TFMh- "HpXK EL EXAMEN PROFESIONAL DE WHTf T1VT A Y fíüTTTTA dlüiJJXulgtiiX X XsXXX XI X XXXj POR @¡¡íí; Alumno de la Escuda de Medicina de México, y practicante del Hospital de San Pablo. LA PODREDUMBRE NOSOCOMIAL MEXICO: 1)871. tipografía de reyes velasco, Estampa de Balvanera núm. 1 • % mis pbras, COMO MUESTRA DE AMOR FILIAL. %, irás madras, EN PRUEBA DE GRATITUD. A LOS SILES. §, fnis Hibrágo Carpía g §. fgimcio libraba. TESTIMONIO DE RECONOCIMIENTO Y RESPETO. A LA Satiebab Jráoptrica g be DE LOS ALUMNOS DE LA ESCUELA DE MEDICINA. genio creador viene sobre la tierra de tarde en tarde, y el entendimiento humano ve siempre como una especie de fenómeno la aparición de los Newton, de los Arquímeues y de los Dupuytren. Mas de veinte siglos han trascurrido, desde que Hipócratesrecejió los conocimientos esparcidos que como otras tantas piedras le sirvie- ron para plantear los cimientos del difícil arte de curar; y sin em- bargo, en el inmenso transcurso de tantos años, solo ha habido un Galeno, un Sydenham, un Jiménez, &; que hayan podido acabar en un todo el dilatado campo de la medicina para perfeccionarla. Si los escritores que no pasan de cierta esfera mediana en el orden de los talentos, se hubieran dedicado á estudiar un punto limitado y circuns- crito de las ciencias bastas, hubieran sido mil veces mas útiles para la medicina los esfuerzos cíe tantos hombres ilustres. ¡Cuanto mas útil hubieran sido para esta ciencia los trabajos de tantos que las han cultivado, si en lugar de escribir algo de todo, hubieran parado su atención dirijiendo sus investigaciones hácia un objeto determina- do, contemplándolo en todas sus caras, midiéndole (permítaseme la frase) en todas sus dimensiones y trasmitiendo al porvenir el resultado fiel de sus observaciones! Los nosologistas entonces hubieran encon- trado bases mas seguras en que apollar el edificio vacilante hoy de sus sistemas, y entonces el médico de la misma manera que el natu- ralista, clasificaría las cmfermedades por géneros, por familias, y por especies según el orden natural de sus analogías, y diferencias y este paso, el mas glorioso para la medicina, la habría igualado enestabili- dad con la química. Por esto es que el sabio y progresista reglamento de nuestra Escuela de Medicina previene en uno de sus artículos que los alumnos que se inscriban al último año escolar deben elejir un punto determinado sobre el que versará la tesis para el examen profe- cional. Yo, que colocado en un departamento de Cirujia del Hospital de San Pablo, he visto las complicaciones de las heridas con mas especiali- dad que cualquiera otra enfermedad, siempre me llamó la atención una de las mas frecuentes y terribles; quiero hablar de lapodredum bre dfí. hospital: por esta razón voy á esponer lo que he podido observar sobre esta enfermedad tan conocida es cierto, pero á la vez tan poco estudiada: no quiero en este corto ensayo abarcar todo lo que á ella se refiere: fuera locura pretender dilucidar completamente la difícil 6 cuestión de su propiedad contagiosa: mucho menos imaginar hacer conocer algo nuevo. Así es que solo me he limitado á presentar lo que he encontrado de mas notable en los tratados sobre la materia, tomándome la libertad de copiar casi en todas sus partes la descrip- ción que de dicha enfermedad hace el Sr. Hidalgo Carpió, y de darle en este trabajo todo el interés de que es suceptible, porque en este escrito de mi maestro que tanto le honra, he visto la mas exacta sin- tomatologia, el pronóstico mas seguro y el mas adecuado tratamien- to: es también donde he visto la cuestión del contagio tratada con mas presicion. Por mi parte hago lo que está á mi alcance, muy po- co por cierto, pero me alienta un buen deseo, me anima una esperan- za y me consuela la benevolencia de mi jurado que ve y conoce cuán difíciles y vacilantes Son los primeros pasos en la ciencia. 7 ¿C A podredumbre de hospital ha recibido diferentes: se le ha llama- do gangrena de hospital, mal de hospital, degenerecencia pútrida de las heridas, gangrena contagiosa nosocomial, tiphus traumático, úl- cera maligna, úlcera pútrida, íilcera gangregona, dipteritis de las he- ridas, etc.; todos estos nombres prueban que la naturaleza de la enfer- medad está por buscarse, y si hoy parece enteramente resuelto que no es un tifo, ni tiene todas las condiciones de una gangrena, ni tampoco que sea una inflamación, no por esto puede decirse cual es la condición esencial de su desarroyo, y en vista de esta oscuridad Nelaton adopta el nombre de podredumbre de hospital, que sin decir nada acerca de su naturaleza, indica una especie de degenerecencia pútrida de las heridas, degenerecencia que se observa casi esclusi- vamente en donde hay acumulación de enfermos, es decir en los hos- pitales; racional es este modo de juzgar. La primera descripción detallada sobre podredumbre de hospital, se encuentra en las obras postumas de Ponteau, publicadas en 1783: después escribió sobre la materia Dussaussoyen 1788: Moreau y Burdin publicaron su tratado en 1796: entre los ingleses, el primero que dió una buena descripción de la podredumbre, fué Léonard Gillespie en 1785: Rollo en sus obras dedica un capítulo á la descripción de un veneno que obra sobre las úlceras y la manera de combatirlo, cuya publicación se hizo á fines de 1797: ya en 1799, Blanc y Trotter, cada uno por su lado, describen esta afección: Jean Bell en 1801, ha- ce mención de esta enfermedad en su tratado de Cirujia: Leslie y Johuston, el primero en 1804, y el segundo en 1805 escriben una tesis bajo el de “Gangrena contagiosa.” Sin embargo, no se crea por esto que antes de Ponteau no existiera la podredumbre de hos- pital y que no hubiera sido conocida, nada de esto ha pasado: la po- dredumbre es casi seguro que ha aparecido en las guerras de los tiempos mas remotos, cuando la acumulación de heridos se encontra- ba favoreciendo su desarroyo-, con tanta mas razón, cuanto que en- tonces la Cirujia en su cuna, imperfectos deben de haber sido los medios que estaban al alcance del Cirujano. En efecto, en 1722 La- motte, hace mención de la podredumbre de hospital: Ravaton, Ledran, y el distinguido Ambrosio Paré, refieren que las heridas ligeras des- pués de las batallas conducen á la tumba á los soldados, víctimas de un accidente gangrenoso que las complica. Pero si en épocas lejanas á los antiguos cirujanos llamaba la aten- ción este terrible azote, en este último tercio del siglo diez y nueve no ha pasado desapercibida esta fatal complicación de las heridas, y 8 no hay tal vez autor de Cirujia que con mas ó menos claridad, con mayor ó menor estencion deje de presentar una descripción que con diferentes nombres todas se refieren á la podredumbre de hospital. ¿Y cómo los genios quirúrjicos de mi patria, habían de quedar de simples espectadores de las enfermedades que nacen y se desarro- yan á su vista, sin intentar descorrer el velo que oculta su formación/ Imposible! El talento, hermanado con la práctica, sugirieron á Hi- dalgo Carpió la idea de estudiar su formación y las leyes que presi- den su desarroyo, para presentar en 1840, un cuadro completo sobre la podredumbre de hospital. CAUSAS DE LA PODREDUMBRE HOSPITAL, Las causas de la podredumbre de hospital, han preocupado en todos tiempos á los-prácticos, porque del conocimiento de las causas, nace siempre el conocimiento adecuado déla profilaccia de las enfer- medades y á veces su tratamiento curativo. Las causas de la podredumbre según los autores, son la acumula- ción de un gran número de heridos en una sala baja y húmeda, en donde el sol penetra poco ó donde la luz no llega, en enfermerías en que haya poca ventilación; se dice que el fno favorece su invasión, pero sobre todo agrava sus efectos; el calor también se cuenta entre las causas de la podredumbre, tanto que se dice que es mas común en las estaciones calurosas, pero parece que hay cierta ecsajeracion en atribuir al calor una parte tan directa en el desarroyo de la podre- dumbre, porque si en un año hay mayor múmero de heridos en el in- vierno que en el verano, es casi seguro que habra también mayor número de heridos afectados de podredumbre en la primera estación que en la segunda; y en las epidemias en cuyas descripciones se hace mención del termómetro, no parece que ha habido una gran elevación de temperatura, á veces mas bien se ha encontrado muy baja como sucedió en Diciembre en 1813, y en Metz en el invierno de 1813 á 1814 cuando el termómetro marcaba catorce grados abajo de cero: como en Andalucía en el estío de 1810 bajó una temperatu- ra de treinta y dos á treinta y seis grados. La podredumbre se ha observado en todos los climas y en todas las latitudes. Se dice que las borrascas son una causa frecuente, lo mismo que el estado eléctrico habitual de la admosfera que acompa- ña siempre á las tempestades; esto puede obrar en una sala de hos- pital favoreciendo la descomposición de los principios animales y favoreciendo á la vez la viciación del aire’ pero dudo mucho que esta viciación favoresca el desarroyo de la podredumbre; espresaré mejor mi idea: cuando un gran número de enfermos heridos ó no heridos se encuentra reunido, se desarroya una gran cantidad de miasmas; es decir, la respiración cutánea y pulmonar unida al des- prendimiento de varias sustancias impalpables, exaladas por las secreciones evaporadas y diseminadas en el aire, pueden, combinan- dose, alterar la admósfera de una sala v la alteran en efecto, lo cual está suficientemente demostrado, por el olor repugnante que se advier- te cuando de improviso nos encontrarnos en medio de un dormitorio ó de una enferme!ia: esto prueba que el aire tiene algo de nuevo que no ecsiste en otro lugar, fuera de estas condiciones; y aunque la quí- mica no puede demostrar la naturaleza de esos miasmas, el reactivo sensible del olfato demuestra su existencia, y la confirman los efectos que nacen de su desarroyo, pues que no cabe duda que el tifo pro- viene las mas veces de estas reuniones, ya sea en las prisiones, ya sea en los hospitales, ya sea en fin en los navios: fácil es concebir que haciendo obrar en los miasmas que se pueden llamar fisiológicos, una causa capaz de modificarlos como el calor, la humedad, laelectri- cidad, ect.; sean estos miasmas mas nocivos á la salud produciendo enfermedades por un envenenamiento particular de la sangre, y que tal vez de una manera indirecta obren sobre la podredumbre, hacien- do esta mas revelde, haciendo que sean mas destructores sus efectos y en fin que los síntomas generales se agraven; pero que estos mias- mas por sísolos sean capaces de producirla podredumbre de las heridas, lo dudo mucho, aunque esta sea la opmion de la mayor par- te de los autores, y vacilo apollado en un raciocinio del Sr. Hidalgo Carpió. Porque en efecto, aun cuando unos admitan una infección general semejante al tifo, contraida solamente por la mucosa pul- monar; y otros por la absorción únicamente en la superficie de la úl- cera, no los entiendo. Analicemos la primera opinión: supongamos un hombre con la infección genral: ¿cómo es que teniendo dos heridas ó dos úlceras, solamente una es afectada de podredumbre, mientras que la otra mar- cha á su cicatrización? ¿cómo es que siendo la sangre el único vehí- culo del principio dañoso., una herida sufre su influencia, mientras que la otra no padece cambio alguno desfavorable? No se paede ale- gar la diferencia de regiones ni de tejidos, porque á todos es capaz de invadir esta enfermedad. Respecto de la segunda opinión, esta es tan inconcebible como la primera, porque el miasma que podria absorversc y dañar una herida, podría hacer lo mismo con la otra; y no se alegue la mayor esten- sion de la superficie absorvente, porque muchas veces sucede pre- cisamente lo contrario á saber: la herida mas pequeña y superficial es la primeramente afectada, siéndolo ó no después la otra. Pero sigamos con la enumeración de las causas de la enfermedad para volver con alguna estension cuando nos ocupemos de la causa problemática del contagio. Pues bien, se ha dicho que las fatigas eesesivas, las privaciones prolongadas, el uso anterior de malos ali- mentos, el agua de jnala calidad, las afecciones morales tristes, la nostalgia, las impresiones profundas determinadas por una derrota, por la prisión, etc., todas estas causas creo obran sobre la podredum- bre, de la misnaa manera que ejercen su influencia sobre todas las en- fermedades tanto internas como esternas: porque nadie duda que en general, mientras mas abatido está un individuo en su parte física y moral, mas fácilmente es atacado por una enfermedad, y esta se 9 10 desarroya con mayor intensidad. Delpech dice que la inmediación de una sala de febricitantes, obra sobre los heridos favoreciendo el desarroyo de la podedumbre. Entre las causas que se pueden llamar generales, diré que Percy menciona las faces de la luna como pre* disponiendo á la enfermedad. Pasemos ahora á las causas que obran directamente sobre las he- ridas. Los autores dan una gran influencia al uso de planchuelas de hilas imperfectamente blancas y de ungüentos irritantes; á la falta de cuidado en las curaciones, es decir, no limpiándolas con todo el esmero necesario dejando la supuración; esta causa la creo evidente, y la prueba es que la podredumbre se desarroya en las amputaciones que se tratan de curar por el método español, método que consiste en que á estas heridas que resultan de las grandes operaciones no se les quita el primer apósito hasta su completa cicatrización, es decir, quedan lichas heridas encharcadas de supuración: pues bien, decia que la suciedad en las heridas es causa de podredumbre, ya sea que la herida quede sucia al hacer la curación, ó ya sea que se ensucie después de limpia por las hilas, por las vendas, etc., pues aun cuando no he visto en el hospital prácticamente el método español, he visto un remedo cuando la necesidad, la decidía ú otra circunstancia seme- jante ha hecho que muchos heridos no se curen en tres ó cuatro días; y he visto igualmente la podredumbre debida á esta causa infinidad de veces. Aquí me parece oportuno, por ligarse á la suciedad, ha- blar de una de las