos fines que me propongo: el primero, cumplir con las exigencias de la Ley; y el segundo, que al distribuirlo entre mis compañeros de estudio, les hago una invitación á que experimenten este método, secundando de esta manera los deseos de mi estimado maestro, á quien públicamente doy las gracias por haberme permitido con- signar algunas de sus observaciones, las que darán algún interes á este trabajo. Marzo de 1882. I PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL METODO ANTISEPTICO La acción nociva que ejerce el aire sobre las heridas expuestas á él li- bremente, es una observación que data de muchos años; pero la causa de este fenómeno escapó á la sagacidad de los primeros observadores. Siendo el aire una mezcla en ciertas proporciones de varios gases, preci- so era recurrir á la experimentación, para saber á cuál de ellos se podía atribuir esta acción. Demarquay demostró por sus experiencias, que consistieron en poner por medio de aparatos especiales las heridas en contacto solamente con uno de los gases cuya mezcla constituye la atmósfera, que ni el Oxígeno, ni el Azoe, ni mucho ménos el Acido carbónico, contenido en tan pe- queñas proporciones en el aire, podían ser la causa de los desórdenes que impiden ó retardan la curación de las heridas. Más tarde, Schwann tomó dos matraces de largo cuello, conteniendo una cierta cantidad de un mismo líquido orgánico y putrecible, los ca- 8 lento hasta llevar á la ebullición el líquido contenido, para destruir por el calor los pequeños séres desarrollados en él, é inmediatamente soldó á la lámpara la extremidad del cuello de uno de los matraces, dejando al otro enteramente abierto. Algunos dias después notó que el líquido con- tenido en el matraz destapado, exhalaba mal olor, al microscopio se veian millares de infusorios, estaba en completa putrefacción; mientras que en el líquido contenido en el matraz, herméticamente cerrado, no existian ni huellas de descomposición. Se probaba, pues, por esta experiencia, que la putrefacción de este líquido, era debida al desarrollo de organis- mos inferiores. En esta experiencia pedia suceder, que micro-organismos croados es- pontáneamente en el líquido, solo necesitaban la acción vivificante del aire para su germinación; pero esta duda la disiparon Schroder y Dusch, repitiendo la experiencia anterior, sustituyendo el matraz de largo cuello por otro, cuyo cuello más largo y encorvado en ángulo recto, presenta- ba una gran parte de él horizontal, hervían el líquido y cerraban á la lám- para la extremidad del cuello; pero en vez de permanecer en este estado por algún tiempo, todos los dias renovaban el aire del matraz, teniendo cuidado ántes de dar paso al aire, calentar fuertemente una] parte pe- queña del tubo. Pues bien, el resultado fué exactamente el mismo que si se hubiera dejado constantemente cerrado, lo que demostraba que el aire purificado en su paso al través de la parte calentada del tubo, no producía ninguna descomposición ; luego los gérmenes contenidos en él, son los que la provocan. Por último, el célebre químico francés Mr. Pasteur, por sus numero- sas experiencias, no solo ha comprobado su existencia de una manera decisiva, sino que los recoge haciendo pasar aire al través de algodón cardado y de allí los pone á germinar en líquidos apropiados, estudiando así el desarrollo de estos micro-organismos, que existen suspendidos en la atmósfera, bajo la forma de polvo finísimo y que Tyndall hace más fácilmente visibles, haciendo pasar un rayo de luz en la cámara oscura 9 al través de una abertura pequeña. Además, este último autor ha demos- trado que el aire que no refracta la luz, es decir, el aire ópticamente pu- ro no puede producir ninguna fermentación. Lister, convencido enteramente por sus propias experiencias de la ver- dad de las ideas de Pasteur, les dio la más brillante aplicación á la Ciru- gía, en Glasgow, en un hospital colocado en las condiciones higiénicas más desfavorables, donde las ventanas de las enfermerías daban á un in- mundo cementerio y donde las diferentes complicaciones de las heridas se presentaban en su completo desarrollo, produciendo un gran número de víctimas. No obstante que el método no alcanzaba el grado de per- fección que más tarde le ha venido dando su autor, estas complicaciones rápidamente desaparecieron y los resultados fueron tan notables, que bien pronto tuvo numerosos partidarios. Se ve, pues, que el principio fundamental del método antiséptico, es impedir que los gérmenes contenidos en el aire y depositados sobre todos los cuerpos, lleguen á ponerse en contacto con la hei ida y encuentren en os líquidos secretados por ella, un terreno propicio para su desarrollo; pero no es el único y podemos decir con Nussbaun, que son tres los hechos sobre los que se apoya, para la debida curación de las heridas, la antisep- cia, el reposo y la libre y perfecta evacuación de los líquidos exhalados por ellas. Siendo estos dos últimos comunes á varios métodos, el prime- ro debe ser considerado como el principal. II PRACTICA DE LA CURACION. Los gérmenes de los organismos inferiores que llevan la putrefacción de los líquidos orgánicos, encontrándose en el aire, en el agua, en todas partes, se debe poner sumo cuidado en que todos los objetos que tengan que ponerse en contacto con la herida, estén privados de estos elementos 10 de septicidad. Pitra esto se hace uso de ciertas sustancias llamadas anti- sépticas, porque tienen la propiedad de matar dichos organismos 6 por lo ménos de privarlos de su facultad germinadora. Entre estas sustancias, se prefiere el ácido fénico, porque su poder an- tiséptico es muy poderoso y su precio poco elevado; sin embargo, como veremos después, casos hay en que es preferible el uso del ácido salicíli- co y el cloruro de zinc. El ácido fénico puede emplearse disuelto en varios vehículos, pero la solución hidro-alcohólica es la principal y ésta puede ser fuerte ó débil. La primera contiene cinco gramos de ácido fénico, cinco gramos de al- cohol y cien gramos de agua destilada, y la segunda contiene para cada cien gramos de destilada dos gramos cincuenta centigramos de al- cohol y ácido fénico, puro y cristalizado. Seguiré haciendo la enumeración de los materiales y aparatos que se deben tener para la rigurosa aplicación del método de Lister, sin hacer mención por lo pronto de su respectivo empleo, lo que haré al fin de este párrafo. Aceite fenicado.—El aceite puede contener mayor proporción de ácido fénico que el agua; la fórmula más usada, es ti isolver diez gramos de es- ta sustancia en cien gramos de aceite de olivo puro. Para ciertos usos se puede sustituir el aceite por la vaselina, pero á condición de ser ésta per- fectamente pura. Seda fenicada.—Se prepara manteniendo las hebras de seda del grueso que se desee, durante una hora, en un baño caliente compuesto de diez y seis paites de cera blanca y una parte de ácido fénico; pasado este tiem- po, se extraen del baño y se les frota con un lienzo muy limpio, para quitarles el exceso de cera adherida en toda su extensión, guardándolas en seguida en un frasco bien tapado. Czerny se limita simplemente á her- vir la seda durante una hora en la solución fenicada fuerte y conservarla en un frasco bien tapado. Ambos procedimientos son buenos. Catgut antiséptico. — El catgut, formado del intestino del carnero y que 11 la industria emplea en la fabricación de instrumentos de cuerda, se hace antiséptico, sumergiéndolo por algunos meses en una mezcla de agua, aceite y ácido fénico. Se mezcla á un gramo de agua diez de ácido fé- nico y se añade cincuenta gramos de aceite de olivas puro, teniendo cui- dado de que las cuerdas no lleguen á ponerse en contacto con el agua, que por su mayor densidad ocupa la capa inferior de la mezcla, lo cual se consigue, poniendo en el fondo del frasco vidritos bien limpios. Al cabo de cierto tiempo, las cuerdas pierden su trasparencia, se vuelven opacas y se hinchan considerablemente; más tarde disminuye su espesor y vuelven de nuevo á ponerse trasparentes; esta trasformacion la efectúan en cuatro ó cinco meses, que es cuando se pueden ya emplear. Es im- portante añadir al aceite esta pequeña cantidad de agua, porque sin ella el catgut obtenido está demasiado resbaloso para servir al objeto para el cual se destina. Tafetán protector, ó simplemente protector.