FACULTAD DE MEDICINA DE MAMO. LIGERO ESTUDIO BE 11 GOMO-MJI BEL MM HOLLE SOBRE EL EMPLEO (vulgo pikul) EN EL TEATAMIENTO $.a TBSÍS Presentada a! Jurado de Calificación :Eisr el: I&sjwí¡f DE MEMGIM, Y OIRÜJTA poir ose omero ALUMNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE GUANAJUATO. Imp. Religiosa.— 4a cal le--del- G-ftlyamr»ñnr.--24r ikmñ&i—mu. FACULTAD CE MEDICINA CE GUAMO. LIGERO ESTUDIO SOBRE EL EMPLEO DE tí GOSHESIII DEL SCIISDS HOLLE (vulgo firul) EN EL TRATAMIENTO BE EA BIiENOEH4GIA Presentada a! Jurado de Calificación ;e¡zst e!i_i: pk MEPiaiKA t cmracA I‘OB (ífij) ' S®1 cpí ose ALUMNO DE LA ESCUELA MEDICINA DE Gil ANA JII ATO. Illa. Imp. Religiosa.—4* calle del Calvario mím. 24. & Ik «■ m WMBm A mi Tiltil©i® UntEi© Humilde recompensa de sus desvelos. A MI QUERIDO HERMANO El Sr. Dr. CUYOS SACRIFICIOS ME HAN FORMADO UN PORVENIR. JUSTO TRIBUTO PROFUNDA GRATITUD. II, SE. «EXIME ISTEEIXO DEL ESTICO iffjiibf” if¡¡!i6!t§8«ii SAxAA'BDRA Sin cuya protección tan directa tal vez me hubiera sido imposible llegar al fin de mi carrera.. ETERNA GRATITUD. _ A MIS BIENHECHORES liOS SRS. DRS. $c.gus Mítico jj líicap, ámamu nmmMz y Manuel I. Meana. Testimonio de respeto, gratitud y consideración. -A- lo© Srs. Drs. FRANCISCO SALGADO Y EBMR&Q AM3STOARIS Por las inmerecidas consideraciones con que siempre me han distinguido. rrtYjfj¡rt | j )~y*f—« MANUEL SOBREYRA Y VICENTE GOMEZ Y COUTO. k m$ mirrmm Consideración y respeto. «OMO la mayor parte de las enferme- dades, la Blenorragia ha sido durante mucho tiempo el objeto de ardientes discuciones y de gran preocupación pa- ra los médicos de todas las edades; su aparición como enfermedad, data de muchos siglos atras como lo prueban las descripcio- nes mas ó menos exactas que de ella han dado Hi- pócrates, Celso, Avicenne así como la mayor parte de los autores griegos y latinos. En el capítulo V del Levitico encontramos ya las leyes y medidas hi- giénicas establecidas por Moisés para preservar á su pueblo de los grandes estragos ocasionados por su propagación. Las discuciones de que fue objeto en 1550 á causa de su confusión con la siíilis, los artículos publicados en pro ó en contra con este objeto, prueban palpa- blemente el perfecto conocimiento que en la edad media se tenia de esta enfermedad. Para Ricord, Langlebert, Tode, el carácter conta- VIII gioso ele la enfermedad era indudable pero, ¿era una enfermedad especifica? En otros términos, la blenor- ragia ¿tenía por causa un agente [especial sui genevis de contagio? .Es preciso convenir, cíice el segundo, que la admicion de un principio específico, como cau- sa de esta afección, parece á primera vista muy na- tural; pero si, sin idea preconcebida, se examinan las condiciones etiológicas de esta enfermedad, si por la observación clínica se atiende á sus causas determi- nantes comunes, se reconocerá sin dificultad que es- te pretendido virus falta en la mayoría de los casos. La introducción prolongada de una sonda en el canal de la uretra, las inyecciones irritantes, la masturba- ción, el contacto con un escurrimiento leucorreico. bastan las mas veces para producirla. Ricord añade: “cuando se examina la blenorragia sin prevención ni idea preconcebida, nos es forzoso reconocer que se produce bajo la mayor parte de las causas que determinan las demas inflamaciones de las mucosas, por consiguiente no puede ser una en- fermedad virulenta ni específica en el sentido abso- luto de la palabra.v La uretritis simple, enfermedad no contagiosa, ni virulenta, era pues probablemente confundida con la blenorragia, enfermedad específica y eminentemente contagiosa. Hallier, Donné, Balfour, colocados ya en el terreno de la observación microscópica, pretendieron haber encontrado en el escurrimiento blenorrágico vejetales y parásitos como el Vibrio Lineóla, el Trichomonas; pero sus observaciones no descansaban sobre ningún hecho preciso, no fue sino hasta Mayo de 1878, cuando las experiencias de Neisser y Colin vinieron á dar mas luz sobre su verdadera naturaleza. En IX efecto, en esta época anunciaban ya haber encontra- do en las células del pus y particularmente en su su- perficie, un número considerable de micro-coccus de forma característica, á los cuales dieron el nom- bre, aunque un poco impropio, de g&no-coccus. Es- tos microbios fueron sucesivamente después encon- trados en todas las blenorragias específicas y nunca en las uretritis simples. Krausse, Welander, por el procedimiento simple de coloración con la fuchina y el violeta de metilena, ó bien por el procedimiento de Grain, han encontra- do en todas las supuraciones y líquidos inflamatorios formados bajo la influencia de la blenorragia, así como en la inflamación de las glándulas de Bartho- lin, de la túnica vaginal del testículo, de las sinovia- les articulares, de la conjuntiva ocular, y aún en la sangre misma, la presencia constante de los geno- eoccus de Neisser. Cuando son examinados estos