BREVES APUNTES 
SOBRE 
LA HISTERIA, 
SEGUIDOS DE UN APENDICE 
SOBRE LA 
mm¡bul KiiiiÉEim* 
POR 
FRANCISCO RODILES. 
PUEBLA: 1885. 
IMPRENTA DE MIGUEL CORONA, 
calle de Cholula núm. ,V, BREVES APUNTES 
.SOBRE 
LA HISTERIA, 
SEGUIDOS DE UN APENDICE 
SOBRE LA 
L OsC ORA JUSTÉ RI CA, 
POR 
FRANCISCO RODILES. 
PUEBLA: ISSL 
IMPRENTA DE MIGUEL CORONA, 
calle de Chotula nú ni, .9.  wá <macáé¡to 
y 7 '"6 A MI SABIO MAESTRO, 
SR. DR. AL; EMINENTE CI&VJAffO, 
SR. DR. 
jfwMises jfí mitos i) o i?)ca* A MIS QUERIDOS MAESTROS, 
SRES. DRES. 
|,áriod |)t|fl¿Co \) conanlo |j anlona. HUEVES APUNTES SOBRE LA HISTERIA. 
histeria es una enfermedad caracterizada 
■? la multitud y variedad de los fenómenos 
que ofrece. No hay enfermedad con la cual no tenga 
alguna semejanza, y á veces, es demasiado difícil re- 
lacionar un síntoma histérico á su verdadera causa. 
La histeria es conocida desde hace mucho tiempo. 
Hipócrates la menciona en varios libros, y Galeno ha 
refutado las ideas estravagantes que acerca de su 
causa inventaron los viejos filósofos. Por la multi- 
plicidad de sus síntomas, la histeria ha sido confun- 
dida con varias enfermedades, particularmente con 
la hipocondría y con el estado nervioso. Así ha lle- 
gado la idea de esta afección casi hasta nuestros dias, 
pues hace muy poco tiempo que Sydenham, Landou- 
zy, Briquet, Chairou y otros, le han quitado el ropa- 
ge conque la engalanaron los antiguos escritores. 
Cuando se hace la inspección cadavérica de los su- 12 
jetos que han sucumbido á consecuencia de la histeria, 
ya durante un ataque, ya con motivo de una compli- 
cación, se encuentra uno conque no hay lesión cons- 
tante, invariable, que pertenezca á esta nevrosis. 
Por su frecuencia, se hacen notar, diversas lesio- 
nes del útero y sus anexos; así, sobre 39 autopsias 
reunidas por Landouzy, estos órganos han sido en 29 
veces, el sitio de lesiones diversas; vienen en seguida 
las congestiones cerebrales y medulares, inflamacio- 
nes de la mucosa gástrica, nevritis, etc. Pero nada 
hay que nos explique los síntomas observados duran- 
te la vida; nada que ponga en claro la naturaleza de 
esta enfermedad. 
No es posible hacer una descripción minuciosa y 
detallada de los síntomas de la histeria; solo á gran- 
des rasgos puede trazarse su habitual fisonomía. 
Es una enfermedad caprichosa que se manifiesta, 
ya por un ataque completo, ya por una serie de sín- 
tomas insólitos, ya por una parálisis, un dolor, etc. 
Cuando un ataque tiene lugar, consiste en una se- 
rie de convulsiones generales, clónicas, irregulares, 
con pérdida mas ó menos completa del conocimiento, 
y sensación de un cuerpo redondo que se eleva del 
vientre á la garganta, donde produce un sentimiento 
de constricción de los mas penosos. 
El ataque invade bruscamente, solo cuando la cau- 
sa que lo produce tiene el mismo carácter. En una 
emoción viva de terror, de cólera, etc., el acceso se es- 
tablece desde luego; pero, en lo general, las cosas pa- 
san de otra manera. 13 
La mujer (l) empieza á ser demasiado susceptible; 
su carácter se impresiona fácilmente, llora sin moti- 
vo, se deshace en lágrimas, según la expresión de 
Astruc, suspira, solloza, y su amargura no tiene com- 
paración. Otras veces está alegre, contenta; rie, can- 
ta, abraza á las personas que la rodean, y demuestra 
de mil modos su alegría. Tan pronto está séria, des- 
deñosa y esquiva, como alegre, decidora y contenta. 
Su imaginación ya alumbrada por el sol de la felici- 
dad, ya oscurecida por las nubes de la tristeza, tiene 
siempre una susceptibilidad exagerada. 
Ademas de estas perturbaciones del carácter, la 
mujer siente mal estar, vértigos, pesantez de cabeza, 
perturbaciones de la vista, zumbidos de oídos, sudo- 
res súbitos, palpitaciones, etc.; el apetito es capricho- 
so, raro, algunas veces casi nulo; ciertas mujeres tie- 
nen el gusto depravado, se las vé ingerir cosas verda- 
deramente repugnantes. 
Uno, dos ó varios dias después del principio de es- 
tas perturbaciones, el acceso estalla con el mas pe- 
queño motivo; la mas ligera contradicción, la emo- 
ción mas sencilla, son capaces de producirlo. 
Las enfermas caen dando gritos agudos; sus miem- 
bros son agitados de movimientos irregulares, de ex- 
tensión, de flexión, de aducción y abducción; el tron- 
co es proyectado en diversos sentidos; las mujeres se 
sientan para caer de nuevo y hacer ejecutar á su 
cuerpo movimientos de increíble velocidad y de tal 
fuerza que, varios hombres son á veces incapaces de 
contenerlas. 
(1) La histeria, por lo común, afecta ála mujer. 14 
En medio de esta agitación, los ojos permanecen 
cerrados y los párpados experimentan un estremeci- 
miento continuo. El cuello se abulta; la cara, pálida 
unas veces, vultuosa otras, no tiene el color violáceo, 
ni el aspecto espantoso que presenta en los epilépti- 
cos. 
La respiración es acelerada, sonora y ansiosa: las 
enfermas parecen sufrir una costriccion en el pecho y 
la garganta; es la sensación del globo histérico: su 
pulso tiene una frecuencia proporcionada á la agita- 
ción general. 
En seguida, la mujer cesa de estar en relación con 
el mundo exterior. 
En este nuevo estado, la quietud sucede á la agi- 
tación, y la falta de sensibilidad parece completa: en 
efecto, las picaduras, el cosquilleo, y aun las quema- 
duras de la piel, quedan sin efecto; el mismo resulta- 
do produce el amoniaco en la mucosa pituitaria. Sin 
embargo, la pérdida de conocimiento no es siempre 
absoluta, pues aun cuando parecen perfectamente in- 
diferentes á todo lo que les rodea, son capaces, pasa- 
do el acceso, de referir todo lo que se haya dicho y 
hecho en su presencia; tanto que, por este motivo, se 
ha recomendado no decir palabras que puedan herir 
su susceptibilidad, aun cuando se crea no ser escucha- 
do por ellas. 
El ataque es muy variable en cuanto á su duración; 
que puede ser de algunos minutos, muchas horas ó 
aun varios dias, por mas que esto sea muy raro. 
La respiración es mas quieta y como estertorosa, 15 
el pulso late de 80 á 100 veces por minuto, y la tem- 
peratura tomada en la axila, apenas es 2 ó 3 décimos 
mas alta que la normal. 
Durante el acceso, se vé muchas veces meteorizar- 
se el vientre, por el desprendimiento de gases intes- 
tinales, que poco después son evacuados al exterior. 
El ataque histérico se calma poco á poco; las con- 
vulsiones clónicas cesan desde luego; el sentimiento 
de constricción disminuye; pero las enfermas casi 
nunca recobran desde luego el conocimiento, pues 
quedan sumergidas en un ligero sopor, que algunas 
veces termina por sueño natural. 
Algún tiempo después, vuelven á la vida común; 
varias veces sin otro accidente que el cansancio y la 
fatiga que es natural en casos semejantes; pero no es 
raro observar, ya una parálisis, ya un dolor de inten- 
sidad variable. Por su frecuencia, es digno de men- 
ción un dolor agudo limitado á un punto circunscrito 
de la cabeza y, por cuyo motivo, ha recibido el nom- 
bre de clavo histérico. 
De todas maneras, una explosión de suspiros, so- 
llozos y lágrimas, ó por el contrario, irresistibles ac- 
cesos de risa, marcan el fin del ataque. En estas cir- 
cunstancias la mujer es dada á los abrazos, los besos, 
y todos los trasportes de cariño. 
Las mas de las veces se hace una emisión abundan- 
te de una orina límpida, y el ataque se termina. 
Sin embargo, muchas veces el ataque no queda de- 
finitivamente terminado, y entonces no hay mas que 
una remisión de la enfermedad; en efecto, en pocos mi- 
nutos, los fenómenos primitivos, se reproducen y otro 16 
nuevo ataque tiene lugar. Esto puede suceder va- 
rias veces seguidas, hasta dejar á la enferma en una 
postración completa. 
Durante estas remisiones y cuando un nuevo ata- 
que debe sobrevenir, la mujer está triste, muchas ve- 
ces de mal humor y presiente que su mal no ha con- 
cluido. 
Los ataques, no terminan siempre por la vuelta 
completa á la salud: varias enfermas quedan áfonas, 
otras no perciben los olores, algunas quedan amau- 
róticas, paralíticas, sonámbulas ó catalépticas. 
En un gran número de enfermas se vé persistir 
después de cada paroxismo, una excitación particular 
ó un abatimiento y una tristeza, á los cuales se aña- 
de una gran fatiga física; estado á menudo mas peno- 
so para las enfermas que las mismas crisis. (Bra- 
chet). 
Es también en el intervalo de los ataques que se 
observan ciertos síntomas que acaban de caracterizar 
la enfermedad. 
Sin hablar de fenómenos extraordinarios que pare- 
cen haber sido demostrados en las histéricas, como un 
desprendimiento de chispas eléctricas en la superficie 
del cuerpo (Louyer-Yillermay); sudores de sangre ó 
hematidrosis (Parrot): debemos notar como mucho 
mas frecuente en el intervalo de los ataques y á me- 
nudo persistiendo durante todo el curso de la enfer- 
medad, una perturbación mas ó menos marcada de 
las funciones digestivas: unas veces anorexia alter- 
nando con una voracidad excesiva; otras, una depra- 
vación del apetito y vómitos espasmódicos que se re- 17 
piten una ó muchas veces, casi todos los dias, podien- 
do existir al mismo tiempo una constipación terca. 
Estos fenómenos que persisten mas ó menos tiem- 
po y entre los cuales hay algunos que resisten obsti- 
nadamente á todo tratamiento, desaparecen poco á 
poco ó bien cesan bruscamente, ya por un nuevo ata- 
que, por una emoción viva y mil veces por una preo- 
cupación de la misma enferma. 
Recuerdo en este momento un hecho curioso del 
cual fui testigo. Se trataba de una joven como de 
27 años de edad y que padecia la histeria desde 3 ó 4 
años ántes. Los ataques (que no eran muy frecuen- 
tes), le daban cada 3, 4 ó 5 semanas; después de ellos 
quedaba en lo general, con una parálisis del miembro 
inferior derecho que duraba de 8á 14 dias. Duran- 
te este tiempo, la enferma arrastraba la pierna y le 
costaba mucho trabajo cambiar de lugar. En esta 
parálisis se ensayaron todos los medicamentos reco- 
mendados para esos casos, sin éxito alguno; la misma 
suerte tuvieron la hidroterapia yla electricidad. Al 
cabo del tiempo que he mencionado, la enferma se 
acostaba mala y amanecia buena completamente, ve- 
rificando así esos cambios bruscos que son caracte- 
rísticos de los accidentes histéricos. 
