DISENTACION ■ r.;^- BUENOS-AIRES. Imprenta del Estado, calle de la Biblioteca nám. 89. (;.A, $-: LA FIEBRE ATAXICA _Yt" PRESENTADA Y PUBLICAMENTE SOSTENIDA UNIVERSIDAD DE BUENOS-AIRES, PARA \ÜBTÉNER el grado de DOCTOR EN MEDICINA po* ;¿ JOSÉ GREGORIO ACUÑA* .'-• ■ .'¡:'íi M-.'í t<-.¡.-. i-:.,- T '' ft,,"_"- ' 4 . ViceRector de la Universidad, encargado del rec« torade; provisoriamente, Dr. D. Paulino Gari. ¡PRESIDENTE. Catedráticos. f Dr, D.Juan Antonio Fernandez. Examinadores. < Dr. D. Martin García. { Licenciado, D. José Fuentes Arguíbel. Padrino...^.... Dr. D. Juan J. Montea de Oca. A MIS QUERIDOS PADRES. Vuestros consejos paternales, me hicieron abra- zar la honrosa carrera que voy á seguir, y los sacrificios que habéis hecho por mi educación, me han impuesto el sagrado deber de ofreceros este primer ensayo, fruto de mis estudios médicos, como el mas verdadero testimonio de respeto, de amor y de eterno reconocimiento. Vuestro humilde y ob- cecuente hijo. , .- ,, ,(J,G.,ACUÑJ. m PRELIMINAR, Las fiebres son por lo general las enfermedades mas frecuentes, f Con lasque ba-y muy pocas que no se compliquen, de cuantas el cuerpo humano está expuesto á padecer. Entre ellas su carácter y su importan- cia son tan diferentes, ya por la facilidad don que se encuentran á cada paso en la practica, ya por el conjunto alarmante de síntomas que las acompañan, ya por al número de personas qua pueden padecerlas •n una misma ¿poca, y ya enría, por el grado, de mortalidad qué las acompaña; por estas consideraciones ellas han fijado muy particular- mente mi atención ; y sobretodo, la que han descripto algunos antiguos con el nombre áe fiebre maligna, que Mr. Pinel llama fiebre atóxica, j Mr. BroussaU considera como una gasíro-enteritis con irritación consi- derable ó flegmacia del cerebro. Mas como la denominación de una enfermedad sea cual fuese, es una cesa bien insignificante, desda el momento mismo que pneda distinguirá» con claridad el lugar y el modo como un órgano padece, me serviré en adelante de la nomenclatura de Mr. Pinel, no solamente por ser el primero que las ba clacificado mejor, sino también par ser tan reconocida como familiar entre los médicos. No entrará en mi propósito atacar las teorías pasada», ni proclamar ías dominantes, porque ellas siguen todas la marcha de las demás cien- cias, qua no han 1 egado á merecer el titulo de exactas ; y aunque se encuentre una marcable diferencia en la Therapentica que propongo,, y el tratamiento que aconsejan los, autores, que la han descripto veinte años atrás, si ella no fuese apoyada en la observación y la experiencia, y sostenida por la autoridad respetable del primer médico de este- siglo, no me atrevería á dejar las huellas, que hasta estos tiempos nos dejaron trazadas los maestros del arte. Tampoco me propengo, señores, presentaros nada original, ni nada nuevo en una materia, sobre la que se ha escrito tanto ; porqne esto está anteramente fuera del alcance da un joven estudiante, que tiene que sostener y presentar á vuestro fallo, la historia de una enfermedad que vá á ser el primer ensayo, y la última prueba qae rs ley le exige para merecer el título mes honroso de la carrera medical. Yo conozco, señores, la desigualdad del combate, me siento necesitar de vuestra indulgencia, y espero con confianza que no os negareis & acordármela, sino habéis olvidado aun, que este lugar no puede ocuparse jamas cea tranquilidad, con confianza, y sin los temores que tiene siempre el que se encuentra en la situación que yo ocupo. HISTORIA Y DEFINICIÓN DE LA ENFERMEDAD. Es casi imposible dar una definición general de todas las fiebres en conjunto por el número y la inmensa variedad de fenómenos que Tas acompañan ; y creo firmemente habrán pocas voces en la medicina, cuyo sentido sea tan vago como el de la fiebre, sin embargo, de que ningún profesor ha dejad» de conocer cuando un enfermo tiene fiebre, aunque (4) nadie hasta ahora haya sabido definirla perfectamente. Hipócrates", el primero que devidió las fiebres en varias especies, jamas trató de definir- las en general ; Galeno, sin embargo de haber tratado largamente de sus diferencias y causas, tampoco quiso definirlas, porque quizá conoció la dificultad que habia en esplicar la causa próxima de las fiebres en detalle, en sola una definición; y tanto mas cuanto que su etiología en aquella época era aun bastante desconocida. ¡ De cuantos errores dema- siado perjudiciales, da cuantas reyertas inútiles y contenciosas no se hubiesen escusado, muchos de los médicos, tanto antiguos como modernos, si hubiesen imitado á estos dos ilustres profesores!' Pero, dejando anulado estas cuestiones, qua son de ninguna utilidad en la práctica, y contrayendome á la fiebre atáxica en particular, bajo los auspicios del autor de las flegenacias y de sus comentadores, y ayudado por las reiteradas observaciones dioicas, anatómico patológicas, podré decir, que es una encefalitis á las veces primitivas-, mas comunmente secundaria, ordinariamente acompañada de la gastro-enteritis, ó sobrevenida en el curso de una inflamación de un órgano cualquiera. En efedo, la anatomía patalógica, ha hecho ver que si bien en el mayor número de casos vá siempre acompañada de la gastro-ent ritis, y á su vez también de la hepatitis, de la peritonitis, de la neumonía, &c , hay sin embargo otros en que no lo está; pero jamas sin la irritación encefatica. Tal es la fiebre que ha sido llamada Maligna por los antiguos; Tiphus por Sauvage y Cullen ; Febria atacta por Selle; Febris nervosa por Frank ; Fiebre atáxica por Pinel; y gastro-enteritis con irritación considerable ó fiegmacia del cerebro por Broussai. Tal vez la falta