bajo el microscopio, al estado fresco, y con un aumento considerable, se les encuentra dotados de ciertos movimientos aníboi- des, su forma es perfectamente redondeada cuando están aislados, pero frecuentemente se reúnen en grupos de tres d cuatro y entonces se les ve un poco aplastados á causa de la presión recíproca que ejer- cen entre sí. Cornil y Babes pretenden haber encon- trado dos expecies de micro-coccus, los unos poco mas grandes de tres á cuatro milésimos de milime- tro, situados en la superficie de las células, y los otros un poco mas pequeños, dispuestos en grupos coloreándose mas fácilmente por el violeta de meti- lena y que nadan libremente en los líquidos interce- lulares; es probable según ellos, que su implantación en el epitelio acarrié su destrucción y su caida favo- X reciendo de esta manera la salida de una gran canti- dad de glóbulos de pus. Hasta aqui parece perfectamente probado por la observación directa, la presencia constante del mi- cro-organismo en la blenorragia, pero faltan pruebas sobre el papel patógeno que pueda ejercer en pre- sencia de una mucosa. Bunum recogiendo con este objeto sangre plecentaria en un vaso esterilizado, de- jándola en reposo durante algunas horas y añadien- do después partes iguales de suero humano y de buey, ha llegado á cultivar varias generaciones, no solamente de geno-coccus, sino aun de los microbios de otras diferentes afecciones; inoculando las pri- meras, en tres mujeres sanas y muchos hombres en iguales circunstancias ha obtenido siempre en todos estos un caso tipo de blenorragia. Por todo lo dicho podremos afirmar que la causa única de la blenorrgia propiamente dicha depende siempre del contacto de una mucosa con un virus especifico; ahora bien, para que este contagio se pro- duzca es necesario: 1 ? La presencia del virus espe- cífico, 2 P Que el individuo se encuentre en condi- ciones de receptividad y 3 p que el principio viru- lento se encuentre en contacto con las partes sucep- tibles de absorverle ó de reaccionar en su presencia. En el hombre el principio de la uretra es el lugar por donde se verifica en el mayor número de casos el contagio, á causa de la menor resistencia de su epi- telio. Hay ciertas conformaciones particulares del pene d de sus envolturas que facilitan de una manera es- pecial dicho contacto: sabemos que la piel del pene, notable por su elasticidad y movilidad extremas, afecta relaciones muy variadas con este organo: unas XI veces llega hasta la corona del glande continuándo- se inmediatamente con la mucosa; otras, cubre sola- mente una parte del glande, y otras, en fin, se pro- longa aun mas alia de este organo para formar el prepucio. En este último caso llegando á cierta dis- tancia y fuera del vértice del glande se estrecha cir- cularmente para formar el orificio prepucial, se re- pliega en seguida, toma los caracteres de las muco- sas, y llegando al nivel de la corona del glande se re (leja de nuevo para cubrirlo por completo. De aqui resulta la formación de una canaladura circular in- terrumpida solamente hacia abajo por un repliegue de la mucosa el cual constituye el frenillo. Hay pues una especie de saco cutaneo-mueoso abierto hacia adelante y cubriendo completamente el glande. Ahora, hay ciertos individuos que nacen sin pre- pucio, y en los cuales el desarrollo del pene es consi- derable, así como el aumento del meato urinario; y otros que presentan el glande constantemente cubier- to y cuyo orificio prepucial es tan pequeño que ad- mite cuando más la extremidad de un estilete de bolsa. En este último caso la orina se acumula á su salida en la bolsa prepucial, la distiende, y muchas veces no puede salir sino bajo la presión de los de- dos; la mucosa se engruesa, se endurece, y dificulta de de la misma manera la emisión del esperma; de lo que puede resultar la infecundidad. Estas circuns- tancias así como el epispadias, hipospadias y algunos otros vicios de conformación, favorecen mucho el contacto del muco-pus específico en la uretra. Entre otras de las causas que predisponen al con- tagio podríamos citar la edad, el sexo, el debilita- miento orgánico, algunas diátesis como la reumatis- mal, dartrosa, escrofulosa, los exesos alcoholices y XII venéreos, la ingestión de alimentos y bebidas exitan- tes el desaceo etc.