FACULTAD de MEDICINA de MÉXICO 
j Breve Estudio 
SOBRE LAS CAUSAS MAS FRECUENTES 
DE 
RETENCIÓN DE ORINA 
EN EL 
UNT I UNT O 
Y MEDIOS MAS APROPIADOS PARA COMBATIRLA 
TESIS 
que para el exámen general de Medicina, Cirujía y Obstetricia 
presenta al Jurado Calificador 
Guillermo Senisson 
Alumno de la Escuela Nacional de Medicina de México, 
Ex-practicante de los Hospitales Morelos y Juárez y miembro de la Sociedad 
Filoiátrica. 
MEXICO. 
TIPOGRAFIA DE “EL GRAN LIBRO” 
Primera de la Independencia, 9 
i886 FACULTAD DE MEDICINA DE MÉXICO 
Breve Estudio 
SOBRE LAS CAUSAS MAS FRECUENTES 
DE 
RETENCIÓN DE ORINA 
EN EL 
UNTIÍsT O 
Y MEDIOS MAS APROPIADOS PARA COMBATIRLA 
TESIS 
que para el examen general de Medicina, Cirujía y Obstetricia 
presenta al Jurado Calificador 
Guillermo Senisson 
Alumno de la Escuela Nacional de Medicina de México, 
Ex-practicante de los Hospitales Morelos y Juárez y miembro de la Sociedad 
Fiioiátriea. 
MEXICO. 
TIPOGRAFIA DE “EL GRAN LIBRO” 
Primera de la Independencia, 9 
i886 ■.me 
(y^^a-Á/er) 
Á- (Q/dQem&ieei de me T^Le/íe 
7/ r/re^ed''-'/• f'/ ii<r 
07) ■ Gf/ 
dzJemi Ipmaam. al Profesor de patología Interna 
de £pegnr|cIo o.rjo de ípCedieir(a 
(Sl'f<Sz. ajilan Golfantes y oJSueniosho. 
A MIS INTELIGENTES MAESTROS 
Ip odores Con frecuencia se presenta en la práctica del médico, 
acudir al llamamiento de los padres de algún niño, que no 
puede verificar el acto de la micción; y en este caso es for- 
zoso que aquel ocurra preferentemente á todo, para satis- 
facer la necesidad imperiosa que reclama su interven- 
ción. ¡Tal es la vehemencia y el apremio con que se im- 
ploran del facultativo los cuidados! 
Esta cuestión que se propone por decirlo así, al cálamo 
cúrrente en la práctica médica, exige los cuidados más 
grandes, los conocimientos más precisos, la prudencia más 
acrisolada, la intervención en fin verdaderamente cientí- 
fica. 
Hacer salir la orina, evacuar la vejiga, este es el pensa- 
miento que domina desde luego en el ánimo de aquel que 
asiste á una escena tan conmovedora: la que tiene el pe- 
queño paciente en un estado de agitación extrema, con la 
mirada brillante, la cara congestionada, las facciones con- 
traidas, con una expresión de angustia indecible, preso de 
mil contracciones que lo agitan, que lo atormentan, que 
lo hacen buscar instintivamente una posición, un modo 8 
de estar, un algo que lo alivie, que le minore su sufrimien- 
to, que le haga olvidar la necesidad de evacuar su vejiga; 
para lo cual mil veces é inútilmente ha hecho tentativas, 
que lejos de aliviarle no han hecho mas que crecer su fa- 
tiga, haciéndolo disnéico, y colocándolo en un estado de 
congoja y desasosiego que verdaderamente conmueve. O 
bien por el contrario asiste el facultativo al cuadro tristí- 
simo de un niño que con el semblante pálido, y desenca- 
jado, inmóvil é indiferente, guarda el decúbito supino, con 
una vejiga repleta, próxima quizá á estallar, y sin embar- 
go el enfermo no acusa sufrimiento alguno, no hace por 
evacuar su vejiga, y tal vez las quimeras del delirio lo es- 
tán haciendo sonreir con doloroso sarcasmo, ante las imáge- 
nes con que puebla su fantasía, los delirios de una fiebre 
urinosa que lo envenena y lo mata 
Multitud de otros cuadros podríamos bosquejar, aunque 
imperfectamente, y que se presentan en la práctica al mé- 
dico solicitado para hacer evacuar la orina en este periodo 
de la vida; pero bástenos lo dicho para justificar nuestro 
interes al estudiar una cuestión tan frecuentemente pro- 
puesta en la práctica, tan diversamente resuelta, y preci- 
so es decirlo de una vez, de tan funestas consecuencias, 
si no se interviene como antes hemos dicho, y como pro- 
curaremos demostrarlo. 
