ILEFAMIffi M LOS GRIE&OS. TESIS PARA EL MÁMEN PROFESIONAL DE MEDICINA Y CÍRÜJIA DE JOSE MUYCELO ALUMNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE MEXICO Y PRACTICANTE DEL HOSPITAL DE SAN PABLO. MEXICO. IMPRENTA EN LA CALLE CERRADA DE SANTA TERESA NUMERO 3- 1872. A LA MEMORIA MIS ADORADOS PADRES. TRIBUTO DE AMOR FILIAL. A MIS QUERIDOS HERMANOS. MUESTRA DEL ACENDRADO CARIÑO QUE LES PROFESO. Al Presbítero Agapito Espinosa de los Monteros. PRUEBA DE PROFUNDO RECONOCIMIENTO. A LOS SEÑORES DOCTORES D. LUIS F. GALLARDO ¥ D. JOSE BARRAGAN. TESTIMONIO DE SINCERA AMISTAD Y ETERNA GRATITUD. A LOS SEÑORES DOCTORES D. RAFAEL LUCIO, D. PACIO APARADO Y D. LACRO JIMENEZ. @\FA<3D@?Í m RESPETO. Ik li Filgiátrioa y i© ien.eficeacia DE LOS ALUMNOS DE LA ESCUELA DE MEDICINA. S preciso no tener corazón para quedar indiferente <£W(?) ¿0 ante el triste cuadro que presenta un hospital de ele- ® fánticos: por aquí, un hombre tapizado completamen- te de úlceras y luchando con la muerte en medio del ma- rasmo mas profundo; por ahí, fragmentos animados, resi- duos vivientes de hombre que la enfermedad ha dejado para ensañarse después con mas furor; mas allá, distintos grupos de enfermos, lamentando su infortunio y esperan- do el término fatal con una resignación que pasma; y por todas partes, miseria y desconsuelo y lastimeros ayes que dejan el alma transida de dolor: y entretanto la ciencia inerte, fria espectadora de [los estragos que causa el ene- migo; y entretanto la medicina descubriendo su mezquin- dad y su impotencia. Y qué, ¿siempre han de permanecer las cosas así? Y qué, ¿no llegará un dia en que se marque « el hasta aquí» de la elefanciásis, encontrando su antídoto? Si se estudia con el mismo afan con que se han estudiado otras enfer- 6 m edades, acaso se consiga mucho. Por eso al elegir por punto de tesis la elefanciásis de los griegos, lo hice con el exclusivo objeto de llamar la atención de los médicos, hacia una enfermedad tan digna de ser estudiada. MUSIS i LOS GRIEGOS. IFICIL es definir convenientemente lo que deba en- tl|g tenderse por elefanciásis de los griegos, cuando la na- ® turaleza de esta enfermedad no se conoce; pues que si acerca de ella se han emitido teorías mas ó ménos se- ductoras, no es ménos cierto que ninguna descansa sobre bases sólidas; sin embargo, siendo preciso dar una defini- ción ántes de entrar en materia, creo sin presumir exac titud, hacer notar sus principales caracteres diciendo: que es una alteración de la economía, cuya naturaleza no está determinada y que se manifiesta por un estado particular de la piel, por la analgesia, sobre todo de las extremidades y por la alteración de la voz. Sinonimia. NFEKMEDAD de Lucio y Alvarado (Calan). Mal flGp de San Lázaro,—de San Antonio,—Leonciásis, Le- ® pra leontina,—tuberculosa (Alibert),—de los árabes, Mal rojo de Cayena, Satyria (Aristóteles) Tsaráth (Caze- 8 nave). Elefanciásis vulgar,—de los griegos. (Rayer, Ca- zenave, Gibert). Historia. elefanciásis de los griegos parece ser originaria del Egipto; pero la época de su aparición se pierde en la oscuridad de los tiempos; muy antigua debe ser, sin embargo, cuando se cree que se observaba entre los israelitas. Algunos autores piensan que el mal de San Lá- zaro no era conocido de Hipócrates, fundándose tan solo en que la palabra elefanciásis, no se encuentra en sus es- critos; pero esto se explica si se reflexiona, que en esa época los griegos no conocian el elefante, de cuyo nombre viene dicha palabra; pero no cabe duda que este grande hombre conocia la afección de que se trata, pues que en sus obras se encuentran varios pasajes que pueden refe- rirse á ella. De cualquiera manera, en Europa apareció por prime- ra vez en el siglo anterior á la Era cristiana, invadiendo primero la Italia, de donde desapareció á poco. A media- dos del siglo YII apareció en la Lombardia, en el VIH en Francia y después de un trascurso de 400 años, es decir en el siglo XII, invadió toda la Europa, con una rapidez extraordinaria. Entonces era tal el número de la- zarinos, que según Matthieu Paris, habia en toda la cris- tiandad diez y nueve mil hospitales, destinados exclusi- vamente á esta clase de enfermos. Algunos autores asom- brados de esta enorme cifra, creyeron que se trataba de 9 un error; pero probablemente no os así; pues en Francia solamente, poco ántes de esta época, había dos mil de es- tos hospitales. Después de haber hecho considerables es- tragos durante muchos años el mal de San Lázaro, des- apareció de Europa atribuyéndose esto á lo ménos direc- tas que fueron las relaciones entre ella y el Oriente, foco de la enfermedad. Desde entonces el mal de San Lázaro no se encuentra en Europa sino muy raras veces, y en in- dividuos que probablemente han traido el gérmen de di- cho mal de las regiones ecuatoriales en que han residido. * Sin embargo, Virchow dice, que en algunos puntos de Suecia, de Noruega y en las provincias que se encuentran al Este de la Rusia, es muy frecuente. En México, esta afección es muy común; respecto á su antigüedad solo se sabe que el conquistador Cortés fun- dó un hospital destinado á los lazarinos. Variedades. íl O presentándose siempre la elefanciásis de los grie- gos con un mismo tipo bajo el punto de vista sinto- matológico, se ha convenido en admitir tres formas: la primera, caracterizada por unas manchas rojas ó viola- das y dolorosas en la piel de las extremidades, raras ve- ces en la de la cara y en la del tronco; la segunda, por la presencia de tubérculos en la piel de diversas regiones; pero sobre todo en la de la cara, piernas y brazos; en fin, la tercera está caracterizada por la formación de grietas * Comp. de Med. pract. por Monneret y Fleury, tomo 111. pág. 190. 