- Por mi parte creo que una de las circunstancias que pueden también favorecer la realización del con- tagio, es el momento de oportunidad morbosa tan bien preparado y dispuesto por decirlo asi por medio de la congestión fisiológica de los órganos sexuales al momento del coito, y por los frotamientos de las partes masculinas y femeninas tan inherentes á esta función, supuesto que con ellos consigue la natura- leza el plecer de cada sexo y determina al fin en el masculino el derrame d eyaculacion seminal. De esto se infiere que mientras mayor es la exitacion fisioló- gica de los órganos genitales al momento en que se produce el contacto en los dos sexos, mayor es la oportunidad para que se verifique el contagio, siendo por consiguiente mas fácil este cuando se exalta do- maciado y por mas largo tiempo por medio de la vo- luptuosidad, la congestión sanguinea y el eretismo de la sensibilidad de los órganos genitales de uno y otro sexo; habrá por el contrario menos facilidad cuando el coito se haga rápida y como automática- mente como sucede las mas veces por la frecuenta- ción de las mujeres públicas. Por todos estos motivos la blenorragia es menos frecuente de lo que debia ser adquirida por el cami- no de la prostitución pública ó descarada, y es en cambio mas frecunete su adquisición en las relaciones amorosas que tienen algo ó mucho de novelesco y en particular por la senda de la prostitución clandes- tina. Ademas es preciso no olvidar de todo esto la particularidad relativa á la limpieza por medio de inyecciones, y el uso de ciertos anticépticos ó por lo menos astringentes usados por las ’ prostitutas XIII de profesión lo cual hace que por medio de los líqui- dos así usados sea arrastrado y desnaturalizado fre- cuentemente el escurrimiento contagioso de las mu- jeres afectadas de la enfermedad en cuestión, contri- buyendo así un tanto á aumentar la dificultad del contagio en tales circunstancias. »II. ara hacer la descripción de sus síntomas, la consideraremos en todos sus periodos: el pri- * mero d de incubación es probablemente el tiempo empleado en la multiplicación de los micro-or- ganismos de Neisser implantados en el epitelio para penetrar mas profundamente en el dermis mucoso; su duración media oscila entre cinco y diez dias, pudicn- do sin embargo algunas veces excederse hasta un mes y más, ó bien limitarse á algunas horas después del contagio.—La primera sensación que experimenta el enfermo es de agrado, de satisfacción, pudiendo mu- chas veces llegar hasta la voluptuosidad, sucediendo esto cuando su aparición es lenta, por grados; pero cuando es efectivamente aguda, y su aparición brus- ca, esta sensación es tan efímera que pasa casi desa- percibida, en su lugar se encuentran dolores y ardo- res penosos ya desde luego, y que mas tarde se volve- rán insoportables, sobre todo en el acto de la micción. Bien pronto el meato se inflama, se vuelve rojo y em- pieza el escurrimiento, el cual es primero blanqueci- no, después amarillento y por fin amarillo verdoso. En el periodo de estado tres fenómenos caracte- XIV rizan la enfermedad: primero, inflamación: aparente por la congestión del glande, su elevación de tempe- ratura, (su aspecto luciente) presentando algunas veces pequeñas escoriaciones producidas por el contac- to del muco-pus. Segundo, el eseurrimiento continuo desde el principio hasta el íin de la enfermedad,es ama- rillento, blanquecino, d amarillo verdoso y contiene siempre glóbulos de pus y los micro-coccus de Neis- ser. Tercero, el dolor exacerbándose por la erec- ción, en el acto de la micción, y por ciertas idiosin- crasias individuales. En el tercer periodo todos los síntomas descritos hasta aquí van disminuyendo en numero é intensi- dad, para llegar á la curación ó bien pasar al estado crónico. El cuadro sintomático que de la blenorragia aguda he pretendido reasumir, creo que sin ningún inconve- niente lo podríamos referir á la urctritis simple; pues si es cierto que en su naturaleza difieren de una ma- nera notable, no lo es así clínicamente: en efecto, las diferencias que se pretende haber encontrado en su modo de aparición, duración, marcha y termina- ción, en mi humilde concepto no existen. La pronta aparición de la uretritis simple respecto á la blenor- ragia, no puede ser de ninguna manera carácter dis- tivo, pues hemos visto esta última aparecer tanto de una manera como de otra; su corta duración no lo puede ser tampoco, pues una uretritis simple puede ser mantenida, ya sea por exesos alcohólicos, por la presencia de flujos vaginales irritantes, por un tem- peramento limfático, ó bien por ciertas condiciones individuales á veces indeterminables y que constitu- yen las idiosincrasias de cada persona, y una blenor- ragia aun sin haber estado sujeta á tratamiento al- XV gimo, la venios muchas veces desaparecer en un es- pacio de tiempo demasiado corto. Sus causas deter- minantes, ya sea por una excusa del enfermo mal entendida, ya porque verdaderamente les haya pasa- do desapercibida, lo que sucede con frecuencia, hace muy dificil su investigación. Las dificultades aumentan considerablemente al pretender hacer su distinción en el estado crónico, estado en el cual podríamos asegurar, atendiendo á la observación clínica, que el muco-pus blenorrági- co ha perdido su carácter contagioso, y probable- mente el nuevo organismo de Neisser tantas veces ci- tado, atendiendo ai nuevo carácter del escurrimiento, debe faltar. En este caso su ausencia será debida tal vez á que su evolución ha sido terminada, ó bien á que la salida constante y