Ciimties generales sobre el Paludismo j sus «pitado», TESIS QUE PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE iedicina, Ciriijía j Obstetricia PRESENTA AL JURADO CALIFICADOR Hirotás tacita u ¡MfoacÉZ, Alumno dol Instituto do Ciencias del Estado, OAXACA. IMPRENTA DE LORENZO SAN4ERMAN. de Armenta y López, núm. 1. 1892. tetaies generales sobre el Paludismo j sos complaciónos, TESIS QUE PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE ieieina, Ciriijíi j Okstutmia PRESENTA AL JURADO CALIFICADOR ílirníár. bacila u Alumno ilol Instituto de Ciencias del Estado. OAXACA. IMPRENTA DE LORENZO SAN-EERMAN. 1? de Amenta y López, nám. 1, T892. P la memoria de mi padre, DEBIL PRUEBA DE AMOR FILIAL. A. MI MAD i M) CARIÑO SIN LIMITES. fl log §r6g, Píofegoreg li. ii liiiili li filtóii li liiiiij SU DISCÍPULO AGRADECIDO. Señores durados: Desearía vivamente para poder llenar mi cometido, una vasta instrucción, un claro talento; pero apenas ini- ciado en las ciencias módicas, dando los primeros pasos en su escabroso camino, no pretendo desarrollar con maestría el importante punto que nos ocupa ni darle la extensión que se merece por ser esto superior á mis ap- titudes y sólo cumplir con las prescripciones de ley al presentar ante vosotros mis exámenes profesionales. Las diversas consideraciones que a la vista clínica nos presenta el paludismo, la variedad en sus formas, los diversos estados patológicos que lo acompañan, que él engendra ó que le son intercurrentes y los progresos que la bacteriología lia alcanzado, llamaron mi atención des- de luego. En efecto, el estudio teórico-práctico de la microbio- logía lia traído una verdadera revolución en la patogenia de las enfermedades, y no parece sino que el físico ingles Boyle se adelantó á su época, cuando decía: “el que pue- da sondear mejor el fondo de la naturaleza de los fer- mentos, se dará la mejor explicación de los fenómenos morbosos.” Más tarde diclio estudio encuentra su jus- ta aplicación en los trabajos micro-orgánicos que Pas- ten r hace pasar del dominio de las simples fermentacio- nes al de la patología, utilizándolos virus atenuados ya como preventivos, ya como curativos. El siglo que, como el presente, puede escribir en su aurora el nombre de Jenner y en sú ocaso el de Pasteurr dice un sabio, debe sentirse glorioso. Existe en el paludismo una complicación de trascen- dental importancia para el pronóstico: los derrames se- rosos del peritoneo. Procuró llevar mis observaciones cuotidianas, seguir paso á paso los resultados de un método que más tarde expondré y vi el éxito feliz de su término. El paludismo parece que confiere al infeccionado, cual una diátesis, una predisposición, imprimiéndole un carácter determinado, aun en medio del cuadro sinto- matológico que constituye ya una afección, ya una en- fermedad. Parece, señores, que es el espía terrible quo espera el momento propicio para atacar al organismo debilitado por cualquiera causa. Os suplico, ilustrados Jlirados, veáis con benevolencia este humilde trabajo; pues que siendo el paludismo ma- teria sujeta á tan múltiples consideraciones médicas é higiénicas, sólo esclarecidos talentos son los llamados á pronunciar la última palabra. Historia. —EI Thalmud de los hebreos yel A- yurveda de los indios, como los códigos religiosos y mé- dicos más importantes de la antigüedad, en donde re- salta solamente la fábula y el misticismo más secreto, no se ocupan de los estados febriles. Las primeras nociones que se tienen del paludismo, se remontan al tiempo de Hipócrates, puesto que en sus libros de epidemias, habla de fiebres que se presentan por accesos que él llama benignos y que no pueden ser sino el paludismo que hoy conocemos. Algunos historiadores suponen que el sabio de Cos, en este punto, se había ilustrado en las enfermedades epidémicas descritas por Epindocles, 500 años antes de nuestra Era. Aristóteles decía en sus conferencias mé- dicas, que debían existir animales y vegetales parásitos en el seno de los órganos, y esto que parece ser el prelu- dio que en el mundo médico anuncia la naturaleza mi- crobiótica de las enfermedades, repugna con el error de 7 creer que