CON SI DElí ACIONES GENERALES SOBRE LA PATOGENIA Y ETIOLOGIA DE LA FIEBRE AMARILLA (V Ó AL I T O.) TESIS INAUGURAL SOSTENIDA ANTE EL JURADO RESPECTIVO DE CALIFICACION POIt EL ALUMNO DAN. L. RUIZ DE LA ESCUELA NACIONAL PE MEDICINA DEJUEXXCO—.. MEXICO.—1879 Imprenta pe J. F. Jens, San José el Real 22. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA PATOGENIA T ETIOLOGIA DE LA FIEBRE AMARILLA (VÓMITO.) TESIS INAUGURAL SOSTENIDA ANTE EL JURADO RESPECTIVO DE CALIFICACION POR EL ALUMNO DAN. L. RUIZ DE LA ESCUELA NACIONAL DE MEDICINA DE MEXICO MEXICO.—1879 Imprenta de J. F. Jens, San José el Real 22, A LA MEMORIA b£ A.T,RTl~R,TO MI HERMANO INOLVIDABLE. A LA MEMORIA t)E MIGUEL E. JIMENEZ* * La opinión de este clínico eminente, en perfecta concordancia con la nuestra, desde lufego nos inclina á tributarle esta muestra insignificante de respeto, aun cuando Punca hayamos tenido el honor de escucharle en sus lecciones. AL 'gvMxcisc# Cí)rte<^ be la ©senda Nacional be ittebicina be fttéxieo. 21 mi sabio maestro s bistingnibo amigo fp fgx&Us$x ñx (gí&l®X®$xn íxummm. La fiebre amarilla, liasta aquí, ha desafiado impune, las investigaciones que se han dirigido á inquirir su origen, su naturaleza y su medicación.—En ningún punto de la tierra, mas frecuente y mortífera que en la ciudad de Veracruz: el distintivo sombríamente poético de “el jardín de aclimatación” que le dieron los aliados de la última guerra, de cierto modo justifica la gravedad excepcional con que allí se nos presenta.—Pudiéndonos estimar como originarios de esa localidad, liemos tenido ocasión de observar las graves epidemias que se recuerdan de pocos años á esta fecha. Las de 1870, 74, 76, y 77, nos llenaron de un doloroso asom- bro: hoy que hemos visto la epidemia del 78, generalizarse á todos los puertos del golfo y á los lugares situados en análogas condiciones; hoy que de nuevo se presenta con el rigor de pasados tiempos, pero cuya malignidad se ha exagerado en razón de la zona inmensa que abraza; hoy que casi al final de nuestra carrera va á demandársenos una tésis inaugural, nada encontramos mas apropósito, ni que mas cuadre con nuestras inclinaciones, que escribir con nuestra propia ti- midez sobre las causas probables del Vómito. A no dudarlo, este ensayo científico deberá resentirse de nuestra restringida práctica y de nuestro poco juicio médico; pero por otra parte, hijos del Estado de Veracruz y en posesión de una teoría mas ó ménos acertada, conscientemente nos sentimos impulsados á externarla, siquie- ra para que mas tarde se nos diga:—esa interpretación no es justa. En una palabra, nos creemos en deber de despertar una discusión fructuosa, que nos hará progresar en ese sentido. Así pues, si consignamos aquí lo que nos parece exacto y verdadero, no es con el propósito de que así se acepte por todo el mundo. Si bien es cierto que nos sentimos muy pequeños al compararnos con los autores que han escrito sobre el particular, en cambio nos creemos, á pesar de su auto- ridad grande, muy capaces para refutar tal ó cual interpretación injusta, según el modo nuestro de ver las cosas. Buena ó mala nuestra teoría, que nos salve la intención franca con que escribimos. 10 CAPITULO I. El veneno que engendra la fiebre amarilla proviene del mar: esto es hoy tra hecho innegable. Podrá suceder que tal ó cual población manifieste una acción electiva mas di- recta y mas claramente comprensible; pero todas ellas habrán de encontrarse siempre á inmediaciones del océano. Sobre este punto hay que convenir, como lo iremos demostrando, en que originariamente, primitivo de las aguas marítimas, el miasma es internado por las brisas propias del lugar. Así pues, para nosotros la generación espontánea del Vómito á bordo de las embarcaciones sin contacto con las tierras del continente, á pesar de ser por tanto tiempo combatida, es una verdad y debe admitirse como tal. Un momento detengámonos, porque la cuestión que se ventila es de tanto in- terés que de ella depende toda la interpretación sintomática de la fiebre de Siam. Los que opinan como nosotros no creen en el contagio del Vómito: los otros admiten la ley del contagio y hay quien se atreva hasta enunciar una reproduc- ción (Jaccoud) y una transmisibilidad especiales, cuando el veneno es transpor- tado mas allá de los focos de su origen. Vamos á juzgar de estos dos grandes principios de doctrina, que arrastran con- sigo una multitud de consecuencias, según se aprecien los fenómenos,] filiados en tal ó cual partido. Por de pronto citarémos á Jaccoud: “El veneno, en efecto, “por largo tiempo conserva su actividad: la historia del navio portugués “María “da Gloria” es una prueba perentoria de este hecho, cuyas consecuencias prácti- cas son de gran interes. Destinado dicho navio al transporte de emigrantes, salió “del puerto de Río, durante la epidemia de 1874, y después de algunos dias de “navegación estalló la fiebre amarilla á bordo haciendo un gran número de víc- timas entre los tripulantes. A su llegada, naturalmente, fué puesto en cuaren- tena en Lisboa, y solo después de varias semanas de permanencia allí, de nuevo “se hizo rumbo á la mar para transportar emigrantes al Brasil. “El estado sanitario, á su salida, era admirable; pero á la altura del Ecuador, “nuevamente la fiebre aparece á bordo y mata gran número de pasajeros; bien du- “rante la travesía ó bien después de su arribo al puerto de Río, en donde ya la “epidemia, casi por completo, estaba apagada. “Los hechos de este género son numerosos: ellos son los que han dado lugar á “la teoría del nacimiento y desarrollo espontáneo de la fiebre en los navios, por “el hecho solo de las condiciones especiales de á bordo. Conclusión errónea que “descansa en un conocimiento incompleto de la filiación de estos incidentes; “pero estos hechos, demuestran claramente la tenacidad especial del veneno mor- “bígeno en estado de actividad, y en el medio especialmente favorable que ofre- “cen las embarcaciones que poseen una instalación defectuosa.” (Traite de Pa- thologie interne.) Esta cita parece concluyente: como hemos visto, milita en favor del contagio el renombre inmenso del autor que lo sostiene; pero la naturaleza misma de los hechos, colocándonos de un modo excepcional, por grande que sea nuestra re- pugnancia, nos obliga á no ser de esa opinión y á contradecirla. Hay nombres que son una garantía de certidumbre científica; pero pueden equivocarse también. 11 Jamás, que sepamos nosotros, un enfermo de vómito habrá venido á contagiar los individuos de esta ciudad [México]. La frecuencia de los casos de fiebre observados en aquella son cada dia mas frecuentes, y el tren se encarga, desde nuestras playas hasta aquí, de transportar numerosas víctimas, con destino mas ó menos cruel. Yano es, pues, el temor del contagio: en vano también esas me- didas de prevención que se toman impidiendo el libre tránsito. lia llegado for- malmente á impedirse en los Estados Unidos la carrera de los trenes, y estas me- didas si no hubieran sido justificadas por el temor, no temeríamos nosotros cali- ficarlas de arbitrarias. Sabido es que nuestros trenes no disponen de un nume- roso material rodante; de suerte que, en los dias mas siniestros de epidemia en nuestro puerto, están corriendo siempre sin remudarse, lo mismo que en otros periodos en que siempre hay Vómito. Yeraeruz tiene ese triste privilegio, pre- ciso es confesarlo. Y sin embargo ¿cuándo hemos visto una epidemia desar- rollarse aquí? Pero no vayamos tan lejos: en el mismo Orizaba, las condiciones para la génesis del mal cambian de tal modo, que cuando Córdoba, agonizante, veia morir por centenares á sus hijos, bastaba la simple traslación, por la misma vía que por allí pasaba, á Orizaba [8 ó 10 leguas] y con esto ponerse á salvo de enfermedad. Hay quien asegure que el Fortín [estación intermedia] era entonces el límite de la inminencia morbosa. El contagio vivo de hombre á hombre, ó por los materiales que directamente dimanan de él, no puede sostenerse absolutamente. Aparte do lo que ya hemos dicho, personas ha habido que se atrevan hasta á beber los vómitos de algunos enfermos [Chervin, Efirth,] lo cual no ha dado resultado. Y no lo dará nunca, por la sencilla razón de que el mal no es contagioso. Grcissinger cree en la tras- misión personal; pero hace constar que, en este sentido, el poder del contagio ama- rillo, es menor que el de los tifus. Jaccoud opina “que ningún hecho prueba la “presencia del veneno regenerado en los productos salidos del enfermo, y no es “á este, á decir verdad, á quien mas deba culparse como agente de trasmisión; “sino que son sus vestidos, sus efectos, el lugar donde ha permanecido, etc. En “otros términos, la trasmisión personal, contagio vivo do los antiguos, no está “probado; mientras que, la trasmisión impersonal, contagio muerto, sin disputa “se halla establecido.” Pero el contagio muerto es imposible también de sostenerse. Durante las epidemias últimas que sucesivamente se han sucedido en Yeraeruz, las embar- caciones con enfermos á su bordo ó cuando los había en la ciudad, han echado á tierra sus cargamentos que frente á la Aduana han permanecido mas ó ménos tiempo y luego, encerrados los efectos, han venido á Puebla, México etc., sin que jamás, en estas poblaciones, haya aparecido la fiebre, importada por los objetos contaminados. No es este un hecho tan insignificante como parece, por- que desde el tiempo colonial, el puerto preferido ha sido Yeraeruz, para las im- portaciones comerciales, y el mas adecuado para la aparición; y por consiguiente, desarrollo de la fiebre de los mares. Lemathre, partidario de las doctrinas del contagio, refiriéndose á una de las epidemias de Saint Nazaire cita la observación siguiente de Melier: “varios trabajadores, después de estar sometidos (i la acción “"directa de la “Auné Marie,” van á enfermarse al campo: llaman allí un médico, “no de Saint Nazaire, sino de un local que dista 18 kilómetros. El médico sin “relación ninguna con el puerto, asisto á los enfermos, cae á su vez malo y mué- 12 "re. No conozco ningún lieclio en la ciencia, que se presente con tales caracteres, "y tan completamente desprendido de toda causa de incertidumbre.” El liecho anterior, no por cierto, se halla muy desprendido de toda causa de in- certidumbre. ¿Y si por acaso el miasma fuera esparcido por los vientos de la mar, como veremos mas tarde? ¿Y si ese médico vino á colocarse en el medio de in- fección adecuado? ¿Qué es la miserable distancia de 8 kilómetros, comparada, por ejemplo, con la distancia que media entre Córdoba y Veracruz? En cuanto á la observación de Jaccoud, referente ála "Santa María da Gloria,” nos repugna, esencialmente, la reproducción casi sin ejemplo de un miasma cuando tan pequeño es el local y ya no hay mas víctimas que hacer. Y que no se invoque en nuestra contra, como para la viruela y cólera por ejemplo, cierto carácter de propagación terrible y fatal; porque como hemos dicho, el Vómito nunca salva ciertos límites. Las enfermedades contagiosas no respetan climas ni distancias: con el Vómito no sucede así. Notemos que, al volver de nuevo á surjir la fiebre, la embarcación se encuentra en la zona electiva del tifo de los mares. ¡Cuánto mas sencillo es lo verdadero, que apelar á la reproducción miasmática del tósigo! ¿Hasta cuando por lo ménos se acaba su poder reproductivo? ¿Quién lo deter- mina? ¿Es