de bastantes conocimientos anatómicos y fisiológicos, fué la causa porque la llamasen maligna les médicus antiguos, qua obser- vando con cuidado las operacionen da la naturaleza, vieron que algunos enfermos esperimentaban muy graves y terribles síntomas, y tenían una fiebre muy peqeeña, de modo que hallaban una muy grande despropor- ción entre la enfermedad y los accidentes que nacían de ella ; probab'e- mente tomaron esta semejanza de algunos hombres que demuestran en lo exterior una buena índole, y sus acciones van acompañadas de mala fé y de malicia. Los autores antiguos y aun algunos de los modernos, han establecido mil dudas sobre la causa próxima de la malignidad de esta fiebre. Les humoristas han dicho que era una alteración particular de los humores, es decir, crudos y fétidos, acumulados en las primeras vías ; los otros que era una viscosidad morbífica de los jugos linfáticos, ó uoa fermenta- ción salino sulfurosa ; y otros una afección indeterminada del sistema nervioso que se le designaba con el nombre de irritación, i Quien no vé aquí claramanta que todas ellas no pueden casi de ningún modo, sostenerse en el estado actual de nuestios conocimientos médicos? No puede absolutamente negarse, que los médicos han cometido en esto algunos abusos, porque las enfermedades que no han 'conocido, las han llamado malignas, encubriendo con esta terrible y espantosa voz su ignorancia. Esto mismo obligó al celebra Sidci han, á decir con mucha justicia, que la falsa y supuesta opinión de la malignidad, habia hecho en el linage humano mas estragos, que la terrible invención de la pólvora. Como la medicina es una ciencia de observación y de esperiercia, nada es mas necesario al profesor juicioso, que tener el especial cuidado de hacer marchar siempre de frente, y como el móvil de su conducta (5) médica, las investigaciones sobre la economía animal. Asi es romo Baldinger, después de un estudio profundo de la medicina Hipocráiica, y ayudado de las investigaciones de los modernos, ha hecho una unión ingeniosa entre los fenómenos de la irritabilidad y de la sensibilidad (en su opuscula médica^, y entre las nociones, exactas y luminosas, que el principe de la medicina nos ha trasmitido sobre los signes.característicos de la fiebre maligna. "Sentimiento de frió ó estremecimiento general del cuerpo, tención, regid z del tronco, de la columna vertebral, del cuello, de los miembros, algunas veces con síntomas tetánicos; sudores parciales y.ligeros, al mismo tiempo otras afecciones locales mas graves; pérdida de la voz, delor al cuello, agitación, un mal estar general, terrores pusilánimes, abatimiento estremado, tristeza profunda sin causa conocida, disuria ó» iscuria, estupor, alteración de las furciones del entendimiento, hasta el punto de no conocer á sus mas íntimos amigos,, pirbercion de la memoria, afección comatosa, delinio taciturno, bien sea en la vigilia ó bien en el sueño, postración total de fuerzas sin ninguna evacuación abundante, mudanzas repentinas en las excreciones, res- puestas bruscas y atrevidas, un mirar estraviado. lengua trémula, &c." Y bien, ¿ quien no,lia observado á la cabeeera de los enf«rmos,.los sínto- mas de malignidad notados en les pronósticos de Hipócrates ? Ha visto repetidas veces en el hospital, enfermos atacados de fiebre ataxica, cuya vista era tan sencible, que no podían soportar la mas suave ¡rnprecion de luz., y sus oídos eran tan vivamente afectados por el ruF3b mas pequeño, que algunas veces les. resultaban convHlciones, y suceder lo mismo con el tacto y el olfato; lo que prueba que estas leciones no están sostenidas por un estado de aberración, disminución, ó perturvacion de las funciones nerviosas, como lo han creído algunos autores. La duración de las-fiebres atáxicas está subordinada á su tiempo, y nada es mas frecuente que observar en semejantes ataques remicíones, qua aprimera vista lisongean aun el observador mas circunspecto, para después hacer resaltar los grandes resultados de su terrible marcha, condueiendo al paciente deseapeíadamente a los bumbrales del sepulcro. Su tipo puede ser continuo, remitente ó intermitente. Las fiebres aladi- cas continuas terminan á los siete, catorce, veinte y un día, y aun mas; algunas veces se presentan evacuaciones criticas y otras no. La duración de las remitentes ó intermitentes, está fuera de todo cálculo, y es aun bastante desconocido en el estado actual de nuestros conocimientos médicos. CAUSAS. Sí puede llamarse axioma en la practica de la medicina, que para emprender el tratamiento en una enfermedad, es menester c nocerla perfectamente, no lo ea menos el conocimiento de las causas capaces de desarrollar alteraciones patológicas, masó menos profundasen el cuerpo humano. ¿ Cual seria la suerte de un enfermo, que confiado á manos inespertas, y ufano únicamente ron el poder de sus formulas, tratase de despreciar todas las causas sensibles que hubiesen influido directamente en el desarrollo de su enfermedad ? Las cau*as de la fiebre ataxica, son las mismas que producen las calenturas inflamatorias y adinámicas, cuando obran sobre sugetos muy dispuestos, ó afectados ya de una irritación cerebral. Si las causas han obrado primeramente sobre el estomago, sobre los intestinos, ó sobre (6) • tro órgano cualquiera, puedre decirse que la enfermedad que se ha llamado fiebre ataxica, es en este caso secundaria; circunstancia muy necesaria é indispensable, para cuando el médico se encuentre á la cabecera del enfermo. Las causis de la fiebre ataxica, pueden dividirse en dos clases, primero en predisponentes, es decir» las que se encuentran en la misma maquina, á consecuencia de la estructura, temperamento, y organización particular de cada individuo: segundo de los objetos que le rodean, ó> seres con quienes se encuentra inmediatamente en contacto. Entre aquellas se cuentan el temperamento nervioso, un incremento muy rápido, caracterizado por la grosor y llenura del cuerpo, la hipocondría, melancolía, manía, la infancia, el sexo femenino, una educación seden- taria, la edad floreciente y el desarrollo prematuro de la inteligencia. Estas por sí, casi nunca desarrollan la fiebre ataxiea, sino que es menester se encuentren reunidas á las ocacionales, que son las que pertenecen á las segundas, y sen las «¡guíenles.