—Es una especie de hule finísimo, flexible é impermeable, de color verde, al que se le unta una capa de una mezcla compuesta de dextrina, almidón y ácido fénico. Por su flexibilidad, se adapta perfectamente á los bordes de la herida, y por su impermeabilidad, impide que los vapores de ácido fénico irriten la he- rida; de suerte que puede sustituirse por cualquiera tela que tenga las mismas propiedades, teniendo cuidado de hacerla aséptica por un lavada minucioso con la solución fuerte. Gasa antiséptica.—En las fábricas la preparan coitando de una pieza de gasa tiras de cinco ó seis metros de largo por un metro de ancho, las que se introducen en una gran caja de zinc, rodeada de agua hirviendo, y en donde se les mantiene dos ó tres horas. Hecho esto, se hace pene- trar dentro de la caja una mezcla compuesta de una parte de ácido féni- co, cinco partes de colofonia fundida y siete partes de parafina, para ca- da diez partes, en peso de gasa. En seguida, dentro de la misma caja, se les somete á una presión fuerte, con el objeto de que la mezcla anti- séptica se reparta igualmente en toda la extensión del tejido, se deja se- 12 car y se le guarda en cajas apropiadas. Se obtiene de este modo un teji- do blando, flexible y algo pegajoso, y dotado de un poder absorbente enérgico, y además es antiséptico, puesto que contiene el diez por ciento de ácido fénico. El profesor Bruns de Tubinga, ha dado una fórmula con la cual se puede preparar gasa antiséptica más económicamente que la del comer- cio. Se toma la gasa, que es un tejido que nosotros conocemos con el nombre de tarlatana, y si está engomada se le sumerge en agua caliente estrujándola fuertemente, dejándola secar en seguida. Después se prepa- ra un líquido de la manera siguiente: suponiendo que sean mil gramos de gasa los que se desean hacer antisépticos, se toman cuatrocientos gra- mos de colofonia en polvo fino y se disuelven lentamente en dos litros de alcohol puro del comercio; á esta solución se mezclan cien gramos de ácido fénico y cien gramos de glicerina, resultando un líquido claro de consistencia de jarabe. Se vierte éste en un recipiente de poco fondo y suficientemente extenso, se sumerge la gasa ó tarlatana por capas so- brepuestas, comprimiéndolas ligeramente para que se impregnen igual- mente en toda su superficie, se sacan y se extienden horizontalmente so- bre una red de alambre ó de mecate. La gasa preparada de esta manera, no deja nada que desear respecto de la anterior. Makintosch.—Lister designa con este nombre una tela impermeable de caoutchouc, y en la que realmente no se busca alguna propiedad anti- séptica. Vendas.—Estas pueden estar formadas como lo aconseja Lister, de ga- sa antiséptica; pero no son indispensables, pues pueden ser de gasa ó tar- latana corriente, ó de cualquiera otro tejido, teniendo el cuidado de em- paparlas en la solución fénica débil y aplicarlas después de haberlas es- currido. En ciertos casos el Sr. Vértiz hace uso de vendas de goma elás- tica. Tubos de canalización.—Después de haberlos lavado muy bien, se intro- 13 ducen en un frasco que contenga la solución fénica fuerte, cuidando de no extraerlos sino hasta el momento de hacer uso de ellos. Estos tubos, con sus correspondientes aberturitas laterales, se cortan perpendicular ú oblicuamente á su eje longitudinal; están provistos en su extremidad li- bre de dos cordoncitos de seda. Cuando por la estrechez de la abertura del desagüe no quepan estos tubos, se puede hacer uso de unas hebras de seda ó catgut antisépticas, ó aun de cerdas de caballo, hechas asépticas de la misma manera que los tubos. Esponjas.—Las esponjas de que se hace tan grande uso en el curso de las operaciones, para enjugar la sangre que resulta de las superficies de sección de los tejidos, deben ser absolutamente puras. Aquellas de que no se ha hecho ningún empleo, basta lavarlas perfectamente y ponerlas en la solución fénica fuerte, siendo cuidadosamente exprimidas al hacer uso de ellas. Pero aquellas que ya han servido para recoger líquidos pú- tridos, se deben desechar, si ántes no se purifican por el procedimiento de Esmarch. Este consiste en desengrasarlas con una solución concen- trada y caliente de sosa, poniéndolas después durante veinticuatro horas en una solución al ¿ de permanganato de potasa. Lavadas con bastante agua limpia, se les blanqueará teniéndolas un cuarto de hora en una so- lución al centésimo de sulfito de sosa con una pequeña cantidad de áci- do clorhídrico, y vueltas á lavar con agua, se mantendrán en un frasco con solución fénica fuerte, de donde se sacarán para usarlas en completo estado de pureza. Como ántes he dicho, el ácido fénico no es el único agente antiséptico que se emplea, y el cloruro de zinc, el ácido bórico, el salicílico y pos- teriormente el tímico, son en muchos casos sucedáneos del ácido fénico. La solución de cloruro de zinc más usada, contiene cinco gramos de esta sustancia por cien gramos de agua destilada. Las preparaciones bóricas son: el agua bórica, que contiene en cien gramos de agua destilada, tres gramos cincuenta centigramos de ácido 14 bórico: el lienzo boratado, que se prepara con cualquier lienzo fino, ó mejor aún con la hila inglesa ó de patente, impregnada de la agua bóri- ca, dejándola secar se obtiene un lienzo que aprisiona entre sus mallas pequeños cristalitos de ácido bórico, que fácilmente se disuelven al mo- mento de aplicarlo; y el cerato bórico, que es una mezcla de aceite de almendras dulces y parafina aa veinte gramos, y cera blanca y ácido bó- rico puro aa diez gramos. Las preparaciones salicílicas son las siguientes: la solución salicílica, que contiene un gramo de ácido salicílico por trescientos gramos de agua destilada: el algodón salicilado, que se prepara empapando mil gramos de algodón cardado y desengrasado, en una mezcla compuesta de seis li- tros de agua á la temperatura de 8o° centígrados, trescientos gramos de alcohol puro y treinta gramos de ácido salicílico, se deja secar y se guarda: el yute salicilado; el yute, materia textil, más fina y ligera que el cáñamo, proviene del Corchorus capsularis: para hacerlo antiséptico se prepara una solución de treinta gramos de ácido salicílico, doscientos gramos de glicerina y mil ochocientos gramos de agua, se sumerge du- rante algún tiempo en esta solución mil gramos de yute, en seguida se extrae, se deja secar y se guarda. Por último, el ácido límico, preconizado por Hans Ranke, por tener una potencia antiséptica más enérgica que el ácido fénico, se usa en so- lución al milésimo, por ser muy poco soluble en el agua. Concluida la enumeración de las principales sustancias antisépticas, pasaré á dar una ligera descripción de los aparatos que se emplean en la curación antiséptica. La ducha de Esmarch, que conocemos con el nombre de irrigador, se compone de un bote de hoja de lata ó de latón, de la parte inferior del cual parte un tubo de goma elástica, y que se termina por una delgada cánula de hueso ó de metal arredondada en su punta; además, puede adaptarse dentro del bote otro mucho más pequeño, que en caso dado 15 puede llenarse de una mezcla refrigerante, para enfriar el líquido conte- nido dentro del irrigador. Los aparatos que sirven para la pulverización, se pueden dividir en dos grandes clases: pulverizadores de aire y de vapor. Entre los primeros solo describiré el