causas á que creo debida la mayor parte de las podredumbres, al menos en el Hospital de San P.iblo: quiero hablar ds la formación y descomposición de coágulos en el fondo de las he- ridas: esto es lo que me parece haber observ ado durante mi‘perma- nencia en el departamento de Cirujía de mugeres, y aun cuando la estadística que he seguido es pequeña, porque pequeño también ha sido el número de podredumbres, relativamente al número de heri- dos, sin embargo; las producidas por esta eausa exeden á las produ- cidas por cualquiera otra. El Sr. D. J. Valenzuela que ha hecho la misma obiervacion que yo, seespresa de esta manera. De 150 casos de podredumbres que se han presentarlo en la sala de Guadalupe de San Pablo, durante tres años que he seguido la estadística de esta complicación ¿cuántas han sido producidas por causas generales, y cuántas por causas locales? y estas últimas causas ¿cuáles han sido? yo creo que lo que se infiera de aquí, si no sirve de regla general, puede ser al menos de alguna utilidad. Pues bien, de estas 150 podre- dumbres, 50 fueron producirlas por causas muy comunes, como la influencia del aire, el uso de ropa sucia, las curaciones con instru- mentos mal aseados, etc.; las demas heridas antes de ser atacadas de podredumbre, se presentaban en el siguiente estado: en primer lugar la reunión por primera intención no se había verificado, aun cuando se hubieran encontrado para ello en las mejores condiciones, como sutura, bendoletes y bendaje; casi generalmente estaban dolorosas « inflamadas, y muchas veces en una grande estension y en las hilas con que estaban cubiertas, se encontraba sangre en cantidad mas ó menos considerable, y en fin examinando el fondo de la herida, se la 11 veía de un color negrusco y formado por coágulos que cuando la he- rida era profunda y sinuosa, la llenaban en todo su trayecto. Sobre esta última circunstancia quiero llamar la atención. Estas heridas se curaban por la primera vez, y los coágulos salían mas 6 menos; si sa- lian todos, en el acto el dolor y la inflamación cesaban y la herida tomaba buen aspecto, marchando hácia la cicatrización; pero si estos coágulos no salían, ó salían incompletamente, los síntomas referidos persistían aumentando en intensidad, y la podredumbre con todos sus caracteres se apoderaba de aquella desgraciada herida; y aun hay mas todavía, la podredumbre infestaba todas aquellas sinuosidades en donde había coágulos; y era necesario un tratamiento enérgico pa- ra poner termino á aquel orden de cosas que había colocado al en- fermo en una situación bastante seria algunas veces. La esplicacion de lo ocurrido es bien sencilla: para el desarroyo de la podredumbre se necesita un foco de infección, un foco de materias pútridas que puestas en contacto con la herida, la infeccionen, la dañen á tal gra- do, que esos focos la engendren en ella Y bien, esos coágulos que por la influencia del aire se corrompen, se pudren verdaderamente como se nota por su olor, ¿no son unos verdaderos focos de infección que en contacto con la herida formando cuerpo con ella, la infeccio- nan, la corrompen y la pudren, es decir, que hacen nacer allí la po- dredumbre? Y ahora ¿qué resulta de todo esto? si esto ha sucedido en el mayor número de easos, resulta que las heridas con respecto á la podredumbre, uno de los mas poderosos enemigos que puede tener son los coágulos, y que si es muy necesario y la indicación es com- batir la podredumbre cuando se desarroya, no lo es menos evitarla cuando amaga tan de cerca una herida. ¿De qué modo conseguir es- to? \ a veremos en el tratamiento la lógica indicación que resulta de todo lo dicho. Consideremos la etiología bajo otro punto de vista: ¿cuáles son las heridas que la podredumbre de hospital ataca con mas frecuen- cia? si me atuviera á lo que he podido observar, contestaría que las heridas profundas en donde se ha producido una hemorragia y donde reuniendo la piel el fondo ha quedado repleto de coágulos, y como es- tas condiciones existen notablemente en las heridas contusas de ca- beza, allí debe presentarse con mayor frecuencia este accidente, y en efecto, en esas heridas es donde he visto mayor número de podredum- bres: esto depende también de que las heridas en la cabeza, y de es- tas las producidas con piedra, al m nos en México son las mas co- munes. En general, las heridas contusas parece que son según los autores, las mas propensas á la podredumbre, pues que la mayor parte dicen que las heridas por armas de fuego son mas frecuente- mente afectadas que las otras; se dice también que es mas común en las heridas de los miembros que en las del tronco, en las que supuran mucho, que en las que supuran poco: y los autores que creen en el contagio verificado sobre la úlcera ó herida, ya por el pu- trílago, ó ya por la absorción del germen de la enfermedad, por la superficie absorvente de la lesión traumática, consecuentes dichos autores con su creencia, dan un gran valor para el desrroyo de La 12 podredumbre á la estension de la herida y al número de curaciones practicadas al dia; y así dicen que los cáusticos en que la dermis está á descubierto en mayor estension, hace que por esto mismo estén mas propensos á la complicación que nos ocupa. Diré sencillamen- te que la podredumbre puede atacar á todos los tejidos del organis- mo, puede ge'rminar en todas las lesiones traumáticas; y si algunos autores han creido que cierta clase de úlceras es respetada por la podredumbre, esto depende de que acaso no la han visto desarroyar- se en dichas úlceras; así por ejemplo, lío]lo hablando de las parti cularidades déla podredumbre (1) en el Hospital de Artillería de Woolwich dice “Las úlceras dotadas de un carácter específico como las venereas, las escrofulosas, las variolosas, estaban, al abrigo de este veneno y no fueron atacadas, no obstante que los individuos que las llevavan fueron colocados en las mismas salas que los otro3 enfer- mos.” ■‘Algunos soldados fueron atacados por éste veneno en les cuarte • les; uno á consecuencia de un vegigatorio, otro á consecuencia de una herida en la oreja, otro á consecuencia de una úlcera en la pier- na, y muchos en fin por causas semejantes. Los enfermos habitaban las mismas salas y no todos estaban afectados. Aquellos que tenian úlceras específicas, estaban preservados, aunque solo los separaba una distancia de dos pies, de enfermos que teman la podredumbre,” Pero como dije antes, solo depende esto de que el citado autor no lo observó porque no fueron atacadas estas úlceras por la podredum- bre, mas no porque no sea capaz de desarroyarse en dichas úlceras específicas; y ya he visto varias veces los bubones presentándola muy bien caracterizada. Pero volvamos otra vez sobre este punto ¿-cuáles son las heridas mas frecuentemente atacadas por la podredumbre! no se puede dar regla general sobre esto, lo que depende de las salas en que se prac- t.ca, y así vemos que mientras que para Rollo, las patadas de caba- llo se complican con mucha frecuencia, pues dice refiriéndose al Hospital de Woolwich que raras veces se contaban menos de cua- renta enfermos de podredumbre por la causa que he mencionado. Para Blanc, las úlceras escorbúticas son atacadas en mayor número, relativamente á las otras soluciones de continuidad; sin embargo las mordeduras y las quemaduras son lesiones que fácilmente se com- plican. ¿La podredumbre puede desarroyarse sin que exista solu- ción de continuidad? se refieren casos de esto, y en la página 487 del tratado Médico-Quirúrgico de Tohmson se leé lo que acerca de esto dice Trootter. ‘ Los moretones aun cuando la epidermis no ha- ya sido desprendida, no están exentos de esta tendencia á la ulcera- ción” y adelante se espresa en términos mas claros todavía “Bien que la mayor parte de estas úlceras fuesen ocacionada por alguna le- sión esterior, sin embargo yo he visto un gran número de casos donde no había ni herida, ni piquete, ni contusión, ni cosa semejan- te. Una pequeña mancha roja y sircunscrita, muy poco sensible; se [f] Véase ls» página 491 del tratado Médico-Quinírjico de J. Thomson 1827. manifestaba y al cabo de algunas horas se elevaba en ámpula, llega ba á ser negra sobre el centro é inflamada sobre las .bordes, 'hasta-' que lo que se inflamaba * aumentando de voluirfen, tomaba todos I03- caracteres de la podredumbre, con calentura concomitante y ulcera- ción consecutiva, escasas y eacurrimiento fétido.” En la página 492 de la Patología Esterna de O. Foliin (1861 ) dice: Í-La podre- dumbre de hospital puede invadir puntos simplemente amoratados, se ha desarroyado sobre las asentaderas de algunos húsares austríacos que habían recibido muchos bastonazos.” ¿Pero en lo* casos referidos por Trotter no pasaría desapercibido un piquete, un araño, ect., ó tal vez no se habria desarroyado una úlcera específica, coincidiendo su aparición con la complicación? Con respeto á los moretones diré que he visto alguna vez desarroyarse la podredumbre en soluciones de continuidad que primero fueron contusiones de segundo grado siguiendo de cerca á las primeras las segundas, pero jamas la ho visto sin que exista comunicación de un foco purulento con el aire, es decir sin que exista una herida. Entre las opiniones sobre las causas de la podredumbre, las que reúnen mayor número de partidarios son tres: según la primera, se creé que es producida por falta de higiene, como curaciones mal hechas, ect, podiendo compararse á una úlcera de la pierna que lle- ga á ser superficialmete gangrenosa por la suciedad y falta de cui- dado; la segunda opinión consiste en admitir, que la podredubre de hospital es una enfermedad', que como su nombre lo indica, es pecu- liar á los hospitales, y que simplemente la falta de cuidado favorece su desarroyo; los partidarios de la tercera opinión, creen que esta forma de mortificación de los tejidos nace bajo la influencia de cau- sas epidémico-miasmáticns, por lo que no hay razón pala darle el nombre de podredmbre de hospital, pues.que se le observa igualmente fuera de estos establecimientos en el tiempo en que reina en ellos. Pasemos ahora á tratar de la propiedad contagiosa de la podre- dumbre, pero antes sentemos algunas ideas relaiivas á la diferencia entre contagio é infección; veamos pues el valor que los autores han dado á estas dos palabras de .las que se usa constantemente en el lenguaje de la podredumbre. Dupuytren, hablando del contagio, dice que la naturaleza está lejos de ofrecer una sola manera y un solo medio de comunicación de las enfermedades contagiosas. Consideradas en su conjunto, estas enfermedades, pueden ser co- municadas de tres ó cuatro maneras diferentes: la admósfera, el contacto, la aplicación y el frotamiento, la inoculación ó la inserción, son otros tantos medios por los que el sarampión, la escarlatina, la viruela, la vacuna, la pústula maligna, la sarna, la sífilis y la rabia pueden ser comunicadas. En efecto, entre estas enfermedades las unas se trasmiten por el intermedio del aire, tales son el sarampión y la escarlatina llegadas á cierto periodo de su curso: otras se trasmiten por el contacto como la sarna por ejemplo; otras necesitan ademas del contacto, la des- nudacion de la epidermis, la sífilis está en este caso; y otras en fin se desarroyan por la inoculación ó inserción, como la vacuna, la ra- 13 bia. el sarampión y otras. Algunas no pueden trasmitirse sino de una sola manera, tales son la sarna, la rabia y la vacuna; otras pue- dan serlo de varias maneras, como la sífilis'y la viruela que pueden ser comunicadas, la primera por contacto con ó sin frotamiento y por inoculación; y la segunda por inoculación, por contacto y por inter- medio del aire: y en vano se intetaria trasmitir por ejemplo la sar- na por inoculación; ó la sífilis y la rabia por intermedio del aire: cada una de las enfermedades tiene sus medios determinados de tras- misión, y seria absurdo negar que una de estas enfermedades sea contagiosa solo porque no lo es del mismo modo que las otras. Como el contagio ha sido admitido por una multitud de autores, en enfermedades en que no existe, á la vez que han considerado no contagiosas aquellas que realmente lo son, cuyos errores han na- sido por haber confundido la infección pura y simple, con el contagio propiamente dicho, esto me conduce á comparar rápidamente estos dos fenómenos. Quesnay fué el primero que trató de distinguir lo que debe enten- derse por infección, y lo que debe entenderse por contagio. H6 ‘aquí en pocas palabras las ideas de Dupuytren: en la infección, dice el ilustre profesor, la causa primera del mal es la acción que hom- bres reunidos y acumulados en lugares bajos, estrechos, húmedos y en resumen insalubres; la acción que las emanaciones desprendidas de estos individuos, de sustancias animales ó vegetales en denonapo- sicion, ejercen sobre el aire ambiente: estas emanaciones de las que el aire está cargado, obran entonces sobre el hombre á la manera de los gases deletéreos. Los centros de donde nacen y se desprenden estas emanaciones, constituyen otros tantos focos de infección, cu- ya actividad es mayor ó menor según el grado de temperatura ad- mosférica, etc., y según la naturaleza y la cantidad de miasmas que encierran el aire. La esfera de actividad de estos focos, ó lo que es lo mismo, la distancia á la cual pueden obrar, no está aún exacta- mente conocida. Los vientos pueden por su dirección alejar la in- fección de ciertos lugares y estenderla sobre otros: Dupuytren, con- sidera estos focos como especies de pantanos. Los focos de que se trata no pueden determinar las enfermedades, sino en los individuos colocados en su esfera de actividad ó en la dirección del viento. Las cosas no pasan de esta manera en el contagio, aquí la enfer- medad no tiene necesidad de la intervención de las causas que le han dado nacimiento para su propagación: ella se reproduce hasta cierto punto por sí misma, é independientemente hasta cierto grado de las condiciones atmosféricas. Se desarroya en el interior de cada enfermo, una especie de gérmen de virus, ó bien se forma á su der- redor una atmósfera cargada del principio de la enfermedad, y por el intermedio de este