el bazo es el órgano que absor ve los vapores superficiales del estómago. En la Edad Media,aparece la escuela de Salerno como la primera ó tal vez la única que da gran importan- cia a los miasmas, y lleva la gloria de ser la fundadora dé las mejores prescripciones higiénicas y la propagado- ra de sus doctrinas. El siglo XVI estaba llamado á tener un genio: An- drés Vesalio, el mentor y maestro de aquella pléyade de anatomistas, en la que aparece por vez primera la des- cripción del hígado y bazo, abriendo amplios horizontes fisiológicos al siglo siguiente en que se descubre la cir- culación de la sangre por Harvey y de la linfa por Cruikshank. A fines de este mismo siglo aparece el Hipócrates inglés: Sydenham, que fué la personificación de los estudios nosográficos y clínicos, quien al hablar del punto que nos ocupa, dice: “las fiebres intermitentes difieren de las continuas por su especie y naturaleza; el aire puede estar infestado de perniciosas exhalacio- nes causando diversas enfermedades.” No dejaremos de mencionar á Torti, brillante defen- sor de la quinina para el paludismo, y al eminente Prin- gle, que descubre la alteración de la sangre en sus en- fermos atacados por este estado morboso. Sinonimia.—Piebres intermitentes, palustres, maremáticas, telúricas, malaria, infección palustre, in- toxicación telúrica y fiebres de quina. JDofinioión.—El paludismo es una enfermedad infecciosa caracterizada por la presencia del bacilo de Lavcrán, y que por su naturaleza puede engendrar des- órdenes de calorificación, circulación é inervación. Etiología -y génesis.—Las causas pro- ductoras del paludismo son; la descomposición délas materias vegetales por su permanencia en lugares hú- medos; la putrefacción de aguas estancadas; la remo- ción del suelo en terrenos de aluvión; las mareas natu- rales; y en fin: todo foco de fermentación orgánica, cu- ya exhalación de gases sea difusible. Ko puede negarse la poderosa influencia que ejerce la temperatura en las formas epidémica, endémica y es- porádica de la enfermedad, como lo prueban las esta- ciones calurosas y húmedas, para su incremento; el frío, para su disminución; los vientos, para la dispersión de sus miasmas; y el alejamiento del foco y la desecación del suelo, como los medios más seguros para su comple- ta desaparición. La poca difusibilidad del miasma se prueba, con que basta la proximidad de un bosque ó la interposición de un muro para evitar su propagación. El paludismo es hereditario, como lo prueba Stokes en mujeres embarazadas, en que coincidían los movi- mientos convulsivos del feto con las pirexias, naciendo el producto con el bazo hipertrofiado. Mas pasemos á examinarla patogenia de la enferme- dad. Las descripciones que Laverán había hecho de su microbio, aunque parecían tener toda la importancia de una voz autorizada, no eran aceptadas sino con Indebi- da reserva; mas llegó el día en que haciéndose justicia á la verdad, se estableció la uniformidad más completa, como lo afirman Richard en Erancia, Ossler en Améri- ca, Guareni en Italia, cuyos estudios han sido la coro- nación de la obra del sabio francés. Las numerosas dificultades que presenta el examen microscópico en el aire y en el suelo, así como la incerti- dumbre relativa que podría traer, resolvieron á Laverán á llevar sus investigaciones en la misma sangre de los enfermos. Este parásito, que es un bacilo, reviste formas diver- sas: 19, cuerpos esféricos, trasparentes, ya libres, ya ad- heridos á los glóbulos hemáticos de la sangre, hasta de- primirlos, agotarlos ó destruirlos; cargados de pigmen- tación, en movimiento óen reposo. Miden 8á 9 milé- simos de milímetro de longitud por 3 de latitud. 2? La flagella se presenta bajo la forma esférica, pe- ro con prolongamientos ó apéndices que tienen mayo- res dimensiones que las mismas hemacias; están pro- 9 vistas de movimientos y agitan á su vez á los glóbulos rojos. 3? Cuerpos que pueden afectar dos formas: ó bien son cilindricos aguzados en sus extremidades, ó semilu- nares, ó de formas intermedias; probablemente liema- cias modificadas, podiendo pigmentarse; miden 8 á 9 milésimos de milímetro en su diámetro mayor. 