— Los pxesos en los trabajos del gabinete, las meditaciones fuertes J> muy continuadas sobre apuntos abstractos, una aplicacii n estrenada al estudio de las ciencias, der la literatura y de las artes; las paciones fuertes como el amor, el odio, los celos, la ambición, los disgustos, la cól«ra, la nostalgia, &.; los qué se hallan debilitados por las continuas miserias, las hemorragias excesivas, la vida cedentaria, la debilidad que se observa en Jas convalezcencias, ó la que resulte de las diberzas enfermedades crónicas, la masturbación, el exceso en lo» placeré» venéreos y las vigilias prolongadas. El uso frecuente y continuada de tas bebidas alcolicas y narcóticas, las comidas muy compuestas con condim'rnutos cálidos, la imprecion repentina del calor, bien sea natural ó artificia), el vivir en, locales estrechos poco ventilados, y cuya acrmóe- fera ge halla, viciada por la corrupción de substancias animales ó vegetales. Es también propia de los que viven en reunió» con otros muchos, y sobretodo, si plguno de esta multitud está afecto de la Biisma enfermedad, del escorbuto, dé la gangrena, &c. Las mugere», que habiendo llegado á la edad crítica, quieren abusar de cierto fárrago d« medicinas tan necias como perjudiciales; los que se encuentran en sitios ÍaetanoisóSv fríos y humedojs,- principalmente si duerme-o en ello», la» acidiosos y poco' afeados, las afecciones morales, tristes sufrida» po* mucho tiempo, el ocio y la v.ida demasiado activa. Tales son, señores, las causas'ya predisponentes ya ocacionales, que los Nosologistas han asignado á la fiebre ataxica, circunstancias á la verdad, cuya influencia, al primer golpe de vista, parecen producir un estado remarcable de devilidad en toda la máquina ; pero- si nos apoyamos en las reiteradas observaciones clínicas, llevando siempre por guia la medicina de observación, y el rebultado de la autopcia cadavérica, veremos que todas ellas no siempre obran de un mismo modo sobre distintos sujetos, ni sobre uno solo, sino según las distintas circunstancias particulares e,n qué se encuentre, y son tas mas apropósito para desarro- llar las irritaciones mas intensas sobre el cerebro y sos dependencias, sobre él tuvo intestinal, y sobre otro cualquier órgano-, coustitoyande las flegmacias que son su consecuencia. Pasemos á analizarlas bia- be menté, EXAMEN DE LAS CAUSAS, El temperamento nervioso, un incremento muy r&pide, la bipocoa. (M dría, manía, melancolía, la edad floreciente, una educaeion cedentaria, el desarrollo prematuro de la inteligencia, la infancia, y el sexo femenino-, son otras tantas circunstancias, se ha dicho que predisponen á esta afección. En efecto, i quien no vé claramente qne todas estas causas, hasta cierto punto, aun sin el auxilio de las .ocacionales, son sucepiibles por sí, de producir directamente exitaciooes fuertes y profundas en el cerebro y sist termínente. La respiración presenta diferentes variedades, algunas» veces hay anciedad, la voz se altera, se pone entre-cortada, debtl, sus- pendida-, aguda ó ronca ; las palabras mas lentas ó mas bruscas que en el estado de salud, y siempre mal articuladas; otras veces tez, estornu- dos, suspiros y risotadas sin conocimiento del enferme. Los órganos sensitivos ó se entorcecen 6 adquieren una movilidad extraordinaria, los ojos brillan, las pupila*-se ponen fijas, ó se contrahe una cuando la otra •e dilata, los oídos no pueden soportar los sonidos mas suaves; h.\y imoflios ó soñolencia, coma, vértigos, delirios ó integridad del entendi- miento, ningwn conocimiento de los amigos, ni de su estado de gravedad, afonía ó balbucencia, carpología, suma postraccion de fuerzas sin eva- cuaciones copiosas, sáilo de tendones, convulciones, perlecía universal Ó parcial, síntomas de tétano, de catetepsia, de epHepcía, &c. El calor y las secreciones participan igualmente del est.do patoló- gico general de la economía : el primero se encuentra muy desigualmente disonó*]ido en lageiveFS^s partes del cuerpo, puede attar aumentarlo ó- disminuido, alguna*, partes son quemantes, otras son frias, y otras en su estado natural. Las segundas presentan desórdenes muy varia 'os, I» orina unas veces se suprime, otras se arroja con facilidad, las mas veces está c4»ie, aunque en ciatos cas<,s se observa sedimentosa y f-in remisión de síotora; s ; tas mueesidades de la boca suprimidas, la lengua se pega al paladar, los ojos unas vei«s están lagrimosas, otras resecos, se obser- van sudores [iae«gt»r»>8, á veces bay ictericia general 6 parcial, debida Becesa■ verfr* exantemas, krs petequias, ras hemorragias, la suprecion de la «4ina, el desarrollo de Ias parótidas, &c. TaJfS. son temores, los principales síntomas de la fiebre ataxica : jamas >»XKle« tivéoe ei. tro mismo individuo, p«ro si pueden presentarse muchos á la ve«0 sueteerVamtiBte. Predominan casi siempre sobre todos los demás uno ó mücl-osOe los que Se presentan, é ímprio-en á la enfer- medad oii carácter particular. Pero eotretorios, ellos les mas graves y alarmantes, son sin diputas lo» que