ilimitado acaso? ¿Por qué no admitir que el buque alcanzó para el caso de la 2a epidemia una zona infectada y apropósito? Nos repugna tanto mas este hecho, cuanto que, como dijimos anteriormente, ni los animales envenenados, ni tampoco los objetos han servido aquí como agentes de trasmisión. Es que el autor antes mencionado, se preocupa como todos los demás, de un miasma terrestre que lleva la embarcación consigo y por consi- guiente, le contraría la idea de un nacimiento espontáneo, en un navio léjos del continente y sin contacto con él. El severo y juicioso Greissinger, mas lógico, acepta, con nosotros, el desarrollo del mal en ciertos lugares. Después de hacer valer, que estos puntos son siempre puertos, ó que se encuentran próximos ó á un nivel cercano del mar, concluye con justicia diciendo: "el hecho de la apari- ción y desarrollo espontáneo del mal,' como una consecuencia de ciertas causas "locales, es el mas esencial: se observa en las comarcas que son la patria de la "fiebre amarilla; puede también,por excepción, comprobarse en las embarcaciones "y ciertas zonas tropicales. Como quiera que se considere al enfermo, estas cau- "sas locales obran independientemente de él.” [Greissinger, maladiesinfectieu- ses, d’apres la 2e edt. allemande par Lematlire.] Nuestra proposición inicial: "el miasma amarillo es de origen marítimo” se con- firma por la ocurrencia fatal del nacimiento y desarrollo primitivo del proceso morboso, en las poblaciones marítimas, ó que accidentalmente se colocan en aná- loga situación. De momento, nos conformaremos con citar la predominancia relativa de algu- nas poblaciones americanas que tienen esta cruel primacía; y como es de justicia, en primer término coloquémos á Veracruz. Por estravagante que parezca nues- tro aserto, hoy se ha venido á convenir en que la fiebre amarilla es esporádica, cuando no epidémica, en nuestra mas importante estación del Golfo. Raras veces la fiebre abandona por completo su morada favorita, y á proporción de la cultura de nuestros prácticos, hoy, por hoy, ya muy avanzada esta cuestión se va esclareciendo y confirmando cada vez mejor: sobre esos ensayos del proceso, para declararse con franqueza; después de tales vacilaciones, ascendiendo por grados; 13 6 de súbito llegando en unos cuantos dias á su cabal apogeo, la fiebre se declara inexorable revistiendo los caracteres de una epidemia mas ó ménos mortífera. Y después, cuando ya escasean las víctimas ó el miasma pierde paulatinamente su energía, los casos van disminuyendo; pero aislados subsisten todavía multitud de hechos, que afirman nuestra proposición. Se comprende que la duración de una epidemia se ha de prolongar en un punto que es relativamente tan frecuentado, al ménos en nuestra patria, por extranjeros de todos los países. Decir que Veracruz figura en primera línea, no es decir ni con mucho que no tenga sus rivales. Si tal se viera realizada esta circunstancia, á pesar de ser en nuestra contra, sin embargo, sería menos malo. La ciudad de la Habana tiene una triste reputación en ese sentido y nadie mejor lo sabe que su guarnición es- pañola. Entre las poblaciones en América situadas, que reciben también su frecuente visita, enumerarémos algunos puertos de los Estados Unidos: Nueva-York, Nue- va-Orleans, Charleston, Mobila, Panzacola, Galveston, Eiladelfia, Boston, etc., etc., y de los puertos de Sud América, especialmente los del Brasil, Bahía, Bon Vista, Pernambuco, Paramambo, Rio Janeiro, etc. Nos abstenemos de citar aquí las epidemias de otras partes, de que tenemos noticias muy seguras, porque no habiéndose nada publicado respecto de ellas se dudaría de su verdad; pero la gran mayoría de los puertos americanos, tiene entre sus males anotado con cifras inol- vidables de muerte el tránsito del Vómito. La fiebre amarilla no descuida tampoco el viejo mundo: Dublin, Brest, Saint Nazaire, Oporto, Lisboa, Cádiz, Gibraltar, Málaga, Sevilla, Valencia, Barcelona, Tolon, Liorna, etc., la vieron llegar con asombro en distintas épocas. Las epide- mias del Senegal, Cabo Verde, Colonias del Cabo, etc., las de Siam y la India inglesa, etc., etc., lo confirman también ampliamente. Do tan enorme agrupa- miento de epidemias y de observaciones resulta, primero: que como ántes dijimos el Vómito se localiza de preferencia en los puertos; segundo: que tales puertos corresponden en su mayor parte á las zonas tropicales; tercero: que hay una pre- dominancia relativa de los puertos americanos respecto á los del viejo mundo. Cada una de estas proposiciones necesita de amplificaciones fructuosas, bajo to- dos puntos de vista que expondrémos en seguida. Decir, por ejemplo, que elVómi- to se declara por los puertos, es cosa tan sabida, que no valdría la pena de consig- narlo si no fuera por las reflexiones que nos sujiere esta fínica palabra, puerto. De- sentendiéndonos de la significación gramatical del vocablo, siquiera por un momen- to, aceptémoslo únicamente en sus relaciones climato-telluro-atmosféricas con el Océano; de esta suerte advertiremos, si no como poblaciones marítimas, al ménos sí, como presentándosenos en igualdad de condiciones los puntos habitables que re- ciben la influencia directa del mar. Esta influencia se hace sentir de un modo sim- ple, ó por los vientos reinantes, ó por las aguas de un rio. La influencia de los vientos es incontestable. Cuando en las costas reina la fiebre amarilla, basta las im- ple coincidencia del norte, frecuente en el golfo, parala internación del miasma.— Nuestro inteligente amigo Rivera, [de Córdova] apoya con tanta energía esta idea, que no obstante nuestra opinión en concordancia con la suya, la enunciamos como de su propiedad, aceptando como nuestra la responsiva. El empirismo aparente de esta ley se va desterrando por grados; porque cuando reina la fiebre en la ciudad de Veracruz el Vómito se va declarando sucesivamente en todos los puntos de las tier- 14 ras cálidas hasta donde los vientos se hacen sentir [Tejería, Soledad, Camarón, Paso del Macho, Atoyac, Córdoba, Fortín, etc., etc.] De las epidemias que se re- cuerdan nuevamente en Córdoba, ninguna acaso tan nefasta como la que se desar- rolló en 1877, después de un furioso huracán que sucedió en dias anteriores.—Fu esta vez, en que no tan solo el miasma, sino hasta los pájaros de la mar llegaron has- ta Metlac, aconteció que el Vómito de las costas vino á devastar furiosamente su población. Morían por centenares sus habitantes, y cosa increíble, á pesar de que el mal habia tomado posesión de todas las estaciones ferrocarrileras situadas mas allá de Córdoba, á pesar de que la población azorada, mas que á ninguna otra par- te, se dirigía en busca de su salvación á Orizaba; á pesar de que ya iban á morirse allí, como ya hemos dicho, los intoxicados; el proceso no pudo generalizarse en este lugar. Decir que el miasma se ha agotado, decir y probar que siempre se agota á un mismo límite, es menos fácil y menos comprensible que suponer, como en realidad sucede, que los vientos marítimos no llegan fácilmente hasta allí. Di- ríase que se detienen en esta dirección hasta el primer escalón de la mesa central. Lo que se ha dicho para Córdoba, Paso del Macho, etc., debe también entenderse para otras poblaciones tales como San Andrés Tuxtla, Papantla, etc. No posee- mos datos suficientes para entrar en mas circunstanciados pormenores, pero con- vendrá con nosotros todo el mundo, en que es muy raro encontrarse siempre con que la fiebre amarilla á pesar de ser contagiosa [para los que lo creen así] jamas se propaga al interior, al menos en nuestra patria, recorriendo distancias mayores de 30, 40 ó 50 leguas. ¡Qué diferencia del trazo de las vías recorridas por el cóle- ra, la viruela, y otros procesos contagiosos, por ejemplo! ¿Quién ha podido tra- zarles de antemano su esfera de acción? Avanzan y avanzan, obedeciendo siem- pre mas á la condición individual que á las influencias telluro-atmosféricas. Cuando de otro modo sucede, como lo ocurrido en otros países [Estados-Uni- dos, por ejemplo] comunmente el miasma sigue la vía pluvial.—Está establecido que de preferencia, fuera de los puertos marítimos, las poblaciones pluviales son las consagradas mayormente al sacrificio; ahora bien, en nuestro concepto, sus probabilidades de infección son aquí doblemente mayores como lo vamos á ver. Desde luego, preciso es eliminar los ríos que no son navegables. Son los de un anchuroso cauce y de suave pendiente los que presentan la doble condición, pri- mera, de ser mas frecuentados; y segunda, que mas fácilmente sus aguas se mez- clan con las del mar. Supongamos que pasa un espacio de dos ó tres meses, la existencia de un fenómeno muy frecuente: que las aguas se dirijan del mar alna- cimiento del rio [tiempo de secas] entonces no obstante la situación de un lugar ribereño habitable cualquiera, para nosotros habrá venido á constituirse en un verdadero puerto de mar. Persona do quien no tenemos por que dudar, nos ha asegurado, que miéntras el lago Maracaibo permaneció dulce, en sus orillas se desconocía el vómito,, y que al salarse mas tarde, apareció ésto como por encanto. No de otro modo se explica el mayor número de las epidemias que se propagan, de una manera casi exclusiva, infectando las poblaciones basadas en la margen de los grandes ríos: Mississipi, Pupaloaparn, Goatzacoal'cos, Orinoco, Amazonas, Pa- raguay, Uruguay, etc.—Y como ya hemos dichoque el vómito nace espontáneo á orillas de la mar, nada tiene ya de maravillosa su marcha, tan inexplicable á primera vista. Nada de contagio que se vea en todo esto, por el contrario, el contagio so efec- 15 íuó en todas direcciones. Guando así no sucede, y permanecen siempre sus aguas dulces, los vientos se encargan, por su tersa superficie, de progresar mas fácilmen- te y las brisas se encargan de llevar su contingente pontomiasmático hasta ciertas poblaciones. En cuanto á la segunda proposición de que tales puntos correspondan en su ma- yor parte á las zonas tropicales, necesita también de su explicación. En un prin- cipio, el miasma amarilloso creyó limitado al Golfo mexicano; pero se vio mas tar- de que dejando sus lugares de supuesto origen, la fiebre pudo llegar al Mediodía de Europa. Hoy se admite como un hecho bien demostrado que la fiebre ha podi- do mostrarse á la altura de Dublin 53° y 54° latitud N. Sobre el particular esta- mos en perfecto acuerdo con Dutroulan al decir “no veo como sea posible trazar- le un límite.” Si, como suponemos nosotros, la fiebre trae su origen do los materiales que el Océano constantemente mueve, no hay ya razón por qiie negar esas invasiones epi- démicas, por lo menos en los puertos. Habrá de originarse el proceso siempre que concurran las circunstancias apetecibles. Es infundado el temor de algunos autores que suponen que, como el cólera, el Vómito deberá recorrer undia todos los países de la tierra. Malamente se sostiene esa opinión si atendemos á que es- te último nunca se ha podido internar mucho mas allá de las costas.