49 Cuerpos inmóviles, deformes y pigmentados; tal vez cadáveres de glóbulos. 5? y 6? Cuerpos rosáceos y melaniformes, con núcleos ó sin ellos. Estaba llamado Grolgi á explicar la relación entre la evolución microbiótica yla periodicidad clínica. “En la fiebre cuartana trascurren exactamente tres días en- tre la invasión de los glóbulos rojos por los bacilos y la segmentación que sufren éstos para formar los nuevos elementos de una nueva invasión; en la terciana el pe- ríodo es de dos días. Estas diferencias de evolución es- tán ligadas á los cambios morfo-biológicos. “En las formas irregulares se descubren en el campo del microscopio cuerpos semilunares.” Hasta donde es posible tenemos explicado por lo di- cho esa particularidad de la presentación periódica de los accesos. El paludismo esencialmente telúrico por su natura- leza, no es contagioso; pero será inoculabíe'? yo he prac- ticado diversas inoculaciones, sin poderlo reproducir. Anatomía y Fisiología patológi- cas.—Las alteraciones más importantes, ja micros- cópicas, ja histológicas que en los órganos j elementos anatómicos deja la intoxicación palúdica, deberán de preferencia observarse en aquellos sitios en que con predilección se sitúan los parásitos: tales son la sangre, el hígado j el bazo. Dos son las formas admitidas generalmente en esta afección: la aguda j la crónica: en la primera be podi- do observar el aspecto particular de la sangre; posee un color moreno característico, debido á su pigmentación, y una fluidez notable, consecuencia de la disminución de fibrina. El bazo aumenta de peso y volumen; ha- biendo observado dos casos que nos dio 1,200 á 1,500 gramos, y tan frágil, que se desgarraba fácilmente con la mano. Las descripciones histológicas refieren la dis- asociación de sus elementos y su notable pigmentación. Iguales fenómenos se notan en el hígado, pero sin au- mento tan considerable de volumen y peso. El múscu- lo cardíaco, descolorido y fláxido; los centros nerviosos hiperemiados; los demás órganos morenos por pigmento. En la segunda se encuentran los signos siguientes: anemia profunda, de acuerdo con el estado caquético del enfermo; pigmentación poco notable en la sangre, bazo atrofiado, envuelto por una membrana fibrosa y con alteraciones en la estructura de sus vasos; los riño- nes con las alteraciones de una nefritis intersticial cró- nica, simple ó mixta; pero sobre lo que me permito lla- mar vuestra atención, es sobre el estado en que he podi- do examinar la glándula hepática. ¿Qué deberá pasar á esta viscera que lia permanecido sujeta durante largo tiempo á un estado congestivo, sino que pasando éste al estado crónico termina por la esclerosis del órgano'? Así lo hemos encontrado en la plancha del anfiteatro, cual si se tratara de una cirrosis atrófica de origen alcohólico, con derrame seroso en el peritoneo. Si del terreno de la anatomía pasamos al de la fisio- logía patológica, también nos daremos cuenta de mu- chos fenómenos que adelante expongo. Verneuil atribuye el fenómeno febril á la penetración en la sangre de materias que llama iñretógenas, y que nosotros llamamos microbios que actúan directamente ó dando origen á materias sépticas. La presencia de los parásitos en los vasos que irrigan los centros nerviosos, explica los trastornos de natura- leza nerviosa que se observan, como son el delirio yel coma. Su acumulación, con predilección en el hígado y bazo, los estados hiperémicos é hipermegálicos. La subsistencia del hematozoario á expensas del glóbulo ro- jo de la sangre, la anemia. La glicosuria, ya por un aumento hiperímico del hígado, excitando la función inúlica, como dice Claudio Bernard; ya por un reflejo del gran simpático excitado por el bacilo. Los derra- mes serosos del peritoneo, por la dificultad en la circula- ción porta. La albuminuria, por la esclerosis renal; y en fin, las enteritis crónicas, por las degeneraciones amilóideas de las glándulas intestinales. Sinl ommí o 1 o«>'í íi,—No pretendo hacer una descripción minuciosa del cuadro sintomatológico de la enfermedad, perfectamente conocida y expuesta en las obras que se ocupan de la materia; sólo indicaré