BREVE ESTUDIO sobre el DIAGNOSTICO JIFEffICIAL de los ABOESOS DEL HIGADO ABIERTOS EN LA PLEITEA. TESIS INAUGURAL ALUMNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA Ot MEXICO- MEXICO. IMPRENTA DE JOSE VICENTE VILLADA, X. a CALLE DEL 5 DE SUYO JÍCSIEEO 3. 1879. BREVE ESTUDIO sobre el DIAGNOSTICO DIFERENCIAL de los ABGESOS DEL HIGADO ABIERTOS EN LA PLEURA. TESIS INAUGURAL bargas* ALUMNO DE LA ESCUELA OE MEDICINA DE MEXICO* MEXICO. IMPRENTA DE JOSE VICENTE VILLADA, 1. CALLE DEL SDE MAYO NÜMEBO 3. 1879. A mi padre. Al Sr. Don Francisco de P. Urqnidi. PEQUEÑA PRUEBA DE CARIÑO. JL sin suputen# los señores doctores D, Manuel Carmena y Valle, D. Rafael Lavista y D, Ildefonso Veteo- fN día, en la Clínica, después del mas minucioso estudio he- cho á la cabecera del enfermo que ocupó la cama núm. 5 de la sala, y cuya historia consigno, quedé vivamente impresio- nado en vista de las dificultades casi insuperables que se pre- sentaban para poder fundar el diagnóstico de su enfermedad. Leí con entusiasmo los preciosos escritos de nuestro sabio clíni- co el Dr. Miguel Jiménez, y no pudiendo encontraren ellos algo aplicable á nuestro caso, me hice el propósito de seguir muy de cerca las investigaciones, que sobre este importante asunto, ocu- pan actualmente la atención de nuestro digno catedrático de Clí" nica, el Dr. Manuel Carmena y Valle, No es mi ánimo el reproducir en este pequeño ensayo los cua- dros conmemorativos y sintomáticos, que con tanto esmero se hallan consignados en los notables trabajos de Jiménez, Rouis> Castro, etc.; ni tampoco el de estudiar todos y cada uno de los signos que en ellos se expresan. Mi objeto es únicamente, hacer el estudio del valor semeiótico que pueden tener algunos de los datos observados en nuestros enfermos; y el de hacer fijar muy particularmente la atención sobre los resultados obtenidos: por una parte, del exámen microscópico del pus hepático; y por la otra, de la notable diminución de la urea en esta clase de lesio- nes del hígado. Dos datos que bien estudiados y analizados por los observadores, pudieran ser de grande utilidad, y quizás en al- gunos casos, indispensables para poder establecer el diagnóstico de los abeesos del hígado abiertos en la cavidad de la pleura. Muy débiles son mis esfuerzos para pretender abarcar el estu- dio que me he propuesto; y como estudiante, mi honorable Jura- 6 do tendrá en consideración, el que, únicamenae estoy iniciado en el difícil arte de la Medicina. Su benevolencia le hará tener pre- sente al calificar esta Tesis, cuán difícil es el estudio que he em- prendido. Como se verá al leer mi pequeño trabajo, estudio en él muy especialmente, el modo de hacer el diagnóstico diferencial, entre los abcesos del hígado abiertos en la pleura derecha, y los der- rames purulentos en la pleura del mismo lado. Empezaré, pues, por dar á conocer desde luego, la importante historia del núm. 5 de la sala de Clínica. En seguida, haré la apreciación de algunos de sus datos mas interesantes, así como también la de algún otro que pertenece á un enfermo del hospi- tal San Lúeas, y cuya observación consigno mas adelante. OBSERVACION PRIMERA. El dia 28 de Enero de 1878, ocupó Manuel Carreon, la cama núm. 5 del Servicio de Clínica interna. Este enfermo era un hom- bre de 30 años de edad, herrero de oficio, y soltero. La enferme- dad que le hizo entrar al Hospital de San Andrés, databa de un poco mas de seis meses; su salud anterior había sido buena: no había ningún antecedente de herencia, ni padeció fiebre eruptiva alguna; costumbres alcohólicas, denunciándose ya por pequeñas terigiones de color verde-aceituna, y por el corto é intranquilo sueño; estaba enflaquecido, pudiéndose decir que llevaba en sí el gérmen de algún mal que lo envejecía prematuramente. La etiología y principio de sus padecimientos, fue como sigue: yendo de paseo, comió alimentos indigestos, y bebió tlachique hasta embriagarse; le cayó encima un aguacero, y refugiándose en la estación del Ferrocarril, se quedó dormido con la ropa em- papada. El dia siguiente al despertar, se sintió acalenturado y con calosfrío; en la tarde del mismo dia, ardía en calentura, co- mo él decía, deliró, tuvo una tos seca, y una punzada en el lado derecho del tórax; no recordó haber tenido ese dia, ánsia ni nin- gún trastorno digestivo, fuera del que experimentara otras veces, después de un exceso alcohólico. No hubo hipo ni esputos. Durante 6 ú 8 dias, la fiebre le hizo perder por entero el cono- cimiento, de modo que no pudo decir nada de esa época, y solo recuerda que se acostaba sobre el lado derecho para calmar el do- 7 lor. Cuando volvió en sí, se encontró con ánsia, tos, quebranto general; el mas ligero movimiento le ocasionaba dolor; constipa- ción, boca amarga; no hubo hipo ni icteria. El dolor se había fi- jado en el costado derecho, no existiendo ninguno en la espal- dilla; por ese tiempo, sus orinas tenían el color del azafran. Estos síntomas persistieron mas ó menos intensos, como por 3 meses, haciéndose notar, sobre todo, un pequeño calosfrió, que le acometía por las tardes, seguido de ligera humedad del cuer- po. Extremidades frías. Durante el siguiente mes, estuvo, decía el mismo Carreon, ca- yendo y levantando, con el dolor mas ó menos intenso, con ca- lentura ó sin ella, llegando algunas veces la dispnéa, hasta ame- nazar sofocarlo; edéma de los pies; por ese tiempo notó que se le abultaba el vientre, del lado derecho, abajo del reborde costal. Sin embargo, desde entonces hasta la fecha de su entrada en el Hospital, había mejorado relativamente, y ocho noches llevaba de no tener fiebre. Pasaré ahora á lo que entonces podía llamarse el estado ac- tual. Desde luego se nota la dispnéa, pues el enfermo acostado sobre el