de Richardson, y entre los segundos el de Lister; todos los demás pulverizadores pueden considerarse como modificaciones de éstos. El de Richardson consta de una esfera de caoutchouc, que movida por la mano hace el papel de bomba aspirante é impelente; ésta se pone en comunicación con otra más grande y envuelta en una red de seda, que sirve para hacer continua la corriente de aire. De esta última parte un tubo de caoutchouc, que termina en uno de los picos del pulverizador, y que se pone en relación con el otro pico colocado en el extremo del tubo que lleva el líquido que se quiere pulverizar. Este aparato tiene el defecto de que su manejo es muy cansado, y además moja demasiado, porque no tiene la suficiente fuerza para producir una pulverización muy fina. Lister, al principio de su práctica, operaba protegiendo la región con una compresa empapada con aceite fenicado; pero comprendió que este medio era insuficiente, y le vino la idea de construir su pulverizador de vapor. Este, en su más simple expresión, se compone de una pequeña caldera con su correspondiente válvula de seguridad, calentada por una lámpara de alcohol, en la que por un mecanismo especial se activa ó se modera la combustión, según es necesario. De esta caldera parte un tu- bo de escape, que lleva en su extremidad uno de los picos del pulveri- zador. En la parte anterior está un vasito de cristal, donde se vierte el lí- quido que se quiere pulverizar, y del cual parte el tubo que lleva en su extremo el otro pico del pulverizador. Estos dos picos se ponen en rela- ción formando un ángulo agudo, detalle al que le da grande importan- cia su inventor. 16 El pulverizador de Lúeas de Championniere, no es más que una mo- dificación del anterior. En fin, citaré la cucharilla de bordes cortantes de Wolkmann y las pin- zas de ramas largas y delgadas, que sirven para poner ó quitar los tubos de canalización. Conocidos los materiales antisépticos y los aparatos necesarios para la rigurosa aplicación del método de Lister, estudiemos la manera de ha- cer esta aplicación. El modo de proceder tiene que ser diferente, según que tengamos que tratar una herida producida por nosotros en el curso de una opera- ción, ó que tengamos que curar una herida que llega á nuestras manos después de cierto tiempo de su producción é infectada más ó ménos gra- vemente. Nos ocuparemos del primer caso, dejando el segundo para el párrafo de las aplicaciones. Los instrumentos indispensables, ó que puedan llegar á ser necesarios para la operación que vamos á emprender, después de limpiarlos perfec- tamente, se les mantendrá sumergidos en la solución fenicada fuerte. Otro tanto debe hacerse con las agujas de sutura ensartadas de seda feni- cada ó de catgut, con los tubos de canalización y con las esponjas. El pulverizador se dispone de la siguiente manera: si es de vapor, se vierte cierta cantidad de agua destilada en la caldera y la solución fénica fuerte en el recipiente anterior que tiene este aparato, prendiendo en se- guida la lámpara de alcohol; pero si es de aire, como el de Richardson, basta poner en el frasco la solución fénica débil. En los primeros se po- ne la solución al JL porque ésta se debilita al mezclarse con el chorro de vapor que se escapa del pico del pulverizador, lo que no sucede en los segundos. Para las grandes operaciones se deben preferir los pulverizado- res de vapor, dejando los de aire para las operaciones pequeñas y para las curaciones consecutivas á las grandes. Todo esto convenientemente dispuesto, se cloroforma al paciente. En 17 seguida se lava con bastante agua tibia y jabón la región sobre la que se va á operar; después con una esponja se lava de nuevo con la solución fénica fuerte, teniendo cuidado de no enjugar con ningún lienzo, que iria á depositar los gérmenes que habíamos quitado por las lociones an- tisépticas. De igual manera se lavarán las manos el operador y sus ayu- dantes, haciéndolo así siempre que por cualquiera circunstancia salgan del campo operatorio para volver á penetrar en él. Además de lo ásperas que se ponen las manos con el uso continuado de la solución fénica fuerte, algunos cirujanos sienten cierto grado de embotamiento del sentido táctil, lo que en algunos casos tiene inconve- nientes, por cuya razón Nussbaun y Bardeleben, emplean la vaselina fe- nicada, que desinfecta enérgicamente las manos, sin determinar ningu- na molestia, gracias á que la vaselina no deja desprender el ácido fénico tan fácilmente como el agua. El pulverizador, del cual se debe encargar un ayudante si es de aire, pero si es de vapor no es necesario, se coloca á una distancia tal, que la nube antiséptica cubra perfectamente la región enferma, las manos del operador y las de sus ayudantes, teniendo cuidado de que no dé en la cara del operador, lo que molesta demasiado por la irritación que produce en los ojos; y si por alguna circunstancia cesara de fun- cionar en cualquier momento de la operación, se debe cubrir inme- diatamente la .egion herida con una compresa embebida en solución fé- nica débil. Concluida la sección de las partes blandas y huesosas, si así lo exi- ge la operación, se contiene la hemorragia por los medios que ustedes conocen perfectamente. Solo me limitaré á decir, que la hemostasia de- be de ser lo más perfecta que sea posible, tomando con las pinzas de Pean todos los vasos que den sangre, se tuercen los de pequeño calibre y se ligan los más gruesos, prefiriendo el catgut á la seda antiséptica, por la curiosa propiedad que tiene el primero de reabsorberse de tal suerte, que una vez hecha la ligadura se cortan los hilos al ras del nudo y se de- 18 ja en la profundidad de la herida, sin que tengamos que preocuparnos de su presencia. De paso añadiré, que en los casos en que se ha aplicado la venda de Esmarch, sucede con frecuencia que al quitar el tubo compresor sobre- viene una hemorragia parenquimatosa, que atribuyen á las parálisis vaso- motriz, producida por la compresión de los troncos nerviosos por dicho tubo. Para evitar en lo posible este inconveniente, Esmarch recomienda que no se empleen tubos demasiado gruesos, no se ligue el miembro con una fuerza excesiva, y además, que se quite el lazo constrictor rápida- mente y no poco á poco, porque de este último modo la circulación ar- terial se restablece más pronto que la venosa, y esto favorece la hemorra- gia. Para contenerla, basta lavar la herida con la solución débil, hecha muy fria, colocando una mezcla refrigerante de hielo y sal raarina en el recipiente interior que se puede poner en la ducha de Esmarch. Una vez obtenida la hemostasia perfecta, se procede á suturar y canalizar la herida. El profesor Lister emplea dos clases de sutura: la profunda y la super- ficial. La primera se hace con alambre de plata, atravesando todo el es- pesor de los tejidos de la herida á tres ó cuatro centímetros de sus bor- des, y enrollando sus dos extremidades en dos plaquitas de plomo. La superficial se puede hacer con catgut, seda fenicada 6 hilos metálicos del- gados, usando la sutura de puntos separados. En la mayoría de los ca- sos basta con la superficial. Se debe tener cuidado de no suturar ciertas partes de la herida para introducir por allí los correspondientes tubos de canalización; sin embargo, algunos prefieren poner primero los tubos y después suturar. La canalización, una de las cosas principales en la aplicación del mé- todo antiséptico, se hace con los tubos hechos antisépticos, de la manera que ya he dicho, pero siguiendo un procedimiento diferente del que se- guía su inventor Chassaignac. En efecto, este autor colocaba los tubos .trasversalmente, atravesando de parte á parte la herida, y dejando las 19 extremidades fuera de ella, reuniéndolas para formar una asa. Esto daba por resultado que algunas veces el apósito comprimía los tubos, los aplas- taba, y éstos