BREVES CONSIDERACIONES 
ACERCA DEL TRATAMIENTO 
DE 
LAS ÚLCERAS CUTÁNEAS 
TESIS 
QUE PRESENTA AL JURADO DE CALIFICACION, 
COMO CANDIDATO Á LA PLAZA DE CATEDRÁTICO DE PATOLOGIA EXTERNA 
DE LA ESCUELA DE MEDICINA, 
legttn g (j rene!, ■ 
■frEire 
Clínica externa de la Escuela de Medicina, y Sub-director de la Sala de S. Vicente 
en el hospital "Juárez" [ S. Pablo.] 
MÉXICO. 
TlP. DE LA YlUDA É HIJOS DE MURGUIA, 
PORTAL DEL AGUILA DE ORO. BREVES CONSIDERACIONES 
« 
ACERCA 
DEL TRATAMIENTO 
DE LAS ULCERAS CUTANEAS. 
TESIS 
QUE PRESENTA AL JURADO DE CALIFICACION, 
COJIO CANDIDATO Á LA PLAZA DE CAlAlHÁTICO DE PATOLOGÍA EXTERNA 
DE LA ESCUELA DE MEDICINA, 
Clefe de Clínica Externa de la Escuela de Medicina, 
Y SÜB-DIRECTOR 
DE LA SALA DE SAN VICENTE, 
II’,iv el Hospital Juárez (San Palvlo.) 
MEXICO. 
IMPRENTA DE LA Y. É HIJOS I)E MURGUÍA, 
PORTAL DEL ÁGUILA DE ORO. 
1874. Á MIS PADRES. 
"TRIBUTO DE AMOR FXRIAR, AL SEÑOR DIRECTOR. 
DE LA ESCUELA I)E MEDICINA DE MEXICO, 
IJoffer jjjott jwé ||m¡¡ jpériis. 
HUBIERA QUERIDO TENER EL GRANDE HONOR 
DE QUE HUBIESEIS SIDO MI MAESTRO, PARA LLAMARME CON ORGULLO 
VUESTRO DISCÍPULO: 
RECIBID ESTE IIOMENAGE DE MI ADMIRACION HACIA VOS. 
A LOS DOCTORES 
Jo» Éhtbiiw $¡trrek n 3)oh fpmo 
HABEIS SIDO MIS BUENOS AMIGOS 
DESDE QUE ERA ESTUDIANTE: RECIBID LA PRESENTE 
COMO UNA DÉBIL PRENDA DE MI CARIÑO. A LOS DOCTORES 
|p. fttis $SLtwo¿, 51. P'iinuel Carntona g Dalle g £1. €btmrbo 
LO POCO QUE SÉ DE CIRUJIA, LO DEBO 
Á VOSOTROS: 
ACEPTAD ESTA PÚBLICA MANIFESTACION DE MI GRATITUD- 
A MIS MAESTROS. 
KOMENAGE DE GRATITUD Y RESPETO. A LAS SOCIEDADES 
liflMlWM I IHMllIO, 
MI AFECTO. 
ñ mts c«wf»ai®i®s, 
«RITO RECUERDO JE HUESTE! TIRA DE ESTUDIASTE*. f üEBLAN nuestros hospitales gran número de desgra- 
ciados, que con enormes úlceras, sobre todo en las 
piernas, se ven imposibilitados de trabajar; el repo- 
so unido á un tratamiento mas ó menos adecuado, los cu- 
ran ó los alivian; salen del hospital, se vuelven á en- 
tregar á sus ocupaciones y al poco tiempo las úlceras 
se reabren; vuelven al asilo para volver á salir y después 
á entrar, y así indefinidamente, hasta que desesperando 
de encontrar un alivio radical, se abandonan. 
En cualquier libro clásico de Patología Externa, se en- 
cuentran multitud de tratamientos contra las úlceras, pe- 
ro á pesar de una aparente clasificación, nunca se ven ri- 
gurosas indicaciones que llenen las exigencias de la prác- 
tica. 
El deseo de formular estas indicaciones de una ma- 
nera neta y precisa, me ha decidido á elegir como punto 
de tesis “El tratamiento de las úlceras cutáneas.” 
En este trabajo, poco ó nada es mió; juzgadlo con in- 
dulgencia, merced á que es el fruto de los deseos de fijar 
la atención sobre una materia casi abandonada. 
Entraré primero en algunas consideraciones acerca del 
modo de formación de las úlceras, de su modo de cicatri- 
zación, de las causas que la retardan, y después me ocu- 
paré de un modo mas extenso de su tratamiento. 10 
Si me pusiera á enumerar simplemente todas las teorías 
que acerca de la formación de las úlceras y su cicatriza- 
ción, se lian vertido, escribiría un grueso volumen; así es 
que, para no ser difuso y no fatigar demasiado vuestra pa- 
ciencia, solo me ocuparé de las que me parecen deben 
aceptarse; advirtiendo que no seguiré ninguna exclusiva- 
mente, sino que tomaré de todas lo que juzgue convenien- 
te, en mi humilde concepto. I. 
Definiré la úlcera con el Sr. Carmena y Valle: Una so- 
lución dt3 continuidad sin tendencia á curar por algún obstá- 
culo en alguno de los períodos de la cicatrización. 
Bajo la influencia de irritaciones continuas o de una 
simple irritación en personas discrásicas (sífilis, escrófu- 
las, tubérculos, <fcc.) y aun en estos sugetos, muchas veces 
sin causa exterior, se ve que en algún punto, por ejemplo 
en el tercio inferior de la pierna, la piel se hincha, se po- 
ne rojiza, es recorrida por vasos dilatados y al mismo 
tiempo es mas sensible á la presión. La capa mas super- 
ficial de la epidermis se reblandece y pierde su consisten- 
cia córnea, bastando el mas lijero frotamiento para des- 
truirla; entonces la capa de celdillas de la red de Malpi- 
glii, se encuentra descubierta; bajo la influencia de nuevas 
irritaciones se desarrolla una superficie supurante cuya 
capa superior se compone de las celdillas de Malpighi, y 
la inferior de las papilas de la dermis, degeneradas y au- 
mentadas de volumen. Si no se hace caso de este proce- 
so, sigue la fundición purulenta ganando en superficie y 
en profundidad y una filcera se encuentra completamen- 
te formada. 
Estudiemos ahora los fenómenos íntimos de este pro- 
ceso. 
Bajo las influencias antes dichas, se desarrolla una in- 
flamación crónica que consiste en dos fenómenos de un or- 
den enteramente opuestos: neoplasia y desagregación. La 
neoplasia es debida á dos causas: á una infiltración de los 12 
glóbulos blancos de la sangre (Cohnheim) y á una proli- 
feración de las celdillas principalmente de la dermis (Bill- 
rotli y Stricker. La desagregación es debida á una liqui- 
dación del tejido, es decir á una fundición purulenta, ó bien 
resulta de una mortificación molecular (Billrotli y Bind- 
fleisch.) El pus que resulta de esta desagregación se com- 
pone de los productos de esta liquidación (Billroth) mez- 
clados á los glóbulos blancos de la sangre que han llega- 
do hasta la úlcera, merced á sus movimientos amiboides 
(Bindfleisch, Hoffman y Becklinghausen Cohnheim.) 
Casi siempre la neoplasia precede á la desagregación, á 
lo menos en las personas sanas y en la gran mayoría de 
los casos, pero algunas veces en las predispuestas, cuya 
piel está dotada de poca vitalidad, la desagregación, ó si se 
quiere la gangrena molecular, precede á la neoplasia. 
n. 
Una vez que conocemos I03 fenómenos íntimos que pa- 
san en la formación de una úlcera, veamos ahora los que 
se observan en su cicatrización. 
Supongamos que cesen las causas que se oponian á la 
organización, y tendremos una úlcera en via de cicatri- 
zar, una úlcera limpia, 
En el fondo se ve multitud do nudosidades rojas del 
tamaño de un grano de mijo, que se dirijen hácia la su- 
perficie; estas son las granulaciones ó botones carnosos. 
De la superficie de las granulaciones escurre un líquido 
que se vuelve mas y mas espeso, amarillo y de una con- 
sistencia cremosa, este líquido es el pus. 
A medida que la secreción del pus continúa, los botones 
carnosos se elevan mas y mas hacia la superficie cutánea, 
que algunas veces sobrepasan. Durante este período, las 
granulaciones aisladas se vuelven mas y mas gruesas y 
confluentes, adquiriendo al fin toda la superficie un as- 13 
pecto vitreo y gelatinoso. Es preciso que la periferie ele 
la masa granulosa no pase el nivel de la piel, porque por 
esta debe comenzar la cicatrización. 