se dejan sentir sobre el aparate (11) ■ ervioso, ya dependiendo de una irritación directa del cerebro, como la ■encivilidad muy grande de los órganos de los sentidos, el ingenio, I delirio, la carpología, el tétano. &c : ya de un estado asténico aparente de la misma entraña, como la insen ivitidad Ó indiferencia del enfarmo, el coma, la postración, la soñolncia, la perlecia, &c. Los unos no manifiestan de modo alguno la ataxica del cerebro, sino un estado de exitaci«n particular, que mas bien podía llamarse estado flegmasiaco. Los otros aurtque dejan ver claramente la disminución de su actividad funcional, no por eso debe atribuirse esclusivamente a sn debilidad, pues que la observación y la práctica nos hace ver diariamente que estos mismos síntomas se presentan? también en las alteraciones1 inflamatorias del cerebro y de sus dependencias; la encefalitis, la aragnoiditis, la hemorragia del cerebro, y ultim mente en todos los casos en qne este órgano sufre una irritación cualquiera que elevada a un grado muy alto altera ó suspende sus funciones, asi como del resto de toda la economía. La frecuencia del pulso depende evidentemente de la irritación del corazón, mtreno mas si se presenta duro y fuerte^, asi como Cuando Id muerte esta próxima, se hace poco frecuente, pequeño y débil; auuque las mas veces la lentitud del pulso puede depender de una profunda inflamación ó de la misma alteración particular del cerebro que no puede irradiar combenientemeute sobre el corazón, pues que se observa también • n la apoplegia, en la congestión Cerebral y en la encefalitis. La sequedad de la lengua, la rubicundez de sus bordes, la Sed, él vómito, la diarrea, el doler á la precien á todo el vientre, lejos de probar la existencia de una aSUnia intestinal, ¿ no manifiestan evidente- mente la de la gastro-enteritis ? La inapetencia so Cree generalmente qife no debe ser causada, sino por la atonía del estomago, porque parece mas racional que con la energía de este y de la mayor parte de las funciones, "-1 apetito aumente, ó al menos inmediatamente antes de deílarars* las enfermedades esténi- cas. Este error desaparecerá desde el momento mismo que sepamos conocer los verdaderos cará< teres y la marcha de ía gastritis, y de la gastro-enteritis crónicas, esplicados en las flegmaciaí crónicas por Broussais; ¡ en ese digno monumento que ha venido á llenar el vacio que aun existia en la m duina ! Ll meteorismo es efecto dé la inflamación desigual de las difeientes regiones del tuvo digestivo, asi como la flogosis violenta y uniforme de este mismo canal lo contrahe, como se ohserva en el colera morbus. Se ha dicho también que las petequías, las equimosis y las hemorra- gias, eran precisamente simples efectos de la astenia de los capilares que no teniau bastante energía para retener la sangre que les llegaba con fuerza. Si asi fuese efectivamente, ¿como no se observa en los últimos momentos de nuestra existencia ? Pues es entonces que la astenia llega al maximuo de su debilidad; ¿y por qué la masi ée la sangre en este caso, no se acumulr en grupos por todas las estremidades c«p. lares d«l cuerpo? ¿No se vé al contrario que las petequias se ponen descoloridas y amarillentas, cuando el enfermo está agonizando, en ese terrible memento en donde la contracción de l'os capilares externo*», arn ja de si ledos los fluidos, mientras que el dolor de las visceras irrita* das los llama al interior? Yo estoy muy distante de sostener que la debilidad i¡el sistema capilar sanguíneo, no llega al último grado por los progresos de las enfermedades febriles; pero si he visto que dichos fenó- menos no esperan el periodo de debilidad general para presentarse, sino (12) 31 da las mas viva reacción. Y asi creo que estas afecciones enfangas, asi como las hemorragias externas, son un efecto sintomático, aunque inesplicable, de la irritación que existe en lo interior de las visceras, y principalmente en el canal digestivo. En cuanto á las hemorragias internas, como se presentan en el mismo parage en donde existe una fuerte irritación sanguínea, como la aplope- gia, por ejemplo, es imposible atribuirle otra causa que la irritación. Los movimientos convulcibos. y espasmodicos acompañados de un pulso blando, no prueban da ningún modo Ja debilidad como opinan algunos, ellos pueden presentarse indistintamente en e hombre fuerte, como en el hombre débil, y el pulso en este caso ser el resultado del espasmo del coraz >n y no de su atonía ó debilidad. En una palabra, bien analizados todos ios síntomas de la fiebre' a<áxi< a. casi no hay uno que no anuncie un estado de irritación ó sobre exitaiion general ó parcial ; y tanto mas cuanto que la antopcia cada- bérica nos ha manifestado siempre huellas profundas de flegmacias en el cerebro, en e¡ canal intestinal y en otros órganos. Esta enfermedad presenta en su marcha un carácter incidioso y muy grandes variedades, sea en los dis'intos snjetos, sea en uno mismo en dibersas épocas. No se observan muchas veces ni delirios, ni sobresaltos de tendones, ni convulcienes, ni ninguno de les síntomas que manifiesten claramente el peligre. El bulyo, y aun algunos médicos pnce abanados a observar estas enfermedades, se dejan anasti'ar de la primera imprecion y arrojan un pronóstico faborable, quizá momentos antes de una fatal terminación. Pero si se examina con la d«bida atención al enfermo, sa encuentra comui.mei te ej su fisonomía un aspecto que no le es propio y come ocultando ciertos misterios ¡ociaos >s, hay desasen general y angus- tias, que la naturaleza no las puede presentar con ciar idad, para peder determinar su lugar y sospechar su causa. En sus síntomas principales, también