gérmen, de este virus, ó de este principio: el mal puede trasmitirse á otros muchos individuos según uno de I03 modos que hemos indicado antes. Se creerá por lo establecido que debe ser fácil determinar riguro- samente si tal enfermedad, se propaga por medio del contagio, ó por 14 15 vía de infección; no es así desgraciadamente, y se vé que unos mé- dicos aseguran que hay contagio indudable precisamente; en donde para otros, no existe sino una infección En resúmen, se puede decir que el solo carácter que distingue el contagio de la infección en las afecciones miasmáticas, es que, el primero supone que la enfermedad ha sido trasmitida de un individuo enfermo á un individuo sano; en tanto que la segunda consiste en la acción que ejercen lugares in- fectos, sobre una masa mayor ó menor de individuos, gozando ac- tualmente de buena salud, se pueden ver casos en ios cuales no exis- te realmente una diferencia esencial entre el contagio y la infección. La forma de actividad en los focos morvosos, si se puede decir así, no es la misma; pero la manera como obran unos y otros, es entera- mente semejante, y por esta razón, producen enfermedades idénticas: expresaré con un ejemplo esta idea, un individuo e3 atacado de tifo, por haberse encon rado en compañía de otros muchos, en un foco de infección po; descomposición de sustancias en putrefacción; este individuo ya separado del lugar en donde absorbió los miasmas, co- munica á otro el tifo, en este segundo, la enfermedad es idéntica; y sin embargo hubo aquí propiamente hablando, contagio: se vé por esto que si ha habido diferencia en estos dos tifos, ha sido única- mente por la diferencia de donde nació el principio dañoso. Nada mas natural que preguntar: ¿es la podredumbre de Hospital cantagiosa? y ¿este contagio se verifica por infección ó por la inocu- lación ó por las dos causas reunidas? No es esta una cuestión de mera curiosidad, no es como otros problemas de Me'dicina, de una utilidad remota, es una cuestión de grande interes práctico, de utili- dad manifiesta, de interes incontestable, pues que á la solución de este problema, está ligado nada menos el tratamiento racional. Do la contestación demostrada en pró ó en contra, depende el alivio del que sufre y tal vez la desaparición de esta complicación de las heri- das; porque del conocimiento exacto de su propiedad contagiosa, nace la justa apreciación de las causas que la originan y entonce» los medios empiricos que hasta ahora ha acumulado la experiencia pueden dirigirse contra el nacimiento del mu!, y una vez conocido este, mas fácil es al científico impedir que ejerzan su influencia dán- dole origen. Si en el conocimiento de la verdad solo nos atubiéramos á la auto rulad, no hay duda que la balanza quedaría en equilibrio: pues aun cuando el mayor número de los autores han dicho que existe el con tagio, ios que opinan por la no existencia de esta propiedad en la podredumbre, son de gran criterio. Richerand, Dupuytren, Thomas, Perey, Willaume, Marmy, Pitha, etc., no admiten el contagio por inoculación; y para Delpech, Ollivier y otros, es la única manera de su propagación; para unos hay contagio solo por infección, para otros por las dos causas reunidas, y en fin, para algunos do ninguna manera. Hé aquí la división do opiniones entre los extranjeros. “En- tre nuestras notabilidades patrias, existe igual división: así por ejenv pío, mientras que el inteligente y modesto profesor Villagran, [1] el contagio existe; para el sabio maestro, para el eminente clínico Hidalgo Oarpio, la podredumbre no es contagiosa en manera alguna ni por infección, ni por inoculación: hé aquí sus pruebas, ved aquí los hechos que ha tenido la bondad de facilitarme. ‘;Los partidarios de la inoculación se fundan: i. c , en que se puede comunicar por el contacto de esponjas, de hilas, de vendas y de instrumentos que han servido para curar, un afectado; 2. °, porque se le ha visto invadir las pequeñas heridas de los cirujanos, aunque estos no vivieran en sus departamentos; 3. ° , porque se pueden seguir las trazas de la trasmisión de la enfermedad de un individuo, á un gran número de enfermos; 4. ° , porque ataca las heridas recientes también co- mo las antiguas úlceras; 5. ° , porque se puede impedir el desarroyo en los otros alejando al enfermo afectado; 6.°, porque queda mu- cho tiempo limitada á una sala de hospital sin aparecer en otras; 7. ° , en fin, porque se ha inoculado con la lanceta. Yo no dudo ab- solutamente de tales observaciones y ántes creo que deben tomarse todas las precauciones para evitar la inoculación; pero diré lo que he observado. En el departamento de Cirujía (Hospital de S. Andrés) de pre- sos, cada practicante curaba de quince á veinte enfermos; á todos con unas mismas pinzas y con unas mismas vendas, vendas muy mal lavadas y pinzas que no se tenia siempre la precaución de que- mar ó lavar bien; con ellas se curaban á los afectados de podredura* bre y á los que no lo estaban; sin embargo, en cada sección no ha- bía mas de cuatro ó cinco enfermos afectados de podredumbre* mientras que los demas marchab an á su sicatrizacion: todo esto, no prueba para mí, mas sino que, ni las pinzas, ni las vendas, han toca- do á la porción viva de la herida, ya casualmente, ya porque al en- jugar la úlcera, se haya tenido la precaución de no tocar con las pinzas la herida para no irritarla: es evidente que con estas circuns- tancias puede no haber habido contagio. Yo por mi parte intenté algunas inoculaciones en mí y en otros, en primer lugar porque du- daba del contagio, y segundo porque tenía la seguridad de impedir su desarroyo por el cautério. En tal concepto me inoculé cuatro ve- ces de distintos enfermos, en el antebrazo, y me acuerdo que en una de ellas, de un enfermo que llevaba tres ó cuatro dias de desarroya- da la podredumbre y no se habia empleado ningún tratamiento. Ninguno tuvo efecto. Entonces inoculó á los números 85, 65, y 88, sobre ei omoplato derecho, al 108 que tenia la podredumbre en su brazo derecho, y al 103 lo inoculé también sobre un omoplato; 16 m Recuerdo que siendo catedrático de clínica externa en 1867 en una de su* lecciones orales dijo: la causa que la podredumbre se establesca en ciertas salas, se arraigue en ciertos hospitales, es que las emanaciones desprendidas do una herida complicada, llendo á estrellarse contra las paredes, impregnan estas del principio dañoso de esas miasmas y después las moscas, el aire, desprendiéndolo viene á de- positarlas sóbrelas heridas, dando así márgen á la aparición repentina de la podre- dumbre, y haciendo de esta manera inútiles las precauciones para extinguirla. Esta observación basada en la experiencia de algunos hechos, ha sido rectificada en una conversación particular que tuve con el Sr. Villagran, sobre este particular. 17 en fin, al 102, qui tenia una herida (le media pulgada en los lomos, en el mejor estado y avanzando á su cicatrización, le apliqué una planchuela mojada en el pus de una podredumbre. “Larrey asegu- ra que la ha visto desarroyarse en enfermos cuyas heridas estaban en el mejor estado, por la aplicación de una planchuela mojada en el pus de una podredumbre. Pero los articulistas del Diccionario abreviado de ciencias médicas dicen en el tomo 13, pag. 353. “En el foco de infección todos los sujetos están dispuestos á contraer la podredumbre, los que escapan á este daño lo deben á una acción vital mas enérgica cuyo equilbrio mas sólidamente establecido resis- te mejor á la influencia de las causas que tienden á turbarla. Ni el uso de instrumentos no lavados con exactidud después de la cura- ción de una persona infectada, ni el uso de lienzos, ni de hila* que han servido ya á heridas degeneradas, ni aun la aplicación hecha á propósito de planchuelas impregnadas del pus dañoso de una po - dredumbre; sea sobre la piel sana, sea sobre los tegumentos desnuda- dos de su epidermis, sea en fin, sobre las heridas recientes ó anti- guas en los animales ó en el hombre en general, no han propagado la enfermedad. Los partidarios del contagio citan, es verdad, hechos con- trarios; pero estos hechos son muy pocos, sobre todo, si se les compara á la multitud de observaciones negativas de sus antagonistas. De- be bastar, se dirá, un solo ejemplo auténtico de contagio, para des- truir todos los hechos opuestos y para conceder el carácter contagio- so á la podredumbre de hospital. En primer lugar un hecho no puede destruir los otros, y segundo, ¿quién sabe las disposiciones individuales que han favorecido en estes casos el desarroyo de la enfermedad? Casi todos han sido recogidos en hospitales infec- tados en donde la inflamación gangrenosa habría podido desarroyar- se independientemente de todo contagio directo.” Hay mas; en la monografía de terapéutica-quirúrgica de Richerand, en la página 310 se leé “Se deben ver como exagerados los temores de los ciruja- nos, que quieren que se quemen las hilas, vendas, ect., empleadas en la curación de las heridas atacadas de la podredumbre de hospital. Muchas veces he llevado el putrílago de que estaban cubiertas, so- bre heridas y úlceras, sin comunicarles este género de alteración.” Lo dicho antes, hace dudar del contagio de la podredumbre por ino- culación; porque en efecto, las pruebas que dan los partidarios del con- tagio, de la trasmisión por las vendas, por las hilas, que curando con otros instrumentos que no sean los empleados para los enfermos de podredumbre, la enfermedad no se ha desarroyado en tal ó cual parte, y sí, se ha desarroyado cuando no se ha tomado esta precau- ción, ect., quedan reducidos á esto, la podredumbre de hospital se puede inocular por el depósito sobre una úlcera ó herida limpia, del pus ó del putrílago tomado ele otra que se encuentra complicada; porque las vendas, los instrumentos, ect., en tanto trasmiten la po- dredumbre en cuanto á que quedando impregnadas de una parte pequeña del putrílago, lo desprenden sobre una herida al encon- trarse en contacto con ella. Y si esto pasa de esta manera y es el modo de trasmitirle déla enfermedad ¿por qué por la inoculación 18 directa por el depósito intencional del putrílago sobre vanas heri- das, ha dado un resultado negativo? se dirá que por una idio- sincrasia, que esto sucede en todas las enfermedades contagiosas es verdad; pero este argumento encontraría su aplicación si los casos positivos fueran muchos y pocos los negativos; pero ha sucedido precisamente lo contrario, porque pocos autores se han decidido á la inoculación, y de estos pocos el mayor número han obtenido este resultado, la podre lumbre no se ha desarroyado y el resultado po- sitivo (hablo de inoculación directa intencional) ia única que puede dar la verdad en la cuestión, creo que solo una vez se ha presenta- Cuando Ollivier, habitando una ciudad donde la podredumbre ha- bía dejado de existir; se dirijió á otra donde reinaba, para ir á estu- diarla: ahí se hizo inocular en la región deltoidea, por tres pi- quetes; la materia de la podredumbre se tomó de un joven que esta- ba atacado desde hacia dos meses: el enfermo sucumbió. Ollivier después de la inoculación, marchó á su casa, atravesando el aire puto del campo; la podredumbre se desarroyó en el lugar de la ino- culación. y fué necesario recurrir á la cauterización para detenerla. Este hecho pasó delante de un gran número de testigos: pero examinando este caso, sentemos esta verdad: no cabe duda que la podredumbre puede nacer expontáneamente, que no es la suciedad solo lo que la origina; porque se vé que en pequeñas heridas que supuran poco y que por consecuencia poco ensucian, la podredumbre nace, es decir, que hay algo misterioso y desconocido en su origen en estas circunstancias, es un hecho; pero que la falta de cuidado, la falta de curaciones, tiene una influencia marcada, nadie puede negarlo. Por mi parte puedo citar un hecho: se trata de una joven que el dia 12 de Marzo del presente año, habiéndole caído acciden- talmente una gota de miel caliente sobre la mano izquierda, cerca de la eminencia thenar, le produjo una quemadura de segundo grado, como de medio centímetro de diámetro, el Sr. Calderón, que casual- mente se encontraba en ese momento en la casa, llenó la indicación abriendo la pequeña flictena [con la punta de unas tijeras de costura que encontró á la mano,] conservando la epidérmis como el tópico mas á propósito para protejer las pupilas dermoideas, del contacto del aire; y viendo lo insignificante del accidente, abandonó su enfer- ma á su cuidado, recomendándole no moviera la mano, pusiera un lienzo con cerato; comprendiendo que en dos ó tres dias, ó no habria nada en la palma de la mano, ó seria una molestia lijera; pero las co- sas no marcharon de esta manera: á los dos dias fué llamado este se- ñor, (y esta vez lo acompañé) y con mucha sorpresa hemos visto que aquella quemada insignificante, no era ya una pequeña flictena, sino una destrucción del tejido celular, en la estension de dos centímetros, con su falsa jnenbrana; en una palabra, era una podredumbre pulpo, sa perfectamente caracterizada, que cedió al tratamiento con facili- dad. Ahora bien, aquí la podredumbre ha nacido espontáneamente. p| Tratado esperinu-ntal del thiphus traumático. Paris. 