10 en las plantas de los pies y en las palmas de las manos, por la tendencia á la reabsorción y por la exageración de uno de los síntomas comunes á las tres formas, esto es, la insensibilidad. La primera de estas formas que es pe- culiar de nuestro país se llama manchada; * la segunda tuberculosa y la tercera anestésica, denominación que, en mi concepto, pudiera sustituirse por la de analgésica, pues que esta expresa con mas exactitud la clase de insensi- bilidad que predomina. De ella me serviré en el curso de esta memoria. Es tan marcada la diferencia que existe eutre ellas, que pudieran tomarse como enfermedades muy diversas, si un examen detallado no viniera á demostrar lo contrario. Anatomía patológica. ENTRE las alteraciones que se encuentran en los individuos* que sucumben víctimas de esta afección, 6 la mayor parte pertenecen á complicaciones mas bien que á la enfermedad misma. El aspecto exterior del cadáver varia según que se tra- te de un manchado, de un tuberculoso ó de un analgésico. Si del primero, manchas de diversa coloración, vastas ul- ceraciones y numerosas cicatrices; si del segundo, multi- tud de tubérculos á diversos grados de desarrollo, man- chas, cicatrices y ulceraciones; y si del tercero, deformi- * El Sr. Galan D. Maximiliano llama á esta forma: Enfermedad de Lucio y Alvarado, como justo tributo á estos profesores, que ademas de descubrir la enfermedad, describieron su sintomatología de una manera tan exacta, que después de ellos, nadie ha podido añadir el mas ligero fenómeno. 11 dudes de los pies y de las manos, y como en los anteriores, manchas, ulceraciones y cicatrices. Examinada la piel, se nota que es dura y tensa en algunos puntos y rugosa en otros. Las glándulas sudoríparas y cebáceas atrofia- das, lo mismo que los músculos y los huesos. En los nervios se encuentra el neurilema alterado lige- ramente, ó bien trasformado en una masa espesa y dura. Debajo de esta se encuentra depositada una sustancia formada por un conjunto de celdillas, que refracta mas la luz; continuándose dicha sustancia con los tabiques que descomponen los haces nerviosos en hacecillos mas peque- ños, penetrando hasta el cilinder axis que se halla rodea- do de ella. Abiertas las cavidades, se encuentra el cerebro lige- ramente atrofiado y en sus ventrículos un derrame se- roso. El corazón, en los cadáveres que he tenido.oportunidad de ver, nada notable he encontrado. La membrana inter- na de las arterias, especialmente tratando de la de los miembros, como lo hace notar el Sr. Lucio, está espesa- da, presenta una concreción blanquizca, lo que contribuye á disminuir el calibre de la arteria. Las mucosas en general presentan un color abronzado; la de la boca y la de la laringe algunos puntos espesados y ulceraciones que en la segunda hacen desaparecer al- gunas veces las cuerdas bucales; la del estómago y tubo intestinal se presenta espesada y reblandecida á tal pun- to, que se pueden desprender grandes colgajos de ella. Se encuentran también en el tubo intestinal arborizacio- nes, y en la parte que corresponde al grueso intestino ul- 12 aeraciones mas ó menos extensas y mas ó menos nume- rosas, haciéndose mas notables en el colon. El hígado, bazo y riñones se encuentran considerable- mente aumentados de volumen. Etiología, A etiología es un punto muy oscuro de la medicina; pero tratándose del mal de San Lázaro, esta oscuri- dad llega á su mas alto grado; sin embargo, se atri- buye á la herencia, al clima, á la alimentación, al sexo, á la edad, &c. A. La herencia negada por Biet, Cazenave y Rayer, es sin duda la causa que pudiera ponerse en primer término, siendo tal la convicción respecto á esto, que no solo se prohibía el matrimonio á los elefánticos, sino que se les practicaba la castración, según refiere Rogerius y Rolan- dus, al decir de Yirchow. En efecto, por el conmemorativo de los enfermos se sabe que esta afección ha existido en- tre sus parientes. Actualmente se encuentran en el hos- pital dos hermanos manchados, y refieren que uno de sus tios, murió del mal de San Lázaro. Respecto de esta causa, los Sres. Lucio y Alvarado ha- cen notar la mayor frecuencia de la trasmisión materna que de la paterna. Adams y Heberden creen que la influencia de esta cau- sa puede extenderse á muchas generaciones; Yirchow ad- 13 mite la herencia hasta la cuarta, y autores hay que dicen que la enfermedad respetando la segunda generación y al- gunas veces la tercera, puede manifestarse en la siguiente. ¿En qué consistirá esto? Difícil si no imposible es dar una explicación satisfactoria de este hecho, pues que aca- so se trata de uno de los muchos misterios impenetrables de la naturaleza. Por último, como un hecho no menos curioso, los Sres. Lucio y Alvarado hablan del cambio de forma de la enfer- medad, al trasmitirse de los padres á ios hijos; asi refieren el caso de una mujer analgésica cuya hija era tuberculosa. B. «La influencia misteriosa del clima y de las locali- dades, dice Cazenave, sobre el desarrollo del tsaráth ó elefanciásis de los griegos, se deduce de la manera mas evidente de lo que observamos en la actualidad, relativa- mente á la no aparición de esta enfermedad en los países templados; miéntras que á medida que se aproxima uno hacia el Ecuador ó hacia los polos, los tejidos parecen mas y mas predispuestos á contraer esta terrible afec- ción. » * La habitación en lugares húmedos y la acción repetida del agua sobre el cuerpo, son causas predispo- nentes de esta enfermedad; en Mexicalcingo, en Chalco, en Ixtacalco y en casi todos los pueblos del canal, es con- siderable el número de elefánticos. ¿A qué será debida la frecuencia de este mal en esos lugares? ¿Será la hu- medad? ¿serán las malas condiciones higiénicas á que na- turalmente se encuentren expuestos sus moradores? ¿será en fin como el vulgo cree, el uso del agua de las acequias * Abregué pratique des maladies de pean par Cazenave et Scliedel. 4? ed., página 403. 