En nuestro estudio procuraremos en primer lugar, pre- 
cisar los casos en que con más frecuencia se presenta 
como síntoma la “retención de orina en el niño;” en segun- 
do lugar indicar los medios mas apropiados para comba- 
tirla, tratando por último de las mejores reglas que en 
nuestro humilde concepto, deben tenerse presentes para 
practicar el cateterismo. Por retención de orina se entiende la permanencia anor- 
mal del líquido urinoso en la cavidad de la vejiga. 
Esta permanencia forzada déla orina en el depósito qne 
la contiene, reconoce distintas causas en el niño, las que 
procuraremos exponer en consideraciones generales, se- 
gún la frecuencia con que se observan en la práctica. 
Preséntase algunas veces en el niño un género de reten- 
ción particular, debido á la existencia de concreciones cal- 
culosas dentro de la cavidad de la vejiga, concreciones 
que irritando con su presencia las paredes de este recep- 
táculo, traen como reflejo en el niño la erección del pene, 
poniéndo á aquel algunas veces en la pendiente del ona- 
nismo. Los movimientos torpes á que pudiera dar lugar 
tan secreta incitación devuelven el reflejo á la vejiga, que 
se contrae con espasmos, que se tetaniza aunque ligera- 
mente; pero lo bastante para obstruir el paso de la orina, 
cerrando el esfínter ó imposibilitando satisfacer la necesi- 
dad más ó ménos imperiosa de la micción. 
Ya se comprende que en estos casos la intervención del 
módico debe tener por objeto, combatir el estado de la 
vejiga, oponiéndose con antispasmódicos á la convulsión 
de los esfínteres, así como á prevenir con discretos conse- 
jos la vigilancia del infante, apartándolo de prácticas que 
tan claramente están alterando su salud. 
En otras ocasiones la presencia de arenillas, arrastra- 
das por la orina, suscita un prurito en el meato de la ure- 
tra, que comenzando con un cosquilleo, obliga á los en- 
fermos á tirar de su pene en el sentido de su longitud, ti- 
ramientos que por su repetición traen consigo el alarga- 
miento del prepucio. En estos casos á un prepucio alarga- 
do, á una balano-postitis, sucede el vicio del onanismo 
que en tales circunstancias la acción de la orina provoca, 
9 10 
y como consecuencia última de todo esto la fimósis y des- 
pués la retención. 
En los niños por una predisposición especial, ó por fal- 
ta de aseo, se ve frecuentemente desarrollarse en sus ór- 
ganos genitales una erupción de vesículas reunidas en 
grupos, de base inflamada, qne se designan con el nombre 
de herpes, y que da lugar en su periodo agudo á Advas co- 
mezones que precisan á los niños á frotar su pene, y estos 
frotamientos traen consigo frecuentes erecciones, así 
como una balano-postitis. En este caso lo mismo que en 
él anterior, el vicio del onanismo da lugar á la fimósis, y 
esta á la retención. 
La intervención del médico práctico consiste, á nuestro 
modo de ver, en moderar la excitabilidad del sistema ner- 
vioso, en conjurar la inflamación prepucial, así como en 
combatir el prurito, causa de todos estos trastornos. 