La superficie se retrae poco á poco y se vuelve mas pe- 
queña, la secreción del pus se hace mas débil entre la piel 
y las granulaciones; se forma primero un limbo seco y ro- 
jo, que se dirije hacia el centro de la úlcera. A medida 
que e3te limbo crece y cubro la superficie granulosa, se 
desarrolla otra zona de un blanco azulado confundida del 
lado opuesto con la epidermis normal. Estos dos limbos 
se forman por el desarrollo centrípeto de la epidermis 
normal, hasta que acaba por cubrir toda la úlcera. Des- 
de este momento la cicatriz es bastante roja y se distin- 
gue perfectamente de la piel sana, es mas dura al tacto y 
adhiere íntimamente á las partes subyacentes. Con el 
trascurso del tiempo se vuelve mas pálida, mas móvil y dis- 
minuye do extensión, atrayendo fuertemente la piel sana. 
Algunas veces la cicatrización sigue la vía centrífuga 
en algunos puntos, es decir, se forman pequeños islotes 
de piel que avanzan á la periferie. Esto se observa cuan- 
do algunas partes de la piel han sido respetadas por el 
trabajo de la ulceración; pero algunas veces, aunque ra- 
ras, sin que hayan quedado porciones de piel sana, se ob- 
serva este modo de cicatrización. Creo con el Sr. Car- 
mona y Valle que pueden atribuirse á algunas celdillas 
de Malpighi, que en virtud de su movimiento amiboide, 
han caminado y se han fijado en estos puntos, proliferan- 
do en seguida. En todos los casos, ‘para que haya cica- 
triz, es necesario que ésta venga de la piel. Esta proposición 
es de grandes trascendencias prácticas, como después ve- 
remos. 
Veamos ahora cuáles son los fenómenos íntimos del 
trabajo cicatricial. 
Las granulaciones ó botones carnosos constituyen un neo- 
plasma inflamatorio, fuertemente vascidarizado. Es debido á una proliferación de las celdillas y á un desarrollo exage- 
rado de asas vasculares. Su desarrollo marcha del fon- 
do á la superficie; en sus capas mas superficiales es mas 
blando y completamente líquido en su superficie. Esta 
capa líquida que se escurre y se renueva sin cesar, es el 
pus que es debido á una extravasación de los glóbulos 
blancos de la sangre (Colmheim) y á una fundición, ó li- 
quidación del neoplasma inflamatorio. (Billrotli.) 
Las granulaciones casi siempre se detienen al nivel de 
la piel; al llegar á este período sufren las modificaciones 
siguientes: no solamente los millones de las celdillas de 
pus en la superficie, sino también las celdillas que existen 
en la profundidad del tejido granuloso, desaparecen por la 
división de sus núcleos, la desagregación y la reabsor- 
ción; otras en gran número sufren la degeneración graso- 
sa para ser después igualmente reabsorvidas. Cuando 
esta trasformacion debe hacerse, se muestran poco á poco 
en las celdillas, moléculas grasosas excesivamente finas 
y no solamente en las que son redondas, sino en las que 
ya son fusiformes; una vez que estas celdillas están lle- 
nas de moléculas grasosas, se desagregan y la grasa se 
reabsorve. 
Aunque de esta manera el tejido de granulaciones su- 
fra una diminución por la desaparición de las celdillas y 
que al mismo tiempo la neoplasia inflamatoria cese de 
producirse, es necesario aún que otra condición, la mas 
esencial de todas, exista, á saber: la consolidación progre- 
siva de la sustancia gelatinosa intercelular en tejido con- 
juntivo friboso, consolidación determinada por la pérdida 
continua y creciente de las partes acuosas traídas por los 
vasos y que se evaporan en la superficie. Al mismo tiem- 
po las celdillas que quedan adquieren la configuración 
fusiforme y pasan á la categoría de los corpúsculos ordi- 
narios del tejido conjuntivo. A medida que estas modi- 
ficaciones avanzan de la periferie al centro, se ve cesar f n 15 
la superficie la secreción purulenta: con el auxilio de las 
celdillas de la red de Malpiglii en los alrededores inme- 
diatos de la úlcera, la epidermis se desarrolla sobre el 
tejido granuloso, que sufre esta especie de condensación 
de un modo que aun no nos es bien conocido; esta epi- 
dermis no tarda en separarse en sus dos capas, córnea y 
mucosa. En fin, sigue la obliteración de los capilares 
formados en exceso y no queda mas que un pequeño nú- 
mero para conservar la circulación en la cicatriz. A esta 
obliteración corresponde una sequedad, una tenacidad, 
una retracción mas y mas considerables del tejido, y has- 
ta años enteros pueden trascurrir antes que la cicatriz 
adquiera su forma definitiva. 
III. 
Las causas que retardan la cicatrización de una úlcera 
son generales y locales. 
Las causas generales son afecciones discrásicas, que im- 
primen á la economía un estado morboso en virtud del 
que la úlcera tiende á perpetuarse, mientras no se cure el 
estado general. Estos son la sífilis, el escorbuto, la tubercu- 
losis, el muermo, el farcino, la escrofulosis, <fcc. 
Las causas locales son, 11 la inflamación en virtud de la 
que la úlcera se pone fuertemente enrojecida y sumamen- 
te dolorosa; el erectismo que es un grado mas fuerte de la 
inflamación y en el que las úlceras ademas de estar muy 
enrojecidas y sumamente sensibles, sangran fácilmente al 
menor contacto. 
2Í* Las,f ungosidades que son granulaciones que vegetan 
á la manera de bongos y sobrepasan la superficie cutá- 
nea. Estas úlceras secretan un pus mucoso y son muy ri- 
cas en vasos. 
3* Las callosidades que hacen que los bordes y el con- 
torno de las úlceras se engruesen y adquieran la dureza 16 
clel cartílago bajo la influencia de una inflamación crónica 
muy larga. La úlcera, de un carácter esencialmente ató- 
nico está situada muy abajo de la superficie cutánea y sus 
bordes son muy marcados. Estas úlceras causan la de- 
sesperación del cirujano y contra las que están dirigidos 
los numerosos medios de tratamiento de que después ha- 
blaremos. 
4a El fagedenismo que provoca rápidamente la descom- 
posición y desorganización en la superficie de la úlcera. 
El fagedenismo tiene muchos puntos de contacto con lajoc- 
dredumbré de hospital. 
5a La gangrena. Ordinariamente está precedida de una 
inflamación mas ó menos intensa. Esta complicación se 
observa casi siempre en individuos debilitados por enfer- 
medades anteriores ó por privaciones. A los síntomas 
que pertenecen á una simple inflamación succeden los que 
anuncian la gangrena; la úlcera da una supuración suma- 
mente fétida, su fondo adquiere un tinte gris verdoso y 
si se le examina atentamente se reconoce que está consti- 
tuido por tejidos mortificados, por una verdadera escara 
que está aún adherente á las partes inmediatas; esta es- 
cara se agranda diariamente, invade las partes que aun no 
estaban atacadas, y hasta se extiende sobre la piel que ro- 
dea la úlcera: este trabajo de desorganización se acompa- 
ña ordinariamente de dolores sumamente vivos que sobre- 
vienen sobre todo en la noche. 
6a Fístulas que despegan los bordes. Provienen casi 
siempre de úlceras en cavernas que se abren lentamente de 
dentro liácia afuera, sobre todo á consecuencia de una fun- 
dición ulcerativa crónica de losgánglios linfáticos, por la 
carie, necrosis, &c. 
7a Varices que se encuentran en varios puntos del miem- 
bro y al rededor de la ulceración. Los bordes de la úl- 
cera tienen un engurgitamiento pastoso, su superficie es 17 
violada, sangra con facilidad y da lugar á un escurrimien- 
to de serosidad rojiza ó purulenta; son poco dolorosas. 
8o Cuerpos extraños, gusanos, irritaciones locales conti- 
nuas, (be. 
IV. 
Llegamos, por último al tratamiento de las úlceras, ob- 
jeto principal de esta imperfecta tesis. 
En primer lugar ¿se debe curar siempre una úlcera? A 
esto responderé con la mayor parte de los autores que sí, 
vigilando sin embargo el estado del enfermo y volviendo 
á abrirla, ó poniendo una fuente si se presentasen acci- 
dentes graves. Si estos se pudiesen prevéer, seria mejor 
abrir antes una fuente y cerrar después la úlcera. 
Lo primero que debe hacerse, es quitar en cuanto se 
pueda, la causa que las produce ó las conserva. Así si son 
producidas por un estado diatésico, debe ante todo com- 
batirse por los medios farmacéuticos é higiénicos esta diá- 
tesis, porque de otro modo nunca podrá obtenerse una 
curación radical. 
Si la rílcera es sintomática de otra afección local, como 
la fundición de un gánglio, por la necrosis 6 por la carie, 
deberá primero combatirse esta causa. 
