FACULTAD DE MEDICINA DE MÉXICO. CONSIDERACIONES SOBRE i IHO TRATAMIENTO BE li ERISIPELA. TRABAJO PRESENTADO Por el alumno FERNANDO ORTEGA Y MUÑIZ. MÉXICO IMPRENTA DEL GOBIERNO EN EL EX-ARZOBISPADO,. (Avenida 2 Oriente, número 726.) 1889 FACULTAD DE MEDICINA DE MÉXICO, CONSIDERACIONES SOBEE i HUEVO TMTMffl M U ERISIPELA. TRABAJO PRESENTADO Por el alumno FERNANDO ORTEGA Y MUNIZ MÉXICO IMPRENTA DEL GOBIERNO EN EL EX-ARZOBISPADO, (Avenida 2 Oriente, número 726.) 1889 A la memoria de mi inolvidable y adorada madre. A MI HONRADO Y QUERIDO PADRE. A MIS QUERIDOS TIOS ti Sr. José Rafael Ortega y la k torete Muñiz (le Ortega. AL SEÑOR DOCTOR Jfál DANIEL, CAMPÜZÁHO. MUESTRA DE AMISTAD SINCERA. AL SEÑOR INGENIERO 1G-NA010 OBTALLOS» PEQUEÑA PRUEBA DE CARIÑO Y SIMPATIA. AL SEÑOR LICENCIADO GABRIEL M. ISLAS. ETERNA GRATITUD. AL SEÑOR DOCTOR MANUEL GAMONA Y VALLE, ADMIRACION Y RESPETO. A MIS QUERIDOS MAESTROS LOS SEÑORES DOCTORES José iría Bandera, Juan Haría Rodríguez y Luis Ilniz. AL SEÑOR DOCTOR ANGEL GAVlSO IGLESIAS, Testimonio de aprecio y consideración. A LA MEMORIA DE MIS INOLVIDABLES MAESTROS LOS SEÑOLES DOCTORES RAFAEL LUCIOY FRANCISCO ORTEGA Y VILLAR. INTRODUCCION. cQ*/(V nt el número 6 del periódico la “Revista Médica de J México,” vio la luz pública un artículo del Sr. Dr. Manuel Carmena y Valle, en el que, propone el uso G (sr del bicloruro de mercurio á alta dosis como méto- do curativo parasiticida en la erisipela. Fundado este tra- tamiento en consideraciones de carácter teórico que des- pués expondré, dió en manos de su descubridor desde la primera vez que lo usó los más brillantes resultados. Des- pués los Sres. Dres. José María Bandera, Angel Gaviño y algunos otros prácticos, ya en la clientela civil, ya en los servicios hospitalarios, han hecho uso de dicho tratamien- to proponiéndose adoptarlo como exclusivo en la enferme- dad citada, pues hasta ahora los resultados obtenidos han superado con, mucho á las fundadas esperanzas que tenían en este nuevo tratamiento curativo parasiticida. Deseoso de encontrar un punto de medicina nacional para estudiarlo y dar cumplimiento á la prescripción re- glamentaria que exige á los alumnos la presentación de un trabajo inaugural, he procurado recoger lo más cuidadosa- mente que me ha sido posible, los diversos datos que fun- 12 dan y comprueban el nuevo tratamiento y al efecto, en las observaciones que me son personales, he procurado para hacerlas completamente demostrativas, el uso riguroso del bicloruro de mercurio bajo la forma de pomada cuyo exi- piente es la vaselina y al cinco por ciento como la reco- mienda su autor. Me propongo demostrar que, en el estado actual de la ciencia, el único tratamiento racional de la erisipela, es el tratamiento antiséptico. NATURALEZA DE LA ERISIPELA. cv|Iyn la actualidad, la erisipela, debe ser considerada co- f||r mo una enfermedad bacteriana, producida por un micrococus específico, que se desarrolla en los lin- fáticos de la piel y del tejido celular subcutáneo. Para demostrar la verdad de esta proposición, nos bas- taría citar en seguida los trabajos bacteriológicos que se han emprendido en estos últimos años, acerca de la erisi- pela, pero nos proponemos hacerlo después que hayamos refutado las opiniones de numerosos y muy respetables au- tores, opiniones que á pesar de ser infundadas en la actua- lidad, han reinado en la ciencia hasta hace pocos años y tienen aun numerosos y autorizados partidarios. Desechando las explicaciones puramente hipotéticas que, acerca de la naturaleza de la erisipela se han dado, ó aquellas que actualmente sólo tienen un valor histórico, nos encontramos con que los autores no habían logrado entenderse respecto á la naturaleza de la enfermedad que nos ocupa, ni respecto al lugar que le corresponde en el cuadro nosológico, de manera que, sobre punto tan inte- resante se había permanecido hasta ahora en la más com- pleta confusión. No obstante esto, podemos clasificar las 14 opiniones que se han emitido acerca de la naturaleza de la erisipela, formando tres grupos; El primero, comprende- ría las que ven en la erisipela, una inflamación simple de la piel ó de alguno de sus elementos; el segundo, abarca- ría el conjunto de opiniones que hacen de la erisipela, una fiebre exantemática, análoga á las fiebres eruptivas, saram- pión, escarlatina