Debe el médico en estos casos tener presente, ante todo, 
la frecuencia de arenillas, y de cálculos en los niños, para 
combatir las retenciones antes indicadas, y las análogas 
que fácilmente se comprenden, debe, repetimos, practicar 
el cateterismo como medio diagnóstico para normar su 
conducta, ó instituir un tratamiento apropiado. 
En los niños en otras ocasiones, y sin que exista con- 
creción alguna en su vejiga, sus uréteres ó su uretra, sin 
que tampoco la precoz malicia ó la peligrosa compañía 
con sus pequeños camaradas, le hayan anticipado el de- 
seo de sensación contra natura, se advierte sin embargo 
en ellos alguna dificultad en la micción, y esto sin que se 
note ningún vicio de conformación en sus órganos. Esta 
dificultad que se denuncia en ellos por el esfuerzo despro- 
porcicionado á que se entregan cuando quieren evacuar 
su vejiga, ó bien por la indiferencia con que ven esta re- 11 
pleta sin preocuparse de evacuarla, hacen llamar sobre 
ellos la atención de las personas que los vigilan, y los 
atienden, y en estos casos ¡cuántas veces si se explora un 
oido, si se tocan los ganglios cervicales, se va encontran- 
do como explicación y encadenamiento del fenómeno una 
otitis que sordamente ha propagado sus alteraciones has- 
ta las meníngeas del cerebro, y se descubre así la existen- 
cia de una lesión cerebral, que pasaba desapercibida ante 
los ojos de los padres, atribuyendo á mal carácter ó indo- 
cilidad del niño, las manifestaciones de una enfermedad 
que hasta entonces, se ha llegado á comprender! En estos 
casos la ciencia enseña que la lesión de que es imánente 
la retención está en el cerebro, está en el oido, y allí está 
la fuente de las indicaciones, para normar la conducta 
médica ó instituir un tratamiento. 
La retención en los niños puede también observarse 
después de la simple aplicación de un vejigatorio: ya por- 
que una pseudo-membrana, formada á espensas de la mu- 
cosa vesical, haya venido á obstruir el canal de la uretra, 
haciéndolo infranqueable al paso de la orina, ó ya por la 
parálisis, que según la ley de Stokes, determina la mucosa 
inflamada en el plano muscular subyacente. Estos dos 
casos difíciles de distinguir en la práctica, requieren 
tratamientos diferentes; porque la introducción de una 
sonda, benéfica en el caso de que una falsa membrana ha- 
ya obstruido el canal, puede ser nociva en el caso de sim- 
ple atonía ó parálisis, aumentando por su contacto la in- 
flamación, causa determinante de la retención. 
¿Como puede el práctico distinguir estos dos casos, en 
los cuales se presentan como signos comunes, dolores en 
la región de la vejiga, que se irradian hácia él perinéo y 
la uretra, un tenesmo vesical bastante intenso, reacción febril ó exaservación de ella cuando existe de antemano, 
el abultamiento de la región epigástrica indicando la dis- 
tención exagerada de la vejiga, y en fin toda esa série de 
fenómenos generales, que acompañan la inflamación agu- 
da de este receptáculo, determinada por la acción de las 
cantáridas? 
La expulsión dolorosa de algunas gotas de orina turbia 
y sanguinolenta, es el único signo que puede indicar que 
el canal se encuentra libre, y que la expulsión de este lí- 
quido no puede verificarse francamente por la falta de con- 
tractibilidad de las paredes vesicales. 
La inmediata supresión del vejigatorio, la administra- 
ción de bebidas diuréticas, y la aplicación de cataplasmas 
laudanizadas sobre el vientre, forman el tratamiento co- 
mún; bastante por sí solo, cuando no baya obstrucción del 
canal, á lo cual se debe agregar el cateterismo, las inyeccio- 
nes emolientes, y algunas veces la punción, cuando una 
falsa membrana obstruya la uretra, y se oponga á la pene- 
tración de la sonda basta la vejiga. 