en gran cantidad de los glóbulos de pus los ha rechazado por decirlo así á la superficie de la mucosa y han sido arrastradas por la corriente de la orina. Al porvenir toca indudablemente la tarea cuyo principio ha sido empezado fructuosamente por los Bacteriologistas, de encontrar la distinción de la uretritis simple, ya sea aguda ó crónica, de las cor- respondientes manifestaciones de la blenorragia, por un procedimiento á la vez rápido y sencillo fundado en los mismos conocimientos que cada dia ensanchan mas v mas la ciencia Bacteriológica. íii. fAS alteraciones anatoma-patológicas de la blenorragia aguda han sido estudiadas por el endoscopio y demostradas por las auptosías; consisten al principio en una inyección de la mucosa la cual es roja, despulida, mas tarde se comunica a los tejidos sub—yacentes. Empezando por el meato, invade la fosa navicular, después el fondo de saco del bulbo en el cual se localiza las mas veces como punto únicamente afectado, y á veces también en la fosa navicular expresada. La uretra posterior esca- pa frecuentemente al contagio y solamente la por- ción membranosa y prostática son atacadas, cuando irritaciones intempestivas, directas ó indirectas, vie- nen á producirla. Las complicaciones las podremos dividir en inme- diatas y tardías: entre las primeras las mas fre- cuentes son la epididimitis, prostatitis, cistitis, Hegmones peri-uretrales y artritis reumatismales; entre las tardías tenemos la mayor parte de los es- trechamientos uretrales funcionales. Atendiendo al objeto de mi trabajo, no me es po- sible detenerme en el estudio de estas diferentes ma- terias y solo hablaré incidentalmente de la influen- cia de la marcha de la enfermedad, y de los medica- mentos tópicamente empleados, en relación con el pronóstico, y con las coartaciones transitorias ó defi- nitivas del conducto anatómico en cuestión. Cuan- XVII do la invasión es brusca y la exacervacion de los síntomas muy intensa, ó bien cuando las diversas soluciones cateréticas usadas, son excesivamente enérgicas para producir la hiperestesia de la mucosa, pueden sobrevenir accidentes graves como en el caso descrito por Alibert, en el cual el individuo orinaba gota á gota, algunas veces por pequeños chorros, pe- ro siempre con mucha dificultad; cualquiera emoción ligera, la menor contrariedad, bastaban para volver insoportables estos fenómenos. A la abertura del cadáver no se le encontró ninguna huella de estre- chez; se trataba pues probablemente de una excita- ción espasmodica. En algunos individuos existe ya de por sí, una hiperestesia exagerada de la mucosa y cualquiera irritación por ligera que sea, muchas veces el simple paso de la orina, basta para producir dicho estrechamiento. J. J. Rousseau durante su juventud, fue atacado de una retención de orina casi constante, ocasionándole cierta incomodidad; mas tarde tomó otro carácter, exacerbándose al grado de volvérsele insoportable. La autopsia verificada por Labegue, Bouret, Castere y Chenú, demostró que no existia ninguna afección morbosa en las vias uri- narias; de donde resulta que el filósofo de Ginebra estaba afectado de un estrechamiento espasmódico de la uretra. Se ha pretendido negar que éstas es- trecheces sean debidas á un simple espasmo; pero este hecho está fuera de duda por un gran número de observaciones. Cuando simplemente se practica el cateterismo en un canal sano, la sonda es algunas veces detenida y comprimida en toda su longitud sin que sea posible por el momento introducirla mas profundamente, ni las mas veces poderla retirar. En este caso es indudable que se trata de un estre- XVIII chamiento espasmódico del canal uretral. Respecto á los estrechamientos definitivos un gran número de autores los consideran como conse- cuencia de blenorragias frecuentemente repetidas d de larga duración, así como el resultado de un méto- do terapéutico mal instituido; para otros esta opi- nión sería demasiado exclusiva y creen á todo rigor que solamente podrán ser ocasionados en el caso en que haya habido ulceraciones profundas de la mu- cosa; cuando la blenorragia ha sido sobre-aguda, ó bien cuando aparecen sus manifestaciones, después de un tiempo relativamente corto al empleo de los medicamentos cuyas consecuencias se le atribuyen. En mi pobre concepto, creo que es un punto no dilucidado aún, pues razones de mucho peso hay en pro 6 en contra, y bien merecería ser el objeto de un estudio mas profundo, así como de una observa- ción mas minuciosa. Por todo lo expuesto podremos deducir que la gravedad de la blenorragia depende de su sitio, así como de la edad y de los diferentes accidentes que puedan complicarla; es tanto mas peligrosa cuanto se extiende mas profundamente en el canal; una in- flamación limitada á la fosa navicular ó un poco mas allá, es por lo general benigna; pero si se extiende á la uretra posterior, su pronóstico puede volverse grave, no solo por su tendencia á pasar al