Una ocasión, después del ataque, quedó con su pa- 
rálisis; pero con la preocupación de que con agua ben- 
dita se le habia de quitar; al principio no se le hizo ca- 
so, pero tanto insistió, que fué preciso ceder; se le 
friccionó toda la pierna con agua bendita, se la dejó 
reposar un rato; poco después se le dió otra fricción 
y. . . . joh sorpresa!, momentos después pudo andar 
libremente. Son estos accidentes, (desesperación á veces de las 
personas entendidas), los que ceden tan maravillosa- 
mente después de una misa, una novena, ó cualquie- 
ra otra de esas prácticas. Esas curaciones sorpren- 
dentes que la gente vulgar llama milagros, no tienen 
otro origen. 
18 
Empero el médico debe tener una fé menos robus- 
ta; no desanimarse cuando fracasen los medios de que 
dispone, y sobre todo, nunca aventurar en estos ca- 
sos un pronóstico grave, pues estaña expuesto á ver- 
se desmentido en cualquier momento. 
Esto no quiere decir que las histéricas no estén 
expuestas á los mismos accidentes que cualquiera otra 
gente, y por esta misma razón, requieren mucha aten- 
ción y cuidado por parte del médico. 
Este es el cuadro de los ataques en la histeria con- 
vulsiva; pero esta nevrosis suele manifestarse por ac- 
cesos no convulsivos. He aquí lo que pasa. 
Se empieza á notar, en la persona afectada, un 
cambio en el carácter, una gran irritabilidad, una mo- 
vilidad de espíritu y de humor continua, impacien- 
cias, inquietudes, hormigueos, sobre todo en los miem- 
bros inferiores; una necesidad de extenderse, de esti- 
rarse, de andar, de cambiar de lugar; ideas tristes, 
lloros ó risas sin causa; el sueño inquieto ó interrum- 
pido por imágenes espantosas, ó bien insomnio com- 
pleto; ya sienten calosfrios vagos, ya un calor ardien- 
te, á menudo un frió glacial en las manos: variacio- 
nes extremas en el apetito y las digestiones; mas tar- 
de latidos de corazón y espasmos que provoca la me- 19 
ñor causa; en fin, un estorbo al principio débil, en se- 
guida muy penoso en la garganta, una constricción 
dolorosa en el epigastrio y en el pecho. 
Después de algunos minutos, rara vez mas, las en- 
fermas acusan un estremecimiento ó un hormigueo 
particular, un calor vivo ó un frió glacial que se irra- 
dia del bajo vientre ó del epigastrio al cuello, ó la 
sensación de un globo que, extendiéndose de las mis- 
mas partes y siguiendo el mismo trayecto, determina 
cuando ha llegado á la garganta, una constricción y 
una sofocación tal que la enferma cree ahogarse. Al 
mismo tiempo sobrevienen bochornos en la cara, un 
dolor de cabeza fijo y como terebrante (clavo histé- 
rico), y meteorismo que puede simular un embarazo 
á término: quedan en el éxtasis ó el sonambulismo, 
caen en síncope ó tienen un delirio de intensidad va- 
riable y que se acompaña de alucinaciones. Algunas 
veces hay vómitos, estornudos, lloros, y estos últimos, 
anuncian el fin del ataque que se termina á menudo 
por la emisión de una orina límpida; mas rara vez por 
una excreción uterina ó vaginal mas abundante que 
de costumbre. 
No es raro ver los paroxismos histéricos, revestir 
esta forma no convulsiva, que en otros casos consti- 
tuye el primer grado del ataque y precede á la apa- 
rición de las convulsiones. 
La vuelta de los accesos, nada tiene de regular, (1) 
algunas veces se repiten, bajo la influencia de las mis- 
(1) En ciertos casos raros la vuelta de los ataques se hace por inter- 
mitencias regulares. 20 
mas causas; pero esta circunstancia no es siempre ne- 
cesaria; en efecto, una eraocion moral de cualquier 
género, y aun causas físicas, como los enfriamientos, 
pueden provocar la vuelta del ataque. Otros estados, 
como el embarazo ó alguna enfermedad intercurren- 
te, tienen por efecto suspenderlos. 
Cuando el espacio de tiempo que media entre los 
ataques, es grande, la salud se restablece por comple- 
to; pero cuando los accesos se repiten frecuentemen- 
te y están espaciados solamente por algunos dias, las 
enfermas permanecen en un estado habitual de sufri- 
miento; tienen vértigos, zumbidos de oídos, sienten 
la cabeza pesada, no duermen y á menudo tienen au- 
sencias; sus digestiones se hacen mal, sienten dolores 
variables por su intensidad en diversos puntos del 
cuerpo, y algunas tienen el apetito depravado. 
Estas son las formas mas frecuentes de la histeria, 
pero no las únicas bajo las cuales suele presentarse 
esta afección. En efecto, á veces los ataques son anó- 
malos, en ellos no hay pérdida de conocimiento, ó las 
convulsiones son puramente tónicas, -dando lugar á 
la tetania histérica, ó bien revisten un carácter sin- 
copal. Suele también suceder que los síntomas del 
ataque histérico se combinan con los de la corea y los 
de la epilepsia, dando origen á crisis mixtas. Otras 
veces, en fin, la única manifestación de la histeria es 
una nevralgia, una parálisis ó ligeros accesos convul- 
sivos, precedidos en lo general de mal estar y de un 
cambio de carácter mil veces inexplicable. 21 
Otra clase de accidentes sumamente comunes en 
las histéricas, son las perturbaciones de la sensibili- 
dad. La anestesia yla analgesia, son muy frecuen- 
tes; las enfermas tienen uno ó muchos puntos de la 
superficie del cuerpo en donde la sensibilidad es ó 
muy obtusa, ó está completamente abolida. Estos 
sitios insensibles que se presentan tan bien en la piel 
como en las mucosas, son de una extensión muy va- 
riable, algunas veces todo el cuerpo parece adorme- 
cido, otras son puntos muy limitados en donde la sen- 
sibilidad falta. 
La anestesia del istmo de la garganta, ha sido des- 
crita como síntoma patognornónico de la histeria. En 
efecto, en muchas enfermas se puede introducir el 
dedo hasta la epiglotis sin provocar ningún reflejo; 
pero este síntoma no es constante en la histeria y 
ademas se puede encontrar en otras enfermedades, en 
particular en el saturnismo. 
El Dr. Burcq ha demostrado que aplicando piezas 
metálicas sobre las partes anestesiadas, se podia ha- 
cer reaparecer la sensibilidad; la naturaleza de los me- 
tales capaces de provocar la vuelta de la sensibilidad, 
varía con ios enfermos: la aplicación no debe prolon- 
garse mucho; pues de lo contrario, se produce un mal 
estar general y la anestesia reaparece. Cosa notable, 
á medida que la anestesia se disipa de un lado, bajo 
la acción de los metales, reaparece en puntos simé- 
tricos del lado opuesto. 
Según investigaciones mas recientes, las piezas 
metálicas obrarían en la metaloterapia externa, pro- 
vocando una corriente eléctrica muy débil: los meta- 22 
les puros exentos de toda liga, no tienen acción so- 
bre la sensibilidad, y por otra parte, empleando una 
corriente eléctrica tan débil como la que producen 
las piezas de metal, se obtienen resultados idénticos. 
Los imanes y los solenoides, ejercen sobre la aneste- 
sia histérica una influencia análoga á la que produce 
la metaloterapia. 
Esta acción de los metales y de las corrientes dé- 
biles sobre la sensibilidad, no se observa solo en la 
histeria, ha sido también demostrada en las hemia- 
nestesias de origen cerebral. 
En fin, la anestesia de las histéricas, se acompaña 
algunas veces de isquemia muy pronunciada de la 
piel; las picaduras, las incisiones no producen ningún 
escurrimiento de sangre; hecho que se ha citado co- 
mo milagroso, (l) 
La hiperestesia es también un accidente muy co- 
mún de la histeria. Las enfermas parecen sufrir mu- 
cho, aun con el menor contacto. Frecuentemente al 
lado de una placa anestésica, se encuentra un lugar 
hiperestésico y no es raro que el mismo lugar cambie 
en un momento de la sensibilidad mas esquisita á la 
mas completa anestesia. 
Los ovarios, son un sitio muy notable de hipereste- 
sia en las histéricas. La compresión ejercida en dichos 
puntos, produciría los ataques, según ciertos autores 
y serviría también para calmarlos una vez producidos. 
A la hiperestesia pueden también referirse las di- 
versas nevralgias de las histéricas. La nevralgia in- 
tercostal y la trifacial son las mas frecuentes; pero 
(l) Laveran y Teissier. también suelen presentarse la lombo abdominal, la 
ciática y diversas nevralgias vicerales. El clavo his- 
térico es probablemente también un dolor nevrálgico. 
23 
Otros varios dolores, se presentan también en la 
histeria, las artralgias, las miosalgias, etc. Entre las 
primeras es digna de notarse por su relativa frecuen- 
cia, la coxalgia histérica. 
Ciertas artralgias son tan dolorosas que las enfer- 
mas reclaman la amputación. 
La sensibilidad, en fin, puede estar pervertida: las 
enfermas sienten hormigueos, calambres y algunas 
veces sensaciones ilusorias de calor y frió. 
Las perturbaciones de la motilidad que las histéri- 
cas presentan, pueden reducirse á dos, las parálisis y 
las contracturas; las primeras, mucho mas frecuentes, 
sobrevienen después del ataque ó se presentan como 
fenómeno primitivo. Pueden alcanzar medio cuer- 
po en la forma de paraplegía, mas rara vez en la de 
hemiplegia; algunas veces se limitan á un solo miem- 
bro y también á un solo músculo, pero casi nunca in- 
vaden los músculos de la cara. Sobrevienen lenta- 
mente, ó bien de una manera brusca, parodiando de 
este modo las parálisis sintomáticas de las hemorra- 
gias cerebrales. 
En las parálisis de origen histérico, la contractili- 
dad electro-muscular queda intacta; pero disminuye 
la sensibilidad eléctrica. 
Estas parálisis pueden presentar en su marcha, la 
irregularidad, la inconstancia de los otros fenómenos 
histéricos y desaparecen lenta ó bruscamente bajo la 
influencia de una impresión poderosa. 24 
La parálisis histérica, se complica algunas veces de 
contracturas y en algunos casos, se hacen sentir do- 
lores intolerables en las partes paralizadas. 
En ciertos casos, sobreviene un temblor mas ó me- 
nos generalizado y que simula el de la parálisis agi- 
tante. 
La parálisis no es rara en los músculos de la vida 
orgánica; y es fugaz ó terca, como en los otros mús- 
culos. Produce en la vejiga, dificultad de orinar, in- 
continencia, retención completa que á veces no se 
puede vencer mas que sondeando á las enfermas mu- 
chas veces por dia. La parálisis del recto, indepen- 
diente de la parálisis de los miembros, es rara, suce- 
de lo mismo en la del diafragma; la parálisis de los 
músculos de la laringe produce la afonia nerviosa y 
la del esófago la disfagia. Estos accidentes siguen 
inmediatamente al ataque ó no se muestran mas que 
largo tiempo después. Se disipan y se reproducen 
inesperadamente. 
Las contracturas, mucho mas raras, que las pará- 
lisis, pueden atacar uno ó varios músculos; en lo ge- 
neral ceden prontamente, pero hay algunas que per- 
sisten semanas y aun meses. 
Las contracturas histéricas, persisten durante el 
sueño fisiológico, pero ceden bajo la influencia del clo- 
roformo. 
Otra clase de desórdenes que afectan diversos apa- 
ratos, se observan frecuentemente en las histéricas. 