y viruela; y por último, el tercer grupo estaría formado por las opiniones de los que, habiendo en- trevisto los adelantos de los tiempos modernos, conside- ran la erisipela como una inflamación específica de la piel, acompañada de perturbaciones generales dependientes de la lesión local. Basta invocar la epidemicidad y el contagio, que ad- miten todos los autores, para arruinar por su base el edificio teórico que se apoya en el primer grupo de opiniones. En cuanto al segundo grupo, á primera vista y en cierto nú- mero de casos, la semejanza de la erisipela con las fiebres eruptivas es tan marcada, y tan renombrados y competen- tes los partidarios de esta manera de ver que, solamente oponiendo á sus razones las de sabios no menos eminen- tes y la evidencia de los adelantos modernos, es como se puede llegar á escapar de la seducción atractiva de sus in- geniosos razonamientos. Dice Jaccoud: “La erisipela po- see una propiedad de trasmitirse, menos poderosa que la de las fiebres eruptivas, pero suficiente para dar lugar en algunas circunstancias á la difusión epidémica. Esto indu- dablemente la aproxima á las enfermedades zimóticas; y la aproxima más aún, la marcha regular y el ciclo defini- do que presenta, cuando es primitiva y espontánea; por consiguiente desprendida de toda complicación é influen- cia que pudiera ocultar ó desviar su marcha natural. En estas condiciones el exantema es precedido de fenómenos generales que recuerdan el modo de invasión de las fie- bres eruptivas, lo que es otra analogía. 15 El primer punto de contacto que señala Jaccoud en- tre la erisipela y las fiebres eruptivas, es la epidemicidad; este hecho que tiene algún valor en apariencia, no lo tiene tanto si se reflexiona que, la epidemicidad, no es un carác- ter exclusivo de las fiebres eruptivas; hay en el grupo de las enfermedades flegmásicas, algunas que afectan á gran número de individuos en ciertas épocas del año y algunas otras sin ser flegmásicas, afectan también en un tiempo dado á una multitud de individuos y por consiguiente son epidémicas. De manera que, la epidemicidad, no es un hecho especial y peculiar á las fiebres eruptivas, si así fue- ra tendría mucho valor el que la erisipela se presentara epidémicamente; pero como este es un carácter común á varios grupos de enfermedades, habría la misma razón pa- ra colocarla en uno como en otro, sin que se pudiera ex- cluir ó colocar fundadamente en alguno de ellos. El contagio invocado también en favor de la semejan- za de la erisipela con las fiebres eruptivas, no es exclusivo de estas y halla su explicación en la presencia constan- te de una ligera lesión de la piel ó de las mucosas, como lo prueban los numerosos casos citados por Trousseau. La marcha regular y el ciclo definido que presenta la erisipela, cuando es primitiva y espontánea, es otro de los puntos de contacto señalados. Veamos lo que Trousseau piensa respecto de la pretendida espontaneidad de la eri- sipela, “Observad los hechos atentamente y vereis que la erisipela descrita bajo el nombre de Erisipela Médica, no traumática ó quirúrgica, tiene casi siempre, por punto de partida, si no una verdadera herida, al menos una ligera lesión. Lo repito, observad atentamente los hechos que encontréis; y si no siempre, al menos en casi la universa- lidad de los casos, hallareis en un punto cualquiera de la cara, en el grande ángulo del ojo, en la raíz de la nariz, en los labios, detrás de las orejas, sobre la piel de la cabe- 16 llera, una pequeña lesión de los tegumentos. Frecuente- mente será una úlcera herpética de la cara ó de la mucosa de la garganta, la que haya causado todo el mal; ó bien será una inflamación de las encías ocasionada por la caries dentaria. En definitiva, se debe tener en cuenta la predis- posición individual, y más aún la influencia de una causa general cuya naturaleza se nos escapa, pero hay necesidad también de una causa ocasional, determinante; esta causa tiene pues una parte esencial y no secundaria, en el des- arrollo de la enfermedad.” Otra analogía que señala Jaccoud es que, en la erisi- pela, el exantema es precedido de fenómenos generales como en las fiebres eruptivas. Acabamos de ver que la erisipela, nace al nivel de una lesión de la piel ó de las mucosas, vamos á ver ahora cómo los síntomas generales que la