Si está conservada por la presencia de cuerpos extra- 
ños, ó por irritaciones continuas, deberán quitarse ó ha- 
cerlas cesar, recordando aquello de “Sublata causa, tollitur 
ejfectus 
Voy á ocuparme de una manera pormenorizada de las 
indicaciones especiales que reclaman las diferentes com- 
plicaciones de las rilceras. 
Pero ante todo no debe perderse de vista que en el tra- 
bajo de cicatrización de las úlceras, hay dos periodos muy 
m arcados. El primero el de la formación de los botones car- nosos; el segundo el de \&película cicatricial que se produce 
SIEMPRE Y POR SIEMPRE SOLO á expensas de los ELEMENTOS 
normales de la piel. Por no recordar estos procesos, es 
por lo que casi siempre se fracasa en el tratamiento de las 
úlceras; nunca curarán estas si no favorecemos primero el 
desarrollo de las granulaciones y después la formación de 
la película cicatricial. 
El orden que seguiremos en la exposición de los medios 
terapéuticos corresponderá á aquel en que enunciamos las 
causas locales de retardo en la cicatrización de las úlceras. 
Io Ulceras inflamatorias ó mas bien dicho inflamadas. 
Se emplearán primero cataplasmas y lociones emolien- 
tes que no deberán continuarse por mucho tiempo porque 
se desarrolla en las úlceras un estado de congestión pasi- 
va que impide la cicatrización; después se usarán los un- 
güentos suaves, como el compuesto de mantequilla fresca 
y cera, el cerato; ó las pomadas con óxido de zinc, de sub- 
acetato de plomo. Si este tratamiento fracasa, si las gra- 
nulaciones adquieren un mal aspecto y siguen dolorosas 
y si la inflamación circunvecina ha cedido, lo mejor es em- 
plear una fuerte cauterización con el nitrato de plata, se- 
guida después de la compresión por las tiras de tela em- 
plástica, puestas como después veremos. Hasta ahora, 
el uso de los narcóticos empleados localmente, ha sido 
cuando menos inútil. 
2o Úlcerasfungosas. Se pierde el tiempo empleando solo 
los astrigentes, lo mejor es cauterizar con el nitrato de plata 
al estado sólido ó si este fracasa, el fierro rojo; pero se pue- 
den combinar con éxito los dos tratamientos. 
3o Úlceras callosas. Dos indicaciones se tienen que lle- 
nar: Ia destruir las callosidades: 2a favorecer los dos pe- 
riodos de la cicatrización. 
Si las callosidades son muy duras y rebeldes, se pueden 
extirpar con el bísturi, ó cauterizarlas con el cauterio ac- 
tual, ó con los potenciales; pero si no presentan este esta- do, lo mejor es emplear cataplasmas muy calientes ó sim- 
plemente baños de agua caliente. Estos baños han dado 
excelentes resultados á Zeis y Billrroth. 
Si después de destruidas las callosidades, la úlcera que- 
da atónica, se emplearán los excitantes, como la pomada 
estibiada, ó epispástica. He obtenido bajo la influencia del 
ungüento Holloway resultados verdaderamente admira- 
bles. Con estos medios se obtiene una fuerte inflamación 
purulenta, y si se introduce la pierna en un baño de agua 
caliente, se obtiene prontamente la cicatrización. 
Es un hecho de observación práctica constante, que las 
úlceras verdaderamente crónicas, son muy rebeldes á la 
cicatrización, ó tal vez nunca curan si tienen la forma re- 
donda. Así los cirujanos de todos tiempos han tratado 
de remediar esta forma, procurando darles una forma alar- 
gada. El mejor modo de conseguirlo es emplear una fuer- 
te compresión por medio de las tiras de tela emplástica 
(método de Baynton.) Se le aplica de la manera siguien- 
te: Se cortan las tiras de 2 ó 3 centímetros de ancho y bas- 
tante largas para que se puedan cruzar los dos cabos en una 
aplicación circular al rededor del miembro. El Sr. Dr. D. 
Gabino Barreda me ha dicho que en su práctica particular 
ha notado una gran diferencia en el éxito según que se cor- 
tan las tiras paralelamente al hilo de la tela ó perpendi- 
cularmente á él. En el primer caso el éxito casi siempre 
es bueno; en el segundo, no, porque cortando de este mo- 
do las tiras, no se produce una compresión en todas par- 
tes igual y uniforme: por lo mismo da como regla que: las 
tiras deben cortarse siempre paralelamente al hilo de la tela. 
Hecho esto, se aplica primero el medio de una tira en 
el punto del miembro opuesto á la parte inferior de la úl- 
cera y se cruzan los cabos sobre la misma úlcera, después 
se procede de abajo á arriba á una aplicación regular de 
tiras que deben cubrirse en la mitad de su anchura y so- 
brepasar un poco las dos extremidades de la úlcera. Bayn- 
19 20 
ton terminaba esta curación, aplicando sobre las tiras com- 
presas, plegadas en varios dobleces y sostenidas por un 
bendaje enrollado que se extendía desde los dedos hasta 
las rodillas. 
Esta curación, á menos de una supuración muy abun- 
dante, no se renueva sino cada dos ó tres dias. Se corta 
entonces la placa emplástica con tijeras en el lado opues- 
to á la úlcera, esta se enjuga lijeramente y si es necesario 
se toca con el nitrato de plata fundido y se reapUcan de 
11 manera antes dicha las tiras. 
En los casos ordinarios, sobre todo con el reposo, se ve 
que la parte se desengurgita, las callosidades se quitan po- 
co á poco, la secreción purulenta adquiere un buen aspec- 
to y se desarrolla al rededor de la úlcera una línea cica- 
tricial que aumenta diariamente. 
Algunos enfermos no soportan estas curaciones sino con 
vivísimos dolores, en otros hace nacer afecciones erisipe- 
latosas ó eczematosas. En estos casos debe quitarse y 
ensayar si soportan la curación con bendas cubiertas de 
ictiocola, de emplasto diapalma, del de Nuremberg ó por 
bendas de goma elástica. 
Después de haber favorecido el primer período de la ci- 
catrización, el de la formación de los botones carnosos, 
sucede que la úlcera no cicatriza porque la superficie gra- 
nulosa en vía de curación ó la cicatriz no puede disminuir 
de volúmen y condensarse á la manera ordinaria por una 
fuerte contracción, porque la resistencia de las partes in- 
mediatas á la piel no permite ningún deslizamiento; es ne- 
cesario pues que la superficie granulosa se cubra de una 
cicatriz que ocupe toda la extensión primitiva de la úlce- 
ra, puesto que es imposible toda contracción. Esto es su- 
mamente difícil conseguirlo, y la cicatriz no suficientemen- 
te condensada, se reabre pronto y la úlcera ya curada 
se forma de nuevo con facilidad. 
Viendo los cirujanos que en estado, las úlceras, no cu- 21 
raban, han pensado en traer los elementos de la cicatriz 
es decir la piel, de otra parte; de aquí han nacido los in- 
gertos y la autoplasliapor deslizamiento. Los primeros son 
métodos extrangeros, el segundo es enteramente mexica- 
no, debido al Sr. Carmona y Yalle. 
Antes de ocuparme de ellos, voy á recordar brevemen- 
te la estructura de la piel y su modo de desarrollo, para 
juzgar bien del valor de estos procedimientos. 
(1) La piel se compone de dos láminas distintas: una 
superficial de naturaleza exclusivamente celular, la epider- 
mis ; la otra profunda, tiene por sustancia fundamental una 
trama de tejido conjuntivo, en medio del que se encuen- 
tran una gran cantidad de nervios y de vasos, así como 
glándulas y masas de celdillas adiposas: la dermis. 
En la epidermis se distingue claramente tres zonas: la 
primera, en contacto inmediato con la dermis, está cons- 
tituida por una sola hilera de celdillas cilindricas, de n»ú- 
cleo oscuro, y cuyo gran diámetro está dirigido perpendi- 
cularmente á la superficie que cubren; principalmente en 
esta capa es adonde se hace el depósito de pigmento en 
el negro, y en ciertas regiones de la piel en el blanco, por 
ejemplo en el seno y en el escroto. 
Arriba de esta zona de celdillas cilindricas existe otra* 
cinco ó seis veces mas gruesa ó igualmente compuestas de 
celdillas de núcleo. Las mas profundas son ovalares, las 
medias redondas ó poliédricas y las superficiales de nue- 
vo ovalares; pero su dirección es inversa á la de las cel- 
dillas profundas, es decir que el gran diámetro es parale- 
lo á la superficie cutánea. Estas dos zonas, por su reu- 
nión forman la capa mucosa ó la redecilla mucosa de Mal- 
pighi. En fin la tercera zona, la mas extensa, ó capa cór- 
nea de la epidermis, es variable en su espesor, según las 
regiones; así como la zona precedente, solo contiene cel- 
(1) Morel.—Traité élémentaire cChistologie humaine, normal elpatholo- 
gique, pág. 235. dillas lameliformes regularmente estratificadas, y que di- 
fieren de las celdillas de la capa mucosa, no solamente por 
su forma, sino también por la ausencia del núcleo y por 
su contenido mas ó menos opaco y groseramente granulo- 
so. Resisten también, por decirlo así, indefinidamente á 
la acción del ácido acético, y largo tiempo á la de la pota- 
sa cáustica, en tanto que las celdillas de la capa mucosa 
de Malpiglii son destruidas por estos agentes químicos y 
sobre todo por la potasa. La epidermis, aunque privada 
de vasos, como los epitelios, goza sin embargo de una or- 
ganización real y de una vitalidad incontestable. 