Por parte del aparato digestivo, se nota que el ape- 
tito es caprichoso y algunas veces, casi nulo. Se ha 25 
visto á las mujeres histéricas gustar las sustancias 
mas desagradables. En nuestro país es muy común 
ver á las jóvenes histéricas buscar con avidez esa va- 
riedad de barro que lleva el nombre de loza de Gua- 
dalajára y por el cual tienen un gusto particular: los 
pizarrines, la ceniza del cigarro, las frutas verdes,etc., 
son otras tantas sustancias que halagan el gusto de 
las histéricas. 
El tialismo con flujo abundante y esputación con- 
tinua, no es raro en las histéricas. 
Las funciones del estómago, suelen alterarse tra- 
duciéndose por dolores y vómitos espasmódicos. Ya 
he dicho, en otra parte, que á veces las digestiones se 
hacen mal. La parálisis del intestino produce la cons- 
tipación y el meteorismo. 
La afonia, la tos y la dispnea son las mas frecuen- 
tes perturbaciones del aparato respiratorio. 
La afonia es un accidente sumamente molesto y de 
una duración demasiado variable. 
Es necesario no cunfundir esta afonia con el mu- 
tismo pasagéro que se observa en ciertas histéricas y 
que debe atribuirse á una lesión verdadera ó simula- 
da de la voluntad. 
En algunas histéricas se vé sobrevenir sin ningu- 
na causa apreciable, una tos convulsiva del todo ca- 
racterística; es ronca, hueca, paroxística, consistien- 
do en una sola expiración muy fuerte, algunas veces 
análoga á un aullido, casi incesante y viniendo sin tre- 
gua. Esta tos, que solo el sueño suspende, puede 
persistir meses enteros y degenerar en un verdadero 
tic incurable. En cuanto á la dispnea, se observa sobre todo du- 
rante el acceso y es raro que, concluido éste, se pro- 
longue una ó dos horas después. 
La retención y la incontinencia de orina son per- 
turbaciones muy frecuentes por parte del aparato gé- 
nito urinario. 
La mestruacion suele perturbarse, en las histéri- 
cas, las reglas no vienen en la misma cantidad, ni con 
la misma regularidad que antes; son dolorosas algunas 
veces (dismenorrea) y á veces faltan completamen- 
te y son reemplazadas por otras hemorragias (ameno- 
rrea). 
La parálisis de ciertos sentidos especiales suele 
también encontrarse en las histéricas. Yo he tenido 
oportunidad de observar íi una enferma que después 
de los ataques quedaba ciega por algunos minutos, 
lo cual no puede explicarse sino por una parálisis mo- 
mentánea de la retina. 
Las perturbaciones de la inteligencia son también 
muy frecuentes en estos casos; así las histéricas, se 
hacen notar por la rareza de su carácter, por su sen- 
sibilidad exajerada: todas las supersticiones, todos los 
acontecimientos misteriosos tienen cabida en su espí- 
ritu. 
Existen ademas signos de una perturbación men- 
tal muy variada: juicios falsos, exaltación, movilidad 
extrema del pensamiento y de los deseos, amor de lo 
maravilloso, del lujo, de las artes, de los placeres in- 
telectuales y físicos; todas las excentricidades, triste- 
za, melancolía profunda, alegría loca, amor y aversión 
sin causa, ideas remanezcas, eróticas; simulación y 
disimulación sin el menor motivo, etc. 27 
Fuera de los ataques, pueden producirse accesos de 
delirio que simulan la meningitis: unas veces este de- 
lirio se disipa rápidamente, otras conduce á la enaje- 
nación mental. La decadencia intelectual es sin em- 
bargo mucho mas rara y muchísimo mas tardía que 
la epilepsia. 
Esta desigualdad deplorable en las impresiones mo- 
rales, se hace también sentir en el ejercicio de las fun- 
ciones de nutrición. De aquí resulta á menudo un 
enflaquecimiento considerable y una verdadera ca- 
quexia nerviosa, que á veces se acompaña de un mo- 
vimiento febril intermitente poco ó nada modificable 
por las preparaciones de quinina. 
Para concluir el cuadro sintomatológico de la his- 
teria, diré algunas palabras acerca del éxtasis, la ca- 
talepsia y el sonambulismo, por ser estados que á me- 
nudo se presentan en las personas afectadas de aque- 
lla nevrosis. (l) 
El éxtasis es un estado en el cual un individuo en- 
tregado por completo á un pensamiento que le domi- 
na, es enteramente extraño á todo lo que le rodea. 
Los individuos en éxtasis, han perdido el uso de 
sus movimientos voluntarios y el ejercicio de sus sen- 
tidos: toda su atención está fija en las sensaciones be- 
llísimas, pero puramente ilusorias que experimentan. 
Durante el acceso, el individuo que puede estar 
sentado, de pié ó de rodillas, tiene los ojos abiertos y 
(1) Parece ademas que estos estados pueden ser determinados en 
las histéricas á voluntad del observador, concentrando la actividad ner- 
viosa de la enferma en un solo punto. 28 
fijos, ordinariamente dirigidos al cielo ó al objeto de 
su contemplación, su cara está pálida, su boca abier- 
ta y se encuentra completamente inmóvil é insensi- 
ble. 
Después del acceso, que tiene una duración muy 
variable, los extáticos tienen mal estar, fatiga y es- 
tán muy abatidos. 
La catalepsia es una afección intermitente, que in- 
vade por accesos y que se acompaña de pérdida de 
conocimiento y de rigidez muscular parcial ó general; 
pero con la particularidad de que los músculos que no 
obedecen ya á la voluntad del enfermo, conservan du- 
rante todo el ataque la posición que tenian al princi- 
pio ó bien la que se les ha dado por difícil é incómo- 
da que sea. 
Durante el ataque, la sensibilidad táctil y la sen- 
sibilidad especial, están generalmente abolidas; los 
enfermos parecen extraños á todo lo que les rodea. 
Las principales funciones de la vida orgánica se ve- 
rifican sin embargo de una manera regular. 
Los enfermos vueltos en sí, están fatigados, tristes 
y en lo general no conservan recuerdo alguno de su 
ataque. 
El sonambulismo es el estado de un individuo que 
ejecuta, durante un sueño normal, actos que de cos- 
tumbre no se verifican sino durante la vigilia. (Ros- 
tan). 
Pueden distinguirse dos especies ó mas bien dos 
grados de sonambulismo, uno que puede llamarse ac- 
cidental y otro patológico. 
El primero que se produce fuera de todo estado 29 
morboso, tiene poca importancia, en tanto que el se- 
gundo caracterizado por ataques periódicos y siendo 
á menudo complicación de la histeria lo mismo que 
el éxtasis y la catalepsia, nos debe ocupar un mo- 
mento. 
El principio es muy variable, algunas veces se es- 
tablece bruscamente sin prodromas, otras es precedi- 
do de un ataque de histeria ó sigue á un sueño tran- 
quilo. Como quiera que principie, el sonambulismo 
patológico presenta hechos curiosos é importantes que 
observar. Si es periódico, no es raro demostrar, una 
relación directa entre los accesos, de tal suerte que, 
los actos preparados en uno de ellos, se cumplen en 
el que sigue; todo lo que ha ocupado la imaginación 
durante la vigilia, es extraño á las determinaciones 
del estado de sonambulismo y ademas el recuerdo de 
estas determinaciones que aparecen en los accesos, 
permanece completamente borrado durante la vida 
normal. Esta anomalía existe no solo en los actos 
intelectuales, sino en los hechos de la vida de rela- 
ción. Durante el estado de sonambulismo, los senti- 
dos pueden entrar en acción, pero de un modo res- 
tringido y solo para servir á la idea dominante. 
En este estado la fisonomía carece de expresión; 
los ojos están muy abiertos y las pupilas insensibles 
ála luz. Esto ademas varía con el pensamiento que 
preocupa al enfermo. En el momento de despertar 
que es ya brusco, ya anunciado por la vuelta del ac- 
ceso de histeria ó de catalepsia, el olvido es completo. 
La duración de la histeria es muy variable, algu- 30 
ñas mujeres no han tenido mas que uno que otro ata- 
que, mientras que otras la han padecido toda su vi- 
da. A veces se suspende durante uno ó varios años 
y es común que en la edad crítica cese espontánea- 
mente. 
Las emociones morales, el cambio de estado, un 
nuevo régimen de vida y las variaciones de fortuna, 
son otras tantas circunstancias que en ciertos casos, 
han podido hacerla desaparecer. 
La histeria se termina; primero, por la curación; 
segundo, por la decadencia de las facultades intelec- 
tuales; tercero, por la muerte. 
Cura espontáneamente por la edad, por una buena 
higiene física y moral: se gasta, digásmolo así, pero 
dejando siempre su huella sobre la persona afectada; 
en efecto, le deja como recuerdo de su paso, una su- 
ceptibilidad extrema, volubilidad de carácter, falta de 
memoria, la vuelve miedosa, triste y fácilmente im- 
presionable. 
Cuando la histeria ha durado largo tiempo, cuan- 
do sus accesos se han producido golpe sobre golpe ó 
cuando estos accesos han sido de larga duración, las 
facultades intelectuales no pueden menos de resentir- 
se, la luz de la razón se debilita, luce por intermiten- 
cias y acaba por extinguirse, dejando sumergida á la 
enferma en la nublazón de un delirio incompleto, en 
la oscuridad de la locura con intervalos lúcidos, ó en 
el cáos de la demencia. . . .! 
La histeria, en fin, puede producir la muerte por sí 
misma ó por alguna complicación. 
Mata por sí misma, produciendo la caquexia ner- 31 
viosa; es decir, ese agotamiento, ese debilitamiento 
que arroja á las enfermas ála miseria fisiológica. El 
organismo, fatigado, debilitado, no puede ya recobrar 
contra las causas debilitantes que tienden á extermi- 
narlo; sus funciones languidecen, sus fuerzas se ani- 
quilan, todo su ser decae para terminar en el hecti- 
cismo. 
Las complicaciones graves que suelen presentarse 
en el curso de la histeria y acaban con los enfermos, 
son las siguientes: Durante los ataques y cuando 
éstos son muy intensos, suelen venir, la congestión 
cerebral, la hemorragia del mismo órgano y la con- 
gestión y hemorragia medulares. En los intervalos 
de los ataques es de ordinario la exageración de un 
accidente ó sus consecuencias, lo que viene á produ- 
cir la complicación: así por ejemplo, la amenorrea, 
trae consigo, la gastrorragia, la broncorragiá, etc. , su- 
plementarias; la parálisis de la vejiga, produce una 
cistitis violenta y una pieio-nefritis; las parálisis de 
los miembros, cuando son muy prolongadas, dan lu- 
gar, por razón de la inmovilidad y acaso por falta de 
influjo nervioso, á la formación de escaras gangreno- 
sas en el sacro, etc. 
En cuanto al diagnóstico de la histeria, pueden pre- 
sentarse dos casos: ó se trata de una persona que ya 
anteriormente ha tenido uno ó varios ataques de la 
misma enfermedad, ó bien es la primera vez que ata- 
ca al paciente. 
En el primer caso será mas fácil establecer el diag- 
nóstico teniendo en cuenta las circunstancias que pre- cedieron y acompañaron á los ataques anteriores, el 
modo con que éstos se presentaron y el tiempo de su 
duración, etc., la influencia que esos mismos ataques 
produjeron en el carácter del individuo y en su salud 
general, y en fin, todo aquello que en concepto del 
médico, pueda servirle para diagnosticar. 
Empero puede suceder que uno ó varios síntomas 
aislados se presenten en una persona ya histérica; 
aquí, aun puede haber dos casos, ó que esos síntomas 
estén bajo la dependencia de la misma histeria, ó bien 
que pertenezcan á otra enfermedad distinta. 