acompañan tienen siempre su razón de ser en la al- teración local y no solamente son precedidos por esta alte- ración local sino que están bajo su dependencia: “Una de las razones que han determinado á los médicos á aplicar- le esta denominación (fiebre erisipelatosa), ha sido que, en cierto número de casos, el movimiento febril, el mal- estar general, las perturbaciones de la digestión, indican- do una modalidad patológica impresa á la economía, pre- cedían á la manifestación de la piel. Considerando enton- ces la erisipela como una fiebre eruptiva, se la ha colocado á ejemplo de Bersieri, en el mismo cuadro nosológico que la escarlatina, el sarampión, la viruela y todos los exan- temas. “Señores, este es en mi sentir un error. Que en algu- nas circunstancias, la fiebre preceda á la flegmasía cutánea, no lo niego, pero el hecho es raro, y generalmente es al contrario la flegmasía la que precede á la reacción febril. Se ve así que pasa en la erisipela de la cara absolutamen- te lo mismo que en las erisipelas de las otras partes del 17 cuerpo, sean ó no de causa externa. Un individuo tiene, por ejemplo, una herida en el pié ó en la pierna, esta he- rida se inflama y se pone muy dolorosa; los vasos linfáti- cos y los ganglios correspondientes se tumefican, la calen- tura comienza, y la erisipela no sobreviene más que uno, dos, ó tres días después. El movimiento febril en este ca- so, no podría ser asimilado á la calentura prodrómica de las pirexias exantemáticas; la inflamación de la herida y la inflamación de los linfáticos, dan perfectamente cuenta de ella” (Trousseau). ' Una última diferencia, de que difícilmente podrían dar la explicación, los partidarios de la fiebre erisipelatosa, es la falta completa de inmunidad y más aún la predisposición que se adquiere para el desarrollo de la erisipela, después de un primer ataque, como lo comprueban, los numerosos casos de erisipela de repetición, que ha sido llamada pe- riódica. Creemos que lo expuesto es suficiente para demostrar la diferencia entre la erisipela y las fiebres eruptivas, tan- to más cuanto que esta cuestión queda definitivamente juz- gada, desde el momento en que se ha demostrado la exis- tencia de un micrococus específico capaz de reproducir la erisipela después de su inoculación, como se verá más ade- lante. Para completar la exposición y la crítica de las opinio- nes que acerca de la erisipela se han emitido, nos falta hacer mención de las teorías propuestas por los defenso- res de la naturaleza flegmática y específica de la piel con manifestaciones generales consecutivas, en la enfermedad que nos ocupa. Chomel y Planche fueron los primeros que hicieron notar que había casos en los que, los síntomas ge- nerales no estaban en relación con los fenómenos locales, de tal modo que, sí era fácil explicar la intensidad insóli- ta de los fenómenos generales cuando se observaban alte- 18 raciones locales de marcada intensidad ó de grande exten- sión, había otros en los que la explicación no era posible y se hizo necesario emitir una teoría para darse cuenta del porqué de estos últimos. Por de contado que no se trata aquí de los casos en que se presenta alguna complicación, ni tampoco de aquellos en que la explicación es fácil de encontrar por el sitio de la lesión ó por el estado del indi- viduo atacado. Después de una atenta observación y dándose cuenta de los cambios que sobrevienen en el aspecto de las heri- das, en los individuos atacados de erisipela, es como se lle- gó á admitir la existencia de un veneno séptico que des- pués de su penetración por la herida, daba lugar á las al- teraciones antes citadas. Las condiciones de epidemicidad y contagio, son también poderosos argumentos en favor de la naturaleza específica, así es que, pronto se llegó á la concepción de un veneno miasmático que, produciendo la irritación de las heridas ó de cualquiera clase de lesio- nes de la piel y de las mucosas ó bien la alteración del pus ó de los líquidos que se encuentran al nivel de estas lesio- nes, producía después de su absorción, los accidentes ge- nerales ya señalados en la erisipela. Fundados los partidarios de esta teoría, en la experi- mentación, asemejan lo que pasa en la erisipela á lo que se observa en los animales sometidos á las inyecciones de líquidos sépticos; efectivamente, se observa en los anima- les puestos en estas condiciones, un conjunto de perturba- ciones características entre las que se hacen notar por su intensidad, la elevación de temperatura y combustión or- gánicas. De donde vienen á concluir los sostenedores de esta opinión que, en la erisipela, el proceso pirético sería el resultado de la absorción de un veneno morboso que, depositado al nivel de la solución de continuidad, determi- naría á su paso por los linfáticos la flegmasía erisipelato- sa y el engurgitamiento ganglionar. 