1022, 19 tal vez por la fulla de limpieza, pero de ninguna manera por el con- tagio, porque ni el instrumento con que se hizo la primera curación* ni los vestidos del Sr. Calderón, ni siquiera la vecindad de un hos- pital, nada absolutamente justifica en este caso la suposición del contagio. Sentado esto, volvamos otra vez al hecho referido por Ollivier ¿por qué en las inoculaciones de este Cirujano, no pudo ha- ber sucedido lo mismo, es decir, que la enfermedad haya nacido ■implemente por la falta de limpieza, que durante unos dias presedie- ron á la manifestación de la podredumbre sobre el brazo de Ollivier? Pequeñas fueron las heridas en el brazo, pequeña fué la lesión sobre la mano, y si la analogía no es completa y justa, solo es porque allí se levantó la epidermis con lanceta y aquí á favor de una quemada. Por otra parte, este es el único caso positivo que posee la ciencia, porque si es verdad, todos los autores refieren observaciones de ciru- janos en cuyos dedos por simples piquetes se han contagiado como su- cedió á Ponteau, ó do enfermos que se han inoculado fuera de un hospital, pero en el primer caso los cirujanos se han encontrado en Jas condiciones higiénicas comunes á los enfermos afectados y en los enfermos contagiados como se dice, ó bien se han curado en los hospitales; como el zapatero de que habla Delpech, ó ya lejos de la infección: este accidente ha venido en grandes heridas: pero se dirá, un hecho positivo vale por noventa y nueve negativos, francamente yo no estoy de acuerdo sobre la fuerza de este argumento constante- mente empleado por los partidarios del contagio por inoculación; porque dicen: si la causa A, se hace obrar sobre el organismo y pro- duce el efecto H, es debido á la causa A, por mas que esta misma causa no haya otras veces logrado el mismo efecto: de la misma manera la inserción del putrílago sobre una herida, produce la podredumbre, se debe admitir que la inserción de ese putrílago es la causa de la podredumbre, y como esto se llama contagio por inoculación, preciso es convenir que la podredumbre es inoculable por contagio; aun cuando otras veces se haya puesto el putrílago, y la podredumbre no se haya manifestado. Si las causas en Medicina, pudieran ais- larse completamente, si las influencias morvosas pudieran desmen- brarse, permítaseme el término, para hacerlas obrar una por una so- bre el organismo, y esté siempre en las mismas condiciones; no ca- be duda que el anterior argumento sería concluyente; pero no siendo así, yo pregunto ¿cómo es mas lógico, mas racional, interpretar las esperiencias en la cuestión que nos ocupa; diciendo en el caso posi- tivo hubo otra cosa, otra causa, á que fué debido el desarroyo déla podredumbre, ó decir no en los centenares (l) negativos, hubo algu- na circunstancia idiosincrasia ect, que impidió que la causa produje- ra su efecto obligado, necesario; resulta pues que la manera de dis- currir de lo» adversarios del contagio, es consecuente y racional; di- ciendo si la causa A. se pone en acción muchas veces para producir £1J Digo centenares de casos negativo», porque prescindiendo de las observacionee estranjeras, el Sr. Hidalgo Carpió, multitud de ocasiones ha depositadado sobre he- ridas, pus J« podredumbre en la sala que está á su en el Hospitl de S. Pablo, el electo H y no lo produce, á excepción de una vez que lo produjo, la causa A. es impotente para el resultado H. por mas que una vea A. produjera H. Y en apoyo de este modo de discurrir, vienen he- chos semejantes al que he referido del Sr. Calderón, porque suponer que allí hubo inoculación es del todo gratuito. Examinemos la cuestión bajo otro punto de vista, es decir la pro- pagación por intermedio del aire, Una de las pruebas favoritas de las que admiten este modo de contagio, es que dicen han visto la enfermedad desarroyarse en un herido y seguir la enftrmedad con el inmediato; así sucesivamente con los demás de una sala, después con los de la inmediata, y de la? mas cercanas avanzar á las que están distantes. Creen también que la dirección de las corrientes de aire, es como si dijéramos el derrotero de la podredumbre: podrá ser. pero en lo que yo he podido observar, nada de semejante se ha pre- sentado. He visto, es verdad, alguna vez dos ornas enfermos enca- mas contiguas, afectados; pero esto por rareza, las mas veces ha sido de distinta manera. Con respecto á la segunda observación de la di- rección del aire, si no fuera porque autores de gran mérito dicen haber visto que tal camino sigue la enfermedad, diria que era una paradoja; pues aunque no es cosa tan fácil determinar en la enfer- mería en donde he practicado, qué dirección es la mas constante del aire, por encontrarse ventanas por tres lados de la sala, tenga el ai- re la corriente que se quiera, el hecho es, que cuando en los dos estremos de la sala, ha habido podredumbre, Jas camas de enmedio han estado exentas de la complicación; todavía mas, existe en una de las estremidades de la sala de S. Migueleen el Hospital de S. Pablo, un cuarto pequeño, que tiene entrada por dicha sala, pues bien, en este cuarto, por orden del Sr Director, mandó el año pasado (en que la podredumbre hacia estragos) que todas las enfermas complicadas se pusieran en él, con objeto de aislamiento, de cuidados mayores, á la vez que para obligar que se curasen con distintas hilas: estaban co- mo digo en esa pieza, no solo las heridas con podredumbre, de mi sección, sino todas las enfermas en que se habia presentado igual ac- cidente en el departamento de mugeres; era esta pieza corno si dijéramos el pantáno de donde partían los miasmas; casi á una misma hora los practicantes de mujeres hacíamos la curación en es- ta pequeña sección; en consecuencia á un mismo tiempo estaban descubiertos todos aquellos focos de putrefacción. Pues bien, ni fuera cierto que 'a podredumbre se propagara por el aire ¿no hu- biera sido común esta complicación en los números 43 y 45 que se encuentran inmediatamente á la salida del referido cuarto, á los lados de la puerta que conduce á la enfermería? pero nada de esto pasó, fijé mi atención sobre este particular, y ni una sola vez la pu- trecencia atacó á los números dichos. Y recuerdo que precisamen- te cuando habia mas heridas complicadas, existia en el número 43 una mujer, que á consecuencia de una caída sobre los rieles del fer- rocarril de Tacubaya, el pié derecho y la pierna izquierda, sufrieron úna lesión de tal naturaleza y extencion, que casi la piel no existía en el lado izquierdo, desde la garganta del pié hasta dos dedos abajo 20 21 de la rodilla, por la parte posterior; ademas había fractura de los me tatarsianos del pié derecho: esta mujer murió en poco tiempo, pero la podredumbre no se piesentó apesar de que parecía estar favorecido su desarroyo por la abundante supuración, por lo dilatado de las cu- raciones. en que duraban descubiertas las superficies absorventes cerca de inedia hora. Hechos análogos se encuentran por todas partes. En fin, Blackailder, en un hospital de Inglaterrra, puso tres enfer- mos cuyas heridas estaban en el mejor estado, alternados entre otros tres afectados de podredumbre, en un grado intenso. El resultado de este ensayo, fué que las heridas de buena naturaleza no fueron ata- cadas de la podredumbre, y su cicatrización no se retardó absoluta- mente. Ademas ellos habían sido puestos en una parte de la sala destinada á las podredumbres. De lo dicho me parece que resulta, que la podredumbre no se trasmite por el aire efectivamente, ó el aire cargado de miasmas, estos absorvidos por la mucosa pulmonar envenenan la sangre y este envenenamiento se manifiesta en la herida (aquí me parece oportuno recordar lo que he dicho ántes) ¿por qué dicha manifesta- ción se hace por una herida, cuando el afectado tiene varias? y solo por una, á veces la mas pequeña; ó si la avsorcion de los mias- mas se verifica por la superficie ab.-orvente deda herid a; entonces na- tural seria que fuera la mayor de dos heridas en un mismo individuo la que se complicara; pero no pasan así las cosas, y en comprobación de esta verdad, existe en este trabajo, al fin, una observación del Sr. Hidalgo Carpió, y no es la única, porque en la extensa práctica del eminente clínico, muchas, muchísimas se han recojido: podría tam- bién yo agregar algunas que he escrito, y entre otras la siguiente que me parece oportuno dar á conocer por doble motivo, primero, porque demuestra que de dos heridas en una misma región y de igual ex- tencion, solo una se complicó contrariamente á 1® que debía espe- rarse si la absorción de los miasmas de la podredumbre, ya por el ór- gano de la respiración, ó bien por la lesión traumática produjera la podredumbre; segundo, porque contradice el contagio por inoculación como veremos después. Hé aquí la observación en resúmen. Dolores Jiménez entró al hospital de San Pablo, el día 7 de Febrero del pre- sente año, ocupó el número 46 de la sala de San Miguel: fué á cu- rarse de una contusión de forma ovalar como de dos centímetros, he cha al parecer por mordida y situada en el tercio medio de la cara posterior del ante-brazo derecho, dicha mordida había sido reci- bida, según refirió la enferma, el dia 2, y habiendo trabajado en la cárcel, moviendo demasiado el brazo, una inflamación se había desarroyado de manera que: cuando ingresó al hospital, no era la equimosis lo que era necesario combatir, sino la inflamación; por esto fué que se estuvo buscando la resolución á favor de los emolientes, ungüento mercurial, etc., por espacio de ocho dias, pero la inflama- ción limitada en gran parte, terminó sin embargo por la formación de un abceso al derredor de la equimosis Se dio salida al pus por una incisión hecha en la parte mas declive del abceso, es decir, cer- ca del puño; se intentó la adherencia de las paredes de esta cavidad con un vendaje medianamente compresivo, inyectando tintura de iodo en solución, buscando la inflamación adhesiva; fué en vano. Y como el pus salía difícilmente, el dia último del mismo mes el médi- co de la sección pensó primero en agrandar la punción, que era bas- tante pequeña; pero cambiando de opinión perfectamente justificada, se decidió por mandar que se atravesara un tubo de goma elástica de un extremo del foco de supuración al otro en que hice una ligera contra-abertura con la lanceta; todo desde ese dia marchó bien, la supuración disminuyó y la cicatrización continuó hasta quedar re • ducido todo, el 10 de Marzo, á un trayecto como de doce centímetros de largo, y de ancho como grueso era el tubo. Y cuando se pensaba quitar el tubo, ignoro por qué causa apareció la podredumbre en la herida inferior que duró cinco dias, intentando en vano contenerla con trementina, etc , hasta que cedió á la cauterización, pero sin quo la podredumbre hubiera invadido el orificio superior que permanecía de muy buen aspecto. Digo ántes que la presente observación contradice el contagio, y es verdad, el depósito de la sanies pútrida, atravesando el tubo, ba- ñaba á todas horas los labios de la herida superior, era una inocula- ción peremne, y á pesar de esto, nada de contagio. A todo lo dicho se puede agregar esto: que si la enfermedad, es de- cir, la putridez de la herida fuera un envenenamiento especial como tiende á serlo, creer la absorción de los miasmas por la superficie pulmonar, en el que la destrucción de los tejidos solo fuera la nía nifestacion de la intoxicación, la podredumbre cedería á un trata- miento general, al uso de alguna sustancia que atacara el virus en donde lo encontrara. Ademas, cuando una causa morbosa obra sobre la economía mezclándose á la sangre, ó de otra manera; la economía toda manifiesta por algunos síntomas generales la enfermedad, por- que toda alteración estática es preciso que se revele por una pertur- bación dinámica, y e3ta perturbación funciona, debe existir precisa- mente en el órgano afectado. Sentado esto, si la alteración primi- tiva, está en la sangre, en la podredumbre, antes de su manifestación en la solución de continuidad ¿por qué no existen síntomas generales que indiquen la enfermedad del organismo entero? no quiero decir que no haya síntomas generales, únicamente que estos no son los que anuncian la podredumbre; que existe; pero como síntomas sim- pático*. En todos los libros recomiendan los autores como mejor tratamien- to, reducir en escara la superficie entera de una herida pútrida en eualquier período, es una confesión y la mejor prueba de que la enfer- medad es local desde su principio hasta su terminación. Y si es lo- cal ia absorción haciéndose por la solución de continuidad como se supone por algunos, esta absorción debia verificarse en las heridas mas limpias, porque ahí precisamente están las condiciones mas fa- vorables para el cumplimiento del fenómeno; pero se vé que no es así, sino precisamente lo contrario que las menos aptas, en aque lias heridas bañadas en pus; en aquellas úlceras que se dejan sucias en donde hay, digamos así, una capa entre la atmósfera ambiente y 22 23 la superficie descubierta, es en donde la podredumbre es .mas fre- cuente. Los autores refieren que en las heridas profundas y estrechas, en esas heridas fistulosas, muchas veces la podredumbre comienza por el orificio de la herida; yo he visto también esto algunas veces: para ellos es una prueba de que la complicación viene de afuera, ya por inoculación, ya por absorción; para mí el hecho puede inter- pretarse de otra manera: diciendo que el germen desconocido del origen de la podredumbre, existía en los labios de la herida, tal vez la suciedad, por que no siempre sucede que el fondo de las heridas esté mas sucio que el orificio externo, que sus contornos, esto es co- mún en las heridas de cabeza, cuando la supuración lleva ya algunos dias de establecida. Por último, he visto la mitad de una cortada casi de igual profun- didad en. toda su estension atacada de podredumbre, y la otra mitad marchar á la cicatrización; y Jarvis, describiendo los efectos de la podredumbre que tuvo ocasión de observar después de la batalla de Abonkir, dice: “He visto á la vez en una misma herida los estados de ulceración pútrida, de supuración y .de cicatrización” Estos fenó- menos no podrían esplicarse admitiendo el contagio. No creo haber demostrado que la podredumbre de hospital, no es contagiosa, he referido solo lo que he podido observar y he ma- nifestado que los antagonistas del contagio, tienen razones poderosas para no admitirlo. ¡Habrá dos podredumbres iguales en su naturaleza, pero distin- tas en sus propiedades, de las cuales una sea contagiosa y otra que como el tifo esporádico, no tenga este fatal previlegio? SINTOMATOLOGIA Y MARCHA, La podredumbre no empieza siempre de la misma manera, y las variedades en su aspecto han dado origen para que los autores ha- yan formado muchas especies; así se describe por Ollvier, una for- ma caracterizada por la escarificación rápida y por otros cirujanos formas vesículo-postulosas, hemorrágicus, etc; pero la división ge- neralmente admitida es la ulcerosa y pulposa de Delpech, (1,) Po- dredumbre ulcerosa. —Primer 