se presenta una movilidad extraordinaria, pues tan pronto se dirige de la cabezo al peche, del pecho al abdomen, d*l abdomen a las est'emidades, que puede muy bien haeer sospechar que cada dia se desarrolla una nueva enfermedad, ó que hay transformaciones diarias de la enfermedad primitiva. Asng-uran algunos prácticos haber visto varias veces, en > nimiedades do esta clase, en el corto espacie de 48 horas, cólicos muy fiwrt.s, dolores insoportables en los lomos, disneas espantosas, vómitos alarmantes y espasmos muy dolo- rosos de la bégiga. Estas son las congestiones fugaces du los autores. COMPLICACIONES. La fiebre ataxica continua algunas veces es simple, otras se presenta complicada con alguna otra calentura, y se denomina del modn siguiente Fiebre «tuxica inflamatoria : fiebre ataxica gástrica ó biliosa: fiebre ataxica muí osa : y fiebre ataxica adinámica. Fiebre ataxica inflamatoria. Esta complicación se presenta en los jóvenes, pletoricos, tuertes, dotados de un carái ter violente ; y se desar- rolla bajo la influencia du causas propias para fuborecer la plétora. La primabera, los países fértiles, principalmente en los años en que las cosechas son abundantes ; el temperamento sanguínea, un rostro colérico, un carácter vivo y jobial. También las que producen directamente la exitacion del sistema nervioso; constitución irritable, sexo femenino, •desarrollo prematuro de la inteligencia, temperamento nervioso, *c ( 13 ) "ímbade generalmente de un modo rápido y al principio de las epidemia*, presenta desde su invacion una grande intencidad. Sus principales fin- tomas son, un pulso grande, fuerte y llenó. Calor aumentado, respira- ción frecuente, movimientos combulcivos, delirio muy violento, esfuerzos para salir déla cama; la cara se pone roja y turgente, los ojos se inflaman, la piel caliente y bumeta, sed inestinguible; la orina sale en muy pequeña cantidad, con ardor y muy encendida. Su duración es siempre corta, y casi siempre se presenta nna hemor- ragia nazal hacia el cuarto día, y el enfermo esperimenta un gran alivio después e este epistasis. Jamas pasa d«l segundo septenario, ó al menos muy raras veces, y los síntomas inflamatorias febriles predominan sobre los de la ataxica. * Fiebre ataxica gastle manos y de pies. Fiebre ataxica mucosa. En la discripcion que hace Stoll, de la fiebre epidémica del año de 1777, sé encuentran lodos los f.i órnenos de esta complicación, y difieren muy peco de los de la fi-bre ataxica simple. A laca á los sugetos predispuestos á las enfermedades mocosas, p<>r causas bien sea predisponentes ó concomitantes. i;¡ temperamento linfático, la infancia, la adole cencía, el sexo femenino, una salud deteriorada, sucesivamente por las fiebres interroinantes, por les catarros crómeos, por la gola, el reumatismo &c, por el abuso de lo. remedios evacuantes, por l<-s exesos del coito. L-is concomitantes, son el otoño » el hibierno, ¿1 habitar en parages encenago*, fríos y húmedos, «n donde los rayos solares, no pueden obrar coneneigia, el abnso de substan-las crasas y farináceas, y de frutas inmaturas. Los dolores cenme-i-os- de los lomos V d« los mi mbros, son mas violentos qie en la fi-bre rno'osa simple, h y prurito en la ala de la nariz, las pupilas se dilatan, las diarreas ton abundantes é incómodas, que alguna, veces vienen mescladns con lom- bric*«- y amas todos los -íntomas generales de la encefalitis simpt-. Fiebre ataxica adinamicu Esta eS una de las mas terribles compli- caciones que puede ofrecer la fiebre ataxica. Se obcerva particular- mente en los indigentes, en los pricioneros de guerril, en las cas^s de detención, en los hospital.-s de peco aseo y comodidad, en las ciudades „ tiad.iv, y en los ejér itos que después de grandes desastres, se reti- ran vencidos delaute del enemigo. ■'*"'• • Sus sintonías se anuncian por una gran postración de fuerzas. Uesde su invacion, el pulso es débil y frecuente, a res iracion se pone pe;quena v acelerada, v paree ■ n síntomas engañosos de congeUmn, sobre el orgbno nul • onar. l'.l alienta es fétido. la lengua, seca y negra; las fosas nasalee, las enci", los dientes y los labios cubiertos de Un mu,-osidad fuliginosa y <*ca El enfermo desea tomar bebidas aciadas, y uaa aberciou total a ( 14) todos los alimentos. La deglución es siempre difícil, por la parálisis del farinx. En algunos enfermos, las bebidas caen al estomago, como en un bazo inerto. La parálisis de que siempre se afecta la begiga, hace que la orina, ó se suprima, o se emita imboluntariamente, pero siempre de un color subido. Al principio, la piel se presenta caliente y seca, después se cubre poro á poco, y por grados de sudores viscosos de un olor manceabundo. El cuerpo se cubre de equimosis y de petequias mas ó menos estensa». Se forman ulceras gangrenosas en el sacro; en los trocánteres y en todas aquellas partes en donde se habian aplicado vegigaiorios ó sinapismos. El enfermo toma una pocicíon supina en la cama, el delirio no-es violento, mas el insonio es casi continuo. Todos los sentsdos se desor- denan, y el enfermo cae en un estado de estupirles profundo; sus res- puestas S'»n tardes y mal articuladas: un estado de indiferencia absoluta, en lo» objetos capaces de exitar el mayor ínteres, y aun en aquellos mismos que antes habian sido el objeto de bus mas tiernas caricias. ¡Hé *by, señores, el horroroso cuadro que nos presenta los síntomas de esta fuuesta complicación! DIAGNOSTICO. El diagnostico de la fiebre ataxica, ofrece dificultades en muchas rircunetancias. Al principio, sus signos son siempre oblemos, y se oculten con gran facilidad álos que están poco abituados á observarlos. Sinembargo, si