14 el que ejerza una influencia marcada sobre su producción? Nada puede decirse afirmativamente, pues que acaso la acción combinada de todas estas causas sea la que deter- mine la enfermedad de que me ocupo. C. Algunos autores creen, qiíe ciertos alimentos como las carnes saladas y entre ellas la del puerco, son una cau- sa poderosa de la elefanciásis. Schiling, hablando de la influencia que pueda tener la alimentación, atribuye la enfermedad mas bien que á la naturaleza de los alimen- tos, al estado de putridez y á los insectos que en ellos se depositan. En México, solo el vulgo cree en la produc- ción de la elefanciásis por el uso de la carne del puerco; pues del conmemorativo de los enfermos resulta que la mayor parte de ellos han hecho poco uso de dicha carne; y por otra parte, muchas personas á pesar del exceso con que la usan, jamas han resentido la influencia que se le atribuye. D. Según Monneret, el sexo masculino es mas frecuen- temente atacado que el femenino, pues que de 899 elefán- ticos que habla en el lazareto de Funchal, 373 pertene- cían á este, y 526 á aquel. Biet y Cazenave dicen que el número de lazarinos es al de lazarinas, como dos es á uno. En México no puede decirse que sea así; esta en- fermedad ataca con igual frecuencia al hombre y á la mu- jer; por lo menos en el hospital, si se encuentra alguna diferencia, es muy pequeña. Actualmente existen trece lazarinos y once lazarinas; pero ha habido épocas en que el número de unos y otras ha sido igual y aun el número de las segundas ha sido mayor que el de los primeros, como me ha referido el Sr. Gallardo. 15 E. Aunque Danielssen refiere hechos que prueban que la forma tuberculosa de la elefanciásis puede desarrollar- se durante la vida intrauterina y que por consiguiente, el niño viene al mundo con el estigma de tan terrible mal, en México no se manifiesta ni siquiera en la primera in- fancia, pues de los datos que he podido recoger, resulta que los primeros sintonías comienzan á manifestarse de los ocho ó diez años, á los veinticinco o veintiocho. F. ¿La sífilis puede degenerar en elefanciásis? y recí- procamente ¿la elefanciásis puede degenerar en sífilis? He aquí dos cuestiones que en otro tiempo ocuparon la atención de los médicos. En Europa la desaparición de la elefanciásis coincidiendo hasta cierto punto con la apa- rición de la sífilis, hizo suponer que esta tenia algo de aquella, es decir, que la segunda era una nueva forma de la primera. Tal era la creencia errónea que se tenia, debi- da á la ignorancia completa en que se estaba respecto de la naturaleza de las dos enfermedades, que semejantes apa- rentemente, en la esencia no tienen relación alguna. Gl. ¿La elefanciásis de los griegos es una enfermedad contagiosa? Los autores antiguos y entre ellos Archigéne, Schiling y Cufien, admitían el contagio por el coito, por la respiración y por la inoculación- doctrina que no puede aceptarse desde que la experiencia de todos los dias vie- ne demostrando lo absurdo de ella. En efecto, nunca se ha visto el hombre contagiado por la mujer, ni esta por aquel en sus relaciones sexuales. Rayer refiere que uno de sus discípulos usaba la ropa de un elefántico, sin que jamas hubiera tenido por qué arrepentirse de ello. El Sr. Gallardo me ha dicho que varias ocasiones al practicar una 16 autopsia, se ha picado ya con el escalpelo, ya con una es- quirla, y lo mismo que á él, ha pasado á varios practican- tes; sin embargo, jamas les ha sobrevenido accidente algu- no. Y si la elefanciásis fuera contagiosa, ¿no serian todas estas circunstancias mas que favorables para manifestar- se en los individuos colocados en ellas? Evidentemente que sí, y al no suceder tal cosa, natural es concluir que la afección de que me ocupo no es contagiosa en manera alguna. Y ojalá que todos los médicos procuraran destruir esta preocupación vulgar, que solo sirve para aumentar el infortunio de los pobres enfermos, amargando sus últimos dias, con el aislamiento á que los condena la sociedad. H. Por último, los autores creen que el poco aseo, la ha- bitación en lugares bajos y húmedos, los miasmas panta- nosos, la exposición á la intemperie de las estaciones, las fatigas excesivas, los excesos venéreos y el abuso de los alcohólicos, son otras tantas causas de la elefanciásis de los griegos. Su reunión basta para producirla, por lo mé- nos en los países en que el mal es endémico; pero en ge- neral su manifestación parece determinada por alguna cir- cunstancia particular, como un enfriamiento brusco, las insolaciones prolongadas y repetidas, la supresión repen- tina del sudor, &c., &c. En cuanto á la frecuencia relativa de las formas, si se juzga por el número de enfermos que existen en el hos- pital de San Pablo, puede decirse que su órden es el si- guiente: forma analgésica, manchada, tuberculosa, com- binación de dos formas y en último término, de las tres; pues de veinticuatro elefánticos de ambos sexos que había á fines de Abril, quince eran analgésicos, cuatro mancha- 17 dos, dos tuberculosos, uno manchado y tuberculoso, uno manchado y analgésico y uno presentaba las tres formas. Sintomatología. UALQUIERA que sea la forma que revista la en- fermedad, los individuos experimentan dolores reuma- tismales, laxitud, sensación de frió, adormecimiento y hormigueo, especialmente en las extremidades; advier- ten que la secreción del sudor disminuye ó cesa comple- tamente; y en fin, las fosas nasales son el asiento de una resequedad y comezón que les obliga á rascarlas; notán- dose este fenómeno al principio de la enfermedad siempre en los manchados y tuberculosos, y pocas veces en los anaigésicos. Pudiéramos decir que estos son los síntomas precurso res de la elefanciásis, cualquiera que sea su forma: estu- diemos ahora los que corresponden á cada una de ellas. Forma manchada.—La insensibilidad, precedida siem- pre de adormecimiento y hormigueo, es mas ó ménos com- pleta; pero desde luego se nota que aunque no exista hasta su mas alto grado, es bastante marcada sin embargo, para llamar la atención de los enfermos. Esta diminución de sensibilidad se presenta primero en los miembros, é in- vade poco á poco las demas partes del cuerpo; pero se advierte cierta desigualdad que es muy notable, sobre to- do en la forma analgésica, como verémos ásu vez. Se no- ta en seguida la desaparición gradual de las pestañas y 18 de las cejas, comenzando la de estas por la extremidad ex- terna y no dejando por último, huella de su existencia. Los enfermos experimentan resequedad en las fosas nasales, determinándose después una reabsorción gradual de los huesos propios y de una parte del cartílago del ta- bique; lo que ocasiona una deformación de la nariz cuyo carácter especial consiste en una depresión trasversa que la divide en dos partes, dando esto á los lazarinos un as- pecto repugnante. Los Sres. Lucio y Alvarado hacen notar que siempre que un individuo presente la diminución de sensibilidad, la calda de la extremidad