no llenaban suficientemente sus funciones. Lister, para evi- tar este inconveniente, los coloca perpendicular ú oblicuamente, partien- do del fondo de la herida y terminando por su extremidad provista de sus dos cordoncitos de seda, al ras de los labios de la herida. Los tubos deben colocarse en los puntos declives para facilitar el escurrimiento, y si por las necesidades de la operación se talla un colgajo en cuya base puedan acumularse los líquidos, no hay que vacilar en atravesarlos teji- dos sanos del colgajo para poner un tubo de canalización. Colocado uno ■ó más tubos, se asegura uno de su perfecto funcionamiento, haciendo pasar por medio del irrigador una corriente de solución débil por uno de ellos, la cual debe salir por las bocas de los demás. Hecha la exacta coaptación de los labios de la herida por medio de la sutura, y la libre evacuación de los líquidos por la debida aplicación de los tubos de canalización, se procede á la segunda parte de la operación, es decir, la colocación del apósito. Se corta una tira del protector, cuyas dimensiones no excedan más que uno ó uno y medio centímetros de los bordes y de los ángulos de la he- rida, y después de lavarla con la solución débil, se aplica exactamente sobre ella. Sobre esta tira verde del protector, se ponen tres ó cuatro ca- pas de gasa antiséptica, un poco más grandes y humedecidas con la mis- ma solución. En seguida se colocan otras ocho capas de gasa antiséptica seca, pero cuyas dimensiones, tanto en lo largo como en lo ancho, deben ser por lo ménos seis centímetros mayores que las anteriores, teniendo cuidado de interponer entre la sexta y la sétima un pedazo de makintosh de ta- maño más pequeño. Por último, se aplica el vendaje respectivo, sea con vendas de la mis- ma gasa antiséptica, como lo hace Lister, ó bien con cualquiera clase de vendas, préviamente humedecidas en la solución fenicada débil. 20 En los casos que sea necesario ejercer cierta compresión, se pondrán una ó varias esponjitas desinfectadas debajo de las capas de gasa. Con- cluida la colocación del apósito, se hará cesar la acción del pulverizador. El papel que desempeñan cada uno de los objetos empleados en el apósito, es el siguiente: el protector, como su nombre lo indica, prote- ge perfectamente la herida de los vapores de ácido fénico que se despren- den lentamente de la gasa antiséptica colocada sobre él; además, sus pe- queñas dimensiones tienen por objeto el que los líquidos que salen por los tubos de canalización deslicen rápidamente debajo de él, y se encuen- tren inmediatamente en contacto de la gasa antiséptica, que por su po- der absorbente se impregna fácilmente. Las tres ó cuatro capas de gasa humedecida que están sobrepuestas, mantienen cierto grado de humedad, la cual es muy conveniente parala cicatrización de las heridas; sin embargo, como esta humedad la produ- cen los líquidos mismos exhalados por la herida, pueden suprimirse sin ningún daño estas capas de gasa humedecida. Las ocho capas que vienen en seguida, y cuyas dimensiones son mu- cho mayores, llenan una indicación muy importante, corno es mantener una atmósfera antiséptica al rededor de la herida, gracias á su riqueza en ácido fénico (io p%); además, como he dicho ya, absorbe con mucha facilidad los líquidos exhalados por ella. Estos líquidos atravesarían prontamente en algunos puntos todas es- tas capas, hasta ponerse en contacto con el aire, si no encontraran una barrera impermeable, que los obliga, por decirlo así, á detenerse en su curso y á empapar toda la gasa colocada debajo de esta capa impermea- ble. Como se comprende, el makintosh está encargado de desempeñar esta función. Por último, el vendaje mantiene el apósito, ejerce cierto grado de pre- sión é inmoviliza hasta donde es posible la región enferma. La curación de Lister, si bien en ciertos casos constituye un método de curaciones retardadas ó raras, en la mnvor parte se debe cambiar el 21 apósito á las veinticuatro horas generalmente, y algunas veces ántes, á las doce ó quince horas, En efecto, en las grandes heridas, por la acción tópica del ácido fénico en el curso de la operación, dan una gran canti- dad de un líquido sero-sanguinolento, que empapa bien pronto la cura- ción y aparece al exterior manchando la venda; pues bien, desde ese mo- mento-debe cambiarse el apósito, porque el líquido al contacto del aire entra en fermentación pútrida, que puede por propagación llegar hasta la herida y perder así la principal ventaja del método antiséptico. No me parece inútil añadir que el nuevo apósito debe ser exactamente igual al primero, y puesto con las manos desinfectadas y bajo la nube antiséptica de un pulverizador. 111 APLJCACIONES. Hasta ahora no hemos hecho mérito más que de las heridas hechas por el cirujano, con los minuciosos cuidados que he descrito: en este pá- rrafo veremos que el método es igualmente aplicable á otra clase de he- ridas y de lesiones. Las Heridas que llegan á nuestras manos después de cierto tiempo de su producción, encontrándose más ó menos infectadas por el aire, deben de ser cuidadosamente lavadas con la solución fénica fuerte, y en segui- da, si es de pequeña extensión, se sutura por completo; pero si es de mayor extensión, se ponen sus tubitos de canalización, hecho lo cual se coloca su apósito antiséptico. Cuando la herida ya ha supurado, entra en la categoría de las cavida- des supurantes, de las que hablaré dentro de un momento. Heridas contusas.—En esta clase de heridas, como sus bordes se pre- sentan casi siempre más ó ménos mortificados, la cicatrización por prime- ra intención no se puede esperar; en consecuencia, la sutura se suprime. La curación se reduce á desinfectar la herida, haciendo la irrigación por 22 medio de la ducha de Esmarch con la solución fuerte, ó mejor aún con la solución de cloruro de zinc. En seguida se aplica el protector, que ten- drá una forma más ó ménos irregular, según se necesite para que siga los contornos de la herida, sobrepasándola en un centímetro. La colocación de las demás piezas del apósito, es exactamente igual á la que ya he des- crito. La solución de cloruro de zinc, produciendo cierta irritación, fa- vorece la formación de granulaciones vigorosas que lleven la cicatrización secundaria. Cuando la eliminación de las partes mortificadas se efectúa lentamen- te, ó que la herida presenta cierto grado de atonía, se suprime el protec- tor y se cura á plano con la gasa fenicada húmeda ó con el yute salici- lado. Si la contusión es de tal manera intensa que produzca la mortificación de una gran masa de tejidos, la curación oclusiva se debe desechar. En este caso, lo que debemos procurar es que estas partes se eliminen sin entrar en putrefacción, embebiéndolas de líquidos antisépticos. Esto se consigue, colocando sobre las partes contundidas compresas de gasa fe- nicada ó algodón salicilado, teniendo cuidado de tenerlas constantemen- te empapadas de la solución al 2x/> por ciento de ácido fénico. El Dr. Bruns, notando que el ácido fénico empleado de este modo produce una fuerte irritación, que puede llegar hasta la escoriación de las partes sanas, y además determina, aunque raras veces, fenómenos de intoxicación, hace uso de la irrigación continua con una solución al cen- tésimo de acetato de alumina. Esta solución se prepara de la manera si- guiente: en mil gramos de agua se vierten setenta y dos gramos de alum- bre y ciento quince gramos de acetato de plomo, resultando por doble descomposición acetato de alumina y sulfato de plomo, se filtra el líqui- do para separar este último, que es insoluble. Como esta solución con- tiene tres por ciento de acetato de alumina, se disuelve en otras dos ve- ces su cantidad de agua, para que quede al centésimo, como lo recomien- da este autor. 