En lo general podrá decidirse la cuestión exami- 
nando detenidamente al enfermo, siguiendo la mar- 
cha de los accidentes y teniendo en cuenta la volubi- 
lidad y anomalía de los fenómenos histéricos: habrá 
sin embargo casos en que este diagnóstico sea bas- 
tante difícil y aun llegue á ser imposible cuando, por 
ejemplo, una enfermedad cualquiera, se complique de 
accidentes histéricos. 
Si se tratase de una persona á quien un acceso de 
histeria acomete por primera vez, puede suceder que 
uno vea el ataque, ó lo que es mas frecuente, que sea 
llamado después que ha pasado dicho accidente. 
Mirando el acceso, casi siempre es fácil hacer el 
diagnóstico, atendiendo á la manera de presentarse y 
á las diversas manifestaciones que suelen acompañar- 
le. Esto no obstante, varias veces vacilará uno, cuan- 
do se encuentre en presencia de un ataque anómalo 
ó mixto y que por lo pronto no pueda uno referir á 
determinada enfermedad. Se recordará que la his- 
teria se complica á veces con la epilepsia, con la co- 33 
rea y con otras afecciones, y que los ataques suelen 
alternarse ó bien confunden sus síntomas para dar lu- 
gar á un ataque mixto. 
La histeria puede diferenciarse de la epilepsia: pri- 
mero, en el carácter de las convulsiones; segundo, en 
la facies; tercero, en el modo de ser del enfermo des- 
pués del ataque. 
Ya he dicho que en la histeria las convulsiones cló- 
nicas son ámplias (verdaderos movimientos desorde- 
nados), se producen con igual intensidad de los dos 
lados y afectan rara vez los músculos de la cara. En 
la epilepsia, hay dos períodos bien marcados, el pri- 
mero de convulsiones puramente tónicas, y el segun- 
do de convulsiones clónicas; pero son pequeños movi- 
mientos convulsivos y se extienden casi siempre á los 
músculos de la cara. La facies es un signo muy im- 
portante: en la histeria es pálida unas veces, enrojeci- 
da otras á consecuencia del esfuerzo muscular, pero 
nada ofrece de notable; en la epilepsia al contrario, 
el color amoratado, las comisuras labiales desviadas, 
la boca bañada por espuma sanguinolenta y las hor- 
ribles contorsiones que la animan, le dan á la fisono- 
mía un aspecto espantoso á la vez que característico. 
El enfermo después del ataque, tiene un modo de 
ser muy distinto en la histeria y en la epilepsia: en 
la primera es muy sensible, llora ó ríe sin motivo, se 
entrega á todas las manifestaciones de ternura, etc., 
pero puede comprobarse que sus facultades intelec- 
tuales están ilesas, que su órgano cerebral funciona 
bien: en la epilepsia al contrario, el enfermo es ajeno 
á todo lo que le rodea y aun parece olvidar su propia 34 
existencia; su mirada vaga, indiferente, estúpida, re- 
vela la oscuridad de su cerebro: en esos momentos, 
es incapaz de todo trabajo intelectual, no piensa, no 
raciocina, no convierte las impresiones en ideas. . . . 
Hay otros signos que también pueden servir para 
diferenciar la epilepsia de la histeria. En efecto, en 
la primera, el ataque sorprende bruscamente al pa- 
ciente, mientras que por lo general no sucede así en 
la segunda. La mala influencia que los ataques epi- 
lépticos producen en el estado mental del enfermo, 
los antecedentes de familia, etc., pueden ser útiles pa- 
ra diagnosticar. 
El estado de tristeza, de apatía en que caen á ve- 
ces ciertas histéricas, ha sido confundido con la hipo- 
condría. Sin embargo, con una poca de atención es 
fácil distinguirlas, atendiendo á que la histeria se pre- 
senta bajo la forma de accesos; ademas, la melancolía 
que tienen algunas enfermas, no depende como en la 
hipocondría de la creencia errónea que tienen acerca 
de la alteración de su salud. (1) 
En cuanto á diferenciar la histeria de ese sindro- 
ma clínico que lleva el nombre de estado nervioso, es 
cosa bien difícil si un ataque no viene á quitar dudas, 
pues en este caso no se tratará de la histeria. 
Ciertos accidentes histéricos que por su modo de 
presentarse, su larga duración y lo rebeldes al trata- 
miento, tienen á primera vista cierta analogía con ac- 
cidentes de otro origen: pueden distinguirse exploran- 
do la sensibilidad y la contractilidad eléctrica y sobre 
todo teniendo en cuenta, los síntomas concomitantes. 
(1) La hipocondría yla historia suelen complicarse en ciertos casos. 35 
Algunas mujeres, histéricas solamente, presentan 
algunos síntomas de la tuberculosis pulmonar y pue- 
de uno extraviarse en el diagnóstico si un exámen de- 
tenido no viene á declarar la verdad. Así, algunas 
histéricas, (casi siempre anémicas) suelen tener he- 
moptisis, como hemorragia suplementaria del flujo 
menstrual detenido ó desviado; en ellas las digestio- 
nes se hacen mal á consecuencia de las perturbaciones 
gastrointestinales propias de la histeria, lo cual produ- 
ce un enflaquecimiento mas ó menos rápido; si á esto 
se añade el tinte pálido de la cloro-anemia y las sen- 
saciones insólitas de calor y frió que tienen estas en- 
fermas, se comprenderá que un exámen superficial 
puede engañar al médico, mucho mas si la enferme- 
dad ha llegado á producir la caquexia nerviosa. 
El meteorismo exagerado del vientre en la forma 
no convulsiva de la histeria, ha dado también lugar 
algunas veces, á graves errores de diagnóstico. Los 
dolores abdominales muy vivos que atormentan á es- 
tas enfermas y los síntomas de colapsus que son la 
consecuencia de este estado de sufrimiento; el meteo- 
rismo, los vómitos, simulan á veces la peritonitis en 
ciertas enfermas. El diagnóstico de estas seudo-pe- 
ritonitis, suele ser muy delicado. 
No debe despreciarse ningún signo que pueda con- 
ducir directa ó indirectamente al diagnóstico y es es- 
te el lugar de recordar las palabras que el profesor 
Behier repetía á sus discípulos: . . .sed pacientes, 
n sed observadores; que una nada, una flor sobre la 
nmesa, un aroma en el pañuelo, una violeta en los 
■icabellos, sean otros tantos signos para vosotros. . . . ” 36 
Las histéricas, tienen peculiar gusto en ser compa- 
decidas y en aumentar las penalidades y sufrimien- 
tos de las personas que las rodean: agotan los esfuer- 
zos de su imaginación para atraerse la simpatía y con- 
miseración de quien las vé, y si el médico para hacer 
su diagnóstico se fijara solamente en la relación de 
la enferma, sería bien difícil que llevase á feliz térmi- 
no tan ardua empresa. 
La histeria, en fin, suele simularse; en efecto, po- 
cas enfermedades se prestan tan bien á este fin. Sin 
embargo, con una poca de atención es fácil descubrir 
el engaño, así por ejemplo, la que simula el ataque, 
cierra los ojos, se deja caer pero siempre buscando no 
hacerse mal, se deshace en convulsiones, pero estas 
convulsiones, no son las grandes contracciones atáxi- 
cas de las histéricas, sino mas bien se asemejan á las 
convulsiones epilépticas; pueden finjir la analgesia y 
la anestesia; pero cuando se les acerca á las narices 
un frasco que contenga éter ó amoniaco, no pueden 
menos de estornudar. Los signos somáticos, como el 
enfriamiento ó la elevación de temperatura, no pue- 
den ser simulados. 
En el diagnóstico de la histeria debe tenerse en 
cuenta la variedad y multitud de sus síntomas; y tam- 
bién que las mujeres afectadas de esta nevrosis, son 
muy propensas á mentir, inventando accidentes que 
no tienen ó exagerando los que realmente padecen. 
“Es indispensable (dice Tardieu) hacer notar, que por 
decirlo así, no hay un solo síntoma histérico que no 
pueda ser y que no haya sido alguna vez simulado. 
Es necesario que el médico se acuerde bien de esta 37 
verdad observada por todos los prácticos, á saber: que 
no hay límites á la astucia y á la necesidad de enga- 
ñar de una mujer histérica,” 
El pronóstico de la histeria es muy variable: be- 
nigno cuando reconoce por causa enfermedades fá- 
ciles de remover ó situaciones que pueden variar; lle- 
ga á ser grave cuando depende de lesiones rebeldes 
óde desgracias irremediables. Si los ataques son 
poco intensos, no dejan tras de sí ningún accidente y 
tardan en repetirse meses ó aun años; la persona afec- 
tada apenas puede llamarse enferma; pero si los acce- 
sos se repiten frecuentemente, son de cierta intensi- 
dad y dejan parálisis, nevralgias, contracturas ú otros 
accidentes, la vida llega á hacerse muy .pesada. 
Debe tenerse en cuenta en el pronóstico, según di- 
ce J. Frank, las molestias, los sinsabores, los pesares 
que las personas afectadas de esta nevrosis ocasiona 
á las que las rodean: “¿puede darse (dice el autor pre- 
citado) hombre mas desgraciado, que el marido de 
una histérica?’’ 
Se ha dicho por algunos autores que las mujeres 
afectadas de esta enfermedad, concebían difícilmente. 
Esta aserción, que tal vez sea cierta, puede consistir 
en las lesiones de que tan frecuentemente es sitio el 
aparato generador en estos casos. 
De todo lo dicho resulta que la histeria ademas de 
que puede acabar con la vida del individuo, le hace, 
cuando menos, muy penosa la existencia. Si se re- 
cuerda ademas que dicha afección suele durar hasta 38 
los 40 ó 50 años, se comprenderá la gravedad de su 
pronóstico. 
Las causas de la histeria deben dividirse en dos 
órdenes: las causas predisponentes y las causas oca- 
sionales: las primeras se dividen aun en causas físi- 
cas ó materiales y causas psíquicas. Las causas fí- 
sicas comprenden: primero, las enfermedades genera- 
les y las enfermedades locales que pueden dar lugar 
ó que á lo menos predisponen á la histeria, como son 
la anemia, la cloro-anemia, la amenorrea, la dismenor- 
rea, etc., que obran debilitando el organismo; la vi- 
da sedentaria, la herencia y la miseria; segundo, cau- 
sas que notoriamente predisponen á la nevrosis de 
que se trata, no solo por debilidad orgánica sino por 
sobre-excitacion del sistema nervioso; entre estas se 
pueden colocar, la continencia, los excesos de coito y 
el onanismo. 
Son causas psíquicas predisponentes de la histeria: 
primero, todas aquellas acciones de la vida que exci- 
tan el sentido genésico, como la lectura de ciertos li- 
bros, las conversaciones deshonestas, la vista de cua- 
dros ó estampas impúdicas, ciertos espectáculos tea- 
trales, etc.; segundo, todas aquellas circunstancias 
que contristan el ánimo y abaten la moral, como los 
acontecimientos desgraciados, los espectáculos tris- 
tes, las pasiones contrariadas y todas las causas su- 
ceptibles de obrar en este sentido; tercero, el amor 
excesivo á las bellas artes, la música por ejemplo. 
Las causas ocasionales ó determinantes, pueden 
también dividirse en físicas y psíquicas, pero teniendo 39 
siempre en cuenta que no determinan la histeria, si- 
no cuando el organismo ha sufrido ya la influencia de 
las causas predisponentes. 
Entre las causas ocasionales físicas, se ha citado el 
enfriamiento, aunque muy rara vez, el traumatismo, 
yen el hombre la embriaguez. (1) 
Las psíquicas ocasionales, son las conmociones mo- 
rales vivas, el miedo, el terror, la cólera y todas aque- 
llas impresiones bruscas que conmueven el ánimo. 