externa de las cejas y la come- zón en las fosas nasales, se puede asegurar aun cuando no exista otro síntoma, que el individuo en cuestión está atacado del mal de San Lázaro, y que muy probablemen- te se manifestará bajo la forma manchada. No se debe por lo mismo descuidar la apreciación de tales síntomas. La voz es gangosa, lo que parece depender en su mayor parte, de la perforación que sufre la bóveda del paladar, cuando es el sitio de ulceraciones, haciendo así comunicar las fosas nasales con la boca. También depende como se concibe fácilmente, de la deformación misma que hemos visto de la nariz. La respiración se hace con dificultad, el pulso es mas frecuente que en el estado normal. En los vasos del cuello, se percibe un ruido de soplo de doble corriente, observán- dose este síntoma solo en los individuos del mal avanza- do. El hígado y el bazo están considerablemente aumen- tados de volumen. La piel por su parte, presenta alteraciones tan notables 19 como importantes de conocer. Después de un tiempo que varia de uno á tres años contados desde la aparición de los primeros síntomas, comienza el desarrollo de las man- chas, que puede hacerse de dos maneras: ó bien el enfer- mo experimenta una sensación de quemadura en un punto de la piel en que aparece una nudosidad ó endurecimien- to de forma oblonga y del volumen de un garbanzo, do- loroso al tacto y de un color rojo claro, presentándose en su vértice una mancha pequeña y violada que se extien- de en pocas horas y le da un color oscuro en lugar del claro que tenia, ó bien en el punto doloroso aparece una mancha de un color escarlata, de una extensión variable, pero generalmente pequeña, como de uno á cuatro centí- metros de diámetro, sufriendo ese cambio de coloración que se ha notado en el caso precedente. Poco tiempo des- pués, esta mancha que también es dolorosa, se rodea de una lista rosada que puede desaparecer por la presión, fenómeno que no se observa en el resto de la mancha. De cualquiera de las dos maneras aparecen en los miem- bros, continuándose después al tronco. Mas generalmen- te se observan en el sentido de extensión, que en el de flexión. Las manchas pueden terminarse por resolución, por su- puración ó por gangrena; notándose esta particularidad; que los dos primeros modos de terminación, tienen lugar en las manchas en que no existe endurecimiento, y el tercero en el que existe. Cuando las manchas se terminan 'del primer modo, co- mienzan por oscurecerse hasta tomar un color moreno; pero después se hace tan claro, que deja ver la piel algo 20 rojiza. En este caso, solo se observa una descamación que se efectúa por láminas muy delgadas, mas ó ménos gran- des y que parecen constituidas únicamente por la epidér- mis, quedando la piel en su estado normal. La duración de este período es de una ó dos semanas. En el segundo caso, la mancha después del color rojo claro que presenta, se oscurece hasta ponerse gris, y po- cos dias después se levanta la epidérmis en una extensión mayor que la de la mancha, conteniendo un líquido sero- so, turbio, de un color amarillento y algo pegajoso. Este líquido al escurrir de la ámpula en que estaba contenido, deja una ulceración superficial, de un color rosado y que nada notable presenta. La duración desde el momento en que aparece la mancha hasta la ulceración, es por regla general de quince di as. La cicatriz se hace esperar muy poco tiempo. En el tercer caso se forma una pústula, cuya dimensión es igual á la de la mancha; el pus que en ella existe, se concreta formando una escara muy gruesa y de un color verdioso ó amarillento. La lista rosada que circunscribía la mancha, se hace grande, se enciende en su color, la piel se tumifica en ese punto, y por último, se observan todos los fenómenos flegmásicos que determina la eliminación de una escara. Cuando esta se desprende, deja en su lu- gar una ulceración mayor que la mancha que la ha prece- dido, interesando comunmente la piel en todo su espesor, y parte del tejido celular subcutáneo; pero á veces estas ulceraciones son mas profundas. Presentan un fondo ro- jo y son el asiento de una secreción de pus, al parecer de buena naturaleza. En este modo de terminación, la esca- 21 ra se desprende hasta los doce ó quince dias, época en que comienza la cicatrización, para completarse á los treinta ó cuarenta. La cicatriz primero es de un cok’ rosado, pero después se pone blanquizca, lisa, lustrosa y traspa- rente, dejando ver los capilares que en algunos casos se desarrollan debajo de ella. Después de algún tiempo se rodea de una lista abronzada, que hace resaltar el blanco de la cicatriz. Algunas veces la aparición de las manchas se efectúa repentinamente y como por accesos, manifestándose á la vez en todos los miembros. Antes de terminar lo relativo á los síntomas en esta forma, diré que la aparición de las manchas va precedi- da de malestar, calosfrió, calentura, anorexia, sed, &c., siendo de advertirse que estos síntomas son muy marca- dos, en el caso de que las manchas se terminen por gan- grena, menos en el caso de ulceración y menos aun en el de resolución. Forma tuberculosa,—En esta forma se nota siempre la supresión del sudor, la insensibilidad y el adormecimien- to mas ó menos marcados; las manchas aparecen general- mente en los lugares que se hallan expuestos al contacto del aire, como la cara y las manos; mas raras veces en el resto de los miembros superiores y en los miembros infe- riores, y mas raras todavía en el tronco; dichas manchas son mas ó menos numerosas, anchas y de formas irregu- lares. Generalmente la insensibilidad se observa en esta forma en los puntos alterados de coloración; otras veces por el contrario, se observa en estos puntos la sensibilidad exagerada, las manchas se tumifican, se ponen duras y 22 rojizas y hacen una salida en la superficie, formando tu- mores arredondados, del volumen de una cabeza de alfiler, hasta el de una nuez; presentan una base ancha y una su- perficie lisa y generalmente brillante; algunas veces to- man un desarrollo tal, que presentándose en el párpado superior, dificultan la visión. Estos tumores 6 tubérculos se desarrollan en el espesor de la piel ó en el tejido ce- lular