23 Cuando termina la eliminación completa de las partes mortificadas, quedando una superficie limpia y granulosa, entonces ya se puede po- ner la curación oclusiva y antiséptica. Fracturas complicadas de herida.—El método antiséptico encuentra aquí una de sus más brillantes aplicaciones; en efecto, todos sabérnoslos graves accidentes á que dan lugar las fracturas en comunicación con la atmósfera, y sin embargo, siguiendo este método de curación, sanan la mayor parte de estos enfermos. El tratamiento de esta clase de fracturas debe de satisfacer á tres con- diciones: inmovilización de los fragmentos, antisepciay libre evacuación de los líquidos exhalados. Disparando el chorro del pulverizador sobre la región enferma, y con todas las precauciones que hemos dicho, se deben tener respecto á ins- trumentos y demás objetos, se lava la región con la solución fuerte. En seguida, si la abertura de comunicación es demasiado estrecha, se amplia cuanto sea necesario, para poder por ella extraer las esquirlas completa- mente desprendidas, regularizar con la zizalla los fragmentos huesosos y lavar perfectamente con la solución de cloruro de zinc. Hecho esto, se ponen los tubos de canalización y se sutura la herida, asegurándose del perfecto funcionamiento de los tubos, haciendo pasar una corriente de solución débil. La inmovilización se obtiene por medio de un aparato de yeso, al cual se le abren amplias ventanas por donde se debe poner el apósito antisép- tico. Abiertas estas ventanas por un cuchillo fuerte y cortante, cuchillo de yeso de Esmarch, sus bordes se deben hacer impermeables para evi- tar que los líquidos que provienen de la herida y de la curación, remo- jen el aparato, disminuyendo su resistencia. Esto se consigue cubriendo los bordes de las ventanas con una especie de mástic, formado de aceite fenicado y carbonato de cal ó de plomo. Hecho esto, se pone un apósito antiséptico enteramente semejante al que he descrito. 24 Abscesos.—La abertura de un absceso no tiene nada de particular que señalar; pero cuando se ha abierto espontáneamente ó bien cuando es evacuado sin las condiciones que exige el método antiséptico, resulta una cavidad que supura más ó ménos abundantemente. En estos casos, Lister habia notado que la curación antiséptica no daba ningún resulta- do, lo que depende según Wolkmann, de que los gérmenes que pene- tran con el aire, se esconden, por decirlo así, entre las granulaciones de la superficie vegetante, y los líquidos antisépticos no pueden llegar has- ta ellos; por esta razón, este autor pone estas cavidades en las condicio- nes de una herida fresca, haciendo la raspa cuidadosa de todas las vege- taciones con la cucharilla que lleva su nombre. Se lava en seguida con la solución fénica débil, se canaliza debidamente el foco y se pone su apósito antiséptico. Por este procedimiento, focos supurantes desde lar- go tiempo, se cicatrizan rápidamente. Seria largo el seguir enumerando todas las aplicaciones que puede te- ner el método antiséptico; solo me limitaré á decir, que otra de las más bellas aplicaciones de él, es la abertura de las membranas serosas, en las que, si se sigue estrictamente en todos sus detalles, no se observan los terribles accidentes que tanto atemorizan á los que emprenden esta clase de operaciones. El que quiera estudiar con más detenimiento este asunto, puede consultar la obrita de Mr. Lúeas de Championniere. Desgraciadamente el método antiséptico no es aplicable á toda clase de operaciones; en efecto, podemos decir de un modo general, que en las operaciones que se practican alrededor de los orificios naturales, la antisepcia es imposible de obtener. Sin embargo, debemos hasta donde es posible, aproximarnos á ellas. 25 IV VENTAJAS DE LA CURACION ANTISEPTICA. He dicho ya, que tan pronto como aparecen las primeras manchas de líquido en la superficie del apósito, éste se debe cambiar inmediata- mente, por otro enteramente semejante, puesto con las mismas precau- ciones, es decir, bajo la nube antiséptica y con las manos desinfectadas. Al quitarlo, puede notarse que se desprende con la mayor facilidad, sin ejercer ninguna tracción sobre los bordes de la herida, que no deja per- cibir ningún mal olor, sino simplemente el olor del ácido fénico. El as- pecto que presenta la herida no es ciertamente muy agradable, en efec- to, la piel que la rodea no estando protegida por el tafetán protector, presenta una coloración blanquizca y como macerada, los labios de la herida tienen un color gris; pero en cambio, no presentan ni tumefac- ción, ni rubicundez y los hilos de sutura no sufren tirantez alguna. Tal vez por la acción que ejerce el ácido fénico sobre la herida, esta secreta una abundante cantidad de un líquido sero-sanguinolento que va disminuyendo de cantidad, al mismo tiempo cambiando de aspecto, convirtiéndose en un líquido seroso, trasparente como la sinovia ó lige- ramente turbio, pero sin que tome los caractéres del verdadero pus. Géneralmente al cabo de tres dias, se puede ver que los tejidos super- ficiales unidos por las suturas, se han reunido por primera intención, en tanto que los profundos siguen exhalando los líquidos que salen de los tubos de canalización, en cuyo tiempo pueden sustituirse por otros de menor calibre. No se puede precisar la época en que éstos se deben de quitar definitivamente; sin embargo, el Sr. Yértiz ha observado que esto se puede hacer, cuando aparecen granulaciones en los bordes de los ori- ficios que daban paso á estos tubos. Inútil me parece decir, que las curaciones que al principio se deben 26 hacer diariamente, se pueden ir retardando más y más, hasta permane- cer por tres y cuatro dias sin tocarlas. La marcha que sigue la temperatura en el curso de la curación, es muy notable; con el método antiséptico, no se observan esas altas tem- peraturas que provienen de la absorción de los productos de descompo- sición de la herida, sino muy al contrario, la temperatura si era alta án- tes de la operación, se abate muy pronto para conservarse en la normal. Vemos, pues, que no hay supuración, que no hay fiebre traumática, que son causas de agotamiento del enfermo. Además, no habiendo des- composición de los líquidos de la herida, ni tampoco supuración, la in- fección pútrida y la infección purulenta, ya no se pueden presentar. En cuanto á la erisipela, suele observarse; pero nunca con la intensidad y gravedad con las que se presenta en las heridas curadas por otro método. Tal es la marcha que sigue la curación de las heridas por la estricta aplicación del método antiséptico. ¿Puede compararse esta con la que se obtiene por los otros métodos de curación? No, seguramente. En los primeros meses del año de 1880, en la sala de Clínica externa, teniendo á mi cuidado la curación de varios amputados, pude observar la marcha que siguieron, con el antiguo procedimiento de curación. El que viene en este momento á mi memoria, es un amputado de pierna en el lugar de elección. Hecha la amputación según las reglas del arte, se suturó la herida y se puso el siguiente a pósito: sobre la herida se co- locó un liencccito picado, untado de glicerina, enseguida un grueso mo- yar con cerato empapado en alcohol fenicado, una capa espesa de algo- don, un lienzo grande cubria el todo, y por último, el vendaje. Al levantar el apósito al dia siguiente, tuve necesidad de humedecerlo un poco, para separarlo con facilidad, y pude notar que los labios de la herida estaban rojos, algo tumeficados y dolorosos. Veinticuatro horas más tarde, estos fenómenos eran más intensos, y el pus acumulado de- trás de las suturas, determinaba dolores, por lo que fué necesario quitar 27 algunos puntos, para dar fácil salida al pus. La temperatura habia as- cendido á treinta y nueve grados. Por último, al cabo de algunos dias de este tratamiento, quedó una pequeña parte de la herida cicatrizada por primera intención, y la otra parte trasformada en una cavidad