La dermis se divide naturalmente en dos zonas super- 
puestas, que se funden insensiblemente, la una en la otra 
en su línea de contacto. La zona profunda ó reticulada 
está constituida por un tegido de fibras conectivas y elás- 
ticas, tegido que se aprieta en el límine interno de la piel, 
para formar el fascia sapcrficialis. En la capa reticulada 
se encuentran las glándulas de la piel, los folículos pelosos 
y las celdillas adiposas agrupadas ordinariamente por 
pequeñas masas. En esta capa serpean los vasos y los 
nervios cutáneos, antes de presentar sus divisiones últi- 
mas. 
La superficie de la zona superficial ó papilar, está eri- 
zada de pequeñas eminencias á las que se da el nombre 
de 'papilas. No se presentan uniformemente repartidas, y 
no tienen en todas partes el mismo volumen; en las ye- 
mas de los dedos son mas numerosas y mas desarrolla- 
das; algunas están superadas de papilas secundarias. 
Las papilas y las partes dérmicas contiguas, están com- 
puestas de un tegido fibrilar muy delicado, lleno de una 
cantidad considerable de celdillas plasmáticas y surcada 
por las ramificaciones terminales de los sistemas vascu- 
lares y nerviosos. Una lista amorfa que solo mide 1/800 
de milímetro de espesor, separa la dermis de la epidermis. 
Los vasos de la dermis forman dos masas: una se queda 
22 en la zona profánela, y da ramos á las glándulas, á los fo- 
lículos pelosos, y á las masas de grasa adiposa; la otra se 
resuelve en una redecilla apretada que ocupa las capas 
superficiales, y da al mismo tiempo asas vasculares que 
penetran en el interior de un gran número de papilas (pa- 
pilas vasculares.) 
Los hilos nerviosos de la zona profunda, muy raros, 
están destinados á los órganos de esta región; pero los de 
la capa superficial muy numerosos, forman una redecilla 
plexiforme, y parecen terminarse por extremidades libres, 
después de haberse previamente dividido. Una gran can- 
tidad de estos hilos nerviosos, penetran en ciertas papi- 
las (papilas nerviosas,) y se terminan en ellas por extre- 
midades libres, ó por asas (raras) ó bien aun por fusión 
con pequeños cuerpos olivares, para constituir los cor- 
púsculos del tacto. Los corpúsculos de Paccini represen- 
tan otro modo de terminación de los nervios cutáneos. 
Si las papilas tienen todas la misma estructura bajo el 
punto de vista de su sustancia fundamental conjuntiva, 
forman por el contrario, dos grupos bien distintos, res- 
pecto de sus relaciones con los vasos y los nervios; como 
hemos visto, hay papilas que contienen vasos y que no 
contienen nervios, y otras que reciben nervios y que es- 
tán totalmente privadas de vasos; las primeras son las 
papilas vasculares, las segundas representan las papilas 
nerviosas. 
Los vasos linfáticos forman una red muy apretada en 
la superficie de la dermis, y comunican por ramos mas y 
mas voluminosos con los troncos sub-cutáneos. No se 
poseen datos positivos acerca de su origen. Lo toman 
en la red de las celdillas plasmáticas ¿ó bien como lo pre- 
tende M. Küss, están en comunicación directa con las ca- 
pas profundas de la epidermis? Hasta el dia no han re- 
cibido respuesta, establecida sobre la demostración di- 
recta de los hechos. La epidermis se está renovando continuamente, las 
celdillas las mas superficiales provienen de las mas pro- 
fundas que lian perdido su núcleo, y adquirido una con- 
sistencia córnea; estas lian sido reemplazadas por otras 
de la capa inferior que lian proliferado por endogónesis 
y por fisiparidad. 
Según esta descripción, vemos que para que una úl- 
cera cicatrice, es necesario que la cicatriz venga de las 
capas mas internas de la epidermis, la red de Malpi- 
glii y de la capa superficial de la dermis, porque solo ellas 
tienen celdillas que pueden proliferar y dar nacimiento 
á la piel. Esta nunca puede venir de la capa profun- 
da de la dermis, porque no contiene celdillas, pues solo 
está constituida por glándulas, fibras conectivas y elásti- 
cas, y ademas celdillas adiposas; y bien sabido es que las 
celdillas normales se pueden convertir por trasformacio- 
nes en fibras elásticas y conectivas, ó en celdillas adipo- 
sas; nunca estas celdillas y las fibras, en celdillas norma- 
les. 
Esta distinción es capital, y nos esplica por que ciertas 
autoplastias prueban, y por que otras no. 
Puesto esto, estudiemos ahora el método de tratamien- 
to que lleva el nombre de ingerto. 
Io Ingerto epidérmico.—Método de M. Beverdin. 
“De la cara interna de la pierna, dice el autor, (1) to- 
mo ordinariamente mis colgajos; con el pulgar y el índi- 
ce restiro bien la piel sobre la superficie plana de la tibia 
é introduzco entonces la punta de una lanceta de sangría, 
un poco ancha, paralelamente al hueso, á una pequeña pro- 
fundidad, cerca de 1 milímetro; empujo mi lanceta siem- 
pre paralelamente y su punta sale á 3 ó 4 milímetros mas 
lejos, y continuando empujando, el pequeño colgajo aca- 
ba de cortarse sobre los bordes del instrumento. En la 
(1) De la greffe épidermique.—Paria 1872, pág. 7, 25 
pequeña herida se hace como un fino rocío sanguíneo. 
Aplico mi lanceta con su ingerto sobre los botones car- 
nosos que he excogido y hago deslizar sobre ellos el col- 
gajo, con la punta de un alfiler; se encuentra así en rela- 
ción con los botones por su cara profunda; me aseguro 
haciéndole caminar un poco de un lado al otro, que nin- 
guno de sus bordes se ha enrollado, porque es necesario 
que esté completamente extendido. Obtenido una vez es- 
te resultado y puestos en su lugar todos mis ingertos, los 
cubro con tiras de tela emplástica que se quitarán hasta 
las veinticuatro horas.” 
Los cirujanos ingleses han modificado lijeramente el 
niodus faciendi del autor. 
Mr. Pollock pellizca la piel con unas pinzas y corta por 
medio de las tijeras un pedacito de un centímetro de ex- 
tensión que esté formado por la epidermis y la parte su- 
perficial de la dermis. En seguida hace en las granula- 
ciones una incisión, en la cual introduce el pequeño frag- 
mento de la piel, después le cubre con una tira de tela 
emplástica que quita hasta los cinco ó los seis dias.—Mr. 
Henry Lee procede de una manera análoga. 
Estos cirujanos han tomado los pedacitos de la piel de 
que se han servido, de la región del vientre, del muslo, 
del brazo &c., del mismo enfermo y aun de la piel de otra 
persona. 
Los hechos que ellos refieren son bastante satisfacto- 
rios.—No los trascribo por no hacer demasiado larga es- 
ta imperfecta memoria. 
El Sr. D. Luis Muñoz, á quien toca el honor de haber 
sido el primero que introdujo entre nosotros esta prácti- 
ca, la ha modificado de la manera siguiente: “El conse- 
jo (dice) (1) que se ha dado de sostener con una tira de 
(1) Bel ingerto epidérmico.—Gaceta Médica de México.—Tomo Y., 
núm. 21, pág. 347. 26 
tela emplástica el pedacito de epidermis que se implante 
sobre la membrana granulosa de una úlcera, no me pare- 
ce conveniente según lo que lie visto, pues adhiriéndose 
fuertemente á aquella, al renovarla se destruyen las dé- 
biles adherencias que se hayan establecido con los teji- 
dos respectivos: esta separación violenta es mas segura 
aún, si se renueva la tela al dia siguiente. Por lo mismo 
me parece mas acertado interponer entro el pedacito de 
epidermis y la tela algún cuerpo protector. Este pudie- 
ra ser algún fragmento de tela de salud, ó de un cuerpo 
orgánico, por ejemplo algún pedazo de baudruche, como 
lo practiqué en la enferma de que he hablado. Es impor- 
tante también no levantar la tela sino después de algunos 
dias y eso con mucho cuidado.” 
El Sr. Carmona y Yalle, siguiendo la práctica aconseja- 
da entonces y después por el Sr. Muñoz, ha colocado como 
cuerpo protector láminas de estaño sumamente delgadas. 