—Sin embar- go, hasta cierto punto es demostrable que el mal se ha ido extendiendo; pero no- sotros creemos que en gran parte depende esta circunstancia de la rapidez de las comunicaciones. De ningún modo subsiste la contradicción que á primera vista parece resultar, con lo expresado en uno de los párrafos anteriores: enfermo ya un individuo puede hoy, por la velocidad de las comunicaciones, contraer la en- fermedad en la ciudad de la Habana por ejemplo, y en su camino para México venir á tener sus manifestaciones en una ciudad del interior. Por solo el enunciado de los sucesos anteriores podríamos sospechar, ignorantes de otros detalles, que aunque la fiebre amarilla nace y se desarrolla, singular- mente favorecida por una hipertemia sostenida y exagerada; una vez establecida no tienen ya ninguna influencia sobre ella los cambios de temperatura. Solo la energía de los vientos, de algún modo modifica su virilidad, como verémos des- pués. Los hechos confirman ámpliamente esta suposición: “en efecto, en la relación “ de Kerauden el día en que la fiebre amarilla se declaró á bordo de la Glorióle “ (46° íat. N.) el 7 de Agosto do 1821, el termómetro bajó de. 15° á 10° y los au- “ tores de l’Histoire médicale de la fiévre jaune, observée en Espagne [Bailly, “ Eran9oís et Pariset] han hecho notar que la ciudad de Barcelona fué devastada “ en 1821, aunque la temperatura de este año fué inferior á la del año preceden- “ te.” Jaccoud. Este mismo autor trae mas adelante la citación siguiente de Hillary que se re- fiere á la epidemia de las Barbadas: “Se deduce de las observaciones atentas, que “ llevo hechas durante varios años, sobre la variación de la temperatura y la in» “ fluencia de las estaciones, que no me parece que esta fiebre sea causada en ma- “ ñera alguna, ó modificada por ellas, porque la he visto en todos tiempos y du- “ rante todas las estaciones del año, así en épocas de los mayores fríos, como cuan- “do los calores eran mas fuertes.” No irémos tan léjos para buscar la comprobación de esa ley: en nuestras costas 16 se ha visto con asombro, que á pesar del invierno, la epidemia en nada se modifica muchas veces. Este invierno relativo, con el cual, sin embargo, debemos contar, se caracteriza por la aparición de las lluvias y los vientos del Norte que provocan el des- censo del termómetro; seguramente que para nada influye en su desaparición como hemos visto, la baja térmica; y son sin duda las corrientes atmosféricas, las que barren con el miasma y lo trasportan. De este modo se explica cómo el Vómito ha podido perpetuarse muchas veces, sin tener la remisión invernal, tan anhelada por todos. Que los autores que opinan primero por la ley del contagio y segundo por que la fiebre amarilla es un proceso morboso hepático de las regiones puramente calientes, se sirvan explicar primero y si es que no debemos hacer caso á la tem- peratura, para su generalización, porque en la ciudad de México nunca nadie se ha contagiado; y segundo, porque no siguiendo ninguna ley térmica, y aparecien- do en tan diversas regiones, deberá ser un proceso exclusivamente de las zonas tórridas. Hay que convenir hoy en que ni es contagioso, pero ni tampoco propio de una reducida sona isotérmica. No desconocémos, sin embargo, la predominan- cia relativa de las costas de los mares tropicales; seria un error imperdonable sos- tener lo contrario de aquello que está bien probado, y de allí el fundamento de la tercera proposición que enunciamos en un principio, que hay una predominancia notable de los puertos americanos respecto á los del viejo mundo. No obstante, la ribera africana, por su situación análoga, ha sido y será siempre tan favorecida como la de la América. Hoy por hoy, nos parece que la cuestión se reduce á la consideración del nume- roso torrente de inmigrantes que han venido en sentido nuestro desde otro lado del Atlántico. Además, nunca olvidémos que las cosas dependen esencialmente de la aptitud del observador, y que así, miéntras no los haya, habrán de descono- cerse científicamente las epidemias de tal y cual región por mas crueles que hayan sido y por mas que las podamos sospechar en razón de la igualdad de circuns- tancias. En resúmen y para pasar á otro capítulo necesarísimo, digamos que el veneno amarillo es puramente marítimo; porque la generación espontánea del mal, á bor- do de los buques, hoy debe ser tan admisible como su aparición análoga en los puertos y en las costas. El Vómito no es de ningún modo contagioso; y para su nacimiento mucho contribuye la liyptermia regional. Los medios de traslación del miasma, se reducen á uno solamente: la migración del veneno suspendido por los vientos. Los obstáculos de propagación del proceso no son los de la tempera- tura fija, sino que deben deducirse en consideración de la altitud topográfica. La gravedad de una epidemia, á pesar del mayor ó menor grado de infección, se mide y se medirá siempre por el agrupamiento exagerado [Veracruz por ejemplo] de individuos agenos á nuestra constitución nosógena. 17 CAPITULO II. Al liacer un estudio juicioso del Vómito, deberemos principalmente apoyarlo en las alteraciones de la anatomía patológica, pues que de otro modo nada saca- ríamos de útil en su favor. Además, y como para nuestro objeto, vamos á tener que abordar cuestiones de sintomatología, descansamos en la confianza de que á nuestros lectores les es familiar y conocida la descripción del proceso. Dando principio a nuestra tarea digamos con Jaccoud que: “En resúmen la ‘‘fiebre amarilla puede decirse una enfermedad esteatogena, es muy posible que los “pequeños vasos participen también de esta degenerescencia, cuya generalización “está fuera de duda. Ieteria, presencia de sangre en el canal digestivo; esteato- * ‘sis del corazón, del hígado, de los riñones; uremia, he aquí las alteraciones ca- racterísticas que por sí constituyen reunidas un criterium anatómico mas claro “y mejor definido que el de la mayor parte de las enfermedades infecciosas; se “pueden colocar en segundo término las erosiones hemorrágicas del estómago y “el catarro gastro-intestinal agudo. Estos hechos de hoy por siempre conquis- tados, definitivamente condenan la dependencia anatómica que se ha querido “establecer en otra época entre la fiebre amarilla y las fiebres de la malaria.” No deberán seguramente sorprendernos, después de leido el párrafo anterior, las formas tan esencialmente distintas que el mal puede revestir. Lesiones viscera- les numerosas y de una importancia capital, son las que principalmente dan su fisonomía al proceso. De aquí que, ha sido considerado de un modo tan diverso, interpretándose cada uno de sus síntomas, como si fueran de enfermedades radi- calmente heterogéneas. Tendremos pues que estudiar el Vómito como si fuera una entidad morbosa, exclusiva de los países calientes; sucesivamente lo irémos considerando en sus relaciones con la intoxicación marenmática y con los tifus; hablarémos de una gastro-duodenitis estacional; y en iiltimo término expondremos del mejor modo que nos sea posible, nuestra doctrina sobre el particular. Señores: Se ha dicho que el hígado es el pulmón de las tierras cálidas, y se ha hecho consistir la enfermedad del Vómito, pura y simplemente en una afección hepática: la coinci- dencia mas que frecuente de la degenerescencia grasosa de la celdilla visceral, la coloración especial de los tejidos, los accidentes no raros de cholesteremia etc., desde luego inclinaron en este sentido la atención de los prácticos. Y en efecto, hay todo un inmenso grupo de enfermos que padecen de tales accidentes; pero hacer exclusiva siempre de esa enfermedad, la esteatosis del hígado, eso no es po- sible ! La fijación de este hecho es necesaria y su esclarecimiento nos traerá una conveniencia cierta. Apareciendo, como realmente aparece en casi todos los en- fermos, y en todos, absolutamente en todos, los muertos de la fiebre, la coloración pseudo-ictérica del organismo, fácilmente caeríamos en el error de admitir que los fenómenos del segundo periodo se deban referir á la ingestión exclusiva de los materiales de la bilis en el torrente circulatorio. Ahora bien, para que el hígado tenga un recargo semejante de trabajo, se necesita el establecimiento casi per- pétuo de una térmica semejante á la de la zona tórrida y se tendría que probar que la pátria única del Vómito fuera la nuestra, por ejemplo, entre otras; pero al suponer que el Vómito sea exclusivo de las tierras cálidas, partimos ya de un dato 18 falso, porque “las observaciones de Fearn de Mobila nos muestran que para que la “epidemia termine se necesita la congelación completa del suelo; Dowler nos ense- “ña por su parte que en 1853 en varias ciudades de la Louisiane superior en don- “de reinaba la fiebre amarilla, cayó una helada sin modificarla marcha del proce- “so; y al decir de Fenner, aunque el 31 de Octubre hubo una helada bastante “fuerte ese mismo afio en Nueva Orleans, se observaron nuevos casos todavía en “el mes de Noviembre en los individuos del campo.” Sin embargo, no negaremos en lo absoluto una ley empírica, que se ha hecho sabia y provechosa en el ejercicio de nuestra profesión: los años de los mas fuer- tes calores, son los de las mas crueles epidemias. Esto es de observancia ordina- ria en Yeracruz y á pesar de tomar nosotros como un coadyuvante la hyperther- mía, sin que para nada tenga ingerencia en la naturaleza de la fiebre, no habre- mos de desechar esta circunstancia. Como dijimos anticipadamente, de las zonas templadas hasta el ecuador se observa la gradación del Vómito esporádico, en- démico ó endemo-epidémico y hasta casi totalmente epidémico. En las diferentes autopsias que pudimos verificar, las mas veces, cierto es que nos encontramos con la degenerescencia grasosa del hígado; pero aparte de que este órgano no es solo el que degenera, aparte de que hemos encontrado como un fenómeno de concurrencia lesiones análogas del aparato circulatorio, del urinario, mascular etc. etc., no siempre nos hemos hallado como indispensable la lesión he- pática: muchas veces el hígado no sufre absolutamente, pero lo raro es que la co- loración ictérica especial, en ninguno de los muertos falta. Esta circunstancia por su misma extrafieza no habia podido pasársenos desapercibida. ¡ De donde podría resultar la coloración amarillenta si en el parenquima de la entraña no encontramos ninguna modificación repetidas veces, y si en los conductos biliares no habia tampoco la mas leve obstrucción! Aquí como en otras partes hemos tenido un cuidado especial de no ir preveni- dos y al acercarnos á la verdad hemos buscado en otras reputaciones de autoridad reconocida un apoyo para nuestras doctrinas. Referir que lo hemos visto, no bas- taría ni para nosotros ni para el público. ¿Pero qué dice Graves sobre este asunto; qué dice de la epidemia de Dublin? “John Gall, treinta y cinco años, entró al Meath Hospital en 10 de Enero “de 1826. Se desconoce la data precisa de su enfermedad, que debe remontarse “probablemente á siete ú ocho dias anteriores. El dolor en el epigastrio y la “constipación sustituyen los síntomas predominantes; ademas, piel caliente, len- gua seca y sucia en el centro, blanca y húmeda en los bordes, debilidad conside- rable, estupor sin delirio, memoria incierta; tan pronto este hombre dice que “hace dos dias nada mas que está enfermo, como tan pronto nos habla de mas; “tiene el vientre duro y abultado.” Dos dias después el enfermo recibe sus medicinas y “en la noche de este último “dia el enfermo se ha puesto amarillo; convulsiones en los miisculos del abdó- “men y por último muere á las cinco de la mañana. Autopsia treinta horas des- “pues de la muerte: cuerpo bien conformado, desarrollo considerable de los mús- culos; piel, y conjuntiva