vege- tante, que daba tal cantidad de pus, que tuve por cierto tiempo necesi- dad de repetir la curación dos veces pordia. Finalmente, al cabo dedos meses y medio, la herida terminó por una cicatriz irregular, arrugada, adherente á los tejidos profundos, que diferia mucho de la cicatriz lineal y floja, que se obtiene con el método de Lister. Y este enfermo fué fe- liz; pues en la misma sala, á cuatro camas de distancia, hacia dias habia muerto de infección purulenta, otro amputado de pierna en el lugar de elección. Podemos, pues reasumir, diciendo que las ventajas del método anti- séptico, son: poco ó nada de fiebre traumática, nada de supuración, na- da de infección purulenta, nada de infección pútrida y rápida curación. No obstante, no faltan autores que hayan hecho algunas objeciones al método antiséptico. En efecto, algunos, habiendo hecho el exámen mi- croscópico de los líquidos encontrados bajo el apósito de Lister, notaron la presencia de micro-organismos, de donde deducen que este método no consigue el objeto que se proponía, es decir, evitar el contacto de es- tos elementos con los líquidos de la herida. Los partidarios de este mé- todo contestan, que no se trata de evitar la presencia de estos séres, que los han encontrado hasta en el líquido de los ventrículos cerebrales, sino de destruir su facultad germinadora, y por otra parte, su utilidad práctica es innegable, pues con su auxilio se pueden emprender operaciones que ántes eran sumamente peligrosas. Otros reprochan al método, el tiempo que uno emplea en su aplica- ción. Esta objeción no tiene ningún valor, pues se gasta el mismo tiem- po que en cualquier otro procedimiento de curación. Por último, lo han querido desacreditar por los rarísimos casos de in- toxicación por el ácido fénico, en personas muy susceptibles, sobretodo 28 en los niños. Esta intoxicación en su primer período, se da á conocer por una coloración muy oscura de la orina, signo que según Küster no tiene gravedad y sí es muy interesante, porque indica que la absorción del ácido fénico se hace activamente. En un período más avanzado, se observa un ligero movimiento febril, dolor de cabeza, pérdida del apeti- to, náuseas y algunas veces vómitos. Por último, en el tercer período, se presentan los enfriamientos y síntomas graves de colapsus. Esta obje- ción, lo que nos enseña, es que en ciertos casos no debe usarse el ácido fénico y el método antiséptico cuenta con otras sustancias, como las pre- paraciones salicílicas que no tienen este inconveniente; pero es necesa- rio repetirlo, son tan raros los hechos observados, que no debemos preo- cuparnos del empleo del ácido fénico. V MODIFICACIONES. Verdaderamente las modificaciones que ha tenido que hacer el Sr. Vértiz, obligado por la falta de los materiales antisépticos que va he des- crito, no son más que sobre la segunda parte de la curación. En efecto, la primera parte, la operación, la hace con todas las condiciones que es- te método exige, es decir, bajo la nube antiséptica producida por un pulverizador de vapor, con las manos desinfectadas, lo mismo que las de sus ayudantes, y los instrumentos, esponjas y tubos de canalización, con- servados cuidadosamente algún tiempo antes de la operación en la solu- ción fenicada fuerte. Las ligaduras y las suturas, las hace con seda feni- cada. - La herida suturada y con los tubos de canalización convenientemente puestos, procede á la colocación del apósito: este es el que realmente ha modificado. Sobre la herida pone una tira de tela de salud fina, cuida- 29 dosamente lavada en la solución fuerte y cuyas dimensiones no excedan más que uno ó dos centímetros á la herida en todas direcciones, vienen después dos ó tres compresas muy limpias empapadas en la misma solu- ción y que sobrepasan como cuatro centímetros á la tela de salud. En seguida se pone una segunda tela de salud, sobre la cual se coloca una capa de algodón ouate, humedecido en una de sus caras, por la corrien- te que sale del pulverizador. Por último, se aplica el vendaje con vendas nuevas ó muy limpias, humedecidas en la solución débil. En este apósito, la primera tela de salud hace las veces del protector, las compresas las de la gasa antiséptica y la segunda tela de salud, hace el papel del makintosch. Tal es la manera como hace el Sr. Vértiz la curación antiséptica en el Hospital; en su clientela civil emplea la hila inglesa en lugar de las com- presas, el algodón absorbente de Lawton, en lugar del ouate y vendas de tarlatana en sustitución á las de manta del hospital. Como veremos en las siguientes observaciones, los resultados no dejan nada que desear. VI OBSERVACIONES. Julio de 1880. Sarcoma medular del seno izquierdo. Amputación del seno, bajo la niebla fénica, sutura metálica para la reunión, cuatro ligaduras con catgutt, dos tubos de canalización para el escurrimiento de los líquidos. El dia de la operación se renovó el apósito en la tarde., la temperatura era de 38,5; al dia siguiente se renovó dos veces, la tem- peratura era de 38 en la mañana y 39 en la tarde. Los dias siguientes se curó una sola vez la herida, la temperatura fué de 37.5 al tercer dia, y no se elevó más hasta que sanó la enferma, á los catorce dias. No hubo supuración. 30 Melano sarcoma de la axila. Sala de Cirugía menor, hospital de San Andrés. Extirpación bajo la nube fénica, ligaduras con seda fenica- da, sutura metálica, un tubo de Chassaignac. Los dos primeros dias se renovó la curación como es de precepto, al tercer dia se encontró el apó- sito caído por la suma inquietud del enfermo, apareció la calentura que no habia habido ántes y llegó el termómetro á 39.5. Se notó un escurri- miento sero-purulento y fétido en la herida. Se hizo una desinfección y curación con la solución de cloruro de zinc, el pus no volvió á verse y la temperatura no se elevó más. Curación á los 11 dias. Este enfermo murió después en el servicio de una melanosis generalizada. 3* Llevan á mi consulta un niño de año y medio de edad, hijo de pa- dres escrofulosos,- con una artritis supurada en la articulación tibio-tar- siana izquierda. El pus se habia abierto paso en los tejidos peri-articu- lares y amenazaba salir al exterior. Se hace una incisión, se saca el pus, el estilete confirma la comunicación del absceso con la articulación, se practica una contra-abertura, se lava el foco con la solución fénica fuerte, se ponen dos tubos de canalización, se cura antisépticamente, se inmo- viliza el artículo y á los veinte dias, el niño estaba sano, conservando sus movimientos intactos. 4ft El Sr. D. E., de buena constitución, pero muy deteriorada por pa- decimientos gastio-intestinales, de 45 años de edad, está atacado, según se dice, de fiebre palustre muy grave, se teme por su vida porque los su- dores son tales, que pasan el colchón, la temperatura llega á subir á 41. 5 y la enfermedad se ha burlado diez dias de cuatro gramos de sulfato de quinina, que se le administraban diariamente en dos porciones. Me ha- go cargo de la curación de este enfermo y á lo ántes dicho, se añade el que se queja de un dolor agudo en el perineo, molestia al evacuar y al orinar. Reconozco la región debidamente y encuentro un absceso isquio- rectal. Lo abro con las precauciones antisépticas, y saqué logramos 31 de una supuración fetidísima, lavo el foco con solución fénica fuerte, pon- go un tubo de canalización y un vendaje elástico para mantener el apósito. Tres dias vi escurrir supuración del foco, aunque en corta cantidad, al cuarto hubo serosidad sanguinolenta y después serosidad citrina, al séti- mo dia quité el tubo y á los nueve no hubo ya supuración, curando el enfermo y desapareciendo como por encanto las pretendidas intermi- tentes. 