lado derecho, tiene su respiración anhelante y difícil; al sentarse le vienen accesos de tos. El paciente, siente un gran can- sancio general; tiene buen apetito, alguna sed; no hay basca, pe- ro la lengua tiene un ligero barniz blanquizco; no hay hipo, sigue constipado; no hay dolor en el hombro, pero sí en el costado exa- cerbado por la presión. El calor en la piel es normal, 3ó°6 en la axila; el pulso frecuente, pequeño y depresible, regular en ritmo y en intensidad. Como las primeras respuestas del enfermo llamaron nuestra atención sobre el tórax, allí encontramos: Por la inspección de la parte posterior, que el lado derecho estaba abultado, pero mas inferior que superiormente; los espacios intercostales abovedados, convexos; la piel lisa y como luciente; las costillas inferiores in- móviles, las superiores apenas se elevaban, y todo esto contras- tando con la gran movilidad y libre juego del otro lado. Por la parte anterior, se notaba una cosa semejante, pero además, se fijaba la vista naturalmente en un abultamiento del lado derecho y superior del vientre, que llegaba abajo, al nivel de una línea que pasase por la cicatriz umbilical, continuándose arriba con el abultamiento de la base del tórax; además, se ve palpitar el co- razón con gran fuerza, latiendo su punta al nivel del 6o espacio intercostal, y casi sobre la línea axilar. La palpitación, confirma lo que nos hizo ver la inspección, los espacios intercostales están agrandados, las costillas del lado derecho, no cambian de posi- ción, durante los movimientos respiratorios; y por último, en va- 8 rios espacios es bien marcada la fluctuación perpendicular, sien- do allí la presión mas dolorosa, el dedo deja una impresión pro- funda á este nivel; había un edema sub-cutáneo, en la misma mi- tad derecha, que se extendía hasta el dorso, y un poco al vientre; las vibraciones faltaban del lado derecho; eran poco más ó menos normales en el izquierdo. Además, el borde cubital de la mano, así como la percusión limitaban el borde cortante del hígado, al nivel de la saliente que la inspección nos señaló, sintiéndose al mismo tiempo una sensación como de pastocidad elástica. La medición nos dio 2x/2 c. m. en favor del lado derecho. La perdi- ción, matitez por la parte posterior desde el vértice hasta la ba ■ se, menos entre el borde espinal del omóplato y el raquis; en el momento de percutir, era marcada la resistencia al dedo. Por la parte anterior, había claridad desde el vértice hasta la clavícula; más abajo oscurecía el sonido para hacerse casi inmediatamente mate hasta el vientre. Sobre la línea axilar, matitez en toda la altura. La mitad izquierda, poseía su sonoridad normal. Por la auscultación, se percibía un soplo ligero en la fosa su- pra-espinosa; en la infra-cspinosa, soplo mas fuerte y egofonia; mas abajo, nada; hácia la canaladura, se percibía la respiración débil. Por delante, en el vértice, se oia débil la respiración; des- de ese nivel, ausencia de ruidos. En la parte superior de la axi- la, respiración débil; luego, silencio absoluto. Como medio de diagnóstico y de tratamiento, se hizo una pun- ción con el aspirador Potain, al nivel del 6. ° espacio intercostal, obteniéndose 2litros de un pus color de champurrado, con to- dos los caractéres macroscópicos que conocemos al pus hepático. Al microscopio se presentaba con los caractéres citados en otra parte de este trabajo. El enfermo se mejoró inmediatamente des- pués de la punción; se vió que el abultamiento del hígado dismi- nuía, que los espacios intercostales se marcaban; pero por de pronto, no se pudo notar cambio apreciable del lado del tórax. Sin embargo, al dia siguiente, el sonido claro de la parte ante- rior, bajaba unas cuantas líneas más que por la parte posterior: era el sonido más claro, aunque había diferencia comparado con el del lado izquierdo, hasta la 6. costilla. Las vibraciones del tórax bajaban al mismo nivel; el murmullo vesicular podía oirse en toda esa altura. En el límite superior de la matitez, egofonia, y mas arriba frote pleural. Por la medición solo quedaron i£ c. m. en favor del lado derecho. Después de la primera punción, se hi- cieron otras en varios puntos, y en diversas alturas, ya en la exi- la, ya en la parte anterior; en todas ellas se obtuvieron buenas cantidades de un pus, siempre con los carácteres mencionados. Por varios meses, y bajo la influencia de un plan tónico, el en- 9 fermo se mejoró; pero la colección purulenta se reproducía sin cesar; vino la diarrea que se logró contener por algún tiempo, no siendo extraño, en estas alternativas, la existencia ó ausencia de calenturas y de sudores. Los signos físicos, no presentaron nada notable para nuestro objeto; únicamente dire, que una vez fijado el límite superior de la matitez, y colocado el enfermo en la po- sición supina, si se le hacia sentar, subía aquella uno ó dos dedos. Apareció luego durante 4 ó 5 dias, aquel mismo pus en los es- putos, y por último, después de catorce meses de desesperada y heroica lucha, aquel organismo acabó por sucumbir. AUTOPSIA HECHA EL 6 DE SETIEMBRE DE 18/8, Abiertas las dos cavidades que nos interesaban, se notaba in- mediatamente en la parte lateral derecha del tórax, una bastísi- ma cavidad ovoida, llena á médias de un pus grumoso, idéntico al obtenido por la toracentesis, en el que nadaban colgajos blan- dos de tejidos destruidos. La mitad superior reproducía en su forma la figura del pulmón; de modo que, limitada hácia la línea media y de adelante atras por los mediastinos y el pedículo del pulmón, lo estaba adelante y afuera, por la parte interna de la pared torácica, y pasando debajo de la clavícula, subía un poco arriba de ella, hácia la parte superior de la gotera vertebral y en