Puede también observarse una retención por parálisis del 
receptáculo urinoso, en la marcha ó convalescencia de cier- 
tas enfermedades graves, como el tifo y la viruela: parálisis 
que depende de la congestión medular que estas enferme- 
dades determinan. 
En estos casos la evacuación de la orina, hecha por el 
cateterismo tres ó cuatro veces al día, es la indicación que 
ante todo debe llenar el práctico, sin descuidar por esto la 
congestión medular, como causa principal de donde estos 
trastornos emanan. 
Las fisuras del ano, padecimiento por lo regular de ori- 
gen sifilítico en el niño, puede dar lugar, por las relaciones 
anatómicas y fisiológicas que unen el aparato de la defeca- 
12 13 
ción con el de la micción, á una retención de orina, cuyo 
mecanismo vamos á procurar explicar en unas cuantas pa- 
labras. 
Sabido es que las fisuras del ano tienen su sitio en el 
conducto anal mismo, en el punto de este canal, corres- 
pondiente al coxis; que dan lugar en su principio á ligeras 
comezones en el ano, que convirtiéndose en dolores vehe- 
mentes durante ó después de la defecación, hacen este acto 
difícil, y aun imposible por las contracciones reflejas que 
el dolor determina en los músculos esfínter, elevador del 
ano y trasverso profundo del perineo. La contracción de 
los dos primeros músculos impide la expulsión de las ma- 
terias fecales, las del último por la constricción que ejerce 
sobre la porción de la uretra que lo atraviesa, impide el li- 
bre escurrimiento de la orina. 
En un caso de esta naturaleza que tuve oportunidad de 
observar durante mi práctica escolar en el Hospital “Mo- 
relos,” la simple aplicación de lavativas emolientes y lau- 
danizadas, hicieron desaparecer estos accidentes. Lo cual 
se comprende por la acción hipnótica del opio, que obraba 
como antagonista de la contración espasmódica sufrida por 
los músculos, á la vez que diluhia las heces intestinales, 
facilitando mecánicamente su salida. 
Las lombrices intestinales pueden, por el prurito que de- 
terminan en el ano, dar lugar á una retención, cuyo meca- 
nismo es análogo á aquel del caso anterior, y cuyas indica- 
ciones se comprenden por la aplicación de los antihelméti- 
cos, que desocupando el intestino, le devuelven el reposo, 
suspendiendo así los reflejos que causan la retención. 
Por último, en los niños de temperamento sanguíneo y 
nervioso, que están en el período de la dentición, se pre- 
sentan algunas veces retenciones de la orina, más ó menos pasajeras; pero que pueden inducir á error en el ánimo del 
médico que las atiende. Preséntase en semejantes casos, 
como síntomas concomitantes ó premonitorios, cambios en 
el carácter del niño, que se hace violento, irascible ó me- 
lancólico, trémulo, con enfriamiento en las extremidades, y 
un desasosiego general, acompañado de una dificultad en 
la micción, que en algunos casos es muy notable. 
Semejante situación, debe de advertir al médico práctico 
que es necesario inquirir el estado de la vejiga, el estado 
de las micciones anteriores, así como los caracteres que á 
la simple vista puede suministrar la orina anteriormente 
evacuada. 
Ya se comprende que la indicación en semejantes cir- 
cunstancias debe dirigirse á facilitar la evolución dentaria, 
moderando algunas veces la sensibilidad muy viva de las 
encías, ya en otros combatiendo la estomatitis evolutiva, 
que se considera exagerada, ya moderando los infartos gan- 
glionarios concomitantes, ya en fin, con escarificaciones 
oportunas, expeditando el paso á los pequeños dientes, 
aprisionados dolorosamente bajo una encía dura, resisten- 
te y dolorosa, que es la causa de tantos trastornos en aque- 
lla infantil economía comprometida. 
14 
Vistos estos casos que pueden presentarse en la práctica 
del médico y otros muchos que sería prolijo y enojoso enu- 
merar, la idea del cateterismo salta naturalmente á la ima- 
ginación, como un recurso en muchos casos necesario, en 
otros útil, y en algunos complementario al perfecciona- 
miento del diagnóstico. CATETERISMO. 