Después se le ocurrió fijar el ingerto epidérmico con 
alfileres de oro que mandó fabricar, excesivamente finos. 
Tuvo también la idea de separar la epidermis por me- 
dio de los epispásticos (emplasto de cantáridas) aplica- 
dos solamente algunas horas con el objeto de reblande- 
cer la epidermis y separarla después para fijarla sobre la 
cicatriz. 
El año pasado, siendo yo su G-efe de Clínica me dijo 
que á un enfermo que tenia una úlcera incicatrizable en 
una pierna, le raspara en la otra, con el filo de un bísturi 
hasta que descubriera la capa de Malpiglii, y que después 
extendiera sobre la úlcera préviamente avivada, la espe- 
cie de lodo que resultaba de la raspadura. 
Este procedimiento así como el anterior no dieron re- 
sultados de ningún género. 
El Sr. Bandera, hizo, en un enfermo á quien liabia prac- 
ticado un ingerto, una aplicación de colodion. No ha pu- 
blicado aún el éxito de su modificación. Estudiemos ahora los fenómenos que siguen al ingerto, 
y trataremos de hacer la apreciación de todas las modifi- 
caciones al procedimiento original de M. Reverdin. 
Lo primero que se observa en los ingertos que prenden 
es que pierden su capa superficial, la córnea, quedando 
cuando la marcha hácia la cicatrización es franca, de un 
color rosado, ó violeta, mientras que si el proceso cica- 
tricial es flojo por decirlo así, adquieren un color blan- 
quisco, semejante á una especie de nata. Dia á dia, aun- 
que con mucha lentitud, se observa que este núcleo de 
cicatriz va aumentando de extensión, y al fin en los casos 
felices (por desgracia raros,) se reúne esta cicatriz centrí- 
fuga con la centrípeta que viene de los bordes de la úlcera. 
Pero lo que hay de notable en esta cicatriz que llama- 
remos artificial para distinguirla de la natural ó expontá- 
nea, es que se parece extraordinariamente á la piel nor- 
mal, y no presenta esa dureza y esa retractibilidad típi- 
ca del tejido modular. 
Ademas su resistencia ulterior es mayor que la de este 
último; recuerdo haber visto un enfermo que me enseñó 
el Sr. D. Luis Muñoz, á quien algún tiempo antes le habia 
practicado un ingerto en una úlcera de la pierna; habia sa- 
lido completamente curado del Hospital, pero á consecuen- 
cia de violencias exteriores, la úlcera se habia reproducido, 
respetando sin embargo, la parte cicatricial correspon- 
diente al ingerto. Según el mismo señor, esta columna 
del ingerto estaba tan fresca y en tan buenas condiciones, 
como cuando el enfermo habia salido del Hospital. 
El ingerto de M. Reverdin, es una idea feliz que solo 
viene á los hombres profundamente observadores. Sa- 
biendo que la cicatriz no puede venir sino de la piel, dis- 
currió traerla de otra parte ya que la inmediata á la úlce- 
ra no podia darla. Pero como la película cicatricial solo 
puede provenir de la mucosa de Malpighi y de la capa 
superficial de la dermis, por eso estableció la necesidad 28 
del ingerto dermo-ep idé vínico. Este ingerto absorve para 
nutrirse los jugos alimenticios de las capas subyacentes’ 
creándose después un sistema de vasos que establecen de- 
finitivas adherencias entre él y la capa granulosa. Des- 
graciadamente el éxito no ha correspondido hasta ahora 
á las brillantes esperanzas que hizo concebir este ingenio- 
so procedimiento; en la mayor parte de los casos el nú- 
cleo artificial de cicatriz, cesa de proliferar y llega una 
vez en que se vuelve estacionario. Por eso todos los ci- 
rujanos han tratado de hacerle las modificaciones que han 
creido convenientes. 
MM. Pollock y Lee hacian una incisión al tejido gra- 
nuloso, é introducían en ella el ingerto. Esta modifica- 
ción es buena, porque ponian á los botones carnosos en 
circunstancias mas á propósito para contraer adherencias 
con el ingerto; ademas, la sangre que salia de la incisión 
al coagularse, las aumentan, es una especie de pegamento. 
Esta incisión es en el dia clásica, y lleva el nombre de 
avivamiento de los botones carnosos, en todos los puntos 
á donde se ponen los ingertos. 
La idea del Sr. D. Luis Muñoz es excelente. Colocar 
un cuerpo protector, (tela de salud, bodruz, láminas de 
estaño,) y el no quitar la curación sino pasados algunos 
dias, para no destruir las adherencias del ingerto, consti- 
tuyen una modificación feliz al procedimiento de M. Ke- 
verdin y en los casos en que el ingerto, á lo menos en 
México, ha probado, es cuando se han seguido las ins- 
trucciones de nuestro sabio profesor. De los cuerpos pro- 
tectores, el que mejores resultados ha dado, son las lá- 
minas sumamente delgadas de estaño. 
El procedimiento de los alfileres del Sr. Carmona y 
Talle, ha dado resultados satisfactorios; tiene la ventaja 
de permitir observar los fenómenos que pasan en la cica- 
triz. Ha sido poco empleado para poder juzgar su valor 
definitivo. 29 
A priori se podía determinar que el procedimiento de 
los epispásticos es malo, aunque sean aplicados solamente 
mientras se reblandece la epidermis; pues sabido es que 
los epispásticos determinan un derrame entre las dos ca- 
pas de la epidermis, la de Malpiglii y la cornea, y si colo- 
camos esta última que es la que se desprende por el ve- 
gigatorio, sobre la úlcera colocamos una membrana iner- 
te, incapaz de proliferar, puesto que sus celdillas no tienen 
núcleo de ningún género. 
Igual juicio podemos hacer del procedimiento de los 
raspones; ademas de ser horriblemente cruel, tiene el in- 
conveniente de destruir por los mismos raspones las cel- 
dillas de Malpighifaun mas, creo que la misma supuración 
las ha de desalojar con mucha facilidad. 
La modificación del Sr. Bandera, cuyos resultados, co- 
mo dije antes, no están publicados, no la creo teóricamen- 
te muy buena. ¿No pudiera suceder que el colodion, se- 
gún las ideas de M. Robert-Latour, disminuyera aunque 
fuera un poco el movimiento flogístico, necesario para la 
proliferación de las celdillas y por lo mismo de la cica- 
trización? ¿No sucederá tal vez que esta misma inmovili- 
zación que sa trata de determinar, sea un obstáculo al de- 
sarrollo del núcleo de cicatriz artificial?—La práctica solo 
se encargará de dar una debida solución á estas ideas. 
2o Viendo los cirujanos que por el método de M. Rever- 
din, no se conseguía siempre lo que se deseaba, han es- 
tablecido otras, que aunque tienen por fundamento la 
idea de traer la piel de otra parte, difieren de él sin em- 
bargo lo bastante para exigir una descripción especial. 
Ingerto dermo-epidérmico.—I. Método de M. Ollier (de 
Lyon.) 
(1) En lugar de ingertar pequeños colgajos de epider- 
mis de 2, 3 y 4 milímetros cuadrados, como lo hace M. 
(1) Journal de Pharmacie et de Chimie, tom. XV pág. 469. Reverdin, M. Ollier ingerta grandes colgajos de 4, 6, 8 
centímetros cuadrados y mas, comprendiendo no solamen- 
te las capas superficiales de la piel, sino la totalidad de 
la dermis. Su objeto no es crear centros múltiples de epi- 
dermizacion, sino sustituir á la película epidérmica de 
las cicatrices ordinarias, una membrana que tenga los ele- 
mentos de la piel normal, como membrana limitante y 
que conserve sus caracteres. La cicatriz que se obtiene 
practicando un semillero de pequeños colgajos de epi- 
dermis en la superficie de una herida, no difiere de las 
cicatrices ordinarias. La epidermizacion de los botones 
carnosos se apresura mas 6 menos, pero el proceso es 
el mismo. Se opera por la trásformacion, de trecho en 
trecho, en epidermis de la capa mas superficial de los 
botones carnosos. 
M. Ollier atribuye al tejido conjuntivo de la dermis el 
principal papel en los ingertos de la piel, y para demos- 
trar que el tejido conjuntivo es apto para injertarse por 
sí mismo, refiere un ingerto perióstico que ha practicado 
hace veinte dias, en la superficie de una úlcera en via de 
reparación, extendiendo sobre la capa granulosa un col- 
gajo de periosteo de 6 centímetros cuadrados, desprendi- 
do de una pierna que acababa de amputar. 
Es la primera vez qv.e trasplanta el periosteo en el hom- 
bre, en estas condiciones; y no puede decir aún lo que 
resultará, bajo el punto de vista de las propiedades os- 
teogénicas del colgajo trasplantado. 