pedículo del pulmón, quedaban algunos restos de éste informes, desconocidos y forrados de falsas membranas; éstas existían en toda la cavidad, que exhalaba un insoportable olor. Pero en donde existia la duda, precisamente el punto interesante, era en la parte inferior; en efecto, había una escavacion de concavidad superior, ocupando el lugar de la connexidad de la glándula he- pática, pero que estaba cubierta de una densa y resistente mem- brana fibrosa; y que para algunas de las personas que estaban presentes, era el diafragma rechazado hácia abajo; sin embargo, mucho mas arriba, había un tabique incompleto, cubierto tam- bién de neo-membranas, cóncavo hácia abajo, que fijándose afuera á las últimas costillas, y cubriendo solo los tres cuartos posteriores de la cavidad torácica, se perdía atras insensiblemen- te, continuándose con la base del pericordio. Disecada con cui- dado, se vió que en efecto, era el diafragma, pues se continuaba con el resto del músculo, que se pudo seguir hasta sus pilares; el trabajo de ulceración había destruido en una grande extencion de sus inserciones anteriores; la cavidad del abceso hepático, y la torácica, no hacían sino una sola. El lóbulo derecho del híga- do, había sido en gran parte devorado, y en cuanto á la capa fi- brosa que limitaba la cavidad del foco, no era cosa extraña, pues es común encontrarla en los antiguos abcesos del hígado. Entre los datos conmemorativos de este enfermo, y que bien pudieran referirse á la existencia de una hepatitis aguda, tene- mos los siguientes. i. ° UNA FUERTE INDIGESTION (misere), provocada á la vez por la ingestión de sustancias indigestas y la embriaguez. Esta es una causa eficiente á la que el Sr. Jiménez dá una impor- tancia suma, como lo hace ver en sus lecciones clínicas, y no titu- bea en darle el primer lugar, muy particularmente si el cholera es- porádico recae, en personas no acostumbradas á semejantes orgías Creo de oportunidad mencionar en este lugar, la notable rela- ción que existe entre el alcoholismo y las hepatitis, no solo las que se clasifican de alcohólicas, sino aún las simples, como lo ha- ce ver el Dr. Demetrio Mejía en su interesante Memoria. 2. ° EL DOLOR PUNGITIVO de que nos hizo mención el enfermo. Como se verá por su historia, faltan muchos de los ca- ractéres del dolor propio de los abcesos del hígado, pues no solo no existió dolor en la espaldilla derecha, en todo ó en parte del miembro superior correspondiente, sino que tampoco acusaba sen- sación alguna de peso, óde embarazo en el hipocondrio. Había hasta cierto punto el derecho de referirlo á otra cosa que no fue- ra una hepatitis aguda; á una pleuresía, por ejemplo. Sin embar- go, el dolor tal como lo describía el enfermo, llama la atención por su sitio, y por su larga duración; en cuanto al sitio, lo referia al costado derecho, siendo mas intenso hácia la base del tórax, y ocasionándole, cuando menos, en parte, la dispnea. En efecto, el dolor pungitivo de la pleuresía tiene su sitio constante al ni- vel de la tetilla, su duración varia, pero generalmente al cabo de seis ú ocho dias á lo mas, ha desaparecido. Estos dos caractéres del dolor, pueden tener ciertamente su valor diagnóstico, tanto mas, cuanto que comprimiendo la glándula hepática, en su por- ción accesible en el vientre se podía despertar un dolor sordo, profundo, aunque muy poco manifiesto. 3. 0 La ictericia, así como la coloración amarillenta de la ori- na, que dice el enfermo tuvo al principio de su enfermedad, es un dato de alguna importancia; sobre todo en los pocos casos en que pudiera subsistir después de la formación del abceso; pero mas comunmente sucede que desde que éste se establece, la ic- tericia, como la coloración particular de la orina desaparecen, de- jando en su lugar la palidez propia de las afecciones graves. Entre los datos físicos que pudieran convenir á un abceso del hígado abierto de la cavidad de la pleura derecha, tenemos los siguientes; 1. 0 Abovedamiento del lado derecho del tórax, mas marca- do inferior que superiormente, continuándose con un abulta- miento manifiesto del vientre, producido por el descenso del hí- gado, hasta el nivel de una línea transversal pasando por la ci- catriz umbilical. En esta parte del vientre, como en el tórax, ha- hia un empastamiento notable, marcándose mas en las paredes torácicas. Podía notarse ademas, cierto grado de renitencia, aun- que ligera, en las paredes mismas del abdomen, y al nivel de la porción accesible del hígado. En los derrames de pecho, cuando estos llenan toda la cavi- dad pleural de un lado, no sucede lo mismo: el correspondiente del tórax, se dilata en todas direcciones, y sobre todo al nivel del diámetro vértebre-mamario. En derrames menos considerables, ordinariamente enquistados en las regiones inferiores y posterio- res de la cavidad pleural, la dilatación del tórax está limitada al lugar correspondiente del derrame, y casi siempre por la parte posterior. El empastamiento, rarísima vez llegará á hacerse per- ceptible en el vientre. A veces suele acontecer, como puede verse en la observación núm. 2, que la infiltración y empastamiento mas ó menos mar- cados de las partes blandas en el hueco hepigástrico, se acompa- 12 ñan del engurgitamiento de-algunas venas superficiales, indi- cando así el desequilibrio en la circulación de la región, al mismo tiempo que un obstáculo á la circulación profunda; puesto que la sangre que por ella debía pasar, se desvia siguiendo la ley de compensación, hácia la via mas fácil, hinchando las venas super- ficiales. Si este dato viniera á presentarse, acompañando á los que lle- vo ya valorizados, y atendiendo siempre al cuadro general del enfermo, la sospecha del práctico, sobre la existencia de un