'período—‘;La herida suspende su cicatrización, el pus aumenta insensiblemente se pone amarilloso, mas suelto y fétido, algunas yeces es corrosivo y tiñe de negro el apósito; su fondo se cu- bre uniformemente de únatela delgada blanco-amarillenta v que deja traslucir un fondo rosado igual ó granuloso. Cuando se limpia con alguna rudeza el fondo de la llaga se llega á quitar esta tela que- da entonces una superficie de granulaciones roj„s y sanguinolentas: . [l.] En los autores que he consultado, no he leido en ninguno que haya estable- cido períodos en la podredumbre á escepcion del Sr. Hidalgo Carpió, que admite tres para la podredumbre ulcerosa, cuatro para la pulposa, y como por una parte habla de lo que se observa en Aléxico, y por otra hace esta distinción importante, creo que no puedo hacer cosa mejor sino tomar la mayor parte de la descripción de sus escritos. los bordes de la herida se hinchan, se ponen rojos y dolorosos, ó si aparece la podredumbre en una herida que está cicatrizando, el bor- de concéntrico de la cicatriz, se recorta como ápico y se pone rojo; en este período no hay ni cefalalgia ni fiebre, y cuando mas ardores en la herida. Secundo 'período. La supuración continúa lo mismo, la tela blanca que cubria su fondo se vuelve espesa, toma un color algo cenizo y presenta por fin el aspecto de un putrílago muy adherenie; los bor- des se ponen rojos, hinchados, renversados, desiguales y muy dolo- rosos- la circunferencia de la herida se hincha, se vuelve como eri- sipelatosa y algunas veces se cubre de pusiulistas producidas por lo corrosivo del pus; la sensación que padece el enfermo en la herida es como si se le acercara una braza ardiendo; el pulso se vuelve pe- queño y frecuente, la piel caliente, hay cefalalgia comprensiva en las sienes,'sed, poco apetito y lengua natural. La úlcera continúa á cre- cer mas en ancho que en profundidad; todos los demas síntomasjj-ú- guen lo mismo durante alguuos dias, con diferencia de ligeras remi- siones, pero al fin empiezan á disminuir insensiblemente, así como también los ardores; la remisión de los síntomas generales de que ha- blaré después, es mas completa, la supuración adquiere consisten- cia. pierde su fetidez, su propiedad corrosiva si la ha tenido y se po- ne blanca: la capa que cubria el fondo, cae con bastante rapidez ba- jo la forma de copos blancos, y antes de que la superficie esté com- pletamente limpia, los ardores, la cefalalgia, la sed, y la fiebre han desaparecido completamente; entonces comienza el tercer período-. los bordes déla herida se abaten, el pus recobra sus buenas cualida- des el putrílago que cubria la supeiíicie acaba de caer; pero el fon- do queda de un rosado pálido muy igual y parece como herido de atonía- ademas su sensibilidad está tan exaltada que el mas ligero frotamiento al limpiarla el contacto de los polvos del carbón ó aun el del lavatorio alcanforado, causa vivos dolores. En fin, espontánea- mente ó por curaciones con un digestivo simple, esta palidez desapa- rece alcabo de tres ó cuatro dias, y los botones de buena cualidad se desarroyan con rapidez hasta repararen gran parte la pérdida de sus- tancia. Después de esto si nó sobreviene una recaída, sigue la herida su marcha ordinaria hasta la cicatrización completa. Los períodos de la podredumbre pulposa son muy marcados.— Primer período. En una úlcera que comienza á cicatrizar, ó á lo me- nos que está del mejor aspecto, se vé elevar su fondo un poco afuera del nivel de los bordes; pequeñas manchas arredondadas ú ovales muy semejantes á una apta se notan esparcidas en su superficie, el pus se vuelve abundante y de un amarillo sucio: estas manchas pe- netrando un poco en los tejidos dan á la herida el aspecto de una úl- cera o-rande sembrada de otras pequeñas, y por consiguiente se po- ne escabrosa la supeificie.—Segundo período. Las pequeñas„úlceras agrandándose vienen á confundirse y entonces la úlcera glande pare- ce algunas veces como surcada, el color se pone algo moreno y una sustancia espongiosa comienza á desarroyarse: esta sustancia que forma una capa cada dia mas espesa hasta pasar ligeramente jel ni- 24 25 riel délos bordes, es algo serrejante á la sustancia del vaso cuan id tiene supuración insterticial, porque está formado por una sustancia espongiosa llena de un líquido algo semejante en su consistencia al lodo esplénico mezclado con pus; dicha sustancia es de un color ce- niciento ó amarillo rojizo, así como también el líquido. Si se oprime entre las pinzas ó entre los dedos, se nota mucha frajilidad y escur- re inmediatamente una gran cantidad de pus de que está imbebida. Los bordes de la úlcera renversados y muy sensibles, la circunferen- cia se hincha ligeramente, algunas veces se pone erisipelatosa y lí- vida, en fin, el pus es de un amarillo sucio y de un olor nauseabun- do. Aparecen dolores en la úlcera que comparan los pacientes á la sensación que produce la aproximación de una braza ardiendo á la piel: el pulso se vuelve pequeño y frecuente, la piel caliente, cefalal- gia constrictiva en las sienes, sed y poca apetencia de comer. Estos síntomas y el aspecto de la úlcera permanecen casi los mismos du- rante algunos período. La sustancia espongiosa co- mienza á desprenderse por toda la circunferencia como si fuera una escara gangrenosa; pero en vez de caer toda entera, su trama comienza á reblandecerse parcialmente, y volviéndose difluente á caer bajo la forma de un putrílago: entonces la superficie vuelve á ser escabrosa hasta que toda ella se pone limpia: los síntomas gene- rales presentan una remisión mas marcada. Luego que lia caído todo ese putrílago, el fondo queda como sembrado de tubérculos car- nosos de un tamaño considerable y cubiertos de una tela blanca, los bordes se abaten, la circunferencia se deshincha, los ardores cesan, el pus comienza á perder sus malas cualidades, la cefalalgia, la fie- bre y la sed desaparecen, vuelve el apetito v comienza el cuarto período. Cuarto •período. En este la tela blanca acaba de caer, los tu- bérculos carnosos se reabsorven y queda una superficie igual, de un color rosado pálido y de una sensibilidad esquisita, hasta que por fin la úlcera toma el aspecto de una herida que supura y que mar- cha á su cicatrización.” Muchas particularidades hacen variar la marcha de la enfermedad y la sintomatología. Así porejemplo, á veces la podredumbre pulpo- sa en lugar de comenzar por diferentes puntos de la herida bajo la forma de manchas blancas se presenta toda la superficie de esta con el carácter de la enfermedad en su segundo periodo. Otras veces me ha parecido que caminando en su vía de destrucción vuelve limpián- dose ligeramente para presentarse en el primer período; en una pala- bra, la marcha de la podredumbre tiene sus períodos; pero estos no son constantes. El aspecto de las heridas complicadas varia lo que me parece es debido en gran parte á la causa que le ha dado nacimiento: así en una solución de continuidad supurando abundantemente, que es atacada de putridés, el olor característico de la enfermedad es uno de los primeros síntomas, me ha parecido también que cuando en es- tas circunstancias se nota un mal olor sin ser todavía el caracterís- tico, es quizá un signo prodromico; porque si no se hacen las cura- ciones repetidas por lo menos dos veces al dia: he visto que casi siem- pre aparece la podredumbre, si esto sucede toma la herida derrepen- te en toda su estension un color blanco amarilloso. Ahora si la heri- da süpura poco, entonces estando limpia un dia, al siguiente hay manchas blancas, aptas, en una palabra, es el tipo del primer período. Cuando la podredumbre ataca una herida á los dos ó tres prime- ros dias de su existencia, como sucede que al levantar la curación que hasta entonces se había respetado creyendo favorecer la reunión inmediata; la formación de coágulos siendo por lo común su causa, hay un olor repugnante y un aspecto de putrefacción de estos coá- gulos que en parte negros y en parte de un amarillo sucio se desha- cen fácilmente entre los dedos; parece que la podredumbre lia comen- zado por la primera capa de coágulos, los que presentan el aspecto que he dicho; ha ido estendiéndose esta putrefacción de afuera aden- tro, y al llegar á la parte viva de la herida, la atacan de la misma ma- nera que ellos son afectados, quiero decir, que no es posible distin- guir allí la falsa membrana dura, si no yá esta desorganizada, sin poder distinguir si el putrílago pertenece á la superficie externa de la herida, ó si es la última capa de coágulos pútridos en contacto con ella, que adhiriéndose hace que se confundan. El pus disminuye á veces, peto lo común es que aumente por lo menos en su parte ce- rosa. No es muy raro ver que una podredumbre que está á punto de ceder vuelva repentinamente á estenderse de la noche á la mañana. Pero si la herida con podredumbre se llega á limpiar perfectamente, entonces he creido notar que era rara la recaida, y parece que exi- táftdose los tejidos por el tratamiento local empleado, marcha veloz- mente á su cicatrización, y solo por una rareza he visto una herida en estas condiciones atacada dos veces de podredumbre. El dolor es variable también, hay enfermos que tienen la sensi- bilidad exaltada á un grado tal que la presión mas ligera al con- torno de la herida les hace sufrir demasiado, otros en los que est& síntoma es de mediana intensidad, y algunos, en fin, en los que pa- rece que no existe, me parece que esta variedad depende de tres cosas: primero de la región en que se encuentra la lesión; segundo de la forma de la herida; tercero de la irritabilidad del individuo. La forma del dolor á veces es punzante, otras quemante, unas veces se estiende poco y otras mucho. .¡Hay en algunas heridas una zona erisipelatosa, la piel está tensa y Tubicunda, los glangios infartados y dolorosos, en otras hay palidez al derredor def punto enfermo y una especie de edema: en el pri- mer caso ía calentura es marcada y la sed intensa. Cuando hay poco dolor los enfermos están tristes y abatidos, y cuando el pulso aumenta, están inquietos y pierden el sueño. Res- pecto á la gastritis, 6 no existe ó yo la he visto muy poco. Na- da modifica tanto la marcha de la enfermedad como la naturaleza del tejido atacado, el tejido mas rápidamente destruido es el celular; lo mismo sucede con la piel escepto en la cabeza, donde he visto que euando ya la podredumbre ha creado una cloaca estensa y profunda 26 relativamente la abertura de la herida ha aumentado muy poco, pa- rece que la destrucción del tejido celular se hace por una especie de fusión, de tal manera que los insterticios musculares desaparecen y los músculos al principio hinchados de un volumen mayor, se infil- tran de una materia icorosa que escurre en abundancia cuando se les comprime, sus fibras por esta infiltración se separan y disecadas se ponen pálidas, pierden su consistencia y rompiéndose en varios pe- dazos, todo el músculo se convierte en putrílago. Los tendones como dice Nelaton, parece que resisten á la directa destrucción de la podredumbre; pero desde el momento que se destruye el tejido celular que los rodea y las varias sinoviales que favorecen su dez- lizamiento por las correderas cartilanaginosas, quedan privados de los pocos vasos capilares que los nutren, pero sobre todo cuando el aire lleva ya algunos dias de ejercer su influencia sobre ellos, se esfolian y mueren. Las aponeorosis resisten lo mismo que los ten- dones, mucho á la podredumbre, por eso es que el período de de- tersión sea de tanta duración cuando ataca el dorso de la mano ó la parte anterior de la pierna. Los nervios cambian de consistencia, de color, se rebientan al menor contacto y se destruyen. Las arte- rías pequeñas lo mismo que las venas, se rompen con frecuencia, de esta manera se esplica esas podredumbres de naturaleza hemorrá- gica que describen los autores. Con respecto á los gruesos troncos arteriales, no está estudiada suficientemente la manera como son atacados, que lo son no cabe duda; porque de otra manera no podrian esplicarse esas hemorragias mortales de que habla Delpech. Resisten mucho y he visto la arte- ría femoral completamente disecada, latir con claridad, en un sol- dado durante el sitio de la capital, en una longitud como de tres cen- tímetros, se había encargado la compresión del vaso tan luego como la hemorrágia se manifestara, sin embargo, este accidente no se pre- sentó; porque habiéndose limpiado la herida, aparecieron los botones carnosos y el enfermo curó, aunque dilató mucho tiempo. Es evi- dente que cuando los principales vasos de un miembro no funcionen, la gangrena aparezca en la parte privada de circulación. Las arti- culaciones se perforan cuando los tejidos que las rodean han desa- parecido. Los huesos son atacados también por la podredumbre, pueden es- tar despojados de su periostio y necrosarse, es lo mas común, pueden se dice presentar una caries blanda que ofrece cierta analogía con la podredumbre de los otros tejidos. Uno de los modos como la podre- dumbre de hospital, obra sobre los huesos es fracturándolos; es una observación que ha hecho el fír. Hidalgo Carpió, y de la cual me ha hablado hace pocos dias. En todos los casos de podredumbre, cuando por la destrucción lo- cal estensa ó por las condiciones del individuo, el organismo está profundamente alterado, una fiebre ética se desarrolla, el enfermo mi- nado por esta calentura lenta, se debilita progresivamente, su lengua se seca, una diarrea cualicuativa se establece, la transpiración es fé- tida, los heridos caen en una especie de marasmo, de insensibilidad, 27 28 indiferentes á todo lo que lea rodea: mueren consumidos, pero no es- la manera ordinaria de presentarse el término fatal, es todavía mu- cho mas común que antes de llegar á este lamentable estado, la infec- ción purulenta ú otra enfermedad intercurrente arroje con rapidez á la tumba un cadáver que la podredumbre por sí sola llevaria 4 pa- sos lentos. Ei diagnóstico de la podredumbre del hospital es en general fácil, pero sin embargo hay ciertas complicaciones de las heridas y algu- nas úlceras, que tienen con la podredumbre mucha