19 Citamos á continuación los argumentos de Gosselin, uno de los más ardientes partidarios de este modo de ver: “En la patogenia de la erisipela se deben considerar dos cosas: primero, el rubor evidentemente inflamatorio de la piel, y sobre todo, de sus redes linfáticas; segundo, el es- tado febril, siempre bien marcado, algunas veces excesi- vamente intenso y mortal que le acompaña. Ahora bien, teniendo en cuenta los motivos que me han autorizado á considerar la enfermedad como infecciosa y contagiosa, creo poder admitir que la erisipela es una septisemia, como la fiebre traumática y la infección purulenta, que el vene- no séptico después de su penetración por la herida, pro- duce, en las primeras vías que atraviesa, la irritación que se traduce por el rubor é invadiendo el organismo, produ- ce en él las perturbaciones generales.” Raynaud, de una competencia incontestable, á propó- sito de este interesante punto se expresa en estos térmi- nos: “Suponed que en un momento dado, un principio in- feccioso, penetra en las redes linfáticas superficiales del de rmis. Provoca ahí primero una reacción inflamatoria que se desarrolla en razón de la intensidad de la causa mor- bosa y de las aptitudes propias del individuo. De ahí el trabajo local de la erisipela, trabajo flegmático en cuanto á su modo anatómico, pero al mismo tiempo específico en cuanto á su causa y que, como tal, tiende á propagarse de trecho en trecho en las redes linfáticas de la cercanía. Pero al mismo tiempo la linfa alterada vierte incesantemente en el torrente circulatorio, un principio séptico que pro- voca la calentura, modifica la crasis sanguínea, y engen- dra toda la serie de los accidentes generalas propios á las septisemias. ” Cuando hemos citado á Trousseau para combatir las opiniones que clasificamos en el segundo grupo, hemos podido ver que sus ideas son las mismas que las de los 2k) dos eminentes patologistas últimamente citados y se com- prenderá ahora, cuánta razón teníamos al asentar que, los partidarios de la inflamación específica local con perturba- ciones generales, habían entrevisto el resultado de los úl- timos adelantos de la ciencia moderna. Con efecto, para haber sido completos estos autores, en su concepción de la erisipela, sólo les faltó, el conocimiento exacto del agen- te infeccioso que la determina. Veamos ahora, cómo se ha encontrado este agente, cuál es su naturaleza y qué utili- dad práctica podemos sacar de su conocimiento. Las investigaciones anatomo-patológicas pusieron á los observadores en la vía del descubrimiento del micro- bio de la erisipela. Los trabajos de Rives, Copland y Cru- veillier en los principios de este siglo dieron por resulta- do, la demostración de un trabajo flegmásico en las redes venosas superficiales de la piel, después se vió que las re- des linfáticas eran del sitio principal del trabajo flegmásico y se consideró anatómicamente la erisipela como una lin- fangitis. Vulpian con medios de investigación más perfec- tos, encontró en las mallas de la dermis una acumulación de celdillas linfáticas, celdillas linfáticas qne Wolkman y Steüdner aseguran que, deben ser consideradas como pro- viniendo de la diapedesis de los vasos, según la teoría de Conheim. Huéter fué el primero que señaló la presencia de ménades en las placas de erisipela y las identificó con las que se encuentran en el flemón. Nepveu ha señalado la presencia de bacterias en la serosidad que encierran las vesículas ó las bulas de la erisipela y también en la san- gre de los individuos afectados de esta enfermedad. Orth ha encontrado bacterias en las placas erisipela- tosas, ha hecho experiencias en los animales y ha repro- ducido la erisipela inyectando el líquido de las bulas de la erisipela gangrenosa. Recklingausen encontró en dos casos rápidos