estado crónico, sino por la proximidad de la próstata, la vegiga y los órganos de secreción esperrnática. És inútil referir que una mala higiene, los abusos de todas clases y algunas condiciones individuales, pueden agravarla considerablemente. «IV. l tratamiento de la Blenorragia debe estar basado, subordinado por decirlo así al conoci- miento exacto de los diversos signos y sínto- mas que nos han servido para caracterizar sus dife- rentes periodos; es el único guia cierto con que tal vez podamos contar para dirigir un tratamiento ver- daderamente metódico y racional, y llegar por con- siguiente con mas facilidad al objeto que nos propo- nemos. Un medicamento dado, aplicado en canti- dad y tiempo oportunos puede cambiar en algunas horas el carácter específico de la afección y trans- formarla en una inflamación franca mas fácil de com- batir; mientras que aplicado fuera de tiempo ó in- tempestivamente, puede de benéfico que era volver- se inútil ó bien acarrear otras complicaciones mu- cho mas graves de las que ya por sí pueda traer la blenorragia. El grupo de medicamentos tan justa- mente aplicados en el periodo sobre-agudo, no pre- senta ningunas ventajas cuando es administrado en el trascurso del primero ó del tercer periodo; pero si los del primero son con prudencia administrados en el estado crónico, darán resultados verdadera- mente satisfactorios. Asi pues, cada grupo sinto- mático tiene su correspondiente en terapéutica, y mientras mas profundo es el conocimiento de aquel, mejor será el tratamiento instituido. En el primer periodo, es decir, cuando el enfermo empieza á experimentar esa especie de cosquilleo XX sin llegar aún al dolor, esa sensación de satisfacción, que como ya hemos visto, puede llegar á la volup- tuosidad, los medicamentos indicados son los llama- dos abortivos, como el nitrato de plata, sulfato de cobre, potasa cáustica, aplicados localmente y en so- luciones muy duluidas; pero siendo siempre cateréti- cos.—Esta medicación lleva un doble objeto: el pri- mero, es debido á su acción antizimdtica, acción que solamente en esta época podremos utilizar, pues es- te periodo corresponde a aquel en que los micro-or- ganismos de Neisser permanecen todavía y en pe- queño numero en la superficie de las células epite- liales, sin penetrar mas profundamente en el dermis mucoso, su destrucción es por consiguiente mas fá- cil; pero cuando el escurrimiento se lia establecido, cuando la enfermedad se nos presenta en el conjun- to de síntomas que caracterizan su periodo agudo, su aplicación se vuelve inconveniente, seria necesa- rio para que la destrucción de los micro-coecus se verificara cantidades demasiado fuertes de medica- mento, lo que acarrearía sin duda todos los trastor- nos que se suceden á la cauterización profunda de una mucosa, así como á síncopes, demasiado graves algunas veces, causados por la intensidad del dolor. El segundo objeto de su aplicación, es simplemente una acción caterética, bien sabemos que una irrita- ción local un momento aumentada, disminuye ense- guida para tomar otro carácter y no tardar en desa- parecer. Por desgracia el momento oportuno de la aplicación de estos medicamentos es despreciado por el enfermo, por ignorancia o decidia y no. se tiene lugar de observar esta enfermedad sino hasta el segundo periodo en que hay una contra-indica- cion formal para su administración. XXI En el segundo periodo tenemos que hacer una distinción; ó bien nos encontramos verdaderamente en presencia del periodo agudo, o bien del sub-agu- do. Diré de paso (pie este último ha sido frecuen- temente confundido con uno de los accidentes con que frecuentemente se complica la blenorragia, y lo cual le lia valido el nombre de blenorragia en arco (vid. garabatillo); esto como acabo de decir no es mas que un simple accidente propio a los cuerpos cavernosos y muy frecuente en el estado sobre-agu- do, en el cual la mucosa inflamada pierde su elasti- cidad normal y no puede seguir en sus movimientos a los cuerpos cavernosos; lo que ocasiona su atiran- tamiento, y por consiguiente el agudo dolor que se experimenta, sobre todo en el acto de la erección. Este accidente es muy distinto del periodo so- bre-agudo, en el que los síntomas llegan a tal gra- do de intensidad, que algunas veces se observan perturbaciones del estado general. Aquí es donde tienen lugar los emolientes, los diuréticos mecáni- cos como las infusiones de estigmas de maíz, los tem- perantes, las embrocaciones de ungüento mercurial á lo largo del canal y sobre todo el reposo, muy útil en todas las faces de la enfermedad. En el periodo ya un poco moderado, están indi- cados los astringentes en disolución, entre los cuales gozan de gran reputación los ácidos túnico y gálico, el sulfato de zinc, las sustancias resinosas y la ma- yor parte de los balsámicos, entre los cuales la co- paiba y la cubeba ocupan el primer lugar. Nadie duda del poder curativo de estas