ab- ceso del hígado abierto en la cavidad pleural, quedaría muy ro- bustecida. Quiero ya ocuparme únicamente, del enfermo que estuvo en la cama número 5 de la sala de Clínica, y debo hacer notar des- de luego, que en sus antecedentes, nada pudo encontrarse que diera á sospechar la existencia intercurrente de una pleuresía so- breaguda, como casi siempre acontece, cuando un abceso hepá- tico hace irrupción en la cavidad de la pleura. Así es, que no hu- bo nunca ese dolor pungitivo, que en el curso de la enfermedad, estalla súbitamente, y que deja al enfermo estacado, sofocando su respiración. Cierto es que se han observado casos en que, llegando el pus á la pleura no determina los signos que pudieran esperarse. La ausencia de dichos signos en nuestro enfermo, motivó la siguiente explicación,dada kposteriore por el Sr. Carmena, que confirman, la Clínica y la Anatomía Patológica. En este caso excepcional, no es la pleuresía adhesiva, que de ordinario se establece para que el pus sea evacuado por los bronquios; la pleuresía qu c aquí se desarrolla va acompañada de un derrame seroso, que producién- dose poco á poco, mantiene separadas las dos hojas de la pleura: de suerte que, al perforarse el diafragma, el pus tiene necesaria- mente que hacer irrupción en la cavidad de la pleura. Quede pues asentado, que por el conmemorativo del enfermo, apenas podía sospecharse la irrupción del pus en la cavidad pleural. Ahora bien; haciendo la semeiótica de todos los datos que se refieren al enfermo, del que muy especialmente me ocupo, la ver- dad es, que no pueden pasar de signos de presunción; tomándo- los en su conjunto, su valor diagnóstico aumenta, puesto que este último, tiene que ser el resultante de todos los demás; pero toda probabilidad que inclinara á hacer el diagnóstico de un ob- ceso del hígado abierto en la pleura, viene abajo si se examina detalladamente el cuadro sintomático del enfermo; la vacilaciom la duda tiene que subsistir, no pudiendo fundar el diagnóstico; ni el de un abceso del hígado abierto en la pleura; ni el de un der- rame purulento de pecho. En efecto, al lado de todos los datos que pudieran hacer inclinar en favor de la primera suposición) como son: Entre los conmemorativos, una fuerte indigestión; el dolor en el costado derecho; el calosfrío, la calentura; el estreñi- miento; los signos de una supuración. Entre los físicos: el abul" tamiento del tórax y del vientre; el abatimiento del hígado; el empastamiento del lado derecho del tórax, continuándose con el del epignastrio, se encuentran los siguientes, que mucho indican en favor de la segunda suposición. Entre los conmemorativos: Una mojada; enfriamiento; dolor pungitivo, tos; dispnea, los sig- nos de una supuración. Entre los físicos: abultamiento del tórax; abatimiento del hígado; desviación del corazón; edema de las pa- redes torásicas, A la percucion: sonido mate, desde el vértice bastada base del tórax por la parte posterior, ménos hácia la cana- ladura costo-vertebral; soplo; egofonia, etc., como signos de un derrame. En esta vacilación, que tanto preocupaba á nuestro digno ca- tedrático de Clínica, como á nosotros cursantes de la misma, se hizo una punción con el trocar del aspirador Potain, sobre la lí- nea axilar y al nivel del 60. espacio intercostal, con el objeto de que pudiera servir á la vez, como medio de diagnóstico y de tra- tamiento. En esta primera punción, pudieron extraerse dos y medio litros de un líquido, cuyo aspecto no pudo menos que ar- rancar una exclamación general. Tan parecido así era por su as- pecto, consistencia y coloración, al pus hepático color de cham- purrado. El olor peculiar al pus, y que el Sr. Dr. Jiménez ha comparado al que exhalan las secundinas, no era perceptible pa- ra muchos; aunque sí lo era más ó ménos para algunos otros. Percutiendo y auscultando, inmediatamente después de la puir 14 clon, la Caja torácica, no se notó cambio alguno; la matitez con su misma extensión; y ninguna alteración en los ruidos estetos- copíeos. Del lado del abdomen, sonido macizo, desde el borde inferior de la clavícula, hasta unos cuantos centímetros arriba del ombli- go; lo que hacia ver, que el borde inferior del hígado, se había elevado; fenómeno que comprobó la palpación hecha por el vientre. ¿Cómo explicar este cambio de relaciones de la glándula hepá- tica? ¿Cómo interpretar la persistencia de los fenómenos dados por la percucion y ausculpacion del tórax? ¿De qué manera cer- ciorarse, de si el pus que se tenia allí, á la vista, venia del hígado ó de la cavidad de la pleura? Una de estas dos explicaciones pudieran darse: i El trocar penetró en la glándula hepática, hasta el abceso; y vaciándose este, sus paredes pudieron retraerse, trayendo consigo la dismi- nución del volúmen del hígado, 2°. La cánula penetró á la ca- vidad de la pleura; por ella pudo extraerse parte de su contenido, y el hígado tendía entonces á ocupar su posición normal. En cuanto á la persistencia de los fenómenos dados por la percusión y auscultación, serian debidos: Los primeros, á la exis- tencia de falsas membranas engrosadas, y depositadas en las ho- jas de la pleura. Los segundos, al rechazamiento y compresión del pulmón, permanentes ya, en virtud de las adherencias, y déla carnificación más ó ménos extensa del mismo órgano. Finalmente, el pus que se tenia á la vista ¿venia del hígado ó de la cavidad pleural? La verdad es, que la primera suposición, á la que se ve uno in- clinado, no convence; porque por una parte, el pus de un derra- me purulento de pecho, puede tener en algunos casos, el mismo aspecto; la misma consistencia, el mismo color, y hasta un olor muy semejante al del pus hepático. Por la otra, siendo un punto ya demasiado alto, aquel á cuyo