En fin, en este último orden de causas debe colocarse 
la imitación, es decir, esa especie de contagio nervio- 
so por el cual es atacada de convulsiones histéricas 
una persona ya predispuesta y que vé en otra un ac- 
ceso de esta nevrosis. 
Algunas de las causas precitadas, pueden obrar ais- 
ladamente; pero en lo general, se reúnen, se combi- 
nan, se influencian, se ayudan para producir de una 
manera mas cierta la desgracia de un ser. 
Hecha esta observación, revisaremos detenidamen- 
te los dos desórdenes de causas, pero advirtiendo des- 
de ahora que si por ejemplo, el enfriamiento produce 
la histeria una vez sobre ciento, el onanismo la pro- 
duce una sobre dos. 
Causas físicas predisponentes.—La anemia, la clo- 
ro-anemia, son causas que obran debilitando el orga- 
nismo; la amenorrea, la metritis crónica y las demas 
enfermedades del aparato genital, obran de la misma 
manera (y tal vez también de otra que por ahora nos 
es desconocida). En efecto, esas jóvenes en quienes 
(1) Se dice que la embriaguez es una causa frecuente de histeria en 
el hombre. 40 
por una enfermedad cualquiera se determina ese com- 
plexas sintomático que se llama cloro-anemia, por cu- 
yas venas corre un líquido sanguíneo empobrecido y 
de mala calidad, que tienen la cara pálida, amarillen- 
ta, con ese color indefinible que ha querido compa- 
rarse al de la cera embejecida, y cuyos ojos undidos 
en las órbitas, parece que quieren sustraerse al der- 
rumbamiento individual; el movimiento de asimilación 
y desasirnilacion que constituye la vida, se hace mal 
y en consecuencia, las secreciones, las excreciones, 
los fenómenos de osmosis y exósmosis, se hallan per- 
turbados; los movimientos voluntarios son lentos, tor- 
pes, penosos; se diría que los músculos mal nutridos, 
se han vuelto tísicos y tienen pena en obedecer al cere- 
bro que los manda! 
El cerebro, como todos los órganos, se reciente del 
empobrecimiento de la sangre: las cloro-anémicas son 
tristes, melancólicas, meditabundas, padecen alucina- 
ciones, tienen insomnios y, . . . si en este estado se 
presenta una causa ocasional cualquiera. ... la histe- 
ria contará un triunfo mas entre sus víctimas! 
Favoreciendo el debilitamiento orgánico es como 
al parecer, obran las distintas enfermedades del apara- 
to genital, como la dismenorrea, los flujos blancos, 
etc. Ademas, algunas de estas enfermedades se en- 
cuentran ya en las anémicas. 
La vida sedentaria, ociosa y contemplativa, tiene 
el mismo fin. Esas señoritas de nuestra sociedad 
que salen poco á la calle y cuando salen van en coche 
y que si lo hacen á pié se cubren con la sombrilla pa- 
ra pasar de una esquina á otra, que le tienen mas 41 
miedo al sol que al cólera asiático y á la sierpe de sie- 
te cabezas; que viven entre colgaduras, alfombras y 
cortinas y abren poco los balcones por temor de un 
resfrio; que su ocupación favorita es leer novelas, ha- 
cer tejidos ó tocar el piano; que las mas noches con- 
curren al teatro á ver dramas mas ó menos terribles 
que conmueven su espíritu, á respirar una atmósfera 
viciada y á exponerse á los enfriamientos; que guar- 
dan, en fin, pésimamente las reglas de la higiene; es- 
tas jóvenes, digo, son casi siempre anémicas y muchas 
llegan á histéricas. 
La influencia que la herencia tiene en la produc- 
ción de la histeria, ha sido diversamente apreciada: 
al principio se creyó que toda joven nacida de una 
histérica debia tarde ó temprano padecer el mismo 
mal; esto era una exajeracion que los progresos de la 
ciencia debian hacer desaparecer. Generalmente se 
admite que la herencia tiene el papel de causa pre- 
disponente pero que queda sin efecto, cuando otras 
causas no vienen en su ayuda para producir la enfer- 
medad. Briquet cree que una mujer nacida de ma- 
dre histérica, es doce veces mas propensa á la enfer- 
medad, que cualquiera otra. 
En fin, la miseria social, es decir, esta série innume- 
rable de privaciones forzadas á que está obligada la 
gente pobre y sobre todo aquella que no está acos- 
tumbrada por haber disfrutado ántes de una posición 
holgada, predispone á varias enfermedades y entre 
otras á la histeria. 
La continencia, los excesos de coito y el onanismo, 
son causas físicas que predisponen de una manera no- 
table á dicha enfermedad. 42 
Desde hace innumerables años se ha acusado á la 
continencia de producir la histeria, para nuestros an- 
tepasados, era aun la causa principal, tanto que fun- 
dándose en este dato etiológico, hablan establecido 
tratamientos que harían ruborizar á una griseta. Ol- 
vidando por completo las ideas estravagantes que rei- 
naron en esa época, procuraremos dar á la continen- 
cia, su verdadero valor etiológico. 
Algunos autores modernos han negado por com- 
pleto que la continencia sea causa de histeria, fun- 
dándose en este hecho de observación, que muchas 
mujeres prostituidas son histéricas y éstas han satis- 
fecho demasiado sus deseos venéreos. Este hecho 
es cierto, pero en mi concepto no autoriza para negar 
por completo la influencia que la causa á que me re- 
fiero, tiene en la producción de esa nevrosis; demues- 
tra á ,lo más, que la histeria es un punto á donde pue- 
de llegarse por distintos caminos. 
La continencia llega á ser una causa poderosa de 
histeria, cuando existe en personas honestas que ó 
por su estado ó por su modo de ser social, no pueden 
satisfacer convenientemente los deseos de una miagó- 
nación exaltada. 
Los excesos de coito, han sido acusados por algu- 
nos autores, como siendo capaces de ocasionar la his- 
teria; en apoyo de esta opinión, se ha citado el hecho 
á que ántes me referí, á saber: el que algunas prosti- 
tutas son histéricas; y esta otra observación que tam- 
bién es cierta, que algunas jóvenes recien casadas, se- 
llan vuelto histéricas en su nuevo estado v en donde por consiguiente, no había motivo para culpar á la 
continencia. {1) 
El onanismo, esa plaga de la juventud, ese azote 
de la adolescencia, es el que en igualdad de circuns- 
tancias, produce mas histéricas: jamás será uno de- 
masiado severo para juzgarle! jamás demasiado cruel 
para procurar destruirle! 
Cuando se vuelven los ojos hácia ese mundo de jó- 
venes de árnbos sexos que pueblan nuestros colegios, 
esperanza de nuestra patria y orgullo de nuestra so- 
ciedad; cuando nos detenemos á contemplar la belleza 
física de esas jóvenes que mas tarde constituirán la 
dicha de un hogar; cuando nos admira la precoz inte- 
ligencia de ciertos niños, no podemos menos de enva- 
necernos creyendo que esos seres á quienes está con- 
fiado el porvenir, puedan algún dia hacer la felicidad 
de nuestra querida México! 
Pero ¡oh fatalidad! el desengaño viene bien pronto 
á disipar nuestra ilusión. Muchas de esas jóvenes 
bellísimas que hemos contemplado, se han vuelto ané- 
micas y aun histéricas; muchos de esos niños de pre- 
coz inteligencia, son epilépticos ó atáxicos! Y ¿quién 
ha diezmado de una manera tan considerable á esa 
juventud llena de vida? ¿quién ha destruido los be- 
llísimos colores que ostentaban en sus mejillas nues- 
tras jóvenes? ¿quién ha turbado la razón de esos hom- 
bres, antaño hábiles niños. . . . ? una sola cosa, el ona- 
nismo. 
Los niños y niñas de nuestros dias, van á un cole- 
(1) En estos casos otra multitud de causas pueden haber influido an- 
tes que los excesos de coito en la producción de la histeria. 44 
gio y ántes de saber leer ¡oh fatalidadl aprenden á 
masturbarse. 
Y en este estado, nada es capaz de detener al ona- 
nista; siquiera al ebrio lo detiene un poco la conside- 
ración de que sus parientes y sus amigos han de ver- 
lo en tan vergonzoso estado! siquiera el acuerdo de 
una familia á quien va á sumir en el abismo de la mi- 
seria, hace vacilar al jugador á las puertas del garito! 
pero lo repito, nadie detiene al onanista toda vez que 
sabe que el infierno y la gloria solo existieron en la fan- 
tasía de los antepasados y que ademas, ejecutando sus 
impúdicos actos en lugares ocultos, tampoco teme la 
vergüenza. Cuando el onanista llega á comprender 
que su vicio puede serle fatal, ya es impotente para 
abandonarlo. 
Causas psíquicas predisponentes.—Primero, la lec- 
tura de ciertas novelas, la vista de pinturas ó estam- 
pas impúdicas, etc., etc., son causas frecuentes de la 
histeria y obran despertando ciertos deseos en la ima- 
ginación de las jóvenes. En ayuda de estas causas, 
vienen frecuentemente, la continencia ó el onanismo. 
Segundo, los acontecimientos desgraciados, las pa- 
siones contrariadas, etc., son igualmente causas pode- 
rosas de histeria y obran deprimiendo el sistema ner- 
vioso. 
Ciertas jóvenes que han confiado demasiado en el 
porvenir y que en un momento, por acontecimientos 
inesperados, han visto desvanecerse sus ilusiones, que- 
dan en un estado tal de abatimiento y de tristeza que 
no tardan mucho en llegar á ser histéricas. 45 
Tercero, el amor á las bellas artes, sobre todo la 
música y la pintura ha sido algunas veces origen de 
histeria. Probablemente exaltando la sensibilidad 
ya esquisita de la mujer, es como han obrado estas 
causas. 
Causas ocasionales físicas.-—En las personas predis- 
puestas, la acción brusca del frió ha despertado mu- 
chas veces los ataques histéricos y bajo este punto de 
vista, el frió obra de la misma manera que todos los 
agentes exteriores que conmueven la esquisita sensi- 
bilidad de las histéricas. 
Causas ocasionales'psíquicas.—Las impresiones vi- 
vas de gozo, de temor, de miedo, etc., ocasionan fre- 
cuentemente ataques de histeria en las personas pre- 
dispuestas. Este choque, este traumatismo moral es 
mas que suficiente para despertar una enfermedad 
que mil veces no necesitaba ya mas que un pretexto 
para declararse. 
La imitación, en fin, ha causado ya muchos ata- 
ques de histeria. Una persona mas ó menos nervio- 
sa y fácilmente excitable presencia un acceso histéri- 
co, pocos momentos después siente un vértigo y cae 
presa de un ataque semejante al que podemos decir 
que le ha servido de modelo. Este acto, que los au- 
tores han llamado ó bautizado con el nombre de imi- 
tación, no tiene aún explicación científica. No es pe- 
culiar á la histeria y ántes por el contrario se obser- 
va con bastante frecuencia en los menores actos de la 46 
vida, si por ejemplo una persona bosteza delante de 
otra, esta última bosteza también aun contra su vo- 
luntad, se diría que hay un contagio nervioso. 
Ha podido estudiarse la sintomatología, las com- 
plicaciones mas frecuentes y las causas de la histeria, 
se ha observado su marcha y se ha preconizado un 
tratamiento racional; pero ¿quién podrá en el estado 
actual de la ciencia precisar el sitio y determinar la 
manera de obrar de las causas que hemos señalado? 