de erisi- 21 pela, los espacios linfáticos de la piel llenos de micrococus y halló los mismos micro-organismos en los capilares del riñón. Lukomsky en preparaciones hechas con fragmen- tos de piel erisipelatosa sumergida en el ácido acético, pa- ra hacer aparentes los micro-organismos, observó nume- rosas masas de micrococus en los vasos y en los espacios linfáticos de la dermis y ha provocado inflamaciones difu- sas con presencia de bacterias en animales inoculados con serosidad de la erisipela. No basta haber señalado la presencia de un micro-or- ganismo en la sangre, en los tejidos y en los líquidos de secreción y excreción de un individuo atacado de una en- fermedad, para poder concluir que esta enfermedad es el resultado de la presencia del micro-organismo; es nece- sario además que este microbio se halle constantemente en todos ó en alguno de los productos morbosos que son el resultado de la enfermedad, es necesario que sea único ó si se asocia á otros para producir una enfermedad, su ausencia se note por la falta de alguno de los caracteres de esa enfermedad y por último, debe reproducirla cons- tantemente, cuando sea introducido en condiciones favo- rables, en el individuo sano, dando siempre nacimiento á la misma especie morbosa. De nada servirían los trabajos de que antes hemos dado cuenta si resultara que, el pequeño organismo encontrado en la erisipela, no llenaba las condiciones que hemos men- cionado en el párrafo anterior, pero á cualquiera objeción hecha en este sentido, se pueden oponer los hechos per- fectamente bien comprobados de Fehleisen. Efectivamen- te, este bacteriologista después de haber encontrado el mis- mo microbio en gran número de casos de erisipela, lo ha llegado á aislar, ha obtenido cultivos puros de él, ha he- cho inoculaciones en el hombre con estos cultivos y ha re- producido constantemente la erisipela, con todos sus ca- 22 racteres, todo lo cual viene á probar de una manera evi- dente la naturaleza microbiana de esta enfermedad. Vamos á ver ahora los caracteres individuales del mi- crobio de la erisipela. Según Rosembach los microbios de la erisipela se asemejan á los del flemón, por la disposición en cadenitas de micrococus que afectan ambos micro-or- ganismos, se trata por consiguiente de un Streptococ2is, la diferencia entre unos y otros consiste en la disposición di- ferente que toman al formar sus colonias en la gelatina y en el agar-agar; mientras que las del Streptococus Erysi- pelatus afectan la forma de hojas de helécho y son blancas y menos grandes que las del Streptococus py oge ñus, las de este último toman en la gelatina la apariencia de una pe- lícula redonda, de un color blanco sucio; en el agar-agar se extienden más fácilmente formando una capa gruesa cuyo borde semeja un talud al rededor del plano de la pla- ca. Los micrococus que forman las cadenas en el flemón, difieren á veces notablemente de volumen en una misma cadena, así se suelen encontrar algunos que presentan un diámetro desde o. i hasta o. 5 ó o. 7 de miera mientras que, los déla erisipela son más regulares, su diámetro es gene- ralmente de o. 3 de miera y en una misma cadena tienen siempre el mismo volumen. Un hecho capital que diferen- cia unas bacterias de otras es que, su inoculación en la ore- ja de un conejo dá lugar á la aparición de un rubor erisi- pelatoso ; conel cultivo de la erisipela y con el del flemón no se obtiene nada. Las alteraciones histológicas que produce el Strepto- cocus erysipelatus sobre la piel son; La presencia de cel- dillas migradoras infiltradas en los haces conjuntivos, so- bre todo al rededor de los vasos sanguíneos y de los ca- pilares linfáticos, y en el tejido celular subcutáneo, en la periferia de los lóbulos adiposos y de los vasos linfáticos. Las celdillas migradoras son más abundantes en la der- f!3 mis que en las papilas. Las celdillas fijas del tejido con- juntivo están tumeficadas y puede encontrarse en ellas la división de sus núcleos. A la diapedesis y á la multiplica- ción celular se agrega un exudado sero-fibrinoso en la der- mis y el tejido celular subcutáneo. El endotelium de al- gunos espacios linfáticos está tumeficado, y algunos vasos linfáticos subcutáneos están llenos de celdillas migradoras. Los micrococics de la erisipela se encuentran reunidos de dos en dos ó en