al observar los síntomas, se tiene en consideración, las circunstancias que han precedido ala imbacion de la enfermedad, tales como las afecciones, morales tristes, los presentimientos siniestros dea, y también l<» idiocineracia particular del sugeto, se puede pronunciar, sino con una entera certidumbre, al menos con mucha probabilidad. También es fácil tomar la mauia, y el hid ocefale agudo por la fiebre ataxica, y está por aquella». Pero si reflexionamos detenida- mente sobre sus diferentes síntomas, sus causas, y la época de la vida en que aparecen, será bastante fácil dlcipar la denza niebla con que muchas vecesse ocultan en estas circunstancias. La manía sa confunde con la fiebre ataxica, solamente bajo ciertas y determinadas formas, y muy a los principios. En la manía, el calor y la frecuencia del pulso, cesan en general con la agitación del cuerpo, el estomago se baila en su estado de iutegridad, y egerce bien sus funciones, hay apetito, las materias fecales, se arrojan cerno en estado de salud. Estas circunstancias, bastan muchas veces para formar un juicio cierto, aunque en algunos casos, es menester suspenderlo por algunos dias. El hidrocefalo agudo, se desarrolla principalmente en la primera infancia y en la veges, épocas de la vida en que la fiebre ataxica es muy rara, aunque no es extraordinario que en los niños muy pequeños, la marcha del hidrocefalo se asemeje en todo á la de la fiebre ataxica, per lo que muchas veces suele haber bastante incertiJumbre á este respecto. TERMINACIONES. La fiebre ataxica, asi como todas las enfermedades, puede terminar é por la salud, ó por la muerte, ó por otras enfermedades. Cuando termina por la salud, que es lo mas común, se observan algunas veces ciertos fenómenos, que pueden mirarse como críticos? ( 15) sudores abundantes, orinales sedimentosos, ciertas hemorragias, emi- ciones repetidas de esperma; pero eo el mayor número de cosas, no se presentan fenómenos que pueden mirarse como tal. La muerte puede sobrebenir desde el tercero al quinto dia, pero mas comunmente de los diez á los veiote, y también mas. Unas veces en medio de los síntomas mas venigeo»; otras en medio de ios síntomas aiaa alarmantes, tales como la apnptegia, la sofocación, el coma, la suma postración de fuerzas, y la gangrena do los intestinos. Las enfermedades que pueden sobre ve a ir á la fiebre ataxica, son, las inflamaciones de la3 parótidas, lee abcesee en el tegido celular délas membranas, la pérdida de alguno de los sentidos externos, las parálisis, las combulciones de toda el cuerpo, una gran postración de fuerzas, un estado de indiferencia absoluta sobre todas las coBas, gangrenas exter- nas, metástasis, supuraciones, ¿ka. PRONOSTICO. El pronostico de la fiebre ataxica ha sido desdé el tiempo de Hipó- crates, hasta nuestros días, el blanco de las mas profundas investigacio- nes de muchos prácticos, y el asunto de muchas obras. Es muy difícil determinar á punto fije, en los primeros días, cual deba ser su terminación. Aveces aquellas que se presentan con síntomas mas benignos pueden terminar prontamente con la muerte, y las que aparecen desde el prin- cipio con fenómenos demasiado alarmantes, no siempre tienen nn éxito desgraciado. Por lo que debe ser muy recerbado, y tener siempre «n consideración para ello, las causas qne han precedido, y los principales síntomas que las acompañan. Cuando 1* enfermedad se presenta en un individuo que ha perdido su fortuna, o un emplee lucrativo de donde sacaba les medios para su exis- tencia, es comunmente incurable. Lo mismo con corta diferieqcia, sucede con todas 1 ¡s afecciones morales tristes. El delirio furioso, el rechinamiento de los dientes, las escrecionea involuntarias, los saltos de tendones, el insonio tenaz, la falta de relación reciproca en la dilatación délas dos pupilas, su inmovilidad, la rotación comboIciva «leí glove del ojo, la dificultad en la deglución, el ruido que se observa al caer loe líquidos al estomago, uu hipo incomodo y continuado, corpologia, combulciones, regularidad y calma del pulso en medio da los síntomas mas alarmantes, diarrea muy abundante. salida de materias recales sin que el enfermo lo perciba, hemorragias incontenibles &a, son los síntomas que unidos á aquellas causas, anun- cian que la muerte inevitablemente ha de sobrevenir, siempre que se manifiesten muchos simultáneamente. Sinembargo, siendo las combulciones los síntomas que juegan el ro! mas interesante en ei éxito adverso de la fiebre ataxica, es preciso puner especial cuidado en les demás síntomas que los acompañan, principalmente en la regularidad é intermitencia del pulso, por que si las fuerzas del enfermo son buenas, y los dunas síntomas poco alarman! -s, aunque se prveeoten combulciones, se puede esperar el restablecimientos, pero si junto emi ln« combulciooet, las fuerzas se deterioran, y los sín- tomas en genei al sen graves y desordenados, puede muy bien esperarse unaAiuertu cierta, y pronta, como en efecto suceeió á la muger de Dro- meado, de quien en sus epidemias dice Hipecrotee {Ib. I. epid. sect. 3. aegrot. 