amarillas. Dura-madre lo mismo, no hay líquido “supra-aracnoideo; cantidad considerable de un líquido ambarino, bajo el arac- “noides y entre las circonvulsiones. El cerebro tiene una consistencia notable: “los ventrículos laterales contienen un líquido amarillento abundante en los cuer- 19 “nos anteriores, sobre todo, en el izquierdo. Abdomen: hígado normal, no hay “obstrucción en los conductos y hay bilis en la vesícula etc., etc.” Como hemos visto, el hígado perfectamente inalterable, en muchos casos nada sufre, y no obstante esta circunstancia los muertos de Vómito, cualesquiera que haya sido la forma que el proceso revestia, han presentado siempre, como un fenó- menopost-mortem, la coloración pseudo-ictérica de los tejidos. Reconozcamos, que hay aquí algo desconocido, y que nosotros los primeros nos esforzaremos mas tarde en interpretar. Mientras tanto sigamos á Graves, en su relato; después de citar un número grande de; estos hechos el autor citado dice: “y como el “tiempo no me permite referiros en detalle, mayor número de autopsias, reasu- “miré las principales lesiones de esta fiebre, extraña y mortífera: primero, jamás “hemos encontrado la inflamación del hígado, ni la obstrucción de las vías bi- “liares.... etc., etc.” No siendo las otras conclusiones de Graves de utilidad por el momento, las omi- timos intencionalmente. El clínico de Dublin lo ha dicho, y ha dicho bien: la epidemia de la capital de Irlanda diferia por completo, en sus lesiones anato- mo-patológicas, por lo ménos las del hígado, de las alteraciones de la misma fie- bre en otras partes: Gibraltar, por ejemplo. Por nuestra parte, apresurémonos á asegurar que las epidemias varían á cada paso, de localización y de forma en el organismo, y de aquí dependen seguramente las distintas consideraciones de la fiebre en tal ó cual territorio; pero todas, absolutamente todas, se parecen en la remisión del tercero ó cuarto dia, y en las pseudo-icteria como un fenómeno pos- terior á la muerte. Nuestro inteligente amigo y sabio maestro Alvarado, por ahora se consagra á buscar la correlación que existe entre el Vómito y una menin- gitis excepcionalmente funesta, por desgracia muy frecuente en nuestra patria. * Ahora bien, Señores, si el hígado no padece, en multitud de ocasiones, ni en muchas de las epidemias; si por consiguiente la icteria por repsorcion en estos casos es un mito, ¿á qué atribuir el color amarillento de los tejidos orgánicos? Es que, á juicio nuestro la coloración característica de la fiebre amarilla es di- ferente de las sales biliares, y la misma que se observa, por ejemplo, en la región periorbitaria á consecuencia de un traumatismo; en una palabra, launa es la co- loración francamente biliar, la otra es la coloración hemapheica [Gubler] debida á las trasformaciones de los cristales de la sangre. ¿En donde, en último análi- sis, se habrá de manifestar el pigmento biliar si en las materias escrementicias y si en la orina no se presenta en multitud de ocasiones, el mas ligero tinte sos- pechoso? Convengamos, en que por hoy es inútil querer probar, que el Vómito esencial- mente está constituido, per un proceso morboso hepático y que las alteraciones del segundo periodo, se hayan de deber exclusivas á la presencia de los materiales biliosos en el torrente de la circulación. Pasando á otra cosa, qué especie de relación pudiera existir entre el envenena- miento del Vómito, y el veneno de los tifus, es decir, la intoxicación zoonóstica. * No creemos que los que han asegurado que el antiguo profesor de Fisiología humana, afirme que el Vómito es una meningitis, estén en lo justo. Por otra parte, es muy juiciosa la observación de este autor refiriéndose á la frecuencia de la muerte por la inflamación menín- gea en la fiebre amarilla de forma cerebral, y así lo creemos, porque coa él lo liemos com- probado. 20 Porque si hemos de creer los autores de mas nota: “el veneno que engendra la “fiebre amarilla se desconoce lo mismo que el de cólera; todo demuestra que es “de naturaleza animal” Jaccoud, y además existen otros que dicen, por ejemplo Greissinger, “los hechos nos obligan á aceptar un veneno específico, siempre “idéntico, que puede desarrollarse, por influencias exteriores diferentes, entre las ‘ ‘cuales mencionaremos por ser las mas conocidas hasta hoy, la acción de ciertos “climas, una temperatura elevada, la emanación dq productos pútridos en los “puertos de mar etc., etc.” Las dos opiniones que anteceden, basadas en la autoridad imponente de los que las han emitido, nos están significando, cuán arraigada está en la ciencia la idea de una analogía de origen entre el proceso tífico, y el proceso amarillo. Llegados á este punto de nuestro trabajo se hace preciso establecer, que el tifo es escaso en la ciudad de Veracruz. Nunca hemos podido realizar el empeño, hasta cierto punto inconsiderado, de encontrarnos con un caso de tifo. Los prácticos mas compe tentes, nos han asegurado en esa región, la escasez de la fiebre pútrida. Habria que observar en la historia de ciertos casos, que se refieren á tifos diag- nosticados en esa, una juiciosa reserva, teniendo en consideración la semejanza ab- sohita entre la tuberculosis confluente y la intoxicación producida por el fermento animal. Los tifos son muy raros en nuestra zona tórrida: el fermento pútrido, que los realiza, pasa sin detenerse mas allá de su grado requerido y propio, y se vuel- ve inofensivo. Tal parece que el sol ardiente de las costas desecando la materia animal en muy corto espacio, le roba toda acción. Pero podría suceder, que la no existencia del tifo en Yeracruz, con su aparato de accidentes propios se compensara en esa localidad con la aparición del Vómito; en otros términos, que así como existen las formas cerebro-espinal eschantemática, abdominal, etc., etc., existiera también q>ara el tifo una manifestación especial, consistiendo en la fiebre amarilla. Esta consideración es absurda. De algún tiempo á esta fecha se ha notado una tendencia marcada de los habitantes de las costas del Golfo á ser víctimas del ti- fo después de ser trasportadas á esta capital, porque entre otras muchas razones, si el Vómito nos perdonaba la tifoidea no nos dió su inmunidad. En apoyo de esta doctrina y para demostrarla apresurémonos á decir que en el commemorativo de nuestros enfermos, nos hemos encontrado con un tifo ante- rior, y aunque la recidiva no es excepcional en los tifos, por lo ménos no es muy frecuente. No insistamos mas; la anatomía patológica; la marcha y sintomatolo- gía de la enfermedad; su dominio exclusivo en determinadas regiones y ejercién- dose sobre determinado grupo de individuos, nos hacen establecer una división franca y claramente delimitida entre la fiebre amarilla y la fiebre pestilencial. De la misma manera, fácil es deducir, que entre la fiebre amarilla y el miasma paludiano, hay una enorme distancia, atendiendo á las alteraciones generales que acompañan á los dos procesos de envenenamientos. En todo el curso de este tra- bajo nos hemos venido refiriendo á los hechos que nos son mas conocidos, razón por que, aquí como en otras partes nos encontramos con una dificultad, refirién- donos principalmente á la constitución nosógena de nuestras costas del Atlánti- co. En efecto, la intoxicación paludiana y el envenenamiento amarillo se dispu- tan la gravedad del pronóstico, en el mayor número de los casos graves en estos territorios, y solo el tubérculo podría entrar en competencia con ellos, ¿cómo 21 saber allí mismo, lo que es exclusivo del paludismo y lo que pertenece solo á la fiebre amarilla? Como dijimos ántes, la dificultad consiste en que los dos males son del propio terreno; pero la cuestión varía de aspecto apelando á lo que ocurre en otros luga- res: es cierto, que las alteraciones todas, de origen marenmático, generalmente se observan en localidades húmedas, pantanosas [palmella faebris] y bajas; pero estos envenenamientos, al ménos en nuestro país, se observan también en otros lugares del interior, donde nunca el Vómito prieto asienta su domicilio [México, Puebla, Orizaba, Guanajuato, etc., etc.] Otro tanto podríamos decir de la mayor parte de los centros de población del Viejo mundo, que constituyen una inmensidad, en donde el paludismo es frecuen- te, pero la fiebre amarilla es desconocida. Esto en cuanto á la génesis del mar; pero en la sintomatología diferente tam- bién, sin embargo, nos encontramos con un fenómeno de concordancia: de nin- gún modo contagiosos, ámbos procesos se obtienen por infección confinada á las regiones propias, en donde se producen los materiales que la originan; fuera de su fuente de producción, los dos males se agotan. Pero los síntomas son de tal modo heterogéneos, que desarrollado el mal con su cortejo de accidentes, no hay paridad posible entre ellos. Mas adelante la anatomía patológica, de hoy por siem- pre, elimina la posibilidad de una confusión lamentable, que excluye la esteatosis general: en resumen y como para los tifos, origen, sintomatología, marcha pato- genia, anatomía patológica, pronóstico y tratamiento, absolutamente todo es dis- tinto en los tres procesos. USTo juzgamos necesario capítulo aparte, para patentizar que si el Vómito algu- na vez comienza por una gastritis ó una gastro-duodenitis, esta nunca es esen- cial. ¡Gastritis singular la que se acompaña de los terribles accidentes de la acco- lia, de la uremia, de la albuminuria, de la anoxemia en el mayor número de ca- sos y que se concreta á un reducido grupo de individuos y sin progresar mas allá de la zona adecuada! Incidentalmente toquemos un punto, que desde luego nos va á dar una idea del carácter observador de nuestro antiguo maestro Rosell: los fenómenos provocados por una gran cantidad de ozona en el aire, comprobado este hecho por la obser- vación atenta, del distinguido profesor de química del Instituto de Veracruz, cuando este fenómeno coincidía con el Vómito epidémico en la ciudad, alguna vez, nos hicieron suponer que este agente pudiera originar tamaños males en par- te: queda á la imparcialidad de mi antiguo maestro consignar esta circunstancia, motivo para ambos de agradables discusiones científicas. El hecho es cierto y tal como lo hemos enunciado, pero la interpretación que haciamos la creemos bastar- da; en efecto, hoy se admite, que la Grippa, catarro-febril, que se acompaña de accidentes nerviosos es originado, ayudándose ademas de otras causas, por un ex- ceso de ozona en la atmósfera; de aquí su carácter epidémico estacional. Te- niendo en cuenta que en muchas ocasiones en el primer período del Vómito, (pe- ríodo de reacción general, Jaccoud), se acompaña de perturbaciones penosísimas del sistema nervioso, y ademas de inyección de las conjuntivas, lagrimeo, moco, estornudo, náuseas, dolor venal, rachialgía, cefalalgia, etc., etc., creimos lógico poder concluir que un aumento de ozona en el aire respirable favorecía si no ori- ginaba la fiebre amarilla, 22 Por escasos que sean nuestros conocimientos, hoy hemos podido comprender todo lo que tiene de absurda esa interpretación, que á tiempo fué combatida. Pero la comprobación de esta circunstancia nos trae una doble ventaja: primera, el poder desechar con justicia el envenenamiento zoonóstico, puesto que no se puede conciliar la propiedad desinfectante de la ozona con la existencia de la epi- demia tífica, en una localidad, al