M. Ollier no ha podido estudiar las modificaciones tar- 
días de estos ingertos dermo-epidérmicos sino en los col- 
gajos que no comprenden mas que una mitad de la der- 
mis, como los practica desde hace dos años; pero sus ex- 
periencias sobre los grandes ingertos, que comprenden 
todo el espesor de la piel, son aún demasiado recientes 
para que pueda describir sus modificaciones definitivas. 
Ha aplicado los ingertos dermo-epidérmicos para impe- 
30 31 
dir la reunión de los dedos después de una operación de 
sindactilia, á consecuencia de una quemada extensa de 
la mano. Los lia aplicado también para la curación de las 
cicatrices antiguas, interrumpiendo por medio del tejido 
trasplantado, la continuidad del tejido inodular. Un año 
después se reconocia el injerto por su mayor flexibilidad 
y por su coloración, que se marcaba sobre el fondo viola- 
do de la cicatriz. Pero los resultados le parecen que de- 
ben ser mas completos y mas persistentes por la trasplan- 
tación de la dermis como la practica en el dia. Cuan- 
do uno se propone oponerse á la retracción cicatricial por 
el ingerto cutáneo, no debe uno contentarse con aplicar 
el colgajo sobre la cicatriz excoriada 6 avivada; es nece- 
sario quitar el tegido inodular é ingertar en seguida la 
dermis sobre el tegido sano subyacente, ya que se liaya 
formada la capa. 
No debe cubrirse el tejido inodular, es necesario reem- 
plazarle. Solamente entonces el ingerto será un verdadero 
procedimiento autoplástico que tendrá su aplicación cuan- 
do la autoplastia por deslizamiento no sea aplicable á 
causa de la extensión de las cicatrices 6 de la disposición 
de las partes. 
Para procurarse ingertos cutáneos, M. Ollier los toma 
ya del mismo sugeto, ya de los miembros amputados por 
accidentes traumáticos ó en individuos completamente 
sanos. Cuando se les toma del mismo sugeto, se puedo 
congelar la parte por medio de una mezcla refrigerante. 
M. Ollier lia podido otras veces trasplantar tejidos hue- 
sosos con colgajos de periosteo tomados de animales 
muertos hacia veinticuatro horas y mantenidos á varios 
grados bajo cero. Sin poder establecer, ahora, los límites 
extremos de la vitalidad de los colgajos cutáneos, cree 
que estas condiciones serán aproximativamente análogas 
á las que ha determinado para los ingertos periósticos. 
Para asegurar el éxito de los ingertos, es necesario in- 32 
movilizar la región operada, por medio de nn bendaje sili- 
catado, ó por cualquier otro aparato que impida todo mo- 
vimiento de la región y todo deslizamiento del ingerto 
sobre la herida. El aparato silicatado tiene no solamen- 
te la ventaja de inmovilizar, sino también la de mantener 
el colgajo en condiciones de igualdad de medio (tempe- 
ratura, condiciones higrometricas) que favorecen su ad- 
hesión. 
II,—Procedimiento de Wecker.—Este profesor lo ha em- 
pleado en la cirujía ocular, pero su procedimiento encuen- 
tra su indicación en la cicatrización de las úlceras. Vea- 
mos cómo lo describe. (1) 
“Levanto del lado interno del antebrazo ó del brazo en 
tre el pulgar y el índice, un delgado pliegue de la piel que 
atravieso en su base por un pequeño bísturi. El colgajo 
formado se toma con las pinzas, y se desprende de su ba- 
se con unas tijeras de ramas curvas. Obtengo así colga- 
jos que retraídos miden de 6 á 8 milímetros en todos sen- 
tidos. 
Estos colgajos se aplican sobre la herida y se extienden 
cuidadosamente por medio de un estilete romo. Se trata 
de cubrir la herida lo mas que se pueda por un mosaico 
apretado. Las heridas, que en los párpados ó en sus in- 
mediaciones solo tienen ordinariamente de 3 á 4 centí- 
metros, necesitan para ser cubiertos de 10 á 20 pedacitos. 
Aplico entonces sobre toda la herida un pedazo de bo- 
druz engomado, lo que me permite inspeccionar siempre 
el estado de los pequeños colgajos trasplantados. Des- 
pués coloco sobre los dos ojos un bendaje compresivo á 
fin de tener un reposo absoluto. La curación se hace 24 
horas después. 
El cambio de color, fácilmente apreciable bajo el bo- 
druz, me indica desde los primeros dias el resultado de 
(1) Anuales cToculistique.—Tomo LXYIII (10? serie, t. 8.)—De la 
greffe dermique en cirurgie oculaire par. L. de Wecker, p. 62. la operación. Los pequeños colgajos que adhieren pre- 
sentan al cabo de 36 á 48 horas, un color rosado que po- 
co á poco se vuelve rojo: mientras que los que no han 
contraido adherencias conservan su color amarillo pálido, 
cubriéndose por un anillo moreno negruzco y acaban por 
momificarse. Pero lo notable es que aun bajo estos pe- 
queños colgajos momificados, se encuentra, en el momen- 
to en que se desprenden, asegurada completamente la 
cicatrización. En realidad, se ve entonces que solo la 
epidermis del pequeño colgajo es la que se ha desecado 
y que la dermis se ha ingertado. Por lo demas, nada se 
opone á que se reemplacen por otros los colgajos que no 
han prendido. Completando así el mosaico, se previe- 
ne una supuración siempre perjudicial para los otros in- 
gertos. No creo muy aventurado el decir que cubriendo 
una buena herida granulosa, (cuya “cicatriz, como quiere 
M. Reverdin, comience á formarse en los bordes ó cuan- 
do menos esté á punto de formarse,”) con el mosaico de 
pequeños colgajos, se interrumpe casi instantáneamente la 
supuración 
III.—Ingertos animales trasplantados al hombre.—Proce- 
dimiento de M. Dubrueil. Este cirujano ha ensayado 
ingertar sobre las heridas 6 las úlceras en buen estado, 
colgajos de piel tomados de los animales. 
En un enfermo, con una úlcera en la pierna, ha inger- 
tado cinco colgajitos de piel del cochino de la India (cuyo.) 
La cara profunda de estos colgajos habia sido despojada 
con cuidado de las partes de tejido grasoso que estaban 
aún adherentes; cada colgajo podría tener un centímetro 
cuadrado. Estos fragmentos de piel así trasplantados y 
mantenidos por medio de tiras de tela emplástica, han 
contraido adherencias con las partes sobre las que habían 
sido aplicados y han continuado viviendo en su porción 
dérmica. 
33 34 
En cuanto á la epidermis, se desprendió al cabo de 
unos dias, arrastrando consigo los pelos. 
En una muger anciana que tenia en la parte superior 
de la mejilla derecha una herida que resultó de la caute- 
rización de una ulcera epitelial, Mr. Dubrueil ha aplica- 
do un colgajo alargado que tenia cerca de 3 centímetros 
de largo sobre un centímetro de altura, colgajo tomado de 
la pared abdominal de un perrito. Esta porción de piel, 
demasiado pequeña para cubrir toda la extensión de la 
pérdida de sustancia que estaba destinada á llenar, per- 
mitió sin embargo evitar el ectropion y la retracción de 
la comisura labial que eran inminentes. En este caso co- 
mo en el primero, hubo caida de la epidermis. 
La piel del perro, sobre todo la de la pared abdominal, 
es preferible para estos ingertos, según su autor, á la del 
cochino de la India. 
Apreciemos ahora el ingerto dermo-epidérmico y el va- 
lor de los diferentes procedimientos para ponerlo en prác- 
tica. 
En México, se ha aplicado muy pocas veces el procedi- 
miento de Mr. Ollier sin éxito de ningún género. Pero 
como este puede atribuirse tal vez al modus faciendi, creo 
que es necesario seguir experimentándolo para apreciar 
su valor práctico. En cuanto á los procedimientos de MM. 
de Wecker y Dubrueil, creo que hasta ahora no han sido 
empleados; por lo mismo la apreciación que haga de ellos 
así como del de Mr. Ollier, estarán fundadas en datos me- 
ramente teóricos. 
Empezaré por el de Mr. Ollier. En primer lugar no creo 
con este cirujano que sea necesario ingertar toda la der- 
mis; creo que bastan las capas superficiales, porque solo 
en estas se encuentran celdillas plasmáticas, capaces de 
proliferar y de reproducir la piel; mientras que en las pro- 
fundas, solo encontramos fibras conectivas y elásticas, 
glándulas, &c. incapaces de reproducir la piel. 35 
Dice Mr. Ollier que: la cicatriz que se obtiene practi- 
cando un semillero de pequeños colgajos de epidermis en 
la superficie de una úlcera, no difiere de las cicatrices or- 
dinarias; que la epidennizacion de los botones carnosos se 
apresura mas ó menos, pero que el proceso es el mismo. 