11.;; "el sesto dia de la enfermedad tuvo calor frios, sudó *a ( 16) tofo er cuerpo, las estremidades torasicae y abdominales frías, tenia delirio y la respiración grande y tarda, tras de todo esto le vinieron combulciones, que empesaron desde la cabeza y murió." Y como muchos enfermo-, en quieres se obsmvaren los mismos síntomas que en esta muger, todos.perecieron en combulcion,.según nos refieren varias historia* epidemiales; por eso Hipócrates con las observaciones que tenia com- prendió toda la doctrina que á esto pertenece en este aforismo." In febre non intermitente, si labrum, vel.oculus, vel nasus, vel supersilium, pervertatur, vel non videat, vel non audiat,jam debilis ezistent» corpore; quid-quid horum evenerit, mors próxima est." (Hyp. sect. 4. aph. sunt, 49.) AUTOPSIA CADAVÉRICA. Las historias de la anatomia patológica, presentada por lo» autoras basta la época de Mr Pinel inclusive, de los individuos muertos de esta enfermedad son, que la abertura de los cadáveres les ha hecho descubrir, C~- en el mayor numero de casos, alteraciones del cerebro y de sus membra- nas; el último sin embargo de coneideraila como una enfermedad esencial, dice que á mas de una alteración profunda en les nervios, ha encontrado varias veces huellas de- inflamación ó derramenes en lo interior del cerebro. Mr. Prest parece ser el primero que ha asegnrade positivamente que las fiebres' ataxi» as resultan de la inflación de la membrana mucosa de los intestinos. "Yo he visto, dice él, mas de doscientos cadáveres de individuos muertos en el curso de las fiebres ataxicas, y he encontrado siempre la inflamación de esta membiana-" (1) Morgagni entre los modernos presenta un grao número de autopcias en donde habia encon- trado huellas dé irritación ó de inflamación fuera del cerebro y de las visceras digestivas. Cálculos en la substancia del riñon, en el basinete, los uréteres, ó la vegiga, ó bien la inflamación y supuración simplemente del riñon; la inflamación del peritoneo ó del útero, abcesos en el hígado, vómicas, cuya existencia en el pulmón durante la vida no se habia sospechado, hepatizacion de esta entraña, pleurecias y pericarditis, en una palabra no hay una sola parte del cuerpo, en que una viva inflama- ción, ó uua violenta irritación desarrollada ya lenta ya rápidamente, no haya causa tmin al contrarto, citando'«Iraw» ha olerado á un grano de intencidad considerable. Loe purgantes presenten iguales iocwBJbeniantes, porque -suprimen la traspiración é irritan la membrana, gastrointestinal, qubcasi siempre se halla pmfundaiítentfc iifflamhrta, y probncwn en este caso dlBTrrasrebe'lde», sintonías las me* veve»f>funesto. Bl método especiante lo eren nn poCo mas racional,'y t)«o b".jo muy ciertasy determinadas cirrumrthncias, y* cod muy grandes tifod i tic aciertes •como 16 beretno* Itíegni Elméteduniftiflógisttro e* sin disputa' el qti*1 im-rece- la pfVf-rewcla sobre todos los drnvalj pfrro'tamMéo con alguna» rrfsuierfene» arrvgWdMs a laioteoeldad dfe lo«s síntomas, dirrhcioil de» la enfermedad y terementd muy Tapido ybag*n"u»o'de bueno* alimentos, y que aunque no se presentan síntomas de fiebre inflanilttoria, se'ent'uen» tran todas laa circunstancias, bajo las cuales casi siempre se desarrollan citas fiebres, las eroHroúes sangiiineas'geireraleír deben s-r abundantes, bien sea del pie, de la yugulcr, ó de la temporal; un gran número de sanguijuelas détra» dé 'lis'-orépsóá Ids'írehes, al epigastrio 6> al ano, aegOU'qaa'los-'síntomas cerebrales,- gasfrlcbs «hepáticos' predominen ^ pero todóe'pfoporCiünhdés •efempre ata vtolsnrla de losstnfomá*. Al contrario; en las personas-débiles, de^in temperamento'linfático deteriorados porettfefmédadeá anterínies, por largas cohibklezcencla», y conndo la eftfermedád'eS' antigua,' e-í preciso abstenerte da la* ^misión- Des sanguíneas, y'ert'caso*e huaíaffaS'deWr ser'cób müCbk''circtinSpteecioh yreserv*. Aquí es cabalmente dontte'el método espertante 6 antiflogístico InBF- rectd, juega un rol muy príttripal, pero de ningún modo los tónicos y loa estimulantes^ porgue una enfermedad que ilertípTe vierte'acompañada coa la irritación cerebral1,1 los tontees binóla dlslocari'la aumVnfan. Stá lds"sintdmaa dele fiebre ataxica, se agregan los dé una flegmfc- cia local, el tratamiento debe dirigirte con mucho tino, y' de tal modo; qué los m?dit>s empleados para combatir laiitflaniatflon local, no •ean perjudiciales al'estado general del étífeYmbV y vlce-rersá.- Si la flegmacia res-ligera, y ocupa1 un órgano pbco1 éireífieUlá'la'vfd*, lo* síntomas cerebrales deben llamar la atención'tiel médico, y "son*lar pri- meras1 indicaetotres qtte hay que llenar. Si al centrarlo la inflamación, atttea uña viscera Importante, y Idasíntomas cerebralen'muy r «Bafjja-dot, «s-menester'obrar eepí*ci»lmetíte sobre ella; no^dlaOfenteper hallarte acompahádai de -un 'gran peligro, sino también porque las indicaciones partlcnlarer-qne'hrfy que : llenar én 'eSfe1 'caso, son"generalmente man Pttfetsttrqd* laíqtie preéínta el estado genital fleí suge'fo. fcás^taiitwcoutaníitantw^deia'treb^ *frixrW., ofrecen también ( 19) «Ig-trnas indicaciones particulares que llenar, pues sita embargo de ns ser de suma importancia, tío deben james olbidarse. Ya si para SDplir i las hemorragias habituales suprimidas ó disminuidas, s» establecerá una ulcera ó un e*ritbrio^ te pondrá un vegigatorio ó un eina pisan* en la articulación endofcrde antes cecidia la g»ta, el reumatismo &a. La parálisis de un órgano, ó de algunos músculos, que sobrevienen adgviov* veces aitrrminar las fiebre*' ataxicas^ se combatirán fier*medio de un v'ogigatnrio á la nuca, ó al dorso, ¿ al origen* ó sobre el trayecto del nervio que lleva la sencibilidad á la parta paralizada. TERAPÉUTICA PAüTtCl'LARv Fiebre 'ataxica inflatáatoria. . Aquí eR donde siempre asid indicáis el met-ode antiflogístico directo. Las sangrías generales deben «er <ó del pie é de l* arteria temporal, lar bebidas emulceatee, ei suero los ácidos vegetales y si hay síntomas de ¿plétora cerebral se aplicaran saegui. j-úetas detras ne las orejas y á las sienes-, compresas frías y aun el yelo mismo sobre el cutis cabelludo de la cabete, pero primeramente debe estar bien repado ; fuertes revulcivos á lae-estremidades