subcutáneo; en este caso, solo pueden percibirse por el tacto que recibe la sensación de tumores duros, pe- queños y desiguales. Cuando han adquirido cierto desar- rollo, la rubicundez que hemos notado en estos puntos disminuye, convirtiéndose en un color amarillento moreno; la consistencia de los tubérculos disminuye igualmente hasta hacerse á veces fluctuantes, en cuyo caso no son dolorosos. Cuando se desarrollan en partes cubiertas de pelo, de- terminan la caida de él, constituyendo esto un signo im- portante. Raramente se presentan aislados, pues por re- gla general, son confluentes, formando por decirlo asi un grupo de tubérculos; esto último tiene lugar con especia- lidad en la cara, dando al enfermo una fisonomía muy singular. Suelen presentarse los folículos desarrollados de la misma manera que si se tratara de una acnea punctata. Los tubérculos, después de un tiempo que varía, se reabsorben 6 se inflaman y se ulceran, tomando las ulce- raciones un color rojizo lívido, sus bordes son duros y desiguales, y están bañadas por un líquido sanioso que se concreta en costras espesas negras y adherentes. Nuevos tubérculos aparecen en las demas partes del cuerpo, se- gún el órden que hemos enunciado. Algunas veces los 23 tubérculos ni se reabsorben ni se inflaman, sino que en- dureciéndose y adquiriendo cierto desarrollo, permanecen estacionarios por un tiempo mas ó ménos largo. Las venas gruesas de los miembros parecen aumen- tar de calibre y hacerse salientes, dibujándose perfecta- mente en la superficie de la piel. Los folículos mucosos se tumifican y aparecen ulceracio- nes en la bóveda del paladar y en su velo, en las amígdalas, en la úvula que algunas veces se desprende completamen- te, en la faringe, en la laringe y en la tráquea, extinguién- dose la voz á veces por completo y dificultando la respi- ración, hasta el grado de obligar al médico á practicar la traqueotomia, como lo ha hecho ya el Sr. Gallardo en dos ó tres casos que me ha comunicado; las fosas nasales son tam- bién el asiento de ulceraciones, la conjuntiva se hincha, la córnea se adelgaza y se ulcera, el iris se inflama, la pu- pila contrae adherencias y algunas veces se oblitera; la mucosa digestiva se afecta á la larga, ocasionando una diarrea rebelde; el hígado y el bazo se hipertrofian. Forma analgésica.—La forma analgésica comienza ge- neralmente por una exaltación de la sensibilidad, para pasar gradualmente á la analgesia; de manera que en mu- chos lugares del cuerpo existe una sensibilidad exagera- da, miéntras que en otros la insensibilidad es completa, habiendo una cosa muy digna de notarse respecto de este síntoma, á saber: que la insensibilidad no es uniforme en una misma región; pues si se examina un brazo por ejem- plo, se advierte que hay puntos que conservan su sensi- bilidad, en medio de una superficie mas ó ménos exten- sa, completamente insensible. 24 La piel experimenta una especie de atrofia, perdiendo su elasticidad normal y poniéndose en algunos puntos pá- lida, seca, dura y rugosa; los músculos van perdiendo su contractibilidad; la atrofia se extiende á los párpados, haciendo desaparecer los cartílagos tarsos y deformando por consiguiente la abertura ocular; la conjuntiva se pone seca é insensible, la mucosa de los fosas nasales participa de la afección, formándose ulceraciones que destruyen á veces el tabique; la atrofia de los músculos de las extre- midades se hace mas y mas marcada, dificultándose la extensión de los dedos que se fijan entonces en la semi- lle xión, En esta forma existen también manchas, presen- tando por carácter especial, el color lívido y la falta de sensibilidad; estas manchas aparecen por lo regular en la cara externa de los miembros, aunque también se observan en el tronco; de formas mas ó ménos regulares y de ex- tensión variable, permanecen estacionarias por mas ó ménos tiempo, desapareciendo unas y ulcerándose otras; siendo este último fenómeno, producido por el rozamiento de la ropa ó por la acción de otros agentes. En las palmas de las manos y mas comunmente en las plantas de los pies, al nivel de las articulaciones ya de las falanges entre sí ó ya de estas con el metacarpo ó me- tatarso, se forman unas callosidades, perfectamente des- critas por los Eres. Lucio y Al varado, que quitándolas dejan descubiertos trayectos fistulosos que dan salida á un líquido sanioso, y después á supuración de un olor fé- tido; pasado un tiempo que varía de una á seis semanas, aparecen fragmentos huesosos mas ó ménos grandes, que determinan en este lugar una sensación de piquete muy 25 marcada, que advierte la presencia de estos cuerpos en ese punto. Asi se van eliminando poco á poco porciones de los huesos y aun falanges enteras, siendo presa de esta destrucción gradual los dedos de las manos y de los piés, determinando así su retracción y aun su desaparición completa; esta alteración va precedida de un aparato de síntomas flegmásicos. Se observan también inflamaciones que invaden las grandes articulaciones, apareciendo en estos puntos una rubicundez edematosa, muy dolorosa á la presión y que dando nacimiento á un absceso, descubren dicha articula- ción, poniendo en grave riesgo la vida del enfermo; algu- nas veces determinan la anquílosis y otras hacen necesa- ria la amputación. Hay casos en que sin haber trayectos fistulosos, el sis- tema huesoso se reabsorbe á tal grado, que desaparecien- do la falange media de un dedo de la mano por ejemplo, pone en contacto la extremidad inferior de la primera con la extremidad superior de la tercera, progresando así esta reabsorción, hasta venir á implantarse la uña sobre el metacarpo. Las uñas á su vez sufren una alteración, en virtud de la que se encorvan hacia su cara adherente, primero en el sen- tido de su latitud, después en el de su longitud y por úl- timo, se aguzan en su extremidad libre; lo que les da un aspecto que pudiera compararse á la uña del perro. Otras veces se reabsorve la misma uña, no dejando mas que una depresión semilunar, que corresponde al punto en que es- taba implantada. Tales son los síntomas que se observan en cada una 26 de las formas cuando se presentan aisladas; pero hay ve- ces en que un individuo es afectado de dos y