INTOXICA» SITII1MXA EN LOS SOLDADOS DEL EJERCITO.! TESIS SOSTENIDA POR Üjinniüto Manuel Chaves AL06TAR EL GRADO DE BACHILLER EN LA. FACULTAD DE MEDICINA. LIMA. IMPRENTA DE “EL NACIONAL,” MELCHORMALO N. 139. 1877. Sfítor Rector:—jStñorts: Cumpliendo con el deber de sustentar una tésis para obtar el grado de Bachiller en la Facultad de Medicina, he escojido como tema, para el presente caso, la Intoxica- ción Saturnina en los soldados del ejército, cuya frecuen- cia, no lo dudo, interesará vivamente á proscribir la cau- sa toxica, base principal de toda curación. Como no es mi objeto estudiar, ni hacer la descripción patológica de la intoxicación plúmbica, materia harto co- nocida y perfectamente estudiada por autores competen- tes, y cuyo mejor trabajo seria hacer la recopilación de cuanto consignan nuestros libros y las lecciones clínicas de nuestros maestros; concretándome puramente á las for- mas especiales que afecta en este caso y que he acopiado en mi práctica del Hospital Militar, dividiré mi presente trabajo en tres partes; primero: el plomo ejerciendo su acción sobre los individuos de esa clase social, por orde- nanzas 6 decretos que reglamentan su uniforme; segundo: presentaré al soldado en las formas mas especiales y fre- cuentes de su envenenamiento, y haré una tercera parte, de la profilaxis de estas morbosis por demas frecuentes. I De los compuestos del plomo, el carbonato (albayalde,) es el solo que causa estos accidentes. Dispuesto por ordenanzas ó reglamentos militares el uso de correas blancas que antes, con mas profusión que ahora, formaban el atavio del soldado, se sirven del car- bonato de plomo, que disuelto en un poco de agua y mu- silago gomoso, les deja, después de un frotamiento mas d menos prolongado, las fornituras blancas y relucientes. Esta es operación que se repite semanal ó bisemanal- mente. Los importantes trabajos sobre envenenamiento en las fábricas de albayalde, me escusarian de hablar sobre su modo de acción en estos casos, pero algo debo decir sobre las vias de penetración del plomo. Algunos profesores de nota, como, el señor Grisolle, conceden solamente á las mucosas pulmonar y gastrointestinal, la p eferencia de absorber los compuestos del plomo, y cuando mas, ponen en duda la absorción por las otras mucosas, como la óculo- palpebral; y en cuanto á la absorción por la piel, «piden observaciones auténticas, que demuestren la posibilidad de dicha absorción,» concediéndole solamente en caso de estar desprovista de su epidermis. Otros, como el señor Mognac etc., niegan rotundamente dicha absorción. Sin desconocer mi incompetencia para refutar esas opiniones, solo diré lo que á este respecto pienso: concediéndose á la piel la propiedad de eliminar del organismo los compues- tos de plomo, como lo hacen los profesores antedichos, no hay cómo negar que esas moléculas, que tan fácilmente atraviesan los conductos de la piel para salir de dentro á fuera, puedan también recorrer ese camino fácil parar ellos, en el sentido de la absorción, es decir, de fuera á dentro. Paso á citar algunos hechos que sentarán de firme, que por la piel, como por las mucosas, se puede verificar la absorción de las moléculas plúmbicas. Acometida una se- ñora de un cólico de plomo, fué difícil el diagnóstico, hasta tanto que una circunstancia casual descubriera, que dicha señora hacia algún tiempo usaba una agua de cara cuyo principal componente era el acetato de plomo. Re- cuerdo también que para una contusión fué mandada una señora que se pusiese pañitos de végeto á la región par- pebral inferior, y habiendo sido después acometida de un dolor sordo y algún entorpecimiento, creyó que era efecto del aire y como tienen de costumbre, se aplicó una pasta de azufre, que dio una lijerísima coloración negruzca de la piel, debida, sin duda, á la formación del sulfuro de plomo, que prueba que el acetato de plomo se hallaba en via de absorción. En el presente caso, pues, en que los solda- dos se sirven de las manos (provistas de un pedazo de géne- ro) para bruñir el blanqueado de sus correas; me parece mas natural atribuir á la absorción de la piel de los dedos y manos la intoxicación saturnina, que á las mucosas que casi no tienen por qué ponerse en contacto con el alba- yalde que manejan en tan poca cantidad, sin por esto ne - gar la participación que también puedan tomar. II Presa el soldado de la intoxicación saturnina, comienza por palidecer y demacrarse; sus carnes se vuelven ílácidas, y ya de súbito 6 á la larga, que es lo mas frecuente, es acometido de uno de los accidentes saturninos que estu- diarémos por su orden de frecuencia. Cólic9 de plomo.