algu- nas observaciones recogidas prácticamente en un nú- mero de 100 enfermos, y algunas más que nuestros mé- dicos contemporáneos han expuesto en las academias médicas europeas. La mejor clasificación del paludismo paréceme la de Jaccoud: intermitentes, normales, anormales, fiebres continuas y caquexia palustre. Asu sencillez reúne la claridad. La forma intermitente se presenta por accesos cuoti- dianos, tercíanos, cuartanes, únicos ó dobles. Con referencia á las varias formas que reviste esta enfermedad, he podido hacer las observaciones siguien- tes: en la terciana, es en la que se notan más común- mente las hipertermias; en la cuartana, el dolor inten- so á la presión digital sobre la apófisis espinosa de la vértebra cervical; en la cuotidiana, la esplenomegalia se hace definitiva, y las perturbaciones gastro-intestina- les son más rebeldes. Del número indicado, los dos tercios fueron del tipo terciano, la mayor parte trabajadores del Ferrocarril del Sur; tal vez dependa esta forma de la naturaleza del terreno y especie del microbio. Giran parte refieren por sus antecedentes formas continuas ¿se modificará el rit- mo intermitente por el medio atmosférico'? Es proba- ble, más cuando el cambio en terciana es precursor de la salud. El bazo se nota, aunque no siempre aumen- tado, sí doloroso. La periodicidad latente se liace notar, entre otros ca- sos, en las mujeres que padecen dismenorrea, puesto que se presentan los accesos á la misma hora y bajo la misma forma regular en el período catamenial. Las formas subintrantes no son comunes en nuestros climas. En el segundo grupo están comprendidas aquellas formas que no presentan con regularidad la sucesión de sus síntomas ó afectan un carácter muy grave: tales son las irregulares, perniciosas y larvadas. En las primeras be observado que el mayor numero van ligadas á otros estados patológicos. Hemos tenido casos de pneumonía, en que durante la convalecencia, individuos con antecedentes palustres presentan reaccio- nes vesperales, sin calosfrío, infundiendo temores de la propagación del foco inflamatorio, no siendo estas sino de género palúdico, enmascarado por la misma flegma- sía; en otros enfermos algo extenuados, con accesos noc- turnos y algunos fenómenos toráxicos, como tos, dolo- res pleuríticos, etc., que á primera vista nos llevarían á sospechar un origen tuberculoso, la quinina fue la pie- dra de toque que dilucidó este estado confuso. La intermitente de los niños de pecho, aunque del mismo origen, difiere notablemente; no se acompaña de calosfríos, ni es regular en sus accesos, oscureciendo es- to el diagnóstico. Muchas veces sin ninguno de los signos propios del acceso, instituimos un tratamiento investigador, si así pudiéramos llamarle, para esclarecer un estado morbo- so, cuyo sindroma apenas nos deja sospechar su natura- leza, y como consecuencia vemos acentuarse los fenó- menos de un paludismo. Las fiebres que comúnmente se llaman perniciosas, frase con que se quiere significar proximidad de un pe- ligro, son mortales de dos maneras: ó por la exagera- ción de un síntoma del acceso ó por la concomitancia de otra enfermedad. Extractaré su exposición; ya están sujetas á pertur- baciones del sistema vaso-motor y simpático: tales son las formas álgida, colérica y diaforética; ya se localizan en un órgano especialmente, acompañándose de pleure- sía, pneumonía ó nefritis infecciosa. En la álgida, la muerte lia venido, porque no pudo restablecerse el equi- librio entre el calor animal y el del medio; en la coléri- ca, porque la concentración de la sangre lia concluido por obstruir los capilares, congestionar los órganos y producir múltiples hemorragias, agotando el sistema nervioso; en la pleurítica y pulmonar, por asfixia, y en la nefrítica, por anuria. Las más importantes de las formas cerebro-espinales, son las soporosas, comatosas, tetánicas y epilépticas. En las larvadas se presentan con una precisión admi- rable y con la regularidad de la terciana algunos sín- tomas, de los cuales enumeraré, como más comunes, las neuralgias faciales, los ataques histéricos y epileptifor- mes, el lumbago; y en los niños, durante la primera