La Anatomía Patológica que es la que siempre ha 
servido para dilucidar estas cuestiones, ¿qué es lo que 
nos dice? nada, permanece muda: nos enseña las le- 
siones, las huellas que dejan tras de sí los accidentes, 
las complicaciones de la histeria, pero no la histeria 
misma: y bien ¿hemos de admitir por esto que esta 
afección sea una enfermedad del funcionamiento ó co- 
mo decian los antiguos, dinámicaf ¿creemos de bue- 
na fe que no hay lesión material? no ciertamente; ese 
grupo de enfermedades que los antiguos nosologistas, 
llamaban nevrosis ó enfermedades dinámicas porque 
no encontraban en las inspecciones cadavéricas la ex- 
plicación de los fenómenos observados durante la vi- 
da, no tiene en la actualidad razón de ser y no porque 
se conozca mejor que entonces, la naturaleza de cier- 
tas enfermedades, sino porque ahora todos estamos 
con vencidos de esta verdad: un órgano funciona mal, 
siempre que existe una lesión material, ó del mismo ór- 
gano ó de otro que tenga relaciones íntimas con el pri- 
mero; lesión apreciable unas veces, inapreciable otras 47 
á nuestros medios de investigación: y tan cierto es 
esto, que cuanto mas se perfeccionan dichos medios, 
mas enfermedades van saliendo del grupo provisional 
de las nevrosis para ser definitivamente colocadas, ya 
en las inflamaciones crónicas del tejido celular que 
separa los elementos anatómicos, ya en las degenera- 
ciones de estos mismos elementos, etc. ' 
El adelanto de la histología patológica, de la quí- 
mica patológica, nos enseñará sin duda algún dia la 
verdadera naturaleza, la verdadera causa de ciertas 
enfermedades; pero por desgracia este dia no ha lle- 
gado aún para la histeria: nos vemos pues precisados 
á juzgar, como lo hadan nuestros antepasados, por 
la sintomatología. Este modo de juzgar ya muy po- 
co racional cuando se trata de enfermedades que tie- 
nen un mismo orden de síntomas como la tos ferina, 
por ejemplo, llega á ser completamente absurdo cuan- 
do la enfermedad de que se trata, posee síntomas tan 
variados, tan complexos, tan contradictorios como la 
histeria. 
Algunos han colocado el sitio de dicha afección, en 
el hígado, la vena porta, la sangre, etc., y otros en 
muchos órganos á la vez, así J. B. G. Barbier que 
hace cerca de sesenta años escribió su tratado de no- 
sología; dice al hablar de la histeria. “.. . . Descom- 
poniendo de alguna manera, la histeria, se reconoce 
una aracnoiditis, una mielo-meningitis, una irritación 
de los hemisferios cerebrales y de la médula espinal, 
nevrilemitis, plecto-ueuritis; una irritación, una flo- 
gosis aun del útero, una gastritis, etc.’- 48 
De esta manera explicaba este ilustre clínico los 
síntomas de la histeria, haciendo notar que las dife- 
rencias que se observan en los distintos casos, depen- 
dian de la preponderancia de tal ó cual accidente, so- 
bre los demás. 
Esta explicación de Barbier, muy ingeniosa por 
cierto, no tiene razón de ser. En efecto, este mismo 
autor al tratar de la Anatomía Patológica, da á en- 
tender que las lesiones á que se ha referido, no son 
constantes y además, que muchas de ellas ya no son 
perceptibles después de la muerte; y luego añade: 
“. . . .Por esto es que se encuentra en los cadáveres, 
la causa de todos los fenómenos morbosos que la ob- 
servación hacia percibir durante la vida; que la opi- 
nión flota incierta sobre el carácter de la histeria; que 
se continúa en discutir su sitio; que parece imposible 
unir los espíritus y ponerlos de acuerdo. ...” 
Dos teorías han dominado en la ciencia; la teoría 
antigua ó sea aquella que suponía en los órganos ge- 
nitales el sitio de la histeria y la teoría moderna que 
coloca dicho sitio en el aparato cerebro-espinal. 
Desde los tiempos mas recónditos, desde las prime- 
ras observaciones de la histeria, ha tomado nacimien- 
to la teoría genital de esta afección: En efecto, los 
movimientos desordenados de la pelvis durante el ata- 
que, movimientos que recuerdan los que acompañan 
al coito, (histeria libidinosa), la hipersecresion de las 
glándulas vulvo-vaginales que también se asemeja á 
la que se produce en el orgasmo venereo y que sobre- 49 
viene al fin del ataque; las acciones impúdicas y des- 
honestas á que se entregan muchas histéricas y sobre 
todo la falta de histeria en el hombre, (1) debia lla- 
mar muy pronto la atención de los médicos de esa 
época, quienes no vacilaron en colocar en los órganos 
de la generación, el sitio de esa enfermedad. Cuan- 
do las observaciones se multiplicaron y se notó la re- 
lación que habia entre ciertas afecciones del aparato 
generador y la histeria, cuando se pudo apreciar la 
feliz influencia que en ciertos casos produce el matri- 
monio sobre el curso de la nevrosis; no habia ya quien 
dudara del sitio del mal. 
Mucho tiempo ha durado esta teoría en la ciencia 
pero diversamente interpretada. Así para Pitágo- 
ras y Empédocles, Aristóteles y Platón, eran los de- 
salojamientos del útero los que producían la histeria; 
para Galeno esta nevrosis era debida á la retención 
de la sangre menstrual ó como él le llamaba, de la se- 
milla muliebral. Posteriormente Louyer-Villermay, 
Landouzy y otros han admitido y sostenido la teoría 
genital de la histeria, pero daban como causa, las le- 
siones del útero, de los ovarios, etc. 
La teoría genital era casi absolutamente admitida, 
cuando á principios de este siglo, Willis, Sidenham, 
Briquet y algunos otros, hicieron variar el prisma ba- 
jo el cual se habian visto hasta entonces, los acciden- 
tes histéricos: la segunda teoría, teoría moderna ó sea 
aquella que vé en el sistema nervioso el sitio de esta 
nevrosis, apareció desde entonces en la ciencia. 
Examinemos los fundamentos de estas dos teorías: 
(1) Los antiguos no habian observado la histeria en el hombre. 50 
Los síntomas culminantes de la histeria, son cam- 
bio de carácter, ataques convulsivos, pérdida de cono- 
cimiento, alteraciones de la sensibilidad y de la mo- 
tilidad, y á veces la perversión de las facultades in- 
telectuales: ¿estos síntomas, no son propios de las al- 
teraciones cerebrales? sin duda; pero, ¿estos mismos 
síntomas solo en las alteraciones cerebrales se presen- 
tan? claro es que nó; basta que la sangre que nutre al 
órgano pensador se altere en cantidad ó en calidad, pa- 
ra que dicho órgano no funcione bien y para que so- 
brevengan perturbaciones que todos conocen. ¿No 
basta un dolor vivo, una impresión moral enérgica, 
para producir accidentes cerebrales fugaces y pasaje- 
ros como la causa que les dió el sér?; ¿no son suficien- 
tes esos estados graves del organismo, para causar 
estos delirios simpáticos que se vén siempre pero ja- 
más se explican? las diversas intoxicaciones desde las 
mas frecuentes hasta las mas raras, desde las mas sen- 
cillas hasta las mas graves, desde la alcohólica hasta 
la saturnina ¿no traen á veces accidentes cerebrales 
de una gravedad inusitada. . . . ? 
Cierto es que el cerebro sufre ya una hiperemia, ya 
un estado anémico ó bien el contacto de una sangre 
alterada por elementos tóxicos, etc., etc.; pero esto 
no nos autoriza para decir que el sitio, que la causa, 
que la razón patogénica de la anemia, el tifo, el satur- 
nismo, etc. estén en el cerebro. 
En la histeria, el funcionamiento nervioso está con- 
siderablemente alterado, pero no es el único que su- 
fre; e 1 aparato gastrointestinal, el aparato genito- 
urinario, el aparato cardio-vascular, se encuentran 51 
igualmente perturbados. A esto se puede contestar 
que estas perturbaciones son el efecto del desequili- 
brio funcional del eje cerebro-espinal, lo cual sería 
cortar el nudo y no desatarlo, pues si es verdad que 
todas las funciones de la economía se resienten del 
mal funcionar del sistema nervioso, no es menos cier- 
to que un sistema nervioso mal irrigado y mal nutri- 
do, funciona mal. 
El organismo para funcionar bien, necesita la in- 
tegridad de todas sus partes; que falte esta condición 
en cualquiera de dichas partes y todas las demás fun- 
cionarán mal. 
Por otra parte, la teoría genital, ha perdido mucho 
terreno desde que se ha observado la histeria en el 
hombre. 
Es incontestable, (y en esto, todo el mundo está de 
acuerdo), que dicha nevrosis es muchísimo mas fre- 
cuente en la mujer; y ademas tampoco puede poner- 
se en duda la influencia que las enfermedades del 
aparato genital femenino tienen sobre la histeria. 
¿Qué decir de estos hechos al parecer contradictorios? 
En mi sentir, y como ya lo he dicho en otra parte, la 
histeria es un punto á donde puede llegarse por dis- 
tintos caminos; ademas, ¿no habrá una histeria sinto- 
mática y una histeria esencial, corno hay una epilep- 
sia idiopática y otra sintomática? La histeria esencial 
no sería peculiar á la mujer en tanto que la sintomá- 
tica puede afectar á cualquier sexo, Nuevas investi- 
gaciones aclararán estos puntos que por el momento 
no es fácil precisar. El tratamiento de la histeria, debe ser preventivo, 
de los accesos y curativo. 
52 
El tratamiento preventivo, debe consistir en sujetar 
á las personas predispuestas á una buena higiene fí- 
sica y moral á fin de retirar, cuanto sea posible, las 
causas del mal. Para esto es preciso alejar todo aque- 
llo que pueda despertar los deseos venereos y producir 
la excitación de los órganos genitales; se debe prohi- 
bir á las jóvenes la lectura de las novelas ó impedir 
que vean ciertos espectáculos, que oigan ciertas con- 
versaciones y en general, todo aquello que pueda pro- 
ducir el mismo resultado. 
Debe procurarse que estén siempre ocupadas, para 
que de esta manera tengan menos facilidad de entre- 
garse á los malos pensamientos. Sin embargo, para 
no fatigarlas demasiado, es bueno alternar las ocupa- 
ciones con los paseos y los ejercicios gimnásticos que 
en estos casos producen muy buenos resultados. 
No permitir que se acuesten sino cuando el sueño 
sea ya insoportable y sobre todo hacer que se levan- 
ten inmediatamente que despierten; porque en la in- 
acción del lecho, los pensamientos toman mala direc- 
ción. 
El régimen de los individuos amenazados de histe- 
ria, debe ser suave y ligero, pero no debilitante. Las 
bebidas alcohólicas, los excitantes, etc., deben en ge- 
neral ser proscritos. 
En el tratamiento de los accesos se han empleado 
diversos medios. Sin hablar de la titilación del clí- 
toris y otros actos, harto impropios y demasiado in- 53 
decentes que se han utilizado, los antiguos recomen- 
daban las fricciones irritantes, los sinapismos, las cau- 
terizaciones, etc.: pero estos medios no tienen la ac- 
ción que se les habla atribuido y en la actualidad es- 
tán casi abandonados. 
El empleo de los antiespasmódicos está muy gene- 
ralizado en el tratamiento de la histeria en general 
y también en el de los accesos. El número de las fór- 
mulas en que entran estos agentes, es muy conside- 
rable. 
Desde luego tenemos que considerar el éter que 
se ha administrado por la vía gastrointestinal, (éter 
en pocion, licor de Hoftman, etc.), ó bien por la vía 
pulmonar haciendo inhalaciones de esta sustancia. 