semejanza: así cuando un herido sufre algún trastorno en sus funciones digestivas, sucede que algunas veces la herida se cubre de una capa delgada de color blanco; pero la cual desaparece tan pronto como el embara- zo gástrico pasa. En las heridas en las que se ha usado un tópica irritante; pero sobre todo cuando las curaciones han sido malhechas sucede que en la mañana siguiente se ven á la superficie de la solu- ción de continuidad, depósitos blanquiscos que se desprenden fácil- mente. (1.) Cuando un herido es atacado de fiebre que presenta grave- dad, se observa á la superficie de la herida uda destrucción de lo3 bo- tones carnosos y parece que la herida queda estacionaria mientras dura la afección febril y entonces una capa nueva de botones carno- sos se organiza y la herida sigue su curso reparador; esta desorga- nización solo de )o3 botones carnosos y la falta del olor, dolor, etc., de la podredumbre, hacen que la confusión no sea posible. Se ha pretendido asemejar la podredumbre á la gangrena, ha* ciendo de esta una variedad, la distinción presenta interés por ser diferente el tratamiento. Las dos enfermedades no tienen de común mas que la perdida de sustancia que ambas producen; pero todo lo demas es diferente entre ellas. La podredumbre siempre es el efecto de causas externas, la gangrena puede nacer de causas internas. La podredumbre no cura si no por rareza por los esfuerzos del organis- mo y con seguridad por los del arte. La gangrena por la modifica- ción en la constitución se limita, ayudada esta reparación por el tra- tamiento local; pero aquí la curación tópica es lo segundo y en la podredumbre lo primero. En la gangrena como dice Nelaton, las partes privadas de vida conservan por algún tiempo sus propiedades químicas y físicas; una areola inflamatoria se desarroya á su derre- dor. En la podredumbre las partes dejan de tener sus mismas pro- piedades desde que el accidente está caracterizado y la marcha es enteramente distinta. En la gangrena hay trabajo inflamatorio á la j l.J Juana Lópcz»entr6 al Hospital el dia 25 de Enero del presente año, á curarse de dos heridas: la primera en el maléolo externo, la segunda en la parte posterior y media de la pierna izquierda, la primera cicatrizó en pocos dias, la segunda enfrió la destrucción de los botones carnosos y casi sin supurar, permaneció de un color blan- co, todo el tiempo que esta mujer cstubo con la fiebre tifoidea [de que fué atacada el 3 ae Febrero]; pero tan luego como entró en convalescancia, nuevos botones apare- cieron» la supuración de buena naturaleza se estableció y la herida curó sin acci- denta 29 eaida de las escarrs. En la podredumbre nada esto; porque si hay trabajo inflamatorio, es menos notable que el de la gangrena. Ade- mas la causa fácil de conocer en la gangrena todos los otros sínto- mas en las dos afecciones etc., hacen que la distinción sea fácil. El cáncer ofrece desarroyos fungosos y un reblandecimiento ce- reibriforme estraño á la podrebumbre, los síntomas, las causas, sobre todo el tratamiento como elementos de diagnóstico, servirían de guía en el caso de duda, entre afecciones tan distintas. Un error de diagnóstico que creo se ha cometido, ha sido con el escorbuto; pero hay gran distancia entre la podredumbre y la úlce- ra escorbútica; porque la segunda viene cuando existe una diati- sis particnlar, por lo común en la nutrición de mar cuando esta ea casi animal, sobre todo de carnes saladas. La podredumbre se desar- roya en circunstancias diversas, y la nutrición no tiene influencia sobre su nacimiento. El escorbuto se anuncia por una gran sencibili- dad en las encías que son afectadas de una tumefacción esponjiosa y sangran al menor contacto* la cara toma un tinte lívido y las pier- nas llegan á ser edematosas al derredor de los maléolos; hay ademas dolores y contracturas en las pantorrillas, el mas ligero ejercicio hace la respiracin penosa, son frecuentes los cíncopes. Pero aun prescindiendo de todo esto y atendiendo solo á las úlce- ras, podría, creo por lo que dice Lind, hacer la distinción; porque los caracteres de la úlcera escorbútica son: no suministrar un pus de buena naturaleza, sino una materia poco espesa mesclada á sangre que acaba por tomar la apariencia de sangre coagulada que forma capas á la superficie de la úlcera, las carnes colocadas debajo están blandas y esponjiosas cuando se les toca con la sonda, si se despren- de la capa de coágulos, la herida queda limpia ó sangrando, pero sin color blanco y á poco otra nueva capa desangre coagulada apare- ce encima de ella. Los bordes están de un color lívido y con escres- cencias fungosas que se elevan arriba de la piel, cuando se ejerce una compresión fuerte para impedir que estas carnosidades se repro- duzcan, caen en gangrena y el miembro llega á ponerse tumefacto, doloroso y diseminado de manchas. A medida que el escorbuto se agrava, sobre la úlcera se desarroya el fungus que los marineros lla- man hígado de buey, por la semejanza que tiene con el hígado coci- do, este fungus se eleva en una noche á una altura considerable, y •i se destruye por el instrumento cortante, la hemorrájia se presenta. Ademas de todo, los progresos de la úlcera escorbútica no son los déla pobredumbre, y sin el tratamiento general el escorbuto aumen- ta aun cuando el local sea bueno y en la podredumbre todo lo con- trario. La asociación del escorbuto y la podredumbre puede existir en el mismo individuo y en la misma úlcera; entonces las dificultades au- mentan un poco; pero creo que aun es posible la distinción por el examen comparativo. # # El pronóstico de la podredumbre ha sido conciderado por unes au- tores, como la mas grave de las complicaciones de las heridas; ere© que en los hospitales cuando reina esta enfermedad de una manera epidémica entre muchos heridos, mueren mayor número de este ac- cidente que de cualquiera otro. Así. vemos que Delpech concidera la podredumbre como muy gra ve. En una epidemia observada por Pitha, hubo 23 muertos en 8‘? afectados; y Blanc, dice que en es-1 cabo de Buena Esperanza, en la epidemia de 1797, muy pocos escaparon y la muerte era casi segura (l). Pero la podredumbre que viene esporádicamente cura con faci- lidad. Esto es, vista la enfermedad de una manera general, Pero en casos particulares debe variar su gravedad, atendiendo primero á la herida invadida por la podredumbre y á la estension de esta; segundo, al sitio del mal; tercero, á la variedad do la afección; cuar- to, á la existencia en el individuo de ciertas enfermedades. En efecto, una herida pequeña, superficial y en la cual la podre- dumbre está en su primer período; la enfermedad atendiendo á la eficacia del arte, el pronóstico es de poca gravedad. Cuando la so- lución de continuidad aunque profunda y estensa, la complicación no imbade mas que un pequeño espacio de su superficie, es menos gra- ve como se comprende que cuando ya la totalidad esté pútrida; porque entonces la cicatrización es mas lenta porque la destrucción es mayor. El sitio del mal es uno de los principales elementos del pronóstico. En las partes provistas de tejido celular flojo, como ahí la destrucción es fácil, el aumento es rápido y la cicatriza- ción lenta. En las partes provistas de aponeorosir se encuentra en condiciones favorables para resistir; porque estas mismas aponeoro- sis oponen una barrera á la podredumbre. Cuando la enfermedad está situada en órganos delicados como los párpados, la podredum- bre aunque limitada, d«ja á su terminación una cicatriz que impide mas ó menos el libre movimiento de órganos tan importantes para la visión, en la nariz, los labios, deja cicatrices repugnantes. Por la dificultad también del cumplimiento de las funciones, es fatal cuando su sitio está en el pene, sobre el escroto; las consecuencias pueden ser tan terribles, como la impotencia por la hernia con todas sus consecuensias'de la sustancia de la glándula. En el vientre,'el poco espesor de su pared hace que perforándola produsca la peritonitis, y aun sin atravesar el espesor de los tejidos, los métodos para conte- ner la podredumbre ó son poco eticases y se da tiempo á la destruc- ción, ó el tratamiento enérgico como la cauterización, favorece la in- flamación del peritoneo. En la cabeza siguiendo por lo regular la podredumbre entre la piel, es difícil limitarla, y los sufrimientos son grandes á cada curación; por otra parte, la proximidad del hueso, hace que este se descubra y queda espuesto á la caries, necrocis y á la infección purulenta, que como se sabe es casi siempre mortal. Una herida aunque pequeña, acompañada de fractura y complicada de podredumbre, impide la consolidación abriendo paso al aire, la pérdida de un miembro e* común cuando el sitio de la enfermedad 30 Richeran, hablando d* la epidemia de 1814. ene! hospital de S. Luis, dica c»si no hubo herido queno presentara el accidente fatal, y morían 500 cada mea. 31 está sobre una articulación, porque la penetración en su interior deja muy poca esperanza: hace pocos dias que el número 17 de la sala de S. Vicente, ha sido amputado en el muslo, porque la podredum- bre descubrió la articulación de la rodilla derecha. A la vecindad de una arteria ó de una vena gruesa, es de temerse la podredumbre; porque la ruptura aunque no sea necesaria esprobable, y la gangrena en las partes privadas de sangre es evidente siempre que la circula- ción colateral no se establezca, lo que debe suceder en el mayor nú- mero de casos; porque siendo esta rutura brusca en nada influye para la dilatación de los ramos situados á la parte superior de la lesión: por otra parte la ligadura sería según los autores, fácilmente contagia- da. Cuando un nervio se destruye por la podredumbre, la parálisis es segura en los puntos á donde iva á distribuirse, y quizas la gangrena por la falta de influjo nervioso. Para Billroth, la podredumbre ulcerosa marcha con mayor rapi- dez, sobre todo en profundidad, no creo que supere en destrucción a la pulposa, he visto lo contrario; aunque del número de podredumbre# que he tenido ocasión de observar, la forma ulcerosa constituye el dé- cimode los casos. Algunos autores consideran la forma hemorrágica como la peor de las variedades, pero en lo general la pulposa es mas grave que ia ulcerosa; porque es mas tenaz, exije también un trata, miento mas activo, y los tejidos vivos cubiertos entonces de una membrana mas gruesa, están aislados con mas seguridad y los tópi- cos con dificultad llegan hasta las partes vivas; ademas este mismo velo grueso, mantiene un depósito mayor de miasmas de que está embebido, y alimenta la enfermedad hasta cierto punto. Dije que la existencia de ciertas enfermedades, de ciertas diátesis, verificaba la destrucción rápida y por consecuencia viene á ser una complicación muy grave; el escorbuto, nos presenta un ejemplo y el Sr, Hidalgo Carpió, que ha tenido ocasión de observar el consorcio fa- tal del escorbuto y la podredumbre; dice que, los tejidos ya sin fuerza se destruyen con la mayor rapidez; mientras que la reacción que ha de hacer el desprendimiento del putrílago, es sumamente débil; así es que la detersión dilata muchos dias. La sífilis es igualmente fatal, porque estos enfermos toman por lo común mercurio en abundancia, y todo el mundo sabe que esta sus- tancia cría un temperamento que tiene cierta analogía con el escorbu- to. Alguna influencia debe tener también el virus, porque en los gá- licos que no han tornado mercurio, cuando sus úlceras se complican, son mayores los progresos de la podredumbre. ¿Puede en medio de tanto mal , producir alguna vez la podredum- bre algo favorable.? Se ha pretendido que las úlceras cancerosas- y veaereas curan destruyéndolas partes sobre las cuales están situadas; no" sé hasta que punto sea cierta esta creencia. Se ha dicho también que á consecuencia de la podredumbre, las heridas atónicas y de mal aspecto que no Curan, se modfican feliz- mente después del accidente, y marchan hácia una cicatrización rápi- da; muchas veces he visto en mi sección las cosas pasar de esta ma- nera; pero creo que mas influencia ha tenido •! tratamiento; porque 32 «i estas heridas se hubieran cauterizado ó exitado por el método em- pleado; habría pasado tal vez lo mismo sin que la podredumbre in- terviniera. Los cirujanos Clerc y Rigal, que creen en el contagio, han pensa- do utilizar la inoculación para curarlos nevi-materni. Ignoro ab- solutamente si esto no ha pasado de teoría. La duración de la podredumbre es una cosa indeterminada, puede durar poco como un®, dos ó tres dias, puede retardarse varios meses, lo que depende de muchas circunstancias, de la constitución del indi- viduo, de su temperamento, del carácter de la afección, del sitio, de la forma, estension y causas que la han producido; pero sobre todo del*tratamiento empleado. Se dice que la enfermedad ha terminado algunas vecse éspontá- mente. y la detersión de la herida ha sido completa en el espacio de diez á quince dias, esto es posible; nunca he visto la podredumbre entregada á los recursos solos de la naturaleza. PROFILAXIA. Sansón ha dicho: impedir que se desarroye una epidemia grave, es hacer á la humanidad un servicio macho mayor que combatirla después de desarroyada; aunque haya seguridad de hacerlo con buen éxito. En consecuencia, es un deber del cirujano, impedir por todos los medios que están á su alcance, el nacimiento de la podredumbre y y en el uso de estos medios consiste la profilaxia de la enfermedad, el conocimiento de los medios preventivos se liga intimamente á la apreciación de las causas. De aquí es que todos conviniendo en que la acumulación de heridos en los hospitales, hace nacer la podredum- bre, recomiendan que esta acumulación no tenga lugar, lo que se con- sigue por la apreciación del espacio, tamaño y número de enferme- rías relativo al ingreso de heridos en un hospital de sangre; es de- cir, que jamás por ningún motivo debe separarse de las reglas higié- nicas relativas á la distancia de las camas: esto en México, desgra- ciadamente es imposible en la actualidad; pues la estension del lo- cal en San Pablo, es reducido y el número de enfermos de gran con- sideración; por