in- fancia, los accesos eclámpticos, periódicos. ¿Cuál será la explicación de que falte la reacción en estos casosl Ao encuentro más solución al problema, que creer que los bacilos sólo se han aglomerado en de- terminados órganos, que allí han sufrido la evolución de sus formas y que no llevados en cantidad suficiente al torrente circulatorio, no han podido desenvolver sus propiedades termógenas. Existe una forma palúdica que presenta gran interés en su diagnóstico oportuno: la remitente. La calentu- ra se hace continua y desciende sin llegar á la tempera- tura normal, para volver á levantarse. He dicho diag- nóstico oportuno, porque la calentura con remisiones matinales, epistaxis, perturbaciones gastro-intestinales é infarto del hígado y bazo, la podría confundir con la fiebre tifoidea; sin embargo, la melanemia, la precosi- dad en el aumento de las visceras y la diaforesis perió- dica para las bajas térmicas, nos pondrían en el camino de la verdad. Aquí nos corroboraría nuestro juicio el examen microscópico del bacilo de Laverán. La remitente puede considerarse como la síntesis que engendra la intoxicación palustre. Se manifiesta en las tres formas, benigna, intensa y grave, y reviste desde el acceso característico de la vulgar basta el estado sopo- roso ó coleriforme de la perniciosa. Aquí tenéis biper- termias, sudores profusos, hemorragias internas, afec- ciones pleuro-pulmonares, albuminuria y la misma ure- mia. La caquexia palúdica, esa anemia particular produci- da por este envenenamiento, no reconoce por causa pre- cisamente el estado de consunción febril, puesto que en muchos casos no han existido los accesos, bastando sólo la permanencia en los lugares en que la enfermedad es endémica. Presenta un conjunto sintomatológico que se caracteriza por anemia, infarto esplénico y hepático, edemas, dispepsias gastro-intestinales y hemorragias, sin que siempre se encuentren reunidos estos síntomas. El organismo, minado profundamente por la acción anemiante del microbio, que ha sufrido perturbaciones en la mayor parte de sus órganos, y degeneraciones en la mayor parte de sus tejidos, no podría encontrarse en condiciones más favorables para que se desarrollen es- tados patológicos que constituyen verdaderas complica- ciones. Complicíacioiies. —Una de las complica- ciones es la peritonitis sobreaguda, la cual se verifica porque existiendo una esplenomegalia, un nuevo acceso ha traído la ruptura del bazo y por consiguiente una he- morragia. El mal de Kaynaud, ó sea la asfixia simétrica de las extremidades, causada por la perturbación vaso-motriz que el paludismo engendra. La púrpura hemorrágica, que origina la alteración leucémica de la sangre. La albuminuria, cuando la esclerosis ha invadido los riñones. La enteritis crónica y la misma disenteria do carde- ter infeccioso, por degeneraciones de las glándulas in- testinales. El Dr. Oharvot, de París, refiere varios casos de or- quitis palúdicas. Se trata de individuos que periódica- mente salían á la Provincia de Saint Paul, en donde reinaban las fiebres telúricas, complicándose de esta en- fermedad qne fácilmente cedía á la quinina. El músculo cardíaco también se complica. Gyogyas- zat lia recogido curiosas observaciones, por las cuales ha venido á concluir que muchas degeneraciones orgá- nicas del corazón, á las cuales, por falta de otras causas se atribuía un origen idiopático, no eran producidas en gran parte sino por ana infección malárica lenta. El autor cree que el paludismo afecta en primer término el neumogástrico y que las sensaciones morbosas respec- tivas, deben ser consideradas como fenómenos irritati- vos del mismo nervio. Esta irritación, relajando y di- latando desigualmente los vasos, se extiende á las pare- des cardíacas, haciéndose necesario para contrarrestar sus perjudiciales efectos, despertar en el organismo una reacción más enérgica, esto es, accesos febriles acen- tuados. Lardier ha estudiado algunas complicaciones poco co- nocidas por parte del útero; sus investigaciones revelan ante todo, que fuera de la gestación y del puerperio, se verifican á menudo, bajo la influencia del paludismo, metrorragias, verdaderas