cadenitas sinuosas que agrupándose se sitúan en los espacios interfasiculares, en los vasos linfá- ticos y en el tejido adiposo subcutáneo. En este último, ocupan el interior de las celdillas adiposas y están aloja- dos en el protoplasma que rodea las gotitas de grasa. Las bacterias de la erisipela ocupan, cuando invaden las regiones provistas de pelo, la periferia de los folículos pelosos, lo cual viene á explicar la caída del pelo en los in- dividuos atacados por el parásito. Como se ve, la proposición enunciada al principio de este capítulo: En la actualidad la erisipela, debe ser con- siderada como una enfermedad bacteriana, producida por un micrococus específico que se desarrolla en los linfáticos de la piel y del tejido celular subcutáneo; viene á ser la fórmula que reasume todo lo dicho anteriormente. TRATAMIENTO. Como era de esperarse, el tratamiento de la erisipela ha seguido las mismas vicisitudes que las numerosas teo- rías que ya hemos enunciado acerca de su naturaleza. De tal manera que, sería interminable á la vez que poco útil, la enumeración de todos y cada uno de los medios tera- péuticos que se han empleado para combatir este estado* 24 morboso. Así pues, nos conformamos con hacer mención ele la clasificación en que llegó á encerrar Lepelletier des- pués de un paciente trabajo, los medios curativos propues- tos hasta ahora. Lepelletier ha formado diez grupos que vienen á cons- tituir otros tantos métodos de los innumerables procedi- mientos ó medios curativos aconsejados por los autores, á saber: i° especiante; 2° antiflogístico; 30 repercusivo ó re- frigerante; 4o derivativo; 5°ectótrico; 6o evacuante y per- turbador; 7o mercurial; 8o tónico; 90 compresivo; 10o di- visor. Si hubiera necesidad de conservar la clasificación de Lepelletier, agregaríamos á sus diez métodos el undécimo, esto es, el método antiséptico; pero esta clasificación tiene una importancia puramente teórica y muchos de los méto- dos que en ella se mencionan ya no son usados y otros prevalecerán indefinidamente como adyutorios del método antiséptico. Nada más natural que llenar la indicación sin- tomática, sea cual fuere el método curativo que se emplee. Por ejemplo, nada más racional que los evacuantes en el caso de erisipela acompañada de perturbaciones gástricas; que el uso de los tónicos en el caso de astenia y el de los antipiréticos en las iperpiréxias, esto tratándose de los me- dios internos y nada más natural también tratándose de los externos, que el uso del método divisor cuando hay una tensión excesiva de los tejidos. Entre ios diversos métodos antes señalados hay uno, el método mercurial, dentro del cual se pudiera querer ha- cer entrar el uso del sublimado descubierto por el Sr. Dr. Manuel Carmona y Valle. Pero qué diferencia tan gran- de de puntos de vista, entre los partidarios de las uncio- nes mercuriales hechas empíricamente y cuyo modo de obrar jamás hubieran podido explicar sus preconizadores y el descubridor del procedimiento parasiticida por medio 25 del bicloruro que, al hacer uso del sublimado, sólo tuvo en cuenta que este cuerpo es uno de los antisépticos más po- derosos, sin acordarse para nada, de su calidad de agente mercurial. Así los numerosos éxitos obtenidos por el mé- todo de las unciones mercuriales, tan proclamados en su tiempo, por Ricord, vienen á encontrar su explicación en la trasformación que sufre el mercurio metálico en biclo- ruro para ser absorbido. Con el descubrimiento de las bacterias de la erisipela nació la idea del tratamiento antiséptico de esta enferme- dad. Hueter, quien como hemos visto fué uno de los pri- meros en encontrar el agente morboso que causa la erisi- pela, se apresuró á atacar este agente por medio de inyec- ciones fuñicadas, al nivel de las placas erisipelatosas y Verneuil con el mismo fin envuelve el lugar atacado, en la atmósfera del spray fuñicado obtenido con el pulveri- zador de Lucas Championier. Pero si de la presencia de un microbio en la erisipela se infiere que, el tratamiento racional de esta enfermedad, es el tratamiento antisépti- co, se infiere también que este tratamiento antiséptico de- be ser racional. En efecto, admitiendo que haya médicos dispuestos á hacer uso, contra la erisipela, de las inyeccio- nes de ácido fénico recomendadas por Huét-er, con dificul- tad se