aun de las tres formas, y entóneos la forma mixta que resulta, está caracterizada por el conjunto de síntomas propios á cada una de las formas simples de que se compone. Complicaciones. ,\ÍP ARA Cazenave y otros autores, los tubérculos pul- monares y los del mesenterio, constituyen una com- ' plicacion muy frecuente en la elefanciásis de los grie- gos. Biet y Monneret creen por el contrario, que raras veces se complica de ellos, haciendo notar lo mismo, los Sres. Lucio y Alvarado. Yo por mi parte puedo decir, que solo un caso observé en cuatro años que estuve desempe- ñando la plaza de. practicante de la sala de San Lázaro. Pero las complicaciones frecuentísimas, pudiera decirse constantes, son las flegmasías, en particular las de la piel y entre estas en primer término la erisipela; también se observan la conjuntivitis, la iritis, y en fin las inflamacio- nes de todas las membranas del globo del ojo. Las mas importantes bajo el punto de vista del pronóstico, son: las neumonías, las laringitis y las gastro-entirítis; esta últi- ma sobre todo, que es la que mas comunmente conduce á la tumba á los enfermos, especialmente á los de la forma manchada. Hablando de complicaciones, el Sr. Gallardo me ha re- ferido un caso de elefanciásis tuberculosa, complicada con albuminuria. Al tratarse esta complicación por los medios usados, cedió y con ella la elefanciásis. Los tubérculos, que eran numerosos y muy desarrollados, se reabsorbie- ron, la sensibilidad y la secreción del sudor volvieron en parte; en fin, se puede decir que este enfermo curó, pues no volvieron á presentarse en él manifestaciones de su primitivo mal, muriendo después de dos años, víctima de una neumonía: ¿Bajo qué influencia desapareció la ele- fanciásis? ¿Acaso la albuminuria modificó de una manera favorable la alteración primitiva, hasta el grado de hacerla desaparecer? Tócale al tiempo y á otros mas afortunados que yo, el resolver cuestión tan difícil como importante. Marcha, duración y terminaciones. lENDO diferentes los síntomas que caracterizan las láy tres formas de la elefanciásis, diferente debe ser la marcha en cada una de ellas; pero en general puede decirse que esta es lenta, progresiva y crónica, observán- dose remitencias y exacerbaciones. En la forma manchada, trascurre un tiempo que va- ría entre dos y seis meses, durante el cual los enfermos no experimentan otra molestia que la insensibilidad y el hormigueo; pero unas veces repentinamente y sin causa apreciable, otras á consecuencia de un enfriamiento, de un ejercicio corporal fuerte ó de un exceso en el régimen, aparece una ó varias manchas, precedidas de los fenóme- nos que ya conocemos. Estas se resuelven, se ulceran ó 28 se gangrenan, viene en estos dos últimos casos el trabajo de cicatrización y la enfermedad vuelve á su período es- tacionario. Comunmente los manchados se agravan en estío y en invierno, y se mejora su estado en verano y en otoño. Con estas alternativas sigue la enfermedad su marcha, y dura de siete á ocho años, á no ser que las manchas sean muy numerosas, pues entonces la duración es menor. Pero en uno y en otro caso se observan algunas de las complicaciones de que ya he hablado, y muy frecuente- mente la erisipela. La terminación casi constante es la muerte, producida en general por una gastro-enterítis muy rebelde, conse- cutiva á la aparición de manchas en el estómago é intes- tinos, y terminadas por ulceración. Los enfermos sucum- ben entonces debilitados por la diarrea; otras veces las manchas siendo muy numerosas y confluentes, dejan an- chas ulceraciones.que produciendo una vasta é inagota- ble supuración, hace que los enfermos mueran en el últi- mo grado de marasmo. La forma tuberculosa acercándose mas al carácter con- tinuo, sigue una marcha casi análoga á la de la anterior. Como esta se exacerba bajo la influencia de las mismas causas, bajo la influencia de las mismas causas también, sobreviene la muerte, que es la terminación común, des- pués de una duración de doce á veinte años. La marcha de la forma analgésica es mas irregular que la de las anteriores, y sus remitencias muy largas, como que la enfermedad permanece estacionaria años enteros. En cada exacerbación, se forma un trayecto fistuloso que 29 supura y por el que mas comunmente salen esquirlas hue- sosas. La supuración dura mas ó ménos tiempo; pero al fin el trayecto se cicatriza y no queda mas que la insen- sibilidad y las deformaciones de que ya he hecho men- ción. Después se forma otro trayecto y asi sucesivamente, hasta que viene una complicación á poner fin á la exis- tencia de los enfermos. La duración de esta forma es de treinta ó cuarenta años y algunas veces mayor; existen actualmente dos analgésicas de las que una lleva veinticinco años de hos- pital y la otra cuarenta y tres. Por lo dicho se ve que la duración de la elefanciásis manchada es la mas corta, en oposición á la de la analgé- sica, que es la mas larga. Diagnóstico. |||]i A elefanciásis es una afección que no presenta difi_ cuitad para precisar el diagnóstico, pues que hay tan ' pocas enfermedades con que pudiera confundirse, que no vacilaría yo en decir que tan marcada es en sus resul- tados, como en sus caracteres distintivos. Asi, entre sus síntomas, se encuentran como mas notables, el adormeci- miento y hormigueo, la insensibilidad y la supresión del sudor á un grado mayor ó menor, la calda de las cejas, la resequedad y comezón de las fosas nasales &c., manifes- taciones cuyo conjunto es peculiar á esta enfermedad. Las afecciones del cerebro de marcha crónica, pueden tener cierto parecido con esta afección; pero se desvane- 30 ce notando'que en das primeras predominan las lesiones de movimiento y de inteligencia; miéntras que en la ele- fanciásis, las lesiones son exclusivamente de sensibilidad. Determinada la forma, la manchada podría confundirse con la pitiriasis versicolor, con el lupus y con la púrpura; la tuberculosa con el lupus, y la analgésica con el mal perforante del pié. En la pitiriasis versicolor, la mancha es gris, amarilla ó azafranada, de forma y extensión variables, y está carac- terizada especialmente por la presencia de un hongo. [Mi- crosporon furfur.'] Se observan dichas manchas