esto se vó que á veces hay hasta el doble de heridos que puede higiénicamente contener una enfermería. Otra regla pre- ventiva sej refiere á la ventilación de las salas, al cambio frecuente de las sábanas y demas piezas de la cama, á la limpieza en las cu- raciones que ha de ser cuidadosamente observada. Estas reglas sos- de gran valor: porque en el hospital de San Lúeas, en donde la ven- tilación de las salas, la limpieza de estas, de la ropa de los enfermos, no deja que desear donde existen un número’de heridos proporcionado al número de practicantes; no ha habido hace [mucho tiempo, un solo caso de podredumbre. Pero basta para probar de cuanta utilidad son los anteriores medios preventivos, haciendo conocer lo siguiente: El hospital do San Pablo, tiene el mayor número de sus salas en el piso bajo, donde la ventilación es poca, tanto por este motivo como por- que el número de ventanas es corto, su tamaño pequeño; dan ademas á corredores estrechos muchas de ellas; los enfermos una gran parte están colocados en el suelo, en el intervalo que existe entre una ca- ma y la siguiente; estando dichas camas distantes solo vara y teicia, esto; unido á lá humedad, etc., (1) teniendo que curar cada practi- cante, veinte, treinta enfermos y á veces mas, enfermos que llevan muchas heridas algunos: justo era que con semejante estado de co- sas la podredumbre fuera endémica al establecimiento; así ha sucedido casi siempre, hay aunque sea dos ó tres heridas complicadas; pero apesar de todo esto la podredumbre ha ido disminuyendo desd eque el Sr. director Al varado, procura por todos los medios posibles que en las curaciones haya limpieza, que en las salas haya aseo y se ventilen cuanto permiten las malas condiciones de que he hablado á la ve», (y esta es una mejora importante) haciendo que los enfermos queden repartidos proporcionalmente al local do las enfermerías: es verdad que también se han aislado los enfermos afectados; pero esta sepa- ración tiene para mí utilidad, no porque preserve del contagio, sino porque en la separación se encuentra el individuo en un cuarto solo ó poco acompañado, y de esta manera el aire que respira puro, unido á otros beneficios de que goza fuera de la comunidad; ayudan al or- ganismo á su reparación y este cambio, en la constitución se mani- fiesta activando la eliminación de la escara, después de la cauteriza- ción y contribuyendo á la reparación fácil. Los que creen que la podredumbre de hospital se propaga de un in- dividuo á otro por el intermedio del aire, como los que no lo creen, recomiendan desinfectar la atmó-fera; para lo que se ha usado de di- ferentes sustancias. Las fumigaciones de ácidos diferentes, porque los vapores ácidos tiene gran poder para destruir los olores fétidos y pú- tridos aun cuando no se sepa si descomponen los miasmas ó se con* vinan con ellos; por eso es que se ha usado desde el vinagre que tie- ne un poder débil hasta el ácido hidro-clórico, sulfuroso y nítrico. El primero de estos ácidos fué puesto en uso por la primera vez por Tohnstán, con buen éxito para destruir el principio contagioso de una epidemia de fiebre en Kidderminster en 1756; pero lo que ha probado su utilidad, fueron las esperiencias de Morveau, en la iglesia de Dijon. El ácido nítrico después de las esperiencias de Smith y ¡Vlengies, no puede caber duda ninguna sobre la eficacia que tiene para destruir las emanaciones mal sanas que exalan las enfer- merías y hacer por consecuencia el aire de estas salas agradable y saludable á los enfermos. A los vapores de los ácidos se ha preferido el cloro, y esta pre- ferencia está fundada en parte, por la gran difusibilidad de este gas, y en parte por que posee la propiedad evidente de descomponer las 33 (I) No culpo de ninguna manera á las personas encargadas de los servicios di- ferentes en el hospital; porque estas mejoras no están á su alcance, y solo dei ayunta- miento depende edificar ó mejorar estos edificios benéficos para la sociedad, mas titiles al pueblo infeliz que los jardines en las plazas y las estatuas en los paseos. sustancias animales. Pero el principio de la podredumbre si existo en el aire ¿estos cuerpos podrían destruirlo? Creo que no; porque el poder anti-contagioso de las diferentes fumigaciones, se conoce muy poco y son las esperiencias limitadas. Estas fumigaciones me parecen útiles en los hospitales, no solo porque purifican el aire, sino también porque inspiran confianza á las personas encargadas del cuidado de los enfermos. De los medios que purifican e! aire, el mas útil como el mas sen- cillo me parece la renovación de la atmósfeia ambiente. El aislamiento me parece bueno, ya he dicho las razones que pueden reducirse á esto: si no se evita el contagio al menos se cam- bia favorablemente la higiene del afectado. Ademas de estos preservativos, hay otros cuya eficacia no c»tá de ninguna mañera demostrada, como el alcanfor en polvo, el que para Ollivier, tiene la propiedad de neutralizar la acción del prin- cipio contagioso de la podredumbre, apoyado en que los casos en los que ha empleado el alcanfor mezclándolo al pútrilago de la po- dredumbre: no se ha desarroyado esta en las inoculaciones que lli hecho con su preservativo; de donde recomienda el uso de esta sus iancia en tiempo de epidemia. Supuestas las ideas anteriores de Etiología ¿no será necesario evi- tar los coágulos y una vez formados no será preciso quitarlos? Para lo primero se concibe desde luego, lo que deberá hacerse, en cuanto álo segundo, si los coágulos no son muy abundantes; si no están profundamente colocados; por medio de Josiones de agua tibia, de inyecciones, presiones moderadas y el uso de las pinzas: se conseguirá estraerlos, que es el único modo de hacerlos desapare- cer; porque la reabsorción no es posible, ni es prudente esperar; pe- ro si la herida es profunda y I03 coágulos no han podido salir por los anteriores medios ¿que hay qué hacer? Si la herida comienza á sentirse mala, convendrá hacer debridaciones, contra aberturas, dila- taciones por esponja preparada, genciana; es decir emplear todo lo que esté al alcance del cirujano, para conseguir que no permanez- ca en el interior de la herida ni un solo coágulo. Simplemente indico este recurso, agregando que es preciso hacer algo á la vista del peligro. Puede reasumirse así la profilaxia. Higiene, no descuidando la ventilación, la limpieza, la separación de las camas; es decir, evitar la acumulación, buena alimentación, fumigaciones de cloro, limpieza en las curaciones, quitando las costras que se forman á su derredor, haciendo las curaciones dos veces al dia, cuando sea la supuración abundante, etc; extraer los coágulos siempre que existan. Pero si á pesar de todo esto se desarroya la podredumbre, entonces debe po- nerse mas cuidado en el cumplimiento de las precauciones dichas, y ademas aislar los enfermos afectados (1) curar á los no complica- 34 [I] Esto puedo tener su utilidad, aun cuando no se crea en el contagio, y ade- mas mientras la cuestión no quede resuelta definitivamente; nadie está autoriza- do á despreciar los consejos dúo se han dado. Los que por otra parte cuando mono# ton imítilcs, pero de ninguna minera dañosos. t dos con pinzas, estiletes, y demas utensilios, ó distintos, ó previa- mente limpios, pasándolos por el fuego, no hacer uso de la s misma» vendas para unos y otros; encargar al enfermo no toque con sus ma- nos sucias las heridas de los demas ó las suyas cuando teniendo va- rias, unas estén pútridas y las otras nó. 35 La oscuridad de que está rodeada la podredumbre en sus causas y la naturaleza, estiende su influencia á la elección de los medios cu- rativos y resulta que todo se reduce á medios empireos ó á destruir cruelmente los tejidos. Todos los autores dividen el tratamiento curativo de la podredum- bre, en general y local, ó en interno y tópico: hablaré primero del método interno. En el período de agudeza se han recomendado las bebidas diluentes y la sangría. Hennen, ha encontrado la sangría como el mas eficaz remedio en la epidemia que observó en Bilvao, la alaba como medio pracfilático también, y dice que seria imperdo- nable no recurrir á ella cuando los mismos enfermos piden la lan- ceta. Blackadder y otros por el contrario, creen que los casos en que está indicada son muy limitados; porque muy pocas veces hay sin. tomas inflamatorios intensos; agregan que tiene el grave inconve- niente de ofrece al contagio una nueva herida. El emético es muy alabado por Dussaussoy, por Ponteau, pero so- bre todo por Briggs, que se espresa de esta manera “Siempre he en. contrado el emético eficaz. Sucede con frecuencia que ni los medi- camentos internos, ni las aplicationes esternas no tienen en los pri- meros dias ningún poder para detener los progresos de la ulceracion- Siempre he visto emplear el emético al prncipio de la podredumbre de hospital, y siempre con éxito, cuando se recurre á él con tiempo, y no me acuerdo nunca haber visto resultado fatal de la adminis- tración del tártaro estiviado; de manera que creo nunca se debe de- jar de emplear al principio de la afectación.” Las bebidas aciduládas con el ácido sulfúrico, es para muchos un remedio útil siempre en todas las formas de podredumbre y á to- dos sus periodos. Para Legonas los purgantes, para Bégin. la hipecacuana, Algunos cirujanos viendo en los síntomas de la podredumbre, una gastro-enteritis, con envenenamiento miasmático, aconsejan pres- cribir á los enfermos la falta completa de alimentos, darles bebidas aciduladas, ponerles cataplasmas sobre el vientre, mandarles lava- tivas emolientes á fin de mantener la libertad del vientre y calmar ]a exitacion intestinal, y si el vigor del enfermo permite sanguijuela» al epigastrio. Otros, y esta es la creencia de la mayor parte, considerando la po- dredumbre como un tifo traumático de forma atáxica, una enferme- dad que deprime las fuerzas, aconsejan un régimen tónico, fortifican- te. la quina, la buena alimentación, buen vino de Bourdeaux. Partiendo de otro principio Raspad, aconseja el alcanfor unido al opio l*ara terminar, y.como un recuerdo hi-tóri> o, diré; Jareis, pare- ciéndole que el organismo trata de espulsar algún principio estrella- damente dañoso á su acción vital, abandona el tratamiento á la natu- raleza. En el hospital de San Pablo, no se sigue ningún tratamiento ge- neral, con especialidad mas bien dicho, la medicación interna se desprecia completamente, probablemente porque los facultativos de este establcimiento son de la misma opinión que Dupuytren, que asegura A Samuel Cooper, que solo tenia cofianza en las aplicacio- nes locales y que los remedios internos no servían casi piara rmda. Yo creo que en el tratamiento interno de la podredumbre nosoco- mial todos los remedios pueden ser malos, to los pueden ser buenos según los casos; creo que en lo general el método fortificante encuen- tra su aplicación; pero no me parece por esto que un método contra- rio sea malo en otros enfermos; es decir, que debe satisfacerse á la indicación, combatiendo siempre los síntomas mas molestos, calman do los dolores por los narcóticos, cuando la reacción febril sea inten- sa, que el individuo sea robusto y pletórico; la sangría, si hay in- somnio y ansiedad, opio; en algunos enfermos purgantes, en otros vomitivos, ect. Con respeto á los medicamentos tópicos se han em- pleado muchos desde los menos enérgicos hasta lys mas poderosos; enteramente diversos unos de otros: se puede decir que cada ciruja- no (hablando de muchos) al fin acaba por dar preferencia á uno solo, pero distinto del que para otro es considerado como específico. Así por ejemplo, por algunos está alabada la masa de arina de trigo, la que depositada sobre la úlcera, se dice cura la podredumbre en poco tiempo, no la he visto usar; pero creo que no deben ser muy buenos sus resultados, y en algunos casos deben ser malísimos, cuando la herida sea profunda y estrecha. Cillepse, recomienda las. rebanadas de limón depositadas sobre la lesión y dejarlas en contacto con ella veinticuatro horas para reno- varlas después de este tiempo por otras nuevas. Folen, prodiga también muchas alabanzas al limón, pero no en rebanadas, sino al jugo de que empapa las hilas que renueva muchas veces al día; porque dice que con su empleo ha visto heridas sobre las cuales se presenta la podredumbre, modificarse de una manera favorable y en un espasio de tiempo bastante corto. He usado este tópico y ha dado buenos resultados; pero siempre ha sido en casos ligeros. El ácido cítrico, recomendado por Perey, Moreau, Burdin, debe obrar como el limón. Delpech, recomienda el vinagre como exelente cuando no se quiere obrar por no convenir con otra sustancia de mas energía: precisamen- te en estas circunstancias me parece de utilidad el ácido fénico solo ó unido á la glicerina. La solución de percloruro de fierro á 30? mezclada á proporciones de agua variables, ha sitio tarhbien aconsejada por Albespy; produce sobre las heridas una costra negra y dura, que cuando cao se ve Ja fierida granulosa, 36 37 Haumnek, hace uso de cataplasmas de lúpulo, no se su resultado- H traes, recomienda el jugo gástrico de buey, ignoro su efecto. Por alguno se ha tratado la podredumbre despolvoreando el óxido rojo de mercurio, me parece dañoso, lo mismo que la solución arse- nical de Fowler, usada en Inglaterra. El alcanfor que al principio de la podredumbre ha sido recomen- dado por Thomson, y el polvo de azúcar y alcanfor por Bobillier, las cataplasmas de vino de que Boucliardal habla, y el acetato de plomo tan ponderado por otros, no me ha dado buenos resultados y siempre he tenido que cambiar el tratamiento. Según Dcsmartis (1) el extracto de Hematovylum, hace desapa- recer el nial como por encanto. La hidroterapia como medio general y tópico, se dice ha curado en pocos dias, casos desesperados; pero en general las aplicaciones acuosas han acelerado los progresos de la enfermedad. Las sangrías locales se han puesto en prática, la mayor parte condenan su empleo, á mi me parecen inútiles en el mayor número de casos; por mas que Alginé en la guerra de los siete años en Es- paña, haya sacado gran partido de las sanguijuelas