ménos admitida como tal por algunos, y segun- da, la comprensión fácil de lo que en seguida vamos á referir. CAPITULO III. Señores: Después de convenir en que el Vómito toma su origen mediato de los mares, después de indicar su límite geográfico de un modo aproximado, preciso es que digamos algo sobre su naturaleza y su modo de producción. La fiebre amarilla es originada por los materiales fosforados de las aguas ma- rítimas, que injeridas en el organismo por la mucosa respiratoria especialmente, hacen nacer en el torrente circulatorio el hidrógeno fosforado. Este gas eminen- temente tóxico es el que viene á producir, en último análisis, las temibles altera- ciones de la esteatosis general, distint ivo característ ico de la fiebre amarilla. Para que nos entendamos mejor, previamente hemos de hablar de la acción del fósforo y sus compuestos venenosos después de su ingestión por las vías diges- tivas; mas tarde compararémos el cuadro de esos accidentes formidables con los que pertenecen á la fiebre de los mares. “Introducidos en fragmentos, bajo la piel, no se absorbe el fósforo ó solo en “cantidad infinitesimal. Trasbot ha observado en esta circunstancia, que un pe- “dazo de fósforo se limita á determinar la formación de un abceso y después de “haber sido sacado de la herida, no había perdido nada de su peso. Sin embar- “go, cuando el fósforo se deja por mas ó menos tiempo bajo la piel, se ve que “causa la muerte. Eanvier ha visto así, morir animales, á los diez y siete, venti. “cinco ó veintiséis dias, lo que prueba que el veneno acaba por ser absorbido.” “Pero la intoxicación es rápida cuando el metaloide ha sido introducido bajo “la piel, disuelto en un vehículo apropiado (éther, sulfuro de carbono, etc.) ó “cuando se lleva al tubo digestivo bajo una forma cualesquiera aunque sea en “fragmentos bastante voluminosos. En este último modo de intoxicación “el calor del estómago favorece la división del veneno, que se disuelve también “en las materias grasas, contenidas en el tubo digestivo y puede entonces ser ab- sorbido por los quilíferos. El veneno produce en esta circunstancia: primero, “síntomas locales; y segundo, síntomas generales mucho mas graves, y consecu- tivos á su absorción.” “1* Inmediatamente después de la ingestión de la sustancia venenosa y á veces “en el momento preciso de esta ingestión, la víctima experimenta eructaciones “aliáceas y fosforescentes. Después, pasadas algunas horas, cinco ó seis porejem- “plo, resiente el individuo un dolor ardiente en el epigastrio, dolor que se pro- “paga al abdomen. El estómago y el vientre están excesivamente sensibles y hay “meteorismo. Sobrevienen eructos de un gas que tiene olor aliáceo y amenudo “vómitos de materia que contienen fósforo, de olor fuerte y luminosos en la oscu- ridad. Estos vómitos se acompañan de evacuaciones diarrhéicas que ofrecen los 23 “mismos caraotéres. Podría suceder que los accidentes se detuvieran hasta aquí “nada mas, lo que desgraciadamente no es común, y no puede suceder sino cuan- “do el veneno contenido en el tubo digestivo, ha sido expelido en totalidad ó “que solo una porción mínima haya penetrado en la circulación.” “2o La sustancia tóxica se halla difundida en el organismo: en estos momen- tos el enfermo puede sucumbir en el colapsus, por un síncope ó en medio de “convulsiones como si se tratara de la intoxicación producida por una de las “sustancias deletéreas que ya hemos estudiado: óxido de carbón, ácido syanhydrí- “co etc. Pero de una manera general, las cosas pasan del modo siguiente: el “aliento, el sudor y la orina que no poseían un olor aliáceo, ni eran fosforescen- tes, adquieren ese olor y brillan en la oscuridad; lo cual prueba de un modo pal- pable la penetración del veneno en la sangre, porque se observa lo mismo en los “animales, en cuya sangre se ha inyectado aceite fosforado. Después se mani- ‘‘fiesta una depresión considerable de todas las funciones precedida en general “de una excitación de corto duramiento. Así el pulso en un principio fuerte y “frecuente se hace pequeño, insensible, amenudo irregular; la respiración pri- “mero exajerada se vuelve difícil, débil y estertorosa; la temperatura quealprin- “cipio era elevada se abate de una manera considerable. Los músculos temblo- “rosos, se paralizan luego; de suerte que no solo los movimientos son difíciles “sino que á veces sobrevienen evacuaciones involuntarias como consecuencia de “la parálisis del esfínter anal. En fin, á los dolores violentos en el epigastrio y “del abdomen en el primer período; á los calambres que se producen en el se- “gundo, después de la penetración del veneno en la profundidad del organismo; “á las sensaciones de hormigueo; sucede una anesthesia á veces completa.” “Durante este tiempo, es decir, á partir del primero ó segundo dia del envene- namiento aparecen síntomas nuevos, que no hemos tenido oportunidad de sefla- “lar en las otras intoxicaciones que hemos estudiado precedentemente, sin duda á “causa de que la muerte llega muy rápida en esas intoxicaciones. Estos sínto- “mas que demuestran una alteración profunda de la nutrición ligada á una alte- ración de los glóbulos rojos, consisten en la icteria, la albuminuria, la degene- rescencia grasosa de los órganos ó la esteatosis, que encontraremos tan visible “en la autopsia de los muertos víctimas del fósforo. La icteria y la albuminuria “no sobrevienen sino el tercero ó cuarto dia; Tardieu ha comprobado estos acci- dentes, desde el consecutivo [le lendemain]. En fin, la muerte llega en el ce- “llapsus, en el coma ó bien es precedida por el delirio y las convulsiones. La “terminación fatal cuando no ha ocurrido al fin del primer periodo, que es corto, “del primero al segundo, tiene lugar al fin de la primera ó de la semana sub- secuente. Si la vida se prolonga mas allá, el enfermo está consagrado casi “infaliblemente á sucumbir á la influencia del veneno, que produce en él la “parálisis, así como hemorragias frecuentes, manchas petequiales, vómitos de “sangre, deyecciones sanguinolentas, hemorragias nasales, auriculares, uterinas etc. “La debilidad va en aumento, la cachexia anémica llegada al último grado en- gendra accidentes nerviosos cada vez mas graves, hasta que la muerte viene á “poner término á este envenenamiento lento, que en un caso al decir de Tardieu “se pudo prolongar mas de ocho meses.” “Se notará sin duda que en la sintomatología de la intoxicación por el fósforo, “no se ha tocado la cuestión de la excitación genésica, del priapismo. Nada hay 24 “de cierto de esta excitación venérea de que se habla sin cesar; lo que se puede “observar es el tenesmo vesical y la retención de orina.” “Mecanismo del envenenamiento por el fósforo: Mas adelante verémos que las “combinaciones oxigenadas del fósforo son venenosas. Desecharemos pues la “teoría según la cual este metaloide, obraría sobre el organismo por los ácidos “liipofosforosos, fosforoso, y fosfórico á los cuales daría nacimiento en el orga- nismo. Nos quedan entonces dos opiniones: unos piensan que el fósforo obra “in natura; otros creen que no se vuelve tóxico sino por el hidrógeno fosforado “que puede nacer en contacto de los alcalinos contenidos, bien sea en el jugo pan- creático después de su introducción en el tubo dijestivo, ó bien en la sangre “después de su penetración en el torrente circulatorio.” “En cuanto á esta penetración, ella tiene lugar por los quilíferos que absorben “el fósforo contenido en las materias grasas; en efecto, sabemos que estas mate- “rias disuelven bien el fósforo y que añadidas á este veneno lo vuelven mas “peligroso todavía, (pastas fosforadas). La penetración del fósforo in natura “en la sangre está demostrada, porque se ha adquirido la prueba del paso de “este metaloide á la orina, que se lia visto volver fosforescente. Necesaria- “mente se encontraba en este líquido al estado de vapor. Se puede pues admi- “tir que la opinión según la cual el fósforo obra in natura en la profundidad del “organismo es plausible; en una palabra, que este veneno obra al estado de di- “vision extrema lo cual nos da cuenta de sus efectos mas rápidamente peligrosos “cuando se introduce en solución ya en el ether ó en el sulfuro de carbono.” “Pero por otra parte, los efectos tóxicos del hidrógeno fosforado, comprobados “por Gcepperts, Orfila y Liebig, y la similitud el envenenamiento por el fósforo “con el envenenamiento por el fosfuro de calcio que da nacimiento al hidrógeno “fosforado en contacto con los líquidos del organismo; vienen á apoyar la se- “gunda opinión según la cual el fósforo obra por ese último gas deletéreo. Con- siderada la cuestión de esta suerte administrar el fósforo ó los fosfuros conduce “al mismo resultado. Es esta última opinión la que admitiremos nosotros en el “estado actual de la ciencia.” “En cuanto al hidrógeno fosforado se vé que tiene una acción manifiesta sobre la “sangre: Si á ejemplo de Dibkowsky se hace pasar una corriente de este gas, en “la sangre desfibrinada, este líquido toma un tinte negruzco y dá la raya de la “hemoglobina reducida.” “El hidrógeno fosforado produce pues efectos análogos, á los que determinan ‘1 otras sustancias deletéreas, el sulfydrato de amoniaco, por ejemplo. En fin, al “decir de Koschlakoff y de Popoff, la hemoglobina sufriría aun mas alteración: “seria destruida por el hidrógeno fosforado. De todos modos sucede siempre, “que la sangre se perturba profundamente por este gas ó por el fósforo en vapor “y que la hematosis se perturba, los glóbulos sanguíneos se liquidan y su materia “colorante trasuda al través de los vasos; lo que viene á explicarnos por un lado “las perturbaciones de la nutrición y la esteatosis de que trataremos dentro “de un instante, y por el oti’o las hemorragias ó mas bien las manchas hemorrá- “gicas que se observan dos ó tres dias después de la intoxicación.” “Lesiones anatómicas: El cadáver de los individuos envenenados por el fósforo, “ofrece un aspecto variable según la época en la cual la muerte ha llegado. Tan “pronto es lívido, como tan pronto presenta un tinte ictérico ó bien manchas 25 “equimótieas excesivamente pronunciadas á veces. Las lesiones del tubo di- gestivo están muy lejos de ser tan notables como se liabia exajerado anticipada- emente. No se comprueban las úlceras y perforaciones que se habían imaginado. “En el punto mismo en que el fósforo, se ha podido en fragmentos encontrar re- tenido en los pliegues de la mucosa intestinal, no se observan sino rubicundez y “si existen lesiones en la túnica musculosa son del mismo orden que las que “existen en los otros músculos de diferentes regiones. El hígado se hipertrofia “y presenta un color amarillento; el corazón generalmente vacío también está “amarillo; sin embargo, los dos órganos no presentan ese aspecto sino cuando la “muerte llega después del segundo ó tercer dia. Pero la lesión mas importante “que produce el fósforo, es la esteatosis ó degenerescencia grasosa de los diversos “órganos.” “Esteatosis. En 1861 Georg Lewin, consideró el primero, la degenerescencia “grasosa del hígado como una de las lesiones características del envenenamiento “por el fósforo. Es cierto que desde 1789 Brera hace mención del foiegras en “este envenenamiento, pero nadie había referido esta lesión á su causa real, que “se consideraba como una consecuencia de la icteria. Lewin ■ fundándose sobre “observaciones