mas co- munmente en el pecho, cuello y vientre y se cubren de escamas furfuráceas. En el lupus, las manchas son violadas y tienen asiento casi siempre en la cara y sobre todo en la nariz, carrillos y labios; raras veces aparecen solas; por lo regular vienen acompañadas de tubérculos que tienden á ulcerarse, in- vadiendo los tejiólos en superficie y en profundidad; inva- sión que se efectúa por un lado, miéntras que por otro tiene lugar la cicatrización, resultando deformaciones ca- racterísticas. Las manchas de la púrpura son fugaces y tan marca- das, que no creo necesario insistir sobre esto. Respecto á la forma tuberculosa, solo diré que aunque el lupus presenta tubérculos y aunque también su sitio de predilección es la cara, sin embargo, también sabemos que casi siempre existen manchas y que el carácter principal de esta afección consiste en que dichos tubérculos se ul- ceran prontamente y se corroen los tejidos, resultando huellas indelebles. 31 Por último, he dicho que la forma analgésica, podria confundirse con el mal perforante del pié. Fijemos los ca- ractéres de esta afección, para deducir la diferencia. El mal perforante del pié, cuya naturaleza es descono- cida, está caracterizado por una callosidad que aparece generalmente en uno de los puntos de la línea que marca la reunión de las falanges con el metatarso. Esta callosi- dad sejperfora y deja descubrir una fístula que se distin- gue por lo siguiente; no tiene el mismo diámetro en toda su extensión, pues unas veces presenta un estrechamien- to en su parte media figurando dos conos unidos por su vértice, ó bien representa un solo cono cuya base está en la superficie exterior y el vértice en su punto de termi- nación. Esta fístula da salida al principio á cierta canti- dad de un líquido seroso y sanguinolento y en seguida á pus mas ó ménos fétido, desprendiéndose muy raras ve- ces porciones de huesos. Las fístulas de la forma analgésica se observan no so- lo al nivel de esa línea que hemos marcado, sino que con la misma frecuencia aparecen en la unión de las falanges entre sí y en las extremidades de los dedos. Por otra parte, no presentan el estrechamiento ni la forma que hemos descrito en el mal perforante del pié; y por úl- timo, casi siempre dan salida á porciones de hueso alte- rado. Al hablar de las enfermedades con que pudieran con- fundirse las tres formas del mal de San Lázaro, hemos considerado los síntomas locales de la enfermedad, exclu- yendo por decirlo así los síntomas generales; pero esta separación que es fácil en teoría, felizmente no lo es en la 32 práctica, que nos presenta medios de reconocer la enfer- medad de que se trata. Esta consideración me ha hecho no describir las man- chas, tubérculos y ulceraciones sifilíticas, pues que tanto la enfermedad que caracterizan, como la de que me ocu- po, presentan signos distintivos muy marcados. Pronóstico. L pronóstico de una afección que tarde ó temprano || debe terminarse de una manera fatal, que deja á los ® individuos á quienes ataca, mutilados ó por lo me- nos con asquerosas é indelebles huellas y á quienes en fin, la sociedad proscribe de su seno condenándolos al ais- lamiento, necesariamente es muy grave. Pero su gravedad no es la misma en las tres formas; mayor en la mancha- da y menor en* la anestésica, varia con la constitución de los sujetos, con el estado de las vías digestivas, con lo mas ó menos avanzado del mal, y con otra multitud de circunstancias que aumentándola ó disminuyéndola, no la hacen desaparecer del todo. Tratamiento. A terapéutica de la elefanciásis de los griegos no des- cansa sobre bases fijas, y tal vez pudiera decirse que nada puede ó que puede muy poco contra ella, en el estado actual de la ciencia. Se han puesto en uso muchos 33 y diversos medios que á su turno se han desechado, ya porque han sido nocivos, ó ya porque no han prestado utilidad manifiesta. Como en todas las enfermedades, el tratamiento de la que me ocupo, es terapéutico é higiénico. Tratamiento terapéutico.—En este, considerarémos medios generales y medios locales. 1*? Medios generales.—Siendo la supresión del sudor y el embotamiento de la sensibilidad, dos de los primeros síntomas que caracterizan la elefanciásis, se han preconi- zado los sudoríficos y la electricidad; entre los primeros, mencionaremos la tarántula y la zarzaparrilla, con los que si bien es cierto se consigue la secreción del sudor, esto no proporciona alivio notable á los enfermos. La electri- cidad, parece producir muy buenos efectos en los analgé- sicos cuando el mal no está muy avanzado, pues poco ápoco va renaciendo la sensibilidad; pero si se suspenden los to- ques, vuelve á desaparecer. El Sr. Lucio, que usaba dr este medio en los tubérculosos, habla de dos individuos en quienes se reabsorbieron los tubérculos por la aplica- ción sobre ellos de los electrodos de la máquina. Aristeo y otros, atribuyendo la enfermedad á una alte- ración de la sangre, practicaban abundantes sangrías, al principio de la enfermedad. El Sr. Gallardo, fundándose en la conveniencia de sostener las fuerzas de los indivi- duos, no usa las emisiones sanguíneas, sino para comba- tir las complicaciones flegmásicas. El mercurio, dice el mismo Sr. Gallardo, exacerba la enfermedad; pero suponiendo que así no fuera, tiene el inconveniente, como lo hace notar el Sr. Lucio: primero, 34 de alterar las funciones digestivas provocando la diarrea, y segundo, de debilitar á los enfermos obrando como al- terante. El iodo se usa en los tuberculosos sin éxito mareado. El arsénico, preconizado por unos, y proscrito por otros, es un agente que en manos del Br. Gallardo, produce muy buenos resultados. Bajo su influencia, reaparece la sen- sibilidad, la diaforésis se establece, los tubérculos se reab- sorben y las ulceraciones tienden á la cicatrización. El Sr. Gallardo lo usa bajo la forma de ácido arsenioso ó de arseniatos y arsenitos de potasa, de sosa y de antimonio ; un grano de cualquiera de estos compuestos, en veinticua- tro píldoras para tomar una ó dos en el dia; actualmente se usa en el hospital de San Pablo esta formula: agua destilada, una onza; ioduro de potasio, una dracma; iodu- ro de arsénico, un grano; de esta solución, los enfermos comienzan á tomar cinco gotas bis, aumentando la dosis gradualmente. . El Sr. D. Maximiliano Galan me ha referido estar tra- tando á dos analgésicas por la estricnina, y haber notado cierta mejora; aunque duda si esta no sea sino un perio- do estacionario del mal. Respecto de dicha sustancia, re- cuerdo que á fines del año de 68, habia en el hospital de San Andrés en el servicio del Sr. Jiménez (L.), un man- chado á quien se administraba diariamente una píldora de á doceavo de grano de ioduro doble de potasio y de estricnina. Dicho enfermo murió á poco tiempo por ha- ber sobrevenido una complicación. Se han usado, en fin, al exterior fricciones estimulan- tes y resolutivas, los baños sulfurosos, los de mar y los 35 de vapor, la hidroterapia, &c., &c.; pero con lo que se consigne mejor éxito, según pareceres con un tratamiento tónico. 