aplicadas al contorno de las heridas afectadas. La inoculación (2.) modificando ventajosamente la superficie de ciertas heridas de mal carácter, sujirió la idea de aplicarla á la po- dredumbre nosocomial. Sin dudar, del éxito obtenido por este medio, solo me limito á observar lo molesto y costoso que seria en las epi- demias de la enfermedad de que me ocupo. Dussasson, cubre la superficie de la herida con polvos de quina y trementina, formando una costra que cuando cae se renueva hasta que la herida se limpia, lo que se consigue fácilmente. Con polvo de quina y de carbón he visto curar algunas podredum- bres. La solución de sulfuro de potasa, está recomendado emplearla, pe- ro produce muchos ardores. » El alumbre solo, pero sobre todo el alumbre y agua fuertemente clorurada, me ha dado muy buenos resultados en los casos ligeros, cuando la tela blanca comienza á formarse. La trementina en to- dos los períodos de la podredumbre es excelente, j estoy convencido que cuando se emplea á propósito y con método: cura bien y pronto. El método de Pitha, consiste en la aplicación de la piedra vulnera- ria de Hesselbach, [sulfato de cobre, sulfato de fierro, verde gris, aloes, sulfato de amoniaco fundido todo y mezclado] sola ó disuelta en agua, según la gravedad de los casos. Algunos han recomendado el aceite hirviendo, medio bárbaro que se puede reemplazar por cualquier otro. El nitrato de plata, solo creo será útil al principio de la enferme- [1| Vease el tomo 2® Bouchardat, pagina, 319. J2] La incubación consiste en mantener aire caliente á la eupcrficie de las heridos por medio de diversos aparato» y en los que por lo común se hace ueo de lámparas de alcohol. dad. Se Im usado de I03 ácidos sulfúrico, clorohidrico y nzotico, del nitrato ácido de mercurio, la pasta de la potasa caustica, el cloruro de antimonio, etc,. Me parece que el nitrato ácido puede re- emplazar ventajosamente á todos los cáusticos en el mayor número de podredumbres. Id! Sr. Hidalgo Carpió, antes daba la preferencia al carbón vegetal lavando de cierta manera la úlcera con aguardiente alcanforado para los casos graves, y para el principio de la afección al alumbre. Pero las últimas ideas del eminente clínico son estas: “Cuando llega á caracterizarse la podredumbre en una herida ó una úlcera, lo maa conveniente es cauterizarla desde luego con el nitrato ácido de mercurio en toda su estension. Dejar obrar el caustico por uno has- ta cinco minutos según la profundidad de la gangrena y luego lavar con agua fria abundamente, tanto para quitar el exeso del nitrato, como para calmar los dolores que así desaparecen muy pronto. Pe- ro no es posible carauterizar sin peligro sino cuando la herida es su- perficial, que no es sinuosa, no está próximo un vaso grueso, ni un hueso, tendón, ó una aponcorosis; en efecto el no alcanzar con el ni- trato á toda la profundidad y rincones de una herida, es dejarla cau- terización sin resultado y el ir á tocar un hueso, un tendón, una aponeorosis ó una artería, es provocar la esfoliacion de los primeros que es sumamente tardía, ó una hemorragia que es cosa siempre gra- ve. Por esto en las heridas profundas ó mal situadas conviene me- jor usar de la esencia de trementina que produce un resultado exe- lente en la totalidad de los casos, con tal que se siga el modus facen- di que voy á esponer. Se comienza por quitar con unas tijeras todas las porciones de putrílago que sea posible levantar sin hacer sangre, luego se engu- ga toda la superficie del pus que la cubre; en seguida se lava con agua tibia y se vuelve á enjugar con hilas. Después se empapan bo- litas de hilas ó pequeñitas planchuelas en esencia de trementina y se aplican en toda la superficie ulcerada, rellenando con ellas todas las hoquedades y escabrosidades que tuviere: sobre todo este apocito se aplicará una gran planchuela untada de cerato. Semejante á esta curación so repetirán dos en veinticuatro horas. Cuando la herida es muy profunda ó hay peligro en dividir preeli* minarmente los senos que la componen, podrán usarse las inyeccio- nes con la esencia de trementina y meter hilas después. Al cabo do haber ensayado en I03 centenares de podredumbres que he curado, de todas las sustancias recomendadas como los hipo-cloritos de cal ó de sosa, los cocimientos vulnerarios, el jugo de limón, los ungüentos di- gestivos, el bálsamo del Perú, el de copaiba, la glicerina, los polvos de carbón, de alcanfor ó de quina, etc., no he encontrado cosa que sane mayor número de enfermos y en menos tiempo que la esencia de trementina. Es cierto que con todos los métodos he curado á algunos; pero es- to no lo atribuyo á la eficacia de los remedios sino al aseo que he juntamente con ellos: mientras ele que la esencia de tre- 38 39 inentina deterge tan pronto las úlceras afectadas de podredura bre que no dudo tenga una virtud especial para esto.” El cauterio actual han dicho los prácticos que convenientemente aplicado, detiene los progresos de la podredumbre con seguridad. Para Samuel Cooper, es repugnante el fuego y está por preferir cualquiera otro medio que procure la misma ventaja. Es mi opinión, mas cuando la eficacia de medios menos crueles es incontestable. Pe- ro si se llega á usar porque la necesidad obligue; entonces la manera de proceder que se aconseja es esta: se limpia la superficie de la heri- da lavando con una solución ligera de bi carbonato de potasa y después de enjugar bien y secar con hilas, con cauterios de diversas formas calentados al rojo blanco, se penetra en todas las anfractuosidades de la herida, reemplazando los cauterios que se enfrien por otros que quemen bien; si existen trayectos purulentos es necesario practicar desbridaciones para no dejar nada sin cauterizar. La vecindad de los vasos no debe ser un obstáculo absoluto, 8c debe evitar obrar sobre ellos; pero si la podredumbre marcha con violencia y los amenaza, se aplica el cauterio sobre las arterías, exep- tuando solamente los casos en que no se puede ligar ensima del pun- to quemado. Cuando por el aspecto de la cauterización, se juzga la operación terminada, se cubre la herida con una planchuela unta- da de cerato, si á las veinticuatro horas la escara permanece seca, es inútil cauterizar de nuevo, pero si se perciben puntos húmedos á su superficie y hay mal olor, es necesario tocar de nuevo con el fierro rojo. Será conveniente endir la escara, levantar un pequeño colgago con las tijeras y asegurarse si la operación fué completa, y si debajo de la escara permanece sospechosa la superficie, volver al tratamiento. Después todo consiste en curar la cauterización como una quemada al cuarto grado. La amputación puede llegar á ser el único recurso; hay casos en los que se presenta una infiltración edematosa del miembro, debida á la propagación de los materiales de la podredumbre. Delpech, aconseja en este caso, antes de operar favorecerlas condiciones de la amputación, por cauterizaciones ¡ntercurrentes con el fierro rojo so- bre la piel vecina. Cuando la constitución del individuo está muy alterada, es nece- sario saber aguardar levantando las fuerzas del enfermo. Como no es fácil precisar prácticamente la necesidad de una am- putación, el médico está obligado en conciencia á llamar á su la- do Profesores que por sus profundos conocimientos y estensa prácti- ca, lo autoricen á obrar en un caso dado „ w w Después de haber hablado de la etiología, sintomatología, diag- nóstico, pronóstico y tratamiento de la podredumbre: voy á decir en pocas palabras, las principales opiniones que se han emitido sobre su naturaleza. Para unos es una gangrena, para otros una inflama- ción provocada por el contacto de los miasmas pútridos acompañada en el mayor número de casos de la absorción de estos miasmas y de la irritación de las principales visceras: así como del sistema nervio* *o. Para algunos cirujanos no es mas que la manifestasion de un en- venenamiento, de una alteración de la sangre; otros creen que hay un virus que solo obra localmente, y que tiene la propiedad asimiía- triz aumentando de esta manera la destrucción. Billroth, (l) cree como muy probable la podredumbre debida á seres infinitamente pequeños, y que estos seres á la manera de fermentos provocarían una descomposición sobre la herida, y en los tejidos que la rodean. Compara la podredumbre nosocomial, 4 las heridas que dan supuración azul, que anque no hace sufiir nada á la herida, es debido este fenómeno, de la misma manera que la leche azul según Lücke á pequeños seres que pueden trasmitirse por contagio, y agre- ga Billroth, que el desarroyo de estos seres depende probablemente de ciertos estados atmosféricos y que de allí proviene sin duda, la es- tension epidémica de la enfermedad. He visto una lámina que el Sr. Hidalgo Carpió, ha dibujado, en donde se encuéntralo que dá el putrílago al microscopio, en donde hay glóbulos rojizos de pus con su3 núcleos, estos glóbulos están tra- tados por el agua, por el ácido acético, y en la figura están sus dife- rentes apariencias; en la esplicacion de dicha lámina, se habla de haces, de tejido muscular, etc., pero ni en esta observación ni en otras semejantes ha podido encontrarse ningún infusorio ni crip- tógamo. Cuando una podredumbre comienza como he dicho antes, se ob- serba sobre la superficie de la herida una tela delgada como la tela de cebolla, si se ve entonces esta membrana con una lente de fuerte aumento; se encuentra que se entrelazan en diversas direciones una multitud de pequeños vasos capilares, por transpariencia aparecen las granulaciones de la herida, esta membrana se desorganiza rápi- damente. Este hecho de observación ha servido de base al Sr* Hidal- go Carpió, para formar la siguiente teoría: la podredumbre de hos< pital, es una enfermedad local, es una transformación orgánica y 4 la vez una desorganisacion, porque el aumento en profundidad y su- perficie de las úlceras afectadas, se esplica por la formación de la membrana ó bien por el engrosamiento de una sola á espensas de los tejidos, y por otra parte la formación del putrílago queda esplica- do en la destrucción del velo membranoso; y por esto es que la can- tidad de sustancia putrilaginosa desde el principio de la enferme- dad hasta su terminación, no es de ninguna manera proporcionada al aumento en profundidad y superficie de la solución de continui- dad. 40 OBSERVACIONES A QUE ME REFIERO EN EL CONTAGIO, kiJosé Arenas, de sesenta y dos años de edad, entró al hospital el dia22de Mayo de @4 á, curarse de una afección crónica de la mé- ¡1) 'Elementos de patología quirúrgica. [Paris.] 41 duia espinal. El 2 ó 3 del tnes siguiente se establecieron dos fuentes por medio del caustico de Viena, ú los lados del raqui» en la parte superior de la región lornbar, colocando en ellas cuentas de lirio, luego que cayeron las escaras. Continuaron ambas supurando con regularidad y sin accidente, hasta el dia 27 ó 28 de Julio, en que aparecieron los síntomas de la podredumbre de hospital en el cauterio de la izquierda. Al dia siguiente de haberse advertido la podredumbre, se aplicó una pasta compuesta de yeso, alquitrán y acei- te. continuando su uso dos ó tres dias; en seguida se aplicó la esencia de trementina, todo sin éxito, porque la enfermedad progresaba. Desde el tamaño como de dos centímetros de diámetro que tenia la fuente cuando apareció la podredumbre, llegó á crecer hasta co- mo seis centímetros, presentando sus b >rdes cortados á pico y san- guinolentos, infartados y la piel inflamada; el fondo cubierto de una gruesa escara, de podredumbre de consistencia putrilaginosa, que llegaba hasta el nivel de los bordes; el pus abundante, fétido y cero- so. El dia 7 de Agosto, se cauterizó profundamente con nitrato ácido de mercurio, toda la esterision cíe la solución de continuidad. El dia I 1 había caído parte de la escara, y se cubria de botone3 carnosos la herida que estaba en estot pantos enteramente detergida. Los bordes de la úlcera se desinflamaron, En todo este tiempo el cauterio de la derecha, colocado aúna distancia de ocho centíme- tros, poco mas ó menos del de' la izquierda, 'continuaba supurando sin presentar mal aspecto, y como se le quitó el garbanzo, comenzó á cicatrizar apesar de que el 2 del mismo mes se tomó una cuenta de lirio, y bien embebida .en el pus del cauterio afectado de podre- dumbre, se puso en el sano, cubriéndolo con una torta de hilas y dejándolo permanecer ahí veinticuatro horas, al cabo de las míales se quitó, y no obstante, en los dias siguientes conservó su carácter de simplicidad y marchaba siempre á la cicatrización. Ambos cauterios continuab tu h asta el 15 de Agosto, en su mismo buen estado. Como por el di t 1§ apareció la podredumbre en la fuen- te que estaba cicatrizándose, y á poco en la que antes tuvo po Iredunv bre y estaba ya detergida, así como otra úlcera que á las inmediacio- nes se habia formado por el nitrato ácido que se escurrió en la pri- mera cauterización: cuando estuvo bien marcada la gangrena en to- das, se cauterizaron con el mismo nitrato, el cual formó escaras profundas á la cuida do las cuales todas aparecieron detergidas, ayu- dándose la detersión por la esencia de trementina, de modo que'pa- ra. el 30 de Agosto, habían vuelto á tomar el -carácter'-de simples/’ Estadística desde Enero de 1870 hasla Marzo de 1871, Meses. Núin. de enfermos Se complicaron. Murieron di* 1» que entraron complicación. . ... 40 2 0 Febrero.. . ,.... 30 13 0 Marzo..., Abril. ... Mavo.... ,... 33 2 o Junio.. ., .... 27 Julio Agosto. . . .... 29 0 o Setiembre .... 30 1. Octubre.. .... 30 Noviembre 26 Diciembre. 27 Enero.... .... 28 1 0 Febrero.., .... 40 7 o Marz j..., Resulta de mi estadística que entraron 471, que se complicaron 56; que de estos 56 murieron 2: la podredumbre fue ocasionada en 28 por coágulos. £1 número de pútridos habido, e< muy variable, en la» estaciones durante los quince me es. Inulil me parece advertir la insuficiencia de mis conocimientos y la escaces de mi talento, para presentar un trabajo digno dé mis res peiablea maestros; atrévome á exitar en mi favor la indulgencia del Jurado, que tiene que decidir de mi suerte futura GÁ'/)/onio 0**e, ex C