5- A los pocos dias se me presenta otro caso semejante, con la dife- rencia de que los síntomas generales eran ménos alarmantes y el foco menos amplio. Trato el caso del mismo modo, anuncio que al tercero ó cuarto dia ya no habría supuración, mi predicción se cumple, y el enfer- mo queda sano á los n dias. ó5' Periostitis difusa de la tibia derecha, cicatrices viciosas en la corva del lado izquierdo por quemaduras. Este caso era de un niño de 12 años de edad, que entra á mi servicio de San Andrés. Le practico amplias in- cisiones en la pierna enferma, sale una gran cantidad de pus, toco la ti- bia descubierta en casi toda su extensión, curo al operado con todas las prescripciones antisépticas y espero ántes de resolverme á hacer la resec- ción, con admiración mia, el pus desaparece, la calentura se retira, el periostio se readhiere y el enfermo sana en 17 dias. Este enfermo se lo mostré al Sr. Iácéaga cuando ya iba terminando su curación. Resección subcapsulo perióstica de la articulación de la rodilla. Joven de 28 años que entra á mi servicio del Hospital de San Andrés, constitución muy deteriorada, artritis fungosa de la rodilla derecha, os- teo-periostitis necrótica femoro-tibial, tres fístulas en el tercio inferior del fémur. Después de un tratamiento apropiado para reponer su constitu- ción, se le practicó al enfermo la resección sub-cáps. lo perióstica. En la primera semana todo marchó satisfactoriamente, pero al noveno dia aparecieron los primeros síntomas de la pioemia, cuya formidable com- 32 plicación le llevó al sepulcro á los veintitrés dias de operado. Habiendo notado la pésima calidad del ácido fénico, lo turbio de las soluciones y lo malo de todos los efectos que me servían para la curación y notando además que la supuración se presentaba, hice uso de la curación con el cloruro de zinc; pero á pesar del uso de este poderoso desinfectante, la supuración se hizo muy abundante, serosa y fétida y el enfermo sucum- bió. 8* Amputación del muslo. Se trata de un niño que estuvo en el hos- pital de San Andrés en la sala de Cirugía menor, para curarse de una periostitis difusa de la tibia izquierda. Se le practicó la resección sub- perióstica de todo el hueso, el cual se reprodujo en cinco meses, pero habiéndole venido al enfermito un estado escorbútico, el hueso nuevo se reblandeció, se reabsorbió y quedó como fibroso, las articulaciones femo- ro-tibial, tibio-tarciana y medio-tarciana, se afectaron y fué necesario am- putar en el muslo. Hecha la operación con las precauciones antisépticas, se puso el tubo y se hizo la sutura, como se aconseja en el llamado mé- todo de Burdeos. El resultado fué una cicatrización por primera inten- ción de toda la herida, exceptuando los ángulos por donde salían los tu- bos y las ligaduras, que aunque lavadas con ácido fénico, no fueron con- venientemente preparadas. Hubo una poca de supuración que salió por el tubo, cuatro ó cinco gotas diarias. A los nueve dias se extrajo el tubo y á los diez y seis cayó una ligadura, con lo que se completó la curación del enfermo. Después de la amputación se mejoró mucho el estado de salud del enfermo, el cual salió del hospital gordo y de buen color. 9- Un individuo de 49 años de edad, con antecedentes de alcoholis- mo, atacado de mal perforante, la articulación metatarso-falangiana es afectada por lo que otro cirujano le practica la desarticulación del dedo gordo, los tejidos se gangrenaron después de esta operación y quedó una cicatriz adherente, que se ulceró y hacia imposible la marcha. Llegó á 33 las manos con la cicatriz ántes mencionada y con una profunda ulcera- ción en la planta y dorso del pié derecho, varios metatarsianos estaban descubiertos hácia su cabeza. Le propongo y practico la amputación de Lisfranc modificada, sigo las prescripciones antisépticas, pongo el tubo y la sutura seca, como aconseja el método de Burdeos, y á pesar de que hubo una fuerte hemorragia la tarde del dia de la operación, tengo el gusto de ver la cicatriz por primera intención, hacerse en todo el colgajo, ménos en el ángulo interno de la herida, por donde salían las ligaduras que no fueron asépticas, por no tenerlas así preparadas en ese momento. La he- rida supuró en muy pequeña cantidad durante 19 dias, época en que acabaron de caer todas las ligaduras. Quedó un bello muñón totalmen- te indolente y el enfermo salió andando perfectamente con el artificio de un amplio zapato, acolchonado con algodón cardado. A los pocos me- ses fué á morir este enfermo en la sala de Clínica del Hospital de San Andrés, sin que se desmintiese el resultado hasta esa fecha. 10* Amputación del dedo indicador y del pulgar, después de un ma- chucamiento. Estas dos operaciones no tuvieron nada de particular, sino que con el método Listeriano curaron ambas por primera intención, de manera que en tres dias los enfermos estaban sanos, no tuvieron calen- tura después de operados, habiéndola tenido ántes, pues las dos opera- ciones fueron secundarias. 11* Un joven de 14 años, de constitución débil, después de un ligero traumatismo es atacado de una periostitis de la tibia izquierda. Llegó al Hospital en un estado tifoideo y con una fiebre de más de 40 grados. Se diagnosticó un absceso subperióstico, se abre el foco, se canaliza y se cu ra con el método antiséptico y los síntomas generales desaparecieron al dia siguiente, el pus se manifiesta tres dias más, lo serosidad sanguínea ó cetrina le sustituye y el muchacho queda bueno en 10 dias. 12* Fractura de la tibia por causa directa, herida neta, de cinco centí- metros de largo, una pequeña esquirla asomaba entre sus bordes. Se ex- trajo la esquirla, se curó la herida por el método Listeriano modificado, 34 y sin supuración ninguna, cicatrizó la herida en 15 dias y la fractura si- guió la marcha común de las simples y subcutáneas. 13a Fractura de la pierna por causa indirecta, herida de los tegumen- tos y salida de la tibia, por haberse parado el enfermo sobre el miembro fracturado. Se debridó la herida para poder reducir el hueso, se lavó el foco con la solución de cloruro de zinc; por haber estado el foco abierto al aire durante un dia, se curó por el método referido y en seis dias ci- catrizaron las heridas, la temperatura fué al principio de 39o, al dia si- guiente de curado de 38°7 y después no pasó de 37o 1 á 37°2. A los se- senta y cinco dias salió el enfermo completamente sano. 14* Fractura conminutiva por causa directa en la pierna izquierda, co* municando ampliamente con el aire por dos heridas contusas. La prime- ra persona que vió al enfermo, no hizo más que poner unas planchuelas de hilas con cerato y un simulacro de empaque algodonado; con este tratamiento sobrevinieron síntomas generales y locales sumamente gra- ves, fiebre intensa, delirio, hinchamiento enorme del miembro, etc.; en* tónces, alarmados los que rodeaban al paciente, llamaron á otra persona, la cual ordenó la irrigación continua: bajo esta curación los síntomas se apaciguaron, se separaron varias escaras, comenzó la herida á botonar y á supurar aunque poco, pero á los nueve dias de este tratamiento, se tu- vo á bien suspender la irrigación y sustituirla con tópicos grasos; entón- ces el pus aumentó en mucha cantidad, la herida se puso fungosa y ex- halaba un olor fétido. Más tarde el pus se infiltró en la pantorrilla y en la parte externa é inferior de la pierna; los huesos se veian bañados en supuración, y una fiebre remitente agotaba al enfermo. En este estado vino á mis manos á los veintiséis dias del accidente, y una vez que hu- be reconocido la naturaleza y extensión de los desórdenes mencionados, debridé ampliamente las heridas, puse á desnudo los huesos, los resequé en toda la extensión en que hallé el periosteo despegado, raspé las gra- nulaciones fungosas, lavé el foco con solución de cloruro de zinc, cana- licé convenientemente con tres tutos, y con los tópicos antisépticos y un 35 aparato ínmovilízador completó la curación del miembro. Al interior ad- ministré al enfermo