numerosas y sobre los resultados de experiencias hechas sobre “animales, estableció de una manera completa, esta relación; admite ademas que “el aspecto del corazón se liga á una alteración de la misma naturaleza. Bien * ‘luego diversos médicos entre los cuales citaré á Kock, Kohler y en nuestro país “Lancereaux, completaron los primeros datos de Lewin. Lancercaux demostró la *‘generalización de la esteatosis del hígado á otros órganos tales como los riñones “y los músculos de la vida animal. En una mujer, de veinte y dos años, que se “envenenó con fósforo, encontró este autor los músculos del tronco friables y “colorados de amarillo. Otros observadores tales como Fritz y Yerliac no han “hecho mas, que verificar lo que había sido enunciado y descrito ya.” “Cuando se estudian al microscopio las alteraciones de que venimos hablando, se “nota que las células del hígado, están llenas de granulaciones y de gotitas graso- sas muy abundantes, y que las fibras musculares estriadas han perdido suestria- “cion. Estas fibras se presentan á veces simplemente granulosas, pero otras “están totalmente reemplazadas por un monton [amas] de granulaciones y de go- “titas de grasa en el interior del myolemma. El primer grado de la alteración “se manifiesta en las fibras musculares de la vida de relación, por la desaparición “de las estrías que se observan sobre estas fibras al estado normal.” “Los riñones presentan igualmente una degenerescencia grasosa notable; las “celdillas epiteliales de los tubuli .... se llenan de grasa ó desaparecen comple- jamente, de suerte que los tubuli se descaman. Los glomerulos de Malpighi “sufren la misma alteración que los tubuli; estas lesiones renales nos explican “la albuminuria producida por el fósforo.” [Eléménts de toxicologie Rabuteau.] Es imposible encontrar mayor similitud entre los fenómenos de intoxicación fosfórica y los que constituyen la fiebre amarilla. Como se ha visto, la semejanza es tal que se diría que Rabuteau consignó las lesiones del Vómito al producir las del envenenamiento fosforígeno. Revisemos alguna cosa de mas: “Bastan O’IO ó 0’15 centigramos de fósforo para “darla muerte, bien sea tomado puro, ó mezclado con las materias que lo acompa- san en los cerillos. Una sed viva se declara, vapores aliáceos, se escapan por bo- 26 “ca y nariz luminosos en la oscuridad. Náuseas y vómitos incoercibles de materias “mucosas y de bilis, mezclados con los alimentos injeridos, luminosos y alguna vez “teñidos con una pequeña cantidad de sangre se declaran, dejando á su paso re- “sequedad en la boca y la garganta con un olor á fósforo persistente y desagrada- ble. Mas tarde en la mayor parte de los enfermos, sobrevienen dolores abdomi- nales mas ó menos vivos, que pueden aumentar por la presión; cólicos seguidos “ó no de evacuaciones muy fétidas; tenesmo rectal con una sensación de ardor en “el ano, tenesmo vesical, dolor, y hasta supresión de la orina; un sentimiento “de malestar, debilidad y cansancio generales masó menos marcados; hormigueo, “calambres en los músculos de los miembros y del tronco; cefalalgia y aturdimien- to. La inteligencia lo mas á menudo se conserva intacta, si acaso, se nota un “poco de lentitud en las respuestas. Con el rostro pálido y la fisonomía mas ó “menos alterada, nada de observarse notable del lado de la circulación. Sobre- vienen después una remisión de los principales síntomas, de duración variable, “hasta se le ha visto durar dos ó tres dias. La región hepática es el sitio de un “dolor que la presión aumenta. El hígado crece en volumen, aparece la icteria “y se declaran mas adelante dolores en los músculos del tronco y de los miem- bros; dolores convulsivos, con curvatura general, continuos ó bien que se exas- peran por momentos acompañándose de calambres, de con fracturas y á veces de “la pérdida de sensibilidad de la piel. Vienen luego las hemorragias en distin- gos órganos; los vómitos de nuevo aparecen y con ellos la expulsión de materia “negruzca, formada por la sangre alterada; deyecciones sanguinolentas; á veces “hematuria, hemoptysis; en fin, equimosis subcutáneas, púrpura y petequias. “Pronto aparecen la agitación y el delirio; una ansiedad muy grande, convulsio- “nes generales y parciales; el embarazo de la respiración; el coma y la muerte. “En la autopsia se encuentran: primero, los signos de una inflamación determi- “nada por la acción irritante y local del fósforo en el tubo digestivo; segundo, le- giones consecutivas á la absorción del veneno, estas son hemorragias en la su- perficie de las mucosas, en el corazón, los pulmones; principalmente en el tejido “laminar subcutáneo ó intermuscular, con un estado muy notable, granuloso de “las fibras musculares y del epitelium del hígado y los riñones, etc., etc.” [Littre y Bobin]. Nos hemos permitido trasladar aquí las dos descripciones que anteceden para recordar el cuadro del envenenamiento agudo por el fósforo por la via intesti- nal. No podemos tampoco prescindir de la forma crónica de la intoxicación que conocemos con el nombre de envenenamiento crónico de Magnus IIuss. — Tiene también su importancia, y verémos las ventajas que nos proporcionará esta descripción tomada del célebre Diccionario de Medicina. Este envenena- miento está constituido “por un conjunto de accidentes producidos poco mas ó “menos, álos seis meses de respirar abundantes vapores fosforados y se caracteri- “za por una sensación de debilidad en la columna vertebral, en la marcha y en “los esfuerzos; por temblores en las piernas, los brazos y las manos; decadencia “de las fuerzas genitales; tartamudismo, etc., etc., terminándose á veces todos “estos accidentes con la muerte, por los progresos de la parálisis.—En los obreros “que trabajan en la fabricación de cerillos, se ve generalmente al cabo de cierto “espacio, 4 ó 9 años, rara vez ménos, que después de algunos accidentes por par- óte de los intestinos ó de la vía respiratoria, bastante ligeros para que los enfer- 27 * finos, si es posible, ni se lia jan preocupado de ellos; vense sobrevenir dolores de “dientes en uno solo ó que pueden extenderse á los de los dos maxilares, etc., “etc.” Por hoy no diremos nada mas que se refiera á la ingestión venenosa de esa sus- tancia por la vía intestinal. Antes de entrar en ciertas consideraciones, necesario se hace establecer que si él Vómito, como nosotros creemos, es un accidente déla intoxicación fosfórica no podrá seguramente efectuarse por ese trayecto. Se nece- sita que la ingerencia del veneno tenga lugar por la superficie del pulmón para po- der darnos cuenta de su gravedad, sin ejemplo; ademas, no se concibe la apropia- ción del veneno por la vía gastro-intestinal, en una proporción tan crecida. Otra cosa sucede si nos fijamos en el aire atmosférico y en su ingestión continuada y útniica. La dificultad de este fenómeno y de su comprobación estriba primero, en demostrar la producción inmensa de ciertos materiales en los mares de los trópicos, y segundo, en hacer ver la modificación de los accidentes de un envenenamiento según que el tósigo siga tal ó cual camino. Si nuestra hipótesis fuere razonable, va á resultar sin duda la mas estricta analogía entre ambos procesos durante el segundo período cuando el veneno ha pasado ya, al torrente de la circulación.— Mas adelante nos cercioraremos de ello; por ahora recordémos lo que para nadie debe ser un misterio: los mares de los trópicos abundan especialmente en detri- tus orgánicos, sporos, infusorios, heléchos, algas, etc., compuestos los mas he- terogéneos sin duda, pero que casi siempre encierran el fósforo. Son estos nu- merosos séres de variados tamaños, que pueblan determinadas porciones del Océano* y que mueren por millones diariamente los que envenenan las emanacio- nes pontinas.—Miéntras que no se le encuentre mejor solución al problema, cree- remos en la intoxicación fosfórica. No ignoramos ciertamente que se ha dicho de la fosforescencia de algunos séres inferiores, que es un fenómeno de oxidación que se liga á las condiciones de su existencia y de su vitalismo; pero aparte de que es- ta cuestión no está bien dilucidada, aparte de que la dificultad del problema, res- pecto de su vida y muerte, tratándose de séres tan pequeños y tan numerosos, es casi insuperable; nosotros nos hemos encontrado con un hecho del todo casi en contra de esta regla.—No son los microscópicos pobladores del Golfo los que ha- cen apreciar mejor este hecho; son los peces grandes, sin que por esto los demas dejen de contribuir en gran parte. Alguna vez en las riberas de la mar, al pié de las murallas, en los muelles de la ciudad y en los objetos que allí se tienen colo- cados se advierte el fenómeno con toda rectitud: los restos de todo género de ani- males, descompuestos, aceitosos, fundidos por el sol de plomo de nuestras costas, humean lucientes, de la misma manera que teniendo el fósforo en una solución grasosa. Los marineros en su lenguaje rudo expresan el hecho diciendo que tie- nen mucho salitre encima y por eso brillan. Acerquémonos en unas de esas no- ches calurosas y ardientes, en una de esas noches magníficas, de inmensa calma y que en su tenebrosa oscuridad opone á su múltiple reberveracion de estrellas, el pálido fulgor de sus detritus de materia orgánica; acerquémonos á uno de esos restos esparcidos muchas veces con lamentable abandono en todas partes; y si lo cambiamos de lugar, si lo tocamos con un pié, dejando en donde estaba su im- presión luminosa, marca su camino con una trayectoria resplandeciente.—Sucede el mismo fenómeno que cuando suavemente resbalamos nuestra planta sobre un cerillo. Ahora bien, como sería materialmente imposible la limpia eficaz de una 28 costa por so inmensa extensión ; bien pronto el calor del territorio ayudado de la descomposición infalible de la sustancia orgánica, apresura la evaporación del agua de esos tejidos, disuelve el fósforo en la grasa propia del animal y suspendi- do por las brisas periódicas del Océano es llevada así, á alguna pobre víctima en impalpables moléculas su extraña dosis de envenenamiento. Y esto no es du- rante un solo dia, ni durante un solo año; sino en dos ó en tres ó en muchos mas, hasta que el envenenamiento se produce no pudiendo el organismo saturado de- fenderse ya. Diríase que la naturaleza trata aquí de realizar una intoxicación asemejándose á la de los filtros latentes y duraderos de la Edad Media. El hecho es que mas tarde ó mas temprano son rarísimos los que se escapan exponiéndose á todo el conjunto de circunstancias apetecidas por el Vómito. Se necesita que un proceso mas oportuno le arrebate su víctima con la muerte. En determinadas épocas llegan á las orillas del Golfo, miles de miles de peces muertos por una causa muy discutida. Algunos refieren este acontecimiento á la erupción de un volcan submarino; esta causa problemática como las demás que se han enunciado, no es para nosotros ni para nuestro objeto de importancia averi- guar; el hecho es que con su aparición poco tiempo después coincide el desarrollo epidémico del Vómito y de aquí el nacimiento de la siguiente ley empírica, esta- blecida por algunos de nuestros compatriotas: los peces muertos acarrean el Vómito. Ya hemos hablado también de la existencia de ciertos séres microscópicos que abundan sobre todo en los mares de los trópicos. Kosell, ya antes citado, nos ha- cía con empeño notar la existencia