encontrarán enfermos dispuestos á soportarlas y en cuanto al mantenimiento de las placas erisipelatosas bajo la atmósfera del spray, como lo aconseja Verneuil, apenas puede concebirse algo menos práctico que semejante pro- ceder. Vamos á ver en seguida de qué manera tan sencilla, con el uso del bicloruro de mercurio, se consigue el ideal del tratamiento antiséptico: Destruir el agente morboso, sin perjudicar al individuo enfermo. Tomamos del artículo del Sr. Dr. Manuel Carmona y Valle la relación de los dos primeros casos en que hizo uso por primera vez del nuevo tratamiento: “En un caso de erisipela de la cara que hace algún tiempo pude observar desde su invasión, me ocurrió hacer uso del método para- siticida, y con tal objeto formulé una pomada fuertemente cargada de bicloruro de mercurio (al cinco por ciento). Me proponía con esta pomada alcanzar y destruir los gér- menes que existían en el espesor de la placa erisipelatosa. ” “Se trataba de una señora de cuarenta y dos años de edad, de constitución débil y temperamento nervioso. Re- pentinamente se sintió quebrantada, con escalofrío inten- so, los ganglios submaxilares dolorosos, y poco tiempo después apareció una placa de erisipela que principiando por la nariz se extendió rápidamente á las mejillas, á los párpados y á la mitad inferior de la frente. En este esta- do estaba cuando yo la vi, tenía una temperatura de 40o, la placa erisipelatosa tenía un color rojo subido y los pár- pados excesivamente abultados, hasta el punto de que ape- nas podían separarse el superior del inferior. Con un pin- cel apliqué yo mismo una placa delgada de la pomada antes mencionada, teniendo cuidado de tocar todos los puntos in- flamados, hasta los límites de la placa. Además, le admi- nistré cada hora un papel de 50 centigramos de antipirina hasta que la temperatura bajara á menos de 39o.” “Al día siguiente encontré que se habían formado va- rias vesículas llenas de serosidad citrina en la placa erisi- pelatosa, pero esta se había apagado casi completamente: la tumefacción había disminuido, los párpados podían se- pararse lo suficiente para que la enferma pudiese ver con facilidad, el aspecto rojo reluciente de la placa se había trasformado en rojo opaco, ligeramente amoratado. Por la parte inferior, la erisipela no había avanzado ni una sola línea y su límite era el del labio superior y una línea transversal que al mismo nivel se extendía por una y otra mejilla. Hacia arriba, la erisipela se extendió á toda la 27 frente hasta la raíz del pelo y lateralmente las orejas que- daban libres. La temperatura de la enferma se había aba- tido en la noche hasta 38o y cuando la veía tenía 39 °2. “Con tijeras finas piqué todas las vesículas, y sobre toda esta superficie hice que aplicaran cada dos horas una pomada compuesta de 30 gramos de vaselina y 4 de áci- do bórico. En la nueva faja de erisipela, situada en la par- te superior de la frente, yo mismo apliqué una capa del- gada de la pomada de bicloruro, teniendo cuidado de me- terla entre el pelo más allá de los límites de la placa.” “En la tarde había aparecido una placa aislada en la región mastoidea derecha, en cuyo lugar apliqué la poma- da de bicloruro.” “Al día siguiente encontré esta segunda placa marchi- ta, pero invadida toda la oreja derecha; apliqué allí tam- bién la pomada de bicloruro. En la tarde del mismo día la erisipela invadió la oreja izquierda, que fué tratada de la misma manera; de estos límites ya no pasó más la en- fermedad; constantemente observaba la formación de flic- tenas sobre los puntos en que se aplicaba la pomada; pe- ro constantemente veía también que la placa erisipelatosa se apagaba inmediatamente, “Al interior sólo usé la antipinna para moderar la hi- periternia, y desde el segundo día pequeñas dosis de vino- de quina. Al quinto día la temperatura cayó completa- mente y la enferma entró en una convalecencia rápida.” “Casi al mismo tiempo observaba yo á una joven de veinticuatro años de edad y de la que me encargué, cuan- do una erisipela de la cara y el cuero cabelludo había ter- minado su evolución, quedándole una diátesis piogénica sumamente curiosa. Se había formado una colección pu- rulenta retro-ocular en el ojo izquierdo, otra colección pro- funda en la región temporal del mismo lado y otra en la región maseterina. Sucesivamente