sulfato de quinina y ácido fénico. Con este trata- miento la fiebre desapareció, hubo apetito, tranquilidad y sueño en el enfermo y la supuración desapareció en cinco dias, después de los cua- les curé al enfermo solo con las soluciones fenicadas, y tuve el gusto de ver cicatrizar las heridas sin supuración, en diez y nueve dias, y consoli- darse y curar por completo en cuatro meses y medio. Artritis fungosa déla articulación tibio-tarsiana, amputación de la pierna por el método de Teale. Las causas que motivaron la opera- ción y el procedimiento usado nada tienen de particular; pero sí el que el muñón supuró profusamente. Se buscó la explicación del hecho, y se pudo saber que las soluciones fenicadas no estaban tituladas como se ha- bían pedido, y que el agua destilada se habia sustituido con agua delga- da inmunda y turbia. Aunque se quiso reparar el desastre, la supuración continuó, aunque el enfermo sanó en treinta y siete dias. 16* Amputación del antebrazo, para remediar los accidentes ocasio- nados por un machacamiento de toda la mano. Este caso es notable, porque hecha la operación con todas las minuciosidades antisépticas, la herida cicatrizó sin dar una sola gota de pus y sin subir la temperatura más que á 37,5. La amputación primitiva y la curación Listeriana, creo que explican el hecho. El Dr. Andrade, mi amigo y compañero, practica una operación de ovariotomia en el hospital de San Andrés, y terminada la operación con los cuidados antisépticos, tuvo la amabilidad decedeime la curación para que emplease el método Listeriano tal como lo he modificado; acep- té con gusto, y lo empleé tal como lo he descrito. La enferma murió al tercer dia de un estrangulamiento intestinal, y á la autopsia pudimos ver la herida ventral cicatrizada toda por primera intención, excepto en la parte inferior, en donde estaba retenido el pedículo por los instrumentos apropiados. 18* Cuatro operaciones de fimosis. Tres de ellas para remediar un de- 36 fecto congénito, cicatrizaron por primera intención. La cuarta, en don- de habia varios chancros y que se hizo con el termocauterio, hubo supu- ración, aunque en muy pequeña cantidad, y caidas las escaras, en dos semanas sanó el paciente. En estas operaciones he sustituido la tela de salud por el baudruz, cubriendo el pene con una tira ancha en todo su derredor y torciendo su extremidad libre y amarrándola con un cordon- cillo, para que de este modo se sustraiga al contacto del aire la herida y pueda orinarse sin deshacer toda la curación, renovando solo la museli- na ó el lint fenicado. 19* Cataratas con curación bórica cuatro, con ácido fénico diez. En esta operación comencé curando antisépticamente con el lint boratado, y después con el lint empapado en una solución de ácido bórico en agua destilada. Mas como en tres de los casos ántes referidos vi la herida ocu- lar infectarse y seguir su marcha la cicatrización como si no se hubiera hecho el procedimiento antiséptico, cambié la curación húmeda que em- pleo, usando la de ácido fénico al milésimo en solución de agua destila- da. Con este apósito los resultados han sido felicísimos, pues no he per- dido un solo operado, siendo la regla la cicatrización inmediata. Ha ha- bido enfermo sanado completamente en dos dias y medio, y varios en cuatro ó cinco dias. Cuando la cicatrización se ha hecho esperar, no ha habido absolutamente supuración, ni la inyección ó catarro conjuntival que tan frecuente es durante el proceso cicatricial de estas heridas opera- torias. 20* Cinco iridectomias, dos ópticas v tres antiflogísticas, en una de estas fui acompañado por el Dr. Carmona y Valle; curadas con la solu- ción fénica cicatrizaron inmediatamente. 21* María de J. Andrade, de 48 años, de buena constitución, entró al hospital de Jesús el dia 20 de Octubre de 1881, á curarse de una erisi- pela de la cara. Sobrevino un flegmon en la región parotidea izquierda» que terminó por supuración. Abierto el absceso siguiendo las prescrip-. ciones del método antiséptico, el dia 4 de Pjcjernbre, salieron como 80 37 gramos de pus. Al tercer dia ya no hubo supuración, y curó completa- mente el dia 13 del mismo mes. 22* Pedro Riveron, de 18 años, recibió una patada de un caballo en la rodilla derecha. Un año después de este accidente llegó al servicio del Sr. Vértiz, con la rodilla hinchada, roja, muy dolorosa, numerosas fístulas daban salida á un pus algo seroso, de mal olor. Su estado gene- ral muy malo, pálido, enflaquecido, sin poder dormir por los dolores, con una temperatura de 38o y 38°5, calosfríos, sudores parciales. Se diagnosticó, una artritis supurada, con necrosis de las extremidades de la tibia y del fémur. Se determinó hacer la amputación del muslo en su tercio superior, la que se efectuó el dia 12 de Setiembre de 1881. He- cha la operación por el método de Lister, lo mismo que las curaciones sucesivas, la herida cicatrizó por primera intención, excepto en el ángu- lo interno, por donde salía un hilo de ligadura. La marcha que siguió la temperatura en este enfermo es notable: era de 38o al otro dia de la operación, al segundo bajó á 37o, y se conservó en este grado hasta su completa curación. Este enfermo, muy repuesto, enteramente sano, de- jó el hospital el dia 20 de Diciembre de 1881. La Sra. F. fué afectada de un tumor del seno izquierdo, el cual fué clasificado de benigno y ganglionar por el primer facultativo que la examinó. Pero ese neoplasma se ulceró, destruyó la piel en una vasta superficie y penetró en el tejido ganglionar devorando una buena por- ción de él. Aunque yo estaba convencido de la naturaleza maligna del tumor, no fueron de la misma opinión personas instruidas y respetables con quienes consultó la paciente, y cediendo al parecer de la mayoría, que consideraba la afección como benigna, hube de cauterizar con el ter- mocauterio cuatro veces, notándose en todas ellas que después de caídas las escaras la herida tomaba un aspecto limpio, rosado y con supuración loable; pero este estado no duraba mucho, la cicatriz se ulceraba y se destruía y avanzaba del neoplasma cicatricial á los tejidos normales. Mu- chos y diversos tópicos se usaron para modificar este estado, el iodofor* 38 mo, el doral, la trementina, el alcanfor y la quina, la hoja de nogal, etc.; pero todo fué en vano: entónces se decidió hacer la amputación del seno con todas las precauciones antisépticas, se reunió la herida con dos su- turas, superficial y profunda, se ligaron los vasos con catgutt y se colo- caron convenientemente dos tubos de canalización. La herida había reu- nido toda inmediatamente al tercer dia, solo una que otra gota de se- rosidad salía de las partes profundas por los tubos: al quinto dia quité las suturas metálicas, y al sexto, viendo que ningún líquido salía por los tubos, los quité. Dos dias después tuve el disgusto de ver reabrirse una parte de la herida, para dar salida á los líquidos serosos que se habían acumulado en la profundidad, coloqué de nuevo un tubo de Chassaignac, y en diez y ocho dias la curación era completa. El máximum de tempe- ratura fué de 38o durante los dos primeros dias, y después osciló entre 37° y 37>2 6 3 décimos. No se vió ni una gota de supuración, solo se- rosidad sanguinolenta ó cetrina pasó por los tubos. 24* Sarcoma orbitario. El Sr. N., de 35 años, de buena constitución y habitualmente sano, llevaba un sarcoma orbitario que habia producido una enorme exoftalmia, con atrofia del nervio óptico y pérdida rápida y completa de la visión; el neoplasma no solo era molesto en su sitio, sino que comenzaba á ser peligroso para el ojo vecino, y fué necesario enu- clear el ojo y vaciar y raspar la órbita; pero hecha la operación y curada la herida con las precauciones Listerianas, el éxito fué completo, si no rápido, pues el tejido cicatricial que llenó la órbita, tardó en formarse cerca de dos meses.