2? Medios locales. El colodion elástico ocupa el primer lugar entre estos medios; él hace desaparecer los tubércu- los y las manchas, calmando un tanto el dolor de que unos y otros se acompañan. En los tubérculos se usa también el iodo, produciendo el mismo efecto aunque en grado inferior. Se han paseado vejigatorios volantes sobre los tubérculos, no consiguién- dose el objeto que se desea. Larrey cauterizaba los tubérculos con el fierro can- dente, y Cazenave dice haber visto detener los progresos del mal por este medio. Otros autores los cauterizaban con el nitrato ácido de mercurio ó con el nitrato de plata. Virchow practicaba la escisión de los tubérculos y siem- pre con buen éxito, supuesto que no se reproducían; las heridas que resultaban de esta operación, curaban con ra- pidez; pero hay el ligero inconveniente, de que las cica- trices se hacían un poco dolorosas, cuando la temperatura bajaba. En caso de perforación de la bóveda palatina, está in- dicado un obturador metálico, cuyo objeto se comprende. En. cuanto á otra multitud de indicaciones que se pre- sentan, me parecen tan sencillas y tan claras, que no in- sisto sobre ellas á fin de no hacer difuso este trabajo. Lo mismo diré de las complicaciones, que se combatirán por medios apropiados. Tratamiento higiénico. La higiene, que en la mayor parte de enfermedades, auxilia de una manera poderosa 36 al tratamiento terapéutico, en la elefanciásis de los grie- gos pudiera decirse que este auxilia á aquella. Esto es natural si se reflexiona que en la actualidad, el antídoto de dicha afección aun no se encuentra. Por consiguiente, mientras las cosas permanezcan así, deberémos considerar la higiene como la piedra fundamental del tratamiento de la elefanciásis. Los enfermos deben habitar un lugar seco y bien aerea- do, evitarán los enfriamientos bruscos y la humedad, así como todo ejercicio forzado; harán uso de una alimenta- ción sana y nutritiva, se abstendrán de los alcohólicos, y en fin, se sujetarán á todos los preceptos que aconseja una buena higiene. Lo que se dice de los enfermos en cuanto á higiene, se aplica con mas razón á aquellas personas en cuyas fami- lias hay ó ha habido algún elefántico. Naturaleza de la enfermedad. EMOS visto en anatomía patológica, las alterado- nes que se observan en los nervios, lo que nos abre las puertas á consideraciones importantes. El cilinder axis, forma un filamento continuado de los centros nerviosos á las partes en que se distribuye el ner- vio. Siempre que por cualquiera circunstancia, se inter- rumpe esta continuidad, se destruyen las funciones peri- féricas de este filamento. Los hilos conductores estando rotos, se pierde toda comunicación. 37 La existencia de esas celdillas, que concluyen por hacer desaparecer el cilinder. axis de los tubos nerviosos, expli- ca perfectamente las alteraciones de la sensibilidad que caracterizan esta afección. Y en cuanto á las alteraciones de la nutrición que tam- bién le son características, se pueden comprender por un mecanismo diferente. Es un hecho que la mayor parte de las funciones de la vida vegetativa están bajo la in- fluencia de la sensibilidad general; es decir, que una im- presión periférica yendo á reflejarse en un centro nervio- so, sea este la medula ó sea un ganglio, producen una mo- dificación notable en dichas funciones; por ejemplo: la excitación periférica del neumogástrico producida experi- mental ó patológicamente, como sucede en las lesiones de la respiración, determinan la secreción de la azúcar en el hígado. Así también se comprenden las modificaciones que se producen en la circulación, por la impresión fría de la piel. Por esto es probable que la desaparición de los cilinder axis de los tubos sensitivos, constituya la falta de estimulas necesario para que la acción refleja bajo cuyo dominio está normalmente la nutrición de ciertas partes, no se haga, y que por lo tanto estas se atrofien ó mueran. Esta teoría que emito, da cuenta en mi concepto, de las alteraciones que se producen en las tres formas de la ele- fanciásis, determinando así las lesiones que con tanta exactitud han descrito los Sres. Lucio y Al varado, y que creen con gran fundamento ser el resultado de una arterí- tis crónica. El Sr. Galan (M.) cree ver en los fenómenos locales tanto de la piel como de las mucosas en la forma mancha- 38 da, algo semejante á lo que pasa en ciertas embolias ca- pilares, como sucede por ejemplo en la endocarditis ulce- rosa; lo que cree tanto mas probable, cuanto que las lesiones arteriales que se encuentran en esta forma explican el mecanismo según el cual podria formarse el embohs, que iria á obturar la arteriola. El anterior trabajo tan incompleto y tan sembrado de faltas, no me atreviera á presentarlo si el cumplimiento de la ley no me obligara á ello. Por otra parte, las per- sonas que forman mi ilustre jurado, saben perfectamente todas las dificultades con que se tropieza al dar los prime- ros pasos en el escabroso camino de la ciencia. Esto me hace esperar el que sean indulgentes para mi, que no he tenido otro objeto, como ya he dicho, que llamar la aten- ción de los médicos, sobre el mas terrible azote de la humani- dad, la elefancidsis de los griegos. Si este no lo he llenado de una manera debida, cúlpese á mi poca experiencia y á mi ninguna capacidad. México, Mayo de 1872. dVtoiiij/cefo.