aparecieron pequeños focos diseminados en la frente y cuero cabelludo, en la parte media de la región externo- cleidomastoidea del la- do izquierdo, en la región supra -clavicular del mismo la- do, y por último, quizá la más voluminosa, en la región tro- canteriana del derecho. Ahora bien, después de haber he- cho la punción de la colección situada en la región supra- clavicular izquierda, se levantó la temperatura á 40o 5 y apareció una nueva placa de erisipela que invadió el hom- bro y la región sub-clavicular. Inmediatamente apliqué sobre ella una capa delgada de la pomada de bicloruro (al cinco por ciento), y esto bastó para que la placa erisipe- latosa se apagara inmediatamente y no se extendiera más; la calentura desapareció. Piqué las vesículas y recomen- dé el uso de la pomada de vaselina y ácido bórico.” Un caso que enseña mucho respecto á la eficacia del bicloruro de mercurio en la erisipela, es el siguiente: Luis Cobello, natural de México, de 26 años de edad y de ofi- cio zapatero; entró el día 2 de Octubre de 1888 al Hos- pital de San Andrés á ocupar la cama número 33 en la sec- ción de Cirugía menor, á cargo del Dr. Lucas Castro. Es- te enfermo, tenía el testículo derecho tuberculoso. A prin- cipios de Noviembre del mismo año se le hizo la extirpa- ción del testículo y cuatro días después de la operación fué atacado de erisipela que le comenzó al nivel de una peque- ña escoriación situada en la región trocanteriana derecha y fué invadiendo poco á poco, el muslo y la región glútea del mismo lado, el perineo, el pene y gran parte de la re- gión hipogástrica, respetando el escroto, protegido por el apósito, que consistía en un gran mollar de hilas empapa- das en solución de bicloruro al uno por mil, cubierto con una tela impermeable, algodón y un vendaje. Antonio Moreno, natural del Fresnillo, de 22 años de edad, zapatero, ocupaba la cama número 6 de la sala del Dr. Lucas Castro. Nos refirió, que el día 21 de Diciem- 29 bre de 1888 sintió.im escalofrío intenso acompañado de postración y dolores de cuerpo, que tenía hinchada la na- riz y que un día después, toda la piel de la cara y las ore- jas presentaba un color rojo intenso y estaba sumamente abultada. En este estado entró al hospital, tenía una tem- peratura de 40o y un delirio tranquilo; se le instituyó por único tratamiento la pomada de bicloruro al cinco por cien- to y al día siguiente la temperatura había bajado á 39 o y el delirio habia cesado, la placa erisipelatosa estaba circuns- crita á los límites del día anterior y con una notable dimi- nución del hincharniento, coincidía un cambio muy nota- ble en la coloración, que era de un rojo lívido y la forma- ción de pequeñas vesículas. Al tercer día de la permanen- cia del enfermo en el hospital, la temperatura era normal y con la aplicación de la pomada continuada durante otros tres días, quedó completamente curado. Pedro Gallegos, natural de Cuernavaca, de 33 años, sastre, ocupaba la cama número 7 de la sala del Dr. Ban- dera, con el objeto de curarse una laringitis tuberculosa, cuando el día 23 de Enero del presente año comenzó á sen- tir los ganglios submaxilares dolorosos y sensación de ca- lor en el conducto auditivo externo del lado derecho; al día siguiente apareció una mancha erisipelatosa que invadía el pabellón de la oreja, la mejilla y el párpado inferior del lado derecho y que se extendió después á la raíz de la na- riz, el párpado inferior y la mejilla del lado izquierdo, limi- tándose hacia abajo al nivel de los surcos nazo-yugales. El color rojo reluciente de la piel, el contraste de sus bar- des salientes terminándose bruscamente y sin transición con las partes sanas, la sensación de pergamino sentida al pasar la mano sobre la parte enferma, eran características de la erisipela, pero el aumento de temperatura, que era de esperarse dada la extensión de la enfermedad, era casi nulo y sólo se pudo notar un ligero aumento en el mo- vimiento febril intermitente cuotidiano de exacerbaciones vesperales propio del estado tuberculoso del enfermo. Tres aplicaciones de la pomada de bicloruro fueron suficientes para marchitar la placa erisipelatosa; hecho que expresó gráficamente el Dr. Bandera diciendo que: el bicloruro apaga la erisipela lo mismo que el agua arrojada sobre el fuego. co Fernando Ortega y Muníz.