Para algunos cirujanos, se debe antes de proceder al ca- 
teterismo, adormecer á los niños por medio del cloroformo, 
con el objeto de evitar los movimientos bruscos á que es- 
tos se entregan, al ver introducir en su uretra un cuerpo 
extraño; movimientos que como es fácil comprender, expo- 
nen mucho á practicar una falsa vía, sobre todo sino se 
tiene una mano ágil y ejercitada, en Ja práctica de esta ope- 
ración. 
Para nosotros el empleo de este anestésico solo está jus- 
tificado en los casos en que se practique el cateterismo en 
un niño indócil, irritable y nervioso, en quien la sonda de- 
terminaría, por su contacto con la mucosa uretral, espas- 
mos que liarían difícil la penetración de este instrumento 
hasta la vegiga. Además de la calma perfecta que se ob- 
tiene por las inhalaciones de cloroformo, se logra en estos 
casos hacer desaparecer las expasmos, facilitando así de 
una manera notable la práctica de la operación. 
El cloroformo está también perfectamente indicado, 
cuando el cateterismo se practique con el objeto de hacer 
una exploración de la cavidad vesical. 
Fuera de estos dos casos, no creemos indicada la aneste- 
sia, puesto que varias veces hemos practicado el catete- 
rismo en niños atacados de parálisis de la vejiga, sin gran- 
des dificultades; no obstante de habernos abstenido del em- 
pleo de las inhalaciones clorofórmicas. 
Una vez adormecido el niño, cuando esto sea necesario, 
ó simplemente sujeto por algunas personas, cuando el ca- 
teterismo tenga por único objeto evacuar la vejiga, se cui- 
da de darle una posición apropiada, procurando relajar lo 
más que sea posible, los músculos abdominales: lo que fá- 
cilmente se consigue doblando las piernas sobre los mús- los, y estos sobre la pélvis. En seguida el cirujano, toma 
con su mano derecha una sonda metálica ó elástica, según 
el caso lo exija, cuyo diámetro y curvatura estén en rela- 
ción con la edad del niño, y después de calentada, y engra- 
sada convenientemente, se coloca al lado izquierdo del en- 
fermo, tomando el pene con la mano que le queda libre, 
comprimiendo ligeramente el glande entre el pulgar y el 
índice, con el objeto de entreabrir el meato y sujetar el 
prepucio; lleva después su sonda delante del abdomen, pa- 
ralelamente á la línea blanca, introduce el pico de ésta en 
el meato de la uretra, procurando á la vez que el instru- 
mento penetra, tirar un poco del pene hácia la sonda. 
La introducción debe ser extremadamente lenta: milíme- 
tro por milímetro si es posible; retirando suavemente el 
instrumento, ó deteniéndole al encontrar el menor obstá- 
culo; impulsándolo de nuevo, y de una manera progresiva, 
hasta llegar debajo del pubis, donde debe ejecutarse un 
movimiento de báscula, levantando la sonda perpendicu- 
larmente á la pared abdominal, entre los muslos del enfer- 
mo, impulsándola siempre, para hacer que camine en la 
uretra. Resulta de este doble movimiento de báscula y 
progresión, que el pico de la sonda, levantándose, va á co- 
locarse en la parte curva del canal, siguiéndolo hasta la 
vejiga, donde es fácil reconocer que el instrumento ha lle- 
gado, por el escurrimiento de la orina; si es que el recipien- 
te estaba lleno y el cateterismo había sido hecho con el ob- 
jeto de evacuar la vejiga; ó bien por la posibilidad de im- 
primir al instrumento movimientos en todos sentidos, así 
como á la ausencia de sensación particular que daría un 
obstáculo á la introducción de la sonda en caso de que el 
cateterismo haya sido practicado como medio diagnóstico* 
México, Marzo de 1886. 
Guillermo Senisson. 
16