nivel se hizo la punción ¿no se- ria mas de presumirse el que se hubiera caído en la cavidad pleu- ral mas bien que en el hígado? Vienen en apoyo de este modo de ver, muchos síntomas de gran peso, que están patentes en el cuadro de nuestro enfermo; y que hacían inclinar poderosamente á creer en la existencia de un derrame purulento. Mi inteligente compañero, Miguel Otero, dueño de este enfer- mo, sostuvo en la cátedra de Clínica, el diagnóstico de; abceso del hígado abierto en la cavidad de la pleura derecha, para lo cual se fundó en algunos de los síntomas observados en el enfermo, y sobre todo, en los caractéres del pus extraído por la punción. Nuestro respetable catedrático, el Sr. Carmona, después de ha- ber hecho en la clínica el estudio mas detallado del enfermo. - ) después de haber valorizado todos y cada uno de sus datos, que parecían haberse agrupado caprichosamente para desafiar la sa- gacidad del práctico, muy elocuentemente nos hizo ver la impo- sibilidad que había para poder establecer el diagnóstico diferen- cial, y apoyaba su juicio en algunas de las consideraciones que llevo expuestas, y que temo mucho haber interpretado mal, ha- ciendo que fijásemos muy particularmente la atención sobre la posibilidad de encontrar un pus, que, teniendo su origen en la pleura, fuese idéntico por su apariencia con el pus hepático, pues que la observación nada decía para poderlos distinguir. Ya el sábio Clínico Mexicano, el Sr. Jiménez, manifestaba en sus lecciones la urgente necesidad de hallar, para circunstancias difíciles,-caractéres que distinguieran unívocamente, las materias que se suponen provenientes de un foco hepático. Todos nosotros pudimos ver, al microscopio, el pus de nuestro enfermo, obtenido por la punción, en él se encontraban cierta- mente, granulaciones algunas degeneradas en grasa; lencocitos glóbulos rojos de sangre, etc., pero no se tenia carácter unívoco alguno, que pudiera referirse al pus hepático, pues nadie lo había señalado. Los mismos elementos se encuentran casi siempre en el pus de un derrame purulento de pecho. Antes de dar á conocer algunas observaciones microscópicas del pus hepático y del pus de los derrames purulentos de pecho, así como el resultodo á que han dado Ingar en la clínica, consig- no aquí la historia de otro enfermo, may interesante tanto porque nos hace ver que la irrupción de un abceso hepáti- co en la cavidad de la pleura, no es una cosa muy rara, como porque es un hecho bien elocuente para traer una vez más la convicción, de que aún en estos casos, en los cuales el pronóstico es terrible, la punción hecha con oportunidad pudiera salvar al enfermo. Los datos de esta observación fueron tomados por Fernando López, entonces practicante de número en el Hospital de San Lúeas. OBSERVACION SEGUNDA. Se trata de un enfermo que se presentó á la clínica el dia 30 de Mayo de 76. Es un individuo natural de Guadalajara, de 28 años de edad, deoficiojornalero, y de temperamentosanguíneo-linfático. No ha- biendo tenido ocasión de observarlo desde el principio de su afec- ción, referiré sumariamente los datos que he podido recojer, para ocuparme mas especialmente de lo que yo mismo he observado. Individuo de costumbres disipadas, según él refiere, cometía, desde hacia mucho tiempo, excesos con el licor llamado tequila, sin que le hubiera sobrevenido nunca otra cosa, que algunas per- turbaciones ligeras del aparato gastro-intestinal. Estando ya en México, y después de una comida abundante, y de una embriaguez llevada al exceso, tuvo fuertes dolores de estómago, deposiciones amarillentas, vómitos amargos, sed in- tensa y postración. El enfermo, tratando de curarse, tomó una nueva dosis de alcohol, apareciendo luego síntomas nuevos: pe- sadez é incomodidad en la región hepática, trasformada al poco tiempo en un dolor pungitivo, que se irradiaba hasta el hombro, y calentura que le aumentaba por las tardes. Esta fué la que hi- zo al enfermo entrar al hospital, donde acabó de completarse el cuadro clínico de la hepatitis supurada. El dia 2 de Junio aparecieron síntomas alarmantes, que hicie- ron á este enfermo digno de un estudio especial. A la hora de la visita lo encontramos sumido en una postración, en extrema des- proporción con su notable robustez, acostado en la posición su- pina, no podía moverse en ningún sentido sin que le vinieran accesos de tos y de sofocación, con cxacervacion de sus dolores obligándolo á volver ásu primitiva posición. Un sudor viscoso humedecía su cara pálida y amarillenta, que indicaba la mayor an gustia; las ventanas de la nariz se dilataban á cada inspiracion- con la boca entreabierta y los codos apoyados en la cama, hacia, un verdadero esfuerzo para conseguir inspiraciones incompletas, y numerosas. Supu!soerafrecuentc,pequeñoy filiforme: las extre- midades frías y de un color amoratado, que se marcaba princi- palmente en las uñas y en los labios. Apenas pudo referirnos que al hacer un esfuerzo para bajar rápidamente de su cama, sintió un dolor muy agudo en la mitad derecha del pecho, y una sofo- cación tal, que creyó ahogarse. Insistía de un modo especial en desviar la atención que fijábamos en la región hepática, dicién- donos que allí había desaparecido casi todo. La exploración física nos dió lo siguiente: A la inspección, un abovedamiento marcado de la región hepática, que extendién- dose á la izquierda, borraba el hueco epigástrico, y algunas ve- nas superficiales engurgitadas de sangre. La palpación indicaba una renitencia especial, debida al aumento de volumen del híga- do, cuyo borde inferior descendía hasta cerca del ombligo. Com- primiendo con el pulgar los 8. ° y 9. 