—Mas 6 menos los síntomas de un em- barazo gástrico son los que se presentan: un lijero tinte sub-ictérico de la piel, el apetito disminuido, la lengua saburrosa 6 no, la boca exhala un olor fétido, y rara vez he observado la línea negruzca del borde libre de las en- cías; el síntoma culminante es el dolor, unas veces dislace- rante, otras sordo, continuo, situado á la región del om- bligo o un poco por encima; se exacerba irregularmente, causa mucha ansiedad al enfermo que toma en la cama las mas extrañas posiciones, y tiene por carácter distintivo ceder á la presión de la mano; el estreñimiento es perti- naz, algunos tienen vómitos acuosos ó biliosos y porrá- ceos, y el cuadro se completa con calambres en los miem- bros, hiperestecia en los músculos del abdomen y unaapi- reccia general. Su curso es irregular; termina ya por la curación, frecuentemente también por parálisis en los miembros superiores, y rara vez por una encefalopatía. Se diagnostica esta enfermedad por el conjunto de los sínto- mas antedichos; no hay diarrea, ni tenesmo, ni fiebre, ni el dolor aumenta á la presión, para creer que es disenteria ó cólico de cobre; tampoco puede confundirse con una sim- ple enteritis por el último carácter; la peritonitis lleva sus síntomas mas allá, excesiva sensibilidad á la presión, meteorismo, fiebre; ól íleo por el relieve de las azas intesti- nales á través de las paredes del abdomen, vómitos ester- coráceos; el asiento del dolor lo distingue de los cólicos hepático y nefrítico; la gastralgia y enteralgia se distin- guen por el estreñimiento poco rebelde, los vómitos acuo- sos y no porráceos, en fin, los antecedentes del enfermo; por último, el cólico vegetal no existe sino en India y China etc. El tratamiento de la Caridad, tan ventajosamente usado y que mas ó menos modificado consiste en purgantes drás- ticos, na; có i sos y sudoríficos, metódicamente empleados; el sulfato de magnesia 60’ el aceite de cróton tiglio en píldo- ras de á gota, tres á cuatro statim y Otras tantas una ca- da 2 horas, continuándose una cada n y m en los subsi- guientes dias; si hay náuseas y vómitos, se debe de comen- zar por un eméto-catártico, emético 0’05 á O’IO y sulfat. soda 45’ á 60’; los enemas purgantes, hojas de sen 12’ á 20’ jalapa 4’ en infusión de 500’ agua y 20’ á 40’ miel mer- curial; el opio en píldoras de 0’05 á 010’ y si aún no cal- man los dolores á los varios dias, una pociori de clorofor- mo 4’, Cloridt. mor. 0£05, musilago gomozo 240’, sirop azahar c. s. una ch. c. 2 h. cataplasmas laudanizadas al vientre; una limonada por bebida y caldo por toda dieta, nos dan muy buenos resultados. Dolores saturninos de los miembros y del tronco—Mas frecuente en los que ya han tenido cólicos saturninos; es muy general, afecta á los músculos y articulaciones, apé- 5 ñas podemos decir que existen porque casi no se diferen- cian de los dolores reumáticos frecuentes en los soldados por su falta de abrigo y miseria en que viven; los conme- morativos nos sacan de la duda y se tratan por baños sul- furosos y frotaciones anodinas. Encefalopatía saturnina — Accidente poco frecuente de las tres formas que reviste, apenas he observado la for- ma comatosa sida b complicada con la delirante seguirse á un cólico prolongado y grave; el sueño profundo de que parece fueran acometidos, es interrumpido de cuando en cuando por quejidos y gritos; muy raro es que se acompa- ñen también de la forma convulsiva, las pupilas dilatadas, en fin, haría todo creer en una afección de los centros ner- viosos meningitis, encefalitis de que solo se distinguirán por la falta de fiebre, el pulso lento y algunos síntomas del có- lico. Alguna vez puede haber necesidad de distinguir la forma delirante del delirium trómens, tanto mas, cuanto que la frecuencia de este último tiene su razón en el abu- so que hacen de los alcohólicos los soldados; pero á éste lo acompañan el temblor en los miembros, la vacilación en la