epistaxis uterinas que ceden á la quinina. La vuelta de las reglas se verifica de un modo anormal, las épocas son más próximas ó el flujo sanguíneo de extremada abundancia. Todas estas ma- nifestaciones son, en tesis general, provocadas por la congestión de las visceras abdominales, de la cual par- ticipa el útero lo mismo que los otros órganos espláni- cos. Los fenómenos morbosos de que es asiento la ma- triz, van acompañados de otras manifestaciones palúdi- cas, ya febriles ó neurálgicas. Esto no obstante, jamás provoca el aborto ó parto prematuro, porque la super- actividad del útero lucha contra la influencia morbosa. Yo he observado el caso siguiente que confirma lo an- terior: Anastasia Galván, soltera, de 24 años, regular constitución, entró al Hospital el 30 de Mayo de 1890. Llevaba un producto de concepción á término y palu- dismo que padecía diez meses atrás. Parió el 31 de Mayo y continuaron los accesos basta el 15 de Junio. Interesantes observaciones lian sido comunicadas á la Academia de París, por conducto del Dr. Verneuil, es- tudiando las relaciones que parecían existir entre la dia- betis yel paludismo. Soul quiso llegar á esta conclu- sión: que si como lo habían notado algunos módicos, ciertos diabéticos pueden en sus antecedentes patológi- cos presentar frecuentes accesos palúdicos, era muy ra- ro, si no excepcional, hacer constar la glicosuria en el curso ó en la convalecencia de estas enfermedades; cre- yendo que el paludismo como todo estado morboso que ocasiona un relajamiento en los cambios nutritivos, pue- de engendrar la diabetis, pero de un modo transitorio, sobreviniendo el accidente al momento mismo ó des- pués de un acceso febril, cuando la temperatura des- ciende de una manera rápida. Morse había demostrado, por otra parte, que la poliu- ria era frecuente, y que ésta, sin azoturia, estaba carac- terizada por la abundancia de cloruros, los que también se encontraban en la convalecencia de las enfermedades graves. Parecía resuelto el problema de urología patológica, que fijara de una manera definitiva el papel patogénico del bacilo; pero el espíritu de investigación no se satis- face; nuevas observaciones despejan el enigma y vienen á probar que las diferencias dependen de los puntos del globo en que han sido practicadas. En Panamá, la glicosuria, complicando el paludis- mo, es extremadamente frecuente, lo mismo que en Bombay, lo que tiende á probar que el hepatismo endé- mico de estos climas, precede, provoca ó complica la presencia de azúcar en la orina. Temissier cita diez casos con oxaluria. Ascitis complioíiiido el paludis- mo.—José María Cruz, natural de Oaxaca, soltero, de 40 años, de regular constitución, oñcio carpintero, entró al Hospital el día 10 de Mayo de 1890 á ocupar el nú- mero 16 de la sala de Clínica. Hedió el examen del enfermo, se encontraron los síntomas siguientes: enfla- quecimiento notable, color pálido terroso de la piel, pul- so débil, orina escasa, diarrea y edemas en los miembros inferiores. Uno de los signos físicos que absorvieron desde luego nuestra atención, fué una elevación notable y uniforme del abdomen, siendo ya perceptible la cabe- za de Meduza, sitio á donde se dirigieron nuestras in- vestigaciones, confirmando por los medios de explora- ción la existencia de una ascitis, en la que el vientre á la altura de la cicatriz umbilical, medía un metro de cir- cunferencia. Entre los antecedentes y signos racionales que bus- qué, me manifestó el enfermo haber tenido hábito alco- hólico y vivido durante cuatro años en un clima calien- te húmedo, en donde padeció todo ese tiempo accesos palustres, que ya habían cesado. En vista de estos datos, se trató de esclarecer el diag- nóstico entre una cirrosis venosa de origen alcohólico y el paludismo; habiendo aumentado en los días siguien- tes el derrame, se practicó la paracentesis, que dió sa- lida á ocho litros de un líquido seroso; percutida el área hepática, esta glándula estaba aumentada de volumen. Yeinte días después, el derrame se reprodujo. Des- de su ingreso se sometió al enfermo á un tratamiento cuya base fué el arseniato de estricnina, cuyo medica- mento