Si esto último es exacto, no así lo primero. La cicatriz 
epidérmica artificial difiere notablemente de la natural. 
Como dije antes es mas flexible, y mas resistente ulterior- 
mente. Ademas Mr. Reverdin, en Francia, y elSr. D. Ma- 
nuel Dominguez, en México, han encontrado en la cicatriz 
epidérmica artificial los elementos de la piel normal. 
Mr. Ollier atribuye al tejido conjuntivo de la dermis el 
principal papel en los ingertos de la piel, y pretende pro» 
bario con el ejemplo del ingerto periostico que prendió 
en una úleerá. 
Este experimento lo iinico que puede probar es que el 
tegido conjuntivo puede prender en muchas partes; pero 
no prueba nada en contra del papel que representan las 
celdillas de Malpighi. Mr. Reverdin, de sus exámenes 
histológicos concluye (1) que: la adherencia de los inger- 
tos se produce primero por la epidermis y secundariamen- 
te por la dermis. 
Creo que estando íntimamente unidas la capa superfi- 
cial de la dermis y la profunda de la epidermis, ambas to- 
man parte por igual en la reproducción de la piel. Las 
opiniones de MM. Ollier y Reverdin, me parecen un poco 
absolutas. 
Los demas consejos que dá Mr. Ollier me parecen bue- 
nos y dignos de ponerse en práctica. 
No conozco ningún caso mexicano en el que se haya apli- 
cado el procedimiento de M. de 'Wecker, pero por la teo- 
ría y por las observaciones que él refiere me parece exce- 
lente su idea de formar un pequeño mosaico de ingertos, 
(1) Bullet du thérap. 15 janv. 1872. 36 
porque mientras mas numerosos sean estos, mas probabi- 
lidades hay de éxito. Lo que dudo es que se pueda po- 
ner en práctica, porque los enfermos se resisten mucho á 
que se les tome los colgajos. (1) 
El incentivo mas grande que ofrece el procedimiento de 
Mr. de TVecker para el estudio, es, que según él se inter- 
rumpe casi instantáneamente la supuración. 
Solo haré una pequeña observación, dirigida no al pro- 
cedimiento, sino á sus consideraciones. 
Dice M. de Wecker, que en los colgajos que aparente- 
mente no prenden, se deseca la epidermis ingertándose la 
dermis. Creo á lo menos, por lo que he visto en el hos- 
pital, que no es toda la epidermis la que cae, sino sola- 
mente la capa mas superficial, la córnea. 
Las observaciones de M. Dubrueil, son muy curiosas 
y convidan á experimentar, tanto mas, cuanto que no se. 
tiene que luchar con la resistencia que, por lo dolorosa 
que es la operación de los ingertos, oponen los enfermos. 
Si la experiencia confirmara las observaciones de M. Du- 
brueil, creo que se llegaría á adoptar definitivamente. 
3o Autoplastia por deslizamiento. Método del Sr. Car- 
mona y Valle.—Este cirujano, cuya pérdida para nuestra 
Escuela nunca cesaremos de lamentar, viendo que las úl- 
ceras muchas veces no cicatrizan por la gran tensión que 
tienen los tegidos circunvecinos, determinó hacer incisio- 
nes á los lados de la úlcera, con el objeto de favorecer el 
deslizamiento de la piel para que los bordes de la cica- 
triz se pudieran soldar. Lo primero que observamos, 
fué que las partes mas superficiales de la nueva epider- 
mis, es decir, las de la película cicatricial, se gangrena- 
ban. (2) Luego vimos que la parte de la piel comprendida 
[1] Esto es tan cierto, que el Sr. Muñoz se vió obligado á pagarles á los 
enfermos porque se dejaran tomar los ingertos, y á pesar de esto, muchos 
rehusaban el someterse á un tratamiento que ademas del dinero, les ofreciá 
grandes probabilidades de sanar. 
(2) De donde dedujo que no se nutrían directamente de abajo á arriba, 
sino que la sangre les venia de las partes laterales de la piel. 37 
entre las incisiones y la úlcera, sufria como una especie 
de locomoción acercándose al centro de la úlcera, aumen- 
tando al mismo tiempo la distancia que liabia entre el 
pedazo de piel cortada y la del resto del miembro. 
En vista de estos resultados, el Sr. Carmona determinó 
ampliar el colgajo alejando de las úlceras las incisiones, 
y aumentó una tercera incisión perpendicular á las otras, 
circunscribiendo un cuadrado de piel. Favorecía la su- 
puración en la incisión para hacer mas completa la sepa- 
ración de la piel del resto del miembro. Entonces obser- 
vamos todos los alumnos que seguían su clínica, y yo que 
era su Gefe, que este cuadrado de piel caminaba lenta- 
mente liácia la úlcera, hasta llegar por fin á ocupar todo 
el espacio de la úlcera, y contrayendo adherencias con su 
capa granulosa. La cicatriz que resultó de todo este 
proceso, no fue siguiendo la forma de la úlcera, como 
sucede en todos los casos ordinarios, sino que tenia la 
forma de dos líneas paralelas reunidas por otra que les 
era perpendicular, quedando en el lugar de la úlcera, no 
tegido cicatricial, sino piel perfectamente normal. 
He aquí que el Sr. Carmona y Valle, queriendo dar 
deslizamiento á los bordes de la úlcera, descubrió, gracias 
á su genio profundamente observador, un método cuyo 
éxito sobrepasó á sus esperanzas. 
Después de nuevas y numerosas experiencias, erigió 
un nuevo método de curación de las úlceras, cuyo proce- 
dimiento es el siguiente: 
Del lado de la piel, adonde esté mejor y deslice mas, 
se hacen incisiones á una distancia proporcionada á la 
extensión de la úlcera. Estas incisiones deben llegar 
hasta el tejido celular sub-cutáneo, variando su número 
y dirección, según la forma y extensión de la úlcera; la 
forma de las incisiones puede variar de la manera si- 
guiente: Fig. Ia |~ _l, Fig. 2a |— |, Fig. 3a Pj &c.; 
p ero de cualquier modo que se hagan, se deben colocar 38 
liilas en ellas para hacerlas supurar é independer estos 
colgajos del resto de la piel. En todos los casos felices, la 
piel se dirigirá á ocupar el lugar de la úlcera, de manera 
que no habrá cicatriz en este punto, sino que estará reparti- 
da á su alrededor. 
Con el procedimiento del Sr. Carmona, se han obteni- 
do éxitos verdaderamente admirables; úlceras que no ha- 
bian cicatrizado por mas que se hacia, han curado per- 
fectamente por este medio, y las que no curaron comple- 
tamente, se mejoraron sus condiciones extrechándose de 
una manera notable. El momento oportuno para estas 
incisiones, es cuando los botones carnosos estén comple- 
tamente formados, y antes de que comience la formación 
de la película cicatricial; es decir, cuando esté concluido 
el primer periodo de la cicatrización, y antes de que co- 
mience el segundo. 
El método del Sr. Carmona es una verdadera autoplas- 
tia por deslizamiento; pero difiere del método de Celso, 
porque en este se diseca el colgajo para alargarlo y cu- 
brir toda la superficie que se desea cubrir, mientras que 
en aquel no se diseca la piel, se hacen solo incisiones pa- 
ralelas á la úlcera, dejando á la naturaleza el cuidado de 
aproximar por sí sola la piel, y cubrir definitivamente la 
úlcera. 
Este método es superior al de los ingertos, porque es 
menos doloroso y porque en la úlcera no hay verdadera- 
mente cicatriz sino piel normal; por lo mismo no está ex- 
puesta á todas las consecuencias de una cicatriz, degar- 
raduras, excoriaciones, tubérculos, &c. 
Pero á pesar de todas sus ventajas y éxitos es necesa- 
rio seguir investigando, no todo está hecho; al Sr. Carmo- 
na y Yalle toca la gloria del descubrimiento, á él y á otros 
también la de perfeccionarlo. 
4o Ulceras fagedénicas. Es necesario andar sumamente 
activo en su tratamiento, so pena de ver cundir el fagede- 39 
nismo á todo el miembro; para ellas se han recomendado 
multitud de medios, pero solo enunciaré los que la prác- 
tica ha acreditado como eficaces; son: el polvo de preci- 
pitado rojo, el alcanfor en polvo, ó lociones reiteradas de 
aguardiente alcanforado, y la solución de hidrato de do- 
ral. El Dr. Francisco (1) cita cinco úlceras fagedénicas 
curadas entre diez y ocho y veintinueve dias, por lociones 
con una solución compuesta de 
Hidrato de doral 5 gramos. 
Agua destilada 20 id. 
pero á MM. Dujardin Beautmetz y Hirne (2) les parece 
demasiado fuerte esta solución y dicen haber obtenido 
éxitos con las siguientes: 
Hidrato de doral 1 gramo. 