dos sus- tancias, pero respecto al tiempo oportuno de su ad- ministración hay un desacuerdo completo. Para Picord, Hunter, Bell y algunos otros, estos medica- XXII méritos no deben ser empleados sino en su último periodo ó bien en el estado crónico, cuando todos los síntomas han perdido su agudez y que no queda ya en la uretra sino una cantidad demasiado peque- ña de muco-pus. Para Trousseau y Pidoux, su apli- cación debe ser inmediatamente después de la apari- ción de sus primeros síntomas. En su obra de Terapéutica pág. 201 leemos lo si- guiente: “para demostrar como los apriori las re- glas establecidas sobre los puros razonamientos del fisiologismo, el racionalismo superficial de la época, en fin, es funesto á los progresos de la Terapéutica iro hay mas que arrojar una mirada sobre las ideas que tenían los médicos de los siglos pasados sobre la acción de la copaiba y la cubeba en el tratamien- to de la blenorragia, y sobre las recomendaciones que ellos hacian de no emplear este remedio sino en los escurrimientos crónicos de la uretra. Proscri- bían su uso en el periodo agudo ó inflamatorio de esta afección fundándose sobre el peligro cierto que había de esperarse exacervando todos los síntomas y arrostrar una multitud de accidentes por el em- pleo prematuro de estos medicamentos. Reserva- ban su aplicación para el estado crónico llamado blenorrea ó gonorrea. ¿Qué ha sucedido después? Que numerosas ex- periencias debidas tal vez á circunstancias fortuitas ó á un empirismo temerario pero que ha hecho ver que en la gran mayoría de los casos la administra- ción de la copaiba aún á dosis altas, y en el periodo mas violento de las blenorragias intensas, y sin tra- tamiento alguno preparativp que no solamente no ha empeorado la enfermedad sino por el contrario la ha atacado directamente y curado sin inconve- XXIII niente en un espacio de tiempo mas corto que por ningún otro medio.n Rabuteau aconseja el empleo de la cubeba á dti- sis demasiado altas en todos los periodos de la en- fermedad. Como se vé los Sres. Trousseu, Pidoux y Rabu- teau recomiendan una práctica muy distinta de la que generalmente se sigue; y estoy convencido de que si no en todos, si por lo menos en una gran parte de los casos, los efectos desgraciados que se le atribuyen son mas bien debidos á su administra- ción intempestiva d bien á la administración de una gran cantidad de ellos. Si la administración es re- gularizada, empezando por do'sis pequeñas, aumen- tando ó disminuyendo según las circunstancia®, es decir, subordinando las dosis al grado de inflama- ción, en mi humilde concepto producen mas bien resultados favorables que nocivos. No es solo hala- gado por las teorías que respecto á la acción de es-' tos medicamentos se han emitido lo que me hace atrever á dar mi opinión en este asunto, sino que siendo una enfermedad tan coman la que me ocupa, mi escasa práctica de estudiante me ha permitido observar la aplicación de estos medicamentos en su periodo agudo y no recuerdo nunca haber observa- do en ellos los trastornos que Ricord Hunter y sus partidarios le atribuyen, Sv. acido es que la medicina de hoy separada , „ hasta cierto punto del camino exclusivo de las teorías, se consagra ardientemente a ex- perimentos, y cada dia se recomiendan, se ensayan y se estudian nuevos medicamentos que vienen á aumentar el material de que el médico puede va- lerse para combatir las diferentes enfermedades. No pretendo que la sustancia que me ha servido de estudio sea colocada entre estas últimas, ni mucho menos tengo la pretensión de haber encontrado un medicamento nuevo, por el contrario, tengo el deber de advertir que la gomo-resina clel Perú, cuyo estudio me ha servido de tesis, era bien conocida desde la mas remota antigüedad como lo prueba el pa'rrafo siguiente tomado de la obra de Hernandezii págs. 188, y 1889. (Edit matritens.) Molle, árbol importado, sus hojas y f rutos saben y huelen á Lentisco (*) pero con mezcla de hinojo, es de naturaleza cálida, y seca en tercer grado, conforta y calienta el estómago, á grandes dosis es purgante. Reemplaza á la trementina y á la semilla de carda- momo facilita la orina, cierra las heridas recientes y antiguas, detiene las hemorragias, cura las almorra- nas, es carminante y vigoriza los miembros. La go- mo-resina es cálida y sirve para los mismos usos. (*) Therebintacea del género alfónsigo muy semejante á la cubeba. XXV Por todas estas virtudes curativas que antes se le atribuían, podremos deducir el papel tan importan- te de que gozaba en la Terapéutica antigua; de esa época á esta parte pocos 6 ningunos son los estudios fisiológicos ó terapéuticos emprendidos sobre esta planta, que por su extensión en nuestra República y por consiguiente por estar al alcance de todas las clases de la sociedad, podríasele tal vez encontrar alguna propiedad verdaderamente útil á la Tera- péutica. Ahora bien, la mucha analogía que esta sustancia