0 espacios intercostales, ensanchados y abovedados, se podía sentir la fluctuación. La percusión confirmó el límite inferior del hígado, siendo im- posible fijar sus límites superiores, porque la matitez se extendía sin interrupción hasta el hueco supra-clavicular. Examinando rápidamente el tórax, porque el enfermo no po- día permanecer sentado si no por momentos, encontramos: por la simple'palpacion, renitencia al nivel de los espacios intercos- tales. así como una fluctuación manifiesta, haciendo hablar al enfermo, una falta completa de las vibraciones torácicas. La auscultación no hacia oir en el pulmón derecho ningún sonido, para algunos, sin embargo, existia un soplo tubario en el vértice del pulmón. En el pulmón izquierdo, solo se notaban algunos gruesos exte- riores y el murmullo vesicular, mas débil de lo que pudiera es- perarse. Midiendo las dos mitades del tórax, resultó una diferen- cia de omo2 en favor del derecho. Debo hacer notar que la tos, muy repetida, era acompañada de una espectoracion mucosa, difluente, sin huellas de pus, ni de sangre. La primera indicación que se presentaba, puesto que el enfer- mo se asfixiaba, era hacer inmediatamente una punción del tó- rax, la que fué practicada introduciendo el trocar al nivel del 6 0 espacio intercostal; dando salida de esta manera á 810,00 gramos de pus achocolatado, espeso, y con el olor particular del pus he- cambió inmediatamente después de la punción, la ma- titezfque siguió invadiendo todo el lado derecho. Llenada esta primera indicación, pudimos ocuparnos ya del abceso del hígado. Aquí estaba indicada igualmente la punción de la glándula, la que se practicó al dia siguiente al nivel del 8 ° espacio intercostal, sacando 409,00 gramos de un pus mas difluente que el anterior; se pudo notar una disminución del hí- gado, Después de esto, el enfermo siguió mejorándose de un mo- do notable, sus fuerzas no decaían; el apetito era bueno; la ca- lentura no estaba elevada; sus digestiones se hadan fácilmente. El día 22 del mismo mes, se repitió la punción del tórax; pero con gran sorpresa notamos que no escurría ni una gota, lo que hizo suponer que la abertura del diafragma, si no se había cica- trizado, estaba obstruida por falsas membranas. Hasta dos meses después de la complicación formidable que llevo referida, el enfermo marchaba felizmente, al parecer, hácia la curación, apenas perturbada por ligeras complicaciones como ligeros derrames en la pleura izquierda y en el peritoneo, ligeras perturbaciones digestivas, que todas han cedido fácilmente. Este enfermo murió el 20 de Agosto del mismo año, casi se- guramente del agotamiento; por la destrucción casi completa de la glándula; pues no se presentó afección grave intercurrente nin- guna que pudiera explicarla. Solo en los tres últimos dias, se notó en él una diarrea profusa. A la autopsia se encontró: La cavidad peritoneal enteramente normal. La cara superior del hígado adherida al diafragma en una grande extensión; y la abertura de comunicación del abceso con la cavidad pleural, enteramente cicatrizada. La cavidad del abceso del hígadq, muy extensa y muy poco retraída; sus pare- des muy delgadas, lisas y con poco tejido de nueva formación; poco pus en su cavidad con el color peculiar. La cavidad pleural derecha sin pus absolutamente y con algu- nas adherencias poco resistentes, aunque gruesas. En la cavidad pleural izquierda un ligero derrame seroso. 19 Caracteres microscópicos que pueden ser unívocos del pus hepático. Había hecho fijar la atención poco há sobre la posibilidad de encontrar un pus que, por su aspecto, fuese idéntico al pus hepá- tico; en algunos casos esta posibilidad ha llegado á ser un hecho clínico, comprobado por los caractéres que los autores han asig- nado, tanto al pus de un abceso del hígado, como al pus de los derrames purulentos de pecho. Para Laboubéne, por ejemplo, un abceso consecutivo á una he- patitis franca supurada, se presenta con los caractéres siguientes: El tejido hepático está reblandecido e infiltrado de líquido se- ro-glanuloso; la colección está formada de un pus violeta mas ó menos modificado por la presencia de sangre, ó bien se hace ver- doso por los pigmentos viliares. Cuando el abceso cura por reab- sorción del líquido, los leucocitos y celdillas granulosas, pueden formar una materia Gaseiforme. Sabido es que en las pleuresías con derrame, y que han dura- do algún tiempo, las vegetaciones pleurales forman salientes que constituyen bridas, tabiques, que aplanándose forman finalmente las adherencias; éstas son verdaderas neo-membranas, provistas de vasos sanguíneos y linfáticos de creación nueva, algunas veces tubos nerviosos; ofrecen la configuración del tejido seroso y lisas en su superficie. Sabido es también que estas neo-membranas son susceptibles de hemorragias, á veces considerables, en rela- ción con su número y con el de capilares desgarrados. Estas he- morragias tienen lugar, cada vez que hay un brote (poussé) del derrame sero-fibrinoso. Si á esto añadimos que esta clase de derrames dan origen mas comunmente á la pleuresía purulenta en virtud de la aptitud que tienen para producir pus las superfi- cies pleurales congestionadas é inflamadas; el derrame de aquí en adelante tiene que ser purulento. 