de manchas rojizas de infusorios sobre la su- perficie de las aguas, manchas que aparecían en época de Vómito y que en las no- ches calurosas del verano brillaban en la rada de un modo inusitado. Se concibe que si la hipótesis por el Envenenamiento del fósforo es realizable y del todo semejante al de la fiebre amarilla ya hay razón sobrada para experimen- tar, primero, en este sentido, y segundo, para que se nos excuse de un error posi- ble é indudablemente fácil de cometer. CAPITULO IV. Revisemos ahora algo de la sintomatología de la fiebre amarilla: No todos los enfermos se mueren del Vómito: lo cual significa que hay una forma absolutamen- te mortal; y otra con la cual la vida es compatible; asimismo, el envenenamiento tal como nosotros lo estamos considerando no es instantáneamente mortal, lo que significa ó que el veneno no tiene la energía suficiente para dar tal resultado; ó que las lesiones secundarias que provoca pueden soportarse durante algunos di as. He- mos dicho que el hydrógeno fosforado desaloja el oxígeno del glóbulo rojo y entra en combinación con la hemoglobina de la sangre. Supongamos, pues, la existen- cia del hydrógeno fosforado en el árbol circulatorio; si todos los glóbulos fueran atacados á la vez, la vida cesaría de un modo fatal, pero felizmente no siempre es así; aún en los casos en que la muerte vá á sobrevenir quedan siempre cierto nú- mero de glóbulos que no han sufrido aún la influencia del gas deletéreo y que sir- ven para mantener la vida en los dias de enfermedad. En el caso feliz, en que el enfermo vá á salvar, se comprende que á pesar de una intoxicación parcial el oxí- 29 geno del aire desaloja á su vez el gas tóxico y el enfermo entra en convalecencia, lié aquí explicada por nuestra teoría el hecho de la dualidad de las dos formas del Vómito. Vamos pues á elegir el tipo completo, es decir, el de la enfermedad con todo el lujo de sus mas graves accidentes. Los prodromas son excepcionales [Jaccoud, etc.] y consisten cuando los hay, en un malestar general, cefalalgia, vértigo, etc. Si esto sucede en otras partes no negaremos un hecho tan firmemente autorizado; pero sucede en nuestra patria, ó al ménos ha sucedido, en otras epidemias que una intermitente á primera vista francamente paludeana, que una remitente con accidentes gástricos, mas tarde se convertía en un caso de fiebre amarilla. Y no ha lugar á confusión, porque el principio es de tal modo brusco, la invasión del Vómito es de tal modo marcada, que el momento preciso en que la enferme- dad estalla, se puede fijar rigurosamente; después de un calosfrío fuerte, prolon- gado, las mas veces único, acompañado de un malestar y de una inquietud increí- bles, la temperatura avanza rápidamente hasta llegar á 40° ó mas; de suerte que bien se puede marcar el momento preciso de la invasión sin riesgo de confundirse. La fetidez del aliento y la sequedad de la piel, que se han dado como fenóme- nos característicos del estado prodrómico, no hemos podido comprobarlos; si aca- so la aspereza de la piel se nota pero esto en el momento del calosfrío inicial. De- clarada ya la enfermedad y desde el momento del ascenso thérmico, vamos á ver surgir otros fenómenos que por su parte concurren á dar una fisonomía típica al enfermo: dolor lombar primero, de tal modo violento, que en este período, es el síntoma que hace padecer mas; una sensación de angustia, una agitación incesan- te, solo comparable á la de las asfixias; dilatación de las pupilas, latidos tumul- tuosos del corazón y las arterias; neuralgias numerosísimas, intercostales, fronta- les, etc.; náuseas, saburra lingual, pseudo-membranas en la mucosa bucal, colo- ración rojiza de la mucosa faríngea, brillantez de los ojos, lagrimeo incesante; á veces los fenómenos de un coriza completo, con su cortejo de accidentes nervio- sos. En fin, en este primer período y durante el primer dia las mas veces el enfer- mo no se equivoca: dice que se halla bajo la impresión de un mal gravísimo. Coin- cidiendo con todos estos accidentes se apercibe el ascenso gradual de la fiebre que ha llegado en muy pocas horas á 40, 41 y aún 42° en el primer dia ó al finalizar un nychtémero; se confirma la inyección del semblante y de las conjuntivas y so- brevienen una hyperemia general de los tegumentos; algo semejante á un eryete- ma sin ningún valor diagnóstico ni de predicción. A proporción de que la fiebre asciende, todos los otros accidentes enunciados se muestran exasperados hasta el último grado de sufrimiento. A la saburra y á las náuseas se agregan ahora vó- mitos fatigantes de constancia y repetición variables, el enfermo tiene una sed ar- diente y la cefalalgia frontal y las neuralgias que han aumentado de intensidad, agotan su energía. Al tercero ó cuarto dia en la mañana, se vé sobrevenir una notable remisión, y el apaciguamiento de esta tempestad inicial tan brusca y vio- lentamente desarrollada, marca la transición del primero al segundo período. Ya en este primero, la orina ha podido escasearse del todo ó bien presentar en suspen- sión albúmina. Los accidentes que hemos referido se refieren á la reacción general del organis- mo en contra de un envenenamiento; durante el segundo período que vamos so- meramente á revisar, tendremos que habérnoslas con modificaciones viscerales de 30 suma gravedad, y que hasta pueden traer en multitud de ocasiones la supresión absoluta de tal ó cual aparato en funcionamiento necesario para la vida. Después de la remisión febril que nunca llega al grado fisiológico (3G°o en Ye- racruz.—Dr. Alvarado) sino que se mantiene oscilando entre 37°o y 38° y algu- nos décimos mas, se principia á notar sobre el tegumento un color amarillo uni- forme las mas veces y que se apercibe primero en donde es mas fina y suave la piel. Enfermo y médico si han creído en un alivio momentáneo, muy luego verán desvanecida su pobre esperanza. El dolor en el epigastrio que habia cedido en parte, las náuseas que se habían desterrado casi por completo, después de la ex- pulsión de las mucosidades muy amargas que llenaban el ventrículo, de nuevo surgen en este período, el dolor mas agudo que nunca y las náuseas dejando de ser tales realizan numerosos vómitos (borla) propios de este complexus morboso. Si bien es cierto que el dolor renal ha desaparecido ahora hasta borrarse casi to- talmente; la albuminuria sintomática de una alteración renal gravísima, reúne su influencia maléfica al estado anterior ya muy grave. De esta suerte el tipo del enfermo del Vómito se halla constituido al 6o ó 7°dia ii 8o por todo el aparato sintomático siguiente: boca rojiza y hasta sanguinolenta, las encías que primitivamente tenían una película pseudo-membranosa, ahora es- tán limpias y sangran fácilmente; sed inextinguible, pero el agua y !os alimentos provocan enérgicos esfuerzos de vómito que expulsan una especie de bagazo de café; mejor, de asientos de una infusión de esta sustancia finamente pul- verizada.—De parte del estómago un dolor muy agudo en el órgano y su exci- tabilidad es tal en muchas ocasiones que no soporta el contacto de ningún cuerpo en la mucosa. En los intestinos para cuyas materias en el primer período debié- ramos sospechar la ausencia del pigmento biliar; después de no ver así realizada nuestra esperanza, ahora la vemos transitada por evacuaciones de la misma apa- riencia [melena] que la de los vómitos; de suerte que hay un gastrorragia genera- lizado á toda la extensión del canal, y en los dias de mas gravedad á los dos ex- tremos del intestino [boca y ano] se ve por regurgitación que ambos orificios apa- recen manchados de esa misma sustancia. Diríase para la abertura bucal al mé- nos, que el enfermo deja escurrir una solución de tabaco mascado minuciosamen- te y diluido en abundante saliva. Ordinariamente esta relajación de los exfin- teres sobreviene cuando el coma precursor de la muerte. Las hemorragias no vienen nada mas del estómago y los intestinos; se pueden originar también de las fosas nasales y del aparato auricular muchas veces; aparte de que la pharyngorrhagia es muy frecuente, con ella aparecen la hematurria y el escurrimiento sanguíneo de la mucosa vaginal.—En cuanto á la metrorragia; hay de original para este accidente, que en cualquiera época en que el proceso sorprenda al individuo, esta vé establecérsela sus reglas. Inútil es decir que en las personas grávidas el aborto es un accidente obligado en el mayor número de casos, pero este hecho se facilita con la data mas reciente del embarazo. La respiración que habia sido precipitada, fatigante, asfíxica, ahora es sus- pirosa y con los progresos del mal vendrá á ser excesivamente lenta. El hígado doloroso y ligeramente desbordado á veces, no siempre se presenta así; en cuanto al bazo puede haber aumentado de volúmen, pero no es un accidente indispensa- ble. Hemos dicho que en el primer período se comprobaba la existencia de una 31 rubicundez eritematosa y de una erupción miliar [Alvarado] mas 6 menos exten- dida; y mientras que la confirmación de la icteria nos las haga desaparecer, al principiar el segundo se pueden notar la roséola, un oschantema escarlatiniforme, la uticaria, etc. Pero en la oportunidad del momento y del dia en que de intento nos hemos colocado, la pseudo-icteria predomina por sí ya sola, alternando con nu- merosas sufusiones hemorrágicas en la piel del cuello, del tórax y del abdomen sobre todo. A tal altura la fisonomía de la víctima es característica, la enferme- dad le comunica un tono mas extraño y sombrío que nigun otro mal. Se adivina la cercanía de la muerte bajo los pliegues de aquel dorado manto. Respecto al aparato de la visión, la conjuntiva amorada inyectada en un principio, ahora pre- senta la coloración ambarina de los otros tejidos. Ya á esta última se pueden comprobar las manifestaciones de una retintis albuminúrica y por este motivo la expresión, la mirada del enfermo es ansiosa, vaga é indefinida. Por regla general la fiebre después de su remisión nada presenta de particular. Se comprende que en el individuo en que el proceso aborta y se destierra el dia remisión, tercero ó cuarto [polka-fever] entrado ya en convalecencia se sale de este cuadro descriptivo; pero no ocurro así cuando la fiebre trata de seguir todo su pe- ríodo: entonces so ve aumentar la calentura gradualmente y con los progresos del mal irse exajerando. Muchas veces, sin embargo, la hypertemia no es muy mar- cada, se mantiene por término medio entre 38°5, y 39° y algunos décimos lo cual no excluye en algunos casos un ascenso agónico. Por lo dicho se deja ver, que despue'S de la caída primordial la fiebre no traza ninguna curva determinada y fija, y sus variantes no tienen ningún límite com,o no lo tiene el número de los casos que se estudian dia á dia. Con la mayor exactitud posible nos hemos limitado á trazar cada una de las manifestaciones de la fiebre amarilla; de aquí que, entra con múltiple frecuencia en nuestro trabajo la frase dubitativa; unas veces sí y otras no; porque sería una empresa inabordable y fastidiosa, querer abarcar en una área tan pequeña los exajerados tamaños del proteismo amarillo. En los últimos dias de su padecimiento no es raro encontrar en un enfermo la existencia de parotiditis [Ramón Rodríguez Rivera] y de adinitis [bubones] en la ingle, en el cuello, la axila, etc., que terminan por supuración ó por gangrena fácilmente. Al lado de