presenta con la oleo-resina de copaiba, la cubeba y la trementina, no solamente en sus caractéres orga- nolépticos, sino aun en su composición química, así como la triste experiencia de que muchas veces se emplean contra la blenorragia todos lps medica- mentos unos después de otros sin resultados favora- bles, me hicieron aplicarla contra esta afección y emprender con gusto el presente estudio, pues esta enfermedad por otra parte es tan común que me era fácil aplicar el medicamento que me ocupa y observar de esta manera sus favorables ó malos re- sultados. Pero antes de pasar adelante me parece necesario dar una ligera descripción de la planta así como de su gomo-resina de la cual me he servido para mis observaciones clínicas. IÍñ XIm a planta llamada vulgarmente pirul, copal- * euahuitl ó peloncuahuitl de los mexicanos, turbinto de los españoles árbol del Perú pertenece á la familia de las terebintáceas, tribu de, las burcaráceas, géuero Schinus, especie Schinus molle de Linneo. Es una planta dioica, de ramas colgantes y cuyas hojas un poco parecidas á las del fresno, son impa- ripinadas, compuestas de diez y nueve á treinta y un pares de foliolos, los cuales son estrechos, lan- ceolados con el terminal muy largo, carecen de es- típulas. Los frutos tienen mucha semejanza con la pi- mienta verdadera, de cuyo olor participan en gran parte. Los árboles masculinos no difieren de los femeni- nos mas que por sus flores, por lo demás es muy di- fícil distinguirlos. Las partes de la planta antiguamente usadas y aun ahora algunas veces en el vulgo, son las ho- jas, frutos y la gomo-resina. Esta última presenta los caracteres siguientes: resina en lágrimas, de co- lor blanquizco convirtiéndose con el tiempo en ama- rillo rojizo; se reblandece entre los dientes dando un sabor algo picante y bastante desagradable, dejan- do despaes un resabio semejante al de la cubeba; se reblandece á las 35? y se funde á los 40° dando hu- mos blancos de olor semejante al del incienso. Su XXVII polvo es de un blanco sucio y muy fácil de emul- cionarse con el agua á la cual da una coloración opalina. Su composición química es la que sigue: goma 40, 60 de una resina especial, una pequeña cantidad de aceite volátil cuando esta seca y una poca mas al estado fresco; una pequeña cantidad de azúcar, pro- duciendo por consiguiente alcohol y vinagre por la fermentación. Es muy soluble en el alcohol y un poco mas en el eter el cloroformo y la benzina. El aceite volátil es de un color rojizo, tiene una densidad de 0. 91 á los 80? cent. A una baja tem- peratura se depositm cristales en el fondo de la va- sija que lo contiene, disolviéndose cuando se eleva lentamente la temperatura. Respecto de su preparación no se diferencia en nada de la de los demás aceites esenciales. ¿l'í VII. vez conocida un poco la planta así como 5 la sustancia de que me he servido para expe- rimentar, paso á referir algunas de mis ob- servaciones clínicas con lo que pondré fin á este in- completo trabajo. OBSERVACIONES. 1* Fermín Reyes de 38 años de edad, soltero, oficio panadero, constitución fuerte y temperamento san- XXVIII guineo entró al hospital el 1 p de Diciembre de 1888 á curarse de lina blenorragia cuyos primeros síntomas habían sido observados por él cinco dias antes. El escurrimiento es muy abundante de un color amarillo verdoso; la parte posterior del canal de la uretra es aun el sitio de dolores demasiado vivos du- rante y después de la emisión de la orina. El pre- pucio está un poco edematoso. Se presentaban du- rante la noche algunas erecciones poco dolorosas. El dia 2 del mismo mes fue sometido al uso del Schinus molle, aplicado al interior bajo la forma pilular y á la dosis de un gramo bis, para apreciar mejor sus resultados hice c o co en :1er el empleo de unas inyecciones astringentes que la víspera se le habían prescrito. Dia 3.—El dolor ele la caree posterior de la uretra, el escurrimiento y l?*s erecciones, no han sufrido ninguna modificación notable sucediendo lo mismo los cuatro dias siguientes; en este periodo de tiem- po la dosis de medicamento fue aumentada paulati- namente hasta llegar á 3 eramos bis. El octavo dia, hv bo v. m leer arregle uretral algo intensa, las erecciones en la roche anterior fueron muy dolorosa5; la dosis permaneció la misma. En la visita de la tarde del noveno dia, encontré una gran mejoría, el escir ¡miento había disminui- do considerablente presentando una coloración un poco mas clara, la inte nsidad del dolor era mucho menor. En los dias JO, i b 12 y 13 todos los síntomas se fueron modificando de una manera cada vez mas notable, hasta el ’i4g cía on que desaparecieron por completo. XXIX A pedimento del Sr. Dr. Francisco Marmolejo, bajo la dirección del cual hice la presente observa- ción, el enfermo permaneció aun en el hospital cua- tro dias mas, por ver si el escurrimiento reapareció. En todo este tiempo se ejercieron presiones á lo largo del canal y á diferentes horas del dia. Ha- biéndome cerciorado de que el escurrimiento había terminado por completo, y no existiendo ningún sín- toma de los ya mencionados, el dia 19 fué dado de alta completamente sano. Durante la administración del medicamento el es- tado general se mantuvo perfectamente y ningunas alteraciones gástricas se produjeron. 