20 Ahora bien, el líquido de la pleuresía purulenta contenido en la cavidad pleural, puede ser semejante al pus de los abcesos en general; unas veces amarillo-verdoso, de olor aliáceo; las hemor- ragias le dan un tinte rojo mas ó menos oscuro; en todos estos grados de purulencia pueden observarse, desde el tinte opalino ligero, en que el pus es seroso, hasta un líquido espeso, mas ó menos coposo. El reposo, hace formar una capa de espesor va- riable pero siempre purulenta, la coloración varía desde el ama- rillo, hasta el chocolate. Al microscopio se encuentran: glóbu- los purulentos en gran cantidad, algunos deformados; glóbulos sanguíneos mas ó menos alterados, y granulaciones proteicas y grasosas. Desde la época en que no pudo fundarse debidamente el diag- nóstico del enfermo núm. 5 de la Clínica, y cuya observación de- jo consignada la primera, el Sr. Carmona, nos ha venido ense- ñando, cómo la emulsión gránulo-grasosa, dominando siempre en el pus hepático, puede muy bien ser un carácter unívoco de este pus. A mi modo de ver, esta conclusión es exacta, y no hay incon- veniente para admitirla en la practica. En efecto, si los patologistas, y sobro todo, los histologistas, han encontrado caractéres unívocos en el arreglo particular, y relaciones que tienen entre sí los elementos de un neoplasma, ¿por qué no encontrar en los abcesos formados en órganos, que como el hígado y la pleura, son de estructura y funciones tan distintas, algún carácter unívoco semejante, y que sirva para dis" tinguirlos? Ya Laboulbene, en su Histología Potológica, empieza ¿entre- ver este carácter, dominante, que al microscopio ofrece el pus hepático; pero su observación fué accidental, y él está muy lejos de darle la importancia que puede tener, y que para nosotros es un carácter unívoco del pus hepático. He aquí los caractéres del pus hepático, que en la Clínica, he- mos observado al microscopio; una emulcion gránulo-grasosa muy especial, ocupando todo el campo del microscopio; los ciernen- 21 tos gránulo-grasosos, que entran en ella son tan numerosos, que aparecen como aglomerados, como apiñados, formando una den- sa emulcion; se encuentran también algunos glóbulos rojos de sangre en pequeña cantidad, uno que otro glóbulo de pus, que no pasan de cuatro á seis los que se notan en el campo del mi- croscopio; de suerte es que los leucocitos, siempre están en pe- queño número; gotas de grasa de todos tamaños, cristales de leucina, y á veces bactérides. Muchas veces reunidos, nuestro inteligente jefe de clínica, el Sr, Mejía, Otero, Sologúren y yo, hemos tenido oportunidad de observar constantemente este carácter del pus hepático, que nos ha permitido distinguirlo del pus proveniente de otros órganos, como el de los derrames purulentos del pecho, el que ha tenido su origen en una vómica pulmonar, etc. Las siguientes observaciones confirman este modo de ver. OBSERVACION PRIMERA, José de Jesús Reyna, que actualmente ocupa el número 29 de la sala de clínica, empezó á estar enfermo un mes antes de su entrada al Hospital, que íué el 4 de Agosto del presente año. Por su cuadro conmemorativo y sintomático, se le diagnosticó una hepatitis supurada y sin adherencias. El dia 7 del mismo mes se hizo la primera punción, por la que se extrajo un pus espeso, color de champurrado, y en el que pu- do observarse al microscopio, una emulsión gránulo-grasosa, leucocitos en numero de dos ó tres en el campo del microscopio, gotas de grasa de todos tamaños, bactérides, cristales de leucina, no había glóbulos rojos de sangre. Tratada la preparación por el éter, todas las gotas de grasa y los corpúsculos más avanza- dos en la degeneración, se disolvieron, no quedando en el campo sino aglomeraciones de gránulos. En la preparación así tratada, no aparecieron, ni núcleos, ni mayor número de glóbulos blan- cos. Tratada la preparación por el ácido acético, la emulsión grá- nula grasosa, aparece con todos sus caractéres, y con mayor cla- ridad; ni núcleos, ni glóbulos blancos. 22 El dia 8 del mismo mes se hizo una segunda punción, la can- tidad de pus extraída reunida á la obtenida por la primera pun- ción, forma un total de 1535,00. Los caractéres microscópicos del pus, exactamente ios mismos. El dia 12 del mismo mes se hizo una tercera punción, de la que se obtuvieron 750,00 de pus. Examinado al microscopio, se observó la misma emulsión gránulo-grasosa, hoy sí se pudieron ver alguno que otro glóbulo rojo de sangre, leucocitos en una pro- porción sensiblemente la misma, bactérides. El dia 19 del mismo mes se hizo una cuarta punción, de la que se obtuvieron 325,00 de pus; llevado al microscopio se observó siempre la emulsión gránulo-grasosa, glóbulos rojos en el mismo número que en la anterior, leucocitos en pequeñísimo número relativamente á la anterior. Este dia se tomaron 0,35 centigramos de pus hepático; se tra- taron primero por el agua y después por el éter, quedando de re- siduo en el filtro 0,062 miligramos. Examinado este residuo al microscopio, se pudieron observar numerosas granulaciones, muchas de ellas aglomeradas, en el campo se podían ver hasta 3 ó 4 glóbulos blancos, aplastados y deformados. El dia 7 de Setiembre se repitió una quinta punción, y el li- quido que se extrajo en esta vez era rojizo, manifiestamente car- gado de sangre; su peso fue de 167,00. Al microscopio, la emul- sión ya mencionada con numerosos glóbulos rojos, uno que otro leucocito; podía notarse, al estar haciendo la observación, este fenómeno: En las corrientes determinadas en el líquido, por los ligeros movimientos, ó comprimiendo un vidrio contra el otro, alguno de los glóbulos blancos, al chocar con los rojos, se desin- tegraba en granulaciones. OBSERVACION SEGUNDA. Pioquinto Rocha ocupó la cama número 28 de Medicina; en- tró al hospital con una hepatitis supurada. Se hizo la primera punción al mes y medio de los primeros síntomas, yá entonces el hígado se había adherido á las paredes del vientre, y por este punto se penetró á la cavidad del abceso. Examinando el pus al microscopio, se notaron: una emulsión grá- 23 nulo-grasosa, ocupando todo el campo del microscopio, abundan- tes glóbulos rojos, muy pocos de pus. En todas las otras puncio- nes que se le hicieron, se observó lo mismo al microscopio. Tuvo que abrirse ampliamente este abceso por el epigastrio, y