Sin embargo, bajo este último punto de vista, le es 
preferible el cloroformo como lo demuestran las ob- 
servaciones de Desterne, Eáeux y otros; las primeras 
inspiraciones de este agente aumentan la excitación, 
pero de un modo pasajero; es pues necesario conti- 
nuar las inhalaciones, cuando se quiere llegar á do- 
minar el acceso. Este medio, sin embargo, puede 
ser peligroso; en efecto, casi todas las histéricas, (en 
nuestro país, al menos), son anémicas y el empleo del 
cloroformo, podria ocasionar un síncope. 
La valeriana, el castóreo, la azafétida, el almiztle, el 
óxido y el sulfato de zinc, así como el alcanfor, han sido 
empleados durante el acceso, pero sin gran ventaja. 
En fin, los narcóticos, (opio y sus derivados); el es- 
tramonio, la belladona y otros agentes han sido tam- 
bién administrados; pero es en el tratamiento de la 
enfermedad y no de los ataques, donde convienen. 54 
Los olores fuertes y penetrantes, han podido algu- 
na vez moderar los accesos, pero no hacerlos desapa- 
recer: se hace inspirar éter, vinagre, amoniaco, etc. 
Los líquidos aromáticos bajo la forma de duchas y 
aplicadas en la cara, los senos y otros puntos del 
cuerpo, han podido ser útiles. 
J. Cruveilhier ha aconsejado como un medio infa- 
lible de hacer cesar los ataques, la ingestión de una 
gran cantidad de agua fria: si la enferma no ha per- 
dido el conocimiento, basta hacerle tomar dos ó tres 
vasos; pero si ya no está en sí, el autor citado acon- 
seja introducir entre los dientes un cuerpo duro y que 
no pueda quebrarse y verter en la boca el agua. Creo 
que en este último caso, sería preferible emplear la 
sonda exofagiana. 
Las lavativas de agua helada, recomendadas por 
Chiappa, así como las afusiones frias en distintos pun- 
tos del cuerpo y sobre todo en la cara, han sido úti- 
les algunas veces durante los accesos, ya deteniéndo- 
los por completo, ya moderando su intensidad. 
Nepple ha llamado la atención sobre la utilidad que 
las inspiraciones de ácido carbónico puro, tienen en los 
accesos de histeria; pero este medio, así como las in- 
yecciones narcóticas, aromáticas ó antiespasmódicas 
en la vagina, son mas ó menos problemáticas. Se 
cuenta, sin embargo, que un médico pudo calmar va- 
rios accesos de histeria, haciendo fricciones repetidas 
en el cuello del útero con pomada de estracto de be- 
lladona. 
Las emisiones sanguíneas, han sido recomendadas 
por muchos autores; se ha empleado la sangría del 55 
Tarazo, del pié, sanguijuelas detras de las orejas y se 
dice que con buen resultado. Este medio puede ser 
realmente útil, cuando el ataque se prolonga dema- 
siado, la mujer es fuerte, sanguínea y hay amenazas 
de congestión cerebral. 
Es indispensable, ademas, siempre que un individuo 
es víctima de un ataque de histeria, colocarle lo me- 
jor que se pueda, á fin de que no se haga daño con 
los objetos exteriores. Para esto, se coloca un col- 
chón en el suelo y se le acuesta allí procurando sos- 
tenerle pero sin lastimarle. Si se pusiera al enfermo 
en una cama, se corria el riesgo de verlo en el suelo 
al menor descuido y muchas veces á pesar de no des- 
cuidarse. 
Es necesario, ademas, desabrochar los vestidos ajus- 
tados, si hay corsé, quitarlo y desatar todas las li- 
gas que pueden estorbar la circulación é) molestar á 
la enferma. Se debe hacerle inspirar el aire fresco 
y alejar de allí los objetos ó las personas que le sean 
chocantes. 
Pero el tratamiento de los accesos, no siendo sufi- 
ciente, es preciso curar la enfermedad: para esto de- 
be buscarse la causa que origina dicho mal á fin de 
hacerla desaparecer, si es posible. Así las diversas 
lesiones del útero, la inflamación, los desalojamien- 
tos, etc., se tratarán por los medios adecuados; la mis- 
ma conducta habrá que seguir para corregir los de- 
sarreglos de la menstruación y las demas enfermeda- 
O J 
des del aparato genito-urinario. 
Si la causa que ha dado origen á la necrosis, es pu- 56 
ramente moral; si ha sido un pesar ó cualquiera otra 
impresión viva, es en las distracciones, en el cambio 
de costumbres, etc., que habrá mas esperanzas de éxi- 
to. Sobre esto sin embargo, no puede darse ningu- 
na regla general; son los incidentes de cada caso en 
particular, los que deben guiar al médico en su tra- 
tamiento psíquico. 
Pero hay casos en los cuales la causa de la histe- 
ria no es apreciable, entonces es á la nevrosis misma 
á quien se ataca. Para esto se han empleado diver- 
sos medicamentos; desde luego los antiespasmódicos. 
El bromuro de potasio ha sido administrado de dis- 
tintos modos, á diversas dosis y en épocas variables 
de la enfermedad y siempre con resultados casi nulos: 
enfermas hay que han tomado dosis fabulosas de tal 
sustancia sin el menor éxito. Esto no obstante, es 
un agente que debe ser recomendado por la acción 
notable que ejerce sobre el sistema nervioso. 
El bromuro de alcanfor y el bromuro de amonio, 
han sido menos empleados que el precedente y en ca- 
sos raros, parece que han dado buenos resultados. 
La valeriana, la azafétida, el almiztle, el castóreo, 
el óxido de zinc, el valerianato de la misma base, etc., 
etc., son otros tantos recursos á que debe apelarse en 
ciertos casos. Algunos accidentes histéricos tienen 
tal terquedad, que causan la desesperación del médi- 
co; para que al fin de todo, se mejoren con una sim- 
pleza; un cabo á San Antonio por ejemplo. 
La belladona, el estramonio v el beleño, no han 
curado la histeria; pero han sido demasiado útiles en 
varios de sus síntomas, espasmos, nevralgias, etc. 57 
El opio y sus derivados, han sido demasiado em- 
pleados en la histeria y se han llegado á dar dosis 
enormes de este medicamento; cierto es que muchas 
histéricas tienen una tolerancia especial poor esta sus- 
tancia. Según las observaciones de Gendrin, el opio 
no produce efecto alguno en tanto que el enfermo re- 
siste á su acción; pero luego que el narcotismo se 
muestra, todos los síntomas decrecen. 
Algunos médicos han unido la acción del opio á la 
de otros agentes, para combatir los accidentes histé- 
ricos; así por ejemplo, las píldoras antihistéricas de 
Debreyne, están preparadas con alcanfor, azafétida, 
extracto de belladona, extracto de opio y jarabe de 
goma. 
Cuando los accesos tienden á volver periódicamen- 
te, se ha administrado el sulfato, ó mejor el valerla- 
nato de quinina: algunos autores dicen que en estos 
casos ha dado buenos resultados dicha 'medicación, 
pero sobre todo, al principio de la enfermedad. 
Otras muchas sustancias, como el carbonato y vale- 
rianato de amoniaco, el acetato de plomo, el nitrato 
de plata, el ácido clorhídrico, etc., han sido recomenda- 
das contra la histeria: su multiplicidad indica bien su 
ineficacia; varios de ellos podrían, sin embargo, ser 
administrados en casos especiales. 
Para concluir con el tratamiento de la enfermedad, 
me queda que decir algunas palabras acerca de la hi- 
droterapia y el matrimonio. 
La hidroterapia tiene una acción eficacísima sobre 
todas las enfermedades nerviosas y entre ellas sobre 
la histeria. En muchas enfermas se ha hecho sentir 58 
una remisión notable de los síntomas desde la según- 
O 
da aplicación de las duchas frias. 
Después de cada baño y del ejercicio muscular que 
es necesario hacerle seguir, se siente un bienestar 
agradable, el apetito se aumenta, las digestiones se 
hacen mejor y el sueño es mas tranquilo: si se recuer- 
da que las histéricas tienen poca gana de comer, las 
digestiones son malas y el sueño intranquilo, se com- 
prenderá su utilidad. 
Las primeras duchas que la enferma recibe, deben 
ser suaves y de poca duración á fin de no producir 
una excitación demasiado enérgica que podria provo- 
car un acceso. 
El matrimonio, en fin, ha sido preconizado desde 
hace innumerables años contra la histeria. 
Si en efecto, es cierto que las mujeres afectadas de 
este mal tienen una excitación exajerada del aparato 
generador, lo natural era calmarla por los medios le- 
gales. Así pues, hubo una época en que á todas las 
histéricas se las recomendaba casarse, teniendo sin 
embargo cuidado de elegir un marido vigoroso. Es- 
ta práctica exaj erada que se observó sobre todo cuan- 
do reinó la teoría genital de la histeria, decayó bien 
pronto merced á los fracasos que los médicos de en- 
tonces, tuvieron lugar de observar; lo cual no contri- 
buyó poco á que tal teoría, cayese en el olvido en que 
yace aún. Un poco mas tarde, cuando apareció en 
la ciencia la teoría nerviosa, fué casi olvidado el ma- 
trimonio como agente terapéutico. Ultimamente se 
ha vuelto á él, pero con las reservas convenientes. 
En efecto, el acto de la cópula que calma los de- seos venéreos, no es el único factor que interviene en 
el matrimonio y si es cierto que el casamiento ha po- 
dido curar á ciertas histéricas, no lo es menos el que 
para otras ha sido ó completamente inútil ó aun per- 
judicial: los casos de éxito ¿han sido debidos exclusi- 
vamente á la verificación del acto carnal?, no cierta- 
mente; habrá tenido mas ó menos influencia, como lo 
acreditan ciertas observaciones, pero he aquí todo. 
59 
Cuando el matrimonio ha sido deseado y ha salido 
bien, se comprende fácilmente que la satisfacción del 
corazón, el nuevo régimen de vida y el cambio com- 
pleto que la mujer sufre en sí, puedan ser favorables; 
pero si sucede lo contrario, si los pesares, los disgus- 
tos y aun los malos tratamientos, han sido la conse- 
cuencia de un casamiento que ha salido mal, es casi 
seguro que la histeria se agravará. 
El médico pues, antes de recomendar semejante 
medio, debe ver si la causa que ha producido el mal, 
puede desaparecer bajo su influencia y advertir á la 
familia que es posible que la histeria cure de esta ma- 
nera; pero sin asegurarlo, pues si sucediese lo contra- 
rio, podría achacársele el haber empeorado la situa- 
ción de la enferma y ésto para toda la vida. 
Hay además ciertos síntomas de la histeria que re- 
claman un tratamiento especial. Así las nevralgias, 
á veces muy tenaces, deben combatirse por medio de 
las pomadas narcóticas, los revulsivos, ó las inyeccio- 
nes de morfina. 
Contra las contracturas y la tetánia histérica, el 60 
bromuro de potasio, el hidrato de doral, las inhalacio- 
nes de cloroformo y el masage, han dado buenos resul- 
tados. Hay, sin embargo, ciertos espasmos de los mús- 
culos de libras lisas, muy rebeldes al tratamiento. 
El hipo que muchas veces precede ó acompaña á 
los ataques, se disipa en general con ellos; pero a ve- 
ces suele prolongarse demasiado constituyendo un ac- 
cidente penoso para el enfermo: los opiáceos y los 
antiespasmodíeos son suficientes en los casos ligeros; 
para los casos rebeldes el cloroformo al interior, los 
vomitivos y los vejigatorios en el epigastrio. 
Los vomitivos incoercibles que atormentan á cier- 
tas histéricas, deben ser combatidos por medio de las 
bebidas heladas, la pocion antiemética de Riviere, el 
agua de Selts, etc. 
Al meteorismo que no es mas que la expresión de 
la parálisis intestinal, se le oponen, las lavativas es- 
timulantes, el extracto de nuez vómica, ó bien los ab- 
sorbentes como quiere Landouzy. 