2* Tomás Martínez, de 19 años de edad, operario de constitución débil, sin blenorragias anteriores, entró al Hospital el dia 13 de Febrero á ocupar la cama n? 3 de la sala de sífilis. Inmediatamente se le diagnosticó una blenorra- gia en su periodo agudo; de esta fecha al 20 del mismo ines los medicamentos administrados fueron: al interior, tres cápsulas de sándalo bis y horchatas alcanforadas; como tratamiento externo, inyeccio- nes astringentes (vino aromático 12 grms. ácido tá- nico 2 grms.) dos veces al dia, y 3 bugias de iodo- formo, glicerina y grenetina; el escurrimiento no disminuyó y la sesacion del dolor fué casi nula. El dia 21 del mismo, empecé á tratrarlo por la gomo-resina del pirul suprimiendo todos los medi- camentos anteriores. La dosis fué los cuatro dias siguientes de 2.00 grms. bis; no observando nada de particular durante este tiempo, elevé la dosis hasta llegar al 3 de Marzo á 8.00 grms. dia en que obser- XXX vé el escurrimiento muy disminuido, sucediendo lo mismo con el dolor. Por desgracia no me fué posible seguir observan- do sus efectos pues fué atacado de una nueva enfer- medad y me fué preciso dejar mi tratamiento para dar lugar al de la nueva afección; mi objeto era haber aplicado simplemente la gomo-resina en cuestión. 3* Susano Muñoz, casado, de 28 años de edad, co- merciante, presentaba una blenorragia en su perio- do agudo, el glande estaba enrojecido y por la ure- tra había un escurrimiento abundante de muco-pus; la micción muy dolorosa de la misma manera que la erección. Durante los ocho primeros dias (tiem- po que databa desde su principio) los medicametos instituidos fueron sucesivamente los balsámicos y astringentes. Nada de particular en su marcha. El 20 de Marzo del presente año, empecé el tra- tamiento por el Schinus molle de la misma manera que en los casos anteriores; el cual se continuo hasta ta el 28 del mismo mes, época en que el escurri- miento desapareció. Los únicos trastornos ocasio- nados fueron lijeras perturbaciones gástricas las cuales desaparecieron con la simple diminución de la désis. 4-* Juan González de constitución fuerte, tempera- ramento bilioso sanguíneo, soldado de 28 años de edad, casado, había sufrido ya muchos catarros ure- trales. Después de 15 dias de un coito impuro fué atado de una nueva blenorragia, presentando al mis- XXXI mo tiempo todos los caracteres do la sífilis en su segundo periodo. El tratamiento instituido fué los yódicos mercuriales y balsámicos al interior, é in- yecciones emolientes y astringentes como trata- miento externo. Después de dos meses los accidentes secundarios habían casi desaparecido, solo la blenorragia persis- tía aún. Se le administró inmediatamente la gomo-resina en solución y á la dosis de 4.00 gramos diarios. To- do el tiempo (20 dias) en que estuvo sujeto á este tratamiento, no hubo nada de notable salvo algunas ligeras perturbaciones gástricas. El dia 20 de Abril de 1889, fué dado de alta en- teramente sano. Como en los casos anteriores estuvo tres dias mas en observación por temor de la reaparición del cs- currimiento. Mi apreciable amigo el Sr. Dr. Indalecio Wario se sirvió remitirme una observación coronada de éxito feliz la cual no publico por haber seguido la enfermedad, con el tratamiento citado, casi la misma marcha que en los casos mencionados. Xo teniendo ningún dato respecto a su acción fi- siológica puesto que en este sentido no pude em- prender ningún estudio tanto por falta de útiles co- mo por falta de tiempo, y la convicción de que unas cuantas observaciones (tal vez erróneas debido á mi inesperiencia) son insuficientes para formarse un jui- cio exacto me impiden formular algunas deduccio- nes. Repito, no he hecho mas que recordar una sustancia inusitada, que tal vez con un estudio pro- fundo 3' en manos hábiles pueda tener alguna utili- dad en nuestra terapéutica actual. XXXII ~ J( norro Jfurac/có: Nunca lie lamentado mas mi falta de conocimien- tos y talento como en las actuales circunstancias en que viéndome en la dura necesidad de escribir so- bre un punto científico me siento moralmente obli- gado á dedicaros las primicias de mi escasa inteli- gencia . ¡Cuan grato me seria presentaros algo digno de vuestra ilustración! ¡Cuan grato que mi imperfecto estudio fuese siquiera un pálido reflejo de la lumi- nosa enseñanza que de vosotros he recibido! Mas ya que es imposible os suplico lo veáis con la benevolencia que os caracteriza, puesto que co- nocéis perfectamente los escollos con que tropieza el que por primera vez escribe para el público. (í un un junto, Julio de 1889.