este tipo común del Vómito tenemos una forma fulminante que opo- ner á la forma ligera. La segunda de ellas, forma grave por excelencia, consiste en el apresuramiento y gravedad de todos los síntomas. En dos y medio ó tres dias la cuestión se resuelve fatalmente. Durante este segundo y último período de la fiebre tenemos que ir examinando una por una ciertas cuestiones de la mayor importancia y como por alguna será preciso comenzar, digamos primero en qué estado se presenta la sangre conside- rada anatómicamente. A priori y ántes de emprender el análisis espectral supu- simos la existencia de la raya de la hemato cristalina reducida á hemoglobina. Repetidas veces consultando tales y cuales autores encontramos con que al dar la explicación del aspecto particular de la sangre de los vómitos, que esta apariencia se debía á su permanencia en el estómago y á la alteración especial del glóbulo por la acción del jugo gástrico. Nosotros hubimos de ejecutar una autopsia por encargo del Dr. Alvarado y nos encontramos con que no solo el contenido sangui- 32 nolento del ventrículo tenia este aspecto, sino que los pequeños vasos y los capila- res del órgano también preñados de esos glóbulos alterados, daban á la mucosa la apariencia de una extensa red de araña. Con el tiempo nos hemos venido á cerciorar de que la sangre modificada no vie- ne así al exterior por su permanencia, en tal ó cual órgano, sino por la profunda alteración que ha debido sufrir. Cuando los esfuerzos del Vómito son incesantes y cuando el estómago no puede nada soportar sobre su mucosa ¿de dónde supo- ner que la sangre perdió sus atributos en razón de una permanencia imaginaria? Era, pues, fácil suponer (pie liabia una alteración no común, en la composición de las hematíes sin duda. Esta suposición hoy la liemos confirmado ámpliamen- te y este es el lugar mas adecuado para señalar en público nuestro agradecimiento al profesor Morales, que se sirvió proporcionarnos generosamente un espectros- copio. Sometimos al análisis espectral cantidades de sangre consistiendo: en una pe- queña porción de un convaleciente; una fracción del vómito mismo en un caso desgraciado; y una poca de sangre en circulación de un individuo, muerto mas adelante. La primera cantidad tenia á la simple vista el aspecto de la sangre oxigenada y en el espectro nos dió la doble raya de absorción; y en cuanto á la porción del vómito que también examinamos se presentó con una apariencia verdinegra y los glóbulos aislados examinados con aumento simulaban estrellas, ruedas de mo- lino etc., lo que indicaba sin ir mas lejos su descomposición. En el espectro dió esta sustancia la ancha faja de absorción de la hemoglobina reducida. Otro tan- to sucedió con la sangre tomada de un enfermo herido de muerte, aunque esta á la simple vista y en capa muy ligera mas bien nos pareció, negra. Existen en nuestro poder las sustancias que sirvieron para la experimentación y fácilmente en caso do duda se puede comprobar tan interesante hecho. Se comprende ya como puede presentarse negra la sangre del enfermo puesto que el oxígeno está allí sustituido y desalojado indudablemente por un gas tóxico que en nuestro concepto es el hidrógeno fosforado. Este hecho nuevo de la comprobación de un agente reductor del oxígeno del glóbulo, debido á la galante atención del Dr. Cabrera, que nos suministró los materiales en donde estudiar, viene á arrojar una luz extraña sobre el envenena- miento amarillo. Faltos de recursos y de espacio dejamos para mas tarde la re- presentación espectral. Por hoy sin embargo no podemos ménos de indicarlo para que se despierte el empeño de experimentar en este sentido. El envenenamiento amarillo aparte de la diferencia que existe en la ingestión del veneno, convengamos en que tiene bastante semejanza con el fosforismo agu- do. Notémos ya fuera de las cuestiones de mera hipótesis, que en estos envene- namientos hay una remisión notable al 3o ó 4o dia. Partidarios de nuestro autor de therapéutica admitimos en el envenenamiento por el fósforo la muerte origi- nada principalmente por el desarrollo de un gas que da la muerte al glóbulo. Si admitimos para este, como para otros envenenamientos del mismo género los erite- mas difusos que acusan el conflicto globular; en el Vómito no debe ya sorpren- dernos su existencia. En cuanto á los vómitos, ¿qué decir de esa manifestación tan importante? En un principio de mucosidades; biliosas en seguida y luego de sangre negra, es decir, análogas hasta el punto de identificarse en los dos pro- 33 cesos, no los separa mas que nna diferencia: que en el uno son luminosos y se apresuran en su aparición en el otro, y sin embargo no dejan de ser del mismo modo graves y liay que hacer una importantísima observación sobre su apariencia luminosa. Pasa como un acontecimiento indudable entre los profanos que el último vómito, el de agonía, es luminoso en la oscuridad. Nosotros no hemos querido preocuparnos y dejamos la comprobación de este hecho á nuestros adver- sarios de doctrina. Grave, eso sí tan grave como el fosforismo agudo, la fiebre amarilla no tiene en este sentido que envidiarle nada: “una sustancia obrando “sobre elementos anatómicos determinados y encontrándose en circulación; tanto “mas impresionará los órganos compuestos de estos elementos, cuanto mayor sea “su irrigación.” [Rabuteau.] Considerado el Vómito como un envenenamiento gaseoso se adivina además el por qué de esos accidentes de ansiedad, de agitación y angustia, de dolor epigás- trico, de desgarramiento del pecho, cefalalgia, vértigos, inyecciones de la cara y las conjuntivas, etc. que simpatizan todos con los de un veneno globular. En otro lugar tocamos la cuestión de la pseudo-icteria que mancha á los dé Vómito y emitimos el parecer de que no debía considerarse ese fenómeno como dependiente del paso de las materias biliares á la sangre: ahora queremos de nuevo apoyarla con nuestras fuerzas, y al efecto la primera objeción que se nos ocurre e& que las secreciones no se modifican en su aspecto normal y fisiológico; es decir, que las materias que se arrojan en el primer periodo ayudadas por un purgante [ci- trato de magnesia comunmente] no vienen aunque falte esa ayuda fácil, despro- vistas de bilis; y que también la orina si acaso en un principio se volvió de color caoba; cuando la pseudo-icteria es mas visible, si no ha desaparecido viene al- buminosa pero no ictérica. Pero como hemos dicho, hay casos en que realmente la lesión hepática es inmaginaria y bien sea por la rapidez de su marcha en estos, ó bien por su localización en otros órganos, el hecho es que el hígado no sufre y no obstante eso la pseudo-icteria aparece. Admitiendo pues que es un error buscar en las sales de la bilis la razón del tinte amarillo, creemos nosotros estar en lo jus- to al decir que este fenómeno no se liga á la concomitancia de una lesión hepá- tica; resulta como para el envenenamiento por el fósforo de una alteración espe- cial del glóbulo, á causa de un gas tóxico que toma el lugar del oxíjeno [según análisis espectral]. Si este gas, en la fiebre amarilla como nosotros creemos es el hidrógeno fosforado, que altera el glóbulo y también la hemoglobina; se com- prenderá fácilmente como, la hemafeina en abundantes cantidades en la sangre, debido á la destrucción de las hematíes, mancha irremisiblemente los tejidos y sobre todo el tegumento. Se vé para este proceso algo semejante á la opinión de Hanover, respecto al color verdoso de los cloráticos por la muerte y destrucción de las hematíes, solo que en este último se trata de otro gas. Queremos suponer y hasta admitir que este envenenamiento no sea exclusivo de tal ó cual sustancia; es decir, en último aná- lisis, y si se nos prueba desecharemos nuestra teoría respecto al hidrógeno fosfo- rado; pero realmente es él y no otro ninguno. De cualquier modo que se ventile la cuestión finalmente, es preciso admitir la existencia de un veneno globular en esta fiebre. Téngase muy en cuenta lo anterior para la justificación de nuestro extraño tratamiento que vendrá al concluir. Mas tarde lo mismo que en la intoxicación fosfórica, y como un fenómeno de 34 causalidad ligado á la alteración globular, en el segundo periodo aparecen los in- mensos desórdenes de nutrición celular que acarrean la muerte. Todos estos desórdenes sin embargo se pueden abarcar en esta ley: allí donde la función se lleva á cabo con mayor trabajo; allí donde el conflicto globular es mas marcado; las alteraciones serán mayormente señaladas como sucede con todo ese grupo de venenos. Y de allí como un corolario morboso mas ó menos oportuno la degeneres- cencia grasosa del corazón, hígado, riñones, tejido muscular, sistema linfático etc., etc. Una palabra sobre este último sistema antes de pasar mas adelante: se ob- servan la fundición gangrenosa y la supuración de sus ganglios en la fiebre ama- rilla, lo mismo que se observa en los obreros que respiran por largo tiempo los vapores fosforados. Otro tanto se debe decir de las gangrenas de ciertas glándu- las [parótidas] y de la piel [del escroto sobre todo]. Al hablar de la sintomatología amarilla lo hicimos sin orden ninguno; si acaso indicamos la marcha y desarrollo del mal, dejando en bosquejo las perturbaciones del segundo; pero así lo efectuamos en razón de un plan preconcebido, porque según que las leciones de tal y cual aparato predominen, la enfermedad toma un tipo diferente y sería irrealizable una buena descripción que pudiese abarcar formas tan distintas: con la lesión renal se origina la albuminuria sintomática que á su vez engendra la uremia, realzando sus diversas formas: convulsiva, comatosa, as- fixia etc., etc. Por la lesión hepática, se viene en conocimiento de la cholosteremia y de los demás otros accidentes que podrían resultar de la circulación de las sales de la bilis ó de la falta de la depuración jecoral. La fiebre mas ó ménos exaltada y la acción del veneno que parece tener una afición natural por los centros de enervación, ásu vez realizan la forma meníngea, paralítica etc., y sobre todas estas formas, sobre todas estas concepciones combi- nadas y colaborando de común acuerdo ó predominando cualquiera de ellas mas que las demas; es preciso admitir la forma mas complexa y la mas cabal: la que orijina la muerte de las hematíes, la asfixia globular y por consecuencia la extin- ción de la vida, es decir; la forma anoxémica. Este último tipo es el mas acabado y aun cuando no haga sentir siempre su acción predominante en todos los casos, nunca abandona su influjo que se viene á manifestar en la hora suprema por la pseudo-icteria de los tejidos. No tenemos la loca pretensión de haber abrazado todas las revelaciones del pro- ceso, y aunque podría suceder muy bien que no conociéramos la existencia de otros, nos creemos salvados consignando las que sí hemos visto y estudiado. Para concluir, señores, porque ya no disponemos de mucho tiempo: ¿hasta qué punto podrían tener buen éxito en esta fiebre las inhalaciones de oxígeno? A nuestro juicio vale la pena hacer la experiencia, que podría dar buenos resultados. Si toda enfermedad consiste en la alteración de una ó de varias leyes fisiológicas, la manera de encontrar el modo de corregirlas, se obtiene interpretando bien la primitiva ley desviada, enmendándola y desterrando en consecuencia el estado patológico que pudo producir. Dan. L. Ruiz,