iaferio- res, sinapismos álos-pies y á las paniorrillas &a» pero estos revulcivos, deben ser puestos con recerb», y ya despuee que se haya rebajado el estado de exitacion general par medio de l*s emieienes sanguíneas. Cuando una peritonitis ó una perioenmoaia, se complica con la fiebre • atakiCa inflamatoria, en ua sugeto cuyas fuerzas, se hallen enteramente estenuadas, por largas enfermedades ante'riore, por fatigas fxectvas, por evacuaciones mny abundantes, por combales cencías muy laTgato é incompletas &a, deben temerce los resultados de una sangría geBéral,' y echar mano solamente de las sangrías locales, si el estado de las fuerza* lo perlten todabia, y s*pn la prudencia del profesor que resaltará únicamente en la cabecera del enfermo. Si hay constipación rebelde, se debe hacer uso de las lavativas amollentes repetida* machas veces, y cuando mas de algunos suaves laxantes, como el mana, la casia, lostamarindos &a, pero jamas de lOs purgan tes enérgicos y-drastices La abertura de la arteria temporal, la aplicación del y*lo á la canea», la*-bebidas abeidas y refrescantes, los pedtlub'os calientes ye.naBlsadea deben aplicarse con preferencia cuando la flexmacia se ha fijado espe- cialmente en el órgano encefálico. Fisbre atóxica gd tro-hepática. La primera indicación que se nos presenta, es atacar el estado gástrico, cuando él es primitivo, pero de ningún modo tampoco desatender (os síntomas cerebrales, por menos alarmantes que ellos paresckn. Si hay rubicundez en los bordes de a lengua, mocha sed, dolor considerable al epigastrio, cblér ictérico de las conjuntivas, la pial caliente y el pulsofrecaente, es menester recur- rir inmediatamente i l»s sanguijuelas'en la región del estomago, y al hipocondrio derecho, fomentaciones emolientes, bebidas musilaginosaa, ó acid.ilos asucarados enconas cantidades y muy repetidas, yuna dieta rigorosa. Si estos síntomas á mas de no calmar, hacen mas bien progresos rápidos, y se presentan también vómitos viliososj es preciso repetirlas sanguijuelas ya en el epigastrio, ya en el ano, ya en el hipocondrio derecho,-siemeTe'con relación á lalntéatfidad de ¡as causas y & la vio- lehcía-daltls sínfontasi Si los eíutomas cerebrales, se presentan con la misma intencidad d* estos, ó les sobresale en algutt labio, se debe combatirlos sin pérdida de tiempo con sanguijuelas á las sienes, al rededor del cuello y detrás dé las orejas, aplicaciones frías da vinagre, aguado ala frente, pedilubio «aliente* y sinapisados «ta. (20) Si deipnes de haber puesto en practica todos estos medios, calmas» absolutamente los síntomas generales y locales, y no se perciben estado alguno de irritación ni del estomago, ni del corazón, y la lengua sa mantiene siempre sucia, hay disgustos y amargor de boca, es el único y esclusivo caso, en mi concepto; en doude un emético ligero, puedo administrarse con algún provecho en esta clase de enfermedades. Fiebre ataxica mucosa. Esta es una de las complicaciones donde ua medico juicioso y observador, se encuentra continuamente embarazado para poder emprender un tratamiento tacional, combinando á un mismo tiempo dos tratamiento, hasta cierto punto opuestos, las abundantes emisiones sanguíneas, y los derivativos enérgicos que si bien uno da ellos en la primera es necesaria y útil, en la segunda es nocivo y per- judicial. El acierto de esta combinación puede algunas veces resaltar solamente en la cabecera del enfeimo. Ustedes, señores, catedráticos saben muy bien que las emisiones sanguíneas en las inflamaciones de la mucosa intestinal si llegan á usarse en algunos casos, debe ser siempre en muy corta cantidad y con mucha circunspección y medida. Al contrario, en las irritaciones cerebrales, su uso debe prodigarse á manos llenas, aunque sin perder de vista la violencia de los síntomas, las causas que la desarrollan, y «I tempera- mento del sujeto. Cuando la fiebre ataxica mucosa se complica con la inflamación del pulmón, de la pleura, ó del peritoneo, es donde debe osarse las emisiones sanguíneas, locales y generales, y aun estas últimas en muy corta cantidad, y teniendo siempre en consideración Ja irritación de la mucosa intestin-d. Fiebre ataxica adinámica. En este caso el tratamiento casi no difiere del tratamiento de la fiebre ataxica simple, sino únicamente en que aquí os menester echar mano con mas reserva de las emisiones sanguíneas generales, y eso debe ser ó del pie ó del cuello en caso de usarse: Cuando las fuerzas en general se hallan sumamente debilitadas, los síntomas de irritación local muy disminuidos, y los cerebrales en un estado pe apaga- monto, se utarán los caldos de carne ó de gallina, uo régimen mas substancial y restaurante, el vino aguado si el estado de la lengua ó del estom go no lo contra indica. Los ligeros tónicos diluidos en graudes Cantidades de agua no tanto como fortificantes, sino mas bien como revul- sivos, porque los tónicos y los exitantes pueden combenir ó muy á loa principales, ó al fin de las flegmacías. La convalezceneia de la fiebre ataxica, no exige Indicaciones parti- culares que llenar, sino únicamente de substraer al enfermo de todas las impreciones vivas físicas y morales, que podrían ocacionar en la economía Una exitacion siempre peligrosa, y algunas veces funesta. Tal es, señores, el cuadro de la fiebre ataxica que me propuse delinear definiéndola al principio; sino hubiese tenido la suerte de representarlo con toda la exactitud y la viveza con que algunos talentos privilegiados pueden hacerlo, á lo menos tengo derecho de persuadirme que s-rá bastaote para demostraros mis esfuerzos hasta donde han alcan- zado, mjs escasas luces. He dicho. JOSÉ GREGORIO ACUÑA.