Agua destilada ." 100 id. 
Hidrato de doral 1 gramo. . 
Agua destilada 50 id. 
El Sr. Vértiz R. en su servido del Hospital de S. Pa- 
blo, lia obtenido muy buenos resultados en la podredum- 
bre de hospital, con la flor de azufre; creo que en las úlce- 
ras que tengan la complicación de podredumbre, se podrá 
emplear este medio. 
El Sr. Carmona me ha dicho que ha tenido muy buenos 
éxitos con una pomada compuesta de: 
Manteca 30 gramos. 
Tanino 4 id. 
Bajo la influencia del tanino la úlcera aunque no se lim- 
pia, sin embargo se va cerrando paulatinamente, aproxi- 
mándose sus bordes y enucléandose, por decirlo así, la 
parte fagedénica. En tres casos bien observados, estos 
fenómenos han sido constantes. 
El Sr. Capetillo me ha recomendado el ácido fénico. 
(1) Gazetta méd. Ital. Lombard. 1872, 
(2) Union medícale, tom. XV, 3? serie, núm. 62, pág. 799. 40 
En fin, si estos medios no producen buen resultado, se 
cauterizará enérgicamente con la potasa cáustica, el ni- 
trato ácido de mercurio, ó el fierro rojo. 
Hay algunas úlceras que adquieren un aspecto fagedé- 
nico por una irritación de los nervios, y el mejor medio 
de hacer cesar las turbaciones tróficas, es abolir el siste- 
ma nervioso de estas partes cuando los otros medios lian 
fracasado. Los Dres. Ten-ilion y Verneuil refieren dos 
casos que tenian un aspecto fagedénico, con la circunstan- 
cia notable de presentar neuralgias que se manifestaban 
ya expontáneamente, ya bajo la influencia del menor con- 
tacto, por accesos de dolor violento, irradiándose en di- 
versas direcciones, y determinando una turgescencia de 
las partes. 
Estas úlceras resistieron á todo tratamiento, hasta que 
se practicó la resección del nervio sciático-poplíteo ex- 
terno. El resultado obtenido fue de los mas notables; 
las exacerbaciones dolorosas desaparecieron inmediata- 
mente después de la operación, y la cicatrización se hizo 
progresivamente y sin reincidencia. 
5o Ulceras gangrenosas. Lociones é hilas empapadas 
en soluciones de cloruro de cal ó de hidrato de clora!, dan 
buenos resultados. 
6" Ulceras fistulosas. Si son sintomáticas, curar pri- 
mero la causa, y después, si sus bordes están despegados, 
se excindirán, si son delgados; pero si son gruesos ó la pro- 
fundidad de la cavidad ulcerosa no permite emplear este 
medio, se hendirá la piel que cubre la rilcera para descu- 
brirla. 
Después se empleará el tratamiento ordinario, impidien- 
do siempre que los bordes de la incisión se reúnan, por- 
que se formaria de nuevo la fístula. 
7° Úlceras varicosas. Estas úlceras son de una tenaci- 
dad desesperante; su tratamiento radical consistiría en 
destruir las varices, pero como esto es sumamente peli- groso, la mayor parte de los prácticos están acordes en 
prescribir puramente un tratamiento paliativo. No me 
detendré en enumerar todos los medios que se lian pro- 
puesto, indicaré solamente uno muy sencillo que en tres 
ocasiones diferentes me lia dado muy buenos resultados; 
consiste en la aplicación de aparatos que á la vez que com- 
presivos sean inamovibles. Me lie servido siempre de la 
dextrina. (1) 
El procedimiento es el siguiente: 
Se coloca sobre la úlcera una planchuela de hilas un- 
tada de cerato é inmediatamente arriba un cuerpo resis- 
tente y grueso, que nos ha de servir después para reco- 
nocer adonde está la úlcera. Se cubre todo el miembro 
desde la punta de los dedos hasta muy arriba de la úl- 
cera, con un bendaje espiral bastante apretado, y sobre 
este otros dos dextrinados; se envuelve el miembro hernia- 
do en papeles para evitar el que las cubiertas de la cama 
se adhieran á la dextrina y se espera á que seque el apa- 
rato. Al dia siguiente, en el lugar marcado de antemano 
por el cuerpo extraño, se abre una ventana al aparato, 
para descubrirla úlcera, la que se somete después al tra- 
tamiento ordinario. 
Este aparato durará todo el tiempo que se creyere con- 
41 
(1) La idea de aplicar los aparatos (lextriiiaclo3 á la curación de las va- 
rices me la sugirió la siguiente Observación. La Srita. J. C. tenia en la parte 
interna del pié derecho en la articulación falango-metatarsiana, una variz 
que había resistido á todos los compresores y que sangraba á cada momen- 
to, produciendo pérdidas que agotaban á la enferma. A mediados del mes 
de Setiembre del año antepasado tuvo una luxación tibio-tarsiana. El Sr. 
Yértiz R. y yo le pusimos un aparato dextrinado y la sometimos á la 
movilidad. Como á los 15 dias dió un paso en falso, y se reprodujo la luxa- 
ción, por lo que fué necesario quitarle el antiguo aparato y ponerle otro nue- 
vo. Vimos con sorpresa que la variz había desaparecido y no existían hue- 
llas de ella; al mes le quité el 29 aparato, permaneciendo curada la variz. 
Desde entonces hasta la fecha la curación no se ha desmentido, pudiendo 
dicha enferma hacer cuanto quiere, sin que le moleste, ni haya vuelto á dar 
una gota de sangre. 
Habiendo obtenido este éxito, propuse al Sr. Carmona que á un enfermo 
varicoso de las piernas, pero sin úlcera, le pusiéramos un aparato dextrina- 
do. Accedió á mi insinuación y se lo puse. Lo tuvo un mes, á cuya fecha 
pidió su alta. Las varices casi habían desaparecido. veniente; si se aflojare se pondrá otro nuevo ó bien se liará 
una incisión á lo largo del aparato, apretándolo después 
con otra benda; en fin, se seguirá en todo esto los conse- 
jos que da Suetin para la aplicación de los aparatos de 
fractura. 
No es indispensable que los enfermos estén en cama, 
pueden sentarse, cuidando sin embargo de que la pierna 
esté un poco elevada para favorecer la circulación de 
vuelta. 
Cuando la úlcera cicatrice, deberán llevar los enfermos 
por un tiempo indefinido un bendaje simple en espiral, 
que comience desde la punta de los dedos y termine muy 
arriba de la úlcera, ó una media elástica. 
Por este medio lie logrado curar tres úlceras que ha- 
blan resistido á todo tratamiento. Uno de estos casos 
se refiere á una señora que á consecuencia de una fleg- 
matia alba dolens, que liabia tenido hacia diez y seis años, 
se le habian formado tres úlceras, en el tercio inferior de 
la pierna derecha. Había recorrido la mayor parte de 
los médicos de México cuando me vino á ver. Por espa- 
cio de seis meses estuve ensayando multitud. de trata- 
mientos, hasta que me resolví á ponerla un aparato dex- 
trinado. A los dos meses, la curación era completa que 
no se ha desmentido hace seis. La enferma lleva siern- 
un bendaje espiral, y puede, como cocinera que es, es- 
tarse en pié todo el dia, sin el menor contratiempo ni 
molestia. 
El segundo es muy semejante al primero, también á 
consecuencia de una flegmatia alba dolens, hacia ocho 
años tenia una úlcera en la pierna. La puse inmediata- 
mente un aparato dextrinado y al mes y medio estaba 
curada. De esto hace tres meses, y no ha habido rein- 
cidencia. 
El tercero y último corresponde á la Srita. J. A. 
Doncella de cincuenta años de edad, tenia en la pierna 
42 derecha multitud de pequeños tumores varicosos y en el 
maléolo externo una úlcera. Esta úlcera ya le liabia ci- 
catrizado una vez pero le vino una congestión cerebral, 
por lo que fue necesario abrírsela de nuevo. Cuando me 
consultó, hacia dos anos que la tenia y no le cicatrizaba 
por mas que se hacia. 
La puse su aparato dextrinado, de la manera antes di- 
cha, y al mes estaba cerrada por completo. Esto pasó el 
mes de Octubre del año pasado. 
Advertiré que temiendo otra congestión cerebral le abrí 
antes una fuente en un brazo. 
La idea de aplicar la compresión á la curación de las 
úlceras varicosas es muy antigua; pero en ningún libro 
he encontrado la de aplicar los aparatos inamovibles.— 
Aunque solo poseo tres observaciones de úlceras varico- 
sas curadas, y dos de varices, creo que se pueden conce- 
bir grandes esperanzas de la eficacia de un medio bien 
sencillo, que humildemente entrego para su comprobación 
al buen juicio de mis compañeros. 
43 
México, Enero de 1874. 
c_jéÁimi é¡Ájuía.