Es bueno saber que la tos histérica que á veces no 
es modificada por los medicamentos que se han reco- 
mendado, cede muy bien por el cambio de habitación, 
los viajes, etc. 
Las parálisis de origen histérico, son felizmente 
tratadas por la hidroterápia, las corrientes eléctri- 
cas de intermitencias lejanas, las fricciones estimu- 
lantes. 
Los lavados del estómago por medio de la bomba 
gástrica suelen aliviar las gastritis, regularizan las di- 
gestiones, suprimen las pirosis. 
La influencia que la metaloterápia externa tiene so- bre la anestesia, puede también utilizarse en el tra- 
tamiento. 
En fin, en la catalepsia, el éxtasis y el sonambulis- 
mo, se emplearán los medios apropiados. 
FIN. APENDICE 
EA LOCURA HISTERICA. 
La histeria, no solo trae consigo las diversas per- 
turbaciones físicas que hemos tenido ocasión de es- 
tudiar, sino que produce ademas, graves desórdenes 
de las facultades intelectuales y afectivas, dando ori- 
gen á una forma especial de locura, que en razón de 
su causa se le ha llamado locura histérica. 
Basta recordar la extrema sensibilidad de las mu- 
jeres afectadas de esta nevrosis, la volubilidad y ra- 
reza de su carácter, la movilidad de sus impresiones 
v la continua excitación de su sistema nervioso, para 
comprender sin dificultad que estas perturbaciones, 
resonarán tarde ó temprano sobre el funcionamiento 
cerebral. 
La locura histérica se desarrolla sobre todo en las 
mujeres atacadas de histeria no convulsiva, con mo- 
tivo de una emoción viva, un pesar violento, etc. Es- 63 
tá caracterizada ya por un delirio erótico y una gran 
agitación, ya por una locuacidad extrema ó bien por 
un estado melancólico y sombrío que lleva á las en- 
fermas ála soledad. Algunas lloran sin motivo, otras 
cantan romances tristes cuyas palabras incoherentes 
expresan por momentos sus pesares amorosos, sus ilu- 
siones perdidas ó sus nuevas esperanzas, A veces 
son retraídas, esquivas, desconfiadas; huyen de las 
personas que las rodean y buscan el rincón mas soli- 
tario de la casa, la calma y la tranquilidad que desean 
para entregarse con libertad á sus pensamientos. 
Otras en fin, se vuelven místicas y llevan su espíritu 
religioso hasta el extremo: rezan continuamente, se 
O 7 
imponen los mas raros y extravagantes sacrificios y 
no es muy raro encontrarlas postradas delante de una 
imágen, en un estado de serni-éxtasis á que las ha con- 
ducido el exceso de su fervor. 
Ordinariamente, la locura histérica no es continua, 
afecta mas bien una forma intermitente. Los acce- 
sos de delirio vienen, por ejemplo, en cada período 
menstrual ó en épocas variables; duran ocho, quince 
ó mas dias y se calman y desaparecen, para volver en 
seguida. Los intervalos pueden ser exentos de to- 
da enajenación y marcados por la vuelta completa de 
la razón yla tranquilidad. La enfermedad, sin em- 
bargo, deja huellas de su paso y aun durante las re- 
misiones, se nota sobresalto, excitación, ó por lo con- 
trario, abatimiento y tristeza. 
En los casos raros en que esta locura afecta una 
forma continua, presenta la particularidad de ser me- 
nos grave. En efecto, nacida de una manera casi 64 
incidental, queda limitada á un simple delirio mania- 
co que desaparece rápidamente después de una dura- 
ción variable. Sin embargo, las reincidencias son de 
temer y no es extraño ver persistir, después de la cu- 
ración, una rareza de carácter ó aun una verdadera 
perversión de las facultades afectivas. 
Empero la perversión de las facultades intelectua- 
les, en las histéricas, no se hace bruscamente, sino que 
se establece con lentitud. Primeramente es esta tris- 
teza profunda que nubla la claridad del pensamiento 
y que lleva á las enfermas á la soledad: estas mujeres 
melancólicas, tienen vagos deseos de suicidio. Otras 
al contrario, tienen una alegría loca; ríen sin cesar 
por las mas lijeras causas ó sin saber por qué. 
Estas enfermas tienen ya en este estado, un insom- 
nio mas ó menos completo y cuando logran dormir, 
su sueño es inquieto, intranquilo y sueñan escenas 
fantásticas y desagradables. En el estado de vigi- 
lia, tienen una notable disposición para las inven- 
ciones remanezcas, algunas veces una excitación eró- 
tica muy manifiesta é impulsos á menudo irresistibles. 
En un grado un poco mas avanzado, las mujeres 
tienen, durante los ataques histéricos, accesos de de- 
lirio mas ó menos vivo que tiene un modo especial de 
ser y que generalmente desaparece con el acceso mis- 
mo. Ala inversa del delirio febril que se compone 
de palabras incoherentes y de ideas que no tienen re- 
lación entre sí, el delirio de los ataques de histeria, 
no es mas que la reproducción de los actos intelec- 
tuales que son habituales á las enfermas ó de aque- 
llos que resultan de las sensaciones que las han heri- 65 
do fuera de los ataques; es siempre vivo, muy agita- 
do y está en relación con las escenas íi las cuales la 
enferma se cree presente ó que la han conmovido de- 
masiado. (Briquet). 
Los ataques en los cuales toma participio el deli- 
rio, se terminan como todos los demas, por risas ó 
lloros, y á veces, por un período de sueño que du- 
ra algunos minutos. Algunas quedan después de di- 
cho ataque en un estado de agitación y subdelirio 
que las lleva á cometer actos impúdicos, desrazona- 
dos, etc. 
En fin, la locura histérica una vez establecida, se 
presenta bajo la forma de exaltación maniaca, de me- 
lancolía, ó de delirio parcial (monomanía). 
No teniendo en cuenta mas que las manifestacio- 
nes exteriores, no podria diferenciarse la manía his- 
térica, de la manía simple; los enfermos ofrecen en 
los dos casos la misma agitación, gritan, cantan, rom- 
pen lo que cae en sus manos, desgarran sus vesti- 
dos, etc,: tienen poco sueño, apetitos caprichosos, 
afectan las mas raras posturas, á menudo provocado- 
ras yes muy común encontrar delirio erótico. Pero 
si se examina la inteligencia, se percibe á menudo, en 
medio de esta confusión de ideas que se presentan con 
asombrosa rapidez, que hay una multitud de aprecia- 
ciones claras y de respuestas de una justicia y aun de 
una fineza sorprendentes. Estas enfermas, cuya pers- 
picacia es muy grande, expresan su opinión con una 
libertad de lenguaje de que no se tiene idea: todo lo 
vén, de todo se hacen cargo y todo lo recuerdan. 
Tienen impulsos irresistibles, que saben muy bien ser malos, pero á los cuales ceden; hacen el mal con 
una verdadera complacencia y satisfacción y si se les 
reprende, se excusan bajo el pretexto de que están 
malas, que no saben lo que hacen. Su movilidad 
es tan grande que no tienen momento de quietud; se 
paran, se sientan, van, vienen, buscan un objeto, lo 
encuentran, lo cambian de lugar y lo abandonan pa- 
ra pedir otro y así están siempre. 
En este estado, sobreviene con frecuencia el ata- 
que de histeria; pero es mucho mas común que solo 
existan accidentes parciales, espasmos, palpitaciones, 
hipo, sollozos; las perturbaciones de la sensibilidad, 
son ademas las mismas que en la histeria convulsiva. 
La melancolía es menos frecuente, pero se la sue- 
le encontrar. Las alucinaciones parecen ser aquí el 
fenómeno inicial; voces acusadoras repitiendo injurias 
á las enfermas, llegan á fatigarlas, lo cual bien pron- 
to es insoportable: algunas han buscado en el suici- 
dio, el remedio para ese mal. Cuando tienen un mo- 
mento de reposo, deploran su triste situación; no se 
explican como pueden estar en ese estado y temen la 
vuelta de las perturbaciones intelectuales. Al prin- 
cipio hay períodos de remisión que hacen concebir al- 
guna esperanza de mejoramiento, pero que pasan rá- 
pidamente dejando á la enferma, en su triste estado 
yal médico con una decepción mas. El delirio en- 
tonces se caracteriza mas y mas y se aproxima á la 
melancolía común de la cual difiere sin embargo por 
los períodos de remisión. 
El delirio parcial ó monomanía con predominancia 
de ciertas ideas bajo la forma de preocupaciones hi- pocondriacas, de ideas de posesión ó de delirio eróti- 
co, es también muy frecuente. 
Todos conocen estas manías caracterizadas por es- 
te hecho notable; el loco es loco solo al tratarse de 
la cuestión con que delira, fuera de ella, es cuerdo. 
Esto lo demuestra el disimulo á menudo profundo con 
que preparan y conducen sus empresas relativas á la 
idea dominante y la intachable lógica conque razonan 
acerca de dicha idea. Es preciso fijarse bien en este 
punto, cuyo conocimiento permite comprender, cómo 
un individuo un momento antes, calmado, frió y que 
se expresaba con todas las apariencias de una buena 
razón, puede llegar á ser un momento después un ase- 
sino, un incendiario, un suicida. 
Esto es lo que á veces sucede con ciertas mujeres 
histéricas, cuerdas al parecer, pero afectadas en rea- 
lidad de un delirio parcial y que cometen inesperada- 
mente actos vergonzosos ó aun criminales, víctimas 
de un impulso irresistible. 
A estos impulsos irresistibles, se debe referir esa ne- 
cesidad de gritar, de pronunciar palabras obscenas, en 
cualquier parte y en presencia de cualquier persona. 
Estas enfermas que no han perdido la nocion de 
las conveniencias sociales, se mortifican demasiado de 
tales actos sin poderlos evitar. Muchas buscan la 
soledad para no hacer á la sociedad testigo de su des- 
gracia. 
Los impulsos de la locura histérica, no tiene el ca- 
rácter ciego y brutal de el de los epilépticos; pero no 
son menos irresistibles. 
La locura histérica puede presentarse bajo la for- 68 
nía epidémica: me bastará recordar las epidemias tan 
conocidas, referidas por Calmeil. 
El pronóstico de la locura histérica es favorable 
para las formas maniaca y melancólica, pero cesa de 
serlo para la forma de monomanía. Si la demencia 
es menos frecuente á consecuencia de esta forma de 
locura que de la enajenación mental común, la croni- 
cidad, la vuelta de los accesos ó solo la perversión ha- 
bitual de los sentimientos y de las ideas, vuelven á 
estas enfermas insoportables para cuantos las rodean 
y obligan á tomar contra ellas, las mas minuciosas 
precauciones de vigilancia; además, la vida de la fa- 
milia llega á ser insoportable con tales individuos, no 
hay mentira que no digan, ni calumnia que no inven- 
ten, haciéndola aceptar á fuerza de su perfecto disi- 
mulo y su gran destreza. 
La locura histérica, es una enfermedad rebelde á 
todo tratamiento. Los accesos de furor vuelven, no 
obstante todo, después de una remisión mas ó menos 
larga y de ordinario solo una enfemedad intercurren- 
te viene á poner fin á los penosos sufrimientos de es- 
tos desdichados. 
Concluyo este pequeño trabajo sin la pretensión 
de haber hecho una tesis. Mi pluma, guiada única- 
mente por el deber, no ha expresado nada nuevo, na- 
da digno de atención. Sin embargo, si la benevolen- 
cia de mis maestros, en cuyas manos descansa hoy 
mi porvenir, hace aceptable este sencillo estudio, que- 
darán satisfechos mis deseos. 
Francisco Rodiles,