se aumentó en dosis progresiva hasta 0.015 mili- gramos. Desde mediados de Junio se comenzó á notar que el derrame no se reproducía, que se regularizaban las fun- ciones gastro-intestinales y que el enfermo adquiría mayor vigor, desapareciendo por completo la diarrea, sin que al presente se haya vuelto á reproducir. Felipa de la Cruz Márquez, de Huajuapam, soltera, de 39 años de edad, entró al Hospital el día 4 de Octu- bre á ocupar el número 10 de la 2* sala de mujeres. Se quejó de haber padecido, durante largo tiempo, de paludismo, y presenta un derrame notable en el perito- neo. Se puncionó ese mismo día yse extrajeron 10 li- tros de líquido seroso. Se sometió al mismo tratamien- to que el caso anterior: arseniato de estricnina á dosis creciente hasta llegar á 0.012 miligramos. Salió el 22 del mismo mes sin haberse reproducido el derrame. Entró por segunda vez el día 7 de Febrero de 91, a ocupar el número 2 de la 2? de mujeres; el derrame se había reproducido y el 14 se practicó la paracentesis por segunda vez, y se extrajeron 7.000 gramos de líquido seroso. Sometióse al mismo tratamiento durante los meses de Marzo y Abril; la ascitis no se reprodujo y al llegar el 7 de Mayo, la enferma salió del Hospital com- p 1 etamen te restablec id a. Hermenegilda Martínez, de Oaxaca, soltera, de 22 años de edad. Presentó signos de paludismo crónico, derrame en el peritoneo, anemia profunda y perturba- ciones gastro-intestinales. Se sometió desde luego áun tratamiento racional, cuya base fue el arseniato de es- tricnina. El 29 de Mayo se practicó la punción yse extrajeron 4,500 gramos de líquido seroso con el aspi- rador de Potain. La enferma permaneció en el Hospi- tal y el 20 de Junio se volvió á puncionar, evacuándose entonces 5,300 gramos. No se desistió en el tratamien- to; se aumentó la dosis hasta 0.017 miligramos. Salió después de un mes sin haberse reproducido el derrame. Estas observaciones clínicas nos llevan naturalmente á consideraciones de importancia para el pronóstico y tratamiento de la ascitis, que complica la enfermedad que nos ocupa. En el primer caso teníamos por facto- res el paludismo y el alcoholismo, la percusión del hí- gado después de la punción, esclareció el diagnóstico, su- puesto que en la cirrosis alcohólica, cuando existe el de- rrame, la glándula se encuentra completamente atro- fiada; mientras que en la palúdica puede ocasionarlo sin llegar á este estado; en los otros dos casos tuvo que ser más preciso el juicio que se formó. En vista de los buenos resultados del tratamiento, es de creer con fundamento, que la sal de estricnina, lle- vando una acción enérgica sobre los nervios vaso-mo- tores del hígado, regularizó su circulación haciendo desaparecer el infarto crónico causado por el veneno palúdico y que perturbaba sus funciones fisiológicas. Omito ocuparme del tratamiento general, porque na- da podría agregar á las brillantes exposiciones que so- bre el particular se han hecho, y sólo me permito indi- car que son verdaderamente sorprendentes los efectos que en los hospitales de San Petersburgo se han obte- nido con la aplicación de corrientes farádicas. Se em- plean en los casos en que la tumefacción aguda ó cróni- ca del bazo, lia sido rebelde á las sales de quinina. De las consideraciones generales que he expuesto so- bre el paludismo y que ocupan actualmente la atención de los patologistas modernos, así como de las pequeñas observaciones que he podido recoger, deduzco las con- clusiones siguientes; I? El paludismo reconoce por causa la penetración en el organismo del bacilo dé La verán. 2? La variedad en sus formas depende de la evolu- ción morfológica de los microbios. 3? Los estados patológicos que lo acompañan ó com- plican, modifican su evolución, pero no su naturaleza. 4? El paludismo es factor de enfermedades bidropí- genas, de perturbaciones nutritivas y de trastornos fun- cionales. 5? La ascitis de origen malárico depende del estado bipermegálico del hígado. 6‘? La estricnina, obrando probablemente sobre los nervios vaso-motores, restituye á la glándula hepática sn circulación porta, haciendo desaparecer los derrames serosos del peritoneo. y