voz y en la locomoción, y faltan los síntomas del cólico. La terminación es nada feliz; el tratamiento se estrella con- tra la imposibilidad de volver la salud al paciente; los an- ti-espasmódicos y tratar cada forma como si fuera esen- cial, es cuanto hacemos. Parálisis saturnina—Como primera manifestación es rara, sigue mas bien á las segunda y primera forma, cuan- do no han curado; esta parálisis (de la motilidad casi siem- pre) afecta la extremidad de los miembros superiores fre- cuentemente el derecho de preferencia, limitada á los esten- sores permanece indefinidamente; muchos de ellos suelen ser atacados del cólico de tiempo en tiempo y reaparece la parálisis que se creyó curada, lo que se esplica por la per- sistencia de la causa nociva. Cuando la parálisis se gene- raliza, viene la atrofia de los estensores y hay una flexión cada vez mas pronunciada de la mano; progresando el mal, viene naturalmente la demacración general y el término fatal, \ uelvo á decir que su duración es indefinida y es así como de tiempo en tiempo piden los auxilios del hospi- tal ya con un nuevo cólico, ya con dolores saturninos que terminan por una parálisis mas ó ménos larga. Su princi- pio, los conmemorativos etc. la distinguen de una parálisis esencial, así como lá falta de síntomas que revelen altera- ción de los centros nerviosos. Su tratamiento está en la administración de sulfat. de Estricnina O’OIO, 0’025, 0’030; la tintura de nuez vómica 10 gotas que se aumentan en proporción, baños sulfurosos y corr entes eléctricas. No dejaré de citar aquí un caso de parálisis saturnina en la mujer de un soldado de artillería y que según su re- lación fué afectada de la intoxicación por ayudar á su ma- rido á limpiar sus correajes con albayalde; ahora mismo existe en el hospital de Santa Ana, en un estado de dema- cración y atrofia muscular, resistiéndose á cuanto trata- miento emplean los Médicos de la Sala de Clínica In- terna. III. Proscribir la causa tóxica y alejar ó siquiera mejorar las circunstancias que predisponen al soldado á ser presa de la intoxicación saturnina, hé allí cuanto hay que hacer en bien de esta clase harto desgraciada de nuestra socie- dad. El Gobierno Civil que no há mucho rejia los destinos del Perú y que tan grandes mejoras introdujo en todas las clases sociales, dejó también sentir su bienhechora influen- cia en la clase militar; no solo creando escuelas en los cuar- teles y mejorando la condición moral de los desgraciados que nos ocupan, sino que atendiendo á sus necesidades materiales les proveyó de cuanto es necesario para la bue- na salud de institución tan útil. Entonces también, se sos- tituyeron las correas que han menester del albayalde, por las que brillan y relucen mediante el betún, en los cuer- pos de infantería. Acábense de sustituir las unas por las otras y si tan 7 esencial es el blanco en los correajes, déseles los de cuero charolado, como usan los oficiales. Sígase el ejemplo comenzado en cuanto á la moral del soldado, y proporcióneseles las ropas de cuerpo y de cama convenientes para que puedan mantener su existencia; vi- jílese la alimentación y no se pierda de vista la higiene y aseo de los cuarteles y del soldado como individuo aislado. Cuerpos hay en que la única ropa de cama que tienen es el vestido que les sirve de dia (como pueden "informarse de ello); mientras que por otro lado causan un notable con- traste los pantalones sencillos para estaciones de invierno; la falta de calzado en otros, y en fin, la miseria de sus orga- nismos, dice mas elocuentemente cuanto pudiéramos ha- blar á este respecto. Así se explican los reumatismos tan frecuentes, los es- tragos que hace el paludismo, la escrófula, las bronquitis y demas catarros, la dispepsia y disenteria pútridas y en fin la tuberculosis que gracias á los esfuerzos de la medi- cina no acaban por diezmar nuestro ejército. Finalmente á mejorar la condición física y moral del soldado para evitar las causas predisponentes y á proscri- bir el uso del albayalde para evitar la causa tóxica y oca- sional de los envenenamientos por el plomo, es á lo que se ha referido el presente trabajo que os presento, pidien- do indulgencia por las faltas cometidas en su curso. Lima, Diciembre 10 de 1877. Evaristo M. Chavez. V.c B.°—Celso Bambaren.