con el tiempo aparecieron en el pus hepático mayor número de glóbulos blancos, pero esto era debido á que tomaban parte en el trabajo supurativo las paredes del vientre. El enfermo mu- rió agotado. Pudiera presentar otras muchas observaciones por el estilo de las precedentes. Que me basten las que llevo expuestas, pues en la clínica hay numerosas, y ya consignadas. En un enfermo que ocupó el número 8 de la sala de clínica, cuyo nombre no he podido averiguar, y á quien se diagnosticó un derrame purulento de la pleura, se hicieron sucesivamente tres punciones; en todas ellas siempre encontramos los caracteres del pus franco, con su innumerable cantidad de glóbulos blancos; en él se notaban también granulaciones grasosas, pero no en gran cantidad, ni mucho ménos una emulsión. De la disminución de la urea en los abeesos del Mgado. Estudiando con atención la importante lección de M. Charcot sobre las relaciones entre las alteraciones del hígado y las variacio- nes en el total de la úrea,l se vé que el total de la urea en las afec- ciones hepáticas, puede modificarse de dos maneras: á veces hay una exageración más ó ménos considerable de la urea excretada 1. Lecciones sobre !as enfermedades del hígado yde los riñones. [Curso de anoto- mia Patológica.] 24 en las 24 horas; á veces al contrario, hay una disminución, y aun supresión completa de la excreción de urea. Los hechos del primer grupo son relativos á aquellos casos, en que el hígado no es el sitio de lesiones orgánicas graves, como una simple perturbación funcional, una hiperemia, etc. Las le- siones del segundo grupo, aquellas en que hay lesiones destructo- ras más ó ménos profundas de la glándula, y que van acompa- ñadas de una disminución siempre pronunciada, en la produc- ción de la urea, son las mas palpables y las que han llamado mi atención al emprender esta parte de mi trabajo, por estar com- prendidos entre ellas los abcesos del hígado. Ya un medico inglés, M. Parkes, muy autorizado en la mate ría, hace 30 años habia observado en la India, que la hepatitis propia de aquellos climas, se acompañaba de una disminución notable de la urea. Muy recientemente, el mismo Parkes, ha observado en Inglaterra un vasto abceso de hígado, jT ha recono- cido que la cifra de la urca era sumamente baja, no obstante que el enfermo tenia calentura y se nutria bien; dos causas que hubieran traído el aumento en la escrecion de la urea. Pero, una de las cosas que mas llaman la atención, es: la mar- cha contraria que siguen, la curva de-la temperatura yla de la urea en la Fiebre intermitente hepática, que acompaña las alte- raciones del parenquima. Una importante observación de M, Regnard, lo hace ver muy claramante: pues examinando las os- cilaciones de las dos curvas, la primera baja precisamente cuan- do la segunda se eleva; y en los dias en que la temperatura se eleva, el total de la urca disminuye hasta 8, 6 y 4 gramos. Así. pues, parece que á la lesión hepática debe atribuirse esta disminución tan grande de la urea, y la marcha tan particular que siguen las dos curvas ya mencionadas; porque las lesiones invocadas, son de aquellas en que se han tenido en cuenta, in- fluencias capaces de disminuir la urea, como: la calentura, la ali- mentación, las lesiones renales, etc. La observación clínica, así como la experimentación, tienden á establecer: que él hígado, parece ser un foco importante, el prin- cipal probablemente, de la producción de la urea en el organis- rao. Si el hígado es, en efecto, el foco mas importante de pro- ducción de la urea; si la destrucción de su parenquima, mas ó menos extensa, trae una tan notable disminución de la urea; y si la curva de esta, marcha en sentido contrario á la de la temperatu- ra, en las lesiones del hígado, la dosificación de la cantidad de urea, eliminada en las 24 horas, puede ser otro recurso más para el diagnóstico de las lesiones hepáticas, y por lo mismo útil, al tratar de establecer el diagnóstico diferencial de que me he veni- do ocupando en este trabajo. Faltan ciertamente observaciones que confirmen este modo de ver; pero si los datos mencionados, aisladamente, tienen poco valor absoluto, adquieren una verdadera importancia, cuando se les pone en presencia de los dados por la observación clínica y la anatomía patológica. Yo, si se quiere, no haré sino añadir una observación más, que parece confirmar lo dicho sobre la disminución de la urea, en las lesiones del hígado. El catedrático actual de Farrnácia, el Sr. Morales, y á quien con gusto doy las gracias, en este lugar, se encargó de la dosifi- cación cíe la urea en estas observaciones. La dosificación fue hecha por medio del hypobromito desosa,, procedimiento de Ivon, en el aparato de Magnicr de Soarsc; la presión á la altura de México; el divisor del ázoe para determi- nar la urea, ha sido 3,5p0r0,0i de urea. La dosificación se hizo primero, en orinas recogidas en las 24 horas, de tres personas en estado fisiológico, y en condiciones tan idénticas como fué posible. La media de urea obtenida, y que mucho debe aproximarse á la media fisiológica en México, es de 24.39—(veinticuatro gramos treinta y nueve centigramos.) El enfermo, cuya urea se ha dosificado, es el mismo que ocu- pa la cama nú/n, 29 de la Sala de Clínica, y el que he mencio- nado ya, al hacer el estudio microscópico del pus. Los resultados de la observación son los siguientes; Temp. en la mañana. Temp. en la tarde. Cantidad de orina en 24 horas. Total de urea. Agosto 19 36o 9 • 3608 796,00 12,12 „ 20 36° 4 37° 2 785,00 15.39 i> 25 37° 8 38° 3 748,00 14,61 Setiembre 3 37° 0 38o 0 852,00 14,29 „ 4 36o 0 37° 0 764,00 13-73 »> 5 36o 2 37° 6 742,00 14.97 6 O O co 37° 0 904,00 16,79 » 19 37^.0 36o 7 765,00 15,00 Eduardo Vargas.